La sociología de Jaime Balmes


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La sociología de Jaime Balmes

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H E R B E R T A U H O F ER

LA SOCIOLOGIA DE JAIME BALMES

B IBLIO TECA DEL PENSAMIENTO ACTVAL

L A SOCIOLOGIA DE JA IM E B A L M E S

*

\

BIBLIOTECA DEL PENSAMIENTO ACTUAL RAFAEL CALVO SERER

DIRIGIDA POR 1.

R omano G uardini : El mesianismo en el m ito, la reve­ lación y la política. (Segunda edición). Prólogo de d’ O rs y . nota preliminar de R afael C alvo

A lvaro S erer. 2.

T heodor H aecker :

La Joroba de Kierkegaard. (Se- . gunda edición). Con un estudio preliminar do R a­ món R oquer y nota biográfica sobre Haecker de

R ichard Seewald. 3.

V icente P alacio A tard : dencia e n edición)/!

4.

la

España

Derrota, agotamiento, deca­ del siglo X V I I . (Segunda

R afael C alvo Serer : España, sin problem a. (Segunda edición). Premio Nacional de Literatura 1949.

5.

F ederico Suárez : La crisis política del Antiguo R ég i­ m en

en

España

(Segunda

(1800-1840).

edición).

6.

E tienne G ilson : E l realismo m etódico. (Segunda edi­ ción). Estudio preliminar de L eopoldo E ulogio P a ­ lacios .

7.

J orge V igón : E l espíritu militar español. Réplica a Afredo de Vigny. (Segunda cional de Literatura 1950.

8.

(Segunda

L eopoldo

edición

(Tercera

E ulogio

Cristiandad. 11.

N a­

aumentada).

J uan José L ópez I bor : El español y su com plejo de inferioridad.

10.

Premio

J osé M aría G arcía E scudero : D e Cánovas a la R ep ú ­ blica.

9.

edición).

edición).

P alacios : El (Tercera edición).

mito

de

la nueva

R omán P erpiñá : D e estructura económica y economía hispana. Estudio final de E nrique F uentes Q u in ­ tana .

12.

José

M aría

poética.

V alverde : Estudios (Segunda edición.)

sobre

la

palabra

13.

C arl Sc h m itt : Interpretación europea de D on oso C or­ tési P rólogo de A ngel L ópez -A m o .

14.

D uque

15.

R afael Calvo S erer : Teoría de ta Restauración. (Se­ gunda edición).

16.

J osé V ila Selma : B enavente, fin de siglo.

17.

A urele K oln Ái : Errores del anticomunismo.

18t

A ngel L ópez -A mo :

19.

A mintore F anfani :

20.

R afael C alvo Serer : La configuración del futuro.

21.

C hristopher



M a u r a : ha crisis de Europa.

El poder político y la libertad. La Monarquía de la reforma social. (Segunda e d i­ ción). Premio Nacional de Literatura 1952. Catolicismo y protestantismo la génesis del capitalismo. (Segunda edición.)

D awson :

Hacia

la

com prensión

en

de,

Europa. 22.

R afael G ambra : La Monarquía social y representativa en el pensamiento tradicional.

23.

José C orts G rau : Estudios filosóficos y literarios.

24.

M arcelino M enéndez P e l a y o : lismo alemán.

Selección

y

La estética del idea­ prólogo de O swaldo

M arket . 25.

Joh n H enry C ardenal N ewman : E l sueño de\un an­ ciano. Traducción, nota biográfica, prólogo y ; de A ndrés V ázquez de P rada.

26.

Juan D onoso C ortés : Textos políticos.

27.

F rancisco E lias

de

glosa

T ejada : La Monarquía tradicional.

28.

A lvabo

d ’ O rs :

D e la guerra y de la paz. Prem io Na*

cional de Literatura 1954.

29.

T heodor H aecker :

30.

V icente M arrero : La escultura en m ovim iento d e A n ­

El

cristiano y

la historia.

gel Ferrant.

31.

J orge V igón :

32.

P eter "Wust : Incertidumbre y riesgo.

33.

F lorentino P erez E mbid :

Teoría d el militarismo.

N osotros,

los

cristianos.

(Segunda edición).

34.

F ritz K ern : Derechos del R e y y derechos del pueblo. Estudió preliminar, de A ngel L ópez -A m o .

35.

J osé I gnacio E scobar, J orge V igón , E ugenio V egas L atapié : Escritos sobre la instauración monárquica. Prólogo y epílogo del M arqués de V aldeiglesias .

36.

A ntonio P acio ^, M . S. C . : Cristo y las intelectuales.

37.

M arcelino M enéndez P elayo :

T extos sobre España.

Selección, estudio preliminar y notas de F lorenti­ no

P érez E mbid .

38.

H enri M assis : La vida intelectual de Francia en tiem ­

39.

C arlos C ardó y J osé R omeu F igueras :

p o de Mourras. Tres

estu­

dios sobre literatura catalana.

40.

F riedrich H eer : La democracia en el mundo m oder­ no. Prólogo de V icente M arrero .

41.

G oetz B riefs :

Entre capitalismo y

sindicalismo. Si­

tuación crítica de la asociación obrera. 42.

S ir C harles P etrie : La Monarquía en el siglo X X . Prólogo de J orge V igón .

43.

R ussell K irk : La mentalidad conservadora en Ingla­ terra y Estados Unidos.

44.

José T orras y B ages , J uan M aragall, F rancisco C am­ bó : La actitud tradicional en Cataluña. P rólogo de L u is D uran y V entosa . (En prensa).

45.

E r ik

46.

R afael C alvo Se r e r : Política de integración.

47.

A ntonio M illán P uelles : Ontología de la existencia

von K uehnelt L eddihn : Libertad o igualdad. La disyuntiva de nuestro tiem po. (En prensa).

histórica. (Segunda edición).

48.

V icente M arrero : ción ).

49.

G uillermo M o r ó n : El libro de la fe.

$0.

V icente M arrero :

51.

C ardenal I sidro G oma y T omás, Arzobispo de T o ­ le d o , Prim ado de las Españae : Pastorales de la guerra de España . Estudio prelim inar de Santiago G alindo H errero.

52.

M arcelino M enéndez P elayo : La filosofía española.. Selección e in troducción de C onstantino L áscaris C omneno .

53.

Joseph

Picasso y el toro.

Maeztu. Premio teratura «Menéndez Pelayo» 1955.

de

Estudio

(Segunda edi­

Nacional de L i­

M aistre : Consideraciones sobre Francia. prelim inar de R afael G ambra.

54.

Jorce V ig ó n : A ñ os de indecisión.

55.

Josef P ieper : Sobre el fin de los tiem pos.

56.

R amiro de M aeztu : Frente a la República. Selección y estudio prelim inar de G onzalo F ernández de la M ora . ·

57.

F ray José L ópez O rtiz , O . S. A ., Obispo de T ú y : La responsabilidad de los universitarios.

58.

K arl V ossler : Romania y Germania. Traducción * estudio prelim inar de J osé L uis V arela .

59.

W aldemar G urian :

60.

K arl L ö w ith : Heidegger, pensador de un tiem po in­ digente. Traducción y estudio preliminar de F ernan­ do M ontero .

61.

Santiago G alindo H errero : Los partidos monárquicos

62.

F rancisco E lias

63.

M ariano R aquero G oyanes :

64.

J osé M arí ^. P emán : Cartas a un escéptico ante la M o ­

B olchevism o. Introducción al co­ munismo soviético.

bajo la Segunda República. (Segunda edición). de

T ejada : Sociología del Africa negra.

Prosistas españoles con ­ temporáneos. Alarcón, L eopoldo Alas, Gabriel M iró, A zorín .

narquíaI (Cuarta edición, con una nueva introducción

\ y un juicio crítico por R amiro 65.

de

M aeztu .)

A dolfo M uñ oz A l o n s o : Las ideas filosóficas en M e ­ néndez Pelayo.

66.

F lorentino P érez E mbid : En la brecha.

67.

H ans A chinger , J oseph H öffner, H ans M u t h e s iu s , L udwig N eundörfer : Los seguros sociales.

68.

C arlos C o r o n a : Revolu ción y reacción en el reinado de Carlos I V . M . B ochenski : Los métodos m iento. (Segunda edición.)

69.

I.

70.

M anuel G arcía M orente : Ideas para una filosofía de la Historia de España. Estudio preliminar de R a­ fael G ambra.

71.

A ndrés V ázquez

72.

J uan V ázquez

de

actuales del pensa­

P rada : Estudio sobre la amistad.

de M e l la : Regionalismo y Monarquía. Selección y estudio preliminar de Santiago G alin ­

do

H errero .

73.

J osef P ieper : La Prudencia.

74.

R ussell K irk : Un programa para conservadores.

L eopoldo E ulogio P alacios :

75. *

La prudencia política.

(Tercera edición).

76.

Jesús P abón : Franklin y Europa.

77.

J ohannes M essner : El experim ento inglés del socia­ lismo.

78.

G uillermo L ohmánn V i llen a ·. M enéndez Pélayo y la Hispanidad.

79.

B ertrand

80.

H ans Sedlmayr : La revolución del arte m oderno.

81.

G oetz B riefs : [ El problem a sindical ayer y hoy.

82.

M artín A lmagro : El hombre ante la Historia.

83.

A ntonio A parisi

de

J ouvenel : La Soberanía.

y

G uijarro :

En defensa de la li­ preliminar de

Santia ­

84.

R amiro de M aeztu : Defensa del espíritu. prelim inar de A ntonio M illán P uelles .

Estudio

85;

Juan J osé L ópez I bor : Discurso a los universitarios

bertad. go

Selección

y

estudio

G alindo H errero .

españoles.

(Segunda

edición

aumentada).

86.

I. M . B ochenski :

87.

L uis A rnaldich , O . F . M . : El origen del mundo y

E l materialismo dialéctico.

d el hombre según la Biblia. 88.

H erbert A uhofer : La sociología de Jaime Balmes.

89.

F ederico Sopeña : Historia de la música española con­ temporánea.

90.

R afael C alvo Serer :

La fuerza creadora

de

la li­

La tradición española y

la re­

bertad. 91.

J oaquín

de

E ncinas :

volución. 92.

R oberto Saumells : La ciencia y el ideal metódico.

93.

A ntonio M illán P uelles : La claridad en Filosofía y otros estudios.

94.

José C alvo S o t e l o : E l Estado que querem os. Selec­ ción y estudio prelim inar de A malio G arcía A rias , con un epílogo de J esús M arañón y R u iz -Z orrilla .

MANUALES

B IB L IO T E C A

DEL

DE

LA

P E N SA M IE N T O

ACTUAL

1.

La Pedagogía contemporánea. (Segunda edición, co­ rregida y aumentada), por E mile . P lanchard , P ro­ fesor de la Universidad de Coimbra. Traducción y adaptación por V íctor G arcía H oz , Catedrático de Pedagogía en la Universidad de M adrid.

2.

Geografía General, Física y Humana. (Segunda edi­ ción), por A ndré A llix , Rector de la Universidad de Lyon. Traducción y adaptación por J osé M a . NUEL C asas T orres , Catedrático de Geografía e n la Universidaíd de Zaragoza.

3.

Fundamentos do Filosofía

(dos volúmenes), por A n ­ Catedrático de Filosofía en la Universidad de Madrid.

M illán

tonio

4.

P uelles j

Fundamentos de política económica, p or W alter E ucken . Traducción de J osé L u is G ómez D elmas .

5.

Teología Dogmática, por M ichael Schm aus . Tom o I : La Trinidad de D ios, en prensa. T om o II : D ios Creador, en prensa. Tom o I I I : D ios Redentor, en prensa. Tom o IV : La Iglesia, en preparación. Tomo V : La gracia divina, en preparación. T o ­ mo V I : Tratado de los Sacramentos, en prensa. Tomo V I I : L os N ovísim os, en preparación. Tom o V I I I : Mariología, en preparación.

6.

Geografía de las grandes potencias, p o r A . M eynier , A . P erpillon , L . F rançois y R . M angin . Edición al cuidado de José M anuel C asas T orres .

7.

Principios

de Teología Moral, p or A ntonio L anza P ietro P alazzini . Tom o I : Moral generali Tom o I I : Las virtudes. Tom o mental.

8.

Historia

la Iglesia, Tomo preparación. Tom o II paración. Tomo III : en prensa. T om o IV ,: na y en la actualidad, helm

de

III :

N euss .

Sacramentos y

vida sacra­

p or A lbert E hrhard , y W il ­ I : La Iglesia primitiva, en : La Iglesia Oriental, en pre­ La Iglesia en la Edad Media, La Iglesia en la Edad M oder· en preparación.

H E R B E R T AV HO E ER

LA SOCIOLOGIA DE ) A I ME B A L ME S

Ediciones Rialp, S. A . M a d r i d ,

i 95 9

Titulo original aléman: Die Sociologie des Jdbph Baimes

Traducción de José M a r ía V êlez de C a n t a r e ll

/ /

ES PROPIEDAD DEL AUTOR

Todos los derechos reservados para todos los países de lengua española por ED ICIO NES RIALP, S. A. - Preciados, 3 5 - M ADRID Depósito Legal:

Tall.

Gráf.

de

«Ediciones

M. 13.281.— 1958.

Castilla, S. A.», Alcalá, 126 - Madrid.

P

R

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L

O

G

O

Balines: “ el primer talento político del siglo XIX, uno d e los más grandes que ha habido en la historia de los escritores politicos” . León XIII 1 •

¡

Tiene España tan alto concepto de la filosofía ale­ mana que Juan Valera pudo escribir: “ Quizás ten­ gamos que esperar a que los alemanes se aficionen a nuestros sabios com o ya sq aficionaron a nuestros poetas, para que nos convenzan de que nuestros sa­ bios no son de despreciar” 2. E Ignacio Casanovas, en la introducción a su excelente edición de las obras completas de Balmes, después de lamentar qué el filósofo español haya caído cada vez más en el ol­ vido, dice:

“ Una excepción m uy consoladora nos

ofrecen los países protestantes, singularmente A le­ mania, donde el ilustre vindicador del Catolicismo contra la revolución protestante es todavía un atleta 1 Citado por LuÑo P eña , E., El pensamiento social de Balmes, Vich, 1945, pág. 5. 2 V alera , J., Estudios políticos.

13

Herbert Auhofer

■ *

vivo que anima a los suyos y debela a los contrarios” . Sin embargo, es indudable que Balmes está hoy vivo en España. Este eclesiástico catalán, profesor de matemáticas, filósofo y escritor político no me­ rece otra suerte. En los últimos ocho años de su breve

vida

(181Ö-1848)

escribió

innumerables

géticos,

pedagógicos,

dirigió

tres

trabajos políticos

periódicos

filosóficos, e

y

apolo­

histórico-cultura-

les que llenan 32 tomos con un total de 11.200 páginas. Es/ asombrosa la tarea llevada a cabo en esos pocos / años por este joven sacerdote tubercu­ loso. En su época los páíses europeos porfiaban por dâr a la luz la primera traducción de sus obras principales: El criterio, 1843; El protestantismo com ­ parado con el catolicismo, 1844; Cartas a un escép­ tico, 1845;

Filosofía' fundamental, 1846;

Filosofía

elemental, 1847. Estas obras tuvieron en Alemania amplia difusión, conociendo varias ediciones. “ Balmes estaba predestinado para ser el mejor edu­ cador de la España de su siglo y en tal concepto na­ die le aventajó. España entera pensó con él, y su magisterio continuó después de la tumba” , escribe M enéndez Pelayo, eminente crítico e historiador de la cultura 3. Hasta para el inglés James Lindsay es

3 M enéndez P e l a y o , M ., D os palabras sobre el cen­ tenario de Balmes, Vich, 1910.

14

La sociología de Jaime Balmes

Balmes “ la más notable manifestación filosófica que ha surgido en España durante siglos” 4. El filósofo vicense es uno de los iniciadores de la neoescolastica del siglo x ix / de trayectoria pareja en España e Italia 5, pero sin que en sentido estricto pueda incluírsele dentro de ella. Además del pensa­ miento escolástico, del que se aparta en cuestiones importantes, apadrinan su eclecticismo varios filóso­ fos contemporáneos Ny sobre todo Descartes, Leibniz y la escuela escocesa. La crítica balmesiana del escep­ ticismo, sensualismo, materialismo e idealismo ale­ mán, es la primera que se hace en España desde puntos de vista modernos, y por vez primera es Balmes quien en España cita e impugna a Kant, Fichte, Schelling y H egel 6.

/

4 L in d say , J am es , T h e ph ilosop h y in Spain, en “ A r ­ chiv für Philosophie” , Berlín, XIII, 1907. 5 Véase sobre este punto: B a t l l o r i , M., B alm es en la historia de la filoso fía cristiana, en “ Razón y Fe” , 134, 1946, II, págs. 281-295. 6 En las Cartas a un escép tico habla una vez de “los pensamientos fantásticos con que los buenos ale­ manes han engalanado la filosofía, sin duda en los ra­ tos de ocio que les habrá proporcionado en abundan­ cia su clima de escarchas y de niebla” . Es lástima que Balmes no pudiera conocer la filosofía alemana sino im­ perfectamente y por traductores franceses ; de ahí el que tanto él como las generaciones siguientes fuesen con ella tan poco comprensivos y que éstos prefiriesen

15

Herbert

A a b ofer

A decir verdad, algunas partes de su filosofía nq son quizá com o para pasar a la historia del pensa­ miento tcon el atributo de la permanencia. Pero en cuanto “ periodista político Balmes no ha sido supe­ rado en España” 7. C on razón se le ha llamado el “ Görres español” . M urió, com o este, el año 1848 des­ pués de haber realizado una labor de eficacia y cate­ goría análogas a la desarrollada por su contemporáneo alemán que gozó de vida m ucho más dilatada. En su producción periodística, escrita a vuela pluma, apa­ rece com o/el sentido común personificado, com o un pólítico nato y uña mente que se mueve sobre un se­ guro realismo. M ás que pensador y genio especulati­ vo es luchador, dialéctico y polemista. “ El español es pensador religioso más que filosófi­ co. Recordémoslo:

España casi no ha producido fi­

lósofos especulativos” (Salvador de Madariaga). José María Gich escribía en 1910 : “ La demostra­ ción de que Balmes puso los cimientos 'para estas inmensas construcciones modernas... sería un tributo

seguir el enteco panteísmo de K. Clir. Krause. So­ bre la filosofía balmesiana en general véase: S ch lü teu H e r m k e s , M., Die Philosophie des Jaime Balmes, en Spanische Forschungen der Görres-Gesellschaft. Erste Reihe, Münster, 1930, t. II, págs. 229-275. 7 M enéndez P e l a y o , Μ., O. c. 16

La sociología de Jaime Bahne*

de justicia que un día u otro tendra que satisfacerse” 8. Intentamos en el presente trabajo exponer y ordenar por primera ve? desde puntos de vista modernos y científicos en una visión de conjunto la sociología balmesiana dispersa de manera fragmentaria y asis­ temática por más de diez mil páginas. Sólo después de realizada esta labor con un máximo de citas y un mínimo de comentarios será posible examinar si nos es lícito otorgar a Balmes tan elevada significación en la historia de la sociología. El único m odo de comprender una sociología que aspíira a ser algo más que puro formalismo es com ­ prenderla desde la situación histórico-cultural de don­ de surgió V En nuestro caso comprender significa ante todo plantear la cuestión genética. Contraste necesario de los módulos sociológicos es su capacidad para interpretar no sólo factores reales, sino también para explicar sociológicamente, es decir, en su gé­ nesis cultural y social, una construcción doctrinal sociológica. Para el conocimiento sociológico existen también, com o en general en la crítica del conocimiento, com ­ ponentes objetivos y subjetivos. Constituye el aspecto 8 Gich, Jóse JVLa, Ideas sociales de Balmes, Barce­ lona, 1910. 8 Balmes habla también sobre esta cuestión: véase c. IV.

17

2

H erbert

A u h o f er

objetivo aquella crisis coetánea de la sociedad, aquella situación crítico-cultural que está conexa con toda imagen de la sociedad y de la historia. Los componen­ tes subjetivos son: primero, la propia posición dentro de la contextura social acompañada de la correspon­ diente conciencia y moral estamentales ; y, en segundo lugar, las ideologías contemporáneas con que positiva o negativamente hay que entenderse. Vamos ante todo a investigar en Balmes estos tres factores. ■■· ' /. El original de este libro en alemán, D ie Soziologie des Jakob Balmes, es la tesis doctoral del autor, pre­ sentada en la universidad de M unich, en diciembre de 1953, siendo relator el catedrático de filosofía, doc­ tor A lois D em pf.

18

I.

S IT U A C IO N POLITICO-SOCIAL DE L A EPOCA

“ Es cosa sabida cuánto colorean el conocimiento abstracto de la verdad y del espíritu los supuestos concretos de una época” (Alois D em pf). La vida l ,

na 164.

F .,

Gesellschaftslehre. Viena, 1936, pagi­ ; 40

La sociología de Jaime Balmes

vera, dedicóse a su formación durante catorce años, desde 1826 a 1840, o sea, desde el gobierno de los Borbones a la dictadura de Espartero, consagrando cuatro de ellos exclusivamente a la meditación de la Summa del Aquinatense y de los comentarios de Suarez y Belarmino. En las partes sistemáticas de su obra — especialmen­ te en su historia de la cultura— , Balmes cita llama­ tivamente a los Padres de la Iglesia, a Santo Tomás, Suárez, Belarmino y Mariana, pero nunca a Vitoria a quien ni siquiera le fue dado conocer 26. Sin em­ bargo, mientras para él la patrística y la escolástica postomista casi no significan más que citas manifes­ tativas de analogía y pruebas adicionales de autoridad, Santo Tomás

es el

gran7 maestro

que, tanto en

filosofía como en sociología, comunica nueva vida y continúa con franca acomodación a la época. D el D oc­ tor Aquino proceden las líneas fundamentales del sistema sociológico balmesiano : la idea del organismo (mantenida, por cierto, más acentuadamente dentro de los límites de una analogía, véase c. IV , 1), la no­ ción de autoridad (véase c. V , 2), la noción de de26 Francisco de Vitoria parece haber sido olvidado también en España durante centurias hasta que se le redescubrió en el siglo xx. Cfr. T r u y o l y S ier r a , A., Die Grundsätze des Völkerrechts hei Francisco de Vi­ taría, Zürich, 1947.

r

41

H erbert

A u h o f er

recho natural (véase c. V , 2, b), la diferenciación de profesiones (véase c. I V , 2, a), la concepción de la familia (véase c. V , 1), la fundamentación del dere­ cho de propiedad y la anticuada teoría del interés (véase c. V , 2, a). Pero Balmes se encuentra respectó a Santo Tom as, en una, situación cultural fundamentalmente diver­ sa. Se separa de sü m odelo al acentuar la individua­ lización (véase c. IV , 1 y c. V II) y coordinar la Iglesia y el Estado (véase c. V , 2, b). El concepto de cultufa y el valor substantivo de la actividad terrena sobresalen con mucho mayor vigor; la fuerza vital de la economía se encuentra ya de alguna manera en primer plano. El método de exposición no es sólo político-his­ tórico, com o era desde Ribadeneira, sino en gran par­ te político-periodístico, cóm o el de sus adversarios contemporaneos. D e ellos se trata en las páginas que siguen.

42

III. B A L M E S Y L A S D O C T R I N A S S O C I O L O G I C A S DE S U T I E M P O

“ La lucha más dura que un hombre puede sostener es la lucha contra las opiniones y

quimeras de su propia

época. Quién es capaz de resistirlas se eleva en cierto m odo por encima de su tiempo y penetra en otra época“ . T

om ás

C

arlyle.

El ihflujo ideológico a que España estuvo sometida por los años de muestro autor fué casi exclusivamente francés. Balmes además de estudiar la tradición cris­ tiana, dedicóse también m uy intensamente al es­ tudio de este sector de publicaciones contemperé- ; néas. j(Refiere un biógrafo que se sabía de memoria el plan de varios miles de libros). A través de sus numerosísimos escritos y de su estilo combativo y, en parte, difuso, pueden determinarse con relativa faci­ lidad los autores con que Balmes dialoga. Por lo que respecta a la sociología, además de la ya citada tra­ dición cristiana, son estos; Bossuet, de Maistre, de Bonald, Montesquieu, Rousseau, Fourier, Owen, To-

43

Herbert A u h ofer

más M oro, Lamennais y Guizot. Balmes no conoció las histologías de los contemporáneos teóricos posi­ tivistas del progreso: Turgot, Condorcet, Saint Si­ mon y C om te; estas concepciones carecían en Espana de influencia digna de mención. Es profundamente lamentable que Balmes no hu­ biese podido vivir entero el ano revolucionario de 1848 y el Manifiesto Comunista com o los vivió D o ­ noso; el análisis de tales acontecimientos habría dado a su sistema la perfección contemporánea. ■ ■: ■

1 .— LOS TEÓRICOS DE LA RESTAURACION

Bossuet, de Maistre y de Bonald fueron los ideólo­ gos que en aquella época defendieron las teorías de la restauración. El obispo J. B. Bossuet (1627-1704), procedente de una familia de altos funcionarios rígidamente realis­ tas, es un ejemplo trágico de confusión epistemoló­ gica de una gran mente católica. Encontrándose ante una tarea análoga a la de M ariana: la educación de un príncipe, y además a la vista del Rey Sol, cae, al confundir continuamente derecho e interés, en el ex­ tremo contrario :

un maquiavelismo teocrático. La

fuerza normativa de lo fáctico se eleva convirtieíido la posición del soberano en absoluta y consagrada

44

La sociología de Jaime Balmes

com o trasunto de la soberanía de Dios. La libertad del hombre es “ el principio del desorden” . Ponién­ dose dé parte del galicanismo y de su edicto de 1682, Bossuet suministró la primera base ideológica de la indiferencia y autonomía éticas del Estado moderno : la arbitrariedad del Rey se sustraía á toda otra autori­ dad terrena y se negaba al Papa la infalibilidad y la exclusiva jurisdicción aun dentro de la misma Igle­ sia* Es una ironía amarga que Robespierre y el jaco­ binismo invocaran todavía esta declaración. Balmes hace a sabiendas caso omiso de estas con­ fusiones y procura hábilmente citar las palabras del clásico orador sagrado ateniéndose exclusivamente a su sentido. Pero (11, 36) para las cuestiones políticas recomienda tener a mano preferentemente los escri­ tos de Santo Tom ás y de la escolástica, en lugar de los de Bossuet, de Maistre y de Bonald, y dice que en las concepciones de Bossuet hay “ puntos de la más alta importancia en que las opiniones del ilustre obispo sufren contradicción” (8, 46). El gran predi­ cador francés constituye una admonición para no confiar demasiado en la sola retórica y la palabra bri­ llante. En cambio, es altamente apreciado com o “ ver­ dadero fundador de la filosofía de la historia” (8, 319). D e hecho, El protestantismo sigue también el méto­ do del Discours sur Vhistoire universelle y su idea­ lizadora vision unidimensional. Ί : 45

H erbert A ù h ofet

Los principios de la concepción cultural anture­ volucionaria encuentran su más consecuente expre­ sión en el conde Joseph de Maistre (1754-1821). El derecho natural es idéntico al derecho divino positivo y de éste, de la gracia de Dios, proceden la legitimi­ dad y la soberanía políticas. El centro de gravedad de la cultura no reside en la libertad y el progreso, sino en la autoridad y la tradición. El valor supremo— com ­ pletamente independiente del hombre— es el orden. El prejuicio de clase resulta claramente perceptible : la riobléza es también por la gracia de Dios una “ pro­ longación de la soberanía” magnum Jovis incremen­ tu m . El Papa tiene el poder arbitral sobre los so­ beranos terrenos; por lo que toca a su poder dentro de la misma Iglesia, de Maistre, en vigorosa lucha contra la escuela de Bossuet y el sistema episcopalista, defiende la supremacía del Pontificado : el Papa es absolutamente soberano y por esta razón (por lo tanto, en virtud de leyes político-terrenas) infalible. Balmes no enjuicia explícitamente la teoría del Es­ tado y la idea de la cultura propugnadas.por de M ais­ tre, y también en este caso aduce citas que hablan contra el absolutismo y en favor de la libertad hu­ mana. Por su parte se adhiere a la doctrina de la supremacía del Papa, pero impugna detalladamente el aserto de que “ la infalibilidad en el orden espiri­ tual y la soberanía en el temporal son voces perfecta­

46

La sociología de Jaime Balmes

mente sinónimas” (contra el D ti P a fe, junto a mues­ tras de alto aprecio, habla de la falta de adecuados y profundos estudios teológicos: 9, 327). U n tradicionalismo todavía más intensamente es­ tático defendió el vizconde Louis de Bonald (17541840), a quien N apoleón .1 estimaba el más agudo e ingenioso representante del absolutismo. Frente al radicalismo de la revolución estableció un principio de autoridad único y umversalmente válido con refle­ jos trinitarios:

rey-gabinete-súbditos ;

todo sistema

político de gobierno debe buscar su modelo en el patriarcado familiar. El orden social es inmediata re­ velación positiva de Dios. El hombre es “ malo por na­ turaleza; bueno, sólo por la sociedad” 27. Balmes, en cambio, separa, cuidadosamente los do­ minios natural y sobrenatural que Bossuet, Maistre y Bonald tan desafortunadamente mezclaron ; y trae fundamentalmente la dimensión histórica, que ellos (sobre todo Bonald) dejaron perecer. Frente al repu­ dio de la técnica y de la ciencia modernas existe en Balmes una consideración radicalmente distinta (véasa c. V , 2, a). N o hace una crítica detallada de Bo­ nald 28. Sólo una vez habla de la “ poca exactitud” y 27 Oeuvres9 1817, t. iv, pág. 118. 28 Balmes; incongruentemente, tiene en alto aprecio la filosofía de Bonald e incorpora a su propio sistema la teoría del lenguaje r ^ostenida por este pensador. 47

H erbert

A u h o f er

el “ propósito de producir efecto” (14, 244). A l igual que Bonald, Balmes quiere también demostrar frente a Rousseau que la sociedad es cosa natural.

2.— EL POSITIVISMO DE MONTESQUIEU Y ROUSSEAU La revolución, el liberalismo y la burguesía pre­ tendieron hacer realidad el legado de M ontesquieu y Rousseau, los más destacados teóricos franceses de la política en el siglo

x v iii.

A m bos tienen un concepto

precoz, imperfecto, de la cultura; el uno, la envuelve en ropaje tomado de lo inconsciente y mecánico; el otro, la reviste de extraña paradoja dialéctica. Situándose en un punto de vista científico-natural y acomodándolo a la vieja teoría de las formas de go­ bierno, Montesquieu (1689-1755) ve todos los fenó­ menos de la cultura com o un sistema de fuerzas que se interfieren. La monarquía jurídica constitucional con la división de poderes es lo mejor en la línea de un progreso concebido al m odo técnico. El derecho público y la vida política están únicamente subordi­ nados a las exigencias del pensamiento racional ; la religión cuenta sólo com o momento táctico para la estimación y defensa de las leyes. J. J. Rousseau (1712-1778) es uno de los primeros en distinguir rigurosamente entre Estado y sociedad.

48

La sociología de Jaime Balmes

El primitivo contrato social, hecho para suprimir la continua inseguridad y la insuficiencia, condujo a la sociedad ; pero no llevó directamente al' régimen po­ lítico. En la mancomunidad política el individuo debe gozar d e todas las ventajas de la misma sin renun­ ciar a su libertad y autonomía. Es úna triste ironía de la historia que la lucha de Rousseau por la vuelta a la. naturaleza favoreciera una cultura y una civilizaciórí secularizadas y extrañas a aquella; su. lucha contra la sociedad y en favor de la libertad del hom ­ bre,/favorecerían el estatismo moderno; La Revolución francesa dio en la locura de querer llevar a la práctica la doctrina rousseauniana de que la asociación confor­ me a la naturaleza equivale al Estado ideal. Apartándose de estas teorías, Balmes vuelve a colo­ car al hombre y a la política bajo la soberanía de D ios; sin religión, com o factor esencial* no hay sociedad (véase c. V , 2 d). A la doctrina del contrato social contrapone la vieja .teoría cristiana de la sociedad., En particular ataca en M ontesquieu el espíritu anticris­ tiano de la época y la razón de Estado; en Rousseau, impugna m uy detenidamente la teoría del contrato, la “ anárquica doctrina” . de la libertad, la idea de tolerancia, y la hostilidad al celibato,: pero no la ac­ titud frente a la propiedad. “ Este es el emblema de la inteligencia sin moralidad” (11, 45). r\ 49 4

Herbert

A u h o f er

3,— EL SOCIALISMO UTOPICO

:

C on razón, pudo consignar Balmes ; “ Y o he sido uno de los primeros, en España que han ventilado extensamente las doctrinas socialistas y llamado la atención de los hombres pensadores sobre los males morales y físicos que la han producido” (32, 430). A

là verdad el socialismo sólo estaba en sus co­

mienzos. A

ellos dedica. Balmes una serie de siete

artíciilos en La Sociedad, en los que cita a Saint-Si­ mon* Fourier, Owen y Santo Tom ás M oro, pero no trata detenidamente más que de los dos últimos (sobre este punto, véase c. I V , '3).



Henri de Saint-Simon (1760-1825) fue probablemen­ te el primer sociólogo propiamente dicho y el primer pensador político que reclama para la economía, que es factor de vida, la posición dominante en la socie­ dad. Balmes no es víctima de este monismo* pero exige la sustanrividad de lo económ ico ; (véase c. V , 2 a). Balmes hace suyo ostensiblemente el pensamien­ to de Fourier (1772-1835) de asignar a cada uno su lugar en la organización del trabajo de acuerdo con sus inclinaciones, por supuesto, sin poner las pasiones com o base de las mismas ni permitir continuos cam­ bios de lugar. 50

La sociología de Jaime Balmes

Balmes tiene eon razón a Robert O w en (1771-1885) por el más importante de los socialistas contemporá­ neos 2?. O w en parte de los ensayos realizados en una fábrica inglesa de tejidos para deducir dé ellos el sis­ tema utópico de un comunismo patriarcal. A pesar de la distancia que separa al canciller in­ glés de los verdaderos socialistas y del respeto por la historia de su vida, la Utopía de Santo Tom ás M oró (1480-1535), que al parecer ocupaba intensamente los espíritus por aquel tiem po, experimenta también por parte de Balmes un terminante repudio. A unque re­ velan un profundo deseo social, son sólo “ los sueños de su imaginación” (11, 290). :

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4.— EL LIBERALISMO DE LAMENNAIS La vida de H . F. Lamennais (1782-1854) es la his­ toria de la trágica caída de un hombre que pasa1de absolutista a revolucionario socialista, de caudillo de la apologética y de la restauración católicas de Fran­ cia (hacia 1818) a escéptico y demagogo (desde 1834). ** “ Owen es el más interesante de los grandes uto­ pistas. Es quien con mayor claridad nos muestra el origen del moderno ideal proletario y quien más ha in­ fluido : sobre otros socialistas teóricos, especialmente, so­ bre Karl Marx y Friedrich Engels” (Sombart). 51

Herbert

A u h o f er

Sin embargo, su obra en el· campo de la historia del espíritu fue la lucha por la unión de Iglesia y pue­ blo, de Iglesia: y democracia. En relación con Balmes entra sobre todo en cuenta el período central de su labor creadora (1829-1833) : su arreglo con el Estado liberal.

.

A n te un. Estado absolutista y a la vez enemigo de la Iglesia, nutridos grupos del catolicismo francés se habían separado de la restauración creyendo encon­ trar en el/cam po de las ideas revolucionarias y en el liberalismo mejores aliados que en las doctrinas de Maistre y Bonald. La renovación católica que se abría paso por doquier no podía adelantar con la monar­ quía legítima de los Borbönes. La galicana église salariée era un instrumento del Estado y aun más sometido aun a él que un tiempo lo estuvo la Igle­ sia de Bossuet. Estos hechos, así com o la información recibida del extranjero llevaron también al burgués abate Lamen­ nais a romper con el realismo y convertirse pronto en jefe apasionado del “ catolicismo liberal” . C on su periódico de combate, “ L ’A venir” , situóse plenamen­ te, el ano 1830, en el terreno de las revoluciones de 1789 y 1830 y afirmó la ilimitada soberanía del pue­ blo y la tolerancia religiosa. Indudablemente, de la tolerancia' al indiferentismo, del liberalismo político al liberalismo com o concep­ 52

La sociología de Jaime Balmes

ción del universo, no hay más que un paso* El Papa 'León XII había condenado ya en 1826 el (“ toleran­ tismo” com o el peor de los errores de la época. El Papa Gregorio X V I (elevado al Pontificado en 1831), que a fines del siglo, anterior había escrito un libro en defensa de la constitución monárquica de la Igle­ sia y de la soberanía pontificia; no podía admitir en toda su crudeza las ideas del abate francés que había aparecido com o representante del catolicismo. Éstas fueron rechazadas por la encíclica Mirari vos de 1832 30 : la coordinación y el Estado indiferente se permitían sólo en países con diversidad de confesio­ nes y com o situación excepcional temporum ratione habita. Balmes defiende esta encíclica (6, 289), pero en el fondo sin suscribirla plenamente (véase c. V , 2 'b ). En El protestantismo (8, 47) somete a juicio las ex­ tremistas ideas de la libertad y revolución del La­ mennais de los últimos anos. En resumen dice de él: “ Este malogrado escritor empezó por deprimir la ra­ zón exaltando la revelación y acabó por deprimir la revelación exaltando la razón... El sistema del con­ 30 Una segunda encíclica, la Singulari Nos> se diri­ gía en 1834 contra el consentiment commun y la nue­ va obra intitulada Paroles d’un cwoyant, embriagada de espíritu revolucionario, ën la que Lamennais se separa­ ba de la Iglesia. r

53

H erbert

A u h o f er

sentimiento: com ún lleva derechamente al escepticis­ mo, y lejos de afirmar la religión la destruye” (22, 265). Balmes tiene que defenderse del reproche anónimo de ser en política un “ Lamennais español” , de quien se debe temer que lo¡ sea también en el dom inio de la religión (31, 296). M as-adelante (véase c. V , 2 b) expondremos detenidamente cóm o recoge por su parte el problema “ Iglesia y Estado” . / 5.— GUIZOT Y EL CONCEPTO DE CULTURA En su historia de la civilización, Balmes considera com o uno dé los capitales enemigos a F. P. G . Gui­ zot (1787-1874), representante burgués y conservador de la monarquía francesa de julio. C on la restauración desempeñó este cultísimo protestante cargos decisivos de gobierno desde 1814 a 1820 y desde 1832 a 1848, siendo ministro de Instrucción Pública, de Asuntos Exteriores y, por último, Primer Ministro. Hízose muy impopular sobre todo por su oposición a la li­ bertad de prensa y al derecho universal de sufragio, y sü política obstinada y a la vez intrigante y débil fué una de las causas principales de la revolución d e febrero de 1848. Guizot desarrollaba esta política desde la cátedra (desempeñaba la de Historia en la 54

La sociología de Jaime Balmes

Sorbona) y no es casualidad que el partido de que era uno de los miembros fundadores se llamara 4‘doctri­ nario’*. T enía com o programa el constitucionalismo, es decir, un régime mixte basado en una teóría científica del Estado : une monarchie entourée d’ins­ titutions

républicaines. Guizot

eraí monárquico y

afrontaba la democracia con repugnancia 313 2; aprecia­ ba la monarquía com o “ personificación” de uña vo­ lonté générale32 ;·\ mas se volvía < tanto contra’ la exigencia de absolutismo por parte de la institución real com o contra lá soberanía racional del pueblo 33. Verdad es que aceptaba las conquistas liberales de la revolución; pero despreciaba a ésta y en general toda medida de violencia (su padre había sido guillotinado en N im es el año 1794). A ¡ fuer de “ tóry” burgués, com o se llamó a sí mismo en una ocasión, aspiraba a unir la Francia revolucionaria con la tradición y la historia, y reconciliar la burguesía con la nobleza so­ bre la base de la constitución. Protegiendo económi­ camente a las capas sociales superiores, debía crearse,

31 “ Il est impossible qu’il n’y ait pas entre la natu­ re de la roÿàuté et la nature, soit de l’homme indivi­ duel, soit de la société humaine, une profonde et puis­ sante analogie.” {Histoire de la civilisation en Europe, Paris, 1846, pág. 242.) 32 O. c., pág. 244. 33 O. c., pág. 398. 55

H erb ert A ah o f er

según el modelo ingles, una1 aristocracia de propieta­ rios. E l .gran problema de la nueva sociedad, “ el dominio sobre las mentes” , ha de resolverse mediante la. educación sistemática.

'

1

G u izot/fué durante toda su vida un calvinista or­ todoxo, que se crió en Ginebra y todavía por los años 1873-1874 consiguió· del sínodo de la iglesia reforma­ da la exclusión de los protestantes liberales.. Guizot contrajo algún mérito en el campo de là investigación: y recogida de fuentes históricas, fue una de las figuras principales de la historiografía pfagmática y un ágil escritor. ' Sin embargo, el Estado total de ique Guizot, com o ministro de Instrucción Pública no se desprende, no está ya al servicio de sí. mismo. Guizot tiene-un con­ cepto verdadero y auténtico de la cultura. H a com ­ prendido mucho antes que Búrckhardt rel elemento democrático de la Edad M edia y del Renacimiento; del siglo XVIII dice:

“ El verdadero soberano f ü é la

razón humana” 3*. La libertad del espíritu es, a pe-, sar de todo, el concepto central de que la cultura C om o fruto de sus lecciones de historia apareció en 1828 la Histoire de la civilisation en Europe, tra­ ducido al español nueve años después. N o sabemos3 4 34 O. c., pág. 285. 56

La sociología de ]aime Balmes

si fueron precisamente esta obfá y su autor quienes abrieron a Balmes el panorama de la historia y la so­ ciología de la cultura. Balmes dice de sí mismo que ya antes llevaba en su mérite el contenido de una obra hisüórico^rultüral. En todo caso G uizot füé el estímulo externo para llevar al papé! dicha obra dé la que Balmes afirmaba “ ser su sueño, su esperanza y su ideal en este m undo” 35. Pero E l Protestantismo comparado con el Catoli­ cismo e n 1sus relaciones con la civilización europea 363 7 es bastante más; que una polémica con Guizot. Re­ corre la historia sólo, en su dimensión religiosa y se dirige únicamente contra una de las tesis del calvi­ nista francés : éste pretendía presentar la Reforma com o

un

grand

elan

d e 1 liberté

de

Γesprit

hu­

main 27, com o un despliegue de la razón humana y dé la libertad, cuya consecuencia era la liberación del ' espíritu y además el desenvolvimiento ulterior de la ; cultura científica y moral. Balmes le opone la tesis ; de la benéfica actividad que en orden’ a la cultura, el progreso y la libertad ha desarrollado el catolicis-

ss Citado en: Weinand. Art. Balmes en el Stáatslexikon, 1908. 36 Aparecido simultáneamente en español y francés eil lös años 1842-1844. La primera edición alemana es de 1861. 37 O. c., pág. 328.

57

H erbert A u h o f er

mo a través de los siglos. H e aquí reproducido con sus mismas palabras un resumen de sus concepciones:

“ Antes del protestantismo la civilización eu­

ropea se había desarrollado tanto com o era posible; el protestantismo torció el curso dé esta civilización y produjo males de inmensa cuantía a las sociedades modernas; los adelantos que se han hecho después del protestantismo no se han hecho por él,, sino a pesar de él” (8, 325). A ambos sistemas son comunes una serie de ras­ gos fundamentales, aunque en conjunto han sido más nítidamente destacados por; Balmes. La cultura es el fin de la sociedad humana y consiste en su perfección 38. Tiene tres elementos constitutivos : bienestar material y desarrollo intelectual y moral ; únicamente el conjunto de los tres constituye la cul­ tura. 39. Esta ha de estar peraltada por la religión 40. La economía es un factor de vida; en ello se basa el progreso de la sociedad burguesa 41. Balmes comparte también con Guízot el menosprecio a la opinión pu38 O. c., págs. 7 y 13. 89 O. c., pág. 16. Verdad es que el elemento ético en Guizot ca$i desaparece. 40 “ Les sociétés ne contiennent pas l’homme tout entier, il lui reste là plus noble partie de lui même, ces hautes facultés par lesquelles il s’élève à Dieu” (o. c., pág. 24). 41 O. c., pág. 15. 58

La sociología de Jaime Balmes

blica. Para ambos autores la filosofía de la historia termina en una teología de la historia 42*. Ciertamente estos paralelismos no pueden hacer olvidar las diferencias fundamentales de la Historia y de El protestantismo. Guizot ve siempre la cultu­ ra, cuyo desenvolvimiento en Europa considera* en­ carnada en el Estado y la ordenación política 43 y la investiga

preferentemente

con

categorías

jurídico-

políticas 44. (A u n a la Iglesia contempla ante todo com o ente político, en el que se trata de orden ju­ rídico, soberanía y legitimidad). La importancia del cristianismo es grande, pero sólo particulár e indi­ recta 45. La libertad es herencia de los bárbaros 46 ; el camino de la cultura es el camino de la libertad con­ tra el despotismo de la Iglésia 47. El progreso deri42 0 . c., pág. 295 sigs. 4S “ J’ai indiqué, comme éléments fondamentaux de notre civilisation, le régime municipal, le régime féo­ dal, la royauté et l’Eglise” (o. c., pág. 122). 44 “ Dans la société, l’ ádministration est le grand mo­ yen d’y parvenir, de rapprocher, de cimenter, d’unir des éléments incohérents, épars” (o. c., pág. 386). 45 grande et salutaire influence sur l’ordre inte* lectuel et moral, influence plûtot fâcheuse qu’utile sur l’ordre politique...” (o. c., pág. 170). 46 ‘*Le sentiment de l’independence personelle, le goût de la liberté: c’est par les Barbares qu’il a été im­ porté et déposé dans le berceau de la civilisation mo­ derne” (o. c., pág. 59). 47 “ C’est la liberté humaine qui résiste à la religion 59

H erbert A u h ofer

9 va del desenvolvimiento de la libertad individual, de la burguesía y de la constitución; fin perenne de la cultura es la liberté, la manifestation et ΐ action simultanées de tous les intérêts, de tous les droits, de toutes les fo rces48. Tam bién para Balmes es la cultura objetiva y sub­ jetiva fin y tarea de la sociedad humana; pero el filó­ sofo de V ieh rechaza la concepción del Estado com o valor cultural supremo o aun com o mero instrumen­ to de/cultura. Considera a ésta puramente en el des­ pliegue de sus propios elementos : económico-social, intelectual y ético. Para él, el desarrollo ascensional en este triple aspecto y el desenvolvimiento de la li­ bertad y del progreso se deben al imperio de la reli­ gión católica. N o es lícito separar la libertad de sus vínculos éticos. Las visiones unilaterales y falsas interpretaciones históricas son numerosas en ambos autores, aunque siguen distinta dirección. Serla enteramente erróneo querer extraer exclusiva o 'predominantemente de El protestantismo el sistema de la sociología balmesiana. El carácter simplista de su concepción histórico-cultural no conduce en m odo alguno a un monismo socio­ ét qu’elle veut vaincre” (o. c., p. 169). “ Ce que l’Eglise entreprenait de gouverner c’était la liberté humaine” (o. c., pág. 141). 48 O. c., pág. 372. 60

La sociplogta de Jaime Balmes

lógico en el conjunto de la obra y los juicios socioló­ gicos equivocados de dicho libro hemos de cargarlos en la cuenta del ímpetu apologético.

6 .— DONOSO CORTES

A unque en este caso no existe ninguna influencia, séanos permitido aquí confrontar nuestro autor con otro contemporáneo mas célebre aún: Donoso Cor­ tés (1809-1853). El período verdaderamente impor­ tante de su actuación no empezó hasta ¡1848, después de la muerte de Balmes; de no ocurrir así, el juicio de éste sobre el marqués de Valdegaiúas - habría sido distinto.

i

Balmes habla de él pocas veces. Le celebra ¡“ su brillante imaginación, originalidad de estilo y riqueza de lenguaje” ; pero le reprocha “ la falsedad filosófica e histórica” que “ en vez de un magnífico retrato'no hacía más que una excelente caricatura* (27, 226, 231, 236). D e uno de los discursos del “ orador ex­ céntrico** decía que su argumentación era “ no más que un sofisma” . “ Aparece en el mundo político como un astro errante y solitario, que recorre una órbita diferente d e todos los demás** (28, 219). Balmes y D onoso tienen una sola cosa com ún: la causa que defienden. A m bos luchan contra la re-

61

H erbert Á uh of er

vólución, combaten por la tranquilidad y seguridad de la sociedad política, por el orden político y social, por la cultura cristiana. M as con todo eso son espí­ ritus de caracteres casi opuestos, fundamentalmente diversos, por su procedencia, educación, vida y m odo de pensar. Balmes es el catalán burgués, racionalista, conciliador, ajustado a la realidad, que todo lo explica poco a poco y en forma fácilmente inteligible, que no quiere/ deslumbrar, sino convencer. Donoso es el no­ ble extremeño escéptico, fogoso, “ intransigente” 49, que íleva todavía en la sangre todo el ímpetu de los hombres de su tierra y de sus antepasados 50, brillan­ te orador y polemista que arrebata, pero no siempre convence, Tertuliano del siglo XIX, Kierkegaard espa­ ñol, uno de aquellos espíritus mesiánicos y anticríticos que en las décadas posteriores aparecieron todavía rei­ teradamente. Donoso, influido por los tradicionalistas franceses mencionados, hace retroceder m ucho los límites que separan el conocimiento racional y la fe ; Balmes lleva la ratio hasta m uy adentro del dominio religioso. D o- *5 9 49 S u á r e z , F., En “ Arbor” , 1949, N.° 41 (extraor­ dinario dedicado a la revolución de 1848). 59 Ramón Carande ha comprobado el hecho, socio­ lógicamente muy interesante, de que la mayor parte de los colonizadores de América fueron pastores trashu­ mantes de Extremadura (véase Saeculum, “ Jahrbuch für Universalgeschichte” [Spanien-Heft], 1952, II).

62

La sociología de Jaime Balmes

noso enfrenta com o opuestos inconciliables la “ cul­ tura católica” y la * cultura filosófica” 51 ; en cam­ bio, para el filósofo vicense que separa nítidamente las esferas natural y sobrenatural, la conciliabilidad está fuera de duda,


άνβρώχω Satfxov. 82

La sociología de Jaime Balmes tades del modo que corresponde a su naturaleza' (20, 239). “ Podría escribirse una obra de los talentos com­ parados, manifestando las profundas diférencias" (15, 24). “ Si hubiese un medio seguro de descubrir las disposiciones particulares de cada uno, no es posible decir hasta qué punto se multiplicarían las fuerzas de la humanidad” (14, 222). Cada cual ha de dedicarse a la profesión para la que se siente cori más aptitud (15, 23). Debe perfec­ cionar y cultivar ésta forma del saber puesta en él. “ La perfección de las profesiones depende de la per­ fección con que se conocen los objetos de ellas” (15,12). La cultura y con ella la sociedad, dependen de las profesiones y de su aportación. Hasta la noción de profesión equivale al concepto originario y pre-teorético de cultura: servicio a la totalidad y para la totalidad. “ T od o lo que está en contacto con las necesidades del hombre progresa, s

de aquélla sino com o instituciones pú. »» cate . Jaime Balmes (14, 208.) Toda unión social se establece por alguna necesi­

dad de la vida (Aristóteles, Santo Tomás). “ En el mundo moral como en el físico nada sucede sin

83

Herbert Auhofer causa: los partidos, las facciones, las pandillas mis­ mas no nacen sin ningún principio de fermentación... según los elementos que están en combinación y las circunstancias en que se hallan, pero siempre ante­ riormente al nacimiento de los partidos, de las faccio­ nes y pandillas” (28, 12). Este “ principio de fermen­ tación ’ son las diversas necesidades del hombre. “ Lo que mueve al hombre, lo que le estimula para obrar, lo que le comunica actividad y energía, cual se nece­ sitan para consumar grandes hechos políticos, es aque­ llo que /le afecta de cerca, que está en continuas relaciones, en contacto con su existencia. Es a veces una idea grande que le señorea y sojuzga, que le señala su destino; es quizá un interés material que se le ofrece com o el único recurso para satisfacer sus necesidades; será un tenor de vida en que pueda hacer más amplio y libre uso de sus facultades o que sea más conforme a sus gustos e inclinaciones” (23, 106). “ Las concepciones de la cultura y de la vida no pueden determinar el curso de aquéllas sino com o instituciones pú­ blicas” . A lois D em p f 75. Las disposiciones y necesidades humanas se tradu75 Kulturphilosophie, pág. 102.

84

La sociología de Jaime Balmes cen en instituciones. Balmes habla de instituciones donde “ ni divisarse pueda, ni en su nacimiento ni en su progreso, el pensamiento o la mano del hom ­ bre” (por lo tanto la formación de instituciones se ha llevado a cabo por necesidad natural y no por un “ contrato social” ), de instituciones que “ han brotado de las mismas necesidades y al estímulo de éstas han debido su desenvolvimiento” siendo en parte “ obra de la religión” , en parte “ obra de algún legislador” , en parte “ magnífica personificación de la razón y de la justicia” , en parte “ eco de los intereses” (11, 101; 8, 152, 132). “ El orden natural en la vida de las ideas es primero aparecer, en seguida difundirse, lue­ go realizarse en alguna institución que las represen­ te y, por fin, su influencia sobre los hechos obrando por medio de la institución” (6, 179). “ Toda

idea

necesita

realizarse en

¡ una institu­

ción” (6, 182). En forma análoga a Guizot 76, Balmes pide en muchas ocasiones que se , creen y con­ serven instituciones sociales intermedias, “ la sólida garantía de la tranquilidad” (23, 134). “ La asociación es una condición indispensable para el progreso..., (en ella) las fuerzas no se suman, sino que se mul­ tiplican,

y

a veces

la

multiplicación

no

puede

expresarse por la ley de los factores ordinarios’* (20, 76

G u iz o t , M., O. c., pág. 392.

85

Herbert A uhofer 278-279). “ Las sociedades modernas han adquirido un fondo inagotable de movilidad: las instituciones fijas y robustas son, pues, más necesarias que nun­ ca” (14, 206) 77.

“ A todo grupo corresponde una es­ pecífica conciencia social” . '

-

/ /.

A lois D em p f 78.

La posición social y las disposiciones y necesidades que son su fundamento definen la conciencia social tanto en lo positivo com o en lo negativo. “ C om o el hombre no puede dejar de respirar el aire que le ro­ dea, tampoco puede substraerse al influjo de la so­ ciedad en que vive” (2, 140). “ La educación, los maestros, las personas con quienes vivim os'd e con­ tinuo o tratamos con más frecuencia, el estado o profesión y otras circunstancias semejantes contribu­ yen a engendrar en nosotros el hábito de mirar las cosas siempre bajo un mismo aspecto, de verlas siem­ pre de la misma manera” (15, 155). Esta conciencia 77 “ Las sociedades libres, contribuyendo al desarro­ llo de la persona humana [ ...] , procuran también una mejor adaptación de la vida social a todas las necesi­ dades” ( Código socicd de Malinas, núm. 185). 78 Theoretische Anthropologie, pág. 108.

86

La sociología de Jaime Balmes de grupo encuentra su exageración en las ideolo­ gías (véase c. IV , 3). b)

Estamentos dominantes. Clases productivas. “ El problema social ha nacido de la economía,

pero ha perturbado com ­

pletamente el orden social en todas las esferas de la vida” . O.

V.

Nell-Breuning S. J. 79

Balmes no distingue todavía conceptualmente entre estamentos com o “ grupos profesionales que ocupan un lugar jurídicamente fijado en el sistema de las profesiones” 80 dentro de una sociedad enteramente jerarquizada, com o comunidades operativas que se sienten responsables del todo en la acepción del concepto pre-teorético de la cultura, y clases3 en cuan­ to grupos productivos radicalmente hostiles, colocados en una sociedad desintegrada en la que el único m ó­ dulo son las categorías económicas. Hace un siglo la situación social aparece todavía demasiado afecta­ da por el proceso de transición cuando se la compara con la situación de épocas posteriores en que el esta­ mento vino a ser cada vez más un mero nombre 79

80

Wörterbuch der Politik, IÍI? 4. e m p f , A., Kulturphilosophie, pág. 54.

D

87

Herbert Auhofer colectivo y fue superado largamente en solidez y fuer­ za organizadora por su contrario: la clase. Sin em­ bargo, Balmes previo esta evolución. “ Todas las clases que han alcanzado riqueza, co­ modidades, honores, influencia y predominio en los negocios de la sociedad han recibido estas ventajas y prerrogativas com o una especie de compensación de los beneficios a ella dispensados, y tan pronto com o olvidarqïi las causas de su elevación y el objeto a que ésta debía servir comenzaron a enflaquecerse y al fin perecieron” (13, 124). “ Toda clase que no cumple con su instituto perece; éste es el orden natural de las cosas” (11, 79). Tras el ocaso del feudalismo, nuestro autor ( l l , 75 sig.) distingue en su tiempo las siguientes clases : la nobleza, la clase media, y la proletaria. “ La superioridad de inteligencia y fuerza es lo que da a las clases seglares importancia social y política; cuando la dicha superioridad dejase de hallarse en la nobleza, ésta debía decaer” (8, 94). *La nobleza es conscientemente separada del clero y de la realeza: “ La nobleza no podía compararse con la monarquía ni el clero, ya que no es dable encontrar en ella la expresión de ninguno de los altos principios repre­ sentados por aquélla y por éste... N o envolvía nin­ guna relación esencial e inmediata con las grandes necesidades sociales; pertenecía demasiado al derecho

88

La sociología de Jaime Balmes meramente positivo, humano, para que pudiera con­ tar con larga duración, y lisonjearse de salir airoso en sus pretensiones y exigencias... Podría ser reem­ plazada por otra, com o en efecto lo ha sido” (8,93-94). Rendimiento y

méritos, no cuna y privilegios son

los axiomas, de la nueva sociedad: “ ¡Paso à los me-

jores! ; Desde entonces la clase media, es decir, “ el co­ mercio, la industria y las profesiones liter arias” (23, 267), “ ejerció por sus riquezas y por su ilustración poderosa influencia” , en hondas revoluciones “ ha figurado com o agresora y se ha pulverizado todo linaje de privilegios; pues desde entonces la rique­ za ha venido a ser el único blasón” (11, 75 sig.). Surgió la “ aristocracia del oro” . La “ riqueza del po­ der” fue reemplazada por el “ poder de la riqueza” (Sombart, Scheler) 81. Esta nueva capa social, “ pro­ piamente hablando, no tiene el carácter de clase; no hay más que un conjunto de familias que salieron ayer de la oscuridad y de la pobreza, y que mar­ chan rápidamente a hundirse allí mismo de donde salieron” (7, 169). “ La rivalidad entre las clases pobres y las ricas, no es un hecho peculiar de nuestra época, sino general a

81 S c h e l e r , M., Die Wissensformen und die Gesell­ schaft% Leipzig, 1926, pág. 199. 89

Herbert Auhofer todos los tiempos y países ; sólo que en la actualidad la discordia es más ruidosa, a causa de la mayor li­ bertad que se disfruta... El pobre no descubre entre él y el rico ot¡ra diferencia que la del oro; extendiéndo­ se su vida por los distintos órdenes que forman la jerar­ quía social, salta a sus ojos que las gradaciones que en ella existen dependen únicamente del oro; y está se­ guro, que si mañana un golpe de próspera fortuna le proporciona en abundancia ese precioso metal, pasaría de repente, sin preparación, sin títulos de ninguna es­ pecie, de la clase más inferior a la más encumbra­ da” . La nueva sociedad burguesa está constituida ex­ clusivamente por riqueza y gradaciones económicas. Entre el proletariado y la nueva capa social que domina mediante Sus riquezas “ la separación va ha­ ciéndose cada día más profunda” , merced al aumento del pauperismo, que amenaza tragarse las sociedades modernas (11, 77). El problema social, en el sentido específicamente moderno de los términos, se ha des­ arrollado com o problema fundamental de la sociedad, aunque aún no con la misma virulencia en todos los países. Este problema básico ha de resolverse a par­ tir de nuevos datos; Balmes no piensa de ninguna manera en una vuelta a la antigua sociedad organiza­ da en estamentos (sobre este punto véase c. V , 2 a.).

90

La sociología de Jaime Balmes

c)

Factores reales e ideales. Suprernacía d el es­

píritu, “ Las ideas, sean de la clase que fueren, adquieren poder y posibilidad de eficacia sólo donde se com binan con intereses, impulsos y tendencias” . M a x Scheler 82. “ ¿Queréis apreciar la fuerza de una situación? V ed qué ideas y qué intereses representa.” “ Ideas” e “ intereses” : es decir, dialéctica, coordinación de fac­ tores ideales y reales en la sociedad, la cultura y la historia. Balmes acaba con todos los monismos idea­ listas y naturalistas. La supremacía y la soberanía se encuentran en el espíritu : “ Los hechos suelen ser la expresión de las ideas;

aquellas son el cuerpo, éstas el alma. Las

leyes y las instituciones cuando no llevan en su seno ideas vivificantes mueren, cediendo su lugar a otras, fruto de nueva semilla” (23, 15). “ La revolución fran­ cesa alcanzó dimensiones tan colosales y produjo tan inmensas consecuencias porque las doctrinas filosófi­ cas habían hecho grandes estragos durante un siglo, porque antes dé consumarse la revolución en los he82 Ibidem, pág. 7. 91

Herbert Auh ofer chos se había consumado en las ideas” (24, 97). “ N in ­ gún partido puede vivir de solos intereses; su vida necesita principios, y , los principios dignos de este nombre no son sino grandes verdades” (28, 302). En definitiva, sólo adhiriéndose a la supremacía del espíritu es posible impulsar una sociología exis­ tencia! y aun normativa. E l protestantismo es tam­ bién una prueba única de dicha supremacía:

la

cultura es esencialmente obra de la religión. Sin embargo,

una consideración exclusivamente

ideal de la cultura no conduce a la meta. Las ideas deben apoyarse en una necesidad natural, en intereses y en una institución que las realice. “ M u y dolorosa experiencia nos ha demostrado una verdad : que ningún poder será fuerte en el orden político si no tiene una fuerza propia en el orden social, una fuerza anterior a las leyes, independiente de ellas, que nazca de la naturaleza del poder mis­ m o” (25, 57). “ El error fundamental en España ha sido muchas veces querer introducir doctrinas y sis­ temas que estaban en abierta oposición con todo lo dominante, sin ■que hubiese precedido ninguna clase de disposiciones preparatorias.” “ Si queréis compren­ der a fondo una situación indagad todavía más a fondo qué intereses juegan y cuál es su posición res­ pectiva” (24, 288). “ Las enconadas rivalidades (en92

Lasociología de Jaime Balmes tre las .clases) eran inevitables hasta cierto punto, pues que tenían su origen en la oposición de los respectivos intereses” ' (8, 168). “ Para comprender completamente el influjo de la inteligencia sobre la civilización conviene bbservar que será m uy poca su eficacia si no procura herma­ narse con algunos intereses que sean poderosos en la sociedad... La inteligencia dirige, pero no ejecuta, es la cabeza que necesita el brazo” (11, 41). Este es, expresado casi textualmente con genial anticipación, el mismo pensamiento que Scheler formula así ochen­ ta anos más tarde: “ D onde las ideas no encuentran ninguna clase de fuerzas, intereses, pasiones, impul­ sos, ningún género de “ explotación” de las mismas, objetivada en instituciones, dichas ideas carecen de importancia en la realidad histórica... El espíritu pue­ de prestar solamente dirección y* gobierno” 83.

83 Ibidem, pág. 31. A la verdad Scheler acaba exage­ rando de modo naturalista hasta afirmar la impotencia del espíritu: “ El espíritu en cuanto tal no tiene tam­ poco primordial y originariamente ni sombra de “ fuer­ za” o “ eficiencia” para dar el ser a sus contenidos” (Ibidem, pág. 6). 93

Herbert Auhofer

3.— CRÍTICA DE LAS IDEOLOGIAS. PARTIDOS “ Si en el espíritu humano no hubiera de hecho ninguna instancia que pudie­ se elevarse por encima de las ideolo­ gías de clase y de las perspectivas de los intereses, todo posible conocimiento de la verdad sería un engaño” . M a x Scheler 84. El vocablo

“ ideología”

conservaba aún por los

tiempos d e Balmes y en el ambiente intelectual de éste, el sentido originario de “ doctrina general de las ideas” , tratada también por él com o «disciplina filo­ sófica (21, 97, sigs.). Sin embargo, nuestro filósofo conoció ya el significado del concepto “ ideología” en su acepción actual desarrollada desde M arx. A unque Balmes no llega a abrir nuevos horizontes, com o hace Donoso Cortés, ha realizado prácticamente la crítica de la ideología en amplia medida: El concepto de

ideología

com o

“ aquellos

prejuicios

de

clase

que se forman involuntariamente con la estrechez de conciencia de una posición profesional, o de clase” 85

84 Ibidem, pág. 296. D em pf , A., Kulturphilosophie, pág. 49.

85

94

La sociología de ]aime Balmes lo extenderemos por razones de conveniencia a los disfraces mentales — conscientes o inconscientes— de todas las ppsiciones determinadas por intereses que de alguna manera se dirigen al dominio social en sentido m uy amplio. Además parece oportuno aludir aquí a la crítica de los partidos. “ T o d o cuerpo tiene tres dimensiones:

quien no

atienda más que a una no se forma idea del cuerpo sino de una cantidad que es m uy diferente de el. T o ­ mad una institución cualquiera, la más justa, la más útil que podáis imaginar; proponeos examinarla bajo el aspecto de los males e inconvenientes que haya acarreado :

su historia resultará repugnante, negra,

digna de execración. Dejad que un amante de la de­ mocracia os pinte los males; e inconvenientes de la monarquía y los vicios y crímenes de los monarcas ; ¿ qué parece entonces la monarquía ? Pero a un aman­ te de ésta dejadle que a su vez pueda retrataros la democracia y los dem agogos;

¿qué resulta entonces

la democracia?” (6, 248). “ En nuestra época casi no es dable abrir una obra sin que desde luego se trasluzca en cuál de los parti­ dos militantes está afiliado el autor ; m uy raro es, si sus ideas no llevan el sellp de una pasión o no sirven de bandera a particulares designios” (7, 211). “ ¡Tris­ te condición de las ideas en la época actual al verse convertidas en instrumento de intereses > careciendo 95

Herbert Auhofer así de la libertad de campear en el terreno de la dis­ cusión con independencia e hidalguía ! ”

(11,110).

“ Se deja a un lado la verdad, y soló se mira el uso a que pueden servir. Es el principio utilitario aplica­ do a las ideas” (11,113). “ Cuando el corazón necesita una doctrina, el en­ tendimiento se la presta, aunque sea fingiéndola” (14, 205). “ La cosa es m uy sencilla : los encargados de la propagación de ciertas ideas, de la conservación, proteccióh y fomento de ciertos intereses, juzgan que les es conveniente esta o aquella forma política, este o aquel sistema político, y en consecuencia los en­ salzan, los proclaman y procuran de todos modos establecerlos y asegurarles predom inio... La cuestión en la superficie es política, pero en el fondo es social” (23, 101). “ La cuestión dominante no es la de for­ mas políticas, sino la de creencias e intereses" (25, 365). Las circunstancias políticas, enteramente distintas en los diversos países, ofrecían suficiente material in­ tuitivo para las ideologías de los círculos católicos, y Balmes no se detiene tampoco ante esta crítica. “ U n hombre católico se hará monárquico si ve que la m o­ narquía favorece la religión; y se inclinará a la li­ bertad política o tal vez se convertirá en ardiente partidario de la democracia, si sólo en esta encon-

96

La sociología de Jaime Balmes trare garantías de la conservación y prosperidad de la religion que acata” (25, 371). Balmes descubre la inconsecuencia del liberalismo político. Es “ la conductá de los revolucionarios de todas clases, tiempos y países: quieren echar al sue­ lo el poder existente para colocarse ellos en su lugar” . Las ideologías sirven también para este fin; pero su cambio ocurre simultáneamente con toda nueva for­ mación sociológica. “Sépase, pues, para no olvidarse jamas, que aquellos hombres proclamaban el prin­ cipio del libre _examen sólo para escudarse contra la legítima autoridad; pero que en seguida trataban de imponer a los demás el yu go de las doctrinas que ellos se habían forjado” (5, ^6). Los partidos que luchaban enconadamente a prin­ cipios del siglo XIX lo eran todo menos propensos a creer en un orden resultante de este sistema político: “ Los partidos procuran presentar los objetos bajo el aspecto que les fuera más conveniente; por desgra­ cia, vivimos en una época en que las ideas y los he­ chos se aprecian, no por su verdad, sino por su uti­ lidad”

(32,

111).

“ Los

combatientes

[partidos

políticos] están interesados en desfigurar la situación propia y la de sus adversarios ; a propósito levantan polvareda para ofuscarse recíprocamente la vista y 97

7

Herbert Auhofer oscurecer la de los espectadores” (24, 114). “ Los par­ tidos dominantes, cuando quieren legitimar sus ar­ bitrariedades, suelen decir que sus adversarios están fuera de la ley” (32, 49). “ Estricta legalidad; fiel, rigurosa observancia de la ley, dicen; éste es nuestro único remedio” . ¿D e qué leyes habláis? ¿D e las que hagáis vosotros? Vuestros adversarios afirman que esas leyes son violencia. ¿D e las que hagan éstos? Vosotros diréis otro tanto. ¿D e las que forme un poder elévado

sobre ambos?

Pero ese poder

no

existe; ¿1 poder sois vosotros, que empuñáis alter­ nativamente las riendas del mando.

¡Vanas ilusio­

nes! Triste condición de los tiempos agitados por las tormentas revolucionarias, que se hayan de des­ acreditar en ellos las palabras más hermosas y hala­ güeñas” (25, 65).

'

Partido dice “ pars” , dice ser parte y renunciar a la exigencia de totalidad. “ N inguno de los, partidos ac­ tuales encierra las condiciones necesarias, no sólo para hacer la felicidad pública, mas ni aún para sostener la tranquilidad por largo tiempo, porque ninguno de ellos encierra toda la vida de la sociedad” (29, 41). “ El gobierno no será posible hasta que se consiga que unos u otros renuncien a sus opiniones, a sus pasio­ nes, a sus intereses, o que vivan en paz y armonía elementos que naturalmente se rechazan (27, 64).

98

La sociología de Jaime Balmes

Política significa siem pre, compromiso y

los par­

tidos políticos reproducen en cifra cóm o çn el orden social total se juega la integración de las pluralidades sociales y de su dialéctica (véase c. V II). “ Reunir los elementos buenos de todos los partidos; resolver por los medios justos y prudentes las cuestiones que tie­ nen en agitación los intereses..* : esto es lo único que nos puede salvar” (30, 317). A pesar de que la historia del socialismo no estaba sino jnuy en sus comienzos, Balmes legó sobre su futuro unas palabras proféticas: “ Se equivocaría grandemente quien considerase a estos novadores com o despreciables fanáticos que, víctimas de una ilusión exagerada por el orgullo, pa­ san y desaparecen sin dejar tras de sí ninguna huella. Es cierto que ni se han planteado ni pueden plan­ tearse los sistemas que ellos propalan; que sus doc­ trinas se mantienen por ahora, y probablemente se mantendrán por m ucho tiempo, en la esfera de sim­ ples teorías; mas la semilla que ellos arrojan al acaso se deposita en tierra que la recoge con avidez, quizá para fecundarla el día que la Providencia quiera des­ encadenar sobre el m undo desconocidos y espanto­ sos trastornos” (11, 215). El socialismo es para Balmes “ aquella escuela que se propone destruir el orden social existente, consti99

H erbert A u h o f er

mirlo söbre nuevas bases y arreglarlo' con diferente norma” . Habla de “ aquéllos que rio viendo e n 'e l hombre más que cuerpo'' y pasiones, prescindan de todo principio religioso y m oíal;! desprecian la tradi­ ción de los siglos y no atienden en la reorganización de la sociedad; sino a las inspiraciones de su orgullo” (11, 215, 290). Sin duda hay que reconocer plenamente sus exi­ gencias/justificadas, “ una vez desatendidos los princi­ pios de justicia y reconocidos únicamente los de con­ veniencia,

apreciada conform e

al

juicio

del más

fuerte” . “ Menester es confesar que el aspecto de la sociedad dista mucho de ser satisfactorio, que todavía ofenden desigualdades monstruosas” (11, ’ 220 sig.). Pero frente a estos problemas el socialismo rio es la solución apropiada. A l principio en virtud de las reglas políticas de la ideología se adherirá necesaria­ mente al ideario liberal y democrático; pero al fin ambos errores, liberalisriio y socialismo no pueden menos de llevar al absolutismo 86. Balmes vislumbra ya de alguna manera la so teleo­ logía intramundária del socialismo extremo posterior y 86 A la misma conclusión llegó también Ketteler y la historia ha dado la razón a ambos. “ El padre [del so­ cialismo] educador es el liberalismo; y su heredero, el bolchevismo” (P ío xi, Quadragesimo Anno, 1931).

100

La sociología de Jaime Balmes

piensa que una de las razones de su nacimiento fue “ ese profundo malestar, esa inquietud febril que traba­ ja los ánimos, después que se han hundido en ellos las creencias religiosas y se ha arrebatado al triste mortal esperanza de mejor vida más allá del sepulcro” (11, 216). “ En el apartamiento de la fe, el acto religioso se traslada a una esfera inadecuada para él” 87. “ La sociedad, si no es religiosa, será supersticiosa, si no cree cosas razonables' las creerá extravagantes, si no tiene una religión bajada del cielo la tendrá forjada por lois hombres” (5, 163). “ U n nuevo carácter pre­ sentan los reformadores modernos, y es el dar a sus sistemas un tinte religioso, muy propio para deslum­ brar y para engendrar el fanatismo” ( l l , 81). Scheler, ochenta años más tarde, há expresado el mismo pensamiento en frase lapidaria : “ T od o hombre tie­ ne o ,u n Dios o un ídolo” 88.

87 M üller -A rmack , A., Das Jahrhundert ohne Gott, Münster, 1948, pág 55. 88 Schriften zur Soziologie und Weltanschauungsleh­ re, Leipzig, 1923, sigs., t. III, yol. 1, pág. 36. , 1 01

V.

SOCIOLOGIA

ESPECIAL

1 .— LA FAMILIA, COMUNIDAD PREVIA A TODA SOCIEDAD

I j

“ La primera sociedad es la familia” . Jaime Balmes (19, 396).

Hace un siglo el matrimonio y la familia poseían todavía com o instituciones tal solidez que desde este ángulo no se originaba a la sociología ningún pro­ blema. Por eso encontramos en Balmes sin cambio ni perfeccionamiento notables la vieja concepción cristiana sobre las instituciones matrimonial y familiar. En el matrimonio, que es la unión de varón y mu­ jer en perfecta comunidad de vida para la conserva­ ción y propagación del linaje humano y que se am­ plía con los hijos hasta constituir la familia, existe una auténtica y directa relación originaria previa a todas las otras relaciones sociales; de ahí que toda societas tiene que constrüirse sobre ella, de ahí la procedencia y superioridad de la auctoritas (en el genuino sentido del término) de los padres con res-

102

La sociología de ]aime Balmes

pecto a toda autoridad de base meramente social89. El matrimonio es la “ eterna escuela de vida social” (A . Comte). “ La primera (sociedad), la más natural, la indis­ pensable para la conservación del género humano, es la de familia” (19, 396;

20, 261). Es y continua

siendo “ el tipo de sociedad” y toda mancomunidad “ es tanto más hermosa y suave, cuanto más se apro­ xima ari en el mando com o en la obediencia a la institución de la familia” . El matrimonio es “ el verdadero paladión de la sociedad” (6, 73). D e su disposición se infiere que debe siempre reducirse a dos personas humanas y ser indisoluble. “ La monogamia, a no dudarlo, ha sido una de las causas que más han contribuido a la bue­ na organización de la familia... A l lado de la mono­ gamia puede decirse que figura por su alta importan­ cia la indisolubilidad” . Sólo por ella, cimentado sobre

89 El matrimonio es la 'prima naturalis societatis copula ( S a n A g u s t í n , De bon con., I, 1). En forma parecida se expresa S a n t o T o m á s {In eth., 8, 14, lect. 12). La familia es “ verdadera sociedad y anterior a la constitución de toda sociedad civil” . “ Siendo la familia lógica e históricamente anterior a la sociedad civil, sus derechos y deberes son *necesariamente anteriores y más naturales” ( L e ó n x i i i , Rerum Novarum, 1891). “ La persona y la familia son por naturaleza anteriores al Estado” (P ío X II, Summi Pontificatus, 1939). 103

.

Herbert A u h o f er

una base religioso-sacramental, “ las pasiones se aba­ ten y se resignan, la ley se extiende, se afirma y se arraiga hondamente en las costumbres... un beneficio inmenso para la sociedad” (6, 95). “ Los deberes con-, yugales nacen del orden necesario para la conserva­ ción y perfección dé la sociedad de familia” (19, 396). “(Ninguna sociedad, por pequeña que sea, puede conservarse ordenada sin una autoridad que la rija ; dónde hay reunión es preciso que haya una ley de unidad ; /de lo contrario es inevitable el desorden. D e ésta regla no se exceptúa la sociedad doméstica. A sí, la autoridad paterna está fundada en la misma na­ turaleza, anteriormente a toda sociedad civiL.. La autoridad conyugal y la potestad patria tienen dife­ rente extensión en los varios tiempos y países, cuyas diferencias son objeto de la jurisprudencia” (20, 263 sigs.). C o n ello Balmes afirma ya un derecho civil matrimonial y familiar.

'

;

Los hijos son “ un despliegue de la persona huma­ na” (León XIII). Por ello la societas .coniugalis se convierte en societas parentalis. “ Los padres deben alimentar y educar a sus hijos, porqué sin esto no puede conservarse el linaje humano” (19, 396) 90. “ Claro es que la conservación del humano linaje no

90 Semejante es el (G. G. III, 122).

pensamiento

104

de Santo Tomás

La sociología de Jaime Balmes

se refiere únicamente a la vida física, sino que abraza también la intelectual y m ora l91. La razón no se despliega sin la comunicación intelectual; y así es que los padres tienen obligación de educar a sus hi­ jos, formando su entendimiento y corazón cual con­ viene a criaturas racionales 929 . Este cuidado debe ex­ 3 tenderse a largo tiempo, más que el . relativo a lo físico... 9S. Este hecho es de la mayor importancia para manifestar la necesidad de que lös vínculos del matrimonio sean durables por toda la vida, cuidando, unidos el marido y la mujer, de los hijos que la Pro­ videncia les ha encomendado” (20, 262). La familia es comunidad de vida, de derecho, de cultura y de educación. “ El matrimonio es el microcosmos de la humani­ dad en cuanto

sociedad

humana,

no

en

cuánto

naturaleza humana” 94. Por eso, desde el punto de vista antropológico y moral, no es tampoco absoluta­ mente necesario. Abstenerse de él es posible y lícito. El celibato sacerdotal es importante y aun necesario

91 Instructio in fide et in moribus ( S a n t o T o m á s , 1, 2, q. 105, a. 4). 92 De manera parecida habla León XIII en la en­ cíclica Arcanum Divinae Sapientiae, 1880. 93 S a n t o T o m á s , G . G. Ill, 1 2 2 . 94 S c h w e r , W., Katholische Gesellschaftslehre, Pa­ derborn, 1928, pág. 165. 105

H erbert

A u h o f er

porque “ le deja con aquella independencia, con aque­ lla fortaleza de ánimo, con aquel temple elevado, vigo­ roso y enérgico que requieren las grandes acciones y las empresas arriesgadas” (4, 27).

2.— LOS FACTORES DE VIDA Y SUS INSTITUCIONES / j

“ A l sistema de la diferenciación del carácter corresponde objetivamente el sis­ tema de necesidades, valores y derechos, desde el cual, y sólo desde el cual, hay que comprender el todo social.” A lois D em p f 9S.

Según dice el propio Balmes, los elementos de su sociología son : “ el individuo, la familia, la sociedad” (6, 11). La familia “ no basta para el género humano, porque, limitada a la crianza y educación de los hi­ jos, no se extiende a las relaciones generales estable­ cidas por motivos de necesidad y utilidad” (20, 268). En el plano sociológico-cultural Balmes descubrió que las formaciones sociales y la dinámica de la cul­ tura son deducibles únicamente de las necesidades

95 Theoretische Anthropologie, Munich, 1950, pági­ na 11. 106

La sociología de Jaime Balmes

funcionales del hombre. Éstas cimentan los múltiples productos culturales y sociales que se agrupan en los factores de vida. (Scheler distinguió más tarde cuatro de ellas correspondientes a las cuatro formas del sa­ ber; en lo que sigue encontramos también en Balmes aproximadamente la misma división). “ La reunión de los hombres forma las sociedades, las que son de diferentes especies según los vínculos que las constituyen” (20, 261). “ Lo religioso, lo m o­ ral, lo político, lo físico, todo cuanto hay de más gránde, más caro y más interesante entre los hom ­ bres, todo va a ponerse en vuestras manos, y sobre vosotros gravita la obligación de prepararos, de robus­ teceros para sostener tanto peso” (2, 353). Balmes distingue dentro del orden social cinco es­ feras parciales constitutivas (11, 90 sig.) : a)

material, “ en ella se comprende todo cuanto

está directa e inmediatamente destinado a la satisfac­ ción de las necesidades de nuestro cuerpo... agricul­ tura, industria y com ercio... que proporcionan ali­ mento, vestido y habitación, o algún goce a nuestros sentidos” . b)

política y administrativa3 “ se aplica a la orga­

nización del poder público y al m odo con qüe está asentado sobre la sociedad... cosas de suyo más su­ jetas a mudanzas que el estado social” .

107

H erbert A u h o f er

; cj

intelectual, “ abarca, todo lo relativo a los co­

nocimientos humanos” . ^ d)

moral, “encierra lo perteneciente a las costum­

bres en cuanto son buenas o malas” . e)

religiosa, “ su hombre es la mejor explicación” .

Pero tocjas las esferas satisfacen una necesidad del hom bre: ¡ ‘La riqueza de una nación, com o la de uña familia y la de un ciudadano, está en los medios de satisfacer sus necesidades: cuanto más abundantes sean estos medios, más variados, más a la mano y más a propósito para ,sus fines, tanto mayor será la riqueza” (4, 139). a)

Economía. “ La economía es ciertamente la más inferior en valor y dignidad, .pero tam­ bién la más amplia y necesaria de las re­ giones culturales.” Oswald von Nell-Breuning, S. I. 96.

A mediados del siglo pasado se manifestó una nue96 En B r u g g e r W., Diccionario de Filosofía, Bar­ celona, 1957, art. Economía {Filosofía de la). 108

La sociología de Jaime Balmes

va tension social ; más aún, vino a convertirse en preponderante elemento impulsor de todo el futuro movimiento social y cultural:

la tensión entre ca*

fita l y trabajo. La sociedad estamentalestaba des­ truida, los factores económicos pasaron a ser módulo por. excelencia y la burguesía : llegada al poder enta­ bló combate en un nuevo frente: el dirigido ¿contra la clase proletaria. La ideología y la auto justificación burguesas están constituidas por el liberalismo económico. Según él, lá autonomía de la economía y la libertad de inicia­ tiva del individuo son las. condiciones-fundamentales de la cultura ; la libre concurrencia y la lucha por la existencia conducen mediante uná autorregulación a la armonía económica y al mayor bienestar posible de todos. En cambio, el proletariado, que va ascen­ diendo y postula igualmente el primado de la eco+ nomía, da com o causa del desorden económico y social la inferioridad y dependencia de la clase pro­ letaria, desorden que no se suprimirá con el automa­ tismo de la competencia . sino únicamente con la liberación del sistema económico de dominación me­ diante la autoayuda colectiva. .Balmes está también profundamente convencido de la importañeia de la economía: “ El mayor bien­ estar posible para el mayor número posible es uno m

H erbert

A u h o f er

de los objetos a que debe encaminarse la sociedad, si se quiere que la civilización sea solida y verdadera. Desgraciadamente ésta es la condición que más ha faltado a todas las civilizaciones” (11, 64). Se descubre aquí la función social de lo econó­ mico e igualmente sé perciben los defectos que lleva­ ba adheridos el cuerpo social y originaron en éste aspecto el “ problema social” de los tiempos moder­ nos. ¿D ónde se encuentran las posibilidades de su solución?

/

En la actitud ante el capital el punto *de partida es el del liberalismo: el carácter “ sagrado” de la pro­ piedad: El derecho de propiedad es “ inviolable, sa­ grado, reconocido en todos tiempos y países, fundado en la ley natural, sancionado por la divina, consig­ nado en todas las humanas y reclamado por los más caros intereses del individuo y de la sociedad” (13, 126). “ El A utor de la naturaleza ha querido sujetar­ nos al trabajo; pero este trabajo debe sernos útil; de lo contrario, no tendría objeto. La utilidad no se rea­ lizaría si el fruto del trabajo no fuese de pertenencia del trabajador; siendo todo de todos, igual derecho tendría el laborioso que el indolente; las fatigas no hallarían, recompensa, así faltaría el estímulo para tra­ bajar... 97. En el derecho de propiedad se combinan

97

Así habla también Santo Tomás.

110

La sociología de Jaime Balmes

los eternos principios de la moral con las necesidades individuales, domésticas y públicas, y con miras eco­ nómicas, y también con el fin de evitar el que la sociedad esté entregada a una turbación continua” (20j 254 sig.). “ En el momento en que la propiedad deje de ser inviolable, la sociedad se disuelve” 98. El contrapunto a tan enérgica acentuación de la propiedad (motivada por la lucha contra las injustas confiscaciones de bienes eclesiásticos) lo encontramos en esta rigurosísima limitación :

implica propiedad

(com o única fuente legal de la misma) lo “ justamen­ te adquirido” . Balmes entiende por tal sólo aquellos bienes adquiridos en condiciones justas por trabajo, producto

legítimo

de

rentas,

herencia,

donación,

compra o cambio (20, 292 sig.). Desconociendo las realidades económicas y contradiciendo la aceptación de la moderna estructura económica y de la produc­ tividad del capital (102) hecha en otras ocasiones, rechaza en su “ Ética” explícitamente el interés del préstamo 99 : “ La prohibición de la usura es una ley para impedir que los ricos vivan a expensas de los

98 Licitum est quod homo propria possideat. Est etiam necessarium ad humanan vitam ( S a n t o T o b i a s , 2, 2 q. 66 a. 2). “ Siempre ha de quedar intacto e in­ violable el derecho natural de poseer privadamente” (P ío xi. Quadragesimo Anno, 1931). 99 Véase nota 110.

111

Herbert

A uh o f er

pobres, y los que no trabajara abusen de su posición para aprovecharse del sudor de los que trabajan (20,

2ΠΑ\

ío o

.Por último, el trabajo es sin más el fundamento jurídico de la propiedad, siendo la posesión tanto más justa cuanto más directamente la haya creado el trabajo del dueño (20, 295 sig.). ' ‘Todos los medios para satisfacer nuestras necesidades están encerrados en el serio de la naturaleza ;. explotarlos es obra del trabajo dirigido por la inteligencia . . . L a inteligencia es estéril ¿i no tiene f o r instrumento el trabajo” (4, 1 3 9 )1 101. 0 La alta estima dél trabajo recorre toda la tradición doctrinal cristiana 102. “ El secreto para hallar la feli-

100 Con ello Balmes se adhiere a Aristóteles, y a toda la patrística y la escolástica desde Clemente de Alejandría, especialmente a la doctrina del Aquinatense sobre la usura, que condena el interés (f oenus, usura), pero no la renta (census). “ Es injusto en sí percibir interés por dinero prestado, porque se vende una cosa inexistente” (5. Th. 2, 2 q., 78 a., 1). 101 “ [Dios] ha ordenado al hombre dominar la tie­ rra y todo cuanto en ella se contiene. Tiene éste, pues, el deber de utilizar las fuerzas que Dios le proporciona y de sacar de ellas su subsistencia mediante el traba­ jo” . ( Código social de Malinas, núm. 93). 102 “ El trabajar se encuentra en la naturaleza del hombre.” “ En correspondencia recihimos del trabajo

112

! La sociología de Jaime Balmes

cidad es el cumplimiento del deber, y éste no se cumple

sin

trabajo” (?, 354).

'‘Como pensadores

hemos de trabajar, com o trabajadores hemos de pen­ sar” . El trabajo es realización de la esencia del hom­ bre nacido para trabajar y el elemento capital de la plasmación humana de la cultura. Ciertamente, con este fuerte anclaje mutuo de tra­ bajo y propiedad no viene dada todavía una solución de la tensión antedicha. La antigua actitud social cristiana era la caritas socialis :

“ Los que poseen

tienen/ un derecho de justicia a conservar su propiedád ; pero también pesa sobre ellos la rigurosa obli­ gación de cumplir aquellos deberes que les impone el amor de sus semejantes” (13, 127) 103. En Varios

la alegría (S an J uan Ç r is o s t o m o , Horn. in oct. äpost. 35, 3, Horn, ad pop. Ant. 2, 8). “ Tener sólo actividad es­ piritual y no tenerla también corporal, es rasgo ca­ racterístico del perezoso” (S an ’ A g u s t í n , Serm. 37, 5). “ El hombre nace para el trabajo como el ave para volar” (P ío xi, Quadragesimo Anno, 1931). Cfr. el tra­ bajo de Holzapfel citado en la bibliografía. 103 “ Quien priva a los pobres de lo necesario para vivir comete un homicidio” ( S a n A m b r o s i o , De Tobia, s. 24). “ Quien se queda con lo que le sobra posee lo que pertenece a los pobres” ( S á n A g u s t í n , En. in Ps.> 147, 12). Et ideo res quos aliqui superabundanter ha­ bent, ex naturali jure debentur pauperum sustentationi ( S a n t o T o m á s , 2, 2 q., 66 a., 7). Pío XI habla categó­ ricamente de los “ límites que las necesidades de la 113

Herbert

A u h o f er

pasajes (13, 134, 227 y otros) Balmes compendia en el postulado de “ hacerlos buenos y hacerles bien” los deberes que impone el amor al prójim o respecto a las capas inferiores del pueblo. La primera parte de dicho postulado es exigencia de la moral y de la educación (ibid.); la segunda, es.el precepto de apoyo y auxi­ lio : “ socorro en lá enfermedad, auxilios para la edu­ cación y colocación de sus hijos, interés por el traba­ jador imposibilitado, por el huérfano desvalido, por el anciano a quien se quebrantan las fuerzas” (13, 134). V Indudablemente en la moderna sociedad económi­ ca ño interesa ya confiar en el amor al prójimo y la misericordia de los ricos. Es necesario el reconoci­ miento de derechos efectivos; la caritas socialis exi­ ge a su lado la iustitia socialis más expresiva en cuanto al contenido y f ormulable jurídicamente. El fundamental de sus derechos es el derecho al salario justo: “ El trabajo ha de ser constante y además re­ tribuido lo suficiente pata que el salario alcance a la manutención del jornalero y su familia” (4, 333). El salario familiar, una de las exigencias de la moderna doctrina social católica 104, viene explícitamente acenconvivencia social trazan al mismo derecho de propie­ dad y al uso o ejercicio del dominio” ( Quadragesimo dnúo, 1931). 104 “ Los salarios de los obreros sean tales que bas­ ten para sustentar tanto a ellos como a sus íamilias” 114

La sociología de Jaime Balmes

tuado en este y muchos otros lugares: ‘‘Digno es el obrero de sil mantenimiento” (M

t 10, 10).

Estas exigencias estaban muy alejadas1de lá situa­ ción real (véase c. I, 1). “ En nuestro concepto, la na­ turaleza de la industria tal como ahora existe tiende por necesidad al aumento de los pobres..* a la acu­ mulación de la riqueza en pocas manos... a la crea­ ción de una nueva aristocracia, donde resalte la de­ sigualdad de una manera harto más chocante que en lá de los tiempos antiguos” (13, 216 sig.). “ N o creo en una economía que hace pobres y mata de hambre” (14, 226). “ La economía política, muy ade­ lantada com o ciencia puramente material, lo está muy poco com o social” (13, 209). / C om o muchos de los paladines sociales contempo­ ráneos 10S, Balmes nos descubre también en lenguaje Heno de preocupación monitoria el nuevo sistema económico que está surgiendo: “ Es evidente que las sociedades actuales carecen de los medios que han menester para hacer frente a las necesidades que les

(P ío X II, Encíclica Sertum laetitiae al episcopado de los Estados Unidos, 1939). 105 D empf , A., Kulturphilosophie, Munich, 1932, pág. 97, y S c h n a b e l , F., Deutsche Geschichte im 19. Jahrhundert, t. iv: Die religiösen Kräfte, Freiburg, 1931. 115

Herbert

A u h o f er

aquejan. La industria aumenta sus productos de un m odo asombroso;

el comercio va extendiéndose en

escala indefinida;

es decir, que se está tocando el

término de la pretendida perfección social señalado por esa, escuela materialista que rio ha visto en los hombres otra cosa que máquinas, ni ha imaginado que la sociedad pudiese encaminarse a objeto más útil y grandioso que a un inmenso desarrollo de los intereses materiales. En

la misma proporción del

aumento d;e los productos ha crecido la miseria; y para todos1 los hombres previsores es claro com o la lüz del día, que las cosas llevan una dirección errada, que si no puede acudirse a tiempo, el desenlace será fatal. La acumulación de riquezas, causada por la rapidez del movimiento industrial y mercantil, tien­ de al planteo de un sistema que explote en beneficio de pocos el sudor y la vida de todos ; esta tendencia halla su contrapeso en las ideas niveladoras que bu­ llen en tantas cabezas y que, formulándose a dife­ rentes teorías, atacan más o menos a las claras la ac­ tual organización del trabajo, la distribución de sus productos y la propiedad” (7, 169, escrito en 1844). Las causas de ello no residen en la técnica. “ La re­ lación entre el trabajo y el salario depende en gran parte del estado (de desarrollo) de la industria, por­ que cuanto mayor sea el beneficio que ésta produzca 116

La sociología de Jaime Balmes

al fabricante, tanto más crecido podrá ser el salario... En efecto, si las máquinas reemplazan la acción del hombre, en cambio, perfeccionan y abaratan- los pro­ ductos de la industria, con lo cual el pobre cón menos medios que antes alcanza a procurarse lo que ha menester” (13, 231, 217). Las concepciones opuestas confunden la causa con el efecto, pues la máquina no pasa tampoco, de ser efecto de m uy profundas causas

106

.

La verdadera culpa la tiene más bien la imagen materialista del hombre y el egoísmo económico. “ Desde el momento que el hombre es considerado com o un simple producto de la naturaleza, sin dife­ rencia de los demás, sino por una organización más perfecta y delicada, no es extraño que en tratando de él, con respecto al trabajo, se le mire corno una máquina que conviene manejar del modo más útil”1 6 0

106 En 1864 decía el obispo Ketteler: “ Gracias a la competencia que las máquinas hacen posible, el ca­ pital tiene también otra consecuencia : reducir conti­ nuamente el precio de las mercancías” (cit. en C a s t r o v i e j o , D. A., Los orígenes de un movimiento social, Barcelona, 1912). “ Sólo la constitución liberal e indi­ vidualista de la sociedad posibilitó y permitió que la técnica se desarrollara sin vínculos sociales.” ( M i c h e l , E., Sozialgeschichte der modernen Arbeitswelt, Lim­ burg, 1937). Ideas parecidas expone R ü s t o w , A., Orts­ bestimmung der Gegenwart.

117

H erbert

A uh of er

(13, 211). “ Si se destierran del mundo los principios morales, si se quiere cimentar exclusivamente sobre el interés privado el respeto debido a la propiedad, las palabras dirigidas a los pobres no son mas que una solemne impostura ; es falso que su interés pri­ vado esté identificado del todo con el interés del rico” (7, 176). La utopía liberal de una armonía económica pre­ establecida;

desarrollada desde M andeville,

A dam

Smith y Quesnay experimenta así un radical fraca­ só. G om o los demás sociólogos conservadores, que se encontraban

ante

problemas

semejantes,

también

Balmes presupone com o cosa dada la tensión y la oposición de intereses entre propiedad y trabajo. Sus deseos y estímulos se dirigen al proletariado por ser el más perjudicado y débil de los dos grupos. Para autoayudarse recomienda en muchos pasajes sindicatos que estén por encima de los partidos 107. “ Las asociaciones en los trabajadores, suponiendo que estén destituidas de todo carácter político, lo que es 107 Balmes fue así uno de los grandes precursores del moderno movimiento social. El primer sindicato alemán nació en 1848, es decir, cuatro años después; el primero español no surgió hasta mucho más tarde. En Alemania el derecho a formar estas uniones de tra­ bajadores fue otorgado por vez primera el año 1861; en Inglaterra, tras largas luchas, se concedió en 1866. León XIII lo exigió formalmente en 1891. 118

La sociología de Jaime Balmes

absolutamente indispensable, si no se quiere que pe­ ligre continuamente la tranquilidad p ú blica108, pue­ den proponerse dos objetos: l.°, el socorro mutuo en sus necesidades; 2.°, la combinación para evitar que lös amos no rebajen demasiado los jornales o no ex­ tiendan excesivamente el trabajo” (13, 228). El pri­ mer punto es expuesto ulteriormente com o programa de un amplio segura social cual sólo al cabo de dece­ nios se constituyó en Alemania y fue elevado por León XIII cuarenta y cinco anos después a la cate­ goría de exigencia general109. “ ...que el trabajador esté seguro del socorro el día que por falta de trabajo o por enfermedad no puede ganar su subsistencia. Y cuando esto decimos no queremos significar que

108 Exigencia que vuelve a ser hoy én Alemania de gran importancia. (Cfr. G o e t z B r i e f s , Entre capitalismo y sindicalismo. Biblioteca del Pensamiento Actual, nú­ mero 41. En España, durante mucho_tiempo, los sindica­ tos no lograron la requerida independencia política: hasta 1939 existieron la U. G. T. socialista, la C. G. T. U. comunista y la C. N. T. anarquista. 109 “ Son los mismos capitalistas y los obreros quie­ nes pueden hacer no poco— contribuyendo a la solución de la cuestión obrera— , mediante instituciones enca­ minadas a prestar necesarios auxilios a los indigentes, y que traten de unir a las dos clases entre sí. Tales son las sociedades de socorros mutuos, los múltiples sistemas privados para hacer efectivo el seguro...” ( L eó n X III, Rerum Novarum, 1891). 119

Herbert

A u h o f er

este socorro se lo den los amos, bien que siempre Ies aconsejaremos la beneficencia por los infelices, sino que les proporcionen por medio de las instituciones convenientes el logro, de lo mism o que intentaban con la asociación” (13, 228-229)* Los obreros no son ya meros objetos de la economía, sino sujetós de propia voluntad :

queda expresado el pensamiento

decisivo de la autoadministración y de la defensa propia plasmada en instituciones.

.

.



-

.

,

, ·,·; '

\ Pero sobre esta formación de la propia clase se des­ arrolla com o principal tarea propia la de configurar de manera orgánica y orientada hacia la integración las relaciones con la clase capitalista y con el sistema económ ico en general. (Ya hemos citado la demanda de una justa política de salarios). “ Reflexionando so­ bre las causas de este mal, salta desde luego a los ojos que una de ellas es el que se han descubierto los medios de producir y acrecentar esta producción in­ definidamente, sin que al propio tiempo se haya encontrado

el

arte

de

hacer

la

distribución

de

los productos de la manera conveniente” (13, 209). “ ¿Cuáles serían los medios más a propósito para que, sin atentar contra la propiedad y sin embarazar el desarrollo de la industria y comercio, se alcánzase a evitar la acumulación de inmensos capitales en pocas manos, extendiéndose a mayor círculo del que

120

1

La sociología de Jaime Palmes

ahora tienen los provechos, reales y positivos de la industria y com ercio? N o se me, oculta, que para animar lá producción son necesarios grandes capita­ les 110 ; pero también sé que es menester distin­ guir entre la abundancia de capitale^ y su acumula­ ción en pocas manos” (4, 144) 111.

··’

110 Para Santo Tomás el capital fera .todavía res quae non fructificat, era mera “ causa instrumental” frente a la causa principal, a la causa activa del tra­ bajo. “ La causa instrumental no obra bajo el influjo de la causa principal superior, sino prestando la con­ tribución que le es propia al efecto de la principal.” (1, q. 45, a. 5; en fórmá parecida 2, 2, q. 78, a. 2). En oposición a la doctrina aristotélico-escolástica de la esterilidad del dinero (base de la doctrina patrísticotomista sobre el interés y lá usura) San Bernardo de Siena fue el primero en hablar de la “ fuerza produc­ tora del capital” y de la justificación del intèîés pro­ ductivo : Quandam seminalem rationem lucrosi, qùam communiter capitale vocamus (Sermo, 34, 3). Sólo la moderna doctrina social pone al capital al lado del trabajo atribuyendo a ambos iguales derechos como factores económicos. “ Ni el capital puede existir sin el trabajo, ni el trabajo sin el capital” ( L e ó n xni, Rerum Novarum, Í891). 111 “ Desde hace cien años, la cuestión social ha ve­ nido a ser casi sinónimo de crítica del capitalismo” (Wörterbuch der Politik, III, 4). Pío XI habla de que las riquezas están *Émàl repartidas e iiijustamente apli­ cadas a las distintas clases” (Quadragesimo Anno, 1931). “ Venios, de hecho, cómo la clase éada vez más nume­ rosa de los trabajadores se encuentra con frecuencia

121

H erbert A u h o f er

En su “ testamento político” , su escrito ultimo y fragmentario de mayo de 1848, Balmes escribe: “ La mejora de la suerte del operario es, sin duda, un o b ­ jeto de alta importancia, es preciso que se piense en ella. Los que desdeñasen el examen de esta cuestión no conocen los grandes peligros de que por ella está amenazada la sociedad... Creo que la organización del trabajo tiene porvenir, que al fin esto introducirá modificaciohes que ahora son irrealizables... Organi­ zar el trabajo, si ha de significar algo nuevo, si ha de corresponderá lo que se dice sobre la mejora de la suerte del operario, consiste en la alteración de las actuales relaciones entre el capital y e l trabajo hecha en beneficio del trabajador. D e dos maneras se puede acometer la organización del trabajo:

o por la ac­

ción del gobierno, o por la espontánea y libre volun­ tad de los individuos, amos y jornaleros... La acción

frente a aquellas excesivas concentraciones de bienes económicos que, al ocultarse muchas veces bajo el tí­ tulo de sociedades anónimas, logran sustraerse a sus deberés sociales y casi colocan al obrero en la impo­ sibilidad de formarse una propiedad efectiva” (P ío x i i , Radiomensaje, 1 septiembre 1944). “ La reivindicación de un más equitativo reparto de las riquezas ha sido siempre y continúa siendo siempre uno de los principales obje­ tivos de la doctrina social católica” (P ío xn, Discurso a la “ Unión int. de asociaciones femeninas católicas” , 11 septiembre 1947).

122

La sociología de Jaime Balmes

legislativa del· gobierno sería funesta, atacaría la pro­ piedad, disminuiría la producción, haría esconder los capitales produciendo un trastorno económico que acabaría por una subversión del orden social...” (32, 429-431). “ ¿C óm o hacerles (a los fabricantes) entrar en razón? D ifícil es ejecutarlo por medios obligato­ rios... mas com o todos los hombres estiman en algo su buena reputación, no dudamos que surtirá buenos efectos un tribunal de fa z que, compuesto de fabri­ cantes y trabajadores — elegidos por los mismos in­ teresados con arreglo a las bases que se creyeran prudentes— , estuviese encargado de resolver amisto­ samente las cuestiones que se ofrecieran” . (13, 232233) 112’ 113. Balmes, pues, no deposita confianza ninguna en el Estado para resolver el problema social y protesta terminantemente contra la dirección estatal de la economía 114 ; se limita a recomendar una influencia

112 Los primeros tribunales de arbitraje laboral na­ cieron en Inglaterra hacia 1860, es decir, catorce años después. Los consejos de empresa y consejos económi­ cos, de composición parecida y con misión semejante, han empezado a imponerse en nuestros días. 113 Los actuales sindicatos españoles están estruc­ turados según principios semejantes a éstos» 114 La escolástica reconoce enteramente al Estado el derecho a intervenir en la economía; la moderna doctrina social de la Iglesia se lo reconoce también 123

Herbert

A u h o f er

indirecta, “ administrativa” ; “ fundando talleres nacio­ nales, fomentando las asociaciones de los obreros, auxiliando los establecimientos que éstos funden, et­ cétera” (32, 431). Balmes ho piensa ya en un plano político, sino so­ cial. La naturaleza humana es buena, pero la socie­ dad esta enferma. M as com o la economía es la base sustentadora de la sociedad, la cuestión social, nacida de lo económico* tiene la primacía. “ Lo que predo­ mina es la cuestión social, que afecta a un tiempo la religión y

los

intereses materiales”

(25,

(Véase también la misión del Estado (c.

371) lls.

V , 2 b ,...).

El problema planteado por la economía es el de 1 5 con ciertas limitaciones. Así lo hace León XIII “ aunque con precaución para que la autoridad no se entremeta Indebidamente... La razón de esta intervención esta­ blece al mismo tiempo sus límites, pues al poder del Estado no le es lícito ir más allá de lo que exigen los defectos introducidos y los riesgos inminentes” (Rerum Novarum, 1891). Pío XII habla del “ importante deber de prevenir las perturbaciones del equilibrio económi­ co” (Radioménsaje en el cincuentenario de la “ Rerum Novarum” , 1 junio 1941). 115 Santo Tomás se refiere ya a los bienes materiales éxteriores “ cuyo uso es necesario para el ejercicio de ía virtud” {De regimine principum, 1). León XIII ex­ pone la misma idea {Rerum Novarum, 1891). 124

i

La sociología de Jaime Balines

su acoplamiento al poder cimentado por ella. Para reprimirlo se han excogitado hasta hoy sólo tres so­ luciones positivas 116 : 1.

, ·

Desdoblamiento del poder por là concurrencia

y limitación del mismo por obligaciones de derecho natural y de derecho positivo í liberalismo moderado. 2.

Equilibrio de fuerzas contrapuestas y entrela­

zamiento dialéctico de poderes económicos, colectivos plasmados en instituciones : socialismo moderado. 3.

Elección de portadores del poder realizada en

sujetos que tienen una actitud económica caritativa, com o en la Antigüedad cristiana y la Edad M edia; o llevada a cabo por la transferencia dçl poder a quie­ nes están sujetos a éste, com o en los tiempos más recientes de la Edad Mocíerna : democracia parla­ mentaria.

,

.

En la mayor parte de los países altamente d e s c o ­ llados se dan cita los tres intentos de solución, han originado con su recíproco encuentro fuerzas salva­ doras de los peligros que residen en cada uno de los principios de solución tomados por separado, y han

116 La ordenación corporativa propuesta por la mo­ derna doctrina social pontificia es una concepción cu­ ya posibilidad de realización y capacidad de integra­ ción han sido ensayados sólo en esbozo, y que, en ge­ neral, está todavía en tela de juicio. 125

H erbert

A u h o f er

encontrado una síntesis pasadera en la estructura económico social. Balines, com o hemos visto, ha tratado también de combinar las dos primerás tentativas de organización, alcanzando así la evolución que se ha llevado a cabo a fines del siglo xix. Echando mano de los argumen­ tos del liberalismo pide la igualdad ante el derecho (véase c. V , 2 b ...) y se vuelve contra la destrucción de la propiedad privada, así com o contra la interven­ ción del Estado en la economía, mientras por otra parte, situándose en el pensamiento socialista, confía en la autoayuda colectiva y en el equilibrio dentro de la sociedad de clases. Esto aparte, critica desde el punto de vista de lai imagen cristiana del hombre las confusiones éticas y sociológicas tanto del liberalismo com o del socialismo. El tiempo no estaba todavía maduro para un programa manifiesto de elección de­ mocrática. b)

*

;

Poder y derecho. “ El más necesario de todos los oficios y artes es el de reinar.” San Juan Crisóstomo.

“ Todos condenan el hablar de política, pero nadie habla de otra cosa” (23, 19). “ En el fondo de todos 126

La sociología de Jaime Balmes

los espíritus se agita un deseo que, presentadp bajo mil formas y revestido de diferentes colores, viene a parar a una misma cosa : a la satisfacción de una necesidad que todo el m undo siente, aunque no se la explique: gobierno” (24, 283). El impulso a mandar y el saber de mandar, por el lado subjetivo, y la necesidad de dirección, por el objetivo, constituyen el Estado com o 'Organización coactiva de las comunidades destinadas a cubrir ne­ cesidades” . Pero esta organización coactiva es jurídica y debe fundarse en el derecho. El positivismo jurí­ dico que no conoce más que la “ fuerza normativa de lo táctico” 117 no es capaz de comprender el Estado com o unidad de orden ni el derecho com o principio de ordenación. El derecho. “ Lo que no se funda en derecho no puede apoyarse sino en la fuerza” . Jaime Balmes (8, 37). La vida social es inconcebible sin ciertas normas ordenadoras de la convivencia y de la cooperación.*1 7 2 117

J e l l in e k ,

G., Allgemeine Staatslehre, 1922. 127

H erbert

A u h o f er

Para afianzar la sociedad y poner a salvo los derechos del individuo se produce primeramente el uso, el convenio, la costumbre, y luego, en las sociedades más* desarrolladas, el derecho, que encuentra en el precepto o ley su expresión, concreta. Este derecho objetivo exige sacrificar la libertad y el egoísmo en un cierto grado (véase c. 'IV, 1). Previo a todo derecho positivo, y señalándole la dirección, ^existe un derecho racional natural indepen­ diente de/ la voluntad y del arbitrio humanos. Ya Demósteñes decía que todo derecho es un don de los dioses, y sólo en* segundo lugar precepto del Estado. Para San Pablo, también en el corazón de los paga­ nos está escrita la ley (Rom., 2, 15). San Agustín la denomina lex intima y esta ley moral natural in­ cluye en sí el derecho natural. “ La idea fundamental de toda ley es que sea con­ forme a razón, que sea una emanación de lella, su aplicación a la sociedad; y cuando la voluntad la sanciona, y la hace ejecutar, no ha de ser otra cosa que un auxiliar de la razón, su instrumento, su brazo” (7, 339) 118: El deber de obedecer tiene también sus raíces en la razón. Pero, coincidiendo cori la escolástica, Balmes llega

118 a. 4).

Así habla también Santo Tomás. (1, 2, q. 90,

128

La sociología de Jaime Balmes

a la consecuencia de que este fundamento no es “ su­ ficiente para mandar” . “ La ley justa se deriva, no precisamente de la razón humana, sino de la ley eterna, y de ésta recibe la fuerza de obligar en el fuero de la conciencia” (7, 341) 119. A sí, pues, frente al derecho natural revolucionario de la Ilustración, acomodado por la burguesía a su conciencia de clase, Balmes coloca el derecho natural de là lex aeterna: otro intento de recoger una tendencia de la época desde la posición cristiana. Là ley positiva es mensura mensurata, regla y me­ dida, pero subordinada a aquella medida superior. Exactamente al revés de Rousseau 1201 2 dice Balmes : “ La obligación positiva es una consecuentia de la na­ tural, o, hablando con más propiedad, es la mistna obligación natural aplicada a un caso” (20, 231) -2\ 119 Si quidem iustae sunt, habent vim obligandi in foro conscientiae a lege aeterna, a qua derivantur ( S a n t o T o m á s , 1, 2 q., 96 a., 3; la misma idea en q 91, a. 2). ‘T ero estos mandatos de la humana razón no pueden tener fuerza de ley, sino por ser voz e in­ térprete de otra razón más alta a que deben estar so­ metidos nuestro entendimiento y nuestra libertad... Sí­ guese, pues, que la ley natural es la misma ley eterna” ( L e ó n x i i i , Libertas, 1888). 120 Primer manuscrito del Contrat social. 121 “ Las leyes civiles que, cuando son justas, deri­ van de la misma ley natural su propia autoridad y eficacia” ( L e ó n x i i i , Rerum Novarum, 1891). 129

9

H erbert A u h o f er

Esta aplicación de los principios del derecho natural a lo concreto — per modum determinationis (Santo Tomás)— se encuentra en todas las relaciones de la vida superando con m ucho al derecho codificado. “ La ley debé émanai; del poder publico. Sea cual fuere la forma en que se halle constituido, tiene la facultád de legislar, porque sin esto le es imposible llenar sus funciones. Gobernar es dirigir, y no se di­ rige sin regja; la regla es la ley” (20, 310). Pero: “ Si se postergan en dHbrden civil los deberes morales, considerando al derecho com o un simple medio de organización externa, se mina por la base el mis­ mo edificio que se quiere consolidar... El derecho civil, considerado sin relación alguna a los principios morales, es un cuerpo sin alma, una máquina que ejerce sus funciones por la pura fuerza; sería una regla de administración, sin más resguardo que un escudo: las leyes penales. La legitimidad no es sinó­ nimo de legalidad externa, y las leyes, para ser res­ petadas, necesitan de algo más que los procedimien­ tos con que se forman y sancionan. A

las penas con que se

los ojos del género humano sólo es

respetable lo justo; y las leyes dejan de ser leyes cuando no son justas" (20, 302) 122. Sobre la legali-

122 Santo Tomás de Aquino (lo mismo que Aristó­ teles) dice: “ Lo que en sí repugna al derecho natural 130

La sociología de Jaime Balmes

dad se encuentra la moralidad (Kant). “ El mero he­ cho no crea derecho, ni en el orden privádo ni en el público" (8, 25).

El derecho está al servicio de la sociedad:

“ En

esto no cabe excepción de ninguna clase : toda ley, sea la que fuese, debe estar encaminada a la utilidad pública; si le falta esta condición no merece el nom­ bre de ley” (20, 309). Suprema lex salus publica (C icerón )123. Esta es la norma para el Estado: “ to­ das nuestras leyes, y nada más que nuestras leyes; su observancia es necesaria, pero ella basta” (26, 67). “ Cuándo no se puede observar una ley,, es mejor no tenerla; porque no hay la protección que ella debiera dispensar, y sólo hay el escándalo que su infracción produce” (29, 204). Respecto a las leyes injustas Balmes se adhiere li­ teralmente a Santo Tom ás (8, 18): L ex esse non vi­ detur quae iusta non fuerit, unde tales leges in foro conscientiae non obligant, nisi forte propter vitandum

no puede ser elevado a norma jurídica por la voluntad humana” (2, 2 q., 57 a., 2). “ Todas aquellas cosas en que se viola la ley natural o la voluntad de Dios, es malo tanto e l mandarlas como el hacerlas” ( L e ó n x i i i , Diuturnum illud, 1881). 123 “ Lo esencial de la ley es que esté dirigida al bien común” ( S a n t o T o m á s , 1, 2, q. 91. a. 1). 131

Herbert Auhofer scandalum vel turbationem, propter quod etiam ho­ mo turi suo cedere d e b e t 1?41. Vero ante las leyes justas existe siempre la obligación de obedecer. Entre culpa moral y culpa jurídica se dan frecuen­ temente discrepancias. Balmes expone (6, 295 sig.). que en bien dél ortteif y seguridad públicos, la jus­ ticia tiene el derecho de condenar y castigar los deli­ tos aun cuando hubiesen sido cometidos de acuerdo con la condienda (errónea) del agente, y, dado el caso, no fuesen moralmente imputables. Esto no sólo tiefie aplicación a las acciones sino que “ por el dere­ cho de la sociedad a su conservación” se aplicó tam­ bién a ciertas ideologías y doctrinas en la medida en que repercuten en la opinión pública y amenazan “ todo el orden social ¿xistente” . “ La pena no pertenece a la esencia de la ley; por el contrario, es una triste necesidad a que apela el legislador para suplir lo que falta a la influencia pu­ ramente moral” (20, 310). La pena es un compromiso entre la libertad de la voluntad y el orden necesario. “ La pena tiene los caracteres de sanción, expiación, corrección-y escarmiento” (20, 317) l25, y Balmes

125

1. 2 q. 90 a. 1; 2 .2 q. 104. . El mismo pensamiento expone Santo Tomás (1

q. 22). 132

La sociología de ]atme Balmes

insiste en' que se vea siempre defendido éste cuádru­ ple carácter 126.

»

!

“ Las leyes pueden distinguir favorablemente a cien­ tos individuos y clases determinadas; pero esta dis­ tinción ha de ser por motivos de utilidad general: si este motivo faltase sería injusta... Las clases más altas tienen el deber de emplear sus ventajas y pre­ ponderancia en bieh de los inferiores; cuando así lo hacen no dispensan una gracia, cumplen un deber; si lo olvidan, su altura deja de ser conveniente; la ley que la protege pierde su vida, que consistía en la razón de conveniencia pública que justificaba la ele­ vación, y bien pronto la Providencia ajida de resta­ blecer el equilibrio... Las leyes no deben hacerse para la utilidad de los gobernantes, sino de los goberna­ dos” (20, 309). También aquéllos están sométidos al derecho. “ La infracción de la ley cometida por el gobierno es mu­ cho mayor escándalo que la transgresión de la misma por parte de la muchedumbre*.

V em os aquí el sano principio liberal que sienta el carácter constitucional del Estado y la igualdad ante la ley, principio de que yá hemos hablado al final del 126 “ Restablecimiento del orden, vindicación, correc­ ción y escarmiento” (S anto T omás , 1. 2 q. 87).

133

Herbert Auhofer capítulo anterior. Esto significa en el fondo la anula­ ción de la noción de Estado hasta entonces vigente que entrañaba una ordenación del poder basado en la desigualdad jurídica. En su acuñación concreta el derecho está también sociológicamente sujeto a la historia. “ En efecto, si observamos las sociedades notaremos que a medida que las ideas o las costumbres cambian van modifi­ cando rápidamente las leyes, y si éstas les son muy contrarias,y en poco tiempo las hacen callar, las arro­ llan, las echan por el suelo” (5, 46). Esto no altera en nada la firmeza del derecho natural cuyas normas, definitivamente válidas, n o varían jamás. E l Estado. “ Derecho sin poder es impotencia” . Pascal. Indiscutiblemente desde la disolución de la familia cristiana de pueblos existente en la Edad M edia y desde el auge de la concepción moderna de la socie­ dad civil, de la razón de Estado y de la soberanía, las exigencias del Estado en lo interior y en lo exterior se exageraron sin medida. En la lucha del siglo xix por la constitución del Estado se convierte predomi­ nantemente en fin absoluto de la cultura y casi todas 134

1

La sociología de Jaime Balmes

las doctrinas citadas en el c. III, asientan más o me­ nos en primer plano esta primacía. Los tradicionalistas, consecuentes con su positivis­ mo reaccionario, se oponen al primado del espíritu y en último término al de una religión soiwnatutal que sea la ley suprema. En el sistema de Rousseau, lleno de contradicciones, al “ hombre” humanitario y a su religión universal se enfrenta el citoyen orto­ doxo y la religión) civil. Un enfant en ouvrant les yeu x doit voir la patrie et jusqu à la mort ne doit plus ¡ voir qu elle 127. El fundamento del Estado lo determina el principio de la utilidad particular. M o ­ ralidad significa obediencia, libertad Îobéissance à la loi q u o n s'est prescrite128. Si Rousseau fué el padre de la moderna concepción radical del Estado, Montesquieu lo fuç de la concepción liberal del niismo. Para afianzar sus conquistas revolucionarias la ideología

del liberalismo político debe subordinar

también al Estado y a su legalidad laica la intelectuálidad libre y la religión. Para Donoso Cortés “ Es­ tado” equivale a soberanía e infalibilidad. El carác­ ter incondicionadamente imperativo del Estado nace de la perversidad del hombre. Hasta para el socialismó utópico, cuyos descendientes rompen posterior-1 7 2

127 Considerations sur le gouvernement d e Pologne. 128 Contrat social, 41. 135

Herbert Auhofer mente con la primacía del Estado, es todavía el Es­ tado legalista y positivista valor supremo e institución absoluta. V Era, pues, inútil desde el punto de vista filosófico.cultural querer huir del absolutismo mediante la re­ volución, o de la revolución mediante la restauración. Balines, com o Rousseau, buscaba la libertad, no una libertad individualista, evidentemente, sino personal y cultural cjue, por lo mismo, no está tampoco en cojitradicción con vínculos sociales, inórales y religio­ sos. El Estado con su exageración absolutista y, lue­ go, con todas las querellas de partido y la lucha por el poder, se ha vuelto demasiado problemático para ser el antipolo del individuo libre e integrar la libertad de todo$ en una volonté générale. A sí Balmes se coloca también en aquella “ rebelión de la sociedad contra el Estado” que en esbozo empezó con los fi­ siócratas y pasó a ser en el siglo xix ideología de las clases advenedizas. “ Tanta sociedad libre Como sea posible, y sólo tanto Estado com o sea necesario” . El fin no es ya el Estado, sino la cultura objetiva y sub­ jetiva (imposibles ambas sin la religión). D e ahí que el ideal para Balmes (y en esto coincide con Lamen­ nais) sea la sociedad libre, organizada de manera na­ tural, muy alejada de la política, con la fe religiosa com o principio espiritual de unidad. El punto de partida sociológico de la distinción 136

i

La sociología de )dime Balmes

entre Estado y sociedad significa ya el repudio de la primacía de aquél o tal vez del totalitarismo. “ Es una equivocación confundir la sociedad con el Esta­ do : cosas de suyo m uy diferentes” (11, 171). Balmes utiliza sólo en pocas ocasiones el concepto de “ Esta­ do” y por él entiende, “ propiamente hablando, la organización política y administrativa, es decir, el conjunto de medios dé gobernar y administrar” . Pero al ente colectivo qué ’incluye esta organización polí­ tica lo denomina “ sociedad civil” o simplemente “ so­ ciedad” en el m ism o, sentido que Santo Tomás, él cual podía todavía equiparar res publica sive socie­ tas civilis sive populus. La sociedad es en última instancia el pueblo organizado según sus estamentos profesionales (y ahora tambiéá según su estratifica­ ción én clases), una totalidad cultural que como so­ cietas naturalis3 perfecta et completa perfecciona en todos los aspectos al hombre como ens sociale e integra la dialéctica de lös factores de vida. Enton­ ces, el “ Estado” (limitado aquí lo más posible) es tan sólo una forma de expresión de la sociedad, la organización coactiva político-jurídica, el poder or­ denador que,

conforme

a la concepción tomista-

realista, se define por su f i n 129.1 2 122 “ El Estado sin lo que hoy llamamos sociedad es Un formalismo vacío” (Constantino Frantz). Pára Lo­ renz von Stein la vida humana consiste precisamente

137

H erbert A uh o f er

“La sociedad no podía subsistir sin orden, ni el orden sin justicia; y tanto la justicia com o el orden necesitaban un guarda, un intérprete, un ejecutor. H e aquí el fod er civil” (7, 202) 13°. “ La existencia de un poder público es de derecho natural y lo es también la suínision a sus mandatos. Lá forma de este poder es varia según las circunstancias ; pero baja una u otra forma este poder ha existido, y debi­ do existir por necesidad, dondequiera que los hom ­ bres se han/hallado reunidos; sin esto era inevitable la anarquía' y, por consiguiente, la ruina de la socie­ dad” (20, 268). El Estado depende en absoluto del cumplimiento de su misión. “ El poder público tiene dos funciones: proteger y fomentar; la protección consiste en evitar y reprimir el mal, el fomento en promover el bien* Antes de fomentar debe proteger : no puede hacer el bien si no empieza por evitar el mal” (20, 286).

en la lucha entre “ sociedad” y Estado ( Geschichte der sozialen Bewegung, Munich, 1921, pág. 32). A esta eman­ cipación de la sociedad respecto a la idea del Estado, la llama W. H. Riehl “ fuente de mil especies de lucha y tormento, pero también garantía de nuestro porvenii político” (Die bürgerliche Gesellschaft, pág. 4). 180 “ Oportet igitur esse in omni multitudine aliquod regitivum... aliquis de eo quod ad bonum multitudinis pertinet, curam habet” ( S a n t o T o m á s , De regimine principum, 1). 138

La sociología de Jaime Balmes

La protección se refiere a lä seguridad personal (20, 273, 287), la libertad (288), el derecho de propiedad (291), el bienestar general (284 y otras), el ordçn so­ cial (7, 174), el fomento de la instrucción y la educa­ ción (11, 33 y 305), la moralidad y la religión (9, 103; 11, 45). Pero la sociedad debe atender especialmente a la prosperidad material de todos: “ La suerte de los desgraciados no puede quedar abandonada a las vi­ cisitudes de la circuláción de la riqueza: el legislador está obligado a tener previstos los casos extraordina­ rios en que pueden sobrevenir calamidades públicas y a guardar en reserva los medios de desvirtuarlos o atenuarlos; y en cuanto a los males ordinarios, que son com o el patrimonio de la humanidad, debe tener planteado un sistema de socorros, que sostengan al pobre en su penuria y lo alivien en su enfermedad” (4 ,3 3 4 ). “ Los pueblos no son para los gobiernos, los go­ biernos son para los pueblos...; por consiguiente, el poder público que gobierna la sociedad no debe ni puede encaminarse al solo bien de un individuo, de una familia, ni de una clase, sino al de todos los aso­ ciados. Éste es un principio fundamental de derecho público... Cuando el que gobierna atiende a su uti­ lidad propia y olvida la pública es tirano, y aunque su autoridad sea legítima, el uso que de ella hace es 139

H erbert A uh o f er

tiránico. En esto no cabe excepción de ninguna clase” 131. -

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El poder civil posee atribuciones para llevar a cabo su misión, tiene el derecho de ejercerlas, de promul­ gar leyes que satisfagan las exigencias de la justicia y de obligar a su cumplimiento. Todos los ciudada­ nos tienen el deber de obedecer, pero únicamente cuando se trata de· leyes y órdenes justas y de un poder civil legítimo. Está permitida la rebelión contra un poder ilegítimo “ si los que acometen la empresa vde derribarle, están seguros de su ilegitimidad, se proponen sustituirle por un poder legítimo y cuentan además con probabilidad de buen éxito” (8, 29). Po­ cas veces com o en el pasaje que acabamos de trans­ cribir se ha contestado con tal valentía a esta cuestión moral tan controvertida·132. “ ¿Se debe obedecer a la potestad, civil cuando 131 “ De ningún modo puede admitirse que la auto­ ridad civil sirva a los intereses de uno o de pocos, cuan­ do ha sido establecida para el bien de todos” ( L e ó n x i i i , Immortale Dei, 1885). ^Los gobernantes han de defen­ der la sociedad y sus distintas clases. La sociedad, porque la tutela de ésta fué conferida por la naturaleza! de los gobernantes, de tal suerte que el bienestar pú­ blico no sólo es la ley suprema, sino la única y total causa, y razón de la autoridad pública” (Id., Rerum Novarum, 1891). 132 Cf s. PRIBILLA, M., S. L, An den G anzen der Staatsgewalt, en “ Stimmen der Zeit” , 1948. 140

La sociología de Jaime Balmes

marida en materias que no. están en el círculo de sus facultades? N o : porque con respectó a ellas no es potestad; pues por lo mismo que se supone que no llegan allá sus facultades, se afirma que con respecto a tal punto no es verdadera potestad. Y no se crea que hablo precisamente con relación a negocios espi­ rituales, y que a estos dmcaihente aludo'; entiendo esa limitación dél poder civil también con respecto a cosas puramente temporales... Conviene que el go­ bierno no absorba de tal suerte al individuo y a la familia qué resulten anonadados en su existencia par­ ticular* (8, 9). Los entes sociales que se forman en un territorio, así com o los que se constituyen dentro de las fuerzas de vida, están subordinados al Estado com o societas perfecta et completa pero tienen de por sí la autonomía de su ordenación interna. El Estado procede del “ derecho natural’* (20, 268), no de un acto directo de institución por parte de D ios; ello significa que el poder civil no es un títu­ lo de derecho privado, como en el patriarcalismo, sino de derecho publico. “ El origen divino del poder civil, origen que se halla expresamente consignado en la Sagrada Escritura, nada define, ni en cuanto a la forma de este poder, ni en cuanto a los medios de que Dios se vale para comunicarlo” (7, 210). Esto ha de precisarlo de alguna manera la misma comuni141

H erbert A u h o f er

dad del pueblo 1331 . Es la sana ‘Via media” de la doc­ 4 3 trina escolástica sobre el Estado:

ni se entrega el

gobierno a una soberanía popular sin freno ni se entrega el pueblo al absolutismo estatal. E n opinión de Balmes se comprende que Belarmino y Suarez acentuaran tan enérgicamente la teoría del contrato y el elemento democrático, por la lucha que sostuvie­ ron contra el absolutismo de su tiempo, motivo al que en realidad hoy no es preciso tampoco añadir n ad a 1“ . / “ Là ciiestión de las formas políticas es un excelente tema para discursos académicos : pero las genera­ lidades sirven de poco cuando se trata de la aplica­ ción ... ¿Cuál es la mejor forma de gobierno? M uchos son los que contestan rotundamente a semejante pre­ gunta; mas no creemos que esto sea lo más acertado. Parécenos que la respuesta debiera ser otra pregun­ ta: ¿D e qué pueblo se trata? En efecto, nadie podrá sostener que una misma forma sea la que conviene a todos los países, pues que la razón, la historia y la 133 Ordinare aliquid in bonum commune est totius multitudinis (S a n t o T om ás , 1. 2. q. 90 a. 3). Causa materialis potestatis saecularis est res publica, cui de se competit gubernare^ se ipsam ( F r a n c isc o re V it o ­ r ia , De potestate civili, 7). Igualmente S u á r e z , De le­ gibus, I, c. 8. 13. 134 Cfr. R o m m e n , H., Die Staatslehre des Franz Suá­ rez, Mönchen-Gladbach, 1927, pág. 188 sigs. 142

La sociología de faime Bahnes

experiencia demuestran lo contrario... N o alcanza­ mos com o se puede invocar sobre la humanidad el exclusivo predominio de ningún principio político: no comprendemos los sistemas inflexibles en pro de esta o aquella forma (26, 52 sig.). A sí pues, corno M ontesquieu 135 y aun de M ais­ tre 136 (y germinalmente ya Vitoria y Suárez) Balmes advirtió y postuló sin reservas la vinculación histórico-sociológica de las formas de gobierno. Por princi­ pio no tomó partido por la monarquía ni por la re­ pública :

“ Puede m uy

bien suceder que en una

monarquía estén mejor personificados los poderes so­ ciales que en una república; así com o, bastardeando aquélla, sería dable que, lejos de ser la expresión de dichos poderes, no representáse más que la arbitrarie­ dad de un ministro o los caprichos de un privado” (25, 63). “ La acción de un gobierno no depende de

135 “ La forma ideal de gobierno es aquella cuyo modo de ser responde al carácter del pueblo para que está instituida” (De Vesprit des lois, París 1876. I, 3). 136 “ Una constitución que se adapta a todos los pueblos no se adapta a ninguno. Preparar una cons­ titución significa resolver el problema siguiente: dados los habitantes, las costunibres, la religión, la riqueza y las buenas y malas cualidades de un pueblo, hallar las leyes que se ajusten a él” (citado en K reyssig , F., Studien zur französischen Cülturund Literaturgeschich­ te, Berlin, 1865, pág. 116). 143

H erbert

A u h o f er

su forma, sino de su espíritu” (32, 304). “ M u y do­ lorosa experiencia nos ha demostrado una verdad en­ senada por la razón y las lecciones de la historia, a saber: qüe ningún poder será fuerte en el orden po­ lítico si no tiene uha fuerza propia en el orden so­ cial” (25, 57). “ Determinar la forma de gobiérne más conveniente para un país es encontrar el medio de hacer concurrir en un punto todas las fuerzas socia­ les; es hallar el centro de gravedad de üna gran masa para ponerla en equilibrio” (26, 57). “ El principio fundamental de nuestra teoría es que el poder político ha de ser la expresión del poder so­ cial, pues que, habiendo de reunir la inteligencia, la moralidad y la fuerza, debe tomarlas de donde exis­ tan, es decir, de la sociedad misma. El poder político no es un ser abstracto, sino m uy concreto, en íntimas relaciones con la sociedad gobernada, que influye sin cesar sobre ella, y que a su vez recibe de ella conti­ nua influencia” (25, 61). “ N o hay gobierno que pue­ da subsistir si está en contradicción con los principios e intereses que dominan en la sociedad” (26, 56). Balmes se vuelve contra la administración burocrá­ tica como la defendía G u izot:

“ Téngase presente

que la administración no constituye la sociedad, la supone ya existente, formada; y, cuando se pide la salvación de ésta a los medios puramente administra-

144

La sociología de jaune Balmes

tivos, se. intenta una cosa que está fuera del orden de la naturaleza** (7, 171), “ El poder que gobierna la sociedad ha de ser fuer­ te, porque en siendo débil tiraniza o conspira... ¡A y de los pueblos gobernados por un poder que ha de pensar en la conservación propia...!

Los gobiernos

opresores no son los. fuertes, sino los debiles** (24, 149, 324); “ La raíz de los males está en; la profunda debilidad del poder que no le permite ser suave sin ser flojo, ni firme sin ser violento” 137. Pero la fuerza debe residir en el mismo gobierno; hay que rechazar a toda costa el p re d o m in io militar (30, 293).

La democracia es una forma de gobierno qtie exige de sus ciudadanos “ la madurez moral” (Pío XII) ;138. Balmes critica las aberraciones del parlamentarismo. “ Si las Cortes no han de ser otra cósa que una arena dónde luchan la ambición y demás pasiones o, cuan­ do más, un liceo donde ostenten sus talentos y saber algunos oradores ilustres, sin que de tanto aparato

7 , “La idea liberal dé que la causa de la, libertad puede prescindir de la fuerza ha originado la aparente debilidad de todas sus instituciones” ( M üller -A rm ack , A., Das Jahrhundert ohne Gott, Münster, 1948, pági­ na 185). 138 Radiomensaje de Navidad, 1944. 145

ίο

Herbert

A u h o f er

descienda hasta lo$ pueblos una sola gota de provéch o” (23, 126), está bien cláro que los hombres no nauéstran él adecuado interés por k sv nuevas formas. Las; Cortes' no deben ser ÿ lo segundo falsea la institución, forta­ lece él despotismo ministerial, rodeándolo de úna apariencia dde representación

“ La oposición parla­

mentaria es. siempre un mal, pero hoy es un mal hécesariö” . Para los Cortes debe ser el “ principio fun­ damental que en ellas estén representadas todas las clases ; que se haga con consejo d e los tres estados ; es decir, que la intervención en los negocios arduos no, se limite a ninguna clase determinada* sino, que toda$ ; disfrúten el ,detéchb de hacer .llegar hasta el trono ,de una manera legal, respetable y respetuosa, sus necesidades, opiniones,y deseos;” (26, 87) l%. H ay que despertar el interés, por las elecciones »tanto com o sea,posible (23, 127) 140, ,;

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139 Un siglo después pide Pío XII para todos los órganos representativos “ una selección de hombres quç no Sé limité a alguna profesión o condición determina­ da*· antes bien sea la imagen· dé la múltiple vida ' de todo él pueblo” (Radiomensafe de Navidad, 1944). V 140 p ío XII demanda φιβ “ se expliquen a los1 fieles los deberes morales resultantes del derecho al Voto” (Discurso de 6 de marzo, 1946). ‘ '; '· 146

La sociología de Jaime Balmes

“ El Catolicismo no se opone a un justo y legítimo desarrollo del elemento popular” (8, 110); más aún, es “ indispensable para el debido desarrollo del ideal democrático” (32, 420). “ El derecho divino, bien en­ tendido, no se opone a los derechos, del pueblo, sino a sus excesos” (7, 196) 141.

“ Conviene, sin duda, atender mucho· a la naturale­ za de las instituciones políticas; importa sobremane­ ra conservar el principio de legitimidad como una de las más solidas garantías de estabilidad y de orden; pero también es preciso no olvidar que las creencias, los sentimientos poderosos, los grandes intereses ejer­ cen sobre la sociedad una influencia más eficaz, y que, en comenzando la lucha, no es dudosa la victo­ ria” (25, 378). : “ El absolutismo del Estado... es una corrupción p o l i t i c * 142.

í 4í “ El derecho de soberanía, por otra parte, en razón de sí propio, no está necesariamente vinculado a tal o cual forma de gobierno ; puédese escoger y to­ mar legítimamente una u otra forma política, con tal que no le falte capacidad de cooperar al bienestar ÿ a la utilidad de todos” (L eón xiii , Immortale Dei, 1885; en forma parecida habla en la encíclica Libertas, 1888).

*'42 Código social de Malinas, núm. 60. 147

Herbert

A u h o f er

y Estado. Tolerancia religiosa. “ Pagar a César lo que es de César, y a Dios lo que es de D ios.” M í , 22, 21 ; M r ., 12, 15 ; t e . , 20, 23. Desde el ocaso de la Antigüedad hasta el A n d e n Régim e la Iglesia apareció com b garantizados moral y espiritual del orden social y político. A u n aquellos teóricos n pd em os del Estado que profesaban su idea­ rio antieclesiástico o ateo, no podían imaginarse un Estado carente de religión oficial, si bien se buscaba a veces una religion civile mejor que el catolicis­ mo. Montesquieu, con todas sus exigencias de toler rancia, presupone com o cosa natural una religión fiel E stad o143.

Según

Voltaire,

que

dio

la consigna

écrasez l’ infâme, la Iglesia debe conservar su “ si­ tuación privilegiada” , la religión es necesari^para el pueblo, el sacerdote es un buen fre cefteu r de mora­ le. Tam bién para Helvetius, H olbach y Rousseau es política y socialmente indispensable una religión del Estado. “ A u n los más hostiles al cristianismo no podían figurarse un Estado a cuyos miembros no se exigiera la aceptación de. ningún credo” 144. 143 Esprit des lois, X XY , 12. 144 M athiez , A., La Révolution et Γ Eglise, 1910. 148

La sociología de Jaime Balmes

> Ciertamente, la supremacía de la Iglesia sobre el Estado había declinado. El Estado absolutista y de la restauración no se puso al servicio de la Iglesia sino al revés : la consideró com o su instrumento de dominió. Estos hechos fueron lo que movió a los cató­ licos de muchos países a romper con la concepción absoluta del Estado y con lá> restauración y a unirse con el movimiento burgués del liberalismo en favor de la libertad. En la revolución belga de 1830 parti­ cipó; también el clero; en Irlanda y Polonia los ca­ tólicos se reunieron bajo las ideas liberales; en Fran­ cia surgió el movimiento en torno a Lamennais. . Indudablemente, la conducta del liberalismo, para quien la libertad individual,/la libertad de todos los vínculos “ heteronomos” , incluso de natüralezá espiri­ tual, era el valor supremo, no fué muy adecuada para ganarse a los católicos. Reemplazó la religión del Es­ tado por la concepción de una sociedad indifererite. En la Iglesia, institución necesariamente contraria al liberalismo décimonónico, éste veía un enemigo, y en là actitud que adoptó respecto al Estado se perci­ bió un curioso alejamiento de sus propios principios. Tan pronto com o la “ sociedad burguesa’* se apoderó del Estado, pensó en servirse de este instrumento para asegurar las conquistas de la revolución. Del libera­ lismo nació el nacional-liberalismo, que era un posi7 tivismo estatal de partido, el cual volvió a reputar 149

Herbert Auhofer. congruentes la sociedad y el Estado, identificó la Iglesia con la reacción y empleó contra ella todos los recursos del poder civil. Consideraba com o insoste-^ nibles’ la escisión, de la sociedad en dos autoridades, diversas y el hecho de que cada individuo fuera miembro de dos instituciones publicas. Balmes, pues, tuvo que, luchar por la Iglesia en dos frentes contrapuestos al mismo tiempo. El uno exigía de ella uria tarea política directa ; el otro, le reprocha­ ba el haberla ,emprendido. La solución sólo podía en­ contrarse en una nítida separación de las dos esferas : la misión del Estado es asegurar el destino temporal del hom bre; la de la Iglesia, el trabajar por los fines eternos (9, 103 sig,):¡ Balmes repite el viejo argumen­ to de la Ilustración que Rousseau, había asimismo aceptado 145 : al Estado no incumbe el cuidado del hombre interior: “ Claró es que los deberes dé la potes­ tad civil; no deben confundirse con los de la religiosa* y que no se ha de pretender que le incumba el cuidar

del hombre interior,, cuando puede influir únicamen­ te sobre el exterior” (20, 302). A l igual que Gui­ z o t 146 considerala separación d e los dos poderes > es­ piritual y temporal, com o “ una de las causas más poderosas de la libertad” y factor configurador esen-

145 Contrat social, 231. 146 G u izot , M., o. c., pág. 76., 150

I La sociología de Jaittie Balmes

çial de la cultura europeal (8, 1Q). E>esdç; sus comien­ zos fué la; Iglesia la etçrna avisadora que >señalaba, los límites en las atribuciones de Estadp ¡(8,. 10), cou frecuencia “ el solo contrapeso quediabua para que la monarquía absoluta^ no se trocase en despotismo”,. H ubo, es verdad, tiempos en que ¡la extensión del, poder eclesiástico al dominio civil , fue beneficiosa, exigida por la situación, y aceptada sin reparos por el Estado (6, 216) 14Ç '

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“ La alianza del altar y del trono podía ser necesa­ ria ál trono, pero no lo era al altar” (32, 304). Por eso, hoy, después de la diferenciación y consolidación de todos los factores de vida, ès ‘‘côhvéniciite separar, en cuanto posible fuese, las cuestiones eclesiásticas de las políticas... A los que juzgüen qüe lö qüe estaiiiös escribiendo son meras utopías, les recordaremos-ël ejemplo de América, donde’ las cuestiones políticas se hah separado de las ·eclesiásticas ; donde, a pesar de la anarquía, de las ¡guerras civiles y hasta de las pretensiones de los monarcas de Europa, se halla afianzada la unidad católica y en, ,buen pie las relacio' nes de los gobiernos con la cátedra ( de San Pedro” (24, 198).

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Pero la mutua independencia no significa aisla­ miento recíproco ni alejamientot del clero respecto a1 7 4

147 Parecido pensamiento en Guizot, o. c., pág. 145.

151

H erbert

A u h o f er

la vida social : “ Es preciso que vivan en buena ar­ monía 1äs dos potéstades, a qiiienes incumbe la con­ servación y defensa de los grandes intereses de la reli­ gión y de la sàciedad” (7, 299). Balmes pide úna clara regulación de las relaciones jurídicas, un concordato con 1st Santa Sede, prohibe la ingerencia en los asun­ tos interiores de la Iglesia y exige la devolución de las propiedades eclesiásticas. La libertad del Estado con respecto a Ja soberanía de la Iglesia no quiere decir tampoco aútonomía ética: “ N o olvidemos que sobre la política está la religión, sobre los pueblos y los reyes está D ios” (7, 352), Si hasta este momento la Iglesia había exigido la subordinación del Estado, y el Estádo absoluto la subordinación de la Iglesia, Balmes (com o numerosos contemporáneos) pide ahora frente a ambos totalita­ rismos la coordinación de las dos potéstades libres. Es el moderno état laïque como se realizó en Euro­ pa por vez primera en la constitución belga dé 1830 148 y se ha impuesto desde entonces en la ma­ yoría de los casos. Por parte pontificia no fue apro­ bado de manera general hasta 1885 por León XIII

148 Libertad de cultos, de asociación y de enseñan­ za; libre elección de los obispos sin el placet del Go­ bierno.

152

La sociología de ]aime Balmes

en la encíclica Ifnmortàle D e i: utraquè in suo ge­ nere maxima**9. Hemos vlk o ya que Balmes nó se adhiere por prin­ cipio a ninguna forma de gobierno : “ En las formas politidas no hay riada que sea esencial a la religión : todas le ofrecen sus inconvenientes y sus ventajas” (32, 308). A la restauración es aplicable la adverten­ cia de qüe la religión caéólica tiene fuerza suficiente para su conservación y no necesita de ninguna idea política ni de la ayuda de ningún partido (24, 193). “ N o es la política }a que ha de salvar la religión; an­ tes tuen la religión ha de salvar la política” (24, 209). A l liberalismo le asegura Balmes que Öios ha entre­ gado el mundo a la libre discusión de los hombres y que la Iglesia deja en este punto completa libertad (8, 272). Pero si la religión se rebaja hasta venir a ser medio de dominación, renuncia a su propia esem

■49 “ Dios ha hecho copartícipes del Gobierno de todo el linaje humano a dos potestades: la eclesiástica y la civil: ésta que cuida directamente de los intereses hu­ manos y terrenales; aquélla de lós celestiales y divi­ nos” ' (L eón ¿ iii, Immortale Dei, 1885). “ La Iglesia y la sociedad civil tienen su respectiva autoridad, por lo cual, en el arreglo de sus asuntos propios, ninguna obedece a la otra; se entiende dentro de los límites señalados por la naturaleza propia de cada una” (Id.* Sapientiae christianae, 1890). 153

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H erbert

A u h o f er

cia y “ se convierte en un ardid, de los astutos para dominar a los tontos” (20, 305) 150. 1 Balmes reprocha al protestantismo ^el ,hab?er. vuelto a suprimir la separaçjpn entre poder espiritual y tem­ poral. A l reconocer al príncipe com o, jefe eclesiástico “ dejó al poder real sin ningún linaje de contrapeso” (8, 170). La falta de libertad y el absolutismo en Alemania, sobre todo en Prusia, cuna del protestan­ tismo, son la mejor prueba de ello (8, 158). El pro­ testante Guizot no negaba tampoco estas desventajas políticas y el protestante Troeltsch llega ,a hablar más tarde de la “ divinización del poder positivo” en el protestantismo. “ Por ese espíritu de libertad que invade el mundo civilizado np ha de perecer la religión” (32, 304). A l contrario, la religión sólo puede defenderse co a ^ayu­ da de la libertad (25, 368). Por eso es aplicable al Estado y a la sociedad la ley de la tolerancia religiosa: “ La sociedad civil puede abrigar en su seno hombres de diversas religiones, dejándolos vivir en paz, sin forzarlos a seguir ésta o äquella” (9, 110). Balmes sostiene esta exigencia aun a la vista de la encíclica de Gregorio X V I contra el liberalismo (cf. c. ; III, 4) 1,50 ^Arrastrar lá Iglesia a algún partido o querer tenerla por auxiliar para vencer a los adversarios, es propio de hombres que abusan · inmoderadamente de ía religión” ( L e ó n x i i i , Sapientiae christianae, 1890).

La sociología de ]aime Balmes

y sólo ¿prueba la intolerancia frente a las doctrinas “ peligrosas al orden social” (6, 290); también hay cpie condenar la educación irreligiosa de los niños. Por lo demás, la tolerancia religiosa nada tiene que ver con el indiferentismo, y la situación en Irlanda y Prusia son ejemplo suficiente para justificar el es­ píritu de la época que se exterioriza en el postulado de tolerancia (9, ÍQ3). Indudablemente, donde, -como en Esfdña', puede conservarse la unidad religiosá, es ésta “ un elemento de bien que si se aprovecha cual merece puede pro­ ducirnos inmensas ventajas. ¿Se ha pensado bascante en el hondo abismo en que nos sumiríamos >si por desgracia llegásemos a perderla?” (23, 130). “ En España no hay medio entre la religión católi­ ca y la incredulidad; quien no es católico no se toma la pena de hacerse protestante u otra cosa, sino que vive en el escepticismo religioso” (24, 41). “Así es, que las doctrinas contrarias a la religión no han tehi-* do en España ningún brillo, nada que pudiera se­ ducir y arrastrar a, los hombres de talento; no han formado verdadera escuela;

han andado dispersas

acá y acullá,· siempre vergonzantes” (25, 141). Per eso,

en

España, “ no

debe

haber tolerancia reli­

giosa o de .cultos, porque no se tolera lo que no existe. N o hay disidentes. H ay incrédulos, las per­ sonas de éstos se toleran” (14, 213). 155

H erbert A u h o f er

La comunidad de los pueblos. “ D onde no hay griego ni judío, bar,

báro, escita, esclavo, libre, sino todas las cosas y en todos, Cristo.” San Pablo (C o U 3, 11.)

La unidad del linaje humano es una de las con­ vicciones Centrales de la idea cristiana (y lo era ya de la judía) de la sociedad. “ La religión cristiana se ha adelantado de muchos siglos a la filosofía en la proclamación de la fraternidad universal, y ... lo de­ clarará hasta la consumación de los siglos” (13, 128). Balmes se encontraba ya en un mom ento demasia­ do avanzado de la época de las luchas religiosas y de los estados nacionales para, com o en su tiempo Fran­ cisco de Vitoria, creer realmente en un ordo totius orbis. Sin embargo, su mirada hacia lo futuro está sostenida por un profundo optimismo político. “ Peor que estas catástrofes (bélicas) fue todavía el germen de cisma civil, político y literario que d im a n ó1 de la falta de unidad religiosa. Las instituciones civi­ les y políticas y todos los ramos de conocimientos ha­ bían nacido y prosperado en Europa bajo el influjo de la religión; el cisma fue religioso, afectó la raíz misma y, por necesidad, se extendió a todos los ra156

La sociología de Jaime Balmes

mos. Ésta fue la causa de que se levantaren entre unas y otras naciones esos muros de bronce que las tenían separadas, de que se esparciese por todas par­ tes el espíritu de sospecha y desconfianza..., Ligas ofensivas y defensivas entre naciones y naciones, que dividían la Europa en dos partes no menos enemigas que cristianos y musulmanes, debieron de contribuir sobremanera a qué; se retardase la comunicación entre los pueblos europeos y a que sólo se lograse con el desarrollo de los medios materiales lo que se habría obtenido mucho antes con el auxilio de los morales. El vapor se encamina a convertir la Europa en una gran ciudad; ¿quién tiene la culpa de que se hayan odiado durante tres siglos hombres que habían de hallarse un día bajo un mismo techo? El estrecharse mucho antes los corazones, ¿no hubiera anticipado el momento feliz en que pudieran estrecharse las m anos?" (8, 193-194). c)

Ciencia, formación} educación. “ La sociología de la cultura ve que la fe y el espíritu desempeñan el papel de­ cisivo en la vida social y son en la historia universal la fuerza suprema." Alois Dempf 1S1.

151 Sociología de la crisis, Madrid, 1951, pág; 26. .

157

H erbert

A u h o f er

“ Sin inteligencia no hay civilización

sin que brille

en la frente del hombre ese destello: divinó que lé distingue com o a rey de la creación, no es concebible la perfección de: la sociedad” (11, 32).

>

En virtud de su inteligencia el hombre es quo­ dammodo omnia. “ Los animales y vegetales adquie­ ren ’ siempre toda la perfección posible a sus fuerzas y a su situación, el hombre se queda muchas veces inferior a lo que puede. Tiene una inteligencia capaz de abarcar el mundo, y, sin embargo, abusando de su libre albedrío, la deja quizá sumida en la ignoran­ cia y con harta frecuencia la alimenta de errores” (20, 239). Pero es que “ uno de los primeros cuidados que debe ocupar el hombre es tener bien arreglada esta luz del entendimiento” (15, 14). Dentro del deber fundamental del hombre de ac­ tuar sus aptitudes en potencia “ debe la verdad a su entendimiento” (20, 257). “ El objeto del entendi­ miento es la verdad, porque la verdad es el ser, la realidad” (San Agustín). La contemplación de este orden, es decir, el ver en las cosas lo que hay y nada más de lo que hay, es para Balmes norma no sólo lógica sino ética, “ ño es sólo un consejo del arte de pensar, es también un deber prescrito por la ley de bien, obrar” (20, 243). Pero las aptitudes intelectuales despertarán en el hombre únicamente por la educación y la instrue158

! La so ciólogia: de Jaime Balmes

•don. '“ La educación ÿ lá instrucción : los dos grandes gérmenes de toda organización social” (11, 24). : La educación eta desde el racionalismo el - ‘tema del siglo” . D e -hecho, la educación y la tradición son (y Herder 15? llamó lá atención sobre Jéllo φ . forma clá sica )“ el· segundó nacimiento” del hombre en la esfera de la cultura^ después del primero Ocurrido Cñ la de la naturaleza. N ingún

hombre ha

llegado ¿ ser

tal por si mismo ;'1todo hombre depende dé otrö ä través de aquella génesis que es la educación llevada a cabo por-los padres* maestros, amigos y aun por la vida sin más : ‘ ‘La educación es al hombre lo que el molde al barro : le da la forma” (14, 220): MForm a -q ü iére decir aquí el determinativo espiritual dél ser y de la esencia. Formación ts ante todo' formación “ para el mismo hombre ·bien formado” 1 *155. 2 5 Balmes atribuye muchísima importancia a las po­ sibilidades de la instrucción y de la educación. “ N o olvidemos que el principiante que, por mala direc­ ción de su maestro, no sale en su vida de la clase de un miserable rutinero, con una enseñanza acertada hubiera sido quizá un grande hombre” (2, 292). El filósofo vicense, que durante años fué profesor de 152 ideen zur Philosophie der Geschichte der Mensch­ heit, 1784 sigä. ^ ;53 S c h e l e r , M., Die Formen des Wissens und die Bildung, Bonn, 1925, pág: 22. 159

Herbert

A u b ofer

enseñanza .inedia, esboza u n , gran plan de instruo, ción 15A, se vuelve contra la centralización; cultural y demanda la cristalización en torno a centros cultura­ les, cpn vieja tradición (20, 344). Lamenta reiterada­ mente que falten medios matetiáles a las institucio; nes científicas y formativas .y pide que la fundación particular sea, m u ch o m á s -considerable. _ “ Uno de los primeros cuidados que han de ocupaí* a los gobernantes, y a todos los que, teniendo alguna influencfa sobrç la sociedad, se interesan por el bien de sus seinejantes, es sin duda la instrucción primaria. Si ésta se halla arreglada, si presiden a la misma la religión y la moral, , resultarán los hombres más insr traídos y menos viciosos 1 155, porque la generalidad 4 5 de ellos no se forma con el estudio de elevadas cien­ cias, ni está destinada a carreras literarias, sino que, viviendo, en una condición modesta, conserva en el resto de sus días lo que se les ha .enseñado en la pritnerä edad, sin que tengan ocasión de añadir al cau­ dal de sus luces otra cosa que las lecciones de la ex­ periencia” .

154



V éa se sob re este pu n to el tr á b a jo d e Von K ru se

cita d o en la b ib lio g r a fía .

155 Esto no significa que la virtpd brote del saber. El mismo Balmes dice en una ocasión que prefiere un ignorante virtuoso a un sabio sin virtud. . Aquí sólo considera algunas oportunas relaciones. 160

La sociología de Jaime Balmes

Toda enseñanza científica requiere en su m étodo la acomodación al espíritu de la época. “ Según es diferente el estado intelectual y moral de los pueblos es necesario hablarles otro lenguaje... Es pretiso que la exposición de lasmismas ideas se haga de ¡diferente manera; que el hilo de los raciocinios se conduzca con nuevos métodos; que las fuentes de argumenta­ ción sean adaptadas al gusto científico dom inante” . Ello tiene también aplicación a las doctrinas filosófi­ cas y teológicas de un San Agustín, un Santo T o ­ más, un Belarmino, “ sin perder nada de su exactitud y solidez” (4, 292 sig.). Una tendencia esencial de la época es ésta: “ A h o ­ ra no basta poseer una ciencia, es necesario además tener alguna noticia de todas, porque atendido el ca­ rácter de generalidad y trascendencia que se ha co­ municado a todos los ramos del hum ano saber... atendida la extensión y variedad de aplicaciones que a toda clase de objetos está haciendo la actividad del siglo, no es dable tomar parte en las discusiones cien­ tíficas ni participar de la acción que se ejerce en la práctica de los conocimientos, sin poseer instrucción vasta y amenizada” (26, 123). A sí pues, de acuerdo con las disposiciones huma­ nas, la enseñanza ha de reparar en el desenvolvimien­ to de todas estas aptitudes, del “ hom bre perfecto” ,

161

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Herbert

A uh ofer

de la harmonia partium inter se 156 y eso en forma acomodada a la comprensión de cada edad, forma que no se detiene en la erudición superficial. “ La abundancia de libros, de periódicos, de manuales, de enciclopedias acarrea un mal muy grave, y es que hace perder a muchos en intensidad lo que adquie­ ren en extensión, y a no pocos les proporciona apa­ rentar que saben de todo cuando en realidad no sa­ ben nada” (15, 338). ¡M u ltu m , non multa! “ El saber por el saber es tan vano y necio como l’art pourl Îart de los estéticos” (M a x Scheler)1S7. La instrucción debe estar ordenada al fin social y a la posición individual en la sociedad, es decir, ha de “ desenvolver el talento de los alumnos para que al salir de la escuela puedan hacer los adelantos pro­ porcionados a su capacidad” (15, 185). N o obstante una iniciación general, es necesaria una instrucción profesional sistemáticamente especializada :

“ la ver­

dadera instrucción es necesariamente diferencial” 158. 156 “ Gomo consecuencia práctica para ia estructu­ ración de las organizaciones docentes, síguese que no debe darse una formación unilateral en una sola clase , de conocimientos, sino una formación armónica en todos ellos” ( S c h e l e r , M., Schriften zur Soziologie und Welt­ anschauungslehre, Leipzig, 1923, sigs. I, pág. 40). 157 Die Formen des Wissens und die Bildung, Bonn, 1925, pág. 32. 158 Ibidem, pág. 24. 162

La sociología de Jaime Balmes “ Si una gran parte del tiempo que se pierde misera­ blemente en la escuela y en casa, ocupándose en es­ tudios inconducentes, se emplease en adquirir los conocimientos preparatorios, acomodados a la Carrera que se quiere emprender, los individuos, las fámilias y la sociedad reportarían por cierto mayor fruto de sus tareas y dispendios” (15, 337). C om o muchos de sus contemporáneos empeñados en la lucha contra ef racionalismo y el idealismo de la Ilustración, contra la “ tiranía de las teorías de moda” 159, Balmes pronuncia también algunas pala­ bras m uy fuertes contra la filosofía y la ciencia 16 2 1 4

CO ■ . “ La religión es la verdadera filosofía de la historia” (9, 199). “ En el mundo social, com o en el físico, todo está ordenado admirablemente por la mano de la. Providencia... Estás leyes pueden ser quebrantadas, pues que Dios, imponiéndolas, no quiso despojarnos de la libertad, y nos ha dejado lugar para tornar el camino que más nos agradare; pero también se j í a reservado el restablecer el equilibrio perdido por la 213 ‘*Desde nuestra posición, infinitamente superior y dieciocho siglos mantenida, se logra ver la articula­ ción de la historia tal como es: lucha entre el Mal y el Amor” ( C a l v o S e r e r , R., Teoría de la restauration; Madrid, 1952, pág. 103). 214 C a l v o S e r e r , R., Teoría de la restauración, Ma­ drid, 1952, pág. 100.— La misma opinión sostienen Peter Wust y Josef Pieper. 210

i

La sociología de Jaime Balmes

infracción de la ley, castigando severamente al cul­ pable, ora fuese el individuo, ora una clase, ora la sociedad entera” (13, 121). Pero también positiva­ m ente: 4'Cuando la sociedad en alguna de sus gran­ des crisis demanda a un hombre extraordinario, la Providencia le tiene ya formado, y entonces el hom­ bre sale” (14, 231). “ En la marcha de la sociedad veo un plan, veo un concierto, mas no ciega necesidad; no creo que los sucesos se revuelvan y, barajen en confusa mezcolan‘ za en la oscura urna del destino. Veo, sí, una cade­ na maravillosa tendida sobre el curso de los siglos; pero es cadena que no embarga el movimiento de los individuos ni de las naciones; que ondéando suave­ mente se aviene con el flujo y'reflujo demandado por la misma naturaleza de las cosas; que con su contacto hace brotar de la cabeza de los hombres pensamientos grandiosos; cadena de oro que está pendiente de la mano ,del Hacedor Supremo, labrada con infinita in­ teligencia y regida con inefable amor” (5, 212).

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Dentro d é la situación revolucionaria de principios del siglo

X IX

que sobresaltó cruelmente los espíritus

nacieron en toda Europa varios movimientos socia­ les 215. Sin embargo, la mayor parte de los hombres que los suscitaron eran políticos románticos cuya ac­ tividad se extinguió a mediados del siglo. Lo que sub­ sistió fue casi únicamente el movimiento social de k Iglesia inserto en la tradición tomista, movimiento que desde León XIII encuentra también su expre­ sión oficial en las encíclicas sociales y documentos de los Papas. Dentro de esta corriente, es Jaime Balmes el pri­ mero que comunica nueva vida a la doctrina social tomista y la continúa con franca acomodación a la 215 Véase sobre esta cuestión S c h n a b e l , F., Deut­ sche Geschichte im 19. Jahrhundert, t. IV : Die religiösen Kräfte, Freiburg, 1951, y S c h w e r , W., Katholische Gesellschaftslehre, Paderborn, 1928. 212

La sociología de Jaime Balmes

época. Es el primero que desde el lado cristiano y eclesiástico se enriende con la cuestión social y el problema del proletariado. Es dudoso que de hecho la ulterior doctrina social pontificia se remonte à Balmes y el averiguarlo debe reservarse a lana investiga­ ción especial Mas, por lo que atañe al contenido, su camino lo encontramos ya totalmente trazado casi para un siglo entero 216 ; sólo desde Pío XI se aspira a una nueva forma social con la idea de la ordenación corporativa, al paso que Balmes y las primeras encí­ clicas sociales aceptan todavía por supuesto la orga­ nización por clases. Balmes pudo cultivar una sociología existencial y una filosofía de la cultura (siendo uno de los prime­ ros en dedicarse a tales estudios) porque creía en la determinación social del curso de la cultura y de lk historia. A u n hoy nada hemos de añadir al punto decisivo en esta cuestión : la concepción de los fac­ tores reales e ideales. Descubriendo la vinculación a 216 Ello hace más sorprendente el hecho de que en Alemania la obra de Balmes permanezca oculta o haya caído enteramente en el olvido. Ni aun Schwer en su resumen histórico, por lo demás, muy concienzudo, lo cita.— Con la posición de Balmes ante la cuestión so­ cial guarda analogía la mantenida en Alemania por Franz von Baader, que aproximadamente por los mismos años habla también “ de la destructora expoliación del pro­ letariado” y recomienda la asociación de los trabajadores. 213

H erbert

A u h o f er

los intereses y a la dialéctica real, Balmes ha anticipa­ do en algo la obra de M arx sin incurrir en su monis­ m o. La. doctrina bahne,sianá parécese en los rasgos esenciales a la de Krause, Ahrens, Lorenz von Stein y otros conservadores populistas de Alemania. Estos sistemas surgieron aproximadamenté por la misma época y de una actitud mental semejante; su recípro-. ca comparación manifiesta que hemos de compren­ derlos en su historicidad atendiendo a los problemas y ál aspecto sociológico-cultural, y patentiza hasta qué punto debemos hacerlo. En la lucha contra la primacía del Estado, Balmes combate por una sociedad apolítica y definida cultu­ ralmente y querría reducir al mínimo las esferas de actividad y las atribuciones de la organización estatal del poder 217. La fe religiosa es el principio espiritual de unidad y la fuente de la moralidad; pero dentro del concepto de cultura los dominios natural y sobrfenatural permanecen cuidadosamente separados. N i la Iglesia debe inmiscuirse indebidamente en las cues­ tiones temporales ni el Estadö en las eclesiásticas.

217 «jrrent;e al Estado... [los pueblos] han tomado una actitud nueva, interrogativa, crítica, desconfiada” (P ío X II, Radiomensaje de Navidad, 1944). [E l Estado] “ tiene ciertamente un papel importante, pero no el que le atribuye la concepción totalitaria del paganismo” (Id., Mensaje a la semana social católica del Canadá, 1946). 214

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La sociología de ]aim's Balmes

Desde... μη principio (arinque no tan: inéondickmalnrente cómo, decía Lamennais) Balmes aspira a poner a su servicio el Estado .liberal representativo y· a darle desde abajo, si no un contenido cristiano, por lo me­ nos hético,

V\ ■

Baluies se ba, liberado; de los prejuicios de estamento.

defensa del yproletariado, ; la consideración ge­

nética de la cultura y de la sociedad, su realismo y optimismo, lo alejan también notablemente de la ideología de. la burguesía en la cual se encuentra. La fe çn el carádter estrictamente temporal de las auto­ ridades positivas no deja ya sitio para ninguna de las ideologías estamentales 218. A Balmes podemos incluirlo en la “ restauración” únicamente en el sentido indicado por Calvo Serer : en cuanto luchó por “ la restauración de aquella tra­ dición que construyó y que fundamenta, el Occiden­ te” 219. Dándose cuenta de que , “ ya antes de. la re218 “ Nuestras palabras indican bastante que no ha; blámos con designios interesados ni. con intento de se­ cundar las miras de ninguna bandería política: el amor á la Religión católica, el vivo deseo de que se con­ serve y prospere entre nosotros, el anhelo de que se restablezcan la paz y la concordia entre los españoles, afianzándose sobre bases sólidas y duraderas; he aquí los motivos que , nos han impulsado a dar a luz estos artículos, he aquí el norte que ha guiado nuestra pluma” (24, 220). , : : 219 Teoría de la restauración, Madrid, 1952, pág. 28.

Herbért A uhof er

volución,; la reacción es en la mayoría de los casos la verdadera fuerza que impulsa a aquélla” 2?0, se pre­ cave frente a toda restauración que ose dar marcha atrás a la rueda de la historia 2 221. · 0 M ejor aún para una clasificación en la tipología de las concepciones de la cultura, es el concepto de “ con­ servadores populistas” del siglo x ix acuñado por A lois D em p f 222. (Conservadores en el paradójico sentido de que deseaban ‘ conservar” algo que propiamente no existía y sólo era objeto d e aspiración. Ráuschning ha creado para esta actitud la locución “ revolución conservadora” ). El objeto a que Balmes y sus corre­ ligionarios y contemporáneos aspiraban era la com u­ nidad cultural del pueblo y la libre cooperación a los fines de la sociedad en un compañerismo ético-social de las clases. El conservatismo es un principio de crecimiento que parte de lo pasado y va haciá lo futuro. La acti­ tud conservadora está así ligada à una verdadera con­ ciencia de la historia y se convierte en uña actitud

220 D e m p f , A., Kulturphilosophie, pág. 140. 221 Balmes se dirige reiteradamente contra los “ reac­ cionarios enemigos de la libertad” (29, 200)* “ Jamás po­ dría yo... tomar parté en una lucha con las necesidades de la época; jamás contribuiría a una reacción, cuyo resultado inevitable sería una revolución’*. 222 Kulturphilosophie, pág. 97.

216

La sociología de ]aimê Balmes

, general ante la historia; del espíritu. Hace cien anos Balmes, con su gran labor histórico-cultural, abrió por vez primera ¡a la perspectiva de la historia los ojos de España, que fue un “ enigma para sí mis­ ma* 223 hasta entrado nuestro siglo. Quería “ enlazar lo nuevo con lo viejo, pues que no basta ni sólo este ni aquél” . Evidentemente, no nos es lícito tampoco desorbitar nuestras esperanzas ante un autor del siglo XIX. Balmes no podía internarse en una verdadera considera­ ción sociológico-cultural sobre el cambio de autorida­ des dentro d el movimiento de la cultura y sobre su entrelazamiento e interdependenciá ; no hizo sino dar los primeros pasos en dirección a una sociología de la religión y a una auténtica sociología del saber, que es la fase última y; más sazonada de la ciencia de la sociedad. Pero vislumbró el gran desenvolvimiento que esperaba a la sociología después de su muerte y solicitó (casi a un mismo tiempo que la “ sociología” de Gomte) la colaboración de todos para elaborar una “ ciencia social” . Balmes no pudo ya ocupar su puesto de miembro de la Real Academia de la Lengua, para el que había sido propuesto en enero de 1848. Pero institutos de alta investigación, bibliotecas y un premio de perio223

Unamuno, Maura.

:217

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dismo llevan su nombre y desde 1899 se levanta en M adrid un monumento- dedicado'a su memoria. En el mosaico constituido por la* historia de la ciencia es una piedra importante. Q ue,.. no obstante un pe­ queño grupo de discípulos 224, no llegara a ven cer el espíritu de la época, nada dice contra él. H an d e pasar generaciones hasta que un movimiento espiri­ tual se convierta en realidad social. "Unicamente los precursores spn ríos soportes de la cultura** (Alois D em pf). La/línea indicadora de la evolución hacia un nuevo encúmbrámiento intelectual de España sé adentra en el siglo XX pasando por Balmes, Donoso Cortés, M enéndez y Pelayo y la generación del 98 (Utiamuno, “ Azorín**,, Maeztu). “ Quienes adulan los prejuicios de sus contemporaneos ; consiguen eh éxito :

. .

v :

son los hombres de su tiempo. Pero quienes les dan el alto y se anticipan ä respirar el aire del siglo venidero, : consiguen la gloria: son los hombres de la eternidad**. (Ernesto H elio.)

224 M e n é n d e z P e l a y o , M., Historia de los hetero­ doxos españoles, 3 vols., Madrid* 1881, t.i III,, pág. 775.

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Durante la composición de este libro, la nueva edición de, las Obras completas de Jaime B aimes en la Biblio­ teca de Autores Cristianos (8 volúmenes, Madrid, 19481950)' todavía n o . era asequible al autor. Por eso se utilizaron las Obras completas del Dr. D. Jaime Bal· mes, primera edición crítica, ordenada y anotada por el P. Ignacio Casanovas, S. J. (Barcelona, 1925-1927). Los 33 tomos (los que se han citado aquí por número de tomo y número, de página) contienen, principalmente: Tomo V-VIII: El Protestantismo comparado pon el Catolicismo. Tomo XI : Estudios sociales. Tomo X X : Etica. Tomo XXIII-X XX II: Escritos políticos. Por regla general, no hemos señalado en las citas las omisiones breves, las de mayor importancia y las inver­ siones del texto se indican con (...)·> II A l f o n s o , Die Philosophie de Bonalds, Diss. Münster, 1923. A l v a r e z y. M o r a n , Μ., B aimes. Enseñanzas políticas, Valladolid, 1909.

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A u h o f er

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T

hom as

U

n ió n

C a t ó l ic a I n t e r n a c io n a l

de

E s t u d io s S o c ia l e s

de

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a l in a s ,

225 15

I NDI GE

O N O M A S T I C O

i

Agustín, San. 35, 37, 103, 113, 128, 161, 169, 177, 179. Ahrens, 214. Ambrosio, San. 113. Arboleya, 26, 34. Aristóteles, 83, 195, Auguet, 66. Azorín, 218.

Calvo Serer, 210, 215. Carande, 62. Carlos, don. 26. Carlyle, 43. Casanovas, S. I. 13, 219. Castr oviejo, 117. Cicerón, 131. Clemente de Alejandría,

112.

Baader, Fran yon. 165, 213. Batllori, 15. Belarmino, 41, 141, 161. Bernardino de Siena, San.

Comte, 44, 68, 103, 200, 203, 217. Condorcet, 44, 68. Cousin, 25. Crisóstomo, San Juan. 113, 126.

Bonald, de. 43, 45, 47-48, 52. Bossuet, 43, 44-45, 46. Briefs, 119. Brinkmann, 65. Burckhardt, 56, 82.

Demóstenes, 128. Dempf, 18, 19, 66, 74, 77, 81, 84, 86, 87, 94, 106, 115, 157, 174, 191, 193, 197, 198, 200, 204, 209, 216, 218.

121.

227

Indice onomástico

Descartes, 15, 71. Donoso Cortés, 30, 33, 6165, 94, 135, 179, 218. Dresemann, 184. Engels, 51. Espartero, 24. Fernando VII, 23, 28. Fichte, 15, 203. Fourier, 43, 50. Frantz, Const. 137. Freyer, 69. / Frings, Card. 78. Frodl, 40, /74. Gich, 16, 66. Goiizález, S. I. 66. Görres, 16, 190. Gregorio XVI, 53, 154. Guizot, 44, 54-61, 70, 85, 144, 150, 151, 166, 171, 175, 180. Gumplowicz, 203. Gurian, 30, 182. Hegel, 15. Hello, 218. Helvetius, 148. Heráclito, 82. Herder, 68, 159. Hirschmann, S. I., 177. Holbach, 148. Holzapfel, 113. Isabel, 24, 26. Jellinck, 127.

Kant, 15, 68, 79, 199. Ketteier, 100, 117. Kierkegaard, 62. Krause, 16, 214. Kreyssig, 143. Kruse, 160. Lactancio, 76. Lamennais, 44, 51-54, 136, 187, 215. Lamprecht, 203. Le Bon, 185. Leibniz, 15. León XIII, 13, 75, 76, 80, 103, 104, 105, 119, 121, 124, 129, 131, 140, 147, 152, 153, 154, 163, 171, 177, 179,186. Lindsay, 14. Luis Felipe, 208. Lugan, 66. Luño Peña, 13. Lutero, 172. Llórente, 27. Madariaga, 16. Maeztu, 218. Maistre, de. 45, 46-47, 52, 143. Mandeville, 118. Maquiavelo, 39, 44, 184. María Cristina, 24. Mariana, 39, 40, 41, 44. Maritain, 39. Marx, 51, 82, 94, 203, 214. Mathiez, 148. Maura, 217. Mendizábal, 28. 228

Indice onomástico

Menéndez Pelayo, 14, 16, 22, 65, 218. Metternich, 208. Michel, Ernst, 117. Mohol, von. 68. Montalembert, 63. Montesquieu, 48, 143, 148, 187. Müller-Armack, 101, 145, 171, 172. Napoleón, 23, 26, 47. Neckar, 190. Nell=/Breuning, S. I. 87, 108, 191, 197, 199, 200,

202. Novalis, 205. Orígenes, 75, 82. Ortega y Gasset, 203. Owén, 43, 50, 51. Pablo, San. 35, 128, 156. Palacio Atard, 22. Pascal, 134. Pieper, 210. Pío XI, 73, 76, 82, 100, 111, 113, 121, 206, 213. Pío XII, 73, 103, 122, 124, 145, 146, 184, 195, 196, 200, 206, 207, 214. Platón, 82. Prihilla, S. I. 140. Quadr?ido, 33. Quesnay, 118. Quijote, 65.

Rauschning, 216. Ribadeneira, 39, 42. Riebl, 138. Robespierre, 45. Rommen, 142. Rousseau, 25, 43, 48-49, 129, 135, 136, 148, 179. Riistow, 117. Saint-Simon, 44, 50. Scheler, 89, 91, 93, 94, 101, 107, 159, 162, 183, 197, 200, 203. Schilling, 15, 32. Schiller, 190. Schilling, 36. Schlegel, 190. Schlüter-Hermkes, 16. Schnabel, 30, 115, 212. Schoeck, 204. Schwer, 77, 105, 201, 212, 213. Smith, 118. Sombart, 51, 89. Sorel, 202. Stein, Lorenz von, 68, 70, 137, 214. Stepun, 204. Suárez, Federico. 62. Suárez, Francisco, 39, 41, 142, 143, 195. Teodoreto, 82. Tertuliano, 62. Tomás de Aquino, Santo. 36-38, 41-42, 45, 65, 74, 75, 77, 83, 103, 104, 105, 110, 111, 112, 114, 121,

229

índice onomástico

128, 129, 130, 131, 133, 137, 138, 142, 161, 195. Tomás Moro, Santo. 44, 50, 51. Tonnies, 185, 188. Torres Amat, 29. Troeltsch, 34, 35, 36, 163, 167, 171, 178, 183. Truyol y Serra, 41. Turgot, 68. Unamüno, 78, 217, 218.

230

Urmeneta, 72. Valera, 13. Vitoria, Francisco de. 39, 41, 142, 143, 156. Voltaire, 148, 167. Weber, Alfred, 203, 204. Weber, Max, 69. Welty, O. P. 195: Wieland, 190. Wust, 200, 210.

I N D I C E

DE

M A T E R I A S

Absolutismo, 22, 47, 100, 142, 147, 149. Administración, 107, 144, 145. r , Aeterni Patris, 163. Alemania, 13, 213, 214. Amor, 34. Antiguo régimen, 19 sigs., -148. Apologética, 13, 32, 61. Arcanum Divinae Sapien­ tiae, 105. Aristocracia, 56. Auctoritas, Autoridad, 41, 46, 102, 104. Autoadministración, 120. Autodeterminación (Dere­ cho de). 39, 141. Automatismo sociál, 108, 118.

Borbones, 23, 52. Burguesía, 22, 24, 48, 55, 109. '

Bélgica, 149, 152; Bien Común, 131, 195-200.

Cádiz (Constitución de) 23. Capital, 110, 121. Capitalismo, 20, 121. Cantas socialis, 63, 113. Carlistas, 26. Cartesianismo, 182. Cátolicismo, 57, 169-173, 188. Celibato, 27, 49, 105-106. Cervera, 28, 40. Ciencia, 161, 163-164. Clases, 19-22, 63, 87-90, 94, 10£, 133, 193-194, 213. Clero, 26-30, 88, 179-183. Código social de Malinas, 86, 112, 147. Colectivo, Colectivismo, 7879. Comercio, 89, 107, 116.

231

Indice de materias

Comunismo, 51. Comunista (Manifiesto), 44. Conciencia social, 86. Condenda pública, 187190. Concordato, 30, 152. Concurrencia, 21. Consentiment commun, 53. Constitucionalismo, 55, 133. Contrarreforma, 39, 172. Coordinación, 152. Cortes, 23, 2¿, 145-146. Costumbre, J28. Crisis, 211. ■■ Cristianismo, 169-170. Cultura, 42, 56, 58, 197200, 203, 213. Cultura material, 58, 109, 199. Decálogo, 36. Democracia, 52, 125, 145147. Derecho, 127-134. Desigualdad, 193. Diagnóstico social-cultural, 65. Dinámica, 200. Dinastías, 26. Disposiciones humanas, 818 3 ,1 5 9 ,1 6 1 . Doctrina social pontificia, 125, 152, 212. “ Doctrinarios” , 55. Diuturnum illud, 131. Divini Redemptoris, 76. Economía, 20, 42, 50, 58, 107, 108-126. 232

Economía nacional, 67, 71, 115. Económica (Etica), 21, 38. Edad Media, 35, 56. Edad Moderna, 38, 194. Educación, 56, 105, 155, 158-164. Eglise salariée, 52. Electoral (Derecho), 54. Empírica (Investigación), 69. Empresa (Consejos de), 123. Enciclopedismo, 25. Enseñanza, 158-164. Esclavitud, 170. Escolástica, 39, 121, 123, 142, 182. Espíritu (Supremacía del), 91-93, 157, 199. España, 26, 155, 217, 218. Estadística, 69. Estado, 30, 34, 38, 49, 56, 64, 123, 134-154, 214-215. Estado (Razón de), 59. ; Estados Unidos de Norte­ américa, 151, 179, 208. Estamental (Organización), 19-22. Estamentos, 19, 22, 87. Estática social, 200. Etat laïque, 152. Etica, 66, 68, 174-177. Evangelio, 34. Factores de vida, 91-93, 106-108, 137, 213. Familia, 42, 102-106.

In d ice de materias

Familiar (Salario), 114. Fanatismo, 168-169. Feudalismo, 169, 180. Filosofía, 15, 163-164.· Fisiócratas, 67. Francia* 25, 43, 52, 149.

Inquisición, 31. Institución, Iüstitucio n e s (Formacióñ de), 84-86, 92, 178. Instrucción, 158-164. Inteligencia, 93, 108, 112, 158, 166,177. Interés, 42, 111, 121. Intereses, 91-93, 94-101. Internácional (Derecho), 39. Irlanda, 149. lus circa sacra, 30. lustitia socialis, 114.

Galicanismo, 44, 52. Génesis sociológipá, 17-18, “ Geniocracia” , 203i Gobierno, 127, 133, 139, 141-147. Graves de communi, 177.

Jacobinismo, 45. Jansenistas, 29, 182. Justicia, 38, 130, 138, 170.

Historia (Filosofía de la), 45, 59, 63, 70-74, 204-211, 216. Humanidad, 179, 202. Idealismo, 15, 163, 203. “ Ideas” , 91-93. Ideología (Crítica de la), 63, 68, 87, 94-101, 215. Iglesia, 30, 34, 59, 63, 148153, 173, 177-183. Iglesia (Bienes de la), 2630, 181. Igualdad, 133, 180, 193. Ilustración, 40, 89, 150, 163, 166. Immortale Dei, 75, 140, 147,153. Indiferentismo, 52. Individualismo, 38, 78-79. Industria, Industrialismo. 21, 89, 107, 116. Infalibilidad, 45, 46.

U Avenir, 52, 187. Legalidad, 130. Legitimidad, 130, 147. Lex aeterna, 38, 129. Liberalismo, 51-54, 97, 100, 109, 125-126, 149. Libertad, 45, 57, 59, 80, 154, 208. Libertas, 80, 129, 147. Masones, 24, 27. Materialismo, 100, 117-118. Matrimonio, 102-104. Militar, 64, 145. Minorías selectas, 183, 203204. Mirari vos, 53. Moderados, 23. Monarquía, 26. Monogamia, 103.

233

Índice de materias

Moralidad, 108, 131, 174177. Mujer, 170. Natural (Derecho). 35, 38, 42, 128-130. Necesidades, 83-84, 92, 106108, 204. Neoscolástica, 15. Nobleza, 21, 46, 88,89, 167. Obediencia, /131-132, 140141. / Opinión pública, “ Concien­ cia pública” , 184-190. Optimismo, 33, 64, 157, 215. Ordenes religiosas, 182183. “ Ordo” , 36, 68, 77, 138. Organismo, 41, 77.

Prensa, 16, 25, 28, 54, 186187. Profesión, 37, 42, 81-83. Progresistas, 23. Progreso, 173, 200-203. Proletariado, 90, 118, 213. Propiedad, 29, 42, 110-111, 181. Protestantismo, 58, 154. Pueblo, 137, 216. Pueblos (Comunidad de), 39, 156-157. Quadragesimo Anno, 73, 77, 82, 100, 111, 121, 206.

Racionalismo, 32-33, 53, 62, 159. Reacción, 150, 173. Rebelión, 140. Reforma, 57, 156, 171-172. Parlamento, 145-146. Religión, 32-34, 101, 108, Partidos, 97-101. 148, 164, 165-173; 175Patrística, 41, 121. 176. Pena, 132-133. Renacimiento, 56. Persona. Personalismo, 33, Rerum Novarum, 103, 119, 75, 196. 121, 124, 129, 140, 171, Pesimismo, 64. 179, 196, 206. Poder, 126, 134, 214. Restauración, 23, 44-48, 52, Poderes (División de), 48, 54, 149, 153, 215-216. Revelación, 32, 53, 187. 125. Política, 107. Revolución, 40, 52j 54, 91, 208. Positivismo, 48-51. Potestas in temporalibus, Riqueza, 116, 121, 167. Riqueza (Poder de la), 8931, 39. P ra g m á tica (Historiogra­ 90. · fía), 56. “ Robinsonismo” , 75. 234

Índice de materias

Romanticismo, 212. Rota, 28, 29. Rusia, 179. Saber (Formas del), 81-83, 106-108. Saber (Sociología del), 67. Sacro Romano Imperio, 35. Sertum Laetitiae, 115. Salario, 20, 114. Santo Oficio, 26, 28. Sapientiae Christianae, 153 154. Septido común, 32. Sindicatos, 118-120. Singulari Nos, 53. Soberanía, 134-136. Soberanía del pueblo, 52 142. “ Social (Ciencia)” (Rai­ mes). 70, 73, 217. Social (Contrato), 48-49. Social (Orden), 191-194 199-204. Social (Problema), 21, 113 124, 213. Socialismo, 25, 50-51, 99 101, 125-126.

Sociología histórica, 70-74, 204-211. Sociedad-Estado, 48, 64, 134-136, 144, 214. Summi Pontificatus, 103,

200. Sumo Pontífice, 183. Supersticiones, 101, 169. Técnica, 47, 116-117. Teología positiva, 32. Tiranicidio, 40. Tolerancia, 52, 67, 154-155. Trabajadores, 113-124. Trabajo, 112-113. Trabajo (División del), 81. Trabajo (Organización del),

122. /Tradición, 46, 66, 159, 200-

202. Tradicionalismo, 44-48, 135. Tribunal de paz, 123. Ultramontanismo, 28. Vich, 40.

235

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P R O L O G O .................................... . . I.

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SITUACION POLITICO - SOCIAL DE LA E P O C A ................... . ......... .................... 19 1.

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s o c ie d a d

estam ental

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CLASISTA ...................................

2. 3.

IL

— E l E stado

19

S ociedad entre la anar ­ q u í a y el d espo tism o ......................... 23 — S itu ación de la I g l e s ia : P ersecución , r e i v i n d i c a c i o n e s y tr a n s i g e n c i a ................... 26 y la

BALMES Y LA POSICION CRISTIAN A ........ 1. 2.

32

— B almes , S acerdote y T eólogo po sit iv o ... — B almes y la doctrin a so cial de la tra ­ d ic ió n

III.

13

c r is t ia n a

......... .. ...........................................

34

BALMES Y LAS DOCTRINAS SOCIOLOGI­ CAS DE SU TIEMPO ... ... ..... ..................... 43 1.—

Los TEÓRICOS DE LA RESTAURACION ..........

: 2.—-El

M ontesquieu y R ous ­ .......... . ............................ .............................

p o sit iv ism o

seau

44

de

237

48

32

Indice 3. — E l S o c ial ism o u t ó p ic o ................................ 50 4. — E l L iberalism o de L am ennais .............. 51 5. — G u iz o t y el concepto de cu ltu ra ... ... 54 6. — D o n o s o C o rtés ............................... ...................... 61 7. — R a sg o s fundam entales de la s o c io l o g ía b a l m e s ia n a ......................................... ................... 65 IV .

S O C IO L O G IA G E N E R A L ...

■ ...

67

1. — O rig en y esen cia de la S ociedad ...... 2.— D ifer e n c ia ció n s o c i a l ................ ............... ...

74 81

a)

3. V.

Form as d el saber y p rofesion es. N e ce ­ s id a d e s d el h om b re. F orm a ción d e ins/ titu cion es. C on cien cia s o cia l ....................... 81 b ) / Estam entos dom inantes. C lases p r o ­ ductivas ... ......................................................... 87 g) F a ctores reales e ideales. S u p rem a cía d e l e s p í r i t u ...................................................... 91 — C r ít ic a de las id e o l o g ía s . P ar tid o s ... 94

S O C IO L O G IA E S P E C IA L . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.

— L a F a m il ia , comunidad p r evia ............................................

a toda

102 so­

ciedad

2.

— LOS

FACTORES DE VIDA Y SUS INSTITUCIO­

NES ................. ................. ..........

a) b)

... ... ... ... ! 106

E con om ía ... ................. P o d er y D erech o ...

108 126

El Derecho ... ................................ 127 El Estado ... ........ ................. ................. 134 Iglesia y Estado. Tolerancia religiosa. 148 La comunidad delospueblos ..................156 c) d)

C iencia, form a ción , e d u ca ció n ........... 157 R e lig ió n y m oral ... ......... . ... ........... 165

La religión como factor de vida. Cris­ tianismo, Catolicismo, Protestantismo. Moral............................... . . . . . . .................. 238

169 174

(

Indice

3 .— LA COMUNIDAD SUPERIOR A TODAS LAS OR­ GANIZACIONES SOCIALES : LA IGLESIA ... ... 177 VL V II.

O P IN IO N P U B L IC A Y C O N C IE N C IA P U ­ B L IC A ... ... . . ................................ :. ... ... ... ... 184 R E S T A U R A C IO N D E L A S O C IE D A D y ..

... 191

1.— O rden s o c i a l ........................ ............................... 191 2. — B ien com ú n . M is ió n cu ltu ral ... ...... 195 3. — T r ad ició n y P r o g r e s o . M in o r ía s selec ­ tas ( “ é l it e s ” ) c u ltu rales ................... ... 200 4. — L a S ociedad en la H i s t o r i a ............. ... 204 E P IL O G O .................. ........... ... ...................................... 212 B I B L I O G R A F I A .............. .................................................... ... 219 ÍN D IC E O N O M A S T IC O ... ......... ............... 227 IN D 'ICE D E M A T E R IA S · ... ... ... ... ... ...............231

239

ESTE

LIBRO

SE

TERMINO

DE

IMPRIMIR

EN LOS TALLERES GRAFICOS DÉ «ED ICIO ­ NES

CASTILLA,

27

DE

S.

A .)),

DICIEMBRE

MADRID, DE

ÉL DIA

1958.