La lingueística cognitiva : análisis y revisión 8497427491, 9788497427494


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Lingüística cognitiva. Análisis y revisión
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Colección estudios críticos de literatura
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Índice
Introducción
CAPÍTULO 1. Caracterización de la lingüística cognitiva
1.1. Caracterización interna
1.1.1. Ciencia o ideología
1.1.2. La cognición
1.1.3. Los postulados
1.1.4. Origen de la lingüística cognitiva
1.1.5. Soluciones y principios
1.1.6. La creación del contrario
1.1.7. Teoría del conocimiento sin problema previo
1.1.8. Dependencia de otras disciplinas
1.1.9. El conocimiento histórico
1.1.9.1. La cognición, un solo plano
1.1.9.2. El uso y el discurso repetido
1.1.10. Valor de lo corporal
1.1.11. Metáforas que pertenecena distintos actos de habla
1.1.12. Fundamentación filosófica
1.2. Caracterización externa
CAPÍTULO 2. Antecedentes de la lingüística cognitiva
2.1. Origen del cognitivismo
2.2. La lingüística cognitiva
2.3. La contribución de Chomsky
2.4. Comentario a los puntos señalados
2.4.1. La gramática universal
2.4.2. Niveles de representación
2.4.3. El conocimiento lingüísticode los hablantes
2.4.4. Representación formal y universalidad
2.4.5. El lenguaje, algo interno a los hablantes
2.4.6. Lenguaje y psicología
2.4.7. Sintaxis y creación mecánica
2.4.8. Las transformaciones
2.5. La contribución de Benjamin Lee Whorf
2.5.1. Una teoría del conocimiento
2.5.2. La variedad lingüística
2.5.3. Selección de la naturaleza
2.5.4. La mente humana
2.5.5. Elementos de la teoría de Whorf
2.5.6. La lengua y la realidad
2.5.7. La lengua y el pensamiento
2.6. La teoría de Whorf hy la lingüística cognitiva
CAPÍTULO 3. Punto de partidade la lingüística cognitiva
3.1. Pensamiento corpóreo o no corpóreo
3.1.1. Los símbolos abstractos
3.1.2. El concepto de abstracto
3.1.3. Niveles del hablar, decir y conocer
3.1.4. Empirismo
3.1.5. Planteamiento y solución
3.2. Consecuencias de no aceptar el pensamiento no corpóreo
3.2.1. El entendimiento de lo que somos
3.2.2. El valor del cuerpo humano
3.2.3. El pensamiento corpóreo y lo mecánico
3.2.4. El conocer y la realidad
3.3. Aceptación del pensamiento corpóreo
3.4. Principio, procedimiento y método de Lakoff
3.4.1. Supuesto fundamental
3.4.2. Argumento propio
3.4.3. Método propuesto
CAPÍTULO 4. El conocer humano
4.1. La realidad radical
4.1.1. El ser humano, ser libre o absoluto
4.1.2. El ser humano, ser histórico
4.2. El conocer humano, el punto de partida: la Aísthesis
4.3. El conocer y las operaciones intelectivas
4.3.1. La selección
4.3.2. El establecimiento de una designación
4.3.3. La definición de una clase o esencia
4.3.4. La relación
4.3.5. La nominación
4.3.6. La determinación
4.4. El conocer y el pensamiento
4.4.1. La realidad radical
4.4.2. La función del cuerpoen el pensamiento
4.4.3. Dos clases de pensamientoso formas del conocer
4.4.4. El pensamiento es actividad
4.4.5. El concepto de verdad
4.4.6. Planteamiento a priori
CAPÍTULO 5. Desarrollo de la lingüística cognitiva
5.1. Argumentación teórica
5.2. Comentario a la argumentación cognitivista
5.2.1. El pensamiento corpóreo
5.2.2. El realismo experiencial
5.2.3. Realismo que radica en el positivismo
5.2.4. Realismo basado en la experiencia e imaginación
5.2.5. Objetivación de los conceptos
5.2.6. Epistemología cognitiva
5.2.7. La epistemología cognitiva y la ciencia
5.2.8. La llamada «Experientialist Strategy»
5.2.8.1. Las categorías y el pensamiento
5.2.8.2. El concepto de significado
5.2.8.3. El concepto de experiencia y de embodiment
5.2.8.4. El valor de lo biológico
5.2.8.5. El valor de lo cultural
5.2.8.6. El uso en la lingüística cognitiva
5.2.8.7. El concepto de verdad
5.2.8.8. La verdad y el conocer humano
5.2.9. Ejecuciónde la «Experientialist Strategy»
5.2.10. Solución de Lakoff y Johnson
5.2.11. El valor de la solución propuesta
CAPÍTULO 6. Aspectos y conceptos clave de la lingüística cognitiva
6.1. La categorización de la lingüística cognitiva
6.1.1. La teoría de los prototipos
6.1.2. Implicaciones del concepto cognitivista de categoría
6.2. Crítica al concepto de categorización y categoría
6.2.1. La categorización y lo humano
6.2.2. La categorización y la experiencia
6.2.3. La categorización y los seres humanos
6.2.4. La experiencia y el uso: lo histórico
6.2.5. La fundamentación de la teoría de los prototipos
6.2.6. La categorización y la prueba empírica
6.3. La metáfora y lo imaginativo en el conocimiento
6.4. Crítica al concepto cognitivista de la metáfora
6.4.1. La metáfora y la creación humana
6.4.2. La metáfora y el significado
6.5. Los llamados "conceptos de nivel básico"
6.6. El realismo básico
6.7. Crítica al concepto del realismo básico
6.8. Críticas de Lakoff al concepto de categoría del objetivismo
6.8.1. La manipulación de símbolos abstractos
6.8.2. Categorías que no siempre se dan en la naturaleza
6.8.3. Los límites de la categoría
6.8.4. Categorías con existencia objetiva
6.8.5 Categoría basada en propiedades esenciales
6.8.6. Relaciones lógica sentre las categorías
6.8.7. Correspondencia entre los set-theoretical models y el mundo
6.9. Comentario a este planteamiento
6.10. La cognición
6.10.1. Realismo y empirismo
6.10.2. Una nueva epistemología
6.10.3. Solución y problema
6.11. La solución dada. la corporeización de la razón
6.11.1. Implicaciones hacia delante y hacia atrás
6.11.2. El concepto de filosofía y su función
6.11.3. Filosofía y creencias
6.12. La experiencia
6.13. Antecedentes del concepto de experiencia
6.13.1. En la tradición inglesa
6.13.2. Experiencia en Whorf
6.14. El sistema conceptual
6.15. El sistema conceptual y una teoría del conocimiento
6.15.1. El sistema conceptual como supuesto
6.15.2. El sistema conceptual como común
6.16. Una nueva filosofía
6.16.1. El planteamiento de la nueva filosofía
6.16.2. El argumento del bimilenarismo
6.16.3. Filosofía empírica
CAPÍTULO 7. Procedimiento de la lingüística cognitiva
7.1. La creación y negación del contrario
7.2. Argumentación racional
7.3. Establecimiento de dicotomías irreconciliables
7.4. Corolario
CAPÍTULO 8. Conclusión: ¿Es la lingüística cognitiva una teoría del conocimiento?
8.1. Introducción
8.2. Planteamiento del problema
8.3. El concepto de mente
8.4. Otros conceptos fundamentales
8.5. La experiencia en el uso
8.6. El lenguaje y la cognición en el uso
8.7. El lenguaje y la cognición en la psicología
8.8. El lenguaje y la cognición como ciencias de realidad
Bibliografía
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La lingueística cognitiva : análisis y revisión
 8497427491, 9788497427494

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LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA Análisis y revisión

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COLECCIÓN ESTUDIOS CRÍTICOS DE LITERATURA CONSEJO ASESOR Carlos Alvar (Universidad de Ginebra) Alberto Blecua (Universidad de Barcelona) Francisco Javier Díez de Revenga (Universidad de Murcia) Germán Gullón (Universidad de Ámsterdam) José-Carlos Mainer (Universidad de Zaragoza) Francisco Marcos Marín (Universidad Autónoma de Madrid) Evangelina Rodríguez Cuadros (Universidad de Valencia) Fanny Rubio (Universidad Complutense de Madrid) Andrés Sánchez Robayna (Universidad de La Laguna) Ricardo Senabre (Universidad de Salamanca) Jenaro Talens (Universidad de Ginebra) Jorge Urrutia (Universidad Carlos III de Madrid) Darío Villanueva (Universidad de Santiago de Compostela) Domingo Ynduráin (Universidad Autónoma de Madrid) (†)

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JESÚS MARTÍNEZ DEL CASTILLO

LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA Análisis y revisión

BIBLIOTECA NUEVA

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Diseño de cubierta: José María Cerezo

Este libro cuenta con la ayuda del grupo de investigación HUM-602 «Lengua y pensamiento: relaciones de significación en el léxico y obras literarias», de la Universidad de Almería.

© Jesús Martínez del Castillo, 2008 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2008 Almagro, 38 28010 Madrid www.bibliotecanueva.es [email protected] ISBN: 978-84-9742-749-4 Depósito Legal: M-27.362-2008 Impreso en Rógar, S. A. Impreso en España - Printed in Spain Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

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INTRODUCCIÓN ...............................................................

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CAPÍTULO 1. CARACTERIZACIÓN DE LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA . 1.1. Caracterización interna ................................... 1.1.1. Ciencia o ideología ............................. 1.1.2. La cognición ....................................... 1.1.3. Los postulados ................................... 1.1.4. Origen de la lingüística cognitiva ......... 1.1.5. Soluciones y principios ....................... 1.1.6. La creación del contrario .................... 1.1.7. Teoría del conocimiento sin problema previo ................................................. 1.1.8. Dependencia de otras disciplinas ......... 1.1.9. El conocimiento histórico ................... 1.1.9.1. La cognición, un solo plano ... 1.1.9.2. El uso y el discurso repetido .. 1.1.10. Valor de lo corporal ............................ 1.1.11. Metáforas que pertenecen a distintos actos de habla ..................................... 1.1.12. Fundamentación filosófica .................. 1.2. Caracterización externa ...................................

27 27 27 28 29 29 30 30

34 35 36

CAPÍTULO 2. ANTECEDENTES DE LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA . 2.1. Origen del cognitivismo .................................. 2.2. La lingüística cognitiva .................................... 2.3. La contribución de Chomsky ........................... 2.4. Comentario a los puntos señalados .................. 2.4.1. La gramática universal ........................

39 39 46 46 47 47

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2.4.2. Niveles de representación .................... 2.4.3. El conocimiento lingüístico de los hablantes ............................................... 2.4.4. Representación formal y universalidad . 2.4.5. El lenguaje, algo interno a los hablantes . 2.4.6. Lenguaje y psicología .......................... 2.4.7. Sintaxis y creación mecánica ............... 2.4.8. Las transformaciones .......................... 2.5. La contribución de Benjamin Lee Whorf ......... 2.5.1. Una teoría del conocimiento ............... 2.5.2. La variedad lingüística ........................ 2.5.4. Selección de la naturaleza ................... 2.5.5. La mente humana ............................... 2.5.6. Elementos de la teoría de Whorf ......... 2.5.7. La lengua y la realidad ........................ 2.5.8. La lengua y el pensamiento ................. 2.6. La teoría de Whorf y la lingüística cognitiva ....

48 49 50 51 51 52 53 56 56 57 57 58 59 60 61 61

CAPÍTULO 3. PUNTO DE PARTIDA DE LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA .......................................................................... 3.1. Pensamiento corpóreo o no corpóreo ............... 3.1.1. Los símbolos abstractos ...................... 3.1.2. El concepto de abstracto ..................... 3.1.3. Niveles del hablar, decir y conocer ....... 3.1.4. Empirismo .......................................... 3.1.5. Planteamiento y solución .................... 3.2. Consecuencias de no aceptar el pensamiento como corpóreo ................................................ 3.2.1. El entendimiento de lo que somos ....... 3.2.2. El valor del cuerpo humano ................ 3.2.3. El pensamiento corpóreo y lo mecánico . 3.2.4. El conocer y la realidad ....................... 3.3. Aceptación del pensamiento corpóreo ............. 3.4. Principio, procedimiento y método de Lakoff ... 3.4.1. Supuesto fundamental ........................ 3.4.2. Argumento propio .............................. 3.4.3. Método propuesto ..............................

70 70 72 76 77 79 82 82 83 83

CAPÍTULO 4. EL CONOCER HUMANO .................................. 4.1. La realidad radical .......................................... 4.1.1. El ser humano, ser libre o absoluto ..... 4.1.2. El ser humano, ser histórico ................

85 85 87 88

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4.2. El conocer humano, el punto de partida: la aísthesis .............................................................. 4.3. El conocer y las operaciones intelectivas .......... 4.3.1. La selección ........................................ 4.3.2. El establecimiento de una designación . 4.3.3. La definición de una clase o esencia .... 4.3.4. La relación ......................................... 4.3.5. La nominación ................................... 4.3.6. La determinación ................................ 4.4. El conocer y el pensamiento ............................ 4.4.1. La realidad radical .............................. 4.4.2. La función del cuerpo en el pensamiento. 4.4.3. Dos clases de pensamientos o formas del conocer .............................................. 4.4.4. El pensamiento es actividad ................ 4.4.5. El concepto de verdad ........................ 4.4.6. Planteamiento a priori ......................... CAPÍTULO 5. DESARROLLO DE LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA ... 5.1. Argumentación teórica .................................... 5.2. Comentario a la argumentación cognitivista ..... 5.2.1. El pensamiento corpóreo .................... 5.2.2. El realismo experiencial ...................... 5.2.3. Realismo que radica en el positivismo . 5.2.4. Realismo basado en la experiencia e imaginación ............................................. 5.2.5. Objetivación de los conceptos ............. 5.2.6. Epistemología cognitiva ...................... 5.2.7. La epistemología cognitiva y la ciencia . 5.2.8. La llamada «Experientialist Strategy» .. 5.2.8.1. Las categorías y el pensamiento 5.2.8.2. El concepto de significado ..... 5.2.8.3. El concepto de experiencia y de embodiment ......................... 5.2.8.4. El valor de lo biológico ......... 5.2.8.5. El valor de lo cultural ............ 5.2.8.6. El uso en la lingüística cognitiva 5.2.8.7. El concepto de verdad ........... 5.2.8.8. La verdad y el conocer humano 5.2.9. Ejecución de la «Exprientialist Strategy» . 5.2.10. Solución de Lakoff y Johnson .............. 5.2.11. El valor de la solución propuesta ......... [11]

90 96 97 99 103 108 109 111 114 114 114 115 116 116 117 123 123 126 126 126 129 131 132 134 137 142 144 146 147 147 148 152 154 157 160 162 164

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CAPÍTULO 6. ASPECTOS Y CONCEPTOS CLAVE DE LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA ......................................................... 6.1. La categorización de la lingüística cognitiva ..... 6.1.1. La teoría de los prototipos .................. 6.1.2. Implicaciones del concepto cognitivista de categoría ........................................ 6.2. Crítica al concepto de categorización y categoría . 6.2.1. La categorización y lo humano ............ 6.2.2. La categorización y la experiencia ....... 6.2.3. La categorización y los seres humanos . 6.2.4. La experiencia y el uso, lo histórico ..... 6.2.5. La fundamentación de la teoría de los prototipos ........................................... 6.2.6. La categorización y la prueba empírica . 6.3. La metáfora y lo imaginativo en el conocimiento . 6.4. Crítica al concepto cognitivista de la metáfora . 6.4.1. La metáfora y la creación humana ....... 6.4.2. La metáfora y el significado ................ 6.5. Los llamados «conceptos de nivel básico» ........ 6.6. El realismo básico ........................................... 6.7. Crítica al concepto del realismo básico ............ 6.8. Críticas de Lakoff al concepto de categoría del objetivismo ..................................................... 6.8.1. La manipulación de símbolos abstractos . 6.8.2. Categorías que no siempre se dan en la naturaleza .......................................... 6.8.3. Los límites de la categoría ................... 6.8.4. Categorías con existencia objetiva ....... 6.8.5. Categoría basada en propiedades esenciales .................................................. 6.8.6. Relaciones lógicas entre las categorías . 6.8.7. Correspondencia entre los set-theoretical models y el mundo ........................ 6.9. Comentario a este planteamiento ..................... 6.10. La cognición ................................................... 6.10.1. Realismo y empirismo ......................... 6.10.2. Una nueva epistemología .................... 6.10.3. Solución y problema ........................... 6.11. La solución dada: la corporeización de la razón . 6.11.1. Implicaciones hacia delante y hacia atrás. 6.11.2. El concepto de filosofía y su función ... 6.11.3. Filosofía y creencias ............................ [12]

167 167 169 171 172 172 173 173 175 176 179 183 188 189 195 197 201 202 204 206 207 207 208 208 208 208 209 212 213 213 216 217 218 220 221

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6.12. La experiencia ................................................ 6.13. Antecedentes del concepto de experiencia ........ 6.13.1. En la tradición inglesa ......................... 6.13.2. Experiencia en Whorf ......................... 6.14. El sistema conceptual ...................................... 6.15. El sistema conceptual y una teoría del conocimiento ............................................................ 6.15.1. El sistema conceptual como supuesto .. 6.15.2. El sistema conceptual como común ..... 6.16. Una nueva filosofía ......................................... 6.16.1. El planteamiento de la nueva filosofía . 6.16.2. El argumento del bimilenarismo .......... 6.16.3. Filosofía empírica ...............................

221 223 223 224 227

CAPÍTULO 7. PROCEDIMIENTO DE LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA . 7.1. La creación y negación del contrario ................ 7.2. Argumentación racional .................................. 7.3. Establecimiento de dicotomías irreconciliables . 7.4. Corolario ........................................................

239 239 243 245 246

CAPÍTULO 8. ¿ES LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA UNA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO? ........................................................ 8.1. Introducción ................................................... 8.2. Planteamiento del problema ............................ 8.3. El concepto de mente ...................................... 8.4. Otros conceptos fundamentales ....................... 8.5. La experiencia en el uso .................................. 8.6. El lenguaje y la cognición en el uso .................. 8.7. El lenguaje y la cognición en la psicología ........ 8.8. El lenguaje y la cognición como ciencias de realidad ...............................................................

228 229 229 232 233 235 236

249 249 250 254 255 256 262 262 265

BIBLIOGRAFÍA ................................................................. 273

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Ea quibus a nativitate animus imbuitur, ita firmiter tenentur ac si essent naturaliter et per se nota (SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa contra gentiles I c, XI). Por el mismo acto por el que el hombre hila desde su interior la lengua, se hace él mimo hebra de aquélla, y cada lengua traza en torno al pueblo al que pertenece un círculo del que no se puede salir si no es entrando al mismo tiempo en el círculo de otra (HUMBOLDT, Sobre la diversidad de la estructura del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo espiritual de la humanidad 1990, 83). El hombre, en el fondo, es crédulo o, lo que es igual, el estrato más profundo de nuestra vida, el que sostiene y porta todos los demás, está formado por creencias (ORTEGA Y GASSET, Ideas y creencias, 1997, 34). A nuestra herencia no la precede ningún testamento (RENÉ CHAR, apud Hannah Arendt).

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A María del Mar, quien siempre me orientó y a quien no voy a olvidar.

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Introducción La lingüística cognitiva como disciplina es una teoría de base experimental, que parte de unos principios que se aceptan como ciertos, estudia una realidad o distintas realidades que se aceptan como dadas, y que con el método experimental pretende concluir sobre la realidad de la que parte. Los lingüistas cognitivistas engloban su teoría dentro de las ciencias de la naturaleza e incluso enclavan su objeto de estudio en lo corporal y natural. Tratan sobre el lenguaje y las lenguas, concibiendo a ambos de forma conjunta como un fenómeno psíquico y concreto que se da con base natural. Se debaten entre dos realidades fundamentales, lo que llaman cognición, que es un proceso, y lo que es el lenguaje, que es una «capacidad cognitiva» como otras, con las que se relaciona directamente y con las que «comparte estructuras y habilidades» (Cuenca y Hilferty, 1999, 18). Para los cognitivistas, la finalidad de su estudio no es propiamente el lenguaje, sino la cognición, pero ésta no en sí, sino en el conjunto de las capacidades que la constituyen. Éstas nos harán concluir sobre la cognición, en primer lugar, y sobre lo que es el hombre, en segundo. La cognición es un hecho que se acepta por dado y cierto, y no es necesario definirlo, describirlo ni justificarlo. Los [19]

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cognitivistas parten de la cognición como realidad existente y dirigen la investigación a conocer precisamente la cognición, pues ésta es una realidad. La cognición constituye el supuesto fundamental de la lingüística cognitiva y el resultado es el conocimiento de lo que constituye la misma. La lingüística cognitiva nace dentro de las llamadas ciencias cognitivas o cognitivismo. El cognitivismo reúne todo lo que se conoce sobre la mente, procedente de distintas disciplinas, a saber: la psicología, lingüística, antropología, filosofía y las ciencias informáticas. Se propone responder a preguntas tales como: — — — —

¿Qué es la razón? ¿Cómo utilizamos nuestra experiencia? ¿Qué es un sistema conceptual y cómo se organiza? ¿Usan todos los seres humanos el mismo sistema conceptual? — Si todos los seres humanos utilizan el mismo sistema conceptual, ¿en qué consiste dicho sistema? Y si no, ¿qué hay de común en la forma como los seres humanos piensan? En cuanto a lo que estudia, la lingüística cognitiva es una teoría del conocimiento, ya que se plantea problemas del conocer, a los que da solución de la manera que hemos dicho anteriormente, pretendiendo asimilarse a una ciencia de realidad, pero sin plantearse el problema inicial de qué es la cognición, sino aceptando la existencia de la misma como un hecho dado y adoptando el método de las ciencias naturales, el método empírico. El supuesto y método señalados van encaminados a conocer una cosa: la propia cognición. La aceptación del hecho central del conocer humano, el propio conocer o cognición, como una realidad dada, como un supuesto ya dado, hace que este supuesto, por el hecho de ser tal, no se discuta, ni defina, ni se pregunte tampoco cómo se da y en qué sentido se da. Esto lleva consigo que todo lo referente a la cognición o que manifieste la cognición o que componga la misma, tampoco se discu[20]

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ta, que se acepte sin más. De esta manera, se acepta el lenguaje y las lenguas sin preguntarse si se dan como una cosa o como cosas separadas o si, por el contrario, es eso a lo que tanto temen los cognitivistas, una mera abstracción. También aceptan como realidades dadas «las otras facultades cognitivas». Todas ellas nos llevan a la cognición en igualdad de condiciones que el lenguaje. La lingüística cognitiva hace de la realidad humana del conocer una realidad comprobable y estudia esta realidad como una ciencia de realidad. Aceptan una serie de realidades de existencia, cuando menos dudosa, tales como la cognición, el lenguaje (sin distinguir entre lenguaje y lengua), la mente, la mente corporal, el pensamiento corpóreo, el pensamiento inconsciente, el pensamiento abstracto en contraste con el pensamiento físico e, incluso, los conceptos de categoría y metáfora. Los cognitivistas tratan a dichas realidades como realmente existentes y como naturales. Introducen el método empírico en el estudio de lo que constituye el conocimiento o cognición, rechazando de plano el método a priori o analítico. Considerado desde una teoría del conocimiento, este planteamiento no es más que una petición de principio. Se parte de un supuesto que no tiene existencia concreta ni objetiva, la cognición, se insiste en que ese punto de partida tiene muchas facultades que hay que conocer para llegar a saber lo que es la misma y, tras distintas formulaciones de hipótesis de trabajo concernientes a lo que ya previamente se ha aceptado (cfr., por ejemplo, Lakoff, 1990, 67), tras muchas comprobaciones, la evidencia empírica confirma los planteamientos iniciales. En este libro nos vamos a plantear si dicho tratamiento de lo que es el conocer humano o cognición1, el lengua—————— 1 De aquí en adelante se reservará el nombre de cognición al concepto específico que utilizan los cognitivistas para referirse a la realidad que en filosofía se ha conocido siempre como el conocer o conocimiento. Se utilizará este último término, conocer o conocimiento, para designar la actividad humana del mismo nombre. [21]

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je y la lengua, cumple o no su objetivo de ser un estudio «cognitivo», es decir, cognoscitivo o del conocimiento. Para hacer dicho estudio, trataremos el lenguaje como la actividad del hablar, decir y conocer y la lengua o lenguas como las distintas modalidades de esa actividad. Trataremos la actividad del hablar, decir y conocer como la actividad humana por excelencia, que no tiene ser en sí, que no se da en sí misma, sino que es manifestación de lo que constituye el ser humano. Desde esta perspectiva, la cognición no es nada que se dé en sí; el lenguaje no es nada que tenga existencia concreta; la lengua no es más que una modalidad del hablar que, por un lado, crea una tradición y es, por tanto, social y que, por otro, es la manifestación primera de la actividad misma del hablar, siendo, por tanto, individual y social o histórica; el significado, por otro lado, no es más que contenidos de conciencia de los sujetos que hablan, dicen y conocen2, contenidos de conciencia que pueden ser, individuales, nacidos en el acto del habla, o comunes, es decir, tradicionales o pertenecientes a una comunidad de hablantes o lengua y que son siempre creativos. El punto de partida y origen de toda esta concepción es, pues, el acto lingüístico. Los cognitivistas jamás parten del acto lingüístico o acto del habla, sino más bien de lo que llaman uso. En el uso es lícito comparar dos o más actos lingüísticos y sacar conclusiones de la relación que guardan entre sí. Pero en este caso no hablamos del nacimiento del acto del hablar, decir, y conocer (pensar), sino de lo ya realizado y aceptado como común en una comunidad de hablantes, lo cual como modelo o conjunto de modelos posibilita dichos actos lingüísticos. Y este proceder no es más que un acto de abstracción. El problema o el misterio de la explicación de todo el conocer —llamémosle cognición o lo que sea— es el nacimiento del mismo. Para conocerlo tenemos que re—————— 2 Cfr. la teoría de la lingüística del decir en Martínez del Castillo, 2004. [22]

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vertirnos a lo que es: una mera actividad humana individual. Tenemos que estudiar dicha actividad y la génesis de la misma, no los elementos que pueda tener en común manifiestos en la tradición o el uso de la lengua. Lo que pertenece a una tradición es y actúa como modelo, pero no es la actividad misma. El conocimiento (o cognición), cuando nace, es siempre obra de un sujeto, de un individuo, se da siempre en un acto lingüístico, que es, por naturaleza, un acto esporádico, nacido en un contexto o circunstancia muy determinado. El acto lingüístico tiene un doble carácter: es, por un lado, individual, la expresión de una intuición inédita del sujeto hablante, dicente y cognoscente; y por otro, es la manifestación de la tradición en la técnica del hablar, a la que podemos llamar uso. Por el primer carácter, el acto lingüístico es creativo, imaginativo, la expresión de un algo que no era y ahora es. Por el segundo carácter, el acto lingüístico es histórico, es decir, tradicional, pertenece a una lengua. De esta manera, en el acto lingüístico podemos señalar los elementos del hablar, decir y conocer, que tendrán, necesariamente, tres planos: un plano universal que va más allá de los individuos y de las comunidades lingüísticas a los que éstos pertenecen, es decir, que tiene que ver con lo que es la actividad del hablar, decir y conocer en sí misma; un plano histórico, que será expresión de los elementos comunes de una comunidad de hablantes, es decir, de una lengua; y un plano individual, que tiene que ver con la ejecución y creación del acto lingüístico. Por este motivo tendremos que replantearnos el hecho del conocer humano. Tendremos que hacer distinciones entre distintos planos, separando lo que sea universal de lo que sea propio de una lengua, o propio de una determinada circunstancia o individuo. Éste es un aspecto que los cognitivistas ignoran. No será lo mismo un plano universal, el que se da en todos los seres humanos independientemente de su lengua, que un plano histórico, el que se da sólo en una lengua, o que un plano individual, el acto en el que, en verdad, nace el hablar, decir y conocer. [23]

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El problema del conocer humano no es ni mucho menos un problema nuevo. Es el problema filosófico que se ha tratado siempre de una manera u otra, pero específicamente y sin interrupción desde Descartes (1596-1650) a nuestros días. Antes de Descartes la filosofía se preguntaba por el ser, queriendo con ello explicarse si conocíamos el ser o lo que eran las cosas o seres. Después de Descartes la filosofía se pregunta directamente cómo conocemos las cosas o el ser de las mismas. Pero, tampoco en Descartes era un problema nuevo. Trece siglos antes que Descartes se llegara a plantear el problema del conocimiento, se lo planteó parcialmente San Agustín (354-430)3. Ni siquiera en la lingüística es nuevo. Ya lo planteó como problema lingüístico Wilhelm von Humboldt (1767-1835)4, lo volvió a plantear Benjamin Lee Whorf (1897-1941)5 y está presente en las obras de Noam Chomsky y Eugenio Coseriu, especialmente en éste, quien plantea su teoría del hablar como una teoría del conocimiento6. La lingüística cognitiva y el cognitivismo dan un paso más allá de la filosofía cambiando la naturaleza del problema: en la filosofía el conocer es un problema metafísico; en el cognitivismo, es un problema empírico. Para con—————— 3 Cfr. Ortega y Gasset, 1999, 153. 4 Cfr. Donatella di Cesare, 1999. 5 El caso de Whorf es particularmente significativo. Whorf supo plantear el problema del conocimiento humano, reflejado en las lenguas. No obstante, las soluciones que él insinuó, soluciones que comparadas unas con otras veremos que no son sistemáticas, no se pueden tomar en serio. Whorf no llegó a escribir una obra unitaria, sino un conjunto de artículos que, tras su muerte (1941), fueron recopilados en un libro. Las soluciones que Whorf da están dadas para ilustrar el problema. Whorf en este sentido es un clásico. La influencia que Whorf ha tenido en la lingüística americana es un aspecto que no se ha estudiado en profundidad, pero tengo que decir que de Whorf se han tomado muchas de las soluciones que insinúa. Sin embargo, se ha ignorado la gran aportación que él hizo: plantear el problema de las relaciones lengua-pensamiento. Para una interpretación de Whorf, cfr. Martínez del Castillo, 2001. 6 Cfr. Martínez del Castillo, 2003, 131-154. [24]

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seguir este cambio de naturaleza en un objeto de estudio, los cognitivistas dan por supuesta la existencia del mismo y de los elementos de que se compone. Para los cognitivistas, la cognición, en primer lugar, es un hecho dado. Del mismo modo suponen la existencia de la mente, la razón, las categorías y la metáfora. Este supuesto tiene un doble aspecto: los elementos supuestos, además de existir por sí mismos, son de carácter objetivo. Además, asignan a estos objetos supuestos a un único plano, suponiendo, pues, que se da en todos los seres humanos de la misma manera. Los cognitivistas no estudian más plano que el plano histórico, el del uso de la lengua, pero atribuyen a éste la universalidad que da un hecho biológico. Como consecuencia, de una lengua dada, digamos, el dyirbal, extraen características que les permiten concluir sobre la cognición, la naturaleza de la misma, la existencia de las categorías y la metáfora. Y, como consecuencia de estas realidades «objetivas» y con «existencia real», concluyen sobre lo que es el hombre. En este libro realizo una caracterización de la lingüística cognitiva, para, a continuación, ver los antecedentes de la misma y analizar el punto de partida a partir del cual se va a analizar los fundamentos de la teoría, los conceptos esenciales de que se compone y la fundamentación filosófica que defienden sus cultivadores. Se añade un capítulo sobre la forma de proceder de la lingüística cognitiva y concluiremos sobre la misma. Para todo este análisis se sigue la exposición de los libros de Lakoff y Johnson 1980, Lakoff 1987 (1990), Johnson 1987 y Lakoff y Johnson 1999, fundamentalmente.

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CAPÍTULO 1

Caracterización de la lingüística cognitiva 1.1. CARACTERIZACIÓN INTERNA De forma introductoria voy a hacer una presentación de la lingüística cognitiva. Me voy a ceñir sólo a la lingüística cognitiva, sin juzgar en ningún sentido lo que el cognitivismo pueda aportar en otras ciencias. Me ciño a lo que es el lenguaje y la cognición, cómo se manifiestan y qué otras realidades suponen o qué realidades manifiestan. 1.1.1. Ciencia o ideología La lingüística cognitiva pretende ser una ciencia y, especialmente, una teoría del conocimiento, como nos indica el adjetivo de su nombre. En realidad es, a lo sumo, un método o, mejor, una actitud de trabajo de unos lingüistas. Este hecho, que lo veremos a lo largo del libro, es reconocido por uno de sus ideólogos, Raymond Gibbs (1996, 50), quien, según exponen Cuenca y Hilferty (1999, 22), dice: «parece mejor ver los enfoques generativo y cognitivo de la lingüística como estrategias de investigación más que como compromisos filosóficos a priori». [27]

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Aparte de que en la ciencia no se entienda eso de «compromisos filosóficos», ni mucho menos, «compromisos filosóficos a priori» —sin más explicación, dicha expresión es vacua y sin sentido—, efectivamente se trata a lo sumo de un enfoque. 1.1.2. La cognición La lingüística cognitiva, a decir de sus cultivadores, es una ciencia nueva que se plantea problemas antiguos no resueltos. De esta manera toma el nombre de «cognitiva» y se inventa la llamada «cognición». Si buscamos una definición o descripción de lo que es la cognición en los autores de la lingüística cognitiva no la encontraremos. Desde fuera de las llamadas «ciencias cognitivas», desde la filosofía de la ciencia, Diéguez Lucena dice: cuando se habla del tema de estudio propio de las ciencias cognitivas se suele decir que éste es el fenómeno de la cognición (allá donde pueda darse, ya sea en hombres, animales o máquinas). Quizá haya quien se pregunte por qué se habla de «cognición» en lugar de «conocimiento». La razón no es otra que la de evitar las connotaciones metafísicas que suele arrastrar este último término y las disonancias que podría producir su uso en los nuevos ámbitos en los que habría de aplicarse (animales y máquinas). Porque si bien las ciencias cognitivas tratan de responder a los viejos interrogantes filosóficos de la epistemología tradicional, quieren hacerlo desde un punto de partida científico, que evite en la medida de lo posible las implicaciones filosóficas no deseadas. De ahí el empleo del término «cognición» (Diéguez Lucena, 2005, 34).

Así pues, la novedad de la ciencia cognitiva consiste en ver la «cognición» lo mismo en los seres humanos que en los animales, que en las máquinas; lo mismo en los seres racionales que irracionales; lo mismo en los seres sensitivos que en los seres inertes. [28]

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1.1.3. Los postulados En consonancia con lo anterior, la lingüística cognitiva procede a base de postulados. Los postulados son verdades que se admiten sin demostración y que sirven de base a ulteriores razonamientos. Los cognitivistas no se plantean problema alguno, ya que el hecho del que parten supone tomas de posición sobre problemas que no se mencionan, pero sobre los que concluyen. Tienen la máxima confianza en los postulados que siguen. Como el problema de que tratan, el del conocimiento, es un «problema» humano por excelencia, que incluye muchos aspectos (el lenguaje, la lengua, el conocimiento mismo, la realidad universal humana, la realidad de las lenguas, la realidad del individuo, etc.) llegan a un dogmatismo rayano en lo absurdo. Hacen referencia, por ejemplo, a la cognición, es decir, al hecho, acto o actividad del conocer, sin decirnos cuál es el problema o en qué consiste esa realidad sobre la que concluyen. Tampoco podrían definir dicha realidad si es que quieren describirla, pues sus conclusiones, empíricas, tienen que aplicarse lo mismo a los seres humanos que a sus máquinas. Y una vez que han concluido sobre la cognición, o sobre las categorías o sobre la metáfora concluyen incluso sobre el ser humano (cfr. Lakoff, 1990, 6). El proceder a base de postulados lleva a sus cultivadores a seguir ciegamente esos postulados sin pensar si tienen alguna conexión entre ellos o si responden a un problema previamente planteado. Como, según veremos a continuación, no existe planteamiento de problema alguno, la lingüística cognitiva revela ser, no una ciencia, sino una ideología. 1.1.4. Origen de la lingüística cognitiva La lingüística cognitiva nació al azar, sin plantear un problema y sin fijar un plan. La lingüística cognitiva funciona meramente con la referencia a palabras mágicas, tales [29]

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como, por un lado, la cognición, la mente humana, la facultad del lenguaje, el aprendizaje del lenguaje; por otro lado, en referencia a conceptos no justificados, como las ciencias cognitivas, la psicología, la antropología, la filosofía, la inteligencia artificial; por otro lado, estableciendo oposiciones sin haberlas fundamentado, como el objetivismo frente a el experiencialismo; método a priori frente a método empírico o evidencia empírica (método a posteriori); y por otro lado, refiriendo adjetivos tales como nuevo, tradicional, central, crucial. Ninguno de estos términos o conceptos implica planteamiento de problema alguno. Sólo hay soluciones a problemas que se dan por dados o planteados en virtud de sus propios postulados y en referencia a conceptos que, se dice, pertenecen a otras ciencias, sin decirnos si están fundados ni cómo tienen valor en lo que estudiamos. 1.1.5. Soluciones y principios La lingüística cognitiva se acepta de principio. No es necesario hacer defensa de una solución propuesta a un asunto dado. Como no hay problema planteado, no hay, por consiguiente, que defender la solución propuesta; meramente se acepta ésta como principio que va a solucionar el problema, haciendo notar que la nueva concepción va a cambiar la concepción que tenemos sobre el ser humano. Todo ello afirmándolo de forma gratuita. 1.1.6. La creación del contrario La lingüística cognitiva no define lo que es ni lo que pretende. Para reafirmar su propia posición primero fija la posición del contrario. Es decir, que la lingüística cognitiva crea, en primer lugar, lo que no es y, en consecuencia, se reafirma a sí misma en lo que dice que es. La lingüística cognitiva existe en función de la no-lingüística-cognitiva, en una dicotomía o serie de dicotomías cuyos dos po[30]

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los, en ocasiones, no muestran oposición alguna, o dicho de otra manera: son dicotomías que sólo se dan conceptualmente en quienes las crean. Sirva de ejemplo inicial para las dicotomías del primer tipo señalado, la «dicotomía categoría-función» (Cuenca y Hilferty, 1999, 29). ¿Qué dimensión o elemento en común tienen ambos conceptos para que se puedan considerar en los polos de la misma? Para el segundo tipo, sirva de ejemplo, la dicotomía objetivismo-experiencialismo (cfr. Lakoff, 1990, capítulos 11, 12, 13). El experiencialismo sólo existe en función del objetivismo, es decir, el experiencialismo es el noobjetivismo. Y no es absolutamente nada más. 1.1.7. Teoría del conocimiento sin problema previo Según su propio nombre, la lingüística cognitiva dice ser una lingüística de base cognoscitiva. Como hemos señalado, no plantea problema alguno sobre el conocimiento o el conocer humano (cognición), ni sobre el conocimiento histórico (que los cognitivistas llaman uso). Tampoco discuten éstos el papel que desempeñan en el conocer los sentidos, ni lo que es ni el papel que desempeña la experiencia, eso a lo que tanto recurren sus cultivadores. Tampoco se preguntan si el conocer se da en sí o se da en un sujeto que conoce o sujeto «cognoscente», etc. 1.1.8. Dependencia de otras disciplinas La lingüística cognitiva no es autónoma en su funcionamiento. Depende de lo que llaman las ciencias cognitivas, una supuesta ciencia o teoría o método o actitud en la investigación, o ideología, que nació en otras disciplinas, especialmente en la psicología, como reacción ante una teoría que se reveló inoperante, cual era el behaviorismo. Lo que pueda ser el cognitivismo en otras disciplinas es una cosa que no nos interesa ni lo juzgamos aquí. Nos in[31]

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teresa sólo si es una teoría que plantea un problema lingüístico y da una solución a un problema que se ha planteado siempre, cual es el problema del hablar, por un lado, y del conocer, por otro. Que dé soluciones, podemos decir que sí, da muchas y diferentes; que plantee un problema, tenemos que decir decididamente que no. Y mal sabremos solucionar un problema si lo planteamos mal o si ni siquiera lo llegamos a plantear. 1.1.9. El conocimiento histórico En el conocer humano, lo que es creación de un momento, una creación individual, creativa y libre, una creación imaginativa, puede convertirse en forma habitual de ver la realidad por parte de un individuo determinado. Dada la condición esencial del ser humano de «ser-conotros» o condición histórica del mismo (Dilthey, Ortega y Gasset, Heidegger, Coseriu), lo que es creación en un momento dado de un sujeto puede convertirse en un elemento puesto en común dentro de una comunidad de hablantes o comunidad de habla, es decir, dentro de una lengua y ésta llegue a aceptarlo como elemento común. De esta manera tenemos que distinguir tres planos en el conocer humano: a) el plano universal que tiene que ver con el conocer en sí y las condiciones del conocer, plano que necesariamente se da en todos los seres humanos, puesto que son ellos los que conocen, dicen y hablan; b) el plano histórico, que tiene que ver con todas las formas puestas en común en una comunidad lingüística dada y aceptadas como comunes en la misma y que sólo se dan en esa comunidad de hablantes, es decir, en esa lengua; y c) el plano individual o de la creación misma, que siempre es creativo, fugaz, ocurrente, imaginativo y, por supuesto, perteneciente sólo a un individuo. Todos estos planos, no hay que decirlo, hacen alusión al ser humano, que es un sujeto «hablante, dicente y cog[32]

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noscente», constituyendo ésta la realidad radical7 de la que ha de partir todo estudio sobre el mismo. No se puede comprender, de ninguna manera, qué tienen que ver en esto los animales o las máquinas de pensar. Lo que los cognitivistas llaman el uso de la lengua, especialmente, el uso imaginativo, no es más que el conocimiento histórico. Como, tal no revela más estructura mental que la que puede revelar una palabra o significado cualquiera: la de ser un elemento en común que se ofrece a los hablantes para su uso individual. 1.1.9.1. La cognición, un solo plano Para los cognitivistas, el conocer sólo tiene un plano, que es referido con el nombre, ya determinado, de «la cognición», en el que se destacan lo mismo elementos del conocer en sí, como elementos comunes. Nunca o casi nunca elementos individuales y, si se destacan éstos, se interpretan como hechos de experiencia que confirman los elementos universales, que para ellos son biológicos, es decir, naturales. El criterio para ellos es «el uso», es decir, lo histórico, el plano de las lenguas, según acabo de señalar. Convierten, de esta manera el plano histórico en el plano universal, haciéndolo, para mayor ironía, biológico, es decir, natural. 1.1.9.2. El uso y el discurso repetido Pero, para los cognitivistas, lo histórico, es decir, el uso, no es todo lo que es común en una comunidad de habla. Es casi exclusivamente el discurso repetido, por un —————— 7 Dice Ortega y Gasset: «El hombre vive envuelto en una muchedumbre de cosas y de modos de ser de esas cosas, modos de ser reales de dichas cosas. Esto nos obliga a buscar una realidad máxima o realidad radical que nos sirva de unidad de medida para graduar las demás, para ponerlas en su sitio y rango de realidad, para jerarquizarlas» (Ortega y Gasset, 1996, 40-41). [33]

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lado, y dentro de éste, aquello que refleja concepciones descuidadas, que ellos llaman «inconscientes», que para ellos son «imaginativas», o que son realmente imaginativas. Puesto que resaltan como imaginativos sólo estos aspectos del lenguaje, implícitamente niegan la existencia de la creatividad humana en el lenguaje. Ésta sólo se da en esos aspectos imaginativos del discurso repetido, no en el lenguaje en sí o el conocer en sí por el mero hecho de serlo. Para los cognitivistas, pues, tienen una importancia primordial las metáforas y metonimias del discurso repetido, no las metáforas fruto de una creación nueva en un acto individual. Las metáforas del discurso repetido están integradas en la tradición, metáforas que ya han perdido todo su valor de creación nueva y que se dan en la lengua como meros significados históricos. Al no analizar las metáforas que se dan en un acto de habla individual sino las integradas en el uso, niegan implícitamente la creación y la imaginación en el lenguaje. Tan imaginativo es, como veremos, decir «casa» como decir «el lenguaje es la casa del ser», o decir «April rains» que decir «April is the cruellest month». 1.1.10. Valor de lo corporal Lo curioso de esta incorporación del tipo de metáforas referido es que lo que denotan se considera como fundado en lo corporal con el siguiente razonamiento implícito, que es más o menos el siguiente: si todos los seres humanos hacen uso del lenguaje diciendo las mismas expresiones y todos tienen el mismo cuerpo, quiere decir que el uso radica en el cuerpo, con lo que no hay que preguntarse nada más. El lenguaje es corporal como la mente está «corporeizada». 1.1.11. Metáforas que pertenecen a distintos actos de habla Por otro lado, los cognitivistas estudian las metáforas haciendo abstracción del momento en que se dan, de las cir[34]

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cunstancias particulares y contextuales que dan fundamento a las mismas. Así, reúnen una serie más o menos larga de expresiones metafóricas pertenecientes al discurso repetido y las interpretan en función de una idea determinada. Con esto concluyen sobre el conocimiento «inconsciente», sobre la mente «corporeizada», sobre la «cognición» o sobre las metáforas en función de las cuales «nosotros vivimos»8, siendo ese «nosotros» la expresión de lo universal en el ser humano. 1.1.12. Fundamentación filosófica La filosofía en la que se fundamentan los cognitivistas, expuesta en Lakoff y Johnson 1999, va en dirección totalmente contraria a la filosofía. Si la filosofía busca la realidad última en la que se basa una verdad, no dejando opción a una realidad intermedia, sino buscando lo anterior de lo anterior y de lo anterior, hasta llegar a la realidad que sea la base de todo, por ejemplo, el «yo pienso» en Descartes, la «vida» en Ortega y Gasset, el «ser en el mundo» en Heidegger o el «ser hablante» en Coseriu, la filosofía de Lakoff y Johnson 1999 parte de tres principios que son, en realidad, los fundamentos, no sólo de lo que depende de ellos, sino incluso de aquello de lo que ellos mismos dependen9. Hablan de la mente, del pensamiento e, incluso, de la metáfora. Estos conceptos, como se podrá comprobar, no son tan básicos como para fundar en ellos nada, ni mucho menos como para concluir sobre el ser humano. Más bien, será al revés. ¿Quién nos dice que esos tres principios son ciertos? ¿Quién nos dice que la mente existe con existencia objetiva o concreta? ¿Quién nos dice que el pensamiento existe, igualmente? ...Y, la metáfora, ¿es una realidad radical como para que tengamos que buscarla y basarnos en ella para justificar, nada más ni nada menos, que el conocer y la propia naturaleza humana? ¿Es que la me—————— 8 Título de Lakoff y Johnson, 1980: Metaphors we live by. 9 Cfr. dichos supuestos y dicha filosofía en 6.16. [35]

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táfora es una realidad superior al ser humano? Según Lakoff y Johnson 1999, estos tres principios «are three major findings of cognitive science» (Lakoff y Johnson, 1999, 3). Si esto es así, la pretendida filosofía no es filosofía, sino una ciencia de realidad que depende de otra u otras ciencias, también de realidad, que es la ciencia o, en plural, las ciencias cognitivas. La filosofía, por definición, es la fundamentación de todo; también, de las ciencias. Las ciencias no pueden justificarse a sí mismas frente al conocimiento, eso que ellos llaman cognición, ¿van a justificar, nada más ni nada menos, que a una filosofía? Si esto es así, esa filosofía no es tal, a lo sumo, es una ideología (cfr. 6.16 y 3.3) Adelanto, en resumen, los conceptos que vamos a manejar como propios de la lingüística cognitiva: la cognición, el experiencialismo, la experiencia corporal, el pensamiento corpóreo, la categorización y la prototipicidad. Estos conceptos, que se consideran fundamentales, no son definidos ni en lo que son, ni en aquello a lo que responden. No responden a ningún planteamiento teórico, ni a ningún problema. La conexión que estos conceptos guardan con el lenguaje, ya que tratamos de la lingüística cognitiva, ni la relación que guardan estos conceptos con el primero de los mismos, la cognición, nunca es definida. 1.2. CARACTERIZACIÓN EXTERNA La lingüística cognitiva ha tenido una rápida y extensa aceptación en sus pocos años de existencia. Si, como dicen Cuenca y Hilferty (1999, 11) el año de nacimiento de la lingüística cognitiva se fija en el año 1987, el éxito que ha tenido no puede ser mayor. En veinte años ha llegado a fundar diez asociaciones nacionales de lingüística cognitiva, una temática y una que engloba a todas, que es la International Cognitive Association. En total doce asociaciones que celebran sus congresos y que hacen sus publicaciones. Y no son éstas las únicas. Acaba otra de anunciar su próxima aparición. [36]

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Este hecho puede tener una doble interpretación. Por un lado, nos habla de la necesidad de una orientación cognoscitiva en los estudios humanos, o dicho de otra manera: la necesidad de fundamentar filosóficamente lo que es y constituye el conocimiento y su manifestación más inmediata el lógos o pensamiento, manifiestos ambos en el lenguaje y la lengua. Es una paradoja que sin llegar a definir lo que es, lo que constituye o la función que desempeña el pensamiento, aunque lo llamemos «cognición», sin decirnos quienes son los que conocen o cómo y por qué conocen, por el solo nombre de «cognición», que es lo únicamente nuevo, haya tenido esa extraordinaria difusión. Al fin y al cabo, desde Descartes, toda la filosofía ha venido desarrollándose en torno a ese problema (cfr. Rábade, 1995, 31). Por otro lado, hechos como el referido nos hablan de un producto de masas, de una ideología de fácil difusión. Por el hecho de que sea ideología, puede presagiar que se trata de una moda superficial, cuya duración será más o menos larga. Considerando que, como veremos más adelante, la lingüística cognitiva y el cognitivismo en general nacieron como reacción ante teorías ya agotadas de distintas disciplinas y para dar salida a investigadores de esas disciplinas, disconformes con las tendencias imperantes (Miller, 2003), es posible que estemos ante un caso similar al del conductismo o behaviorismo y que su contribución sea igualmente semejante a la de dicha teoría. * * * Esta caracterización primera de la lingüística cognitiva que acabamos de hacer es la impresión primera que puede tener alguien cuando trata de ver qué estudia y cómo estudia aquello que constituye su objeto de estudio. Se dan por supuestas, tanto por los cultivadores de la lingüística cognitiva como por los legos que acceden a leer un libro de lingüística cognitiva, dos cosas: [37]

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1. que se trata de una teoría lingüística. No obstante, uno se pregunta, en todo momento si se estudia el lenguaje o una lengua, si el lenguaje o la lengua en sí mismos son autónomos y en qué sentido lo son; y, 2. que se trata de una teoría del conocimiento, en el supuesto de que identifiquemos qué es una teoría del conocimiento, y si no, qué es eso que llaman la cognición. Ninguna de las dos cosas se nos aclara.

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CAPÍTULO 2

Antecedentes de la lingüística cognitiva 2.1. ORIGEN DEL COGNITIVISMO Según nos informa George A. Miller (Miller, 2003), el cognitivismo o las llamadas ciencias cognitivas constituye una actitud ante unos determinados problemas humanos. El cognitivismo nació en el decenio de los 50 del siglo XX ante la situación de parálisis que vivían distintas disciplinas en Norteamérica que, por unas razones u otras, no veían un futuro. Entre éstas destacan la psicología, la antropología y la lingüística, a las que posteriormente se les unió la llamada ciencia de la computación o informática. El estancamiento en estas disciplinas llevó a sus cultivadores a abandonar las teorías en boga, que se habían revelado ineficaces (por ejemplo, el behaviorismo en la psicología o la teoría de la información de Shannon y Weaver en la informática). Puesto que se trataba de impulsar ciencias que estaban atascadas en su investigación, la adopción de la «cognición» como objeto de estudio abrió de repente campos insospechados anteriormente. Esto llevó consigo un tan[39]

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to de azar y sorpresa en el nacimiento de la nueva teoría (Miller, 2003, 141). La adopción del cognitivismo para la psicología significa reacción contra el behaviorismo. La teoría conductista o behaviorista pretendía la descripción de los fenómenos mentales a través de la conducta, ya que aquellos no son directamente observables. El behaviorismo transformó la percepción en discriminación, la memoria en aprendizaje, el lenguaje en conducta verbal y la inteligencia en la manifestación de la misma a través de los test (Miller, 2003, 141). Por otro lado, en los años cincuenta estaba en boga también la teoría de la información de Shannon. Ésta se mostró también insuficiente para la explicación psicológica. En este contexto la teoría sintáctica de Noam Chomsky se mostraba muy adecuada para la explicación de los procesos cognoscitivos, especialmente de los procesos estructurales dentro de la lengua «natural». Las reglas gramaticales que rigen las frases y oraciones de una lengua, constituyen la conducta de los hablantes. Tales reglas podrían representar hipótesis mentales sobre los procesos cognoscitivos que rigen la conducta verbal de los hablantes (Miller, 2003, 141-142). El éxito inicial del behaviorismo se mostró ineficaz hacia la segunda mitad del decenio de los 50. Según Chomsky (Miller, 2003, 142) definir la psicología como la ciencia de la conducta era como definir la física como la ciencia de la medida. Para Chomsky, si la psicología como ciencia pretendía explicar la conducta humana, tendría que incorporar conceptos mentalistas. Pero en aquellos momentos los psicólogos eran reacios a utilizar términos como «mentalismo». Se adoptaron, no obstante, problemas que tradicionalmente se habían tratado en otras disciplinas. Las disciplinas implicadas en esta nueva orientación eran seis: la psicología, lingüística, neurociencia, la ciencia informática, la antropología y la filosofía. Para Miller, las disciplinas principales eran la psicología, la lingüística y la ciencia informática, siendo las [40]

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menos decisivas la neurociencia, la antropología y la filosofía (cfr. Miller, 2003, 143)10. Pero es necesario recordar que en la psicología social y clínica nunca se había abandonado el concepto de mente. En ese momento el grupo de Jerry Bruner, que se dedicaba a la psicología social, tenía por nombre el de «cognition project»11. Este proyecto y grupo de investigación se convirtió en el «Centro de Estudios Cognitivos de Harvard», creado en 1960. Entre los integrantes de dicho centro podemos ver a Meter Wason, Nelson Goodman, Noam Chomsky y el propio George Miller, que es el que nos da esta información (Miller, 2003, 142). Y esto es lo que se conoce como la «revolución cognitiva», que no es más que una contrarrevolución contra el behaviorismo y la teoría de Shannon y Weaver. La aceptación del término cognición en la psicología puso a la mente en el primer plano de la investigación psicológica. La revolución cognitiva hizo posible el intercambio de ideas con eminentes investigadores de la psicología de fuera de los Estados Unidos. Los más importantes son Frederick Barlett de Cambridge, en el Reino Unido, quien había —————— 10 Es importante que nos fijemos, con vistas a su discusión posterior, en dos aspectos. Primero, la jerarquía de las disciplinas que componen el cognitivismo. Miller emplea las palabras «central» y «peripheral». La psicología es «central» junto con la informática y la neurociencia, pero la filosofía es «peripheral». Como veremos más adelante, esto es una flagrante contradicción. La filosofía, nos guste o no, es el fundamento de todo, también de las ciencias, y máxime el fundamento de lo que es el conocimiento, aunque le llamemos cognición. Y, segundo, el cognitivismo se considera anterior a las disciplinas que lo integran. Esto nos plantea el problema de la precedencia de la teoría sobre el objeto que se estudia: ¿qué es antes la teoría que estudia un objeto o el objeto mismo que se estudia a través de una teoría? Los lingüistas norteamericanos, Lakoff, por ejemplo, recurren a la filosofía cuando ya han creado su teoría. 11 Es interesante ver asociados, desde el principio, a lo social y a lo cognoscitivo o, dicho de otra manera: a lo cognoscitivo asociado a lo social. Como ya hemos dicho los cognitivistas restringen todo el pensamiento o el conocer humano al uso de la lengua, un plano que ellos estudian sin insistir en su origen o procedencia. [41]

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desarrollado trabajos sobre el pensamiento y la memoria al margen del behaviorismo; Jean Piaget, de Ginebra, quien tenía un numeroso grupo de seguidores gracias a sus puntos de vista sobre la mente de los niños; y A. R Luria, de Moscú, que fue uno de los primeros en considerar de forma unitaria el cerebro y la mente. Los conceptos fundamentales del nuevo centro de investigación era la mente, la percepción, la memoria, las expectativas (Miller, 2003, 142). El movimiento produjo un doble efecto. A la vez que se proponía un cambio radical en la psicología (el abandono del behaviorismo), requería una redefinición de la misma12. Por otro lado, otras disciplinas alcanzaban un alto desarrollo. Norbert Wiener triunfaba con la cibernética; Mavin Minsky y John McCarthy empezaban a proponer la inteligencia artificial como un modelo de funcionamiento de la mente humana y Alan Newell y Herb Simon utilizaban la teoría de la información para simular los procesos cognoscitivos13. Chomsky redefinía la lingüística14. Ward Goodenough y Floyd Lounsbury publicaron varios artículos sobre el análisis componencial, el cual pronto llegó a ser modelo para la antropología cognitiva. El año 1956 es el año en que esta tendencia dentro de las distintas disciplinas se pone de manifiesto. McCarthy, —————— 12 Esta idea pervivirá en Chomsky con su famosa unificación de las ciencias, que se unificarán con las ciencias «duras» y que requerirán una redefinición de las mismas (cfr. Chomsky, 2000 y 2002; cfr. crítica a esta idea en Martínez del Castillo, 2006, 156-162). 13 Aceptar un paralelismo entre la simulación y la realidad, entre los efectos de los procesos de la teoría de la información y la mente humana, significa dar por válido que aquello que se simula se identifica a lo simulado. Por mucha simulación que haga una máquina de la realidad mental nunca será la realidad mental que simula. Siempre habrá un abismo entre la mente humana, lo real, y lo simulado, un efecto meramente imaginativo de alguien, efecto de un acto de conocer individual. 14 Para una crítica de los fundamentos teóricos en los que se basa la teoría de Chomsky, cfr. Martínez del Castillo, 2006. [42]

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Minsky, Shannon y Rochester hicieron la presentación de su obra sobre la teoría de la información ese año. Igualmente Jerry Bruner, Jackie Goodenough y George Austin presentaron sus estudios sobre el pensamiento. Tanner, Swets, Birdsall y otros, de Michigan, aplicaron su teoría de recuperación de señales a la percepción. Y el propio Miller publicó el ya famoso artículo sobre «The magical number seven, plus or minus two: some limits on our capacity for processing information». Ese mismo año apareció, también, el libro de Whorf sobre los efectos del lenguaje en el pensamiento (Miller, 2003, 142)15. En septiembre de 1956 tuvo lugar un simposio sobre la teoría de la información. En él Chomsky defendió la tesis de que el lenguaje tiene toda la precisión de las matemáticas, idea que desarrolló en Syntactic Structures un año —————— 15 Whorf es una figura clave en el problema de las relaciones lengua-pensamiento. Supo mejor que nadie plantear el problema del conocimiento reflejado en las lenguas. A Whorf se le ha interpretado mal en la famosa hipótesis Sapir-Whorf o insistiendo en que el relativismo es solución a los problemas que planteaba. Por encima de las soluciones que Whorf propone está el problema que plantea, el problema de la influencia de la lengua sobre el pensamiento de los seres humanos que son fundamentalmente hablantes. Whorf no daba soluciones definitivas. En la lógica discursiva de su planteamiento, Whorf llegaba a proponer soluciones. Pero estas soluciones eran parte del problema que planteaba. Se mostraba sorprendido de lo que la humanidad había hecho gracias a las lenguas occidentales y meditaba sobre lo mucho que otras lenguas, las lenguas exóticas no occidentales, nos podrían hacer ver sobre aspectos de la naturaleza. Invitaba, por ello, al estudio de la realidad humana inserta o atrapada en las múltiples lenguas que existen en el mundo, de las que las llamadas por él lenguas SAE (Standard Average European), las lenguas occidentales, eran más que una pequeña muestra. Una interpretación correcta de Whorf tiene que considerar esas propuestas dentro del problema que plantea, problema humano, por excelencia, problema que está y seguirá estando presente en las inquietudes humanas. Una solución a los problemas que no llega a vislumbrar el cognitivismo está, precisamente, en plantear los problemas que pretende solucionar, y en este campo la aportación de Benjamin Lee Whorf puede ser decisiva. [43]

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más tarde. Esta obra inició una revolución «cognitiva» en la lingüística teórica (Miller, 2003, 143). Para Miller, el simposio referido trajo una importante conclusión. Las distintas disciplinas que tratan sobre los procesos mentales, a saber: la psicología experimental, la psicología teórica y la simulación a través de la teoría de la información de los procesos «cognitivos», son todas ellas piezas de un todo mayor. Se ponía de manifiesto la necesidad de una coordinación y progresiva elaboración de unos intereses compartidos16. Por su parte, la neurociencia se proponía rellenar el hueco entre la mente y el cerebro. Para realizar este propósito Steve White y Al Singer eligieron también la orientación cognoscitiva. A través de la Sloan Foundation crearon un programa especial en «ciencia cognitiva» para explorar las posibilidades sobre el asunto. Como hemos visto más arriba, las disciplinas cognitivas son seis. La compartimentación de la ciencia cognitiva en estos seis campos o disciplinas representa una división institucionalmente conveniente, pero una división intelectualmente torpe. Cada una de estas disciplinas, por accidente histórico, ha recibido una forma determinada de concebir la cognición y cada una de ellas ha progresado tan aislada de las demás que hoy resulta difícil reconocer que la solución a alguno de los problemas depende crucialmente de la solución que tradicionalmente se ha asignado a las distintas disciplinas. En 1978 se reunió en Kansas City un comité de expertos para resumir el estado de la cuestión relativo a la ciencia cognitiva. En aquella reunión George Miller presentó —————— 16 Como podemos ver en esta descripción histórica de cómo surgió el cognitivismo hecha por George Miller, no hay planteamiento de problema alguno que el llamado cognitivismo pueda estudiar. Se trata simplemente de intuiciones de unos determinados cultivadores de distintas disciplinas que cambian de objeto de estudio y vuelven sus ojos hacia lo que no conocen. Y como no lo conocen quieren descubrirlo, sin preguntarse qué es eso que quieren descubrir. Meramente dicen que tienen interés en una realidad mayor a la que llaman cognición. [44]

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la figura que sigue, que representa el estado de la ciencia cognitiva en 1978: Philosophy

Psychology

Linguistics

Computer science

Anthropology

Neuroscience (apud Miller, 2004, 143)

Esta figura hexagonal muestra las seis disciplinas mediante líneas que las relacionan entre sí y la dependencia de unas sobre las otras. La intersección de dichas líneas nos indica el campo común entre dos disciplinas en cuestión. Así, la cibernética ocupa el campo en común entre la ciencia informática y la neurociencia, usando conceptos desarrollados por la primera para modelar las funciones del cerebro puestas de manifiesto en la segunda. Igualmente, la ciencia de la información y la lingüística estaban ya unidas por la lingüística computacional; la psicología y la lingüística se relacionan entre sí en el uso de conceptos comunes en la llamada psicolingüística; etc. De esta manera se pueden establecer hasta quince conexiones entre las ciencias cognitivas. Las once conexiones que entonces Miller señaló en la referida reunión se han desarrollado grandemente (Miller, 2003, 143). El proyecto inicial, aunque no se ha seguido totalmente, ha dejado sus huellas. Hoy día se puede hablar, no de [45]

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una ciencia cognitiva, sino de ciencias cognitivas, en plural. Y queda como desiderátum el proyecto inicial de una ciencia única que descubra las capacidades representacionales y computacionales de la mente humana y su realización funcional y estructural en el cerebro humano (cfr. Miller, 2003, 141-143). 2.2. LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA La lingüística cognitiva, pues, no es una de las disciplinas fundadoras del cognitivismo, como hemos podido observar y como vimos al principio. En los momentos de nacimiento del cognitivismo, la lingüística estaba representada por Noam Chomsky, quien dio forma a su variable17 teoría lingüística. En los años cincuenta a los que se refiere el nacimiento del cognitivismo, Chomsky formula una teoría lingüística como transformacional o generativa. Es decir, Chomsky pone en el primer plano de la investigación la producción misma del lenguaje, resaltando y orientando con ello el estudio del lenguaje en lo que él mismo llamaría más tarde la lingüística de la performance (cfr. Chomsky, 1965, 8-10). Resaltamos, a continuación, aquellos aspectos de la contribución de Chomsky que de una manera u otra han impulsado la llamada lingüística cognitiva que, repetimos, nació en el año 1987. 2.3. LA CONTRIBUCIÓN DE CHOMSKY Como elementos decisivos de la lingüística de la performance o ejecución que he referido en el párrafo anterior, Chomsky introduce en el estudio del lenguaje, en su obra de 1957, los siguientes elementos: —————— 17 Me refiero con esta expresión a las formulaciones sucesivas y distintas que se darían en su teoría. [46]

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— La noción de que el funcionamiento del lenguaje se da en la sintaxis y ésta consiste en la utilización de una serie de medios limitados para producir un número ilimitado de oraciones (1957, 24); — La noción de que lo gramatical es distinto del significado, que la gramática es autónoma e independiente del significado (cfr. 1957, 15-17); — La noción de que una gramática es un recurso para generar todas las secuencias de morfemas o palabras que constituyen las oraciones de una lengua (1957, 18) — La noción de que una gramática de una lengua corresponde y reside en el conocimiento intuitivo de los hablantes (if we can adopt it [the conception of language as extremely powerful and general], we can view the speaker as being essentially a machine of the type considered) (1957, 20). — La noción de que la descripción de una lengua procede siempre en términos de un sistema de niveles de representación (1957, 18). — La consiguiente noción de que hay trasformaciones entre los distintos niveles de representación, obligatorias en el caso de las oraciones básicas (kernel sentences) y obligatorias y opcionales en el caso de las oraciones no básicas (non-kernel sentences) (cfr. 1957, 44-48). — Y, por último, la introducción de la representación formal (el formalismo chomskyiano) en la descripción lingüística. 2.4. COMENTARIO A LOS PUNTOS SEÑALADOS 2.4.1. La gramática universal En toda esta formulación está siempre la pretensión de universalidad que da Chomsky a su teoría. El criterio de adecuación de una gramática es un criterio universal: [47]

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We then have a strong test of adequacy for a linguistic theory that attempts to give a general explanation for the notion «grammatical sentence» in terms of «observed sentence», and for the set of grammars constructed in accordance with such a theory. It is furthermore a reasonable requirement, since it is interested not only in particular languages, but also in the general nature of Language (Chomsky, 1957, 14).

La gramática que propone Chomsky no se queda, pues, en los límites de una lengua particular aunque se valga del estudio desde la misma. Estudia la lengua particular y el fenómeno lenguaje o gramática universal. El hecho de que el lenguaje se conciba como un medio para producir un número indefinido de oraciones, partiendo de un número limitado de medios, implica que el lenguaje se puede reproducir siempre que haya una descripción adecuada del mismo. El reto que asume así la lingüística es suministrar una teoría adecuada a lo que se describe, que es una sintaxis sobre el funcionamiento de la lengua y, por ende, del lenguaje. 2.4.2. Niveles de representación La separación de lo sintáctico, a lo que Chomsky llama gramática, del significado, libera a ambos niveles de representación, el uno del otro, haciéndolos autónomos entre sí. Esto implica que cada uno de estos niveles pueda describirse en sí mismo, independientemente de los requerimientos que lleve consigo el otro. La descripción de cada uno de estos niveles puede avanzar hasta llegar a lo esencial. De esta manera, el significado puede describirse también como independiente del pensamiento, poniendo de manifiesto con ello las relaciones que tiene con el mismo y con lo que designa, la referencia. Pero esta liberación nos hace concebir la expresión lingüística como un conglomerado de componentes distintos, siendo el componente gra[48]

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matical el propiamente lingüístico, mientras que el componente semántico aparece como independiente y externo a la misma lengua18. 2.4.3. El conocimiento lingüístico de los hablantes La noción de la gramática como generativa lleva consigo la concepción de que el lenguaje se puede ejecutar en el momento del hablar por los hablantes. El conocimiento de los hablantes es el mecanismo que permite dicha generación. La consecuencia lógica es que debemos estudiar los mecanismos de producción del lenguaje y con ello podremos hacer una descripción adecuada de la gramática. En dichos mecanismos nos encontramos tanto los que atañen a la sintaxis como los que atañen al significado, mecanismos complejos y que necesitaban una especificación19. De las distintas concepciones señaladas arriba, la que más tiene que ver con una teoría del conocimiento, es la de que la gramática responde y reside en el conocimiento intuitivo de los hablantes. El reto que se plantea tras esta concepción es describir ese conocimiento lingüístico. Como a la vez se plantea el estudio del lenguaje en dis—————— 18 Esta misma concepción la podemos encontrar en Whorf. Para Whorf, el significado, «that golden something» (Whorf, 1956, 73), es algo que está más allá de la lengua y que sirve de criterio incluso para el análisis de la lengua. 19 Este cambio de orientación de la lingüística hacia el conocimiento de los hablantes, el conocimiento lingüístico, por un lado, y hacia la ejecución o performance, por otro, no es totalmente nuevo en Chomsky. Ya apareció de forma expresa en Saussure (cfr. Saussure, 1974, 138) en lo relativo al conocimiento de los hablantes y, en lo relativo a la ejecución o el hablar en Coseriu, 1955-1956 (cfr. Coseriu, 1992, 47-75). Por otro lado, en Norteamérica, Sapir, 1925; Bloomfield, 1933 y Whorf, 1956 ponen el énfasis, igualmente, en el conocimiento de los hablantes. [49]

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tintos niveles de descripción, se puede establecer una estructuración interna de ese conocimiento lingüístico y una correspondencia entre los distintos niveles. La correspondencia se lleva a cabo por medio de las transformaciones. 2.4.4. Representación formal y universalidad Por último, la representación formal pretende ver indicios de universalidad en el lenguaje, pues en intención de Chomsky, la descripción formal va más allá de la lengua particular, tratando de ser la expresión de los mecanismos últimos que dan lugar a una expresión lingüística. La descripción, así, es una descripción para todas las gramáticas de una lengua, con lo que es un paso previo para llegar a la lengua universal. Esta se concibe como el aspecto que tiene que ver con la producción misma del lenguaje en todas las lenguas. De esta manera, el lenguaje y la gramática pueden ser generativos. El eterno problema de la variación lingüística puede, así, también, encontrar una solución. La gramática universal se concibe como la gramática que está implícita en las gramáticas de las lenguas particulares20. —————— 20 La representación formal, no obstante, es, desde mi punto de vista, todo lo contrario de lo que se pretende, es decir, es una limitación para la intelección del objeto que se estudia y es, a la vez, mera representación, no descripción de lo que se pretende. Desde el punto de vista del conocer humano, la representación formal no hace más que poner objetos intermedios entre la intuición de una realidad designada en la expresión y su comprensión, hurta a la expresión de la determinación que en el lenguaje real —el que emplean los hablantes— le corresponde, y por el hecho de que sea esquemática (o abstracta, según dice Chomsky) no quiere decir que lo representado sea universal (cfr. Martínez del Castillo, 2006, 184-189). Sin embargo Chomsky y sus seguidores siempre han interpretado la representación formal como un rasgo de universalidad. [50]

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2.4.5. El lenguaje, algo interno a los hablantes El tratamiento dado, pues, al lenguaje21 según los conceptos introducidos en la teoría chomskyana no se queda en un análisis cualquiera de una expresión lingüística. La concepción de la gramática como capaz de generar oraciones; la separación de la generación misma de la lengua tal y como se manifiesta en la expresión lingüística; la separación de niveles dentro de la descripción lingüística; la introducción de la transformación como medio que se debate entre dos niveles diferentes; y la introducción de la representación formal, contribuyeron a que se considerara la gramática, no ya como el análisis de una mera expresión de una lengua, sino como un análisis de todo el fenómeno lingüístico en sí. Éste pasa de ser una cosa externa a los hablantes a ser una cosa que se da en los hablantes, el conocimiento intuitivo de los mismos (Chomsky, 1957, 13). 2.4.6. Lenguaje y psicología La significación de la teoría chomskyana representa un cambio de perspectiva: si el lenguaje se había estudiado tradicionalmente en su evolución diacrónica durante los siglos XVIII y XIX —por tanto, como una cosa ajena a los hablantes— el estudio chomskyiano del lenguaje, ponía el énfasis en el conocimiento lingüístico de los hablantes. Llegar a la esencia misma del lenguaje, no ya diacrónicamente, sino sincrónicamente, tiene que ver con lo que atañe a la producción misma del lenguaje en los hablantes, tomando a la psicología de los hablantes como el fundamento último del lenguaje22. —————— 21 Chomsky casi nunca distingue entre lenguaje y lengua, pretendiendo con ello una descripción universal como he dicho antes. 22 Esta afirmación en sí misma es una simplicación del cambio originado en el siglo XX en la lingüística. El cambio desde la diacronía a la sincronía no es nuevo. Aparece en Saussure y antes en Madvig y Georg [51]

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De hecho, en distintas obras, Chomsky señala la psicología como la base en la que se fundamenta el lenguaje (cfr. Chomsky, 1965, 4 y Chomsky 1992, 57) y designa a la lengua como la «lengua natural» (cfr. por ejemplo, 1957, 34). Estas ideas, nacidas al amparo de la psicología y bajo el liderazgo de la psicología, eran el caldo de cultivo para los desarrollos que veremos a continuación. Hacía falta describir estas ideas y descubrir los mecanismos que nos expliquen en toda su extensión la génesis psicológica del lenguaje. 2.4.7. Sintaxis y creación mecánica En el desarrollo de estas ideas, intencionadamente o no, hay una paradoja llamativa. Por un lado, se concibe el lenguaje como producción creativa y, por otro, se concibe el lenguaje como un desarrollo de unas reglas de sintaxis. Ésta se concibe como el fundamento de lo lingüístico, con lo que se le concede una precedencia sobre todo lo que sea lenguaje. De esta manera, la capacidad de producir un número ilimitado de oraciones tiene que darse a través de las restricciones muy severas de la sintaxis. Dicho de otra manera: la producción del lenguaje se halla limitada por las reglas que la regulan. De esta manera, la producción creativa que se postula no es ilimitada. Será producción creativa en tanto en cuanto lo permitan las reglas a las que está sometida, con lo que dicha producción no será creativa, sino mecánica. Por otro lado, Chomsky en la exposición de su teoría de 1957 utiliza repetidamente expresiones que definen esta producción en el sentido ya dicho de máquina. Para Chomsky, el hablante se puede considerar como una máquina que produce un número ilimitado de oraciones: «We —————— von Gabelentz y tiene sus antecedentes en Humboldt (cfr. Coseriu, 1992, 21-35), dentro de la lingüística europea. Por otro lado, en la lingüística americana, Sapir, 1925; Bloomfield, 1933 y Whorf, 1956, hacen el mismo cambio de orientación, introduciendo éstos la psicología dentro del estudio del lenguaje. [52]

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can view the speaker as being essentially a machine of the type considered» (1957, 21). De manera semejante, se refiere a la gramática según un modelo mecánico: «The strongest requirement that could be placed on the relation between a theory of linguistic structure and particular grammars is that the theory must provide a practical and mechanical method for actually constructing the grammar» (1957, 50-51). Y en repetidas ocasiones habla de mecanismo: a device for producing a given set of grammatical sentences (1957, 102-103); y a device for generating all and only the sentences of a language (1957, 85). La idea de lo mecánico en el lenguaje y de la máquina misma desde el punto de vista de una teoría del conocimiento, es una contradicción flagrante. No puede haber producción ilimitada alguna, es decir, creativa, si esa producción está restringida por leyes mecánicas. Sólo podremos concebir una infinitud del tipo propugnado si la producción en sí misma rompe de alguna manera los límites que la restringen23. En cualquier caso, sea el lenguaje producción en un sentido mecánico o no, el lenguaje se concibe, según lo expuesto arriba, como algo independiente que se da en sí mismo. A partir de este momento, la investigación de Chomsky se centra en dos líneas complementarias: una concibiendo el lenguaje dentro de la psicología humana (Chomsky, 1965) y otra concibiendo la mente como algo ligado al lenguaje (Chomsky, 1968). 2.4.8. Las transformaciones La introducción de las transformaciones en el estudio de la expresión lingüística lleva consigo una reducción de lo que son los elementos del pensar e, incluso, de los ele—————— 23 Cfr. la crítica al llamado principio de la infinitud del lenguaje que ya proclamara Chomsky en esta obra de 1957 y que repetirá en obras posteriores, en Martínez del Castillo, 2006, 106-115. [53]

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mentos del significar, puesto que se considera a la estructura profunda como expresión del pensamiento del hablante, por un lado, y del significado, por otro. Según hemos visto más arriba, Miller pone el énfasis de la contribución de Chomsky al proceso cognitivo en la combinatoria de los elementos lingüísticos, es decir, en la sintaxis: I began to accept syntactic theory as a better account of the cognitive processes responsible for the structural aspects of human language. The grammatical rules that govern phrases and sentences are not behavior. They are mentalistic hypotheses about the cognitive processes responsible for the verbal behaviors we observe (Miller, 2003, 141).

Es decir, el lenguaje es únicamente sintaxis y los procesos mentales tienen su expresión en la sintaxis. Esta sintaxis se concibe meramente en su funcionar: los aspectos estructurales responden a los procesos «cognitivos». Así, pues, los procesos «cognitivos», que es en los que se va a centrar la investigación, se identifican con las reglas de la sintaxis y se corresponden con los aspectos estructurales. Con esto encontramos aquí una asimilación, aunque sólo sea hipotética, entre las reglas gramaticales y los procesos «cognitivos» o mentales. Las reglas gramaticales pertenecen a la lengua, los procesos «cognitivos» a la mente de los hablantes. De esta manera, estudiar la sintaxis de una lengua es estudiar las estructuras mentales, con lo que tenemos resuelta la conexión que buscamos de la lingüística con las ciencias cognitivas. Hay una hipotética identidad entre la mecánica de la combinatoria de la lengua y la mente humana. Pero esta hipótesis tiene un doble contenido: es mecánica o sintáctica y es mental o cognoscitiva. Desarrollando uno de los dos aspectos desarrollamos el otro. Y así: Noam Chomsky’s contribution used information theory as a foil for a public exposition of transformational generative grammar. Elias commented that other [54]

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linguists had told him that language has all the precision of mathematics but Chomsky was the first linguist to back up the claim. [...] Syntactic Structures [...] initiated a cognitive revolution in theoretical linguistics (Miller, 2003, 142-143).

Lo cognoscitivo se trata así como si fuera la misma cosa que lo mecánico o como si fuera de la misma naturaleza que lo sintáctico. Y son dos cosas distintas. Lo cognoscitivo es algo que se da en el sujeto que habla y lo sintáctico no es más que la combinación de los elementos que ofrece la lengua para significar lo que pretende el hablante en el sentido que posibilita esa lengua. Y aquí no vale que concibamos la lengua y el lenguaje como una única realidad. La sintaxis pertenece a una lengua; lo cognoscitivo al sujeto que habla, dice y conoce. Hay en este primer enclavamiento de la lingüística dentro de las ciencias «cognitivas» una contradicción. La lengua tiene distintos niveles de estudio, siendo uno de ellos la sintaxis, es decir, la combinatoria de los elementos de significación. Pero la lengua, que supone al lenguaje, y éste al conocer humano, no es más que una modalidad de la actividad que desarrolla el sujeto hablante, dicente y cognoscente, es decir, en la actividad del hablar, decir y conocer, hay niveles de estudio que se manifiestan en la única realidad existente, que es el acto lingüístico. Lo que caracteriza a un nivel de estudio —que no del lenguaje real, que es el que utilizan los hablantes— no puede identificarse con, ni aplicarse de, otro nivel. La sintaxis tiene sus reglas que no son más que reglas combinatorias, es decir, mecánicas. Si aplicamos esas reglas a lo mental, aunque sea hipotéticamente, estamos afirmando que lo mental es también mecánico. Pero lo erróneo de esta aplicación de lo sintáctico a lo mental está en que se aplica como hipótesis, es decir, como supuesto que se admite como cierto, sin posibilidad de pensarlo y repensarlo precisamente porque es un supuesto. De esta manera analizamos el lenguaje guiados [55]

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por una hipótesis que no hemos justificado, precisamente, por su carácter hipotético, y como nos hemos dejado llevar por la misma, la conclusión a la que llegamos es que la hipótesis es cierta, lo cual se convierte en un círculo vicioso. 2.5. LA CONTRIBUCIÓN DE BENJAMIN LEE WHORF Dentro de la lingüística norteamericana B. L. Whorf es un lingüista olvidado, puesto que no ha tenido seguidores directos y, si los ha tenido, lo han interpretado en el sentido contrario al de su contribución, es decir, hacia el determinismo lingüístico, algo muy en consonancia con lo que hemos visto de la mecánica dentro del lenguaje, pero alejado de la contribución de Whorf. 2.5.1. Una teoría del conocimiento Whorf, con una formación en las ciencias experimentales, se propuso, en realidad, hacer una teoría del conocimiento partiendo de las lenguas. Y tenemos que decir que lo consiguió en el planteamiento que hizo. Supo buscar en el hecho de la variedad lingüística la propia contradicción que esta manifiesta de unas lenguas a otras, resaltando por encima de todas ellas el conocimiento científico. No consiguió, sin embargo, dar una solución. Las soluciones que dio no le llevaron a resolver el problema del conocimiento. Y la causa, me atrevo a decir, fue su falta de fundamentación filosófica, una cosa que en Whorf estaba plenamente justificada, puesto que su formación no fue humanista, sino experimental. Y esta es la misma causa de la que, como veremos, adolece también la lingüística cognitiva. Una teoría del conocimiento es una filosofía. Ésta es la ciencia inicial y fundamental de todas las demás. Parte de la realidad más radical de todas, que no puede ser más que [56]

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el ser del ser humano, y a partir de esta realidad, justifica el mundo, las cosas y la propia actividad humana, es decir, todo lo que hace lo humano del ser humano. Y esta justificación consiste en la justificación del propio conocer humano. 2.5.2. La variedad lingüística Whorf parte del hecho de la variedad lingüística, que tiene implicaciones distintas tanto en lo que es la lengua en sí como en el pensamiento de los hablantes, en un doble sentido: internamente entre los hablantes de una misma lengua, que tienen un mismo pensamiento, y externamente, entre los hablantes de lenguas distintas, que tienen pensamientos distintos. El pensamiento de esta manera es un pensamiento lingüístico. Este hecho fundamental tiene que ver también con la forma de ser de los hablantes y se manifiesta en la conducta que los mismos desarrollan, en el doble sentido especificado más arriba. El problema, pues, es éste: hay que explicar cómo, siendo todos los hablantes iguales en cuanto a su naturaleza, su psicología, sus «mecanismos de experiencia» y su mente, hablan, piensan y se comportan de forma distinta según la lengua que tengan. Para Whorf, todos los seres humanos perciben las mismas cosas de la realidad y ésta presenta formas objetivas, pero éstas son percibidas por cada grupo de hablantes de forma distinta, sin que haya un motivo en la naturaleza que permita hacer una «calibración» distinta. 2.5.3. Selección de la naturaleza No obstante, cada lengua ha hecho una selección propia de la naturaleza, según la cual sus hablantes piensan, se comportan y hablan. Lo problemático de este estado de cosas es que las lenguas seleccionan unos aspectos de la [57]

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realidad y no otros, por lo que el conocimiento de la realidad es necesariamente parcial. Ahora bien, si los hablantes de una misma lengua hablan lo mismo, piensan lo mismo, perciben lo mismo de la naturaleza y se comportan respecto a esas cosas de la misma manera, es porque entre ellos han llegado a acuerdos imprescindibles que posibilitan la comunicación. Dichos acuerdos sólo son posibles si existe un trasfondo cultural que trasciende el hablar y el pensamiento de los hablantes24. 2.5.4. La mente humana La base de este hecho fundacional lo encuentra Whorf en la mente humana. Ésta se estructura en un doble nivel: la mente inferior o psique humana y la mente superior o ego. La mente superior es de naturaleza inconsciente y constituye el reino del lenguaje, que, a su vez, es la manifestación del pensamiento, el simbolismo, el significado, lo misterioso y lo desconocido. La mente inferior, por el contrario, es la manifestación del pensamiento y la lengua ya realizados, el reino en el que se manifiestan las concepciones sobre la naturaleza y la experiencia, concepciones que provienen del reino de lo inconsciente o mente superior. En la mente inferior se puede dar la reflexión consciente, reflexión de la que no participan los hablantes sin más, sino sólo aquellos que estudian el lenguaje, las modelaciones de la lengua (es decir, la sintaxis) y el pensamiento que la gramática y las modelaciones de la lengua —————— 24 «We cut nature up, organize it into concepts, and ascribe significances as we do, largely because we are parties to an agreement to organize it in this way —an agreement that holds throughout our speech community and is codified in the patterns of our language» (Whorf, 1956, 213). La lengua en sí misma es un acuerdo vigente en una comunidad lingüística: «The agreement is, of course, an implicit and unstated one, BUT ITS TERMS ARE ABSOLUTELY OBLIGATORY; we cannot talk at all except by subscribing to the organization and classification of data which the agreement decrees» (Whorf, 1956, 214). [58]

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imponen a sus hablantes. La reflexión y la consciencia es posible, en Whorf, pero sólo a través del estudio lingüístico. La lengua, así, se impone a los hablantes, quienes no son libres en su forma de pensar y de concebir el mundo (Whorf, 1956, 214). Pero el estudio de las lenguas puede hacer a quienes se dediquen a él que comprendan en toda su extensión el propio significado del pensamiento. Este estudio no ha de ser de una sola lengua, que no solucionaría gran cosa, sino de múltiples y variadas lenguas (Whorf, 1956, 239-245). 2.5.5. Elementos de la teoría de Whorf En la enumeración del hecho fundacional que acabo de hacer podemos ver los supuestos de la teoría lingüística de Whorf, que incluye el hablar, la lengua, la formulación del hablar, el pensamiento y la formulación del pensamiento, así como la psicología y la mente humanas. La lengua, que comprende una gramática, un pensamiento implícito, y una lógica natural (Whorf, 1956, 241244; 264), se da en la psicología y mente humanas. La lengua y el pensamiento implican operaciones inconscientes (Whorf, 1956, 82), pero el estudio de múltiples lenguas puede llevarnos a hacer conscientes dichas operaciones. Para Whorf, la lengua es siempre un algo objetivo y realmente existente. No es un algo abierto que se hace al hablar, sino un sistema cerrado de formas y modelaciones, que llevan consigo un pensamiento. El pensamiento, a su vez, es un sistema ya hecho de contenidos que existen en virtud de otros contenidos fundamentales, dándose en una armonía unitaria. Cada lengua es una «segmentación de la naturaleza» de algunos aspectos, que no son la segmentación total de la misma. Los hablantes hablan según la segmentación de su propia lengua. [59]

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2.5.6. La lengua y la realidad Una descripción de la naturaleza nunca es perfecta. Lo que es un acierto en la manera de describir un hecho de la experiencia o una faceta de la misma es una consideración limitada de la realidad: siempre hay aspectos que no se llegan a describir porque siempre hacemos dicha descripción a través de una lengua y esta o aquella lengua no permite más. La visión perfecta de la realidad es la visión unitaria, la que implique las aportaciones de todas las lenguas, porque toda la posibilidad gnoseológica está contenida en las lenguas, aunque de forma parcial en cada una de ellas25. Si se juntan las aportaciones de todas las lenguas podremos tener la descripción cierta y verdadera de la experiencia y de la realidad (Whorf, 1956, 264). Las lenguas, así, representan trasfondos culturales distintos, que responden a las culturas y a las formas culturales en las que las lenguas han vivido y coexistido durante largos períodos de tiempo. Las lenguas, por último, son objetos con existencia propia, medios de comunicación que implican concepciones sobre el mundo y configuraciones distintas de la realidad (Whorf, 1956, 208, 216, 221, 240-242). Las lenguas son productos culturales y psicológicos, que se han de estudiar de forma empírica (Whorf, 1956, 230) guiados por la teoría psicológica de la gestalt (Whorf, 1956, 42), objetos que se imponen a los individuos, y que se resuelven en una gramática, que representa un conjunto de modelaciones (Whorf, 1956, 231). —————— 25 «When linguists became able to examine critically and scientifically a large number of languages of widely different patterns, their base of reference was expanded; they experienced an interruption of phenomena hitherto held universal, and a whole new order of significances came into their ken» (Whorf, 1956, 212). [60]

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2.5.7. La lengua y el pensamiento Pero, como he dicho más arriba, el interés de Whorf está, no tanto en hacer una explicación científica de la lengua y el lenguaje, sino del pensamiento y de la formación de las ideas. El pensamiento depende totalmente de la lengua, por lo que hay que estudiar la lengua para llegar al conocimiento científico del pensamiento. Por otro lado, el conocimiento seguro que tenemos los humanos es la ciencia. Ésta no es más que un desarrollo de la «segmentación» de la realidad que han hecho las llamadas lenguas SAE (Standard Average European), es decir, el conjunto de las lenguas de Europa occidental, por lo que la ciencia que tenemos, tampoco nos da una visión completa de la realidad. De esta manera, hay que hacer una ciencia nueva, la que tenga por base el estudio lingüístico, es decir, la que desarrolle las «segmentaciones» de todas las lenguas del mundo. En consecuencia, el punto de encuentro entre el pensamiento, las lenguas y la ciencia, debe ser el estudio de todas las lenguas que hay en el mundo, porque entre todas ellas hacen una descripción (selección o segmentación) completa de la realidad26. 2.6. LA TEORÍA DE WHORF Y LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA

El problema que se plantea Whorf es lo que los cognitivistas llaman «cognición». Hay una diferencia, no obstante, entre ellos. Whorf nunca empleó tal término ni consideró al conocimiento como una realidad existente ni objetiva que hay que descubrir. Para Whorf, la realidad última eran las lenguas, que habían sido hechas según la —————— 26 He utilizado para este resumen de la teoría de Whorf mi libro sobre dicho «pensador», a donde remito para una más detallada interpretación, cfr. Martínez del Castillo, 2001, caps. IV y V. [61]

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naturaleza de la mente humana. Como las lenguas son muchas y las consiguientes formas del pensamiento son múltiples, el problema de la universalidad o no universalidad de las formas lingüísticas (llámense categorías o metáforas o modelaciones) o de las formas del pensar no existía. Whorf, por otro lado, nunca se detuvo en una solución a los problemas que planteaba. Todo lo contrario: las soluciones que dio Whorf (el relativismo, entre ellas) no eran más que expresión de los problemas que planteaba. Nunca las soluciones que insinuó a un problema fueron desarrolladas para solucionar el siguiente. En este sentido podemos decir que Whorf fue un «creador de problemas», es decir, un auténtico científico.

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CAPÍTULO 3

Punto de partida de la lingüística cognitiva Como ya he dicho en la caracterización primera de la lingüística cognitiva, no hay en ella el planteamiento de un problema, sino más bien la solución al problema del conocimiento, la cognición, un algo que se da por conocido. Veamos el planteamiento que hacen los cognitivistas y lo que se proponen, siguiendo en esto a Lakoff, 1990. 3.1. PENSAMIENTO CORPÓREO O NO CORPÓREO Lakoff, una vez que ha descrito de alguna manera lo que llama experiencialismo (cfr. 5.2.1; 5.2.2 y 6.11), hace una doble pregunta alternativa, que transcribo a continuación: The issue is this: Do meaningful thought and reason concern merely the manipulation of abstract symbols and their correspondence to an objective reality, independent of any embodiment (except, perhaps, for limitations imposed by the organism)? [63]

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Or do meaningful thought and reason essentially concern the nature of the organism doing the thinking —including the nature of its body, its interactions in its environment, its social character, and so on? (Lakoff, 1990, xv y xvi).

Antes de describir el punto de partida de Lakoff, voy a ir señalando los conceptos en los que se basa el planteamiento de Lakoff. Podemos comprobar en la formulación expuesta que Lakoff parte de una doble realidad o dos realidades distintas, ya existentes, que son: a) lo que llama «el pensamiento significativo», y b) la «razón» El problema es dilucidar si estas realidades tienen que ver con una serie de cosas ya existentes, también, que son: c) los símbolos abstractos, por un lado, y d) la correspondencia de los mismos con una realidad objetiva, independiente de cualquier «corporeización». Y de nuevo aquí, en esta correspondencia podemos ver que ésta implica dos términos, los símbolos abstractos ya mencionados, por un lado y por otro, e) la realidad objetiva y f) la «corporeización». Es decir, que con la utilización de estos seis conceptos podemos comprender la primera de las preguntas. Pero, por otro lado, esta pregunta es una pregunta alternativa. No llega a entenderse si no tenemos en cuenta la segunda pregunta o la segunda parte de la misma pregunta. En ésta tenemos: g) la naturaleza del organismo h) que ejecuta el pensar [64]

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i) la naturaleza del cuerpo del organismo j) interacción con el ambiente k) interacción con el carácter social del organismo. Más otros conceptos o cosas que se dan por sabidos («and so on»). Ahora bien, como se trata de una pregunta alternativa, que no deja opción a responder más que en el sentido indicado por una (la segunda) de las dos partes de que se compone, la contestación nos la da el mismo Lakoff, quien dice que no es la primera pregunta, sino la segunda. Es decir, lo que Lakoff se plantea no es un problema. Es la solución a un problema que se da por supuesto y, por tanto, por conocido. Este problema no está explícito ni tratado de ninguna manera. Tiene que deducirlo el lector. Se trata de definir la forma como funciona el pensamiento significativo y la razón. Y de antemano nos dice que ambas realidades funcionan con símbolos abstractos —lo cual implica que también hay símbolos no abstractos—; que puede haber correspondencia con la realidad objetiva; que ésta puede ser independiente de la corporeización, por un lado, o que tiene que ver con la naturaleza del organismo y la interacción de éste con el ambiente y su carácter social. Para aclararnos: se trata del problema del conocer humano, que Lakoff llama, aunque no en este párrafo, «cognición». Pero fijémonos bien. No hay problema ni planteamiento del mismo. Lo que hay es una solución a lo que el lector pueda entender por eso que llama cognición. Si hay o no problema se da por resuelto. Sólo tenemos que elegir una alternativa de las dos planteadas con el planteamiento implícito de que sólo hay esas dos soluciones. Además, las dos soluciones son posibles, aunque una sola sea la correcta. El conocer o cognición se restringe de tal manera que no es posible pensar del mismo más que en el sentido propuesto. Si el lector piensa que hay otra posible forma de enfocar, no ya ese problema —que no lo hay—, sino lo que es el conocer o cognición, puede tranquilamente ce[65]

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rrar el libro: no se va a tratar de ninguna manera, según las dos posibilidades que nos ha planteado. La cognición o conocer es un algo que se da por supuesto y lo que puedan ser los modos del conocer, ni se mencionan. Simplemente se trata de defender —no de probar—, que el pensamiento se da corporeizado, expresión que en términos lingüísticos, equivale a decir que el pensamiento se da en situaciones y contextos. El cognitivismo y la lingüística cognitiva no consiste más que en esto: en decir que el pensamiento está corporeizado. No hay demostración alguna. Desde el principio se da la solución. Pero para decir esto, se emplean todos los conceptos señalados, que se toman como verdades absolutas y realidades realmente existentes. 3.1.1. Los símbolos abstractos Hablamos de símbolos abstractos: ¿pueden ser los símbolos de otra manera? ¿qué es el símbolo? ¿es el símbolo la cosa material que utilizamos o lo que representa lo que utilizamos? Si empleamos, digamos, un círculo enmarcado en rojo y fondo blanco con la figura de un coche en rojo a la izquierda y otro en negro a la derecha, decimos que eso representa la prohibición de adelantar en la carretera. Tenemos dos cosas, la señal en donde esas cosas están representadas y el símbolo que significan la señal en forma de círculo enmarcado en rojo y fondo blanco y los coches en rojo y en negro. Lo que es el símbolo es distinto de la señal. Ésta puede, muy bien ser concreta. De hecho, todas las señales son concretas, pero lo simbólico de esas señales es lo que representan y eso no es más que un contenido de conciencia, un significado, un algo que no se da en su concretidad, un algo que es abstracto. Todos los significados son abstractos. Lo concreto es lo que nos dan los sentidos, y eso no se puede definir con palabras, sino con símbolos, que son los contenidos de las palabras, los significados, los cuales, por definición, no son más que contenidos de con[66]

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ciencia (Coseriu, 1985, 40 y 47) de un sujeto capaz de concebir y crear el mundo27. 3.1.2. El concepto de abstracto Hablando de las preguntas que he trascrito más arriba, Lakoff (1990, xvi) dice: «Though these are highly abstract questions, there does exist a body of evidence that suggests that the answer to the first question is [...]» Es decir, el concepto de abstracto, para Lakoff, es uno muy determinado: aquel que refiere contenidos de muy amplia aplicación, es decir, aquel concepto cuya extensión es muy amplia y, por consiguiente, considerado desde el punto de vista de las cosas reales, que son concretas por necesidad, muy difusa, y cuya intensión es muy reducida, es decir, aquel concepto que ocupa un alto grado de abstracción, grado de abstracción que se ha de medir en términos de otros conceptos colocados en un grado de abstracción inferior. Y esto sencillamente, no es cierto. Todo concepto es creación mental y como tal no es nada que nos venga de los sentidos, sino algo que, habiendo partido de los sentidos o no, es transformado y hecho un contenido de conciencia y entonces, sólo entonces, y en virtud de esta transformación, lo hacemos abstracto. Lo que nos dan los sentidos sólo podemos gozarlo, o disfrutarlo, o sufrirlo, o sentirlo, o intuirlo, o vivirlo. Si queremos conservar eso que nos viene a través de los sentidos tenemos que transformarlo en su «modo de ser». Lo que nos viene a través de los sentidos es por su naturaleza concreto. Es una «sensación» o «aísthesis» o «intuición» (cfr. capítulo 4), es un acto por el que tenemos presente en toda su concretidad aquello que aprehendemos. Su modo de ser es «sensible», «concreto», «vivido». Eso nos es en cuanto que nos es vi—————— 27 «El hombre vive en un mundo lingüístico, que crea él mimo como ser histórico» (Coseriu, 1985, 32). Volveremos sobre esto más adelante. [67]

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vido, percibido, hecho presente en toda su concretidad. Ahora bien, si eso mismo lo queremos conservar en nosotros mismos, o lo queremos guardar para su ulterior utilización, o si lo queremos transmitir a otros que no sean mi propio yo en cuanto que lo vive, lo siente o lo percibe, no tenemos más remedio que transformarlo, que hacerlo otra cosa que lo que es, que cambiarlo de modo de ser, que hacerlo «abstracto». En este sentido lo abstracto o es o no es, es decir, el concepto de abstracto tiene un valor absoluto. Y en esto, precisamente consiste el conocer humano, en transformar de forma de ser aquello que aprehendemos. Volveremos sobre esto (cfr. capítulo 4). 3.1.3. NIVELES DEL HABLAR, DECIR Y CONOCER

Hablamos de correspondencia de los signos con la realidad que representan. Y esto no es más que correspondencia entre los distintos niveles del hablar, decir y conocer. Cuando hablamos, hablamos siempre de las cosas28, tenemos un conocimiento sobre las mismas y en función de ese conocimiento29 hacemos que las palabras que empleamos designen unas cosas u otras, definan en un sentido particular el contenido lingüístico que aportan y lleguen a denotar un sentido. Pero esta obviedad, que está más allá de las lenguas particulares y que tiene que ver con el hablar en sí mismo, se hable en la lengua que se hable, según Lakoff no es del todo cierta. Esta concepción no es cierta porque dicha referencia no es con las cosas sino con el organismo, incluyen—————— 28 «un acto de hablar hace referencia a una “realidad”, a un estado de cosas extralingüístico; establece esa referencia por medio de determinadas categorías de una lengua particular y en cada uno de los casos tiene una determinada función discursiva» (Coseriu, 1992, 96). 29 «No sólo hay un saber elocutivo [en el hablar] que se refiere a los principios del pensamiento, sino también un saber sobre las cosas» (Coseriu, 1992, 114). [68]

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do en tal concepto la naturaleza de su cuerpo, las interacciones del organismo30 con el ambiente, con su carácter social, etc.31. Y con esto hemos entrado de lleno en el problema implícito que lleva consigo toda la lingüística cognitiva: el problema del conocer humano, que se manifiesta en el hablar (lenguaje, según la terminología cognitivista) y que parte de un sujeto («ser hablante», para Coseriu; «dicente» para Ortega y Gasset; «hablante, dicente y cognoscente», según he defendido en otro lugar32). Este problema lo tenemos que plantear desde sus inicios (cfr. capítulo 4). 3.1.4. Empirismo En la anterior cita, Lakoff refiere a las pruebas existentes (evidence) que dan base a la interpretación de que el pensamiento es «corpóreo» y de que el «organismo que hace el pensar» depende de su naturaleza, en la que hay que incluir la naturaleza de su cuerpo y la interacción con el ambiente, su carácter social, etc. Son éstos, todos ellos aspectos que derivan del problema del conocer humano y que veremos en el capítulo 4. 3.1.5. Planteamiento y solución Por último, en este planteamiento vemos lo que he llamado en 1.1.6 la creación del contrario. Las dos preguntas son en realidad dos aspectos de una misma cosa o, a lo —————— 30 Ni que decir tiene que cuando Lakoff refiere la palabra «organism» quiere decir el individuo humano. No es este término el más adecuado para referirse al mismo. Organismo es un término biológico, que tiene poco que ver con el sujeto que habla, dice y conoce, sujeto que va más allá de su cuerpo. 31 Volveremos sobre el concepto de «embodiment» más adelante, cfr. 5.2.1; 5.2.7; y 5.2.8.3. 32 Cfr. Martínez del Castillo 2004. [69]

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sumo, dos preguntas alternativas que no dan opción más que a la respuesta deseada. No es el planteamiento de un nosaber, de una duda científica que nos dé lugar a una teoría. La solución —la teoría implícita— está dada en el mismo planteamiento. Pero para ello, ha sido necesario crear el contrario y negarlo, o mejor: crear el contrario para negarlo. De esta manera no hay más que una afirmación gratuita de la teoría que, de antemano y antes de todo problema, se ha concebido como cierta, cfr. 7.1. 3.2. CONSECUENCIAS DE NO ACEPTAR EL PENSAMIENTO COMO CORPÓREO

El recurso anterior, la creación y negación del contrario, la falta de planteamiento del problema de que se trata y la mera afirmación de lo que se defiende sin razón o prueba alguna, lleva consigo el poner el énfasis en las consecuencias que puede tener el adoptar la nueva teoría. 3.2.1. El entendimiento de lo que somos Tras la exposición de la pregunta alternativa, Lakoff se pregunta: «What does all this matter?», y se responde a sí mismo poniendo de manifiesto las ventajas de dicha concepción, eso sí, creando de nuevo un contrario y viendo las ventajas de la concepción que propugna. De forma introductoria, dice Lakoff: «It matters for our understanding of who we are as human beings and for all that follows from that understanding» (Lakoff, 1990, xvi). La primera tarea es, pues, relacionar la concepción del pensamiento corpóreo con la intelección que hagamos nosotros de lo que es el ser humano. Pero analicemos su razonamiento. No es que dicha concepción sobre el pensamiento corpóreo valga para definir al ser humano: simplemente vale para «nosotros», para aquellos que acepten la concepción del pensamiento corpóreo. [70]

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Probablemente será así, pero con este razonamiento Lakoff renuncia a hacer una ciencia, un estudio sobre lo universal, sobre el ser humano. Lakoff condiciona nuestro entendimiento sobre nosotros mismos a una concepción sobre nuestro pensamiento. Con ello Lakoff quiere meramente una reforma de la forma de pensar sobre el pensamiento y —cosa que no es deducción necesaria— sobre el entendimiento que, una vez que hemos aceptado el pensamiento corpóreo, podamos tener sobre nosotros mismos, no sobre el ser humano, cosa a la que renuncia. Y se trata, pues, de un mero entendimiento, porque se supone —y él mismo lo dice— que antes de esta nueva concepción había otra y el ser humano, no nosotros, está siendo entendido de otra forma. Más tarde veremos que, sobre este supuesto, llega a proponer una nueva filosofía (cfr. 6.16). Si el mero concebir el pensamiento como corpóreo es capaz por sí mismo de hacernos cambiar la concepción que podamos tener sobre nosotros mismos, quiere decir que esa concepción es algo más que una mera concepción, siendo en sí misma un algo anterior al ser humano o, por lo menos, un algo independiente del ser humano que llega a cambiar su concepción. Por toda justificación a dicho razonamiento, Lakoff aduce el siguiente hecho: «The capacity to reason is usually taken as defining what human beings are and as distinguishing us from other things that are alive» (Lakoff, 1990, xvi). No cabe duda de que efectivamente será así, pero la razón o la capacidad de razonar no es la concepción sobre el pensamiento corpóreo («embodied» o «corporeizado»). Son dos cosas distintas. La razón es un rasgo definitorio esencial y distintivo del ser humano. Este hecho no quiere decir que ese rasgo sea lo mismo que concebir el pensamiento con naturaleza corporal, que es el principio que Lakoff nos ha propuesto —o nos ha inducido a aceptar como irremediable—. Pero, para Lakoff, este hecho, tan repetido a lo largo de la historia de la filosofía —recordemos lo de animal racional—, no es más que una cosa «usually taken as [...]», con lo que su justificación es refe[71]

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rida al común, a lo que generalmente se dice, sin que Lakoff se implique en la defensa del mismo. Volveremos sobre esto, cfr. 5.2.1 y sigs. 3.2.2. EL VALOR DEL CUERPO HUMANO Las consecuencias del principio aceptado ya de antemano, sin planteamiento de un problema, lleva a Lakoff a ver lo incongruente de lo contrario: la concepción de que el pensamiento no es corpóreo. «If we understand reason as being disembodied, then our bodies are only incidental to what we are» (Lakoff, 1990, xvi). Y efectivamente, nuestros cuerpos no son más que una mera circunstancia de lo que es el ser humano. El ser humano es algo más que su cuerpo. Y no vale juntar el cuerpo y el espíritu (el pensamiento) para definir el ser humano. La concepción sobre el ser humano es lo que distingue a una ciencia que se pregunta por una realidad radical en la que base todo lo que constituye el objeto de su conocimiento. Y el pensamiento, sea corpóreo o no, no es más que un algo, un atributo humano o una actividad del ser humano. A este respecto dice Heidegger: El cuerpo del hombre es algo esencialmente distinto de un organismo animal. El yerro del biologismo no se supera [...] porque se le agregue a lo corporal del hombre el alma y al alma el espíritu y al espíritu lo existencial y se predique [...] el alto valor del espíritu (Heidegger, 1970, 20).

Heidegger concibe al hombre como unidad de cuerpoalma-espíritu, sin necesidad de recurrir a ningún pensamiento corporal, por consiguiente: «Nosotros pensamos [...] la esencia del hombre, en cuanto que ésta se representa como animal rationale, es decir, como la unidad de cuerpo-alma-espíritu» (Heidegger, 1970, 30). La unidad de cuerpo-alma-espíritu hace del todo innecesario la distinción entre pensamiento corporal («embod[72]

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ied», «corporeizado») y pensamiento no corporal. Pero en la concepción de Lakoff el pensamiento es un algo distinto de lo que es el ser humano, lo cual explica que sea necesario distinguir entre pensamiento corporal y pensamiento no corporal. Lo humano no es lo que constituye el cuerpo —muchos seres de la naturaleza tienen o son cuerpo; el cuerpo no es nada exclusivo del ser humano— ni lo que es el alma —ambos son atributos humanos—. El ser humano se define por un algo que va más allá de sus propios atributos: eso que llamamos nuestro «yo» [...] que es el protagonista en la drama de cada vida no es el alma. El alma es sólo un aparato inmaterial, psíquico con el cual vivimos, como vivimos con nuestro cuerpo y con las cosas que nos rodean que hacemos utensilios para nuestra vida; el alma es nuestra máquina de pensar, con sus ruedecitas que llamamos sensación, memoria, entendimiento y es nuestro automóvil para obrar, con su motor que llamamos voluntad, que quiere esto o aquello, que no quiere ni esto ni aquello; automóvil que, a la postre, funciona merced a esa máquina de preferir que todos llevamos dentro y que simbolizamos en un como relojito de carne que está visceralmente al lado izquierdo de nuestro cuerpo [...] ¡Nuestro corazón! (Ortega y Gasset, 1986, 86).

El cuerpo constituye la primera circunstancia del ser humano. Respecto al cuerpo, dice Ortega y Gasset: Es mío [el cuerpo] porque me es el instrumento inmediato de que me sirvo para habérmelas con las demás cosas —para verlas, oírlas, acercarme o huir de ellas, manipularlas, etc. Es el instrumento u órganon con que cuento; por eso mi cuerpo me es cuerpo orgánico por excelencia. Sin él no podría vivir y en calidad de ser la cosa del mundo cuyo «ser para» me es más imprescindible, es mi propiedad en el sentido más estricto y superlativo de la palabra (Ortega y Gasset, 2001, 131). [73]

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Pero el hecho de que el cuerpo sea mío o que sea el instrumento del que me sirvo no quiere decir que no sea yo: El hombre es [...] ante todo, alguien que está en un cuerpo y que en este sentido [...] sólo es un cuerpo. Y este simple pero irremediable hecho va a decidir de la estructura concreta de nuestro mundo y, con ello, de nuestra vida y destino. El hombre se halla de por vida recluso en su cuerpo (Ortega y Gasset, 2001, 81).

Pero el cuerpo, que tiene naturaleza física muy bien definida, no constituye la naturaleza del ser humano: [...] el hombre no tiene «naturaleza», no tiene un ser fijo, estático, previo o dado. No solo varía como los cuerpos con una pseudo-variación que circula dentro de unos límites invariables, dentro de la ley de sus variaciones, sino que varía ilimitadamente. Es algo radicalmente plástico capaz de ser esto y lo otro y así sin límites. Para hablar del ser del hombre tenemos que inventar un concepto de ser no-eleático, como se ha inventado un espacio no-euclideano (Ortega y Gasset, 1996, 236-37).

Y podemos ver por qué: Si el sistema corporal del hombre es el mismo hoy y hace veinte mil años —cuando los artistas de Altamira dibujaban sus bisontes— quiere decirse que el cuerpo no es lo humano en el hombre. Es lo que tiene de antropoide. Su humanidad, en cambio, no posee un ser fijo y dado de una vez para siempre (Ortega y Gasset, 1986, 129).

Así, pues, el cuerpo no constituye lo humano, aquello que tiene el hombre y no tienen los demás seres de la creación. El cuerpo es mera circunstancia en la que está el yo, como hemos visto. Y lo mismo ocurre con el pensamiento. Así se expresa B. Russell: «la vida mental de un hombre está constituida enteramente de ideas y actitudes [74]

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hacia ellas. La imaginación, la memoria, el deseo, el pensamiento y la creencia suponen ideas, y las ideas se relacionan con las reacciones suspendidas» (Russell, 1992, 107). El pensamiento no es más que parte de la vida mental, el hecho del hombre de soportar las ideas. Dice Ortega y Gasset: El pensamiento no es un don del hombre, sino adquisición laboriosa, precaria y volátil [...]. El hombre no ejercita su pensamiento porque se lo encuentra como un regalo, sino porque no teniendo más remedio que vivir sumergido en el mundo y bracear entre las cosas, se ve obligado a organizar sus actividades psíquicas, no muy diferentes a las del antropoide, en forma de pensamiento, —que es lo que no hace el animal (Ortega y Gasset, 2001, 34 y 35).

Así, pues, y volviendo a Lakoff, que el pensamiento sea corporal o no corporal, no es nada relevante que nos lleve a ninguna parte. Si Lakoff ve en el hecho de que «concibamos» el pensamiento como corporal una razón para deducir sobre lo que «somos» es simplemente una petición de principio, —si es que ese «somos» se refiere al ser humano—, pues no es el ser humano el que depende del pensamiento, sino al revés: el pensamiento es una elaboración, precaria, además, del ser humano. Y de ese hecho no se sigue nada, porque es falso en sí mismo. Por otro lado, el pensamiento corpóreo no es nada nuevo en la historia del pensamiento. En la lingüística siempre se ha tenido en cuenta el contexto para la interpretación de una determinada expresión. Y desde el campo de la filosofía, ya Ortega y Gasset en una de sus conferencias en el Ateneo de Madrid, hacia 1930, dijo: El individuo y el medio nacen el uno para el otro —más aún, el individuo no es sino la mitad de sí mismo; su otra mitad es su medio propio, con él forma la verdadera unidad superior que llamamos organismo [...] La vida es precisamente este esencial diálogo entre el cuerpo y el contorno (Ortega y Gasset, 2002, 143). [75]

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Así, pues, que el pensamiento sea corpóreo o corporeizado (embodied) no es nada nuevo que cambie en nada la concepción que podamos tener sobre el ser humano. 3.2.3. El pensamiento corpóreo y lo mecánico Pero sigamos viendo las consecuencias que nos esperan si no concebimos el pensamiento como corporal. Dice Lakoff: «If we understand reason as mechanical —the sort of thing a computer can do— then we will devalue human intelligence as computer get more efficient» (Lakoff, xvi). Lleva razón Lakoff al decir que denigramos al ser humano, pero no porque los seres humanos sean menos eficientes que las máquinas, sino porque se les compara gratuitamente con cosas creadas por la inteligencia humana. La inteligencia no es más que una elaboración humana dura y penosa: la inteligencia no es una facultad de pensar o conjunto de formas intelectivas abstractas, separables de su contenido, y que sea, por tanto, igual en todos los hombres de todos los tiempos. Pensar es ya y desde luego partir de ciertas ideas determinadas, de ciertas convicciones básicas que resultan de todos los ensayos intelectuales hechos por el pasado hasta la fecha en que nosotros comenzamos a pensar [...]. El intelecto del individuo no es, por tanto, individual en el sentido de que esté en su mano forjarse a nihilo todas sus ideas, sino que está desde luego constituido por la herencia de lo colectivo histórico (Ortega y Gasset, 1982, 194-195).

Las máquinas son, por definición, mecánicas. El ser humano no es cosa alguna, es un faciendum: «la vida no es un hecho, no es un factum, sino un faciendum, lo que hay que hacer» (Ortega y Gasset, 1996, 98). El ser humano es un ser que está en la necesidad de hacerse a sí mismo en cada momento: «La vida del hombre [76]

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[...] es tener que decidir en cada instante lo que ha de hacer en el próximo y, para ello, tener que descubrir el plan mismo, el proyecto mismo de su ser» (Ortega y Gasset, 1982, 29). El ser humano se hace a sí mismo en lucha con lo otro, la circunstancia o mundo: «Yo soy el que penetran e inundan las cosas, tanto que me arrollan, que me niegan, me aniquilan, y para afirmarme frente a ellas tengo que luchar, que esforzarme, que estar haciendo siempre algo con ellas, a fin de escapar a su hostilidad» (Ortega y Gasset, 1999, 160). De aquí que el ser humano sea, «ser en el mundo»: la estructura del «ser ahí» [permite que el hombre = «ser ahí»] se comprende ontológicamente a sí mismo —y esto quiere decir también su «ser en el mundo»— inmediatamente desde aquellos entes y desde el ser de aquellos entes que él mismo no es, pero que le hacen «dentro» de un mundo (Heidegger, 2002, 62).

3.2.4. El conocer y la realidad Otra consecuencia que nos depara si no aceptamos el pensamiento como corpóreo es otros tipos de infravaloración, la infravaloración de la creatividad y el arte. If we understand rationality as the capacity to mirror the world external to human beings, then we will devalue those aspects of the mind that can do infinitely more than that. If we understand reason as merely literal, we will devalue art (Lakoff, 1990, xvi).

Ahora bien, todo cambiará si aceptamos el pensamiento corpóreo: If we understand reason as embodied, then we will want to understand the relationship between the mind and the body, and to find out how to cultivate the embodied aspects of reason. If we fully appreciate the role of the imaginative aspects of reason, we will given them [77]

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full value, investigating them more thoroughly, and provide better education in using them. Our ideas about what people can learn and should be learning, as well as what they should be doing with what they learn, depend on our conception of learning itself. It is important that we have discovered that learning for the most part is neither rote learning nor the learning of mechanical procedures. It is important that we have discovered that rational thought goes well beyond the literal and the mechanical. It is important because our ideas about how human minds should be employed depend on our ideas of what a human mind is (Ibíd.).

En todo esto tenemos muchas cosas que deben ser aclaradas: en primer lugar Lakoff se hace eco de la pretensión positivista de representar la realidad en el conocimiento, para negarla. No obstante, no hace explícita dicha pretensión, ni nos dice por qué la rechaza. La pretensión positivista de representar el mundo como un espejo mental lleva consigo el concepto de verdad, concebida ésta en términos de lo real. El rechazar dicha pretensión, lleva consigo el rechazar también el concepto implícito de verdad, ya que las dos son aspectos de la misma concepción. Más adelante veremos que Lakoff rechaza también el concepto de verdad positivista, aunque ya veremos las razones por las que la rechaza. Si, como en esta cita, Lakoff niega el valor del positivismo, debería haber justificado por qué. En efecto, y como dice Lakoff, la razón no consiste en la capacidad de hacer un espejo del mundo exterior, es decir, el conocer humano no es una reproducción exacta de lo real. Todo lo contrario: el conocimiento es creación imaginativa: Frente a las cosas fabricamos modelos excesivos que nos sirven para entendernos a nosotros mismos en nuestro trato con ellas. ¿No es grotesca la representación topográfica de una tierra? Y, sin embargo, nos sirve el mapa para caminar seguros por ella. Este carácter de ficción que tiene el concepto, esta su consciente falsedad es su virtud mayor (Ortega y Gasset, 1966d, 110). [78]

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El conocer humano es creación caprichosa y oportunista, que transforma aquello que nos llega a través de los sentidos: La actividad cognoscitiva parecía consistir en un esfuerzo por reflejar, espejar o copiar en nuestra mente el mundo de las cosas reales y ahora resultaría que es todo lo contrario, a saber, la invención, construcción o fabricación de un mundo irreal (Ortega y Gasset, 1992, 326).

Es más bien, una trasformación, por consiguiente, una fabricación sin fundamento en lo real: «el conocer es un hacer subjetivo, un hacer nuestro nada más; pero es él el orden en el cual tiene que manifestarse el orden objetivo, el orden del ser. Por tanto, para un cognoscente es el ordo idearum, el orden “absoluto”» (Ortega y Gasset, 1992, 161). Pero, para comprender el valor del positivismo es necesario, primero, ver en qué consiste el conocimiento humano. Lo veremos en el capítulo siguiente. 3.3. ACEPTACIÓN DEL PENSAMIENTO CORPÓREO El aceptar el pensamiento corpóreo, según Lakoff lleva consigo muchas ventajas, como vemos en la cita anterior. Pero quiero resaltar dos cosas. En primer lugar, la contradicción en sus propios términos con la que Lakoff nos quiere convencer. Si nos dice que aceptemos el pensamiento corpóreo quiere decir que desde el momento en que lo aceptemos como tal no existe más pensamiento que el corpóreo. Ahora bien, ¿cómo es que querremos entonces comprender la relación entre la mente y el cuerpo y cómo cultivaremos los aspectos corpóreos de la razón? ¿no implica, si aceptamos dicho principio, que el pensamiento ya es corpóreo, con lo que cuerpo y razón son una y la misma cosa?, ¿significa que aceptar dicho principio es meramente un ejercicio mental de imaginarnos un algo irreal? En segundo lugar, el hecho de que por toda justificación a la adopción del pensamiento corpóreo, Lakoff nos pronos[79]

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tique una serie de ventajas que, como podemos comprobar, no guardan relación directa con el pensamiento corpóreo. Se puede querer comprender la relación entre la mente y el cuerpo si aceptamos que ambas cosas, la mente y el cuerpo se dan por separado. Se puede apreciar el valor de los aspectos imaginativos de la razón sin necesidad de aceptar supuestos algunos previos, etc. Lo que quiero resaltar es que esas «ventajas» no son justificación de nada. Y no sólo no son justificación, es que además lo dicho no tiene nada que ver con lo que se defiende. Si es que guardara alguna relación con el principio indicado, debería habernos dicho por qué. Lakoff pretende únicamente que aceptemos una creencia suya que convierte en un principio metodológico. Y parece como si Lakoff quisiera dar gracias al cielo o los dioses del descubrimiento que ha hecho (it is important that we have discovered...). Para convencernos de dicha creencia, aparte de haberse apropiado de ese recurso de crear un contrario para negarlo, recurso que ya empleara, con rigor no obstante, Parménides en siglo VII antes de Cristo, hace la siguiente proclama: It also matters in a narrower but no less important way. Our understanding of what reason is guides our current research on the nature of reason. At present, that research is expanding faster than at any time in history. The research choices made now by the community of cognitive scientists will shape our view of mind for a long time to come. We are at present at an important turning point in the history of the study of the mind. It is vital that the mistaken views about the mind that have been with us for two thousand years be corrected (Lakoff, 1990, xvi) [la cursiva es mía] 33. —————— 33 Esto que he llamado proclama no es el único ejemplo de este tipo de argumento. Otro semejante podemos ver en la página 9, del que extraigo: «To change the concept of category itself is to change our understanding of the world. At stake is our understanding of everything from what a biological species is [...] to what a word is», y más abajo dice: «When that concept is left behing the others will be too». [80]

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Así, pues, se nos insta a aceptar la concepción del pensamiento corpóreo, pero éste no ha sido definido de ninguna manera; más bien, y ni siquiera, ha sido definido el contrario. Tampoco ha sido justificado. Se nos dicen las ventajas que puede tener esta concepción, pero lo que indican esas ventajas no tiene conexión alguna con el pensamiento corpóreo. Por otro lado, el pensamiento corpóreo no es nuevo en el pensamiento humano. Se ha tenido y se tiene siempre presente y no constituye ningún punto de partida que venga a corregir ideas tenidas durante dos mil años. En 1930 escribía Ortega y Gasset: El hombre adulto es, de todos los seres vivientes, el que menos vive de sus percepciones y desde ellas. Quiero decir que menos que ningún otro se rige por lo que tiene delante, tal y como lo tiene delante. El riquísimo contenido de su memoria, y sobre todo «las teorías sabidas» que en ella conserva, actúan constantemente contra las percepciones, quitando a éstas sustantividad y haciéndolas meros utensilios del recuerdo; es decir, del mundo que ya conocíamos, de lo que sabíamos antes de esta percepción. Este mundo conocido es interno, es el hombre interior —sus fantasías, creencias, prejuicios— que domina al hombre exterior, puro percipiente. En el niño y en el animal pasa relativamente lo contrario. Sólo ellos saben ver, precisamente porque no tienen sabiduría anterior o a priori. Lo real es para ellos simplemente lo que «está ahí», patente, desnudo y actual; en suma, la serie discontinua y pespunteada de sus percepciones. En el hombre ya no deciden los ojos, sino las teorías, que ortopedizan a las percepciones y, velis nolis, las obligan a deformarse según su molde. Por otra parte, no tiene duda que la carne de nuestras teorías es lo que hayamos percibido —lo único que no puede ser inventado—. Por eso cabe decir que la ri—————— De la misma manera, hablando del paradigma objetivo dice: «If the classical theory of categories falls, those philosophical views fall with it» (Lakoff, 1990, 157). [81]

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queza intelectual de un hombre depende a la postre de lo que vio cuando era niño. Sobre todo, en arte se vive sólo de las visiones infantiles, del botín que cobraron los ojos nuevos. Alguna vez he dicho que la poesía es niñez fermentada. Precisamente porque nuestro tiempo es tan fuerte como posibilidad, se ha salido de todas las normas y cauces conocidos del pasado y, por lo mismo, es tan problemático (Ortega y Gasset, 1966d, 213-214).

El pensamiento corpóreo, qué duda cabe, se da; ahora bien, ¿puede constituir el punto de partida de una teoría que pretende ser del conocimiento? 3.4. PRINCIPIO, PROCEDIMIENTO Y MÉTODO DE LAKOFF No obstante, del punto de partida, podemos extractar el principio fundamental, el procedimiento de actuación y el método científico que Lakoff emplea en su «ciencia cognitiva», principio, procedimiento y método fundamentales que siguen todos los cognitivistas. 3.4.1. Supuesto fundamental El supuesto, afirmación o creencia de Lakoff, y con él toda la lingüística cognitiva, ya que ésta sigue a Lakoff34 —el pensamiento corpóreo— constituye la base primera y reali—————— 34 «[La lingüística cognitiva] es el resultado de la convergencia de una serie de trabajos, de influencias y de condiciones externas durante un período de gestación más o menos largo. Sin embargo, podemos decir que la lingüística cognitiva nace en California, que sus “padres” son George Lakoff (Berkeley), uno de los principales representantes de la extinguida semántica generativa, y Ronald Langacker (San Diego), también vinculado al generativismo en el pasado, y que el año de tan feliz acontecimiento es 1987. Si bien mucho antes ya se puede hablar [82]

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dad radical de la teoría. Aparte de lo ya dicho sobre su falta de definición y su falta de justificación, éste, sin embargo, no es un principio fundamental ni realidad primera. Para llegar a él tenemos que tener en cuenta, o bien dar por supuestas, muchas realidades anteriores. Si aceptamos este supuesto aceptamos sin más que el pensamiento es una realidad en sí, independiente de toda otra. Aceptamos, también, que el cuerpo en sí mismo es también una realidad independiente. Suponemos que en el pensar el cuerpo actúa sobre el pensamiento o la mente. E ignoramos si el pensamiento o la mente tienen algo que ver con un sujeto al que podríamos llamar ser humano. Pero no sólo lo ignoramos, es que defendemos, además, que podemos saber sobre lo que «nos hace» a nosotros seres humanos (Lakoff, 1990, 6). Hay, pues, y como he señalado una petición de principio. En el capítulo 5 veremos la fundamentación de este supuesto (cfr. 5.2). 3.4.2. Argumento propio En el mismo planteamiento inicial podemos ver, en segundo lugar, el recurso propio de la teoría cognitiva, que es la creación y negación del contrario. Lakoff tiene siempre más interés en negar lo «erróneo» que él mismo inventa, que en afirmar la verdad que él mismo propone. Volveremos sobre esto (cfr. 7.1). 3.4.3. Método propuesto Y en tercer y último lugar, vemos también el método en el que se basa, que es la prueba empírica y la sugerencia. Analizaremos el primero más adelante (cfr. 6.2.6). Hemos —————— de trabajos cognitivos [...], 1987 es el año de publicación de dos libros fundamentales en este paradigma. En primer lugar, Women, Fire and Dangerous Things, monografía donde Lakoff expone una serie de conceptos fundamentales» (cfr. Cuenca y Hilferty, 1999, 11-12). [83]

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visto la afirmación de que hay pruebas empíricas. Repito sus palabras: «there does exist a body of evidence that suggests that...» Hay pruebas que sugieren. Si sugieren, además, ni afirman, ni prueban.

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CAPÍTULO 4

El conocer humano Una vez que hemos visto el planteamiento de Lakoff y para justificar las críticas que estoy haciendo a su concepción sobre una ciencia que parte del pensamiento corpóreo, introduzco aquí una concepción distinta sobre el conocimiento o conocer humano radicado en lo que es y constituye el ser humano. 4.1. LA REALIDAD RADICAL Para saber qué es el conocer humano, primero tenemos que preguntarnos por el ser o, mejor, la consistencia o estructura de ser, del ser humano, ya que el pensamiento no existe aparte del ser humano que es capaz de crearlo. Tenemos que seguir en esto una filosofía determinada, aquella que mejor trata el hecho humano, la filosofía vitalista y existencialista de Ortega y Gasset y Heidegger. Son muchas las definiciones del ser humano hechas por Ortega y Gasset. Un resumen muy conciso es el que presento aquí35. —————— 35 En otro lugar, he hecho un resumen de esto mismo. Ortega y Gasset se distingue por definir en todo y por todo al ser humano, trate [85]

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Para Ortega y Gasset, el ser humano es todas estas cosas a la vez: no-cosa, puro y absoluto acontecimiento, res dramática, drama, coexistencia con lo otro, proyecto de ser, lo que aún no es, algo que no tiene realidad corporal ni espiritual, reflexividad e intimidad, problema, ecuación entre el ser inercial y el ser ágil, ser que se encuentra en lo otro, ser que vive fuera de sí; un algo que se ha de hacer, no que meramente se hace, un faciendum; un ser que tiene forzosamente que elegir lo que va a ser, consistiendo en esto su libertad —libertad impuesta u obligatoria—; un ser que no tiene presente, que vive proyectado hacia el futuro, que, puesto que el futuro es incierto y problemático, se asegura en el pasado para hacerse proyecto hacia el futuro. El ser humano se ha de hacer partiendo de lo que ayer decidió ser. No hay en el ser humano estado ya hecho, ni siquiera en el pasado. Lo que existe y se da es el drama de ser un proyecto hacia el futuro, un proyecto que en parte se realizó en el pasado y que tiene que realizarse en el futuro. Antes que el proyecto que el hombre es desde que decidió ejecutar ese proyecto en un pasado, es el proyecto que se ha de ejecutar en un futuro. El ser humano no es nada tangible; no es en sí, sino en lo otro, en la circunstancia, de la cual su propio cuerpo es la máxima expresión. Es decir, el ser humano es aquello que cada uno de los seres humanos se hace de sí mismo en lucha con lo otro, con la circunstancia, en la necesidad perentoria de elegir en cada momento lo que ha de hacer en un abanico más bien limitado de posibilidades. Y en esta concepción Ortega y Gasset coincide con Heidegger, quien define el ser humano como «ser en el mundo» (Heidegger, 2002, 57-63). Destaco algunas definiciones de Ortega: «El hombre no es cosa ninguna, sino un drama —su vida, un puro y universal acontecimiento que acontece a cada cual y en que —————— de lo que trate, ya que el ser humano constituye la realidad radical de la que han de partir todas las ciencias humanas. Cfr. un resumen de las definiciones del ser humano en Martínez del Castillo, 2004, 42-46. [86]

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cada cual no es, a su vez, sino acontecimiento» (Ortega y Gasset, 1971, 41). El hombre no es en sí y por sí. Su ser está en lo que le rodea, contra lo que tiene que luchar, ya que el existir del hombre, el «vivir», es de por sí problemático. Las cosas que le rodean son lo que le impiden o le ayudan en su vivir, de tal forma que constituyen su circunstancia. El nombre no encuentra cosas, sino que las pone o las supone (Ortega y Gasset, 1971, 41), imponiendo un orden y creando con ello el «kosmos» o mundo. El ser del hombre se da en las cosas, en lo otro, en lo que le rodea. Su propio cuerpo es una cosa que le es dada, con la que tiene que contar y contra la que tiene que luchar, constituyendo, así, su primera circunstancia, el medio más inmediato de su actuar en su vivir entre lo otro (Ortega y Gasset, 2001, 131). El cuerpo humano no es lo que hace humano al hombre, ni lo que determina la estructura de ser del ser humano (Ortega y Gasset, 1986, 129): la humanidad del ser humano está encerrada en la circunstancia que constituye su cuerpo (Ortega y Gasset, 2001, 81)36. 4.1.1. El ser humano, ser libre o absoluto El hombre, en su encuentro con las cosas que le rodean, tiene que hacer algo para sobrevivir, tiene que luchar contra su circunstancia. Y esta lucha deviene en una dialéctica de libertad: el hombre es libre y... no por casualidad. Es libre, porque no poseyendo un ser dado y perpetuo no tiene más remedio que írselo buscando. Y esto —lo que va a ser un todo futuro inmediato o remoto— tiene que elegirlo y decidirlo él mismo. De suerte que es libre el hombre ... a la fuerza (Ortega y Gasset, 2003, 125). —————— 36 He citado palabras de Ortega y Gasset que hablan de las relaciones del ser humano con su cuerpo, cfr. 3.2.3. [87]

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La elección del hombre en cada momento es lo que hace a cada hombre ser lo que es, de tal manera, que el hombre es proyectado hacia el futuro: «el ser del hombre [...] consiste no en lo que ya es sino en lo que va a ser, [...] en lo que aún no es. El hombre comienza por ser su futuro, su porvenir» (Ortega y Gasset, 1999, 92). Y lo que el hombre es ahora, es lo que proyectó ser en el pasado, siendo ahora proyecto de ser: «El hombre es hoy lo que es [...] porque ayer fue otra cosa. [...] El hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es historia; porque historia es el modo de ser de un ente que es constitutivamente, radicalmente, movilidad y cambio» (Ortega y Gasset, 1996, 121). 4.1.2. El ser humano, ser histórico El hombre, pues, se hace a sí mismo su propia forma de ser, que no es necesaria sino contingente, es decir, histórica, forma de ser que él ha elegido, una forma de ser que muy bien podría ser de otra manera. Y esta forma de ser es la que llamamos histórica porque se hace a sí misma en su historia. La condición histórica del ser humano se manifiesta en su quehacer vital, es decir, en sus actos constitutivos, en su hablar con otros, decir a otros y pensar como otros. El ser humano es un sujeto histórico, es decir, un sujeto que crea sus propias formas de ser, que elige las formas que han de constituir su vida y que llevan en sí mismas lo que él es, puesto que las eligió él en su propia historia. De esta manera, sus propios actos constitutivos, los actos del conocer, del decir y del hablar, son también históricos, es decir, aprendidos, es decir, limitados y contingentes, nunca naturales. Siempre son formas que o bien las ha creado el propio sujeto, o bien las ha aceptado de la tradición, o bien las ha remodelado partiendo de elementos tradicionales. El ser humano es sujeto que crea sus propios actos. El pensamiento, por consiguiente, no es más que un acto, una actividad que el sujeto realiza en una do[88]

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ble dimensión: la dimensión absoluta, libre y creativa, y la dimensión histórica, la dimensión que él ha tomado de la tradición, es decir, de la comunidad de hablantes en la que le ha tocado vivir. La historicidad es característica constitutiva del ser humano. Es, además, una característica que se desarrolla en participación con los demás seres humanos del inmediato entorno en el que se desarrolla. Para Coseriu, la historicidad es la especial condición del ser humano que radica en la «alteridad», en la condición de «ser con otros». Ser con otros significa, para Coseriu, compartir con otros la forma de ser y participar con ellos. Dice a propósito del acto social: Los hechos sociales no son exteriores a los individuos, no son extraindividuales, sino interindividuales, correspondiendo en ello al modo de ser del hombre, que es «ser con otros». En cuanto reconoce como «perteneciente también a otros», o se crea con el propósito de que resulte tal, el hecho social —y en particular la lengua— trasciende al individuo, mas no es de ninguna manera «exterior», pues lo propio del hombre es «salir de sí mismo», trascenderse a sí mismo como mero individuo; y la manifestación por excelencia, el modo específico, de ese trascenderse es, precisamente, el lenguaje. Así mismo [...] el individuo [...] crea continuamente [...] el hecho social, pues la forma de «crear» el hecho social es, justamente, la participación, el asumir y reconocer como «propio» algo que, al mismo tiempo, se reconoce como siendo «también de otros» (Coseriu, 1988, 43).

La historicidad, pues, define la estructura de ser del ser humano individual en proyección hacia lo común y vigente en una comunidad de hablantes. La historicidad se manifiesta en el sujeto histórico, sujeto que crea sus propias formas, y en el objeto histórico, el objeto que es creado en participación de los individuos que constituyen una comunidad de hablantes. Un objeto histórico, tal como la lengua, el pensamiento o la razón, son «objetos», cosas creadas por el sujeto absoluto y libre en participación con otros. [89]

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Así, pues, y para resumir, la realidad radical de la que vamos a partir para saber qué y cómo es el conocer humano, es el ser humano individual37, no colectivo, que es 1. «coexistencia actuante de mí o yo con la circunstancia o mundo» (Ortega y Gasset, 1992, 46-47) 2. ser que se hace a sí mismo en su actuar frente a las cosas, en su lucha frente a la circunstancia, 3. ser que tiene que ejecutar en todo momento su libertad de elegir qué hacer, en un sentido u otro, en un abanico de posibilidades muy limitado; 4. ser que no tiene naturaleza constitutivamente, sino que en su lugar tiene historia, siendo pues un sujeto histórico, 5. ser que crea sus propios objetos históricos, en los que él se manifiesta y revela su propia estructura de ser. Así, pues, el ser humano está por encima de sus propios actos. Éstos no tienen más existencia que la de ser la manifestación del ser humano, que es, a la vez, absoluto y limitado, creador de formas nuevas y usuario de formas que se dan en su comunidad lingüística, o lengua, o «comunidad histórica». La lengua, las formas lingüísticas, el pensamiento no son más que formas que manifiestan la doble condición del ser humano, ser creador y sujeto histórico, sujeto que crea su propia historicidad. 4.2. EL CONOCER HUMANO, EL PUNTO DE PARTIDA: LA AÍSTHESIS Una vez que sabemos qué es el ser humano, el sujeto cognoscente, podemos preguntarnos qué es el conocimiento, es decir, qué y cómo conoce el ser que hemos definido —————— 37 «La primacía de lo individual sobre lo universal [constituye] el núcleo más profundo y peculiar de la filosofía humboldtiana» (Di Cesare, 1999, 26). [90]

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como ser absoluto, es decir, creativo y libre, y como ser limitado, es decir, ser contingente, es decir, histórico. El conocer humano se resume en dos fines concretos: — el conocer es transformar aquello que nos rodea y que nos llega a través de los sentidos en algo propio del sujeto cognoscente, y — el conocer es buscar en lo que nos afecta de alguna manera aquello que más y mejor conviene a nuestros inmediatos intereses, a lo que llamamos el ser. En primer lugar, el conocer consiste en un no contentarnos con lo que nos ha sido dado, consiste en transformar lo que nos llega a través de los sentidos, haciéndolo algo que es propio nuestro, haciéndolo contenidos de nuestra conciencia o significados. Lo que nos llega a través de los sentidos es algo fragmentario y concreto. Lo que transformamos y convertimos en algo nuestro no es más que un algo que nosotros «padecemos», que tenemos como algo que nos ocurre en nuestro propio ser, y lo transformamos en «contenidos de conciencia». Lo que «padecemos» en nuestro ser, en nuestra experiencia, es un algo que no es la realidad, un algo que tampoco es nuestros sentidos, un algo que habiendo sido concreto ya no es concreto puesto que lo hemos transformado, un algo que podemos manejar a nuestra conveniencia inmediata, y un algo que, por otro lado, va constituyendo nuestro propio ser humano, nuestra experiencia. De esta manera, lo que nos llega a través de los sentidos es una cosa, nuestros sentidos o nuestro cuerpo es otra cosa, lo que hacemos o transformamos de eso que nos llega a través de los sentidos es otra cosa, y nosotros, el sujeto cognoscente, constituimos el artífice que libremente crea transformando lo que nos une a la realidad o mundo, a través de lo que nos dan nuestros sentidos, en un algo interior, un algo que guardamos en nuestra conciencia. [91]

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Cuando Aristóteles define los signos emplea la expresión «lo que padecemos o lo que se padece en el alma»: suv m bola t w§ n  e j n  t h§ /  y uch§ /  p aqhmav t w§ n Esta expresión, que en opinión de Coseriu (Coseriu, 1985, 40), se ha de hacer extensiva a lo que es significado, no expresa más que el acto de creación de un contenido propio, un contenido que es creado como cosa interna en la conciencia del sujeto cognoscente, y que no es más que una creación, es decir, un acto de libertad de un sujeto atrapado en lo que le rodea. En segundo lugar, el conocer es un buscar en lo que nos llega a través de los sentidos aquello que no está ni se da. Dice Ortega y Gasset: «Mirar es recorrer con los ojos lo que está ahí, y conocer es buscar lo que no está ahí: el ser de las cosas. Es precisamente un no contentarse con lo que se puede ver, antes bien, un negar lo que se ve como insuficiente, y un postular lo invisible» (Ortega y Gasset, 1992, 76). Y en otro lugar añade: El conocimiento no es sólo un modus cognoscentis sino una positiva modificación de lo conocido [...] El conocimiento [...] es perspectiva [...] una «interpretación» de la cosa misma sometiéndola a una traducción [...] del lenguaje de ser, que es mudo, al lenguaje decidor del conocer. Este lenguaje al que es traducido el ser es [...] el lenguaje, el lógos (Ortega y Gasset, 1989, 41-42).

Atribuimos a nuestras sensaciones (o percepciones) lo que las sensaciones no nos dan. Una percepción o sensación nos da algo que vivimos corporalmente, algo que nos hace tener presente en toda su integridad, con la mediación de los sentidos, aquello que es. Lo que los sentidos nos dan, en este sentido, es verdad. Lo tenemos presente en nosotros en toda su integridad. No hay intermediación alguna entre la realidad y nosotros, la realidad y lo que nos [92]

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dan nuestros sentidos38. Y esto que nos dan los sentidos es lo que ya Aristóteles llamara la aísthesis, ai[sqhsi~, o sensación, la capacidad de sentir sintiendo, o de conocer teniendo presente, es el primer «hacerme cargo de» o entender o conocer o facultad noética. Ortega y Gasset resume la idea de Aristóteles: «El más “puro” inteligible —nohtovn [...]— que el entendimiento pueda concebir, es algo de que nos hicimos cargo ya en la sensación y no es por sí nada más» (Ortega y Gasset, 1992a, 129). La aísthesis es la intuición primera que nos es dada a través de los sentidos, el fundamento y el inicio del conocimiento humano. Es el fundamento porque es la base en la que radica la seguridad del conocer y es el inicio porque a partir de ella el ser humano construye todo un mundo de fantasía. La aísthesis es humana y es también animal. Los animales tienen la aísthesis y se guían exclusivamente por ella. Su conocimiento es seguro porque es vivido. Pero el conocimiento humano no se queda en la aísthesis. Consiste en una construcción creativa y fantasiosa a partir de la misma. El conocimiento humano es vivido también en muchos casos, es decir, consiste en una intuición que se vive y se desarrolla en algún sentido. Y podemos ver dos tipos de desarrollos de la aísthesis. Si se desarrolla en contenidos de conciencia (significado) nos dará el conocimiento primariamente justificado, el conocimiento humano, por excelencia. Si, por el contrario, se desarrolla en sí misma nos dará la ejecución misma del conocer. Lo humano, precisamente, se da en lo que se construye sobre la aísthesis en ambos casos. Coseriu habla de una intuición inédita como fundamento e impulso del acto lingüístico, una intuición que sólo es individual y que es ejecutada en el acto lingüístico (cfr. Coseriu, 1986, 31). Esta intuición inédita o intuición primera puede equipararse muy bien a lo que en la tradición filosófica se conoce como aísthesis. Pongamos algún ejemplo. —————— 38 Como concesión a Lakoff, podemos decir que esto que nos dan los sentidos es lo mismo que decir lo que nos da nuestro cuerpo. [93]

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Supongamos que yo, sujeto cognoscente, pongo una mano sobre una barra de hielo. ¿Qué siento? No tenemos, ni podemos tener, en principio, palabras para designarlo. Siento una sensación que me afecta a mí como sujeto capaz de ser afectado. Lo que siento es un algo que se me da en su concretidad. Ahora bien, ya sea porque no puedo tener la mano sobre el hielo durante mucho tiempo, ya sea porque tengo bastante para conocer eso que me transmite mi sentido del tacto, yo retiro la mano: ¿qué siento, entonces? La sensación que ahora siento es totalmente distinta. Me dice que lo que antes sentía ya no lo siento. La sensación anterior ha dejado una huella en mí, sin embargo. Ahora ya no tengo la sensación vivida. Ahora tengo el recuerdo de haber vivido esa sensación. ¿Qué me queda de esa sensación vivida o aísthesis, ahora que no siento esa aísthesis? Me queda el recuerdo de haber vivido una sensación, llamémosle, única, es decir, una imagen de lo vivido. Ahora bien, la sensación primera, la aísthesis, es distinta de lo que ahora tengo: la imagen o recuerdo de haber vivido esa sensación única. Aquí, pues, tenemos dos cosas: lo vivido y la imagen de lo vivido. Esto que es vivido, la aísthesis, puedo desarrollarlo de doble manera: o bien, viviéndolo en su concretidad, o manejándolo en lo que me ha dejado, que no es más que la imagen que ahora también vivo, pero ya es de naturaleza totalmente distinta. Esta imagen no es nada en su concretidad, es un algo que evoca una sensación vivida. La aísthesis, por definición, es concreta; la imagen (le he llamado imagen, por designarla de alguna manera) ya no lo es: es de otra naturaleza distinta a lo concreto, es algo no-concreto, es decir, abstracto. Podremos desarrollar la aísthesis en sí misma, viviéndola. Supongamos que en vez de ser una barra de hielo la que ha provocado mi aísthesis es una vivencia musical. Puedo entregarme a ella y disfrutar con ella e, incluso, desarrollarla en sonidos. O podremos desarrollar la aísthesis añadiéndole imaginativamente elementos creados por mí y que ya no son concretos, sino no-concretos. Para esto ten[94]

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dré que hacer una serie de operaciones intelectivas, que veremos a continuación. Pero antes, fijémonos en el primero de los dos desarrollos que he indicado. Supongamos que lo que yo tengo es la intuición o sensación o aísthesis de la vivencia musical del segundo ejemplo: la vivo, gozo con ella, la siento viviéndola. Consiento en tenerla y vivirla y la creo y recreo en mí. Soy un compositor o un músico que ejecuta una melodía. La ejecuto según mis vivencias, la interpreto según mi sensación, la vivo en mí y la traduzco en sonidos por medio de algún instrumento, de viento o cuerda o percusión. Con ello lo que hago es transformar la aísthesis en sonidos que he ido yo creando. Gracias al desarrollo de la aísthesis a través de sonidos, puedo hacer a los que están en mi rededor que ellos vivan mi aísthesis en otro sentido. Ellos recreándose en lo que oyen o viviendo lo que oyen y yo recreándome o viviendo lo que intuyo, lo que internamente vivo, imagino o creo. El uso que he indicado de sonidos para ejecutar mi sensación, dejémoslo aparte por ahora. Lo que me interesa señalar es que ejecuto mi sensación de la manera que es ella misma, es decir, sensiblemente, es decir, concretamente. Esta forma de desarrollar la sensación inicial, la aísthesis o intuición inédita, se da de muchas maneras en la vida ordinaria. Se da en nuestro hacer las cosas que diariamente hacemos, como el vestirnos, el andar, el correr, el conducir, el hacer lo que hacemos en cada momento. Esta es la forma de desarrollar la aísthesis que tienen, también, los animales. Saltan, acechan, corren, vuelan, hacen lo que nosotros llamamos piruetas, o fabrican diques, fibras de seda o de hierbas secas, etc., guiados por su sola intuición. Y lo hacen de una manera segura y magistral. Así, pues, hasta ahora hemos dicho que el conocimiento humano parte de una aísthesis o sensación vivida y que ésta se desarrolla de dos formas: una sensible y concreta, y otra no-sensible y no-concreta. Dejemos aquí la primera y veamos a continuación el desarrollo de la aísthesis de forma no-concreta. [95]

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4.3. EL CONOCER Y LAS OPERACIONES INTELECTIVAS

El conocimiento humano es el que se desarrolla de forma no concreta, es decir, de forma abstracta, partiendo de una realidad concreta, cual es la aísthesis. Como hemos visto, a la aísthesis sólo la podemos vivir. No la podemos manipular a nuestra conveniencia. La aísthesis es real por naturaleza, porque es concreta y representa la conexión del sujeto cognoscente con la realidad, sujeto que está radicado en un cuerpo concreto. Para manipularla tenemos que transformarla en su forma de ser. El ser humano no se contenta con vivir su aísthesis una sola vez. La vive y quiere mantenerla, conservarla, servirse de ella en el sentido que más le convenga a su vivir entre las cosas, para liberarse de esa necesidad vital que le encadena a las mismas. Para alcanzar este propósito, el hombre transforma su propia intuición primera o aísthesis, convirtiéndola en otra cosa, haciéndola un instrumento que se interponga entre él y la realidad que condiciona su vivir en el mundo. Guiado por su solo y libre albedrío, el hombre selecciona su aísthesis o parte de su aísthesis en algún sentido, la cambia de forma de ser (de concreta la hace abstracta), establece un acotamiento sobre ella (la delimita en lo que es en virtud de lo que no es), le atribuye una esencia o capacidad infinita de designación, la relaciona, la nomina, la determina y la ofrece a los demás, haciéndola con ello, histórica. Así, pues, estas son las operaciones intelectivas que constituyen el conocer humano y que vamos a ver a continuación, a saber: la selección, el establecimiento de una designación, la atribución de una clase o esencia («categoría», que dicen los cognitivistas), la relación, la nominación y la determinación. Con esto la aísthesis primera se convierte en un constructo semántico que el hablante, sujeto cognoscente y dicente, guarda en su conciencia y ofrece a los demás, es decir, dice a los miembros de su comu[96]

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nidad de habla, haciéndola, con esto último, común, es decir, lengua. Así, de una intuición inicial, que es individual, puesto que es sensible y sólo pertenece al sujeto cognoscente, pasamos a un contenido de conciencia que, al ser ofrecido a los demás, se hace participado, es decir, común, es decir, histórico y lingüístico. 4.3.1. La selección La primera operación del conocer propiamente humano es la selección arbitraria de un algo o un aspecto que está en la aísthesis, o la selección de ésta tomada desde una perspectiva dada. Sobre este algo seleccionado, se puede ahora hacer un constructo al que se pueda manejar en algún sentido. La selección implica, en el mero hecho de seleccionar de una sensación de carácter concreto y sensible, una transformación en algún sentido. Lo seleccionado, por el hecho de ser seleccionado, es ya una «extracción»39, es decir, una abstracción. Es la separación y previa construcción de un algo. Como cosa abstraída difiere diametralmente de aquello en que radica. Es ya un constructo mental o el inicio de eso que se va a construir mentalmente. La sensación o aísthesis no es más que un continuum de posibles relaciones de significación, de aspectos potenciales, de perspectivas susceptibles de nuestra atención que se dan de forma sensible y concreta. De ese continuum se selecciona una posible relación, o se selecciona el conjunto dándole una perspectiva determinada que, en sí misma, ya es una perspectiva añadida a la aísthesis. Como he dicho anteriormente, la aísthesis o sensación es el verdadero punto de partida del conocer, o mejor: la condición sine qua non para que haya conocimiento humano. La selección parte de la aísthesis y lo humano con—————— 39 Para Ortega y Gasset abstraer es extraer una serie de notas de allí en donde se dan (cfr. Ortega y Gasset, 1992, 57-58). [97]

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siste en la transformación mental que sobre la misma ejecuta el sujeto cognoscente. Y éste es el punto de separación entre los animales y el hombre. El hombre transforma lo que le dan sus sentidos. Los animales meramente desarrollan sensiblemente su sensación que es ya de por sí sensible y concreta. En el plano del conocimiento, la aísthesis es algo así como un «fogonazo», sin cuya existencia no habría el desarrollo ulterior que posibilita el conocimiento ni en los animales ni en el hombre. En la aísthesis, como he dicho también, radica toda la verdad del conocimiento. Es la intuición pura, el tener presente una realidad que posibilita la contemplación de la misma. De la contemplación surge el conocimiento humano. Pongamos un ejemplo de la operación intelectiva de la selección. Una realidad objetiva, susceptible de ser conocida, por muy simple que sea, siempre es interpretada de forma distinta por dos sujetos. Esto implica que cada uno de ellos se ha fijado en aspectos distintos de lo que es esa realidad que, querámoslo o no, siempre nos llega a través de los sentidos, siempre es una realidad que vivimos en algún sentido. Así, la lluvia, por ejemplo, es algo beneficioso, para unos; algo molesto, para otros; algo vital, para otros; algo peligroso, para otros; etc. La realidad que denota la lluvia, no obstante, es la misma y los sentidos de percepción, también son los mismos. Y no nos fijemos en la lluvia, en general, que entonces la perspectiva cambia; pensemos en la última lluvia que hemos tenido o padecido. De igual forma, el fuego puede así mismo ser considerado de forma diferente. En un momento de frío, el acercarse al fuego es beneficioso; en un momento de calor, es una situación insoportable; unas veces es necesario, otras veces, puede ser una catástrofe, etc.40. —————— 40 Toda esta teoría sobre el conocer la he expuesto en varias obras. Remito a mi obra de 2004 principalmente, en donde se hace una exposición detallada de la misma. Allí se puede encontrar una ilustración más detallada de operación intelectiva que he llamado la selección (cfr. cap. 5). [98]

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4.3.2. El establecimiento de una designación El constructo mental que hemos empezado a fabricar a partir de la aísthesis por el hecho de ser seleccionado de alguna manera no es nada autónomo en sí. Es un mero constructo que estamos formando. Las operaciones que establecemos sobre la formación del mismo no son más que consideraciones que hacemos sobre la realidad de un contenido de conciencia cuando está totalmente acabado. Hasta ahora, por el hecho de la selección, sólo tenemos un algo que creamos y que no es definitivo en su ser. Sólo lo hemos cambiado de forma de ser convirtiéndolo en un algo abstracto. Una vez que hemos seleccionado un aspecto de nuestra aísthesis o sensación o intuición primera, necesitamos acotar ese algo para poder decir algo de él. Nunca abarcamos en nuestro conocer el mundo en su totalidad sensible, sino que comprehendemos sólo aspectos que componen ese mundo de alguna manera. Esos aspectos seleccionados tienen siempre una intención real, puesto que el objeto de nuestro conocer son siempre las cosas que nos rodean, es decir, esos aspectos se seleccionan en función de lo que queremos llegar a conocer. Nuestra labor, pues, ahora, consiste en acotar eso que hemos seleccionado de la aísthesis. El único medio que tenemos para ello es la delimitación de eso que sentimos frente a lo contrario. Acotamos el frío por la sensación incómoda que sufrimos, la cual se nos hace presente frente a su ausencia. De igual manera, creamos el calor por la sensación insoportable que padecemos frente a lo que no es calor, etc. Así, por medio del acotamiento de una selección desde nuestra aísthesis creamos dos «cosas», a saber en los ejemplos propuestos: el frío y el no-frío; el calor y el no-calor. A este acotamiento de lo sentido y seleccionado mediante la ausencia del mismo le damos realidad refiriéndolo a lo que aprehendemos o intuimos. Y en esto consiste la operación del establecimiento de una designación. [99]

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El establecimiento de una designación es una labor primordial en el conocer, decir y hablar, puesto que el objeto del conocer, decir y hablar, es siempre lo que llamamos las «cosas». No hay un objeto del conocer que no se desarrolle en el mundo en el que se desenvuelve el ser humano. Y este mundo, que en principio, es mental, busca su realización en la realidad. La operación de la designación consiste en hacer «verdad» aquello que concebimos, aquello que aprehendemos o imaginamos, es decir, consiste en atribuir a la aísthesis una realidad, de algún modo, en algún «mundo». Puesto que atribuimos «realidad» a eso que aprehendemos, concebimos o imaginamos, le atribuimos también algún tipo de límite, lo delimitamos o acotamos de alguna manera, como hemos dicho. Esta atribución de límites puede ser tanto limitada como ilimitada. De esta manera, pues, son dos operaciones las que realizamos en el establecimiento de una designación: a) la delimitación o atribución de límites a la realidad seleccionada, es decir, creada, y b) la atribución de realidad El establecimiento de una designación es perfecto cuando la realidad creada mantiene una correlación directa con las cosas del «mundo». Cuando decimos, por ejemplo, esta pluma, tanto el contexto, como la presencia de un objeto dado que «tradicionalmente» llamamos pluma, como la presencia en la expresión del elemento gramatical que llamamos determinante (este), nos hacen creer que, en realidad, se trata de una cosa del mundo real de la que hablamos y a la que de una manera u otra manejamos. Esta pluma de escribir es muy suave nos transporta a un objeto real y físico y nos hace creer que es de ese objeto real y físico, de las «cosas», de lo que hablamos. Pero, en realidad, tanto lo que decimos, como aquello de lo que decimos algo, son objetos creados, ambos, en el acto del conocer. Creamos, en primer lugar, aquello que decimos y, una vez creado esto, creamos, en segundo lugar y sólo en segundo [100]

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lugar, aquello de que hablamos. Y digo en segundo lugar, porque, aunque es posible que partamos de la cosa que vamos a designar, la cosa designada no es más que fruto de aquello que queremos decir. Y en este acto de creación, el establecimiento de una designación es una operación fundamental que puede hacernos creer que partimos de aquello que designamos41. El establecimiento de una designación, para un hablante o sujeto cognoscente, no presenta problema alguno cuando el objeto semántico y la realidad designada existen como tales en la tradición42. Este es el caso del contenido de conciencia «gato», por ejemplo, ya que existen en nuestro mundo físico una serie de seres que llamamos gato. El hablante puede llegar a pensar que tanto el significado (concepto o contenido de conciencia) y el referente (o cosa designada) son la misma cosa, o mejor: el hablante puede llegar a pensar que el concepto o contenido de conciencia se ha formado a partir de las cosas que designa. En estos casos, el significado y la cosa designada llegan a identificarse entre sí. El árbol o este árbol es una cosa real. Existe una realidad en nuestro jardín y es, como tal, una cosa que es aprehendida como ajena a nosotros. —————— 41 Esta realidad que, desde el punto de vista del conocer es evidente, no siempre se ha concebido así, ni siempre se trata así. Whorf, por ejemplo, parte de las cosas que quiere explicar, es decir, parte del mundo que «es» antes del conocer, cosa que, desde una teoría del conocimiento, es imposible. Por otro lado, en el desarrollo y estudio de las ciencias de realidad no tenemos que explicar ni justificar aquellos hechos de los que éstas parten. Si estudiamos, por ejemplo, la física, partimos del hecho de la existencia de la materia y del espacio-tiempo. No nos preguntamos si dichos objetos existen; nos preguntamos por sus propiedades, únicamente. En una teoría del conocimiento, sin embargo, tenemos que preguntarnos por la realidad última, incluso de las cosas, que no son más que lo que hemos creado en el mundo que hemos creado. 42 Aclaremos esto diciendo que las «cosas» no existen más que en la tradición, es decir, en la lengua; en la naturaleza sólo existe un continuum sobre el cual sentimos, que sólo está ordenado, es decir, hecho «kosmos», en la conciencia «tradicional». [101]

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Pero el establecimiento de una designación es más problemático cuando la realidad designada existe sólo como contenido de conciencia, sin posible referencia en un objeto, como por ejemplo, igualdad, bondad, relación, organización. En este caso, igual que en el caso anterior pero más claro y evidente, tanto el significado, como la realidad designada, pertenecen al mundo de lo fantástico. Pero tanto este caso como el anterior llegan a constituir elementos útiles e imprescindibles para los hablantes, que son sujetos cognoscentes y viven en el mundo histórico que ellos han fabricado. Tanto el significado, contenido de conciencia, como la realidad designada, no tienen más realidad que la que le dan los hablantes, ya sea como creación meramente individual del sujeto que habla, dice y conoce en un momento o expresión concreta, o ya sea como creación común en una comunidad de hablantes o comunidad lingüística o comunidad histórica o lengua. En este segundo caso, el establecimiento de una designación refiere a los conceptos que utilizamos, a los útiles que empleamos para hablar, decir y conocer. Como tales útiles del hablar, decir y conocer, sólo existen en el hablar y dependen exclusivamente del sujeto hablante, dicente y cognoscente. Cuando decimos esto es verdad, referimos un algo que delimitamos con la palabra esto, en la que cabe, o puede caber, todo tipo de cosas. Esto puede estar constituido por cosas muy diferentes y de distinta naturaleza, puede estar constituido por una sola cosa, o por parte de una cosa, o por un conjunto de cosas. El hecho es que consideramos todas esas cosas como esto, las transformamos en un algo que creamos sobre la marcha con las implicaciones siguientes: — si esas cosas son múltiples las reducimos todas en conjunto a una; — si esas cosas son una de realidad difusa, es decir, si constituyen una realidad que implica, no cosas propiamente dichas, sino relaciones, la hacemos una cosa; y [102]

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— a esas cosas que, o bien son múltiples, o bien son una sola pero de realidad difusa, las hacemos una realidad objetiva, es decir, la hacemos, una «cosa». Ahora es un «esto» y como tal se opone a otros «esto» de igual o semejante realidad (potencial). El establecimiento de una designación es, pues, una operación intelectiva, mental, voluntaria, fantasiosa, sin fundamento en lo real, que sólo tiene fundamento en la libre actuación de quien habla, de quien quiere decir algo, de quien crea un algo que decir y, a la vez, crea un algo sobre el que decir. Y eso creado es relacionado a la realidad. 4.3.3. La definición de una clase o esencia Y hemos llegado a la operación intelectiva que gusta a los cognitivistas, la que ellos llaman categorización. Es curioso que una teoría que se dice cognitiva o del conocimiento no distinga más operación en el conocer que la categorización. Más adelante discutiremos el concepto de categoría y categorización de los cognitivistas (cfr. 5.2.8.1, y 6.1). Ahora vamos a ver dicha operación cognoscitiva y su función dentro del conocer humano. Bajo el título precedente debemos incluir una serie de operaciones intelectivas, de distinta naturaleza, que consisten fundamentalmente en una creación basada en relaciones de significación que o bien describen, o bien relacionan. De esta manera distinguimos dos operaciones, la definición de una clase o esencia propiamente dicha, y la relación, que no es más que la misma operación hecha con procedimientos distintos. En ambos casos se trata de la creación y asignación del constructo cognoscitivo a un tipo de ser de las cosas. Lo que manejamos hasta ahora, el constructo cognoscitivo, empezó siendo una sensación sensible y concreta, aísthesis. Una vez seleccionado un aspecto de la aísthesis, acotado y dado realidad, necesitamos referirlo a una «clase de ser». Y esta es la función de la operación que he lla[103]

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mado la definición de una clase o esencia, y de la que veremos tras ésta, la relación43. En ambos casos tratamos en realidad de dos operaciones: — La creación de una clase o esencia y — La atribución de la clase o esencia creada al constructo que mentalmente manejamos 44. La operación de definición de una clase o esencia no es, en realidad, unívoca. Se pueden crear y, de hecho, se crean muchas esencias de distintas maneras. Considerada por la función que desempeña en el acto del conocer, criterio que utilizamos para designarla como tal, podemos describirla como una descripción o una relación o la combinación indefinida de descripción y relación. Cuando aquí decimos descripción queremos decir estado de cosas ya hecho desde el punto de vista intelectivo o cognoscitivo. Quiere esto decir que, por ejemplo, el establecimiento de una relación, típica de la aportación de muchos adjetivos, intelectivamente aparece como una descripción basada o hecha sobre esa relación. En esto hablamos de descripción en sentido intelectivo, es decir, concebimos la descripción como la constatación de un estado de cosas que es susceptible de aprehensión o percatación. Así, joven es la atribución de un algo («ser de una forma de ser») a un algo —————— 43 Cfr. una exposición detalladas de ambas operaciones en Martínez del Castillo, 2004, caps. 7 y 8. 44 Me refiero con esto al constructo mental que estamos analizando, que no existe más que en la mente. El hecho de que ahora veamos a ese constructo como no acabado, como teniendo fases en su formación, es el resultado de nuestro análisis. Por supuesto que dicho constructo no es nada, ni existe, ni se puede separar (más que en nuestro análisis) de lo que es el acto del conocimiento. No olvidemos, para su mejor intelección, que lo que llamamos constructo, cuando está formado, es un contenido de conciencia y que antes de estar formado no es nada. Es nuestro análisis el que necesita descomponerlo para comprenderlo. [104]

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(«persona» o «animal») de una descripción («ser de una forma dada de ser, como un estado de cosas») hecha sobre una relación («ser de la forma de ser referida a “juventud”»)45. De la misma manera, cuando decimos relación en la explicación de la definición de una clase o esencia quiero decir la consideración de dos conceptos que en el acto del conocer se ponen uno junto al otro. Por este motivo, la operación que ahora analizamos es muy compleja y depende enteramente del tipo de constructo cognoscitivo de que se trate o analicemos. Por otro lado, la definición de una clase o esencia (y la relación) es la operación más definitoria del acto cognoscitivo. En la definición y atribución de una clase o esencia se puede lo mismo crear una clase nueva, clase que nunca ha existido, como recrear una clase tradicional; se puede relacionar un constructo cognoscitivo nuevo con constructos o significados ya existentes y conocidos (ya sea porque el hablante los ha creado en un contexto determinado en el momento de hablar o antes del mismo, o ya sea porque existen en la tradición); o se puede reinterpretar o determinar constructos cognoscitivos ya creados y conocidos en función de relaciones nuevas y que se crean sobre la marcha en el propio acto lingüístico. En la definición y atribución de una clase o esencia cabe todo, pero este todo siempre es nuevo, siempre es creativo e imaginativo. Tanto si se crea una clase nueva, como si la clase creada es tradicional, es una interpretación o reinterpretación de lo existente. Por esto, la definición de una clase o esencia nunca puede ser igual. Siempre responde a necesidades nuevas. Si consideramos los significados ya hechos, es decir, los significados históricos, podremos ver en ellos constructos y procedimientos tradicionales de creación, es decir, constructos y procedimientos comunes y per—————— 45 Considero a la paráfrasis, no como significados o pruebas del significado, sino como «equivalencias en la designación», cfr. Coseriu, 1987, 194. [105]

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tenecientes a una comunidad de hablantes, que, por tanto, se repiten. Pero si consideramos que el significado que se da es únicamente el sentido46, que el significado que pertenece a la norma y al sistema de la lengua47 son, como estos mismos conceptos, abstractos, es decir, abstracciones realizadas sobre lo real que se da sólo en el acto lingüístico, la definición de una clase o esencia nunca es igual. En la definición de una clase o esencia juega un papel decisivo la abstracción, cuyo concepto nunca, tampoco, puede ser unívoco. Lo que ha sido «extraído» de la aísthesis es una selección arbitraria y caprichosa y, como tal, constituye en sí misma una forma de abstraer. Las notas o características que han sido «extraídas» pueden ser comunes a los ejemplares que constituyen una clase, pero no son necesariamente comunes (cfr. Ortega y Gasset, 1992a, 130; y Coseriu, 1992, 226-227). Si «extrajéramos» sólo aquellas notas que son comunes haríamos un tipo de abstracción determinada, que podríamos llamar «ascendente»48. Pero si relacionáramos distintos constructos cognos—————— 46 Cfr. la triple estructuración del contenido lingüístico de Coseriu (cfr. Coseriu, 1992, 96). 47 Cfr. la estructuración del saber lingüístico en Coseriu, 1992, 285-306; y de forma resumida 1981, 126 y sigs. 48 Este tipo de abstracción ascendente, en el cual se suele pensar cuando empleamos el término abstracción y que aparentemente aparece en las expresiones más «abstractas», es quizá menos frecuente de lo que parece, ya que implica el conocer los ejemplares de donde «extraemos» antes que el constructo extraído resultante. El conocimiento humano, salvo en el saber justificado (la ciencia) en el que empleamos la inducción, el «extraer» notas partiendo de los particulares, notas que decimos «generales» porque están en todos los particulares, que constituye el fundamento de las ciencias «positivas», procede justamente al revés: primero es la creación, lo abstracto, y después, la aplicación de eso a lo concreto, a los individuales. Esto lo podemos constatar en los propios hablantes, quienes, cuanto menos reflexionan sobre lo que dicen, más fácilmente manifiestan constructos más abstractos. En el habla popular es frecuente oír expresiones como la ciudadanía por «los ciudadanos», la problemática por «el problema», un colegio con mu[106]

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citivos o semánticos entre sí, tendríamos otro tipo de abstracción, que en modo alguno puede ser ascendente. Hablando del conocimiento, relacionar es meramente poner juntos dos conceptos y contemplarlos, es decir, ver con voluntad de descubrir, es decir, ver buscando relaciones entre ellos49. En la definición de una clase o esencia la abstracción no es nunca igual ni unívoca y casi nunca del tipo que hemos señalado como ascendente. Hay abstracción en el mero acto de seleccionar de un continuum, que hemos visto anteriormente, y en el mero acto de poner juntos dos conceptos, sean éstos de la naturaleza que sean. Las conexiones que entre ellos se crean, se superponen sobre lo que son los conceptos en sí. Como ilustración de lo dicho podemos pensar en el ejemplo, playa textil. Una playa nunca puede estar hecha —————— chas nacionalidades por «un colegio con alumnos de muchos países», integración de diferentes culturas por «integración de personas procedentes de diferentes culturas», etc. Es decir, cuanta menor elaboración tiene el constructo mental que se dice, más abstracto suele ser la forma como se dice. Ciudadanía no se ha obtenido a partir de «los ciudadanos», sino al revés: es una etiqueta primera que ha permitido la creación de «los ciudadanos». Ciudadanía es la condición de ser de los ciudadanos, de tal manera que los ciudadanos tiene esta o aquella ciudadanía. La abstracción ascendente, es decir aquella en la que se basa la inducción, no es, ni mucho menos, la originaria en el conocer humano. Incluso en la formulación de una teoría, por otro lado, es primero la teoría y después los datos en los que se basa la teoría. Dada la teoría abstraeremos, después, de los datos, pero guiados por la teoría. Para concluir, por ejemplo, sobre los ríos, tenemos que saber previamente qué es un río. Los datos, siempre unos pocos y concretos, se hacen modelos que sirven de justificación a la teoría, pero ésta, tanto en el conocer humano como en el conocer justificado (la ciencia), es siempre lo primero. 49 Para ilustrar esto pensemos en la relación que puede haber entre los elementos que componen la combinación mi lápiz, es decir, entre un lápiz y «yo»: ¿qué hay en común en esos dos elementos para que se puedan relacionar entre sí? En principio, no hay nada; simplemente una relación creada sobre los mismos y que nada tiene que ver con los mismos, la relación de «propiedad», creada sin fundamento entre un ser humano considerado ahora como poseedor y un objeto que ahora consideramos como poseído. [107]

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de tela. Sin embargo, el hablante ha concebido una situación dada (lo que es y representa playa), ha creado una clase de ser nueva (playas que se distingan de las «playas nudistas») y ha referido dicha situación a la clase que ha creado. Es una creación libre, fantasiosa y totalmente injustificada. Cfr. la explicación de salchichón puro de bellota en Martínez del Castillo, 2004, 91-108. 4.3.4. La relación Ya hemos visto anteriormente que la relación tiene la misma función que la definición de una clase o esencia. Consiste en definir el constructo semántico relacionándolo con significaciones o clases o «categorías» ya existentes en la tradición. El mero relacionar dos constructos cognoscitivos, es decir, el poner un constructo cognoscitivo junto a otro, es determinar a uno por el otro y significa el crear una esencia o una clase nueva. La conexión entre los dos constructos relacionados la crea el sujeto hablante, dicente y cognoscente, basado en distintas cosas: unas veces puede basarse en el conocimiento que él mismo tiene de las cosas del mundo real, ejemplo, comedor, comedero50, ropa joven51, o bien puede ser una conexión puramente arbitraria, creativa, fantasiosa como —————— 50 Según los elementos significantes de estas dos palabras, comedor es el que come; no obstante, según el uso de la lengua, es el lugar en donde comen las personas. Por otro lado y en oposición, la segunda palabra, comedero, según el uso de la lengua, es el objeto en el que comen los animales domésticos o el lugar en el que comen los animales salvajes. En ambos casos se ha impuesto la intención significativa de los hablantes sobre la sistematicidad gramatical. 51 Según el conocimiento gramatical joven se aplica de los seres humanos y, por extensión, de los animales y árboles. Es una contradicción aplicarlo de la ropa, que es un ser inerte. No obstante, una vez creado, se interpreta haciendo que tenga un sentido, basándonos en el conocimiento de las cosas. No es que la ropa sea joven, sino que se trata de «ropa para gente joven». Es decir, se interpreta en función del conocimiento que tenemos de las cosas. [108]

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una nueva estrella52, precariedad laboral, temporalidad laboral, talento visual, etc.53. 4.3.5. La nominación El constructo que hemos ido formando desde que percibiéramos la aísthesis o intuición inédita o sensación, es un elemento cognoscitivo puramente individual. Éste ha sido seleccionado, acotado y delimitado en cuanto a su designación, atribuido verdad, definido como ser perteneciente a una u otra clase o esencia y relacionado con otra u otras significaciones anteriores o tradicionales. El constructo así formado necesita una especie de contenedor en el que pueda ser guardado en la conciencia del sujeto y con el que pueda ser expuesto a los demás. Y en esta operación cognoscitiva entra de lleno lo histórico, es decir, lo común en el hablar, decir y conocer dentro de una comunidad de hablantes. La nominación consiste en dar nombre al constructo que se maneja hasta el momento. El nombre que el sujeto selecciona puede ser una palabra o expresión de la lengua histórica, de cualquier tipo de naturaleza gramatical y léxica, o puede ser una expresión inventada por el propio sujeto cognoscente, entendiendo por «inventada» una combinación nueva formada con elementos tradicionales, del tipo que éstos sean. La operación intelectiva de la nominación tiene una doble función. Por un lado, sirve para guardar el constructo cognoscitivo en la conciencia del propio sujeto cognoscente y, por otro, sirve para ofrecerlo a los demás. Por la primera función el constructo cognoscitivo deviene en un —————— 52 Una estrella nunca puede ser nueva. Sabemos que existen de siempre y cuya edad hay que medirla en millones de años. Sin embargo, en contra del conocimiento de las cosas, la interpretamos en un sentido dado. 53 Para estos ejemplos, cfr. Martínez del Castillo 2004, 111-122. [109]

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medio de relación del hombre con su circunstancia, con la que coexiste. De esta manera, por medio de la nominación el hombre pone orden en lo que le rodea, crea el «kosmos»54, crea las cosas, que de por sí no existen. Por la segunda, el constructo cognoscitivo deviene en social y puede hacerse común, es decir, histórico. El constructo cognoscitivo, acto del conocer transformado en acto del decir y del hablar, una vez nominado, se ofrece a los demás, quienes lo interpretarán, lo evaluarán, lo aceptarán o lo rechazarán. El acto del conocer, así, se convierte en elemento de intercambio entre el yo y el tú, con lo que tanto el acto del conocer como el sujeto mismo devienen en históricos: el sujeto como sujeto histórico, sujeto que crea para los demás, y el objeto conocido, si es aceptado, como objeto histórico. Es decir, por la nominación el ser humano se convierte en histórico, en ser que es con otros, en ser que participa con otros dentro del mismo grado de historicidad o lengua (Coseriu, 1988, 43 y 71; 1982, 308). Y esto es por la alteridad del hombre, la condición del ser humano de ser con otros (Coseriu, 1985, 206). La nominación con su doble función señalada nos lleva al problema central de la lingüística: explicar cómo a unos sonidos arbitrarios sin conexión ni con las cosas ni con el pensamiento corresponde un significado, un contenido de conciencia55. La elección de las palabras para nominar un constructo semántico es una operación enteramente libre. El hablante elige o bien de la tradición en la técnica del hablar, o bien se inventa las palabras de alguna manera. En cualquier caso, la nominación manifiesta la intención significativa del hablante56. —————— 54 Recordemos que «kosmos», en griego, significa orden; de ahí, mundo. 55 «El hecho central de la actividad lingüística [...] consiste en la facultad eminentemente espiritual de establecer un nexo funcional entre un significante y un significado» (Coseriu, 1986, 58-59). 56 Para mayor información, cfr. Martínez del Castillo, 2004, 122-142. [110]

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4.3.6. La determinación La última operación intelectiva que podemos ver en el acto del conocer, hablar y decir es la determinación. Consiste ésta en orientar el constructo creado hacia las cosas. Hasta ahora, según hemos visto, el constructo cognoscitivo se forma seleccionando algo de, o aquello que, aprehendemos, delimitándolo y acotándolo de alguna manera, atribuyéndole realidad, creando una clase o esencia, aplicándosela al mismo y dándole una etiqueta con que guardarlo y conservarlo en nuestra conciencia. El constructo creado, que hemos transformado de sensible en abstracto, lo hemos hecho objetivo y social: ahora es un constructo semántico que designa, no cosas, sino esencias («categorías»). Gracias a estas esencias, hechas sociales porque son comunes dentro de una comunidad lingüística o histórica, los hablantes pueden entenderse entre sí. Si bien el propio acto del concebir o aprehender, por un lado, y el acto de entender, por otro, son actos individuales por definición, el intercambio de ellos entre los hablantes es posible, pero con una limitación que encontramos hasta ahora: hablamos en esencias, hablamos siempre en abstracto, aplicamos esencias que hemos creado internamente a aquello que aprehendemos. Lo que aprehendemos, por un lado, aquello que decimos, por otro, y lo que referimos, por otro, son objetos distintos, de distinta naturaleza e incompatibles entre sí. Como consecuencia, todo acto del conocer y del entender es un acto creativo, porque, a) las esencias no existen: nos las hemos inventado; b) lo que aprehendemos es de distinta naturaleza que las esencias, y c) aplicamos las esencias al continuum informe de lo sensible. Tenemos que vérnoslas con dos cosas: por un lado, las esencias (los conceptos, las categorías) y, por otro, con el [111]

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continuum de la realidad, al que, por medio de lo que aprehendemos, aplicamos lo que hemos creado como esencias. Los conceptos o esencias son abstractos, lo que percibimos es siempre concreto. Y aquí está todo el misterio del conocer: en transformar lo sensible y concreto en abstracto y en volverlo, de nuevo, a concreto. Entre el hablante o dicente y el oyente tenemos dos procesos en parte distintos. El hablante procede desde una sensación o aísthesis y crea un contenido de conciencia a través de los medios históricos vigentes en una comunidad de hablantes. El oyente, por el contrario, parte de unos medios históricos como aprehensión primera y los descompone provocando en sí una aísthesis y creando con ella un contenido de conciencia. Son dos procesos parecidos, pero ambos llegan a lo mismo: al contenido de conciencia. El puente de unión entre el hablante y el oyente, así, es lo abstracto, lo esencial, lo que se aplica virtualmente a muchos ejemplares posibles u objetos creados, pero que, en toda su extensión, no se aplica de nada real. El hablar, así, vale para todo. Es potencial y virtual y no llega a aplicarse de las cosas reales57. El pensar, de esta manera, se revela como cosa distinta del hablar y del propio decir. El pensar crea objetos en el mundo que concibe, objetos mentales, que son instrumentos para manejar lo que hay en el mundo real, pero que no son objetos reales. El pensar crea esencias («categorías»), etiquetas, que valen dentro de un orden, de un cosmos, de un mundo, que no es, precisamente, el mundo de lo real, sino un mundo fantástico que se manifiesta doblemente: en el pensar común o lengua, por un lado, y en el pensar individual, único pensar que realmente existe. El problema se presenta cuando el sujeto cognoscente quiere decir, es decir, cuando quiere salir de ese mundo interior y cuando necesita relacionarse con lo otro (cuando —————— 57 El hablar, como decir, es lengua y, como dice Coseriu (1982, 290), «la lengua es a-circunstancial». [112]

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necesita ordenar aquello que le rodea). El hombre, sujeto cognoscente, necesita orientar las esencias con las que conoce hacia los objetos de la vida real, hacia lo que le atormenta físicamente o le impide o le favorece su vivir en este mundo. Para ello, cuenta con una serie de operaciones intelectivas y cognoscitivas, que se manifiestan muy claramente en la lengua y que constituyen la operación intelectiva de la determinación. La determinación, como todo lo lingüístico y propio del pensar humano, no se realiza de forma unívoca. En las lenguas tenemos una serie de elementos cuya razón de ser es la ejecución de esta operación: son los determinantes, elementos de muy diversa naturaleza dentro de una misma lengua, y elementos que no se dan en todas las lenguas como tal recurso. En cualquier modo, los determinantes no son más que medios para realizar esta función. El contexto y los ademanes y la propia singularidad del acto lingüístico son los medios que definen los conceptos, las esencias, las categorías, en un sentido preciso, individual, concreto, determinado, contextual. Así, un concepto dado, una categoría dada, podrá aplicarse a lo que el hablante esté dispuesto a aplicar, esté dispuesto a determinar en un contexto preciso. El concepto o categoría de «madre», ejemplo de Lakoff (1990, 7476), podrá aplicarse a este o aquel caso, a esta o aquella situación, sin necesidad de decir si se trata de un modelo o de otro, sin necesidad de suponer efectos prototípicos, sin necesidad de concebirlo como un modelo prototípico o periférico, y sin necesidad de ver en un ejemplo una propiedad más central que en el otro. El constructo semántico que realmente existe, el que se da en el acto lingüístico, es individual y textual por definición, es el significado real o sentido. Las demás consideraciones pertenecen al análisis lingüístico y son, también por definición, abstractas. Es necesario que haya definiciones de los conceptos, es decir, de las categorías, sí, pero en los diccionarios y éstos no son más que medios lingüísticos puestos por los lingüistas para uso de algunos hablantes. Los hablantes, con diccionario o sin diccionario, van a seguir hablando, diciendo y concibiendo [113]

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la realidad de forma siempre libre e individual, concibiéndola en el sentido que se propongan en cada momento. 4.4. EL CONOCER Y EL PENSAMIENTO En definitiva, para saber qué es el conocimiento, qué es el pensamiento y qué es la razón que dice Lakoff, tenemos que partir del ser humano. El conocimiento, el pensar o pensamiento, y la razón no son más que la actividad que desarrolla el ser humano en su lucha contra la circunstancia para sobrevivir en este mundo. No vamos a saber qué es el ser humano, qué es lo que nos hace humanos partiendo del pensamiento; al revés: sabremos lo que es el pensar, el conocer y el razonar o razón, si partimos del ser humano. Estos actos son siempre manifestación del sujeto que los ejecuta. No son nada en sí, son, se dan y existen en términos del ser humano. 4.4.1. La realidad radical El estudio y toma de posición en torno a lo que es el ser humano es el único punto de partida. Si sabemos lo que es el ser humano llegaremos a saber qué es y qué naturaleza tiene lo que el ser humano ejecuta. El ser humano es un ser libre e histórico. Por consiguiente, el pensamiento será igualmente libre e histórico. Libre es decir, absoluto, es decir, creativo, es decir, imaginativo. Y a la vez, histórico, es decir, limitado, perteneciente a una comunidad de hablantes en la que es utilizado como común, siendo en sí mismo contingente. 4.4.2. La función del cuerpo en el pensamiento El cuerpo humano como tal no determina en ningún sentido el conocer humano. Al revés: el conocimiento comienza en el cuerpo y desde el cuerpo. Es el cuerpo, los sentidos, los que dan lugar al conocimiento, tanto si el conocimiento se da [114]

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a partir de una percepción de los sentidos —el conocimiento de lo concreto para llegar a lo real— como si es fruto de una creación pura, cual es el caso de la teoría o la poesía. En ambos casos se basa en la intuición, en el tener presente un algo que es la realidad misma o lo que el sujeto «invente». El conocimiento, el pensamiento, por consiguiente, es siempre imaginativo, es decir, es fruto de la imaginación creadora. No hay nunca un pensamiento que sea más imaginativo que otro. Lo que, a veces, se suele clasificar como imaginativo en la lingüística cognitiva, es tan imaginativo como cualquier otra cosa, ya que todos los pensamientos son fruto de la creación humana. No hay en ellos nada natural. 4.4.3. Dos clases de pensamientos o formas del conocer En términos del análisis del pensamiento, éste puede ser o bien creación pura, creación que siempre es individual, o bien creación formada sobre los elementos del pensar en común. Es decir, el pensamiento, que es siempre creativo, se manifiesta en lo común, en lo histórico, en la forma como se piensa o se ha pensado en una comunidad de hablantes. Y este hecho, no tiene nada que ver con la «psicología» o la forma de ser «natural» de los humanos. Los hablantes de una comunidad utilizan una forma de decir, como por ejemplo, I’m feeling up today, that boosted my spirits, y no quiere decir que haya una base física para decirlo, ni que tengan una base en nuestra experiencia física o cultural (Lakoff y Johnson, 1980, 14), sino que lo dicen así, porque esa es la forma normal, es decir, usual, común o histórica, de referirse a esos hechos en la comunidad histórica del inglés. El hablar es hablar como otros, hablar como se habla en esta o aquella comunidad de hablantes58. Y cuan—————— 58 «En el hablar de cada individuo, la «lengua» es el hablar como otros, mejor dicho, es este mismo cómo, que es siempre un cómo históricamente determinado y determinable» (Coseriu, 1988, 48). [115]

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do se habla es porque se ha concebido una realidad de una forma dada y, por consiguiente, se tiene algo que decir. 4.4.4. El pensamiento es actividad El pensamiento no es algo que se pueda concebir como corpóreo o como no corpóreo. El pensamiento es la acción vital del sujeto que reacciona ante lo que le condiciona en este mundo. Es pura y laboriosa actividad en un intento del sujeto por sobrevivir en el mundo en el que le ha tocado vivir. El pensamiento nunca puede ser corpóreo, ya que precisamente es la superación de lo que viene al hombre de sus sentidos, de su cuerpo. El pensamiento es la transformación de lo sensible en abstracto y la conversión de lo abstracto en contenido de conciencia. El pensamiento es algo que creamos en nosotros mismos y que guardamos en nuestra conciencia, para valernos de él en nuestro trato con lo «otro», lo que nos rodea. 4.4.5. El concepto de verdad El conocer, efectivamente, no es un reflejo de la realidad, ni el pensamiento tiene que corresponderse con la realidad. De aquí que el concepto de verdad no se haya de plantear en términos de lo real, sino en términos de lo que se tiene en la conciencia59. Verdad es lo que uno fabrica so—————— 59 Este asunto es un tema capital en la lingüística cognitiva. Lakoff, pensador realista que introduce un nuevo concepto de realismo, parte de la negación de lo que llama «objetivismo». Éste no es más que una versión del realismo metafísico de Hilary Putnam. Frente y en negación del «objetivismo», Lakoff propone el «experiencialismo», que consiste en aceptar el postulado positivista de la existencia del mundo real y crear una nueva «epistemología» sobre la base del conocimiento. De esta manera, Lakoff postula nuevas teorías sobre el significado, la verdad, la razón, el conocer, el entender, la objetividad y, como él mismo dice, «etcétera» (cfr. Lakoff, 1990, 265-266). Todo esto lo veremos más adelante. [116]

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bre las cosas: «[El hombre] ensaya figuras imaginarias de mundos y de su posible conducta en ellos. Entre ellas, una le parece idealmente más firme, y a eso llama verdad» (Ortega y Gasset, 1997, 39). Y la verdad no es más que la búsqueda que el hombre hace en el mundo, la búsqueda del ser para convertirlo en «cosas» de su «mundo»: «El hombre [...] está «arrojado» por el ser mismo a la verdad del ser, de tal manera que, ecsistiendo de tal modo, cuida la verdad del ser para que en la luz del ser aparezca el ente en cuanto el ente que lo es» (Heidegger, 1970, 27). La verdad es, así, manifestación de lo que hay en el interior del hombre que conoce, apóphansis, y su pensamiento, lógos, es lógos apofántico: «En el habla (ajpofavnsi~), si es genuina, debe sacarse lo que se habla de aquello de que se habla, de suerte que la comunicación por medio del habla hace en lo que dice patente así accesible al otro aquello de que habla» (Heidegger, 2002, 37). Por consiguiente, verdad es, «El «ser verdad» del lovgo~ como ajlhqevuein quiere decir: en el levgein como ajpovfaivnesqai, sacar de su ocultamiento al ente de que se habla y permitir verlo, descubrirlo, como no-oculto (ajlhqev~)» (Heidegger, 2002, 37). Veremos más adelante los modos de conocer y volveremos sobre el concepto de verdad (cfr. 5.2.8.7). 4.4.6. Planteamiento a priori Este planteamiento que acabo de hacer, como se verá, es un planteamiento a priori, es decir, analítico, es decir, un planteamiento que parte de una realidad superior, la realidad radical 60, de la que se extraen todas las conclusiones posibles. La verdad de las conclusiones está, pues, fundada en la verdad de la realidad radical. Este método —————— 60 Cfr. nota 7. [117]

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a priori, es una cosa muy distinta de lo que dice Lakoff. Para Lakoff, a priori significa infundado científicamente o, lo que es lo mismo, fundado en creencias populares. Más aún: se puede decir, que Lakoff no sabe lo que es el método a priori. Para Lakoff, el único método posible es el método empírico61, considerando al método a priori como una mera especulación filosófica que parte de ideas preconcebidas (cfr. 1990, 6); identifica el método a priori como basado en dos cosas: primero, en lo común entre la gente, es decir, en las creencias aceptadas que no se justifican; y segundo, en la definición, por ejemplo, de las categorías, en los rasgos que los miembros de las mismas como particulares tienen en común (Lakoff, 1990, 10). Para Lakoff, el método a priori es rígido e incompatible con los estudios empíricos, de tal manera que coarta y «ahoga» la libre interpretación de los hechos empíricos (Lakoff, 1990, 11). El primer aspecto es totalmente falso. El método a priori es el método de la deducción, del análisis a base de principios universales o realidades fundadas superiores, principios o realidades que se han de fundamentar y que no admiten supuesto alguno, del tipo que sea. Es el método propio de la filosofía y ésta consiste precisamente en luchar contra las creencias (cfr. Ortega y Gasset, 1997). El segundo aspecto no es, ni mucho menos, un rasgo del método analítico, sino del método empírico. Buscar los rasgos que tienen en común los particulares supone aceptar unos principios anteriores que nos digan cuáles son esos rasgos que buscamos. Buscar los rasgos comunes es propio de la inducción, es decir, del método empírico o a posteriori. Si hablamos de una característica de una categoría, por ejemplo, y decimos que esa característica es común en los —————— 61 Lakoff no suele referirse nunca al método empírico como método a posteriori. En este sentido yo esquivo, en la mediada de lo posible, también tal expresión, aunque es la expresión que propiamente se opone a a priori. [118]

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particulares en los que se da, esa característica no puede deducirse de nada de esa categoría, sino inducirse. Es decir, lo común no puede estudiarse jamás a priori, no puede jamás deducirse. Si una característica que llamamos común se dedujera del concepto o categoría del que se aplica, ya no sería común, sino parte de su esencia y, por tanto, sería universal y entonces sí que sería objeto de estudio a priori. Y qué duda cabe que lo universal no es común, ni viceversa. Lo universal se deduce de un concepto superior, porque tiene que ver con la esencia de ese concepto. Por eso es universal, porque se aplica necesariamente de todos los particulares —que no miembros— en los que se aplica ese concepto —llámese categoría, o como se quiera—. Lo común no es más que una constatación de algo externo a aquello de lo que se predica. Y la única forma de estudiar lo común es empíricamente, a posteriori, no a priori. La deducción es la operación típicamente a priori, es decir, racional o analítica. La inducción la operación típicamente a posteriori, es decir, empírica. Si, como acabo de decir, Lakoff confunde la inducción y la deducción como formas de conocer, confunde, también, los modos del conocer. Se conoce lo mismo a priori que a posteriori, ambos modos del conocer científico, y se conoce también de forma primaria. Es decir, hay «universos de conocimiento», en el que los objetos conocidos son distintos y entre los que no cabe comparación alguna. Veremos esto en 5.2.8.8. Y el tercer aspecto que he señalado de Lakoff respecto al método a priori, no tiene nada en absoluto que ver con «the empirical study of the mind». Transcribo sus palabras: «It only means that rigor and precision must be characterized in another way —a way that does not stifle the empirical study of the mind» (Lakoff, 1990, 11). Si el estudio es «empirical» no es a priori, sino a posteriori. Pero estas palabras traslucen algo más, sobre lo que no voy a insistir, a saber: que si bien Lakoff sigue el método empírico —y no me atrevo a decir a posteriori—, no tiene idea clara de en qué consiste la experimentación, ni en [119]

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los estudios de la mente ni en cualquier otro tipo de objeto de estudio. La labor empírica, para que sea empírica parte siempre de unos supuestos, supuestos que no se discuten, por las razones que sea. Tras esos supuestos se busca lo que se puede realizar de los mismos en las cosas o particulares. Si se busca algo, de antemano se sabe lo que se busca. No se busca por buscar, sino que se busca guiados por un fin y ese fin es lo que está contenido en el supuesto62. Por otro lado, el rigor y la precisión de una disciplina tienen que ver, no con la disciplina misma —que es una cosa que se ha de dar necesariamente en la misma— ni con el objeto, que es la realidad externa al estudio, sino con el estudio que se hace del objeto seleccionado, es decir, con la teoría. Nunca puede haber interferencia entre la disciplina, la teoría y el objeto. Si la teoría o la disciplina «ahoga» al estudio empírico es que éste o aquellas están mal planteados. El rigor y la precisión de ese mal planteamiento no tienen que variarse en absoluto, son algo que tiene que ver, con la teoría o con el investigador. El rigor y la precisión no pueden ser más que rigurosos, exactos, precisos. No podemos en esto separar —como si dijéramos— la «epistemología» de los supuestos de los que parte la teoría63. El concepto de a priori no es uno de los conceptos bien asimilados por Lakoff ni siquiera con el paso de los años. Lakoff y Johnson, en su epílogo de 2003, añadido a su obra común de 1980, al describir las cuatro falacias persistentes respecto a la recta concepción de la metáfora, dicen: —————— 62 De la física, la ciencia empírica por excelencia y modelo de exactitud, dice Ortega y Gasset (1996, 69): «La física es [...] un saber a priori, confirmado por un saber a posteriori». Cfr. también las palabras, que cito en el capítulo 8, del mismo autor definiendo una ciencia, Ortega y Gasset, 1983, 73. 63 Ya veremos en el capítulo 5 que la aportación de Lakoff consiste en separar la «epistemología» de los fundamentos en los que se basa precisamente su teoría, cosa que es una contradicción, que es la misma que se da aquí. [120]

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The first fallacy is that metaphor is a matter of words, not concepts. The second is that metaphor is based on similarity. The third is that all concepts are literal and that none can be metaphorical. The fourth is that rational thought is in no way shaped by the nature of our brains and bodies (Lakoff y Johnson, 1980, 244).

Pues, bien, en la página siguiente dicen refiriéndose a las afirmaciones referidas en la cita transcrita: «These ageold a priori philosophical views are so deeply engrained that...» ¿Puede alguien decirme en donde está el razonamiento a priori en esas afirmaciones? Es evidente que dicho concepto es empleado por estos autores de una forma un tanto descuidada, sin preguntarse qué es a priori ni qué valor tiene. Pero como acabamos de ver, el no saber lo que es el método a priori no les lleva a tener una recta concepción de lo que es el método contrario, el método experimental o a posteriori. Y es el método a priori el único que nos puede dar una explicación satisfactoria de lo que es el conocimiento y la actividad cognoscitiva, la mente, ya que no son más que actividades de una realidad superior, el ser humano que habla, dice y conoce. Veamos lo que en la tradición filosófica se piensa sobre el método deductivo o analítico o a priori: Hay [...] una sola ciencia, única e integral. Téngase presente que para Descartes, como para Aristóteles y para nosotros en este estudio, «ciencia» es exclusivamente la teoría o teorías deductivas. Según esto todas las teorías deductivas forman un cuerpo continuo, se derivan las unas de las otras o mutuamente se implican y los nombres de las distintas disciplinas designan nuevamente miembros de un unitario organismo (Ortega y Gasset, 1992, 231).

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CAPÍTULO 5

Desarrollo de la lingüística cognitiva 5.1. ARGUMENTACIÓN TEÓRICA El hilo conductor teórico de la llamada lingüística cognitiva en Lakoff, 1990 (1987) es el siguiente. Se parte del supuesto de la concepción del pensamiento como corpóreo, como hemos visto. Basados en este supuesto y con vistas a probar su verdad, se vuelve la mirada hacia la categorización. Ésta se resuelve en un nuevo concepto de categoría. El hecho de que las categorías sean lingüísticas, lleva a Lakoff a formular la «hipótesis» de trabajo siguiente: «language does make use of general cognitive mechanisms, at least categorization mechanisms» (Lakoff, 1990, 58). La hipótesis resulta ser cierta por comprobación empírica y hace concebir todo el entramado teórico en términos de los llamados «cognitive models» de distinta naturaleza, entre los que tenemos modelos proposicionales, modelos metafóricos, modelos metonímicos y los que llama esquemático-imagísticos (image-schematic). Este modelo de base cognoscitiva, «cognitiva» como suelen decir los cognitivistas en español, tiene implicaciones filosóficas nuevas, que se resuelven en un nuevo con[123]

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cepto de realismo, el llamado experiencialismo. Y éste lleva a una nueva semántica64. El experiencialismo es una reformulación del nuevo realismo de Hilary Putnam. Lakoff parte de las críticas de éste a lo que llama realismo metafísico, que no es más que una crítica a lo que en Europa se conoce como positivismo. Putnam contrapone dos perspectivas, la llamada perspectiva externa o externalista y la contraria, perspectiva interna o internalista. Lakoff acepta el planteamiento de Putnam, pero cambia los nombres: al realismo metafísico Lakoff llama objetivismo y a su negación, que incorpora la perspectiva interna, llama experiencialismo. No obstante esta aceptación del planteamiento anterior, Lakoff cambia de foco de interés en el problema de la concepción del mundo: en vez de poner el énfasis en el mundo exterior, en la realidad o mundo, en las cosas, lo pone en la forma como se conciben las cosas; o dicho como Lakoff prefiere: el foco de interés está en la epistemología (1990, 260). Las cosas del mundo son objetos que existen de por sí y tienen una naturaleza dada (Lakoff, 1990, 265). Ahora bien, no existe una única forma de llegar a conocer el mundo, sino que there can be more than one scientifically correct way of understanding reality in terms of conceptual schemes with different objects and categories of objects. The scientific community can have standards of objectivity and correctness [...], according to which it is possible for theories with very different divisions into objects and categories of objects can be correct relative to community standards (Lakoff, 1990, 265).

Son, pues, los esquemas conceptuales los que pueden cambiar la concepción de las cosas. Estos esquemas con—————— 64 El libro de Lakoff está enclavado dentro de la lingüística (cfr., por ejemplo, Lakoff, 1990, 157). Lakoff pone el énfasis en el lenguaje siempre subordinado a lo que es la mente. Se vale del lenguaje por el principio enunciado en la cita de arriba, siendo este principio «one of the principal claims of this book» (Lakoff, 1990, 58). [124]

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ceptuales harán que las cosas se conciban de forma distinta, siendo en sí mismas algo objetivo que se da en la naturaleza. Así, pues, el esquema propuesto por Lakoff no se diferencia gran cosa de lo propuesto por Putnam, aunque el énfasis puesto por Lakoff no sea sobre la realidad, sino sobre cómo conocer la realidad. De esta manera, ya no interesarán las cosas, sino las categorías de las cosas. Esta concepción llevará consigo nuevos conceptos de significado, verdad, conocimiento, entendimiento y razón (Lakoff, 1990, 265). Las cosas y la realidad de las mismas son la referencia sobre las que se va a crear una nueva epistemología. A esta concepción Lakoff llama realismo experiencial (Lakoff, 1990, 265). Pero hay un elemento en la exposición del que Lakoff pasa de largo: es la relativización que efectúa de las categorías de los objetos respecto a lo que llama «community standards». Relacionaremos esto con el valor de lo cultural en la lingüística cognitiva (cfr. 5.2.8.5) y con el uso lingüístico en la misma (cfr. 5.2.8.6) Este es el esquema teórico ordenado en el sentido expuesto, pero en su génesis ha sido de otra manera. Según podemos comprobar por el orden de aparición de las obras fundamentales que componen la lingüística cognitiva, tenemos que primero se concibió la metáfora. De este concepto se dedujo que el lenguaje era imaginativo. De éste se concibió el pensamiento como corpóreo, la conceptualización, y el experiencialismo. Y en efecto, el orden de aparición de las monografías sobre cada uno de los aspectos señalados es el siguiente: 1980 Metaphors We Live By de Lakoff y Johnson, sobre la metáfora; 1987 Women, Fire, and Dangerous Things de Lakoff, sobre la lingüística cognitiva; 1987 The Body in the Mind de Johnson, sobre la «corporeización» de la mente; y 1999 Philosophy in the Flesh de Lakoff y Johnson, libro que propone una filosofía sobre tres de los supuestos ya expuestos en los libros anteriores, a saber: el pensamiento corpóreo, el pensamiento inconsciente y los conceptos abstractos de base metafórica (cfr. 6.16). [125]

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5.2. COMENTARIO A LA ARGUMENTACIÓN COGNITIVISTA

5.2.1. El pensamiento corpóreo Hemos visto anteriormente que el punto de partida de la teoría de Lakoff es el pensamiento corpóreo (cfr. capítulo 3). Este concepto no es un concepto inicial ni fundamental. Para concebir y comprender dicho concepto tenemos que saber o dar por supuestos otros conceptos. El pensamiento no es algo objetivo. No tiene existencia concreta. No existe en sí mismo. El pensamiento se da en otro concepto, que es el de ser humano, cuando menos. Y podemos decir rotundamente que el pensamiento no existe, sino que lo que existe son los seres humanos que piensan. Si no hubiera seres humanos no existiría ningún tipo de pensamiento. El pensamiento sólo se puede concebir de forma abstracta, es decir, «extrayéndolo» de donde se da. Es una mera actividad. Una actividad o se hace por voluntad de alguien capaz hacerla o no se da de ninguna manera. Por consiguiente, cuando menos, separar el pensamiento de los seres en los que se da, es una entelequia. El pensamiento en sí y por sí hace alusión a, depende ontológicamente de, refiere en su ser algo a, los seres humanos. Por consiguiente, el pensamiento no es más que una realidad abstracta, es decir, extraída de donde se da. Veremos el pensamiento corpóreo y el valor de lo biológico, más adelante, cfr. 5.2.7 y 5.2.8.4. 5.2.2. El realismo experiencial El realismo y el positivismo, efectivamente, son posiciones filosóficas. Lakoff, sin embargo no llega a superar a ninguno de los dos. Acepta el mundo como es («the world is the way it is» Lakoff, 1990, 265). Lakoff parte del realismo interno y lo desarrolla meramente en su epistemolo[126]

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gía, no en su contenido. Para Lakoff, dos son las verdades supremas: por un lado, el pensamiento corpóreo con todo lo que esto implica y, por otro, la realidad del mundo. La conjunción de ambas es el realismo experiencial (Lakoff, 1990, 265). La aceptación por Lakoff de los principios del realismo es total. Veamos: «All this must be done while maintaining basic realism, that is, while acknowledging (a) the reality of a world existing independent of human beings, (b) constraints on our conceptual systems due to the nature of that reality, [...] (d) a commitment to objectivity [etc.]» (Lakoff, 1990, 266). Sin embargo, la teoría de Lakoff no se desarrolla como realismo, sino que consiste en un realismo básico que deriva en una epistemología de signo totalmente contrario. La teoría de Lakoff no consiste más que en una actitud epistemológica y su contribución consiste precisamente en desarrollar una epistemología. Ésta defiende la conveniencia de atenerse a la realidad fáctica, por un lado, introduciendo una nueva clase de pensamiento, por otro. La lingüística cognitiva, y me atrevería a decir que el cognitivismo todo, no es pues, una teoría nueva. Es una modificación del realismo, o dicho de otra forma: una epistemología sobre el realismo más radical. Nunca se plantea cambiar la forma de concebir la realidad en ningún sentido, sino la forma de adaptar nuestra forma de concebir la realidad de tal forma que lo real, por un lado, quede intacto y, por otro, «nosotros» podamos concebirlo sin los inconvenientes del realismo. Sólo hay que cambiar la realización del pensamiento, es decir, las categorías, el significado o el concepto de verdad. Como concepción realista, el cognitivismo acepta como resuelto el problema del conocimiento: cómo llegamos a conocer las cosas, es un asunto que se resuelve aceptando las cosas en sí mismas y adoptando, a su vez y en contra de lo anterior, una «epistemología» (que veremos más abajo, 5.2.6 y 5.2.7). Frente al problema de si existen o no las cosas, el realismo ya que de antemano o [127]

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por principio, es decir, como supuesto del cual parte, nos resuelve el problema, ya que el realismo, para Lakoff, es un principio que ni se discute. Esto implica que lo que son o puedan ser las cosas, constituyen creencias de los investigadores o, por lo menos, implica la aceptación por parte de los mismos de la concepción popular sobre las cosas, concepción que tiene su manifestación más palpable en las lenguas. Por ejemplo, Lakoff acepta como cierta y ejemplar la forma como los hablantes del dyirbal «categorizan»65, es decir, la forma como los miembros de una comunidad histórica dada conciben la realidad de las cosas que les rodean. Pero es de señalar que esta forma de concebir la realidad por los hablantes dyirbal no es una cosmogonía, sino la realidad de las cosas según se manifiesta en su lengua. Y en esto Lakoff, no los hablantes del dyirbal, mezcla lo lingüístico, con lo conceptual, y con lo real. No se pregunta si dentro del mundo de los hablantes del dyirbal una cosa es la lengua que utilizan, otra es la concepción de las cosas que han creado sobre la realidad y el mundo y otra las cosas del mundo. Tampoco se pregunta si, por el hecho de que los hablantes de otras comunidades lingüísticas «categoricen» lingüísticamente de forma distinta a como él mismo, como miembro de otra comunidad lingüística, categoriza, conciben o no las cosas también de forma distinta y por qué. Lakoff identifica las cosas que constituyen el mundo de los dyirbal, en donde habrá —qué duda cabe— categorías, con las categorías lingüísticas del dyirbal y las compara implícitamente con lo que él cree que son las cosas del mundo. Y son tres cosas distintas. Por otro lado, da por hecho de que las cosas son las mismas para todos los seres humanos, independientemente de sus lenguas e independientemente del propio conocer. Y de esta última verdad, saldría garante el realismo. Ahora bien, como a La—————— 65 Este hecho, descrito por R. M. W. Dixon, 1982, es interpretado por Lakoff en el sentido señalado. [128]

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koff, que pertenece a otra comunidad histórica, le llama la atención esa nueva forma de concebir las cosas o «categorizar» lingüísticamente, identifica esa forma lingüística de «categorizar» con la forma de categorizar las cosas del mundo, y la compara con lo que son las cosas del mundo real, no sólo de los hablantes del dyirbal, sino del género humano. Por el hecho de que lingüísticamente los hablantes del dyirbal introduzcan en una misma categoría lingüística, las mujeres, el fuego y las cosas peligrosas, no quiere decir que esos mismos hablantes del dyirbal consideren a esos tres objetos semánticos de la misma naturaleza, ni siquiera conceptual, ni mucho menos que las cosas del mundo real que designan esas expresiones, sean iguales para los dyirbal en relación a los demás hablantes. En cuanto que las cosas sean las mismas para todos los hablantes, Lakoff sigue a Whorf. Para Whorf, la realidad es siempre la misma y la mente humana es también la misma: son las lenguas las que cambian la forma de concebir la realidad, llegando, incluso, a establecer la realidad como el tertium comparationis para analizar las lenguas y el pensamiento (cfr. Whorf, 1956, 207-219; Whorf & Trager, 1996, 259; Martínez del Castillo, 2001, 177-179). 5.2.3. Realismo que radica en el positivismo Por otro lado, el cognitivismo tiene grandes rasgos de positivismo. Con esta actitud filosófica el cognitivismo comparte la de considerar que todas las actividades filosóficas y científicas deben efectuarse sólo en el marco del análisis de los hechos reales verificados por la experiencia. Y esta es la práctica de la lingüística cognitiva. La lingüística cognitiva estudia la lengua en cuanto que hace uso de los mecanismos cognitivos. Una vez establecidos los mecanismos cognitivos trata de verificarlos en la experiencia. Con este proceder, los cognitivistas no se dan cuenta de que esos mecanismos cognitivos o mecanismos de la con[129]

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ceptuación son «hechos» creados por ellos mismos epistemológicamente hablando. No son hechos en sí mismos, no son datos de referencia, no son nada objetivo, sino algo creado por la teoría cognitiva para analizar una realidad más compleja de lo que de antemano ellos mismos conciben. Es decir, los cognitivistas nunca se han planteado cómo ni por qué existen dichos mecanismos o modelos cognitivos, como tampoco se han preguntado cómo ni por qué existen las cosas, que vimos en el apartado anterior. No obstante, quieren experimentarlos, buscarlos mediante la comprobación empírica. En este sentido, el cognitivismo, como el positivismo, por un lado, y como el realismo, por otro, llegan a caer en un idealismo propio. Una vez creada su teoría van a buscarla en la realidad, cosa que es totalmente legítima. Ahora bien, lo que es totalmente ilegítimo es tres cosas: — primero, no haberse planteado un problema al que dé solución la teoría que proponen; — segundo, partir del realismo y pretender experimentar lo que ellos mismos crean como propio de la teoría; — y tercero, no justificar de ninguna manera la existencia o realidad de esos mecanismos cognitivos. Y no vale decir «evidence suggests a very different view, not only of categories, but of human reason in general» (Lakoff, 1990, xiv) o «Categorization has moved from the background to center stage because of empirical studies in a wide range of disciplines» (Lakoff, 1990, 7). La evidencia empírica o comprobación empírica o los estudios empíricos son tales en cuanto que responden a la teoría. Es decir, para buscar un mecanismo cognitivo concebimos previamente dicho mecanismo cognitivo de la forma que me dice la teoría, como algo que existe y que se da en sí mismo. Los estudios empíricos no consisten más que en comprobar que existen, cosa que ya me lo ha dicho de antemano la teoría. Ahora bien, la teoría no me dice lo que [130]

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es ese mecanismo cognitivo que busco. Ese mecanismo cognitivo que yo llego a encontrar, no es más que aquello que he concebido sobre el mismo antes de empezar a buscarlo. Si la lingüística cognitiva en realidad busca los mecanismos cognitivos, tiene que justificar en primer lugar qué son y por qué se dan dichos mecanismos. La evidencia empírica sólo puede probar lo que previamente ha sido construido en la teoría. 5.2.4. Realismo basado en la experiencia e imaginación Tampoco vale decir que el pensamiento es imaginativo y buscar expresiones imaginativas: Thought is imaginative, in that those concepts which are not directly grounded in experience employ metaphor, metonymy, and mental imagery —all of which go beyond the literal mirroring, or representation, of external reality. It is this imaginative capacity that allows for «abstract» thought and takes the mind beyond what we can see and feel. The imaginative capacity is also embodied —indirectly— since the metaphors, metonymies, and images are based on experience, often bodily experience. Thought is also imaginative in a less obvious way: every time we categorize something in a way that does not mirror nature, we are using general human imaginative capacities (Lakoff, 1990, xiv).

Efectivamente, el pensamiento, y el lenguaje, como creación humana que es, es pura imaginación. Si no fuera por nuestra imaginación no llegaríamos a conocer de forma humana, es decir, de forma abstracta y sin justificación en las cosas. Conoceríamos como los animales, es decir, sólo concretamente66. Nuestro pensamiento es esencial y —————— 66 Ya hemos visto que esta forma de conocer se da también en los seres humanos, cfr. capítulo 4, especialmente 4.2. [131]

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radicalmente imaginativo y, por consiguiente, abstracto. No hay, en principio, una expresión o un conocimiento que sea más imaginativo y abstracto que otro, ya que abstracto es un término absoluto, refiere una forma o modo de ser de las cosas. Todo conocer o conocimiento humano, todo significado, por consiguiente, tiene la misma naturaleza. Lo que en el estudio de los textos, es decir, producción ya hecha del lenguaje (y en el conocer implícito que éstos llevan consigo), ya sean orales o escritos, llamamos imaginativo, refiere un objeto semántico o mental no usual, no frecuente, una realidad a la que no estamos acostumbrados. Por ejemplo, cuando hoy decimos sirena no referimos un objeto que sea especialmente imaginativo. Es un significado tradicional. En la tradición occidental tal objeto semántico, que viene de muy lejos, es hoy una «cosa» más entre otras muchas, es decir, un objeto semántico que hemos recibido y, por tanto, nos es muy conocido. Ahora bien, sirena no es una cosa real, es un objeto semántico de ficción sin base real alguna. Fue un invento de alguien, fruto de su imaginación, que ha pasado a la tradición de las lenguas occidentales, tanto en lo que significa como en lo que refiere. Hoy es un objeto irreal de ficción no especialmente imaginativo por conocido. Pero como todo objeto conocido, o todo significado, en sí mismo, es fruto de la imaginación, es decir, un objeto inventado, que en este aspecto no se diferencia en nada de otros conceptos también inventados, fruto también de la imaginación, como árbol o piedra. 5.2.5. Objetivación de los conceptos Otro de los grandes rasgos positivistas que muestra el cognitivismo es su aceptación de los conceptos que emplea como realidades existentes en sí y por sí. Por ejemplo, la categorización. No sabemos ni definimos lo que ésta es, sólo hablamos de su importancia, pero la aceptamos como realidad existente y objetiva, que podemos comprobar empíri[132]

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camente. Para los cognitivistas son realidades existentes incluso las categorías. Aceptamos las categorías hasta el punto de querer constatarlas empíricamente, sin considerar que no son más que entes de razón, creaciones imaginativas, a veces oportunistas, de los hablantes, los lingüistas y los investigadores en general, fruto unas veces de creencias, de intuiciones individuales, siempre, de concepciones erróneas y descuidadas, otras, o de teorías bien fundadas, otras. En sí mismas no son absolutamente nada. Otro ejemplo, aún más llamativo, es la metáfora. No decimos qué relación guarda esta creación cognoscitiva, universal e histórica, con el conocer y, sin embargo, decimos que la metáfora es uno de los elementos que estructuran nuestra categorización en el nivel básico. Y no sólo es la metáfora uno de los elementos que estructuran nuestra experiencia: The studies of basic-level categorization suggest that our experience is preconceptually structured at that level. We have general capacities for dealing with partwhole structure in real world objects via gestalt perception, motor movement, and the formation of mental images. These impose a preconceptual structure of our experience (Lakoff, 1990, 269-270).

La propia experiencia es una realidad existente que hace nuestro conocer o cognición. Y podemos seguir: como vemos en este párrafo citado, también se da una preconceptuación anterior a la experiencia, y capacidades para estructurar la estructura parte-todo, etc. Todos estos conceptos no son más que eso, conceptos, creaciones de una teoría para explicar un problema. En el cognitivismo, no: son realidades existentes que muestran nuestro conocer e, incluso, nuestra forma de ser como humanos. Y no podemos abusar de tantas cosas previas. Si todo concepto tiene un preconcepto, y éste supone esas percepciones gestálticas e imágenes mentales, podemos hacer una serie infinita para explicar cosas tan cotidianas como las que a diario ejecutan los hablantes. [133]

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5.2.6. Epistemología cognitiva El realismo que hemos visto en los párrafos anteriores es la base de la teoría cognitiva, pero éste se completa con una «epistemología», una forma nueva de concebir todo lo que tiene que ver con el conocer, a saber: las categorías, el significado, la mente, la razón y la verdad. La epistemología cognitiva deriva del principio previamente aceptado del conocimiento corpóreo. El encaje de bolillos que realiza Lakoff, y aceptan los cognitivistas, consiste precisamente en unir dos cosas antitéticas: el supuesto del pensamiento corpóreo y el realismo, que se acepta sin discusión alguna. El efecto de esta doble actitud significa el desarrollo paralelo de dos teorías en sí mismas incompatibles. El realismo en sí mismo es una solución al problema del conocimiento, con lo que todo lo relativo a si conocemos o cómo conocemos es ya una cosa resuelta. Ahora bien, a Lakoff la solución dada por el realismo al problema del conocimiento le parece muy rígida y se inventa, para salvar este escollo, la epistemología «internalista». No es que el realismo no sea verdad, no es que el realismo se oponga al pensamiento, es que el pensamiento no corporal se hace inviable, para Lakoff, porque el concepto de categoría del realismo o categoría clásica no incluye todos los «miembros» de la categoría. La solución que propugna Lakoff no puede ser más sencilla: modifiquemos los conceptos de categoría, razón, significado, verdad y con ello el de filosofía, es decir, hagamos, como dice, una nueva «epistemología» (y una nueva filosofía, como veremos después, cfr. 6.16), y ya no habrá problema. Una categoría y el significado implícito a la misma tiene que adaptarse a todo lo que primariamente se considere un «miembro» de esa categoría. Si no se adapta es porque el concepto de categoría y significado no es el correcto. Es decir, que la realidad, el ser miembro o no de una categoría, es antes que el conocer: un miembro de una categoría es antes que la categoría misma. [134]

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Y esto es una pura y dura contradicción. Es contradicción respecto al realismo, al que abandona a la primera de cambio. Y es contradicción en cuanto epistemología, es decir en cuanto teoría del conocimiento. Si la realidad es antes que el conocer, no tiene sentido estudiar el conocer. Éste tendría que acomodarse a aquella. La lingüística cognitiva no es una teoría del conocimiento porque cambie los conceptos del conocer. Tampoco es una teoría del conocimiento porque se plantee un nuevo modo de conocer. Tampoco lo es porque justifique un nuevo modo de acceder a lo que constituye las cosas del mundo. Pretende ser «cognitiva» por la nueva epistemología que propugna; para ello contradice el realismo del que parte, tratando de suavizarlo, y se contradice como teoría del conocer. Fijémonos cómo justifica Lakoff el realismo y la epistemología que propone. Tanto el uno como la otra son aspectos de su propuesta. Completo a continuación la cita que he hecho dos epígrafes más arriba: All this must be done while maintaining basic realism, that is, while acknowledging (a) the reality of a world existing independent of human beings, (b) constraints on our conceptual systems due to the nature of that reality, (c) a conception of truth that goes beyond mere internal coherence, (d) a commitment to objectivity, and (e) an account of how scientific knowledge can be stable (Lakoff, 1990, 266).

Una epistemología tiene necesariamente que responder a los principios metodológicos de los que parte la teoría o ciencia que se propone. El realismo en sí mismo es ya una respuesta al problema de si conocemos y cómo conocemos la realidad. Es una toma de conciencia de que las cosas son como primariamente las concebimos. Y la epistemología que defiende la lingüística cognitiva pretende ser eso mismo: respuesta al problema del conocimiento, pero partiendo del realismo que ya es respuesta a lo mismo. Son, pues, dos soluciones contradictorias a un mismo problema, problema que, para mayor ironía, no ha llegado [135]

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a plantearse ni para aceptar el realismo, ni para proponer la epistemología. Por otro lado, si una epistemología acepta los miembros de una categoría antes que la categoría, esa epistemología no responde a nada. Lakoff nos dice en efecto qué aspectos constituyen su epistemología, que son, repito, los conceptos de conocimiento, significado, verdad, racionalidad, e incluso, gramática (Lakoff, 1990, 9). En primer lugar, el conocimiento no es ni puede ser un medio para conocer el conocimiento: es el problema mismo al que debe responder toda la epistemología. Es el origen que causa una teoría cognoscitiva. Ésta va acompañada de unos conceptos o medios para conseguir sus propios fines, que es llegar a saber qué es el conocimiento y cómo se da el mismo. El conocimiento no puede ser el medio para conocerse a sí mismo, si vale la expresión, porque entonces sabríamos de antemano aquello que queremos conocer, haríamos con ello una petición de principio, y podríamos establecer una cadena de requisitos infinita para conocer el conocimiento. En segundo lugar, Lakoff critica el concepto de significado basado en las categorías clásicas, en el que «Meaning is based on truth and reference; it concerns the relationship between symbols and things in the world» (1990, 9). De igual forma rechaza, con Putnam, el concepto de verdad de lo que llama la perspectiva externa del realismo metafísico, diciendo «Truth involves some sort of correspondence relation between words or thought-signs and external things and sets of things.» En su contra defiende, también con Putnam, el concepto de verdad, que es el de la perspectiva interna «Truth» in an internalist view, is some sort of (idealized) rational acceptability —some sort of ideal coherence of our beliefs with each other and with our experiences as those experiences are themselves represented in our belief system— and not correspondence with mind-independent «states of affairs» (Lakoff, 1990, 261). [136]

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De aquí que, para Lakoff, sea necesario «a concept of truth that is based not only on internal coherence and “rational acceptability”, but, most important, on coherence with our constant real experience» (Lakoff, 1990, 263). Lakoff parte de unas críticas a lo que llama objetivismo, pero estas críticas, siendo ciertas, no proponen una concepción verdadera de significado. En el primer sentido tenemos que darle la razón. Los conceptos de significado y verdad de la perspectiva externa no son más que los conceptos propios del realismo. Si, como el realismo propone, las cosas del mundo son como son, tenemos en ellas el soporte de nuestro conocimiento. No tenemos necesidad alguna de inventarnos un mundo o «kosmos». Éste está dado antes de que nosotros nos pongamos a pensar. No tiene sentido que si tenemos una realidad segura en las cosas nos busquemos otra en nuestro cuerpo, que es lo que propugna la epistemología de Lakoff. Así, pues, las críticas de Lakoff, van contra la verdad suprema que él mismo ha aceptado cuando ha aceptado el realismo. Pero Lakoff nos dice que no es realismo meramente el que él acepta, sino realismo experiencial, expresión en donde se da, precisamente, la contradicción que estamos criticando. Así, pues, el significado no ha de construirse en términos de verdad ni referencia o designación. Ni ha de construirse el concepto de verdad en términos de las palabras o signos de pensamiento y las cosas. Ahora bien, ¿qué concepto de verdad, y con él el de significado, propone en su lugar? 5.2.7. La epistemología cognitiva y la ciencia Lakoff acepta el realismo que llama realismo experiencial, pero con una matización: ha de tener una pluralidad de perspectivas para concebir las cosas del mundo: [137]

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Scientific realism [...] assumes that the «world is the way it is», while acknowledging that there can be more than one scientifically correct way of understanding reality in terms of conceptual schemes with different objects and categories of objects. The scientific community can have standards of objectivity and correctness [...], according to which it is possible for theories with very different divisions into objects and categories of objects can be correct relative to community standards. Since no God’s eye view standard is possible, that is the best we can do —and it’s pretty good. Good enough to provide us with reasonable standards for stable scientific knowledge (Lakoff, 1990, 265).

Esto concuerda con la crítica que hace Putnam al realismo metafísico, que falla en su epistemología (cfr. Lakoff, 1990, 260). Y en esto tenemos dos implicaciones importantes: — primera, que se concibe la epistemología como cosa distinta y separada del supuesto básico del que se parte. El realismo, que se acepta, va por un lado y la epistemología por otro; y — segunda, que la ciencia consiste en la concordancia de la epistemología con estándares de la comunidad científica. Y, para Lakoff, el problema parece irremediable: «that is the best we can do». Toda epistemología no es más que el desarrollo de una epistéme o ciencia. Toda ciencia o teoría, como todo concepto, tiene como primera condición, el de ser coherente consigo misma, y como segunda condición, el de ser adecuada a aquello que estudia. El concepto tiene dos caras: el concepto [...] tiene dos caras. Por una, el concepto pretende declararnos la verdad sobre la cosa: es la cara que mira a la realidad, por tanto, a fuera de él mismo, a fuera del pensamiento; es su cara ad extra. Por otra, el [138]

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concepto consistía en su propio acotamiento como contenido mental; es su cara ad intra del pensamiento. Por aquella el concepto es o no suficientemente verdadero, es o no suficientemente conocimiento. Por esta el concepto es más o menos preciso, estricto, inequívoco, exacto; es más o menos lógos más o menos lógico o apto para que funcionen con rigor las operaciones lógicas [...]. La verdad de un concepto viene a éste en su relación con las cosas; por tanto, con algo externo a él. Es una virtud extrínseca del concepto. Su precisión, en cambio, su univocidad es una virtud que el concepto tiene o no, por sí mismo, en cuanto pensamiento y sin relación a nada extrínseco (Ortega y Gasset, 1992, 61).

La teoría científica es el desarrollo de un concepto, de una intuición que quiere resolver un problema: «cada ciencia parte de una «intuición básica», queda encerrada dentro de ella, encajonada, con las raíces presas allí, sierva de su gleba intuitiva» (Ortega y Gasset, 1992, 54). La teoría lleva en sí misma un problema: «toda teoría, aún la más fuerte, se presenta siempre con un índice de problematismo, de mera aproximación a la verdad ejemplar y única» (Ortega y Gasset, 1965, 74). Y consiste en sustituir el saber implícito en la intuición inicial por una serie de conceptos o teoría: «La ciencia consiste en sustituir el saber que parecía seguro por una teoría, esto es, por algo siempre problemático» (Ortega y Gasset, 1965, 16). El problema, no obstante, persiste en la propia teoría y su desarrollo consiste, precisamente, en atenerse y adecuarse al problema que ha originado la teoría: «ciencia es sólo investigación: plantearse problemas, trabajar en resolverlos y llegar a una solución. [...] Investigar es descubrir una verdad o su inverso: demostrar un error» (Ortega y Gasset, 2002, 54-55). Porque un problema es una cosa mental: «un problema es siempre una contradicción que la inteligencia encuentra ante sí, que tira de ella en dos direcciones opuestas y amenaza con desgarrarla» (Ortega y Gasset, 1999, 24-25). [139]

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Y la ciencia es un «docto ignorar»: La ciencia es, ante y sobre todo, un docto ignorar. Por la sencilla razón de que las soluciones, el saber que se sabe, son en todos sentidos algo secundario con respecto a los problemas. Si no se tiene clara noción de los problemas mal se puede proceder a resolverlos. Además, por muy seguras que sean las soluciones, su seguridad depende de la seguridad de los problemas. Ahora bien: darse cuenta de un problema es advertir ante nosotros la existencia concreta de algo que no sabemos lo que es; por tanto, es un saber que no sabemos. Quien no sienta voluptuosamente esta delicia socrática de la concreta ignorancia, esa herida, ese hueco que hace el problema en nosotros, es inepto para el ejercicio intelectual (Ortega y Gasset, 1995, 67-68).

Así, pues, una teoría es una elaboración intelectual que responde a un problema y que no ha de perder de vista el problema. La ciencia parte de unos supuestos y ha de ser igualmente fiel a esos supuestos. No se puede hacer una epistemología separada del supuesto inicial. El supuesto inicial y la llamada epistemología de la lingüística cognitiva constituyen una contradicción interna. Es la cara ad intra del concepto, la cara que mira a su propio acotamiento, a su propio ser preciso, estricto, inequívoco, exacto, lógico y riguroso. Pero el concepto y la teoría también mira hacia fuera. Es su cara ad extra, la que busca la verdad de la misma, la adecuación a aquello que estudia, la que establece su conexión con la realidad. Y para esto tenemos que plantearnos el problema implícito en aquello que queremos estudiar. Lakoff ha intuido muy bien las dos caras del concepto, y como buen positivista, las ha separado y establecido como cosas objetivas e independientes. Para la lingüística cognitiva, la cara ad extra de la teoría la ocupa el realismo y su cara ad intra, la mal llamada epistemología, que en sí misma no se tiene, ni mucho menos, con el realismo del que parte. La forma como llega a unir dichas cosas contradic[140]

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torias entre sí es lo que Lakoff y Johnson llaman la táctica experiencialista, que veremos en 5.2.8. La ciencia, por último, no tiene nada que ver con los estándares de la comunidad científica, porque éstos no se dan, y si se dan, se dan en cada ciencia, no fuera de cada ciencia. Cada ciencia tiene su propio problema. Cada ciencia tiene su tipo de exactitud, precisión y rigor. Cuando estudiamos un objeto dado, es la naturaleza de ese objeto el que nos ha de definir los fines y los métodos de la ciencia que hagamos. Tratamos de estudiar la forma como el ser humano concibe la realidad y llega a estar seguro de su propio conocimiento. Es decir, estudiamos la naturaleza del conocimiento humano, la forma como se da dicho conocimiento y la verdad del mismo. Y lo primero que constatamos es que el conocimiento y con él el pensamiento, la razón, la mente y las estructuras de la mente, no son nada. Son sólo conceptos que hacen alusión a una actividad genuina y exclusivamente humana. Cuando estudiamos el conocer humano, estudiamos al hombre y al ser del hombre. Si queremos saber qué es la mente, qué es el pensamiento, qué son las cosas del mundo exterior, la realidad, qué son las estructuras mentales, los modelos cognoscitivos o «cognitivos», etc., tenemos que empezar por definir el ser del ser humano. Desde los tiempos de Kant y atribuido a Kant, se establece la distinción entre las ciencias de la necesidad o de las cosas materiales y las ciencias de la libertad, las ciencias de lo humano, las ciencias cuya exactitud no puede ser nunca asimilada a la exactitud de las ciencias de la naturaleza (cfr. Coseriu, 1988, 193). De esta manera, una ciencia no tiene por qué mirar a otra u otras. Cada una de las cuales tiene el mismo objetivo: responder a la verdad de su objeto. Y cada ciencia tiene un objeto de estudio que la diferencia de las demás porque éste es distinto. Y la ciencia consiste en saber definir y delimitar el objeto que quiere estudiar. En la ciencia no hay nada irremediable. Hay, eso sí, problemas y teorías para solucionar los problemas. [141]

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5.2.8. La llamada «Experientialist Strategy» El realismo científico, llamado por Lakoff objetivismo científico, tiene el gran inconveniente de que, si lo seguimos, sólo podemos tener una forma única de concebir la realidad. Es demasiado fijo y sus conceptos son demasiado rígidos. Lakoff comprueba que las palabras y el significado no son así, puesto que las palabras y los significados valen para cosas muy distintas entre sí. La categorización humana es un fenómeno natural, un fenómeno que pertenece a la naturaleza y realidad del mundo y, por consiguiente, un fenómeno que hemos de ver en lo que es. Lakoff define la categorización como una capacidad (Lakoff, 1990, 9). Lo que hay que cambiar no es la categorización en sí, cosa que no se podría hacer, sino la forma de concebir las categorías y el significado que nos da la categorización. Según esto, tenemos que cambiar las teorías sobre el significado, la verdad, la razón, el conocimiento, la intelección, la objetividad, etc. (cfr. Lakoff, 1990, 265). El reto que esto implica es que las categorías, en virtud del realismo adoptado, no sólo representan el mundo, sino que son categorías de las cosas. Y esto tiene implicaciones teóricas muy importantes: To change the very concept of a category is to change not only our concept of the mind, but also our understanding of the world. Categories are categories of things. Since we understand the world not only in terms of individual things but also in terms of categories of things, we tend to attribute a real existence to those categories. We have categories for biological species, physical substances, artefacts, colours, kinsmen, and emotions and even categories of sentences, words and meanings. We have categories for everything we think about (Lakoff, 1990, 9).

Así, si analizamos las expresiones lingüísticas y los conceptos a ellas ligados veremos que son estructuras abstrac[142]

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tas, que no tienen significado en sí mismas, sino que adquieren el significado por lo que tienen de realismo, por la correlación directa no mediada con las cosas. Las cosas y las categorías están ahí y los conceptos y significados que generalmente utilizamos y que son enclavados en lo que Lakoff ha llamado el objetivismo67, una modalidad del realismo metafísico del que habla Putnam (Lakoff, 1990, 261), nunca hacen alusión a quienes piensan y hablan, a los seres humanos. Para salvar esta carencia del objetivismo, Lakoff propone la perspectiva experiencialista o realismo experiencialista, que ya hemos visto. Según éste, el significado se define «in terms of the nature and experience of the organisms doing the thinking. Not just the nature and experience of individuals, but the nature and experience of the species and of communities» (Lakoff, 1990, 266). El término experiencia no se ha de tomar en sentido estricto sino en un sentido amplio: la totalidad de la experiencia humana y todo lo que tenga alguna función en la misma. Dentro de la experiencia entran cosas como la naturaleza de nuestros68 cuerpos, nuestras capacidades genéticamente heredadas, nuestros modos de funcionamiento físico en el mundo, nuestra organización social, etc. En suma, se considerará esencial gran parte de lo que hasta ahora en la visión objetivista ha sido visto como irrelevante (Lakoff, 1990, 266). Esto es lo que quiere decir Lakoff cuando utiliza la expresión «pensamiento corpóreo» o el término «corporeiza—————— 67 Puesto que estamos analizando los principios teóricos de los que parte la lingüística cognitiva, no quiero entrar en la dialéctica objetivismo-experiencialismo, puesto que ambos radican en lo mismo: el realismo y el positivismo. 68 Lakoff se refiere a los hablantes con expresiones distintas. Lo mismo se refiere a ellos con la palabra people que con expresiones como organisms (organism doing the thinking, en la cita que comentamos; individual organism, Lakoff, 1990, xv; o communities of organisms, Lakoff, 1990, xv) y, la mayoría de las veces, para sacar conclusiones absolutas o universales, se refiere a los mismos con el pronombre personal de primera persona plural, cfr. 6.16.1. [143]

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ción» (embodied thought o embodiment). Estas expresiones se han de entender, por consiguiente, «in terms of our collective biological capacities and our physical and social experiences as beings functioning in our environment» (Lakoff, 1990, 267). Con esto propone Lakoff una nueva ciencia, una epistemología en su sentido más genuino, en la que lo individual desaparece diluido en lo colectivo, lo físico, y lo social, dado en un ambiente. Conjugamos, así, el realismo más radical, que ya es solución al problema del conocimiento, con una teoría del conocimiento, que nos capacita para llamar a nuestra teoría, lingüística cognitiva. 5.2.8.1. Las categorías y el pensamiento En esta solución dada podemos ver varias cosas. En primer lugar, aparte de lo ya señalado en los epígrafes anteriores, introducimos y aceptamos como realidades existentes, de alguna manera, sin justificación alguna, conceptos como significado, verdad, conocimiento, razón, intelección, objetividad, etc. Ya no tenemos realismo alguno, ahora volvemos a conceptos que no pertenecen, ni mucho menos, a una teoría realista ni positivista, teoría de la que Lakoff parte. Por otro lado, al incluir estos conceptos en una teoría deben tener una justificación y fundamento en la misma. No es justificación alguna decir que el objetivismo tenía un problema y que lo vamos a solucionar meramente introduciendo sin más conceptos que dependen de otro tipo de teoría. Esto de alguna manera lo hemos visto anteriormente (cfr. capítulo 4 y los puntos anteriores de 5.2). La referencia a conceptos tales como categorización, a la que define como capacidad, significado, categorías de las cosas, pensamiento sobre las cosas es claramente ambigua. Nos dice Lakoff, según hemos visto, que tendemos a atribuir existencia real a las categorías, pero acto seguido nos dice, que las categorías son categorías de las cosas y [144]

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que el pensar es pensar sobre las cosas. Y aquí, en las cosas, está el problema. Las categorías, es decir, los conceptos, se conciban como se conciban, representan a las cosas en lo que estas son, en su modo de ser. Pero no sólo las representan, las crean. Una cosa es bosque porque nosotros hemos creado la esencia «ser bosque» y la hemos atribuido a esta y esta cosa, y otra cosa distinta es aquello a lo que atribuimos eso que hemos creado. No es que esto que decimos «es un bosque» esté representado meramente en la categoría bosque, sino que esto que decimos que es un bosque lo hacemos bosque por el mero hecho de decirlo y concebirlo como tal; muy bien podríamos haberlo definido como finca grande con árboles o montaña cubierta de árboles, pinar, robledal, etc. Las categorías, es decir, los conceptos son conceptos de las cosas, pero es que las cosas no existen antes de los conceptos. Decimos montaña... y, ¿qué es una montaña?, ¿podemos designar como montaña a elevaciones de meramente 400 ó 500 metros, como en algunos lugares, o hemos de reservar ese nombre a elevaciones más grandes que esas? ¿Podemos crear el concepto de montaña de forma absoluta, sin tener en cuenta otros tipos de formas orográficas? Por otro lado, la realidad, a la que nos referimos como cosas, puede ser como quiera, pero el conocer es libre y absoluto y las categorías no son más que inventos de los seres humanos, sujetos hablantes, dicentes y cognoscentes, precisamente para crear las cosas, que antes de ser concebidas por la mente humana no son cosas ni son nada. Para Lakoff y debido a su adopción del realismo, son las cosas las que han de influir en las categorías o conceptos y han de condicionar su contenido, es decir, son las categorías las que han de tener un contenido variable para que se adapten a las cosas. Pero este supuesto es falso. Las categorías o los conceptos, en primer lugar, no existen. Son creaciones oportunistas de los sujetos que hablan, dicen y conocen en el mismo acto de hablar, decir y conocer. En segundo lugar, las categorías o los conceptos son crea[145]

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ciones libres, cosas mentales, que nada tienen que ver con la realidad en cuanto a su naturaleza, su ser y su contenido. En tercer lugar y como ya he dicho, las categorías o conceptos son la expresión de la creación del mundo, es decir, del «kosmos», precisamente para modificar aquello en lo que nos ha tocado vivir. En cuarto lugar, lo que llamamos cosas del mundo real no existen hasta que no las conocemos, hasta que no les atribuimos una esencia o categoría. Y en quinto lugar, las categorías son creaciones individuales que se dan en el momento mismo del acto del habla. Las categorías no tienen existencia concreta. Son un algo que nunca es igual, que cambia de individuo a individuo y de acto de habla a acto de habla en cada individuo. Esto, de una forma u otra, lo reconoce Lakoff. Las categorías no son categorías de las cosas si entendemos a éstas por las cosas a las que, no sólo representan las categorías, sino las que son creadas por ellas. Categorías son esencias que nosotros atribuimos a un algo, a lo que por el hecho de atribuirle nosotros esa categoría lo hacemos «ser» de una forma dada, lo hacemos, precisamente, ser lo que dice la categoría. La solución de Lakoff, simplemente, es una petición de principio. 5.2.8.2. El concepto de significado Para Lakoff, el significado se ha de definir en términos de los sujetos que hacen el pensar. Y, en efecto, es así. El significado no es más que contenidos de conciencia de un sujeto libre e histórico, un sujeto creador y absoluto, por un lado, y un sujeto limitado, por otro. Éste utiliza formas comunes para crear su propio significado69. Pero cuando —————— 69 «Propia y primariamente, el significado no estructura «cosas» externas, sino sólo internas: los objetos de la experiencia ya “conocidos”, o sea, como contenidos de conciencia humana (Aristóteles advierte a este respecto que las palabras son suv m bola tw§ n  ej n  th§ /  yuch§ / paqhmavtwn)» (Coseriu, 1985, 40; cfr. también, 1985, 47; y 1986, 15). [146]

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Lakoff utiliza estas palabras para definir el significado, lo mismo que en el caso de las categorías que acabamos de comentar, se refiere a una concepción realista de lo que el significado implica. Para Lakoff, lo humano de los seres humanos es lo natural en los mismos, introduciendo así en el significado lo que llama embodiment. Éste se define en términos de las capacidades biológicas colectivas y la experiencia social de los seres humanos en cuanto que somos seres que actúan en su propio ambiente (Lakoff, 1990, 267). Es decir, dos son los conceptos que definen el significado: la naturaleza física o cuerpo, por un lado, y la naturaleza social del ser humano, por otro. Volveremos sobre esto al hablar de las metáforas, cfr. 6.4.2. 5.2.8.3. El concepto de experiencia y de embodiment Por otro lado, para Lakoff, la experiencia se define también según esa doble realidad: en términos de las capacidades físicas del ser humano y en términos de lo social. Es decir, para Lakoff, tanto el significado como la experiencia dependen de la naturaleza física, es decir, del cuerpo, y de la naturaleza social. Ambas realidades se imponen a los seres humanos, lo cual capacita a Lakoff para hablar en términos de naturaleza y de algo que condiciona estructuralmente al hombre. Estos dos condicionantes son de naturaleza diametralmente distinta, así que para su análisis hemos de separar lo biológico de lo cultural. 5.2.8.4. El valor de lo biológico Ya hemos visto en 3.1 el valor del cuerpo en lo que constituye lo humano del ser humano. Hablar de pensamiento corpóreo en sí mismo considerado, es decir, si consideramos corpóreo como algo biológico, es una contradictio in abiecto. El pensamiento no es nada en sí mismo, es algo que extraemos del ser humano. Por otro lado, el ser [147]

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humano es algo más que su cuerpo. El ser humano, como hemos dicho (cfr. 3.2 y 4.1), es un ser que se hace a sí mismo superando precisamente lo que le ata a la necesidad natural, representada especialmente en su cuerpo. La forma que tiene el ser humano de liberarse de su necesidad natural es conociendo, es decir, creando mundos fantásticos, que constituyen el pensamiento. El pensamiento, por definición, es la antítesis del cuerpo. Decir pensamiento corpóreo es una contradicción. Además, no podemos definir de ninguna manera al ser humano por su cuerpo. El hombre tiene cuerpo y también lo tienen los animales y las cosas. Lo que distingue al ser humano de los demás seres de la creación no es precisamente su cuerpo. El ser humano se hace a sí mismo superando su cuerpo, sobrepasando las limitaciones que le impone su cuerpo. Y el pensamiento no es algo que el ser humano tenga al igual que los animales. Si el ser humano se diferencia en sí mismo frente a los demás seres de la creación, es porque, teniendo cuerpo, crea todo lo que dice y hace. Éste superar su propio cuerpo es lo que de forma abstracta llamamos pensamiento70. 5.2.8.5. El valor de lo cultural Lakoff define también al significado, la experiencia humana y el pensamiento corpóreo en términos de lo que llama las comunidades humanas o nuestras experiencias sociales: —————— 70 Otra contradictio in abiecto aunque no tenga nada que ver con lo que estamos tratando aquí es el conocimiento inconsciente: «Most categorization is automatic and unconscious, and if we become aware of it at all, it is only in problematic cases. In moving about the world, we automatically categorize people, animals, and physical objects, both natural and man-made (Lakoff 1990, 6)». Imposible que un conocimiento sea inconsciente y la categorización, menos aún. Esta idea no es nueva: ya la formuló Whorf (Whorf, 1956, 82; 78, 207, 221). Sobre el conocimiento inconsciente cfr. Coseriu, 1992, 215-216 y Martínez del Castillo, 1999, 2.6.2. [148]

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The experientialist approach is very different: to attempt to characterize meaning in terms of the nature and experience of the organisms doing the thinking. Not just the nature and experience of individuals, but the nature and experience of the species and of communities. [...] Experience is [...] the totality of human experience and everything that plays a role in it —the nature of our bodies, our genetically inherent capacities, our modes of physical functioning in the world, our social organization, etc. (Lakoff, 1990, 266).

Es imposible que un concepto, la experiencia, se pueda definir en términos de dos cosas antitéticas: lo biológico y natural, por un lado y, por otro, las comunidades humanas, lo social, lo cultural. Lo cultural no tiene nada que ver con lo biológico ni es natural, sino algo creado por el ser humano. Lo cultural es algo que distingue al ser humano de todos los seres de la creación. Las sociedades humanas, no hay que decirlo, son algo totalmente diferente de esos hechos que también llamamos sociedades en los animales. Las sociedades humanas se forman por lo que en latín llamamos obligatio, es decir, una norma libremente aceptada71. Si el hombre es un ser social, es porque se ha hecho a sí mismo ser social. El carácter pues de estas sociedades es totalmente distinto del carácter de aquellos seres que por instinto o, incluso, biología, viven y se desarrollan en grupos organizados a los que llamamos sociedades animales. No hay nada de natural en lo social humano. Todo lo social se ha de considerar en términos de esta libertad de aceptar la norma imperante o en vigor en una comunidad de hablantes. El fenómeno social en el ser humano ha de explicarse en términos de la condición esencial del individuo, no de la colectividad, la llamada por Coseriu alteridad: «los hechos sociales son también hechos de individuos, esto es de —————— 71 «los hechos sociales son obligatorios no en el sentido de una imposición, sino en el sentido original de la palabra latina obligatio, que significa una obligación aceptada libremente» (Coseriu, 1992, 216). [149]

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individuos que presentan la dimensión de la alteridad, i.e. de individuos que son hombres junto con otros y, por ejemplo, como hablantes son co-hablantes» (Coseriu, 1992, 216). El ser humano es ser con otros, ser que participa con otros sujetos libres en el mismo nivel de historicidad. Como miembro de una comunidad de hablantes, el ser humano acepta como propias formas que están en vigor dentro de su comunidad. De esta manera, el ser humano tiene formas en común, formas en las que han participado y participan todos los miembros de su comunidad, y a la vez crea formas que él ofrece a los demás. Esta es la condición histórica del ser humano, de la que ya hemos hablado, cfr. 4.1.2. Ya hemos visto (cfr. 5.2.7) que las ciencias que estudian lo humano son las ciencias de la libertad, mientras que las ciencias que estudian lo natural, entre las que tenemos que enclavar también lo biológico de los seres humanos, las ciencias de la necesidad. No se puede, pues, definir un concepto humano en términos de la necesidad y de la libertad a la vez. Lo que atañe a la especie, es natural, pertenece al reino de la necesidad, y lo que atañe a las sociedades humanas tiene que ver con lo cultural o con el reino de la libertad. Lo que Lakoff llama la experiencia de las comunidades, que no especifica qué tipo de comunidades y que hemos de especificar como lingüísticas, es el nivel histórico, que hemos visto como característica definitoria del ser humano (cfr. 4.1.2). Este nivel tiene que ver con las lenguas particulares que constituyen, cada una de ellas, una comunidad lingüística o una comunidad de hablantes. Siempre que se habla, como dice Coseriu, se habla en una lengua (Coseriu, 1992, 87). Y el hablar implica hablar y entender (Coseriu, 1988, 71), hablar, decir y conocer (cfr. Martínez del Castillo, 2004). El pensamiento y el lenguaje tienen una doble dimensión: la dimensión absoluta y la dimensión histórica. Por la dimensión histórica nuestro hablar es común con todos los hablantes de nuestra comunidad. [150]

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Nuestro pensamiento es también común con todos los miembros de la misma. Y nuestra forma de concebir la realidad, también es común con los hablantes de la misma. Pero esta comunidad de pensamiento, habla, decires y conocimiento se ha de entender adecuadamente. Tanto el hablar como el entender (lenguaje), como el hablar, decir y conocer (pensamiento o pensar) son actos individuales. Nunca se da un acto del hablar, decir y conocer en común entre varios o muchos individuos, siempre es un acto que nace en un momento y contexto dados, realizado por un sujeto dado. Ahora bien, ese acto individual, que es un acto de creación en cada momento y en cada circunstancia, se crea y se forma utilizando modelos y formas que están en vigor en una comunidad de hablantes. Un sujeto humano que conoce una vez, hace un esfuerzo por traducir eso que percibe y concibe en palabras de una lengua. Pero cuando a lo largo de toda su vida conoce tantas y tantas cosas y se ha visto en la necesidad de traducir sus percepciones, emociones, sentimientos, etc., en palabras de una lengua tantas y tantas veces, aprende de manera casi instantánea a crear pensamientos que son nuevos, pero que están hechos según modelos que no pertenecen a él, sino a su comunidad. De esta manera, su pensamiento, su hablar y su decir es histórico, es decir, común, contingente y perteneciente a una lengua o comunidad de hablantes, dada la vigencia de formas que ha utilizado en ese pensamiento individual en un tiempo o época y en un lugar dados. Así, un hablante del español del siglo XXI habla, dice y conoce como se habla en la comunidad hispanohablante del siglo XXI y se diferencia «históricamente» de cómo se hablaba, decía y pensaba en esa misma comunidad tres o cuatro siglos antes, o incluso, cincuenta años antes. Por la misma razón, el hablar, decir y conocer no es el mismo si se habla en América o si se habla en España. Y no digamos nada si comparamos a ese hablante con otro hablante de otra comunidad histórica o lengua distinta. En la lingüística cognitiva se ponen en el mismo nivel el plano biológico y el plano histórico. Las conclusiones [151]

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que sacan de lo biológico y de lo social suelen ser equiparadas entre sí. Y son, como podemos comprender, diametralmente distintas. Las primeras, no tienen nada esencial que tenga que ver con el hablar, decir y conocer. Las segundas son relativas y limitadas, contingentes, es decir, históricas. Son así, pero muy bien podrían ser de otra manera. No nos dicen nada esencial sobre el pensamiento ni, mucho menos, sobre la mente, la razón ni las estructuras de la mente humana. Simplemente nos hablan de cómo se ha formado este y este significado, este y este concepto o categoría, este y este pensamiento. Como objetos culturales que son, las llamadas estructuras mentales no tienen nada de obligatorio ni necesario. Son creaciones libres hechas con modelos tradicionales. 5.2.8.6. El uso en la lingüística cognitiva Es recurrente por mi parte aludir a lo histórico para referirme a determinados conceptos que utiliza Lakoff. Lakoff no utiliza el concepto de histórico ni lo distingue. Sí utiliza los conceptos de uso, de lo social, de creencias, o incluso de «community standards». Todos estos conceptos hacen alusión a lo histórico, es decir, a lo aceptado como común en una comunidad de hablantes, que se extiende a lo que tiene que ver con el hablar, decir y también con el pensar y conocer. Esto que es social o histórico se manifiesta en primer lugar, en lo propiamente lingüístico, en los significados y en todo lo que signifique una lengua. Se manifiesta también, en conexión o no con la lengua, en las creencias según las cuales nos comportamos y actuamos en este mundo. Todas estas cosas las aceptamos porque siempre, de antes de nosotros reflexionar, han estado en vigor en la comunidad de hablantes en la que nos hemos desenvuelto. En sí mismas estas cosas son lo que Ortega y Gasset dice, creencias, aquello que nos soporta a nosotros sin nosotros participar en su formación. Como tales las creencias son contingentes. Es decir, formas del pensar, [152]

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que son como son y que muy bien podrían ser de otra manera o no ser en absoluto, pero que por nuestra parte son totalmente injustificadas. Son limitadas e históricas. Se han formado en la historia y tienen más o menos vigor. No son, pues, naturales. En la actividad humana del hablar, decir y conocer (o pensar) hemos de distinguir como vimos en 1.1.9, tres planos, a saber: — El plano universal que tiene que ver con el hablar, decir y conocer y las condiciones del hablar, decir y conocer. Todos los seres humanos adultos y normales hablan, dicen y conocen. Todos hablan sobre las cosas. Y todos emplean los medios a su alcance para expresar lo que quieren. — El plano histórico, que tiene que ver con las modalidades del hablar, decir y conocer. Dicho de otra manera: siempre que se habla, dice y conoce se habla, dice y conoce en una lengua72. Los hablantes, cada uno, hablan según se habla en su comunidad de hablantes. Como absolutos e históricos, es decir, libres y creativos, por un lado, y limitados y contingentes, por otro, crean y ofrecen su lengua a los demás, de los que aceptan las formas ya hechas y establecidas como comunes. En este sentido los estándares de que habla Lakoff son estándares comunes, propios de una comunidad de hablantes, no universales, sino contingentes y en vigor solamente en una comunidad de hablantes y en un período o lugar de la misma. — Y el plano individual, el plano de la realización y la ejecución real y concreta. Lakoff todo lo reduce a un solo plano. El plano histórico no es desarrollado por Lakoff, sino que es aceptado —————— 72 Cfr. Coseriu, 1992, 87. [153]

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como un elemento más del único plano existente en la actividad del hablar, decir y conocer. Y así, vemos que cuando hablamos, por ejemplo, del dyirbal Lakoff dice: «Dixon73 has provided a superb example of how human cognition works. Though the details of categorization may be unique to Dyirbal, the general principles at work in the Dyirbal system show up again and again in systems of human categorization» (Lakoff, 1990, 95). Es decir, Lakoff funde el plano histórico en ese plano único que estudia. De la misma manera cuando en la lingüística cognitiva se estudian las metáforas, las conclusiones son universales. En la explicación de las metáforas no falta nunca lo que Lakoff y Johnson llaman la base física o social y la explicación dada en éstas es que «nosotros hacemos esto o aquello de esta o esta forma», es decir, que sacan siempre conclusiones universales. Por ejemplo: «Humans and most other mammals sleep lying down and stand up when they awaken» (Lakoff y Johnson, 1980, 15). La universalidad que ven Lakoff y Johnson en las expresiones metafóricas que analizan, como CONSCIOUS IS UP; UNCONSCIOUS IS DOWN, no sólo es universal humana, es absoluta y se aplica también de los mamíferos. 5.2.8.7. El concepto de verdad Como hemos visto antes, Lakoff propugna un concepto de verdad que sea lo que llama aceptabilidad racional (idealizada), una forma de coherencia ideal con nuestras creencias y con nuestras experiencias. El criterio es doble: coherencia interna, es decir, coherencia de nuestras creencias entre sí, por un lado, y coherencia con nuestra experiencia, puesto que nuestras experiencias están representadas en nuestro sistema de creencias, que es lo que Lakoff llama aceptabilidad racional. Y como podemos comprobar —————— 73 R. M. W. Dixon, 1982, quien hace un estudio de la lengua dyirbal, lengua aborigen australiana. [154]

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se trata de lo mismo. Lo podemos decir de otra forma. Tenemos un sistema de creencias, en el que están representadas nuestras experiencias. La verdad es la coherencia con nuestras experiencias o con el sistema de creencias. Es decir y para entendernos, que la verdad es lo que nos da la experiencia. Ahora bien, como hemos visto en 5.2.8.3, en la experiencia entran dos componentes, lo biológico y lo social, con lo que la llamada aceptabilidad racional (idealizada) es biológica y social, aparte de realista, porque nos la da la experiencia, es decir, que es compatible con el principio de que las cosas son como son. En esta aceptabilidad racional (idealizada) Lakoff trata de conciliar los dos principios de que parte, el realismo, por un lado, y la epistemología de tipo cognoscitivo que propone, por otro. Respecto al realismo coincide en que la verdad responde a la experiencia. La única forma de conocer que propone el realismo es conocer las cosas en sí mismas en cuanto que nos son dadas por nuestra experiencia. Se da por supuesto que la experiencia, —que no puede ser más que nuestra—, se adecua con la realidad, dando así cumplida respuesta a esa adaequatio rei et intellectus74. No obstante, la expresión «aceptabilidad racional» interna es una redundancia vacua, porque si es que hemos de analizar una expresión o un juicio en cuanto a su coherencia, la aceptabilidad del juicio que emitamos sobre la misma no puede ser más que racional, mental y, por consiguiente, interna. Pero respecto a la epistemología que propugna, este doble tipo de coherencia sobre la verdad no responde en ningún sentido a una teoría del conocimiento, por ser tanto las creencias como la experiencia criterios externos al conocer: las creencias, porque la teoría del conocimiento quiere justificar lo que conoce el sujeto cognoscente y con ello desvelar y destruir las creencias que pueda tener el mismo; y la experiencia, porque eso es lo que hay que justificar. —————— 74 El concepto de verdad, del que da cumplida expresión este aforismo, se remonta de una manera u otra a los escolásticos. [155]

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Lo que Lakoff ve en nuestra mente, las creencias, —haciendo abstracción de lo natural que atribuye tanto a las creencias como a la experiencia— es lo histórico, que después analizará como si fuera algo perteneciente a la naturaleza del ser humano. De esto acabamos de hablar en el epígrafe anterior. Cuando más adelante Lakoff defiende lo que es verdad, dice: «We understand a statement as being true in a given situation if our understanding of the statement fits our understanding of the situation closely enough for our purposes» (Lakoff, 1990, 294). Es decir, verdadera es aquella proposición que es igual en nuestro entendimiento y en la situación, representada ésta en la comprensión que de la misma tengamos también en nuestro entendimiento. Y en esto, lo que no hay en modo alguno, es justificación de lo que son las cosas, representadas en lo que llama la situación. Es un volver al realismo radical, quizá suponiendo que en lo que llama situación se dan las creencias y la experiencia de que habla. Aún así, el concepto de verdad sigue siendo el concepto positivista de la misma. A lo sumo, es un concepto de verdad que se queda sólo en el entendimiento, con lo que las cosas, que están presentes en el mismo en lo que llama la situación, no cuentan, convirtiéndose así su concepto de verdad en un idealismo injustificado. Por otro lado, si atendemos a la definición dada en la cita anterior, verdad es toda proposición, porque toda proposición es expresión que se da en una situación, es decir, en un contexto, creado precisamente al hablar. De dicha definición sólo quedarían excluidas las equivocaciones evidentes que se producen en el habla, y aún en éstas, haciendo caso omiso de que los hablantes del lenguaje real den por válidos sus propios yerros o yerros ajenos, cosa que es frecuente. En el lenguaje real tiene más valor lo que se quiere decir que lo que según la sistematicidad de la lengua se llega a decir. Con esto, la expresión equivocada se valida y se omite. Por otro lado, en el caso de las proposiciones que se dan en el que podemos llamar contexto aca[156]

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démico, éstas tienen también su contexto, el que el propio hablante (el lingüista, si se quiere) le da para ilustrar aquello que quiere decir. Sólo habría que excluir del concepto de verdad que comentamos, las proposiciones desgajadas de un contexto. Y éstas no se dan nunca. Todo esto nos induce a pensar que, según la expresión que comentamos, verdaderas son todas las proposiciones que se hagan. En definitiva, Lakoff propugna un tipo de verdad que es exactamente igual al que niega (a conception of truth that goes beyond mere internal coherence, Lakoff, 1990, xv). En su definición de la verdad se queda dentro de la coherencia interna, pero introduce, no obstante, las cosas. 5.2.8.8. La verdad y el conocer humano Para dilucidar el concepto de verdad, tenemos que volver al conocer humano, que ya hemos visto en el capítulo 4. El concepto de verdad se define en términos de los modos de conocer. Recordemos: una teoría del conocimiento parte de la realidad más fundamental de todas, el ser humano, que es quien conoce. El conocimiento es la actividad que desarrolla el ser humano en su lucha con la circunstancia. Las cosas y el mundo son algo creado por el ser humano en el acto único del hablar, decir y conocer75. El hombre conoce doblemente: de forma creativa y aceptando las formas del conocer vigentes en su tradición. Las cosas que nos son dadas son cosas en cuanto que nos son dadas, es decir, en cuanto que pertenecen a la tradición y allí encuentran su justificación. El hombre, sujeto hablante, dicente y cognoscente, da realidad, es decir, ver—————— 75 «El hombre no es cosa ninguna, sino un drama —su vida, un puro y universal acontecimiento que acontece a cada cual y en que cada cual no es, a su vez, sino acontecimiento. Todas las cosas, sean las que fueren, son meras interpretaciones que se esfuerzan en dar lo que encuentran. El hombre no encuentra cosas, sino que las pone o supone» (Ortega y Gasset, 1971, 41). [157]

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dad, mediante su conocer y su decir, a aquello que le rodea, a aquello que le posibilita o le impide su vivir (cfr. Ortega y Gasset, 1992b). De esta manera, el mundo no existe más que como creación cognoscitiva del hombre76. El valor de verdad de una proposición o enunciado es el que el hablante le da dentro del mundo y el universo de conocimiento en el que lo enclava. En el vasto mundo transmitido, Coseriu distingue distintos universos de conocimiento manifiestos en la tradición. Se trata de «universos en los que el lenguaje se presenta cada vez como manifestación de un modo autónomo de conocer» (Coseriu, 2006, 73), es decir, un universo de conocimiento es «el sistema universal de significaciones al que pertenece un discurso (o un enunciado) y que determina su validez y su sentido» (Coseriu, 1982, 318). Así, Coseriu distingue cuatro universos de conocimiento, a saber: a) el universo de la experiencia común; b) el universo de la ciencia (y de la técnica científicamente fundada); c) el universo de la fantasía (y por lo tanto del arte); y d) el universo de la fe. Y éstos han de distinguirse de los mundos «conocidos» (o ámbitos de conocimiento), que son tres: —————— 76 «El hombre en su trato con las cosas sensibles que le rodean está encadenado a ellas [...]. Mas [...] puede imaginar que está libre [...] por tanto esta imaginaria libertad significa, ipso facto, una efectiva libertad de imaginar frente a las cosas sensibles [...]. Las cosas sensibles en que el hombre está preso no constituyen un mundo. En rigor, no son cosas, sino «asuntos de la vida», articulando unos en otros formando una perspectiva pragmática. Se convierten en cosas cuando las libertamos de esa perspectiva y les atribuimos un ser, esto es una consistencia propia y ajena a nosotros. Pero entonces se nos presentan como siendo en un mundo, [...] que es ya pura fantasía [...]. Un mundo es, como tal, algo fantástico; quiero decir que no lo hay si no hay fantasía» (Ortega y Gasset, 1992a, 131-132). Y en otro lugar: «el mundo exterior no existe en el mundo exterior sino en mi darme cuenta» (Ortega y Gasset, 1994, 166). [158]

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a) el mundo de la necesidad y de la causalidad (en el sentido kantiano), «el mundo de la experiencia sensible corriente, “ámbito de conocimiento” propio de la ciencia empírica»; b) el mundo de la libertad y de la finalidad (también en sentido kantiano), «el mundo de las creaciones humanas o de la cultura en general»; y c) el mundo de la fe. Los universos de conocimiento tienen que ver con las modalidades del conocer, mientras que los mundos conocidos o ámbitos del conocimiento tienen que ver con los «objetos del conocer y del saber» (cfr. Coseriu, 2006, 72-76). Como consecuencia, toda la objetividad, subjetividad o intersubjetividad supuestas en cada uno de estos universos de conocimiento han de ser justificadas internamente en cada uno de ellos. Así, afirmaciones como «el sol sale», «el sol se pone», «el sol da vueltas alrededor de la tierra»77 son verdaderas en el universo de conocimiento de la experiencia común; en su contra, la afirmación «la tierra da vueltas alrededor del sol» es verdadera en el universo de conocimiento de la ciencia; de la misma manera, la afirmación «el sol se asoma furtivamente por las ventanas doradas del este»78 es verdadera en el universo de conocimiento de la fantasía; y por último, la afirmación de que «el sol y las estrellas han sido creadas por Dios» es verdadera en el mundo de la fe. En una teoría del conocimiento, verdad es, como el propio Lakoff dice, algo interno, es decir, es algo que tiene que ver, no con las cosas, sino con lo que dice el sujeto que habla, dice y conoce. El conocer, como hemos visto en el capítulo 4, es la creación libre y sin conexión con las cosas, —————— 77 Ejemplos de Coseriu, 2006. 78 «an hour before the worshipp’d sun / peer’d forth the golden window of the east, / a troubled mind drave me to walk abroad» (Shakespeare, Romeo and Juliet, Acto I, escena I). [159]

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hecha en el interior del sujeto que conoce, es decir, en la mente de quien habla, dice y conoce. Verdad es aquello que se manifiesta desvelándose. Dice Heidegger «En el habla (ajpovfansi~), si es genuina, debe sacarse lo que se habla de aquello de que se habla, de suerte que la comunicación por medio del habla hace en lo que dice patente así accesible al otro aquello de que habla» (Heidegger, 2002, 37). Y más adelante «El “ser verdad” del lovgo~ como ajlhqevuein quiere decir: en el lev g ein como ajpofaivnesqai, sacar de su ocultamiento al ente de que se habla y permitir verlo, descubrirlo, como no-oculto (ajlhqev~)» (Heidegger, Ibíd.). La verdad es, pues, a-létheia, o más precisamente, apóphansis, es decir manifestación. Como consecuencia, podemos ver dos clases de pensamiento o logos: el logos acircunstancial o intersubjetivo o histórico, lógos semantikós, y el logos que manifiesta una realidad interior y crea una realidad exterior desde el interior del sujeto creador, o lógos apophantikós. «El lenguaje como tal, el «logos semántico» (lovgo~shmantikov~), es anterior al lenguaje que afirma o niega algo acerca de algo, al «logos proposicional» (lovgo~ apofantikov~) [...], lenguaje con una ulterior determinación» (Coseriu, 1985, 24). 5.2.9. Ejecución de la «Experientialist Strategy» Para llevar a cabo su concepto de significado —y con ello el de verdad— Lakoff propone dividir el problema en dos partes: su estructura y la corporeización de esa estructura (Lakoff, 1990, 267). Nuestros conceptos están estructurados, tanto internamente como en relación a otros conceptos. Gracias a esta estructuración, a la que llama la estructura conceptual, podemos comprender, adquirir conocimiento y comunicarnos. En esta estructuración podemos establecer el fundamento de los modelos cognitivos. La estructuración en sí misma no hace el significado. Para que haya significado [160]

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necesitamos algo adicional, que no es más que el ya visto «embodiment» o «corporeización» enclavado dentro del «experiencialismo» o la «perspectiva internalista» del realismo. De esta manera, el significado de los conceptos surge y está ligado a nuestras experiencias corporales preconceptuales. Es decir, que la estructura conceptual existe y se entiende gracias a que existen y se dan las estructuras preconceptuales. Además, la estructura conceptual en parte toma su forma de la naturaleza de las estructuras preconceptuales (Lakoff, 1990, 267). Tenemos de nuevo un doble concepto: lo preconceptual y lo conceptual. Los precedentes de esta doble estructuración los podemos ver en la doble estructura de Chomsky: la estructura conceptual corresponde a la estructura de superficie y la estructura preconceptual a la estructura profunda. Aún más: se corresponden también en el doble nivel de la mente, la mente superior y la mente inferior, que ya defendiera B. L. Whorf, cfr. 2.5.5. Para saber si la estructura preconceptual es o no estructurada dice Lakoff: it must be assumed that our bodily experience itself has structure, that it is not an unstructured mush. Structure, after all cannot arise from something that has no structure whatever. If conceptual structure arise form preconceptual experience, that preconceptual experience must itself be structured (Lakoff, 1990, 267).

Este razonamiento supone que nuestra experiencia corpórea está estructurada. Ahora bien, como esta ya está estructurada, Lakoff deduce que la estructura preconceptual está también estructurada. Pero en este razonamiento deductivo, es decir, a priori, no se da tal ilación. Simplemente que aceptamos sin formularlo el principio de que a iguales resultados o efectos (la estructura conceptual) iguales orígenes (la estructura preconceptual). Si este principio no formulado es cierto o no, no lo podemos saber, pero si Lakoff lo emplea debería [161]

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haberlo demostrado, máxime cuando parte de un supuesto inicial. Por otro lado, la deducción, es decir, el análisis a priori, efectuada a partir de los elementos utilizados de este razonamiento por el propio Lakoff —que tanto ataca al método a priori—, no es coherente consigo misma. No se deduce la estructuración de lo preconceptual del supuesto de que de la estructura conceptual surja de lo preconceptual. Tampoco ha sido demostrado que la estructura conceptual surja de la preconceptual, sino meramente mencionado. Es decir, que en este razonamiento utilizamos dos supuestos (nuestra la experiencia corporal está estructurada y la estructura conceptual surge de la estructura preconceptual) para concluir sobre una verdad, que además es del mismo estilo que los dos supuestos de los que partimos (la estructura preconceptual está estructurada). Para terminar la argumentación, Lakoff nos dice: «It is obvious that not all of our concepts are physical concepts. Many of them are abstract. Reason is abstract» (Lakoff, 1990, 267). Hasta ahora y, más tratándose de una teoría «cognitiva», creíamos que todos los conceptos son abstractos. No se entiende de ninguna manera cómo algunos conceptos puedan ser físicos. Si algunos conceptos son físicos, son concretos. Su concretidad, de alguna manera debería haber sido demostrada. Basado en la argumentación anterior Lakoff se plantea dos problemas, que formula como «What kind of preconceptual structure is there to our experience that could give rise to conceptual structure? y How can abstract concepts and abstract reason be based on bodily experience?» (Lakoff, 1990, 267). 5.2.10. Solución de Lakoff y Johnson Respecto al primero de los problemas planteados, Lakoff y Johnson defienden que hay estructuras de dos clases en nuestra experiencia preconceptual: [162]

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— la estructura de nivel básico y — la estructura de los esquemas cinestésico-imagísticos. La estructura de nivel básico está formada por las categorías de nivel básico, que se definen por la convergencia de nuestra percepción gestáltica, nuestra capacidad de movimiento corporal y nuestra capacidad de formar imágenes mentales ricas. Y la estructura de los esquemas cinestésico-imagísticos está formada por los esquemas imagísticos. Éstos son estructuras relativamente simples a las que se recurre constantemente en nuestra experiencia del mundo. Tienen como particularidad el que son estructuras directamente significativas, puesto que son directa y repetidamente experimentadas a causa de la naturaleza del cuerpo y de su forma de funcionar en el ambiente. Entre éstas tenemos los conceptos de CONTENEDORES, VIAS, LAZOS, FUERZAS, EQUILIBRIO y varias orientaciones y relaciones como ARRIBA-ABAJO, DELANTE-DETRÁS, PARTE-TODO, CENTRO-PERIFERIA. Respecto al segundo de los problemas, los conceptos abstractos y la razón abstracta están basados en la experiencia corporal, es decir, en la experiencia de la estructura de los niveles básicos y de la estructura esquemáticoimagística, de dos maneras: — por proyección metafórica desde el dominio de lo físico a lo abstracto; y — por proyección de las categorías de nivel básico a las categorías hiponímicas e hiperonímicas (Lakoff, 1990, 268). Las estructuras conceptuales abstractas son indirectamente significativas: son comprensibles a causa de su relación sistemática con las estructuras directamente significativas. Una vez que se ha hecho esta aproximación a lo significativo, aproximación directa y aproximación indirecta, podemos caracterizar: [163]

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la comprensión en términos de lo significativo, la verdad en términos de la comprensión, la implicación en términos de la verdad, el conocimiento en términos de la comprensión y la verdad, y — la objetividad en términos de la comprensión de cómo nosotros comprendemos. Todo este andamiaje se mantiene sobre la base de lo significativo, que, a su vez, tiene un doble fundamento preconceptual en la experiencia corporal: las estructuras de nivel básico y los esquemas cinético-imagísticos (Lakoff, 1990, 268). 5.2.11. El valor de la solución propuesta Como acabamos de ver, se trata de una serie de supuestos, a saber: se supone que hay doble estructura, la estructura conceptual y la estructura preconceptual, se supone que una surge de la otra, se supone que la primera está estructurada y se «deduce» la estructuración de la segunda, deducción cuya ilación es muy dudosa. Una vez que ya tenemos todo este cúmulo de supuestos, se supone también que se dan las estructuras de nivel básico y las estructuras de los esquemas cinético-imagísticos. La forma como se da el significado es de abajo arriba por proyección. Son significativas las estructuras preconceptuales, las cuales transmiten lo «significativo» hacia las estructuras superiores. En este entramado hay otro supuesto que también tiene su precedente. Es la tesis de la emergencia de Vermont Mountcastle: la estructura conceptual surge de la estructura preconceptual y, en otro sentido, lo significativo se proyecta de lo preconceptual a lo conceptual. Esta tesis la utiliza también Chomsky (cfr. Chomsky, 2002). Según la tesis de la emergencia, lo mental en el ser humano no es más que una emergencia de lo corporal. Dice así: «Things men[164]

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tal, indeed, minds, are emergent properties of brains. These emergences are not regarded as irreducible but are produced by principles that control the interactions between lower-level events —principles we do not yet understand» (apud Chomsky, 2002, 55). De esta manera, el concepto de significado de Lakoff creado a base de categorías que extienden su significación hasta incluir en ellas todo posible «miembro» de las mismas, encuentra su explicación. Y de esta manera también es fácil adaptar lo que creemos que son las cosas (principio del realismo experiencialista) a la nueva «epistemología». No obstante, si consideramos el fundamento del significado, lo que Lakoff llama significativo está formado por un número de conceptos (CONTENEDORES, VIAS, LAZOS, FUERZAS, EQUILIBRIO y relaciones tales como ARRIBA-ABAJO, DELANTE-DETRÁS, PARTE-TODO, CENTRO-PERIFERIA) que no son primarios en sí mismos. Si queremos fundamentar todo el significado de una lengua, por un lado, y toda la significación posible que puede crear un sujeto hablante, dicente y cognoscente, por otro, a base de unos conceptos mínimos, éstos tienen que ser realmente básicos. Y ninguno de estos conceptos son conceptos que puedan existir, es decir, ser por sí mismos. Quizá los más fundamentales sean las orientaciones y relaciones. Tomemos UP-DOWN, por ejemplo, y veremos que supone, al menos cuatro cosas: — primero, un movimiento — segundo, un cuerpo — tercero, un ser capaz de moverse o, más complicado aun, un ser que recibe el impulso de otro, y — cuarto, una mente capaz de establecer esa relación Son muchos los supuestos que tenemos que tener en cuenta para crear esta estructura de nivel básico. Si a esta le añadimos nuevos conceptos para que llegue a ser, no ya significativo, sino significado, tales como la VERTICALIDAD (dominio origen) y la CANTIDAD (el dominio término) y [165]

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todo lo que pueda añadir un significado concreto, como el de la expresión The crime rate keeps rising (llámese metáfora o no: no importa, puesto que es un significado utilizado por los hablantes), es una complicación que no explica nada. La explicación del significado a base de lo significativo, aparte de tautológico, no lleva a nada. Por otro lado, he comentado ampliamente el contenido de la tesis de la emergencia en otro lugar, a donde me remito (cfr. Martínez del Castillo, 2006, 115-130). La propuesta de Lakoff ha de ser evaluada dentro de la propia teoría, que como hemos visto parte de dos principios, el realismo y una epistemología nueva. La propuesta no es ni realista ni «cognitiva». No es realista porque no se atiene a los hechos de los que dice que parte. Si se inventan unos conceptos para explicar unos hechos hay que explicar y justificar esos conceptos que se inventan en relación a los hechos. En ningún momento ha hecho Lakoff mención al realismo experiencialista del que parte cuando nos ha dicho que hay estructuras significativas. Tampoco es «cognitiva»: no responde a una teoría del conocer humano. Lo significativo ha surgido sin explicación alguna.

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CAPÍTULO 6

Aspectos y conceptos clave de la lingüística cognitiva Nos quedan por ver los conceptos fundamentales en los que se desenvuelve la lingüística cognitiva. A algunos de estos conceptos, los conceptos de categoría, experiencia, realismo, uso, evidencia empírica, corporeización de la razón, de una forma u otra ya los hemos visto. No obstante, tenemos que volver sobre ellos y criticarlos en lo que son. Vamos a ver también los conceptos de metáfora, de nivel básico, de cognición y vamos a analizar la propuesta de una nueva filosofía. 6.1. LA CATEGORIZACIÓN DE LA LINGÜÍSTICA COGNITIVA

El rasgo más definitorio de la lingüística cognitiva lo constituye el concepto de categoría y el fundamento principal y básico de la misma, la categorización: Categorization [is] the main way that we make sense of experience. [...]. In the new view [cognitive view as [167]

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opposed to traditional view], our bodily experience and the way we use imaginative mechanisms are central to how we construct categories to make sense of experience (Lakoff, 1990, xi y xii).

Para Lakoff, la categorización está asociada a la experiencia y a los aspectos imaginativos del conocer. Funcionalmente, la categorización depende de la experiencia, ya que su misión es sacar sentido a la misma. En el concepto de experiencia corporal (cfr. 5.2.8.3) caben distintos aspectos: lo mismo entra lo que nos dan los sentidos, es decir, las sensaciones, las sensaciones posibles, la estructuración de las sensaciones genéticamente adquiridas y las sensaciones del grupo social. En una palabra: tanto el aspecto biológico como el aspecto histórico que se dan en el conocer individual, con base en la comunidad histórica a la que pertenece el individuo. La mayor parte de la categorización es automática e inconciente. Esto nos lleva a creer que categorizamos las cosas según son. Pero una gran proporción de nuestras categorías no son categorías de las cosas, sino de entidades abstractas (Lakoff, 1990, 6). Desde los tiempos de Aristóteles las categorías se concebían como «contenedores» abstractos, con cosas que estaban dentro o fuera de los mismos. Se suponía que las cosas pertenecían a la misma categoría si, y sólo si, tenían ciertas propiedades en común. Las propiedades que eran comunes se tomaban como definitorias de la categoría. Este concepto de categoría no era el resultado del estudio empírico, sino que era una posición filosófica a la que se llegaba por la especulación a priori (Lakoff, 1990, 6). Como consecuencia de esta teoría sobre la categoría, se pone de manifiesto que human categorization is essentially a matter of both human experience and imagination —of perception, motor activity, and culture on the one hand, and of meta[168]

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phor, metonymy, and mental imagery on the other. As a consequence, human reason crucially depends on the same factors, and therefore cannot be characterized merely in terms of the manipulation of abstract symbols (Lakoff, 1990, 9).

En esta tesitura, cambiar el concepto de categoría significa cambiar nuestro concepto de mente y entendimiento del mundo (Lakoff, 1990, 9). Y si cambiamos nuestro concepto de categoría desde la concepción clásica al concepto de la misma basado en la teoría de los prototipos, implica cambios en los conceptos de verdad, conocimiento, significado, racionalidad, e incluso de gramática (Lakoff, 1990, 9). 6.1.1. La teoría de los prototipos Lakoff dice que el concepto de categoría tiene que ser revisado. Para defender dicha revisión, Lakoff refiere al concepto contrario, que resume de la siguiente manera. Las categorías generalmente se definen por propiedades que son comunes a un conjunto de cosas. Esta idea no sólo es la concepción de la gente79 hoy día, sino que también es la principal teoría técnica sobre la misma, una teoría que lleva entre nosotros más de dos mil años (cfr. Lakoff, 1990, 5)80. La razón fundamental para no aceptar esa con—————— 79 Este concepto que Lakoff llama «folk theory» es muy similar al que Whorf llama «habitual thought of the people» (cfr. Whorf, 1956, 134-159 y 233-245). Este concepto, de una manera u otra refiere a lo que hemos llamado el nivel histórico (cfr. 5.2.8.6) y es el nivel que Lakoff quiere corregir. 80 Analizaremos este argumento más adelante, cfr. 6.16.2. Por otro lado, este argumento significa una simplificación del pensamiento europeo, en un sentido. No es tal simplificación cuando Lakoff refiere al pensamiento implícito. Ahora bien, Lakoff no hace tal distinción entre pensamiento implícito y pensamiento explícito. El pensamiento implícito es lo que Ortega y Gasset llama creencias (cfr. Ortega y Gasset, 1997), [169]

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cepción clásica es que modernamente ha quedado claro que la categorización es más que todo eso. Las categorías se definen por la teoría de los prototipos de Eleanor Rosch, quien basada en estudios empíricos, revolucionó el estudio de la categorización dentro de la psicología. La teoría de los prototipos, se divide en dos partes: los efectos prototípicos y los efectos de nivel básico. Los efectos prototípicos muestran que las características definitorias de una categoría no son compartidas por todos los miembros de dicha categoría, lo cual quiere decir que hay asimetrías entre los miembros de la categoría, siendo unos prototípicos y mostrando, los otros, efectos prototípicos (cfr. Lakoff, 1990, 39-40). Los efectos de nivel básico tienen que ver con la escala de una jerarquía taxonómica. En una jerarquía taxonómica el género está representado en el medio de la escala. Esta va desde, utilizando su vocabulario, inicio absoluto (UNIQUE BEGINNER) a forma vital (LIFE FORM), a intermedio (INTERMEDIATE), a género (GENUS), a especie (SPECIES), a variedad (VARIETY). El género, es decir, el representante de la categoría, está definido en el medio de la jerarquía (cfr. Lakoff, 1990, 46). Como Eleanor Rosch demostró, las categorías tienen miembros que son más representativos que otros, siendo los prototipos los más representativos. Además todos los aspectos humanos de tipo neurofisiológico, el movimiento corporal, las capacidades humanas para percibir, formar imágenes mentales, aprender, recordar, organizar las cosas que aprendemos y comunicarnos eficientemente, juegan un papel importante en la formación de las categorías (Lakoff, 1990, 7). —————— que no son más que el soporte ideológico en el que nos movemos o incluso basamos nuestras propias ideas. A éste lo aceptamos sin más, del cual no nos llegamos a dar cuenta; por ejemplo, la idea de ser como ser substante, que está implícito en la cultura occidental. Lakoff ha llegado a intuir este tipo de pensamiento, pero no ha sabido desarrollarlo ni darse cuenta de lo que significa. [170]

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6.1.2. Implicaciones del concepto cognitivista de categoría Los puntos que definen las categorías cognitivistas, según el propio Lakoff, son los siguientes: 1. El pensamiento es de naturaleza corpórea. Las estructuras que se emplean para estructurar nuestros sistemas conceptuales nacen de la experiencia corporal y llegan a interpretar la expresión en términos de la misma. La parte central de nuestro sistema conceptual está enraizada en la percepción, el movimiento corporal y la experiencia de carácter físico y social. 2. El pensamiento es imaginativo, en el sentido de que los conceptos que no están directamente enraizados en la experiencia emplean la metáfora, la metonimia y las imágenes mentales. Todas estas realizaciones del pensamiento van más allá de la representación literal de la realidad externa81. 3. El pensamiento tiene propiedades gestálticas, es decir, es unitario y no atomístico. Los conceptos tienen una estructura general que va más allá del mero juntar bloques de construcción conceptual según reglas generales. 4. El pensamiento tiene una estructura ecológica. La eficiencia de los procesos cognitivos depende de la estructura global del sistema conceptual y de lo que significan los conceptos. El pensamiento es algo más que la manipulación mecánica de los símbolos abstractos. —————— 81 Como hemos visto antes (cfr. 5.2.8. a 5.2.10), para Lakoff, hay dos maneras de formar los conceptos: una es directa, basada en la experiencia, y otra es indirecta, a través de metáforas que nos llevan igualmente a la experiencia. Los conceptos basados en la experiencia son conceptos físicos, los otros son imaginativos o de entidades abstractas. [171]

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5. La estructura conceptual se puede describir usando modelos cognitivos que tengan las propiedades ya referidas de las categorías. 6. Lo nuevo de los modelos cognitivos es que incorporan los datos empíricos de la categorización dando un tratamiento unitario (Lakoff, 1990, xiv-xv). 6.2. CRÍTICA AL CONCEPTO DE CATEGORIZACIÓN Y CATEGORÍA

En esta exposición de lo que es categorización y categoría encontramos elementos definitorios de la teoría, algunos ya comentados, a saber: — la categorización asociada a la experiencia — la experiencia asociada a lo biológico (bodily experience) — la categorización asociada al uso — la categorización asociada a lo imaginativo y la metáfora — la concepción sobre lo abstracto — la concepción peculiar sobre el método a priori — la teoría sobre la expansión del significado. — la prueba experimental en la categorización. 6.2.1. La categorización y lo humano Un concepto como el de categorización, de tal extensión, en el que lo mismo entran aspectos individuales, por un lado; como genéticos, es decir, biológicos, por otro; como culturales o sociales, es decir, históricos, por otro —si es que no hubiera contradicción entre dichos componentes—, podría admitirse si se concibiera como una realidad humana. Pero Lakoff plantea la categorización como una cosa natural, es decir, como una cosa biológica o, por lo menos, psicológica. Y esto de ninguna manera es admi[172]

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sible en el estudio de lo humano, el estudio de aspectos que pertenecen al reino de la libertad, que ya hemos comentado, cfr. 5.2.5. 6.2.2. La categorización y la experiencia En la misma formulación del concepto de categorización nos dice Lakoff que la categorización es la forma principal de sacar sentido a la experiencia. Es decir, que la categorización es algo que actúa por sí misma sobre la experiencia. Pero, por otro lado, dice que nuestra experiencia corporal y la forma como usamos los mecanismos imaginativos son centrales a cómo construimos las categorías para sacar sentido a la experiencia. Esto, puesto que tratamos, según Lakoff, de un fenómeno natural, nos plantea el problema de la precedencia de la categorización sobre la experiencia, o al revés: ¿qué es antes, la experiencia o la categorización?, ¿cuál de ellas dos es la que sirve a la otra? Si la categorización es necesaria para interpretar la experiencia, la categorización y las categorías son antes que la experiencia, a la que interpretan. Si la experiencia es central para construir categorías, es que las categorías se forman sobre la base de la experiencia, con lo que la experiencia es antes que las categorías, siendo la experiencia la que interpreta a las categorías, ¿en qué quedamos, cuál de las dos cosas es antes que la otra? ¿no necesitamos una aclaración del tipo que sea? 6.2.3. La categorización y los seres humanos Bien es verdad que en toda esta exposición siempre aparece el pronombre we: we make sense of experience, we construct categories, we use imaginative mechanisms, ¿no tendríamos que haber empezado por aquí, por los seres que hablan, dicen y conocen? Si empezáramos por pre[173]

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guntarnos por los seres humanos —¿qué es el ser (humano) que conoce, dice y habla?—, todos estos conceptos serían conceptos que están subordinados a lo que es el ser humano. La categorización y las categorías, por un lado, no son más que lo que hacen los seres humanos y aquello en que se ejecuta dicha acción o actividad. La experiencia, por otro, no es más que lo que el ser humano percibe o aprehende o acumula de lo percibido. La cuestión de la precedencia de una realidad sobre la otra, carecería de importancia, puesto que ninguna de las dos tiene existencia independiente y de por sí, sino son y se dan en el ser humano que actúa de alguna manera. Pero no. Hemos empezado introduciendo todo lo secundario y afirmando que esto nos va a ayudar a conocer al ser humano: «An understanding of how we categorize is central to any understanding of how we think and how we function, and therefore central to any understanding of what makes us human» (Lakoff, 1990, 6). ¿No será, justamente, al revés? La mente, las categorías, la categorización, la experiencia, los mecanismos imaginativos, el sistema conceptual, el significado, incluso y por supuesto el mundo, no son más que operaciones, atributos o creaciones del ser humano que habla, dice y conoce. Lo que sea el ser humano condicionará, por necesidad, todos esos conceptos, máxime cuando vamos a estudiarlos en su «ser conocidos» por el ser humano. Este proceder utilizado, el introducir todos estos conceptos secundarios sin habernos preguntado por el ser humano, tiene unas implicaciones metodológicas muy importantes. En primer lugar, los conceptos de que hablamos los introducimos —nada más ni nada menos— que en una teoría del conocimiento, sin revisión crítica alguna por nuestra parte. Si queremos explicarnos cómo conocemos, lo primero que tenemos que definir es a esos sujetos cognoscentes que somos «nosotros». Pero no es que sólo introduzcamos estos aspectos secundarios. Es que, además, los introducimos y los aceptamos como existentes, como realidades autónomas sin conexión con aquella realidad [174]

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mayor en la que radican y se dan. Es decir, que los objetivamos concibiéndolos ingenuamente, sin elaboración alguna. Un sistema conceptual, por ejemplo, es un sistema de conceptos y el concepto de éste es una concepción distinta a la que podemos tener ingenuamente como hablantes. No hay elaboración alguna en estos conceptos introducidos. No hay, por consiguiente, justificación. No son conceptos científicos en absoluto. 6.2.4. La experiencia y el uso: lo histórico La expresión «experiencia», además, tal y como es usada en la lingüística cognitiva, hace alusión a lo que los cognitivistas llaman uso, es decir, a lo que es común en la técnica del hablar, decir y conocer dentro de una comunidad lingüística; en otras palabras: uso es lo que pertenece al plano histórico de la actividad del hablar, decir y conocer, lo que pertenece a una lengua y no a otra82. Una lengua es un conjunto de formas, contenidos, reglas, procedimientos y actitudes participadas por los miembros de una comunidad de hablantes. El uso está constituido por formas comunes, formas que han sido ejecutadas y formadas por los hablantes de una lengua a lo largo de la evolución de esa lengua. En este sentido constituyen un bagaje cultural, un acervo lingüístico que se ofrece a los hablantes cuando éstos se ven en la necesidad de crear un acto lingüístico, es decir, siempre que hablan. Estas formas y contenidos son participados, es decir, hechos o creados por todos, por el común de los hablantes, por un lado, y habidos o aceptados y tenidos en común entre todos, por otro. Son formas que existen, se dan y pertenecen a todos los hablantes, a la comunidad, a la lengua. En ese sentido son sociales e históricas y se imponen al individuo, formas que el individuo —————— 82 Ya hemos hablado varias veces del plano histórico, pero tenemos que hacerlo aquí, de nuevo. Cfr. 5.2.8.6. [175]

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tiene que aceptar como son, por un lado, o formas que puede rechazar, o modificar o alterar, por otro. En sí mismas no son reales: son virtuales y como tal tienen que ser ejecutadas, hechas y re-hechas por el sujeto en el acto lingüístico. Como virtuales, constituyen modelos de ejecución a los que los hablantes se atienen para la creación de sus propias formas en el acto lingüístico. Pero, las formas, reglas, procedimientos, contenidos y actitudes que componen la lengua histórica, constituyen un acervo común, no un acervo natural, ni mucho menos un acervo genéticamente adquirido. Así, pues, los conceptos del uso, por un lado, y de categoría radicada en la experiencia, entendida ésta como experiencia corporal, por otro, son incompatibles entre sí. La experiencia, como experiencia biológica, nunca puede estar en el uso. Para que aparezca en el uso tiene que convertirse en algo abstracto. La experiencia biológica es concreta por definición, a saber: lo que nos dan los sentidos, algo que radica en el cuerpo. Y el uso, no radica en absoluto en el cuerpo. Las categorías y el proceso mismo de la categorización se manifiestan, de hecho, en el uso. Las categorías y significados se dan y se conservan en el uso. Pero en ambos casos, se dan y se conservan como virtuales, según hemos visto. No tienen nada que ver con la experiencia. Son términos antitéticos: la experiencia radica en lo corporal; la categorización cuando se da es un acto completamente libre. No hay lazo que determine a la una por la otra. Sí puede darse un condicionamiento de la categoría por la experiencia, pero no pasa de una mera circunstancia que el sujeto hablante, dicente y cognoscente llega siempre a superar. 6.2.5. La fundamentación de la teoría de los prototipos Para Lakoff, el fundamento de la nueva teoría sobre la categoría es que la teoría tradicional no incluía necesariamente dentro de su concepto a todos los miembros de la [176]

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misma. La teoría de los prototipos, en su contra, tiene miembros más representativos, los prototipos, y miembros menos representativos, los que muestran efectos prototípicos. A su vez, la nueva teoría de los prototipos permite grados de realización mayores o menores dentro de una jerarquía taxonómica. Esta concepción «nueva», sin embargo, no está hablando de los conceptos, es decir, de las categorías, sino de las cosas. Con lo que podemos decir, que no es en absoluto, la de los prototipos, una teoría que afecte ni tenga que ver con el conocimiento o cognición. La teoría de los prototipos habla de las cosas de la naturaleza y allí encuentra mucha asimetría. En efecto, encontramos allí, siguiendo el ejemplo que nos da Lakoff, modelos distintos de madre, como madre de nacimiento, madre genética, madre de crianza, madre marital, madre genealógica, todos ellos modelos de la categoría madre (cfr. Lakoff, 1990, 74-76), y podríamos encontrar muchos más. Pero en esto estamos hablando de las cosas, del estado de cosas real que por su complejidad necesita distintos conceptos que puedan englobar a los elementos que lo componen. La teoría de los prototipos no ha llegado a saber qué es el conocer: el conocer es poner orden sobre lo que, a través de nuestros sentidos, nos llega de la realidad exterior. A ésta la llamamos mundo, «kosmos», porque hemos establecido allí un orden. En ese orden hemos establecido conceptos, es decir, categorías, que representan a partes abstraídas de lo que allí se da. Lo que se da allí no es nada más que impedimentos o facilidades que nos impiden o nos facilitan nuestra relación con lo «otro». Así, las categorías, por un lado, y las cosas del mundo real, por otro, no existen: las hacemos nosotros al conocer en el acto único y supremo de hablar, decir y conocer. Creamos el mundo en un doble sentido: — primero, en conceptos reflejados en palabras de una lengua, que ya de por sí, los conceptos y las palabras, son dos cosas distintas, y — segundo, en realidades a las que aplicamos los conceptos creados. [177]

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Los conceptos reflejados en palabras tienen una doble realidad: la creación que realiza el hablante, dicente y cognoscente, por un lado, y el elemento tradicional, la palabra y el concepto, de que se ha valido dicho sujeto, por otro. La realidad o las realidades a las que aplicamos el concepto creado representado en la palabra es, también, una creación efectiva del sujeto hablante. Éste concibe la realidad desde su propia intuición y la selecciona y divide según su intención expresiva. Y en este seleccionar y dividir hay una traducción de una forma de ser concreta y sensible a una forma de ser abstracta, necesariamente abstracta. No tiene, pues, nada de particular —aparte del valor literario de juego de palabras— que digamos con Lakoff: — I was adopted and I don’t know who my real mother is. — I have four real mothers: the woman who contributed my genes, the woman who gave birth to me, the woman who raised me, and my father’s current wife (Lakoff, 1990, 75). Ejemplos tan representativos como éstos —y mucho más representativos que éstos— los podemos ver, sobre éste u otros temas de creación, en las obras literarias de cualquier lengua. El hablante que empleara el concepto de madre para denotar los distintos estados de cosas en los que él decide que se aplica, está abstrayendo de esos estados algunos elementos. El hablante que, por otro lado, quiere hacer un elenco de todos los estados de cosas en donde se da o se puede dar el estado de cosas que designamos como ‘madre’ está haciendo una abstracción mayor, ya que relaciona estados de cosas tan dispares entre sí, como los que designan los ejemplos citados. Por otro lado, el hablante que dijera —el propio Lakoff, en su libro— cualquiera de estos dos ejemplos, está creando un contexto, contexto llamémosle académico, en donde lo dicho es verdad. Y así, la forma de conocer en el cual se utiliza el concepto de madre se crea y determina por el hecho de su [178]

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ejemplaridad para ilustrar la idea que el autor, Lakoff, pretende. Y esto es un modo de conocer que da lugar a un universo de conocimiento. En el universo de conocimiento de la lingüística cognitiva y para ilustrar la idea que pretende Lakoff, los ejemplos referidos son verdad. No lo serían en el universo de conocimiento de la experiencia común. El contraste entre el primero y el segundo es lo que nos puede llevar a la perplejidad. La teoría de los prototipos, tendrá valor para el conocimiento de las ciencias naturales, no para explicar una teoría del conocimiento, porque no ha llegado a intuir ni saber qué es el conocer humano. Sobre el conocer humano, ya hemos hablado anteriormente, cfr. capítulo 4. También hemos visto el concepto de abstracto, cfr. 3.1.1. y el concepto de universos de conocimiento, cfr. 5.2.8.8. 6.2.6. La categorización y la prueba empírica Para Lakoff, el fundamento de la concepción cognitivista sobre las categorías viene dado por una masa ingente de pruebas empíricas, que nos vienen de distintas ciencias entre las que cabe señalar la antropología, la lingüística y psicología, principalmente (Lakoff, 1990, xii y xiv). La concepción cognitivista lleva consigo una concepción nueva, no sólo sobre las categorías, sino sobre la razón humana en general (Lakoff, 1990, xiv). Y lo que está implícito en todo esto: que las categorías, la categorización, son comprobables empíricamente. En la evidencia empírica aplicada a una realidad mental, como es la categoría o el proceso de crear categorías o categorización, hay implícitos muchos problemas de los que ya hemos hablado. En primer lugar, pretender comprobar empíricamente una categoría, implica que esa categoría es, por lo menos, una cosa comprobable. Si es comprobable, es que tiene existencia propia y, por tanto, es [179]

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algo ajeno al ser humano, en donde comprobamos «empíricamente» la categoría en cuestión. En segundo lugar, pretender comprobar empíricamente una categoría en el lenguaje, mediante expresiones recogidas del uso, es decir, del acervo lingüístico o tradición, significa confundir planos del hablar, decir y conocer. Ya hemos hablado varias veces del plano histórico, cfr. 1.1.9, 4.1.2, 5.2.8.6. y 6.2.4. Las categorías pertenecen a la tradición, como todos los elementos de una lengua. Una categoría se manifiesta en la lengua como un significado histórico. En este sentido, no sólo se puede comprobar: se han comprobado siempre. Ahora bien, la forma de comprobación empírica que los cognitivistas83 adoptan es totalmente ilegítima. La no distinción de planos en el hablar, decir y conocer y reducirlo todo al plano biológico o natural, les lleva a sacar conclusiones que, proviniendo del plano histórico, atribuyen al plano universal. Así, In a remarkable set of experiments, Rosch set out to show that primary color categories were psychologically real for speakers of Dani, even though they were not named. She set out to challenge one of Whorf’s hypotheses, namely, that language determines one’s conceptual system. If Whorf were right on this matter, the Dani’s two words for colors would determine two and only two conceptual categories of colors. Rosch reasoned that if it was language alone that determined color categorization, then the Dani should have equal difficulty learning new words for colors, nonprimary color. She then went about studying how Dani speakers would learn new, made-up color terms. One group was taught arbitrary names for eight focal colors, and another group, arbitrary names for eight nonfocal colors [...]. The names for focal colors were learned more easily. Dani speakers were also found (like English —————— 83 Hablo aquí de los cognitivistas y no de Lakoff, porque éste refiere a otros autores, en los que se apoya. [180]

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speakers) to be able to remember focal colors better than nonfocal colors [...]. In an experiment in which speakers judged color similarity, the Dani were shown to represent colors in memory the same way English speakers do (Lakoff, 1990, 40).

Como podemos ver, aquí se identifica lo psicológico con lo proveniente de la lengua dani, con lo proveniente de una teoría lingüística (las hipótesis de Whorf), el concepto que han creado de sistema conceptual, el concepto de categoría conceptual —¿no es un concepto redundante?—, la capacidad de aprender en un laboratorio unos hablantes determinados (que no es lo mismo que en la vida real), etc. La comprobación empírica del plano histórico del hablar, decir y conocer, se efectúa no en el laboratorio, sino en el uso de la lengua por los hablantes, en el hablar de cada día, en «el hablar de cada vez», que diría Humboldt. En tercer lugar, la comprobación empírica de una categoría, convertida ésta en virtud de la teoría que efectúa tal comprobación en una categoría mental, no en un mero concepto que crea el hablante al hablar, decir y conocer, implica también que esa categoría mental es una cosa objetiva y, por consiguiente, existente. Y aquí podemos ver el razonamiento de Rosch, según refiere Lakoff en la cita anterior: «Rosch reasoned that if it was language alone that determined color categorization, then the Dani should have equal difficulty learning new words for colors, nonprimary color.» La conclusión es que no es la lengua sola la que interviene en el aprendizaje de los colores, sino que existe una estructura mental que se da en todos los seres humanos, ya sean hablantes del dani o del inglés. Esta conclusión es enteramente gratuita. Se está mezclando ahí la experimentación en un laboratorio, una situación que para la persona sometida a la misma empieza y termina en el mismo laboratorio, con la psicología y la lengua. No quiere decir nada si las personas de muestra contestan en un sentido o en [181]

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otro. A lo sumo, puede ser que nos diga algo de la facilidad o no facilidad de las personas de muestra de someterse a ese tipo de pruebas, pero no colectivamente, sino individualmente, cada una. En cuarto lugar, el no distinguir planos lleva a Lakoff a incluir dentro de lo histórico, que para ellos es natural o biológico o, por lo menos, psicológico, las creencias y prejuicios: Asymmetry in similarity ratings: less representative examples are often considered to be more similar to more representative examples than the converse. Not surprisingly, Americans consider the United Sates to be a highly representative example of a country. In experiments where subjects were asked to give similarity ratings for pairs of countries, the following asymmetry arose. Subjects considered Mexico to be more similar to the United States than the United States is to Mexico (Lakoff, 1990, 41).

Las estructuras mentales son algo más que los prejuicios, filias o fobias, aunque también sean eso, estructuras mentales, es decir, creencias en este caso. Los prejuicios de unos hablantes no tienen que ser iguales ni simétricos a los de otros hablantes. Y en último lugar, la comprobación empírica tal y como ha sido planteada por la lingüística cognitiva, es una manifestación del tipo de ciencia que hacen los cognitivistas. Para estos, la ciencia es una ciencia de realidad que parte de unos conceptos a priori, sus propios supuestos, que dan por ciertos sin necesidad de justificación y sin necesidad de que éstos respondan a un problema. Una vez que han identificado, que no definido, esos supuestos se lanzan a comprobarlos empíricamente. Y, ¿qué comprueban?, pues simplemente sus supuestos: comprueban que a la hora de conocer los colores, los dani se comportan igual que los angloparlantes: ¿quiere esto decir que existe una base natural para «categorizar» los colores? Pues, no: todo depende de la concepción que tengan sobre el conocer los [182]

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que lo comprueben empíricamente, con lo que no hemos hecho nada. ¿Por qué comprueban eso que dice que comprueban? Pues, simplemente porque han partido de eso mismo como supuesto. 6.3. LA METÁFORA Y LO IMAGINATIVO EN EL CONOCIMIENTO

Según Lakoff, hay dos formas de conocer: o bien se conoce directamente sobre las cosas, o bien se conoce indirectamente por la metáfora. Dicho de otra manera: se conoce siempre en virtud de las cosas, unas veces gracias a las cosas en sí, y otras veces gracias a la metáfora sobre la base de las cosas en sí (Lakoff, 1990, xv). La primera forma de conocer nos da conceptos o categorías concretas, más aún: físicas. La segunda nos da conceptos y categorías abstractas (Lakoff, 1990, 267). Explicar el pensamiento, así, es una cosa unívoca: o bien encontramos en sí mismo el fundamento del conocer en las cosas, o bien lo buscamos en la relación metafórica que tenga lugar. Ahora bien, puesto que partimos del pensamiento corporal y puesto que en la cognición no existen planos que nos digan que hemos de tener en cuenta a las realidades históricas, es decir, a las lenguas, ni a los propios individuos como sujetos hablantes, dicentes y cognoscentes, puesto que todos tenemos un cuerpo y el cuerpo es una «entidad» comprobada, la metáfora se da siempre y en todo lugar de la misma manera. Por tanto, descubrir cuáles son las metáforas es descubrir lo mental. Basados en evidencia empírica Lakoff y Johnson (Lakoff y Johnson, 1980, 3), justifican la metáfora: We have found [...] that metaphor is pervasive in everyday life, not just in language but in thought and action. Our ordinary conceptual system, in terms of which we both think and act, is fundamentally metaphorical in nature. [183]

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The concepts that govern our thoughts are not just matters of the intellect. They also govern our everyday functioning, down to the most mundane details. Our concepts structure what we perceive, how we get around in the world, and how we relate to other people. Our conceptual system thus plays a central role in defining our everyday realities. If we are metaphorical, then the way we think, what we experience, and what we do every day is very much a matter of metaphor. But our conceptual system is not something we are normally aware of (Lakoff y Johnson, 1980, 3).

Lakoff y Johnson 1980 dicen que la metáfora es una cosa que ellos han descubierto o encontrado. En 1939 (publicado en 1941 y 1956)84 Whorf hablaba ya de la presencia de la metáfora en todos los campos que cubre el lenguaje: To fit discourse to manifold actual situations, all languages need to express durations, intensities, and tendencies. It is characteristic of SAE [Standard Average European language] to express them metaphorically. The metaphors are those of spatial extension, i. e. of size, number (plurality), position, shape, and motion. We express duration by ‘long, short, great, much, quick, slow,’ etc.; intensity by ‘large, great, much, heavy, light, high, low, sharp, faint,’ etc.; tendency by ‘more, increase, grow, tune, get, approach, go, come, rise, fall, stop, smooth, even, rapid, slow’; and so on through an almost inexhaustible list of metaphors that we hardly recognize as such, since they are virtually the only linguistic media available (Whorf, 1956, 145).

Y a continuación Whorf expone una larga lista de metáforas y expresiones metafóricas (cfr. Whorf, 1956, 145146). Como podemos comprobar, ya Whorf señaló la presencia de la metáfora en la vida diaria y la dificultad de darse cuenta de la misma, cosa que Lakoff y Johnson señalan como propio. —————— 84 Cfr. Whorf, 1956, 134. [184]

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El fundamento de la metáfora, para Lakoff y Johnson, está en el sistema conceptual, en el cual se basa el lenguaje, el pensamiento y el actuar en el mundo. De esta manera, el lenguaje se convierte en una importante fuente de evidencia empírica para la metáfora: «Since communication is based on the same conceptual system that we use in thinking and acting, language is an important source of evidence for what that system is like» (Lakoff y Johnson, 1980, 3). La metáfora, pues, va más allá del lenguaje, manifiesta la estructura conceptual, que es lo realmente digno de conocer. La metáfora es en sí misma significativa, porque existe una base natural a la misma: Natural metaphorical concepts are meaningful because they are based on a) directly meaningful concepts and b) correlations in our experience. And superordinate and subordinate concepts are meaningful because they are grounded in basic-level concepts and extended on the basis of such things as function and purpose (Lakoff, 1990, 292).

La esencia de una metáfora consiste en entender y experimentar una clase de cosa en términos de otra, porque la esencia de la metáfora «The essence of metaphor is understanding and experiencing one kind of thing in terms of another» (Lakoff y Johnson, 1980, 5). El lenguaje, cuando no es metafórico, es el lenguaje literal (Lakoff y Johnson, 1980, 5). La metáfora no está radicada en el lenguaje, sino en los procesos del pensamiento, que son en gran parte metafóricos, de tal manera que el sistema conceptual humano está metafóricamente estructurado y definido. El lenguaje es metafórico porque el sistema conceptual es metafórico (Lakoff y Johnson, 1980, 6). Lakoff y Johnson dan por supuesto que tanto el concepto de metafórico, como el de lenguaje que usamos para su explicación, son sistemáticos: «Because metaphorical con[185]

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cept is systematic, the language we use to talk about that aspect of the concept is systematic» (Lakoff y Johnson, 1980, 7). Por la misma razón, la explicación que hagamos de la metáfora podrá ser también metafórica. Con ello lograremos la comprensión de la naturaleza metafórica de nuestras actividades: Since metaphorical expressions in our language are tied to metaphorical concepts in a systematic way, we can use metaphorical linguistic expressions to study the nature of metaphorical concepts and to gain an understanding of the metaphorical nature of our activities (Lakoff y Johnson, 1980, 7).

Para Lakoff y Johnson, la explicación de la metáfora, basados en estos supuestos, consiste en describir el contenido de la misma expresándolo en una oración breve y concisa, que se suele exponer en versales. Se ilustra la metáfora en una serie larga de expresiones tradicionales, es decir, sacadas de lo que los cognitivistas llaman uso. El uso de los cognitivistas no es meramente la lengua ya realizada y convertida en tradición en la técnica del hablar, sino, en particular, lo que Coseriu llama el discurso repetido85. Éste está compuesto de giros y expresiones que, por supuesto, pertenecen, a la lengua tradicional y son, por tanto, hechos históricos. Como expresiones ya hechas constituyen en sí mismas una unidad léxica. Lo que se considera una metáfora por los cognitivistas, no es más que un significado léxico compuesto por más de una palabra, caso de, por ejemplo, put aside o to be worth one’s while o to lose time en los ejemplos que vemos a continuación. De esta mane—————— 85 «Discurso repetido se opone a técnica del discurso. El discurso repetido abarca todo lo que tradicionalmente está fijado como ‘expresión’, ‘giro’, ‘modismo’, ‘frase’ o ‘locución’ y cuyos elementos constitutivos no son reemplazables o re-combinables según las reglas actuales de la lengua» (Coseriu, 1981, 113). [186]

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ra, el análisis de lo metafórico se hace en abstracto, es decir, hurtadas las expresiones metafóricas del contexto real en donde la metáfora se da como creación. Ejemplos de Lakoff y Johnson (Lakoff y Johnson, 1980, 8): Put aside some time for ping pong Is that worth your while? I lost a lot of time when I got sick

En efecto, to put aside forma en sí mismo una unidad léxica y como tal es tratado en los diccionarios. Igualmente pasa con to be worth one’s while o make it worth someone’s while, expresiones que son en sí mismas unidades léxicas, por tanto, que se han de analizar en su propio contexto, y no en abstracto. Y, por último, lose. Éste es un verbo transitivo, es decir, un verbo que semánticamente es incompleto y necesita de un objeto que especifique el sentido en el que da el aporte léxico. Así, lose se puede completar con cosas tan dispares como un objeto en general, una parte del cuerpo, una habilidad o facultad, peso, sangre, calor, tiempo, dinero; perder la vista de (lose sight of), o incluso perder a un familiar íntimo o un amigo (I lost my wife), etc. El contexto en el que se analizan las expresiones metafóricas es muy peculiar. Como las expresiones metafóricas se toman del discurso repetido, generalmente, se les atribuye un valor imaginativo exclusivo, que no tienen las expresiones no metafóricas. De esta forma se reúne una lista de expresiones metafóricas en las que dicen que se da la «misma» metáfora. Esto crea otro tipo de contexto, el que forman las expresiones metafóricas reunidas, un contexto al que podemos llamar contexto académico. Como consecuencia todas las expresiones metafóricas reunidas contribuyen a la especificación del sentido de las demás. Hecho esto, la metáfora se explica en el fundamento que tiene en las cosas referidas. Para esto, Lakoff y Johnson se sirven de distintas figuras explicativas, como la base fí[187]

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sica (Physical basis), el dominio de origen (source domain), el domino término (target domain) y la representación-relación desde el origen al término (source-to-target mapping) (cfr. Lakoff, 1990, 276). 6.4. CRÍTICA AL CONCEPTO COGNITIVISTA DE LA METÁFORA

Esta es básicamente la teoría sobre la metáfora de la lingüística cognitiva. La metáfora no pertenece a la lengua: es una característica que define a nuestra estructura mental. Es anterior a la lengua y al conocimiento. No obstante, la metáfora se vale de la lengua y se refleja en la lengua. En esta sucinta exposición, en la que no he querido entrar, sino que me he ceñido a lo que es la fundamentación de la misma, por un lado, se echa en falta: 1. una definición y justificación de lo que es una metáfora, tanto como concepto de estudio que como recurso cognoscitivo, dos planos que no se pueden confundir; 2. una explicación del papel que tiene la metáfora para un sujeto que conoce. La metáfora se ha presentado como la realidad anterior al lenguaje y al conocer. Tanto si es anterior como posterior al sujeto o al conocer debemos justificarlo. Ya hemos visto, también, que la metáfora formaba parte de nuestra estructura conceptual y nuestra estructura preconceptual. Todo esto hay que justificarlo. Por otro lado, el razonamiento de Lakoff y Johnson que hemos visto más arriba, es circular: explicar una metáfora por otra no es explicar la metáfora. Por otro lado, la explicación de la metáfora extrayéndola del contexto en donde se da y creando un contexto académico para explicarla no es explicar tampoco la metáfora. Y por último, la explicación dada por Lakoff y [188]

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Johnson de la metáfora como recurso dentro del conocer y del hablar, llámense éstos cognición o lenguaje, respectivamente, o como se quiera, es confusa respecto a los mismos. Se ha de definir lo que es cada cosa y qué relación mantiene una cosa frente a la otra. 6.4.1. La metáfora y la creación humana Llevan razón Lakoff y Johnson cuando consideran que la metáfora es un fenómeno esencial de todo lo humano, que ellos llaman human action o thought and action. Pero la metáfora en sí misma no es nada, es parte de un todo mayor, que es la creatividad humana o que es la expresión con palabras de una lengua de la forma de proceder del ser humano, no en cuanto ser biológico, sino, precisamente, en cuanto humano, es decir, ser que es capaz de conocer. La metáfora como tal no ha de explicarse en términos de las cosas. Si consideramos a la metáfora como la expresión máxima del conocer, las cosas no son nada. Son creaciones: no pueden ser el término según el cual se da la propia creación. La metáfora al servicio de las cosas no es más que una función ínfima de lo que es la metáfora, es decir, creación. El conocer humano es creación, es decir, metáfora, y ésta no consiste en representar nada, puesto que antes de la metáfora, es decir, antes de la creación misma, no existe nada. La metáfora es creación, porque la metáfora es el conocimiento mismo: «la metáfora es un procedimiento intelectual por cuyo medio conseguimos aprehender lo que se halla más lejos de nuestra potencia conceptual» (Ortega y Gasset, 1966b, 204). El problema de la metáfora no es representar a una cosa por otra, es aprehender el ser de aquello que en ese mismo momento hacemos cosa: «Todo fenómeno expresivo implica [...] una transposición, es decir, una metáfora esencial» (Ortega y Gasset, 1966d, 31). [189]

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La metáfora no es significativa porque previamente a la metáfora haya ya conceptos significativos. La metáfora es la que crea tanto la cosa como el concepto que se aplica a la cosa, y es un modo de conocer totalmente seguro: «La metáfora es un instrumento mental imprescindible, es una forma de pensamiento científico. ... La poesía es metáfora» (Ortega y Gasset, 1966c, 199). La metáfora pone juntas e identifica dos cosas distintas, cosa que no puede hacer la ley científica: «La ley científica se limita a afirmar la identidad entre las partes abstractas de dos cosas, la metáfora poética insinúa la identificación total de dos cosas concretas» (Ortega y Gasset, 1966c, 206). En la aprehensión del ser la metáfora llega más allá del lenguaje: el lenguaje no cubre nunca con exactitud la idea; por tanto [...] toda expresión es metáfora, [...] el lógos mismo es frase. Pues si lo que decimos no coincide exactamente con lo que pensamos ha de entenderse que meramente lo sugiere. Y ese decir que es sugerir es la metáfora (Ortega y Gasset, 1996, 38).

La esencia de la metáfora se identifica con la esencia del lenguaje: «Toda lengua es metáfora, o dicho en mejor forma: toda lengua está en continuo proceso de metaforización» (Ortega y Gasset, 1992, 285). El proceso de metaforización no es más que el proceso del conocimiento. Pero como las metáforas se hacen con palabras de una lengua y como algunas de ellas llegan a hacerse habituales en la misma, estas últimas llegan a desgastarse: «las metáforas, que parecen haber guardado maravillosamente en sí el sentido juvenil de los primeros tiempos, de los que, como las lenguas mismas, conservan en sí la huella, con el uso diario se desgastan hasta el punto de no ser ya comprendidas» (Humboldt, 1990, 125). De esta forma, lo que generalmente se llaman metáforas se percibe como nuevas, como una significación que [190]

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ahora es y antes no era: «Lo típico y peculiar de todo lo metafórico es el hecho de que los dos significados, están dados al mismo tiempo, esto es el llamado propio y figurado, y que la incongruencia que resulta del significado propio es anulada por la congruencia del significado simbólico» (Coseriu, 1992, 144). Pero como hemos visto, para Lakoff y Johnson, no son estas últimas el objeto de su estudio, sino las metáforas ya integradas en la tradición. Para algunos lingüistas, las metáforas no son tales, puesto que tanto las hechas sobre la marcha como las integradas, son análisis de la realidad: Lingüísticamente no existe la metáfora, porque todos los usos son «metafóricos», trátese de la «metáfora» cotidiana de llamar pan a ciertos objetos comestibles, o de la «anómala» de llamar mariposa a un trozo de encina ardiendo. Tan «metafórico» es en sentido lingüístico el cotidiano «me duele la cabeza» como el singular «mariposa en encinas desatada». Uno y otro son análisis de la realidad (Trujillo, 1988, 72).

Es decir, la metáfora es una forma de ver la realidad en igualdad de condiciones que las palabras, una forma distinta aprehender el ser o analizar la realidad. Para otros, es un recurso expresivo basado en la interpretación del mundo: «la metáfora es una invitación a no olvidar lo diferente. Bajo este aspecto, la metáfora se revela como una interpretación abierta cuya naturaleza hipotética le impide asumir formas fijas y cristalizadas» (Di Cesare, 1999, 23). Y lo que nos dice la metáfora no es más que una intuición, un tener presente la realidad que se aprehende. De esta manera, tanto en las metáforas vivas como en las metáforas integradas en la tradición, se guardan intuiciones de los fenómenos más fundamentales de la vida y de la aprehensión del mundo: Las metáforas elementales e inveteradas son tan verdaderas como las leyes de Newton. En esas metáfo[191]

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ras venerables que se han convertido ya en palabras del idioma, sobre las cuales marchamos a toda hora, como sobre una isla formada por lo que fue coral, en esas metáforas —digo— van guardadas intuiciones (Ortega y Gasset, 1999, 40-41).

En la intuición, la realidad y el mundo se tienen en su concretidad, en su ser lo que son. En este sentido, la metáfora, como aprehensión de lo que se da en toda su concretidad, es verdad, porque la metáfora se basa en la intuición misma en la que lo dado se tiene presente en toda su concretidad. Todo lo que se añada a esto es una interpretación. Así, pues, el fundamento y definición esencial de la metáfora es la creatividad humana. La metáfora no es más que la manifestación de la misma, es parte del lenguaje y fundamento del mismo. Por consiguiente, la metáfora no es nada natural. No vivimos por las metáforas, marchamos sobre ellas, es decir, nos servimos de ese recurso cognoscitivo para crear el mundo, para aprehender en todo su sentido lo que es y constituye el mundo, «nuestro» mundo, el mundo del ser. La metáfora no es nada que exista ni en nuestra experiencia ni en nuestra estructura preconceptual. Es el conocer mismo, la intuición, que, algunas veces, se vale de cosas ya creadas (cosas y palabras de esas cosas), y siempre crea. La metáfora, como creación, tiene su mayor fuerza expresiva cuando es nueva y se considera como nueva. La metáfora cuando se hace tradicional, cuando por el uso diario se desgasta, ya no es metáfora, es un significado tradicional, histórico y común dentro de una comunidad de hablantes. La metáfora pertenece en sus fundamentos al plano universal del hablar, decir y conocer. Las metáforas que analizan Lakoff y Johnson, son metáforas integradas, metáforas que ya han sido desgastas por el uso y que ya dan significado como cualesquiera otras palabras de la lengua. En este sentido, podemos ver en qué consiste una metáfora: [192]

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Cuando un nombre se aplica intencionalmente para denotar un objeto que cae bajo otro concepto que el «nombrado» por el nombre mismo, decimos que nos hallamos frente a una metáfora. Naturalmente, una metáfora se reconoce como tal en la medida en que ambos valores (el «nombrado» y el «denotado») se perciben al mismo tiempo como diversos y como asimilados. También el tema de la metáfora pertenece, pues, a la lingüística del hablar. Por de pronto resulta evidente que la metáfora no es una «comparación abreviada»; al contrario, la comparación es una metáfora explicitada (Coseriu, 1982, 293, nota 22).

La metáfora, pues, como todo lo lingüístico, tiene un triple plano: una fundamentación teórica, que es la creación misma del lenguaje, la aprehensión del ser desde la intuición primera del sujeto cognoscente; pertenece a una lengua, emplea elementos históricos, elementos que pertenecen a esta o aquella comunidad de hablantes, a esta o aquella lengua. En este sentido es común, y llega, por efectos del uso a desgastarse; y es siempre la expresión de un individuo, que es el que concibe y aprehende la realidad. El análisis que Lakoff y Johnson 1980 hacen de la metáfora es de muy dudosa adecuación a lo que es la metáfora. Como ya he dicho, no estudian las metáforas en el lenguaje real en que se dieron, hurtándolas de su contexto. Reúnen metáforas que tengan determinadas relaciones de significación en común, o que se supongan tales relaciones de significación, formando un grupo. De esta manera, tras definir mediante otra metáfora, lo que tienen en común, se crea en el mero hecho de haberlas reunido un contexto, que he llamado académico. En virtud de este contexto se explican en términos del conocimiento de las cosas, como si en realidad representaran a cosas. Ejemplos de metáforas explicadas por Lakoff y Johnson: ARGUMENT IS WAR TIME IS MONEY, TIME IS A LIMITED RESOURCE, TIME IS A VALUABLE COMMODITY

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IDEAS (OR MEANINGS) ARE OBJECTS LINGUISTIC EXPRESSIONS ARE CONTAINERS COMMUNICATION IS SENDING HAPPY IS BAD; BAD IS DOWN CONSCIOUS IS UP; UNCONSCIOUS IS DOWN HEALTH AND LIFE ARE UP; SICKNESS AND DEATH ARE DOWN HAVING CONTROL OR FORCE IS UP; BEING SUBJECT TO CONTROL OR FORCE IS DOWN MORE IS UP; LESS IS DOWN, etc. etc.

Si estas oraciones, proposiciones o expresiones tienen o no valor metafórico, es una cuestión que pertenece no al lenguaje real, sino a la metalingüística que trata de explicar el lenguaje real. Por consiguiente, son oraciones, proposiciones o expresiones que pertenecen en cuanto a su explicación a la teoría en la que han sido creadas. Se han reunido de la lengua abstracta, es decir, de la lengua a la que se le ha hurtado el contexto real en el que las expresiones metafóricas nacieron. Si, por ejemplo, la segunda, TIME IS MONEY, es metáfora, lo será en virtud de la teoría, lo cual no nos dice nada en relación con las expresiones a las que explica: You are wasting my time. This gadget will save you hours. I don’t have the time to give you. How do you spend your time these days? That flat tire cost me an hour. I’ve invested a lot of time in her. I don’t have enough time to spare for that. You’re running out of time. Put aside some time for ping pong. Is that worth your while? Do you have much time left? He’s living on borrowed time. You don’t use your time profitably. I lost a lot of time when I got sick. Thank you for your time. (Lakoff y Johnson, 1980, 8). [194]

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Todas estas expresiones no tienen más relación con TIME IS MONEY que una asociación de ideas y no siempre clara. Si antes de formular esta última no sabíamos lo que era la metáfora, tampoco lo sabemos después. TIME IS MONEY no es más que una paráfrasis del contenido de una idea con la que se pueden asociar los contenidos —y no todos—, de las expresiones que intenta explicar, es decir, es una expresión que es equivalente a las mismas. No hay pues, explicación, ni hay metáfora lingüísticamente hablando. Todo el lenguaje es metáfora. La metáfora, como hemos visto, es creación, es decir, es un significado en sí misma. No tiene, pues, que referirse ni a otros conceptos significativos, ni a correlaciones que se dan en nuestra experiencia. Y esta explicación que nos dan Lakoff y Johnson 1980 de referir el significado de una expresión al significado de otra, no tiene que ver con las metáforas en sí, sino con la concepción que tienen sobre el significado. 6.4.2. La metáfora y el significado Para Lakoff, el significado no existe. Las cosas serán o no significativas según tengan significado para «nosotros». Esta opinión, que recuerda en cuanto a su formulación la fenomenología de Husserl o Merleau-Ponty (cfr. Vázquez, 1986), es, como todo en Lakoff, una cosa natural, una cosa que depende del cuerpo: Meaning is not a thing: it involves what is meaningful to us. Nothing is meaningful in itself. Meaningfulness derives from the experience of functioning as a being of a certain sort in an environment of a certain sort. Basic-level concepts are meaningful to us because they are characterized by the way we perceive the overall shape of things in terms of part-whole structure and by the way we interact with things with our bodies. Image schemas are meaningful to us because they too [195]

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structure our perceptions and bodily movements, though in a much less detailed way. Natural metaphorical concepts are meaningful because they are based on a) directly meaningful concepts and b) correlations in our experience. And superordinate and subordinate concepts are meaningful because they are grounded in basic-level concepts and extended on the basis of such things as function and purpose (Lakoff, 1990, 292) (Lakoff, 1990, 292).

Para Lakoff, lo significativo surge de la experiencia y esta es experiencia de las cosas. El significado es una cosa natural que se da en la experiencia y ésta está determinada por el funcionar del hombre en el ambiente. Pero, como podemos ver, lo significativo en Lakoff son ciertos elementos naturales que están en nuestra estructura mental. De estos elementos, lo significativo se transmite, como si de una cadena mecánica se tratara, a otros mecanismos de orden superior. En el fondo de toda esta significación están las cosas, que son el criterio último que se manifiesta a través de la experiencia. La fenomenología partía de la conciencia basándose en un hecho que es verdadero: «La conciencia pura es anterior a toda ciencia. El análisis de la conciencia pura deber ser también objeto de la ciencia. Esta paradoja es la base de toda la fenomenología» (Adorno, 1986, 71). Lakoff sustituye la conciencia de los fenomenologistas por la experiencia, entendida ésta en el doble sentido que he explicado más arriba (cfr. 5.2.8.3 a 5.2.8.5), como algo con fundamentación biológica y modelación social. De esta manera establece esa cadena de cosas significativas, a saber: los conceptos de nivel básico que son significativos porque nosotros percibimos la forma de las cosas; los esquemas imagísticos que son significativos porque estructuran nuestras percepciones y movimientos corporales. Y de estos mecanismos que son significativos, se trasmite el significado a los conceptos y las categorías de las cosas. La transmisión no se termina aquí. Las metáforas son significativas porque están basadas en los conceptos directamente significativos y en las correlaciones de nuestra ex[196]

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periencia. Es decir, toda una cadena de transmisión de lo que es significativo. Unas cosas son significativas porque están basadas en otras que son significativas. Es lo que podríamos llamar el significado de la transmisión. Pero en el origen y en el final están las cosas, que como ya sabemos por el realismo que sigue Lakoff, son como son. Si esto es así, no veo qué necesidad tiene Lakoff de introducir expresiones y conceptos para formar esa epistemología que él llama cognitiva, introduciendo incluso formulaciones de la fenomenología, la teoría del conocimiento más idealista, porque al final terminamos en lo mismo. A través de esa larga transmisión llegamos a las cosas, representadas, eso sí, en la experiencia, en lo que nosotros percibimos de las cosas. 6.5. LOS LLAMADOS «CONCEPTOS DE NIVEL BÁSICO» Para Lakoff, la teoría de los modelos cognitivos puede dar una descripción detallada y precisa del significado, pero no es una descripción del significado independiente de la naturaleza del pensamiento de los seres pensantes, sino una teoría semántica basada en lo que es significativo a una persona, es decir, una teoría humanamente relevante del significado (Lakoff, 1990, 252). Lo significativo se transmite desde la experiencia preconceptual a la experiencia conceptual. Según hemos visto más arriba (cfr. 5.2.8 y 5.2.10), para Lakoff y Johnson, hay dos tipos de estructuras en nuestra experiencia preconceptual: la estructura de nivel básico y la estructura de los esquemas cinético-imagísticos. La experiencia está estructurada de forma significativa antes e independiente de los conceptos, éstos pueden imponer una estructuración adicional: Experience is structured in a significant way prior to, and independent of, any concepts. Existing concepts [197]

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may impose further structuring on what we experience, but basic experiential structures are present regardless of any such imposition of concepts. This may sound mysterious, but it is actually very simple and obvious, so much so that it is not usually considered worthy of notice (Lakoff, 1990, 271).

Quiero citar alguno de los esquemas cinético-imagísticos ya estudiados por Johnson 1987 y recogidos por Lakoff. La explicación de cada uno de los esquemas tiene tres partes: la justificación corporal, la lógica implícita y la proyección metafórica. Veamos primero la justificación corporal de los mismos: — El esquema contenedor (CONTAINER schema): «We understand our bodies as containers» (Lakoff, 1990, 271) según la justificación de Johnson 1987, a lo que añade Lakoff: «the CONTAINER schema is inherently meaningful to people by virtue of their bodily experience» (Lakoff, 1990, 273); — El esquema PART-WHOLE schema: «we are whole beings with parts that we can manipulate. Our entire lives are spent with an awareness of both our wholeness and our parts. We experience our bodies as wholes with parts» (Lakoff, 1990, 273); — El esquema LINK schema: «our first link is the umbilical cord» (Lakoff, 1990, 274); — El esquema CENTER-PERIPHERY schema: «We experience our bodies as having centers (the trunk and internal organs) and peripheries (fingers, toes, hair)» (Lakoff, 1990, 274); — El esquema SOURCE-PATH-GOAL schema: «Every time we move anywhere there is a place we start form, a place we wind up at, a sequence of contiguous locations connecting the starting and ending points, and a direction» (Lakoff, 1990, 273); No cabe duda, pues, que para Lakoff, el pensamiento está «corporeizado»: los conceptos, entes de razón, se jus[198]

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tifican en términos de una cosa circunstancial a los seres humanos, cual es el cuerpo. Veamos la lógica implícita de alguno de ellos. Los elementos estructurales del LINK schema son dos «entidades», A y B, y el lazo de unión que las conecta entre sí. De aquí se sigue la siguiente relación lógica: «Basic logic: If A is linked to B, then A is constrained by, and dependent upon, B. Symmetry: if A is linked to B, then B is linked to A» (Lakoff, 1990, 274). Tenemos en este razonamiento dos partes bien señaladas: basic logic y symmetry. La primera es falsa, y la segunda tautológica. Respecto a la primera todo depende del sentido con el que se interprete el verbo to link. Si link indica una relación más o menos estrecha, más o menos dependiente de un término del otro, de los dos que implica, es una cuestión de un significado histórico, no de una verdad como para que podamos establecer el razonamiento señalado. El sentido posible que se le pueda dar a link en el razonamiento no puede ser teórico ni abstracto: tiene que venir dado por el contexto que se ha creado previamente al mismo. Ese contexto es (repito por su importancia): Our first link is the umbilical cord. Throughout infancy and early childhood, we hold onto our parents and other things, either to secure our location or theirs. To secure the location of two things relative to one another, we use such things as string, rope, or other means of connection (Lakoff, 1990, 274)86.

Todas estas cosas pueden ser ciertas pero no dan a link, palabra histórica de una lengua dada, un sentido absoluto. Pasar de un hecho de experiencia a una necesidad metafísica es un salto muy arriesgado, que no nos lleva a concluir de forma segura, ni de ninguna manera. —————— 86 Estas palabras de Lakoff son un resumen de un texto algo más largo de la justificación que da Mark Johnson a los LINKS. No hay nada sustancial que hay sido omitido en Lakoff, 1990 respecto a Johnson, 1987; cfr. Johnson, 1987, 117-119. [199]

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Por último, la justificación de la proyección metafórica que se pueda hacer de estos hechos convertidos en verdades metafísicas, tampoco prueba nada. Dice Lakoff: «Metaphors: Social and interpersonal relationships are often understood in terms of links. Thus, we make connections and break social ties. Slavery is understood as bondage, and freedom as the absence of anything tying us down» (Lakoff, 1990, 274). Aquí tenemos dos cosas: en primer lugar, el valor del la palabra often. Puede ser cierto que algunas personas conciben las relaciones sociales e interpersonales como vínculos o lazos. Un ejemplo, Lakoff, por un lado, y Johnson, por otro, así conciben las relaciones sociales: «a menudo», que no siempre. Pero, de nuevo, no es esta una verdad metafísica, ni tampoco un prueba empírica con valor universal. En segundo lugar, tenemos aquí dos expresiones, dos usos históricos de una lengua dada, make connections y break social ties. Como hechos históricos tenemos que aceptarlos. En inglés se dice así lo que significan y no podemos cambiarlo en absoluto. Ahora bien, el lenguaje va más allá de los valores de verdad. Es anterior a toda verdad y toda cosa absoluta. Las lenguas, en este sentido, son a-circunstanciales. Dice Coseriu: El objeto propio de la «gramática del hablar» sería, pues, la técnica general de la actividad lingüística. Su tarea debería ser la de reconocer y describir las funciones específicas del hablar kat’ ejnevrgeian y de indicar sus posibles instrumentos, que tanto pueden ser verbales como extraverbales. En efecto, [...] el hablar es más amplio que la lengua: utiliza sus propias circunstancias (mientras que la lengua es a-circunstancial) y también actividades complementarias no-verbales, como la mímica, los gestos, los ademanes, y aun el silencio, o sea, la suspensión intencional de la actividad verbal. Además, en la misma expresión verbal todo aquello que no es permanentemente afuncional (distintivo) en la lengua puede volverse funcional ocasionalmente; y, dentro de los lí[200]

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mites mismos de la funcionalidad permanente, caben amplias posibilidades de selección para realizar funciones ocasionales, según una técnica que va más allá de la «lengua», de lo idiomático (Coseriu, 1982, 290)87.

6.6. EL REALISMO BÁSICO Como he dicho más arriba, el supuesto supremo de la lingüística cognitiva es el realismo, del que parte y del que se separa. Parte del realismo en lo que llama el experiencialismo, un realismo matizado en cuanto a ciertos aspectos de tipo cognoscitivo, siendo el concepto de categoría el más importante y fundamental. Y se separa del mismo en lo que es el objetivismo, aquel aspecto del realismo que tiene que ver con una relación fija y única entre la realidad y las cosas. De esta manera, para Lakoff, hay un realismo que es aceptado por los objetivistas y los experiencialistas, que es el realismo básico. El realismo básico se constituye en la aceptación de los postulados siguientes: — a commitment to the existence of a real world, both external to human beings and including the reality of human experience — a link of some sort between human conceptual systems and other aspects of reality — a conception of truth that is not merely based on internal coherence — a commitment to the existence of stable knowledge of the external world — a rejection of the view that «anything goes» —that any conceptual system is as good as any other (Lakoff, 1990, 158). —————— 87 Cfr. también «Logicismo y antilogicismo en la gramática» en Coseriu, 1982, 235-260. [201]

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6.7. CRÍTICA AL CONCEPTO DEL REALISMO BÁSICO

Una creencia no se combate sustituyéndola con otra u otras, ni aceptando postulados previos, sino desde el planteamiento del problema que conlleva la creencia que queremos sustituir y al cual responde el postulado que se propone para reemplazarla. En estos postulados vemos, desde el principio, que se trata de aceptar una posición dada: commitment to the existence of a real world, acceptance of a link of some sort, acceptance of a conception of truth, etc. Estos postulados son compromisos, es decir, llevan consigo la aceptación previa de unas proposiciones que se toman como postulados que van a sustituir a otros postulados que se dan en el trasfondo ideológico y constituyen creencias. La aceptación de una verdad como compromiso para sustituir una creencia constituye a la primera verdad, por muy cierta que pueda ser, en otro tipo de creencia. Estos postulados, además, constituyen en sí mismos la solución al problema del conocimiento, eso que los cognitivistas y Lakoff llaman cognición. Aceptamos, antes de empezar, sin habernos replanteado problema alguno y como un compromiso, que el mundo real existe, ¿qué mas queda por aceptar después de esto? ¿no tenemos ya la solución? El primer aspecto del problema del conocimiento y existencia de las cosas, ya está así solucionado. En segundo lugar, aceptamos que existe un vínculo de alguna manera entre los sistemas conceptuales humanos y otros aspectos de la realidad. Con esto estamos dando por cierto, por un lado, que las cosas, además de existir según el postulado anterior, tienen una conexión con las estructuras conceptuales humanas o mente humana, lo cual las hace cognoscibles en sí mismas; y, por otro, que las estructuras conceptuales humanas tienen también existencia autónoma en sí mismas. De esta manera podemos imaginarnos ya la solución: las cosas existen por sí y son cognoscibles, por un lado, y las estructuras conceptuales es[202]

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tán ahí para eso, para conocer, por otro lado. Los sujetos que conocen, no cuentan: las estructuras conceptuales son cosas que se dan en su mente. Y tanto una cosa como la otra se concibe como cosas autónomas. Las cosas son cognoscibles independientemente de los seres humanos; las estructuras conceptuales son tales en sí mismas, independientemente de los seres humanos, también. Ahora bien, tiene que haber un lazo que una a lo cognoscible con lo cognoscente. La solución es perfecta. El problema está solucionado, ya sólo queda avanzar en la solución dada y desarrollar esa línea de investigación, en lo que nos dirá más adelante Lakoff, la epistemología (cfr. capítulo 5). El segundo aspecto del problema del conocimiento, a saber, por qué conocemos, está también solucionado antes de empezar y sin necesidad de plantearnos problema alguno. En tercer lugar, aceptamos un concepto de verdad que no esté basado meramente en la coherencia interna. Es decir, que si la primera condición de todo concepto, de todo postulado de verdad, es el de ser coherente consigo mismo, rechazamos sin más esa condición. Hemos aceptado como verdad una solución previa a lo que es el problema del conocer y el por qué del conocer. Para no encontrar contradicción alguna cambiemos el concepto de verdad. No hagamos caso de esos conceptos que pertenecen a otra epistemología. Este tercer postulado es el reconocimiento implícito de que los dos postulados anteriores, que son enteramente gratuitos, porque se han aceptado sin planteamiento de problema alguno, son contrarios al problema que pretenden solucionar. No obstante, si aceptamos un nuevo concepto de verdad, todo encajará perfectamente entre sí. En cuarto lugar, aceptamos un compromiso a la existencia de un conocimiento estable del mundo externo. La estabilidad que postula Lakoff, se ha de entender del conocimiento en sí, no del mundo exterior, lo cual iría contra el primer supuesto. Es decir, Lakoff quiere tener garantía de que la solución propuesta no se va a repensar, que va a [203]

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ser la definitiva. Dicho de otra manera: hagamos que el conocimiento se ajuste a los cánones que establecemos; no dejemos lugar para concepciones que no cuadran con estos postulados. Y de aquí, en quinto lugar, el postulado que sigue, que es, más bien, una recomendación: rechacemos la perspectiva de que todo vale, de que un sistema conceptual es tan cierto como otro. No debe de estar muy seguro Lakoff de lo que dice, cuando hace recomendaciones como ésta. 6.8. CRÍTICAS DE LAKOFF AL CONCEPTO DE CATEGORÍA DEL OBJETIVISMO

Lakoff no estudia el objetivismo en sí mismo. La finalidad de Lakoff al estudiar el objetivismo es cambiar el concepto de categoría: One of my purposes is to show that the classical theory of categories is inadequate for the study of natural language as well as other aspects of the mind and that new philosophical assumptions are required in order to make sense of linguistic phenomena and other aspects of cognition (Lakoff, 1990, 157).

Lakoff quiere hacer una teoría que sea lingüística y trate sobre la cognición. El problema en el estado actual es que los supuestos de la lingüística y de la cognición no llegan a dar sentido. Tenemos que buscar nuevos supuestos y buscar un nuevo concepto de categoría. La teoría clásica de las categorías está radicada en el objetivismo, de tal manera que para entender el objetivismo, tenemos que utilizar dicha teoría. La conclusión que saca Lakoff es que si cae esta última, caerá también la concepción filosófica que la mantiene (Lakoff, 1990, 157). Pero la concepción filosófica designada con el nombre de objetivismo por Lakoff, no es una concepción filosófica [204]

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que realmente se haya dado. Es una creación que el propio Lakoff ha fabricado como idealización: The objectivist paradigm, as I will describe it, is an idealization. Each of the doctrines described here is widely held, though perhaps not all are held by any one person. Moreover, the versions I’ve given of the doctrines are fairly general; many philosophers hold more sophisticated versions, some of which are discussed below. It would take a volume much longer than this one to try to sort out exactly which philosophers, linguists, and psychologists hold which versions of which doctrines. Moreover, it would be beside the point, since it is the issues, not the personalities, that matter. These doctrines have evolved over two millennia; no single individual is responsible for them. Nor can one blame any individual for holding views that he or she was brought up to hold without question, not as opinions, but as part of the background relative to which one could have meaningful opinions (Lakoff, 1990, 157-158).

El concepto de categoría del objetivismo aparece en las categorías de la gente en lo que llama the folk theory y como opinión académica. Es decir, aparece en las creencias populares, que se reflejan en el uso de la lengua, aparte de como opinión técnica. Lakoff quiere luchar contra las creencias cambiando el concepto de categoría, como hemos visto. Esta lucha la desarrolla desde los postulados del realismo, referidos arriba. Ahora bien, como Lakoff piensa que el pensamiento es algo que pertenece a la naturaleza de los individuos pensantes, la primera tarea consiste en traer al plano del análisis lo que pertenece al trasfondo: «It is our job here to bring our intellectual background into the foreground, to show that what have been taken as self-evident truths are really questionable opinions» (Lakoff, 1990, 158). Hay que hacer consciente el pensamiento que tenemos, es decir, las creencias, que han durado dos milenios y no constituyen más que opiniones aceptadas. Tanto el objetivismo como el realismo experiencialista provienen del realis[205]

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mo básico. La diferencia entre ellos estriba en la concepción sobre las categorías. El objetivismo supone la existencia de las cosas en el mundo real. Esto es lo que constituye la metafísica del mismo. Además y aparte, el objetivismo supone la existencia de lo que Lakoff llama set-theoretical models o modelos de conjuntos teóricos, que es lo que constituye la epistemología del mismo. La unión entre las cosas del mundo y los set-theoretical models de la epistemología se da de la siguiente manera: «given any property (or collection of properties), there exists a category in the world consisting of the entities that have that property. Similarly given an n-place relation, there is a category of n-tuples of entities standing in that relation» (Lakoff, 1990, 159). Puesto que el objetivismo concibe el concepto de categoría como «conjuntos», el mundo se puede describir de forma precisa por los referidos set-theoretical models. El realismo se quedaba sólo en la realidad externa. El objetivismo añade a esa realidad externa los llamados set-theoretical models. Según el objetivismo la realidad está completa y correctamente estructurada por los set-theoretical models, es decir, en términos de las entidades, propiedades y relaciones que componen el mundo real. De esta manera, la realidad del mundo se corresponde con una única estructura correcta y completa en términos de entidades, propiedades y relaciones. Esta estructura se da de forma independiente de cualquier entendimiento humano (Lakoff, 1990, 159). 6.8.1. La manipulación de símbolos abstractos El problema de esta concepción, para Lakoff, consiste en que el pensamiento es concebido como la manipulación de símbolos abstractos. Ahora bien, esos símbolos abstractos tienen que hacerse significativos de alguna manera. La respuesta objetivista a esta objeción es que los símbolos, es decir, las palabras y las representaciones mentales, [206]

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son significativas de una y única manera: por la correspondencia entre las entidades y las categorías, ya sea en el mundo existente o en mundos posibles. Esta solución, para Lakoff, no es suficiente, ya que los datos tienen que ver con la cognición, es decir, con la forma como categorizamos y, por consiguiente, con las categorías, no teniendo ninguna relación con las cosas del mundo real. Pruebas provenientes de la biología muestran que la metafísica objetivista no es adecuada para explicar la naturaleza de las formas vitales (cfr. Lakoff, 1990, 159-160). 6.8.2. Categorías que no siempre se dan en la naturaleza No obstante, la teoría clásica de la categorización es un producto de la mente humana. Muchos modelos cognitivos están formados sobre la base de la misma. Éstos son los modelos de la gente (folk models), que estructuran muchos dominios de nuestra experiencia. De esta manera, la teoría clásica de la categorización llega a formar parte de muchos modelos cognitivos y desempeña un papel significativo en la forma como comprendemos. Por otro lado, muchas categorías clásicas se dan en la naturaleza. El problema es que no todas las categorías clásicas, ya sean categorías de la mente o categorías de la naturaleza, existen en la naturaleza, y no podemos suponer que toda la naturaleza esté estructurada por las categorías clásicas (Lakoff, 1990, 160). 6.8.3. Los límites de la categoría Las objeciones que Lakoff plantea al objetivismo tienen que ver con el concepto de categoría. La primera, tiene que ver con los límites de la categoría. En la concepción clásica las categorías están definidas por límites bien delimitados, más bien que por límites difusos (Lakoff, 1990, 161). [207]

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6.8.4. Categorías con existencia objetiva Por otro lado, dado que las propiedades tienen existencia objetiva y que las propiedades definen a las categorías, se puede hablar de categorías en cuanto que tienen existencia objetiva (Lakoff, 1990, 161). 6.8.5 Categoría basada en propiedades esenciales Asimismo, se puede añadir otra clase de categoría objetiva, la que está basada en propiedades esenciales, como una categoría opuesta a propiedades accidentales (Lakoff, 1990, 161). 6.8.6. Relaciones lógicas entre las categorías Y por último, puesto que las entidades del mundo se asignan a las categorías objetivas, hay relaciones lógicas entre esas categorías, relaciones lógicas que son puramente objetivas e independientes de cualquier mente, sea ésta humana o no (Lakoff, 1990, 162). 6.8.7. Correspondencia entre los set-theoretical models y el mundo De esta forma, el mundo que concibe la teoría objetivista es un mundo con una correspondencia perfecta entre los set-theoretical models y las entidades que componen el mundo real: It is made up of discrete entities with discrete logical combinations of atomic properties and relations hold[208]

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ing among those entities. Some properties are essential; others are accidental. Properties define categories, and categories defined by essential properties correspond to the kinds of things that there are. And the existence of classical categories provides logical relations that hold objectively in the world (Lakoff, 1990, 162).

A esta concepción Lakoff propone la concepción de la categoría basada en la teoría de los prototipos, que ya hemos visto (cfr. 6.1.1). 6.9. COMENTARIO A ESTE PLANTEAMIENTO Lakoff fundamentalmente es un «cognitivista», es decir, un autor interesado en dar una explicación cognoscitiva de lo que son las cosas, la realidad y el mundo, y parte, como hemos visto, del realismo más radical. El realismo, por su parte y como hemos visto también, es una teoría del conocimiento que introduce en su planteamiento la realidad de las cosas y el mundo. De esta manera, Lakoff echa de menos la intervención del sujeto humano individual en el conocimiento. Lakoff se vuelve, por esto, al sujeto natural y colectivo del conocimiento. Las objeciones que plantea al objetivismo son objeciones que se aplican en toda su extensión del realismo del que parte. El realismo parte de la aceptación del mundo exterior como un supuesto básico. Lakoff incluso habla de commitment, de compromiso. Ese compromiso no se discute: el mundo, las cosas, la realidad es un hecho cierto. Lakoff entonces se busca una clase de realismo que difiera en lo esencial del realismo radical que él profesa. Para ello separa en el objetivismo la metafísica de la epistemología, critica a ésta y propone una epistemología nueva. El resultado es el realismo experiencialista. Pero el separar la epistemología de los supuestos de los que parte, ya lo hemos dicho, es un error. Una epistemología se ha de basar en la metafísica de la que parte. Al fin y al cabo, epistéme, es ciencia y epistemología es estudio de esa ciencia como tal [209]

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ciencia. La epistemología no puede separarse de la metafísica. Si separamos a la una de la otra, es que estamos haciendo dos ciencias paralelas y el intercambio de conclusiones no puede ser más que una ciencia falsa. Ya he hablado de la contradicción que implica el introducir las cosas y el mundo en el punto de partida de una teoría del conocimiento (realismo) y la epistemología que propugna Lakoff (cfr. capítulo 5). La teoría de las categorías no es más que teoría de los conceptos y los conceptos son un algo que nosotros «fabricamos» para acceder cognoscitivamente a lo que nos rodea. Somos nosotros los que conocemos y conocemos como nosotros nos representamos a nosotros mismos todo cuanto nos rodea. Decir que los conceptos son abstractos es una tautología. Todos los conceptos son abstractos. Decir, por el contrario, que hay conceptos físicos (Lakoff, 1990, 267) es un absoluto error; más aun: una contradicción. Los conceptos son «fabricaciones» que nosotros hacemos para llegar a aquello a lo que no se puede llegar mediante los sentidos, a lo que son las cosas, al ser de las cosas. Y cosas son todo aquello que fabricamos, lo mismo una cosa cuya designación o referencia en el mundo real puede ser más o menos coincidente, como por ejemplo, gato, piedra (y digo, más o menos, porque la coincidencia nunca se da en términos reales), como una cosa que no tiene referencia alguna en el mundo real, como por ejemplo, bondad. Lo que nos rodea, «lo otro», se convierte en cosas cuando nosotros creamos un ser, un concepto, una categoría y se lo aplicamos. Incluso, en ese «lo que nos rodea» tenemos que incluirnos a nosotros mismos, ya sea como seres teniendo cuerpo o como seres que simplemente son. Nosotros somos objeto de nuestra reflexión, de nuestro orientar nuestro conocimiento hacia el aspecto que destacamos en nosotros mismos. De aquí, que nuestro propio cuerpo sea nuestra primera circunstancia. Lleva razón Lakoff cuando critica que el mundo esté compuesto de entidades abstractas con combinaciones ló[210]

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gicas y discretas de propiedades atomísticas y de relaciones que se dan en esas entidades. Las entidades las creamos nosotros, las combinaciones lógicas y discretas, las propiedades y lo atomista de las mismas y las relaciones, las establecemos nosotros de los supuestos que nos hemos fabricado. Esas entidades no existen, pero el mundo tampoco, lo creamos nosotros igualmente. Así, pues, las objeciones de Lakoff al objetivismo son ciertas. El propio Lakoff dice que las críticas que hace al objetivismo son hechas a éste, no al realismo: «When we present arguments against objectivist metaphysics, semantics, and cognition in the next two chapters, we will be arguing against objectivism, but not against basic realism» (Lakoff, 1990, 158). Tanto el objetivismo como el experiencialismo son realismo. El problema está en el realismo, que como teoría del conocer da la solución antes de plantear el problema. Por otro lado, el objetivismo como tal, no existe. El mismo Lakoff lo reconoce cuando dice que él va a hacer una idealización (Lakoff, 1990, 157). Lakoff debería haber hecho esa crítica al realismo y haber propuesto un lingüística total y puramente cognoscitiva. En el planteamiento y crítica que hace Lakoff hay un aspecto que Lakoff intuye pero no llega a comprender. Cuando dice que la concepción clásica sobre las categorías es la teoría en vigor como opinión de la gente, folk theory (Lakoff, 1990, 5), o cuando dice folk models (Lakoff, 1990, 160) y que he interpretado como creencias88, llega a decir que nuestra tarea consiste en traer al plano del análisis lo que pertenece al trasfondo. Lakoff, con esto está apuntando, de una manera u otra, al plano histórico del pensar, del que ya hemos hablado. El plano histórico es contingente, no natural ni universal. Es el pensamiento en vigor en una comunidad de hablantes. Una teoría del conocimiento, precisamente, tiene como mi—————— 88 Cfr. 5.2.8.6 y 6.2.4. [211]

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sión explicar este plano: cómo pensamos fundamentalmente lo mismo dentro de una comunidad de hablantes. La correa de transmisión del pensamiento en vigor o común, son las lenguas, algo que, por otro lado, Lakoff no llega a separar del lenguaje. 6.10. LA COGNICIÓN La lingüística cognitiva trata de explicar el conocimiento humano o cognición, que se da a través de la experiencia. Pero la cognición en sí misma considerada no es un tema que sea digno de tratamiento y estudio por Lakoff. La razón de esta anomalía es doble: toma la cognición como un hecho y considera el fin que quiere alcanzar. Por el primer motivo, la cognición no se discute, se supone: es un hecho que se toma como dado, incontestable, que no hay que tratar, demostrar ni justificar. Por el segundo, y como se supone también que la cognición es un hecho empírico, Lakoff quiere llegar a ella empíricamente. Piensa, además, que va a descubrirla, empíricamente, en sus detalles. De esta manera, nos explica ciertos detalles que nos hablan de cómo conocemos, cómo formamos las categorías, cómo nos valemos de las metáforas, etc. La lingüística cognitiva, como teoría del conocimiento, procede al revés de cómo sería deseable. Primero da la solución y después busca la justificación empírica. La solución viene dada desde el momento en que no se plantean los problemas que implica la cognición. El darla como hecho, el suponer que es empíricamente comprobable y el suponer su complejidad sin haberla planteado, es ya solución al problema que se intuye y no se plantea. Desde la solución dada buscan el problema empíricamente, problema que, según Lakoff, se da sobretodo en el lenguaje. Éste no es más que una facultad cognitiva junto y como otras (cfr. Lakoff, 1990, 113; 180; 291; también, Langacker, 1991, I). [212]

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6.10.1. Realismo y empirismo La solución inicial viene dada por el supuesto de que conocemos directamente a través de lo que llaman experiencia y, cuando ésta no es posible, mediante las metáforas. En cualquiera de los dos casos conocemos las cosas tal y como son, tal y como nos enseña el realismo más radical. Se analiza lo que, sin una definición previa de lo que son, constituyen las metáforas y se da una solución a las mismas de forma empírica. Se constata que efectivamente las metáforas existen, que las metáforas se repiten, que las metáforas se explican por lo que designan —no por lo que significan, que ni se trata—, que las metáforas son imaginativas, que lo que dicen las metáforas no concuerda con lo que se dice en sentido «literal». Se dice que todo esto es constatación empírica. Reflexionan sobre todo esto sin renunciar en lo más mínimo a lo que implica. Las metáforas nos hablan de una realidad, que es como es y no admite discusión alguna (realismo). Y en esto surge el problema: las cosas son de una manera fija, constante y segura. Lo que nosotros concebimos son las categorías. El concepto de éstas no concuerda con lo que son las cosas concretas, pues en una categoría entran muchos ejemplares, «miembros», que son dispares entre sí. 6.10.2. Una nueva epistemología La conclusión que sacan los cognitivistas con Lakoff a la cabeza, es que fallan las categorías. Se inventan toda una teoría sobre las categorías. Atribuyen a las categorías objetividad (existen de por sí y son objetos en sí mismas), realidad (son categorías de las cosas), autonomía (son antes que el significado y antes, por consiguiente, que el conocer). La combinación de lo que es y representa la metáfora y lo que es la realidad del mundo, dos cosas que constatan como incompatibles entre sí, lleva a Lakoff, [213]

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tras Rosch, a la creación de una nueva categoría. Ésta debe abarcar todo posible «miembro» que pueda pertenecer a la misma (la pertenencia de una cosa a una categoría es una losa de la que no pueden liberarse). Así, una categoría está compuesta por sus «miembros», no por las notas o características peculiares, «propiedades», que la constituyen. Se olvidan de que las notas, características y propiedades no son más que consideraciones cognoscitivas que los hablantes hacemos sobre las cosas de la realidad y que por tanto son consideraciones o aspectos abstractos, que formarán una categoría o concepto, abstracto por naturaleza, que, en cuanto a su naturaleza, no tiene nada que ver con la naturaleza de lo que crean y representan. De esta manera, crean el concepto de categoría cognitiva, que lleva consigo conceptos semejantes de significado, de verdad, de conocimiento, de racionalidad e, incluso, nos dice Lakoff (Lakoff, 1990, 9), de gramática, como si por el hecho de que se hable según categorías lingüísticas, éstas fueran la misma cosa que las categorías del pensar y conocer y las mismas que crean y representan a las cosas. Así, si decimos que el pingüino y el gorrión son aves, la categoría de las aves está formada, no por el hecho de que sus miembros tengan unas propiedades dadas, propiedades que no pueden ser iguales al pingüino y al gorrión, sino porque ambos tipos de ave pertenecen a la misma. Hay entre ellos, sin embargo, una diferencia: el gorrión será prototípico y el pingüino mostrará efectos prototípicos. Es decir, que vemos la realidad según suponemos que es antes de verla como «cosa» o «ser» o «categoría», antes de conocerla nosotros (realismo), meramente como nos parece que la lengua nos dice que es. Pero el problema es, en primer lugar, que seguimos sin saber cómo es la realidad, que no sabemos lo que conocemos, creando una confusión respecto a lo que conocemos y respecto a lo que decimos. Si para saber lo que es la categoría ave tenemos que saber antes qué es un pingüino y un gorrión y todos los miles y miles de representantes de [214]

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otras tantas especies que son ave en el mundo, nunca llegaremos a saber lo que es la categoría de las aves. Mostramos con ello, por otro lado, una intransigencia lingüística, porque aunque sepamos que un ave no puede ser más que ave, no tenemos en cuenta que en otras posibles lenguas la realidad ave pueda decirse con una categoría distinta o con más categorías, con lo que ya éstas designarían realidades distintas. Así, según refiere Whorf, la palabra del hopi pohko designa lo que nosotros tendríamos que traducir, en inglés y en español, como águila-perro (Whorf, 1956, 259260). Es evidente que las águilas no son perros, y viceversa, y que no existe ni en el Valle del Río Pequeño ni en ninguna parte animales que sean, a la vez, águilas y perros ¿Qué es antes la categoría de las cosas o las cosas que son creadas por las categorías o, por lo menos, las cosas según las cuales creamos las categorías? ¿Qué función, por otro lado, ejercen las categorías comunes, es decir, las que se emplean en una comunidad de hablantes (o lengua), en el conocer o cognición? ¿Cuál de cada una de estas tres cosas que estamos manejando es antes que las demás? ¿A qué categoría pertenecería pohko a la de las aves o a la de los perros? Si extendemos tanto el concepto de categoría como para hacer que pohko pertenezca a dos, ¿qué valor tiene el concepto de categoría? En segundo lugar, tampoco llegamos a saber si conocemos. Si aceptamos que el mundo se conoce directamente a través de la experiencia, nos pasa lo mismo. ¿Cómo sé yo que lo que conozco es la realidad si yo he partido —o debo partir— del estado de no saber nada? ¿Cómo sé yo que la experiencia me da el conocimiento del mundo si en principio no tengo experiencia ni tampoco sé que exista el mundo? En tercer lugar, si cuando no puedo conocer las cosas directamente por medio de la experiencia, las conozco por medio de la metáfora, que está en los conceptos de nivel básico, ¿cómo puedo yo interpretar eso que es metafórico y no creer que es la realidad misma, con lo que ya no sería metafórico? Una metáfora, cuando menos, implica dos [215]

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significados anteriores. Si, cuando no tengo significado alguno, para obtener un significado necesito dos significados anteriores, establezco una cadena infinita. Estoy haciendo una petición de principio, estoy tratando de demostrar algo (una metáfora) en virtud de eso mismo (la misma metáfora, puesto que no tengo otra cosa). Supongamos que, si aceptamos esta teoría del conocimiento o de la cognición, sólo tuviéramos que aprender un solo significado y a partir de éste y por medio de las metáforas y las extensiones de significado pudiéramos acceder a todos los demás, ¿cuál es ese significado inicial y quién me asegura que ese significado inicial es cierto?, ¿Cómo deduzco de él todos los demás y cómo puedo hacer metáforas sobre él? 6.10.3. Solución y problema En resumen, en este modelo del conocimiento, partimos de una solución antes de plantear un problema, cual es el del conocer humano. Este modelo del conocimiento implica el dar por supuestas las siguientes cosas: 1. el hecho de que el conocer o cognición se da. No nos hemos planteado el problema de lo que es el conocer, pero admitimos y aceptamos que conocemos; 2. admitimos una concepción determinada, no pensada ni justificada, de lo que es el conocer, como una realidad. A esta realidad nunca nos referimos directamente, sino simplemente como hecho aceptado. 3. admitimos la concepción de que el conocer o la cognición es un hecho comprobable empíricamente, ya que hemos llegado a la solución dada de forma «empírica»; 4. aceptamos, sin discusión, que la comprobación empírica es el método adecuado para saber sobre la cognición; [216]

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5. aceptamos que la metáfora es un hecho cognoscitivo que se da en sí mismo y originariamente, incluso antes del propio conocer; El tomar las metáforas como fundamento del conocer —la metáfora es uno de los conceptos que constituyen la estructura preconceptual— lleva consigo la aceptación de dos cosas respecto al significado: 1. el significado, efectivamente, se da como algo independiente; y 2. la fundamentación del significado es la metáfora. Pero fijémonos bien, este segundo supuesto no es más que el resultado de otro supuesto anterior, el del realismo, que comporta que el significado es representación del mundo real 89. Pero como podemos comprobar, en este modelo del conocer, tenemos que los elementos que precisamente hay que explicar en una teoría del conocimiento son los que se dan por supuestos. En ningún momento hay una referencia a los sujetos que conocen, el sujeto cognoscente, ni a lo que se conoce, el objeto conocido. 6.11. LA SOLUCIÓN DADA: LA CORPOREIZACIÓN DE LA RAZÓN

La lingüística cognitiva, como he dicho anteriormente, no hace planteamiento del problema que pretende solucionar, sino que parte de una solución previa. La solución es tan importante y tan radical que se extiende hacia delante en lo que implica y hacia atrás en lo que se basa. Cfr. la génesis de las ideas cognitivistas en 5.1. —————— 89 Recordemos que este fallo ya lo cometió Whorf, quien estableció la designación del significado, es decir, la propia naturaleza, como tertium comparationis para determinar la visión del mundo que daba cada lengua, cfr. 5.2.2. [217]

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6.11.1. Implicaciones hacia delante y hacia atrás Según Lakoff, la aceptación de la corporeización del pensamiento tiene una serie de implicaciones, que no voy a repetir aquí (cfr. Lakoff, 1990, xvi), y la lógica consecuencia de interpretar los hechos del lenguaje de una manera dada. En este sentido, la solución dada por la lingüística cognitiva se extiende hacia delante y hacia atrás. Hacia delante, en el sentido de que todo lo que viene a continuación de ella se ha de interpretar en función de los principios en los que la teoría cognitiva se basa. Y hacia atrás en el sentido de que la solución dada es tan importante que llega a cambiar hasta aquellas cosas en las que ella misma se basa. No cabe duda de que la razón es, cuando menos, un atributo humano. Pues bien, el ser humano, en su propio ser, cambia por el hecho de que aceptemos o no aceptemos la solución dada por la lingüística cognitiva: Why does all this [reason as embodied] matter? It matters for our understanding of who we are as human beings and for all that follows from that understanding. The capacity to reason is usually taken as defining what human beings are and as distinguishing us form other things that are alive (Lakoff, 1990, xvi).

Es decir, se nos va el ser o no ser del entendernos como humanos en que aceptemos la corporeización de la razón, con la implicación de que también nos va en ello todo lo que se sigue de ese entendimiento. Pero, a la vez, la capacidad de la razón se toma generalmente como definitoria de lo que somos los seres humanos y como lo que nos distingue de otros seres vivos. Es decir, la solución aportada por la lingüística cognitiva da justificación a aquello en lo que se basa dicha solución, que es —nada más ni nada menos— que el ser del ser humano, lo que nos hace seres hu[218]

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manos y lo que nos distingue de los demás seres vivos. Aparte de la contradicción que hay en esto, que no me interesa señalar ahora, no hay justificación alguna del aserto. La única defensa de dicha solución, por muy decisiva que sea, es dada en virtud de lo contrario: «If we understand reason as being disembodied, then our bodies are only incidental to what we are» (Lakoff, 1990, XVI). Argumentos como éste dicen exactamente lo mismo que aquello que niegan. Y ni la razón corporal, ni la razón no corporal han sido enclavadas, como contrarios, en una realidad superior, que —¡qué duda cabe!— tiene que existir, puesto que racionalmente son contrarios. Si son contrarios es que tienen una dimensión en común a la que uno niega y el otro afirma. Por otro lado, si las dos concepciones se basan en la misma dimensión, las ventajas o desventajas del ser o no ser de esa dimensión son aspectos de lo mismo. Si aceptar la razón corporal importa para nuestro entendimiento de quienes somos, no aceptarla importa en el mismo sentido: aceptamos la razón como corporareizada, sabemos quiénes somos como seres humanos; no aceptamos la razón como corporeizada, entonces sabemos que nuestros cuerpos son sólo incidentales a lo que somos. Luego importa en el mismo sentido, pues sabemos que nuestros cuerpos son y nos afectan a lo que somos de alguna manera. Es decir, el contrario ha sido creado y ha sido negado. Hemos sacado la corporeización de la no corporeización. La base en la que como conceptos se basan tanto la corporeización como la no corporeización no ha sido mencionada; luego el problema, la duda sobre lo que es la corporeización y la no corporeizacion, sigue igual90. En consecuencia, no hay contribución al problema del conocimiento o cognición, ya que antes de esta formulación sobre la razón ésta se conocía. —————— 90 Por otro lado, la defensa que hace Lakoff de su propuesta cognitivista de la corporeización de la razón es sumamente débil. El hecho de que esa concepción importe para conocer quiénes sómos no quiere decir que sea esencial para ello. [219]

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6.11.2. El concepto de filosofía y su función En la base de esta concepción está el concepto que Lakoff tiene de filosofía. Para Lakoff, filosofía es compromiso con una idea o asimilación no «consciente» de las ideas de un sistema de creencias, al que llama sistema filosófico. Es decir, para Lakoff, la filosofía es posterior a las ideas que ésta propugna. Primero vienen las ideas, formuladas por alguien, y después viene la asimilación de las mismas por los demás hasta convertirse en automáticas haciéndose con ello «sistema filosófico». Desde esta perspectiva no merece la pena distinguir entre quien defendió las ideas y quien las asimiló sin darse cuenta de ellas. Fijémonos para qué sirve la filosofía: Philosophy matters. It matters more than most people realize, because philosophical ideas that have developed over the centuries enter our culture in the form of a world view and affect us in thousands of ways. Philosophy matters in the academic world because the conceptual frameworks upon which entire academic disciplines rest usually have roots in philosophy —roots so deep and invisible that they are usually not even noticed (Lakoff, 1990, 157).

Es decir, que en la filosofía todo es igual: no hay teorías ni hay teorías ciertas. La filosofía se mete en la raíz de nuestra concepción sobre el mundo y es, por lo visto, perniciosa. Y es curioso: ha empleado la expresión «world vision» y no se ha dado cuenta de que esa «world vision» puede ser una filosofía, es decir, una teoría de una disciplina, la filosofía, en donde haya muchas otras teorías91 o visiones del mundo. —————— 91 Es un hecho, como ya he dicho anteriormente, que la filosofía en la que se basa la lingüística cognitiva se ideó después de los puntos esenciales de la teoría de la lingüística cognitiva que comentamos. La [220]

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6.11.3. Filosofía y creencias De todas formas en esto tenemos dos cosas distintas. Una cosa es una filosofía o una visión del mundo que surge porque hay una duda respecto al ser del ser humano en el mundo, es decir, una visión del mundo pensada y justificada y otra cosa muy distinta, la visión del mundo de un grupo social o comunidad de pensamiento que se arrastra en ese grupo, sin que en el mismo sean conscientes de ello. Dicho con palabras de Ortega y Gasset: una cosa son las ideas y otra muy distinta son las creencias (cfr. Ortega y Gasset, especialmente, 1997). Tanto unas como otras son visiones del mundo. La labor de la filosofía, es decir, una teoría del conocimiento, consiste precisamente en desentrañar las creencias que, a veces, si no siempre, se introducen, como dice Lakoff, en las propias ideas pensadas y justificadas. Ahora bien, no podemos en modo alguno equipararlas, especialmente, si queremos negarlas, por una sencilla razón: las ideas están justificadas y las creencias, no. Las razones de esa justificación siguen en vigor, puesto que tratan un problema, el problema del ser del ser humano en el mundo. Las creencias, por el contrario, nunca están justificadas. Sólo merecen crítica por nuestra parte. 6.12. LA EXPERIENCIA El término experiencia es muy socorrido en la lingüística cognitiva. Lakoff nos da la siguiente definición: «Experience» here is taken in a broad rather than narrow sense. It includes everything that goes to make up actual or potential experiences of either individual —————— filosofía no vino más que a justificar la teoría de la metáfora y las categorías y, para ello, se inventó el dualismo objetivismo-experiencialismo. Volveremos sobre esto más abajo, cfr. 6.16. [221]

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organisms or communities of organisms —not necessarily perception, motor movement, etc., but especially the internal genetically acquired makeup of the organism and the nature of its interactions in both its physical and its social environments (Lakoff, 1990, xv).

Ya de entrada, Lakoff nos dice que experiencia se ha de interpretar en un sentido amplio. Esto quiere decir que el concepto de experiencia se da de antemano, es decir, que se acepta como dado. Para Lakoff, dentro del concepto de experiencia entra lo siguiente: a) Lo que nos dan los sentidos, las sensaciones en sí; b) las sensaciones habidas de un individuo; c) las sensaciones posibles de un individuo, es decir, los mecanismos que producen las sensaciones; d) las sensaciones que se tienen en una comunidad o que se pueden tener en las misma, es decir, el acervo de sensaciones habidas o posibles de una comunidad; e) la estructuración de las sensaciones genéticamente adquiridas, es decir, sensaciones biológicas que operan en el individuo; f) la estructuración de las sensaciones del grupo social o comunidad lingüística. Es decir, la experiencia es individual, momentánea, psicológica (o biológica), posible, genéticamente adquirida, histórica, individual y colectiva. Es individual, pues es el individuo el que la experimenta; es momentánea pues se da en un punto dado de la vida del individuo; es posible, pues se da de forma natural y tiene que ser de una forma dada; es psicológica o biológica, pues tiene que ver con los mecanismos de la propia sensación considerada en su «darse»; es genéticamente adquirida, pues los humanos por el hecho de serlo tienen experiencia de forma biológica y natural; es histórica, pues es lo que se cree en una comunidad de hablantes; y es colectiva, pues se dan en la propia comunidad de los «organismos». [222]

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De esta forma en el concepto de experiencia incluye tanto lo momentáneo, lo psicológico, lo biológico, lo genético, lo que todo sujeto individual tiene y no tiene más remedio que tener, lo social, es decir, lo histórico, aspecto que Lakoff refiere al uso. La experiencia es, pues, ante todo y sobre todo un acervo sensible, es decir, un conjunto de sensaciones habidas que pertenecen a la naturaleza del individuo y de la especie, que se transmiten en la naturaleza misma de los seres humanos. 6.13. ANTECEDENTES DEL CONCEPTO DE EXPERIENCIA

6.13.1. En la tradición inglesa El concepto de experiencia tiene una larga tradición en los filósofos de habla inglesa. John Dewey (1859-1952), por ejemplo, propuso a la experiencia como la base de su «nueva filosofía». Entre la vieja y la nueva filosofía se interponía la experiencia: 1. en la concepción ortodoxa, la experiencia es considerada meramente como un asunto de conocimiento, en tanto que ahora aparece como una relación entre el ser vivo y su entorno físico y social. 2. en la acepción tradicional, la experiencia es, cuando menos de un modo primario, una cosa física, empapada de subjetividad, en tanto que la experiencia designa ahora un mundo auténticamente objetivo del que forman parte las acciones y sufrimientos de los hombres y que experimenta modificaciones por virtud de su reacción; 3. en la acepción tradicional sólo el pasado cuenta, de modo que la esencia de la experiencia es, en última instancia, la referencia a lo precedente, y el empirismo es concebido como vinculación a lo que ha sido [223]

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o es dado, en tanto que la experiencia en su forma vital es experimental y representa un esfuerzo para cambiar lo dado, una proyección hacia el futuro; 4. la tradición empírica está sometida al particularismo, en tanto que la actual acepción de la experiencia tiene en cuenta las conexiones y continuidades; 5. en la acepción tradicional existe una antítesis entre experiencia y pensamiento, al revés de lo que ocurre en la nueva noción de experiencia, donde no hay experiencia consciente sin referencia y la reflexión es innata y constante (cfr. Ferrater Mora en ‘experiencia’). Y ésta es la concepción de base que acepta Lakoff. La experiencia es una relación entre el ser vivo y su entorno físico y social, designa un mundo auténticamente objetivo —es la base para conocer el mundo tal y como es—, es una proyección hacia el futuro, y es innata, es decir, inconsciente. 6.13.2. Experiencia en Whorf El antecedente más inmediato en lo relativo al concepto de experiencia en Lakoff, tiene su base en la concepción que sobre el mismo concepto tiene Whorf. Benjamin Lee Whorf, ingeniero químico que se dedicó al estudio del problema de las relaciones lengua-pensamiento como su afición particular, quiso explicarse el por qué de las concepciones comunes entre los hablantes de una lengua. En su práctica profesional como agente de seguros constató la influencia decisiva que tenían las concepciones lingüísticas en la conducta de las personas implicadas en un siniestro. Quiso desentrañar dicha influencia y llegó a plantearse lo que podemos ver como el problema del conocimiento. Ahora bien, se planteó dicho problema como ingeniero químico, es decir, partiendo de los supuestos y siguiendo los métodos y procederes de las ciencias positivas. [224]

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Whorf comprueba que la forma de concebir la realidad depende de lo que él llama language (un concepto que implica el lenguaje, la lengua y el pensamiento). Comprueba que la forma de pensar en los hablantes depende de las lenguas que éstos hablan. Las lenguas, cada una de forma diferente, ven en la realidad aspectos de causalidad, lógica, cualidades dinámicas o energéticas, siendo estos aspectos formas de ver la realidad, que en sí misma, es mucho más compleja que lo que una lengua en particular nos permite ver. En concreto, comprueba que las ciencias del mundo occidental se han desarrollado investigando aquellos aspectos que sus lenguas, las lenguas SAE (Standard Average European) (1956, 138), seleccionan de la realidad. Comprueba que incluso los conceptos de tiempo, espacio y materia son aspectos introducidos en la ciencia por las lenguas occidentales (1956, 158), habiendo desarrollado con ello ciencias tan seguras como la física. En esta situación Whorf busca un criterio de conocimiento que nos permita ver con seguridad cómo es la realidad en sí, sin intermediación de las lenguas. Para Whorf, la realidad encierra en sí misma muchas dimensiones que no han sido descubiertas por las lenguas occidentales y que para descubrirlas tenemos que estudiar las lenguas más alejadas de las lenguas SAE. Para hacer una ciencia que estudie todos los aspectos del mundo tenemos que establecer un criterio que esté más allá de las lenguas y del pensamiento que éstas condicionan. El criterio no es más que la experiencia. Ésta es la misma para todos los seres humanos (Whorf, 1956, 162). Éstos sólo tienen que superar las limitaciones de la lengua que hablan. Tan convencido está de que lo que nos da la experiencia es la visión verdadera de la realidad que llega, incluso, a proponer analizar por nosotros mismos, sin interferencia de ninguna lengua, trozos de «experiencia» o de la realidad (cfr. por ejemplo, Whorf, 1956, 207-214). Whorf supone que lo que nos da la experiencia es verdad. La experiencia es igual para todos y constituye el fun[225]

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damento de todo conocimiento posible. Las categorías gramaticales tienen la función de interpretar la realidad en determinados aspectos. De esta manera, unas categorías gramaticales responden más fielmente que otras al conocimiento verdadero de la experiencia, a la que identifica con la realidad (cfr. Whorf, 1956, 80; 92). La experiencia pura y cierta, es decir, el conocimiento verdadero del mundo, es lo que llama Whorf raw experience (1956, 102). Ésta existe de por sí antes de que sea estructurada por las lenguas ([is] prior to language, Whorf, 1956, 139). Las lenguas segmentan o trocean esa realidad que nos da la experiencia de forma distinta cada una de ellas. El mundo y la realidad constituyen un continuum. La separación de una parte de ese continuum y su constitución en un algo objetivo es labor totalmente lingüística. Whorf utiliza palabras como segment (1956, 162), chop up (1956, 253), cut up (1956, 240) o break down (1956, 240). Esto que hacen las lenguas puede hacerlo la experiencia, raw experience, puesto que es anterior al lenguaje. Así, pues, el concepto de experiencia de Whorf abarca tres conceptos: a) lo que se aprehende de la realidad, b) la forma como se aprehende la misma, y c) la realidad misma. Por este último aspecto, la experiencia constituye el criterio último del conocer y del estudio lingüístico. Comparando el concepto de experiencia entre Lakoff y Whorf podemos señalar lo siguiente: a) para Whorf, experiencia es lo objetivo; para Lakoff, experiencia es lo sentido, lo que condiciona sensiblemente el pensamiento b) para Whorf, experiencia es la aprehensión de lo real determinada por la lengua; para Lakoff, experiencia es la mecánica de la aprehensión que es, fundamentalmente, de carácter sensible; y c) para Whorf, la experiencia es el conocimiento seguro; para Lakoff, la experiencia es un acervo común de carácter sensible que define el pensamiento humano. [226]

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6.14. EL SISTEMA CONCEPTUAL El concepto de sistema conceptual, para Lakoff, consiste en la organización de los conceptos, es decir, de las categorías, dentro de lo que llama el pensamiento corpóreo. Característica definitoria del mismo es que está en sí mismo organizado, de tal forma que las categorías, tanto las categorías de las cosas como las categorías lingüísticas (Lakoff, 1990, 110), forman parte del mismo y responden a su estructura. El sistema conceptual forma en sí mismo una estructura: «The efficiency of cognitive processing, as in learning and memory, depends on the overall structure of the conceptual system and on what the concepts mean. Thought is thus more than just the mechanical manipulation of abstract symbols» (Lakoff, 1990, xv). Como las categorías en sí mismas están estructuradas y son categorías de las cosas, el sistema conceptual es un sistema organizado de contenidos: «Conceptual systems are organized in terms of categories, and most if not all of our thought involves those categories» (Lakoff, 1990, xvii). Por esto, se opone, y con ello el pensamiento, a la manipulación de los símbolos abstractos. El sistema conceptual se puede describir utilizando los llamados modelos cognitivos: «Conceptual structure can be described using cognitive models that have the above properties» (Lakoff, 1990, xv). El sistema conceptual es la base del pensamiento y todas las personas tienen el mismo sistema conceptual (Lakoff, 1990, 9). Como el pensamiento que, para Lakoff, depende de nuestro cuerpo, el sistema conceptual no es un sistema autónomo, sino dependiente de la experiencia física y cultural: «Our conceptual system is dependent on, and intimately linked to, our physical and cultural experience» (Lakoff, 1990, 112-113). Esta es la concepción que tiene Lakoff de sistema conceptual, concepción que ha de ser evaluada dentro de su propia teoría. [227]

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6.15. EL SISTEMA CONCEPTUAL Y UNA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO

Aparte de lo que significa el concepto de sistema conceptual dentro de la teoría cognitiva, me quiero preguntar por el sentido que tiene dicho concepto dentro de una teoría del conocimiento: ¿es el sistema conceptual una realidad existente en sí misma, es decir, una realidad que se da por sí misma y constituye una realidad objetiva? El propio Lakoff se hace esta misma pregunta cuando introduce dicho concepto, a saber: «What is a conceptual system and how is it organized? Do all people use the same conceptual system? If so, what is that system? If not, exactly what is there that is common to the way all human beings think? The questions aren’t new, but some recent answers are» (Lakoff, 1990, xi). Para empezar, comentemos los términos de la propia pregunta. El sistema conceptual, nos dice Lakoff, es algo que usan o pueden usar todos los hablantes. Por consiguiente, en la propia formulación sabemos ya, o damos por supuesto, lo siguiente: a) que el sistema conceptual es algo, b) que ese algo existe y c) que es algo que afecta o puede afectar a todos los hombres. Lakoff toma esta última característica y sigue preguntándose por el uso del sistema conceptual. De la formulación de la nueva pregunta, expuesta arriba, podemos deducir lo siguiente. Si el sistema conceptual afecta a todos los hombres, quiere decir que el sistema conceptual es una cosa esencial a los mismos, en cuyo caso sería universal. Si no afecta a todos los hombres ya no sería algo universal ni esencial. No obstante, la formulación de Lakoff supone dos cosas: a) que el sistema conceptual es algo que tienen todos los hombres aunque no sea siempre el mismo; y [228]

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b) que hay o puede haber algo en común en el mismo manifiesto en la forma como los hombres piensan. Con esto la duda inicial se agranda. Antes de empezar, se da por supuesto que existe eso que llama sistema conceptual, que puede ser o bien universal o no, pero que, en cualquier caso, es algo existente y semejante. Si es universal habría que definir dicho sistema conceptual en toda su extensión y realidad y la conexión que mantiene con lo que la hace universal. Pero Lakoff no debate esta cuestión, sino que juega con ella como si de una realidad objetiva se tratara. 6.15.1. El sistema conceptual como supuesto El sistema conceptual no puede ser un supuesto, porque de lo que se trata en una teoría cognitiva es precisamente de saber de eso que aquí designamos como sistema conceptual. Tampoco sabemos si se da o no en todos los seres humanos, —y esto lo reconoce implícitamente Lakoff—, porque dudamos si se da en todos los seres humanos o si dándose es o no semejante. Si lo hubiéramos tomado como supuesto no podríamos dudar de él. No se puede, por consiguiente, tomar ese sistema conceptual como base de la que partamos para llegar a saber precisamente sobre él. 6.15.2. El sistema conceptual como común Por otro lado, tampoco podemos suponer que, dándose en todos los seres humanos, tenga algunos elementos en común, puesto que entonces eso que designamos como común sería una realidad distinta a aquellos individuos en la que se da. Una realidad en común es siempre una realidad [229]

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ajena a los individuos que la tienen. Así, la lengua (no el lenguaje) es una realidad en común entre los sujetos de una misma comunidad de habla o comunidad de hablantes. Los hablantes de una comunidad tienen formas, contenidos, reglas, procedimientos y actitudes, de hablar, decir y conocer (o pensar), en común entre todos ellos. Estas formas comunes trascienden la mera individualidad del sujeto hablante. Constituyen algo que cada individuo que las posee en común tiene de una forma distinta a lo que es tal individuo, porque les viene de fuera92. En virtud de la abstracción de esa cosa que llamamos común podemos aplicarla a todos los individuos por igual. Es, pues, en virtud de una elaboración mental externa por lo que podemos aplicar eso que llamamos común a todos los sujetos que lo tienen. El individuo, el sujeto que piensa en el caso del sistema conceptual, y las formas que tiene en común con otros sujetos que piensan, no se identifica entre sí en cuanto a la realidad que él tiene, por una parte, y lo común, por otra. Un sujeto pensante (o hablante, dicente y cognoscente) es un sujeto existente, las formas y contenidos del pensar que ese individuo tiene en común es un conjunto de formas culturales habidas con otros. Son, pues, dos realidades distintas. El sujeto pensante (o ha—————— 92 Dice Ortega y Gasset: «el hablar es una acción humana, personal e interindividual. Pero [...] para hablar [los hablantes uno al otro] no tienen más remedio que emplear una lengua. Ahora bien, esta lengua no es creación de ninguno de ellos y el usarla no procede de su voluntad. [...] En estas relaciones tan típicamente interindividuales se intercala algo que viene a los individuos de fuera de ellos. El uso de la lengua no es [...] una acción estrictamente humana» (Ortega y Gasset, 2003, 175). Y en otro lugar: «hablar no es sino la consecuencia de haber nosotros recibido mecánicamente desde fuera [una] lengua. Hablar, pues, es una operación que comienza en dirección de fuera a dentro. [...] Decir, en cambio, es una operación que empieza dentro del individuo. Es el intento de exteriorizar, manifestar, patentizar algo que hay en su intimidad. A este fin consciente y racional procura emplear cuantos medios encuentra a su mano: uno de ellos es hablar, pero sólo uno de ellos» (Ortega y Gasset, 2001, 259) [230]

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blante, dicente y cognoscente) participa con los otros sujetos en la creación y utilización de dichas formas y contenidos. El sujeto que tiene formas en común hasta cierto punto puede alterarlas y modificarlas creando unas nuevas. No son exclusivamente suyas, son formas en las que participa con el resto de los sujetos con los que tiene esas formas en común. De aquí que forme una comunidad con ellos, la comunidad de hablantes o lengua. Las formas y contenidos comunes, por un lado, se imponen al individuo y, por otro lado, son hechas por el sujeto hablante, pero en participación con los otros sujetos de la comunidad lingüística, a la que pertenece93. Por otro lado, sabemos que las formas del hablar en común sólo pertenecen a una sola comunidad lingüística o lengua. No podemos de antemano suponer que lo que se da en una lengua se vaya a dar en las demás. Si ese sistema conceptual de Lakoff fuera algo en común plantearía el siguiente problema. No siendo una realidad universal puesto que es común, no puede representar a los individuos que la poseen más que contingentemente, es decir, coyuntural y accidentalmente y sin base como para deducir un sistema conceptual que se aplique a todos, es decir, un sistema conceptual que nos describa los procedimientos del conocer de los hablantes o la cognición. Lo que es común no es más que un medio útil que se manifiesta en lo que Lakoff llama el uso, pero el uso no es nada necesario, sino contingente. De esta manera, estudiar lo que es contingente no nos lleva más que a sacar conclusiones limitadas y contingentes, no conclusiones que nos —————— 93 No olvidemos que «comunidad» que, en el caso de comunidad de hablantes, se identifica con una lengua, viene de común. Esta realidad se refleja intuitivamente en el llamado Old English o Anglosajón. La palabra que designa lengua se dice g·ee¯ode. Ésta tiene el prefijo g·e. que con los sustantivos, da el sentido de ‘ser-juntamente-con’ y está relacionada con el sustantivo e¯od, que significa tribu, pueblo, raza, y el verbo e¯odan que significa ‘unirse una persona a’. Es decir, el concepto intuitivo de lengua en el Old English denota el concepto de comunidad. [231]

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digan cuál es y cómo es ese sistema conceptual que buscan los cognitivistas94. De esta manera y como conclusión, en el propio planteamiento del problema sobre el sistema conceptual encontramos una nueva contradicción. Y ésta, una vez más, viene dada por una falta de un planteamiento del problema al que responde y debe responder eso que llamamos sistema conceptual, que no es más que un concepto útil en algún sentido dentro de una teoría del conocimiento. 6.16. UNA NUEVA FILOSOFÍA Acabamos de ver el concepto de filosofía y la función que ésta desempeña en el pensamiento de Lakoff (cfr. 6.11.1. y 6.11.2). Tenemos que tener en cuenta ahora lo allí dicho para entender la propuesta que hace Lakoff y Johnson de una nueva filosofía. La filosofía propuesta es el resultado de tres supuestos, a saber: — The mind is inherently embodied. — Thought is mostly unconscious. — Abstract concepts are largely metaphorical (Lakoff y Johnson, 1999, 3). Lakoff y Johnson añaden a continuación que estos tres supuestos son tres grandes descubrimientos de la ciencia cognitiva. Con esto vemos, desde la primera línea de la propuesta, que se trata de una filosofía que sigue a una o unas ciencias. De esta manera, la filosofía resultante no es independiente, por un lado, ni es ciencia primera, por otro. Depende para su existencia de otra ciencia, la llamada ciencia cognitiva y las conclusiones de la misma. —————— 94 Esto es lo que ocurre en los estudios sobre las metáforas (en plural, como dicen los cognitivistas). Las conclusiones a las que llegan son limitadas y contingentes porque parten de realidades limitadas y contingentes: lo histórico de una lengua. [232]

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6.16.1. El planteamiento de la nueva filosofía Lakoff y Johnson en su libro conjunto de 1999, se hacen la siguiente pregunta, que es el planteamiento del que parten: This book asks: What would happen if we started with these empirical discoveries about the nature of mind and constructed philosophy anew? The answer is that an empirically responsible philosophy would require our culture to abandon some of its deepest philosophical assumptions (Lakoff y Johnson, 1999, 3).

Es de notar que el capítulo en el que este planteamiento se hace lleva el pomposo título de «Introduction: Who Are We?». La respuesta al planteamiento de la nueva filosofía —y la doy yo—, no es más que una filosofía falsa; o más bien, algo que no es filosofía y se le designa con el nombre de filosofía. La pregunta del planteamiento no es ni mucho menos una duda filosófica, ni científica. No hay en ella, como nos tienen acostumbrados Lakoff y Johnson, problema alguno. En la misma pregunta está prefigurada la posible solución. Por si hubiera duda de dicha prefiguración, la respuesta de los autores nos habla de una filosofía responsable empíricamente, del abandono de los supuestos filosóficos más profundos de nuestra cultura. Y dicho así, sin más preámbulo, podemos ver que «nuestra cultura» no es nada que pueda tener supuestos o convencimientos «profundos». Los únicos seres capaces de tener supuestos o convencimientos profundos son aquellos que tienen conciencia, es decir, aquellos seres que tienen capacidad de conocer, los seres humanos, no una cultura, que todavía no se ha demostrado que sea algo en sí. El problema que se plantean —si es que es problema— no es tal. Es, a lo sumo, una curiosidad sin base [233]

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científica alguna. La filosofía es no sólo una ciencia, sino el origen y la base de todas las ciencias. Las ciencias siempre parten de supuestos que se toman como ciertos. La justificación de los supuestos de las ciencias —si es que ha de hacerse— ha de hacerse desde la filosofía. La filosofía es, como no puede ser de otra manera por su carácter fundamental, una ciencia a priori, que trata sobre el ser humano y lo que constituye lo humano, siendo aquello que rodea a éste un algo que éste, cognoscitivamente, crea. Hablar de una filosofía responsable, aunque sea matizado este responsable en el sentido de empíricamente, no tiene ningún sentido. Una filosofía no puede partir de un supuesto anterior ni mucho menos de un supuesto empírico. Cuando Lakoff y Johnson dicen que los tres supuestos señalados son grandes descubrimientos empíricos de la ciencia cognitiva, suponiendo que dichos descubrimientos sean «hechos», no se dan cuenta de que para descubrir empíricamente un hecho tenemos que ir a buscarlo. Es decir, que tenemos que partir de unos supuestos que nos lleven a esos «descubrimientos empíricos». No tiene, pues, ningún sentido hablar de filosofía responsable, a no ser que ya antes de hacer dicha filosofía «profesemos», de alguna manera, no una filosofía, sino una ideología, ante la que tengamos que ser responsables, es decir, desarrollar una moral acorde. Es curioso constatar que cuando Lakoff 1990 o Lakoff y Johnson 1999 se refieren al ser humano siempre emplean el pronombre de primera persona plural o el posesivo de la misma persona y número. Esto tiene una explicación: estos autores no se plantean jamás qué es ser «ser humano», qué papel juega el ser humano en lo que ellos estudian —la cognición, nada menos—, ni qué ni en virtud de qué los seres humanos conocen, que es lo mismo que decir, cómo y por qué existen las cosas que encontramos alrededor. No se plantean estos problemas, simplemente llegan a intuir —que no desarrollar— que son aspectos de una misma realidad conectados entre sí. [234]

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6.16.2. El argumento del bimilenarismo Lakoff y Johnson nos dicen «More than two millennia of a priori philosophical speculation about these aspects of reason are over. Because of these discoveries, philosophy can never be the same again» (Lakoff y Johnson, 1999, 3). Este argumento no habla críticamente de lo que ha sido la «especulación filosófica» durante ese período de tiempo, sino que diagnostica algo sobre el pasado y pronostica un futuro distinto, precisamente, por la aparición de la nueva filosofía. Es muy atrevido el juzgar de esa manera simplificadora el pasado y predecir proféticamente un futuro. Este argumento nos muestra el carácter de proclama de la lingüística cognitiva, por un lado, y una especulación banal, por otro. Este argumento es erróneo, no por lo que pueda tener de predicción —cosa que ya se verá y que no se ha demostrado hasta ahora que vaya a ser como dice—, sino que es falso por la doble valoración de, 1) la filosofía que propone y 2) la filosofía a la que engloba en esos dos milenios. Si esto fuera así, habría que haber planteado, por lo menos, el problema que la filosofía propuesta soluciona y el problema que la filosofía de esos dos milenios no soluciona. Este argumento del bimilenarismo no es nuevo. Ya se refiera como dos milenios o dos mil años o dos mil quinientos años, o expresiones semejantes, es utilizado por Lakoff 1990 profusamente y también por Lakoff y Johnson 199995. Pero no sólo por estos autores. El mismo argumento es utilizado por Hilary Putnam (Putnam, 1981, 74) y mucho antes que todos estos autores y en el mismo sentido en 1956, hace más de medio siglo, por Stuart Chase en la presentación de las obras de Whorf (cfr. Whorf, 1956, vii). —————— 95 Cfr. entre otros, Lakoff, 1990, 5; 1990, 6; 1990, 9; 1990, 157 y Lakoff y Johnson, 1999, 3. [235]

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Para introducir el problema, Lakoff y Johnson 1999 dicen que la Razón ha sido tomada como la característica definitoria de los seres humanos durante más de dos mil años. Repiten que un cambio radical en nuestro entendimiento de la razón es un cambio radical en el entendimiento de nosotros mismos (Lakoff y Johnson, 1999, 4). La mente está inherentemente corporeizada, la razón está modelada por el cuerpo, y puesto que la mayor parte del pensamiento es inconsciente, la mente no puede ser conocida simplemente por autorreflexión. El estudio empírico es necesario (Lakoff y Johnson, 1999, 5). Los seres humanos reales no tienen control consciente de la mayor parte de su razonamiento. La mayor parte de su razón, además, está basada en varias clases de prototipos, estructuraciones y metáforas (Lakoff y Johnson, 1999, 5). Para terminar la exposición de esta filosofía, Lakoff y Johnson añaden: Classical philosophical conceptions of the person have stirred our imaginations and taught us a great deal. But once we understand the importance of the cognitive unconscious, the embodiment of mind, and metaphorical thought, we can never go back to a priori philosophizing about mind and language or to philosophical ideas of what a person is that are inconsistent with what we are learning about the mind (Lakoff y Jonson, 1999, 7).

6.16.3. Filosofía empírica Ni que decir tiene que una filosofía que parte de unos supuestos empíricos no es una filosofía. Será otro tipo de ciencia, si es que es ciencia, pero filosofía, decididamente, no. De cualquier forma una filosofía parte siempre de una realidad radical, una realidad lo suficientemente fundada, probada y demostrada, en la cual se pueda basar todo lo demás, es decir, de la cual se pueda «deducir» todo lo que está contenido en ella. La filosofía es una ciencia deductiva, analítica, racional, a priori. El método a priori, o deductivo, o analítico es, por otro lado, el método más segu[236]

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ro. Todo lo que el método analítico o a priori deduce o pueda deducir está contenido ya de antemano en los principios de los que parte. Una filosofía que parta, nada más y nada menos que de tres «descubrimientos» de la ciencia cognitiva, contradictorios consigo mismos como he dicho a lo largo de este libro, y sin justificación suficiente (lo empírico parte siempre de supuestos que se toman como verdades, no de verdades absolutas) es necesariamente una filosofía falsa: más bien, una ideología. Hemos visto que el concepto de embodiment es contradictorio en sí mismo, una contradicción in abiecto (cfr. 3.3; 5.2.7 y 5.2.8.4). El concepto de conocimiento inconsciente es igualmente una contradicción in abiecto (cfr. nota 70). Y el tercer «descubrimiento» (abstract concepts are largely metaphorical), hay que demostrarlo primero, antes de tomarlo como realidad radical (cfr. 6.3, 6.4.1 y 6.4.2). Aun así, si se hubiera demostrado que dicho aserto es cierto y verdadero, de él como realidad inicial se podrá hacer, si se quiere, una ciencia, no una filosofía. Por otro lado, ninguno de dichos descubrimientos son conceptos iniciales, que no supongan a otros, como para tomarlos como realidades iniciales de una filosofía, realidades radicales. El primer descubrimiento, da por supuesto que se da o existe la mente y el cuerpo como cosas separadas y tendremos que suponer que también se da algún otro ser que tenga mente y cuerpo para que ambas realidades sean verdad. El segundo descubrimiento implica que existe el pensamiento, y tendremos que suponer igualmente que ese pensamiento tiene que estar en algún ser también, supondremos que se da una relación entre este ser y el pensamiento; nos dice además que hay pensamiento que es inconsciente y lo contrario: que hay pensamiento consciente. Y el tercer descubrimiento supone que hay conceptos, que algunos conceptos son abstractos, que hay otros conceptos no-abstractos, que se da la metáfora como forma de conocer, y tendremos que suponer también que se da otra forma de conocer que no sea meramente la metáfora y que además habrá un sujeto o muchos sujetos o [237]

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seres en donde se den esos conceptos considerados (si han sido demostrados o no) realidades por las ciencias cognitivas. En definitiva, que si vamos a hacer una filosofía, ya de antemano y por arte de las ciencias cognitivas, sabemos la solución que nos va a dar la nueva «filosofía». Antes de hacer esa filosofía, ya hemos descubierto «empíricamente» una teoría del conocimiento, y al ser esta empíricamente comprobable, también sabemos que es una realidad objetiva, cuando menos, si no concreta y real. Y en esto nos hemos olvidado de una cosa: que una filosofía consiste precisamente en una teoría del conocimiento. Es decir, que la misión de una filosofía es precisamente justificarlo todo, justificar todos esos supuestos que aceptamos desde el inicio. Nos hemos olvidado también de que, para partir de supuestos que no se prueban, ya están las ciencias de realidad con su método a posteriori, no la filosofía, que tiene que seguir, necesariamente, el método a priori. Y nos olvidamos de que partimos ya de una teoría del conocimiento con base empírica que ya existe, para formar precisamente una teoría del conocimiento, o dicho de otra forma: que hacemos una filosofía que ya estaba hecha, que la hemos encontrado puesto que ya estaba descubierta empíricamente. Contradicción más grande quizá no se encuentre en ningún libro de ciencia. Más efectivo habría sido decir, por parte de Lakoff y Johnson, que la filosofía no existe y que el método a priori no tiene ya cabida en «su» mundo.

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CAPÍTULO 7

Procedimiento de la lingüística cognitiva 7.1. LA CREACIÓN Y NEGACIÓN DEL CONTRARIO

Hasta ahora, siempre que he tratado de exponer la definición de un concepto de Lakoff, he procurado exponerlo de forma positiva, si es que eso es posible. Pero no procede así Lakoff. Toda la fundamentación que hace Lakoff se basa en la creación de un objeto semántico para inmediatamente negarlo, sin más. Para defender el realismo experiencialista, por ejemplo, Lakoff nos dice primero qué es el objetivismo, nos dice después qué es lo que el experiencialismo comparte con el objetivismo y, sobre el experiencialismo meramente nos dice «Experiantialism is thus defined in contrast with objectivism» (Lakoff, 1990, xii-xv). Pues, bien, no contento con lo dicho, vuelve inmediatamente a seguir describiendo el objetivismo. En este sentido, el objetivismo es un concepto esencial en la lingüística cognitiva. Sin él no habría experiencialismo, que es la postura ideológica que toma Lakoff para tratar el problema de la cognición. O dicho de otra manera: el objetivismo y el experiencialismo se basan en la misma concepción. [239]

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Y si afinamos más: el objetivismo es la base del experiencialismo, lo que equivale a decir que el experiencialismo incluye al objetivismo. De aquí que las críticas que hace Lakoff al de objetivismo (cfr. 6.8) sean aplicables al propio experiencialismo. Lo mismo pasa con el concepto de categoría (cfr. Lakoff, capítulo 1) o de metáfora (Lakoff y Johnson, 1980). Esta forma de proceder no es una mera presentación de lo que defienden. Es una argumentación en los fundamentos del aspecto que defienden y, en general, de todo lo que constituye la lingüística cognitiva. Este procedimiento no es nuevo en la historia del pensamiento. Ya en el siglo VII antes de Cristo, Parménides, el primer filósofo de la tradición occidental junto con su coetáneo Heráclito, forja el concepto de ser substante, concepto de ser que sigue en vigor hasta nuestros días en la formas de pensar occidentales, no por abstracción, «sino por contraposición a la Nada, y a la vez negando, nadificando o anonadando las cosas sensibles» (cfr. Ortega y Gasset, 1992, 217). En la tradición de los filósofos de lengua inglesa aparece también este mismo recurso de crear y definir un contrario para negarlo y sacar el supuesto o punto de partida. Una forma parecida a este proceder de Lakoff la encontramos en John Dewey en su defensa de la «nueva filosofía» frente a la «vieja filosofía» (cfr. cita en 6.13.1). De una manera u otra, Lakoff ha tomado este recurso, que se ha extendido por toda la lingüística cognitiva. Este procedimiento implica dos operaciones y una omisión. Implica — la creación del contrario y — la negación del mismo. Y, a la vez, — la omisión del asunto o planteamiento del problema que pretende solucionar. La primera operación está diseñada para el fin de negarla. No hay en la creación del contrario una justificación; más bien, hay una presentación que predispone al lector a [240]

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ver que lo que se describe es falso. De hecho, como veremos en el epígrafe siguiente, Lakoff se expresa en el sentido de que hay que aceptar lo propuesto (el experiencialismo, el pensamiento corpóreo, las categorías o la metáfora que propone) porque, de lo contrario, sería cierto aquello de que trata el contrario. Y he dicho creación del contrario, porque como en el caso del objetivismo, que hemos visto (cfr. 6.8 y 6.9), no es una postura ideológica defendida por nadie, sino una «idealización» fabricada por Lakoff, como él mismo nos dice. La segunda operación, por otro lado, la negación de la creación realizada, es hecha de forma también injustificada. Analicemos el siguiente argumento: From the time of Aristotle to the later work of Wittgenstein, categories were thought be well understood and unproblematic. They were assumed to be abstract containers, with things either inside or outside the category. Things were assumed to be in the same category if and only if they had certain properties in common. And the properties they had in common were taken as defining the category. This classical theory was not the result of empirical study. It was not even a subject of major debate. It was a philosophical position arrived at on the basis of a priori speculation. Over the centuries it simply became part of the background assumptions taken for granted in most scholarly disciplines. In fact, until very recently, the classical theory of categories was not even thought of as a theory. It was taught in most disciplines not as an empirical hypothesis but as an unquestionable, definitional truth. In a remarkably short time, all that has changed. Categorization has moved form the background to center stage because of empirical studies in a wide range of disciplines (Lakoff, 1990, 6-7).

Aparte del contenido de lo aquí dicho, del que ya he criticado algunas cosas de una forma o de otra en otros lugares de este libro, tenemos la siguiente estructura: los dos [241]

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primeros párrafos que crean el contrario, sin justificación alguna. Y el último párrafo que consiste meramente en negar lo creado de forma impersonal y como describiendo hechos incontrovertibles por ser hechos. Los dos primeros párrafos, cuando menos, son una mera descripción de un algo, del que, en principio, el lector no sabe si es verdad o no. Se dice, que las categorías no eran problema desde los tiempos de Aristóteles; es decir, que se aceptaban porque sí; que eran contenedores abstractos, lo cual se da a entender que es malo; que las cosas estaban o bien dentro o bien fuera de las mismas, cosa que se da a entender que está mal. Se continúa en el segundo párrafo considerando ya a las categorías como teoría. Se dice de ésta que no era un asunto sujeto a debate siquiera, lo cual confirma que se aceptaba porque sí; que era una posición filosófica a la que se había llegado sobre la base de la especulación a priori, lo cual da a entender que éste no es un método fiable; que a lo largo de los siglos llegó a ser parte del trasfondo cultural y que fue dada por supuesta en la mayor parte de las disciplinas académicas, lo cual nos habla del error que supone; que de hecho a la teoría clásica de las categorías hasta muy recientemente no se la consideraba incluso como una teoría, lo cual nos habla del descubrimiento tan grande que significa; y que en muchas disciplinas no se la enseñaba como una hipótesis empírica, sino como una incuestionable verdad, con lo que es necesario cambiar el concepto de categoría. Naturalmente, presentada así, «la teoría clásica de las categorías» —que dicho sea de paso, no existe ni ha existido nunca esa teoría más que para los cognitivistas; que lo que ha existido es teorías del conocimiento en las que tenían que tratar de y con conceptos, ahora bautizados como categorías con miembros que definen a las mismas antes de que existan éstas—, con esa multitud de imprecisiones, contradicciones y formulaciones parciales, no queda más remedio que llegar al tercer párrafo, en donde mera y simplemente se dice que todo ha cambiado, con lo que indirectamente se niega lo anterior. Y el lector —no es [242]

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necesario aclararlo— queda liberado de esa serie de incongruencias a las que ha sido sometido. De esta forma el lector se ha tragado lo siguiente: 1. que las categorías son una teoría que ha sido descuidada a lo largo de los siglos por el mundo académico; 2. que las categorías son empíricas, no resultado de la investigación filosófica; 3. que la especulación a priori es mera especulación; 4. que las cosas que pertenecen a una categoría no tienen por qué tener propiedades en común ni tiene que haber propiedades definitorias de la misma; 5. que las categorías no constituían una teoría y que esto era malo; y 6. que las categorías es una hipótesis empírica. En este contexto la mera y estricta insinuación de la negación del contrario es válida. El tercer aspecto que he señalado más arriba, cual es el no relacionar la creación efectuada y su negación con el problema al que responde tanto una como otra, es una cosa que sólo podemos constatar y que ya he señalado varias veces. 7.2. ARGUMENTACIÓN RACIONAL Es una paradoja que Lakoff, que tanto abjura del método a priori, recurra a él para continuar en su afirmación. La argumentación a priori, que es un recurso muy constante en Lakoff, consiste en deducir de una verdad que se da como segura y en virtud de la seguridad de la misma, las conclusiones ya incluidas en la misma. Los términos análisis, método a priori y deducción son sinónimos. Es una forma de conocer segura, incluso, la más segura. Más segura que la comprobación empírica, llámese experiencia, o método empírico, o método a posteriori. Éstos (la comprobación empírica, experiencia, método empírico) [243]

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emplean la inducción para llegar a conocer. La seguridad de los razonamientos inductivos, no obstante, depende de la adecuación de las verdades encontradas en los hechos que estudian respecto de los principios de los que parten (cfr. 4.4.6). Pues, bien, Lakoff, tras haber meramente afirmado lo contrario de lo que ha creado, establece un razonamiento a priori partiendo de la verdad establecida. Ésta, no obstante, se formula en sentido negativo. Veamos. En la exposición anterior habíamos llegado a la negación de lo dicho. Ahora Lakoff remite a Eleanor Rosch, la autora de la teoría de los prototipos, afirmando que ella puso el foco de atención en dos implicaciones de la teoría clásica: «First, if categories are defined only by properties that all members share, then no members should be better examples of the category that any other members» (Lakoff, 1990, 7). Volvemos a la misma técnica de ver como incongruente la teoría clásica. Pero ahora no es un mero aserto. Es una verdad incontestable, a saber: todos los miembros de una misma categoría no tienen que compartir las mismas propiedades. Esto es una verdad absoluta, de la que se «deduce» que en la categoría clásica no había miembros que eran mejores ejemplos que los demás. Luego, en la acepción correcta de categoría está el que los miembros de la misma son dispares entre sí. Otro trágala que nos presenta Lakoff sin justificación alguna. Pero esto no interesa ahora. Ahora nos interesa el razonamiento. Lakoff ha hecho de una verdad que él ha creado una verdad absoluta y de ella «deduce» las consecuencias. Es decir, que con el método a priori, tan denostado por él, deduce y saca sus conclusiones. Sigamos con el razonamiento de Lakoff: Second, if categories are defined only by properties inherent in the members, then categories should be independent of the peculiarities of any beings doing the categorizing; that is they should not involve such matters as human neurophysiology, human body move[244]

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ment, and specific human capacities to perceive, to form mental images, to learn and remember, to organize the things learned, and to communicate efficiently (Lakoff, 1990, 7).

Pero en la verdad absoluta negativa que establece Lakoff en este segundo razonamiento, a saber, que las categorías no están constituidas sólo por propiedades inherentes, no está contenido lo que deduce. Lakoff quiere introducir a los seres humanos en el concepto de categoría y no sabe cómo hacerlo, porque sencillamente no ha partido de ellos y de lo que son ellos, que son los seres que conocen. Los seres humanos son, por definición, humanos y en este detalle universal y tautológico está todo el problema. Debemos saber, en primer lugar, qué es ser humano. Humano es aquello, para abreviar, que distingue a los seres humanos de los demás seres de la creación. El cuerpo no es privativo del ser humano. El ser humano tiene cuerpo, que se define por propiedades como las que menciona Lakoff (neurophysiology, human body movement, and specific human capacities to perceive), pero estas cosas no son más que condición para lo humano96. Por tanto, en la verdad absoluta establecida, no está contenido nada de esto. No hay, pues, ilación alguna en este tipo de argumento a priori que establece Lakoff, aunque sea de forma negativa. Lakoff recurre a la argumentación racional para demostrar la verdad de sus asertos. 7.3. ESTABLECIMIENTO DE DICOTOMÍAS IRRECONCILIABLES

Con la técnica de la creación y negación del contrario, la argumentación de Lakoff le lleva a establecer, al menos formalmente, dicotomías irreconciliables, es decir, verdades colocadas en los dos polos de una dimensión absoluta. —————— 96 De esto hemos hablado, cfr. 3.2.2 y 4.1. [245]

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Así, para defender el tipo de categoría que propugna y tras haber descrito el pensamiento significativo y el concepto de razón del objetivismo, dice: «If the objectivist view were correct, the following would have to be true of categories» (Lakoff, 1990, 370). Sea verdad o no lo que propugna, el establecimiento de esta dicotomía, no ayuda precisamente a convencer de la verdad propugnada. Otro ejemplo de este proceder podemos verlo en la larga cita que he hecho en 6.2.6, de la que extracto el párrafo principal: «If Whorf were right on this matter, the Dani’s two words for colors would determine two and only two conceptual categories of colors.». Se trata en este caso de la interpretación de unos hechos y el razonamiento absoluto empleado no es el más concluyente. 7.4. COROLARIO Una vez que Lakoff ha creado y negado el contrario y una vez que ha argumentado sobre la verdad que de forma negativa ha creado, Lakoff saca conclusiones. En el caso que estamos comentando y que estoy utilizando como ilustración de la forma de proceder, Lakoff concluye Prototype theory as it is evolving is changing our idea of the most fundamental of human capacities —the capacity to categorize— and with it, our idea of what the human mind and human reason are like. Reason in the West, has long been assumed to be disembodied and abstract —distinct on the one hand from perception and the body and cultures, and on the other hand from mechanisms of imagination, for example, metaphor and metonymy (Lakoff, 1990, 7).

Es decir, la teoría de los prototipos, que se ha anunciado como teoría sustituta de la teoría clásica, no sólo nos hace cambiar el concepto de categoría, sino —mucho más importante— de la forma como categorizamos, clasificando a esta actividad como capacidad humana, la capacidad [246]

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de categorizar. Con esto se da por supuesto que el categorizar es ya una capacidad independiente y, por consiguiente, una cosa objetiva y observable, un hecho que debemos aceptar. Otro trágala que tiene que aceptar el lector. Pero no queda en esto el razonamiento: es que la razón y la mente humanas son también capacidades humanas: cosas objetivas, observables. Y continúa Lakoff hasta definir la razón como corpórea (embodied) y no abstracta, etc. Sin habernos planteado un solo problema ya resulta que tenemos solucionados muchos. Sólo nos queda aceptarlos. El proceder adoptado por Lakoff no puede ser más eficaz. De unas iniciales críticas a un contrario creado y no contrastado «deducimos» toda una serie encadenada de «verdades», que se deducen de eso: de negar el contrario creado.

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CAPÍTULO 8

Conclusión: ¿Es la lingüística cognitiva una teoría del conocimiento? 8.1. INTRODUCCIÓN Una teoría, toda teoría, ha de ser coherente consigo misma, en primer lugar, y adecuada al objeto que estudia, en segundo lugar. Estas dos condiciones provienen de la estructura del concepto. El concepto tiene dos caras, su cara ad intra y su cara ad extra. La cara que lo define como tal y la cara que lo define en relación a lo que representa. Y ambas caras son características definitorias que se han de encontrar en una teoría, ya que una teoría no es más que un concepto desarrollado de forma justificada. Ahora bien, ¿es coherente la lingüística cognitiva consigo misma? ¿es, por otro lado, adecuada a la realidad que estudia? Estas dos preguntas han constituido la labor de estudio de este libro, a las que de una manera u otra he respondido a lo largo del mismo. Las dos preguntas que nos hemos hecho implican una concepción única sobre la realidad que preguntan, es decir, sobre la lingüística cognitiva constituida ahora en objeto de estudio. [249]

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Como paso inicial, antes de contestar las dos preguntas propuestas nos tenemos que hacer otras preguntas: ¿hace la lingüística cognitiva, en realidad, un planteamiento del problema que intenta resolver?, ¿qué es lo que pretende resolver la lingüística cognitiva?, ¿cómo pretende resolver eso que se propone? La lingüística cognitiva, además, trata, según su propio nombre indica, sobre dos realidades que, en principio, son problemáticas, a saber: el lenguaje y lo que llaman cognición o el conocer humano. Estas dos realidades problemáticas necesitan de una definición y especificación muy precisas. Deben ser definidas en sí mismas, en lo que son —si es que son de alguna manera—, en la realidad que tienen o comportan —si es que tienen realidad alguna—, en lo que constituyen en sí mismas o en alguna otra realidad, ya sea superior o no, y en las relaciones que comportan entre sí. 8.2. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA La lingüística cognitiva no hace planteamiento del problema desde una realidad inicial a la que podamos considerar realidad radical. Pretende estudiar la cognición en el lenguaje sin decirnos qué son estas realidades, ni qué problema subyace a las mismas, ni cómo se encuentra lo cognoscitivo en el lenguaje. En consecuencia, podemos definir a la lingüística cognitiva con las siguientes afirmaciones: 1. La lingüística cognitiva no se plantea el problema del conocer desde sus inicios. A duras penas dice qué se propone. 2. Acepta concepciones del común de lo que son los elementos básicos sobre los que trata, tales como la cognición, el lenguaje, la lengua; introduce la experiencia y la cultura incluso dentro de ellos. 3. Tiene un método muy particular, el método experimental, rechazando todo atisbo de análisis o método a priori, del que tiene horror. [250]

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4. Incurre en una serie casi innumerable de contradicciones. 5. Ignora los conceptos más básicos de la tradición filosófica occidental, siendo el más llamativo el concepto de historicidad al que confunde con lo natural. 6. Anula los planos del hablar, por un lado, e introduce en el estudio del lenguaje, la lengua y el pensamiento el plano de la investigación. No distingue lo que en el hablar, decir y conocer (o pensar) se da en todos los hablantes, es decir, lo universal, de lo que se da en común en una comunidad lingüística, es decir, lo histórico, ni señala jamás lo que es individual. Trata todos estos planos, además del plano de la investigación, como si fueran uno solo, que tiene base biológica. Al plano del investigador lo trata como si se diera en los hablantes (cfr. por ejemplo, el estudio de las metáforas, las categorías, el conocimiento inconsciente, etc.). 7. Tiene una peculiar forma de fundamentar sus asertos, que consiste en crear un contrario y en negarlo. 8. Procede a base de principios, con lo que más que una teoría, es una ideología. 9. Acepta como principios universales tanto un aspecto del conocer, la categorización, como una concepción determinada de la universalidad de los conceptos, cual es la estructura radial de las categorías. La categorización es una operación intelectiva del conocer y no la única. Como hemos visto, el conocer parte de una sensación sensible o intuición primera o aísthesis. A partir de ésta tenemos una serie de operaciones intelectivas, a saber: la selección, el establecimiento de una designación, la definición de una clase o esencia (o categorización), la relación, la nominación y la determinación97. La estructura radial de las categorías es un concepto vacuo si tenemos en —————— 97 Todo esto lo hemos visto en el capítulo 4. [251]

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cuenta que el lenguaje y el conocer se da sólo en un acto lingüístico, nunca en dos o más actos lingüísticos. 10. E incurre, por último, en una constante petición de principio. La lingüística cognitiva no hace planteamiento directo alguno de aquello que quiere estudiar, ya sea esto el lenguaje o la cognición. Acepta como realidades ya dadas tanto el lenguaje, la cognición, la categorización, las categorías, la simbolización, etc., con lo que se ahorra la labor de tener que plantearse en sus propios fundamentos el problema que pretende solucionar. Su estudio, pues, está mediatizado por el concepto que de todas estas realidades señaladas pueden tener los investigadores, es decir, los cognitivistas, antes de empezar a estudiar lo que se proponen, que nunca queda claro. Así, George Lakoff, el iniciador si no fundador de este tipo de lingüística, empieza su presentación de la teoría de la siguiente manera: Cognitive science is a new field that brings together what is known about the mind from many academic disciplines: psychology, linguistics, anthropology, philosophy, and computer science. It seeks detailed answers to such questions as: What is reason? How do we make sense of our experience? What is a conceptual system and how is it organized? Do all people use the same conceptual system? If so, what is that system? If not, exactly what is there that is common to the way all human beings think? (Lakoff, 1990, xi).

Como podemos ver, aquí se mezclan injustificadamente muchas cosas. En primer lugar, siendo una lingüística cognitiva o más precisamente una ciencia cognitiva, se da por supuesto que la mente es algo, un algo del que se ocupan muchas disciplinas académicas. La ciencia cognitiva quiere unir todo lo que estas disciplinas académicas saben sobre ella. De esta manera, no hay planteamiento [252]

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alguno de lo que es o pueda ser la mente. Se acepta que la mente es una realidad existente, una realidad objetiva, una realidad ya definida, de la que nos tendremos que ocupar para conocer la cognición. Hemos evitado el preguntarnos sobre ella. Pero en la exposición de las disciplinas académicas que se ocupan de la mente podemos apreciar una contradicción. Cada una de estas disciplinas tiene un carácter distinto a las demás. En el grupo encontramos disciplinas como la filosofía, que es una disciplina a priori, la disciplina analítica y deductiva por excelencia. A su vez y en su contra, encontramos disciplinas como la psicología que es una disciplina a posteriori, una disciplina o ciencia experimental. Encontramos, también, una ciencia cuyo objeto de estudio es la simulación de actividades a través de las máquinas, la informática o ciencia de la computación. Y encontramos, también, la antropología, una disciplina que trata del estudio de las creencias e instituciones (cultura) de un grupo social, concebidas como fundamento de las estructuras sociales, y consideradas en su relación con la personalidad98. ¿Puede ser el mismo el concepto de mente para cada una de estas disciplinas o ciencias? ¿Puede ser el mismo concepto de mente el que tenga la filosofía, que el que tenga la psicología o, peor aún, el concepto de mente que tenga la informática o ciencias de la computación? Para la filosofía, el concepto de mente es un concepto deducido de una realidad superior; para la psicología, el concepto de mente es un concepto inducido; para la ciencia de la computación, es un concepto supuesto. ¿Es lo mismo un concepto deducido (a priori) que inducido (a posteriori), que supuesto (un concepto que se toma sin preguntarse por él)? ¿Tiene el mismo valor de verdad cada uno de estos tipos de conceptos? La cuestión que hay que determinar consiste en el grado de adecuación de cada uno de ellos a lo que tomamos como objeto de estudio. En el caso que nos ocupa, para la lingüística cognitiva, el obje—————— 98 Gran Enciclopedia Larousse. [253]

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to de estudio es doble: por un lado es el lenguaje y por otro el conocimiento o cognición. 8.3. EL CONCEPTO DE MENTE Por de pronto, podemos ver que si tenemos un concepto deducido de lo que es la mente, tiene que ser deducido de una realidad superior a ese concepto, es decir, si de la mente se trata, la mente tiene que estar en un algo superior a la mente, que es el ser humano, definiéndose la mente y determinando su forma de ser según la definición y la forma de ser del ser humano. Desde la perspectiva del concepto deducido, la mente, no puede ser más que una consideración del concepto superior del que depende, el ser humano, siendo así el de mente no más que un concepto, esencial si nos fijamos, pero nada objetivo que podamos comprobar en sí mismo. Pero esto que decimos de los conceptos deducidos, conceptos objeto de estudio de la filosofía, no tiene por qué aplicarse a las ciencias que proceden a la constatación de hechos o según principios tomados como ciertos, como la psicología, una ciencia a posteriori, experimental, ciencia de realidad. En la psicología, efectivamente, se comprueba, en virtud de determinados procedimientos, que existe un algo al que llamamos mente y que se da en los individuos. El concepto de mente en esta disciplina es un supuesto, de cuya existencia no discutimos, y que se valora en términos de su operatividad: constatamos que existe y podemos definirlo en términos de lo que constatamos. Ahora bien, si constatamos empíricamente que en realidad la mente existe es porque de alguna manera lo hemos definido previamente, sea esa definición verdadera o falsa, o sea un supuesto. En la psicología y las ciencias empíricas y de realidad no tenemos que preguntarnos más, ya que el concepto supuesto resulta ser operativo. En el primer caso, el caso de la filosofía, el concepto de mente, siendo deducido de una realidad superior, significa el reconocimiento de que la mente no se [254]

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puede comprobar en sí misma. Tenemos así, dos posiciones que son antitéticas. Para un filósofo, la mente es algo del hombre, algo que no es, algo que manifiesta la forma de ser del ser en donde se da. Pero para un psicólogo, la mente es algo que se comprueba, mientras que lo que sea o pueda ser el hombre, realidad en donde radica la mente, es un algo que no interesa, al menos directamente. Son dos posturas, cada una de ellas cierta y verdadera, que no se pueden poner juntas, porque son incompatibles entre sí, o dicho de otra manera: porque pertenecen a universos de conocimiento distintos99. Hay, pues, una contradicción en el mismo planteamiento del problema: queremos unir disciplinas incompatibles entre sí. La postura de Lakoff de unir tantas disciplinas de naturaleza contrapuesta, es falsa en sí misma. Los resultados no pueden ser, por lo dicho anteriormente, los mismos en cada caso, por lo que un planteamiento conjunto de disciplinas distintas es un planteamiento inviable y falso. Por otro lado, pretender hacer una filosofía, como hemos visto (cfr. 6.16), partiendo de planteamientos empíricos es una contradicción: lo que es empírico o a posteriori no puede ser deductivo o analítico o a priori, y viceversa. En realidad, para Lakoff, la filosofía no es más que un corolario, una especie de conclusión que es la reafirmación del supuesto o los supuestos de los que ha partido. 8.4. OTROS CONCEPTOS FUNDAMENTALES Para Lakoff, la ciencia cognitiva busca responder a preguntas como qué es la razón, qué es la mente, qué es el pensamiento, qué es la experiencia, qué son las categorías, cómo está formado el sistema conceptual, etc. Por otro lado, Lakoff maneja conceptos propios como el de pensamiento —————— 99 Hemos visto qué es un universo de conocimiento en relación al concepto de verdad, cfr. 5.2.8.8. [255]

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corpóreo, conceptos que tienen relación directa con lo que estudia, como el concepto de abstracto o de pensamiento imaginativo, y conceptos esenciales, como el de cognición y lenguaje, conceptos estos no directamente tratados ni definidos. En todos estos conceptos o problemas tenemos que hacernos el mismo planteamiento que nos hemos hecho respecto al de mente: ¿son realidades en sí mismas, o existen en función de realidades superiores o de una realidad superior? La respuesta que nos demos será, pues, decisiva y definirá el tipo de ciencia que tengamos que hacer para estudiar esta realidad múltiple. Lakoff se decide directamente por lo que llama la ciencia cognitiva, ciencia que básicamente se resume en la psicología, como podemos ver por los postulados que sigue: la teoría de los prototipos, la experimentación en grupos de muestra, la asumpción del concepto de experiencia, etc. La psicología, como hemos visto, es una ciencia empírica, a posteriori, por consiguiente, una ciencia de realidad. 8.5. LA EXPERIENCIA EN EL USO Lakoff maneja con profusión el concepto de experiencia (cfr. 5.2.2, 5.2.8.3, 6.2.2 y 6.2.4) e incluye en el mismo una gama de realidades de todo tipo, a saber: biológicas, psicológicas, genéticas y sociales. Incluye, incluso, el concepto de experiencia colectiva y de razón genéticamente heredada (cfr. Lakoff, 1990, xv). En la práctica, para Lakoff, el concepto de experiencia se ciñe a lo que llama el uso de la lengua. Y como podemos comprobar a simple vista, el uso de la lengua es un algo muy distinto a lo genético, lo biológico y lo psicológico. Lo colectivo, por otro lado, implica la asunción del ser humano como abstracto. Esta contradicción es ignorada por los cognitivistas cuando tratan de estudiar el campo casi exclusivo que les caracteriza: la metáfora y la metonimia y lo que llaman el lenguaje imaginativo. Así Cuenta y Hilferty defienden el uso de la lengua como fundamental en el conocimiento del [256]

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lenguaje (Cuenta y Hilferty, 1999, 30) y Langacker, otro de los fundadores de la lingüística cognitiva, define una gramática como aquellos aspectos de organización cognitiva en los que reside el dominio del hablante de la convención lingüística establecida (Langacker, 1987, 57). La convención lingüística establecida es el uso de la lengua, es decir, lo ya realizado y hecho convencional y establecido. En este sentido y por medio de la abstracción de expresiones convencionales tenemos experiencias colectivas, es decir, experiencias que se han integrado en la convención establecida, en la tradición en la técnica del hablar y del pensar, en el uso lingüístico. Las mismas metáforas que estudian los cognitivistas en general y particularmente Lakoff y Johnson, 1980, son un ejemplo de creaciones individuales que fueron aceptadas por los demás y hoy constituyen uso común, es decir, significados de una lengua. Por otro lado, y como he dicho anteriormente, las metáforas que tratan los cognitivistas no son las metáforas reales, las que surgen en el hablar diario o discurso, sino las metáforas integradas en el uso, aquellas que nacieron alguna vez y después se han integrado en la convención. Cuando nacieron eran metáforas y hoy ya aparecen en el uso, en la convención, en la tradición. Hoy, no obstante, revelan la creación primera, puesto que se repiten de la misma manera, ya sea en un acto lingüístico o en otro. Pero al haber sido integradas en la tradición, hoy no son metáforas, sino significados. Pero es hoy cuando los lingüistas cognitivistas las interpretan, igual que si acabaran de nacer. Aún más: las interpretan suponiendo que responden a estructuras mentales inalterables. De la misma manera, en el uso tenemos, también, formas de razonar que se repiten como cuando fueron creadas por primera vez. Y éste es el sentido que pueden tener esos dos conceptos, experiencia colectiva y razón genéticamente heredada, que no puede ser objeto de una colectividad, la primera, sino de un individuo; y que una cosa sin existencia concreta no puede ser genéticamente heredada, puesto que no es nada. [257]

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El concepto de uso en la lingüística cognitiva no tiene más justificación que la que los cognitivistas le atribuyen. Consideran el uso como la fuente de toda la «cognición». La lengua particular o histórica no es más que un conjunto de usos sociales (Ortega y Gasset, 2001, 252). Decir el uso de una lengua, no es más que decir la lengua establecida, es decir y usando las misma palabras de Langacker, la convención ya establecida (en una comunidad de hablantes, se supone). Las lenguas se hacen al hablar y cada hablante participa en el hacerse de su lengua, o dicho de otro modo: cada hablante participa en la evolución de su lengua. Los hablantes cuando nacen en una comunidad dada se encuentran con una lengua ya hecha, la lengua que se emplea y que es común entre sus mayores, la lengua que forma parte de la tradición en el hablar de sus mayores y que ellos aprenden, la lengua que es tradicional porque responde a una doble tradición o doble convención: la que se da entre los hablantes de hoy día entre sí, y la que se da entre los hablantes de hoy día y los que hablaron esa lengua antes que ellos. Cuando el sujeto hablante empieza a hablar, empieza participando en el re-hacerse de esa lengua y en la evolución de la misma. Las lenguas, así, se hacen y se rehacen. Y el criterio de lo que es la lengua, no el lenguaje, en cada momento no es más que el uso, es decir, la convención, es decir, la tradición en el doble sentido que acabamos de ver. En el uso, que Coseriu llama la norma de la lengua100, se da todo lo realizado y constituido en tradición en la técnica del hablar. Pero, también, —y esto lo ignoran los cognitivistas—, se dan todas las posibilidades presentes y futuras de realización de la lengua. Todo lo que es lengua está contenido en el uso. Por esta razón, los conceptos que manejan los cognitivistas, la experiencia, el pensamiento —no olvidemos que el lenguaje es lógos—, la razón, el conocimiento tradicional (en un sentido, la cognición), las categorías, las metáforas y metonimias, se encuentran en el uso y en el uso se fundamentan. —————— 100 Cfr. Coseriu, 1992, 68; 294; 1988, 55 y 56; 1986, 321; 1982, 79; 95; 98. [258]

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Pero, como todo en la lingüística cognitiva, necesita de aclaración ulterior. Cuenca y Hilferty definen el uso y la relación entre la lingüística cognitiva y el uso de la siguiente manera: La lingüística cognitiva está basada en el uso porque su fuente fundamental de datos son las producciones reales y no la intuición lingüística. Le interesa estudiar la lengua real, las lenguas reales, y no una idealización que intente dar cuenta de la capacidad del lenguaje. Por ello, no deja fuera de su objeto de estudio las construcciones idiomáticas y todos aquellos fenómenos que parecen no seguir los principios «generales» de la gramática, es decir, lo que en términos generativos se conoce como gramática periférica y aspectos de la actuación. Por el contrario, los considera centrales para el estudio del lenguaje, ya que [...] con frecuencia arrojan más luz sobre cuál es su funcionamiento que los procesos considerados «normales» o propios de la competencia lingüística (Cuenca y Hilferty, 1999, 30).

Es decir, estos autores, que tienen una monografía sobre lo que es la lingüística cognitiva, contraponen la lengua real (las producciones reales) a la intuición lingüística —sin decirnos sobre qué base se puede hacer dicha contraposición. Justifican dicha contraposición en el interés de la lingüística cognitiva por la lengua real identificando, a su vez, la intuición con la idealización que intenta dar cuenta de la capacidad del lenguaje. Es decir, que según parece, la intuición, operación meramente intelectiva que se da sólo en los sujetos hablantes individuales, coincide con la idealización que intenta dar cuenta de la capacidad del lenguaje, cosa ésta que realizan, no los hablantes, sino los lingüistas. La primera, la intuición, es algo sin lo cual no se daría el lenguaje, porque el lenguaje se da sólo en los individuos que hablan, dicen y conocen (piensan). Es decir, que pasan impunemente del plano real del hablar al plano del estudio del hablar, como si en sí mismos tuvieran algo que ver. Y como consecuencia de dichas contraposi[259]

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ción e identificación reducen el uso a las construcciones idiomáticas y a todos aquellos fenómenos que «parecen no seguir los principios generales de la gramática». A éstos principios los consideran centrales para el estudio del lenguaje, justificando dicha centralidad en que con frecuencia éstos arrojan más luz sobre el funcionamiento del lenguaje que los considerados normales. Es decir y volviendo al uso, que excluyen del uso lo sistemático, es decir, lo que puede dar cuenta de las realizaciones nuevas, presentes o futuras. Y es este aspecto del lenguaje, la creación, el que descuidan los cognitivistas. El lenguaje real es el que utilizan los hablantes y lo utilizan siempre para situaciones nuevas, lenguaje que es fruto de una intuición inédita y nueva, individual y fruto de un conocer en el momento del hablar. Si la tradición juega un papel importantísimo en el «hablar de cada vez» (Humboldt), es siempre guiada y determinada por la intuición del hablante en cada momento, en cada acto lingüístico. El lenguaje no es sólo lengua ya realizada, es lengua que se hace y rehace al hablar, en la que lo tradicional o uso o lengua ya realizada queda superado y reinterpretado en términos de la creación, es decir, de la intuición del hablante. Por otro lado, estos autores hablan de fenómenos que parecen no seguir los principios generales de la gramática, que contraponen a fenómenos que son los considerados normales. De esta manera, no sabemos si es que los primeros son o no normales, ni si los segundos son meramente considerados normales. Si un acto de hablar, decir y conocer, si un acto lingüístico pertenece a una lengua, es lengua. Dando de lado, una vez más, estas contradicciones, podemos ver que el uso que propugnan estos autores es un uso muy restringido, ya que éste se ciñe a lo que Coseriu llama el discurso repetido101 y que con la expresión «construcciones idiomáticas» reconocen ellos mismos. Se trata de expresiones que forman una unidad léxica con más de —————— 101 Cfr. nota 85. [260]

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una palabra, como, por ejemplo, llueve sobre mojado, nunca llueve a gusto de todos (ejemplos de Cuenca y Hillferty, 1999, 87). Pues, bien, en este tipo de uso, encontramos la manifestación de la razón y la manifestación de lo que llaman la experiencia, que al tratarse de una expresión llaman o bien experiencia colectiva o razón genéticamente heredada. Así, pues, el uso de los cognitivistas revela la razón, y la mente, y las categorías, y las metáforas que fueron, y la cognición, y todo lo que tenga que ver con el conocimiento y con el lenguaje. Y la razón es obvia: revela tales cosas porque es lenguaje, en primer lugar, y lengua ya realizada y establecida, en segundo lugar, y lo revela de la misma manera que lo revela un acto lingüístico cualquiera. En su esencia todos los actos lingüísticos revelan lo mismo. Los actos lingüísticos que sólo revelan lo tradicional, es decir, aquellos que se consideran tales por el uso102, revelan siempre mucho menos que los actos lingüísticos reales, aquellos que utilizan a diario los hablantes, quienes no son sólo hablantes, sino hablantes, dicentes y cognoscentes. Así, pues, el uso no tiene valor absoluto. Su valor consiste en dos cosas: primero, en haber sido, en su origen, la —————— 102 Los actos que «sacamos» o «extractamos» del uso, de la tradición, nunca son actos lingüísticos reales. Son actos lingüísticos en cuanto que nos revelan un código, es decir, unas formas de hablar, decir y conocer sujetas a unas normas y convenciones que les dieron lugar en un momento dado y con una intención significativa dada. A un acto lingüístico sacado del uso le falta siempre la determinación que dio lugar al mismo. Ahora bien, cuando el lingüista usa un acto sacado de la tradición o uso, le da una determinación que no es la propia: la determinación —académica generalmente— en virtud de la cual sirven como actos lingüísticos reales. Sirven para ilustrar el aspecto que el lingüista o quien los usa le da en ese momento de utilizarlos. Así, ahora el ejemplo utilizado, llueve sobre mojado, me sirve a mí para ilustrar que es una expresión ya hecha. Para ello cuento con que tiene un significado virtual y una forma. Fuera de esto, no hay nada más, a no ser la determinación que yo le doy (cfr. Coseriu, 1992, 141-147; para la determinación cfr. Coseriu, 1982, 282323; para una explicación de la función de la determinación en el conocimiento y en el hablar, cfr. Martínez del Castillo, 2004, capítulo 10). [261]

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solución a un acto del hablar, decir y conocer, y segundo, en ser hoy usos comunes, es decir, conocidos de todos los hablantes, como cualquier otra palabra, y sirven de modelos de futuras realizaciones. No obstante, son en sí mismos contingentes. De la misma manera que en su origen solucionaron un problema vital que implicaba hablar, decir y conocer, podrían muy bien no haberlo solucionado. No fueron, ni entonces ni ahora, una expresión única, sino una expresión posible hecha real. No hay en ellos nada que sea natural. Todo es contingente, es decir, limitado, es decir, histórico. Del concepto de histórico y de la condición histórica del ser humano o historicidad he hablado en todo el libro (cfr. especialmente 4.1). 8.6. EL LENGUAJE Y LA COGNICIÓN EN EL USO

Retomemos ahora la pregunta que nos hicimos al principio de este capítulo: ¿es adecuada la propuesta cognitivista de estudiar el lenguaje y la cognición en el uso de la lengua? En un sentido sí y en otro no. El uso no es más que el lenguaje fosilizado y sólo revela los mecanismos de producción del lenguaje, el pensamiento, la mente o el conocer humanos como modelos de ejecución. Los hablantes, por un lado, y los oyentes, por otro, efectúan o ejecutan una serie de operaciones intelectivas para adaptar su intuición e intención significativa a la lengua ya hecha y según la lengua ya hecha. En este sentido, tenemos que estudiar el uso. 8.7. EL LENGUAJE Y LA COGNICIÓN EN LA PSICOLOGÍA

Por otro lado, ¿es adecuado estudiar el lenguaje y la cognición con los supuestos de la psicología y demás ciencias cognitivas empíricas? Por supuesto que tampoco. Las [262]

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ciencias empíricas parten de supuestos que no justifican y buscan allí en donde se da o se manifiesta lo que se proponen encontrar. De esta manera, lo que encuentran ya lo sabían como supuesto, lo cual supone confirmación del supuesto, pero no que sea cierto en sí mismo. Estamos en el mismo punto de partida. Por ejemplo, si partimos del supuesto de que el pensamiento es corpóreo tenemos que fabricarnos dos cosas: primero, determinar un algo en donde podamos comprobar que el pensamiento es corpóreo. La manifestación del pensamiento se da en el lenguaje y en la conducta. Ahora bien, un hecho del lenguaje, un acto lingüístico, es la expresión de un sujeto que tiene cuerpo. No nos preguntamos, sin embargo, si ese sujeto está o no constituido en cuanto a su ser por su cuerpo. Partiendo del supuesto de que el cuerpo, con todo lo que entraña, determina el pensamiento o la conducta, encontramos en realidad el pensamiento determinado por el cuerpo. Para ello, por ejemplo, hemos formulado una serie de preguntas a un grupo de muestra y según las cuales, los componentes de este grupo han respondido; o hemos buscado expresiones del discurso repetido de una lengua y hemos concluido sobre las mismas; o hemos buscado expresiones metafóricas y allí hemos encontrado el tipo de contenidos según el cual las hemos buscado. Pero, ¿qué hemos hecho? Que hemos atribuido realidad objetiva a aquel aspecto que analizábamos. Esta realidad objetiva y, por tanto, existente, creada por nosotros, constituye la razón para concluir sobre la segunda cosa que buscábamos, que es la confirmación del supuesto del que partíamos. De igual manera, si partimos del concepto de categoría como constituida por un centro y una periferia y ahora analizamos, no las categorías, conceptos, sino las cosas a las que aplicamos las categorías, veremos que efectivamente hay cosas, que no miembros, a las que se les puede aplicar mejor que a otras el concepto de categoría. Y cambiamos ahí de modos y objetos del conocer, pasando de una realidad a la otra. Confundimos lo que es meramente mental, conceptual, con lo que existe en el mundo, que en [263]

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principio no es nada y que en virtud de nuestro «conocer» lo hacemos «ser» por medio de lo que llamamos una categoría, que es un mero concepto sin más existencia y realidad que la que le damos en el acto del hablar, decir y conocer. La realidad del mundo es una cosa; la realidad de la mente es otra completamente distinta. Las cosas del mundo no existen más que porque nuestra mente las crea. Y las crea no de una vez y por todas. Las crea en cada momento por cada hablante en cada acto del hablar, decir y conocer. La solución que da Lakoff es cambiar el concepto de categoría, como si la categoría, es decir, el concepto fuera algo. Después, llevado de lo que cree un gran descubrimiento, «major finding», propone hacer una filosofía nueva, una filosofía que va a cambiar la forma de pensar que ha imperado en la humanidad durante más de dos mil años. Y no se da cuenta de que la forma de pensar que proponen es una cosa que hacen a diario los hablantes. Éstos cambian en cada momento de perspectiva, de concepto, de categoría; mejor: de modo de conocer. La teoría de los prototipos no es nada que tenga que ver con las categorías, como he dicho más arriba. De ser algo, será una teoría que tenga que ver con las cosas o un instrumento para las ciencias naturales, para conocer o clasificar las cosas. Las categorías son conceptos y sólo tienen validez en el acto lingüístico en el que nacen o han nacido. El análisis de los conceptos se ha de hacer dentro de una disciplina determinada. Los conceptos o categorías que se dan son los que emplean los hablantes. Cada hablante en cada acto lingüístico reestructura la realidad de la forma más conveniente al acto lingüístico del momento. Y si consigue o no lo que se propone, es una cosa que no está ni mucho menos garantizada. Los análisis de los conceptos en las disciplinas que se ocupen de ellos han de ser adecuados a lo que tratan o estudian y han de responder a la verdad de los mismos. Hemos visto más arriba (cfr. 5.2.8.7 y 5.2.8.8) que había modos distintos del conocer y universos distintos de conocimiento. No se pueden uniformar éstos en un solo modo de conocer. [264]

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Así, pues, ni las ciencias empíricas, ni el método a posteriori tienen nada que ofrecer al estudio de la mente, el lenguaje ni la cognición (cosa distinta será la aplicación que hagamos de estos conceptos, cosa que no juzgo, en absoluto). Ahora bien, ¿es legítimo hacer una ciencia de realidad del lenguaje y la cognición? 8.8. EL LENGUAJE Y LA COGNICIÓN COMO CIENCIAS DE REALIDAD

Para Ortega y Gasset, una ciencia de realidad, es aquella ciencia que estudia un aspecto de lo que nos rodea y se opone a la ciencia que todo lo justifica, es decir, a la filosofía. Una ciencia de realidad, en esencia, se compone de cuatro elementos: a) un núcleo a priori, que es la analítica del género de realidad que se intente investigar, b) un sistema de hipótesis que enlaza ese núcleo a priori con los hechos observables, c) una zona de «inducciones» dirigidas por esas hipótesis, y d) una vasta periferia rigurosamente empírica, que es la descripción de los puros hechos o datos (cfr. Ortega y Gasset, 1983, 73). Como he dicho anteriormente, ni el lenguaje ni la cognición (la actividad humana del conocer) tienen realidad en sí, sino que son manifestaciones de una realidad superior, que es el ser humano. El lenguaje y la cognición se manifiestan fundamentalmente en el acto único del hablar, decir y conocer, es decir, en el acto lingüístico. Tanto el hablar, como el decir y conocer, constituyen una realidad única. La separación de cada uno de los aspectos que constituyen esa realidad es una fabricación nuestra. Abstraemos, es decir, extraemos de lo único que podemos constatar, el acto lingüístico, y fabricamos conceptos y teorías que de[265]

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signan cada uno de esos aspectos radicados en esa actividad única. Así, decimos el lenguaje y, por más que queramos buscarlo y encontrarlo, no encontraremos más que actos lingüísticos. No tenemos más remedio que designar a los actos lingüísticos por realidades no constatables tales como lenguaje, hablar, actividad del hablar, decir, etc. De la misma manera, decimos lengua y no encontraremos más que modalidades del hablar: unas veces los actos lingüísticos y el hablar se realizan de esta manera, según esta costumbre o tradición en la técnica del hablar, y otras veces de otra. A estas modalidades del hablar, frente a lo que podemos llamar lenguaje, llamamos, lengua o lenguas. Podemos muy bien separar aspectos, como hemos hecho. Hemos separado como cosas independientes aspectos tales como el hablar, la actividad del hablar, el decir, el lenguaje. Además decimos que las primeras se dan en este último; hemos separado también la modalidad del hablar a la que llamamos lengua, la técnica del hablar que se da en lo que llamamos lengua, y la tradición —tradición en el doble sentido explicado más arriba— que se da también en la misma. Pero ninguna de estas cosas separadas existen ni se dan por sí mismas. Son un acto de abstracción de donde se dan: los innumerables actos lingüísticos. Y aparte de todo esto, podemos considerar al acto lingüístico en sí mismo, como un acto producido por un individuo en unas circunstancias o contexto muy determinado. Y esto que hemos visto del lenguaje lo podemos también ver en el pensamiento o conocer o cognición. A esta realidad de nombre múltiple no podemos ver, sorprender, constatar en sí misma. Es una realidad que se muestra indirectamente. Siempre que hay un acto lingüístico, hay un decir y un conocer. El hablar, por un lado, el decir, por otro, y el conocer, por otro, realidades que se pueden estudiar en sí mismas, se dan siempre de manera indisoluble en un solo acto. Cada una de ellas son manifestación de una actividad mayor: la actividad que realiza un sujeto dotado de libertad capaz de crear un mundo en su rededor y expresarla, en primer lugar, a sí mismo, creando con ello el [266]

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pensamiento, y en segundo lugar, expresarla a los demás con medios válidos y vigentes en una tradición en la técnica del hablar o lengua en la que se desenvuelven ambos, el hablante y los oyentes. Todo estudio de cada uno de estos aspectos, tiene que separar este u otros aspectos de donde se dan. Y esta operación de separar un aspecto de donde se da es un acto de conocer103. En consecuencia, estudiar la cognición o el conocer es un conocer sobre el conocer. No nos queda más remedio que separar, es decir, extraer, es decir, abstraer, es decir, crear útiles abstractos («extraídos») que designen los aspectos que, para su estudio, nos veamos forzados a inventar o fabricar, a crear, en definitiva. Pero tampoco el acto lingüístico se da en sí mismo. Es manifestación y está determinado por el sujeto que habla, que no es más que un sujeto creador que vive y se realiza a sí mismo en una comunidad de hablantes. En este sentido y, como he dicho más arriba, la condición esencial del ser humano, del sujeto que habla, dice y conoce, a saber: ser creador y absoluto, por un lado, y ser histórico, por otro, serán los conceptos determinantes del conocer o de la cognición. Si el sujeto hablante, dicente y cognoscente es absoluto, nuestro pensamiento, nuestro conocer, nuestra cognición será absoluta, es decir, creativa. Y si el sujeto hablante, dicente y cognoscente es histórico, es decir, limitado y contingente, nuestro conocer será igualmente histórico, es decir, estará constituido por formas contingentes que tienen validez en un momento dado de la historia y existencia en el mundo104 del ser humano. Y es éste el aspecto en el que se puede realizar y, de hecho, se han realizado todas las ciencias de realidad res—————— 103 «conocer significa concebir algo como en sí mismo idéntico y como diferente de todo lo demás; y en esto consiste muy propiamente la función primaria del lenguaje. Mas aquello que, en el conocimiento lingüístico, se concibe como en sí mismo idéntico y como diferente de todo lo demás no es sino un contenido de la conciencia» (Coseriu, 1985, 26-27). 104 Recordemos que Heidegger define al ser humano como «ser-enel-mundo» (Heidegger, 2002, 62). [267]

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pecto al lenguaje y respecto al conocimiento o cognición. Una ciencia de realidad parte de una realidad cuya justificación se da, o bien en otra ciencia, o bien se acepta como válida y justificada para analizar una realidad que se toma como punto de partida y que según su naturaleza tiene unas exigencias propias. La ciencia de realidad tiene que adecuarse a esas exigencias de ese trozo de realidad que se toma como realidad fundacional, realidad radical o supuesto básico. A partir de esta realidad radical, se puede muy bien formular cuantas hipótesis se consideren necesarias, para unir la realidad radical con los hechos que, orientados por la realidad radical, pretende buscar. Ahora bien, los hechos a los que damos realidad para buscarlos y constatarlos no son hechos objetivos. Son creaciones que hemos establecido para explicar aquella realidad que hemos llamado realidad radical o supuesto. Así, por ejemplo, podemos muy bien hablar de mente o de estructuras mentales o de sistema conceptual o de categoría. Pero cada uno de estos conceptos son conceptos, es decir, realidades sin realización objetiva, que comprobamos convencionalmente de una manera u otra. En sí mismos no son nada: serán algo en la medida en que se adecuen como conceptos a aquello que describen y, que no lo olvidemos, es la realidad radical de la que partimos. En el caso del ejemplo, tenemos que tener en cuenta la manera como se definen esos hechos que buscamos. El ser humano, sujeto hablante, dicente y cognoscente, a la vez que creador, es un ser-con-otros, un ser que crea su propia historicidad. Y este rasgo, este modo de ser se manifiesta históricamente, en las lenguas. Las lenguas no son más que un conjunto de formas históricas que manifiestan la condición histórica de sus creadores. Una estructura mental, un sistema conceptual, una categoría o concepto, tienen existencia como realidad (virtual) desde el momento en que se manifiestan en la tradición, es decir, en el acervo lingüístico, en la lengua. Consideradas de esta forma, son realidades existentes, nunca con existencia propia u objetiva, sino virtual, y com[268]

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probables si sabemos inventar los mecanismos «adecuados» para su comprobación105. Las ciencias de realidad son, por definición, ciencias de la comprobación, es decir, ciencias que han de proceder por inducción. En el conocer humano podemos proceder de dos formas distintas fundamentalmente, guiados siempre por la abstracción: de arriba abajo, mediante el análisis, es decir, la deducción. De una verdad cierta, absoluta o no, sacamos todos los aspectos contenidos en ella. Lo que saquemos, es decir, lo que deduzcamos de esa verdad inicial son aspectos que están contenidos en ella antes de fijarnos nosotros en ella. Éste es el método a priori, que se da, aunque Lakoff no lo constate, en todo razonar, en toda ciencia. También podemos proceder en nuestro conocer de abajo arriba. Buscamos individuales, los consideramos en sí mismos y sacamos rasgos comunes. Los rasgos que sacamos nos sirven para establecer una definición de esos individuales o sobre todo de sus características y peculiaridades. Este es el método de la inducción, el método empírico o experimental o a posteriori. Hay una diferencia fundamental entre la deducción y la inducción. Las conclusiones desgajadas de la primera son conclusiones necesarias. Estaban en la realidad primera antes de que nosotros nos fijáramos en ella. Así, si decimos que la mente es una actividad, una realización laboriosa de un sujeto que se esfuerza en comprender la realidad, es que concebimos la realidad de la que partimos, el ser humano, como un ser que se hace a sí mismo. Si por el contrario, decimos que la mente, «mind is nothing more than mechanism» (Deacon, 1997, 442), es que partimos de una concepción autónoma de la misma cuyo funcionar asimilamos a algo que funciona por sí mismo. Por el con—————— 105 Es interesante traer a la memoria como ilustración de lo que estoy explicando la máxima de Galileo, el creador de la física moderna: «medir todo lo que se pueda medir y hacer que se pueda medir lo que no se puede medir directamente» (cfr. Ortega y Gasset, 1992, 26). [269]

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trario, las conclusiones desgajadas de la inducción no son necesarias. Son algo que no tiene que ver con la esencia de aquello que estudio. Si en algo de lo que estudio compruebo algo que es necesario, quiere decir que el concepto inicial según el cual he ido a buscar eso no era cierto o acertado. Así, pues, a la pregunta última que he formulado, a saber, si el lenguaje y la cognición pueden dar lugar a ciencias de realidad, tengo que responder que, por supuesto, que sí. De hecho, ya existen muchas ciencias de realidad, sobre todo en el lenguaje en el conjunto de las ciencias que denominamos con el nombre de lingüística. En el lenguaje tenemos ciencias exactas y autónomas que tienen al lenguaje, generalmente a un aspecto del mismo, de una manera u otra, como objeto de estudio en el sentido señalado. Digamos, como ejemplo, entre otras, la fonética, fonología, morfología, sintaxis, semántica, la lexemática, etc. Respecto a la cognición ocurre lo mismo. Hay ciencias de realidad que toman al conocer o cognición como objeto de estudio, ciencias que estudian, por ejemplo, la constitución somática de la base del conocer, o la aparición del lenguaje en el hombre, o ciencias que estudian otros aspectos que tienen que ver con el lenguaje y con el conocer. Cada ciencia de realidad parte de unos supuestos y esos supuestos o realidad radical han de ser ciertos, es decir, verdaderos. Ahora bien, las conclusiones, los aspectos seleccionados o conceptos que constituyen cada una de las ciencias de realidad, difícilmente son intercambiables con los de otras ciencias, a no ser que la ciencia de la que se toman esos aspectos o conceptos sea ciencia fundamental de todas ellas. Es la filosofía, que desde Descartes se define a sí misma como teoría del conocimiento, la que tiene y puede prestar conceptos a todas las demás, porque ella es la que da justificación a todos los principios o supuestos. La pretensión de Lakoff y Johnson de crear una filosofía a partir de tres grandes «descubrimientos» de la ciencia cognitiva es justo lo contrario de lo que puede ser. Lakoff guiado por [270]

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su implacable lógica de querer hacer una epistemología no fundada en los principios fundacionales de su teoría, llega a proponer ese tipo de filosofía, que pretende ser una justificación de su teoría. Lakoff se olvida de que ya el realismo es una solución a lo que pretende arreglar con su epistemología. Su teoría, pues, no es ni realista ni «cognitivista». Es una teoría inviable, tanto como teoría de la «cognición», como del lenguaje, que como ciencia de realidad. Ahora bien, trata de aspectos que muy bien pueden formar parte de una teoría del conocimiento y que, por otro lado, podrían constituir una ciencia de realidad.

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BIBLIOGRAFÍA

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COLECCIÓN ESTUDIOS CRÍTICOS DE LITERATURA

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TÍTULOS PUBLICADOS

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Correspondencias. Los orígenes del arte epistolar en España, GONZALO PONGIJÓN. Razones retóricas para el Lazarillo. Teoría y práctica de la paradoja, VALENTÍN NÚÑEZ RIVERA. El intelectual adolescente: Ramón Gómez de la Serna (1905-1912), ELOY NAVARRO DOMÍNGUEZ. Hoffmann en España. Recepción e influencias, DAVID ROAS DEUS. La pasión del desánimo. La renovación narrativa de 1902, JORGE URRUTIA. El jardín interior de la burguesía. La novela moderna en España (1885-1902), GERMÁN GULLÓN. Idea de la estilística. Sobre la escuela lingüística española, ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR. La tradición áurea. Sobre la recepción del Siglo de Oro en poetas contemporáneos, FRANCISCO J. DÍEZ DE REVENGA. Nuevos géneros discursivos: los textos electrónicos, COVADONGA LÓPEZ ALONSO y ARLETTE SÉRÉ (eds.). Sobre el sentido de «La vida es sueño», ENRIQUE MORENO CASTILLO. Teorías del realismo literario, DARÍO VILLANUEVA. La Numancia de Cervantes y la memoria de un mito, FRANCISCO VIVAR. Un Lorca desconocido. Análisis de un teatro «irrepresentable», CARLOS JEREZ FARRÁN. Retorno al futuro: amor, muerte y desencanto en el Romanticismo español, FRANCISCO LA RUBIA PRADO. Las luces del crepúsculo. El origen simbolista de la poesía española moderna, JORGE URRUTIA. El humor en la obra de Julia Camba. Lengua, estilo e intertextualidad, JOSÉ ANTONIO LLERA RUIZ. El fantasma de la máquina del lenguaje. Por qué el lenguaje no es un autómata, ÁNGEL ALONSO-CORTÉS. TÓN

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Cervantes y Pasamonte. La réplica cervantina al Quijote de Avellaneda, ALMARTÍN JIMÉNEZ. Quevedo: reescritura e intertextualidad, SANTIAGO FERNÁNDEZ MOSQUERA. La pluralidad narrativa. Escritores españoles contemporáneos (1984-2004), ÁNGELES ENCINAR y KATHLEEN M. GLENN (Eds.). La poesía amorosa de José Luis Tejada, LUIS GARCÍA JAMBRINA y MERCEDES GÓMEZ BLESA (Eds.). Los fundamentos de la teoría de Chomsky. Revisión crítica, JESÚS GERARDO MARTÍNEZ DEL CASTILLO. Las fuentes de la invención. Presencia de Dante en las novelas galdosianas de la primera época, ISABEL GONZÁLVEZ. Género y representación. Postestructuralismo y crisis de la modernidad, GIULIA COLAIZZI. El desorden de lo visible, SUSANA DÍAZ. Ramón del Valle-Inclán y la imprenta. (Una introducción), JOAQUÍN VALLE-INCLÁN ALSINA. Entre mujeres. Política de la amistad y el deseo en la narrativa española contemporánea, ROSALÍA CORNEJO-PARRIEGO. El teatro como sistema, JORGE URRUTIA. El boom de la lengua española. Análisis ideológico de un proceso expansivo, ÁNGEL LÓPEZ GARCÍA El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción, MANUEL ALFONSO

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BERCA

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La destrucción de la forma. (Y otros escritos sobre poesía y conflicto), ANTOMÉNDEZ RUBIO La lingüística cognitiva. Análisis y revisión, JESÚS MARTÍNEZ DEL CASTILLO

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