La Paz La Violencia

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Arturo Alape

La paz, la violencia: testigos de excepción Documento

PLANETA

AUTORES COLOM BIANOS Diseño portada: Ponce de León

© Arturo Alape, 1985 ® Planeta Colom biana Editorial S. A. Calle 22 N o. 6-27 Piso 4o. - Bogotá, Colombia Primera edición: julio de 1985 ISBN 958-614-095-4 Preparación litográfica: Servigraphic Ltda., Bogotá. Impreso en Colombia Printed in Colombia

Im preso en Editorial Presencia Ltda.

ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@gmail.

A Olga, ei espíritu crítico que ronda mi vida.

Volvemos De las lenguas muertas del terror A las bellas artes del silencio Juan Manuel Roca.

INDICE AGRADECIM IENTO S

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INTRO DUCCIO N

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RAICES HISTORICAS

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La violencia, una realidad cotidiana Primer período 1947-1953

19 23

SURGIMIENTO DE LA GUERRILLA Lo primero, defender la vida

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Razones de una lucha EL GOLPE DE OPINION, LA OTRA VIOLENCIA “ Los hombres no som os sino briznas” Intimidades del golpe El Congreso Guerrillero, frustración de una esperanza Historia de una entrega incondicional El Docum ento - Las amnistías de Rojas Pinilla Del Sur a Villarrica: continuidad histórica La Segunda Violencia 1954-1957 EL COMIENZO DEL OLVIDO Las jornadas de mayo La pacificación del Frente Nacional i Marquetalia, 1959 LOS AÑOS SESENTA En nombre de ¡os sobrevivientes Las llamadas “ Repúblicas Independientes” El Docum ento Él Docum ento

69 72 101 103 108 12 0 13 0 149 159 170 179 199 201 204 223 231 233 236 244 248 9

ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

LOS MOVIMIENTOS ARM ADOS, ELEMENTOS PARA U N A HISTORIA

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. La guerrilla, un hecho nacional 263 Las FARC “ Marquetalia es el símbolo del com ienzo de la lucha guerrillera” 264 El ELN “ Recogemos la validez del pensamiento de Cam ilo” 2 7 9 El EPL “Se destaca la dirección política sobre la fuerza armada” 296 -El M-19 “ La guerrilla, expresión de la democracia” 314 El A D O “A Pardo Buelvas lehicimos un Juicio Popular” 333 LOS GOBIERNOS Y EL O R D EN PUBLICO Nada escapa a esa influencia “ Lo que yo llamé en ese momento la democracia del empate” : Misael Pastrana Borrero “ Una vez llegados al gobierno nos faltó el apoyo con que sí había contado la Revolución en Marcha” : Alfonso López Michelsen “ El Estatuto de Seguridad en realidad yo lo defiendo” : Germán Zea Hernández

351 353 355

365 379

EL EJERCITO: OTRA CONCEPCION DE LA VIOLENCIA 3 9 7 Racionalización de una experiencia 'Ejército deliberante, justicia civil y militar

399 417

FORCEJEOS POR LA PAZ

431

Un sentimiento nacional Primer paso: la amnistía El Docum ento Conversaciones y acuerdos El Docum ento El Docum ento La paz se discute El Docum ento La pregunta final

433 460 469 487 495 503 525 556 618

REFERENCIAS

629

BIBLIOGRAFIA

635

10 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

AGRADECIMIENTOS A los testigos y testimoniantes que con sus reflexiones y sus recuerdos permitieron sacar a flo te esa historia que estaba perdida en los anales de la memoria. A Eduardo Umaña Mendoza, por su ayuda infinita en la localización de parte de la documentación que tanto me sirvió en el texto final. A Alberto Arias por sus consejos, por sus apreciacio­ nes de carácter histórico. . A Mercedes Pita por su permanente colaboración.

ESTRELLA ROJA [email protected]

INTRODUCCION

La idea definitiva de este trabajo, surgió en los comienzos del actual proceso de paz, tregua, cese al fuego y acuerdos entre el go­ bierno y los insurgentes en armas. Definitiva por la decisión, lo más importante, de culminarlo. Porque la idea venia gestándose desde tiempo atrás, de escribir, con la documentación que estaba acumu­ lando desde el año 72 — parte de ella utilizada en crónicas publica­ das en la revista A lternativa y luego ampliada y desarrollada en El Bogotazo: m em orias del olvido— , un texto documental y testi­ monial que recorriera el período entre el año 50 hasta lafinalización del Frente Nacional. Se me da la confluencia necesaria, al estudiar detenidamente la situación del país, que me indujo a concluir, des­ pués de mucho meditarlo, que esta historia reciente de buscar la paz, por cierto sembrada con tantos obstáculos de diversa índole, no podía entenderse si no rastreando meticulosamente su propia histo­ ria, aquella que venía detrás a pasos agigantados. Porque entendí que debía antecederse ese proceso, a todas luces sin finalizar, y un texto de naturaleza coyuntural podía correr el peligro de ser prisio­ nero del olvido inmediato en que suelen caer publicaciones de tal envergadura. Por ello, estas páginas comienzan en el año 50 y cul­ minan en el año 84, dispuestas a afrontar el devenir que nos espera, siguiendo una línea estructural-temática de conflictos afines al origen de la violencia y al surgimiento de la guerrilla, de las distin­ tas conversaciones en el tiempo y los acuerdos firm ados entre gobierno-alzados en armas, de las amnistías promulgadas y las pacificaciones decretadas, de las treguas o supuestas treguas, en fin, todo apuntalado al orden público como elemento esencial en el análisis final. Para así, a través de la información recogida, poder entrar al terreno de las comparaciones, de las diversas propuestas políticas y programáticas, del desarrollo y experiencias de los con­ tendientes, ejército y guerrilla, en una multiplicidad de procesos, 13 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

involucrados en uno solo, en un largo período histórico que aún nc culmina. Ya con una adecuada definición del carácter del trabajo, viene la intensa búsqueda de lo que llamamos los testigos de excepción. Que son los primeros a nuestro juicio, los participantes directos de la confrontación armada, en la gestión gubernamental, como en la acción política, social y gremial relacionados con el conflicto. Los segundos, los analistas delfenómeno, desde las distintas áreas de la investigación histórica. A ellos se les entregó un temario general, con preguntas que iban surgiendo en las conversaciones, con inquie­ tudes particulares para cada uno, que precisaban en todas las instancias, una información veraz y fidedigna, que recogían refle­ xiones personales, testimoniales, como reflexiones sobre el aconte­ cer social. Se reunieron treinta grandes entrevistas, sin que ninguna de ellas perdiera el carácter ideológico de los testimoniantes. Por el contrario, el afán era tener a mano, una visión pluralista en lo político, en lo ideológico, en las actitudes personales. Y siempre se trató de localizar al testigo preciso, en lo posible al más directo en todo sentido, al más comprometido en el hecho que se estaba estu­ diando. Estos testimonios, finalm ente llegaron a cincuenta. Los veinte restantes fueron localizados, leyendo diversos autores-participan­ tes en ensayos que habían escrito o en declaraciones para los medios de comunicación. A muchos de ellos fu e imposible contactarlos o simplemente no quisieron dar la entrevista. Es interesante ver cómo las entrevistas individuales, escritas o grabadas, van asumiendo en el contexto mismo del montaje del libro, una profunda transmutación en algunos casos, en otros, la simbiosis les da otras connotaciones y en últimas, todas conforman esa información colectiva, la enriquecen. Distinta es la apreciación que se puede tener de una entrevista leída como unidad solitaria, que cuando ésta se coloca al lado de otras que polarizan su análisis per­ sonal o el recuerdo testimonial. Son los resultados del cruce de la información que crea nuevos valores y nuevos hallazgos. Para evitar posibles deformaciones que suelen surgir en el testi­ monio o en la entrevista, esa información se confrontó con otras fuentes de primera mano, escritas en documentos o en textos de autor y en otros casos, se buscaron dos o tres versiones desde distin­ tos ángulos, de un acontecimiento. Por ello, podemos decir sin te­ mor a equivocarnos, que el lector de estas páginas tiene ante sí, í

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una profusr uocumentación que podrá leer, escudriñar, interpretar en las distintas posibles lecturas que le sugiera el texto. Por último, el papel del escritor en este caso, podríamos definirlo como un organizador fin a l del texto, en su montaje, pero que no esconde sus puntos de vista, que por cierto están revelados explícita­ mente en las notas introductorias a cada capítulo. Notas en que reflexiona, a la vez que amplía, con sus acotaciones, otras informa­ ciones que e-l lector no encontrará en las diversas entrevistas y en los documentos. Y que a través de la multiplicidad de las voces que testimonian, de los documentos que confronta, construye un texto, mediante una estructura de amarre de situaciones que van apare­ ciendo como las más relevantes en cada momento del hecho social o político que se estudia. Arturo Alape

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RAICES HISTORICAS

LA VIOLENCIA, UNA REALIDAD COTIDIANA El período 1947-1957, conocido genéricamente como la “Vio­ lencia", no puede tomarse como un breve interregno en el que se rompieron los marcos jurídicos del país y por causas desconocidas, éste se precipitó a una guerra civil no declarada, a la que siguió el restablecimiento de la paz, gracias al proceso de “educación genera­ cional” que propiciara el Frente Nacional, acuerdo de olvido y perdón histórico, especie de amnistía dada por m utuo interés entre los dos partidos. Esta interpretación, la de que el período 47-57fu e excepcional, por las pasiones políticas desbordadas, viene ocultando una historia diferente, la de un país cuya clase dominante lo ha mantenido sumido en una violencia secular. La visión simplista de que la sumatoria de los “odios heredados”fu e la responsable del desangre, oculta la otra realidad, la que expresa históricamente que ja violencia ha sido consustancial a las costumbres políticas desdeJos-aríseOes mismos de la etapa republicana de nuestra historia. Para efecto bástenos un rápido recuento que demostrará amplia­ mente la proclividad de nuestras clases dirigentes de solucionar a la fu erza cualquier tipo de situación. Seguramente la circunstancia histórica de haber tenido que romper el coloniaje español en una guerra de más de 10 años, predeterminó esa facilidad hacia la utilización de la violencia. La generación colombiana que hizo la Guerra de Independencia, con el concurso de un buen número de soldados que las guerras napoleónicas arrojaron sobre América, empotrada en el poder desde entonces, continuó de manera persis­ tente, a lo largo del siglo XIX, esa práctica como método de gobier­ no o de oposición. Este había sido el aprendizaje. No había posibili­ dad de soluciones intermedias. Por ello, nada más pernicioso en la escritura y en la enseñanza de la historia nacional que afirmar que hemos sido un paTs~n7l^Tñ^tTtuciones*'. “tierra estéril para las 19

dictaduras”, y argumentos parecidos con que se ha falseado to interpretación de nuestro pasado. No hemos sido país de m am palomas. La república, salida del monopolio comercial español y devasta* por la guerra nació en la ruina y esa situación, agravada con desigualdad en que nos colocaba la división internacional del trab jo, produjo un Estado caracterizado-p^oxJa^exmw-de.Jus^zenl públicas. Desde el comienzo fu e claro que el Estado ‘‘no daba pa tantos” y que su control por algunos debía mantenerse, perderse ganarse con los únicos métodos conacidos-hastajentonces. por ui clase dirigente que había salido de la guerra: la suerra misma. Es preciso recordar que no habían pasado muchos días desde grito de Independencia en 1810, cuando ya los notables criollos. lanzaban a una larga guerra civil por ocupar el poder que crek suyo definitivamente, guerra que tomó el disfraz de sofisticad\ argumentos, de federalistas contra centralistas o de los epítetos ci que siempre se procuró infamar al enemigo, de pateadores y cam eos, que sólo culminó en los patíbulos españoles del año 16, con resultado evidente de la miopía de los prohombres de la primei república. Un poco más adelante, al regresar los ejércitos colombianos d Perú y Bolivia en 1826, se clarificó lo estrecho del ámbito estah nacional y el conflicto estalló para no apagarse durante todo el sígh En el año 28 se levantaban Obando y López en el Cauca, en el 2 9 1 hace Córdoba en Antioquia, en el 30 tras revueltas y revueltas, le oligarquías ecuatoriana y venezolana, disuelven la Gran Colombk no sin antes asesinar a Sucre y dar un golpe de Estado seguido de un guerra civil en Colombia, que termina mal para los alzados, como e el caso de Urdaneta. En el año 32 los bolivaríanos, y a sin jefe, intentan un golpe a Estado. En 1839 el país vuelve a la guerra. Las diminutas casta regionales deciden repartirse el país y los “Suprem os”, generóle liberales van al campo de batalla a convertir en supuestas república sus propios feudos. La guerra termina en 1841 y aún se le conoc como la revolución de los “Supremos”, Nacidos oficialmente en 1849 los partidos, se acentúan las dife rendas, no pragmáticas sino de intereses económicos. Ya con su respectivos nombres de liberales y conservadores, los ex-carracoí los ex-godos, los ex-santanderistas, los ex-dictatoriales, los ex 20

supremos regresan a la guerra con más ahínco y ánimo en 1851 con motivo de la emancipación de los esclavos, decretada por el gobierno de López. Se unen entonces, conservadores e Iglesia y recurren aúna c r u z a d a sangrienta que les permita mantener en pie la esclavitud'. pierden los conservadores, se liberan los esclavos, gana el incipiente mercado nacional y la hacienda explotadora se ve dueña de una gran oferta de brazos libres, Y las diferencias políticas que se resuelven a balazos en el 51, se esfuman en el 54. Por primera y única vez en la historia, las clases dirigentes perdieron el poder y en tregua y paz, los enemigos se reconciliaron momentáneamente. Fue el prim er Frente Nacional en nuestra historia. Fue el periodo extraño e interesante de la Repúbli­ ca Artesana, que en diciembre de ese año, es denotada. Continúa el enfrentamiento. En 1859 el gobierno conservador de Ospina, de Ospina el antiguo liberal, se ve atacado por la sublevación de Mosquera, el antiguo conservador. La guerra dura casi cuatro años, más de m il días y una vez derrotados los conservadores, los liberales tienen a sus anchas, el campr abierto: convocan una Convención Constituyente y realizan su sueño dorado: el que no pudieron reali­ zar en el año 39: repartirse el país. De la Convención de Rionegro, Colombia sale dividida en 9 Estados Soberanos, lo cual lejos de apaciguar antiguos y nuevos apetitos, los multiplica Los caciques regionales se animan, pelean por el poder, porque pelear por cada uno de los Estados Soberanos es como pelear / r't la finca. Los resultados son terribles: durante veinte años el naís, Colombia, o m ás bien la suma de los 9 países, se lanza nuevamente a la guerra. Su espectro recorre todos los ámbitos geográficos y levanta nuevos alientos para empuñar las armas. Entre 1863 y 1884, mal contadas, se dieron en Colombia, 54 mini-guerras civiles en los Estados Sobe­ ranos, que podemos resumir asi: De conservadores contra liberales 14, de liberales contra conservadores 2 y de liberales contra libera­ les 38. Sin contar que en 1867, los liberales radicales dieron un cuartela­ zo contra el gobierno liberal de Mosquera. Y de nuevo en 1876, la alianza Iglesia-partido conservador se embarcó en una fe ro z guerra santa contra el gobierno nacional de Aquileo Parra. Los conservadores pierden la guerra, pero el radicalismo liberal debilitado pierde el poder en 1880. Según la costumbre nacional intentan recuperarlo organizando otra guerra en 1885, con tan 21 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

desastrosos resultados que ¡os liberales tendrán que esperar 45 años para regresar al poder. Sin embargo, el partido liberal del 85, exasperado por las condi­ ciones asfixiantes que le ha impuesto el conservatismo, aún buscará dos veces, en 1895 y en 1899, asaltar violentamente el poder. Yen la segunda oportunidad, en la Guerra de los M il Días, no sólo acabó por liquidarse como partido sino que afianzó aún más a los conser­ vadores en el poder. Con tales antecedentes nace el siglo XX. La violencia fu e vital para cualquier orden de procesos en nuestro prim er siglo republica­ no. Mediante ella se garantizó la acumulación y reproducción del capital, se estabilizó la estructura de la propiedad agraria. El mismo derecho público colombiano se fu e form ando al ritmo del hecho violento. En efecto, las Constituciones de 1821, 1830, 1832, 1843, 1858, 1863 y 1886, nacieron, crecieron y crearon nuevas leyes al calor de las guerras civiles. A sí el siglo XX, hijo de belicoso padre, no podía sustraerse a la herencia cultural de la violencia como costumbre política. Y este siglo ha estado teñido por la violencia. El quinquenio de Reyes, general en la guerra del 85, form ado en la escuela de la Regenera­ ción, violentamente quiso perpetuarse en el poder y a la fu erza fu e derribado en 1909. Los sucesivos gobiernos conservadores, Concha, Suárez, Ospina, Abadía no fueron menos pródigos en estas form as de gobierno; aunque ya la economía creciente y exportadora dispensaba las rentas de una manera más amplia, eliminando hasta cierto punto, la rapiña y la ansiedad por el poder. Un nuevo elemento irrumpe en Colombia en el siglo XX, el movi­ miento obrero, con el que no se discute ni se negocia, se le dispara, dejando como saldo la masacre de las Bananeras. Cae entonces, en 1930, la hegemonía conservadora. Y viene la violencia en el primer gobierno liberal. No hay que olvidar que Olaya Herrera hizo un gobierno de transición, de Unión Nacional y no un gobierno liberal. Pero Olaya, en sus dos últimos años de gobernante, mostró que quería que el liberalismo se quedara en el poder y pasara de ese período de transición a un período más de dominio de partido. El conservatismo reaccionó en algunos departa­ mentos, concretamente en Boyacá y los Santanderes y resultó el ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

enfrentamiento político. El liberalismo ya se sentía respaldado desde el gobierno y respondió a esa violencia con violencia. Con todo esto, es claro que el período 47-57 no representó ningún interregno. Por el contrario, los elementos estructurales de violen­ cia, los “odios heredados”, la pasión partidista, el despojo de la tierra, la persecución religiosa, la división política del país, la eliminación física del adversario político renacieron con mayor fuerza. Y vivimos “el fenóm eno de la violencia en Colombia que es una de las más terribles realidades acaecidas en la historia de América Latina. Terrible por el desgaste humano y por la irrestañable sangría que produjo. Terrible por sus efectos claramente negati­ vos sobre la economía nacional. Terrible por los impactos en la moral y en las costumbres de algunos sectores de la población” (Posada 1968: 137). Y en esta realidad y a cotidiana el pueblo que como siempre puso los muertos, sólo esperaba la noticia de que la guerra de nuevo había comenzado. Preparaba su vida para vivar a su partido y a su bandera y se aprestaba a la lucha para buscar por supuestos fin e s nobles, su propia muerte. Las guerras civiles se resumieron en una década, con toda la herencia que es capaz de acumular una nación en más de un siglo.

PRIMER PERIODO 1947-1953 La violencia ha sido un fenómeno recurrente en la vida política del país. ¿Cuál es su origen , cuáles sus repercusiones en lo político, en lo social, en lo económico? ¿Es unfenómeno inherente a la estructura política colombiana? — Usted me está pidiendo una interpretación. Yo se la doy: C olom bia ha sido el país más pobre de ia Am érica Latina. P or ahí hacia 1900, las exportaciones de Colom bia superaban a las de 23 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Haití en 100.000 dólares, con la diferencia de que en H aití había un millón de habitantes y en Colom bia había dos o tres veces más. De donde resulta que el país había ad o p tad o una actitud de resignación ante una pobreza repartida en tal form a que en Bogotá y en las ciudades de Colom bia no existe nada semejante a lo que existe, com o testim onio del X IX y de siglos anteriores, en m ateria de arquitectura, en m ateria de inversiones, en m ateria de lujos, en ciudades com o México, La H abana, Lim a, Santiago o Buenos Aires. Eram os p o r excelencia el país, y sobre todo Bogo­ tá, de las casas de bahareque. Súbitam ente C olom bia se enrique­ ció y se ahondaron las diferencias sociales. Es una cosa sabida en sociología que las revoluciones no tienen su origen en la pobreza propiam ente, ni en el subdesarrollo, sino en el despegue hacia el desarrollo y en la aparición de la riqueza. Fíjese en el caso de Vietnam, por ejem plo, siglos enteros en que las gentes, en lo que se llam aba Indochina, sacaban arroz a m ano y lo sem braban a m ano con un gran som brero de paja y el agua hasta la rodilla. Viene la prosperidad con motivo de la posguerra m undial y com ienzan a cam biar las situaciones, las relaciones y los que antes andaban con el agua a la rodilla com ienzan a andar en bicicleta y los que antes andaban en bicicleta com ienzan a an d ar en au to ­ móvil y surge una gran inconform idad por la m ovilidad social, entre aquellos que no participan de ella. Yo creo que es fácil identificar estos últim os 40 años de violencia social, de violencia clasista, con el cam bio de los térm inos de la vida colom biana, en cuanto a la riqueza. Con la industrialización del país se presenta­ ron nuevos fenóm enos; en seguida con ocasionales bonanzas cafe­ teras y con la explotación de los petróleos, se crearon fortunas que rom pieron esa distribución de la pobreza que caracterizó a nues­ tro siglo XfX y a nuestro siglo XX. ¿Y esa distribución de la pobreza, cómo incide en la violencia de los años 50? ¿No era esta inicialmente una violencia de tipo político? — Inicialmente yo diría que fue una violencia de tipo político. Pero, la violencia de tipo político fue la racionalización de los fenóm enos sociales subyacentes. Prim ero la posguerra de la Se­ gunda G uerra M undial y luego la guerra de Corea, produjeron en et m undo entero una recuperación, con respecto a 1930, el año de 24

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la gran depresión, y fue el~ arranque para m uchos países. Hay un fenóm eno estudiado por un econom ista de T rinidad, Lewis, que analiza el p orqué de la recuperación gigantesca del comercio internacional. El com ercio internacional crecía norm alm ente a una tasa del 2, m áximo del 3 por ciento y con motivo de estas guerras, en que p o r ejem plo E uropa se reequipó para adquirir los niveles de vida de los norteam ericanos, en m ateria de bienes sem idurables, produjo un despegue del com ercio internacional que llegó al 8 por ciento anual. El fortalecim iento del sector externo de los países trae como consecuencia un cam bio m uy grande en las relaciones internas en cuanto a su propio desarrollo. La teoría de Lewis es que el factor de desarrollo en los países subdesarrollados y el proceso de industrialización, así sea una industrialización en bienes livianos, obedece en gran parte al fortalecim iento del sector externo, a la posibilidad súbita de adquirir nuevas divisas que traen como consecuencia nuevas tecnologías. Alfonso López Michelsen1

—Mi respuesta a esa pregunta es que la violencia en C olom bia, es em inentem ente estructural, pero que se le ha aplicado una solución m ilitar. Me explico. Colom bia ha venido transform án­ dose p o r m edio de un capitalism o expansivo, no reglam entado po r el E stado, en que ha predom inado el enriquecim iento de los grem ios, tanto agrícolas com o urbanos. Y en eso no ha tenido parte la política social. La política social trazada en la reform a de 1936, en la adm inistración López Pum arejo, consistió en la intro­ ducción de una serie de principios com o la protección del trabajo, com o la definición de la propiedad com o función social y la m ayor intervención del Estado en la econom ía, que no surtieron efectos prácticos. Usted se recuerda, que después de la adm inis­ tración López Pum arejo, vino luego la pausa del doctor Santos. El p artido liberal se divide. Después viene todo el traum atism o del enfrentam iento de los partidos y la política social queda totalm ente atrás. ¿Qué es exactam ente lo que ha sucedido? Lo que ha sucedido es que en Colom bia se ha m antenido un modelo de desarrollo, yo lo he escrito, que es un m odelo de la riqueza concentrada y la pobreza distribuida. Se ha acum ulado un capital 25 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

especialm ente en el sector exportador y en el sector financiero, desde los años cincuenta. Adem ás h a venido un proceso acelera­ do de urbanización con las doctrinas dél profesor Curríe, d e sd e 4 los años cincuenta, con la idea de que C olom bia necesita conver­ tirse en un país, com o los E stados U nidos, de grandes centros de consum o, centros urbanos para una industria floreciente. Y lo que pasó es que la industria no alcanzó a absorber el crecim iento vegetativo de la población y adem ás, el crecim iento de la m igra­ ción de cam pesinos que se fueron a las ciudades. Se podría n o tar en las estadísticas el cam bio com pleto de la pirám ide, en el sentido de que en los años cincuenta, la población rural es entre el i 60% y 70% y la población u rb an a es entre el 28% y el 38%.- Y en cam bio en 1973, se voltea totalm ente la situación. La población rural pasa a ser el 36% y la población urbana el 63%. C olom bia no estaba preparada para la m igración. Las ciudades lo que acum u­ lan son cinturones de m iseria y las ciudades vienen a ser cada vez más peligrosas, cada día m ás violentas, cada vez más traum atiza­ das. Entre otras cosas, porque los vendedores am bulantes y la prostitución am bulante son fenóm enos de un capitalism o que no ha podido absorber todos los brazos que están disponibles. Pero hay algo m ás. Yo sostengo que el encarecim iento de la tierra, tan to u rb an a com o rural que se ha producido desde los años cincuenta y sesenta en adelante, con la agroindustria, con la extensión de los cultivos que podríam os llam ar industriales de exportación, la palm a africana, la soya, en perjuicio de los culti­ vos tradicionales, de los cultivos de la sabana de Bogotá o del Valle del C auca, pues h a producido una m igración cam pesina hacia las zonas de violencia. Porque con el encarecim iento de la tierra, la burguesía que va naciendo, el em pleado bancario, el pequeño propietario de alm acén, el propietario de una agencia de buses, el tran sp o rtad o r, todos se van proletarizando y en las ciudades van sintiendo el peso del sistem a. Y al mismo tiem po el cam pesino es expulsado de las zonas más fértiles, ¿hacia dónde? hacia las regiones de violencia. No hay cam pesino que pueda m antener unas cuatro fanegadas en el Valle del Cauca con un catastro en que cada plaza cuesta un m illón de pesos. Y en la sabana de Bogotá en donde se cultivan flores con salarios en dólares. No hay cam pesino que pueda pagar un cosechero, ha­ ciéndole com petencia a los jardines de exportación. Entonces esa 26 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

'm a sa cam pesina va al M agdalena M edio, va al C aquetá, va al M eta y va a U rabá y entonces allí tenem os los gérmenes de la violencia. Lo que pasa es que Colom bia sigue m anejando esque­ m as tradicionales p ara los análisis de las situaciones sociales y no los-cambia. Desde los tiem pos del m inistro de G uerra de Abadía Méndez, el general Ignacio Rengifo, se viene hablando de la . influencia del com unism o en ciertos levantam ientos populares. Entonces, se hablaba del M agdalena, de! bajo M agdalena, de la com pañía frutera, la U nited Fruit C om pany, porque reclam aban unos salarios. H oy día tenem os lo mismo. Acuérdese que la huelga, el Paro Cívico de 1977, fue un m ovim iento em inentem en­ te laboral y tan to en los tiempos del doctor A badía com o en ese .p a ro , se le dieron tratam ientos em inentem ente m ilitares, a m ovi­ m ientos em inentem ente sociales. Alfredo Vásquez C’arrizosa

— La violencia ha sido una constante histórica en la vida co­ lom biana, con períodos de calm a que hubiesen podido conducir a su total extinción com o fenóm eno político, social y sicológico, si po r parte de la clase dirigente en el poder hubiese existido con­ ciencia del mal y ésta hubiese generado la acción requerida para un tratam iento de fondo que la erradicara decisivam ente del ánim o y de la conducta de los colom bianos. La prim era parte del siglo XX proporcionó una coyuntura en extrem o propicia para ese propósito. La nación fatigada p o r la guerra cruenta y absurda de los Mil D ías, po strad a económ icam ente, hum illada por la pérdida de Panam á, llevó a la presidencia un hom bre excepcio­ nalm ente capacitado p ara la tarea de reconstrucción física y m oral de la patria en ruinas: el general Rafael Reyes. Su obra colosal al sacar al país de los escom bros y colocarlo sobre la ruta de un destino diferente, logró, aparte de los múltiples desarrollos políticos y económ icos, algo fundam ental: la reconciliación de los colom bianos sobre una plataform a de nacionalism o, rectifica­ ción de pasados errores, arm onía partidista, colaboración del vencido, robustecim iento de la autoridad y conciencia pública. T an p rofunda fue la huella dejada por el quinquenio dirigido po r este estadista pragm ático, diligente y honesto, que los rum bos trazados po r él encauzaron los decenios siguientes de la Repúbli­ ESTRELLA ROJA [email protected]

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ca y sus reform as tuvieron carácter de perm anencia que aún subsisten en m uchos cam pos, singularm ente en el de las institu­ ciones m ilitares, cuyo núcleo central, el Ejército, form ó él desde entonces en m oldes de apoliticidad y profesionalism o que lo han m antenido, y con él a la A rm ada y a la Fuerza Aérea, distantes de los trajines partidistas y de intervenciones en los asuntos del Estado ajenos a su esfera constitucional. Los 45 años de hegem onía conservadora que se inician con la d errota de la Revolución Liberal del 85 en La H um areda y subsiguiente prom ulgación de la C arta Fundam ental del 86, ter­ m inan en 1930. El cam bio de régimen por un proceso electoral en el que el liberalism o aprovecha con éxito la división de su antago­ nista histórico para llegar al poder con banderas de C oncentra­ ción Nacional, produce brotes esporádicos de violencia en regio­ nes tradicionalm ente pugnaces en su enfrentam iento banderizo, pero su carácter localizado hace posible reducirlos, gracias en buena parte al estallido del conflicto vecinal con el Perú, que traslada la pasión creciente de la contienda interna a la defensa de la soberanía nacional. El caso se repite con similares características en 1946. El con­ servatism o regresa al poder aprovechando la división liberal y el tránsito, com o en el 30, ocurre dentro de la norm alidad dem ocrá­ tica. Sin em bargo tras la apariencia de calm a com ienzan a agitar­ se fuerzas de ru p tu ra que exceden la simple confrontación biparti­ dista tradicional. Jorge Eliécer G aitán, el candidato derrotado por el conservatism o y por el liberalism o de centro, insurge dentro de su propio partid o y sacude con su o rato ria encendida la estructura to d a de la sociedad colom biana, que ya la prim era presidencia de Alfonso López Pum arejo había alterado con su lema de la Revolución en M archa y el diseño político de la República Liberal. ~ La irrupción de G aitán en el panoram a político despierta en el pueblo una conciencia de clase que apareja rencor, ánim o revanchista y simientes de odio contra la oligarquía, blanco preferido de la o ratoria dem oledora del caudillo. Un año después del acceso de M ariano O s p in a j^ r e z a la Presidencia com ienza el deterioro de la U nión N acional, debido principalm ente al afán de los sectores más radicales de su partido de tom ar todo el poder para sí, en tanto sus contrapartes liberales no se deciden a perderlo. 28

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Con el enardecim iento de las pasiones adorm ecidas en los altos estratos de la dirección política, la retórica irresponsable que allí no va más allá de las palabras, pasa al descender a los bajos a la dialéctica del revólver, el m achete y el puñal. Com ienza a bro tar sangre en aldeas y veredas, particularm ente pugnaces en un secta­ rism o pasional que se rem onta al pasado de las guerras civiles y los odios heredados, presentes en los colores rojo y azul de sus banderas ferales. Las ideologías, si presentes, no llegan a la m entalidad elem ental del cam pesino, que m ata o se hace m atar p or atavism o, no po r convicción política. La violencia engendra violencia. La ley del talión com ienza a aplicarse en espiral ascendente. En sus comienzos la lucha es entre facciones veredales y políticos de aldea que congregan a su alrede­ do r los electores cautivos del caciquism o y los lanzan contra el adversario en la disputa histórica por el poder, entendido con carácter casi feudal. La colonia no ha desaparecido del todo. La conquista sigue presente en estos descendientes de adelantados y encom enderos que obedecen pero no cum plen, om nipotentes sobre su cauda de m anum isos que aún no piensan ni deciden por sí mismos. Para contener la ola creciente de violencia se hace intervenir una policía que no tiene en ese entonces entidad nacio­ nal sino esencia partidista. D ependiente del M inisterio de G obier­ no, sufre el proceso de sectarización propio de quien lo accione a nivel departam ental o m unicipal. No actúa en función de autori­ dad sino de partido, obedeciendo consignas de quienes van su­ m iéndose en el mism o proceso de sectarización. Si se ha de señalar una fecha com o origen de la violencia generalizada, hay que tom ar p o r fuerza el estallido del 9 de abril. Antes de que éste ocurriera, sin em bargo, la violencia focal, lim itada, existía ya con alcance preocupante y fuerza expansiva. Las sesiones del Congreso se transm itían p o r radio, elevando el volum en y la intensidad de la o ratoria incendiaria, cuyos decibeles iracundos golpeaban abajo, incitando a la acción que no podía ser sino violenta a falta de argum entos y palabras. Basta recordar cóm o un m inistro de G obierno habló de im poner la autoridad “ a sangre y fuego” , lo que no se avenía ni con su propio tem pera­ m ento ni con los esfuerzos que aú n desarrollaba el presidente O spina para m antener el agrietado edificio de la U nión Nacional. 29 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

El 7 de febrero de 1948 realizó G aitán su fam osa M archa de la Paz, rubricada con uno de sus más fam osos discursos, en el que pedía al Presidente de C olom bia “ paz y piedad para la p a tria ” . La prueba de cóm o se transm utaban las palabras a m edida que cum plían su recorrido descendente se halla en ía reacción belicosa que produjeron las encendidas palabras de paz del caudillo, presente en los com bativos mensajes que llegaron de todas partes del país dando una interpretación bélica a su form idable oración. General Alvaro Valencia Tovar

— El origen de la violencia en Colom bia es político pero su desarrollo y propagación hasta convertirse en problem a endém i­ co ha sido el resultado de m últiples factores económ icos, sociales y culturales. La violencia com enzó por el sectarism o político, el espíritu hegemónico de los partidos y el fanatism o. Los antece­ dentes del proceso de las últim as cuatro décadas se rem ontan a los años treinta cuando la caída del conservatism o generó conflictos sangrientos en algunas regiones del país, sin em bargo, esos con­ flictos no tuvieron carácter nacional ni ocurrieron con el consen­ tim iento de los gobernantes. En la década de los cuarenta se radicalizaron los procesos políticos porque el contexto social y económ ico se volvió m ás complejo. H ubo inflación y nos llegó el im pacto de la crisis económ ica ocasionada por la Segunda G uerra M undial. La segunda adm inistración de López Pum arejo frustró las expectativas generadas po r el prim er gobierno de López y todo ello determ inó un clima de inconform idad y m alestar social que se agudizó entre 1946 y 1947 al com enzar el gobierno conservador sin m ayoría en el Congreso. El asesinato de Jorge Eliécer G aitán en 1948 significó la desaparición del único hom bre que en ese m om ento interpretaba la inconform idad popular. Se destruyó entonces toda posibilidad de evolución racional a pesar del ingre­ so del liberalism o al gabinete el 10 de abril y surgió com o inevita­ ble la política de la tierra arrasada y del enfrentam iento entre el gobierno y los sectores de oposición. Siempre hubo en Colom bia partidos que trataro n de forzar los resultados electorales con el fraude y la violencia, pero nunca hubo una situación peor que la de 1950 cuando desde el propio gobierno se acudió al terror para conseguir que solo un p artido participara en las elecciones. En ese 30 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

m om ento la violencia llegó a su m áximo grado y se causaron daños irreparables no sólo desde el punto de vista del núm ero de m uertos y dam nificados sirio po r el im pacto que la barbarie causó en los valores de una generación entera, im pacto cuyas conse­ cuencias hem os sufrido todos de alguna m anera desde 1950. Centenares de miles de niños, mujeres y hom bres quedaron seña­ lados po r ese proceso de descom posición social y m uchos de ellos no pudieron recuperarse de las lesiones m orales que ocasionaron tales padecim ientos. Ni los que se fueron p ara las ciudades ni los que se quedaron en los cam pos. Sobre todo éstos porque Colom ­ bia no entendió oportunam ente el proceso agrario del últim o m edio siglo y el Estado colocó en lugar secundario la atención del problem a social y económ ico de los cam pesinos p o r el predom i­ nio de los intereses y poderes urbanos donde se trasladaron algunos de los problem as del agro. La violencia ha sido un fenóm eno inherente a la estructura política del país pues si bien los conflictos de los últim os cuarenta años tienen sus propias características, la historia republicana dem uestra con las num erosas guerras civiles que los colom bianos no hemos logrado construir un E stado sólido que tenga presen­ cia real en todo el territorio y cum pla las funciones fundam entales de adm inistración de justicia y preservación del orden público. E n todos los conflictos hubo y hay ingredientes económ icos y socia­ les pero los procesos han sido fundam entalm ente políticos. La legitim idad de las autoridades ha sido siem pre cuestionada por sectores considerables de la población. En el siglo pasado, p o r el conflicto entre centralistas y federalistas. Luego, a causa del espíritu hegem ónico de los gobiernos. Más tarde, p o r culpa del carácter restrictivo de nuestra dem ocracia y en los últim os años, por la agudización de los conflictos sociales y económ icos y el interés de los m ás diversos sectores de im poner un régimen totali­ tario porque no creen en la eficacia del sistema actual. Luis Carlos Galán

— En esto hay una visión m uy parcializada. Considero muy interesante para que lleguemos a la totalidad de la verdad en esta m ateria, que recordem os algunos antecedentes históricos, porque yo creo que la violencia en el país no ha sido un fenóm eno 31 ESTRELLA ROJA [email protected]

particular de los últim os tiempos. Por el contrario, me parece que infortunadam ente la violencia política ha sido como el signo que ha acom pañado a los partidos políticos desde su fundación, desde sus comienzos. D om inó en los orígenes de nuestros partidos políticos, que indudablem ente em pezaron en la pugna entre santanderistas y los amigos del Libertador, po r los años 29 y 30. En esos años surgen las tesis y las ideas que enfrentaron a los partidos políticos en el siglo pasado. Los bolivarianos defendían el centra­ lismo, el ejecutivo fuerte, las libertades m oderadas, el respeto a los derechos de la Iglesia, la estabilidad de las instituciones. Los santanderistas por regla general, eran partidarios del federalism o, de las libertades absolutas y del Estado laico. M ás tarde en 1848, los doctores José Eusebio C aro y M ariano O spina Rodríguez, basados en esos antecedentes, form ularon de m anera concreta, los principios del partido conservador, poniendo, eso sí, énfasis en el repudio de las vías de hecho y en el respeto de la legalidad, que son norm as fundam entales de la doctrina conservadora. Desgraciadam ente todos estos antecedentes están mezclados de hechos violentos. Recordem os la conspiración septem brina, donde los am otinados se propusieron d ar m uerte al Libertador. Posteriorm ente vino el asesinato del M ariscal Sucre, hecho que am argó profundam ente los últim os días del Libertador. El fusila­ m iento de los com pañeros de Sardá, especialm ente el del teniente M anuel A nguiano, que era hijo único de los m ártires de C artage­ na, fusilados por M orillo. El general Santander era un alm a dura, porque en vísperas de la m uerte del teniente M anuel A nguiano, su m adre dirigió una carta a él que conm overía hasta a una piedra. Le decía que si la tiranía española le había privado de su m arido, no era adm isible ni ju sto que la República la privara de su único hijo. Y sin em bargo, fue uno de los fusilados. Las circunstancias de la m uerte del propio Sardá y del coronel París fueron atroces y reprobables. Viene Ja elección del general José Hilario López, el 7 de m arzo de 1849. Son bien conocidos de la historia esos episodios vergonzosos que obligaron al doctor M ariano O spina Rodríguez a decir: “ Voto por López para que el Congreso no sea asesinado” . El derrocam iento del presidente O spina y los fusilam ientos posterio­ res en la huerta de Jaim es; la persecución religiosa que incluyó el destierro de varios obispos, el extrañam iento de los jesuítas y 32

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otros actos hostiles que culm inaron con el establecim iento de la escuela laica en C olom bia y la fam osa disposición sobre tuición de cultos, según la cual, inclusive, las m ás ordinarias de las cerem onias religiosas debían obtener la aprobación de los funcio­ narios cfel E stado. Viene después la época, a finales de siglo, cuando en el Olim po Liberal hubo frecuentes actos persecutorios contra la prensa y los periodistas conservadores. Posteriorm ente, durante la Regeneración bajo la vicepresiden­ cia de don Miguel A ntonio C aro, hubo actos semejantes de persecución, de em pastelam ientos de las im prentas y de destierro de los periodistas liberales. D urante el siglo pasado, el país vivió en perm anente guerra civil, guerra civil que se recrudeció con posteridad a la vigencia de la C onstitución de Rionegro, que consolidó la organización federal del país. Entonces surgieron las rivalidades arm adas entre los estados; frecuentem ente se declara­ ban la guerra uno al o tro , los mism os estados que form aban los Estados U nidos de C olom bia. De suerte que el siglo pasado, en el cual nacen y se configuran los partidos políticos en C olom bia, está dom inando por el signo de la violencia, especialmente por ía declaratoria de las guerras civiles, que en un núm ero superior de 70, agotaron y destruyeron la econom ía del país. Al term inar el siglo pasado se inicia lo que se ha denom inado, no con absoluta propiedad, la hegem onía conservadora. Y digo que no es muy propio el apelativo, porque en realidad los 45 años de gobierno que se denom inaron de esta m anera, están llenos de episodios que dem uestran ei ánim o de los m andatarios de turno, de hacer gobiernos de tolerancia y buscar la colaboración del p artido liberal. Esto es una rectificación fundam ental y muy benéfica, de lo que aconteció en el siglo pasado cuando, después de u n a guerra civil, el partido triunfante borraba rigurosam ente de la nóm ina oficial y de toda influencia del Congreso en particu­ lar, al p artido vencido. José M aría Villarréal

— La violencia ha respondido a diversas etapas y épocas en la historia de Colom bia. No siempre ha tenido los m ism os orígenes, los mismos resultados, ni siquiera las mismas causas. D e m anera que hay que analizar específicamente en qué situación se encon33 ESTRELLA ROJA [email protected]

traba el país, cuando han surgido esos brotes de violencia. La violencia se ha presentado tam bién en diferentes grados, en unas con m ayor intensidad que en otras, En la historia reciente, se puede hablar de la violencia suscitada a causa de la Regeneración, en los finales del siglo pasado, lo cual llevó al partido liberal a desatar la G uerra de los Mil Días. Después vino un período de relativa calm a, uno de dictadura del general Reyes, pero que le dio representación a las m inorías y reconoció derechos que no se habían reconocido por gobiernos anteriores en form a alguna, sino que por el contrario habían sido totalm ente desconocidos anteriorm ente. Vino un período de tranquilidad, después de la reform a del año 10 hasta el año 30, en el cual rio se presentaron brotes de violencia grande en el país. En el año 30 ganó las elecciones el p artido liberal y con el partido liberal surgió la insurgencia de grupos conservadores que no querían am oldarse de ninguna m anera a una nueva etapa de la historia de Colom bia, después de casi cuarenta años de dom inación conservadora^ Esa etapa de la violencia fue relativam ente corta y fue superada porque en realidad no tuvo dem asiada acogida en m uchos secto­ res. Entonces tuvim os la época de la República Liberal en donde se puede afirm ar que no hubo violencia. La violencia en realidad que se presentó con características sum am ente crueles, fue la violencia que se desató después de la caída del régimen liberal en el año de Í946. Específicamente, ya a finales de la adm inistración del doctor O spina Pérez. El partido conservador no se resignaba a ver perdido el poder ni a las consecutivas derrotas que sufría en las urnas por el partido liberal, derrotas para las cuales no se utilizó ninguna form a de la violencia sino sim plem ente el gran volum en electoral y el gran prestigio que tenía el partido liberal en ese entonces. El partido conservador estaba en el poder y a pesar de las persecuciones que existían, se ganaron las elecciones, unas tras otras, hasta que llegó el m om ento de realizar las elecciones para Presidente de la República y entonces sobrevino la violencia m ás catastrófica, la m ás dura que h a sufrido el país. Es decir, esa misma violencia de ah o ra de secuestros y extorsiones, es, desde luego trem enda y dram ática, pero era que entonces, se apelaba incluso al genocidio, se m ataba liberales sin razón de ninguna naturaleza, se perseguía en todas partes, porque el propósito del p artido conservador era ganar ias elecciones a todo trance. Y así 34

dieron la batalla para la elección del Presidente de la República en el año cincuenta, con el asesinato de un herm ano de uno de los grandes jefes liberales de entonces, el d o cto r D arío Echanc' i. Y con consecuencias en todo el país catastróficas. Ya había ocurri­ do desde luego, el asesinato del doctor G aitán, Pero a raíz del asesinato del d octor G aitán, el partido liberal colaboró con el gobierno conservador, en un acto de desprendim iento político que es casi incom prensible, pero eso logró en el país cierta tran ­ quilidad. El partido liberal desde el Congreso apoyó al gobierno, pero eso no significó nada para el gobierno y para los directores y dirigentes conservadores. Porque ellos querían de todas m aneras d a r lo que llam aron entonces, la batalla presidencial y darla con éxito y la única form a de darla con éxito era arrasando al liberalis­ mo en todo el país. Después vinieron ya casos tan extremos en los años subsiguien­ tes, com o el incendio de las casas liberales, com o el incendio de las casas de los jefes liberales, com o el asesinato de m uchas gentes, todo lo cual culm inó con la dictadura del general Rojas Pinilla en el año 53. De m anera que en el país se han presentado diversos grados de violencia y claro que hay que diferenciar, porque las situaciones no han sido las mismas. Germán Zea Hernández

— Para responder esta pregunta de contenido m últiple, convie­ ne poner en claro que, desde un enfoque am plio, el concepto de violencia supera el de “ fuerza em pleada contra el derecho o la ley” . Por tanto, violencia es todo lo que impide al ser hum ano realizarse en cualquiera de los aspectos inherentes a su naturaleza. Es todo cuanto atenta contra su dignidad y sus derechos. Sin caer, com o es obvio, en ei extrem o de dar a la violencia categoría de chiribitil donde todo cabe, en expresión de Alain Joxe. Si se libera a la violencia de su connotación restringida, innegablem ente constituye un fenóm eno no sólo recurrente sino inserto en la vida del país y que bajo una u o tra form a ha afectado sobre todo, a los sectores populares. T om ando como límite cronológico la época inm ediata, el ori­ gen del conflicto violento no es unicausal sino pluricausal, dado que en él intervienen el sistema económ ico dom inante, los intere­ 35 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

ses de las clases usufructuarias del poder, las conveniencias políti­ cas, el afán partidista. N ó debe om itirse el estúpido em pecina­ m iento belicista de los países im perialistas productores de arm am entos, autores y propiciadores de violencia a nivel nacio­ nal e internacional. T am poco olvidemos lo que dice Joxe: “ Los casos de violencia, en su m ayoría, no pueden explicarse hoy p o r fuera del m arco histórico del desarrollo del capitalism o, ya que éste no puede avanzar sino destruyendo las estructuras com unita­ rias que aún subsisten en el m undo” . Creo que no es dable hab lar de antecedentes inm ediatos sin aludir al sistem a en su com ponente económ ico y político. El sistema es po r naturaleza violento. A hora bien, com o el país nuestro está inserto en ese sistema, la violencia es un fenóm eno inherente a su estructura. A dem ás, hay tres hechos notables: se ha creado una “ cultura de la violencia” ; se acusa a las Fuerzas A rm adas de ser enemigas de la paz; los grandes plutócratas y la burguesía ven en los cuadros castrenses su salvación y defensa. Defensa de sus intereses económ icos, ante todo. C uadros castren­ ses hay que se dejaron enredar en este juego. Germán Guzmán

—Yo le contestaría que en Colom bia es recurrente la violencia y es recurrente el,entendim iento. Precisam ente el papel con que entré a ser m iem bro de la Academ ia de H istoria y a ocupar el cargo de Presidente H onorario, se llama: “ La vocación partidista del país” . Porque si se tom an los últim os cien años se ve que el país de p ro n to se enfrenta en los odios y viene un proceso de reflexión p ara buscar los acuerdos y después tam bién para regre­ sar a los odios. Tom é en mi artículo la época de la Regeneración, el gran acuerdo que llevó a grandes sectores políticos del país a la Constitución que todavía nos rige; tom é lo que podríam os llam ar el acuerdo táctico de Reyes, después de las guerras civiles; la U nión Republicana que fue un gran paréntesis de arm onía entre los dos partidos y de soluciones conjuntas, no obstante el m areo de la hegem onía conservadora; la C oncentración N acional del doctor Olaya H errera; la Unión N acional, det doctor Ospina Pérez, y luego el F rente N acional que ha sido uno de los períodos 36

más largos de entendim iento nacional, no obstante las convulsio­ nes en que se ha cum plido la política del entendim iento. Pero usted tiene razón, en que si ha habido períodos recurren­ tes de entendim iento es porque ha habido períodos igualmente recurrentes de violencia. Esta ha obedecido desde luego a factores m últiples. En el siglo pasado, tal ver los partidos iban a las contiendas ideológicas y a la violencia clara, —porque tenía las características de las guerras civiles, como era lo propio, además, en to d a esa época, de todo este hemisferio, incluido los Estados Unidos— , a defender convicciones o por lo m enos con el pretexto de defender convicciones o po r la pasión de hacerlo. Bien convic­ ciones por las pugnas religiosas o por el centralism o y el federalis­ m o o por el caudillism o o el anticaudillism o. En el siglo actual ha obedecido a factores m últiples, pero en realidad la violencia, propiam ente por la lucha hegemónica del poder se com enzó durante la adm inistración del doctor Olaya H errera. El doctor Olaya H errera comenzó la pugna por la preem inencia total del poder, la voluntad de un partido de ganar todo y la voluntad del otro partido de no perder nada. Com enza­ ron las grandes m anifestaciones regionales de violencia, que tu­ vieron especialm ente su epicentro en los Santanderes y el encona­ m iento de la lucha política, especialmente a nivel de sus dirigentes. Lógicam ente fue com bustible para prender más la hoguera. Después se presentaron episodios interm itentes com o fue, d u ­ rante la adm inistración Santos, la llam ada m asacre de G achetá, que en ese m om ento implicó que el partido conservador, a través de sus jefes, inculpara al gobierno o simplemente por el mismo enceguecim iento que en ese instante existía de la controversia política, porque es m uy difícil culpar a un gobierno directam ente de esos actos. Luego vino el triunfo del doctor Ospina, en que com o lo dijo el doctor U rdaneta —yo le adjudicaba la frase al doctor Alberto Lleras— , “ un partido creyó que había ganado todo y el otro que no había perdido n a d a ” y no hay duda que en sus comienzos y especialm ente por la explosión del 9 de abril, la violencia tom ó características claram ente políticas, como fueron tas llam adas guerrillas de los Llanos, con una im pronta y una identidad políti­ cas y adem ás porque mucha de la policía sublevada se fue en ese 37 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

instante a la tarea subversiva. Lógicam ente la cresta de la m area fue m uy alta con actos como fue la m uerte del herm ano del entonces candidato presidencial — la víspera de las elecciones de noviem bre— de Vicente Echandía; com o fueron los actos que a su vez el partido liberal cum plía contra las autoridades y contra m iem bros del partido conservador. Fue una confrontación típi­ cam ente partidista y las tum bas que en ese m om ento se abrieron fueron de m iem bros de un partido contra m iem bros del otro. H abía actos tan singulares com o sitios en donde los cam inos se tuvieron que desviar porque los hom bres de un-partido no podían p asar ni transitar p o r lugares donde el otro partido tenía una situación de control o dom inio. Fue una cruenta lucha, cuyo núm ero de m uertos yo creo ha form ado parte de esas m entiras convencionales que el país establece* porque realm ente trescien­ tos cincuenta o trescientos mil m uertos, en un período de pugna­ cidad violenta de dos años, si usted tom a el calendario y ve la prensa que la registraba, pues no puede tener esa dim ensión, Pero no se trata de contar, porque la violencia no se cuantifica, sino que la verdad fue que los dos partidos llegaron a una situación de insania política que precipitó esos niveles de lucha, al margen de todo lo que es una contienda dem ocrática civilizada. Misael Pastrana Borrero

— Los com unistas siem pre hem os sostenido qué el fenóm eno que se ha llam ado Violencia en C olom bia, tuvo prim ordialm ente un origen político. Se tra ta de que al instalarse el gobierno conser­ v ador y reaccionario de O spina Pérez y al adelantar su política de aplastam iento del p artido liberal, del p artido com unista, del m ovim iento sindical y cam pesino, eso fue llam ado precisam ente la política de “ sangre y fuego” , po r el entonces m inistro de G obierno, José A ntonio M ontalvo. E ra una política planificada de terro r contra las fuerzas dem ocráticas para sacarlas del juego político electoral, por m edio de la violencia terrorista. H ay que tener en cuenta que con el gobierno conservador habían penetra­ d o profundam ente las ideas fascistas, especialm ente a través del franquism o español y p o r lo tanto se aplicaba una política terro ­ rista, increíble en su ferocidad y en los genocidios que la caracteri­ zaron. H ay que volver de todas m aneras a esa época histórica, 38

porque el baño de sangre que sufrió el pueblo colom biano es una cosa terrible que ni siquiera se puede com parar con lo que han hecho- las distintas dictaduras fascitas del C ono Sur en tiem ­ pos recientes. . C ontra esa política terrorista de “ sangre y fuego” del gobierno conservador, com ienza u n a resistencia p opular y com ienza de una m anera espontánea. Es cierto que el partido com unista lanzó desde 1949, su consigna de autodefensa de masas contra la violen­ cia reaccionaria gubernam ental y se sostuvo la tesis abierta de que contra la violencia oficial había que responder con la violencia organizada de las masas. Gilberto Vieira1

—Prim ero que todo, debemos partir de tener en m ente que este ha sido un país violento, quizá desde antes de la C onquista, particularm ente en el siglo pasado y aún en el presente. N uestra historia registra solam ente unos breves periodos de relativa tra n ­ quilidad. Violencia que tiene una diversidad de causas, pero yo diría que tiene ante todo, la idiosincrasia de nuestro pueblo, su ancestro, las facilidades que encuentran los violentos y todos los que se han lanzado a la lucha, bien sea contra el gobierno o contra sus herm anos en un territorio propicio, m u j extenso y de m uy difíciles condiciones p ara su persecución y para su control. Y dentro de ese cuadro nos referirem os a lo que es este período de las últim as cuatro décadas, porque prácticam ente hemos sido testigos y actores de esa situación. De lo .¿que recuerdo en la década del cuarenta, aún antes de que se presentara el 9 de abril con el asesinato de G aitán , ya existía en el país una lucha política entre liberales y conservadores. Pero creo que las causas funda­ m entales de esta violencia en los últim os treinta años, tienen m u­ cho m ás de aspecto social que de tipo partidista. Lo que pasa es que hasta los años cincuenta, digam os así, las causas sociales de la violencia estaban com o adorm ecidas; ahora se han despertado po r la influencia que han tenido en ellas los medios de com unica­ ción, cada vez más activos y cada vez m ás penetrantes y num ero­ sos en proporción a la población, hasta el punto que, com o lo dicen recientes estadísticas, un altísim o porcentaje de colom bia­ nos, p o r hum ildes que sean y vivan en hum ildes tugurios, tienen 39 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

acceso a la televisión y fundam entalm ente a la radio, especial­ mente en el cam po y en los barrios populares. Considero pues que sí ha habido unas causas sociales inspiradas en las desigualdades, que incitan a nuestra sociedad a ser violenta. Que vienen desde atrás y que hoy en muy poco grado se han corregido. Esta etapa de violencia que com enzó antes del 48, yo diría, que se prolongó hasta llegar al poder el general Rojas Pinilla, fue una violencia que se cum plió bajo la inspiración de gobiernos conser­ vadores. Es la violencia típica entre los dos partidos, por la equivocada tendencia de los gobernantes, y de sus representantes a nivel regional, que quisieron im poner su filosofía a los contra­ rios y aplicar la autoridad de una m anera arbitraria, violenta. Quien sea honesto al relatar y analizar to d a esa situación debe reconocer que la violencia partidista apareció, se prendió y prácti­ cam ente se generalizó cuando en m ala hora el gobierno llevó a la Policía —por esa época politizada— , a im poner la autoridad en los Llanos O rientales, em pleando para ello un elem ento hum ano del norte de Boyacá, reconocido por su agresividad y sectarismo político conservador. Vino el choque ineludible entre dos tem pe­ ram entos, entre dos m entalidades e ideologías, entre gentes de regiones tan diferentes tanto por su ancestro com o tam bién por las diferencias sociales, de climas y de características geográficas. En los prim eros meses de la presencia de la Policía en los Llanos no hubo m ayores problem as, Pero a m edida que transcurría el tiem po y los agentes perm anecían allá sin disponer siquiera de lo esencial, sus servicios de alim entación, etc., se presentaron los incidentes que culm inaron con la revuelta generalizada que se hizo en los Llanos Orientales en 1949. Allí se inicia la lucha del Estado contra las guerrillas que, com o digo, había sido provoca­ da por el equivocado empleo de la autoridad. Una lucha entre la población civil atropellada y la policía política. U na vez provoca­ do el conflicto, fue necesario que llegara el Ejército a apagar el incendio, com o quiera que nos correspondió entrar a perseguir a unas guerrillas form adas por esa causa y que se extendieron por todo el Llano, creando de hecho una situación muy grave de orden público. Soy testigo de que todos sus habitantes, práctica­ m ente sin excepción, se alzaron contra el gobierno. General José Joaquín Matallana1 40

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-r-Mi enfoque sobre el origen de la violencia en Colom bia es distinto al de la m ayoría de los analistas de ese fenóm eno. T erm inada la Segunda G uerra M undial cuyo epílogo fue la derrota del fascism o y el desprendim iento dé una decena de países, especialm ente europeos, de la ó rbita capitalista para inte­ g rar el sistem a socialista m undial, un pensador nazi, el sueco R ódulf Kélleger puso en boga su_teoría de J a -Seguridad, que hicieron suya los Estados Unidos de N orteam érica, Inglaterra, Francia y otros países. Esa teoría tra ta de que las Fuerzas A rm adas en cada país capitalista entren a ejercer el control total del E stado, en prim er lugar, con la misión de im pedir el brote insurreccional por el poder, y en segundo lugar, para desarrollar una estrategia dirigi­ da a subvertir el orden socialista y retrotraer lo perdido en la Prim era y Segunda guerras m undiales, de nuevo, a la órbita del capitalism o. Este planteam iento estratégico es «levado a la cate­ goría de nueva filosofía de las Fuerzas A rm adas, y tiene como fundam ento la geopolítica y dem ás especulaciones doctrinarias del fascism o. A hora se le llam a neofascismo. Aquella teoría había de que la guerra es la condición básica del hom bre, de la sociedad y del progreso m aterial, científico y cultural de la hum anidad. Dice que el individuo com o tal no existe, tam poco las clases y en consecuencia, la lucha entre éstas por el poder es un invento de los com unistas. Que lo que existe en la realidad es la nación contra el concepto de pueblo que es un mito. Que la nación se identifica con el E stado que es el poder, siendo las Fuerzas A rm adas el factor fundam ental de sustentación para el ejercicio del gobierno directo o p o r interm edio de civiles com prom etidos con ia teoría de la Seguridad. Entonces, la función esencial de los m ilitares es el poder. Pero no cualquier tipo de poder, sino aquel que em ana de aquella filosofía que com pleta su planteam iento agregando que la nación tiene com o misión determ inante crecer y expandirse a costa de aquellas naciones que no alcancen un gran desarrollo y en conse­ cuencia no puedan ju g ar determ inado rol encarnando aquella filosofía. D e esta m anera, según la teoría, surgen bloques de naciones a cuya cabeza estará un líder principal, los Estados U nidos de N orteam érica, p ara encarar la guerra entre Oriente y 41 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Occidente, esto es, entre socialismo y capitalism o, guerra que por ahora se desplaza de la arena internacional al escenario de cada país, donde según la m ism a teoría, adquiere la form a de guerra interna. Esta “guerra interna” la conocem os aquí en C olom bia con el nom bre de violencia, y com enzó en 1946, com o quien dice: estre­ nando teoría. U no sabe que toda confrontación social o política, así cualquie­ ra de aquellas asum a dim ensiones de guerra, tienen origen econó­ mico, y se dan en razón de la lucha de clases que expresa las contradicciones de la sociedad capitalista. Com o quien dice: a los orígenes prim arios de la “ guerra interna” se agregan en Colom bia las contradicciones propias del país. Aquí, com o en todo país capitalista som etido al im perio m onopólico de los Estados Uni­ dos, se da la contradicción básica y determ inante de la sociedad, esto es, la contradicción trabajo-capital, y en to m o de ella, todas las demás contradicciones. A la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones capitalistas de producción, la producción social y la apropiación capitalista, se agrega la contradicción entre el m onopolio latifun­ dista de la tierra y los millones de cam pesinos que no la poseen, de una parte, y de la otra, entre tal m onopolio y las necesidades del desarrollo, y de la m ism a m anera en todas las m anifestaciones de la vida económ ica, social, política y cultural del país. Por eso, la violencia o guerra interna en Colom bia ha sido una cadena que viene eslabonándose desde 1946. Jacobo Arenas

Ese fenómeno económico que expresa una desigualdad social, ¿có­ mo se convierte en un hecho de repercusión política? ¿Qué significa eso de la violencia clasista? — C uando hablo de una violencia de clase me refiero concreta­ m ente a la reacción de la gente desplazada, por los fenóm enos del desarrollo, a condiciones enorm em ente diferentes de los que se están beneficiando del desarrollo. M ientras existía el estanca­ m iento pues no se abría la brecha. El desarrollo trae, particular­ m ente, la industrialización; la apertura de la brecha. Tal vez es un 42

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poco genérico el térm ino clasista, pero si lo tom am os, por ejem­ plo, en el seno de la clase obrera y de la clase m edia, hace su aparición con la industrialización una llam ada oligarquía de overol en las fábricas de tabaco, de cigarrillos, de arvejas, de cem ento, en la exploración del petróleo, en una serie de empresas se crean condiciones de trabajo incom parablem ente superiores a las condiciones de trabajo en el servicio público, p o r ejem plo, o en la agricultura, o en las em presas pequeñas o m edianas. Se crea una m entalidad de que todo m undo aspira a trab ajar o p ara la Federación de C afeteros o p ara Bavaria o en su tiem po para la F E D E N A L , y desde luego lo ideal era trab ajar en una em presa de petróleos con un com isariato que subsidiara los víveres. Pero eso ya crea unas tensiones sociales grandes, entre quienes se benefician de esas circunstancias y quienes quedan rezagados y al mism o tiem po quienes, frente a las conquistas de los trabajadores, consi­ deran que su prosperidad o la de sus industrias se está viendo afectada po r esas conquistas. G entes que no se dan cuenta de que el aum ento de la capacidad de com pra es lo que h a producido el ensancham iento del m ercado y la am pliación de las industrias, sino que m iran simplemente que las prestaciones sociales hacen m ás gravosos los costos y m enores proporcionalm ente las utilida­ des, ¿Cómo se expresa este fenómeno en el campo? ¿La violencia tiene que ver con la tenencia de la tierra? — Desde luego, particularm ente con la tenencia de la tierra en donde se cultiva el café. No sé si son conceptos míos no confirm a­ dos en otros textos, pero si se le sigue la pista al café ocurre lo siguiente. El gobierno de los E stados Unidos durante la guerra y todavía en unos años posteriores le tiene establecido un techo al precio del café, y sigue siendo nuestro gran com prador. Si m al no recuerdo, la libra de café vale 12 centavos de dólar —claro que un dólar con m ucha m ayor capacidad de com pra que el dólar ac­ tual— , y frente a las presiones de estos países queda abolido el control de precios p a ra el café y el beneficio inm ediato es grande p ara los cultivadores de café en latifundios —si así se puede decir, porque nunca ha habido latifundios en el café— , y del m inifun­ dio. Posteriorm ente en la época de Rojas se presenta la prim era 43 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

helada brasilera grande y el precio da un salto m uy apreciable. De tal suerte que en los cam pos, en el terreno agrícola, la lucha por la tierra cafetera determ ina inclusive la localización de la violencia. En la costa no hay café, allí la violencia es esporádica, dispersa. En el Tolim a la zona cafetera es la zona del Líbano, la zona de la cordillera donde la violencia es más caracterizada. En el Valle la violencia no ocurre en Buenaventura, la violencia tiene lugar en las cordilleras donde se c u ltiv a d café. En A ntioquia. Posiblem en­ te el departam ento más traum atizado por la violencia fue Caldas cuando no. se había desm em brado en los tres departam entos actuales. ¿Pero por qué hay tanta violencia en los Llanos Orientales y en el Valle, én las zonas de los ingenios azucareros? — No puede uno generalizar tanto com o para identificar café y violencia. La violencia en los Llanos, yo diría que es una violencia indirectam ente cafetera, en el sentido que los colonizadores de los Llanos han sido en gran parte desplazados de zonas cafeteras. Población propiam ente llanera es relativam ente reducida, pero viene gente de todo el país, gente del Tolim a, del H uila —que en ese entonces no era muy cafetero— gente de C aldas, gente de A ntioquia. H abía que ver ciertos personajes, inclusive, legenda­ rios del Llano, eran gentes desplazadas por la violencia o por la propia dificultad de vivir en parcelas m uy estrechas. Alfonso López Michelsen1

¿Cómo se gestaron, cómo se generaron los agentes para que el fenómeno de la violencia llegara a tales dimensiones? — Simplemente, una de las cuestiones que sería muy digna de estudiar fue la participación de los altos dirigentes y de las altas autoridades conservadoras en esa violencia. En realidad, en esa época se form ó un m ovim iento insurgente en los Llanos O rienta­ les de carácter típicam ente liberal. Pero el liberalism o nunca quiso apelar a las arm as ni a la fuerza para contrarrestar esa violencia. N unca se pensó que el liberalism o pudiera arm arse para enfrentar a la Policía y al Ejército, que en ese entonces ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

representaban el brazo arm ado del conservatism o y desataban la violencia en todo el país en una form a escalofriante. Porque el partido liberal no quería volver a la guerra civil. El partido liberal siempre ha sido a través de la historia, es la verdad, ha sido un garante de la paz. Solam ente acepta recurrir a las arm as como en el siglo pasado cuando se vio atacado y enfrentado a las fuerzas conservadoras. Pero el partido liberal no quería de ninguna m a­ nera que to d a esa violencia se fuera a transform ar en una nueva guerra civil, y por eso nunca prom ovió ni estim uló ni im portó arm as ni puso en movilización masas ni de cam pesinos ni de obreros ni de gentes afiliadas con verdadero delirio al partido, p ara enfrentarlo a esos em bates feroces trem endos que recibía del p artido conservador en todas partes del país. De m anera que la violencia se produjo porque sí, porque había necesidad de exter­ m inar al p artid o liberal, porque había que ganar com o fuera las elecciones presidenciales del 49 y porque con la sola acción de los votos, el partido conservador no podía ganar las elecciones, Germán Zea Hernández

Después de ¡os acontecimientos del 9 de abril, con ¡a aplicación de la fórm ula del presidente Ospina del gabinete mixto de liberales y conservadores, ¿se crea en el país una situación de p a z o por el contrario se recrudece la confrontación política partidista? —Desde hoy, quizá la solución o fórm ula que adoptó el doctor Ospina no era la peor. Pero sin em bargo, hay que poner de presente que esa solución engendró m uchas cosas, m uchos fenó­ m enos que han influido desfavorablem ente en la vida posterior del país. Indudablem ente la form ación del gabinete m ixto, enca­ bezado por el d octor Echandía, significó el perdón masivo de todos los delitos, m uchos de ellos gravísim os que se com etieron el 9 de abril y en los días posteriores. En particular era repugnante ver a los policías que se habían rebelado el 9 de abril y habían participado en el saqueo de la ciudad, era repugnante verlos haciendo cola en las cajas de sueldos p ara que les pagaran los jornales caídos y se retiraron a engrosar posiblem ente las guerri­ llas que en distintos lugares se estaban form ando contra el gobier­ no del doctor O spina. De m anera que para mí, en esos días, 45 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

debido a esas circunstancias, se dio comienzo a una escuela que posteriorm ente ha sido muy difícil de exterm inar, de extinguir, la escuela de la im punidad que tantos males le ha causado al país. D ebo decirle que el p artido conservador se sintió desilusionado y sintió que quedaba som etidp a un serio peligro. Las personas que se habían distinguido al servicio de la causa conservadora, iban a ser objeto de la persecución de un gobierno, donde a ratos parecía que predom inaba en form a exclusiva, el pensam iento y el deseo de los liberales que integraban ese gabinete m inisterial. La prueba de esto, es que pocas sem anas después del 9 de abril, se realizó eft M edellín la reunión de parlam entarios y congresistas conservadores, bajo el signo del desam paro y de la desesperación, que estuvo presidida po r el directorio nacional de entonces, inte­ grado por el doctor G uillerm o León Valencia y Luis N avarro Ospina. El pensam iento que reinó en esa asam blea, fue el de que el partido conservador se hallaba com pletam ente desprotegido y que debía pensar en organizar sus propios m étodos de defensa. Esa fue la sensación que tuvo el p artido conservador. Ver la m anera de conseguir dinero y de conseguir arm as, porque se estim aba que el partido conservador había quedado huérfano y som etido al odio y a la persecución de los ejecutores del 9 de abril que detentaban ya el ejercicio del poder. El doctor L aureano G óm ez que estaba en M edellín adonde había viajado, después de los acontecim ientos del 9 de abril, se negó a asistir a la asam blea, dijo que él no quería saber nada del partido en ese m om ento y que su único propósito era alejarse cuanto más aprisa pudiera del territorio colom biano. A nte esa negativa tan ro tu n d a del doctor G óm ez, la asam blea decidió proseguir en sus deliberaciones que estuvieron orientadas casi exclusivam ente a ver la m anera de organizar la defensa del partido. Esto le dem uestra a usted, el grado de convicción que nosotros teníam os de que el régimen que presidía el doctor O spina Pérez no estaba dando la protección que el partido conservador necesitaba p a ra ejercitar sus derechos. D urante fines del 48 y principios del 49, se presentó la gran disputa entre los dos partidos. De un lado, el partido liberal, prevalido de su buen éxito en las elecciones del 5 de junio de 1949, y de la m ayoría que había logrado en el Congreso se propuso, 46

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contra viento y m area, anticipar las elecciones presidenciales, con el objeto, según creo, de no dar tiem po al p artido conservador de que se acabara de reponer del golpe del 9 de abril y de la derrota del 5 de junio, p ara volverlo a derrotar en las elecciones presiden­ ciales anticipadas. A eso se opuso el p artido conservador en las C ám aras, alegan­ do que en definitiva no tenía inconvenientes en que se anticiparan las elecciones, siem pre y cuando se revisaran antes las cédulas de ciudadanía, porque el partido tenía la certeza de que se le estaban ganando las elecciones con cédulas falsas y con fraude propiciado por el desorden que había en la cedulación nacional. Eso hacía parte de las tesis del doctor L aureano G óm ez del millón ocho­ cientas mil cédulas falsas. Entonces se trabó la lucha en el seno de las C ám aras entre esas dos tesis. Los liberales se esforzaban porque se aprobara la ley que anticipaba las elecciones del 27 de noviem bre y los conserva­ dores se oponían m ientras no se revisara el sistema de cédulas. Ese enfrentam iento dio lugar a episodios sum am ente lam entables com o el abaleo que se presentó en la C ám ara, el día que m urió el representante Alfredo Jim énez y el día que fue herido el represen­ tante Jorge Soto del Corral. O tro día hubo el episodio de los pitos, recurso a que apeló la m inoría conservadora de la C ám ara, para tratar de hacerse oír y dé luchar contra el atropello de que se creía víctima. José M aría Villarreal

¿Cuál fue el papel que jugó en ese momento el Parlamento? — El Parlam ento es uno de los factores más destacados en el avivam iento de la ardentía de la lucha, de la excitación a la m uerte en el desarrollo del vivir político. Yo era senador en aquella época y recuerdo m uchos episodios, como el abaleo de la C ám ara de Representantes cuando se discutía el proyecto de ley que adelan­ tab a las elecciones. La cosa fue así: D entro de las norm as que im peraban entonces, las elecciones se debían verificar en época que no coincidía con el funcionam iento del C ongreso, después de clausurado el C ongreso había tiem po para agitación pro-candi­ d aturas presidenciales y vendría la culm inación con el día electo47 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

ral. Se presentó un proyecto de ley para anticipar las elecciones con el fin de que éstas ocurrieran estando retiñido el Congreso. * Eso lo presentó la m ayoría liberal ¿con qué fin? Obviam ente con el de que hubiera un control del Parlam ento sobre el desarrollo del proceso electoral, porque partían de la base de que el Parla­ m ento podía cum plir funciones para detener los intentos de cual­ quier autoridad que por la violencia quisiera intervenir en los resultados electorales. H abría un control bastante im portante, estando reunido el Congreso, de todo lo referente a las elecciones. Los conservadores consideram os que esto no debía ser porque tai com o venía el Congreso en vez de contribuir a una calm a lo que iba a hacer era avivar todas las pasiones y a p erturbar trem enda­ m ente tanto a electores com o al pueblo y com o a los representan­ tes de la autoridad. Allí se prendió la discusión y nos ensartam os, com o sabem os hacerlo los colom bianos en que no se podía darle aprobación al proyecto presentado, com o si se tratara de una simple ley, porque era la reform a de un código. Y siendo la reform a de un código se necesitaba una m ayoría calificada para aprobarlo. Esa m ayoría calificada no la tenía el liberalism o. El liberalism o sostuvo que no era un código sino una simple ley, parte de lo que podía codificarse, pero eso no era sino una ley, por lo tanto se a p ro b ab a po r la m itad más uno. En torno de si es código o no es código, se agudizó el debate de tal m anera que llegó, yo andaba po r la C ám ara de Representantes, al Senado debía ir más tarde, se agudizó de tal m anera que en la C ám ara de Representantes llegó a penetrar en la vida privada de los hogares de los propios parlam entarios. Así fue como se produjeron agra­ vios terribles entre un representante conservador Castillo Isaza y un representante liberal de apellido Jiménez; se dijeron cosas atroces, acudieron a los revólveres todo el m undo; el clima era de tal naturaleza que los parlam entarios íbam os arm ados a las sesio­ nes; íbam os porque yo tam bién iba, e inm ediatam ente sonó el prim er disparo, salieron a relucir los revólveres y pistolas de la m ayoría, de unos y de otros. Según contaban los testigos, porque com o le digo, yo estaba en el Senado pero para este m om ento, el Senado había levantado la sesión y yo ya me había ido para mi casa, me había acostado, pero desde la radio estaba siguiendo la sesión de la C ám ara. Unos representantes se echaron debajo de los pupitres, otros se salieron del recinto y otros se quedaron 48 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

cruzando fuegos con el adversario. Los que más se distinguieron * en el cam po conservador fueron el general A m adeo Rodríguez representante a la C ám ara y un representante que m urió no hace tanto, liberal, por A ntioquia, que era muy amigo mío personal, áspero pero en el fondo era una persona agradable, Lázaro Restrepo. Los dos quedaron dom inando el panoram a de la C á­ m ara de pupitres y de representantes echados ai suelo y hubo el lam entabilísim o balance de la muerte de Jim énez y de la herida casi m ortal de Soto del C orral, eso lo paralizó para toda su vida, y algunos otros heridos, un paisano mío representante llam ado d octor Ricardo Silva. En casa cuando oí eso, pues me vestí, de mi casa salí p ara la C ám ara, entré y recuerdo que me encontré con el doctor Silva que estaba echando sangre de los labios y era que le había atravesado superficialm ente el labio superior un proyectil y había otros que estaban siendo curados. Pero eso, imagínese usted en qué se convirtió y qué llegó a ser el Parlam ento. Se pensó en cerrarlo pero siguió y la ley llegó al Senado de la República, a Dios gracias allá no hubo m uertos, pero estuvim os cerca de vivir la misma situación de la C ám ara. Recuerdo que en una discusión, alguna, no recuerdo las palabras, el entonces senador José M aría Villarreal que había sido gobernador de Boyacá el 9 de abril, que estaba catalogado com o un hom bre fuerte del conservatism o, el senador Villarreal le dijo un agravio al senador M ejía D uque que era tam bién trem endo, él era el jefe liberal de C aldas, Caldas unido, y M ejía D uque se paró de su pupitre, yo estaba en frente de pie y lo vi cuando se paró de su pupitre se echó la m ano atrás, sacó el revólver y se le fue encim a a Villarreal, yo agarré un cenicero grande y se lo lancé a ver si le daba en la m ano. Esa noche afortunadam ente ya habían tom ado medidas para que no fueran arm ados, esa era la cosa. Pero algunos se daban sus trazas y m andaban con alguien el revólver antes, yo si hubiera estado arm ado seguram ente hubiera sacado el revólver pero no lo esta­ ba, entonces me acogí a un cenicero grande, se lo lancé a Mejía con la m ala fortuna para el senador Gabriel Sanín Echeverri que cuando el cenicero llegaba levantó la cabeza y pam! le dio en la frente y quedó con un chichón parecido a la estatua que tengo aquí del Moisés de Miguel Angel. Esto era transm itido por la radio, la repercusión en provincia, ¿cuál sería? de esta vida parla­ m entaria terrible, de excesiva, de insoportable violencia que daba 49 ESTRELLA ROJA [email protected]

m uertos y heridos, pues la contribución del Congreso a la intensi­ ficación de la violencia fue atrozm ente enorm e. Es uno de los factores repito, que hay que considerar con una responsabilidad muy grande. El Parlamento expande el fenómeno de la violencia política. ¿Cómo ese fenómeno va llegando a las bases, es decir a los municipios, a las pequeñas poblaciones, cuáles son los instrumentos con que opera ese fenómeno? . — La llegada com o le acabo de decir, diga usted, a la aldea, al cam po, a la aldea porque todavía no había transistores, es el radio, se transm iten las sesiones, las oyen en los pueblos, se transm iten po r la radio, el radioperiódico político que era tam ­ bién de muy subido tono, violento; los periódicos conservadores y liberales se cruzaban balas de papel, pero balas tan m ortales com o las otras, las de plom o. Y las arengas de los políticos que iban a provincias a alentar y a inform ar a sus copartidarios. Las arengas y las concentraciones y todo lo que se llama de plaza pública —todos los sitios donde había u n a gran m ediana o peque­ ña reunión p ara tra ta r de política de esta m anera— , fue incen­ diando el país, ¿Y los agentes físicos de esa violencia, cómo aparecieron? — Vuelve a producirse en autoridades y en jefes políticos indu­ dablem ente y viene esta situación: se constituyen pequeños gru­ pos que se van agrandando y que actúan en los cam pos, de liberales resistentes que crean lo que después se ha denom inado la guerrilla, y grupos tam bién de civiles conservadores que con el pretexto de apoyar a las autoridades, de reprim ir la subversión y actúan, desde luego violentam ente. T odo esto va creciendo, va creciendo hasta llegar a la situación de sublevación en los Llanos y algunas partes de los Santanderes y Boyacá, y de transform a­ ción de la Policía. Es un fen ó m en o 'q u e no se ha estudiado suficientem ente. El liberalism o hizo una cam paña trem enda con­ tra lo que llam aban la PO PO L, antes del 9 de abril, dizque era la politización de la Policía, pero el 9 de abril la Policía actuó com o uno de los elem entos alzados en arm as, contra Ospina, com o el 50 ESTRELLA ROJA [email protected]

fam oso capitán Phillips, que fue uno de los líderes de aquella m anifestación. D espués del 9 de abril, es indudable que las poli­ cías que de suyo eran departam entales, p o r medio de las A sam ­ bleas en donde el partido conservador había tenido m ayoría, com enzaron a ser dotadas y a vigorizarse de tal m anera y a actuar duram ente tam bién en la represión de lo que llam aban la subver­ sión. Así que tenem os jefes políticos, tenem os alcaldes, tenemos policías y tenem os guerrilleros, estos son los principales instru­ m entos con los que se hace esa violencia política, sectaria, diga­ mos porque después viene con el Frente N acional, o tra cosa, Lucio Pabón Núflez

Entonces, ¿en qué momento regresa Laureano Gómez al país? ¿Se aprobó la ley de anticipación de las elecciones en las Cámaras? ¿Se produce algún cambio político en la administración Ospina, en cuanto al partido conservador? — El d o cto r G óm ez llegó de España al país, un poco antes de la d erro ta del 5 de junio y vino, obedeciendo a nuestro llam am iento, p a ra reaccionar y ponerse al frente del partido y tra ta r de obtener un resultado favorable en las elecciones presidenciales. El levantó las banderas de la protesta contra las cédulas falsas, que él cifró en un millón ochocientas mil cédulas. Q uería que el gobierno del doctor O spina se apersonara de ese justo reclam o del partido conservador. Pero el hecho es que el partido liberal atropelló a la m inoría conservadora y a p robó la ley anticipada de las elecciones y no hubo ninguna revisión de las cédulas falsas. H asta ese m om ento seguía el gabinete m ixto. Ante esa situación el doctor G óm ez creyó que nada podía hacer y que por consiguiente debía regresar a E spaña, para no asistir im potente a una nueva derrota injusta del p artido conservador. En esa actitud había un poco de protesta c o n tra el gobierno, que se m anifestaba incapaz de garan­ tizar los derechos del partido conservador. Un día, cuando llegamos a nuestro intercam bio habitual con el d octor G óm ez, estando presentes dos m inistros del gabinete del d octor O spina, Jorge Leyva y José Elias del H ierro, el d octor G óm ez dirigiéndose a nosotros y haciendo caso om iso de la presencia de los dos m inistros, nos dijo: “ Los he m andado a ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

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llam ar hoy, p ara com unicarles que regreso a E spaña el próxim o miércoles, porque yo no quiero asistir a una nueva derrota del p artido conservador por m edios injustos que no ha sido posible corregir” . El presidente O spina parece que recibió esa noticia casi como u na ofensa hacia él y a su gobierno y calificó esa actitud del doctor G óm ez com o un ultim átum . Porque en esa actitud del doctor G óm ez iba im plícita una exigencia de m odificación del gobierno en el sentido de hacer un gobierno que, aunque conservara su calidad de gobierno m ixto, fuera m ás vigoroso por parte de la representación conservadora en el seno del gabinete. El hecho es que el lunes siguiente, cuando llegamos a la casa del d o cto r G óm ez para com entar con él sobre la política, él muy sonriente nos dijo: “ Les tengo novedades de Palacio: me piden una lista de candidatos para el M inisterio de G obierno, yo he pensado ésta” . Y nos leyó. El benévolam ente había incluido nuestros nom bres: Luis N avarro Ospina, José M aría Villarreal'y Luis Ignacio A ndrade. Salió el decreto de reorganización del m inisterio, en la que ocupó el despacho de G obierno, el doctor Luis Ignacio A ndrade. A hí se inició un nuevo am biente p ara el p artido conservador que con esto se reanim ó, enfrentando violentam ente las dos aspiraciones: la del p artido liberal que, prevalido en su triunfo del 5 de junio, aspiraba a la reconquista de la Presidencia de la República y la del p artido conservador que, prevalido de las garantías que el gobierno le ofrecía, aspiraba tam bién a elegir presidente que sucedería al doctor O spina Pérez. Luego vino una orientación claram ente, decididam ente conser­ vadora por parte del gobierno nacional. El doctor O spina acogió la nóm ina de nuevos gobernantes, que estaba integrada por los hom bres más aguerridos del partido en cada sección. Asi po r ejem plo, en el norte de S antander se nom bró al doctor Lucio Pabón Núñez, en el Valle del Cauca se nom bró a Nicolás O lano Cruz, en Santander se nom bró al doctor Sorzano G onzález, en C undinam arca al doctor Jorge Leyva, en Boyacá al doctor Eduardo Rodríguez Castillo y esos gobernadores desarrollaron desde el prim er día una acción enérgica, de lo que ellos entendían ser garantía de los derechos conservadores y estím ulo a éstos para que ejercitaran sus derechos. 52 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

La situación llegó a un punto sum am ente candente que aconse­ jó a los liberales, qtfe ya habían proclam ado su candidatura presidencial en la persona del doctor D arío Echandía, dejar el cam po libre a los conservadores y abstenerse de concurrir a la elección anticipada que ellos mismos habían forjado. Un mes antes del retiro del liberalism o del cam po electoral con su candi­ dato D arío E chandía, el partido conservador había proclam ado la candidatura del doctor Góm ez en su Convención Nacional reunida en el Colón. El había aceptado y entonces se hizo la cam paña con su nom bre y con gran entusiasm o y fervor de parte de los conservadores que veíamos en L aureano G óm ez, el objeto más alto y m as extraordinario de adm iración y devoción. ¿Se puede decir que en este momento se establece la hegemonía conservadora? — Sí, desde ese m om ento se establece la hegemonía conserva­ dora para abrirle cam po a la candidatura del doctor Gómez, T anto que las elecciones del 26 de noviem bre fueron una cosa fácil, porque el partido liberal estuvo ausente y los conservadores votaron solos, sin contradicciones y pusieron un gran volumen de votos para elegir al doctor Gómez. ¿Si había tantas garantías para el partido conservador, por qué el presidente Ospina Pérez cierra el Parlamento? — El Parlam ento se cierra el 9 de noviem bre de 1949. Ocurrió cuando los liberales todavía no habían abandonado el campo. El abandono, la renuncia por parte de Echandía, ocurrió posterior­ mente. El Parlam ento se'cerró porque la m ayoría liberal encabe­ zaba la acción intrépida, por decirlo así, del partido liberal que llegó hasta el extrem o de anunciarle al Presidente que lo iban a deponer. Le m andaron una com isión, que se sirviera m andar soldados a las barras porque en la próxim a sesión lo iban a deponer para juzgarlo. La respuesta de O spina y de A ndrade, el m inistro de G obierno, fue la de cerrar el Congreso. La aspiración de los liberales en ese m om ento, era la de llegar hasta el 26 de noviem bre en condiciones de ganar las elecciones. Ellos pensaban que esto era posible p o r el triunfo obtenido el 5 d e ju n io ,y p o rq u e 53 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

veían al p artido conservador debilitado. Por esto aprovecharon esa circunstancia para llegar al extremo de pretender deponer al Presidente. Esa am enaza desencadenó los hechos, la respuesta del gobierno de cerrar el Parlam ento y desde luego, el avance conser­ vador detrás de esos fenóm enos gubernam entales. ¿Ospina dio un golpe de Estado al interior de su gobierno? —Yo diría que se trató de d a r un golpe del Congreso contra el gobierno y éste dio un contragolpe defensivo. A penas defensivo porque ya se sabe que esos juicios políticos en Colom bia, lo que menos tienen es de juicios sino de actos de preponderancia, de voluntad política. Entonces el Presidente se sintió am enazado, no por la naturale­ za de los cargos que se iban a hacer, sino por el resultado que el juicio seguram ente iba a tener si perm itía que lo hicieran. El no quiso dejarse deponer porque de antem ano sabía que estaba perdido. José María Villarreal

Es evidente que la violencia afecta todas las estructuras de la sociedad colombiana . Pero no hemos visto su relación con el des­ arrollo económico del país. ¿Cómo repercute la violencia en ¡as transformaciones de la agricultura, en su período más crítico? — Y a es un lugar com ún, señalar la m arcada concentración de la propiedad territorial y el bajo desarrollo tecnológico de las explo­ taciones, característicos a comienzos de los cincuentas. Es preci­ sam ente a p artir de esa década, según lo destacan varios autores, cuando se inicia la expansión de los cultivos comerciales (caña de azúcar, arroz, algodón, sorgo) sobre la base de adecuaciones m asivas de tierras, increm entos sustanciales del parque mecaniza­ do de la agricultura, am pliación de la disponibilidad de agroquímicos y utilización de los mismos, con el apoyo de acciones de fom ento del E stado, cum plidas con alguna coherencia (M achado, m ecanografiado, 1979). D urante la década del cincuenta y como resultado de la intensi­ ficación de las inversiones de capital en el cam po, aum entó la 54 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com'

producción física, al pasar de 13.449 toneladas en 1950 a 16.039 en 1960 sin incluir el café, teniendo que ver en ello igualm ente más la am pliación del área sem brada, posiblem ente, que los increm en­ tos en la productividad, ya que la prim era se extendió de 2.6 millones de hectáreas a 3.4 millones, con un increm ento del 25% (K alm anovitz, 1974). El crecim iento de un “ sector m oderno” de la agricultura se dio, com o era de esperarse, en las tierras más aptas para ello: las planicies del Cauca, Tolim a, Cesar, A tlántico, vale decir, en los suelos planos, de buena calidad y m ecanizables, tierras que ha­ bían constituido en esas regiones, el m arco físico de las sociedades hacendarías, com o fue claram ente el caso de T olim a, el Valle del Cauca y las llanuras caribeñas. De esta m anera, tales regiones atestiguaron la transform ación de la agricultura hacia el capitalis­ mo po r la vía de la “ m odernización de las haciendas” , o com o viene siendo calificada desde hace más de un siglo, la “ vía prusia­ na”. Este concepto no deja de causar escozor en los estudiosos y —justo es decirlo— les asiste razón, ya que éste y otros térm inos, de cunas vecinas, han sido utilizados de m anera dogm ática, ahistórica, p a ra no a b u n d ar en calificativos. La aplicación de este concepto en form a mecánica haría olvidar una heterogénea reali­ dad, en la cual estas regiones, hegem onizadas por las haciendas, se han intercalado con otras regiones —o com arcas— de econo­ mía cam pesina, ya indígenas, mestizas o negras. Este intercalam iento no ha sido solam ente físico y el eslabón articulador entre ellas lo ha constituido fundam entalm ente la fuerza de trabajo. Así se han definido las viejas zonas de las haciendas andinas y tam ­ bién se han configurado las zonas de frontera, a través de relacio­ nes m últiples, si bien sustentadas sobre el elem ento com ún de la dom inación po r parte de la hacienda tradicional o m odernizada. Pero no podem os pasar fácilm ente por sobre este térm ino de dom inación, ya que los cambios ocurridos, m ucho tienen que ver con él. En efecto —y com o veíamos anteriorm ente— la década del 50 enm arcó la aceleración de los cambios en la producción agrícola dentro de las regiones m encionadas, pero las com arcas cam pesi­ nas colindantes no se m antuvieron al m argen. 55 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Si bien la agricultura m ecanizada se desarrolló en las “ zonas más ap tas” para ella, no en las tierras pobres, de vertiente, de las com arcas cam pesinas: estas últimas sí aportaron tos contingentes de peones agrícolas que hicieron posible la agricultura comercial. Fue precisam ente el desarraigo causado po r la violencia el que proveyó m ano de obra para el “ m ilagro del algodón” y de otros cultivos característicos de esta agricultura. Aquí descansa buena parte de mi argum entación: la violencia no estancó el desarrollo; fue a partir de ella que el capital se afianzó en la agricultura, produciendo de paso cam bios profun­ dos en las relaciones entre las mismas regiones, o lo que es igual, abriendo paso a la integración interregional, a la form ación del m ercado. Las nuevas relaciones entre las regiones cam pesinas y las de agricultura comercial se dieron en térm inos del flujo de la fuerza de trabajo “excedente” de las prim eras hacia las segundas, de alim entos de consum o básico para la reproducción de la m ano de obra asalariada, de las zonas de producción cam pesina hacia las de la agricultura comercial y de éstas hacia aquellas, de las transferencias en dinero de los salarios, que com plem entarían la m agra producción local y m antendrían o aun am pliarían una econom ía m onetaria. Com o podría esperarse, el im pacto de la violencia en las com ar­ cas campesinas fue (y sigue siendo) brutal, pero tam bién diferen­ ciado. En ciertas regiones com o las vertientes de la C ordillera C entral que m iran hacia el Valle, del Cauca, el proceso de poblamiento resultante de las colonizaciones campesinas dio lugar a patrones de asentam iento en los cuales se articulaban las unida­ des de explotación cam pesina con aldeas surgidas com o centros de comercialización de los excedentes de las parcelas y proveedo­ res de algunos bienes m anufacturados y servicios (El C airo, Ba­ rragán, Versalles, Ceilán, etc.) (C am po, 1977). La violencia, cum plida en estas localidades bajo la form a de m asacres indiscrim inadas y encubiertas com o “ enfrentam ientos sectarios” , expulsó a los sobrevivientes, proyectándolos hacia otras áreas rurales (ya com o colonos, p ara reproducir el ciclo de la “ m igración-colonización-conflicto-m igración” , ya com o jor­ naleros agrícolas) o hacia los núcleos urbanos. El despoblam iento de las com arcas cam pesinas liquidó su ordenam iento económico, elim inando de paso la función de los pequeños epicentros aldea56 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

nos, hacia los cuales ya no fluirían excedentes de las economías campesinas. En su reem plazo se establecieron en m uchos casos, y de m odo conocido po r todos, haciendas ganaderas, caracteriza­ das po r su baja productividad, subutilización de la tierra (una cabeza de ganado p o r hectárea en prom edio) y baja incorpora­ ción de m ano de obra. O bviam ente los excedentes producidos en esas Unidades habrían de trascender los círculos de la econom ía cam pesina, para participar en m ercados más amplios, de carácter m acrorregional. En consecuencia, las com arcas de econom ía cam pesina resulta­ ron arrinconadas — una vez más— , subsistiendo sin em bargo com o irrem plazabíes proveedores de fuerza de trabajo y “ bienessalario” p ara la agricultura, la ganadería y las agroindustrias, desarrolladas dentro de patrones crecientes de centralización y m onopilización, así com o tam bién para los servicios e industrias urbanas, las cuales no se han a p artad o fundam entalm ente de los m ismos patrones. Darío Fajardo

Por qué no sistematizamos este período. ¿Cómo se expresa la violencia y cuándo aparecen otras manifestaciones económicas, so­ ciales e ideológicas? — La violencia económ ica y de clase es claro que siempre ha existido en Colom bia y se ha expresado en la política de usurpa­ ción de las tierras de los cam pesinos, de los colonos especialm en­ te, po r parte de los latifundistas. Por eso en la historia de C olom ­ bia hay una serie de luchas de m asas campesinas, concretam ente contra esa violencia usurpadora del latifundism o. Los anteceden­ tes del m ovim iento guerrillero hay que buscarlos en las luchas agrarias que se desarrollaron po r m uchos años, por ejemplo, en Sum apaz. Pero incluso, en épocas m ucho más rem otas, com o en la época de la colonización del Q uindío po r los colonos antioqueños, que tuvieron que enfrentar por ese entonces a la violencia latifundista. Son hechos muy olvidados, pero son los anteceden­ tes del m ovim iento guerrillero colom biano. Pero lo que se llama en la política colom biana, la Violencia, comienza con el gobierno de O spina Pérez en 1947. No com o se dice popularm ente con el 57 ESTRELLA ROJA [email protected]

asesinato de G aitán. Com ienza antes. Inclusive, G aitán se desta­ ca y se convierte en el Jefe del partido liberal denunciando los terribles crím enes del gobierno de O spina Pérez contra el pueblo liberal, en una serie de ciudades y regiones colom bianas. Es cierto que con el asesinato de G aitán y con el aplastam iento de ese levantam iento p o p u lar del 9 de abril, la violencia tom ó ya pro p o r­ ciones dantescas en Colom bia. Gilberto Vieira1

— En la periodización de este proceso evolutivo de la violencia puede establecerse una Prim era Fase entre 1947 y 1953. T om ando el 9 de abril com o punto de ru p tu ra de un fenóm eno de agravam iento progresivo, antes de esta fecha trágica se confi­ gura una antesala, un prefacio que genera las energías requeridas p ara dar aliento a la figura de la Violencia, ahora sí con m ayúscu­ la de identidad propia. En ese período preparatorio se acum ulan los explosivos requeridos p ara la deflagración. La m uerte d e v G aitán es el detonante que los hace estallar. Sigue luego un período de calm a suscitado po r el pavor que produce la ciudad ca­ pital en llamas y el fenóm eno de m asas que lanza al pueblo ence­ guecido de d olor y de ira — perdida la identidad individual para sumirse en el vórtice colectivo— a un acto prim ario que pudo tener gérmenes revolucionarios pero que se. desvía hacia el asalto, el saqueo y el incendio. Se rem ienda com o se puede la U nión N acional al borde del precipicio donde estuvo próxim o a derrum barse el país. Desvane­ cido el pánico resurge la inconsciencia, se aviva el sectarismo, retorna el forcejeo pugnaz por el poder. La frágil unión de cir­ cunstancias se quebranta de nuevo y la Policía politizada que se mezcló a las turbas, licenciada en su totalidad a raíz del insuceso, va siendo reem plazada gradualm ente por otra, tan sectaria e irresponsable com o la anterior. Sólo que aquélla, al menos en las ciudades m ayores, no tenía oportunidad de revelar su sectarism o interior. En cam bio la nueva estaba destinada a actuar com o parte del poder, en m anos de gobernadores y alcaldes resueltos a usar la au to rid ad en función de p artido y nó de gobierno. En esta Prim era Fase la causa prim aria del conflicto y de sus form as violentas es la lucha por el poder, que halla m ateria prim a 58 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

de óptim a calidad p a ra engendrar el fenóm eno, en la naturaleza misma de un pueblo cuya conducta depende esencialmente del liderazgo, que la guie. Si éste es sensato, prudente, ponderado, constructivo, la colectividad sujeta a su influencia actuará de la m ism a m anera. Así com o producirá los m ás acabados efectos de salvajism o, brutalidad y barbarie, si ía conducción que de él se haga está inspirada en el odio sectario, la am bición desbocada o la pasión partidista. La persecución del poder a toda costa es, al mismo tiempo, causa y objetivo. Sus ingredientes básicos son: caudillismo, ambi­ ción política desmesurada y fanatism o sectario. El resultado es la Violencia Política liberal-conservadora, que caracteriza esta pri­ m era etapa de su m anifestación. Com o es de esperar en este tipo de fenóm enos, a estas razones prim arias es preciso agregar factores coadyuvantes sin los cuales no podrían ocurrir, al menos en las desm esuradas dimensiones que cobra el caso colom biano, en ei que se identifican fácilmente: — Desequilibrios sociales y m alestar resultante — C ontrastes económ icos manifiestos — Bajos niveles culturales en la gran m asa popular — Ignorancia política —M ediocridad de las clases dirigentes — Idiosincrasia nacional — B ipartidism o histórico Estos factores cuyo enunciado no requiere m ayor explicación, se hallan presentes en la Prim era Etapa, pero subsisten tam bién a lo largo de las subsiguientes, si bien algunos pierden vigor o son relegados a segundo plano por otros que se introducen al proceso. No se puede señalar al com unism o com o causa prim ordial. Es lógico que dentro de su ideología de lucha de clases, el proceso en estudio presenta una coyuntura excepcional para canalizarlo en su favor y conducirlo hacia sus propias metas. La lucha por el poder recibe así un tercer im pulso, m enos notorio y poderoso que los anteriores en razón del estado incipiente del partido com u­ nista frente al liberal y al conservador, pero fuerte en su organiza­ ción interna y en el adoctrinam iento de sus cuadros de m ando. Si los dos partidos tradicionales son los protagonistas de la contien­ da feroz que se desata y progresa en esta Prim era Fase, el com u­ nism o es el fuelle que atiza la hoguera a la vez que le añade 59 ESTRELLA ROJA [email protected]

com bustible altam ente inflam able, pero aún en escala reducida, concordante con su tam año y limitaciones operativas. La intervención de la fuerza pública en apoyo de la autoridad parcializada, po r fuerza ha de tener las mismas características. Prim ero es la Policía que actúa com o instrum ento ciego de a u to ri­ dades subalternas, y, en algunos casos, de gobernadores sectarios que han perdido la dim ensión de su papel p ara confundirse en el enredo de las luchas ferales. M ás tarde-el Ejército cuando aquélla resulta desbordada. En medio de la confusión en aum ento el Ejército era la única institución no com prom etida en el pugilato banderizo. Por for­ m ación académ ica y basam entos filosóficos hundidos en la C ons­ titución Nacional y en el sistema jurídico colom biano, estaba preparado para ob rar en función de E stado, no de partidos políticos ni intereses sectarios. Com prom eterlo en aquella pen­ dencia de partido planteaba una disyuntiva al gobierno: o bien hacerlo respetando su im parcialidad para interponer su prestigio y su fuerza, a fin de separar las partes trenzadas en la contienda insensata, o bien convertirlo en instrum ento de una de las partes sumidas en ella y qye detentaba el poder po r m andato electoral. Desgraciadam ente el nivel pasional era tan elevado que no se supo entender lo que esa institución aún incontam inada represen­ tó en ese m om ento histórico como elem ento de paz. Y tam poco la Institución en sus altos niveles directivos y de m ando pareció com prenderlo. Las prim eras intervenciones militares fueron bien recibidas por ía población angustiada de las áreas rurales. Se habían acostum brado, com o la nación toda, a ver en el Ejército una institución severa, respetable, im parcial, capaz de separar los contendientes dentro de un recto sentido de justicia. Por ello acató su presencia. A ún más, la recibió con júbilo en extensas com arcas, com o los Llanos Orientales, polarizadas en la resisten­ cia casi unánim e contra la policía sectaria. En algunos departam entos singularm ente sensibles, como T o­ lima y Santander, el presidente Ospina Pérez designó gobernado­ res m ilitares, escogiendo oficiales superiores de rectitud y presti­ gio reconocidos. Los resultados fueron elocuentes en térm inos de restauración de la norm alidad que com enzaba a desquiciarse. Pero, a m edida que subía la m area pasional y se acrecentaban los elementos de ruptura, hizo aparición una desorbitada idea del

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principio de Autoridad: el rechazo a la Policía o a los gobernantes acusados de sectarism o im plicaba un intento de imposición into­ lerable al E stado, que no tenía por qué aceptar. No eran los ciudadanos los llam ados a exigir quién debía tutelar su existencia o dirigir su gobierno. A comienzos de 1951, para evitar las asonadas contra la Policía, se ordenó que se uniform ara com o el Ejército en regiones donde la resistencia se hacía más visible. Aquello entrañaba un error fundam ental. A los oficiales que objetaron la m edida como con­ traproducente para la paz pública y para el buen nom bre del Ejército se les reprendió duram ente, hubo sanciones y retiros del servicio activo y una-orden de la Dirección del Ejército calificó de deslealtad cualquier observación en contra de esta orden absurda. A partir de ese m om ento el Ejército Nacional se identificaba para una de las partes con unas policías lugareñas, em pleadas por caciques y alcaldes sectarios para fines políticos de represión. Esta Prim era Fase culm ina cuando el desgaste acelerado de la autoridad y la m agnitud ya incontrolable del conflicto, precipita el acceso m ilitar al gobierno el 13 de junio de 1953, recibido con tal dosis de alivio pór una opinión hastiada de sangre, depreda­ ciones y violencia, que el partido liberal lo califica com o Golpe de Opinión po r uno de sus más autorizados voceros, la Asam blea Nacional Constituyente que reem plazaba al Congreso clausura­ do el 9 de noviem bre de 1949 y la Corte Suprem a de Justicia le otorgan legitim idad, y el país recibe el m andato m ilitar con espontáneas m anifestaciones de júbilo. General Alvaro Valencia Tovar

— Varias fechas pueden servir para distinguir los principales períodos en la violencia colom biana de los últim os cuarenta años. Por ejem plo, el 9 de abril de 1948; el 13 de junio de 1953 y el 10 de mayo de 1957. Sin em bargo en térm inos generales cabe distinguir tres grandes etapas: la violencia originada en el enfrentam iento liberal-conservador, la violencia ocurrida po r la rebelión contra la dictadura de Rojas y la violencia que se ha presentado contra las instituciones del F rente Nacional. C ada una de estas etapas tiene su propio contexto internacional y en cada una de ellas la violen­ 61 ESTRELLA ROJA [email protected]

cia corresponde a realidades económ icas y sociales muy diferen­ tes en la vida del país. El enfrentam iento liberal-conservador tuvo lugar en un país agrario y en un clima de aguda intolerancia política y religiosa. En aquella época las Fuerzas A rm adas tenían recursos m odestos e inicialmente el conflicto entre el E stado y la población se produjo a través de la policía política. Los medios de transporte y de com unicación eran m uy lim itados y po r eso el aislam iento de las regiones afectadas por la violencia fue m uchísim o m ayor, lo cual influyó en el desm oronam iento del Estado y en el alto núm ero de crímenes y delitos en ei Tolim a, Caldas, A ntioquia, Valle, los Santanderes, los Llanos Orientales y C undinam arca. En esta etapa el C ongreso fue clausurado por el Presidente, las elecciones perdieron toda credibilidad, se esfum aron las libertades indivi­ duales y el sistem a judicial se derrum bó. La violencia produjo o p o r lo menos coincidió con incontenibles y gigantescas m igracio­ nes del cam po hacia los centros urbanos regionales y locales. Esta prim era época de. violencia culm inó con el golpe de Estado del 13 de junio y la am nistía general decretada por Rojas Pinilla a los pocos días de la iniciación de su gobierno. Los peores años de este prim er período de la violencia fueron 1948 y 1950 los cuales corresponden a la m uerte de G aitán y el ascenso de L aureano G óm ez al poder. Luis Carlos Galán

— Esa es la prim era etapa grande de esos treinta o cuarenta años. Violencia típica entre liberales y conservadores, en algunos pueblos, con veredas y regiones m uy politizadas, sectarias, que con el odio ciego llevaban a cabo m uchos genocidios en la vereda vecina o cercana del otro color político. Y por o tra parte, la lucha de los representantes del gobierno y la autoridad, en este caso la autoridad conservadora, contra quienes se alzaban en arm as, los cam pesinos, p o r una ideología y p o r una reacción contra tantos atropellos que com etían, quienes desde el gobierno, querían a toda costa, im poner su fiiosofía, ejecutando su propósito por autoridades regionales y por la policía que ellos comandaban* General José Joaquín Matallana1 62 ESTRELLA ROJA [email protected]

—Yo me rem ontaría en lo que pudiéram os llam ar la violencia reciente, de las últim as cinco décadas; tam bién a lo que se llam ó cuatrerism o, donde posiblem ente se incubó la violencia rural y fue lo que m otivó la llam ada ley de tierras de 1936. Se tratab a de cuatreros que sem braban la intranquilidad en el cam po, no pro ­ piam ente con delitos de asesinato contra las personas, sino por el robo del ganado, pero que com enzó a crear las prim eras m anifes­ taciones de inseguridad, de incertidum bre y tam bién de desquite entre patrones y dueños de esos ganados y los cuatreros que com etían esos delitos. Luego no hay duda que al cam bio del gobierno liberal po r el conservador, lo que comenzó fue una violencia típicam ente política, que ya tenía sus antecedentes en el gobierno del doctor O laya H errera. Misael Pastrana Borrero

¿Cómopodría visualizarse la violencia como dinamizador del desa­ rrollo industrial del país y sus relaciones con el hecho político? - — Una investigación reciente sobre las denom inadas “ microem presas u rbanas” , dirigida po r H ernando Góm ez B. exploró las bases históricas, estructurales de esta m odalidad de operación económ ica, muy orientada entre nosotros hacia la subsistencia, o en lenguaje cotidiano hacia el “ rebusque” . En este ejercicio se hizo evidente cóm o la pequeña empresa cum plió una función, en palabras del autor, “ de escaso relieve en el despegue industrial hagia la segunda y tercera décadas del siglo XX, a diferencia del modelo de industrialización ‘clásico’ ... el artesanado no sirvió como semillero a las industrias dinám icas de la época, pues él venía siendo debilitado como consecuencia del libre-cambio que predom inara hasta el prim er cuarto de siglo (o al m enos hasta la reform a arancelaria de Rafael Reyes)” ... más adelante concluye el autor citado: “ La bonanza cafetera de 1925, la indem nización por el C anal de Panam á y la cuantiosa inversión pública en obras de infraestructura se sum aron luego a la recesión m undial de. 1929 para abrir un creciente m ercado interno a la industria nacional de consumo, pero, según la escasa evidencia disponible, esta expan­ sión fue acom páñada p o r el desplazam iento de la pequeña em pre­ 63 ESTRELLA ROJA [email protected]

sa tradicional, en favor de las industrias capital-intensivas de cada sector” (G óm ez Buendía). Esta tendencia se acentuó en el contexto de la Segunda G uerra M undial y la posguerra, cuando las restricciones p ara la im por­ tación de bienes de capital y m aterias prim as afectaron al conjun­ to de las industrias, haciendo sucum bir sin em bargo a las más débiles y la inm ediata captura del m ercado interno y ventajas previas com o “stocks” disponibles, acceso al crédito, liquidez, etc., perm itieron afirm arse más fácilmente a las industrias m ayo­ res. En otros térm inos, el auge industrial vivido en la posguerra y del cual se dio razón inicialm ente, reforzó la tendencia hacia la centralización del control económ ico, definiendo tem pranam ente características m onopolísticas para la industria nacional. De otra parte, en ese sector se haría presente otro factor de creciente im portancia en la configuración de lo que podríam os llam ar nuestro “ m odelo” de desarrollo y es la presencia del - capital norteam ericano, gradualm ente hegemónico dentro de la inversión externa. La gravitación de nuestro país dentro de esta esfera, profundi­ zada a través de la operación de los m ercados, del som etim iento a la estrategia política y m ilitar norteam ericana, adquiriría conno­ taciones particularm ente coherentes con el “ m odelo” de desarro­ llo definido en el país, a p a rtir de la im plantación de la política de la Guerra fría. Ello nos traslada a otro nivel de nuestro análisis, el político. Este ha sido un tem a privilegiado en los estudios sobre la Violencia y en torno a él surgen tanto los trabajos que buscan aproxim arse a la esencia del sistema bipartidista, como los que continúan trabajando bajo la óptica del enfrentam iento liberalconservador com o “causa” del conflicto. Ciertam ente no deja lugar a dudas el papel m ovilizador del bipartidism o durante el período más crítico de la Violencia, precisam ente la década del cincuenta. Pero no podem os perm itir que él oculte la raíz de conflictos aparentem ente debidos al en­ frentam iento sectario. Enfrentam ientos entre veredas y pueblos com o los ocurridos en las vertientes de la C ordillera Central, ya hacia el Tolim a, ya hacia el Valle, en particular en zonas de colonización cam pesina, sim plem ente sirvieron p a ra “ lim piar” las áreas de colonos, dando cabida luego a la form ación de 64 ESTRELLA ROJA [email protected]

haciendas. De otra parte, frente ai surgim iento de nuevas alterna­ tivas de expresión política resultantes de la crisis del sistema de dom inación hacendario y de la urbanización, com o lo fue el gaitanism o, todo lo cual significaba la quiebra del policlasismo liberal-conservador, el sistema encontró en la movilización secta­ ria un eficaz canal de recuperación. La neutralización de las tendencias hacia movilizaciones clasis­ tas, que tenían sus raíces más cercanas en los intentos socialistas y com unistas de los años treinta, cumplió un papel definitivo en el afianzam iento del m odelo al que nos veníam os refiriendo. Dicha neutralización venía siendo configurada con la represión de las organizaciones populares y clasistas, com o las ligas y sindicatos agrarios y los sindicatos obreros, ya desde los gobiernos liberales de m ediados del cuarenta y este efecto se profundizó definitiva­ m ente con la apelación sectaria, com o vino a verse posteriorm en­ te con los enfrentam ientos entre “ lim pios” y “ com unes” dentro de las guerrillas campesinas. í El efecto, directo de la desmovilización clasista se vio en la creciente reducción de la capacidad de negociación del trabajo frente al capital: entre los años de 1948 y 1958, período central de la Violencia y tam bién m arco de un sostenido crecimiento econó­ mico —según ya vim os— , los salarios rurales sufrieron una baja del 15% (K alm anovitz, 1974). No por coincidencia son tam bién éstos los años de diligente actividad de agregados laborales nor­ team ericanos, funcionarios del llam ado “ sindicalism o libre” y otros activistas, en la creación de sindicatos paralelos que llevaría a los más profundos niveles de postración al anteriorm ente vigo­ roso m ovim iento obrero; no en o tra form a se explican las cifras citadas por F luharty cuando afirma: “ ...entre 1949 y 1953 casi se dobló el valor de las exportaciones, convirtiendó este período en el de más altos ingresos de la historia de la economía. Entre 1948 y 1952 el porcentaje de form ación de capital saltó de 14,2% a 28.2% (Fluharty, 1982). La cuota ap o rtad a por los trabajadores a este crecim iento, tuvo entonces com o prerrequisito el aplastam iento del m ovim iento popular y de la organización sindical clasista. T odo lo anterior podríam os sintetizarlo en el planteam iento de una hipótesis: La Violencia fue el resultado de la convergencia en un período de menos de dos décadas, de las tendencias que 65 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

definieron un m odelo de desarrollo agrario e industrial sustenta­ do en la m onopolización del control económ ico, coherente con un sistema político autoritario y antidem ocrático por esencia, todo lo cual confluyó en un contexto internacional favorable com o lo fue el de la G u erra Fría. Darío Fajardo

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SURGIMIENTO DE LA GUERRILLA

LO PRIMERO, DEFENDER LA VIDA Ló primero era ¡a vida. Inventar laform a de salvarla, recurriendo a cualquier método, por primitivo que éste resultara. Aprender a sobrevivir en una situación apremiante, lo fundamental. Fue la acción inicial en que se movilizaba el instin to y no la conciencia, no la defensa de principios políticos ni el enfrentamiento banderizo, Y el instinto aunado al temor que todo lo cubría hasta a los hombres de fortaleza, creó una tensión por la espera infinita de lo que iba a pasar. Aunque muchas veces era imposible predecirlo, porque la noticia de que ¡a muerte venía de camino vestida de policía, acompa­ ñada de civiles armados, llegaba tarde. Luego, después de la sorpre­ sa, el dramático conteo de cuerpos inertes, las lágrimas y los gritos adoloridos de venganza. Ese fu e el comienzo, la vida y la venganza, que al final, convirtió a este pueblo apacible en un pueblo fero z y desarrolló en él una sicología patológica, que siempre dejaba una marca indeleble, en los llamados “cortes”, en el " godeo” y en el “ acabar" con la semilla, al abrir el vientre de una mujer liberal, embarazada. La violencia se extendió por toda la geografía patria con la velocidad de la lluvia. Se buscaba con afán al contrincante político. Su presencia señalaba caminos, penetraba las veredas, inundaba los pueblos con el “boleteo”. Antes había sido la amenaza verbal de ¡os discursos. Ahora eran los hechos; los señalamientos, cuando se representaban físicam ente por un hombre joven que como el ángel de la muerte, tocaba las cuerdas de su guitarra y cantaba una canción fren te a la puerta de una casa, para indicar con su voz quién sería ¡a víctima al día siguiente. Los presagios habían desapa­ recido. Y los campesinos volvieron los ojos al monte que estaba dentro de la finca o cercano a la montaña. A sífue entonces que emergieron los enmontados. Toda la fam ilia se escondía llevando apenas lo que podía cargar el cuerpo. Y se comenzó a eliminar, por física seguri69 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

dad, a todos los animales y aves que hicieran ruido. A los perros, a los gallos, a los marranos, Y los enmontados aprendieron el lenguaje del silencio en el día, de señales de manos y gestos en los ojos, mientras los unos vigilaban los caminos y las trochas, los otros se desvivían por mirar sus pequeñas propiedades. Era el dolor de tener que abandonar las pertenencias, las costumbres, las horas de los rezos. Presentían que esa tierra, la tierra fam iliar ya no volvería a ser suya. Otros, que estaban huyendo de un lado para otro, ¡o hacían únicamente con la vida entre las piernas. Y en la noche, esa masa inerme e indefensa de los enmontados, comenzaba nuevamente a utilizar el lenguaje hablado, al calor de la candela. E l humo ya no era un peligro. A s í se cubrieron de vida perseguida, las tres Cordilleras. Fue la iniciación del rompimiento del núcleo fam iliar en lo básico. El dejarla tierra o el trabajo, la dispersión de los hijos, el cambio de las costumbres. \ Luego vendría el proceso de la organización. Ya no era posible vivir en una situación de arrinconamiento, pasivamente viendo sólo el correr del acontecer. Había que actuar, había que defenderse. Los primeros instructores fueron los campesinos reservistas. Pero tam­ bién hombres como Antonio Pérez, que venía huyendo desde Barrancabermeja, donde había sido el organizador de la resistenica y de la defensa militar, de la ciudad, el 9 de abril, cuando por una larga semana se instauró en la región del petróleo, el poder popular. El llegó con su experiencia a mediados del año 51, a la región de Chicalá, al sur del Tolima, cuna de luchas agrarias y comenzó a darle instrucción militar a las primeras guerrillas comunistas. Anto­ nio Pérez había sido sargento en el Ejército, luego se hizo dirigente obrero de los petroleros. Con estos instructores, se aprendieron las form aciones reglamentarias, el llamado orden interno, incluso se aplicó con mucho más rigor la disciplina, en una copia casi exacta de la estructura del mismo Ejército. A sí surgieron las primeras guerri­ llas liberales y comunistas. Y se organizaron en fo rm a espontánea. No por orden de nadie. Era la necesidad de la sobrevivencia.< Después el conocimiento de las armas. A i comienzo se inventaron. Montones de piedras puestas y acuñadas sobre un filo, que se desplomaban y caían sobre una patrulla de policías desprevenidos. Lo mismo que los derrumbes buscados de árboles o las lanzas hechizas. Se rescataron los grass que estaban guardados en los viejos baúles, los de la última guerra civil; de los fisto s se pasó a las 70 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

escopetas hasta el dominio de los fusiles siete-milímetros que se cogieron en las primeras acciones. En muchas partes, esas guerrillas fueron como un todo, un clan familiar. En los Llanos Orientales con los Bautista, los Fonseca, los Parra. En el Sur del Tolima, los Loaiza, los García. M anuel Maru­ landa Vélez, en ese entonces Pedro Antonio Marín, organiza en el Viejo Caldas la primera guerrilla liberal en compañía de catorce primos, con los cuales inicia su actividad de combatiente. Y esa guerrilla que nace y surge dentro de la misma población, que su acción m ilitar estaba sujeta a la defensa de esa masa, está presente en la vanguardia, en la retaguardia de las marchas campe­ sinas que produce la violencia. No eran marchas campesinas para colonizar nuevas tierras como aquellas antioqueñas que descuajaron al país en el siglo pasado. Eran marchas para salvar la vida, al tener que huir cuando la arremetida del enemigo era total y no había otra solución que la trashumancia. Y en ese devenir de la migración campo-campo, la población y la guerrilla aprenden otro lenguaje: ya lo mío no es mío sino de todos, no soy yo sino somos nosotros. La sal era para todos y no para uno. Se había colectivizado ¡a vida como la muerte, las necesidades eran del común. Y detrás de esas forzadas evacuaciones, como huella indeleble, miles de pisadas y de objetos regados, los que no se pudieron cargar definitivamente. Fue así que al mismo tiempo como si fu era un río paralelo, al extenderse la violencia, iba apareciendo la guerrilla. Fue el comien­ zo en este siglo de una nueva fo rm a de violencia, desde abajo en defensa de los de abajo,. Y naturalmente, esa defensa de la vida se entrelazaría con los odios heredados, la confrontación partidista y la contienda se am ­ plió en una guerra civil esta vez no declarada por ningún documento. público. Lo primero fu e la defensa de la vida.

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RAZONES DE UNA LUCHA El proceso de violencia prácticamente se generaliza en el país. ¿La guerrilla es la respuesta inmediata a esa violencia? ¿Por qué surge la guerrilla? ¿Esta tiene una razón de ser nacional? — Soy testigo que fueron todos los habitantes de los Llanos Orientales, casi sin excepción que se alzaron en arm as contra el gobierno conservador. Soy testigo del entusiasm o que uno en­ contraba en cualquier caserío de los Llanos O rientales, de A rauca y C asanare cuando detrás de una guerrilla, p o r ejemplo de Elíseo Velásquez o del capitán Escobar, las m ujeres, los ancianos, los niños no tenían inconveniente en salir a recibirnos agresivam ente y m ostrarse com placidos con la guerrilla y gritarnos que su esposo, que su herm ano, que sus hijos habían m archado con el jefe guerrillero, llevando la bandera nacional en la lucha contra el gobierno de Bogotá. Me pareció ver en esas gentes, el espíritu que debieron tener un siglo atrás, los habitantes de esas mismas llanuras cuando llegaba el Libertador con sus huestes proceden­ tes de Venezuela o el genera] Santander, con las tropas que logró salvar en el C asanare y eran recibidos con el mismo entusiasm o que yo viví, cuando perseguía a las guerrillas de los Llanos Orientales y el Casanare. General José Joaquín Matallana1

—C uando la Prim era República, llam ada tan injustam ente “ Patria B oba” por algunos historiadores, fue derribada por la ofensiva del Pacificador don Pablo M orillo, los patriotas d errota­ dos por una fuerza m ilitar superior, se refugiaron en los L la n o s' Orientales y organizaron la guerra de guerrillas contra los opreso­ res españoles. Por eso, quiero señalar el origen de la guerra de guerrillas en la propia guerra de Independencia. D on José M a­ nuel Restrepo en las conclusiones de su extensa obra dijo lo siguiente: “ He aquí la term inación de los negocios colom bianos después de haberse disuelto la República de C olom bia. Esta República, sem ejante a la de Rom a, debió su origen a los guerri­ lleros audaces a quienes los españoles llam aron bandidos” , como 72 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

sucede actualm ente con algunos generales y algunos medios de com unicación. Pero concretam ente, en nuestra historiajeciente, la resistencia popular en form a de guerrilla, comienza a fines de 1949. D iciem bre de 1949, una fecha precisa. Y no porque hubiera un plan com o pretenden algunos que hablan de un llam ado plan A, que no existe sino en la m ente im aginativa de algunas perso­ nas. La realidad es que esa lucha comenzó en los Llanos O rienta­ les-. Los liberales se orientaban a un golpe m ilitar, organizado por algunos militares que sim patizaban con el liberalismo. El golpe falló, pero de este intento se desprendió la prim era resistencia arm ada que com enzó en los Llanos Orientales y luego se fue extendiendo por otros lugares del país, Sur del Tolim a, la zona de U rrao en A ntioquia, C arare en Santander, etc. Pero podem os precisar, es a fines de 1949 que surge y comienza a m anifes­ tarse esa form a de resistencia arm ada en Colom bia. Allí podem os señalar el inicio'de este im portante fenóm eno en C olom bia que de todas m aneras tiene un origen político. Es la respuesta popular a la violencia terrorista de un gobierno, a la política de “ sangre y fuego". Luego en su desarrollo, esa violencia tom a características sociales y económ icas, de clase. D entro de esa violencia entra a actuar el latifundism o. El latifundism o tom a revancha dentro de esa violencia contra el cam pesinado que había conquistado una gran cantidad de tierras, sobre todo en el período de López Pum arejo. Fue el ajuste de cuentas del latifundism o contra el cam pesinado, utilizando la violencia política. Por eso la violencia se convierte en una enorm e em presa de despojo. Las gentes tenían que ab andonar sus tierras porque les am enazaban su vida o atentaban contra ella. La com praventa de tierras obligada p o r precios ridículos. Alguien lo ha dicho, que la violencia fue una verdadera contrarreform a agraria, porque se había intentado una reform a agraria burguesa, con la ley de tierra de López Pum arejo. Con la violencia hubo una contrarreform a, una verdadera con­ centración nuevam ente de ias tierras en m anos del gran lati­ fundio. Y dentro de esta lucha guerrillera, que tiene un origen político, se levanta de nuevo la lucha po r la tierra, la lucha contra el latifundio. H ay que an o ta r que el m ovim iento guerrillero colom ­ biano en su origen y en su desarrollo es un m ovim iento campesi73 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

no, porque el problem a de la tierra ligado a m otivaciones políti­ cas ha sido fundam ental. Gilberto Vieira1

— Inicialm ente la guerrilla aparece com o respuesta a la agre­ sión genocida y destructora del gobierno. Nace en defensa de la vida y los bienes. Se organiza p ara defender derechos fundam enta­ les. Ese fue su móvil prioritario, inm ediato. Tam bién lo fue,en gran m edida, vengar a G aitán, cuya presencia se agigantaba en la conciencia del pueblo. El desarrollo político de los grupos fue disímil: en algunos no se dio la tom a creciente de conciencia, no pasaron el lindero de la adhesión y el entusiasm o partidista; po r eso no perduraron sus uniones con grupos de m ayor tendencia hacia la izquierda. Las guerrillas del L lano alcanzaron m ayor claridad y un nivel político más alto. Las FA R C se ciñeron al esquem a del partido. No se pudo construir un am plio m ovim iento de m asas para tom ar el poder. Ni el 9 de abril ni después. Frentes de lucha y sus com unidades de apoyo carecieron de program a que condujera al poder. Se dice que los boicotearon las élites dirigentes de su partido. Si se conoce el juego, no podía ser otro el resultado. H ubo una discrim inación m aniquea inspirada desde los centros directivos: recuérdese aquello de limpios y com unes, buenos y m alos, disidentes y leales, etc. Después de los sesentas o quizás un poco antes surge otro tipo de guerrilla: ya no de carácter político partidista, sino inspirada en principios de reivindicación social, de subversión contra la injusticia, con program as que contem plan la lucha de clases y la lucha contra el im perialism o. Se apoya en el pueblo, busca el. respaldo de la base y realiza una intensa labor de politización. Se pasó del inm ediatism o al com prom iso revolucionario en un reco­ rrido doloroso y cruento. Del 48 al 58 no se logró d ar ni desarro­ llar un contenido y una proyección revolucionaria a la lucha. Esta es otra diferencia fundam ental con las guerrillas de ahora. Germán Guzmán

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¿Cómo aparece el fenómeno de la violencia en los Llanos Orienta­ les? ¿Por qué surge la guerrilla en los Llanos Orientales? ¿Cuál fue el proceso inicial de organización? —En los Llanos se conoció de la actividad que estaba desarro­ llando el gobierno de O spina Pérez en los pueblos y en las veredas de la cordillera. El gobierno estaba arm ando grupos civiles de conservadores en alianza con la Policía y con las alcaldías. D espo­ jan d o a los cam pesinos, obligándolos a contribuciones forzosas, el tributo voluntario, en ganado, en especie. D esarm ando a la gente, quitándoles las escopetas, los revólveres, etc. Elim inando cam pesinos y ciudadanos que tenían alguna influencia política; arrasando regiones, com o en el caso d é la Policía en Sabanalarga, en Upía. Fue intensa la actividad de la Policía en los pueblos liberales del norte de Boyacá. En toda la cordillera com enzaron a llegar puestos de policía, inundaron a los pueblos de las llanuras. Y todo con el fin m ás que claro de acabar físicamente con las m ayorías políticas liberales, de m odo que en las próxim as eleccio­ nes, las gentes am edrentadas no votaran o para salvar sus vidas, votaran po r las listas del partido de gobierno. Ejerciendo esa violencia se desbordaron hacia la rapiña, hacia la violación de mujeres, hacia el hom icidio que se volvió cotidiano hasta conver­ tirse en arrasam iento colectivo. A raíz de esas incursiones policivas en Sabanalarga, donde m ataron a m ucha gente, incendiaron m uchas casas, los herm anos B autista p o r propia iniciativa, com enzaron operaciones guerrille­ ras arm adas contra los puestos de policía, incluso contra algunos puestos del Ejército. Independientem ente de esta situación que se estaba presentando no sólo en la región de Upía, de Sabanalarga, en Orocué, en C asanare, tam bién ocurría el mismo fenóm eno en algunos pueblos de lo que hoy es el departam ento del M eta, com o fue el caso de C um aral, donde los herm anos P arra iniciaron operaciones semejantes a la de los B autista, ya en inteligencia con el capitán A lfredo Silva, respondiendo las agresiones de los chulavitas. Esta situación que se estaba extendiendo po r distintas partes del país, ocasionó que la Dirección Liberal Nacional op ta­ ra, después de m uchas vacilaciones y cálculos, por el golpe m ilitar contra Ospina, realizado por algunos sectores del Ejército, oficia­ '

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les que se habían form ado dentro de los sucesivos gobiernos liberales hasta 1946, Plinio Mendozat Neira, jefe liberal de grandes ejecutorias, que había sido m inistro de G uerra en años anteriores y que tenía por lo tanto vínculos con esa oficialidad, desde generales p ara abajo, fue el encargado de planear y realizar el golpe para el 27 de noviem bre de 1949, cuando habían sido agotados todos los es­ fuerzos políticos de convivencia con el gobierno, que para ese m om ento había clausurado el Parlam ento y conculcado todos los derechos ciudadanos. Se tratab a en síntesis de derrocar una dicta­ dura fascista. Todos los preparativos se realizaron, las guarnicio­ nes en el país fueron alertadas, cuando inesperadam ente la D irec­ ción Nacional Liberal dio contraorden y el golpe se frustró. Sólo el capitán Alfredo Silva, com andante de la base aérea de Apiay, en Villavicencio y por falta de inform ación o portuna de la cance­ lación del golpe, se tom ó con su tropa a Villavicencio. Redujo a la Policía, abrió las cárceles y dio libertad a los presos políticos y el pueblo lo rodeó en su acción. Se tom ó las oficinas de la Intenden­ cia y a las pocas horas tuvo noticia de que no se había realizado el golpe m ilitar en el resto del país. El capitán Silva Optó por ordenarle a la gente que lo seguía p ara que se dirigiera hacia Puerto López, m ientras se aclaraba la situación. Situación que culm ina con la entrega del capital Silva a sus m andos inm ediata­ m ente superiores. Eliseo Velásquez, jefe im provisado del pueblo, que partió hacia Puerto López tom ó la guarnición de la Policía en ese puerto. La noticia cundió como un reguero de pólvora por todo el territorio de los Llanos y la gente entendió que las suertes estaban echadas y que lo que vendría sería la organización de un ejército liberal, popular, que en espera de dirigentes civiles y m ilitares, condujeran a esas fuerzas en su lucha contra el gobier­ no, ya que éste se había declarado en dictadura, respondiendo al golpe que se había frustrado por orden de los jerarcas liberales. Eduardo Franco Isaza1

— Es en este contexto de violencia en que surgen las guerrillas en C olom bia, no porque hom bres malos se alzaran a la lucha arm ada, sino porque una teoría fascista instalada en la mente de militares atrasados, provocadores y aventureros de igual estatura 76 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

m ental de quienes m anejan el poder real desde las juntas directi­ vas de los m onopolios financieros, los obligaron a levantarse para defender sus vidas. Las guerrillas de la C olorada, Santander, luego las del Sur del T olim a, más tarde las de los Llanos O rienta­ les, las de U rrao y Yacopi, a p artir de 1948, fueron guerrillas liberales que evolucionaron a convertirse en guerrillas revolucio­ narias, y es cuando sus gestores em potrados en las cúspides políticas, resolvieron entregarlas o disojverlas. Jacobo Arenas

¿Qué relación tenían las guerrillas liberales de los Llanos Orienta­ les, con la Dirección Nacional Liberal? ¿Por qué luchaban esas guerrillas? — Esas guerrillas luchaban sim plem ente para defenderse. T o ­ das esas gentes tenían sus familias que fueron atropelladas, viola­ das, que fueron m artirizadas, diezm adas en m uchas partes del país. Las gentes se han olvidado de lo que fue esa violencia. En los Llanos O rientales tra taro n de llegar h asta donde estaban grandes núcleos cam pesinos, con fuerzas de Policía y del Ejército. N atural­ m ente esa gente reaccionó defendiéndose y ellos mismos se orga­ nizaron. H ubo líderes campesinos, líderes que adelantaron las luchas guerrilleras com o en el caso de G uadalupe Salcedo, el caso de Eliseo Velásquez y otros que form aron sus huestes p a ra que se defendieran específicamente de esa acom etida, especialmente de la Policía. De m anera que eso sim plem ente ocurrió por un m ovi­ m iento instintivo de defensa contra la arrem etida de la fuerza pública de entonces, que buscaba term inar con el liberalism o y reducirlo a la más com pleta y total im potencia. Pero esa insurgencia campesina de los Llanos Orientales tiene que ver con los intentos de golpe militar, promovidos en ese entonces, por la dirección y el partido liberal, a finales del año 49. Es decir, cuando el liberalismo trataba de organizar a ciertos sectores del Ejército... — Pero, esos fueron casos aislados. No hubo jam ás po r parte de las directivas liberales un propósito de prom over un alzam iento 77 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

en el Ejército en contra del gobierno. Jam ás, en ningún m om ento. Yo recuerdo que a raíz del asesinato del doctor G aitán, la mayor parte de los grandes jefes m ilitares de entonces, eran de origen liberal. Com o el general G erm án O cam po, M ora A ngueira y otros que tenían la conciencia de servirle lealmente al gobierno y tanto fue así, que ellos aceptaron lo que hizo el partido liberal y realm ente colaboraron en la conform ación de la paz. El partido liberal jam ás en la vida tra tó de que hubiera insurgencia de parte del Ejército, de prom over ungolpe militar. Que yo recuerde, nunca lo h u b o . Se tra tó eso sí de que a raíz del asesinato del doctor G a itá n , hubiera un cam bio de gobierno. El partido liberal no quería que el partido conservador siguiera en el gobierno. H abía posibilidad de que el doctor Santos pudiera regresar a C olom bia y asum iera la Presidencia en su carácter de Designado. Y se habló de muchas otras cosas, incluso de forzar un poco al doctor Ospina para que dejara el poder en m anos del doctor Echandía. Pero nunca se apeló jam ás, que yo recuerde en las directivas liberales ni se trató ese punto de estim ular a los jefes del Ejército para que dieran un golpe m ilitar de cuartel. Pero ante el crecimiento de la guerrilla liberal, ¿tampoco hubo un momento, en que la dirección liberal pensara que pudiera recupe­ rarse el poder , utilizando la presión de la guerrilla? — Bueno, probablem ente m uchos jefes liberales pensaron eso. Yo lo que digo es que no hubo ningún m ovim iento oficial. El jefe del partido liberal era el doctor Carlos Lleras Restrepo, un hom ­ bre profundam ente civilista, él no hubiera patrocinado jam ás un golpe de cuartel. N osotros, los que estábam os cerca de él, los que trabajam os en el Congreso a raíz de la m uerte del doctor G aitán, los que vimos lo que pasó en las C ám aras con el asesinato de gentes como Jorge Soto del C orral o com o el caso de G ustavo Jim énez, jam ás en la vida pensam os en estim ular un golpe de Estado. A pesar de que podíam os entender que dentro del Ejército había m ucha gente sim patizante del partido liberal y que ellos veían que el país se estaba disolviendo en la tragedia. Germán Zea Hernández

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Ya para finales del año 49, se había desencadenado la violencia política con todas sus características. ¿Por qué desde cuando asume la Presidencia de la República el doctor Laureano Gómez, no se logra detener ese proceso? — El partido liberal insistió en su beligerancia arm ada. Desde Bogotá y las dem ás capitales de los departam entos, se im partían instrucciones a los grupos arm ados, se les enviaba dinero, se les procuraba la adquisición de arm as. Esa fue la situación que se prolongó hasta bien adelante, hasta la term inación del gobierno de U rdaneta Arbeláez y hasta el últim o episodio de la presidencia del doctor Góm ez. Esa situación de guerra no declarada se debe a circunstancias que no son im putables exclusivamente a ninguno de los dos partidos, sino que am bos partidos son responsables. D e un lado, en la últim a etapa, posterior a la reorganización del gobierno del doctor Ospina, a m ediados del año 49, indudable­ m ente la acción del gobierno fue muy fuerte, fue muy drástica. El equipo de gobernadores obró con m ano sum am ente dura, lo que hizo que en algunas partes los conservadores com etieran excesos, al am paro de esa acción fuerte de las gobernaciones. De otro lado, hizo que el liberalism o m antuviera e increm entara su lucha gue­ rrillera contra el gobierno. ¿Cómo se expresó esa mano dura de los gobernadores? — Estim ulando la actividad conservadora, apoyando las m ani­ festaciones públicas, dando fuerza a la organización conservado­ ra, inclusive con nom bram ientos a personas calificadas de belige­ rantes. Se estim aba, después de lo que pasó en el 9 de abril, que el partido conservador estaba frente a un enemigo, que era capaz de destruirlo en cualquier m om ento. Pero en ese proceso de violencia, ¿quién puso los muertos? — Le aclaro, ese fue un enfrentam iento entre los dos partidos po r el poder. C laro que se ha dicho que los m uertos los puso el partido liberal, eso no es cierto. Yo estim o que la m ayoría de los m uertos del año 40 al 53, son conservadores. Porque eran las bandas arm adas po r los liberales las que asolaban los cam pos de 79 ESTRELLA ROJA [email protected]

C olom bia, las que caían a las 6 de la m añana a ias fincas y asesinaban a m ujeres, hom bres y to d a clase de personas en form a inmisericorde. Para ser com pletam ente justos, el partido conservador es el responsable del em pujón que m etió p a ra ganar las elecciones deí 27 de noviem bre y llevar a la presidencia al doctor Laureano Góm ez. Pero ese em pujón, llamémoslo así, no significó el asesi­ nato de nadie. Seguram ente habría unos golpeados en una u otra parte, pero el partido liberal inm ediatam ente se quitó de en medio y el partido conservador no tuvo necesidad de golpear a nadie p ara elegir al doctor Góm ez. No hay duda de que el partido conservador es responsable de eso. Pero de ese em pujón que no significó m uertos. José M aría VíHarreal

— En el año de 1945 llegamos a Villarrica, Tolim a, ilusionados p or una parcela que el Instituto estaba realizando, dirigida por la C olonia Agrícola de Sum apaz. En ese tiem po la región era muy rica, había buena producción, m ucho trabajo, la situación econó­ mica era, pues buena. Pero lo de las parcelaciones, las mejores tierras las habían repartido, no quedaba sino un sitio llam ado T otum al, donde era m uy m alo el clima. Entonces nosotros con la aspiración de ser dueños de tierra nos fuimos y nos adjudicaron tres parcelas, cada una de veinte hectáreas. Esto no nos sirvió porque lo único que conseguim os fue paludism o, el clima era muy m alo. Después tuvim os que salir de allí, porque en realidad esa tierra no prom etía nada p ara el futuro. Com enzam os a salir a buscar trabajo. Estuvim os por ahí en una hacienda llam ada Santa B árbara, cafetera. Luego o tra hacienda que se llam aba La Espe­ ranza, tam bién cafetera. De ahí nos fuim os porque nos vimos mal de situación, hicimos un recorrido p o r Tocaim a, A pulo, y p o r allá la cosa era muy pésim a. Nos tocó volver p ara Villarrica. Entonces la fam ilia se echó a disgregar. Unos herm anos fueron para el Q uindío a trab ajar y un herm ano m ío del cual tengo m ucho que hablar, se fue a pagar el servicio m ilitar, po r allá en el año 1948. El nos dejó m uchos recuerdos a pesar de su historia, quizá los que lo recuerden tengan un concepto muy diferente de él. Fue una m agnífica persona no porque era mi herm ano, el m ejor hijo, el

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que siem pre estaba pendiente de qué necesitaban sus herm anas, su m adre. Y podía estar en la situación que estuviera, él tenía que presentar su ayuda. Resulta que en eso del 9 de abril cuando la m uerte del doctor G aitán, nosotros, se puede decir estábam os solos en Villarrica, no estábam os sino a poder de un herm ano, el m ayor, y él, G erardo, estaba pagando el servicio m ilitar. Nos contaba luego que le había tocado estar en Bogotá y en diferentes partes del país, defendiendo, pues, al Ejército, al gobierno. Y ya después él regresó del servicio m ilitar y vino a la casa nuevam ente a reincorporarse a la familia. C uando encontró una situación pésim a, porque los acontecim ientos del 9 de abril com enzaron a cam biar la vida, desatándose una cruel violencia en el pueblo y en la región de Villarrica. Una persecución terrible a los liberales de parte de los conservadores y respaldados po r la policía chulavita. Crímenes tan feroces que francam ente para mí es d uro recordar, que se veía a diario que los hom bres, los verdaderos hom bres no podían so p o rtar esta situación. Allí vino un asunto muy raro... que nos hace doler la vida, que los hom bres buenos, los hom bres honrados, hasta religiosos, com o fueron muchos evangélicos, católicos se iban y se enchusm aban con la policía chulavita para denunciar a los hom bres firmes, a las gentes revolucionarias o sea liberales. O sea, que no se distinguió esa violencia por respetar niños, niñas, m ujeres, nada respetaban. Se había acabado com ­ pletam ente el sentim iento hum ano. Yo recuerdo m ucho de esto. Recuerdo cuando acusaban al herm ano mío de m uchos crímenes injustos, entre ellos la muerte de una cantidad de policías en la A urora y, él trabajando hum ilde­ m ente com o era, com o un zapatero en el pueblo. Y peluquero tam bién. El era un hom bre inteligentísim o, no tuvo estudios. T oda la agitación de la vida cam pesina en esos tiempos no dio lugar a que nos dieran estudio. Pero inventaba para solventarse él y para solventar a su familia. Así fue com o lo acusaron de crímenes injustos y lo encarcelaron, lo hum illaron, lo pusieron a b arrer la plaza del pueblo ¡Que me recuerdo tanto! Mi m adre todavía tenía ideas espiritistas y se puso a alum brar a los espíritus para ver si se libraba de la m uerte, porque a todos los que agarraban en ese tiem po, resultaban en los caños, en las carrete­ ras, al pie del cem enterio, m uertos, to rturados, irreconocibles, todos vueltos una m iseria. Entonces, yo no digo que fueron los 81 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

espíritus, yo digo que la naturaleza esa vez nos ayudó y esa vez él salió de la cárcel, po r unos amigos que tenía allí en la policía. Entonces él salió y dijo: “ Yo no puedo aguantar esta vida, parece que los hom bres se acabaron, aquí no se puede vivir, yo voy a irme. Me voy a ver si puedo volver a este pueblo en otras condicio­ nes, que no sea vivir con tanta injusticia, con tanta hum illa­ ción...” . El se fue, yo no puedo decir claram ente para dónde, creo que buscó algún m ovim iento organizado. Parece m ucho que estuvo por los lados del Palm ar. D onde estuvieron recibiendo instruccio­ nes y tam bién aprovechando sus conocim ientos militares que él tenía para tra tar de organizar la resistencia, contra esa cruel violencia que en Villarrica se desató. Al poco tiem po, después de una situación tan pésim a, que no se podía salir a las calles, que no se podía ni hablar, que debía uno andar con cuidado p ara que no lo asesinaran, p ara no ser víctima de las pandillas de los señores chusmeros. E stábam os todavía en el pueblo, cuando oím os la noticia de que el herm ano mío andaba por los lados de T otum al con unos guerrilleros de Rioblanco, que habían organizado una guerrilla, eso alivianó m ucho la situación nuestra. A pesar de que las víctimas fuimos nosotros. El m atrim onio m ío, ya desde tiem ­ pos nos habíam os casado, los dos, éram os los únicos que estába­ mos en Villarrica, tratan d o de recuperar nuestras cosechas, nues­ tros haberes. Pero resulta que nos tocó salir po r esa noticia, a la escondida sin sacar nada. El m andó una razón con deseos de llevarse a su familia. M andó a buscar a m am á y ella no estaba, ella se había salido. La situación era muy cruel. Después aflojó un poco la tensión de persecución a los liberales, porque el grupo chusm ero de conservadores tuvieron que llam ar a los liberales y pedirles el favor de poner vigilancia, de organizarse, de unirse dizque p ara defenderse de tal pandilla que andaba po r los lados de T otum al, com andados po r el herm ano mío. Resulta que eso sirvió para podernos escapar, entonces la atención de la vigilancia hacia los lados de las salidas para G irard ot se m ejoró y nos pudim os escapar. Y él, mi herm ano fue acorralado, cercado por esas gentes, po r la policía chulavita y la chusm a conservadora. Lo fueron elim inando poco a poco, hasta que tuvieron que salir de esa zona m ontañosa y retirarse. La gente sin ninguna estructura, sin ninguna capacidackde defensa, todos 82 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

novicios, entonces decidieron volarse. Se volaban y se entrega­ ban. Y él con dos guardaespaldas, me han contado, no se entregó sino que salió por medio de la pandilla. Se encontró con el jefe de los chusm eros conservadores que se llam aba Oliverio Lara y tuvieron un encuentro en la M ercadilla, donde él pudo ganársela y escapar. Después, más abajo de los Alpes, no recuerdo bien el sitio, donde unos aserradores, dicen que fue a p arar y en una pequeña m ontaña o selva lo encerraron. Ya estaba solo, ya había perdido sus guardaespaldas o com pañeros. Ya los habían elimi­ nado, no quedaba sino él. Pero cuenta la misma policía que llevó los informes, que llevaron la m ano, los testículos, llevaron alguna señal de él, porque po r él pagaban dinero, por su vida, po r su cabeza. Entonces dijeron que era un hom bre muy valiente, por­ que no habían podido coger el arm a, porque él disparó hasta acabar con el parque y después desbarató el arm a y la botó por pedazos y no fue posible recuperarla com pleta. Q uiero aclarar com o fue la m uerte de mi herm ano y cuál fue la situación que corrió su cadáver: él después de sentirse sin parque, ya tuvo que destruir el arm a, entonces lo m ataron, lo elim inaron. Su cabeza, su m ano derecha y sus testículos fueron llevados a la alcaldía para exhibirlos. Allá exhibieron estas presas de su cuerpo para que las vieran las gentes y para que les pagaran a la policía po r ese triunfo la sum a que les habían prom etido, que ya no recuerdo cuánto era. Teresa M atiz de Prada

Por esa época, los años cincuenta, muchos liberales, entre ellos, usted, fueron catalogados como subversivos, por organizar algunas actividades, por ejemplo una emisora clandestina... — Lo que pasa es que el país estaba som etido en ese m om ento, a la más trem enda censura. La libertad de expresión estaba contro­ lada, la libertad de reunión estaba com pletam ente prohibida, los liberales no tenían m anera de expresarse. Los periódicos liberales estaban orientados de acuerdo con el querer del gobierno y solam ente la intrepidez de los propios periodistas liberales, hacía que de vez en cuando se pronunciaran de alguna form a, aunque cualquier artículo*que tra tara de salir dando las inform aciones de 83 ESTRELLA ROJA [email protected]

lo que estaba sufriendo el país, era suspendido de inm ediato. Entonces, en esa circunstancia, nosotros pensam os que era con­ veniente que el país conociera lo que estaba ocurriendo y po r eso se form ó esa radiodifusora clandestina. Pero jam ás tuve un p ro ­ pósito subversivo, sobre todo de com prom eter al Ejército en un golpe de Estado contra las autoridades legítim am ente constitui­ das, O no legítim am ente constituidas porque en realidad, las elecciones del año 50, fueron unas elecciones en que el partido liberal no pudo de ninguna m anera participar. Y para no agravar m ás la situación los liberales, para no hacer derram ar más sangre liberal en el país, el doctor E chandía se retiró con su candidatura, y po r eso se pudo elegir tranquilam ente al doctor Góm ez. La radiodifusora clandestina tenía ese objeto, de la denuncia de lo que estaba ocurriendo. Sin em bargo, le cuento, que cuando yo no estaba en Colom bia, porque tuve que viajar a los Estados Unidos po r problem as fam iliares, se leyó por la radiodifusora una procla­ ma de Eduardo Franco Isaza, que era el jefe de las guerrillas de los Llanos Orientales, en que invitaba a la deserción a los soldados. Fue la única cosa que se hizo. Pero la autoría de esa invitación a la deserción no era de los directores de la radiodifusora, sino de un jefe guerrillero de los Llanos, Lo que hizo que el gobierno nos siguiera un Consejo de G uerra, donde fuimos todos condenados a unas penas de prisión inconcebibles. Julio O rtiz M árquez, A lvaro G arcía y yo fuim os condenados a 24 años de prisión. El caso mío se resolvió después porque mi defensor, el general A ntonio París, pidió que mi caso pasara a la justicia ordinaria, puesto que yo no estaba aquí cuando la proclam a de Eduardo Franco se había leído por la radiodifusora. Porque simplemente venía a ser una infracción adm inistrativa, en la operación de una em isora clan­ destina y a mí me absolvieron. Pero el partido liberal, yo sí le puedo decir que históricam ente no está m anchado, oficialmente m anchado de ningún intento de subvertir el orden público y de estim ular al Ejército para conspirar contra la autoridad civil. Germán Zea Hernández

¿Por qué la violencia se desarrolla tan profundamente en el campo y no en las ciudades? ¿ Ypor qué la resistencia popular a esb violencia se concentra particularmente en el iampo? ' ¡ 84 ESTRELLA ROJA [email protected]



— La violencia se desarrolla en todo el país. La característica es que en las ciudades logran silenciar al pueblo. El 9 de abril representa p a ra el pueblo colom biano una terrible derrota, una d errota de la que tardó muchos años en reponerse. N o solam ente lo fue en Bogotá, lo fue en el país, cuando el pueblo se levantó contra el asesinato de su líder. Fue aplastado sangrientam ente. En cam bio en el cam po, surge la resistencia arm ada, con éxito en m uchos lugares, en pocos la derrotan. N osotros sabem os de m em oria los nom bres de los focos de la resistencia cam pesina guerrillera. Para dar un solo ejem plo, en Cajam arca, Tolim a, había un form idable m ovim iento cam pesino, a ese movim iento lo acabaron violentam ente. En cam bio en una serie de lugares el m ovim iento cam pesino resistió form ando !a autodefensa, la guerrilla. Y hay un fenóm eno que m ientras en las ciudades la violencia im peró com pletam ente, liquidando el m ovim iento obrero, dividiéndolo, creando la UTC, en el cam po creció la organización revolucionaria. Allí está otra característica de ese fenóm eno de la vida política colom biana. Eso mismo pasó con el partido com unista. En las ciudades en todo ese período que com ienza en 1948, queda reducido a peque­ ños núcleos clandestinos. Pero crece en el cam po, enorm em ente, crece en form a extraordinaria al calor de la resistencia arm ada cam pesina y guerrillera. Lo que dem uestra que históricam ente en el cam po es posible resistir y vencer la violencia reaccionaria. Que si la violencia se im pone en las ciudades, desgraciadam ente por la concentración de las fuerzas del enemigo y p o r la debilidad misma de la población urbana, en una confrontación arm ada la victoria tendría sus dificultades. ¿Y cuál es el proceso orgánico y cómo se desarrolla el movimiento campesino en ese momento? ¿Dentro del conjunto cuál era la mira política de la guerrila, su programa, su concepción ideológica? — La verdad es que el m ovim iento guerrillero colom biano en su prim era etapa, de fines de 1949 a m ediados de 1953, es de carácter eminentem ente defensivo que responde a la violencia oficial reac­ cionaria y a la violencia de los conservadores. El intento de darle un program a a ese movim iento no tiene éxito. Es el intento que hace la conferencia guerrillera conocida com o la Conferencia de 85 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Boyacá, donde hubo una gran representación de la m ayoría de las guerrillas del país. Se elaboró un program a de tom a del poder, del ejército popular, del poder popular, medidas de reform a agraria. ¿Cuál es la experiencia real? El program a que se aprueba en esa Conferencia en el año 52 ocasiona problem as muy serios en el movim iento guerrillero. O sea que en las guerrillas de los Llanos Orientales que están bajo la influencia de los jefes liberales, hay un repliegue político. En cierto grado, en algunas de esas guerri­ llas hay un rechazo al program a que se acuerda en la Conferencia de Boyacá. Y en general, lo que se puede deducir es que no hay una influencia política de ese program a sobre las guerrillas libera­ les. Eso sé com prueba en el año 53, cuando llega Rojas al poder con su aparente program a de paz, justicia y libertad y com ienza la D irección Liberal a buscar el entendim iento con el gobierno mili­ tar. El general Rojas le propone a los liberales la entrega de la guerrilla liberal y que a cam bio vendrá la colaboración liberal en el gobierno. El hecho real, el hecho histórico es que la Dirección Liberal, la burguesía liberal logra la entrega incondicional de las guerrillas bajo su influencia, que eran la m ayoría en ese m om ento, en la prim era etapa. Eso da la idea del nivel ideológico liberal del m ovim iento guerrillero en esa etapa. Gilberto Vieira1

¿Cómo se desarrollaron las deliberaciones de la Conferencia Gue­ rrillera? ¿Cuáles fueron sus conclusiones? — Sólo a fines de 1952 nos llegó hasta El Davis la convocatoria de la C onferencia N acional G uerrillera, la cual se cum plió en el sitio denom inado El Palm ar dentro de la vereda Brasil, m unicipio de Viotá, departam ento de C undinam arca. Esta conferencia fue llam ada “ de Boyacá” , p o r im perativo de la clandestinidad rigu­ rosa en que vivíamos en esos fervorosos tiem pos, y se realizó en noviem bre de aquel año. Su docum ento final está fechado “en un lugar de Boyacá” . D esventuradam ente a ella no concurrió ni uno solo de los com andantes guerrilleros de los Llanos Orientales, p o r entonces el más num eroso y m ejor arm ado del país, pues era orientado, auxiliado y prom ocionado p o r el doctor Carlos Lleras Restrepo, 86 E S T R ELLA R O JA khalil.rojo.col@ gm ail.com

en su calidad de m áxim o dirigente del liberalism o del m om ento. ÍSfi G uadalupe Salcedo (Éiiseo Velásquez, su fundador y prim er com andante, había sido asaltado y m uerto po r el Ejército de la dictadura en la frontera con Venezuela). Ni Eduardo Franco Isaza, ni D um ar Aljure, ni el viejo Pablo B autista, ni los herm a­ nos B autista, ni M inuto Colm enares, ni el T uerto G iraldo, ni los herm anos Tapias. Ni los otros com andantes guerrilleros de los Llanos. Y no fue que no hubieran deseado, sino po r prohibición expresa del D irectorio N acional Liberal. En su reem plazo asistió el doctor Julio Roberto Salazar Ferro (quien después encabezaría el “ lentejism o” liberal, presidiría la “Constituyente de bolsillo” de Rojas Pinilla y entregaría a éste el “ m andato constituyente” para que continuara presidiendo un segundo período dictatorial). Salazar Ferro concurrió com o presidente de su D irectorio del m om ento y en com pañía del doctor Jorge Santos, hatero (latifun­ dista) de! Llano. Los dos se abrogaron la representación y la vocería de todo el gran m ovim iento guerrillero de los Llanos Orientales, y llevaron com o acom pañante, en realidad guardaespalda, al m enos com prom etido de los herm anos Fonseca y quien ya se había salido del Llano. Ni Santos ni Fonseca intervinieron dentro de la Conferencia. D os anécdotas personales ilustran algo de las curiosidades de tal evento revolucionario clandestino. Julio Roberto Salazar Fe­ rro casi no llega, cada rato se desm ayaba en el viaje debido a un ataque de asm a y a su falta de costum bre de m ontar a caballo. Sin em bargo, al m om ento de la instalación de la Conferencia pro­ nunció el m ás virulento y sectario discurso anti-clerical que haya­ mos escuchado, y lo hizo con la vehemencia del gran o rad o r que era. Esa fue su intervención “política” y su aporte para orientar las deliberaciones de la Conferencia. El médico Jorge Santos no habló dentro de las sesiones, pero en cam bio se reunió conmigo y con Víctor J. M erchán (dirigente político del vasto m ovim iento de m asas de la región del Tequendam a) y nos enseñó un secreto de com unicación, que utilizam os de ahí en adelante y nunca cayó ni llegó a conocim iento del enemigo gobierno ni del enemigo Ejérci­ to oficial. La Conferencia N acional G uerrillera transcurrió en una a t­ mósfera casi festiva, en un am biente de júbilo. Sesionamos sobre un abierto balcón de tablas circundado por rejas de m adera. No 87 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

hubo divergencias m anifiestas aunque algunos presum íam os va­ rias reservas u oposiciones inconfesas y fundam entales. Sin alar­ des oratorios hubo bastantes aportes, experiencias y plantea­ mientos interesantes y útiles para entonces y para después. La m ayoría de las intervenciones se refirieron a asuntos de la organi­ zación política de las m asas, organización m ilitar específica de fas guerrillas, propaganda clandestina y distribución de boletines periódicos com o “ F R E N T E R O JO ” del Sur del Tolim a, estrate­ gia del derrocam iento de la dictadura y la tom a del poder p ara un Frente D em ocrático de Liberación N acional, distribución de territorios correspondientes a los distintos frentes güerrillerosT planes militares concretos y acciones coordinadas y /o sim ultá­ neas, térm inos cronológicos más o menos precisos, etc. Lo más im portante de las conclusiones puede resum irse en las siguientes cuatro determ inaciones: a. Unificación del m ando nacional del m ovim iento guerrillero, con el nom bre de G uadalupe Salcedo en consulta; b. El inicio de una Reforma A graria D em ocrática con­ sistente, ante todo, en la entrega inm ediata de la tierra a los campesinos y a los guerrilleros, otorgándoles títulos de propiedad firm ados p o r las respectivas com andancias guerrilleras “ aunque sea en hojas de plátano, si no hay más en qué” ; c, El desarrollo de la alianza obrero-cam pesino-guerrillero com o fuerza m otriz del m ovim iento político nacional y com o única garantía de la tom a del poder para el pueblo; d. La clarificación de que frente al m ovim iento guerrillero no hay sino una de estas dos posiciones: o se es am igo, y por eso se le protege, se le defiende y se le garantizan sus bienes y su integridad; o se es enemigo, y entonces se le castiga donde esté, así sea un alto jefe político o m ilitar. Las otras deter­ m inaciones y conclusiones fueron de orden general, tendientes a conform ar y fortalecer el Frente D em ocrático de Liberación Nacional (que era la consigna del m om ento) y a organizar y di­ rigir las luchas populares enderezadas al derrocam iento de la dictadura y a la instauración de un gobierno de nuevo tipo, de signo dem ocrático, popular y antiim perialista. Después se vio claro que las conclusiones de la Conferencia dieron un alerta a lo que G aitán nom bró “ la oligarquía” de los dos partidos tradicionales de nuestro país. El doctor Julio Rober­ to Salazar Ferro regresó a Bogotá y de urgencia reunió al D irecto­ rio Nacional Liberal para darle cuenta de su labor cumplida. 88 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Dizque em pezó diciendo: “ Mis queridos copartidarios, esto se fregó. Todas las conclusiones de la Conferencia Nacional G uerri­ llera están encam inadas, de una o de o tra form a, contra noso­ tro s...” . Y, evidentem ente, eran de sabor antioligárquico. Lo que sigue es un juego secreto. Se efectúan reuniones de tal D irectorio, a puerta cerrada. Tam bién las hay del D irectorio Nacional C on­ servador, con el mismo propósito. C onsideran “ la suerte de los dos partidos tradicionales, sobre todo de sus dirigentes natu ra­ les” . Y así se va fraguando por lo alto y en privado un m ovim iento político an tipopular, contrarrevolucionario, con base en los acuerdos de aquellas reuniones de los Directorios: lasituaciónpolítica de ese m om ento ya no tenía solución militar, y en consecuen­ cia debían buscarle una solución política... Excomandante Olimpo

¿El programa aprobado por la Conferencia de Boyacá, influye en la guerrilla comunista? — Ese program a expresa el anhelo de los campesinos revolucio­ narios, de los com unistas que están en la lucha abierta por el poder, que luchan po r la tierra. Ese program a tiene mucha in­ fluencia en el Sur del Tolim a, pero tam bién en el movimiento de Sum apaz y en el Oriente del Tolim a. Hay que decir que ese m ovim iento no era de tradición com unista. Se vuelve consecuen­ tem ente revolucionario en el desarrollo de la lucha arm ada. Ese program a tiene una gran influencia, pero lim itada. N o influye lam entablem ente a la m ayoría de las guerrillas de entonces. Gilberto Vieira1

¿En el proceso orgánico déla guerrilla llanera, cuálfue su desarrollo político-militar, cuáles los elementos centrales de cada período? ¿Su concepción de la lucha? ¿Su vinculación directa o indirecta con la Dirección Nacional Liberal? ¿Su relación con otros movimientos guerrilleros de la época? —Algunos sectores arm ados se replegaron de la cordillera hacia los Llanos com o el caso de los cocuyanos, que estaban diri89 ESTRELLA ROJA [email protected]

gidos por los herm anos Villam arín G utiérrez. Era el m ovim iento natural hacia la form ación de esas fuerzas guerrilleras en los Llanos. Se organizaron espontáneam ente los vaqueros en agru­ paciones de doscientos, cuatrocientos hasta seiscientos hom bres en los distintos m unicipios de los Llanos: A rauca, Casanare, M eta y alguna parte del Vichada a la espera de los jefes m ilitares, de los jefes políticos y del arm am ento que de un m om ento a otro llegaría al Llano, el tan soñado y esperado arm am ento de la libertad. Y fue un error form ar esas agrupaciones enorm es de gentes sin arm as, sin posibilidades de com batir si hubiera llegado el caso, po r su im preparación en todo sentido. De todo esto no habría de resultar sino una carrera fenom enal y el sacrificio inútil de m uchos com batientes. Fue el propio caso de Tulio Rey, el m aestro de escuela que veía la guerrilla com o el m ovim iento de grandes m asas, en un enfrentam iento de guerreros galopando contra el viento. La reencarnación, en su im aginación, de los briosos llaneros de Páez. Y fue m uerto por sus propios com pañe­ ros. Y se esperó pero no llegó nadie. Y se pasaron largos meses. Y el gobierno de O spina Pérez no envió tropas represivas y las concentraciones de guerrilleros se deshicieron espontáneam ente com o se habían reunido. Pero quedaron algunos grupos en espera angustiosa de que la D irección N acional Liberal resolviera la acti­ tud que debería asumir. C uando po r peticiones expresas de los ganaderos en general, el gobierno del señor O spina Pérez envió tropas y aviación para la represión, eso derivó hacia la organización de pequeños grupos guerrilleros que tom aron pronto la defensiva contra las comisio­ nes de la tropa que circulaban por toda la llanura guiadas por algunos ganaderos, y luego la ofensiva en procura de arm as capturadas po r sorpresa al enemigo en breves choques. De ahí en adelante empieza la organización guerrillera que durante cuatro largos años conform a una notable fuerza de com bate que en ningún m om ento perm itió una sola victoria m ilitar de las dicta­ duras que ocasionaron al país más de ciento cincuenta mil m uer­ tos, hasta aquel m om ento. Com o ya no se iba a hacer un ejército, ni íbam os a tener jefes, ni podíam os tener el arm am ento deseado y la persecución arreciaba, los llaneros tuvieron que limitarse a sus propios recursos y sacar de su propio caletre la organización y en una palabra, pensar por 90 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

su cuenta propia, prescindiendo definitivam ente del respaldo del partido libera! en su dirección. Q uedaba claro que ese organism o político no era revolucionario, que cohonestaba, po r decir lo menos, el ap arato represivo que los atosigaba por todas partes. El error consistió, sencillamente, en haber pugnado por hacer una revolución a nom bre de un partido liberal, que en un m om ento dado de su historia, estabadirigido por jefes notoriam enteantirrevolucionarios y antipopulares; m ás bien socios, eran com placien­ tes con los conservadores en la empresa de barrer con todos los principios de organización y progreso de las masas. El sol de la dem ocracia sólo brilla en C olom bia cuando el pueblo m asacra­ do, vapuleado, explotado, escarnecido y lleno de ham bre, se deja guiar como un sordo rebaño... hacia el beneficio de los amos. H ubo m uchas reuniones de jefes de com ando para coordinar un plan de actividades tácticas y estratégicas, en las cuales se discutieron cuestiones relacionadas con los límites de zona de los com andos para su m ejor adm inistración y economía; y se regla­ m entó el procedim iento de los destacam entos en comisión; se fom entó la producción agrícola, el cuidado de los ganados y particularm ente de la caballada, no perm itiendo aun, que los encargados de los hatos y fundaciones caballiceros y conuqueros entraran en filas. El atentado personal y otros delitos serían fuertem ente castigados en consideración a que el desorden y la anarquía constituían nuestros principales enemigos. Los hatos y fundaciones de propiedad conservadora serían atendidos cuida­ dosam ente sin perm itir más el hu rto y violación. N uestra lucha se inspiraba en la nivelación social y económ ica por los canales del derecho a través de la acción arm ada. Ya se pugnaba por encauzar la fuerza de la rebelión por el cam ino de la revolución organizada. He ahí el principal esfuerzo y el más grande obstáculo que encontram os. De un lado, el pueblo que buscaba un cam ino claro de lucha, de otro lado, el egoísmo caprichoso del caudillaje y por encima la violencia y miseria, hijas de la división y el desorden que nuestros enemigos de fuera y de adentro trataro n de sem brar con el bloqueo económico y la contrarrevolución. La revolución jam ás se hizo a pesar de que se llamó revolu­ ción.-C iertam ente, no fuimos más allá de la organización de bandas arm adas que heroicam ente se defendían contra el terror 91 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

de un régimen, débilm ente ilum inadas por un ideal libertario, pero sin la m enor form ación de base. Se buscaba entonces, orga­ nizar mejor, cada vez m ejor, una fuerza p opular que se tom ara el poder por la vía arm ada y entregarle el poder a unos notables del partido liberal para que le restituyeran a C olom bia, la vida republicana y dem ocrática que había proclam ado el líder asesina­ do el 9 de abril de 1948, Jorge Eliécer G aitán. En aquellos tiem pos a los llaneros no les interesaban los desa­ rrollos políticos sino la organización m ilitar de la guerrilla. Fue necesario entonces, no solam ente ocuparse de la organización de todo el territorio de los Llanos Orientales sino buscar el contacto con otros grupos que operaban en el Tolim a, A ntioquia, S antan­ der y C undinam arca, principalm ente. En m uchas reuniones se discutió la necesidad de un com ando nacional guerrillero, com o corolario a nuestras aspiraciones de ese m om ento. Antes habíam os pasado por la experiencia, dura en su aprendi­ zaje, de la desbandada y la dispersión. C ada grupo estaba form a­ do por cuatro o cinco hom bres que po r la necesidad im periosa de vivir, nos hicimos m ontaraces, casi salvajes, baquianos po r todos los rincones y andariegos nocturnos. En ninguna casa volvimos a dorm ir, ni casi a frecuentar. N uestro reposo sólo estaba bajo el m onte, así lloviera, nos em papáram os o estuviéram os llenos de ham bre. Nos hicimos silenciosos, reservados, dejándonos guiar por los instintos com o bestias perseguidas. A prendim os a callar y a guardar secretos, extraviar los cam inos, lavar y cocinar, a ser leales y cum plidos. Nos hicimos guerrilleros. H asta que nuestro pueblo dijo: “ Los nuestros” , así fueran los de A rauca, San M ar­ tín, M eta o la C ordillera. Y cuando el pueblo dijo: “ N uestra gente” , la dictadura tembló. H ubo necesidad de organizar un gobierno civil a través de com isarios, que fueran autoridad indiscutida y respaldada por la fuerza m ilitar guerrillera, p ara que gobernara a la población civil, gran base de apoyo del m ovim iento. Era el orden interno funcio­ nando en los com andos y la vida ciudadana con un principio de reglam entación que norm alizara la situación, en esas circunstan­ cias de la lucha contra la dictadura. H ubo que despachar com isio­ nes más allá de los Llanos, e inclusive a Venezuela. H u b o lju e acordar la prim era ley del Llano que expresaba el prim er senti­ m iento organizativo p ara las m asas, en el orden y la disciplina y 92 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

en la producción agrícola en los territorios gobernados por la guerrilla. Y así se fue acariciando la idea de constituir el gran com ando con su estado m ayor de la guerrilla para que resolviera cada día más eficazmente las operaciones m ilitares, los objetivos logísticos cada día más aprem iantes, por lá acción del bloqueo económ ico y la acción del enemigo que tam bién iba aprendiendo en la lucha. Las prim eras operaciones guerrilleras fueron de pequeños grupos, muy rápidos que aparecían y desaparecían, contra colum nas relativam ente pequeñas del Ejército. Pero más tarde fue necesario concentrar com andos guerrilleros num erosos contra colum nas más num erosas y apertrechadas del Ejército, incluso m uchas veces apoyadas por la aviación. Para ello fue necesario especializar una tropa guerrillera en perm anente activi­ dad. Esto significaba un m ayor conocim iento y una m ayor prepa­ ración m ilitar de los jefes guerrilleros. M uchas acciones tuvieron ese carácter como la del Turpial, donde se coparon una colum na m otorizada de más de cien hom bres y la conquista fue de noventa y seis arm as, incluyendo un m ortero, siete efeas, fusiles y carabi­ nas autom áticas M I, fusiles punto 30, cartuchos y drogas. Eran cien y cuatro soldados se rindieron e ingresaron arm ados a la guerrilla. Y muchas otras más acciones, realizadas por los Bautis­ tas, G uadalupe, el pote Rodríguez, los Fonsecas, los Calderones, los Colm enares, los C haparros, el tuerto G iraldo, los Parra, etc. Eduardo Franco Isaza1

Los guerrilleros, el único problema de la tiranía — Era de pensarse que los eminentes hom bres públicos del liberalism o que llevaron hasta el último extrem o la lucha civil y legal contra el gobierno del doctor Ospina, y que com prom etie­ ron al pueblo en esa lucha, estaban espiritual y personalm ente preparados para a fro n tar las consecuencias de sus actos; y que, ganados de m ano po r el gobierno, sentirían la responsabilidad que habían contraído con sus copartidarios hum ildes y pondrían todos los m edios para resistir al poderío del Estado desbordado de sus cauces legales y hum anos lanzado al colérico exterminio de las m asas rurales del liberalism o. No fue así, sin em bargo. Sino 93 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

que por el contrario, cuando la violencia oficial planificada se estrelló con los pueblos, y las gentes del cam po se vieron ante la alternativa de perecer o resistir y optaron po r la resistencia, entonces los prohom bres liberales, hasta ayer tan valerosos, exigentes e insatisfechos, o se recluyeron en sus casas y particulares ocupaciones, u optaron por la circunspección, la m oderación, las buenas m aneras, la cabeza fría, los amistosos acercam ientos y los respetuosos m em oriales. Fue de esta guisa como, con el tácito consentim iento de los jerarcas liberales, en el léxico conservador, que era el léxico oficial, guerrillero y bandolero se hicieron sinóni­ mos. El gobierno decía que estaba luchando contra bandoleros, salteadores, m alhechores; y el liberalism o oficial decía que no fueran a confundir al liberalism o auténtico, con esos m alandri­ nes. En ese clima transcurrió una década, fueron m uertos por la fuerza pública doscientos mil ciudadanos liberales, por lo m enos, y regiones enteras de la República quedaron devastadas. Pero tuvieron los conductores liberales la satisfacción de m ostrarse ante los gobernantes violentos com o adm irables pacifistas. Las satisfacciones para los cam pesinos fueron menores; ni siquiera han oído decir ahora que si ¡os gobiernos no hubieran tenido el problem a de las guerrillas la tiranía sangrienta no habría term ina­ do jam ás, porque para los gobiernos sin ley no constituyen pro ­ blem a los parágrafos que puedan citarles los opositores. Los guerrilleros fueron el único problem a que tuvo la tiranía. Ellos dieron día por día al gobierno y al Ejército la sensación de una precariedad irrem ediable; ellos coparon la capacidad de preocu­ pación de los gobernantes; ellos produjeron la anem ia de los recursos fiscales que otras tiranías invierten en colosales obras de espectáculo; ellos infiltraron en la fuerza pública la depresión abrum adora de no haber tenido jam ás un triunfo siquiera fuese pequeñísim o; de no haber rem ozado los laureles históricos con un solo relám pago de gloria. Juan Lozano y Lozano

¿Cómo se organizan las llamadas “guerrillas de p a z ”, en los LLanos? ¿Quiénes las conforman? 94 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

— Debido a la falta de un partido revolucionario se dio ocasión a que los ganaderos aliados con el Ejército crearan una fuerza contraguerrillera que em pleara la misma táctica de la guerrilla, dividiendo peligrosam ente a buena parte de la población civil, especialm ente la región de A rauca y el río Casanare, consecuen­ cias de los errores, cuando en ciertas situaciones los guerrilleros abusaban de la población, por ejem plo quitarles el caballo, m al­ tratos de hechos y de palabras, despreciándolos, quitándoles p o r la escasez, sus cosas indispensables para vivir, en aquellos m o­ m entos tan precarios. Fueron conocidos com o los “ guerrilleros de paz” ; que se con­ form aban con m ayordom os, com padres y gentes fatigadas y desm oralizadas en una lucha estancada. Su origen se manifiesta cuando los ganaderos liberales y conservadores se unen y desatan la más cruel de las persecuciones y m atanzas. El prim ero, com e­ tiendo doble traición a su partido y a su pueblo que le amasa fortuna, da su nom bre de liberal para llam ar “ bandoleros” a uno de los núcleos raciales m ás vigorosos y sufridos de C olom bia. El nom bre de bandoleros en su engendro es godo, pero los terrate­ nientes liberales de buena o mala gana, rendidos o violentados lo entronizan y autorizan ante la opinión. Firm an un manifiesto, el prim ero en Sogam oso, en el que dicen con eufemismo que los rebeldes llaneros son “cuatreros” , “ m aleantes” , “ prófugos de las cárceles” . “ ¡Bandoleros!” ¡Fuego a los bandoleros! y negocios para los am os... De ahí a la conform ación de la contraguerrilla habría un paso. Más adelante, el alcalde m ilitar de Sogam oso, capitán Correa, pasa una citación a todos los ganaderos para que se congreguen en el recinto de la Sociedad de M ejoras Públicas. Allí deben exponer sus ideas y proposiciones p ara sellar la paz de los Llanos antes de iniciarse nuevas operaciones ganaderas. C orren los gana­ deros. Está en peligro la próxim a ganadería. Son más de ochenta entre viejos y jóvenes. Allí está Julio C haparro, seis meses atrás m iem bro de la junta de finanzas del com ando rebelde de Yopal y com pañía. El coronel Luis Castillo se dirige a la asam blea, para exponer los detalles del nuevo sistema de represión que ha de liquidar a la llanerada. Al final hay que firm ar un pliego, “ unas declaraciones” , dice Casti­ llo. Quien se oponga a ello será considerado com o bandolero. 95 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail:com

Algunos no quieren firm ar. Entonces saltan los de la rosca, estilográfica en m ano, estam pando sus rúbricas e im poniendo adem ás una contribución en metálico “ para retribuir a la tropa que se sacrificará haciendo la pacificación” . A hora sí está finan­ ciada la contraguerrilla. Se instalan retenes en num erosos hatos. Con poca tropa se teje una enm arañada red. G rupos de 50,30,20, 10. Cualquier núm ero es más que suficiente, los bandoleros no poseen arm am entos. La purga será rápida, efectiva y silenciosa. La em presa la pagan ios ganaderos: dinero, caballos y bastim entos a la orden. Se rom pen los salvoconductos, nuevas presentaciones, más capturas. Se lle­ nan las cárceles, se habilitan casas para prisiones. M uertos en las sabanas, en los conucos, m uertos después de ir prisioneros, am a­ rrados con rejos; m uertos en las cárceles de día, de noche y de m adrugada... ¿Cómo fue la cuestión de los impuestos a los ganaderos? ¿Cuál es el proceso que siguen ustedes en los Llanos, en la búsqueda de la unidad de acción entre los distintos comandos? — Era una cuestión que estaba a m ano y que obedecía a una situación real. Teníam os que financiarnos en nuestra lucha, había que buscar las form as m ás adecuadas y entonces surgió la cosa de los impuestos a los ganaderos. Adem ás, ellos, los ganaderos al pagarnos a nosotros los impuestos, de hecho, preservaban su riqueza en los Llanos. El control de los recaudos era sencillo; las fundaciones menores de trescientas cabezas no pagarían impues­ tos, ni las ganaderías de guerrilleros en servicio. Eso quedaba a voluntad de los exonerados. Las ganaderías de trescientas cabe­ zas en adelante pagarían un peso por cada cabeza de cría, así sacaran un novillo o ciento. Expertos contarían los ganados. Los mismos guerrilleros, que tam bién eran vaqueros, darían el infor­ me. El com ando de cada zona recibiría el dinero en efectivo o en últim o caso en cheque girado al portador, y se expedirían recibos conform e m odelo sacado a m áquina, cuya validez ta daba la firm a del com andante del respectivo de cada zona que todos conocíam os. Nadie quedaría exento del im puesto. Y acordam os que las ganaderías de propiedad conservadora y de los que cons­ piraban en contrarrevolución, pagarían el doble. El hato Velade96 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

ro, de Julio C h aparro, quedó gravado por cincuenta mil; el de La Porfía, de H éctor Vargas, por veinte mil, en castigo por sus fechorías. Ese fue el acuerdo a que llegamos en una de las muchas conferencias que realizam os entre los diferentes com andantes. La m ayoría de los fondos sería destinada a la com pra de munición y de arm am ento, droga, ropa y toda esa lista de elementos que tanto anhelaban los guerrilleros. En cuanto a lo segundo, no se crea que los jefes guerrilleros fuimos dechados de virtudes, desposeídos de vanidades y egoís­ mo. Al contrario estábam os llenos de defectos y pequeneces, pasiones y am biciones que en m uchas ocasiones hicieron poner en peligro el equilibrio de la lucha. A fortunadam ente llegaban las invasiones com o enviadas del cielo, entonces la santa paz se hacía entre nosotros y fraguábam os los planes que hubiera sido imposi­ ble llevar a térm ino sin el aguijón del enemigo com ún. Se hizo célebre un refrán que cam peó en la boca del pueblo com batiente, p a ra resolver íntegros los problem as, los pequeños y los grandes pleitos. “ Esa es falta de una invasión” , se decía invariablem ente cuando las cosas andaban mal. Estos problem as y m uchos otros se fueron resolviendo y la lucha se hizo m ayor hasta culm inar necesariam ente en la convo­ catoria definitiva de un Congreso General donde estuvieran re­ presentados los intereses militares de la guerrilla y los intereses civiles de la población. En la realización de este congreso jugó un papel definitivo la presencia de José Alvear Restrepo, un intelec­ tual de altísim os quilates que le llevó oxígeno político a las guerrillas de los Llanos, con una visión muy clara de liquidar los localismos, los problem as que entrababan la propia unidad de m ando y operacional y que en ningún m om ento los com batientes habían superado. D esafortunadam ente este personaje llegó un poco tarde, no alcanzó a cim entar su plan, a pesar de la buena acogida que tuvo en la m ayoría del Congreso. En definitiva, este C ongreso que se venía gestando desde tiem ­ pos atrás, expresaba una necesidad de unificar las fuerzas de todos los Llanos O rientales y ofrecerles a las distintas agrupaciones gue­ rrilleras del país, bases sólidas p ara la creación del gran C om ando N acional G uerrillero que resolviera la estrategia de la lucha por la tom a del poder y señalar los derroteros que salieran de sus conclusiones. 97 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

La lucha guerrillera no era la revolución, pero sí Ja propiciaba. Eram os los peones de brega, los que a grandes brochazos forjába­ mos la revolución, los que preparábam os el terreno y exaltába­ mos los espíritus. Prim ero esperam os de lo alto, para que se nos indicara el cam ino de la lucha con program as com pletos, arm a­ m entos y banderas. No llegó nada. Después fuim os a pedirlo hum ildem ente, luego a gritos. En vano. Se nos recom endó pru­ dencia y se nos dijo, ¿el poder para qué?... Asistimos a reuniones de revolucionarios de salón, de terroristas y de golpes de Estado. Fracaso absoluto. Tocam os todas las puertas y sólo escuchamos negativas. C om prendim os muy bien que la doctrina y los progra­ m as que tanto buscábam os no estaban contenidos en ninguna de nuestras directivas de partido, ni escritosen libro alguno, ni en otra parte distinta que en la esencia de nuestra lucha. La doctrina revolucionaria de nuestro pueblo tendría que nacer y crecer en la sangre derram ada hasta el presente, de la que aún habría de correr hasta el día de la victoria. Según usted mismo lo expresa en su libro “Las guerrillas del Llano”, no estaba presente cuando se realiza este Congreso. M ás aún: usted había partido hacia la frontera de Venezuela tiempo atrás . ¿Cuálfue el objeto de su misión en ese entonces? — Para que estos planes se desarrollaran eficazmente resultaba indispensable la financiación de un arm am ento que equipara no solam ente a las fuerzas guerrilleras de los Llanos sino las de su C om ando Nacional. Y en cum plim iento de ese objetivo m arché hacia la frontera de Venezuela, sobre el río M eta, al frente de una com isión, con unas cartas firm adas po r todos los com andantes guerrilleros, donde me daban plena autoridad en mis gestiones. Esto sucedía a finales del año de 1952. H abida cuenta de que el partido Acción D em ocrática, m ayoritario en Venezuela, se pre­ paraba p ara unas elecciones presidenciales, cuyo candidato era Jóvito Villalba. Los contactos se iniciaron en el mes de diciembre de 1952. D esafortunadam ente los m ilitares interfirieron las elec­ ciones e im pusieron al coronel Pérez Jim énez com o Presidente de los venezolanos. Ahí perdim os m ucho tiem po. Y hubo que espe­ rar hasta que se asentara el estam ento m ilitar. Y reanudar de nuevo nuestras gestiones financieras, las cuales consistieron so98 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

m eram ente, en constituir una sociedad extraoficial entre el repre­ sentante del gobierno de Pérez Jim énez, un representante de los ganaderos venezolanos, un representante de los ganaderos co­ lom bianos y un representante de la revolución, para que se pudie­ ra realizar el traslado de 330 mil cabezas de ganado de propiedad de los llaneros colom bianos, estableciendo precios justos de qui­ nientos bolívares por cabeza, grande y chico; que los ganaderos colom bianos pudieran disponer de sus ganados en territorios venezolanos con libertad de vender machos y hem bras o fundarse con su propio ganado en los territorios que el gobierno venezola­ no les señalara, sin p ertu rb ar el m ercado ganadero venezolano. C on la condición de que la revolución nuestra recibiera el 30% del valor de la negociación, Y con la condición tam bién de que la m itad de esos ganados pudieran ser repatriados en hem bras y al m ismo precio para refundar los hatos del Llano, cuando la revo­ lución fuera triunfante. Los ganaderos colom bianos o parte esencial de ellos, iban a estar de acuerdo en que sus ganados se salvaran de la liquidación que estaban sufriendo po r falta de sal, por el saqueo del ejército invasor y po r consum o guerrillero. Fue así com o dos ganaderos, Eladio Argüello y Miguel M elgarejo, con apoyo de la guerrilla, concretam ente por la fuerza del com an­ dante G uadalupe arrearo n dos mil reses de su propiedad a Vene­ zuela, cruzando el río M eta, com o m uestra de la sanidad del ganado y la clase del mismo. El presidente M arcos Pérez Jim énez atendió nuestras solicitu­ des en vista de las injusticias que la aviación y el Ejército colom ­ biano estaban com etiendo contra la población civil, y que en partidas perm anentes en evacuaciones estaban cruzando la fron­ tera venezolana en solicitud de refugio. El gobierno venezolano auxilió a esos refugiados con drogas, médicos y alim entos. Envió al Estado M ayor de su Ejército a la frontera para hablar con nosotros. Y ahí ocurrió un hecho curioso e inesperado, consisten­ te en que el m ayor Locher, del cuerpo de sanidad, tratando de la negociación con los otros miembros com andantes militares vene­ zolanos, me propuso: que para resolver más eficazmente nuestro problem a, po r qué no suscribíam os un docum ento con muchas firm as de llaneros colom bianos, solicitándoles protección m ilitar de ese país, p ara los territorios de Casanare y A rauca. Yo me quedé frío y me acordé del general H uertas, el fam oso general que 99 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

entregó a Panam á. Se hizo un corto silencio, los militares espera­ ron mi respuesta y yo les dije, que del territo rio nacional no cederíam os una cuarta, que más bien com o una contraprestación, además de la negociación ganadera, podríam os más adelante cederles la explotación a térm inos fijos del ferrocarril de A ntio­ quia o alguna o tra cosa que no fuera lesiva a la dignidad colom ­ biana. Se rieron. El m ayor Locher quedó cortado y continuam os la base de la negociación y ios objetivos políticos y m ilitares que nos proponíam os. T erm inada esa la prim era conferencia, se des­ pidieron am istosam ente y quedaron de darnos su respuesta des­ pués de su regreso al Palacio de M iraflores, Caracas. Siguen otros dos meses más de espera. Argüello y M elgarejo siguen pasando ganado. Viajan a C aracas, llevan razones, traen razones y el tiem po corría. El Congreso guerrillero se está reali­ zando. Parecía que nuestros planes se estaban cum pliendo. Reci­ bíam os correos y los despachábam os. C uando inesperadam ente la radio empieza a dar inform ación de un golpe m ilitar en cabeza dei general Rojas Pinilla, Bogotá. Que el jefe liberal D arío Echandía se apresuró a calificarlo de un “golpe de opinión” . La prensa liberal le ofreció bronce y m árm ol al general Rojas Pinilla. Las cárceles de presos políticos se abrieron y el nuevo gobierno pro ­ clam ó la consigna de Paz, Justicia y Libertad, el mismo slogan que nosotros utilizábam os como cabezote en un periódico de la guerrilla. Eduardo Franco Isaza1

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EL GOLPE DE OPINION, LA OTRA VIOLENCIA

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“LOS HOMBRES NO SOMOS SINO BRIZNAS” El 7 de agosto de 1950, Laureano Gómez después de haber comparado al partido liberal con una figura mitológica, describién­ dolo como: ‘ Nuestro basilisco camina con pies de confusión y de ingenuidad, con piernas de atropello y de violencia, con un estómago oligárquico; con un pecho de ira, con brazos masónicos y con una pequeña, diminuta cabeza comunista, pero la cabeza” (citado por Saldarriaga Betancur: 76), y luego de convencer al país de la existencia de un millón ochocientas mil cédulas falsas, cuando en Colombia solo votaban un millón doscientas m il personas, satisfe­ cho, monolítico en su influencia, llegaba al poder, logrando así, la más grande ambición de su vida. Había cumplido su periplo defero z oposición a los gobiernos liberales. En su discurso de posesión en tono solemne prometió: “El paso inicial es restablecer el respeto inviolable por la vida humana, caído en torpe menosprecio, cuando quiera que se imaginó en el Estado la posibilidad de cumplir fines políticos". Y ese díafeliz también se encomendó al ser supremo: “Los hombres no somos sino briznas de hierbas en manos de Dios” (Gómez, 1961). En el largo año que Laureano Gómez tuvo bajo su control directo las labores como Presidente, consagró todas sus energías a las cuestiones económicas, dando prelación a los intereses de la clase empresarial. Los salarios prácticamente se congelaron. Política que desarrollaba con el criterio de un necesario industrialismo, embelle­ cido en su argumentación como una especie de nacionalismo econó­ mico, m uy sujeto ahora sí, al área de influencia de los Estados Unidos. Había olvidado momentáneamente, sus ardorosas defensas del Eje. A sí como en su gobierno fom entó el desarrollo del capitalis­ mo, su política indujo al estrangulamiento del movimiento obrero. Se derogaron las leyesfavorables a los trabajadores, conseguidas en el gobierno de López Pumarejo, mediante decretos ejecutivos y el 103 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

sindicalismo independiente fu e abatido por m edios legales y extrale­ gales. Designó a Roberto Urdaneta Arbeláez como ministro de Guerra, quien en su gestión como era lo natural, nunca reconoció que los hombres alzados en armas, expresaran una motivación política en sus luchas. El 20 de octubre de 1950, expidió una “Advertencia a todos los ciudadanos”, en la cu a l" definía como bandidos a todos los que se opusieran a las fuerzas militares. Serían ‘bandidos’ todos los que tuvieran dieciséis años o más y que se ocultaran o huyeran de las tropas del gobierno. Quienes violaran el toque de queda impuesto de las 11 p.m. a las 5 a.m, estaban sujetos a arrestos sin consideración de edad o de sexo. Todos los que portaran armas de fuego sin la adecuada licencia quedaban también fuera de la ley. Se autorizaron ¡as ejecuciones sumarias cuando quiera que oficiales autorizados las considerasen apropiadas” (citado por Martz, 1969: 153). Comenzó entonces, la huida forzada de miles de personas en el campo que buscaban refugio para sus vidas. La violencia en ese primer año de gobierno de Laureano Gómez lejos de alivianarse como había sido su promesa al posesionarse, se volvió un fenómeno nacional. Ei partido liberal sobrevivía cambiando constantemente de acti­ tudes y lealtades; se encontraba en el más absoluto estado de impotencia desde el punto de vista político. Traía consigo la vieja división, en cuanto a la formulación de una decidida política de oposición o de conciliación. La llamada Junta Popular Liberal, compuesta por antiguos gaitanistas acusaba al Directorio Oficial de seguir en su acción unos lincamientos que habían permitido subir a la Presidencia a Laureano Gómez. La Dirección Nacional Liberal replicaba, acusándolos de ser ni más ni menos que retoños ilegítimos del partido. Más adelante, la Dirección Nacional acuña el lema político que erige como principio en su actividad política, form ulado por Eduardo Santos: "Fe, dignidad, abstención, oposición”. Los liberales luchaban por organizar un frente unificado contra la admi­ nistración conservadora. Dudaban entre el apoyo real y no declara­ do, a las guerrillas liberales y la oposición civil en las ciudades. Reunieron su Convención Nacional en junio de 1951, donde la dirección elegida renovó el llamado de Santos de "Fe y dignidad’i y lo complementó con el lema propuesto por Hernando Agudelo Villa de "Abstención en toda la línea, oposición civil en toda la'línea”. 104 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Carlos Lleras Restrepo hizo un discurso acusatorio, como eran los suyos en esos tiempos, contra el gobierno, culpando a ¡os conserva­ dores del derramamiento de sangre y pidiendo que se levantaran las restricciones civiles. Ellos pensaban que la solución adecuada sería la posesión de Eduardo Santos como Designado a la Presidencia de ¡a República, su posible reemplazo en caso de fa lta r Gómez. El Presidente resolvió la cuestión mediante el decreto 2996por el cual ' declaró vacante el puesto de Designado. A sí abrió el camino a Roberto Urdaneta Arbeláez que ocupaba el quinto lugar en su gabinete; en la línea de sucesión presidencial. El liberalismo en su dirección, sufrió el más duro golpe por los acontecimientos del 6 de septiembre de 1952, cuando masas conser­ vadoras, enfurecidas y bien dirigidas, incendiaron los periódicos El Tiem po, y El Espectador, lo mismo que destruyeron las casas de López Pumarejo y Carlos Lleras Restrepo. Estos tuvieron que refu­ giarse en la Embajada de Venezuela y con salvoconductos oficiales partieron hacia Jamaica y luego procedieron a exiliarse en México. Urdaneta Arbeláez, ya como Presidente rechazó en principio tales acciones, aunque más tarde las justificó por la tensión de violencia que vivía el país. Unos días antes, Alfonso López Pumarejo había hecho una propuesta nacional de conciliación, en una extensa carta enviada simultáneamente a Ospina Pérez, al Arzobispo Luque y al dirigente conservador, Francisco de Paula Pérez, en la cual recogía su experiencia en sus conversaciones personales con las guerrillas de los Llanos Orientales, propuesta que cae, como era lo inexorable, en el ostracismo. Con el efectivo aislamiento de la Dirección Liberal del acontecer político, los conservadores comenzaron a discrepar entre sí, ante la perspectiva de la futura continuidad presidencial. Laureano Gómez, omnímodo, desde su lecho de enfermo siente cómo algunos sectores de su partido se alejan gradualmente de la dureza de su dirección. Buscan, en cierta form a, un líder menos reaccionario en las fila s azules. Se vislumbra el desafío abierto a laférrea jefatura del parti­ do que comienza a gestarse definitivamente, a mediados del año 52. Surge con fu erza la ambición presidencial del controvertido y fogoso político que era Alzate Avendaño. El había montado, con fin e s por demás claros, una fu e rte base organizativa dentro dél conservatismo, ya desde finales de 1951. Y en febrero de 1952, se atreve a impugnar, inexplicablemente desde El Siglo, la política del 105 ESTRELLA ROJA [email protected]

gobierno: " Odio ai gobierno, detesto sus representantes, desprecio al Presidente y a sus ministros, repudio su labor, combato sus errores... y aún más, com parto la tesis de ¡a prensa liberal: su deseo que se levante el estado de sitio, que se llegue a un acuerdo con los bandoleros” (citado por Martz, 1969:202). Es un año en que Alzate arrecia su oposición, que en cierta manera culmina cuando el go­ bierno concilio con el político caldense, al elegir para la presidencia de la Cámara de Representantes, a Elíseo A rango, candidato alzatista. Mermada la oposición alzatista se abre la puerta a la otra candi­ datura que desde la sombra y en silencio venía labrando, con su estilo fenom enalm ente evasivo, el expresidente Ospina Pérez para el período que se iniciaba en 1954. Su candidatura era apoyada por la aspiración no proclamada de Alzate Avendaño, que sin ser un político paciente, reconocía que las circunstancias le eran adversas. Sólo hasta diciembre de 1952, Ospina comienza a hablar con suma precaución y en voz baja de su candidatura. Era ya un murmu­ llo de los inconformes dentro y fu era de su partido. Gómez ve amenazado su poderío político por el hombre a quien él había llevado a la Presidencia en el año 46. Cuando el propio Ospina ya se siente seguro, en una reunión que organiza para celebrar el quinto aniversario de! 9 de abril, tilda al régimen de totalitario y declara que ningún gobierno puede continuar en el poder sólo con los mecanismos de la fu erza y la coerción. Alaba la actitud de los militares durante los acontecimientos de abril y aún más, denuncia que aquel día se vio abandonado por algunos copartidarios que debieron permanecer firm es. Alusión directa al presidente Gómez. La división conservadora entre las casas laureanista y ospinista se había plasmado definitivamente. Aquella división que había comen­ zado a gestarse como resultado de los acuerdos del 10 de abril en Palacio, cuando Ospina le propuso a los liberales el gabinete mixto. Ahora Ospina Pérez realizaba su campaña como cualquier rebelde o subversivo, desde la clandestinidad, reproduciendo su pensamiento en mimeógrafo, a causa del Estado de Sitio que imperaba en el país y que él mismo había impuesto desde los últimos años de su gobierno. Emerge en escena la figura de Rojas Pinilla. Entre los ocho generales activos de las Fuerzas Armadas, Rojas era el jefe de toda la institución militar, en su calidad de " Comandante General”. Tenía, por lo tanto, una profunda influencia en las fila s castrenses y 106 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

poseía cierto carisma entre algunos sectores políticos. A fin es de 1952, cuando regresa al país después de servir a la Junta Interamericana de Defensa, declara para la revista Semana: " La solución del problema político colombiano actual, la acaba, de dar el doctor Roberto Urdaneta Arbeláez en su última alocución radial, al garan­ tizar la neutralidad del gobierno y el que las autoridades cumplirán su deber por igual para todos, sin discriminación de ninguna especie y sin complacencias para nadie”. Sobre el orden público manifiesta lo siguiente: "La base para acelerar el advenimiento de la normali­ dad institucional y para garantizar una vigorosa democracia... está en ¡a terminación del bandolerismo y en convencer a la ciudadanía de que su primer deber es acatar a la autoridad..." (Rojas Pinilla, 1953: 13-14). Un signo de seguridad institucional, en este período, estaba ga­ rantizado para cualquier gobierno manteniendo las mejores relacio­ nes con el Ejército. Contando con su apoyo. Laureano lo había buscado durante los meses siguientes a su elección y hasta el m o­ mento mismo de su posesión como Presidente. Pero acosado como estaba por tantos frentes desafectos, vio en la persona de Rojas la posibilidad de una confluencia de gentes, perspectiva que amenaza­ ba su propio dominio político. Esto lo decidió a removerlo de su cargo. Laureano que sólo veía por los ojos de su pasión como político, encontró el argumento ideal: el caso de las torturas al industrial Felipe Echavarría. Sin darse por enterado de que él mismo había construido un país que ebullía en plena guerra civil, donde la tortura se había convertido en una expresión de gobierno. Mas sin embargo, desde su lecho de enfermo, Laureano Gómez elaboraba su pensamiento en el cual expresaba ¡o que debía ser la sociedad política, en un país como el nuestro: “El sufragio universal, inorgánico y generalizado interviniendo en toda la vida social para definir la dirección del Estado, contradice la naturaleza de la socie­ dad. El manejo del Estado es por antonomasia obra de la inteligen­ cia. Una observación elemental demuestra que la inteligencia no está repartida en porciones iguales entre los sujetos de la especie humana. Por este aspecto la sociedad semeja una pirámide cuyo vértice ocupa el genio si existe en un país dado, o individuo de calidad destacadísima p o r sus condiciones intelectuales. Por debajo encuéntranse quienes por menos capacidades son más numerosos. Continúa así una especie de estratificación de capas sociales, unas 107 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

abundantes en proporción inversa al brillo de la inteligencia, hastia llegar a la base,., la más amplia y nutrida que soporta toda la pirámide y está integrada por el oscuro e inepto vulgo donde la racionalidad apenas aparece para diferenciar los seres humanos de los brutos...” (Gómez, 1953: 1-4): Poco después de un mes, Laureano Gómez deja estas elucubracio­ nes y decide levantarse de la cama para ir al Palacio de los Presiden­ tes, a reasumir de nuevo el poder que le pertenece, el día 13 de junio de 1953, en las horas de la mañana.

INTIMIDADES DEL GOLPE ¿En qué momento comienzan sus contradicciones con Laureano Gómez? ¿Por qué ese paso suyo del gobierno de Laureano Gómez al régimen de Rojas Pinilla? — Yo tenía el cargo y el título de senador, pero el Congreso lo había cerrado Ospina. Dejé la gobernación del N orte de S antan­ der y me regresé a Bogotá, L aureano me llam ó y me ofreció la legación en Portugal. De m odo que yo durante la presidencia de L aureano fui M inistro Plenipotenciario en Portugal, Ya en la adm inistración de U rdaneta, me nom braron m inistro de Educa­ ción y fue el prim er cargo que tuve en el alto gobierno. Pero en el gobierno de U rdaneta siempre el d o cto r Góm ez se hizo sentir. Y vino el disentim iento con él cuando se presentó el caso de Felipe Echavarría. Ya p ara entonces a mí me habían pasado a m inistro de G uerra, donde estuve tam bién m uy poco tiem po, porque vino el disentim iento con el doctor G óm ez que quería en síntesis sancionar a los m ilitares a quienes se acusaba de haber torturado al doctor E chavarría, sorprendido en m om entos en que le entre­ gaba dinero y u n a pistola a un sargento del Ejército de nom bre Tom ás G arcía, que lo había estado engañando haciéndose pasar

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com o partidario de un golpe que se iba a dar; basándose en una invasión a Bogotá por fuerzas guerrilleras, que vendrían de los Llanos. El doctor Góm ez quería ia sanción de estos m ilitares y por últim o la del propio general Rojas Pinilla que era el com an­ d an te de todas las Fuerzas A rm adas. La sanción p ara Rojas con­ sistía en llam arlo a calificar servicio, basándose en que era el res­ ponsable de las to rtu ras de Felipe Echavarría. Eso era todo lo que yo sabía. De pronto se me aparece el doctor Alvaro G óm ez en el despacho y después de m irar por m uchos sitios me dijo: “ Tom o estas precauciones porque aquí debe haber m icrófonos instalados para captar lo que se converse. Porque estam os bajo el dom inio de los m ilitares que todo lo investigan y todo lo quieren tom ar bajo su control” . Después de esta introduc­ ción me dijo: “T ú sabes lo que ha pasado — nosotros nos tra ta ­ mos de tú, muy am igos, condiscípulos de colegio— pues lo que pasó fue que Felipe Echavarría, que está perturbado m entalm en­ te, que es un hom bre bueno, liberal pero colaborador, nos ha dado dinero p ara las cam pañas conservadoras y tenem os relacio­ nes fam iliares, y en N ueva York o no sé dónde estaba, ha hablado en favor del gobierno, y ahora lo detienen y lo to rtu ran , lo sientan sobre un bloque de hielo, le desbaratan la cara a trom padas y lo tienen preso, eso es inconcebible, hay que ponerlo en libertad” . “ Yo lo que sé, — le dije— es de un señor Jaram iilo ” , “ No Jaram i11o, es Felipe E chavarría” . Le dije: “ Yo sé que esto está en poder de un juez m ilitar y el juez m ilitar dirá qué hay que hacer. Que alegue un abogado especializado en pro del señor Jaram iilo o del señor Echavarría o com o se llame, pero yo com o m inistro no puedo decir: ‘saquen a este señor sindicado y llevénlo a la casa’ Ahí term inó la prim era etapa. Viene la segunda. Se me presenta en mi casa de habitación el doctor Enrique Góm ez H urtado. C on el mismo tem a y a decirm e que el doctor Laureano me m andaba la orden de que yo debía poner en libertad a Felipe Echavarría. Porque era un hom bre bueno, que sí estaba p erturbado m ental­ m ente y sancionar a los m ilitares responsables de la to rtu ra y que debía com enzar p o r trasladarlos a guarniciones distintas, el uno a Tunja, el otro a Popayán. Yo le dije lo mismo a Enrique: “ Si ei señor tiene alguna falta m ental, pues aléguenlo, que ordenen la intervención de un siquiatra, o que lo lleven a una clínica siquiátrica, pero eso debe hacerlo el juez m ilitar. Pero yo com o m inistro 109 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

no puedo m eterm e, en quitarle a Orjuela atribuciones y m eterm e yo a disponer esto o aquello” . Y la tercera etapa, — hasta allí no se m etía Rojas— estando yo en el despacho me llam an y me dicen: “ Hay Consejo de M inistros y lo va a presidir el doctor G óm ez” . H abía hablado antes con U rdaneta y le dije: “ A nte esta situación, yo no creo que pueda m odificar mis puntos de vista, que son los del fuero m ilitar. Esto puede traer com o consecuencia, dado el carácter del doctor G óm ez, que él resuelva pedir mi destitución. Entonces, yo de una vez le voy a presentar la renuncia y me voy” . Y me dijo U rdaneta: “ Yo estoy de acuerdo con usted, yo sostengo el mismo punto de vista jurídico y si nos vamos, nos vamos los dos. Porque yo com parto su actitud y lo respaldo plenam ente” . Bueno, cuando me dicen Consejo de M inistros presidido por Laureano... Entonces, le dicté a la señorita la renuncia. Sí señores me fui y allí estaba el doctor Gómez. Hacía poco se había p rodu­ cido el gabinete últim o de U rdaneta en el que quedé yo com o m inistro de G uerra; Jorge Leyva de Obras Públicas; A ntonio Escobar de Justicia; Pedro Nel Rodríguez de M inas y Petróleos, etc. Después de los saludos y tal, L aureano nos dice que eí gabinete ante el cual se encontraba, era de los mejores que se registraban en la historia del país, que todos éram os figuras lum inosas, por lo cual él nos confirm aba en el cargo a todos y esperaba que lo acom pañáram os durante el tiem po en que iba a seguir gobernando. Nos inform aba que había asum ido la Presi­ dencia, retirando del cargo al doctor U rdaneta, porque U rdaneta se había negado a aplicar las sanciones al general Rojas Pinilla. Ya aparece Rojas com o responsable de las torturas hechas al señor Echavarría. Y contó a su m anera —que era la misma de los hijos— la cosa del señor Echavarría, su enferm edad m ental, la responsabilidad de los m ilitares, la ineficacia de la investigación, que no iría a term inar en nada; que él había dado a U rdaneta un plazo de tres días p a ra que se cum pliera la investigación y la sanción y que U rdaneta le había inform ado que no se había term inado todavía la investigación y que estaba todavía recibien­ do testim onio y que entonces él no podía perm itir en nom bre de la m oral, que era la bandera del partido del gobierno, que se consu­ m ara esa iniquidad y que com o el responsable de todo era el general Rojas Pinilla, se le debía sancionar y la sanción más fácil sería llam arlo a calificar servicio, que se fuera a su casa. Se dirigió

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a mí y me dijo: “ Com o está confirm ado, prepare el decreto p ara llam ar a calificar servicio al general R ojas” . Yo me levanté y le contesté: “ Pero yo no puedo cum plir esa orden. La iniquidad sería eso, sancionar a Rojas que hasta ahora no aparece com o responsable. Supongam os, que sí son responsables los militares. Pero hasta ahora no aparece sino en boca de usted el enlace, el llam ado delito de tortu ra de Rojas. H abría lógica en que usted me dijera llame a calificar servicios a estos que aparecen por lo menos al frente del organism o donde se produjeron las torturas contra E chavarría” , Le aclaro que yo, cuando me dijeron lo de Echavarría, ordené que a este señor lo sacaran — era lo único que podía hacer— de los estrechos, incóm odos y mal olientes cuartos de prisión de la policía m ilitar y lo llevaran a la guarnición Presiden­ cial, donde a veces llevaban a detenidos de alguna im portancia. Le dije: “ No puedo cum plir la orden. Además yo no soy m inistro porque yo renuncié ante el doctor U rdaneta que fue el que me nom bró. Usted nos acaba de inform ar que ha destituido a U rdaneta. Pero sí aprovecho la oportunidad para decirle lo si­ guiente: Yo pertenezco a una generación que se levantó conside­ rándolo a usted un ídolo, teniéndole cariño y respeto casi de padre y cum pliría por eso sus órdenes. Pero en este caso com o pugna contra mi conciencia, como considero que se trataría de un verdadero delito de violar la C onstitución, yo no se las puedo cum plir por más afecto que le tengo. Y le voy a agregar, usted comete un delito contra la C onstitución, una trem enda injusticia que no aparece ligada al llam ado delito de to rtu ra y va a acabar con el gobierno. Porque mire usted la situación del país: el partido conservador dizque gobierna, pero contra el partido conservador está alzado el liberalism o todo, y ahora con lo que está pasando con el doctor O spina, a quien se le está persiguiendo” . Vino la pelea entre O spina y L aureano, porque Ospina quería la reelec­ ción y L aureano no. Pero Ospina decidió com enzar su cam paña en T unja y el gobierno y el m inistro de G obierno, Luis Ignacio A ndrade, ordena a la Policía que no perm itiera la salida de Bogotá a Ospina. El viejo salió y se fue a Tunja. Los militares que estaban allí, M anuel Agudelo que estaba allí, lo recibieron en el Batallón y lo agasajaron, los m ilitares lo querían. En ese m om ento le decía yo a Laureano: “ Tenemos al partido liberal totalm ente en contra, con guerrillas que no se están pudiendo contener; tenem os la

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m itad o gran parte del partido conservador, es decir al doctor Ospina Pérez y a sus seguidores y al doctor Alzate Avendaño y sus seguidores que tienen un diario, el Diario de Colombia, quien echa unos editoriales trem endos. ¿En qué se está apoyando ahora el gobierno? En las fuerzas militares. Y con esto que está intentando hacer usted, se va a echar a las fuerzas militares encima, aten tan ­ do contra el fuero m ilitar. A usted, Dios quiera que no, las Fuerzas A rm adas se le van a venir, a usted lo van a tum bar, así que recapacite. Yo le vuelvo a decir que no soy m inistro, yo ya renuncié, y no acepto” . El no me contestó, me dijo: “ De nuevo le digo, doctor Pabón, que vaya a hacer el decreto para llam ar a calificar servicio a Rojas” . Yo le dije: “ Mire doctor, no sigamos en esto, com o yo ya no soy m inistro y esto es un Consejo de Minis­ tros, me voy, buenas tardes” . Y me fui. U rdaneta estaba muy agripado y no se había podido ir para su casa, y se fue para las habitaciones privadas que tenía el Palacio de N ariño y fui a saludarlo y a contarle lo que acababa de pasar. Me invitó a alm orzar, alm orcé con él, después llegaron los que habían sido sus m inistros, menos Jorge Leyva, a acom pañarlo. E stando reunidos llegó alguien y dijo: “ El d o cto r Góm ez acaba de declarar que en la C onstituyente va a pedir el enjuiciam iento de U rdaneta y el suyo” . Todo eso ocurre la víspera del trece de junio. El doce se reunió preparatoriam ente la C onstituyente para escoger los candidatos a presidente de la misma. L aureano puso a sus amigos a trabajar por la presidencia de A ndrade, Ospina se presentó él mismo como candidato, tuvo m ayoría y eso anardeció a Laureano, porque el plan de L aureano era sacar su reform a, discutible o no discutible, estudiada, en fin, y com pletar con la presidencia del doctor A ndrade para term inar el período suyo. Después debía venir la candidatura de A lvaro, y los amigos de Laureano decían: “ La enferm edad no le ha perm itido gobernar a Laureano, es justo que venga la Presidencia de su hijo para que cum pla el program a que pensaba cum plir L aureano, de transform ación del país” . La ira de Laureano cuando se sintió derrotado fue trem enda. Y eso fue lo que lo llevó a asum ir la Presidencia, no el caso de Echavarría. Yo me atrevo a sostener eso. Porque siendo Laureano Presidente se presentó la detención de quienes m anejaban una em isora clan^ destina, G erm án Zea H ernández, G arcía H errera, Julio Ortiz

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M árquez y íos detuvo el detectivism o y al pobre G arcía H errera dizque le dieron una m uenda terrible. Al propio Laureano le llevaron la ropa ensangrentada de Alvaro G arcía por las torturas que le causaron los del detectivismo, en hechos cum plidos en el despacho del jefe del detectivismo. Y entonces no hubo ninguna reacción del Presidente. Así que uno tiene derecho a pensar que la reacción del trece de junio no fue por el caso de Echavarría...

¿Cómo se desarrollan tos acontecimientos del 13 de junio en la intimidad de Palacio? ¿Cuáles fueron los personajes gestores del golpe? — Me despedí de U rdaneta, de la familia U rdaneta, me fui para la casa y me vestí de sacoleva —en fotos que aparecen en el periódico yo estaba vestido así. Estaba en mi casa listo para sa­ lir hacia la E m bajada de E spaña, cuando llegó una especie de ca­ m ioneta del Ejército con tropa, se bajó un capitán, en mi casa estaba el doctor Luis Carlos Cañas, que había sido unos de los prim eros en ir cuando se supo lo que había pasado; vino a condolerse y a ofrecerse. Yo le dije a Luis cuando vi el camión; “ Parece que el juicio ya lo hicieron, que me vienen a llevar detenido” . Llamé a mi m ujer. Yo conocía al m ilitar, era paisano mío. Le dije a mi mujer: “ Me lleva el capitán Lemus G aviria al Batallón C aldas, no sé qué va a pasar” . Porque Lemus me dijo: “ Están reunidos los altos m andos militares en el Batallón Caldas, al general Rojas lo han traído y está presidiendo” . Llegué al Batallón Caldas y encontré a Jorge Leyva rodeado de militares, pálido: “ ¿Qué pasa? ¿Qué? ¿Está detenido?" —cuando yo salí el doctor G óm ez le dijo: “ Encárguese usted del m inisterio de G ue­ rra y haga el decreto” . Posesionado el m inistro del despacho de G uerra tenía que hacerse reconocer de las distintas unidades m ilitares. Jorge escogió la del Batallón Caldas que la com andaba el general Navas Pardo muy amigo de él y a quien Jorge le había hecho un poco de o bras para co m p letarel edificio del Batallón Caldas. Llegó y cuando pidió que lo reconocieran, lo detuvieron, lo desconocieron, lo encontré allí. H ablaba con un capitán que estaba borracho diciendo que lo iban a fusilar. Llegué donde 113 ESTRELLA ROJA khtlil.rojo.col@ gm ail.com

estaba Rojas y lo prim ero que hice después de saludarlo fue decirle: “ Hay que ponerle cuidado a lo que puede pasar, porque acabo de oír que quieren fusilar a Jo rg e ” . Rojas salió inm ediata­ m ente, dio órdenes para su protección especial. “ Bueno, me dice Rojas, te inform am os que las Fuerzas A rm adas en todo el país se han levantado, desconocen a Góm ez com o Presidente, piden que vuelva U rdaneta a la Presidencia y tú al M inisterio de G uerra. Te hemos m andado a buscar porque querem os que tú nos acom pa­ ñes a ir a Palacio y pedirle a U rdaneta que vuelva a asum ir el m ando” . Yo le dije: “ M uy bien, lo acom paño” . Yo estaba enarde­ cido con todo lo que había pasado. Y por lo que iba a pasar. Llegamos a Palacio, localizamos a U rdaneta y Rojas al frente de las Fuerzas A rm adas y los representantes de las distintas fuerzas, (A U rdaneta hacía poco le habían dado un banquete, en que Rojas llevó la palabra y le dijo sencillamente que gobernara sin presiones de ninguna clase, que las Fuerzas A rm adas lo respalda­ ban. Eso tam bién había calentado a Laureano). Así que le dijo Rojas: “ Venimos a confirm ar lo que le dije en el banquete de hom enaje de las Fuerzas A rm adas. Le dam os el com pleto respal­ do para que ejerza de nuevo sus funciones de Presidente” , U rda­ neta agradeció y dijo: “ No puedo encargarm e de nuevo de la Presidencia porque L aureano apenas se calme esto, aparece y me vuelve a destituir. De m odo que yo me encargaría de la Presiden­ cia, ante un docum ento firm ado por L aureano en que renuncie. Com o está reunida la C onstituyente o se va a reunir, que se pronuncie ante la C onstituyente” . A parecieron Luis Ignacio Andrade y el d o cto r O spina que eran m uy amigos de L aureano y dijeron que ellos creían, dado el patriotism o de Laureano y su am or por el p artido que renunciaría; que ellos se encargarían de ir a buscarlo y pedirle la renuncia. Y así fue pasando el tiempo; pasaron unas horas en conversaciones en que asum e o no asume. De pronto traían whisky del que usaba U rdaneta para sus recep­ ciones, no tom aron los m ilitares. Yo me tomé un whisky. Recuer­ do que Pacho Rojas E scarpeta, que después fue com andante de la Policía, me dijo: “T ú debes tener m ucha sed,.. Está bien tom arse un whisky, pero no vayas a tom ar más, porque caram ba, uno no sabe lo que pueda pasar aq u í” . Le dije: “ ¡Claro hom bre!” . Pero hubo tal cual m ilitar que tom ó más de lo debido y com enzaron a inquietarse. Yo entraba y salía, de p ro n to le oía a un capitán 114 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Benítez que decía: “ C arajo, si a mi general le faltan pantalones, aquí hay que buscar a otro tip o ” . Y un coronel, paisano mío que andaba en esas, se dirigió a mí y me dijo: “ D octor Pabón, ¡qué carajo! N osotros lo apoyam os si usted asum e el m ando” . Me fui donde Rojas y le dije: “ C arajo hay que to m ar m edidas. De pronto esto se desquicia y yo no sé qué va a pasar” , y me dijo: “ No, esperem os” . Y me fui y busqué a U rdaneta y le dije: “ Mire lo que está pasando, asum a” . El decía que no. Aparece A ndrade y todo el m undo, a ver la renuncia y dice: “ No lo encontré” . Resulta que L aureano se había ido a casa del consuegro, el papá de la m ujer de Alvaro G óm ez y dizque se había puesto a hacer pandeyucas. En esos días, un m édico, H ernando Roa M artínez, citaba un caso, tenía la especialidad de im itar, im itaba com edias, dram as clási­ cos, poesías y hacia cosas tam bién originales, com puso una cosa que llamó “ Balada del Pandeyuca” , que contaba la vaina. M ien­ tras el país estaba viviendo esta situación, L aureano estaba ha­ ciendo pandeyucas. Bueno, no se consiguió nada. C uando yo me doy cuenta que habían desaparecido Ospina y un poco de gente adversa. Es decir, a Palacio com enzaron a llegar O spina y un poco de gente adversa. Bueno, cuando me doy cuenta que Ospina y U rdaneta habían desaparecido. Entonces pregunto y me dijeron están allá encerrados en la oficina del secretario privado. Yo me fui a ese despacho que era de puerta corrediza, lo abrí —prim ero le había dicho a Rojas que estaba sentado a un lado de la presiden­ cia, de la mesa que está en el salón del Consejo de M inistros y le dije a Rojas, él estaba al lado de Alzate A vendaño y el doctor Francisco de Paula Pérez y el general Berrío M uñoz, ledije: “ Aquí no hay más rem edio sino que tú asum as el poder, si no va a haber el reinado de la anarquía” . A brí la puerta del despacho donde estaban reunidos el doctor Ospina y el doctor U rdaneta conver­ sando, les dije: "Vengo a com unicarles que el general Rojas acaba de asum ir la Presidencia de la República” . El docto r Ospina se levantó y con un acento muy m arcadam ente antioqueño me dijo: “ Pues ante los hechos cum plidos, no hay más rem edio en casos como éste, que aceptarlo” . Les dije: “ Me parece que ustedes deben ser los prim eros en hacerse presentes y ofrecerle respaldo” . Me los llevé a los dos, llegué al sitio donde estaba Rojas y lo sorprendí diciéndole: “ El doctor Ospina y el doctor U rdaneta vienen a ofrecerte el respaldo al saber que has asum ido la Presi­ 115 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

dencia” . Rojas si más no sabe qué hacer. El general Berrío M uñoz comenzó a aplaudir y aplaudió toda la gente y así quedó elegido Rojas, m uy dem ocráticam ente. Le ofrecen el respaldo, acepta ante la negativa de U rdaneta y la desaparición de L aureano. Me dice a mí que le prepare una alocución. Y comienza el diálogo en torn o de cóm o quedaría constituido el gabinete. Yo a ratos participaba y escribía la prim era alocución de Rojas que tiene el título de “ Paz, Justicia y L ibertad” . La cogió ya redactada Alzate y no le gustó. El dijo: .“ No me parece” . Yo le dije: “ Agregue, quite, ponga” . Pero en fin “ Ni quito, ni pongo” . La tom ó Francisco de Paula Pérez, un profesor de Derecho C onstitucional, y dijo: “ Está muy buena, lo que hace falta es una referencia a que Colom bia cum plirá su política internacional” . Eso fue puesto en el original de puño y letra po r el doctor Pérez. Configuración del gabinete, observación personal, ¿qué m inistro de G obierno? Rojas dijo: “ El m inistro de G obierno debe ser el doctor P abón” . El doctor Ospina: “ Me parece que debe serlo, porque el doctor Pabón hoy es el ídolo del Ejército, porque lo defendió en sus fueros. Se nota cóm o lo aplauden y me parece que lo indicado, es que quede de m inistro de G uerra. Adem ás así llegaron ustedes aquí pidiendo a U rdaneta al p oder” . Y otra vez el doctor Pabón... Yo dije: “ Mire yo no aspiro a ningún ministerio, lo que quiero es que el país se salve de esta situación. Si sirvo hasta para m anejar el ascensor sirvo o si no, m ejor por fuera. Por qué no o tro ” . Me dijo Rojas: “ Yo condiciono esto a que tú me aceptes un m inisterio” . Le dije: “ Bueno, si es necesario ío acepto” . M inistro de Relaciones — hace un m ovim iento el doctor Ospina y se saca un papelito. (Yo quise indagar por qué iba él preparado porque cada vez que se iba a nom brar un m inistro, m iraba el papelito). Bueno m iró el papelito. “ El doctor Evaristo Sourdís” . Pienso que seguram ente el general Rojas cuando estaba en el Batallón Caldas llamó a O spina y le contó ló que iba a hacer y Ospina que era un lince debió prever que fa cosa iba a term inar en golpe, y que él iba a influir. Seguram ente desde entonces hizo la listica. Lo cierto era que él llevaba una listica y la aprovechaba cuando se decía m inistro de tai. M inistro de Obras Públicas: se form ó un lío, que Santiago Góm ez Trujillo. En ese m om ento me llamó Rojas y dijo: “ Suspendam os esto” . Se molestó el doctor Ospina. Rojas me llam ó aparte y me dijo: “ Resulta que a G ilberto Alzate se le ha 116 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

m etido que él debe ser el m inistro de O bras pero yo no puedo nom brarlo m inistro de Obras porque me contradigo. Y siempre he sostenido que es un error nom brar políticos para el M inisterio de Obras; se deben nom brar es técnicos” . Rojas sí quería que quedara en el gabinete Alzate y me pidió que fuera a decirle a Alzate o a convencerlo más bien, que aceptara el M inisterio de Justicia. Alzate me dijo que no, que lo que él quería era ser m inistro de O bras, entre otras cosas, porque él tenía una gran docum entación de negociados que había hecho Jorge Leyva, el anterior m inistro de Obras. Y que quería deshacer todas las cosas malas que había hecho Jorge en su ministerio; que no aceptaba en form a alguna el M inisterio de Justicia. Se quedó por fuera Alzate. Esa misma noche, después de prom ulga­ do el gabinete, esa misma noche Alzate me dijo: “ H om bre he llegado a la conclusión de que he m etido la pata y he com etido un grave error. Yo he debido aceptar el m inisterio, me quedo sin poder. A hora no tengo más amigos en el gabinete que tú. Enton­ ces tú me vas a tener que ayudar para conseguir vainitas y cosas” . Hay un retrato de esa noche en el salón de recepción de Palacio donde fuim os a d a r después de la lectura de la proclam ita de Rojas y la constitución del gabinete, en que estoy yo ju n to a Alzate; él conversándom e y yo con mi sacoleva:, com o agachado y es cuando me está diciendo esto. Lucio Pabón Núñez

— En la tarde del 13 de junio el teniente general Rojas Pinilla y con él los m ás destacados jefes oficiales de las Fuerzas Arm adas, me instaron p ara que reasum iera el m ando y me ofrecieron su más com pleto y eficaz apoyo; pero es el caso que desde las diez de la m añana cuando me negué a destituir a Rojas y cuando en tal virtud el presidente titular Laureano Góm ez reasum ió el poder, yo no era sino un simple ciudadano, sin título alguno para gober­ nar en ese m om ento. Adem ás en form a muy neta había declarado al doctor G óm ez que yo no volvería a ejercer la Presidencia a m enos que él renunciara, y si ante el m ovim iento m ilitar, hubiera tom ado otra actitud a la que tom é, no cabe duda de que el doctor Góm ez hubiera continuado ejerciendo actos de gobierno, caso en el cual yo no habría tenido más disyuntiva que acatar su jurisdic117 ESTRELLA ROJA [email protected]

ción o proceder contra la persona del doctor G óm ez, lo cual por razones obvias yo no debía ni quería hacer. Estoy seguro de que en la form a que obré cumplí con mi deber; tengo la conciencia tranquila y creo haberm e hecho digno de la confianza de todo el país. Roberto Urdaneta Arbeláez

¿Desde cuándo y por qué motivo el Ejército asume la función de mantener el orden público, dejando a un lado su carácter fundamen­ tal de defensor de la soberanía? — Desde los orígenes mismos de la República el Ejército de Colom bia, com o todos los del m undo donde existan perturbacio­ nes internas que am enacen los ordenam ientos establecidos, sean estos m alos o buenos, ha contribuido al sostenim iento de las instituciones, ante los avatares de la política inestable y cam bian­ te, que en el siglo pasado cobró form a de rebeliones perm anentes y en éste de lucha guerrillera, violencia, perturbaciones variables. La C onstitución N acional en su artículo 165 establece una misión dual para la Fuerza Pública al fijar el servicio m ilitar obligatorio “para defender la independencia nacional y las institu­ ciones patrias", La independencia nacional no solam ente puede verse am enazada po r una agresión externa, cada día menos pro ­ bable aunque tam poco se puede descartar —dadas las aspiracio­ nes territoriales de otros países sobre nuestro patrim onio históri­ co— sino p o r agresión encubierta desde dentro, inspirada y alim entada desde el exterior para situar el país dentro de una órbita política y económ ica dom inante. Tan solo se ha cam biado la form a de la agresión, no su propósito. Form a que no vacilo en calificar com o Guerra Vertical po r cuanto insurge desde la base y asciende hacia la cúpula del poder com prom etiendo o buscando com prom eter m asas sustanciales del país agredido, en co n trap o ­ sición con la Guerra Horizontal, choque de form as convenciona­ les entre ejército de naciones distintas para ver destruirse recípro­ camente. No se ha dejado de lado la misión de m antener la independen­ cia y soberanía nacional. Simplemente se ha atendido con criterio

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prioritario la más visible y evidente de las am enazas contra el ser nacional. ¿Esta función de defensor del orden público convierte al Ejército en un factor de poder? ¿ Y a medida que confunde su influencia con las instituciones civiles, comparte o asume el poder con éstas? ¿Cuál ha sido ese proceso? ¿Por qué, entonces, se gesta el golpe militar de Rojas Pinilla? — La pregunta es larga, compleja y requiere respuestas compartim entadas. Para ordenarlas m ejor les daré clasificación ordi­ nal así: a) El Ejército es en sí un factor de poder. No es que determ ina­ das circunstancias, com o la salvaguarda del orden público, lo conviertan en tal. Es factor de poder porque tiene organización, arm as, capacidad de influencia. Poder en una palabra. Lo que interesa es el uso que se le dé a ese poder y la form a como se entienda. En Suram érica, H ispanoam érica mejor, es factor de poder político en la m ayor parte de los países, porque así se concibe y utiliza dentro de un dram ático vacío de poder institu­ cional que los militares han llenado atávicam ente confundiendo su verdadera misión, que no es gobernar sino contribuir a crear la estabilidad necesaria para que se gobierne por quienes los pueblos elijan para hacerlo, dentro de una figura dem ocrática poco logra­ da en estos países, aquejados de lo que podríam os llam ar fragili­ dad republicana. H an querido ser dem ocracias sin prepararse para serlo, cayendo en el círculo vicioso de carecer de partidos fuertes, institucionalizados, con ideologías definidas, porque los ejércitos no han perm itido su surgim iento en razón de sus conti­ nuas intrusiones en la política y, al no tenerlos, propiciar por debilidad e incom petencia la intervención militar. b) No pienso que apoyar ¡as instituciones civiles confunda funcio­ nes, m ientras los organism os del poder público, de los cuales el Ejército es uno, m antengan respeto recíproco y claridad en la delim itación de sus esferas de acción. C om parte el poder, sí, y para ello no se requieren situaciones de emergencia. El poder nacional es uno: político, económ ico, m ilitar, tecnológico, hum a­ no, científico. La arm onía entre sus com ponentes es la suma de 119 ESTRELLA ROJA [email protected]

ese poder, com partido en ia m edida en que cada uno de éstos aporta un factor a la sum a total. Lo im portante es que no se superpongan esferas, ni se invadan, ni se interfieran, lo que en Colom bia se ha m antenido con raras excepciones. c) El golpe m ilitar de Rojas Pinilla, si es que así puede llamarse el colapso del régimen gobernante que le dio acceso al Golpe de Opinión, correspondió a una circunstancia explicada en parte dentro del análisis de la violencia que se presentó al comienzo de las presentes reflexiones. Un gobierno de partido, que hizo de la autoridad instrum ento de imposición política, frente a una con­ traparte que no se resignaba ni a perder el poder ni a someterse a la férula de su adversario, hizo de las arm as de la República parte esencial de esa m anera de entender el Principio de Autoridad. El resultado global fue la violencia. El efecto político, la disolución de la autoridad que hizo posible con un simple acto de presencia m ilitar, sustituir un gobierno que dejaba de serlo, por otro recibi­ do como fórm ula de salvación nacional y aceptado por los dos partidos en guerra civil no declarada pero brutal e interminable. General Alvaro Valencia Tovar

EL CONGRESO GUERRILLERO, FRUSTRACION DE UNA ESPERANZA En los primeros días del mes de enero de 1953, en un comando instalado en la isla de Trapichóte, Eduardo Franco Isaza recibe una de las más dramáticas noticias de su vida. La escucha por boca de Eduardo Nossa: “que los Bautista fren te a las terribles invasiones sufridas en sus montañas que no quisieron abandonar jamás, habían hecho una especie de dictadura donde quien entraba a fila s no podía salir en adelante a otro comando, por temor de que alguien pudiera delatar sus secretos estratégicos; que debido al exceso de las contri­ buciones impuestas al pueblo combatiente, la férrea disciplina y su mucho dominio arbitrario, cuyos deseos era ley de vida o muerte, un 120 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

día el personal de tropa se sublevó y los había eliminado uno a uno. Una tarde, Pablo hizo fo rm a r su personal de tropa y delante de iodos azotó y ultrajó gravemente de palabra a un altivo guerrillero, entonces el hombre humillado, fuera de sí tomó su fu sil y le rompió a Pablo el pecho de un tiro. Todos los guerrilleros hicieron causa común con el ofendido y temerosos de que se desatara una guerra entre comandos, resolvieron sumariamente que murieran los ti­ ranos, que eran los menos y se salvara la revolución. Así, todos en masa, marchan a través de las sierras, llegan al comando de Manuel, le explican a la tropa los hechos y fusilan al segundo Bautista. De allí siguieron al gran comando de Tulio a quien todos veneraban y temían, el cual ya sabía el objetivo de la visita y rechazando el ofrecimiento de su propia tropa que quería pelear por él, les salió al encuentro como todo un varón y les dijo con fiereza, que si ya no servía, bueno fuera para él que ¡o mataran de frente... sonó un disparo que le rompió la cabeza y cayó el gran hombre, el más valiente de los guerrilleros, el capitán Tulio Bautista” (Franco Isaza2, 1959:308). Esta noticia y otros acontecimientos cambiarían lafisonom ía a la lucha guerrillera en los Llanos. El mismo Franco Isaza, el 25 de enero de 1953, firm a una circular, dirigida a los distintos comandan­ tes, en la cual expone claramente lo siguiente; “de no modificarse el sistema anárquico de dirección y planeamiento que impera, el movi­ miento revolucionario de los Llanos no pasará de ser un episodio trágico de bandas armadas en la historia de las siempre traicionadas revoluciones colombianas. Cuarto: Es necesario propiciar al adveni­ miento y creación del Comando Supremo de la Revolución ” (Franco Isaza1, 1959: 309). Con la m uerte de los Bautista, queda en la guerrilla un vacío de dirección que suple Guadalupe Salcedo, por su capacidad de comba-, tiente y por la capacidad de dirección de su pueblo. Guadalupe se ha convertido en hombre necesario. Su astucia lo lleva a importantes victorias militares. El ataque a Orocué, en junio de 1952; un mes después, su impresionante acción en El Turpial. Acciones que con­ mueven los cimientos del gobierno de Urdaneta Arbeláez. Es Guadas tupe hombre de decisiones. Ya se le llama a resolver los conflictos internos de los comandos. Por ello recoge la gente dispersa de los comandos de los Bautista. Y las gentes de Guadalupe rompen en la práctica la camisa defuerza que significan los límites operacionales. 121 ESTRELLA ROJA [email protected]

Ya Guadalupe extiende su influencia sobre los márgenes del rio Ariari. Guadalupe es unificador de muchas ansias. A finales del año 52 aparece en los Llanos un importante persona­ je. Un hombre flaco, alto, blanco, de sobresaliente calva y de ojos claros, de mirada escrutadora. Es abogado de profesión. En Bogotá trata a su clientela a patadas, sobre todo cuando le proponen negocios turbios. Es un liberal de los mandos medios, que de una u otra manera ha tenido que ver en la ciudad con la organización de la solidaridad con las guerrillas de ¡os Llanos. Un día deja Bogotá y decide meter toda su humanidad en las planicies, en su cabeza lleva la idea que no tuvo el tiempo suficiente para madurar, de otra fo rm a habría influido definitivamente en la propia concepción de una lucha que evidenciaba la necesidad de una dirección más capaz en sus lineamientos hacia el futuro.

La llegada de Alvear Restrepo a los Llanos — Fue entonces, en ios prim eros días de diciem bre de 1952, cuando entró al Llano, po r C um aral, el doctor Alvear, antioqueño. Era un dirigente intelectual com o lo necesitábam os. Se hace amigo de M acías López, conservador y se le presenta com o un espía del gobierno y que necesita infiltrarse en las guerrillas. Lo persuade y se hace llevar a un rancho de G uacavía, donde vienen los guerrilleros a recibir provisiones del intercam bio comercial que sostienen con M acías López. Allí lo recogen y se va para el cam pam ento de los Parras en el Hum ea. Fue el guerrillero Hurrfberto Lugo quien lo analizó prim ero y supo apreciar su capacidad intelectual, había sido secretario en la. OEA del d o cto r A ntonio José Restrepo. El nuevo jefe del com an­ do A lvaro Parra, dudaba m ucho si era un com unista o un godo disfrazado y quería elim inarlo. Lo salvó Lugo porque le probó al com andante Parra que era un liberal de buena fe y muy capaz, que podría ser en adelante un verdadero orientador de la guerrilla. Le dieron cam a y buen tra to y em pezaron a inform arle de la m uerte

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de los B autistas, que fue cosa terriblem ente grave de la descoordi­ nación entre los frentes, de la anarquía de la población y de la falta de intelectuales capaces de orientar el m ovim iento con un punto de mira. Un día se entera de que yo, Carlos Neira, secretario de los B autistas, y otros com pañeros habíam os escapado de ser asesina­ dos, y que acam pábam os en las m ontañas del río T úa. Allá llegó una m añana con su amigo H um berto Lugo. Estuvo dos días allí analizando to d a la situación, a la luz del abandono de la dirigen­ cia intelectual nacional y los problem as existentes en los frentes del Llano. Fue así com o el doctor Alvear Restrepo llegó a todas las guerrillas del Llano a organizarías, a ponerles cabeza al m ovi­ m iento revolucionario, a organizado con su estado m ayor y su com andante suprem o. Porque adem ás, tam bién peligraba la p a ­ tria, puesto que el gobierno venezolano de Pérez Jim énez quería pescar en río revuelto, valiéndose de más de cien mil em igrados que se refugiaron en la frontera y ofreciendo apoyo a las guerri­ llas, a cam bio de la com isaria de A rauca. Así que el doctor Alvear se recorrió to d o el Llano, visitando com ando p o r com ando de la revolución, desafiando los peligros de la naturaleza, p ara él desconocidos (ni siquiera sabía nadar) y desplazándose po r en m edio de los cientos de grupos y puestos militares que hacían a su antojo en la llanura. Tam bién llegaron correos de la frontera, de los com andantes Eduardo Franco, Eduardo N ossa y Daniel M artínez planteando tam bién la necesi­ dad de organizar el m ovim iento. Se convocó a un Congreso Nacional Revolucionario, que se citó para el 10 de junio de 1953 en el hato de los Trom pillos, que cuidaba con esmero el teniente Jorge G onzález Olm os, quien se negó a asistir al Congreso. Por esa razón se cam bió a T arqui y luego se deliberó en la Perdida (río Túa), con 226 representantes del Llano y de otros departam entos en guerra. * Ese día 10 de ju nio llegó la aviación muy nutrida y bom bardea­ ron el H ato los Trom pillos, am etrallaron un hatajo de bestias que se hallaba encerrado en los corrales y que creían que eran las caballerías de los congresistas. M ataron a la cocinera del hato y G onzález O lm os se favoreció encharcado en el caño el G üira, com o si fuera una d a n ta m añosa. Carlos Neira Rodríguez ESTRELLA ROJA [email protected]

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¿Cómo se desarrollan las deliberaciones del Congreso Guerrillero? ¿Cuáles son los temas tratados y cuálesfueron las conclusiones más importantes? —Se instala el Congreso. Fue nom brada la mesa directiva. Com o presidente del debate, Alvear Restrepo, vicepresidente, C arlos Neira Rodríguez y secretario, Carlos Paredes. Alvear Restrepo era un señor blanco, cerrado de barba, ojos azules, regular estatura. El decía que conociendo las luchas que se esta­ ban librando en los Llanos, el Llano necesitaba de un organism o especial que unificara todas las fuerzas, y que no sucediera como estaba sucediendo, que cada com ando quería ser independiente, dividido por líneas divisorias geográficas, que esto no era justo en una lucha. Y que por esto había propuesto la idea de este Congre­ so, para que en él se plantearan las form as dé lucha y se unificaran los m étodos y que surgiera una dirección única que dirigiera la lucha llanera. Las deliberaciones com enzaron con la discusión del proyecto que presentó Alvear Restrepo, ya en algunos puntos acordados con Carlos Paredes y A lvaro Parra. Que yo me alcance a recordar, la unidad total del m ovim iento, que esta unidad estuviera som eti­ da a una dirección. O tro punto, term inada la pena de m uerte para cualquiera de los casos en los com andos, excepto la traición y la delación al enemigo. T erm inar con los límites que dividían los com andos, com o tam bién planificar el control financiero que llegara a una sola contabilidad. A brir el contacto con todos los frentes guerrilleros del país; abrir el comercio con el interior del país; que se organizaran negociaciones y si fuera posible con Venezuela; que se term inaran las diferencias entre población civil y guerrilleros; que a todo se le diera el nom bre de “ Zona G uerri­ llera” , “ Población G uerrillera” ; que la población que denom iná­ bam os civil tuviera una organización con autoridad por medio de comisarios; que los límites de las zonas que se encontraban bajo la influencia del enemigo, eran frentes que había que conquistar y generalizar p a ra avanzar hacia afuera. Sobre la estructura m ilitar de la guerrilla, que se desarrollara en una form a lo más com pleta posible y que se term inara con los m étodos usados po r el Ejército, com o el mal tra to con los soldados o guerrilleros, que fuera rígida, pero dentro de un espíritu de com pañerism o; que en eso se 124

distinguieran los com andantes guerrilleros o instructores m ilita­ res de los com andantes del Ejército de Colom bia, en e! m odo de tra ta r los oficiales y sub-oficiales a los soldados. Que la econom ía fuera en labor de trabajo y am pliada p o r la población; que existiera una ley civil que castigara los delitos de la población civil, y los delitos de la tropa fueran castigados dentro de la justicia guerrillera. En este Congreso no se planteó el problem a de la tierra porque aquí en los Llanos, en ese entonces no había ese problem a. La m ayor parte de la tierra eran baldíos. Todo el m undo podía trab ajar donde quisiera y el que trabajara e hiciera su fundo era su dueño m ás adelante. En la intervención de G uadalupe sobre estos puntos, dijo estar de acuerdo en todo su conjunto, especialm ente en la cuestión de la unidad y una dirección autónom a con representación de todos los frentes guerrilleros, al cual se le daría el nom bre de Estado G eneral; que la unidad no solam ente debía plantearse en los Llanos, sino buscar el contacto generalizado en todo el país con todos los frentes guerrilleros que existían. Los Fonsecas interpe­ laron a G uadalupe, p a ra decirle que en el país había guerrilleros com unistas y guerrilleros liberales. Y G uadalupe fue enfático en decir: “ No im porta, porque tanto revolucionarios som os noso­ tros com o lo son los com unistas, si están enfrentándose a un enemigo com ún que es el enemigo com ún de n osotros” . Más adelante G uadalupe dijo que no conocía las ideas de los com unis­ tas. Pero que él apreciaba que tanto guerrilleros eran los com unis­ tas com o eran guerrilleros los llaneros, Y que él deseaba convo­ car, tener charlas y conocer sus experiencias para así m ism o tener un concepto. Los Fonsecas dijeron: “ La unidad interna en el Llano es posible y será beneficiosa, pero nos pueden dividir algunos problem as que-rxisten, porque hay divergencias, han existido divergencias” . Pero que llevándolo a estudio, si se lograba retirar esos problem as que nos dividían, sería una cosa grande. Pero el problem a sería form ar o hacer parte del Estado M ayor. Que eso sería im portante, pero que debía llegar el m om ento de una discusión profunda, porque ellos querían que se aclarara, ante todo, la m uerte de los herm anos Bautista, p a ra que el Congreso tuviera conocim iento de los hechos. No estaban de acuerdo con la autonom ía de la población civil, porque los que debían m andar absolutam ente ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

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eran los com andantes en cada zona. Y que esto les olía a com unis­ m o. E stolo decía E duardo Fonseca, aunque estaba de acuerdocon algunas de sus partes. A lvear Restrepo com o presidente de la mesa directiva, se p aró y dijo: “ Si esto huele a com unism o, explique en las partes, si es delito.,.” . N adie dijo nada. En ese m om ento, A lvaro P arra no recibió de buen grado las palabras de Eduardo Fonseca, p o r la sim patía y el trato que reconocía en Alvear Restrepo com o un com pañero capaz, que nos había traza­ do el cam ino de la unidad y el cam ino donde sí podíam os unificar­ nos. G uadalupe dijo sobre lo financiero: “ Es tan grande la llanu­ ra, que el C ongreso reglam ente todo el control de las entradas por donaciones, que el Congreso facultará la reunión del Estado M ayor para ir ventilando y unificando conceptos p a ra el regla­ m ento” . Pero que su concepto era una tesorería general, no im portando que no llegara el dinero. Pero las cuentas sí. Que eso tenía carácter de control; que él se acordaba del problem a con los dineros de la Revolución cuando se había ido Velásquez, y que hoy cargaban con esa fam a los guerrilleros, los que nada tuvieron que ver con esos hechos y hoy estaban al frente, Que las entradas financieras fueran com o antes, que siguieran el im puesto por la sacada del ganado y por el ganado que quedara en el hato. Y que este Congreso autorizara para cuando hubiera condiciones, cons­ tituir una m oneda respaldada por el ganado del Llano y abrir el comercio con los distintos sectores del país, con Venezuela y con los demás países lim ítrofes a nuestra República. La abolición de la pena de m uerte fue ap robada po r unanim i­ dad. Pero sí se debía aplicar a los delatores, a los traidores a la causa. La vida de los prisioneros sería respetada. Los heridos que se cogían en com bate, serían curados con toda consideración; si se podían poner en m archa, que regresaran a sus sectores. Pero sí se pronunció enfáticam ente el Congreso contra el enemigo directo y responsable de estar nosotros en esta lucha; que eran im perdona­ bles esos jefes que com etían delitos de asesinar. Los Fonsecas insistían que fueran fusilados los responsables de la m uerte de ios Bautistas. Claro, la m ayoría de los delegados que íbam os de otros sectores, no conocíam os el problem a ni sabíam os quienes eran los culpables. Pero era posible que en el Congreso estuvieran algu­ nos de ellos. Fue enfático Alvear Restrepo en decir que no se podían aplicar las norm as dictadas por el Congreso, a casos 126 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

sucedidos con anterioridad. Que los justificara el Congreso, que lo justificara. Y el Congreso se definió por la constitución de la ley. Esta ley revolucionaria no se parecía a la ley del gobierno. Esta ley tenía el carácter de ley propia de la revolución. A quí en este punto fue cuando volvió a decir uno de los Fonsecas que esto era ni más ni menos que com unism o. En realidad, la gente de los Bautistas, como L aurentino Rodríguez, Carlos Roa y otros, en su ponencia dejaron en claro algunas cosas. Y responsabilizaron en realidad a los Bautistas. Porque la determ inación para elim inar a los Bautistas había sido tom ada po r la m ayoría de la tropa. G uadalupe insistía sobre la abolición de la pena de m uerte en la guerrilla, porque según él la causa de la m uerte de los herm anos Bautistas se debió a que ellos habían aplicado, sin justificación m uchas veces, la pena de muerte y después la tro p a se las aplicó a ellos. Tal vez hubo influencias de afuera y de otras tendencias dañinas internas. El Congreso en su conjunto no desconocía la lucha valerosa de los herm anos Bautis­ tas, el cariño que les tuvo siempre la población civil, sus luchas encarnizadas contra un enemigo atroz en la cordillera al que dom inaron, dejaron impresiones de heroísm o y valor. En m em o­ ria de los herm anos Bautistas fue acordado un m inuto de silencio. Y una com isión fue nom brada p o r el Congreso para darle el saludo de pésam e a la esposa del capitán Tulio Bautista. En este Congreso fue enfático Eduardo Fonseca en plantear el problem a de Aljure. Los abusos, los hechos com etidos po r Aljure contra los B autistas, com o con ellos. Y quese había ido llevándose unas arm as de ellos. Ellos proponían que Aljure no debía estar de com andante en un sector donde no estuviera directam ente con­ trolado por G uadalupe, porque acordándose que alguna vez ellos le habían tenido confianza y casi los hace fracasar a todos. Que no fuera más adelante se presentaran nuevos dolores de cabeza. Que precisam ente por eso, Aljure no había querido hacerse presente en este Congreso, porque le hubiera tocado presentar sus cuentas por los hechos com etidos en esta región. Yo, com o delegado de la com andancia en el A riari, para mí no fue muy grato los térm inos de los Fonsecas y de otros. Yo reproché algunas de sus partes. Yo explicaba la autonom ía que tenía en mi com ando. Pero que nos habíam os entendido con Aljure. Tuvimos varios encuentros con el Ejército y no habíam os 127 ESTRELLA ROJA [email protected]

tenido divergencias. Tal vez unas pocas, cuando él no nos conocía el espíritu y la form a de com batir. Pero llegamos al m om ento en que nos entendim os y com partim os todo, nos poníam os de acuer­ do. Yo m andaba y él estaba siempre de acuerdo. A mi m odo de ver, la gente del A riari lo quiere, lo querem os, nos querem os. Creo que él se ha regenerado y esperamos que así sea. Ya aprobados los puntos que se convertían en ley, los Fonsecas tuvieron un altercado con unos representantes del com ando de los Bautistas. D ijeron que Alvear Restrepo era un com unista, porque no se había podido llevar a cabo la investigación por la m uerte de los Bautistas, y se había cortado el castigo com o la pena de m uerte, Alvear Restrepo respondió y dijo: que se nom brara a un segundo para que dirigiera el debate y que se presentaba para que lo juzgara el Congreso, que buscaran qué delitos había en sus planteam ientos o reconocieran cuál había sido su labor de tra b a ­ jo , en qué form a había llegado a los Llanos, sacrificándose, peligrando de que lo hubiera m atado la chusm a goda o lo hubiera m atado la m ism a guerrilla; que el am biente de él, era el am or a una paz y a un entendim iento m utuo entre todos; que tal vez los herm anos Fonsecas lo interpretaran m al, pero que sería un beneficio p a ra todos, que aprovecharan su capacidad com bativa y sus deseos revolucionarios; que ellos' no habían interpretado correctam ente cuáles eran sus ideas y que estaba dispuesto a que lo juzgara el Congreso. Nadie se pronunció en contra. H ubo sí, o tra agudización de divergencias con L aurentino Rodríguez y otros que no recuerdo, po r causa de la m uerte de los Bautistas. En ese m om ento se iba a nom brar a quienes quedarían hacien­ do parte del E stado M ayor, y el nom bram iento de C om andante en Jefe de las G uerrillas de los Llanos. Sin decir palabras, ios Fonsecas se retiraron del Congreso. Pero dejaron en claro, por­ que ya habían oído ponencias que postulaban para jefe a G uada­ lupe Salcedo, dijeron que si lo nom braban, ellos estaban de acuerdo y colaborarían con él. De lo contrario, no estarían de acuerdo. Por unanim idad fue acordado C om andante en Jefe de las G uerrillas del Llano, G uadalupe Salcedo Unda. Palmas y vivas. Ya nom brado G uadalupe jefe de las G uerrillas de los Llanos, se paró y dijo m uy em ocionado: “ Recibo con cariño la confianza que han tenido en mí y acepto en cum plim iento de mi deber com o 128 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

revolucionario, aunque incapaz en e! sentido intelectual. Pero com pañeros, si ustedes todos me acom pañan y llevamos a cabalidad el desarrollar y cum plir estas determ inaciones del Congreso, el triunfo será de todos. Yo bregaré hasta lo últim o, hasta la m uerte, ser fiel a ustedes, teniendo en cuenta que los iniciadores de esta lucha, de los que la com enzaron, hoy hay muy pocos. De la Dirección Liberal no volvimos a saber nada. No sabem os si será po r influencia del enemigo, pero más o menos ha habido una traición. N uestra com andancia, nuestro Estado M ayor, será la que va a dirigir esta lucha. Pero yo, convencido de toda mi responsabilidad, siento, me da pesar que los Fonsecas se hayan retirado. Porque para mí esto ha sido una gran experiencia. Pero eso sí, debemos estim ar a este viejo cabecipelado, Alvear, que estuvimos de acuerdo con él cuando llegó y nos ha llevado hasta aquí, donde nos encontram os hoy unidos. Cum pliré con ustedes hasta el final de nuestra lucha” . Ya term inado el Congreso, me fue encom endada la tarea para traer unas cartas firm adas por el Congreso hasta tener contacto con Juan de la C ruz Varela, por los lados del Tolim a, para inform arle de las determ inaciones del Congreso, y la necesidad del contacto con los dem ás grupos. Así Juan de la Cruz Varela haría otros enlaces y les plantearía las conclusiones que habían determ inado en preparar las condiciones para un nuevo Congre­ so, donde ya tuvieran representación todas las agrupaciones gue­ rrilleras. Salimos rum bo a nuestros com andos. De cam ino nos sorpren­ de la aviación, que venía en picada, botando sal al ganado. Más adelante habían regado una cantidad de hojas volantes anuncian­ do ei golpe de Rojas Pinilla, que había tom ado el poder. Era el 18 de junio de 1953. Plinio Murillo (Capitán Veneno)

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HISTORIA DE UNA ENTREGA INCONDICIONAL Unos 3.540 guerrilleros de los Llanos se entregan entre agosto y septiembre de 1953, En el país el total sube a 6.500. Es decir, tres meses después del golpe m ilitar de Rojas Pinilla. En tan corto tiempo se consiguió lo que no había sido posible con la confrontación militar. La sola cifra induce a muchas preguntas. Y en el caso de los Llanos, ¿cómo fu e posible desmovilizar en tan pocos meses el aparataje de conclusiones emanadas del Congreso Guerrillero? H ay una respuesta dramática a tal pregunta. El Congreso Guerri­ llero no previo la nueva situación. Se tomaron determinaciones relacionadas con el accionar inmediato del movimiento, sin hacer consideraciones de tipo político a nivel nacional. Se previeron nor­ m as de conducta para tiempos de guerra. Cambios tácticos. Se amplió el radio operacional. El Congreso había sido el comienzo de un acto de independencia organizativa de cómo actuar sin esperar órdenes, ni tampoco esperar la tan prometida ayuda de armas que desde la ciudad enviaría la Dirección Nacional. Se le dio ai movi­ miento una organización logística. Y lo más importante, se acaba­ ron aunque por pocos días, las actitudes aislacionistas para darle cabida a una visión más nacional a la lucha guerrillera. Pero el Congreso no resolvió el principal problema: la sujeción ideológica de la guerrilla con el partido liberal. En el plano estratégico, la guerrilla llanera estaba de hecho amordazada a los planes políticos de la Dirección Nacional Liberal. Podían deliberar en cuestiones de menor cuantía. Mas sus objetivos ya estaban determinados por una dirección, que previo mejores resultados con el golpe militar que con el desarrollo de una contienda que ellos mismos crearon. ¿Y la propia comandancia guerrillera acaso no luchaba a nombre de las gloriosas banderas liberales? Conscientemente se situaba en el te­ rreno de esa sujeción ideológica. El partido liberal subsistió porque no era instrumento. En cambio la guerrilla sucumbió. Existe un documento esclarecedor, en el cual se ordena la desmo­ vilización de la guerrilla. Fue suscrito por los directores del libe ralism oD arío Echandía, Carlos A rango Vélez, Abelardo Forero Benavides, Rafael Parga Cortés y otros, en los primeros días de septiembre de 1953: " Deseamos declarar en esta ocasión a nuestros copartida130 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

rios liberales (...) que la política de nuestro partido ha sido y seguirá siendo la de prestar un positivo y vigoroso apoyo a la pacificación del país, mediante un continuo esfuerzo para que cesen las guerrillas y grupos alzados y para que se haga efectiva la convivencia entre los colombianos. En consecuencia (...) rechazamos como inmoral y profundamente pernicioso para la nación y para el partido cualquier acto tendiente a poner obstáculos a la labor pacificadora de las Fuerzas Arm adas...”. Rojas Pinilla había desplegado desde el comienzo de su gobierno, una intensa campaña dirigida a los alzados en armas, haciendo hincapié en su política de concordia y paz. Había en el país un sentimiento profundo que anhelaba acabar con la violencia y quería transitar por los caminos de la pacificación. Y ese fu e el gran acierto de Rojas. Circuló por esos días un documento firm ado por el general Duarte Blum, dirigido a jefes de la Armada, Fuerza Aérea y Ejército, fechado el 19 de junio de 1953, que anunciaba a “todos los individuos que en una u otra fo rm a se hayan comprometido en hechos subversi­ vos contra el orden público y que se presenten voluntariamente ante las autoridades haciendo entrega de sus armas, los dejen en comple­ ta libertad, les protejan la vida, les ayuden a reiniáar sus actividades de trabajo” (Diario de Colombia, Bogotá: junio 20 de 1953). Y efectivamente la nueva política pacificadora abrió las puertas de los pueblos. Los primeros enmontados que salieron se encontra­ ron con la sorpresa de enfrentarse a militares de buenas maneras, que no disparaban, que hablaban de paz, de justicia y libertad. Y esta actitud surtió sus efectos inmediatos en la población civil que vivía en condiciones infrahumanas en los comandos. Gentes que habían perdido noción de los pueblos. Las mujeres y los niños que al comienzo fueron enviados por los comandos a sondear la situación, recibieron drogas, comida y ropa para sus cuerpos. Y los militares encontraron gran apoyo en los ganaderos. Para los dueños de hatos este interregno significaba volver al comercio normal del ganado. Las inmensas llanuras eran tierra muerta para los negocios, por los retenes, por los continuos bombardeos, por la existencia de la guerrilla, por el bloqueo económico. Y los ganaderos liberales entraron en la danza de las promesas, hicieron lo posible para servir de intermediarios en las gestiones que se avecinaban.

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Primeros contactos. La muerte de Alvear Restrepo —(...) En Puerto López, el cojo L aurentino Rodríguez, com ­ prom etido en el asesinato de los herm anos Bautistas, y G onzález Olmos, quien se negó a asistir al Congreso, y C am po Elias Ruiz tom an la iniciativa y se van a Sabanalarga a convencer a G u ad a­ lupe Salcedo, al recién nom brado C om andante G eneral, a que vaya con ellos a Puerto López a entrevistarse con el coronel Olivo Torres M ojica, com andante del Batallón Vargas 21 de A piay. Al fin acepta G uadalupe. E ntran al batallón y son muy bien atendidos por el Ejército. H ay derroche de trago, brandy y whisky. Sin consultarle a nadie, G uadalupe se com prom ete a entregar las arm as sin más. Llega la noticia a sus tropas guerrilleras que se dispersan dejando las arm as con un cuidandero, en un rancho en la Angelereña. Nues­ tro jefe m áxim o seguía derrochando presencia en los puestos militares y los m ilitares que se habían enriquecido m oviendo ganados, derrochaban licores por todas partes. Los herm anos Fonseca, que se habían retirado violentam ente del Congreso, ahora procedían con audacia para organizar la entrega incondi­ cional y fraccionada de las guerrillas. Ante tal anarquía y desconcierto, yo com o vicepresidente del Congreso Revolucionario y com o secretario de las guerrillas de los herm anos B autista y com o com batiente de esas guerrillas form adas bajo el m ando de Tullo Bautista y en Sabanalarga y A guaclara, sin consultarle a nadie, procedí por la gravedad de las circunstancias y el derecho que me asistía, a escribir al periódico El Tiempo, al com andante del Batallón Vargas 21 y ai General G ustavo Rojas Pinilla, p ara com unicarles que si había voluntad p ara hacer la paz y norm alizar la República, en las filas revolucio­ narias había m otivos y suficiente patriotism o p a ra hacerlo, preci­ sam ente porque no éram os simples bandoleros com o nos venía tildando toda la prensa. (...) L lam aron por radio a la base de Apiay y pronto el corori,el «Torres Mojica se hizo presente en Puerto López. Leyó la de él y parece que las otras no las rem itió a su destino porque él quería 132

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capitalizarse solo el h onor de haber iniciado’las gestiones de paz con los bravos llaneros y adem ás hacerla a su acom odo con sentido de engaño y m ala intención, fiel com o era todavía a su partido conservador. Viajé luego al cam pam ento del alm acén en Iguaro, al pie del cerro. Allí me encontré con el doctor Alvear Restrepo, m ientras que G uadalupe Salcedo, G onzález Olmos, Cam po Elias Ruiz, el cojo L aurentino Rodríguez ya estaban negociando verbalmente la paz... Ellos se hicieron trasladar a M onterrey en un Douglas de la Fuerza Aérea. Desde allí nos m andaron llam ar al almacén donde nos encontrábam os con el doctor Alvear Restrepo y cien hom bres arm ados con fusiles. Llegamos a M onterrey y salió a recibirnos el com andante del puesto, el sargento Caicedo, el mismo que com andaba el Puesto M ilitar de C año A renoso en la vía San Luis de G aceno y que los tres grupos de los herm anos Bautista habíam os atacado el 5 de agosto de 1952, con poco éxito para nosotros. E ntrando al puesto el doctor Alvear increpaba al Ejército de traidor y de falso al gobierno m ilitar. El doctor Alvear no quería la paz, la consideraba com o una traición, como un engaño para poder m atar más fácil a los jefes liberales. (...) Salimos del puesto m ilitar de M onterrey, volvimos a! alm a­ cén, donde hoy es Villacarola, caserío fundado en honor a la esposa del general Rojas. Allí nos reunim os a deliberar muchos jefes guerrilleros, bajo la dirección del doctor Alvear Restrepo, sobre cóm o se debía hacer la paz y si se entregaban las arm as o no. El doctor sostiene que las arm as no se deben entregar porque sería una traición al partido liberal, puesto que era seguro de que los godos no cum plirían ningún pacto como ya estaba probado y m enos estando Pabón Núñez, exm inistro de G uerra, de por me­ dio. Yo me acordaba de la paz grande del doctor López Pum arejo, firm ada y bien pactada con plenipotenciarios internacionales, com o testigos. En esas andanzas y conversaciones andaban las guerrillas po r el Llano. G uadalupe Salcedo y yo, Carlos Neira, acom pañados por militares resolvim os recorrer todos los com andos, uno po r uno, para realizar consultas. Volamos a la Angelereña, a las Delicias, a Orocué, a las Bocas del Tom o, a Tam e, a A rauca, a San M artín. Todos los chusm eros estaban de acuerdo en hacer la paz y entregar las arm as; pero a la hora de recoger las conclusio­ 133 ESTRELLA ROJA [email protected]

nes nos faltaba nuestro dirigente intelectual: al doctor Alvear JJfisttepoTo habían ahogado o lo habían deiado ahogar en el rio G uayuriba, cuando iban a Puerto López a sacar unas copias de la ley revolucionaria. Lo cierto es que desde hacía rato el coronel Torres M ojica venía sugiriendo que le entregáram os am arrado al doctor Alvear para m eterlo a Sibaté o enjuiciarlo. El m ayor de m arina M illán puso una lancha a buscarlo y encontraron su cadáver enredado en un caram ero de m adera. En M arayal se le dio sepultura como a un simple soldado. Alvaro P arra fue el único jefe guerrillero presente que lloró su desaparición para desgracia del pueblo colom biano. Carlos Neira Rodríguez

—En la entrevista que tuve con el coronel Olivo Torres, me dijo: —Hem os elim inado el obstáculo que se presentaba para la entrega de arm as. Yo le pregunté: ¿Y cuál era ese obstáculo? Me dijo: —Alvear Restrepo, aquel que fue el iniciador del Congreso Guerrillero. Alvear Restrepo decía que si se iba a realizar la entrega de la guerrilla, siem pre se debían aplicar las conclusiones acordadas en ei Congreso. Que si era necesaria la entrega, más necesario era reservar las arm as, que serian las que iban a hacer cum plir los acuerdos con el gobierno. Porque sin arm as ¿quién haría cum plir los acuerdos? Plinio Murillo (Capitán Veneno)

—H abía en el com ando de Alvaro Parra, un señor que tratab a de oponerse a la entrega. Que insistía sobrem anera que no se entregaran las arm as. Porque no creía en las prom esas del gobier­ no de Rojas Pinilla. Conocía a Rojas desde la m asacre de la casa liberal de Cali... Para realizar la entrega se debió a la m isteriosa m uerte de ese señor que se llam aba Alvear Restrepo. Eso dicen los que iban con él en la canoa esa noche que navegaban por el río M eta... Iban con él H um berto Paredes y Alvaro Parra. En la orilla

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del río se encontraban algunas personas a esas horas de la noche frente al puenteadiadero. Y en el m om ento que accidentaron la m uerte de él, al voltear la canoa, y cuando se dio cuenta que era una m uerte prem editada y les conoció la traición, les gritó: “ Por qué me traicionan, por qué no me salvan, hijueputas, por qué me traicionan...” . Los otros lograron salir. Se salvaron. El fracasó. La noticia la pudim os conocer algunos po r los com pañeros que estaban despiertos y oyeron los lam entos de ese señor... Así fue que poco después llegó a nuestro com ando la orden del com an­ dante A lvaro Parra para que organizáram os la entrega. Pedro Guevara

— El golpe de Rojas nos cerró todas las puertas, en el preciso m om ento en que estábam os en condiciones de lograr las negocia­ ciones que nos iban a llevar a conseguir el arm am ento que tanto necesitábam os. Y se produce cuando la guerrilla llanera se estaba transform ando en un m ovim iento político revolucionario, con una dirección m ás coherente y más consecuente. Fue un golpe m aestro. La guerrilla fue sorprendida por el golpe m ilitar, que de inm ediato tiene pleno respaldo de la opinión pública nacional y com ienza en otro sentido, a m anejar la inform ación internacio­ nal, con noticias falsas. H asta tal punto que el diario El Nacional de C aracas, el 19 de j unió, publica noticias de Bogotá: “ Rojas Pini­ lla Presidente hasta 1954. La A sam blea Constituyente tom ando atribuciones de Senado de la República, declaró ‘Presidente constitucional’ al teniente G eneral Rojas Pinilla, po r el período que vencerá el 7 de agosto de 1954” ..., etc. Y más adelante dice: “ E duardo F ranco, uno de los principales de las partidas que desde hace cinco años han estado en una guerra sangrienta aun­ que no declarada co n tra el depuesto gobierno conservador, se presentó al Ejército, acogiéndose a las prom esas de clemencia del nuevo Presidente...” . Com o era lógico de esperar, nuestro C om ando envió una carta de rectificación a El Nacional, en la cual escribim os que “ la versión es totalm ente falsa y acusa irresponsabilidad y falta de tacto de los tan fam osos pacificadores m ilitares de mi patria, puesto que alteran la verdad y tendenciosam ente tergiversan la política que debe conducir a la legítima paz colom biana” . Plan­ ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

teábam os más adelante que “ las Fuerzas Revolucionarias Libera­ les y el pueblo colom biano, están listos a la am nistía dentro de térm inos semejantes a los siguientes: Prim ero: reconocim iento de nuestra personería política de partido en todo el país; Segundo: levantam iento del bloqueo a nuestras zonas guerrilleras y acuar­ telam iento de las Fuerzas A rm adas; Tercero: liquidación de los puestos-cam pos de concentración y toda presión sobre el pueblo; C uarto: libertad incondicional de presos políticos; Quinto: liber­ tad de prensa y radiofusión para defender nuestras posiciones de partido; Sexto: tratar directam ente con el C om ando Nacional Revolucionario G uerrillero y sus asesores...” . Unos días antes había recibido una carta de G uadalupe donde me contaba: “ yo suspendí actos de ofensiva m ientras a ver qué pasa con el cam bio de gobierno; me parece que la presencia suya es muy esencial en estos m om entos, porque toca prepararnos muy bien para no irla a em barrar a lo m ejor del tiem po” . Eduardo Franco Isaza1

Noticias de El Siglo, agosto de 1953 Agosto 1.

“ El Batallón Colom bia perm anecerá en C orea por tiem po indefinido” . El coronel A lberto M artín oficial de enlace del grupo colom biano reveló que el Batallón Colom bia perm anecerá por largo tiem po en el exterior en vía de entrenam iento. Se dice que han ofrecido las Fuerzas M ilitares de los Estados Unidos, que per­ m anezcan en vía de entrenam iento. Parece que un convenio entre el gobierno de U.S. A. y el gobierno colom biano ha m otivado la perm anencia de las tropas por largo tiem po en el exterior. Por otro lado el 4 de agosto próxim o llegará a C artagena un contin­ gente integrado por 220 hom bres (oficiales, suboficiales y solda­ dos).

136 E S TR ELLA R O JA khalil.rojo.col@ gm ail.com

Agosto 2. Un com unicado de la oficina de propaganda del Palacio Presi­ dencial, inform a que en Puerto Berrío se han entregado 91 ban d o ­ leros, entre los cuales se encuentra A ntonio A rana (PielrbjáJI Estos operaban en la región noroeste del puerto. Con la presenta­ ción de los bandoleros, queda un poco más tranquilizada esta zona. El 24 de julio el jefe liberal D arío Echandía en un discurso en el hotel Tequendam a, planteó la tesis del receso de los partidos... “ Entrem os con corazón alegre en un receso de nuestras am bicio­ nes y propósitos de partid o ...” .

Agosto 4. Ante el jefe civil y m ilitar de los Llanos se entregaron ayer 711 guerrilleros que operaban en T auram ena, Boca de M onte, San M artín, y B arranca de Upía. De igual m anera el com ando de Q uibdó, anunció que se han entregado 39 guerrilleros que opera­ ban en el Baudó, en T urbo y en los ríos M ungido, Buey Bete. Según com unicado de A ntioquia, en los últimos días han sido reincorporados a la vida civil 172 hom bres. Declaraciones del ministro de Gobierno Lucio Pabón Núñez ¿Cree usted que el liberalism o ha roto ya sus vínculos con el bandolerism o? R. Al acoger jubilosam ente al excelentísimo presidente Rojas Pinilla, que com batió tan eficazmente al bandolerism o en todo m om ento, parece que- el liberalism o ha querido deslindarse de los atroces guerrilleros. C on todo, declaración publicada en tal senti­ do, no ha habido. ¿Es el actual gobierno un régimen de derecha? R. C om o bien lo ha dicho el excelentísimo presidente Rojas Pinilla, las líneas fundam entales de este gobierno son, el Evange­ lio y el pensam iento de Bolívar. En buen rom ance, estas son auténticas ideas de derecha. 137 ESTRELLA ROJA [email protected]

Agosto 14.

Hoy se entregaron a las autoridades de T urbo 170 bandoleros m ás que venían operando en esa zona. Agosto 16. Llegaron a Ibagué más de 30 camiones custodiados por el Ejército, en los cuales venían más de 300 guerrilleros con sus cabecillas, procedentes de Rovira, donde se entregaron. Todos fueron puestos en libertad, de acuerdo con el plan de pacificación de Rojas Pinilla. Se anuncia tam bién que otros 300 que operaban en las regiones de D olores y Prado, se entregarán en breve plazo. El teniente coronel Carlos Ortiz Torres fue uno de los oficiales que representaron a las Naciones U nidas en la firm a del arm isti­ cio coreano que se verificó en Pan M um Jom el 27 de julio del 53. El presidente Dwight D. Eisenhower declaró que el m undo libre no olvidará el valor con que los colom bianos apoyaron la acción colectiva, contra la agresión com unista en Corea. Agosto 23.

El triunfo en C orea es com parable a la Batalla de Boyacá, dijo un oficial colom biano: V osotros habéis luchado aquí en Corea por los mismos ideales que com batieron vuestros antecesores en los cam pos de Boyacá. Los com pañeros nuestros que han brinda­ do sus vidas aquí en la lucha contra el com unism o, han caído en aras de la m ism a libertad. ¿Y usted siguió esperando noticias de Colombia? ¿Hizo algunos contactos con el Ejército colombiano, en lafrontera con Venezuela? — A Puerto Páez llegaron nuestros correos de Colom bia. Una carta de G uadalupe, fechada el 14 de agosto, en que me dice lo siguiente: “ sólo tenem os la contrariedad de su dem ora y las malas actuaciones del ejército que com anda Castillo, esto es el grupo Páez, Ellos siguen las comisiones, la opinión de Castillo es que se arregle el país en el interior y que esto quede así, para arrasar. Yo estuve en los Puestos de M onterrey, Sabanalarga y El Secreto, en 138 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

entrevista con el C om andante de la base de Apiay, Teniente Coronel Olivo Torres Mojica; el tem peram ento de estos tipos es muy halagador. Estas visitas las hice en avión. En esta entrevista tratam os únicam ente asuntos del pueblo con intención de m ejo­ rarles su aciaga situación. De asuntos que atañen con el movi­ m iento arm ado, no se habló nada, se acordó una reunión para el 5 al 7 del presente, dando tregua a su llegada, mas ahora tenem os que aplazarla y esperar. Le ruego haga todo el esfuerzo posible po r adelantar su llegada ojalá, para antes del 20, lo esperamos con im paciencia, pues su dem ora va a costar, aquí tiros y m uertos, lo que podría crear más problem as para un supuesto arreglo. Bue­ no, últim am ente esto no alteraría m ucho la situación, las ganas de lucha no declinan, antes florecen al recibir lluvias y lluvias de penalidades. Le advierto que no se le olvide traer grasa por si hay que g uardar las arm as, tam bién útiles para escribir que aquí ño hay. Reciba un saludo cordial del teniente Torres, muy cordial­ m ente, G uadalupe Salcedo U ” . El 15 de agosto le escribí una carta al C om andante A lejandro C haparro, en la cual le transcribía una carta que tam bién había es­ crito para G uadalupe, y que m arcaba más o menos la política que debíam os seguir en relación con las conversaciones con los m ilitares p ara llegar a una posible am nistía y le contaba al pro­ pio G uadalupe mis experiencias personales que había tenido en reunión con una com isión de ellos, en Puerto C arreño. En sus partes esto le expresaba: (...) Después de hacer historia y exam en de la situación a través de toda la lucha, entram os en m ateria exponiendo un program a que hacía hincapié princi­ palm ente en la creación de la Federación de Trabajadores, en form a de que esta entidad pudiera responder satisfactoriam en­ te a las necesidades y problem as que a todos y cada uno se nos irían a presentar bajo las nuevas form as de gobierno en el Llano. Una entidad que pudiera recoger a las guerrillas y organizarías hacia el trabajo unidas en íntim o asocio y contacto con el gobier­ no, pero responsable ante nuestro pueblo. Una entidad que que­ d ara com o fruto de tanto sacrificio y que en todo m om ento representara a nuestra gente. Una entidad en fin, que hiciera la gran unidad llanera y se extendiera a todo el liberalism o y al pueblo en general, saldando las distancias creadas po r los m aldi­ tos chulavitas entre guerrilleros y contraguerrilleros. 139 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

(...) En fin, la discusión se fue acalorando en entusiasm o de exposición y firm eza de nuestra parte, que a los señores militares se les salió la “ m arm aja” y se pronunciaron, desgraciadam ente para ellos, tal cual son en realidad, descubriéndonos sus verdade­ ros propósitos, los cuales son de traición, de crimen y dom inación absoluta. Q uieren enfática y term inantem ente, la entrega de las arm as y de los hom bres; no adm iten nada. Todo, todo para ellos. No aceptan am nistía, y sobre todo, nos hicieron el favor de am enazarnos con la destrucción y el arrasam iento. Dicen que nos tienen medio m uertos, así que concentrando todas sus fuerzas nos liquidarían irrem ediablem ente. Estos térm inos nos los m anifesta­ ron más de cuatro veces. Tienen urgencia de la entrega nuestra, y fueron tan descarados en esta conferencia, que nos propusieron lo siguiente y en su orden, lo.: Que yo no tenía por qué ir al Llano a reunirm e con ustedes (Estado M ayor), que escribiera una carta diciéndole a usted (G uadalupe) que se entregara y que las arm as tam bién, que todo estaba arreglado. Se supone que con esta carta querían hacer fiesta, po r la prensa y la radio y al mismo tiem po ejercer presión sobre todos ustedes; que a mí me darían pasaporte y servidos. Bien, le escribí a usted (G uadalupe), pero no com o ellos me querían obligar sino com o a mí se me dio la santa gana. C uando conocieron el contenido del escrito, term inó el interés po r la carta. Luego quisieron que le pusiera una postdata. Que no hice. Esa carta da a entender que la paz es muy bella, pero que necesita­ mos estar unidos, y que naturalm ente no nos debemos dejar im poner lo que a ellos se les de la real gana. Yo confío que usted, me ha com prendido perfectam ente. Quisieron ponernos presos, después de haberse com prom etido a respetar nuestra libertad. Dos veces lo consultaron con Villavicencio y sólo nos salvó la actitud de las autoridades venezolanas, a las cuales les propusie­ ron, pero estas se negaron term inantem ente. Esta gente se ha p ortado con nosotros com o herm anos y si no estaríam os en Villavicencio en calidad de rehenes. Entiéndalo bien claro. Esta­ ríam os en calidad de rehenes, entretanto ustedes no entregaran las arm as, pues así me lo m anifestó el M ayor Padilla Silva. Me lo dijo con palabras com pleticas en un cuarto del C om ando. H ubo m ovim iento de fusiles y coacción hasta donde no más, pero ha­ ciéndose los cándidos y nosotros los idiotas, tragándonos todo 140 ESTRELLA ROJA [email protected]

y aceptando cuanta estupidez nos decían. En la conferencia saca­ ron a los venezolanos y a los periodistas de El Nacional a la calle, después de haberlos invitado en Puerto Páez. (...) N osotros querem os despachar esta carta en comisión u r­ gente para que se avispe y tome las m edidas de rigor. Sencillamen­ te nos quieren echar una bien grande. N osotros heinos despacha­ do un radiogram a a Rojas Pinilla que dice así: Puerto Páez agosto 15 de 1953 — Excelentísimo señor presidente teniente general G ustavo Rojas Pinilla — Bogotá — A tentam ente com unicam os vuestra excelencia que celebram os conferencia Puerto C arreño con delegados m ilitares sobre bases pacificación Nacional — actitud m ilitar francam ente contraria postulados de vuestra exce­ lencia — hostilidad am enaza coacción exactam ente expresadas — Rechazo absoluto nuestras proposiciones — Imposición dicta­ torial — A lentam os esperanza vuestra excelencia fin poder venti­ lar claram ente nuestras posiciones de lealtad, paz, libertad, dere­ cho trabajo, uniform em ente identificadas con vuestros altos propósitos patrióticos — En nom bre de nuestro pueblo grandeza colom biana, ofrecemos inquebrantablem ente nuestra adhesión incondicional m ediante pacto racional J u s to , grande que consulte am nistía general, form ación federación trabajadores, elimina­ ción guerrillas, aplicación program as trabajo, etc. Todo bajo control gobierno — Paz Libertad T rabajo — Cordialm ente: E duardo Franco Isaza —■Rafael Sandoval M edina — Revolucio­ narios liberales. Este radio busca afianzar nuestra política inquebrantable de paz, p ero al m ism o tiem po debem os entender que las arm as no se entregarán ni nosotros som os unos arrepentidos. N ada de eso, las guerrillas son la única bandera en pie del gran partido liberal, caída ésta, adiós p artido y nos ahorcarán a todos uno por uno. Así, que es necesario, buscar la paz, pero una paz para ganar derechos y restauraciones. Una paz que hem os ganado justam en­ te, una paz grande que sin luchas sangrientas, sino a través del derecho podam os levantar nuestro pueblo y rehacer las inm orta­ les filas liberales. De nuestra actitud depende la suerte del partido y la futura vida civil colom biana. Yo me perm ito aconsejar que si no se puede lograr arreglo, sin que ustedes tengan que dejarse m anosear tan to , eso es: m anosear, lo m ejor será replegar a nues­ tra gente sin hacer ruido, sin un solo disparo, hasta donde más se ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

pueda y esperar con to d a la paciencia y con toda la fe que se produzcan los acontecim ientos, que salga a la luz la traición com o tantas veces, y entonces el pueblo se d a rá cuenta y volverá a la rebelión, y buscará el m onte y hallará nuestros brazos abiertos com o siempre. Listos a la lucha, porque esa es la form a ju sta de nuestra verdadera posición. D esgraciadam ente el Ejército nos ha arrebatado la bandera y arrastra al pueblo irrem ediablem ente tras de sí. Qué ironía. Pero com o le digo, tiem po vendrá y no será distante que la verdad se im ponga y que la usurpación caiga com o tiene que caer to d o lo m alo. T odo lo que no tiene base. L a revolu­ ción está cam peando en el m undo entero y los derechos de las m a­ yorías serán m ás fuertes que las cadenas de los pocos am os de hoy, por la gracia m aravillosa de las bayonetas y los cañones. N uestra lucha empieza ahora. Hem os superado una etapa y debem os cerrarla con broche de oro, con una paz conveniente, honrosa. (...) La situación es grave po r dem ás. N o sabem os cóm o estén p o r allá las cosas, pero entendem os que los están am ansando. El sistema de siempre. Si las cosas no les convienen, pongan siempre la disculpa de que m ientras no estemos todos reunidos no se podrá hacer m ayor cosa, pero si ven algo favorable no vacilen y hagan lo que convenga a nom bre de todos. N osotros lo acepta­ mos. C om prendiendo que ninguno irá a traicionar la santa causa, la gran causa del pueblo colom biano. N osotros tenem os que estar unidos e identificados por siempre. Eso de que si no se arregla pronto, nos m orirem os, es una mala arte y una bellaquería de nuestros enemigos, que lo será siem pre m ientras estén gobernan­ do. La paz sólo será real el día de nuestro triunfo. No lo olviden. Francam ente, únicam ente en usted (G uadalupe) tenem os con­ fianza. (...) Porque en cuanto se refiere a G onzález, a Neira, etc., estam os convencidos de que se entregarán a m edia vuelta. Yo los conozco, y po r eso usted debe am arrarse los pantalones donde siempre los ha tenido y nada más. Su obra será cum bre sí logra m antener la unidad. Esperam os que los Fonseca m archen satis­ factoriam ente, esto es, de acuerdo, y todo sin excepción. Para finalizar le quiero significar que se cuide de paseítos en avión y besam anos con nuestros chatos los chulos” . Eduardo Franco Isaza1 142

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Un acuerdo forzado — Eran los prim eros días de septiembre de 1953. El Ejército recogió en aviones a todos los com andantes de lejanas zonas, con la garantía de G uadalupe y la mía. En total diecinueve, concen­ trados en ei fuerte atrincherado de M onterrey. E staba convenido con el coronel Torres M ojica que los dejaran salir del puesto para que deliberaran en un cam pam ento guerrillero sobre la form a de arreglar la paz. Así fue. Yo despaché bestias ensilladas y todos salieron a cuatro horas de camino. Nos reunim os en el cam pa­ m ento de la G ileña donde Zoilo Cifuentes. Estaban los siguientes com andantes: José G uadalupe Salcedo Unda (com ando de Las Delicias), D um ar Aljure (com ando de San M artín), Alejandro C haparro (alias M agno) (com ando de Tam e), M ogollón, Vergara, Rafael C alderón, José A ntonio Torres, Alvaro Parra (com an­ do de C um aral). Adem ás Aliano Reina (segundo de Aljure), M arcos Parrales, Ciro B arreto, Pedro Jim énez (alias el M echudo), Pedro Parra (alias M ala Som bra) sobrino de G uadalupe, M arcelino M ora, Jorge G onzález Olmos (com ando de M onte­ rrey), H um berto Paredes.A lvaro G uevara, Carlos Neira Rodrí­ guez, com o unidades activas de las guerrillas y los civiles A ntonio M aría Rincón, L aurentino Rodríguez, Jesús Feliciano y un cente­ nar más de chusm eros rasos y civiles. Llegamos al cam pam ento y el prim er acto fue de D um ar Aljure quien pidió el juram ento de lealtad y reserva de lo que se iba a deliberar allí. La ju n ta la presidía G uadalupe Salcedo. Pidió en prim er térm ino que yo expusiera los m otivos del encuentro. Entonces expuse los móviles que nos llevaban a hacer la paz; pero una paz firm ada, en docum ento público, testificado por plenipo­ tenciarios extranjeros de modo tal que se nos diera garantías, se dam nificara (sic) a las gentes más estropeadas del partido liberal, se diera trabajo a los ex-guerrilleros, se soltaran a los presos políticos, se reconstruyeran los pueblos arrasados con escuelas y colegios, que se organizaran pequeñas fundaciones cooperativas que pudieran tener acceso ai crédito para m aquinaria y a unas cien hectáreas por fam ilias (poca cosa en las inmensas extensiones del Llano), es decir, una verdadera reforma agraria que evitara la m alsana congestión en las ciudades. 143 ESTRELLA ROJA [email protected]

Para el procedim iento expresé que era necesario nom brar una com isión que saliera para Bogotá a tratar las bases para una paz nacional, asesorada por juristas capaces que sí los había. (...) Esta com isión estaría com puesta po r cinco delegados com o m áximo, con credenciales y am plias facultades para hacer y firm ar la paz honrosa ante el m undo entero después de tan terrible espectáculo de violencia. (...) Se discutió y mi propuesta fue aceptada. Entonces ocurrió lo menos esperado. En aquella decisiva ju n ta de la G ileña, todos los presentes querían hacer parte de la com isión, todos querían derrochar presencia y m ojar prensa. H ubo confusión: todos que­ rían ir a Bogotá. N ada de delegados, decían, y se constituyó una com isión com puesta por doce jefes. Así que se arreglaron las credenciales y al am anecer del 4 de septiem bre de 1953, todos se aprestaron con sus cabalgaduras ensilladas y listos para p artir en m asa al puesto de M onterrey. T odos convencidos de que los oficiales del Ejército eran tan imbéciles que los iban a repartir por todos los puestos del Llano, en avión y com o lo habían prom etido, teniéndolos a todos los jefes junticos y en sus m anos. No seam os tan pendejos, exclamé yo, nos vam os a m eter a la boca del lobo. Puesto que ya tenemos todos credenciales, que vayan al puesto dos o tres emisarios y que le expongan al coronel lo que hemos decidido y si acepta, que traslade a los em isarios a Bogotá que allí todavía quedan liberales que nos puedan ayudar a entablar las conversaciones por lo alto y con garantías. Así que, señores jefes revolucionarios, perm anez­ can aquí y muy alerta hasta que ios emisarios regresen. (...) Pobre Colom bia, pobre partido liberal sin jefes intelectua­ les y de pantalones que pudieran negociar una paz que se pudiera hacer cum plir, bien firm ada y bien testificada. Porque no se habló más sino que G uadalupe, haciendo cabeza de la fila india, partió con el grupo de jefes, de punta para M onterrey. N osotros nos quedam os, con malos presagios y pensando que esta vez ya no habría trago y honores com o en ocasiones anteriores. Esta vez o se entregaban o los m ataban. Pusimos la radio a funcionar. En el Casanare las radios venezolanas entran muy bien. Al rato oímos la noticia: “ hoy serán fusilados los principales jefes de la revuelta de los Llanos colom bianos, quienes se encuentran encerrados entre quinientos hom bres del gobierno m ilitar conservador que 144 ESTRELLA ROJA [email protected]

preside el general G ustavo Rojas Pinilla, que derrocó al gobierno constitucional del doctor L aureano Gómez. Pasaron dos días y nos llegaron noticias de que nadie les decía nada de llevarlos a los sitios de donde los habían traído. La gente civil entraba y salía. De pronto, unos soldados centinelas le dijeron a una gente que iba para el puesto m ilitar, que se regresaran porque de allí en adelante el que entraba no podía salir más. Nos llega esa noticia y pensa­ mos que había llegado la hora de la m asacre que anunciaba la radio venezolana. (...) Entonces les expliqué el plan: ya no podem os hacer lo que teníamos planeado, pero de todos m odos tam poco podem os continuar la guerra. Lo que podemos proponer ahora es que com o dijo el general Rojas, “ no más sangre, no más depredación a nom bre de ningún partido político. A quienes entreguen las arm as se les garantizará la paz y la libertad” . Lo que ahora podem os pedir es que lo haga por decreto-ley de indulto y de am nistía. Yo creo que es lo único que puedo proponerles a los jefes para evitar una m atazón o una paz de mera palabra. A ceptaron y yo partí para M onterrey. Pasé el río T úa, en una m ata me encontré con una garita de soldados que hacían servicio de vigilancia que ya nos conocían por las conversaciones de paz, nos saludam os y en mi m acho seguí para adelante. Llego al centinela del puesto, saludo y le digo: necesito hablar con el sargento Caicedo. Llega el sargento, me saluda de nom bre y me pregunta qué se me ofrece. Yo me desabrocho el cinto y le digo: le quería pedir el favor de que me guardara mi revólver y mis tiros porque entre ustedes no los necesito. “ Que bien N eira, me com en­ ta el sargento adm irado, venga y lo presento al capitán H ernando Sanmiguel que ahora es el nuevo com andante del puesto” . El capitán me recibió cordialm ente y com unicó por radio al Batallón que había llegado otro: Carlos Neira. Luego la conversación versó sobre los incidentes pasados de la guerra: que cóm o hicimos nosotros esto y cóm o hicieron ellos aquéllo. G uadalupe, Aljure y todos los dem ás com pañeros alm orzaron en una mesa im provisa­ da revueltos guerrilleros y soldados, dialogando. Yo seguí h a­ blando con el capitán y alm orcé con él. C om o hacia las dos de la tarde y muy de repente, el capitán notificó a tos guerrilleros que debían entregar inm ediatam ente las arm as que po rtaban al cinto. Dijo: —es una orden directa de

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Apiay y que ya venían p ara M onterrey el general D uarte Blum, com andante del Ejército, el general Pedro A lberto M uñoz, co­ m andante de las Fuerzas A rm adas del Llano, el jefe civil y m ilitar coronel Alfonso Sáiz M ontoya y unos coroneles del Estado M a­ yor y que era necesario que los jefes guerrilleros estuvieran desar­ mados. Los guerrilleros hacían lo que dijera G uadalupe, com o com an­ dante suprem o que era. G uadalupe se negó y entonces todos se negaron. AI oír la negativa, el capitán ordenó que todos los civiles y chusm eros allí presentes se fueran para la casa de junto al caño en medio de los cuarteles y los dos barrancos. Luego ordenó a los soldados, que ya estaban todos con fusil, que rodearan esa casa en una circunferencia de doscientos m etros. Los soldados corrieron con sus equipos y los rodearon. Así quedaron unas trescientas personas entre civiles y jefes guerrilleros cercados por unos qui­ nientos fusiles punto 30, fusiles am etralladoras de ráfaga de veintidós tiros y cuatro am etralladoras de quinientos tiros for­ m ando cuadro... porque ya habían reforzado el puesto y cam bia­ do el com andante. C am biada la escena, el capitán H ernando Sanmiguel con mu­ cha voz de m ando gritó: “ soldados: al prim er tiro que suene, interno o externo, plom o a lo que está adentro” . Yo, com o ya había entregado el arm a y estaba a pocos metros del capitán, me quedé fuera de la encerrona con Eulogio Fonseca que había llegado ese día y entregó el fusil y de Ignacio González quien no portaba arm a. Pensé en mis presentim ientos, en las noticias de la radio venezolana y en que estábam os en el m om ento más crítico de todos. Yo m irando la tragedia en que estábam os y cuando me doy cuenta es que mis com pañeros estaban diciendo Carlos Neira hijo de puta, porque yo se lo adivinaba en movi­ m iento de los labios. Fue entonces cuando yo me volví hacia el oficial y le grité: “cuidado capitán con com eter una m asacre. No crea que aquí está la flor de la revolución. Más bien ustedes están rodeados por la revolución. Y le cuento que hoy por hoy la revolución ya está respaldada po r el partido conservador, que no perdona que ha­ yan derrocado al excelentísimo señor presidente L aureano G ó­ mez (y le echo dos o tres alabanzas increíbles a L aureano, com o para que vaya creyendo que sí hay una alianza con los godos). De 146 ESTRELLA ROJA [email protected]

m odo, capitán Sanmiguel que si aquí hay una m asacre, no hay paz y el Ejército no resistirá a los dos partidos unidos y será destruido". Yo me quedé m irándolo; pero él no respondió nada sino que le dijo a un ordenanza que pase la voz de que por ningún motivo un solo tiro. Así quedó la encerrona día y noche. Les llevaron una ollada de com ida. Los jefes no p robaron bocado. Los civiles se lo engulleron todo. T o d o el m undo durm ió tirado por el suelo. Así pasó otro día y o tra noche: parecían tigres encadenados. A m ane­ ció el tercer día. Mis dos com pañeros de ocasión y yo estábam os quedados ju n to ai rancho. El capitán me hace llam ar con un soldado, Buenos días N eira, me dice Sanm iguel, hágam e el favor de hablar con G uadalupe y arreglen esta situación. La orden es term inante: se habla si están desarm ados. Un soldado se va a llam ar a G uadalupe p ara que baje al baño y yo entro al cerco con un suboficial arm ado. Me encuentro con G uadalupe en el baño. Buenos días com padre, me dice, ¿qué ocurre? —Vea com padre, le digo, aquí ya no hay más que hacer. Suba al puesto, deje sus revólveres. Mire com padre que aquí todos están m inados por el egoísm o y que todos quieren derrochar presencia y eso es lo que nos está perdiendo. Dése cuenta que aquí ya estam os en total inferioridad y ya toca hablar con el general D uarte Blum y dejando las pistolas o es que cree que todavía podem os hacer algo con ellas... — Entonces, ¿qué es lo que hay que hacer o cóm o es la situa­ ción?, me pregunta de nuevo G uadalupe. —M ire com padre: la situación es com o yo se las pintaba y para que vea que sin ser profeta com o se burlaba L aurentino, por pura lógica resultó lo que yo decía, así que ah o ra ya no hay cóm o negociar por escrito, ni con garantías internacionales, ya aquí nos toca es confiar en la palabra del general Rojas y pedirle que eso sí que sea por una ley de am nistía que nos cobije a todos y que la respeten ias autoridades, ¿Yo acaso no les había notificado de que aquí no debía venir ningún jefe para que ahora crean que soy el traidor? Ya no estam os en condiciones de pedir más. Lo otro sería rendición incondicional o m asacre y esa vaina sí no es para nosotros. Luego le advertí que ya que se había com etido un grave error, no era el m om ento de dejarse llevar de la vanidad o la ESTRELLA ROJA [email protected]

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arrogancia porque él representaba a todo el llano guerrillero. A hora ya hay que entregar todas las arm as bajo presión, todas, y ustedes son los responsables de tener que negociar a presión, le dije. El se quedó pensativo y sin más hablar, nos separam os. Yo salí con el oficial arm ado y toda la gente creyó que ya me llevaban para fusilam iento y hubo angustia y maldiciones. Llego a donde el capitán que me dice: si viene G uadalupe, con ustedes dos se trata todo. E ntra un soldado. —Mi capitán: que G uadalupe quiere hablar con usted. —¿Viene desarm ado? —Sí mi capitán. — Entonces, que venga y siga. Entra G uadalupe. Vuelve a entrar el soldado. “ M arco A ntonio Torres, quiere entrar a hablar con usted” , y que si está desarm ado que siga y o tra vez, que Aljure y así uno por uno hasta com pletar los doce. Llam an a Apiay com unicando que ya todos están listos para hablar y que todas las arm as están en m ontón en el rancho. A las 10 en punto zum baron los aviones y em pezaron a desem ­ barcar oficiales de toda graduación con M2 terciados y curiosos de conocer al Estado M ayor de la chusm a, que eran sus indom a­ bles enemigos. Se nos hizo form ar en dos filas al frente de una tribuna im provisada. Allí se instalaron D uarte Blum, Alberto M uñoz, Sáiz M ontoya, Torres M ojica y otros oficiales que nos señalaban con el dedo a cada uno de nosotros com o identificán­ donos. T om ó la palabra D uarte Blum: ¡buenos días, guerrilleros! (No nos dijo ni chusm eros, ni bandoleros, ni nada parecido). Luego se bajó de la tribuna y empezó a estrechar la m ano de cada uno. Volvió luego a hablar: con calma repitió las prom esas del general Rojas Pinilla, em peñando su palabra de honor de que si se depo­ n ían las arm as cesaría to d a persecución, se disfrutaría de toda libertad. Al term inar, un joven estudiante de medicina que estaba entre los civiles, salió a la m itad, se cuadró m ilitarm ente ante el general D uarte y dijo: general, el pueblo llanero está a sus órdenes. Lo aplaudieron los m ilitares. N osotros nos quedam os inmóviles. Se tom aron cantidades de fotos. Se acordó que se enviarían al día 148 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.ool@ gmail.com

siguiente los pliegos de paz y misivas a todos los com andos guerrilleros para que se hicieran presentes el día 15 de septiembre a entregar el arm am ento. Se escribió una nota al presidente Rojas —la escribió G onzález Olm os— anunciando la entrega de arm as y de paz, firm ada por G uadalupe Salcedo, y los doce com andan­ tes. Yo tam bién firmé. Carlos Neira Rodríguez

EL DOCUMENTO REPUBLICA DE COLOMBIA Monterrey, septiembre 8 de 1953. AL: Excelentísimo Señor Presidente de la República Teniente General Gustavo Rojas Pinilla. Movidos por nuestros altos sentimientos de colombianos nos dirigimos efusivamente a vuestra excelencia para manifestarle nuestra gratitud y nuestro apoyo moral y material a vuestro gobierno, por la labor que ha desarrollado en pro de la tranquili­ dad y bienestar de nuestra querida patria. Fue motivo de orgullo y satisfacción, tener entre nosotros al preclaro y pundonoroso oficial y jefe de las fuerzas armadas de la república, señor brigadier general Alfredo Duarte Blum, quien tradujo exactamente nuestros sentimientos de honradez y progre­ so en beneficio de esta región y de la patria. Por tal motivo, los suscritos jefes revolucionarios y representantes del pueblo civil de los Llanos Orientaíes, damos a conocer a vuestra excelencia nuestra determinación sincera y espontánea, cual es la de deponer nuestras armas con decoro bajo el amparo de vuestro gobierno y del pabellón de la patria, el cual flota hoy glorioso en nuestra nueva independencia y en el fondo de nuestros corazones. Dios guarde a vuestra excelencia, (Firmado)

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José G uadalupe S a lc e d o U nda H um berto Paredes Rafael C alderón José Raúl N ogoleón M arco A. Parra Jorge C h ap arro José Vicente Perilla A ntonio M aría Rincón M axim iliano O rtega Miguel Trujillo R epresentantes del pueblo civil.

Jorg e Enrique G onzález D um ar Aljure M arco A. Torres Ignacio G onzález L aurentino Rodríguez Jesús Feliciano C arlos Rodríguez M arco A. Torres

¿Usted qué hizo luego de su experiencia con los militares y el carteo que había tenido con Guadalupe? ¿Por qué no regresó al Llano de inmediato? — Yo tenía que resolver entre dos cosas: prim ero, debía regre­ sar inm ediatam ente donde G uadalupe y Alvear Restrepo, buscar al C om ando Suprem o, para tratar sobre la nueva situación que se presentaba frente al gobierno m ilitar, apoyado ya por todo el liberalism o de los Llanos. Segundo, confiar en que ese C om ando m antuviera las riendas de la revolución, dilatara las conversacio­ nes de paz y encontrara soluciones favorables frente a esas pro­ puestas de no m ás sangre, no más depredaciones y dentro de esa condición y dadas las distancias en que me encontraba, m archar hacia el territorio amigo de Venezuela y adelantar, sin la acción conjunta de Rojas Pinilla y las directivas liberales que conspira­ ban con una eficacia inaudita contra la organización que tanto nos había costado, una labor de divulgación de nuestra lucha. Opté por la segunda. Y en una avioneta de Esteban Vivas, gana­ dero apuleño am igo nuestro, fui a San Fernando de Apure, donde a la postre, resulté retenido por el gobierno de Pérez Jim énez, incom unicado y presionado con ofertas tentadoras a que entregá­ ram os el arm am ento que pudiéram os tener acum ulado en Vene­ zuela, fuera del conocim iento det gobierno de Colom bia. M ien­ tras tanto G uadalupe solicitaba a los militares de los Llanos el poder ponerse en contacto conmigo. C ontacto personal que fue evitado, aduciéndole a G uadalupe que con la sola decisión suya se resolvía el problem a. Agregándole hábilm ente la especie de que E duardo F ranco se había escapado de los Llanos con fuertes 150 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

sumas de dinero, que se encontraba en alguna parte de Venezuela com pletam ente desatendido de la causa llanera, dada su condi­ ción de antiguo propietario y su inequívoca vocación de tom ar parte a favor de los ganaderos. Estas especies o estos argum entos fueron difundidos a través de todos los puestos militares y por boca de los sectores ganaderos, eflos sí em peñados en la liquida­ ción de la revolución. En síntesis, en un m om ento d ado, yo quedé com o un traid o r a la causa llanera. Y con la decidida colabora­ ción del gobierno venezolano fui quitado del medio. Logrando el objetivo que se propusieron con Alvear Restrepo y los hom bres que teníam os una clara conciencia política de aquel m om ento. A Alvear Restrepo lo ahogan “ accidentalm ente” , a G uadalupe lo rodean, lo halagan, le hacen regalos, lo pasean en avión, sin abandonarlo un m inuto y m anipulan a este grande com batiente hasta llevarlo a una encerrona, donde la alternativa era, ¡se entrega o se muere! Entrega que para él ya no era tan im portante, puesto que po r la traición de im portantes estam entos de la guerri­ lla, G uadalupe sabía que ya estaba vencido. Ignorando hasta su m uerte, años m ás tarde en Bogotá, en oscuro lance con la Policía, el im portantísim o sím bolo que él significaba en aquella grande íebelión. La circunstancia, en el caso concreto de mi persona, como, ya queda dicho anteriorm ente, me condujo a consignar en un libro que escribí en Venezuela, mis reflexiones sobre tan decisivo m om ento en la historia reciente de Colom bia. Eduardo Franco Isaza1

Noticias de El Siglo, septiembre de 1953

Septiembre I. “ Mi corazón se sosiega con la esperanza de días mejores para la nación” . “ El 13 de junio no debe entenderse com o el simple relevo de un régimen, sino com o el acto de contrición de todo el país y el 151 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

pueblo que vio fallar muchos de sus objetivos tradicionales y decidió sobre la m archa m odificar el rum bo y buscar en sí mismo los elementos de salvación frente al abism o” . “ Somos los caballeros de un ideal de creación y sacrificios que sobrepasa y subyuga para siempre las miserias de otros días” . “Tenemos un criterio cristiano del Estado y no podem os limi­ tar nuestra acción a la simple garantía de las libertades” . “ El liberalism o colom biano sí es capaz de adm inistrar con justicia, pero en este m om ento otra cosa no pide sino la parca dulcedum bre de existir” . —¿Y de los guerrilleros qué dice usted? — “ Ese no es problem a del liberalism o ni de estados mayores. En mi hum ilde opinión, es asunto de psicología jurídica elemental y de “finanzas particulares” (A partes de un reportaje al general Rojas Pinilla).

Septiembre 3*

Llegan soldados colom bianos que fueron hechos prisioneros po r los com unistas en el frente de guerra en la península asiática, han sido repatriados y canjeados luego de la firm a del arm isticio el 27 de julio. L uchaban contra la agresión com unista en defensa de la libertad y de la dem ocracia. Se entregan en Neíva 13 guerrilleros.

Septiembre 4. “ No se adm itirán m ás pastores protestantes en misión colom ­ biana” , dijo el secretario del M inisterio de G obierno Carlos V alderram a O rdóñez, en vista de que algunas autoridades perm i­ tieron a los protestantes establecer fundaciones religiosas en terri­ torios de misiones católicas, violando los térm inos del tratado religioso con los Estados Unidos.

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Comunicado de la' dirección liberal D arío Echandía, Luis López de Mesa, Carlos A rango Vélez, A ntonio Rocha, José J, C astro M artínez, Rafael Parga Cortés y A belardo Forero Benavides, se entrevistaron con el presidente Rojas Pinilla y le m anifestaron su voluntad de repudiar rotunda­ m ente com o contrario a la política del partido liberal, todo contacto de en trab ar o dificultar en cualquier form a el com pleto restablecim iento del orden público. Niegan apoyo a los guerrille­ ros. Solicitaron su concepto sobre el problem a de los presos políticos.

Septiembre 5. Reunión de gobernadores y com andantes de brigadas para acordar planes de represión a los guerrilleros y limpieza de las zonas afectadas por la violencia y el cuatrerism o.

Septiembre 8. Los pastores protestantes reparten en C olom bia propaganda com unista, fueron ellos los encargados de fom entar la subversión al régimen anterior.

Septiembre 10. No será perm itido el regreso de L aureano Góm ez dice Rojas. El com unism o tiende a m orir. “ En estos tiem pos de inquie­ tudes y tan decisivos p ara la salud del hom bre para el orden y la paz entre los pueblos, la Iglesia llam a a ella a todos los hom bres de buena voluntad para que luchen contra el com unism o que es un m undo inhum ano y anticristiano” , llam am iento del Papa Pío XII. El Batallón Colom bia continuará en Corea.

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Septiembre 12.

Fondo de estabilización para Am érica Latina form ará Estados Unidos. Se entregaron 600 bandoleros en el Llano. El com andante General de las Fuerzas M ilitares informa: “ El jefe de los guerrilleros de los Llanos Orientales E duardo Fonseca G alán que operaba en las regiones de Casanare y Upía, tom ó contacto con el C om andante G eneral de las Fuerzas A rm a­ das, con el fin de deponer las arm as, presentar to d o su personal y conocer las norm as de la entrega. Una vez conocidas éstas m ani­ festó conform idad. Se fijó la fecha del 9 de septiem bre en el sitio denom inado T auram ena. Siendo las 10:30 Fonseca presentó 315 guerrilleros con sus arm as: fusiles, carabinas, am etralladoras y m orteros, bom bas de considerable poder explosivo y to d o su m aterial bélico. Un poco más tarde se presentó Carlos Neira con el mismo fin, entregando 285 hom bres y sus arm as. E duardo Fonseca G alán dijo: ‘La nueva etapa en que se encuentra C olom bia desde el advenim iento a la Presidencia de la República del Excelentísimo Señor Teniente G eneral G ustavo Rojas Pinilla, ha traído una nueva era de tranquilidad para C olom bia ya que de las Fuerzas M ilitares no existía la más rem ota sospecha e intranquilidad en el cum plim iento de sus deberes’. Hizo un elogio al señor presidente Rojas Pinilla y term inó dando con sus hom bres tres vivas a Rojas Pinilla. Luego les entregaron las provisiones enviadas por la oficina nacional de Rehabilitación y Socorro de Presidencia: ruanas, camisas, juegos interiores, elementos de aseo personal, utensilios de cocina, sal y otros víveres. Tam bién drogas y asistencia médica. A lrededor de 2.000 personas dem ostraron su alegría con gritos a favor del gobierno y las Fuerzas A rm adas y participaron del alm uerzo allí preparado. En M onterrey, puesto m ilitar de los Llanos se hizo presente G uadalupe Salcedo U nda, jefe suprem o de las guerrillas de esta región, ju n to con sus inm ediatos colaboradores y prom etió a las autoridades hacer entrega en próxim a fecha de su personal y de su arm am ento” .

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Septiembre 14.

“ Yo era el terror del L lano” . Se entregó G uadalupe, los bando­ leros estaban diezm ados. San M artín, Llanos O rientales, Septiem bre 13. G uadalupe Sal­ cedo con 375 hom bres, 180 fusiles y una gran cantidad de pertre­ chos se entregó ante los altos oficiales del Ejército Nacional en el puesto de Las Delicias. Salceddo dijo que sus hom bres se halla­ ban diezm ados po r enferm edades endémicas, la carencia de dro­ gas, ropa, sal, etc. El fam oso bandolero cuyo nom bre ha pasado a la historia declaró m uy orgulloso de sí mismo: “ Yo era el terror del Llano, pero me encuentro muy com placido de que se me proponga laborar para que esta región retorne a la norm alidad e ingrese a ella el bienestar” . H an quedado acordadas las gestiones para la entrega de ios Fonseca en T auram ena y D um ar Aljure en San M artín.

Septiembre 16. H abla el general D uarte Bhim. “ Sí actuaron agentes com unis­ tas en los Llanos, ahora están en el T olim a” , “ Es indiscutible que aquí (en el Llano) sí operaron agentes com unistas” . Lo hemos podido com probar m uy fácilmente por los datos que hemos obtenido. Supimos de la visita de un agente ruso que entró a los Llanos (el general no explicó po r dónde, posiblem ente Venezuela) que entregó folletos com unistas. Adem ás observam os en la técni­ ca para m inar los cam pos que se usó un sistema desconocido com pletam ente en Am érica y m uy aplicado en E uropa C entral durante la guerra, pero los agentes com unistas no contaron con el patriotism o de los llaneros: esta gente (se refiere a los llaneros) es esencialm ente p atriota y colom biana y cuanto vaya en detrim ento de ello lo rechazan. De ahí que las ideas com unistas no prospera­ ron en el Llano y los agentes debieron salir com o se dice, con las cajas destem pladas. —¿Pero la situación en el Tolima es diferente? — Allá sí es distinto. El com unism o se ha propagado entre los guerrilleros y hemos encontrado afiches de Stalin y propaganda soviética. 155 ESTRELLA ROJA [email protected]

—¿Unicam ente com unistas? —Tam bién hay guerrillas liberales. En el resto del país la situación es norm al. El orden público se ha restablecido. —¿Qué opina sobre el porvenir del Llano? — Estoy com pletam ente optim ista. Vamos a abrir el Llano y vamos a hacer de esta región el paraíso de América y un baluarte firme para la econom ía de Colom bia. — ¿Com placido de la labor? —Com pletam ente. Estam os escribiendo historia nacional. Septiembre 17. “ M otivo por el cual depusim os las arm as ante el gobierno del Excelentísimo señor Teniente General G ustavo Rojas Pinilla: No fue el am bre ni ía esnudez, ni la enferm edad: lo que nos hiso entregar las arm as fueron el derecho a la vida la livertad, la justicia y la nueva hera de trabajo para todos los colom bianos. No somos bandoleros ni forajidos; sino hom bres de bien y defensores de la dem ocracia en C olom bia” . Firm ado: G uadalupe Salcedo Unda, M onterrey, Septiembre 15 de 1953. Septiembre 20. 3.500 bandoleros se han entregado en los Llanos Orientales. Septiembre 22. Los Bandoleros del C asanare se entregaron ayer. 378 en N unchía por orden del jefe guerrillero capitán G iraldo y el teniente Víctor Agudelo.

El momento de la entrega — Llegó el 15 de septiem bre de 1953, un día esplendoroso de sol y de mucha tristeza en nuestras alm as. Se cubrió e! cam po de 156 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

aviones y una m ultitud de oficiales y civiles. H abía periodistas, profesores, herm anas de la caridad, cruz roja, doctores... En una gran portada de palm a un letrero que decía: “ M onterrey llave de la guerra y sello de la paz” . De pronto un toque de corneta y a lo lejos em pezaron a desfilar saliendo del m onte las filas de hom ­ bres, mujeres y niños, con sus arm as, en un chorro interm inable. G ente y más gente arm ada que llenó de asom bro a los militares que creían que ya el Llano estaba despoblado y las guerrillas casi derrotadas. Que solo en M onterrey se presentaron más de tres mil civiles y unos ochocientos guerrilleros... fuera de las entregas que hubo posteriorm ente en cada com ando por separado: unos siete mil guerrilleros en total. Esos desfiles fueron una dem ostración de que el Llano hubiera sido invencible si hubiera tenido cabezas intelectuales al frente y con capacidad política para derrotar a la dictadura conservadora. Al frente de las guerrillas se pusieron G uadalupe Salcedo, D um ar Aljure, M arcos Parrales, Luis Torres, Ignacio González, G onzález Olm os, Rafael C alderón, A ram inta Arias, Laurentino Rodríguez en muletas. A la cabeza de los civiles me puse yo, Carlos Neíra Rodríguez. G onzález Olmos se dirigió a! general D uarte Blum y dijo: general, señores y señoras, en representación de las guerrillas de la séptim a zona, hago entrega de estas arm as bajo el pabellón de la República. H ubo aplausos de militares, guerrilleros y civiles. Luego me tocó a mí leer un discurso en nom bre de toda la población llanera en el que pedía que el gobierno cumpliera su palabra y que adem as m irara por la libertad de los presos políti­ cos y por una reform a agraria con cooperativas y colegios y universidades. Al term inar, un periodista me pidió el texto. Yo se lo alargué; pero el general D uarte exclamó: traígam e ese discurso que yo tengo que sacarle una copia. Nunca se dio a la publicidad. Escenas com o estas se volverían a repetir en Cupigua, donde los herm anos Calderón entregaron las arm as de 353 guerrilleros, en C antaclaro (San M artín) donde se presentó D um ar Aljure con su gente, en Tam e, en Orocué, en Nunchía... Fue así com o se abrió de p ar en par una nueva era: abigeato intenso patrocinado por el Ejército que daba al traste con la industria ganadera, las vegas de los ríos plagadas de m inifundio miserable, arrasam iento 157 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

de la flora y la fauna, m ucho aguardiente y más corrupción... ahora em porio de la coca y la m arihuana. Nuestros jefes fueron cayendo asesinados uno a uno. Eso fue así. Carlos Neira Rodríguez

¿Qué sintió usted en el momento de la entrega de las armas? ¿Qué pensamientos pasaron p o r su cabeza? —Nos encontrábam os cerca de C antaclaro, lugar escogido para la entrega. N o sabíam os sí vendría G uadalupe o era una m anio­ bra para bom bardearnos. H ubo alerta. H ubo precauciones. Voló una avioneta y desde allá nos batían pañuelos. Debía ser G u ad a­ lupe. D ebían ser los com pañeros. Llegó la noticia de que había aterrizado G uadalupe, Aljure y otros más, para que se hiciera efectiva ese día la entrega, día trece de septiembre, tres meses después del golpe de Rojas Pinilla. Esperam os. Preparam os la m archa. Vino G uadalupe. A caballo. En un caballo blanco de un ganadero. Aljure y otros tam bién a caballo. O rganizam os la m archa. El personal en arm as en tres hileras. A continuación el personal civil que form aba colas y en las revueltas se veian como arcos hum anos, en las revueltas. Llegamos a Cantaclaro. C anti­ d ad de gente había. Conocidos, amigos. Con sorpresa grande al ver que a un lado nuestro, ese día se iban a entregar los guerrille­ ros de Paz, conservadores y ios que llam ábam os “ recalzados” , liberales puestos al servicio de los godos. Sapos de toda laya. H ubo honores m ilitares, el últim o que le hicimos a G uadalupe Salcedo. El tom ó el m ando de las tropas guerrilleras. Seguimos hacia el sitio, más o m enos diez m etros de donde íbam os a depositar las arm as... Yo sentía dolor tener que hacer eso. Pero ya no tenía rem edio. Fui el prim ero en entregar mi efeá. D uré un rato en silencio. Pensé cosas, cosas fáciles, como era el meterle otro proveedor y hacer u n a ráfa g a ... T odos los com pañeros se hubieran alzado, Pero por respeto y am or a nuestro jefe entregué mi fusil am etralladora... Pero m ás sorpresa tuve. Dos m inutos de entrega­ d a mi arm a, la hum illación más cruel. Me hicieron entrega de un taleguito de papel, una libra de fríjol, una camisa, un pantalón. N o sabía qué decir, qué hacer. Tal vez sirviera para contarlo en otras partes donde no se haya com etido el m ism o error de nos­ 158 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

otros... Un som brero de paja enrollado recibieron mis m anos, unas quim bas, una caja de fósforos, un paquete de cigarrillos, una libra de azúcar tal vez para refrescar el corazón, unos palillos, una burla com pleta... Así fuim os saliendo, haciendo cola hasta entregar la últim a arm a. Pero antes G uadalupe había hecho la aclaración del com ­ prom iso con toda la población. Dijo que el gobierno quedaba com prom etido a respetar los derechos ciudadanos, que cada com andante estaría al frente donde había actuado, respondiendo p o r su región, controlando los abusos de las autoridades, si fuera el caso. C ontrolando el robo... Ese día era un día de am biente de sol, tem peratura norm al en el Llano. Se llenó la ciudad de San M artín... Después de ocho días, ya dispuestos a regresar al sitio donde habíam os dejado a nuestras com pañeras. Plinio Murillo (Capitán Veneno)

LAS AMNISTIAS DE ROJAS PINILLA ¿Por qué se han producido las amnistías en Colombia? ¿Han sido las amnistías una dádiva del Estado para los alzados en armas? — En prim er lugar, no es posible generalizar las causas de las am nistías en Colom bia. Se han producido algunas de ellas, en procesos históricos diferentes a las de las anteriores. C oncretando la pregunta en tiem po, podríam os hablar desde la am nistía del general Rojas Pinilla hasta la actual. Esa época la podem os p artir en dos partes. Del general Rojas Pinilla al Frente Nacional y del Frente N acional al m om ento actual. Podríam os tom ar ese m éto­ do concreto. Las cosas son en uno y otro caso totalm ente diferen­ tes, no son la mism a. Por eso hablo de causas en plural y no digo la palabra causa. La segunda parte de su pregunta es de una gran trascendencia social porque implica tod a una variabilidad que ha habido sobre 159 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

la am nistía. Desde la época de los rom anos hasta la época presen­ te. Yo quiero sintetizarle esta respuesta con la Jurisprudencia de la Corte Suprem a de Justicia, escrita po r el doctor C arlos Mede­ llín, que es un m agnífico M agistrado y cóm o la Sala C onstitucio­ nal dictó sentencia el 22 de octubre de 1981, cuando todavía estaba rigiendo el artículo 58 del acto legislativo núm ero 1 de 1979, es decir, poco antes de que tal acto fuera declarado inexequible. Q uiero decir, quien declaraba la inexequibilidad o la exequibiiidad de las am nistías en ese tiem po era la Sala C onstitu­ cional, no com o ah ora, la Sala plena de la Corte Suprem a de Justicia. La Sala C onstitucional, con la ponencia de! doctor Carlos M edellín dijo cosas muy im portantes com o las siguientes: “ Se tiene entonces que la am nistía tal como la ha constituido la C onstitución vigente, presenta las siguientes características esen­ ciales: una, de naturaleza puram ente política, que se conceda por graves m otivos de conveniencia pública, otra de orden form al, que sea aprobada por m ayoría de dos tercios de los votos de los miembros que com ponen cada C ám ara y dos, de carácter m ate­ rial, que sea general y que su objeto sean los delitos políticos. En el j uicio de una ley de am nistía se im ponen la verificación de haberse dado estos requisitos constitucionales sobre los cuales es preciso tener en cuenta las siguientes apreciaciones: la calificación de si han existido o no graves motivos de conveniencia pública debe hacerla quien decreta la am nistía, no la Corte sino el gobierno, tal es su presupuesto fáctico, básico, esencial. Ello implica de todos m odos un factor de m era conveniencia que posteriorm ente esca­ pa por tanto al control jurisdiccional, al control de la Corte. La condición form al de la m ayoría calificada que exige la C arta para la expedición de la am nistía, pertenece a los antecedentes de la ley respectiva y es susceptible por tanto de incluirse entre los asuntos del análisis jurisdiccional, es decir, de la Corte, Pero lo que siempre ha de ocurrir cuando quiera que las norm as, de la am nis­ tía se conviertan en objeto de un proceso de jurisdicción constitu­ cional, que va a la C orte, es el juicio relativo a su generalidad y al carácter político de los hechos objeto de am nistía, porque tales son los límites obligatorios impuestos por el constituyente al legislador cuando éste resuelva hacer uso de su facultad exclusiva de conceder am nistía” . Entonces tenem os dos elementos funda­ mentales que no son de orden subjetivo, sino requisitos sine qua 160 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

non de toda ley de am nistía, según eí criterio de ia Corte Suprema de Justicia: prim ero que sea genera! y que sea sobre delitos políticos, y el factor determ inante.es la conveniencia que a juicio del gobierno se tenga, no por liberalidad del gobierno, sino por conveniencia pública, es decir, el gobierno se convierte no en un d ad o r gratuito de am nistía, sino en un árbitro que estudia la situación general de un país y dice esto conviene, esto no conviene y si conviene a la paz pública se da la am nistía. ¿Significa que el ámbito de las amnistías es un ámbito general que beneficia no solamente a la paz pública, sino que tiene un interés nacional? ' — Es que la paz pública es lo fundam ental de interés nacional. M ientras no haya paz pública no hay posibilidad de un verdadero progreso nacional. Lo cual no quiere decir que yo vaya a estar de acuerdo, si en este m om ento hubiera paz pública, con el sistema que rige, no, sino que cualquiera que sea el sistema que se adopte necesita p ara su validez y desarrollo una paz pública, previa, porque én guerra perm anente va a ser muy difícil lograr el desa­ rrollo de un país. E d u a rd o U m a ñ a L una

¿Cuál es en su opinión el alcance del proceso de pacificación de Rojas? ¿Por qué la prim era de las dos amnistías fu e promulgada para cobijar a los militares? ¿Por qué esa amnistía no cubrió a las guerrillas comunistas, especialmente a ¡os grupos que actuaban en el Sur del Tolima? — El alcance de ese proceso fue la consecuencia nacional de las circunstancias que llevaron al general Rojas al poder. La nación clam aba por la paz y ansiaba poner fin al absurdo derram am iento de sangre que estaba destruyendo su propia entraña social. El júbilo que saludó la noticia de la asunción del poder por un m ilitar —se le podría q uitar el nom bre a quien llegaba a la Presidencia y poner cualquier o tro que el efecto habría sido el mismo— era la expresión de esa ansiedad y esa angustia p o r poner fin al destrozo inhum ano que ensangrentaba la patria 161 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

com ún y am enazaba con una verdadera desintegración nacional. En estos térm inos el alcance que tuvo el proceso de paz fue total. Se quiso b o rra r un pasado de h o rro r y sustituirlo por un presente de convivencia y reconciliación, que los propios m ilitares envuel­ tos en la tragedia fuim os los prim eros en saludar con alborozo. No queríam os seguir enfrentados a nuestros com patriotas, ni seguir viendo caer cam aradas en la lucha absurda, que bien se hubiese podido evitar con un poco de sentido com ún, de concepto vertical sobre el papel de las instituciones arm adas y de rechazo a servir de instrum ento ciego a una política p artidista desacertada. No sé p o r qué se me pregunta afirm ando que esa am nistía se hizo para cobijar a los m ilitares, si no estábam os sujetos a ningún tipo de sindicación delictiva. La am nistía fue total, am plia, sin discrim inación alguna, con la única condición de entregar las arm as. No excluyó tam poco a las guerrillas com unistas, entre otras cosas no identificadas aún dentro de frentes extensos, que configuraban un mism o problem a de insurrección generalizada. N o se disponía entonces de inteligencia m ilitar capaz de identifi­ car la filiación política de un conjunto en rebeldía, que luchaba contra las fuerzas regulares desde el interior de la selva o en la alta m ontaña, sin fronteras ni identidades de p artido o corriente ideológica. O tra cosa fue que las guerrillas com unistas, aunque fingieron aceptar la am nistía y entregaron arm as inservibles, hubiesen m antenido su organización y capacidad de com bate, a la espera de nuevas oportunidades, para reanudar su rebelión contra la autoridad, dentro de presupuestos universales de la insurgencia arm ada m arxista. Sin em bargo, en el período del prim er año del gobierno m ilitar nadie las hostilizó y fue tan solo cuando Sumapaz se dem ostró en rebeldía cuando se actuó en fuerza para som eterla. Tam bién cabe precisar que no solam ente guerrillas com unistas procedieron de esa m anera. Algunas, más tarde identificadas com o liberales, tam bién lo hicieron, seguram ente por desconfian­ za hacia el gobierno o rivalidades internas por razones políticas entre grupos de diferente filiación. A parte de las bandas de m a­ leantes surgidas a la som bra del desorden o como consecuencia del proceso deteriorante de la violencia misma. M ientras las guerrillas liberales y los grupos arm ados de reacción conservado162 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

ra acabaron plegándose a la ley, los com unistas prosiguieron su acción a través de todas las etapas, hasta el presente en que una nueva am nistía busca alcanzar una paz verdadera. Genera! Alvaro Valencia Tovar

— Usted ha dicho m uy bien, son dos am nistías, no com o la gente habla de una sola. La prim era am nistía fue para m ilitares exclusivamente. Es el decreto 2184 de 21 de agosto de 1953, por m edio del cual se concedió tal beneficio general a los m iem bros de las Fuerzas A rm adas, procesados o condenados con anterioridad al G olpe M ilitar del 10 de julio de 1944, contra el presidente López Pum arejo. Esta am nistía com prendía dos clases de delitos. Prim ero, con­ tra el régimen constitucional y la seguridad interior del Estado, porque fue una rebelión, y segundo, delitos conexos que se hubie­ ran com etido con ocasión de los prim eros, es decir, de la rebelión, com o po r ejem plo, unas lesiones personales, un hurto, que tuvie­ ra que ver con el delito político. Pero no quedaron contentos los m ilitares y le exigieron al general Rojas que m ás tarde, en el texto de la segunda am nistía p ara civiles, pero hablando de los m ilitares, en el artículo 16, del decreto 2062 del 54, se ordenara, que “ los m iem bros de las Fuerzas A rm adas sindicados o procesados po r delitos contra el régim en constitucional y contra la seguridad interior del Estado, con anterioridad a la fecha del levantam iento del 10 de junio de 1944, que no hubieren sido condenados a pena privativa de la libertad m ayor de 10 años, tendrán derecho a que se les reconoz­ can los grados m ilitares que tenían cuando fueron privados de ellos y a los sueldos correspondientes a tales grados hasta el 13 de junio de 1953” , que es el día del golpe del general Rojas Pinilla. Pero más adelante, dentro del mismo decreto se estableció una excep­ ción, p ara los mismos militares cuando dice el artículo séptimo, del decreto 1823, “ ninguno de los beneficios contem plados en el presente decreto cobijará a los militares desertores de las filas del Ejército, a quienes se les hubiera com probado que com batieron contra las Fuerzas A rm adas” . N o era el simple desertor, sino el que adem ás hubiera com batido contra las Fuerzas Arm adas. 163 ESTRELLA ROJA [email protected]

Creo que fue el caso clásico de Aljure que era cabo det Ejército, engrosó las guerrillas del Llano .y por consiguiente quedó sin am nistía de Rojas y le tocó ir a refugiarse a lo más profundo del Llano, porque él no tuvo ningún beneficio sobre el particular.

¿Qué buscaba Rojas Pinilla al promulgar esta primera amnistía? — Buscaba apoyo m ilitar. El país había entrado en un estado de descom posición política trem enda y fueron los partidos políticos los que prepararon el G olpe de Estado del general Rojas Pinilla, quie no fue más sino un ejecutor de la voluntad de los directorios políticos, a excepción del único perjudicado que eran los seguido­ res del doctor L aureano Góm ez, entre ellos el Batallón Suicida, del que hizo parte, el actual Presidente de la República, doctor Belisario Betancur. Pero el partido liberal y el ospinism o — la otra ala del p artido conservador— se congregaron para perm itir el. golpe de las Fuerzas M ilitares. El golpe lo dieron las fuerzas políticas que le ordenaron a las Fuerzas M ilitares que dieran el golpe. Venía el problem a de todos Jos militares que estaban condena­ dos con anterioridad por los m otivos que ya vimos y se necesita unificar a la Fuerza A rm ada, p ara que tenga una institución sólida el gobierno fuera del apoyo de los partidos políticos — por­ que las Fuerzas A rm adas siempre desconfiaron del apoyo de éstos, corno se vería más tarde, cuando el liberalism o le declara la oposición al gobierno de Rojas, y parte del conservatism o tam bién y lo vuelven y lo tum ban el 10 de mayo de 1957. Las Fuerzas A rm adas buscan, entonces, cohesión política y la logran a través de la am nistía. Es decir, si las Fuerzas A rm adas daban un G olpe M ilitar, pues era para favorecer ante todo a los m ilitares. Rojas cum ple su deber con su base m ilitar, de darle beneficios a los m ilitares para que éstos apoyen a su jefe. E d u a rd o U m a ñ a Luna

— En C olom bia ha habido am nistías y am nistías. Que yo sepa, la de Rojas Pinilla fue la más directa, concreta y práctica por varias razones. Rojas envió a las áreas de conflicto sus represen­ 164 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

tantes directos a negociar en segunda instancia con los jefes liberales alzados. Digo, en segunda instancia, ya que los arreglos y acuerdos de prim era instancia habían tenido lugar en Bogotá con la entonces Dirección N acional Liberal acuya cabeza se halla­ b a Carlos Lleras Restrepo, quien había instigado la lucha guerri­ llera de aquel tiem po para crear mecanism os de presión sobre el gobierno de O spina Pérez, y luego sobre los de L aureanoG óm ezy U rdaneta Arbeláez con la idea de com batirlos. Jacobo Arenas — La am nistía decretada por Rojas obedeció a una convenien­ cia de gobierno y a una conveniencia de intereses, A esto se le llamó “ conveniencia nacjonaF’y la gente lo creyó. Rojas necesita-' ba ponerle piso firme a su adm inistración y el cam ino indicado, el puente de plata, era la paz. Para lograrlo, nada m ejor que la am nistía. La decretó, la facilitó y dio resultado. Era lo que coyunturalm ente convenía al régimen dictatorial castrense, Pero paralelam ente surgió el aprem io de salvaguardar los intereses de los terratenientes (caso del Llano) y los jefes políticos de la cúpula partidista presionaron a las guerrillas para asegurar su entrega sin condiciones, A propósito del Llano, la nación ignora el proceso de engaño y coacción im puesto a los guerrilleros para obligarlos a firm ar la paz, sin darles m argen de establecer condiciones. Por inercia, el ejem plo del Llano arrastró a los Frentes de Sum apaz, oriente y sur del Tolim a, río M agdalena, Santander, etc. La presión e influencia de los altos jefes políticos aceleraron la entrega de las guerrillas liberales, cuando no podía decirse que estuvieran fatigadas o vencidas. Todo resultó una artim aña de m om ento pues, con excepción de los Llanos, la violencia se desató de nuevo en otras zonas. Cesó cuando la C om isión N acional Investigadora de las C au­ sas de la Violencia pacificó el país en 1958. Germán Cuzmán — En ese m om ento, yo creo que el general Rojas Pinilla obró con m ucha generosidad. El realmente quería cam biar la situación que se estaba creando en el país. Le dio estímulos al partido liberal. Estím ulos por ejem plo, como haber conform ado una 165 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

C orte Suprem a paritaria con ia participación de los más em inen­ tes juristas liberales de la época. N unca desde luego, el partido liberal tuvo posiciones oficiales, fuera de la Corte Suprem a de Justicia, ni en el gobierno ni en los m inisterios ni en ninguna parte. Solam ente algunos liberales que nosotros llam ábam os “ lentejos” , que habían seguido participando, pero aisladam ente, figuras casi solitarias, en la adm inistración del doctor Ospina Pérez y tal vez en la prim era del doctor Laureano Góm ez, muchos de esos individuos siguieron con el gobierno, después de que el doctor López Pum arejo y el doctor Carlos Lleras tuvieron que salir de C olom bia, porque el gobierno no les ofrecía ninguna garantía p ara sus vidas. Pero el liberalism o realm ente no concu­ rrió m ucho a ese proceso de pacificación, que culm inó con la am nistía del general Rojas Pinilla. Lo que pasa es que el general Rojas sí quería que regresara la paz al país. Sí tuvo ese propósito. Y entonces dictó esa am nistía generalizada. Yo creo que tam bién el Ejército. En esos m om entos había jefes del Ejército muy im por­ tantes com o el general D uarte Blum que veían ellos que no podían seguir enfrentados al partido liberal, por el solo hecho de que el partido liberal no apoyaba las atrocidades, las cosas que se hicie­ ron contra los mismos liberales. Y entonces, creo que los miem ­ bros del Ejército, em pujaron esa am nistía. Pero después de esa am nistía, vino la com posición del Consejo de Estado y ya el general Rojas Pinilla no quiso com o en la C orte Suprem a de Justicia, ese mismo equilibrio político. No quiso conform ar el Consejo de Estado en la form a p aritaria en que había conform a­ do la C orte Suprem a de Justicia, sino que le dio una m inoría de posiciones al partido liberal. Yo tengo inform aciones, desde lue­ go que no le constan a uno porque eran especies y rum ores, que los conservadores se alarm aron con la orientación que le estaba dando el general Rojas Pinilla a su gobierno y pensaron que tendría el propósito finalm ente de entregarle el gobierno al parti­ do liberal y lo presionaron algunos de sus m inistros conservado­ res para que de ninguna m anera tuviera esa misma am plitud, al conform ar el Consejo de Estado. Y de allí en adelante el general Rojas Pinilla hizo la declaración pública de que él no le daría puestos de ninguna m anera al partido liberal, él seguiría gober­ nando con el partido conservador. Germán Zea Hernández 166 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

— Al venir el general Rojas, com o bien lo sabe el país, se hizo una entrega, honestam ente, de Jas arm as p o r parte de las guerri­ llas del Llano. Pero no se hizo entrega de las arm as sino en un porcentaje mínimo por parte de Jas guerrillas com unistas de Sum apaz y alrededores y por las guerrillas liberales que operaban en el Sur del Tolim a y H uila, que era la parte fuerte de la guerrilla liberal y de la contraguerrilla conservadora, que constantem ente se m asacraban m utuam ente, especialm ente en los municipios de C haparral, O rtega, Rioblanco y toda esa zona de los ríos SaldañaAtá y sus afluentes. Allí no hubo esa entrega. Yo entiendo por qué sucedió esa diferencia de actitudes. En el Llano había un descontento contra el gobierno po r Jas razones que he anotado. T erm inaba esa a utoridad que fue suplantada por o tra autoridad cuyas prim eras palabras fueron “ no más sangre, no más depredación en nom bre de ningún partido político” . Eso lo recibió el pueblo colom biano sin la m enor duda de que así se iba a hacer. Si el m otivo de la lucha de los llaneros estaba ya colm ado, si se había logrado una solu­ ción para el país, ya no tenían ninguna o tra razón para seguir. Ya que toda la región había estado enfrentándose contra el gobierno, y no entre sí, y tam poco entre regiones, aunque tuvieran una ideología distinta, allí no había obstáculo para entregar las a r­ mas. En cam bio, aquí en C undinam arca, en el interior, en T oli­ m a, especialm ente en el Sur del Tolim a y norte del Huila, el enfrentam iento más que entre autoridades y civiles de filosofía liberal, com o lo son m uchas de esas zonas, había sino un enfrenta­ m iento de pueblos contra pueblos, de veredas contra veredas, de liberales contra conservadores. H abía unas heridas muy grandes, estaban frescas las tum bas y estaba fresca la sangre de todas esas masacres que se sucedieron, por ejem plo, entre los de C haparral y los de San A ntonio, en la región del G uam o, en Purificación y en el Oriente del Tolim a. Entonces existía allí, entiendo yo, una razón para pensarlo dos veces si se entregaban o no se entregaban las arm as. A pesar de la voluntad y de las buenas palabras del general Rojas Pinilla no podían confiar allá en que los pueblos vecinos que los habían atacado y m asacrado en fechas recientes fueran fácilm ente a m odificar su conducta y guardaran las arm as. En ese m om ento en que se sucedía la pacificación de 1953-1954, la guerrilla ya parcialm ente de inspiración com unista, a los que se 167 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

llamó inicialmente “ liberales sucios” de Sum apaz, dirigidos por Juan de la C ruz Varela, estaba peleando contra los “ liberales lim pios” , del señor Vargas. C uando se atacaban com etían crím e­ nes que eran igual de “ sucios” . Esas guerrillas, las que más tarde se orientaron abiertam ente al com unism o con Juan de la Cruz Varela a la cabeza, se pusieron en pocos meses en abierta oposi­ ción al nuevo gobierno, tildándolo de una dictadura m ilitar que iba a im poner un régimen auto ritario y a perseguir a quienes tenían ideas progresistas. Fue la época en que se organizaron las prim eras unidades de “ autodefensa agraria” , que poco a poco se fueron arm ando y preparando para dom inar toda esa zona que tiene com o epicentro a V illarrica, C unday e Icononzo, para orga­ nizarías m ilitarm ente a fin de hacer frente a cualquier em bestida m ilitar del nuevo gobierno, que al poco tiem po ellos com enzaron a rechazar com o dictatorial de derecha. En el Tolim a con epicen­ tro de C haparral y toda esa zona de Rioblanco y Planadas, estaba el fuerte de las guerrillas liberales. Si bien es cierto que, antes de 1953, la influencia com unista no logró convertirlas a todas en sim patizantes o proselitistas de esta filosofía, po r lo menos ya entendían la diferenciación entre las guerrillas liberales y otros m ovim ientos políticos que tenían una concepción más socialista de su lucha. Fue así com o al com enzar el régimen del general Rojas Pinilla ya se distinguían en el Sur del Tolim a dos tipos de guerrilla: las que estaban derivando hacia el com unism o, y las que se m antenían fieles a su filosofía liberal. Así fue como aparecieron guerrilleros com o el Peligro A rboleda, el General Mariachi, bási­ cam ente lo que pudiéram os llam ar “ liberales lim pios” y Charro Negro o El Charro, com o le decían sus com pañeros, los actuales m iem bros de la jefatura de las FA R C , quien sí se declaró rápida­ m ente muy sim patizante de la filosofía m arxista. Así, pues, allí hubo diferencias entre ellos, hubo algunos encuentros aunque no graves y la verdad es que los guerrilleros liberales que acataron el llam am iento del nuevo gobierno sin entregar las arm as pasaron a una actividad pacífica en tanto que los otros m antuvieron una actitud m ilitar, no se desm ovilizaron y estuvieron a la expectativa hasta dónde iba a llegar el nuevo gobierno. No fueron m uchos pero quedó allí la semilla. General José Joaquín M atallana' 168 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

¿Cuáles son tas características de la segunda amnistía? — La segunda am nistía son dos decretos. El decreto 1823 y el decreto 2062, de 1954, son dos decretos que contienen la am nistía p ara los civiles. Pero po r efectos políticos... es curioso, los dos decretos entraron a regir el mismo día, o sea, el 8 de julio de 1954. La am nistía para los civiles com ienza a regir ese día, contenida en dos decretos que se com paginan entre sí y que por efectos de regir el mismo día vienen a constituir un solo cuerpo. C laro que hay diferencias entre uno y otro y com o efecto de última medida rige el 2062. Por ejem plo, este decreto tiene una cosa muy im portante, que es el concepto de delito político que se le da a efectos de la am nistía. Los que hicieron el decreto no se atienen al concepto clásico de delito político que es la rebelión, la sedición, la asonada y el com ún denom inador, la conspiración, según lo dice el Código Penal. N o, ellos van m ás lejos, ellos ven que esas figuras políticas, —y ese es el error de la actual am nistía— no son suficientes para p oner paz en el país, que ha habido m uchos hechos que se explican políticam ente, pero que no caben dentro del clasicismo de los delitos políticos y entonces ellos prácticam ente crean una am nistía especial y crean una clase especial de delitos políticos m ucho m ás am plia que la del Código Penal cuando dicen tex­ tualmente; “concédese am nistía para los delitos políticos com eti­ dos con anterioridad al prim ero de enero del presente año. Para los efectos del presente decreto se entiende po r delitos políticos, todos aquellos com etidos po r nacionales colom bianos (exceptúa a los extranjeros) cuyo móvil ha sido: Prim ero, el ataque al gobierno (com o las guerrillas) o que puedan explicarse (aquí vienen las guerrillas de paz) p o r extralim itación en el apoyo o adhesión a ésta (lo que ahora llaman los grupos param iiitares) o p o r aversión ó sectarism o político” . No se necesita ni que hubiera ataque al gobierno, porque cuando se dice “por aversión o secta­ rism o político” , es el caso, por ejem plo, de un hom bre liberal que dice “ m até a este po r conservador” . Es de una am plitud increíble el decreto. Tan increíble es el decreto, que yo recuerdo que por lo m enos veinte mil personas salieron am nistiadas p o r este decreto.

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Pero esta amnistía no cobijó en la práctica a las guerrillas comunis­ tas... —A todos. Aquí no se habla de ninguna en particular. Que no se hayan entregado es o tra cosa, pero que estaban cobijados por la am nistía sí. Esta am nistía es para todo el m undo. Pero la ley se produce un año después del golpe cuando una gran parte de la guerrilla liberal se había entregado... —H ubo una serie de negociaciones que de todas m aneras fueron más corticas que las de ahora. Esto no se produce de la noche a la m añana. Se tra ta de conversaciones m uy difíciles por dos razones. Prim era, conversaciones de jefes a jefes, que son enemigos y cada jefe tiene que internam ente convencer a su gente. Rojas tuvo que convencer a su gente para que aceptara la am nis­ tía. Todos los guerrilleros que se entregaron tam bién tenían que convencer a sus gentes. H ubo unos que no se convencieron sino siguieron sobre las arm as. O tros que sí se convencieron pero que se m etieron en la actividad política, sin práctica,' sin conocer la ciudad, esta selva que es la ciudad, y en el fondo fueron persegui­ dos, recordem os el asesinato infame de G uadalupe Salcedo. Eduardo Umaña Luna

DEL SUR A VILLARRICA: CONTINUIDAD HISTORICA En el Sur del Tolima. fundam entalm ente en el eje Chaparral-Rioblanco-A taco, en el período 50-53, confluyen dos experiencias gue­ rrilleras que arrastran consigo, un deambular histórico, cimentado desde sus comienzos en determinadas concepciones de lucha, que al juntarse, perfilan un movimiento que pudo llegar a tener grandes alcances en su influencia y en sus realizaciones en el país. Pero que tuvo en su división interna su peor enemigo. Es un movimiento que se 170

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desgasta inútilmente en una lucha a muerte, conocido como la guerra entre “limpios” y “comunes”, que dura más de veinte meses a puro plomo y deja un saldo lamentable de 47 guerrilleros muertos de los Loaiza y 25 de los comunistas. No había otro enemigo entre ellos. Quien se descuidaba recibía el ataque del otro. No podían dar la espalda. Era el enfrentamiento de los liberales contra los comu­ nistas y a ¡a vez de ambos contra los conservadores y el Ejército. Y éste esperando al acecho, sabiendo que ellos se eliminarían entre sí. Un sector de esa guerrilla, la dirigida por los comunistas, prove­ nía de una larga experiencia surgida inicialmente, en el auge de las luchas campesinas en la década del 30, en los alrededores de Chapa­ rral, cuando se organizan las ligas campesinas. Estas habían tenido la influencia de la cruzada indígena de Quintín Lame, y anteceden­ tes en la siembra política dejada por el Socialismo Revolucionario. En su conformación jugaron un papel decisivo miembros del naciente partido comunista y del Unirismo, a pesar de la corta existencia de éste. Su raíz se encuentra en la necesidad de la tierra, en la más intensa búsqueda de los campesinos por redescubrir el mapa agrario del país, de conocer el real estado de la tenencia de la tierra, de ubicar la tierra propiedad de la nación, donde podían concentrar su acción. En esa contienda surge un caudillo natural, Isauro Yosa, uno de los posteriores líderes guerrilleros y políticos de las luchas populqres del Sur del Tolima. El recuerda en sus dos fases ese momento histórico: “En el gobierno de López vino para los campesinos una mejor situación, porque lanzó algunos decretos favorables para nosotros, sin duda alguna, con la ayuda del doctor Gaitán. Antes yo había conocido su organización. El Unirismo había penetrado en nuestras zonas, con las ideas de ese movimiento que nos trajo Jesús Bolívar. Fue la época en que comienzan a organizarse las primeras ligas campesinas en el corregimiento del Limón, municipio de Chaparral, que abarcó las haciendas de Calibío, Icarcó, Laureles, La Pedrego­ sa, Brasil, Banquillo, La Cabaña y otras de la misma población. E l movimiento se fu e desarrollando, buscando precisamente ¡a lucha. Se supo sobre el decreto que reglamentaba las pesas y medidas, defendido y propuesto por Gaitán en su época de parlamentario. Luego nos llega la ley doscientos de tierras. Esa primera ley de pesas 171 ESTRELLA ROJA [email protected]

y medidas impulsó a la movilización para luchar por su corrección. Antes no había control alguno. Las pesas eran un cajón que en realidad pesaba sesenta o cincuenta libras y aparecía ante los recolectores de café, apenas pesando una arroba. La más honrada de las pesas pesaba 35 libras, decían los campesinos. La menos ladro­ na. Entonces pagaban la arroba de café a 0.20, a 0.15 centavos. Al tener conocimiento de la existencia de ¡as romanas y con el decreto sobre pesas y medidas, salió la orientación de lanzarnos a una huelga general de recogedores de café. Se organizó la liga campesi­ na, sus orientadores fueron Fidelino Cuéllar y Jesús María Bolívar y nosotros ios campesinos de la región los apoyamos. La primera hacienda afectada fu e Icarcó, donde había más de quinientos reco­ gedores de café, su recolección alcanzaba por cosecha a m il quinien­ tas cargas. Se nombraron varias comisiones, se consiguieron las romanas y cuando los recogedores de café llegaban a la hacienda a las cinco de la tarde, ya estaba la comisión de huelga esperándolos para pesar delante del administrador, el café recogido. Estas comi­ siones tenían un permiso escrito por el alcalde, por eso no podían hacer nada los dueños de las haciendas y los administradores. La comisión pesaba y el administrador tenía que anotar las arrobas de cada uno. A sí se fu e generalizando e! apoyo de la huelga, así se fu e generalizando la huelga en tas haciendas Calibío, La Pedregosa, El Banqueo. Coronillo, Laureles, La Cabaña. Fue un duro golpe para los terratenientes. Y comenzaron los hacendados, los administrado­ res, los mayordomos a botar de las haciendas a los que habían participado en la huelga... Luego vino la lucha por el aumento de ¡os salarios por la cogida del café. Despidieron a mucha gente. Los campesinos se organizaron en la liga. Y por ese tiempo comenzamos la lucha por la tierra. A l darnos cuenta de que había una ley, la ley doscientos de tierra que salió publicada en folletos que nosotros adquirimos y estudiamos y vimos la posibilidad, viendo tanta tierra ociosa que tenían las haciendas, de invadirlas para trabajarlas. Es que había latifundios como el de Iriarte de Ambeima y Am oyá que tenía como límites la desembocadura del río Ambeima al Amoyá, río Ambeima arriba hasta sus cabeceras, río Am oyá hasta sus cabece­ ras, es decir colindando con Caldas y con la Cordillera Céntralo sea Barragán, que no dejaba de ser por lo menos de unas quince mil hectáreas. Y de acuerdo a lo visto y con la organización de los compañeros nombrados, comenzamos a organizar la tumba de la

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montaña. La liga funcionaba en el corregimiento del Limón, claro, con determinados grupos hacia ¡a periferia que tenían su personería jurídica para actuar. Se hicieron grandes asambleas solicitando el apoyo de los trabajadores, se unificaron y se acordaron medidas para que no saliera el soplón a darle aviso a las autoridades y a los hacendados; se organizaron comisiones de cincuenta a cien trabaja­ dores en cada grupo, cada grupo llevaba en su mochilita su yuca cocida, sus huevitos, la carne seca, la panelita para comer durante dos días que duraba la rocería, en una palabra el bastimento. Los trabajadores de unas haciendas se ligaban con los de las otras haciendas para el trabajo colectivo. Los recogedores de café y los tabloneros de cada hacienda se daban cuenta del terreno ocioso o sea terreno inculto, montañas o grandes rastrojeras. Se form aron las comisiones. Primero se comenzó por la hacienda de Icarcó. Tum­ bando una gran montaña, lo hicieron doscientos campesinos con sus herramientas, machetes, hachas y como lo dije antes, con su comida a cuestas. Inmediatamente se fo rm ó el gran escándalo entre los latifundistas y comenzaron a llegar las comisiones de policías. Naturalmente que en ese entonces no había sino uno o dos policías en el corregimiento v en el mismo Chaparral. No disponían de fuerza, armada... Llegaba la policía y preguntaba: '¿Quién es el dueño de esta rocería?’. ‘Todos’ contestábamos. La policía no adoptaba de inmediato la represión, citaba a Chaparral, nadie salía de la tumba y la vigilancia seguía en colectivo. Nosotros siempre alegando el derecho de ¡as veinticuatro horas, porqué ¡a ley no daba sino veinti­ cuatro horas para poner el denuncio y cuando ¡legaban al sitio de la tumba, el administrador con ¡a policía, ya encontraba ¡a tierra sembrada en cafetos r colinos de plátanos que en la noche habíamos transportado de raíz r habíamos vuelto a sembrarlo de raíz. Abría­ mos en redondo el hoyo r sacábamos el cafeto cargado de un año y listo para la cosecha: lo mismo el colino de plátanos de seis meses de sembrado; quien veía ya el cafeto de nuevo sembrado, decía: 'Por lo menos tiene ocho meses de sembrado, el café ya está verdecito...’. Y nosotros alegando en grupos a la inspección de policía, alegando los diez o los quince días de posesión de la tierra. Naturalmente que la reacción se puso muy asustada y empezó a ejecutar a! gobierno en form a muy acelerada. Mientras nosotros seguimos la tumba de las montañas y al mismo tiempo cuando fueron las quemas y el tiempo para sembrar, lo hicimos... Claro que no todas las haciendas se ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

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lograron invadir al mismo tiempo, pero sí empezamos con las que antes nombré. Otros campesinos tomaban la tierra en arriendo a los latifundis­ tas les daban tierra para que cultivaran y le hacían firm a r un documento. Los latifundistas optaron por eso, por temor a las invasiones. Vino la orientación de no firm ar ningún tipo de docu­ mento. Porque ese era un invento para dejar al colono bajo el dominio y control del hacendado. Así, en esas condiciones siguió la lucha por un largo período. En 1938. la ley de tierras la fueron volviendo más favorable para los hacendados y nosotros fuim os perdiendo peso ante la ley. Enton­ ces la ley de nosotros fu e la unidad de los campesinos para hacer respetar nuestros derechos. Vinieron las elecciones en 1938, las conocimos y comenzamos a votar por los candidatos del partido comunista. En el Limón, la sede de las ligas campesinas, sacamos gran cantidad de votos y salieron dos renglones de los comunistas. Fui elegido suplente de Pedro Abella, quien venía de Bogotá. Lo mis­ mo que salió Agustín Palomino de la comunidad de Yaguarú. Enton­ ces comenzamos a conocer a los indígenas de Yaguará, a ayudarles en la defensa de su comunidad que por años había sido invadida por los latifundistas Castilla de Chaparral. Les habían robado sus tierras cercando las llanuras de Yaguará y sacándoles el ganado de su propia comunidad y de los propios dueños que eran los indígenas... Fue toda una época legal en los concejos municipales en que luchába­ mos por el derecho de posesión de la tierra y por la titulación de la misma, la época de los jueces de tierra. A sí por largo tiempo nos hicimos hombres organizados” (Isauro Yosa, ¡972). Ya por los años cincuenta, la lucha agraria adquiere otras form as de confrontación. Ahora son los latifundistas que a lafuerza recupe­ ran esas tierras que habían sido invadidas y comienzan la violencia del despojo para concentrar y hacer crecer el mapa de la tenencia de la tierra en pocas manos. Es cuando comienza a cumplirse en esas zonas, la consigna de los comunistas: la organización de grupos de auto defensa creados en las antiguas zonas de ¡as ligas campesinas para luchar contra la violencia. Es el origen de la guerrilla comunis­ ta, especialmente en la región de Chicalá donde surge su núcleo embrionario que se extiende a Irco y a Horizontes. Estos tres núcleos form an lo que se conoce como La C olum na G uerrillera, “cuya misión era ganafaltura en la Cordillera Central, atraer la atención ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

del enemigo para descargarle presión a los lugares de origen del movimiento a fin de que sus habitantes no fueran blanco de las represalias que ejercían contra la población civil" (Marulanda1, 1973:30). ¿4 Ja Columna Guerrillera se adhieren grandes sectores de masas y comienza un recorrido por muchas regiones, realizando una labor de proselitismo. En el año cincuenta tiene lugar el primer acercamiento con la guerrilla liberal comandando por el viejo Ge­ rardo Loayza, oriundo de Caldas, asentado en el municipio de Rioblanco, dueño de fincas de café y pasto, campesino medio, acaudalado, jefe natural y civil de la región, antiguo gaitanista, que se organiza en la guerrilla al comienzo déla violencia y con cinco hijos toma el camino de las armas. A sí surge la base social para la guerrilla liberal del Sur del Tolima. Luego de varias conversaciones, los Estados Mayores de las dos guerrillas establecen acuerdos de combatir conjuntamente. Al co­ mienzo así sucede y se producen muchos combates victoriosos con­ tra regiones conservadoras y puestos de policía. Más adelante, por iniciativa de los liberales, el comando guerrillero comunista se traslada a un sitio llamado '£/ Da vis.‘Es el comienzo de una experien­ cia social, político-militar que marcará en form a definitiva la poste­ rior guerrilla de los comunistas, unas veces en acción, otras en mom entos de transformarse esa lucha armada en autodefensa de masas y en organizaciones agrarias. Allí se crean las bases sociales de una práctica que más adelante va a desarrollarse en Villarrica, Marquetalia, Riochiquito, Pato y Guayabero. Olimpo, excoman­ dante político del Davis, describe cómo era su organización interna: “Teníamos funcionando rústicos servicios de armería, enfermería, talabartería, alpargatería, al igual que escuelas para los niños y para los adultos y cursos políticos para los guerrilleros y para los comandantes medios. Toda la guerrilla era un alegre organismo al mando de un comandante militar y político. Cada una distribuía propaganda a la vez que iba organizando a las masas por donde quiere que anduviese. Cada dirigente se iba convirtiendo en un dirigente popular. En el Davis y en cada Destacamento guerrillero teníamos al pueblo organizado, ya fuese en Comités de Frente Democrático, ya en Comités juveniles y femeninos, o en Células comunistas, por supuesto. Además cultibábamos una Granja Colec­ tiva donde todos trabajábamos y de donde todos comíamos...” (citado por Arango Z , 1984: 183). 175 ESTRELLA ROJA [email protected]

Vino el hecho más dramático, el enfrentamiento de dos tradicio­ nes de lucha que expresaban sin lugar a dudas, dos concepciones y visiones distintas del papel que debía jugar la guerrilla. El conflicto interno se agudizó de tal manera, que no hubo lincamientos posibles de conducta que pudieran en tan corto tiempo, crear condiciones favorables de parte y parte para llegar a algún acuerdo. La guerrilla del Sur del Tolima' se destruyó entre sí en una actitud de terrible canibalismo, abriendo la brecha a dos tendencias que más adelante, entre el 53 al 60, van a seguir enfrentándose. M anuel Marulanda Vélez, en sus C uadernos de C am paña,cuenta la razón de esos disentimientos: “Surgieron los conflictos con quienes no estaban habituados a una organización regida por normas de forzoso actamiento. Estaban acostumbrados a obrar por cuenta propia y hacían las cosas como y cuando querían. A l estructurar las unidades básicas guerrilleras con sus respectivos comandantes y reemplazantes políticos-militares y designar a los responsables de cada frente de actividad, los que estaban acostumbrados a irse a su casa a la hora que estimaban conveniente y regresar cuando lo consideraban de su agrado se hallaron incómodos. Sé puso orden a las dependencias, servicios y se establecieron normas para aprovechar el tiempo libre en actividades útiles, pero ello no gustó a quienes, o no entendían la importancia de tales reglamentaciones, o simplemente querían la anarquía en todo.. Ofendió a muchos que el producto de las "revanchas” fuera distri­ buido de conformidad con las necesidades de cada cuerpo armado y personales y se indignaron porque las armas tomadas en acción fueran ya no de propiedad privada y venta obligatoria de los jefes, sino de pertenencia colectiva del movimiento y destinadas exclusiva­ mente al servicio de la lucha (...) “Para los liberales fu e nuevo y contrario a sus concepciones que se hablara en la guerrilla de la lucha por la conquista del poder para los obreros y los campesinos y de liberar a la patria de la explotación imperialista y oligárquica. La organización de las mujeres en comi­ tés especiales y en el Partido Comunista tampoco satisfizo a mu­ chos. Dizque la organización enfrentaba a las mujeres a susfam ilia­ res, las convertía en rebeldes y reclamadoras de sus derechos. Nunca estuvieron de acuerdo con las donaciones y ayudas por solidaridad para los combatientes sí no iban destinadas exclusivamente a los jefes. Se oponían a la fo rm a de distribución equitativa que se ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

practicaba en los destacamentos. Al prohibir y castigar el robo entre compañeros, las inmoralidades e irrespeto a los niños y a las muje­ res. los viciosos y adictos a los ilícitos, que eran muchos, su inconfor­ midad creció. Estas nuevas reglamentaciones destinadas a producir un cambio de calidad en el movimiento, eran contrarias a quienes se habían vinculado a él con propósitos de aprovecharse de la situación de violencia y pretendían que la desorganización inicial no solo se prolongara sino que aumentara” (Marulanda1, 1973:34-35). Paciente, el Ejército esperaba el aniquilamiento mutuo entre los “comunes” y los “limpios” para dar el zarpazo final. Cuando lo cre­ yó oportuno, en los albores del 13 de junio de 1953, entró en acción. Atacó primero, por los lados de Herrera a los "limpios” sin impor­ tarle el pacto que había con ellos, especialmen te en ayuda de armas. Luego se metió al Davis. Y los dos grupos, comunistas y liberales dejaron momentáneamente su lucha interna, para enfrentarse al enemigo común, al Ejército. Sorprende al país la noticia del 13 de junio. Casi de inmediato, los liberales se acogen a la pacificación propuesta por el general Rojas Pinilla. Sin entregar ¡as armas, acuerdan con el Ejército retomar la lucha, ya no en guerra contra el gobierno, sino en persecución de ¡as guerrillas comunistas. Estas por el contrario no se entregan, ganan tiempo en intentos de conversación con el Ejército y por causa de la terrible desmovilización de sus masas, salen del Davis tres comisio­ nes, después de los acontecimientos de! ¡3 de junio. Una guerrilla al mando de Jacobo Prías Alape, conocido como C harro Negro, y Manuel Marulanda, que se dirige al Cauca, luego al Huila y los límites del Tolima. La segunda al mando de Llanero, que pocos días después es aniquilada por tos liberales "limpios”. Y la otra, al mando de Richard, quien vía Calarma, después de un cruce lleno de combates llega a Villarrica, en compañía de Isauro Yosa. La comisión de C harro y Marulanda, después de una intensa correría en combates y acciones contra grupos de policías, conserva­ dores y liberales, después de atravesar diversas regiones y soportar por mucho tiempo, el aislamiento de la población, llega a Riochiquito. Allí se vuelven fuertes ya en la lucha directa contra el régimen militar de Rojas Pinilla. En el año 55, C harro crea las bases y funda en la región conocida como El Támar.o a Marquetalia, que era una zona selvática y a la vez estratégica. Ya en Riochiquito, en el mismo año de ¡955, llega Ciro Trujillo con cuatro combatientes y les 177 ESTRELLA ROJA [email protected]

informa sobre lo que está sucediendo en el Oriente del Tolima, en k región de Villarrica. Villarrica es una vasta zona cafetera, con una gran diversidad dt climas. En los años treinta, en lo que se conoce como la Colonia di Sumapaz, por impulso del gobierno de López Pumarejo, se habíi creado una gran colonización campesina, con recursos gubernamen tales. Era la base social donde afluyeron colonos y campesinos dt diversas partes del país. Una zona de mucha influencia liberal, espe­ cialmente gaitanista. A l llegar la violencia, hubo una respuesta dt guerrillas liberales. Con el 13 dejunio cesaron momentáneamente loi enfrentamientos. Hubo un acuerdo simbólico de entregas de armas, de armas inservibles por parte de Juan de la Cruz Varela y el Ejércitc quedó en cierta medida satisfecho por esa actitud. En ese tiempo dt pacificación, Villarrica recibió a los guerrilleros comunistas que ve­ nían huyendo del Sur del Tolima. Es una zona que se convierte en refu­ gio. Y la experiencia popular continúa. Ahora son los Comités de, Frente Democrático los que impulsan la organización campesina. Rojas Pinilla decide meterle a esa zona, la más grande operación m i­ litar de esos tiempos. A llí comienza otra historia: después de seis m e­ ses de una guerra prácticamente de posiciones, sale la más grandí evacuación campesina que produce la violencia que se dispersa poi todo el Tolima. De esa evacuación se deslinda lo que se conoció comc la Comisión de Marcha, al mando de Richard que se estaciona et. Galilea, una zona selvática del Tolima, de allí parte hacia el Huila, llegan a la Hoya de Palacio y cruzan el municipio de Colombia, en­ tran a las selvas de Guayabero y la Comisión sigue hacia El Palo, Isauro Yosa había sido detenido por el Ejército y con su captura habíc comenzado la Operación Villarrica. E l Davis había sido el grupo generador de las primeras form as dt organización agraria y guerrillera, que más adelante tendrán plent desarrollo en las llamadas “Repúblicas Independientes".

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LA SEGUNDA VIOLENCIA 1954-1957 ¿Podríamos sistematizar ¡a segunda fa se del proceso de violencia j desarrollo de tas guerrillas, durante el gobierno de Rojas Pinilla? — El gobierno llam ado m ilitar estableció la am nistía y se valió de la aceptación nacional a su m andato para propiciar la paz nacional. Las guerrillas se desmovilizaron casi totalm ente, la m ayoría entregando las arm as y acogiéndose a la paz, algunas ocultando sus elem entos de lucha y preparándose para una nueva oportun idad de utilizarlos. A p a rtir de 1954, un año después del acceso al poder del general G ustavo Rojas Pinilla, la situación comenzó a deteriorarse de nuevo po r razones diversas. Se hizo evidente que en algunas regiones se habían configurado organizaciones de autodefensa, que im plicaban el rechazo a cualquier acción gubernam ental en el territorio que controlaban. El nuevo Presidente com etió el error garrafal de apoyar su gestión gubernativa en un solo partido, con lo cual d io ocasión a que se repitiera el procesode politización del poder, que había conducido a la violencia anterior, y la resistencia volvió a cobrar form a en m uchas com arcas. La controversia resurgía y con ella la violencia. La oposición se intensificaba provocando la reacción intem perante del gobierno. Se com etieron graves errores en el alto gobierno y en los niveles departam entales. La prensa liberal comenzó a atacar, com edida­ m ente prim ero, con creciente acerbía en la medida en que los desaciertos le daban oportunidad de hacerlo. La acción precipita­ d a de una unidad del Ejército al contener una manifestación pacífica de estudiantes el 9 de junio de 1954, com o protesta por la m uerte accidental de un estudiante a manos de la Policía en la C iudad U niversitaria ei día anterior, produjo una masacre en plena carrera séptim a de Bogotá, por involuntaria torpeza y precipitud, no por propósito deliberado. N uevam ente la violencia rural cobró aliento hasta térm inos de auténtica guerra civil no declarada, con especial ferocidad en el Tolim a, cuyas dos cordilleras se incendiaron po r com pleto, p arti­ cularm ente desde la región de Sum apaz en la Oriental hasta los ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

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límites con el H uila y desde C haparral hasta las vertientes del Nevado del H uila, en la Occidental (Central del sistema andino). La oposición creciente al gobierno mal llam ado m ilitar llegó a su apogeo a com ienzos de 1957 y cuando el General Presidente quiso hacerse reelegir por la “ voluntad irreversible” de sus gene­ rales, se precipitó su caída el 10 de m ayo de ese año, precedida de la form ación de una alianza bipartidista concebida p o r A lberto Lleras C am argo y pactada con el m ás caracterizado exponente de lo que había sido considerado com o el extrem o derecho conserva­ dor, el ex-presidente L aureano G óm ez, derrocado y exiliado por el general Rojas Pinilla el 13 de ju n io de 1953. General Alvaro Valencia Tovar

— Se puede decir que hay un año en el gobierno de Rojas Pinilla sin luchas arm adas. Porque las guerrillas com unistas siguiendo una orientación del partido com unista, no sin dificultades en algunos lugares, se repliegan y se convierten en organism os de autodefensa. No se acogen a ia am nistía y sobre todo no entregan arm as. Se m antienen com o grupos de autodefensa, pero durante un año están prácticam ente inactivos m ilitarm ente. La lucha arm ada com ienza de nuevo en 1954, cuando ya la dictadura m ilitar se desenm ascara, prim ero con la m atanza de los estudian­ tes en Bogotá y luego a fines del 54, inicia la ofensiva contra la región de Villarrica. El pretexto de la dictadura m ilitar es que Villarrica se ha convertido en un fortín com unista, de guerrilleros com unistas venidos del Sur del Tolim a: él pretexto es que Villarrica se estaba cónvirtiendo en una región im penetrable, como Viotá. Que había que im pedir esa situación. Entonces se lanza la ofensiva contra Villarrica y com ienza la nueva etapa del movi­ m iento guerrillero. El cam pesinado responde con la guerra en Villarrica y ésta se extiende rápidam ente por todo el O riente del Tolim a y Sum apaz y luego a otros lugares del país. El movim iento guerrillero en su fase de la dictadura m ilitar es más consciente, revolucionariam ente. M ás esclarecido políticam ente. Juega un papel muy im portante para socavar al régimen, pero no llega a tener la extensión que tuvo el m ovim iento guerrillero en princi­ pios del añ o 50, bajo la influencia liberal. Por ejem plo, en este m om ento, la guerrilla no tiene expresión en los Llanos Orientales, ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

fue muy escasa. Pero políticam ente fue m ucho más esclarecido y avanzado. Esta etapa culm ina hasta la caída de la dictadura m ilitar en las jornadas de mayo de 1957, en un paro em inentem en­ te ciudadano, Gilberto Vieira1

— La segunda etapa de la violencia ya no fue el resultado del conflicto liberal conservador, sino el fruto de conflictos socioeco­ nóm icos y del descrédito del gobierno m ilitar. El problem a se localizó en form a aguda en la Cordillera Oriental especialm ente Tolim a y Sum apaz. En esta etapa el partido com unista se convir­ tió en el principal orientador de la guerrilla y se hicieron más evidentes los problem as de la lucha po r la tierra. El Estado actuó fundam entalm ente a través del Ejército, el cual con su participa­ ción en la guerra de C orea vivió una experiencia decisiva para su transform ación. Al nacionalizarse la Policía quedó som etida al Ejército. En esta época operaron sim ultáneam ente tas guerrillas y el bandolerism o. Se presentaron conflictos por el dom inio territo­ rial entre los grupos alzados en arm as especialmente entre guerri­ llas liberales y guerrillas comunistas. Se m ultiplicaron las ventas de tierra a precios irrisorios por la im posibilidad de acceso de los propietarios a sus fincas. El peor año de este segundo período de violencia fue 195ócuando se agudizaron las contradicciones entre el gobierno m ilitar y las diferentes fuerzas políticas, sociales y económ icas que se enfrentaron a la dictadura de Rojas Pinilla. Luis Carlos Galán

— Vino la segunda fase, que comenzó meses después de asum ir el gobierno el general Rojas Pinilla, la transform ación de esa guerrilla y de esa lucha entre liberales y conservadores con la aparición de unos m ovim ientos que com enzaron a separarse del partido liberal y a tener influencia de las ideas socialistas y m arxistas. Se dio así origen a la configuración de los m ovim ientos de las mal llam adas “ Repúblicas Independientes” . Una de las más cercanas a las zonas de que estam os hablando, era la de M arque­ talia, nom bre que le puso Pedro A ntonio M arín, o M anuel M aru­ landa Vélez nacido en el m unicipio de M arquetalia, Caldas. D e 181 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

ahí ese nom bre a tal región del nacim iento del río Atá. Esta etapa es la bifurcación de la guerrilla liberal, guerrilla que se desmovili­ za, y los guerrilleros que desde ya tienden hacia la extrem a izquierda, hacia el socialismo y el m arxism o. Eran m uy pocos, pero aguerridos y bien adoctrinados, que tam poco entregaron las arm as y que no se desm ovilizaron. C uando esto sucedía, en el Sur del Tolim a fue que surgió esa lucha muy fuerte entre el gobierno m ilitar de Rojas Pinilla y las guerrillas com unistas de Sum apaz, Yo creo que esa fue la ocasión en que se ha em peñado más a fondo la fuerza pública contra un m ovim iento guerrillero, que defendió palm o a palm o toda esa región de Sum apaz. Allí se empleó todo loque teníam os de Fuerza Aérea, la A rtillería y num erosas unidades de Infantería y de otras Arm as, para reconquistar y ocupar la zona de Villarrica, la C olonia y parte alta de Icononzo, que ya era un fortín com unista donde ondeaba, es la verdad, la bandera de la hoz y del m artillo. Y no la bandera nacional. Participé tam bién en esa operación. Siendo oficial de planta de la Escuela M ilitar de Cadetes, ¿Cuántos hombres le metieron a esa región de Villarrica? — Creo que para esa época, en que las Fuerzas A rm adas eran más reducidas en efectivos, se hizo un gran esfuerzo en esa operación y hubo la intervención, hoy lo aprecio, de cuatro batallones, con apoyo de algunas unidades de Artillería y apoyo de los aviones de que se disponía entonces, que eran los F-47, aviones de la Segunda G uerra M undial que tenían una buena capacidad de fuego de apoyo con 8 am etralladoras. 50 fueron em pleados muy intensam ente. En alguna ocasión se em plearon algunos bom barderos, los B-26, utilizados en el asalto final a la Colonia, que era el fortín mejor defendido por toda la guerrilla com unista de Sum apaz. ¿Los cuatro batallones, a cuántos hombres representaban? — Los cuatro batallones podrían significar unos cuatro mil hom bres, aproxim adam ente. Con el apoyo, com o he dicho, de piezas de Artillería y aviones de la Fuerza Aérea.

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¿Es cierto que la población en Villarrica defiende palmo a palmo su terreno y cuánto dura la operación? — D uró, creo yo, aproxim adam ente de dos a tres meses, desde que com enzó. Porque la población estaba perfectam ente adoctri­ n a d a y ya m otivada p a ra luchar contra el gobierno. Estaba con­ vencida por Ju a n de la Cruz Varela y su plana m ayor de que el gobierno quería destruir a los campesinos de la organización agraria que se habían dado espontáneam ente ellos y que iba a im ponerles una autoridad arbitraria que iba a hum illarlos, a destruir su organización agraria y a despojarlos de las tierras que ellos habían trabajado. Fue una cam paña sicológica muy intensa p a ra ponerlos a defender esa zona con escopetas, con fusiles, con m achetes, con todo lo que tuvieran, p o r todos los cam inos y trochas que conducían a esa región. ¿Cuántos hombres armados tenían las guerrillas en esos momentos? — No podría precisar hoy esto. Pero prácticam ente toda la población de la región estaba com prom etida en la defensa y si no tenían un arm a a la m ano, estaban dispuestos a pelear y a apoyar a los que tenían arm as. Eso sí era unánim e. ¿Es cierto que ellos hicieron un cordón de trincheras alrededor de Villarrica? — Sí señor. T rincheras muy bien organizadas. Y com o le digo hubo días en que la lucha fue tan intensa que se avanzaban muy pocos m etros, en la m archa hacia la C olonia. Allí hubo verdade­ ram ente actos valerosos especialmente p o r oficiales del Ejército que se enfrentaron a esas trincheras con gran decisión. H ubo num erosas bajas en las fuerzas del Ejército y recuerdo que una de las m edidas que fue necesario tom ar cuando estaba haciendo el avance hacia la C olonia, en la zona que yo estuve, que fue la de Villarrica, el C om andante de la Unidad en esa zona, el entonces Teniente C oronel A brahám V arón Valencia, se vio en el caso de disponer la evacuación de todas las gentes que habitaban en Villarrica, dejando la población sola para poder conducir m ejor las operaciones sin el saboteo y con los problem as de dejar a ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

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retaguardia una población hostil que al fin y al cabo era num erosa y muy vecina a las tropas que com batían hacia La Colonia. ¿Y después de que toman ¡a Colonia qué sucede? Porque tengo información de que se produce una gran evacuación de la población campesina... — Fue una m archa, si no recuerdo mal, hacia las partes altas del Páram o de Sum apaz. Pero una vez que se concretó el avance de la autoridad por Icononzo y la parte alta de Villarrica, poco a poco la población se fue dando cuenta que lo que se le había dado a entender, que el gobierno iba a entrar a destruirlos po r el hecho de que eran com unistas, no era la verdad. H ubo naturalm ente accio­ nes severas de fuerza y represión. Usted recordará el escándalo que hizo la prensa sobre el cam po de concentración de Cunday porque allí fue necesario Uevar a todos los individuos que iban siendo capturados a lo largo de la operación, p ara interrogarlos, identificarlos; para poder form arse una ídea com pleta de todo el problem a que allí existía y buscar la inform ación de quiénes habían organizado y dirigido las acciones más agresivas contra las autoridades civiles y contra la fuerza pública, posteriorm ente. ¿Y cuántos prisioneros cayeron en ese fam oso campo de concentra­ ción? — Esa gente iba siendo investigada, atgunos quedaban deteni­ dos, otros después de ser interrogados eran dejados en libertad; se les im ponían medidas de control. Pero norm alm ente, que yo recuerde, en ese llam ado “ cam po de concentración de C unday” , había un prom edio de cincuenta a cien personas, más o menos, cuando yo estuve allá. ¿Por qué el general Rojas Pinilla decide una operación tan grande como usted la ha descrito? — Porque ellos se establecieron com o “ Repúblicas Indepen­ dientes” . N o aceptaban autoridades. Las autoridades de esos pueblos tuvieron que salir corriendo y ellos desafiaron abierta­ mente al gobierno. Y cóm o iba a ser que un gobierno que acababa

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de llegar a pacificar al país, perm itiera aquí, a las puertas de Bogotá, que hubiera una zona de cuatro o más m unicipios en m anos de unos individuos que se declaraban en rebeldía y que no aceptaban la autoridad del Estado. H abía que actuar. En ese momento cuando se inicia la operación contra Villarrica, en los años 54, finales y principios del 55, había decaído mucho la popularidad del gobierno militar de Rojas Pinilla... — Claro, había decaído m ucho. Y yo entiendo ese descenso por varias razones. Prim ero, por lo que he dicho públicam ente: el go­ bierno del general Rojas no fu e una dictadura militar, como dicen los políticos y com o dice m ucha gente. El general Rojas era más civil que m ilitar y era un conservador, era un m ilitar político. Por eso cuando subió al gobierno él lo que hizo fue un gobierno con el nom bre de pueblo y Fuerzas A rm adas, pero fue, ante todo, un gobierno conservador con los políticos de ese partido más reco­ nocidos en este país. Y poco a poco m,uchos colom bianos com en­ zaron a desilusionarse de ese gobierno salvador, nacionalista que se decía y en que se pensaba en los prim eros meses de su gobierno. Fue un gobierno conservador y, como tal, actuó siempre: esa es ia verdad. General José Joaquín Matallana1

— Vino la noticia de la pacificación a raíz del golpe de Estado que subió al general G ustavo Rojas Pinilla al poder. Dijeron que todo había vuelto a la norm alidad, se hablaba m ucho del progra­ ma de Paz, Justicia y Libertad. Entonces nos regresam os con ilusiones. Creíam os que podíam os recuperar algo de lo perdido, vivir en esa misma tierra porque en realidad los tiem pos eran muy buenos. Resulta que al regreso, en C arm en de Apicalá no más, nos pudim os dar cuenta que no era tan fácil, com enzando porque había que sacar un salvoconducto para entrar a la región, para entrar al pueblo. Allí nos tocó dem orarnos hasta conseguir el salvoconducto para todos. Ya llegamos a la tierra. Tuvimos buena acogida, fuimos al cam po y volvimos como a em pezar a tra ­ bajar. 185 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Se veía pues que en ese tiem po había un fuerte m ovim iento, que lo llam aban Fren t e J D e m o ^ á t i t ^ i ^ y ^ e j a í Ló ii .Nílc io rvaJ. Eran comités que pasabairlrasta'de cíen afiliados y eran en cada vereda. M ucha gente agrupaban allí. Se hablaba de m uchas cosas, se discutía de m uchas cosas. Y siempre se veía pues, la situación tensa por parte de las autoridades. H abía cada mes que bajar a refrendar el salvoconducto, era chequeado cada mes. Si uno se llegaba a retardar dos o tres días, ya tenía problem as, era muy difícil. Resulta que llegó una época que echaron a detener gente de la que iba a refrendar el salvocon­ ducto. Entonces nosotros nos fuimos tem iendo. D ía a día nos fuimos quedando muchas gentes ilegales, porque nos retardam os en la refrendada del salvoconducto. Resulta que de esa m anera se fue desatando la persecución a toda esa gente, no digam os el personal que había sido guerrillero o que era guerrillero y que estaba en la región, sino tam bién por ia gente que se convertían en ilegales por el dicho salvoconducto. Echaron a enviar patrullas, ya fue el Ejército, antes era la policía chulavita, llevándose a la gente presa. Echaron a haber problem as porque había personas que no era posible que fueran a caer en m anos del gobierno. Una especie podem os decir de una desm ora­ lización m uy diferente a antes. Ya no era la época de los llamados volteados, de liberales a conservadores, sino de tos llam ados espías, que se infiltraban en las organizaciones. Ellos com enzaron a llevar los datos y los informes de las personas y luego, después venía la patrulla a buscar a esas personas. En todo ese tiem po cuando comenzó esa situación nosotros lo único que hacíam os era escondernos, cuando sabíam os que el Ejército venía. Sí, había muy buena vigilancia por parte de la gente, entonces la noticia se regaba rapidito en ese tiempo. T oda­ vía se utilizaba la razón personal. C uando entonces se sabía que venía el Ejército todo el m undo se cam uflaba, se metía al m onte al escondido, más los que estábam os perseguidos, no queríam os dejarnos encontrar. Así se fue poniendo la situación de tal m anera que nos tocó salir de la habitación y refugiarnos en la parte alta y alejada en la selva, en la cordillera para poder estar en el día aunque fuera y por la noche volver a buscar a nuestros hijos y cuidar de nuestros hogares. 186 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Ya se fue poniendo la situación tan tensa y entonces las direc­ ciones orientaron que era necesario avisar con el toque de cacho, porque de esa m anera podíam os avisar m ás rápido, se podía com unicar en toda la región m ás rápido. Eso nos sirvió m ucho al principio, eso dio magníficos resultados, se alcanzó a detener el avance del Ejército p o r un tiem po y podíam os estar más segu­ ros. U ltim am ente ya no nos sirvió. Ya nos tocó ponernos en m archa, pudiéram os decir de un extrem o de la región a otro, vivir en una vereda, salir de esa vereda e irnos a otra, cuando la situación se agravó de tal m anera. Eso era muy ab urridor porque p ara poder estar entonces tocaba dorm ir debajo de las m atas de café y se pasaban muy malas noches. En esas sucedió ya el prim er tiroteo, cerca de Villarrica, en la vereda de Bélgica, en la vereda de Cuideblanco. C laro entonces p ara nosotros está, que el prim er tiroteo que escuchamos fue aterrad o r, pues no sabíam os que en esa situación teníam os que correr. Ya com enzaron los bom bardeos. Eso fue lo más alarm an­ te. T anto los m orteros que se situaron en la población de Villarri­ ca com o la aviación que com enzaron a operar. A nosotros nos tocaba con las fam ilias, yo siempre vivía muy cerca de algunas, dos o tres fam ilias. Así los buenos vecinos nos gustaba acom pa­ ñarnos p a ra ayudarnos, prestarnos la m ano en cualquier m om en­ to , aun cuando yo siempre me tocaba estar sola. El esposo mío n o . podía hacerle frente, pues él nos prestaba protección. Yo tenía mis tres hijos todos chiquiticos. Era m uy difícil pues, poder rescatar a mis hijos y rescatar por ahí algún poco de com ida, de vestido, cobija y cosas. Entonces yo siempre buscaba las personas buenas conm igo y me hacía al lado de esta gente. Entonces nos subim os a un sitio llam ado alto de M anzanita, pero allá no había n ada que com er, allá no había sino pasto, no había agricultura. Entonces nos tocaba bajar, cuando había un tiem pito así que no hubieran peleas tan duras, en ese receso de dos o tres días, nos vol­ víam os a b a ja r para la finca para conseguir com ida. C uando de una m anera u o tra nos cogía la aviación y nos tocaba salir nueva­ m ente de las casas buscando refugios, debajo de las piedras o al pie de los árboles grandes y, a veces cuando no alcanzábam os nos teníam os que tender, porque eso era pavoroso al ver el im pacto tan terrible que hacían las bom bas que caían lanzadas por los aviones, caían y no solo perforaban el sitio donde caían, sino que 187 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

andaban un buen trayecto debajo de !a tierra y en después reven­ taban más adelante. Com o tam bién el im pacto que a veces fre­ cuentaban las m etrálladoras aéreas. Cada nada habían heridos, com pañeros, gente civil alcanzados a coger por una bala. E nton­ ces nosotros cada vez que escuchábam os el ruido de los aviones, ya nos habíam os form ado una mística, tanto los niños-como las mujeres sabíam os que había que volar rapidito a cam uflarnos, a escondernos antes de que fuéram os localizados, para tra ta r de defender la vida y defender tam bién a los niños. En eso la pasá­ bam os. Ya en ese tiem po que se agudizó esa violencia de parte y parte, porque los cam pesinos tam bién contestaron con sus arm as. En­ tonces no se podía vivir tranquilo, era una desesperación terrible. La noche la utilizábam os p ara preparar los alim entos, m oler el maicito, cocinar para dejar para el otro día y tener qué com er y darle a nuestros hijos, a (os com pañeros. No se podía prender candela en el día, tem íam os que por el hum o fuéram os descubier­ tos. Tam bién en la noche teníam os que buscar los sitios más ocultos, más bajos p ara prender la hoguera, porque entonces los m orteros donde vieran una luz, ailá cargaban la m ano con las bombas. Al principio habían niños que se veían con un estado de nervio­ sismo, como los míos. Por el más grandecito tem ía que de pronto se me enferm ara, o quedara por allí nervioso; él ya com prendía cóm o la gente m oría o quedaba herida. A lo últim o, a la larga se notaba que los niños ya eran más serenos. Ya los sufrim ientos eran para nosotras las m adres, tem iendo perder al hijo, al esposo. La propia vida era una situación que no dejaba vivir. Las mujeres, más que todo las m adres de fam ilia, teníam os que vivir muy preocupadas, porque había que estudiar cómo refugiar­ nos, cómo librarnos de los bom bardeos, usar vestidos oscuros, procurar no ponernos vestidos que dieran m ucho blanco, Y en el día el silencio que más se pudiera tener, y m ucho cuidado con el hum o. Tam bién preocuparnos por la preparación de la com ida para m andarles a ios com pañeros que estuvieran en el frente más cercano. Siempre procurábam os constituir nuestras caleticas por ahí, claro que todo lo demás nos gustaba individual. Eso fue antes de haber una situación tan tensa, antes de que avanzara la tropa en la región. Porque después cuando la tropa 188 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

penetró a la región, entonces la situación se nos agudizó más con los chiquitos, porque el problem a con los pequeños eran sus lloriqueos. Com enzam os a acabar con los perros, con los gallos, con ios anim ales que hicieran bulla. Y con lós niños era más difícil, porque los niños a veces enfermos, a veces con ham bre, claro que los que m am aban las m adres les poníam os el pecho para callarlos y a otros si había la posibilidad de un teterito, buscar la m anera de entretenerlos para evitar la bulla. Ya después fue imposible seguir viviendo en esas condiciones. Ya los surcos del Ejército, cordones estos que llam ábam os, ya em pezaron a avanzar por todas partes, se tom aron la región. Entonces hubo que pensar en una evacuación en serio, pensar en salir de allí. Un aporte que me parece muy im portante que prestam os las mujeres al m ovim iento guerrillero, desde el principio era el rela­ cionado con el asunto de la vigilancia, porque los com pañeros tenían que salir a los sitios, a las trincheras. Entonces no quedába­ mos sino mujeres en la casa, teníam os que distribuirnos el servicio por horas, según lo que pudiéram os, no se podía una acostar muy confiada, eso hicimos en las casas por la noche. Y al sentir algo, pasar la com unicación, la razón. Y lo otro era ayudar al arreglo de los guerrilleros, los com batientes. Prepararles alim entos com o antes lo. dije,.y a veces cuando había posibilidades em pacarles su fiam bre y su bebida para que ellos estuvieran bien en la trinchera. Los niños que pasaban de los diez años ya prestaban un servicio muy especial. Se echaron a poner muy activos los m uchachitos. Llevando com ida, razones, parque, volaban rapidito de un sitio a otro. Prestaban un gran servicio. Las mujeres siempre hacíam os lo posible por conseguir conoci­ m ientos de prim eros auxilios, si había una persona que supiera algo de esto, pues la utilizábam os para que nos diera clases, se hacían cursillos de enferm ería, aprendiendo a inyectar, apren­ diendo a hacer curaciones. Y las mujeres más jóvenes y que no tuvieran tantos problem as así de niños, de hijos, entonces ellas estaban prestándoles protección a los com batientes. • En ese tiem po las gentes ya no creían m ucho en los milagros, debido a una experiencia vivida antiguam ente. Porque se quiso por m edio de los espíritus más que todo, detener la. violencia, detener el patrullaje de la chusma chulavita, encendiendo esper­ 189 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

mas, rezando plegarias a esos m alhechores, con toda la devoción, como decían en ese tiem po, transm itiendo el pensam iento direc­ tam ente, Y eso fue com pletam ente inútil. Entonces esto fue crean­ do en la gente un conocim iento de que no habían tales milagros. Pero com o la gente era religiosa, al menos cargaba sus cuadros de la Virgen, del Sagrado C orazón de Jesús, y hacían lo posible cuando había posibilidad de un cabito de esperm a, eso por allí era muy escaso, no dejaba de haber tal o cuál viejita que alum brara su santico. Pero la creencia pasó de los santos a los hom bres, a su valentía, a la guapeza de los hom bres, com andantes que resulta­ ron dignos de adm iración por la form a com o lograron defender­ nos una cantidad de tiem po sin que nos hubiera sucedido nada m ayorm ente. Entonces, pues me parece tan interesante el com an­ dante Tarzán, el com andante Richard y otros, ejemplares tanto en el com bate, com o en el trato con los com pañeros. Se notaba en ellos una conciencia hum ana, cariño con los niños. Esto lo llena­ ba a uno de confianza y de valor. Porque ellos siempre procura­ ban cada vez que podían reunir a la población civil y hablarles, darles la explicación a las gentes cómo debían contribuir para hacer la vida menos dolorosa. M ientras estuvimos en la región cam biando de un sitio a otro, todavía teníam os la posibilidad de envolver el colchón, la cobija, la m aquinita de coser y así algunos objetos que nos parecían de sum a im portancia, éram os incapaces de desprendernos de ellos. La loza, la vajilla, las herram ientas, el hacha, el machete. Así las herram ientas que podían prestarnos algún servicio en la construc­ ción de nuestras caletas. Porque una de las contribuciones que dim os las mujeres que sabíam os coser, era que ayudábam os a hacer las camisas, hacer los pantalones, todo lo necesario para tos com batientes. Ya después cuando nos llegó ta noticia de parte de los com ba­ tientes que había que salir rápido, que no se podía detener el avance del Ejército, que el plan era tom arse toda la región, tapando todas las vías, entonces pensam os en las posibilidades de salim os y rescatar nuestras vidas. Entonces hubo com pañeros muy buenos com o el cam arada G arcía, el cam arada Richard. C laro que el cam arada Richard vivía en su puesto de com bate, porque a él se le notaba que su m ayor alegría era que le dijeran; 190 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Váyase a com batir. Yo le preparaba un cantim plora de agua miel y un fiam bre y él se iba m uerto de la risa, feliz a com batir. Ya de evacuación, ya ap artándonos de esos objetos que antes se añoraban. Los que logram os hacerlo con m ayor rapidez, siempre alcanzam os a llevar algo de producción, como era panela, sal, jab ó n , una o dos m udas de ropa, la cobija. Algunos alcanzaron a pasar cargas en bestias y llegaron a la Colonia, y se logró pasar algo que com er y, algunos pasaron com o enseres, com o tendidos y cobijas y ropas. Pero o tra gente que por am or a sus remesas que tenían antes de la violencia tuvieron que dejar casi todo, sus cuerpos no resistieron. Antes de la violencia se nos había dicho que teníam os que aprovisionarnos de droga, calzado, hilo, etc. Entonces, la gente se había prevenido muy bien. Entonces todos aspirábam os a que ese esfuerzo que habíam os hecho no se perdie­ ra. Alcanzam os a pasar a la Colonia com o a las dos de la m añana, a un sitio más arriba de la C olonia, que se llam aba Palma. Allí cuando avanzam os, inm ediatam ente avanzaron las tropas del Ejército a la Colonia, se tom aron la Colonia y alcanzaron a coger familias y a otras gentes les quitaron las remesas, otras alcanzaron a h uir sin nada, perdiendo todo. Creo que esa gente que cogieron se la llevaron a C abrera, a Bogotá, allá se llevaban a las m ucha­ chas de sirvientas de los m ilitares, así en esas condiciones. Las que pasam os nos vimos en una situación sum am ente cruel, porque lo poquito que llevamos tuvim os que repartirlo. Nos localizam os en un sitio que llam aban H im alaya, unas fincas que se veían que estaban abandonadas, con las tierras muy malas, era lisa, todo era barbecho, todo el pasto que habían sem brado ya rastrojera y lagunas. T odo lo que había era un ganadito, lo ordeñaban, pero se estaba poniendo muy flaco. Entonces llevábam os veinte días de estar en ese sitio, que nos fue tan mal que salíam os o tra vez a Villarrica a llevar comida. De nuevo una arrem etida general en la región y hubo m uchos heridos de parte nuestra, y em pezaron a llegar a ese sitio. Nos reunimos, tanto los que llegaron com o los que habíam os para acordar que en ese sitio no se podía más, porque a la fija la aviación nos sacaba. Entonces los que estábam os en esas casas, nos fuimos a form ar unas caleticas, al pie de un piedrón grandísim o, que había, en caso de otro bom bardeo o una am etrallada y poder defender­ nos en la piedra. La otra gente com o era tanta, se quedaron en las 191 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

casitas. C laro, al am anecer no más la aviación los descubrió y comenzó un bom bardeo temible. Ya la gente muy cansada se había dejado coger de la tarde y habíam os com enzado a hacer los desayunos, a preparar com ida para llevar para el cam ino. Era muy largo el cam ino y muy feo, resbaloso, las bestias ya se quedaban enterradas y los niños hasta la cintura. Entonces pensá­ bam os llevar algo de com er, pero resulta que la aviación nos interrum pió los preparativos. Y cuando com enzaron las ollas a hervir, nos hacen la descarga de am etralladora, lanzaron tam bién unas bom bas y hubo heridos y m uertos. Y nos logram os defender algunos. Unos se cam uflaron en los rastrojos. Esos se tendieron, se cam uflaron rapidito y otros en la piedra grande íbam os dán d o ­ le vuelta a la piedra, con los niñitos y haciéndole el quite a la aviación. Esto duró un rato. No fue tanto. Pero ese día nos tocó quedarnos a nosotros, era muy difícil salir con los objetos que llevamos, algo así para cuidar .y algunas provisiones que teníam os para más adelante. Nos quedam os con los niños. Los com pañeros, que no podían seguir más en el com bate, en la trinchera ayudaban a sus familias. Ellos hacían lo posible, cuando ya dejaban a. su fam ilia ya un poco segura, volvían a prestarle ayuda a las otras. Ese día me acuerdo tanto que habían m atado una res para repartirla,-la habían com enzado a pelar y cuando ia gente huyó a refugiarse para defenderse de la aviación, entonces otros posiblemente 'm uertos de ham bre se repartieron la res, y cuando el ecónotno fue a repartirla no encontró sino el cuero. Seguimos, no podíam os cam inar, porque el cam ino era com pletam ente im pasable, se quedaban las bestias atolladas y se quedaban los niños, entonces la m archa era muy lenta. Por allá como a eso de las doce de la noche, alcanzam os a llegar sin dirección a una casa grandísim a que había en la C olonia y encontram os m ucha gente, que estaba en una situación que tiritaban de frío, todo el m undo m ojado. T odo el tiem po que llevaban, era ahí, m ojaditos y em barrados. Y como no se había podido hacer de com er, la gente estaba ham brienta y un poco anarquizada. Un com pañero dijo hacer un mitin que para llam ar a la gente, que para darles valor, sí un mitin con esa gente. M ientras que en la cocina, en ios fogones sucedían cosas cómicas, las señoras hacían agua de panela para darles a los niños, calm ar­ les el frío, y otras señoras que seguram ente no llevaban nada que 192 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

darles a los niños, se ro b ab an la panela de esas vasijas con agua caliente p a ra ir a calm arles la necesidad a los niños. La gente se fue desm oralizando un poco en este sentido, en cuanto a los asuntos de com er. El que tenía un pedacito de panela, tenía que cuidarlo com o si fuera un tesoro. A mí por ejem plo, me tocó esconder un pedacito de panela m ucho tiem po, para darle aunque fuera una boronita a mis niños y creo que así lo hacía todo el m undo. Seguimos, porque las m iras no era seguir. Adem ás, era un sitio muy peligroso, porque nuestra m archa con fines a posesionarnos en G alilea, un sitio que llam aba el M esón. De paso estuvimos un tiem pito en un sitio que llam aban el kilóm etro 18. E staba donde el papá de A lbertín, o sea Mariachi, los suegros del cam arada Richard y nos alojam os allí. Nos prestaron protección unos días, pero la situación ya se puso muy grave, con los enferm os, con el frío, se nos acabaron los zapatos, la gente no tenía qué ponerse en los pies. La ropa se puso muy escasa, porque se nos había perdido una cantidad de ropa. Entonces, hubo que repartir la ropa con la gente que se había quedado sin qué vestir. Las vaquitas que me habían dejado se perdieron, porque se las llevaron. Com enzó una ham bruna nunca conocida por mí en mi vida. Era m uy difícil salir a conseguir com ida o cualquier calm ante, por los retenes del Ejército p o r todos los lados. Y no había sino una vía. Entonces tenía que ser gente muy disciplinada p ara pasarse sin que los viera el Ejército. A veces tiroteaban a tas comisiones que salían a conseguir com ida. M andábam os gente de la región y no volvían. Llegam os a Galilea. H abía m ucha gente, tam bién de Vegones y de otros sitios. N osotros organizam os a la población que venía en la evacuación, form aríam os unos pueblitos en un sitio más arriba de la mesa que llam aba C órdoba. Allí debíam os organizar un caleterío, digam os una form a de vida com unitaria y vivir al día. T ratam os ya de organizam os, organizando un poco las casas. Prim ero com enzam os a hacer las caleticas, pero no había con qué em pajar. Nos tocaba em pajar con hojas, lo único que se conse­ guía era helecho y m aquenco. Así hicimos estantillosy cam arotes. Tuvim os un caserío de hartísim as caletas. Ya en esas nos llegaron algunos com pañeros de la dirección de Villarrica y trataron de organizar, claro que los sufrim ientos le dan a uno m ucho valor, ya 193 ESTRELLA ROJA [email protected]

uno se resigna a sufrir. Por la aguantada de ham bre, m orían sobre todo los ancianos y los niños. A mí me tocó perder una hijita, a los poquitos días de llegados, m urió la niña m enor, ahí tocó dejarla. Hizo crisis en mi persona, tal vez descuidé un poco algunas cosas que se me había encom endado, com o era de tra tar de organizar algunas cosas con las com pañeras, organizar una econom ía com ún, que cada fam ilia dispusiera de los alentados, de los más hábiles para salir a conseguir com ida. Lo único que se podía conseguir era plátanos y yuca para llegar y entregar a la econom ía y después distribuirla entre las familias. No se pudo que las gentes acataran las orientaciones. Unos organizaban sus comi­ siones. Llevábam os la lista de las gentes que salían, qué vías, hacia dónde, qué tan ta econom ía podían traer, qué cantidad, y unos se quedaban, y otros los que tenían allí su fam ilia volvían, pero no entregaban a la econom ía com ún. Solam ente me acuerdo de un viejito, que le decíam os cam arada G aray, él tenía muchísimos hijos, 8 ó 9 y la esposa. El sí entregaba toda su m aletica que traía a la econom ía. Después, claro, al distribuir todo entre la gente a él le correspondía un plátano, una yuca, y él tenía que ver perecer a su fam ilia de ham bre, po r la conciencia, decíam os nosotros. Esa fue la situación, cruel, que quisim os resolver de una u otra form a. Al ver diariam ente m orir a los niños de ham bre, pensam os que nos tocaba a las mujeres más responsables, una com pañera que le decíam os Eldana, com pañera Carm en, esposa de un sar­ gento, teniente, no recuerdo bien, que le decían Zarpazo, con ella habíam os hecho parte de un com ité, entonces nos incluyeron en la dirección de las mujeres, que teníam os la obligación de organizar una guardería infantil, donde los niños recibirían mejores cuida­ dos y protección. H abía que hacer las cosas, las cunas, cóm o se conseguían los bejucos y m aderita. Resulta que dimos pasos. Algunos com pañeros nos colaboraron bien, otros no. Y cons­ truim os algunas caletas grandísim as, organizadas con com pañe­ ros para que los niños pudieran vivir allí y se ayudara a las com pañeras que estaban jugando el papel de ayudar a abastecer, a las que pudieran salir a acom pañar a los guerrilleros. Resulta que los planes nos fracasaron. O rganizar una guardería sin pane­ la, sin leche, sin estos alim entos para los niños, esto era lo mismo que no organizar nada. Alcanzam os a hacer las caletas y organi­ zar algunas cunas, cuando llegó la noticia de que en ese sitio no 194 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

nos podíam os dem orar más, había que em igrar y replegarnos arriba, m ucho m ás arrib a, en un sitio que se llam aba la Cum bre. Nos gastam os a C órdoba m ucho tiem po con toda ia gente. Era imposible esperar al enem igo en C órdoba, porque era un sitio no aconsejable, porque la peña o el cerro nos podían hacer fracasar, el enemigo podía avanzar y tom arse la parte alta y de esa m anera no había escapatoria. Entonces, nos fuim os, la tierra era mejor, pensam os en organizar una granja colectiva con los hom bres y mujeres que estábam os ya en pésim as condiciones, porque a los trabajadores se les podía dar una sola com ida, sin em bargo se tum bó buena cantidad de m ontaña, y se quem ó algo, más que todo se despalizaba, porque llegó un tiem po tranquilo, porque no nos acosaba sino el ham bre, el frío. T ratam os de sem brar algunas cosas, p ap a, maíz, pensábam os tam bién en sem brar pasto, algunas plataneras p ara ver cóm o solventábam os el problem a de la econom ía, sostenim iento para la población que íbam os y para darle a los guerrilleros cuando vinieran a descansar. Porque nosotros prestábam os servicio a los com batientes cansados, gente que venía herida, enferm a o can­ sados de com batir, que los dejaban descansando con la población civil. Eso nos obligaba a pensar en cultivar. Allí nos estuvim os ese tiem po, teníam os buenas esperanzas. El cam arada G arcía hizo unos cursillos políticos y así otros com pa­ ñeros enseñándonos enferm ería. Allí teníam os una caleta grande que llam ábam os la enferm ería, donde llegaban los enfermos. Entonces estábam os aprovechando esa tregüita, para arm arnos de algunos conocim ientos. C uando nos atacaron, se acabaron todas las ilusiones por com pleto. Fue imposible pensar que unas trescientas fam ilias pudiéram os salir cam ufladas, defendernos sin poder comer. No había sino tres salidas: una evacuar por los lados de Villarri­ ca, o tra por los lados de Prado, y otra salir con miras hacia H oya de Palacio. Entonces el cam arada G arcía, fue muy duro en esa explicación que hizo. La gente francam ente no lo acogió bien y decidieron irse, salirse, entre ellos dos herm anos míos. Ellos qui­ sieron ayudarm e y convencerm e que tendría que salir, porque si antes los sufrim ientos no habían sido tan grandes com o la pérdida de los hijos, que no podía asegurar con vida a los otros dos que nos quedaban. Entonces me atem orizaron para que saliera y se 195 ESTRELLA ROJA [email protected]

com prom etieron que me ayudarían a salir po r los lados de G irard ot a B ogotá, p ara po der seguir viviendo. De ninguna m anera quise. A pesar que me preocupaba m uy poco por estas cosas, notaba que los hogares se echaban a perder, a desintegrarse, no m archaban muy bien y mi deseo era d ar ejem plo. Tener una h istoria sana y no ir a perder mi hogar, a mi esposo. Yo siempre lo he querido m ucho. Entonces me dolía irme y tener que dejarlo y después resignarm e a que el hogar se desbaratara. Me decidí seguir con el cam arada G arcía y con su gente. Entonces la gente que más fracasó fue la que cogió la vía a Villarrica, que había m ucha, no pudieron salir igual que todos. Los dos guardaespaldas que nos nom braron o sea, edecanes que les decían, ellos se fueron y sacaron a la com pañera m ucho más adelante, donde iban las otras fam ilias, que habían decidido seguir en la Com isión de M archa, la que más tarde llegaría a G uayabero y al Pato. A mí me tocó quedarm e esperando a ver si de p ronto los m uchachos volvían a ayudarm e a recoger. Por la noche se retiró la gente, no se podían quedar en las caletas, avanzaron m ucho más adelante. Entonces quedaron unos ancianitos puros hinchados, no salieron porque quedaron m uy enfermos. La caletica que nosotros habíam os construido era u n a caletica de balcón. N osotros habíam os hecho un zarcito para que no penetrara el agua, eso era muy húm edo. Hicim os un zarcito y allí dorm íam os con los niños. Los viejitos cayeron debajo de la cam a donde nosotros estábam os durm iendo. Claro que se oían los lam entos terribles y al fin m urieron los viejitos, se silenciaron los viejitos. Ya de cualquier m anera me paré para ir saliendo, porque me daba m ucho tem or quedarm e allí, ya los viejitos eran m uertos. Com o pude, con terribles dolores en las piernas fui a d a r a la caleta de los padres de A lbertín. Allá llegué. G ente muy buena, me hicieron rem edios. Me dieron un agua con lejía, me pusieron unos paños, mejoré un poco y seguimos. Fue una situación sum am ente terrible, porque no había nada qué com er, ag u an tar ham bre, no se podía avanzar porque las trochas eran sum am ente feas, eran solam ente picas así, que for­ m aban las gentes al ir avanzando; com o el terreno eran c alo teras, piedrajoso, uno caía, Yo por ejem plo, en mi costal llevaba mi cobijita y lo que yo más podía de ropita de los niños. Algo que consiguiera, com o por ejem plo mi pastica de jab ó n y cosas para 196 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

com er, lo llevaba a la espalda. Llevaba la peinillita p a ra cortar la m adera, y hacer las caletas. Y a veces me caía porque me tocaba cargarm e el equipo. Las vasijas am arradas a! cinturón, con que me sostenía el pantalón. Y me caía en esas profundidades y me dem oraba, me quedaba de las gentes. Sin em bargo, tales m ucha­ chos, los edecanes siem pre me dieron la m ano hasta llegar a un sitio que lo llam aban por mal nom bre Pueblo C agado, un caleterío muy m alo, mal hecho. Creo que lo desbarataron al tiem po de salir, lo destruyeron. Porque cuando nosotros llegamos a ese sitio después de una sem ana de evacuación, allí todavía habían fam i­ lias de las que llegaron de Vegones. N o eran de Villarrica y tenían remesa, más que todo plátanos am arillos, alguna remesa. A! llegar nos echaban la m adre, estos hijue no sé qué, chusm eros de Villarrica, son los culpables de la guerra, son los culpables de haber perdido nuestros intereses. Esa gente que se m uera de ham bre, a esa gente no se le d a nada, no se le presta ningún auxilio. Y delante de nosotros echaban todos esos plátanos a las bestias, para que se los com ieran y nosotros m uertos de ham bre m irando. Después de avanzar hacia la C um bre y no encontrar fam ilias, no nos quisieron seguir los chulos, porque las trochas que hacíam os las b orrábam os, no dejábam os rastros. Y al estaren tal pueblito que m enciono escucham os que no había policía, que por los lados de Vegones habían trapiches. Podíam os salir y conseguir com ida, hacer m oliendas, conseguir dulce. Esto nos em ocionó m ucho. Porque me había olvidado contarle un detalle, que los niños d u raro n , cerca de dos meses sin p ro b ar una gota de panela, de dulce, de sentir un sabor a dulce. Esas fueron tragedias terribles, hasta que llegamos a un rio que lo llam aban Rionegro, cerca de T aurito y de Prado. En ese río se nos ahogó un com pañero, prim o herm ano de Benitín. Allí fue el entierro, todo el día triste, el com pañero Fu/aña echó un discurso de lo más bonito. Bueno salimos de esa tragedia. Ya en esa regresaba el esposo mío y ya po r lo m enos tenía su com pañía, Teresa M atiz de Prada

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EL COMIENZO DEL OLVIDO

LAS JORNADAS DE MAYO Cali, ese día, el 10 de mayo de 1957, sufrió la más grande transformación en su comportamiento de acción masiva. Fue un brutal cambio de actitudes, de ¡a acción contemplativa y temerosa, a una acción valerosa y tempestuosa. Dejó de ser la ciudad sumida en el más terrible miedo colectivo que la había invadido desde la masacre de la Casa Liberal en octubre de 1949. Porque Cali estaba cercada por el terror, en sus noches y en sus días. Quien osara salir a sus calles, después de la siete de la noche, era un hombre muerto por los disparos de los carros fantasm as. Había vivido como ninguna otra ciudad en todas sus manifestaciones, esa estela de temor coti­ diano, de violencia citadina, que extendieron meticulosamente los pájaros, empleados muchos de ellos del Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC), aquellos hombres que salían a cumplir órdenes, impartidas, incluso de la misma gobernación, de la alcaldía o del Directorio Conservador. Además, Cali había tenido que soportar la irresponsabilidad del gobierno m ilitar de perm itir el estacionamiento en pleno centro, de siete carros cargados de dinamita, que al estallar, sin que se conozca aún la causa, en la noche del 7 de agosto de 1956, convirtió a la ciudad en una sola hoguera de llamaradas y dejó un saldo de más de un millar de muertos. Rojas Pinilla, omnipotente, respondió frente al hecho, que éste había sido un sabotaje promovido por Lleras Camargo y los comunistas. Por lo tanto. Cali como conglomerado social reflejaba y concen­ traba intensamente el conflicto existente entre el gobierno militar y la nación. Rojas Pinilla había sido un mandatario que despilfarró inútilmen­ te el más grande apoyo que el país le había ofrecido, ilusionado en sus primeras promesas. Fue un hombre que se encerró en su propia egolatría al creerse un Ser Providencial y pretender tener en sus 201 ESTRELLA ROJA [email protected]

manos absolutamente todas las riendas del poder: el Ejecutivo, el Legislativo, además de ser el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas. Con su ambición desmedida quería perpetuar con su reelección para el período presidencial 1958-1962, una dinastía m ilitar en el poder. Por su política miope logró colocarse al margen del país y crear en su contra una inmensa oposición de todos los sectores sociales, expresada por el sentimiento popular, dirigida y manipulada por las clases altas. En la agonía de su régimen, solo lo respaldaba el Ejército, que en los mom entos críticos de la definición, lo abandonó en su nave del exilio. Sólo Rojas Pinilla logró unificar lo que parecía irreconciliable: los sectores de los partidos políticos que estaban en la oposición a su gobierno, en el Frente Civil; hizo posible esa extraña alianza de Lleras Camargo y Laureano Gómez, alfirm arse el pacto de Benidorm, en España. Y en ese proceso de oposición al régimen militar, la Iglesia entra a jugar un papel decisivo el 30 de abril de ¡957, cuando en carta-pastoral, el Cardenal Luque, ilegitimiza al gobierno y analiza en form a esclarecedora, la situación que vivía el país: “Por otra parte, la restricción cada día más rigurosa de las libertades individuales, la inversión de losfondos públicos en fo rm a que escapa a! control de los ciudadanos, tanto en lo que se refiere a su conveniencia como respecto del cumplimiento de todas las disposiciones legales sobre la materia; la depreciación de la moneda, el quebranto que ha sufrido la economía del país, los serios problemas sociales que empiezan a presentarse y otros factores de intranquilidad, tienen form ado en el país un denso ambiente opuesto a la reelección presidencial" (Cita­ do por Urán, 1983: ¡09). Comienzan a gestarse los últimos y dramáticos días de la dictadu­ ra. En Cali, el 28 de abril de ¡957, se detiene-a Guillermo León Valencia, hecho ocurrido por motivo de la ratificación de su candi­ datura presidencial. Esta torpe actitud gubernamental, acelera su caída. La oposición estudiantil, fa cto r definitivo en estas jornadas, sale de ¡os centros universitarios y los estudiantes se convierten en bandera de agitación. “El Frente Civil responde y, de común acuer­ do con la Andi, escoge como arma el bloqueo económico. Como dice un historiador latinoamericano, es tal vez un ejemplo único de huelga general de patronos y banqueros el que se da en Colombia cuando las oligarquías deciden terminar con Rojas" (Citado por Urán. 1983: 111). 202 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Se unen al paro doce grandes e importantes periódicos del país. Las empresas suspenden labores y producen un hecho insólito, cuando los dueños deciden pagar por adelantado quince días a los obreros para que no trabajen y participen en el paro. El comercio cierra sus puertas, los vehículos públicos dejan de transitar; los bancos paralizan sus actividades; las empresas de transporte terres­ tre se unen al cese de actividades. El país se convulsiona por esa gigantesca movilización. El 10 de mayo, en las horas de la mañana, al conocerse la noticia de que Rojas abandonaba el poder y lo dejaba en manos de una Junta Militar, la ciudad de Cali se volcó físicam ente a la calle. Había verdadera alegría en esa m ultitud desbordada, que corría o iba montada en centenares de carros. Ese júbilo fu e adquiriendo la fu erza del odio acumulado en esos años, en que este pueblo estuvo atormentado por el miedo. Y ese odio creció y tomó la dimensión desconocida de la venganza popular. Ya no sólo eran los gritos, las consignas coreadas y las canciones; y a no eran los brazos que se levantaban al aire con las pancartas; y a no eran las gargantas desgañitadas que continuaban con el vocinglerío. Esa masa cambió y desbocada, comenzó a desencuevar a los que para ella significaban signos de la opresión. Y así fueron encontrando uno a uno a muchos pájaros menores, aquellas criaturas cobardes ante la inminencia de su propia muerte, altivos cuando eran los generadores de la muerte ajena. Los fueron arrastrando, uno a uno, cogidos de las manos, cogidos de los pies o de sus cabezas, y los golpearon miles de puños, les dieron miles de puntapiés y los fueron matando lentamente de físico dolor, como si se estuviera recuperando en esas muertes, todo el m al recibido en tantos años. Y esa masafuriosa en su venganza, no aceptaba que nadie de tos suyos recogiera una prenda de valor o dinero, propiedad de los pájaros y por el contrario, en muchos sitios de la ciudad, se hicieron hogueras con sus objetos para que se consumieran en el fuego como el recuerdo de un doloroso pasado. Ese pueblo en su vindicta, asaltó al S1C y le dio libertad a muchos presos políticos; fu e hasta el Batallón Pichincha e hizo lo mismo; se dirigió al D iario del Pacífico y destruyó sus máquinas, incendió el edificio, en una clara protesta contra un periódico que había azuza­ do la violencia en el Valle del Cauca. La venganza se había converti­ do en una catarsis colectiva. 203 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Rojas Pinilla voló al exilio con la más absoluta confianza en que sus compañeros de armas, lo volverían a llamar muy pronto. Para el país comenzaría la experiencia del Frente Nacional, después del gobierno de transición de la Junta Militar. Pero, con esa especie de amnistía entre la clase dirigente, se inició un largo período de olvido histórico, de aquel proceso de violencia que había cambiado por completo a Colombia.

LA PACIFICACION DEL FRENTE NACIONAL ¿Por qué se ilegaliza al partido comunista en el gobierno de Rojas Pinilla? — En el gobierno de Rojas se obtuvo de la C onstituyente una declaración de ¿legalización del com unism o... y eran m uchos los que decían que había que hacerlo. Los fenóm enos de Centro Am érica, del Africa m ostraban que había que volver a la legisla­ ción. N osotros lo hicimos. A mí me tocó defender ante la C onsti­ tuyente el proyecto y lo sacam os. Yo reconozco que de los graves errores de mi vida ese es uno. Las ideas se com baten con ideas y el peligro del com unism o, com o decía Oliveira Salazar, se elimina satisfaciendo las necesidades del pueblo. El decía: “ M ientras haya un estóm ago vacío, hay una puerta abierta para el com unism o” . Yo reconozco que ese fue un error de Rojas y que yo participé, ¿En qué momento comienza el declive de la popularidad de Rojas Pinilla? — Dos son los hechos principales. El prim ero, la aplicación de la C onstituyente.’ En la Constituyente, lo mismo que en la del d octor Góm ez estuvo ausente el liberalism o. Com o esa C onstitu204 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

yente fue nom brada p o r un C ongreso conservador, pues no hubo Constituyentes liberales. Se convino, en la adm inistración Rojas, en am pliar la C onstituyente, con el único objeto de que el partido liberal tuviera representación. Esto $e pactó con las directivas conservadoras y con las directivas liberales. Se com etió el error del que participam os el doctor Ospina Pérez y yo y el doctor Evaristo Sourdís —aunque después el doctor Ospina quiso lavarse las m anos, o m ejor echarnos la culpa a nosotros y no aparecer él— , se com etió el trem endo error de tra ta r de consolidar una división liberal, m etiendo como C onsti­ tuyente al oficialism o liberal, a Santos, a Carlos Lleras y a todos. N osotros hicimos la lista y la Constituyente la aprobó. A A belar­ do Forero Benavides que no lo podían ver, a Jorge Villaveces, a D arío Sam per, a Rubén Uribe Arcila, de A ntioquia, o rador m uy brillante, político muy aguerrido, llegamos hasta A ntonio G a r­ cía. Y para com pletar el error, realm ente creo que el error fue esto, que la Dirección Liberal había pasado una lista de candida­ tos pero dem asiado larga, y dijim os m etám oslos a todos, pero com o no todos caben pongam os a un principal y a un suplente. Y fuim os y m etim os de suplente a Carlos Lleras. Y qué problem as, con lo apacible que es Carlos, sem ejante agravio ponerlo de suplente a él. Eso com enzó a desm oronar al gobierno dentro de la opinión liberal. Y vino el desgraciadísim o incidente con los estu­ diantes el ocho de junio de mil novecientos cincuenta y cuatro, con la m uerte de Uriel G utiérrez, que no fue tan grave com o lo que pasó al día siguiente con la m atanza en la calle catorce, ahí cerca del Palacio M urillo Toro. D entro del liberalism o, después de pasado el hecho de los estudiantes, todavía se conservó un principio de com unicación, de adhesión al gobierno. H ubo con m otivo de ese insuceso, una reunión en Palacio a la que asistió la Dirección Liberal, a lam entar lo que había pasado, a ofrecer respaldo al gobierno y lo hicieron público, sacaron un com unica­ do. Y fueron a pedir un m inisterio. A mí me pareció p o r lo m enos poco elegante que se utilizaran los cadáveres de los estudiantes p a ra pedir un m inisterio. Yo el trece de junio estuve pidiendo el nom bram iento de uno o dos m inistros liberales. C uando me retiré deí gobierno, en un alm uerzo que me dio Rojas en Melgar, le dije: “ Lo que pedí el trece de junio te lo aconsejo ah ora, nom bra m inistros liberales...” . 205 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Pero en síntesis el nom bram iento de Constituyentes y la m uerte de estudiantes son la iniciación del deterioro del gobierno. ¿Cómo se podría sintetizar el pensamiento ideológico del gobierno de Rojas Pinilla? —M ientras tuve influencia realm ente en el gobierno, tam bién comencé a perderla cuando ocurrió el fenóm eno M oreno Díaz, es decir cuando M oreno D íaz se casó con la N ena, ese tipo es muy inteligente y estaba dirigido por Alzate. M ientras yo tuve una influencia predom inante en el gobierno, la orientación ideológica era la de un conservatism o renovado en lo social, pero fiel a los pensam ientos fundam entales: a la doctrina católica y a la d octri­ na bolivariana. De ahí que yo puse a funcionar la expresión “ Cristo y B olívar” que la aceptaban m ucho, y la aceptaban del C ardenal para abajo. Después caído Rojas e ido yo para España en un exilio voluntario, pero exilio llevado hasta agradablem ente, porque fue uno de los años más agradables de mi vida, allí me leí algunos de los escritos de eclesiásticos que decían que ese gobier­ no de Rojas había profanado a Cristo, constituyéndolo en una insignia política, liándolo con Bolívar. Pero to cierto es que esa es la síntesis de la orientación ideológica: “ Cristo y Bolívar” . Ya después esto fue tom ando otro carism a. A m edida que declinaba mi influencia, iba im poniéndose una de tipo un poco totalitario. T odavía com o m inistro de G obierno viajé a C aracas a cum plir con la m isión de recibir una condecoración y estrechar relaciones y hablar con eí m inistro de G obierno de Pérez Jim énez. M ientras yo andaba po r allí, aquí prepararon, com andada por el general Reyes, un tipo valioso, C alderón Reyes tom ó el m ando de ese nuevo p artido que quisieron crear y que contó con la colabora­ ción de un alem án que conocí yo cuando ya no era m inistro, y que trajeron de la A rgentina y que había sido colaborador de Hitler. Un hom bre que tenía título de Conde, y allí ideológicam ente comenzó una desviación en el gobierno de Rojas. Y la im pulsaba m ucho el señor M oreno, él pesó m ucho porque Rojas creía en D ios pero adoraba a la N ena, y la N ena era el altavoz de M oreno. D on Samuel com enzó a barrer a los m inistros, a quitarles atribu­ ciones y a propiciar m ucho lo del Tercer Partido, contra el que yo me pronuncié, inclusive en una conferencia que se titula: “ El 206

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fantasm a del Tercer P artido” , y que fue uno de los m otivos para retirarm e en septiem bre de 1956 del gobierno, para entrar a la C onstituyente y tra ta r desde allí de enderezar las cosas y ver si se convencía a Rojas de que debía, ya cum plido el.período, entregar a un civil. Pero hubo cosas que no se pudieron y que me hicieron viajar a mí a los Estados Unidos. La caída de Rojas me cogió en Estados Unidos. Yo le dije a Rojas el día que me despedí, en una visita que le hicimos con Chepe de la Vega para solicitarle que la Constituyente eligiera a un civil, él nos propuso la fórm ula de que se crearan dos Designados, el prim er Designado lo nom braba él, a un m ilitar —tenía de candidato al m ayor Rodríguez— y que el segundo sí lo nom brara la Constituyente. Yo le dije: “ Mira esto no le ocurrió ni a Bolívar cuando estaba en la plenitud de la gloria. Aquí hay que ir a unas elecciones p opulares” . Me acuerdo que de la Vega que era mi com pañero dijo: “ De pronto nos las ganan los liberales” . Mientras usted tuvo influencia, fue la eminencia gris de este gobier­ no... . — Fui por lo menos el inspirador, gris o azul. Lucio Pabón Núñez

¿Después de la caída del general Rojas Pinilla, qué sucede en el país? — Todos sabem os luego lo que sucedió con la dictadura del general Rojas Pinilla, derribado por las jornadas de mayo de 1957, en lo que se llam ó el Paro Cívico N acional, que en ese tiem po no era ilegal ni subversivo porque lo organizó la gran burguesía, com enzando por sus grandes diarios El Tiempo y El Espectador de Bogotá y por las asociaciones capitalistas. El pri­ m er paro cívico que hubo en Colom bia, que obligó al general Rojas Pinilla a renunciar a su ¡dea de hacerse reelegir po r los m andos m ilitares en un segundo período a la Presidencia de Colom bia, fue un paro nacional organizado por la burguesía y apoyado en ese m om ento po r la clase obrera. De m anera, que cuando se dice ahora que los paros cívicos son subversivos, tal vez, es la m ala conciencia de la burguesía que le dio el ejemplo a . ESTRELLA ROJA [email protected]

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los trabajadores colom bianos de un prim er paro cívico nacional contra el gobierno m ilitar del general Rojas Pinilla. Después vino todo este acontecer de la política colom biana: el general Rojas Pinilla dejó una J unta M ilitar encargada del gobierno que en lugar de llam arlo a él nuevam ente a la Presidencia com o lo esperaba, se entendió con la clase dom inante, con las directivas de los partidos tradicionales y organizó el fam oso plebiscito del prim ero de noviem bre de 1957, que estableció el bizarro sistema constitucio­ nal del gobierno paritario de los partidos liberal y conservador. Al ser reform ada la C onstitución por ese sistema, se declaró al mismo tiem po, en un artículo de la reform a plebiscitaria,"que quedaban anuladas todas las enm iendas a la C arta en el período anterior al de 1949 y p o r eso se verificó el extraño fenóm eno de la vida colom biana de que la ¡legalización del partido com unista, el fam oso delito de opinión creado por la A sam blea N acional Cons­ tituyente del general Rojas Pinilla fue anulado p o r la reform a plebiscitaria de 1957. El p artido com unista, entonces, pudo ale­ gar que era un p artido legal, pero se encontró ante el hecho de que los derechos políticos en Colom bia estaban m onopolizados por los partidos conservador y liberal que no solam ente se repartían la m itad del poder de los puestos públicos, sino tam bién la m itad del Congreso N acional, de las Asam bleas D epartam entales y de los Concejos Municipales! Esa situación prevaleció hasta el año de 1970, cuando com enzó lo que se ha llam ado, en la jerga política colom biana, “ el desm onte gradual del sistema p aritario ” . Gilberto Vieira1

— Le voy a contar este caso: cuando estábam os en el gobierno de la Ju n ta M ilitar, después de que se hizo el plebiscito ya para constituir el gobierno conjunto de liberales y conservadores, asesinaron en Bogotá a G uadalupe Salcedo. Fue un asesinato cobarde. A él lo persiguieron com o se persigue a una rata, lo acribillaron en las calles de Bogotá. Entonces, el doctor Lleras C am argo que aún no era Presidente de la República, recibió la visita de los hacendados de los Llanos O rientales, de las gentes de trabajo, preocupados po r la situación a consecuencia del asesina­ to de G uadalupe Salcedo, tem erosos porque los antiguos guerri­ lleros, ante la m uerte del jefe que tanto am aban, se enm ontaron de

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nuevo y tra ta ro n de em puñar las arm as co n tra el gobierno. D ue­ ños de las fincas de los Llanos, se alarm aron m ucho porque pensa­ ron que el Llano se volvería a prender. Entonces fueron a visitar al doctor Lleras C am argo para que él interviniera de alguna m anera y aplacara a los guerrilleros. Entonces él me llamó a mí, porque sabía que yo había participado muy activam ente, en la época de la resistencia, en el ejercicio de la resistencia ciudadana com o la que se utilizó en Francia cuando la invasión de los nazis. Este era un país invadido realm ente. Entonces nosotros hacíam os actos de resistencia, teníam os que hacerlo. Y eso lo sabía A lberto Lleras, comí) lo sabía Carlos Lleras, com o lo sabían todos los jefes liberales. A mí me llam aron a m edianoche para que me fuera p ara los Llanos a tra ta r de persuadir a los guerrilleros para que depusieran las arm as y volvieran a la vida norm al y regresaran al trabajo. Entonces yo me fui con uno de ellos, que se llam aba el T uerto G iraldo y me fui con un gran am igo m ío, propietario de una gran finca en los Llanos y que se llam aba José A ntonio Calderón, me acom pañó mi esposa y nos fuimos en un avión m ilitar, con la aquiescencia del gobierno de la Ju n ta M ilitar. El gobierno estaba preocupado de que los guerrilleros volvieran a alzarse en arm as. Nos recibió el jefe civil y m ilitar, que ahora no recuerdo el nom bre, Ei me sum inistró m anera de transporte para que yo buscara a los guerrilleros. Estaban todos escondidos y ya había entre ellos el llam am iento a las arm as. Las casas de los Llanos estaban con banderas a media asta con crespón negro, po r la m uerte de G uadalupe Salcedo. Era un am biente conm ove­ do r lo que se sentía. Yo me fui a buscarlos, me llevó el T uerto G iraldo que sabía dónde estaban ellos, a dónde estaba Alvaro P arra que seguía a G uadalupe en el m ando. Yo hablé con él. Recuerdo que salió a recibirme. N osotros aterrizam os en una avioneta de un am igo mío, con el T uerto G iraldo. El salió del m onte, vino hacia mí, con un cinturón de balas y dos pistolas, en una actitud de guerra. Entonces, yo le dije: “ ustedes tienen que deponer las arm as. La muerte de G uadalupe ha sido un asunto muy desgraciado, que no puede echar a perder los esfuerzos que ha venido haciendo el d octor A lberto Lleras p o r la paz. Ya se ha logrado que se acepte p o r los conservadores el gobierno de res­ ponsabilidad com partida. La Ju n ta M ilitar está con el más firme propósito de culm inar con el proceso de paz. Y sería muy triste 209 ESTRELLA ROJA [email protected]

que se fuera a dañar todo ese esfuerzo, por la acción de ustedes. H ay que pensar más en C olom bia, más en ustedes. Ya la paz va a venir, el acercam iento de los partidos es una realidad” . Entonces, Alvaro P arra me dijo: “ M ire, usted doctor tiene razón en eso, Pero tenga la seguridad de que a todos nosotros, uno a uno nos van a asesinar. En un año ninguno de nosotros estará vivo” . Yo le dije: “ eso no puede ser. Ustedes van a tener la protección del gobierno...” . Yo de allí volé para hablar con las gentes de los Bautistas, con los Fonsecas. Después que hablé con ellos, al mes, se hizo una gran reunión en G ranada con los guerrilleros y todos firm aron el com prom iso de la paz y depusieron las arm as, inme­ diatam ente. Yo le traje ese trofeo al doctor A lberto Lleras C am argo. Y le dije, “ mire lo que he logrado conseguir en los L lanos” . El se puso muy contento. De esa experiencia, conservo conm i­ go algo muy herm oso p ara mí. Se le voy a leer: Granada 11 de julio de 1957. Padre Nuestro Llanero Padre Nuestro General Guadalupe Salcedo que estás en los cielos en Colombia glorificado sea tu nombre. Vénganos e! Reino de la Paz que tú deseabas Hágase la voluntad en Colombia de Paz y Justicia luchada en la tierra y que ahora imploras en los cielos Amén. A u tor: L o re n zo L u is P ortilla .

Pero el epílogo de todo esto, es que a todos los guerrilleros de entonces, los fueron m atando a excepción de los Fonsecas. Vinie­ ron los pájaros del Valle con ese propósito. Alvaro Parra entró un día a un café de Villavicencio y allí lo estaba esperando un tipo que llam aban Remache y le descerrajó los tiros y lo dejó m uerto. Y poco tiem po después m ataron a Portilla. Germán Zea Hernández 210 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Ante el advenimiento del gobierno de transición de la Junta M ilitar y luego frente al gobierno de Lleras Camargo, ¿qué actitud asumen los grupos alzados en armas? — La guerrilla juega un papel muy im portante para socavar a la dictadura m ilitar, pero no llega a tener la extensión que tuvo en su prim era etapa, bajo la influencia liberal. Por ejem plo, en su segunda etapa, el m ovim iento guerrillero no tiene expresión en los Llanos O rientales, o fue muy escasa. Pero políticam ente fue m ucho más esclarecido y avanzado. Esta etapa llega hasta que cae Rojas Pinilla en las jo rn ad as de m ayo del 57. Y la Ju n ta M ilitar que sucede a Rojas Pinilla aplica otra política, al declarar que no va a atacar a las guerrillas, que va a cesar to d a operación contra la guerrilla. Y lo cumple y así es. Cesa toda acción m ilitar contra la guerrilla y sobreviene lo que los guerrilleros y ios campesinos llam an la tregua. Se suspende la lucha arm ada de hecho y se m antienen las guerrillas com o organizaciones de autodefensa arm ada. Es el período en que la burguesía crea el Frente N acio­ nal, la fam osa institución del bipartidism o paritario, la expresión más acabada que se ha hecho hasta ahora de la dem ocracia restringida, no sólo en Am érica sino en todo el m undo capitalista. Viene el gobierno de Lleras C am argo, que trata de legalizar la situación existente con el m ovim iento guerrillero, que no está operando pero que tam poco está disueíto. Lleras C am argo p ro ­ m ulga una nueva am nistía, una política llam ada de rehabilitación, de concesiones a los sectores campesinos que más han sufrido las operaciones m ilitares, en las épocas de las luchas arm adas. En ese período tam bién el m ovim iento guerrillero cesa sus operaciones. ¿Pero hay un acuerdo entre gobierno y guerrilla? — Pues sí. A cuerdos de hecho, porque en el 53 hay acuerdos form ales, incluso, se hicieron hasta acuerdos simbólicos de entre­ gas de arm as como en el caso de Sum apaz. Porque los militares exigen que se les entreguen arm as, para poder decir ellos que hubo o hay un acuerdo. Los dirigentes guerrilleros entregan unas arm as inservibles. Pero en el Sur del Tolím a los guerrilleros no quisieron ni eso. 211 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

En el 57 no hay ese tipo de negociación. H ay una cosa unilateral p o r parte de la Ju n ta M ilitar. Cesa toda operación m ilitar contra las guerrillas. No se desarrolló ninguna operación contraguerri­ llera. Lleras sí dicta una ley de am nistía y m uchos se acogieron a esa ley de rehabilitación porque eso im plicaba ventajas económicas, im plicaba préstam os p ara sus cultivos, etc. Pero no hubo un acuerdo de fuerzas beligerantes. No fue un acuerdo de ese tipo. En ese período surge el fenóm eno llam ado del bandolerism o. Algu­ nos guerrilleros de origen liberal se convierten en bandidos y en varios casos en instrum entos del peor latifundism o contra el m ovim iento agrario. P or ejem plo, el caso de Sangrenegra, Tor­ zón, todos los que actu ab an en el T olim a, que hicieron m atanzas espantosas com o la de Lérida en el Tolim a. Allí asaltaron una reunión cam pesina, m ataron una serie de cam aradas nuestros, Pero en general, estos bandidos operan com o instrum entos del latifundism o contra el m ovim iento agrario y actuaban contra la organización cam pesina. No digo todos, pero algunos se convierten en instrum entos del latifundism o. Y com o tales son denunciados por ia organización agraria y por el p artido com unista y aun en ciertas circunstancias, los enfrentan abiertam ente con las arm as. Finalm ente estos ban­ didos son exterm inados po r el Ejército, aislados de las masas. En eso se destacó m ucho el general M atallana, en el norte del Tolim a, con m étodos sum am ente drásticos. Gilberto Vieira1

¿Por qué antiguos grupos de guerrilleros se descomponen socialmen­ te y se convierten en bandoleros? ¿Esos grupos tienen relación con la guerrilla liberal? — Esos eran auténticos guerrilleros liberales, que com o ya se habían acostum brado a sentirse am os y señores de determ inadas regiones, arm ados y con dinero, al ver que los jefes políticos de un m om ento a o tro les retiraban el apoyo, no tuvieron los principios morales suficientes que sí tuvieron los campesinos del Sur del Tolim a para desmovilizarse abnegadam ente, g uardar su fusil y ponerse a trab ajar la tierra y fundar o rehacer sus fincas. Estos 212 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

individuos tenían una gran influencia de C aldas; básicam ente antioqueños, esa era la misma extracción hum ana, auténticam en­ te liberal, que luchaba por defender su vida, dentro de una concepción que tiene de la vida un cam pesino tplimense. A pare­ ció entonces un elem ento hum ano con influencia de otros secto­ res, de C undinam arca, M agdalena Medio. Eran esos a quienes no les llamó la atención la vida abnegada del trabajo de la tierra, la vida pacífica. Poco a poco se fueron corrom piendo y viendo que al llegar a una finca era fácil conseguir dinero y realizar uno que otro secuestro, aprovechaban el miedo de las gentes del cam po cuando llega alguien arm ado, ía timidez del cam pesino, del dueño de la finca y, adem ás, se llevaban las mejores mujeres de cada región com o am antes. Poco a poco se fueron declarando en abierta rebeldía contra las autoridades. La época en que surgen estos bandoleros fue principalm ente en el gobierno del presidente Lleras C am argo, quien trató de salvar definitivam ente al país de la violencia, o de dar po r term inada la violencia, propiciando una nueva am nistía, dictando nuevas norm as generosas, yendo más allá de Rojas, porque la com plem entó con un “ Plan de Rehabili­ tació n ” de las zonas afectadas por la violencia y asignó im portan­ tes recursos a esa rehabilitación. Unos respondieron a ese esfuer­ zo y otros no. Allí com enzó a perfilarse la tercera ram a de las guerrillas liberales, las que abiertam ente se fueron al bandoleris­ mo y que podem os ubicarlos en su m ayoría al norte de la vía G irardot-Ibagué-A rm enia. ¿Y esos grupos que se descomponen socialmente, no tenían el apoyo liberal en esas regiones y también el apoyo de los dueños de tierra? — Indudablem ente. Ellos se les fueron retirando poco a poco. í El apoyo lo tuvieron en una form a integral. Prim ero espontáneo y luego por tem or de ellos mismos, cuando com enzaron a hacerles exigencias en dinero y a com eter sus fechorías, sus crímenes, sus asesinatos. El dom inio que lograron im poner estos individuos fue tal que, po r ejem plo, en toda esa región del norte deí Tolim a, m edio departam ento del Tolim a y parte de Caldas, la que mira hacia el río M agdalena, y parte de C undinam arca, de G uaduas hacia el norte y occidente, en esas zonas, por los años sesenta al 213 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

sesenta y tres, su au to rid ad llegó a imponerse casi en form a absoluta. Se acataba cuanto ordenaban esas cuadrillas. Recuerdo que cuando llegamos al Tolim a con el Batallón C olom bia, nadie se m ovía después de las tres o cuatro de la tarde, en esa región, si no se disponía de su autorización o sim patía. A un jefes políticos regionales y nacionales tuvieron que pasar po r la pena de pedirles clemencia y solicitarles audiencia a bandoleros tales com o Des­ quite, (W illian A ranguren)quien fijó su puesto de m ando cerca de la población de Santa Teresa, jurisdicción del Líbano, en la zona cafetera del Tolim a. ¿Entonces el bandolerismo es unfenómeno que refleja ¡a descompo­ sición de la violencia? — D efinitivam ente. Esa es la form a com o yo lo analizo. Es el aspecto hum ano de quienes integraron esas cuadrillas. Allí hubo influencias de unos sujetos que eran menos sanos, que aquellos auténticos guerrilleros com o los del Sur del Tolim a. General José Joaquín Matallana1

Usted analizaba una segunda fase de la violencia y la sitúa en el período del gobierno del general Rojas Pinilla. ¿Cuál es la tercera fase y cuál su tiempo histórico? — Esta T ercera Fase de la violencia, podem os situarla entre 1958-1965. Al asum ir el poder el prim er Presidente del Frente N acional, d octor A lberto Lleras C am argo, después de un año de transición dirigido po r la Ju n ta M ilitar que reem plazó al general Rojas, el país ardía en la m ayor parte de su territorio, aunque la caída del dictador y el buen desem peño de sus cinco sucesores en algo suavizaron la intensidad de la lucha, Se decretó entonces una segunda am nistía, pero el proceso de violencia había cobrado tal m agnitud que ya no era posible ponerle fin p o r un simple acto político. Ni siquiera los D irectorios de los partidos tradicionales podían gobernar una situación que se había escapado de sus m anos. 214 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Una m etam orfosis profunda se había operado en el fondo mismo de la situación y en quienes habían sido devorados por la fuerza cósmica de la lucha, llevada a extrem os de salvajismo y bestialidad fuera de todo límite. Subsistían, m agnificados, los factores y causas iniciales, agravados por sus repercusiones, efec­ tos y consecuencias, pero una transform ación del hom bre y de la circunstancia que lo envolvía se evidenciaba en dos hechos resul­ tantes: —N um erosas guerrillas habían degenerado en bandas crimi­ nales que habían perdido su norte político inicial, para sumirse en la degradación propia de la violencia continuada, del asesinato, las depredaciones, el robo y el desconocim iento sistemático de toda form a de autoridad. — H abían surgido a la som bra del conflicto guerrillas ideológi­ cas que trascendían el m arco bipartidista tradicional, para identi­ ficarse con el fenóm eno m undial de las luchas revolucionarias, iniciado al térm ino de la Segunda G uerra M undial bajo diversas m anifestaciones. La am nistía fue aprovechada por todos los grupos en arm as, algunos para desmovilizarse y acogerse a la paz, otros para recibir beneficios y continuar su acción violenta bajo las dos form as anteriorm ente anunciadas o bien ocultar las arm as, preservar las organizaciones de com bate y prepararse para nuevas apariciones agresivas cuando las circunstancias lo hiciesen propicio. La Policía se hallaba ahora bajo el M inisterio de G uerra com o fuerza arm ada desde el acceso al poder del general Rojas Pinilla, lo que trajo consigo la profesionalización de sus cuadros y agen­ tes. Si bien es cierto que el proceso sufrió contratiem pos cuando el gobierno llam ado m ilitar fue envuelto en la nueva fase de contien­ da partidista, no lo es m enos que se habían sentado las bases para darle carácter nacional, poniendo fin a las policías políticas de gobernadores y alcaldes y organizando la carrera de oficial y suboficial dentro de los parám etros que regían las de los cuadros de las Fuerzas Militares. El presidente Lleras Cam argo m anejó con tino excepcional la delicada situación interna de las Fuerzas A rm adas y su posición ante la nación que recuperaba su fisonom ía dem ocrática y procu­ raba restañar las profundas heridas causadas por el conflicto, al que las instituciones arm adas fueron llevadas contra su voluntad, 215 ESTRELLA ROJA [email protected]

q u eb rantando su filosofía y deteriorando su im agen ante el país y ante sí mismas. Con el F rente N acional llegaba a los m andos de U nidad T ácti­ ca (B atallón) una nueva generación de oficiales y tam bién en la cúpula del m ando se operaba un cam bio sustancial. La lección de la violencia había sido dura y trem enda, pero había originado m utaciones de fondo en la com prensión del fenóm eno y en el desarrollo de una teoría propia, no copiada de nadie ni inducida p o r influencias externas, de tal suerte que dentro del nuevo clima político se pudo adelantar una acción pacificadora inteligente, que proscribió la fuerza com o base de tratam iento del problem a y recurrió a procedim ientos sicológicos, para atraer al cam pesino y persuadirlo de que en la paz estaba la verdadera redención suya, de su fam ilia y de la com unidad nacional. E sta política de acercam iento m arginó pronto las bandas de foragidos que no quisieron someterse a la ley y perm itió la des­ trucción de sus cabecillas. Los trabajos de rehabilitación acom eti­ dos sim ultáneam ente por el gobierno, perm itieron absorber com ­ batientes dispersos de las bandas que quedaban acéfalas o de los que se acogieron voluntariam ente a la paz que se les ofrecía, con lo cual la tranquilidad retornó a la m ayor parte del territorio nacional, no sin que en el proceso se registrara la dolorosa extir­ pación de hom bres desfigurados síquicam ente po r el fenóm eno deteriorante de la violencia que la m ism a sociedad había hecho posible. General Alvaro Valencia Tovar

¿Cuálfue su experiencia como ministro de Justicia, en elproceso de pacificación, durante el gobierno de Lleras Camargo? — Yo estuve en el gobierno del doctor A lberto Lleras C am ar­ go, le colaboré m ucho, trabajé cercanam ente a él en toda la batalla po r derrocar al general Rojas Pinilla, en la época en que él fue el director del p artido liberal y él me llam ó a su lado para que lo ayudara com o su m inistro de Justicia. A mí me tocó visitar las zonas de violencia, porque entonces, todavía quedaban los rescol­ dos, las secuelas de la violencia que había sufrido el país desde el año 46 en adelante. Estuvim os en sitios donde liberales y conser216 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

vadores no podían verse todavía, porque se m ataban entre sí. Yo siempre estuve acom pañado por m inistros conservadores en to ­ das esas misiones. Recuerdo al doctor Alejandro Jim énez A rango, que era el m inistro de Higiene o de Salud Pública y que era un hom bre convencido de la paz. El participó conm igo, en las con­ versaciones con los altos m andos del Ejército, para dialogar con los cam pesinos, con las gentes hum ildes, con las personas que podían influir de alguna m anera para que se pacificara el país. El doctor Lleras C am argo, naturalm ente trató por todos los m edios de lograr la reconciliación entre liberales y conservadores. El mismo iba a los sitios del desastre. Recuerdo, que un día me llamó a C artagena p o r la m atanza de Santa Isabel, cosa trem en­ da, en víspera de un prim ero de enero. H ubo m uchos campesinos m uertos. Era ya la secuela de la violencia la que quedaba. Por los odios que se habían intensificado, por la form a cruel en que habían sido perseguidas las familias. Eso fue dism inuyendo, pero yo creo que m uchas de esas gentes se quedaron en una form a de bandidaje, acostum brados a robar, a asaltar. Lo que pasaba en ese entonces, es que el gobierno les había ofrecido préstam os. El d octor Lleras C am argo tuvo una actividad que llamó la rehabili­ tación, que m anejó el d o cto r José Góm ez Pinzón, y era penetrar con cam inos vecinales a las zonasde violencia, realizar obras en las zonas de violencia y tra ta r de atraer a esas gentes para que llevaran y conform aran una vida más o m enos tranquila. En esas condiciones se logró m ucho. Tuvim os muchos problem as de orden jurídico, p ara buscar unos cam inos que le dieran una consistencia a la paz y no se siguiera persiguiendo a las gentes que estaban involucradas en la violencia. H abía muchos liberales que estaban m etidos en eso y habían m atado tam bién a m ucha gente. Lo mismo que los conservadores. Se resolvió apelar a un sistema jurídico no p a ra darles la am nistía, la am nistía no se concibió en aquel m om ento, sino la suspensión de los procesos. P or ahí deben estar los decretos. A mí me tocó redactarlos. Se suspendieron los procesos y los individuos quedaban en libertad y m uchos de ellos recibieron préstam os de la C aja A graria y volvieron a trabajar. Eran gentes acorraladas o por fuerzas del Ejército o de la Policía o p or los conservadores, si eran liberales. O si eran conservadores, probablem ente por los mismos liberales. E ran gentes que tenían que volver al cam po. Yo creo que m ucha gente quedó inm iscuida 217 ESTRELLA ROJA [email protected]

alíí se fueron form ando esas fuerzas subversivas. A un cuando yo considero que la subversión hoy no es una lucha entre liberales y conservadores, sino una lucha de sistemas. ¿En ese momento, año 59 al 60, hubo entrega de armas por parte de los guerrilleros? — En ese entonces no se decía guerrilleros. Se decía hom bres perseguidos que se defendían. Pero le aclaro, hubo entrega de arm as con la am nistía de Rojas, Totalm ente. En el caso al que nos referimos, a los individuos se les suspendía el juicio, pero a ellos no se les obligó a entregar las arm as. Pero muchos sí voluntaria­ m ente entregaron arm as. Porque era una suspensión del juicio, porque ellos sabían que en cualquier m om ento los podían apre­ hender en caso de reincidencia y esa suspensión del juicio dejaba de operar y seguía el proceso penal contra ellos. Germán Zea Hernández

¿Cuál es el significado desde el punto de vistajurídico del proceso de pacificación que se cumple en el gobierno de Lleras Camargo? Serta interesante ver ese proceso desde la Comisión de Rehabilitación, la ley de extrañamiento y finalmente el carácter de la cesación de penas. — D entro de todo este problem a que hubo después del general Rojas Pinilla, la caída del gobierno de las Fuerzas M ilitares, la form ación de la Ju n ta M ilitar de G obierno, la ratificación de la Ju n ta por parte de los partidos políticos, hubo un hecho del que poco se acuerda el país —y o fui fiscal de ese proceso— el G olpe de Estado que com o últim o aletazo dab an algunos m iem bros de las Fuerzas M ilitares de C olom bia, a la posibilidad de restableci­ m iento de la dem ocracia liberal cuando la rebelión del 2 de m ayo de 1958. Ese golpe m ilitar hizo pensar al candidato a la Presiden­ cia de entonces, doctor A lberto Lleras C am argo —que luego sería Presidente de la República el 7 de agosto de 1958— que cuando llegara a su gobierno había necesidad de buscar m edidas de fondo para aquellos departam entos donde se encontraba tu rb ad o muy 218 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

gravem ente el orden público. Algunas de las guerrillas com unis­ tas que no creyeron, que no se acogieron a las am nistías del general Rojas Pinilla, estaban precisam ente refugiadas en algunos sitios muy im portantes de los departam entos de C aldas, de C au­ ca, del H uila, del Tolim a y aun otros; com o los pájaros, estaban refugiados en el norte del Valle del Cauca. Vino una especie de Com isión de Paz investigadora de las causas de la violencia de la que hacían parte por ejem plo, M onseñor G uzm án, O tto M orales Benítez, y entonces el gobierno del doctor A lberto Lleras dictó el decreto ley núm ero 328 del 28 de noviem bre de 1958, por m edio del cual, para los cinco departam entos m encionados, se daba una especie de am nistía o sem i-indulto. Pero lo im portante de eso, es que el gobierno de A lberto Lleras sigue la tendencia de definir el delito político com o lo definió el general Rojas Pinilla y se buscó dom inar los focos existentes de violencia política, puesto que se estipuló que debía tratarse de delitos que hubieran tenido por causas; Prim ero, el ataque o defensa del gobierno o de las autori­ dades ejecutados tanto por las guerrillas com o por las contrague­ rrillas. Segundo, aunque no sean guerrillas ni contraguerrillas, la simple anim adversión política, el liberal que m ata al conservador por conservador o al revés. Tercero, la violencia partidaria ejerci­ da en razón de la pugna de los partidos, no contra el gobierno en sí, sino por ejem plo un grupo liberal que se encontraba con un grupo com unista, com o sucedió al Sur del Tolima, y se echaron bala. Se contem plaban tres grandes grupos de violencia política con A lberto Lleras C am argo, el prim ero, claram ente ubicado en la lucha contra el gobierno o cualquiera de sus autoridades, pero al mism o tiem po reconociendo la delincuencia por parte de agentes del gobierno en la defensa de éste. Este dató es de la m ayor gravedad puesto que exteriorizó una dram ática situación. Prim e­ ro, delincuencia contra el gobierno. Segundo, delincuencia en defensa del gobierno, com etida por funcionarios .o empleados públicos, por algunos m ilitares o por grupos de particulares dentro de las llam adas guerrillas de Paz, que en lenguaje popular se denom inaron la contrachusm a. ¿Qué significado podía darse a la anim adversión política en incidencia con el móvil mismo del delito? Por ejemplo, un delito contra la libertad y el h onor sexuales podía ser explicado por esta 219 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

causa —com o en efecto sucedió— ante los tribunales. Un pecula­ do tam bién podía ser m ateria de la misma explicación como sucedió realm ente. La m ayoría de los delitos contem plados en la ley penal colom biana p odían ser favorecidos con la suspensión de la ley penal, m ediante la simple m anifestación del interesado. ¿No habría un poquito de exceso en esta legislación? ¿Esto tenía que ver con el ascenso de los grupos de bandoleros? — Claro. Ya la am nistía no tenía, pudiéram os decir, la claridad de la de Rojas Pinilla, en cuanto a violencia conservadora, violen­ cia liberal y principios de violencia de guerrillas políticas com u­ nistas, como los hubo durante la violencia anterior al gobierno de las Fuerzas M ilitares. Ya principia a m arcarse un fenóm eno muy delicado que es la confusión entre antiguos guerrilleros y los bandoleros am parados en el móvil aparentem ente altruista carac­ terístico del delito político. Por eso para esta am nistía y para todas las am nistías po r delitos políticos hay que tenerse en cuenta ante todo el móvil. Si el móvil es altruista, es decir, en beneficio social, se tra ta de un móvil político, pero si el móvil es egoísta, en beneficio propio, aunque se disfrace con bandera política, no debe ser objeto de am nistía, porque se tra ta de un móvil egoísta que conduce a la delincuencia com ún y en caso organizado, al bandolerism o. Ahí vino el fenóm eno que anotas. H ubo un m o­ m ento dado en que las autoridades no sabían si se trataba, por ejem plo, en el Tolim a, de grupos de bandoleros o de grupos guerrilleros o de una mezcla entre guerrilla y bandolerism o. Yo recuerdo m ucho un proceso donde fui el único defensor civil, donde había de to d o , había grupos de bandoleros, guerrille­ ros, indígenas, de todo y fue el proceso po r el secuestro y la muerte del doctor H a ro ld Eder en Cali. Esa es una clara m uestra. Es cuando pudiéram os decir que la guerra adquiere tales caracteres que ella m ism a se vuelve im pura. En la guerra se mezcla de todo y es m uy difícil separar una cosa de otra. ¿Y la ley de extrañamiento...? — D entro de las m edidas de ese decreto del que hablam os había la pena de extrañam iento, en la que a un individuo se le prohíbe 220 ESTRELLA ROJA [email protected]

habitar en un departam ento o en un m unicipio por ser peligroso —y esa norm a existe a h o ra — y se le ordena el traslado a otro sitio, para quitar el peligro latente en la región y buscar un sitio donde no haya el peligro de la violencia latente. Fue para eso, para evitar el liderazgo que ya adquirían estos bandoleros en el cam po políti­ co. Eduardo Umaña Luna

¿Cuál fu e su experiencia personal en la Comisión que investigó las causas de la violencia? ¿Quiénes conformaban la Comisión? ¿Por qué su creación? ¿Cuálfue su trabajo de campo? ¿Cuántas entrevis­ tas, cómo se hicieron, cuántas regiones visitaron, cuánto duró la Comisión? ¿Qué informe final presentaron >’ cuálfue la importancia de esta Comisión y su relación con las actuales conversaciones de p a z y tregua? — Es tan am plio el contenido de esta pregunta, que da m ateria p ara un denso estudio. Lo difícil no es responderla sino sintetizar­ la. A dvierto, de paso, que a varios de estos puntos aludí en la ponencia que presenté en el I Congreso Internacional sobre Vio­ lencia en Colom bia (Bogotá, ju nio 1984). Según el artículo quinto del Decreto constitutivo, la Com isión tuvo la autoridad necesaria para conducir su acción investigadora a todos los sitios que juzgara convenientes. Se le autorizó para tener acceso “ a todas las dependencias oficiales y enterarse de todos los inform es oficiales de carácter público, reservado o secreto, así com o de los sum arios y dem ás expedientes que se adelanten, con el solo fin de basar sus opiniones en hechos concretos” . Se dieron am plias facultades a la Com isión y respaldo total p ara su m ovilización. Se pudo confirm ar que fueron incinerados m uchos docum entos de archivos policiales cuando se conoció el convenio del Frente Nacional y la C onstitución de la Com isión, hecho acaecido sobre todo en varias áreas de las más azotadas po r la violencia oficial. Acerca de las razones para crear la C om isión, pueden alegarse estas, entre otras: detener la hecatom be, recobrar la imagen de Colom bia en el exterior, darle piso inm ediato al Frente N acional, 221 ESTRELLA ROJA [email protected]

establecer el Estado de derecho interpretándolo com o “ retorno a la legalidad” (slogan m uy m anoseado por los dem agogos) para im pedir la tom a del po der por el pueblo en caso de que en los “ C ongresos” guerrilleros se lograra convenir una estrategia y encauzar la lucha hacia ese fin. Algunos vieron en la Com isión un instrum ento utilizado po r la clase en el poder para reproducirse y perpetuar su dom inación a través del Estado. Es cuestión de opiniones. Integrada po r representantes de los partidos políticos, la Iglesia católica y las Fuerzas A rm adas, su labor abarcó los departam en­ tos del viejo Caldas, Valle, Cauca, H uila, Toíim a. C uando se suspendió la Com isión después de seis meses y me correspondió actuar solo com o delegado de paz, se visitaron otras regiones. Fue tan grande el interés despertado por la Com isión, que las entrevis­ tas superaron varios miles. En algunas ciudades principales y en otras de im portancia m enor im presionaba la cantidad de gente que se aglom eraba para hablar con nosotros, im poniéndonos jo rn ad as que se prolongaban hasta bien entrada la noche. T anto la Com isión com o yo posteriorm ente tuvim os conversa­ ciones directas con prácticam ente todos los jefes principales y muchos de sus oficiales subalternos que habían dirigido o estaban al m ando de grupos arm ados: Ju an de la Cruz Varela, M onroy, los delegados de Tirofijo, Loaiza, Peligro, Santander, Tranquilo, Revolución, Arboledas, Chispas, Puñaliio, Cariño, Triunfo, Pedro Brincos, El Mico, Veintiuna, El Padre, Mariachi, Capitán Venganza, Feíto, Durán, Ortigoza, el Indio, Ciro Trujillo, Tim oté, Drigelio Olarte, Tequendama, la Pantera, Yatagán. Conejo. La lista es muy larga. H om bres y mujeres precipitados a la lucha y que evidenciaron valores insospechables. Esos que subyacen en el pueblo. ¿Qué relación se da entre nuestra labor y las actuales conversa­ ciones de paz? N osotros constituim os un grupo pequeño, circuns­ tancia que nos perm itió m ovilizarnos fácilmente. La realidad encontrada al contactarnos con las gentes, los civiles, los m ilita­ res, los guerrilleros nos indicaba líneas de acción. Por ejemplo: Nunca hablam os de entrega de arm as com o condición básica para hacer la paz. Ese no era el obstáculo. Los com andantes cum plieron los pactos. Sus arm as no volvieron a aparecer para enfrentarse a las tropas. C laro que las circunstancias han cam bia­ 222 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

do y ah o ra los m ilitares actúan m anipulados por imposiciones foráneas y dentro de la otro ra llam ada “ doctrina de la seguridad hem isférica” , luego “ doctrina de la seguridad intercontinental” y ahora “doctrina de la seguridad nacional” equivalente a otra de las falacias en que se asienta el poder del imperio. Un imperio filisteo. Mi respuesta a la pregunta sobre algún inform e final rendido por la Com isión es esta: No se puede hablar de un Inform e contenido en algún infolio gigantesco. Las circunstancias indica­ ron que debíam os rendir informes parciales al Presidente y así se hizo. Inform es orales, de los que algunas veces se le entregaban síntesis escritas. Germán Guzmán

MARQUETALIA, 1959 ¿Cómo analizan ustedes en Marquetalia, el cambio de la situación política, con el advenimiento a la Presidencia de Lleras Camargo? — Las elecciones se realizaron en ciertas condiciones de paz. Las tropas están en sus respectivos puestos. Estas elecciones definieron un nuevo rum bo en la política en el país. Nuestros votos fueron en blanco en los lugares donde logram os influir. T om a posesión Lleras C am argo com o Presidente de la Repúbli­ ca. El m ovim iento se dio una pausa para explicar a las masas los resultados de las elecciones y lo que sería para nosotros el futuro. Una conferencia de p artido se reunió en M arquetalia para estudiar los planteam ientos iniciales del Frente Nacional. Partici­ pó en ésta un m iem bro del Com ité Central. La política que aplicaría el Frente N acional debía ser muy bien estudiada para evitar errores en las acciones venideras. La situación fue muy discutida por todos ios delegados. Se llegó a las siguientes conclu­ siones: 1- lucha po r levantar el E stado de Sitio. 2- libertades 223 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

dem ocráticas p ara todos los partidos políticos, incluido el p artido com unista, que estaba aún en la clandestinidad; 3- libertad para todos los presos políticos y am nistía general para todos los com ­ batientes; 4- retirada de todos los puestos m ilitares de los campos y regreso a sus cuarteles; 5- libre organización para los cam pesi­ nos en sindicatos u otras organizaciones de masas; 6- construc­ ción de escuelas en las zonas afectadas po r la violencia y po r la presencia de las Fuerzas A rm adas y el envío inm ediato de maes­ tros; 7- legalización del p artido com unista y el derecho p ara elegir y ser elegido; 8- aprobación de partidas suficientes p ara la cons­ trucción de carreteras y puentes en las zonas de guerra y en todo el país; 9- aprobación de partidas para la reconstrucción de las zonas afectadas por la violencia; 10- devolución de todas las tierras tom adas po r los pájaros a sus propios dueños, así como el caso de altos oficiales que se habían aprovechado de la violencia p a ra enriquecerse; 11- construcción de locales para puestos de salud y nom bram iento de médicos y enferm eras; 12- aprobación de becas p a ra los hijos de los cam pesinos con el fin de que estudiaran agronom ía y otras carreras; 13- cedulación de todos los com batientes para poder transitar por donde fuera necesario, ya que el papel de am nistía no servía com o docum ento de identi­ dad; 14- organización de m asas, educación política y crecim iento del partido en toda la zona, acorde con las condiciones nuestras; 15- finalm ente, hacer lo posible po r llegar a ciertos acuerdos con los guerrilleros liberales, si esto fuera posible, pero sin bajar la guardia. Ellos habían aceptado la am nistía de Rojas, sin entregar las arm as y luego llegaron a acuerdos con el gobierno y el Ejército y dedicaron to d a su actividad a perseguirnos en esos cuatro años de la dictadura m ilitar. E n cum plim iento de las conclusiones de la conferencia, la nueva dirección dio com ienzo al trabajo donde teníam os partido, organizaciones de m asas y sim patizantes. Esta tarea tenía rela­ ción con el área nuestra. ¿Cómo se desarrollan las conversaciones guerrilla-gobierno, en el proceso de pacificación que inicia el gobierno de Lleras Camargo? ¿Se agudiza el conflicto guerrilla liberal-guerrilla comunista? — El Frente N acional com ienza su política de pacificación con los liberales del Sur del Tolim a. Realizaron varias entrevistas con 224 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

los jefes guerrilleros en las cuales les hicieron muchas prom esas y les exigían a cam bio de éstas, la entrega de arm as com o único m edio de negociación. Se debe decir que ellos no aceptaron la entrega de arm as, en to do lo demás estuvieron de acuerdo. Las prim eras conversaciones nuestras con representantes del gobierno tuvieron lugar en el m unicipio de Aipe. En la inicial sólo participó Charro Negro, Jacobo Prías Alape. Los oficialistas le m anifestaron a Charro el deseo de continuar las conversaciones para llegar a determ inados acuerdos, pero de antem ano, exclu­ yendo a los com unistas, sin tener en cuenta que los dirigentes de esas guerrillas eran com unistas. Ese día sólo acordaron realizar una nueva entrevista en cualquier otro lugar para discutir los problem as. La dirección ultim ó los detalles para esa reunión con los representantes del gobierno del H uila y Tolim a. El sitio sería com unicado po r nosotros. M ientras tan to , los jefes guerrilleros liberales continuaban las conversaciones, pero siempre hacien­ do gala de su anticom unism o. El encuentro po r fin se logró realizar en septiembre de 1958. El día anterior, los representantes del gobierno se habían reunidocon los guerrilleros liberales en un sitio denom inado M aquencal, a una hora de Planadas. N osotros nos enteram os de lo tratad o en esa reunión. Los liberales hicieron una dem ostración de fuerza, no m enos de 600 hom bres arm ados de fusiles se hicieron presentes, tam bién tenían otras arm as. N osotros resolvim os hacer la nues­ tra, con unos pocos hom bres y sin la presencia de arm as, sólo que quienes hablarían estarían uniform ados y previniendo cualquier problem a, em boscam os al personal alrededor del lugar de la entrevista sin que fuera visto. Los liberales dijeron el día anterior, que la paz no se haría ni con los com unistas ni con los godos, que ellos lucharían hasta que éstos fueran elim inados definitivam en­ te. Los oradores de la parte liberal fueron Mariachi, Jesús M aría Oviedo y Peligro, Leopoldo G arcía. Estaban borrachos, acom pa­ ñados de una gran cabalgata, gritando vivas al partido liberal y abajos a los com unistas y a los godos. Era una indicación de lo que seria el futuro p ara nosotros en la zona. Llegaron los repre­ sentantes del gobierno al sitio indicado po r nosotros. Participa­ ron p o r las Fuerzas A rm adas, el coronel Arce B errera, C om an­ dante del Batallón Tenerife; com o políticos estaban entre otros, Parga Cortés y Felio A ndrade M anrique. A eilos les fueron 225 ESTRELLA ROJA [email protected]

entregadas copias de nuestros docum entos, adem ás fueron leídos al público. Antes de dar lectura de los docum entos, hablaron por el m ovim iento, Charro, Dom ínguez, G ilberto y G uillerm o. M u­ chos vivas al m ovim iento, no hubo abajos para nadie. De la parte oficial hablaron los políticos m encionados. Posteriorm ente nos reunim os con las masas para escuchar sus planteam ientos. Esta­ ban presentes representantes de todos los periódicos. Llegaron tam bién los guerrilleros liberales, pero a servir de provocadores. Posteriorm ente se realizaron entrevistas con jefes locales de los dos partidos. Ellos estaban interesados en aparecer com o los mejores luchadores po r la paz. Algunos muy interesados en que el gobierno cum pliera los acuerdos, pero tam bién era notorio en ellos una perm anente actitud anticom unista. Incluso llegaron a plantear que nos pusiéram os a órdenes de los liberales, querían un solo m ovim iento bajo la dirección de Mariachi y Peligro. Pero estaban equivocados con semejantes planteam ientos. N osotros conocíam os nuestro cam ino. Vino luego la retirada de las tropas de los caseríos sin ningún contratiem po. Era el cum plim iento de uno de los acuerdos con las autoridades. Las guerrillas tenían instrucciones para que a la retirada de las tropas, tom aran nuevas posiciones y de ser posible, algunos caseríos. Así se cumplió. Esta situación la tuvim os en cuenta, porque sabíam os que los liberales tom arían de inm ediato Planadas, H errera y muchos otros sitios, con el objetivo claro de com enzar desde allí acciones contra los com unistas y los conser­ vadores. Según descubrim os ese era el plan de la Dirección N acio­ nal Liberal. H ay que decir que esta actitud tenía fines muy claros, que la misma gente no alcanzaba a com prender. Los fines eran ante todo com erciar, cobrar impuestos en toda esa área, hacerse fuertes, etc. N osotros tom am os posesión de G aitania, C hapinero, La Julia, Sur de Atá, El Carm en y otros lugares. Esto lo hacíam os para no quedar solam ente reducidos a M arquetalia. Los liberales con medio m undo en sus m anos. Teníam os que hacerlo así, porque no actu ar hubiera im plicado una d errota para nosotros, sin posibilidades de com batir contra ellos. Esas masas no podían caer bajo la influencia de ellos. Los guerrilleros quedaron en esos sitios a la espera de las órdenes de la D irección, a la vez que adelantaban un trabajo político y organizativo. N osotros tam 226 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

bién estábam os a la espera de otros resultados de la p arte oficial, puesto que ya se había cum plido algo de lo pactado. P ronto llegaron los emisarios del gobierno a exigir el desalojo de los caseríos, porque según ellos, la violencia había term inado y por lo tanto el control de los caseríos correspondía al gobierno y no a nosotros. Decían que nosotros debíam os estar trabajando. Estas exigencias nos obligaron a hacer otros planteam ientos de im portancia, tales com o, analizar el problem a con los liberales y cuál debía ser nuestra actitud frente a algunas bandas de pájaros que todavía estaban m atando gente en ciertos lugares. Además al gobierno le faltaba cum plir m uchas de las cosas acordadas. Esto nos indicaba que nos querían engañar. M ientras a los liberales sí les daban to d a clase de garantías, aunque ellos no estaban cum ­ pliendo los acuerdos, no cesaban de robar, continuaban cobran­ do im puestos a los campesinos, incluso se desplazaban a muchos pueblos donde le quitaban los fusiles a la Policía y al Ejército, Y esto se lo aguantaban, porque la intención deí gobierno era poner a todo el m undo bajo las órdenes de M ariachi y Peligro. Más adelante, el gobierno quiere restablecer el principio de autoridad. Resuelve nom brar policía civil, com puesta por guerri­ lleros liberales, en todos los caseríos, incluidas nuestras áreas de influencia. Fue aceptado por ellos inm ediatam ente claro está. Las arm as para 1a Policía, eran las mismas arm as de Mariachi. N os­ otros no aceptam os tal situación. Dirigim os una carta a los jefes políticos en que les exponíam os que teníam os los mismos dere­ chos que ellos com o en este caso, nom brar la autoridad en nues­ tros sectores. Ellos argum entaban el robo, el crim en, la inseguri­ dad, etc. Pero con la Policía de ellos. N osotros nos habíam os preparado para a fro n tar la situación que se nos venía encima. Los jefes guerrilleros liberales continuaron arm ados, haciendo daño especialm ente contra la población conservadora y aun contra su propia m asa, los liberales. Se presentaron choques arm ados con­ tra el Ejército y es cuando surgen las raíces del bandolerism o. Surgen así los Chispas, los Vencedores, los Llave Seca, apoyados por los mismos jefes liberales. Estas acciones les dejaban buenos gajes en el b o tín de guerra. Esa situación nos sirvió en bandeja la posibilidad de volver sobre esas m asas, incluso en sectores influi­ dos p o r ellos. Es que cualquier persona que protestara contra este estado de terror, pagaba con su vida y con sus bienes. 227 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

¿Qué cambios se producen en el movimiento guerrillero , en Marque­ talia y en las áreas de influencia de ustedes, en relación con los acuerdos con el gobierno y la política de pacificación? — Reunimos la Conferencia G uerrillera para analizar la situa­ ción que vivíamos en ese m om ento de la pacificación. Reunión que se efectuó en M arquetalia y en la cual estuvieron presentes, organizaciones internas de la región y otras de fuera. Antes se habían realizado m uchas consultas con las organizaciones, por parte del cuerpo arm ado. Las conclusiones fueron las siguientes: 1. C onvocar asam bleas de com ando con la asistencia de todos los com batientes, qué participaran las organizaciones fem eninas y las juveniles y allí se inform aran los resultados de la Confe­ rencia, se estudiaran los acuerdos con el gobierno y se diera una inform ación m inuciosa de cóm o fueron realizados estos. 2. Desm ovilización del cuerpo arm ado en los tres departam en­ tos y su conversión en grupos de autodefensa con los campesinos de la región y con ios com batientes, que por una u otra causa quisieran trab ajar y colonizar la selva. T odo lo anterior obedecía a orientaciones del p artido y las condiciones de m ejoram iento de la política así lo exigían, muy especialmente en las zonas cam pesi­ nas donde habían desaparecido los ataques directos del Ejército y de las bandas de pájaros. 3. Licénciam iento del personal arm ado que quisiera visitar a sus fam iliares, a condición de que trab ajara y observara buena conducta, p ara evitar así que se le fuera a juzgar como delincuente común. 4. Se abrieron las puertas p ara quienes quisieran regresar a las regiones nuestras, radicarse allí com o cam pesinos-colonos, y for­ m ar con ellos el núcleo arm ado que estaría atento a] desarrollo de cualquier situación de peligro. Se acordó que los com batientes serían llam ados a filas cuando la situación lo hiciera necesario. Este fue el com prom iso establecido con los excom batientes licen­ ciados. 5. D istribución de los bienes del m ovim iento entre los com ba­ tientes. Se dejó una reserva para la dirección, la cual ejercería sus correspondientes tareas. Esta dirección pasaría a orientar a las m asas en la lucha po r sus reivindicaciones. 228

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6. Abolición de los grados militares otorgados por asam bleas y conferencias durante la guerra. C ada cual se ltam aría a p a rtirp o r su verdadero nom bre, 7. Entrega de: tierra a ios com batientes que perm anecieran dentro del área de M arquetalia y participaran en el nuevo núcleo arm ado; así com o la entrega de mejoras abandonadas, al igual que las m ejoras y los descum bres de la m ontaña realizados por los m ismos com batientes. Q uedando una m ejora en producción para la dirección. 8. Nadie de los licenciados podía llevarse sus arm as. Estas eran entregadas a la Dirección del partido. El porte de arm as cortas se otorgaría a quien perm aneciera dentro de la zona y observara buena conducta frente a las masas. El arm am ento en general sería de propiedad del m ovim iento. Estas arm as no podrían caer en m anos de las autoridades porque servirían de pretexto para dete­ ner a sus portadores. 9. Solicitar de las autoridades crediticias de la rehabilitación, préstam os tanto para el personal nuestro com o para los dueños de fincas. Ello tenía relación directa con las conversaciones ade­ lantadas con los representantes del gobierno. 10. Instalación de delegados de la Registraduría Nacional en determ inados caseríos para facilitar la docum entación de quienes tuvieran la edad, con el fin de que éstos pudieran negociar con las entidades bancarias. Esto se consiguió. 11. Solicitud de créditos a 20 años para la construcción de vivienda; préstam os ordinarios, tram itados a 12 años, con cuatro años m uertos para pagar la prim era cuota. 12. Solicitud de dinero para m uchas m ujeres qu^jiabían perdi­ do a sus m aridos o hijos en la guerra. 13. O rganización de la autodefensa en las regiones campesinas con partido. Educación política para todos los habitantes. 14. Organización de los campesinos en sindicatos u otra clase de organización que representara sus intereses con su personería jurídica. 15. Organización perm anente de comisiones que gestionaran ante las autoridades el cum plim iento de la plataform a presentada p o r el m ovim iento. Así se desarrollaron las tareas de la organización hasta princi­ pios del año 60. El 11 de enero de ese año, a las cinco de la 229 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

m añana, llegó de Planadas la Policía con 250 hom bres a G aitania. N adie sospechó que el plan era la elim inación física de Charro y menos que se iba a cum plir. Ese era el plan de los dirigentes políticos de los tres departam entos, los cuales buscaban dar un golpe al m ovim iento com o lo habían hecho en El Davis, en el año 53. La Policía estaba escondida en los cafetales, a unos 500 m etros del pueblo. A las seis de la m añana le dispararon a Charro por la espalda, de inm ediato le dieron m uerte. Su asesinato fue producto de una com ponenda entre Mariachi, la Policía y el Ejército. Así com enzaba p a ra nosotros una nueva situación en la región de M arquetalia. Manuel Marulanda Vélez2

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LOS AÑOS SESENTA

EN NOMBRE DE LOS SOBREVIVIENTES Los años sesenta fueron para nosotros, ¡os que habíamos vivido de una u otra manera la violencia — que en apariencia quedaba atrás—, el comienzo de una hermosa ilusión de que todo cambiaría en Colombia. Quizá fuim os demasiado idealistas o no encontramos los caminos adecuados para darle una imagen y hacerla realidad. Pero fu e el despertar de los albores de una juventud que llevaba a cuestas algo m uy profundo que ansiaba y deseaba. Esa ilusión estaba m uy ligada a dos acontecimientos que fueron definitivos. Uno, el que estuviéramos presenciando — a m í me tocó en Cali—, un extraordinario surgimiento de masas combativas que hablan sido silenciadas debido a la violencia en las ciudades. Fue una gran ola huelguística de los trabajadores de Croydon — la primera huelga de hambre, en estas últimas décadas— , de los sindicatos de La Manuelita, de Riopaila, La Garantía, el periódico El Relator, la marcha de los azucareros de Palmira a Cali. También los movi­ mientos urbanos por la tierra que se visualizaron en las invasiones de las gentes que venían huyendo de la violencia y buscaban en Cali, un techo para sus vidas. La magnitud del acontecer social nos hizo cambiar de actitud y nos convertimos en agitadores de ese proceso. El otro hecho, fu e la epopeya de la Sierra M aestra que caminaba con alborozo por toda nuestra América, como la experiencia triun­ fa n te de una revolución y se enarbolaba en los rostros barbudos de Fidel, Camilo, el Che. Se inició por entonces, con toda agitación entre nosotros la discusión de si era posible repetir esa experiencia en Colombia, dado que veníamos de una tradición de lucha guerrille­ ra y por cierto muy amplia. Los que creyeron que el momento decisivo había llegado, los que pensaron que existían todas las condi­ ciones objetivas para lograrlo, comenzaron a entregar sus vidas en un tiempo fu g a z y nuestros anhelos fueron golpeados en lo más ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

hondo, porque sentimos que lo mejor de nosotros se nos iba en la sangre amiga que se estaba derramando. Un día nos llegó la noticia de la muerte de Antonio Larrota, cuando intentaba redimir social, ideológicamente a un grupo de bandoleros para organizar con ellos una guerrilla y éstos lo elimina­ ron. Antonio era un líder por naturaleza, ¡as masas en cualquier plaza pública sucumbían al escuchar su voz. Otro día nos llegó con la noticia de que por los lados de Turbo, se nos había ido la vida de Leonel Brandy junto a él, su compañera Gleydis Pineda. Los dos nos dejaron sin decirnos el adiós que siempre se acostumbra al decidirse alguien por la ausencia definitiva. Tantas lecturas de Neruda y Miguel Hernández, junto a Leonel... Tanto hablar emocionadamente de los impresionistas y buscar con ansiedad el rostro de Van Gogh. Leonel venía de lo más profundo de lo que llaman lo oscuro social y se había levantado con su voz de poeta al convertirse en un form idable lector en la librería en que trabajaba en Cali. Otro día, fu e en Bogotá, vino el anuncio de la muerte de Federico Arango, en las selvas de! territorio Vásquez, quien había cometido un error similar al de Larrota, al organizarse con un grupo de hombres ya descompuestos socialmente. Federico, hombre en su silencio, se alistaba semanalmente y se montaba en su carro para irse hacia la selva, volver a la ciudad y trabajar con ahínco en los preparativos de sus sueños. Y otro día, nos llegó el correo con la triste nueva de que el cuerpo de Francisco Garnica había sido destrozado a golpes en un cuartel militar en el Valle. Su cuerpo en vida destrozado. Francisco, un apasionado agitador y organizador de conciencias. A sí comenzó la historia de los años sesenta. No tuvimos la oportu­ nidad de escuchar la voz de Gonzalo A rango. No era la hora para la poesía, no era el momento de inmiscuirnos en movimientos de tantas altisonancias como el Nadaísmo, de demostraciones públicas tan efectistas. Era la hora de la revolución. La soñábamos. Estaba al salir a la puerta de la calle. La veíamos. Ahora analizamos en la distancia, lo que significó en esa etapa, la consigna de que la gente de la universidad debía abandonar los estudios para irse para el monte, porque la universidad tenía que nutrir a la guerrilla. Se pensaba así, por el entorno de la situación. Quizá ahora, el análisis obedece a otras razones. Pero la universi­ dad. desde la izquierda, fo rm ó mucha gente que fue.a la guerrilla, muchos de ellos hombres valiosos, perecieron. Como también la 234 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

izquierda universitaria ha aportado cuadros de gran valía a la organización estatal y a la dirección de muchas empresas privadas. A los unos y a los otros ha repartido sus esfuerzos. Un día fu e Camilo, con su figura risueña y sus ojos de buena gente y una f e ciega en sus palabras y como un profeta bíblico, en su última despedida dejó la ciudad para irse a esa mole misteriosa que es la selva. A los pocos días estábamos leyendo su documento-testamento en el que explicaba al país, la razón de su decisión. H oy recordamos como ecos conocidos, los nombres de Marquetalia, Riochiquito, Pato, Guayabero, Cimacota, que en su momento despertaron un ambiente solidario y como pocas veces, en esa época, el movimiento guerrillero tuvo amplia audiencia en las ciudades. E l país nos escuchaba o por lo menos eso creíamos nosotros. O sola­ mente oíamos nuestras voces ¡cuántas veces pensamos que el país éramos nosotros! Iguales han sido las tres últimas décadas. Una juventud que todo lo ha entregado. Lo ha hecho alegremente con su vida, por una convicción. Nunca, una juventud, una generación había sido tan generosa... ¿Aquellos que no sintieron esta vivencia, podrán llegara comprender su significado...? Fueron los años de la más hermosa tensión humana, cuando el hombre deja los egoísmos individuales y lo ofrece todo a cambio de un ideal posiblemente lejano. Quizá estemos hablando en este ins­ tante, a nombre de los sobrevivientes y al hacerlo expresamos un sentimiento profundo de dolor en las espaldas. No es una pesadilla la historia que nos sigue. Es apenas un abrir y cerrar los ojos. Es una sensación de apremio interior. Hablar de la muerte, a veces conlleva un sentimiento de culpa. Es cierto. Pero somos más conscientes que nunca, de que esa ilusión que comenzó en los años sesenta aún no ha perdido vigencia, y sigue respirando plenamente, no importa que los años lleguen, pasen y nos den una despedida para siempre. No somos hombres que terminan con sus convicciones a los treinta años.

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LAS LLAMADAS “REPUBLICAS INDEPENDIENTES” ¿El Frente Nacional fue una real terapia para la violencia? — No, el Frente N acional, por eso yo me opuse desde el com ien­ zo, fue una terapia basada en un diagnóstico equivocado, que era considerar política la violencia y que un reparto burocrático por tanto entre liberales y conservadores, iba a ponerle térm ino a la inestabilidad social, a la inquietud, al desasosiego colectivo en m ateria social. Por eso me opuse desde el principio, porque se le cerraba el cauce a la form ación de un p artido que hubiera llevado esas aspiraciones por las vías constitucionales. Pongám oslo en otros térm inos. C uando se habla en la actualidad de aperturá dem ocrática, yo no creo que sea necesaria, ya está realizada la apertura dem ocrática a grandes rasgos, pero ello obedece a que hubo una clausura dem ocrática, a que el Frente Nacional, con una serie de m ecanism os com o el reparto burocrático, la paridad en el seno del Congreso, com o los llam ados feudos podridos, en los cuales se llevaba toda la representación el que tuviera un solo voto más, sin ninguna proporcionalidad, todo eso creó en C olom ­ bia la m entalidad de que el establecim iento era antidem ocrático. En 1968 se m odificó esa situación pero quedó flotando la conciencia de que era necesario volver a ab rir los cauces dem ocrá­ ticos. De donde resulta que yo creo que ei Frente Nacional se equivocó de fecha, que ei Frente N acional debió tener lugar cuando Rojas asum ió el poder y la apertura dem ocrática ha debido tener lugar cuando cayó Rojas, O sea, que en mi concepto estam os atrasados de las m edidas que hay que tom ar, con rela­ ción a su oportunidad. ¿En cuanto a la diferencia entre la violencia de los años 50 j’ posteriores? — Volvemos a lo mismo.iLa form a de expresarse de la violencia de los años 50, eraadquiriendo, no conscientem ente, subconscien­ te o inconscientem ente un antifaz político de un enfrentam iento de partidos, pero el problem a básico era un enfrentam iento de lucha 236 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

po r la tierra. C errada la lucha de los partidos, concientizado el país de que se había acabado la lucha entre los partidos, la violencia, por decirlo así, se sincera, se desem boza un poco más, y los mism os que estaban dentro de la guerrilla, los que pactan la paz se aburguesan y los que se niegan derivan hacia partidos distintos de los tradicionales, en razón de que la justificación, la racionalización de su lucha ha perdido ya la razón de ser con el Frente Nacional. ¿Entonces hay una manifestación ideológica distinta? — Yo creo que son los hechos los que configuran las ideas. Yo creo que hay hechos diferentes que en personajes campesinos, com o creo que sea el caso del propio Tirofijo que era com pañero de esa generación, del Charro y Mariachi, el verse desplazado hacia la frontera agrícola del país y el ver los conflictos de la tierra a poco tiem po en la frontera agrícola, le abre los ojos hacia la realidad de que el problem a es económ ico y no sim plem ente una lucha p o r empleos públicos. La solución del Frente Nacional era u n a solución dirigida a una m inoría, digám oslo así, clientelista, pero quedaba fuera de esa solución la m ayoría reivindicadora de libertades y de derechos que nunca habían tenido. Alfonso López ¡Ylichelsen1

—En cuanto a m anifestaciones o explicitación del fenóm eno, las form as han variado. Tenem os dos períodos: el del 48 al 58 y el\ del 58 al m om ento actual: ia organización de base pasó del grupo! partidista (guerrilla liberal o conservadora) a la guerrilla m oder­ na con ideas y concepciones diferentes, con otras m otivaciones, con nuevas tácticas, con otras estrategias y, desde luego, con m ejores arm as. No es este el espacio para hacer precisiones. En él. sólo caben enunciados generales, porque el estudio en detalle es objeto de investigación científica. Es más m inuciosa. A través de ella se evidencian las repercusiones de lo que ha sido nuestro conflicto violento en lo político, lo social, lo ideológico. Sin em bargo, anticipo algunas ideas: ¿Repercusiones en lo político? Lo fue el F rente N acional com o árbitro, com o salida inm ediata, ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

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com o medio para encerrar la fiera que los cubileteros de la politiquería soltaron y que una vez liberada no pudieron contro­ lar. Pero el Frente N acional desm otivó a las m asas, las desintere­ só. Prueba de ello es que en C olom bia no hay un propósito nacional, un cohesionante com ún, de todos. Por eso se puede hablar de una nación “ desencuadernada” . Hay un fenóm eno de fondo: la búsqueda de una m eta nacional se está haciendo a través de la violencia. P o r dos fuerzas opuestas: una defensora del statu quo y o tra que presiona para inducir el cam bio necesario, a fondo. Esto no es repetir lugares com unes sino subrayar una contradic­ ción dialéctica. De esas que posibilitan y precipitan la historia. La casta política no se ha renovado, ofrece alteraciones secundarias pero no de fondo. No se altera radicalm ente sino que se divide en facciones sin program as eficaces para sacar a la nación del atolla­ dero en que ahora está. ¿Repercusiones en lo social? La violencia hizo que se pensara en soluciones sociales, en rem edios sociales. Pero en vez de desarro­ llo auténtico se cayó en el desarrollism o; en vez de remedios eficaces se sum inistraron sucedáneos; la reform a agraria fue un fracaso; no se liquidó la voracidad latifundista; se frenó a la A N U C y se la dividió. Estam os en un caos social que po r su naturaleza está generando violencia. La problem ática social se les salió de las m anos a quienes rectoran los destinos del país en todos los órdenes. Eso de la descom posición social no es un decir sino expresión y efecto de una situación de violencia. ¿Repercusiones en lo económico? La violencia tuvo causas económ icas y las sigue teniendo, así com o tuvo efectos económ i­ cos y los sigue teniendo. Pero estos efectos los experimenta real­ mente el pueblo, la “ pobrecía” , en su argot. Aquello de que la burguesía m antiene la violencia para enriquecerse, es una tesis que se debe discutir restándole contenidos em ocionales y som e­ tiéndola a un análisis frío. Hay una pregunta: ¿C uánto le está costando la violencia a los colom bianos? Al form ularla se piensa solam ente en los burgueses, en los ricos, en los plutócratas. Pero hay que ir más a fondo. Lo que se inquiere es esto: ¿cuál es el costo social de la violencia? Aquí lo social y lo económ ico van unidos. De paso sea dicho que el análisis científico de la violencia consti­ tuye un reto gigantesco p ara los científicos sociales. El tem a es inagotable. 238 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

Respecto a periodizaciones, ya se intentaron en el libro “La violencia en Colombia". Pero, entiéndase bien, no se trata de hitos absolutos, incam biables. O tros estudiosos pueden hacer diferen­ tes periodizaciones con todo derecho. Sin em bargo, quiero seña­ lar algo: antes, durante, después del Frente Nacional y ahora, la violencia se ha dado. ¿Cóm o se explica esto? Porque —al menos así pienso con algún fundam ento— es que estamos dentro de un proceso cuyas causas generadoras no se han superado. Un proce­ so continuo pese a la diferenciación o variedad de matices que presenta. A gudizado o vinculado en alguna form a con el m undo actual, que es m edularm ente violento. C om pleto un poco más lo que acabo de decir. La violencia de los años 47-57 se hizo desde el gobierno, fue oficial, se institucio­ nalizó. En m uchos lugares no le faltaron cohonestación religiosa, hisopadas y bendiciones... Posteriorm ente ha haibido violencias desde el gobierno po r razones diversas y a veces con encono hondo com o la del período del E statuto de Seguridad, im planta­ da en gran parte por exigencias del imperialismo. Hay una cuestión sutil: aquella se quiso y se hizo; de ésta se dice que no se la quiere, pero se hace. Inevitablem ente habrá respuesta de parte y parte (gobierno-grupos en arm as) y el proceso seguirá hasta llegar a un clímax cuyo m om ento culm inante es imprevisi­ ble. O tra diferencia: H asta 1957 no se logró un diálogo eficaz y ahora se lo busca proponiéndolo amplio y con voz y voto de todos los sectores im portantes de la nación. Es una salida; pero, ¿se hará o no? ¿Ahora o en o tra coyuntura? Este es otro asunto. Germán Guzmán

En los comienzos de tos años sesenta hay una aparente quietud en el campo . E l prim er gobierno del Frente Nacinal está desarrollando su política de pacificación y rehabilitación y los grupos armados se acogen a esa política. Ha surgido el fenómeno del bandolerismo. Las guerrillas comunistas que vienen de la experiencia del Sur del Tolima y Villarrica se transforman en núcleos de autodefensa. ¿Qué fenómenos nuevos se operan en el campo? ¿Qué sucede con los grupos alzados en armas? 239 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

— Es lo que yo denom ino la C uarta Fase que com ienza en 1965. A la violencia bipartidista y al bandolerism o que ella generó en m etam orfosis m onstruosa, sucedió la guerrilla revolucionaria m arxista, que ya había hecho aparición im precisa en las fases anteriores, confundida dentro del caos a que dio lugar la profun­ da perturbación sufrida po r la sociedad rural colom biana. En el Tolim a, donde el nuevo fenóm eno pudo identificarse con alguna claridad en la Segunda Fase, tom ó cuerpo en las Organizaciones de A utodefensa de Sum apaz, cuyo carácter civil-m ilitar tendía a configurar lo que en term inología de este tipo de conflictos se denom ina una Zona Liberada. H acia finales de esa Fase surgieron conflictos entre las guerrillas liberales sublevadas contra el régi­ m en m ilitar-conservador del general Rojas y las que ya se señala­ b an com unistas, que recibieron el m ote de “ liberales sucios” de sus adversarios. Ya en vigencia el Frente Nacional, la anim osidad entre estas dos vertientes guerrilleras llegó al choque directo entre las agru­ paciones com andadas po r Mariachi (liberal) y Charronegro (co­ m unista) en la población de G aitania, entrada del cañón de M arquetalia donde tenía asiento eí segundo. M uerto Charronegro en la refriega, Mariachi encerró la banda adversaria en el poblado y en virtud de su superioridad de efectivos la colocó al borde del total aniquilam iento. Fue entonces cuando el G obierno Nacional intervino, y el Batallón Tenerife con sede en Neiva se interpuso entre las facciones enfrentadas. La de Mariachi se acogió a la am nistía. La del extinto Charronegro, com andada a p artir de ese m om ento po r Pedro A ntonio M arín o M anuel M arulanda Vélez apodado Tirofijo, se refugió en la profundidad del cañón, fundan­ do el enclave conocido com o M arquetalia, posiblem ente por la población caldense de donde era oriundo el nuevo jefe. A p artir de 1961 la Revolución C ubana introduce un nuevo factor de violencia revolucionaria. A las guerrillas com unistas de inspiración soviética se agregaron, a p artir de ese año, las que C astro buscaba im plantar para d ar form a a su aserto de que haría del Ande Suram ericano la versión continental de la Sierra M aes­ tra. En 1964 Tirofijo reactivó su guerrilla en una serie de arrem eti­ das contra la fuerza pública desde su baluarte de M arquetalia, que obligó a una respuesta m ilitar del mismo tenor. Ya para 240 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

entonces se habían hecho célebres las mal llam adas “ Repúblicas Independientes” , nom bre asignado por un connotado dirigente conservador en el Senado de la República a las regiones de M arquetalia, R iochiquito, Pato y G uayabera, a la cual el mismo congresista agregó el Vichada, por entonces escenario del prim er intento castrista de subvertir el orden com o exportación del proceso cubano a C olom bia. Se tipifica, desde entonces hasta el presente, el proceso de etapas de la G uerra Revolucionaria M arxista, con sus variantes de m étodo, filosofía y estrategia según la línea de cada agrupación (M oscú, Pekín o La H abana), General Alvaro Valencia Tovar

— En la tercera época de la violencia, es decir, la que se ha presentado durante y después del Frente N acional cabe distinguir varias fases: el bandolerism o en los prim eros años del decenio de los sesenta, la influencia de la Revolución C ubana a lo largo de casi todo el decenio de los sesenta, el efecto de la división com u­ nista entre la URSS y China, el desarrollo de ia guerrilla urbana en los setenta y los conflictos del últim o lustro en el C aquetá, Putum ayo, C órdoba, U rabá, A rauca, el H uiia, el Cauca, el Meta/ y el M agdalena M edio.bajo el contexto de la crisis centroam erica­ na y del C aribe con ingredientes especiales como los problem as indígenas, el auge del narcotráfico y otras manifestaciones dé patología social com o el secuestro y la extorsión. Si bien la am nistía y los program as de rehabilitación prom ovi­ dos por el Frente N acional en sus prim eros años perm itieron el reintegro a la vida norm al de miles de campesinos y guerrilleros, hubo dos sectores que no se acogieron a estas nuevas posibilidad e s .ü ’or un lado las guerrillas identificadas con el m arxismo leninism o, las cuales se ubicaron en M arquetalia, el Sur y el N oroeste del Tolim a, Estas guerrillas se enfrentaron al Ejército y reflejaron en sus acciones y m étodos una nueva concepción del proceso sub.versivo. El otro sector que no aceptó las medidas del gobierno fue el de los bandoleros y forajidos en el T olim a, Caldas y el N orte del Valle quienes no actuaban por móviles ideológicos, pues representaban la barbarie engendrada por un proceso que ya tenía casi tres lustros, durante los cuales toda una nueva genera241 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

ción se form ó en el am biente de descom posición social determ ina­ do p o r la violencia. El fracaso de la am nistía y de la rehabilitación para estos sectores dio lugar a una etapa de exterm inio que eliminó el bandolerism o pero fue inútil frente a las guerrillas propiam ente dichas, las cuales si bien pasaron a la defensiva no desaparecieron y a lo largo de los últim os veinticinco años se han expresado en m últiples form as a través de las FA R C , el ELN, el EPL, el PLA, el M-19 y el A D C yP or una u otra razón todos estos grupos han sobrevivido y en el proceso actual nos hallam os ante una realidad creada po r el efecto acum ulado de las distintas etapas de violencia que ha vivido el país a p artir de 1947. Así com o he señalado los años críticos de las dos etapas anteriores, pienso que los peores m om entos en el últim o cuarto de siglo han sido 1965 cuando m urió Cam ilo Torres, 1977 po r las circunstan­ cias creadas durante el P aro Cívico del 14 de septiem bre y 1981 cuando se acum ularon las ofensivas de los diversos grupos guerri­ lleros contra el sistema de instituciones. La prim era violencia tuvo causas, desarrollos y factores casi exclusivamente nacionales, m ientras que la segunda se ha presen­ tado dentro del m arco de realidades y procesos internacionales com o reflejo del conflicto este-oeste y con ingredientes nacionales distintos, en virtud de las transform aciones ocurridas en la sociédad y las nuevas dimensiones e instrum entos del E stado. Entre los factores nuevos nacionales cabe señalar el proceso de organiza­ ción de los indígenas en el Cauca; el problem a del narcotráfico; ia ausencia de! Estado en las zonas de colonización, especialmente C aquetá, Putum ayo, U rabá, A rauca, el M eta y el M agdalena M edio; el desem pleo de los profesionales universitarios; la prepo­ tencia de los grandes grupos financieros y la mental ¡dad especula­ tiva que surgió en la econom ía nacional cuando los sectores m ás poderosos obraron con ceguera frente a la crisis social; la burocratización de los partidos y la consolidación de sus m aquinarias clientelistas que han reducido el espacio político a las nuevas fuerzas sociales; el increm ento acelerado de la población joven en el conjunto del país y las dificultades del sistema social para integrar a las nuevas generaciones con el fin de asegurarles sus derechos políticos, económ icos, sociales y culturales. La violencia 'de los últim os veinte años ha sido el instrum ento de una estrategia política m ientras que la violencia de los años cincuenta fue una 242 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

explosión desordenada de inconform idad y desconocim iento de los gobiernos autoritarios de la época. Luis Carlos Galán

— En 1959 triunfó la Revolución C ubana esto, porque hay gentes en C olom bia que sostienen la peregrina tesis de que las guerrillas colom bianas son un efecto, una repercusión de la Revo­ lución C ubana, una exportación de la Revolución C ubana por parte del gobierno de Fidel Castro. Quiero recordar simplemente que las guerrillas en Colom bia, en esta etapa de la vida de nuestro país, se iniciaron exactam ente diez años antes de la Revolución C ubana; a fines de 1949 com enzaron las guerrillas a actuar en los Llanos Orientales y luego se extendieron por muchos sectores y regiones de nuestro país. La nueva etapa en que no hubo luchas arm adas en Colom bia se caracterizó por el hecho de que los guerrilleros desmovilizados recibieron los beneficios de la ley llam ada de “ R ehabilitación del G obierno de Lleras C am argo” y; la m ayoría de estos guerrilleros que eran cam pesinos, se dedica­ ron a la agricultura y, especialmente, a colonizar tierras vírgenes, terrenos baldíos; así surgieron grandes colonizaciones, especial­ m ente en el sur del país, en regiones del C aquetá, en el Huila y tam bién en el M eta. Pero, a comienzos de 1964 o desde finales de 1963, com enzó en nuestro país una cam paña de carácter muy par­ ticular, que la encabezaba el senador A lvaro G óm ez H urtado, cam paña.que él llam ó “ C ontra las Repúblicas Independientes” . Sostenía el senador G óm ez H urtado que había en C olom bia una serie de regiones donde las autoridades colom bianas no podían ejercer su jurisdicción; que estaban gobernadas por antiguos guerrilleros; que se tratab a de repúblicas independientes; que era necesario som eterlas a sangre y fuego, según el lenguaje que le gusta al senador G óm ez H urtado, por una operación del Ejército. Esa cam paña fue creciendo y, efectivamente, en m ayo de 1964 se lanzó una enorm e operación m ilitar con 16.000 soldados contra la zona llam ada de M arquetalia en el sur del Tolim a, la de Riochiquito en el Cauca y luego contra las zonas de El Pato en la Intendencia del C aquetá. Esta ¿norm e operación m ilitar determ i­ nó que los antiguos guerrilleros agredidos, de nuevo se organiza­ ran y desplegaran la guerra de guerrillas.. Estaresistencia popular 243 ESTRELLA ROJA [email protected]

campesina guerrillera contra la ofensiva de que fueron objeto en 1964 es lo que dio origen a las guerrillas llam adas Fuerzas A rm a­ das Revolucionarias C olom bianas, FA RC. Gilberto Vieira2

EL DOCUMENTO El 25 de octubre de 1961, en sesión del Senado de la República, el senador Alvaro Gómez Hurtado pronunció un discurso que tendría profundas repercusiones en el desarrollo de la vida política del país. Gómez Hurtado basó su intervención en ese momento, atacando la declaratoria del Estado de Sitio en cinco departamentos, por el gobierno de Lleras Camargo, declaratoriajustificada en tres hechos: una situación de perturbación del orden público en el Quindío, el episodio conocido en Gacheta, con el intento del alzamiento de los militares y el surgimiento de la guerrilla de Tulio Bayer en el Vi­ chada. El país vivía entonces, una amplia ola huelguística, especialmente la huelga de los empleados bancarios; la intensa actividad política del general Rojas Pinilla, incrementada después del proceso que lo juzgó en el Senado y una campaña inusitada por parte de ios direc­ torios conservadores departamentales de crear condiciones para el rompimiento de relaciones diplomáticas entre Colombia y Cuba. “ El presidente Lleras va a pasar a la historia com o uno de Jos grandes enem igos de los agricultores, porque teniéndolo todo, teniendo grandes posibilidades de desarrollo, se em peñó en soste­ ner un proyecto de ley y con ese pretexto de la tal reform a agraria, paralizó la acción del E stado en el desarrollo de la agricultura. Pero si p o r lo m enos, ya que no tenem os ejecutorias de orden adm inistrativo, pudiéram os estar satisfechos con la situación de la paz pública; que p o r lo m enos, ese fuera el fru to de! Frente N acional, tal vez pudiéram os e sta rc o n fo rm e s ,sía cam bio de todo eso, los colom bianos pudiéram os vivir en paz. Pero tam poco y, no de cualquier m anera. T am bién aq u í los argum entos extraídos del pretérito colom bia­ no, no sirven. La violencia se creó en este país inicialm ente, p o r lo 244

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menos fue su característica p redom inante, sobre la base de que se trata b a de una violencia política. Se quiso ennoblecer !a acción de los bandoleros, poniéndolos, el m inistro usa la p alabra, com o guerrilleros de la libertad. H abía cierta explicación posible en que hubiera tan tas llam as en un E stado, donde hemos dicho existir una guerra civil declarada. Pero algo tenía que cam biar con el Frente N acional precisam ente: tenía que cam biar esa confusión que m u ­ chas veces se le presentó por ejem plo al gobierno de las Fuerzas A rm adas, cu an d o tra ta n d o de debelar un m ovim iento bandolero, resultaba cobijado bajo las banderas políticas. Eso que fue una calam idad de años anteriores, y que estaba justificado, o era explicable por la situación de guerra civil, no tiene ya la m isma justificación en el estado actual del F rente N acional. No hay ningún colom biano que legítim am ente pueda invocar m otivos políticos p a ra rechazar la soberanía del E stado colom biano. Y eso es de lo que no se ha caído en la cuenta. N o se ha caído en la cuenta de que hay en este país una serie de repúblicas independientes que no reconocen la soberanía del E stado colom biano, donde el Ejér­ cito colom biano no puede en trar, donde se le dice que su presencia es nefanda, que ahuyenta al pueblo, o a los habitantes. Hay una serie de repúblicas independientes que existen de hecho aunque el gobierno niega su existencia. Periódicam ente da unos com unica­ dos falsos, m endaces, diciendo que el territorio nacional está todo som etido a la soberanía. Y no está bajo la soberanía colom biana. Hay la república independiente de Sum apaz; hay la república independiente de Planadas, la del Río C hiquito, la de este bandole­ ro que se llama R ichard y ah o ra, tenem os el nacim iento de una nueva república independiente anunciada aquí por el m inistro de G obierno: la república independiente del Vichada. La soberanía nacional se está encogiendo com o un pañuelo; ese es uno de los fenóm enos más dolorosos del F rente N acional. El F rente N acio­ nal, que sería precisam ente p a ra que todos ios colom bianos se sin­ tieran hijos de una m ism a p atria, a h o ra resulta tolerando las actu a­ ciones más aberrantes, com o la de que haya territorios en el corazón m ismo del país, de gentes arm adas que no perm iten la entrad a de las autoridades colom bianas, y que, cuando para cum ­ plir con el p ro p ó sito de avisarle al país que la soberanía existe en todo el territo rio nacional, se m anda un funcionario, es un funcio­ nario dism inuido, sujeto a condiciones, que no puede ejercer las labores propias de su cargo y que m uchas veces tiene que ab an d o ­ nar el cam po. En algunas regiones, no se tolera m ás autoridad colom biana, que la de los agentes de la C aja A graria, que van a

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prestarles dinero a esos bandoleros. Este es el único acto de gobierno, que hace esta prim era adm inistración del F rente N acio­ nal, sobre su propio territo rio ” .

Alvaro Gómez Hurtado1

—No com parto la idea de quienes calificaron abiertam ente, desde el principio a esas guerrillas de com unistas, cuando apenas com enzaban a distanciarse del partido liberal, al que habían pertenecido sus nuevos jefes. Del grueso de las guerrillas liberales sale un reducido grupo que si no era com unista, po r lo menos tenía influencia de las ideas socialistas, un poco diferente a la concepción nuestra de liberales y conservadores. No me atrevería a calificarlos en ese m om ento de guerrilleros com unistas. Pero había esa tendencia, había sim patizantes hacia esa ideología. En el país sucede que se calm a sustancialm ente la guerrilla política, en el gobierno de Lleras C am argo. Puesto que ya se había elimi­ nado el foco fuerte de Sum apaz, la calm a volvió a la región. Entonces llegó el gobierno del doctor G uillerm o León Valencia y com o subsistían, ya hasta habían tom ado fuerza las cuadrillas de bandoleros, que reclutaron m ucha gente po r el atractivo del dinero que recolectaban sus jefes. Era un atractivo para el cam pe­ sino, que adem ás de la aventura, tenía problem as de trabajo. C om enzaron los asaltos a los pequeños puestos de Policía y las em boscadas a las tropas. Y se arm aron casi todas esas cuadrillas con fusiles que no habían entregado tras la violencia política. Al com enzar, cada cuadrilla disponía de algunos fusiles de sus gue­ rrillas partidistas. El Presidente Valencia contó con dos m inistros de Defensa magníficos, los señores generales A lberto Ruiz N ovoa y Gabriel Rebeiz Pizarro. AI llegar el segundo de ellos al gobierno encontró que ya las guerrillas que habían derivado hacia la izquierda, se habían establecido en ciertas zonas del territorio, bastante rem o­ tas, donde no llegaban vías ni la acción del Estado. Estaban anim adas de la misma concepción de ir form ando “ M ovim ientos agrarios de autodefensa” en las mismas zonas. La m ism a concep­ ción de Sum apaz pero ah o ra en zonas m ás propicias para hacerlo y más difícil p ara el gobierno ir a im poner allá su autoridad. Prim ero p orque allá no había m ayor objetivo político, ni despres246 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

tig ia b a d e m a s ia d o al g o b ie rn o el s a b e r q u e , p o r e je m p lo , en el río G u a y a b e r o — q u e casi n a d ie h a b ía e s c u c h a d o h a s ta e n to n c e s — , o en el río C a g u á n o en la re g ió n del S u r del H u ila , h a b ía u n o s in d iv id u o s f o r m a n d o u n a o rg a n iz a c ió n a g r a r ia , a r m a d a , q u e c o n u n a f in a lid a d p o lític a , a lg ú n je fe c o n s e r v a d o r les p u s o el n o m b re d e “ R e p ú b lic a s In d e p e n d ie n te s ” . C o m o p a r a e x a g e ra r, d ig a m o s, el p e lig ro q u e su ex iste n c ia te n ía p a ra la in te g rid a d n a c io n a l. P a ra d e c ir q u e el g o b ie rn o h a b ía p e rm itid o e sta b le c e r “ R e p ú b lic a s In d e p e n d ie n te s ” en C o lo m b ia y q u e eso n o se p o d ía to le ra r. Las m ás n o m b r a d a s en ese e n to n c e s e r a n M a rq u e ta lia , el P a to , G u a ­ y a b e ro y R io c h iq u ito . A llí e s ta b a n d e je fe s a n tig u o s g u e rrille ro s lib e ra le s q u e h a b ía n te n id o la e v o lu c ió n ya c o m e n ta d a y q u e im p o n ía n p o c o a p o c o su a u to r id a d a to d o s los h a b ita n te s de esas re g io n e s. S o y te stig o d e su e x iste n c ia p u e s p u d e e n c o n tr a r la d o c u m e n ta c ió n c la ra q u e m o s tr a b a su rég im en e sp ecial q u e im p e ­ ra b a allí. F u i te stig o d e q u e el d o m in io q u e e je rc ía n en esa z o n a sí e ra a b s o lu to : q u e el re s p e c tiv o je fe d is p o n ía d e v id as y h a c ie n d a s a su a n to jo y q u e c o n p ro c e d im ie n to s e x p e d ito s d e s p a c h a b a a la o tr a v id a a q u ie n fu e ra , o im p o n ía p e n a s d e tr a b a jo fo rz a d o p o r u n o o m á s a ñ o s , q u e se c u m p lía n rig u ro s a m e n te . Y o e n tre g u é los d o c u m e n to s p r o b a to r io s re la tiv o s a M a rq u e ta lia , p o rq u e los e n ­ c o n tré el p r im e r d ía d e la o p e ra c ió n q u e d irig í a llá en su to m a . En esas o rg a n iz a c io n e s a g ra ria s , c o n el p re te x to d e q ue se d e fe n d ía n c o n tr a la filo s o fía d el E s ta d o q u e los p e rse g u ía , la s gentes se fu e ro n a r m a n d o , se les fu e m o tiv a n d o y se fo rm ó un s o lo c o n g lo ­ m e ra d o civil y m ilita r. T o d o el m u n d o tr a b a ja b a , to d o s e sta b a n en a rm a s ta m b ié n , c o n lo q u e fu e ra : el m a c h e te , el c u c h illo , la e sc o p e ta o c o n m e jo re s a rm a s . E ra u n a p e q u e ñ a p o b la c ió n a lz a d a c o n tr a el g o b ie rn o . N o im p e ra b a ni p o d ía e n tr a r a llá n in g u n a a u to r id a d , esa e ra la re a lid a d . A l re c ib ir en esas c o n d ic io n e s el g o b ie rn o , el d o c to r V ale n c ia , a n a liz ó la s itu a c ió n en C o n se jo de G o b ie r n o y c o n lo s je fe s m ilita re s y d e c id ió to m a r e sa s reg io n es p a r a re s ta b le c e r la ley y el o rd e n a m ie n to n o rm a l.

General José Joaquín Matallana1

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EL DOCUMENTO “ El señor presidente Lleras va a pasar a la historia com o un fu n d ad o r de cinco repúblicas independientes, porque la sobera­ nía nacional se ha quebran tad o . E sto se dice fácil, com o si no tuviera trascendencia. Es un terreno a p a rta d o , nadie va a ir p o r allá. No hay ningún senador que se arriesgue. Las tierras no son m uy buenas, tierras de vertientes, sin com unicaciones. El gobierno que n o se gasta por nada, que no se gasta p a ra hacer una obra, que no se gasta haciendo algo que justifique la unión de voluntades del Frente N acional, menos se va a gastar p o r establecer la soberanía nacional en una serranía. Y tolera esa institución de las repúblicas independientes librando contra ellas, para cum plir, una m iserable acción periférica, limi­ tándose a m antener los puestos de guarda, en donde la rutina term ina p o r liquidar la disciplina m ilitar; en donde más bien se vuelve un problem a la convivencia de los m ilitares con los civiles, porque un m ilitar que no está ocupado en algo se vuelve una fuerza disolvente. U n m ilitar que está viviendo sim plem ente, sin trabajo, en una función estéril de vigilar a nadie se desm oraliza y se pertu rb a la m oral de las Fuerzas A rm adas. A ntes los m ilitares e n tra b a n en condiciones m alas o buenas, con elem entos o sin ellos, sin m iedo de incom unicación, con arm as o sin arm as, pero lib rab an una b atalla con tra las personas que estaban desconociendo la soberanía nacional. A hora este prim er gobierno del Frente N acional no hace sino to lerar las repúblicas independientes. El Ejército sabe que tiene que estar actuando constantem ente sobre el filo de la navaja, para al mismo tiem po no dejar som eter a la soberanía nacional a dem asiados agravios, para no invadir el cam po de la soberanía de la república independiente. La tragedia del Ejército colom biano, es que le ha tocado reconocer territorios extranjeros en su propia patria. N o sé si tal vez noso tro s tuvim os alguna culpa inicialm ente. C uando estábam os en el gobierno, se habló de tal rehabilitación. No gustó la idea, pero tenía una presentación caritativa. Colom ­ bianos que se habían lanzado a la lucha por sus ideas, tenían tal vez el m érito de no h ab er sucum bido a la represión y com o estábam os en el F rente N acional, com o era necesario crearle un nuevo clim a al país, íbam os a ensayar con esos colom bianos alzados en arm as, un nuevo sistem a y se em pezó po r darles un apoyo para su desarro­ llo económ ico. Este fue el espíritu inicial de la rehabilitación que 248

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después cayó en m anos sectarias y degeneró al p rem iar a los m ás atroces bandoleros de este país. N o hay una carretera que se haya atrevido a c o rta r una de esas repúblicas independientes, sino que se hace la carretera para que le sirva a los bandoleros, no p ara que le sirva al Ejército, en un ánim o de im posición, con el criterio propio de las Fuerzas A rm adas, sino com o un recurso para que los bandoleros tengan m ejor movilidad. N o se hizo sino favorecer a los bandoleros en las repúblicas independientes; entonces el criterio m ism o, que era un criterio benévolo p ara conseguir la im plantación general de la soberanía en e! territo rio , se quedó trunco, entonces lo que ocurrió fue que este gobierno, com o esos em peradores decadentes, del bajo im pe­ rio ro m an o , h a resuelto pagarle un trib u to a los b á rb aro s” . Alvaro Gómez Hurtado*

¿Cuál fu e su papel en la elaboración del plan militar en la toma de Marquetalia? — Al regreso del Vichada fui nom brado com andante de la Escuela de Infantería, donde se desarrolló toda una doctrina de contrainsurgencia basada en las experiencias acum uladas en años anteriores, no solam ente por quien com andaba el Instituto sino p o r sus oficiales de planta y po r quienes llegaban a adelantar cursos de capacitación para ascenso, m ediante trabajos que de­ bían presentar com o parte del curriculum de cada curso. Esa doctrina, propia, colom biana, sin préstam os a nadie ni cátedras sustentadas p o r oficiales o persona! de otros ejércitos, sirvió de m odelo fuera de nuestro país. Era una com binación de procedi­ m ientos tácticos adaptados a las circunstancias de la lucha fluida de guerrillas, bien diferente a la que se desarrolla entre fuerzas convencionales, y procedim ientos sicológicos, de acción cívica y de atención a las causas determ inantes de los fenóm enos revolu­ cionarios. De la Escuela pasé por segunda vez a la Jefatura del D eparta­ m ento de Planes, Operaciones e Instrucción del Estado M ayor del Ejército, lo que me hizo posible preparar con un grupo altam ente calificado de oficiales, program as de instrucción y directivas operacionales para todas las Brigadas, que se som etieron a consi­ deración del C om ando del Ejército. Desde el M inisterio de G ue­ ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

rra el ahora general A lberto Ruiz N ovoa emitía directrices que señalaban derroteros nítidos a la acción de todas las Fuerzas A rm adas. El bandolerism o en que había degenerado parte consi­ derable del m ovim iento guerrillero de la violencia partidista des­ aparecía velozmente de la geografía del país, m ediante las técni­ cas y m etodología que había podido desarrollarse, una vez la am nistía adelgazó las filas com batientes a aquellos reductos re­ calcitrantes, verdaderos casos patológicos generados por el pro­ ceso violento, cuyas depredaciones, m atanzas, asesinatos y bar­ barie ya no adm itían tratam iento distinto al de la represión. A com ienzos de 1964, cuando quedaban tan sólo tres bandas en el norte del Tolim a conocidas por su ferocidad sanguinaria, Tirofijo inició acciones violentas desde su reducto de M arquetalia, sin que mediase hecho alguno por parte de las Fuerzas A rm a­ das que justificara esa arrem etida. Com enzó por una em boscada sangrienta contra una colum na de abastecim ientos transportados a lom o de m uía entre las poblaciones de Planadas y G aitania. Com o no había enfrentam iento arm ado en el área, los soldados arrieros y escoltas m archaban desapercibidos, de m anera que el asalto los tom ó por sorpresa y ios efectos fueron más graves. C uando un helicóptero m ilitar se acercó horas después para rescatar cadáveres, sufrió una emergencia en zona vecina. Era una aeronave pequeña, tripulada por dos oficiales desarm ados de la Fuerza Aérea, que fueron asesinados por la misma cuadrilla. A los pocos días se secuestró a los pilotos de una avioneta de Avianca que prestaba servicio de correo y transporte de pasajeros entre Planadas y G aitania. Tirofijo cobró por su rescate medio m illón de pesos, sum a fabulosa para la época. Estos hechos delictivos forzaron el m ontaje de una operación m ilitar, en la que nadie estaba pensando. Por el contrario, el gobierno , por interm edio de los m inistros de G obierno y G uerra, doctor F ernando L ondoño y L ondoño y Rafael H ernández Par­ do, había defendido en el Senado el derecho de las colectividades agrarias asentadas en lo que im propiam ente se llamó Repúblicas Independientes, a vivir en paz dentro de su organización social, m ientras respetaran la ley y el orden, así com o la actuación del com andante del Batallón Colom bia en el V ichada,'dirigida a atraer la población civil, en vez de responder al acto de insurrec­ ción ocurrido en Santa Rita, con la violencia que solam ente 250 ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@ gmail.com

habría servido p ara incendiar el Llano en nuevas oleadas de barbarie. La operación se m ontó en el D epartam ento E-3 a mi cuidado. C onsistió, en líneas generales, en la ocupación, de toda el área influida por el grupo arm ado de M arquetalia con puntos de control que garantizasen la protección de los cam pesinos, atem o­ rizados y sujetos a exacciones forzosas por la guerrillera de M arquetalia. Un am plio program a de acción cívicaseestructuró sobre toda la región y se preparó cuidadosam ente la tropa que habría de intervenir p a ra que su acción sobre el cam pesinado cumpliese los propósitos que ya se han enunciado atrás para el tratam iento de estas situaciones. La colum na que penetró hacia M arquetalia por el cañón del río A tá, atrajo al grupo guerrillero, que planteó varias em boscadas. H ubo algunos contactos de fuego y bajas a am bos lados. El m om ento en que esto ocurrió se escogió para el asalto de un grupo reducido de lanceros transportados por helicópteros al reducto de M arquetalia, que fue tom ado enteram ente por sorpresa, hasta el punto de incautar en su totalidad el archivo de la guerrilla, que no alcanzó a ser destruido por los ocupantes del caserío, quienes incendiaron la casa del secretario político Isauro Yosa, conocido com o Líster. Allí quedó plenam ente establecida la conexidad entre las guerrillas de M arquetalia, Pato y G uayabero, con el partido com unista de Colom bia. General Alvaro Valencia Tovar

— Al calor de esa cam paña tan arduam ente prom ovida po r el senador G óm ez H urtado, comienza la ofensiva contra M arquetalia. Se trata entonces, de organizar una cam paña nacional de solidaridad, encabezada por el partido com unista, p ara im pedir la agresión m ilitar y se movilizan algunas fuerzas. Es la prim era vez que aparece en la acción política, el sacerdote Cam ilo Torres. | Cam ilo se form a la idea de que él puede contribuir a que cese el • ataque a M arquetalia y ofrece irse para la región com o m ediador. ¡ Pero todavía com o sacerdote. El pide perm iso a la Iglesia, a las t autoridades eclesiásticas y el A rzobispo, no había aún C ardenal, 1le prohíbe term inantem ente que vaya a realizar esa gestión. Ese les, po r cierto, el inicio de la rebelión de C am ilo contra las autori251 ESTRELLA ROJA [email protected]

fdades eclesiásticas, po r el episodio de M arquetalia. El partido com unista anunció que si a pesar de todos los esfuerzos políticos que se realizaban, la región de M arquetalia era agredida, com en­ zaría una nueva etapa del m ovim iento guerrillero. Así fue. M ar­ quetalia es atacada, com ienza la resistencia guerrillera y se des­ pliega como tal y este es el origen, com o dije antes, de las FARC. Esa es la nueva etapa de la lucha guerrillera colom biana. Después surge el ELN, pero surge com o un proyecto político, muy influido por la experiencia de la Revolución C ubana y con la idea de copiar la epopeya de la Sierra M aestra. Pero de todas m aneras surge dentro de las condiciones creadas po r el ataque a M arquetalia. Gilberto Vieira1

¿Cómo se organiza la Operación Marquetalia? ¿Cuáles fueron sus fases operativas? — Eso se intentó en dos form as, com o siempre lo ha hecho el Ejército: una m otivando y tratando de atraer a la población de esas regiones, especialm ente las circunvecinas, para que no se fuera aum entando el área en que im peraba la autoridad de los jefes guerrilleros. Apareció entonces la concepción del señor general A lberto Ruiz N ovoa, la “ Acción Cívico-M ilitar” , el “ Plan Laso” . Básicamente se tratab a de las acciones del Estado hacia esas gentes, para dem ostrarle que él no era indiferente a sus necesidades, que no las perseguía, que estaba dispuesto a llevarles la solución de los problem as más sentidos por la com unidad. Pero com o siempre se ha visto en ei país, esas acciones representan dinero y las partidas nunca han sido ni fueron suficientes para copar tales necesidades^ Además de que tenían allá una eficacia muy relativa por el grado de concientización y de rebeldía que ya tenían esas gentes hacia la autoridad, representada por la fuerza pública. C uando ya un cam pesino está m otivado y convencido, y si se le ha hecho un lavado cerebral tan largo, paciente y eficaz com o el