La violencia contra las mujeres en la antigua Roma 9788491489481


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Índice Sumario
Prólogo
Capítulo I. Pax y Feminidad Violentada
A. Perfiles de la Violencia de Género
B. Roma: Una Sociedad Violenta
C. El Legado Infamante de la Antigüedad Greco-Romana: La Violencia Contra las Mujeres
D. El Género en la Lengua Latina
E. El Relato Cronológico del Patriarcado Romano
Capítulo II. Monarquía
[A] Reinado Romano-Sabino
1. El patriarcado: la superioridad masculina
2. El rapto de las Sabinas: la institucionalización del amor forzado
3. Las vestales: la exaltación de la castidad
4. La codicia femenina: hasta la traición a la patria
5. Las concubinas: mujeres sin honor matrimonii
6. El repudio: un castigo a la mujer casada
7. Las mujeres y la potencia impúdica del alcohol
8. La virilidad es virtud
9. El ideal de feminidad romana
10. La maternidad: entre la naturaleza, el derecho y el deber social
11. La prostitución es género femenino y violación impune
12. Los usos y modas extranjerizantes son aptos sólo para hombres
13. La diosa que aplaca a los hombres casados: Viriplaca
[B] Reinado Etrusco
14. Las etruscas: ¿mujeres violentas, o violentadas en su imagen para la Historia romana?
15. El mito romano de Lucrecia: alabanza a la auto-lesión femenina
Capítulo III. República
[A] s. V-IV a.C
16. La esposa adquirida por el uso continuado
17. La involución femenina: esposas obedientes
18. La Tutela mulieris
19. La elegancia no es para las sacerdotisas
20. Las mujeres pro familia y pro patria: más valen las estolas que las armas
21. Virginia, mártir de la pudicitia
22. La dote: una mercantilización de la mujer
[B] s. III-II a.C
23. El censor en defensa del patriarcado
24. El adorno femenino: ¿una recompensa a sus renuncias?
25. Las brujas, magas y envenenadoras
26. Las mujeres agredidas sexualmente
27. La pasión de la secesión mujeril
28. Las adúlteras
29. La violencia conforme a mores
30. El maltrato –como control social primario– en el ámbito rural
31. La persecución política en clave de represión sexual
32. Las matronas en escándalo público
33. La inconsciencia de los dioses: violencia por naturaleza
34. La hazaña de Carvilio Ruga: un divorcio contra mulieris
35. El castigo económico para la mala esposa: disminución de su dote
36. La prostituta: una impúdica violentable
37. La casada domesticada: custodia del vientre, casa y telar
38. La esposa fiel ignora el adulterio masculino
39. Las mujeres violentadas para salvar la imagen familiar
40. El insulto al hombre débil: muliebriter
[C] Seis Décadas del s. I a.C
41. La casada-niña
42. Un negocio honorable: vientres cedidos por la familia
43. Una ola de misogínia extranjera planea sobre la cultura romana
44. La violencia institucionalizada sobre las mujeres
45. Las familias pluriparentales: una consecuencia más de la vis mulieri
46. Las terribles madrastras
47. Los prejuicios contra la libertad y poder femeninos
48. Las mujeres-víctima de la dominación erótica
49. La autocensura femenina: sospecha es culpabilidad
50. El aborto contra mores
51. Las mujeres supersticiosas
52. Las violaciones en el entorno familiar
Capítulo IV. Principado
53. El pater patriae: icono del neopatriarcado
54. Las leyes caducarias
55. La turpitudo de los medios de comunicación
56. Del prototipo ciudadano al patrón jurídico: el diligens paterfamilias
57. Del prototipo familiar de mujer al modelo social de bona femina: la carissima mater
Bibliografía
Índice de Fuentes
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La violencia contra las mujeres en la antigua Roma
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Rosalía Rodríguez López Sección: Romanas, Visigodas y Bizantinas Director: Prof. Dr. Antonio Fernández De Buján Catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid Académico de Número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación Emperador Marco Aurelio

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LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN LA ANTIGUA ROMA

Colección Monografías de Derecho Romano y Cultura Clásica

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN LA ANTIGUA ROMA Rosalía Rodríguez López

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ROSALÍA RODRÍGUEZ LÓPEZ

LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES EN LA ANTIGUA ROMA

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No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (art. 270 y siguientes del Código Penal). Diríjase a Cedro (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con Cedro a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 917021970/932720407

Colección “Monografías de Derecho Romano” y Cultura Clásica Dirección del Prof. Dr. D. Antonio Fernández de Buján

Este libro ha sido sometido a evaluación por parte de nuestro Consejo Editorial Para mayor información, véase www.dykinson.com/quienes_somos

©

Rosalía Rodríguez López Madrid, 2018

© Fotografía de cubierta: Retrato femenino romano (s. I d.C.). Conjunto Arqueológico de Carmona, Sevilla. Fotografía: Claudia Molero Alonso Editorial DYKINSON, S.L. Meléndez Valdés, 61 - 28015 Madrid Teléfono (+34) 915442846 - (+34) 915442869 e-mail: [email protected] http://www.dykinson.es http://www.dykinson.com ISBN: 978-84-9148-948-1

Preimpresión: Besing Servicios Gráficos, S.L. [email protected]

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A mis mayores, y a Mar, Marta, Ignacio, Rosalía, María, Diego y Luisa, que han aportado y seguirán dando luz a este mundo.

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ÍNDICE SUMARIO PRÓLOGO............................................................................................................................................... 11 CAPÍTULO I.  PAX Y FEMINIDAD VIOLENTADA................................................................ 17 A.

PERFILES DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO......................................................................................... 21

B.

ROMA: UNA SOCIEDAD VIOLENTA ....................................................................................................... 26

C.

EL LEGADO INFAMANTE DE LA ANTIGÜEDAD GRECO-ROMANA: LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES............................................................................................................................... 33

D.

EL GÉNERO EN LA LENGUA LATINA..................................................................................................... 40

E.

EL RELATO CRONOLÓGICO DEL PATRIARCADO ROMANO........................................................ 43

CAPÍTULO II. MONARQUÍA....................................................................................................... 51 [A]  REINADO ROMANO-SABINO.................................................................................................................. 53 1.

El patriarcado: la superioridad masculina.......................................................................... 55

2.

El rapto de las Sabinas: la institucionalización del amor forzado............................. 81

3.

Las vestales: la exaltación de la castidad ............................................................................ 88

4.

La codicia femenina: hasta la traición a la patria............................................................. 94

5.

Las concubinas: mujeres sin honor matrimonii................................................................ 96

6.

El repudio: un castigo a la mujer casada.............................................................................. 99

7.

Las mujeres y la potencia impúdica del alcohol............................................................... 101

8.

La virilidad es virtud.................................................................................................................... 104

9.

El ideal de feminidad romana................................................................................................... 106

10.

La maternidad: entre la naturaleza, el derecho y el deber social.............................. 120

11.

La prostitución es género femenino y violación impune.............................................. 133

12.

Los usos y modas extranjerizantes son aptos sólo para hombres............................ 139

13.

La diosa que aplaca a los hombres casados: Viriplaca .................................................. 140

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Índice sumario

[B]  REINADO ETRUSCO.................................................................................................................................... 141 14.

Las etruscas: ¿mujeres violentas, o violentadas en su imagen para la Historia romana?............................................................................................................................................. 142

15.

El mito romano de Lucrecia: alabanza a la auto-lesión femenina............................. 148

CAPÍTULO III. REPÚBLICA........................................................................................................ 155 [A]  s. V-IV a.C......................................................................................................................................................... 157 16.

La esposa adquirida por el uso continuado........................................................................ 160

17.

La involución femenina: esposas obedientes..................................................................... 162

18. La Tutela mulieris........................................................................................................................... 166 19.

La elegancia no es para las sacerdotisas.............................................................................. 169

20.

Las mujeres pro familia y pro patria: más valen las estolas que las armas........... 170

21.

Virginia, mártir de la pudicitia................................................................................................. 176

22.

La dote: una mercantilización de la mujer.......................................................................... 188

[B]  s. III-II a.C......................................................................................................................................................... 191 23.

El censor en defensa del patriarcado.................................................................................... 195

24.

El adorno femenino: ¿una recompensa a sus renuncias? ............................................ 202

25.

Las brujas, magas y envenenadoras....................................................................................... 207

26.

Las mujeres agredidas sexualmente ..................................................................................... 213

27.

La pasión de la secesión mujeril.............................................................................................. 215

28.

Las adúlteras.................................................................................................................................... 222

29.

La violencia conforme a mores................................................................................................. 226

30.

El maltrato –como control social primario– en el ámbito rural................................. 235

31.

La persecución política en clave de represión sexual..................................................... 237

32.

Las matronas en escándalo público ...................................................................................... 244

33.

La inconsciencia de los dioses: violencia por naturaleza.............................................. 249

34.

La hazaña de Carvilio Ruga: un divorcio contra mulieris.............................................. 253

35.

El castigo económico para la mala esposa: disminución de su dote.................................. 258

36.

La prostituta: una impúdica violentable.............................................................................. 261

37.

La casada domesticada: custodia del vientre, casa y telar ........................................... 263

38.

La esposa fiel ignora el adulterio masculino...................................................................... 269

39.

Las mujeres violentadas para salvar la imagen familiar............................................... 271

40.

El insulto al hombre débil: muliebriter................................................................................. 274

[C]  SEIS DÉCADAS DEL s. I a.C........................................................................................................................ 277 41.

La casada-niña................................................................................................................................ 282

42.

Un negocio honorable: vientres cedidos por la familia................................................. 286

43.

Una ola de misogínia extranjera planea sobre la cultura romana............................. 290

44.

La violencia institucionalizada sobre las mujeres .......................................................... 294

45.

Las familias pluriparentales: una consecuencia más de la vis mulieri..................... 301

46.

Las terribles madrastras............................................................................................................. 311

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Índice sumario

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47.

Los prejuicios contra la libertad y poder femeninos...................................................... 313

48.

Las mujeres-víctima de la dominación erótica ................................................................ 320

49.

La autocensura femenina: sospecha es culpabilidad...................................................... 324

50.

El aborto contra mores................................................................................................................. 326

51.

Las mujeres supersticiosas........................................................................................................ 328

52.

Las violaciones en el entorno familiar.................................................................................. 331

CAPÍTULO IV. PRINCIPADO....................................................................................................... 333 53. El pater patriae: icono del neopatriarcado ........................................................................ 340 54.

Las leyes caducarias..................................................................................................................... 347

55. La turpitudo de los medios de comunicación..................................................................... 361 56.

Del prototipo ciudadano al patrón jurídico: el diligens paterfamilias..................................... 372

57.

Del prototipo familiar de mujer al modelo social de bona femina: la carissima mater.............................................................................................................................. 379

BIBLIOGRAFÍA..................................................................................................................................... 387 ÍNDICE DE FUENTES......................................................................................................................... 413

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Prólogo

Lo que sabemos de las mujeres romanas y lo que no nos han contado Es de agradecer, y mucho, que vengan a hablarnos de la violencia contra la mujer en el mundo romano, de forma concreta y durante un periodo específico, en este caso unos 700 años (Monarquía, República y Principado), como lo hace la autora de este libro: de forma ordenada, científica y, al mismo tiempo, accesible al público en general. Y es que lo cortés no quita lo valiente. Admiro profundamente a quienes, desde su campo de estudio, tras muchos años de investigación, saben bajar del “Olimpo” (por cierto, hablando de griegos, vaya mala influencia para los romanos), y comunicar su saber a mortales como yo. Como periodista es además un placer, (y claro está que hacen el trabajo mucho más fácil) escuchar a estas personas y servir de vehículo para hacer llegar sus voces, que, estoy convencida, es necesario alzar entre tanto ruido; el que provocan las noticias falsas, los mitos, y esas ideas que de tanto repetirlas se convierten en verdades. Entrevistar a Rosalía Rodríguez López es un gustazo. Pero volviendo al ruido en esta época de sobre información, no son pocas las veces que nos llega el mensaje simple y sin matices de la libertad de la que gozaron las mujeres romanas, así, en general. “¡Si existía hasta el divorcio!” Claro que ya sabemos que no se refieren a todas, por ejemplo no a las esclavas, pero es que no es eso, no es eso solamente en lo que falla este discurso, tan maravilloso si fuera cierto, de emancipación femenina. ¿De qué mujer hablamos? Por una parte, cuando hablamos de Roma son nada más y nada menos que más de ¡2.000 años!, con paz, guerras, diferentes regímenes… ¿Cómo va a existir una “mujer romana”? Y ni siquiera en cada una de las épocas, como ocurre hoy,

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Prólogo

hay una única categoría para definir a las mujeres, ni siquiera dentro de la categoría de las “mujeres libres” –de las que habla la autora pues son las únicas que pueden acceder al derecho romano, como ciudadanas–, hay un solo modelo de mujer. Sin embargo, esa categorización, “mujer romana” llega hasta nuestros días, en no pocas ocasiones, como símbolo de mujer autónoma. No siendo falso, tampoco es verdad. Y desde luego nada o casi nada sabemos de la lucha de las mujeres romanas por su libertad y de la violencia que contra ellas se ha ejercido en los distintos periodos. Tal es así que estudiamos como hitos históricos sucesos realmente violentos ejercidos contra las mujeres, como en el Rapto de las Sabinas, como se nos explica tan certeramente en este libro, sin ningún tipo de crítica (no digamos ya de crítica feminista). Aprendemos, eso sí, desde la más tierna infancia, que el Derecho romano es uno de los grandes aportes de Roma como civilización: supuso la primera recopilación científica de las normas por las que se rigen las relaciones de los ciudadanos en todos los aspectos fundamentales, ya sean privados o públicos. Pero nada del patriarcado, de la figura, fundamental como leemos a lo largo de este libro, del Paterfamilias, de cómo se repiten argumentos desde quienes ostentan el poder, político y social (ay, que hartura) para desprestigiar a las mujeres que destacan, que luchan, que no se someten. Creo que esta razón, la de aportar conocimiento y desbaratar mitos, es la que ha impulsado a la autora, catedrática de Derecho romano –con amplísima trayectoria no sólo en investigación y, de forma intensa en los últimos años, sobre las mujeres romanas, sino también en divulgación científica (acercándonos al mundo romano y de las mujeres en Roma a través del comic, por ejemplo), a escribir este libro: situar las múltiples realidades de las mujeres romanas en cada una de las épocas históricas abordadas y de las violencias que se ejercen contra ellas por el hecho en si de ser mujer. No se trata, como me comentaba la autora hablando sobre sus intenciones, de tirar por tierra la visión de la mujer romana. El objetivo de Rosalía Rodríguez López, y así nos llega en la lectura del libro, es visualizar el papel de estas mujeres y las contra reacciones que surgen para deshacer la conquista de derechos, en unos años en los que se alcanzó en algunos momentos y asuntos una situación social y jurídica sin paralelo hasta tiempos recientes. Unas reacciones que van a ser durísimas en tiempos de Augusto, como nos muestra al final del libro la autora, (en el capítulo IV), y que coincide, (y volvemos de nuevo a la actualidad), con el Backlash (contragolpe) definido por primera vez en Backlash: The Undeclared War Against American Women, de Susan

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Prólogo

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Faludi, publicado en 1991, y que señala una reacción al feminismo en la política y los medios de comunicación ante un avance en los derechos o la situación social de las mujeres. Hoy a través de la historia de Roma El patriarcado presente, (y regulador de la vida y las leyes), en la sociedad romana hace que, en un momento determinado, unas mujeres concretas, prefieran ser putas que señoras. Es decir: si así somos libres entonces inscribámonos en el registro de prostitutas. Y seguimos, hoy por hoy, a vueltas con esto. Recuerdo aquella campaña, en el 2015, que se llevó a cabo en una localidad de Ecuador para luchar contra el feminicidio que decía, en enormes carteles con enormes letras: “Si puta es ser libre y dueña de mi cuerpo soy puta… y qué?”. Es necesario conocer la realidad de estas mujeres valientes para entender que la lucha por los derechos de la mujer ya viene de tan antiguo como aquella magnífica civilización a la que tanto debemos; leyendo estas páginas entendemos también que la situación de sus mujeres no es distante a los problemas sociales que se nos presentan en la actualidad. Baste en estos días de verano de 2018 pararse en algunas sentencias, como la de “La Manada” o el “caso Juana Rivas” para apreciar de qué forma todavía hoy está presente la concepción, social y jurídica de nuestros “abuelos” romanos. Y también en este libro vamos reconociendo otros temas de actualidad, como la brecha salarial (porque el padre de familia sigue siendo el cabeza de familia y por tanto merece un salario mayor entre otras cosas que afectan a la diferencia salarial entre hombres y mujeres, el papel de la mujer en la publicidad perpetuando roles (en el caso de Roma a través de sus mosaicos y frescos, poetas, teatro…), el lenguaje (adoptando el masculino como neutro y el género en exclusiva en el ámbito jurídico) o los vientres de alquiler, (al colocar el foco en la mujer no como sujeto sino como objeto, en tanto en cuanto es importante como reproductora y, por tanto, en la misma cosmovisión, se invisibiliza a las mujeres solteras o que no tienen hijos). Hay un claro compromiso por parte de la autora con la verdad histórica y también un compromiso frente a la actual situación de violencia contra las mujeres, porque este mundo romano nos da muchas claves para construir hoy, en el mundo de la judicatura pero también en los medios de comunicación y en la sociedad en general, respuestas más útiles ante esta violencia. Quizá precisamente por eso, porque las mujeres romanas tuvieron derechos que luego des-

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Prólogo

aparecieron, es fundamental saber cómo fue y cómo, desde el Estado, se reguló en contra de ellas y de qué formas se ejercían esas violencias. Siete décadas dan para mucho Estoy segura que en breve, cuando finalice la lectura del volumen que tiene entre manos, compartirá el deseo de un segundo libro que se continúe la época de Augusto, justo donde termina éste. Pero vayamos por partes. En la introducción la autora define qué es la violencia de género. Y es importante establecer este marco, yo diría fundamental dado que no para de cuestionarse qué es y qué no es violencia contra la mujer, incluso en sentencias recientes. Es pues, a partir de aquí, dejando constancia de lo que considera la ONU que es la violencia de género y haciendo un repaso a las distintas violencias, que la autora habla de la violencia en Roma, poniendo la mirada en las mujeres, para establecer el contexto donde se produce esta violencia contra las mujeres. Se destaca el legado de los griegos, para los que la mujer no era prácticamente nada, y su influencia, a veces más a veces menos a lo largo de estos años. (Por cierto, que si de ellos, los griegos, heredamos la democracia… ¿no deberíamos repensar si no nos queda algo de sus mitos y su influencia en la actualidad?). En el segundo capítulo, dedicado a la monarquía, podemos ver las diferencias entre los Romano-Sabinos y los Etruscos y los avances (con los monarcas etruscos) y retrocesos (con la vuelta al poder de la aristocracia romana) en los derechos de las mujeres, y las diferentes situaciones de éstas, ya sean “las raptadas”, las vírgenes, las prostitutas, las concubinas, las casadas… dentro del modelo patriarcal, donde el hombre, como paterfamilias, es el amo. Así, el ideal de la mujer, es el de la mujer casta, callada, sufridora, bella, mientras que el del hombre se centra en la virilidad y en la exaltación del falo. Conocemos también historias de mujeres, que se perpetúan para ser recordadas y de esta forma aleccionar a las generaciones futuras, como la de Horacia y para cerrar este capítulo la de Lucrecia, una historia con larguísimo recorrido. Los paralelismos entre ese pasado tan lejano y el presente no dejan de sucederse a lo largo de toda la obra como ya he indicado; el tercer capítulo, dedicado a la República, se divide a su vez en tres apartados cronológicos. En los primeros cien años constatamos la involución ultraconservadora: esposas obedientes y madres de muchos hijos. En el siguiente siglo (III-II a. C.), los censores salen en defensa del patriarcado y permanentemente se agita la bandera de la costumbres de los antepa-

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Prólogo

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sados, (las mores, que los romanos consideraban fuente del derecho), frente a los avances en la situación de las mujeres. Además el patriarcado cuenta con la mitología heredada o más bien traspasada de los griegos, un arsenal de violencia ejercida por los dioses contra las diosas y las heroínas, a disposición del público para recordar de quién es el poder. Este apartado acaba dibujando el rol masculino del hombre romano, al que se le impide mostrar sentimientos, como ya hemos visto, y se le insulta comparándole con una mujer. La agresión sexual aparece en el teatro, pero dentro del género de la comedia. El director Pedro Almodovar, siglo XXI, recibió algunas críticas por mostrar una violación en una comedia, concretamente en “Kika”, y también, más recientemente, la película “Los Ligones”, de José Texeira, estrenada en el año 2017, fue criticada por lo mismo; en este caso fue una de las actrices del film, Teresa Lozano, la que alzó la voz para denunciar el tratamiento dentro de la comedia de la violencia sexual contra las mujeres. Para finalizar con el capítulo dedicado a la República, en las últimas seis décadas, donde la mujer ha alcanzado mayores cotas de emancipación, vemos como se gestan mecanismos de control desde el poder público, por ejemplo económicos, para rebajar esta independencia. Otra de las cuestiones planteadas, dentro de este periodo, es la libertad de las mujeres asociada al ideario del amor romántico, que las/nos convierte en víctimas de la pasión erótica. Los estudios sobre percepción de violencia de género en los y las adolescentes del siglo XXI nos dicen que se sigue justificando la violencia de género por una forma de entender el amor como algo “pasional”. Sin hacer una enumeración completa, los matrimonios infantiles, los vientres “cedidos” por la familia, la misoginia, los prejuicios contra la libertad y el poder femeninos o la violencia sexual dentro de la familia son también abordados en este apartado, con el que finaliza el periodo republicano para entrar en el Principado, último capítulo del libro, con la involución, una vez más, de los derechos de las mujeres gracias a las leyes augústeas. Dos mujeres destacan en este capítulo: Julia, una mujer inteligente y de gran valor político, de la que nos llegará a través de los siglos una imagen de mujer lasciva, ejemplo de las críticas que reciben las mujeres romanas y que llegan hasta nuestros días. (La historiadora Mary Beard, ganadora del Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016, dijo, en una entrevista publicada en el periódico El País: “El 99% de las veces que leo algo sobre alguna mujer poderosa de la Antigüedad son críticas”.) Y la Medea griega en el teatro de Séneca, el anti modelo femenino de madre para reforzar el modelo de lo que sí debe ser una mujer romana.

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Prólogo

Patriarcado y familia, ¿otro mundo es posible? El modelo de familia “tradicional” romana, la que sigue la costumbre de los antepasados, (mores), con el paterfamilias como prototipo de ciudadano, el matrimonio como institución, la mujer como procreadora… no parece tan lejano de la idea “utópica” de la familia actual. Bien es cierto que se han ampliado los modelos de familia, pero todavía con una estructura que nos recuerda tanto a la buena familia romana que casi asusta. Por otra parte, tenemos las contra reacciones a los avances de las mujeres que se producen a lo largo de las siete décadas a las que se dedica el libro. La distopía El Cuento de la Criada, de Margaret Atwood, una contra reacción que tanto nos está inquietando, (o aterrando; algunas de mis amigas me han contado que no pueden ver la serie, basada en este libro, en el horario en el que ésta se emite en televisión porque entonces ya no pueden dormir), refleja una sociedad patriarcal de tomo y lomo, que, en cierta medida, esta presente. Repensar el modelo de familia me parece pues que, una vez finalizada la lectura de este libro, es también una propuesta que nos hace la autora. Quizá un modelo de familia abierto, donde lo que importe sea la felicidad de sus miembros, tengan lazos de sangre o no y donde las obligaciones estuvieran compartidas una vez se hayan deconstruido, (y para eso tenemos que reconocernos antes, de dónde venimos, sin prejuicios), los roles del hombre y de la mujer. En todo caso, desde el punto de vista de la herencia romana, en el Derecho y en los usos sociales y la moral, es sustancioso como Rosalía Rodríguez López plantea, blanco sobre negro, la manifestación de la violencia contra las mujeres de muy diversas formas, más explicitas o más sutiles, dentro de la familia y fuera, mantenida por las leyes y el Estado, y que ello no hace a las mujeres romanas víctimas y sumisas o ambiciosas y crueles. Precisamente, esa es la forma en la que, todavía hoy, nos las presentan, y que supone otra forma más de violencia contra las mujeres.

Esther Benavides Junquera Periodista-Radio UAL

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Capítulo I.

PAX Y FEMINIDAD VIOLENTADA La violencia contra las mujeres (gender violence)1 es una lacra social de tal magnitud que desde hace décadas se han gestado numerosos movimientos sociales, avances legislativos y políticas públicas en pro de su erradicación; así como el Ministerio Fiscal tiene la obligación de perseguir tales conductas violentas, como falta o delito, aunque el maltrato se cometa en el hogar 2. La convergencia de estas medidas está surtiendo sus efectos, pese a que las estadísticas anuales de agresiones y fallecimientos nos lleven al desánimo3. No tenemos datos fidedignos de treinta años atrás; y, si nos retrotraemos en el tiempo, se puede observar el cambio de actitud, pues el rechazo social a los maltratadores era tan prudente como silencioso, limitándose normalmente a esquivarlos en lo público y en lo privado, o a soportarlos resignadamente si tenías la desgracia de estar ligada afectivamente a alguno de ellos. Lorente advierte que un salto cualitativo se produjo cuando se reconoció social y jurídicamente la existencia de

1 Sobre la expresión ‘violencia de género’ existe una ingente bibliografía, en la que se aportan los pros y los contras de la decisión política y jurídica de acuñar dicha expresión. Así, como ejemplo de este debate véase a Añón Roig, M.J., “Violencia con género. A propósito del concepto y la concepción de la violencia contra las mujeres”, Cuadernos Electrónicos de Filosofía del Derecho 33 (2016) pp. 1-26; AA.VV., Violencia contra la mujer: Manual de derecho penal y proceso penal: adaptado a la Ley 1/2015, de reforma del Código Penal, Valencia 2016, quien sostiene que normalmente los sistemas jurídicos utilizan el término ‘género’ con la idea de afrontar este tema con mayor neutralidad y objetividad; pero con ello, como efecto negativo, desdibujan algunas cuestiones básicas de la dominación. De todos, independientemente del posicionamiento que se escoja, la traducción literal de la expresión inglesa ‘gender violence’ no es ‘violencia de género’, y parece ser más adaptada a ‘violencia contra las mujeres’. 2 Marugán Pintos, B., “Domesticar la violencia contra las mujeres, una forma de desactivar el conflicto intergéneros”, Investigaciones Feministas 3 (2012) p. 160. 3 En España ha sido decisiva la Ley de Protección integral contra la violencia de género (L.O. 1/2004) en tanto da una respuesta global a esta lacra; respecto a los países latinoamericanos, véase Ramos de Mello, A., Feminicidio: Un análisis criminológico-jurídico de la violencia contra las mujeres, (tesis doctoral Universidad autónoma de Barcelona), Barcelona 2015.

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un grave problema, esto es, de carácter estructural4; y se rompió la inercia del sistema patriarcal que durante siglos ha tratado de demostrar que existían sólo casos aislados de violencia de género, y que tales eran reprimidos por el Poder público5. Además, como bien expone Maqueda, respecto a los intereses lesionados, estos han de focalizarse en la víctima, es decir, en sus bienes fundamentalmente atacados (integridad, libertad y dignidad), no en los intereses del grupo familiar; consecuentemente se romperá también la dinámica de exigibilidad de explicaciones por su conducta, lo que implicaba en ella la asunción de responsabilidad y de culpabilidad por su fracaso6. Como contrapunto, Lorente advierte que pocas son las cuestiones que se le plantean normalmente al agresor7. Sin embargo a largo plazo, los mecanismos más eficaces contra la violencia en general, y ésta en particular, son la educación y la independencia económica de las personas8. No obstante, para desactivar los focos de virulencia no podemos esperar a que se produzca un relevo poblacional. Hay que actuar sobre los núcleos vivos, pues el maltratador vive en un entorno sobre el que hay que intervenir con la misma intensidad que la que se ejerza respecto a él mismo; ya Marugán Pintos, B.-Vega Solís, C., “Violencia de género”, Eunomía: Revista en Cultura de la Legalidad 4 (2013) p. 227, reflexiona sobre este término y su recorrido en un largo proceso de reconocimiento legislativo, pero también jurídico; identificado en ese iter con una cadena de significantes: primero: “maltrato”, después “violencia contra las mujeres”, seguidamente: “violencia doméstica” y finalmente: “violencia de género”. 5 Lorente Acosta, M., “Violencia de género, educación y socialización: acciones y reacciones”, Revista de Educación 342 (Enero-abril) 2007, pp. 20-21 profundiza sobre la permanencia en la historia del fenómeno de la violencia de género, haciendo hincapié en los mecanismos de defensa inherentes a la sociedad patriarcal, que sostenía su compromiso frente a la violencia; señala el autor que en todo momento se ha legislado contra las agresiones de los hombres a las mujeres, pero que en lugar de ser interpretados como una manifestación de algo más profundo, se han sido presentado como simples casos aislados. 6 Maqueda Abreu, M.L., “La violencia de género Entre el concepto jurídico y la realidad social” Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología 2 (2006) p. 7. 7 Lorente Acosta, M., Violencia de género, educación cit., p. 26, reflexiona: “Siempre que se habla de violencia de género se habla de mujeres, de lo que ellas hacen o dejan de hacer, de por qué lo hacen o por qué no lo han hecho, de cómo es posible que hayan aguantado tanto o de cómo se desdicen después de haber dado ese paso… todo son preguntas que guardan respuestas que, de alguna manera, cuestionan la conducta de las mujeres ante la violencia que sufren. Pero muy pocas veces se lanzan cuestiones sobre el elemento principal, sobre los hombres que ejercen esa violencia y sobre los objetivos que persiguen y las motivaciones de las que parten. El hombre vuelve a ser el gran ausente en unas conductas protagonizadas por él, para así evitar su responsabilidad social, tanto en la construcción de las conductas, como en la autoría de los casos”. 8 Sobre la importancia de la educación para la formación de una ciudadanía que supere la división tradicional de roles de género, véase Nogueiras Garcia, B., “Prevenir la violencia de género como madres y padres”, La violencia contra las mujeres, Madrid 2004, pp. 191-198. 4

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que ese contexto le sirve de retroalimentación y autoafirmación de su cultura violenta. Pero hay que ir más allá, actuando sobre el total de la colectividad, con el fin de erradicar los márgenes de este problema; pues, como ya he apuntado supra, anidan en las micro violencias que a veces pasan inadvertidas, o que se toleran por un sentido mal entendido de la educación. Y es en este concreto espacio donde entiendo que es interesante que el lector pueda identificar en sus raíces históricas estas ‘bombas-antipersona’, tanto porque sus efectos dañan o matan a mujeres concretas, como porque la onda expansiva arrasa a todo su entorno familiar y social; ya que estos detonadores de la violencia tienen unas características, que singularizadas y descritas, pueden ser más fácilmente reconocibles y, por tanto, combatibles. Además, como señala Ufarte, es necesario visualizar el papel de las mujeres en la Historia, reflejar el protagonismo que tuvieron en la Antigüedad, “y rellenar el blanco del papel de los libros que siempre han relatado la otra parte, …”9. La historia de las romanas siempre ha sido contada por hombres, quienes catalogaron de furor las conductas femeninas conforme a las costumbres patriarcales. Para ello se crean los specula feminarum, esto es, ejemplos de mujeres conforme a mores que sirven de espejo a imitar para las demás conciudadanas que cumplirán con sus deberes femeninos (officia mulieri); pero también se construyen los antimodelos (magas, envenenadoras, prostitutas, adulteras, actrices, mesoneras, borrachas, ambiciosas, oradoras, …), que se utilizan para reforzar los patrones culturales. Así, en el mundo romano la población aprende que el antimodelo determina el aniquilamiento de quien lo prueba y pone en peligro al grupo en el que la persona, en este caso, la mujer, actúa. Por ello, contra el furor mulieri se difunden los officia mulieri; véase, por ejemplo, en el teatro de Séneca sus obras sobre historias griegas: Medea y Fedra. Algunos de los casos concretos de antimodelos han terminado con la propia autodestrucción femenina, pero otros simplemente son mujeres que pretendían ejercer su libertad, jugando un rol distinto al que la sociedad les ha atribuido10. Ahora bien, independientemente de estas categorías viriles, un común denominador a todas esas mujeres romanas, casadas, solteras o viudas, es su gran fuerza de carácter: precisamente el bien más preciado para el hombre en sociedad11.

Ufarte Ruíz, M.J., “De la mujer romana: entre la Historia y la actualidad”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, I, Valencia 2017, p. 9. 10 Sobre el juego, la libertad y los roles sociales, véase Gladieu, M.M., “Les jeux de rôle au féminin: Flora, Lucrecia, Otilia, etc.”, Le Jeu: ordre et Liberté, Le Mans 2014, pp. 117-123. 11 Quint. Inst. 5,11,10: “El coraje es más notable en una mujer que en un hombre. … Por lo tanto, si deseamos encender la ambición de alguien para la realización de hazañas heroicas, encontraremos que los paralelos extraídos de los casos de Horacio y Torcuato tendrán menos 9

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Patrones culturales que, como remarca Maqueda, están tan enraizados en la sociedad que han llegado a normalizarse, por considerarse “naturales”12. Por ello, es importante analizar los variados prismas con los que se nos presenta la mujer, no sólo en el ámbito jurídico, sino también en la literatura romana13 (y de la misoginia de tal literatura14); pero también de su pervivencia en la historiografía contemporánea15. Consecuentemente, es necesario deconstruir un modelo patriarcal, e ir construyendo uno basado en la igualdad16 y en el fomento de una sociedad en redes de gestión y de auctoritas17.

peso que el de la mujer por cuya mano fue muerto Pirro, y si deseamos instar a un hombre a enfrentar la muerte, los casos de Catón y Escipión tendrán menos peso que el de Lucrecia”. 12 Maqueda Abreu, M.L., La violencia de género cit., p. 6. 13 Al respecto, Pociña, A., “Mulier est: errat. Literatura masculina y mujer en el Imperio romano. Propuestas metodológicas”, La mujer en el mundo mediterráneo antiguo, Granada 1990, pp. 193-217; López López, A., “La mujer en la sátira romana”, La mujer en el mundo mediterráneo antiguo, Granada 1990, pp. 169-191; Pérez Gómez, L., “Roles sociales y conflictos de sexo en la comedia de Plauto”, La mujer en el mundo mediterráneo antiguo, Granada 1990, pp. 137-167. 14 Molina Torres, M.P., “La matrona ideal según las fuentes literarias grecorromanas de finales de la República al s. I d.C.”, Espacio, Tiempo y Forma: Historia Antigua 29 (2016) p. 70, subraya las continuas contradicciones entre los referentes morales que inspiraron la historiografía grecorromana y las prácticas cotidianas. 15 Cid López, R.M., “Mujeres ‘poderosas’ del Imperio romano en la historiografía moderna. Algunas notas críticas a las visiones de la Ilustración y su influencia”, Dialéctica histórica y compromiso social, Zaragoza 2010, pp. 685-701. 16 Lorente Acosta, M., Violencia de género, educación cit., p. 29, expresa respecto a ese nuevo modelo social, que ha de ser capaz de establecer nuevos valores y referencias, y de fijar nuevas pautas de conducta interrelacionales, y de resolución de los potenciales conflictos. 17 Martínez Cano, S., “Procesos de empoderamiento y liderazgo de las mujeres a través de la sororidad y la creatividad”, Dossiers femninistes 22 (2017) pp. 49-72 expone la necesidad de estimular procesos de empoderamiento y liderazgo para descentralizar los lugares de poder. Su propuesta se centra en trabajar sobre los márgenes de la realidad fratriarcal a través de liderazgos integradores y transformadores, así como en la preservación de las relaciones y los procesos nómadas; y todo ello con el fin de construir nuevas relaciones e identidades.

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A.  PERFILES DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO Una aproximación histórico-jurídica al problema de la violencia hacia el género femenino implica, como paso previo, establecer un espacio y unos límites que se puedan definir y acotar; para ello creo que son adecuados los términos en los que se expresa la Organización de Naciones Unidas en 1993 para definirla: “Por ‘Violencia contra la mujer’ se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o un sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada”18.

Pero, pese a que estas actuaciones violentas están en los arcanos de la historia social mundial, no es hasta 1979, cuando al unísono se alza una voz internacional civilizada, clamando la necesidad de prohibición de cualquier discriminación contra la mujer, e instando a los Estados firmantes a que establezcan medidas legislativas para su represión19. Contemporáneamente, tenía gran repercusión una entrevista realizada a Michelle Perrot, historiadora francesa, donde afirmaba que el tema de la historia de esta violencia contra lo femenino es un terreno todavía poco explorado, que necesita un tratamiento urgente: “Violencias contra el cuerpo de las mujeres –el cuerpo violado, violentado, utilizado, explotado–, que está escondido por el pudor tradicional, y por consiguiente por el rechazo de las mujeres que se sienten culpables”20.

La violencia ejercitada por los hombres contra las mujeres, como señala López Mora, constituye sobre todo un problema de poder y de control21. En numerosas ocasiones la agresión es sexual, pero en otras se transforma en micromachismos, esto es, atmósferas intangibles e invisibles, escondidas tras una simbología perfectamente construida.

Art. 1 de la Declaración para la eliminación de la violencia contra la mujer: Resolución 48/104 de la Asamblea General de la O.N.U., de 20-12-1993. 19 Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, 18 de Diciembre de 1979. 20 Raynal, F., Entrevista hecha a Michelle Perrot en la revista Les Femmes dans la France. Label France 37 (1999). Perrot, M., Les femmes ou le silence de l’histoire, Paris 1998, ahonda en el silencio como el limite que imponen los lazos de la dependencia de sexo. 21 López Mora, F., “Violencia, género e Historia. Claves conceptuales y canteras documentales”, Actas Congreso Internacional Violencia y Género, Córdoba 2003, pp. 19-20, escribe: “Millet conceptualizó el patriarcado como una institución basada en la fuerza y la violencia sexual sobre las mujeres, con la violación como uno de sus mecanismos, revestida de aspectos ideológicos y biológicos y relacionada con la división social, los mitos, la religión, la educación. La violencia está basada en la desigualdad entre sexos”. 18

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Cuando la violencia masculina se ejerce contra su esposa o compañera se detectan cuatro tipos de violencia: La violencia física, la violencia sexual, la violencia psicológica, y la violencia económica (destrucción de la propiedad); de todas ellas, la psicológica es la de más invisibilidad social. La violencia y el estupro se producen a menudo en el seno familiar, o en el más amplio de los parientes de la víctima22. Madina la describe a través de una enumeración de comportamientos tiránicos, entre los que se incluye la humillación intensa y continuada, las amenazas de violencia, el control y vigilancia extrema de las acciones del otro, los cambios de humor sin lógica, y la desaprobación constante23. Para la sociedad patriarcal lo masculino y lo femenino son dos esferas propias, hasta en algunos detalles con transcendencia jurídica, para nosotros insignificantes, tal y como revelan los escritores antiguos24. La identidad se ha creado en base a los estereotipos tradicionales de género: conjunto de creencias socialmente vigentes sobre las características masculinas y femeninas; y estos estereotipos conllevan unos valores que permiten construir los ideales masculino y femenino, como analiza Andrés Domingo; y conforme a esos arquetipos (masculino/ femenino) a la población se les ha requerido el cumplimiento de unos officia (deberes morales de comportamiento): —



El ideal de hombre encarna la fortaleza, la autonomía, la seguridad, la agresividad, la objetividad, la actividad, la rapidez, la valentía, entre otros valores. Sus officia se desarrollan en la esfera pública (se definen política y militarmente, son independientes económicamente, y tienen sometidos a su cuidado, poder social y sexualmente a los demás miembros de grupo)25. El ideal de mujer se simplifica en la complementariedad a lo anteriormente atribuido al varón, esto es, la debilidad, la dependencia, la inse-

22 Cerrato, D., “La cultura dello stupro: miti antichi e violenza moderna”, Epistemología femenina: Mujeres e identidad, Sevilla 2011, p. 444. 23 Madina Salustiano, J., “Perfil psicológico del maltratador y estrategias de intervención”, Violencia y género, Madrid 2003, p. 20. 24 Gell. 11,6,1: “En los documentos antiguos ni las mujeres romanas juran por Hércules, ni los hombres por Castor. …”; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas II (introducción, trad., notas), León 2006, p. 15, n. 30, y la bibliografía allí citada. 25 Bonino Méndez, L., “Masculinidad hegemónica e identidad masculina”, Dossiers feministes 6 (2002) pp. 10-11, escribe que la ‘masculinidad hegemónica’ es un poderoso estructurador de las identidades individuales y sociales de los hombres, trabajando mental y físicamente para que sean dominantes e independientes; de este modo las identidades femeninas han de ser frágiles, dependientes y sin diversidad posible, de modo que se reproduzca a perpetuidad la injusticia distributiva social contra las mujeres en los tiempos, espacios y funciones.

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guridad, la ternura, la subjetividad, la pasividad, la lentitud, la cobardía, entre otros rasgos. Sus officia se despliegan fundamentalmente en el entorno doméstico (reproductoras, cuidadoras, educadoras del grupo familiar). De este modo la mujer que se comporta despreciando este ideal, y con valores masculinos es excluida socialmente, condenándosele a la soledad26. Precisamente al romano se le atribuye la característica de virtuoso, sin necesidad de probarlo, simplemente por su masculinidad. También en nuestros días al género masculino se le siguen dando por supuestas cualidades y capacidades que la mujer ha de demostrar. Esa identidad machista para lo masculino y lo femenino se ve reforzaba con todo un arsenal de simbología violenta contra las mujeres27. Bodelón reflexiona sobre la violencia institucionalizada que se genera a las víctimas cuando los Poderes públicos legitiman un estereotipo de género, ya a través del Derecho, ya mediante la tolerancia de determinadas prácticas sociales; de ahí la necesaria sensibilización ciudadana para que los Estados se descodifiquen como agentes de producción y reproducción de violencia hacia las mujeres. De todo lo anterior puede extraerse que son variados los ámbitos desde los cuales se puede ejercer esta violencia, y muchas las manifestaciones en las que se expresa conforme a la mentalidad de cada época, que aportarán o restringirán matices de contexto28. Ahora bien, pese a la opinión de un sector doctrinal, el análisis de las mujeres en la historia no puede sustraerse de la Historia en general y de las etapas en las que se subdivide29; pues aunque ésta se ha escrito siempre por hombres, y ellos han sido permanentemente los protagonistas sociales y jurídicos, sería un craso error establecer específicas categorías his-

26 Andrés Domingo, P., “Violencia contra las mujeres, violencia de género”, La violencia contra las mujeres, Madrid 2004, pp. 17-39, 24- 25. 27 Marugán Pintos, B., Domesticar la violencia contra las mujeres cit., p. 156 incide en la importancia de todo un intrincado sistema de símbolos y significantes que se reproducen socialmente para perpetuar una concepción del mundo, que oculta cada una de las denominaciones de la ‘violencia contra las mujeres’; darle visibilidad es una cuestión vital. 28 Bodelón, E., “Violencia institucional y violencia de género”, Anales de la Cátedra Francisco Suárez, 48 (2014) pp. 137-138, refiriéndose al momento presente señala que la violencia contra las mujeres, aunque se trate de un fenómeno único, tiene varias manifestaciones. 29 Opinión contraria sostiene González Mínguez, C., “Sobre historia de las mujeres y violencia de género”, Clio & Crimen 5 (2008) p. 18, quien escribe, siguiendo a Kelly (Kelly, J., Women, History and Theory, Chicago1984), que la historia de las mujeres requiere la elaboración de una periodización específica, y lo justifican por entender que aquellas se vieron poco afectadas por acontecimientos tan significativos como la caída del Imperio Romano, la crisis bajomedieval, etc.

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tóricas para narrar la crónica en femenino30. El devenir socio-político y económico-jurídico de las mujeres no es para nada uniforme a lo largo del tiempo, y el examen de estos cambios sólo puede realizarse correctamente si su estudio se inserta en los grandes procesos propios de cada periodo31. Más aún, muchos de los hitos de la historia romana cuentan con relatos legendarios en los que la actuación femenina sirve directa o indirectamente para introducir o explicar el curso de los acontecimientos protagonizados por hombres32. Evidentemente queda muchísimo por hacer en el ámbito de esterilización de la violencia de género, pues los micro y macro machismos son fecundos, y parecen mutar de una generación a otra, porque su carácter elástico favorece la transversalidad, de modo que esta vis tiende a invadir cualquier esfera de relación y de poder33. Para cerrar este apartado he de insistir en que esta monografía ahonda en las raíces latinas de una violencia contra las mujeres, que Roma parcialmente heredó de otras culturas que le fueron coetáneas, y que también en un grado significativo reinventó. Visibilizar estas claves en los momentos básicos de su gestación y consolidación, aunque no se abarque toda la extensión histórica de dicha violencia, nos sensibiliza y nos fortalece, puesto que nos ayuda a captar con mayor rapidez sus metamorfosis; y a prepararnos, más que para combatirlas, para desmontarlas y neutralizarlas, y que se disuelvan. Como ya se ha apuntado en líneas precedentes, históricamente el problema fundamental para actuar sobre la violencia contra las mujeres ha sido que quedaba oculto entre su domesticidad34 y su silencio35. Sin embargo en nuestros días Bengoochea Jove, M.C., “La historia de la mujer y la historia del género en la Roma antigua. Historiografía actual”, Espacio, Tiempo y Forma, II. Historia antigua 11 (1998) pp. 241-259, analiza la historiografía del s. XX y XXI en temas de género en la Roma antigua. 31 Duby, G.-Perrot, M., “Escribir la historia de las mujeres”, Historia de las mujeres en Occidente, Madrid 1991, p. 11, escribe: “Sincopada, la voz de las mujeres crece con el paso del tiempo, sobre todo en los dos últimos siglos, debido principalmente al impulso feminista. Sería imposible leerla de manera lineal: toda intervención, cada modo de expresión, deben situarse en su lugar y su momento y compararse con las formas masculinas. Hablar, leer, escribir, publicar: toda la cuestión de las relaciones entre los sexos en la creación y en la cultura subyace a las fuentes mismas. No es menos problemática la conservación de las huellas. …”. 32 Pavón Torrejón, P., “Mujeres, delitos y condenas en cuatro leyendas romanas”, Habis 37 (2006) p. 299. 33 Otra clasificación distingue entre violencia particular y estructural; esta última, escribe Arias Bautista, M.T., “Identidad femenina y violencia”, Epistemología femenina: Mujeres e identidad, Sevilla 2011, p. 118, surge a partir del modelo sociocultural, y se expresa en las múltiples formas de violencia particular del día a día. 34 Torres Fernández, E., “Breves reflexiones sobre el tratamiento penal de la violencia de género en las relaciones de pareja”, Experiencias jurídicas e identidades femeninas, Madrid 2010, pp. 623-624, describe el cambio cualitativo que se ha producido en los últimos decenios en la percepción y consideración de la violencia de género: “el maltrato ha pasado de considerarse como 30

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los atentados más graves cada vez pertenecen menos a esa esfera36, mientras que el peligro exponencial viene a través del mundo de la publicidad, de manos por regla general de las instancias tradicionales; así, leyendo la definición de ‘violencia estructural’ de Arias Bautista, creo que se puede afirmar que tal violencia ha encontrado un campo de revitalización y proyección impresionante a través de la era de la imagen y de la publicidad37. E igualmente las estructuras del patriarcado se han posicionado en otro campo, lo que ha venido en llamarse ‘era digital’: un mundo nuevo aún sin identidades y por construir; así, las mujeres están infrarrepresentadas en el tejido tecnológico, y en muy reducido número en los puestos de toma de decisión empresarial. Por tanto, como advierte Martínez Alvaro: “el sistema patriarcal ha echado raíces en ese otro mundo virtual, donde las jerarquías y los privilegios establecidos se perpetúan e invisibilizan a las mujeres”38.

una cuestión privada dentro de los muros de la vivienda familiar a ser visto como una violación grave de los bienes jurídicos más personales de quienes padecen esa violencia ante la cual, ni la sociedad ni los poderes públicos pueden volver la mirada para otro lugar, esperando que se resuelva o se extinga sola”. 35 Calabuig Puig, M.A., “La universidad como espacio de empoderamiento. Los seminarios de oratoria y debate, una oportunidad para el fomento del liderazgo femenino”, Dossiers feministes 22 (2017) pp. 73-85. También es interesante la reflexión de Palacios, J., “Miradas romanas sobre lo femenino: discurso, estereotipos y representación”, Asparkía 25 (2014) p. 102, explica que el mutismo femenino es asociado a pasividad, desnudez, sumisión y accesibilidad sexual. Al respecto, Richlin o Joshel reflexionan sobre la inquietante cantidad de violaciones que siguen este patrón en los escritos de Ovidio (Dafne, Calisto, Filomela, Rea Silvia, las Sabinas, …), o el historiador Tito Livio (Lucrecia y Virginia). 36 Cobo, R., “Nuevas formas de violencia patriarcal”, Hacia una nueva política sexual, Madrid, 2011, pp. 1-43, se refiere a la renaturalización de las mujeres como grupo oprimido con el fin de naturalizar la desigualdad hombre/mujer. 37 Arias Bautista, M.T., Identidad femenina y violencia cit., pp. 120-122: “La violencia estructural de género establece cómo la mujer debe cuidar su cuerpo, lo que ha de vestir, lo que ha de salir, lo que ha de elegir, cómo ha de pensar, ver, sentir, de lo que debe o no debe disponer, lo que puede o no puede usar o gastar, etc. Estipula sus etapas biológicas, en función de su ciclo reproductivo, y les asigna una etiqueta en razón del ejercicio o no de su sexualidad (vigilada, controlada y dominada)”. También es muy interesante Alfaya-Lamas, E.- Villaverde Solar, M.D., “Deshumanizando a la mujer en la publicidad: un análisis de los nombres de imágenes de perfumes”, Dossiers feministes 18 (2014) pp. 93-108, demostrando que los nombres de fragancias y las imágenes a ellas asociadas evidencian la sexualización de las niñas y las mujeres en este mercado publicitario. 38 Martínez Álvaro, L., “La digitalización del patriarcado: retención del talento femenino en las empresas tecnológicas”, Dossiers feministes 22 (2017) pp. 29-48, advierte que nuestra vida está cada vez más digitalizada; las empresas tecnológicas definen la forma de comunicarnos, hacer negocios, gestionar las ciudades, así como nuestro modus vivendi. De ahí que la autora proponga la necesidad de impulsar la participación de las mujeres en carreras técnicas y eliminar los obstáculos de acceso a los puestos de decisión.

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B.  ROMA: UNA SOCIEDAD VIOLENTA Como ya se ha apuntado supra esta monografía se ha diseñado con la idea de que los lectores puedan reconocer las enquistadas huellas de la violencia contra las mujeres en el entramado de micro-agresiones que aún en la actualidad se perpetúan in saecula saeculorum. Desenterrar esas huellas del mundo romano, que ha sido el más próximo –jurídica y culturalmente–, a la historia europea39, y visibilizarlas, nos permitirá estar proactivos contra tales agresiones, y desterrar los comportamientos pasivos de autoafirmación “de género dominante”40. Por tanto, es necesario subrayar que la violencia, en todas sus manifestaciones, es parte inherente de la sociedad romana desde los orígenes de esta civilización hasta su caída41. Ahora bien, hay que ser consciente de esta violencia sin dejar un segundo de tener presente el impresionante legado jurídico y cultural romano; y la excelencia del término romanidad –con todo lo que supone de grandeza urbanística, derechos políticos y conciencia ciudadana, entre otros magníficos logros inherentes a dicha palabra–. Precisamente porque el Pueblo y el Senado de Roma crean la pax romana y la concordia social, que juristas, oradores y filósofos conceptualizan, es necesario apuntar los márgenes en los que se desenvuelven, o las contradicciones que se generan en el interior del sistema de orden público y seguridad de una creciente República que termina siendo Imperio. La voz latina vis contiene en sí la acción de fuerza y de violencia, contraria a la voluntad del que la sufre, que no en todo caso es punible, sino que en ocasiones es social y jurídicamente legítima. Como señala Zimmermann, en el mundo antiguo la violencia tiene una generalizada presencia en el espacio público; de hecho es una base importante para su existencia, como se muestra, no sólo en la triunfalidad de la victoria militar, sino también en el orden interno del Poder público. Se 39 Blanch Nougués, J.M., “Cristianismo y Derecho romano: una relación controvertida”, Traditio Catholica en torno a las raíces cristianas de Europa, Madrid 209, p. 107, refiere, siguiendo al filósofo Zubiri, que Europa se sustenta en tres pilares: la filosofía griega, el derecho romano y la tradición judeocristiana. 40 Zamora Calvo, M.J.- Ortiz, A., “Presentación”, Espejo de brujas: mujeres transgresoras a través de la Historia, Madrid 2012, p. 5, escribe: “Una cultura no sólo se define por su capacidad de afirmar los principios que la sustentan. Existen también huellas sintomáticas, gestos significativos que a veces pasan desapercibidos porque son más familiares, porque parecen asumidos comúnmente sin necesidad de ninguna explicación. En este sentido, las fobias y los miedos forman parte de ese amplio grupo de creencias asumidas al que pretendemos aludir. Cuando adquieren fuerza, se convierten en verdaderos arquetipos, cristalizan en representaciones figurativas, fácilmente reconocibles”. 41 Pohl, W., “Perceptions of Barbarian violence”, Violence in Late Antiquity: Perceptions and Practices, Aldershot 2006, p. 26, refiere que Gregorio de Tours describió el s. VI d.C., como el más violento de todas las épocas.

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refleja también en los mitos que rodean el nacimiento de Roma, y que son tan decisivos para la articulación de la identidad romana, comenzando por el fratricidio en la fundación de la urbs, a lo que siguen raptos y asesinatos en la nebulosa de lo arcano; y el regicidio al comienzo de la República42. El relato de la violencia sería largo de exponer, por lo que aquí se apuntarán sólo algunas ideas que permitan esbozar su dimensión: las tensiones entre patricios y plebeyos, romanos y latinos, las frustradas reformas agrarias, y las guerras serviles, entre otras causas, azuzarán las luchas sociales durante cuatro siglos. En este contexto bélico y agresivo se entiende que los romanos construyan la concordia como ideal, que se personifica en la ansiada y publicitada Pax romana (concordia militum, concordia ordinum y concordia familias), con ámbitos de actuación en lo militar, en lo civil y en lo familiar, respectivamente43; ya en el 367 a.C. se levanta un templo de la Concordia en el Foro. La sociedad romana en su evolución se refuerza en sus contrastes; incluso la oratoria, signo de refinamiento, se construye fundamentalmente como una lucha, ya judicial, ya política: El primer discurso del que hay constancia lo pronuncia Apio Claudio el Ciego en el 312 a.C. con ocasión de la guerra contra Pirro; aunque será medio siglo después cuando la oratoria comience a cultivarse como arte, y en cierto modo como procesador de la violencia44. Desde el 264 a.C., paralelamente al comienzo de la primera guerra púnica, se constata la existencia de combates de gladiadores, simplemente como rito religioso45; con el tiempo dicho ritual termina convirtiéndose en un catalizador de la violencia social: la comercialización de este potencial cultural violento incita a disfrutar del placer de este espectáculo, que se populariza. Además, desde la segunda mitad del s. II a.C., la cultura griega –tan identificada con sus dioses46– Zimmermann, M., “Violence in late Antiquity reconsidered”, Violence in Late Antiquity: Perceptions and Practices, Aldershot 2006, p. 347. 43 Sobre esta controvertida paz, véase Fernández Baquero, M.E., “Regulaciones pacíficas en la Roma monárquica”, Cosmovisiones de paz en el Mediterráneo antiguo y medieval, Granada 1998, pp. 153-190; Muñoz, F.A., “La pax romana”, Cosmovisiones de paz cit., pp. 191-214. 44 Davis, J.B., “Teaching violence in the schools of Rhetoric”, Violence in Late Antiquity: Perceptions and Practices, Aldershot 2006, pp. 197-204. 45 Pastor Muñoz, M., “El gladiador romano”, En Grecia y Roma: Las gentes y sus cosas, Granada 2003, pp. 255-256, señala que el origen de los juegos gladiatorios está en Etruria, de ahí pasa a Campania durante la dominación etrusca, y posteriormente a toda Italia; en los primeros tiempos son ceremonias religiosas para honrar la memoria de los muertos en los que se sacrifican prisioneros de guerra o esclavos, cuya sangre contribuye a apaciguar los espíritus de los manes. En Roma se introduce en el 264 a.C., aún como actos lúdicos que se celebran durante los funerales. 46 Fernández de Buján, A., “La vieja Europa”, Revista General de Derecho Romano 1 (2004) p. 3 escribe: “En la parte alta de Atenas estaba la Acrópolis, centro religioso de una ciudad que vivía entonces identificada con sus dioses. Politeísmo y Antropomorfismo que 42

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va penetrando en las élites de la Roma republicana, y con ella los heroicos ejemplos de sus dioses, de personalidades fuertes y agresivas (violencia simbólica)47. Por lo que se refiere a las relaciones privadas, los conflictos entre vecinos por la determinación de las lindes, por la propiedad y los derechos sobre los fundos, llegan a ser tan destructores y persistentes en el tiempo como la violencia ciudadana (vis publica)48. En lo político desde el 88 a.C., las guerras civiles, en tanto explosión de la violencia acumulada históricamente, inician un ciclo de autodestrucción de la comunidad social; trauma severo que nunca cicatrizará en las generaciones sucesivas. Con la aprobación de la Lex Plautia de vi publica (78 a.C.) se castiga duramente a quienes se conjuran contra el Poder público, vayan armados, o quienes con la utilización de armas expulsen a un propietario de su fundo; ley que estará en vigor hasta la Lex Iulia de maiestatis de Julio César. Como señala Fernández de Buján, la ausencia de previsión y el fracaso de los medios utilizados para contrarrestar tales convulsiones, hace necesaria la intervención de las legiones, así como la decisión tanto de Cesar y, posteriormente de Augusto, de crear un cuerpo de policía especializado y dotado de los medios materiales necesarios49. Así pues, a partir del emperador Augusto la complican y simplifican la vida de los ciudadanos al propio tiempo, en una consustanciación entre dioses y hombres, que sufren y gozan, tienen pasiones, miserias y grandezas, y se enfrentan, se corrompen, se enfadan y se vengan. Hombres y mitos a la vez, en las obras de Homero y de Hesiodo. Poética laica y religiosa en la cosmogomía de los autores, transición desde la nada y el vacío, desde el caos, al orden, al Cosmos y del Cosmos a Urano (el cielo), a Gea (la tierra) y a los Titanes. Parricidio entre Cronos (el tiempo) y Urano su padre. Antropofagia de Cronos que devora a sus hijos, como plasma Goya en una conocida obra conservada en el Prado, y de ahí la expresión: el tiempo (Cronos) lo devora todo, hasta el comienzo de una nueva era con la salvación de Zeus, que ocultado por su madre derrota al tiempo, su padre, por lo que se convierte en inmortal y padre de los dioses. Dioses en los templos y en los santuarios, donde acuden los hombres a conocer la voluntad de aquéllos y su futuro, a interpretar los oráculos y preguntar a los harúspices y a las pitonisas, siendo quizás Delfos y la visita de Edipo, lo que en mayor medida ha quedado en la memoria colectiva. Y junto a los dioses, las arpías, las furias, las sirenas y las ninfas. Los misterios de Eleusis, y la práctica del orfismo, con su lucha entre el bien y el mal en el corazón humano y las orgías y danzas en los bosques en honor de Dionisos”. 47 Aparicio Ordás Glez-Gª, L.A., “El origen de la violencia en las sociedades humanas: violencia simbólica, violencia fundadora y violencia política”, Documento de opinión 90 (2015) p. 2; para profundizar en la violencia simbólica, y en la trascendencia de las significaciones sociales imaginarias, véase Basalo, N.A., “El mito de Antígona”, Feminismo/s 6 (2005) pp. 17-31. 48 Annequin, J., “La ‘civitas’, la violence et la loi”, Index 20 (1992) pp. 1-11; Posada, J.P.P., “Antígona: entre el jusnaturalismo y el juspositivismo, la violencia”, Revista Nuevo Derecho 3 (2008) pp. 9-18, profundiza sobre la dinámica de la violencia y lo sagrado. 49 Fernández de Buján, A., “Conformación de las nociones de seguridad ciudadana, orden interno, seguridad exterior y policía política de los vigiles a los agentes in rebus”, Studia et documenta historiae et iuris 82 (2016) pp. 39-40, donde incide en el doble campo de actuación pacificadora: el externo de investigación o espionaje, propio de la policía imperial o

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estabilidad interna y externa del Imperio se mantiene a través del control imperial de la violencia “legítima”, dado que la pax romana es un elemento clave en el sostenimiento del sistema financiero y político, y para el orden social50. Si la violencia en general está institucionalizada en determinadas facetas y ámbitos de la sociedad romana, más aún esto se percibirá en cuanto se centre la atención en el sexo de aquellos-as que componen la comunidad ciudadana. La violación, ya en el interior de un grupo familiar o de una comunidad política amplia, ya en los conflictos armados, es un acto de poder que pretende humillar a la víctima, que es tratada como un objeto51; como sociedad violenta, Roma deja patente la agresividad y violencia del grupo52. Un ejemplo digno de destacar es el tradicionalmente conocido ‘Rapto de las sabinas’, sobre el que se tratará en el capítulo II; en este suceso el Poder público romano, no sólo difuminó su responsabilidad con cuestionables prebendas a las mujeres raptadas y violadas, sino que ha sido presentado hasta nuestros días como un brillante logro de la política romana53. Más allá de la guerra, la violencia física (violaciones, golpes, robos y asesinatos contra mujeres de cualquier clase social) es común en la vida comunitaria, incluso frecuente dentro de la familia. Los abusos en el seno doméstico son esporádicamente relatados, dejando a un lado los del dueño con sus esclavos y esclavas, a través de historias sobre las mujeres de las familias patricias; así como de mujeres que, no siendo de la élite, aparecen singularizadas en las narraciones de las fuentes literarias. En la sociedad romana ante el conocimiento y transcendencia pública de un acto de agresión sexual la respuesta a grandes rasgos no será siempre la misma, pues la violencia se percibe como un rito, mientras que el estupro de muchachas casaderas y de menores54 es una vergüenza55; cuando la víctimas es una mujer de palatina (a cargo del prefecto del pretorio o del Magister Officiorum), y el urbano, municipal o colonial, que comprende labores de orden y vigilancia local (cargo del Prefecto de la ciudad y de los Prefectos de las distintas localidades). 50 Álvarez Jiménez, D., “El monopolio de la violencia en el Imperio romano tardío y la coparticipación ciudadana”, Actas del VI Encuentro de jóvenes investigadores, Madrid 2007, p. 166. 51 Browmiller, S., “Against Our Will: Men, Women and Rape”, Violence against women: Classic papers, Auckland 1975, pp. 5-8. 52 Rizzelli, G., “In has servendae integritatis custodias nulla libido inrumpet (Sen. Contr. 2.7.3). Donne, passioni, violenza”, Violenza sessuale e società antiche. Profili storico-giuridici, Lecce 2011, pp. 105-135. 53 Bodelon, E., Violencia institucional y violencia de género cit., p. 132, en relación a las violaciones que en tiempo presente se cometen en conflictos bélicos, aborda la responsabilidad de los Estados y sus autoridades, con el fin de identificar la naturaleza de esas agresiones. 54 Sobre el estupro de niños y muchachos en Roma, Sáez Martínez, G.J., “Aproximación histórica a los abusos sexuales a menores”, Eguzkilore 29 (2015) pp. 140-142. 55 Cerrato, D., La cultura dello stupro, cit., p. 442.

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familia adinerada (por nacimiento o por matrimonio), y de un rango social bastante alto, su familia o ella misma podrán contratar un abogado y proveerse de evidencias y testigos, o directamente buscarán la venganza56. Para algún autor “existe un fenómeno de representación erótica explosiva en el mundo grecorromano apreciable en la decoración de los objetos de uso cotidiano, que transmite una profunda cultura artística y social”, y lo justifica en el carácter generalmente doméstico de su sexualidad, sujeto a fuertes cánones morales57; sin embargo, la lectura de esa expresión artística, ya pictórica, ya escultórica, introduce en la cotidianidad de los romanos una cultura sexualmente violenta, de modo que todos, hombres y mujeres, la aceptan como normal. Es la mirada masculina la que percibe el cuerpo femenino como objeto, no como sujeto, en palabras de Myerowitz58. Como se puede ver en la imagen que se reproduce infra las paredes de las casas de la aristocracia romana están totalmente decoradas, con escenografías arquitectónicas muy elaboradas, y en el centro se diseñan grandes cuadros con episodios mitológicos:

Al respecto, Thomas, Y., “Se venger au Forum. Solidarité familiale et procès criminel à Rome (premier siècle av. - deuxieme siècle ap. J.C.)”, La vengeance. Études d’ethnologie, d’histoire et de philosophie, vol. III: Vengeance, pouvoirs et idéologies dans quelques civilisations de l’Antiquité, Paris 1984, pp. 65-100. 57 Angulo, J.-C., Fernández Vega, P.A.- García, M., “Sexualidad y erotismo en el mundo grecorromano”, Revista internacional de Andrología: salud sexual y reproductiva 6. 2 (2008) pp. 140-151. 58 Myerowitz, M., “The domestication of Desire: Ovid’s Parva Tabella and the Theater of Love”, Pornography and Representation in Greece & Rome, Oxford 1992, p. 157, escribe que puede haber pornografía romana –en esas representaciones pictóricas que hablan un lenguaje de violencia en lugar de sexo, que construyen una jerarquía de objetivación, que equipara el masoquismo femenino con la sexualidad femenina, y que en sí mismas ofrecen una construcción sexista de la realidad–. La autora finaliza esta reflexión admitiendo no encontrar tal pornografía en estas pinturas eróticas desde la Roma del I d.C. 56

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Estancia del triclinium de la casa de los Vettii (Pompeya)59

Mañas se detiene a analizar tanto la importancia de la etimología como la de las imágenes en el arte romano, y respecto a estas últimas desentraña las construcciones ideológicas de socialización. Con su contemplación los espectadores se educan en la idea de que las mujeres son simplemente objetos sexuales, a los que se las engaña y persigue; para quienes observen, y disfruten con tales obras, queda claro que para acceder a tales cuerpos no es siempre necesario llegar a negociar con ellas60. La capacidad reproductiva sublima el marco socio-político, simbolizado en la institución familiar, potenciando la violencia sobre el control del vientre femenino. De ahí que se deba dar preponderancia a la figura del Pater familias y a la institución familiar, en lo jurídico y en lo social, como se referirá más adelante61; y la casada tendrá un reconocimiento superior al otorgado en otros pueblos de la

Ranieri Panetta, M., Pompeya. Historia, vida y arte de la ciudad sepultada, Barcelona 2004, pp. 362-363. 60 Mañas, I., “Representaciones culturales de la violencia de género: acoso, rebeldía y sumisión en el mosaico romano”, Representaciones de mujeres en los mosaicos romanos y su impacto en el imaginario de estereotipos femeninos, Madrid 2011, pp. 61-65. 61 Thomas, Y., “La división de los sexos en Derecho romano”, Historia de las mujeres en Occidente, Madrid 1991, pp. 115-179, ahonda en que el Derecho romano no trata la división de los sexos como un presupuesto natural, sino como una norma obligatoria. La división jurídica de los sexos se ponía abstractamente al servicio de una definición legal de sus roles en un sistema muy concienzudo de organización social. 59

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Antigüedad, incluso en siglos posteriores62. Los solteros-as, e infértiles, quedan invisibles a la comunidad, no en lo jurídico. Y en todo tiempo, en modos y maneras diferentes, la condición de la mujer es jurídicamente peor que la de los hombres63; lo que también es perceptible en la lengua.

62 Castillo (del), A., “El sistema familiar romano de época clásica y la condición social de la mujer casada en el contexto del mundo antiguo”, Espacio, Tiempo y Forma. II: Historia Antigua 23 (2010) pp. 188-189: en la sociedad helénica la mujer era percibida como una carga y nunca como una compañera. Justo al contrario que en Roma, civilización en la que la mujer era la compañera del esposo. 63 A finales del s. II-principios del s. III d.C., un jurista romano expresa claramente esta situación, que ya era formulada por los literatos desde los tiempos de la derogación de la Lex Oppia (s. II. a.C.). Papiniano, Cuestiones libro XXXI, D. 1,5,9: “En muchos artículos de nuestro derecho es peor la condición de las hembras que la de los varones”.

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C.  EL LEGADO INFAMANTE DE LA ANTIGÜEDAD GRECO-ROMANA: LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES La violencia contra la mujer, independientemente de la cultura, o de los parámetros espacio-temporales en los que nos situemos, es omnipresente y ampliamente tolerada, por lo que se puede afirmar que existe una ‘violencia institucionalizada’. Evidentemente la violencia sobre la que se tratará a lo largo de las páginas de este libro, es la ejercida sobre mujeres libres, y no esclavas; un tema este, que sin dejar de tener mucho interés, desfocaliza el centro del estudio que versa sobre las claves de antropología jurídico-social y económicas de la violencia de la mujer libre en el ámbito fundamentalmente familiar, e indirectamente comunitario64. Para tratar de la Antigüedad se ha de partir del androcentrismo de la sociedad griega, siendo el hombre eje y medida de lo jurídico y de los social; los filósofos griegos ahondarán en esta visión, que llegará a la cultura romana a través de sus escritos en diversos momentos históricos65. Ahora bien, antes de avanzar en este tema creo que hay que subrayar que Roma como civilización ha tenido luces y sombras, y en relación con la mujer muchas sombras; pero enfatizando con la misma claridad que se denuncia, que la humillante posición de la mujer hay que enmarcarla en la perversidad al respecto de todas la culturas que le son coetáneas, e incluso durante muchos siglos posteriores, prácticamente hasta hace unas décadas. No recalcar esta precisión puede llevar a una lectura sesgada y sectaria de la cultura latina, en general superior a todas las de su época. Conviene resaltar también lo que Roma aporta de positivo para la situación sociojurídica de la mujer en comparación con otras culturas, en un marco tan amplio que en el s. XXI nos permite –por su actualidad o cercanía– encontrar puntos de referencia y de reflexión; cosa que no puede ocurrir en culturas donde la mujer está plenamente anulada. No obstante, no es esta la sede para hablar de los derechos de las romanas, pues mucho se ha escrito al respecto, sino de la violencia contra mulieris y de los micromachismos. Simplemente apuntaré que el tema es complejo, pues el Imperio romano abarca una vasta extensión temporal, y los Contra la violencia sobre las esclavas, véase Gregorio Navarro, M.C., “Violencia de género y privación de libertad en el mundo clásico”, Género y enseñanza de la Historia. Silencios y ausencias en la construcción del pasado, Madrid 2015, pp. 269-290. 65 Al respecto, Barcia Lago, M., “Feminismo e isonomía cívica. Lecciones del patriarcalismo griego, Experiencias jurídicas e identidades femeninas, Madrid 2010, pp. 25-50. Esa ateniense visión de androcentrismo totalitario de las relaciones entre sexos queda retratada en el discurso de Demóstenes (Demosth. or. 122): “Las heteras las tenemos por el placer, las concubinas para el cuidado del cuerpo, y las mujeres para procrear legítimamente y tener un fiel guardián de los bienes de las casa”. Véase también Barcia Lago, M., Género y ciudadanía. Un debate actual iluminado por las estrellas de la noche griega, Pontevedra 2014, pp. 111-314. 64

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avances y retrocesos en el proceso de emancipación jurídico-social no son uniformes; difícilmente se puede hacer una justa valoración de su situación por la multitud de matices que hay que precisar. Desde los orígenes de Roma, ellas han luchado por su dignitas, por su seguridad económica, y con el tiempo por tratar de intervenir libremente en el tráfico comercial y realizarse en otros ámbitos, más allá del familiar; por ello, aportar los textos de la Antigüedad romana puede ayudar a completar esas posibles deficiencias. Piensen simplemente en nuestra historia más próxima a qué décadas del siglo pasado hay que remontarse para poder encontrar una descripción similar a la que realiza Cicerón en sus Epistulae ad familiares: “… Paula Valeria, la hermana de Triarius, se divorció de su esposo sin asignar ninguna razón, el mismo día en que debía llegar desde su provincia. Ella se va a casar con Décimo Bruto. Ella había devuelto todo su guardarropa. Muchas cosas increíbles de ese tipo han ocurrido en su ausencia”66.

Así como puntualizar que la posición prácticamente de total sometimiento de la mujer, aunque era en gran medida institucional, no generaba necesariamente violencia física en el género femenino en su conjunto, sino de forma individualizada. Los romanos y los latinos, a diferencia de los etruscos, serán permeables – por su propia masculinización institucionalizada– a estas influencias, que marcarán en Roma las costumbres (mores maiorum) y las leyes desde los remotos tiempos de la monarquía romana67. Tales costumbres son fuente del Derecho en los primeros tiempos; valoradas primero por el consejo de familia (consilium domesticum), y más tarde por el Censor a través de las notas censorias. Ahora bien, incluso allí donde se establece paridad jurídica, las prácticas sociales impregnadas del más rancio patriarcado desequilibran la vida cotidiana. Así ocurre, por ejemplo, en el ámbito matrimonial, donde el Derecho romano establece el consentimiento (affectio maritalis) de ambos contrayentes para la validez del matrimonio celebrado, siendo susceptible de impugna Cic. fam. 8,7. Peppe, L., Posizione giuridica e ruolo sociale della donna romana in età repubblicana, Milano 1984, p. 10, advierte que hay ciertos aspectos en los que la analogía griega en el mundo romano es sorprendente, como sucede con la función de la mujer del magistrado cum imperio en el culto romano de la Bona Dea, que tiene su conexión con el arconte ateniense respecto al culto de Dionisos; o la Hestía griega con la Vesta romana. A estos ejemplos el autor añade una cautela que matiza la posible evidencia de proceso de aculturación, puesto que la condición de la mujer en ambas sociedades, aunque puede admitir una comparación técnica, responde a experiencias diversas. Además, en el caso griego, habría que distinguir entre la distinta consideración de la mujer ateniense y la espartana. 66 67

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ción si hubiera concurrido algún vicio en la conformación o exteriorización de la voluntad de alguna de las partes (error, dolo, fuerza o miedo)68; pero por regla general las prometidas, conforme a su educación, asumen la decisión paterna, que en virtud de su auctoritas vela por la supervivencia y prosperidad de los integrantes del grupo. En numerosos casos las prometidas son muchachas de doce, o menos años, y los intereses de la familia priman en la elección del futuro marido. La violencia contra las mujeres también se percibe en la presión ejercida sobre las mujeres en su imagen; esa imposición de un aspecto exterior impecable es muy fuerte, y las obliga a ejercer el autocontrol en su expresión y movimiento. La belleza femenina es también, como veremos en las historias de Lucrecia y Vergenia, causa de su desgracia, al convertirse en víctimas propiciatorias de la violencia masculina69. Ligada con lo anterior, la identificación de la mujer con el impreciso campo del “pudor” es una cuestión intangible que incide en lo jurídico, actuando en detrimento de la capacidad femenina, y por tanto haciéndola más vulnerable a la violencia masculina; por ese sentimiento la mujer romana se autocastiga, infringiéndose deberes de recato, modestia, vergüenza y honestidad. Esta violencia se ejerce desde la presión física, entrando en el campo de lo íntimo, del pudor70; cuestión esta última sobre la que los romanos llegarán a elaborar una construcción jurídica tal que califica al ‘sexo femenino’ como seres de cristal, quebradizos y débiles. Además, se sublima una hermosura femenina que normalmente se identifica con las ninfas, pletóricas de juventud y despreocupación, ajenas a los problemas del mundo terrenal; no obstante, a finales de la República el “empoderamiento” de muchas mujeres se percibirá también en este ámbito. Otras dos cuestiones son de interés a la hora de analizar el fenómeno de la violencia contra el género femenino en el mundo romano: —

Los atentados físicos contra las mujeres se persiguen judicialmente en tanto atentados al grupo familiar y a la institución matrimonial, no a la víctima en sí misma. Ante estas agresiones se recurría en los primeros tiempos al Tribunal familiar (Consilium o Iudicium domesticum), como

68 Paulo, Comentarios al edicto, libro XXXV, D. 23,2,2: “Las nupcias no pueden existir si no consienten todos, esto es, los que se unen, y aquellos bajo cuya potestad están”. Terencio Clemente, Comentarios a la ley Julia y Papia, D. 23,2,21: “No se obliga al hijo de familia a tomar mujer”. Juliano, Digesto, libro XVI, D. 23,2,18: “No se juzgan legítimas las nupcias entre unas mismas personas, sino habiendo sido renovadas queriéndolo los padres”. 69 Ivv. 10, 292-295: “Pero Lucrecia nos desaconseja aspirar a un rostro tan bello como el suyo, y Verginia hubiera preferido tener la jorba de Rútila, y pasarle a ella su propia hermosura”. 70 Fusco, A., Edictum de adtemptata pudicitia, Diritto @ Storia 9 (2010) p. 6, n. 19, apunta, entre otras posibilidades, la fecha en torno al 193 a.C., para la publicación del Edicto de adtemptata pudicitia, para proteger el pudor de casadas, viudas y solteras.

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órgano consultivo de carácter interno, corrector de determinadas conductas contrarias a las mores71; y más adelante, en algunas ocasiones, es el paterfamilias quien se dirige ante los tribunales públicos para denunciar la injuria. Respecto a esta asunción familiar de una agresión a un miembro femenino del grupo familiar, señala Lucrezi que los actos de violencia física hacia mujeres casadas, o prometidas en matrimonio, se reprimen criminalmente como atentados a la institución matrimonial, y no a la victima femenina en sí misma72. Por ello también la violencia en el interior del grupo queda en un silencio cómplice, que hasta nuestros días ha sido normalmente calificada como ‘violencia doméstica’73. —

La concepción de la violencia masculina como signo de pasión y deseo sexual. Aún en nuestros días en el imaginario colectivo, incluso en el lenguaje, se habla de pasión para describir el culmen de la atracción en el marco de las relaciones de pareja; nefastamente el término lleva implícita la semilla del mal, puesto que a partir de su raíz griega (pathos) los latinos formulan el verbo latino “patior”, que significa ‘sufrir’. De ahí que la pasión amorosa se conciba con altas dosis de sufrimiento, y tradicionalmente la literatura haya sublimado está malsana identificación lingüística. También a este respecto Lucrezi escribe que en la lengua y la sociología de los textos antiguos, incluidos los griegos, no los latinos, el uso de la fuerza masculina se percibe como algo erótico, generalmente considerada normal, y apreciada como signo de ardor y virilidad; por ello en dichos textos será difícil distinguir entre el carácter consensual o forzado de una relación sexual74.

71 Al respecto Bravo Bosch, M.J., “El iudicium domesticum”, Revista general de Derecho Romano 17 (2011) pp. 1-18; Bravo Bosch, M.J., “El mito de Lucrecia y la familia romana”, Mulier: algunas historias e instituciones de Derecho romano, Madrid 2013, p. 34. 72 Lucrezi, F., “Auferes malum de Israel (Deut. 22.22). Sulla violenza sessuale nel diritto bíblico”, Violenza sessuale e società antiche. Profili storico-giuridici, Lecce 2011, pp. 8-9. 73 Marugán Pintos, B., Domesticar la violencia cit., pp. 160-161, se retrotrae simplemente a la sociedad decimonónica para justificar esta mentalidad machista que subyuga a la mujer, y si bien es cierto que en ese periodo rebrota con más fuerza la ideología de la domesticidad femenina, desgraciadamente es una constante en la Historia; la autora defina esta ideología con los siguientes términos: ‘ámbito de realización, desarrollo e influencia femenino ajeno al resto de ámbitos y con una cultura propia’. 74 Lucrezi, F., Auferes malum cit., pp. 19; 34, subraya que el aparente ‘vacío normativo’ del derecho hebraico en tema de violencia física no parece identificable con formas de misoginia análogas a las ampliamente difundidas en el mundo romano. No existe en la Antigüedad una específica sanción normativa de lo que actualmente se identifica y condena como ‘violencia sexual’; En el contexto cultural romano, como afirma Lucrezi, F., La violenza sessuale in diritto ebraico e romano. Studi sulla Collatio, II, Torino 2004, p. 12, la violencia sexual aparece en la práctica como un delito imposible, difícil de concebir.

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Como señala Lorente, en vez de perpetuar la sociedad homolítica con el histórico “renovar para que todo permanezca”, ha de neutralizarse con algo realmente distinto, proponiendo como principio “la igualdad para seguir cambiando”; así, los hombres nuevos tienen que serlo más por su transformación profunda que por su renovación externa 75. Y yo añadiría con la reeducación en igualdad de las tradicionales ‘colaboradoras necesarias del patriarcado’, que han actuado como victimas del ‘síndrome de Estocolmo’, defendiendo la causa masculinizante, frente a lo que debía de haber sido un sentimiento de sororidad con sus propias congéneres.

Pintura mural en casa de Marco Lucrecio Fronto (Pompeya)76

Lorente Acosta, M., Los nuevos hombres nuevos. Los miedos de siempre en tiempos de igualdad, Barcelona 2009, p. 275. 76 Ranieri Panetta, M., Pompeya. Historia, vida y arte cit., p. 328. 75

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Al respecto de la sororidad, en la pintura pompeyana recogida supra se puede observar todo lo contrario a esta relación de afecto y solidaridad, es decir, el odio y rivalidad entre mujeres que se disputan un hombre, y estos mensajes aparecen para aprendizaje subliminal femenino. Este fresco de la casa de Marco Lucrecio Fronto es un episodio recreado de un relato legendario griego que penetra en la cultura romana; concretamente se refiere a la Andrómaca de Eurípides. Hermíone (esposa de Neoptolémo y estéril) ha acusado a Andrómaca de ser la responsable de su esterilidad, motivo por el cual su marido la desprecia. Andrómaca responde que ese odio no es por ninguna droga que haya hecho para propiciar la esterilidad de aquella, sino por su orgullo y celos. La esposa quiere eliminarla, en vez de entender que Andrómaca es una víctima de su marido, que la ha violado y la hecho engendrar un hijo. Con el trasfondo de un imaginario templo de Delfos, y a los pies del mismo aparece una desesperada Hermione, que ve frustrarse sus planes de destruir a una Andrómaca, que aparece esclavizada y por los suelos. No obstante, en ausencia de sentimiento de sororidad también se percibe el gregarismo femenino-patriarcal, esto es, los comportamientos de aquellas mujeres que viven en grupo en una sociedad androcéntrica; este gregarismo femenino se hace cómplice de los actos de violencia contra otras mujeres, reforzando el patriarcado. En el fresco que recojo infra aparece un episodio de la tragedia de Dirce, que en ese momento ha perdido su fuerza y se entrega a su destino, asida por los hijos de Antíope, y toda esta violencia es refrendada por un grupo femenino que empodera la justicia patriarcal.

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Fresco que reproduce el castigo a Dirce (Casa de Julio Polibio. Pompeya)77

La leyenda cuenta que Dirce era una ninfa casada con Lico, usurpador del trono de Tebas; y con ellos vivía Antíope, viuda sobrina de Liceo, repudiada por su esposo. Atormentada por los celos que suscitaba la belleza de Antíope, la maltrataba físicamente como a una mala esclava. Antíope consiguió escaparse y localizar a sus hijos Anfión y Zeto; en venganza estos destronaron a Lico, capturaron a Dirce y la ataron a un toro que, con una rabia incontrolable, la arrastró hasta matarla. Curiosamente en la mitología grecolatina el toro aparece como encarnación de Dionisos.

Magagnini, A.- Luca (de), A., El arte de Pompeya, Barcelona 2010, p. 152.

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D.  EL GÉNERO EN LA LENGUA LATINA Hay que precisar que en el idioma latino existen tres géneros: masculino, femenino y neutro78. Pero en general desde el s. I d.C. los sustantivos neutros se van asignando a cualquiera de los otros dos géneros; manteniéndose este tercer género sólo en el sistema pronominal al desarrollarse el valor abstracto, colectivo o genérico79. Consiguientemente el masculino se erige como el ‘género no mar78 Sánchez, A. -Lafuente, A., “El género gramatical en latín: teorías ergativistas”, Koinós Lógos. Homenaje al profesor José García López, Murcia 2006, p. 952, explica que género y sexo no son lo mismo: ‘Género’ significa concebir, procrear, crear, producir, aplicado en gramática a lo masculino, femenino y neutro; sin embargo, el sexo se aplica a las distinciones físicas entre machos y hembras, por tanto, es simplemente una manifestación material del género. El autor concluye aseverando que la distinción gramatical entre géneros conforme a un criterio sexual es ociosa, irrelevante e innecesaria. 79 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro I, D. 50,16,1: “La expresión “si alguno” comprende tanto a los varones como a las hembras”; Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro X, D. 3,5,3,1: “Estas palabras: “si alguno” (si quis), han de entenderse así: o si alguna (sive quae); porque no hay duda de que también las mujeres pueden demandar y ser demandadas por gestión de negocios”; Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro I, D. 2,5,1: “Si llamado alguien (si quis) a juicio hubiere dado, por causa de comparecer en el juicio, un fiador, …”; Paulo, Comentarios al Edicto, libro I, D. 2,5,2,1: “Si llamado alguno a juicio no hubiere comparecido, …”; Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXI, D. 43,29,3,1: “Estas palabras: “el hombre libre”, se refieren a todo hombre libre, ya sea púbero, impúbero, ora varón, ora hembra, ya sean muchos …; porque solamente miramos esto, si es libre”; Ulpiano, Comentarios a la ley Julia y Papia, libro XVIII, D. 49,14,16: “Dice el Divino Trajano: “Cualquiera (quicunque) que hubiere declarado. “Quicunque”, debemos entenderlo tanto varón como hembra; porque también a las mujeres, aunque les está prohibida las delaciones, se les permitió sin embargo delatarse por el beneficio de Trajano”; Modestino, Respuestas, D. 2,14,35: “Tres hermanos, Ticio, Mevio y Seya dividieron …”. Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro L, D. 29,4,1,13: “Si alguno por fraude hubiere dejado de aceptar la herencia, …”. También Ulpiano, Comentarios al edicto, libro L, D. 29,4,4, pr.; Ulpiano, Comentarios al edicto, libro L, D. 29,4,17; Ulpiano, Comentarios a Sabino, libro IV. D. 29,22,2. Paulo, Comentarios a Sabino, libro II, D. 50,16,163 (161),1: “Con la palabra “niño” se significa también la niña; porque también llaman mujeres puérperas a las recién paridas, y en griego se dice en común ‘paidion’”; Paulo, Epitome de Alfeno, libro II, D. 50,16, 204: “La palabra “puer” (niño) tiene tres significaciones: una cuando llamamos niños a todos los esclavos, otra cuando llamamos niño por denominación contraria a la de niña, y la tercera, cuando designamos la edad pueril”. Ulpiano, Comentarios a Sabino, libro XXXVIII, D. 50,16,172: “Plugo que con la denominación de “liberto” se comprendiera también la liberta”; Juliano, De los Digestos, libro LXXXI, D. 50,16,201: “Se ha de admitir por justa interpretación, que en la denominación de “hijo”, así como respondimos muchas veces que está contenida la hija de familia, se considera que también está comprendido el nieto; y entiéndase que con el nombre de “padre” se designa también el abuelo”. Ulpiano libro LVI, D. 50,16,40,1: “La denominación de “esclavo” se refiere también a la esclava”; Modestino libro IX De las Diferencias, D. 50,16,101,3: “Algunos opinan que habiéndose legado “esclavos” se deben también las esclavas, como si esta denominación común comprendiera a ambos sexos”; Ulpiano libro LXI, Comentarios al Edicto, D. 50,16,52: “Con la denominación de “patrono” se comprende también la patrona”; Ulpiano libro VII, Comentarios al Edicto, D. 50,16,13: “En la denominación de “mujer” se comprende también la doncella casadera”; Gayo libro XXIII, Comentarios al Edicto provincial, D. 50,16,51: “En la denominación de “ascendiente” se comprenden no solamente el padre, sino también el abuelo, y el bisabuelo,

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cado’, por lo que en estos casos el masculino abarca la designación de varones y mujeres. Además, hay que tener presente, que desde los primeros tiempos de la cultura romana incluso se nombran en masculino palabras de género femenino cuando el contexto en el que se formulan es jurídico; dicha práctica, según Aulo Gelio aún se sigue en su época (s. II d.C.): “Aún hoy día, cuando siguiendo la costumbre de los antepasados, los magistrados del Pueblo Romano imponen una multa mínima o suprema, se procura designar a las ovejas con género masculino. Y en tal sentido M. [Terencio] Varrón recogió las palabras originales con que se imponía la multa mínima: ‘A. M. Terencio, quien al ser llamado no respondió ni se excusó, yo le impongo la multa de una oveja (unum ovem)’. Y aseguran que, si la sentencia no se dictaba utilizando el género masculino, la multa no era legal”80.

No obstante, permanecen en el sistema lingüístico latino muchas parejas de heterónimos, que marcan el género femenino o masculino con palabras distintas: pater/mater; aries/ovis; frater/soror; homo/mulier. Y en un punto diametralmente opuesto están los sustantivos epicenos, que con un término designan seres de uno u otro sexo, independientemente del género gramatical de la palabra; necesitando añadir la coletilla, macho o hembra, si se quiere explicitar el sexo concreto. Los términos epicenos también existen actualmente en nuestra lengua, al igual que parejas de heterónimos, y el neutro sólo se conserva en el pronombre (lo, esto, eso, aquello) y en el artículo (lo). Respecto a los adjetivos ‘viril’ y ‘mujeril’ aplicados al sexo contrario significan respectivamente mujer virtuosa, y hombre afeminado; por tanto, la adjetivación masculina dignifica a la mujer, y la adjetivación femenina ofende y destruye al hombre. Tal hiper valoración de lo masculino se percibe también en el término fascinum (falo del Dios Fascinus) del que surge el verbo fascinare (hechizar, embrujar, encantar), entre otras muchas palabras que expresan la fuerza de la virilidad. Al hilo de lo anterior en el libro también se abordará el androcentrismo del lenguaje, patente por ejemplo en el capítulo IV, al tratar el epígrafe “Del prototipo ciudadano al patrón jurídico: El diligens paterfamilias”. Véase al respecto la familia léxica derivada del término ‘hombre’ (vir): ‘virtud’, ‘viril’, ‘virilidad’, ‘virtual’ (fuery todos los demás antepasados; pero también la madre, la abuela y la bisabuela”; Ulpiano libro LXII, Comentarios al Edicto, D. 50,16,56,1: “En la denominación de “descendientes” se contiene no solamente los que están bajo potestad, sino todos los que son de propio derecho, ora sean del sexo masculino, ora del femenino, ora descendientes de sexo femenino”. Ulpiano, Comentarios al edicto, libro XLVI, D. 50,16,195,pr.: “La expresión de una frase en género masculino se extiende de ordinario a ambos sexos”; Gell. 2,13,1. 80 Gell. 11,1,4; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas II cit., p. 10, n. 6, especifica que la referencia al escritor latino es: Varrón, Ant. Hum. 23, frag. 2 Mirsch.

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za o voluntad para realizar un trabajo, aunque no se realice, y se refiere casi más a la fuerza espiritual que a la física); e incluso la palabra ‘varón’ (alteración del ablativo ‘viro’). Interesante es también el tema de los ‘vocablos ocupados’, como ocurre cuando en las fuentes se refieren a ‘las mujeres públicas’; así, al utilizar para el género femenino el adjetivo ‘público’, plenamente viril, se puede observar que está ya ocupado para el espacio público que solamente se concibe masculino. Igualmente se percibe el androcentrismo en el término ‘pater’ (padre), de la que derivan ‘patres’ (senadores), ‘patricius’ (patricios, miembros de las grandes y poderosas familias) o ‘patroni’ (poderosos ante la población plebeya). La patria potestas y la vitae necisque potestas se erigen en autorización abstracta y permanente81.

81 Thomas, Y., “Vitae necisque potestas. Le père, la cité, la mort”, Du châtiment dans la cité. Supplices corporels et peine de mort dans le monde Antique, Roma 1984, p. 539.

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E.  EL RELATO CRONOLÓGICO DEL PATRIARCADO ROMANO El espacio temporal del Imperio romano es muy amplio y lleno de matices; evidentemente se ha hecho una selección normativa en el gráfico que aparece infra, pues sería difícil exponer en ese cuadro todas las disposiciones que afectan a las mujeres romanas. Así pues, siendo conscientes de la inmensidad del tema, parece conveniente acotar el estudio de violencia contra las mujeres a los orígenes, pues es ahí, en el caso de la cultura occidental, donde se puede reconocer el germen de lo que ha sido la Historia de esta lacra contra mulieris.

He comenzado esta monografía con un capítulo I de introducción, con el título de “pax y feminidad violentada”, y que consta de cinco epígrafes. Tras trazar los perfiles de la violencia de género, se ha abordado la tensa relación de los poderes públicos de Roma y de sus ciudadanos, frente a latinos, peregrinos y bárbaros, así como la violencia que se ejerce sobre las mujeres romanas, y el género en la lengua latina.

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Seguidamente en los capítulos II y III se analizan diversas temáticas misóginas, fundamentalmente en dos coordenadas temporales: Monarquía y República; entre ambas abarcan aproximadamente siete siglos. De ahí que incluso haya considerado fraccionar estos periodos históricos en sub-etapas, de perfiles no difícilmente distinguibles. Igualmente he estimado pertinente titular cada violencia y cada micro agresión, con el fin de que las problemáticas sean fácilmente visualizables. No obstante, he de advertir que enmarcar cada periodo con unos enunciados de género puede llevar a pensar que cada manifestación del patriarcado es un compartimento estanco, sin capacidad de interconexión y supervivencia más allá del periodo descrito; pero por regla general los micromachismos y las agresiones de género se perpetúan de un periodo a otro por siglos, encadenándose o transmutándose a modo de bucle interminable. Así pues, el criterio fundamentalmente utilizado para insertarlos ha sido la cronología de origen del argumento de cada item. Ahora bien, la correlativa enumeración de los apartados a lo largo de toda la obra entiendo que facilita la lectura, y resta tensión al encuadrado temporal. • En el reinado romano-sabino se modela el patriarcado como estructura de superioridad masculina, se institucionaliza el amor forzado, la exaltación de la castidad, se etiqueta una ‘codicia femenina’, se cataloga a mujeres ‘sin honor matrimonial’, se justifica el castigo a algunas mujeres casadas, y se generan axiomas: la potencia impúdica del alcohol, o la virilidad como virtud; se construye el ideal de feminidad romana, se estigmatiza y normaliza la prostitución femenina, y se deducen unos rasgos propios de magas y brujas, entre otros temas y subtemas. Una dinámica diametralmente opuesta se sigue en el reinado etrusco, cuando la mujer goza de mayor libertad y estatus, y precisamente por ello serán violentadas en su imagen para el futuro relato de la Historia romana. • La amplia extensión temporal de la República romana hace que este periodo deba de subdividirse en tres etapas claramente diferenciadas: En los s. V-IV a.C. se observa una involución social que demanda esposas obedientes, y púdicas hasta la exaltación heroica; y aunque entonces se perfila la tutela mulieris, cuando concurran situaciones de especial gravedad política, por incapacidad masculina, se las empuja a la escena pública con la finalidad de que salven la familia y la patria82.

Raga Gimeno, F., “Silencio, género e imagen social: una aproximación desde la etnografía de la comunicación” Dossiers feministes 3 (1999) pp. 95-96, reflexiona sobre las culturas no capitalistas, y observa en todas ellas que las mujeres se encargan de negociar los casos de conflicto, y del mantenimiento de la cohesión social; pero cuando se trata de ne82

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En los s. III-II a.C., el censor actúa en defensa del patriarcado, el adorno femenino se gestiona como recompensa a sus sacrificios; y se gestan otros temas que merecen atención singularizada: las envenenadoras, las mujeres agredidas sexualmente, la pasión del activismo femenino, las adúlteras, la violencia conforme a mores, el maltrato en el ámbito rural, la agresión sexual como persecución política, las matronas en escándalo público, la disminución de su dote a la mala esposa, la que no está domesticada, la esposa ignora el adulterio masculino, o las mujeres violentadas para salvar la imagen familiar. La misoginia en Roma tiene fuertes influencias griegas83, lo que se une al miedo que llegan a tener los romanos a la potencialidad del que jurídicamente llaman sexo débil (infirmitas sexus, imbecilitas sexus)84; en los debates que tienen lugar en los Comicios durante el 195 a.C., con ocasión de la derogación de la lex Oppia, el cónsul Marco Porcio Catón el Viejo, “el censor”, estricto defensor de la austeridad y la disciplina, da un discurso en el que se palpa la aversión a las mujeres, reinante entre los grupos más conservadores: “Revisad todas las leyes referidas a la mujer con que nuestros antepasados frenaron su incontinencia y las sometieron a la obediencia a sus maridos; y aún a pesar de todas esas limitaciones, apenas las podéis sujetar. Si les permitís que desgajen tales ataduras y que os las arranquen de las manos, para ponerse finalmente en igualdad con sus esposos, ¿creéis que las podréis aguantar? Desde el momento en que comiencen a ser iguales, serán superiores”85.

En las últimas seis décadas del s. I a.C., se aborda el drama de la casada-niña, con lo que implica la atribución del adjetivo viripotens a la ‘muchacha casadera’; y de entre los temas más identificativos de este periodo, he de señalar: los vientres cedidos por la familia, la influencia de misogínia extranjera, la violencia institugociar el prestigio individual y familia los hombres hiper-verbalizan, y las mujeres han de permanecer en silencio. 83 Sobre esos antecedentes griegos, véase Madrid, M., La misoginia en Grecia, Madrid 1999; Metro, A., “La misoginia dall’Antichita’ ai nostri giorni”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, I, Valencia 2017, pp. 250-251. Giunti, P., “Il ruolo sociale della donna romana di èta imperiale: tra discriminazione e riconoscimento”, Ubi tu Gaius. Modelli familiari, pratiche sociali e diritti delle persone nell’età del principato. Relazioni del convegno internazionale di diritto romano. Copanello, 4-7 giugno 2008, p. 100, afirma que es evidente que la mujer romana no sufre de la conducción de marginalidad impuesta a la griega, señalando que ello se demuestra al comprobar los locales disponibles al interior del hogar, con la ausencia en Rodas de gineceos y de todo lo que implica segregación femenina en el ambiente externo. 84 Frente a la misoginia, Cic. Tusc. 4,11,25: “Lo mismo sucede con las demás enfermedades, como el deseo de gloria, la aficción a las mujeres (mulierositas), para dar nombre a lo que en griego se denomina philogynía, …”. 85 Liv. 34,3.

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cionalizada sobre las mujeres, las familias pluriparentales como efecto de la vis mulieri, las terribles madrastras, los prejuicios contra la libertad y poder femeninos, las mujeres-víctimas de la dominación erótica, la sospecha, el aborto contra mores, o las mujeres supersticiosas. A veces incluso, cuando la formación y la emancipación de éstas aumenta cualitativamente, como llega a suceder a finales de la República romana, las cotas de violencia masculina se acervan. Mucho de lo que en estas líneas se ha apuntado, y en bastantes de las páginas que siguen, desgraciadamente aún se cuenta en tiempo presente. • A medida que la República llega a su fin, y una nueva era comienza, el emperador Augusto se encarga durante su largo gobierno de dejar todo “atado y bien atado” por lo que respecta a la condición de la mujer; el Princeps, no sólo detiene su avances emancipatorios, sino que trágicamente pondrá las bases para que retrocedan en un proceso de involución jurídico y social. Sistemáticamente, cada vez que las mujeres encuentran grietas en el sistema patriarcal y abren nuevos espacios de libertad, seguidamente, como una máquina de guerra imparable, las instituciones políticas y jurídicas masculinizadas endurecerán las condiciones de sometimiento de aquellas. Así, el capítulo IV se inicia con el pater patriae en tanto icono del neopatriarcado. Para seguir con el paquete de medidas de incentivación de la institución matrimonial, punición del adulterio, y fomento de la natalidad (leyes caducarias). Así pues, La legislación augústea en el s. I d.C., mediante la recomendación de un determinado atuendo, justifica la protección de la matrona frente a intenciones adúlteras de terceros: velo, túnica que cae hasta los talones, grandes capas que todo lo ocultan, peinados; guardias, literas, y parásitos86. Y este recato, con un vestuario y todo un séquito de acompañamiento (impensables para la mujer trabajadora87), la preserva frente a la violencia sexual88. Más aún, la violencia soterrada subyace en los medios de comunicación de la época, que manipulan Sanna, M.V., “Donne ‘honoratae”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, pp. 555-584. 87 Puerta Montoya (de la), D., Estudio sobre el Edictum de adtemptata pudicitia, Valencia 1999, pp. 84-87, refiere que el Comitem abducere (esto es, el acto de alejar al acompañante de una mujer la hace más vulnerable) es calificado en el Edicto como una agresión a su honor. Marrone, M., “Considerazioni in tema di iniuria”, Synteleia Arangio-Ruiz I, Napoli 1964, pp. 480 ss., pone su atención en que el Edicto tutela la pudicitia, tipificando consecuentemente el peligro de ser agredida, y no la agresión directa a la mujer; o el peligro de ser confundida con gente impúdica; en el mismo sentido, respecto a quien alejaba la escolta a una materfamilias o a un praetextatus, Cantarella, E., Según Natura: la bisexualidad en el mundo antiguo, Madrid 1988, p. 155, señala que ponía en peligro su imagen, pudiendo parecer a quien así los encontrase como personas de costumbres fáciles. 88 Rizzelli, G., In has servandae integritatis custodias cit., pp. 149-199. 86

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la valoración colectiva de la mujer: los literatos alaban la fortaleza de ánimo como virtud, y ésta siempre es masculina, esto es, de viri; sólo las mujeres que se comportan como hombres pueden ser virtuosas. Y jurídicamente se arguye como causa de disminución de la capacidad de obrar en Derecho la levitas animi femenina89. Y por último, me refiero a dos cuestiones: la formulación del patrón jurídico al tomar como referencia al diligens paterfamilias90, y al modelo social de la carissima mater. Mucho queda en el tintero sobre las mujeres en ese funesto gobierno de Augusto. • Excede del marco que me he propuesto en esta exposición cinco siglos de la historia de la cultura romana, los que abarcan desde el Alto imperio hasta la época protobizantina. Aún a finales del s. II d.C.-principios del s. III d.C. no hay correspondencia entre las figuras del pater familias y la mater familias; mientras que el primero es el exponente sui iuris de la institución familiar, con efectos jurídicos y sociales, nada tiene que ver para ellas: “Y cuando oyes decir ‘madre de familia’ entiende mujer de notoria autoridad”91

Este comentario de Ulpiano, tal cual enunciado parece ya en sí cargado de una exigencia de capacitación que no se requiere en el hombre para ser paterfamilias; así pues, la casada no tiene tal reconocimiento social por ser mujer, sino que se le añade la necesidad de mantener un comportamiento diligente; y estas exigencias específicamente también se extienden a la vestimenta, dando por sentado que el paterfamilias tiene un saber estar propio de su masculinidad y estatus: “Si alguno hubiere cortejado a doncellas, pero vestidas con traje de esclavas, se considera que comete menor culpa, y mucho menor si las mujeres hubiesen estado vestidas con el traje de meretriz, no de madres de familia; si, pues, la mujer no hubiere estado vestida con el traje de matrona, y alguien la cortejó o le quitó su acompañante, está sujeto a la acción de injurias”92. 89 Véase al respecto, Bravo Bosch, M.J., “Lenguaje y género. Infirmitas sexus”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, I, Valencia 2017, pp. 13-45. 90 Independientemente de la crítica al modelo jurídico tradicional de ‘buen padre de familia’, que se abordará en el capítulo correspondiente de este libro, creo interesante apuntar otros análisis sobre el género del Derecho. Así, desde un sector del feminismo se aboga que la libertad femenina se dirime por encima de la ley, no en su contra, como escribe Rivera Garretas, M.M., “La capacidad femenina de ser dos: su dignidad y su padecimiento”, Dossiers feministes 5 (2001) p. 108, quien además añade que “el derecho es la gran obra del simbólico viril”, y para ello se apoya en una obra del s. XII, “El espejo de las almas simples” de Margarita Porete. 91 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXI, D. 43,30,3,6. 92 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXVII, D. 47,10,15,15.

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Sobre este amplio periodo imperial y postclásico simplemente apuntar que alguna de las inscripciones conservadas sobre violencia contra las mujeres, s. II d.C.93, y IV d.C.94, relatan uxoricidios fruto de matrimonios infelices en los que el hombre, opta por el asesinato, y ello pese a las facilidades con que en Derecho romano se sigue articulando el divorcio (se requiere solamente para disolver el matrimonio que el marido deje a su mujer, y devuelva la dote); incluso en algún papiro del Egipto romano en el s. IV d.C., se recoge, como delito de iniuria, el caso de una mujer que denuncia a su marido por haberla insultado, y actuado con violencia contra los esclavos de la casa; además de torturar a sus hijas de acogida95. Temas como la violencia ejercida sobre la mujer cristiana durante el paganismo, y durante el Imperio romano-cristianismo, requerirán en otro futuro trabajo de una atención diversa, pero no por ello menos interesante96. IPOstie-A, 210 = ISIS 321: “Restuto Piscineso y Prima Restuta hicieron este monumento a Prima Florentia, hija queridísima, quien fue arrojada al Tiber por su marido Orfeo. vivió 16 años”. Procede de Portus y, en este caso, quienes dedican el monumento son los padres de la víctima. El nombre del asesino, Orfeo, fue inscrito para señalar directamente su culpabilidad. 94 CIL XIII 2182: “A los Dioses Manes y para el descanso eterno de Julia Maiana, mujer muy virtuosa, asesinada por la mano de un marido cruel, antes de que el destino lo decretara. (Ella) vivió con él veintiocho años y tuvo con él dos hijos, un niño que ahora tiene diecinueve años y una niña de dieciocho años de edad. Oh fidelidad, Oh piedad, Julio Mayor, a su queridísima hermana y Ingenuinius Ianuario, su hijo, colocaron la tumba y la han dedicado mientras aún estaba en construcción”. 95 Oxyrhynchus Papyri, VI 903: “Concerniente a todos los insultos proferidos por él contra mí: Encerró a sus propios esclavos y los míos con mis hijas adoptivas y su agente y su hijo durante siete días enteros en sus bodegas, habiendo insultado a sus esclavos y a mi esclava Zoe y medio los mató con golpes; y aplicó fuego a mis hijas adoptivas, habiéndolas despojado completamente de ropa: lo cual es contrario a las leyes. También dijo a las mismas hijas adoptivas: “Abandona todo lo que es de ella”, y dijeron: “Ella no tiene nada con nosotros”; Y a los esclavos que estaban siendo golpeados, dijo: ¿Qué tomó de mi casa? Y ellos, bajo tortura, dijeron: No ha tomado nada tuyo, sino más bien toda tu propiedad está a salvo. … Juraba en presencia de los obispos y de sus hermanos. De ahora en adelante no esconderé a ella todas mis llaves [él confió en sus esclavos pero no confiaría en mí]; me detendré y no la insultaré. Entonces se hizo un acta matrimonial, y después de su consentimiento y sus juramentos, volvió a esconderme las llaves; Y cuando salí a la iglesia de Sambatho, me cerró las puertas de afuera, diciendo: “¿Por qué fuiste a la iglesia?” Y profirió muchísimos términos de abuso delante mía. Había 100 artabas de maíz debidos por mí al Estado de lo que no pagó nada, ni un solo artaba. Obtuvo la posesión de los libros y los cerró diciendo: “Pagad el precio de los cien artabas”, no habiendo pagado nada, como dije antes; … … También persistió en vejar mi alma en relación a su esclava Anilla, tanto en Antinoópolis como en aquella tierra, … con este pretexto para quítarme lo que yo tengo. Pero me negué a enviarla, y él siguió diciendo: “Un mes después tomaré una amante”. Véase al respecto, Pavón Torrejón, P., “El uxoricidio de Ivlia Maiana, manv mariti interfecta (CIL XIII, 2182)”, Habis 42 (2011) pp. 253-262. 96 Pedregal Rodríguez, A., “Las mártires cristianas: género, violencia y dominación del cuerpo femenino”, Studia historica. Historia antigua 18 (2000) pp. 277-294; Mentxaka, R., 93

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“Delitos contra la moral sexual en las Etimologías de Isidoro”, Labeo 44.1 (1998) pp. 85-98; Churruca Arellano, J.- Mentxaka, R., “Los problemas jurídicos de una mujer cristiana en Roma hacia la mitad del siglo II (Just. Ap. 2,2,1-8)”, Seminarios complutenses de Derecho romano 2021 (2007-2008) pp. 179-206; Mentxaka, R., “Cipriano, las vírgenes y el Derecho romano”, El cisne I: Derecho romano, biologismo y algo más, Lecce 2010, pp. 223-251; Mentxaka, R., “Genero y violencia en la Pasión de Perpétua y Felicidad”, Donne, familia e potere in Grecia e a Roma. Studi per Eva Cantarella. Index 40 (2012) pp. 447-474; Mentxaka, R., “Género y violencia en las actas de los mártires cristianos”, Cisne II: violencia, proceso y discurso sobre el género, Lecce 2012, pp. 219-250; Mentxaka, R., “Notas sobre la suspensión de la condena capital de la mujer embarazada en el Derecho romano”, Fundamina 20.1 (2014) pp. 628-637; González González, E., Soportarás todos los males: violencia de género en el discurso religioso cristiano (ss. II-IV), Tesis doctoral, Oviedo 2016.

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Capítulo II.

MONARQUÍA Esta forma de gobierno se extiende desde el 753 a.C. hasta el 509 a.C., y durante este periodo se suceden en Roma dos modelos de poder político liderados por grupos étnicos distintos que conllevan una comprensión de la relación entre géneros prácticamente divergentes; de ahí que se divida este capítulo en dos grandes apartados: A. B.

Reinado romano-sabino Reinado etrusco

La península itálica es ya en el s. VII a.C., tal y como aparece en el gráfico infra, un territorio detentado por diversos pueblos: etruscos, romanos y griegos.

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Capítulo II. Monarquía

Cada uno de ellos responde a modelos culturales propios, lo que se refleja también en la consideración socio-jurídica de la mujer. Este mosaico multirracial y cultural complica el análisis de este periodo, dadas las fluidas relaciones económicas en todo el Mediterráneo, y por supuesto en las costas y en el interior de la Etruria, Roma y la Magna Grecia.

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[A]  REINADO ROMANO-SABINO En este periodo arcaico, entre los s. VII y VI a.C., la sociedad romana se estructura en cohesionados grupos familiares a modo de clanes (gentes), que mantienen entre sí vínculos de mutuo apoyo, y relaciones de auxilio y protección con una amplia población marginal (clientes); así, por ejemplo, Rómulo prevé, entre las funciones de los patronos, la de proporcionar dote a las hijas de sus clientes, si estos son pobres97. “Los patronos debían ayudar a sus clientes a dotar a sus hijas casaderas, si los padres escaseaban en dinero”98.

La organización gentilicia se consolida de modo tal que se superpone a las divisiones administrativas y territoriales preexistentes (pagus, curia y tribus). Las reglas de convivencia en cada gens son sui generis, y vienen fundamentalmente articuladas a partir de las costumbres de los antepasados (mores maiorum), en el marco de una macro organización de poder monárquico para toda la ciudad. La familia, desde un primer momento de estructura tribal, se desenvuelve conforme a la práctica religiosa común, que consiente o prohíbe ciertas cosas, y que define derechos y obligaciones impuestos por la voluntad divina de justicia. Hay que tener presente que en el mundo romano el fenómeno religioso se puede analizar en tanto civilia est. Además, la religiosidad del populus se manifiesta en la obediencia a los padres y a la patria99. Siglos después, será estudiada por Cicerón, quien defenderá siempre aquellas creencias que recibió de sus mayores acerca del culto a los dioses inmortales, como dotadas de autoritas; él estará persuadido de que Rómulo, mediante el establecimiento de los auspicios, y Plut. Rom. 13,7-8, expone como Rómulo distingue a los patronos (poderosos de la masa, protectores de la plebe) y las relaciones de apoyo mutuo con sus clientes (vecinos plebeyos), entre ellas, el contribuir económicamente a que las hijas de sus clientes puedan tener dote que aportar a su matrimonio. 98 Dion. Hal. ant. 2,10,2. 99 Pomponio, Manual, libro único, D. 1,1,2. 97

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Numa, mediante el de los ritos sagrados, pusieron los fundamentos de la ciudad de Roma –la cual no había podido llegar nunca a ser tan grande, si no se hubiera aplacado de una manera excelsa a los dioses inmortales–. La realeza resiste, a veces con dificultad, la presión de los grupos familiares. Por todo lo anterior no es de extrañar que las tierras sean detentadas en un régimen de explotación similar a la propiedad comunal100.

Amunátegui Perelló, C.F., “El origen de los poderes del “Paterfamilias” I: El ‘Paterfamilias’ y la ‘Patria potestas’”, Revista de Estudios Histórico–Jurídicos 28 (2006) p. 37, refiere que la producción era de carácter comunitario, heredera de la estructura seminómada de la época precívica del pueblo latino. 100

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1.  EL PATRIARCADO: LA SUPERIORIDAD MASCULINA La importancia del patriarcado, en tanto institución familiar, se ha perpetuado hasta tiempos recientes. La variedad de aspectos que contiene y la complejidad de sus implicaciones socio-jurídicas, hace conveniente desglosar este primer epígrafe en los siguientes apartados: 1.a. 1.b. 1.c. 1.d. 1.e.

Paterfamilias como prototipo ciudadano Matrimonio: una institución pro virem Ius vitae ac necis: el filicidio de Horacia Tollere filium Mujeres sin nombre: los tria nomina masculinos

  1.a. Paterfamilias como prototipo ciudadano La estructura de la civilización romana se construye a partir de la homovisión, lo que no es nada extraño, pues tradicionalmente la historia de la humanidad se ha contado en clave masculina. Un plus determinante lo genera la cultura romano-latina, otorgando a la figura del ‘paterfamilias’ una dimensión socio-jurídica. Tal concepto conlleva un poder, el poder masculinizado del jefe de familia de ejercer la titularidad del conjunto de individuos unidos por lazos de parentesco (biológico o legal) o de propiedad, y que normalmente conviven en el mismo espacio doméstico; de ahí, por ejemplo, la construcción de los términos ‘pater’, ‘patria’, ‘patrimonium’, ‘patricius’101. La figura del paterfamilias es la única importante por ser la que tiene visibilidad social y jurídica en esa cadena impenetrable de ‘gens, curia y tribu’: “Se llama ‘padre de familia’ el que tiene dominio en la casa; y con razón es llamado con este nombre, aunque no tenga hijo; porque no designamos la sola persona de él, sino también su derecho. Finalmente llamamos padre de familia también al pupilo, y cuando muere el padre de familia, cuantos individuos hubieren estado sujetos a él comienzan a tener familia distinta; porque cada uno adquiere el título de padre de familia. Y lo mismo sucederá

Véase, por ejemplo, la explicación etimológica que aporta Isid. Orig. 9,3,25: “Los patricios reciben esta denominación porque miran por la República como los padres miran por los hijos”; Isid. Orig. 14,5,18: “… el nombre de patria se debe a que es común a todos los que en ella han nacido”; Isid. Orig. 9,5,7: “El paterfamilias recibe este nombre porque, en su familia, incluidos también los siervos, mira por todos con afecto paterno como un padre por sus hijos”; Isid. Orig. 9,5,3: “El padre es el que da inicio a una familia. Por eso suele llamársele paterfamilias. Y se le denomina ‘padre’ porque, realizado el coito, procrea un hijo. Coito (patratio) es la consumación del acto carnal. Así dice Lucrecio (Lucr. 4,1129): ‘Y los buenos acoplamientos de los padres”. Véase al respecto Oroz Reta, J.-Marcos Casquero, M.C., San Isidoro, Etimologías I, Madrid 2004, pp. 782-783 n. 68. 101

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también en cuanto al que fue emancipado; porque también éste, hecho de propio derecho, tiene familia propia”102.

Ahora bien, para llegar a la formulación de esta figura ha sido necesaria toda una evolución en la concepción y organización del grupo familiar. Primitivamente con el término ‘familia’ se hace mención al número de siervos, fámulos o criados que tiene cada Pater. La etimología descansa en el vocablo osco “famel” y en el latino antiguo “familia” y “famelia”, refiriéndose con ellos al siervo, al esclavo103; y ello sin olvidar que con la denominación de ‘esclavo’ se refiere también a la esclava104. Con el paso del tiempo el término ‘familia’ llega a comprender al paterfamilias (sui iuris) y a los alieni iuris (mujer, hijos y demás gente que vive bajo su potestas)105; también llamada “familia en sentido propio”106:

Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro XLVI, D. 50,16,195,2. Sobre la figura del paterfamilias y la institución familiar, véase también Castillo (del), Arcadio, El sistema familiar romano cit., pp. 1990 ss. 103 Ulpiano, Comentarios al Edicto de los Ediles curules, libro I, D. 21,1,25,2: “Bajo la denominación de familia compréndese todos los que están para el servicio (in servitio), aún los hombres libres, que de buena fe le prestan servidumbre, o los ajenos, y comprende también a los que están bajo su potestad”; Ulpiano, Comentarios al Edicto de los Ediles curules, libro I, D. 21,1,31,15: “Dice el mismo Pedio, que con la denominación de familia se designa también a los hijos de familia, porque quiso que el que ejercita la acción redhibitoria responda de los hechos de los domésticos”. Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LVI, D. 47,8,2,14: “Mas la denominación de familia comprende a los esclavos, esto es, a los que prestan servicio, aunque se diga que son libres o esclavos de otro que de buena fe nos sirve”. Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro XLVI, D. 50,16,195,3: “También solemos llamar familias de esclavos (servitutum familias), como hemos demostrado en el Edicto del Pretor, en el título de los hurtos, en el que el Pretor habla de la familia de los Publicanos; pero allí no son designados todos los esclavos, sino cierta corporación de esclavos, organizada con aquel objeto, esto es, por causa del impuesto. Mas en otra parte del Edicto están comprendidos todos los esclavos, como en la de hombres congregados, y en la de bienes arrebatados con violencia; asimismo, tratándose de la redhibitoria, si se devolviera una cosa deteriorada por obra del comprador, o de su familia, y en el interdicto unde vi, la denominación de familia comprende a todos los esclavos; pero también están comprendidos los hijos”. 104 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LVI, D. 50,16,40. 105 Sobre este tema, Levi, M.A., “Familia, Servitus, Fides. Indagación en torno a la dependencia humana en la sociedad romana”, Gerion 1 (1983) pp. 192-3, escribe: “no se trata, como frecuentemente se piensa, de una extensión del concepto de familia como parte del patrimonium que comprende a los esclavos, sino de una única concepción originaria de la familia, que corresponde a la unidad patrimonial que comprende a los miembros de la familia misma por cualquier título, incluida la esclavitud, y también las cosas y el ganado, excluyendo el dinero líquido, porque fue introducida más tarde”. 106 Bradley, K., “Dislocation in the roman family”, Historical reflections, Reflexions historiques 14.1 (1987) p. 56 apunta que la comprensión clásica de la palabra ‘familia’ excluye de sus miembros al paterfamilias; una opinión que según Bradley parece bastante exagerada, aunque dicha reflexión subraya fuertemente la diferente concepción entre la familia romana y la familia moderna. 102

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“… Por derecho propio llamamos familia a muchas personas, que, o por naturaleza, o de derecho, están sujetas a la potestad de uno sólo, por ejemplo el padre de familia, la madre de familia, el hijo de familia, la hija de familia, y los demás que siguen en el lugar de éstos, como los nietos y las nietas, y los otros descendientes …”107.

El paterfamilias tendrá el poder de la manus sobre la mujer, la patria potestas sobre los hijos e hijas, y la proprietas sobre los esclavos. La comunidad de vida de la época arcaica, como refiere Levi, nace impuesta por las necesidades del cultivo agrario en pequeños heredia108. Los individuos dependientes del Paterfamilias, ya sean su mujer e hijos, o sus esclavos, forman un todo difícilmente individualizable, pues son instrumentos al servicio de los intereses de la explotación agraria, y su fuerza y cohesión dan valor político a aquel. Al respecto, Juvenal describe, muchos siglos después, la antigua sobriedad familiar romana, en la que todavía, en la práctica, la separación de rangos y castas sociales es inexistente109; conviviendo los miembros de la familia con sus esclavos110: “Aquel pequeño trozo de tierra (glaebula) que alimentaba al padre (turbamque casae), donde reposaba la mujer recién parida y jugaban en ella cuatro mozos, uno esclavillo (vernácula), tres hijos del dueño (domini) y donde humeaban las ollas de la cena preparada para los hermanos mayores, que regresaban cansados de sus faenas campestres”111.

Para ser valorados socialmente en su comunidad, todos los componentes del grupo familiar, incluido el jefe de la familia112, deben respetar unas reglas de com Ulpiano, D. 50,16,195,2, citado supra. Levi, M.A., Familia, Servitus, Fides cit., p. 181. Sobre la unidad familiar de los primeros tiempos (consortium ercto non cito), en la que los hermanos deciden voluntariamente seguir viviendo en comunidad familiar, como si el pater no hubiera fallecido, véase Torrent, A., “Consortium ercto non cito”, Anuario de Historia del Derecho español 34 (1964) pp. 479-502. 109 Santa Cruz Teijeiro, J., “Seneca y la esclavitud”, AHDE 14 (1942-1943) p. 613. 110 Pero en algunos casos estos lazos de familiaridad entre libres y esclavos se mantienen aún durante el Imperio; en este sentido Ulpiano, D.40,2,13, destaca la categoría de hermanos de leche (collactaneus), amamantados por la misma nodriza esclava (nutrix), y que llega a tener efectos jurídicos para determinados supuestos de manumisión. 111 Juv. 14,122. También Plutarco en su obra Vidas Paralelas al tratar la vida del viejo Catón (Plut. Cat. Maior 20), recuerda que éste hacía lactar de su misma mujer a sus propios esclavos para que con la leche de la domina recibiesen también la devoción y el amor a la familia. 112 Gayo, Comentarios al Edicto provincial, libro XVI, D. 50,16,196, pr.: “En la denominación de familia está contenido también el mismo que es cabeza de familia”. Saller, R.P., “Slavery and the roman family”, Classical Slavery 8 (1987) p. 83 cita a Herlihy, Medieval Household, Cambridge 1985, quien defiende que el pater familias estaba fuera y por encima de las familias, pese al pasaje de Ulpiano que lo incluye. 107 108

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portamiento. Tanto es así que términos como ‘Pater’, ‘familia’ o ‘domus’, en su significación etimológica113, inciden sobre esa misma idea de sometimiento y aceptación114. Señala Schulz que la familia romana está determinada por el principio de autoridad. En virtud de la auctoritas el prestigio social de la institución familiar es inmanente, lo que provoca la obediencia, el orden y la disciplina, sin que para ello sea necesario una justificación racional115; consecuentemente todos los alieni iuris deben actuar, en el caso de que así sea necesario, complementando en sus actuaciones al paterfamilias, como se relata en el texto que sigue respecto a las funciones religiosas públicas y privadas: “Algunos ritos debían ser realizados por mujeres y otros por niños con padre y madre, mujeres y niños vivos; para que también éstos se llevasen a cabo de la mejor manera estableció que las mujeres de los sacerdotes ayudasen a sus maridos en los actos religiosos116, y si no era lícito que fuesen celebrados por hombres según la ley local, ellas los cumplirían y sus hijos asistirían a las ceremonias fijadas para ellos”117.

En este periodo la capacidad del padre de familia es omnímoda, y como tal relación autoritaria de supremacía, cabe la más amplia esfera de discrecionali-

Saller, R.P., “Familia, domus, and the roman conception of the family”, Phoenix 38 (1984) pp. 336 ss. 114 Fernández-Baquero, M.E., “La familia en Roma: entre los mores maiorum y la norma escrita”, El Derecho de familia y los derechos reales en la romanística española (1940-2000), Huelva 2001, p. 112, escribe que los poderes del Pater familias también implicaban un deber, pues de la diligencia de sus actos dependía el prestigio y la honorabilidad de su familia; destacando la autora que, junto a dichos poderes absolutos, existían al mismo tiempo unas limitaciones fácticas, sociales y morales muy escrupulosas, correctoras de cualquier acto abusivo del Pater. 115 Núñez Paz, M.I., “Progresivo y limitado reconocimiento de la figura materna en el Derecho romano: De la cesión del vientre al ejercicio de la tutela”, Madres y maternidades: construcciones culturales en la civilización clásica, Oviedo 2009, p. 262, escribe que el padre impone a su familia una disciplina par a la que el mismo está sometido en el ejército, sobreponiéndose a los sentimientos con la fortaleza y la dureza de un espíritu ejercitado para el autocontrol. 116 Scheid, J., “’Extranjeras’ indispensables. Las funciones religiosas de las mujeres en Roma”, Historia de las mujeres en Occidente, Madrid 1991, p. 421, señala que los responsables del culto domestico son los padres de familia, y su incumplimiento o negligencia podía ser castigado. Las libaciones a los lares familiares las ofrecía el pater, quien preside las comidas familiares; al igual que las fiestas de las Parentalia, en febrero, en honor a los familiares difuntos. Igualmente, en los funerales eran los hombres quienes conducían el cortejo, pronunciaban los elogios y realizaban los sacrificios acostumbrados. 117 Dion. Hal. ant. 2,22,1. Cid López, R.M., “La educación de la niña romana. De puella a matrona docta”, Bien enseñada. La formación de Roma y el Occidente moderno, Málaga 2001, p. 29, indica que en las fiestas públicas los niños auxiliaban al flamen y a la flaminica, cuyo velo era tejido por las niñas; incluso las niñas asistían a las Vestales en sus deberes de mantenimiento del fuego sagrado. 113

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dad, estando sus actos excluidos, o limitados, del control jurisdiccional118. Señala Fayer esta discrecionalidad del pater sobre la familia agnaticia es grande respecto a los hijos varones, y le permite decidir sobre su vida y muerte (ius vitae ac necis) en ella cabe: disponer de la existencia de sus miembros, tipo de educación, y después de la inspectio corporis, declarar la llegada a la pubertad del hijo y presentarlo públicamente como cives mediante la solemnitas togae purae; con amplísima discrecionalidad respecto a las hijas119. No existe para los alieni iuris la posibilidad de reivindicar el derecho de alimentos, ni para la hija la de reclamar la dote; también determina la política matrimonial de sus descendientes, y redacta su sucesión hereditaria. De estas amplias facultades descritas, he de destacar la de ‘disciplina doméstica’, y la reverentia debida al paterfamilias por parte de todos los miembros de la familia. Como señala Maqueda en tiempo presente, aunque se puede subscribir para la antigua Roma, la sumisión se consigue más eficazmente mediante el recurso a la violencia; y mediante ella el sistema patriarcal identifica a la mujer como un miembro familiar más entre los etiquetados como ‘dependientes’, ‘vulnerables’ y necesitados de protección (niños, ancianos, incapaces…)120. Respecto al ius vendendi, derecho implícito en la patria potestas121, una ley del rey Numa trata de preservar la estabilidad familiar frente a la decisión acalorada de un padre que decide vender a su hijo ya casado, y que no ha sido emancipado del poder paterno; por tanto, este hijo que ha contraído nupcias Schulz, F., Principios del Derecho romano, Madrid 1990, pp. 188-191. Fayer, C., La familia romana: aspetti giuridici ed antiquari, sponsali, matrimonio, doti, II, Roma 2005, p. 435. Tafaro, S., Pubes e viripotens nella esperienza giuridica romana, Bari 1988. pp. 99 ss., señala que la palabra pubes originalmente significaba la parte de la sociedad que tenía un significado político, es decir, populus, y más específicamente reunión de hombres capaces de portar armas. Con el tiempo, la madurez del puber fue decidida por el padre, reconociéndolo en virtud de su poder discrecional como capaz de participar en la vida pública y presentarlo a una reunión popular. De este modo, el término pubertas se usó no tanto para denotar la reunión de populus (comitia) como para designar a sus miembros individuales, es decir, hombres que toman parte en la vida pública. 120 Maqueda Abreu, M.L., La violencia de género, entre el concepto cit., p. 4. 121 Respecto al derecho de venta de los hijos, escribe Dion. Hal. ant. 2,27,1-3: No se detuvo aquí el legislador de Roma en el poder dado al padre, sino que incluso le permitió “vender a su hijo, sin pararse a pensar si alguien consideraría esta concesión como cruel y más dura que lo que sería adecuado al cariño natural. Y una cosa que especialmente extrañaría a alguien educado en las liberales costumbres griegas, considerándola rígida y tiránica: permitió al padre negociar hasta tres veces con la venta de su hijo, dando más poder al padre sobre su hijo que al dueño sobre sus esclavos. Ya que el esclavo que es vendido una vez y luego obtiene la libertad es ya en adelante dueño de sí mismo, pero un hijo vendido por su padre, si quedaba libre, pasaba de nuevo a la tutela de aquél; y vendido y liberado por segunda vez era esclavo, como al principio, de su padre. Tras la tercera venta quedaba libre de su progenitor. Esta ley la observaron los reyes en los primeros tiempos, fuera escrita o no (pues no puedo decirlo exactamente), por considerarla la mejor de todas”. 118 119

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Más importante aún que esta ley es el peso de algunas instituciones familiares que sirven para nivelar el poder omnímodo del padre sobre sus alieni iuris, poniéndole freno y evitando la arbitrariedad en el ejercicio de su potestad. El Consejo de familia (Consilium domesticum) está formado por personas con auctoritas que pertenecen al amplio marco de sus parientes123, y que desarrollan su vigilancia fundamentalmente en este ámbito. Así, alertada esta institución, puede cuestionar la actuación de un pater, sometiéndolo a un iudicium de moribus. Si bien este Consejo puede entenderse como una institución de salvaguarda de la dignidad e integridad de los miembros amenazados del grupo familiar, también puede funcionar como una losa que entierra entre los muros de la domus cualquier tipo de abuso. Consecuentemente ese Consilium de manera cómplice puede entender como un mal menor el sufrimiento de una víctima familiar frente a los males mayores que implicaría el conocimiento público de esa falta de cohesión familiar interna; de ahí que aún en nuestros días el maltrato permanezca a veces en la privacidad, como un secreto, un tabú que debe permanecer acallado en el ámbito doméstico, como “un delito invisible”124. Dion. Hal. ant. 2,27,4. Los parientes pueden ser denominados también “Familia en sentido amplio”; como tales se reconocen, como bien describirá siglos después el jurista Ulpiano, D. 50,16,195,2: “Por derecho común decimos familia la de todos los agnados; porque aunque muerto el padre de familia cada uno tiene familia propia, sin embargo, todos los que estuvieron bajo la potestad de uno serán con razón llamados de la misma familia, los cuales fueron dados a luz de la misma casa y progenie”. Ruggiero, A., “Nuove riflessioni in tema di tribunales domestico”, Sodalitas IV, Studi in onore di A. Guarino, Napoli 1984, p. 1600, explica que en época histórica este Consejo no está formado sólo por la pequeña familia (familia proprio iure) ni sólo por la familia alargada (familia agnaticia), en la cual la preeminencia es la línea masculina de parentesco, sino un grupo más amplio, la gens, en la cual se tiene en consideración también la línea femenina de parentesco (cognatio). 124 Maqueda Abreu, M.L., La violencia de género, entre el concepto cit., p. 6. 122 123

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El hombre, ciudadano y paterfamilias, se erige, pues, como prototipo del populus. Especial importancia adquiere lo plenamente público, que es lo que merece fama pública, incluso honores (cursus honorum); y ello no obstante también sea importante el ámbito doméstico, pues en la sociedad romana muchos actos realizados como privados en las domi tienen efectos públicos. Y esto bien conecta con la descripción que realiza Lorente en la actualidad sobre la distribución de ‘la vida’, lo que remarca la intemporalidad de estos procesos antropológicos; como subraya el autor, lo público es masculino, y conlleva riesgo y presión, competitividad, inseguridad, esfuerzo, y no control absoluto, sino dependencia de lo que hagan los demás. Por el contrario, los papeles femeninos son predominantemente domésticos, con la consiguiente seguridad, tranquilidad, control de la situación, comodidad, independencia de otros elementos y consecuente falta de competitividad125.   1.b. Matrimonio: una institución pro virem He de destacar aquí dos apartados que facilitan la exposición de los aspectos que marcan la virilidad de esta institución: 1.b.1.  Patriarcado y matrimonio 1.b.2. Mujer in manu   — Indisolubilidad de la manus: la confarreatio   — Compra simbólica de la esposa: la coemptio   1.b.1. Patriarcado y matrimonio Ya desde la fundación de la ciudad, Rómulo es consciente de la necesidad apremiante de asegurarse enlaces matrimoniales: “Roma era ya tan fuerte, que su potencial bélico estaba a la altura del de cualquiera de los Estados vecinos; pero, debido a la falta de mujeres, su grandeza estaba abocada a durar una generación, al no tener en si posibilidad de perpetuarse ni existir matrimonios con los pueblos del entorno”126.

A grandes rasgos se puede decir que el matrimonio es una situación de hecho, a la que los romanos dotan de ciertos efectos sociales, o religiosos en un tipo de ceremonia concreta, jurídicos en otros casos, con el fin de certificar el inicio o la existencia de convivencia conyugal, y que tiene consecuencias jurí-

Lorente Acosta, M., Violencia de género, educación cit., p. 23. Liv. 1,9,1.

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dicas127. Como indicará siglos más tarde Cicerón, la primera forma de sociedad está en la pareja conyugal misma128. La sociedad patriarcal no puede construirse sin la perpetuación de la especie y la interrelación por afinidad, ni fortalecerse si no se perpetúa la memoria de los antepasados; de ahí la importancia de las oraciones que cada mañana la madre de familia recita en compañía de sus hijos e hijas, para venerar en tanto son dioses familiares. Los romanos de época arcaica son conscientes de la transcendencia de esta institución, por lo que conciben el matrimonio como indisoluble; única forma de garantizarse la posesión a perpetuidad de la mujer tomada como uxor129: “Respecto, en cambio, a la manera de vivir de las personas, se estableció un orden para el matrimonio conforme a derecho, para la legitimidad de los hijos, la santidad de instalación de los dioses Penates y los Lares familiares, de suerte que todo el mundo puede servirse de los bienes comunes y de los propios, y no puede vivirse bien sin una buena república, y no hay mayor felicidad que la de una ciudad bien constituida”130.

Además, al ser el matrimonio una institución pro virem, el paterfamilias intervendrá en los contratos matrimoniales de sus descendientes para que nada escape al control del patriarcado; así, decide cuando sus hijas han de iniciar un noviazgo, y cuando darlas como esposas, sin mirar precisamente su madurez; no siempre teniendo en cuenta si la joven tiene ya la menstruación, o no. Como se tratará más adelante en este capítulo, la adolescente será llamada viripotens porque está capacitada para soportar la fuerza, esto es la virilidad masculina; de ahí que por esa fuerza masculina eminentemente sexual (con capacidad fertilizante) a los hombres se les atribuye la potentia y a las mujeres la impotentia.

Valmaña Ochaíta, A., “La mujer romana en las relaciones de pareja”, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, p. 137, refiere que en Roma, por su estructura matrimonial, es una institución más social que jurídica. 128 Cic., off. 1,17,53-54: “… Más estrecho aún, en verdad, es el vínculo de la sociedad familiar; … pues, al ser común por naturaleza a todos los seres vivientes el deseo de procrear, la primera forma de sociedad está en la pareja conyugal misma, y la siguiente en los hijos, viniendo luego la posesión de una sola casa y de todas las cosas en común; ése es el semillero de la República. Siguen a éstos los vínculos fraternales, luego los de los primos hermanos y los de los sobrinos, … A éstos siguen nuevos matrimonios y parentescos por afinidad, de forma que el número de parientes aumenta; y esta expansión de la familia y su descendencia son el origen de las repúblicas”. Samaranch, F., Marco Tulio Cicerón, los deberes (trad., estudio preliminar y notas), Puerto Rico 2005, p. 28. 129 Cic., Rep. 6,2,2: “Nuestros antepasados, en efecto, quisieron que los matrimonios tuvieran una firme estabilidad”. 130 Cic. Rep. 5,5,7. D’Ors, A., M. Tulio Cicerón, Sobre la República (introd., trad., apéndice y notas), Madrid 1991, p. 154. 127

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Así, la niña viene a ser entregada al hombre que la ha escogido, o a quien le ha buscado su padre, y su obediencia vale como consenso para la boda131; imprescindible este consentimiento obediente para la validez de la unión132. De este modo por el matrimonio, con la fundación del nuevo hogar y la vida conyugal, la mujer pasa de sponsa a la condición de uxor. La elección de los dies nuptialis debe ser hecho con mucha cautela, pues en el calendario romano hay muchos días nefastos para el matrimonio; de ahí que sea normal recurrir a un flamen dialis para evitar los dies festi (feriae) y los dies religiosi, pues estos se reservan a los dioses133. En tales días se prohíbe el trabajo, ejercer violencia a nadie bajo pena de piaculum, no se pueden emprender obras nuevas (institutio novi operis), ni tampoco un nuevo matrimonio; ahora bien, sólo se contempla como nuevo el matrimonio el de una muchacha virgen (virgo), y no el de la viuda134: “Y no omitiré que para la celebración de las bodas consideraron las calendas, las nonas y las idus sacrílegas, es decir que se debían evitar. Estos días, a excepción de las nonas, son festivos: realizar en las fiestas cualquier tipo de esfuerzo se considera de mal agüero: por ello se evitan las bodas en las que parece que se fuerza a una doncella. …”135.

  1.b.2. Mujer in manu El pater familias tiene un poder socialmente reconocido y capacidad legal (potestas), que ejerce sobre los alieni iuris, entre los que se encuentran la esposa, hijos y demás miembros de la familia: “Pero así como bajo potestad tanto pueden estar los varones como las hembras, bajo la manus sólo pueden entrar las hembras”136.

Sacchi, O., “La ‘virgo’ del Quirinale
e la tutela mulierum. Ipotesi ricostruttive”, Ius antiquum 15 (2005) pp. 18-43, subraya que durante la época arcaica y buena parte de la República los enlaces matrimoniales se gestionan por aquellos que tienen potestad sobre la mujer, quien no tiene derecho a pronunciar los nupta verba (Fest. sv. Nupta verba, L. 174, 17–20) y el epitome di Paulo Diacono (Paul.-Fest. sv. Nupta verba, L. 175, 1–3). Sin embargo en los aspectos culturales del rito matrimonial la novia y la matrona-pronuba actúan como protagonistas. Se puede afirmar que la consideración de la mujer es mayor en el ius sacrum que en el ius civile. 132 Fayer, C., La familia romana: aspetti giuridici ed antiquari, sponsali, matrimonio, doti, II, Roma 2005, p. 435. 133 Ov. Fast. 6,219 ss. 134 Fayer, C., La familia romana: aspetti giuridici cit., pp. 467-469. 135 Macr. Sat. 1,15,21. 136 Gaii Inst. 1,109. 131

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La manus es un poder que el Derecho romano otorga a los ciudadanos sobre las mujeres que entran a formar parte de su familia como esposas, y que en su origen histórico está ligado a conceptos jurídicos tales como mancipatio (manus + capere), res mancipi, manumissio; esto es, en su configuración primigenia este poder del esposo implicaba la adquisición de la mujer como una res mancipi más, que es adquirida como propiedad de la familia del marido. De este modo, en los tiempos pretéritos la mujer era jurídicamente una cosa imprescindible para la economía familiar, al igual que los esclavos, los animales de carga y tiro, los fundos in suelo itálico, … (res mancipi); evidentemente este planteamiento tal cual expuesto chirría en lo que fue luego el papel político-social de la mujer en los siglos venideros con la consolidación jurídica de la civitas, por lo que pronto se establecen matices de diferenciación que cualifican mínimamente el estatus de la mujer: el pater familias tendrá la manus sobre la esposa y la proprietas sobre esclavos (domenica potestas) y demás bienes (dominium ex iure quiritium); así en el texto que sigue el poder de la manus viene expresado como un derecho del ciudadano romano: “Ocupémosnos ahora de aquellas personas que están bajo nuestra manus, la cual constituye también un derecho que es propio de los ciudadanos romanos”137.

El matrimonio cum manus es una forma patriarcal de matrimonio que tiene como efecto más inmediato que la mujer sufre una capitis diminutio minima138. El paterfamilias presta su auctoritas para la celebración de la conventio in manu, saliendo su hija de su potestad. En el caso de que la mujer sea sui iuris, ella es la cabeza de su propia familia por no tener referente paterno139; y requiere del nombramiento de un tutor para que en sus actuaciones éste le confiera el saber socialmente reconocido (auctoritas). Los ritos matrimoniales propios del ius civile (confarreatio, coemptio, o el simple usus) tienen como efecto jurídico que la mujer pasa de la autoridad de su padre a la de otro pater familias140: — —

en condición hija (loco filiae) del marido, si éste es sui iuris. en condición de nieta (neptis loco) del suegro o ascendente del marido, en el caso de que éste sea filius familiae de alguno de aquellos.

Gaii Inst.1,108. Gaii Inst. 1,115 b: “… no por eso deja de estar en el lugar de una hija, pues si por cualquier causa la mujer entra bajo la manus del marido se acepta que surgen en ella los derechos de una hija”. 139 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro XLVI, D. 50,16,195,5: “Pero la mujer es cabeza y fin de su propia familia”. 140 Gaii Inst.1,110: “Antiguamente se entraba bajo la manus de tres modos: por el uso, por el pan llamado farreo y por la coemptio”. 137 138

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La mujer casada cum manus rompe los vínculos agnaticios con su familia de origen, y pierde su capacidad patrimonial, puesto que todos sus bienes pasan al nuevo paterfamilias como dote141; e incluso no tiene derecho sobre su propia vida. La esposa tiene la posición de alieni iuris respecto al padre de la familia de destino142; su situación es semejante a la de los hijos sujetos a la patria potestas o a la de los esclavos, sujetos a la domenica potestas. El Derecho romano privilegia la agnación, fundamentalmente en derecho hereditario; de ahí que en este tipo de matrimonio la mujer sea heredera del cónyuge junto con sus hijos, y pierda sus derechos hereditarios respecto a su familia de origen. Siglos después Plutarco se plantea la política matrimonial tradicional romana, que no se basa en el reforzamiento de la consanguinidad (que sería lo más natural, aunque también lo más nocivo a largo plazo), sino más bien en la creación de amplias redes de influencia con terminaciones interconectadas de poder; así, un contrato matrimonial implica la creación de relaciones de familiaridad entre dos familias. Conforme a esta concepción suprafamiliar, la de la gran familia agnaticia, se puede entender la intensidad de los vínculos, deberes y afecto mutuo (pietas), que se establecen entre todos sus miembros143; y la esposa, sin independencia legal, ni propiedad independiente, tendrá que asegurarse su supervivencia; siendo útil en el reforzamiento de tal cohesión agnaticia. El texto de Plutarco dice así: “¿Por qué no se casan con mujeres de parentesco cercano?, ¿Acaso porque desean aumentar sus familiares con las bodas y ganar además muchos parientes, al entregar sus mujeres a otros y, a su vez, recibirlas de ellos? O temen las discrepancias en matrimonios consanguíneos, en la idea de que destruyen los derechos naturales?, ¿O, al ver que la mujer necesita muchos defensores por su debilidad, no quisieron unirse a las que por parentesco les eran cercanas para que, si sus maridos no las trataban con justicia, sus parientes las ayudaran?”144. Gaii Inst. 3,104: “También es inútil la estipulación cuando estipulo de aquel que está sometido a mi potestad, igual que si éste estipula de mí. Pero además, el esclavo y el que está en mancipio y la hija de familia que está bajo la manus no pueden obligarse no sólo con aquel bajo cuya potestad se encuentran sometidos o sometidas, sino tampoco con ninguna otra persona”. 142 Fernández de Buján, A., ““Reflexiones a propósito de la realidad social, la tradición jurídica y la moral cristiana en el matrimonio romano (I)”, RGDR 6 (2006) p. 7, en donde señala que la esposa está sometida a la autoridad del paterfamilias: “si ésta ha contraído uno de los tipos de matrimonio, enmarcados dentro de la institución denominada conventio in manum, que tiene como corolario la integración de la mujer en la familia de su marido, como hija, loco filia, si el marido era sui iuris, o como nieta, loco nepta, si el marido era alieni iuris y, por tanto, estaba sometida a potestad ajena, o bien las esposas de sus hijos sometidos a patria potestad, o bien personas que hayan quedado sometidas a su potestad como consecuencia de la realización de una adrogatio o de una adoptio”. 143 Harders, A.-C., “Beyond Oikos and Domus: Modern Kinship Studies and the Ancient Family”, Families in the greco-roman world, London-New York 2013, p. 15. 144 Plut. Qu.R. 108. 141

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Creo conveniente hacer un pequeño inciso en la exposición de este punto para subrayar que no es extraño que cuando se escribe sobre la situación de la mujer ante la institución matrimonial en época romana algún autor descuide el circunscribirse a parámetros temporales precisos, y genéricamente extrapole lo acontecido entre la monarquía y los primeros siglos de la República. Sólo conforme al antiguo ius civile el marido dispone prácticamente de un ilimitado poder sobre la mujer (manus), y no en épocas posteriores; ahora bien, en algunos aspectos de la relación matrimonial podrán encontrarse semejanzas a finales de la Republica, cuando social, no jurídicamente, el hombre se servirá de este poder, por un pernicioso efecto rebote del proceso emancipador femenino, como abordaré en el capítulo III, al referirme a las seis décadas del s. I a.C.145 Se ha podido comprobar de lo anteriormente expuesto la dureza del poder de la manus sobre la mujer, en tanto la oprime con un potencial de agresividad ilimitado, y sin apenas responsabilidades del posible agresor. Seguidamente merece la atención dedicar una líneas de atención a la simbología violenta implícita en los ritos del matrimonio cum manus: — —

Indisolubilidad de la manus: la confarreatio Compra simbólica de la esposa: la coemptio

 Indisolubilidad de la manus: la confarreatio La confarreatio es la más antigua y solemne forma de matrimonio, y exclusivo de la clase patricia, en la que los ritos están plagados de simbología de dominación masculina. Ello se puede fácilmente visualizar en tres momentos: el previo al enlace, la ceremonia en sí misma, y en la indisolubilidad del vínculo contraído. La boda se celebra en casa de la novia (nupta)146, y allí se organiza la cena nuptialis; al acabar, desde dicho hogar se desplaza una procesión de familiares y amigos. Éstos acompañan al paterfamilias y a la novia –cubierta con un velo rojo–, gritando ‘Thalassio’; con los consiguientes efectos ante la sociedad de esta publicidad sonora y visual del enlace. Valmaña se detiene en el lenguaje, 145 López Medina, J.M., “Mujeres y sociedad en el Alto Imperio romano: Las cartas de Plinio el joven”, Epistemología femenina: Mujeres e identidad, Sevilla 2011, p. 1260: “La institución que permite en Roma el control del hombre sobre la mujer es el matrimonio. Mediante ésta la mujer pasa del dominio paterno al del esposo al abandonar la casa paterna y su instalación en la del paterfamilias, sin prácticamente nada que decir, pues es su padre o su tutor el que decide sobre esta unión en función de sus intereses económicos, sociales y políticos”. 146 Ortega Carrillo de Albornoz, A., “La interpretación de algunas fórmulas arcanas de las bodas romanas y su posible significado”, Fundamenta Iuris. Terminología, principios e interpretatio, Almería 2012, p. 3, apunta que la palabra boda, proviene del verbo latino voveo (prometer algo, hacer un voto), y que evoluciona a través de una filigrana semántica: votum > vota > bota > boda.

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descriptivo del contexto social del momento; un rito que comienza cuando la prometida (sponsa) se pone el velo (nubere) y se convierte en velada (nupta); ya casada (uxor), el hombre la conduce a su casa (ducere uxore in domo sua)147.

Novia antes de la boda. Fragmento de un fresco en una casa en el Esquilino (Museos Vaticanos)148

Tampoco es baladí el grito de felicidad colectiva que perdurará durante la República: ‘Thalasio’, por su violencia implícita, que rememora en generaciones futuras el rapto de las sabinas (del que se tratará en el epígrafe segundo de este capítulo) para la pervivencia de la memoria social, tal y como siglos después explica Tito Livio: “Dicen que una de ellas superior a las demás por su tipo y hermosura, fue raptada por las gentes de cierto Thalasio, y, preguntando muchos a quién la conducían, para que nadie la violase, gritaban sin cesar que la llevaban ‘a Valmaña Ochaíta, A., La mujer romana en las relaciones de pareja cit., pp. 143-144. La Rocca, E.-Ensoli, S.-Tortorella, S.-Papini, M., Roma. La pittura di un Impero, Milano 2009, pp. 194-196. 147 148

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Thalasio’. A partir de ese momento esta expresión se hizo característica de las bodas”149.

La ceremonia en casa del novio es un acto formal, presidido por el Pontífice máximo, mientras el Flamen dialis ofrece un sacrificio a Júpiter, actuando como testigos diez ciudadanos. Los novios dan tres vueltas rituales, siempre hacia la derecha, en torno al altar; se sientan uno al lado del otro en bancos revestidos con piel de oveja ofrecida en sacrificio, y con la cabeza cubierta; el novio toma un poco de sal y una bola de espelta (panis farreus), y jura fidelidad a su esposa (quedando ambos elementos depositados en la unión de la mano derecha de los contrayentes). El amor es algo innecesario en un contrato matrimonial, sino affectio maritalis, pero si es imprescindible la fidelidad en el cumplimiento de las obligaciones de las partes contrayentes; entre ellas, el afecto, socorro y ayuda mutua. Una comunidad de espelta, esto es, de pan farreo; o dicho en otros términos, una compañía (cum + panis) de intereses por el que la mujer tendrá que vivir conforme a los dictados de su marido. Los esposos deberán conservar a sus esposas como una posesión necesaria y segura, o lo que es lo mismo, deberán servirse de ellas como el propietario diligente: que usa de su propiedad, pero no abusa hasta destruirla o consumirla. La confarreatio está plena de sacralidad respecto a la laica coemptio, que es propia de los plebeyos; los cuales no tienen gentes, ni auspicia y están fuera de los iura gentilicia150. Es el rito más prestigioso de los tres, hasta el punto de que quien quisiese ser sacerdote (Rex Sacrorum, Flamen Dialis, Flamen Martialis y Flamen Quirinalis) tiene que ser hijo de una pareja casada mediante este rito: “Por el pan ‘farreo’ entran bajo la manus mediante una especie de sacrificio que se hace a Júpiter. Farreo ofreciéndose un pan de trigo; de ahí que se emplee también el nombre de confarreatio, requiriendo además la validez jurídica del acto otros muchos ritos, pronunciándose palabras determinadas y solemnes y estando presentes diez testigos. … pues los sacerdotes mayores, como son los sacerdotes de Júpiter, los de Marte y los de Quirino y los regidores del culto sagrado, no pueden ser elegidos si no han nacido de un matrimonio en el que se haya celebrado este acto y tampoco pueden mantenerse en el sacerdocio si se abstienen de realizar la confarreatio llegado el matrimonio”151.

Liv. 1,9,12. Pérez González, M., Tito Livio, Orígenes de Roma, (trad., y notas), Madrid 2000, p. 78, explica esta anécdota que cuenta Tito Livio sobre el grito matrimonial thalassio (Mart. 1,36,6; 3,93,25), escrito con ‘Th’ por una falsa etimología con la palabra griega ‘thálamos’. 150 Franciosi,G., Famiglia e persone in Roma antica. Dall’età arcaica al Principato, Torino 1992, p. 138. 151 Gaii Inst. 1,112. 149

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Las palabras de Dionisio de Halicarnaso permiten comprender la dureza y tragedia que para la mujer supone la indisolubilidad del matrimonio regulado por Rómulo, primer rey de Roma; el temperamento de estas primeras matronas se achantará con características que en los siglos venideros los autores llamarán atributos femeninos (modestia, obediencia, …), pero que no son sino producto de una agresión institucionalizada a la mujer como parte contractual, en teoría, libre. El literal del texto que sigue es por sí mismo plenamente descriptivo de la violencia del matrimonio conforme al rito de la confarreatio: “Pero Rómulo, sin conceder al marido la posibilidad de acusación contra su mujer por adulterio o por dejar injustamente el hogar, ni a la mujer casada acusar a su marido por malos tratos o abandono injusto, sin establecer leyes de devolución o recuperación de la dote, y sin fijar ninguna otra norma semejante, sino con imponer una sola ley válida para todo lo anterior, como los mismos hechos demostraron, llevó a las mujeres a la modestia y a gran decoro. La ley era como sigue: que una mujer casada que se unía a su marido con un matrimonio sagrado era partícipe de todos sus bienes y ritos… Por ser las mujeres partícipes con sus maridos de la fiesta sagrada y del primer alimento, y unirse para toda fortuna, recibía la denominación de comunidad de espelta, y llevaba a una unión forzosa de parentesco indisoluble, y no era posible anular estos matrimonios. Esta ley obligó a las mujeres casadas, pues no tenían ningún otro escape, a vivir de acuerdo con el carácter de su marido, y a los hombres a conservar a su mujer como una posesión necesaria y segura. Al ser así modesta y obedecer en todo a su marido, la mujer era de esta manera señora de su casa, como el hombre, y si moría su marido se convertía en heredera de sus bienes, como una hija de su padre; si no tenía hijos y moría sin testamento ella era dueña de todo lo que dejara, y si tenia descendencia quedaba a partes iguales con los hijos. Si ella cometía algún delito, tomaba como juez al perjudicado que fijaba la gravedad del castigo152.

Dionisio de Halicarnaso, que vive en el s. I a.C., en un momento de cierta emancipación femenina, y por tanto, con unos esquemas mentales extremadamente diferentes a los de la Roma arcaica, tiende en su redacción a suavizar la extrema condición que sufren las mujeres en tiempos del primer rey romano; de ahí que extemporáneamente atribuya derechos hereditarios in stricto sensu a aquellas primeras romanas153. Como señala Cantarella, en la Roma arcaica la posibilidad de hacer testamento queda subordinada a la ausencia de heredes sui (hijos e hijas –tanto naturales como adoptados–, hijos e hijas de los varo Dion. Hal. ant. 2,25,1-5. Monaco, L., Hereditas e mulieres: riflessioni in tema di capacità successoria della donna in Roma antica, Napoli 2000, pp. 22-30, sostiene el anacronismo de Dionisio de Halicarnaso cuando atribuye impropiamente capacidad sucesoria a la mujer de época arcaica, situándose el escritor más bien en una mentalidad típica de finales de la República. 152 153

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nes eventualmente premuertos, esposas in manu, y esposas in manu de los hijos premuertos). Los bienes del pater familias fallecido (de cuius) constituyen un único bloque, produciéndose una comunidad hereditaria (consortium ercto non cito); conforme a esta comunidad cada heredero es titular del todo, en paridad con los demás154. Por tanto, la mujer a la que se refiere Dionisio de Halicarnaso es formalmente heredera, pero en la práctica, debido al consortium, su capacidad de disponibilidad de dichos bienes estará en manos del nuevo pater familias, nombrado tras la muerte del anterior. Con el paso de los siglos la celebración matrimonial de la confarreatio queda reservada para las grandes familias aristocráticas, que han de subrayar su antiguo linaje y pureza; hasta el punto que habrá determinados cargos públicos en la Republica que sólo podrán ser ocupados por aquellos ciudadanos cuyos padres se casaran por este rito, como es el caso de los flamines de Júpiter, tal como ya he referido más arriba. También, por la lógica de la evolución histórica, esta forma de matrimonio articulará con el tiempo un complicado proceso solemne (difarreatio) para dar opción a la disolubilidad de la affectio maritalis.  Compra simbólica de la esposa: la coemptio Los antiguos juristas romanos, existiendo ya la confarreatio como ceremonia que perfecciona el enlace matrimonial, articulan la coemptio, en principio sólo para plebeyos. Con esta venta ‘ficticia’ la mujer pasa a convertirse en esposa, y con ello sometida a la manus del marido, o del paterfamilias de éste. La antigüedad de estas instituciones jurídicas dificulta la elaboración de una nítida descripción de detalles, y a veces incluso de tiempos de gestación y de evolución de las mismas. Prueba de la nebulosa en la que ya en el s. I a.C. se percibe esta forma matrimonial es el comentario realizado por Cicerón, quien vagamente trae el testimonio conforme al cual en la época antigua se llamaban Gayas a las esposas casadas por coemptio; conectándola así con el ritual por el cual el marido pregunta a la mujer cómo se llama, y ella responde “donde tú Gayo, yo Gaya”155; sin embargo, al tratar de la monarquía etrusca aportaré mi opinión sobre que esta pregunta ritual surge en Roma en tiempos de la monarquía etrusca, y no antes. 154 Cantarella, E., Instituciones e Historia del Derecho romano. Maiores in legibus, Valencia 2017, pp. 580-588. 155 Cic. Mur. 12, 27: “… Y así, porque en algún libro habían encontrado este nombre por vía de ejemplo, creyeron que debían llamarse ‘gayas’ todas las mujeres que se casaban por ‘coemptio”. Marin Peña, M., M. Tulio Ciceron, Discursos. X, Defensa de L. Murena, Defensa de P. Sila, Madrid 1997, p. 54, n. 3, aclara que “una mujer contraía matrimonio por coemptio (venta ficticia de la manus) con un anciano pobre y sin hijos; éste la emancipaba, y recibía por ello una cantidad. Al morir el viejo sin sucesión, los sacra privata se extinguían”.

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Una cosa parece evidente respecto a esta forma de matrimonio in manu, y es que se denomina coemptio, y sin embargo se realiza el negocio jurídico a través de una mancipatio; por tanto, parece haber un momento de la construcción jurídica de esta figura matrimonial que desconocemos y que explicaría por qué una compra del grupo familiar (coemptio), no reconocida por el Derecho civil, termina efectuándose mediante una forma de transmisión de la propiedad conforme a tal Derecho. La emptio-venditio, como institución reconocida por el Pretor, tardará aún siglos en configurarse con efectos jurídicos, no para el derecho civil, sino para el derecho pretorio. Este enigma parece solventarse si tenemos en cuenta la tesis expuesta por Cantarella; según la autora los plebeyos realizarían la coemptio como forma matrimonial sin rito sagrado, dado que ellos al no ser patricios no podrían recurrir a la confarreatio; y con el tiempo este modo sería utilizado por los patricios, que irían abandonando progresivamente el antiguo rito156. De ello se puede extraer que habría un tiempo primigenio en el que los patricios se casarían mediante la confarreatio, propia del ius civile; y los plebeyos, libres, pero sin derechos civiles, recurrirían a la coemptio, pues la venta era entonces un instrumento muy utilizado en la vida cotidiana para las transacciones, aunque sin valor jurídico. Posteriormente, al recurrir también los patricios a esta figura han de transformarla para que tenga valor de transmisión en Derecho civil; de ahí que a partir de entonces se realice la coemptio mediante mancipatio. El acto es muy simple, pues requiere únicamente cinco testigos y el libripens, ante los cuales el novio paga al padre de la novia una moneda de plata y una de bronce. Respecto a la ceremonia, el jurista Gayo nos informa que difiere de la mancipatio regular en las palabras utilizadas157. El jurista, siglos después, describe la institución en los siguientes términos: “Entran bajo la manus por coemptio mediante una mancipatio, esto es, mediante una especie de ceremonia de venta, pues presentes no menos de cinco testigos púberos y ciudadanos romanos y el portador de una balan-

156 Cantarella, E., “Usu farreo coemptione, ipotesi recenti sul matrimonio romano”, Diritto e società in Grecia e a Roma, Milano 2011, pp. 577-590. 157 Gaii Inst. 1,123: “… a aquella que es objeto de una coemptio no se la reduce a la condición de esclava, pero aquellos o aquellas que son dadas en mancipatio por sus ascendientes o por quienes habían realizado antes una coemptio sí que vienen a quedar como esclavas, hasta el punto que de aquel a cuyo mancipio están sometidas les es imposible adquirir herencias o legados, salvo si en el mismo testamento se hubiera ordenado que fueran libres, al igual que determina el Derecho respecto de la persona de los esclavos. La razón de la diferencia está clara, puesto que los ascendientes y los que celebran una previa coemptio utilizan para darlos en mancipatio las mismas palabras que en el caso de los esclavos, en lo que no hay equivalencia con la coemptio”.

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za, aquel que va a adquirir la manus sobre la mujer actúa como comprador de la misma”158.

Este matrimonio puede disolverse mediante la remancipatio de la esposa159. Además, la coemptio también se puede utilizar por aquella mujer que no teniendo paterfamilias (sui iuris), quiere cambiar de tutor porque no le convence el que se le ha sido asignado160.

  1.c. Ius vitae ac necis: el filicidio de Horacia Como ya se ha apuntado en páginas precedentes el derecho de vida y muerte del pater familias sobre las personas a él sometidas161 comprende no sólo el derecho a legitimar a los hijos e hijas, sino también el ius exponendi y el ius vendendi, la entrega en noxa, el ius occidendi, entre otras facultades de su potestas. Entre las justas causas de parricidio se menciona en las fuentes cuando el padre descubre que el hijo ha atentado contra el interés de la República; señala Harders que aquí se demuestra cómo la familia y la comunidad están interrelacionadas, y actúan como parte del sistema político, siendo “a modo de magistrados en sus propias casas”: El Poder público (Res publica) no ejerce el monopolio de

Gaii Inst. 1,113. Al respecto, Piro, I., “Gai 1.113 ed il formulario della coemptio”, Iuris Vincula. Studi in onore di Mario Talamanca, Napoli 2001, pp. 361-391. 159 Gaii Inst. 1,137: “Las mujeres dejan de estar bajo la manus por los mismos modos por los cuales las hijas quedan fuera de la potestad del padre; y así como las hijas con una sola mancipatio salen de la potestad del padre, también con una sola salen de la manus las que están bajo ésta, y si a partir de esa mancipatio son manumitidas se hacen independientes”. 160 Gaii Inst. 1,114: “Esta coemptio la puede celebrar la mujer no sólo con su marido, sino también con un extraño, y así se dice que la coemptio se hace por causa de matrimonio o por causa de fiducia. La que se hace con el marido, a fin de que ella venga a ocupar el lugar de una hija, se llama coemptio, a causa de matrimonio, mientras que la que se hace con otro motivo, como por ejemplo cuando se quiere evitar la tutela, se llama coemptio por causa de fiducia”; Gaii Inst. 1,115: “Tal es el caso de la mujer que quiere sustituir los tutores que tiene para obtener otro, la cual realizaría la coemptio con la autorización de aquellos para que luego quien intervino como comprador celebre una nueva coemptio a favor de quien quiere la mujer, el cual la manumite por el procedimiento de la vindicta, resultando entonces que queda sometida a la tutela de quien la manumitió. Este tutor se llama fiduciario, …”; Gaii Inst. 1,115 a: “Antiguamente también se hacía una coemptio fiduciaria para otorgar testamento; pues entonces, y salvo algunas excepciones, las mujeres no tenían derecho a hacer testamento salvo que hicieran una coemptio seguida de una nueva mancipatio y una posterior manumisión”. 161 Una opinión divergente ofrece Cantarella, E., “La familia romana tra demografía sociale, antropología e diritto”, Ubi tu Gaius. Modelli familiari, pratiche sociali e diritti delle persone nell’età del principato. Relazioni del convegno internazionale di diritto romano. Copanello, 4-7 giugno 2008, pp. 15-17, quien aborda lo que la autora entiende como mito, argumentando que los patres nunca utilizaron este poder como un derecho de matar a sus hijos. 158

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la violencia, implicándose los patres en la defensa de sus intereses públicos y privados162. La dureza de la época y lo estricto de las costumbres (mores maiorum), desprovistas de cualquier atisbo de humanidad, se percibe en la legislación regia de Rómulo, cuya aplicación por los patres queda supervisada por un consejo familiar; aunque en el texto de Dionisio de Halicarnaso genéricamente se diga que se compone de los cinco vecinos más cercanos. La ley referida es la que sigue: “… estableció la obligación de que sus habitantes criaran a todo vástago varón y a las hijas primogénitas; que no mataran a ningún niño menor de tres años, a no ser que fuera lisiado o monstruoso desde su nacimiento. Sin embargo, no impidió que sus padres los expusieran tras mostrarlos antes a cinco hombres, sus vecinos más cercanos, si también ellos estaban de acuerdo. Contra quienes incumplieran la ley fijó entre otras penas la confiscación de la mitad de sus bienes”163.

Ahora bien, el filicidio de Horacia hace época, y es narrado para la posteridad por varios escritores de siglos sucesivos164. La historia comienza cuando Horacia se escapa de su casa, huyendo de su nodriza, para mezclarse entre la multitud. Ella quiere conocer el desenlace de la guerra entre las ciudades de Roma y Alba Longa, que se concreta en último término en un enfrentamiento entre los trillizos romanos de la familia de los Horacios y los trillizos Curiacios de la ciudad albana. La dimensión de la tragedia es tremenda por su amplitud: de un lado, afecta directamente a sus hermanos, al ser los guerreros elegidos para tal crucial combate; y de otra, los guerreros albanos son sus primos, y Horacia está comprometida para casarse con uno de ellos. Ante el desenlace Horacia sólo llora la muerte de su primo Curiacio: el padre la había prometido en matrimonio con él, pero ahora termina siendo enemigo de la patria, a la que sí han defendido sus hermanos horacios. En esa batalla también han muerto dos de sus hermanos, y el que ha regresado victorioso está eufórico por el triunfo de su patria, pese a la tristeza interior por la pérdida de los suyos. Este hermano, lleno de odio y de desprecio por el comportamiento impío e impúdico de Horacia, la asesina: “Iba Horacio en cabeza, mostrando ante sí los despojos de los tres gemelos. Su hermana, una doncella que había estado prometida a uno de los Curiacios, le salió al encuentro delante de la puerta Capena y, al reconocer sobre

Harders,A.-C., Beyond Oikos and Domus cit., p. 17. Dion. Hal. ant. 2,15,2. 164 Rodríguez Horrillo, M.A., “La leyenda de los Horacios”, Habis 41 (2010) pp. 65-83, expone los diversos estratos narrativos que van creando los escritores de cada época sobre la leyenda de los Horacios. 162 163

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los hombros de su hermano, el manto guerrero de su prometido que ella misma había confeccionado, se suelta los cabellos y entre lágrimas llama por su nombre a su prometido muerto. Encolerizan al orgulloso joven los lamentos de una hermana en el momento de su victoria y de una alegría pública tan intensa. Desenvaina, pues, la espada y atraviesa a la muchacha mientras la cubre de reproches: ‘Marcha con tu amor a destiempo a reunirte con tu prometido –dice–, ya que te olvidas de tus hermanos muertos y del que está vivo, ya que te olvidas de tu patria. Muera de igual modo cualquier romana que llore a un enemigo’”165.

Seguidamente el hermano es apresado, sometido a juicio y condenado por los duuviros nombrados por el rey Tulo Hostilio166. El padre alaba la determinación del hijo: “Los asistentes a aquel juicio se conmovieron, sobre todo cuando Publio Horacio padre declaró que juzgaba justificada la muerte de su hija; que, de no ser así, habría castigado a su hijo en virtud de su derecho de padre. Suplicaba, a continuación, que no le privasen por completo de hijos a él, al que poco antes habían visto rodeado de una familia extraordinaria”167

El guerrero Horacio apela ante a la asamblea del pueblo (provocatio ad populum) que lo absuelve del asesinato de su hermana: “M. Horacio fue condenado por el rey Tulio por el asesinato de su hermana, pero apeló en juicio ante el pueblo y fue absuelto. El rey se conmovió por la atrocidad del asesinato; la gente se dejó influenciar por el motivo, teniendo en cuenta que la pasión precoz de la niña había sido castigada severa en lugar de impíamente. Así que la mano derecha del hermano, liberada del castigo por su valiente acción, podría sacar tanta gloria de los parientes como de la sangre del enemigo…”168.

El rey no se queda tranquilo con esta sentencia y consulta a los Pontífices, quienes le recomiendan que el héroe –para purificarse– debe reparar la piedad dañada para con los dioses. Dionisio de Halicarnaso, como escribe Pavón, muestra la ligereza de los patres familias, que componen la Asamblea del pueblo, cuando absuelven al hermano de su comportamiento criminal; y el cuestiona-

Liv. 1,26,2-5. Quint. Inst. 5,11,12: “Es Roma misma, la ciudad cuyo primer juicio con una acusación de capital fue el de Marcus Horatius, el más valiente de los hombres, quien, aunque la ciudad aún no había alcanzado su libertad, fue absuelto, no obstante, por la asamblea del pueblo romano, a pesar del hecho de que confesó que había matado a su hermana con sus propias manos”. 167 Liv. 1,26,9. 168 Val. Max. 8,1. 165 166

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ble remedio de expiación procurado para restaurar la imagen del héroe169. Los Comicios estiman que la fallecida es una antipatriota, frente a la grandeza de su hermano, que salva al pueblo romano; de este modo, la acción dolosa del asesino se diluye ante su heroicidad para con la patria: “… De esta manera se ejercitó el rigor en castigar, pero no fue en verdad más perezoso en castigar las mujeres. Uno de los Horacios habiendo vencido en la pelea de los Curios a todos los albanos según el concierto de la batalla, como volviendo a casa de esta muy excelente batalla hubiese visto a una hermana suya doncella llorando con más lágrimas que debía aquella edad, la muerte de un Curiacio su prometido, matóla con aquella espada, con que había hecho bien el negocio de su patria, juzgando por lágrimas poco castas las que se daban al amor muy apresurado. A quien defendió su padre habiéndole llevado a acusar delante del pueblo. Así el ánimo de la doncella un poco más inclinado a la memoria del que había ser su marido tuvo lo uno al hermano por cruel vengador, lo otro a su padre que aprobó ásperamente la venganza”170.

Realmente los patres, máximos exponentes del respeto a las costumbres de los antepasados, castigan en exceso a Horacia por su comportamiento contra mores: una joven romana no debe expresar duelo público por un novio, ya que aún no es su esposo; consecuentemente su actitud es escandalosamente impúdica. Curiosamente la actitud de Horacia es acogida benevolentemente por la sociedad y por el rey, quien se apiada de sus sentimientos juveniles; pero precisamente por ello, los patres, guardianes celosos de la romanidad han de censurarla: la expresión amorosa, a la que me referiré más adelante, nubla el entendimiento y es un peligro exponencial para los calculados intereses de las familias y de la patria. Además, Horacia no piensa en la victoria de su pueblo, ni se aflige por la muerte de dos de sus hermanos: “En efecto, cuando estuvo cerca de las puertas, vio a una abigarrada multitud que se esparcía desde la ciudad, y también a su hermana que corría hacia él. Desconcertado ante la primera impresión de que una doncella casadera abandonara su puesto en casa junto a su madre para unirse a una multitud desconocida, se hacía muchos razonamientos absurdos y finalmente se inclinó hacia lo más prudente y generoso: que ella, en su deseo de ser la primera en abrazar al hermano indemne y queriendo saber por él las hazañas de los muertos, había pasado por alto el decoro cediendo a una debilidad femenina. Pero ella no se había arriesgado a recorrer caminos inusuales por añoranza de sus hermanos, sino dominada por el amor a uno de sus primos a quien su padre la había prometido en matrimonio, pasión que ella mantenía secreta. Sin embargo, cuando oyó a uno de los del Pavón Torrejón, P., “Mujeres, delitos y condenas”, Habis 37 (2006) pp. 293-296. Val. Max. 6,3,6.

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campamento contar lo que había ocurrido en el combate, ya no pudo contenerse, sino que abandonando su casa como las ménades, marchó hacia las puertas de la ciudad sin volverse atrás por las llamadas de la nodriza que la seguía. Estaba fuera de la ciudad cuando vio a su hermano muy alegre. llevando las coronas de la victoria con las que el rey le había ceñido, y a sus compañeros portando los despojos de los muertos entre los que había un manto bordado que ella misma había tejido con su madre y se lo había enviado a su pretendiente como regalo para la futura boda (pues es costumbre de los latinos ir a buscar a las novias vestidos con mantos bordados). Al ver este manto empapado en sangre, se rasgó la túnica y golpeándose el pecho con ambas manos, gemía y llamaba a su primo, de modo que una gran perplejidad se apoderó de todos cuantos estaban en ese lugar. Llorando la desgracia de su prometido, miró con ojos fijos a su hermano y le dijo: ¡Tú, el más infame de los hombres, te alegras por haber dado muerte a tus primos, y haberme privado a mí, tu desgraciada hermana, del matrimonio, ay, miserable! Y no te compadeces de tus parientes muertos, a quienes llamabas hermanos, sino que como si hubieras realizado una gran hazaña, estás fuera de ti de placer y llevas coronas por tales desgracias; tu corazón, ¿a de qué fiera se asemeja? Y aquél respondió: Al de un ciudadano que ama su patria y castiga a los que la quieren mal, sean extraños o allegados; entre los que te cuento también a ti, que al conocer los acontecimientos tan dichosos y desgraciados que nos han sobrevenido al mismo tiempo: la victoria de la patria, que yo, tu hermano, traigo, y la muerte de nuestros hermanos, no te alegras. desgraciada, por el bien común de la patria, ni te lamentas por las desdichas particulares de nuestra casa, sino que despreciando a tus propios hermanos, lloras el destino de tu prometido, y no consumiéndote en soledad bajo las tinieblas, sino a los ojos de todos. A mi me reprochas mi valor y mis coronas, falsa doncella, enemiga de tus hermanos e indigna de tus antepasados! Puesto que no lloras a tus hermanos, sino a tus primos, y tienes el cuerpo entre los vivos, pero el alma junto al muerto, vete con aquél a quien llamas, y no deshonres a tu padre ni a tus hermanos. Tras decir esto, no guardó moderación en su odio, sino que con toda su cólera hundió la espada en el costado de ella, y después de matar a su hermana, marchó junto a su padre. Tan estrictos y duros eran los hábitos y sentimientos de los romanos de entonces, si alguien quisiera compararlos con las acciones de ahora y el modo de vida entre nosotros; tan crueles y salvajes y distando tan poco de la naturaleza animal, que el padre, al enterarse de una desgracia tan horrible, no sólo no se irritó, sino que consideró lo sucedido como justo y conveniente. No permitió que fuera conducido a casa el cadáver de su hija, ni consintió que la enterraran en la tumba de sus antepasados, ni hacerle funerales, ni sudario ni otros ritos acostumbrados, sino que, abandonada donde fue muerta, los viandantes le tributaron los honores fúnebres, amontonando tierra y piedras, como a un cadáver falto de quien le haga un sepelio. Tal era la severidad de este hombre y todavía más, como voy a referir: igual que en los felices y

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dichosos acontecimientos, ese mismo día ofrecía a los dioses familiares los sacrificios que había prometido, y regalaba a sus parientes con un espléndido banquete, como en las mayores fiestas, dando menos importancia a sus desgracias privadas que al bien común de la patria. Y esto, no sólo Horacio, sino también después de él se recuerda que lo hicieron otros muchos romanos ilustres. Me refiero a ofrecer sacrificios, llevar coronas y celebrar procesiones triunfales recién muertos los hijos, cuando la comunidad se vio favorecida gracias a ellos. Sobre esto, hablaré en el momento oportuno”171.

Horacia es calificada por los escritores como ménade, y conforme a tal metáfora se puede entender que en la composición de la historia recreada por los literatos el amado ha de ocupar el lugar del sátiro; por tanto, los novios proscritos para el mundo de los vivos, han de enmascarar su erotismo. Infra se reproduce una escena de asedio de un sátiro a una ménade:

Fresco de la casa de los Epigramas (Pompeya)172

Como una ménade, presa de una locura mística, la muerte de Horacia es alabada por su pater familias, quien deja insepulto su cadáver, a merced de los vulgares honores de desconocidos viandantes. Además su padre, como demos Dion. Hal. ant. 3,21,2-10. Ranieri Panetta, M., Pompeya. Historia, vida cit., p. 206.

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tración de su patriotismo, organiza una fiesta por la victoria de Roma, reservándose para su fuero interno las tragedias familiares sufridas por sus hijos, y el ‘deshonor’ cometido por su hija. Esta leyenda, además de servir de rito iniciático para los adolescentes romanos, que han de actuar con virtud frente a la incontinencia sentimental femenina, sirve para demostrar que el honor de Roma se antepone al de la familia y al de los afectos173; y que para la mujer siempre está preparada esa acusación vaga e imprecisa de culpabilidad, pero contundente culpable, que es atribuirle ‘falta de pudor’: “Después de haber sido condenado por el rey Tulo bajo la acusación de haber dado muerte a su propia hermana, Marco Horacio apeló ante el pueblo y fue absuelto. De ambos, rey y pueblo, a uno lo movía la atrocidad del crimen, al otro el motivo que le indujo a cometerlo, ya que consideraba el pueblo que el indecoroso amor de la muchacha había sido castigado antes con severidad que con impiedad. Así pues, al quedar exculpada de un grave castigo, la diestra de aquel hermano pudo saborear tanta gloria derramando la sangre de un familiar como antes derramando la de sus enemigos. … en aquella ocasión el pueblo romano se comportó como celoso defensor del pudor, …”174.

  1.d. Tollere filium También, en función de su sexo, los hijos e hijas son reconocidos por su padre el día lustricus o dies nominis: las niñas el octavo día, y los niños el noveno. El pater familias tiene la potestas de admitir al varón recién nacido de su esposa como hijo legítimo en un acto solemne de reconocimiento (tollere liberos), o rechazarlo por ilegítimo; en este último supuesto, es abandonado (expositio) o vendido175. Si es una niña no se realiza esta ceremonia de levantamiento desde el suelo; y simplemente como señal de reconocimiento ordena que alimenten (alere iubere) a la hija recién nacida. Escribe López Medina que la reproducción biológica se troca en subordinación por la lógica patriarcal, constituyendo la descendencia una oportunidad más para los varones de ejercer el dominio sobre la mujer; lo que se revela desde la ceremonia de legitimación de los hijos

Robert, J.N., Eros romano: sexo y moral en la Roma antigua, Madrid 1999, pp. 70-71. Val. Max. 8,1,1-2; al respecto, López Moreda, S.- Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez, J., Hechos y dichos memorables, libros VII-IX. Építomes (introd., trad. y notas), Madrid 2003, pp. 63-64. 175 Cid López, R.M., La educación de la niña romana cit., p. 26, afirma que los datos muestran que por necesidades económicas se prefería en tales casos desprenderse de una niña que de un niño, ya que a ellas habría que proporcionarles llegado la edad de matrimonio una dote, y eran menos rentables para el trabajo fuera del hogar. 173 174

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recién nacidos hasta la mutua dependencia entre madre-hijo-a, en el largo periodo de crianza176. Ahora bien, una ley atribuida a Rómulo, determina que para que el padre pueda exponer (abandonar, a un hijo varón, o a una hija) ha de mostrarlo ante cinco vecinos; en caso de que lo exponga sin testigos el paterfamilias tendrá que dedicar la mitad de su patrimonio a fines de culto; tal y como se recoge en la lex regia ya mencionada al tratar del ius vitae ac necis. Si el pater familias levanta al recién nacido varón a los nueve días del nacimiento se le pone un nombre, y el amuleto (bulla) alrededor del cuello para ahuyentar los malos espíritus. Y sigue con ella de pequeño mientras porta la toga praetexta, hasta los dieciséis años cuando cambiará a la toga viril; el octavo día a ellas se les colgará la iunula hasta la víspera de su matrimonio, cuando se la quitan, al mismo tiempo que se le retiran sus juguetes infantiles: “¿Por qué adornan a los niños con los amuletos que llaman «bulas»?, ¿Acaso, como muchas otras cosas, para honra de sus mujeres raptadas, decretaron por votación conceder esto a los niños nacidos de ellas?”177.

En el s. IV d.C., Macrobio explicará así el origen de esta insignia, entre otras historias transmitidas casi como leyenda con el transcurso de los siglos: “Los mejores conocedores de la Antigüedad cuentan que en el rapto de las Sabinas una mujer de nombre Hersilia, mientras abrazaba a su hija, fue igualmente raptada; puesto que Rómulo la había entregado a un tal Hosto del campo latino, a quien había dado asilo, ilustre por su virtud, tuvo un niño antes de que ninguna otra de las sabinas notificase un parto; puesto que había sido procreado en territorio hostil, su madre lo llamó Hosto Hostilio, y él mismo fue honrado por Rómulo con la bula áurea y las insignias de la pretexta. Pues, éste, al haber convocado a las raptadas para consolarlas, se cuenta que prometió solemnemente que concedería un regalo ilustre al nacido de aquella que hubiere parido la primera un ciudadano romano”178

Por tanto, entendiéndose la bulla como privilegio indirecto concedido a las matronas por tener descendencia legítima masculina; quienes la portan se identifican ante la comunidad como miembros de una familia, y como expectativa de perpetuación de un linaje. Sin embargo, la necesidad imperiosa de las esposas

López Medina, J.M., Mujeres y sociedad en el Alto Imperio romano cit., p. 1262. Plut. Qu. R. 101. Plut. Qu. R. 102, da varias posibles explicaciones sobre la diferencia de un día en la imposición del nombre; entre ellas, que el sexo femenino se desarrolla, alcanza su madurez y perfecciona antes que el masculino. 178 Macr. 1,6,16. Al respecto, véase también Macr. 1,6,7, y Macr. 1,6,17; al respecto, Mesa Sanz, J.F., Macrobio, Saturnales, Madrid 2009, p. 106. 176 177

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de asegurarse que sus hijos sean reconocidos por su pater familias, ordenando la imposición de este amuleto al recién nacido, se troca en un instrumento más de control social de la pudicitia femenina179.   1.e. Mujeres sin nombre: los tria nomina masculinos Los tria nomina dan publicidad de que el individuo es libre, ciudadano y de que pertenece a una familia. Ahora bien, sólo la descendencia masculina tiene un praenomen (nombre propio), nomen (gens-nombre de familia-) y cognomen (sobrenombre); así, los romanos varones tienen una identificación similar a lo que para nosotros actualmente es el nombre y los apellidos. Por el contrario, las romanas simplemente toman el nomen paterno, a diferencia de las etruscas que si tenían nombre propio180. De este modo, por ejemplo, en la gens Julia las mujeres son llamadas ‘Julia’, atribuyéndoseles un cognomen si son varias: dos (maior y minor), más de dos (prima, secunda, tertia, …)181. Franciosi destaca la importancia del nomen en el sistema exogámico romano, de modo tal que la costumbre prohíbe que se desposen hombres y mujeres que lleven el mismo gentilicio182. Respecto al tema de la existencia o no de praenomen femenino genera debate doctrinal en torno a sí existe una costumbre sabina, y sobre el extremo de que pronunciar el nombre propio de una romana se consideraría una falta de respeto hacia su pudicitia183. Apunta Salazar, siguiendo al jurista romano Quinto Mucio Escévola, que en tiempos antiguos es usual posponer la atribución del praenomen de la mujer al momento de las nupcias; según Varrón, durante el ritual de la deductio en la puerta de la casa del marido la esposa pronuncia dicha fórmula184.

López Medina, J.M., Mujeres y ‘Naturaleza’ en Columela”, Dialéctica histórica y compromiso social, II, Zaragoza 2010, p. 682, la institución del matrimonio permite el control del hombre sobre la mujer, que es también un medio de control del cuerpo de ésta, siendo la única forma digna de tener hijos. 180 Guerra Gómez, M., El sacerdocio femenino (en las religiones greco-romanas y en el cristianismo de los primeros siglos), Toledo 1987, p. 186, menciona que las vestales disfrutan de los tria nomina. 181 Vallejo Pérez, G., “Los derechos procesales de la mujer desde el derecho romano”, El principio de igualdad desde un enfoque pluridisciplinar. Prevención y represión de la violencia de género, Valencia 2016, p. 16, menciona que en la cultura etrusca la ascendencia materna tiene un destacado valor genealógico. 182 Franciosi,G., Famiglia e persone in Roma antica cit., p. 104. 183 Cantarella, E., Instituciones e Historia del Derecho romano cit., p. 228. 184 Val. Max. Incerti auctoris liber de praenominibus 7; al respecto, véase Salazar Revuelta, M., “La maternidad como privilegio: Regulación jurídica y aceptación social frente a la soltería”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, Valencia 2017, p. 109. 179

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2. EL RAPTO DE LAS SABINAS: LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL AMOR FORZADO En las culturas primitivas el rapto de mujeres y robo de ganado es práctica habitual entre las poblaciones vecinas. Ante la escasez de mujeres en la incipiente ciudad de Roma el rey Rómulo eleva a problema de ‘Estado’ la necesidad de establecer alianzas con las tribus cercanas: “Entonces, por consejo del senado, Rómulo envió una legación a los pueblos circundantes a presentar una petición de alianza y de enlaces matrimoniales con el nuevo pueblo”185.

Para Guerra, el mito explica que Rómulo habiendo fundado una ciudad habitada únicamente por varones186, necesite formalizar el derecho a contraer matrimonio legal con mujeres de otras localidades. Los pueblos circundantes rechazan la iniciativa, por lo que se decide colectivamente entre los romanos organizar unos juegos en honor a Neptuno Ecuestre (Conso)187, e invitar a la fiesta a sabinos y latinos para que traigan a sus mujeres, hijos e hijas. Las sabinas son Liv. 1,9,2. Guerra López, S., “Mito y violencia sexuada en la metamorfosis de Ovidio”, La violencia de género en la Antigüedad, Madrid 2006, p. 170. 187 Ha de tenerse presente la simbología violenta hacia las mujeres del dios griego Poseidón (del que será en Roma el dios Neptuno), y en que medida su culto en el reinado de Rómulo marcará una relación androcéntrica en la cultura romana. Así es interesante adjuntar un relato de Varrón sobre la historia mitológica ateniense (de cuándo fue fundada Atenas y motivo de su nombre, según Varrón); véase, pues, Aug. civ. 18,9: “El motivo del nombre de Atenas, nombre que procede de Minerva, que en griego se llama ‘Aqhna, nos lo explica Varrón así: apareció allí de repente un olivo, y saltó en otro lugar agua; estos prodigios conmovieron al rey, que envió a Apolo de Delfos a preguntar cuál era su significado y qué había de hacer. Respondió aquél que el olivo significaba a Minerva y el agua a Neptuno, y que en manos de los ciudadanos estaba de cuál de los dos dioses, cuyas eran aquellas señales, había de tomar el nombre la ciudad. Recibido este oráculo, Cécrope convocó a votación a todos los ciudadanos de uno y otro sexo (entonces había la costumbre en aquel pueblo de que también las mujeres tomaran parte en las consultas públicas). Y así, convocada la multitud, los hombres dieron el voto a Neptuno, y las mujeres a Minerva, y como había una mujer más, triunfó Minerva. Irritado entonces Neptuno, asoló las tierras de los atenienses con las alborotadas olas del mar; no es, en efecto, difícil a los demonios desencadenar las aguas por doquier. Para aplacar su cólera, dice el mismo Varrón que castigaron los atenienses a las mujeres con tres sanciones: que en adelante no tuvieran voto alguno, que ningún hijo llevara el nombre de la madre y que nadie pudiera llamarlas ateneas. Así, aquella ciudad, madre y nutricia de las artes liberales y de tantos y tan ilustres filósofos, la más esclarecida y noble de toda Grecia, recibió el nombre femenino de Atenas por la victoria de las mujeres en esa farsa de los demonios sobre la discordia de sus dioses, hombre y mujer. Y maltratada la ciudad por el ofendido, se vio forzada a castigar la misma victoria de la vencedora, temiendo más las aguas de Neptuno que las armas de Minerva. Pues la vencedora Minerva fue vencida en aquel castigo de las mujeres; y no fue capaz de ayudar a las que la votaron, de suerte que, perdida para siempre la facultad del sufragio y privados los hijos del nombre materno, al menos se les consintiese ser llamadas ateneas y merecer el nombre de 185 186

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muy apreciadas porque están endurecidas por el trabajo doméstico y por la economía de vida188; característica que los romanos ven como una gran virtud femenina. Rómulo y sus hombres aprovechan el encuentro para raptar y violentar a las sabinas189: “Cuando llegó la hora del espectáculo y estaban concentradas en él las miradas y la atención, se puso en marcha según lo previsto el golpe de fuerza: a una señal dada, los jóvenes romanos se lanzan a raptar a las doncellas. La mayoría de ellas fueron cogidas al azar por el primero que las tuvo a mano; algunas, especialmente hermosas, reservadas a los senadores más importantes, eran llevadas a casa de éstos por los plebeyos a los que se les había encomendado esta misión. … Desbaratado el espectáculo por el pánico, los padres de las doncellas escapan entristecidos, quejándose de la violación de las leyes de la hospitalidad e invocando al dios a cuya fiesta y juegos habían acudido engañados por la apariencia del respaldo de las leyes de la religión y la humanidad. En cuanto a las víctimas del rapto, no abrigan esperanzas más halagüeñas sobre sus personas, ni es menor su indignación”190.

Ovidio describe el rapto, comentando la diversa reacción de dolor de las sabinas, y cómo son arrastradas por la fuerza: “Pues aunque el temor era el mismo para todas, no era en todas un mismo el semblante que ofrecía el temor: una parte de ellas se mesa los cabellos, otra parte permanece en sus asientos sin saber qué hacer; una guarda silencio entristecida, otra llama en vano a su madre; ésta se lamenta, esta otra se queda estupefacta; ésta no se mueve, aquélla escapa. Llevan a rastras a las jóvenes raptadas”191.

la diosa a la que con su voto habían hecho triunfar del dios varón. ¡Qué comentarios tan sabrosos se podrían sacar de aquí si otros puntos no nos acosaran con su urgencia!”. 188 Iuv. 6, 287-289: “Antes la parquedad de sus peculios preservaba la castidad de las mujeres latinas, la pequeñez de las viviendas, el trabajo, la brevedad del sueño, las manos duras y encallecidas por la lana toscana”. Ov. medic. 11-21: “Quizá las antiguas Sabinas […] prefiriesen cuidar de los campos paternos antes que de sí mismas, cuando rubicundas matronas, oprimiendo con su peso una silla alta, hilaban con un pulgar sin reposo […] y ellas mismas encerraban en el establo los corderos, que habían estado pastoreando sus hijas; ellas también alimentaban el fuego, echándole ramaje y madera cortada”. Siglos después se recordará aún el modo de vida austero de los sabinos, Iuv. 10,298-299: “… Aunque una casa (domus) severísima le transmita sus costumbres sagradas, imitando a los viejos sabinos, …”. 189 Liv. 1,9,3-9. Cerrato, D., La cultura dello stupro cit., p. 440, se refiere al rapto de las Sabinas como de un estupro masivo para colonizar; agresión que en categorías actuales sería calificado como crímenes de guerra. 190 Liv. 1,9,10-14. 191 Ov. ars 1,121-130.

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Tal cual describen los autores clásicos las mujeres son una vez más un objeto a conquistar en la lucha masculina; las Sabinas ante lo inevitable, aceptan la tragedia y, sin olvidar la violencia sufrida, tratan de recomponerse192: “Pero Rómulo las iba visitando personalmente y les hacía ver que lo ocurrido se debía al orgullo de sus padres, que habían negado a unos vecinos la celebración de enlaces matrimoniales; que ellas, sin embargo, iban a ser sus esposas, iban a compartir todos sus bienes, su ciudadanía y lo que hay más querido para el género humano: los hijos; que depusiesen ya su enfado y entregasen sus sentimientos a quienes el azar había entregado sus cuerpos; que, a menudo, de sentirse ofendido se pasa al afecto; que van a tener unos maridos tanto mejores cuanto que cada uno de ellos pondrá empeño no sólo en cumplir los deberes específicos suyos, sino en llenar la nostalgia por la falta de padres y de patria. A estas palabras se añadían las caricias de sus maridos, que disculpaban el rapto atribuyéndolo al deseo y al amor, excusas éstas de la mayor eficacia ante la manera de ser de la mujer”193.

Entre las mujeres raptadas, destaca la figura de Hersilia. Parece ser, según cuentan las fuentes, que es mujer casada; respecto a su nueva vida familiar con los romanos tras el rapto, los autores clásicos dan versiones diferentes. Lo que si queda claro es que lidera a las sabinas raptadas: “… la hija de Hersilio, de raza sabina, que fue la que guió a las mujeres de su mismo pueblo en embajada ante sus padres a favor de sus esposos, cuando los sabinos combatían contra los romanos; y parece que fue la principal artífice de la alianza pactada entre los generales”194.

Concluye Picklesimer que “los analistas romanos crean una serie de figuras femeninas, sobresalientes por su valentía, que hemos dado en llamar ‘mujeres bisagra”; y esta denominación se explica porque su papel es exclusivamente permitir el paso entre dos etapas de la Historia de Roma (generalmente pasando de un momento de peligro a otro de seguridad), sin más historia personal que la de actuar en ese momento concreto. En este sentido, Hersilia aparece como la primera ‘mujer bisagra’ de la Historia de Roma195: Cerrato, D., La cultura dello stupro cit., p. 442. Liv. 1,9,14-16. 194 Dion. Hal. ant. 3,1,2-3. 195 Picklesimer Pardo, M.L., “Hersilia”, En Grecia y Roma III: mujeres reales y ficticias, Granada 2009, p. 360. Dion. Hal. ant. 2,45: “Las mujeres de los romanos, que eran de origen sabino, …, se reunieron en un lugar alejado de los hombres, y tras debatirlo decidieron ellas iniciar conversaciones para la consecución de la paz entre ambos pueblos. La idea fue de Hersilia, de una ilustre familia sabina. Algunos sostienen que estaba casada cuando fue raptada con las otras muchachas vírgenes, pero escritores de más solvencia sostienen que se quedó voluntariamente con su única hija al ser raptada. Las mujeres fueron al Senado y fueron recibidas en audiencia exponiendo largas súplicas, … vestidas de luto, algunas llevando a sus hijos pequeños … Hersilia, hizo un extenso 192 193

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“Los enemigos se dispersaron al primer choque, a los primeros gritos; su ciudad fue tomada. Hersilia, la esposa de Rómulo, agobiada por los ruegos de las raptadas, le pide, cuando está eufórico por la doble victoria, que perdone a los padres de aquéllas y les conceda la ciudadanía: de ese modo se consolidara la situación, con la reconciliación”196.

Las sabinas, prototipo de mujeres castas, apaciguan a sus padres y hermanos, para acabar con el conflicto bélico romano-sabino197: “… como las sabinas, puestas en medio, unieron a yernos con suegros”198. “Entonces, las mujeres sabinas, por cuyo agravio se había originado la guerra, sueltos los cabellos y rasgadas las vestiduras, sobreponiéndose ante la desgracia al encogimiento propio de la mujer, se atrevieron a lanzarse en medio de una nube de flechas, irrumpiendo de través, para separar a los contendientes y poner fin a su furor; alternativamente, suplicaban a sus padres y a sus maridos que no cometiesen la impiedad de mancharse con la sangre de un suegro o de un yerno, que no mancillasen con un parricidio
el fruto de sus entrañas, sus nietos unos, otros sus hijos: ‘Si estáis pesarosos del parentesco que os une, si lo estáis de estos matrimonios, tornad vuestra ira contra nosotras; nosotras somos la causa de la guerra, de las heridas y muertes de nuestros maridos y nuestros padres; mejor perecer que vivir sin unos u otros de vosotros, viudas o huérfanas’. El gesto emociona a soldados y jefes. Se hace un silencio y una quietud súbita; después, los jefes se adelantan a estipular una alianza. No sólo establecen la paz, sino que integran los dos pueblos en uno solo. Forman un reino común, la base del poder para todos ellos la trasladan a Roma, que se vio así duplicada, y para hacer también alguna concesión a los sabinos, tomaron todos el nombre de «quirites», por Cures”199.

De este episodio se extrae otra lectura en paralelo, que marcará el carácter de su sociedad por siglos. Los romanos son conscientes de que necesitan unirse a otros pueblos para garantizarse un futuro; y con el tiempo también a otras clases sociales, o con emigrantes. Las mujeres, siendo objeto de botín, y conmovedor ruego pidiendo que firmaran la paz y subrayó que por causa de ellas estalló la guerra”. Cass. Dio 1,5: “Hersilia y las demás mujeres de su raza, viéndolos un día colocados en orden de batalla, bajaron corriendo del Palatino con sus hijos (pues ya habían nacido algunas), y habiendo irrumpido en el espacio entre los dos ejércitos, dijeron e hicieron muchas cosas dignas de piedad. ‘Por qué hacéis esto, padres? ¿por qué hacéis esto, esposos?’, ¿hasta cuando vais a luchar?, ¿Hasta cuando vais a odiaros los unos a los otros’ Reconciliaros con los yernos, reconciliaron con los suegros. Por Pan, tened compasión de los hijos; por Quirino, tened compasión de los nietos”. 196 Liv. 1,11,2. 197 Juv. 6,164-165: “… más intacta que aquellas sabinas que con sus cabellos sueltos impidieron una guerra”. 198 Lucan. 1,117-119. 199 Liv. 1,13,1-5.

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son irremediablemente el referente que entreteje la coexistencia interna del grupo familiar; y en el caso de las sabinas, el suceso provoca un movimiento migratorio hacia la nueva ciudad. Incluso en esta Roma arcaica se construye un asilo para acoger a toda la población flotante200: “También hubo abundante migración de esta ciudad hacia Roma, sobre todo por parte de los padres y allegados de las que habían sido raptadas”201.

De ahí que tradicionalmente la política matrimonial romana no sea endogámica sino exogámica202, buscando siempre uniones con ciudadanos pertenecientes a otro grupo gentilicio; salvo más tarde en el tiempo, situaciones concretas de intereses económicos203, y también cuando siglos más tarde, en el s. I a.C. Augusto haga intentos infructuosos de crear un grupo aristocrático cerrado204. Los romanos toman como referente este episodio del rapto de las sabinas para sentar las bases del matrimonio civil, añadiendo la affectio maritalis, o libre consentimiento de los cónyuges para asumir el contrato matrimonial, y el honor matrimonii; éste implica el mutuo deber de los esposos de seguir un determinado comportamiento de respeto hacia el otro miembro de la pareja: “La alegre paz que inmediatamente sucedió a una guerra tan deplorable torna a las sabinas más queridas para sus maridos y padres, y mas que para nadie para el mismo Rómulo”205. Plut. Rom. 9,2-3: “Era, además, necesario, ya que se les habían unido numerosos criados y prófugos, o que se les licenciara, con lo que éstos se dispersarían por todas partes, o vivir aparte con ellos. Y que, por cierto, los habitantes de Alba no consideraban honroso que los prófugos se fundieran con ellos, ni acogerlos como ciudadanos, lo demostró primero la acción relativa a las mujeres, que no se emprendió por violencia, sino por necesidad, debido a la imposibilidad de unas bodas voluntarias, pues las respetaron sobremanera después de raptarlas. Y, luego, cuando la ciudad recibió su primer asentamiento, construyendo un templo, refugio para los fugitivos, al que llamaron del Dios Asilo. Y, los acogían a todos sin entregar el esclavo a sus señores, el pobre a sus acreedores, ni el asesino a los magistrados, sino proclamando que a cualquiera le aseguraban el asilo, de acuerdo con un oráculo emitido en Pitón; en consecuencia, la ciudad rápidamente se llenó, mientras que los primeros hogares dicen que no fueron más de mil”. 201 Liv. 1,11,4. 202 Astolfi, R., “La esogamia della familia arcaica”, Index 27 (1999) p. 32, sostiene que la exogamia no encuentra su fundamento en la estructura de la familia romana (patriarcal y agnaticia), pero sí tiene en ella su límite; por tanto, según este autor, la familia romana practica la exogamia en tanto no lesiona sus intereses, que son esencialmente aquellos destinados a la conservación de la identidad del grupo. 203 Plut. Qu. R. 6, tal y como se referirá al tratar la República refiere un cambio de práctica social y de una legislación más permisiva respecto a los matrimonios consanguíneos. 204 Sobre el matrimonio romano exogámico, véase Hin,S., “Taking a Wider View: GrecoRoman Families and Political Demography Theory”, Families in the greco-roman world, London-New York 2013, pp. 34-35. 205 Liv. 1,13,6. 200

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Así, por ejemplo, de los privilegios que recibieron aquellas sabinas raptadas, parece aún eximirse a las esposas de las tareas más molestas de la casa, como la cocina o la limpieza, que será realizada por esclavas –a quienes la domina supervisará diariamente–: “¿Por qué antiguamente no permitían a sus esposas ni moler grano ni cocinar?, ¿Acaso para recordar los tratados que hicieron con los sabinos? Pues cuando raptaron a sus hijas, tras pelearse con ellas suscribieron, entre otros acuerdos, que ninguna mujer molería trigo ni cocinaría para un hombre romano”206.

Sin embargo el hilado permanece como actividad doméstica que las ennoblece, hasta tal punto que en siglos venideros una de las alabanzas que recibirán las matronas será la de lanificae: “Pues, cuando los sabinos pusieron fin a su guerra con los romanos, se tomaron acuerdos en relación con las mujeres para que, en ningún otro trabajo, ayudaran a los hombres sino en los del hilado”207.

El rapto de las sabinas es tan trascendental a nivel político, como lo es también para la condición socio-jurídica de las mujeres, que quedarán atrapadas en el formato normalizado de matrimonios forzados. Muchos son los símbolos y gestos que permanecen de aquella tragedia violenta, tal y como los mismos clásicos subrayan, y que aparecen desgranados a través de los diversos capítulos de esta monografía; he aquí alguno de ellos: “¿Por qué apartan el cabello de la novia con la punta de la espada? ¿Es acaso esto un símbolo de que las primeras mujeres se casaron por la fuerza? ¿O de que las mujeres, después de una guerra o al convivir con hombres belicosos y guerreros, aprenden a aceptar un modo de embellecerse sencillo, poco femenino y sin afectación?”208. “¿Por qué razón no es costumbre que las doncellas se casen en las fiestas públicas y si, en cambio, las viudas?, ¿Acaso, como ha dicho Varrón, porque las jóvenes están tristes cuando se casan, mientras que las mujeres se alegran, y en período festivo no se debería hacer nada ni con tristeza ni por necesidad?, ¿O porque es decoroso que en las bodas de las doncellas estén no pocos presentes y en las de las viudas es vergonzoso que haya muchos? Pues el primer matrimonio es deseable pero el segundo detestable. De hecho, se avergüenzan si en vida de los primeros maridos, toman otros, y están apenadas si el primero ha muerto. De aquí que disfruten más con paz que con tumultos y procesiones, y como las fiestas atraen a muchos, no les queda tiempo para tales asuntos. ¿O porque cuando raptaron Plut. Qu.R. 85. Plut. Rom.15,5. 208 Plut. Qu.R. 87. 206 207

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a las hijas doncellas de los sabinos en una fiesta, entraron en guerra y evitaron, como señal de mal augurio, que las doncellas se casaran en días festivos?” 209.

Otro de esos símbolos, que conecta con el momento del rapto de las sabinas, es la ‘costumbre’, por la que el novio cruza el umbral de su nuevo hogar llevando en brazos a su flamante esposa; y que creo todos reconoceremos como usual en películas, en esa idealización prefabricada que en ocasiones se hace del amor ‘romántico’ de pareja: “¿Por qué no permiten a la mujer recién casada que traspase por sí misma el umbral de su casa, sino que quienes la acompañan la pasan en brazos? ¿Acaso porque raptaron a sus primeras mujeres y las introdujeron así, pues no querían entrar por sí mismas?, ¿O quieren aparentar que entran forzadas y no por voluntad propia allí donde van a perder su virginidad?, ¿O es un símbolo de que no puede abandonar la casa por si misma a no ser que sea obligada como también obligada entró? Pues también entre nosotros en Beocia queman el eje de su carro ante la puerta, en señal de que la novia debe permanecer, pues lo que la habría de sacar había sido destruido”210.

Termino este epígrafe recordando una vez más que en los manuales de Derecho romano el rapto de las sabinas se refiere como un hito en la historia del pueblo de Roma. No obstante, los mismos romanos fueron conscientes de lo indigno de su acción; y por ello reaccionan violentamente contra los celtas cuando éstos les piden una alianza política. Los celtas pretendían emular a los romanos en “la gesta del secuestro de mujeres”, pero estos no sólo no acceden a sus pretensiones, sino que los derrotan con un ataque sorpresa con la fuerza de las armas211. Plut. Qu.R. 105. Plut. Qu.R. 29 D. 211 Plut. Rom. 29,4-7: “Cuando los celtas, dueños de Roma, fueron expulsados por Camilo y la ciudad, a causa de su debilitamiento, todavía no fácilmente se iba recobrando, organizaron una expedición contra ella muchos de los pueblos latinos, teniendo como caudillo a Livio Postumio. Éste asentó su ejército no lejos de Roma y mandó un heraldo para informar que los latinos, perdidas ya las antiguas relaciones y lazos de parentesco, pretendían reavivarlos, mediante la fusión por segunda vez de sus pueblos, con nuevos matrimonios. Por tanto, que si les enviaban bastantes vírgenes y las mujeres sin marido, habría paz y amistad para ellos, en iguales condiciones a como sucedió antes con los sabinos. Cuando oyeron esto los romanos tenían miedo de la guerra, pero consideraban que la entrega de las mujeres en absoluto era mejor que el cautiverio por la guerra. Se encontraban en estas dudas cuando una criada, llamada Filótide, según dicen algunos Tútola, les aconsejó no hacer ni lo uno ni lo otro, sino, recurriendo a un engaño, librarse a la vez de la guerra y del envío de rehenes. Consistió el engaño en que ella, Filótide, y con ella otras criadas, vestidas elegantemente, como si fueran libres, salieran hacia el campamento de los enemigos; luego, de noche, Filótide levantó una antorcha, y los romanos atacaron con sus armas y sorprendieron dormidos a los enemigos”. 209 210

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3.  LAS VESTALES: LA EXALTACIÓN DE LA CASTIDAD Romulo crea este sacerdocio para el culto de Vesta, y el rey Numa Pompilio lo consolida212. La diosa de la castidad es protectora de la casa y de la concordia, así como del hogar público213; esto es, la patria, en el templo que donde se mantiene el fuego sagrado214. Es, por tanto, el fuego eterno en el que los romanos creen que está la garantía de su propia continuidad215 y poder216: “Según algunos, ninguna otra cosa era custodiada por las vírgenes sagradas aparte de aquel fuego que no se extingue; mas otros aseguran que había ciertas reliquias secretas invisibles para los demás, sobre las que en la Vida de Camilo” está ya escrito todo lo que es lícito inquirir y revelar”217.

Cuando el Monarca (más tarde en la República será el Pontífice Máximo) selecciona a una muchacha para convertirla en vestal se la rapta (captio), y queda en suspenso todo derecho familiar sobre ella218: “Quienes han escrito sobre el ritual de arrebatar a la vestal (entre ellos destaca el testimonio de Antistio Labeón), aseguran que no ha de tener menos de seis años ni más de diez; que no ha de ser huérfana de padre o madre; que no ha de padecer sordera, ni ha de estar marcada por alguna otra tara físi-

Guerra Gómez, M., El sacerdocio femenino cit., p. 254, apunta a que es Rómulo quien crea este sacerdocio femenino. Al respecto, véase Dion. Hal. ant. 2,65,2-4, donde se explica que Rómulo trae el culto, pero los ritos y requisitos los conforma el rey Numa. 213 Montalbán Carmona, J.A., “Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma”, Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia (2016) p. 66, destaca la importancia del templo de Vesta como lugar oficial del pueblo romano, equivalente al Hogar, pero de todos y cada uno de los romanos; y sus sacerdotisas son las representantes de la conexión entre la vida religiosa del hogar y de la comunidad. 214 Liv. 1,20,3: “Eligió también doncellas para el culto de Vesta, sacerdocio de origen albano (Alba Longa) y que tenia algo que ver con la familia del fundador de Roma. Para que se dedicasen exclusivamente al servicio del templo, les fijó una paga con cargo al Estado; mediante el voto de virginidad y otras prácticas rituales, las hizo venerables e inviolables”. Un análisis amplio y exhaustivo de esta institución se encuentra en Montalbán Carmona, J.A., “Castidad o castigo. El estupro de las Vestales como símbolo de desorden social en Roma”, Panta Rei: Revista de ciencia y didáctica de la historia 6 (2016) pp. 63-86. 215 Dion. Hal. ant. 2,67,5: “Parece que existen otras muchas indicaciones sobre la sacerdotisa que no realiza su servicio de forma pura, principalmente la extinción del fuego que los romanos consideraban por encima de toda desgracia, tomándolo, fuese por la causa que fuese, como señal de destrucción de la ciudad; y con muchos ritos expiatorios lo traen de nuevo al templo”. 216 Iriarte, A., “Los misterios de Ceres y las vírgenes vestales”, Dossiers feministes 2 (1999) p. 58. 217 Plut. Lic-Num. 9,15. 218 Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I (introducción, trad., notas), León 2006, p. 113, n. 74. 212

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ca; que ni la joven ni su padre sean personas emancipadas, aunque ella esté bajo la potestad del abuelo en vida del padre”219.

Es curioso como de nuevo se recurre al simbolismo violento del rapto220. La muchacha que va a ser vestal, al igual que una novia, es figuradamente arrebatada por una autoridad masculina: en el caso de la futura vestal por el Pontífice, y en el caso de la nupta por el pater de la nueva familia; la primera con funciones públicas, y la segunda en el ámbito domestico, pero ambas (vestal y uxor) tendrán una maiestas, y una castidad que guardar. La leyenda del rapto de las sabinas pende sobre la ceremonia de ingreso en este sacerdocio, tal y como Aulo Gelio expresa: “Una vez arrebatada, conducida al atrio de Vesta y entregada a los pontífices, la virgen vestal en ese mismo instante quedaba libre de la potestad de su padre, sin sufrir emancipación ni pérdida de sus derechos, y adquiría el derecho de testar. No conservamos testimonios escritos de autores antiguos sobre la costumbre y ritual observado en el rapto de la vestal, salvo que la primera muchacha arrebatada lo fue por el rey Numa. … Parece que el término ‘arrebatar’ tiene su origen en que la muchacha es cogida por la mano del Pontífice máximo, y como si fuera botín de guerra, separada del padre bajo cuya potestad está. …”221.

En tanto cargo público son jurídicamente inviolables, reciben un sueldo del Poder público, y su consideración social es máxima222; hasta el punto de que se cuenta que la vestal Gaya Taracia tiene una estatua suya colocada en un lugar público como honor concedido por la autoridad pública 223. Es un cargo colegiado224.

Gell. 1,12,1-4. Gell. 1,12,19: “A la joven arrebatada por el Pontífice Máximo se le llama Amata, porque tal parece haber sido el nombre de la primera que fue arrebatada”; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I (introducción, trad., notas), León 2006, p. 116. 221 Gell. 1,12,9-13. 222 Al respecto, véase Pociña Pérez, A., “Las vestales ante los poderes públicos romanos”, Revista internacional de culturas y literaturas 1 (2014) pp. 191-204. 223 Plin. nat. 34,25: “Hemos encontrado también que se propuso un decreto para erigir una estatua a la virgen vestal llamada Gaya Taracia o Fufecia, ‘para ser colocada donde quisiera’, comentando que se trataba de una enorme distinción que se decretase la erección de una estatua en honor de una mujer … porque donó gratuitamente al pueblo el campo aledaño al Tiber”. 224 Plut. Lic.-Num. 10,1: “Pues bien, primeramente, dicen que por Numa fueron consagradas Gerania y Verenia, y en segundo lugar, Canuleya y Tarpeya; más tarde, Servio añadió otras dos a ese número, y ya se ha respetado hasta nuestros días tal cifra”. Dion. Hal. ant. 2,67,1: “Las vírgenes servidoras de la diosa eran cuatro al principio, elegidas por los reyes según las normas que estableció Numa, pero más tarde, a causa de la cantidad de ceremonias que debían realizar, fueron seis, que son las que permanecen hasta nuestros días. Viven en el templo de la diosa, donde durante el día a nadie que quiera se le impide entrar, pero durante la noche la ley no permite pernoctar a ningún varón”. 219 220

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Las vestales quedan exentas de la tutela a la que se someten el resto225, y tienen ius testamenti factio activa, en una época que para el resto de las mujeres parece impensable226: “Como dice Labeón, que nadie puede heredar de ella sin testamento, ni ella de alguien que tampoco haya hecho testamento”227. “… sale de la potestad de su padre, y adquiere la capacidad de hacer testamento”228.

También gozan de todo tipo de privilegios, incluso el derecho a testificar en juicio229. Además disponen del derecho a desplazarse por la calle en carruaje de dos ruedas e ir precedida de lictores; algo que es reservado para determinados hombres como honor por su alta dignidad230: “Las compensó, sin embargo, con importantes honores, entre los que se incluye la facultad de hacer testamento en vida del padre y la gestión de los demás asuntos, pudiendo tramitarlos sin necesidad de representante, como las mujeres de tres hijos. En las salidas se acompañan de lictores. Y si, por azar, se encuentran con un condenado al que llevan a la muerte, no es ajusticiado. Pero debe jurar la virgen que el encuentro ha sido involuntario y fortuito, no intencionado. El que se mete debajo de su litera cuando se las transporta, es reo de muerte” 231.

225 Sacchi, O., “La ‘virgo’ del Quirinale
e la tutela mulierum. Ipotesi ricostruttive”, Ius antiquum 15 (2005) pp. 18-43 sostiene que en época previa a la ley decenviral existe más bien una forma de tutela ejercida colectivamente, de modo que los agnados (o los gentiles), sucesores del de cuius, pueden eventualmente subentrar en la potestas del paterfamilias difunto. El autor señala que es una potestad colectiva conforme al mecanismo de la solidaridad, con la posibilidad de cada uno de dichos familiares de interponer el ius prohibendi ante una actuación indebida del otro consorte. 226 Peppe, L., Posizione giuridica e ruolo sociale della donna cit., p. 62., apunta que ab antiquo las romanas en general podrían tener capacidad de testar siempre y cuando estuviesen emancipadas; y para ello formula el supuesto en el que un padre toma esta decisión ante la previsión de rapacidad de los hermanos que una vez muerto el progenitor ejercerían abusivamente la tutela agnaticia. De este modo, el padre emancipa y da una parte de su patrimonio a la hija que quedaría sujeta a la tutela testamentaria, quien en principio no debería de estar interesado en la sucesión hereditaria de la mujer: en este contexto la mujer podría disponer por testamento. 227 Gell. 1,12,pr. 228 Gell. 1,12,9. 229 Gell. 7,7,2. 230 Sobre la amplitud de derechos y privilegios de las vestales, véase Montalbán Carmona, J.A., Castidad o castigo cit., pp. 69-70. 231 Plut. Lic.-Num. 10,5-6.

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Dichos privilegios compensan sobradamente a las Vestales de la renuncia a la maternidad y al matrimonio, según el escritor Dionisio de Halicarnaso232. Ahora bien, pese a ello no tienen voz pública, y al igual que las demás mujeres han de estar mudas en el contexto socio-político. Horacio, siglos después, refiere que en solemnidades la Virgo Maxima, decana de las Vestales, sube al templo de Júpiter Capitolino acompañado del Pontífice Máximo, en una actitud muy femeninamente muda: “Sin cesar creceré renovado por la celebridad que me espera, mientras al Capitolio suba el pontífice con la callada virgen”233.

Algunos autores clásicos ven en las vestales, como mujeres atípicas que son, al ser negadas para la maternidad, la demostración de lo improductivo y estéril de la virginidad: “(El sumo Pontífice) Era también celador de las vírgenes sagradas a las que llaman Vestales. Por cierto que a Numa atribuye, igualmente, la consagración de las vírgenes vestales y, en general, el culto y veneración relativo al fuego inmortal que atienden éstas, ya sea porque quería encomendar la esencia pura e indestructible del fuego a cuerpos sin contaminación ni mácula, o por asociar lo improductivo y estéril con la virginidad”234.

No obstante lo anterior, creo más exacta la opinión que estima que las vestales se constituyen en ideal de castidad en el que la mujeres romanas deben reflejarse, y también por las consecuencias que conlleva la transgresión de su virginidad235. La castidad se expresa en su pudor, que según algunos autores sólo implica moderación236; la incontinencia sexual es castigada con la pena de muerte, concretamente enterrada viva, en un ritual presidido por el Pontífice máximo: se la despoja de las insignias sacerdotales, se la cubre con un velo, se la transporta en una litera cubierta y atada con correas. Se la lleva al campo de los vicios (campus sceleratus), dentro de la ciudad, y allí se la introduce en un hoyo

232 Dion. Hal. ant. 2,67,3: “Muchos y espléndidos honores se les ofrecen por parte de la ciudad, por lo que no añoran ni hijos ni matrimonio. …”. 233 Hor. carm. 3,30,8. Moralejo, J.L., Horacio, Odas, canto secular, epodos (introducción, trad. y notas), Madrid 2007, p. 434, n. 1360, comenta que Horacio en este verso exclama que la duración de su fama póstuma como poeta será pareja a la de la propia Roma. 234 Plut. Lic.-Num. 9,9-10. 235 Martínez López, C., “Virginidad-Fecundidad: En torno al suplicio de las vestales”, Studia historica. Historia antigua 6 (1988) pp. 137-138. 236 Rodríguez Ortiz, V., Historia de la violación. Su regulación jurídica hasta fines de la Edad Media, Madrid 1997, p. 37, siguiendo a Beard, M., “The sexual status of Vestal virgins”, JRS 70 (1980) pp. 12-27, señala que la continencia es una moderación en su conducta y aspecto, y fieles a un solo hombre.

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con una lámpara, aceite, leche, pan y agua; finalmente se clausura el espacio dejándolo hermético237: “… En cambio, la que mancilla su virginidad es enterrada viva, junto a la puerta que se llama Colina, que significa ‘montículo’ en el idioma de los latinos. Allí se prepara una habitación subterránea de escasas dimensiones, con una bajada desde arriba. Dentro de ella se encuentra una cama vestida, una antorcha ardiendo, y unos pocos alimentos de los que son indispensables para la vida, a saber: pan, agua en un cántaro, leche y aceite; como si tuvieran por sacrílego que muera de hambre una persona consagrada a los más importantes ministerios. Tras introducir en una litera a la condenada, cubriéndola desde fuera y cerrándola totalmente con correas, de modo que no se pueda oír ninguna voz, la transportan a través de la plaza. Todos se apartan en silencio y la acompañan calladamente, llenos de impresionante tristeza. No existe otro espectáculo más sobrecogedor, ni la ciudad vive ningún día más triste que aquél. Cuando llega la litera hasta el lugar, los asistentes desatan las correas y el sacerdote oficiante, después de hacer ciertas inefables imprecaciones, la coloca sobre una escalera que conduce hacia la morada de abajo. Entonces, se retira él junto con los demás sacerdotes. Y, una vez que aquélla ha descendido, se destruye la escalera y se cubre la habitación echándose por encima abundante tierra, hasta que queda el lugar a ras con el resto del montículo. Así son castigadas las que pierden la sagrada virginidad”238.

Algunas prefieren suicidarse antes que sufrir ese tormento tan solemne, lúgubre, vergonzante y duro; realmente que mujeres con tanto prestigio público sean condenadas a una muerte por inanición, revela lo vergonzante de la pena, pues quedan equiparadas a las mujeres comunes y anónimas239. Ahora bien el castigo ante faltas menores se dulcifica: 237 Núñez Paz, M.I., Silencio femenino cit., p. 54, incide en la forma del castigo a las vestales infieles a sus votos, quienes eran canceladas del mundo y la ejecución de Estado de la sacrílega se efectuaba sin ruido; en medio del silencio y de la oscuridad. Fraschetti, A., “La sepoltura delle vestali e la città”, Du châtiment dans la cité. Supplices corporels et peine de mort dans le monde Antique, Roma 1984, pp. 97-128, analiza este castigo teniendo muy presente la gravedad de los hechos, pues la vestal ha roto la paz de los dioses, y provocado su ira; de ahí su consideración de prodigio (en tanto suceso extraño que excede los límites regulares de la naturaleza). 238 Plut. Lic.-Num. 10,7-13. Al respecto, también Plut. Qu.R. 96. Dion. Hal. ant. 2,67,3-4: “… pero a las que se han dejado seducir las envían a la muerte más vergonzosa y lamentable. Las conducen aún vivas en procesión sobre unas andas como en los funerales fijados para los muertos, mientras sus amigos y parientes en cortejo lanzan lamentos por ellas, las llevan hasta la puerta Colina y dentro de una muralla, en un lugar cerrado preparado bajo tierra, las colocan con adornos funerarios, pero no reciben monumento, ni ceremonias fúnebres, ni ningún otro rito”. 239 Cantarella, E., Los suplicios capitales en Grecia y Roma: orígenes y funciones de la pena de muerte en la Antigüedad, Madrid 2015, pp. 128-129; 131, refiere que la opción de hacer morir de inanición es una forma que copia a la de las mujeres comunes, de ejecución discreta y doméstica, silenciosa e invisible.

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“El castigo que sufren las vírgenes (vestales) por las demás faltas, son azotes; castigo que aplica el sumo pontífice
a la pecadora, a veces desnuda, con sólo un velo por encima y a oscuras. …” 240.

El servicio sacerdotal dura treinta años, excesivos si se tiene en cuenta la existencia media de una mujer romana, que a duras penas llegará a vivir hasta los cuarenta años. Una vez licenciadas, en torno a los treinta y cinco, y cuarenta años de edad, incorporadas a la vida de una romana normal, difícilmente llegarán a tiempo a la maternidad. En algún caso sucede que, por los azares de la vida y por la biología, las Vestales llegan a casarse y a engendrar hijos; pero los escritores advierten que este matrimonio las hará infelices, a la vista de los casos conocidos241: “Se fijó por el rey, para las vírgenes sagradas, un período de castidad de treinta años, en el que, durante la primera década, aprenden los ritos que hay que celebrar; en la intermedia, ofician lo que han aprendido, y en la tercera, enseñan ellas mismas a otras. Luego, después de ese período, se deja libre a la que lo desee, para casarse y orientarse hacia otra vida diferente, renunciando al ministerio sagrado. Pero dicen que no son muchas las que se acogen a esa dispensa, ni les ruedan bien las cosas a las que se acogen a ella, sino que, sumidas el resto de su vida en el arrepentimiento y la vergüenza, ponen a las otras en tal punto de superstición, que hasta su vejez y muerte viven en la perseverancia y castidad”242.

240 Plut. Lic.-Num. 10,7. Dion. Hal. ant. 2,67,3: “Están fijadas grandes penas para las que cometen faltas, que los Pontífices investigan y castigan según la ley: a las que han cometido faltas pequeñas las azotan con varas, …”. 241 Dion. Hal. ant. 2,67,2: “Es necesario que ellas permanezcan sin casar durante treinta años, siendo sacerdotisas y realizando los restantes ritos según la ley. En los primeros diez años deben aprender, durante otros diez llevar a cabo las ceremonias religiosas, y los restantes diez enseñar a las otras. Una vez pasados los treinta años nada impedía que las que quisieran se casaran, tras dejar sus cintas y las restantes insignias del sacerdocio. Y no pocas lo hicieron, pero el final de sus vidas les resultó poco envidiable y muy infeliz. De modo que las demás, tomando como un presagio las desgracias de aquéllas, permanecieron vírgenes en el templo hasta su muerte, y entonces se nombraba de nuevo otra por los pontífices para completar el número”. 242 Plut. Lic.-Num. 10,2-4.

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4.  LA CODICIA FEMENINA: HASTA LA TRAICIÓN A LA PATRIA En la cultura clásica los mitos se crean a partir de mujeres libertinas, o en el modelo opuesto, mujeres púdicas representadas en dos versiones243: ya mujeres austeras y fieles, dedicadas a su familia; ya mujeres dotadas de un heroísmo que, a veces, supera al masculino, arriesgándose hasta la muerte por defender la República o a sus seres queridos. En la leyenda de Tarpeya nos encontramos a una mujer, que evidentemente da un paso al frente en un suceso bélico, y que finalmente Roma obtiene la victoria; entremedias hay muchas interpretaciones y puntos suspensivos de una historia en la que curiosamente ni los mismos historiadores romanos se pusieron de acuerdo. Pero como ocurre con el género femenino, desde la noche de los tiempos hay una sospecha en su conducta casi viril, y una nueva etiqueta se incluye entre el imaginario misógino: ‘la mujer codiciosa’, que pone en peligro sus buenas costumbres por el lujo y el adorno. La leyenda se sitúa en un momento procesal inmediatamente posterior al suceso del rapto de las sabinas. El pueblo sabino, al mando del rey Tito Tacio, ataca Roma, y aquí la historia de Tarpeya parece deformarse para la posteridad. El historiador Tito Livio cuenta que una vestal llamada Tarpeya, hija de Espurio Tarpeyo, prendada por el oro que portaban en sus brazaletes los guerreros y el rey sabino, decide traicionar a su patria a cambio de obtener tan codiciado botín. Su padre es gobernador de la ciudadela de la colina Capitolina, y ella toma las llaves con las que abrir las puertas de la muralla. Tarpeya no recibe como pago las joyas prometidas, sino que muere aplastada por el peso de los escudos, y arrojada al vacío desde la roca que aún hoy lleva su nombre244: “La última guerra surgió del lado sabina y fue, con mucho, la de mayor envergadura, pues en nada se dejaron arrastrar por la ira o el apasionamiento ni dejaron traslucir las hostilidades antes de romperlas. Al frío cálculo unieran, además la astucia. Espurio Tarpeyo estaba al frente de la ciudadela de Roma. Su hija, una vestal, es sobornada por el oro de Tacio para que deje entrar en la ciudadela a unos hombres armados –ella había salido casualmente fuera de las murallas a buscar agua para las ceremonias del culto–. Cuando entraron, la hicieron morir aplastándola con sus armas, bien para dar la impresión de que la ciudadela había sido tomada por la fuerza, o bien para dejar sentado el precedente de que los traidores en ningún caso podrían confiar en los compromisos. La leyenda añade que los sabinos lleva Gónzalez Fernández, J., “Retratos femeninos y literatura en Roma”, Mitos femeninos de la cultura clásica, Oviedo 2003, pp. 285-286. 244 Al respecto, véase David, J-M., “Du comitium à la roche tarpéienne… Sur certains rituels d’exécution capitale sous la République, les règnes d’Auguste et de Tibère”, Du châtiment dans la cité. Supplices corporels et peine de mort dans le monde Antique, Roma 1984, pp. 131-176. 243

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ban, ordinariamente, brazaletes de oro de gran peso en el brazo izquierdo y anillos de gran belleza con joyas engastadas, y que habían apalabrado con ella «lo que llevaban en la mano izquierda»: por eso echaron sobre ella los escudos, en vez de darle las alhajas de oro. Hay quien dice que ella, basándose en el acuerdo de entregar lo que había en la mano izquierda, pidió expresamente las armas y, al sospechar que les tendía una trampa, la hicieron morir con su propia recompensa. El caso fue que los sabinos se hicieron con la ciudadela; …”245.

A partir de entonces desde ese promontorio los romanos arrojan en la Antigüedad a los traidores, y a los recién nacidos con taras físicas o psíquicas. Este relato parece impecable, pero es puesto en entredicho ya en época romana por otros escritores, alegando, por ejemplo, que no se trate de una traición246, sino de un acto heroico de Tarpeya, y que en la misma roca tuvo una tumba247. Liv. 1,11,5-9. Dio. Hal. 2,38,2-5: “Mientras los sabinos recorrían la base del Capitolino para averiguar si se encontraba algún lugar de la colina que pudiera ser tomado por sorpresa o fuerza, una muchacha los observaba desde arriba, hija de un hombre ilustre al que correspondía la vigilancia de la plaza; su nombre era Tarpeya. Y a ella, según cuentan Fabio y Cincio, le entró deseo de los brazaletes que llevaban en su brazo izquierdo y de sus anillos. Los sabinos entonces iban cubiertos de oro y no eran menos ostentosos que los tirrenos. Pero según narra Lucio Pisón, el que fue censor, fue por deseo de realizar una noble acción: entregar los enemigos desnudos de sus armas defensivas a sus conciudadanos. Cuál de estas dos versiones es más cierta es posible imaginarlo por los hechos posteriores. Así que envió a una de sus jóvenes sirvientas a través de un postigo, que nadie sabia que estuviera abierto, y pidió al rey sabino que viniera sin compañía para hablar con ella, como si tuviera que tratar con él de un asunto grave e importante. Tacio aceptó el mensaje con esperanza de una traición y marchó hacia el lugar fijado; la muchacha se acercó a una distancia conveniente y le comunicó que su padre había salido de la fortaleza durante la noche por un asunto urgente, que ella guardaba las llaves de las puertas y les entregaría la plaza si llegaban por la noche, recibiendo como pago de su traición los adornos que todos los sabinos tenían en su brazo izquierdo. Tacio estuvo de acuerdo; ella recibió promesa con juramentos y asimismo la dio de no traicionar el pacto. Fijó el lugar más seguro para que acudiesen los sabinos y la hora de la noche menos vigilada, luego se retiró sin ser vista por los de dentro”. 247 Dionisio Hal. Hist. 2,39,1-3: “Hasta este punto todos los escritores romanos coinciden, pero no se ponen de acuerdo en lo que viene a continuación. Pisón, el censor, al que mencioné antes, dice que un mensajero fue enviado por Tarpeya fuera del lugar por la noche para revelar a Rómulo los pactos hechos por la muchacha con los sabinos, que ella iba a exigirles sus armas defensivas engañándolos gracias a la ambigüedad del pacto, y para pedir que enviase otra guarnición a la fortaleza durante la noche, que ella les entregaría a los enemigos inermes junto con su general. Pero el mensajero desertó y denunció al jefe sabino los planes de Tarpeya. Sin embargo Fabio y Cincio dicen que no ocurrió nada de esto, sino afirman que la muchacha respetó el acuerdo sobre la traición. A partir de aquí de nuevo todos relatan lo mismo. Así pues, dicen que el rey sabino se presentó con la parte más poderosa de su ejército y Tarpeya, respetando lo prometido, abrió el postigo señalado a los enemigos, levantó a los centinelas del lugar y les pidió que se pusieran a salvo rápidamente por otras salidas desconocidas para los enemigos, como si los sabinos fueran ya dueños de la fortaleza. Tras la huida de éstos, los sabinos encontraron abiertas las puertas y tomaron un fuerte sin guarnición; y Tarpeya, puesto que 245 246

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5.  LAS CONCUBINAS: MUJERES SIN HONOR MATRIMONII Desde los tiempos de Numa la concubina no tiene los privilegios de la mujer casada civilmente (uxor); ni siquiera el reconocimiento de legitimidad de sus hijos engendrados con un hombre casado, o con el que legalmente le es impedida casarse por falta de honorabilidad en ella. Las concubinas son personas libres, que cumplen con los requisitos de edad (a partir de los doce años) y consentimiento (affectio) para una unión no reconocida por el ius civile. Al no haber nupcias no es necesaria la dote. Además, los hijos de estas uniones no están sujetos a la autoridad del padre y quedan privados de su nomen y cognomen; vinculándose al de la madre248: son los hijos ilegítimos. Pero aún en época arcaica la situación de las concubinas no es especialmente reprobable249, como si ocurrirá en la República, cuando queden marginadas socialmente; y sus hijos, sin un pater que los legitime, llevarán públicamente el estigma de su vergüenza, con las

había cumplido cuanto prometió, pidió recibir según los juramentos el pago de su traición”; Dio. Hal. Hist. 2,40,1-3: “Ahora de nuevo Pisón dice que los sabinos estaban dispuestos a entregar a la muchacha el oro que llevaban en su brazo izquierdo, pero Tarpeya pidió sus escudos, no sus joyas. Tacio se llenó de cólera por el engaño y pensó una treta para no contravenir el acuerdo. Así pues, decidió entregar las armas, como la joven exigió, y actuar de modo que una vez que las cogiera no pudiera utilizarlas, y al punto lanzando el escudo lo más fuerte que pudo lo arrojó sobre la muchacha y ordenó a los otros que hicieran lo mismo. Tarpeya, golpeada de esta manera desde todas partes, cayó por la cantidad y fuerza de los golpes y murió aplastada por los escudos. Pero Fabio lo atribuye al engaño de lo acordado con los sabinos; pues debían entregar el oro según los acuerdos, como Tarpeya pidió, pero disgustados por la magnitud del pago lanzaron sus armas defensivas contra ella, como si hubieran prometido entregárselas cuando juraron. Pero lo que sigue parece confirmar la explicación de Pisón. Ya que donde cayó es honrada con un monumento y ocupa la colina más sagrada de la ciudad, y los romanos cada año le ofrecen libaciones (digo lo que Pisón escribe). Pero si ella hubiera muerto entregando su patria a los enemigos no es lógico que recibiera honores ni de los traicionados ni de los que la mataron, sino que si hubiera quedado algo de su cuerpo, con el tiempo se habría desenterrado y arrojado fuera para infundir miedo y hacer desistir a quienes fuesen a hacer lo mismo. Pero sobre ello que cada cual opine lo que quiera”. Plut. Rom. 17-18, plantea igualmente dudas sobre la exactitud de la leyenda de Tarpeya, y proporciona otras versiones que también circulan durante la Antigüedad. También al respecto, Cantarella, Los suplicios capitales en Grecia y Roma cit., pp. 220-221. 248 Sobre la problemática de las concubinas, y la bibliografía allí citada, véase Sanna, M.V., “Dalla paelex della lex di Numa alle convivenze attuali”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, Valencia 2017, pp. 197-247; Castán Pérez-Gómez, S., “El concubinato en la experiencia jurídica romana”, Estudios sobre el matrimonio en Homenaje al prof. Dr. José María Díaz Moreno, Madrid 2000, pp. 1459-1477. Sanna, M.V., “Adulterio, stuprum e concubinato nella lex iulia de adulteriis”, El principio de igualdad desde un enfoque pluridisciplinar. Prevención y represión de la violencia de género, Valencia 2016, pp. 38-77 profundiza sobre el posible origen del concubinato, y siglos después en época augustea su marcado carácter excluyente. 249 Cantarella, E., Instituciones e Historia del Derecho romano cit., p. 275.

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consiguientes dificultades para el ascenso social en un sistema político en el que la pertenencia a familias patriarcales es esencial. La infracción de la concubina que por su impureza ofende a la diosa del matrimonio se expía mediante la realización de una ofrenda (piaculum) a Juno, diosa protectora del matrimonio250: “La mujer que vivía en concubinato con un hombre casado era considerada infame y se llamaba pellex, como aprendemos de una ley muy antigua que se remonta al Rey Numa: ‘Que la concubina no toque el altar’ de Juno; si lo toca, que, con el cabello desgreñado, venga a inmolar una cordera a la diosa. La palabra pellex, de la cual pellicere, atraída por la adulación, proviene de πάλλαξ una jovencita, de la que uno tiene παλλακίς concubina. Como muchos otros, se toma prestado del idioma griego”251.

El término Paellex o pel(l)ex, deriva de la voz pellice, esto es ‘la que atrae insidiosamente’, ‘la que seduce a un hombre’. Fayer apunta que el significado del vocablo es poco claro y discutido hasta el final de la Antigüedad; sigue a Pugliese, para conectarlo con la palabra griega pallaké, esto es, si no una segunda mujer, al menos es estimada como una concubina reconocida252. Para Peppe en el periodo inmediatamente posterior a Servio Tulio la paelex pierde su consideración de “segunda esposa”, y deviene concubina tras potenciarse la característica monogámica del matrimonio253; el nombre de concubina hace más referencia al hecho que a la forma: cum + cubare, yacer en la cama con alguien, encamarse. Al respecto, diversos autores clásicos dan su opinión: “Escribe Massurio en el libro de los Memoriales, que por los antiguos era considerada ‘manceba’ la que, no siendo mujer casada, vivía, sin embargo, con alguno, a la cual se la llama ahora con el nombre de amiga, y algo más deshonestamente concubina. Granio Flaco escribe en su libro sobre el derecho Papiriano, que hoy es llamada vulgarmente manceba (pellicem) la que junta su cuerpo con uno que tiene mujer, y que algunos, a la que sin haber nupcias está en la casa en lugar de mujer, a la cual llaman los griegos concubina”254. González Romanillos, J.A., “La represión penal en época arcaica”, e-Legal History Review 25 (2017) p. 3. 251 Gell. 4,3,3. 252 Fayer, C., La familia romana: aspetti giuridici ed antiquari, concubinato, divorzio cit., pp. 14-19. Fernández Baquero, M.E., “Aspectos sobre el matrimonio en el derecho romano arcaico”, El derecho de familia: de Roma al derecho actual, Huelva 2004, p. 205, refiere que la conventio in manum (confarreatio, coemptio y usus) podría realizarse en este periodo por causa de matrimonio y la mujer se convertía en uxor; o podía darse que esta conventio se realizase con una mujer con la que no se ha realizado el matrimonio, y dicha mujer se situaba socialmente como concubina. 253 Peppe, L., “Paelex e spurius”, Mélanges de droit romain et d’histoire ancienne. Hommage à la memoire de A. Magdelain, Paris 1998, p. 358. 254 Paulo, Comentarios a la ley Julia y Papia, libro X, D. 50,16,144. 250

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Así pues, el concubinato es una relación estable entre hombre y mujer; pero una vez más es ella la que es adjetivada con apelativos que la culpabilizan y la etiquetan: ‘la que seduce’, no él; ‘la que comparte cama’; a ella se le atribuye el peso de la acción, y ¿entonces él? Sorprendentemente, y esto sigue visualizándose con el mismo proceso mental que en la Antigüedad, la mujer es debilitada en su estima social, mientras que al hombre, normalmente casado, no se le llama ‘concubino’, ni se le cuestiona por no ser estrictamente monógamo, pues dicha particularidad no está entre los deberes que el contrato matrimonial romano exige del esposo.

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6.  EL REPUDIO: UN CASTIGO A LA MUJER CASADA En la sociedad romana el matrimonio es la piedra angular del sistema patriarcal, y la vida de la mujer es consagrada al sostenimiento del mismo; de ahí que la declaración del pater de ruptura unilateral del vínculo matrimonial sea un castigo vergonzante para la esposa, que es devuelta a su familia de origen. Rómulo crea esta forma de disolución matrimonial. El término tiene su etimología en el verbo impersonal pudet (esto es, tener pudor, acto de rechazo de algo que nos provoca vergüenza), y en el prefijo “re” (que indica retrotraer al punto de partida); y quien experimenta ese acto de rechazo es el marido que ‘juzga’ el comportamiento de su esposa. El adulterio es de la esposa, al poner en peligro a la familia del marido con la posibilidad de que se produzca una turbatio sanguinis por hijos concebidos con el amante; de ahí que sea la causa más grave. En este contexto se explica que el pater familias pueda, sospechando o teniendo evidencias, no reconocer al hijo, e incluso matar a la esposa infiel en virtud del ius occidendi; la ley regia, según recoge Plutarco, dispone lo siguiente: “Promulgó, además, algunas leyes, de las que es muy dura la que no permite a la mujer abandonar a su marido, y, en cambio, permite repudiar a la mujer por envenenamiento de hijos, sustitución de llaves, y adulterio; pero si alguien repudia por otras razones, ordena que parte de su hacienda sea para la mujer y parte consagrada a Ceres”255.

Al incluir como causa de repudio el envenenamiento de los hijos, la ley de Rómulo se refiere al aborto decidido unilateralmente por la mujer: “Interesante es el hecho de que, mientras no fijó ninguna pena contra los parricidas, calificó de parricidio cualquier asesinato, dando a entender que esto era abominable y aquello imposible. Y durante mucho tiempo parece que tuvo razón en desestimar este delito, pues nadie cometió nada similar en Roma a lo largo de casi 600 años, sino que, según cuentan, el primer parricida fue Lucio Hostio, después de la guerra de Aníbal”256.

Otra causa está relacionada con el consumo de alcohol. Pero sobre este punto se abordará singularmente en el siguiente epígrafe. En realidad las tres causas que recoge la ley regia sobre el repudio tienden a velar por el pudor de la mujer casada, evitando las actitudes que pueden convertirla en una adúltera. El hecho

Plut. Rom. 22,3. Plut. Rom. 22,4. Sobre el parricidio véase, Magdelain, A., “Paricidas”, Du châtiment dans la cité. Supplices corporels et peine de mort dans le monde Antique, Roma 1984, pp. 549571. 255 256

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de que la ley sancione económicamente al marido que ha actuado contra mores por repudiar injustamente a su esposa, pero que no pueda invalidar dicho repudio, confirma la debilidad del Poder público frente a las decisiones de las familias y las gens257. Así pues, hay comportamientos que el marido ‘juzga’ como impropios por no ser sencillos, ni recatados como conviene al ideal femenino, pero que no merecen conforme a esta ley un acto de repudio: “Otra cosa he de decir aún: se vinieron abajo aquellas instituciones de los antepasados que tutelaban la modestia y la sobriedad de las mujeres, por las que ninguna conocía el oro, a no ser el del anillo nupcial que el esposo les ponía en un solo dedo a modo de prenda”258.

Además, como ya he apuntado supra con esta medida de penalización económica al pater que ha repudiado arbitrariamente no se subsana la violencia cometida contra la mujer, que seguirá viviendo con oprobio como rehusada en casa de su familia de origen. Porque no deben ser extraños totalmente en este periodo los casos de repudio, resulta exagerado el comentario de Tertuliano al sostener que no hubo ningún repudio hasta el s. V a.C.: “¿Dónde está aquella felicidad de los matrimonios, favorecida ciertamente por las costumbres, por las que durante casi seiscientos años desde la fundación de la Ciudad no se decidió ningún repudio? …”259.

En esta época primigenia la dureza del repudio parece situar a las romanas en una atalaya de castidad y recogimiento. Herrera reflexiona sobre los llamativos contrastes que se producen, con prácticas conforme a mores que hacen que se vea con naturalidad que los patres familias hagan circular a las mujeres más fecundas de unas familias a otras, como si de un préstamo se tratase, con la finalidad de propagar los linajes; no considerándose tales comportamientos como adulterio, sino como gestos masculinos de amistad y buena fe260.

257 Al respecto, Fernández Baquero, M.E., “Protección a la esposa ante comportamientos arbitrarios del marido en el derecho romano arcaico”, e-SLegal History Review 25 (2017) p. 32. 258 Tert. Apol. 6,4-5; al respecto, Andión Marán, J., Tertuliano, El apologético (Introducción, trad., y notas), Madrid-Buenos Aires 1997, pp. 43-44. 259 Tert. Apol. 6,6. 260 Herrera Bravo, R., “El elemento romano en la configuración jurídica del adulterio en el derecho histórico español”, El Derecho de familia: de Roma al Derecho actual, Huelva 2004, p. 314; Aug. bon. coniug. 15.

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7.  LAS MUJERES Y LA POTENCIA IMPÚDICA DEL ALCOHOL Plinio el Viejo en su obra Historia Natural comenta que entre los antiguos romanos está mal visto que la población en general beba vino, aunque las consecuencias para las mujeres son, con diferencia, más gravosas; narra el caso de un romano contemporáneo a Rómulo que ejerce el ius occidendi sobre la esposa, aunque algún otro ciudadano sólo la privó de su dote: “No era lícito a las mujeres romanas beber vino. Hallamos entre los ejemplos, que a la mujer de Egnacio Mecenio la mató su marido con un palo, por haber bebido vino de una tinaja, y Romulo le dio por libre de aquella muerte. Favio Pictor escribió en sus Anales, que una matrona fue forzada de los suyos a morir de hambre, porque abrió las bolsas en que estaban las llaves de la bodega. Catón escribe que se usó besar los parientes a las mujeres, para que supiesen si olían a Temeto. Este nombre tenía entonces el vino, de donde la borrachez se llamó Temulencia. Cneo Domicio juez declaró haber visto beber a una mujer más vino, –sin que el marido lo supiese– de lo que convenía a su salud: y así la privó de su dote. Y por mucho tiempo duró la templanza, y abstinencia del vino”261.

Esta prohibición, según Dionisio de Halicarnaso, la instaura Rómulo, aunque actualmente algunos autores la atribuyen a Numa262: “Pero en los siguientes casos la juzgaban los parientes del marido: cuando había adulterio y, lo que parecería a los griegos una falta mínima, si se descubría que una mujer había bebido vino. Rómulo permitió castigar estas dos faltas con la muerte, como los más graves de los delitos femeninos, por considerar el adulterio principio de locura temeraria, y a la borrachera de adulterio. Y durante mucho tiempo siguieron recibiendo en Roma un castigo inflexible”263.

La expresión ‘sustitución de llaves’, utilizada por Tertuliano en uno de los textos recogidos supra, se refiere a la llave como representación símbólica del vino que está guardado bajo llave en la bodega. Los problemas etílicos enajenan a las personas, y en el caso de una mujer la situación se empeora al poder adulterar su pudor: “En otro tiempo, la costumbre de beber vino era desconocida por las mujeres romanas, sin duda para no caer en cierto desprestigio, porque el próximo

Plin. nat. 14,13,89-90. Cascione, C., “L’interdiction de boire du vin dans le monde Antique. Anthropologie et droit”, Homenaje al profesor A. Torrent, Madrid 2016, p. 114, y la bibliografía allí citada. 263 Dion. Hal. ant. 2,25,6. Al respecto, Sandei, I., “Vita vinum est”: il controverso rapporto donna-vino a Roma tra il I secolo a.C. e il I secolo d.C.”, Ager Veleias 4.04 (2009) pp. 1-18. 261 262

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paso, desde la falta de moderación en la bebida a un amor ilícito, acostumbraba a ser muy corto”264.

Por ello todo el grupo familiar ha de vigilarla, llegando incluso en esta tarea de supervisión a convertirse en hábito el beso entre parientes con el fin de oler un posible aliento alcohólico. El derecho de los hombres de ser besado por sus parientes femeninas cuando se encuentran diariamente por la calle es el ius osculi. Este ‘derecho’ masculino, indirectamente sirve, siguiendo a Harders, para distinguir los miembros del otro sexo con los que no está permitido casarse265. El ósculo tiene una intima relación con la idea de ‘boca pura’266. Esta costumbre del beso entre parientes es también curiosa, porque de nuevo la acción recae sobre mujer bajo sospecha; es ella la que debe besar, esto es, demostrar su inocencia, y no esperar a ser besada por sus parientes: “¿Por qué las mujeres besan a los parientes en la boca?, ¿Acaso, como la mayoría piensa, estaba prohibido a las mujeres beber vino y para que no pasaran desapercibidas las que bebían, sino que quedaran en evidencia al encontrarse con los hombres de su familia, por esto se estableció esta costumbre?”267.

Como consecuencia de esta fuerte censura social y familiar a las mujeres que beben vino, se les ofertan sustitutivos no alcohólicos, que suelen consumir aguapié, vino de pasas, murina y bebidas similares, dulces al paladar268; de ahí que al analizar los escritores de siglos posteriores el comportamiento de la mujer en los periodos primigenios se diga que son abstemias269. El mismo término con el que en lengua latina se designa al vino, ‘temetum’, de raíz latína es ‘-tem’, que proviene del sánscrito ‘-tam’, esto es, alcohol. Cantarella subraya que en el caso que se relata seguidamente el asesino no realiza un acto reprobable socialmente al matar a su esposa, pero sí se equivoca Val. Max. 2,1,5. Harders,A.-C., Beyond Oikos and Domus cit., p. 16. 266 Clarke, J. R., Sexo en Roma (100 a.C.-250 d.C.), Barcelona 2003, p. 118, escribe que la boca no sólo es el órgano que sirve para hablar y comer, sino es la imagen, en tanto simboliza el rostro y la expresión de la cara. La boca es representación de la oratoria pública, que se identifica con la responsabilidad y deber social. También en la medida que permite la sociabilidad con nuestros congéneres es un órgano social. 267 Plut. Qu.R. 6, B-C. 268 Gell. 10,23,2. 269 Gell. 23,1: “Los autores que han escrito sobre la cultura y la civilización del pueblo romano aseguran que en Roma y en el Lacio las mujeres llevaron una vida abstemia, es decir, que se abstuvieron siempre de probar el vino, al que en la lengua antigua llamaban temetum, y que estaba establecido que besaran a los parientes, para que el olor delatara si habían bebido y así descubrirlas”. Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I cit., p. 363 n. 119, y las fuentes clásicas allí citadas. 264 265

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en el modo de ejecución al emplear una violencia extrema. Lo normal hubiera sido dejarla morir de hambre, matarla a palos, o por estrangulamiento; el domicilio familiar sirve como cárcel doméstica. El tribunal doméstico hubiera sido aceptado cualquiera de las formas de ejcución señaladas, pero no que el marido la haya despedazado. Pero dada la controversia suscitada, el suceso es sometido al rey Rómulo; el dictamen resuelve que, aunque Egnacio Mecenio se excedió en la forma, ha ejercido su derecho patriarcal sobre la víctima270: “Si la demostración de severidad en el caso anterior tuvo como motivo castigar un crimen terrible, la de Egnacio Mecenio tuvo una causa mucho más leve, ya que mató a palos a su mujer por haber bebido vino. Además, este castigo no sólo no provocó una acusación, sino ni siquiera un reproche, porque todos pensaban que ella había pagado de un modo ejemplar la violación de la sobriedad. Y es cierto que toda mujer que se aficiona en demasía al vino, cierra sus puertas a todas las virtudes y se las abre a los vicios”271

La historia de Mecenio perdurará hasta principios del s. III d.C., para ejemplo de mujeres que puedan descarriarse: “… hasta el presente las mujeres se abstenían del vino de tal manera que los parientes de cierta matrona la mataron de hambre por abrir las cámaras de la bodega; y en tiempos de Rómulo, una que había probado el vino fue despedazada impunemente por su marido Mecenio. Por la misma razón, tenían que besar a los parientes para ser juzgadas por el aliento”272.

La conexión entre ‘mujer-vino-adulterio-pena de muerte’ es durísima. Al respecto señala Pedregal que la medida represiva es desproporcionada, quizás debida a la consideración del vino como abortivo, o como agente contaminador de la naturaleza femenina, generando dudas en la legitimidad de los hijos, tal y como ya se ha referido; además, puede pensarse, según la autora, que el vino suelta la lengua y desinhibe a las mujeres, lo que acentúa la falta de moderación femenina, y genera una considerable peligrosidad social pertinente273. Cascione refiere que a la diosa Rumina, que simboliza la función nutriz para el lactante, también le está prohibido llevar vino como ofrenda274. Cantarella, E., La mujer romana, Santiago de Compostela 1991, p. 27. Val. Max. 6,3,9. 272 Tert. apol. 6,4; al respecto Andión Marán, J., Tertuliano cit., p. 43-44. 273 Pedregal, A., “Magas: la violencia negativa de la sabiduría femenina en el periodo altoimperial romano”, Hispania Antiqua 22 (1998) p. 129. 274 Cascione, C., L’interdiction de boire du vin cit., pp. 119; 122-123. El autor añade que esta prohibición no es sólo a las mujeres, sino también a los jóvenes y a los niños, y que, por tanto, no cabe un análisis en perspectiva de género; sin embargo, considero que tal aclaración no resta un ápice de crítica de género a la prohibición, al sostener también en este ámbito que la mujer es tan débil y/o peligrosa como un menor o un esclavo. En su argumentación cita un trabajo de Roberto Fiori sobre la jerarquía quien justifica la prohibición femenina 270 271

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8.  LA VIRILIDAD ES VIRTUD La voz vir (hombre) unida al sufijo ‘tut’, que indica el estado o forma de existencia275, conforman la palabra ‘virtud’. La virilidad es una manifestación de la romanidad, de su superioridad; es una virtud política276: “A ver si va a resultar que, aunque todas las disposiciones rectas del alma reciben el nombre de virtudes, éste no es el nombre adecuado para designarlas a todas, sino que todas han tomado su nombre de la que destacaba sobre las demás277. En realidad la palabra virtud deriva de vir (hombre); ahora bien, la característica esencial de un hombre (vir) es la fortaleza, cuyas funciones principales son dos: el desprecio de la muerte y el desprecio del dolor, de manera que debemos ponerlos en práctica si queremos estar en posesión de la virtud, o, mejor dicho, si queremos ser hombres, puesto que la virtud ha tomado su nombre de viris (hombres)”278.

Por tanto, ‘virtus’ es una cualidad masculina que repercute en el honor familiar. Así, por ejemplo, Plutarco, siglos más tarde, se referirá a la virtud del rey Numa, que le guiará durante toda su vida. Numa parece tuvo formación griega279, y quizás esto explique su necesidad cuando sea rey de marcar la sociedad

del vino al ser esta bebida propia de las fiestas de Júpiter en tanto atributo real (del poder de Júpiter y de una diosa anónima, la bona dea); ello lleva a Cascione a afirmar que hay un malentendido en las fuentes y que la prohibición no responde a una cuestión de control del comportamiento sexual de la mujer y de la reproducción en el seno del grupo familiar. 275 Balmaceda Errazuriz, C., “Virtus romana en el siglo I a.C.”, Gerion 25.1 (2007) pp. 286, 288-289, señala que valentía (virilis) es una cualidad social. Añade además que masculinidad, militarismo y moralidad son inseparables en la mentalidad romana, por lo que en el término viril va implícito el carácter guerrero y lo moralmente alabado. 276 Cantarella, E., Dammi mille baci. Veri homini e vere donne nell’antica Roma, Milano 2011, p. 21. 277 Medina González, A., Disputaciones Tusculanas (introducción, trad. y notas), Madrid 2005, p. 241, n. 159, apunta que Cicerón hace aquí una sutil matización sobre la base de la etimología de la voz virtus, lo propio del hombre, esto es, su valentía y fortaleza. 278 Cic. Tusc. 2,18,43. Al respecto, Osório, J.A., “Virtus est vitium fugere”, Peninsula. Revista de Estudos Ibéricos 3 (2006) p. 39, señala que el término virtus en la literatura filosófica antigua y en su raíz etimológica comporta la idea de fuerza física, relacionándose con vis, mientras Cicerón recalca la dignidad moral del homo fortis. 279 Plut. Num. 1,3-4: “Ahora bien, aunque se dice que Numa fue amigo de Pitágoras, unos consideran, de manera rotunda, que Numa no tuvo nada que ver con la educación griega, como si por naturaleza estuviera capacitado y se bastara para la virtud, o a algún bárbaro mejor que Pitágoras se debiera la formación del rey. Según otros, Pitágoras vivió más tarde [y] alejado de la época de Numa en total casi cinco generaciones; pero Pitágoras el espartiata, que había vencido el srádion’ en los Juegos Olímpicos durante la decimosexta Olimpíada en cuyo tercer ano subió Numa al trono ‘, en un viaje por Italia tuvo trato con Numa y le ayudó en su ordenamiento constitucional; y, a raíz de eso, con las costumbres romanas se han entremezclado no pocas laconias lo, por haberlas enseñado Pitágoras. Pero, además, Numa, por su familia, era

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romana con una reforzada superioridad masculina280; sin embargo, Giunti pone en entredicho la fidelidad de las fuentes clásicas cuando se refieren a este periodo, profundizando en especial en la influencia helénica281. No obstante tales cautelas señaladas supra, continuo el relato histórico que en líneas generales me parece coherentemente expuesto. Numa se casa con Tacia, hija de Tacio, que había compartido el trono con Rómulo282; no obstante, Numa decide permanecer entre los sabinos para cuidar a su padre. Una vez muerta su esposa no vuelve a casarse; pero si tiene una amante, que por razones morales, para no romper su imagen de hombre virtuoso, la adorna como una relación con una diosa283. Tiempo después, cuando ya Numa tiene cuarenta años de edad, embajadores de Roma llegan al Lacio, invitándole a aceptar la corona real. Tras esta virtuosidad, en manos siempre de los hombres, hay un trabajado y cohesionado universo de funciones femeninas. Y aunque la familia y la sociedad romanas tienen características sui generis, muchas circunstancias, silencios y limitaciones concurren en otros periodos históricos, y podrían perfectamente aparecer al describir otros epígrafes de esta monografía.

descendiente de sabinos, y los sabinos pretenden haber sido ellos mismos colonos de los lacedemonios”. 280 Al respecto, véase Sissa,G., “Filosofías del género: Platón, Aristóteles y la diferencia sexual”, Historia de las mujeres en Occidente, Madrid 1991, pp. 73-111. 281 Giunti, P., Adulterio e leggi regie. Un reato fra storia e propaganda, Milano 1990, pp. 22 ss. 282 Plut. Num. 3,9-10: “No se dejó arrastrar con el matrimonio por el deseo de mudarse a casa de su suegro, sino que permaneció entre los sabinos, cuidando de su anciano padre, y, al mismo tiempo, Tacia (su esposa) prefirió el sosiego del hombre de vida privada a la dignidad y prestigio en Roma a causa de su padre. Pues bien, se dice que ésta murió en el año decimotercero después de su matrimonio”. 283 Plut. Num. 4,1-2: “Numa, renunciando a las actividades de la ciudad, estaba decidido a quedarse en el campo casi todo el tiempo y andar sólo, pasándose la vida en los bosques de los dioses, en los prados sagrados y en los lugares solitarios. De donde, principalmente, tomó su origen la leyenda sobre la diosa: que, entonces, aquel Numa, no por cierta aflicción de su alma y desvarío había abandonado la vida entre personas, sino que, en el disfrute de una compañía más venerable y con el premio de unas bodas divinas, conviviendo y pasando el tiempo con su enamorada diosa Egeria, se había convertido en un hombre feliz e inspirado en las cosas de los dioses”.

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9.  EL IDEAL DE FEMINIDAD ROMANA Relatar el prototipo socialmente deseable de mujer romana implica abordar diversas cuestiones; de ahí que para su mejor exposición parezca conveniente desglosar este punto en los siguientes apartados: 9.a. 9.b. 9.c. 9.d. 9.e. 9.f.

Castidad y culto a la diosa Pudicitia Represión de la palabra: Tácita, musa callada Juventud: la impúber esposa Belleza contenida: armonía que refrena la lujuria Sufridoras: El dolor social y el luto de las romanas Vigiladas por su sexo

  9.a. Castidad y culto a la diosa Pudicitia Una característica común a la antigua sociedad romana, tanto de la monarquía como de los primeros siglos de la República, es el valor de la castidad femenina en tanto signo de honorabilidad del grupo familiar; concretamente la castidad afecta a la honra de los hombres: honor del padre si la mujer es soltera; honor del marido o suegro si es casada; igualmente la honradez de las viudas y vestales incide en la estima pública de sus parientes284. El término ‘pudor’ proviene posiblemente del verbo pudeo + or, e indica sentimiento de vergüenza, y en su segunda acepción significa contención, decencia en el comportamiento sexual, esto es castidad285; véase a este respecto lo dicho en el epígrafe sexto de este capítulo II. En este periodo el modelo de mujer es univira; sin embargo, no creo que un bien socialmente tan preciado como la procreación femenina, aunque ésta tenga la condición de viuda, sea sacrificado para la castidad; y quede sin aprovechar su capacidad biológica, imprescindible para reforzar el futuro de la estirpe: “Las que se contentaban con un solo matrimonio eran honradas con la corona del pudor: pensaban que permanecía incorrupto y con sincera fidelidad el espíritu de la matrona que no sabía salir del lecho donde había perdido su virginidad, porque pensaban que la experiencia de muchos matrimonios era señal de cierta falta de moderación, aunque, eso sí, legítima”286.

En épocas posteriores esa honorabilidad femenina no estará centrada en la castidad, sino en el cumplimiento de un modelo que sigue anteponiendo los va Rodríguez Ortiz, V., Historia de la violación cit., p. 37. Glare, P.G.W., Oxford latin dictionary, Oxford 1996, pp. 1513-1514, apunta que la palabra ‘pudor’ quizás proviene del verbo ‘pavio’ que significa vencer, rechazar. 286 Val. Max. 2,1,3. 284 285

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lores del grupo familiar, y que será lo establecido por la sociedad en términos ‘políticamente correctos’. Conforme al espíritu pudoroso el cuerpo de una mujer tiene, a modo de la propiedad de los inmuebles, confines casi sacro-santos y una franja espacial de separación; de ahí, la vestimenta que oculta la piel, y la prohibición de tocar a una mujer respetable, lo que es entendido como robar una intimidad que comparte sólo con su familia: “Y para que el decoro de las matronas estuviese más a salvo con la protección del pudor, al que citara a una matrona ante un tribunal no le permitían tocar su cuerpo para que así su estola permaneciese sin haber sido tocada por manos ajenas”287.

La pudicitia reside en las mujeres y muchachos libres, y sólo a ellos les puede ser privada; al igual que en el corazón de Vesta o en Juno puluinaria288. Como señala Mercogliano, desde los orígenes en las leges regiae a la mujer se le imponen una amplia gama de deberes: reserva, pudor, sobriedad y continencia erótica, reforzando así jurídicamente los valores de la estructura ciudadana289. La pudicitia de una ciudadana es equivalente a la fides del ciudadano290; de nuevo, la contraposición ‘femenino/ masculino’ se percibe en la segregación de virtudes. El interior, lo intocable del pudor, contrasta con la publicidad de la fidelidad romana; el templo de fides se sitúa en la colina capitolina, donde el Senado conserva los tratados con otros pueblos, porque esa virtud protege su cumplimiento. La mujer púdica merece socialmente numerosas muestras de respeto y privilegio. Así, por ejemplo, cuando la mujer sale del ámbito doméstico a la calle, el resto de los viandantes ha de cederles el paso, y están protegidas jurídicamente contra actos injuriosos. Por lo que se refiere a su maternidad, tal y como se ha referido en el primer epígrafe, el esposo emite su juicio positivo en el acto de reconocimiento paterno del recién nacido que se realiza en casa el dies lustricus: bien levanta al niño en brazos desde el suelo, o bien lo rechaza y es expuesto en la columna lactaria, abandonado a su suerte. En el mismo epígrafe ya se ha tratado de la bulla, que portan los niños y es un signo de distinción de la legitimidad del menor, pero indirectamente también de su madre, que ha sido púdica. A esta valora Val. Max. 2,1,5. Mueller, H.F., “Vita, pudicitia, libertas: Juno, Gender, and Religious Politics in Valerius Maximus”, Transactions and Proceedings of the American Philological Association 128 (1998) p. 226. 289 Mercogliano, F., Fundamenta, Napoli 2012, p. 216. 290 Cid López, R.M., “Madres para Roma. Las ‘castas’ matronas y la Res pública”, Madres y maternidades: construcciones culturales en la civilización clásica, Oviedo 2009, p. 159. 287 288

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ción de la mujer púdica, desde tiempos de Rómulo, se referirán los escritores posteriores291: “En todo caso, a las mujeres les otorgaron otras muchas muestras de respeto, entre las que se incluyen las siguientes: que se les cediera el paso; que nadie dijera nada desvergonzado en presencia de una mujer, ni se dejase ver desnudo, bajo pena de ser acusado ante el tribunal competente en causas criminales, y que sus hijos llevaran como distintivo la llamada bulla, un medallón en forma de bola, y una toga bordada de púrpura”292.

Para hablar del Pudor, Juvenal, a finales del s. I d.C., se remonta a los tiempos de la fundación de Roma; no considera dicho tiempo como una edad de oro, sino un mundo priscino, ajeno a los riegos de la civilización; sin el lujo que posteriormente, según el autor, conlleva a la relajación de las buenas costumbres. La mujer pudorosa de los primeros tiempos es familiar y rústica293. Pero pronto, durante la época monárquica se producen cambios en la moralidad de los romanos294; el refinamiento (oro, vestidos, ungüentos, …) va penetrando en las romanas púdicas, con el consentimiento de sus maridos, que tratan de este modo de premiar su buen comportamiento: “Por lo demás, para que el pudor de estas mujeres no fuera triste y objeto de repulsa, sino que estuviese en cierta medida atemperado por algún tipo de

291 Sacchi, O., La ‘virgo’ del Quirinale
cit., pp. 18-43, refiere que la mujer romana de época arcaica, a la que el autor llama, la ‘virgo’ del Quirinal tiene una cierta subjetividad jurídica, prerrogativas personalísimas como el derecho de ciudadanía, el de casarse (ius connubii), el derecho al apellido (nomen), el derecho de pertenencia a una familia y a la gens en calidad de filia, uxor, soror e mater, etc; cierta capacidad de actuación en los ricos sagrados más antiguos y para ser sacerdotisa (Vestales, flaminicae, sacerdotisas de la Bona Dea, etc.); y quizás, las viudas el aes hordearium por la cual ellas serían contribuyentes del erario. 292 Plut. Rom. 20,4. 293 Iuv. 6,1-13: “Fue en tiempo del rey Saturno, me parece, cuando el Pudor habitó en este mundo; lo vieron largamente cuando las frías cuevas ofrecían pequeñas mansiones y encerraban en una penumbra común al fuego y a los dioses Lares, a los rebaños y a sus dueños, cuando la esposa montaraz tendía un tálamo silvestre con hojarasca y paja, y con las pieles de fieras vecinas, en nada semejante a ti, Cintia, ni a ti tampoco, a quien la muerte del pajarillo enturbió los ojos claros; nutría con sus pechos unos hijos robustos, más repelente a veces que su propio marido cuando eructaba bellotas. Apenas de otro modo vivían entonces, cuando el mundo era nuevo y el cielo reciente, los hombres que, nacidos en la oquedad de un roble o modelados en arcilla, no habían tenido padres”. 294 Iuv. 6,14-25: “Quizás muchos vestigios del viejo Pudor, o algunos como mínimo, hubo después en tiempos de Júpiter, pero de un Júpiter aún barbilampiño, cuando los griegos no se prestaban todavía a jurar por la cabeza de otro, cuando no se temía a ladrones de frutales o de hortalizas y se vivían con el huerto sin vallar. Pero luego Astrea se retiró lentamente hacia la sede de los dioses, acompañada por el Pudor; ambos hermanos huyeron a un tiempo. Es algo más viejo que la nana, Póstumo, hacer crujir el tálamo ajeno y despreciar el genio de la unión sagrada. Todos los demás crímenes nos fueron traídos por la edad del hierro, pero ya los siglos de la edad de plata contemplaron a los primeros adúlteros”.

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honesta benevolencia –con la aquiescencia de sus maridos, se adornaban con numerosas joyas de oro y abundantes vestidos de púrpura–; para hacer más atractivo su aspecto tiñeron cuidadosamente sus cabellos con ceniza, pues entonces no temían los ojos de los seductores de matrimonios ajenos, sino que se cuidaban igualmente de mirar con respeto sagrado y de ser miradas con recíproco pudor”295.

La desmedida libertad, la falta de pudor y la incontinencia sexual son incompatibles con la religión, y ofenden a los dioses. La lectura de un comentario de Marugán Pintos me ha servido para reflexionar sobre la selección natural que supone en el mundo romano la distinción entre púdicas e impúdicas, pues toda categorización y clasificación supone un modo de control, autocontrol y exclusión296; una vez que el sistema se ha puesto en marcha, tales distinciones garantizan la supervivencia de los mayormente adaptados y de los óptimos para la reproducción y mantenimiento del grupo familiar; de ahí, por ejemplo, la relación entre la conservación del pudor y el deber de rechazo femenino al consumo de alcohol297.   9.b. Represión de la palabra: tácita, musa callada La voz y la palabra tienen gran importancia social y jurídica en el mundo romano, pero como herramientas viriles; por el contrario el silencio es un atributo del ideal femenino298; prueba de ello es su valoración religiosa: “No es irrelevante señalar una particularidad de la antigua religión, especialmente creada para prescribir el silencio: la diosa Angerona, a la que se hace sacrificios el doce de calendas, está representada con la boca cerrada, y sellada con un vendaje”299.

Plutarco recuerda que las medidas de represión de la mujer instauradas por Rómulo son mantenidas también por el rey Numa, con el fin de evitar los pro Val. Max. 2,1,5. Marugán Pintos, B.-Vega Solís, C. (2002): “Gobernar la violencia: apuntes para un análisis de la articulación del patriarcado”, Revista Política y Sociedad 39. 2 (2002) pp. 421, refiriéndose a la época contemporánea, justifica la persistencia en la actualidad de violencia institucionalizada por la institucionalización de una concreta moral, decencia y buenas costumbres por la que los agentes políticos y sociales se ha legitimado para vigilar a las mujeres; y en esa escala pasa a un segundo término la tradicional situación de depauperización económica de la población; incluso queda justificado que las mujeres que no estaban integradas en el modelo madre-esposa honradas sufran las consecuencias. 297 Non. 5,10: “De este modo es grande la eficacia de la educación en el pudor, y por eso todas las mujeres son abstemias”. 298 Soph. Ai. 293, afirmaba que el silencio era el mejor adorno de las mujeres. 299 Plin. nat. 3,65. 295 296

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blemas sociales que se han generado entre el pueblo de los laconios300. La cadena de violencia institucionalizada es la siguiente: esposas en propiedad-pudorosas-discretas-sobrias-melosas-calladas. La prohibición del vino parece aquí justificarse, porque el alcohol desinhibe y hace a las mujeres más deslenguadas. Sin la mirada atenta y crítica de los maridos, las mujeres quedan aisladas en su mutismo, incluso en casos de necesidad; y tal es el adoctrinamiento social que ni las peores mujeres se salen de este patrón: “Numa hizo guardar a las casadas la consideración y respeto hacia sus maridos, que tenían desde Rómulo, cuando eran sus siervas a causa del rapto, y les impuso un gran pudor, les quitó la indiscreción, las enseñó a ser sobrias y las habituó a callar, estándoles prohibido el vino totalmente y no pudiendo hablar, ni siquiera a propósito de las cosas necesarias, en ausencia de su marido. Se dice, por ejemplo, que, en cierta ocasión, como una mujer presentó su propia causa en el foro, envió el Senado una embajada al Dios, tratando de saber de qué mal, sin duda, para la ciudad era señal lo sucedido. Y de sumisión y dulzura es gran testimonio el recuerdo de las peores. …”301.

Para reforzar este aprendizaje castrante, el rey Numa enseña a las romanas a venerar a la diosa callada, Tácita Muda. Por el contrario Aius Locutius simboliza la capacidad de hablar del hombre romano. Tácita Muta es una divinidad de los difuntos, cuya festividad se celebra el 21 de febrero. Esta diosa, como recuerda Nuñez, se llama Lara (del griego laleo, hablar), y por atreverse a hablar inoportunamente Júpiter le arrancó la lengua, convirtiéndose así en Tácita Muda302. De este modo las mujeres pueden tomar ejemplo del castigo de Tácita, siendo silenciosas, invisibles y dueñas sólo de su hogar: “Para Numa, su interpretación era el amor de una diosa o ninfa de las montañas y su convivencia secreta con él como se ha dicho, además de pensamientos en común con las Musas. Pues casi todos sus oráculos los refería a las Musas y enseñó a los romanos a venerar, particular y especialmente, a una Musa, a la que llamó Tácita, o sea, ‘callada’, o ‘muda’, rasgo que parece propio de quien tenía presente y honraba el silencio pitagórico”303.

En el ritual religioso consagrado a ‘Tacita Muta/ Lara’ participan tanto una anciana como jóvenes féminas; siglos después el poeta Ovidio en su obra Fastos relata el mito que lo origina. Júpiter, pese a estar casado con Juno, se ha ena Plut. Num. 25,9: “… Por ello, se dice, además, que eran más atrevidas, y, en el trato con sus maridos, ante todo, viriles, ya que gobernaban con energía su casa, y, en los asuntos públicos, participaban de las decisiones y de la libertad para hablar sobre las cuestiones de más importancia”. 301 Plut. Lic.-Num. 25,10-12; al respecto, Pérez Jiménez, A., Plutarco, Vidas paralelas I (introducción, trad., y notas), Madrid 1985. 302 Núñez Paz, M.I., Silencio femenino cit., p. 52. 303 Plut. Num. 8,10-11. 300

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morado de la ninfa Yuturna, y quiere poseerla, por lo que poco le importa la opinión de ella: Yuturna no es dueña de su sexualidad, sino víctima del “amor desmesurado de Júpiter”; sólo este hecho, como señala Casamayor, dice mucho de la forma en la que los romanos afrontan las relaciones de género a través de sus mitos. Por ayudar a Yuturna, la ninfa ‘Tacita/Lara’ confiesa a Juno que su marido quiere serle infiel. Colérico ante el ataque a su institución matrimonial, el Dios de dioses la priva del habla ‘por su charlatanería’; muda y desterrada al reino de los muertos, es violada por Mercurio en una escena escalofriante, pues ni siquiera se puede defender con la palabra. De la violación ‘Tácita/Lara’ queda embarazada y pare a los gemelos Lares, que vigilarán los confines de la ciudad. Las romanas extraen de este mito la enseñanza de que si desobedecen al todopoderoso paterfamilias, la desgracia caerá sobre ellas, y nadie las protegerá de una violación. Ellas, al igual que Tácita muta, han de ser tan silenciosas como la muerte; el inframundo al que la ninfa es desterrada304. Pero de ese sufrimiento recibe un premio, que es convertirse en diosa, esto es, speculum mulierum305; otra enseñanza más como incentivo para las romanas mutas: “Ahora querrás saber por mí quién es la diosa Muta. Aprende lo que me es conocido por los viejos de antaño. Júpiter, vencido por el amor desmesurado de Yuturna, aguantó mucho, lo suficiente para un dios de su categoría. Ella, ora se ocultaba entre los avellanares de la selva, ora saltaba a las aguas, con ella emparentadas. Júpiter reunió a las ninfas, cualesquiera que habitaban en el Lacio, y les espetó las siguientes palabras en medio del corro: «Vuestra hermana tiene celos de sí misma y evita acostarse con el dios supremo, cosa que le sería provechosa. Ocuparos de los dos, pues si mi placer ha de ser grande, grande será el beneficio de vuestra hermana. Cuando eche a huir, poneos delante de ella al borde de la orilla para que no zambulla el cuerpo en el agua del río». Esto dijo. Todas las ninfas del Tíber asintieron y también las que agasajan tu tálamo, divina Ilia. Casualmente había una náyade, de nombre Lara, aunque su nombre antiguo tenía la primera sílaba duplicada por error. Almón le había dicho muchas veces: «Hija, contén la lengua», pero ella no la contenía. Así que dio con el lago de su hermana Yuturna, le dijo: «Aléjate de las orillas», y le refirió las palabras de Júpiter. También visitó a Juno y le dijo, compadeciéndose de las casadas: «Tu marido está enamorado de la náyade Yuturna». Júpiter se encolerizó y arrancó a la náyade la lengua de que se había servido

Casamayor Mancisidor, S., “Tacita Muta y el silencio femenino como arma del patriarcado romano”, Panta Rei. Revista Digital de Ciencia y Didáctica de la Historia 5 (2015) pp. 28-30. 305 Castillo Montero, A., “Tácita Muta y el derecho femenino a la palabra”, Vivir en femenino. Estudios de mujeres en la Antigüedad, Barcelona 2002, p. 10, reflexiona sobre como siendo una ninfa alegre, que verbaliza, es castigada, su silencio impuesto es convertido en virtud, siendo Tácita venerada en un altar en el Palatino, próximo al altar de Aius Locuitius. 304

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imprudentemente, y llama a Mercurio: «Llévatela donde los Manes; ése es el lugar apropiado para los silenciosos. Será ninfa, pero ninfa de la laguna soterrada». Se cumplen las órdenes de Júpiter. El bosque acogió a los que llegaban; se cuenta que ella entonces resultó del agrado del dios que la conducía. Éste se aprestaba a la violencia, ella suplicaba con el rostro sustituyendo las palabras, esforzándose en vano por hablar con su boca muda. Quedó embarazada y parió dos gemelos: los Lares, que guardan y vigilan siempre las encrucijadas de nuestra ciudad”306.

Silenciosa es también la divinidad Angerona, mencionada ya al comienzo de este apartado. Su festividad se celebra el 21 de diciembre (Angeronalia); muchas son las interpretaciones de su origen, y quizás todas ellas aportan matices complementarios. Según Wagenvoort, quien parte de la relación de la diosa con angerum, la divinidad expresa lo angosto, limitado, la angustia, los dolores del alma, desde los que se llega a la muerte307: La diosa, “tiene su estatua con la boca atada y sellada”308; aunque según Macrobio no lleva mordaza, y se tapa la boca con el dedo, otro símbolo del silencio. Añade este escritor que para algunos Angerona es custodia del auténtico nombre de Roma, el cual no debía desvelarse, y por ello la diosa señala silencio: “… de otra la diosa Angerona, que teniendo el dedo sobre la boca, indica ‘silencio’”309.

Un artículo de Martín, a partir del estudio de Aristóteles sobre la polis, pone en relación dos principios contrapuestos, las pasiones y la ley. El hombre, como animal político, en su actividad ha de buscar la felicidad de la sociedad a través de la ley, que proviene de la razón, y que no se puede expresar sin palabras310. La palabra, pues, es masculina, y símbolo de las virtudes socio-políticas y jurídicas de los varones; un ámbito del cual ya los griegos dejaron muy claro que quedaba ajeno a las mujeres en tanto seres pasionales.

Ov. fast. 2,585-615. Wagenvooort, H., Pietas. Selected studies in roman religión, Leiden 1980, pp. 21-24, expone las diversas tesis que desde la antigüedad romana hasta los romanistas del siglo pasado han tratado de aproximarse al origen terminológico del nombre de esta diosa, y de este modo también enriquecer su conocimiento sobre su implantación en la sociedad romana. 308 Plin. nat. 3,65; al respecto AA.VV., Plinio el viejo, Historia Natural, III-VI (trad. y notas), Madrid 1998, p. 41. 309 Macr. Sat. 3,9. 310 Martín, J.P., “Las pasiones y las palabras: Sobre la teoría política de Aristóteles”, Circe de clásicos y modernos 18. 1 (2014) pp. 39-55. 306 307

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  9.c. Juventud como ideal femenino: la impúber esposa Los padres pueden hacer la promesa matrimonial válida respecto de sus hijos desde que cumplen los 7 años de edad. Como señala Salazar, los esponsales se realizan por el pater familias mediante dos actos formales consecutivos (dos sponsiones). Por la primera sponsio311 se obliga a celebrar el matrimonio (estipulación de constitución de los esponsales)312; por la segunda sponsio a asumir la pena pecuniaria en caso de incumplimiento matrimonial (estipulación penal añadida a la anterior)313: “Esto es lo que Nevio quiere indicar cuando dice consponsi. Se prometía (spondebatur) dinero o a una hija con vistas al matrimonio; y tanto el dinero como la prometida en matrimonio se denominaban sponsa. El dinero pedido recíprocamente en garantía del desposorio era llamado sponsio (compromiso, otorgo). A quien le estaba prometida una mujer (desponsa) se denominaba sponsus. El día en que se celebraba el contrato matrimonial (sponsus erat), se conocía como esponsales (sponsalis)”314.

Los esponsales no son matrimonio, pero generan lazos de familiaridad: esposo y esposa, suegro y suegra, nuera y yerno315. Incluso, por este contrato matrimonial, la novia suele pasar a la autoridad del paterfamilias del novio; y en este caso la materfamilias del novio terminará de modelar la formación y educación de la futura casada:

Varro ling. 4,69: “De ese mismo sponte del que deriva spondere proceden despondet (promete), respondet (responde), desponsor (casamentero), sponsa (prometida); y así otras palabras de la misma familia. En efecto, promete (spondet) aquel que por propia voluntad (a sua sponte) dice ‘prometo’ (spondeo); el que ofrece garantías (spopondit) es el garante (sponsor); aquellos que en virtud de la garantía prometida (sponsus) están sujetos a la misma obligación, son co-garantes (cogarantes)”. 312 Fernández Baquero, M.E., “Conubium y sponsalia: reflexiones sobre la concepción originaria del matrimonio romano”, Estudios de derecho romano en memoria de Benito Mª Reimundo Yanes, I, Burgos 2000, p. 213, señala que la sponsio en su función originaria es la de formalidad religiosa, cuyo incumplimiento sin causa puede alterar la paz de los dioses; así, esta promesa formal del pater familias genera una responsabilidad jurídico-religiosa por incumplimiento. 313 Salazar Revuelta, M., “Intervención del pater familias en la configuración de los esponsales en época preclásica”, El Derecho de familia y los derechos reales en la romanística española (1940-2000), Huelva 2001, pp. 221-229, destaca que en la participación activa del pater familias existe un interés estrictamente económico, en el marco de una sociedad que concibe a los hijos simplemente como fuerza de trabajo. 314 Varro ling. 4,70. 315 Florentino, Instituta, libro III, D. 23,1,3: “… de donde nació la denominación de esposo y esposa”; Pomponio, Manual, libro I, D. 38,10,8: “Con razón decía Servio, que la denominación de suegro y suegra, y de yerno y nuera, se adquiría también por los esponsales”; Ulpiano, De los Esponsales, libro único, D. 23,1,2: “Pero dijéronse esponsales, de spondere (prometer), porque fue costumbre de los antiguos estipular y prometer para sí sus futuras esposas”. 311

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“Aquel que había prometido una hija decían que había renunciado a ella (despondisse), porque aquella quedaba fuera de su autoridad (de sponte), es decir, de su voluntad tutelar, pues aunque no quisiera, debía entregarla, ya que estaba obligado por el compromiso (sponsus). …”316.

Conforme a esta costumbre, que tiene efectos jurídicos, se entiende que la boda en los primeros tiempos se consuma en la mayoría de los casos por el uso. Por tanto, lo normal es que la muchacha siga educándose en casa del esposo bajo la mirada atenta y severa de la suegra; y fundamentalmente para la moderación que las protege contra los embarazos múltiples. Será normalmente la familia del novio la que tenga presente la edad mínima para el matrimonio, que es la de la adquisición de la pubertad (entre los doce años la mujer y los catorce años el hombre); aunque aún en esta época su determinación se fija por la inspectio corporalis ya mencionada. Esta ‘custodia’ de la novia en caso de devolución a la familia de origen es un incumplimiento de los esponsales, con intervención del Consejo de familia; pero, con la evolución de los tiempos, la autoridad judicial valorará los hechos, comportamientos y el estado de la novia: “En su libro titulado Las dotes, Servio Sulpicio escribió que la región de Italia denominada Lacio los esponsales solían hacerse con arreglo a la siguiente costumbre y norma jurídica: Quien iba a tomar esposa recibía, por parte de la familia de la que debía llevársela, garantías de que le sería entregada en matrimonio. A su vez, quien iba a llevársela formulaba también su compromiso (spondebat). Este contrato de garantías (stipulatio) y promesas (sponsio) se llamaba esponsales (sponsalia). Entonces, la prometida se llamaba esposa (sponsa), y quien había prometido llevársela, esposo (sponsus). Ahora bien, si después de tales garantías la esposa no era entregada o el esposo no quería casarse con ella, el firmante del contrato emprendía una acción legal en virtud de la promesa hecha (ex sponsu). Los jueces intervenían. El juez preguntaba por qué motivo no había sido entregada o aceptada la esposa. Si no apreciaba una causa justificada, calculaba una suma de dinero como fianza y, según los intereses afectados de quien debía entregar o recibir a aquella mujer, condenaba a pagar a quien había formulado la promesa de sponsio (spoponderat) o a quien había dado las garantías (stipulatus erat). Según Servio, esta ley de los esponsales fue observada hasta que fue concedida la ciudadanía a todo el Lacio en virtud de la ley Julia. Esto mismo es lo que escribió Neracio en su libro Las Nupcias”317.

Varro ling. 4,71; al respecto, Marcos Casquero, M.A., Varrón, De lingua latina (introducción, trad., notas), Madrid 1990, pp. 191-193. 317 Gell. 4,4,1-3; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I cit., pp. 211-212; en la nota 28 a la traducción se refiere a la Lex Iulia del 90 a.C., que concede la ciudadanía a los socios y latinos que no se han rebelado o se han sometido sin necesidad de lucha armada. 316

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Si la muchacha se casa a una edad más temprana de los doce años no adquiere el título de uxor318. La mayoría de la doctrina entiende que por razones de orden público las costumbres son contrarias a la vida conyugal de pareja y de concubinato con una menor de edad319; no obstante, a diferencia de los espartanos, poco les importa a los romanos el goce y la amistad en lo físico y espiritual de la pareja, y sí la garantía total de la virginidad femenina, aunque ello produzca en la joven miedo, aborrecimiento, y partos dolorosos, e incluso mortales: “Con uno y otro sistema de educación de las jóvenes van de acuerdo también las disposiciones concernientes a su entrega en matrimonio, ya que Licurgo las casaba maduras y fecundas, para que el trato sexual, al pedirlo ya la naturaleza, fuera principio de goce y amistad más que de aborrecimiento y miedo –si es que eran obligadas en contra de la naturaleza– y los cuerpos tuvieran fuerza para soportar los embarazos y los dolores del parto, puesto que para ninguna otra cosa se casaban, sino para la obra de la procreación. En cambio, los romanos las daban en matrimonio a los doce años y más jóvenes, pues sobre todo así su cuerpo y su espíritu llegaría puro y sin mancha al que las desposaba. Es evidente, por tanto, que lo uno es mejor desde el punto de vista físico para la procreación y lo otro desde el punto de vista moral para la convivencia”320.

No obstante, el término viripotens es indicativo de la violencia que sufren estas niñas; para los romanos de esta época es irrelevante que la mujer tenga ya capacidad para procrear cuando se casa, sino que lo importante es que sea viripotens321, esto es, que pueda soportar físicamente la potencia masculina322; para Berrino, la muchacha deviene viri potens con la primera menstruación, convirtiéndose en patiens, esto es, en grado de virum pati323. De ahí su preocupación por ponderar las implicaciones de la sincronización familiar del matrimonio de las niñas, la iniciación sexual y la maternidad324 Al igual que en nuestros días, se puede suponer que en la Antigüedad la violencia psicológica, emocional y de control, afecta en mayor medida a las mujeres jóvenes325. Durry, M., “Le mariage des filles impubères à Rome”, Comptes rendus des séances de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres 99.1 (1955) p. 89. 319 García Garrido, M., “Nuevas observaciones sobre el matrimonio de una menor”, Anuario de Historia del Derecho Español 27 (1957) p. 1135. 320 Plut. Lic.-Num. 26,4,1-3. 321 Posteriormente en época clásica aún se sigue utilizando esta expresión, tal y como se desprende de Ulpiano, Comentarios al Edicto libro VII, D. 50,16,13 pr.: “En la denominación de mujer también se comprende la doncella casadera (virgo viripotens)”. 322 Robert, J.N., Eros romano cit., pp. 139 ss. 323 Berrino, N.F., Mulier potens: realtà femminili nel mondo antico, Lecce 2006, pp. 123 ss. 324 Caldwell, L., Roman girlhood and the fashioning of feminity, Cambridge 2015, pp. 15 ss. 325 López Baissón, C.- Inglada-Pérez, L., “Historias de Matemáticas
Estudio estadístico sobre violencia de género”, Revista Pensamiento matemático 7.1 (2017) p. 125. 318

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  9.d. Belleza contenida: armonía que refrena la lujuria Múltiples son los textos literarios en todos los periodos históricos de la Roma antigua que, de una u otra manera, nos advierten de los peligros de la belleza; de la necesidad de preservar un aspecto físico impecable que nos permita el reconocimiento y el respeto social, pero a la par que no despierte las pasiones viriles desenfrenadas. Aulo Gelio refiere a algunos escritores antiguos, y todos ellos están de acuerdo en esa belleza media, a la que califican ‘belleza conyugal’, ‘belleza contenida’, que suele ser de un pudor inmaculado326. Y esta contención en la autoconstrucción de la imagen femenina, tanto en lo físico como en lo intelectual, será una constante a lo largo de la Historia de Roma, recordada para ‘aviso a navegantes’; a este respecto los escritores narrarán la historia de Lucrecia, Virginia, Sempronia y Julia Maior, entre otras mujeres víctimas de esta violencia de género. Cid recoge algunas teorías que ligan los orígenes ‘salvajes’ de la civilización romana, y la no crianza de los hijos por la propia madre; según la autora los hijos serían arrebatados a ellas por una especie de nodrizas que vivían en los bosques, fuera de los núcleos de población. Una domesticación posterior, con la conformación de vida urbana, implicaría la asunción de tal fase gestora por las propias madres biológicas; pero esta lógica no funciona para Roma donde la presencia de estas ‘madres sustitutas’ se convierte en un hecho cotidiano327. Esta ‘belleza contenida’, y la domesticación de la maternidad en Roma en tanto control masculino del cuerpo de la mujer y de la descendencia, marcan el reverso en femenino de la imago del vir bonus328; consecuentemente, la armonía femenina ‘que refrena la lujuria’ reforzará al hombre, como marido y como ciudadano. La contención también se percibe en el peinado y en los adornos, pues han de manifestar maiestas, y provocar respeto y dignidad. Siglos después, en relación a la lex Oppia, se rememoran estos primeros tiempos en los que los maridos autorizan a sus mujeres ciertos lujos como premio; pues estos primeros patres son conscientes de la dureza de vida que llevan las mujeres castas, concediéndoles tales ‘caprichos’ con la finalidad de que no se rebelen contra el orden establecido329.

Gell. 5,11,11-14. Cid López R.M., “Madres sustitutas y oficios femeninos: nodrizas y niñeras en la Roma antigua”, Los trabajos de las mujeres en el mundo antiguo: cuidado y mantenimiento de la vida, Tarragona 2016, pp. 131-132. 328 Cid López, R.M., Madres para Roma cit., pp. 156-164, 176-177. 329 Val. Max. 2,1,5. 326 327

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  9.e. Sufridoras: el dolor social y el luto de las romanas La mujer puede expresar el llanto, la desesperación, ternura, y las debilidad o temores, mientras que el hombre ha de dominar estos sentimientos con actitudes más intelectuales. El dolor manifiesta la vulnerabilidad o inseguridad, algo que es impropio de la virilidad; y el luto es la expresión cultural del dolor vivido como estado de duelo, como parte de los ritos funerarios: la muerte no se oculta, y tampoco el negro de las vestiduras330. Además, el luto, que únicamente viste la mujer, activa la solidaridad social de familia, parientes, y amigos, quienes refuerzan sus lazos afectivos y de consciencia de grupo; siempre, en toda circunstancia, la mujer en su labor de cohesión grupal. No obstante, hay que respetar la frontera del duelo dentro de lo racional, de lo socialmente aceptado, porque de lo contrario los principios familiares quiebran en lo sustancial y en lo formal. Así, de un lado, en lo sustancial, tras una vivencia de muerte, las mujeres sin dejar de honrar a su difunto, han de ser consciente de la ‘eternidad’ de la familia, que bien encarna el genio familiar, los penates y la herencia: los romanos saben que son parte de una cadena que liga a los antepasados con la descendencia, esto es, el futuro del grupo. Por ello, el luto no ha de implicar el desapego a la existencia presente y a la lucha cotidiana, para lo cual el rey Numa legisla al respecto: “Él, personalmente, reglamentó los lutos, según la edad, y su duración: por ejemplo, que no se guarde luto a un niño menor de tres años, ni si pasa de esa edad, más meses que años vivió hasta los diez; ni por más tiempo, a ninguna edad, sino que la duración máxima del luto ha de ser de diez meses, tiempo en el que, además, las esposas de los muertos deben permanecer viudas. Y si alguna se casaba antes, debía sacrificar una vaca preñada, por disposición de aquél”331.

La mortalidad infantil es tan elevada hasta principios del s. XX que todas las sociedades desde la Antigüedad han tenido que convivir con esa gran tragedia; en el caso de la Roma antigua se añaden matices que hacen que la madre tenga que reprimirse en una contención que lo marca la legalidad: nada de luto si el difunto es menor de tres años; y si no en proporción a la edad hasta un máximo de diez meses de luto. Para las viudas dicho plazo es garantía de legitimidad de los hijos póstumos. De otro lado, en lo formal, un exceso de afectación es una falta de urbanidad, de turpitudo, esto es, por lo descontrolado daña la armonía social. Curiosamen Al respecto, Requena Jiménez, M., “El color del luto en Roma”, Gerion 30 (2012) pp. 209-218. 331 Plut. Num. 12,3. 330

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te el término que se usa en el siguiente texto es ‘indecoroso’, esto es, que atenta a la belleza en su significación de cortesía, de ciudadanía. Como se ha indicado supra el luto masculino es indecoroso, porque el varón es esencialmente cives, con todo lo que ello comporta de vida pública, y de insensibilidad: “Un año de luto para las mujeres fijaron nuestros mayores, no para que se dolieran tanto tiempo, sino para que no lo hicieran por más tiempo; para los varones no hay alguno determinado, porque ninguno es decoroso. Con todo, ¿de entre aquellas pobres mujeres, apartadas con dificultad de la pira, arrancadas con dificultad del cadáver, me señalarás, cuyas lágrimas hayan durado todo un mes? Ningún sentimiento se trueca más presto en repulsión que el de dolor, el cual, si es reciente, encuentra consoladores y atrae a algunos junto a sí; pero si es inveterado, se le ridiculiza, y con razón, porque o es fingido o insensato”332.

Otro modo de violencia en el seno del patriciado se ejerce a través de los lamentos de las plañideras en los funerales, que parece tener diversas funciones; entre otras, activar la venganza entre clanes, apelando al deber de venganza familiar333. Botta apunta un valor vindicatorio/resarcitorio en el verbo “parentare”, en tanto ofrenda a los familiares difuntos que restituye la paz de los dioses334. Según Lizzi el hecho de que más tarde durante la República la legislación decenviral las prohíba, vendrá justificada por la necesidad de reducir la centralidad del elemento femenino en las ceremonias funerarias; y, como reacción de la sociedad campesina romano-sabina, siguiendo las leyes griegas de Solón, a los usos y costumbres de raíz etrusca335. 332 Sen. epist. 7,63,13; véase al respecto, Roca Meliá, I., Epístolas morales a Lucilio I (introducción, trad., y notas), Madrid 1986, p. 353. Sen. dial. 11,16,1: “No hay razón para que utilices el pretexto de tu condición femenina, a la que prácticamente se ha concedido un derecho a las lágrimas sin moderación, pero no sin límite; y por esto nuestros antepasados concedieron un plazo de diez meses a las que lloraban a sus maridos, a fin de transigir con la tenacidad de la aflicción femenina mediante una disposición legal. No prohibieron los lutos sino que les pusieron un término; pues sentir un dolor intermidable por haber perdido a alguien de los más queridos es necia ternura, y ninguno, inhumana dureza; el equilibrio ideal entre el cariño y la razón es sentir y a la vez contener la añoranza”; al respecto, véase Mariné Isidro, Séneca, Consolaciones-Apocolocintosis (trad. y notas), Madrid 2001, pp. 85. 333 Sterbenc Erker, D., “Voix dangereuses et forcé des larmes: le deuil féminin dans la Rome Antique”, Revue de l’Histoire des Religions 221. 3 (2004) pp. 276 ss., señala que a principios de la República la prohibición decenviral de las plañideras en la ley de las XII tablas trata de desincentivar la violencia social. 334 Botta, F., “La vendetta come officium pietatis”, Diritto @ Storia 13 (2015) http://www. dirittoestoria.it/13/memorie/Botta-Vendetta-officium-pietatis.htm, y la bibliografía allí citada sobre la solidaridad familiar y la venganza en el Foro. 335 Lizzi, R., “Il sesso e i morti”,La mort au quotidien dans le monde romain. Actes du colloque organisé par l’Université de Paris IV (Paris-Sorbone 7-9 octobre 1993), Paris 1995, pp. 58-59.

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Dado que el luto pertenece a la esfera de la marginalidad, al dolor que nos aleja de la vida comunitaria, es contrario a las funciones viriles, en tanto gestoras del orden y supervisoras del funcionamiento de la vida política y social; de ahí que la escasa importancia del luto en el modelo de comportamiento masculino; el duelo del hombre se vertebra en torno al ámbito social: en el funeral, en el traslado del cadáver, en el elogio, y durante la cremación de éste336.   9.f. Vigiladas por su sexo Como se ha referido supra la presión social sobre las mujeres, respecto a su pudor y a su maternidad, es muy grande. El destino de los hijos ilegítimos es terrible, pues quedan aislados de la visibilidad social por falta de vinculación viril: “Cuando se hayan celebrado legítimas nupcias, los hijos siguen al padre; el concebido del vulgo sigue a la madre”337.

Y los perjudicados no sólo son la madre y el ilegítimo, sino que también quedaría manchada la familia; de ahí que se vigilen estrechamente sus movimientos, porque la mera sospecha, la sombra de duda, implica indignidad para la mujer. Plutarco llega a decir que esa supervisión las educa en la modestia y en la feminidad, esto es, en la autocensura: “Pero todavía más la vigilancia de las muchachas se ha dispuesto por Numa para conseguir la feminidad y la modestia; mientras que la de Licurgo, al ser completamente abierta y femenina, ha dado que hablar a los poetas”338.

Por ello las mujeres deben estar atentas a la respetabilidad de sus vestidos, restringiendo las matronas su participación en ceremonias a sólo las reservadas para ellas, o acompañando al marido; además de todo un universo de fiscalizaciones y de represiones, para no caer en comportamientos adúlteros. Hermanas, madres, tías, abuelas, parientes masculinos inmediatos, esclavas y esclavos, además del Consejo de familia, velarán, día y noche, ininterrumpidamente por la conducta intachable de las romanas; incluso preservándolas de malas influencias, esto es, de la relación de ‘amistad’ con mujeres impúdicas. Y todo este despliegue cómplice de la maraña patriarcal en la que están atrapadas las mujeres es debida al convencimiento general de que la desgracia acecha y sucede en unos segundos, y la caída es al pozo de la impudicitia, del cual nunca se sale. 336 Prescendi, F., “Il luto dei padri nella cultura romana”, La mort au quotidien dans le monde romain. Actes du colloque organisé par l’Université de Paris IV (Paris-Sorbone 7-9 octobre 1993) (Paris 1995) p. 152. 337 Celso, Digesto, libro XXIX, D. 1,5,19. 338 Plut. Lic.-Num. 25,5.

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10. LA MATERNIDAD: ENTRE LA NATURALEZA, EL DERECHO Y EL DEBER SOCIAL Rómulo exalta la condición reproductora femenina cuando se acompaña de su madre, de la que se ha hablado en capítulos precedentes; ella, que nunca había vivido con el rey, aparece como figura indispensable en la construcción de Roma: “Rómulo al fundar la ciudad de Roma se lleva a su madre Rea Silvia”339.

Sin embargo, Rómulo violenta la maternidad al ordenar el rapto de las sabinas, y permitir a su pueblo preñarlas como animales. Esta hiper valoración de esta capacidad biológica femenina es concebida en las antiguas culturas más como un factor de dominación, que como un privilegio; y se mantiene en general como constante en la historia de la humanidad como un falso privilegio. Para Núñez Paz la función maternal fundamenta ‘jurídicamente la exclusión de la mujer romana del pensamiento político y económico’340. Entiendo que esta realidad se produce como consecuencia del encarecimiento como ‘valor de mercado’ del potencial reproductor femenino en las sociedades primitivas y antiguas; consecuentemente las sociedades, ya la divinizan, ya la sobreprotegen, custodiando el vientre materno, y por ende a sus porteadoras. Una vez casadas las mujeres han de dedicar sus esfuerzos a tener una prole abundante; la suficiente para que la fatalidad no les prive de una descendencia que garantice la supervivencia de la familia del marido: “Es evidente que los hijos de las hembras no están en la familia de ellas, porque los que nacen siguen a la familia del padre, no a la de la madre” 341.

En cualquier caso esto implica la reclusión y la hiper especialización femenina en el mundo de lo doméstico, pues han de ser ellas las que garanticen la productividad social del espécimen engendrado; lo que sólo podrá hacerse supervisando toda la cadena de montaje, esto es, culminando el seguimiento del desarrollo físico, intelectual, afectivo y cultural de sus hijos.

339 Plut. Rom. 9,1: “Muerto Amulio y estabilizada la situación política, no deseaban habitar Alba sin gobernar, ni gobernar en vida de su abuelo materno, sino que restituyéndole el mando y tributando a su madre los honores debidos, decidieron vivir autónomamente, fundando una ciudad en los parajes donde al principio fueron criados, pues ésa es precisamente la razón más digna”. 340 Núñez Paz, M.I., “Tradición jurídica de la fragilitas animi femenina-mores romanos, honra y libertad sexual”, Epistemología femenina: Mujeres e identidad, Sevilla 2011, p. 1648. 341 Gayo, Comentarios al Edicto provincial, libro XVI, D. 50,16,196,1.

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En su ciclo reproductivo las romanas pueden engendrar unos diecisiete hijos, tantos como su esperanza de vida. La reproducción es una misión capital tanto para hombres como mujeres, por lo que si se quedan viudos rápidamente, guardado el tiempo de luto marcado por las mores, vuelven a desposarse con parientes o miembros de otros grupos gentilicios. A la mujer le está prohibido contraer segundas nupcias antes del tempus lugendi, esto es, de los diez meses de luto, para evitar por una turbatio sanguinis un posible problema de paternidad; dicha norma parece fue introducida por las leges regiae342. La diosa Juno Lucina protege a las parturientas; se venera al margen de los cultos públicos, que como tales son masculinos; nuevamente en el tema religioso se reproduce la desigualdad por género343. Ahondar en la noción romana de la maternidad conlleva la necesaria interrelación entre variadas concepciones y simbólicas relaciones, que se describen en los siguientes apartados: 10.a. 10.b. 10.c. 10.d. 10.e. 10.f.

Ritos de iniciación Fiesta de Lupercalias Fauno y la Fiesta de la Bona Dea Fascinación por el falo: los dioses fálicos Mujeres invisibles: viudas / solteronas Comunidad de procreación: vientres cedidos por el paterfamilias

  10.a. Ritos de iniciación El primer paso para la maternidad, vivida dentro de los márgenes del ius civile, es la previa celebración de iustas nuptias; para ello se realizan ritos de purificación de las novias, al modo de la ceremonia de la lustratio del recién nacido; o como si se tratara de un campo, de una guerra, como atracción de los buenos augurios: “También los antiguos latinos y asimismo los griegos en Italia parecen haber tenido la misma costumbre, pues nuestras mujeres, sobre todo las nodrizas, llaman puerco (porcus) a la naturaleza femenina de las vírgenes, y las griegas la llaman choeros, indicando que es digna señal de la boda. Se dice que

342 Mercogliano, F., Fundamenta cit., p. 216. Plut. Num. 12,3: “Él, personalmente, reglamentó los lutos, según la edad, y su duración: por ejemplo, que no se guarde luto
a un niño menor de tres años, ni si pasa de esa edad, más meses que años vivió hasta los diez; ni por más tiempo, a ninguna edad, sino que la duración máxima del luto ha de ser de diez meses, tiempo en el que, además, las esposas de los muertos deben permanecer viudas. Y si alguna se casaba antes, debía sacrificar una vaca preñada, por disposición de aquél”. 343 Cid López, R.M., “Las matronas y los prodigios.
Prácticas religiosas femeninas en los ‘márgenes’ de La religión romana”, Norba. Revista de Historia, 20 (2007)p. 12.

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el ganado de cerda lo ha ofrecido la naturaleza para el banquete, y que por ello se les dio la vida y de la misma manera la sal para conservar la carne”344.

Por tanto, como se puede observar, algún autor clásico simboliza en el cerdo a la prometida virgen, que se ofrece para el banquete, al igual que la sal simboliza la conservación de la carne. En esta ceremonia se vierte agua con una rama de laurel o de olivo, y se vehicula el rito a través de un acto procesional, sacrificándose un animal que ha sido parte de la comitiva: “Se inmolaban cerdos en los ritos de iniciación de Ceres; porque en los comienzos de un periodo de paz, cuando se hacía el pacto se mataba un cerdo; porque en Etruria, los antiguos reyes y los nobles, en el inicio de los ritos de bodas, la novia y el novio inmolaban primeramente un cerdo en la ceremonia de la unión nupcial”345.

  10.b. Fiesta de lupercalias Cada quince de febrero los jóvenes celebran esta fiesta en honor al dios Pan346. El cortejo de los lupercales corre a través de los antiguos límites de la ciudad, para purificar el territorio romano, en el que sus gentes son los directamente bendecidos347; el trayecto comprende un amplio sector de la ciudad: el Palatino, el Ara Máxima de Hércules Invicto, el foro boario, el altar de Consus y el santuario de los Lares, retornando finalmente al lugar de partida. La fiesta poco a poco durante su recorrido urbano se va convirtiendo en una algarabía de cantos, gritos, y bailes provocativos, que son incitados por la población ávida de dinamismo; es un ritual, en el que en cierto sentido, nuevamente se tiene presente el episodio del rapto de las sabinas: Violencia y fecundidad, que con la socialización se interioriza por las mujeres como un ceremonial alegremente aceptado: “Seguidamente cortan la piel de las cabras y se lanzan a correr desnudos, con paños ceñidos golpeando con las pieles a los que encuentran. Las mujeres en sazón no evitan los golpes, pues creen que contribuyen a la fecundidad y al embarazo”348. Varro rust., 2,4,10. Varro rust. 2,4,9. 346 Dion. Hal. ant. 1,80,1: “… los jóvenes iban a celebrar en honor de Pan las Lupercales,
fiesta arcadia que instituyó Evandro, …”. Jiménez, E.-Sánchez, E., Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, I-III (trad. y notas), Madrid 1984, p. 144, n. 191, menciona que en esta fiesta en honor de Fauno Luperco los muchachos jóvenes (lupercos), desnudos dan la vuelta al Palatino, y provistos de correas de piel de cabra recién inmolada, azotan con ellas a las mujeres que encontraban para que se hagan fértiles. 347 Rykwert,J., The idea of a Town. The anthropology of urban form in Rome, Italy and the ancient world, Cambridge 1988, p. 53. 348 Plut. Rom. 21,7. 344 345

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Lupercalia (villa de Fuente Álamo)

De nuevo la mitología reproduce en la ficticia Arcadia el mundo violentamente masculino de Pan y de las ninfas deseadas, perseguidas y violentadas. Sospechosamente agresivo es el hecho de que esta fiesta se creara en tiempos remotos por pastores, en tanto que se puede deducir que como lupercales aterrorizarían a las muchachas de los campos. La fiesta se institucionalizará cuando sea asimilada en la urbe por los jóvenes de las familias romanas y por las autoridades públicas, quienes desnudos y festivos, rememorarán aquellas hazañas (entre mitológicas, y ancestrales) de los primitivos romanos: “… fiesta de las Lupercales, sobre la cual muchos escriben que en tiempos remotos era una fiesta de pastores y que guarda relación con las Licias de la Arcadia. Muchos jóvenes patricios, así como magistrados, recorren la ciudad desnudos, golpeando por diversión y risa con correas velludas a los que encentran en su camino. Además, muchas mujeres en edad de ser madres les salen adrede al paso y ofrecen las manos para que se las golpeen, como los

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niños en la escuela, convencidas de que eso ayuda a tener un buen parto a las embarazadas y a quedarse embarazadas a las que no tienen hijos”349.

  10.c. Fauno y la fiesta de la bona dea La Buena diosa está ligada a la personalidad de esos remotos tiempos, según historiadores de la Antigüedad, cuando la mitología toma carta de realidad para los romanos de tiempos de la monarquía: “¿Qué sacrificio es tan antiguo como este que recibimos de nuestros reyes, y que es coetáneo a nuestra ciudad?”350.

Conforme a una leyenda Fatua es esposa de Fauno, y ambos predicen el destino respectivamente a mujeres y a hombres351; pero el nombre de ella hace referencia al adjetivo fatuus, esto es, engañoso, inconsistente, entre otros calificativos. El escritor republicano Gabio Basso cuenta que Fatua tenía tanto pudor que se escondía de miradas ajenas a su esposo, y nadie nunca oyó su voz; por ello, como ejemplo para todas las romanas se instituye una fiesta en su honor, incluso recibe el calificativo de Buena diosa. La violencia que acumula pacientemente esta diosa es tal, que incluso el escritor y político también republicano Sexto Clodio añade que Fauno la mata a palos porque supuestamente ella se ha emborrachado, y luego él, arrepentido, colma su memoria de honores; un comportamiento típico de maltratador que queda socialmente exculpado al arrepentirse y tratar de obtener una reparación del daño; el escritor califica este homicidio de error de Fauno: “Pero, de la misma forma que Pompilio fue entre los romanos el instaurador de absurdas supersticiones, así también sabemos que, antes de Pompilio, fue Fauno el que en el Lacio instauró nefastos ritos en honor de su abuelo Saturno, el que incluyó a su padre Pico entre los dioses y el que hizo sacrificios a su hermana, y también esposa, Fenta Fauna; de ella nos transmite Gavio Basso que se llamaba Fatua (Hadua), porque tenía la costumbre de predecir los hados a las mujeres, de la misma forma que Fauno lo hacía con los hombres. De ella misma escribe Varrón que tenia tanto pudor que ningún varón, a excepción de su marido, la vio ni oyó su nombre mientras vivió. Por ello las mujeres hacen sacrificios en su honor a escondidas y la llaman Diosa Buena.

Plut. Caes. 61,1-3. Cic. har. resp. 17. 351 Brouwer, H.H.J., Bona dea. The sources and a description of the cult, Leiden-New YorkKobenhavn-Köln 1989, pp. 3-230, enumera y describe una gran cantidad de fuentes epigráficas y literarias que abordan el culto de esta diosa a lo largo de un periodo de la historia romana muy amplio. 349 350

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Y Sexto Clodio, en el libro que escribió en griego, cuenta que ésta era la mujer de Fauno; y que éste le golpeó hasta darle muerte con varas de mirto por haber bebido a escondidas, en contra de la costumbre y honra regias, una vasija de vino, y haberse embriagado; y que después él, arrepentido de su acción y no pudiendo soportar la añoranza que de ella tenía, le dio honores divinos; y que, por su acción, se pone en su rito un ánfora de vino tapada. Así pues, Fauno dejó también a la posteridad no pocos errores, errores que sin embargo intuye cualquiera que sea inteligente”352. 352 Lact. inst. 1,22,9-11. Otras teorías sobre la Bona Dea cuentan los escritores, pero todas ellas están ligadas a comportamientos violentos contra la mujer; Macr. Sat. 1,12,24: “Pero Pison sostiene que la esposa de Vulcano es Maïesta, y no Maïa. Otros afirman que es Maia, madre de Mercurio, quien dio su nombre al mes del cual hablamos, basándose principalmente en que durante su trascurso las diversas clases de comerciantes también a sacrifican a Maia y a Mercurio. Otros, entre ellos Cornelio Labeo, argumentan que esta Maia, a la que se sacrifica durante el mes de mayo, es la Tierra, que habría tomado ese nombre debido a su amplio alcance, y que se invoca efectivamente en los sacrificios como “Mater magna”. Todavía basan su afirmación en que se le ofrece a Maia una cerda preñada, víctima especialmente consagrada a la Tierra; y dicen que Mercurio es su ayudante, en estos sacrificios, porque es el contacto de la Tierra el que da la voz al hombre naciente; pero sabemos que Mercurio es el dios de la voz y la elocuencia. Cornelio Labeo también dice que en la época de las calendas de mayo, se consagra un templo a esta Maia, bajo el nombre de Buena Diosa. Añade que se puede convencer, por los misterios más sagrados de la religión, esta Buena Diosa es la misma que la de la Tierra, y que los libros de los pontífices la designan con los nombres de Fauna, Ops y Fatua. Ella se llama Bona, como siendo la causa productora de todo lo que es bueno para nuestra comida; Fauna, porque favorece (ser favorable) todo lo que es útil para los seres animados; Ops (ayuda), porque la vida es solo con su ayuda; Fatua, de fusión (hablando), porque, como dijimos anteriormente, los recién nacidos solo adquieren la voz después de tocar la tierra. Algunos dicen que esta diosa posee el poder de Juno; y es por eso que se coloca el cetro real en su mano izquierda. Otros creen que ella es igual que Proserpina, y que se sacrifica a ella una cerda, porque este animal devora las cosechas que Ceres dejó a los mortales. Otros creen que es el Hécate del Inframundo. Los beocios la toman por Sémele y la hacen hija de Fauno. Ella se resistió a la voluntad de su padre, que se había enamorado de ella, quien la golpeó con una rama de mirto, y que, incluso embriagándola, no pudo obligarla a ceder a sus deseos. Se cree, sin embargo, que el padre, habiéndose metamorfoseado en una serpiente, tuvo relaciones con su hija. En apoyo de estas circunstancias, se producen los siguientes indicios; las ramas de mirto están prohibidas en su templo; su cabeza está sombreada por las hojas de la vid, cuyo fruto fue utilizado por su padre como el medio principal para seducirla; el vino no se trae a su templo bajo su nombre ordinario; el jarrón en el que está contenido lleva el nombre de florero de miel (mellarium); el mismo vino se llama leche; en fin, las serpientes no están representadas en su templo ni como hombres atemorizantes ni asustados por ellas. Algunos creen que esta diosa es Medea, porque uno encuentra en su templo todo tipo de hierbas, de las cuales los sacerdotes componen una gran cantidad de remedios; y porque no está permitido que los hombres entren, por el insulto que ella provocó al ingrato Jason. Entre los griegos se llama ἡ θεὸς γυναικεία (la deidad de las mujeres), que Varro dice que es hija de Fauno; y tan púdica (γυναικωνῖτιν), que nunca salió del gineceo, que su nombre nunca se pronunció en público, que nunca vio a ningún hombre, y nunca fue vista por nadie; es por esto que nadie entra en su templo. He aquí ahora de donde viene que en Italia no está permitido a las mujeres asistir a los sacrificios de Hércules. Este dios teniendo sed mientras conducía por Italia el ganado de Gerion, una mujer le dijo que no podía en ese día darle agua, porque se celebraba la fiesta de la diosa de la mujeres, y que a los hombres no se les permitía

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Curiosamente en la fiesta de la Bona dea las mujeres pueden tomar vino. Se le permite tal desenfreno en este contexto netamente femenino, y no por ello comprometen su pudicitia, pues es un ritual iniciático para el futuro matrimonio, y dado que el acceso masculino está vetado353. La fiesta se celebra en la casa de los cónsules y pretores, ausentes estos; la esposa adulta, o la madre anciana que habite en la vivienda, actúa como anfitriona y conductora del ritual, asistida por Vestales. Conforme al rito las muchachas casaderas recibirán una caja con un falo, símbolo de la fertilidad y unión sexual354, como se analiza en el siguiente epígrafe.   10.d. Fascinación por el falo: los dioses fálicos En los orígenes de la civilización romana son admirados con religioso temor los bosques, manantiales, y otras fuerzas misteriosas de la creación. En esta línea de divinización, la concepción priva de toda malicia a los genitales; de ahí que se representen como amuleto con carácter protector de cualquier mal, humano o divino355. El falo no es un cualquier miembro viril, sino el que está ‘erecto’, esto es, conforme a las necesidades de procreación humana; su raíz griega φαλλός, pasa al latín ‘phallos’, que significa ‘pene inflado, erecto’. Fascinus es la personificación del falo divino o dios fálico haya llegado hasta nuestros días como verbo ‘fascinar’ y adjetivo ‘fascinante’, para indicar, tal y como explica la Real Academia de la Lengua: engañar, alucinar, ofuscar, atraer irresistiblemente, hacer mal de ojo. La consideración social del falo es tal en la sociedad romana que incluso llegan a concedérsele atributos humanos en algunas leyendas; así, cuenta Plutarco, en el s. I d.C., que algunos autores en la búsqueda de un origen divino o mágico probar los preparativos. En represalia, Hércules, ofreciendo un sacrificio, rechazó la presencia de mujeres y ordenó a Potitio y Pinario, guardianes de los objetos sagrados, que impidieran a cualquier mujer estar presente. Entonces, con motivo del nombre de Maïa, que dijimos que era lo mismo que la Tierra y la Buena Diosa, fuimos preparados para decir todo lo que sabemos al respecto”. 353 Mastrocinque, A., Bona dea and the cults of roman women, Stuttgart 2014, expone durante toda la obra el eje ligado a Bona dea, Fauna, y su importancia en los ritos de iniciación femenina. 354 Cairo, M.A., “Rec. Mastrocinque, A., Bona dea and the cults of roman women, Stuttgart 2014”, Ilu. Revista de Ciencia de las religiones 21 (2016) pp. 274-276, señala que la ceremonia se celebra en la casa del magistrado porque estas autoridades públicas son los herederos de los reyes, y Bona dea tiene las cualidades de una reina en tanto esposa o hija de Fauno, primer rey del Lacio. 355 Montero Cartelle, E., Priapeos, Grafitos amatorios pompeyanos, La velada de la fiesta de Venus, Reposiano, El concúbito de marte y Venus, Ausonio, El centón nupcial, Madrid 1990, p. 15.

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de los fundadores de Roma, no los hacen descender del troyano rey Eneas, sino de una personalización del simbólico miembro viril356. Igualmente se representa en algunas divinidades greco-romanas, como Priapo, hijo de Dionisos (dios del vino y del éxtasis) y de Afrodita (diosa de la belleza, del amor y del deseo).

Estela ‘al guardián y vigilante de los huertos, al conservador de la generación de villici357

356 Plut. Rom. 2,4-8: “Otros ofrecen un relato completamente fabuloso sobre el nacimiento: Tarquecio, rey de los albanos muy arbitrario y cruel, tuvo en su casa una aparición sobrenatural, pues del hogar salió de pronto un falo y allí permaneció durante muchos días. Había en Etruria un oráculo de Tetis, del que se le trajo a Tarquecio la prescripción de unir con el falo a una virgen, pues de ella nacería un hijo muy señalado, de extraordinaria virtud, fortuna y energía. Tarquecio reveló, entonces la respuesta divina a una de sus hijas y le ordenó que se acostara con el falo; mas ella sintió repugnancia y envió a una criada. Cuando se enteró Tarquecio, indignado, las encerró a ambas con intención de matarlas, pero, al ver a Vesta que, en sueños, le prohibía el crimen, ordenó a las jóvenes que, en prisión, tejieran una tela, con la promesa de entregarlas en matrimonio cuando la terminaran. Pues bien, aquéllas, durante el día, tejían, mientras que otras, por la noche, deshacían la tela por orden de Tarquecio. Y cuando del falo la criada dio a luz gemelos, Tarquecio los entregó a un tal Teracio y le ordenó matarlos. Pero aquél, llevándoselos, los depositó a orillas del río; entonces, una loba iba y venia a darles su ubre, y pájaros de toda clase, trayendo alimentos, se los ofrecían a las criaturas, hasta que un boyero lo vio y, maravillado, se atrevió a acercarse y recoger a los pequeños. Ocurrida así su salvación, cuando estuvieron criados, atacaron a Tarquecio y lo vencieron. Esta, en suma, es la versión que nos ha contado un tal Promatión, autor de una Historia de Italia”. 357 Segura Munguía, S., Los jardines en la Antigüedad, Bilbao 2005, p. 121.

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Los restos arqueológicos de Pompeya muestran un ‘desahogo de la virilidad’ manifestado por toda la ciudad. Priapo, dios protector de puertos, de la fertilidad de huertos y jardines, tanto sirve de espantapájaros en los cultivos con su miembro descomunal, propicia las cosechas, protege frente a la enfermedad, el robo y el mal tiempo358. Falos esculpidos en bronce como portalámparas o pintados detrás de la puerta de las casas. Sobre el horno de la panadería anexa a la casa de Caius Cuspius Pansa está esculpido en piedra: “Hic habitat felicitas” (Aquí habita la felicidad), pues un miembro viril ‘triunfante’ representa los buenos negocios, la bondad de la mercancía, y añade Robert, las aptitudes amatorias del propietario 359. En el fresco que se reproduce infra, ubicado en la entrada de la casa de los Vettii, Priapo pone en un plato de balanza su descomunal miembro y en el otro una bolsa cargada de monedas; el falo y los platillos de la balanza, implican a su vez un guiño a la justicia patriarcal, siempre viril. Destaca su piel curtida por el sol, imagen simbólica de la proyección pública masculina, de prosperidad; así como la exuberancia de frutas.

Fresco en Casa de los Vetti (Pompeya)360

358 Rodríguez López, R., El huerto en la Roma antigua. Su problemática urbanística y agraria, Madrid 2008, p. 103, refiero que también la figura de Príapo, o de los sátiros, así como aquella de Diana, o de Flora, evocan los grandes bosques donde vive el espíritu naturalísta del pueblo romano, y donde celebran los ritos dionisiacos. Así, el favor popular imagina a Priapo como un custodio rojo que espanta con su feroz hoz a las aves de los huertos cargados de frutos. 359 Robert, J.N., Eros romano: sexo y moral cit., p. 216. 360 Ranieri Panetta, M., Pompeya. Historia, vida cit., p. 217.

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También las vestales rinden culto en un altar a la encarnación del divino falo, esto es, al Fascinus Populi Romani, constituyendo uno de los referentes sagrados de la ciudad de Roma361. Relacionado con el fascinum son Silvano (el Dios itálico del campo)362 y los Fesceninos (versos subidos de tono, satíricos y licenciosos, que ahuyentan la envidia y el mal de ojo)363. Cantarella refiere que en la ceremonia de culto al dios Tutunus Mutunus, la esposa debe simular que cabalga sobre el fascinus (órgano reproductor) de este dios364. Hasta el derrocamiento de la monarquía no entrará el culto a Liber Pater, que con su gran falo está asociado también a la fertilidad de la naturaleza en general, campos, animales y mujeres. En siglos posteriores, a finales de la República, los romanos dejan de sentir la religiosa comprensión de las mores maiorum, y con ello el culto fálico se transforma en un símbolo de placer. Con ello también se provoca la jocosidad de los poetas; así, en el s. I d.C., se escribirán poemas sobre la veneración de las mujeres a Priapo: “Lejos de aquí las castas matronas: es vergonzoso que leáis impúdicos versos. Eso les importa un comino y se vienen derechas. Sin duda las matronas se regodean contemplando a gusto una buena polla”365.

Rykwert,J., The idea of a Town cit., p. 65. Cuatrecasas, A., Horacio. Obras completas (trad y notas), Barcelona 1986, p. 314, n. 20, señala que Silvano es representado como un viejo robusto, alegre y sensual, y al igual que los sátiros tiene la parte inferior del cuerpo de los machos cabríos. 363 Hor. epist. 2,1,139-150: “Los antiguos campesinos, vigorosos y felices con muy poco, que, después de ser recogida la cosecha, reparaban con días de fiesta su cuerpo y también su alma que había soportado el duro trabajo con la esperanza del final, ofrendaban, acompañados de sus hijos y de su fiel esposa, compañeros de trabajo, un cerdo a la tierra, leche a Silvano y flores y vino a su Genio, acordándose de la brevedad de la vida. A causa de esta costumbre, la instituida licencia de los Fesceninos difundió, en versos alternados, rústicos denuestos. Y esa libertad, muy bien acogida, siguió con su amable diversión, al retorno de cada año, hasta que ese juego, ya antes cruel, comenzó a trocarse en abierta rabia y a acosar, impunemente amenazador, las casas honestas. …”. 364 Cantarella, E., La calamidad ambigua: condición e imagen de la mujer en la antigüedad griega y romana, Madrid 1991, p. 194. 365 Priap. 8. También se percibe idéntico estilo en Priapeos 50: “Cierta muchacha, falsa como la que más, escucha esto, oh Príapo, se burla de mí y ni se deja, ni dice que no se dejará: siempre encuentra excusas para diferirlo. Mas si alguna vez al fin puedo gozarla, ceñiré toda tu méntula, oh Priapo, con coronas como la mía”; y en Priapeos 66: “Tú, para no ver el testimonio de mi virilidad, te marchas de aquí, como conviene a una casta mujer. Y me parece bien, si no es que temes contemplar lo que dentro de tus entrañas deseas tener”. 361 362

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  10.e. Mujeres invisibles: viudas/ solteronas Evidentemente, conforme a la estructura política y jurídica de la sociedad romana articulada en torno a la familia, la mujer que vive al margen de un grupo familiar, no tiene protección masculina, y es, como señala Cerrato, un sujeto sexual en riesgo, un cuerpo disponible para disfrute de la comunidad viril366. Las viudas y las solteras no son socialmente sujetos a tener en cuenta, pues no podrán tener la dignidad que siglos después se concede a las casadas por el hecho de serlo (materfamiliae), ni la de las casadas de demostradas buenas costumbres (matronae). Cuando se trata de las solteras adultas, éstas quedan en la invisibilidad más absoluta porque ya no queda esperanza familiar, ni social, de que engendren descendencia367: “… Resulta mucho más verosímil, ciertamente, la opinión que transmitieron los buenos comentadores de las palabras antiguas, según la cual era llamada propiamente matrona la mujer que se había unido en matrimonio con un varón mientras permaneciera en ese matrimonio, aunque aún no hubieran nacido hijos, y que tal nombre deriva del de madre, no porque lo fuera de hecho, sino por tener la esperanza y los augurios de llegar a serlo, y de ahí deriva también la palabra matrimonio …”368.

En lo femenino, lo contrario a maternidad es malsano, ya sea demente furioso, loco, por improductivo; excepción hecha, claro está, de las respetables vestales: “Dice Labeón, que se llama ‘viuda’ no solamente a la que en otro tiempo estuvo casada, sino también a la mujer que nunca hubiese tenido marido, porque fue llamada viuda a la manera que vecors (de mal corazón), vesanus (que tiene vesania), al que estuviese sin corazón o sin salud, y de igual modo se llamó viuda, sin dualidad” 369.

  10. f. Comunidad de procreación: vientres cedidos por el pater familias En apartados precedentes se ha abordado como la relación de un antiguo paterfamilias con los objetos de su propiedad, en la Roma monárquica y de principios de la República, tiene cierta equiparación jurídica y socio-política con el Cerrato, D., La cultura dello stupro cit., p. 436. López Medina, J.M., Mujeres y sociedad en el Alto Imperio romano cit., p. 1256, escribe que las mujeres que en edad adulta no son madres no están bien valoradas, y cita como ejemplo a las solteras. 368 Gell. 18,6,8. Sobre este fragmento, Marcos Casquero, M.A.- Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches Áticas II cit., p. 220 n. 30, apunta lo controvertido de esta distinción, que se plasma en la diferencia de criterio incluso entre los mismos escritores antiguos. 369 Doctrina de las obras póstumas de Labeón, libro II, D. 50,16,242,3. 366 367

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tratamiento dado a la mujer. De ahí que al afrontar el tema de la comunidad de procreación parezca útil hacer referencia al régimen de la propiedad privada primitiva370. Así, hacia el s. VIII a.C., al fundarse la ciudad, Rómulo dota a cada ciudadano de un hortus (producción individual, marginal, de temporada y perecedera), de dos yugadas de tierra. Pero este huerto constituye una extensión demasiado reducida para las necesidades, por muy sobrias que sean, de una familia media de cuatro personas, y hay que creer que la antigua familia romana suele ser más numerosa. Por tanto, al lado del pequeño huerto privado, hay una producción de seguridad en tierras comunes de la gens371, en las cuales, quizá en años alternos, se puede colectivamente disfrutar, para que la comunidad apacente el ganado y produzca cereales372, que consumirá junto a algún producto importado de Grecia. En este contexto agrario de subsistencia se entienden los vínculos de solidaridad, y como la amicitia y el parentesco generan deberes de mutuo auxilio373. Igualmente la vicinitas se manifiesta en la exigencia de prestaciones de ciertos servicios típicos, como ayudar en la recolección de los frutos, prestar aperos de labranza y otras cosas; además de evitar odios y divisiones entre las gentes. Por tanto, todo ciudadano aparece como en el centro de una red original de derechos y de deberes374. Y en esa concepción comunitaria de la ciudadanía primigenia se entiende que los varones romanos entreguen la simple posesión de sus esposas a amigos y vecinos que carezcan de hijos para que se aprovechen de la capacidad reproductora femenina. Siglos después los mismos literatos ro370 Al respecto, Franciosi, G., “Ancora sul consortium”, Labeo 37.2 (1991) p. 269, sostiene que en relación a la utilización colectiva de la tierra por varios clanes no debe hablarse de ‘propiedad’ colectiva de la gens, sino de utilización o de disfrute, con el fin de no comprometer sobre el plano nominal conceptos jurídicos que se formarán en periodos históricos posteriores, ya a nivel familiar o más exactamente individual. 371 Royo Arpón, J.M., Ciudad abierta. Ciudad de ciudadanos, Madrid 2001, pp. 62-63. También al respecto, Idem, Palabras con poder, Madrid 1997, pp. 33-39. 372 Martino (de), F., Historia económica de la Roma antigua I, Madrid 1985, pp. 13-22. 373 Cancelli, F., “Saggio sul concetto di officium in diritto romano”, Revista Italiana per le Scienze Giuridiche 9 (1957-8) p. 351, al definir officium recurre inevitablemente al honestum; la honradez entendida como un deber de solidaridad que tiene el hombre hacia sus propios conciudadanos, y el deber se hace jurídico para quien detenta un cargo público o para quien gestiona un encargo privado. 374 Rodríguez López, R., El huerto en la Roma antigua cit., pp. 31-35, donde también se dice que desde entonces, el sistema de apropiación individual y colectivo de las tierras es dictado por las mores. Así, durante muchos siglos, este primitivo reparto de la tierra genera la noción de una clase de igualitarismo ciudadano –reflejado en el tamaño de los lotes atribuibles a cada familia en la ciudad o en el campo–; noción que constituye un ingrediente del pensamiento socio-político romano, a veces de gran importancia.

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manos califican este modus doblemente: de un lado, de falta de celotipia masculina, esto es, falta de pasión varonil, pues el marido que realiza esta acción no sufre; y de otra como de pudorosa modestia, pues las esposas siguen ‘atadas’ a sus maridos quien abusa de ellas al entregarlas a un extraño, con quien tendrán que tener relaciones sexuales para engendrarles un hijo, lo que es muestra de la ruptura de la convivencia matrimonial: “Aunque rectamente y conforme a los intereses de la ciudad ambos infundieron en los maridos la falta de celotipia que supone la comunidad de los matrimonios y de la procreación, no en todo fueron coincidentes. El varón romano que tenía suficientes hijos y era convencido por otro que deseaba hijos, le cedía la esposa, pero era dueño de entregársela y de reclamársela; en cambio, el lacón, estando la esposa en su casa con él
 y manteniéndose el matrimonio con la entidad jurídica del principio, hacía partícipe al que le había convencido de la convivencia en orden a la procreación, y muchos, como ya se ha dicho, incluso invitándolos, metían en casa a aquellos de quienes pensaban que vendrían niños especialmente bien formados y nobles. ¿Cuál, entonces, es la diferencia de esas costumbres? ¿No es esto una dura y total insensibilidad hacia la esposa y cuanto perturba y hace arder de celos a la mayoría, y aquello una especie de pudorosa modestia que se echa como velo la garantía del matrimonio y reconoce lo inaguantable de la convivencia?”375.

Siglos después, durante la Republica, Catón el Censor, custodio de los valores tradicionales romanos, pondrá en practica este tipo de cesión de uso, apelando a las mores maiorum; pero para su validez socio-jurídica tendrá que recurrir a artificios legales, tal y como se verá en el capítulo III.

375 Plut. Lic.-Num. 25,1-4. Pérez Jiménez, A., Plutarco, Vidas paralelas I (introducción, trad., y notas), Madrid 1985, p. 393. Pese a la clara literalidad de este pasaje, Fernández Baquero, M.E., “La cesión de la mujer con fines de procreación según la concepción de la familia romana arcaica y preclásica”, Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada 4 (2001) p. 282 afirma que Plutarco se refiere a la cesión de mujeres a miembros de otras familias para que sean fertilizadas y que luego procreasen en su familia junto a su marido y grupo familiar como si fuera gestada dentro de la unión matrimonial. Sin embargo, lo que indica el pasaje es algo diverso, pues las mujeres con capacidad reproductora son entregadas a romanos sin hijos, quienes se quedarán con el fruto del parto.

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11. LA PROSTITUCIÓN ES GÉNERO FEMENINO Y VIOLACIÓN IMPUNE La fundación de Roma se liga a la leyenda sobre la concepción y nacimiento de Rómulo y Remo376, y a su fatum violento, que la perseguirá por siglos; una pax romana que como reverso estará marcada por los sucesos que acaecen en el periodo monárquico y republicano. De igual modo la prostitución se concibe como institución social necesaria para la incipiente cultura romana, incardinada en el centro de dicha leyenda como elemento reconductor de pulsiones desmedidas, tal y como se expone seguidamente. La leyenda comienza cuando el usurpador rey Amulio elimina la descendencia masculina de su hermano, quien sí tenía derechos sucesorios. Seguidamente obliga a su sobrina Rea Silvia, madre de estos primeros hombres míticos, de dinastía real, por razones de políticas, a ingresar en el sacerdocio femenino; de este modo Amulio, se garantiza que la hija de su hermano mantenga una castidad perpetua, abortando la posibilidad de que ella en el futuro engendre una legítima descendencia regia que pueda destronarlo: “El rey siguiente es Proca. Engendra éste a Númitor y Amulio; y a Númitor, que era el mayor de sus hijos, le deja el antiguo reino de la dinastía Silvia. Amulio es rey tras desbancar a su hermano, prevaleciendo sobre la voluntad paterna y el respeto a la primogenitura. Acumula crimen sobre crimen: elimina descendencia masculina de su hermano, y a su sobrina Rea Silvia, so pretexto de concederle un honor, la escoge para vestal, dejándola sin esperanza de tener hijos en razón de la virginidad perpetua”377.

Sin embargo, ante el pueblo el hecho de que Rea Silvia sea elegida como vestal es entendido como un honor378. Pero la fuerza del destino hará que Rea Silvia, tras ser violada, conciba dos hijos; ella será forzada. Al haber sido forzada, y por 376 Sobre los orígenes romanos de esta leyenda, véase Martínez-Pinna Nieto, J., Las leyendas de fundación de Roma: de Eneas a Rómulo, Barcelona 2011, pp. 99-128. 377 Liv. 1,3,10-11. 378 Dion. Hal. ant. 1,76,3-4: “Amulio, cuando supuso que el asunto del muchacho ya estaba olvidado, inició un segundo plan: designó a la hija de Númitor, Ilia (según algunos escritores Rea, de sobrenombre Silvia), que estaba en edad de casarse, como sacerdotisa de Vesta, con el fin de que no entrara en seguida en casa de ningún hombre y pudiera parir vengadores de su familia. Estas doncellas sagradas, a quienes era confiada la custodia del fuego perpetuo y cualquier otro rito que por costumbre debían celebrar doncellas en nombre de la comunidad, eran obligadas a permanecer vírgenes sin casarse durante un período de tiempo de cinco años como mínimo. Amulio iba poniendo en marcha su plan con muy buenas palabras, como si lo hiciera para otorgar honor y gloria a la familia. Decía que él no había establecido esta ley, común para todos, y que su hermano no era la primera persona de consideración a la que él había obligado a cumplirla; y era usual y honorable entre los albanos designar como servidoras de Vesta a las doncellas más ilustres. Pero Númitor, dándose cuenta de que su hermano no hacía esto con buena intención, sin

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tanto manchada en su castidad, es apartada de sus deberes oficiales de vestal379. Rea Silvia sufrirá un embarazo no deseado, será despojada de su maternidad, y quedará ajena al destino de los recién nacidos: Ella será encarcelada y los niños arrojados en una canastilla al rio Tiber: “Pero tenía que ser, en mi opinión, cosa del destino el nacimiento de tan gran ciudad y el comienzo de la mayor potencia después de la de los dioses. La vestal fue forzada, dio a luz dos gemelos y, bien por creerlo así, bien por cohonestar la falta remitiendo su responsabilidad a un dios, proclama a Marte380 padre de esta dudosa descendencia. Pero ni lo dioses ni los hombres la libran a ella ni a los hijos de la crueldad del rey: la sacerdotisa es encadenada y encarcelada, y se ordena que los niños sean arrojados a la corriente del río”381. embargo no demostraba su cólera para no ganarse el odio del pueblo, y guardaba en secreto este agravio”. 379 Dion. Hal. ant. 1,77,1-4: “Cuatro años después. cuando Ilia iba al bosque consagrado a Mane para recoger agua pura que utilizaría en los sacrificios, alguien la violó en el recinto sagrado. Algunos dicen que fue uno de los pretendientes de la muchacha, que estaba enamorado de ella; otros dicen que lo hizo el propio Amulio más por traición que por deseo, cubriéndose con armas para dar un aspecto terrorífico y ocultando lo más posible los rasgos que pudieran ser reconocible. Pero la mayoría de los escritores cuentan que fue una imagen de la divinidad a quien estaba consagrado el lugar, y añaden al suceso otras muchas señales divinas, como una repentina desaparición del sol y una oscuridad que se extendía por el cielo; y el aspecto de la imagen era mucho más maravilloso que el de los hombres por su estatura y belleza. Afirman que el violador dijo a la muchacha para consolar su pena que no se afligiera por lo sucedido (desde entonces fue evidente que se trataba de un dios), pues ella se había unido en matrimonio con la divinidad que poseía el lugar y, como consecuencia de la violación, pariría dos hijos muy superiores a los hombres en valor y cualidades guerreras. Y después de decirle esto, se envolvió en una nube y, elevándose de tierra, fue transportado hacia arriba por el aire. Ahora no es el momento oportuno de considerar qué opinión nos merecen tales sucesos, si debemos despreciarlos como fechorías humanas atribuidas a los dioses, pues un dios no se atrevería a realizar ningún acto indigno de su imperecedera y bienaventurada naturaleza, o si debemos admitir estas historias, pensando que cualquier sustancia del universo es una mezcla, y entre el linaje mortal y el divino existe una tercera naturaleza, la raza de los démones, que unas veces se une con hombres y otras, con dioses, y de ella dicen que procede el mítico linaje de los héroes. Pero sobre estos asuntos ya es suficiente lo que han dicho los filósofos. Pues bien, la muchacha después de la violación fingió estar enferma (esto se lo aconsejó su madre por su propia seguridad y por sus deberes religiosos para con los dioses), y ya no acudió más a los sacrificios, sino que los ritos que ella debía celebrar corrieron a cargo de las demás doncellas que desempeñaban la misma función”. 380 Cid López, R.M., Madres para Roma cit., p. 163, señala como la violación de Marte es presentada por los autores clásicos como un acontecimiento beneficioso para la futura Roma, pues justifica la ascendencia divina de Rómulo. 381 Liv. Hist. 1,4,1-3; Plut. Rom. 3,2-4: “De los reyes de Alba descendientes de Eneas la sucesión vino a parar en dos hermanos, Numitor y Amulio. Y habiendo hecho Amulio dos lotes de toda la herencia, colocando frente a la corona las riquezas y el oro traído de Troya, escogió Numitor la corona. Entonces Amulio, al contar con las riquezas y gozar de mayor poder que Numitor gracias a ellas, fácilmente le arrebató la corona, y por miedo a que de su hija nacieran niños, la designó sacerdotisa de Vesta, para que siempre viviera ajena al matrimonio y virgen. A ésta la llaman unos Ilia, otros Rea y otros Silvia. Mas, al cabo de no mucho tiempo, se descubrió

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La canastilla va a parar a los pies del monte Palatino, siendo los recién nacidos amamantados por una loba y criados por un pastor, según cuenta la leyenda. Ahora bien, con el apelativo de ‘loba’ se denomina en el mundo latino a las prostitutas; de ahí que se pueda entender que la madrastra de Rómulo y Remo sea una loba, esto es, una prostituta, según nos cuentan los escritores latinos382. Sin embargo, para Molas, en la historia el episodio de la loba animaliza las funciones maternas, y en general femeninas, contraponiendo la naturalización de los roles femeninos frente a la racionalidad masculina383: “En aquel lugar quedaron los pequeños, y los asistía la loba que los amamantaba y un picoverde que ayudaba a su alimentación y los vigilaba. Estos animales se consideran consagrados a Ares, y al picoverde los latinos lo veneran y honran de un modo especial. Por eso, tuvo aún más crédito la que alumbró a los pequeños cuando dijo que los había tenido de Ares. Sin embargo, dicen que esto le sucedió por engaño, ya que fue violada por Amulio que se le apareció en armas y la raptó “384.

Según algunos autores clásicos, es Acca Larencia, la mujer que los amamanta; pero como la memoria sirve de censura social, los habitantes del Palatino la conocen con el apelativo de ‘la loba’, porque en su juventud entregaba su cuerpo a cambio de dinero: “La que crió a los niños y les dio el pecho dicen que no fue una loba, sino como es natural una mujer que vivía con Fáustulo, de nombre Laurencia, a la que por haber prostituido en un tiempo los encantos de su cuerpo los residentes en el Palatino le pusieron el sobrenombre de Lupa. Éste es un antiguo apodo que estaba embarazada, en contra de la ley establecida para las Vestales. Que no sufriera ésta lo irremediable lo consiguió la hija del rey, Anto, intercediendo ante su padre; pero fue encerrada y llevaba una vida de aislamiento, a fin de que a Amulio le pasara inadvertido el parto”. 382 Aulo Gelio refería que Acca Laurentia es una vestal. Gell. 7,7,1: “En los Anales antiguos son célebres los nombres de Acca Laurentia y de Gaya Taracia, … El pueblo romano tributó los mayores honores a ambas. …”; Gell. 7,7,5-8: “En cambio, Acca Laurentia entregaba su cuerpo al pueblo y en tal negocio había ganado una gran suma de dinero. Ésta en su testamento, como escribió Anciate en su Historia, dejó como heredero de sus bienes a Rómulo o, según cuentan otros, al Pueblo Romano. En virtud de este mérito, el flamen Quirinal le hace un sacrifico público y en recuerdo suyo se añadió a los días fastos uno a su nombre. Sin embargo, en el libro I de sus Memoriales, Masurio Sabino, siguiendo a algunos historiadores, dice que Acca Laurentia fue la nodriza de Rómulo: ‘A esta mujer –dice- se le murió uno de sus doce hijos varones. Y Rómulo se ofreció a Acca Laurentia como hijo para ocupar el lugar de aquél, llamándose a sí mismo y a los otros hijos de ella ‘hermanos arvales’. …”; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I cit., pp. 301-302, y la bibliografía allí citada. 383 Molas Font, M.D., “La maternidad usurpada en las leyendas sobre los orígenes de Roma”, Madres y maternidades: construcciones culturales en la civilización clásica, Oviedo 2009, p. 147. 384 Plut. Rom. 4,2-3.

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griego aplicado a las mujeres que venden el placer, que ahora se llaman, con una denominación más respetable, heteras”385.

La madre sustituta, por los favores que ha hecho a la patria al acoger a los gemelos, merecerá sacrificios por los sacerdotes, y en su honor cada año se celebra una fiesta: “Según otros, fue el nombre de la nodriza el que, por su doble sentido, facilitó con la fama el cambio a lo fabuloso, pues llamaban ‘lupas’ los latinos, de los animales salvajes, a las lobas y, de las mujeres, a las prostitutas, y una de éstas era la mujer de Féstulo, el que crió a los pequeños, llamada Acca Larencia. En su honor también hacen sacrificios los romanos y [a ella] ofrenda las libaciones del mes de abril el sacerdote de Ares, y llaman Larentalias a la fiesta” 386.

Ahora bien, otra historia, relatada por Plutarco siglos después, menciona a otra prostituta de nombre igualmente ‘Laurencia’, a la que desvincula de la leyenda de Rómulo y Remo, aunque entiendo que debe de ser la misma. La traigo aquí porque aporta datos significativos sobre el mundo que rodea a estas mujeres que entregan su cuerpo para que otros las disfruten a cambio de dinero. La primera consideración es que muchas de ellas son hábilmente engañadas para entrar en ese mundo; así el guardián del templo de Heracles habiendo perdido una apuesta con el Dios, le prepara un banquete y, actuando como alcahuete, le paga a Laurencia, que era hermosa, pero todavía no ‘se dedicaba’ abiertamente ‘a la prostitución’; esto es, simplemente ella cuando recibe la oferta no es aparentemente demasiado púdica, y la acepta. La segunda consideración es que el proxeneta pacta con Laurencia el lugar donde realizar el servicio, y para ello la hospeda en el templo, le prepara una cama y la encierra para que la posea el dios; esto es, coacciona la voluntad de la muchacha para que no pueda cambiar de voluntad y arrepentirse antes de consumar el acto. Seguidamente la leyenda aparece algo confusa, e interpretable; de ahí que se pueda entender que Heracles prefiere que sea un ciudadano cualquiera, aleatoriamente elegido, el que se beneficie de la muchacha apostada. La suerte de Laurencia, a la que tildan de prostituta, es que en la novación de cliente encuentra felicidad y fortuna. Consecuentemente, se puede extraer una tercera consideración, y es que muchas prostitutas encuentran un cliente que las quiere y las saca de ese entorno; y ellas se redimen de su deshonra siendo piadosas y haciendo obras de cari Dion. Hal. ant. 1,84,4-5. Plut. Rom. 4,4-5.

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dad. Es la cara y la cruz de una realidad, la de las mujeres que viven en los márgenes de la sociedad mientras son prostitutas, pero que terminan teniendo una relación estable y fiel de pareja, comprometidas socialmente y, en cierto grado, admiradas por su redención y por sus obras sociales de arrepentimiento387. Claramente Plutarco pone el énfasis en la fortuna de Laurencia que, aunque no llega a casarse con ‘el hombre que la retira del oficio’, adquiere estabilidad sentimental, y ascenso social dentro de la plebe: “Honran, además, a otra Larencia por el siguiente motivo: el guarda del templo de Heracles, que, al parecer, ya no sabía en qué entretenerse por causa de su tiempo libre, propuso al dios jugar a los dados, bajo la condición de que, si vencía él, recibiría del dios algún favor y, si era vencido. prepararía para el dios una suculenta mesa y una hermosa mujer para que se acostara con él. En estas condiciones echó los dados, primero, por el dios y, luego, por sí mismo, y resultó vencido. Como quería cumplir el acuerdo y tenía por justo mantener lo establecido, preparó un banquete para el dios y, pagando a Larencia, que era hermosa, pero todavía no ‘se dedicaba’ abiertamente ‘a la prostitución’, la hospedó en el templo, preparándole una cama y, después de la cena, la encerró para que la poseyera el dios. Por cierto que dicen que el dios se apareció a la mujer y le ordenó salir fuera, a la plaza y, besando al primero que se encontrara, hacerlo su amante. Pues bien, se la encontró un ciudadano de edad avanzada y dueño de una importante fortuna, pero sin hijos y que había vivido sin esposa, llamado Tarrucio. Éste tuvo relaciones con Larencia y la amó, y a su muerte, la dejó como heredera de sus muchas y excelentes propiedades, cuya mayor parte donó aquélla al pueblo en su testamento. Se dice que, cuando ya era célebre y gozaba reputación de piadosa, desapareció en este lugar donde precisamente reposaba aquella pequeña Larencia”388.

Ahora bien, no puedo finalizar este epígrafe sin incluir otra asociación violenta contra mulieris. A las prostitutas las fuentes romanas posteriores las etiquetarán como aquellas “quae turpiter viverent” y que “volgoque quaestum facerent”, es decir, aquellas que hacen negocio, comercio, beneficio, con el vulgo389. 387 Monaco, L., Hereditas e mulieres cit., p. 139, profundiza con el análisis de las fuentes bibliográficas y literarias, sobre la figura de Acca Larentia, a la cual no considera romana, ni el prototipo de mujer romana; expone la autora que muchos elementos la inducen a pensar que ésta sea extranjera (peregrina), probablemente etrusca, como etrusco es el nombre de su marido Tarucio. Dicha leyenda prueba la diversa condición de la mujer etrusca, en tanto su derecho le permite ser heredera, a diferencia de lo que es la prohibición para la mujer romana en el ius civile antiguo. 388 Plut. Rom. 5,1-4. 389 Marcelo, Digesto, libro XXVI, D. 23,2,41; y Ulpiano, Comentarios a la ley Julia y Papia, libro I, D. 23,2,43. Al respecto, véase Rodríguez López, R., “Ne mulieribus in contractibus: mujeres bajo sospecha de indignidad”, Anuario de la Facultad de Derecho de Ourense, (2012) pp. 283298.

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Comercian con su cuerpo y el adverbio ‘palam’ cualifica esta acción, esto es, abiertamente, públicamente, sin esconderse. Consecuentemente desde los orígenes se identifica a la mulier palam con ‘mujer pública’. Así mientras un ‘hombre público’ es aquel que sigue la carrera de los honores, que tiene una proyección social y una fama, su correspondiente es una ‘mujer púdica’, que es la que está intramuros del hogar familiar. Igualmente sucederá con los términos amicus y amica; mientras que ‘amigo’ expresa fraternidad, hermandad (fraternitas), la palabra ‘amiga’ tiene una segunda acepción que significa amante, prostituta, cortesana390. Semejante es el uso peyorativo de puella (niña), que en una de sus acepciones significa ‘amante’, e incluso ‘joven mujer como objeto de interés sexual’391.

Glare, P.G.W., Oxford latin dictionary cit., pp. 116-117. Glare, P.G.W., Oxford latin dictionary cit., p. 1514.

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12. LOS USOS Y MODAS EXTRANJERIZANTES SON APTOS SÓLO PARA HOMBRES Como ocurre actualmente en otras culturas, la mujer debe estar pegada a las tradiciones, ya sea de vestimenta, ya sea de modales, pues la inmutabilidad y rigidez de costumbres refuerza su pudicitia. Por el contrario el hombre puede estar abierto a influencias foráneas, pues se entiende que en su faceta social quiera mimetizarse en su imagen con otros diferentes. Valerio Máximo, siglos después, nos refiere la antigua práctica, moralmente aceptada, de que en los convites las romanas permanezcan sentadas en sillas o taburetes; a diferencia de sus congéneres masculinos que están recostados en lechos; apostillando que con el cambio de hábitos que llevan los nuevos tiempos dicha costumbre sólo quedará para las diosas. ¿Es esa puntualización una invitación para que las mujeres reflexionen y vuelvan a estar en los banquetes en una postura erecta, siguiendo el modelo de las diosas?: “Las mujeres solían comer sentadas en compañía de los hombres, que lo hacían recostados. Esta costumbre del banquete de los hombres pasó también al de los dioses y así, en el banquete en honor de Júpiter, éste era invitado al festín en un lecho mientras que Juno y Minerva eran invitadas a sentarse en sillas. Nuestra época conserva esta rigurosa costumbre más cuidadosamente en el Capitolio que en las casas privadas, naturalmente, porque mantener las normas de conducta corresponde más a las diosas que a las mujeres”392.

De nuevo la mitología refuerza con sus relatos e imágenes la disimetría entre los derechos, obligaciones y comportamientos, lícitos e ilícitos, entre hombres y mujeres. Y respecto a los usos extranjerizantes, más adelante en el tiempo, con la llegada de mayores influencias helénicas, por el estoicismo, como la de la lectura o el teatro, entre otras, la resistencia hacía la posibilidad de que las mujeres salgan de su ‘caja de Pandora’. Esta leyenda mitológica aplicada simbólicamente a la mujer expresa la idea de que todos los males recaerán sobre el mundo si ellas se expanden y salen de sus cuatro paredes en las que están encorsetadas393.

Val. Max. 2,1,2. Palacios, J., “Miradas romanas sobre lo femenino: discurso, estereotipos y representación”, Asparkía 25 (2014) p. 101, recuerda que Pandora no usa la palabra para transmitir la verdad, sino para esconder la verdad tras la mentira, con el propósito fundamental de engañar a los hombres. 392 393

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13. LA DIOSA QUE APLACA A LOS HOMBRES CASADOS: VIRIPLACA Viriplaca, significa literalmente ‘diosa que aplaca a los hombres’, esto es, el enfado o la ira de los maridos394. Bajo este epíteto Juno, diosa protectora del matrimonio, recibe culto en el santuario situado en el Palatino395. Cuando se rompe la paz conyugal la pareja acude ante su altar para exponer sus cuitas, y habiéndolas verbalizado, regresan ambos a casa reconciliados. Pero sin embargo el trasfondo de esta advocación es el recordatorio del sometimiento femenino al esposo, pues el primer propósito de este culto es hacer felices a los maridos396; de ahí, el respeto reverencial de la mujer, que siempre se ha traducido como una muestra de cariño femenino397. A contrario sensu, se puede deducir que la esposa que no calma al marido es por falta de ella, que no lo ha atendido debidamente, o ha sido negligente en su relación con él: “En verdad, cuando había una disputa entre el marido y la mujer acudían ambos al pequeño santuario de la diosa Viriplaca, que está en el Palatino, y allí, tras decirse el uno al otro todo lo que querían, una vez apaciguados los ánimos regresaban a casa reconciliados. Se dice que esta diosa debe su nombre a que conseguía calmar a los maridos; realmente era objeto de gran veneración y no sé si era honrada con distinguidos y exquisitos sacrificios como guardián de la paz diaria en el hogar, ya que su advocación devolvía el respeto que las esposas deben al marido siempre en mutuo cariño”398.

394 Flocchini, N., Ab urbe cóndita. Storia e leggende di Roma antica attraverso le pagine dei classici, Milano 1988, p. 163, comenta que con este ritual que lo que la diosa debe calmar es el enfado del marido, ya que para aplacar a la esposa ‘basta un buen bastón’. 395 Pedregal Rodríguez, A.,“‘Ancilla dei’. El discurso cristiano sobre la sumisión femenina”, Studia historica. Historia antigua 25 (2007) p. 427, n. 41. 396 Wood, S.E., Imperial Women: A Study in Public Images, 40 B.C. - A.D. 68, Leiden-BostonKöln 2001, p. 12. 397 Montero Herrero, S., “Mujeres extranjeras en la obra de Valerio Máximo”, Gerión Anejos 8 (2004) p. 54, refiere que “es elocuente la evocación de la diosa Viriplaca cuyo nombre expresa, ‘sin querer herir la igualdad del mutuo amor, el honor que las mujeres han de tributar a la supremacía de los hombres’. 398 Val. Max. 2,1,6.

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[B]  REINADO ETRUSCO Los etruscos conquistan militarmente Roma, pese a que la leyenda intente ocultarlo minimizándolo a una puntual migración de la familia de los Tarquinos, como señala Amunátegui Perelló399. La superioridad de la cultura etrusca, y su concepción de un poder real fuerte frente a los grupos gentilicios, acelera la modernización de la ciudad y cambios de mentalidad 400: se realizan ambiciosas obras públicas, se emprenden reformas constitucionales401, y se favorece que amplios sectores de la plebe rompan sus lazos de clientelismo con los patricios; ‘democratizando’ así la vida social. Más aún, se produce un espectacular crecimiento demográfico de la urbe, con una población que ronda los cien mil habitantes. En consecuencia, Roma cambia fuertemente su carácter, y se encumbra la figura del agrícola, quien explota su pequeña propiedad familiar junto a sus hijos. Para el desarrollo económico de la ciudad los reyes etruscos pretenden apoyarse en las nuevas clases emergentes, plebeyos y extranjeros; así, por ejemplo respecto a la ciudad de Gabia el foedus acuerda derechos de comercio y de matrimonio (ius connubium) entre gabios y romanos402. Pero la aristocracia romanosabina ve tambalear su antiguo poder, provoca una revolución para destronar la dinastía de los Tarquinos403. Amunátegui Perelló, C.F., El origen de los poderes del “Paterfamilias” I cit., p. 37. Mansuelli, G.A., “Gli Etruschi nell’età romana: le fonti storiche da Polibio a Tacito”, Archeologia classica 43.1 (1991) p. 314, señala que los escritores latinos de siglos posteriores admiten la función básica de la cultura etrusca en el surgimiento del pueblo romano en el ámbito organizativo, civil y religioso, pero tampoco olvidan que los etruscos son el enemigo a destruir. 401 Sobre la lucha política de los clanes para derrotar la superioridad etrusca, véase Amunátegui Perello, C.F., “Lucretia and the Historical System of Noxality”, Revue Internationale des droits de l’Antiquité 55 (2008) pp. 67-81. 402 Al respecto, véase Montero Herrero, S., “Gabii a través del foedus Gabinum”, Cuadernos de trabajos de la Escuela Española de Arqueología e Historia en Roma 15 (1981) pp. 12-16. 403 Livio nos revela la atracción que la plebe sentía por los reyes etruscos, aún después de que han sido derrocados, y que en su narración trata de desvirtuar calificándola de ‘ansia de esclavitud’; Liv. 1,4-5: “Porsena, en la idea era muy ventajoso para los etruscos que hubiera rey 399 400

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14. LAS ETRUSCAS: ¿MUJERES VIOLENTAS, O VIOLENTADAS EN SU IMAGEN PARA LA HISTORIA ROMANA? Para algunos autores el espectro de reinados que engloba toda la forma monárquica de gobierno es, en lo referente a la consideración socio-jurídica de la mujer, una línea rectilínea sin cambios apreciables404; no obstante, la situación de la mujer mejora en este periodo por influencia etrusca. Esa visión fundacional de la mujer sumisa que el rey Rómulo había establecido durante su reinado, y perpetuado en los legisladores romano-sabinos, parece diluirse un poco con los etruscos. Plutarco refiere un litigio en los que demandante y demandado son una nuera y su suegra: “Pues, así como, entre nosotros, los historiadores registran los primeros que cometieron un crimen entre parientes o combatieron con hermanos o fueron parricidas o matricidas, … y que la esposa de Pinario, llamada Talea, fue la primera en pleitear con su suegra Gregania, durante el reinado de Tarquino el Soberbio. ¡Tan bien y ordenadamente se habían dispuesto los asuntos de los matrimonios por el legislador!”405.

La fórmula matrimonial “Ubi tu Gaius ego Gaia” parece ser etrusca, y una progresión en la consideración femenina: “Pues Gaius se indica con G, que invertida significa forma femenina, pues por las fórmulas sacras de los ritos nupciales aparece claro se acostumbraba a designar tanto a los Gayas como a los Gayos”406.

Plutarco señala en el siguiente texto que la esposa es obligada a pronunciar las palabras solemnes por las que ella se equipara al marido, pero a partir de él. en Roma y, además, un rey de raza etrusca, marchó sobre Roma con su ejército en son de guerra. Nunca hasta entonces el senado había sido presa de un pánico tan acusado: tan poderoso era, a la sazón, Clusio y tan grande el nombre de Porsena. Temían no sólo al enemigo, sino a sus propios conciudadanos: que la plebe romana, bajo la presión del pánico, admitiese a los reyes en la ciudad y aceptase la paz aun al precio de la esclavitud”; al respecto, Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, I-III, (traducción y notas), Madrid 1990, pp. 282-283. 404 Coma Fort, J.M., “Violencia y sumisión de la mujer en las fuentes jurídicas romanas”, Raíces profundas: la violencia contra las mujeres (Antigüedad y Edad Media), Madrid 2011, p. 94, escribe: “desde sus orígenes la primitiva aldea fundada por Rómulo experimenta un lento progreso que la convierte en el centro del mundo conocido, pero que la sumerge a la vez en la decadencia más absoluta. … Desde este ángulo es posible estudiar la consideración de la mujer en una sociedad eminentemente patriarcal. Una consideración nada favorable que la estima sometida y dependiente durante las primeras fases de la época más antigua. Y es que hasta la transformación socio-económica de los siglos III-II a.C. que permite a la mujer romana liberarse del sometimiento a su marido y adquirir con ello cierta autonomía, la historia de la mujer –en paralelo a la del grupo familiar– es historia de sumisión y de dependencia”. 405 Plut. Lic.-Num. 25,12-13. 406 Quint. Inst. 1,7,28.

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Ella se aliena en la imago del marido, por lo que jurídicamente su existencia se origina en él, quien es sui iuris. La esposa es alieni iuris del paterfamilias, y como materfamilias se vincula a la casa y a la laboriosidad; tal es lo que se desprende de la interpretación de dicho rito: “¿Por qué quienes introducen en casa a la recién casada le ordenan que diga: ‘Donde tú seas Cayo, yo seré Caya’? ¿Acaso porque entra precisamente con esta condición para ser copartícipe en todo y dirigir conjuntamente la familia? Precisamente lo que dan a entender aquellas palabras es esto: donde tú seas el señor y el paterfamilias, yo seré la señora y la materfamilias. ¿Se han servido de tales nombres simplemente por tratarse de nombres muy corrientes …? ¿O quizá por Caya Cecilia, una hermosa y honrada mujer, esposa de uno de los hijos de Tarquino, que tuvo erigida una estatua de bronce en el templo de Sanco? Antaño se hallaron allí también sus sandalias y sus husos; lo primero, símbolo de su actividad en casa; lo segundo, de su laboriosidad”407.

Numerosos pueblos de la Antigüedad refieren en sus escritos la libertad de movimiento de las etruscas en sus relaciones sociales, participan en banquetes, no sentadas como las romanas, sino recostadas en los triclinios; son mujeres cultivadas, que saben leer y escribir, y tienen nombre propio diferente del hombre408.

Urna de los esposos (Volterra)409

Plut. Qu.R. 30. Marcos Casquero, M.A., Plutarco, Cuestiones romanas, (trad.), Madrid 1992, p. 53. 408 Martínez-Pinna, J., “In convivio luxuque: mujer, moralidad y sociedad en el mundo etrusco”, Brocar 20 (1996) pp. 31-56; Elvira Barba, M.A., “Dos miradas sobre la mujer etrusca”, Anales de Historia del Arte 17 (2007) pp. 7-24. 409 Cateni, G., Volterra. The Guarnacci Etruscan Museum, Pisa 2004, p. 60. 407

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También el escritor tardo republicano Valerio Maximo recordará la capacidad de iniciativa de las antiguas etruscas410. En este periodo aparecen mujeres poderosas, destacándose como matriarcas tanto Tanaquil como Tullia411; un modelo, el etrusco, diametralmente opuesto al de matrona romana. Tullia, hija del rey Servio Tulio, pasa por ser una mujer intrigante412, asesina de su padre, y vengativa413; se salta la legalidad constitucional romana con el fin de que su ma Val. Max. 4,5,1, al poner de ejemplo a Espurina, joven etrusco, que prefería no provocar a las etruscas: “El ejemplo que sigue debe incluirse entre los extranjeros, ya que se produjo antes de que se concediese la ciudadanía romana a Etruria. Pues bien, en esa región, un joven de gran belleza llamado Espurina que, con su agradable aspecto, había atraído la mirada de numerosas damas ilustres y que, precisamente por eso, advirtió que no era bien mirado por los maridos y padres de ellas, afeó su rostro con heridas, ya que prefirió hacer gala de esa deformidad y de una buena reputación antes de que su belleza provocase la lujuria de los demás”. 411 Sobre rasgos de emancipación femenina en las etruscas, véase Briquel, D., “Les figures fémenines dans la tradition sur les trois derniers rois de Rome”, Gerion 16 (1998) pp. 113-141. 412 Liv. 1,46,1-2: “Servio, aunque había ejercido, de hecho, un poder no cuestionado, sin embargo oía decir que el joven (Lucio) Tarquinio andaba propalando que era rey sin el consentimiento del pueblo; por eso, empezó por granjearse popularidad repartiendo a cada ciudadano una porción de la tierra conquistada al enemigo y, después, se decidió a someter a consulta popular si lo querían y designaban como rey. Fue declarado rey por una mayoría como no había obtenido ningún otro antes. Pero tal circunstancia no aminoró en Tarquinio la esperanza de llegar al trono; al contrario, como se había dado cuenta de que el reparto de tierras a la plebe se había hecho con el pronunciamiento en contra por parte de los senadores, le pareció que se le presentaba una ocasión de atacar con más insistencia a Servio ante los senadores y ganar ascendiente en la curia: era un joven de espíritu vehemente y, además, en casa, su mujer Tulia excitaba su ánimo desasosegado”. 413 Liv. 1,47,1-3: “Comenzó, entonces, a estar cada día menos segura la vejez de Tulio, menos seguro su trono. Y es que aquella mujer, después de un crimen, comenzaba ya a pensar en el siguiente. No dejaba en paz a su marido ni de noche ni de día para evitar que los parricidios anteriores fuesen inútiles, diciéndole que ella no estaba falta de un hombre del que pudiera llamarse esposa ni con el que compartir la esclavitud sin protestar, sino que estaba falta de un hombre que se sintiese digno del trono, que tuviese presente que era hijo de Tarquinio el Antiguo, que prefiriese la posesión a la expectativa del poder. «Si tú eres la clase de hombre con que creo haberme casado, te saludo como marido y como rey; pero, si no, entonces la situación ha ido a peor, porque en ella se unen la cobardía y el crimen”. Liv. 1,47,7-12: “Instigado por el furor desatado de su mujer, Tarquinio visitaba y saludaba a los senadores, sobre todo a los de segundo orden; les recordaba los favores de su padre y les pedía que le correspondieran por ello; se atraía a los jóvenes con su largueza; iba ganando terreno en todos los campos, haciendo promesas desmedidas e incriminando al rey. … Después de semejante nacimiento, de semejante procedimiento de llegar a rey, para favorecer a gentes de la más baja extracción, de la que también él mismo provenía, y por odio a la nobleza a la que no pertenecía, había arrebatado las tierras a los patricios y las había repartido entre los individuos de
la más baja ralea; todas las cargas, que en otro tiempo habían estado repartidas entre todos, las había hecho recaer sobre los patricios; había establecido el censo para que la riqueza, al ser manifiesta, provocase la envidia contra los ricos y para tenerla a su disposición, pudiendo con ella mostrarse generoso con los más indigentes cuando le viniese en gana”. Liv. 1,48,4-6: “(Servio) Huye la guardia y el séquito del rey; éste, casi desangrado, escapaba hacia su morada con un séquito que no era el propio de un rey cuando los emisarios de Tarquinio le dan alcance en su huida y lo matan. Se supone, por ser algo en consonancia con sus otros crímenes, que esto se hizo por instigación de Tulia. Lo que sí es seguro, sin 410

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rido Tarquino el soberbio acceda al trono. Para Cailleux, seguidor del mensaje tradicional romano que califica el gobierno etrusco como tiránico, ambas reinas cumplen una función de consejeras, con una ambición personal propia del proceso de degradación de la monarquía414.   14.1. Tanaquil, un antimodelo para la aristocracia romana La viuda de Tarquino Prisco, primer rey etrusco, merece una atención especial. Plutarco, siglos después, la describe como sensata, regia, con capacidad para dirigirse al pueblo y dotes oratorias para convencerlo: “¿O esto es una invención, dado que cuando murió el rey Tarquinio Prisco, su mujer Tanaquil, sensata y regia, asomándose a la ventana se dirigió a sus ciudadanos y les persuadió a que designaran rey a Servio y por esto el lugar tomó este nombre?”415

Algunos otros escritores, como Varrón, señalan que el verdadero nombre de la consorte real es Gaya Cecilia, y que fue un referente para las mujeres de generaciones futuras hasta el punto que su nombre se incorpora a la fórmula matrimonial; no obstante dicha deducción parece excesiva. En cambio si se puede subrayar el comentario realizado por Varrón al indicar que Gaya destaca por ser una excelente lanífica. El trabajo de la lana, como la horticultura, implica un cultivo de cualidades tales como la paciencia, la atención, el mimo por las pequeñas tareas, y entre otras es una forma de relajación constructiva. Posteriormente a principios de la República esta actividad será muy valorada socialmente como cualidad femenina; pero creo que con connotaciones distintas, en un proceso de apropiación patriarcal de espacios anteriormente neutros: ”El praenomen de las antiguas mujeres frecuentemente en uso era Rutila, Caesellia, Rodacilla, Murrula, y Burra, tomado del color, y esos praenomina sacados del masculino eran Gaia, Lucia, Publia y Numeria. Gaia por uso era

lugar a dudas, es que se trasladó al foro en carro y, sin encogerse ante aquella reunión-de hombres, hizo salir a su marido de la curia y fue la primera en darle el título de rey … el cochero, asustado, se paró en seco con un tirón de riendas y mostró a su ama el cadáver de Servio tendido en el suelo. Allí ocurrió, según la tradición, un hecho infame de lesa 7 humanidad y el lugar da fe de ello: se llama calle del Crimen, pues en ella Tulia, fuera de sí, presa de las furias vengadoras de su hermana y de su marido, hizo pasar, según dicen, el carro por encima del cuerpo de su padre y llevó parte de la sangre del parricidio en el carro teñido de rojo, manchada ella misma por las salpicaduras, hasta los dioses del hogar suyos y de su marido; debido a la cólera de estos penates, al mal comienzo de aquel reinado iba a suceder pronto un final semejante”. 414 Cailleux, F., “Tanaquil, Tullia, Damarata: les conseillères officieuses des rois dans l’Histoire romaine de Tite-Live et la dégradation de la monarchie”, Dialogues d’histoire ancienne 17 (2017) pp. 487-509. 415 Plut. Qu.R. 36 C.

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conocido sobre los demás. Por algunos se dice que Gaia Caecilia, esposa de Tarquino Prisco, había hecho la mejor lana, y por esa razón se puso en práctica que las nuevas esposas, cuando eran preguntadas, ante la puerta de su marido, quien eran ellas, dijeran que ellas eran ‘Gaia’”416.

Tanaquil/ Gaya, es una hábil política en la sombra; incluso, con voz propia en espacios públicos, como se ha referido supra417. El escritor latino Livio no la recuerda como una hábil tejedora de lana, porque no interesa a la imagen oficial que se quiere proyectar del pasado etrusco de Roma; por el contrario Livio se centra en destacar en ella sus habilidades como interpretadora de signos y fenómenos418: para los romanos ella ejerce una competencia extraordinaria de Varro, de praen. 7. Al respecto, Keegan, P., “Roman Gaia and the Discourse of Patronage: Retrograde C in CIL VI”, Ancient documents and their contexts, Leiden-Boston 2015, p. 155. 417 Sobre este personaje legendario véase Cantarella, E., “Tanaquilla tra diritto materno e diritto paterno”, La mujer en el mundo mediterráneo antiguo, Granada 1990, pp. 83-96.Tanaquil solventa la difícil situación que acaece cuando su marido el rey Tarquino Prisco es atacado por sus enemigos internos; al respecto, Liv. 41,1-5: “Los que estaban a su alrededor acogen en sus brazos a Tarquinio moribundo, los lictores detienen a los dos fugitivos. Después, gritos y aglomeración de gente preguntando qué ocurría. Tanaquil, en medio del revuelo, ordena cerrar el palacio y echa fuera a los testigos. Dispone con toda diligencia lo necesario para curar la herida como si hubiera aún esperanzas, y a la vez, por si las esperanzas se frustran, toma otras precauciones. Hizo venir enseguida a Servio, le mostró a su esposo casi desangrado y, tomándole la mano, le suplica que no deje impune la muerte de su suegro, que no permita que su suegra sea el hazmerreír de sus enemigos. ‘El trono –dice– es tuyo, Servio, si eres hombre, no de los que sirviéndose de manos ajenas han cometido un crimen incalificable. Alza la frente y déjate guiar por los dioses que preanunciaron tu gloria futura, rodeando un día tu cabeza de llamas divinas. Que ahora te anime aquella llama celestial. Ahora es el momento de despertar de verdad. También nosotros, aunque extranjeros, hemos reinado. Ten presente quién -eres, no cuál fue tu nacimiento. Si tus ideas, por lo imprevisto de la situación, se embotan, al menos sigue las mías’. Al hacerse casi insostenible el griterío y la presión de la multitud, Tanaquil habla al pueblo desde lo alto del palacio por una ventana que daba a la vía Nueva –pues el rey vivía junto al templo de Júpiter Stator–. Les exhorta diciendo que estén tranquilos; que el rey está aturdido por el golpe inesperado, pero que el arma no ha penetrado muy profundamente, que ya ha vuelto en sí; que se ha examinado la herida y restañado la sangre; que todo tiene curación, que confía en que pronto lo verán a él en persona; que, entretanto, ordena que el pueblo obedezca a Servio Tulio, que será quien administre justicia, y desempeñe las demás funciones del rey”. Al respecto Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, I-III cit., p., 247-248, n. 103, señala que las fuentes griegas helenizan el carácter de Tarquino el soberbio. Sobre Tanaquil adivinadora, Amunátegui Perelló, C.F., “Tarquino Prisco (‘Tarquinus Priscus’)”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 31 (2009) p. 63. 418 Liv. 1,39: “Por entonces ocurrió en el palacio real un prodigio sorprendente por su presentación y por sus resultados: dicen que la cabeza de un niño que estaba durmiendo, llamado Servio Tulio, se vio envuelta en llamas en presencia de muchos testigos. El intenso griterío que se organizó como consecuencia de tan gran portento hizo acudir a los reyes, y como uno de los sirvientes traía agua para apagar el fuego, la reina lo detuvo y, después de serenar los ánimos, prohibió que se tocara al niño hasta que se despertase por sí solo. En seguida, al despertar, desapareció también la llama. Tomó, entonces, Tánaquil a su esposo aparte y le dijo: 416

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augur, usurpando una función religiosa propia de los sacerdotes419; y lo que es más importante, desempeñando una función masculina. Sin embargo para Cantarella es sólo una figura legendaria que para nada tiene que ver con la verdadera vida de aquella época420.

“Tu ves a este niño al que estamos criando en tan humilde condición? Has de saber que él será un día luz para nuestra situación critica y apoyo para nuestro trono tambaleante; alimentemos, por consiguiente, con toda la solicitud que podamos este germen de inmensa gloria del Estado y nuestra”. Desde aquel momento el niño fue tratado como un hijo e instruido en todos los conocimientos con que los espíritus son animados a labrar una alta condición. El resultado sobrevino sin dificultad, porque estaba en la mente de los dioses: el muchacho resultó de cualidades realmente regias y, cuando Tarquinio buscaba yerno, ningún joven romano se le pudo comparar bajo ningún concepto, y el rey le otorgó a su hija. El que se le concediera, por las razones que fuese, un honor tan grande, no permite creer que fuese hijo de una esclava y que él mismo fuese esclavo cuando era pequeño. Yo soy, más bien, del parecer de los que sostienen que cuando la toma de Cornículo, la mujer de Servio Tulio –que había sido el principal de aquella ciudad– estaba encinta y su marido fue muerto; que al ser reconocida entre las demás cautivas, en atención a su nobleza sin igual, la reina de Roma la libró de la esclavitud y dio a luz en Roma en la mansión de Tarquinio el Antiguo; que, a partir de un favor tan grande, se desarrolló una profunda amistad entre las dos mujeres, y el niño, como nacido y criado en palacio desde pequeño, recibió afecto y consideración; que la condición de su madre, al haber caído en manos del enemigo por la conquista de su patria, dio pie a la creencia de que era hijo de una esclava”. También al respecto, Dion. Hal. ant. 4,1,1-10. 419 Meulder, M., “Trois femmes trois fonctions: Tanaquil, Tullia, Lucrecia (Tite Live, Histoire romain, livre I)”, Revue des études anciennes, 107.2 (2005) p. 548. 420 Cantarella, E., Pasado próximo: mujeres romanas de Tácita a Sulpicia, Madrid 1997, p. 33.

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15. EL MITO ROMANO DE LUCRECIA: ALABANZA A LA AUTOLESIÓN FEMENINA Este suceso se sitúa bajo el reinado de Tarquino ‘el soberbio’, último rey romano. Su importancia es tal que llegó a considerarse como la chispa que aceleró la caída de la monarquía y el comienzo de la República (509 a.C.)421. Esta leyenda ha sido narrada y pintada durante toda la historia de Roma porque contenía un doble mensaje que había que repetir y consolidar: de un lado, la tiranía de los reyes etruscos, y consiguiente desprecio a la institución monárquica; y de otra, la muerte para los violadores y la autocensura para las mujeres violadas422. Explica Cerrato que el mito da un orden y significado, justifica una acción, y proporciona un modelo de comportamiento423. Evidentemente aquí me centraré en la vertiente personal, femenina y social del hecho, no en su trascendencia política. Lucrecia es de noble familia, hija de Espurio Lucrecio Tricipitino, y esposa de Publio Valerio Colatino (sobrino del rey)424. Entre sus virtudes femeninas se encuentran la laboriosidad, honestidad y hermosura425. Sobre el episodio las fuentes histórico-literarias nos cuentan que durante una guerra que sostenían los romanos, sitiando la ciudad de Ardea, estando departiendo los guerreros en el campamento militar hacen una apuesta entre Sexto Tarquino (hijo del rey) y Colatino para ver cual era la más virtuosa entre sus esposas; con este fin se desplazan hasta la ciudad para comprobar que está haciendo cada una de ellas426: 421 Al respecto, Massip, F., “Lucrècia”, allegat contra la tiranía”, Serra d’Or 657 (2014) pp. 60-62. 422 No obstante, desde otras perspectivas se justifica la supervivencia del mito; al respecto, Moya, F., “El romance de Tarquino y Lucrecia”, Miscelánea Medieval Murciana 19-20 (1995-1996) p. 234: “La mezcla de historia y leyenda, de épica, elegía y tragedia favorecía el interés por ese tratamiento. Todo ello explica que el tema fuese recreado en todos los tiempos y de modos diversos”. Véase el análisis contrastado de las fuentes latinas que abordan la historia de la joven Lucrecia, en Otero Vidal, M., “Casta fuit, lanam fecit”, La condición de la mujer a través de los textos latinos, Málaga 1992, pp. 123-138. 423 Cerrato, D., La cultura dello stupro cit., p. 434. 424 Plut. Mul. Virt. 14: “La arrogancia y la virtud de Lucrecia, mujer casada con un hombre ilustre y emparentado por linaje con los reyes, desterraron a Tarquinio el Soberbio, séptimo rey romano a partir de Rómulo; pues fue ultrajada por uno de los hijos de Tarquinio, que había sido recibido como huésped por ella, y, después de contar a sus amigos y parientes su desgracia, se dio muerte”. 425 Dion. Hal. ant. 4,64,4: “Sexto intentó seducir a esta mujer, que era la más hermosa y prudente de las romanas”. Diod. Bibl. Hist. 10,20,1: “… fue a alojarse a casa de Lucio Tarquino, primo del rey, cuya esposa Lucrecia era una mujer de gran belleza y virtud natural”. 426 Vidal, M., Casta fuit, lanam fecit cit., p. 128, se detiene a analizar ese mundo de los hombres guerreros, hombres solos, que han superado ritos de iniciación y pruebas de juventud, la camaradería, las orgías y el vino, el sentimiento de propiedad sobre cualquier mujer, la competitividad y la violencia que todo lo impregna.

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Al llegar a la casa de Colatino ven a Lucrecia hilando, mientras que la mujer de aquel ha salido fuera de fiesta. Sexto Tarquino se queda prendado de Lucrecia427, y maquina volver cuando el marido se encontre ausente; como matiza el escritor Livio, en la violación de Sexto no sólo cuenta la necesidad de poseer la belleza del cuerpo de Lucrecia, sino también el deseo de violentar su recato. Así, en la oscuridad de la noche se introduce en la casa y viola a Lucrecia. Al día siguiente, ésta, mujer de una castidad garantizada (spectata castitas), comunica la terrible noticia a su padre y a su esposo, pidiéndoles venganza por tal ultraje; seguidamente se suicida hincándose un cuchillo en el pecho428, a la par que pronuncia la siguiente sentencia: “Ninguna mujer quedará autorizada con el ejemplo de Lucrecia para sobrevivir a su deshonor”429. 427 Ov. fast. 2,763-774: “A Sexto … le cautiva la belleza de Lucrecia, su blancura de nieve, sus cabellos rubios, la dignidad que muestra y que no es artificiosa; le cautivan sus palabras, su voz, y el hecho de que sea una mujer integra. … al evocarla: ‘la manera en que estaba sentada, la forma de vestirse, como hilaba la lana, sus cabellos, sueltos, que caían por su cuello; …”. 428 Al respecto, reflexiona Bravo Bosch, M.J., Mujeres y símbolos en la Roma republicana. Análisis jurídico-histórico de Lucrecia y Cornelia, Madrid 2017, pp. 109-110: “… tenemos que dejar … constancia de la simbología presente en el cuchillo segador de la vida de nuestra protagonista. No se suicida con veneno… siempre entendido como un medio exterminador más propio de la condición femenina, sino con un metal, propio de la condición masculina, seguramente en un intento de presentar a Lucrecia como el perfecto equilibrio entre feminidad y fortaleza, capaz de todo con tal de preservar el honor familiar”. 429 Liv. 1,57,4-11; 1,58; Liv. 1,59,1-3: “En los cuarteles de asedio, como suele ocurrir en las operaciones bélicas prolongadas más que intensivas, los permisos se daban con bastante facilidad, más sin embargo a los oficiales que a la tropa; por lo que respecta a los jóvenes hijos del rey, mataban a veces el tiempo reuniéndose en festines y francachelas. Un día en que estaban éstos bebiendo en la tienda de Sexto Tarquinio, en una cena en la que participaba también Tarquinio Colatino, hijo de Egerio, recayó la conversación sobre sus «esposas». Cada uno ponía por las nubes a la suya; enseguida se acalora la discusión y Colatino dice que no hay por qué seguir discutiendo, que en cuestión de horas se puede comprobar cuánto aventaja su Lucrecia a las demás: «Dado que somos jóvenes y fuertes, ¿por qué no montamos a caballo y vamos a cerciorarnos personalmente del comportamiento de nuestras mujeres? Que cada uno dé un valor definitivo a lo que vea con sus propios ojos ante la llegada inesperada del marido. El vino los había encendido. ¡Vamos ya!, dicen todos; a galope tendido vuelan a Roma. Llegan al empezar a oscurecer; continúan hasta llegar a Colacia, y allí encuentran a Lucrecia, no como a las nueras del rey, a las que habían visto entreteniendo el tiempo con sus amigas en un suntuoso banquete, sino trabajando la lana bien entrada la noche sentada en medio de su casa rodeada por sus esclavas también en vela. Lucrecia se llevó la palma en aquella disputa acerca de las mujeres. La llegada de su esposo y de los Tarquinios fue recibida con afabilidad. El marido ganador tiene la cortesía de invitar a los jóvenes príncipes. Entonces se apodera de Sexto Tarquinio el deseo funesto de poseer por la fuerza a Lucrecia, seducido por su belleza unida a su recato ejemplar. Por fin, después de una noche de entretenimientos propios de la juventud, regresan al campamento. (58) Pasados algunos días, Sexto Tarquinio, a espaldas de Colatino, vuelve a Colacia con un solo acompañante. Ajenos a sus propósitos, lo recibieron atentamente; después de la cena fue conducido al aposento de los huéspedes. Encendido por la pasión, cuando le pareció que

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Como reflexiona Bravo Bosch, el dolor de Lucrecia por la afrenta la lleva a su suicidio, acto que la autora estima como “algo poco comprensible, ya que era la muerte reservada a los adúlteros y no a las mujeres inocentes, …”430. Esto es, la autocensura de la mujer la lleva a ‘inmolarse’ para solucionar el conflicto sobre el atentado al honor que, tras la violación, se le plantea a la Familia en mayúscula, esto es, al grupo431: sin pudicitia Lucrecia no puede ser la madre de la en torno suyo todo estaba tranquilo y que todos estaban dormidos, desenvainó la espada, se acercó a Lucrecia, que estaba dormida, y apretando el pecho con la mano izquierda le dice: «Silencio, Lucrecia; soy Sexto Tarquinio; estoy empuñando la espada; si das una voz, te mato. Al despertar despavorida la mujer, se vio sin ayuda alguna y al borde de una muerte inminente; entretanto, Tarquinio le confesaba su amor, suplicaba, alternaba amenazas, súplicas, trataba por todos los medios de doblegar la voluntad de la mujer. Al verla firme y sin ceder ni siquiera ante el miedo a morir, acentúa su miedo con la amenaza del deshonor: le dice que junto a su cadáver colocara el de un esclavo degollado y desnudo, para que se diga que ha sido muerta en degradante adulterio. El miedo a tal deshonor doblega aquella virtud inquebrantable y Tarquinio, como si hubiese sido la pasión la que había salido triunfante, se marchó orgulloso de haber arrebatado el honor a una mujer. Lucrecia, abatida por tan tremenda desdicha, envía a un mismo mensajero a su padre a Roma y a su marido a Ardea a decirles que vengan cada uno con un amigo de su confianza, que es preciso actuar inmediatamente, que ha ocurrido algo horrible. Espurio Lucrecio acude con Publio Valerio, hijo de Voleso, y Colatino con Lucio Junio Bruto, con el que casualmente volvía a Roma cuando encontró al emisario de su mujer. Encuentran a Lucrecia sentada en su aposento, sumida en el abatimiento. Al llegar los suyos, rompió a llorar y, al preguntarle su esposo: ¿Estás bien?, contestó: «No. ¿Cómo puede estar bien una mujer que ha perdido el honor? Colatino, hay huellas de otro hombre en 
tu lecho; ahora bien, Únicamente mi cuerpo ha sido violado, mi voluntad es inocente; mi muerte te dará fe de ello. Pero dadme la diestra y la palabra de que el culpable no quedará sin castigo. Es Sexto Tarquinio el que, comportándose como un enemigo en lugar de como un huésped, la pasada noche vino aquí a robar, armado y por la fuerza, un placer funesto para mi, y para él si vosotros sois hombres». Todos dan su palabra, uno tras otro; tratan de mitigar su interno dolor responsabilizando de la culpa al autor del atropello, y no a la que se ha visto forzada: que es la voluntad la que comete falta, no el cuerpo, y no hay culpa donde no ha habido intencionalidad. «Vosotros veréis –responde– cuál es su merecido; por mi parte, aunque me absuelvo de culpa, no me eximo de castigo; en adelante ninguna mujer deshonrada tomará a Lucrecia como ejemplo para seguir con vida.» Se clavó en el corazón un cuchillo que tenía oculto entre sus ropas, y doblándose sobre su herida se desplomó moribunda, entre los gritos de su marido y de su padre. (59) Bruto, mientras ellos están entregados a su dolor, extrae el cuchillo de la herida de Lucrecia y sosteniéndolo en alto goteando sangre, dice: «Por esta sangre tan casta antes del ultraje del hijo del rey, juro, y os pongo a vosotros, dioses, por testigos, que yo perseguiré a Lucio Tarquinio el Soberbio, a su criminal esposa y a toda su descendencia a sangre y fuego y con todos los medios que en adelante estén en mi mano, y no consentiré que ellos ni ningún otro reinen en Roma. Acto seguido, entrega el cuchillo a Colatino, después a Lucrecio y a Valerio, estupefactos ante lo extraordinario de un comportamiento que revela unas cualidades inesperadas en el alma de Bruto. Juran como se les había pedido; se transforma por completo en ira su dolor, y siguen como jefe a Bruto que los concita a empezar desde ese instante la liquidación de la realeza. Sacan de la casa el cadáver de Lucrecia y lo llevan al foro, y la natural sorpresa ante el inesperado acontecimiento y la indignación amotinan a la gente”. 430 Bravo Bosch, M.J., El mito de Lucrecia y la familia romana cit., p. 20. 431 Amunátegui Perelló, C.F., “Lucrecia y la Noxalidad”, Estudios jurídicos en homenaje al profesor Alejandro Guzmán Brito 1 (2011) pp. 101, 110-111, trata del suceso como repre-

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descendencia de su futuro esposo432; por ello conforme a su educación Lucrecia entiende que debe autocastigarse en su estima hasta el punto de autoculparse, tal cual hubiérase comportado como una adultera433. La “inmolación” de Lucrecia salva el honor de la familia, sirviendo incluso en su papel de heroína dramática para la construcción del imaginario colectivo de los valores republicanos434; pero no puede decirse que sean “victima-vencedora”, sino doblemente victima. De esta tragedia se nutre el ideal de mujeres-modelo435; esto es, deben asumir indebidamente un sentimiento de culpabilidad, algo que como subraya Maqueda aún se produce en la actualidad436. sentación del pudor y la moralidad mancilladas por el tirano; más exactamente de su hijo, aunque conforme a los principios jurídicos de la monarquía, y la responsabilidad penal se traslada a su paterfamilias y a su gens. Consecuentemente todo el clan será expulsado de Roma, y sus bienes confiscados. 432 Cid López, R.M., Madres para Roma cit., p. 175. 433 Bartolomé Gómez, J., “La leyenda de la violación de Lucrecia y la articulación del reinado de Tarquinio el Soberbio en Tito Livio (“Ab Vrbs Condita 1.49-60)”, Veleia: Revista de prehistoria, historia antigua, arqueología y filología clásicas 10 (1993) pp. 258-259, incide en el suicidio de Lucrecia como la única salida digna, interiorizado no sólo por la misma suicida, sino también por su grupo familiar. 434 Diod. Bibl. Hist. 10,21: “Sobre la violación de Lucrecia por Sexto y al suicidio ocasionado por la ofensa sufrida, creemos que no sería justo dejar de mencionar la nobleza de su decisión. En efecto, a esta mujer que voluntariamente ofreció su vida a las futuras generaciones como hermoso ejemplo a copiar, con justicia se la debería considerar merecedora de honores inmortales, para que las mujeres que optan por preservar el pudor de su cuerpo totalmente libre de censura puedan tenerla como un válido ejemplo. … después de comunicar lo que le había sucedido estando sola, se suicidó, dejando el testimonio del final de su vida como la más brillante defensa de su conducta … Por el ultraje sufrido con fuerza, Lucrecia se impuso a sí misma la pena de muerte, para que, aunque se la quisiera cubrir de oprobio, nadie pudiera criticar la decisión al haberlo decidido libremente. … Así pues, con esta heroicidad, consiguió una gloria inmortal a cambio de una vida mortal, incluso motivó a sus parientes y conciudadanos a perseguir con un inexorable castigo a quienes habían actuado contra ella vulnerando las normas”. Séneca, sobre el matrimonio, reproducido en Hier. adv. Iovin. 1,49: “… El pudor es propiamente la virtud femenina. Ello colocó a Lucrecia al mismo nivel que Bruto”. Sen. contr. 6,8: “… Si realmente deseas alabar el matrimonio, narra la historia de Lucrecia y su muerte, antes de jurar la tuya”. 435 Conesa Navarro, P.D.- González Fernández,R., “Honesta mors. Suicidas y muertes inducidas de mujeres en la antigua Roma”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, p. 595, señala que tanto Lucrecia como Virginia: “fueron víctimas “vencedoras”, puesto que su juicio había sido impecable para el pensamiento romano y fueron capaces, en cierta manera, de dominar y condicionar la imagen que querían transmitir al resto: ser íntegras, intachables y prudentes”. 436 Maqueda Abreu, M.L., La violencia de género, entre el concepto cit., p. 7, argumenta este sentimiento de culpabilidad con el siguiente razonamiento: “Es sabido que, conforme a la moral social dominante, la mujer se concibe como “garante de la paz familiar”. No es de extrañar entonces que se reconozca un especie de ‘co-responsabilidad’ femenina en los casos en que la mujer se muestra incapaz de contener la agresividad de la confrontación o de contrarrestar las manifestaciones de violencia de las que ella misma resulta ser víctima.

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Tanto el viudo de Lucrecia, como su padre, ocuparán en el nuevo régimen un papel destacado, gracias en parte a esa leyenda femenina437; leyenda, que de uno u otro modo, será narrada a lo largo de toda la historia de Roma438. El cadáver mancillado de Lucrecia es llevado a las gradas del Templo, acompañado de dos mujeres que la lloran, su padre, su esposo y su primo Lucio Junio Bruto; ante la muchedumbre expectante Bruto empuña un puñal y jura venganza, que rápidamente se convierte en una revuelta popular, y termina con la caída de la monarquía etrusca. Y, sin embargo, lo primero que se destaca es que Lucrecia es el primer modelo de castidad para el pueblo de la Roma republicana, que es virtuosa cual si se tratara de un varón: “Lucrecia es el primer modelo de castidad del pueblo romano. Su ánimo viril se encerró en un cuerpo de mujer, por malhadado error del azar. Obligada a la fuerza por Sexto Tarquinio, hijo de Tarquinio el soberbio, a consentir en su brutal pasión, después de haber deplorado ante el consejo de familia con palabras llenas de indignación, la injuria que con ella se había cometido, se Son los clásicos ingredientes del “sentimiento de culpa” que se manifiesta en la mujer en las situaciones de violencia no contenida que deterioran las relaciones de pareja o familiares”. 437 Plut. Publicola 1: “… El pueblo aborrecía ya y sufría con repugnancia a Tarquino el Soberbio, que ni entró a reinar con derecho, sino ilegítima e infaustamente, ni se portaba conforme a su dignidad, sino con injusticia y tiranía, y para desobedecerle tomó ocasión del suceso de Lucrecia, que habiendo sido violentada se quitó la vida. Entonces, siendo Lucio Bruto el que principalmente dirigió esta mudanza de gobierno, el primero a quien acudió fue Valerio; y habiéndole hallado muy pronto a auxiliarle, expelieron a los reyes. Y mientras se estuvo en la opinión de que el pueblo nombraría en lugar del rey un solo caudillo, permaneció Valerio en tranquilidad, considerando que la autoridad era razón recayese en Bruto, que había sido el establecedor de la libertad. Llevándose luego mal el nombre de rey, y formándose el concepto de que el pueblo sufriría con menos disgusto una autoridad dividida, como éste se inclinase a que los jefes fuesen dos, y así lo expresase, concibió esperanza de que sería elegido y llamado juntamente con Bruto. Mas se llevó chasco, porque, contra la voluntad de Bruto, fue elegido Tarquino Colatino, marido de Lucrecia, que en virtud no hacía ventaja a Valerio, sino que los de mayor influjo, temiendo a los reyes, que afuera no cesaban de maquinar, y en la ciudad tentaban los medios de corromperla, pensaron en poner por caudillo al más decidido de sus enemigos, como que de ningún modo cedería”. Plut. Publicola 12: “… Hechos estos establecimientos, él mismo designó para su colega a Lucrecio, el padre de Lucrecia, a quien, correspondiéndole por más anciano el lugar más preferente, le dio las que se llaman fasces; y hasta nosotros se ha conservado a los más ancianos esta preeminencia de la vejez. Como al cabo de pocos días hubiese muerto Lucrecio, se tuvieron otra vez comicios, y fue elegido Marco Horacio, el que gobernó con Publícola lo que faltaba de aquel año”. El mito del pudor y la auto represión por la mancillada moralidad patricia se preserva más allá de la cultura romana, y se actualiza para ejemplo de mujeres en distintos momentos históricos; así, al respecto, por ejemplo, sobre la Lucrecia de Francisco de Rojas, véase Busquets, L., “Lucrecia y Tarquino, o el conflicto entre el fin y los medios”, Nueva revista de filología hispánica, 39.2 (1991) pp. 977-1004. En la misma línea también destacar, Tietz, M., “La figura de Lucrecia la romana vista por la Ilustración alemana y española”, La ilustración en España y Alemania, Barcelona 1989, pp. 71-94. 438 Al respecto, Fuentes Moreno, F., “Lucrecia”, En Grecia y Roma III: mujeres reales y ficticias, Granada 2009, pp. 95-113.

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suicidó haciendo uso de un puñal que llevaba oculto bajo sus vestidos. Esta muerte tan valerosa ofreció al pueblo romano la ocasión de cambiar el régimen monárquico por el consular. Lucrecia no pudo soportar la ofensa que se le había inferido. Virginio, por su parte, plebeyo por nacimiento, pero patricio por la nobleza de sus sentimientos, para que su familia no se contaminara con una infamia, no perdonó ni a su propia hija. Viendo, en efecto, que el decenviro Apio Claudio, fiado en el poder de su cargo, atentaba con todo empeño contra la virginidad de su hija, la llevó al foro y la mató. Prefirió ser el asesino de una hija pura antes que el padre de una hija deshonrada”439.

Siglos después aún Cicerón retoma la leyenda de Lucrecia, a la que califica como mujer pudorosa y noble440. Este suceso entiendo que es ‘la punta de un iceberg’ de un movimiento de placas en las esferas del poder, no sólo en Roma, sino en amplias zonas del Mediterráneo; y cuando hablamos de ‘poder’ tenemos que extraer también la palabra ‘mujer’, pues todo lo que implica revolución en las relaciones de influencia y configuración de una nueva escala de valores socio-políticos ha implicado un cambio en el modo de instrumentalización del género femenino. A través del comercio los navegantes, y comerciantes mediterráneos en general, han propagado el modus vivendi griego, y con ello su percepción de la realidad en sentido amplio441; consecuentemente, según Huntingford toda la iconografía, la violencia sexual que subliminalmente llega a la conciencia de cada consumidor a través de vasijas, pinturas, etc., se traduce y convierte finalmente en la leyenda de Lucrecia. Tras el más luminoso periodo etrusco las gentes romano-latinas vuelven a controlar el poder inaugurando la República aristocrática; y con ello el poder sobre la mujer, que si se excede en su ámbito de movimiento puede ser presa de violencia sexual, incluso en su sacrosanta morada. En fin, una rocambolesca leyenda en la que los vencedores escriben la historia, y, como siempre, la mujer es la que sufre la carga más lesiva. Val. Max. 6,1,1-2. Cic. rep. 2,46. 441 Huntingford, E., “Persecución, desesperanza y muerte femenina en las imágenes griegas”, La violencia de género en la Antigüedad, Madrid 2006, p. 162, señala que son numerosísimas las piezas de cerámica ática que representan en rojo a dioses, híbridos o héroes, que van a la caza de mujeres anónimas que huyen del acoso. Es un argumento que goza de una gran producción y popularidad entre el público masculino y femenino, no sólo griego sino que se exportan a toda la cuenca mediterránea, sobre todo durante el siglo V a.C.; escenas, que serán imitadas en los talleres locales, entre ellos se destaca el alabastrón etrusco. Torelli, M., La Società etrusca: l’età arcaica, l’ètà classica, Roma 1987, pp. 147-160, apunta que el fenómeno de crecimiento económico de la sociedad etrusca con el aumento de presencia griega en la zona a finales del s. VII a.C, y s. VI a.C., que conlleva cierto grado de homogenización entre las dos culturas. 439 440

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Capítulo III.

REPÚBLICA Esta forma de gobierno abarca un periodo de tiempo muy amplio (s. V a.C.s. I a.C.), y en él se producen muchos sucesos históricos con transcendencia jurídica que afectan directa o indirectamente a la mujer como sujeto pasivo de la violencia de género; de ahí que parezca apropiado dividir este capítulo en tres etapas: La primera, con los comienzos de la República (s. V-IV a.C.), donde se puede observar una continuidad –en proceso de cambio– para conseguir asentar la consideración de la ciudadanía romana y la consolidación del sistema político. La segunda, a mediados de la República (s. III-II a.C.), con la expansión territorial, enriquecimiento económico, así como el aperturismo cultural. Y la tercera, al final de la República (seis décadas del s. I a.C.), cuando quiebra el sistema político fundamentalmente por continuas vulneraciones a las reglas de juego, lo que se traslada también a nivel sociológico y moral a la ciudadanía. Ahora bien, como señalaría siglos después Seneca durante la República cada casa es como una pequeña República442.

Sen. epist. 47,11-14: “Nuestros antepasados … se han preocupado de eliminar cada motivo de odio en relación con los amos y de ofensa hacia los esclavos. Por tal razón han llamado al amo pater familiae y a los esclavos familiares, reconociendo la casa (domus) como una pusilla res publica (una pequeña república)”. 442

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[A]  s. V-IV a.C. El nuevo sistema político se inicia sin cambios en las élites, que persisten en sus privilegios; el patriciado ha auspiciado la caída de los etruscos, y con ello ha contenido y paralizado las posibilidades de integración de los grupos sociales emergentes. Se produce, pues, una involución hacia planteamientos netamente gentilicios, lo que inevitablemente tiene su repercusión en la situación jurídicosocial de las mujeres, y en la vertebración manifiesta de la violencia patriarcal. La sociedad romana necesita aún del acuerdo (foedus) con los pueblos vecinos, como muestran las alianzas matrimoniales que siguen celebrándose, y que periódicamente son renovados. Ejemplo de ello es la decisión del Senado en el 495 a.C., que permite disolver el connubium de matrimonios realizados conforme a foedus: “Sancionaron un decreto del Senado muy razonable: que las mujeres romanas casadas con hombres latinos, y las latinas casadas con romanos fueran dueñas de quedarse junto a sus maridos si querían o de regresar a su patria; los hijos varones permanecerían junto a sus padres, y las hijas no casadas acompañarían a sus madres. Sucedía que por razón de parentesco o amistad muchísimas mujeres de una nación habían sido dadas en matrimonio en la otra. Éstas, al obtener garantías por el decreto, mostraron cuán grande era su deseo de vivir en Roma. En efecto, casi todas las romanas que vivían en ciudades latinas abandonaron a sus maridos y regresaron a casa de sus padres; y todas las latinas casadas, excepto dos, despreciaron su patria y permanecieron junto a sus maridos, feliz presagio de la ciudad que iba a vencer en la guerra”443.

Ahora bien, pese a los intentos del nuevo gobierno aristocrático de borrar los avances aperturistas de la era etrusca, estos calaron en la sociedad romana, y en menos de medio siglo la presión de la plebe se hace insostenible. Así se

443 Dion. Hal. ant. 6,1,3; al respecto, véase Alonso, A.- Seco, C., Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma. Libros IV-VI, Madrid 1984, pp. 219-220.

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Capítulo III. República :  s. V-IV a.C.

nombra una comisión para redactar la Ley de las XII Tablas (mediados s. V a.C.), aplicable tanto a patricios como a plebeyos. Tras las diversas acepciones vistas en el epígrafe anterior sobre “familia”, en la ley de las XII Tablas se quiere expresar con dicho término ‘el patrimonio familiar’444. La familia propio iure, como señala Piro, está aún en estado embrionario, protegiendo la legislación decenviral los intereses de la gens o de la familia communi iure445; y en ese contexto ha de entenderse la capacidad de la mujer para heredar de sus parientes masculinos: “… herencias legítimas. … las Doce Tablas no hacen diferenciación entre parientes de ambos sexos”446.

Además, las familias no van a recurrir ya a la venganza del grupo, sino que la autoridad del Poder público va a ir asumiendo las riendas de la justicia447; así, en lo que respecta a las mujeres, con la ley decenviral se prohíben las manifestaciones públicas de dolor femenino en los funerales, porque tales gritos se consideran excesivos; frente aquella apelación pública a una injusticia que durante la monarquía parecía manifestarse en el recurso a las plañideras, con la nueva ley se promueve la contención, que ha de mostrar el nuevo modelo de ciudadano, y de ciudadana, que está en vías de desarrollo: “Que las mujeres no se arañen las mejillas y que no eleven el lessus durante el funeral”448.

La nueva mujer, desde su familia, va a estar al servicio de la civitas. Ha de tenerse presente que el s. V a.C., es crucial en la consolidación de Roma en el centro de Italia. En las tabulae iniquae decenvirales queda prohibido el connubium, esto es, el Derecho a casarse conforme al Derecho civil, entre patricios y Ulpiano, Comentarios al edicto, libro XLVI, D. 50,16,195,1: “Veámos de qué manera se entiende la palabra ‘familia’; y ciertamente está admitida con variedad, porque se aplica a las cosas y a las personas; A las cosas, como en la ley de las XII Tablas en estas palabras: ‘El próximo agnado tenga la familia’; …”. 445 Piro, I., “Consortium, heredium e storia dello ius gentilicium”, Labeo 45 (1999) p. 276. 446 PS. 4,8,20. 447 Moreira, I., “Violence, purification and mercy in the late Antique afterlife”, Violence in Late Antiquity: Perceptions and Practices, Aldershot 2006, pp. 148-149, subraya que el deber de disciplinar a los inferiores es propio de la autoridad paternal sobre la que se sustenta la familia y el Poder público romano; tal disciplina se acompaña de exenciones personales. La exención define y ejemplifica el poder masculino, la madurez y el rango; así ciertos romanos por clase y profesión reclaman la exención de ciertas torturas judiciales y de ciertos tipos de castigos corporales. 448 Tab. Lex 10,4; siglos más tarde lo explicará Cicerón: Cic. Tusc. 23,55-56: “… Alguna vez, aunque raramente, se le puede permitir a un hombre gemir, pero los gritos de dolor ni siquiera a una mujer. Ésta es sin duda el grito de lamento cuyo uso prohibieron las Doce Tablas en los funerales”. 444

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plebeyos. Sin embargo, un quinquenio después se aprueba la lex Canuleia (445 a.C.); dicha ley es un hito transcendental en esta configuración familiar y ciudadana, pues al admitirse los matrimonios mixtos patricio-plebeyos se potencian las alianzas matrimoniales en el mismo núcleo de Roma: los patricios buscando una seguridad económica, y los plebeyos accediendo a una nobleza de la que carecen. Durante este periodo el grupo familiar parece mostrar algunas transformaciones más, que afectan incluso a los deberes de reproducción en el marco de la institución matrimonial. De ahí que los censores, magistratura creada en el 443 a.C., multen a todos aquellos que lleguen a la vejez sin haberse casado, y sin haber tenido hijos; y con la finalidad indirecta de que esa tasa impuesta a aquellos que han incumplido sus deberes familiares, y recaudada por el Erario, sea útil y se reparta entre las familias que tienen muchos hijos449.

Val. Max. 2,9,1.

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16.  LA ESPOSA ADQUIRIDA POR EL USO CONTINUADO A partir de la ley de las XII Tablas el matrimonio cum manus puede perfeccionarse con el usus; permaneciendo también como modalidades alternativas la confarreatio y la coemptio. Los juristas son conscientes de que en la vida cotidiana se producen enlaces (sine manu), en los que la mujer no está sometida al marido (ni en su caso al paterfamilias de éste), aunque jurídicamente tales ‘matrimonios libres’ (sine manu) no tienen aún efectos jurídicos en este periodo450. De ahí que se articule el ‘usus’ continuado durante un año como mecanismo que transforma tal convivencia en matrimonio cum manus; así, como si de una cosa cualquiera se tratara, el derecho civil antiguo permite la adquisición por usucapión del poder sobre la mujer por el mero hecho de que la relación de convivencia de la pareja de novios se prolongue durante un año; Cantarella traduce el texto decenviral utilizando la expresión “habiendo sido usada durante un año, al igual que la usucapión de bienes muebles”451: “Entraba bajo la manus por el uso la que durante un año ininterrumpido permanecía casada; pues, como ocurre con la posesión de las cosas durante un año, venía a ser usucapida, pasando así a la familia del marido y ocupando el lugar de una hija. …”452.

Ahora bien, también dispone la ley de las XII Tablas, para evitar que una convivencia se convierta por el uso ‘de la relación’ en matrimonio cum manu, que la novia duerma durante tres noches seguidas fuera de su casa (trinoctio)453: “Se ha establecido que si alguna (esposa) no quiere caer bajo el poder marital de ese modo (por uso), aquélla se ausente (de su casa) cada año tres noches consecutivas, y de esa forma interrumpe el uso de ese año”454.

Pero pocas mujeres se atreven a interrumpir, con la ausencia del domicilio de concúbito por tres noches consecutivas (trinoctium), el tiempo de la usuca Amunátegui Perelló, C.F., “Casos de matrimonios sine manu en tiempos arcaicos”, Revista General de Derecho Romano 10 (2008) pp. 1-15, sostiene que en los s. V y IV a.C., se producen bastantes casos de matrimonios en los que no se ejecuta la conventio in manum. 451 Al respecto, Piro, I., Usu in manum convenire, Napoli 1994. 452 Gaii Inst. 1,111. 453 Macr. 1,3,9: “También el jurisconsulto Quinto Mucio acostumbró a decir se recogía en la ley que no había interrumpido el uso la mujer que, al haber comenzado la causa de matrimonio junto al marido en las calendas de enero, hubiese iniciado su interrupción cuatro días antes de las calendas de enero del año siguiente: pues no podía completarse el periodo de tres noches en el que debía estar alejada del varón para interrumpir el uso según las Doce Tablas, puesto que las seis horas posteriores de la tercera noche eran del año que comenzaba a partir de las calendas”. 454 Tab. Lex 4; véase al respecto, AA.VV., Textos de Derecho romano, Pamplona 1998, p. 26. 450

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pión que las convierte en casadas de maridos con plenos poderes maritales. Aunque finalmente se acepte la validez del matrimonio sine manu, no está bien visto, e incluso jurídicamente se penaliza a los hijos de estos ‘matrimonios libres’ con la imposibilidad de optar a determinadas funciones públicas. Según Cantarella, el trinoctium, o trinoctis usurpatio, es acordado con el padre de la mujer, interesado por razones patrimoniales en no perder la manus (el poder sobre ella): por tanto dicha interrupción no se hace en interés de la mujer, sino de su familia paterna455. Dada la transcendencia jurídica de esta interrupción los juristas precisarán el cómputo de dicho tiempo en los términos que seguidamente se expresan: “He leído también que el jurista Q. Mucio (Escévola) solía decir que no se había emancipado una mujer que, habiendo empezado a convivir con un hombre por causa de matrimonio el uno de enero, hubiese recurrido a la usurpatio el veintinueve de diciembre siguiente. En efecto, no se podía cumplir el espacio de tres noches que, según las XII Tablas, debía estar alejada del marido merced a la usurpatio, pues las seis horas de la tercera noche siguiente pertenecían al año siguiente, que comenzaba en las calendas”456.

Cantarella, E., La calamidad ambigua cit., p. 202. Gell. 3,2,12-13; Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I cit., p. 180. Tab. Lex. 6,4. 455

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17.  LA INVOLUCIÓN FEMENINA: ESPOSAS OBEDIENTES La patria potestas del paterfamilias es omnímoda. No obstante, por ejemplo, el ius vitae et nasci, que da prerrogativa al pater para poder si quiere matar dolosamente a su hijo, será tamizado y reprimido conforme a lo que las familias y el censor determinarán como boni mores457. Además, hasta la publicación de la ley de las XII Tablas no cabe la emancipación de los hijos para poner fin a este poder patriarcal, como destaca Coma Fort458; aunque la emancipación no se hace muy común hasta el s. II a.C.459. y hay que tener presente que hasta el 443 a.C. no se crea la magistratura del censor. Por lo que se refiere al tema de los crímenes sexuales, consumados por varones, según Garofalo, desde el siglo IV a.C. los censores delegan en los ediles curules la resolución de estos casos460. También este poder del paterfamilias será limitado a través de la elaboración de modelos de comportamiento por los juristas republicanos, quienes con el tiempo desarrollarán el concepto de bonus pater familias como prototipo del buen comportamiento, de la actuación diligente. En la primigenia República, frente al modelo de mujer etrusca, se hace una retrospección en el ideal femenino desarrollado en el reinado de Rómulo; la aristocracia ha derrotado a la monarquía, pero fundamentalmente ha expulsado el elemento foráneo, esto es, a los etruscos. Ello supone fortalecer desde las instituciones populares republicanas un papel ultraconservador en las mujeres romanas, que han de tener mucha descendencia461; mujeres cuyos hijos son extraños a la familia de la madre, y una vez nacido son extraños a su propia 457 Casinos Mora, F.J., La restricción del lujo en la Roma republicana. El lujo indumentario, Madrid 2015, p. 96, señala que no es posible fechar con exactitud cuando se crea la censura, pese a que se haya fijado tradicionalmente el año 443 a.C., ni siquiera cuando y cómo los censores asumieron la competencia de vigilar las costumbres. Sostiene el autor que sólo desde el s. III a.C. se puede afirmar con seguridad que estos magistrados controlases las mores. 458 Tab. Lex 4,2: “Si un padre llegara a poner en venta por tercera vez a su hijo, el hijo quedará libre del padre”; Gaii Inst. 4,2: “… que se quedará con las cosas de su peculio”. 459 Coma Fort, J.M., Violencia y sumisión cit., p. 97. 460 Ahora bien, respecto a la justicia que se ejerce contra las mujeres a las que se les acusa de un delito, Garofalo, L., “La competenza a promuovere ‘iudicia populi’ avverso donne”, SDHI 52 (1956) pp. 474-476, escribe que en los siglos previos al s. III a.C., ellas son excluidas del ius provocationis, y, por tanto, privadas de ser procesadas ad populum; así, la represión criminal de aquellas corresponde personalmente a los magistrados con imperio y a los Tribunos de la plebe. 461 Iuv. 4,167-173: “… Un campo como el descrito alimentaba al padre en persona, y además la asistencia de su cabaña, en la que yacía la mujer parturienta y jugaban cuatro niños, uno de ellos un esclavo nacido en la familia, y los otros tres libres; para sus hermanos mayores que volvían de cavar o sembrar había una segunda cena algo más abundante, unas ollas grandes humeantes de polenta”.

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madre462. Éstas viven a la sombra de las diferentes figuras masculinas de la familia; incluso en lo que se refiere al otorgamiento del ‘libre consentimiento’ al matrimonio, momento en el cual la joven confiará su voluntad en la elección paterna463: y esta particular afectio maritalis femenina a las nupcias se mantendrá aún en el s. II a.C.: “Con indigna injuria me afliges, ¡oh padre! Porque si creías que Cresfonte era malo, ¿por qué me casabas con él? Pero, si es hombre de bien, ¿por qué quieres forzarme a abandonarlo? Creía entonces que era bueno, erré; después lo conocí, y habiéndolo conocido, me apartó de él”.464

Un ejemplo de esta sumisión femenina en la casada se percibe en la mujer de Lucio Quincio Cincinato. Desde comienzos de la República las mujeres asumen, en el supuesto de ausencia de figura familiar masculina, la gestión de sus propiedades agrícolas. Dionisio de Halicarnaso, narra que en torno al 459 a.C., el Senado propone a Quincio el cargo de cónsul, para lo cual ha de dejar el trabajo de siembra de su finca. Quincio acepta tal responsabilidad prototipica de los valores patricios. Según Persio, la esposa le ayuda a vestirse conforme al cargo –con respeto reverencial– para que desde el campo pueda adecuadamente ser proclamado cónsul romano. Además, Quincio le encarga a su mujer los asuntos de la casa, y marcha a la ciudad465: “… De ahí procedieron Remo y tú, Quincio, que desgastabas tu arado en el surco cuando te nombraron dictador, y tu mujer te vistió temblorosa, delante de los bueyes, y fue un lictor quien devolvió el arado a tu casa”.466

Los ejemplos de fidelidad de la mujer al marido en este periodo son parangonables con los de los esclavos respecto a sus dueños467. Ahora bien, se dice en el texto supra que la mujer ‘lo vistió temblorosa’, y no es de extrañar, porque Suárez, M.A., “Medea: impia mater y noverca”, Stylos 6 (1997) p. 110. Nuñez Paz, M.I., “Mujeres romanas, filiación y divorcio. Del deber de procrear al Favor Liberorum. (Sobre la perdurabilidad de un derecho injusto)”,
El derecho y la justicia, Valencia 2017, p. 424, señala que el consentimiento de la mujer en el matrimonio no es relevante, sea acompañado o no de una conventio in manu.
 464 Cic. ad Her. 2,24,38. 465 Dionisio de Halicarnaso, narra que en torno al 459 a.C., el Senado envió hombres a invitar a Quincio a que aceptase el cargo de cónsul, y a que lo condujeran a su magistratura. Sucedió que entonces éste estaba trabajando una tierra para la siembra. Luego, abrazó a su mujer y encargándole que se ocupara de los asuntos de la casa, marchó a la ciudad” (Dion. Hal. ant. 10,17,4-5; Dion. Hal. ant. 10,24,1). 466 Se refiere a Quincio Cincinato cuando fue nombrado Dictador, Pers. 1,72-75. 467 Kühne, V., De la mejor manera de ejercitar el poder sobre las mujeres, Buenos Aires 2008, p. 89, advierte que Valerio Máximo expone los ejemplos de fidelidad de la mujer con relación al marido (Val. Max. 6,7,1-3) y seguidamente a continuación se recogen los de los esclavos con relación a los amos (Val. Max. 6,8,1-7). 462 463

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a pesar de que las mujeres sean obedientes, incluso se podría decir, diligentes en la asunción de tareas extraordinarias, son amplísimas facultades otorgadas a los maridos respecto a la estimación de los deberes conyugales propios del honor matrimonii, que en último término se valoran en los Consejos de familia (consilia domestica): “(Para repudiar) a su mujer, según las XII Tablas, le ordenó que cogiera sus cosas, le quitó las llaves y la echó (de casa)”468.

La ley de las Doce Tablas establece una norma que atenaza nuevamente a las mujeres, en este caso a las viudas que son aún más vulnerables; si una viuda procrea más allá del décimo mes de gestación está en riesgo el reconocimiento social del hijo póstumo, y pende la posibilidad de que se declarase su ilegitimidad familiar. En el caso que se expone infra el niño nace al undécimo mes, lo cual es ginecológicamente posible; no obstante sea excepcional, y ante todo más peligroso porque el feto puede nacer muerto. Y dicha excepcionalidad hace que esta madre, obediente a las castrantes normas sociales, pueda –por lo indiscutible de su castidad, verificable por sus buenas y honestas costumbres– superar con éxito la investigación que se incoa contra ella: “Una mujer de costumbres buenas y honestas, de una castidad indiscutible, había dado a luz en el undécimo mes después de la muerte del marido, lo que le había causado dificultades a causa de la amplitud del plazo, en la idea de que ella había concebido después de muerto el marido, porque los decenviros habían escrito que un ser humano viene al mundo dentro de los diez meses dentro de la concepción y no en el onceavo mes”469.

No es de extrañar que en casos más comprometidos las parturientas forzaran con la ayuda de comadronas, o brebajes dados por vecinas, un adelanto del parto para evitar un examen tan arriesgado. Como señala López Medina, la falta de tiempo libre y de ocio en la mayor parte de las mujeres en sociedades patriarcales les impide reflexionar sobre su situación, y provoca su aislamiento en el hogar; relacionándose sólo con mujeres de su entorno familiar, se les impide comunicar sus pensamientos con otros grupos de mujeres fuera de ese pequeño mundo470. Actualmente se recurre bastante al término sororidad para expresar la solidaridad y concordia entre mujeres, que implica un reconocimiento colectivo. Paralelamente en la Atenas del 442 a.C., Sófocles estrena su obra Antígona, con tal éxito que es representada treinta y dos veces sin interrupción. Antígona es Tab. Lex. 4,3. Tab. Lex. 4,4. 470 López Medina, J.M., Mujeres y ‘Naturaleza’ en Columela cit., pp. 672, 682-3. 468 469

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el prototipo greco-romano para mujeres que se rebelan contra el orden establecido por el poder patriarcal, mientras Ismene representa a aquellas que se someten y obedecen al que, se entiende que es naturalmente, más fuerte, con resignación y miedo471.

Basalo, N.A., El mito de Antígona cit., pp. 20-26.

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18. LA TUTELA MULIERIS La ley de las XII Tablas modela la institución de la tutela sobre la mujer que carece de paterfamilias, al considerar los decenviros que es atributo femenino la levitas animi, y consecuentemente los rasgos de incoherencia, inconstancia y voluptuosidad472; no obstante Voci apunta la necesidad de evitar, junto con la riqueza, la influencia de la mujer473: “Nuestros antepasados … quisieron que las mujeres, aun siendo adultas, estuvieran, por su ligereza de ánimo, bajo tutela … si se exceptúan las vírgenes vestales, que … quisieron que fueran libres. Y en este sentido se tomaron medidas ya en la ley de las Doce tablas”474.

Así, las solteras que no están bajo la potestas de su paterfamilias, casadas sine manu, o viudas, se convierten en sui iuris, pero requieren de un tutor (bien un tutor legítimo, bien un tutor testamentario) para completar su capacidad de obrar en el ámbito jurídico475. Ahora bien, dada la incapacidad de las mujeres para intervenir en las Asambleas políticas, si éstas son sui iuris no podrán dirigirse a dichos Comicios para solicitar ser adoptadas por otro paterfamilias, y estarán imposibilitadas para hacer testamento calatis comitiis ante las Asambleas del pueblo476. Cualquier paterfamilias tiene Derecho a diluirse con todos sus miembros en otra familia (adrogatio); sin embargo, a la mujer se le niega la adrogación, y con ello se le impide realizar las mismas estrategias socio-económicas de supervivencia que sí tiene un varón. Con la auctoritas tutoris la mujer puede trasmitir las cosas importantes para la economía familiar (res mancipi); en tanto principio y fin de su propia familia, una mujer –sin referente masculino alguno, y en su defecto sin el nombramiento de un tutor– puede poner en peligro las expectativas hereditarias de los parientes en sentido amplio (familia agnaticia). Ahora bien, sin dicho complemento de capacidad, que supone la tutela, la mujer puede vender bienes de escaso valor; o si son de mucha valía en el campo de la ornamentación: tales como joyas, o 472 Sacchi, O., La ‘virgo’ del Quirinale
cit., pp. 18-43 considera que la primera manifestación de la tutela mulierum, como instituto jurídico autónomo, tiene lugar hacia finales del s. III a.C. 473 Voci, P. Diritto ereditario romano, I, Milano 1967, p. 388. 474 Gaii Inst. 1,44 (Tab. lex 5,1). 475 Al respecto, Sanz Martín, L., “Estudio y comentario de las diferentes clases de tutela mulierum a tenor de lo referido en las fuentes jurídicas romanas. Funciones y responsabilidad del tutor mulierum”, Revista General de Derecho Romano 15 (2010) pp. 1-42. 476 Gell. 5,19,10: “No obstante, no pueden ser arrogados ni el pupilo ni la mujer que no estén bajo la potestad del padre; porque los comicios no tienen ninguna relación con las mujeres, ni tampoco está bien que los tutores tengan una autoridad y potestad tan grande sobre los pupilos que puedan someter al poder ajeno a una persona libre encomendada a su leal tutela”; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I cit., p. 254.

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vestimenta lujosa, entre otros (res nec mancipi)477. Con el matrimonio sine manu la mujer casada permanece bajo la tutela de su padre (o de un tutor en caso de que su padre muera), disponiendo de sus bienes, incluso teniendo derecho a ser heredera. En caso de producirse el divorcio, la dote no es sólo para el marido: “De una mujer que está bajo la tutela de sus parientes agnados, no se podrían adquirir legalmente sus bienes mancipables por usucapión, a no ser que hubieran sido entregadas por ella misma con el consentimiento de su tutor”478.

Aún muchos siglos después, Cicerón a finales del s. I d.C. recoge esta justificación (debilidad de ánimo) sobre la necesidad de la tutela mulieri479, y realiza esta afirmación pese a que él mismo tiene en su esposa Terencia el ejemplo de fortaleza de juicio, así como de grandeza de espíritu, y capacidad económica480; cualidades de Terencia que permitirán a Cicerón vivir centrado en su proyección pública: “Considerando la debilidad de juicio de las mujeres (infirmitas feminarum), nuestros antepasados decidieron someterlas al poder de los tutores”481.

El peso de la sociedad patriarcal en las instituciones se perpetuará por siglos, incluso aunque los mismos juristas terminen por comprender que la debilidad de ánimo femenino “es un mero formalismo”482; y así las fuentes jurídicas clásicas utilizarán la apostilla de imbecilitas mentis (debilidad de espíritu), levi-

Mercogliano, F., “Deterior est condicio feminarum”, Index 29 (2001) p. 216. Tab. Lex 5,2. 479 Torrent, A., “Derecho penal romano y poena capitis hasta el Principado a propósito de la represión del adulterium”, Varia studia: libro homenaje al Profesor Doctor Luis Rodríguez Ennes con ocasión de su septuagésimo aniversario, Pontevedra 2015, p. 1036, la justifica con la argumentación que sigue: “A mi modo de ver diría que la mujer, fundamentalmente las que gozaban de la ciudadanía romana, libres y casadas con cives romani, dejando a un lado la represión del adulterio incluso de alguna manera podía decirse que gozaban de superprotección o al menos los textos muestran un gran respeto hacia las matronae romanas, y acaso a esta superprotección se deba la tutela mulierum; que si se ha visto por algunos juristas romanos como signo de inferioridad (jurídica y mental) de la mujer respecto al hombre, también puede verse como un signo de tuitio mulierum por el ordenamiento”. 480 Dixon, S., “A familiy business: Women’s role in patronage and politics at Rome 80-44 B. C.”, Classica et Medievalia 34 (1983) pp. 91-112; idem, “Exemplary housewife or luxurious slut: cultural representations of women in the Roman economy”, Women’s influence on Classical Civilization, New York 2004, p. 58. Mollá Nebot, M.A.S., “Actos administrativos de la mujer en la época tardorepublicana”, Revista General de Derecho Romano 29 (2017) pp. 1-16. 481 Cic. Mur. 12, 27. 482 Gaii Inst. 1,190: “Apenas hay una razón de peso para que las mujeres en edad adulta estén bajo tutela… pues las mujeres adultas tratan de sus negocios por sí mismas y hay casos en que el tutor interpone su autoridad por mero formalismo”. 477

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tas animi (ligereza volutiva) e infirmitas sexus (sexo débil)483; Rodríguez Montero hace referencia a otros atributos asociados a esa imbecilidad, ligereza de ánimo y falta de firmeza femenina, como son la impotentia (incapacidad para moderar las propias pasiones e impulsos) y la impatientia (incapacidad para soportar una situación determinada)484. Ahora bien, más adelante en el tiempo, desde el 186 a.C., las mujeres legalmente mediante la coemptio fiduciae podrán cambiar de tutor legítimo por otro de confianza (optio tutoris)485.

483 Sobre estas adjetivaciones jurídicas descriptivas de su incapacidad legal en ciertas esferas del Derecho, véase Bravo Bosch, M.J., Mujeres y símbolos en la Roma republicana cit., pp. 33-67. Sobre el Senadoconsulto Veleyano, que se sustenta en “tal debilidad femenina”, Rodríguez López, R., “La mujer y el régimen de la prisión por deudas”, Estudios de derecho romano en memoria de Benito Mª Reimundo Yanes, II, Burgos 2000, pp. 327- 345. 484 Rodríguez Montero, R., “Hilvanando ‘atributos’ femeninos en la Antigua Roma”, Fundamenta Iuris. Terminología, principios e interpretatio, Almería 2012, pp. 213-218. 485 Guerra López, S., “Autoridad y poder en los discursos de Fulvia y Hortensia”, Protai Gynaikes: Mujeres próximas al poder en la Antigüedad, Valencia 2005, p. 72 n. 5.

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19.  LA ELEGANCIA NO ES PARA LAS SACERDOTISAS En el 420 a.C. Postumia, una vestal, es juzgada por vestir a la manera de una mujer casada o soltera, esto es, siguiendo la moda, incluso atrevidamente, de forma divertida. Las vestales tienen una alta estima social y derechos civiles que no tienen el resto de mujeres; de ahí que hayan de ser más contenidas y más viriles en su simplicidad de aspecto. Como señala Staples la virginidad para una vestal comprende también su casta imagen exterior486. Dado que Postumia no ha vulnerado ningún tipo ni civil ni penal, se recurre a la amenazante acusación de que ha cometido incesto. En este periodo tal denuncia en el caso de cualquier otra mujer, que no sea sacerdotisa, sería resuelta aún por el Consejo de familia; y en el caso de las vestales es el Pontífice máximo quien actúa como pater, y resuelve habiendo oído a todo el colegio pontifical487: “El mismo año la virgen vestal Postumia se defendió del incesto, siendo inocente de la acusación, pero estando apenas al abrigo de sospechas a causa de su modo de vestir demasiado esmerado y de su espíritu más libre de lo que conviene a una virgen. Aplazada la sentencia para ampliar la información sobre ella, después fue absuelta; pero el Pontífice máximo, por disposición de su colegio, le ordenó abstenerse de bromas y adornarse con honestidad más que con elegancia”488.

Respecto a las bromas, es Plutarco quien en su relato recrimina a Postumia, más por su libertad de expresión, y de modales desvergonzados, que por sus vestimenta: “Y a Postumia, su risa pronta y su charla demasiado atrevida con los hombres la hizo tan sospechosa que fue acusada de disoluta. Se la halló, en efecto, libre de esta culpa, sin embargo al soltarla el Pontífice Máximo, Espurio Minucio, le recordó que no usara palabras más desvergonzadas que su propia vida”489.

A fin de cuentas, la vestal –como modelo de castidad– ha de ser visual y gestualmente neutra, sin adjetivaciones que puedan dar brillo a su feminidad, y sin que haya nada que la deje expuesta a sospecha pública. 486 Staples, A., From Good Goddess to Vestal Virgins: Sex and Category in Roman Religion, London-New York 1998, p. 161. 487 Nadal (Abate), “Historia sobre las vestales. Tercera disertación sobre su suplicio”, Disertaciones de la Academia Real de las inscripciones y buenas letras de Paris, Madrid 1783, p. 282. 488 Liv. 4,44,11-12; al respecto, Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, IV-VII, (traducción y notas), Madrid 1990, p. 78. 489 Plut. De capienda 89 E; al respecto, Morales Otal, C.-García López, J., Plutarco, Obras morales y de costumbre (Moralia) I, (introduc. Trad y notas), Madrid 1992, p. 317.

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20. LAS MUJERES PRO FAMILIA Y PRO PATRIA: MÁS VALEN LAS ESTOLAS QUE LAS ARMAS En este apartado voy a referirme a tres historias que recogen actuaciones femeninas que vienen a servir de modelos positivos ejemplarizantes: • Vergilia, Volumnia y Valeria: madre, esposa y joven romanas: En torno al 493 a.C., los Comicios votan el destierro perpétuo de Marcio Coroliano, ex-general romano, exiliado por Roma por su gobierno despótico; pero antes de emprender el viaje se despide de su madre y de su mujer490. Busca su residencia precisamente en Ancio, pueblo de los volscos, quienes saquean periódicamente las ciudades latinas. Allí se convierte en caudillo y no sólo ataca dichas ciudades, sino que también pretende, como revancha, asaltar la misma Roma, para lo que se aposta con su ejército acampado en las cercanías. Las matronas romanas, ante la gravedad de la situación política, oran ante el altar de Júpiter Capitolino, que en tiempos de paz sólo es atendido por los hombres en tanto culto público491. Más aún, dichas matronas se dirigen a la madre y a la mujer de Coroliano para que ambas intenten convencerlo de que desista del ataque a Roma: “En Roma entonces unas mujeres iban a un santuario y otras a otro; pero la mayoría y las más notables estaban suplicando en torno al altar de Júpiter Capitolino, y entre ellas se encontraba Valeria, hermana de Publicola, el hombre que había prestado numerosos y señalados servicios a los romanos. … ella de repente, en virtud de una intuición a la que no era ajena la divinidad, acertó en lo que era conveniente. Se levantó y tras hacer que se levantaran todas las demás mujeres, se dirigió a la casa de Volumnia, la madre de Marcio. Entró y la halló sentada en compañía de su nuera con los críos de Marcio en su regazo, y luego de hacer que las mujeres se colocaran en círculo alrededor de ella, dijo: ‘Nosotras mismas, Volumnia y tú, Vergilia, hemos venido como mujeres a dirigirnos a mujeres, no porque el Senado lo haya decretado con sus votos ni porque un magistrado nos lo haya mandado. Un dios es, a mi parecer, quien, compadecido de nuestras súplicas, nos ha inspirado la idea de venir aquí ante vosotras y solicitaros un remedio que a nosotras mismas y a los demás ciudadanos nos procure la salvación y a voso-

Plut. Cor. 21,3: “Muy pronto Marcio dio pruebas de este estado de ánimo con sus acciones. En efecto, al llegar a casa, no hizo más que dar un beso a su madre y su mujer, que estaban lamentándose entre llantos y gritos, y animarlas a soportar la desgracia con resignación, y enseguida salió y echó a andar hacia las puertas de la ciudad”. 491 Cid López, R.M., Las matronas y los prodigios cit., p. 13, afirma que en las situaciones de peligro los papeles parecen parecen invertirse, de modo que el liderazgo de los cultos públicos es cedido temporalmente las mujeres. 490

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tras, en caso de que atendáis a nuestros ruegos, os traiga un renombre más glorioso que el que alcanzaron las hijas de los sabinos, cuando pusieron fin a las guerras entre sus padres y maridos y los unieron en la amistad y la paz. Ea, venid con nosotras a ver a Marcio, uníos a nuestras súplicas y prestad a favor de la patria el testimonio justo y verídico de que, a pesar de lo que él la ha maltratado, la patria no os ha hecho ningún mal ni ha tomado ninguna represalia contra vosotras movida por la cólera, sino que os devuelve a él, aunque no vaya a obtener ningún resultado razonable. Las restantes mujeres aclamaron estas palabras de Valeria, a las que Volumnia respondió lo siguiente: … Usad nuestra mediación, cogednos y llevadnos a presencia de él; si no otra cosa, al menos podremos exhalar el último suspiro entre súplicas por la patria’. A continuación, ayudó a los niños y a Vergilia a levantarse y partió con las demás mujeres en dirección al campamento de los volscos… ‘Qué me haces, madre! –la levanta y oprimiéndole con fuerza la mano derecha, dijo: ‘Me has vencido, y tu victoria trae la dicha a la patria, pero a mí la perdición. Pues me voy sólo por ti derrotado’…”492. 492 Plut. Cor. 33-39. El relato es también narrado por Dion. Hal. ant. 8,39,1: “Entretanto, sus mujeres, viendo que el peligro estaba cerca, tras abandonar el sentido de la decencia que las hacía permanecer en casa, corrieron hacia los lugares sagrados entre lamentos y se arrojaron delante de las estatuas. Todos los lugares sagrados estaban llenos de gemidos y súplicas de mujeres, y sobre todo el templo de Júpiter Capitolino”. Dion. Hal. ant. 8,39,2-5: “… Esta mujer (Valeria), por alguna inspiración divina … tras llamar a las otras mujeres, primero las calmó y animó, pidiéndoles que no se espantaran ante el peligro. Luego aseguró que había una única esperanza de salvación para la ciudad, y que ésta les estaba reservada sólo a ellas … Y una de ellas dijo: ‘Y qué podríamos hacer nosotras, las mujeres para salvar a nuestra patria, cuando los hombres han renunciado a ello?, ¿Cuál es esa fuerza tan grande que hay en nosotras, débiles y desgraciadas?’. ‘Una fuerza –dijo Valeria- que no necesita de armas ni brazos –pues la naturaleza nos ha librado de su uso–, sino de buena voluntad y palabras’. Después de esto se produjo un griterío y todas pedían que explicara cuál era la ayuda que ellas podían prestar. Entonces ella les dijo: ‘Con este atuendo sucio y desordenado, tomando con nosotras a las demás mujeres y llevando a nuestros hijos, vayamos a casa de Veturia, la madre de Marcio, y, poniendo los niños ante sus rodillas, pidamos con lágrimas que, por compasión hacia nosotras, que no somos responsables de ningún mal, y hacia la patria, que está en los peligros más extremos, vaya al campamento de los enemigos con sus nietos, la madre de éstos y todas nosotras, pues debemos acompañarla con nuestros hijos; …”. Dion. Hal. ant. 8,40,1-5: “… Al verlas acercarse, la mujer de Marcio, Volumnia, que estaba sentada cerca de su suegra, preguntó sorprendida: ‘Qué queréis pedir, mujeres, para venir en tan gran número a una casa desgraciada y humillada?’ Y Valeria respondió: ‘Como nos vemos en el mayor de los peligros, nosotras y estos niños hemos recurrido como suplicantes a ti, Veturia, nuestra sola y única ayuda, para pedirte, en primer lugar, que te compadezcas de nuestra patria común y no permitas que ella, que nunca sometida a nadie, sea despojada de su libertad por los voscos, …; y en segundo lugar, hemos venido para suplicarte por nosotras mismas y por estos niños desgraciados, para que no suframos los ultrajes de los enemigos, no siendo nosotras responsables de ninguno de los males que os han acaecido. … Veturia, compadécete, como mujer, de las mujeres que una vez compartieron contigo sacrificios y ritos, y, tomando contigo a Volumnia, la buena mujer de Marcio, a sus hijos y a nosotras suplicantes –que también somos de noble nacimiento- con estos niños, vete junto a tu hijo y trata de convencerlo. … pues tú lo convencerás, tenlo por seguro, y, siendo un hombre piadoso, no permitirá que tú estés postrada a sus pies. Si haces regresar a tu hijo, no sólo obtendrás tú misma una gloria inmortal, como es natural, por haber librado a la patria de

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La madre y esposa de Coroliano, respectivamente Volumnia y Verginia, comprenden las justas súplicas de las matronas, y del interés de la ciudad. Por ello ambas se reúnen con Coroliano en su calidad de padre/marido, e impiden con sus súplicas, no sólo que él entre en la ciudad con el uso de la fuerza, sino también que levante el asedio de Roma. Ambas prefieren defender su patria, aunque por ello su respectivo hijo y marido sea condenado por traidor. Vencido por la actitud de su madre, Coriolano se enfrenta a morir en manos de unos volscos en Ancio. El Senado romano agradece al grupo de matronas su exitosa intercesión y se ofrece a concederles lo que quieran, pero ellas sólo piden que se levante un templo a Fortuna Muliebris493, y un altar «Fortuna femenina494 en el mismo lugar donde ellas le habían suplicado495; entre otros beneficios que se les conceden: “Para honrar a estas mujeres, el Senado recompensó al grupo de matronas con decretos muy generosos. Así, obligó a los varones a ceder el paso a las mujeres, con lo cual se significó que, para la salvación de la República, habían sido más decisivas las estolas femeninas que las armas. Y a los ornamentos tradicionales de las orejas, les añadió como nuevo signo de distinción una cinta. Además, les permitió que utilizaran vestidos de color púrpura y guarniciones de oro” 496.

Una vez más las mujeres actúan, no sólo conforme al patrón de la perfecta matrona en su ámbito familiar, sino también en defensa del interés público497 “… El templo de Fortuna Muliebris lo construyeron antes de
la época de Camilo, cuando gracias a las mujeres pusieron
en fuga a Marcio Coriolano, que un peligro y de un miedo tan grande, sino que también serás para nosotras causa de una cierta honra a los ojos de los hombres, porque habremos puesto fin a la guerra que ellos no podían detener, y nos mostraremos como las verdaderas descendientes de aquellas mujeres que, yendo como embajadoras, pusieron fin a la guerra que se había originado entre Rómulo y los sabinos … Noble empresa, Veturia, es recobrar a tu hijo, liberar a tu patria, salvar a tus propios conciudadanos y dejar a los que vengan la fama imperecedera de tu virtud. …”. 493 Sobre este culto, véase Bailón García, M., “El papel social y religioso de la mujer romana. Fortvna mvliebris como forma de integración en los cultos oficiales”, Habis 43 (2012) pp. 101118. Al respecto, Val. Max. 8,4: “También la estatua de Fortuna Femenina, que está en la vía Latina junto a la cuarta piedra miliar y que fue consagrada junto con su templo en la época en que las plegarias maternas disuadieron a Coriolano de destruir la ciudad, habló no una sino dos veces con estas antiguas palabras: ‘acorde al rito, matronas, me ofrecisteis y acorde al rito me dedicasteis’”. 494 Gallardo Lopez, M.D., “La fortuna de los romanos”, Antigüedad y Cristianismo 20 (2003) p. 59, señala que Fortuna Virgo vigila el «paso» de las niñas a la pubertad y cuidaba de las vírgenes; al casarse, como matrona, pasa al culto de Fortuna Muliebris. Fortuna muliebris regula la castidad y la conducta de las matronas; pero también, se convierte en protectora de Roma. Su correspondiente masculino es Fortuna Barbata y Fortuna Virilis. 495 Val. Max. 5,2,2. 496 Val. Max. 5,2,1. 497 Núñez Paz, I., “Alteridad y negación histórico-jurídica del raciocinio femenino”, Experiencias jurídicas e identidades femeninas, Madrid 2010, p. 423 subraya que “la mujer sólo encuentra su dignidad si acepta su vasallaje, pero también el varón se debe a la patria”.

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conducía a los volscos contra la ciudad. En efecto, se presentaron ante el héroe una comisión de mujeres entre las que estaba su madre y su esposa y le suplicaron y le presionaron para que tuviera clemencia de la ciudad y apartara de ella al ejército bárbaro. Entonces, se cuenta, la estatua de la Fortuna en el momento de ser consagrada emitió una voz y dijo: ‘Ciudadanas, piadosamente me erigisteis por determinación de la ciudad’”498.

• Clelia, rehén romana En torno al 450 a.C., los romanos entregan al rey etrusco Porsena cien vírgenes rehenes, y entre el grupo de las cautivas se encuentra Clelia, quien escapa y vuelve a Roma. Porsena lanza un ultimátum para que el cónsul le entregue a Clelia, y así lo hace. La leyenda dice que el rey etrusco se casa con Clelia, admirado de su valentía y amor patrio499. Clelia encarna, junto con el mítico Cincinato, los ideales de lealtad, valentía, humildad, y demás officia romanos; lo que muestra el valor social de las mujeres de la época. Más aún, Clelia, una muchacha virgen, alienta con su valor a sus compatriotas, quienes pierden el miedo al enemigo: “Clelia hace que me olvide de mi propósito. Porque ésta casi en el mismo tiempo, tratándose del mismo enemigo y en el mismo río Tiber se atrevió a llevar a cabo una célebre hazaña. Formaba parte de las doncellas romanas entregadas a nuestro enemigo Porsena y, escapándose en plena noche de sus guardianes, montó en un caballo, atravesó rápidamente el río y salvó a su patria, no sólo del asedio, sino también del miedo y ella, que era doncella, mostró ante los hombres la antorcha de su valor”500.

Livio narra la historia de Clelia con algunas variantes501, y concluye que es una mujer con un valor y honor sin precedentes. Consecuentemente los roma Plut. De fort. Rom. 5. Mansuelli, G.A., Gli Etruschi nell’età romana cit., p. 314, refiere que los etruscos son presentados por los escritores latinos de siglos posteriores como el enemigo a batir, culminando este posicionamiento en el episodio del rey Porsina, enemigo decidido, pero caballeroso y leal en la ‘pax fida’. 500 Val. Max. 3,2,2; al respecto, Martín Acera, F., Valerio Máximo, Los nueve libros de hechos y dichos memorables, Madrid 1988, pp. 179-180. 501 Liv. 2,13,5-11: “El Senado, para recompensar la valentía de Gayo Mucio, le hizo donación de unos terrenos al otro lado del Tíber, los cuales en adelante recibieron el nombre de Prados de Mucio. El conceder tales honores al valor trajo como consecuencia el que también, en las mujeres, se despertase el afán ‘de alcanzar distinciones públicas. Clelia, una doncella que formaba parte de los rehenes, al coincidir que el campamento etrusco no se encontraba muy lejos de la orilla del Tíber, burló a sus guardianes y, haciendo de guía de todas las doncellas, cruzó el Tíber a nado en medio de los proyectiles del enemigo, las condujo a todas ilesas a Roma y las devolvió a sus familias. Cuando el rey tuvo noticia de ello, en un principio montó en cólera y envió a Roma a unos portavoces a reclamar a Clelia como rehén: las otras no le importaban 498 499

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nos erigen una estatua en su honor, tal cual se tratase de un ciudadano digno de admiración y modelo a imitar. El texto dice así: “Restablecida la paz, los romanos recompensaron aquel valor sin precedentes en una mujer con un honor también sin precedentes: una estatua ecuestre; en lo alto de la vía Sacra fue colocada la imagen de una doncella a caballo”502.

No obstante estas palabras de elogio, Livio ha previamente apuntado con tono despectivo que “al conceder (el Senado) tales honores al valor (masculino) trajo como consecuencia el que también, en las mujeres, se despertase el afán ‘de alcanzar distinciones públicas”. • Las matronas como colectivo: Tres sucesos expondré seguidamente con medio siglo de distancia y ambos son protagonizados por mujeres en interés patrio503. En primer lugar, en el 395 a.C., las matronas deciden communi decreto ofrecer sus joyas al dios Apolo como un voto patrio, y por este acto de generosidad serán recompensadas504. El segundo tiene lugar en el año 390 a.C., durante el asedio de los galos a la ciudad de Roma. Los atacantes piden una compensación para no atacar la ciugran cosa. Después, pasando a la admiración, decía que aquella era una hazaña que superaba a los Cocles y Mucios y declaraba abiertamente que, así como si no se le entregaba al rehén daría por roto el tratado, así también si se la entregaban la devolvería a los suyos sin infligirle daño ni maltratarla. Por ambas partes se mantuvo la palabra; los romanos devolvieron la prenda de paz estipulada por el tratado y, por parte del rey etrusco, el valor gozó no sólo de seguridad sino también de honores: alabó a la muchacha y le dijo que le regalaba una parte de los rehenes, que ella misma eligiese los que quisiera. Traídos todos a su presencia, eligió, dicen, a los que aún eran niños, elección esta digna de una muchacha y merecedora de la aprobación unánime de los propios rehenes, al ser liberados del enemigo los que por su edad estaban más expuestos a ser ultrajados. …”; al respecto, Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, I-III, (traducción y notas), Madrid 1990, pp. 290-291. 502 Liv. 2,13,11. 503 Peppe, L., Posizione giuridica e ruolo sociale della donna cit., p. 49, refiere otros casos que tienen lugar en el 214 a.C., 210 a.C., y 207 a.C., en el que las romanas contribuirán al Erario publico por espíritu patrio. 504 Liv. 5,25,8-10: “… Como el oro no abundaba, las matronas, celebradas reuniones para hablar de este tema, de común acuerdo prometieron a los tribunos militares el oro de todos sus objetos preciosos y lo llevaron al tesoro. Este detalle agradó al senado más que cualquier otro, y por tal generosidad se les concedió, dicen, a las matronas el honor de hacer uso del pilentum en los sacrificios y los juegos, y del carpentum todos los días, festivos o laborables. Recibido el oro de cada una y valorado al peso para abonárselo en dinero, se acordó hacer una cratera de oro para llevarla como presente a Apolo a Delfos”; al respecto, Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, IV-VII cit., p. 147, n.117, aclara que el pilentum es un carruaje más cómodo, de cuatro ruedas, con suspensión. El carpentum tiene dos ruedas y una capota adornada con cintas.

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dad; los romanos están dispuestos a entregarles el oro sagrado de los templos, pero esta decisión genera escrúpulos religiosos en las matronas. Así que las mujeres casadas, motu propio, pagan a los galos el rescate con sus joyas de oro. Por tanto, las matronas son honestas en su obligación con los dioses, y su conducta es la esperada: prefieren desprenderse de su ajuar antes de que sean descuidadas o enajenadas las cosas divinas: “Ya anteriormente la religiosidad de la ciudad había quedado de manifiesto en que, faltando oro estatal para reunir la suma acordada como rescate con los galos, se había aceptado el aportado por las matronas con la finalidad de que no se tocase el oro sagrado. Se les dieron las gracias a las matronas y se les concedió el honor de tener, al igual que los hombres, un elogio fúnebre solemne después de la muerte”505.

El otro suceso a comentar tiene lugar en el 321 a.C., tras la derrota romana en la segunda, de las tres guerras samnitas. El ejército es perdonado y sufre la humillación de las Horcas Caudinas506; ante esta situación tan traumática, las romanas, no sólo no reciben contentas por la vuelta de sus familiares de la guerra, sino que por lo vergonzante de la derrota, entienden que para ellas están muertos. Conforme a este planteamiento las matronas mantienen la tradicional manifestación del luto familiar, prevista en las leyes de la antigua monarquía y en las mores maiorum: “Cuando se supo la desgracia en la ciudad, se produjeron gemidos y lamentos de dolor como ante un duelo, y las mujeres se golpeaban en señal de luto por los que se habían salvado de manera ignominiosa como si estuvieran muertos. Los senadores se despojaron de sus túnicas de color púrpura, se prohibieron las fiestas, casamientos y otras ceremonias de esta índole por un año entero, hasta que se reparase la desgracia”507.

Liv. 5,50,7. Livio, libro IX describe la batalla de las Horcas Caudinas. 507 App. Sam. 3,4,7; al respecto, Sancho Royo, A., Apiano, Historia romana (introd., trad., y notas), Madrid 1980, pp. 77-78. 505 506

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21.  VIRGINIA, MÁRTIR DE LA PUDICITIA En la siguiente historia se reiteran algunos de los elementos ya analizados en el relato de Lucrecia. El nexo común está fundamentalmente en que un gobierno despótico no respeta la castidad de sus mujeres, e impunemente permite tales atropellos508. Al igual que en los sucesos que rodean la muerte de Lucrecia la monarquía vivía sus últimos momentos, en el suceso protagonizado por Verginia [o Virginia (465 a.C. - 449 a.C.)] el ambiente socio-político de la incipiente República está caldeado509. Los Decenviros parecen comportarse como los antiguos reyes: no convocan elecciones, aceptan sobornos, y se producen muchos otros abusos. En este contexto de tensión, la pudicitia romana de nuevo se alza como un arma de rebelión política, simbolizado en el drama de Virginia, que muere por defender los valores de feminidad romana. Referiré la tragedia de Virginia, conforme al relato de Livio, más escueto que el de Dionisio de Halicarnaso510. En el 451 a. C., Apio Claudio pone su atención en Virginia, una bella adolescente de catorce años, hija de Lucio Verginio, respetado centurión511. Apio Claudio la codicia con una pasión que Livio califica como ‘violento deseo de posesión de la joven’. Muchos son los elementos que concurren en el antimodelo de ciudadano que Apio Claudio representa, destacando, de un lado no tener como prioridad el interés de la patria, y de otro albergar un sentimiento de pasión, algo detestado por los romanos por ser vil. Virginia, aunque plebeya512, es la imagen de la nueva República, por su belleza, castidad, honradez familiar, y por su casto noviazgo con Lucio Icilio, antiguo tribuno de la plebe, y de nobles: “Se sucede en Roma un nuevo crimen, de origen pasional, con unas consecuencias tan tremendas como el que con la violación y muerte de Lucrecia había supuesto la expulsión de los Tarquinios del trono y de Roma, de forma que no sólo tuvieron los decenviros el mismo fin que los reyes, sino que también fue la misma Valmaña Ochaita, A., Las reformas políticas del censor Apio Claudio Ciego, Toledo 1995, p. 31, recoge las conclusiones de la doctrina mayoritaria que ve en el suceso una repetición de la historia de Lucrecia; se trataría, por tanto según la autora, de un caso de concentración histórica como tantos otros que realizan los escritores antiguos. 509 Lachlan, B., Women in Ancient Rome: A sourcebook, London-New Delhi- New YorkSidney 2013, pp. 49-51, destaca la tensión patricio-plebeya del momento incipiente de la República. 510 Véase Dion. Hal. ant. 11,28-46. 511 Sobre la relación padre-hija, véase Hallett, J.P., Fathers and daughters in roman society. Women and the elite family, New Jersey 1984, pp. 119-120, 320. 512 Molinari, A.L., ‘I never knew the man’: The coptic act of Peter (papyrus berolinensis 8502.4). Its Independence from the apocryphal acts of Peter. Genre and legendary origins, Quebec-Louvain-Paris 2000, p. 146, n. 52, apunta que quizás en el primer estrato de esta historia Virginia es patricia, aunque pronto los escritores latinos eliminan este elemento. 508

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la causa de que perdieran el poder. Se apoderó de Apio Claudio un violento deseo de hacer suya a una joven plebeya. El padre de la muchacha, Lucio Virginio, se distinguía como centurión en el Algido y era un hombre modelo de rectitud tanto en la vida civil como en la milicia. En la misma línea había sido formada su mujer y eran formados sus hijos. Había prometido a su hija a Lucio Icilio, ex tribuno, hombre fogoso y de probado valor en la defensa de la causa de la plebe”513.

Apio Claudio, enajenado de amor, ofrece regalos y promesas de amor a Virginia. Ante el persistente rechazo de ella, convence a uno de sus clientes, Marco Claudio, para que torticeramente la rapte en la vía pública; para ello la busca cuando ésta va con su nodriza camino de la escuela, y la prende –aclamando ante los viandantes que ella es su esclava–514. La multitud de gente presente en el Foro, ante los gritos de la nodriza que alega el ligamen de la joven a los conocidos y respetados Verginio y Icilio, se oponen al secuestrador: “Apio, loco de amor, trató de seducir a aquella joven, ya núbil y de notable belleza, con regalos y con promesas; cuando vio que a todo ponía obstáculos el pudor, recurrió a una violencia cruel y despótica. Encargó a su cliente Marco Claudio que reclamase a la joven como esclava y que no cediese a las demandas de libertad provisional, pensando que había oportunidad para el desafuero porque el padre de la joven estaba ausente. Cuando la joven se dirigía al foro –pues allí, en unas tiendas, estaban las escuelas primarias– el agente del apasionado decenviro le echó mano llamándola esclava suya, hija de una de sus esclavas, y le ordenó seguirlo: que si ofrecía resistencia la llevaría a la fuerza. Estupefacta la asustada muchacha, a los gritos de su nodriza que pedía socorro a los ciudadanos se forma una aglomeración. Se repiten los populares nombres de su padre Virginio y de su prometido Icilio. Los conocidos, por simpatía hacia ellos, y la masa por lo indignante del hecho, se ponen de parte de la joven”515.

Apio Claudio pretende aprovechar que el padre de Virginia está fuera de Roma combatiendo, y así evitar que éste reclame la libertad provisional de su hija. Marco ‘el raptor’ es obligado por la multitud a llevar el caso ante el Tribunal de los decenviros, presididos precisamente por Apio Claudio. Éste, como promotor del rapto, y su cliente Marco, vulneran el derecho más elemental de la ciudadanía romana, atribuyendo a la joven la condición servil. Además, Marco 513 Liv. 3,44,1-3; al respecto, en este y en los sucesivos textos de Livio, Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, I-III cit., pp. 441-465. Sobre este relato, Freund, S., “Pudicitia saltem in tuto sit: Lucretia, Verginia und die konstruktion eines Wertbegriffs bei Livius”, Hermes: Zeitschrift fur klassische philologie 136. 3 (2008) pp. 308-325. 514 Desde el feminismo se hace una lectura aproximativa a este suceso; al respecto, véase Joshel, S., “The Body Female and the Body Politic: Livy’s Lucretia and Verginia”, Pornography and Representation in Greece & Rome, Oxford 1992, pp. 112-130. 515 Liv. 3,44,4-7.

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‘el raptor’ se ha atrevido a atentar contra su pudicitia, porque el simple hecho de tocar físicamente a una mujer honrada es injurioso, y él la ha aprehendido; al respecto Valerio Máximo nos dice que los antiguos romanos velaban por la pureza casi sacra del cuerpo femenino, poniendo de ejemplo las cautelas que se han de tener cuando se llama a juicio a una matrona: “Y para que el decoro de las matronas estuviese más a salvo con la protección del pudor, al que citara a una matrona ante un tribunal no le permitían tocar su cuerpo para que así su estola permaneciese sin haber sido tocada por manos ajenas”516.

El novio de Virginia, amenazando al Tribunal y tras mucho empeño, consigue devolverla a su casa hasta el momento en que Lucio Verginio se presente ante los Decenviros para defender la paternidad sobre su hija; y de ahí se infiere también la alegación del status libertatis de ella: “Estaba ya a salvo de la violencia, cuando el pretendido amo dice que no hay necesidad alguna de que la multitud se soliviante, que él procede por la vía del derecho, no de la fuerza. Cita a la joven a comparecer ante la justicia. Los que estaban presentes propusieron seguirlos; se llegó hasta el tribunal de Apio. El demandante representa una comedia conocida por el juez, como que era él mismo el autor del argumento: que la muchacha, nacida en su casa, raptada después y trasladada a casa de Virginio, le fue presentada a éste como hija; lo que esto lo alega basándose en una prueba y que lo va a dejar demostrado a juicio incluso del propio Virginio, el más afectado por aquel fraude; que, entretanto, lo justo es que la esclava siga a su amo. Los defensores de la muchacha, después de manifestar que Virginio está ausente por servir al Estado, que en dos días se presentará si se le avisa y que no es justo cuestionar la paternidad de un ausente, le piden a Apio que aplace todo el asunto hasta la llegada del padre; que, de acuerdo con la ley dada por él mismo, conceda la libertad provisional y no consienta que una joven núbil corra el riesgo de perder la reputación antes que la libertad. Apio, antes de pronunciarse, dice que precisamente esa ley que los amigos de Virginio invocan en apoyo de su demanda demuestra cuanto ha hecho él en favor de la libertad; pero que esa ley será un firme baluarte de la libertad, si no varia según las causas y las personas; ahora bien, en el caso de los que reivindican la libertad, como cualquiera puede acogerse a la ley, la libertad provisional es de derecho, pero en el caso de aquella joven que está sometida 
a la autoridad paterna, únicamente a favor del padre puede
el amo renunciar a la posesión; que, por consiguiente, decide que se haga venir al padre; que, entretanto, el reclamante no pierde su derecho de llevarse a la muchacha, prometiendo presentarla a la llegada del que dicen ser el padre.

516 Val. Max. 2,1,5. López Moreda, S.-Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez,J., Hechos y dichos memorables, libros I-VI, (introducción, traducción y notas), Madrid 2003, p. 140.

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Como contra la injusticia de la sentencia murmuraban muchos, pero ni uno solo se atrevía a protestar, se presentan Publio Numitorio, abuelo de la muchacha, e Icilio, su prometido; se les abre paso entre la masa, convencida la multitud de que sobre todo con la intervención de Icilio se le podrá hacer frente a Apio, y entonces el lictor dice que se ha dictado sentencia y aparta a Icilio que hablaba a gritos. Una injusticia tan escandalosa hubiera inflamado incluso a un carácter flemático. «A hierro me tendrás que apartar de aquí, Apio dijo, para llevarte en silencio lo que quieres ocultar. Yo me voy a casar con esta joven, y pura la tomaré por esposa. Por consiguiente, ya puedes reunir a todos los lictores incluidos los de tus colegas; manda preparar las varas y las hachas; no se quedará fuera de la casa de su padre la prometida de Icilio. Aunque le hayáis quitado a la plebe romana la protección de los tribunos y el derecho de apelación, las dos fortalezas para la defensa de la libertad, no por eso se ha entregado a vuestros caprichos la soberanía también sobre nuestros hijos y nuestras esposas. Ensañaos contra nuestros cuerpos y nuestras cabezas, pero que al menos el pudor está a salvo. Si a ésta se le hace violencia, imploraré la ayuda de los ciudadanos aquí presentes en favor de mi prometida, Virginio la de los soldados en favor de su única hija y todos la de los dioses y de los hombres, y tu no ejecutaras nunca semejante sentencia a no ser que nos quites la vida. Te pido, Apio, que consideres una y otra vez el paso que das. Virginio verá, cuando venga, lo que decide con relación a su hija; sólo una cosa debe saber: que si cede a las pretensiones de éste, tendrá que buscar un partido para su hija. Yo, en la defensa de la libertad de mi prometida, perderé antes la vida que la fidelidad. La multitud estaba soliviantada y el enfrentamiento parecía inminente; los lictores rodeaban a Icilio. Pero la cosa no pasó, sin embargo, de las amenazas, pues Apio dijo que no era que Icilio defendiese a Virginia, sino que aquel hombre pendenciero que incluso entonces se sentía tribuno andaba buscando ocasión para una revuelta; que él no iba a darle motivos aquel día, sino que, para que supiera ya desde aquel momento que no era una concesión a su petulancia sino a la ausencia de Virginio, a su titulo de padre y a la libertad, no iba a administrar justicia aquel día ni a intervenir con un decreto: iba a pedir a Marco Claudio que renunciase a su derecho y permitiese que la muchacha quedase en libertad provisional hasta el día siguiente; pero, si el padre no se presentaba al día siguiente, él le advertía a Icilio y a los que eran como Icilio que ni el legislador faltaría a su propia ley ni la firmeza le faltaría al decenviro; y que él no necesitaba en modo alguno llamar a los lictores de sus colegas para reprimir a los promotores de una revuelta: se contentaría con los suyos”517.

Mientras tanto unos emisarios de la familia localizan a Verginio, que tarda dos días en regresar: “Al quedar aplazada la injusticia y retirarse los defensores de la muchacha, se decidió que antes de nada el hermano de Icilio y el hijo de Numitorio, dos

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jóvenes activos, se dirigieran enseguida directamente hacia la puerta de la ciudad y con la mayor rapidez posible hiciesen venir a Virginio del campamento: que la salvación de la muchacha dependía de que al día siguiente se presentase a tiempo para oponerse legalmente a la injusticia. Obedecen, se ponen en camino y a galope tendido llevan el mensaje al padre. Como el reclamante instaba a la muchacha a que proporcionase garantes de su libertad provisional e Icilio decía que eso era lo que se estaba haciendo, poniendo buen cuidado en ganar tiempo mientras se adelantaban los emisarios enviados al campamento, por todas partes levantó la mano la multitud e hizo ver a Icilio que todos estaban dispuestos a servir de garantes. Y él, arrasados los ojos en lagrimas, dijo: ‘Gracias; mañana recurriré a vuestra ayuda; ahora hay suficientes garantes’. Queda así Virginia en libertad provisional saliendo fiadores sus parientes. Apio, después de permanecer allí unos instantes para que no diese la impresión de que había tomado asiento expresamente para aquel asunto, como nadie se presentaba por dejar de lado todos los demás para ocuparse exclusivamente de aquel, se retira a su casa y escribe a sus colegas al campamento que no den permiso a Virginio y que lo mantengan incluso bajo arresto. La inicua recomendación llegó tarde, como debía, y Virginio, conseguido un permiso, había partido ya en el primer relevo de la guardia, recibiéndose, inútilmente, la carta sobre su retención al día siguiente por la mañana”518.

Verginio, con el apoyo de toda la multitud, se presenta ante el Tribunal portando a su hija, y ambos van de luto; las mujeres que los acompañan gimen como plañideras: “En Roma, al amanecer, toda la ciudad estaba en el foro en vilo por la expectación, cuando Virginio, vestido de luto, lleva allí a su hija cubierta de andrajos acompañada de algunas matronas con una enorme comitiva de defensores. Una vez allí, comienza a dar vueltas suplicando a la gente, y no se limita a implorar la ayuda como un favor, sino que la reclama como un deber: para defender a sus hijos y mujeres está en el frente un día tras otro, y no existe otro soldado de quien se puedan citar más acciones bélicas llenas de valentía y de arrojo; ¿de qué sirve que Roma está a salvo, si sus hijos tienen que sufrir lo último que sería de temer en caso de haber sido tomada? Con esta especie de arenga se iba dirigiendo a unos y a otros. Expresiones parecidas salían de los labios de Icilio. La comitiva de mujeres con su llanto callado resultaba más conmovedora que todas las palabras”519.

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Sin embargo, Apio Claudio, sin dejar hablar a Virginio, declara en su sentencia que Virginia es esclava de Marco Claudio520: “Ante todo esto, Apio sigue empecinado, tan intensamente le había trastornado el desvarío, más exactamente que la pasión; sube al tribunal y, después de algunas quejas preliminares del demandante en el sentido de que a base de intrigas la víspera no se le había hecho justicia, antes de que terminase de exponer su reclamación y sin dar a Virginio oportunidad de responder interviene Apio. En cuanto a los considerando en que basó su fallo, es posible que los historiadores antiguos recogiesen alguno con exactitud; pero, como absolutamente ninguno me parece verosímil en tan vergonzosa sentencia, opto por consignar escuetamente el hecho comprobado: decretó que fuese tenida por esclava”.521

Tras la sentencia el raptor Marco trata de prender a Virginia como esclava suya. Las matronas que rodean a la muchacha nuevamente gritan como plañideras. Virginio espeta a Apio Claudio que no le va a entregar a su casta hija para que la viole, y apela a la rebelión a todos los allí congregados: “En un primer momento el estupor dejó a todos paralizados, asombrados ante semejante atrocidad, y siguió un momento de silencio. Después, al ir Marco Claudio a echar mano de la joven en medio de las matronas y recibirlo los lamentos y los llantos femeninos, Virginio, tendiendo los brazos hacia Apio dijo: ‘A Icilio, Apio, no a ti, he prometido a mi hija, y la he educado para el matrimonio, no para ser deshonrada. ¿Te parece bien entregarse al coito de forma indiscriminada, al estilo del ganado y de las fieras? No sé si los presentes consentirán semejante cosa: espero que los que llevan armas no lo consentirán’. Al ser rechazado por el grupo de mujeres y de defensores circunstantes el que reclamaba a la joven, el pregonero impuso silencio”522.

Apio Claudio trae una escolta armada, y acusa a todos los presentes de sedición; ante la amenaza de fuerza desplegada por el decenviro la multitud se amedranta y deja el Foro; consecuentemente Virginio se ve sólo para vencer la arbitrariedad, e impotente para salvar a su hija de las garras de Apio Claudio. Ante este panorama, Verginio cambia de estrategia y pide al Tribunal ver a la muchacha personalmente, lo que le es concedido. Pero Verginio agarra un cuchillo, y apuñala a Virginia en el Templo de Venus Cloacina, como única salida para proteger la pudicitia y libertad de ésta; una pudicitia, que como ya hemos

520 Pérez González, M., Tito Livio, Los orígenes de Roma cit., p. 317, n. 100, aborda la cuestión de la autenticidad del episodio de Verginia, y los problemas jurídicos que plantea, aportando concreta bibliografía sobre el tema. 521 Liv. 3,47,4-5. 522 Liv. 3,47,6-8.

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comentado en el capítulo precedente es femenino, pero que ofende a la familia que masculinamente es representada por el paterfamilias523: “El decenviro, fuera de sí de pasión, dice que no sólo por las injurias de Icilio del día anterior y por la violencia de Virginio de la que es testigo el pueblo romano, sino, además, por pruebas seguras sabe con certeza que durante toda la noche se han celebrado reuniones en toda la ciudad con miras a suscitar un levantamiento; que, consecuentemente, él, sabedor de aquella refriega, ha bajado al foro acompañado de hombres armados, no para maltratar a nadie que se estuviera tranquilo, sino para castigar, en consonancia con la majestad de su cargo, a los perturbadores de la paz ciudadana. ‘Así que mejor será no moverse. Lictor –dice–, ve, aparta a la multitud y abre paso al amo para que eche mano de su esclava’. Como esto lo dijo con voz tonante y lleno de cólera, la multitud por sí sola se apartó y la muchacha quedó aislada como presa de la injusticia. Entonces, Virginio, al ver que no recibía ayuda de nadie dijo: ‘Te lo ruego, Apio, ante todo perdona al dolor de un padre, si en algo he sido demasiado duro al increparte; en segundo lugar, permite que aquí en presencia de la joven pregunte a su nodriza que hay de este asunto, para salir de aquí con el ánimo más tranquilo en el caso de haber sido considerado padre equivocadamente. Obtenida la autorización se lleva aparte a su hija y a la nodriza a las proximidades del templo de Cloacina, junto a las actualmente llamadas Tiendas Nuevas, y allí, echando mano del cuchillo de un carnicero, dice: ‘Hija, te doy la libertad de la única forma que puedo’. Acto seguido, le atraviesa el pecho y, volviéndose hacia el tribunal, dice: ‘Apio, por esta sangre te maldigo a ti y a tu cabeza’”.524

La sociedad romana se conmueve sonoramente por esta muerte, y aunque Verginio es reclamado por la justicia por su parricidio, la multitud que le sigue lo protege de la autoridad pública. Mientras el abuelo y el novio de Virginia muestran el cadáver de la joven y justifican en su discurso la tragedia de la honrada joven, y la tesitura del buen padre que no ha tenido otra salida digna que matar a su propia hija. En este punto álgido de tensión también el pueblo necesita hablar a través de la oratoria con voces femeninas y masculinas: Así las mujeres, abandonando momentáneamente el espíritu de su diosa muta, se identifican en la afrenta a la fallecida y ven roto el pacto que siglos atrás se forjó al privilegiar la maternidad y la legitimidad de los concebidos. Los hombres, por su parte, convierten su discurso en una arenga de contenido estrictamente político: Langlands, R., Sexual morality in ancient Rome, Cambridge 2006, p. 106, señala que la palabra que Livio pone en boca de Verginio es ‘vindico’, que implica que el reclamante se ha sentido intimidado en su posesión, y que legalmente puede reclamar esa cosa. Verginio al matar a su hija está afirmándose en su derecho sobre el cuerpo de Virginia; y frente al parricidio, Apio Claudio sólo clama por una ‘retribución’, igualmente en la visión masculina de la época que siente el cuerpo femenino como un objeto. 524 Liv. 3,48,1-5. 523

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“Apio, puesto en pie ante el griterío que se levantó a la vista de un hecho tan horrible, manda prender a Virginio. Éste se abría camino con el cuchillo por cualquier parte que iba hasta que, gracias también a la protección de la multitud que lo seguía, llegó a la puerta de la ciudad. Icilio y Numitorio levantan el cuerpo exangüe y lo muestran al pueblo; deploran el crimen de Apio, la belleza fatal de la muchacha y la ineluctable obligación en que se ha visto el padre. Las matronas los siguen preguntando a gritos si a esto está destinada la procreación de los hijos, si ése es el premio a la honestidad, y todo lo que en circunstancias semejantes les sugiere el dolor a las mujeres, más agudo porque son más débiles de espíritu y, por eso mismo, más conmovedor en sus lamentos. Las palabras de los hombres, y sobre todo de Icilio, se referían, en su totalidad, a la supresión de la potestad tribunicia y del derecho de apelación al pueblo y a los escándalos oficiales525.

Apio Claudio envía lictores a aprehender al novio de Virginia, pero la plebe ataca a los lictores. Ante este revés el mismo Apio Claudio, con un grupo de patricios, se atreve a tratar de apresar a Icilio: “La multitud se subleva, en parte por lo atroz del crimen y en parte por la esperanza de estar ante la oportunidad de recuperar la libertad. Apio manda que comparezca Icilio; después, como se niega, que lo detengan, y, finalmente, como no se les permitía a sus subalternos acercarse, él mismo acompañado por un grupo de patricios jóvenes, adelantándose por entre la masa, hace que lo lleven a la cárcel. En ese momento se encontraban en torno a Icilio no sólo la multitud, sino los jefes de ésta, Lucio Valerio y Marco Horacio. …”526.

Entretanto Verginio va al campamento y, ajeno a la actitud de dureza varonil romana, estalla en un desconsolado llanto, que desconcierta a los presentes; tras ello se impone sobre sus camaradas a los que –con las debidas herramientas discursivas– justifica que el verdadero autor de ese horrible acto es el Presidente del Tribunal de los decenviros; les cuenta que la desgracia le ha ocurrido casualmente a él y al pudor de su hija Virginia, pero que en ella deben de verse todos identificados; y explica que Apio Claudio, si no se le detiene, atentará con lujuria contra sus mujeres, hijas y hermanas: “Al preguntarle qué ocurría, durante largo rato no pudo articular palabra a causa del llanto; por fin, cuando se calmó el tumulto de la concurrencia y se hizo silencio, lo expuso todo detalladamente tal como había sucedido. Tendiendo luego las manos hacia lo alto, dirigiéndose a sus camaradas, les pedía que no le imputasen a él un crimen del que era responsable Apio Claudio, ni le volviesen la espalda como autor del parricidio de sus hijos; que la vida de su hija habría sido para él más querida que la suya propia, si hubiera po Liv. 3,48,6-9. Liv. 3,49,1-3.

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dido vivir libre y pura; pero, al ver que le era arrebatada como esclava para ser deshonrada, le había parecido que era preferible perder a los hijos por la muerte antes que por la deshonra, y por piedad se había visto abocado a lo que parecía crueldad; él no hubiera sobrevivido a su hija, de no ser porque había cifrado la esperanza de vengar su muerte en la ayuda de sus compañeros de armas: también ellos tenían hijas, hermanas y esposas, y la lujuria de Apio Claudio no se había extinguido con su hija, sino que cuanto mayor fuese su impunidad, mayor sería su desenfreno; la desgracia ajena era para ellos una advertencia para que se pusiesen en guardia contra una injusticia semejante; en cuanto a él, el destino le había arrebatado a su esposa, y su hija, dado que no pudo seguir viviendo castamente, había tenido una muerte triste pero honrosa; en su casa ya no quedaba sitio para la lujuria de Apio; de otras violencias suyas él sustraería su cuerpo con la misma entereza con que había sustraído el de su hija: que los demás mirasen por si mismos y por sus hijos”527.

De este modo, el comportamiento criminal de Apio Claudio hacia la joven Virginia, al ser plebeya, es interpretado como inferido a toda la plebe, y por ende a la misma República528. Y la destitución de Apio Claudio, y subsiguiente juicio, parece más bien un derrocamiento monárquico por los paralelismos con los sucesos acaecidos en el 509 a.C. Apio Claudio, decenviro perpetuo, ante el cariz que toman los acontecimientos, y sin esperar que se le cite judicialmente, decide suicidarse: “Una vez bien asentados el poder tribunicio y la libertad de la plebe, los tribunos, considerando que ya era momento de atacar con garantías a las individualidades, seleccionan como primer acusador a Virginio y como primer acusado a Apio. Cuando Virginio demandó a Apio, y Apio bajó al foro con su escolta de jóvenes patricios, automáticamente revivieron todos el recuerdo de su tenebrosa tiranía al verlo a él y a sus guardaespaldas. Entonces, Virginio dijo: ‘La oratoria se inventó para las causas dudosas; por consiguiente, ni yo perderé el tiempo acusando ante vosotros a un individuo de cuya crueldad vosotros mismos os librasteis por medio de las armas, ni voy a consentir que semejante individuo añada a sus otros crímenes el descaro de defenderse. Por eso, Apio Claudio, paso por alto todas las fechorías que de manera impía y detestable tuviste la osadía de acumular una tras otra a lo largo de dos años. Únicamente por un delito: haber negado la libertad provisional a una persona libre decretando ilegalmente su esclavitud, ordenar que te metan en la cárcel, a no ser que aceptes comparecer ante un juez. Apio no abrigaba la menor esperanza ni en la intervención de los tribunos ni en el juicio del pueblo; sin embargo, recurrió a los tribu Liv. 3,50,4-9. Vasaly, A., Livy’s political philosophy. Power and personality in early Rome, Cambridge 2015, p. 71 527 528

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nos y, como ninguno ponía impedimento, el viator lo prendió, y entonces él dijo: ‘Apelo.’ Al oír la palabra que por sí sola garantizaba la libertad provisional pronunciada por los mismos labios que poco antes habían decretado la esclavitud provisional, se hizo silencio. Todos murmuraban por lo bajo que, en definitiva, hay dioses y no se desentienden de las cosas de los hombres, y que el castigo del despotismo y la crueldad, aunque tarde, llega, y no pequeño: apelaba el que había suprimido la apelación, e imploraba la protección del pueblo el que había pisoteado todos los derechos del pueblo, y era arrastrado a la cárcel privado del derecho de libertad provisional el que había entregado a la esclavitud a una persona libre. En medio de estos comentarios de la asamblea se oía la voz del propio Apio implorando la ayuda del pueblo romano: recordaba los servicios civiles y militares de sus antepasados al Estado, su malhadada inclinación hacia la plebe romana, inclinación que le había impulsado a abandonar el consulado con gran disgusto por parte de los patricios con el fin de que las leyes fuesen iguales para todos; sus propias leyes, vigentes aún mientras el autor de las mismas era llevado a prisión. … Replicó Virginio que únicamente Apio Claudio estaba fuera de la ley y de toda convención propia de la sociedad
 y la naturaleza humana; que la gente volviese la vista hacia su tribunal, baluarte de todos los crímenes, donde aquel decenviro a perpetuidad, enemigo de los bienes, el cuerpo y
 la sangre de los ciudadanos, amenazando a todo el mundo con las varas y las hachas, menospreciando a los dioses y a los hombres, escoltado por verdugos, que no lictores, desviando ya su atención de la rapiña y las muertes para centrarla en bajas pasiones, había regalado a su cliente, proveedor de su alcoba, una joven libre, como si se tratase de una cautiva de guerra, después de arrancarla de los brazos de su padre a la vista del pueblo romano; tribunal, donde por un cruel decreto y un pronunciamiento infame, había armado la mano de un padre en contra de su hija, y donde había ordenado meter en la cárcel al prometido y al tío de la joven que recogieron su cuerpo agonizante, más trastornado por ver fallido su atentado al pudor de la joven que por su muerte; también para él se había construido la cárcel que solía llamar residencia de la plebe romana; por consiguiente, ya puede Apio apelar dos y muchas veces, que también él dos y muchas veces lo llevará ante el juez a ver si no se pronunció por la esclavitud de una persona libre … perdida toda esperanza, antes de que llegase la fecha de la citación Apio se quitó la vida. …”529.

En la historia de Virginia, no sólo la pudicitia es subrayada, sino también los peligros de la belleza femenina por la potencial lujuria que provoca en los extraños:

Liv. 3,56-59.

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“Pero Lucrecia no nos aconseja aspirar a una cara tan bella como la suya, y Virginia hubiera preferido tener la joroba de Rútila530 y pasarle a ella su propia belleza”531.

Se puede extraer una última enseñanza para ejemplo de las jóvenes de la Roma antigua: el respeto reverencial al poder omnímodo del paterfamilias, que aún se manifiesta en la decisión de Verginio sobre su hija. Los autores clásicos señalan que hasta la propia hija percibiría como adecuado el parricidio llevado a cabo por su propio padre: “He aquí por su virtud el orgullo del Lacio. Lucrecia, célebre por su muerte, tiene la frente y los ojos clavados al suelo. ¡Ay de ti, Roma, que no se te permitió mantener por mucho tiempo una gloria como aquella, preferible a cualquiera otra! A su lado está Virginia; mírala, aún conserva la herida en su pecho ensangrentado, triste recuerdo de un pudor defendido con el hierro; aún alaba a su padre después de haberle infligido una lamentable herida con su propia mano. Y aquella es Clelia, que no había conocido hombre, la que venció al Tiber y a las fuerzas lidias. En otro tiempo Roma deseaba hombres como ella, que no tenía en cuenta su sexo”532.

De todo lo anterior se puede concluir queVirginia, como antes lo fue Lucrecia, marcan la política de su tiempo, aunque como víctimas de la pasión de personajes masculinos de relevancia pública; de estas tragedias femeninas se beneficiarán sus familiares masculinos más próximos, y por extensión toda la población. Tras la muerte de Virginia, cae el Decenvirato y se aprueban las leyes Valeria-Horatia, con un paquete de medidas que suponen un avance cualitativo en pro de la igualdad patricio-plebeya533. Ahora bien, para el tema que me ocupa, que es la violencia ejercida sobre las mujeres en la antigua Roma, es hasta cierto punto indiferente que la tragedia de Virginia fuese o no verídica, pues visto con perspectiva histórica lo relevante es la utilización publicitaria que el patriarcado romano hace del suceso; y así, generación tras generación, las jóvenes romanas aprenderán que su belleza, incluso el hecho de salir de sus casas para ir a la escuela, puede ser un peligro; que pueden ser raptadas y violenta530 Rodríguez Adrados, J.V., “Sistema onomástico de la mujer en el mundo romano”, La mujer en el mundo antiguo, Madrid 1986, p. 206, indica que Rutila es un nombre femenino romano que significa de color rojo ardiente. Así pues, parece evidente conforme a la mentalidad romana que una mujer que se llame Rutila simbolice lo desmedido, incluido en su imagen física; por el contrario el modelo de feminidad romana ha de estar en la contención, prudencia, silencio, y ausencia de estridencias de cualquier tipo. 531 Iuv. 10,293-298; Segura Ramos, B., Juvenal, Sátiras (trad., estudio introduc., y notas), Madrid 1996, p. 139. 532 Sil.13,821-824. 533 Al respecto, véase Chrystal, P., Roman women: the women who influenced the history of Rome, Oxford-Charleston 2015, pp. 12-14.

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das, convirtiéndose tal acto de mínima independencia de movimiento en la peor de sus pesadillas: ser una esclava sexual, sin posibilidad de reclamar siquiera su libertad. Por tanto, de nuevo el miedo y la sospecha; y una vez más la lección de que la casa y la invisibilidad son los espacio donde las romanas pueden estar realmente protegidas.

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22.  LA DOTE: UNA MERCANTILIZACIÓN DE LA MUJER El rey Rómulo, según refieren los autores clásicos, estableció la institución dotal. El pater familias de la novia debe entregar un monto económico para el mantenimiento económico de los costes, considerándose un deber moral, que tiene efectos socio-jurídicos; lo que es la prueba más evidente de que existe matrimonio. Rómulo, además, configuró al matrimonio como indisoluble534, por lo que en este contexto se entiende que en los primeros tiempos la dote es una aportación definitiva al patrimonio del marido. Ahora bien, el marido puede quedar privado de ella cuando permite que la esposa lleve malos hábitos de vida535. La violencia implícita de la institución dotal está ligada a la condición femenina, a su etiqueta de imbecilitas sexus, recluida en la productividad privada de su vientre, en las tareas que le son afines, y ajena al mundo de la productividad económica536. Como contrapartida, la mujer entra dentro de la sucesión legítima de su marido en la misma posición que una hija537; lo que no es sino un medio creado por el Derecho romano para compensar esta desigualdad económica: con el fin de recuperar el equilibrio perdido en la lógica del contrato matrimonial, donde existen dos partes contratantes. Moreau reflexiona sobre la importancia económica de la dote para la definición de una determinada estrategia de política matrimonial; así, señala el autor, que la elección de una pareja fuera del grupo familiar tiene, entre otros efectos, la salida de la dote; especialmente delicado es el caso de que la hija sea la única descendiente de todo un patrimonio familiar, pues éste quedaría fuera de la posesión del grupo de los agnados. El fenómeno es muy importante, pues al igual que las mujeres, dadas o recibidas en matrimonio, las dotes circulan entre grupos de hombres; de modo que la dote dada por un padre a su hija puede ser compensada por la dote recibida por él con ocasión del matrimonio de su hijo in potestate; o si se razona en términos de generación, la dote entregada por un hombre a su yerno será compensada por la dote que recibirá su hijo con la dote de su esposa. Consecuentemente, esta circulación de elementos patrimoniales implica una sucesión de desequilibrios momentáneos, y ello puede resultar arriesgado por peligros, Dion. Hal. ant. 2,25,1-5. Plin. nat. 14,13,89-90. 536 Sandoval Parra, V., “Perspectiva moderna de la ‘fragilitas sexus’”, e-SLegal History Review 17 (2014) p. 1, incide sobre la violencia implícita de la expresión jurídica ‘imbecillitas sexus’, que articula privilegios en el régimen matrimonial. 537 Amunátegui Perelló, C.F., “El Origen de los poderes del ‘Paterfamilias’, II: El ‘Paterfamilias’ y la ‘Manus’”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 29 (2007) pp. 51-163. 534 535

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demográficos o económicos: una descendencia compuesta por numerosas hijas respecto al número de hijos, implica una importante salida de dinero a título de dote, y una débil entrada a titulo del matrimonio de los hijos; en este caso se podría sufrir un empobrecimiento repentino de una concreta línea familiar538. Además, la violencia de esta institución en este periodo se intensifica en el caso de disolución del contrato matrimonial, al no existir garantías para su eventual devolución. Esta deficiencia del Derecho romano produce un enriquecimiento injusto en el marido, que disuelto el enlace matrimonial no devuelve el patrimonio dotal a la familia de la ex esposa; algún autor resta importancia a este abuso al alegar que en el periodo arcaico no es habitual la ruptura matrimonial539. Tras el divorcio de Carvilio Ruga todo empezará a cambiar, tal y como se comentará en los epígrafes de título: “La hazaña de Carvilio Ruga: Un divorcio contra mulieris”, y “El castigo económico para la mala esposa: disminución de su dote”.

Moreau, P., Incestus et prohibitae nuptiae. L’inceste à Rome, Paris 2002, pp. 300-301. Cremades, I.-Paricio, J., “Dos et virtus. Devolución de la dote y sanción a la mujer romana por sus malas costumbres, Barcelona 1983, p. 34. 538 539

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[B]  s. III-II a.C. Los acontecimientos políticos comienzan a cambiar las mentalidades, lo que se percibirá en las distintas instituciones sociales y en los comportamientos ciudadanos; y como no en la institución familiar, dado que desde su origen ésta tiene un marcado carácter público y político, que será una constante en la sociedad republicana y augústea. Como señala Harders, la ecuación de ‘casa’ como dominio ‘privado’ y ‘no político’ no es sostenible en el análisis de la familia romana540. Así pues, la familia pierde su antigua fortaleza, como se percibe en la relajación de los deberes (officia) del testador para con su grupo. Parece que se ha perdido el sentido de la continuidad familiar, y de la misión que los antiguos paterfamilias tenían de asegurar –en el mismo lugar del difunto– una sucesión familiar, de modo que una vez difuntos los herederos perpetuaran la unidad del patrimonio y el mantenimiento de unos valores familiares y de clase. Consecuentemente, no resulta ya extraño a los romanos de esta época que el caudal hereditario se agote en legados, quedando en ocasiones el heredero prácticamente sólo con el nomen heredis; de ahí que muchos de los llamados a la herencia renuncien, y sin existir heredero se abre la sucesión ab intestato541. Esta catastrófica situación pretende enmendarse con la limitación de la facultad de establecer donaciones que excedan de determinada cantidad, salvo a determinado grado de parentesco, conforme a la Lex Cincia de donis et muneribus (204 a.C.). También la lex Furia (principios del s. II a.C.) tiene la misma función correctora, al imponer restricciones a los testadores para disponer de su patrimonio mediante legados542; aunque dicha ley será conculcada ingeniosamente por los romanos, lo que en el futuro supondrá la aprobación de nuevas medidas que igualmente tratarán de atajar la libertad del testador de disponer por legados (lex Voconia, lex Falcidia)543. Harders,A.-C., Beyond Oikos and Domus cit., p. 19. Gaii Inst. 2,224. 542 Gaii Inst. 2,225. 543 Fernández Baquero, M.E., “Relaciones extramatrimoniales en época republicana”, Problemática del derecho romano ante la implantación de los nuevos planes de estudio, Jaén 540 541

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Nuevos aires también se observan a finales del s. III, principios del s. II a.C., respecto a las relaciones de pareja. El matrimonio cum manu cae en desuso, no sólo el rito de la confarreatio544, sino también la coemptio545, pues muchas romanas recurren a un nuevo tipo de enlace: el matrimonio sine manu. Las mujeres, como consecuencia de los conflictos bélicos, están en primera línea desempeñando espacios que hasta entonces eran propios sólo de los hombres; como señala Cantarella, la mortandad de la segunda guerra púnica (219-202 a.C.) agudiza estas tensiones. Con el matrimonio sine manu la mujer sigue vinculada a su padre546, no a su marido y a la familia de éste, y lo normal es que sean huérfanas antes que viudas, convirtiéndose así en titulares de un patrimonio547; de ahí que se produzca un nuevo fenómeno social: mujeres ricas, que pueden mandar más que su esposo; situación que para los romanos parece terrible. Aulo Gelio siglos después, al retrotraer su mirada a las comedias latinas refiere un fragmento de la obra de Menandro: “Nuestra lectura se aproximaba ya a aquel pasaje en que el marido anciano se quejaba de la esposa rica y fea, porque se había visto obligado a vender 1999, p. 204, estima que con estas leyes el Poder público pretende poner freno a las posibles liberalidades con las que el pater pretende gratificar a aquellas mujeres con las que ha tenido relación de pareja y se resignaron durante la vida del testador a no ser su legítima esposa, pues ellas ni han sido su esposa, ni una prostituta, y le han guardado fidelidad. 544 Sancho, L. “El matrimonio romano primitivo y el valor de la lex inhumanissima (Cic. Rep. II 37,62)”, Revue Internationale des droits de l’Antiquité 37 (1990) pp. 370-371, afirma que hasta el s. III a.C. la mayor parte de los matrimonios se sellan con una confarreatio, y que habitualmente son indisolubles en la práctica. Pero dos fenómenos concurren: en primer lugar, que con la llegada de itálicos a Roma, que traen sus prácticas matrimoniales, la confarreatio se identifica como una costumbre de los romanos antiguos; y en segundo lugar, porque el matrimonio se empieza a concebir como estrategia de poder económico y social, en el que las familias no quieren perder el ‘bien exportable’ que suponen las mujeres, por lo que se generaliza el matrimonio sine manu. 545 Cic, div. 1,28: “Así es como muchos augurios y muchos auspicios están completamente en desuso y abandonados, a causa de la negligencia del colegio, cosa de la que se queja aquel sabio Catón. Antaño, casi ningún asunto importante se emprendía sin contar con los auspicios, ni aunque fuera de carácter privado, como hoy reflejan los ‘augures’ en las bodas, quienes, una vez perdida ya su función, se limitan a conservar su nombre”. Escobar, A., Sobre la adivinación, sobre el destino, Timeo (trad. y notas), Madrid 1999, p. 68, n. 120, refiere que el término latino ‘auspices nuptiarum’, es decir, testigos de boda o paraninfos, cuya función había dejado ya de ser la indagación sobre el futuro, favorable o no, de la pareja que contraía matrimonio. 546 Salazar Revuelta, M., La maternidad como privilegio cit., p. 112, señala que en el matrimonio sine manu el padre conserva sobre la hija casada la posibilidad de disolver el matrimonio arrebatándola del domicilio conyugal (manus iniectio) y llevándola a su casa en virtud de la ductio in domum patris; vigente según la autora hasta el s. II d.C. 547 Cantarella, E., Dammi mille baci cit., p. 103. Ortuño Pérez, “Hortensia. Su discurso contra la imposición fiscal femenina”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, p. 380, señala que las viudas, excluidas del censo ordinario, a petición de sus tutores, junto a huérfanos impúberes de ambos sexos, constaban en un registro especial a efectos de recaudación del Erario público.

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a su esclava, una muchacha experta en el servicio y de rostro bello, debido a que la esposa sospechaba que era su amante”548.

Otro efecto del debilitamiento del grupo familiar se percibe en la necesidad de agravar el modo de ejecución de la pena de muerte impuesta ya desde las XII Tablas para aquellos que asesinan a su padre. Así, antes del 202 a.C., el castigo para los parricidas es la poena cullei549: se le tapa la cabeza con de piel de lobo, los pies con unos zapatos de madera, y se le introduce en un saco de cuero de vaca, juntamente con culebras, un gallo y un mono, y se le arroja al agua550; un terrible castigo para un acto impío. El poder de las familias también se debilita en lo relativo a la tutela mulieris, pues hasta entonces dicho tutor era impuesto por el pater familias, o llegado el caso mortis causa por vía testamentaria551. Ahora, con la aprobación de la lex Atilia (186 a.C.) se da la posibilidad a las mujeres de elegir un tutor (tutela dativa); y dicha designación es sancionada por la autoridad pretoria y por los tribunos de la plebe. Ésta es, pues, una reforma más que constata que las mujeres en esta época tratan de crear un espacio propio más allá del tradicional, comenzando por tener ascendente sobre los ‘hombres de la casa’552. Todo ello hace que Gell. 2,23,8; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I cit., pp. 162-163. 549 Cantarela, E., Los suplicios capitales en Grecia y Roma cit., p. 255. 550 I, 4,18,6: “Finalmente, otra ley persigue con una nueva pena el más espantoso de los crímenes, la cual se llama ley Pompeya sobre los parricidios. Por ella se dispone, que si alguno hubiere apresurado la muerte de su ascendiente o de su hijo, o en general de una persona de su parentela que se comprende en la denominación del parricidio, ya se hubiere atrevido a ello clandestina ya públicamente, así como aquel por cuyo dolo malo se hizo esto, o el que fue cómplice del crimen, aunque sea extraño a la familia, sea castigado con la pena del parricidio, y no sea sometido ni a la espada, ni al fuego, ni a ninguna pena solemne, sino que cosido en un saco de cuero con un perro, un gallo, una víbora, y una mona, y encerrado, según lo permitiere la naturaleza de cada región, o al mar vecino o al rio, para que en vida llegue a carecer de todo uso de los elementos, y mientras viva sea privado de la luz del cielo, y luego muerto, de la tierra. Mas si uno hubiere matado a otras personas unidas a él por cognación o afinidad, sufrirá la pena de la ley Cornelia contra los sicarios”. 551 Al respecto, Tellegen, O., “Tutela mulierum”, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, pp. 410-417. 552 En la comedia Aulularia de Plauto, Eunomia se atrae el apoyo de su hermano Megadoro, haciéndole ver que tienen causa común: Plaut. Aul.1,120-134: “EUN. –Yo quisiera, hermano, que tú tuvieras la convicción de que mis palabras nacen de mi afecto hacia ti y de mi interés por tu bien, ya que vienen de parte de una verdadera hermana. Aunque no se me oculta que se nos tiene aversión a las mujeres, porque tenemos fama de charlatanas, y con razón y hasta dicen que ni hoy en día ni nunca jamás ha habido una mujer que fuera muda. Así y todo, hermano, quiero que reflexiones lo siguiente: nadie hay más allegado para ti que yo, ni que tú para mí, por lo que es natural que discurramos de común acuerdo y nos aconsejemos mutuamente aquello que consideremos que es en interés del bien de ambos y que no nos lo andemos ocultando o callando por miedo, sino que hagamos intercambio mutuo de nuestras opiniones. 548

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los hombres sientan esa fortaleza como ambición femenina, y personajes como Catón el censor sienta la amenaza del ‘poder femenino en la sombra’553. En esta descripción de este periodo no aparecen representadas aquellas mujeres a las que se refiere en el 133 a.C., el tribuno de la plebe Tiberio Graco en su discurso de acceso a dicha magistratura; las mujeres de clase baja, mayoritariamente plebeyas, por no mencionar a esclavas y extranjeras, que en el escenario bélico de la época compartirán la mísera suerte de sus parejas y familias, tal y como denuncia el tribuno554. En contraposición los romanos de clase media y alta jugarán sus cartas en el espacio de urbanidad de la civitas, entre logros hacia su emancipación y reacciones patriarcales de la clase política y de los sectores sociales más conservadores.

Éste es el motivo por el que te he traído aquí a solas para poder hablar con tranquilidad contigo de tus intereses familiares/ ME. – Eres una mujer fantástica, ¡dame esa mano!”. Como señala Gónzalez-Haba, M., Anfitrión – La comedia de los asnos – La comedia de la olla – Las dos báquides – Los cautivos – Cásina, (trad y notas), Madrid 1992, p. 3, respecto a los personajes de esta obra teatral, ella es femenina y hábilmente persuasiva, y él es deferente y cortés con el sexo débil. 553 Plut. Cat. Maior 8: “Hablando del poder e influjo que las mujeres tenían, ‘los demás hombres- dijo- mandan a las mujeres; pero nosotros a todos los hombres, y las mujeres a nosotros’”. Para Cid López, R.M., “Prototipos femeninos en la Roma antigua: matronas y libertas”, Mujeres en movimiento. Historia y literatura, Las Palmas de Gran Canarias 2006, p. 51, esa frase atribuida a Catón, veía a referirse a una mujer irreal, y lo explica en los siguientes términos: “ya que la tiranía y el despotismo no aparecen en los personajes históricos femeninos de la antigua Roma, ni en las matronas ejemplares, ni en las libertinas. …”; por el contrario, considero que con esta frase Catón describe a la perfección el submundo femenino que históricamente no abandona la lucha psicológica para debilitar, con más o escaso alcance, a través de estrategias, los monolíticos parámetros de la virilidad conservadora. 554 Plut. TG. 9: “Hasta las fieras que discurren por los bosques, tienen cada una sus guaridas y sus cuevas; en cambio los que pelean y mueren por la Italia sólo participan del aire y de la luz, y de ninguna otra cosa más, sino que, sin techo y sin casas, van errantes con sus hijos y sus mujeres; les engañan sus caudillos cuando en las batallas exhortan a los soldados a defender de sus enemigos sus dioses y sus sepulcros, porque un gran numero de romanos no tiene ni altar paterno, ni tumbas de sus antepasados; sino que por el regalo y la riqueza ajena pelean y mueren, y cuando se dice que son señores de toda la tierra, ni siquiera tienen propio un terrón de tierra”.

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23.  EL CENSOR EN DEFENSA DEL PATRIARCADO Muy certeramente reflexiona Franco sobre los perfiles en los que se perpetua el patriarcado, y que en cierto modo se podría decir que se modelan en la ciudad y en los pequeños municipios como un espacio de confort de las clases aristocráticas, medias y altas555. El patriarcado hunde sus raíces en tiempos de la Monarquía en el seno de la familia, y en él los referentes familiares de los jóvenes son siempre masculinos (padre, tíos, abuelos, hermanos, …). Desde niños se les incuba –a través del relato de las historias y de las costumbres familiares– una particular concepción de la realidad; tanto por lo que se refiere a los valores y relaciones entre los miembros del grupo, como de su contribución al bienestar público. De ahí que, cuando el Censor se encarga de la supervisión de las mores maiorum de la sociedad romana, esté en la práctica velando por la salud de la familia como institución, y por ende del sistema patriarcal. Son significativas al respecto las palabras de Cicerón, que toma de los Anales de Ennio: “(Como dice Ennio), La república romana se funda en la moralidad tradicional de sus hombres”556.

Con esta intromisión en la libertad individual y colectiva el Censor garantiza que no se cometan excesos y comportamientos violentos de ningún tipo; por lo que en principio es salvaguardia de los semovientes, de las personas, de las familias, y en fin de la estabilidad de la República, pero en pro de un status quo.

Francia Somalo, R., “La mujer romana y los ideales de la Humanitas”, Bien enseñada: La formación de Roma y el Occidente moderno, Málaga 2001, p. 55 escribe: “… una total integración y coherencia en la incorporación de los ideales de la formación romana y en el funcionamiento de sus sociedad, una sociedad de la que no forman parte ni hombres ni mujeres individualmente, sino a través de la familia, con su peculiar organización; es también la familia la que establece los sólidos vínculos con los maiores, con el pasado, siempre paradigma de excelencia: la mayoría de los aristócratas romanos conocían la historia y las leyendas de su familia, veían las imagines, los título, lo respiran desde la infancia, de modo que este saber se incorporaba a su propia vida y operaba sobre ella. En ese marco, la subordinación al bien común, a la salus publica y a los antiqui mores se viven de distinta manera, pero con intensidad semejante, por parte de hombres y de mujeres, en el artificioso paralelo que se establecía entre la defensa y la conservación de la especie, el sacrificio de la milicia y el del parto, las renuncias por la entrega a la acción pública o al bienestar familiar, la fidelidad en las promesas públicas y en el matrimonio, etc”. 556 Cic. rep. 5,1,1. 555

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• El censor reconoce al paterfamilias sus poderes y le enseña a ‘gobernar’ a sus alieni iuris557: “En cambio los romanos, abriendo todas las casas y extendiendo el poder de los censores incluso hasta el dormitorio, convirtieron este cargo en inspector y guardián de todo lo que ocurría en las casas, creyendo que ni un dueño debía ser cruel en los castigos a sus criados, ni un padre más duro o blando de lo normal en la educación de sus hijos, ni un marido injusto en la relación con la esposa, ni los hijos desobedientes para con los ancianos padres, ni los propios hermanos debían aspirar a más de lo que les correspondía equitativamente, ni debía de haber banquetes y borracheras que duraran toda la noche, ni libertinaje, ni corrupción entre jóvenes camaradas, ni debían descuidar los ritos ancestrales de sacrificios o funerales, ni hacer otra cosa en contra de la conveniencia o utilidad de la ciudad”558.

Dada la dificultad de probar en muchos casos el matrimonio, se hace necesario realizar la testatio ante el Censor, y evitar que la mujer honesta sea considerada concubina, o que el marido la trate como tal559: “Fueron amonestados por los censores quienes en su presencia habían dicho algunos chistes inoportunos; … Entre las medidas severas de los censores tres ejemplos escritos de una disciplina muy estricta. Uno es como sigue: Un censor hacía jurar solemnemente sobre las esposas. La fórmula ritual era la siguiente: ‘Según el dictado de tu corazón, ¿tienes esposa?’. El que prestaba juramento era un bufón, un canalla y un chistoso a destiempo. Creyendo que aquel era el lugar idóneo para hace un chiste, cuando el censor le preguntó conforme al ritual: ‘Según el dictado de tu corazón, ¿tienes esposa?. ‘Tengo esposa –dijo- pero ¡por Hércules! No según el dictado de mi corazón’. Entonces el censor lo relegó al grupo social de los erarios porque había hecho un chiste a destiempo e hizo constar este motivo: el chiste indecente dicho en su presencia. …”560.

Un elemento importarte que el Censor tendrá en cuenta en esta valoración es la entrega de la dote por parte de la familia de la esposa; dicho monto económico sirve para garantizar la dignidad de la mujer a su entrada en la familia del marido561. Como señala Franco, la dote da a la mujer una gran seguridad y fuer-

557 Sobre la plasmación política y urbana del patriarcado, véase Thomas, Y., “Roma, padres ciudadanos y ciudad de los padres (siglo II a. C.- siglo II d. C.)”, Historia de la familia 1: Mundos lejanos, mundos antiguos, Madrid 1988, pp. 203-240. 558 Dion. Hal. ant. 20,13,3. 559 Panero Oria, P., “El concubinato en Roma y las parejas de hecho actuales”, Experiencias jurídicas e identidades femeninas, Madrid 2010, p. 488. 560 Gell. 4,20,1-7. 561 García Garrido, M., Ius uxorium. El régimen patrimonial de la mujer casada en Derecho romano, Madrid 1958, pp. 59-60.

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za, llevando implícita la cultura, y las ventajas de clase y fortuna que se justifican en la tradición562. Plauto en su obra Trinummus (Tres monedas) trata de los peligros de la impudicia que se cierne sobre una mujer que se une –sin aportación de dote– en una relación de pareja estable563. Así, ante las dificultades de que la muchacha sea dotada por la familia, Plauto hace en su obra un alegato ‘antisistema’, afirmando que la mejor dote de la mujer es su pudor564. En el relato plautino el viejo Cármides parte de viaje y deja a su amigo Caricles encargado de su hacienda y de sus hijos. Mientras tanto la hija de Cármides es pedida en matrimonios a su hermano Lesbónico por un amigo suyo (Lisíteles, hijo del viejo Filtón); Cálicles hace creer a Lesbónico que un criado de su padre ha traído la suma necesaria para dotar a la muchacha conforme es debido al rango de su familia: “LI.– Vale. ¿Conoces tú a su familia? FI.– Claro, se trata de una familia excelente. LI.– Él tiene una hermana ya mayor soltera: yo quiero casarme con ella sin recibir dote, padre. FI.– ¿Una mujer sin dote? LI.– Sí, una mujer sin dote; así, sin perjuicio ninguno para ti, él te quedará sumamente agradecido y, por otra parte, no podrás ayudarle en una forma más a propósito. FI.– ¿Y voy yo a tolerar que te cases con una mujer sin dote? LI.– No queda otra solución que tolerarlo; y de esa forma añadirás un simpático rasgo a la reputación de nuestra familia. FI.– Yo podría decir ahora muchas sentencias sabias y disertar todo lo largo que quieras, que son ya muchas las cosas que llevo vistas en mi larga vida, pero como veo que lo que vas a ganar para nuestra familia es amistad y motivos de agradecimiento, aunque te he puesto inconvenientes, estoy de tu parte: te doy mi consentimiento, pídela, cásate con ella” 565. (…) “LE.- No quiero yo tanto que mires cómo puedes aliviar mi pobreza sino que, aunque pobre, no pierda mi buen nombre, que no se tenga que decir de mí que te he dado a mi hermana, si te la doy sin dote, más bien como concubina que no como esposa. Me tendrán por el más indeseable de los sujetos, la voz pública te pondría a ti por las nubes y a mí por los suelos, si llegas a casarte Francia Somalo, R., La mujer romana y los ideales de la Humanitas cit., p. 57. Monaco, L., “Le donne “rispettabili” in Plauto: sponsae e matronae”, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, pp. 88-89. 564 Plauto refiere que la mejor dote para una mujer son sus riquezas: castidad, pudor y freno de las pasiones, y esto lo pone en boca de una mujer, Alcmena, matrona romana (Plaut. Amph. 839-840). 565 Plaut. Trin. 372-384; al respecto, González-Haba, M., Plauto, Comedias III (introduc., trad., y notas), Madrid 2002, p. 10. 562 563

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con mi hermana sin recibir dote; para ti sería ello un aumento de prestigio, para mí, algo que echarme en cara”566.

• Otro aspecto que vigilará el Censor en su celo por el mantenimiento de las mores maiorum afecta a la imagen de la autoridad del paterfamilias. Un buen padre de familia debe de reprimirse cualquier gesto de humanidad o ternura, no ya sólo hacía el exterior, sino incluso en el interior de las paredes de la domus. Al tratar de Régulo, ejemplo de arrojo y amor a la patria, cónsul en el 250 a.C.: “Cuentan que, como ciudadano privado de sus derechos, rechazó el beso de su virtuosa mujeres y a sus hijitos, y que, huraño, dirigió al suelo su rostro viril”567.

De ahí que Catón tache con nota censoria a aquel paterfamilias que se atreve a transgredir en la intimidad las mores maiorum, y conculque la represión varonil de las muestras de afectividad: “… Removió también del Senado a Manilio, varón que todos consideraban acreedor al consulado, con motivo de que besó de día a su mujer a vista de una hija, porque decía que a él nunca le abrazaba su mujer sino cuando había gran tormenta de truenos, y por lo mismo solía usar del chiste de que era feliz cuando Júpiter tronaba”568.

La figura del pater debe de suscitar un respeto sepulcral en su esposa, y demás miembros del grupo familiar: “…No se nombre un inspector de las mujeres, como suele hacerse en Grecia, sino que sea el censor quien enseñe a los maridos a gobernar a las mujeres”569.

Ahora bien, Gelio, en la distancia del tiempo con la que analiza la época de Catón, refiere que en ese tiempo avanzado de la República será un juez quien castigue los comportamientos femeninos indignos o sus adulterios. Por tanto, se puede extraer que en este periodo, se abre una tercera vía en la represión de los comportamientos femeninos, en una cadena en cascada de fiscalizadores:

Plaut. Trin. 689-690; al respecto, González-Haba, M., Plauto, Comedias III cit., p. 17. Hor. carm. 3,5. 568 Plut. Cat. Maior 17. 569 Cic, rep. 4,6,6. El gramático Nonio Marcelo conserva en sus escritos (XV, 573) alguna de las citas expresadas por Cicerón en su obra De republica; al respecto, D’Ors, A., Sobre la República cit., p. 147-148, n. 330: “Se refiere al gineconomo griego, que tenía el encargo de vigilar la moralidad y lujo de las mujeres. Una intervención oficial de este tipo no hubiera sido posible en Roma, donde tal control moral debía corresponder directamente a los padres de las mujeres, y, en su caso, a los maridos, y indirectamente a los censores”. 566 567

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paterfamilias, censor y autoridad judicial; además de los efectos positivos del reconocimiento social femenino que significa la concesión de distinciones públicas a las matronas más castas570: “Así consta en los libros a que hemos aludido. Sin embargo, Catón cuenta que a las mujeres, no sólo se las examinaba, sino que, además, un juez podía castigarlas por beber vino con un rigor no menor que cuando cometían una acción infamante o adulterio”571.

• También desde la lejanía de los tiempos, Quintiliano recuerda en sus Instituciones oratorias las terribles palabras de Catón, quien hacía una presunción iuris et de iure, criminalizando a la mujer tachada por impúdica. Según Quintiliano estas presunciones son vitae leges, esto es, lo que en otras ocasiones hemos denominado censura social (turpitudo). Cuenta el escritor que en un juicio sobre envenenamiento (causam veneficii) la acusada por tal delito ha de ser condenada si es concurre en ella el ser adúltera, conforme a la recomendación catoniana (M. Catonis iudicio): “De nuevo, ¿no consideramos los preceptos de los Siete Sabios como tantas reglas de la vida? Si una mujer adúltera está siendo juzgada por envenenamiento, ¿no debería ser condenada ya por el juicio de Marcus Cato, quien afirmó que cada adúltera era tan buena como una envenenadora? …”572.

• Otra prueba de la misoginia de Catón el censor y de sus contrincantes políticos se revela en la oratoria pública. Lucio Valerio Tapo, exponente de la cultura filohelénica573, para replicar el discurso de Catón, y apoyar la vía de la abrogación de la lex Oppia, se expresa en términos, no tan cruentos, como se verá más adelante en el discurso de Catón, de lo que se tratará en otro epígrafe

El hecho que relata Valerio Máximo parece que tiene lugar en el 213 a.C.; Val. Max, 8,15,12:“Al recuerdo de ejemplos relativos a hombres, merece la pena añadir el de Sulpicia, hija de Servio Patérculo y esposa de Quinto Fulvio Flaco. Tras examinar los decenviros los libros Sibilinos, el Senado decidió consagrar una estatua a Venus Verticordia, para así apartar más fácilmente del desenfreno la atención de vírgenes y mujeres, y guiarlas de nuevo a la virtud. Y después que se eligió de entre todas las matronas a cien, y de esas cien se echaron a suertes diez para dar con la mujer más pudorosa, Sulpicia fue preferida al resto por su castidad”; al respecto, véase López Moreda, S.- Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez, J., Hechos y dichos memorables, libros VII-IX cit., p. 124. 571 Gell. 10,23,3; Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas II cit., p. 363. 572 Quint. Inst. 5,11,39. 573 Kühne, V., “La lex Oppia sumptuaria y el control sobre las mujeres”, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, p. 38. 570

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de esta monografía. Sin embargo, en el mundo político sólo se advierte una amplia gama de oscuros en el triste y feroz imperio del patriarcado: “Mientras alguno de su familia vive, las mujeres no se quitan más su condición servil, ellas mismas detestan la libertad que deriva de su condición de viudas y huérfanas. Ellas prefieren que las decisiones sobre su vestuario sean tomadas por vosotros, no de las leyes; vosotros debéis tenerlas bajo vuestro control y vuestra defensa, no en estado de esclavitud. ¿Deberían preferir al fin y al cabo ser llamados ‘padres’ o ‘maridos’ antes que ‘dueños’. … Están las mujeres en condición de debilidad y por ello se someterán a cada una de vuestras decisiones? Cuanto mayor es vuestro poder, tanto mayor debe ser, de parte vuestra, la moderación en usarlo”574.

En este discurso Lucio Valerio ironiza y se muestra complaciente hacia las mujeres, entendiendo que ellas sólo muestran esta unión por un sentimiento de protección, y no estima la amenaza catoniana sobre la capacidad de unión femenina, tal y como destaca Agati575. Así pues, y aunque parezca paradógico, el Catón ultraconservador cree posible un sentimiento de sororidad, mientras que los exponentes de una mayor apertura en las costumbres y comportamientos femeninos minusvaloran a las mujeres en su capacidad para la ‘amistad y la unión para la lucha por la igualdad de géneros. • Transcurrida la tercera guerra púnica (149-146 a.C.), en el 131 a.C., el censor Metelo Numídico, según Gelio, profiere unas palabras reveladoras de una misoginia sufridora576, en el mismo sentido que ya se pronunció siglos atrás el griego Sócrates577: la mujer se concibe como un mal necesario para la supervivencia de la especie. Es sintomático del hedor que desprenden esas mores maiorum si los custodios de su respeto son sujetos como este censor, conforme a la violencia implícita en sus palabras:

Liv. 34,7,12-15. Agati Madeira, E.M., “La lex Oppia et la condition juridique de la femme dans la Rome républicain”, Revue Internationale des droits de l’Antiquité 51 (2004) p. 98. 576 Cenerini, F., La donna romana. Modelli e realtà, Bologna 2002, p. 89, se detiene en este discurso De prole augenda, en pro del matrimonio obligatorio a fin de incrementar los nacimientos. 577 Val. Max. 7,2,1: “También Sócrates, preguntado por un joven sobre si debería tomar esposa, o por el contrario, renunciar al matrimonio, le respondió que, hiciese lo que hiciese, terminaría arrepintiéndose. ‘Si no te casas –le dijo–, te embargará la soledad, la falta de hijos, el fin de tu estirpe, y un extraño será tu heredero; si te casas, tu angustia será perpetua, continua la sucesión de disputas, se te reprochará la dote, conocerás el ceño fruncido de tus nuevos parientes, la lengua parlera de tu suegra, los codiciosos de esposas ajenas, la incertidumbre de cómo te saldrán los hijos’ …”; al respecto, López Moreda, S.- Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez, J., Hechos y dichos memorables, libros VII-IX cit., pp. 17-18. 574 575

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“Si pudiéramos vivir sin esposas, Quirites, nos libraríamos todos de este estorbo; pero ya que la naturaleza ha dispuesto que no se pueda vivir con ellas felizmente, pero tampoco sin ellas de ningún modo, habrá que mirar por la general salvación antes que por un placer efímero”578.

Gell. 1,6,2.

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24. EL ADORNO FEMENINO: ¿UNA RECOMPENSA A SUS RENUNCIAS? He comentado al abordar el reinado romano-sabino la historia de Tarpeya y de su amor por el oro, como ejemplo de lo que en la época se calificó como ‘codicia femenina’. Por el contrario, las mujeres etruscas si gustaban de portar adornos; pero tras la caída de la monarquía ellas fueron, junto al resto de la identidad cultural etrusca, doblegadas al modo de vida romano-sabino. De ahí que debido a la austeridad de las costumbres romanas, según los autores clásicos, el uso de anillos entre la población en general (sin distinción de sexos) no sea común antes del s. IV a.C.579. El carácter agrario de la primitiva cultura romana parece aún percibirse en los anillos, simplemente de hierro, que portan los cargos públicos. Además, queda a gala de familias de antigua raigambre que ni las mujeres suelen portar oro580. Ahora bien, la sociedad evoluciona con la consolidación del Poder público romano y sus creciente influencia en el Mediterráneo. Desde antiguo la mujer ha sido excluida de los officia virilia por las mores581, por ir en contra del pudor propio de su sexo582; y esto que en origen parece natural, necesita ahora ser de Plin. nat. 33,6,17: “No parece que el uso de los anillos haya sido frecuente antes de la hora de Cneo Flavio, hijo de Annio”. 580 Plin. nat. 33,6,21: “Sin embargo, a pesar de ello no todos los senadores tenía anillo de oro, ya que, según los recuerdos de nuestros abuelos, muchos ciudadanos que habían sido pretores mantuvieron el anillo de hierro hasta el final de sus días… En la familia de los Quintios nadie, ni siquiera las mujeres, de usar el oro, …”. 581 Paulo, Comentarios al Edicto XVII, D. 5,1,12,2: “Más no todos pueden ser nombrados jueces por aquellos que tienen poder para nombrar juez. A algunos les es vetado por la ley ser jueces, a otros por la naturaleza y a otros por las costumbres: por la naturaleza al sordomudo; también al enfermo mental incurable y al impúber, ya que carecen de juicio; la ley lo impide al que fue expulsado del senado; las costumbres, a las mujeres y a los esclavos, y no por carecer de juicio, sino porque está admitido por la costumbre que no pueden desempeñar funciones civiles”. Ulpiano, Comentarios a Sabino, libro I, D. 50,17,2: “Las mujeres están apartadas de todas las funciones civiles y públicas, y por ello no pueden ser jueces, ni tener magistraturas, ni actuar como abogadas, ni intervenir en representación de alguien, ni ser procuradoras”. También al respecto, sobre la prohibición de la mujer de hablar en público, Resina Sola, P., “Una voz femenina en el foro romano y un edicto mordaza”, Experiencias jurídicas e identidades femeninas, Madrid 2010, pp. 515-529. 582 Ulpiano, Comentarios al Edicto VI, D. 3,1,1,5: “En segundo término, se propone un edicto (del pretor) en relación con aquellos que no pueden abogar por otros (ante él). En este edicto el pretor estableció exclusiones por razón del sexo y de algunos defectos, y designó también a las personas señaladas por la nota de infamia. En cuanto al sexo, prohíbe que las mujeres aboguen por otro, y la razón de la prohibición es evitar que las mujeres se mezclen en causas ajenas, en contra del pudor propio de su sexo, y desempeñen oficios viriles. Esta prohibición proviene del caso de Carfania, una mujer muy descarada, que, al actuar sin pudor como abogada e importunar al magistrado, dio motivo a este edicto”. Val. Max. 8,3,2: “C. Afrania, la mujer 579

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bidamente presentado para que todo permanezca inalterado. Así, a cambio de estas limitaciones impuestas por los antepasados, las mismas mores –ya reinterpretadas– dictaminan que ellas merecen unas insignias (su elegancia en el aspecto, el adorno y el cuidado personal) que socialmente las honren: “… ni las magistraturas, ni los sacerdocios, ni los triunfos, ni las insignias, ni los regalos, ni los botines de guerra pueden alcanzar (las mujeres): la elegancia en el aspecto, el adorno y el cuidado personal, éstas son las insignias femeninas, en ellas se regocijan y se envanecen, éste es llamado por nuestros mayores el mundo (el adorno) de la mujer. ¿Qué cosas deponen cuando están de luto sino la púrpura y el oro?, ¿Qué cosa recuperan apenas han finalizado el duelo?, ¿Cuándo se rinden gracias públicas o se efectúa alguna súplica, ¿qué cosa agregan a su vestuario sino alguna cosa más refinada?”583

Por todo lo anterior, porque la mujer es en cierto modo compensada por el peso de sus obligaciones y por sus limitaciones, una ley que se adopte para coartarlas en su imagen pública será aceptada con dificultad por la población femenina. Las obras teatrales del momento hacen hincapié en el lujo desmesurado de las romanas, algo que quizá se perciba así por el conjunto de la colectividad de habitantes de la ciudad584. Ahora bien, en el 215 a.C., en el momento álgido de la segunda guerra contra los cartagineses (218-201 a.C.), los cónsules Quinto Fabio Máximo y Tiberio Sempronio Graco aprueban la Lex Oppia, a propuesta del tribuno de la plebe Gayo Opio585; por ella se prohíbe a las mujeres vestidos coloridos, ornamentos de oro de peso superior a media onza, y el uso

del senador Licinio Bucco, inclinada a instaurar pleitos, pre- sentaba siempre demandas por sí misma ante el pretor, no porque le faltasen abogados, sino por- que su falta de pudor era más fuerte que todo. Así, molestando sin interrupción con sus inusitados ladridos en el Foro a las autoridades judiciales, terminó por constituir el ejemplo más conocido de intriga femenina, hasta el punto de que a las mujeres de costumbres degradadas se le daba el apelativo de ‘C. Afrania’. Ella vivió hasta el segundo consulado de Gayo César y el primero de Publilio Servilio. En efecto, de semejante monstruo es mejor transmitir a la posteridad el recuerdo del momento de su muerte que el de su nacimiento”. López Moreda, S.- Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez, J., Hechos y dichos memorables, libros VII-IX cit., p. 77, apunta que Publio Servilio fue cónsul en el año 48 a.C. 583 Liv. 34,7,8-10. 584 Peppe, L., “Le forti donne di Plauto”, Plauto testimone della società del suo tempo, Napoli 2002, p. 74, subraya la intima conexión entre el espectáculo y el público asistente, generándose un proceso circular de simpatía y comprensión; esto no se activa si el público, o una gran mayoría del mismo se siente emotivamente excluido por no compartir los contenidos o la interpretación de los mismos en el espectáculo. 585 Al respecto, véase Valmaña Ochaíta, A., “Sobre el pretendido activismo político femenino en la República romana”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, Valencia 2017, pp. 375-411; de interés también, Giunti, P., Il ruolo sociale della donna romana di èta imperiale cit., p. 99, n. 14, y la bibliografía allí citada.

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por la ciudad de carruajes de dos caballos586. Por entonces Catón es un joven de diecinueve años, centrado por completo en su incipiente cursus honorum (en el 214 a.C., será nombrado tribuno de la plebe). Esta ley será derogada en el 195 a.C., de lo que se tratará en el epígrafe relativo a “la pasión de la secesión mujeril”. Pero, de nuevo la situación empeora a partir del 184 a.C., al acceder Catón al cargo de censor, estableciendo un paquete de medidas para restringir el lujo, imponiendo tasas especiales que gravan de modo extraordinario algunos bienes de lujo: “Por lo que indispuso a Catón con la mayoría fue su empeño en cortar el lujo (…) para ello dio un rodeo: hizo dar un valor décuplo a los vestidos, carruajes, objetos de tocador, vajillas y aparato de mesa, cada una de las cuales cosas excedía en sí de mil quinientos dracmas, a fin de que siendo mayores las tasaciones y los precios fuesen también mayores los impuestos”587.

Catón en su obra Origenes utiliza el lenguaje para desprestigiar a las mujeres en su gusto por las joyas. Las romanas aludidas, según Catón, no van ni ornatae, ni uestitae, sino opertae, esto es, cubiertas o tapadas con tanto lujo. Afirma García Jurado que ni la utilización de dicho verbo, ni la subsiguiente enumeración de adornos, nueve en total, beneficia la imagen de las mujeres como colectivo588: “(Cato, Orig. 113) mujeres cubiertas de oro y de púrpura; adornos para la cabeza, mallas, tiara, coronas de oro, cintas rojas para el pecho, pulseras, collares, pieles, cadena”589.

Las mujeres serán especialmente perjudicadas por esta medida, no sólo por lo que se refiere al adorno, sino a su posibilidad de desplazarse debidamente por la ciudad; y con ello me refiero a que los vehículos de valor no están diseñados para transportar mercancías, sino fundamentalmente para permitir a las mujeres de clase media y alta moverse libremente, conservando su honor matronal sin necesidad de mezclarse con sujetos indeseables, ni tener que rozarse con las clases bajas en una urbe densamente poblada. Livio, con anterioridad a Plutarco, ya se había expresado al respecto: “Los tasadores jurados recibieron instrucciones de registrar en el censo, multiplicando por diez su valor, los ornamentos y vestidos femeninos y los vehículos de más de quince mil ases”590. 586 Sobre esta ley, véase Bottiglieri, A., La legislazione sul lusso nella Roma repubblicana, Napoli 2002, pp. 105-108; 115-132. 587 Plut. Cat. Maior 18,2. 588 García Jurado, F., “La crítica al exceso ornamental femenino en la comedia latina a partir de los recursos léxicos relativos a la lex Oppia”, Minerva: Revista de filología clásica 6 (1992) pp. 199-200. 589 Fest. p. 320 L. 590 Liv. 39,44,2.

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Los romanos distinguen entre cultus y ornatus femeninos; con el culto entienden las joyas y los vestidos (que requieren de bataneros, joyeros, tejedores, tintoreros, zapateros, …). Con el ornato se refieren al cuidado personal (maquillaje, …), y al aseo, según aclara García Jurado. Este latinista se detiene en tres fragmentos de las comedias de Plauto (Aul. 498-536; Epid. 222-235 y Poen. 210 ss.), donde se realizan dos discursos misóginos diferentes, el cultus para la matrona y el ornatus para la prostituta, pero ambos en este ámbito de la imagen591. Como señala García Jurado Plauto en sus comedias alude exagerada y cómicamente a un cambio anual de nombre de las prendas de vestir, lo que es indicativo de que el modo de llevar la ropa es diverso según modas, que abarcan periodos muchos más amplios que en la actualidad592. Contemporánea a estas prohibiciones vive Emilia (230- 163/162 a. C.), esposa de Escipión el Africano, e infinitamente rica; antes de las restricciones de Catón ha disfrutado plenamente del prestigio político de su marido, mostrando ella públicamente una pompa propia de su rango, que es extensión del conyugal. Catón ha perseguido políticamente a su marido, y se puede deducir que durante la censura de aquel (184 a.C-179 a.C.) Emilia, al igual que el resto de romanas se vería limitada en el lujo por miedo a las normas catonianas, pero luego esta norma caerá en desuso. Cuando ella muere deja sus bienes a su sobrina Papiria, que al estar separada de su marido tiene hasta entonces un nivel de vida inferior a su rango; como heredera, Papiria recupera todo el boato y el esplendor de la familia Emilia, disponiendo, entre otras cosas, de los muleros, la yunta y el carro de Emilia. Con este relato, que cuenta Polibio en sus Historias, no sólo se percibe el escaso efecto de la medida restrictiva de Catón el censor, sino también como la nobleza de las romanas es identificada por su imagen exterior, conforme a unos patrones de suntuosidad bien definidos; la mujer puede pertenecer a una familia aristocrática romana, y sus miembros masculinos detentar altos cargos públicos, por lo que ella en correspondencia a sus renuncias merece un aspecto impecable de adornos personales, de acompañamiento y de transporte: “La primera persona que se le murió fue la madre de su padre adoptivo, que era hermana de su padre auténtico, Lucio Emilio, y esposa de Escipión el Mayor, denominado el Africano. Esta mujer dejó muchas riquezas, y él, el heredero, iba a dar en esta ocasión la primera muestra de sus principios. Porque, en realidad, Emilia, que así se llamaba la difunta citada, era verdaderamente espléndida cuando salía de su mansión para las ceremonias que concier García Jurado, F., “Las críticas misóginas a las matronas por medio de las meretrices en la comedia a comedia”, Cuadernos de filología clásica: Estudios latinos 4 (1993) pp. 39-47. 592 García Jurado, F., “La moda en la antigüedad romana: un problema de mentalidades”, Estudios clásicos 36.105 (1994) pp. 74-75. 591

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nen a las mujeres; había participado en la fortuna de Escipión cuando éste estaba en el ápice de su prosperidad. Además de los aderezos que lucía en su cuerpo y de los adornos del carro, los cestillos, los vasos y todo lo restante, ya de oro ya de plata, requerido para el sacrificio en estas ocasiones, todo lo cual la precedía en la pompa solemne, la seguía un número adecuado de esclavos y de criados. Pues bien: celebrado el entierro de Emilia, Escipión regaló inmediatamente todo este aparato a su madre [Papiria, pues éste era el nombre de dicha mujer,] la cual realmente vivía ya mucho tiempo separada de su marido Lucio y llevaba un tren de vida muy inferior a la alcurnia de su nacimiento. Hasta entonces ella se había abstenido de los cortejos lujosos, pero luego, cuando por casualidad hubo un sacrificio solemne y público y la mujer salió con todo el boato y el esplendor de la familia Emilia, disponiendo, entre otras cosas, de los muleros, la yunta y el carro de Emilia, las mujeres que vieron lo ocurrido se pasmaron ante la bondad y la generosidad de Escipión (Emiliano) y todas levantaron sus brazos al cielo en súplica de muchos bienes para el mencionado. … Y éste fue para él el principio de su fama de nobleza”593.

Ahora bien, en el tiempo de luto la mujer ha de desprenderse del adorno, y se arreglará sólo para sí misma; esto es, mantendrá únicamente la higiene personal, descuidando todos los demás aspectos que hacen de una imagen femenina un arma de representación social594.

593 Pol. 31,26; al respecto, Balasch Recort, Polibio, Historias, libros XVI-XXXIX (trad. y notas), Madrid 1983, pp. 372-373. 594 Ter. Haut. 285-291: “no exhibía aderezo de oro; estaba arreglada como las que se arreglan para sí misma, sin haber recurrido a ningún falso artificio de la coquetería femenina; su cabellera peinada, larga, echada hacia atrás, con descuido, alrededor de la cabeza. …”.

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25.  LAS BRUJAS, MAGAS Y ENVENENADORAS Desde tiempos de la Monarquía la tradición otorga a las mujeres romanas la gestión de las funciones domésticas, incluyéndose en su esfera de actuación la fabricación de tejidos y el cuidado del huerto familiar; con esta actividad la mujer también atesora el conocimiento de las propiedades medicinales de la producción hortícola. En general, el dominio de una medicina ‘doméstica’ y de otras artes, propias en sus orígenes de un paterfamilias, sirven para estimar primeramente a la matrona romana; así, habiendo comenzado el huerto a ser para la mujer una atribución extraordinaria en momentos de interés para la patria, pasó a ser una tarea bajo su responsabilidad. Al hilo de lo cual surgió también la magia como elemento omnipresente en la recogida de plantas y en su aplicación, y en lo tocante al uso de la palabra y de los encantamientos (incantamenta carminum)595; encantamientos que en muchos supuestos eran tachados por las mores596. Igualmente se emitía un juicio negativo de ‘mala madre de familia’ respecto de aquella mujer que tenía descuidado el huerto de la casa, por lo que significaba de perjuicio económico-doméstico, teniendo que depender de las reservas o del mercado para el avituallamiento597. En la literatura romana, fundamentalmente en el teatro, la mujer es presentada en muchas ocasiones como un ser mentiroso y símbolo de la maldad598. Plauto escribe en sus comedias sobre las malas artes de las mujeres, adquiridas Monaco, L., “Veneficia matronarum. Magia, medicina e repressione”, Sodalitas Guarino, Napoles 1984, p. 2020; Rodríguez López, R., “La represión de las artes mágicas en Derecho romano”, El Derecho penal: De Roma al Derecho actual, Actas de las Jornadas del VII Congreso Internacional y X Iberoamericano de Derecho romano, Madrid 2005, pp. 545-559, observo que el término medicamentum tiene una acepción neutra, siendo su adjetivación la que lo dota de un sentido negativo (medicamenta et recondita alia) o positivo (medicamenta salubria). Es probable que el desarrollo del uso de ciertos medicamentos en relación a un culto típicamente femenino hubiera propiciado un tipo de medicina de la mujer: Ante los problemas de salud y de higiene, así como ante el problema de las prácticas abortivas –severamente castigados para la mujer casada–, se consentía que la mujer se gestionase por sí misma su propia salud. Y de estos remedios a los filtros de amor, y en consecuencia, a la creencia de los veneficia, el paso es breve, sobre todo en presencia de casos reales o presuntos de envenenamiento de maridos por parte de las esposas; quizá también por esto los ritos de Bona Dea no estuvieron nunca exentos de sospecha. 596 Rodríguez López, R., El huerto en la Roma antigua cit., p. 43. 597 Plin. nat. 19,57; en Ov. fast. 4, 691-701 se relata que una campesina ahorrativa tenía un pequeño terreno (rus breve) junto con su duro marido. Él sacaba adelante su tierra, tanto si había que echar mano del arado, como de la hoz corva, como del escardillo. Ella ora barría la villa, sostenida con puntales, ora ponía los huevos a las gallinas para que los empollasen sus alas. O bien recogía malvas verdes o setas blancas, o calentaba el humilde hogar con grato fuego. Y, sin embargo, ejercitaba sus brazos frecuentemente en el telar y se armaba contra las amenazas del frío. 598 Cerrato, D., La cultura dello stupro cit., p. 439. 595

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por su experiencia en el campo hortícola599. De ahí esa arcana etiqueta que se le cuelga a las mujeres cada vez que, por cualquier razón (dominio de un saber, uso de su libertad, …), inquietan a la sociedad patriarcal. • Para las leyendas misóginas se abre un capítulo especial con los sucesos que seguidamente relataré conocidos como veneficia matronarum:

Mosaico de bruja con un filtro de amor para sus clientas (Villa de Cicerón Pompeya. Museo Archeologico Nazionale)600

Así, el primer caso tiene lugar en el 331 a.C., al fallecer en extrañas circunstancias numerosos prohombres de Roma; y cunde el pánico hasta el punto que los autores hablan de ‘calamidad pública’. A partir de la delación de una esclava se destapa la trama. Para probar su culpabilidad se elige a dos de las viudas, 599 Plaut. Mil. 188-194: “… boca tiene, una buena lengua, alevosía, malicia y arrojo, decisión, tenacidad, falacia; que haga frente y venza con sus juramentos a quien la acuse; no le falte capacidad para echar mentiras, para inventar falsedades, falsos juramentos, mañas tiene, capacidad de seducir, de engañar, que una mujer que tenga asomos de malicia no tiene que andar rogando a proveedor ninguno: en casa tiene un huerto con todas las hierbas y los condimentos necesarios para toda clase de malas artes”; al respecto González-Haba, M., Plauto, Comedias II, Madrid 1996, p. 8. 600 Cantarella, E.- Jacobelli, L., Un giorno a Pompei. Vita quotidiana, cultura, società, Napoli 1999, p. 41.

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Cornelia y Sergia, que son obligadas a beber sus brebajes y mueren en el acto; seguidamente ciento setenta matronas son declaradas culpables de envenenar a sus maridos, siendo condenadas por el crimen de veneficium601. Este episodio es tan traumático para el patriarcado, cuyos pilares se asientan fundamentalmente en el sometimiento familiar de las matronas, que el Poder público prefiere argumentar que ellas han sido presa de la locura (por tanto, incapaces de tal acto doloso) que pensar que son asesinas: “… Cuando los ciudadanos principales se estaban muriendo de una enfermedad similar y todos casi con los mismos síntomas, una esclava le confesó al edil curul Quinto Fabio Máximo que ella desvelaría la causa de la calamidad pública si él le daba su palabra de que su delación no le iba a acarrear inconvenientes. Fabio somete inmediatamente el asunto a la consideración de los cónsules, éstos a la del Senado, y con el acuerdo de todo este estamento se le dan garantías a la denunciante. Entonces quedó al descubierto que la población sufría por la maldad de las mujeres, que las matronas preparaban aquellos venenos y que, si querían seguirla en el acto, podían sorprenderlas con todas las evidencias. Siguieron a la denunciante y encontraron a algunas matronas cocinando los medicamentos, y descubrieron otros escondidos. Conducidas éstas al foro, el viator hizo comparecer a unas veinte matronas en cuyo poder habían sido aprehendidos; como dos de ellas, Cornelia y Sergia, de familia patricia ambas, pretendían que aquellos medicamentos eran saludables, la denunciante, rebatiéndolas, les pidió que bebieran para demostrar que ella había inventado una falsedad. Se tomaron un tiempo para cambiar impresiones; una vez retirado el público, expusieron la cosa a las demás, y como tampoco éstas rehusaron beber, apuraron el brebaje a la vista de todo el mundo y todas ellas perecieron en su propia trampa. Apresadas inmediatamente sus cómplices, denunciaron a un gran número de matronas, de las cuales fueron condenadas alrededor de ciento setenta. Antes de esa fecha no se habían dado en Roma procesos por envenenamiento. Se consideró este hecho como extraordinario y pareció más propio de personas que no estaban en sus cabales que de criminales”602.

Cuando se trata de desprestigiar a una mujer los descalificativos se encadenan unos a otros, generando presunciones tácitas; así, ya el censor Catón, según cuenta siglos después Quintiliano, atribuye a las mujeres que dominan las artes 601 Véase al respecto, Monaco, L., Veneficia matronarum, magia cit., p. 2013, cree que parece excesivo afirmar que esta ‘locura colectiva’ es debida a un intento de la aristocracia femenina de obtener la igualdad de derechos civiles y políticos. 602 Liv. 8,18,4-12. En Val. Max. 2,5,3 se hace referencia al crimen de envenenamiento, que se regula al envenenar ciento setenta mujeres a sus maridos; hecho horrendo que fue revelado por una esclava. Liv. perioch. 8 también menciona que algunas mujeres casadas son condenadas por envenenamiento, y muchas de inmediato mueren al beber su propio veneno; por ello se aprueba la primera ley sobre el envenenamiento.

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mágicas una potencial tendencia a la infidelidad, como también se ha apuntado ya en el epígrafe anterior: “Y si no, ¿los dichos de aquellos siete sabios no pasan por leyes para bien vivir? Si se ventila en juicio el aborto procurado por una mujer adúltera, ¿no sentenciará contra ella el dicho de Catón “de que no hay ninguna adúltera que no sea también hechicera?”603.

En este apartado de los veneficia matronarum, también he de mencionar el Senado Consulto de Bacchanalibus (186 a.C.). La norma se dicta tras una investigación por los escándalos sexuales y venenos que se consumían en las fiestas en honor a Baco; la represión se ejerció a más de dos mil hombres y mujeres de condición libre y esclava. Seis años más tarde, en el 180 a.C., se declara una epidemia que mata sólo a la población masculina, y las sospechas recaen sobre el vecindario femenina, quizás por los precedentes históricos al respecto604. Las fuentes resaltan de este suceso a Quarta Hostilia, acusada de envenenar a su marido, el cónsul Calpurnio Pisón para acelerar el cursus honorum de su hijo, engendrado en un anterior matrimonio; las motivaciones de esta matrona revelan por primera vez algo que será muy comentado en el siglo I a.C.: la ambición materna que proyecta en los hijos un futuro político que las leyes le niegan por ser mujer: “Falleció el pretor Tiberio Minucio, y no mucho después el cónsul Gayo Calpurnio y muchos otros varones notables de todos los estamentos sociales. Al final aquella calamidad comenzó a ser considerada como un prodigio. Se instó al pontífice máximo Gayo Servilio a buscar los medios expiatorios de la cólera de los dioses, a los decenviros a consultar los libros sibilinos, … Había calado en las mentes la sospecha de intervenciones humanas intencionadas, y en virtud de un decreto del Senado se encomendó la investigación de los delitos de envenenamiento cometidos en Roma o en un radio de diez millas de la ciudad al pretor Gayo Claudio… Especialmente sospechosa era la muerte del cónsul. Se decía que lo había asesinado su mujer, Cuarta Hostilia. De todos modos, cuando el hijo de ésta, Quinto Fulvio Flaco, fue proclamado cónsul en sustitución de su padrastro, los rumores sobre la muerte de Pisón se intensificaron bastante. Además aparecían testigos dispuestos a declarar que después de ser proclamados cónsules Albino y Pisón tras unas elecciones en las que Flaco había sufrido un fracaso, su madre le había echado en cara que era ya la tercera vez que le había sido negado el consulado al que aspiraba, y había añadido que estuviese preparado para optar al cargo, que en el plazo de dos meses ella se encargaría de que fuese cónsul. Entre otros muchos testimonios referentes a este caso surtió también su efecto este Quint., 5,11,39. Pedregal, A., Magas cit., p. 131.

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comentario, sobradamente comentado por lo que en realidad ocurrió, para que Hostilia fuese condenada”605.

En el 154/153 a.C., según los escritores romanos, estalla otro escándalo, las envenenadoras Publicia y Licinia, han matado a sus maridos cónsules. Ante la evidencia del crimen, queriendo ‘pasar página lo antes posible’, y tratando de que la deshonra manche lo menos posible a su grupo, reúnen al consejo de familia; así, sin esperar a que se celebre el juicio, ambas mujeres son estranguladas por sus familias: “En cuanto a Publicia y a Licinia que envenenaron a sus esposos, el cónsul Postimio Albino y Claudio Aselo, fueron estranguladas por decisión de sus familiares. Estos hombres severísimos pensaron que, ante un crimen tan evidente, no debían esperar el largo plazo de tiempo requerido por un juicio público. De este modo, quienes hubieren sido sus defensores si ellas hubieran sido inocentes, se convirtieron en vengadores inmediatos de su crimen”606.

Otro envenenamiento, según Gelio, tiene lugar en el primer tercio del s. I a.C. , en provincias, siendo en esta ocasión la mujer tácitamente absuelta608. Por la complejidad del caso el procónsul de Asía lo remite al prestigioso tribunal de los areopagitas de Atenas609, quien comprende las razones por las que una 607

Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, libros XXXVI-XL, (traducción y notas), Madrid 2001, p. 398, n.375, precisa que Hostilia fue condenada a muerte sine provocatione. 606 Val. Max. 6,3,8. En términos semejantes se expresa Livio, Periodicas 48: “Hubo una investigación sobre envenenamientos. La mujeres nobles Publilia y Licinia fueron acusadas de asesinar a sus maridos, antiguos cónsules; tras la audiencia, encomendaron sus haciendas al Pretor como fianza, pero fueron ejecutadas por decisión de sus familiares”. 607 Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas cit., p. 46-47, y n. 50, además de traducir este texto, sostiene que posiblemente no se trate de Cneo, sino de Publio Cornelio Dolabela, procónsul en Asía entre el 66-67 a.C. 608 Gell. 12,7,1,8: “Una mujer de Esmirna fue conducida ante Cneo [Cornelio] Dolabela, que ostentaba el mando proconsular en la provincia de Asia. Con venenos administrados solapadamente aquella mujer había asesinado a la vez al marido y a un hijo de éste y confesaba haberlo hecho, afirmando que había tenido un motivo para hacerlo, porque aquellos mismos marido e hijo habían dado muerte a otro hijo de la mujer habido de un matrimonio anterior, un joven excelente e intachable, sorprendiéndolo en una emboscada. Y no había duda alguna de que tal cosa había sucedido así. Dolabela trasladó el caso al Consejo. Ninguno de los consejeros se atrevía a emitir una sentencia en una causa tan delicada: por un lado, opinaban que no debía quedar impune un envenenamiento reconocido por el que había dado muerte a un padre y a un hijo, y por otro lado, creían que se había castigado con una pena adecuada a unos criminales. Dolabela trasladó el caso a los areopagitas de Atenas, como jueces más autorizados y experimentados. Una vez conocida la causa, los areopagitas ordenaron que el acusador de la mujer y la mujer misma, sujeto de la acusación, se presentaran al cabo de cien años. De este modo no absolvieron del envenenamiento a la mujer, algo que las leyes no permitían, ni condenaron ni castigaron a una inocente que merecía el perdón. Este relato está escrito en el libro IX de los Hechos y dichos memorables de Valerio Máximo”. 609 Sobre este texto y el Consejo del Areópago, véase Palao Herrero, J., El sistema jurídico ático clásico, Madrid 2007, pp. 43-44. 605

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madre de la ciudad de Esmirna ha actuado criminalmente. Ella ha perdido a su hijo, asesinado (habido del primer matrimonio) a manos de su nuevo esposo y sus hijastros, y toma venganza asesinando a su vez a los culpables. Socialmente los romanos consideran la venganza como una práctica noble, y para su autor se estima como prueba del valor y del honor610. Ahora bien, la autoridad judicial corre con esta decisión el peligro de parecer que reconoce la licitud de la ‘venganza privada’; de ahí recurra a la ficción para solucionar el conflicto: cita a las partes a que compadezcan en el término de cien años; cosa evidentemente imposible, pero que permite la justicia de este caso concreto. • Un apartado especial y sucinto merecería la adivinación griega en la mujer, que llega al mundo romano a través de historias como la de Casandra, hija de los reyes de Troya. Fue sacerdotisa de Apolo, quien le promete el don de la profecía a cambio de un encuentro carnal, que ella incumple. El Dios al sentirse burlado, la maldijo de tal modo que nadie creería jamás en sus profecías. Se puede entender así que en la imagen que aparece infra Casandra esté agarrada a la estatua de madera de Atenea, en su lucha por demostrar que sus poderes adivinatorios se fundamentan en la sabiduría.

Fresco de la casa de Menandro (Pompeya)611

Cantarella, E., Los suplicios capitales en Grecia y Roma cit., p. 288. Ranieri Panetta, M., Pompeya. Historia, vida cit., p. 349, señala que Casandra es arrancada a la fuerza del xoanon, la estatua de madera de la diosa Atenea. 610 611

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26.  LAS MUJERES AGREDIDAS SEXUALMENTE La corriente filosófica del estoicismo nutre la humanitas romana, y facilita la elaboración del concepto de dignidad humana, así como propugna valores como la benevolencia, el autodominio y la compasión hacia los débiles. Señala Francia Somalio que la literatura latina recoge ampliamente la violencia institucional, pero la violencia de género sólo se encontrará en la comedia, y no en la tragedia o en la épica. Así, en las obras cómicas los autores pretenden dar la sensación de que la violencia está exagerada, y al causar la hilaridad resulta menos impactante. Además, en la comedia la violencia de género está tan aceptada, que se ve como algo normal612. Plauto en su obra Cistellaria (la cestita) revela dos terribles historias matrimoniales como felices comedias de enredo; en ambos casos a un acto de violación, que queda sin castigo, sigue la separación del niño fruto del acto violento de su madre, para finalmente culminar con el matrimonio entre violador y violada. Véanse las palabras de Lampadión en los dos fragmentos de la obra: Lampadión: “A ésta la violó antes de casarse con su mujer, antes quedó embarazada y antes dio a luz a su hija. Después de parirla, hizo exponer a la pequeña. Yo la expuse; la recogió otra mujer. Yo lo observé todo. Mi amo después se casó con ésta. Y es a su hijita a la que ahora estamos buscando”613. “El Dios auxilio… como dios que soy: y es que mi nombre es Auxilio. Ahora entendedme, que os voy a exponer con claridad y con todo detalle el argumento de esta comedia. Hace ya bastantes años se celebraban las fiestas dionisiacas en Sición. Y acudió aquí a presenciar los juegos un mercader de Lemnos, el cual (era muy joven y estaba bajo los efectos del vino) a altas horas de la noche y en plena calle violó a una doncella. En cuanto se dio cuenta de la fechoría que había hecho, inmediatamente puso pie en polvorosa y huyó a Lemnos, donde vivía. La muchacha violada, trascurridos diez meses, dio a luz una niña, y no sabiendo quién era el autor del delito, pone al corriente de sus intenciones a un esclavo de su padre y le entrega a la niña. Como vosotros se lo habéis oído confesar a ella misma, entrega a la niña a la cortesana Melénide, quien la educó como si fuera su propia hija, honesta y castamente. El de Lemnos, por su parte, se casó con una parienta, una prima suya. Ésta se murió y dio así por fin una alegría a su marido. Él, después de haber rendido a su esposa los honores debidos, inmediatamente se vino a esta ciudad. Se casó aquí con la joven que en otro Francia Somalo, R., “Violencia de género en la comedia y la novela latinas”, Violencia y género: Acta del Congreso Interdisciplinar sobre Violencia y Género, Málaga 2002, pp. 107-108. 613 Plaut. Cist. 617-621; al respecto, véase Román Bravo, J., Comedias I, Madrid 1993, p. 499. 612

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tiempo había violado. Ella le revela que como consecuencia de la violación había dado a luz a una niña y que enseguida se la había entregado a un esclavo para que la expusiera. Él, al instante, ordena al esclavo buscar a la mujer que había recogido a la niña, por si de alguna manera pudiera encontrarla. Y ésta es la tarea a la que ahora el esclavo se dedica sin descanso, tratando de encontrar a la cortesana a la que en otro tiempo había visto desde su escondite recoger a la niña que él acababa de exponer” 614.

Hay que tener presente el distinto rasero con el que se abordan los temas en función al género y al status. En el mundo romano un hombre (vir) goza de inviolabilidad corporal; los jóvenes libres no sufren castigos corporales, y los atentados sexuales o la violación se castigan como stuprum615.

Plaut. Cist. 154-187; al respecto, véase Román Bravo, J., Comedias I cit., pp. 482-483. Torregaray Pagola, E., “Sexo en Roma: del mito a la realidad”, Bitarte: Revista cuatrimestral de humanidades 55 (2011) p. 18. 614 615

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27.  LA PASIÓN DE LA SECESIÓN MUJERIL • Comenzaré este apartado refiriéndome a una conjura femenina que se manifiesta en abortos-protesta. No se sabe exactamente en que época antigua Ovidio sitúa, desde la lejanía de los siglos, la historia que narra, pero entiendo que se enmarca en este periodo. El hecho es que a las mujeres se les priva de un antiguo derecho que les permitía poder desplazarse en carruaje por la ciudad, y que seguramente sería una limitación simbólica de una restricción más amplia en sus derechos. De ahí que su protesta sea privar a la sociedad de su función más sagrada que es la maternidad; y todas las romanas se ponen de acuerdo en provocarse abortos, que las fuentes nos describen con dureza. Frente a tales actuaciones violentas contra los nascituri el Senado decide no castigarlas y restituirlas en su derecho. Devuelta la normalidad, en la división de funciones y en la situación socio-jurídica femenina, las romanas vuelven cada quince de enero, a celebrar las Carmentales (fiestas en honor a la diosa Carmenta); su antiguo culto se había interrumpido durante tales sucesos, pues ellas en tales circunstancias no podían venerar a la diosa protectora de las mujeres durante el parto. A partir de su victoria las mujeres retoman este festival tan popular entre las matronas y las embarazadas, rogando a la diosa que evite los abortos: “Cuando el sol vea tras de sí a las Idus sea el tercero, se oficiarán las ceremonias relacionadas con la diosa Parrasia. Pues antes transportaban a las madres ausonias carruajes (carpenta) … Más tarde se les arrebató ese honor, por lo que ninguna señora aceptaba renovar la descendencia de sus ingratos esposos con alumbramiento alguno, y, para evitar el parto, se golpeaban a ciegas temerariamente y expulsaban de sus entrañas el peso que iba creciendo. Dicen que los senadores llamaron al orden a las esposas que se atrevieron a tal inhumanidad, pero que pese a ello les devolvieron sus derechos. Y ahora mandan que se celebren dos ceremonias igualmente en honor de la madre tegeea, porque nazcan niños y niñas. …”616.

• Otro suceso es interesante destacar y que tiene lugar unos años después del anterior. En el año 195 a.C., transcurridas ya dos de las tres guerras contra los cartagineses [primera guerra púnica (264-241 a.C.) y segunda (218-201 a.C.)], acontecen unos sucesos en torno a la derogación de la lex Oppia. En el relato en torno a la derogación de esta ley, Tito Livio en sus Historias617 comien Ov. fast. 1,619-629. Liv. 34,1-7: “Los tribunos de la Plebe Marco Fundanio y Lucio Valerio presentaron al pueblo una propuesta de derogación de la ley Opia (195 a.C.) … Esta ley había sido presentada por el tribuno de la plebe Gayo Opio, en el año en que eran cónsules Quinto Fabio y Tiberio Sempronio, en los ardores de la guerra púnica. Según esta ley ninguna mujer podía poseer más 616 617

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za dejando claro que la rebelión femenina (consternatio muliebris), secesión de mujeres (mulierum secessione), está fomentada por las pasiones618. El escritor argumenta que la mujer, cuando se deja dominar por el desenfreno, pierde su función en el marco de la estructura familiar y ciudadana, dañando la cohesión y fuerza del grupo; pero también puede llegar a ser una amenaza para el Poder público por su activismo político619: “A las mujeres no se lograba entretenerlas en casa por la autoridad, por el sentido del pudor ni por la imposición de sus maridos; habían ocupado todas las calles de la ciudad y todas las entradas al foro, solicitándoles a los hombres que consintieran, en un momento florido de la República y de crecimiento continuo y general de la riqueza privada que a las mujeres les fueran restituidos sus antiguos ornamentos. Las mujeres se reunían, día a día, en grupos más numerosos, arribando desde la ciudad o desde los lugares de mercado en los alrededores. Ya osaban acercarse a los cónsules, a los pretores y a los otros magistrados a presentarles sus pedidos… Yo me he ruborizado cuando, hace poco, he logrado llegar hasta el foro en medio de grupos de mujeres”620.

Los conciliábulos, las turbas apasionadas, ya sean de esclavos, ya de mujeres, aterran al cónsul Marco Porcio Catón, y son un peligro para el sistema socio-político621; las mujeres que deben permanecer silenciosas (y silenciadas622) de media onza de oro, utilizar vestidos de colores vistosos, hacerse llevar en carroza en Roma o en otra ciudad o en el radio de mil pasos de ésa salvo por motivos religiosos (215 a.C.). Una multitud de partidarios y contrarios a la ley llenaba el Capitolio. Ni la dignidad, ni el pudor ni las órdenes de sus maridos podían de ninguna forma mantener a las matronas en casa; se apostaban en todas las calles de la ciudad y en los accesos del foro, … El número de mujeres que afluía aumentaba cada día, pues acudían también desde las poblaciones y centros rurales. Se atrevían incluso a acercarse a los cónsules y pretores y a otros magistrados y rogarles; … no depusieron su actitud hasta que los tribunos renunciaron a la interposición del veto. Después de esto ya no hubo duda de que todas las tribus votarían por la derogación de la ley. Ésta quedó derogada veinte años después de su promulgación”. 618 Liv. 34,1,1: “Entre todas las preocupaciones ocasionadas por las guerras de cuales Roma era apenas salida o que la amenazaban de cerca, se desarrolla un cierto episodio de escasa relevancia para relatarse, pero de tal entidad capaz de generar, a causa de las pasiones, una áspera disputa”. 619 Rizzelli, G., “Dinamiche passionali e responsabilità. La ‘Medea’ di Seneca”, Diritto e teatro in Grecia e a Roma, Milano 2007, pp. 241-243, y la bibliografía allí citada; refiere el autor que la doctrina estoica tiende a asociar a quien es preso de pasiones con el estado de locura; y tanto uno como otro son extraños al modelo de sabio. Se puede aplicar esta digresión del autor al modelo de mujer para los estoicos, apartado por completo de tales pulsiones. 620 Liv. 34,1,5-8. 621 Liv. 34,2,3-4. 622 Plaut. Rud. 1114: “GRIPO: ¡Que Júpiter los demás dioses te destruyan! Dime, envenenador, ¿caso son mudas estas dos muchachas? ¿No pueden ellas tomar la palabra? / TRACALIÓN: Guardan silencio, porque una mujer pudorosa siempre, es más virtuosa que una parlanchina”.

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entre las paredes domésticas, no pueden actuar en el ámbito jurídico-político sin la mediación de un marido o tutor. Rizzelli se detiene a analizar el discurso que Livio ofrece de Catón el censor, subrayando la identificación que hace entre la mujer y un animal salvaje e indomable, con sus excesos, su falta de control e insaciabilidad de las pasiones: Todo un peligro para los cimientos de la sociedad romana. La mujer cuando conquista su libertad, rompe los vínculos y se convierte nada menos que en una ‘bestia feroz”; curiosamente se usa el término ‘libertad’ que es un principio ‘constitucional’ del patriarcado romano, y por tanto, exclusivo para los ciudadanos varones: “… Es menos peligroso no citar a juicio a un hombre malvado que absolverlo, y del mismo modo el deseo de lujo no provocado sería más tolerable que cuanto lo es ahora, excitado verdaderamente por los vínculos, como sucede con una bestia feroz cuando viene dejada en libertad” 623.

La fragilidad femenina se centra en esta época en los arrebatos ciegos de las mujeres, lo que sirve a Tito Livio para contraponer la potencial violencia femenina frente al autocontrol viril624; la pasión las hace animales, y de ello advierte Catón a la Asamblea: “Aflojáis las riendas a caracteres tan intempestivos, a animales tan difíciles de domar, …”625.

Este discurso de Catón recoge la misoginia tradicional griega626. El fragmento es muy interesante, porque el Censor y su facción política perciben la situación tan grave que apelan de su auditorio la misma respuesta que darían los antiguos ciudadanos (Quirites) en defensa de sus derechos amenazados; que son tanto individuales como colectivos, y que versan sobre su dignitas y su libertas, siempre masculinizante. Y una confesión final que revela la ‘masa-madre’ de sus temores ancestrales, ese sentimiento de inferioridad oculto ante lo que ellos sienten como la superioridad femenina: “Si cada uno de nosotros, Quirites, hubiese aprendido a mantener sus derechos y su dignidad de marido frente a la propia esposa, tendríamos menos problemas con las mujeres en su conjunto; ahora, nuestra libertad, vencida Liv. 34,4,19. Rizzelli, G., In has servandae integritatis custodias cit., pp. 151-153. 625 Liv. 34,3,13-14. Sobre la visión del historiador de estos sucesos en los que los protagonistas son también femeninos, véase al respecto López López, A., “Mujeres y guerra en Tito Livio”, En Grecia y Roma IV. La paz y la guerra, Granada 2013, pp. 173-191. 626 Pérez Miranda, I., “Madres terribles: avaricia, envidia, traición y mentira en la mitología griega”, Maternidad/es: representaciones y realidad social. Edades antigua y media, Madrid 2010, p. 59, destaca que para los griegos la naturaleza salvaje de mujer sólo puede domarse con el matrimonio; que ellas son un mal necesario para la perpetuación del linaje masculino. 623 624

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en casa por la insubordinación de la mujer, es machacada y pisoteada incluso aquí en el foro, y como no fuimos capaces de controlarlas individualmente, nos aterrorizan todas a la vez. (…) Desde el momento mismo en que comiencen a ser iguales, serán superiores”627

Planteadas en la Asamblea las argumentaciones a favor y en contra de la ley Oppia, ésta es derogada, fundamentalmente ante la contundente presión femenina en la calle, que decide no disolverse hasta que la medida sea abrogada: “Al día siguiente las mujeres se volcaron aún más numerosamente en la vía pública, y formando una muchedumbre compacta, asediaron las puertas de los Brutos que se oponían a las propuestas de los colegas. No se retiraron sino hasta que los tribunos levantaron su veto. Entonces no existieron dudas respecto de que la ley sería abrogada por la unanimidad de todas las tribus, lo que sucedió veinte años después de haber sido votada” 628.

Catón años después dará un duro golpe a la emancipación femenina con un convincente discurso a favor de la aprobación de la lex Voconia de mulierum hereditatibus (169 a.C.)629: “Las mujeres que no son consanguíneas no son admitidas en herencias legítimas. Esto fue decidido por la ley civil en relación con la ley de Voconia. Además, las Doce Tablas no hacen diferenciación entre parientes de ambos sexos”630.

Ahora bien, el objetivo fundamental de la ley Voconia es prohibir a las mujeres ser instituidas herederas por los ciudadanos que en el último censo estuvieran registrados como pertenecientes a la primera clase, esto es, por disponer de un patrimonio superior a 100.000 sestercios631. La primera clase del censo comprende a los ciudadanos que detentan el poder político en Roma, y que el Censor ha inscrito como pertenecientes a dicha clase en el censo quinquenal. Esta ley, alega el historiador Livio, pretende evitar que con la prosperidad del Imperio las mujeres, naturalmente inclinadas al lujo, a los antojos, y a la elegancia de ornamentos, se apartasen de la santidad de costumbres:

Liv 34,2,227. Liv. 34,7,8-10. 629 Liv. Perioch 41: “El tribuno de la plebe, Quinto Voconio Saxa presentó una ley que prohibía heredar a las mujeres. Marco [Porcio] Catón defendió esta ley. (Aún existe su discurso)”. 630 PS. 4,8,20. 631 Gaii Inst. 2,225-227. Al respecto, véase Monaco, L., Hereditas e mulieres cit., pp. 185199; Ortuño Pérez, M.E., “Una limitación de la capacidad patrimonial de la mujer en el ámbito sucesorio: la lex voconia”, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, pp. 451- 465; Ortuño Pérez, M.E., Contribuciones al Derecho romano de sucesiones y donaciones, Madrid 2015, pp. 55-70; Bravo Bosch, M.J., Mujeres y símbolos en la Roma republicana cit., pp. 178-182. 627 628

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“Se informó al final de este año una ley nueva e importante, que no sin cierta agitación de las almas, mantuvo a la ciudad en movimiento. Hasta aquel día las mujeres había tenido el derecho, no distinto de los hombres, de ser admitidas en las herencia. De esto nació que muchas veces los bienes de las más ilustres familias pasaban a manos extranjeras, con gran daño para la República, a la que importa que los herederos de nombres notables no carezcan de los bienes, con las que pueden adornar el esplendor de su nacimiento, honor sí, pero por otro lado peso grave. Por lo tanto, se temía, ya creciendo con la riqueza del Imperio, incluso aquella de los privados, que el alma femenina, naturalmente inclinada al lujo y a buscar la elegancia de los ornamentos, encontrando en la afluencia de riquezas una irritación a sus antojos, no pasase de gastos inconmensurables e intemperantes, y luego tal vez se apartase de la santidad prístina, y no se produjese cambio no tanto de embellecimiento como de costumbres. Delibera para hacer frente con estas desventajas, Quinto Voconio Sassa, tribuno de la plebe, y propone al pueblo que nadie, que hubiese estado censado después de los censores Aulo Postumio y Quinto Fulvio, podría escribir para erigir una virgen o mujer que heredara la propiedad de cualquiera si fuese, más de cien mil sestercios. …”632.

Algunos autores creen que dicha medida es adoptada como ‘venganza’ de Catón por haberse abrogado la ley Oppia633. Sin embargo, parece más conforme a la mentalidad mercantilista romana que con esta norma se pretenda frenar el fenómeno de las matronas adineradas634. Sus grandes propiedades a menudo sirven para apoyar el accenso de maridos e hijos en el cursus honorum635. Además, existe, según Monaco, una estrategia para que las grandes fortunas acumuladas por las clases dirigentes continúen en la medida de lo posible en línea masculina con el fin de que terminen estando en manos de los hombres636; e incluso Vigneron y Gerkens piensan que esta ley trata de evitar que a través de estas mujeres adineradas entren a controlar el poder hombres de inferior categoría social637. Gelio escribe sobre este tema:

Liv. 41,34. Höbenreich, E.-Rizzelli, G., Scylla. Fragmente einer juristischen Geschichte der Fauen im antiken Rom, Viena-Colonia-Weimar, Böhlau 2003, pp. 97-111. 634 Venturini, C., “Variazioni in tema di tutela mulierum”, El Derecho de familia. De Roma al derecho actual, Huelva 2004, p. 831. 635 Mcclintock, A., “The Lex Voconia and Cornelia’s Jewels”, Revue Internationale des droits de l’Antiquité 60 (2013) p. 183. 636 Monaco, L., Hereditas e mulieres cit., p. 191. 637 Vigneron, R. - Gerkens, J. Fr., “The emancipation of Women in Ancient Rome”, Revue Internationale des droits de l’Antiquité 47 (2000) p. 110, exponen que las esposas de hombres de primera clase son políticamente las más peligrosas, ya que pueden enviudar o divorciarse, y volver a casarse con un hombre de una clase inferior del censo, y dándole su dote y otros bienes, desestabilizar el poder político. 632 633

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“Para apoyar la ley Voconia M. [Porcio] Catón utilizó estas palabras: ‘En un principio la mujer os aportó una gran dote; a continuación se reserva una gran cantidad de dinero, que no pone bajo la potestad del marido, y ese dinero lo da al marido en préstamo; tiempo después, en un arrebato de ira, ordena a un esclavo recepticio (reservado) que siga al marido y le reclame el dinero …”638.

Se duda de la eficacia de la ley Voconia, pues a través de otras medidas, como las donaciones, legados639 o la falsedad en la declaración en el censo, se vulneraría su finalidad640. Pero con los cambios que sobrevienen en el mundo romano desde el s. II a.C. las mentalidades van evolucionando, y ya con la mirada de Cicerón mucho tiempo después dicha ley se percibe como totalmente injusta para las mujeres: “Si quisiera describir las distintas instituciones jurídicas, usos y costumbres, mostraría cuan diferentes son, no sólo en tanto pueblos, sino dentro de una misma ciudad, incluso en esta misma nuestra, podría yo probar cómo ha cambiado mil veces, de modo que este nuestro querido interprete del Derecho, Manilio, podría decir cómo ha cambiado ahora el derecho de los legados y herencias de las mujeres, y cómo solía dar otros dictámenes cuando era joven, antes de promulgarse la ley Voconia, ley ésta que, habiéndose dado en ventaja de los hombres, es del todo injusta para las mujeres. ¿Por qué no puede ser rica una mujer? ¿Por qué puede tener heredero una virgen Vestal y no su madre?, ¿Por qué, si debe ponerse un límite a la fortuna de las mujeres, puede la hija de Publio Craso, si fuera hija única, tener legalmente cien millones de sestercios y la mía no puede tener tres millones”641.

• Otro fenómeno, en el ámbito de los que los escritores romanos llaman pasión de la secesión mujeril, tiene lugar como consecuencia de cambios sociopolíticos y socio-económicos que suponen transformaciones en la vida de las Gell. 17,6,1; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas II cit., p. 184, y las fuentes literarias allí citadas. 639 Vigneron, R. - Gerkens, J. Fr., The emancipation of Women in Ancient Rome cit., p. 111, subrayan que esta ley se vulnera a través del legatum partitionis, que es un legado de parte de la herencia como tal: el obsequio no convierte al legatario en heredero, evitando así la prohibición del Lex Voconia; al respecto Cic. Caecin. 4,12: “(…) Poco después, el joven Marcus Fulcinius murió, convirtiendo a Publius Caesennius en su heredero, sujeto al pago de una gran suma de dinero a su esposa y la mayor parte de sus propiedades a su madre. En estas circunstancias, a las dos mujeres se les solicitó una parte alícuota de la herencia”. 640 Gaii Inst. 2,274: “Así mismo, la mujer, que, en virtud de la ley Voconia, no puede ser instituida heredera de aquel que figure en el censo con una fortuna de cien mil libras, puede, sin embargo, adquirir la herencia dejada mediante fideicomiso”. Cid López, R.M., “Mujeres y actividades políticas en la República. Las matronas rebeldes y sus antecesoras en la Roma antigua”, Mujeres en la Antigüedad clásica. Género, poder y conflicto, Madrid 2010, p. 143. 641 Cic. rep. 3,10,17; D’Ors, A., Sobre la República cit., p. 132, n. 291, apunta que ya en época de Cicerón esta ley habría caído en desuso. 638

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mujeres en lo privado y en lo público; hasta el punto de llegar incluso a manifestarse en las calles a modo de activismo político (actiosae). Se hace así evidente que el poder femenino siempre ha sido una amenaza latente a la estructura patriarcal, por lo que los sectores más tradicionales de la sociedad reaccionan aferrándose a las mores, y a partir de ellas el Poder público va perfilando un ideal de matrona romana, encarnado por Cornelia, la madre de los Gracos; más tarde tratan de obstaculizar el empoderamiento femenino con disposiciones jurídicas. Y aunque su independencia económica y personal es teóricamente restringida ya desde la lex Voconia642, en ciertos aspectos se puede decir que la materfamilias está en proceso de emancipación643.

Guerra López, S., Autoridad y poder en los discursos de Fulvia y Hortensia, cit., p. 72, siguiendo a Cantarella, subraya que las mujeres adquieren nuevos derechos sucesorios gracias a la labor del Pretor, quien mediante el recurso a la bonorum possessio permite a las mujeres casadas sine manu heredar tanto de su familia como de la familia de su esposo. 643 Para finales del s. I a.C., esta ley está ya en desuso, pero aún se pone de ejemplo de discriminaciones legales. 642

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28.  LAS ADÚLTERAS La infidelidad conyugal de la mujer es punible, pero no la del hombre. Esta desigualitaria valoración de un mismo hecho es subrayada por Plauto en su obra de teatro Mercator (el Mercader); el autor describe la escena en la que una esposa se queja de que el marido pueda impunemente introducir en la casa familiar a su amante-prostituta, mientras que ella, al menor descuido, puede ser repudiada644. Ahora bien, las élites romanas se aferran al preservar las antiguas leyes y costumbres; así, Catón refiere en su discurso titulado ‘La dote’: “Transcribo a continuación las palabras de Catón en su discurso titulado La dote, donde está escrito también que los maridos tenían derecho a matar a las esposas sorprendidas en adulterio. Dice: ‘Cuando el marido ha decidido el divorcio, se convierte en juez de su mujer, como podría serlo el censor, y tiene, a lo que parece, poder absoluto sobre ella: si la mujer ha cometido alguna acción perversa y deshonrosa, la castiga; si bebió vino o si realizó actos deshonestos con otro hombre, la condena’”645.

Los romanos pueden aprovecharse de la excesiva y morbosa valoración del pudor femenino para ejercitar el ius occidendi, no sólo cuando los amantes son sorprendidos, sino también cuando existe notoriedad pública de la relación ilícita; en tales casos tampoco el asesino será cuestionado socialmente646. Cerrato precisa que el adulterio es valorado como un acto contra la propiedad de un bien que detenta el hombre; así la mujer casada es rebajada a la condición de objeto corrompido por el amante647; éste sufrirá la feroz reacción marital si es cogido infraganti porque socialmente el amante es visto como el violador del domicilio, presunto ladrón, autor del comportamiento injurioso648. Por tanto, también de la consideración social del amante descubierto junto a la esposa se Plaut. Merc. 5, 817 ss.; Schulz, F., Principios del Derecho romano cit., p. 217, refiere que este discurso lo toma Plauto de la obra teatral griega de Filemon, reflejando las costumbres griegas, pero no la mentalidad romana de mediados de la República; afirmación que debe ser matizada, pues parece más correcto entender que la represión del vino en la sociedad romana esté quizás fuertemente influenciada por sus contemporáneos griegos. 645 Gell. 10,23,4; Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas II cit., pp. 363-364, n. 122, y las fuentes clásicas allí citadas. 646 Herrera Bravo, R.- Salazar Revuelta, M.- Salazar Revuelta, A., “La discriminación entre sexos en la regulación del adulterio a lo largo de la tradición jurídica romanística
”, Epistemología femenina: Mujeres e identidad, Sevilla 2011, p. 1040, acotan la legitimación de los asesinatos de estas mujeres a los casos en los que los amantes son sorprendidos en el acto sexual: “el principio romano del uso por parte del esposo del ius occidendi, cuando éste la sorprende “in fraganti” manteniendo relaciones amorosas con otro hombre”. 647 Cerrato, D., La cultura dello stupro cit., p. 437, apunta que el adúltero corruptor no sólo trata de sustraerle la esposa al marido, sino que a la par su valor como patrimonio. 648 Guarino, A., “Ineptiae iuris romani: X”, Labeo 38.3 (1992) p. 321. 644

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puede perfilar mejor la valoración que ella recibe, y que no es otra que una propiedad del marido. • Es tal la importancia de este ‘preciado bien’ que en el 295 a.C. el Poder público decide actuar allí donde las familias no quieren interferir; de este modo las fuentes nos narran que, condenadas unas matronas por adulterio, se les impone públicamente una multa. Seguidamente, para aplacar la ira de los dioses, provocada por el stuprum de dichas matronas, se erige un templo a Venus Obsequens, la Venus obediente649: “Aquel año Quinto Fabio Gúrgite, hijo del cónsul, impuso una sanción económica a algunas matronas condenadas ante el pueblo por adulterio; con el dinero de las multas hizo construir el templo de Venus que está cerca del Circo”650

• Casi un siglo después continúan las denuncias contra mujeres por adulterio, a modo de una ‘caza de brujas’; y esto se percibe como una violencia latente, por la aleatoriedad del peligro y por la dificultad de demostrar normalmente la posible falsedad de los testimonios de acusación. En este contexto, en el 204 a.C., durante los últimos años de la segunda guerra púnica, Claudia Quinta es acusada injustamente de adulterio, y no encuentra medio de demostrar su castidad frente a las habladurías, porque vive con una libertad que es propia de hombres; de ahí que en el texto Apiano califique su vida de ‘libertina’, esto es, un término que explicita el libre albedrio de manera despectiva y descalificante. Ella ruega a los dioses, y se produce un milagro que le devuelve la buena fama. Un barco que transporta a la diosa Cibeles (Magna Mater) encalla en las costas. Claudia Quinta se pone un ceñidor en su cuerpo para arrastrar el barco y consigue remontarlo a puerto. Como en tantas otras situaciones que se describen en esta monografía, desde la Monarquía hasta el Principado, la mujer se salva de la violencia patriarcal gracias a acciones extraordinarias. El texto de Apiano dice así: “Durante este mismo tiempo, Craso rescató de manos de Anibal Cosentia, una importante ciudad de los brucios, y a otras seis más. Como tuvieran lugar en Roma ciertos prodigios desastrosos enviados por Júpiter, los decenviros encargados de consultar los libros sibilinos dijeron que por aquellos días caería algo del cielo en Pessino, en Frigia, donde los Frigios veneran a la madre de los dioses, y que era necesario que fuera llevada a Roma. Poco después Núñez Paz, M.I., “Presuntos poderes femeninos y Derecho penal romano”, Boletín de la Facultad de Derecho 13 (1998) p. 52. 650 Liv. 10,31,9; al respecto, Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, VIII-X, (traducción y notas), Madrid 1990, p. 249. 649

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se anunció que había caído, y la estatua de la diosa fue llevada a Roma. … Se cuenta que la nave que la llevaba encalló en unos bajos del río Tiber y no podía ser puesta a flote de ningún modo, hasta que los adivinos proclamaron que sólo proseguiría en caso de ser arrastrada por una mujer que no hubiera cometido adulterio. Claudia Quintia, que estaba bajo la acusación de adulterio, pero pendiente de juicio –y era muy sospechosa de ello por su vida libertina–, invocaba reiteradas veces a los dioses como testigos de su inocencia y se ató con su ceñidor al barco. Y la diosa la siguió. Por tanto, Claudia trocó su pésima reputación por una fama excelente”651.

Como consecuencia de tal hazaña, que prueba la falsedad de las acusaciones, se erige una estatua en honor a Claudia Quinta; quizás es venerada por los romanos, porque ella lucha hasta lo aparentemente imposible por demostrar su inocencia y evitar así el deshonor652. • En los debates sobre la abrogación de la lex Oppia (195 a.C.), Catón aprovecha para advertir de los peligros de la riqueza y el lujo femenino que puede desembocar, no sólo en el libertinaje femenino, sino también en la tentación del adulterio: mujeres que obtienen de un amante aquello que no puede darle el marido, y prefieren vivir sin pudor a privarse de caprichos; en fin, Catón nos presenta un prototipo de mujer despreciable y que subvierte el orden natural para convertir en impulso vital sólo el disfrute de bienes materiales: “Pero, ¿desean de verdad fomentar esa rivalidad entre vuestras mujeres, ciudadanos? Así las ricas querrán tener lo que las otra no pueden tener, mientras las pobres buscarán por encima de sus posibilidades para no ser, a causa de esto, despreciadas. Y ciertamente, apenas las mujeres comiencen a avergonzarse de aquello de lo que no deben de avergonzarse, no tendrán más vergüenza por aquello que deba provocarla. Aquella que tendrá los medios lo comprará con ellos, aquella que no los tiene pedirá al marido. Y App. Hann. 7,56. Sobre el mismo episodio, siglos después se narra por Suet. Tib. 2,3: “… una Claudia fue la que extrajo de los bajos del Tíber, donde estaba encallado, el buque en que se encontraba la estatua de Cibeles, rogando en alta voz a los dioses que le diesen fuerza para mover aquella nave, como testimonio de su castidad”. Sancho Royo, A., Apiano, Historia romana I (introd., trad., y notas), Madrid 1980, p. 233. 652 Val. Max. 8,11: “También estos hechos son considerados milagrosos. Cuando se incendió el santuario de los Salios, nada en él fue hallado indemne excepto el báculo augural de Rómulo. La estatua de Servio Tulio, tras haber ardido en el templo de la Fortuna, permaneció intacta. La estatua de Claudia Quinta situada en la entrada del templo de la Madre de los dioses, aunque este recinto fue abrasado dos veces por el fuego, primero durante el consulado de Publio Nasica Escipión y Lucio Bestia, y, de nuevo, durante el de Marco Servilio y Lucio Lamia, sin embargo, se yergue en su pedestal no tocada por las llamas”; véase al respecto, AA.VV., Valerio Máximo. Facta et dicta memorabilia (texto latino, estudio preliminar, traducción y comentario), Buenos Aires 2014, p. 177. 651

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qué desgracia para aquel marido que consienta y vea que otro ha concedido aquello que él no ha consentido” 653.

Las historias familiares comienzan a manifestar disfunciones que son achacadas a la mala conducta femenina; y esto ocurre ‘hasta en las mejores familias’, ‘aquellas que han sido tradicionalmente referente moral para Roma: “… Parece en general que a Catón le siguió la desgracia en punto a las mujeres de su familia, porque si ésta (Servilia) dio mucho que hablar con César, todavía fueron más bochornosos los sucesos de la otra Servilia, hermana de Catón; la cual, estando casada con Lúculo, uno de los más señalados varones de Roma, y habiendo ya tenido un niño, por su disolución fue lanzada de casa, y, lo que es más vergonzoso todavía, ni la mujer del mismo Catón, Atilia, estuvo pura y exenta de estos yerros, sino que, con haber tenido de ella dos hijos, se vio en la precisión de repudiarla por su mala conducta”654.

Se apunta también en este periodo la existencia de una lex Cornelia de adulteriis et de pudicitia, como un intento de fortalecimiento del Poder público en defensa de las costumbres de los antepasados, hasta ahora custodiadas por el amplio poder patriarcal655; y en los censores. Por tanto, a lo largo de los siglos el incumplimiento del deber marital de castidad por parte de la mujer experimenta un tratamiento jurídico cambiante: desde su primigenia configuración como asunto privado familiar a delito privado en este periodo, para en época augústea regularse como un crimen656.

Liv. 34,4,15-17. Plut. Cat. Mi. 24. 655 Fernández Baquero, M.E., “La patria potestad en el Derecho Romano”, Los desafíos de la familia matrimonial: estudio multidisciplinar en derecho de familia, Sevilla 2000, p. 106, enumera algunas leyes que se inmiscuyen en asuntos que tradicionalmente han sido propias del ámbito familiar, y hasta entonces reguladas por mores maiorum: lex Memmia de absentibus (probablemente 113 a.C.), lex Cornelia sumptuaria (81 a.C.), lex Cornelia de adulteriis et de pudicitia, lex Cornelia de iniuris; todas ellas recogían supuestos de corrupción femenina o del adolescente. 656 Soria Sesé, L., La honestidad congénita de la mujer. Historia de una ficción, Madrid 2011, pp. 13-14. 653 654

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29.  LA VIOLENCIA CONFORME A MORES Las costumbres de los antepasados aún sobrevuelan en los comportamientos masculinos, y existe un amplio margen de violencia socialmente permitida; pero pese a ello, a esa vis potencial del sistema contra las actitudes divergentes de las mujeres, ya no quieren ser sumisas, calladas y obedientes, como se percibe, por ejemplo, en el teatro plautino. La obra completa de Plauto está escrita entre los peores años de la segunda guerra púnica y la euforia de la victoria de Oriente. Sus personajes masculinos temen la personalidad de las esposas: “¡Chss! Cállate y vete. Ni se la preparo, ni hoy se cocina en casa. Ya que para satisfacer sus caprichos amorosos está en contra de mí y de mi hijo, ¡maldito canalla!, lo voy a matar de hambre, lo voy a matar de sed, a fuerza de malas palabras y malas obras le voy a ajustar las cuentas a ese enamorado. Por Cástor que lo voy a aplastar a conciencia bajo el peso de mis improperios. Y haré que tenga la vida que se merece ese pasto del Aqueronte, colmo de la ignonimia, establo de iniquidad”657.

• Los personajes de la obra plautina amenazan con el repudio a esposas empoderadas que demandan un comportamiento pudoroso de sus esposos, lo que enciende los ánimos de aquellos al verse atrapados por la misma arma letal de un pudor, que ahora ellas exigen en los maridos: “Menecmo I: (saliendo de su casa y hablando a su mujer) Si no fueras tan mala, tan estúpida, tan rebelde e insoportable, detestarías tú misma lo que ves que tu marido detesta. De ahora en adelante, si me vuelves a hacer lo mismo, te aseguro que te echo de casa, te repudio y te mando con tu padre. Porque no hay vez que yo pretenda salir de casa que no me detengas, me llames, me atosigues a preguntas: que adónde voy, que qué hago, que de qué me ocupo, que qué voy a buscar, que qué llevo, que qué he hecho fuera. Me he casado con un agente de aduanas: ¡hasta tal punto me veo en la obligación de declarar todo lo que hice y lo que hago! Te he dado demasiados mimos. Pero te voy a decir lo que pienso hacer. Ya que yo te proporciono esclavas, provisiones, lana, joyas, vestidos y púrpura, todo en abundancia, y no te falta nada, te librarás de un buen disgusto, si eres lista, dejando de vigilar a tu marido. Y además, para que no me vigiles inútilmente, en premio a tus des-

657 Plaut. Cas. 149-160. En Plaut. Asin. 19-22, un esclavo viejo dice a Demenetes: “Así como tú quieres que tu único hijo te sobreviva sano y salvo, yo te conjuro por tu propia ancianidad y por esa que tú tanto temes, tu propia mujer: si me dices hoy una mentira, que tu mujer te sobreviva toda una generación y, mientras ella sigue con vida, una mala muerte acabe con la tuya”.

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velos, hoy mismo me iré con una ramera y me invitaré a cenar en algún sitio, fuera de casa”658.

Otras directamente se cansan de aguantar, y reclaman la protección paterna: “Por Polux, no me resignaré a permanecer más tiempo tan mal casada, ni a ver introducir en mi casa prostitutas de baja estofa. Sira, vete a casa de mi padre y ruégale de mi parte que venga a buscarme inmediatamente”659.

En este punto, ni amigas ni familia van a apoyar la decisión de la casada, y buscan excusas para que se comporte conforme a mores. Así, de un lado, las amigas aconsejan a las casadas desgraciadas que aguanten al marido y quiten importancia a sus defectos o a sus malos tratos: “Anda, calla tonta, y escucha. Tú no debes oponerte a sus caprichos, déjale que ame; déjale que haga lo que quiera, ya que a ti en casa no te falta nada”660

Y de otro, el padre de la esposa ultrajada se pone a favor de la estabilidad matrimonial, relativizando las quejas de la hija, porque él también se ha educado en esas costumbres de permisibilidad hacia cierta violencia; salvo que los hechos sean de extrema gravedad: “Si tiene culpa de algo, le recriminaré más que a ti. Pero dado que no te escatima joyas ni vestidos, y te proporciona esclavas y alimentos, lo mejor es que seas razonable”661.

• Ante esta situación efectiva de comportamientos femeninos de rebelión frente a las mores, parece pertinente que el público asistente a las comedias, hombres y algunas mujeres, –precisamente aquellas a las que les vendrá bien que se les recuerde las mores por invadir espacios masculinos–, reciban mensajes que entren directamente en sus conciencias. Así es bueno que unos y otras recuerden la belleza del silencio femenino, a Tácita muta, y los officia mulieris. En la obra Rudens uno de los personajes dice así: “Si ellas se callan es porque la mujer que se calla vale más que la que habla”662.

660 661 662 658

659

Plaut. Men. 110-126; al respecto, Román Bravo, J., Comedias I cit., pp. 624-625. Plaut. Merc. 784 ss. Plaut. Cas. 205-207. Plaut. Men. 799 ss. Plaut. Rud., 114.

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• A principios del s. II a.C. el escritor Titinio estrena la comedia Iurisperita (la experta en Derecho). Y el problema ya no queda en que las mujeres verbalicen, sino que además tengan argumentos. El estoicismo está penetrando en la cultura romana, y con ello se genera una autoexigencia masculina de dar educación a las mujeres de su familia663. Desde el s. IV a.C. existía un sistema de instrucción pública, quizás con maestros itinerantes, que se consolida en el s. III a.C., con escuelas a las que acceden niños y niñas de familias que no pueden permitirse contratar un preceptor privado; allí aprenden a leer, escribir, y contar. Las de clase alta aprenden en sus casas la literatura greco-latina y los rudimentos de la retórica y del Derecho664. Por tanto, saber leer y escribir son habilidades muy extendidas entre la ciudadanía romana665. En dicha obra Titinio recurre a la descalificación a través de la chanza; hacer bromas, poner en ridículo es la manera más práctica de destruir al adversario sin que la violencia ‘ensucie las manos’. Höbenreich opina que la situación que se describe en la comedia tiene que ser real, estar dentro de la cotidianidad, puesto que de otra manera no haría reírse al público asistente a las comedias666. • A mediados/finales del s. III a.C., según cuenta Plutarco, una mujer de buenas costumbres es repudiada por el marido porque habla con otra que tiene mala fama. La violencia patriarcal es tal que hay castigo sin que se haya producido delito; y a esta terrible injusticia se califica simplemente de ‘rigor’. El maltratador suele castigar como un acto de profilaxis: “No tuvo distintos sentimientos Quinto Antiscio Vetere al repudiar a su esposa porque la había visto hablar misteriosamente en la calle con una liberta de malas costumbres. Por así decirlo, suscitó su rigor, no la misma culpa, sino la Al respecto, en el s. I d.C., Quintiliano hará mención expresa a la importancia de la educación femenina. Quint. Inst. 1,1,6: “En cuanto a los padres, me gustaría verlos tan educados como sea posible, y no restrinjo esta observación solo a los padres. Se nos dice que la elocuencia de los Gracos debe mucho a su madre, Cornelia, cuyas cartas testifican, incluso hoy, del cultivo de su estilo. Se dice que Laelia, la hija de Gayo Laelio, ha reproducido la elegancia del lenguaje de su padre en su propio discurso, mientras que la oración pronunciada ante los triunviros por Hortensia, la hija de Quinto Hortensio, todavía se lee y no solo como un cumplido a su sexo. Y aun aquellos que no han tenido la fortuna de recibir una buena educación, no deberían, por esa razón, dedicar menos atención a la educación de su hijo; pero, por el contrario, deben mostrar toda la mayor diligencia en otros asuntos en los que puedan ser útiles para sus hijos”. Véase sobre esta consciencia de la educación femenina en el estoicismo durante la República y el Principado, Mangas Manjarrés, J., “Modelos de mujer en Séneca”, Mitos femeninos de la cultura clásica, Oviedo 2003, pp. 287-299. 664 Cantarella, E.- Jacobelli, L., Un giorno a Pompei cit., p. 22. 665 Vandenbergh (van den), R., “The role of education in the social and legal position of women in roman society”, Revue Internationale des droits de l’Antiquité 47 (2000) p. 353. 666 Höbenreich, E., “Andróginas y monstruos. Mujeres que hablan en la antigua Roma”, Veleia 22 (2005) p. 178. 663

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idea de que de aquel hecho podía nacer y nutrirse un delito al que él se anticipó a poner remedio, prefiriendo prevenir la falta que tener que vengarla”667.

• La costumbre también recoge la conveniencia de que las mujeres salgan de casa con la cabeza cubierta por un velo que pueda esconder los atractivos femeninos, pues lo contrario se entiende como provocación para una masculinidad ansiosa de colmar sus deseos libidinosos; pero en vez de poner el peso de la responsabilidad en los potenciales agresores, es precisamente la posible victima la que ha de inhibirse. Con la distancia del tiempo Valerio Máximo nos cuenta esta historia a finales del s. I a.C., y en la mentalidad ya emancipada de su época lo estima de ‘horrible rigor’. Además, el marido del relato, que seguidamente se expone, se atreve a decir que es la ley la que lo protege; la ley la que determina que sólo sean los ojos del esposo maltratador los que puedan disfrutar de su ‘propiedad’. Ella no puede tener libre albedrio en su juicio, y tiene que guiarse solamente por lo que el marido le dicte: “Horrible fue también el rigor como marido de Gayo Sulpicio Galo, que repudió a su mujer al enterarse de que había salido de casa con la cabeza descubierta. Este castigo fue duro, pero no carecía de razón, ya que, según sus palabras: ‘Es la ley la que determina que sólo mis ojos comprueben tu belleza. Arréglate, pues, para ellos; consigue que te vean bella y fíjate sólo en su juicio. Pero si te dejas ver de forma demasiado provocativa, necesariamente caerás en sospecha y en culpa’”668.

Otro maltratador penaliza con el repudio a la esposa que no le ha pedido autorización para asistir a los juegos; y lo peor es el comentario del escritor, quien subraya que con este comportamiento preventivo las mujeres se mantienen alejadas de los delitos: “A estos ejemplos hemos de añadir el de Publio Sempronio Sofo, quien hizo sufrir a su esposa el sofoco del repudio por la sola razón de atreverse a asistir a los juegos públicos sin que él tuviera noticia de ello. En conclusión, que mientras, en otros tiempos, se siguió este comportamiento con las mujeres, se mantuvo alejado de los delitos”669.

• Señala Schulz que ya en el s. II a.C. el marido no tiene nunca el pleno ejercicio del poder disciplinario doméstico sobre la esposa670; no obstante, esta Val. Max. 6,3,11. Val. Max. 6,3,10. 669 Val. Max. 6,3,12. 670 Schulz, F., Principios del Derecho romano cit., p. 215. Gil Ambrona, A., Historia de la violencia contra las mujeres: misoginia y conflicto matrimonial en España, Madrid 2008, p. 36, 667 668

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afirmación puede ser matizable conforme al tenor de lo que las fuentes literarias recogen, y que pueden servirnos de referente para valorar cómo debieron de expresarse los poderes patriarcales en este periodo de transición. Así, por ejemplo, Catón el mayor (234-149 a.C.) denosta la violencia contra mujeres y niños, tal y como recoge siglos después Plutarco: “De los que castigan a las mujeres o los hijos, decía que ponían manos en las cosas más santas y sagradas; que para él merecía más alabanzas un buen marido que un buen senador, y que nada admiraba tanto en el antiguo Sócrates como el que, habiéndole cabido en suerte una mujer inaguantable y unos hijos necios, vivió, sin embargo, sosegado y tranquilo. Habiéndole nacido un hijo, nada había para él de mayor importancia, como no fuese algún negocio público, que el hallarse presente cuando la mujer lavaba y fajaba al niño. Ésta lo criaba con su propia leche, y aun muchas veces, poniéndose al pecho los niños de sus esclavos, preparaba así para su propio hijo la benevolencia y amor que produce el ser hermanos de leche. Cuando ya empezó a tener alguna comprensión, él mismo tomó a su cuidado el enseñarle las primeras letras, …”.671

La agresión física o ofensa verbal de cualquier persona se persigue con la acción de injurias, y entre los ejemplos de sujetos pasivos se cita a las mujeres honradas; en el caso de estar casadas no sólo el padre, sino también el esposo podrán ejercitar la acción, ya en nombre de la esposa como en el suyo propio672: “La iniuria (ofensa a personas) se comete no sólo cuando alguien golpea con el puño o con un palo, o cuando azota, sino también cuando se insulta a alguno, ya …, o si alguien asedia a una mujer honrada o a un adolescente, … Se considera que sufrimos ofensa no sólo por nosotros mismos, sino también a través de nuestros hijos que están bajo nuestra potestad; igualmente a través de nuestras mujeres cuando están bajo nuestra manus. Así, pues, … si haces ofensas a una hija mía que está casada con Ticio, no sólo se podrá ejercitar contra ti la acción por ofensas en nombre de mi hija, sino también en el mío y también en nombre de Ticio”673.

escribe: “en una sociedad que esperaba de las mujeres que cultivasen como virtudes la castidad, la reserva, la modestia y la piedad, y que tuviesen como uno de sus principales deberes el mantener el silencio, no cabe duda que el maltrato de las esposas, como castigo de sus rebeldías, debió ser habitual. Estas formas de dominación, llevadas a sus últimas consecuencias, motivaron durante el periodo republicano las amenazas del Estado contra los maridos y paterfamilias que hicieran mal uso de su autoridad”. 671 Plut. Cat. Maior 20. 672 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXVII, D. 47,10,15,24: “Opino que también el esposo ha de ser admitido a la acción de injurias; porque tiende a contumelia suya cualquier injuria que se le haga a su esposa”. 673 Gaii Inst. 3,220-221.

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• Cantarella menciona que los casos de justicia familiar por estupro que se recuerdan son poco numerosos, porque sólo se mencionan en las fuentes los excepcionales, puesto que es evidente que el iudicium familiar actúa siempre que una persona de mayor edad mantiene relaciones sexuales consentidas con un sujeto adolescente674. Cerrato analiza el estupro como un instrumento del hombre para intimidar, amenazar y dominar a las mujeres, que quedan atrapadas en una especie de prisión del miedo675. En el mundo romano, conforme a la etimología del término ‘stupro’ se expresa una relación ilícita, independientemente de que haya o no habido, consentimiento de las partes676. Ahora bien, Valerio Maximo al relatarnos el suceso acaecido un siglo antes critica la dureza del padre de la menor, que habiendo perdido la virginidad con su preceptor de estado servil, asesina a ambos; el escritor considera que hubiera sido una salida más natural el haber libertado al esclavo y permitido la celebración del matrimonio entre los amantes: “Igualmente férreo era el carácter de Poncio Aufidiano, caballero romano que, al descubrir que su hija había perdido la virginidad con su preceptor, Fannio Saturnino, no se contentó con castigar con la muerte al esclavo criminal, sino que mató también a su propia hija. De este modo, para no tener que celebrar una boda deshonrosa, optó por un amargo funeral”677.

Valerio refiere otro caso más en este sentido, insistiendo en la violencia con la que los padres de familia ejercen su paternidad, sorprendiéndose de que esa severa mentalidad no sólo sea propia de las clases tradicionalmente acomodadas. El propio Publio, protagonista de esta historia había sido obligado a prostituirse cuando era un niño esclavo, y ahora como adulto y libre no extrae enseñanzas de su pasado que puedan relativizar la valoración del comportamiento de su propia hija: “… Publio Atilio Filisco, después de ser obligado por su dueño a vender su cuerpo durante la niñez, se convirtió luego en un padre muy severo, ya que mató a su propia hija porque había cometido estupro. ¿Qué fuerza no habrá tenido entonces la honra en nuestra patria, si estamos viendo que los que comerciaron con el placer se convirtieron luego en jueces tan severos contra él?”678.

Cantarella, E., La mujer romana cit., p. 22. Cerrato, D., La cultura dello stupro cit., p. 433. 676 Glare, P.G.W., Oxford latin dictionary, Oxford 1996, p. 1832, apunta que la voz ‘stuprum-i’, tiene un origen dudoso, bien procede del verbo ‘stupeo’ (golpear), bien proviene del antiguo frisio ‘stupa’ (azotar públicamente). En ambos casos el término estupro está terminológicamente relacionado con sexualidad con violencia. 677 Val. Max. 6,1,3. 678 Val. Max. 6,1,6. 674 675

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En la relación casuística de Valerio Máximo, sobre sucesos acaecidos en tiempos antiguos, está también el ejercicio abusivo que un patrono realiza sobre su liberto, permitiéndose castigarlo por haberle besado a su hija casadera. Ha de sobreentenderse que el padre está convencido de que la muchacha está muy ligada afectivamente al liberto, y que puede dar a la hija un ejemplo de disciplina y castidad a través de la penalización del amado: “En cuanto a la actuación de Publio Menio, ¡cuán severo guardián fue de su honra! Llegó a castigar a un liberto por el que sentía verdadero aprecio, porque se había enterado de que le había dado un beso a su hija, que estaba ya en edad casadera, a pesar de que era consciente de que el liberto había actuado más por descuido que por deseo. Lo que pretendía con la dureza del castigo era que la conciencia aún tierna de la joven se formara en la disciplina y en la castidad. Con este rigor le enseñó, pues, no sólo a conservar su honra, sino también a guardar sus labios puros para su marido”679.

• En el supuesto que expongo seguidamente se persigue judicialmente a quien ha tratado de corromper con dinero, por intenciones deshonestas, a una madre de familia: “También Metelo Céler se comportó como severo perseguidor de las intenciones deshonestas, pues citó ante el pueblo a Gneo Sergio Silo por haber tratado de corromper con dinero a una madre de familia, y le condenó bajo esta única acusación. Lo que se tuvo en cuenta en ese caso no fue la acción en sí misma, sino tan sólo el propósito, y pesó más la intención de cometer una falta que lo que valió el no haber llegado a hacerlo”680.

• En el s. II a.C., Publio Escipión Numantino, según cuenta más tarde Cicerón, se expresa respecto a la mujer siguiendo los parámetros griegos, igualándola en modo a los esclavos y los animales. Publio, para explicar el fenómeno del libertinaje (licentia haec summa), entre otras, acude a visualizar una sociedad en la que haya igualdad hombre/mujer; de ahí que se pueda concluir, siguiendo su razonamiento, que una mujer que pretenda comportarte libremente, sin que le mande nadie ha de tomarse como una ‘libertina’, ‘licenciosa’, con las connotaciones que tales adjetivaciones conllevan: “…De lo que se sigue que también los esclavos se conduzcan como libres, las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres, y, en tan amplia liber Val.Max. 6,1,4. Val. Max. 6,1,8. López Moreda, S.-Harto Trujillo, M.L.-Villava Álvarez, J., Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, libros I-VI cit., p. 404, n. 7, señala que los dos Metélos, Céler y Nepote recibieron muchos elogios por su actuación judicial. 679 680

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tad, incluso los perros y los caballos, hasta los asnos corran tan desenfrenados que haya que apartarse de su camino. Así, pues –dice Platón–681, de este libertinaje sin límites resulta al fin que los ciudadanos acaban por hacerse de mentalidad tan desdeñosa y enervada que, en cuanto se produce el mínimo acto de gobierno se irritan y no lo toleran; por lo que también empiezan a despreciar las leyes, para que nadie les mande”682.

• En el último tercio del s. II a.C.683 el Pretor emite el Edicto de adtemptata pudicitia por el que se penalizan los atentados al pudor de las mujeres honradas –matresfamilias– y de los jóvenes de ambos sexos684. Se penaliza el separar al acompañante de la victima (comitem abducere), siempre contra las buenas costumbres685. También se castiga a aquellos que cortejan, esto es solicitan con seducción (appellare686) a muchachas pudorosas y casaderas; quedando exceptuadas quienes van vestidas como esclavas o meretrices que en su caso podrán perseguir el acto intimidatorio con la acción de injurias687. Igualmente se perseguirá con esta acción el acoso y seguimiento a una mujer (adsectari) por la calle688.

Plat. rep. 8, 562 D. Cic. rep. 1,43,67. 683 Bravo Bosch, M.J., Mujeres y símbolos en la Roma republicana cit., p. 207-211, y la bibliografía allí citada. 684 Bravo Bosch, M.J., “Sobre el origen histórico de la cláusula edictal qui adversus bonos mores convicium”, Revue Internationale des droits de l’Antiquité 53 (2006) p. 148. Gaii Inst. 3,220: “La injuria se comete, por ejemplo, no solo cuando alguien golpea a otro con el puño, o con un palo o un látigo, sino que cuando lo insulta en voz alta, o cuando sabe bien, que nada se debe a sí mismo, se apodera y anuncia para la venta la propiedad de otro como su deudor; o donde escribe prosa o poesía difamando a otro; o persistentemente sigue a la madre de una familia o un niño que usa prætexta; y finalmente en muchas otras formas”. 685 Santa Cruz Teijeiro, J.- d’Ors Pérez-Peix, A., “A propósito de los edictos especiales “de iniuriis”, Anuario de historia del derecho español 49 (1979) pp. 657-658. 686 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXVII, D. 47,10,15,20: “Cortejar es atentar con dulces palabras a la honestidad de alguien; porque esto no es hacer ultraje, sino atentar contra las buenas costumbres”. 687 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXVII, D. 47,10,15,15: “Si alguno hubiere cortejado a doncellas, pero vestidas con traje de esclavas, se considera que comete menor culpa, y mucho menor si las mujeres hubiesen estado vestidas con el traje de meretriz, no de madres de familia; si, pues, la mujer no hubiere estado vestida con el traje de matrona, y alguien la cortejó, o le quitó su acompañante, está sujeto a la acción de injurias”. Igualmente se interpone acción de injurias por las palabras ofensivas; al respecto, Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXVII D. 47,10,15,21: “El que se sirve de palabras torpes, no atenta al pudor, pero está sujeto a la acción de injurias”. 688 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXVII D. 47,10,15,22: “Una cosa es cortejar, y otra cosa es seguir; porque corteja el que con palabras atenta a la honestidad, y sigue el que tácitamente sigue con frecuencia; porque la asidua frecuencia atribuye una cierta infamia”. 681 682

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Ahora bien, el bien jurídico a proteger son las buenas costumbres femeninas por lo que si no se atentara contra tales costumbres no hay acto delictivo: “Mas convendrá tener presente, que no todo el que siguió, ni todo el que cortejó, puede ser demandado por este Edicto; porque si alguno hizo esto por bromear, o por honesta oficiosidad, no incurre desde luego en el Edicto, sino cuando esto lo hace contra las buenas costumbres”689.

Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXVII, D. 47,10,15,23.

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30. EL MALTRATO –COMO CONTROL SOCIAL PRIMARIO– EN EL ÁMBITO RURAL La sociedad patriarcal, de naturaleza urbana, impone duras reglas de convivencia, y quien sale peor parada con diferencia es la mujer. Hay una creencia falsa, intencionadamente creada, de que el mundo rural es más desigualitario, cuando puede ser todo lo contrario. La amplitud de tareas a desarrollar en el ámbito agrario, tanto de labores físicas como de relaciones de vecindad, implica una mayor interdependencia hombre/mujer690. En la historia romana esto cambia cuando la ciudad ‘coloniza’ el campo, transportando modelos de comportamiento, valores, y hábitos de vida. Los tratados agronómicos son muy importantes en este sentido, y evidentemente también en muchos otros aspectos. La romanidad, y en ella se incluye el patriarcado, ha de llegar a todos los rincones del Imperio, pues hay que interconectar lo más compactamente posible todos los espacios. Especialmente interesantes son las palabras de Catón el Censor, en su tratado De agricultura, al recomendar al capataz que se haga respetar por su mujer hasta el punto de que ella le tenga miedo. Lo que permite claramente deducir la existencia de violencia y malos tratos691; en la expresión “Haz que te tema” se recomienda, como si de un animal salvaje se tratara, que el capataz (villicus) desde el inicio de la relación de pareja domestique a la capataza (villica) a través de los medios físicos y psicológicos que estime; provocando incluso violencia ‘preventiva’ para establecer roles de sumisión y patrones indiscutibles de conducta692. Ahora bien, esa cadena de agresiones se enmarca en un catalogo de deberes de la capataza o administradora de la villa agrícola, con los que se consigue la aniquilación de su personalidad y su completa instrumentalización al servicio del capataz693, y por ende para los fines de rentabilidad de la empresa del Pater familias: 690 Fornell Muñoz, A., “Las mujeres y su papel en la villa romana”, Epistemología femenina: Mujeres e identidad, Sevilla 2011, pp. 785-786, indica que la villa agrícola no funciona sin la participación femenina, entregada cotidianamente a las tareas, sin ritmo separado para el trabajo, sus actividades resultan económicamente muy rentables. 691 Cañizar Palacios, J.L., “Domina y vilica: espacio vital femenino en el de agricultura catoniano”, Habis 43 (2012) p. 89. 692 Rubiera Cancela, C., “Vilicus et vilica. Estereotipos masculinos y femeninos de la población esclava en la literatura de los agrónomos greco-latinos”, Arenal 17.2 (2010) p. 366, n. 29, explica que cuando Catón en este texto emplea el término uxor, el vocablo tiene un primer significado relativo a la mujer dentro del matrimonio. Ahora bien, otra de las acepciones de esta palabra se refiere también a la hembra de un macho o compañera de noche o consorte. 693 En el capítulo anterior Catón ha tratado sobre los deberes del capataz o administrador de la villa agrícola; Cato agr. 151: “Deberes del administrador. Hará lo que el dueño le ordene. Todo el trabajo del fundo, como comprar asimismo lo que se necesite y prepararlo, de

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“(1) Procure que la administradora cumpla con sus deberes. Si el dueño te la ha dado como esposa, conténtate con ella. Haz que te tema. No sea excesivamente lujuriosa. Tenga poco trato con vecinas y otras mujeres, y no las reciba en su casa ni se reúna con ellas: que nunca coma fuera y no sea andariega. El oficio divino no lo haga, ni mande a quien por ella lo haga, sin el mandato de su dueño o dueña: sepa que el dueño hace el oficio divino por toda la familia. (2) Sea limpia; tenga la casa barrida y limpia; deje el hogar limpio y barrido todos los días antes de irse a acostar. En las Calendas, en los Idus, en las Nonas, cuando haya algún día festivo, ponga sobre el hogar una corona y durante estos días haga súplicas frecuentes al lar familiar. Cuide que tú y los esclavos tengáis el alimento dispuesto. (3) Tenga muchas gallinas y huevos. Tenga peras secas, sorbas, higos, uvas pasas, sorbas en vino cocido, peras y uvas en recipientes, y también manzanas, … todas estas conservas hágalas cada año con esmero. Sepa hacer buena harina y farro fino”694.

De todos los tratados agronómicos, conservados hasta nuestros días, sólo los de Catón, y Columela (siglo y medio después), recogen recomendaciones de este tipo; lo que ratifica su conexión directa con la concepción de la ciudadanía romana, totalmente incardinada en una estructura patriarcal.

acuerdo con la clase y cantidad de alimento y ropa que haya que dar a los esclavos: amonesto al capataz a que haga todo esto y se ocupe de ello estando presto a la orden de su dueño. Además, cuide de cómo deben ser sus relaciones con la capataza y de cómo debe mandar aquella para que a la venida del dueño estén preparadas las cosas necesarias y cuidadas con esmero”. (Perales Alcalá, A.M., Catón, De agri cultura, Granada 1976, pp. 201-202). 694 Cato agr. 152; al respecto, Perales Alcalá, A.M., Catón, De agri cultura cit., pp. 5 y ss.

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31.  LA PERSECUCIÓN POLÍTICA EN CLAVE DE REPRESIÓN SEXUAL La fiesta de las Bacanales se celebran en honor a Baco, el dios de la juventud, y entre otras muchas connotaciones, dios del vino. El culto originariamente es griego, organizado sólo por mujeres, y asociado al dios Pan. Sus ritos penetran a través de Etruria en torno al 200 a.C., tras la segunda guerra púnica. Las bacantes realizan las solemnidades en secreto en el bosque de Similia; en el área del Aventino, cerca de los muelles, donde la población extranjera es más numerosa. Las romanas se sienten atraídas por este culto dionisiaco y con su papel activo en las ceremonias; dicha participación femenina es considerada “externa superstitio” para la mentalidad romana, conforme a la cual nada escapa a la autoridad masculina. Por tanto, esta fiesta es considerada un culto peligroso, propiciatorio de locura femenina695 y de crímenes696. En la mitología las ménades son poseídas por Dionisos (dios que quedará para el futuro asociado al vino), y desde entonces enloquecen; es ésta asociación una llamada de aviso a las romanas que escuchen, o vean, las representaciones gráficas, para que sean conscientes de que pueden terminar como aquellas. Literalmente ‘ménades’ puede traducirse por “las que desvarían”. Se dice de ellas que son mujeres en estado salvaje, que vagan en bandadas, desordenadas, por las laderas de las montañas; ajenas a los principios sociales y con las que es imposible razonar. Sgnificativo resulta el suplicio de Dirce, sacerdotisa de Dionisos, que por su ira monstruosa es representada en un fresco de la casa de los Vetti de Pompeya.

Vallejo Pérez, G., “El consumo del vino en el mundo romano”, Anuario de la Facultad de Derecho de Alcalá 7 (2014) p. 222. Una de las características de estas sociedades secretas femeninas era el empleo de un lenguaje obsceno, que encerraba valores mágico-religiosos. 696 Cid López, R.M., “Desviaciones religiosas y violencia contra las mujeres en la Roma antigua. El episodio de Bacchanalia”, Violencia deliberada. Las raíces de la violencia patriarcal, Barcelona 2007, pp. 137-139; 145-148. 695

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Fresco que representa al rey Penteo despedazado por las ménades (Casa de los Vetti. Pompeya)697

La degradación de las costumbres provoca la cólera de los dioses, pues con ello se relaja la organización de la vida religiosa romana, que está pensada en función a la comunidad: el olvido de los ritos, la búsqueda del placer, de la riqueza, la falta de lealtad, son algunas de las faltas contra el orden natural698. Por ello, Tácito reclama del ciudadano una actitud responsable en el cumplimiento de sus deberes. En beneficio de su benignitas, los hombres deben velar por el respeto estricto a los ritos de la religión oficial, que les lleva a disciplinar el sentido innato de divinidad que se encuentra en cada uno de nosotros; la religiosidad refuerza la cohesión de Roma, y ahuyenta las causas de anarquía, que son supersticiones incontroladas699.

Ranieri Panetta, M., Pompeya. Historia, vida cit., pp. 365-366. Cic. Cluent. 1,194. 699 Mambwini Kivuila-Kiaku, J., “La dimension anthropologique de l’analyse des causes historiques chez Tacite: religio et sacré dans la pensée de l’historien et du vulgus”, Evphrosyne, 25 (1997) pp. 133 ss. 697 698

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Las dos imagen que se reproducen infra son parte de un gran mural, dividido en escenas, en él se representan las fiestas dionisiacas. En otras escenas se ve a la recién iniciada acicalándose en presencia de la dueña de la casa, que controla el correcto cumplimiento de todos los ritos. Seguidamente la iniciada, que ya ha sido flagelada, se abandona al llanto, y es consolada por otra bacante, mientras que en primer plano una bacante se entrega a una danza orgiástica.

Fresco con bacantes en un rito de iniciación (Villa de los Misterios. Pompeya)

En el siguiente fragmento escogido se puede ver un Sileno viejo, preceptor de Dioniso-niño, medio desnudo que toca la lira; al lado hay un sátiro que toca el cañamillo y una ménade (con orejas de sátira) que está amamantando a una cabra. El grupo concluye con otra ménade, en trance, que ejecuta una danza con velos.

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Fresco con sátiros y ménades (Villa de los Misterios. Pompeya)700

Con el tiempo en esos ritos también participan hombres. En el trágico suceso que conmociona Roma concurren variadas circunstancias que analizó Murga, y en las cuales no voy a profundizar701. En el 186 a.C., tras la denuncia de un ciudadano el Senado encarga a los cónsules Espurio Postumio Albino y Quinto Marcio Filipo que investigue una clandestinis coniurationibus celebrada con ocasión de la fiesta de las Bacanales, no ya sólo por gente vil, sino por lo más granado de la aristocracia romana. Los delatores, según narra siglos después Tito Livio, describen todo tipo de horrores, desde excesos en el consumo alcohólico y sexo desenfrenado, a falsos testimonios, suplantación de testamentos, y hasta envenenamientos y asesinatos silenciados por el tronar de tambores. Ante la gravedad político-religiosa y moral de los hechos se emite un Senado-consulto que determina los términos en los que se erradicarán estas malas prácticas702: Ranieri Panetta, M., Pompeya. Historia, vida cit., pp. 14-15. Murga, J.L., Rebeldes a la República, Barcelona 1979. Un análisis detallado de la génesis y desarrollo del conflicto de las bacanales puede encontrarlo en Santa Cruz Teijeiro, J., “La narración de Tito Livio y el Senado consulto de Bacchanalibus”, Anuario de Historia del Derecho Español 23 (1953) pp. 395-406. 702 Rascón García, C., “A propósito de la represión de las bacanales en Roma”, Estudios jurídicos en homenaje al profesor Ursicino Alvarez Suárez, 1978, p. 403, escribe que conforme al Bronce de Tiriolo (CIL, I,2) la persecución del Poder público no es ciega y fanática, como suelen serlo las religiosas, sino que concede diez días de plazo para que se conozca. Además, la variada extracción de los bacantes, y su cariz de evasión, excluye cualquier amenaza subersiva en los participantes a tales reuniones. El bronce contiene dos documentos: el texto del senadoconsulto y la orden a las autoridades del ager Teuranus de que lo den a conocer y dispongan su ejecución. Conforme a estos datos el autor estima que el Estado romano ve enemigos donde los propios enemigos no sabe que lo son, hecho no del todo infrecuente en 700 701

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“Quinto Marcio, hijo de Lucio, y Espurio Postumio, hijo de Lucio, consultaron al Senado en las nonas de Octubre, junto al templo de Bellona. Marco Claudio, hijo de Marco, Lucio Valerio, hijo de Publio, y Quinto Minucio, hijo de Gayo, estuvieron presentes en el acto de redacción y escritura. Sobre las Bacanales (…) Se vota. Que nadie ejerza la función de sacerdote; que nadie ya sea hombre o ya sea mujer, sea maestro de ceremonias. Que nadie recaude dinero común; que nadie, ya sea hombre, ya sea mujer, sea magistrado o haga de magistrado; que nadie conspire, que nadie se reúna, ni se comprometa, ni haga pactos; que nadie celebre ritos en oculto. Ni en lugar público ni en privado, ni siquiera fuera de la ciudad, podrá llevarse a cabo rito alguno, a no ser que previamente se hayan personado ante el pretor urbano que junto al Senado podrá dictaminar sobre ello, y siempre que estuvieran presentes no menos de cien senadores cuando este asunto sea tratado. Se vota. Nadie en grupos de más de cinco personas juntas, hombres y mujeres, puede celebrar ritos, ni puede haber entre ellos más de dos hombres y más de tres mujeres, excepto con la sanción del pretor urbano y del senado, como se ha escrito antes. … Esto se proclama en asamblea y es sancionado por el Senado, que en no menos de tres mercados, para los que fueran conocedores, la condena sea así: “Si hay alguien que actúa de manera contraria a lo que está escrito arriba, será condenados a la pena capital”; y además el Senado decreta que esto sea inciso en una tabla de bronce y ordena que sea fijada esta tabla donde se pueda conocer más fácilmente. Se falla que hagáis que las cofradías de la Bacanales, si las hay, excepto en lo que haya de sagrado, tal como está escrito anteriormente, se disuelvan en diez días desde que esta tabla sea entregada. (…)”703.

El número de conjurados detenidos y encarcelados asciende a siete mil, de ambos sexos, aunque el foco de culpabilidad recaerá fundamentalmente en las mujeres704. Estos datos revelan la vasta dimensión del problema705, y una latente peligrosidad social. El sistema político se ha alertado y la represión será severa. Los patresfamiliae de las encarceladas se librarán de la consiguiente vergüenza, ejerci-

sistemas conservadores, y toda esta represión política enarbolando la bandera de la moral y del pudor. 703 Senado-Consulto de Bacanales (CIL I 2,581). 704 Por el contrario Pavón Torrejón, P., “Y ellas fueron el origen de este mal… (liv. 39. 15. 9). Mulieres contra mores en las Bacanales de Livio”, Habis 39 (2008) p. 90, estima que no hubo distinción en la represión entre hombres y mujeres. 705 En el Epítome de Julio Paris se trata de la severidad que se ejerce contra una gran parte del pueblo romano, Paris 6,3,7: “Siendo cónsules Espurio Postumio Albino y Quinto Marcio Filipo, el Senado dispuso que investigaran acerca de quiénes habían cometido incesto aprovechando los ritos de las Bacanales. Una gran parte del pueblo romano fue castigada”; al respecto, López Moreda, S.- Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez, J., Hechos y dichos memorables, libros VII-IX cit., p. 292.

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tando la justicia privada; y aquellas que carecen de familiares serán directamente castigadas por el Poder público706: “… Semejante fue la severidad que demostró el Senado cuando encomendó a los cónsules Espurio Postumio albino y Quinto Marcio Filipo que investigaran acerca de las mujeres que habían cometido incesto aprovechando los ritos de las Bacanales. De ellas, muchas fueron condenadas y ejecutadas en sus hogares por sus propios familiares, de manera que la vergüenza del delito, suficientemente conocida, fue remediada por la severidad del castigo. No en vano, todo el oprobio con que nuestras mujeres habían mancillado Roma por su vergonzosa acción se convirtió en alabanza por el duro castigo impuesto”707.

Las mujeres no son ejecutadas, como los hombres, sino que el castigo lo aplican los parientes bajo cuyo poder están sometidas; así pues, como señalan algunos autores, incluso en la muerte, la feminidad se halla marginada de lo público708. Entre los delatores hay una mujer, Hispala Fecenia, quien recibe inmunidades y recompensas709. Las muertes de improviso en el mundo romano genera un temor, porque el pueblo las siente espantosas (la mala muerte) 710; y ese miedo contrae el sentido crítico y anula el sentimiento de lucha para evitarlas. • Otro tipo de persecución es el que sufren las esposas y la familia de los proscritos en las guerras civiles, que al defenderlos –y ante el eventual fracaso de su lucha– optan por sufrir el mismo fatal destino, y probablemente su propio fin711; concretamente me refiero a la primera guerra civil (88 a.C.- 81 a.C.). Son Liv. 39,18,6: “… encarcelados, pero tanto en uno como en otro caso fue muy elevado el número de hombres y mujeres. Entregaban las mujeres condenadas a los parientes o a quienes ejercían la tutela sobre ellas para que ellos mismos procedieran contra ellas en privado; si no había nadie que reuniera los requisitos para aplicar el castigo, se hacía en público”; al respecto, Villar Vidal, J.A., Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación, libros XXXVI-XL cit., p. 284. 707 Val. Max. 6,3,7. 708 Prieto Arciniega, A.- Sanahuja Yll,M.E., “El papel de la mujer en las Bacanales romanas”, Memorias de historia antigua 5 (1981) p. 149. 709 Liv. 39,19,5-7: “Hispala Fecenia tendría derecho a dar y enajenar sus bienes, casarse fuera de su gens y también a elegir tutor con la misma validez que si lo hubiera asignado un marido por testamento; además, le estaría permitido casarse con un hombre nacido libre sin que ello significase perjuicio o descrédito alguno para quien la tomase por esposa; asimismo, los cónsules y los pretores ejercientes y sus sucesores se ocuparían de que aquella mujer no sufriese daño alguno y estuviese segura. Esto era lo que el Senado quería y consideraba justo que así se hiciese”. 710 Gunella, A., “Morti improvvise e violente nelle iscrizioni latine”, La mort au quotidien dans le monde romain. Actes du colloque organisé par l’Université de Paris IV (Paris-Sorbone 7-9 octobre 1993), Paris 1995, p. 10. 711 App. BC 4,15: “Igualmente palpable fue el valor de otros –de mujeres, niños, hermanos y esclavos–, quienes salvaron y planearon muchos medios de fuga para los proscritos y murieron con ellos cuando sus planes no tuvieron éxito”. 706

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mujeres fuertes, que no se arredran ante el peligro, y que se sienten unidas ante el nefasto fatum por la defensa de supervivencia familiar, simbolizado por el paterfamilias, y en su defecto por la descendencia masculina712. Algunas no desestiman utilizar sus atractivos físicos, superando su educada virtud de la pudicitia, cuando las circunstancias lo exigen: “La mujer de Coponio compró a Antonio la salvación de su marido a costa de su honra, aunque había sido casta hasta entonces, remediando de esta forma una desdicha con otra”713.

712 App. B.C. 4,40: “La esposa de Apuleyo amenazó a éste con delatarle si escapaba él solo. Y el marido la llevó contra su voluntad, y consiguió disipar las sospechas de su fuga al hacer el viaje de manera ostensible acompañado de su mujer y de sus esclavos y esclavas. La esposa de Antio envolvió a éste en una funda de cama y entregó el bulto a unos porteadores para que lo transportaran desde la casa hasta la orilla del mar, desde donde huyó a Sicilia. La mujer de Regino ocultó por la noche a su marido en una cloaca, en la que los soldados no se atrevían a penetrar durante el día a causa del mal olor; a la noche siguiente, lo disfrazó como un traficante en carbón y le proporcionó un asno cargado con carbón para que lo arrease, y ella le precedía a una corta distancia en una litera. Uno de los centinelas de las puertas de la ciudad sospechó de la litera y realizó una inspección; Regino, presa del temor, avivó el paso y, como si fuera un viandante, pidió al centinela que no importunase a las mujeres. Éste, tomándolo por un carbonero, le respondió con acritud, pero, al reconocerlo –pues había servido a sus órdenes como soldado en Siria–, le dijo: “Prosiga, en buena hora, su camino, mi general, ya que así debo llamarte también ahora”. 713 App. BC. 4,40.

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32.  LAS MATRONAS EN ESCÁNDALO PÚBLICO Es frecuente que “los hombres de estado” estén lejos, en la guerra, ejerciendo cargos en las provincias o en el exilio, a lo que hay que sumar la alta mortalidad masculina. De ahí que las mujeres de la familia pasen a un primerísimo plano social al quedarse en casa por largos periodos asumiendo la administración y gestión de patrimonios familiares; e incluso a la muerte del marido con todos sus bienes714. Un ejemplo piadoso de estas mujeres valientes se encuentra en Rhea, madre de Quinto Sertorio, a quien Plutarco describirá más tarde en sus Vidas paralelas; ella, viuda y univira, perteneciente al orden ecuestre, dará a su hijo una esmerada educación, y él llega a sentir verdadera devoción por su madre715. • Este contexto favorece la valoración de la mujer, y el poder que implica la concentración en manos femeninas de grandes sumas de dinero, así como los peligros que conlleva esta ‘nueva libertad repentina’. Durante la primera Guerra púnica la hija de Apio Claudio el Ciego es castigada por haber proferido en público palabras de desprecio al pueblo romano, y por lo que será multada: “No sólo se impusieron castigos públicos por hechos, sino también por palabras arrogantes, por considerar que la dignidad inviolable del modo de vida romano así lo exigía. Así, la hija del célebre Apio el Ciego, al salir de unos juegos a los que había asistido, se vió arrastrada por la multitud de gente que afluía y se remolinaba. Cuando logró zafarse de allí, tras decir que lo había pasado mal, hizo esta declaración: ‘¿Qué me habría pasado y cuánto más fuerte y estrechamente habría sido apretujada si mi hermano P. Claudio no hubiera perdido en una batalla naval una flota con un gran número de La lex Voconia de mulierum hereditatibus (169 a.C.) que limitaba los derechos hereditarios de las mujeres era conculcado a través de fórmulas diversas. Así, por ejemplo, Cicerón narra una historia acontecida en los años setenta del s. II a.C.; Cic. fin. 2,18,58: “Verdaderamente, ¡cuantas injusticias pueden cometerse sin que nadie pueda censurarlas! Si un amigo moribundo te ruega que entregues la herencia a su hija, sin haberlo escrito nunca, como lo escribió Fadio, y sin haberlo dicho a nadie, ¿qué harías? Tú, sin duda, se la entregarías; quizás también Epicuro se la entregaría, como hizo Sexto Peduceo, hijo de Sexto, que dejó en su hijo, amigo nuestro, la imagen de su bondad y de su honradez. … Aunque nadie sabía que él había recibido las últimas voluntades de Gayo Plotio, ilustre caballero romano, de Nursia, se presentó espontáneamente ante la mujer de éste, que ignoraba lo sucedido, le comunicó el mandato de su marido y le entregó la herencia”; al respecto, Herrero Llorente, V.J., Del supremo bien y del supremo mal (introduc., trad. y notas), Madrid 1987, p. 133, n. 180, señala que Sexto Paduceo fue propretor de Sicilia entre el 76-75 a.C., y que al recibir los bienes de Cayo Plocio los envió a su viuda. 715 Sobre Rhea y su hijo Sertorio, véase Manchón Zorrilla, A., “Viudas y rebeldes: Rhea, madre de Quinto Sertorio”, Género y enseñanza de la Historia. Silencios y ausencias en la construcción del pasado, Madrid 2015, pp. 227-232. 714

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ciudadanos? Seguro que hubiese muerto aplastada por una mayor afluencia de gente. ¡Ojalá mi hermano vuelva a la vida y conduzca otra flota a Sicilia, y lleve a la muerte a esta multitud que hace un momento, desdichada de mí, me ha zarandeado tan desconsideradamente’. A causa de estas palabras tan perversas y crueles de la mujer, C. Fundanio y Tiberio Sempronio, ediles de la plebe, le impusieron una multa de veinticinco mil libras en lingotes de bronce. …”716.

• Los ediles en dos ocasiones, con ochenta y dos años de diferencia, acusan a un grupo de matronas por estupro y por malas prácticas habituales717; por tanto se desmarcan de la actuación habitual por la cual la familia ante un caso concreto y aislado de estupro aplican la justicia del paterfamilias a través de los Tribunales domésticos. En el 295 a.C. fueron condenadas a una multa718; en este caso, como señala Montero, las autoridades romanas establecen sutilmente una relación causa-efecto entre los prodigios y el comportamiento de las matronas719: “Fue un año afortunado por las acciones bélicas, malsano debido a una epidemia, inquietante debido a hechos extraños, pues llegaron noticias de que había llovido tierra en muchos sitios y que en el ejército de Apio Claudio muchos habían sido alcanzados por rayos; debido a esto, se consultaron los libros sibilinos. Aquel año Quinto Fabio Gúrgite, hijo del cónsul, impuso una sanción económica a algunas matronas condenadas ante el pueblo por adulterio; con el dinero de las multas hizo construir el templo de Venus que está cerca del Circo”720. Gell. 10,6,1-3; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I cit., pp. 344-345. 717 Garofalo, L., La competenza a promuovere ‘iudicia populi’ cit., pp. 451-474, señala que respecto a los actos delictivos adscritos a mujeres, independientemente de que fueran políticos o comunes, los ediles son competentes para promover procesos populares contra dichas personas, por lo menos durante los siglos III y II a.C. 718 Liv. 10,31,9: “Aquel año Quinto Fabio Gurgite, hijo del cónsul, impuso una sanción económica a algunas matronas condenadas ante el pueblo por adulterio; con el dinero de las multas hizo construir el templo de Venus que está cerca del Circo”. 719 Montero, S., “Los haruspices y la moralidad de la mujer romana”, Athenaeum 81.1 (1993) pp. 647-658. 720 Livio, 10,31,8. Sobre este episodio Cicerón, un siglo después hace una valoración; Cic. leg. 2,15,37: “Marco.- Vuelvo, pues, a nuestras cosas; en las cuales se ha de sancionar en verdad diligentísimamente que la luz clara custodie a los ojos de muchos la fama de las mujeres, y que sean iniciadas en aquel rito a Ceres en que son iniciadas en Roma. La severidad de nuestros mayores en él, cual declara el viejo decreto del senado acerca de las Bacanales, y la indagación y castigo, habiendo sido empleado el ejército de los cónsules. Y, para que no parezcamos nosotros quizá más duros, en medio de Grecia, el tebano Diagondas abolió por una ley dictada para siempre todas las fiestas nocturnas. Aristófanes, el poeta más gracioso de la vieja comedia, ataca en verdad de tal modo a los dioses nuevos y las veladas nocturnas pasadas en rendirles culto, 716

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• Después de la muerte de su hermano el general Apio Claudio Pulcro (249/246 a.C.), quizás suicidado al ser acusado de alta traición, su hermana es acusada del mismo crimen; aunque la verdadera razón vendría más bien dada por el escándalo público que provoca esa matrona de familia ilustre y adinerada, cuando yendo en carro por la vía pública, se atreverse a cuestionar las decisiones políticas y emitir un comentario antipatriota: “Otra Claudia fue acusada ante el pueblo del delito de lesa majestad, extraño hasta entonces a las mujeres, porque avanzando con dificultad su carro entre los apiñados grupos de la multitud, expresó públicamente su deseo de que resucitase su hermano Pulcher y perdiese otra flota para disminuir la población de Roma”721.

• Volviendo al tema del pudor, estando la ciudad de Roma a punto de ser destruida por Anibal en el 216 a.C., se juzga a dos vestales que han violado sus votos de castidad722; inmediatamente y de manera inexplicable Anibal decide desviar a su ejército a otras regiones italianas. La misma autora pone de relieve que quizás la razón de este castigo también esté en que dichas mujeres viven solas, lejos del control familiar, del que se habían desentendido723: “… batalla … Y los propios soldados, en cartas que enviaron a sus familiares, acusaban al cónsul de no ser capaz de mandar el ejército. Esto fue lo que sucedió en el campamento, y mientras tanto, en la propia Roma aparecieron muchas señales de los dioses bajo la forma de voces y visiones inusuales, como indicaciones de la cólera divina. Y todo apuntaba a esto, según manifestaron los adivinos y los intérpretes de prodigios: que algunos dioses estaban irritados porque no recibían los honores acostumbrados, pues sus ritos no se estaban realizando ni con pureza ni con piedad. Después de esto, tuvo lugar una búsqueda exhaustiva por parte de todos y, por fin, se denunció ante los pontífices que una de las vírgenes que guardaban el fuego sagrado, cuyo nombre era Opimia, estaba contaminando los ritos por haber perdido la virginidad. Y los pontífices, averiguando mediante torturas y otras pruebas que el delito denunciado era cierto, le quitaron a ésta de la cabeza las cintas y, conduciéndola en procesión a través del Foro, la enterraron viva dentro de la muralla, y a los dos hombres que fueron convictos de haber lle-

que, en él, Sabazio y algunos otros dioses juzgados extranjeros son echados de la ciudad. Que el sacerdote público libre, pues, de miedo a la imprudencia expiada con buen consejo; que condene y juzgue impía la audacia en admitir religiones abominables”. 721 Suet. Tib. 2,4. 722 Plut. Fab. 18,3: “… De hecho, también en Delfos se envió a consultar el oráculo a Pictor, pariente de Fabio, y cuando se descubrió que dos vírgenes vestales se habían dejado seducir, a una, como es costumbre, la sepultaron viva, y la otra se suicidó”. 723 Cantarella, E., Dammi mille baci cit., pp. 112-113.

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vado a cabo la violación, los azotaron públicamente e inmediatamente les dieron muerte. Y después de esto, los sacrificios y los augurios fueron favorables, mostrando que los dioses habían depuesto su cólera contra ellos”724.

Sin embargo, en el 213 a.C., las circunstancias políticas por el peligro cartaginés eran muy graves, y ello condicionó que a las mujeres impías se le agravase la condena con la pena de exilio725; al respecto señala Cantarella que los romanos solían atribuir las desgracias públicas a las malas costumbres femeninas726: “en el Foro y en el Capitolio había una multitud de mujeres que no ofrecían sacrificios ni suplicaban de acuerdo con las costumbres patrias”. Consecuentemente, el Poder público ejerce una repulsión frontal a las prácticas adivinatorias y rituales foráneas727. Y para congraciarse con los dioses se dedica una estatua de Venus (‘la que aparta los corazones del deseo’) a la matrona más virtuosa, según cuenta Plinio al tratar de la vergüenza: “Una mujer fue considerada como la más virtuosa a juicio de las matronas: una vez Sulpicia, hija de Paterculi, esposa de Fulvio Flaco, fue elegida entre un centenar de candidatas por los romanos para dedicar la estatua de Venus, según mandaban los libros sibilinos. La misma alabanza dieron de Claudia, por la experiencia religiosa, que trajo la estatua de la Madre de los dioses a Roma”728. Liv. 8,89,4-5. Al respecto, Staples, A., From Good Goddess to Vestal Virgins cit., pp. 135-136. Liv. 25,2,9: “Los ediles de la plebe Lucio Vilio Tápulo y Marco Fundanio Fundulo presentaron ante el pueblo acusación de conducta inmoral contra varias matronas; mandaron al destierro a algunas de ellas que resultaron condenadas”. 726 Cantarella, E., La mujer romana cit., pp. 28-29, cita al respecto el suceso que acaece el 214 a.C., cuando una muchacha llamada Helvia es abatida por un rayo y al caer muerta sus ropas quedan desordenadas en el cadáver; este hecho es interpretado como un signo denunciatorio de la vida disoluta de las mujeres de la época, ante lo cual se buscan culpables, en concreto tres vestales a las que se juzga por violar el voto de castidad, y se las castiga a ser sepultadas vivas. 727 Liv. 25,1,6-12: “Cuanto más se alargaba la guerra y los triunfos y los reveses hacían cambiar la actitud de las gentes tanto como la situación, se iba difundiendo entre la población tal cantidad de prácticas supersticiosas, venidas de fuera además, en gran parte, que se diría que de repente habían cambiado o los dioses o los hombres. Y ya no sólo iban cayendo en desuso los ritos romanos en privado y en el interior de las casas, sino que incluso en público, en el foro y en el capitolio había una multitud de mujeres que no ofrecían sacrificios ni suplicaban de acuerdo con las costumbres patrias. Sacrificadores y adivinos se habían adueñado de las mentes; su número se vio incrementado, por una parte, por la avalancha de campesinos a los que la miseria y el pánico habían empujado hacia la ciudad desde los campos que la larga duración de la guerra había vuelto peligrosos e incultos, y por otra parte por las ganancias fáciles que sacaban de la ignorancia ajena, que explotaban como si ejercieran una profesión autorizada. (…)”. 728 Plin. nat. 7,120,1; Val. Max. 8,15,12: “Al recuerdo de ejemplos relativos a los hombres, merece la pena añadir el de Sulpicia, hija de Servio Paterculo y esposa de Quinto Fulvio Flaco. Tras examinar los decenviros los libros sibilinos, el Senado decidió consagrar una estatua a Venus Verticordia, para así apartar más fácilmente del desenfreno la atención de vírgenes y 724 725

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Este gesto del Poder pública es una manera de congraciarse con las mujeres que se manifiestan en la calle (actiosae), tras las batallas de Tresimeno y Cannas. Señala Cid que la República vive continuos periodos de crisis, y, tras el análisis de los prodigios por el sacerdote, quien detecta la cólera divina, los políticos solicitan a las matronas que celebren ritos expiatorios o suplicationes, actuando como piatrices, esto es, haciendo plegarias para calmar la ira divina729.

mujeres, y guiarlas de nuevo a la virtud. Y después que se eligió de entre todas las matronas a cien, y de esas cien se echaron a suertes diez para dar con la mujer más pudorosa, Sulpicia fue preferida al resto por su castidad”; al respecto, López Moreda, S.- Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez, J., Hechos y dichos memorables, libros VII-IX cit., pp. 124-125. 729 Cid López, R.M., Mujeres y actividades políticas en la República cit., p. 132.

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33. LA INCONSCIENCIA DE LOS DIOSES: VIOLENCIA POR NATURALEZA En este periodo la mitología griega termina de calar en la sociedad romana que crea un panteón de dioses en paralelo a aquella; no obstante, estos no se presentan más dulcificados. Es un mundo salvaje (sin leyes religiosas o civiles, ni moral) y agresivo, en el que los atentados a la mujer son consentidos incluso por el padre; y donde aparecen habitualmente episodios violentos, estupros e incestos730. Las divinidades del panteón grecorromano son el espejo en el que los hombres y las mujeres de la época pueden reflejarse. La violencia física, sexual y psicológica que los dioses ejercen contra las diosas, o contra las heroínas mitológicas, es uno de los mecanismos que el orden patriarcal pone a disposición de los hombres para controlar a las mujeres. Las historias míticas presentes en la vida diaria de romanos y romanas muestran a los personajes masculinos como agresores en potencia, con capacidad para invadir los cuerpos femeninos que ellos deseen, sin tener en consideración la voluntad femenina731. Un ejemplo de esta violencia es el mito griego de Ifigenia, que como tantos episodios aparece reproducido en imágenes pictóricas en los muros de las grandes o medianas casas romanas. La leyenda cuenta que irritada la diosa Artemisa (Diana en el mundo romano) con Agamenon, comandante del ejército griego, provoca unos vientos que impiden a las naves llegar a Troya. La Diosa, para aplacar su ira, exige que se sacrifique a Ifigenia, hija de Agamenón. Finalmente éste acepta las condiciones, y engañando a su mujer Clitemnestra y a su propia hija, la trae hasta el puerto donde está amarrada la flota. Ifigenia cree que su viaje tiene como propósito desposarse con Aquiles, quien finalmente se rebela contra Agamenón y pretende salvarle la vida. Finalmente Ifigenia es sacrificada, con el asentimiento de todo el ejército, pues prefieren que se realice tal asesinato a permanecer en puerto sin poder llegar a la guerra de Troya. En otra interpretación el final difiere, salvando la diosa a Ifigenia en el postrero momento, pero la recluye en un templo como sacerdotisa. En cualquiera de los dos planteamientos, es la hija quien es la víctima expiatoria de un castigo que hubiera debido inferirse al padre. Por tanto, una diosa masculinizada que aplica, como lo hubiera hecho el sexo contrario, violencia contra las mujeres; y es la colectividad de Mañas, I., Representaciones culturales de la violencia de género cit., pp. 66-70. Guerra López, S., Mito y violencia sexuada en la metamorfosis de Ovidio cit., pp. 175176, refiere que los poetas de época augústea se sirven de la mitología para describir como encantadoras escenas amorosas, juegos y fantasías eróticas, lo que realmente es violaciones perpetradas por dioses violadores. Según el autor, Ovidio se posiciona en línea diametralmente opuesta al sector mayoritario de los poetas, optando por desenmascarar la violencia de las relaciones entre hombres y mujeres. 730 731

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hombres la que asiente en el delito, haciéndola víctima de la guerra. Incluso van más allá al impedir al héroe Aquiles que remedie tal injusticia.

Fresco romano sobre el sacrificio de Ifigenia (Pompeya)732

En el fresco que arriba se reproduce la escena en la que Ulises y Diomedes sujetan por la fuerza a una Ifigenia desnuda, que se resiste y que clama clemencia a la diosa Artemisa, en un intento de librarse de la ejecución733. No se trata aquí de exponer un estudio pormenorizado de este tema; baste con presentar algunas pinceladas para tener una idea de la totalidad, siguiendo la descripción que realiza Andrés734: —

Zeus (Júpiter en Roma): Simboliza la jerarquía patriarcal del Olimpo de los dioses griegos. Su poder es divino y humano, administra implacablemente la justicia; y es violento incluso en sus relaciones sexuales y de procreación. Utiliza el engaño para seducir, incluida a su propia

Mattusch, C.C., Pompeii and the roman villa, Verona 2008, p. 76, describe el escenario que se muestra en el fresco. Ifigenia es entregada por su padre Agamenon, para ser sacrificada como ofrenda a la diosa Artemisa; Agamenon aparece con el rostro tapado por una túnica para esconder el sufrimiento. 733 Huntingford, E., Persecución, desesperanza y muerte cit., p. 162. 734 Andrés Domingo, P., Violencia contra las mujeres, violencia de género cit., p. 28. 732

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esposa Hera (Juno en Roma); y cuando no lo logra, rapta y viola a diosas y mujeres mortales735. Atenea (Minerva en Roma): Guerrera, no violenta, que recurre a la estrategia y a la inteligencia: es diosa ‘viril’, y virgen, que no se somete a ningún varón. No nace de mujer, sino de la cabeza de Zeus. Afrodita (Venus en Roma): Diosa seductora, por la que se pelean los hombres.

Un apartado especial merecen los Sátiros. El Dios Dionisio (Baco para los romanos), patrón de la juventud, de la vendimia, del vino, de la alegría, entre otros rasgos, se rodeaba de un séquito de sátiros y de Ménades. Asociado a la figura del sátiro todos tenemos en nuestro imaginario colectivo dos imágenes indisolublemente unidas: la de las ninfas que huyen de aquel, y la del entorno paradisiaco en el que se desarrolla la inquietante escena. En palabras llanas, un potencial violador en permanente priapismo, al que bondadosamente la literatura de todos los tiempos ha descrito como criatura híbrida entre hombre y carnero, que habita en los bosques: sensual, impredecible y caprichoso. Se introducen en el mundo romano a través de la tradición griega736. Para finalizar este apartado creo que merece atención especial Zeus, el dios de dioses, para detenerme unas líneas en una de sus frecuentes estrategias seductoras de adúltero sempiterno. El mito griego se conoce como ‘Leda y el Cisne’, y tras esa imagen aparentemente dulce de la historia se esconde una fragrante violación. Leda, hija de Testio, está casada con el rey Tindáreo de Esparta. Zeus se prenda de ella, y se transforma en cisne para aproximarse a ella mientras pasea junto al río Eurotas; seguidamente finge ser perseguido por un águila, para posarse en ella y poseerla. En la primera de las imágenes, en la parte superior del mosaico se puede leer el adulterio de Júpiter, cuando realmente es un acto de fuerza hacia Leda, pues más allá de que Júpiter sea un adúltero lo que se esconde es que es un violador. El ciclo iconográfico adulteria iovis ha sido concebido tradicionalmente como escenas “amorosas” “idílicas”.

735 Tiempo después, en el año 8 d.C., Ovidio publicará su obra Metamorfosis, y en ella contará como Júpiter persigue a la ninfa Io, y la viola. En Ov, met. 1,597-601, Júpiter expresa: “No huyas de mí! Pues ella huía. Ya había dejado los pastizales … cuando el dios ocultó la tierra echándole encima gran neblina, y detuvo su huida y le arrebató su virginidad”; véase al respecto, Fernández Valencia, A., “Género y enseñanza de la Hstoria”, Género y enseñanza de la Historia. Silencios y ausencias en la construcción del pasado, Madrid 2015, p. 47. 736 Picklesimer Pardo, M.L., “De diosas, ninfas y hadas (a propósito de Egeria)”, Flor. Il. 13 (2002) p. 199.

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Adulterio de Júpiter (Complutum) Leda y el cisne (The British Museum)

También resultan llamativos los eufemismos, como cuando se habla de los amores de Apolo y Dafne. Eros lanza una flecha de plomo (para incitar el odio) a la ninfa Dafne, y una de oro a Apolo (dios de las artes y de la música) para incitarle amor apasionado. Pero ella no quiere casarse con él, ni con ningún otro. Él la hostiga y la ninfa le huye, hasta que los dioses se apiadan de él y le ayudan a atraparla. Dafne, acorralada, pide a su divino padre (dios-río) que le ayude a esquivarlo, y así ella se convierte en un árbol de laurel. Tradicionalmente con las ramas de laurel se coronan las cabezas de los héroes en la Antigüedad, un curioso símbolo para alabar la hazaña del acoso de Apolo.

Amores de Apolo y Dafne (Pompeya)

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34. LA HAZAÑA DE CARVILIO RUGA: UN DIVORCIO CONTRA MULIERIS Antes de finales del s. III a.C., aún es una rareza la practica no jurídica de ruptura matrimonial; los divorcios contra mulieris son una rareza737, pues como siglos después recordará Cicerón, los antepasados apuestan por la estabilidad matrimonial738. • También los censores trataban de contener estos nuevos hábitos sociales contra mores con severos castigos, cuando eran personas de relevancia públicas quienes protagonizaban dichas rupturas contrarias a las costumbres de los antepasados. Así, en el 403 a.C., Lucio, tras repudiar sin causa a su mujer, aún virgen, era privado de la dignidad senatorial que ostentaba; pues esta acusación era incluso más grave que ser célibe hasta la vejez: “… Los censores Marco Valerio Máximo y Gayo Junio Bruto Bulbuco imitaron la severidad de los anteriores censores con semejante tipo de represión: expulsaron del Senado a Lucio Annio porque había repudiado a la mujer virgen con quien se había casado y sin haber pedido consejo a ningún amigo. … Con una sabia decisión, pues, los cónsules consideraron a Annio indigno de entrar en el Senado”739.

• Ahora bien, casi dos siglos después será Espurio Carvilio Maximo Ruga, cónsul en el 234 a.C. y en el 228 a.C., quien sea recordado por los escritores de siglos venideros por atentar contra las costumbres y conseguir el primer divorcio reconocido política y jurídicamente. Dentro de ‘las reglas de juego’ de las mores maiorum está el proteger la dignidad de la esposa que se comporta conforme a los cánones establecidos para la feminidad. Que un marido la ‘devuelva’ a casa del suegro implica un escándalo y levantar una sospecha sobre su pudicitia. En este contexto histórico en el 231 a. C., la esposa de Carvilio Ruga –que cuenta con un gran prestigio social, parejo al de su esposo– es repudiada por Carvilio por ser supuestamente estéril; la leyenda dice que él alega que se divor-

Olis Robleda, S.J., Matrimonio en derecho romano. Esencia, requisitos de validez, efectos, disolubilidad, Roma 1970, p. 258. 738 Cic. 6,2,2: “Nuestros antepasados, en efecto, quisieron que los matrimonios tuvieran una firme estabilidad”. 739 Val. Max. 2,9,2; al respecto, véase López Moreda, S.-Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez,J., Hechos y dichos memorables, libros I-VI cit., pp. 186-187. 737

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cia porque, aunque la ama con ternura, había prometido en su matrimonio que se casaba para tener descendencia que continuara el linaje familiar740. El escritor Valerio Máximo se hace eco del suceso, y nos deja entrever que la decisión del esposo –que atenta contra los pilares de la sacrosanta institución matrimonial– suscita graves dudas morales a los censores de la época; por lo repugnante del repudio, y para garantizar la paz social puesta a prueba, la autoridad pública detiene a Carvilio; porque las razones por él dadas no parecen satisfacer a los censores: “Ningún repudio hubo entre la mujer y el marido desde que se fundó Roma hasta quinientos y veinte años. Pero Espurio Carvilo el primero repudió a su mujer porque era estéril. El cual aunque parecía que se había movido con razón tolerable, con todo le aprehendieron, porque pensaban que ni aún el deseo de tener hijos debía anteponerse a la lealtad conyugal”741.

Gelio subraya en su relato, en dos pasajes diversos, que Carvilio hace declaración ante los censores de que se había casado sólo para tener descendencia742. E insiste en la brecha que se abre en los mismos pilares de la sociedad romana, al atreverse un esposo, sin causa reconocida a rechazar a su cónyuge; evidentemente para supuestos similares, de problemas de incapacidad femenina para engendrar, el grupo familiar no tenía hasta el momento necesidades de exteriorizarlo ‘de puertas para fuera’, y se solucionaba con naturalidad, proporcionando la misma familia –extensa y cohesionada– ese aporte de ‘sabia nueva’ (descendencia legitimada). Desde esta perspectiva se puede comprender que Plutarco incluya este espectacular y trascendental suceso entre los atentados al grupo familiar, junto a los parricidios: Pues, así como, entre nosotros, los historiadores registran los primeros que cometieron un crimen entre parientes o combatieron con hermanos o fueron parricidas o matricidas, (13) así los romanos recuerdan que el primero en repudiar a su esposa fue Espurio Carvilio, sin que en doscientos treinta años desde la fundación de Roma hubiera sucedido nada semejante, …”743.

Sobre este suceso, véase López Huguet, M.L., Limitaciones a la libertad domiciliaria en derecho romano, Madrid 2016, p. 364, n. 650, y la bibliografía allí citada. 741 Valerio Max 2,1,4. 742 Gell. 17,21,44: “En el año de Roma quinientos diecinueve, Sp. Carvilius Ruga fue el primer romano que, en opinión de sus amigos, declaró su divorcio porque su esposa era estéril, y después de haber jurado ante los censores que se casaba solo para tener hijos”. 743 Plut. Lic.-Num. 25 (3),12. 740

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Núñez cita este episodio como un caso de violencia económica, pues la esposa no recupera la dote744, ya que en dicho momento histórico no hay regulación legal en torno a la restitución de la misma745; las fuentes atestiguan el problema jurídico que la decisión de Carvilio ocasiona: “Según la tradición durante unos quinientos años después de la fundación de Roma no hubo ninguna acción legal o cláusula de garantía sobre la dote ni en la ciudad de Roma ni en el Lacio, pues, al no existir todavía separaciones matrimoniales, nadie echaba de menos aquello. (2) En su libro Las dotes, Servio Sulpicio escribió también que las acciones legales de tipo matrimonial se consideraron necesarias por primera vez cuando Espurio Carvilio, apodado Ruga (arruga), hombre notable, se divorció de su mujer porque no engendraban hijos por culpa de un defecto físico de ella. El divorcio tuvo lugar el año 523 de la fundación de Roma, siendo cónsules M. Atilio y P. Valerio. Y cuentan que este Carvilio quería muchísimo a la esposa que repudió y que le profesaba un gran cariño por su intachable conducta, pero que había antepuesto el juramento religioso a sus sentimientos y a su amor, porque había sido obligado por los censores a jurar que tomaría esposa para tener hijos”746.

A partir de ese hecho, –y entendiendo que los censores aceptan las explicaciones de Carvilio porque los tiempos están cambiando, y hay que adelantarse a los acontecimientos para seguir controlando las reglas de convivencia social–, se admite esta nueva práctica de disolución matrimonial. Posiblemente los censores aprovechan la notoriedad pública de este ciudadano, quien es uno de los prohombres de la ciudad, para normalizar prácticas de separación matrimonial que ya estuvieran extendidas ampliamente en las diversas capas sociales; de ahí que utilicen la relevancia del personaje para reconducirlas a lo jurídico, y que sea evidente que la práctica del divorcio no va a conllevar tacha de infamia747. No obstante, el pueblo en general nunca perdonará a Carvilio esa afrenta a su inocente esposa, y lo despreciará hasta su muerte, tal y como relatará Dionisio de Halicarnaso: “Y el largo tiempo es testigo de que esta ley sobre las mujeres era acertada, pues se reconoce que durante quinientos veinte años ningún matrimonio se 744 Sobre los problemas legales en torno a la dote en caso de disolución del matrimonio, véase Amunátegui Perelló, C.F., “La obligación de restitución de la dote y el nacimiento del divorcio en Roma”, Revista de Estudios Histórico-Jurídicos 30 (2008) pp. 37-46. 745 Núñez Paz, M.I., “La aportación de las madres al capitalismo en la antigua Roma. Violencia económica y superestructura jurídica”, Maternidad/es: representaciones y realidad social. Edades antigua y media, Madrid 2010, p. 143. 746 Gell. 4,3,1-2. 747 Para Núñez Paz, M.I., Algunas consideraciones en torno al “repudium” y al “divortium”, Bullettino dell’ Istituto di Diritto Romano 30 (1988) p. 721, refiere que en el caso de repudio de Carvilio Ruga se evidencia la necesidad de convertir en jurídicas normas que hasta entonces habían sido morales.

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disolvió en Roma; sin embargo, en la CXXXVII Olimpiada (231 a. C.), bajo el consulado de Marco Pomponio y de Cayo Papirio, se dice que Espurio Carvilio, hombre ilustre, el primero en divorciarse de su esposa, fue obligado por los censores a jurar que se había casado con su mujer para tener hijos (su mujer era estéril), y por este hecho, que se produjo por necesidad, vivió hasta el final odiado por el pueblo”748.

Para que el divorcio sea efectivo basta con que uno de los cónyuges declare ante testigos las palabras tuas res tibi habeto («consigue lo que es tuyo») o i foras («vete de mi casa»). Estas palabras también pueden ser escritas en una carta que se entrega al cónyuge por una persona soltera. • El escritor Plutarco refiere otro divorcio importante que termina por determinar los márgenes de esta figura jurídica: el divorcio por disparidad de caracteres entre los cónyuges. Así, si en el caso precedente Carvilio Ruga tiene que justificar ante los censores una causa que éstos estimen ‘moral’ de divorcio; a partir de entonces la casuística permite la normalización de la disolución matrimonial. Cuenta Plutarco que Lucio Emilio Paulo, apodado ‘el macedonico’ (230-160 a.C.) se divorcia de su mujer a pesar de que ésta le da descendencia legítima; Lucio vuelve de nuevo a casarse, y los hijos de ambos matrimonios y familiares conviven en una modesta casa en concordia. Se puede observar aquí el germen de lo que será a finales del s. I a.C. las familias pluriparentales, insertas claro está en un contexto socio-político muy diverso al de mediados de la República. Merece la pena leer la descripción de lo que Plutarco pone en uno de sus personajes de la narración como ‘disenso de caracteres’ en la pareja: “Casóse con Papiria, hija de Masón, varón consular, y después de haber vivido en su compañía largo tiempo, disolvió aquel matrimonio, no obstante haber tenido de ella una ilustre sucesión, pues que dio a luz al célebre Escipión y a Fabio Máximo. Causa escrita de este repudio no ha llegado a nuestra edad, pero quizá fue uno de aquellos que hicieron cierta una especie que corre acerca del divorcio749. Había un Romano repudiado a su mujer, y le hacían cargo sus amigos, preguntándole: “¿No es honesta? ¿No es hermosa? ¿No es fecunda?” Y él, mostrando el zapato, al que los Romanos llaman calceo,

748 Dion. Hal. ant. 2,25,7; al respecto véase Jiménez, E.-Sánchez, E., Dionisio de Halicarnaso, Historia Antigua de Roma, I-III (trad. y notas), Madrid 1984, p. 189. 749 Teschendorff, C., “Mujer, familia y matrimonio en el Imperio romano”, Protai Gynaikes: Mujeres próximas al poder en la Antigüedad, Valencia 2005, p. 133, señala que a finales de la República el repudio se convierte en un símbolo indispensable para que la sociedad visualice el carácter de ruptura matrimonial de la separación de una pareja, y no se confunda con los casos en los que la separación temporal ocasionada por razones laborales u otros motivos.

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les dijo: “¿No me viene bien? ¿No está nuevo? Pues no habría entre vosotros ninguno que acertase en qué parte del pie me aprieta”. Y en verdad que por grandes y conocidos yerros se separaron algunos de sus mujeres; pero los tropiezos, aunque pequeños, continuos, de genio y diferencia de costumbres, éstos se ocultan a los de afuera, y engendran, sin embargo, con el tiempo, en los que viven juntos, desazones insufribles. Separado por este término Emilio de Papiria, casáse con otra, y habiendo tenido con ella dos hijos varones, a éstos los mantuvo a su lado, y a los otros los introdujo en las primeras casas y en los linajes más ilustres; al mayor, en la de Fabio Máximo, que fue cinco veces cónsul, y al menor le adoptó el hijo de Escipión Africano, de quien era primo, prestándole su nombre de Escipión. De las hijas de Emilio, con la una casó el hijo de Catón, y con la otra Elio Tuberón, varón de singular probidad, que de todos los Romanos fue el que manifestó mayor decoro en la pobreza. Porque eran diez y seis de un origen, Elios todos; y entre tantos no tenían sino una casita sumamente pequeña y un campo que proveía a todos, no manteniendo más que un solo hogar, con muchos hijos y muchas mujeres. Entre éstas se contaba la hija de Emilio, que fue dos veces cónsul, y triunfó otras dos, sin que se avergonzase de la pobreza de su marido, sino que más bien veneraba su virtud, por la que era pobre. Ahora los hermanos y demás de un origen, si al repartir lo que era común no lo separan con regiones enteras, con ríos y con elevadas cercas, y si no ponen en medio entre unos y otros un dilatado terreno, no cesan de altercar. Estas cosas las conserva la Historia para que los que quieran sacar provecho las consideren y examinen”750.

A partir de estos divorcios se generaliza una convención estipulatoria por la que el marido promete la restitución de la dote para el caso de disolución matrimonial; y en virtud de ella, surge una actio ex stipulatu para el supuesto de que tras la ruptura el marido no entregue voluntariamente dicha masa patrimonial.

Plut. Aem. 4.

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35. EL CASTIGO ECONÓMICO PARA LA MALA ESPOSA: DISMINUCIÓN DE SU DOTE Ya se ha expuesto en capítulos anteriores el valor social y económico-jurídico de la dote. En alguna ocasión personajes de gran relevancia pública y honradez mueren sin poder dejar a sus hijas un patrimonio que aportar para su dote, y en esos casos el Estado asume tal obligación ‘por los servicios prestados’ por sus padres a la Res publica751. En época de Plauto comienza a palparse como un problema para la sociedad misógena la existencia de muchas mujeres ricas y empoderadas. Hasta tal punto es así que en sus comedias, inspiradas en las griegas, pero con guiños constantes a la Roma de su tiempo, el comediógrafo apunta hacia la institución dotal como causa de las posiciones de autoafirmación femenina. Señala Kühne que estas uxores dotatas empiezan en este periodo a adquirir la negativa costumbre de utilizar signos masculinos de poder, como la púrpura y el oro, para dar la imagen de su riqueza y posición social752. Una buena dote, indica Plauto, las hace a veces sentirse superiores a sus cónyuges, más caprichosas e indomables: “Megadoro: ‘He contado a muchos amigos mi decisión de contraer matrimonio. Todos alaban a la hija de Euclión. Dicen que he obrado sabiamente y con acierto. A mi juicio, si los demás hicieran lo mismo, si los ricos se casaran con las hijas sin dote de los pobres, habría mayor armonía en la ciudad y se nos vería con mejores ojos de los que se nos ve. Además, ellas temerían nuestro castigo más de lo que lo temen y nosotros gastaríamos mucho menos de lo que gastamos. Para la mayor parte de la gente esto sería lo mejor. Sólo se opondrían una minoría de avaros, a cuya avaricia e insaciabilidad no hay ley capaz de poner límite ni zapatero capaz de tomar medida. Desde luego, alguien podría decir: ‘¿Y con quién se casarán las hijas con dotes de los ricos, si se concede este derecho a los pobres?’. Que se casen con quienes quieran, con tal de que no aporten dote. Si esto fuera así, procurarían adquirir mejores costumbres para llevar al matrimonio, en vez de la dote que llevan ahora. Yo haría que las mulas, cuyo precio supera el de los caballos, fueran más baratas que los pericos de la Galia. … 751 Sen. dial. 11,12,6-7: “… Las hijas de Escipión recibieron su dote del Erario, porque su padre no les había dejado nada. … ¡Dichosos los maridos de las muchachas para quienes el pueblo romano hizo las veces de suegro!, ¿Consideras más felices a esos cuyas hijas, actrices de pantomima se casan con un millón de sestercios, que a Escipión, cuyas hijas recibieron del Senado, su tutor, un as libral en dote?”;Mariné Isidro, J., Séneca, Consolaciones cit., p. 80, n.46, señala que Séneca se equivoca, pues quien es dotada a expensas del Senado es la hija de Gneo Cornelio Escipión, no las dos de su sobrino Publio. 752 Kühne, V., De la mejor manera de ejercitar el poder cit., pp. 37-38.

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Megadoro: Así ninguna podría decir: ‘Yo te he traído una dote mucho mayor que tu fortuna. Así pues, es justo que me proporciones púrpura, oro, criadas, mulas, muleros, lacayos, recaderos, carruajes para pasear”753.

En los últimos siglos de la República la devolución de la dote en caso de disolución del matrimonio es obligada, al permitir a la mujer la interposición de la actio rei uxoriae754. Después del divorcio de Carvilio Ruga tienen que arbitrarse los procedimientos convencionales de restitución de la dote mediante las cautiones rei uxoriae, antecedentes de la acción –genérica y de buena fe– de restitución de la dote (actio rei uxoriae). No obstante lo anterior, en caso de que ella tuviese malas costumbres o fuese acusada de adulterio una parte de la dote la retenía el marido (retentio propter mores)755. Numerosas son las fuentes jurídicas y literarias que a lo largo de la Historia de la Roma antigua mencionan la existencia de un iudicium de moribus; sin embargo, tales referencias, que en todo caso son parcas en información, las sitúan a comienzos del s. II a.C. La visión negativa de las mujeres que beben vino persiste756. A algunos maridos le es rentable que se juzgue sobre las malas costumbres de la esposa durante el matrimonio, y conseguir con ello que se le pague una multa de lo que le había sido devuelto de la dote757. El político Domicio (pretor urbano en el 194 a.C., y cónsul en el 192 a.C.) interviene en un asunto de esta índole, cuando en tiempos antiguos el caso quedaba en la esfera privada de la familia: “… el juez Cneo Domicio condenó a una mujer por haber bebido más vino de lo que convenía a su salud, sin que el marido lo supiese, y así la privó de su dote. Y por mucho tiempo duró la templanza, y abstinencia del vino”758. Plaut. Aul. 475-502. Fernández Baquero, M.E., La patria potestad en el Derecho Romano cit., p. 111, en torno al s. III a.C. se crea la actio rei uxoriae a favor de la mujer que pide la devolución de la dote ante la disolución del matrimonio; hasta entonces ésta sólo gozaba de una actio ex stipulatu. 755 Cantarella, E., La calamidad ambigua cit., p. 239. 756 Athen. 10,56: “Entre los romanos, como dice Polibio en el libro sexto (Hist. 6,11,a 4) se prohíbe a las mujeres beber vino; ellas beben el llamado ‘passos’, elaborado con pasas, parecido al vino dulce que se bebe en Égostenes y al vino de Creta; por eso, cuando la sed las abrasa, toman este sucedáneo. Y es imposible que pase desapercibida la mujer que ha tomado vino: en primer lugar, nunca disponen de él, y, además, debe besar a sus padres, a sus suegros, y aún a sus sobrinos, y esto cada día, en el mismo instante que los ve por primera vez. Asimismo, al no saber con quien conversará, con quiénes se encontrará, toma sus precauciones, porque la cosa, sólo con que haya probado un poco de vino, no necesita acusación ante el juez”. Para Cascione, C., L’interdiction de boire du vin, cit., p. 117, la expresión de Ateneo “nunca disponen de él (el vino)” se refiere a que las mujeres no tendrían posibilidad de acceder a las reservas alimenticias de la familia. 757 Cremades, I.-Paricio, J., Dos et virtus cit., pp. 39-53. 758 Plin. nat. 14,13,90. 753 754

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Otro juicio tiene lugar sobre una disolución matrimonial en la que el marido, quien conocía las dudosas costumbres de su prometida antes de casarse, pretende quitarle a ella la dote por conducta inmoral. La actitud fraudulenta del esposo provoca en Cayo Mario, que actúa como juez, un castigo ejemplar al defraudador: ella como impúdica tendrá una multa simbólica, y él tendrá que devolver una dote de la que no quiere desprenderse. Estos casos debían ser habituales, pues aún medio siglo después Cicerón habla de los contratos matrimoniales en los que se acordaba la dote, y de la necesidad de añadir cláusulas para evitar el fraude759. Valerio Máximo describirá el suceso referido en la sentencia de Mario en los siguientes términos: “Con mucha más animosidad, como correspondía a su condición militar, se comportó Gayo Mario en un juicio bastante similar. Gayo Titinio de Minturnas pretendía quitar la dote a su esposa, Fannia, con la que se había casado aún a sabiendas de su indecencia, motivo por el cual la había repudiado. Tras ser designado como juez entre ellos, y una vez instruida la causa en presencia de ambos litigantes, Mario llamó aparte a Titinio y le aconsejó que desistiera de sus pretensiones y devolviera la dote a su mujer. Después de intentarlo varias veces sin éxito, se vió forzado a dictar sentencia: condenó a la esposa a pagar un sestercio por su conducta inmoral; a Titinio, en cambio, le obligó a abonar la dote entera, no sin antes señalar que dictaminaba de aquella manera porque le resultaba evidente que Titinio había proyectado aquel matrimonio con la impúdica Fannia de forma dolosa, con el único fin de llevarse su patrimonio. Esta Fannia es la misma que, más adelante, cuando Mario fue declarado enemigo público por el Senado, le ayudó todo cuanto pudo y se lo llevó hasta su casa para custodiarlo ella misma, manchado como estaba de barro del pantano del que lo habían sacado. Sin duda, Fannia era consciente de que su condena por indecente se debía a sus propias costumbres; en cambio, el que conservara la dote había que atribuirlo a la integridad moral de Mario”760.

Cic. off. 3,15,61: “En los demás asuntos judiciales, ciertas fórmulas tienes gran significación: así, en los contratos matrimoniales, cuando se trata de la dote de la mujer, las palabras melius, aequius (como sea mejor y más justo); en los fideicomisos, ut inter bonos agier (se debe obrar bien como se hace entre personas honradas). ¿Qué más? Estas palabras melius, aequius (como sea mejor y más justo, en todo bien y toda justicia), insertas en un contrato, ¿no excluyen hasta la menor sombra de fraude? Y cuando se dice inter bonos bene agier, ¿se deja acceso alguno a la astucia o a la doblez? Si el dolo consiste, como dice Aquilio, o en un fingimiento o en una simulación, es preciso desterrar de nuestras transacciones toda especie de mentira, de manera que ni comprador ni vendedor se valgan de pujadores, sino que ni uno ni otro, cuando lleguen a fijar el precio, tengan más que una palabra”. 760 Val. Max. 8,2,3; al respecto, López Moreda, S.- Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez, J., Hechos y dichos memorables, libros VII-IX cit., pp. 75-76. Plut. Mar. 38: “Estaba casada Fania con Tinio, y, separada de él, pedía su dote, que era cuantiosa; acusábala éste de adulterio, y fue juez en esta causa Mario en su sexto Consulado. Celebrando el juicio, se halló que Fania era de mala conducta; pero que el marido se casó con ella sabiéndolo y habían vivido mucho tiempo juntos; por lo que Mario miró mal a ambos, y al marido le mandó que volviese la dote, y a ella 759

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36. LA PROSTITUTA: UNA IMPÚDICA VIOLENTABLE Pese a ser la prostitución la profesión más deshonrosa, cumple con una función social de primera categoría: las esposas de clase media y alta no deben ser demasiado visitadas por sus maridos; su educación para la moderación las protege contra los embarazos múltiples y para que no le tomen demasiado gusto al amor. De ahí que la sociedad romana articule otro tipo de relaciones de pareja más libres (concubinato), o que admita en los hombres el recurso a la prostitución, como medio de preservar la castidad de sus esposas; por no hablar del uso sexual de las esclavas. Aunque el campo de denominaciones de las distintas especialidades de prostitutas en Roma es casi ilimitado, se pueden hablar de prostitutas más p menos preciadas económicamente: La (h)Alicaria (prostituta que ofrecía sus servicios en las proximidades de los molinos); la meretrix era propia del ambiente urbano y más sofisticada; y de la lena, que como alcahueta hace negocio de las prostitutas761. La prostitución, como se ha referido supra, es un instrumento de salvaguarda de la institución familiar, pero también del orden social, evitando atentados a mujeres púdicas; porque hay que partir de una máxima muy interiorizada en la virilidad, que es la necesidad imperiosa del hombre de tener que desatar sus pasiones sexuales: “Al salir de un lupanar cierto conocido personaje, Catón le dijo con su sabio criterio: ‘Ea! ¡ánimo! Pues es razonable que los jóvenes acudan ahí cuando el detestable deseo les hincha las venas; no que atropellen a las mujeres ajenas”762.

Ese hombre urgido por su necesidad sexual puede echarse a la calle y tomar por la fuerza a esclavos y esclavas, y a prostitutas, porque normalmente su violencia quedará impune; evidentemente el dueño de aquellos podrá interponer acción por los daños sufridos en la cosa, pues los esclavos podrían sufrir una pérdida de su valor económico, al igual que si la prostituta hubiera arrendado sus servicios, también el arrendador podría interponer acción contra el violador: “Nadie impide a nadie andar por las vías públicas; mientras no te metas por una finca cercada, mientras te abstengas de casadas, de viudas, de muchachas honradas, de jóvenes y niños libres, ama lo que te de la gana”763 para afrenta la condenó en la multa de cuatro ases”. Véase también, Val. Max. 1,5,5; Liv. perioch. 77; Vell. 2,19,2 ss. 761 Herreros Gónzalez, C., “Las meretrices romanas: mujeres libres sin derechos”, Revista de la Antigüedad 4 (2001) pp. 111-118; Marcos Casquero, M.A., “La prostitución en la Roma Antigua”, Estudios sobre la mujer en la cultura griega y latina, León 2005, pp. 233-266. 762 Hor. sat.1,2,31-35. 763 Plaut. Curc. 35-38; al respecto, véase González-Haba, M., Plauto, Comedias II cit., p. 54.

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Ahora bien, en algunas ocasiones parece que se hace efectiva la defensa de unos derechos de las prostitutas frente a determinados actos violentos de pretendidos usuarios de sus servicios, tal y como parece sucede en una historia que tiene lugar a principios del s. II a.C. Este caso singular va unido al dato de que quien trata de violentar es un cargo público, un Edil, y con su actuación se descalifica como responsable de la paz ciudadana; de ahí que contundentemente los Tribunos de la plebe, que juzgan el caso, decidan condenarlo: “Encontramos un decreto de los tribunos … Aulo Hostilio Mancino fue edil curul. Éste había citado a una prostituta, llamada Manilia, para que compareciera ante el pueblo, porque la noche anterior había sido golpeado con una piedra lanzada desde el balcón de la mujer, y mostraba la herida producida por la pedrada. Manilia apeló ante los tribunos de la plebe. Declaró ante ellos que Mancino había acudido a su casa a celebrar una fiesta; que ella no quiso recibirlo por su voluntad; y que, como él pretendiera irrumpir a la fuerza, fue echado a pedradas. Los tribunos decretaron que el edil había sido expulsado de aquel lugar con todo derecho, por lo que hubiera sido más conveniente que no viniera con tonterías. Y para que el edil no sometiera el asunto al pueblo, interpuso su veto”764.

764 Gell., 4,14,2-6; al respecto, Marcos Casquero, M.A.-Domínguez García, A., Aulo Gelio, Noches áticas I cit., p. 223.

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37. LA CASADA DOMESTICADA: CUSTODIA DEL VIENTRE, CASA Y TELAR Desde niñas las mujeres aprenden a asumir el ideal femenino, empezando por los juegos765. Se les transmite, y ello es de gran importancia en la asunción de su papel, una conciencia de clase y familia, lo cual conlleva derechos y obligaciones, pues es un honor y una responsabilidad766. Las niñas de clase alta aprenden a leer griego y latín (la literatura escritas en ambas lenguas), y dominan el lenguaje de modo tal que se expresan de acuerdo con sus circunstancias767. Tras la ceremonia nupcial la nueva esposa (uxor) se traslada a la casa del marido, portando el huso y la rueca que, en tanto símbolos de la tejedora (lanifica), la distinguirán como buena ama de casa. Las casadas deben ocuparse de la organización de la vida familiar intra muros, y consecuentemente del servicio768, de las ‘labores del hilo y de la lana’; así como de la crianza de los hijos, para quienes serán ‘una esclavas’ por el carácter de su total entrega a su educación769. Los altos índices de fallecimiento de recién nacidos, niños y adolescentes –que se viven en otros momentos históricos (como ocurrió con la descendencia de Cornelia, la madre de los Gracos)– obligan a las mujeres a estar constantemente reponiendo la pérdida de hijos con nuevos embarazos; y ello se puede extender por lo menos durante veinte años, con el consiguiente desgaste físico y emocional, lo que supone el sufrimiento resignado de un tipo sui generis de violencia: 765 Cid López, R.M., La educación de la niña romana cit., pp. 28-29, señala que las niñas romanas juegan a las muñecas, imitando el modelo de madre, como muestra la arqueología, mientras que los niños prefieren juegos más competitivos que favorecen su desarrollo físico; no obstante, ambos conjuntamente disfrutan de columpios, pelotas, cometas, y otros juegos. 766 Francia Somalo, R., La mujer romana y los ideales de la Humanitas cit., p. 57. 767 López López, A., “Las matronas romanas ante la vida pública: utilización de las palabras”, Revista internacional de culturas y literaturas 1 (2014) p. 180. 768 En el s. I d.C, subrayando las características propias de cada sexo, escribe Colum. 12, praef. 4-5: “La naturaleza conformó a la mujer para el cuidado atento de la casa, y al hombre para las actividades desarrolladas fuera de casa, en el exterior. Y así, la divinidad asignó al hombre la misión de soportar los calores y los fríos, las caminatas y las fatigas de la paz y de la guerra, es decir, los trabajos del campo y del servicio militar, mientras que a la mujer, a la que no hizo apta para estas funciones, le confió el cuidado de los trabajos domésticos”; al respecto Holgado Redondo, A., De los trabajos del campo, Lucio Junio Moderato Columela, Madrid 1988, p. 265. 769 Tac. dial. 28,4-7; Tac. dial. 29,1-3: “Pues antaño os hijos nacidos de madre honrada no se criaban en el cuartucho de una nodriza alquilada, sino en el regazo y en el seno de su propia madre, y ésta tenía como principal motivo de orgullo velar por la casa y ser una esclava para sus hijos”; sobre este texto, véase Conesa Navarro, P.D., “Madres sustitutas. El papel de las nodrizas en la antigua Roma y en la sociedad contemporánea. Comparativas de un mismo oficio, pero en realidades diferentes”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, Valencia 2017, pp. 146-148. También al respecto Gell. 12,1,1-24.

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la falta de control del sentimiento de dolor se concibe como poco cívico, y sólo las mujeres ‘no viriles’, esto es, carentes de virtudes, sucumben a él. De esta patriarcalización del mundo civilizado se atribuye a la mujer la cotidianidad de la vida, frente a las extraordinarias hazañas y actividades transcendentales de los hombres770. Aunque parezca increíble, ser una casada domesticada implica en la Roma antigua ser una mujer de clase media y alta, y de un pudor reconocido socialmente, además de que puede ser ‘mantenida’ económicamente por el prestigio de su esposo. Por tanto, en principio las plebeyas quedan excluidas de esta ecuación, y pueden moverse más libremente por la ciudad; pero con el paso del tiempo, muchas familias plebeyas enriquecidas conciertan los matrimonios mixtos. En este contexto, se sitúa la historia de Virginia, hija de Aulo. Esta patricia está felizmente casada con un plebeyo, que sigue la carrera política. Ella se desposó siendo virgen y es univira, pero le es prohibido por las demás patricias acceder al templo de la pureza, al que sólo pueden honrar las clases aristocráticas. Como consecuencia del conflicto de clases en clave de género que se produce en la ciudad, en el año 295 a.C., siendo cónsules Quinto Fabio y Publio Decio, se crea el templete de la Pureza plebeya; a imagen y semejanza del existente para la Pureza patricia. De este modo se arregla el conflicto, y se incentiva a las matronas de clase inferior que sigan en su día a día un comportamiento conforme al modelo de castidad femenina, prototípico de las clases altas: “Aquel año ocurrieron muchos hechos extraños y para conjurarlos el Senado decretó dos días de rogativas: el vino y el incienso fueron proporcionados por el Estado; acudieron a las rogativas un buen número de hombres y mujeres. La rogativa adquirió notoriedad debido a una disputa surgida entre matronas en el templete de la Pureza Patricia, que se encuentra en el foro boario, cerca del templo redondo de Hércules. Unas matronas habían marginado de los ritos a Virginia, hija de Aulo, una patricia casada con un plebeyo, el cónsul Lucio Volumnio, porque al casarse había dejado de pertenecer al patriciado. De un ligero altercado se pasó luego, al acalorarse por la irascibilidad propia de las mujeres, a un enfrentamiento apasionado porque Virginia se ufanaba, con razón, de haber entrado en el templo de la Pureza Patricia siendo patricia y también pura, como que se había casado virgen con un solo hombre y no tenía que avergonzarse ni del hombre, ni de sus cargos, ni de sus hazañas. Culminó luego sus arrogantes palabras con un hecho fuera de lo común: en el barrio Largo donde vivía segregó de un extremo de la casa el espacio suficiente para una pequeña capilla y colocó allí un altar, y después de reunir a las matronas plebeyas, se quejó de la afrenta de las patricias y dijo: ‘Yo dedico este altar a la Pureza Plebeya y os exhorto a que

Lorente Acosta, M., Violencia de género, educación cit., p. 22.

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la misma emulación con que se empeñan los hombres por el mérito la haya entre las matronas por la pureza. y os apliquéis para que se pueda decir que este altar es objeto de culto con mayor veneración y por parte de personas más castas, si cabe, que aquél’. Y también en este altar se rindió culto casi con los mismos ritos que en el otro más antiguo, de forma que no tenía derecho a ofrecer sacrificios ninguna matrona que no fuese de pureza reconocida y no se hubiese casado con un solo hombre. El culto, con el paso del tiempo, abierto a las impuras y no solo a matronas sino a toda clase de mujeres, cayó finalmente en el olvido”771.

Por tanto, las mujeres púdicas se recluyen en las casas y salen sólo para ir a los templos. Tras la derrota romana frente a los cartagineses en la batalla de Cannas (216 a.C.), el dolor embarga la ciudad de Roma, y las mujeres van a los templos para invocar a los dioses, llevando consigo a su descendencia: “En la ciudad, al ser comunicado el desastre, los hombres lloraban en las calles a sus familiares llamándolos por sus nombres y se condolían de que hubieran caído tan pronto; las mujeres, de otro lado, suplicaban en los templos, en compañía de sus hijos, que cesaran alguna vez las desgracias para la ciudad, y los magistrados imploraban a los dioses que, si tenían algún motivo de enojo, se dieran por satisfechos con lo ocurrido772.

Aún en el s. II a.C., se talla el elogio de Claudia, posiblemente sita a lo largo de una de las avenidas sepulcrales que permiten el acceso a la ciudad de los viandantes. El forastero y la forastera que lo lean (o más bien por las tasas de analfabetismo de las clases más desfavorecidas, al que se lo refieran), conocerá con esta leyenda cuales son las buenas costumbres ciudadanas; y actuará en consecuencia, imitando tal comportamiento, si quiere integrarse activamente en la sociedad: “Extranjero, tengo poco que decir: detente y lee: Éste es el sepulcro no bello de una mujer que fue bella. Sus padres la llamaron Claudia. Amó a su marido con todo el corazón. Puso en el mundo dos hijos: uno lo dejó sobre la tierra, el otro lo ha depositado bajo tierra. Amable en el hablar, honesta en el comportamiento, custodió la casa, hiló la lana. He terminado. Vaya”773.

Cuando se trata de mujeres de clase media y alta ese deber de custodia de la casa trasciende de manera inmanente a la preservación de la tradición familiar, de la historia genealógica familiar y de los valores que a ella le son intrínsecos774. Además, la educación de éstas se desarrolla más intelectualmente ha Liv. 10,23,3-10. App. Hann. 7,27. 773 CIL I, 2, 1211 (Degrassi, ILLRP 973). 774 Al respecto, escribe Bravo Bosch, M.J., Mujeres y símbolos en la Roma republicana cit., p. 24: “La inmutabilidad de las costumbres ancestrales contribuía a la grandeza del Imperio, y en ese contexto fue precisamente en el que se buscó a las depositarias imprescindibles 771 772

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cia materias diversas que le permitan alternar socialmente junto a sus esposos, educar adecuadamente a sus hijos en valores y principios romanos, e incluso participando en tertulias y gestionando en muchos casos sus patrimonios775. Las obras del griego Homero son conocidas entre en Roma, y por tanto la Odisea. La historia de Penélope, con sus veinte trágicos años vividos en ausencia de su esposo –el héroe Ulises–, será conocida por la población. Penélope será ensalzada por griegos y romanos como ejemplo de pudicitia, recluida en palacio; y con la rueca y la lana como ‘arma’ para astutamente defenderse del acoso de sus pretendientes, quienes pretender usurpar con una boda el trono de Itaca. Penélope es también la amantísma madre de Telémaco. En la imagen que se reproduce infra aparece reflejado el fragmento en el que la criada Euriclea reconoce al héroe, que ha regresado disfrazado de mendigo por la cicatriz que tiene en la pierna; a su lado se observa a otra mujer, testigo de los hechos que se están produciendo, y al fondo se ve a Penélope junto a la estatua de la diosa Atenea. Esta diosa guía a Ulises y a Penélope a lo largo de toda la historia, y en este fragmento del fresco el pintor hace referencia a el canto vigésimo primero, donde se cuenta que Atenea había inspirado a la prudente Penélope para ingeniar el concurso del arco y el hierro; ella misma les llevará a los pretendientes tales instrumentos, presentándose ante ellos con un grueso manto que le cubre las llorosas mejillas. La cuestión a subrayar aquí es el comportamiento de Ulises, que entre otras consideraciones que podrían hacerse, se muestra como juzgador de la esposa, años atrás abandonada por ir a la guerra de Troya primero y luego por su afán aventurero en el eterno regreso. Ulises ahora actúa como esposo desconfiado, y no va directamente al Palacio para ver a su mujer e hijo, sino que prefiere recurrir al disfraz y comprobar con atuendo de mendigo si Penélope se ha casado con algún aqueo, y si ha conservado el patrimonio776.

de la tradición: las mujeres. Ellas debían ser las transmisoras de los valores romanos a fin de continuar con el poder del Imperio, y adaptar su vida a la de sus antecesoras, siempre y cuando fueran reconocidas como nobles heroínas dispuestas a cualquier sacrificio por el bien de Roma. Es decir, la inmutabilidad al servicio de la seguridad, y la genealogía al servicio de la historia, ya que los vínculos de parentesco se sucedían en sus orígenes hasta el antepasado común ilustre, de cuyo infinito valor tenían el deber de custodia las mujeres. … Las mujeres debían ser el símbolo silente y conformado del respeto conservador a las costumbres de los antepasados…”. 775 Sobre la educación de las niñas romanas, véase Malavé Osuna, B., “Figuras femeninas en la educación: Mujeres que instruyen y niñas que aprenden en Roma”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, Valencia 2017, pp. 339-374. 776 López Férez, J.A., “Notas sobre la Penélope de la Odisea”, Lógos hellenikós: homenaje al profesor Gaspar Morocho Gayo, I, León 2003, pp. 307-334.

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Ulises, Euriclea y Penélope (Pompeya)777

Hasta tal punto se liga el espacio doméstico a las mujeres decentes, que cuando en el teatro las protagonistas son muchachas de familia acomodada y respetable, rara vez aparecen en escena; y para ello Román Bravo argumenta dos razones: una, la imposibilidad de representar el interior de la casa, por entenderse poco adecuado a las mores desvelar ese espacio íntimo; y otra, que la respetabilidad familiar de las jóvenes requiere un recato, aunque sean sólo personajes teatrales. Así, por lo general, las mujeres permanecen entre bastidores, donde a lo sumo llega al público el eco de su presencia778.

La Rocca, E.-Ensoli, S.-Tortorella, S.-Papini, M., Roma. La pittura di un Impero cit., p. 163. Román Bravo, J., Comedias I cit., p. 60.

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Fresco de actor con máscara femenina (Pompeya)779

De las casadas domesticadas nada propio queda, y tal ausencia de noticias es buena noticia y fama para la familia, que –gracias a su invisibilidad– se perpetúa con fuerza en sus descendientes780.

Mattusch, C.C., Pompeii and the roman villa cit., p. 223. Cic., fin. 5,27,82: “Quinto Metelo, que vio a tres de sus hijos cónsules y a uno de ellos, incluso, censor y con los honores del triunfo, y a un cuarto hijo pretor, y los dejó a todos llenos de vida y a sus tres hijas casadas, después de haber sido él mismo cónsul, censor, augur, y haber obtenido los honores triunfales, suponiendo que haya sido sabio, ¿no te parece que fue más feliz que Régulo, que, aunque haya sido igualmente sabio, murió en poder de los enemigos, consumido por las vigilias y el hambre?”; al respecto, Herrero Llorente, V.J., Del supremo bien y del supremo mal cit., p. 325. 779 780

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38.  LA ESPOSA FIEL IGNORA EL ADULTERIO MASCULINO Plauto en su obra teatral “el Mercader” elige el personaje de una esclava, esto es, una cosa semoviente, para que critique el orden social desigual de los ciudadanos romanos. La esclava pone el foco de atención en el distinto rasero con el que se aborda el adulterio en una pareja: “Por Cástor, las mujeres viven bajo una ley muy dura y mucho más injusta las desgraciadas que los hombres. Pues si un marido mantiene a una querida a espaldas de su mujer y ésta llega a saberlo, él está seguro de su impunidad. ¡Qué una mujer salga de casa sin que lo sepa el marido! Le forma un proceso y ya está repudiada. Y digo yo, si una mujer honrada se contenta con un solo marido, ¿por qué un marido no se contenta con una sola mujer? Por Cástor. Si se castigara a los maridos que mantienen a una querida sin que lo sepa su mujer de la misma manera que se repudia a las mujeres que han cometido alguna falta, os garantizo que habría más maridos sin mujeres que mujeres sin marido”781.

Tercia Emilia es ensalzada en los textos antiguos por su “dignidad” ante el adulterio de su esposo; ella será la madre de Cornelia, y le inculcará la contención en las emociones: “Para tratar el tema de la fidelidad de las esposas, diremos que Tercia Emilia, esposa de Africano Mayor y madre de Cornelia, madre a su vez de los Gracos, fue tan delicada y complaciente que, al enterarse de que una de sus esclavas era del agrado de su marido, disimuló para evitar que el gran Africano, dominador del mundo, fuera acusado por una mujer de no poder contener sus impulsos. Y tan lejos estuvo en su cabeza la idea de venganza que, después de la muerte de su marido, concedió la libertad a esa esclava y se la dio en matrimonio a un liberto suyo”782.

Su hija Cornelia, educada en un esmerado ambiente cultural, en el que germina el helenismo romano, con la literatura griega y la filosofía estoica, se alza como prototipo de la nueva matrona romana783; y para ello, entre sus Plaut. Merc. 817 ss. Val. Max. 6,7,1. 783 Tac. dial. 28,4: “… y ésta tenía como principal motivo de orgullo velar por la casa y ser una esclava para sus hijos. Se elegía alguna pariente de edad, y a sus probadas y comprobadas costumbres se confiaba toda la prole de la misma familia. En su presencia no se permitía nada que pudiera parecer expresión grosera o acción vergonzosa. Con una virtud que infundía respeto, moderaba incluso los esparcimientos y juegos de los niños, no ya sólo sus aficiones e inquietudes. Así se ocupó Cornelia, la madre de los Gracos, de la educación de sus hijos –según se nos ha dicho– y consiguió que llegaran a ser personajes de primera fila; y lo mismo hizo Aurelia con César y Acia con Augusto. Este rigor en la disciplina …”; al respecto, véase Requejo Prieto, J.-M., Cornelio Tácito, Agrícola, Germania, Diálogo sobre los oradores, Madrid 1981, pp. 200-201. 781 782

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virtudes cívicas estará la constancia y la fortaleza frente a las adversidades y al dolor, la frialdad y distancia viril frente a los femeninos arrebatos pasionales784, pero también a los sentimientos inevitables de pérdida ante abortos no deseados785. Aunque no parece que Cornelia tuviera que pasar con su marido por la tesitura que viviera su madre, en su educación tiene los instrumentos de control para salir airosa de una posible infidelidad masculina; de hecho así lo hace ante los reveses de la fortuna que le llevan a perder deshonrosamente unos hijos, condenados por traidores a la patria, pudiendo “mantener alta la cabeza”786.

Sen. dial. 11,15,6: “… prohibió llorar a los de su entorno, así como maldecir a la Fortu-

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na”.

Sen. dial. 6,16,3: “Si quieres que te cite ejemplos de mujeres valerosas en sus quebrantos, no iré a preguntar de puerta en puerta: en una sola familia te mostraré a las dos Cornelias: hija la primera de Scipión, madre de los Gracos, ésta tuvo doce hijos y vio pasar otros tantos funerales. Y si se dice que no debió costarle mucho mostrar fuerzas en cuanto a aquellos que ni por su nacimiento ni por su muerte conmovieron a la ciudad, observaremos que vio a Tiberio Graco y a Cayo, a los que si se niega que fueron buenos, no se negará que fueron grandes, muertos y privados de sepultura: y sin embargo, a los que la consolaban y compadecían su desgracia, contestó: ‘Nunca cesaré de llamarme dichosa por haber dado vida a los Gracos’”. 786 Medina Quintana, S., “Madres y maternidades en Plutarco. Una valoración de textos seleccionados”, Madres y maternidades: construcciones culturales en la civilización clásica, Oviedo 2009, pp. 356-357, refiere que Cornelia muestra templanza, anteponiendo los intereses de su patria a los suyos propios. Plut. CG. 19: “Dícese de Cornelia … y se hacía admirar cuando sin llanto y sin lágrimas hablaba de sus hijos, y refería sus desventuras y hazañas, como si se tratara de personas de otros tiempos, a los que le preguntaban. …”. 785

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39. LAS MUJERES VIOLENTADAS PARA SALVAR LA IMAGEN FAMILIAR Se exponen aquí supuestos muy variados que tienen como común denominador a heroínas de la familia ‘en mayúsculas, que sortean peligros y violencias por la salvaguardia de la sacralidad del grupo. Por su feminidad se deben a la familia; hasta incluso poner en riesgo su pudicitia, que finalmente saldrá indemne. • En el caso que se describe seguidamente, Sempronia, hija de Tiberio Sempronio Graco y de Cornelia (hija de Escipión el Africano), es llamada a juicio para que verifique la certeza o falsedad de la declaración de un muchacho que alega ser hijo natural de su hermano Tiberio Graco. Valerio Máximo lo expone para alabar la dignidad en el comportamiento de dicha matrona: “Qué tienen que ver las mujeres con la asamblea del pueblo? Si se guarda el respeto a la tradición, nada; pero cuando la paz del hogar se ve amenazada por las revueltas civiles, corre peligro la autoridad de las antiguas instituciones y vale más lo que consigue la violencia que lo que aconseja y ordena la decencia. Así es que a ti, Sempronia, hermana de Tiberio y Cayo Graco, esposa de Escipión Emiliano, al incluirte entre las obligaciones importantísimas que tienen los hombres, no lo hago gratuitamente y con mala intención, sino con el ánimo de rendirte honores porque, llevada por un tribuno de la plebe a presencia del pueblo en medio de la mayor confusión, en nada mermaste la grandeza de los tuyos. Fuiste obligada a permanecer en un lugar donde solían perturbarse incluso los ciudadanos más notables, la más alta autoridad te hostigaba con mirada torva profiriendo toda clase de amenazas, atronando todo el foro con el griterío de una muchedumbre ignorante, e intentaba con un afán desmedido que tú dieras un beso a Equicio, que buscaba el falso derecho de pertenecer a la familia Sempronia como si fuera hijo natural de tu hermano Tiberio. Tú, sin embargo, rechazaste a aquel monstruo, surgido de no sé qué tinieblas, que intentaba con audacia execrable usurpar un parentesco que no le correspondía”787.

Bravo Bosch destaca que en este turbio asunto judicial sale indemne su discreción femenina788. Y realmente todo es violento en el hecho descrito: Como comienza diciendo Valerio Maximo se ha de entender que si las mujeres han de concurrir a un espacio de representación popular es porque la tradición, esto es, las buenas costumbres, la autoridad de las antiguas instituciones, no se ha respetado; y entonces se necesita de ellas, incluso aunque para esto se tenga que aplicar una violencia Val. Max. 3,8,6. Bravo Bosch, M.J., Mujeres y símbolos en la Roma republicana cit., pp. 223-224.

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que ponga en peligro su decencia. Sempronia por este caso sale de su entorno de protección social, y se le obliga a testificar en un contexto masculino terriblemente amenazante, en el que un agresivo magistrado le espeta y la muchedumbre la vocifera. Más aún, el testimonio que se le exige aportar para la resolución del asunto judicial no ha de ser expreso, sino tácito, porque, como se señalaba al tratar de la época monárquica, las mujeres no han de tener voz pública siguiendo a la diosa Tácita Muta. Y a modo de lo que se le permite en ese cinturón de protección, que es su grupo familiar, Sempronia ha de manifestar el reconocimiento de la reclamación del demandante a través de un beso, y no con la palabra; por tanto, ella guardando la compostura a pesar de la hostilidad del momento y del lugar, le niega el beso. Por tanto, Sempronia, una mujer, ha de defender el honor de la gens Sempronia, y acepta sin titubeo, ni amedrantamiento, salvar la imagen familiar; ella, como digna romana, es eje fundamental del patriarcado, custodia de las tradiciones y de la pureza de la historia genealógica del grupo gentilicio. • Los tiempos de bonanza están llegando a la sociedad romana y comienza a valorarse a las mujeres univiras789. Un suceso, cuentan los autores clásicos, une a las matronas para combatir la supuesta pretensión de los maridos de imponer la bigamia, poniéndose éstos en las antípodas de la feminidad de un solo matrimonio790. Sin embargo, con el tiempo la instrumentalización de los matrimonios por parte de las familias, que tratan de rentabilizarlos políticamente, distorsionará Val. Max. 2,1,3: “Las que se contentaban con un solo matrimonio eran honradas con la corona del pudor: pensaban que permanecía incorrupto y con sincera fidelidad el espíritu de la matrona que no sabía salir del lecho donde había perdido su virginidad, porque pensaban que la experiencia de muchos matrimonios era señal de cierta falta de moderación, aunque, eso sí, legítima”. 790 Macr. Sat. 1,6,19-24:“Antaño los senadores tuvieron por costumbre entrar en la curia con sus hijos vestidos con la pretexta. Un día se discutía en el Senado un asunto de gran importancia y se pospuso para el día siguiente; se acordó que antes que se hubiera tomado una decisión. La madre del niño Papirio, que había estado con su padre en la curia, le pregunta a su hijo qué habían tratado los padres en el Senado. El niño responde que debía callarse y que no le estaba permitido decirlo. La mujer todavía anhelaba más escucharlo; el secreto del asunto y el silencio del niño espoleaban su ánimo a preguntar; por ello, le pregunta más cerca y con más insistencia. Entonces, el niño, acuciado por su madre, diseñó una mentira ingeniosa y festiva. Dijo que se había tratado en el Senado sí parecía que era cada vez más útil al Estado que uno tuviera dos esposas o que una se hubiera casado con dos hombres. Cuando aquella lo escuchó, se atemoriza profundamente, recorre nerviosamente la casa, se lo cuenta a otras matronas y al día siguiente se presenta ante el Senado una numerosa caterva de madres de familia. Con lágrimas y ruegos afirman suplicantes que resultaría mejor una esposa para dos que dos mujeres para uno. …”; al respecto, Mesa Sanz, J.F., Macrobio, Saturnales cit., pp. 106-107. También recoge este suceso, Gell. 1,23,5-13. 789

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la función primigenia del divorcio, que ya no sólo se utilizará para favorecer el aumento de la natalidad cuando uno de los cónyuges es estéril. El enredo político matrimonial suponía en el caso de Pompeyo su cuarto matrimonio y provoca la sorpresa de todos, pues poco antes ha repudiado a Mucia, amante, se dice entre otros, de César791: “César pretendía apropiarse todavía más del poder de Pompeyo con maniobras solapadas: tenía una hija, Julia, prometida a Servilio Cepión; pues se la prometió a Pompeyo y declaró que a Servilio le daría la de Pompeyo, que tampoco estaba libre de compromiso, pues ya estaba concertada con Fausto, el hijo de Sila. Poco después, Cesar se casó con Calpurnia, hija de Pisón, a quien hizo elegir cónsul para el año siguiente. También entonces presentó su más enérgica protesta Catón, que clamaba que era intolerable que se prostituyera la autoridad pública mediante matrimonios y que utilizasen mujeres para promocionarse unos a otros en provincias, ejércitos y poderes. El colega de César en el consulado, Bibulo, como oponiéndose a las leyes no obtenía ningun resultado efectivo, sino que con frecuencia corría el riesgo de morir con Catón en el foro, se encerró en su casa y allí pasó el tiempo del consulado”792.

Crespo, E., Plutarco, Vidas paralelas, Alejandro-César, Pericles-Fabio Máximo, Alcibiades-Coroliano, (trad. y notas), Madrid 1999, p. 188, n. 42. 792 Plut. Caes. 14,7-9. 791

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40.  EL INSULTO AL HOMBRE DÉBIL: MULIEBRITER El modelo patriarcal requiere que ese paterfamilias, y todo ciudadano en general, sea virtuoso, esto es viril. Los arquetipos patricios de los que se trató en la introducción, y al abordar la época monárquica, justifican que hombres y mujeres –y en ese orden siempre enunciada la relación–, se comporten conforme a las características de masculinidad y feminidad que le son impuestas por la costumbre. De este modo, al igual que ocurre con la hembra que se comporta con valores masculinos y es excluida socialmente, sucede con el varón que traspasa esa frontera y tiene rasgos de debilidad, dependencia, inseguridad, ternura, subjetividad, pasividad, lentitud, cobardía. A los hombres que son caseros, o sensibles al dolor, o a los cuidados del grupo familiar, se les condena a la soledad, y al descrédito, que supone el rechazo del colectivo social (turpitudo). Aulo Gelio, siglos después, referirá un suceso en el que Escipión Emiliano (cónsul en el 147 a.C., y censor en el 142 a.C.) acusa a otro conciudadano de vestir como las mujeres y de depilarse femeninamente (feminibus), entre otras apreciaciones; previamente explica Gelio cual es el modo viril y apropiadamente masculino de vestirse, y el femenino. Concluye Escipión que este conciudadano actúa como los cinaedi, esto es, como los bailarines de Asia menor; vulgarmente se quiere con esta palabra insultar a alguien de sodomita o catamita (compañero joven en una relación de pederastia): “Que un hombre usara túnicas debajo de los brazos y hasta las muñecas, y casi hasta los dedos, era considerado impropio en Roma y en todo el Lacio. Tales túnicas llamaban a nuestros compatriotas por el nombre griego chiridotae (manga larga), y pensaban que una prenda larga y llena de fluidez no era impropia para las mujeres, para esconder sus brazos y piernas de la vista. Pero los hombres romanos al principio usaban la toga solos sin túnicas; más tarde, tenían túnicas cortas y cortas que terminaban debajo de los hombros, del tipo que los griegos llaman ἐξωμίδες (sin mangas). Vestido de esta manera más antigua, Publius Africanus, hijo de Paulus, un hombre dotado con todas las artes dignas y todas las virtudes, entre muchas otras cosas con las que él reprocharon a Publio Sulpicio Galo, un hombre afeminado, incluido esto también, que llevaba túnicas que cubrían sus manos enteras. Las palabras de Escipión son las siguientes: “Para alguien que se perfuma diariamente y se viste delante de un espejo, cuyas cejas están recortadas, que sale al exterior con la barba rasurada y depilado femeninamente, que en los banquetes, aunque es joven, se ha reclinado –la túnica de manga en el lado interno del sofá con un amante, que no solo es aficionado al vino, sino también a los hombres, ¿alguien duda de que él hace lo que comúnmente hacen los libertinos?”793. 793 Gell. 6,12,1-5. Williams, C., Roman Homosexuality. Ideologies of Masculinity in Classical Antiquity, Oxford 1999, pp. 17-18, trata de explicar cómo existía en el mundo antiguo

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Las actitudes, que con nuestro lenguaje actual llamamos ‘machistas’, o incluso podrían calificarse de ‘intromachismo’ o ‘automaschismo’, repliegan a los varones en el reforzamiento de sus virtudes masculinas; hay que evitar la sospecha de ser tachado de muliebriter, con la misma intensidad y alerta permanente que las hembras la de ser acusadas de impudicitia. La expresión muliebriter aún se sigue utilizando como arma arrojadiza en nuestra lengua (‘lloras como una niña’, ‘nenaza’, ‘afeminado’ …). En el ejemplo que cito seguidamente las fuentes denostan a un político y militar romano de la gens Papiria. Cneo Papirio Carbo, partidario de Cayo Mario frente a Sila, es derrotado y trata de huir, pero es ejecutado por Pompeyo en la dictadura de Sila. Los hechos acaecen en el año 81 a.C.: “Cneo Pompeyo, enviado a Sicilia por el Senado con imperio, mató a Cneo [Papirio] Carbo, quien murió cautivo y llorando como una mujer (muliebriter)”794.

Medio siglo después de los hechos descritos sobre las proscripciones silianas, Cicerón nuevamente utiliza esta expresión ‘muliebriter’ en relación con el llanto, y como opuesto a firmeza y a calma; subrayando el carácter voluble y excitado de la naturaleza femenina. El llanto, en tanto falta de control femenino, es un gesto vergonzante, es decir, incomoda al que lo observa; y por ello merece la custodia estricta de amigos y familiares, como una atadura que le impida tales desordenes. Además, incide en esta idea al referir que un ciudadano no debe hacer nada que sea propio de un esclavo o de una mujer; y en su explicación sitúa en un mismo grado de condición vil –la servil y la femenina–: “¿… si por casualidad te pellizcara algún dolor, vas a lanzar gritos como una mujer en lugar de soportarlo con firmeza y con calma?”795. “Si esa parte del alma, que he descrito como débil, se comporta del modo más vergonzoso, si se abandona a lamentos y lágrimas como hacen las mujeres, hay que atarla y encadenarla a la custodia estricta de amigos y familiares”796. “Pero en el caso del dolor debemos parar en no hacer nada que sea abyecto, nada que sea cobarde, nada que sea indolente, nada que sea propio de un esclavo o una mujer. …”797. un cierto grado de tolerancia de la homosexualidad que no podía traspasar la barrera de lo privado a la vida pública. Otro dato importantísimo es que la identidad hipermasculina se construye por la dominación sobre otros, seres masculinos o femeninos, y que se visualiza en la penetración sexual. 794 Liv. Perioch. 89. 795 Cic. Tusc. 2,20,46. 796 Cic. Tusc. 2,21,48. 797 Cic. Tusc 2,23,55.

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Señala Palacios que, como noción antagónica del varonil imperium, se alza la femenina incontinentia: autoindulgencia y carencia de autocontrol de las propias pasiones y apetitos corporales; de ahí los vicios de afeminamiento (mollitia) y el exceso (luxuria), tanto suntuario como sexual. El romano atenta a su romanidad cuando se le acusa de someterse sexualmente a otro ciudadano adulto, a cualquier otro sujeto inferior en la escala social; pero también cuando posee un deseo sexual descontrolado, inclusive por las mujeres. Hacia fines de la República, en el ámbito político los romanos lanzan contra sus adversarios acusaciones de afeminamiento, como estrategia de descrédito, de anteponer la satisfacción de sus pasiones (lo privado e individual) a sus deberes públicos como ciudadano798.

Palacios, J., Miradas romanas sobre lo femenino cit., pp. 96-97.

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[C]  SEIS DÉCADAS DEL s. I a.C. Tras las fallidas reformas agrarias de los hermanos Gracos (133-122 a.C.), la primera Guerra civil (84-82 a.C.), la Dictadura de Sila y las proscripciones (82-79 a.C.), la tercera Guerra servil (73-71 a.C.), entre otros múltiples sucesos capitales, la República avanza hacia su recta final. Muestra de ello es la alianza de poder político que se concreta en el primer Triunvirato en el 60 a.C. Claramente se visualiza el deterioro de la conciencia política ciudadana. Las grandes familias han perdido parte de su poder, revalidado generación tras generación a través de la elección popular en las diversas magistraturas del cursus honorum; social y políticamente emerge con fuerza un colectivo, el orden ecuestre, los caballeros (equites), enriquecidos, como indica Fernández de Buján, gracias al comercio, la recaudación de impuestos y los contratos con el Estado799. En este periodo también se perciben procesos de desprivatización de determinados ilícitos, con lo que ello puede repercutir en la justicia que se aplica a las mujeres. Así, en el 81 a.C., el dictador Sila había reformado los tribunales penales permanentes (quaestiones perpetuae), introduciendo un tipo penal para reprimir los atentados contra la vida ajena mediante la Lex Cornelia de sicariis et veneficis800; en ella se penaliza tanto el homicidio doloso, la tenencia de armas letales, incendio doloso y el envenenamiento801, que se castigan con la aplicación de la pena de deportación a una isla (interdictio aquae et igni)802. Con dicha ley se trataba de reprimir los frecuentes asesinatos que van en aumento durante el último siglo de la República. Ahora bien, más adelante, en el 55/ 52 Nepos p. 10. Al respecto, Rizzelli, G., “Note sul veneficium”, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, pp. 297-314. 801 I. 4,18,5: “Asimismo, la ley Cornelia sobre los sicarios, la cual persigue con hierro vengador a los homicidas, o a los que van armados con dardo para matar a un hombre. … También son condenados por la misma ley con pena capital los envenenadores, que con odiosos artificios, así venenos como mágicos susurros, hubieran matado a los hombres, o públicamente hubieren vendido malos medicamentos”. 802 Marciano, Instituciones, libro XIV, D. 48,8,3,5. 799 800

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a.C., parecerá necesario sancionar la lex Pompeia de parricidiis –con las mismas penas que la ley Cornelia– contra aquél que mata o instiga la muerte de su padre, madre, abuelo-a, hermano-a, esposa, esposo, entre otros familiares; incluso el infanticidio se subsume dentro de los supuestos de parricidio: “Se dispone en la ley Pompeya sobre los parricidios, que si alguno hubiere matado a su padre, madre, abuelo, abuela, hermano, hermana, primo paterno, primo materno, tío paterno, tío materno, consobrino, consobrina, mujer, marido, yerno, suegro, padrastro, hijastro, hijastra, patrono, patrona, o aquel por cuyo dolo malo se hubiere hecho, esté sujeto a la pena de la ley Corneria, que hay sobre los sicarios. Pero también la madre, que hubiere matado a su hijo o a su hija, es castigada con la pena de esta ley; también el abuelo que hubiere matado a un nieto; y además el que compró un veneno para dárselo a su padre, aunque no haya podido dárselo”803.

Por tanto, con esta legislación se normaliza el crimen de parricidio, que deja de estar en la jurisdicción doméstica para ser juzgado en los Tribunales de justicia; pero se castiga en ocasiones con la pena de los antiguos parricidas (poena cullei)804. Teóricamente con esta ley dejan de estar bajo la jurisdicción de los Tribunales domésticos los supuestos de asesinato de mujeres, aunque Augusto con su propia hija Julia, así como la jurisprudencia posterior, activen el fantasma de la justicia privada familiar, como se verá en el capítulo siguiente. Ese mismo año 81 a.C. se aprobaba la Lex Cornelia de Iniuris, condenando con la pena de infamia, así como multa, deportación o muerte, a quienes corrompiesen a un menor (puer praetextatus) o a una mujer. Igualmente otras figuras penales perfilan jurídicamente sus tipos; como sucede en el fenómeno del negocio nefando de la prostitución interprovincial o internacional, el plagium y el rapto de mujeres805. El plagio (plaga) se califica como secuestro de libertos, e incluso de ingenuos, con el fin de venderlos Marciano, Instituciones, libro XIV, D. 48,9,5,1. Al respecto, Núñez Paz, I., Algunas consideraciones sobre la pena de muerte cit., pp. 575579; igualmente, para Núñez Paz, M.I., “Causa honoris como privilegio penal y violencia económica sobre la madre infanticida. Un examen desde las fuentes jurídicas romanas”, Clio & Crimen 13 (2016) p. 33 n. 4, esta pena aplicada por primera vez a un tal Lucio Ostio a finales de la II guerra púnica, fue calificada por Cic. inv. 2,50, como inhumana; Seneca desaconseja su aplicación. Desde la lex Pompeia de parricidiis (50 a.C.) no se recurre a ella, y se sanciona con las penas de la lex cornelia de sicariis, pero se recupera en derecho postclásico. La pena aplicada al reo de parricidio era la contemplada en la ley Cornelia de los sicarios y envenenadores. La poena cullei se aplicó en los casos en los que el culpable era cogido in fragranti o si confesaba su delito (Suet. Aug. 33,2). 805 Al respecto, Lambertini, R., “Stuprum violento e ratto, Index 36 (2008) pp. 505-524; Botta,F., Per vim inferre. Studi su stuprum violento e ratto nel diritto romano e bizantino, Cagliari 2004. 803 804

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como esclavos; la captación se realiza recurriendo a la trampa, como “cazados con red”. En el 63 a.C. la lex Fabia de plagiariis condena con multa este delito806; aunque otras leyes afrontasen también este problema en el paquete de medidas de protección del orden público, como sucediera con la lex Plautia de vi publica (78 a.C.), y más adelante con la lex Iulia de vi (46 a.C.), reprimiendo el crimen de rapto y la violencia carnal807. En esa conexión domus-Res publica, propia del mundo romano, todos estos cambios que se han ido apuntando afectan a la institución familiar, que ha resistido todo tipo de crisis. Y paralelamente las mujeres, pilares fundamentales de la cohesión del grupo familiar, están viviendo desde mediados de la República, como ya se ha comentado supra, un periodo de mayor libertad, en el que la castidad ejemplar de la matrona, recordada en los textos literarios, deja paso a emociones, placeres y libertades nuevas más allá de los estrechos muros de la domus, incluso para las mujeres castas808. Importancia trascendental había tenido la generalización del matrimonio libre (sine manus), pues la mujer al liberarse de la autoritas del marido ya no queda sometida a su disciplina doméstica, y ambos cónyuges están en plano de igualdad. La modalidad matrimonial de la coemptio es tan poco utilizada a finales de este periodo que muchos abogados no conocen ya su fórmula809. La auctoritas del tutor aún es necesaria para las mujeres, aunque, como señala Peppe, es ya una reliquia histórica810: en torno al 32 a.C., aunque su fecha es incierta, se aprueba la lex Iulia et Titia, como extensión de la antigua lex Atilia (186 a.C., que autorizaba a los magistrados municipales a nombrar tutores para mujeres que –por carecer de él– lo solicitasen)811. Las mujeres de finales de este siglo tratan de seguir las últimas tendencias en moda, peinado, ropa, cosmética refinada, retoques quirúrgicos, entre otros detalles del universo de la imagen. Según Cenerini, las mujeres se peinarán con gran simplicidad, siendo inapropiados los artificios excesivos; no obstante, los modelos a se Lambertini, R., Plagium, Milano 1980, pp. 9-41 ss. Resina Sola, P., “La mujer ante el Derecho penal romano”, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, p. 291. 808 Martino (de), G.- Bruzzese, M., Las filosofas. Las mujeres protagonistas en la historia del pensamiento, Valencia 1994, p. 49, refiere que el culto a Isis, de origen Oriental, es introducido en Roma a finales del s. II a.C., gozando de gran popularidad. Es una diosa unificadora de todos los aspectos de la feminidad; y a pesar de que propone una imagen igualitaria y liberadora de la mujer, entre los adeptos hay también muchos hombres. 809 Cic. de orat. 1,56,237. 810 Peppe, L., Posizione giuridica e ruolo sociale della donna cit., p. 41, añade que la abolición de la tutela agnaticia se verifica oficialmente con una ley en tiempos del emperador Claudio. 811 Gaii Inst. 1,20. Sobre esta ley, véase Panero, P., “La datio tutoris en la Lex Irnitana cap. 29”, Anuario de Historia del Derecho Español 81 (2011) pp. 973-996. 806 807

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guir, cantantes y actrices, o mujeres aristocráticas destacadas (Livia, Octavia o Julia Maior) marcarán tendencias a seguir por el resto de la población femenina812. No obstante, la base de su educación seguirá siendo la misma que en la generación de sus madres y abuelas; y con severidad se les inculcará la prudencia, la moderación en los gestos y palabras, una alimentación estricta y la conciencia de su propio valor813. Y al igual que sus antepasadas conocerán con igual profundidad que los hombres la aritmética, el Derecho, e incluso las cuestiones públicas. E influenciadas por la atmósfera intelectual familiar participan en las tertulias junto a maridos, padres, hermanos, y demás invitados e invitadas; pero tampoco se van a librar, como el resto de la sociedad, de vivir una época convulsa, entre guerras contra los enemigos exteriores, luchas civiles, tensión política y vidas familiares complejas.

Escenas de juicio (villa Farnesina)

A pesar de todos estos contratiempos parece reducirse la mortalidad infantil, lo que supone que las mujeres no tienen por que emplear toda su vida fértil en engendrar y criar hijos, y quizás este hecho influya en la admirable longevidad de muchas romanas de la época814. Las palabras de Cicerón plenas de sentido jurídico van a suponer también un cambio de mentalidad social: Cenerini, F., La donna romana cit., pp. 23-24. Hemelrijk, E.A., Matrona docta. Educated woman in the roman elite from Cornelia to Iulia Domna, Routledge-London 1995. 814 Liv. 7,158,5: “Entre las mujeres, Livia, esposa de Rutilius, pasó de 97 años. Estatilia, de casa noble, durante el reinado de Claudio, 99 años; Terentia, esposa de Cicerón, 103 años. Clodia, mujer Ofilius, 115 años, y parió 15 veces. Lucceia Mima, actriz de 100 años, recitó versos en el teatro; Galeria Copiola, la actriz de interludios, sedujo en el teatro bajo el consulado de Cayo Popeo Sabino y Quinto Sulpicio (9 d.C.), celebrado en juegos para la salvación del divino Augusto, con 104 años, habiendo hecho su debut bajo los auspicios de Marco Pomponius, Edil de la plebe en el consulado de Cayo Mario (86 a.C.) y Gneo Papiro Carbón (85 a.C.), debutando 91 años antes, cuando Pompeyo por la dedicación de su teatro, la llevó al escenario como cosa milagrosa”. 812 813

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“El género esposa (uxor) admite dos formas. Una es la de las madres de familia (matrumfamilias), que son aquellas que están sometidas al poder marital del esposo (in manum). La otra es la de aquéllas que sólo se tienen por esposas (uxores)”815.

Pero en este ambiente emancipatorio, la virilidad permanece como valor masculino y cívico, de la que carecen las mujeres y los homosexuales, como se ha tratado en el epígrafe “El insulto al hombre débil: Muliebriter”; Heredado del s. II a.C., las invectivas tratan de minusvalorar al adversario político acusándolos de afeminados o de prácticas ‘anti natura’; así, Cicerón, en las Filípicas, acusa a Marco Antonio de effeminato, de vestir muliebrem816; aunque existen otros calificativos devastadoramente groseros que indican la sumisión sexual de los homosexuales pasivos817. En este contexto se entiende la importancia que ha de darse a que un personaje de la talla de Cicerón se detenga a reflexionar sobre el vir bonus en tanto ideal cívico818. De la mujer se exigen todas las cualidades de aquel, pues como madre de familia, en virtud de su maiestas, deberá seguir cumpliendo con su histórico papel: encargarse de transmitir a sus hijos los valores supremos de ciudadanía819. Cic. Top. 14. Cic. Phil. 3,5,12: “Además, si todo tipo de esclavitud es miserable, se vuelve entonces intolerable cuando hay que servir a un sacrílego, a un desvergonzado, a un afeminado (effeminato), a quien nunca, ni siquiera en los momentos de miedo, está sobrio”; Cic. Phil. 2,18,44-45: “Vestiste la toga viril (virilem), que inmediatamente convertiste en mujeril (muliebrem). Fuiste al principio una puta que a todos se entregaba. El precio de tu deshonor era fijo y no pequeño. Pero rápidamente intervino Curión, que te retiró del oficio de ramera y, como si te hubiese entregado el vestido propio de las mujeres casadas, te ofreció un matrimonio estable y seguro. Nunca ningún joven comprado para proporcionar satisfacción sexual a su amo estuvo tan dominado por éste como tú lo estuviste por Curión”. Véase al respecto, Martín, J.C., Marco Tulio Cicerón, Discursos contra Marco Antonio o Filípicas, (edición y traducción), Madrid 2001, pp. 224; 315-316. 817 Catull. 16: “Os daré por el culo y por la boca/, mamón de Aurelio y Furio maricón,/ que decis que no tengo yo vergüenza/ porque algo afeminados son mis versos”; al respecto, Clarke, J. R., Sexo en Roma (100 a.C.-250 d.C.), Barcelona 2003, pp. 118-120. También se muestran hombres humillados sexualmente a mujeres, conforme a la idea de ‘pureza’ osculi (Mart. 4,43.) 818 Cic. lael. 5,19. 819 Tac. dial. 28,6: “… Así lo hicieron Cornelia, madre de los Gracos, Aurelia, de César, y Atia, madre de Augusto, y convirtieron a sus hijos en verdaderos Príncipes”. Velasco, C., “Mujer, economía y familia”, El Derecho de familia. De Roma al derecho actual, Huelva 2004, p. 597, escribe que “por influencia de la cultura griega que se hace notar en una mayor formación de las mujeres”, puede interpretarse incorrectamente si el lector desconoce la cultura griega misógina, por lo que la escritora supongo que se refiere a que a través del estoicismo griego que llega a Roma con los Escipiones, Terencio, entre otros, la aristocracia romana se eleva en sus aspiraciones culturales, y como un fenómeno propio romano, lo que en Grecia era simplemente un movimiento masculino en Roma también se extiende entre las mujeres de clase media y alta. 815 816

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41.  LA CASADA-NIÑA Las niñas son aptas para el matrimonio desde los doce años, oscilando normalmente la celebración entre la edad de trece y los diecisiete para las novias, y los dieciocho para los novios820. Véase por ejemplo la naturalidad con la que Suetonio, tiempo después, se retrotrae a la vida matrimonial de César, quien aún adolescente, con diecisiete años, ya ha repudiado a la esposa casi-niña, y contrae un segundo desposorio con otra joven muchacha. La mentalidad y las experiencias vitales de los adolescentes de ambos sexos son muy distintas, pues las muchachas tienen un entorno de vida domestico hasta los esponsales o el matrimonio, mientras que los muchachos ingresan en la vida pública desde la pubertad821: “Cayo Julio César (1)… tenía dieciséis años de edad cuando murió su padre. Al siguiente año, nombrado flamin dial (sacerdote de Júpiter) (2), repudió a Cossutia, hija de simples aunque opulentos caballeros, con la cual estaba desposado desde la niñez, tomó por esposa a Cornelia, hija de Cina, que había sido cónsul cuatro veces;…”822.

El jurista tardo-republicano Servio da su opinión respecto al problema que se le plantea; es interesante comprobar como el modus vivendi de la pareja, pese a no existir vinculo matrimonial por incumplimiento de la edad mínima (aetas iusta), le permite impropiamente hablar de divorcio; con lo que, como señala Piro, está otorgando un valor de reconocimiento nupcial a esa relación823. De no acaecer el supuesto divorcio, con el paso del tiempo dicha relación hubiera devenido matrimonio, perfeccionado con el cumplimiento del requisito de edad824: “Lo que escribe Servio en el libro de las dotes, que si se hubieran contraído nupcias entre personas de las cuales una aún no tuviera la edad legal, puede Gónzalez Fernández, J., Retratos femeninos y literatura en Roma cit., p. 275. Polo Toribio, G., “La edad de la mujer en Roma”, Mulier cit., p. 195, señala que durante los Liberaria (17 de marzo) a los niños que entran en la pubertad se les quita la bulla y la toga praetexta, vistiéndolos con toga viril, y se hace la ofrenda de una moneda a la diosa Iuventus; seguidamente el padre acompaña al joven al Foro (deductio in forum) donde lo presenta a la asamblea de ciudadanos. 822 Suet. Iul. 1,1. 823 Piro, I., “Il fenomeno delle spose bambine una piaga non solo antica”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, Valencia 2017, p. 67; de gran interés son las fuentes jurídicas y literarias que en dicho artículo se aportan sobre las niñas desposadas en la antigua Roma. 824 El problema de los efectos matrimoniales de las nupcias de las esposas niñas se resuelve del mismo modo por los juristas de época augústea; Labeo, Obras póstumas compendiadas por Javoleno, libro III, D. 36,2,30: “Lo que se legó a una pupila, ‘para cuando se casare’, si ella se hubiere casado no siendo todavía casadera (viripotens), no se le deberá el legado antes que hubiere comenzado a ser casadera, porque no se puede considerar casada la que no es capaz de tener marido”. 820 821

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repetirse lo que entretanto se hubiera dado a título de dote, se ha de entender de este modo, que si sobreviniere el divorcio antes que ambas personas tengan la edad legal, haya la repetición de aquel dinero; pero que mientras que permanezcan en el mismo estado de matrimonio, no pueda repetirse esto, no de otra suerte que lo que la esposa hubiere dado al esposo a título de dote, mientras subsista entre ellos la afinidad; porque de lo que se da por esta causa no habiéndose consumado todavía el matrimonio, como quiera que se dé para que llegue a constituir dote, no hay la repetición, mientras puede llegar a constituirla”825.

La terrible situación de estas muchachas, que nada más alcanzar la capacidad son desvirgadas, se expresa con términos descarnados; así se dice que ‘el hombre se satisface’826 o que la muchacha ‘es capaz físicamente de soportarlo’: “Lo que se legó a una pupila, ‘para cuando se casare’, si ella se hubiere casado no siendo todavía casadera (viripotens), no se le deberá el legado antes que hubiere comenzado a ser casadera, por que no se puede considerar casada la que no es capaz de tener marido (virum pati non potest)”827.

Según cálculos de Piro, cuando Octaviano se desposa por primera vez la novia tiene apenas once años 828: “Siendo adolescente, estuvo desposado con la hija de P. Servilio Isáurico, pero tras su primera reconciliación con Antonio, pidiendo los soldados de ambos partidos una alianza de familia entre sus jefes, se unió con la cuñada de Antonio, Claudia, a la que Fulvia había tenido de P. Clodio y que apenas era núbil. Disgustado en seguida con su suegra Fulvia, repudió a Claudia, a la que dejó virgen”829.

Describe Cid que en la noche previa al casamiento la niña (puella) se despoja de sus atributos infantiles, tanto lúdicos (muñeca y juguetes que ofrece a las diosas Juno o Venus), como de vestimenta (sustituye la toga praetexta por la túnica recta)830 Y en este contexto social, con la capacidad que otorga el Derecho a la pareja, primero novios, y más tarde contrayentes, ha de tenerse presente que los Neracio, Pergaminos, libro II, D. 12,4,8. El jurista del s. II d.C, Pomponio analiza los escritos del jurista de época augustea Masurio Sabino; Pomponio, Comentarios a Sabino, libro III, D. 23,2,4: “La casada (nupta) menor de doce años será mujer legítima (legitimam uxorem) cuando habiendo cumplido los doce años, el varón hubiere satisfacción (virum explesset)”. 827 Labeón, Obras póstumas compendiadas por Javoleno, libro III, D. 36,2,30. 828 Piro, I., Spose bambini. Risalenza, diffusione e rilevanza giuridica del fenómeno in età romana, Milano 2013, p. 73. 829 Suet. Aug. 62,1. 830 Cid López, R.M., La educación de la niña romana cit., p. 39. 825 826

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jóvenes, de clases medias y altas de ambos sexos, concurren a estas ceremonias mientras paralelamente han de seguir un iter formativo que los hará culminar tras unos años su misión vital. Tradicionalmente las romanas han estado insertas en “el sistema educativo”831, pero el objetivo final de la enseñanza es diferente al del hombre, lo que condiciona determinantemente las materias que estudian. Entre los siete y once años, niños y niñas, van a la escuela primaria mixta con el maestro (ludi magister), o siguen su instrucción en el entorno doméstico con la ayuda de un preceptor o institutriz, o familiar competente para ello: aprendizaje de cálculo, lectura y escritura; a partir de los once las muchachas se forman en casa en labores domésticas y en música, danza, canto o arte. Los muchachos continúan su formación gramática, literaria, filosófica y retórica hasta las veinte años aproximadamente (primero con el grammaticus y luego con el rhetor). Además, por influencia estoica, muchas familias cultas de la aristocracia contratan a preceptores que en casa completen los estudios que el patriarcado imperante les cercena, con el fin de que ellas puedan ser óptimas educadoras inculcando en sus hijos los valores de ciudadanía832. No obstante, el recurso a los preceptores puede también tener una lectura complementaria, y es el control por ese ‘patriarcado más aperturista’ de todo el aprendizaje masculinizante de género833. Y que nada escape a la reproducción transgeneracional del patriarcado. El reto de las niñas-adolescentes es ímprobo al tener que compatibilizar dichos aprendizajes con cambios en su modo de vida: a veces bajo la mirada atenta de los padres de su novio en cuya casa pueda que habite, bien teniendo relaciones, bien siendo ella madre si la edad legal lo permite. Por tanto, hay que desterrar la imagen de una niña-adolescente centrada únicamente en su formación, ya específicamente femenina o ya de cultura general. En muchas ocasiones las niñas desposadas aprenden laxas costumbres en casa de los suegros, lo que no debe ser raro en función a lo que comenta Zanker sobre la cotidianidad íntima de los ciudadanos; según este autor en el tiempo libre (otium) el romano se quita la toga, y con ello parece desprenderse de su Al respecto, Helmelrijk, E.A., Matrona docta cit. Díaz García, B.T., “La matrona y la educación de los ciudadanos romanos. El ejemplo de Cornelia”, Mujeres y educación. Saberes, prácticas y discursos en la Historia, Sevilla 2005, pp. 139140. 833 Vandenbergh (van den), R., The role of education cit., p. 352, explica que niños y niñas son educados conforme a las mores, para seguir los pasos de sus respectivos modelos paterno y materno. El padre de familia tiene el control de su educación, y el Estado no puede invadir su autoridad. 831 832

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misma romanidad. Su espacio privado es vital para él, que se sustrae de la esfera de la Res publica. Con cierta desenvoltura los romanos viven entre dos mundos y dos esquemas de valores contrapuestos834. A medida que la República fenece aquella vinculación domus-Res publica se rompe para convertirse en dos esferas cada vez más disociadas.

Zanker, P., Augusto y el poder de las imágenes, Madrid 1987, p. 36.

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42. UN NEGOCIO HONORABLE: VIENTRES CEDIDOS POR LA FAMILIA En el 62 a.C., a los treinta y tres años de edad, Marco Porcio Caton de Útica, también llamado ‘el joven’, viudo y con hijos, se casa con Marcia. De su matrimonio con Atilia tuvo a Porcia. Años después, Quinto Hortensio Hortalo pide a Catón que le ceda a su hija Porcia. Hortensio es un político senior y un gran orador, afecto a los optimates, y por tanto muy conservador en su pensamiento; además de ser culto y rico, pero no tiene hijos. Con ‘esta transacción’ de amistad Hortensio espera que ella pueda darle descendencia antes de morir; petición que Catón traslada a Bibulo, esposo de su hija, y que rechaza, al estar felizmente casado con Porcia. Como se observa ella no es consultada en este tema cuando realmente es la principal afectada. A Catón no le parece insensata esta solicitud, sino por el contrario conforme a las mores, por lo que él mismo decide prestarle su propia esposa835. El padre de Marcia (Lucio Marcio Filipo) y su madrastra (Atia, madre del futuro Augusto) están vivos, así que Catón informa del asunto que se proyecta a Lucio Marcio que no pone obstáculos; en esta situación, igualmente Marcia tampoco tampoco es consultada sobre una decisión que le afecta tan directamente. Un detalle interesante a destacar es que ella está embarazada de su tercer hijo con Catón cuando se produce esta cesión a Hortensio836: “Casóse después con Marcia, hija de Filipo, que gozó de la mejor opinión; mas hubo mucho que hablar acerca de ella; en la vida de Catón, como en un drama, esta parte es muy problemática y dudosa, siendo lo siguiente lo que pasó, según lo escribe Traseas, refiriéndose para ser creído a Munacio, amigo y comensal de Catón. Entre los muchos apreciadores de éste, unos lo eran más a las claras y más decididamente que otros, siendo de este número Quinto Hortensio, varón de grande autoridad y de recomendable conducta. Deseando, pues, no sólo ser amigo intimo de Catón, sino unir con deudo estrecho y en estrecha sociedad ambas casas y familias, trató de persuadirle que a Porcia, su hija, casada ya con Bíbulo, a quien había dado dos hijos, se la otorgase a él mismo en mujer, para tener en ella, como en terreno de sobresaliente calidad, una noble descendencia; pues aunque esto en la opinión de los hombres fuese repugnante y extraño, por naturaleza era honesto y político que una mujer en buena y robusta edad no tuviese su fertilidad ociosa dejándola apagarse, ni tampoco diese a luz más hijos de los que convenían, atropellando y empobreciendo con el número al que ya no los había menes Núñez Paz, M.I., Progresivo y limitado reconocimiento de la figura materna cit., pp. 266-

835

269.

Cantarella, E., Pasado próximo cit., p. 145, n. 91, opina que, aunque Lucano hable de tres hijos, el último de ellos nace después del matrimonio con Hortensio, por lo que es legalmente hijo de éste. 836

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ter; a lo que añadía que, comunicándose las sucesiones entre los varones aventajados, la virtud se extendería más, pasando a los hijos, y la república se fortificaría por medio de las multiplicadas afinidades; y si Bíbulo estaba tan bien hallado con su mujer, él se la restituiría después de haber parido, cuando ya se hubiese hecho una cosa más propia con el mismo Bíbulo y con Catón por la comunión de los hijos. Respondiéndole Catón que apreciaba mucho a Hortensio, y que vendría gustoso en contraer con él, pero que tenía por muy repugnante el que se hablara en el matrimonio de una hija dada ya a otro, mudó éste de obsequio, y no tuvo inconveniente en declararle que le pedía su propia mujer, joven todavía, para procrear hijos, cuando ya Catón tenía sucesión bastante. Y no hay que decir que a esto se movió por saber que Catón estaba desviado de Marcia, pues suponen que se hallaba a la sazón encinta; Catón, pues, viendo este empeño y este deseo de Hortensio, no le dio repulsa, y sólo le respondió que era preciso que conviniese en ello Filipo, padre de Marcia. Pasaron a hablarle, y propuesta que fue la traslación, no vino en que se desposase de Marcia de otro modo que hallándose presente Catón y consintiendo en los desposorios. Aunque estas cosas tuvieron lugar mucho más adelante, me ha parecido anticiparlas con motivo de haber hablado de las mujeres”837.

Hortensio muere en el 50 a.C., con sesenta y cuatro años, habiendo designado heredera de un rico patrimonio a su esposa Marcia. Ella quiere volver a casarse con Catón, y él accede tras los ruegos de sus hijas. No obstante las mores son favorables a ‘estas cesiones entre amigos en pro de la procreación’, el segundo matrimonio de Catón y Marcia es objeto de críticas en la alta sociedad romana, al entenderse que Catón con estas rocambolescas operaciones ha entregado a su esposa como una mujerzuela para luego enriquecerse de dicha ‘cesión’: “… Atendiendo, pues, al cuidado de su casa y de sus hijas, que se lo rogaban, volvió a recibir otra vez a su mujer Marcia, que había quedado viuda con cuantiosos bienes, porque Hortensio a su fallecimiento la había dejado por heredera. Este fue para César uno de los principales capítulos de recriminación y difamación contra Catón, atribuyéndole en este hecho miras de codicia y de bajo interés: “Porque, a qué propósito- decía- despachar la mujer cuando la había menester a su lado, y volverla a recibir después cuando no la necesitaba, si desde el principio no pasó aquella mujerzuela a poder de Hortensio como un cebo, para darla joven y volver a recobrarla rica?” Pero a esto se aplican muy oportunamente aquellos versos de Eurípides: Primero improbaré lo que es un crimen decirlo o suponerlo; ¿y cuál más grande que de cobarde motejar a Alcides? Porque, efectivamente, sería lo mismo que motejar a Heracles de tímido, acusar a Catón de avaro; si hizo bien o mal en tornar a este casamiento, por otra parte ha de examinarse, pues inmediata-

Plut. Cat. Mi. 25.

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mente que Catón celebró su segundo matrimonio con Marcia le hizo entrega de su casa y de sus hijas, y él se fue en seguimiento de Pompeyo”838.

Para los estoicos el principal fin del matrimonio es la procreación, que viene a justificar ‘la cesión del vientre’839. Fruto de este negocio nace Hortensia, aunque curiosamente en ninguna fuente se menciona quien fue su madre; se dice que Hortensia ‘hereda de su padre’ sus grandes dotes oratorias840, tal y como demuestra en su discurso en el 42 a.C. contra la imposición de un gravamen a las matronas más ricas841. La situación de Marcia, viuda ya de Hortensio, es de violencia psicológica. Marcia le espeta a Catón: “concédeme sólo el nombre, aunque vacío”; Marcia se rebaja hasta el punto de afirmarle que no habrá concúbito, que sólo quiere ‘compartir cuitas y fatigas’, como si encima Marcia tuviera que expiar un pecado que Catón y Marcio decidieron sin consultarle a ella. Y esa expiación ha de revertir en lo que verdaderamente le preocupa, que su fama de púdica pase a la posteridad. Para los autores clásicos, Marcia muestra la virtuosidad más preciada de las casadas, que es la fidelidad a los esposos, pues sigue ‘las ordenes’ de Catón y ‘toma dos maridos’: “Entretanto, cuando Febo empujaba las heladas tinieblas, sonaron golpes en la puerta y la franqueó la venerable Marcia, tras haber dejado, afligida, la pira de Hortensio. Tiempo atrás, todavía doncella, habíase uncido el tálamo de un marido más noble; más tarde, cuando el nacimiento de un tercer vástago sirvió ya de cumplido tributo y galardón de aquel matrimonio, ella, aún fecunda, fue cedida para colmar de hijos otros penates y unir dos familias con el lazo de la sangre materna; pero, una vez que hubo encerrado en la urna las postreras cenizas, conturbada en su rostro lastimero, mesando sus cabellos esparcidos, tundiendo su pecho con golpes incesantes y recubierta con las cenizas del sepulcro –de otro modo no podría agradar a aquel hombre ilustre- le habla, afligida, de este modo: ‘Mientras había en mis venas sangre y vigor para la maternidad, llevé a cabo tus órdenes, Catón, y tomé dos maridos, concibiendo de ambos; fatigadas mis entrañas y exhausta de los partos, vuelvo, no apta ya para ser entregada a ningún hombre. Concédeme la alianza intacta de nuestro antiguo tálamo, concédeme sólo el nombre, Plut. Cat. Mi. 52. Holgado Redondo, A., Lucano, Farsalia (trad y notas), Madrid 1984, p. 56, n. 159. 840 Quint. Inst. 1,1,6: “… la oración pronunciada ante los triunviros por Hortensia, la hija de Quinto Hortensio, todavía se lee y no solo como un cumplido a su sexo (non tantum in sexus honorem). …”. 841 López López, A., “Hortensia, primera oradora romana”, Florentia Ilibernitana 3 (1992) pp. 317-332; también al respecto, Cid López, R.M., “Las silenciosas mujeres de la Roma antigua. Revisiones desde el género y la historia”, Género y enseñanza de la Historia. Silencios y ausencias en la construcción del pasado, Madrid 2015, pp. 198-202. Ortuño Pérez, M.E., Hortensia. Su discurso contra la imposición fiscal femenina cit., p. 368, afirma que no se conocen de ella sino referencias indirectas, a través de su padre Quinto Hortensio Hórtalo. 838 839

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aunque vacío, de matrimonio; permítaseme tener escrito en mi tumba: ‘Marcia de Catón’, y que a lo largo de los siglos no sea cuestión dudosa si cambié mis primeras antorchas nupciales repudiada o cedida. No me recibes como compañera de alegrías, ni en la prosperidad: vengo a compartir cuitas y fatigas. Permíteme ir a la zaga de tu campamento: ¿Por qué se me va a dejar a mí en la seguridad de la paz y Cornelia va a estar más cerca de la guerra civil?’”842.

842 Lucan. 2, 325-350. En el texto se refiere a Cornelia (viuda de Craso, hija de Metelo Escipión), casada con Pompeyo (viudo de Julia –hija ésta de Julio Cesar–).

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43. UNA OLA DE MISOGÍNIA EXTRANJERA PLANEA SOBRE LA CULTURA ROMANA El odio a las mujeres se construye por la concurrencia de múltiples factores sociales, políticos y económicos, y aspira al mantenimiento de una situación de inferioridad femenina: invisibles socialmente, dependientes económicamente y ajenas a la política. Cortes Továr añade los factores psicológicos, esto es, los miedos masculinos a la falta de control de la sexualidad y la capacidad reproductora femenina, temiendo ser dominados por ellas. El escritor Cornelio Nepote (100-24 a.C.) describe con crudeza el aislamiento en el que viven las mujeres griegas, ajenas a cualquier contacto libre con sus conciudadanos: “Ningún romano dudaría llevar a su esposa a una fiesta a cenar o permitir a la madre de familia ocupar las mejores habitaciones de su casa o pasear públicamente. La costumbre en Grecia es completamente diferente: una mujer no puede aparecer en una fiesta a menos que esta sea entre parientes; ella sólo puede sentarse en el interior de su casa, en las llamadas zonas de mujeres; así, ningún hombre puede entrar, a menos que sea un familiar cercano”843.

Parecen evidente la existencia de la misoginia griega y como la viven los romanos: para los primeros el odio a las mujeres se expresa de manera abstracta mediante generalizaciones que comprenden todo el género, sin referencias a contexto histórico-social; para los romanos tales ataques se dirigen contra mujeres normalmente casadas, y se sitúan en un marco históricamente preciso844. He aquí que desde hace un tiempo la cultura griega, con su inherente desprecio a la mujer, está calando en las élites romanas, lo que implica un peligroso reforzamiento de la misoginia845; el incipiente proceso de emancipación femenina a medio y largo plazo será contrarrestado por tales ataques.

Nepos, praef. 6. Cortés Továr, R., “Indignación satírica contra las mujeres romanas y sus pasiones: la misoginia de Juvenal”, Venus sin espejo. Imágenes de mujeres en la Antigüedad clásica y el cristianismo primitivo, Oviedo 2005, pp. 143-144. 845 Pérez Miranda, I., Madres terribles cit., pp. 71-72, refiere que en la mitología griega las mujeres no tienen identidad propia (madres, esposas, hermanas o hijas de varones); y las que se destacan son terribles y peligrosas (Pandora, Medea, …) y tienen un final dramático. Por el contrario los héroes tienen entre sus méritos: incestos, violaciones, asesinatos y otras transgresiones. Véase también al respecto, Plácido, D., “La construcción cultural de lo femenino en el mundo clásico”, Venus sin espejo. Imágenes de mujeres en la Antigüedad clásica y el cristianismo primitivo, Oviedo 2005, pp. 17-32. 843 844

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• Las palabras de Cicerón en su obra sobre los deberes ciudadanos son demoledoras, al identificar la ‘gratia’ como femenina, esto es, el encanto, el ser agradable, el atractivo; y la ‘dignitas’ como exclusivamente masculina, y asociada al prestigio personal, al honor y a la carrera política (cursus honorum). Además, Cicerón tacha de indignos el adorno y la profusión de gestos y movimientos. Por tanto, la mujer, que evidentemente en la Roma antigua no tiene derecho a intervenir en política, ni tiene imago (máscaras funerarias), ni puede tener prestigio personal; ella está ligada a la dignitas de su paterfamilias, y sólo puede manejar su apariencia agradable y su pudor, reprimiendo los gestos y los sentimientos: “Hay dos clases de belleza: en una se encuentra la gracia, en la otra la dignidad; y hemos de considerar la gracia como algo propio de la mujer, y la dignidad como algo propio del hombre. Por consiguiente, destiérrese del aspecto físico todo adorno que no sea digno de un hombre, y guárdese todo el mundo de análogo defecto en los gestos y movimientos”846.

• Cicerón en su obra De Republica pone en boca de Escipión una referencia a Platón847, donde aventura que cuando haya, entre otros cambios, igualdad entre los sexos, llegará el libertinaje, el fin de la ciudadanía; así, para el escritor, la ciudadanía únicamente pueden concebirse en un sistema de patriarcado: “Cuando las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres”848. Cic. off. 1,36,130. Plat. rep. 8,563 D ss. 848 Cic. rep. 1,42,65-1,43,67: “(Escip.)- … Sucede entonces lo que dice Platón admirablemente, si es que puedo decirlo en latín, cosa difícil de conseguir, pero que intentaré: Cuando, secas por la sed de la libertad las fauces insaciables del pueblo, ha bebido éste por la maldad de sus servidores una libertad no templada por la medida, sino excesivamente pura, entonces, si los magistrados y jefes no son muy complacientes y les procuran una amplia libertad, el pueblo insiste, acusa, discute y les llama déspotas, reyes, tiranos. Creo que conoces el pasaje. (Lel. -) Me es muy conocido. (Escip.) - Y continúa diciendo Platón: y a los que obedecen a sus jefes les acusa el pueblo y les insulta como esclavos voluntarios, en tanto alaba a los que, siendo magistrados, quieren parecer como si fueran particulares, y a los particulares que pugnan para que no haya diferencia entre un particular y un magistrado, y les colman de honores, de modo que resulta necesario en tal república que todo sea enteramente libre, y que no sólo toda casa privada quede libre de todo dominio, sino también que este mal alcance a los animales; en fin, que el padre tema a su hijo, y el hijo abandone a su padre; que no haya pudor alguno para que sean del todo libres, no haya diferencia entre un ciudadano y un extranjero, el maestro tema a sus discípulos y sea complaciente con ellos, los v discípulos se burlen de sus maestros, los jóvenes asuman las funciones de los viejos, y los viejos desciendan a las diversiones de los jóvenes, para no hacerse odiosos y pesados frente a ellos. De lo que se sigue que también los esclavos se conduzcan como libres, las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres, y, en tan amplia libertad, incluso los perros y los caballos, hasta los asnos corran tan desenfrenados que haya que apartarse de su camino. Así, pues –dice Platón–, de este libertina846 847

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• Esta ola de misoginia también se percibe en la fama que los romanos publicitan sobre la reina Cleopatra. Esta extranjera egipcia de sangre regia es incluida entre una pléyade de ‘mujeres fatales’, reales o imaginarias. Se la compara, como indica Puyadas, con Ónfale, reina de Lidia, quien roba la potencia viril de Hércules; o sea, el triunviro Marco Antonio es parangonable con el héroe. Conforme a esta leyenda, muy extendida en la literatura griega y romana, el héroe simula ser esclavo para vengar un asesinato, y es comprado por la reina849. La narración no ahorra descripciones en lo que puede llamarse ‘las pesadillas machistas del patriarcado’850, pues Hércules es obligado por la reina a vestirse femeninamente y a hilar, como una mujer. Hércules sufre al tiempo los golpes de Ónfale, quien vestida con piel de león, como un aguerrido guerrero, lo golpea con su sandalia de oro en castigo por su ineptitud851. Ahora bien, sobre el desprecio que los romanos sienten a la reina egipcia me referiré también más adelante, al tratar sobre ‘los prejuicios contra la libertad y poder femeninos’. • Persiste además el relato de la mitología griega, que cíclicamente se pone en valor, y que se plasma en todas las vertientes artísticas; así, por ejemplo, el rapto de Europa es recreado por Ovidio en su obra Metamorfosis852. En el mito Zeus, prendado de Europa, se transforma en un toro blanco para poder mezclarse con las reses del ganado del padre de Europa. Un día ella se aproxima a él, lo acaricia, y creyendo que está domesticado se monta sobre él, ante lo cual él aprovecha para raptarla y llevarla a Creta, donde revelándole su verdadera identidad divina, la convierte en reina. En fin, toda una historia de cuento patriarcal en la que la elegida es raptada mediante engaño para terminar convirtiéndola nada menos que en la reina. Para finalizar este apartado retomo la reflexión de Férnandez Valencia sobre el rapto de Europa por Zeus/ Júpiter, que

je sin límites resulta al fin que los ciudadanos acaban por hacerse de mentalidad tan desdeñosa y enervada que, en cuanto se produce el mínimo acto de gobierno se irritan y no lo toleran; por lo que también empiezan a despreciar las leyes, para que nadie les mande” (D’Ors, A., Sobre la República cit., pp. 80-82). 849 Puyadas Rupérez, V., “Cleopatra VII: descendiente de faraones”, Mujeres en la Antigüedad clásica. Género, poder y conflicto, Madrid 2010, pp. 116-117. 850 En la misma línea de “terror viril” puede situarse la leyenda greco-romana de las amazonas; mujeres guerreras que viven en un mundo exclusivamente masculino, y que usan a los hombres sólo sexualmente para la reproducción, y luego los destruyen. 851 Prop. 3,11,1-20: “¿Por qué te sorprendes si una mujer trastorna mi vida / y arrastra sometido a su ley a un hombre …? / Medea puso bajo un yugo de acero toros llameantes, y sembró en la tirra combates …/ Ónfale, joven lidia que se bañaba en el lago de Giges, / llegó a tan grande honor por su belleza, / que quien había erigido columnas en el orbe por él pacificado / hilaba con su ruda mano la suaves ovillos de lana”. 852 Ov. Met. 2,833-875.

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tiene tal impronta en la historia del arte que llega hasta el presente con la creación de la moneda de curso legal (euro)853.

Mosaico del mito de Europa, raptada por el toro (Viviendas señoriales cerca del puerto. Aquilea)854

Fernández Valencia, A., Género y enseñanza de la Historia cit., p. 47. Durando, F., Italia antigua, Barcelona 2005, p. 41.

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44. LA VIOLENCIA INSTITUCIONALIZADA SOBRE LAS MUJERES Desde instancias públicas o internacionales las romanas sufren ataques de variada es la morfología, y que se pueden resumir en estos tres apartados: 44.a.  Mujeres víctimas sexuales de las guerras 44.b.  Suicidios de mujeres: furor ante los officia matrimoniali 44.c.  Actos de violencia de género desde el Poder público   44.a. Mujeres víctimas sexuales de las guerras • Los ejércitos que combaten a un enemigo desgraciadamente recurren a todas las armas, las propiamente dichas, y también las psicológicas, sembrando en el adversario el miedo a la inminencia de otros males: asedio sin agua ni alimento, destrucción de casas y cosechas, esclavitud, violaciones o rapto de mujeres, … El cuerpo de las mujeres es tomado como botín de guerra, que sufre la violencia masculina; si quedan embarazadas han de tener hijos de su violador, con la tragedia que ello conlleva, y que ya se comentó en el primer capítulo al tratar del rapto de las sabinas. A veces los generales incitan en sus tropas los actos de pillaje y violación, pero incluso estando expresamente prohibidas tales prácticas la violencia también se produce cuando el espíritu animal se apodera de los soldados. A este respecto Apiano narra un incidente que tiene lugar en la primera guerra civil, cuando el conflicto se traslada a la Hispania romana; el suceso tiene lugar a raíz del asedio de una ciudad, al tratar un soldado de ‘abusar de una mujer de manera antinatural’. En palabras de Apiano “… λαβόντος παρὰ φύσιν …” (tomar con la fuerza contra el orden natural); y en este punto me detengo momentáneamente para hacer una reflexión sobre el lenguaje utilizado por Apiano, quien parece concebir ‘abusos a mujeres de manera natural’. Ante tal agresión la mujer se defiende e impide la violación al sacar con sus dedos los ojos de su agresor. El general quiere no sólo vencer al otro ejército romano, sino reinstaurar un nuevo orden romano en Hispania; consecuentemente condena a muerte al autor de la agresión, y a toda la cohorte romana que había actuado como cómplices por no impedir tales actos de violencia: “Nada más llegar Pompeyo a España, Sertorio aniquiló a una legión completa de aquél, que había salido a forrajear, junto con sus animales de carga y servidores de la tropa. También saqueó y arrasó hasta los cimientos, ante la mirada de Pompeyo, la ciudad romana de Lauro. A raíz del asedio de esta ciudad, una mujer sacó con sus dedos los ojos de su agresor que trataba de abusar de ella de manera antinatural. Cuando Sertorio supo de este ultraje,

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condenó a muerte a la cohorte entera que se suponía era cómplice de tal acto, aunque estaba integrada por romanos”855.

• No es momento aquí de extenderme sobre los casos que los historiadores latinos refieren sobre la violencia, en general, de las guerras civiles. Apuntaré simplemente la dureza del destierro que sufren los perdedores. En tales situaciones las mujeres y familias no escatiman en recursos, incluido el codiciado cuerpo femenino –que a veces es objeto de abuso, no consentido– para disfrute de los vencedores: “En Roma, Sila, que fue el primero que se apoderó de la ciudad con las armas, y que hubiera podido tal vez ejercer el poder absoluto una vez que había rechazado a sus enemigos, desistió voluntariamente de la violencia y, tras enviar el ejército a Capua, volvió a asumir el poder consular. Los partidarios de los desterrados, en especial los ricos y las mujeres de amplio patrimonio, cuando se recobraron del miedo de las armas, andaban soliviantados buscando el regreso de estos hombres, y no escatimaron empeño ni gastos para lograr este objetivo y urdieron asechanzas contra las personas de los cónsules, pues creían que no sería posible su regreso mientras éstos siguieran con vida”856.

• En estos periodos bélicos en el que los mismos romanos se autodestruyen en guerras intestinas los dioses aterrorizados se expresan a través de prodigios; y una vez más las mujeres, equiparadas a otras cosas (mulas y templos), tal como narra Apiano, sufren las turbulencias divinas: las romanas identificadas, y casi santificadas, por su capacidad reproductora de progenie para la Roma eterna, procrean serpientes: “Les parecía a ellos que la divinidad les había indicado de antemano los resultados de esta guerra, pues a muchos les sobrevinieron temores inexplicables, tanto en privado como en público, por toda Italia, y se acordaron de antiguos oráculos que inspiraban terror. Tuvieron lugar muchos prodigios: una mula parió, una mujer dio a luz a una serpiente en vez de a una criatura humana, el dios provocó un gran terremoto y se derrumbaron algunos templos en Roma”857.

App. BC. 1,109; al respecto, Sancho Royo, A., Apiano, Historia romana cit., pp. 141-

855

142.

App. BC. 1,63. App. BC. 1,83.

856 857

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  44.b. Suicidios de mujeres: furor ante los officia matrimoniali El suicidio es un acto no penalizado por el Derecho romano, y entra dentro de lo que los estoicos entienden como una salida honrosa a una encrucijada vil. Los suicidios que se presentan en el periodo de guerras civiles no atienden a los parámetros aplicados a Lucrecia y Virginia en siglos pasados858. En estos graves momentos para la población en general, el suicidio de estas mujeres del s. I a.C. no viene justificado por una defensa del pudor femenino, como ocurría en las dos historias situadas entre finales de la monarquía y comienzos de la República, sino en un excesivo celo en el cumplimiento de los deberes conyugales. Mujeres que se ‘flagelan’ psicológicamente por la muerte violenta del marido, y se violentan al no conseguir de las autoridades públicas el mismo trato violento. Mujeres que habiendo escondido a sus esposos ‘condenados por traidores a la patria’, los vecinos no las delatan, y los triunviros las perdonan por entender que su conducta es fruto del amor conyugal. Pero el furor en su comprensión de sus officia matrimonialis les hace experimentar esa encrucijada como vil, y asumen el suicidio como única salida decente: “A Ligario lo ocultó su mujer, quien participó de su secreto solamente a una esclava, y cuando fue traicionada por ésta, acompañó el traslado de la cabeza de su marido gritando: Yo le acogí y quien actúa así es reo del mismo castigo. Sin embargo, como nadie la mató ni la delató, fue por sí misma a los triunviros y se acusó a ella misma, y cuando aquéllos la perdonaron también a causa de su amor conyugal, se suicidó por hambre. He hecho mención de ella en este lugar, porque fracasó en el intento de salvar a su marido y no le sobrevivió”859.

  44.c. Actos de violencia de género en el poder público • Quinto Metelo Numídico, siendo censor en el 102 a.C., se dirige al pueblo para exhortarlo a que contraiga matrimonio; y dicho discurso, así como el efecto que tiene entre alguno de los presentes en el auditorio, lo refiere siglos después Aulo Gelio. En expresión de Cortes, de sus palabras se desprende un sentimiento misogámico y misógino860; esto es, al odio o rechazo a las ‘ataduras’ que 858 Conesa Navarro, P.D.- González Fernández,R., “Honesta mors cit., pp. 582-583, expresan que tanto Lucrecia como Virginia fueron mostradas como modelos de conducta con los que se pretendía transmitir una serie de valores a las ciudadanas romanas; así, pese a tener un destino fatal, fueron víctimas “vencedoras” con su capacidad de ser íntegras, intachables y prudentes. Visión que se conserva en el imaginario colectivo romano como una violencia positiva. De sus comportamientos se deriva el restablecimiento del orden político y social. 859 App. BC. 4,23. 860 Cortés Továr, R., Indignación satírica contra las mujeres romanas cit., p. 146.

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conlleva el vínculo matrimonial se añade la fobia a las mujeres como género: las califíca como ‘fastidio irremediable para la conservación eterna de la familia’. Y lo que es más grave, Quinto Metelo en tanto que detenta la censura está marcando o reforzando ‘tendencia’; indica cual es su posición sobre este tema, lo que le servirá para valorar las conductas de sus conciudadanos, y quiere que todos sean conscientes de que comportamientos divergentes con su posicionamiento podrán ser causa de una instrucción de nota censoria. Además, con plena intencionalidad se dirige a ellos, no con el término ‘romanos’ o ‘ciudadanos’, sino con el de ‘quirites’, apelando de este modo a la respetabilidad implícita a esa antigua manera de denominar a los ciudadanos con derechos; pues al llamarlos ‘quirites’ parece más propio exigirles deberes familiares, como el del matrimonio con fines de procreación. Más aún se refiere en el texto que algunos asistentes van más allá del mensaje que el Censor está transmitiendo, y mientras lo escuchan unos piensan en todo lo que omite: la molestia e incomodidades inacabables de la vida matrimonial. Por el contrario, otro de los presentes cree que la mayoría de los matrimonios son felices, y que si hay incomodidades no es por un vicio de la naturaleza femenina, sino por la falta de responsabilidad y la injusticia de algunos maridos. Por tanto, comentarios muy contrapuestos, pero interesantes que revelan también datos sobre los asistentes al acto, divergentes en mentalidad y enfoque. Véase el discurso del magistrado, que se expresa en los siguientes términos: “Leíase en medio de una gran concurrencia de personas eruditas el discurso que, sobre el matrimonio, pronunció ante el pueblo Metelo Numídico, gran orador y hombre honorable, a la sazón censor, y en el que exortaba a los hombres a tomar esposa. En aquel discurso estaba escrito lo siguiente: ‘Quirites, si pudiésemos estar sin mujeres, todos nos evitaríamos este fastidio; pero como la naturaleza humana ha dispuesto que no podamos vivir con ellas con bastante comodidad, ni sin ellas de manera ninguna, debemos mirar más por la conservación eterna que por un breve momento de placer’. Les parecía a algunos que el censor Quinto Metelo, que había tomado la decisión de exhortar al pueblo a que se casase, no había creído oportuno hablar de la molestia e incomodidades inacabables de la vida matrimonial, y por eso, más que exhortar al matrimonio, era disuadir y apartar a la gente de ello; decían que, en realidad, lo que debería haber hecho era encaminar el discurso a favor del matrimonio aseverando que la mayoría de las veces en los matrimonios no había incomodidades y sí alguna vez parecían aflorar, que eran pequeñas, poco importantes y fáciles de sobrellevar y que se olvidaban con mayores ventajas y placeres, y que estas incomodidades le sobrevenían no a todos, ni por un vicio de la naturaleza, sino por la falta de responsabilidad y la injusticia de algunos maridos.

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Por si parte, Tito Castricio entendía que Metelo había hablado con rectitud y de manera adecuada. ‘El censor- decía- debe hablar de una manera, el rétor de otra. Al rétor le está permitido emplear expresiones falsas, audaces, hábiles, artificiosas, a condición de que parezcan verosímiles y puedan penetrar en el ánimo de los hombres conmoviéndolos astutamente’. Decía además que era vergonzoso para un rétor dejar algo olvidado y sin debatir en una mala causa. Añadió: ‘Metelo, un hombre venerable, dotado como nadie de seriedad y credibilidad por el alto grado de honores y dignidad de vida, al hablar ante el pueblo romano no podía decir otra cosa que lo que a él y a todos le parecía verdad, máxime cuando sobre el particular decía lo que le dictaba la experiencia diaria y la práctica común conocida por todos’861.

• Otro caso de violencia de género se detecta en algunos pasajes de la vida de Turia, que nos prueba su valentía y prudencia862. En el 43 a.C. Quinto Lucrecio Vespillo, marido de Turia es víctima de las proscripciones de los Triunviros tras la guerra civil, y huye. En el 42 a.C. Lépido se queda en Roma, mientras que los otros dos triunviros van a Macedonia. Por entonces Turia pide audiencia a Lépido, tratando de defender –de viva voz– la honorabilidad del marido y su reinserción en la sociedad; cabe pensar que el origen aristocrático de Turia facilita su acceso, de manera natural, a las altas instancias políticas, concretamente ante el cruel Lépido. Corre incluso el riesgo de sufrir maltrato físico; de hecho es empujada y arrastrada, recibe golpes que le producen moraduras en el cuerpo, y es insultada863: “Es suficiente para ti y para mi vida que te sucedió a ti, cuando, reintegrado ya como ciudadano a mi patria gracias a la ayuda y decisión del ausente César Augusto, te dirigiste a su colega M. Lépido, que estaba presente, para interceder en mi favor postrada a sus pies, no sólo no fuiste levantada, sino arrastrada y expulsada como si fueras una esclava, y a pesar de estar llena de cardenales le recordaste con espíritu inquebrantable el edicto de César con su acción de gracias por mi restitución y le echaste en cara abiertamente tales cosas en alto, a pesar de los insultos y los crueles golpes, para que se conociera quién era el causante de mis peligros. Para éste poco después este asunto le resultó perjudicial. ¿Qué habría sido más eficaz que tu virtud, que dio lugar a César para mostrar su clemencia y junto con el hecho de salvarme la vida dio la oportunidad de hacer

Gell. 1,6,1-5. López Moreda, S., Aulo Gelio, Noches áticas I, (trad y notas), Madrid 2009, pp. 104-105, n. 41, se convirtió en referente de hombre feliz por reunir todas las condiciones exigibles a un buen romano, como se observa en el retrato que de él hace Plin. nat. 7,45. 862 Sobre la fidelidad de Turia escondiéndolo en su casa, cuando él había sido proscrito por los triunviros, Val. Max. 6,7,2. 863 Mentxaka, R., “Turia. Un ejemplo de mulier fortis romana”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, p. 116. 861

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notar por medio de tu gran capacidad de sufrimiento la inoportuna crueldad de Lépido?”864.

La violencia que sufre Turia nos recuerda la historia tan popular en la antigua Roma de Elena de Troya; tal y como aparece infra en la imagen, Menelao (su esposo y rey de Esparta) con gesto brutal la prende por el cabello ante el ejército que observa expectante:

Fresco de la casa de Menandro (Pompeya)865

• Otra situación en la que desde el Poder público se ejerce violencia económica sobre las mujeres tiene lugar en el 42 a.C. Los triunviros dictan una medida fiscal extraordinaria que grava la riqueza de las mujeres: mil cuatrocientas mujeres ricas han de estimar sus propiedades para sufragar los gastos militares866. El discurso de Hortensia, hija del cónsul y orador Quinto Hortensio Hortalo, ante la Asamblea del pueblo tendrá como efecto reducir el número de Laudatio Turiae, 2,18-21 (CIL VI, 1527); al respecto, AA.VV., Historia del mundo clásico a través de sus textos. II. Roma, Madrid 1999, pp. 130-131. 865 Ranieri Panetta, M., Pompeya cit., p. 348. 866 Peppe, L., Posizione giuridica e ruolo sociale della donna cit., pp. 28-29, insiste sobre la situación de estas mujeres que han sido privadas, por las guerras y las proscripciones de los triunviros, de sus padres, hijos, maridos, hermanos, y de otros afectos masculinos. El autor distingue en ellas cuatro situaciones patrimoniales: Hija soltera o viuda, con padre muerto (puede tener patrimonio personal); hija soltera o viuda, con padre vivo (puede tener patrimonio personal si está emancipada); mujer casada –sui iuris– (en tanto tiene el padre muerto, puede tener patrimonio personal; la dote queda en el patrimonio del marido); mujer casada –alieni iuris– (no puede tener patrimonio personal; asimilada a la casada cum manu). Así como ha de tenerse presente en esta casuística, la posibilidad de la mujer de tener expectativas hereditarias si el padre aún está vivo. 864

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mujeres que deben tributar; sobre esta mujer me he referido a propósito de la “cesión de vientres” en otro título de este capítulo. El hecho de que la mujer tome la palabra en la Asamblea del pueblo se considera impúdico, y por ello los triunviros mandan a los lictores para que expulsen a ella y al resto de las matronas que la acompañan, pero no lo consiguen867. En este episodio es fundamental el espíritu de sororidad que las une por su pertenencia, no grupo político sino a un colectivo social, esto es, al ordo matronarum: “Si afirmáis que habéis sufrido agravio de nosotras. Igual que de nuestros esposos, proscribidnos también a nosotras como a aquéllos. Pero si las mujeres no os declaramos enemigos públicos a ninguno de vosotros, ni destruimos vuestras casas, ni aniquilamos vuestros ejércitos o condujimos otros contra vosotros o impedimos que obtuvierais magistraturas y honores, ¿por qué participaremos de los castigos, nosotras que no participamos en las ofensas? ¿Por qué hemos de pagar tributos nosotras que no tenemos participación en magistraturas, honores, generalatos, ni, en absoluto, en el gobierno de la cosa pública, por las cuales razones os enzarzáis en luchas personales que abocan en calamidades tan grandes? ¿Por qué decís que estamos en guerra?…”868.

867 Ortuño Pérez, M.E., Hortensia. Su discurso contra la imposición fiscal femenina cit., pp. 387-388. 868 App. BC. 4,33-34: “En aquello que correspondía a unas mujeres de nuestro rango solicitar de vosotros, recurrimos a vuestras mujeres, pero en lo que no estaba acorde, el ser ultrajadas por Fulvia, nos hemos visto empujadas a acudir, todas juntas, al foro, por su causa. Vosotros nos habéis arrebatado a nuestros padres, hijos, maridos y hermanos acusándolos de que habíais sufrido agravio por ellos; pero si, además, nos priváis también de nuestras propiedades, nos vais a reducir a una situación indigna de nuestro linaje, de nuestras costumbres y de nuestra condición femenina. Si afirmáis que habéis sufrido agravio de nosotras. Igual que de nuestros esposos, proscribidnos también a nosotras como a aquéllos. Pero si las mujeres no os declaramos enemigos públicos a ninguno de vosotros, ni destruimos vuestras casas, ni aniquilamos vuestros ejércitos o condujimos otros contra vosotros o impedimos que obtuvierais magistraturas y honores, ¿por qué participaremos de los castigos, nosotras que no participamos en las ofensas? ¿Por qué hemos de pagar tributos nosotras que no tenemos participación en magistraturas, honores, generalatos, ni, en absoluto, en el gobierno de la cosa pública, por las cuales razones os enzarzáis en luchas personales que abocan en calamidades tan grandes? ¿Por qué decís que estamos en guerra? ¿Y cuándo no hubo guerras? ¿Cuándo las mujeres han contribuido con tributos? A éstas su propia condición natural las exime de ello en toda la humanidad, y nuestras madres, por encima de su propio ser de mujeres, aportaron su tributo en cierta ocasión y por una sola vez, cuando estabais en peligro de perder todo el imperio e, incluso, la misma ciudad, bajo el acoso cartaginés. Pero entonces realizaron una contribución voluntaria, y no a costa de sus tierras o campos, o dotes, o casas, sin las cuales cosas resulta imposible la vida para las mujeres libres, sino sólo con sus joyas personales, sin que éstas estuvieran sometidas a una tasación, ni bajo coacción o violencia, y tan sólo lo que quisieron dar ellas mismas. Y, además, ¿qué miedo tenéis ahora por el imperio o por la patria? Venga, ciertamente, la guerra contra los galos o los partos y no seremos inferiores a nuestras madres en contribuir a su salvación, pero para luchas civiles no aportaríamos jamás nada ni os ayudaríamos a unos contra otros. Pues tampoco lo hicimos en época de César o Pompeyo, ni nos obligaron a ello ni Mario ni

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45. LAS FAMILIAS PLURIPARENTALES: UNA CONSECUENCIA MÁS DE LA VIS MULIERI869 Durante la República las mujeres, fundamentalmente las de clase alta, han sido instrumentalizadas a través del divorcio y de la adopción por sus congéneres masculinos, con el fin de consolidar alianzas políticas y de regular la circulación de riqueza, como señala Cid870. Este fenómeno se intensifica con la penetración de la filosofía estoica en la cultura romana, y el desarrollo de los deberes ciudadanos (officia). Por tanto, el matrimonio es el primer vínculo social, y la familia el germen de la República. Los romanos tienen unos deberes ciudadanos que pueden entrar en colisión, y por ello han de graduarse871; y ello independientemente de que sean o no padres de familia872. El rango de materfamilias viene dado por el matrimonio, y no el parto; su status se entiende desde una concepción estoica de la civitas. El Genio es el rasgo religioso y sagrado-familiar que se transmite a los hijos. De ahí que la sociedad apoye a honradas matronas que son repudiadas por sus maridos, a pesar de su nobleza y buenas costumbres; consecuentemente éste debe desposarse pronto para minimizar los efectos de la turpitudo873. Cinna, ni siquiera Sila, el que ejerció el poder absoluto sobre la patria, y vosotros afirmáis que estáis consolidando la República”. 869 Al respecto, véase Rodríguez López, R., “Nuevos modelos de familia: una mirada a la antigua Roma”, Revista general de Derecho romano 29 (2017) pp. 1-27. 870 Cid López, R.M., “Imágenes femeninas en Tácito: las mujeres de la familia de Augusto según los Annales”, Corona spicea: in memoriam de Cristóbal Rodríguez Alonso, Oviedo 1999, p. 66. 871 Cic. off. 1,45,160: “Y para concluir, sentemos que en la elección de obligaciones debe darse la preferencia a aquellas que representen ventajas para el bienestar de la Humanidad, ya que una acción ponderada sigue al estudio y a la reflexión, de donde proviene que el obrar con acierto es mucho más importante que el pensar con prudencia. Y de esto ya he dicho bastante, puesto que, examinando cada uno de los varios deberes, será fácil echar de ver en cada caso a cuál debe darse la preferencia; e incluso entre los deberes que tienen relación con la sociabilidad humana, hay gradaciones, y no será difícil discernir, al examinarlos, cuál aventaja a cuál, y entonces deberán anteponerse los deberes para con la Divinidad a todos los demás; ocuparán el segundo lugar los que se refieren a la Patria; en tercer lugar vendrán los relativos a nuestros padres, y sucesivamente y por turno, los que tienen relación con los demás hombres”. 872 Cic. off. 1,2,4: “Pues, en efecto, ya sea uno simple ciudadano particular, hombre político, orador o padre de familia, en todas las relaciones con nosotros mismos, o con los demás, no hay estado en la vida que esté exento de deberes: ser fiel a ellos es un honor; tenerlos en poco es un motivo de censura”. 873 Cic. Att. 13,10,3: “Su ejemplo dio motivo a Bruto para repudiar a sus mujer Claudia y casarse con Porcia, hija de Catón y viuda de Bíbulo, pero el público se lo desaprobó por no haber tacha que poner a Claudia por la nobleza ni por las costumbres, pues era hermana de Apio Claudio y parienta cercana de Pompeyo, de modo que Servilia misma, madre de Bruto, tomó partido a favor de Claudia contra su propia sobrina. Bruto consultó a Cicerón sobre el divorcio y éste le respondió que, si se resolvía a hacerlo, lo hiciese pronto para evitar las habladurías del público, el

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• La mujer univira persiste, aunque ya aparezca como un modelo resilente, en ambientes aristocráticos muy concretos. Véase el caso de Cornelia, casada con Lucio Emilio Paulo, censor en el 22 a.C., e hija de Escribonia. Propercio le dedica una apología fúnebre por su fallecimiento prematuro en el 16 a.C., y en esa elegía destaca varias ideas: mujer univira y sin tacha, pues la genética familiar ha pesado más en su conducta que el miedo a la represión judicial, censoria o social. Cornelia convive con un marido que es capaz de expresar sus sentimientos, incluso llorar, y que ‘como hombre’ va a ejercer doblemente de padre al fallecer su esposa. Un marido, pues, en quien el modelo patriarcal aparece debilitado, emergiendo una relación de pareja cómplice en la corresponsabilidad de las funciones que tradicionalmente se han atribuido a la paternidad y a la maternidad.

Un hombre, un niño y una mujer con una tablilla en mano (Pompeya)874

En esta elegía la difunta ha encomendado a su marido que cuide de sus hijos, pero no con la simple atención material, sino también con la afectiva para evitarles –en la medida de lo posible– que sufran875. Sirvan estos fragmentos

cual no podría acusarle de adulador ni interesado casándose con la hija de Catón. Bruto siguió su consejo”. 874 Mattusch, C.C., Pompeii and the roman villa cit., p. 218. 875 Francia Somalo, R., La mujer romana y los ideales de la Humanitas cit., pp. 59-60.

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para ilustrar ese en cierto modo nuevo modelo de relación matrimonial entre los cónyuges: “Que se lea en esta lápida que estuve casada con un solo hombre. … Mi vida fue siempre igual, transcurrió sin tacha: respetados hemos vivido entre una y otra tea. La naturaleza me dictó leyes que provienen de mi sangre, y no se podría ser mejor por miedo a un juez. … Ahora te recomiendo nuestros hijos, prendas comunes esta preocupación palpita abrasada en mis cenizas. Haz de padre las veces de una madre: tu cuello habrá de sobrellevar toda aquella prole de los míos. Al besarlos cuando lloren, añádeles los de su madre: toda la casa empieza ahora a ser obligación tuya. Y si has de llorarme algo, ¡que ellos no lo presencien! … Pero, si un nuevo lecho se extendiera frente a la puerta y una celosa madrastra ocupara nuestro tálamo, alabad y aceptad, hijos, el matrimonio de vuestro padre: ella, cautivada por vuestra conducta, os tenderá sus manos; no alabéis demasiado a vuestra madre: comparada con la anterior interpretará vuestras sentidas palabras como ofensa hacia ella”876.

• Sin embargo, múltiples pueden ser los modelos de universo familiar que pueden concurrir, e igualmente válidos pueden ser los términos a usar para identificar esta realidad social: Hogares recompuestos, familias pluriparentales, familias plurinucleares, familias múltiples, familias reconstituidas, entre otras acepciones. Incluso, variados y enriquecedoras son las perspectivas de análisis de esta compleja realidad, que va modificándose en el tiempo, y en función a clases sociales y consideraciones espaciales877. Además, a un macro nivel la aristocracia romana está integrada en una amplia red super-doméstica, a través de las relaciones familiares maternas (cognaticias) y de adfinitas878. Hin destaca el sistema patrono-cliente como estructura central de la organización social romana, que desempeña no sólo una función política, sino también impacta sobre las dinámicas familiares y las interrelaciones de familias879. Pero en todo caso se desarrollan relaciones de solidaridad entre estos “parientes sociales”. Bradley magistralmente lo resume, siguiendo a los mismos romanos, quienes utilizaban la expresión ‘los míos’ (mei) para identificar a los miembros de sangre, o no, que viviendo, o no, en una misma casa forman esa dinámica entidad en constante interrupción,

Prop. 4,11,70,36-90; véase al respecto, Ramírez de Verger, A., Propercio, Elegías (introducción general, traducción y notas), Madrid 2001, p. 186-188. 877 Al respecto, véase, Laurence, R., “Introduction: From Oikos to Familia - Looking Forward?”, Families in the greco-roman world, London-New York 2013, pp. 1-9. 878 Harders,A.-C., Beyond Oikos and Domus cit., p. 17. 879 Hin, S., Taking a Wider View cit., p. 38. 876

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disrupción y reconstitución, y combinando elementos de la familia nuclear con otros más extensos880. Pese a lo que cuenta Suetonio respecto al fallido proyecto de ley de César sobre bigamia, entiendo que es un pésimo intento de desprestigio de la figura del dictador; en la estructura mental de un romano de clase aristocrática, por tanto, un romano cien por cien, es inviable que conciba licitud matrimonial en la pluralidad de esponsales concurrentes881; no obstante, si pueden darse situaciones en las que por falta de forma expresa de comunicación de un divorcio se den en la práctica situaciones de difícil solución jurídica. Cicerón nos muestra un caso, al que no aporta respuesta, sobre un romano que deja embarazada a su esposa en Hispania, y se va a Roma donde contrae matrimonio sin haber previamente comunicado la ruptura a la primera; muere dejando embarazada a la segunda. La cuestión que lanza el jurista es si se puede considerar existente el divorcio de la primera, o si por el contrario la segunda relación es de concubinato882. Tradicionalmente en todo tipo de sociedades se han practicado políticas matrimoniales entre las clases altas y medias con la finalidad de garantizar el fortalecimiento y la cohesión genética, social y económica entre los grupos familiares; lo cual no es siempre identificativo de matrimonios forzados883. En la Roma antigua el paterfamilias podía poner a disposición de una mujer casadera múltiples posibilidades para la elección de su esposo, aunque lo más normal es que esta pre-elección no la realizara ella; salvo que pudiera aportar objeciones razonables. Ahora bien, con la articulación hiper-política del matrimonio y de la familia a mediados del s. I a.C., se acentúa el carácter forzoso de estas relaciones, así como en muchos casos también se ejerce violencia familiar cuando se fuerza a cualquiera de los cónyuges, y no sólo a la esposa, a divorciarse. Un supuesto que ya ha merecido en páginas precedentes atención especial es el de Marco Porcio Catón de Útica (95 a.C.-46 a.C.); Plutarco cuenta que dicho Bradley,K., “Remarriage and the structure of the Upper Roman Family”, Marriage, Divorce and Children in Ancient Rome, Oxford 1991, p. 97. 881 Suet. Iul. 52,3: “Helvio Cina, tribuno de la plebe, dijo confidencialmente a muchas personas que había tenido redactada y preparada una ley que César le había ordenado presentar en su ausencia, por la que se le autorizaba a contraer matrimonio con todas las mujeres que quisiera a fin de asegurar su sucesión”. 882 Cic. de orat. 1,40,183; 1,56,238. Fernández Baquero, M.E., Repudium-Divortium: Origen y configuración jurídica hasta la legislación matrimonial de Augusto, Granada 1987, pp. 359361, expone diversas opiniones doctrinales para resolver la cuestión planteada por Cicerón. 883 Aún hoy el tema ha requerido de reciente regulación jurídica; véase al respecto, Vidal Gallardo, M.M., “Ilegalidad del matrimonio forzado como manifestación de una forma de violencia de género: Ley Orgánica 1/2015, de 30 de marzo, por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal”, Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado 40 (2016) pp. 1-32. 880

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Catón tuvo una niñez compleja, huérfano de padres y criado en un núcleo familiar reconstituido884. Él pasará a su vez por tres matrimonios: De su primera esposa, Atilia, se divorcia por adulterio, aunque les queda una hija: Porcia (casada en primer lugar con Calpurnio Bibulo). Con Marcia, su segunda y tercera esposa, primeramente se divorcia para entregarla como ‘vientre de alquiler’ a su Quinto Hortensio Hortalo; suceso del que se ha hecho referencia en líneas precedentes. • Las combinaciones matrimoniales son muy variadas, por lo que seguidamente plasmaré algunos ejemplos, sin pretender reflejar una enumeración exhaustiva:  Hombre divorciado y mujer viuda.- Como muestra expongo el caso de Lucio Cornelio Sila (138 a.C.-78 a.C.) y su 3ª esposa, Cecilia Metela, viuda de Marco Emilio Escauro e hija del influyente Lucio Cecilio Metelo Dalmático, que aporta dos hijos (Marco Emilio Escauro y Emilia). De este matrimonio tienen dos hijos: — Fausto Cornelio Sila — Fausta Cornelia

884 Plut. Cat. Mi. 1: “El linaje de Catón adquirió lustre y gloria de Catón su bisabuelo, varón que llegó por su virtud a tener entre los Romanos el mayor concepto y poder, como dijimos en su Vida. Quedó huérfano de padres con su hermano Cepión y su hermana Porcia, teniendo, además, otra hermana de madre, llamada Servilia, y todos se mantenían y educaban en casa de Livio Druso, que era tío de su madre, y quien entonces llevaba el peso del gobierno”.

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Otro caso, que creo merece destacar es el de Cneo Pompeyo Magno (106 a.C. - 48 a.C.) y su 5ª esposa, Cornelia (viuda de Publio Licinio Craso): 1ª esposa, Antistia 2ª esposa, Emilia (hijastra de Sila) 3ª esposa, Mucia Tercia (de quien se divorció por adulterio); tuvieron tres hijos: — Cneo Pompeyo el Joven, ejecutado en el año 45 a. C., — Pompeya Magna, casada con Fausto Cornelio Sila — Sexto Pompeyo, quien se rebelaría en Sicilia contra Augusto 4ª esposa, Julia (hija de Julio César).  Hombre soltero y mujer viuda.Entre finales del 52 a.C./ principios del 51 a.C., Curión se casa con Fulvia (viuda de su amigo Publio Clodio Pulcro, y acoge a su hija Clodia). Tienen un hijo: —

Escribonio Curión

 Hombre y mujer divorciados.Fulvia y Antonio tuvieron dos hijos885; Fulvia (77 a.C. - 40 a. C.) también ha sido objeto del anterior matrimonio que supra he puesto de ejemplo: — —

Marco Antonio Crético (47 a.C. - 30 a.C.) Julio Antonio Crético (45 a.C.- 2 a.C.).

 Hombre divorciado y mujer soltera.Marco Vipsanio Agripa (63 a.C. - 12 a.C.) y su 2ª esposa, Marcela la Mayor tienen una hija: — — — —

Vipsania Marcela 1ª esposa, Cecilia Ática, y tienen una hija: Vipsania Agripina 3ª esposa, Julia la Mayor, y tienen cinco hijos: Vipsania Julia o Julia la Menor Lucio César

Perea Yébenes, S., “Extranjeras en Roma y en cualquier lugar: mujeres mimas y pantomimas, el teatro en la calle y la fiesta de Flora”, Gerión 22.8 (2004) p. 28, apunta que la complaciente Fulvia ve con buenos ojos que su esposo Marco Antonio pasee con la mima Cytheris en la misma litera descubierta. 885

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— Cayo — Agripina la Mayor (esposa de Germánico) — Agripa Póstumo (hijo póstumo)  Hombre y mujer viudos.Marco Antonio (83 a.C. - 30 a.C.), recientemente viudo (de su 3ª esposa Fulvia) y su 4ª esposa, Octavia en el 40 a.C. (el padrastro de Octavia en el 54 a.C., había concertado su matrimonio con Cayo Claudio Marcelo, y estuvo casada entre el 88 - 40 a.C.). Durante los años 40 - 36 a. C. vive con su marido en una mansión en Atenas junto con sus tres hijos; además de los dos hijos de Antonio. Allí nacieron sus 2 hijas en común: — —

Julia Antonia la Mayor (39 a.C. - ?) Julia Antonia la Menor (36 a.C.-38 d. C.)

En general se puede afirmar que los hijos de familia viven, por los sucesivos matrimonios de sus progenitores, las siguientes situaciones:

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— — — — —

— —

Suelen crecen sin su madre, en el seno del posterior matrimonio del padre, entre institutrices y pedagogos Pueden tener hermanastros de madre y padre Pueden compartir infancia con los nietos de su padre El padre puede dar la tutela de un hijo concreto a un pedagogo A la muerte del paterfamilias los hijos pasan a la rama materna, o si ésta falleció a la familia en sentido amplio (D.38,10, “Los grados de parientes y sus nombres”) Las hijas de la esposa también pueden atender a los intereses del actual marido de la madre Usualmente los miembros adscritos a una familia no residen en la misma casa.

Esta última característica es comentada por Halders, quien añade que las hijas al casarse se mudan a la casa del marido, pero considerándose todavía parte de la familia. En caso de adopción, normalmente los hombres adultos llegan a ser legalmente parte de la unidad familiar agnaticia, pero esto no significa que ellos tengan que vivir con sus padres adoptivos y tampoco quiere decir que ellos corten todos los vínculos con su familia de origen886. • Un caso especial es la “familia” de Augusto. En el 29 a.C., Julia tiene 10 años, y su padre, quien ha estado tres años en Oriente, celebra en Roma su triunfo sobre Egipto, junto a toda la familia, en un ambiente de apoteosis. En casa, donde la presencia de Octavio es intermitente, por sus obligaciones públicas, y viajes, llegan a convivir hasta diez niños:

Harders,A.-C., Beyond Oikos and Domus cit., p. 15.

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La expresión Domus Augusta parece que se acuña por primera vez en el 15 a.C., en una obra de Ovidio887. El grupo gentilicio (gens) es el principio básico de la familia, e incluye a los agnados; un nuevo miembro se incorpora por adoptio o adrogatio; la domus se puede extender a través de los hijos de las hijas; incluye los agnados, cognados y afines888. Ocuparía un tiempo demasiado extenso profundizar aquí sobre esta Ov. Pont. 2,2,74. Hidalgo de la Vega, M.J., Las emperatrices romanas. Sueños de púrpura y poder oculto, Salamanca 2012, pp. 22-29. 887 888

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figura, y creo que el esquema insertado supra es muy descriptivo. Simplemente añadir que en esa manipulación constante de los miembros de esta casa imperial por parte de Augusto y Livia, en la consecución de sus planes poco importa que el nuevo matrimonio Julia-Tiberio venga un poco forzado, pues Julia esta aún embarazada de Póstumo Agripa, y la amada mujer de Tiberio, Vipsania, también889. Más adelante en el siguiente capítulo se tratará concretamente de Julia, lo que servirá para básicamente completar la visión de la domus imperial.

Hidalgo de la Vega, M.J., “Maternidad y poder político: las princesas julio-claudias”, Madres y maternidades: construcciones culturales en la civilización clásica, Oviedo 2009, p. 190. 889

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46.  LAS TERRIBLES MADRASTRAS Madrastras o padrastros pueden incorporarse al grupo familiar, al igual que hijos de anteriores matrimonios, sobrinas y sobrinos huérfanos, en un enorme mosaico familiar. Todos ellos conviven juntamente con el séquito de esclavos, sirvientes, maestros y demás empleados890. El hecho de perder una madre, ya por muerte de ésta, o por repudio o divorcio de los padres, implica un desarraigo en el crecimiento de sus hijos. Señala Suárez que el concepto de madre sustituta se aplica a tías y a abuelas que cumplen la función de la madre difunta; pero con las madrastras es una intrusa, quien identifica el lado oscuro de la mujer al darse por sentado que existe una malquerencia para con los hijastros891. Séneca contará que su madre, Helvia, huérfana de madre desde el nacimiento, y criada por una madrastra, busca refugio afectivo y protector en un tío, posiblemente materno; sobre esta situación que afecta a su progenitora el filósofo hace una reflexión: “…, a todo el mundo le cuesta tener una madrastra, aunque sea buena”892.

Las terribiles novercae tienen todos los rasgos que la misoginia considera prototípicos femeninos: inestables emocionalmente, faltas de autocontrol, celosas y traicioneras. Watson sitúa el mito de las malvadas madrastras en la Atenas del s. V a.C., y ya en Roma entre finales de la República y temprana época imperial893. Éstas pueden incluso tener como amantes a los hijos mayores de su marido, mientras éste va experimentando su decrepitud, tal y como señala Ovidio en su Metamorfosis; o en otros casos, estas madrastras hacen difícil la vida cotidiana de sus hijastros, que pueden incluso temer una muerte ‘fortuita’ por envenenamiento. Las fuentes se refieren a éstas como hechiceras, fieras heridas894: “Odian a los hijos de la rival; que nadie se oponga, que nadie lo prohíba. Desde ahora es lícito cargarse al hijastro. A vosotros os aviso, huérfanos que gozáis de buena situación económica, cuidad de vuestra existencia y no fiaros de mesa alguna, que los pasteles amoratados fermentan con el veneno de la madre, …”895.

Harders,A.-C., Beyond Oikos and Domus cit., p. 15. Suárez, M.A., “Terribles novercae: las unas y las otras”, Myrtia: Revista de filología clásica 19 (2004) pp. 131-144, y los textos y bibliografía allí citados. 892 Sen. dial. 11,2,4. 893 Watson, P., Ancient Stepmothers. Myth, Misogyny and Reality, Leiden 1995, pp. 128 ss. 894 Horacio en sus epodos cuenta que la bruja Canidia ha secuestrado a un muchacho con la ayuda de tres secuaces, para arrancarle las vísceras y hacer con ellas una pócima mágica. El chico le espeta aterrado: “Por qué me miras como una madrastra o como una fiera atacada con la espada?” (Hor. epod. 5,9-11); al respecto, véase Moralejo, J.L., Horacio, Odas, canto secular cit., p. 530. 895 Iuv. 6,627-631. 890 891

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El ambiente en estas unidades multifamiliares puede ser de una tensión terrorífica: hermanos contra hermanos, hijos y padres que mutuamente se desean la muerte896, padre que se casa con una joven de la edad de sus hijos, madres que comenten incesto con sus hijos, …897; a lo que ha de añadirse las malas relaciones con esas nuevas esposas que educarán a hijastros, y a veces, juntos a hijos propios: “Se vive al asalto: no el huésped de su huésped está a salvo, no el suegro de su yerno, de los hermanos también la gracia rara es. Acecha para la perdición el hombre de su esposa, ella del marido, cetrinos acónitos mezclan terribles madrastras, el hijo antes de su día inquiere en los años del padre. Vencida yace la piedad, …”898.

La carga de agresividad verbal que se genera contra las madrastras, siguiendo el modelo de mujeres malas, es de una perversidad infinita; forma parte del acervo popular y de las narraciones que los escritores, siempre hombres, reproducen en sus obras899. Sin embargo, no se formula un modelo perverso y aterrador de padrastro, porque su posible maldad o tiranía parece diluirse dentro de las cavernas oscuras del patriarcado.

Cilliers, L.- Retie, F.P., “Poisons, poisoning and the drug trade in ancient Rome”, Akroterion 45 (2000) p. 89, refiere que el veneno deviene un símbolo de estatus, una manera aceptada de las mujeres para deshacerse de maridos e hijastros, y de los hijos para eliminar a ricos padres que son demasiado longevos. 897 Catull. 64,397-408: “… Mas, después que la tierra se impregnó de nefastos crímenes, y el deseo espantó la justicia de la mente de todos, y acabaron manchadas las manos del hermano con la sangre fraterna, dejaron de llorar los hijos a los padres, y progenitor hubo que pidió que tuviera su propio primogénito pronto los funerales, para así libremente disfrutar de la flor de una muchacha virgen que pasó a ser madrastra, y hasta una madre impía, acostada debajo de su ignorante hijo, con impiedad tamaña no temió profanar a los dioses penates. Lo lícito, lo ilícito, todo revuelto en una destructiva locura apartó de nosotros la justicia que imparten los dioses, que por eso visitar no se dignan las reuniones humanas, ni se dejan tocar a plena luz del día”; al respecto, véase Fernández Corte, J.C.- González Iglesias, J. A., Catulo, Poesías, Madrid 2006, pp. 365-367. 898 Ov. met. 1,144-147. 899 Suárez, M.A., Medea: impia mater cit., p. 113, resume la imagen que de los textos clásicos ofrecen sobre las madrastras: descontrol, celos, traición y encarnación del mal. 896

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47.  LOS PREJUICIOS CONTRA LA LIBERTAD Y PODER FEMENINOS • Una vez más los escritores romanos hacen referencia a las amenazas femeninas de subversión del orden establecido, cuando imaginan –como situación dantesca– que haya un momento en el que los hombres queden sometidos a las mujeres. Señala Mcclintock que en el año 42 a.C., a pesar de que hacía tiempo que la lex Voconia limitaba la capacidad de las mujeres para recibir por testamento, hay más de mil matronas adineradas, de las cuales cuatrocientas tienen más de 100.000 denarios900. Desde una aproximación jurídica, Cicerón al referirse a la tutela mulierum alega la perversidad que supone que las mujeres –que por definición son débiles de juicio– puedan elegir sus propios tutores, a los que gobiernan a su antojo. Por tanto, para Cicerón con esta medida, introducida por los juristas contra las leyes antiguas, se está poniendo en peligro los cultos familiares, y por ende, la pervivencia de las familias, imprescindible para la existencia misma de la romanidad: “Aunque había muchas instituciones establecidas con gran acierto por las leyes, en su mayor parte han sido adulteradas, y echadas a perder por la cavilosidad de los jurisconsultos. Fue voluntad de nuestros antepasados que todas las mujeres, por su debilidad de juicio, estuvieran bajo la potestad de tutores, mas los jurisconsultos inventaron una especie de tutores que estuvieran sometidos a potestad de las mujeres. Quisieron aquellos que no se extinguieran los cultos familiares; más por la argucia de estos hombres se han encontrado viejos que se prestan a realizar ventas simuladas, para que tales cultos se extingan. En suma: en todo el derecho civil dejaron a un lado la equidad y se atuvieron a la letra muerta. …”901.

Igualmente desde finales de la República, y el Principado de Augusto, saltan las alarmas patriarcales desde el mundo literario902. Contrariamente a lo que muestran las fuentes documentales, en la que son los hombres lo que tratan de ‘cazar’ a las mujeres ricas903, el fabulista Fedro (s. I a. C.) escribe: “Que los hombres son saqueados, sea como fuere, por las mujeres (a feminis utcumque spoliari viros), ya las amen, ya sean amados por ellas, lo aprendemos con ejemplos”904. Mcclintock, A., The Lex Voconia and Cornelia’s Jewels cit., p. 183. Cic. Mur.12,27. 902 Palacios, J., Miradas romanas sobre lo femenino cit., p. 105, cita algunos ejemplos de atemorizantes y poderosos personajes femeninos, a las que se tacha de ambiciosas material y políticamente, y rompedoras de barreras morales: la Dido de la épica virgiliana o a otros personajes que circulan tanto por la historiografía y los discursos institucionales cuanto en los textos literarios: Sempronia, Clodia Metela, Cleopatra, o Valeria Mesalina, por citar algunas. 903 Mcclintock, A., The Lex Voconia and Cornelia’s Jewels cit., p. 184, refiere como ejemplo las inscripciones y papiros mágicos egipcios en los que los conjuros son para encantar a adineradas mujeres para desposarlas y vivir de ellas. 904 Phaedr. 2,2,2-3. 900 901

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La poesía se hace reflejo de la nueva realidad social en la que las mujeres se saltan sus deberes familiares y morales905 y rechazan los matrimonios concertados906; de ahí el comentario del poeta Catulo: “Y tú, no te resistas a semejante esposo, doncella, pues no es bueno resistirse a ese hombre al que fuiste entregada por tu padre en persona. Y tu virginidad no es enteramente tuya, Porque a tus padres en parte pertenece. Un tercio es de tu padre, un tercio de tu madre, y sólo un tercio es tuyo, no te enfrentes a dos que entregaron al yerno la dote y sus derechos”907.

En este periodo, no se puede precisar la fecha, se introduce la actio rei uxoriae por la que la mujer divorciada puede exigir judicialmente la devolución de la dote; pero será un proceso lento de cambio en la institución dotal que comenzará a concebirse paulatinamente como aportación al sostenimiento de las cargas económicas de la vida matrimonial. Ahora bien, numerosas son las mujeres que se podrían mencionar en este epígrafe, desgarradas en su biografía por la complejidad del momento político, por la dificultad de atenerse a las pautas ya caducas de las mores maiorum, y porque desde sus familias se demandan nuevos comportamientos femeninos: un ‘choque de trenes’, tal y como se ha apuntado al abordar el fenómeno de las familias plurifamiliares. También se puede ahondar al respecto consultado las historias de mujeres, descritas en la monografía, ya citada en otros lugares de esta obra, sobre “las mujeres en tiempos de Augusto: realidad social e imposición legal”.  La historia de Clodia (90 a.C.?- ¿?), hermana del tribuno de la plebe Clodio Pulcher, esposa de Cecilio Metelo, representante de la facción política de los optimates, y amante de Catulo, parece ser prototípica de esta realidad, en la que la mujer sigue actuando ‘entre bambalinas’ en el terreno político; mujer a la que Cicerón (Cic. Top. 3,14) escribe que “el género ‘mujer’ admite dos formas: una es la de las madres de familia (que son aquellas que están sometidas al poder marital del esposo); la otra corresponde “a las que tan sólo se tienen por mujeres”. 906 Cortés Továr, R., Indignación satírica contra las mujeres romanas cit., p. 151, subraya que las ideas estoicas sobre humanitas incluyen la defensa del matrimonio por amor entre iguales. Esta mentalidad llegará, según la autora, a la perversión del principio, pues en vez de aplicar la igualdad a la fidelidad mutua basada en el amor, se iguala al marido en la libertad moral completa para cometer adulterio. 907 Catull. 62,62-65; al respecto, véase Fernández Corte, J.C.- González Iglesias, J. A., Catulo, Poesías cit., p. 331. 905

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se llega a tachar de libertina, pese a que reúne todos los atributos para no ser denostada: patricia, hija de familias ilustres por vía paterna y materna, extraordinariamente hermosa y muy culta. En la rivalidad política entre su hermano Clodio y su marido Cecilio Metelo, según Cid, apoya a su hermano, quizás como explica la autora porque al no tener hijos la ligazón a su familia paterna es aún mayor908. Al quedar viuda decide no casarse más, y participa activamente en los círculos literarios y políticos, lo que lleva a los literatos a atribuirle una amplia lista de inmoralidades: incesto, asesinato, seguidora de cultos religiosos extranjeros, y libertinaje-prostitución; sin embargo, las palabras de Cicerón revelan la realidad del personaje, toda una declaración de empoderamiento femenino que es el revulsivo para lacerantes escritos del típico imaginario machista: “… una mujer que no tenía marido, que abría su casa a cualquier hombre, que cenaba con hombres con los que no tenía ningún parentesco, y que era galante… Te pregunto, Oh Lucio Herenio, si ocurriera que un hombre joven estuviera con ella, ¿debe llamarse a él adultero o un amante?, ¿Ha de considerarse que él ha atacado su castidad o simplemente ha tenido como objetivo satisfacer sus deseos?”909.

 En Sempronia (123-63 a.C.), hija de Sempronio Tuditano, y casada con Marco Fulvio Bambalio, se percibe ese mundo de la represión intelectual femenina, tan grafica y sórdidamente descrito por Salustio al referir la participación de Sempronia en la conspiración de Catilina; para alguna autora, la principal crítica que se le hace se dirige al canto y la danza, consideradas habitualmente incompatibles con la gravitas910: “En este tiempo se dice que atrajo Catilina a su partido muchas gentes de todas clases y también a algunas mujeres, que en su juventud habían soportado inmensos gastos con la prostitución de sus cuerpos. … Una de ellas era Sempronia, mujer que en varias ocasiones había cometido excesos que piden arrojo varonil; harto afortunada por su linaje y hermosura y nada menos por el marido e hijos que tuvo. Sabía las lenguas griega y latina; cantaba y danzaba con más desenvoltura de lo que conviene la mujer honesta; tenía muchas de aquellas gracias, que son incentivos de la lujuria; pero nada estimaba menos que el pundonor y honestidad. Era igualmente pródiga del dinero que de su fama, y tan lasciva, que más veces solicitaba a los hombres que esperaba ser solicitada. Había mucho antes en varias ocasiones abandonado infielmente su palabra; negado con juramento lo que tenía en confianza; intervenido en homicidios y arrojándose preci908 Cid López, R.M., “Clodia imaginada por Cicerón. La construcción de la biografía de una libertina”, Venus sin espejo. Imágenes de mujeres en la Antigüedad clásica y el cristianismo primitivo, Oviedo 2005, p. 172. 909 Cic. Cael. 49,31-52. 910 Francia Somalo, R., La mujer romana y los ideales de la Humanitas cit., p. 66.

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pitadamente a todo por su liviandad y su pobreza. Por otra parte su ingenio era feliz para la poesía, para el chiste, para la conversación, fuese modesta o tierna o licenciosa. En suma, tenía mucha sal y mucha gracia”911.

A Sempronia, tal cual se tratara de una Medusa (monstruo ctónico femenino ), se le achaca la perdida de virilidad, física y moral, de los hombres a los que atrapa, tal cual si los envenenara: 912

“La avaricia tiene por móvil el dinero, del que nadie en su sano juicio siente deseo. Ella, como empapada de horrible veneno, arruina el cuerpo y el espíritu varonil, es siempre ilimitada e insaciable, no se reduce ni con la abundancia ni con la escasez”913.

Disco parietal sobre una Medusa (Casa de los Vetti. Pompeya) 914

Sall. Catil. 25. D. 48,4,8, Papiniano Libro 13 Respuestas: “En cuestiones de lesa majestad son oídas también las mujeres; al fin, una mujer, llamada Julia, descubrió la conjuración de Sergio Catilina; y el indicio de ella instruyó al cónsul Marco Tulio”. 912 En la mitología greco-romana la medusa tiene una feminidad peligrosa para la virilidad masculina, ya que petrifica a aquellos hombres que la miran fijamente a los ojos. Perseo, antes de salvar a Andromeda, la decapita, y usa su cabeza como arma contra la bestia que custodia a Andromeda. De aquí puede extraerse una lectura contra mulieris: la mujer fuerte e independiente termina siendo domada o aniquilada por el hombre valiente, y éste a su vez defiende a las frágiles mujeres a las que hará felices. 913 Sal. Catil. 11,3; al respecto, Segura Ramos, B., Conjuración de Catilina, Guerra de Jugurta, Historias (fragmentos), Madrid 2000, p. 12. 914 Ranieri Panetta, M., Pompeya cit., p. 293. 911

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 Julia, la hija de Octavio, por desgracia para ella, puede ser utilizada como ejemplo, entre otros, de lo que los murmuradores tachan de uso indebido de la vestimenta915, en tanto ésta focaliza de manera especial los prejuicios contra la libertad femenina916. Para la posteridad la persona de Julia Maior es identificada como de mala reputación.  En Cleopatra, la reina extranjera, se percibe la atribución de otro ‘sambenito’ típicamente machista, consistente en el axioma de que la mujer que consigue ascenso social, o prebendas de los hombres, lo obtiene haciendo ‘favores sexuales’. Los escritores tienen como ejemplo favorito a la reina egipcia, a quien representan simplemente como la perversa seductora (monstrum fatale)917, pese haber sido, como muestran las fuentes orientales una mujer muy inteligente y de vastísima cultura, excelente gobernante y una buena madre918. • Fulvia llega a dirigir un ejército y desaparecerá, posiblemente asesinada, con una leyenda negra sobre sus alocados arrebatos, según refieren las fuentes latinas919. El Poder público de mediados-finales de la República puede asumir una relajación de algunas de las antiguas mores maiores, siempre y cuando no se ponga en peligro el orden social, ni político; pero cuando ello ocurre, la mujer es degradada a la más mísera y repugnante de las tachas ‘machistas’; por Bravo Bosch, M.J., “Escribona ¿Perfecta matrona romana?”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, p. 280, expone que se reconocen distintos tipos de ropa en función del pudor femenino; subrayando la obligación impuesta a las cortesanas de llevar el amiculum en vez de la stola, indica la intención clara de diferenciar a las meretrices de las honestas matronas romanas. 916 Sobre Julia Maior aún en el s. IV d.C., Macrobio refiere su vestimenta atrevida; Macr. Sat. 2,5,6: “En un espectáculo de gladiadores Livia y Julia habían atraído hacia ellos la atención del pueblo a causa de la desemejanza de sus séquitos; mientras rodeaban a Livia varones notables, se sentaban en torno a ésta una grey de jóvenes lujuriosos. Le amonestó su padre por escrito, que veía cuánta diferencia había entre dos mujeres principales. Ella le respondió elegantemente: ‘éstos se harán viejos conmigo’”. 917 Hor. carm. 1,37,21. El término ‘monstruo’ como apelativo femenino también se utilizará por Séneca: Sen. Med. 191: “… monstrumque saevvum horrible”. 918 Lucan. 10,105-110: “Pasa una noche corrompiendo a su juez. Cuando estuvo asegurado el favor del general, comprado el precio de grandes concesiones, un banquete recogió los alborozos por tan gran acontecimiento, y Cleopatra con aparatosa ostentación, desplegó unos lujos exclusivos suyos, aún no exportados a la sociedad romana”; al respecto, Holgado Redondo, Lucano, Farsalia cit., p. 370. Sobre Cleopatra, denostada en las fuentes latinas, véase, Puyadas Rupérez, V., Cleopatra VII: descendiente de faraones cit., pp. 103-123; Soto Chica, J., “Cleopatra. La reina de las tres cobras”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, pp. 251-286. 919 Masi Doria, C.- Cascione, C., “Fulvia. Nemica di Ottaviano e prima principessa romana”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, p. 222. 915

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inmiscuirse en conspiraciones políticas, pese a su alta posición social y destacada cultura y capacidad, se les atribuye el calificativo de prostituta. Ese mundo de la represión intelectual femenina es grafica y sórdidamente descrito. Mirón reflexiona sobre el uso legítimo de la violencia; la exclusión de la mujer de los ámbitos del poder implica también marginarla de una de las prerrogativas de ese poder, la del uso legítimo de la violencia. Consecuentemente la mujer está deslegitimada para ejercerla, y si se atreve a usarla es una excepción, por lo que como tal será utilizada por el Poder público para ideológicamente descalificarla y destruirla física o socialmente920. • Mesia Sentina es conocida como ‘la androgina’. La mujer que se masculiniza es elogiada por desprenderse de la ‘debilidad de su sexo’ y merece el apelativo de viril; quizás en tiempos de Cicerón tuvo lugar este juicio según Höbenreich921: “Mesia Sentina, acusada de un crimen, con gran participación del pueblo, se defiende sola ante el tribunal, presidido por el pretor Lucio Tizio, y desarrollada todas las partes de su defensa, no sólo con acierto sino con gran coraje, fue absuelta después del primer discurso casi unánimemente. Por este motivo, porque escondía, bajo su aspecto exterior de mujer, un ánimo viril, la llamaban andrógina”922.

Como señala Palacios, los estereotipos femeninos, sin distinción de estatus social o edad, representan la alteridad rapaz que amenaza la frágil identidad del uir Romanus923. Para los romanos conceptos ciudadanos como la libertad y el poder sólo quedan para los hombres virtuosos, por lo que el modelo cívico siempre ha de ser masculino: “El término ‘virtus’ procede de ‘vir’; y esencialmente propia del hombre es la fortaleza, cuyas dos atribuciones principales son el desprecio de la muerte y del dolor”924. Mirón Pérez, M.D., “Las madres vengadoras: mujeres, paz y violencia en la Grecia antigua”, Madres y maternidades: construcciones culturales en la civilización clásica, Oviedo 2009, p. 69. 921 Höbenreich, E., Andróginas y monstruos cit., p. 180. 922 Val. Max. 8,3,1. Algo similar ocurrirá con Hortensia, tal y como relata Val. Max. 8,3,3: “Habiendose impuesto por los triumviros un duro impuesto a las matronas y no osando ninguno de los hombres a defenderlas, Hortensia, hija de Quinto Hortensio, discutió con firmeza y éxito la causa ante los triumviros; reproduciéndo, en efecto, la elocuencia de su padre, obtuvo que les fuese eliminada a las mujeres la mayor parte del impuesto. Quinto Hortensio parece revivir en su hija e inspirarle sus palabras. Si sus descendientes masculinos hubieran querido imitar su eficacia, la gran herencia de la elocuencia de Hortensio no habría terminado en un único discurso de una mujer“. 923 Palacios, J., Miradas romanas sobre lo femenino cit. p. 106. 924 Cic. Tusc. 2,18,43. 920

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• Y un ejemplo también que ha de mencionarse en este periodo, aunque se va haciendo evidente por la crisis del teatro clásico, es el caso de la mima; en ella se acentúa el tópico de la mujer libre, la que no tiene marido ni casa, y que automáticamente es tildada de prostituta. El sentimiento popular prefiere diálogos caricaturescos espontáneos y frescos, retazos de la vida cotidiana cargados de contenido sexual y a veces hasta obsceno. Los mimos y mimas actúan sin máscara. La mima además para reforzar su libertad y desvergüenza va descalza, e incluso se va quitando ropa a demanda del público asistente925.

Perea Yébenes, S., Extranjeras en Roma y en cualquier lugar cit., pp. 11-14, expone detenidamente el espectáculo de mimos. El tema casi siempre versa sobre un marido tonto, viejo, poco agraciado físicamente, y pobremente vestido, al que su esposa joven, bella, alegre y desinhibida (deja entrever sus encantos con picardía y falso descuido) lo engaña con otros; y lo ridiculiza ante todos, que se mofan del cornudo. Señala el autor que cada espectador masculino se cree en el papel del amante de aquella esposa. 925

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48. LAS MUJERES-VÍCTIMA DE LA DOMINACIÓN ERÓTICA Hay que tener presente que el amor no entra dentro del modelo tradicional de relaciones de pareja, pues lo importante es la affectio maritalis. Pero los nuevos tiempos generan tendencias, tal y como refleja la poesía de Catulo, los neotéricos, Tibulo, Propercio y Ovidio, quienes muestran mujeres de diversas categorías sociales que quieren vivir con libertad, pasión y lujo. La fidelidad de los amantes, y la perfidia de aquel que incumple las palabras de amor dadas926; los poetas exaltan este nuevo tipo de relaciones entre personas ajenas al cumplimiento de los tradicionales officia; deberes que si defienden Lucrecio y Horacio, propugnando el autocontrol, y denunciando, al igual que los estoicos y epicúreos, los problemas que acarrea un exceso de deseo amatorio927. Sin embargo, lo que podría parecer una literatura del ideal emancipatorio femenino es equívoco, pues muestra, según Greene, el uso del vocabulario político y militar en el campo amoroso, inyectando las fantasías masculinas de dominación erótica928. La violencia en la relación amorosa es parte característica de la elegía romana, siendo más normal que la ejerza el amante sobre la amada que a la inversa. El poema de Propercio, “riñas de amor” es significativo de una adicción a la violencia en las relaciones de pareja, y de la peligrosa identificación de amor sufrido con el éxtasis amoroso; y de ahí se pasa a pensar que eso es la felicidad amorosa. Otra arma letal de la violencia de género es el farragoso mundo de los celos; el escritor también los sublima como acicates del amor de pareja, recomendando incluso que si aún no existen se provoquen. Y en este contexto pasional, en el sentido de sufrimiento del verbo latino ‘patior’, los celos son un elemento que eleva la tensión y el deseo de la persona amada: “Impóngaseme también leyes severas: que no pueda alabar a nadie sin que ella me arranque los ojos. Y si cree que he faltado en algo, aún sin razón, me arrastre del pelo y me tire por calles abajo. Yo no querría pegarte, pero si me llega el momento de locura, desearía no tener manos”929.

Analizando a Tibulo, García Jurado escribe que el vestido de la amada ha de mostrar en todo momento el decoro o el abandono requerido por la circunstancia; y si ella no corresponde a la tristeza del poeta, éste debe reprochárselo y casti926 Véase López Muñoz, M., “Fida Dido Aeneasque perfidus”, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, pp. 377-406, expone numerosos textos en los que se vierten valores y principios tradicionales romanos a relaciones no estables de pareja. 927 Marina Sáez, R.M., “Violencia femenina y poder masculino en la elegía amorosa latina: El de la Cintia de Propercio”, Mujeres en la Antigüedad Clásica. Género, Poder y Conflicto, Madrid 2010, pp. 212-213. 928 Greene, E., The erotics of domination. Male desire and the mistress in latin love poetry, Baltimore-London 1998. 929 Tib. 1,6,69-74.

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garla desgarrándole del vestido. El acto de deshacerle el tocado debe ser suficiente reprimenda, sin llegar jamás a ‘las manos’930, esto es, violencia que entra en lo políticamente admitido por la sociedad. En fin, una amplia maquinaria pasional que justifica todo tipo de horrores, con modalidades infinitas de plasmación real: “Dulce me resultó la bronca de ayer a la luz de los candiles, y las maldiciones sin cuento de tu boca furiosa, cuando, enloquecida por el vino, empujaste la mesa y contra mi arrojaste copas repletas con manos furiosas. ¡Pero, venga, atrévete a tirarme de los pelos y a marcar mi cara con tus lindas uñas; amenázame con quemarme los ojos con el fuego de una antorcha y desnuda mi pecho rasgándome la túnica! Son síntomas evidentes de una pasión sincera: pues ninguna mujer sufre si no es por un amor profundo. La mujer que lanza reproches con lengua rabiosa, Ésa se postra ante los pies de la poderosa Venus, Ya se rodee, cuando sale, de un tropel de guardianes, ya ocupe, cual Ménade poseída, toda la calle, ya locas pesadillas aterroricen a menudo su timidez, ya la conmueva en su desgracia el cuadro de una joven, de estos sufrimientos del alma yo soy adivino certero: Conozco estas marcas usuales en un amor verdadero No es verdadera la felicidad que no experimente riñas: ¡A mis enemigos toque una amada insensible! Vean mis amigos heridas de mordiscos en mi cuello: Las moraduras muestren que he poseído a mi amada. En el amor quiero sufrir o sentirte sufrir, Ver mis propias lágrimas o las tuyas. Si alguna vez envías con el entrecejo mensajes ocultos, O trazas con tus dedos letras secretas. Detesto los sueños que nunca arrancan suspiros: Quisiera estar siempre pálido cuando ella está airada. … O contigo o por ti siempre luchare con mis rivales; Que no me agrada la paz cuando se trata de ti. ¡Alégrate de que ninguna sea tan hermosa! Lo sentirías, Si alguna lo fuera: ¿Ahora puedes con razón ser altiva! ¡Mas a ti, que has tendido redes en nuestro lecho, no te falte nunca suegro ni una casa sin suegra! Si ahora se te ha ofrecido la oportunidad de robarme una noche, Lo permitió su enojo conmigo, no su cariño por ti”931.

García Jurado, F., “El vestido femenino como motivo elegíaco en Propercio y el Corpus Tibullianum”, Cuadernos de filología clásica: Estudios latinos 20 (2001) p. 93. 931 Prop. 3,8; al respecto, Ramírez de Vergel, A., Propercio, Elegías cit., pp. 193-195. 930

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Curiosamente los escritores que alaban esa violencia ‘amorosa’ la enmarcan en unos márgenes, que según ellos, son ‘socialmente permisibles’; lo cual es si cabe más peligroso, pues parecen ofrecerse ‘estas enseñanzas agresivas’ como un paquete para principiantes. Una violencia de ‘baja intensidad’ que puede ser socialmente más aceptada, tanto por las víctimas como por la sociedad en general. Conforme a la lógica de este formato poético de malos tratos, cualquier ‘ciudadano de pro’ puede tranquilamente hacer como que no ve, y mantenerse indiferente ante episodios violentos de un familiar, del vecino, y más aún si la sufre un desconocido: “Entonces se encienden los combates de Venus y la joven se lamenta de sus cabellos arrancados y de sus puertas rotas. Llora los golpes de sus tiernas mejillas, pero el propio vencedor también llora que sus enloquecidas manos hayan tenido tanta fuerza. Pero amor lujurioso atiza la pelea con maldiciones, e, indiferente, se sienta entre los dos irritados. ¡Ah! Es de pedernal y hierro todo el que pega a su joven amante: del cielo derriba él a los dioses. Bástele desgarrar de su cuerpo el ligero vestido; bástele deshacer los adornos de su peinado; bástele haberla hecho llorar” 932.

Así, para Propercio resulta ‘comprensible y aceptable’ que la amada, que se niega a yacer con el amado, experimente malos tratos: “Pero si, obstinada, te acuestas vestida, en tu vestido rasgado probarás mis manos. Más aún, si la ira me lleva más lejos, Enseñarás a tu madre tus brazos lastimados”933.

Indica Marina Sáez que Cintia, en la obra de Propercio, se presenta como activa en el amor, apasionada, agresiva, celosa e infiel934. El mismo Propercio se reconoce como su amante, y rechaza los officia virilia tradicionales (la guerra y la defensa de los intereses patrios) para preferir dedicar su vida a la conquista amorosa; se ve a sí mismo reflejado en el mito griego de Paris, raptor de Elena de Troya, y no como Héctor, ideal de guerrero y marido935. En las fantasías amo Tib. 1,10,55-65. Prop. 2,15,17-20. 934 Alfaro Bech, V, “La conversión de Propercio”, AnMal Electronica 26 (2009) p. 46, ahonda en la actitud superior dominadora y activa de la muchacha, inteligente y bella, a la que se llama ‘niña’ (puella) cortesana, y basada más en el trueque que en los sentimientos. La amada va a exigir regalos y obsequios a cambio de su amor, y se mostrará atrayente no sólo para el poeta sino también para todos los demás, de ahí que las muchachas romanas tengan constantes infidelidades amorosas. 935 Ramírez de Vergel, A., “Introducción”, Propercio, Elegías cit., pp. 17- 19. Prop. 3,5,1-6: “Amor es un dios de paz, a la paz veneramos los enamorados: duras son las batallas que sostengo con mi dueña./ Y todavía mi corazón no se atormenta con el odioso oro, ni necesito saciar mi 932 933

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rosas Propercio acepta ‘una violencia controlada’ y reciproca entre los amantes: heridas, lloros; y esa falsa imagen de inversión de la inferioridad femenina hacia una errónea emancipación femenina: la identificación de la amada como domina y del amante como servuus936. Esta gran trampa ha tenido tradicionalmente mucho éxito. La violencia sexual se confunde con la seducción. Ovidio en su Arte amatorio estimula a los lectores para que no renuncien al cortejo de una muchacha que se resiste, pues su rechazo es, en realidad, una invitación a insistir en el deseo de conquista masculina; de ahí el uso de la expresión ‘violencia que agrada a las mujeres’ (vis grata puellae)937. Otra cuestión sobre la que reflexiona García Jurado es la dominación masculina centrada en el pie pequeño femenino, su incómodo calzado, o las estolas que llegan a los pies e impiden por su estrechez el libre movimiento del cuerpo de las mujeres; explica el autor que para los hombres tiene una fuerte carga erótica, pues con tales costumbres y prendas opresivas ellas no pueden caminar fácilmente, ofreciendo una impresión de impedimento que simboliza una supuesta debilidad femenina938.

sed en copas de joyas preciosas,/ Ni mil yuntas me aran en la fértil Campania, ni desgraciado me procuro bronces a costa de tu ruina, Corintio”. 936 Marina Sáez, R.M., Violencia femenina y poder masculino cit., pp. 224-225. 937 Cerrato, D., La cultura dello stupro cit., p. 435; véase también Daujotas, G.A., “Violencia corporal en Amores 1.7 de Ovidio”, Actas del V Coloquio Internacional Mito y Performance, de Grecia a la Modernidad, Centro de Estudios Helénicos, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UNLP, La Plata 2010, pp. 197-211. 938 García Jurado, F., El vestido femenino como motivo elegíaco cit., pp. 91-92.

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49. LA AUTOCENSURA FEMENINA: SOSPECHA ES CULPABILIDAD El adulterio es un delito muy grave puesto que mancilla el honor del marido; pero más lesivo aún es este acto de infidelidad conyugal cuando la mujer engendra un hijo, por lo que supone de incorporación de “sangre extraña” en la familia. Estos peligros para el patriarcado, que conlleva la libertad femenina, suponen la necesidad de reforzar los mecanismos de control a las mujeres; y el más duro de ellos es el invisible, el que se ejerce tan sólo con la mera sospecha. A nuestros días ha llegado una leyenda de Julio César que se toma como paradigma de la rectitud y de la sabiduría social: “la mujer del César no sólo tiene que ser honrada, sino parecerlo”; y ella se aplica a todo, pero tomando como sujeto de culpabilización a la mujer a la que directamente se la rebaja en sus expectativas sociales. Los hechos de los que se nutre esta nefasta leyenda tienen lugar en el 62 a.C., cuando Publio Clodio, disfrazado de mujer y cobijado por la nocturnidad se introduce en casa de César; Clodio aprovecha que en la casa hay sólo mujeres celebrando la fiesta en honor de Bona Dea. El escándalo estalla, y todas las miradas se dirigen a Pompeya, segunda esposa de César, quien se divorcia, pese a que se había casado con ella seis años antes para ganarse el apoyo de los partidarios del difunto Sila; su argumentación es que, aunque no hayan llegado a consumar el adulterio, su mujer no sólo debía ser honrada, sino parecerlo939. “Publio Clodio era un joven, patricio de linaje, señalado en riqueza y en elocuencia, pero que en insolencia y desvergüenza no cedía el primer lugar a ninguno de los más notados de disolutos. Amaba éste a Pompeya, mujer de César, sin que ella lo llevase mal, pero la habitación de Pompeya estaba cuidadosamente guardada, y la madre de César, Aurelia, mujer respetable y que andaba continuamente en seguimiento de la nuera, hacía difícil y peligrosa la entrevista de los amantes. Veneran los romanos una diosa, a la que llaman Bona […] No es lícito que a esta fiesta se acerque ningún varón, ni que siquiera exista en casa mientras se celebra, sino que las mujeres solas, unas con otras, se dice que ejecutan en esta solemnidad arcana muchas ceremonias […]: Celebraba Pompeya esta fiesta, y Clodio, que era todavía imberbe, y por lo mismo esperaba pode quedar oculto, tomó el vestido y arreos de una cantora, y con este disfraz se introdujo, pudiendo confundirse con una mocita […] Encontrósele en el cuarto de la criada, en el que había entrado huyendo, y descubierto así por las mujeres, se le puso puerta afuera […] En cuanto a César, al punto repudió a Pompeya. Pero llamado a ser testigo de la causa, dijo que nada sabía de lo que se imputaba a Clodio. Como, sorprendido el acusador con una declaración tan extraña, le preguntase por qué había repudiado a su mujer: ‘Porque quiero –dijo– que de mi mujer ni siquiera se tenga sospecha”940. Rodríguez Ortiz, V., “Servilia Cepionis. Una estrategia en la política de finales de la República”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, pp. 136; 138. 940 Plut. Caes. 9. 939

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He aquí el efecto que para la libertad femenina tienen los rumores, que nunca llevan alabanza, sino desprestigio con el efecto jurídico de la turpitudo: “(Julio César) Repudió a Pompeya, su mujer, de la que se habían oído malos rumores en relación con Clodio; después, cuando Clodio fue acusado en un proceso por esto, y César fue citado como testigo, no dijo nada malo de su mujer. Al preguntarle el acusador: ¿Por qué, pues, la expulsaste?, le contestó que la mujer de César debía también estar libre de sospecha”941.

Así, la turpitudo implica la infamia de hecho impuesta por la baja estima colectiva, y conlleva determinados efectos jurídicos. Con esa tacha la mujer es víctima de las miradas de los otros, del ataque desenfrenado y no mesurado de la censura social, ya sea porque se trate de prostitutas, mujeres dedicadas a la escena, o simplemente mujeres trabajadoras, en tanto que fácilmente éstas pueden poner en peligro el control de la sexualidad femenina conforme a lo establecido en los parámetros públicos942; y en este ámbito las cómicas, como tantos oficios dudosos, sufren el desprecio social. Cicerón para ofender al cónsul Marco Antonio, le espeta su relación con una artista, y para aumentar el descredito da a entender que ha llegado a casarse con ella: “No le deis más vueltas, se ha convertido en un hombre de bien: ha ordenado a su queridita cómica que recoja sus pertenencias, le ha tirado las llaves de acuerdo con la ley de las XII Tablas, la ha echado de su casa. ¡Qué ciudadano tan bien considerado, tan estimado, aquel en cuya vida nada hay más honroso que el hecho de haberse divorciado de una cómica!”943.

Más aún, la dignidad familiar exige que el dominio de las pasiones se ejerza hasta en los más mínimos detalles, como la vestimenta y los adornos. La presión ejercida sobre las mujeres en su imagen es muy fuerte, y esa imposición de un aspecto exterior impecable, las obliga a ejercer el autocontrol en su expresión y movimiento. Plut. Maxime 3. Plut. Caes. 10,8-11: “César repudió enseguida a Pompeya, y cuando fue citado al juicio como testigo, declaró no conocer ninguna de las imputaciones expresadas contra Clodio. Y cuando, ante el carácter sorprendente de esta declaración, el acusador le preguntó: ‘¿Entonces, cómo es que has repudiado a tu mujer?, respondió: ‘Porque estimé que mi mujer ni siquiera debe estar bajo sospecha’. Esta contestación, unos dicen que César la dio porque así es como pensaba; y otros, que por congraciarse con la plebe, decidida firmemente a salvar a Clodio. Sea como sea, el caso es que Clodio queda absuelto de la acusación …”. 942 Rodríguez López, R., La mujer en el mundo laboral de la Roma antigua, Mulier. Algunas Historias e Instituciones de Derecho Romano, Madrid 2013, pp. 241-260. Sobre el control masculino de la sexualidad femenina en la Roma antigua, véase Kühne, V., “Reas y víctimas”, Las mujeres en Roma antigua, Lecce 2009, pp. 97-163. 943 Cic. Phil. 2,28,69. Martín, C., Discursos contra Marco Antonio o Filípicas (trad. y notas), Madrid 2001, p. 247, n.204, apunta que Cicerón, para expresar lo inadecuado de la relación, presenta a Citéride, la cómica, como la mujer de su enemigo Marco Antonio. 941

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50.  EL ABORTO CONTRA MORES Cicerón en su defensa de Cluentio trata de retratar la maldad de su padre Opianico; autor de numerosos crímenes terribles en la época de las proscripciones de Sila. Para ello recurre a establecer un paralelismo con la pena capital que en algunos pueblos –a su parecer correctamente- condenan a la mujer que voluntariamente interrumpe su embarazo. A este respecto, tal y como Cicerón se detiene a detallar, dicha reo lo es, no por la vida que elimina, sino porque está atentando contra el patriarcado: al privar a un padre de la esperanza de continuar su apellido y de perpetuar su raza, a una familia de su heredero y a la República de un ciudadano; de este modo, si en el mundo romano existieran las técnicas ginecológicas actuales que identifican el sexo del feto, los juristas habrían distinguido por su diferente valoración el aborto de un feto varón al de un feto femenino. El texto de Cicerón dice así: “Recuerdo que cuando estaba en Asia una mujer de Mileto, sobornada con dinero por unos herederos sustitutos, tomó medicamentos para abortar el fruto que en su seno llevaba, y fue condenada como reo de crimen capital, pues había privado a un padre de la esperanza de continuar su apellido, de perpetuar su raza, a una familia de su heredero y a la República de un ciudadano. Siendo Opiánico reo del mismo delito, ¿no merecía mayor castigo? Aquella mujer, al menos, atentando contra su cuerpo, fué su propio verdugo; pero Opiánico era asesino y verdugo de cuerpos ajenos. Parece que los demás malvados con una muerte sólo pueden cometer un parricidio; Opiánico inventó realizar más de uno con una sola víctima”944.

Ahora bien, no hay que dejar de tener presente que el aborto es una cuestión privada, una decisión familiar íntima. Como señala Núñez, la ley Cornelia de sicariis et veneficiis (81 a.C.) y la ley Pompeia de parricidiis (55 a.C.), al tratar el homicidio sólo penalizan el aborto cuando tiene como resultado la muerte de la parturienta. Para los escritores de la época el aborto es equiparable al homicidio, pero no para la legislación romana, que no penalizará estas actuaciones sobre el feto hasta el s. II d.C.945. El valor social de la mujer romana de clase media y alta, tal y como se ha expresado en epígrafes precedentes, es elevado, ya que desde su niñez se ha invertido 944 Cic. Cluent. 11,32. Al respecto, Rodríguez Ortiz, V., El aborto hasta fines de la Edad Media castellana, Pamplona 2014, p. 50. 945 Núñez Paz, M.I., “Perspectivas sociales y jurídicas del aborto consentido en la Antigua Roma”, Revista general de legislación y jurisprudencia 3 (1989) p. 922; Núñez Paz, M.I., “Progresivo y limitado reconocimiento de la figura materna en el Derecho romano: De la cesión del vientre al ejercicio de la tutela”, Madres y maternidades: construcciones culturales en la civilización clásica, Oviedo 2009, p. 270. Núñez Paz, M.I., “La violencia estructural y las mujeres que abortan. Del Derecho Romano al Derecho vigente”, Salud reproductiva, legislación y opciones de maternidad, Madrid 2013, pp. 28-30.

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mucho en su formación integral para que ocupe un lugar preciso en el mundo familiar masculino. De ahí que la muerte de una parturienta sea una tragedia, a veces de consecuencias políticas desastrosas, como ocurriría con la relación entre Pompeyo y Julio César tras el fallecimiento de su hija Julia, que desembocará en guerra civil. Por tanto, en general, para las familias romanas respetables el aborto que acaba en muerte de la parturienta es nefasto para el destino del grupo, tanto por la perdida de ese valor, clave en el engranaje patriarcal, como por la irresponsabilidad de esa mujer que ha puesto en peligro el equilibrio afectivo y material de los suyos.

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51.  LAS MUJERES SUPERSTICIOSAS La religión romana –de carácter cultural y ritual, y vínculo de cohesión social– no es un sentimiento interiorizado de los hombres, salvo en lo que deriva de comportamientos y actitudes estrictamente ético-morales o filosóficas; de ahí el drama que se deriva en aquellas coyunturas histórico-críticas cuando el hombre necesita buscar soluciones religiosas iniciáticas y esotéricas946. Realmente desde mediados del s. II a.C., y durante el s. I a.C., se vive un panorama de cambios, en una época de ansiedad e incertidumbre, donde el dominio religioso no es sino un espacio de enfrentamiento entre adversarios políticos947; y donde frente a los partidarios del respeto a las tradiciones, se posicionan quienes estiman la necesidad de someter la religión a las nuevas categorías filosóficas. Así, como reflejo de la situación, se produce una amplia obra literaria, específica de tema religioso948. Cicerón pretende convencer a la sociedad de su época de que la magia es detestable, inútil y vana; que, aunque tenga cierta apariencia de verosimilitud, lo que manifiesta es el poder de las artes de envenenamiento949. Igualmente se puede decir de los presagios. Por tanto, un espíritu calmo y libre, esto es, el prototipo de ciudadano, no aduce una superstición950 para afrontar una situación, sino más bien lo guía un razonamiento951. Cicerón, en su tratado de Officia, incide en valores de raigambre romana que hace tiempo se van perdiendo entre sus conciudadanos; así, recalca que por la virtud de un espíritu fuerte y elevado se supera el dolor, pues la mayoría de los mortales son juguetes de las impresiones que ejercen el amor a la vida, el miedo a la muerte, las riquezas y la pobreza952. En este contexto se puede entender la preocupación de Julio César, la víspera de su asesinato, al tener su mujer Calpurnia sueños premonitorios: Lomas, F. J., “Prólogo”, Religión, superstición y magia en el mundo romano, Cádiz, 1985, p. 7. Moreau, P., Clodiana religio. Un procès politique en 61 avant J.C., Paris 1982, p. 263. Cic. har. resp. 20,43: “Se inició aquella cuestura funesta para la República, para los sacrificios, para las prácticas religiosas, …”. 948 Escobar, A., Sobre la naturaleza de los dioses (introducción, trad. y notas), Madrid, 1999, pp. 32-39, escribe que en la obra de Plutarco, Moralia, hay un estudio sobre la superstición; Luciano, De rerum natura; los tratados de Cicerón, De Natura deorum, De divinatione, De fato; Varrón, Antiquitates rerum humanarum et divinarum; Nigidio Figulo, De dis; Lucrecio, de rerum natura. 949 Plin. nat. 6,17; Cic. off. 3,8: “Pero por un error, cuyo origen radica en la falta de moralidad en las costumbres, todos aquellos que no adoptan como regla de conducta la probidad, se dejan arrastrar por lo que les parece útil. De ahí provienen los homicidios, los envenenamientos, …”. 950 Cic. div. 1,55,125-126, Cic. nat. deor. 1,86; Plut. De Super. 2,81,125. 951 Cic. div. 2,40,83. 952 Cic. off. 2,10. 946 947

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“Él tenía también, según parece, ciertas sospechas y temores, pues nunca había observado en Calpurnia ninguna clase de superstición, tan habitual en las mujeres, y entonces la veía preocupada en extremo”.953

Un ciudadano de la talla pública de César ha de tener una esposa modélica; y la superstición, la adivinación procedente de los sueños y la magia implican una huida de la responsabilidad moral, consecuencia: bien de la ignorancia y la ceguera de temperamentos duros e intransigentes que niegan la existencia de la divinidad –entre burlas, profesando el ateísmo con fervor de prosélitos954; bien es propia de los temperamentos débiles, y las ancianas suelen ser supersticiosas955. A este respecto, ha de subrayarse el vínculo entre mujer, ignorancia, magia y superstición956. Ahora bien, la eliminación de la superstición desde sus cimientos no quiere decir que se suprima también con ello la religión, pues lo propio del sabio –como indica Cicerón en otro de sus libros– es mirar por las tradiciones de los mayores –mediante la conservación de los ritos sagrados y de las ceremonias–957. Ciudadanos y ciudadanas han de conservar la perseverancia romana, pero también la confianza en los propios dioses: se trata de una actitud escasamente compatible con el recurso a la magia958. Por tanto, persiste una represión de los actos mágicos típicamente romana con una política de persecución de los ceremoniales foráneos, desde el s. III a.C., que dura casi tres siglos; periódicamente surgen rebrotes de estas prácticas en la población959, pero su consolidación es ya irremediable. De todo lo anterior, se puede inferir la relevancia de los officia ciudadanos para la correcta observancia religiosa, en el entramado de factores e Plut. Caes. 64,11. Cic. nat. deor. 1,1; Plut. De Super. 1,64e - 104. 955 Cic. div. 2,7,19; Cic. div. 2,60,125. 956 Véase al respecto Montero Herrero, S., Diosas y adivinas. Mujer y adivinación en la Roma antigua, Madrid, 1994. 957 Cic. div. 2,72,148-149: “La belleza del mundo y el orden de los fenómenos celestes obliga a reconocer que existe una naturaleza eminente y eterna, y que el género humano ha de levantar su vista y admirarla. Por ello, mientras que la religión –que está unida al conocimiento de la naturaleza- debe incluso propagarse, los vástagos de la superstición han de ser arrancados todos ellos, porque la superstición te acucia, te urge, y, a donde quiera que te dirijas, te persigue … ya estés atendiendo a un vate o a un presagio, ya te dediques a inmolar o a observar un ave, si ves a un caldeo o aun arúspice, si relampaguea, si truena, si se produce una descarga del cielo, si se produce cualquier nacimiento o suceso que se asemeje a una aparición. Necesario es que suceda con frecuencia alguna de tales cosas, de manera que nunca puede uno sentirse con la mente tranquila”. 958 Marco Simón, F., “Sobre la emergencia de la magia como sistema de alteridad en la Roma augústea y julio claudia”, MHNH: Revista Internacional sobre la magia y astrología antiguas 1 (2001) p. 125 959 Al respecto, entre otras fuentes, citar a Val. Max. 1,3,2; Liv. 25,1-12. 953 954

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intereses que interaccionan en la Res publica960. El incumplimiento de todo este abanico de officia, como atentados a las costumbres, puede conllevar una tacha censoria, con efectos sociales y jurídicos de muy diverso tipo961. Cicerón en su obra Sobre la adivinación, señala que el verbo sagire (tener olfato) significa ‘percibir, comprender con agudeza’, y de ahí estas viejas hechiceras de baja estofa que son sagaces, porque tienen olfato como los perros. De modo que Cicerón identifica a las viejas sagas, no solo con viejas deseosas de ser sabias, sino con ‘husmeadoras’962: “Porque ‘tener olfato’ es percibir con agudeza. Por eso se dice que ‘tienen olfato’ las ancianas, porque saben, según creen ellas, muchas cosas, y por eso se dice que los perros tienen olfato. Por tanto, se dice que ‘presagia’ el que es capaz de ‘oler’ una cosa antes de producirse, esto es, el que presiente el futuro”963.

Quizás es en este periodo cuando se desarrolla en la cultura romana por influencia germana un tipo de bruja, las strigae, que se visualizan por el vulgo como mujeres malignas que se convierten en búhos o lechuzas, con rasgos semejantes a las harpías, lamias o empusas, para arrancar la virilidad de los hombres: bien chupan la sangre a los niños, o engatusan a hermosos jóvenes para devorarlos964.

960 Cic. div. 2,4,11: “Y bien, ¿acaso consulta alguien a un arúspice acerca de cuál es su deber, acerca de cómo ha de comportarse con sus padres, hermanos o amigos, o de cómo ha de servirse de su dinero, de su cargo o de su mando? Estas cosas se les suelen plantear a los que saben, y no a los adivinos”. 961 Rodríguez López, R., “Superstitio y magia: atentados a la observancia religiosa de la res publica”, Rivista di Diritto Romano 5 (2005) pp. 1-8. 962 Gallardo Mediavilla, C., “Los nombres de la bruja: saga, venefica, malefica, noverca, maga…”, Espejo de brujas: mujeres transgresoras a través de la Historia, Madrid 2012, p. 71. 963 Cic., div. 1,31. 964 García Tejeiro, M., “De maga a bruja. Evolución de la hechicera en la Antigüedad clásica”, Venus sin espejo. Imágenes de mujeres en la Antigüedad clásica y el cristianismo primitivo, Oviedo 2005, p. 47.

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52. LAS VIOLACIONES EN EL ENTORNO FAMILIAR Las agresiones sexuales que se producen entre ‘las cuatro paredes’ de la casa quedan silenciadas e impunes. Los poderes del paterfamilias, ya más por tradición que por derecho, pueden resultar ilimitados; y en el caso del suegro que viola a su nuera parece reforzarse esta terrible praxis ante la incertidumbre sobre la capacitación viril del esposo, y la conveniencia de que en lugar de él algún familiar ‘cumpla los deberes conyugales’. El poeta Catulo critica este acto al cuestionarse si la fuerza no ha sido más bien ejercida por motivos pasionales. Él habla en sus Carmina del amor y del deseo, pero sin desgarros ni presiones; de ahí que para referirse al violador utilice el verbo profanar (conscelerare), la expresión “desdichada casa” (miseram domum) e “impío sentimiento” (impia mens): “Pues empecemos: eso que se cuenta de que me confiaron una virgen es falso. Su marido no fue el que la tocó por vez primera. El puñal, que más flojo le colgaba que acelga blanda, nunca nunca hasta media túnica a él se le levantó, sino que dicen que su padre violó el lecho nupcial de ese hijo suyo, y que profanó su desdichada casa, fuese porque su impío sentimiento ardía de amor ciego, o simplemente porque resulta que era su retoño impotente y tenía estéril semen, de modo que hubo que buscar de dónde de dónde algo saldría más enérgico capaz de desatar el cinturón propio de aquella virgen”965.

La suerte de estas muchachas, más aún cuando son casadas niñas, puede ser compleja, si el marido también es muy joven, y la suegra se hace cómplice del marido, o la detesta porque siente la juventud de aquella como provocadora del desenfreno de su propio cónyuge.

965 Catull. 67,19-28; al respecto, véase Fernández Corte, J.C.- González Iglesias, J. A., Catulo, Poesías cit., pp. 381-383.

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Capítulo IV.

PRINCIPADO En el 31 a.C., tras la batalla de Accio en la que Marco Antonio y Cleopatra habían sido derrotados, Octavio se había convertido en gobernante único del Imperio, aunque desde el 43 a.C., tenía un tercio del poder como parte que había sido del segundo triunvirato. Pero será desde el 27 a.C. cuando el Senado le otorgue títulos que implican el control total de la maquinaria del ‘Estado’. Y a partir de aquí constituye un nuevo orden jurídico; y por mucho que él quiera pregonar, para nada se parece a las antiguas estructuras socio-políticas. El concepto de auctoritas pierde su prestigio social, y es la base de la autoridad que se despliega de arriba abajo. Para implantar esta compleja pirámide de ordenes y subclases, en una sociedad con las características propias de finales de la República, Octavio, ya Augusto, tendrá que violentar las partes más vulnerables del sistema; y así la mujer se verá sujeta a un sistema reforzado de control, el ejercido por el Princeps, en tanto pater de todas las familias romanas, se añade al tradicional patriarcado. En este contexto se puede entender que a mayor estructura jerárquica se despliega una multiplicación exponencial de actitudes y comportamientos contra mulieris. Incidiré algo más en esta idea siguiendo para ello a Critini quien explica que el Poder público romano, al igual que las culturas que le son coetáneas, se fundamenta en la radical distinción política, socio-económica y sexual, consciente y jerárquica, entre hombres dominantes y emergentes, y el resto de la población. Según este autor las ideas políticas platónicas y aristotélicas, conforme a las cuales se rige un buen gobierno, son la distancia social y la desigualdad. Criniti adapta el esquema piramidal expuesto por Alföldy, tal y como se reproduce seguidamente966:

Criniti, N., Imbecillus sexus: le donne nell’Italia antica, Brescia 1999, p. 14.

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Estructura piramidal del Principado (Alföldy-Criniti)

Ante este gráfico parece difícil entender que la vida de la aristocracia romana de finales de la República, en sus relaciones privadas, transcurría sin presiones morales, por lo que casi nada resultaba escandaloso967. Aumentan los divorcios en detrimento de los actos de repudio968. El ambiente político de Roma en las postrimerías del s. I a.C. es enrevesado: un periodo de inflexión entre dos concepciones de gobierno, y entre dos modelos de moral. El sistema de valores se ha ido modificando hacia una afirmación de lo individual sobre lo colectivo en todos los ámbitos de la sociedad romana, que en su concepción extrema lleva a muchos ciudadanos a desvincularse de sus deberes cívicos (atarasia)969; y por lo que se refiere a los modelos femeninos en esta época emancipadora, convive la mujer comprometida con los intereses familiares, y una nueva figura más libre, Mouritsen, H., Plebs and politics in the late Roman Republic, Cambrige 2001, p. 2, expone la complejidad de las alianzas familiares y grupos políticos. La política es un juego de poder manejado entre pocas familias nobles. 968 Núñez Paz, M.I., Algunas consideraciones en torno al «repudium” y al “divortium”, Bullettino dell’ Istituto di Diritto Romano 30 (1988) p. 721, explica que la corrupción de costumbres de finales de la República ha de analizarse de forma paralela al avance social y jurídico que tiene lugar en ese periodo; de ahí que la afluencia de disoluciones matrimoniales no se deba únicamente a la corrupción, sino a un nuevo sistema de valores en el que la humanitas se va abriendo paso; con ella surge una nueva concepción del matrimonio, que como apunta la autora, esté tal vez desprovista de la primitiva y sencilla pureza, pero más acorde con las necesidades sociales. 969 Marina Sáez, R.M., Violencia femenina y poder masculino cit., pp. 211-212, enumera los cambios: transformaciones hacia un poder unipersonal (Julio César, Pompeyo); auge de la poesía frente a la épica, con argumentos de amor (se ensalza el matrimonio por amor, en oposición a las uniones concertadas), no los tradicionales de guerra; desaparecen los espectáculos literarios de masas y se orienta hacia una minoría cultivada. 967

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que da rienda suelta a la pasión y al lujo970; ahora bien, como afirma Vizcaíno las joyas, peinados, vestidos, y demás ornamenta muliebris, no son siempre una libre elección de la mujer, sino imagen para la proyección del estatus masculino, de la riqueza y poder de sus padres o maridos en la sociedad romana971. Otras, jóvenes, cultas y de buena posición económica y social, simplemente disfrutan de la cotidianidad de su amor con algún joven, con la rebeldía a la autoridad familiar; signo ello de los aires de libertad y de la relajación de las costumbres tradicionales972. Conscientes muchas mujeres de la importancia de los tribunales, y con una sólida formación jurídica, participan de uno u otro modo en este juego de poder973. Otras se entrenan en ejercicios de lucha, y de fuerza, algo exclusivo de la virilidad, pero sin renunciar a su feminidad; lo que Juvenal ve como un acto de empoderamiento femenino (“abdica de su sexo y se enamora de la fuerza? ¡Sin embargo, ésta misma no querría ser hombre, pues nuestro placer de serlo es nada y menos”) 974. Las fronteras no sólo se desdibujan respecto al modelo de mujer, sino también al de hombre, y la violencia del sistema patriarcal también recae sobre aquellos que no se posicionan debidamente en el perfil de masculinidad; Ovidio, en su Arte de amar critica al torpe varón (male vir) que es coqueto, o en lenguaje más actual, ‘metrosexual’, o homosexual; la belleza del hombre ha de ser sobria y por tanto ceñirse a cuerpos higiénicos y curtidos por el sol; de nuevo se percibe aquí algo que ya se ha observado en la pintura, y es la exaltación del género a través del color: los hombres, seres sociales y lideres de la naturaleza, 970 Mouritsen, H., Plebs and politics cit., pp. 134-136, se detiene a analizar la acumulación de riquezas y el lujo de las grandes familias a finales de la República. 971 Vizcaíno Sánchez, J., “Ornamenta muliebria en época de Augusto.
Una visión arqueológica del aderezo personal desde la Carthago Nova altoimperial”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, p. 623. 972 Un estudio de las elegías de Sulpicia da bien cuenta de este cambio en la percepción y expresión de los sentimientos en la sociedad romana; véase al respecto, Valmaña Ochaíta, A., “Sulpicia. El amor según una docta puella”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, pp. 401-427. 973 Iuv. 6,242-245: “Apenas hay una causa en la que una mujer no haya provocado el litigio. Si no es la rea, Manilia es la acusadora.
Hasta redactan y dan forma por su cuenta a los borradores del juicio, dispuestas a dictarle el exordio y los tópicos habituales a Celso”. 974 Iuv. 6, 246-259: “[¿Quién no ha oído hablar de las endrómidas de púrpura tiria y del ungüento para mujeres? ¿Y quién no ha visto también las cicatrices en la estaca, a la que agujerea con continuos golpes de estoque y le amarga con el escudo, completando toda clase de fintas, esta señora, bien digna,
por lo demás, de tocar la trompeta en los Juegos Florales, si es que no promueve en ese intrépido pecho algo más y se prepara para la Arena real? ¿Qué decencia puede demostrar una mujer con casco,
que abdica de su sexo y se enamora de la fuerza? ¡Sin embargo, ésta misma no querría ser hombre, pues nuestro placer de serlo es nada y menos! ¡Bonita exhibición si se hiciera una subasta con las cosas de tu esposa consistentes en un tahalí, mangas aceradas, penachos y una protección hasta media caña para la pierna izquierda! Y si maquina otro tipo de combate, tú tan dichoso porque tu chica se pone a vender grebas”.

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han de mostrar un aspecto fuertemente bronceado, frente a la blancura femenina, símbolo de su domestica pudicitia.

Escena erótica (villa Farnesina)975

Más aún se recomienda el aspecto monocorde de la vestimenta masculina, la toga, como en la actualidad es el traje, y que vaya inmaculadamente limpia976. Livio para colaborar con el proyecto refundador de su protector Augusto, escribe su obra Ab urbe condita, donde al tratar sobre la mujer difunde sucesos antiguos en los que se pueden reconocer modelos (specula mulierum) y antimodelos femeninos en la Historia de Roma; con ello colabora en el intento de recuperación Mols, S.T.A.M.-Moormann, E.M., La villa dellla farnesina. Le pitture, Milano 2008, p. 35. Ov. ars 1,505-524: “Mas no se te ocurra rizarte el pelo con unas tenacillas, ni depilarte las piernas con áspera piedra pómez; deja que eso lo hagan los que canturrean entre alaridos a la madre del Cibeles, acompañándose de ritmos frigios: Belleza sin aliño cuadra bien a los varones: a la hija de Minos se la llevó consigo Teseo, sin haberse adornado las sienes con ninguna horquilla; Fedra se enamoró de Hipólito, y eso que él no se preocupaba por su aspecto; desvelo para una diosa fue Adonis, a pesar de estar hecho a vivir en los bosques. Que vuestros cuerpos agraden por su limpieza; haced que se pongan morenos en el campo de Marte; procurad que os siente bien la toga y que no lleve manchas. Que la lengua no se te quede tiesa; véanse libres de sarro tus dientes y que el pie no te nade de un lado a otro en la sandalia desatada, 
y que un mal corte de pelo no te deforme la cabellera, dejándotela erizada: hazte cortar el pelo y afeitar la barba por una mano experta; no te dejes crecer las uñas y llévalas limpias, y que no haya ningún pelo en los orificios de tu nariz, ni sea hediondo el aliento de tu maloliente boca, y que el semental y padre del rebaño (virque paterque gregis) no ofenda el olfato. Deja que hagan todo lo demás las jóvenes coquetas o el torpe varón (male vir), si lo hubiera, que pretenda conquistar a otro varón”; al respecto, véase López, V.C., Publio Ovidio Nasón, Amores. Arte de amar. Sobre la cosmética del rostro femenino. Remedios contra el amor, (introducción, trad., y notas), Madrid 1989, pp. 374-375. 975 976

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de las antiguae mores, que si no estaban perdidas, si parecen olvidadas977. También Séneca critica la pasión y la locura pasional978, exalta los valores de la educación femenina tradicional, y pone de ejemplo a su madre que, viviendo entre dos siglos, hace frente a los vicios generalizados de su época, y no sucumbe a ellos: “Un pretexto femenino no puede corresponder a la que ha estado apartada de todos los defectos femeninos. No te llevó a sumarte a la mayoría la más grave desgracia del siglo, la desvergüenza; no te doblegaron las piedras preciosas ni las perlas; no te deslumbraron las riquezas como el mayor bien del género humano; no te torció, educada como fuiste en una familia tradicional y estricta, la imitación de los peores, peligrosa también para las personas decentes; nunca te avergonzaste de tu fecundidad, como si te reprochara tu edad; nunca, a la manera de otras cuya reputación procede sólo de tu belleza, disimulaste tu vientre hinchado como si fuera una carga indecorosa ni destruiste en tus entrañas las esperanzas concebidas de hijos; no te manchaste la cara con afeites ni coqueterías; nunca te gustó un vestido que no descubriera nada nuevo al quitárselo: el único ornato, la belleza más hermosa e independientemente de una edad concreta, el mayor atractivo te pareció el pudor”979.

Fresco de tocador de Afrodita/ Venus (villa Farnesina)980

Delicado Méndez, R., “La mujer en Tito Livio”, Estudios Clásicos 40.113 (1998) pp. 37-46. Rizzelli, G., Modelli di ‘follia’ nella cultura dei giuristi romani, Lecce 2014, pp. 51 ss., analiza numerosos ejercicios oratorias en los que se percibe la violencia familiar y de género; así por ejemplo, el padre que cede su esposa al hijo, o que quiere la muerte de su hija, el padre acusado de lujurioso, o el que es acusado de raptor. 979 Sen. dial. 16,2-5; al respecto, véase Mariné Isidro, J., Séneca, Consolaciones cit., pp. 85-86. 980 Mols, S.T.A.M.-Moormann, E.M., La villa dellla farnesina. Le pitture, Milano 2008, p. 22. 977 978

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Pero frente a ese modelo de mujer exalzada por las mores, y sin llegar a contarse entre las impúdicas, un no insignificante número de mujeres, entre las clases media y alta (donne honoratae), aprovechan los espacios de libertad adquiridos a lo largo del s. I a.C., para poner en práctica sistemas de gestión no monolíticos, que rompen con la ética patriarcal y su estructura de poder; en palabras de Lorente, “La ética patriarcal parte de una estructura basada en la jerarquización, la desigualdad, el conflicto y la acumulación de poder”981. Incluso desde la filosofía, algunos autores proclaman algo revolucionario, y que desde sectores tradicionales puede ser subversivo, que la virtud no sólo es viril, sino que también puede ser femenina982. Dixon apunta que diversas referencias atestiguan que muchas mujeres fomentan el comercio internacional de mercancías en la compleja economía romana; con ello contribuyen al crecimiento de la cultura comercial de las ciudades romanas y a redes de patronazgo que sostienen el pequeño comercio, establecido por libertos formados en prósperas familias; a veces fundadas por sus antiguos dueños, y conservando vínculos sociales y financieros con ellos. Así el sistema se reproduce, pues con el tiempo estos mismos libertos llegan a manumitir a sus propios esclavos, y a apoyarlos en aventuras comerciales983. Los valores de severidad de las mujeres “ejemplares” alabadas desde instancias oficiales quizá fueron referencias en clave para el modo en el que estas mujeres gestionan sus negocios y sus trabajos, expandiendo su influencia y transmitiendo adecuadamente las destrezas comerciales a los suyos en el seno de su clase social984. También a nivel político muchos graffiti encontrados en las ruinas de Pompeya, en los que se defiende o apoya a un candidato, contienen la firma de mujeres de la época, para que todos sepan a quienes apoyan ellas, pese a que no Lorente Acosta, M., Los nuevos hombres nuevos cit., p. 266. Musonio Rufo expresa en sus Disertaciones, Ruf. disert. 3,9: “El mismo raciocinio –dijohan recibido de los dioses las mujeres y los hombres, el que utilizamos en las relaciones mutuas y con el que discurrimos sobre cada cosa si es buena o mala y si es hermosa o fea. Igualmente, los mismos sentidos tiene la mujer que el varón: ver, oír, oler y lo demás. Y, de la misma manera, también cada uno de los dos tiene las mismas partes del cuerpo, y no uno más que el otro. Además, el deseo y la buena disposición natural hacia la virtud residen no sólo en los hombres, sino también en las mujeres. (…) Siendo así, ¿Por qué entonces convendría a los hombres buscar e investigar cómo vivirán mejor, que es en lo que consiste el filosofar, y a las mujeres no? ¿Acaso porque conviene que los hombres sean buenos y las mujeres no”; al respecto, Ortíz García, P., Musonio Rufo, Disertaciones. Fragmentos menores (introducción, trad., y notas), Madrid 1995, pp. 76-85, en donde se aborda los capítulos tercero (“Del que también las mujeres han de filosofar”) y cuarto (“Del de si hay que educar de la misma manera a las hijos y a los hijos”). 983 Dixon, S., Exemplary housewife or luxurious slut cit., pp. 65-70. 984 Rodríguez López, R., “El trabajo femenino: Una realidad frente al modelo de mujer en la Antigüedad romana”, Viagens Intemporais pelo Saber: Mapas, Redes e Histórias, Porto 2017, pp. 301-322. 981 982

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se les permite votar985. Sin embargo, todas estas prácticas son una prueba más de que las mujeres ‘no domesticadas’, esto es, ‘no captadas’ conforme a las costumbres tradicionales, son un peligro exponencial y desde el Poder público se encargarán, con mucha perseverancia y tiempo, de desactivarlas, y con ello sus redes de gestión; tal y como se tratará en el epígrafe: “El pater patriae: icono del neopatriarcado”.

Tumba en la via latina de Roma y en la pintura aparece la viuda y la hija del difunto, y el cortejo familiar (Museo del Louvre)986

El Principado, como transición entre dos mundos, el republicano y el imperial, es el fin y el comienzo de visiones distintas a todos los niveles. Por tanto, no podría finalizar esta monografía con los triunviratos, sino que había que dar un paso más, con el fin de seguir el rastro de aquellas mujeres republicanas que van a ser violentadas con la cosificación augustea. No obstante, un estudio centrado en la era posterior al nacimiento de Jesucristo requiere partir de las raíces que surgen tras la victoria de Accio frente a las tropas de Cleopatra y Marco Antonio. Así pues, sólo apuntaré aquí las claves que marcan los objetivos temporales propuestos, sin detenerme a matizar reinados concretos dentro de la dinastía julio-claudia, y siguientes, ni tampoco pormenorizar cuestiones que exceden del planteamiento marcado; como ejemplo, de esta aproximación mencionar que al referirme a las mujeres imperiales centro el foco de atención en Julia Maior, aunque son muchas otras también las que merecerían un estudio crítico de las fuentes que nos las presentan987. No obstante, la consulta de algunas obras colectivas citadas a lo largo de este trabajo pueden completar esta amplia visión de dicho marco temporal.

985 Valmaña Ochaita, A., “Mundus mulieris: A number of issues related to the position of women in Rome”, Review of Business information studies 15.5 (2011) p. 78. 986 Para más información sobre esta decoración pictórica, véase La Rocca, E.-Ensoli, S.Tortorella, S.-Papini, M., Roma. La pittura di un Impero cit., pp. 270-271. 987 En este sentido, la referencia de Cenerini, F., La donna romana cit., pp. 185-201, a mujeres (Livia Iulia, Calvia Crispinilla, Claudia Acte, Postumulena Sabina, Vetilia Egloge, Varia Chreste y Aemilia Urbana) con nombre propio en época del Principado e Imperial, da idea de esa amplitud de matices.

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53. EL PATER PATRIAE: ICONO DEL NEOPATRIARCADO Octavio Augusto es un puro ejemplo de las personalidades de finales de la República, con sus claro-oscuros. Y creo que hay que poner la atención sobre su relación despreciativa a la feminidad, que, teniendo en cuenta los valores propios de las mores maiorum, puede calificarse de violencia contra mulieris; para ello sólo me detendré en sus relaciones matrimoniales, dejando al margen la instrumentalización que realiza sobre el resto de mujeres de su grupo familiar, desde su madre, pasando por su hermana, hija y sobrinas:    - Clodia, primera esposa En el 44 a.C., tras el asesinato de Julio César, durante el segundo triunvirato, Lépido se hace ‘dueño’ de Roma e impone el terror con duras proscripciones. En ese contexto, como medio de consolidar las relaciones políticas, Fulvia da en matrimonio a su hija Clodia (de su primer esposo, Publio Clodio Pulcro) al joven Octaviano (en el futuro llamado Octavio o ‘Augusto’). Pero los reveses políticos provocan que, en el 41 a.C., Sexto Pompeyo ataque las costas italianas, y los triunviros Marco Antonio y Octavio necesiten llegar a acuerdos con aquel; de ahí que en el 40 a.C. Octavio se divorciara expresamente de Clodia Pulcra, haciendo público que el matrimonio nunca se había llegado a consumar; la devuelve a su madre, Fulvia, en ese momento casada con Marco Antonio. Fulvia, ofendida, decide responder formando, junto con su cuñado Lucio Antonio, un ejército en Italia para aliarse a las fuerzas de Marco Antonio en contra de Octavio. Respecto a este gravísimo acto de desprecio hacia Clodia, en tanto honrada esposa, baste recordar el suceso acaecido muchos siglos antes, en el 403 a.C., con Lucio Annio, cuando tras repudiar sin causa a su mujer, aún virgen, era privado de la dignidad senatorial que ostentaba.    - Escribonia, segunda esposa Octavio, para congraciarse con Sexto Pompeyo le pide en matrimonio a su sobrina Escribonia, quien es obligada por su tío a divorciarse de su segundo marido, del que tenía un hijo (Publio Cornelio Escipión) y una hija (Cornelia). Pero este pacto político resulta efímero, pues el mismo año de la boda con Escribonia los tres triunviros (incluido Lépido) firman la Paz de Brindisi, lo que echa por tierra la alianza con Pompeyo. Mientras tanto, Octavio, recién casado con Escri-

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bonia, puso su punto de mira en Livia988, mujer casada con un proscrito político. El matrimonio con Escribonia sólo ha durado un año, justo el tiempo para tener descendencia. Octavio espera a que se verificase el alumbramiento del parto de su esposa para materializar su ruptura legal. Así, en el año 39 a.C. nace una niña en la familia de los Julios. Y una vez reconocida su paternidad, Octavio repudia a Escribonia989, y desprende a Julia del seno materno990. Nuevamente Octavio violenta la imagen de las mujeres con las que se casa, dañándolas en su dignitas.    - Livia, tercera esposa Ahora es más la atracción por la personalidad de la nueva esposa, a la que visualiza en su futuro papel de ‘primera dama’, y no el amor ni la alta política lo que rompe dos matrimonios, con el fin de posibilitar el enlace de Octavio y Livia. Más aún, contrariamente a la costumbre, Augusto se casa con Livia, embarazada de su anterior marido, siendo por ello objeto de duras criticas991; además, el banquete es sufragado por el anterior esposo de Livia que consigue con este divorcio ser tachado de la lista de proscritos992. Se puede decir que Livia está abocada a este nuevo matrimonio, a su pesar, pues ha sufrido un divorcio indigno, y Ibarra Calabuig, J.B., “La personificación del poder político femenino en las Metamorfosis de Ovidio: Livia-Dafne”, Protai Gynaikes: Mujeres próximas al poder en la Antigüedad, Valencia 2005, pp. 81-94, profundiza sobre la identificación de Augusto-Apolo, Livia-Dafne. La persecución que en el mito sufre Dafne por el acosador Apolo, del cual ella sólo puede librarse metamorfoseándose en un árbol de laurel, puede tener una conexión con la fijación de Augusto con Livia: obliga a su marido a divorciarse de ella, entre otras anécdotas cargadas de amargura. 989 Cass. Dio 48,34: “…porque él comienza ya a amar a Livia, y por esta razón, él repudia ese mismo día Escribonia, aunque ella le ha dado una hija”. Pese a la consideración de Leon, E.F., “Scribonia and her Daughters”, TAPhA 82 (1951) pp. 168-175, la tarea de analizar los personajes de su madre y hermanastra nos aportaría mucho al conocimiento de la personalidad de Julia. 990 Domínguez Arranz, A., “La mujer y su papel en la continuidad del poder. Iulia Augusti, ¿una mujer incómoda al régimen?”, Mujeres en la Antigüedad clásica, Madrid 2010, p. 162, piensa que hasta la batalla de Accio, por entonces Julia tendría unos ocho años, vivió junto a Escribonia. 991 Suet. Tib. 1: “Livia, que estaba ya encinta cuando se casó con Augusto, dio a luz tres meses después a Druso; llevó al principio el nombre de Nerón, y fue padre de César Claudio; pasó por ser fruto de adulterio de Livia y Augusto, lo cual dio ocasión a que circulase este verso griego: A los hombres dichosos nacen hijos de tres meses”. 992 La manera de relatar los escritores la ruptura matrimonial de Livia de su primer esposo deja a ella a la altura de un vil objeto de intercambio, pero que estos autores entienden propio de la condición femenina: Suet. Tib. 4: “No tardó, sin embargo, en volver con él a Roma, una vez restablecida la paz, y fue entonces cuando, a petición de Augusto, le cedió su mujer Livia Drusila, que se encontraba encinta y le había dado ya un hijo”; Suet. Aug. 62: “Contrajo en seguida matrimonio con Livia Drusila, la que había arrebatado a su marido Tiberio Nerón, de quien estaba encinta”. 988

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por la sospecha ‘a voces’ de homosexualidad de su nuevo esposo993. Finalmente a este respecto apuntar que la ejemplariedad de la conducta de la nueva esposa roza los límites de lo tradicionalmente respetable, pues ella llega a encargarse de proporcionar a Octavio muchas de sus relaciones extramatrimoniales994; y respecto a otras se da por no enterada, como la relación que Augusto mantiene, sobre el 23 a.C., con Terencia, la esposa de Mecenas, con el único fin de que le revela datos políticos confidenciales995. No obstante, la fama de las orgías augusteas, que apuntan las fuentes, parece que serían difícilmente ocultables996; Suet. Aug. 68: “Varios oprobios mancharon desde joven su reputación. Sex. Pompeyo le trató de afeminado. M. Antonio le censuraba haber comprado a precio de su deshonra la adopción de su tío; Lucio, el hermano de Marco Antonio, pretendía que después de haber entregado a César la flor de su juventud, la vendió otra vez en España a A. Hircio por trescientos mil sestercios, añadiendo que acostumbraba a quemarse el vello de las piernas con cáscara de nuez ardiendo, con objeto de tenerlas más suaves. El pueblo, un día en el teatro, le aplicó con transportes de maligno regocijo, este verso que designaba a un sacerdote de Cibeles tocando el tamboril: ¿No ves cómo ese pederasta gobierna el orbe con su dedo?”. 994 Suet. Aug. 71: “De todas estas acusaciones o calumnias, la de haberse prostituido fue la que refutó con más facilidad, por la pureza de su vida en aquella época y en lo sucesivo. … Pero, no obstante, fue siempre muy inclinado a las mujeres, y dicen que con la edad deseó especialmente vírgenes; así es que las buscaban por todas partes, y hasta su propia esposa se las buscó”. 995 Suet. Aug. 69: “Nadie, ni sus propios amigos, niega que cometiere muchos adulterios, y únicamente procuran excusarle, diciendo que no era tanto por pasión como por política y con objeto de enterarse, por medio de las mujeres, de los secretos de sus adversarios. M. Antonio, no contento con reprocharle la precipitación de sus bodas con Livia, le acusa aun de que en un festín hizo pasar de la mesa del banquete a una habitación inmediata a la esposa de un consular, estando presente el marido, y cuando la trajo de nuevo, tenia ella las orejas encarnadas y el cabello en desorden. Añade que reprendió a Scribonia por no poder ella soportar las altiveces de una concubina; que sus amigos le buscaban mujeres casadas y doncellas núbiles que debían poseer ciertas condiciones, y él las examinaba como esclavas en venta en el mercado Toranio. En una época en que no era aún su enemigo declarado, Antonio le escribía familiarmente: ¿Qué te ha cambiado? ¿Que sea mi amante una reina? Es mi esposa, y no de ayer, sino ya desde hace nueve años. ¿Tienes tú sólo a Livia? Estoy seguro que en el momento en que leas mi carta habrás gozado ya de Tertula, o de Terentila, o de Rufila, o de Salvia Titiscuria, o tal vez de todas ellas. ¿Qué importa el lugar o la mujer a quién deseas?”. 996 Suet., Aug. 70: “Se habló mucho también de las casas secretas, llamadas vulgarmente “El banquete de las doce divinidades”; en ellas los comensales vestían de dioses y diosas, y Augusto representaba a Apolo. Antonio en sus cartas nombró y criticó acerbamente a todos los que figuraban en tales festines, acerca de los cuales hizo un autor anónimo estos conocidos versos: En el mismo momento en que la mesa de estos sacrílegos hubo recibido al director del coro, cuando Malia vio a seis dioses y a seis diosas, cuando César asumió impía y falsamente el papel de Febo, cuando se amenizó la cena con los recientes adulterios de los dioses, al punto todas las divinidades se alejaron de la tierra y el propio Júpiter abandonó su dorado trono’. La escasez que reinaba entonces en Roma hizo más escandalosa una de estas orgías, diciéndose en público a la mañana siguiente que los dioses se habían comido todo el trigo y que César era verdaderamente Apolo, pero Apolo atormentador, con cuyo nombre se veneraba a este dios en un barrio de la ciudad”. Al respecto, Torregaray Pagola, E., Sexo en Roma cit., p. 10, apunta que la sexualidad del Princeps en tanto que tirano, es una sexualidad transgresora de las prácticas sociales, las leyes y, también, en cierto modo, el sentimiento religioso. 993

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o cuentan algunos escritores que busca niños de origen exótico, y de aspecto hermoso y agradable997. Un cúmulo, pues, de atentados a las mores maiorum, que violentan la dignitas femenina de cualquier mujer. Ahora bien, en el 31 a.C., una vez derrotado Marco Antonio, ya su rival, en la batalla de Accio, se convierte en gobernante único; como Princeps, el primero entre los ciudadanos, fuerza el sentido popular de este título para encubrir una ‘dictadura autoritaria’. Sorpresivamente en el 27 a.C. Octavio devuelve el poder oficialmente al Senado; ante esta amenaza de renuncia, esta cámara para sellar su sometimiento y conseguir su permanencia en el cargo, le otorga los títulos de “Augustus”, “Imperator”, “curator morum”. Y traza una serie de líneas programáticas de su gobierno que deben de cumplir todos los ciudadanos, excepto él, con el fin de conseguir la ansiada ‘pax romana’; entre ellas estima que ha de ‘imponer’ la paz familiar998. Esta intromisión en la esfera familiar puede entenderse perfectamente en la mentalidad romana, ya que, como señala Harders999, la ecuación de ‘casa’ como dominio ‘privado’, y ‘no político’, no es viable en el análisis de la familia romana; así, aunque con el tiempo los modelos de familia se transformen, el origen la institución familiar con su marcado carácter público y político se mantendrá, siendo también una constante en la sociedad republicana y augústea1000. Augusto, más que una renovación de costumbres, que también está entre sus pretensiones, quiere –con su ‘restauración moral’1001– desmontar las redes de poder político estructuradas a través de las estrategias matrimoniales y de la compleja red familiar, con el fin de concentrar en sus manos la vida pública, la propaganda y la información1002. Así pues, la “familia” de Augusto, como parentalidad especial, terminará en los años de gobierno de Octavio siendo la Suet. Aug. 83,2. Quint. Inst. 5,11,9: “Las ciudades han sido derrocadas por la violación del vínculo matrimonial. ¿Qué castigo enfrentará el caso del adulterio?”. 999 Harders, A.-C., Beyond Oikos and Domus cit., p. 19. 1000 Rodríguez López, R., Nuevos modelos de familia cit., p. 2. 1001 Sanna, M.V., Donne honoratae cit., pp. 571-572, señala que Augusto intenta a través de leyes severas retornar al antiguo modelo ideal de matrona romana, en un tiempo nuevo, de imposible retorno por existir una realidad femenina muy diferente, y que ellas rechazaban aquel modelo. Por primera vez en la historia romana el adulterio y el estupro devienen crímenes. Giraudo, A., L’impedimento di età nel matrimonio canonico (CAN 1083). Evoluzione storica e analisi delle problematiche attuali della dottrina e della prassi, Roma 2007, p. 40, subraya que dado que la menor de doce años no puede ser por ley ni mujer ni concubina, toda relación sexual con una menor nupta sería calificado como estupro. 1002 Coppola Bisazza, G., “La posizione giuridica della donna in epoca augustea”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, pp. 50-51, comenta que este “kosmos convenzionale e moralistico” por él construido es un pretexto para la reali997

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representación de un poder y de un linaje, que durante toda la República había estado detentado por numerosos grupos familiares. Por tanto, se inaugura una nueva época en Roma con clara proyección hacia un régimen dinástico; una cuenta atrás para la desaparición de la influencia socio-económica y política de los grupos gentilicios, y con ello el fin de la República1003. Es importante, la formulación de la domus caesarum, ligada al renovación del concepto de Princeps y a la transmisión del poder imperial1004. Ahora bien, entre esas razones últimas de las reformas augústeas, de control político y de aumento de la natalidad, hay también que dar su debido peso, aunque sea ínfimo, a lo subjetivo e intimo: Quizás por su experiencia, o más bien, por sus carencias familiares infantiles, Augusto hace de la Domus una forzada sublimación de la familia (ficción totalizadora de cualquier tipo de representación parental).

Procesión de la familia imperial (Ara Pacis-Roma)

En el año 2 a.C., el Senado lo nombra pater patriae, el padre de la patria; a modo de un pater familias establece su auctoritas sobre toda Roma, siendo un icono de las políticas neopatriarcales. De este modo, ‘como si tratase del Don Guido machadiano’ con su “cantar a las tradiciones”, impone un modelo refundador del tejido ético romano para lo que el estima beneficio para las generaciones venideras. Ingenia con éxito una sólida construcción de imágenes creadas desde el centro del Poder, y que tiene cierto apoyo cultural de la intelectualidad

zación de su programa político, limitando la patria potestas, que ha sido durante la República la expresión más significativa del carácter individualista del Derecho. 1003 Bauman, R.A., Women and Politics in Ancient Rome, London 1992, pp. 99, 107 señala que desde el 27 a.C. hay una élite dentro de la clase senatorial y ecuestre. Ellos son ‘prima inter pares’. La mujer adquiere un nuevo papel político. También refiere el autor que entre el 28-7 a.C. Augusto restaura el antiguo culto a Pudicitia; lo que significa un modelo de mujer casta, antiguamente asociado a la univira. Se concreta en la Pudicitia Augustea, asociada a partir de Augusto con las mujeres de la familia imperial, guardianas de la castidad. 1004 Cid López, R., “Livia versus Diva Augusta. La muerte del Príncipe y el culto imperial”, ARYS 1 (1998) p. 140.

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que está a su servicio1005. Así, frente a la construcción político-social de la domus augústea, pretende fomentar entre el pueblo las familias nucleares, con mujeres obedientes y enterradas entre los muros del hogar, tal y como el poeta Horacio alaba en sus versos: “Y si una honesta mujer le ayuda en parte de la casa y con los dulces hijos, o así, como una sabina o como la esposa de un ágil apulio tostada por el sol enciende con viejos troncos el fuego sagrado a la llegada del marido, y ordeña las henchidas ubres o, …”1006.

Un sistema donde determinadas mujeres de clase alta, que cumplen a la perfección sus obligaciones como madres y esposas, encuentran resquicios de libertad. Así, como señala Núñez Paz, la población queda sometida a las leyes imperiales como voluntas principis, por el nuevo modelo político que identifica auctoritas con potestas. Augusto adquiere sobre Roma y sobre las provincias una preeeminencia personal, por encima de los demás magistrados, y debilita el poder de cada paterfamilias por su propio poder de pater patriae. Pero las rígidas y moralizantes disposiciones augústeas no impiden que un nuevo modelo de mujer más libre arraigue en la conciencia social. Sin romper la continuidad con los tiempos republicanos la nueva mujer con auctoritas adquiere una dimensión pública hasta entonces desconocida1007. Y lo que tantas veces se ha comentado ya, ante visos de emancipación femenina el patriarcado se reinventa para hacer frente a las amenazas al sistema; de este modo se articulan medidas jurídicas para sacar a la mujer del mundo negocial, al prohibirles que puedan ser fiadoras: “En el tiempo del divino Augusto y luego en seguida en el de Claudio se había prohibido por edictos de ellos que las mujeres salieran garantes de sus maridos”1008.

La contemplación de un fresco pompeyano recreando el mito de Perseo y Andromeda me lleva a detenerme en otra de las recreaciones del patriarcado: 1005 Cascione, C., “Antichi modelli familiari e prassi corrente in età protoimperiale”, Ubi tu Gaius. Modelli familiari, pratiche sociali e diritti delle persone nell’età del principato. Relazioni del convegno internazionale di diritto romano. Copanello, 4-7 giugno 2008, p. 73. 1006 Hor. carm. 3,6. En esta línea, Palacios, J., Miradas romanas sobre lo femenino cit., p. 95, comenta que Virgilio, Eneida, 8,407-413, alaba de los tiempos primigenios la imagen de la matrona casta, obediente y guardiana del hogar, dedicada al telar, instrucción de sus esclavas, y consagrada a su marido y cuidado de los hijos. 1007 Núñez Paz, M.I., “Auctoritas y mujeres romanas ¿Ejercicio o sumisión?”, Arenal: Revista de historia de mujeres, 22.2 (2015) pp. 357, 360-361. 1008 Ulpiano, Comentarios al Edicto libro XXIX, D. 16,1,2, al tratar sobre el SC. Veleyano. Al respecto, Rodríguez López, R., La mujer y el régimen de la prisión por deudas cit., pp. 327345.

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la del Príncipe que salva a la bella, púdica y noble muchacha de un monstruo o de un malvado, a cambio del beneplácito del futuro suegro para desposarla y ser felices hasta el fin de sus días1009. Así se crea otro mito, la del hombre fuerte y valeroso que lleva a la frágil fémina al matrimonio, y en el antes y el después de las nupcias su virilidad la protege de los peligros del mundo exterior. El emperador Augusto, el Princeps, no hubiera soñado con una alegoría más armónica de su función protectora y de la bondad de sus recomendaciones punitivas hacia el matrimonio de la juventud romana.

Fresco de Perseo salvando a Andromeda (Casa de los Dioscuros en Pompeya. Museo Archeologico Nazionale)1010

1009 Andromeda, hija de Cepheus, rey de Ethiopia, es envidiada por su belleza por las hijas de Neptuno, que iracundo actúa contra los mortales. Conforme al oráculo de Zeus el rey Cepheus, para aplacar la ira de Neptuno, entregar a su hija en sacrificio; se encadena a Andromeda a las rocas de un acantilado para que una bestia se la coma. Perseo la ve, se enamora y propone a Cepheus que si mata a la bestia, le entregue a su hija como esposa; a lo que accede. Perseo mata al monstruo, tras alguna otra tribulación, consigue casarse con Andromeda, permaneciendo juntos el resto de sus vidas y procreando seis hijos. 1010 Ranieri Panetta, M., Pompeya. Historia, vida cit., p. 202.

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54.  LAS LEYES CADUCARIAS En las leyes contra el adulterio y de fomento del matrimonio y de la natalidad Augusto apela a la moral para salvar los valores patriarcales que están en peligro, utilizando así un arma letal para el proceso de emancipación femenina; como señala Lorente en nuestros días, con el recurso a la referencia moral se minimiza la gravedad de alguna de las formas de conseguirlo, entre ellas la violencia contra las mujeres1011. Estas leyes augústeas son el ejemplo más palmario de mutación de los mecanismos de defensa del sistema patriarcal en pro del sometimiento femenino, y de la penalización de aquellos hombres que bien se feminizan, o bien que defienden a las mujeres contra dicho sistema. Para los hombres la toga y para las mujeres la stola y la palla1012; de ahí que el varón que se atreva a usar prendas femeninas sufrirá vituperio1013. Augusto garantiza para la posteridad el patriarcalismo en todos sus ordenes1014. Con dichas disposiciones el Princeps preten Lorente Acosta, M., Los nuevos hombres nuevos cit., p. 266. Cantarella, E.- Jacobelli, L., Un giorno a Pompei cit., pp. 22-23, señalan que en el interior de las casas tanto hombres como mujeres usan la misma prenda, una túnica, compuesta de dos largos paños de lana, unidas en la parte superior y ajustado por un cinturón; no obstante, hay en tal vestimenta alguna diferencia: la túnica masculina llega a la pantorrilla, y la túnica femenina hasta los tobillos. Ellas llevan debajo de ésta una túnica interior, bajo o sobre la cual anudan una fascia pectoralis. Cuando salen a la calle hombres y mujeres se visten muy distintos: los hombres la toga de lana, que envuelve el brazo izquierdo y deja libre el derecho, lleno de pliegues, y tan difícil de poner que normalmente necesitan la ayuda de un esclavo. La mujer en la calle porta la stola, un amplio vestido de lana largo hasta los pies, y apretado en la cintura. La monotonía del hábito femenino se compensa con una amplia variedad de colores y de adornos. Si hace frio la mujer sale con una palla (amplio abrigo que cubre la espalda, y puede incluso la cabeza) sobre la stola. 1013 D. 34,2,23,2, Ulpiano, Comentarios a Sabino, libro XLIV: “Todos los vestidos son o de hombre, o de niño, o de mujer, o comunes, o de esclavos. Son de hombres, los que fueron preparados por causa del mismo padre de familia, como las togas, las túnicas, las capillas, los sobretodos, los manteos, los sayos, y otras cosas semejantes. Son de niño, los que no sirven para ningún otro uso, sino para el de los niños, como las togas praetextas, las mangas de ángel, las clámides y las capas, que compramos para nuestros hijos. Son de mujer, los que se compraron por causa de la madre de familia, de los que no puede usar fácilmente sin vituperio el varón, como las estolas, los mantos, las túnicas, las capuchas, los ceñidores, y las mitras, que se compraron más bien para cubrir que para adornar la cabeza, las faldas y los gabanes. Son comunes, aquellos de que indistintamente usan la mujer y el hombre, como si de esta clase fuera el gabán o el manto, y otras de la misma naturaleza, de que son censura usa el marido o la mujer. …”. 1014 Véase, simplemente a modo de ejemplo, la retroalimentación patriarcal en la batería de medidas que a finales del s. I d.C. adopta el emperador Domiciano. Suet. Dom., 8: “Encargado de las funciones de la censura, … expulsó del Senado a un antiguo cuestor que mostraba excesiva pasión por el arte de la pantomima y del baile; prohibió a las mujeres deshonradas el uso de litera y el derecho a recibir legados o herencias; eliminó de la lista de jueces a un caballero romano que, después de repudiar a su esposa y llevarla ante los tribunos como adúltera, la había recibido de nuevo; condenó, en virtud de la ley Scantinia a muchos ciudadanos de las dos órdenes; estableció castigos diferentes, pero siempre severos, contra los incestos de las vestales, 1011 1012

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de retornar a la mujer a aquellos atributos que él califica de tradicionales de la romanidad en femenino: de ‘su casa y tejedora’ (domiseda y lanifica), pues el trabajo de la lana se relaciona con la virtud matrimonial romana1015. No ha de sorprender este enroscamiento de la imagen femenina, pues en nuestra historia reciente, hasta los años setenta del s. XXI, en la identificación laboral de muchas mujeres aparecía escrito un genérico ‘sus labores’. Y muchas reciben epítetos que ensalzan su labor en la sombra como musas de sus esposos. En el mosaico que aparece infra Virgilio está flanqueado por dos musas (a la derecha Clío, musa de la Historia, y a la izquierda, Melpómene, musa de la Tragedia); el genio y la capacidad intelectual femenina queda muy bien difuminado en estos entes etéreos, que no pueden conquistar por sí mismas el espacio público:

Mosaico de Virgilio portando la Eneida, y las musas (Susa)1016

ante los que su padre y su hermano habían cerrado los ojos. Estos castigos fueron primera la muerte, y más adelante el suplicio ordenado por las leyes antiguas. Permitió, sin embargo, a las hermanas Ocelata, y después de éstas a Varronila, que eligieran el género de muerte, y limitóse a desterrar a sus seductores; pero a la gran vestal Cornelia, que había sido absuelta en otra ocasión, acusada de nuevo y convicta, la hizo enterrar viva y azotar a sus cómplices con varas hasta hacerlos morir, en el Comicio, excepto a un antiguo Pretor, contra el que no existía otra prueba que una declaración incierta arrancada por la tortura, por lo que fue sólo desterrado”. 1015 Bravo Bosch, M.J., El mito de Lucrecia y la familia romana cit., pp. 19-36. Otero Vidal, M., Casta fuit, lanam fecit cit., pp. 125-138. 1016 Liberati, A.M.- Bourbon, F., Roma antigua cit., p. 266.

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Además, el sexo sujeto a una férrea moral, se convierte en espanto, como expresa García Jurado, siguiendo a Quignard; éste ve reflejada la moral augústea decenios después de la muerte del emperador, en las pinturas pompeyanas (79 d.C.)1017. •

La lex Iulia de adulteriis coercendis (18 a.C.)

Esta ley establece un sistema de delación pública fundamentalmente de los comportamientos adúlteros femeninos, exceptuando a actrices y prostitutas por carecer de pudor1018: “Además, la ley Julia para reprimir los adulterios, la cual castiga con espada no sólo a los violadores de nupcias ajenas, sino también a los que se atreven a cometer nefandas liviandades (nefandam libidinem) con los hombres. Pero por la misma ley Julia se castiga también la deshonra del estupro, cuando alguno hubiere estuprado sin violencia o a una virgen o a una viuda de vida honesta (honeste viventem): y la misma ley impone a los culpables, si son de condición distinguida, la pena de confiscación de la mitad de sus bienes, y si de humilde condición, la de castigo corporal con relegación”1019.

Acusación popular (quaestio de adulteriis) que abre juicio público. Por tanto, los métodos coercitivos aplicados contra las prácticas adúlteras son uno de los supuestos más virulentos de desigualdad jurídica entre hombres García Jurado, F., “Entre el sexo y el espanto. Augusto y la literatura, o una Historia no Académica del primer emperador de Roma”, Revista de historiografía (RevHisto) 27 (2017) pp. 232-233, reproduce la reflexión de Quinard: “… La metamorfosis del erotismo alegre y preciso de los griegos en melancolía aterrada tuvo lugar durante los cincuenta y seis años del reinado de Augusto, que reorganizó el mundo romano bajo la forma del imperio. Esa mutación tardó solo unos treinta años en imponerse (del año 18 a.C. al 14 d. C.), y sin embargo aún nos envuelve y domina nuestras pasiones. El cristianismo no fue más que una consecuencia de esa metamorfosis: retomó, por así decirlo, el erotismo en el estado en que lo habían reformulado los funcionarios romanos que promovió el principado de Octavio Augusto y que el Imperio, en los cuatro siglos siguientes, se vio obligado a multiplicar con obsequiosidad”. (Quignard, P., El sexo y el espanto, Barcelona, 2005, pp. 8-9). 1018 Herrera Bravo, R.- Salazar Revuelta, M.- Salazar Revuelta, A., “La condición de la mujer en la represión del adulterio en Derecho romano y su Recepción histórica”, Experiencias jurídicas e identidades femeninas, Madrid 2010, p. 188, escriben que resulta significativo que “la propia concepción de adulterio romano, se determine a partir de la mujer: como la relación sexual de una mujer casada con un hombre que no es su marido. La relación de un hombre casado con una mujer no casada no se considera adulterio, tampoco la mantenida con una meretriz, una esclava, liberta, peregrina, etc. Sin embargo, la unión extramatrimonial de la mujer con cualquier hombre, casado o no, libre o esclavo, es concebida como un atentado al honor del iustum matrimonum”; Guarino, A., Ineptiae iuris romani cit., p. 334 incide en la exclusión de este crimen a las mujeres, no bajo sospecha, sino condenadas a vivir sin castidad (actrices, prostitutas). 1019 I. 4,18,4. 1017

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y mujeres1020. Con la lex de Adulteriis se agrede directamente al poder tradicional de las familias romanas; inmiscuyéndose el Poder público en estas funciones de control de la fidelidad de las esposas1021, y calificándose sus adulterios como crimen publicum1022: “Ya osan volver la Fe, la Paz, el Honor y el Pudor
de los tiempos antiguos, y la Virtud postergada; y la Abundancia aparece feliz, rebosante su cuerno”1023.

Posiblemente esta disposición, como apunta Cohen1024, fuese concebida sólo con una sanción pecuniaria, y la tacha de probosae. Pero muy pronto se convierte en arma de eliminación política, como sucederá con Julia (hija de Augusto), la ‘víctima-estrella’ del nuevo sistema; o ya antes de manera más silenciosa e imperceptible como un modo de extinción de una obligación por inexistencia de deuda, y condena a la acreedora por adulterio. Terrible resulta esa sentencia en la que el juez declara que el pago que la mujer exige no es por actividad económica conforme a mores, sino por negocio carnal: “Si el juicio que acabo de mencionar fue conocido en su época, tampoco quedó relegado al silencio el que me dispongo a referir ahora. Aquejado de una grave enfermedad, Gayo Viselio Varrón permitió que en su cuenta de deudas se viera reflejada la cantidad de trescientos mil sestercios que debía entregarse a Otacilia, esposa de Laterense, con la que había tenido comercio carnal. Su intención era que, si moría, pudiera ella reclamar dicha suma a sus herederos, suma que él pretendía que fuese una especie de legado. De este modo, podía encubrir bajo el nombre de deuda aquella liberalidad para con su amante. Sin embargo, Viselio logró curarse de su mal, en contra de los deseos de Otacilia. Contrariada ésta por no haber alcanzado la presa que esperaba obtener cuando aquél muriera, de pronto pasó de ser una amante sumisa a hacer de usurera implacable, reclamando el dinero que se había agenciado con un descaro tan insolente como nulo era el compromiso. Asistió como juez en aquel litigio Gayo Aquilio, hombre de gran influencia, que descollaba por sus conocimientos de derecho civil. Después de consultar a los ciudadanos más principales, con su prudencia y sentido de la moral rechazó la petición de aquella mujer. Ahora bien, si con la misma fórmula Varrón hu-

Rodríguez Arrocha, B., La concepción jurídica y moral del adulterio en Roma cit., p. 127. Sobre la importancia de la fidelidad conyugal de las esposas en tanto virtud, véase Aguilar, R. M., “La valía de las mujeres en Plutarco”, Philosophy in Society. Virtues and Values in Plutarch, Leuven- Coimbra 2008, pp. 9-17. 1022 Criniti, N., Imbecillus sexus cit., p. 39, se detiene a analizar la ruptura de la confianza, fe (fides) matrimonial y del contrato (foedus) nupcial en el adulterio; considerándose el mantenimiento de este foedus de exclusiva competencia y responsabilidad femenina. 1023 Hor. carm. saec. 56-61; véase al respecto, Moralejo, J.L., Horacio, Odas, canto secular cit., p. 491. 1024 Cohen, S.T., “Augustus, Julia and the development of exile ad insulam”, Classical Quaterly 58/1 (2008) p. 210. 1020 1021

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biese acabado condenado y la parte contraria absuelta, no me cabe ninguna duda de que, en su calidad de juez, habría castigado aquel innoble e injustificado error con mucho gusto. En aquel caso, el propio juez atajó la falsedad que encerraba aquella causa privada, delegando en los tribunales públicos para que castigaran el delito de adulterio”1025.

A la par se amenaza con una condena por proxenetismo (accusatio lenocinii), y, consecuentemente pérdida del honor, a familia y vecinos que no denuncien los adulterios1026. Dado que las adúlteras son equiparadas a las prostitutas, tienen prohibido la boda con su cómplice1027. Esta ley es desarrollada jurisprudencialmente durante los siglos venideros hasta devenir un corpus normativo que violenta con virulencia a las mujeres en su potencialidad de actuación1028. Horacio, al que Alfaro califica de publicista de Augusto, difunde el ideario implícito en las leges caducarias para evitar que una familia honrada se mancille con el adulterio1029: Nulla polluitur casta domus stupris1030. Igualmente se expresa el poeta Virgilio (Casta pudicitiam seruat domus)1031. A partir de dicha ley se normaliza la sospecha1032. De ahí la importancia de llevar un atuendo propio de las matronas respetables. La finalidad de dicho Val. Max. 8,2,2; al respecto López Moreda, S.- Harto Trujillo, M.L.- Villalba Álvarez, J., Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, libros VII-IX cit., pp. 74-75, n. 25, señala que el juez de esta causa fue Pretor en el 66 a.C., junto con Cicerón. Sobre este texto Lázaro Guillamón, C., “Mujer, comercio y empresa en algunas fuentes jurídicas, literarias y epigráficas”, Revue Internationale des droits de l’Antiquité 50 (2003) pp. 165-165, escribe: “aun así, Octacilia trata de cobrar un crédito que realmente nunca existió. Al fin triunfa Cayo al prosperar su exceptio doli”; apoyando con ello la literalidad de la versión dada por Valerio Máximo. 1026 En el 19 d.C., en tiempos del emperador Tiberio, según cuenta Tácito, Tac. ann. 2,85,3: “También se tomó cuenta a Titidio Labeón, marido de Vistilia, de por qué había omitido la venganza de la ley contra su esposa, manifiestamente delincuente. Y como pretextara que los sesenta días concedidos para consultar no habían pasado todavía, pareció suficiente con tomar medidas acerca de Vistilia, y se la relegó a la isla de Séfiro”; al respecto, véase Moralejo, J.L., Cornelio Tácito, Anales, I-VI cit., pp. 192-193. 1027 Herreros Gónzalez, C.- Santapau Pastor, M.C., “Prostitución y matrimonio en Roma: ¿Uniones de hecho o de Derecho?”, Iberia 8 (2005) p. 95. 1028 Rizzelli, G., “Adulterium. Immagini, ética, diritto”, Ubi tu Gaius. Modelli familiari, pratiche sociali e diritti delle persone nell’età del principato. Relazioni del convegno internazionale di diritto romano. Copanello, 4-7 giugno 2008, pp. 145-322, expone en un amplísimo ensayo, aportando una ingente bibliografía, todas las vertientes jurisprudenciales y literarias en torno al fenómeno punible del adulterio. 1029 Alfaro Bech, V, La conversión de Propercio cit., p. 53. 1030 Hor. carm. 4,5,21. 1031 Verg. georg. 2,523. 1032 Quint. Inst. 5,12,2: “En general, se ha establecido que un argumento para ser efectivo debe basarse en la certeza; porque obviamente es imposible probar lo que es dudoso por lo que no es menos dudoso. Todavía algunas cosas que se presentan como prueba requieren prueba ellos mismos. ‘Mataste a tu marido, porque eras una adúltera’. El adulterio debe probarse pri1025

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atuendo (peinados, velo, túnica que cae hasta los talones, grandes capas que todo lo ocultan1033) y de otras medidas profilácticas (guardias, literas, acompañantes), es proteger a la matrona del adulterio: “La cortesana muestra su mercancía, mientras que de la mujer honorable sólo se ve el rostro”1034.

En la estatuaria Livia encarna la imagen perfecta de matrona romana, con su atuendo que ‘tapa’ su cuerpo y su cabello.

Fresco de figura femenina con peplum

Estatua sedente de Livia (MAN)1035

(Herculano. Museo Archeologico Nazionali. Nápoles)1036

Esta creencia social, de que la mujer que se ‘tapa’ merece ser respetada, y aquella que se viste libremente, mostrando su cuerpo y con ropas atrevidas merece ‘cualquier cosa que le pase’, ‘cualquier agresión masculina’, tiene su apoyo, mero: una vez que está seguro, puede usarse como argumento para probar lo que es incierto”; Quint. Inst. 5,11,18: “Y es por lo tanto, señores del jurado, que hombres de la mayor sabiduría han registrado en sus narraciones ficticias que alguien que había matado a su madre para vengar a su padre fue absuelto, cuando la opinión de los hombres estaba dividida en cuanto a su culpabilidad, no simplemente por la decisión de una deidad, pero por el voto de la más sabia de las diosas”. 1033 Mart. 11,104: “… A ti te ocultan los corsés y las túnicas y los mantos opacos, …”; al respecto, véase Guillén, J., Epigramas de Marco Valerio Marcial (introducción, trad. y notas), Zaragoza 2003, p. 504. 1034 Hor. sat. 1,2,80-108. 1035 AA.VV. Rostros de Roma. Retratos romanos del Museo Arqueológico Nacional, Madrid 2008, pp. 76-77. 1036 La Rocca, E.-Ensoli, S.-Tortorella, S.-Papini, M., Roma. La pittura di un Impero cit., p. 291.

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y esto es lo más grave, en los juristas romanos, quienes disculparán esta violencia con lo que se denomina ‘circunstancias atenuantes’: “La mujer que sale sin su velo y con ropas de sirvienta, no cuenta con la protección de la ley romana contra los agresores, quienes se benefician entonces de circunstancias atenuantes”1037.

Además, aquellas mujeres, que libremente se visten y se mueven, son tachadas por la censura social (turpitudo); la honda expansiva de los escándalos, o simplemente de las sospechas, se expande como la pólvora en la sociedad romana, entre todos los niveles sociales. Y a cualquiera puede negársele el calificativo jurídico de ‘honoratae’1038. Incluso, a veces, un porcentaje considerable de mujeres de clase alta para liberarse de la jerarquía y rango propio de las matronas –y de las sanciones previstas por las leyes– empiezan a renunciar a su status; substituyen así la stola, y reclaman delante del Pretor la licentia stupri para poder inscribirse como prostitutas: “Restableció la antigua costumbre de que un consejo de familia acordase por unanimidad de votos el castigo de las mujeres adúlteras que no tenían acusadores públicos. A un caballero romano, que había prometido no repudiar jamás a su esposa y que habiéndola sorprendido en adulterio con su yerno podía, por consiguiente, echarla, Tiberio le relevó de su juramento. Mujeres que habían perdido la reputación, para ponerse al abrigo de las penas que dictaba contra ellas la ley y librarse de los deberes de una incómoda dignidad, habían optado por hacerse inscribir como cortesanas. También se había visto a jóvenes libertinos de los dos primeros órdenes hacerse tachar de infamia por un tribunal, para, a pesar de las prohibiciones del Senado, obtener así el derecho a presentarse en el escenario del teatro o en la arena. Tiberio desterrólos a todos, para que no se creyese encontrar refugio en estos artificios. Despojó de la lacticlavia a un senador que había ido a vivir en el campo por las calendas de julio, con la intención de alquilar luego en Roma casa más barata, habiendo pasado el plazo de arriendo. Quitó a otro la cuestura por haber repudiado el día siguiente de su matrimonio a una mujer que había obtenido por sorteo la víspera”1039.

Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro LXXVII, D. 47,10,15,15. Sanna, M.V., Donne ‘honoratae cit., pp. 555-584. 1039 Suet., Tib. 35. 1037 1038

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Fresco con figura femenina que levanta el velo (villa Farnesina)1040

Tiberio ante esta reacción rebelde de mujeres aristocráticas decide prohibirles el ejercicio de la prostitución y les retira la licencia concedida: “El mismo año, por rigurosos decretos del senado se puso coto a la impudicia de las mujeres, y se estableció que no pudieran hacer comercio de su cuerpo la que tuviera por abuelo, padre o marido a un caballero romano. Pues Vistilia, nacida de familia de pretores, había proclamado ante los ediles su licencia para prostituirse, según una costumbre admitida entre los antiguos, que juzgaban que las impúdicas tenían bastante castigo en la misma confesión de su vergüenza”1041.

Rousselle comenta una novela de amor del s. I d.C, escrita por Caritón, Las aventuras de Querea y Callirroe para concluir que en el mundo romano hombres y mujeres están de acuerdo en que el hombre engañado por su pareja experimenta una justa furia1042; la novela comienza con las calumnias que una persona lanza sobre una esposa feliz en su matrimonio. Querea, el marido, se entera de la presunta infidelidad conyugal e irrumpe furibundo en su casa, dándole una patada tal a la mujer en el vientre que cae al suelo inconsciente. Ella despierta tras haber sido enterrada en una tumba. Tras una serie de episodios picarescos el matrimonio se reconcilia porque ella aún lo ama y comprende la ira del esposo ante tal bulo.

Mols, S.T.A.M.-Moormann, E.M., La villa dellla farnesina cit., p. 49. Tac. ann. 2,85,1-2; véase al respecto, Moralejo, J.L., Cornelio Tácito, Anales, I-VI cit., p. 192. 1042 Rousselle, A., “La política de los cuerpos: entre procreación y continencia en Roma”, Historia de las mujeres en Occidente, Madrid 1991, p. 339. 1040 1041

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La Lex Iulia de maritandis ordinibus (18 a.C.) y la Lex Papia Poppeae (9 d.C.)

Estas leges se dictan con un doble objetivo, incentivar la natalidad y una moral super-patriarcal en la ciudadanía. Aún antes de la aprobación de la lex Iulia los poetas al servicio del nuevo régimen político siembran en sus escritos lo que ya están siendo los valores familiares de Augusto, y los deberes ciudadanos hacia el matrimonio y la procreación. En tiempos antiguos una mujer ‘productiva biológicamente’ siempre tenía acomodo en las estrategias familiares y gentilicias, pero con el final de siglo se han abierto brechas en ese ámbito que afectan a muchas mujeres que, sin apoyos familiares, pueden encontrarse ante un futuro incierto, y con el riesgo de quedarse solteras. Volviendo a la Ley julia de ordenación de los matrimonios, su cuerpo normativo establece que los varones entre 25 y 60 años, y las hembras entre 20 y 50 están obligados a procrear; de este modo se penaliza a determinados grupos de individuos: no pueden ser instituidos herederos, las personas solteras (caelibes), los viudos (orbi), y el casado sin hijos. La mujer con ‘pureza de sangre’ (ingenua) que tenga menos de tres, o ‘libre con sangre servil’ (liberta) con menos de cuatro, sólo podrán recibir la mitad de la herencia1043. Como premio a la natalidad se concede el ius liberorum a las mujeres que superen dichas cifras, liberándolas de la tutela mulierum1044, pudiendo por tanto realizar negocios jurídicos sin una masculina auctoritas interpositio1045.

Fernández de Buján, A., “La legislación de Augusto”, Gerion 35 (2017) pp. 95-96. Al respecto, Zablocka, M., “Il ‘ius trium liberorum’ nel diritto romano”, Bulletino dell’ Istituto di Diritto Romano 30 (1988) pp. 361-390. Posadas, J.L., “Extranjeras en la Roma de Marcial y Juvenal”, Studia historica, Historia antigua 28 (2010) p. 87, después de desglosar a las romanas y extranjeras del s. I d.C., se detiene en Mart. 11,53, donde se presenta a la britana Claudia Rufina como exemplum uirtutis, incluso para las propias romanas, que merecería ser considerada univira, y por su fecundidad obtener el ius liberorum. 1045 Sobre la necesidad de auctoritas interpositio del tutor a los negocios jurídicos de la mujer, véase Buigues Oliver, G., La posición jurídica de la mujer en Roma. Presupuestos para un estudio de la capacidad negocial de la mujer, Madrid 2014, pp. 149-160. 1043 1044

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Venus Genetrix (Ara pacis-Roma)

Entre los catorce y los veinte años, una mujer ha podido dar sus tres/cuatro hijos legales, hijos para el censo. La mujer casada debe limitarse a engendran tal número de hijos, significativo pero no excesivo, tal y como mandan los cánones; con ello tratan de evitar, en la medida de lo posible, los peligros que la concepción entraña en el mundo antiguo para la mujer. Como señala Fernández de Buján, Augusto crea el registro de nacimientos como oficina pública de registro civil para obligar a la población a registrar a los hijos legítimos, pudiéndosele expedir a los progenitores un testimonio acreditativo de la inscripción (nombres y ciudadanía de los padres y del nacido, y fecha del nacimiento)1046. Un hombre que ‘haga’ a su mujer más de los hijos necesarios se le llamase uxurioso. Otra tensión añadida, más allá de los muros de la casa imperial, viene dada por las sanciones que se establecen para los estériles por las leyes augústeas; de modo que muchos maridos incapaces soportan o bendicen que otros engendren hijos con sus esposas1047: “Pero aunque te hagas el desentendido, aunque prescindas de los demás, ¿qué precio le pones al hecho de que si yo no te hubiera sido un cliente entregado y devoto tu mujer aún seguiría siendo virgen? Sabes bien de qué modo y cuántas veces me lo pediste, no ignoras lo que me prometías. Con la frecuencia retuve con mis abrazos a la muchacha que ya se te iba; ya había roto el contrato matrimonial y se aprestaba a firmar otro. Casi una noche entera me llevó recuperártela: tu llorabas fuera. Testigos me sois el lecho y tú mis Fernández de Buján, A., La legislación de Augusto cit., p. 98. Véase los cambios normativos en Coppola Bisazza, G., La posizione giuridica della donna cit., pp. 27-52. 1046 1047

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mo, a quien llegó la voz de tu dueña y los crujidos de la cama. En muchas casas fue el adúltero el que preservó un matrimonio inestable, que empezaba a deshacerse, o ya casi roto. ¿Adónde te girarás?, ¿qué argumentos aducirás al principio o al final? De modo que no vale nada, ¡oh, pérfido e ingrato!, ¿no vale nada el hecho de que por mí te nazca una hija o un hijito? Bien que los reconoces y te gozas de difundir mediante el libro de actas las pruebas de tu virilidad. Cuelga coronas en tus puertas: ya eres padre, ya te he dado lo que puedes oponer a las habladurías. Ya disfrutas de los derechos de padre, gracias a mí te inscriben como heredero, y puedes recibir cualquier herencia, e incluso los agradables bienes caducos. Y aún se añadirán a éstos muchos privilegios, si logro completar el número de tres hijos”1048.

Poco después de promulgarse esta ley se produce una tensión en el matrimonio de Mecenas, con repercusiones políticas y económicas; de las primeras no haré aquí referencia, para centrarme en las segundas. Para eludir la prohibición de donación entre cónyuges muchas parejas se divorcian, hacen la donación y vuelven a casarse, como sucede en el matrimonio de Mecenas y Terencia; pronto muere él y su familia denuncia la simulación del divorcio con el fin de conseguir la anulación de la donación, y arrebatarle a Terencia, ya viuda, este importe económico. Para el análisis de este caso, famoso en la época, ha de tenerse presente, como señalaba Guarino, que dicha prohibición de donaciones maritales asume un relieve particular en el contexto de esta ley, por el hecho de que es una cuestión que interesa no sólo a los cónyuges, sino también al Erario destinatario de los bona caduca1049. Ahora bien, algunas de las reformas morales de Augusto van más allá de lo que un romano puede asimilar, y la ley de ordenación de los matrimonios termina siendo rechazada1050. “Revisó todas las leyes … y el celibato. En cuanto a ésta, que hizo más severa aún que las otras, la violencia de las protestas que suscitó le impidió mantenerla, viéndose obligado a suprimir o dulcificar una parte de las penas, a conceder un plazo de tres años y hasta a aumentar las recompensas. Aunque reformada de esta forma la ley, los caballeros pidieron su abolición a gritos en pleno espectáculo;… Advirtiendo más adelante que se burlaban las disposiciones de la ley, eligiendo desposadas que no podían casarse en mucho Iuv. 9. Terencia de la que se dice también que se divorcia por su infidelidad con Augusto, es objeto de un fuerte debate jurídico en torno a la propiedad del dinero donado por mecenas; véase Javoleno, De los posteriores a Labeón, D. 24,1,64. Séneca en De providentia habla de ella como ‘mujer malhumorada’ causante de la adicción a la bebida de su infeliz esposo (Sen. dial. 1,3,10). Para más detalles del caso, Guarino, A., “Mecenate e Terenzia”, Labeo 38.2 (1992) p. 145. 1050 Ramírez de Vergel, A., Introducción cit., pp. 19-20. 1048

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tiempo y cambiando frecuentemente de esposas, restringió la duración de los esponsales y limitó la libertad de los divorcios”1051.

Propercio alaba la derogación de esta ley, que no se sabe cuando se produjo, pero que tuvo que ser antes del 15 a.C., fecha entorno a la cual el poeta fallece: “Te alegraste sin duda, Cintia, de la derogación de la ley, ante cuya promulgación ha tiempo lloramos los dos tanto no fuera a separarnos: aunque separar a dos enamorados contra su voluntad ni el mismo Júpiter puede hacerlo. ‘Pero César es poderoso’. César es poderoso en las armas: los pueblos vencidos no valen nada en el amor”1052.

La poesía combativa al régimen augústeo, en un ideario más propio de la referida atarasia, sigue apostando por el amor libre, auspiciado por el dios griego Eros (Ἔρως), que puede traducirse por amor; y no por su casi equivalente romano, Cupido (Cupidus), dios del deseo, de la atracción sexual. Pero esos aires revolucionarios de la relación de pareja, siguen mostrando actuaciones de fuerza y sometimiento femenino, incluso de adoctrinamiento, adornados de una gran carga poética1053. En la imagen Flora ha sido drogada por Hipnos, quedándose dormida. Eros le ha quitado la ropa, mostrando su pálido cuerpo, ofrecido para la exhibición al pretendiente (Cefiro), que aparece llevado en vuelo por pequeños amorcillos. Como se puede observar en todos y cada uno de sus detalles, este mito revela una terrible violencia contra mulieris.

Suet. Aug. 34,4. Prop. 2,7,1-3. 1053 Ov. fast. 5,195-213: “Cloris (Flora en la literatura latina) era, ninfa de las llanuras felices, donde sabes que antes afortunados hombres tenían su medio de vida; modesta como soy, se me hace duro exponer la belleza que tuve. Pero esa belleza le encontró a mi madre un dios por yerno. Era primavera; yo iba paseando; el Céfiro me descubrió, yo iba a alejarme. Me persiguió, yo huía; él era más fuerte. Y el Bóreas, que se había atrevido a llevarse un botín de la casa de Erecteo, había dado a su hermano pleno derecho para el pillaje. Sin embargo, enmendó su acto violento, dándome el nombre de esposa, y no tengo queja ninguna de mi matrimonio. Gozo de una primavera eterna: el año está siempre sonriente, los árboles tienen siempre hojas, la tierra siempre pastizales. Tengo en los campos que constituyen mi dote un jardín exuberante: el viento lo respeta, una fuente de agua cristalina lo riega. Mi marido cubrió este jardín de flores generosas y me dijo: “Tú, diosa, ostenta la soberanía de las flores”; al respecto, Segura Ramos, B., Publio Ovidio Nasón, Fastos, Madrid 1988, pp. 177-178. 1051 1052

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Fresco de Zephyros y Chlorys/ Flora (Pompeya)1054

Señala Maldonado de Lizalde que Augusto tiene que luchar casi durante veintisiete años para que sus reformas legislativas sobre la familia fuesen aceptadas1055. Con la ley Papia Popea se introducen reformas que suavizan la implacabilidad de la ordenación familiar, y que indirectamente facilitan su vigencia. No se conserva el texto completo de esta legislación, pero la jurisprudencia posterior reproduce en sus comentarios algunos fragmentos que cita como literales. Así, por ejemplo, dicha ley propugna matrimonios en los que los contrayentes sean de igual clase social de: “Dispónese en la ley Julia de este modo: ‘Ninguno que es Senador, o el que es o fuere su hijo, o nieto habido de un hijo, o biznieto habido de un hijo, o biznieto habido de un hijo nacido de cualquiera de ellos, tenga a sabiendas con dolo malo por esposa o mujer una libertina, o a la que ella misma, o su padre o madre, representa, o hubiera representado, en las diversiones públicas; ni la hija de un senador, o la nieta nacida de un hijo, o la biznieta habida de un nieto nacido de un hijo, se considere desposada o casada a sabiendas y con dolo malo con un liberto, o con el que él mismo, o su padre o madre representa, o hubiere representado en las diversiones públicas; y ninguno de estos la tenga con dolo malo y a sabiendas por esposo o por mujer”1056. Mattusch, C.C., Pompeii and the roman villa cit., pp. 164-165. Maldonado de Lizalde, E., “Lex Iulia de Maritandis Ordinibus: Leyes de familia del emperador César Augusto”, Anuario Mexicano de Historia del Derecho 14 (2002) p. 536. 1056 Paulo, Comentarios a la ley Julia y Papia, libro I, D. 23,2,44. 1054 1055

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Igualmente la ley Julia y Papia tiraniza a la mujer que se casa con su antiguo dueño, de modo tal que para divorciarse de él necesita su consentimiento; un caso más de violencia contra mulieri: “Lo que dice la ley: ‘No tenga facultad para divorciarse la liberta, que está casada con su patrono’…”1057. “Dice la ley: ‘Mientras el patrono quiera que ella sea su mujer”1058.

Ulpiano, Comentarios a la ley Julia y Papia, libro III, D. 24,3,11, pr. Ulpiano, Comentarios a la ley Julia y Papia, libro III, D. 24,3,11,1.

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55. LA TURPITUDO DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Este apartado aborda la censura social (turpitudo), que desde los medios de comunicación, violenta la imagen de las personas. De este modo, alentada la turpitudo por el Poder público o por los poderes fácticos, bien se eleva a los romanos al éxito y reconocimiento social, bien se los destruye civilmente, o se alimenta la creación y mantenimiento de estereotipos. Dos cuestiones se pueden destacar en este vasto y complejo mundo de la imagen social: 55.a. 55.b.

Julia, la destrucción de un icono cultural Misoginia en la literatura del Principado post-augusteo

  55.a. Julia, la destrucción de un icono cultural El ejemplo más clamoroso en el mundo romano de construcción y destrucción de un personaje público femenino tiene como víctima propiciatoria a Julia Maior, hija de Augusto1059. Desde su nacimiento es arrancada de los brazos maternos, y su padre se la lleva a vivir con él en el marco de una familia pluriparental. A los dos años de edad la prometen en matrimonio con Marco Antonio Antilo, de diez años, hijo de Marco Antonio; pero estallará la guerra civil antes de que Julia alcance la edad necesaria para casarse, y los acontecimientos políticos hacen que la boda ya no tenga interés. En el 25 a.C., a la edad de catorce años, su padre le concierta matrimonio con su primo Marco Claudio Marcelo, de diecisiete años, hijo de su tía Octavia. Una vez casados la maquinaria publicitaria del régimen pone en marcha todas sus herramientas para crear en Julia, un ídolo del pueblo; con este fin se realizan diversas estatuas, cuya fisonomía recuerdan a Venus (Nea Aphrodita), diosa de la belleza, del amor y de la fertilidad.

Al respecto, véase Rodríguez López, R., “Julia maior. La auctoritas de la gens Julia”, Mujeres en tiempos de Augusto. Realidad social e imposición legal, Madrid 2015, pp. 431-460, y la bibliografía allí citada. 1059

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Supuesto busto de Julia (Aranova -cerca de Fiumicino)

Augusto quiere que el pueblo asimile subliminalmente que Julia es la República, su reencarnación renovada, que irradia la ilusión de una juventud sana y casta: “A sus amigos decía que tenía dos hijas caprichosas a las que adoraba: la República y Julia”1060.

En todo momento Julia tiene muy presente sus obligaciones filiales, que son superiores a las demás jóvenes al ser la hija del Princeps: “Él no se acuerda que es el César, pero yo nunca olvido que soy la hija del César”1061

Dos años después de morir su marido, Augusto la desposa, de nuevo por razones políticas. En este nuevo enlace Julia tiene 18 años, y su marido Agripa la supera en veinte años de edad; no obstante, son un matrimonio armonioso y procrean cinco hijos. Cuando nacen sus dos primeros hijos mayores Augusto los nombra Principes iuventutis1062; lo que significa que como madre se le priva de uno de sus officia, el de la crianza y educación. En el año 13 a.C., se emite incluso una moneda con la imagen del Emperador en el anverso, y en su reverso la de Julia y sus hijos; esta es la primera pieza acuñada claramente dinástica, siendo los pequeños oficialmente sus hijos adoptivos. Macr. Sat. 2,5,4 Macr. Sat. 2,5,5,7. 1062 Vell. 2,96. Tac. Ann. 1,3,2: “Pues a Gayo y Lucio, hijos de Agripa, los había hecho entrar en la familia de los Césares; su nombramiento como Príncipes de la Juventud cuando aún no habían dejado la pretexta infantil y su designación para el consulado, los había deseado ardientemente, si bien fingió no quererlos”. 1060 1061

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Moneda (RIC 405, SEAR, I, no 1734)1063

En el 11 a.C., Augusto decide casar a Julia, aún de luto1064, Tiberio1065, hijo de su mujer Livia; obligando a éste previamente a que se divorcie de su amada Vipsania Agripina (hija de un matrimonio previo de Agripa), que ya le había dado un hijo, y que estaba nuevamente encinta1066. En el 9 a.C. se realiza el Ara pacis, con la representación de toda la familia caesaris1067. Durante años la rivalidad entre las Juliae (Julia y su tía Octavia) y las Claudiae (su madrastra Livia) ha sido muy fuerte. En esa competencia femenina también está presente el ius liberorum, establecido por Augusto; y del que naturalmente gozan las mujeres Julias por parir el mínimo de tres hijos; aunque Julia y Octavia superan esa cifra, a Livia se lo conceden pese a no haber cumplido los requisitos1068. Francisco Olmos (de), J.M., “Monedas genealógicas y de divinización. la muerte en la moneda imperial de los Julio-Claudios”, Actas de las IX Jornadas sobre Documentación. La muerte y sus testimonios escritos, Madrid, 2010, p. 94. 1064 Bauman, R.A., Women and Politics cit., p. 103, subraya que tras la muerte de Agripa Julia guardó el annus luctus. 1065 Goldsworthy, A., Augustus: First Emperor of Rome, Yale 2014, p. 361, escribe que Julia estaba ansiosa por casarse con Tiberio; opinión que no comparto, aunque pienso que no se opondría en un primer momento mirando por la seguridad de sus hijos, y confiando en el poco apego de éste por los asuntos políticos. 1066 Rapke, T.T., “Julia and C. Proculeius. A note on Suetonius, Augustus 63,2”, LCM 9 (1984) pp. 21-22, incide sobre el proyecto de Augusto de casar a su hija con Proculeyo, aunque finalmente optó por Tiberio. 1067 Bauman, R.A., Women and Politics cit., p. 100, relata una laberíntica red de matrimonios dinásticos, adopciones y divorcios. 1068 Cass. Dio. 55,2,5 refiere que Livia recibió como consuelo el honor de una estatua, y el ser inscrita entre las mujeres que tienen tres hijos. Ella sólo tuvo dos y no merecía este derecho naturalmente. 1063

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El 2 a.C. Julia es acusada de adulterio y traición por su propio padre ante el Senado, quien redacta un escrito leído por un cuestor1069. Augusto hace gala del antiguo iudicium domesticum, con una convenida identificación política entre él, en su función de padre, y como Princeps, esto es, entre su familia y la patria1070. Ese mismo año Augusto ha sido proclamado Pater Patriae, y quizá ante el problema con Julia, él hubiera preferido que ella optase por el suicidio; sin embargo, se afirma la personalidad femenina de Julia, que tiene gran popularidad1071. Cuando estalla el escándalo Julia tiene treinta y siete años (una edad Suet. Aug. 65: “La desgracia destruyó, sin embargo, la confianza y alegría que le inspiraban una familia numerosa y educada con tanto esmero. Se vio obligado a desterrar a las dos Julias, su hija y su nieta, manchadas con toda clase de infamias; perdió a Cayo y Lucio en el espacio de dieciocho meses; el primero en Libia, y el segundo en Marsala. Entonces adoptó en el Foro en virtud de la ley Curiata, a su tercer nieto Agripa y a su yerno Tiberio; poco tiempo después tuvo que echar a Agripa de su familia a causa de la bajeza y ferocidad de su carácter, desterrándole a Sorrento. Era más sensible al oprobio de los suyos que a la muerte. Las de Cayo y Lucio no le abatieron; pero cuando desterró a su hija, dio a conocer los motivos al Senado en un escrito que el cuestor quedó encargado de leer en su ausencia; y tanto le avergonzaron sus desórdenes, que estuvo mucho tiempo separado del trato de los hombres y hasta deliberó si se daría la muerte. De un liberto llamado Febo, cómplice de su hija en sus desórdenes, que se ahorcó en esta ocasión, dijo que preferiría ser su padre a serlo de Julia. Prohibió a ésta en su destierro el uso del vino y todas las comodidades de la vida, y mandó que ningún hombre, libre o esclavo, se acercase a ella sin autorización suya, y sin que conociese su edad, estatura, color y hasta las señales y cicatrices que tuviese en el cuerpo. Pasados cinco años, le permitió al fin volver de la isla donde estaba al continente, y le impuso condiciones menos rigurosas. Pero nunca consintió en que viviese a su lado; como el pueblo romano pidiese frecuentemente y con insistencia su regreso, le deseó, en plena asamblea, hijas y esposas parecidas a ella. En cuanto a la otra Julia, su nieta, le prohibió reconocer y criar al niño que dio a luz poco tiempo después de su destierro. Trasladó a una isla a Agripa, que lejos de mejorar, de día en día se hacia más intratable, y le hizo custodiar por soldados, consiguiendo un senadoconsulto que lo confinaba a perpetuidad en aquella isla. Cuando hablaban en su presencia de Agripa o de algunas de las Julias, exclamaba siempre suspirando: Dichoso el que vive y muere sin esposa v sin hijos (62); y llamaba siempre a los suyos sus tres tumores o sus tres cánceres”. Bauman, R.A., Women and Politics cit., p. 113, señala que la carta fue también publicada mediante edicto para información general. Crispino era pretor en el 2 a.C. Ferrill, A., “Augustus and his daughter: a modern myth”, Studies in latin literatura and roman history, II, Bruxelles 1980, pp. 332-246, estima sin fundamento las acusaciones de sacrilegio y traición. 1070 Cohen, S.T., Augustus, Julia and the development of exile cit., p. 210, estima que la decisión de Augusto de enviar a su hija fuera de la ciudad como castigo estaría acorde con las mores maiorum, pues la confina a una isla donde tiene una villa marítima de su propiedad, y otra villa para el invierno. 1071 Cass. Dio 55,10,6-16: “… Se irritó muchísimo, en cambio, cuando descubrió que su hija Julia tenía un comportamiento tan impúdico, que iba cantando, bailando y bebiendo de noche por el foro y sobre la propia tribuna. Ya tenía sospechas de que ella no llevaba una vida adecuada, pero no quería creerlo. Pues quienes detentan el Poder conocen mucho mejor todos los demás asuntos que los suyos propios: sus propias acciones no pasan desapercibidas a aquellas personas con las que viven, pero, en cambio, ellos no están enterados con detalle de las de estas. Pero entonces cuando se enteró, se enfadó tanto que no consideró el asunto como 1069

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en la que la mayoría de las mujeres aceptan su status de madurez, próximo a la ancianidad)1072, pero ella como una romana sofisticada de su tiempo se cuida su aspecto físico1073; y los años, excepto en el asomo de algunas canas sueltas, aún no le es implacable1074. El enfrentamiento con su padre no es por poder1075, aunque sí frente a las pretensiones de Livia y los Claudios. Sus coetáneos tachan a Julia de promiscua, incluso la historiografía moderna y contemporánea dan por sentado que su comportamiento sexual es muy libre para lo que demandan las nuevas leyes augústeas1076; así, por ejemplo, algún autor dice que el hecho de que Julia avergüence a su padre es parte de una venganza social hacia Augusto. Se le llega a criticar a Julia que piense que la pro-

un problema doméstico, sino que hizo partícipe de él al Senado. Por todo aquello fue confinada a la isla de Pandataria, cerca de Campania, y su madre, Escribonia, por propia voluntad se embarcó con ella. De los que habían mantenido relaciones con ella, Julo Antonio, como lo había hecho con la pretensión de aspirar a la monarquía, fue condenado a muerte junto con algunos otros nobles. Los demás fueron desterrados a diversas islas. Y puesto que entre ellos se encontraba también un tribuno de la plebe, este no fue juzgado hasta que no abandonó su magistratura. A consecuencia de aquel episodio, muchas otras mujeres fueron acusadas de comportamientos similares. Augusto no quiso que se celebraran todos aquellos juicios y estableció una fecha límite, de tal manera que todo lo que se hubiese cometido antes de la misma no fuese sometido a investigación. Pero nunca estuvo dispuesto a mostrar moderación con su hija –llegó a afirmar que habría preferido ser el padre de Febe antes que el de ella- aunque trató con cierto miramiento a las demás. Febe era una liberta de Julia, y su cómplice. Se dio muerte voluntariamente antes de que pudiera ser castigada; por esta razón Augusto la elogiaba”. 1072 Dixon, S., The roman family, Baltimore 1992, p. 150. 1073 Salles, C., L’art de vivre au temps de Julie, fille d’Auguste, Paris 2000, p. 85, pone su atención en la importancia del cuerpo para la generación de Julia, hacen ejercicio físico para tener el cuerpo musculado y tonificado. 1074 Macr. Sat. 2,5,7: “La misma Julia había comenzado pronto a tener algunas canas que solía arrancarse en secreto. La llegada repentina de su padre sorprendió una vez a las peinadoras. Augusto disimuló tras haber visto canas sobre su vestido y, tras pasar el tiempo en otras conversaciones, introdujo el tema de la edad y le preguntó a su hija si después de algunos años preferiría ser canosa o calva; puesto que ella le respondió: ‘Padre, yo prefiero ser canosa’, le objetó al embuste, ‘entonces, ¿por qué ésas te hacen calva tan rápido?’”. 1075 Hidalgo de la Vega, M.J., Las emperatrices romanas cit., pp. 28-29, que en la familia romana la relación padre-hija tiene una situación de centralidad, supeditándose éstas a los intereses del grupo; de ahí que no pueda concebirse una rivalidad entre Julia y su padre por el poder, ya que ellas no tenían derechos políticos. Frente a los que apoyan una militancia activa de Julia frente a su padre, Cid, R., Imágenes femeninas en Tácito cit., p. 70, n. 26, recuerda que esa actitud estaría poco acorde con los éxitos conseguidos a favor de sus hijos Lucio y Cayo; añadiendo la autora que Julia había conseguido que el Emperador nombrase a Cayo cónsul a los 14 años. 1076 Levick, B., “The fall of Julia the Younger”, Latomus 35 (1976) p. 326, afirma que no fue un tema sexual, sino una cuestión política; de ahí que se establecieran penas muy diversas para los miembros del grupo: L. Paulo murió por maiestas, Julia y Silano adulterio, Novato por libelos, …

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creación no es el único fin de las relaciones sexuales1077. Augusto quiere privar a su hija de la libertad sexual que él siempre tuvo1078. Difícilmente un individuo coetáneo a Julia, ya sea hombre o mujer, acatará voluntariamente el nuevo marco moral y jurídico, policialmente represor de la libertad individual, y por ende de la sexual. La visión de una lasciva y descerebrada Julia, que nos han transmitido a sangre y fuego, persiste como un triunfo machista en el imaginario colectivo. Sin embargo, ésta, al igual que todas las grandes mujeres que le son coetáneas, son animales políticos, tanto más que los hombres a los que apoyan, o de los que a veces se sirven; y Julo, el supuesto amante, como otros aristócratas comprometidos, está unido por una causa política, sin necesidad de mezclar ese compromiso con vulgares escándalos sexuales. Ahora bien, llegado un hipotético caso en el que las necesidades del clan Julio lo requiriesen, su prima Claudia Marcela Maior cedería a Julia su esposo Julo, al igual que años antes hiciera con respecto a Agripa, del que Claudia se divorció para facilitar las estrategias de la fortaleza de la domus. Tras la muerte de Augusto en el 14 d.C., Julia también muere, a la edad de 53 años; quizá de desnutrición, como venganza de Tiberio, tras haberle suprimido su pensión, y habiéndole ordenado que permaneciera confinada en una habitación en Rhegium, privada de toda compañía1079   55.b. Misoginia en la literatura del principado post-augusteo La política de regeneración moral, fundamentalmente destinada a las mujeres, no encuentra en la primera década del siglo sus plenos efectos. Algunas romanas, como reacción, adoptan en lo social roles masculinizantes, lo que apro1077 Macr. Sat. 2,5,10: “Fue dicho algo semejante por Populia, hija de Marco, que a una que admiraba la razón por la que otras bestias nunca deseaban al macho, salvo para quedar embarazadas, respondió: ‘Claro, son bestias’”. 1078 AA.VV., “The new woman”, Women in the classical world. Image and Text, New YorkOxford 1994, pp. 291-292. Suet. Aug. 63; Suet. Aug. 69. 1079 Cass. Dio 57,18. Suet. Tib. 50: “Estuvo tan lejos de tener para con su esposa Julia, que continuaba desterrada, las mínimas atenciones que impone la humanidad, que le prohibió salir de su casa y ver a nadie, a pesar de que Augusto le había dado toda una ciudad por prisión; hasta el peculio cuyo goce le dejaba su padre y la pensión anual que le añadía, se los retiró, con el pretexto del respeto debido a las leyes comunes y por no decir nada acerca de esto el testamento de Augusto”. Linderskin, J., “Julia in Regium”, ZPE 72 (1988) p. 198, apunta que las medidas adoptadas por Tiberio endureciendo las condiciones de su relegación las realiza como Emperador en virtud de su imperium, no como marido, ya que Julia era sui iuris, y no estaba bajo la potestas marital.

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vecha Séneca en un comentario ‘machista’ para espetarles que al virilizarse han perdido los beneficios de su sexo1080; el ius civile contempla el beneficium, como un ius singulare frente al derecho común general. Augusto, que como ya se ha comentado en páginas precedentes, domina los medios de comunicación y publicidad de la época, pues en tanto instrumentos de poder le facilitan la consecución de sus fines. Y entre esos poderes fácticos el Poder público imperial va a contar con escritores que tienen una quasi- auctoritas; pero como bien explica Quintiliano en sus Instituciones oratorias, la ‘intelectualidad’ de la época minusvalora a cualquier tipo de escritor que no sea filósofo, considerando indigno citar a los poetas: “De nuevo, [39] ¿no consideramos los preceptos de los Siete Sabios como tantas reglas de la vida? Si una mujer adúltera está siendo juzgada por envenenamiento, ¿no debería ser condenada ya por el juicio de Marcus Cato, quien afirmó que cada adúltera era tan buena como una envenenadora? En cuanto a las reflexiones extraídas de los poetas, no solo los discursos, sino incluso las obras de los filósofos, están llenos de ellos; porque aunque los filósofos piensan que todo es inferior a sus propios preceptos y escritos, no han pensado que está por debajo de su dignidad citar números de líneas de los poetas para otorgar autoridad a sus declaraciones”1081.

• Plinio en su Historia Natural critica el lujo excesivo de las mujeres adornadas con materiales preciosos, como el oro o la plata1082. Vizcaíno reflexiona sobre la superioridad femenina, que es entendida por los romanos como una Sen., epist. 95,21: “No menos que ellos pasan las noches en vela, no menos se entregan a la bebida y rivalizan con los varones en la palestra y en el vino puro; igualmente arrojan por la boca los alimentos que han ingerido violentando el estómago y devuelven en el vómito todo sorbo de vino; igualmente chupan el hielo para aliviar al estómago ardiente. Ni siquiera ceden a los hombres en cuanto al placer sexual: destinadas por naturaleza a la pasividad del acto han discurrido (¡los dioses y las diosas las maldigan!) una forma tan perversa de desvergüenza (impudicitia) que son ellas las que penetran a los hombres. ¿Cómo asombrarse, pues, de que el más grande de los médicos y más experto conocedor de la naturaleza sea sorprendido en error, puesto que existen tantas mujeres podágrícas y calvas? Han perdido el privilegio de su sexo (beneficium sexus sui) a causa de los vicios, y ya que se han despojado de su condición femenina, han sido condenadas a sufrir las enfermedades de los hombres”; véase al respecto, Roca Meliá, I., Séneca, Epístolas morales a Lucilio II, Madrid 1989, pp. 196-197. 1081 Quint. Inst. 5,11,39. 1082 Plin. nat. 33,12,40 “Llevan las mujeres oro, en los dedos, cuello, orejas, trenzas de su cabello, y las cadenas corren alrededor de su cintura, y las bolas de perlas están engastadas en oro suspendidas de sus cuellos, de manera que incluso durante el sueño, se sienten en posesión de valiosas piedras, pero ¿tienen que revestir de oro sus pies?, y entre las estolas y las túnicas plebeyas, ¿debe establecerse un orden ecuestre en las mujeres? Honestamente damos esto los varones para la enseñanza de los hijos, incluyendo la rica apariencia que atrae todas las miradas en los baños públicos”. 1080

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amenaza latente para la virilidad; sobre los peligros del afeminamiento del varón, que puede acabar bajo las riendas de las mujeres1083. Concretamente se centra en el perfume, señalando que es quizás la herramienta más alarmante, bien para construir, o destruir una imagen, y todo cuanto ello significa1084. • La imagen de la vestal Tarpeya, que cuenta la leyenda sucumbió al oro, y murió sepultada por brazaletes y escudos del enemigo, recuerda a los romanos el fin trágico de una impúdica y la importancia de respetar las mores maiorum.

Moneda con la imagen de la vestal Tarpeya1085

Y frente a esas mores, Ovidio propone a las mujeres la impudicia en el amar, con algunos consejos: “Cuando hayas conseguido de él muchos regalos, para que, no obstante, no sea todo dar, pídele tú misma que te preste algo que nunca le devolverás. Que la lengua te ayude y oculte lo que piensas: acarícialo y perjudícalo; el funesto veneno se esconde bajo dulce miel”1086. Palacios, J., Miradas romanas sobre lo femenino cit., p. 100, refiere que en la literatura de la época se evidencia la preocupación acerca de atuendos, maquillajes y adornos, tanto porque manipulan el verdadero aspecto físico femenino, como porque pueden ocultar su verdadera condición moral; más aún, por el peligro que supone que la mujer controle su propio cuerpo, e incluso la voluntad del varón. Subraya la autora que en los textos latinos, como en Ovidio, Remedios de amor, se observa una preocupante afinidad entre las propiedades de drogas para cosméticos y la medicina o la hechicería. 1084 Sobre el adorno y el perfume, véase Vizcaíno Sánchez, J., “El negocio de la imagen: la industria de la belleza femenina”, No tan lejano. una visión de la mujer romana a través de temas de actualidad, Valencia 2017, pp. 473-502. 1085 Zanker, P., Augusto y el poder de las imágenes cit., p. 173, imagen n. 127. 1086 Ov. Am. 1,8,101-104; al respecto, véase, López, V.C., Publio Ovidio Nasón, Amores. Arte de amar cit., p. 233. 1083

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• No voy a insistir más aquí sobre las brujas, pues ya se trató precedentemente en otros capítulos. Simplemente indicaré que persiste como apelativo despectivo a la feminidad del imaginario colectivo. Gallardo Mediavilla señala que, siglos después, a partir del Principado de Augusto, la literatura latina dedicará más atención a las brujas, a su aspecto y poder. Las sagas en Horacio; Tibulo, Ovidio, Marcial, y Apuleyo1087. Así como en el campo proliferan adivinos y hechiceras errantes; la lex Cornelia de sicariis et veneficiis sigue vigente1088. Incluso apuntar ‘la caza de brujas’ que el emperador Tiberio emprende para eliminar a algunas matronas romanas a las que su poder económico o influencia social le perturba, para lo cual las acusa de crimen maiestatis. Los cultos extranjeros persisten como supersticiones y prácticas mágicas, que se califican como atentados, más o menos difusos, a la salud del Príncipe o de sus familiares. • Juvenal, a quien tampoco podemos considerar inocente en sus sátiras sangrantes, pone en boca de las mujeres de finales del s. I d.C., palabras de denuncia de esa hipocresía e incoherencia de muchos romanos, entre los que se ha de incluir al ya más de medio siglo difunto Octavio Augusto; romanos despreciativos a la feminidad que propugnan la violencia institucionalizada contra mulieris. En ese alegato de Juvenal las mujeres hablan y advierten a los hombres que ellas no pretenden que se endurezca la ley Escantinia contra la sodomía1089, que les da igual que ellos se feminicen, y que muy pocas mujeres se masculinizan en la lucha o con dietas atlética, y a ninguna les atrae su mismo sexo1090.

Gallardo Mediavilla, C., Los nombres de la bruja cit., pp. 66-70. Rodríguez López, R., La represión de las artes mágicas cit., pp. 554-558, y la bibliografía allí citada. 1089 La lex Scantinia (149 a.C.) penaliza el stuprum cum masculo con una multa de diez mil sestercios. Al respecto Botta, F., “Stuprum per vim illatum. Violencia e crimini sessuali nel diritto classico e dell’ Occidente tardoantico”, Violenza sessuale e società antiche. Profili storico-giuridici, Lecce 2011, pp. 87-88, y la bibliografía allí citada. 1090 Véase más adelante, Juv. 33-55; Sen., epist. 95,21; Auson. epigr. 92. 1087 1088

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  Mosaico de las pugilistas (Villa del Casale, Piazza Armerina)1091

Las mujeres, por ser féminas, tienen prohibido el conocimiento del Derecho civil, y la defensa judicial, mientras que a los hombres –incluidos aquellos que disfrutan adoptando roles femeninos– les protege el Derecho porque existe concordia viril. De nuevo tropezamos con la inexistencia de una pareja de vocablos que designe en femenino una virtud que es plenamente masculina; me refiero a la ‘fraternitas’, hermandad, fraternidad1092, sin que el latín construya el término sororitas (soror + itas)’, esto es la sororidad a la que me he referido en epígrafes precedentes: “De modo que no tienen derecho y razón los peores viciosos para despreciar a los que se fingen un Escauro y cuando los critican morderles a su vez? Laronia no pudo aguantar a uno de éstos que con mala cara decía una y otra vez: «¿Dónde duermes ahora?», ley Julia», y sonriendo le respondió: «Tiempos dichosos, que te colocan frente a nuestra inmoralidad. Ya puede tener Roma decencia, del cielo ha caído el tercer Catón. Pero sin embargo, ¿dónde compras ese perfume de bálsamo que exhala de tu cuello peludo? No te dé vergüenza indicarme el dueño de la perfumería. Porque es que puestos a remover leyes y decretos, antes que ninguno debemos citar la ley Escantinia. Fíjate primero en los hombres y examínalos, porque hacen más que nosotras. Pero a ellos los protege el número y las falanges prietas, escudo con escudo. Entre los sarasas Liberati, A.M.- Bourbon, F., Roma antigua, Barcelona 2005, p. 66, refieren, a propósito del mosaico de las mujeres pugilistas, que en los edificios de las termas romanas las mujeres acuden a la palestra, se ocupan de ejercicios deportivos para calentar el cuerpo, y se bañan con una venda pectoralis y braga; a este respecto, véase también Mañas Núñez, M., “Mujer y sociedad en la Roma Imperial del siglo I”, Norba. Revista de Historia 16 (1996-2003) pp. 195196. 1092 Glare, P.G.W., Oxford latin dictionary cit., p. 731, y las fuentes literarias allí citadas. 1091

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hay una gran concordia. En nuestro sexo no se encontrará ningún ejemplo tan detestable, Tedia no lame a Cluvia ni Flora a Catula. Hispón monta a los jovencitos y está pálido de dar y tomar. ¿Acaso nosotras defendemos causas, conocemos el derecho civil o revolvemos vuestras salas de juicio con jaleo alguno? Pocas practican la lucha, comen con dieta atlética pocas. Vosotros cardáis la lana y transportáis en canastillas los copos acabados; vosotros hacéis girar la rueca abarrotada de hilos delgados mejor que Penélope, más airosamente que Aracne”1093.

Fresco con figura femenina que vierte perfume (villa Farnesina)1094

Frente a estos ejemplos, otros muchos podrían enriquecer el tratamiento literario romano sobre la violencia de género en sus múltiples manifestaciones, pero un estudio exhaustivo de las fuentes excede del marco de esta monografía, y constituiría una investigación específica.

Juv. 33-55; al respecto, véase Segura Ramos, B., Juvenal, Sátiras cit., p. 16 n. 24. Mols, S.T.A.M.-Moormann, E.M., La villa della farnesina cit., p. 49.

1093 1094

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56. DEL PROTOTIPO CIUDADANO AL PATRÓN JURÍDICO: EL DILIGENS PATERFAMILIAS Tomás señala que el patrón jurídico es una referencia de comparación que los juristas necesitan para la interpretación y aplicación de las normas, es decir, para la determinación del grado de diligencia en el ejercicio de titularidades jurídico-reales y obligacionales1095. En una sociedad patriarcal es lógico que el jurista establezca el estándar de normalidad en la conducta del sujeto de derecho a partir del modelo de paterfamilias1096; y ello pese a que la exigibilidad es idéntica para ambos sexos (hombres y mujeres): ya de orden y cuidado, tanto en la gestión de su propio patrimonio, como en la ejecución de la prestación en concreto de que se trate. Seguidamente puede observarse cómo en la sociedad romana se construye este patrón desde los ámbitos de la religión, de la filosofía, de la agronomía, de la oratoria y del Derecho. • El respeto a las reglas establecidas por la autoridad de los mayores (maiora auctoritaque) proporciona estima pública, credibilidad y variados efectos beneficiosos, tanto en el orden religioso como en el jurídico1097; ámbito éste en el que confluyen dos ordenamientos distintos, el ius publicum y el ius sacrum1098. En este sentido, no se puede olvidar que los comportamientos del buen hombre, del buen ciudadano, sirven para calibrar los deberes morales y extrajurídicos de los individuos en la sociedad romana. La costumbre (mos), en el sentido de modus, aparece como fuente de conocimiento de la conducta razonable, exigible en cada situación, y de la que se sirve el órgano enjuiciador, sea del tipo que sea. La concepción de la religiosidad romana, en tanto fundamento cívico, de la que se habló al tratar del periodo monárquico, ha persistido durante la República en torno a los cultos de fides y de terminus1099; más tarde, también se erigirá Tomás Martínez, G., “La sustitución del «buen padre de familia» por el estándar de la «persona razonable»: Reforma en Francia y valoración de su alcance”, Revista de Derecho civil 2.1 (2015) pp. 57-103. También al respecto, Pizarro Moreno, E., “Reflexiones sobre el androcentrismo jurídico: el concepto de buen padre de familia. Propuestas para una renovación lingüístico-legal”, El levantamiento del velo: las mujeres en el derecho privado, Valencia 2011, pp. 251-266. 1096 Buckland, W., “Diligens paterfamilias”, Studi in onore di Pietro Bonfante, Milano 1930, II, pp. 88, sostiene la importancia de este estándar ya en el derecho romano clásico romano. 1097 Gell. 4,9,14. Cremades Ugarte, I., El officium en el Derecho privado romano. Notas para su estudio, León 1988, p. 87. 1098 En este ámbito, resulta interesante Treville (de), D.J., Senatus et religio: Aspect of the roman senate’s robe in the state religion during the Republic, Chapel Hill 1987, pp. 6 ss. 1099 Levi, M.A., “Fides, terminus, familia e le origini della città”, Convegno internazionale: Religione e città nel mondo antico, Roma, 1984, pp. 378-400. 1095

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un templo a pietas. Si existe una emoción determinante de la pietas es la firme voluntad de los ciudadanos de asegurar la salud de la República mediante la escrupulosa observancia de la tradición (mores)1100. • Las corrientes filosóficas que se difunden en la sociedad romana de finales de la República han puesto en entredicho el papel de la religio, lo que supone, en ocasiones, una censura política; en este sentido, se realizan las denuncias de los epicúreos respecto a los crímenes de la religión oficial1101. Ahora bien, aunque los estoicos también se muestran críticos en este tema, son conscientes de la importancia política y moral de la religión en el seno de la comunidad ciudadana, por lo que colocan a la divinidad en el centro de su sistema1102. El descuido de los officia civilia supone un incumplimiento a los sagrados derechos de la sociedad, que se califica como mali mores1103; de ahí la existencia de dos categorías: bonus pater familias y malus pater familias. Así, con el desarrollo de la Res publica, los incumplimientos de los preceptos y prácticas religiosas afectan con plena intensidad a los officia del vir bonus1104.

Scheid, J., “Religion et superstition à l’époque de Tacite: Quelques reflexions”, Religión, superstición y magia en el mundo romano, Cádiz, 1985, p. 20. Cic. rep. 1,2,2: “En efecto, ¿De dónde procede la piedad?, ¿De quienes la observancia religiosa?”; Cic. div. 2,12,28: “… la ciencia de los arúspices, que yo estimo ha de respetarse en beneficio del Poder público y de la religión propia de la comunidad…”; Cic. div. 2,33,70-71: “Vemos cómo tal creencia (ciencia augural) se ha trasformado ya, a causa del uso, del cambio de doctrinas, y del tiempo transcurrido. Por otra parte, la costumbre, las ceremonias religiosas, el saber y el derecho augural, así como la autoridad del colegio, se conservan para que el vulgo mantenga su creencia, y el Poder público unos grandes beneficios. En realidad, los cónsules Publio Claudio y Lucio Junio –quienes se dispusieron a hacerse a la mar, pese a tales auspicios- no dejan de ser merecedores de todo suplicio, porque se debió prestar obediencia a la religión, en vez de repudiar una costumbre patria con semejante contumacia. Con justicia, por tanto, fue el uno condenado en virtud de un juicio popular, mientras que el otro se dio muerte a sí mismo”; Cic. div. 2,35,75: “… estimo que la ley augural, aunque se constituyera al principio porque se creía en la adivinación, después, sin embargo, se conservó y se mantuvo en beneficio de la res publica”. 1101 Salem, J., “Comment traduire religio chez Lucrèce?”, Les etudes classiques, 62 (1994), p. 24, destaca que, salvo contadas excepciones, todos los sacerdotes desempeñaban alguna magistratura. 1102 Grimal, P., “La religion des stoiciens, de Seneque a Marc-Aurele”, Religión, superstición y magia en el mundo romano, Cádiz, 1985, p. 35. 1103 Seyrat, S., Le bon père de famille: Etude sur la signification et la fonction de l’expression dans le droit (thesis Paris II), Lille 1985, pp. 26-27. 1104 Cic. dom. 105. Salgado, J., “Principios básicos e informadores de la política y del Derecho en Roma”, Estudios en Homenaje al profesor J. Iglesias II, Madrid, 1988, p. 1636, señala que en este marco político-religioso, el officium cumple un papel de gran trascendencia; se habla, así, de religio officii, esto es, de exactitud meticulosa en cumplir cada cual con su deber. 1100

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De este modo, la difusión de los valores implícitos en los officia arremete contra la superstición y la magia, como actos inmorales que pueden conllevar una declaración de infamia. Por tanto, esta conexión entre los virilia officia y la observancia religiosa resulta muy interesante, puesto que nos desvela un modus extraordinario para combatir las supersticiones y las artes mágicas prohibidas. Se pueden destacar algunas virtudes de la ‘religiosidad’ del ciudadano romano: honestidad, fortaleza espiritual, amor a la divinidad y a la patria, valor del juramento, templanza, moderación y justicia. • Los libros de agronomía desarrollan desde la República los officia del bonus agrícola, como patrón de conducta objetiva a cumplir para el éxito de la empresa agrícola1105. La traducción de officia como “deberes” tiene el sentido de obligaciones: las inherentes a un padre, a un cargo o a una función pública. El officium proporciona un valor que se mide socialmente, y ante cuyo cumplimiento cualquier ciudadano tiene un deber de comportamiento que se refleja brillantemente en la figura ideal de vir bonus; figura sobre la que se tratará infra. Catón escribe sobre los officia en el ámbito agrícola, pero es Varrón quien específicamente se refiere a la diligencia que ha de observar el dueño de la propiedad (la misma diligencia que la de los antiguos –anticorum diligentiam–)1106, con el fin de que la explotación de la finca sea óptima1107; incluso explica que Gnaeus Tremelius Scrofa ha demostrado la grandeza de su linaje por la diligencia que ha prestado en la agricultura (propter diligentiam culturae)1108. • La oratoria forense en su defensa recurre también a estos patrones de conducta. Así en el año 81 a. C., tiene lugar un pleito en el que un joven abogado de veinticinco años ha de defender al heredero de un negocio frente al socio de su difunto hermano. Y entresaco una frase de su discurso: “Gayo Quincio hermano de este Publio Quincio, padre de familia, prudente y atento a todas las cosas 1105 Predella, C., Il bonus paterfamilias e la sua origine agrario, Florence 1931, pp. 73-79, escribe que el bonus paterfamilias es un hombre real, no ficticio, que es dueño de una villa agrícola romana ya desde época republicana. Véase las virtudes de sencillez y honradez de Cincinato, agricultor y político; al respecto, Rodríguez López, R., “La agricultura como officium en el mundo romano”, Revue Internationale des Droits de l’Antiquité 49 (2002) pp. 185202. 1106 Varro rust. 13,6. 1107 Varro rust. 18,7: ‘observar diligentemente’ (animadverteris diligenter); Varro rust. 26, pr. (diligenter observant); Varro rust. 40, pr.: ‘cuidadosamente observadas por el dueño’ (id videndum diligenter). 1108 Varro rust. 2,9.

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(… sane ceterarum rerum pater familias et prudens et attentus)”; que contrapone a Sexto Naevio (su socio) al que califica de buen hombre (viro bono), pero no totalmente instruido, pues sólo “puede conocer ciertos deberes de los padres de familia” (officia certis patris familias nosse posset)1109. • E igualmente este bagaje de construcción del prototipo se traslada al plano, jurídico. El hombre, por su libre arbitrio, tiene facultad para decidir su destino; y ante las tesituras de la vida –con posibilidades de elección múltipleopta por adecuar o no sus comportamientos a estos referentes éticos. Tales criterios de moralidad no vienen determinados por la ley, sino por la belleza moral, que es subjetiva. El hombre no elige con la serenidad del sabio, sino conforme a sus debilidades, de lo que Cicerón es bien consciente; así, desarrolla una moral eminentemente práctica, centrada en el deber medio, que desarrolla la moral de los praecepta. De este modo pretende que ‘esa simbiosis del hombre y del pensamiento’ sea útil a los pueblos y los forme en virtudes sociales con proyección de universalidad humana. No existe un correspondiente femenino a vir bonus. Cicerón habla del ‘decoro’ como virtud por la que nos adaptamos al medio humano, y que mira a la dignidad del hombre; es la belleza moral, que es subjetiva, y que contiene las virtudes sociales (firmeza, moderación, templanza, conveniencia, pudor y respeto al otro): “Los que se portan así y viven de tal manera que su buena fe, integridad, equidad y generosidad se pruebe, y no haya en ellos codicia o pasión o arrogancia alguna, y sean hombres de gran constancia …; porque, en cuanto pueden los hombres siguen a la naturaleza, la mejor guía del vivir bien (virtuosam)”: “con economía, contenido, austero y frugal”1110.

Esta belleza moral se refleja también en el valor de la palabra y de la fidelidad a los compromisos. La naturaleza no determina los bienes propios de cada uno; la propiedad privada reposa enteramente sobre los compromisos tomados de persona a persona, sobre la fidelidad y la franqueza en las palabras y convenciones, y en la voluntad de ejecutarlos fielmente. La fides es la elegancia moral de una persona de bien, caracterizada por una conciencia escrupulosa, y que se refleja en ámbitos tales como la amistad o la justicia. Al prestar juramento es a Dios, esto es, a su propia conciencia a quien se invoca como testigo; conciencia que se concibe como el don más divino del hombre. Los valores sólidos, capaces de mantener la sociedad, son fundamentalmente la buena fe y la sinceridad. Es Cic. Quinct. 3,11. Cic. Lael. 5,19.

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la virtud de los amigos perfectos, tan querida a Cicerón, que llega a extremos de heroísmo, pero que a la vez es fundamento de la justicia1111. Séneca también reflexionará sobre la importancia de los officia en los siguientes términos. Así, el campo de los officia –principios morales que facilitan la vida ciudadana– pasan de ser costumbres de la comunidad, no contempladas por el rígido derecho civil antiguo, a convertirse en parámetros jurídicos; y tanto el censor como el juez los tienen como criterio para valorar las conductas humanas, respectivamente en las notas censorias y en los litigios, con efectos sociales y jurídicos de muy diverso tipo: “¡Cuánto más ampliamente se extiende la regla de los deberes que la del derecho! La piedad, la humanidad, la generosidad, la justicia, la buena fe, ¡cuántas cosas exigen que están todas más allá del derecho civil!”1112.

En el ámbito agrícola en el s. I d.C., Columela destaca valores en el diligente padre de familia que se dedica a la agricultura; valores que pasan por prestar la máxima atención a la consulta de los agricultores más entendidos, indagando con esmero los comentarios de los antiguos, y analizando y discerniendo que puede ser aún aprovechable para obtener un método seguro para la máxima rentabilidad de la tierra. Llama la atención que Holgado Redondo haya traducido ‘diligens’ por ‘laborioso’: “En consecuencia, un padre de familia laborioso (diligens paterfamilias) que tiene en su ánimo seguir en los cultivos un método seguro de aumentar el patrimonio familiar, pondrá la máxima atención en consultar, sobre cualquier asunto, …, así como indagar con esmero, … y analizando …”1113.

Consecuentemente de todo lo anterior, quedan claras que las cualidades que se disponen para el ‘hombre moralmente bueno’; y que a la mujer, como mater, también se exigen. Ahora bien, el padre de familia tiene un ‘poder natural’, una

Cic. off. 3,15,61: “En los demás asuntos judiciales, ciertas fórmulas tienes gran significación: así, en los contratos matrimoniales, cuando se trata de la dote de la mujer, las palabras melius, aequius (como sea mejor y más justo); en los fideicomisos, ut inter bonos agier (se debe obrar bien como se hace entre personas honradas). ¿Qué más? Estas palabras melius, aequius (como sea mejor y más justo, en todo bien y toda justicia), insertas en un contrato, ¿no excluyen hasta la menor sombra de fraude? Y cuando se dice inter bonos bene agier, ¿se deja acceso alguno a la astucia o a la doblez? Si el dolo consiste, como dice Aquilio, o en un fingimiento o en una simulación, es preciso desterrar de nuestras transacciones toda especie de mentira, de manera que ni comprador ni vendedor se valgan de pujadores, sino que ni uno ni otro, cuando lleguen a fijar el precio, tengan más que una palabra”. 1112 Sen. dial. 3,2,28,2. 1113 Colum. 1,1,3; al respecto, véase Holgado Redondo, A., De los trabajos de campo, Lucio Junio Moderato Columela, Madrid 1988, p. 9. 1111

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norma de conducta conforme a su estatus social1114, que se presume sin necesidad de demostración. Por el contrario, la mujer ha de demostrarlo, empezando por el matrimonio, que modifica su su status jurídico y social, y tiene la posibilidad de superar la ‘supuesta debilidad congénita’ (infirmitas animi) –próxima a la imbecillitas– que, con carácter general se predica de ella1115; y forjarse en esos valores morales del vir bonus1116. Obviamente, salvo por lo que se refiere a la imposibilidad de tener alieni iuris a su cargo, con la expresión ‘diligens paterfamilias’, y otras denominaciones equivalentes, ha de medirse la conducta de las mujeres sui iuris1117. Para concluir se puede afirmar que el patrón jurídico va a consolidarse en la jurisprudencia romana con términos variados que, en todo caso, expresan la masculinidad: ‘varón diligente’ o ‘padre de familia diligente’1118; o sobrentendiendo simplemente la concurrencia de la virilidad se expresa la adjetivación de la diligencia1119. Con el término viril también en alguna ocasión se abunda en un mayor grado de diligencia del padre de familia1120, o se especifica que sea un ‘hombre diligente’ a la par que un ‘estudioso padre de familia’1121. Incluso algún jurista con la adjetivación de ese modelo de padre de familia significa que ha de

Seyrat, S., Le bon père de famille: Etude sur la signification et la fonction de l’expression dans le droit (thesis Paris II), Lille 1985, p. 15. 1115 Gaii Inst. 1,144. 1116 Sen. dial. 1,1. 1117 Véase al respecto Saller, R., “Pater Familias, Mater Familias, and the Gendered Semantics of the Roman Household”, Classical Philology 94.2 (1999) pp. 182-197, y la bibliografía allí citada. 1118 Juliano, libro III del Digesto, D. 3,5,6,12: “… aunque como varón diligente (vir diligens), que es de lo que de él exigimos, …”; Pomponio, Doctrina de Plaucio, libro V, D. 7,1,65: “… porque también él debe hacer todo lo que hace en su casa un diligente padre de familia (diligens paterfamilias)”; Paulo, Comentarios al Edicto, libro XXIII, D. 10,2,25,16: “… diligencia (diligentiam) que un diligente padre de familia (diligens paterfamilias)”; Paulo, Comentarios al Edicto, libro XXIX, D. 13,7,14: “Así, pues, se exige del acreedor lo que un diligente padre de familia (diligens paterfamilias) suele hacer en sus cosas”; Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro XXX, D. 13,7,22,4: “… del mismo modo que un diligente padre de familia (ut paterfamilias diligens) …”; Pomponio, Epistolas, libro XI, D. 35,1,111: “… diligens paterfamilias”. 1119 Simplemente diligens: Celso, Digesto libro XI, D. 16,3,32: “… Porque también si alguno no es diligente (diligens) del modo que requiere la naturaleza de los hombres (modum, quem hominum natura). … porque con buena fe no pondrá en aquellas menor diligencia (diligentiam) que en sus propias cosas”. 1120 Gayo Comentarios al Edcito provincial, libro X, D. 13,6,18, pr.: “… se ha de prestar tal diligencia (diligentia praestanda) cual pone en sus propias cosas un diligentísimo padre de familia (diligentissimus paterfamilias) …”. 1121 Paulo, Cuestiones, libro III, D. 22,3,25,pr.: “… un hombre diligente y un cuidadoso padre de familia (Homo diligens et studiosus paterfamilias), respecto de cuya persona es increíble que con facilidad haya errado en alguna cosa. …”. 1114

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ser ‘prudente y diligente’1122; o ‘idóneo padre de familia’1123. También se recurre a la expresión ‘varón bueno’1124, o ‘buen padre de familia’1125.

Labeo, Dichos, libro II, D. 19,1,54,pr.: “… prudente y diligente padre de familia (prudens et diligens paterfamilias)”. 1123 Ulpiano, Comentarios al Edicto, libro XLIX, D. 26,7,10: lo que hace cualquier padre de familia idóneo (quod quivis pater familias idoneus facit). 1124 Paulo, Comentarios al Edicto, libro XL, D. 38,1,20,1: “… como hombre bueno (vir bonus) y diligente padre de familia (diligens paterfamilias)”; D. 45,1,137,2, Venuleyo, Estipulaciones libro I: “…; y es preferible que todo este negocio lo remitamos al juez, esto es, a un hombre bueno (vir bonus), que estime en cuánto tiempo podría hacer un buen padre de familia (diligens paterfamilias) lo que uno hubiere prometido que él habría de hacer. …”. 1125 Gayo, Comentarios al edicto provincial, libro X, D. 18,1,35,4: “… cual un buen padre de familia (bonus pater familias) pone en sus cosas”; Africano, Cuestiones libro IX, D. 40,4,22: “… porque bastaba si conforme a lo bueno y a lo equitativo (aequo et bono) diera cuenta; y finalmente, que se considera cumplida la condición, dada al heredero aquella cuenta que admitiría un buen padre de familia (bonus pater familias). 1122

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57. DEL PROTOTIPO FAMILIAR DE MUJER AL MODELO SOCIAL DE BONA FEMINA: LA CARISSIMA MATER Fruto de las mores maiorum y, más aún de la involución que suponen las leyes augústeas, para la mujer se intensifica la identificación entre matrimonio y relaciones sexuales; consecuentemente también socialmente se entiende que el cuerpo femenino tiene un tiempo de caducidad, que es justo el del periodo reproductor, pasado el cual ésta pasa al mundo de las sombras1126. Así, mientras que para los hombres prácticamente todo está permitido1127, aquellas que contravengan estas reglas comunitarias serán objeto de burla1128. Como indica Oria Segura, la Casa imperial marcará las formas iconográficas de la maternidad, centrando la feminidad en el papel de madre y vinculándolas visualmente con su prole1129. La codificación rigurosa de las funciones femeninas, les impide cualquier señal de realización individual, subordinando sus capacidades en lo personal, profesional, económico y jurídico; aunque siempre hay mujeres que no se dejan normalizarse1130.

1126 Al respecto, Casamayor Mancisidor, S., “Vejez y sexualidad femenina en la antigua Roma: un acercamiento desde la literatura”, Journal of Feminist, Gender and Women Studies 4 (2016) pp. 1-9. 1127 Auson. epigr. 92: “A un jurisconsulto, cuya mujer era adúltera, le gustó la ley Papia y le desagradó la Julia. Os preguntáis ¿dónde esta la diferencia? Pues sabed que, siendo él un afeminado, temía la Escantinia y no temió la Titia”; al respecto, véase Alvár Ezquerra, A., Décimo Magno Ausonio, Obras II, Madrid 1990, p. 331, n. 195. 1128 Hor. epod. 8: “¡Que me preguntes tú, que estás podrida por un siglo largo, qué es lo que enerva mis fuerzas, cuando tienes negros los dientes y con sus arrugas ara tu frente una vejez ya antigua, y entre tus áridas nalgas se abre algo así como el culo de una vaca descompuesta! Verdad es que me excitan tu pecho, tus tetas fofas como las ubres de una yegua, tu vientre blando, y tus muslos flacos, empalmados a unas piernas tumefactas. Que seas muy feliz, y que encabecen tu entierro las imágenes triunfales, y que ninguna casada ande cargada de perlas más redondas. ¿Qué más da que a los librillos estoicos les guste andar tirados entre los cojines de seda de tu casa?: ¿es que por ello se han de quedar menos embotados mis tendones, que no saben de letras, y menos lánguido mi miembro? Para hacer que de mi altiva ingle se levante, tendrás que hacer un esfuerzo con la boca”; al respecto, Moralejo, J.L., Horacio, Odas, canto secular cit., p. 538. 1129 Oria Segura, M., “Matronas y madres: la creación de una imagen social”, Autorretratos. La creación de la imagen personal en la Antigüedad, Barcelona 2016, pp. 159-174. 1130 Castresana, A., Catalogo de virtudes femeninas, Madrid 1993, pp. 49-79, se centra en la esposa y madre como definición jurídica de la ‘mujer modelo’.

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Imagen de Afrodita y de Dionisos niño entre las ninfas del dios rústico Niso (villa Farnesina)

• Según Juvenal, de una vieja madre desvergonzada se cría una hijita desvergonzada a la que le sacará utilidad1131. Horacio menciona viejas sin pudor a las que la turba persigue a pedradas1132; y a viejas sobrecargadas de perfumes y ungüentos para, sin éxito, disimular la edad1133, que pretenden blanquear sus dentaduras1134, o hacerse depilaciones hasta de lo más íntimo1135. Toda una galería de imágenes y anécdotas descarnadas muestran en la literatura romana la fealdad de la vejez femenina, a la par que desde el estoicismo se ofrece una propuesta de vida saludable ‘para la tercera edad femenina’1136; Iuv. 6,239-241. Hor. epod. 5,96-102. 1133 Hor. epod. 12; Mart. epigr. 8,33; Marcial a las viejas que se creen niñas las califica de asquerosas (Mart. epigr. 4,20). 1134 Mart. epigr. 7,13. 1135 Mart. epigr. 10,90. 1136 Al respecto, Rodríguez López, R., “Las viejas estoicas romanas”, Edades Vulnerables. La infancia y la vejez en el Mediterráneo antiguo, Oviedo 2018 (en prensa), donde se diferencia entre las viejas torpes, con las connotaciones de repulsión social, y el modelo ideal elitista de las viejas estoicas; todo un aprendizaje físico, espiritual y moral que da longevidad, dignidad y reconocimiento social a las viejas estoicas. 1131 1132

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normalmente éstas, y otras que triunfaron en los negocios, disfrutan de un patrimonio y se prodigan en actos de patrocinio público1137.

Retrato de una mujer (Herculano)1138

• Una tensión insoportable es la que experimentan aquellas mujeres que no llegan a encontrar pareja para poder casarse, y viven con angustia el paso del tiempo, en gran medida por la presión social; al respecto, Horacio describe esa hermosura que se escapa con el envejecimiento, y con ello cada vez más atrevida y desvergonzada la mujer se aleja de su propósito de encontrar un posible novio1139. Dado, que como he referido en epígrafes precedentes, las solteras son invisibles para la sociedad patriarcal, no pueden valorarse con exactitud las palabras del poeta, pero puedo aventurarme a pensar que con este cuadro bochornoso de desgraciadas muchachas casaderas se está tratando de vincular a las solteras una doble sospecha ‘machista’: de un lado, que toda mujer que permanece célibe es porque ningún hombre la quiere como esposa, por tanto, un desecho social; y de otra, que toda soltera ‘talludita’ ha perdido en su frustrada ‘carrera matrimonial’ los valores de pudicitia propios del ideal femenino. 1137 Casamayor Mancisidor, S., “La vejez femenina en perspectiva histórica: las “vetulae” de la antigua Roma”, Ámbitos: Revista de estudios de ciencias sociales y humanidades 38 (2017) p. 71. 1138 Mattusch, C.C., Pompeii and the roman villa cit., p. 57. 1139 Hor. carm. 1,25; Hor. carm. 13; Hor. carm. 15.

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• Una fuente de conocimiento de este periodo merece una atención especial; me refiero al Elogio a Murdia (Laudatio Murdiae). Es un discurso de alabanza para una mujer difunta, como ya también se hizo en la laudatio Turiae referido en el capítulo anterior. Este género literario y práctica social, como se explica en la misma inscripción, es una oración fúnebre que merecen todas las buenas mujeres (quom omnium bonarum feminarum); y aquí tendría que retomar el análisis del adjetivo bonus, que he hecho en epígrafes precedentes. Seguidamente en el texto el autor, después de básicamente exponer el hilo conductor de la laudatio, que es la ecuanimidad de su madre como testadora, expone sus méritos personales. El modelo de bona femina es evidentemente un modelo social, que tiene su anclaje en la legislación caducaría augustea, pero que no tiene el efecto de patrón jurídico que se atribuye al bonus pater familias. A modo de cascada el autor del elogio a Murdia va desgranando las cualidades de ese ideal femenino. Ante todo destaca su amor materno (amor maternus) y la devoción a sus hijos (caritate liberum); una mujer que al casarse, en primeras y segundas nupcias, optó por el candidato que eligieron los padres, con obediencia respetuosa y probiedad (obsequio probitate). Fue una esposa leal y juiciosa. Por tanto, hasta aquí se puede subrayar que Murdia es buena madre, hija y esposa. Después de su muerte es elogiada por el acuerdo de sus conciudadanos, que es el máximo reconocimiento que una romana puede recibir; y esto es el culmen de su carrera de ‘los honores sociales’. La imagen que Murdia ha proyectado a la sociedad es la de una mujer modesta, de buenas costumbres morales y sexuales, leal, buena administradora doméstica, diligente y fiel; además de otras virtudes muy valiosas ante reveses del destino (modestia, probitate, pudicitia, obsequio, lanificio, diligentia, fide para similisque ceteris probeis feminis fuit neque ulli cessit virtutis laboris sapientiae periculorum …). El texto contiene otras consideraciones muy interesantes, aunque subrayo aquí la relativa a la capacidad jurídica de la mujer para hacer testamento sin tutor, dando por sentado que a Murdia se le concedió el privilegio del ius liberorum (pues ha tenido un hijo de su primer matrimonio, y al enviudar una hija y varios hijos del segundo1140). La laudatio se expresa en los siguientes términos: “Para mi madre, hija de Lucius. … pero con sus propios recursos déjalos aliviar los asuntos restantes para que sean más fuertes y más convincentes. Hizo a todos sus hijos iguales herederos, después de que su hija recibió una parte. Su amor materno es evidente por su devoción a sus hijos y por la igualdad de sus acciones. Dejó una suma fija a su esposo, para que su derecho bajo la dote se incrementara a través de la distinción de su decisión. 1140 Para esos otros detalles de interés jurídico, véase Lindsay, H. “The Laudatio Murdiae: Its Content and Significance”, Latomus 63 (2004), pp. 88-97.

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Ella recordó la memoria de mi padre, y cuando fue tomado en consideración, y por su propia lealtad, un cálculo fue hecho, y legó como prioridad cierta propiedad para mí en su testamento, pero no con la intención de que ella pudiera adelantarme a mis hermanos con algún reproche contra ellos (aliqua contumelia), pero, consciente de la generosidad de mi padre, ella decidió devolverme lo que había recibido de mi patrimonio conforme al juicio e un hombre (quae iudicio viri), de modo que lo que había retenido por su uso de él retornaría a mi propiedad. En esto, por lo tanto, ella permaneció constante consigo misma, por lo que mantuvo los matrimonios con dignos esposos que habían sido proporcionados por sus padres, con obediencia respetuosa y probiedad. Como mujer casada se hizo más agradable a través de sus méritos y fue considerada más preciada por su lealtad y permaneció más alabada a través de su juicio. Después de su muerte fue elogiada por el acuerdo de sus conciudadanos, ya que la división de las porciones revela su ánimo agradecido y fiel hacia sus maridos, incluso su imparcialidad hacia sus hijos y la justicia en su honestidad. Por estas razones, dado que la laudatio fúnebre para todas las mujeres buenas suele ser simple y similar, porque sus buenas cualidades naturales conservadas bajo su propia responsabilidad no requieren variaciones de palabras, y puede ser suficiente para todas haber hecho las mismas buenas acciones dignas de una buena reputación, y dado que es difícil para una mujer encontrar nuevas alabanzas porque sus vidas se alteran por menos variaciones, es necesario que nosotros conmemoremos sus valores comunes para que nada se pierda de los preceptos y manche el resto. Por esto, mi queridísima madre merecía el mayor elogio de todos porque, con modestia, honestidad, castidad, obediencia, trabajo de la lana, diligencia y honradez, ella era la igual y el modelo de otras mujeres honradas, y tampoco se quedaba atrás de ninguna mujer en virtud, trabajo o sabiduría bajo situaciones de peligro …”1141.

Esta sublimación social de la función materna en la mujer retroalimenta su valoración en la familia, asignándole el calificativo de ‘buena’, con todas las aptitudes y cualidades positivas que el adjetivo conlleva. Se pueden detectar dos efectos perversos de este prototipo femenino: —

En primer lugar: La maternidad, como relación intima y directa con la progenie, puede tornarse antagónica con la paternidad. Así, aquellos rasgos de desarrollo paritario en la pareja, tal y como ya se percibía en algunos casos en el periodo anterior, van al traste, y se refuerza el modelo distante y reverencial de paterfamilias. Consecuentemente,

1141 CIL VI 10230. Véase otra traducción comentada en Gasco Calle (de la), L., “Alto Imperio romano”, Historia del mundo clásico a través de sus textos. II. Roma, Madrid 1999, pp. 129-134.

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una vez más el hombre también es victima del ataque patriarcal por efecto ‘del fuego amigo’: se pierde, pues, una oportunidad histórica de desarrollo de un modelo de corresponsabilidad en paridad de la paternidad y la maternidad. En segundo: En ese celo femenino de ser una ‘queridísima madre’ (carissima mater), con el que algunas mujeres en su tarea quieren cumplir el rol de modélicas progenitoras, tales romanas rebasan los límites; así, como criticará Séneca, algunas matronas proyectan su propia ambición en los hijos, consiguiendo gloria y honores públicos1142. Livia y Agripina la menor sufrirán el desprecio de sus hijos1143. Este morbo materno llega, pues, a volverse contra el sistema patriarcal, al conseguir un efecto perverso que es el debilitamiento de la ‘virilidad’ de los hijos.

En el teatro se lanzan mensajes para mostrar el antimodelo femenino con la representación de una historia de madre parricida, y ello con el fin de reforzar el auténtico modelo: el prototipo de amor materno. Así, en la tragedia ‘Medea’ de Euripides, recreada por Seneca, esa madre desnaturalizada da muerte a sus propios hijos, por prevalecer la pulsión a la caridad y al pudor: la ira de la esposa despechada frente a Jasón es más fuerte que el amor filiar1144: “Medea.- La culpa es de Creonte toda, que, abusando del cetro, disuelve un matrimonio y que arranca a una madre de sus hijos y quebranta los lazos de fidelidad que se estrechaban fuertemente con taI prenda. …”1145. “Medea.- … Que os tenga a salvo vuestro padre, con tal de que también vuestra madre os tenga … Pero apremia el destierro y la huida. Ahora mismo Sen. dial. 11,14,2. Guerra López, S., “’Hiéreme en el vientre’. Poder, violencia y maternidad en la domus augustea”, Violencia deliberada. Las raíces de la violencia patriarcal, Barcelona 2007, p. 159, abunda en esta cuestión remarcando que respectivamente Tiberio y Nerón, tras conseguir el poder gracias a sus madres, las acusan de trasgredir las jerarquías de género. Ese exceso materno es una vergüenza para su virilidad, lo que les hace más vulnerables, y finalmente responden contra ellas con inusitada violencia. No puede ser más expresiva la frase que Tácito pone en boca de Agripina (Tac. ann. 14,8,5) en el momento de enfrentarse con su muerte a manos de un lacayo de Nerón: “hiéreme en el vientre”; esto es, mátame como mujer, subrayando con el vientre-maternidad su función materna. En el mismo sentido, véase Guerra López, S., “La violencia del poder”, La violencia de género en la Antigüedad, Madrid 2006, p. 177-186. 1144 Luque Moreno, J., Tragedias I (introduc., traducción y notas), Madrid 1987, p. 282, escribe que la ‘Medea’ de Séneca no es ya una mujer, como se presentaba en la obra de Eurípides, sino una auténtica ménade que en su arrebato llega a la irracionalidad. Séneca la presenta como maga o bruja. En su interpretación del mito, Medea no es ya la victima de un Jasón infiel que la abandona por una virgen, y que le robará los hijos habidos en el matrimonio, sino que es Jasón la víctima de una Medea delirante. 1145 Sen. Med. 142-149. 1142 1143

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me los arrebatarán arrancándomelos del regazo entre llantos y gemidos. ¡Oh, qué crimen! … Que perezcan para su padre: para su madre ya han perecido”1146. “Medea.- Por ahí, por donde tú te resistes, por donde te duele, voy a hacer pasar el hierro. Anda ahora, orgullosa, en busca de los lechos de las vírgenes, abandona a las madres”1147.

Fresco de Medea. (Casa de los Dioscuros. Pompeya Museo Archeologico Nazionale)1148

Oportunamente la Medea que aparece supra, representada en la pintura parietal, aparece vestida, no conforme al mito griego, sino con la vestimenta tradicional de una matrona romana1149.

Sen. Med. 948-951. Sen. Med. 1007-1009. 1148 Liberati, A.M.- Bourbon, F., Roma antigua cit., p. 23. 1149 Cantarella, E.- Jacobelli, L., Un giorno a Pompei cit., p. 23. 1146 1147

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ÍNDICE DE FUENTES

FUENTES LITERARIAS

Appianus Bellum civile (App. BC.) 1,63 ����������������������������������� 1,83 ����������������������������������� 1,109 ��������������������������������� 4,15 ����������������������������������� 4,23 ����������������������������������� 4,33-34 ������������������������������ 4,40 �����������������������������������

295 n.856 295 n.857 295 n. 855 242 n.711 296 n.859 300 n.868 243 n.712

De bello Annibalico (App. Hann.) 265 n.772 7,27 ����������������������������������� 7,56 ����������������������������������� 224 n.651 De rebus Samniticis (App. Sam.) 175 n.507 3,4,7 ���������������������������������� Athenaeus Deipnosophistae (Athen.) 10,56 ���������������������������������

259 n.756

Augustinus De bono coniugali (Aug. Bon.coniug.) 15 ����������������������������������� 100 n.260

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414

Índice de fuentes

De civitate Dei (Aug. civ.) 18,9 �����������������������������������

81 n.187

Ausonius Epigrammata 92 �����������������������������������

379 n.1127; 369 n.1090

Cassius Dio Historiae Romanae (Cass. Dio) 1,5 ����������������������������������� 48,34 ��������������������������������� 55,10,6-16 ������������������������� 57,18 ���������������������������������

84 n.195 341 n.989 364 n.1071 366 n.1079

De agri cultura (cato agr.) 151 ����������������������������������� 152 �����������������������������������

236 n.694 235 n.693

Cato

Cicero Ad Atticum (Cic. Att.) 13,10,3 ������������������������������

301 n.873

Ad Familiares (Cic. fam.) 8,7 �����������������������������������

34 n.66

De domo sua ad pontífices oratio (Cic. dom.) 105 ����������������������������������� 373 n.1104 De haruspicum responso (Cic. har. resp.) 17 ����������������������������������� 124 n.350 20,43 ��������������������������������� 328 n.947 In M. Antonium oratio Philippica (Cic. Phil.) 281 n.816 2,18,44-45 ������������������������� 2,28,69 ������������������������������ 325 n.943 3,5,12 �������������������������������� 281 n.816 De divinatione (Cic. div.) 1,28 ����������������������������������� 1,31 ����������������������������������� 1,55,125-126 ���������������������

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192 n.545 330 n.963 328 n.950

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Índice de fuentes

2,4,11 �������������������������������� 2,7,19 �������������������������������� 2,12,28 ������������������������������ 2,33,70-71 ������������������������� 2,35,75 ������������������������������ 2,40,83 ������������������������������ 2,60,125 ���������������������������� 2,72,148-149 ���������������������

330 n.960 329 n.955 373 n.1100 373 n.1100 373 n.1100 328 n.951 329 n.955 329 n.957

De inventione (Cic. inv.) 2,50 �����������������������������������

278 n.804

De legibus (Cic. leg.) 2,15,37 ������������������������������

245 n.720

415

De natura deorum (Cic. nat. deor.) 1,1 ����������������������������������� 329 n.954 1,86 ����������������������������������� 328 n.950 De officiis (Cic. off.) 1,2,4 ���������������������������������� 1,17,53-54 ������������������������� 1,36,130 ���������������������������� 1,45,160 ���������������������������� 2,10 ����������������������������������� 3,8 ����������������������������������� 3,15,61 ������������������������������

301 n.872 62 n.128 291 n.846 301 n.871 328 n.952 328 n.949 260 n.759; 376 n.1111

De oratore (Cic. de orat.) 1,40,183 ���������������������������� 1,56,237 ���������������������������� 1,56,238 ����������������������������

304 n.882 279 n.809 304 n.882

De republica (Cic. rep.) 1,2,2 ���������������������������������� 1,42,65-43,66 �������������������� 1,43,67 ������������������������������ 2,46 ����������������������������������� 3,10,17 ������������������������������ 4,6,6 ���������������������������������� 5,1,1 ���������������������������������� 5,5,7 ���������������������������������� 6,2,2 ���������������������������������� 10,17 ���������������������������������

373 n.1100 291 n.848 233 n.682 153 n.440 220 n.641 198 n.569 195 n.556 62 n.130 62 n.129; 253 n.738 220 n.641

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Índice de fuentes

Laelius de amicitia (Cic. Lael.) 5,19 ����������������������������������� 281 n.818; 375 n.1110 Pro Caelio (Cic. Cael.) 49,31-52 ����������������������������

315 n.909

Pro Caecina (Cic. Caecin.) 4,12 �����������������������������������

220 n.639

Pro Cluentio (Cic. Cluent.) 1,194 ��������������������������������� 11,32 ���������������������������������

238 n.698 326 n.944

Pro Murena (Cic. Mur.) 12,27 ���������������������������������

313 n.901

Pro Quinctio (Cic. Quint.) 3,11 �����������������������������������

375 n.1109

Rethorica ad Herennius (Cic. ad Her.) 163 n.464 2,24,38 ������������������������������ Topica (Cic. Top.) 3,14 ����������������������������������� 14 ������������������� 281 n.815

314 n.905

Tusculanae disputaciones (Cic. Tusc.) 2,18,43 ������������������������������ 104 n.278; 318 n.924 2,20,46 ������������������������������ 275 n.795 2,21,48 ������������������������������ 275 n.796 2,23,55 ������������������������������ 275 n.797 4,11,25 ������������������������������ 45 n.84 23,55-56 ���������������������������� 158 n.448 De finibus (Cic. fin.) 2,18,58 ������������������������������ 5,27,82 ������������������������������

244 n.714 268 n.780

Catullus Carmina (Catull.) 16 ����������������������������������� 62,62-65 ���������������������������� 64,397-408 ������������������������ 67,19-28 ����������������������������

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281 n.817 314 n.907 312 n.897 331 n.965

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Índice de fuentes

417

Columela De re rustica (Colum.) 1,1,3 ���������������������������������� 12, praef. 4-5 ��������������������� Demosthenes Orationes (Demosth.or) ���� 122 �������������������������������������������

376 n.1113 263 n.768

33 n.65

Diodorus Siculus Bibliotheca histórica (Diod.. Bibl. Hist.) 10,20,1 ������������������������������ 148 n.425 10,21 ������������������������������ 151 n.434 Dionysius halicarnasseus Antiquitates Romanae (Dion. Hal. ant.) 1,76,3-4 ����������������������������� 133 n.378 1,77,1-4 ����������������������������� 134 n.379 1,80,1 �������������������������������� 122 n.346 1,84,4-5 ����������������������������� 136 n.385 2,10,2 �������������������������������� 53 n.98 2,15,2 �������������������������������� 73 n.163 2,22,1 �������������������������������� 58 n.117 2,25,1-5 ����������������������������� 69 n.152; 188 n.534 2,25,6 �������������������������������� 101 n.263 2,25,7 �������������������������������� 256 n.748 2,27,1-3 ����������������������������� 59 n.121 2,27,4 �������������������������������� 60 n.122 2,38,2-5 ����������������������������� 95 n.246 2,39,1-3 ����������������������������� 95 n.247 2,40,1-3 ����������������������������� 96 n.247 2,45 ����������������������������������� 83 n.195 2,65,2-4 ����������������������������� 88 n.212 2,67,1 �������������������������������� 89 n.224 2,67,2 �������������������������������� 93 n.241 2,67,3 �������������������������������� 91 n.232; 93 n.240 2,67,3-4 ����������������������������� 92 n.238 2,67,5 �������������������������������� 88 n.215 3,1,2-3 ������������������������������� 83 n.194 3,21,2-10 ��������������������������� 77 n.171

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Índice de fuentes

4,1,1-10 ����������������������������� 4,64,4 �������������������������������� 6,1,3 ���������������������������������� 8,39,1 �������������������������������� 8,39,2-5 ����������������������������� 8,40,1-5 ����������������������������� 10,17,4-5 ��������������������������� 10,24,1 ������������������������������ 11,28-46 ���������������������������� 20,13,3 ������������������������������

147 n.418 148 n.425 157 n.443 171 n.492 171 n.492 171 n.492 163 n.465 163 n.465 176 n.510 196 n.558

Festus De verborum significatione (Fest.) p. 320 L. ���������������������������� 204 n.589 Gellius (Aulus) Noctes Atticae (Gell.) 1,6,1-5 ������������������������������� 1,6,2 ���������������������������������� 1,12, pr ������������������������������ 1,12,1-4 ����������������������������� 1,12,9 �������������������������������� 1,12,9-13 ��������������������������� 1,12,19 ������������������������������ 1,23,5-13 ��������������������������� 2,13,1 �������������������������������� 2,23,8 �������������������������������� 3,2,12-13 ��������������������������� 4,3,1-2 ������������������������������� 4,3,3 ���������������������������������� 4,4,1-3 ������������������������������� 4,9,14 �������������������������������� 4,14,2-6 ����������������������������� 4,20,1-7 ����������������������������� 5,11,11-14 ������������������������� 5,19,10 ������������������������������ 6,12,1-5 ����������������������������� 7,7,1 ���������������������������������� 7,7,2 ���������������������������������� 7,7,5-8 ������������������������������� 10,6,1-3 �����������������������������

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298 n.861 201 n.578 90 n.227 89 n.219 90 n.228 89 n.221 89 n.220 272 n.790 41 n.79 193 n.548 161 n.456 33 n.65; 255 n.746 97 n.251 114 n.317 372 n.1097 262 n.764 196 n.560 116 n.326 166 n.476 274 n.793 135 n.382 90 n.229 135 n.382 245 n.716

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Índice de fuentes

10,23,1 ������������������������������ 10,23,2 ������������������������������ 10,23,3 ������������������������������ 10,23,4 ������������������������������ 11,1,4 �������������������������������� 11,6,1 �������������������������������� 12,1,1-24 ��������������������������� 12,7,1-8 ����������������������������� 17,6,1 �������������������������������� 17,21,44 ���������������������������� 18,6,8 ��������������������������������

419

102 n.269 102 n.268 199 n.571 222 n.645 41 n.80 22 n.24 263 n.769 211 n.608 220 n.638 254 n.742 130 n.368

Hieronymus Adversus Iovinianum (Hier. adv. Iovin.) 1,49 ����������������������������������� 151 n.434 Horatius Carmina (Hor. carm.) 1,25 ����������������������������������� 1,37,21 ������������������������������ 3,5 ����������������������������������� 3,6 ����������������������������������� 3,30,8 �������������������������������� 4,5,21 �������������������������������� 13 ����������������������������������� 15 �����������������������������������

381 n.1139 317 n.917 198 n.567 345 n.1006 91 n.233 351 n.1030 381 n.1139 381 n.1139

Carmen saeculare (Hor. carm. saec.) 350 n.1023 56-61 ��������������������������������� Epistulae (Hor. epist.) 2,1,139-150 �����������������������

129 n.363

Epodi (Hor. epod.) 5,9-11 �������������������������������� 5,96-102 ���������������������������� 8 ����������������������������������� 12 �����������������������������������

311 n.894 380 n.1132 379 n.1128 380 n.1133

Satirae (Hor. sat.) 1,2,31-35 ��������������������������� 1,2,80-108 �������������������������

261 n.762 352 n.1034

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420

Índice de fuentes

Iulii paridis Epitome Valerii Maximi (Paris) 241 n.705 6,3,7 ���������������������������������� Isidorus Hispalensis Etymologiae (Isid. Orig.) 9,3,25 �������������������������������� 9,5,3 ���������������������������������� 9,5,7 ���������������������������������� 14,5,18 ������������������������������

241 n.705 241 n.705 241 n.705 241 n.705

Iuvenal Satirae (Iuv.) 4,167-173 �������������������������� 6,1-13 �������������������������������� 6,14-25 ������������������������������ 6,164-165 �������������������������� 6,239-241 �������������������������� 6,242-245 �������������������������� 6, 246-259 ������������������������� 6,287-289 �������������������������� 6,627-631 �������������������������� 9 ����������������������������������� 10, 292-295 ����������������������� 10,293-298 ������������������������ 10,298-299 ������������������������ 14,122 ������������������������������� 33-55 ���������������������������������

162 n.461 108 n.293 108 n.294 84 n.197 380 n.1131 335 n.973 335 n.974 82 n.188 311 n.895 357 n.1048 35 n.69 186 n.531 82 n.188 57 n.111 369 n.1090

Lactantius Divinarum Institutionum (Lact. inst.) 1,22,9-11 ��������������������������� 125 n.352

Livius Ab Urbe condita (Liv.) 1,3,10-11 ��������������������������� 1,4-5 ����������������������������������

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133 n.377 141 n.403

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Índice de fuentes

1,9,1 ���������������������������������� 1,9,2 ���������������������������������� 1,9,3-9 ������������������������������� 1,9,10-14 ��������������������������� 1,9,12 �������������������������������� 1,9,14-16 ��������������������������� 1,11,2 �������������������������������� 1,11,4 �������������������������������� 1,11,5-9 ����������������������������� 1,13,1-5 ����������������������������� 1,13,6 �������������������������������� 1,20,3 �������������������������������� 1,26,2-5 ���������������������������� 1,26,9 �������������������������������� 1,39 ���������������������������������� 1,46,1-2 ����������������������������� 1,47,1-3 ����������������������������� 1,47,7-12 ��������������������������� 1,48,4-6 ����������������������������� 1,57,4-11 ��������������������������� 1,58 ����������������������������������� 1,59,1-3 ����������������������������� 2,13,5-11 ��������������������������� 2,13,11 ������������������������������ 3,44,1-3 ����������������������������� 3,44,4-7 ����������������������������� 3,44,8 �������������������������������� 3,45,1-11 ��������������������������� 3,46,1-4 ����������������������������� 3,46,5-10 ��������������������������� 3,47,4-5 ����������������������������� 3,47,6-8 ����������������������������� 3,48,1-5 ����������������������������� 3,48,6-9 ����������������������������� 3,49,1-3 ����������������������������� 3,50,4-9 ����������������������������� 3,56-59 ������������������������������ 4,44,11-12 ������������������������� 5,25,8-10 ��������������������������� 5,50,7 �������������������������������� 7,158,5 ������������������������������ 8,18,4-12 ���������������������������

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421

61 n.126; 134 n.381 1 n.185 82 n.189 82 n.190 68 n.149 83 n.193 84 n.196 85 n.201 95 n.245 84 n.199 85 n.205 88 n.214 74 n.165 74 n.167 146 n.418 144 n.412 144 n.413 144 n.413 144 n.413 149 n.429 149 n.429 149 n.429 173 n.501 174 n.502 177 n.513 177 n.515 179 n.517 179 n.517 179 n.517 180 n.518 180 n.519; 181 n.521 181 n.522 182 n.524 183 n.525 183 n.526 184 n.527 529 n.185 169 n.488 174 n.504 175 n.505 280 n.814 209 n.602

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422

Índice de fuentes

8,89,4-5 ����������������������������� 10,23,3-10 ������������������������� 10,31,8 ������������������������������ 10,31,9 ������������������������������ 25,1-12 ������������������������������ 25,1,6-12 ��������������������������� 25,2,9 �������������������������������� 34,1-7 �������������������������������� 34,1,1 �������������������������������� 34,1,5-8 ����������������������������� 34,2,227 ���������������������������� 34,2,3-4 ����������������������������� 34,3 ����������������������������������� 34,3,13-14 ������������������������� 34,4,15-17 ������������������������� 34,4,19 ������������������������������ 34, 7,8-10 �������������������������� 34,7,12-15 ������������������������� 39,18,6 ������������������������������ 39,19,5-7 ��������������������������� 39,44,2 ������������������������������ 41,1-5 �������������������������������� 41,34 ���������������������������������

247 n.724 265 n.771 245 n.720 223 n.650; 245 n.718 330 n.959 247 n.727 247 n.725 215 n.617 216 n.618 216 n.620 218 n.627 216 n.621 45 n.85 217 n.625 225 n.653 217 n.623 203 n.583; 218 n.628 200 n.574 242 n.706 242 n.709 204 n.590 146 n.417 219 n.632

Periochae (Liv. perioch.) 8 ����������������������������������� 41 ����������������������������������� 77 ����������������������������������� 89 �����������������������������������

209 n.602 218 n.629 261 n.760 275 n.794

Lucanus De bello civili (Lucan.) 1,117-119 �������������������������� 10,105-110 ������������������������

84 n.198 317 n.918

Lucrecius De rerum natura (Lucr.) 4,1129 �������������������������������

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55 n.101

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Índice de fuentes

423

Macrobius Saturnalia (Macr. Sat.) 1,3,9 ���������������������������������� 1,6,7 ���������������������������������� 1,6,16 �������������������������������� 1,6,17 �������������������������������� 1,6,19-24 ��������������������������� 1,12,24 ������������������������������ 1,15,21 ������������������������������ 2,5,4 ���������������������������������� 2,5,5,7 ������������������������������� 2,5,6 ���������������������������������� 2,5,7 ���������������������������������� 2,5,10 �������������������������������� 3,9 �����������������������������������

160 n.453 79 n.178 79 n.178 79 n.178 272 n.790 125 n.352 63 n.135 362 n.1060 362 n.1061 317 n.916 365 n.1074 366 n.1077 112 n.309

Martialis Epigrammata (Mart.) 1,36,6 �������������������������������� 3,93,25 ������������������������������ 4,20 ����������������������������������� 4,43 ����������������������������������� 7,13 ����������������������������������� 10,90 ��������������������������������� 11,53 ��������������������������������� 11,104 �������������������������������

68 n.149 68 n.149 380 n.1133 281 n.817 380 n.1134 380 n.1135 355 n.1044 352 n.1033

Nepos Liber de excellentibus dvcibus exterarvm gentivm (Nepos) Praef. 6 ������������������������������ 290 n.843 Nonius Marcellus De compendiosa doctrina (non.) 5,10 ����������������������������������� 109 n.297 Ovidius Amores (Ov. am.) 1,8,101-104 �����������������������

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368 n.1086

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424

Índice de fuentes

Ars amatoria (Ov. ars) 1,121-130 �������������������������� 1,505-524 ��������������������������

82 n.191 336 n.976

Ex Ponto epistulae (Ov. Pont.) 2,2,74 ��������������������������������

309 n.887

Fasti (Ov. fast.) 1,619-629 �������������������������� 2,585-615 �������������������������� 2,763-774 �������������������������� 5,195-213 �������������������������� 6,219 ���������������������������������

215 n.616 112 n.306 149 n.427 358 n.1053 63 n.133

Medicamenta facici feminae (Ov. medic.) 82 n.188 11-21 ��������������������������������� Metamorphoses (Ov. met.) 1,144-147 �������������������������� 1,597-601 �������������������������� 2,833-875 ��������������������������

312 n.898 251 n.735 292 n.852

Persius Satura (Pers.) 1,72-75 ������������������������������

163 n.466

Phaedrus Fabulae (Phaedr.) 2,2,2-3 �������������������������������

313 n.904

Plato De re publica (politeia) (Plat. rep.) 8,562 D ����������������������������� 233 n.681 8,563 D ����������������������������� 291 n.847 Plautus Amphitruo (Plaut. Amph.) 839-840 ����������������������������

197 n.564

Asinaria (Plaut. Asin.) 19-22 ���������������������������������

226 n.657

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Índice de fuentes

Aulularia (Plaut. Aul.) 1,120-134 �������������������������� 1,475-502 ��������������������������

193 n.552 259 n.753

Casina (Plaut. Cas.) 149-160 ����������������������������� 205-207 �����������������������������

226 n.657 227 n.660

Cistellaria (Plaut. Cist.) 154-187 ����������������������������� 617-621 �����������������������������

214 n.614 213 n.613

Curculio (Plaut. Curc.) 35-38 ���������������������������������

261 n.763

Menaechmi (Plaut. Men.) 110-126 ����������������������������� 799 ss. �������������������������������

227 n.658 227 n.661

Mercator (Plaut. Merc.) 5,817 ss. ���������������������������� 5,784 ss. ����������������������������

222 n.644; 269 n.781 227 n.659

Miles gloriosus (Plaut. Mil.) 188-194 �����������������������������

208 n.599

Rudens (Plaut. Rud.) 114 �����������������������������������

227 n.662

Trinummus (Plaut. Trin.) 372-384 ����������������������������� 689-690 �����������������������������

197 n.565 198 n.566

425

Plinius Maior Naturalis Historia (Plin. nat.) 3,65 ����������������������������������� 6,17 ����������������������������������� 7,45 ����������������������������������� 7,120,1 ������������������������������ 14,13,89-90 ����������������������� 19,57 ��������������������������������� 33,6,17 ������������������������������ 33,6,21 ������������������������������ 33,12,40 ���������������������������� 34,25 ���������������������������������

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109 n.299 328 n.949 298 n.861 247 n.728 101 n.261; 188 n.535 207 n.957 202 n.579 202 n.580 367 n.1082 89 n.223

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426

Índice de fuentes

Plutarchus Moralia Quaestiones Romanae (Plut. Qu.R.) 6,B-C �������������������������������� 102 n.267 29 D ���������������������������������� 87 n.210 30 ����������������������������������� 143 n.407 36 C ���������������������������������� 145 n.415 85 ����������������������������������� 86 n.206 87 ����������������������������������� 86 n.208 96 ����������������������������������� 92 n.238 101 ����������������������������������� 79 n.177 102 ����������������������������������� 79 n.177 105 ����������������������������������� 87 n.209 108 ����������������������������������� 65 n.144 De capienda ex inimicis utilitate (De capienda) 169 n.489 89 E ����������������������������������� De fortuna Romanorum (De fort. Rom.) 5 ����������������������������������� 173 n.498 De superstitione (Plut. De Super.) 329 n.954 1,64 E-104 ������������������������ 2,81,125 ���������������������������� 328 n.950 Maxime cum principbus philosopho esse diserendum (Plut. Maxime) 3 ����������������������������������� 325 n.941 Mulierum virtutes (Plut. Mul. Virt.) 14 ����������������������������������� 148 n.424 Vitae Parallelae Aemilius Paulus (Plut. Aem.) 4 �����������������������������������

257 n.750

Caesar (Plut. Caes.) 9 ����������������������������������� 10,8-11 ������������������������������ 14,7-9 �������������������������������� 61,1-3 �������������������������������� 64,11 ���������������������������������

324 n.940 325 n.941 273 n.792 124 n.349 329 n.953

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Índice de fuentes

Cato Maior (Plut. Cat. Maior) 8 ����������������������������������� 17 ����������������������������������� 18,2 ����������������������������������� 20 �����������������������������������

194 n.553 198 n.568 204 n.587 57 n.111; 230 n.671

Cato Minor (Cat. Mi.) 1 ����������������������������������� 24 ����������������������������������� 25 ����������������������������������� 52 �����������������������������������

305 n.884 225 n.654 287 n.837 288 n.838

Caius Gracchus (Plut. CG.) 19 �����������������������������������

270 n.786

Caius Marius (Plut. Mar.) 38 �����������������������������������

260 n.760

427

Caius Marcius Corolianus (Plut. Cor.) 170 n.490 21,3 ����������������������������������� 33-39 ��������������������������������� 171 n.492 Fabius Maximus (Plut. Fab.) 18,3 �����������������������������������

246 n.722

Ligurco-Numa (Plut. Lic.-Num.) 91 n.234 9,9-10 �������������������������������� 9,15 ����������������������������������� 88 n.217 10,1 ����������������������������������� 89 n.224 10,2-4 �������������������������������� 93 n.240 10,5-6 �������������������������������� 90 n.231 10,7-13 ������������������������������ 92 n.238 25,1-4 �������������������������������� 132 n.375 25 (3),12 ��������������������������� 254 n.743 25,5 ����������������������������������� 119 n.338 25,10-12 ���������������������������� 110 n.301 25,12-13 ���������������������������� 142 n.405 26,4,1-3 ����������������������������� 115 n.320 Numa (Plut. Num.) 1,3-4 ���������������������������������� 3,9-10 �������������������������������� 4,1-2 ���������������������������������� 8,10-11 ������������������������������

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104 n.297 105 n.282 105 n.283 110 n.301

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428

Índice de fuentes

12,3 ����������������������������������� 25,9 �����������������������������������

117 n.331 110 n.300

Publicola (Plut. Publ.) 1 ����������������������������������� 12 �����������������������������������

152 n.437 152 n. 437

Romulus (Plut. Rom.) 127 n.356 2,4-8 ���������������������������������� 3,2-4 ���������������������������������� 134 n.381 4,2-3 ���������������������������������� 135 n.384 4,4-5 ���������������������������������� 136 n.386 5,1-4 ���������������������������������� 137 n.388 9,1 ����������������������������������� 120 n.339 9,2-3 ���������������������������������� 85 n.200 13,7-8 �������������������������������� 53 n.97 15,5 ����������������������������������� 86,207 17-18 ��������������������������������� 96 n.247 20,4 ����������������������������������� 108 n.292 21,7 ����������������������������������� 122 n.348 22,3 ����������������������������������� 99 n.255 22,4 ����������������������������������� 99 n.256 29,4-7 �������������������������������� 87 n.211 Tiberius Gracchus (Plut. TG.) 9 �����������������������������������

194 n.554

Polybius Historiae (Pol.) 31,26 ���������������������������������

206 n.593

Priapea Carmina 8 �����������������������������������

129 n.365

Propertius Elegiae (Prop.) 2,7,1-3 ������������������������������� 2,15,17-20 ������������������������� 3,5,1-6 ������������������������������� 3,8 ����������������������������������� 3,11,1-20 ��������������������������� 4,11,70,36-90 ��������������������

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358 n.1052 322 n.933 322 n. 931 321 n.931 292 n.851 303 n.876

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Índice de fuentes

429

Quintilianus Institutio oratoria (Quint. Inst.) 1,1,6 ���������������������������������� 228 n.663; 288 n.840 1,7,28 �������������������������������� 142 n.406 5,11,9 �������������������������������� 343 n.998 5,11,10 ������������������������������ 19 n.11 5,11,12 ������������������������������ 74 n.166 5,11,18 ������������������������������ 352 n.1032 5,11,39 ������������������������������ 199 n.572; 210 n.603; 367 n.1081 5,12,2 �������������������������������� 351 n.1032 Rufus Disertationes (Ruf. disert.) 3,9 �����������������������������������

338 n.982

Sallustius De coniuratione Catilinae (Sall. Catil.) 11,3 ����������������������������������� 316 n.911 Seneca Controversiae (Sen. contr.) 6,8 �����������������������������������

151 n.434

Dialogorum (Sen. dial.) 1,1 ����������������������������������� 1,3,10 �������������������������������� 3,2,28,2 ����������������������������� 6,16,3 �������������������������������� 11,2,4 �������������������������������� 11,12,6-7 ��������������������������� 11,14,2 ������������������������������ 11,15,6 ������������������������������ 11,16,1 ������������������������������ 11,16,2-5 ���������������������������

377 n.1116 357 n.1049 376 n.1112 270 n.785 311 n.892 258 n.751 384 n. 1142 270 n.784 118 n.332 337 n.979

Epistulae ad Lucilium (Sen. epist.) 7,63,13 ������������������������������ 118 n.332 47,11-14 ���������������������������� 156 n.442 95,21 ��������������������������������� 367 n.1080

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430

Índice de fuentes

Tragoediae Medea (Sen. Med.) 142-149 ����������������������������� 191 ����������������������������������� 948-951 ����������������������������� 1007-1009 �������������������������

384 n.1145 317 n.917 385 n.1146 385 n.1147

Silius Italicus Punica (Sil.) 13,821-824 ������������������������

186 n.532

Suetonius De vita Caesarum Divus Augustus (Suet. Aug.) 33,2 ����������������������������������� 34,4 ����������������������������������� 62,1 ����������������������������������� 63 ����������������������������������� 65 ����������������������������������� 68 ����������������������������������� 69 ����������������������������������� 70 ����������������������������������� 71 ����������������������������������� 83,2 �����������������������������������

278 n.804 358 n.1051 283 n.829 366 n.1078 364 n.1069; 366 n.1078 342 n.993 342 n.995 342 n.996 342 n.994 343 n.997

Divus Iulius (Suet. Iul.) 1,1 ����������������������������������� 52,3 �����������������������������������

282 n.822 304 n.881

Domitianus (Suet. Dom.) 8 �����������������������������������

347 n.1014

Tiberius (Suet. Tib.) 1 ����������������������������������� 2,4 ����������������������������������� 4 ����������������������������������� 50 �����������������������������������

341 n.991 246 n.721 341 n.992 366 n.1079

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Índice de fuentes

431

Tacitus Annales (Tac. ann.) 1,3,2 ���������������������������������� 2,85,1-2 ����������������������������� 2,85,3 �������������������������������� 14,8,5 ��������������������������������

362 n.1062 354 n.1041 351 n.1026 384 n.1143

Dialogus de oratoribus (Tac. dial.) 263 n.769; 269 n.783 28,4 ����������������������������������� 28,6 ����������������������������������� 281 n.819 29,1-3 �������������������������������� 263 n.769 Terentius Hautontimorumenos (Ter. Haut.) 285-291 ����������������������������� 206 n.594 Tertulianus Apologeticus (Tert. apol.) 6,4 ����������������������������������� 6,4-5 ���������������������������������� 6,6 �����������������������������������

103 n.272 100 n.258 100 n.259

Tibullus Elegiae (Tib.) 1,6,69-74 ��������������������������� 1,10,55-65 �������������������������

320 n.929 322 n.932

Valerius Maximus Factorum et dictorum memorabilium libri IX (Val. Max.) 1,3,2 ���������������������������������� 329 n.959 1,5,5 ���������������������������������� 261 n.760 2,1,2 ���������������������������������� 139 n.392 2,1,3 ���������������������������������� 106 n.286 2,1,4 ���������������������������������� 254 n.741 2,1,5 ���������������������������������� 102 n.264; 107 n.287; 109 n.295; 116 n.329; 178 n. 516 2,1,6 ���������������������������������� 140 n.398 2,5,3 ���������������������������������� 209 n.602 2,9,1 ���������������������������������� 159 n.449 2,9,2 ���������������������������������� 253 n.739 3,2,2 ���������������������������������� 173 n.500

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432

Índice de fuentes

3,8,6 ���������������������������������� 4,5,1 ���������������������������������� 5,2,1 ���������������������������������� 5,2,2 ���������������������������������� 6,1,1-2 ������������������������������� 6,1,3 ���������������������������������� 6,1,4 ���������������������������������� 6,1,6 ���������������������������������� 6,1,8 ���������������������������������� 6,3,6 ���������������������������������� 6,3,7 ���������������������������������� 6,3,8 ���������������������������������� 6,3,9 ���������������������������������� 6,3,10 �������������������������������� 6,3,11 �������������������������������� 6,3,12 �������������������������������� 6,7,1 ���������������������������������� 6,7,2 ���������������������������������� 6,7,3 ���������������������������������� 6,8,1-7 ������������������������������� 7,2,1 ���������������������������������� 8,1 ����������������������������������� 8,1,1-2 ������������������������������� 8,2,3 ���������������������������������� 8,3,1 ���������������������������������� 8,3,2 ���������������������������������� 8,3,3 ���������������������������������� 8,4 ����������������������������������� 8,11 ����������������������������������� 8,15,12 ������������������������������

271 n.787 144 n.410 172 n.496 172 n.495 153 n.439 231 n.677 232 n.679 231 n.678 232 n.680 75 n.170 242 n.707 211 n.606 103 n.271 229 n.668 229 n.667 229 n.669 269 n.782 298 n.862 163 n.467 163 n.467 200 n.577 74 n.168 78 n.174 260 n.760 318 n.922 202 n.582 318 n.922 172 n.493 224 n.652 199 n.570; 247 n.728

Incerti auctoris liber. Auctor de Praenominibus (de praen.) 7 ����������������������������������� 146 n.416 Varro Antiquitatum rerum humanarum et divinarum (Ant. Hum.) 23,2 ���������������������������������� 328 n.948 De lingua latina (varro ling.) 4,69 ����������������������������������� 4,70 ����������������������������������� 4,71 �����������������������������������

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113 n.311 113 n.314 114 n.316

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Índice de fuentes

Res rusticae (varro rust.) 2,4,9 ���������������������������������� 2,4,10 �������������������������������� 2,9 ����������������������������������� 13,6 ����������������������������������� 18,7 ����������������������������������� 26,pr. ��������������������������������� 40,pr ����������������������������������

433

122 n.345 122 n.344 374 n.1108 374 n.1106 374 n.1107 374 n.1107 374 n.1107

Velleius Paterculus Historiae Romanae (Vell.) 2,19,2 ss. ��������������������������� 2,96 �����������������������������������

261 n.760 362 n.1062

Vergilius Georgica (Verg. georg.) 2,523 ���������������������������������

351 n.1031

FUENTES EPIGRÁFICAS CIL I, 2, 1211 (Degrassi, ILLRP 973)...... CIL VI, 1527 ��������������������� CIL VI 10230 �������������������� CIL XIII 2182 ��������������������

265 n.773 299 n.864 383 n.1141 48 n.94

IPOstie-A, 210 = ISIS 321 ���

48 n.93

Oxyrhynchus Papyri, VI 903................................

48 n.95

FUENTES JURÍDICAS

Gaius Institutiones (Gaii Inst.) 1,20 ����������������������������������� 1,44 ����������������������������������� 1,108 ���������������������������������

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279 n.811 166 n.474 64 n.137

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434

Índice de fuentes

1,109 ��������������������������������� 1,110 ��������������������������������� 1,111 ��������������������������������� 1,112 ��������������������������������� 1,113 ��������������������������������� 1,114 ��������������������������������� 1,115 ��������������������������������� 1,115 a ������������������������������ 1,115 b ������������������������������ 1,123 ��������������������������������� 1,137 ��������������������������������� 1,144 ��������������������������������� 1,190 ��������������������������������� 2,224 ��������������������������������� 2,225 ��������������������������������� 2,226-227 �������������������������� 2,274 ��������������������������������� 3,104 ��������������������������������� 3,220 ��������������������������������� 3,221 ��������������������������������� 4,2 ����������������������������������� Lex XII Tabularum (Tab. Lex.) 4 ����������������������������������� 4,2 ����������������������������������� 4,3 ����������������������������������� 4,4 ����������������������������������� 5,1 ����������������������������������� 5,2 ����������������������������������� 6,4 ����������������������������������� 10,4 �����������������������������������

63 n.136 64 n.140 160 n.452 68 n.151 72 n.158 72 n.160 72 n.160 72 n.160 64 n.138 71 n.157 72 n.159 377 n.1115 167 n.482 191 n.541 191 n.542 218 n.631 220 n.640 65 n.141 230 n.673; 233 n.684 230 n.673

160 n.454 162 n.458 164 n.468 164 n.469 166 n.474 167 n.478 161 n.456 158 n.448

Paulus Sententiae (PS.) 4,8,20 ��������������������������������

158 n.446; 218 n.630

Corpus Iuris Civilis Digesta (D.) 1,1,2 ���������������������������������� 1,5,9 ���������������������������������� 1,5,19 ��������������������������������

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53 n.99 32 n.63 119 n.337

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Índice de fuentes

2,14,35 ������������������������������ 2,5,1 ���������������������������������� 2,5,2,1 ������������������������������� 3,1,1,5 ������������������������������� 3,5,3,1 ������������������������������� 3,5,6,12 ����������������������������� 5,1,12,2 ����������������������������� 7,1,65 �������������������������������� 10,2,25,16 ������������������������� 12,4,8 �������������������������������� 13,6,18, pr. ������������������������ 13,7,14 ������������������������������ 13,7,22,4 ��������������������������� 16,1,2 �������������������������������� 16,3,32 ������������������������������ 18,1,35,4 ��������������������������� 19,1,54,pr. ������������������������� 21,1,25,2 ��������������������������� 21,1,31,15 ������������������������� 22,3,25,pr. ������������������������� 23,1,2 �������������������������������� 23,1,3 �������������������������������� 23,2,2 �������������������������������� 23,2,4 �������������������������������� 23,2,18 ������������������������������ 23,2,21 ������������������������������ 23,2,41 ������������������������������ 23,2,43 ������������������������������ 23,2,44 ������������������������������ 24,3,11, pr. ������������������������ 24,3,11,1 ��������������������������� 24,1,64 ������������������������������ 26,7,10 ������������������������������ 29,4,1,13 ��������������������������� 29,4,4, pr. �������������������������� 29,4,17 ������������������������������ 29,22,2 ������������������������������ 34,2,23,2 ��������������������������� 35,1,111 ���������������������������� 36,2,30 ������������������������������ 38,1,20,1 ��������������������������� 38,10,8 ������������������������������

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40 n.79 40 n.79 40 n.79 202 n.582 40 n.79 377 n.1118 202 n.581 377 n.1118 377 n.1118 383 n.825 377 n.1120 377 n.1118 377 n.1118 345 n.1008 377 n.1119 378 n.1125 378 n.1122 56 n.103 56 n.103 377 n.1121 113 n.315 113 n.315 35 n.68 283 n.826; 359 n.1056 35 n.68 35 n.68 137 n.389 137 n.389 359 n.1056 360 n.1057 360 n.1057 357 n.1049 378 n.1123 40 n.79 29,4,4, pr. 40 n.79 40 n.79 347 n.1013 377 n.1118 282 n.824; 283 n.827 378 n.1124 113 n.315

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Índice de fuentes

40,4,22 ������������������������������ 43,29,3,1 ��������������������������� 43,30,3,6 ��������������������������� 45,1,137,2 ������������������������� 47,8,2,14 ��������������������������� 47,10,15,15 ����������������������� 47,10,15,20 ����������������������� 47,10,15,21 ����������������������� 47,10,15,22 ����������������������� 47,10,15,23 ����������������������� 47,10,15,24 ����������������������� 48,8,3,5 ����������������������������� 48,9,5,1 ����������������������������� 49,14,16 ���������������������������� 50,16,1 ������������������������������ 50,16,13 ���������������������������� 50,16,40,1 ������������������������� 50,16,40 ���������������������������� 50,16,51 ���������������������������� 50,16,52 ���������������������������� 50,16,56,1 ������������������������� 50,16,101,3 ����������������������� 50,16,144 �������������������������� 50,16,163 (161),1 ������������ 50,16,172 �������������������������� 50,16,195,pr. ��������������������� 50,16,195,1 ����������������������� 50,16,195,2 ����������������������� 50,16,195,3 ����������������������� 50,16,195,5 ����������������������� 50,16,196, pr ��������������������� 50,16,196,1 ����������������������� 50,16,201 �������������������������� 50,16,204 �������������������������� 50,16,242,3 ����������������������� 50,17,2 ������������������������������

378 n.1125 40 n.79 47 n.91 378 n.1124 56 n.103 47 n.92 233 n.686 233 n.687 233 n.688 234 n.689 230 n.672 277 n.802 278 n.803 40 n.79 40 n.79 40 n.79 40 n.79 56 n.104 40 n.79 40 n.79 41 n.79 40 n.79 97 n.254 40 n.79 40 n.79 41 n.79 158 n.444 60 n.123 56 n.103 64 n.139 57 n.112 120 n.341 40 n.79 40 n.79 130 n.369 202 n.581

Institutiones (I.) 4,18,4 �������������������������������� 4,18,5 �������������������������������� 4,18,6 ��������������������������������

349 n.1019 277 n.801 193 n.550

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MONOGRAFÍAS DE DERECHO ROMANO Y CULTURA CLÁSICA Director: Antonio Fernández de Buján Catedrático de Derecho Romano de la Universidad Autónoma de Madrid Académico de Número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación

Derecho Administrativo y Fiscal Romano •  E  studios de derecho fiscal romano (2016). Alfonso Agudo Ruiz. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  E  l derecho minero romano ante la Ilustración hispanoamericana (2016). Francisco José Tejada Hernández. Prólogo de Luis Rodríguez Ennes. •  Hacia un derecho administrativo, medioambiental y fiscal romano III (2016). VV.AA. [Antonio Fernández de Buján y Andrea Triciuoglio (Directores). Gabriel Gerez Kraemer (Editor)] •  La administración penitenciaria en el Derecho Romano: Gestión, tratamiento de los reclusos y mejora de la custodia carcelaria (2015). José Luis Zamora Manzano •  Los municipios de Italia y de España. Ley general y Ley modelo (2014). Maria das Graças Pinto de Britto •  Hacia un Derecho Administrativo y Fiscal Romano II (2013). Fernández de Buján, Antonio (director) y Gerez Kraemer, Gabriel (editor) •  Ordenamiento financiero de la antigua Grecia y el período helenístico (2013). Sáinz de Bujanda, Fernando. Prólogo de Javier Sáinz Moreno e Introducción de Antonio Fernández de Buján •  La Hacienda Pública en el Bajo Imperio Romano. Años 284 a 476 d. C. (2012). Aparicio Pérez, Antonio •  Urbanismo y Derecho en el Imperio de Justiniano. 527-565 d.C. (2012). Rodríguez López, Rosalía •  La regulación jurídico-administrativa del juego en el derecho romano y su proyección en el derecho moderno (2011). Zamora Manzano, José Luis •  Hacia un Derecho Administrativo y Fiscal Romano (2011). Fernández de Buján, Antonio / Gerez Kraemer, Gabriel / Malavé Osuna, Belén (co-editores). Prólogo de Antonio Fernández de Buján. •  Algunos aspectos sobre el régimen fiscal aduanero en el Derecho romano. Reglamentación jurídica del portorium, control de mercancías y comiso por fraude fiscal (2009). Zamora Manzano, José Luis •  El derecho de aguas en Roma (2008). Gerez Kraemer, Gabriel M. Prólogo de Antonio Fernández de Buján

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•  R  égimen jurídico del domicilio en Derecho Romano (2008). López Huguet, Mª. Luisa. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Régimen jurídico de las fundaciones en Derecho Romano (2007). Blanch Nougués, José María •  Abogacía y ciudadanía: biografía de la abogacía ibérica (2007). Barcia Lago, Modesto •  El estatuto jurídico del empleado público en Derecho Romano (2007). Varela Gil, Carlos. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Régimen jurídico financiero de las obras públicas en el derecho romano tardío : los modelos privado y público de financiación (2007). Malavé Osuna, Belén. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Régimen jurídico de las vías públicas en Derecho Romano (2007). Ponte, Vanesa. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Tabulae Publicae. Archivos municipales y documentación financiera en las ciudades de la Bética (2005). Rodríguez Neila, Juan Francisco •  Gallaecia: Romanización y ordenación del territorio (2004). Rodríguez Ennes, Luis. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  La actividad económica en el derecho romano. Análisis contable (2003). Giménez Barriocanal, Fernando. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  La protección o defensa del uso colectivo de las cosas de dominio público. Especial referencia a los interdictos de publicis locis (loca, itinere, viae, flumina, ripae) (2002 / Reimpresión 2010). Alburquerque, Juan Miguel. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Régimen jurídico de la prestación de servicios públicos en derecho romano (2002). Pendón Meléndez, Esther. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Régimen jurídico de las concesiones administrativas en el derecho romano (1996). Castán Pérez-Gómez, Santiago. Prólogo de Antonio Fernández de Buján

Derecho Público y Privado Romano •  C  onsideraciones sobre la merces, in pecunia numerata, en la locatio-conductio operarum: Del Derecho Romano al contrato de trabajo (2018). Beatriz García Fueyo. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  El edicto justinianeo de los “Tres Capítulos” en el marco de la disputa cristológica sobre la doble naturaleza de Cristo (2018). Juan Antonio Bueno Delgado •  A evolução da protecção do arrendatário. O direito à permanência nas dependências locadas, desde o direito romano clássico (2018). David Magalhães •  La superficies en derecho romano (2017). Ana Zaera García •  Nec inmerito paterfamilias dicitur. El paterfamilias en el pensamiento de Lactancio (2017). Carmen Macarena Palomo Pinel

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•  M  ujeres y símbolos en la Roma republicana. Análisis jurídico-histórico de Lucrecia y Cornelia (2017). María José Bravo Bosch •  L  a forma estipulatoria. Una aproximación al estudio del lenguaje directo en el Digesto (2017). Nuria Coch Roura •  L  a deuda histórica del arbitraje moderno (2017). Antonio Fernández de Buján •  L  a empresa pública en forma privada. Antecedentes romanos y un apunte histórico en la legislación de régimen local preconstitucional en España (2017). M ª Eugenia Ortuño Pérez. •  L  imitaciones a la libertad domiciliaria en derecho romano (2016). M ª Luisa López Huguet. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Exceptio utilis en el procedimiento formulario del derecho romano (2016).  Carmen Gómez Buendía •  C  ontribuciones al derecho romano de sucesiones y donaciones (2016).  M ª Eugenia Ortuño Pérez. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  U  sufructo de la pecunia. Aplicación a los fondos de inversión desde la Ley de Jurisdicción Voluntaria (2015). Sonia M.A. Mollá Nebot •  L  a restricción del lujo en la Roma republicana. El lujo indumentario (2015).  F. Javier Casinos Mora •  L  a legislación religiosa en la compilación justinianea (2014). Juan Antonio Bueno Delgado. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  La cautio usufructuaria en derecho romano. Análisis jurisprudencial (2014). Ana Mohino Manrique •  La consensualidad contractual en derecho romano y el Código civil (2014). Federico Fernández de Buján •  Derecho de empresas en la Roma clásica (2014). Guillermo Suárez Blázquez •  La posición jurídica de la mujer en Roma (2014). Gabriel Buigues Oliver •  Ius hominum causa constitutum - Un derecho a medida del hombre (2014). Sebastiano Tafaro // José Miguel Piquer Marí (traductor) •  Mulier. Algunas historias e Instituciones de Derecho Romano (2013).  Rosalía Rodríguez López y Mª José Bravo Bosch (Editoras) •  Digesto. Una auténtica obra legislativa (2013). Ana Martín Minguijón •  La auctoritas romana (2013). Ana Isabel Clemente Fernández •  El Padre Feijoo y el derecho de su tiempo: Una visión premonitoria de problemas candentes en la actualidad (2013). Rodríguez Ennes, Luis •  Las interrogationes in iure (2013). Pendón Meléndez, Esther •  Conspectus Constitutionum Diocletiani (2013). Díaz Bautista, Antonio (coord.) •  Las costas en el proceso civil romano (2013). Agudo Ruiz, Alfonso •  De la consignación en Derecho Romano a su proyección en el Derecho Civil (2013). Martínez de Morentin Llamas, Mª Lourdes. Prólogo de Antonio Fernández de Buján

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•  L  a vertiente iuspublicista de la institución adoptiva en derecho romano y su proyección en el derecho español (2013). Ruiz Pino, Salvador. Prólogo de Juan Miguel Alburquerque •  El valor del silencio en las fuentes literarias antiguas (2012). Martínez Vela, José Antonio. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Las fuentes del derecho romano (2012). Metro, Antonino. Traducción y comentario crítico realizado por María José Bravo •  Concordia dicendi et exaudiendi. Claves del derecho romano para la interpretación jurídica moderna (2011). Sainz-Ezquerra Foces, José María •  La legítima defensa en el Derecho romano con referencia a la dogmática moderna (2011). Domínguez López, Esther •  Régimen jurídico de la tácita reconducción en derecho romano y su proyección en derecho actual (2011). Martínez Vela, José Antonio •  El binomio procesal. Derecho de acción. Derecho de defensa. Desde la concepción clásica romana hasta la actualidad (2011). Calaza López, Sonia •  La concurrencia de responsabilidad civil contractual y extracontractual en el contrato de arrendamiento. Del Derecho Romano al Derecho Civil histórico valenciano (2011). Lázaro Guillamón, Carmen •  La pluralidad hipotecaria. Excepciones al principio de prioridad temporal en Derecho Romano y en Derecho Civil españo (2010). Bernard Segarra, Lucía •  Las pruebas no racionales en Roma. Ab urbe condita hasta finales de la República (2010). Piquer Marí, José Miguel •  Estudios sobre Diocleciano (2010). Díaz Bautista, Antonio (coord.) •  Iudex Unus. Responsabilidad judicial e Iniuria Iudicis (2010). Mollá Nebot, Sonia M.A. •  La prestación de alimentos en derecho romano y su proyección en el derecho actual (2010). Alburquerque, Juan Miguel. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Pacto de Melhor comprador: configuração no direito romano (in diem addictio) e projeções no direito actual (2010). Bissoto Queiroz de Moraes, Bernardo. Dirección del Prof. Dr. D. Antonio Fernández de Buján •  Origen de los poderes del paterfamilias. El pater familias y la patria potestas (2009). Amunátegui Perelló, Carlos Felipe. Prólogo de Juan Miquél González •  Magistrados, Jueces y Árbitros en Roma. Competencia civil y evolución (2009). Robles, Juan Ramón •  Sistema contractual romano 3ª edición (2008). Fernández de Buján, Federico. Incluye CD-Rom •  El largo camino de los hispani hacia la ciudadanía (2008). Bravo Bosch, María José. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  El huerto en la Roma antigua: : su problemática urbanística y agraria (2008). Rodríguez López, Rosalía

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•  P  rocedimiento concursal. La posición jurídica del bonorum emptor (2008). Soza, Ma. Ángeles. Prólogo de Francisco Cuena •  La eficacia real en las transacciones del comercio de esclavos (2008). Mohino Manrique, Ana •  La injuria verbal colectiva (2007). Bravo Bosch, María José. Prólogo de Luis Rodríguez-Ennes •  La responsabilidad objetiva en el transporte marítimo y terrestre en Roma: estudio sobre el receptum nautarum, cauponum et stabulariorum: entre la utilitas contrahentium y el desarrollo comercial (2007). Salazar Revuelta, María. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Régimen jurídico de las presunciones (2007). Martínez de Moretin Llamas, Mª Lourdes •  De iure uerrino: el derecho, el aderezo culinario y el augurio de los nombres (2007). García-Hernández, Benjamín •  Instituciones políticas y sociales de Roma: Monarquía y República (2007). Viñas, Antonio •  El sistema jurídico ático clásico (2007). Palao Herrero, Juan. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Terminología, definiciones y ritos de las nupcias romanas. La trascendencia de su simbología en el matrimonio moderno (2007). Ortega Carrillo de Albornoz, Antonio •  De hereditatis petitione. Estudios sobre el significado y contenido de la herencia y su reclamación en derech romano (2006). Casinos Mora, F. Javier •  Pactos en el contrato de compraventa en interés del vendedor (2006). Mohino Manrique, Ana. Prólogo de Federico Fernández de Buján •  De inutilibus stipulationibus (2006). Casas León, Mª Etelvina de las. Prólogo de María Victoria Rodríguez Sansón •  La vacante en los legados. A propósito de la Ley Única de Caducis Tollendi (C. 6,51) (2006). Ortín García, Carmen •  La argumentación retórica en Juvencio Celso (2005). Parra Martín, Mª. Dolores •  La injuria indirecta en Derecho romano (2005). Guerrero Lebrón, Macarena •  Régimen jurídico del tesoro en derecho romano (2005). Agudo Ruiz, Alfonso. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  De la filosofía personalista al ius personalismo (2005). Viñas, Antonio •  Pignus gordianum (2004). Bueno Delgado, Juan Antonio •  Teoría del derecho y experiencia jurídica romana (2002). Viñas, Antonio •  El proceso contra Jesús (2002). AA.VV. Coordinadores: Amarelli y Lucrezi. Trad.: Antonio Fernández de Buján. Introducción: Federico Fernández de Buján. Prólogo: Francisco Paolo Casavola •  Sine vitio nancisci possessionem. La adquisición de la posesión de los legados en el Derecho Romano Clásico (2003). Salomón, Lourdes •  La revocación de la donatio mortis causa en el derecho romano clásico (2003). Tort-Martorell Llabrés, Carmen

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•  D  el trabajo como hecho social al contrato de trabajo como realidad normativa: Un apunte histórico-romanístico (1997). Aleman Paez, Francisco/Castán Pérez-Gómez, Santiago. Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  El edicto de los magistrados en el lenguaje de la jurisprudencia romana. Un estudio de Derecho Romano (1998). Blanch Nougues, Juan Manuel •  La intransmisibilidad de las acciones penales en derecho romano (1997). Blanch Nougues, José Mª. Prólogo de Antonio Fernández de Buján

Metodología docente. Causismo jurisprudencial. Fuentes de conocimiento •  M  anual de casos prácticos de Derecho Romano (2018). Antonio Fernández de Buján / Juan Miguel Albuerquerque (dirs.). Rosalía Rodríguez López / Juan Alfredo Obarrio Moreno (coords.) •  Locuciones latinas y razonamiento jurídico. Una revisión a la luz del  derecho romano y del derecho actual (2017). Juan Manuel Blanch Nougués •  Repensar la universidad. Reflexión histórica de un problema actual (2015). Juan Alfredo Obarrio Moreno y José Miguel Piquer Marí •  Gayo y el aprendizaje del Derecho Romano. Materiales didácticos para la adquisición de razonamiento jurídico. I. Personas y cosas (2012). Rodríguez López, Rosalía / López-Muñoz, Manuel (eds.). Prólogo de Antonio Fernández de Buján •  Innovación metodológica y Espacio Europeo de Educación Superior. Experiencias docentes en el ámbito del derecho (2011). Pérez Álvarez, María del Pilar

Sección Ius Commune •  L  a formación del derecho foral valenciano. Contribución al estudio de las tradiciones jurídicas hispánicas en el marco del ius commune (2012). Masferrer, Aniceto / Obarrio Moreno, Juan Alfredo •  Interdictum uti possidetis in regno valentiae (2011). Obarrio Moreno, Juan Alfredo •  Estudios de tradición romanística. Tutela et curatela (2011). Obarrio Moreno, Juan Alfredo •  El proceso por contumacia. Origen, pervivencia y recepción (2009). Obarrio Moreno, Juan Alfredo •  La preterición en el ámbito del ius commune: los comentarios de Tomás Cerdán de Tallada al fuero Declaran. Estudio, traducción y transcripción (2009). Obarrio Moreno, Juan Alfredo •  Testamentorum sollemnia iuris romani medii aevi memoria (2009). Obarrio Moreno, Juan Alfredo

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Sección Cultura Clásica •  U  n estudio sobre la Antigüedad: la apología de Sócrates (2018). Obarrio Moreno, Juan Alfredo •  ‘Iura et Humanitas. Diálogos entre el Derecho y la Literatura (2017).  Obarrio Moreno, Juan Alfredo •  ‘Nomos ágraphos - Nomos éngraphos’ Estudios de Derecho griego y romano (2015). Alvarado Planas, Javier / Hernández de la Fuente, David / López Melero, Raquel / Rodríguez González, Ana María

Sección Romanas, Visigodas y Bizantinas •  La violencia contra las mujeres en la antigua Roma). Rodríguez López, Rosalía

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