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Spanish; Castilian Pages 350 [355] Year 2016
Ramón González Ruiz; Dámaso Izquierdo Alegría; Óscar Loureda Lamas (eds.) La evidencialidad en español: teoría y descripción
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LINGÜÍSTICA IBEROAMERICANA VOL. 60 DIR E C TOR E S : MARIO BARRA JOVER, Université Paris VIII IGNACIO BOSQUE MUÑOZ, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia Española de la Lengua ANTONIO BRIZ GÓMEZ, Universitat de València GUIOMAR CIAPUSCIO, Universidad de Buenos Aires CONCEPCIÓN COMPANY COMPANY, Universidad Nacional Autónoma de México STEVEN DWORKIN, University of Michigan, Ann Arbor ROLF EBERENZ, Université de Lausanne MARÍA TERESA FUENTES MORÁN, Universidad de Salamanca DANIEL JACOB, Albert-Ludwigs-Universität, Freiburg im Breisgau JOHANNES KABATEK, Universität Zürich EUGENIO R. LUJÁN MARTÍNEZ, Universidad Complutense de Madrid RALPH PENNY, University of London
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La evidencialidad en español: teoría y descripción
RAMÓN GONZÁLEZ RUIZ DÁMASO IZQUIERDO ALEGRÍA ÓSCAR LOUREDA LAMAS (EDS.)
Iberoamericana Vervuert 2016
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ÍNDICE
Dámaso IZQUIERDO ALEGRÍA, Ramón GONZÁLEZ RUIZ (GRADUN-ICS, Universidad de Navarra) y Óscar LOUREDA LAMAS (DPKog, Ruprecht-Karls-Universität Heidelberg, Alemania) Un acercamiento a los fundamentos de la evidencialidad y a su recepción y tratamiento en la lingüística hispánica ....................................
9
I. Consideraciones teóricas acerca de la noción de evidencialidad y su aplicación al español. ¿Hay evidencialidad en español? Mercedes GONZÁLEZ VÁZQUEZ (Universidad de Vigo) La naturaleza y función de la evidencialidad en español ......................................
49
Marta ALBELDA MARCO (Universitat de València) Estableciendo límites entre la evidencialidad y la atenuación en español ............
75
II. La expresión de la evidencialidad en español a través de adverbios y partículas discursivas Antonio BRIZ (Universitat de València. Grupo Val.Es.Co. IULMA) Evidencialidad, significados pragmáticos y partículas discursivas en español. Sobre la intensificación tácticamente evidencial ............................... 103 Elisa GONZÁLEZ RAMOS (Universidad de Zaragoza) Por lo visto y al parecer: evidencialidad y restricción del compromiso con la verdad de un contenido enunciado ............................................................. 129 Mercedes MARCOS SÁNCHEZ (Universidad de Salamanca) Subjetividad e intersubjetividad en los marcadores evidenciales formados por el verbo de percepción visual ver en español ................................................. 153 Teresa María RODRÍGUEZ RAMALLE (Universidad Complutense de Madrid) Partículas evidenciales en el desarrollo del discurso reformulativo ..................... 179
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Pedro GRAS (Universiteit Antwerpen, Bélgica) Entre la codificación y la inferencia. Los valores citativos de que inicial átono en español.................................................................................................... 201 III. La expresión de la evidencialidad en español a través de verbos y adverbios modales Bert CORNILLIE (K.U. Leuven, Bélgica) Las lecturas evidenciales de los verbos (semi)auxiliares en español .................... 227 Sergi TORNER (Universitat Pompeu Fabra) Los adverbios evidenciales en español ................................................................. 251 IV. La expresión de la evidencialidad en español a través de tiempos verbales María Marta GARCÍA NEGRONI (Universidad de San Andrés. Universidad de Buenos Aires. CONICET, Argentina) Polifonía, evidencialidad citativa y tiempos verbales. Acerca de los usos citativos del futuro morfológico y del futuro perifrástico ..................................... 279 Susana AZPIAZU (Universidad de Salamanca) Evidencialidad en el pretérito perfecto compuesto del español: revisión y propuesta .............................................................................................. 303 V. Enfoque contrastivo: la evidencialidad en español y en otras lenguas Juana I. MARÍN ARRESE (Universidad Complutense de Madrid) Epistemicidad y posicionamiento discursivo: un estudio interlingüístico de la evidencialidad en el discurso periodístico en castellano y en inglés............ 329 Sobre los autores ................................................................................................. 351
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UN ACERCAMIENTO A LOS FUNDAMENTOS DE LA EVIDENCIALIDAD Y A SU RECEPCIÓN Y TRATAMIENTO EN LA LINGÜÍSTICA HISPÁNICA DÁMASO IZQUIERDO ALEGRÍA* RAMÓN GONZÁLEZ RUIZ* ÓSCAR LOUREDA LAMAS** *GRADUN-ICS, Universidad de Navarra **DPKog, Ruprecht-Karls-Universität Heidelberg, Alemania
1. De los vestigios de la evidencialidad al giro evidencialista hispánico En 1560, Domingo de Santo Tomás dedica un capítulo de su Grammatica o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú a un grupo de unidades lingüísticas del quechua que, en su opinión, “de suyo nada significan, pero adornan” (cap. 4). Entre esas piezas que caracteriza como meros aderezos se encuentran ciertos sufijos, como los destacados en (1-3), en los que, a partir de las últimas décadas del siglo XX, se ha terminado hallando un significado que trasciende ese valor puramente ornamental: son unidades que indican cuál es la fuente de la información transmitida en la proposición (cf., entre otros, Weber 1986; Floyd 1997; Faller 2002), es decir, “how one has knowledge of what one is saying” (Hardman 1986: 115). Las piezas que cuentan con este significado son etiquetadas como evidenciales. Como queda de manifiesto en las paráfrasis de los enunciados (1-3), pertenecientes a la variante huanca del quechua, el sufijo -m(i) señala que el hablante ha obtenido de manera directa la información a través de los sentidos (evidencialidad directa); el sufijo -chr(a) indica que la información es el resultado de una inferencia efectuada por el propio hablante (evidencialidad inferencial); y, finalmente, el sufijo -sh(i) transmite que ha accedido a la información por medio del testimonio de otro enunciador (evidencialidad reportativa) (cf. Floyd 1997: 71; Aikhenvald 2004: 43):
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(1)
Chay-chruu-mi achka wamla-pis walashr-pis alma-ku-lkaa-ña. ‘Muchas muchachas y muchachos estaban nadando’ (los vi).
(2)
Daañu pawa-shra-si ka-ya-n-chr-ari. ‘Debe de estar completamente destruido’ (infiero).
(3)
Ancha-p-shi wa’a-chi-nki wamla-a-ta. ‘Haces llorar mucho a mi hija’ (me han contado).
En cualquier caso, la atribución de una función únicamente ornamental a estas partículas se mantuvo durante mucho tiempo en otras gramáticas posteriores del quechua: por ejemplo, en Anónimo (1603 [1586]: 39) son consideradas “particulas que siendo por otra parte coniunctiones o aduerbios o preposiciones, siruen de ornatiuas o variar la significacion”, y González Holguín (1607: libro IIII, cap. II: 122) las sitúa en una sección acerca “de las partes del ornato” y las clasifica en dos subgrupos: “las de varia significacion” y “las que mudan la significacion”. La superación de este tipo de análisis preevidencialistas no se produjo en el siglo XVII ni en el XVIII, ni siquiera en el XIX, sino que hay que esperar a mediados y finales del siglo XX para ello. Behrens (2012), por ejemplo, explica de forma muy ilustrativa cómo el profesor de una asignatura de quechua a la que asistió durante sus estudios universitarios “tried very hard to explain the basic functions of a ‘peculiar’ clitic, which he called «an assertive marker». Like most people at that time, he was not aware of the notion of evidentiality” (Behrens 2012: 206). Ese clítico no era otro que el evidencial directo -m(i)1. En otras lenguas se pueden trazar historias paralelas en el tratamiento de estas piezas (cf. Hardman 1986: 113-114, por ejemplo, para el caso del aimara). Lo cierto es que el reconocimiento de la evidencialidad como categoría lingüística ha sido lento y hay que esperar al siglo XX para hallar los gérmenes de los estudios evidencialistas actuales: en 1911, en sendos estudios acerca del hupa (lengua atabascana) y del kwakiutl (lengua wakash), Goddard y Boas llaman la atención acertadamente sobre la existencia de una serie de sufijos especializados en codificar la noción de “source of information” y que traducen al inglés mediante formulaciones como it is said o evidently; unos pocos
1 Para más datos acerca de la evolución en la descripción de los evidenciales en quechua, cf. Dedenbach-Salazar Sáenz (1997: 296-298), Aikhenvald (2004: 12) o Merma Molina (2008: 180 y ss.), entre otros.
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años antes, Jochelson (1905: 128) ya había prestado atención a una unidad lingüística similar del yucaguiro, que es utilizada when something is told, not from the experience of the narrator, but (1) from hearsay, (2) as a supposition, (3) as a conclusion drawn from certain traces that the action had taken place; (4) as a dream, and (5) as reminiscences of events which had occurred in the early childhood of the narrator, and of which he had learned subsequently,
y que etiqueta explícitamente con el adjetivo evidential en la que constituye su primera ocurrencia como término especializado en la designación de unidades lingüísticas que marcan cuál es la vía epistemológica por la cual se ha obtenido la información transmitida. En la actualidad, la situación es ya muy diferente a la de 1560: tras la progresiva difusión del concepto de evidencialidad a partir de la segunda mitad del siglo XX, este se ha integrado plenamente en los estudios tipológicos e incluso ha llegado a penetrar con gran intensidad en la investigación acerca de lenguas que, como es el caso del inglés, el francés o el español, carecen de sistemas evidenciales de carácter gramatical. De este modo, el panorama ha cambiado de forma radical: el principal problema no es ya que unidades evidenciales más o menos prototípicas, como los mencionados sufijos del quechua, sean analizadas en otros términos, sino que la nómina de evidenciales en las lenguas del mundo haya acabado por multiplicarse de tal manera que en ella pueden encontrarse piezas extraordinariamente heterogéneas cuyo estatus evidencial es, en muchos casos, polémico y dudoso. En lo que respecta a la lingüística hispánica, nos hallamos plenamente inmersos en toda una explosión bibliográfica en torno a la noción de evidencialidad. Buena muestra de este “giro evidencialista” es que en los últimos cinco años no han faltado las comunicaciones, paneles en congresos y publicaciones en revistas y editoriales de gran prestigio a nivel nacional e internacional centrados en la expresión de la evidencialidad en español (y en otras lenguas europeas) desde infinidad de puntos de vista. Baste aquí con mencionar algunos de los más recientes volúmenes monográficos (cf., entre otros, Estrada 2013; Hennemann 2013; Speranza 2014; Albelda, ed., 2015; Cornillie, ed., en prensa) y paneles en congresos (cf. Dendale e Izquierdo Alegría, coords., 2014b; Albelda y Estellés, coords., 2015; Marín Arrese, Haßler y Carretero, coords., 2015; así como los diferentes paneles y comunicaciones de la International Conference on Evidentiality and Modality in European Languages [EMEL] celebrada
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en la Universidad Complutense de Madrid en octubre de 2014) especialmente dedicados a este tema. El presente volumen pretende ser una aportación a este creciente interés en el concepto de evidencialidad en la lingüística hispánica a través de doce contribuciones que, desde diversos puntos de vista y centrados en el análisis de un grupo heterogéneo de unidades y construcciones lingüísticas, constituyen una muestra representativa del panorama actual de los estudios evidencialistas en español. En ese sentido, se han tomado dos decisiones de gran importancia. Por una parte, se ha procurado que la nómina de piezas tratadas en los diferentes capítulos del libro recoja la mayor variedad posible de unidades lingüísticas del español que han sido estudiadas desde una perspectiva evidencialista. De este modo, el lector encontrará estudios acerca de piezas y construcciones tan heterogéneas como adverbios oracionales y partículas discursivas disjuntas como al parecer, por lo visto, según parece, visiblemente, evidentemente, aparentemente o presuntamente; diferentes construcciones a partir del verbo de percepción visual ver (se ve, veo, ves, ya veo, ya ves); construcciones con que inicial átono; verbos (semi)auxiliares como deber de/tener que/parecer/resultar/amenazar/prometer + infinitivo; algunos conectores consecutivos o, por fin, ciertos empleos de algunos tiempos verbales como el pretérito perfecto compuesto y el futuro morfológico y perifrástico. Por otra parte, hemos decidido respetar el posicionamiento que cada autor ha adoptado respecto a determinadas cuestiones teóricas que conciernen al propio concepto de evidencialidad, independientemente de que coincida o no con el de los editores, ya que somos plenamente conscientes de que los límites de la evidencialidad son y siguen siendo una fuente constante de desacuerdos y, en muchas ocasiones, ni siquiera puede decirse que una posición específica sea claramente mayoritaria. Dado que el objetivo de este volumen es reproducir a pequeña escala el rico y diverso paisaje actual de las investigaciones evidencialistas sobre la lengua española, las divergencias teóricas que pueden documentarse entre los diferentes capítulos de los que consta este volumen se convierten en una consecuencia inevitable. La presentación de este libro está articulada en torno a tres ejes: en primer lugar, se ofrecerá una breve retrospectiva de los fundamentos de la noción de evidencialidad que subyacen a todos los capítulos de este volumen, cuya exposición al comienzo de cada uno de ellos habría resultado irrelevante y repetitiva; en segundo lugar, puesto que este libro está dedicado a la evidencialidad específicamente en español, hemos considerado oportuno
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reconstruir una breve historia de los estudios evidencialistas en la lingüística hispánica, con especial atención a la recepción y posterior difusión de los términos evidencial y evidencialidad en aquellas investigaciones cuyo objeto de estudio es la lengua castellana, como medio para contextualizar el volumen; finalmente, en las últimas líneas de esta presentación ofrecemos un resumen de los artículos que conforman esta obra. 2. Los fundamentos del intrincado concepto de evidencialidad 2.1. Probablemente como consecuencia de su relativa juventud como categoría lingüística, algunas de las cuestiones más básicas en torno a la evidencialidad han generado desde sus orígenes discrepancias de gran calado que, en muchas ocasiones, dificultan el diálogo entre los especialistas. Estas divergencias afectan incluso a la propia definición de la evidencialidad y de sus límites referenciales. Si bien los primeros estudios tipológicos emplean los términos evidential y evidentiality para designar diversas unidades lingüísticas especializadas en la indicación del modo en que se ha obtenido la información, la progresiva aplicación de estos conceptos al análisis de un número cada vez mayor de idiomas pronto hizo patente un problema teórico que ha ocupado muchas páginas. Algunos autores comienzan a darse cuenta de que en determinadas lenguas la marcación evidencial parece estar supeditada de manera más o menos constante a un interés del hablante por señalar cuál es su grado de compromiso epistémico: de este modo, al emplear un evidencial reportativo como el sufijo -sh(i) en quechua huanca, el hablante estaría dejando constancia de que su grado de compromiso es bajo, de forma similar al de un adverbio epistémico como quizá, mientras que si hubiese optado por un evidencial directo como -m(i) estaría indicando que su grado de compromiso es muy alto, comparable al que codifica la locución adverbial sin duda. A raíz de estas consideraciones, se inició un debate, todavía muy vivo, acerca de los límites precisos de la evidencialidad y su relación con la modalidad epistémica, categoría referida a “(the linguistic expression of) an evaluation of the chances that a certain hypothetical state of affairs under consideration (or some aspect of it) will occur, is occurring, or has occurred in a possible world” (Nuyts 2001: 21). Este debate terminó generando dos definiciones muy diferentes del término evidencialidad y, al menos, tres tipos de posturas consolidadas respecto al vínculo existente entre la evidencialidad y la modalidad epistémica (Willett 1988; Dendale y Tasmowski 1994b: 4; 2001: 341-343):
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2.1.1. Algunos autores defienden que la evidencialidad y la modalidad epistémica son dos categorías tan imbricadas que entre ellas existe una relación de inclusión, es decir, que una forma parte de la otra. En función de cuál de las dos categorías se integre dentro de la otra, se pueden distinguir dos corrientes: 2.1.1.1. En algunas ocasiones, los evidenciales son integrados en el seno de la modalidad epistémica, lo cual supone entender que (a) la referencia a la vía epistemológica por la cual el hablante ha conocido algo siempre está supeditada a un afán por marcar cuál es su actitud epistémica respecto a esa información, y (b) que existe una correlación fija y sistemática entre cada tipo de evidencialidad y la indicación de un determinado grado de compromiso epistémico. Palmer (1986), por ejemplo, establece una jerarquía de evidenciales de acuerdo con la posición que ocupan dentro de una escala epistémica, en cuyo polo superior se encuentran las piezas que codifican un acceso directo a la información a través de la vista (“visual”) y en cuyo polo inferior aquellas que indican que esa información es el resultado de una conjetura (“assumptive”). FIGURA 1 Disposición de los evidenciales en una escala epistémica de acuerdo con Palmer (1986)2 +
visual
–
C O N F I D E N C E
non-visual
report
deductive
assumptive
Entre los autores que ubican la evidencialidad dentro de la modalidad epistémica, cabría mencionar, entre muchos otros, Bybee (1985: 182), Frajzyngier (1985: 250), Willett (1988: 52), Matlock (1989: 215), Bybee, Perkins y Pagliuca (1994: 180) o McCready y Ogata (2007).
2 En esta presentación hemos optado por respetar los términos en inglés empleados originalmente por cada autor al ofrecer sus diferentes modelos de clasificación de los evidenciales, pues la traducción de algunos de ellos al castellano resulta problemática y en algunos casos podría llevar a confusiones en las que aquí no podemos ahondar por razones de espacio. A modo de ilustración, piénsese en la dificultad que puede plantear traducir al español un sustantivo como hearsay, muy integrado en los estudios evidencialistas en inglés, pues forma parte de los esquemas tradicionales de Chafe (1986) y Willett (1988) (cf. infra figs. 2 y 3).
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2.1.1.2. En otras ocasiones es la evidencialidad la categoría que es concebida como hiperónimo, lo cual supone reubicar en el inventario de los evidenciales piezas tradicionalmente estudiadas en el seno de la modalidad epistémica como quizá, probablemente o seguramente. Esto es lo que hace Chafe (1986), quien reserva un espacio dentro de los límites de la evidencialidad a todas aquellas unidades cuyo cometido fundamental es la indicación de la fiabilidad de la información. Esta postura es conocida en la bibliografía como una concepción “ancha” de la evidencialidad (“evidentiality in a broad sense”) e implica redefinir los límites de esta categoría. He aquí el posicionamiento adoptado por Chafe: I need to stress that I am using the term “evidentiality” in its broadest sense, not restricting it to the expression of “evidence” per se. [...] “Evidence”, taken literally, is one of these considerations, but not the only one. What gives coherence to the set under discussion is that everything dealt with under this broad interpretation of evidentiality involves attitudes toward knowledge. (Chafe 1986: 262) FIGURA 2 Modelo de evidencialidad en sentido “ancho” según Chafe (1986)
??? evidence language hypothesis
mode of knowing
belief induction hearsay deduction
knowledge matched against
reliable
knowledge
source of knowledge
verbal resources expectations
unreliable
El eco de esta postura alcanza un buen número de obras (cf., entre otros, Biber y Finegan 1989; Norrick 1995; Watson 1999; Rooryck 2001: 125; Precht 2003: 248; González 2005; NGLE 2009: §30.11o). 2.1.2. Frente a estas consideraciones, otros autores ponen énfasis en la necesidad de entender la evidencialidad y la modalidad epistémica como dos categorías diferentes. Tal y como afirma De Haan (1999: §1), “[e]videntiality deals with the source of information for the speaker’s utterance while epistemic modality concerns itself with the degree of commitment on the part of the speaker for
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his or her utterance”. Dendale y Tasmowski (2001: 341-342) hablan de disyunción para determinar el tipo de relación que este posicionamiento asigna a estas dos categorías. También se suele hablar de evidencialidad en sentido “estrecho” (“evidentiality in a narrow sense”) para hacer referencia a esta perspectiva, en oposición a la concepción “ancha” que se acaba de exponer. En cualquier caso, los autores que se alinean en esta postura no niegan que la evidencialidad y la modalidad epistémica sean dos categorías próximas entre las cuales pueden producirse interferencias, sino que ponen énfasis en que la indicación del grado de compromiso epistémico del hablante no es más que una de las posibles funciones pragmadiscursivas que puede desempeñar un evidencial. Asimismo, también ponen de relieve las dificultades que plantea tratar de establecer una correlación biunívoca constante y universal entre cada tipo de evidencialidad y un grado específico de compromiso epistémico, ya que se ha comprobado que ni la escala que sugiere Palmer (1986; cf. supra fig. 1) ni otros intentos similares tienen validez interlingüística. Por ejemplo, los tres evidenciales del quechua cuzco (directo, reportativo e inferencial) pueden coocurrir con los enclíticos -puni (‘certainly’) y -man (‘may’, ‘might’), dos unidades de carácter puramente modal que marcan, respectivamente, un alto y bajo grado de certeza epistémica (cf. Faller 2002: §3.2.1). Esta compatibilidad de cada uno de los evidenciales del quechua cuzco con piezas epistémicas que marcan grados de compromiso completamente dispares transgrede cualquier correlación biunívoca que se establezca de manera constante entre cada tipo de evidencialidad y cada grado de compromiso epistémico, y muestra muy bien las limitaciones de escalas como la de Palmer (1986) si se conciben como jerarquías que cuentan con un valor universal. Entre los principales exponentes de la distinción conceptual entre evidencialidad y modalidad epistémica, cabría destacar los trabajos de González Vázquez (1998, 2000, en este volumen), De Haan (1999, 2001), Aikhenvald (2004), Squartini (2004, 2008), Nuyts (2005: 10-12), Cornillie (2007: 6-7; 2009), Haßler (2010) y Diewald y Smirnova (2010: 75-96), entre otros. 2.1.3. Una tercera posición es aquella que defiende la existencia de una relación de solapamiento parcial entre la evidencialidad y la modalidad epistémica, concretamente entre las nociones de evidencialidad inferencial y de necesidad epistémica (cf. Van der Auwera y Plungian 1998: 86). Si bien esta postura ha tenido un menor eco en la bibliografía, parece muy asumida en parte de los estudios tradicionales sobre la modalidad epistémica. En efecto, “some scholars [...] define strong epistemic modality in evidential terms, thereby implicitly assuming that there is a necessary link between them” (De Haan 2001: 207).
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2.1.4. A estos tres tipos de relaciones entre la evidencialidad y la modalidad epistémica recogidos en el influyente trabajo de Dendale y Tasmowski (2001) y que suelen citarse en gran parte de la bibliografía, cabría añadir un cuarto posicionamiento que ha ganado visibilidad en los últimos años: la consideración de la evidencialidad y de la modalidad epistémica como dos categorías diferentes que forman parte de una misma categoría de orden superior. Con esta propuesta trata de explicarse la proximidad existente entre ambas categorías. El autor que más hincapié hace en esta idea es Boye (2010, 2012), quien, desde una perspectiva interlingüística, sugiere la existencia de una categoría más general, denominada epistemicity, en cuyo interior ubica, como subcategorías, la evidencialidad y la modalidad epistémica. En cualquier caso, esta relación de co-hiponimia entre estas dos categorías en el interior de una categoría superior no es exclusiva de Boye (cf. Hennemann 2013: 105-127, 418-426) y también pueden hallarse algunos antecedentes, como los conceptos de epistemological modality o de epistemological positioning de Hengeveld (1988: 236-240) y Bednarek (2006), respectivamente. 2.1.5. Aunque no todos los autores de las contribuciones de este volumen ven la necesidad de exponer su posición respecto a las relaciones entre evidencialidad y modalidad epistémica, el lector va a encontrar representados en estas páginas diferentes posicionamientos sobre este asunto. Cierto es que la postura más representada en este libro es la que apoya la disyunción de las dos categorías (ver las colaboraciones de González Vázquez, de Albelda o de Cornillie). No obstante, también se defiende en otros trabajos la concepción “ancha” de la evidencialidad, que postula que los signos evidenciales tienen siempre un valor modal (ver los capítulos de Briz y de González Ramos). 2.2. Otra cuestión teórica básica en torno a la evidencialidad es la propia tipología de significados evidenciales. Una de las taxonomías más difundidas y citadas es la dibujada por Willett (1988), la cual, sin duda, forma parte del sustrato común a todos los investigadores especializados en la evidencialidad. Este modelo está fundamentado en una primera oposición entre lo que este autor denomina dos tipos de evidencias: evidencia directa frente a evidencia indirecta, según si la fuente a la que el hablante ha tenido acceso “is of a primary or a secondary nature” (Willett 1988: 57). Dentro de esta distinción preliminar, advierte la existencia de ulteriores distinciones que configuran una organización interna de la evidencialidad anclada en una tendencia interlingüística a diferenciar tres tipos principales de evidencias: además de la evidencia directa, identifica dos tipos de evidencias indirectas: evidencia reportada (“reported
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evidence” o “evidence via verbal report”) y evidencia inferencial (“inferring evidence” o “evidence upon which an inference is based”). En el seno de cada uno de estos tres tipos de evidencias, Willett incorpora nuevas subdistinciones en función de cuál sea (a) el sentido específico involucrado en la obtención de nueva información, en el caso de la evidencialidad directa (visual, auditiva, otros sentidos); (b) el tipo de fuente a partir de cuyo testimonio se ha adquirido esa información, en el caso de la evidencialidad reportativa (de segunda mano, de tercera mano, del folklore); y (c) el tipo de información en que el locutor basa su inferencia, en el caso de la evidencialidad inferencial (en evidencias observables o, en su terminología, “results”, o bien en un constructo mental o “reasoning”). FIGURA 3 Tipos de evidenciales según Willett (1988)
Direct
OF
TYPES EVIDENCE
Attested
Reported Indirect Inferring
Visual Auditory Other sensory Second-hand Third-hand Folklore Results Reasoning
hearsay
Esta taxonomía, por supuesto, no es la única que se ha ofrecido (cf. Anderson 1986; Chafe 1986; Palmer 1986; Frawley 1992; Plungian 2001, 2010; Aikhenvald 2004) y ha sido objeto de críticas y mejoras, pero es innegable que todavía hoy se concibe como el esquema tradicional por antonomasia que sirve como punto de referencia para la clasificación de los diferentes tipos de evidenciales. No obstante, la enorme influencia de este modelo no ha ido acompañada de la adopción y popularización de una terminología uniforme para designar las diferentes clases de evidenciales halladas en las lenguas del mundo. Cabría tener en cuenta, por ejemplo, que, mucho antes de la aparición de clasificaciones con vocación interlingüística como la de Willett, ya se empleaban ciertas etiquetas, no coincidentes entre sí, para hacer referencia a ciertos tipos de evidenciales en las gramáticas de diversos idiomas que disponen de unidades de carácter evidencial. En consecuencia, se han ido acumulando numerosos términos para designar cada clase de evidencialidad; véase, por ejemplo, la
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selección de etiquetas que recoge Boye (2012: 12). Esto también se manifiesta en los estudios que forman parte de este volumen, donde el lector encontrará diferentes denominaciones para nombrar los tipos de evidencialidad. 2.3. Finalmente, más allá de los límites conceptuales externos e internos de la evidencialidad, cabría mencionar un tercer foco de interés que también constituye un tema clásico de discusión: cuáles son los requisitos que debe reunir una unidad lingüística para ser considerada evidencial. El punto de partida de este debate puede ubicarse en el trabajo seminal de Anderson (1986: 274-275), donde se enumeran cuatro condiciones que, a su juicio, son necesarias para considerar una determinada unidad lingüística como evidencial: (a) Evidentials show the kind of justification for a factual claim which is available to the person making that claim, whether direct evidence plus observation (no inference needed); evidence plus inference; inference (evidence unspecified); reasoned expectation from logic and other facts; and whether the evidence is auditory, or visual, etc. (b) Evidentials are not themselves the main predication of the clause, but are rather a specification added to a factual claim about something else. (c) Evidentials have the indication of evidence as in a) as their primary meaning, not only as a pragmatic inference. (d) Morphologically, evidentials are inflections, clitics, or other free syntactic elements (not compounds or derivational forms).
El primer criterio, de carácter eminentemente nocional, es aquel que mayor aceptación ha suscitado. El resto de criterios, en cambio, han sido adoptados de forma muy desigual en la bibliografía y algunos de ellos, como es sabido, constituyen una constante fuente de desacuerdos. En general, la aplicación total o parcial de estos requisitos parece verse influida por el enfoque de cada trabajo, así como por las características de la(s) lengua(s) analizada(s): en líneas generales, los estudios tipológicos defienden la pertinencia de los cuatro criterios (cf. Aikhenvald 2004: §1.2.2), mientras que el requisito (d) es ampliamente rechazado en las investigaciones que tienen como objeto lenguas que carecen de sistemas evidenciales gramaticales (cf. Dendale y Van Bogaert 2012: §6.2); asimismo, también hay autores que defienden que los criterios (b) y (c) tampoco son pertinentes para la definición de un evidencial (por ejemplo, Boye y Harder 2009). En este sentido, por lo que respecta al presente volumen, el lector podrá comprobar que en algunas contribuciones se tienen muy en cuenta las tres primeras condiciones (cf. especialmente el capítulo de Marcos Sánchez) y, sobre todo, la segunda de ellas: las expresiones evidenciales no pueden ser la predicación principal en la oración (criterio nuclear en la
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contribución de Cornillie). Con todo, sin aludir explícitamente a los criterios de Anderson, la mayor parte de los autores tiene presente el tercer criterio para etiquetar una expresión lingüística como evidencial: su significado primario se vincula a la fuente o modo de acceso a la información. 3. Breve aproximación a la historia y recepción del concepto de evidencialidad en la lingüística hispánica 3.1. Como hemos indicado antes, hasta donde tenemos constancia, la primera ocurrencia del adjetivo evidential como término especializado en la designación de unidades que marcan la vía epistemológica por la que se ha obtenido la información transmitida se encuentra en una gramática del yucaguiro publicada en 1905 por W. Jochelson. Este estudio es muy anterior a la gramática de F. Boas (1947) sobre el kwakiutl, tradicionalmente considerada la primera obra en que se emplea el término evidential de esta manera. Habrá que esperar algo más de ocho décadas para que la noción de evidencialidad irrumpa en las investigaciones cuyo objeto de estudio es la lengua castellana. En concreto, dentro de la lingüística hispánica, situamos la primera ocurrencia de las palabras evidencial y evidencialidad en 1990, año en que G. Reyes recurre a ellas para explicar ciertos usos del pretérito imperfecto que cuentan con un valor citativo, como ocurre en (4), donde la presencia del imperfecto se puede explicar a través de (5): (4)
Mañana se iba Jorge a Chile.
(5)
[Me dijeron que] mañana se iba Jorge a Chile (Reyes 1990: 17).
He aquí la definición que Reyes ofrece de la evidencialidad, la cual, por cierto, resulta algo ambigua respecto a las concepciones “estrecha” y “ancha”: En muchas lenguas existen categorías especializadas para expresar el grado de certidumbre epistemológica del hablante en relación con la proposición que enuncia. Esta categoría, llamada “evidencial” (evidential), puede servir para dar validez o para restringir una afirmación, aludiendo a las fuentes de las que procede el conocimiento del hablante. Las fuentes aludidas con más frecuencia son experiencias de tipo sensorial (sobre todo visual), que se usan para dar validez a lo afirmado, y —de mayor interés para nosotros— inferencias y testimonios verbales ajenos (Reyes 1990: 27).
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Esta primera ocurrencia no tuvo un eco inmediato. Dejando a un lado los trabajos acerca del español en contacto con lenguas amerindias que cuentan con evidencialidad gramatical, sobre los que trataremos más adelante, la siguiente mención a la evidencialidad en un estudio descriptivo del español también pertenece a G. Reyes (1994: 25-37), quien dedica un capítulo exclusivamente a la expresión de la evidencialidad en castellano: en él, además del pretérito imperfecto, incluye unidades como el adverbio evidentemente, el marcador discursivo por lo visto o el verbo modal deber (de), entre otros. Es a partir del año 1996 cuando empiezan a encontrarse nuevas referencias a la evidencialidad en estudios parcial o totalmente dedicados a la descripción del español (cf. Haßler 1996a, 1996b, 1998; Volkmann 1997, 1999). Esta primera ola de publicaciones evidencialistas se inicia en la Universidad de Potsdam a través de varios artículos redactados, principalmente, en alemán, lo cual redujo su influencia en el panorama hispánico. Algunos de estos artículos se fijan en la expresión de la evidencialidad en las lenguas romances en general, por lo que dedican un apartado al caso del castellano (cf. Haßler 1996b, 1998). En Haßler (1996a) y Volkmann (1997), en cambio, la única lengua que constituye su objeto de estudio es el español. Haßler (1996a: 81) podría considerarse el antecedente que inaugura este grupo de publicaciones, pues en él solamente se emplea en una ocasión la palabra inglesa evidential para introducir los valores polifónicos de los tiempos verbales en español, mientras que en el resto del artículo se prefiere emplear la etiqueta citativo. Volkmann (1997), por su parte, analiza los recursos evidenciales que contiene la célebre novela de Gabriel García Márquez Crónica de una muerte anunciada, en especial aquellos que se ubican en el ámbito de la evidencialidad reportativa, empleando para ello el sustantivo alemán Evidentialität. Al ser en aquel momento la investigación sobre la evidencialidad un terreno todavía prácticamente virgen en la lingüística hispánica, el catálogo de expresiones evidenciales que esta autora configura es muy amplio, heterogéneo y de carácter eminentemente tentativo. Entre ellas pueden encontrarse adverbios epistémicos como quizá, verbos dicendi y cogitandi como decir o pensar, oraciones que de una manera u otra aluden a un discurso previo (por ejemplo, “tenía una reputación muy bien ganada de intérprete certera de los sueños ajenos”) y demás unidades y construcciones tradicionalmente estudiadas dentro del concepto de polifonía. Como consecuencia de la progresiva difusión de la noción de evidencialidad en el análisis de un número creciente de lenguas, a partir de 1997 ya se empiezan a encontrar más ocurrencias de los términos evidencial y evidencialidad entre
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los trabajos cuyo objeto de estudio es el español. De este modo, la investigación evidencialista en la lingüística hispánica comienza a crecer y diversificarse paulatinamente. 3.2. La línea de investigación más temprana en el mundo hispanista es aquella que analiza ciertos rasgos evidenciales (o evidencialoides) presentes en algunas variedades dialectales del español en contacto con lenguas que disponen de sistemas evidenciales plenamente gramaticalizados, en especial el quechua (entre los primeros trabajos publicados, véanse Bustamante 1991; Escobar 1994, 1997; Klee y Ocampo 1995; Zavala 2001; de Granda 2001; Sánchez 2004; cf., asimismo, Azpiazu en este volumen), aunque también el aimara (Stratford 1991; Blestel 2011), el guaraní (Große 2011; Avellana 2013), el mapudungun (Hasler Sandoval 2012) e incluso el turco, en el caso del judeoespañol (Varol 2001). No es de extrañar que sea esta la primera línea de estudios evidencialistas en establecerse en el ámbito hispánico, ya que se centra en diversas particularidades del español americano que parecen ser el resultado de una transferencia al español de la marcación evidencial que se produce en quechua, aimara o guaraní. Además, no hay que olvidar que esos rasgos evidencialoides de algunas variedades dialectales del español ya habían sido objeto de estudio antes de la popularización de los términos evidencial y evidencialidad (cf., por ejemplo, para el caso del aimara, Martín 1981; Laprade 1981; Hardman 1986: 133-134), por lo que este grupo de trabajos se encontraba en una posición privilegiada para introducir esas etiquetas en el mundo hispánico conforme su uso iba afianzándose en la bibliografía tipológica. No obstante, la influencia de estos trabajos en la consolidación del concepto de evidencialidad en los estudios descriptivos del español ha sido muy limitada: más allá de la bibliografía dedicada a ciertas variedades dialectales del español de América y a la tipología lingüística en general, estas publicaciones no figuran entre las referencias normalmente citadas en el resto de estudios evidencialistas publicados en la lingüística hispánica. 3.3. Otra corriente de investigación dedicada a la expresión de la evidencialidad que pronto comienza a desarrollarse entre los hispanistas se inaugura con artículos como los ofrecidos por Gallardo (1999), Ferrari y Gallardo (1999), Marín Arrese y otros (2001, 2004), Figueras (2001) o López Ferrero (2002, 2005). Estos trabajos examinan la expresión de la evidencialidad (y de la modalidad epistémica) en diferentes tipos de discursos y géneros en español (en ocasiones en contraste con otras lenguas), con especial atención al discurso académico y científico. Cuentan, pues, con una perspectiva eminentemente
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discursiva y la mayor parte de ellos están directamente influidos por publicaciones anglistas de gran difusión como Chafe (1986), Palmer (1986) o Biber y Finegan (1989), entre otros. De hecho, algunos de ellos también adoptan de manera explícita una concepción “ancha” de la evidencialidad (cf. Gallardo 1999; Ferrari y Gallardo 1999). Además de las publicaciones ya mencionadas, también se pueden ubicar en esta vertiente pragmadiscursiva otros trabajos posteriores como Marín Arrese (2004b, 2006), Marcos Sánchez (2006), Estrada (2007, 2010), Müller (2012), González y Lima (2009), Hennemann (2010), Polo (2012), Alonso-Almeida y Adams (2012) o Alonso-Almeida (2015). 3.4. Finalmente, podemos constituir un tercer gran grupo de estudios con aquellas investigaciones que ofrecen un análisis semántico y/o pragmático de carácter evidencialista de diversas unidades y construcciones lingüísticas específicas del español (o de grupos de ellas). La nómina de unidades del español que se han analizado desde una perspectiva evidencialista es muy larga y heterogénea. Abarca piezas con una filiación más o menos clara con la evidencialidad, como algunos adverbios oracionales (evidentemente: Estrada 2008; supuestamente, obviamente: Hennemann 2013: 244-278; personalmente: González Ramos 2015; cf., asimismo, Haßler 2005, 2011; Müller 2008; Cornillie 2015; Cornillie y Gras 2015; Figueras en prensa; Izquierdo Alegría in fieri; Torner, en este volumen), el adverbio dizque (Travis 2006; Olbertz 2007; Babel 2009; Dumitrescu 2012), las locuciones adverbiales al parecer y por lo visto (González Ramos 2004, 2005a, 2005b y en este volumen; Marcos Sánchez 2005; Kotwica 2013, 2015a, 2015b; Estellés y Albelda 2014), verbos cognitivos y doxásticos como creo o supongo (de Saeger 2006; Hennemann 2013: 278-309), determinados usos de verbos auxiliares y semiauxiliares como deber, parecer (Cornillie 2007) o hacer(se) (Lauwers y Duée 2011), ciertos tiempos verbales como el imperfecto, el futuro o el condicional (Reyes 1990; Leonetti y Escandell 2003; Escandell 2010; Hennemann 2014; Rivero 2014; García Negroni, en este volumen) o el conocido como que inicial átono con un valor citativo (Que viene a cenar) (Rodríguez Ramalle 2008, 2015a; Demonte y Fernández-Soriano 2013; Gras, en este volumen). Pero también acoge otros mecanismos menos convencionales o más novedosos como los conectores consecutivos así que o de modo que (Bermúdez 2003; Rodríguez Ramalle 2013, 2015b y en este volumen), los marcadores del discurso en todo caso (García Negroni 2002; Estrada 2006) o a ver (Estrada 2009), los adverbios de punto de vista (Izquierdo Alegría en prensa), los sintagmas preposicionales iniciados por según (Izquierdo Alegría en evaluación), diferentes usos
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de como (Brucart 2009), el dequeísmo (Schwenter 1999), tiempos verbales como el pretérito perfecto compuesto (Bermúdez 2005b; Azpiazu, en este volumen) o el pretérito pluscuamperfecto (Bermúdez 2008), o los fenómenos conocidos como la “elevación del sujeto” (Oí que Ana llegó > La oí llegar) (Bermúdez 2002) y la “subida” de clíticos o clitic climbing (Va a hacerlo > Lo va a hacer) (Bermúdez 2006). Esta larga y variada lista revela una gran diversidad respecto a los criterios que cada autor aplica para considerar o no evidencial una unidad lingüística determinada. 3.5. En este apartado, merecería mención aparte un conjunto de estudios que recurren a los términos evidencialidad y evidencial para hacer referencia, exclusiva o fundamentalmente, a unidades lingüísticas que califican la información transmitida como evidente (cf., entre otros, Martín Zorraquino 1999: 39; Fuentes Rodríguez 2007: 35; Rodríguez Ramalle 2008: 812; Acín 2014: 188; Herrero Ruiz de Loizaga 2014: 426; Briz, en este volumen), como queda patente en la siguiente cita: En sus apariciones como adverbio oracional es un adverbio modal, epistémico evidencial. Estos adverbios se emplean para expresar que el hablante considera evidente su enunciado (Acín 2014: 188; las cursivas son nuestras).
No ha de olvidarse que, en el estudio de los adverbios oracionales y, en general, de los operadores modales del español, desde mucho antes de la popularización de la etiqueta evidencial en la lingüística hispánica era frecuente el uso del sustantivo evidencia para glosar el contenido aportado por unidades como por supuesto, claro o naturalmente, puesto que estas marcan como evidente el contenido de la proposición afectada por ellas (cf., por ejemplo, Barrenechea 1979: §2.2.1; Fuentes Rodríguez 1995; Martín Zorraquino y Portolés 1999: §§63.6.2.3-4). Cuando el término evidencial empieza a permear la bibliografía en español y los límites de este término todavía son muy difusos, el paso de la denominación “marcadores de evidencia” a “marcadores evidenciales” se produce de forma más o menos rápida e inconsciente, lo cual explica la proliferación de citas como la que hemos reproducido. Esta circunstancia supone, pues, la materialización de un riesgo que algunos autores francófonos como Guentchéva (1996, 2014a, 2014b), Lazard (1999) o Tournadre (2004: 52) detectaron en los términos évidentiel y évidentialité en francés, para quienes estas etiquetas dan a entender que un evidencial marca que la información transmitida es evidente o que ha sido probada, cuando ciertamente no es este el ámbito
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nocional que la evidencialidad (en sentido “estrecho”) cubre. De este modo, existe un debate recurrente en la bibliografía francófona entre quienes adoptan los términos évidentiel y évidentialité y quienes prefieren recurrir al marbete médiatif para evitar el peligro que los primeros parecen entrañar. Curiosamente, esta cuestión ha pasado completamente desapercibida en los estudios evidencialistas hispánicos, donde no se ha llegado a generar dicha discusión. 3.6. Resulta muy revelador, por cierto, establecer otras comparaciones entre el panorama bibliográfico hispanista y el francófono (cf. Dendale e Izquierdo Alegría 2014a). Desde un punto de vista cronológico, la primera ocurrencia de las palabras évidentiel y évidentialité como términos lingüísticos tiene lugar en una reseña del conocido volumen de Chafe y Nichols (1986) (Vet 1988), aunque hay que esperar unos pocos años para asistir al uso de estos términos en un estudio descriptivo de la lengua francesa (Dendale 1991, 1993). En el ámbito hispánico, al menos hasta donde tenemos constancia, la primera ocurrencia de la palabra evidencialidad se produce un año antes (cf. Reyes 1990). Además, es innegable que la lingüística hispánica se encontraba inicialmente en una posición privilegiada para la importación del concepto de evidencialidad a la lingüística descriptiva de lenguas europeas, como consecuencia del contacto del español con diferentes idiomas que disponen de sistemas evidenciales gramaticales en amplias regiones de América del Sur. No obstante, ello no se tradujo en un desarrollo más temprano de la bibliografía evidencialista en el mundo hispánico: es el francés la lengua románica que antes genera una tradición evidencialista sólida. Gran parte de la responsabilidad de este desarrollo precoz es debida a la publicación en 1994 de un número monográfico en la prestigiosa revista Langue française compuesto exclusivamente por artículos centrados en diversas unidades de carácter evidencial o evidencialoide en francés (cf. Dendale y Tasmowski, eds., 1994a). En español, como ya hemos explicado, los estudios sobre la evidencialidad tardarán mucho más en consolidarse y permanecerán durante mucho tiempo muy dispersoshasta la aparición del primer volumen sobre la expresión de la evidencialidad en esta lengua en 2004 (Marín Arrese, ed., 2004), aunque, a diferencia de lo que ocurrió en el mundo francófono con la mencionada publicación de 1994, en esa primera monografía el estudio de la evidencialidad en español compartía espacio con el de la modalidad y con la lengua inglesa3.
Otra cuestión muy llamativa es que, frente a la importante presencia de estudios de carácter discursivo en la bibliografía evidencialista dedicada a lengua castellana, ya desde sus orígenes, en 3
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3.7. En definitiva, en el mundo hispánico, a través de las principales líneas de investigación que hemos dibujado, el concepto de evidencialidad deja de ser una noción exótica para integrarse plenamente en la terminología lingüística en español y sobre el español. Con su popularización, empiezan a publicarse algunos volúmenes monográficos sobre este tema que constituyen importantes hitos en la consolidación de los estudios evidencialistas aplicados al español (cf. Marín Arrese, ed., 2004; Bermúdez 2005a; Volkmann 2005; Cornillie 2007; Estrada 2010, 2013; Hennemann 2013; Speranza 2014)4. En la actualidad, por tanto, ya no hay duda de que el concepto de evidencialidad está en boga y constituye una fructífera área de interés en el mundo hispánico. 4. La evidencialidad en español en este volumen 4.1. El volumen se abre con un capítulo de corte teórico sobre “La naturaleza y función de la evidencialidad en español”, escrito por Mercedes González Vázquez. En él, la autora ahonda en algunas reflexiones que ya había planteado en anteriores publicaciones en torno a la naturaleza y los límites semánticos y formales de la evidencialidad. Para ello, en primer lugar se pasa revista a variadas formas léxicas y gramaticales del español que han sido tratadas como evidenciales o evidencialoides, varias de ellas objeto de las contribuciones que siguen en este mismo volumen. Un asunto reseñable que se trata con detenimiento en este trabajo es el que tiene que ver con la existencia de diferentes ámbitos de actuación de los evidenciales, lo cual permitiría dejar de lado la idea, difundida en la bibliografía, de que todos los contenidos evidenciales operan en el nivel supraoracional ilocutivo. Por lo demás, al final de su contribución, Mercedes González analiza la evidencialidad como un fenómeno deíctico, dado que actúa como mecanismo de referencia espacial del enunciado en el seno del contexto extralingüístico, al mismo tiempo que francés apenas se documentan obras que versen sobre la presencia y el comportamiento de unidades de carácter evidencial en diferentes tipos de discursos, y los escasos trabajos de esta índole que pueden documentarse son mucho más recientes. A este respecto, véase el listado bibliográfico francófono proporcionado en Dendale e Izquierdo Alegría (2014a). 4 En este listado cabría añadir el volumen de González Vázquez (2006) titulado Las fuentes de la información. Tipología, semántica y pragmática de la evidencialidad, el cual, si bien trata la evidencialidad desde una perspectiva interlingüística y su manifestación en la lengua española ocupa un lugar secundario, contribuyó enormemente a difundir esta categoría lingüística entre los hispanistas.
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perspectiviza el yo del hablante y muestra los diferentes grados de accesibilidad a la información. Por fin, relacionado con las máximas pragmáticas de cooperación de Grice, la autora muestra la importancia de la función social y del valor cultural de los marcadores evidenciales en lenguas como el español. La segunda contribución del volumen se sitúa a caballo entre la aportación teórica y el estudio empírico: “Estableciendo límites entre la evidencialidad y la atenuación en español”, escrita por Marta Albelda. Partiendo del hecho de que numerosos estudios han mostrado cómo el recurso a formas con valor evidencial en español supone o busca frecuentemente un interés atenuante, la autora se plantea como objetivo central analizar la interrelación entre evidencialidad y atenuación e indagar en las posibilidades de que toda remisión a una fuente ajena de información sea atenuante. Para ello se realiza, en primer lugar, una revisión de las principales aportaciones teóricas a la caracterización de la evidencialidad, la atenuación y la epistemicidad, y a los cruces entre ellas. En segundo lugar, se presenta un estudio de campo en el que se analizan los valores contextuales de un conjunto de marcadores del español que se consideran de semántica evidencial (al parecer, por lo visto, parece ser, según parece, según dicen) en tres tipos de corpus discursivos: noticias, conversaciones y debates parlamentarios. El análisis de corpus pretende estudiar en contexto las condiciones por las que los signos evidenciales mencionados son categorías propicias para actuar como recursos de atenuación lingüística. En términos generales, para la autora la función atenuante que pueden desempeñar algunos marcadores de evidencialidad del español se basa en hacer un uso estratégico de la distancia deíctica del hablante con el mensaje que estos expresan. Entre las conclusiones de su cala empírica, es destacable la defensa de una evidencialidad “neutra” en español y otros usos que únicamente marcan la disociación de la fuente: en estos empleos no se expresan valores de atenuación o intensificación, sino exclusivamente, al modo de los morfemas obligatorios de lenguas tipológicamente evidenciales, un significado evidencial que la autora denomina “fuente de información”. En fin, su análisis revela que la relación entre evidencialidad y atenuación no es unívoca, sino multifactorial, si bien un factor se destaca jerárquicamente sobre los demás: el hecho de si la imagen está involucrada en el contenido del mensaje. En definitiva, este trabajo abre nuevas puertas a análisis semasiológicos de piezas evidenciales o evidencialoides. 4.2. El estudio de Marta Albelda al que nos acabamos de referir sirve de puente al siguiente bloque de contribuciones, dedicado a la expresión de la
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evidencialidad en adverbios y partículas discursivas del español. En particular, el citado trabajo de Albelda presenta una estrecha afinidad temática con las dos primeras contribuciones de este nuevo bloque, firmadas, respectivamente, por Antonio Briz y Elisa González Ramos: “Evidencialidad, significados pragmáticos y partículas discursivas en español. Sobre la intensificación tácticamente evidencial” y “Por lo visto y al parecer: evidencialidad y restricción del compromiso con la verdad de un contenido enunciado”. En la primera de ellas, Antonio Briz se detiene en reflexionar sobre las relaciones de algunas partículas discursivas con su valor evidencial y con las funciones atenuantes e intensificadoras que se explican a partir de su propio significado. Más concretamente, se centra, en primer lugar, en partículas generalmente consideradas evidenciales o, al menos, de semántica muy vinculada a la evidencialidad, como al parecer, por lo visto, se ve (que) o aparentemente; por otro lado, dirige la mirada a un grupo de partículas que no se consideran estrictamente evidenciales en la mayoría de los estudios sobre evidencialidad, pero que han sido etiquetadas como “evidenciales” en la medida en que su semántica aporta el contenido de que la información transmitida en la proposición a la que afectan es evidente (cf. supra §3 de esta introducción): claro, desde luego, en rigor, por supuesto, naturalmente, efectivamente, evidentemente, ciertamente, indudablemente, etc. A lo largo de las páginas de esta contribución se describe cómo actúan, respectivamente, como minimizadores o refuerzos argumentativos y, por tanto, cómo intervienen en operaciones estratégicas de atenuación e intensificación: por ejemplo, dialógicamente pueden ser atenuantes o intensificadores del acuerdo o del desacuerdo. Y, en concreto, como refuerzos a veces “extremos” del acuerdo (o del desacuerdo) pueden ser muestras de cortesía valorizadora (o de descortesía). Además, en contextos de “problematicidad”, este acuerdo se convierte en parte de una táctica de atenuación (cortés) para minorar lo negativo o para minimizar el conflicto, “pues es verdad indudable y, por tanto, asumida por todos”. En la segunda contribución citada, González Ramos focaliza su atención en dos locuciones que han dado lugar a un generoso caudal de estudios monográficos, no pocos de ellos de corte evidencialista: por lo visto y al parecer. Se trata de dos locuciones adverbiales disjuntas cuyo significado de procesamiento se ha vinculado frecuentemente al dominio de la evidencialidad. Concretamente, en opinión de la autora, remiten tanto a un modo de conocimiento inferencial como a un discurso ajeno, siendo el contexto el que proporciona, en su caso, los datos que permiten una u otra interpretación. Uno de los focos
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más interesantes del trabajo de González Ramos consiste en su intento de describir la semántica modal de estas piezas, lo cual conduce a plantear una de las cuestiones más polémicas en los estudios sobre la evidencialidad: ¿son modales los signos evidenciales? La postura de esta autora es que un signo evidencial sí es modal, y a partir de esta afirmación argumenta en su colaboración que los signos por lo visto y al parecer aportan un valor modal que consiste básicamente en que el compromiso del hablante se ciñe a la evidencia de la que dispone; esto es, a pesar de que remiten a modos de conocimiento indirectos, no expresan duda o incertidumbre por parte del hablante, sino, más bien, confianza en la verdad de aquello que se comunica, lo cual no exime al hablante de su responsabilidad con respecto a lo dicho, pero sí le permite modular esa responsabilidad, pues estas unidades restringen su compromiso con la verdad del contenido comunicado, supeditándolo a la validez del modo en que ese contenido ha sido conocido. En la siguiente contribución, titulada “Subjetividad e intersubjetividad en los marcadores evidenciales formados por el verbo de percepción visual ver en español”, Mercedes Marcos Sánchez aborda, desde un enfoque nociofuncional, el análisis de un pequeño grupo de partículas discursivas, formado por usos parentéticos del verbo ver y algunas construcciones formadas a partir de él (veo, ves, ya veo, ya ves, se ve) cuyo estatus como marcadores de evidencialidad, e incluso como marcadores discursivos propiamente dichos, podría ser, en principio, cuestionado. Más concretamente, en este estudio se persigue afrontar estos tres objetivos: a) defender la naturaleza evidencial de dichas expresiones, b) describir sus características formales como marcadores discursivos, y c) proponer un análisis multidimensional de estas expresiones evidenciales, articulado en torno a las nociones de subjetividad, intersubjetividad e interacción. Se trata de un trabajo que, amén de su calado teórico, plantea novedosas pautas en las que apoyar la descripción de estas y otras unidades (para)evidenciales, especialmente las constituidas por formas verbales que pueden funcionar parentéticamente. También cabe calificar de propuesta novedosa en varios sentidos la de Teresa Mª Rodríguez Ramalle en “Partículas evidenciales en el desarrollo del discurso reformulativo”. La finalidad principal de este trabajo da cuenta de la siguiente novedad: analizar la coincidencia en la lectura evidencial de los consecutivos de tipo ilativo (así que, de manera que, conque), la conjunción que en contextos independientes y los marcadores de reformulación que admiten construcción con que (o sea que y es decir que). Aunque con matices
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diferentes, en ciertos contextos, los tres marcadores actúan de manera similar sobre el discurso previo, en particular mostrando evidencia inferida, la cual actúa como argumento sobre el que construir el discurso. Se trata, pues, de un trabajo en el que, por un lado, se analizan los factores que determinan la presencia de la evidencialidad como recurso codificado en la estructura de ciertos marcadores, y, por otro, se describe cómo la evidencialidad es una estrategia codificada en estos marcadores que sirve para retomar una estructura previa, construir una réplica y avanzar en el discurso. En la contribución “Entre la codificación y la inferencia. Los valores citativos de que inicial átono en español”, Pedro Gras pone negro sobre blanco un tema de gramática discursiva que viene despertando gran interés entre los estudiosos en los últimos años: los valores funcionales del que inicial átono. Algunas propuestas han llegado a señalar que el valor básico de que inicial átono es de tipo evidencial: apuntar hacia la fuente de conocimiento relevante para la interpretación del enunciado. No obstante, la hipótesis de este autor, que se ve firmemente cumplida al final del artículo, es que no es posible atribuir a todas las ocurrencias de que inicial átono un valor evidencial o citativo, sino que los valores evidenciales o citativos de esta partícula están ligados a ciertas construcciones gramaticales y ciertos patrones discursivos. Así pues, partiendo del análisis de muestras procedentes de conversaciones espontáneas (corpus Val.Es.Co. y corpus COLAM), en este trabajo se aportan evidencias formales y funcionales que permiten distinguir, en primer lugar, los valores citativos de que inicial átono frente a otros valores de esta forma y, en segundo lugar, caracterizar los rasgos discursivos que permiten que la forma que reciba una determinada interpretación evidencial. 4.3. El tercer bloque del volumen contiene dos colaboraciones que están dedicadas a la expresión de la evidencialidad en verbos y adverbios modales del español. En la primera de ellas, Bert Cornillie, especialista en la expresión de la evidencialidad en español, reflexiona sobre un tema al que ha dedicado mucha atención en sus publicaciones recientes: “Las lecturas evidenciales de los verbos (semi)auxiliares en español”. En este capítulo analiza el modo en que varios tipos de verbos auxiliares expresan la evidencialidad. Se detiene tanto en las lecturas evidenciales expresadas por los auxiliares que forman parte de las construcciones que tradicionalmente se han llamado perífrasis verbales (deber de/tener que + infinitivo) como en las lecturas evidenciales expresadas por los auxiliares que no aparecen en los listados tradicionales de perífrasis (parecer/resultar/amenazar/prometer + infinitivo). Concretamente,
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su estudio de los auxiliares evidenciales tiene un doble objetivo: a) mostrar que, más allá de las perífrasis tradicionales, hay varios tipos de auxiliares que expresan valores evidenciales; b) poner de manifiesto que los auxiliares son un medio gramatical que expresa la semántica evidencial de la manera más gramatical posible en lenguas que, como es el caso del castellano, carecen de paradigmas evidenciales y marcaje obligatorio. En pocas palabras, en este trabajo el autor demuestra que al paradigma evidencial pertenecen no solo los auxiliares clásicos como deber y tener que, sino también verbos como parecer, resultar, amenazar y prometer, que están todavía en un proceso de gramaticalización. Con base en una serie de criterios formales, distribucionales y semánticos, se justifica sólidamente el estatus evidencial de los seis verbos examinados. Por su parte, Sergi Torner, en “Los adverbios evidenciales en español”, acomete el análisis de una clase de adverbios que también desde la perspectiva evidencialista han generado un gran volumen de pulicaciones: los adverbios oracionales. En este estudio se propone analizar como marcadores evidenciales cinco adverbios del español que han sido clasificados como evidenciales en diversos análisis previos previos: aparentemente, evidentemente, obviamente, supuestamente y visiblemente. Estos cinco adverbios tienen un significado próximo, indirectamente relacionado con el valor de verdad de la oración. El autor los clasifica en dos subgrupos: a) los que funcionan como restrictores del valor de verdad, pues dejan en suspenso el juicio sobre el valor de verdad de la oración (aparentemente y supuestamente), y b) los que se han definido como reforzadores del valor de verdad, dado que presuponen que la oración es cierta y presentan este valor de verdad como algo incuestionable (evidentemente, obviamente y visiblemente). La base de su análisis parte de la hipótesis de que tales adverbios constituyen medios léxicos para expresar la evidencialidad en español, es decir, se conciben como marcadores evidenciales que codifican fundamentalmente la fuente de adquisición de la información. Así pues, cada adverbio evidencial parece codificar una diferente fuente contextual de la que proviene el supuesto transmitido (razonamiento deductivo, observación directa, imaginación, discurso referido). Las conclusiones de su descripción, con base empírica, se resumen de la siguiente manera. Por un lado, supuestamente y aparentemente tienen como valor evidencial el hecho de que lo aseverado en la proposición se infiere de datos contextuales, ya sea la apariencia perceptible, ya un saber que se supone compartido; por ello, estos adverbios indican que estos datos podrían permitir suponer que la proposición es verdadera, a
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la vez que introducen una cautela epistemológica al indicar que este valor de verdad podría ser solo supuesto. Por su parte, evidentemente y obviamente indican que lo aseverado es el resultado de un proceso de inferencia, bien a partir de datos empíricos, bien a partir de un conocimiento compartido que se considera generalmente aceptado. Por último, visiblemente tiene un significado estrechamente relacionado con la evidencialidad, puesto que por su semántica este adverbio remite directamente a datos perceptibles y puede indicar una inferencia a partir de ellos, si bien actúa fundamentalmente a nivel intraoracional, por lo que en la mayoría de sus usos no es un marcador evidencial. En definitiva, se trata de un trabajo que plantea nuevas propuestas para la semántica y la pragmática de estos adverbios y que a buen seguro alimentará futuras reflexiones. 4.4. La penúltima sección del volumen la componen dos colaboraciones que versan sobre los valores evidenciales de algunos tiempos verbales del español. En “Polifonía, evidencialidad citativa y tiempos verbales. Acerca de los usos citativos del futuro morfológico y del futuro perifrástico”, María Marta García Negroni analiza ciertos empleos del futuro sintético o morfológico (FM) y del futuro perifrástico o analítico (FP). Para ello, asume como marco teórico-metodológico la teoría polifónico-argumentativa de Ducrot y, por otro lado, parte de una caracterización del “significado evidencial” novedosa y sugerente: la representación que el enunciado da del origen del punto de vista sobre el que se funda la enunciación global y respecto del cual el locutor muestra distintas actitudes. A partir de estos anclajes teóricos, y mediante el análisis de un corpus de datos reales, demuestra que el origen de los puntos de vista evidenciales transmitidos por el FM y el FP “dislocados” no siempre queda representado bajo la forma de indicios o de razonamientos sobre los que se basaría el sujeto, como en general se afirma: la fuente del punto de vista sobre el que el locutor funda su enunciación también puede encontrarse en discursos ajenos previos. En pocas palabras, la autora defiende que, en su empleo evidencial citativo, cada tiempo verbal configura escenas enunciativas diversas: mientras que la surgida de la ocurrencia del futuro sintético es la de un locutor que concede (al menos por el tiempo que dure esa enunciación) un decir ajeno más o menos individualizado —del interlocutor, de otro(s) locutor(es), de la voz colectiva de la doxa—, la mostrada por el futuro perifrástico es, en cambio, la de un sujeto que descalifica y rechaza, al modo de la negación metadiscursiva, ese punto de vista evidencial.
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Por su parte, Susana Azpiazu, en “Evidencialidad en el pretérito perfecto compuesto del español: revisión y propuesta”, analiza el rendimiento evidencial del pretérito perfecto compuesto (PPC) en esta lengua. Se parte de la idea de que la evidencialidad en español no es un fenómeno del sistema sino una estrategia pragmática, y se rechaza que la interpretación evidencial sea preeminente en el PPC español a la tempo-aspectual, tal y como han propuesto otros autores. Así pues, en este artículo se argumenta que no se puede sostener que la forma del PPC español (y, en general, ninguna otra forma del paradigma verbal) tenga la evidencialidad como valor semántico primario, y que el temporal sea el secundario. Por lo demás, en sus páginas se tratan dos casos de posible lectura evidencial sin base aspectual resultativa en sendas variedades del español: el de la variedad andina en contacto con el quechua y el de los usos aorísticos del PPC en hablas centropeninsulares. Por ejemplo, respecto a los usos “especiales” de esta forma en algunas variedades andinas, se discierne entre aquellos que son propiamente evidenciales de otros en los que la evidencialidad se puede entender como una implicatura conversacional que se superpone, y no sustituye, al valor temporal de ante-presente. 4.5. Por último, en este volumen sobre la evidencialidad en español, no hemos querido prescindir de un apartado dedicado al enfoque contrastivo. Esta última sección está representada por el trabajo de Juana Marín Arrese, titulado “Epistemicidad y posicionamiento discursivo: un estudio interlingüístico de la evidencialidad en el discurso periodístico en castellano y en inglés”. En este capítulo, la autora, con base en un corpus comparable de editoriales y artículos de opinión extraídos de cuatro periódicos, aborda dos aspectos del uso de las expresiones evidenciales: a) las similitudes o diferencias en los patrones de distribución en el discurso en ambas lenguas; b) la presencia de multifuncionalidad en el caso de algunas expresiones evidenciales en las dos lenguas. En las conclusiones de su estudio se apuntan interesantes diferencias discursivas de carácter intercultural que cabría confrontar con otros estudios contrastivos previos sobre el empleo de piezas modales epistémicas y evidenciales. Concretamente, los resultados apuntan a una similitud considerable en la distribución de los marcadores en ambas lenguas. La variación más notable es la mayor frecuencia de la presencia de marcadores evidenciales en inglés, hecho que, en opinión de Marín Arrese, puede apuntar a una diferencia cultural en las prácticas argumentativas y persuasivas entre el inglés y el español, y que la propia autora ya ha observado en otros géneros discursivos, como en el discurso político.
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4.6. Con este resumen de los contenidos de los trabajos que conforman este volumen colectivo esperamos que se haya podido percibir que esta obra se ha concebido con vocación de ser un espejo representativo del actual panorama de estudios teóricos y descriptivos evidencialistas en la lingüística hispánica. Por nuestra parte, solo nos queda reconocer con gratitud a la editorial Iberoamericana/Vervuert su amable disponibilidad para acoger esta publicación. A todos y cada uno de los autores de los capítulos agradecemos su generoso trabajo y su paciencia. Y, finalmente, damos las gracias a los proyectos sin cuyo soporte económico estas páginas no habrían podido ver la luz: “El discurso público. Estrategias persuasivas y de interpretación”, desarrollado en el Instituto de Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra, “Metadiscurso y lenguaje evaluativo: perspectivas teóricas y de análisis en el discurso periodístico” (MINECO-FFI2012-36309) y el proyecto “Diskurspartikeln und Kognition” del Centro de Iberoamérica (Universidad de Heidelberg). Referencias bibliográficas ACÍN, Esperanza (2014): “Prácticamente y claramente: usos estratégicos en la prensa escrita”, en C. Pérez-Salazar e I. Olza (eds.), Del discurso de los medios de comunicación a la lingüística del discurso. Estudios en honor a la profesora Mª Victoria Romero. Berlín: Frank & Timme, 175-191. AIKHENVALD, Alexandra (2004): Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. ALBELDA, Marta (ed.) (2015): “Evidentiality in non-evidential languages: Are there evidentials in Spanish?”, Journal of Pragmatics, 85 (Part Special Issue). ALBELDA, Marta y Maria ESTELLÉS (coords.) (2015): “Pragmatic perspectives on evidentiality in Spanish: Evidentiality and genre”. Panel en el 14th International Pragmatics Conference, Universidad de Amberes, 26-31/07/2015. ALONSO-ALMEIDA, Francisco (2015): “On the mitigating function of modality and evidentiality. Evidence from English and Spanish medical research papers”, Intercultural Pragmatics, 12/1, 33-57. ALONSO-ALMEIDA, Francisco y Heather ADAMS (2012): “Sentential evidentials in English and Spanish medical research papers”, Revista de Lingüística y Lenguas Aplicadas, 7, 9-21. ANDERSON, Lloyd B. (1986): “Evidentials, paths of change, and mental maps: typologically regular asymmetries”, en W. Chafe y J. Nichols (eds.), 273-312. ANÓNIMO (1603 [1586]): Arte, y vocabvlario en la lengva general del Perv llamada Quichua, y en la lengua Española. Sevilla: Clemente Hidalgo. Disponible en línea: .
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I Consideraciones teóricas acerca de la noción de evidencialidad y su aplicación al español. ¿Hay evidencialidad en español?
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LA NATURALEZA Y FUNCIÓN DE LA EVIDENCIALIDAD EN ESPAÑOL MERCEDES GONZÁLEZ VÁZQUEZ Universidad de Vigo
1. Preliminares: breve caracterización de la evidencialidad como categoría general Es bien conocido que el universo de la comunicación se halla configurado por los participantes con su entorno comunicativo, los significados denotativos y deícticos, los tan necesarios valores pragmáticos, algunas categorías gramaticales como tiempo, aspecto, modo, etc. —según las lenguas—, y todo ello encapsulado en un acto de habla específico, en una lengua específica. En ese espacio comunicativo podemos hallarnos no solo con lo dicho, el contenido comunicado, sino también con la indicación explícita del origen o fuente de la información en la que nos basamos para transmitir el mensaje. Tal indicación del origen de la información se ha venido en llamar evidencialidad, “a linguistic category whose primary meaning is source of information” (Aikhenvald 2004: 3)1. Como muestra traemos el caso del tuyuca, el ejemplo más al uso en los estudios de evidencialidad. Esta lengua, hablada en Brasil y Colombia, posee un paradigma gramatical de morfemas que deben aparecer obligatoriamente en las cláusulas: -wi indica que la fuente evidencial ha sido directa, sensorial o visual (1a); -ti muestra una evidencia directa sensorial “no visual” que puede ser auditiva, olfativa o táctil (1b); -yi remite a la evidencia indirecta inferencial: el hablante ha inferido el estado de cosas basándose
1 La definición de indicación de la fuente u origen de información reviste ambigüedad debido al carácter abierto y amplio de los términos que incluye. Tal ambigüedad se comprueba al constatar que algunos autores se refieren al modo de adquisición del conocimiento (Givón 1982; Frawley 1992), modos de acceso a la información (Givón 1982) y, por último, la noción de (inter)subjetividad (Nuyts 2012; Bermúdez 2005a), entendida como un continuum donde la información bascula entre la accesibilidad universal o general y la accesibilidad privativa al hablante, pasando por un acceso compartido entre hablante y oyente.
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en resultados observables (1c); -yigi señala la fuente indirecta citativa2: se lo han contado o lo sabe por habladurías (1d); y finalmente -hiyi denota el valor asumido3: “based on evidence other than visible results: this may include logical reasoning, assumption, or simply general knowledge” (Aikhenvald 2004: 367). Cualquier verbo conlleva obligatoriamente uno de estos morfemas, de manera que “[t]he independent verb in Tuyuca is minimally composed of a verb root and an evidential” (Barnes 1984: 256): (1a) (1b)
(1c) (1d) (1e)
Díiga apé-wi Fútbol jugar-VIS: 3 SG: PAS ‘Jugó al fútbol (lo he visto jugar)’ Díiga apé-ti Fútbol jugar-NON VIS: 3 SG: PAS ‘Jugó al fútbol (oí el partido y lo oí a él, pero no he visto el partido ni lo he visto a él)’ Díiga apé-yi Fútbol jugar-INFER: 3 SG: PAS ‘Jugó al fútbol (infiero a partir de evidencias que él jugó)’ Díiga apé-yigi Fútbol jugar-CIT: 3 SG: PAS ‘Jugó al fútbol (he obtenido esta información de otra persona)’ Díiga apé-hiyi Fútbol jugar-ASUN: 3 SG: PAS ‘Jugó al fútbol (es razonable asumir que jugó)’
Esta taxonomía de cinco valores semánticos no implica que todas las lenguas disfruten de todos los significados reseñados, sino que cada lengua apunta solo a algunos de ellos, siendo muy escasas las lenguas que cubren la clasificación semántica anterior por completo4. En el ejemplo anterior del tuyuca, la evidencialidad se ve reflejada en nítidos afijos gramaticales, lo que facilita Aikhenvald (2004: 366) subdivide esta categoría en: a) estilo indirecto o reportativo: la información transmitida no conlleva la referencia al informante; b) citativa o estilo directo: conlleva la mención precisa del informante. 3 Además de estos cinco significados, otro valor que en buena parte de la bibliografía se incluye dentro de la evidencia sensorial es el valor endofórico (Plungian 2001), que identifica la fuente de información con un estado interno del hablante: sentimientos, sensaciones y estados mentales (deseos, intenciones, etc.). 4 Véase en Aikhenvald (2004) una extensa clasificación de los diferentes sistemas evidenciales según el número de significados que conceptualizan y manifiestan. 2
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su delimitación. La gramaticalización de los medios de expresión evidenciales ha suscitado controversia en torno a la exclusión o no de los medios léxicos como expresión de la categoría. En los primeros trabajos, un significado evidencial cobraba entera relevancia cuando este pertenecía a un sistema cerrado de morfemas, mientras que si su expresión quedaba a merced de medios léxicos el significado evidencial se diluía o incluso la evidencialidad en sí misma desaparecía (cf. Aikhenvald 2004: 17). No cabe duda de que existen notorias diferencias entre una categoría semántica que se ve reflejada en un sistema formal gramaticalizado y la misma categoría cuando se manifiesta a través de un sistema disperso no gramaticalizado o semigramaticalizado. En vista de ello y siendo la evidencialidad una categoría semántica, se alcanzó una conciliación al denominar “estrategias evidenciales” (Aikhenvald 2004: 105) o “expresiones evidenciales” (Diewald y Smirnova 2010: 41) tanto a los medios léxicos como a los medios gramaticales dispersos que no constituyen un sistema gramatical cerrado unitario (como es el caso, por ejemplo, del futuro, el condicional y el imperfecto del español)5. Como afirman Diewald y Smirnova (2010: 41), “[t]he term evidential expression is a neutral label (a hypernym) used to denote any kind of linguistic string with evidential meaning in a particular context, regardless of its linguistic structure and degree of grammaticalization”. En definitiva, creemos que decidir el asentamiento de una categoría semántica basándose en una cuestión formal destruiría la esencia semántica de la categoría e imposibilitaría su comparación interlingüística. A continuación vamos a detenernos brevemente en tres aspectos de la evidencialidad: la polisemia de algunas expresiones evidenciales, el ámbito de actuación del marcador evidencial como criterio clasificador de los contenidos y, por último, muy sumariamente, la polémica sobre su relación con la modalidad epistémica. En primer lugar, nos interesa resaltar el hecho de que tanto en los sistemas gramaticalizados como en los no gramaticalizados los marcadores evidenciales pueden denotar polisémicamente varios significados en función del contexto. 5 Desde Hopper y Traugott (1983) el proceso de gramaticalización se entiende como un cambio gradual de lo concreto a lo abstracto, lo que se comprueba, por ejemplo, en la forma verbal dice que y las formas semilexicalizadas dizque, disque. Lo mismo ocurre con verbos de percepción como ver: Juan ve que > se puede ver que > se ve que > veo que, estos últimos con posibilidad de valor abstracto, vinculado a la percepción cognitiva (entiendo que/infiero que). Cf. la contribución de Marcos Sánchez en este volumen sobre los marcadores evidenciales formados con el verbo ver.
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En lega (lengua de Nigeria y Congo), la partícula ampó en (2) expresa la evidencia directa sensorial (visual o auditiva) y en (3) la inferencia (Botne 1997: 517-518)6. (2)
ampó έkurúrá mompongɛ EVID pound.3sg.prs rice.3 ‘She’s assuredly pounding rice (I can hear it)’
(3)
ampó Mɔkέ έbilindɛ bónɔ Amísi έndilɛ Ko Pángé EVID Moke forget.3sg.RECPST that Amisi go.3sg.RECPST To Pangi ‘[(It’s evident, as his odd behaviour indicates, (that)] Moke forgot that Amisi went to Pangi’
Si bien el carácter polisémico de los marcadores no afecta a la configuración ni a la esencia conceptual de la categoría que nos ocupa, fenómeno bien distinto es el que atañe a la reiterada ambigüedad constatada entre distintos significados evidenciales cuando el contexto no ayuda a desambiguar. Resulta recurrente en muchas lenguas la doble lectura ambigua inferencial y citativa, mientras que en otros casos la combinación ambigua más constante se inclina por los valores inferencial y sensorial visual. Comenzando por la primera, no cabe duda de que como puente de unión vinculante entre la fuente inferencial y la fuente citativa podemos destacar la falta de especificación o indeterminación característica de la fuente citativa (no se menciona a los informantes), y, por otro lado, el hecho de que la inferencia se pueda basar en rumores o en conocimiento compartido del mundo. En la taxonomía de Willett, ambos significados se hallan subsumidos bajo el epígrafe de evidencialidad indirecta, la raíz común de la que parten los casos ambiguos. En cuanto a la ambigüedad entre la inferencia y la evidencia visual, no olvidemos que la fuente inferencial puede basarse en resultados observables, por lo que la evidencial visual constituiría un paso previo a la inferencia. En segundo lugar, a lo largo de la historia de los estudios evidenciales ha habido clasificaciones que proponían criterios para trazar una línea divisoria Esta situación de polisemia es muy habitual en lenguas que disponen de un sistema cerrado de morfemas. Por mencionar solo un ejemplo, en kashaya el sufijo “-qă, which may be used to mark ‘an inference based on circumstances or evidence found apart, in space and time, from the actual state or event’, but may also be used as ‘a default category for [direct] evidence through senses other than those that have a specific suffix (Visual and Auditory)’” (Oswalt 1986: 38 apud Boye 2010: 13). 6
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entre las diferentes fuentes de información. Uno de los criterios, el más ampliamente difundido, fue el propuesto por Willett (1988: 57), que discriminaba dos tipos de significados según el hablante mantuviera una relación directa o indirecta con el evento (fuente directa sensorial vs. indirecta inferencial y citativa, respectivamente). Otro parámetro clasificador incidía en la diferencia entre la información atribuida al “yo” (fuente interna personal que cubría los valores sensoriales y la inferencia) y la información atribuida a “otros” (fuente externa de la que formaba parte solo la fuente transmitida). Esta última propuesta de Frawley (1992: 413) explicitaba el carácter deíctico de los evidenciales al servir la oposición “yo” frente a “otros” como punto de referencia contextual. Además de las dos taxonomías anteriores, en los últimos años han surgido propuestas que aluden al ámbito afectado por el significado evidencial. Mientras que para autores como Faller (2002) todos los evidenciales actúan en el nivel ilocutivo, para Boye (2010) afectarían solo al nivel de la proposición7. En opinión de autores inscritos en el marco de la Gramática Funcional (Hengeveld y Mackenzie 2008; Hengeveld y Hattnher 2012), cabría distinguir una mayor diversidad de ámbitos, ya que estos autores discriminan la fuente citativa, que afectaría al acto de habla ilocutivo, frente al resto de los contenidos, que modificarían la proposición y el estado de cosas. Vamos a detenernos brevemente en esta cuestión. Si todos los evidenciales funcionaran como operadores ilocutivos pragmáticos que modifican el acto de habla (funcionalmente equivalentes a los adverbios del nivel enunciativo de función metacomunicativa), estarían desprovistos de contenido proposicional y de valor de verdad. Al no contribuir a las condiciones veritativas, no podrían ser negados, cancelados, cuestionados ni puestos en duda, ya que su cometido principal no sería otro sino proporcionar instrucciones al oyente para garantizar el cumplimiento de las máximas conversacionales: “What evidentials do is provide grammatical backing for the efficient realization of various maxims within Grice’s ‘cooperative principle’ especially those of Manner and Quantity” (Aikhenvald 2004: 361). En cambio, para Hengeveld y Mackenzie (2008) y Hengeveld y Hattnher (2012), el hecho de que los significados evidenciales permitan combinarse entre sí en el mismo enunciado se interpreta como una indicación de su actuación en diferentes niveles del enunciado. Consideran cuatro valores evidenciales: fuente
Boye (2010) mantiene que el hecho de que los marcadores evidenciales no se asocien con los actos de habla exhortativos es un indicio de que no son modificadores ilocutivos. 7
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citativa, inferencia, deducción y fuente sensorial, inmersos todos ellos en los siguientes niveles del enunciado: NIVEL INTERPERSONAL Acto discursivo Ilocución Contenido comunicado NIVEL REPRESENTACIONAL O PROPOSICIONAL Proposición Episodio Evento o estado de cosas Concepto situacional
La fuente citativa, al transmitir información de terceros, opera sobre todo en el contenido comunicado del nivel interpersonal (es decir, sobre el nivel ilocutivo del acto de habla). Hengeveld y Mackenzie (2008: 103-104) alegan que el valor citativo permite la coaparición de otras fuentes de información en el mismo enunciado, situándose por encima de los otros valores, incluyéndolos en su ámbito de actuación, mientras que, por el contrario, la fuente citativa difícilmente está subsumida bajo el ámbito de otros valores evidenciales. Por ejemplo, en la lengua pomo del este, la fuente citativa expresada por el sufijo -le en (4) acoge en su ámbito al sufijo inferencial -(i)ne (McLendon 2003: 112-113): (4)
Ka·lél-xa-k hi ma·ʔór-al q’á·-ne-le simply-REP EVID-3.AG daughter.in.law-PAT leave-INF EVID-REP EVID ‘He must have simply left his daughter-in-law there, they say’
En el valor inferencial el hablante infiere información basándose en su propio conocimiento previo. Opera, pues, sobre el contenido proposicional del nivel representacional, puesto que este nivel trata con constructos mentales tal como se representan en la mente del hablante. En cambio, mediante el valor de deducción el hablante deduce la información a partir de datos observables, implicando necesariamente dos estados de cosas: el percibido y el deducido. Por ello opera en el nivel del episodio que relaciona dos estados de cosas entre sí, como se comprueba en tariana en (5) (Aikhenvald 2003: 288): (5)
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Tʃinu niwhã-nihka di-na 3.SG.NF-OBJ dog 3.SG.NF.bite-REC.PST.DED ‘The dog bit him (I can see obvious signs)’.
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En la fuente sensorial, al ser el evento directamente percibido a través de alguno de los sentidos, el contenido evidencial modifica el nivel de los eventos o estados de cosas, por ejemplo en turco en (6) (Hengeveld y Mackenzie 2008: 178): (6)
Kar yağ-dı-Ø snow rain-EVID SENS-3 ‘Snow has fallen’
Como apunta Hengeveld, el ámbito de actuación permite realizar predicciones acerca de la copresencia o coexistencia de varios contenidos evidenciales. Esta propuesta, que nada tiene que ver con las jerarquías que conferían una determinada fiabilidad epistémica unívoca a cada significado evidencial (cf. González Vázquez 2006), abre las puertas a una nueva comprensión de la evidencialidad, discriminando diferentes ámbitos afectados y graduando en niveles la modificación evidencial, que dejaría de ser considerada un modificador global de todo el contenido indiferenciado. El hablante puede estimar necesario presentar la fuente de información de una sola parte de lo dicho (por ejemplo afectar a un participante del estado de cosas) sin que ello implique que esa fuente de información tenga relación con todo el conjunto de lo dicho. Tal es el caso, por ejemplo, de la fuente sensorial visual vehiculada por aparentemente en (7), adverbio que modifica solamente al adjetivo inmóvil, dejando de ser un operador supraoracional aparentemente (p)8. (7)
El maestro se quedó aparentemente inmóvil, con los ojos fijos en el viejo (F. Hernández, Naturaleza, 1989, CREA). (Compárese con Aparentemente el maestro se quedó inmóvil, con los ojos fijos en el viejo)9
Afirmar que existen diferentes ámbitos de actuación nos permitiría dejar de lado la idea extendida en la bibliografía de que todos los contenidos evidenciales operan en el nivel supraoracional ilocutivo. Sin duda, demostrar la existencia de diferentes niveles de actuación requiere un estudio detenido que no podemos afrontar aquí por razones de espacio. Cf. la contribución de Torner en este volumen sobre adverbios evidenciales. Los ejemplos del artículo son ocurrencias reales del corpus CREA cuando así se indica. En caso de no aparecer indicación de la fuente tras el ejemplo, se trata de ejemplos creados ad hoc. 8 9
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Las dos características en las que nos hemos detenido hasta el momento —ambigüedad y niveles de actuación— dan fe de la considerable variación existente en la categoría evidencial entre las lenguas, puesto que a la particular taxonomía semántica que recoja cada lengua no solo cabe sumarle las diferentes configuraciones de significados ambiguos, sino que la coocurrencia de dos o más marcadores evidenciales en el mismo enunciado puede también alterar el significado transmitido. El tercer y último aspecto que queremos tomar en consideración muy brevemente nos conduce a otra polémica constante que no ha dejado de verter discusiones: la relación entre la modalidad epistémica y la evidencialidad. Algunos autores defienden que el hablante, señalando la fuente de información, provoca un efecto pragmático a resultas del cual el grado de compromiso con la verdad de la proposición disminuye, pasando a transferir valor epistémico de duda10. En contra de esto se levanta el hecho de que en algunas lenguas los evidenciales sirven para reforzar la verdad antes que para debilitarla. Este es el caso, por ejemplo, de la partícula -mi en quechua (Faller 2002: 23) o de los evidenciales del kashaya con los que el valor veritativo de la proposición no disminuye (Oswalt 1986: 38)11. Como se ha apuntado (cf. Nuckolls 2012 y Aikhenvald 2004: 7), las intuiciones de lingüistas que no disponen de evidenciales gramaticalizados en sus lenguas pueden constituir fuentes no fiables de análisis, al no lograr comprender el cometido de la evidencialidad más que como una subcategoría de la modalidad. Para contrastar el papel diferenciado de ambas categorías remitimos a la conocida cita de De Haan (2005: 379): “Evidentiality asserts the evidence, while epistemic modality evaluates the evidence”. Mientras la evidencialidad muestra neutral o asépticamente el tipo de evidencia o fuente en que se basa la aserción de una proposición, la modalidad evalúa subjetivamente las evidencias y explicita la creencia subjetiva del hablante a través de diferentes grados de verdad de la proposición. Sin duda, ciertas expresiones evidenciales pueden codificar significado epistémico de probabilidad e incerteza como matiz secundario derivado de implicaturas conversacionales, pero esta situación no siempre ocurre. Que se plasme o no la vinculación modo-evidencial dependerá de cada lengua, y, por otro lado, en Véase en Dendale y Tasmowski (2001: 340-342) un recorrido de las diferentes posiciones ante esta cuestión. 11 No entramos en detalles que hemos abordado en González Vázquez (2000, 2006). Allí se analizaron sistemas evidenciales obligatorios (es decir, exigidos por la lengua) y no obligatorios sin connotaciones epistémicas. 10
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el seno de cada idioma surgirán marcadores puramente evidenciales sin valor modal en convivencia con otros evidenciales epistémicos. 2. La evidencialidad como categoría no gramaticalizada: el caso del español Como ya hemos mencionado anteriormente, la elección de los medios de expresión gramaticales frente a los léxicos no es un tema baladí en lo que se refiere a la manifestación de la categoría que nos ocupa. Ya hemos tratado este tema, por lo que en lo que resta hablaremos de estrategias o expresiones evidenciales. Se ha estudiado el uso de algunos tiempos verbales, los verbos de percepción, el verbo modo-evidencial deber, adverbios, locuciones adverbiales y algunas construcciones sintácticas que codifican un significado relacionado con la fuente de información (cf., entre otros, Reyes 1994; González Vázquez 1998, 2000, 2006; Schwenter 1999; Squartini 2001, 2004; González Ramos 2005; Bermúdez 2002, 2005a, 2005b; Cornillie 2007a, 2007b; Fernández 2008; Olbertz 2007; Escandell 2010; Demonte 2010; Estrada 2014, además de las contribuciones que integran este volumen). En lo que sigue haremos una breve presentación deteniéndonos en algunos casos de dudosa adscripción a la evidencialidad. No vamos a tratar aquí, por razones de espacio, el verbo modal deber12, y de igual manera obviaremos estrategias evidenciales que merecen un estudio muy detenido para decidir su adscripción a la categoría y expresiones que se encuentran circunscritas a determinadas áreas de América Latina13. Comenzamos, por tanto, con los medios léxicos para pasar a continuación a analizar algunos medios gramaticales.
El valor inferencial de deber se comprueba nítidamente en contextos con infinitivo estativo, infinitivo progresivo, aspecto habitual o resultativo. Para algunos autores el valor que denota es exclusivamente evidencial (cf. Dendale 1994). 13 Como apuntan Faller (2002) y Bermúdez (2005a), resulta esperable hallar transferencias de lenguas evidenciales como el aymara y el cuzco hacia el español, lo cual se verifica, por ejemplo, en el uso de los tiempos compuestos de pretérito en el español de La Paz. 12
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2.1. Algunos medios léxicos Entre los medios léxicos nos encontramos, en primer lugar, con los verbos de percepción y lengua como: oigo que, se oye que, veo que, se ve que; dicen que, se dice que, según dicen; parece que, parece ser que, encuentro, etc. Antes de nada conviene resaltar el doble papel que asumen los verbos de percepción. Por un lado, pueden denotar un contenido proposicional autónomo que designa un evento de la realidad, y como tales se vinculan a complementos directo e indirecto. Por otro lado, pueden desempeñar la función de marcadores evidenciales modificadores de un contenido proposicional autónomo que no precisa de la existencia del marcador evidencial. Esta doble función de los verbos de percepción creemos que ha sido pasada por alto en los análisis evidenciales (Bermúdez 2002, 2005a; Boye 2010). A nuestro modo de ver, las estructuras con infinitivo o gerundio y elevación de sujeto como en (8a) y (8b) no son manifestación de evidencialidad directa sensorial auditiva o endofórica como se asume en la bibliografía (cf. Bermúdez 2002, 2005a para el español; Boye 2010 para el inglés): (8a) (8b)
Le oigo gritar (a Pedro); Oí/vi; he oído/he visto jugar a los niños; Oí/vi; he oído, he visto a Pedro romper los cristales. Le oigo gritando; Le oí/vi rompiendo los cristales.
Ninguna de las dos construcciones ejerce la función de presentar el modo de acceso a la información de la segunda proposición insertada (‘p2’ = gritar, jugar, romper los cristales); antes bien, la relación entre el verbo de percepción y ‘p2’ es de dependencia y complementariedad, algo que se comprueba si establecemos las siguientes equivalencias o paráfrasis del segundo verbo con frases nominales en (8c): (8c)
Oigo los gritos de Pedro; oigo el griterío, oí/vi los juegos de los niños; oí el ruido de los cristales rotos por Pedro; vi los cristales rotos por Pedro, etc.
En (8a, b) resulta patente la ausencia de fuente de información dado que, en su lugar, prima la presencia de un verbo denotativo con contenido proposicional de percepción, de ahí la posibilidad de parafrasearlas como (8c). El verbo introductor de la cláusula completiva en (8a) y (8b) posee las características asociadas a los contenidos proposicionales veritativos: puede ser negado (no
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le oigo gritar, no oigo/veo nada), puede ser cuestionado parcialmente y en su integridad (¿A quién oyes/ves/oíste/viste?, ¿Qué oyes/ves?, ¿Qué oíste/viste?), puede ser cancelado (pero no estoy seguro de si oí/vi bien). Asimismo, posee una estructura sintáctica propia que cuenta con un complemento propio, y en línea con lo anterior, admite modificadores temporales: todos los días/a veces, a menudo oigo/veo, oí/vi... Acepta de igual modo comentarios que modifican el contenido proposicional, por ejemplo “estoy harta”: Todos los días/a veces oigo gritar a Pedro y estoy harta de oírlo. En definitiva, estas dos estructuras parecen no distanciarse del comportamiento de cualquier otro verbo perceptivo, ya que constituyen un todo global denotativo, sin posibilidad de ser fragmentado en proposición y fuente de información, por lo que, al no traslucir la fuente de información, podrían ser descartadas de la evidencialidad. Situación diferente es la que descubrimos en la construcción completiva con “que” sin elevación del sujeto. Según Bermúdez (2002: 22), en (9) se trataría de un evidencial de doble interpretación: evidencia directa sensorial e indirecta citativa (ejemplos de Bermúdez parcialmente modificados)14: (9)
Oí que los niños jugaban. Oí que los niños jugaron hasta las 4.
Respecto al valor citativo presente en (9), no hay duda: alguien transmitió esa información que se presenta como un evento diferenciado de “oí/he oído que” (= oí decir, he oído decir/se dice/dicen que ‘p’), lo que nos permite disociar el tiempo del momento de la transmisión y el momento en que tiene lugar el evento, que puede acontecer en pasado, presente o futuro, como se ve en (9a): (9a)
Oí/he oído que los niños juegan partidos los domingos; oí/he oído que los niños jugarán un partido mañana (= he oído decir que, dicen que).
Ahora bien, conceder valor evidencial sensorial a (9) nos podría plantear, en principio, las mismas dudas que nos surgieron en el análisis anterior de (8a, b). Es decir, creemos que (9), además del valor citativo, goza de un significado denotativo propio de un verbo de percepción auditiva, no evidencial, y por ende, el enunciado forma un todo global sin posibilidad de ser fragmentado en proposición y fuente de dicha proposición, al igual que acontecía en (8a,
Los ejemplos de Bermúdez (2002: 22) son: Oí/vi que Ana llegó, Oí/vi llegar a Ana, La oí/vi llegar. 14
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b), por lo que nos inclinamos a descartar el valor evidencial sensorial visual del que habla Bermúdez. En (9), “oí” no pretende destacar la fuente de información (sensorial), que aquí no es relevante, sino que se limita a designar un evento que tiene lugar en el mundo real, un evento perteneciente al mundo real “oír ‘p’”, desvinculado de cualquier fuente de información. No podemos detenernos más en el análisis de (9), solamente nos resta destacar que transmite sin lugar a dudas el valor evidencial citativo, pero se requiere un mayor estudio para dilucidar la existencia de un valor evidencial sensorial. Podríamos resumir que los verbos de percepción se extienden en un contínuum que comienza en el valor denotativo y termina en el valor puramente evidencial, algo que se comprueba claramente con el verbo ver, que ha evolucionado hacia valores abstractos, perdiendo o mitigando el valor sensorial inicial (cf. Marcos Sánchez en este volumen). Véase, por ejemplo, el valor inferencial amparado en datos observables en (10a y b) y la inferencia basada en conocimientos y experiencias previas en (11): (10a) Veo que no quieres hablar conmigo. (Infiero por tu comportamiento evasivo que no quieres hablar.) (10b) Se ve que no quieres hablar conmigo. (Infiero por tu comportamiento evasivo que no quieres hablar.) (11)
Veo que no vamos a poder dormir esta noche. (Infiero de mi conocimiento previo: los vecinos celebran una fiesta en casa por la noche y cuando la tienen no duermo.)
Acabamos de analizar casos dudosos de verbos de percepción. Mención aparte merecen las estructuras con el verbo parecer: parece que, parece ser que, parece + infinitivo (cf. Cornillie en este volumen). Vamos a comentar el acertado análisis propuesto por Cornillie (2007). Concordamos con este autor en que parece que admite ambas lecturas, inferencial y citativa, como se aprecia en estos ejemplos: (12a) Parece que ha nevado mucho. Se acaba de ir la luz (gracias a los resultados observables, lo infiero). (12b) Parece que ha nevado mucho en Aragón. Dicen que se ha ido la luz en muchos sitios (citativa, se dice, me han dicho). (12c) Parece que ha debido (de) nevar mucho (solo lectura inferencial, se excluye el valor citativo a causa de la presencia del modal deber).
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Sin embargo, Cornillie defiende la tendencia a la lectura inferencial para parece ser que. Nosotros encontramos también ejemplos de valor citativo en (13a, b, c, d): (13a) Parece ser que ha nevado mucho. Se ha ido la luz (lectura citativa: dicen, yo no estaba allí; se excluye la lectura inferencial; cf. 12a). (13b) Parece ser que ha debido (de) nevar mucho (lectura citativa que acoge en su ámbito la inferencial). (13c) Era una mujer muy grande. Con cara de hombre. Que olía a galletas. Presumía, como buena llanita, de inglesa, aunque parece ser que había nacido en Génova (Á. Vázquez, La vida perra de Juanita Narboni, 1976, CREA). (13d) No he leído la novela de Monsieur Flaubert, pero, por lo que oí a lo largo de la discusión, parece ser que la protagonista de la historia es una mujer casada con un hombre mortalmente anodino (A. Mª Moix, Vals negro, 1994, CREA).
Como habíamos adelantado al inicio de este apartado, otro grupo de medios léxicos lo constituyen los adverbios y locuciones adverbiales: por lo visto, al parecer, en apariencia, aparentemente, visiblemente, claramente, obviamente, evidentemente, supuestamente, presuntamente, presumiblemente. Todos ellos han sido catalogados en los estudios como marcadores supraoracionales o adverbios del enunciado que afectarían al conjunto de la proposición (véase el ej. 8 supra). Como ya hemos comentado, convendría un estudio detenido para dilucidar tanto su ámbito de actuación como los significados precisos que tienden a asumir. En lo que respecta a los significados, queremos hacer hincapié en que si nos fijamos en la base léxica de los adverbios visiblemente, claramente, aparentemente, en apariencia, evidentemente, obviamente, parece que apuntarían a una lectura sensorial, mientras que supuestamente, presuntamente, presumiblemente nos remitirían a una lectura inferencial. No obstante, si tenemos en cuenta el proceso de subjetivización que han experimentado los adverbios, el resultado puede distar de lo esperable. Así, evidentemente procede del verbo perceptivo visual latino videre pero su valor léxico ha ido derivando a un valor más subjetivo, de ahí que pueda transmitir valor inferencial a pesar de su etimología originaria. Por su parte, visiblemente, claramente y obviamente también pueden vehicular, arropados por el contexto adecuado, valores inferenciales. En lo tocante al valor citativo de los adverbios y las locuciones adverbiales, la ambigüedad entre la lectura de discurso referido y la lectura de inferencia,
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fenómeno bastante común como ya hemos mencionado, la ha puesto de manifiesto para los marcadores por lo visto y al parecer González Ramos (2005 y en este volumen). Aunque no podemos aquí discutir estos análisis ni recoger las diferencias entre todos estos operadores, nos detendremos muy brevemente en pergeñar algunas posibles diferencias entre aparentemente, en apariencia y al parecer. En nuestro análisis los ejemplos apuntan a una tendencia de aparentemente/en apariencia hacia el valor sensorial visual, mientras que al parecer tiende a la lectura citativa: (15a) No veo que falte nada. Aparentemente todo está en orden (como se ve, por lo que puedo observar: sensorial visual). (15b) La situación no es muy buena en esos países para los civiles. No obstante, aparentemente/en apariencia todo está en orden (evidencial sensorial con posible doble implicatura epistémica: a) y me lo creo porque lo he observado yo mismo; b) pero no me lo creo, lo han observado visualmente otros, no yo mismo).
Compárense los valores citativos de (16) con los de (15) y en particular (15a) con (16b), donde no resulta natural emplear la locución al parecer en combinación con el valor visual del contexto previo, ya que ambos valores (visual y citativo) se oponen: (16a) Cayo, al conocer los hechos, desterró a Poncio y a su familia a las Galias donde, al parecer, murió (J. J. Benítez, Caballo de Troya 1,1994, CREA). (16b) No veo que falte nada. *Al parecer todo está en orden. (16c) La situación no es muy buena en esos países para los civiles. No obstante, al parecer todo está en orden (evidencial citativo con doble implicatura epistémica: a) y me lo creo; b) pero no me lo creo).
2.2. Estrategias gramaticales dispersas Pasando ya a las formas gramaticales dispersas que indican valores evidenciales, a continuación se analiza el condicional, el futuro, el imperfecto, el “que” citativo y casos de dudosa adscripción como diversas expresiones de impersonalidad y el llamado subjuntivo polémico o concesivo.
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2.2.1. Condicional y futuro Es bien conocida la atribución de valor reportativo al llamado “condicional de rumor” en textos de género periodístico: (17)
El joven, según la Policía, estaría implicado en otros actos de sabotaje (El Mundo, 3/4/1994, CREA).
Asimismo, nos encontramos con el valor de inferencia basada en conocimiento del mundo o datos observables en el condicional y el futuro en (18) y (19): (18)
—¿A dónde iba María cuando la vi salir del portal? —Iría a una cafetería. ¿A dónde fue María? Habrá ido a una cafetería.
(19)
No veo el coche. Se lo habrá llevado Juan/Estará en el garaje.
El valor citativo del futuro no se atestigua de manera diáfana, pero se desprende una presumible lectura citativa en los valores concesivos de enunciados como: Ese autor tendrá mucho éxito, pero a mí no me gusta. A nuestro modo de ver, se trata de una lectura que puede recoger sea una afirmación dicha anteriormente (lectura ecoica), sea una información compartida presupuesta en el contexto (lectura citativa)15. La lectura evidencial citativa estaría restringida a aquellos casos en los que no se puede adjudicar la fuente de información al interlocutor que acaba de mencionar explícitamente la proposición que recoge el futuro. Es decir, eliminamos el valor evidencial citativo del futuro en las lecturas ecoicas como en (20): (20)
—Este autor tiene mucho éxito. —Tendrá mucho éxito pero a mí no me gusta.
No en vano el enunciado ecoico resulta equiparable a: no puedo negarte que tenga mucho éxito, pero a mí no me gusta. El futuro marca enfáticamente que el hablante no dispone de argumentos para negar la verdad de la afirmación, pero, aun así, manifiesta su discordancia. No cabe resquicio para Cf. Escandell (2010) para una visión diferente de la lectura ecoica. Ver también el trabajo de García Negroni en este volumen. 15
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vincularlo al valor citativo, sino a una discordancia de opinión. Una situación diferente nos encontraríamos si no pudiéramos rastrear la fuente de información del contexto inmediatamente previo, en cuyo caso el valor del futuro lo parangonamos con “se dice, dicen que”: este autor tendrá mucho éxito (dicen, se dice), pero a mí no me gusta. 2.2.2. Imperfecto de indicativo Partiendo de ejemplos como (21) se observa que el valor temporal de pasado ha desaparecido para asumir valor de fuente citativa (ejemplos tomados de Reyes 1994): (21)
El tren llegaba hoy a las 10.
(22)
¿Cómo te llamabas? (interpretado como estilo indirecto implícito: ¿Cómo me habías dicho antes que te llamabas?).
En el contexto de 21 y 22 se han mencionado los eventos, y mediante el imperfecto se lleva a cabo una alusión indirecta a ese discurso presupuesto, a modo de recordatorio. En el siguiente ejemplo se constata la recolección de datos previos: (23)
¡Pero si Pedro se iba mañana a Praga! (se decía, se ha dicho: ya sabíamos todos que Pedro se va a Praga porque se ha dicho previamente).
El imperfecto presenta una clara lectura citativa donde la fuente reportativa se recoge de un contexto previo no especificado, no del enunciado previo del interlocutor. 2.2.3. La anteposición de que al inicio de un enunciado como transmisor del valor evidencial citativo16 Se ha defendido este significado en (24a) y (24b) (ejemplos tomados de Demonte y Fernández 2005): 16
Cf. la colaboración de Gras en este volumen.
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(24a) Que el Barça ha ganado la Champions. (24b) (Oye), que el paquete no ha llegado.
No cabe duda de que tras estos enunciados se encuentra la omisión del verbo de lengua “se dice que, dicen” o verbos sensoriales como “he oído, he visto”, que se mantienen ocultos para lograr un mayor efecto impersonal. Esta omisión nos proporciona las claves que nos conducen al valor citativo; sin embargo, dicho esto, si comparamos (24) con otros usos de que en (25), podríamos extraer otras conclusiones: (25a) Que no te vayas sin despedirte de mí. (25b) Que mi hijo se ha ido de casa.
En (25a, b) su uso es meramente enfático, equiparable a digo/insisto (en) que no te vayas, quiero que sepas que mi hijo se ha ido de casa. Se trata de una llamada enfática o petición de atención más exclusiva hacia la información que se va a presentar, dada la importancia que el mensaje tiene para el locutor. No obstante, en (25b), además del énfasis emocional que inculca que como demandante de atención, el hablante pudo haber inferido la proposición porque la habitación está vacía, sin sus cosas (evidencial inferencial), o el hablante pudo haberse enterado por rumores o haber sido informado por vecinos (evidencial citativo). El análisis de (25a, b) nos conduce a pensar que (24a) y (24b), analizados en la bibliografía como citativos, podrían dar pie a una lectura no citativa en la que el hablante, en (24a), pudo haber visto el partido en televisión o haberlo escuchado en la radio, o haber leído acerca de él en el periódico, e incluso pudo darse el caso de que lo hubieran informado fuentes ajenas, todo ello si el contexto lo esclarece. Ninguna de las fuentes resulta descartable en (24), por lo que concluimos que lo que prima y se transmite tanto en (24) como en (25) se encamina más al valor enfático que al evidencial. Si el contexto no clarifica la proveniencia de la fuente, solo podría ser catalogado como “fuente indiferente” (Wiemer y Stathi 2010). En un ejemplo como (Oye), que el jefe ha dejado su puesto, podemos toparnos con una fuente sensorial (lo he visto yo mismo), inferencial (lo infiero porque le han dado el finiquito y ha recogido sus cosas) o citativa (se dice). En definitiva, la conjunción que por sí misma no es indicadora de valor citativo. Solamente el cobijo de un contexto más esclarecedor nos permitirá decantarnos o no por un valor evidencial.
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2.2.4. La impersonalidad y algunos usos concesivos del subjuntivo Diversos matices de impersonalidad y algunos usos concesivos del subjuntivo han sido vinculados a la evidencialidad entendida como acceso intersubjetivo a la información (Nuyts 2001, 2012), no como modo cognitivo de acceso a la información, esto es, fuente de información. En este sentido, se concibe la evidencialidad en términos de un acceso que engloba desde el acceso privativo al hablante —evidencialidad endofórica— hasta un acceso universal, pasando por un acceso compartido por hablante y oyente. Según Bermúdez (2005a), el pronombre impersonal uno y el uso de tú impersonal señalarían que la fuente de información se identifica con la experiencia del hablante, siendo en ambos casos dicha experiencia universalizable. En el caso de uno el acceso es no privativo compartido por más gente, mientras que en el caso del pronombre tú el acceso es compartido entre hablante y oyente (ejemplos tomados de Bermúdez 2005a: 12): (26a) Uno tiene que sufrir en esta vida para ser feliz después. (26b) Tú te tienes que levantar temprano y estar todo el día trabajando.
En otras palabras, a través de uno el hablante expresa que lo que afirma proviene de sus propias experiencias o creencias, pero cualquiera podría estar de acuerdo. Mediante tú, implicamos al oyente en esa experiencia. Otro valor de intersubjetividad se observa en los usos del llamado “subjuntivo polémico”, en el que, según Escandell (2010), hay atribución a otro de parte del contenido comunicado, similar a la lectura ecoica que vimos anteriormente con el futuro: (27a) Aunque te parezca mal, se lo voy a decir (cf.: Aunque te parece mal, se lo voy a decir). (27b) Porque haga frío no vamos a quedarnos en casa.
La información se presenta como dada, ya sea presupuesta en el contexto o porque alguien lo ha comunicado con anterioridad. La información muestra accesibilidad intersubjetiva entre el hablante y el oyente o entre el hablante y un grupo de personas no especificado.
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Para terminar con el grupo de estrategias asociadas al valor de intersubjetividad, se ha afirmado que algunos conectores consecutivos muestran la diferencia entre acceso no privativo y privativo. Según Bermúdez (2005a), el conector de ahí que muestra el tipo de acceso de los participantes a la información, que puede ser privativo al hablante o compartido por hablante y oyente (ejemplo tomado de Bermúdez 2005a): (28)
Me trataron mal, de ahí que me fui17.
El oyente puede no saber que el hablante se fue (información privativa al hablante) o saberlo porque se lo han dicho, lo ha visto o lo ha inferido. Es decir, de ahí que presupone información compartida. Si se contrasta con otras unidades de su paradigma (por eso, así que) que excluyen ese valor, de ahí que es interpretado como un evidencial de información compartida al igual que el futuro polémico o el subjuntivo concesivo. A nuestro modo de ver, todos estos valores intersubjetivos apuntados no deberían ser integrados en la evidencialidad, ya que no indican el tipo de fuente de información —punto de partida para delimitar la categoría— sino que únicamente codifican el rango de accesibilidad de la información que posee el resto de los participantes. Por otro lado, creemos que el uso del concepto de intersubjetividad necesita ser analizado con más detenimiento, algo que excede los límites de este trabajo. Esta accesibilidad mantiene un carácter completamente subjetivo cuando se trata del juicio del hablante, como se pone de manifiesto en las expresiones impersonales uno, tú, en las que es el hablante mismo quien determina que el tipo de acceso es intersubjetivo. Por otro lado, es lógico encontrarse con una accesibilidad restringida al hablante y al oyente en el caso del futuro polémico o el subjuntivo concesivo, ya que tan solo acaban de intercambiarse la información en cuestión, lo que desacredita el uso del término “intersubjetivo”. No hay cabida al término “evidencial” en estas construcciones, al tratarse de un intercambio de información (“vieja”, en términos pragmáticos) de la que el oyente se hace eco, que recoge y reformula, aceptándola o no. El imperfecto, en determinados contextos, y el condicional de rumor son expresiones con valor evidencial citativo, pero no así, creemos, estas construcciones con valor intersubjetivo. Entre las estrategias evidenciales hemos presentado 17
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En el original aparece “fui”, aunque correctamente debería aparecer “fuera”.
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el futuro concesivo analizado en (20) (este autor tendrá mucho éxito [dicen, se dice], pero a mí no me gusta), que parece apuntar a una lectura evidencial citativa pero que, no obstante, requiere mayor estudio por las razones allí esgrimidas18. No podemos detenernos más en tratar esta diferencia entre los tres conceptos: lectura ecoica, intersubjetividad y evidencialidad, únicamente hemos querido reseñar la importancia de mantenerlos separados. 3. La función deíctica de la evidencialidad El carácter deíctico de la categoría evidencial ha sido apuntado en varios trabajos (cf. Frawley 1992) en el sentido de que hace referencia simultánea a elementos extralingüísticos (i.e. la fuente de información) y a la situación de los participantes en relación con dicha fuente en el contexto comunicativo. Asimismo, junto a Frawley, Lazard (1999) es otro de los autores pioneros en interpretar la evidencialidad como distancia deíctica del hablante respecto a su propio acto de habla. Traemos aquí a colación a De Haan (2005: 1), que ilustra esta idea puesto que, para él, un significado evidencial marca “the relationship between the speaker and the action being described”, al tiempo que afirma: “Evidentiality is a deictic category, not an intrinsic modal one”. Para este autor, los demostrativos codifican valores relacionados con los evidenciales puesto que los primeros hacen referencia a objetos o situaciones visibles o no visibles que se hallan próximos o distantes del hablante. Asimismo, Aikhenvald (2004, 2011) ha destacado la procedencia de algunos marcadores sensoriales de sistemas demostrativos, que muestran un comportamiento polisémico al codificar tanto valor demostrativo como evidencial. En la lengua dyirbal (Dixon 1972), con el afijo bala- marcamos que el referente es visible y no cercano al hablante; con yala- el referente es visible y cercano al hablante; el afijo Èa la- indica que el referente no es visible, pero puede ser audible o recordado del pasado.
Existen muchos valores ecoicos del futuro que no deberían ser confundidos con los evidenciales reportativos. En el siguiente ejemplo, no se diría que el futuro goza de valor intersubjetivo (sí es ecoico, pero no intersubjetivo: su uso indica que no se descarta la verdad de lo que ha dicho el interlocutor, se acepta la verdad): —Juan está en la playa con María. —Pues estará. 18
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El hablante emplea los evidenciales citativos e inferenciales para establecer que la acción se desarrolló fuera de su esfera deíctica sensorial, logrando distancia deíctica entre el hablante y la proposición, mientras que, en cambio, si la acción se desarrolló dentro de dicha esfera emplea el evidencial sensorial, logrando menor distancia. Como recogimos en González Vázquez (2006), concordamos con Lazard en que crear distancia es resultado de esta función deíctica que realiza la evidencialidad. Gracias a la evidencialidad, se señala en el contexto comunicativo la posición objetiva que ocupa el hablante respecto al evento descrito y respecto a su propio acto de habla. La necesidad de situar al hablante en el contexto cognitivo exterior responde al deseo del propio hablante de que el oyente disponga de todos los datos precisos del entorno de la comunicación para poder realizar la interpretación del enunciado de la mejor manera posible. Como apuntaba Aikhenvald (2004: 361; cf. supra la cita de Aikhenvald en §1), ayudan a salvaguardar las máximas conversacionales, principalmente las máximas de cantidad y manera. Por ello, el hablante proporciona los detalles del proceso de obtención de la información previo al contenido comunicado, y en ocasiones, pero no necesariamente, también proporciona información sobre el grado de accesibilidad al mecanismo de adquisición de la información (intersubjetividad). Mediante todo ello, el hablante trata de objetivar su enunciado distanciándose de él, ya que se sitúa fuera del escenario del contenido comunicado. En línea con lo anterior, recordemos que algunos autores consideran los evidenciales meros especificadores pragmáticos del tipo de adaptación conversacional que debe ser realizada por parte del oyente. No cabe duda de que, en el nivel interpersonal, la evidencialidad nos permite hacer referencia al propio hablante. El hecho de que en contextos compartidos por hablante y oyente no se expliciten las fuentes de información es un indicio que apoya este carácter deíctico autorreferencial de la evidencialidad, y que viene en defensa de la necesidad del hablante de proporcionar datos sobre su propia situación dentro del contexto comunicativo. El modo de obtener la información y la consiguiente participación del hablante en dicho proceso de obtención tiene valor en sí mismo tanto para el hablante como para el oyente. Como apuntan, entre otros, Marín Arrese (2011, 2013), Nuckolls (2012) y Sidnell (2012), debido a sus características deícticas y a sus lazos con la intersubjetividad, la categoría que hemos abordado constituye un valioso instrumento para conseguir variados efectos pragmáticos y sociales, desde el momento en que el hablante tiene en cuenta el estatus epistémico del oyente
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con respecto a la información que va a transmitir, y viceversa: la evidencialidad implica una perspectivización del punto de vista del hablante que el oyente debe ser capaz de interpretar desde su propia posición discursiva, ya sea como atenuación, distanciamiento, cercanía o refuerzo epistémico, u otras variadas estrategias pragmáticas discursivas (cf. Albelda en este volumen). Referencias bibliográficas AIKHENVALD, Alexandra (2003): A Grammar of Tariana, from Northwest Amazonia. Cambridge: Cambridge University Press. AIKHENVALD, Alexandra (2004): Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. AIKHENVALD, Alexandra y R. M. DIXON (eds.) (2003): Studies in Evidentiality. Typological Studies in Language. Ámsterdam: John Benjamins. BARNES, Janet (1984): “Evidentials in the Tuyuca verb”, International Journal of American Linguistics, 50, 255-271. BERMÚDEZ, Fernando (2002): “La estructura evidencial del castellano. Elevación de sujeto y gramaticalización”, Romansk Forum, 16, 19-29. BERMÚDEZ, Fernando (2005a): Evidencialidad: la codificación lingüística del punto de vista. Tesis doctoral. Universidad de Estocolmo. BERMÚDEZ, Fernando (2005b): “Los tiempos verbales como marcadores evidenciales. El caso del pretérito perfecto compuesto”, Estudios Filológicos, 40, 165-188. BOTNE, Robert (1997): “Evidentiality and Epistemic modality in Lega”, Studies in Language, 21/3, 509-532. BOYE, Kasper (2010): “Semantic maps and the identification of cross-linguistic generic categories: Evidentiality and its relation to Epistemic Modality”, Linguistic Discovery, 8/1, 19-46. BOYE, Kasper y Peter HARDER (2009): “Evidentiality. Linguistic categories and grammaticalization”, Functions of Language, 16/1, 9-43. CHAFE, Wallace (1986): “Evidentiality in English Conversation and Academic Writing”, en W. Chafe y J. Nichols (eds.), 261-272. CHAFE, Wallace y Johanna NICHOLS (eds.) (1986): Evidentiality: The Linguistic Coding of Epistemology. Norwood, NJ: Ablex. CORNILLIE, Bert (2007a): Evidentiality and Epistemic Modality in Spanish (Semi-) Auxiliaries. A Cognitive-Functional Approach. Berlín: De Gruyter Mouton. CORNILLIE, Bert (2007b): “The continuum between lexical and grammatical evidentiality: a functional analysis of Spanish parecer”, Rivista di Linguistica, 19/1, 109128. CREA = REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Corpus de referencia del español actual. Disponible en línea: .
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ESTABLECIENDO LÍMITES ENTRE LA EVIDENCIALIDAD Y LA ATENUACIÓN EN ESPAÑOL*1 MARTA ALBELDA MARCO Universitat de València
1. Introducción Diversos estudios lingüísticos apuntan la relación entre evidencialidad y atenuación. La Nueva gramática de la lengua española (NGLE: §30.11o) define uno de los tres tipos de adverbios del enunciado, los “evidenciales”, como aquellos que “intensifican o atenúan la fuerza de lo que se asevera”, a diferencia de los “adverbios modales o modalizadores”, que “suspenden la asignación de un valor de verdad a la proposición a la que modifican” (NGLE: §30.11o). Entre los evidenciales recoge intensificadores como ciertamente, evidentemente, de verdad, y atenuantes como aparentemente, presuntamente, al parecer o por lo visto. Entre los modales, incluye los epistémicos —probablemente, seguramente, quizá— y los deónticos —necesariamente, obligatoriamente. Aun estando de acuerdo en que los evidenciales pueden desempeñar funciones atenuantes, no deja de resultar curiosa tanto la definición como la clasificación de estos adverbios. Llama la atención que la NGLE no defina la evidencialidad directamente como ‘fuente de información’, tal y como apunta normalmente la bibliografía (Dendale y Tasmowski 2001; Aikhenvald 2004; Cornillie 2007; Boye 2010a, 2010b, etc.), y, sin embargo, considere evidenciales ciertamente o de verdad, formas que no señalan la fuente del mensaje. Es también llamativo que la NGLE excluya los fenómenos de la atenuación y de la intensificación en la caracterización de la modalidad (Holmes 1984; Meyer-Hermann 1988; Bazzanella y otros 1991; Sbisà 2001; Kaltenböck y otros 2010), pero los considere definitorios de la evidencialidad. * Agradezco sinceramente a María Estellés y a Dorota Kotwica las lecturas previas de este trabajo y las fructuosas críticas y discusiones que hemos mantenido. Esta investigación ha sido desarrollada gracias a la financiación recibida en el proyecto “La atenuación pragmática en el español hablado: su variación diafásica y diatópica” (Ministerio de Economía y Competitividad de España, ref. FFI2013-40905-P).
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Por su parte, algunas de las hoy ya numerosas investigaciones dedicadas a la atenuación señalan, entre sus formas de expresión, los elementos evidenciales, de manera explícita (Caffi 1999: 886; González Ramos 2004: 670-671; Albelda y Cestero 2011; Albelda y otros 2014; Kotwica 2015), o implícita, al recoger formas evidenciales en su nómina de atenuantes (Holmes 1984: 360; Meyer-Hermann 1988: 286-288; Briz 2006: 9)1. Así pues, de acuerdo con estos trabajos y con la propuesta de la NGLE, ¿se puede considerar que los evidenciales son elementos de atenuación (y de intensificación)? ¿Cuáles son los límites entre evidencialidad y atenuación? La atenuación, a su vez, se ha definido en algunas propuestas como una expresión de la modalidad epistémica al servicio de la reducción del grado de compromiso del hablante con lo dicho (Briz 2006; Albelda y Cestero 2011). Explicar la atenuación en términos de modalidad epistémica para relacionarla con la evidencialidad conlleva abrir, una vez más, la ya clásica discusión en torno al papel de la modalidad epistémica en la definición de evidencialidad: ¿son los evidenciales un tipo de elementos epistémicos o son categorías independientes? El presente trabajo pretende contribuir a responder estas preguntas y a reflexionar sobre la relación entre evidencialidad y atenuación. Se hace, primero, a través de una revisión de las principales aportaciones teóricas a la caracterización de la evidencialidad, la atenuación y la epistemicidad, y a los cruces entre ellas (sección 2). En segundo lugar, se realiza un pequeño estudio de campo en el que se analizan los valores contextuales de un grupo de marcadores evidenciales del español en distintos corpus discursivos (sección 3). A partir de ello se establecerán las conclusiones. 2. Estado de la cuestión 2.1. La evidencialidad en español y su relación con la modalidad epistémica De acuerdo con los lingüistas tipológicos, como De Haan (1999, 2001, 2005a) o Aikhenvald (2004), la evidencialidad se considera un universal lingüístico. Es una categoría gramatical obligatoria en algunas lenguas, y en otras
Asimismo, también se reconocen valores atenuantes de los elementos evidenciales en algunas obras (Chafe y Nichols 1986; González 2005; Haßler 2010; González Ruiz 2014). 1
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en las que no es obligatoria se reconoce como categoría lingüística manifestada funcionalmente mediante diferentes medios. Según los citados autores, en español la evidencialidad no es obligatoria, sino que, de acuerdo con su perspectiva, hemos de considerarla optativa. Concretamente, para Aikhenvald (2004), el español no es una lengua gramaticalmente evidencial, puesto que a) la expresión de la fuente de información no es obligatoria, y b) no posee afijos o morfemas evidenciales codificados. Para la autora, el español, al igual que otras lenguas europeas como el inglés o el portugués, expresa este dominio semántico por medio de lo que denomina “estrategias evidenciales”2 (Aikhenvald 2004: 11). El hecho de que el español no posea elementos evidenciales gramaticales es algo discutible, aunque no se argumentará aquí. Baste solo señalar la postura de Diewald y Smirnova (2010: 5) respecto a la concepción de la evidencialidad de Aikhenvald: “Since grammaticalization is a gradual process, it would be counterproductive to restrict attention to fully developed grammaticalized systems”3. Desde nuestro punto de vista, en español, aunque no abundantes, existen elementos cuyo significado nuclear y básico es evidencial, como los marcadores discursivos al parecer, por lo visto, parece ser, según parece, según dicen4, etc. La evidencialidad que transmiten es de tipo indirecto, reportada y/o inferida (González Ramos 2004, 2005, en este volumen; Marcos Sánchez 2005; Cornillie 2007, 2010; Kotwica 2013 y 2015). Como se ha señalado, es conveniente en este trabajo referirse a la relación entre evidencialidad y modalidad epistémica, puesto que, en principio, afecta
Las “estrategias evidenciales”, según la autora, son formas no evidenciales que pueden adquirir extensiones evidenciales, las cuales se consideran un “side-effect” de su significado primario. Sin embargo, Aikhenvald (2004: 11) reconoce también que históricamente tales estrategias pueden llegar a convertirse en evidenciales plenos. 3 De acuerdo con Diewald y Smirnova (2010), existe una gradación en la cadena de fenómenos léxicos que pasan a ser más gramaticales, por lo que aquellos mecanismos que se encuentran en diversas fases de su gramaticalización hacia un significado evidencial han de considerarse de naturaleza gramatical. En ese sentido, señalan Diewald y Smirnova (2010), Aikhenvald (2004) no distingue apropiadamente las cuestiones estructurales (qué es una categoría gramatical) de lo que son dominios semánticos (el significado —evidencial— que puede materializarse por medio de diversas estructuras). 4 Nos referimos a los usos en que estas combinaciones están gramaticalizadas, o altamente gramaticalizadas, como marcadores, pues algunas de ellas también se presentan en combinación libre con otro significado. 2
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al fenómeno de la atenuación. Como es sabido, existen distintas posturas sobre las relaciones entre ambas: se habla de evidencialidad en sentido amplio cuando se incluye en ella la modalidad epistémica, o viceversa; y de evidencialidad en sentido estrecho cuando se consideran ambas categorías independientes (Dendale y Tasmowski 2001; Boye y Harder 2009; Boye 2010a). De Haan (2001) explica que la confusión entre las dos categorías se debe a que algunas lenguas poseen formas polisémicas, que, según los casos, pueden expresar evidencialidad o epistemicidad, como es el caso del verbo modal holandés moeten (‘deber de’). Por su parte, Cornillie (2009), también defensor de mantener separadas estas dos esferas, parece solventar el problema a partir de la distinción entre codificar (convey) e implicar (implicate). Para este autor, en los casos en que se produce esta combinación de valores, la lectura primaria —codificada— es la evidencial, y la lectura secundaria —implicada— es la epistémica. No obstante, reconoce que no es sencillo separar los dos valores: “Notwithstanding this functional difference, analysts often find it very hard to determine the main reading of an expression. As a consequence, proposals for combining the two qualifications have seen the light” (Cornillie 2009: 47). La posición aquí defendida es que se trata de dominios diferentes; en primer lugar, porque en un gran número de lenguas (las consideradas tipológicamente evidenciales) la evidencialidad es una categoría obligatoria y su significado nuclear es el de expresar la fuente de información (Aikhenvald 2004; De Haan 2005a); en segundo lugar, porque existen lenguas en las que claramente se trata de dominios separados, puesto que son distintas las formas de las que se dispone para representar la evidencialidad y para expresar la epistemicidad (De Haan 1999, 2005a; Faller 2002; Cornillie 2009)5. 2.2. La atenuación y su relación con la modalidad epistémica También el concepto de atenuación es resbaladizo. De manera intuitiva puede resultar transparente y unánime entre los lingüistas, pero las investigaciones reflejan que se ha entendido de diversas formas, por lo que conviene definirla al referirse a ella y señalar los criterios que permiten reconocerla en un contexto (Albelda 2010). Como muestra el análisis de corpus presentado más abajo (§3.2), para el caso del español también se corrobora la separación de ambos dominios. 5
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La concepción de atenuación aquí seguida es la propuesta por Briz (2003, 2006) y Caffi (1999, 2007). Se trata de una estrategia comunicativa —pragmática—, de distanciamiento del mensaje (Briz y Albelda 2013), que busca “minimizar la fuerza ilocutiva de los actos de habla y el papel de los participantes de la enunciación con el fin de lograr la meta prevista, el acuerdo (o en minorar en su caso el desacuerdo)” (Briz 2006: 7-8). Se encuentra al servicio de la gestión de la imagen y, muy frecuentemente, contribuye a regular la relación interpersonal y social entre los participantes de la enunciación (Briz 2003: 19). La atenuación puede afectar a diversos elementos del proceso comunicativo, al establecer una distancia entre quien habla y su mensaje, o entre quien habla y su interlocutor/a: “Mitigation is the result of a weakening of one of the interactional parameters” (Caffi 1999: 882). Con la atenuación se evita la responsabilidad con lo dicho y se reducen las obligaciones de los interactantes (Meyer-Hermann 1988; Reyes 1994; Briz y Albelda 2013). De aquí procede su relación con la modalidad epistémica (Holmes 1984; González Ruiz 2004; Albelda 2007; Caffi 1999, 2007), y también, como señalan algunos autores, con la deóntica: “Mitigation affecting deontic modality reduces addressee’s obligations, while mitigation affecting epistemic modality reduces speaker’s obligations” (Caffi 1999: 883). De acuerdo con la bibliografía, la modificación del grado de fuerza ilocutiva en los actos de habla afecta, entre otros, al rol modal de los participantes de la enunciación (Holmes 1984; Bazzanella y otros 1991; Sbisà 2001; Caffi 2006). En el caso del hablante, la reducción o aumento de las obligaciones que supone hacer un acto de habla podría entenderse como una expresión de la modalidad epistémica (de naturaleza gradual), y, en ese sentido, se hablaría de atenuación o de intensificación. Sin embargo, convendría precisar que la modificación epistémica es solo uno de los ámbitos a los que afecta la atenuación (y la intensificación). La modalidad epistémica atañe al grado de certeza con que una proposición es creída o sabida, y su cometido es el de expresar tal grado de certeza sobre la verdad de lo dicho (duda, seguridad, convicción). Si bien el menor compromiso con la verdad de una proposición es un caso de atenuación, no toda atenuación se reduce solo a la modalidad epistémica, como se explica en el siguiente apartado.
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2.3. La relación entre evidencialidad y atenuación Las definiciones de atenuación de Briz (2003, 2006) y Caffi (1999, 2007) van más allá de la atenuación de la fuerza ilocutiva (hedges), puesto que señalan que también se puede mitigar el papel de los participantes en la enunciación (Briz 2006), lo que Caffi denomina shields, mecanismos que atenúan el origen o fuente del enunciado. El ámbito de la atenuación en los “escudos” (shields) es la desfocalización o desplazamiento de alguno de los tres componentes del origen deíctico señalados por Bühler (1979 [1934]): ego-hic-nunc. Como explica Caffi (2007), en el caso del yo se borra o desfocaliza la referencia deíctico-personal, del yo como fuente y agente del enunciado; el hic y nunc afectarían a la dislocación del eje espacio-temporal. La función atenuante que se puede atribuir a los evidenciales parece vincularse a esta estrategia deíctica del agente6. En español no es obligatorio indicar la fuente de la información transmitida, por lo que el empleo de evidenciales puede deberse a causas pragmáticas. Es esperable, por ello, encontrar usos de evidenciales con un valor propio, y exclusivo, de ‘fuente de información’ y también usos con otros fines comunicativos. Este ha sido, quizás, uno de los motivos, entre otros, por los que se han vinculado evidencialidad y modalidad epistémica y, a su vez, estos fenómenos con la atenuación e intensificación, como indica la NGLE. Así cabe entender que su empleo pueda buscar estratégicamente fines atenuantes. Dicho de otra manera, en tanto que apuntan a fuentes responsables de la aserción, los evidenciales son elementos propicios para expresar la atenuación. Esta función atenuante podría ser la de marcadores como por lo visto, según parece, parece ser, al parecer, etc., que en algunos contextos remiten a fuentes de información reportadas o inferidas, y señalan que el responsable de la aserción no es el locutor del enunciado7. Véase también al respecto Haverkate (1994: 129-141 y 182-185); Haßler (2010) y Whitt (2011). 7 Téngase en cuenta, al respecto, que se dice “el responsable de la aserción”. En el caso de la evidencialidad reportada es fácilmente comprensible porque se señala que la información se ha obtenido de una fuente externa (Squartini 2008). En el caso de la evidencialidad inferencial podría resultar llamativo no considerar que el locutor sea el responsable, puesto que señala que la información apuntada es fruto de un razonamiento suyo. Este punto requiere mayor profundización, y lo consideraré en otra investigación, pero sirva de momento señalar el hecho de que la propia definición de evidencialidad como fenómeno deíctico (Squartini 2008; Boye 2010b) ya supone la existencia de una mediación entre lo asertado y su transmisión. En ese sentido, 6
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En la nómina de mecanismos formales que son susceptibles de recubrir funciones de atenuación de Albelda y Cestero (2011) y de Albelda y otros (2014), las expresiones de evidencialidad se incorporan en la clasificación de fenómenos atenuantes dentro de la impersonalización, ya que “despersonalizan el origen deíctico del enunciado”. Coinciden, pues, con la impersonalización en el hecho de desfocalizar y difuminar la enunciación personal. Caffi también señala la impersonalización como fenómeno fundamental de los shields, y la reconoce, al mismo tiempo, como estrategia de objetivación, en la que, además, señala una doble función de atenuación e intensificación: “While the cognitive informativeness of the act is reinforced, and with it, its argumentative power, the overall relational effect is one of distancing” (Caffi 1999: 896). Se entiende con esto que Caffi (1999, 2007) relacione la atenuación con el rasgo de “desresponsabilización”. En ocasiones, elegir un mecanismo evidencial podría no solo introducir la fuente de información de lo aseverado, e informar del modo en que se ha obtenido la información, sino también responder al deseo de “desresponsabilizarse” del contenido informado. Surge así la atenuación, que genera una suspensión del compromiso del hablante con su aserción, expresando una distancia en el eje deíctico personal. 3. Estudio de campo La realización de un estudio de campo pretende proporcionar datos empíricos que contribuyan a establecer los espacios de actuación e incidencia de las dos categorías que nos ocupan, la evidencialidad y la atenuación; la primera, de naturaleza semántica, y la segunda, de naturaleza pragmática. Al mismo tiempo, tales datos podrán informar de qué hace de la evidencialidad una categoría propicia para ser fuente de la atenuación.
elegir un enunciado marcado por un evidencial, frente a uno sin marca evidencial, expresa una separación del locutor respecto a lo dicho; mediatiza sus inferencias porque no las presenta por sí mismas, sino a través de la indicación de que se trata de una evidencia que él/ella mismo/a ha inferido.
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3.1. Metodología El presente análisis se propone dos objetivos: a) estudiar si hay usos evidenciales que no desempeñen una función atenuante; y b) en el caso de que se confirme que la atenuación es solo una función pragmática que puede acompañar a la evidencialidad, obtener las condiciones por las que un elemento evidencial actúa como atenuante, de manera que se contribuya a la mejor caracterización de estos dos dominios y se reconozcan sus distintos papeles en la lengua. 3.1.1. Para realizar este análisis se han tomado las siguientes decisiones metodológicas. En primer lugar, la selección de las formas objeto de análisis. Tal y como han apuntado estudios previos, el español dispone de formas o construcciones polisémicas que, de acuerdo con los usos, pueden recubrir significados evidenciales. Es el caso de algunos valores de tiempos verbales, como el imperfecto o el futuro (Reyes 1994; Squartini 2001; Rodríguez Rosique 2013; García Negroni en este volumen); algunas locuciones fraseológicas (Torrent 2013, 2015), construcciones sintácticas (Rodríguez Ramalle 2008 y en este volumen; Gras en este volumen), etc. Sin embargo, el español también ha desarrollado algunas formas cuyo valor nuclear y básico es el de evidencialidad (Estellés y Albelda 2014; Kotwica 2015; González Ramos en este volumen): marcadores discursivos y construcciones como al parecer, por lo visto, parece ser, según parece, según dicen. En este trabajo se analizarán solo formas exclusivamente evidenciales, como medida de acotación del objeto de estudio, lo que también evita complicar el análisis con un parámetro más de discriminación de los usos evidenciales frente a los no evidenciales. 3.1.2. En segundo lugar, se ha establecido el corpus del que se han extraído y analizado los casos, limitados a la variedad sincrónica del español de España. Puesto que nuestro objetivo ha sido indagar en la interrelación entre atenuación y evidencialidad, para la fijación del corpus se ha tenido en cuenta uno de los motores fundamentales de la atenuación, la implicación de la imagen de los participantes de la enunciación en el mensaje (Goffman 1959; Brown y Levinson 1987; Bravo 2003; Briz 2003, 2006; Hernández 2006; Briz y Estellés 2010). Se ha procurado, así, recoger un corpus que asegurara diversidad de relaciones de imagen entre los interlocutores, por lo que se han tomado diferentes tipos de géneros discursivos con diversas finalidades y situaciones comunicativas, y con una variedad de tipologías textuales.
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El corpus definitivo está representado por tres géneros discursivos (tres subcorpus) en los que a priori se espera un distinto cuidado y atención a la imagen social de los participantes. Estos géneros recogen contextos neutros en cuanto a relaciones de imagen, contextos en los que la atmósfera es amistosa y contextos en los que hay confrontación entre los participantes. El primer género del corpus es el artículo de prensa8, que representa un tipo de discurso monológico y escrito de carácter informativo-narrativo y supuestamente neutro (o más neutro) en lo relativo a la protección de la imagen de los interlocutores (periodista/lector). El género informativo es clásicamente un verdadero consumidor de la evidencialidad9; es el género reportativo por excelencia, al dedicarse presuntamente a transmitir de manera objetiva hechos acaecidos y, por tanto, con una fuerte tendencia a dejar constancia de la fuente de información. El segundo género que se analiza es la interacción interpersonal y amistosa en conversaciones y entrevistas semiformales. Estas contrastan con los artículos de prensa en algunos aspectos: en cuanto a su estructura dialógica, al canal oral y a una mayor variedad de tipología textual, puesto que en la conversación suele alternarse la exposición, la narración y la argumentación. Todavía hay un parámetro más de contraste entre la conversación y al artículo de prensa, que será clave en el recurso a la atenuación: la gestión de las imágenes de los interlocutores es fundamental en un género intrínsecamente socializador. El tercer género para el análisis es el debate político. La inclusión de este género, en el que también resulta fundamental la gestión de la imagen, permite tener en cuenta la intención confrontacional. Ya no se trata de diálogos interpersonales conciliadores y focalizados en el cuidado de la imagen de los interlocutores, sino de disputas argumentativas con un fin transaccional, y en las que la destrucción del prestigio del otro puede convertirse en el éxito de la interacción. Lo que aquí se ha denominado artículo de prensa viene a coincidir con el género comúnmente llamado noticia de prensa. No los consideramos sinónimos, pero puesto que el corpus periodístico tomado para el análisis de este género (véase §3.1.2, Corpus Molinero) los denomina de esta forma, se seguirá su nomenclatura. Los artículos de prensa que se recogen en el Corpus Molinero presentan todos ellos un estilo informativo; ahora bien, mientras que la mayor parte posee una actitud informativa, hay un porcentaje más reducido que ostenta una actitud interpretativa (Martínez Albertos 1989). 9 Diversos trabajos, entre otros De Haan (2005b); Marín Arrese (ed. 2004); González (2005); Marcos Sánchez (2006); Whitt (2010); Kotwica (2013 y 2015), etc., se basan en textos periodísticos para el estudio de la evidencialidad. 8
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En definitiva, el análisis de estos tres géneros nos permite atender a distintos parámetros que afectan al uso de evidenciales y que involucran especialmente la gestión de las imágenes, y por tanto el recurso a la atenuación. La integración de diferentes géneros en este estudio asegura un amplio abanico de situaciones comunicativas para valorar tanto las variadas finalidades de habla como la interacción de las imágenes. Se han tomado 20 enunciados de cada uno de los tres corpus; en total se han analizado 60 enunciados en su contexto discursivo. Las 60 muestras reúnen diverso número de casos de las construcciones evidenciales objeto de estudio (al parecer, por lo visto, parece ser, según parece, según dicen). La distribución del número de muestras de cada marcador discursivo es proporcional a su frecuencia en cada uno de los géneros tratados. Esto es, respecto al 100% de los casos de cada género (20 casos por género) se ha extraído una proporción de marcadores discursivos según su índice de frecuencia. Por ejemplo, en el corpus de artículos de prensa, el marcador más utilizado es al parecer (6 casos extraídos en total), y los menos empleados, con el mismo índice de aparición, son según parece y según dicen (se han extraído, en proporción con el total de este género, 3 casos de cada uno). Por lo visto y parece ser poseen una frecuencia intermedia respecto a los anteriores, y ambos presentan la misma frecuencia (en proporción, corresponden a 4 casos de cada uno de estos marcadores). Para las ocurrencias del género informativo se ha acudido al corpus en línea de artículos de prensa Molinero (); los ejemplos extraídos datan de los años 2004-2009. Para el análisis de las interacciones amistosas se ha acudido al corpus Val.Es.Co. (Briz y otros 2002 y en línea), al corpus PRESEEA de Valencia (Gómez Molina y otros 2001, 2005 y 2007) y al Habla culta de Granada (Salvador 2007). Para el debate político se ha creado un corpus propio a partir de los debates sobre el estado de la nación del Consejo de Ministros de España de 2009, 2010, 2011 y 201310. La tabla 1 recoge la distribución por géneros discursivos de las 60 ocurrencias de formas evidenciales analizadas.
10 En el año 2012 se suprimió el debate sobre el estado de la nación en España. Los debates se han obtenido del Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, a través de su página electrónica: .
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TABLA 1 Distribución por géneros de los marcadores discursivos analizados CORPUS Artículos de prensa Conversaciones y entrevistas Debates del estado de la nación
AL PARECER
POR LO VISTO
PARECE SER
SEGÚN PARECE SEGÚN DICEN
6
4
4
3
3
2
10
5
2
1
11
5
2
1
1
3.1.3. En el análisis del corpus se ha establecido una serie de parámetros para reconocer si los evidenciales representan una función atenuante en el contexto en el que se encuentran. Los parámetros analizados para cada ocurrencia evidencial son los diez siguientes: el primero se refiere a la evidencialidad, y los otros nueve se han tomado de las variables establecidas por Albelda y Cestero (2011), Briz y Albelda (2013) y Albelda y otros (2014) para el reconocimiento de la atenuación: a) tipo de evidencia (indirecta): (1) reportada o (2) inferida. b) función del marcador. Se reconocen tres funciones: (1) atenuación; (2) neutra; (3) disociación irónica. Para discriminar si estamos ante una función atenuante (1) ha de existir una implicación de la imagen de algún interlocutor; siguiendo a Briz y Albelda (2013), ha de producirse alguna de estas situaciones: (i) velar por la autoimagen protegiéndose por lo dicho o hecho, con un interés de ganar o no perder imagen; (ii) prevenir una posible amenaza a la imagen de otro interlocutor o prevenir un posible obstáculo en la consecución de una meta; (iii) reparar una amenaza a la imagen de otro interlocutor o reparar una amenaza por la intromisión en su territorio. Si no se registra ninguna de estas tres funciones atenuantes, según la bibliografía (González Ramos 2005; Marcos Sánchez 2005; Kotwica 2013; Estellés y Albelda 2014), estos marcadores pueden realizar otras dos funciones: señalar únicamente la fuente de información, función neutra (2); disociación irónica (3).
Para reconocer la posible función atenuante, nos ayudamos de otros parámetros discursivos y situacionales, de acuerdo con Briz y Albelda (2013) y Albelda y otros (2014):
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c) tipología textual: (1) expositiva (exp.); (2) narrativa (narr.); (3) descriptiva (desc.); (4) argumentativa (arg.); d) contenido del mensaje en relación con las imágenes de las personas involucradas: (1) contenido en el que no están involucradas las imágenes de algún interlocutor (en este caso, el evidencial sería neutro, sin función atenuante); (2) contenido negativo para algún interlocutor (imagen neg. INT); (3) contenido negativo para alguna persona que no está presente en la interacción (imagen neg. OTROS); (4) contenido positivo (halagador o realzador) para algún interlocutor (imagen posit.); e) tipo de fuerza ilocutiva del acto de habla: (1) directivo en beneficio del hablante (dir. Hte); (2) directivo en beneficio del oyente (dir. Ote); (3) asertivo de opinión (asert-Op); (4) asertivo de información o de descripción del estado factual de la realidad (asert-Inf)11; f) temática: (1) cotidiana y/o socializadora; (2) técnica; g) finalidad de la interacción: (1) interpersonal; (2) transaccional; h) marco físico: (1) socializador, cotidiano; (2) profesional; i) relación vivencial entre los interlocutores: (1) conocidos; (2) semiconocidos; (3) desconocidos.
En Briz y Albelda (2013) y Albelda y otros (2014) se recogen otras variables situacionales que no se han incluido en este análisis puesto que no son recuperables en la mayor parte de muestras del corpus: relación sociofuncional, edad, sexo y nivel sociocultural de los interlocutores. 3.2. El reconocimiento de las funciones en el análisis Se contemplan tres posibles funciones para los marcadores discursivos aquí tratados. En principio, se considera que todos ellos poseen valor evidencial, pero pueden desarrollar otras funciones. Para el presente análisis se han considerado: función atenuante (el hablante, además de señalar la fuente de información, valora su compromiso o responsabilidad hacia ella); función neutra (se apunta únicamente la fuente de información), y función disociativa (se plantea
En el listado de variables para el análisis de atenuación que aquí se sigue (Briz y Albelda 2013; Albelda y otros 2014), se incluyen también otros dos tipos de fuerza ilocutiva, la expresiva y la compromisiva. Estas últimas no se han incluido en el presente análisis por no considerarlas pertinentes, en tanto que nos ocupamos solo de aquellos usos atenuantes que se cruzan —o se pueden cruzar— con la evidencialidad. 11
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un distanciamiento y rechazo con la información introducida). Veamos cómo se reconocen estas funciones. El ejemplo (1) presenta el primer párrafo de una noticia de prensa. El marcador al parecer se ha analizado como neutro: se apunta una fuente de información externa al periodista de donde se han obtenido los datos reportados. Como se deduce de la lectura del resto de la noticia, se trata de un texto expositivo en el que no se observa ningún dato por el que el hablante-periodista muestre la necesidad de proteger su imagen: (1)
Un minero de 29 años, E. R. T., resultó ayer herido grave, al parecer como consecuencia de un derrumbe ocurrido en Orallo (León), en la mina de interior del Feixolín de la empresa Minero Siderúrgica de Ponferrada (El Norte de Castilla, 2008).
La muestra (2) constituye un fragmento de una entrevista semiformal. La hablante B, que es granadina, se sirve del marcador por lo visto con la función de evidencial reportativo, que, además, le permite atenuar la carga negativa del mensaje que introduce. B va a narrar una anécdota en la que resulta necesario aludir a un rasgo negativo de la personalidad de los granadinos (ser criticones). El recurso a por lo visto es una forma de proteger su imagen y la de sus interlocutores, que también son granadinos; se expresa así una distancia del hablante respecto a esa característica que se les atribuye: (2)
C: ¡Ah!, cuenta lo del pero y las tijeras... B: Sí, entonces como..., como... siempre por lo visto, tenemos fama también los granadinos de- de criticones, y de sí, pues esta cruz es más fea, pues ha quedado más bonita, pues vino lo de poner un pero... y unas tijeras, que dice que para que nadie le ponga el pero... ¡Que sí, está bonita, pero...! Y las tijeras para que no corten. A: ... y le corten... y las tijeras que le corten un sayo..., que le corten..., es una crítica, la tijera cortante, ¿no?, de la crítica, pues por eso es el símbolo de..., de la cruz, las tijeras clavadas en el pero, ese es el símbolo (Habla de Granada. Entrevista XXXII).
Si bien no forma parte del objeto fundamental del presente trabajo, conviene señalar que, junto con las tres funciones aquí introducidas para los evidenciales, se ha discutido otra posible función, el reforzamiento o aumento de la fiabilidad y aceptabilidad del mensaje transmitido (Albelda 2007, Cornillie
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2007, Estrada 2008, Caffi 2010, Kotwica 2013). Tal como ha mostrado el análisis de nuestro corpus, y apoyándonos en Kotwica (2015), esta función sería compatible y coexistiría con la atenuación, “puesto que operan a niveles de análisis diferentes y afectan a planos de interacción distintos”. El reforzamiento, como señala Kotwica, procede de la accesibilidad a las evidencias por parte del receptor del mensaje, de manera que si son intersubjetivas (Nuyts 2001, 2006) se comparten con el receptor y, por tanto, se refuerza la aceptabilidad de lo dicho. No se han tratado en este análisis los casos de reforzamiento, por no ser nuestro objetivo y porque, en el caso de que existieran, serían solo una consecuencia de algunos enunciados atenuados. Por otro lado, se han obtenido en el análisis del corpus casos en los que la imagen se encuentra implicada, pero que no pueden clasificarse como puramente atenuantes, o al menos no como atenuantes protectores de la imagen. Más bien expresan disociación y desacuerdo con la fuente que señalan y cumplen una función recriminadora. Hay atenuación, puesto que el elemento evidencial evita la aserción categórica. Sin embargo, al no asignar la fuente de lo asertado al propio hablante, el evidencial se constituye en la estrategia perfecta para permitir al hablante separarse y criticar el mensaje expresado. En el nivel interpersonal, estos enunciados se interpretan como descorteses; de hecho, la mayor parte de los casos se han registrado en el subcorpus de debates parlamentarios, género confrontacional por definición (Brenes 2012). Las muestras (3) y (4) son fragmentos del subcorpus parlamentario en el que se recurre a evidenciales para disociarse del mensaje. El marcador parece ser empleado por Mariano Rajoy en (3) introduce la fuente de origen de un argumento reportado, con el que el político se muestra en desacuerdo. Tal interpretación se aprecia más claramente si contraponemos sus palabras al mismo enunciado sin evidencial: “Todas las decisiones que toma el Gobierno están pensadas por alguien que no se sabe quién es”. En este último enunciado recuperaríamos, por defecto, que el hablante se responsabiliza del mensaje, sin imputarlo a otra voz, a diferencia de lo que ocurre en el ejemplo real del corpus: (3)
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Mariano Rajoy (presidente del Gobierno): Este Gobierno es el Gobierno que a lo largo de la historia de España más ha apoyado a las comunidades autónomas. Voy a hacerle un recordatorio de algunos aspectos porque si no podemos hablar solo de unos temas y dejar de lado otros. Se ha ampliado a todas las comunidades autónomas, incluyendo, por supuesto, a la Generalitat de Catalunya, a ciento veinte mensualidades el reintegro de los saldos pendientes por las liquidaciones de 2008 y 2009. [...]
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Por último, hemos creado el Fondo de liquidez autonómica, y la cantidad asignada a Cataluña fue de 5.433 millones de euros, y a otras comunidades también. Es decir, utilizar siempre el argumento de que todas las decisiones que toma el Gobierno parece ser que están pensadas por alguien que no se sabe quién es para ir contra las comunidades autónomas, señor Duran, es injusto. Podremos discrepar en algunas cosas, podremos tener problemas y dificultades, pensar unos de una manera y otros de otra, pero lo que nadie puede negar es el enorme esfuerzo que en el año 2012 hizo el Gobierno de España para ayudar a la difícil situación por la que está pasando la Generalitat de Cataluña y otras comunidades autónomas en nuestro país (Debate estado de la nación, 2013).
En el ejemplo (4), el hablante se disocia del mensaje mediante un proceso más complejo: en este caso, la atenuación es irónica. El marcador por lo visto indica que Mariano Rajoy está en desacuerdo con la idea de que ninguna decisión del Gobierno pueda ser buena, positiva o útil al conjunto de los ciudadanos canarios. De nuevo, si elimináramos por lo visto, el hablante se comprometería con la aserción plena del mensaje. (4)
Mariano Rajoy (presidente del Gobierno): Señora Oramas, escuchándola a usted diera la sensación de que todas las decisiones del Gobierno de España tienen un único y exclusivo objetivo que es hacer que en Canarias las cosas vayan mal. Porque por lo visto no hay ninguna decisión, de las que ha tomado este Gobierno, que sea buena, positiva o que pueda ser útil al conjunto de los ciudadanos canarios. Lo único bueno de su intervención ha sido, probablemente, que no la compartan la inmensa mayoría de los ciudadanos de Canarias. Lo primero que quiero decir es que en las negociaciones sobre el presupuesto comunitario que han tenido lugar hace escasas fechas —a las que me he referido en mi intervención del día de ayer— en Bruselas, Canarias es la región a la que mejor le ha ido por el empeño que ha puesto este Gobierno en las negociaciones (Debate estado de la nación, 2013).
La mayor parte de casos de disociación en el corpus analizado surgen por ironía. Se sitúan en contextos de crítica en los que se recurre a la atenuación como estrategia para incluir una voz distinta a la del locutor, a quien se le imputa el origen de la información. El locutor no solo no se compromete con la veracidad del mensaje introducido (atenuación) sino que rechaza el punto de vista ajeno (desacuerdo). De esta forma, la atenuación se pone al servicio del desacuerdo. Se recurre estratégicamente a la atenuación, que, al unirse a una
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intención irónica del hablante, invierte la polaridad del enunciado, se produce el efecto de disociación. 3.3. Resultados En primer lugar, se presentan los resultados de las variables situacionales en la tabla 2: f) temática; g) finalidad de la interacción; h) marco físico; i) relación vivencial entre los interlocutores. TABLA 2 Resultados del análisis de las variables situacionales
CORPUS
TEMÁTICA
Artículos de prensa Conversaciones y entrevistas Debates del estado de la nación
18 técnica 2 cotidiana
FINALIDAD DE LA INTERACCIÓN
18 transaccionales 2 interaccionales 19 interaccionales 20 cotidiana 1 transaccional 20 técnica
20 transaccionales
RELACIÓN MARCO FÍSICO
VIVENCIAL ENTRE INTERLOCUTORES
20 profesionales
20 desconocidos
18 socializadores 2 profesionales
9 semiconocidos 11 conocidos
20 profesionales 20 semiconocidos
Como se aprecia en la tabla 2, en los artículos de prensa se ha juzgado que el tema es mayoritariamente técnico (18/20 casos), excepto en las noticias de sociedad. Aunque los temas de los artículos puedan ser divulgativos, se tratan técnicamente por los profesionales de la comunicación. La finalidad es transaccional —hay un propósito de negociación detrás del intercambio de noticias—. Los dos artículos analizados como “temática cotidiana” se han valorado con una finalidad interaccional (tal vez superpuesta a la transaccional), en tanto que a la actitud informativa se une la actitud interpretativa (Martínez Albertos 1989), y se advierte un interés por socializarse con el lector (recuérdese que estos dos artículos se sitúan en la sección sociedad)12. El marco es el medio de comunicación, y por tanto el profesional y los interlocutores (periodista y lectores) son desconocidos.
12
Véase más abajo, en este sentido, el ejemplo (5).
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En las conversaciones y entrevistas, los temas son cotidianos, y solo hay un caso de finalidad transaccional, en una entrevista entre expertos; la mayor parte de las situaciones son socializadoras (18/20 casos) y los interlocutores, bien conocidos o semiconocidos. Por su parte, en el debate de la nación se ha valorado que la temática es técnica, puesto que los aspectos discutidos en el parlamento, aun pudiendo ser cotidianos, están tratados de manera específica, bajo un prisma político; la finalidad es transaccional porque es una discusión política; el marco físico siempre es el hemiciclo parlamentario (profesional), y podemos generalizar que la relación entre los diputados es de semiconocidos. En la tabla 3 se recogen los resultados del análisis de los parámetros incidentes en el reconocimiento de la función13: a) tipo de evidencia; b) función (atenuación, neutro, disociación); c) tipo de texto; d) contenido proposicional; e) fuerza ilocutiva. TABLA 3 Resultados del análisis de los parámetros pragmáticos
CORPUS
TIPO DE EVIDENCIAS
FUNCIÓN (ATENUAC., NEUTRO,
TIPO DE TEXTO
17 neutros 1 atenuado 18 reportadas 2 disociaciones 2 inferidas irónicas14
Conversaciones 14 reportadas 6 inferidas y entrevistas Debates del estado de la nación
9 reportadas 11 inferidas
7 neutros 13 atenuados
FUERZA
(IMAGEN)
ILOCUTIVA
18 exp. 2 arg.
17 No imagen 3 Imag. neg. otros
3 Asert-Op 17 Asert-Inf
4 exp. 10 arg. 4 narr. 2 desc.
7 No imagen 9 Imagen neg. int 3 Imag. neg. otros 1 Imagen posit.
1 Dir. Hte 5 Asert-Op 14 Asert-Inf
DISOCIACIÓN)
Artículos de prensa
CONTENIDO PROPOSICIONAL
4 neutros 16 disociaciones 4 exp. 16 arg. (14 de ellas irónicas)
1 Dir. Ote 4 No imagen 14 Imagen neg. int 13 Asert-Op 2 Imag. neg. otros 6 Asert-Inf
14
Las abreviaturas están desarrolladas arriba, en el apartado 3.1.3. Los dos casos obtenidos de disociación irónica en artículos de prensa son una noticia de la sección de sociedad y un artículo de actitud interpretativa, como se aprecia a continuación: “Por la reciente noticia aparecida en los medios, parece ser que el señor Sedano se ha olvidado de la máxima que dice: ‘La mujer del César no sólo ha de ser honrada, sino parecerlo’. Y al 13 14
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Los resultados de la tabla 3 muestran algunos datos notables, que se comentan a continuación. 1) Se registran casos de evidencialidad neutra, sin atenuación ni disociación, esto es, con el valor de fuente externa de información (marcados como “neutro” en la variable de la función): 17/20 casos en los artículos de prensa; 7/20 en las conversaciones y entrevistas; y 4/20 en los debates. Los valores neutros corresponden al 46,6% del total del corpus. 2) La atenuación, por su parte, parece especializarse en un género concreto, el de las conversaciones y entrevistas (13/20 casos), que aúna interacciones interpersonales y amistosas. Tiene sentido este resultado en tanto que se ha tomado la gestión de la imagen como criterio básico en el análisis de la atenuación. Los debates no registran ningún caso de atenuación, y en los artículos de prensa solo tenemos un ejemplo (véase 5, abajo) en el que se atenúa por autoimagen (“velar por la autoimagen autoprotegiéndose por lo dicho o hecho”): (5)
Apple lanzó hace unos días la nueva versión de su sistema operativo, Leopard: Mac OS X v.6.0 y, en apenas un fin de semana, consiguieron vender ni más ni menos que dos millones de copias. Y, según parece, quienes han optado por actualizar su antiguo SO, cambiar su ordenador por otro con el nuevo Leopard o iniciarse en el maravilloso mundo de Apple no están equivocados. Los analistas lo tienen claro: Leopard no es que sea bueno, es que le da mil vuelta a Vista. Eso sí, el sistema de Windows ha vendido ya la friolera de 88 millones de copias. Pero si lo tuyo es el PC y te apetece probar el nuevo sistema operativo de Steve Jobs... Hay quien puede ayudarte (Sección “Tecnología”, El País, 2007).
El evidencial según parece en (5) permite al periodista crear una distancia (atenuación) con el mensaje transmitido, que en este caso roza la opinión, algo, en principio, no legítimo para un periodista. Atribuir la fuente de su mensaje a la voz de los expertos (“los analistas”) contrarresta que haya rebasado la mera exposición de hechos. 3) La disociación es, en el total del corpus, una función más frecuente, incluso, que la atenuación. Frente a los 14/60 casos de atenuación en todo el corpus, se han registrado 18/60 casos de disociación (2 en artículos de prensa, 16 en debates), 30% del total del corpus. Este resultado muestra que el género partido del PSOE en Toro, si lo que dicen es cierto y lo pueden probar, que exijan su dimisión” (El Norte de Castilla, 2008).
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del debate parlamentario propicia tal función, puesto que su finalidad es confrontacional15. 4) El género periodístico es el que más usos neutros presenta, 17/20. Era esperable: los artículos de prensa constituyen en sí mismos un género de transmisión de información, y la tarea del periodista es precisamente ser mediador comunicativo. Se entiende, por tanto, que los evidenciales cumplan aquí estrictamente su papel más puro, el de señalar cuál es la fuente del hecho relatado. 5) En el corpus analizado son más numerosas las evidencias reportadas: 41/60 casos (68,3%), frente a las inferidas, 19/60 casos (31,7%). Sin embargo, el análisis muestra que la mayor parte de evidencias inferidas se combinan con usos pragmáticos atenuados o disociaciones (incluidas las ironías): los 2 casos de evidencias inferidas en artículos de prensa son ironías; 5 de las 6 evidencias inferidas en conversaciones y entrevistas son atenuantes (frente a 7 evidencias atenuadas de las 14 reportadas); 10 de las 11 evidencias inferidas en debates se interpretan también como disociaciones. En definitiva, de las 19 evidencias inferidas del corpus, 17 surgen por cuestiones de gestión de la imagen de los interlocutores. Quizás se explique por el hecho de que las inferencias son más propensas a expresar subjetividad. 6) Aunque en la tabla 3 no se aprecia, el resto de variables analizadas (tipo de texto, contenido proposicional y fuerza ilocutiva) se correlacionan con las funciones. En los artículos de prensa, la mayor parte de los textos son expositivos, y coinciden con los valores neutros de los evidenciales; mientras que en los dos textos argumentativos los evidenciales cumplen la función de disociación. A su vez, los casos neutros corresponden a contenidos proposicionales en los que no está implicada la imagen y en los que su fuerza ilocutiva es de aserción-información. En el corpus de conversaciones y entrevistas, 8 de los 10 textos argumentativos presentan usos atenuados, y coinciden todos ellos con contenidos proposicionales en los que la imagen está involucrada, así como con dos tipos de fuerza ilocutiva que pueden exigir una mayor atenuación: directivo en beneficio del hablante y asertivos de opinión. En los debates, también los textos argumentativos (16 casos) son los que coinciden con las disociaciones (16 casos), y se corresponden exactamente con los 16 resultados en los que el contenido proposicional puede afectar a 15
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Un resultado similar puede verse en Estellés y Albelda (2014).
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alguna imagen (14 casos a la imagen negativa de interlocutores presentes y 2 casos a personas no presentes). Asimismo, 12 de los 13 casos de fuerza ilocutiva de aserción-opinión se corresponden con la función disociativa. La alta correspondencia entre los parámetros analizados y los resultados de la función da cuenta de su utilidad como criterios para el reconocimiento de la atenuación. 4. Conclusiones El análisis de campo realizado da la razón a la bibliografía: efectivamente existe una relación entre los fenómenos de evidencialidad y atenuación. Sin embargo, también este estudio ha mostrado que pueden trazarse con mayor nitidez los límites y conexiones entre ambas categorías. A diferencia de lo que señala la NGLE, podemos encontrar evidencialidad neutra en español, en la que no se expresan valores de atenuación o intensificación, solo ‘fuente de información’. Asimismo, y también en contraste con la NGLE, se ha destacado cómo buena parte de la bibliografía define la atenuación en función de la modalidad epistémica. Lo que no ha sido posible en este estudio, puesto que merece una dedicación exclusiva, es esclarecer la concreta incidencia de la atenuación en la modalidad epistémica. Señalaremos solo los caminos por los que podría ir la discusión. La atenuación supone una reducción del grado de compromiso del hablante con el contenido proposicional y, por tanto, una “desresponsabilización” en el sentido de Caffi (1999, 2007). Si se toma un concepto amplio de modalidad epistémica, esto es, cualquier compromiso del hablante con lo dicho, entonces la atenuación incidiría plenamente en la modalidad epistémica. Si se toma un concepto más estrecho de modalidad epistémica, esto es, como el compromiso del hablante con la verdad factiva o no factiva de lo dicho (el grado de certeza o probabilidad) (Lyons 1980; Palmer 1986), entenderíamos que la modalidad solo es uno más de los ámbitos de incidencia de la atenuación. Otro de los ámbitos en que incide es el de los shields (Caffi 1999, 2006), con el que se ha vinculado especialmente la evidencialidad en este trabajo. La función atenuante que pueden desempeñar algunos marcadores de evidencialidad del español se basa en hacer un uso estratégico de la distancia deíctica del hablante con el mensaje que estos expresan.
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En último lugar, el estudio de campo también ha mostrado que no todos los evidenciales del español atenúan (también los hay neutros y disociativos, al menos en los corpus aquí analizados), y que es necesario contar con criterios claros para reconocer cuándo lo hacen. Los resultados del análisis apuntan que la relación entre evidencialidad y atenuación no es unívoca, sino multifactorial: está regida y determinada por el entrelazamiento de varios parámetros, pero donde uno de ellos destaca jerárquicamente sobre los demás: el hecho de si la imagen está involucrada en el contenido del mensaje. Con los evidenciales ocurre como con otros procedimientos de nuestra lengua susceptibles de desempeñar una función atenuante. Al igual que los diminutivos, los cuantificadores minimizadores, la impersonalidad o las estructuras condicionales restrictoras del dictum, los evidenciales pueden ser empleados en un contexto determinado con una intención atenuante. Pero también pueden emplearse, todos ellos, con otras funciones ajenas a la atenuación. Un enunciado como Se ha caído un poco de aceite sobre el vestido podría emplearse tanto con una finalidad atenuante (si en realidad no es poca la cantidad, aunque quien hable la minimiza para justificar la torpeza) como con una finalidad descriptiva sobre un hecho objetivo en la realidad factual (la cantidad es mínima, por lo que no hay que preocuparse de que se aprecie la mancha). En definitiva, se propone partir del análisis de la implicación de la imagen en el mensaje para reconocer si el elemento evidencial contribuye a la atenuación. Junto con ello, se cruzarán otros parámetros que, de acuerdo con su concreción, podrán orientar en el reconocimiento de esta función: el tipo de texto (+ argumentativo), el contenido del mensaje (+ imagen implicada de algún interlocutor) y la fuerza ilocutiva del acto de habla (+ directivo en beneficio del hablante, + asertivo de opinión). Referencias bibliográficas ALBELDA MARCO, Marta (2007): La intensificación como categoría pragmática: revisión y propuesta. Fráncfort del Meno: Peter Lang. ALBELDA MARCO, Marta (2010): “¿Cómo se reconoce la atenuación? Una aproximación metodológica basada en el español peninsular hablado”, en F. Orletti y L. Mariottini (eds.), (Des)cortesía en español. Espacios teóricos y metodológicos para su estudio. Roma: Università Roma Tre/Programa EDICE, 41-70. ALBELDA MARCO, Marta y Ana María CESTERO MANCERA (2011): “De nuevo sobre los procedimientos de atenuación lingüística”, Español Actual, 96, 9-40.
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II La expresión de la evidencialidad en español a través de adverbios y partículas discursivas
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EVIDENCIALIDAD, SIGNIFICADOS PRAGMÁTICOS Y PARTÍCULAS DISCURSIVAS EN ESPAÑOL. SOBRE LA INTENSIFICACIÓN TÁCTICAMENTE EVIDENCIAL ANTONIO BRIZ Universitat de València. Grupo Val.Es.Co. IULMA
1. Introducción. Nuestro objetivo Lo que sigue constituye un conjunto de reflexiones sobre la relación entre el concepto semántico de evidencialidad y las funciones pragmáticas de atenuación e intensificación en el ámbito de las partículas discusivas1, o, de otro modo, sobre la relación entre formas —algunas partículas discursivas— y significados semánticos y pragmáticos. Más concretamente, reconoceremos el valor evidencial en estas al tiempo que describiremos y explicaremos cuáles son las funciones atenuantes e intensificadoras asociadas a dicho valor evidencial. Nos serviremos especialmente de los datos que ofrecen los diccionarios hasta ahora publicados en español de Santos Río (2003), Briz, Pons y Portolés (2008, en línea) y Fuentes (2009)2. Una cuestión conceptual previa. Al hablar de táctica evidencial nos referimos al empleo intencional despersonalizador o reafirmador (empleo pragmático atenuante o intensificador, por tanto) que pasa a tener dicho significado semántico. La atenuación y la intensificación son operaciones pragmáticas o, esto es, estratégicas, relacionadas con lo dicho y el decir, con la actitud del hablante y, en particular, con aquellas acciones (minimizadoras o realzadoras) que se entienden óptimas para la consecución exitosa de la meta prevista. Las 1 Sobre el reconocimiento de las funciones atenuadoras e intensificadoras de las partículas discursivas, véanse en el ámbito hispánico, entre otros, Barrenechea (1979), Briz (1995, 1998, 2011), Fuentes y Alcaide (1996), Portolés (1998), Martín Zorraquino y Portolés (1999), Martín Zorraquino (2000), Pons (2003), González Ruiz (2007), Albelda (2007), Fuentes (2008), Briz y Estellés (2010), Holmlander (2011), Cuenca y Marín (2012). 2 Esta investigación se enmarca dentro del proyecto “La atenuación pragmática en el español hablado: su variación diafásica y diatópica”, dirigido por Marta Albelda y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad de España (ref. FFI2013-40905-P).
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tácticas (atenuantes e intensificadoras) son los métodos o procedimientos a través de los cuales se realizan dichas operaciones. Por tanto, estrategia es sinónimo de función pragmática; y táctica lo es de categoría pragmática. 2. Algunas cuestiones teóricas previas. Dos significados de evidencialidad En sentido estricto, la evidencialidad es un concepto semántico centrado en el contenido del mensaje, y más exactamente se trata de un significado que alude a la forma como se adquirió determinada información, una fuente de suministro de ese contenido semántico (Bermúdez 2005; Cornillie 2009; Albelda en este volumen). Desde esta concepción estrecha, el significado evidencial aparece frecuentemente asociado a un valor pragmático de atenuación, sobre todo en el caso de las partículas discursivas del español, como notaremos a continuación. Parece obvio: la fuente externa se aprovecha como mecanismo despersonalizador que evita la responsabilidad sobre lo dicho. Ahora bien, ese significado estricto de lo evidencial, ‘información obtenida de una fuente’, puede ampliarse al de ‘conocimiento compartido, accesible y comúnmente aceptado o percibido como general’. Desde esta concepción más amplia, el significado evidencial se asocia a menudo también, en el caso concreto de las partículas discursivas, a estrategias de intensificación, y coincide con el significado o valor de ‘evidencia’ reconocido en uno de los tipos de marcadores de modalidad epistémica (marcadores de evidencia, en Martín Zorraquino y Portolés 1999: 4146-4158)3. Como veremos a continuación, este será el significado más amplio de evidencialidad adoptado en este trabajo. Una consecuencia de adoptar uno u otro sentido es que, en el primer caso, evidencialidad y atenuación se asocian prototípicamente al hablar de significados evidenciales. Y, en el segundo caso, la evidencialidad se asocia también a funciones intensificadoras. El término derivado del inglés “evidencial” no remite exactamente a lo que en español significaría “evidente”. A pesar de ello, cuando se amplía el significado de fuente de referencia externa a lo comúnmente aceptado o consabido, a lo que es “lógico e indudable” para cualquiera, estamos acercando el valor que tenía el término en inglés al que tiene el término en español. No obstante, al describir los valores de algunas partículas modalizadoras epistémicas algunos autores suelen mantener diferenciados los “marcadores de evidencia” como desde luego, efectivamente, por supuesto, claro, naturalmente, etc., y los “marcadores orientativos sobre la fuente del mensaje” como por lo visto y al parecer, aunque en todos los casos su “forma de significar” sea la de operador modal (Martín Zorraquino y Portolés 1999: 4147-4161). 3
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Por otro lado, en español, lengua que no posee una categoría específica para expresar la evidencialidad, es a veces muy difícil mantener separado dicho significado de otros como los de ‘necesidad, posibilidad, duda, creencia, opinión, certeza, convicción’, sobre todo cuando estos y aquel son mecanismos pragmáticos de atenuación o de intensificación. De ahí que algunos autores (Chafe 1986; Martín Zorraquino y Portolés 1999; Recsky 2006: 168-169; Holmlander 2011: 104-105; yo mismo en este trabajo), frente a otros (Cornillie 2009; Albelda, en este mismo libro), hayan optado por incluirlos en la noción de epistemicidad o, más en general, de modalidad (en el caso de las partículas discursivas se habla con frecuencia de marcadores de modalidad epistémica y de operadores modales; es el caso, por ejemplo, de Martín Zorraquino y Portolés 1999; Fuentes 2009). Ciertamente, la evidencialidad y la epistemicidad son significados que se aprovechan pragmáticamente para atenuar (exactamente, la fuente es el mecanismo de impersonalidad o despersonalización empleado para evitar responsabilidad sobre lo expresado) o para intensificar (si lo afirmado es “evidente y generalmente compartido” se imprime mayor certeza y objetividad a lo dicho, y el yo y el tú quedan más afectados). Así empleados, creemos que lo de menos es el significado semántico; lo relevante es la función pragmática modalizadora (epistémica) atenuante o intensificadora. De este modo, también en relación con la modalidad, se adopta aquí una visión “ancha” de la evidencialidad. Quizá en otras lenguas puedan mantenerse como dominios separados, sobre todo al existir formas diferenciadas de expresión de ambos significados (De Haan 2001; Dendale y Tasmowski 2001), pero no ocurre así en español, y menos aún, como se verá más adelante, en el caso de las partículas discursivas que atenúan o intensifican4. 3. Atenuación e intensificación tácticamente evidencial en el uso de las partículas discursivas También en el uso de algunas partículas discursivas, como viene señalándose, la evidencialidad es una noción semántica que se pone con frecuencia al servicio de las funciones pragmáticas de atenuación e intensificación. De 4 Véase el planteamiento de la discusión en Dendale y Tasmowski (2001). González Ruiz (2007: nota 11) resume muy claramente los problemas de límites entre la evidencialidad y la epistemicidad. De forma exhaustiva, en Cornillie (2007 y 2009).
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otro modo, en el caso de las partículas creemos que existe una correspondencia entre un significado semántico y un significado pragmático, una relación recíproca en la que una forma con este significado evidencial se pone siempre al servicio de ambas estrategias. Sobre el funcionamiento intensificador, además de atenuador, de algunas partículas evidenciales en español (a veces coexistente en las mismas formas) han insistido varios autores (véase supra la nota 1). Así lo señala González Ruiz (2005-2006: 203) al afirmar que algunas partículas, como por supuesto, ciertamente y al parecer, “aportan contenidos modales evidenciales y epistémicos que se inscriben en el eje gradual de la adhesión del locutor al contenido proposicional”. Y así también lo expresa Estrada (2008: 49) al hablar de ciertamente como evidencial indirecto “reforzador de la modalidad epistémica asertiva”, que “se orienta hacia el escritor porque tiene la certeza de que es un conocimiento compartido con la audiencia”, y como atenuante cuando “implica inferencia del hablante sobre un determinado estado de cosas”. Fuentes (2009: 66) señala que esta partícula “indica certeza del hablante. Se usa fundamentalmente para reafirmar algo que es conocido por otros o que ha sido expresado anteriormente. Implica, pues, a otros enunciadores o a la comunidad”. También Cornillie (2007: 41) señala que los evidenciales (indirectos) suponen por lo general un debilitamiento del compromiso del hablante con lo expresado, si bien reconoce por otro lado que “la realidad bien conocida” puede aumentar en otros casos la objetividad o certeza del enunciado (véase, asimismo, Briz 2011). Como también señala Kotwica (2015), “el origen del refuerzo está relacionado con la evidencia que hace referencia a una fuente ampliamente conocida o una información compartida y disponible para su verificación”. En dicho trabajo, la autora argumenta que “la función reforzadora de las expresiones evidenciales puede explicarse mediante el concepto de intersubjetividad o accesibilidad de la evidencia”5. La Nueva gramática de la lengua española de la RAE (2009) adopta también el significado ancho de la evidencialidad en los sentidos apuntados al describir el funcionamiento de algunos marcadores del discurso: amplía el significado de “fuente externa”, une lo evidencial con lo epistémico e insiste
5 La (inter)subjetividad se define en términos de accesibilidad: “In terms of the question whether the evidence (and the conclusion drawn from it) is only available to the speaker or is rather more widely known (including the hearer)” (Nuyts 2001: 398-399).
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en el empleo estratégico de estos como atenuantes e intensificadores. En el caso de las partículas discursivas evidenciales, al ir siempre asociadas en su empleo a una función pragmática de atenuación o intensificación (que apunta a la actitud del hablante ante lo enunciado), no creemos que sea posible separar el valor modal epistémico del valor evidencial, de modo que también en nuestro caso, como en el de otros autores ya citados, entendemos lo evidencial como un subtipo de significado epistémico. La Academia destaca el valor evidencial de algunos adverbios oracionales del enunciado, ciertamente, efectivamente..., de adjetivos adverbializados como claro y de locuciones adverbiales como al parecer, por lo visto... Funcionalmente, se refiere a estos evidenciales como formas que “refuerzan unas veces la aserción y la mitigan otras”. Estos adverbios presentan la veracidad o la falsedad del contenido proposicional como evidente (naturalmente, sin duda) o como hipotética (al parecer, por lo visto, supuestamente, aparentemente) (§30.11b). En otro lugar (§30.11o) se indican las formas que “intensifican o atenúan la fuerza de lo que se asevera”; entre las que intensifican se incluyen “ciertamente, efectivamente, en efecto, evidentemente, incuestionablemente, indiscutiblemente, indudablemente, naturalmente, realmente, seguramente, obviamente, verdaderamente, así como las locuciones con (toda) seguridad, de veras, de verdad, desde luego, en efecto, en verdad, por supuesto, sin duda”. Y entre las que “atenúan, suspenden o matizan la veracidad de la proposición”: aparentemente, hipotéticamente, presumiblemente, presuntamente, supuestamente, teóricamente, virtualmente, y las locuciones a lo que parece (o por lo que parece), al parecer, en apariencia, y por lo visto. 4. Partículas discursivas atenuantes y evidencialidad Como se señalaba, la referencia a la fuente de la que se ha obtenido la información puede utilizarse a menudo estratégicamente para atenuar. 4.1. El concepto de atenuación del que se parte Atenuar es minorar la fuerza ilocutiva de los actos de habla, así como el papel de los participantes en la enunciación (yo/tú) mediante mecanismos
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tácticos de relativización y de despersonalización (Briz 1998; comp. Caffi 1999)6. La atenuación consiste, más concretamente, en un distanciamiento del mensaje con el fin de autoprotegerse o velar por la imagen propia (atenuación, por tanto, de hablante), de prevenir problemas y velar así por la imagen ajena y propia (por la amenaza que determinado tipo de acciones puede producir a la imagen del tú o de un tercero, la invasión del territorio del otro, para evitar posibles rechazos) y de repararlos cuando tales problemas se han producido en la interacción (“cura las heridas”, minimiza los desacuerdos...). El hablante, en suma, evita la responsabilidad sobre lo dicho o hecho (a veces no es tanto lo dicho como la actuación). 4.2. Lo evidencial en las partículas discursivas como estrategia pragmática de atenuación. “Cuando lo evidencial es lo de menos” El significado evidencial se convierte en un escudo despersonalizador autoprotector cuando los actos de habla pueden afectar negativamente a la imagen del hablante, o despersonalizador alo-protector cuando estos pueden afectar también a la imagen del interlocutor o a terceros (presentes o ausentes en la interacción); en este último caso, el evidencial se explica, frecuentemente, como estrategia de cortesía atenuadora, protectora de las posibles amenazas a la imagen ajena y propia, ya sea para prevenir los conflictos o problemas en la interacción, ya para repararlos (se trata de las tres funciones más concretas de la atenuación, autoprotegerse, prevenir o reparar, reconocidas antes: Briz 2007 y 2011; Briz y Albelda 2013 y Albelda en este mismo volumen). Así, en el caso de las partículas discursivas, Marta Albelda, en el Diccionario de partículas discursivas del español (DPDE), coordinado por Briz, Pons y Portolés (2008, en línea), define al parecer como recogemos en (1): (1)
Al parecer Indica que el hablante no es testigo directo de la información transmitida y que la ha adquirido por fuentes externas a él mismo. Manifiesta, por tanto, que es una información objetiva y, a su vez, que no es responsable de su verdad:
6 En Briz (2013), Briz y Albelda (2013) y Albelda y otros (2014) se realiza una propuesta teórica y metodológica para el estudio y análisis de la atenuación lingüística; asimismo, se exponen con detalle las formas atenuantes verbales y no verbales en cada caso.
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me dicen por el aparato que solemos tener para escuchar la comunicación con los realizadores que nos vamos primero al Palacio de Exposiciones y Congresos, donde al parecer ¡hay últimos datos! Allí se encuentra nuestra compañera, Beatriz Ariño. Beatriz Ariño, buenas noches. Hola, buenas noches. ¿Hay alguna comunicación oficial, tenéis datos? (Oral, España, 1991, CREA).
La presencia de la partícula al parecer es una instrucción para el oyente de que la información sobre la existencia de nuevos datos (¡hay últimos datos!) llega de una fuente externa. Independientemente de que aporte mayor objetividad, lo relevante pragmáticamente en el empleo de esta partícula es que el hablante no se hace responsable de su verdad. Es decir, al parecer es un atenuante que distancia del mensaje y resta fuerza ilocutiva a lo enunciado a continuación. Lo que activa la atenuación en el uso de la partícula discursiva es la posibilidad de que no haya “últimos datos”, como muestra el contexto anterior y posterior (obsérvese que el locutor no tiene confirmación de que tales nuevos datos existan, como muestra la pregunta final). La retransmisión en directo en las comunicaciones conlleva un grado de error mayor, luego la autoprotección de la imagen es bastante común. Lo dicho sobre al parecer puede aplicarse también a por lo visto. Leonor Ruiz Gurillo la define en DPDE como se recoge en (2): (2)
Por lo visto Presenta el miembro del discurso en el que aparece como un hecho conocido a través de una fuente indirecta, por lo que el hablante no se hace responsable o atenúa lo dicho: Y cuéntame Chavela ahora, por lo visto, tienes previsto cuando te retires irte a vivir a una islita que en la que tienes una casita (Oral, España, 1993, CREA).
En este ejemplo, el escudo que ofrece la partícula por lo visto es aloprotector, más exactamente preventivo, dado que protege la imagen ajena y la propia al producirse una cierta invasión de la intimidad de Chavela Vargas por parte del periodista7. Véanse los comentarios y valoraciones de Martín Zorraquino (2010) sobre la definición de al parecer y por lo visto en el DPDE. Para el estudio de estas partículas y de las relaciones 7
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En suma, el significado evidencial estrecho en el uso de estas partículas es esencialmente solo un medio para conseguir otro fin, el de la atenuación. Y lo mismo podría decirse de otras partículas como se ve y aparentemente. En otras palabras, existe una pragmatización de dicho contenido evidencial al convertirse dicho contenido en una táctica despersonalizadora, en un escudo protector al servicio de una estrategia de mitigación8. 4.3. A mayor presencia del significado evidencial, menor atenuación y “menos partícula” Si tal pragmatización de lo evidencial no se ha producido o no lo ha hecho totalmente, creemos que la partícula no tendrá dicha categoría o será “menos partícula”. De otro modo, la gramaticalización, característica de los marcadores del discurso, no se habrá producido o será menor. Prueba de ello es que cuando el significado es solo evidencial, como sucede en los ejemplos de (3), es posible la combinación de las formas al parecer y por lo visto con diferentes complementos: (3a) (3b) (3c) (3d)
Al parecer (de los analistas) (a su parecer), la bolsa va a subir. Por lo visto (por lo que he visto) (en las noticias), suben la luz de nuevo. Por lo (que he) visto en (casa de María). Se ve (lo bueno de cada persona).
En estas combinaciones parecer es el núcleo sustantivo al que se subordina el complemento de los analistas; visto es un participio (o un predicado) del que depende el sintagma preposicional, y se ve una pasiva refleja con su sujeto. Además, tales formas tienen significado léxico y no procedimental. En otras palabras, cuando expresiones como al parecer, por lo visto o se ve tienen un significado evidencial “puro”, bien porque se explicita la fuente de entre significado semántico evidencial y pragmático atenuador pueden consultarse, además del trabajo anterior, los de González Ramos (2004, 2005 y en este volumen) y Albelda (en este mismo volumen). Sobre al parecer, véase, especialmente, Kotwica (2013). Sobre por lo visto, Marcos Sánchez (2005). Cf. Marcos Sánchez, en este volumen, para la evidencialidad en expresiones con el verbo ver. No hemos encontrado estudios sobre se oye, una forma menos frecuente y, quizás, menos gramaticalizada. 8 Sin entrar en otros detalles ahora, por pragmatización entendemos la especialización pragmática de ciertas formas, en nuestro caso de las llamadas partículas discursivas evidenciales.
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información externa (al parecer de los analistas, por lo visto en las noticias, se ve lo bueno de cada persona), bien porque esta se reconoce de forma implícita, entendemos que tales expresiones no funcionan como partículas, pues son formas libres constituidas por un núcleo y su complemento, esto es, no están gramaticalizadas o no lo suficientemente para categorizarlas como tales. En suma, en las partículas, a un uso evidencial, en el sentido más estrecho del término, le corresponde siempre un uso atenuante (este es su significado fundamental; véase §6). A diferencia de lo afirmado por diferentes autores (Bermúdez 2005; Kotwica 2013, 2015; Albelda en este mismo volumen), no creemos que existan partículas evidenciales “puras” en español, partículas que solo sean evidenciales (sirva esta afirmación como principio de reflexión para otros trabajos). Y si solo se reconoce tal significado, entonces no son partículas o, al menos, existe ambigüedad entre su lectura como partícula o como forma libre. Precisamente esta posible ambigüedad sería una prueba de que la forma reconocida como partícula discursiva se encuentra en un grado de gramaticalización y, por ende, de pragmatización menor. Aún más podría decirse: al disminuir o diluirse el valor evidencial aumentarían el poder atenuador de la partícula y su valor como tal partícula, y lo relevante sería la actitud de despersonalización (Briz 1998; Briz y Albelda 2013, Albelda y otros 2014) o de “desresponsabilización” (Caffi 1999, 2007) del hablante9, como modo de evitar su responsabilidad sobre lo dicho o hecho; de reducir, por tanto, el compromiso del hablante con lo enunciado. Por eso, ahora, lo evidencial en el empleo de estas partículas ya sería lo de menos. 5. Partículas discursivas intensificadoras y evidencialidad Existen partículas discursivas con significado evidencial al servicio de la actividad intensificadora: claro, desde luego, por supuesto, ciertamente, naturalmente, evidentemente, efectivamente, en efecto, indudablemente, sin duda, en rigor... En efecto, esa fuente de información, ahora en un sentido más ancho, con referencia a un supuesto saber común, general, accesible o
9 L. Ruiz Gurillo, en el caso de la partícula por lo visto, apuntaba en el DPDE (ver campo “Otros usos”) esta posible disminución del significado evidencial y el aumento del valor atenuante, aunque creemos que, más que un uso ocasional, el valor atenuante constituye el significado fundamental de la partícula (cf. §6).
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compartido, ya sea real o presumible, se convierte en un mecanismo de estrategia intensificadora. 5.1. El concepto de intensificación del que se parte Intensificar es aumentar el grado de fuerza ilocutiva de las acciones que se llevan a cabo, así como reforzar el papel del yo y del tú (o de terceros), que quedan así más afectados por la acción (Briz 1998; Albelda 2007). En la interacción conviene a menudo ser más claro, reforzar la verdad o certeza de lo que se expresa, el acuerdo o desacuerdo con el otro, fines que se logran intensificando las acciones e intenciones mediante expresiones categóricas y personalizadas (frente a la despersonalización atenuadora, los intensificadores realzan la presencia y afectación del yo y el tú o de una tercera persona en la acción que se realiza; los recursos lingüísticos más concretos pueden verse en Briz 1998 y Albelda 2007). Tres son las funciones de la actividad estratégica intensificadora: 1. Auto-reafirmar(se): el hablante refuerza su acción e intención, su argumentación o su propia imagen: intensificador del yo-hablante. 2. Alo-reafirmativa: el hablante reafirma al otro o a un tercero en algún sentido; realza su acuerdo, su aquiescencia o complacencia con él; expresión a menudo de cortesía valorizadora10. 3. Contra-reafirmativa: el hablante refuerza su posición contraria en relación con el interlocutor o con terceros; realza su desacuerdo; expresión a menudo de descortesía, a veces fingida (anticortesía)11.
5.2. Lo evidencial en las partículas discursivas como estrategia pragmática intensificadora El hablante, apoyado en la lógica y dominio común, en lo que parece ser compartido o percibido como evidente, real, natural o accesible, refuerza La Real Academia Española señala, al hablar de algunos de estos adverbios de afirmación (ciertamente, efectivamente, indudablemente...), que “denotan este concepto, pero también aceptación o aquiescencia” (§30.2h). Sobre el concepto de cortesía valorizadora, véase Albelda (2003), Briz (2007), Barros (2011) y Albelda y Barros (2013). 11 Sobre descortesía, véase Fuentes (2013); sobre anticortesía, Zimmermann (2003). 10
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argumentativamente lo expresado, así como la mayor convicción, certeza o verdad de lo dicho, ya quede afectado el propio hablante (auto-reafirmativo) o también el interlocutor (alo-reafirmativo o contra-reafirmativo)12. De otro modo, lo evidente constituye el grado más alto en la escala de la “certeza clara y manifiesta” (usando parte de la definición del DRAE) y, por tanto, del acuerdo y del real o presumible conocimiento compartido con el interlocutor. Y ello sirve para reafirmarse, para reafirmar a otro o, por el contrario, para desacreditarlo y reforzar el desacuerdo. Así, ciertamente funciona como auto-reafirmativo en (4), (5) y (6). Nótese la autoalabanza reforzada en (4) o la reafirmación argumentativa en (5) y (6): (4)
Ciertamente, soy genial.
(5)
En Polonia tenemos a un presidente que fue comunista, y en Rusia, Eltsin puede verse en el trance de abandonar el poder y entregarlo a los que fueron sus correligionarios cuando el presidente era jefe local comunista en los Urales. Aun siendo las personas y las ideologías muy importantes, lo que ciertamente será difícil de cambiar es la nueva cultura de libertad económica y de pensamiento que se ha introducido en todo aquel mundo (La Vanguardia, 30/12/1995, España, CREA).
(6)
Porque el ser caritativo conlleva ciertamente el dar (La Vanguardia, 16/10/1995, España, CREA),
o como alo-reafirmativo en (7): (7) — Pues bien, pues Don Juan Ignacio, muchas gracias por aportarnos esta información ciertamente ciertamente interesante. — Muchas gracias a ustedes. Buenas tardes (Cadena Ibérica, Oral, 13/03/1991, España, CREA).
El hablante está reafirmando al otro, realza su complacencia y acuerdo con la información transmitida por este, un valor, así pues, cortés valorizador o agradador que realza la imagen del interlocutor.
12 Portolés (1998: 142-144) se refería a algunos de estos marcadores como “operadores de refuerzo argumentativo” de la certeza o evidencia (en rigor, en efecto, la verdad, claro, desde luego).
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En (8), la partícula claro muestra la solidaridad y acuerdo con el otro, en concreto funciona como reafirmación de lo dicho por otro (comp. Pons 2003: 231; Cuenca y Marín 2012: 2220): (8)
A: no/ si él cuando quiere se va// él cualquier día se va/ claro (Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002: S.65.A.1: p. 129, l. 274)13.
Así pues, como intensificadores evidenciales del acuerdo o aceptación de lo afirmado o hecho por el otro (alo-reafirmadores) se convierten en expresión de cortesía valorizadora, en refuerzos de la imagen ajena y propia. Por el contrario, en (9) el marcador discursivo funciona como intensificador contra-reafirmativo. En concreto, refuerza la recriminación hacia la actuación del interlocutor a partir del realce de la cualidad negativa; aumenta de ese modo la amenaza a la imagen y, en consecuencia, el grado de descortesía: (9)
Ciertamente, eres tonto. Te la pega todo el mundo.
Y en (10) se refuerza el desacuerdo con la situación de pobreza que padecen muchos frente al bienestar de unos pocos: (10)
El aumento de las desigualdades a escala mundial ha dado como resultado una sencilla ecuación, pobreza de las mayorías, igual a bienestar y acumulación de los pocos (...). Según las Naciones Unidas, para dar acceso a las necesidades básicas: comida, agua potable, educación, salud, a toda la población del mundo, bastaría contar con el monto de las doscientas veinticinco fortunas más cuantiosas, casi el cuatro por ciento de la riqueza mundial acumulada. El escenario es ciertamente ominoso (Oral, México, CREA).
5.3. Más partículas discursivas intensificadoras tácticamente evidenciales La referencia a una información conocida, real o supuestamente compartida, que el hablante emplea para reafirmar o reforzar lo dicho reúne a otros marcadores del discurso, que por ello pueden considerarse también intensificadores tácticamente evidenciales: desde luego, por supuesto, efectivamente, Cf. Briz y Grupo Val.Es.Co. (2002: 29-31) para el listado de signos fundamentales del sistema de transcripción del corpus Val.Es.Co. 13
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naturalmente, evidentemente, etc. Así se afirma o puede desprenderse de las definiciones de estas partículas en los diccionarios de Santos Río (2003), Briz, Pons y Portolés (2008) y Fuentes (2009). Por supuesto es otro intensificador tácticamente evidencial. Fuentes (2009: 278) afirma que “expresa el grado máximo de convencimiento del hablante frente a otros como claro, desde luego”, y que “apunta a algo sabido por todos”. Y este saber compartido se emplea, en nuestra opinión, como táctica reafirmadora. Desde luego es, asimismo, un elemento de reafirmación de lo dicho por evidente (Fuentes, 2009: 104); “locución evidencial” la considera Santos Río (2003: 435). Y lo es también evidentemente, con un significado evidencial apoyado, además, en su origen etimológico. Efectivamente y en efecto son intensificadores que confirman como evidente y justo lo dicho, apelando de algún modo a las creencias o conocimientos que los interlocutores comparten (Martín Zorraquino y Portolés 1999: 41484149; Fuentes y Alcaide 1996: 115-123; Fuentes 2009; Llopis en el DPDE). De efectivamente, A. Llopis escribe en el DPDE que este marcador discursivo “[p] resenta el miembro del discurso al que afecta como una confirmación de lo dicho antes o de una suposición. El hablante toma como propio el contenido comunicado y muestra, por tanto, un grado alto de compromiso con la veracidad de este”. (11)
URBANISMO. Mi denuncia es para el Ayuntamiento de Castellón. Porque, según tengo entendido, ha dado permiso de obras para hacer pisos de cinco plantas pegados a las terrazas de los adosados que hay en la Avenida... RESPUESTA. Fuentes municipales informaron de que la licencia se ha concedido a la misma empresa que construyó los adosados de la Avenida y, efectivamente, es para construir viviendas de cinco alturas (El Periódico Mediterráneo, 21/05/2004).
Como señala la autora, efectivamente introduce el miembro del discurso es para construir viviendas de cinco alturas como una confirmación de lo que tenía entendido el interlocutor anterior (según tengo entendido, ha dado permiso de obras para hacer pisos de cinco plantas). En Fuentes (2009: 116) se destaca también el valor de confirmación de este marcador sobre la base de un conocimiento compartido explícito o sobreentendido. Con naturalmente sucede algo similar. Al significado que expresa de “consecuencia esperada a partir de la información previa que, al respecto, tiene el
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hablante” (véase la definición aportada por Santiago U. Sánchez Jiménez en el DPDE) se asocia un valor intensificador. El miembro afectado por la partícula se presenta como algo asumido e incuestionable: (12)
Porque en la Red también hay espacio para la lectura. Y mucho. Incluso para que la practiquen los pequeños de la casa. Allí se encuentran digitalizados textos clásicos y largos completos en español como El principito o Las aventuras de Pinocho (en este caso con música de fondo de Juan Sebastián Bach), con sus ilustraciones. Naturalmente, a los niños les atraerán mejor cosas más breves, como los cuentos. De estos hay legión en Internet, y sin salirse del español (El País. Ciberpaís, 2003, España, CREA).
Algo parecido se desprende de la lectura de la entrada en el diccionario de Fuentes (2009: 225), en la que la autora afirma que naturalmente “[i]ndica que lo afirmado es algo conocido por la comunidad, evidente, deducido de forma natural de los hechos”. Pons (2003: 231-234) señala el valor evidencial de claro sobre la base del conocimiento externo y compartido con el interlocutor al que apunta el empleo de dicha partícula14. En el DPDE, este mismo autor distingue en el uso de la partícula discursiva claro dos acepciones: claro1 como marca de acuerdo con algo dicho (o sobreentendido), y claro (que)2, que “refuerza como evidente y, por tanto, seguro el miembro del discurso al que afecta”15: (13)
C:=ella no/ ella es más mirada/ es más a su madre// mi madre↑/ era otra triquitriqui/ y entonces como yo soy muy cascada a mi padre↑ pues claro// a mí m’importa un pito/ pero ella no (Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002: 199, l. 337).
Explica el autor que “[l]a partícula claro refuerza el miembro discursivo a mi m’importa un pito, esto es, reafirma la opinión de la hablante C”, y que “este refuerzo que manifiesta claro se puede expresar también en la fórmula claro que (te enseñan)”, destacando “el carácter consabido del miembro del discurso al que afecta”: El valor evidencial de claro en español lo señalan también Cuenca y Marín (2012: 2221) y, de forma menos explícita, Fuentes (2009: 67). Y, asimismo, Chafe (1986) para el inglés. 15 Para Fuentes (2009: 67-68), es un operador modal que “actúa como modalizador de evidencia”; la autora alude, asimismo, a su valor intensificador, como “reafirmación de lo expresado”. 14
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A: Y NO TENGO↑ el porqué y dice aquí teníamos que tener una alfombra y digo DE ESO NADA/ tú tus zapatillicas al lao de la cama// a mí me encantaría- [esa habitación que tiene→ sitio=] B: [CLARO↓ ¡UY ya lo creo!// pero no] A: = para poner los pies y TOdo// te enseñan [te enseñan (())=] B: [¡uy! claro que te enseñan] (Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002: 311, l. 148)
Se trataría de la función intensificadora alo-reafirmativa de expresión de cortesía valorizadora de un marcador que, a diferencia de la mayoría de las partículas examinadas, es frecuente en lo oral coloquial. 5.4. Actos intensificadores del acuerdo (o del desacuerdo) Las partículas intensificadoras tácticamente evidenciales pueden funcionar como actos de habla independientes, reforzando la solidaridad, el acuerdo o la alianza con lo expresado por otro interlocutor (o en ocasiones, combinadas con que e integradas entonativamente en el miembro discursivo que introducen, también el desacuerdo: claro que no; por supuesto que no...): (15a) P.- Pero tu capacidad de análisis del espectáculo es distinta. R.- Naturalmente. Mi valoración es totalmente subjetiva, pero aún así yo confío en ella. Confío en mi intuición (La Ratonera. Revista asturiana de teatro, 2001, España, CREA). (15b) P. ¿No le da la sensación de que hay un exceso de judicialización en la vida española? R. Efectivamente. Pero eso es consecuencia del fracaso de la política (El País, 21/04/1997, España, CREA).
Como enunciado independiente, refuerza el acuerdo con el interlocutor, participando también en actividades de cortesía valorizadora, que refuerzan los lazos con el interlocutor, como sucede en (16) y (17): (16)
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E: ¡ah! pues yaa da igual/ te reúnes con cuatro o cinco↑// te reúnes con cuatro o cinco↓ [y sacas tú los temas] L: [claro/ claro] es una idea (Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002: L.15.A.2: p. 89, l. 302-304)
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A: yo no le he puesto a nadie los cuernos B: has colaborado activamente A: por supuesto (RISAS) (Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002: H.38.A.1. p. 65, l. 604-607)
6. Usos contextuales atenuantes de las partículas discursivas con significado fundamental intensificador evidencial La polifuncionalidad es una de las características más comúnmente destacadas de las partículas discursivas en general, si bien cabe subrayar a la vez que no todas las funciones las desarrollan de igual modo, ni con la misma frecuencia de uso. En otras palabras, ciertas formas se asocian prototípicamente a una o varias funciones, que constituyen su significado fundamental, aunque pueden desarrollar valores o usos contextuales, matices que son extensiones del fundamental16. Las mismas formas estudiadas con significado fundamental de intensificación pueden funcionar en determinados contextos con valor atenuante. En concreto, la manifestación de acuerdo en mayor grado que suponen estas partículas tácticamente evidenciales puede llegar a emplearse ocasionalmente, en contextos de “problematicidad”, como atenuantes que participan en una estrategia de autoprotección o de protección de la imagen comprometida del hablante (movimientos concesivos autocéntricos17) o, lo que es más frecuente, del interlocutor (movimientos concesivos alocéntricos). Es el caso de ciertos movimientos concesivo-opositivos (Briz 2005; Holmlander 2011: 172 y ss.): se muestra acuerdo o concesión (parcial) para minimizar la oposición que sigue. Valga el ejemplo de (18): (18)
Se han creado más empleos y eso es bueno, ciertamente. Pero la cantidad ha ganado la partida a la calidad y por goleada excesiva (La Vanguardia, 16/12/1995, España, CREA).
Seguimos la diferencia establecida en el DPDE (Briz, Pons y Portolés 2008) entre dicho significado fundamental, recogido en el campo “Definición”, y los usos y matices que pueden derivarse del fundamental, que quedan recogidos en el campo “Usos contextuales”. 17 Los términos movimientos concesivos autocéntricos y alocéntricos proceden de Holmlander (2011: 172 y 202). 16
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El hablante atenúa en (19) el desacuerdo con las palabras del presidente argentino sobre el crecimiento de la economía: (19)
Y ciertamente, señor presidente, si usted analiza algunos índices de la actualidad económica, de hoy, tiene que llegar a la conclusión de que la meta del 5 por ciento del crecimiento del Producto Bruto Interno que está prevista en este Presupuesto que estamos analizando es excesivamente optimista (Oral, Argentina, CREA).
Naturalmente funciona de forma ocasional como atenuante preventivo, por ejemplo de una afirmación que puede amenazar o dañar la imagen propia y ajena. Así lo documenta Santiago U. Sánchez en la entrada correspondiente del DPDE a partir del siguiente ejemplo: (20)
Detrás de esas dudas está siempre el “y si...” “¿Y si hubiese iniciado tal tratamiento cinco minutos antes?”; “¿Y si me hubiese fijado en tal detalle...?”. El “y si” genera las marcas, nos va sellando, y aquel hecho se convierte en algo que ya no es solo una referencia al pasado, sino a algo que hoy puede volver a pasar. No me estoy refiriendo, naturalmente, a negligencia, a falta de atención o de capacidad. Se trata de que siempre hay algo en la vida de un paciente que te puede hacer un regate tras un amago, y perderse, incluso, en la muerte. Y que quizá si... (F. Lucena Marotta, Qué significa estar sano, 2002, España, CREA).
Nótese la minimización de lo afirmado o del desacuerdo con algún interlocutor que aporta el marcador discursivo claro en el ejemplo (21): (21)
E: supongo que será horario de oficina↓claro///digo yo (Briz y Grupo Val. Es.Co. 2002: L.15.A.2: p. 82, l. 12-13).
En el ejemplo anterior (21), la afirmación se atenúa en mayor grado por la presencia de varios atenuantes. La atenuación de claro junto a la partícula digo yo en posición final18 y el valor de suposición representado por el verbo performativo (supongo) y el futuro de probabilidad (será) permiten al hablante 18 La posición final puede estar en relación con esta función atenuadora. Algunos estudios actuales insisten en que las funciones pragmáticas de las partículas discursivas vienen determinadas por la posición que ocupan en el seno de una u otra unidad (Briz y Pons 2009; Briz y Estellés 2010).
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distanciarse de lo afirmado, relativizar la afirmación y así evitar responsabilidades sobre lo dicho (función autoprotectora). En el caso del primer claro del ejemplo (22), el interlocutor atenúa preventivamente su acto directivo, en concreto su recomendación o consejo sobre el modo en que tiene que actuar, y la misma función preventiva posee en el segundo tras la interpretación que se hace de las palabras del hablante anterior. En ambos casos, claro evita responsabilidades sobre las acciones: (22)
—Vengo de parte de Concha, que ella no puede hacerlo. Me pide le pregunte qué ha pensado usted de cuanto le expuso. —Que está loca, la pobrecilla. Pero, claro, esto no se lo diga usted así. Eso sí, me gustaría la dijese que me deje en paz. —Usted no la cree, claro. —Hombre, por Dios que no. ¡Cómo voy a ser yo otro que no soy! —Ella parece muy firme en sus ideas y me ha contado por tres veces la misma historia con gran disciplina de fechas y datos. Es muy lista. ¿Qué cree usted que anda buscando? Eso que cuenta no tiene ni pies ni cabeza (V. Chamorro, El muerto resucitado, 1984, España, CREA).
En ocasiones, la partícula claro aparece combinada con que en movimientos de reformulación que suelen añadir una restricción, una matización anterior o una reorientación de lo dicho. La partícula claro que, con carácter parentético (frente a la intensificadora claro que viene), mitiga la restricción o matización que sigue, ya sea realizada por el propio hablante o por otro. Se trata de un valor similar al que presenta en las combinaciones con partículas adversativas, concesivas, justificativas pero claro, aunque claro, es que claro, porque claro; valor reparador o mitigador que también destacan Cuenca y Marín (2012) para el caso de es clar (que) en catalán: (23)
M: eso también es verdad/ claro que primero tenía que (( ))/ porque ahí para hacer un estudio no está nada mal (Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002: S.65.A.1: p. 129 l. 260-261).
Dicha combinación aumenta el grado de atenuación, autoprotectora, como ocurre en (24), donde se minimiza la contribución del periodista (en este caso, que su interpretación sea la segura o cierta):
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No estoy hablando del monetarismo, el cual constituye una útil e innovadora interpretación de las fuerzas económicas, aunque ciertamente no sea una interpretación infalible o global. Me estoy refiriendo a dos tesis, generalmente elaboradas en EE.UU. y Gran Bretaña, que han pasado a tener una muy fuerte influencia en todas partes, incluyendo también en los organismos centrales de la UE en Bruselas (La Vanguardia, 16/12/1995, España, CREA).
O la atenuación puede ser de carácter preventivo, en tanto que corrige las palabras anteriores del interlocutor y de ese modo minimiza el efecto que dicha corrección pueda causar en este: (25)
Bueno, no sé, es que ciertamente, como sabes, no trabajo esta temporada (Entrevista, Oral, España, CREA).
Nótese cómo la supresión de los atenuantes en el ejemplo (26) supondría la modificación de la acción: de una recomendación se pasaría a un acto más impositivo y amenazante: (26)
G: pero eso sabes tú— aunque claroo o s(e)a tú te tienes que atener a lo que ellos digan (Briz y Grupo Val.Es.Co. 2002: L.15.A.2: p. 118, l. 1517-1518). (26’) G’: tú te tienes que atener a lo que ellos digan.
Las partículas discursivas examinadas en este apartado tienen un valor atenuante, si bien este es solo un uso ocasional asociado a ciertos contextos. En otras palabras, formas que tienen un significado fundamental de intensificación presentan usos contextuales de atenuación. El significado evidencial de conocimiento común compartido o accesibilidad a una fuente intelectual y no necesariamente sensorial se utiliza ahora al servicio de la actividad atenuadora, pues lo general y evidente puede servir también de escudo protector del yo y del tú19.
D. Kotwica (2015) se sirve del concepto de intersubjetividad o de accesibilidad de las evidencias (Nuyts 2001) para intentar mostrar que “en determinados contextos, al parecer también puede utilizarse en una estrategia reforzadora para aumentar la aceptabilidad del mensaje transmitido”. No obstante, aun aceptando con numerosas salvedades dicho valor intensificador, no sería este un significado fundamental de dicha partícula, sino en todo caso un uso contextual, como también la autora reconoce. 19
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7. Conclusiones La atenuación y la intensificación son los valores pragmáticos fundamentales de las partículas discursivas denominadas por algunos autores “evidenciales”. Más aún, creemos que las partículas discursivas no pueden ser solo evidenciales sin que dicho significado vaya asociado a un significado fundamental atenuante o intensificador, o desarrollen uno de estos valores como fundamental o como uso contextual. Es cierto que, en esencia, la evidencialidad es un concepto estrictamente semántico y que atenuación e intensificación son conceptos estrictamente pragmáticos, pero en el caso de las partículas discursivas, si el significado evidencial puede disociarse de estos, quizás ello sea indicador de que las formas consideradas como tales no lo son o lo son en menor grado. En las partículas discursivas estudiadas, lo evidencial, en tanto, por ejemplo, “información obtenida por una fuente de información”, que es uno de los significados asignados a dicho término, se convierte en un mecanismo táctico de despersonalización o “desresponsabilización”, en estrategia de atenuación. Si, además, por evidencial se entiende también lo que es general, accesible o comúnmente compartido con otros, dicho significado se emplea ahora como medio para reforzar las acciones e intenciones propias y ajenas; de otro modo, puede hablarse también de partículas intensificadoras tácticamente evidenciales. En ambos casos el significado evidencial es solo un instrumento, entre otros muchos, para atenuar o para intensificar. Quizás, por ello, en el estudio de las partículas discursivas en español haya que relativizar la importancia de ese contenido evidencial en beneficio del valor táctico. Concretamente, en el caso de las partículas que atenúan, lo evidencial se convierte en táctica despersonalizadora y escudo protector del hablante y/o del oyente (autoprotector, preventivo y reparador). Y en el caso de las que intensifican, lo evidencial (término en este caso más coincidente con el significado del término “evidente” en español) sirve a fines de auto-reafirmación del hablante, de alo-reafirmación o de contra-reafirmación. Luego el significado fundamental de dichas partículas discursivas se vincula a la actitud del hablante, a lo modal epistémico. De ahí que nuestro punto de partida y de llegada sea una concepción amplia de la evidencialidad no separada de la epistemicidad o, más en general, de la modalidad. En español, las llamadas partículas evidenciales, al asociarse a significados pragmáticos, diluyen el significado evidencial y se difumina el límite con el significado epistémico.
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De acuerdo con los análisis más concretos de algunas de estas partículas tácticamente evidenciales, puede afirmarse que estas pueden presentarse: — como formas con valor fundamental atenuador; — como formas con valor fundamental intensificador; — como formas con valor fundamental intensificador, aunque con usos contextuales atenuantes (recuérdese lo expuesto en la nota 18, que añade la posibilidad de un cuarto tipo de partículas tácticamente evidenciales). Esta diferencia entre valor fundamental y uso contextual puede resolver un problema planteado por algunos autores al reconocer una función intensificadora-atenuante, en nuestra opinión del todo contradictoria. Que ambas funciones se pongan al servicio de un fin es lo más habitual, pero no es posible que una forma sea al mismo tiempo las dos cosas: o se atenúa o se intensifica. En el caso de los movimientos concesivo-opositivos del tipo por supuesto, sí, pero..., el acuerdo extremo es solo parcial y fingido y minimiza la oposición que sigue; es decir, los acuerdos parciales o pseudoacuerdos son atenuadores y son partes integrantes y subordinadas de un acto director de oposición. Y, en el caso de las combinaciones pero claro, es que claro, la partícula vuelve a funcionar como atenuante del acto de oposición o restricción al que afecta. Y, en concreto, en relación con las partículas discursivas intensificadoras tácticamente evidenciales cabe concluir que todas ellas (claro, desde luego, por supuesto, naturalmente, ciertamente, evidentemente, indudablemente...): — pueden desarrollar las tres funciones de la actividad intensificadora propuestas: auto-reafirmativa, alo-reafirmativa o de contra-reafirmación; — son refuerzos de lo expresado por el propio hablante (auto-reafirmativos), expresan acuerdo con el interlocutor en algún sentido (alo-reafirmativo) o desacuerdo en algún sentido (contra-reafirmativos). Su valor fundamental tiene que ver con el aumento del grado de fuerza ilocutiva, de fuerza argumentativa, así como con el mayor grado de implicación del hablante y/o del oyente sobre lo dicho o de imposición de la verdad. Y, más concretamente, desde el punto de vista dialógico, constituyen refuerzos del acuerdo (estrategias agradadoras o valorizadoras corteses, refuerzos de la imagen del interlocutor) o del desacuerdo con el interlocutor (convirtiéndose, a veces, en expresiones de descortesía); — representan una intensificación que está soportada en un significado evidencial (en una evidencia o verdad indudable y, por tanto, asumida por todos), convertido en táctica reafirmativa;
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— contextualmente y de forma ocasional pueden funcionar como actos independientes de acuerdo (o desacuerdo) reforzados; — y, en fin, pueden presentar también ocasionalmente usos contextuales atenuantes o participar en operaciones de atenuación, especialmente, en los casos en que, por ejemplo, la imagen propia o ajena puede llegar a estar amenazada. Es frecuente por ello su combinación con otras partículas concesivas, opositivas o de justificación (claro pero, pero claro, es que claro, aunque ciertamente...) en actos de esta índole. Referencias bibliográficas ALBELDA, Marta (2003): “Los actos de refuerzo de la imagen”, en Actas del Primer Coloquio del Programa EDICE. La perspectiva no etnocentrista de la cortesía, identidad sociocultural de las comunidades hispanohablantes. Estocolmo: Universidad de Estocolmo, 298-305. ALBELDA, Marta (2007): La intensificación como categoría pragmática: revisión y propuesta. Fráncfort del Meno: Peter Lang. ALBELDA, Marta y María BARROS (2013): La cortesía en la comunicación. Madrid: Arco/Libros. ALBELDA, Marta, BRIZ, Antonio, CESTERO, Ana, VILLALBA, Cristina y Dorota KOTWICA (2014): “Ficha metodológica para el análisis pragmático de la atenuación en corpus discursivos del español. ES.POR.ATENUACIÓN”, Oralia, 17, 7-62. BARRENECHEA, Ana María (1979): “Operadores pragmáticos de actitud oracional: los adverbios en -mente y otros signos”, en A. Mª Barrenechea y otros, Estudios lingüísticos y dialectológicos. Temas hispánicos. Buenos Aires: Hachette, 39-59. BARROS, María (2011): La cortesía valorizadora en la conversación coloquial: estudio pragmalingüístico. Tesis doctoral. Universidad de Granada. BERMÚDEZ, Fernando (2005): Evidencialidad. La codificación lingüística del punto de vista. Tesis doctoral. Universidad de Estocolmo. BRIZ, Antonio (1995): “La atenuación en la conversación coloquial. Una categoría pragmática”, en L. Cortés (ed.), El español coloquial. Actas del I Simposio sobre análisis del discurso oral. Almería: Universidad de Almería, 103-122. Ampliado en Briz (1998): caps. 4 y 6. BRIZ, Antonio (1998): El español coloquial en la conversación. Esbozo de pragmagramática. Barcelona: Ariel. BRIZ, Antonio (2005): “Eficacia, imagen social e imagen de cortesía. Naturaleza de la estrategia atenuadora en la conversación coloquial española”, en D. Bravo (ed.), Estudios de la (des)cortesía en español. Categorías conceptuales y aplicaciones a corpus orales y escritos. Estocolmo/Buenos Aires: Dunken, 53-91.
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POR LO VISTO Y AL PARECER: EVIDENCIALIDAD Y RESTRICCIÓN DEL COMPROMISO CON LA VERDAD DE UN CONTENIDO ENUNCIADO ELISA GONZÁLEZ RAMOS Universidad de Zaragoza
1. Introducción Por lo visto y al parecer son dos locuciones adverbiales disjuntas1 que expresan evidencialidad, es decir, indican cómo el hablante ha conocido aquello que transmite. En el presente trabajo intentaremos describir los componentes de su significado evidencial, así como el valor modal que se deriva del mismo. Nuestras conclusiones están basadas en el estudio de un corpus compuesto por los ejemplos de por lo visto y al parecer recogidos en el Macrocorpus de la norma lingüística culta de las principales ciudades de España y América y por los documentados en el CREA entre los años 2001 y 2006. Los testimonios incluidos proceden de este último. 2. Componentes del significado evidencial de por lo visto y al parecer La determinación del significado de por lo visto y al parecer es una labor compleja, ya que estos signos no presentan un significado conceptual sino instruccional o de procesamiento (Ducrot 1984; Sperber y Wilson 1986). Tal y como señala Marcos Sánchez (2005, 2006: 11), por lo visto y al parecer hacen referencia a dos modos de conocimiento diferentes2, pues manifiestan 1 Para más información acerca del grado de fijación de estas unidades, cf. Martín Zorraquino (2010: 252-253; 2013: 117) y Marcos Sánchez (2005: 777-778). Para un análisis de su función disjuntiva en la oración, cf. González Ramos (2011: 542-543) a partir del concepto de disjunto de Greenbaum (1969). 2 Sobre la semántica de estas partículas, cf. Fuentes Rodríguez y Alcaide Lara (1996: 112114), Martín Zorraquino y Portolés Lázaro (1999: 4159), Santos Río (2003), Fuentes Rodríguez (2009) y González Ramos (2005, 2011).
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que lo dicho ha sido conocido por el hablante gracias a la realización de una inferencia personal o al discurso de una tercera persona. (1) y (2) son representantes del significado inferencial: (1)
Pedro.- ¡Somos de la televisión! Del programa de Lucía Rábula. (Un disparo da en el canto de la ventana enrejada. Pedro se agacha acurrucándose en un rincón.) Toña.- Por lo visto no les gusta ese programa (A. Miralles, ¡Hay motín, compañeras!, 2002, CREA).
En (1), Toña deduce que a las personas a las que visitan no les gusta el programa de Lucía Rábula porque les han disparado tras identificarse como periodistas de dicho programa. (2)
—Corta el pantalón si quieres visita, conviértelo en un short —le dicen otra vez. Boitel no lo hace. Prefiere quedarse sin su visita y protesta vivamente [...]. Al parecer logra su propósito, porque al rato vienen los carceleros y le anuncian que podrá ver a su visita sin tener que cortar la ropa (H. Matos, Cómo llegó la noche. Revolución y condena de un idealista cubano, 2002, CREA).
En (2), al parecer se interpreta fácilmente como inferencial porque, inmediatamente después de la secuencia modificada por este evidencial, el indicio del que parte la inferencia se presenta como justificación de la misma: el hablante infiere que Boitel ha logrado su propósito porque, tras defender su derecho a recibir una visita sin cortarse los pantalones, los carceleros se lo permiten. En cuanto a la remisión a un discurso ajeno como fuente evidencial, veamos (3) y (4): (3)
Al parecer, según la policía, fue el guardaespaldas quien telefonéo [sic], nervioso porque la actriz, de 58 años, no se podía levantar (La Voz de Galicia, 29/12/2004, CREA).
En (3), la especificación mediante según de la autoría del discurso al que remite al parecer facilita la interpretación de esta partícula3. No obstante, este 3 Este ejemplo se presta a dos interpretaciones diferentes. La primera, ya descrita, es la que nos interesa en este trabajo: la secuencia introducida por según está especificando la identidad del autor original del contenido afectado por el evidencial —de acuerdo con lo dicho por la
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tipo de información no siempre está presente en los ejemplos que señalan a un discurso ajeno: (4)
Además del estado de ánimo, otra cosa importante para Mogwai es la duración. Sus discos nunca duran más de tres cuartos de hora. “Por lo visto la capacidad máxima de concentración del ser humano abarca ese tiempo [...]” (El País. El País de las Tentaciones, 09/05/2003, CREA).
El contenido de (4) es el resultado de una investigación de tipo cognitivo, más propio del discurso de un científico que del de un componente de un grupo de música, de ahí que por lo visto se interprete como remitente a un discurso ajeno aunque el contexto no proporcione datos acerca de la autoría de dicho discurso. No siempre es posible determinar si por lo visto y al parecer remiten a una inferencia o a otro discurso como modo de conocimiento del contenido modificado. Es lo que sucede en (5) y (6): (5)
—¿Lo ha pasado bien? —se dignó preguntar. —Muy bien, ¿y usted? —¡Joder, ya ni me acuerdo! Llegué hace tres días y no he parado un momento. Llevo un caso yo solo, por lo visto tengo que ayudarla a usted en otro y, encima, lo del papa (A. Giménez Bartlett, Serpientes en el paraíso. El nuevo caso de Petra Delicado, 2002, CREA).
En (5), el oyente no dispone de información suficiente para determinar si su interlocutor ha inferido que ha de ayudarla en un caso o bien si alguien le ha ordenado o sugerido que lo haga. (6)
Bernal da cuenta de la captura de una canoa en la que viajaban dos notables, quienes al ser interrogados adelantaron que Cuauhtémoc preparaba una operación de envergadura para el día de San Juan. Se buscaba que ésta concidiese [sic] con el aniversario de la entrada de Cortés en la ciudad, cuando llegó en socorro de Alvarado. Al parecer, la efeméride revestía gran importancia (J. Miralles, Hernán Cortés, inventor de México, 2002, CREA).
policía— y está fuera de su dominio de afectación. En la segunda, esta secuencia estaría dentro del alcance del signo evidencial, y especificaría la identidad de aquel al que se atribuye el contenido del ejemplo. Dicha atribución sería, en este caso, lo conocido de forma indirecta. Cf. Kronning (2005: 309-310).
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En (6), la importancia de la efeméride puede haber sido afirmada por los notables interrogados o puede ser el resultado de una inferencia hecha por el hablante a partir del testimonio de los mismos4. El rasgo semántico común que presentan por lo visto y al parecer en todos sus usos es la remisión a un modo de conocimiento indirecto del contenido discursivo modificado. Desde un punto de vista comunicativo, la transmisión de este rasgo es suficiente, pues la imposibilidad de identificar a qué vía cognoscitiva concreta remiten estos signos no dificulta la comprensión de los enunciados en los que aparecen. 3. El valor modal de por lo visto y al parecer Una de las cuestiones más polémicas en los estudios sobre la evidencialidad es la siguiente: ¿son modales los signos evidenciales? A nuestro juicio, la respuesta es afirmativa. Nuestra postura parte de la de Palmer (1986), quien considera que la modalidad epistémica, actitud del hablante con respecto a su compromiso con lo que dice, se subdivide en dos tipos: los juicios —relativos a las nociones de posibilidad y necesidad— y los evidenciales. De acuerdo con esta teoría, un signo evidencial puede modular el compromiso del hablante con la verdad de un contenido sin comunicar nada acerca de su posibilidad o necesidad, pues ambas son marcaciones modales epistémicas diferentes5. En la presente contribución nos ocuparemos de la descripción de nuestras partículas desde este punto de vista. Nos centraremos en dos aspectos: en primer lugar, mostraremos que, si bien por lo visto y al parecer remiten a modos de conocimiento indirectos, no expresan duda o incertidumbre por parte del hablante; en segundo lugar, explicaremos cómo estos signos modalizan el compromiso con la verdad de lo dicho y señalaremos algunas consecuencias pragmáticas derivadas de este rasgo. El ejemplo podría revestir incluso mayor complejidad, ya que el hablante conoce el testimonio de los notables (posibles autores originales de p) gracias al texto de Bernal (informante), así que cabría también la posibilidad de que p fuera el resultado de una inferencia hecha por Bernal a partir del testimonio de los notables, quien en este caso se convertiría en el autor original de p, y sería a su discurso al que haría referencia la partícula evidencial. 5 Cf. también Kronning (2003: 139-141; 2005: 298), quien, si bien defiende una separación entre evidencialidad y modalidad, identifica esta última con la asignación de un grado de verdad al contenido proposicional de un enunciado y considera que ambas son formas de marcación epistémica, pues las dos permiten al hablante cualificar su compromiso con la verdad de lo dicho. 4
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3.1. Por lo visto y al parecer y el valor de verdad del contenido al que modifican Si bien por lo visto y al parecer remiten a vías cognoscitivas indirectas, presumiblemente menos fiables que la percepción directa, su inserción en el discurso no implica la expresión de una actitud dubitativa del hablante, como vamos a intentar mostrar a continuación. 3.1.1. Empezaremos por analizar los ejemplos en los que estas partículas remiten a una inferencia. Veamos, en primer lugar, (7), donde, para un mismo evento, se propone la misma causa, pero mediante signos evidenciales inferenciales diferentes: (7)
(En el trabajo) A: Pedro no ha venido. B: ¿No? ¡Vaya! ¡Qué raro! # (Por lo visto/Al parecer), está enfermo. C: ¿No? ¡Vaya! ¡Qué raro! ? Debe de estar enfermo. D: ¿No? ¡Vaya! ¡Qué raro! Estará enfermo/Puede que esté enfermo.
En este contexto, la aparición de por lo visto o la de al parecer no parece apropiada, la respuesta con deber de epistémico resulta más adecuada pero no del todo satisfactoria, y el uso del futuro o de poder epistémicos no plantea ningún problema. A nuestro juicio, estas disimilitudes se explican por la escasa fundamentación de la inferencia: de que Pedro no haya acudido al trabajo no se sigue de forma fundamentada que esté enfermo, esa es una hipótesis posible entre muchas otras. De ahí que el ejemplo sea imposible para una aserción que no incluya elementos evidenciales, o extraño con deber de, que muestra el contenido que modifica como el producto de un proceso de evaluación y selección de hipótesis, pero adecuado con poder o con el futuro epistémicos, carentes de este rasgo6. Veamos a continuación (7a): (7a)
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(En el trabajo) A: Pedro no ha venido. B1: ¿No? ¡Qué raro! # (Por lo visto/al parecer), está enfermo. B2: ¿No? # Pues, (por lo visto/al parecer), está otra vez enfermo. B3: ¡Vaya! Este chico, (por lo visto/al parecer), está enfermo.
Cf. Dendale (1994: 33-34 y 36) y Dendale y Tasmowski (1994: 47-49 y 54).
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En (7a), B2 introduce la secuencia otra vez, gracias a la cual sabemos que Pedro se ha puesto enfermo con anterioridad. Esto mejora la fundamentación de la inferencia con respecto a la que subyace a la intervención de B1, pero no parece ser suficiente para autorizar la aparición de por lo visto/al parecer. B3, sin embargo, resulta aceptable, pues, aunque en lo que a contenido se refiere equivale a B1, posee una particularidad que la diferencia: el hablante parece confirmar una hipótesis previa, el hecho de que Pedro está enfermo. La existencia de dicha hipótesis, y, por tanto, de indicios que la sustentan, mejora notablemente la fundamentación de la inferencia presente en (7). En tal contexto, en el que incluso la simple aserción sería adecuada, la aparición de estas partículas es posible.Veamos, finalmente, (8)7: (8)
(Llaman a la puerta) A: (Por lo visto/Al parecer), ya está aquí Max. B1: ? Max ya debe de estar aquí. B2: # Max estará aquí ya/Puede que Max esté aquí ya.
En (8), el enunciado con por lo visto/al parecer parece el más apropiado. No obstante, para que este enunciado sea posible en este contexto, la inferencia a la que remite el evidencial ha de estar basada no solo en el sonido del timbre sino en otros indicios suplementarios —como, por ejemplo, el hecho de haber invitado a Max a casa a esa hora—. Tales indicios fundamentan la explicación ofrecida por A, que no supone ya una mera conjetura entre otras muchas posibles sino la opción preferida entre un conjunto de explicaciones relativamente escaso; de ahí que la simple aserción sea también posible. Nótese que el foco informativo de este ejemplo no es la identidad de la visita, sino su presencia en el momento de la enunciación, presencia que explica que hayan llamado a la puerta. En tal contexto, deber de epistémico es extraño, dado que, además de remitir a una inferencia como fuente evidencial, transmite un contenido modal de probabilidad (cf. Kronning 2001: 70-71; Dendale 1994: 34-35), al igual que poder epistémico. Este último, además, muestra la existencia de otras opciones también válidas, de ahí su inaceptabilidad en un contexto en el que parece haber una preferida de forma clara. En cuanto al futuro epistémico, su carácter espontáneo e irreflexivo impide, igualmente, su aparición en este contexto (cf. Dendale 1994: 33-34; 2001: 12-15). Ejemplos similares a (7) y (8) han sido utilizados frecuentemente en la bibliografía para el estudio de la evidencialidad inferencial. Cf., por ejemplo, Dendale (1994). 7
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Los análisis propuestos nos llevan a concluir que por lo visto y al parecer, cuando remiten a una inferencia, requieren que esta esté bien fundamentada. El análisis de nuestro corpus apoya esta teoría. En primer lugar, si la inferencia que subyace a por lo visto o a al parecer permite postular la causa de uno o varios indicios —como en los ejemplos anteriores—, dicha causa es una —generalmente, la más habitual— entre un conjunto reducido de posibilidades. Así, en (1), no existe un gran número de explicaciones para el disparo a los periodistas del programa de Lucía Rábula, pues, sin duda, su presencia no es deseada en ese lugar. Igualmente, en (2), el hecho de que Boitel pueda ver a su visita sin cortarse los pantalones tras defender su derecho a ello admite muy pocas explicaciones, siendo la propuesta en el ejemplo —Boitel convence a sus carceleros— la más plausible. Por otro lado, cuando por lo visto y al parecer remiten a inferencias de carácter generalizador o inductivo, la buena fundamentación de las mismas también parece favorecer la aparición de estos signos. En este caso, dicha fundamentación tiene que ver con la muestra en la que se basa la inferencia. Veamos el siguiente ejemplo: (9)
(Viajo a Zaragoza por primera vez. Nada más llegar, contemplo una pelea entre dos ciudadanos.) # (Por lo visto/Al parecer), los maños son violentos.
En una situación como la descrita en (9), en la que la muestra a partir de la que se generaliza es muy pequeña —los dos primeros ciudadanos maños que se ven se están peleando—, el enunciado con por lo visto/al parecer resulta extraño, como también lo sería la simple aserción. No obstante, si aumentamos la muestra de zaragozanos observada de modo que resulte significativa, este enunciado se torna apropiado. Es lo que ocurre en (9a), donde la simple aserción parece, también, posible: (9a)
(Viajo a Zaragoza por primera vez. En mi primer día, he presenciado cuatro peleas.) (Por lo visto/Al parecer), los maños son violentos.
Finalmente, una generalización como la introducida por por lo visto/al parecer en (9) sería también apropiada si el hablante tuviera la idea preconcebida de que los maños son gente extraordinariamente pacífica. En ese caso, la simple visión de una pelea entre dos de ellos le llevaría a concluir que, al igual que
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otros ciudadanos cualesquiera, estos pueden ser violentos. Un simple ejemplo sería suficiente para contradecir su idea preconcebida y originar una generalización contraria a la misma. De nuevo, en este contexto, una aserción sin elemento evidencial alguno sería también adecuada: (9b)
(Viajo a Zaragoza por primera vez. Nada más llegar, contemplo una pelea entre dos ciudadanos.) ¡Vaya! (Por lo visto/Al parecer), también los maños son violentos. Nunca lo hubiera dicho.
Los datos de nuestro corpus parecen apoyar, de nuevo, estos análisis. Así, en aquellos ejemplos en los que por lo visto y al parecer remiten a una inferencia de tipo generalizador, o bien el contexto explicita que los indicios a partir de los cuales se generaliza son eventos sucedidos en numerosas ocasiones —es decir, la muestra es considerada representativa por el hablante—, o bien la conclusión a la que se llega contradice una expectativa. (10) sería un ejemplo del primer tipo: (10)
El temor se repite sin yo quererlo. Sin pensarlo siquiera. Improvisadamente. Sin que pueda evitarlo. Reacciono con un miedo incontrolable. Esta sensación aparece de repente porque sí, ya sea, como ahora en la ducha del club de golf de Vallromanes —donde he venido para hacer un recorrido de nueve hoyos—, porque sale con una presión excesiva, o como me ocurrió cuando quise disfrutar del placer bajo la única y bellísima cascada de agua en la Montaña del Frío en la República Dominicana. Me parece increíble que no pueda controlar esta reacción: [...]. Pero al inconsciente, por lo visto, no hay quien lo controle, ¡cabrón! (L. Llongueras, Llongueras tal cual. Anécdotas y recuerdos de una vida, 2001, CREA).
En (10), el hablante especifica que sus miedos inconscientes le han visitado numerosas veces sin que pueda controlarlos, de ahí que concluya que el inconsciente es incontrolable. En lo que respecta a aquellos ejemplos en los que el resultado de la inferencia contradice supuestos previos del hablante, veamos (11): (11)
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—No, Pantoja, esto no tiene reverso. No se trata de un capricho ni de una ingenuidad, mucho menos de una posición estúpida. He querido separarme del proceso porque su rumbo no está de acuerdo con mis principios; un hecho normal que se repite cada día donde existe libertad. Pero aquí, al
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parecer, resulta intolerable. Fidel no ha querido respetar mi actitud y ha respondido con infamias, en una forma baja y miserable (H. Matos, Cómo llegó la noche. Revolución y condena de un idealista cubano, 2002, CREA).
En (11), el hablante infiere a partir de su propia experiencia que una actitud que él consideraba normal es intolerable en su país. Así pues, podemos concluir que por lo visto y al parecer, para remitir a una inferencia como fuente evidencial, requieren que dicha inferencia esté sólidamente fundamentada. Por otro lado, en aquellos casos en los que por lo visto y al parecer señalan a un discurso ajeno como fuente evidencial, el grado de confianza del hablante en la verdad de dicho discurso también parece condicionar la aparición de estas partículas. Así, (12b), donde el autor original del contenido modificado evidencialmente se describe como poco fiable, resulta extraño: (12a) Según fuentes de escasa fiabilidad, los rebeldes han tomado el control en las principales ciudades. (12b) ?? Por lo visto/Al parecer, según fuentes de escasa fiabilidad, los rebeldes han tomado el control en las principales ciudades.
Tras esta reflexión, concluimos que por lo visto y al parecer parecen requerir para su aparición que el contenido al que modifican esté bien fundamentado desde un punto de vista epistemológico, de modo similar a una aserción no modificada por signos evidenciales. Por tanto, no parece sensato asociar estas partículas con la expresión de la duda por parte del hablante sino, más bien, con su confianza en la verdad de aquello que comunica. 3.1.2. Para intentar verificar nuestra hipótesis, analizaremos el comportamiento de las secuencias modificadas por por lo visto/al parecer con diversos encadenamientos relativos a la actitud epistémica del hablante. En primer lugar, de manera similar a una aserción no modificada por signos evidenciales, estas secuencias muestran ciertas reticencias a admitir encadenamientos que explicitan una actitud de duda o incertidumbre del hablante con respecto a la verdad de lo comunicado8, encadenamientos que sí admiten los signos que aminoran el valor de verdad de la aserción:
8
Cf.Kronning (2005: 298, 302-304) para el concepto de la actitud epistémica.
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(3a)
Al parecer/Por lo visto, según la policía, fue el guardaespaldas quien telefoneó, ?? aunque no estoy seguro.
(1a)
(Por lo visto/Al parecer), no les gusta ese programa, ?? aunque no estoy seguro.
(1b)
Quizás no les gusta ese programa, aunque no estoy seguro.
En los ejemplos anteriores podemos comprobar las diferencias entre por lo visto/al parecer y quizás: quizás es compatible con aunque no estoy seguro, que explicita la incertidumbre del hablante con respecto a lo dicho; los signos evidenciales, por el contrario, resultan extraños con este encadenamiento, lo que nos lleva a pensar que la actitud epistémica del hablante con respecto a lo dicho es de creencia. Por otro lado, en nuestro corpus hemos documentado numerosos ejemplos en los que la verdad del contenido modificado por por lo visto/al parecer es la base sobre la que el hablante continúa su discurso9. Es lo que ocurre en (4), donde el componente del grupo Mogwai explica por qué hacen discos de menos de tres cuartos de hora de duración a partir del contenido que ha introducido previamente mediante por lo visto: la capacidad máxima de concentración del ser humano no supera ese tiempo. Veamos, igualmente, (13): (13)
Este lunes reina en el pueblo una actividad de hormiguero. Al parecer hay zoco. Desde la carretera vemos la explanada donde se colocan los tenderetes y a un lado una multitud de burros amarrados. Entre Alhucemas y Targuist pasamos por otro zoco y también pudimos ver su concurrido estacionamiento de burros (L. Silva, Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos, 2001, CREA).
En (13), el hecho de que el hablante hable de otro zoco muestra que da por verdadera la existencia del zoco mencionado anteriormente, existencia propuesta mediante al parecer. Finalmente, hemos documentado ejemplos en los que el contenido del enunciado (o enunciados) siguiente al de por lo visto/al parecer proviene del mismo modo de conocimiento que el señalado por estas partículas. Es lo que sucede en (14) y (15):
9
Cf. Ducrot (1984: 158-160) con respecto a la autoridad polifónica.
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(14)
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De la nada se materializó Paloma, mi médico particular, [...] me explicó cómo los rayos UVA no son tan inocentes. Por lo visto, es cierto que son más suaves que los demás rayos ultravioleta del sol, y aunque no queman tanto la piel, no dejan de mancharla y envejecerla. Se ha comprobado que los ultravioleta dejan la piel sin células protectoras, destruyen su colágeno, la deshidratan, alteran la producción de pigmento... vamos, una gloria (A tu Salud. Suplemento Salud de La Razón Digital, 13-19/11/2003, CREA).
En (14), en el encadenamiento del enunciado modificado por por lo visto, el hablante continúa explicando los nocivos efectos de los rayos UVA que ha conocido gracias a su médico, pero sin utilizar esta vez signo evidencial alguno. Esto podría ser interpretado de dos maneras: o bien el dominio de afectación de por lo visto supera aquí los límites del enunciado10, o bien el encadenamiento, que constituye una aserción, es un indicador de la creencia del hablante en la verdad del enunciado modificado evidencialmente, pues alterna con él. (15)
Siguiendo al escritor de Halicarnaso, Keops sumió a los habitantes del país en una completa miseria, cerrando todos los templos y obligando a los habitantes de las dos orillas del Nilo a trabajar para él en la construcción de su monumento funerario. [...] Al parecer, los bloques de piedra que se extrajeron por el método de enfriamiento-calentamiento, fueron transportados desde las canteras en barco por el río. Una vez desembarcados eran arrastrados por cuadrillas de obreros sobre bloques cilíndricos de madera o en trineos y ascendidos al lugar destinado para ellos a través de rampas de arena que serían demolidas una vez acabada la tarea (Terralia, 28/9/2002, CREA).
En (15) se explica, a partir de la narración de Heródoto —el escritor de Halicarnaso—, cómo se transportaron los bloques de piedra del monumento funerario de Keops desde las canteras hasta el emplazamiento del monumento. El contenido modificado por al parecer hace referencia a su transporte en barco, por el río; el del enunciado siguiente, presumiblemente procedente de la misma fuente pero no modificado por ningún signo evidencial, presupone la verdad del precedente, pues refiere el transporte por tierra de los bloques de piedra una vez desembarcados. Por tanto, o bien consideramos que ambos Dejamos para otro momento el estudio de las posibilidades de alcance supraoracional de por lo visto y al parecer. 10
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contenidos están bajo el alcance del signo evidencial, o bien que la aserción del segundo constituye un indicador de la creencia del hablante en la verdad del primero. Tras este análisis, podemos concluir que la actitud por defecto del hablante con respecto al contenido que modifica mediante por lo visto o al parecer es de creencia. Estos signos evidenciales, por tanto, no expresan duda o incertidumbre. 3.2. Por lo visto y al parecer y el compromiso del hablante con la verdad de lo comunicado A continuación analizaremos la relación entre por lo visto y al parecer y el compromiso del hablante con la verdad de su discurso, en un intento de clarificar cuál es el valor modal de estas partículas. 3.2.1. Frente a lo sostenido frecuentemente en la bibliografía11, la inclusión de por lo visto o de al parecer en una aserción no exime al hablante de su responsabilidad con respecto a la verdad de la misma. Una prueba de ello es que, independientemente de cuál sea su significado evidencial, el contenido modificado por estas partículas no se puede negar de forma explícita sin caer en una contradicción, al igual que sucede en una aserción no modificada por signos evidenciales: (1c)
(Por lo visto/Al parecer), no les gusta ese programa, # pero (en realidad) sí les gusta.
(3b)
(Al parecer/Por lo visto, según la policía), fue el guardaespaldas quien telefoneó, # pero (en realidad) no fue el guardaespaldas12.
Como puede comprobarse, los ejemplos precedentes, modificados por por lo visto/al parecer, no admiten un encadenamiento que los contradiga, ni siquiera si en dicho encadenamiento se incluye una partícula como en realidad, que refuerza el contraste entre aquello que puede parecer verdad y lo que se considera verdad. Cf. Fuentes Rodríguez y Alcaide Lara (1996: 112-114), Santos Río (2003: s.v. por lo visto), Fuentes Rodríguez (2009: s.v. al parecer; s.v. por lo visto) o Martín Zorraquino (2013: 116-117). 12 Dentro del paréntesis, junto a los signos evidenciales, incluimos la secuencia que especifica el autor original del discurso al que remiten, dado que, en la interpretación que nos interesa de este enunciado, esta secuencia está fuera del dominio de afectación de dichos signos. Para otras interpretaciones, cf. nota 3. 11
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La responsabilidad del hablante con respecto al contenido modificado por por lo visto/al parecer ha sido cuestionada especialmente en aquellos casos en los que estas partículas remiten a un discurso ajeno, ya que han sido analizadas como introductoras de un contenido del que el hablante no sería responsable (cf. Marcos Sánchez 2005: 784). Sin embargo, a nuestro juicio, también en estos ejemplos el contenido afectado por estas partículas es responsabilidad del hablante, de ahí que el del ejemplo (3b) no pueda ser negado a pesar de proceder de un discurso ajeno. Existen otras pruebas que permiten demostrar que el contenido modificado por por lo visto/al parecer en los ejemplos de discurso referido es responsabilidad del hablante. En primer lugar, este no puede encadenar a una secuencia de la que es responsable una conclusión de contenido equivalente13. Por este motivo, los siguientes ejemplos con por lo visto/al parecer no son aceptables: (14a) Paloma, mi médico particular, me explicó cómo los rayos UVA no son tan inocentes. Por lo visto/Al parecer, manchan y envejecen la piel, # así pues, manchan y envejecen la piel/eso hacen. (3c)
Al parecer/Por lo visto, según la policía, fue el guardaespaldas quien telefoneó, # así que fue el guardaespaldas quien telefoneó/él fue.
En ambos ejemplos, si eliminamos el signo evidencial, el contenido de la secuencia deja de pertenecer al hablante, y entonces el encadenamiento es posible, pues se toman las palabras de otra persona como autoridad para llegar a una determinada conclusión. (14b) Paloma, mi médico particular, me explicó que los rayos UVA manchan y envejecen la piel, así pues, manchan y envejecen la piel/eso hacen. (3d)
Según la policía, fue el guardaespaldas quien telefoneó, así que fue el guardaespaldas quien telefoneó/fue él.
13 Estos ejemplos están inspirados en el análisis comparativo del argumento de autoridad polifónica y el razonamiento de autoridad, ejemplificados respectivamente por la secuencia il paraît que y el discurso indirecto, propuesto por Ducrot (1984: 164-166).
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Asimismo, por lo visto y al parecer no permiten que el hablante corrobore el contenido del discurso al que modifican: al tratarse de su propio discurso, dicha corroboración resulta redundante. Es lo que sucede en (14c) y (3e)14: (14c) Paloma, mi médico particular, me explicó cómo los rayos UVA no son tan inocentes. Por lo visto/Al parecer, manchan y envejecen la piel. # Pienso, pues, que manchan y envejecen la piel/eso hacen. (3e)
Al parecer/Por lo visto, según la policía, fue el guardaespaldas quien telefoneó. # Pienso, pues, que fue el guardaespaldas quien telefoneó/fue él.
De nuevo, estos encadenamientos son posibles si eliminamos las partículas evidenciales, pues el contenido del primer enunciado deja de ser responsabilidad del hablante y pasa a pertenecer a su autor original, lo que permite la disociación entre ambas voces: (14d) Paloma, mi médico particular, me explicó que los rayos UVA manchan y envejecen la piel. Pienso, pues, que manchan y envejecen la piel/eso hacen. (3f)
Según la policía, fue el guardaespaldas quien telefoneó. Pienso, pues, que fue el guardaespaldas quien telefoneó/fue él.
Así pues, al igual que sucede en los ejemplos de inferencia, en aquellos ejemplos en los que por lo visto y al parecer expresan discurso referido, el contenido que modifican es responsabilidad del hablante. Esta idea es también defendible desde un punto de vista teórico: si estas partículas remiten a dos modos de conocimiento no siempre diferenciados de forma clara, ¿realmente se puede postular que cuando remiten a uno de ellos el contenido afectado es responsabilidad del hablante y cuando remiten al otro no lo es? ¿Quién se responsabilizaría, entonces, de aquellos ejemplos en los que la interpretación del evidencial es difusa? ¿Cuál sería la relación del hablante en cuanto a compromiso con su verdad en esos casos? Por otro lado, el hecho de especificar que un contenido se ha conocido a partir de otro discurso no implica que ese contenido no se asuma como propio. A nuestro juicio, existe una diferencia discursiva entre especificar que un contenido se ha conocido gracias a un discurso ajeno y señalar que dicho contenido
14
Igualmente inspirados en las pruebas propuestas por Ducrot (1984: 163-164).
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es ajeno: en el primer caso, ese contenido ya pertenecería al hablante, en el segundo, no. En conclusión, consideramos que el contenido discursivo modificado por por lo visto y al parecer, en el momento de su enunciación, pertenece siempre al hablante, que es quien se compromete con su verdad. A continuación analizaremos qué repercusiones tiene el uso de estas partículas con respecto a ese compromiso. 3.2.2. Si bien por lo visto y al parecer no eximen al hablante de su responsabilidad con respecto a lo dicho, sí le permiten modular esa responsabilidad, pues restringen su compromiso con la verdad del contenido comunicado, supeditándolo a la validez del modo en que ese contenido ha sido conocido. Mediante estos signos, el compromiso del hablante se ciñe a la evidencia de la que dispone. Este es el valor modal que estas partículas aportan al discurso. Algunos ejemplos de nuestro corpus ponen de relieve esta característica de estos signos evidenciales: (16)
—¿Y qué fue lo que le pasó para venir aquí? —pregunté. —Por lo visto estaba recién llegado de un vuelo procedente de Colombia. En Barajas tomó un taxi y en las cercanías del hospital se puso muy enfermo con un infarto o algo parecido, de tal manera que el mismo taxi le trajo a este Servicio. Parece ser que de aquí pasó a la Unidad de Cuidados Intensivos, en donde ha estado ingresado siete u ocho días. Al ser dado de alta se dio cuenta de que le faltaba la cantidad que he indicado. Por lo menos eso es lo que nos ha contado a nosotros —añadió el policía (L. Jiménez de Diego, Memorias de un médico de Urgencias, 2002, CREA).
En (16), el policía limita su compromiso con la verdad de su discurso explicitando que dicha verdad depende de la sinceridad de sus informantes. (17)
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[...] al parecer, se habrían internado en el Golfo de México, hasta alcanzar un punto a la altura de Tampico. Al no haberse encontrado el informe de ese viaje, los únicos datos disponibles provienen de las declaraciones del piloto Ledesma [...]. El piloto Pedro de Ledesma [...] guió en 1508 a Vicente Yáñez Pinzón y Juan Díaz de Solís en su viaje hasta el Amazonas. Al retorno los llevó a la isla de la Guanaja, y de allí declaró “que llegaron por la vía del norte fasta 23 grados é medio”. Si el cómputo de este piloto es correcto, habrían alcanzado un punto al norte de Tampico (J. Miralles, Hernán Cortés. Inventor de México, 2002, CREA).
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Asimismo, en (17), el hablante supedita la verdad del contenido introducido por al parecer, la localización a la que llegó una expedición de conquistadores del Nuevo Mundo, a la corrección de los únicos datos sobre este evento de los que dispone: el cálculo de coordenadas geográficas realizado por el piloto de la expedición. 3.2.3. La modalización del compromiso propia de estos signos conlleva importantes consecuencias pragmáticas. A continuación mostraremos algunas de ellas. 3.2.3.1. En primer lugar, por lo visto y al parecer impiden la aparición de encadenamientos que enfatizan la verdad del contenido al que afectan o la seguridad del hablante en él, como puede comprobarse en los ejemplos siguientes: (1d)
Por lo visto no les gusta ese programa, # de eso estoy seguro/eso es seguro.
(1e)
No les gusta ese programa, de eso estoy seguro/eso es seguro.
(3g)
Al parecer/Por lo visto, según la policía, fue el guardaespaldas quien telefoneó, # de eso estoy seguro/eso es seguro15.
(3h)
Fue el guardaespaldas quien telefoneó, de eso estoy seguro/eso es seguro.
La incompatibilidad es de tipo pragmático: estos encadenamientos conllevan un refuerzo del compromiso del hablante con la verdad del contenido comunicado16, mientras que la función modal de por lo visto y al parecer es restringirlo. 3.2.3.2. Por otro lado, si bien estos signos, por sí mismos, no introducen la duda o la incertidumbre en el discurso, como ya hemos explicado en §3.1., sí permiten, en determinadas condiciones, la expresión de la misma. Observemos los siguientes ejemplos: (18)
Ellas vendían los palos. Por lo visto (Al parecer) habían decidido confiar en él, porque le contaron toda la historia [...]. O bien querían dejar en claro que eran mujeres honestas que se ganaban la vida con el comercio, y no lo que querían los rumores malintencionados (aunque en un aparte reco-
Cf. lo dicho en las notas 3 y 12 con respecto a la doble interpretación de este tipo de ejemplos. 16 Recordemos que, según la noción de evidencialidad adoptada en el presente trabajo, basada en la de Palmer (1986), el compromiso del hablante con la verdad de su discurso se regula tanto mediante la evidencialidad como mediante la modulación del grado de certeza de p. Por tanto, el énfasis en la certeza de p implicaría el énfasis en el compromiso con su verdad. 15
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nocieron que de una porción de las calumnias podía ser responsable el feo nombre de uno de esos palos, el “putter”) (C. Aire, Varamo, 2002, CREA). (19)
Por lo visto/Al parecer, el incendio se ha producido por la explosión de una caldera antigua, pero yo no lo veo así17/yo creo que esa no ha sido la verdadera causa.
En primer lugar nos ocuparemos del análisis de las particularidades de ejemplos como (18). En (18), el hablante infiere a partir de los datos de los que dispone, el hecho de que sus interlocutoras le hayan contado su historia, que estas han decidido confiar en él. Con base en estos indicios, el hablante propone esta explicación como verdadera, pero especifica, gracias a por lo visto (podría ser también mediante al parecer), que se trata simplemente de una “versión” de la realidad, que ha podido conocer gracias a la vía cognoscitiva indirecta de la que dispone, y con la que se compromete únicamente como tal. Esto le permite oponerla a otras versiones formadas a partir de fuentes o datos diferentes. Así, en este ejemplo, la consideración de indicios distintos, como el hecho de que las mujeres están siendo calumniadas, lleva al hablante a proponer otra posible explicación a su comportamiento: desean disipar toda posible duda acerca de su honestidad. Ambas propuestas provienen de una misma vía epistemológica, la inferencia, pero difieren en los datos utilizados en los respectivos procesos inferenciales. Si bien en (18) el hablante no parecer mostrar una especial preferencia por ninguna de las teorías que propone para explicar lo sucedido, en (20), lo introducido por al parecer se revela como falso a la luz de nuevas evidencias: (20)
Era una paciente más que cuarentona. Venía acompañada por sus compañeros de trabajo. Al parecer, según contaban, había tenido un intento de suicidio (en realidad, todo se había quedado en un minifallido intento) con el socorrido sistema de ingerir una dosis relativamente prudente de tranquilizantes. [...] Nada más llegar, y como establece el protocolo ad hoc, le fue practicado el lavado gástrico de rigor, que evidenció la presencia de una escasa cantidad de pastillas en su estómago que, de haberlas dejado vagando por su cuerpo, lo único que le hubieran producido sería una reparadora siesta de ocho o nueve horas (L. Jiménez de Diego, Memorias de un médico de Urgencias, 2002, CREA).
Cornillie (2007: 20) propone este encadenamiento para testar si hay disociación entre el hablante y la fuente de la información en las secuencias modificadas mediante signos evidenciales. 17
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En (20), el hablante conoce que una mujer ha intentado suicidarse gracias al discurso de la propia paciente y de sus compañeros, y supedita su compromiso con la verdad de este evento a la verdad de estos testimonios. Más tarde, los resultados de la pertinente intervención médica le permiten inferir que el intento de suicidio no ha sido tal. Dado que el hablante da total fiabilidad a esta segunda vía epistemológica, invalida lo afirmado en un primer momento, pero sin llegar a contradecirlo, algo imposible sin la presencia del evidencial, como demuestran las diferencias entre (20a) y (20b): (20a) La paciente había intentado suicidarse ingiriendo una dosis alta de tranquilizantes. # Sin embargo, no hubo tal intento, pues los análisis revelaron que la dosis había sido relativamente prudente. (20b) Al parecer, la paciente había intentado suicidarse ingiriendo una dosis alta de tranquilizantes. Sin embargo, no hubo tal intento, pues los análisis revelaron que la dosis había sido relativamente prudente.
Como hemos visto en los ejemplos anteriores, la restricción en cuanto a compromiso que conllevan estas partículas, derivada de su valor evidencial, permite cuestionar la verdad del contenido que modifican sin catalogarlo explícitamente como dudoso o incierto, a partir de la confrontación de contenidos más o menos opuestos conocidos de forma diferente. El hablante puede expresar diversas actitudes epistémicas con respecto a los mismos, en función de cuál considere más plausible. No obstante, el contenido modificado por por lo visto/al parecer mantiene siempre el valor de verdad propio de una afirmación hecha en función de las evidencias disponibles. A continuación nos ocuparemos de ejemplos como (19), en el que, a diferencia de los analizados en el apartado anterior, las bases epistemológicas del contenido que se opone al modificado por por lo visto/al parecer no están codificadas. Para su explicación, nos serviremos de la teoría desarrollada por Berrendonner (1982: cap. 2) acerca de los agentes de verificación de un contenido. Berrendonner defiende que una proposición no se define como aquello que es susceptible de ser verdadero o falso, sino como aquello que puede ser verdadero o falso para alguien. A partir de esta idea postula la existencia de varios tipos de verdades en función de cuál sea su agente de verificación: la L-vérité o verdad para el locutor, la ON-vérité o verdad para la opinión pública y la Øvérité o verdad para el fantôme u orden de cosas. Según este autor, no todas las proposiciones pueden ser candidatas a todos los tipos de verdad, y distingue entre proposiciones idioaléticas, que únicamente pueden aspirar a la L-vérité
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—presente en enunciados como Tengo dolor de cabeza, solo verificable por el hablante—; ontoaléticas, que aspiran a una Ø-vérité —El gato está en el felpudo—, y koinoaléticas, aspirantes a una ON-vérité —como, por ejemplo, una presuposición—. Pues bien, comparemos los siguientes ejemplos: (19a) Por lo visto/Al parecer, el incendio se ha producido por la explosión de una caldera antigua, # pero esa no ha sido la verdadera causa. (19b) El incendio se ha producido por la explosión de una caldera antigua, # pero yo creo que esa no ha sido la verdadera causa. (19) Por lo visto/Al parecer, el incendio se ha producido por la explosión de una caldera antigua, pero yo creo que esa no ha sido la verdadera causa.
En el primer ejemplo se contraponen dos verdades “en sí” cuyos contenidos son contradictorios. Dado que el hablante es responsable de ambas secuencias (cf. §3.2.1.), su combinación resulta inaceptable. (19b), por su parte, está conformado por contenidos vinculados a agentes de verificación distintos —la realidad en el primer caso y el hablante en el segundo—. Sin embargo, su combinación también resulta imposible, pues el responsable último de ambos es el hablante, y dichos contenidos son contradictorios18. Finalmente, la inserción de por lo visto/al parecer en la primera secuencia de este enunciado lo convierte en aceptable, como puede verse en (19). Esto se debe a la restricción del compromiso del hablante que implican estas partículas: dado que, en este caso, la verdad “en sí” expresada en la primera secuencia no es asumida de forma plena e incondicional, su contraposición con la verdad “para el hablante” presente en la segunda, es decir, con su propia versión de la realidad, garantizable únicamente por él mismo, es posible. Dicho con otras palabras: en (19), el hablante se compromete con una Ø-vérité de forma condicionada, en función de los datos de los que dispone —por ejemplo, de la información que ha leído en un periódico o de los datos que ha obtenido en el propio lugar de los hechos—, pero no la admite como verdad para él o L-vérité —yo creo que esa no ha sido la verdadera causa—. Veamos ahora algunos ejemplos similares procedentes de nuestro corpus: (21)
Me irrita este vocablo, “moral”. Me irrita porque en su uso y abuso tradicionales se entiende por moral no sé qué añadido de ornamento puesto a la
18 Berrendonner (1980: 64 y 68-69) considera que tanto las proposiciones ON-vrai como las Ø-vrai son también L-vrai, es decir, verdad para el hablante, en función de la norma de sinceridad subyacente a todos los actos ilocutivos.
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vida y ser de un hombre o de un pueblo. Por eso yo prefiero que el lector lo entienda por lo que significa, no en la contraposición moral-inmoral, sino en el sentido que adquiere cuando de alguien se dice que esta desmoralizado. Entonces se advierte que la moral no es una performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y eficacia vital. [...] Para mí la moral no es lo que el hombre debe ser, pero por lo visto puede prescindir de ser, sino que es simplemente el ser inexorable de cada hombre, de cada pueblo (J. L. González de Rivera, El maltrato psicológico. Cómo defenderse del mobbing y otras formas de acoso, 2002, CREA).
En el ejemplo precedente, la controversia gira en torno al significado y alcance referencial de la palabra moral: el hablante infiere, a partir del uso tradicional que se hace de este vocablo, que el ser humano puede prescindir de ser moral, conclusión con la que limita su compromiso gracias a por lo visto. Este compromiso limitado le permite oponer a esta verdad “en sí” su propia definición de moral, expresada como una verdad asumida de forma personal (L-vérité) gracias a para mí19: la moral es simplemente el ser inexorable de cada hombre, de cada pueblo. (22)
Es una costumbre de la pereza intelectual relacionar el nombre de Gógol con el de un fustigador de los vicios de la sociedad de su tiempo. Así, Almas muertas sería una galería de escenas en las que, con regocijante comicidad, su autor hace burla más o menos sangrienta de una colección de tipos y usos sociales de la época señalados por su hipocresía, corrupción, ineficacia, abuso de poder, etcétera. Los dos principales blancos de la burla serían, al parecer, el funcionariado ruso y la esclavitud del campesinado y, por elevación, el tiro intentaría alcanzar directamente una representación de lo que se ha dado en llamar “el alma rusa”. La realidad —es decir, en este caso la escritura, la novela— es bien distinta a mi modo de ver. En primer lugar, hay que decir que Almas muertas no es una novela de crítica social; todo lo más, cabe aceptar que es el propio escenario —la vida en una ciudad de provincias— el que provee necesariamente de un entorno social, pero sin otra intención que servir de escenario (El País. Babelia, 4/10/2003, CREA).
En (22), el autor polemiza acerca de la posible interpretación social de la novela de Gógol Almas muertas: primero propone una lectura de crítica social 19
Cf. Coltier y Dendale (2004) con respecto a pour moi.
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de la obra y seguidamente la refuta de forma explícita y argumentada. Esta refutación es posible porque el hablante no se compromete de forma incondicional con ninguna de las dos interpretaciones propuestas. Con respecto a la primera, se compromete con ella en función de la validez del modo en que la ha conocido, es decir, a partir del discurso de la pereza intelectual, personificación que desacredita por completo a sus autores. Este compromiso condicionado es fruto del valor evidencial y modal de al parecer, que en este caso se ve reforzado por la presencia del llamado condicional epistémico, periodístico o de rumor, mediante el cual el hablante remite, igualmente, al discurso de la pereza intelectual como base del suyo propio20. En cuanto a la segunda interpretación, el hablante se compromete con ella únicamente como verdad personal —y no como verdad “en sí”— gracias a la presencia de la locución a mi modo de ver. De este modo, el hablante identifica los principales blancos de la supuesta crítica social de la novela con base en los datos de que dispone, pero niega que tal identificación sea válida para él. 3.2.3.3. El único modo del que dispone el hablante para anular la verdad de aquello que modifica mediante por lo visto o al parecer es la ironía, recurso que permite eludir la responsabilidad con lo dicho. Nuestro corpus muestra que la frecuencia de combinación de la ironía con estos signos, aunque baja en general, es dispar: mientras que está presente en un 5,17% de los ejemplos de por lo visto, tan solo aparece en el 0,85% de los de al parecer (cf. González Ramos 2011: 549-552). Por otro lado, si bien se documenta de forma mayoritaria en ejemplos en los que el signo evidencial remite a un modo de conocimiento inferencial, no es exclusiva de ellos21. Veamos los siguientes ejemplos: (23)
Cómo estará la cosa que los lexicógrafos del Pentágono aseguran que no van a torturar al dirigente de Al Qaeda recién capturado, aunque le priven de horas de sueño, de luz natural, agua, alimentos y asistencia médica. Por lo visto, sólo habría tortura si lo pasaran por la máquina de hacer txistorra (El País, 17/03/2003, CREA).
Para una reflexión acerca del condicional epistémico, periodístico o de rumor, su valor evidencial y su relación con la expresión de la incertidumbre o con la regulación de la responsabilidad del hablante con respecto a lo dicho, cf. Dendale (1993), Abouda (2001) o Kronning (2002, 2005). Dejamos para otra ocasión un análisis más profundo de los casos de coaparición de por lo visto/al parecer con estos usos del condicional. 21 Cf. una versión anterior de nuestra teoría en González Ramos (2005, 2011). 20
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En este ejemplo, el hablante infiere a partir de unas declaraciones en las que el Pentágono se niega a calificar de tortura los severos malos tratos infligidos a un preso que lo único que podría ser calificado como tal sería la introducción del reo en la maquina de hacer txistorra. El carácter exagerado del contenido modificado por por lo visto, así como la crítica que implica hacia el Pentágono, permiten captar la ironía de forma clara. Veamos ahora (24): (24)
“Al Servicio Canario de Salud sólo le importa [sic] los médicos porque, al parecer, son los únicos que soportan la presión asistencial”, comentan. “Nos dotan de médicos, pero no de enfermeras y, mientras, seguimos esperando volver al antiguo modelo, aún vigente, con el que nacieron las unidades de atención familiar que dice que por cada médico una enfermera. Ahora es al revés, los centros tienen una enfermera para dos médicos”, explica una auxiliar (Canarias 7, 22/01/2001, CREA).
El ejemplo (24) es ambiguo en cuanto al significado de al parecer se refiere: no está claro si la enfermera ha conocido el contenido que transmite —los médicos son los únicos que soportan la presión asistencial— mediante una inferencia a partir de la precaria situación laboral que vive su gremio o bien gracias al discurso de otra persona, quizás alguien con competencias en la gestión de los centros sanitarios. Independientemente de ello, el carácter irónico de este testimonio es manifiesto, tanto porque el más básico conocimiento de los servicios sanitarios permite identificar su contenido como erróneo o absurdo como por la crítica presente en todo el fragmento. 4. Conclusión Por lo visto y al parecer son dos locuciones adverbiales disjuntas de significado evidencial que pueden remitir tanto a un modo de conocimiento inferencial como a un discurso ajeno, siendo el contexto el que proporciona, en su caso, los datos que permiten una u otra interpretación. Estos signos expresan, asimismo, un valor modal: si bien no introducen la duda o la incertidumbre en el discurso en el que se insertan, ni eximen al hablante de su compromiso con la verdad del mismo, sí restringen dicho compromiso, supeditándolo a la validez del modo en que el contenido comunicado ha sido conocido. Esta restricción conlleva consecuencias de tipo pragmático. En primer lugar, impide la coaparición de las secuencias modificadas por por lo visto y al
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parecer con encadenamientos que refuercen su valor de verdad o la seguridad del hablante en él. Por otro lado, puede propiciar el cuestionamiento del contenido modificado evidencialmente o incluso su negación a través del contexto. No obstante, este contenido siempre se presenta como verdadero en función de las evidencias en las que se basa su afirmación, siendo la ironía el único modo mediante el cual el hablante puede anular su valor de verdad. Referencias bibliográficas ABOUDA, Lofti (2001): “Les emplois journalistique, polémique et atténuatif du conditionnel”, en P. Dendale y L. Tasmowski (eds.), Le conditionnel en français. París: Klincksieck, 277-294. BERRENDONNER, Alain (1982): “Le fantôme de la vérité ou Assertion, Vérification et Métadiscours”, Éléments de pragmatique linguistique. París: Minuit, 33-73. COLTIER, Danielle y Patrick DENDALE (2004): “La modalisation du discours de soi: éléments de description sémantique des expressions pour moi, selon moi et à mon avis”, Langue française, 142, 41-57. CORNILLIE, Bert (2007): Epistemic Modality and Evidentiality in Spanish (semi-) Auxiliaries. A Cognitive-Functional Approach. Berlín/Nueva York: De Gruyter Mouton. CREA = REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Corpus de referencia del español actual. Disponible en línea: . DENDALE, Patrick (1993): “Le conditionnel de l’«information incertain»: marqueur modal ou marqueur évidentiel?”, en G. Hilty (ed.), Actes du XXe Congrès International de Linguistique et Philologie Romanes. Tubinga/Basel: Francke, vol. I, 165-176. DENDALE, Patrick (1994): “Devoir: marqueur modal ou évidentiel?”, Langue française, 102, 24-40. DENDALE, Patrick (2011): “Le futur conjectural versus devoir épistemique: différences de valeur et restrictions d’emploi”, Le Français moderne, 69/1, 1-20. DENDALE, Patrick y Liliane TASMOWSKI (1994): “PouvoirE: un marqueur d’évidentialité”, Langue française, 102, 41-55. DUCROT, Oswald (1980): Les mots du discours. París: Minuit. FUENTES RODRÍGUEZ, Catalina (2009): Diccionario de conectores y operadores del español actual. Madrid: Arco/Libros. FUENTES RODRÍGUEZ, Catalina y Esperanza R. ALCAIDE LARA (1996): La expresión de la modalidad en el habla de Sevilla. Sevilla: Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla. GONZÁLEZ RAMOS, Elisa (2004): “Por lo visto: marcador de evidencialidad y sus valores pragmáticos en español actual”, Interlingüística, 15/1, 665-673.
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SUBJETIVIDAD E INTERSUBJETIVIDAD EN LOS MARCADORES EVIDENCIALES FORMADOS POR EL VERBO DE PERCEPCIÓN VISUAL VER EN ESPAÑOL MERCEDES MARCOS SÁNCHEZ Universidad de Salamanca
1. Introducción Es un hecho conocido que el verbo ver en español —como sus correspondientes en otras lenguas (Sweetser 1990)— goza de una extraordinaria productividad como fuente de partículas discursivas (Montolío y Unamuno 2001; Cuenca y Marín 2000; Marín 2005), algunas de ellas con claros valores evidenciales (Aijmer 2004). El Diccionario de partículas de Luis Santos Río (2003) analiza, salvo error en el cálculo por mi parte, hasta un total de 54 partículas en cuya formación aparece el verbo ver en una u otra forma. De entre ellas, me centraré aquí en un pequeño grupo, formado por usos parentéticos del verbo ver y algunas de sus variantes, que, en principio, podrían ser cuestionados como marcadores de evidencialidad e incluso como marcadores del discurso propiamente dichos. En las líneas que siguen atenderé a mostrar, en primer lugar, la naturaleza evidencial de dichas expresiones (§2), las propiedades formales que permiten su clasificación como marcadores discursivos (§3) y, por último (§4), pasaré a su análisis desde una perspectiva amplia de la noción de evidencialidad, en consonancia con las recientes propuestas de Nuyts (2001a, 2001b, 2012), Cornillie (2007, 2009, 2010), Boye y Harder (2009) y Boye (2012). La propuesta nocio-funcional de estos autores permite integrar las distintas perspectivas —gramatical, semántica y pragmática— que suelen solaparse en el estudio de la evidencialidad (Boye y Harder 2009).
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2. Veo, ves, ya veo, ya ves, se ve..., ¿marcadores de evidencialidad? 2.1. La evidencialidad como categoría nocional A partir de 1986, fecha de publicación del volumen pionero en los estudios sobre la evidencialidad (Chafe y Nichols 1986), estos no han hecho sino aumentar y profundizar en el análisis de su expresión en diferentes lenguas. Con raíces en los años noventa del siglo XX, ha sido la primera década del siglo XXI la que ha arrojado un mayor conocimiento sobre el fenómeno lingüístico de la evidencialidad, especialmente con respecto a lenguas que, en opinión de los que se adhieren a una concepción restringida de la misma (Aikhenvald 2004, por ejemplo), carecen de dicha categoría en su sistema. Así, las lenguas europeas han sido estudiadas a la luz de los significados evidenciales que se han ido descubriendo tras la comparación de múltiples sistemas en el ámbito de la tipología lingüística (Diewald y Smirnova 2010b). Esta ampliación de los estudios sobre la evidencialidad en francés, inglés, alemán, italiano, español, etc., no habría sido posible si no se hubiera producido un cambio de perspectiva en la consideración de la evidencialidad en cuanto fenómeno lingüístico (cf. el estudio introductorio de este volumen). Si en los principios la evidencialidad era entendida como un fenómeno más relacionado con la gramática stricto sensu que con otras esferas del lenguaje, ahora se intenta superar esa limitación para considerar que la evidencialidad no es (o no es solo) una categoría gramatical, sino semántica (Plungian 2001; Marcos Sánchez 2004, 2005, 2006), nocional (Aikhenvald 2007; Plungian 2010) o funcional1 (Cornillie 2009; Diewald y Smirnova 2010a; Hennemann 2013). Perteneciendo, pues, al plano de la sustancia (Boye y Harder 2009), la evidencialidad se convierte en una categoría universal, independiente de los sistemas lingüísticos concretos, 1 Cornillie (2009: 45) establece que “Evidentiality is defined as the functional category that refers to the perceptual and/or epistemological basis for making a speech act”. Y Hennemann (2013: 15-16), siguiendo la autoridad de Diewald y Smirnova, considera que la evidencialidad es una categoría semántico-funcional, justificando esta doble naturaleza en que, semánticamente, un elemento evidencial “must indicate the source for (a) certain proposition(s). In other words, the linguistic device must convey the meaning ‘source of information’. Evidentiality is also a functional category as it is expressed by linguistic means that fulfill the function of indicating the source of information for the transmitted content of (a) certain proposition(s). And in order to capture that ‘evidential meanings range from lexical to grammatical functions’ it should be spoken of a semantic-functional domain (Diewald y Smirnova 2010b: 1)”.
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pero que tiene plasmación a través de diferentes medios en cada lengua. Esta consideración nos permite distinguir, por un lado, la evidencialidad como categoría nocional, y, por otro, los marcadores de evidencialidad, marcadores evidenciales, o, simplemente, evidenciales, como expresión lingüística de la evidencialidad —ya sea a través de la gramática, el léxico o el discurso2—. Desde esta perspectiva, en los últimos años se ha propuesto la denominación de expresión evidencial (Diewald y Smirnova 2010a; Hennemann 2013), ya que “the term evidential expression is a neutral label (a hypernym) used to denote any kind of linguistic string with evidential meaning in a particular context, regardless of its linguistic structure and degree of grammaticalization” (Diewald y Smirnova 2010a: 41). La función de las expresiones evidenciales es la de indicar la fuente de información, la manera en que el hablante ha adquirido la información que está comunicando (Aikhenvald 2004; Dendale y Van Bogaert 2007). La indicación de la fuente o modo de acceso a la información constituye, según la definición de Anderson (1986: 274): the kind of justification for a factual claim which is available to the person that claim, whether direct evidence plus observation (no inference needed) evidence plus inference inference (evidence unspecified) reasoned expectation from logic and other facts and whether the evidence is auditory, or visual, etc.
La noción de justificación también es central en la teoría sobre la epistemicidad de Kasper Boye (2012), para quien la evidencialidad —entendida como
A pesar del posicionamiento de Aikhenvald con respecto a la consideración de la evidencialidad como fenómeno estrictamente gramatical, obsérvese cómo no existe en su punto de vista un rechazo al establecimiento de una categoría conceptual por un lado y la realización concreta de la misma, esto es, la multiplicidad de medios de expresión con que puede contar una lengua: “The term ‘evidential’ primarily relates to information source as a closed grammatical system whose use is obligatory. The term ‘information source’ relates to the corresponding conceptual category. This is akin to the distinction between the category of ‘tense’, as grammaticalized location in time, and the concept of ‘time’. Expressions related to information source are heterogeneous and versatile. They include closed classes of particles and modal verbs, and an open-ended array of verbs of opinion and belief” (Aikhenvald 2007: 209). 2
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una subcategoría de la epistemicidad3, junto con la modalidad epistémica— “covers meaning that can be described in terms of the notion of epistemic justification: evidential meaning represent different types of epistemic justification for [...] a proposition” (Boye 2012: 19). 2.2. Tipos de significados evidenciales Los diferentes tipos de justificación epistémica, o diferentes tipos de significados evidenciales susceptibles de ser expresados en las diferentes lenguas, se establecen, según Boye (2012: 19), contraponiendo en primer lugar la justificación directa a la justificación indirecta, y, dentro de esta última, haciendo una distinción entre justificación referida (reportive justification) y justificación inferencial. Siendo esta clasificación de naturaleza muy general, tendré en cuenta igualmente las subcategorías establecidas por Plungian (2010). Este lingüista propone una clasificación tripartita de los valores evidenciales, obtenida de la intersección de dos oposiciones binarias, la directa/indirecta y la personal/no personal: a) evidencialidad directa/personal, que a su vez se subdivide según los criterios de participación (evidencialidad participatoria/ endofórica) y percepción (evidencialidad visual/no visual); b) evidencialidad indirecta/personal, subdividida en evidencialidad inferencial (basada en resultados observados) y evidencialidad presuntiva (basada en un razonamiento plausible), y c) evidencialidad indirecta/no personal, que agrupa los distintos tipos de valores reportativos.
Boye, que estudia los significados epistémicos desde un punto de vista funcional-cognitivo, establece que estos pueden agruparse en tres categorías descriptivas: “1. A descriptive category of evidentiality which is defined in terms of the notion of source of information, evidence, justification or, as will be preferred here, epistemic justification. 2. A descriptive category of epistemic modality, which is defined in terms of the notion of degree of certainty, degree of commitment or, as will be preferred here, epistemic support. 3. A descriptive category of epistemicity which consists of the subcategories evidentiality and epistemic modality, and which is defined in terms of a notion which is a generalization over the notions of epistemic justification and epistemic support: the philosopher’s notion of justificatory support (Toulmin 1958: 112)” (Boye 2012: 2). 3
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2.3. La naturaleza evidencial de veo, ves, ya veo, ya ves, se ve... Alineándonos, pues, con la visión de evidencialidad sustentada, entre otros, por Plungian (2001, 2010), Marcos Sánchez (2004, 2005, 2006), Boye (2012) y Hennemann (2013), entendemos que esta es una categoría nocional universal (Plungian 2001; Hanks 2012) que se expresa en cada lengua mediante procedimientos diversos. Estos procedimientos —gramaticales o léxicos— permiten al hablante inscribir en su enunciado la fuente y el modo en que ha adquirido la información (Estrada 2013: 17) y justificar la proposición que transmite su mensaje. Las expresiones que estudiamos constituyen usos del verbo ver en los que este ha perdido o ha visto debilitado su significado prototípico de ‘percibir por los ojos los objetos mediante la acción de la luz’ (DRAE) y ha adquirido diversos valores evidenciales. El criterio que sirve para discriminar entre un verbo de percepción y un verbo de percepción evidencial (cf. Whitt 2010, 2011) se ilustra en ejemplos como los siguientes: (1)
Veo la puerta de la calle.
(2)
Veo que la puerta de la calle está cerrada.
(1) ilustra el empleo de ver como verbo de percepción, siendo la predicación principal del enunciado el hecho de ‘ver’. Este enunciado consta de una única proposición. En (2) la predicación principal no recae en el verbo ver sino en la proposición expresada por la completiva. El enunciado podría parafrasearse como “la puerta está cerrada y lo digo porque lo percibo a través de mis ojos”. Estaríamos, pues, ante un caso de evidencialidad directa, personal y visual, que, como señala Whitt (2010, 2011), conlleva una dimensión deíctica que apunta siempre al hablante. De igual modo, en los usos parentéticos que son el objeto del presente estudio, el verbo ver no constituye la predicación principal4 sino una justificación de la aserción a la que acompaña, indicando cómo se ha obtenido la información. Así,
4 El criterio de la doble predicación es determinante en la identificación de los valores evidenciales de ver, tal como muestran, entre otros, los estudios de Whitt (2010, 2011) y Grossmann y Tutin (2010).
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Veo que ya has comido —dijo él, mirando el plato con los restos del sándwich (E. Power, Corazón traicionero, 2012). Ya has comido, veo,
indican que la fuente de información del hablante es su propia percepción visual, y (3c)
Se ve que ya has comido,
igualmente invoca al sentido de la vista como fuente, pero añade algunos matices que no pasan desapercibidos, como en (4)
A Quique no le ha gustado, se ve (Twitter, 5/1/2011, ).
La desaparición de la primera persona, que no implica la desaparición del hablante, provoca lecturas evidenciales diferentes. Si en (3a) y (3b), junto a la indicación de la fuente se transmite cierta evaluación por parte del hablante sobre la certeza del hecho —justificación modal en términos de Boye (2012), posicionamiento epistemológico en términos de Bednarek (2006)—, en (3c) y (4) la certeza o grado de compromiso del hablante con el contenido de la proposición puede verse rebajada5. La disminución en la escala no está provocada, no obstante, por la simple elección de la forma se ve, sino por el hecho de que esta expresión, utilizada en discurso, pasa de indicar una fuente directa y visual de la información a ser marca de una fuente indirecta inferencial o presuntiva. Comúnmente se considera que este tipo de fuente es menos fiable que la observación directa. El sentido conjetural que muestra se ve solo se revela en contexto, es un significado pragmático, por tanto. Imaginemos que (5a) (5b)
Se ve que aquí están los libros de pragmática, Aquí están los libros de pragmática, se ve,
se enuncian en el contexto en que dos amigas van a preparar el examen de Pragmática a la biblioteca de su universidad, y cuando llegan a una mesa la 5 (4) constituye la respuesta del autor del tuit a un comentario anterior, a partir del cual infiere que “a Quique” no le ha gustado su comentario deportivo. Pero deja una puerta abierta a que la realidad sea otra.
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encuentran toda ocupada por sus compañeros de clase. La hablante no ve la estantería con los libros, sino lo que imagina que es su efecto —la aglomeración de estudiantes conocidos—. A partir de un efecto visible lleva a cabo una inferencia (“si hay tantos estudiantes aquí es porque aquí están los libros de pragmática necesarios para el examen”). Del mismo modo, en un contexto determinado, (6a) (6b)
Ya se ve que aquí están los libros de pragmática, Aquí están los libros de pragmática, ya se ve,
pueden estar citando palabras ajenas al mismo tiempo que señalando a un hecho percibido visualmente. Si las dos amigas del ejemplo anterior han hablado antes y una le ha dicho a la otra: “Va a haber mucha gente donde los libros de pragmática”, tanto (6a) como (6b) pueden tener el sentido de confirmación, y pueden ser parafraseados por “aquí están los libros, como tú bien has dicho”, o “aquí están los libros, según tus palabras”. Podría pasar que lo que percibe visualmente el hablante no se ajuste realmente a la afirmación previa de su interlocutor o de otra tercera persona, con lo cual todo el enunciado adquiriría un sentido irónico evidente, marcado por ya se ve. Hemos revisado hasta aquí las expresiones que contienen una forma de ver en primera persona y en una forma impersonal, pero que puede integrar al hablante en cuanto expresión personal de una postura epistémica. Las definiciones de evidencialidad que hemos citado coinciden en señalar que los evidenciales inscriben en el enunciado la fuente de información que tiene el hablante, son deícticos (Hanks 2012) que señalan al hablante, de modo que estos deben ser entendidos como expresión de subjetividad lingüística6. Más problemática resulta, desde este punto de vista, la clasificación de las expresiones con ver en segunda persona, cuyo análisis dejamos para más adelante. Como veremos entonces, incluso en este caso existe una indicación a la fuente de conocimiento, aunque esta se ponga en relación no solo con el hablante sino también con el oyente o interlocutor, lo que nos llevará a hablar de una evidencialidad intersubjetiva (cf. infra §4).
“Linguistic subjectivity —define Mushin (2001: 1)— is the interpretation of linguistic expressions in terms of some cognizant observer, thinker, emoter, and, of course, speaker”. 6
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3. Veo, ves, ya veo, ya ves, se ve..., ¿marcadores discursivos de evidencialidad? El cuestionamiento de la pertenencia de las expresiones veo, ya veo, ves, ya ves, y las variantes que hemos mencionado, a la clase de los marcadores del discurso no proviene de su contenido semántico sino de su morfología. Frente a la invariabilidad que suele considerarse como rasgo distintivo de los marcadores del discurso, las expresiones que estudiamos aquí admiten variación de persona y en determinados contextos también variación de aspecto y tiempo. Por otro lado, además, sintácticamente resultan heterogéneas, ya que hemos considerado al mismo tiempo construcciones completivas —veo que, ya veo que, ya ves que, se ve que— y usos parentéticos. Esta falta de fijación puede interpretarse como la prueba de que nos encontramos ante un proceso de gramaticalización en marcha, el que va desde un empleo de ver en su sentido perceptual pleno, pasando por los estadios de debilitamiento semántico comunes en todos los marcadores del discurso, hasta adquirir los nuevos contenidos procedimentales que indican su cometido pragmático y discursivo7. En todo caso, y desde un punto de vista sincrónico, estas expresiones —que, en virtud de su función y/o de sus propiedades sintáctico-semánticas, han sido clasificadas como comment clauses (Brinton 2008), marcadores oracionales (marqueurs discursifs propositionnels; Andersen 2007), expresiones oracionales (Santos Río 2003), fórmulas oracionales (Seco, Andrés y Ramos 2004), oraciones parentéticas (Kaltenböck 2007), reduced parenthetical clauses (Schneider 2007) o, simplemente, parentéticos (parentheticals) (Dehé y Kavalova 2007)— manifiestan una serie de propiedades que las acercan a los verdaderos marcadores discursivos. Compárese la definición de marcadores del discurso de Martín Zorraquino (2010: 112), que revisa la definición de Martín Zorraquino y Portolés (1999): Las palabras que funcionan como marcadores discursivos se caracterizan, pues, por ser prototípicamente invariables, o por tender claramente a la invariabilidad a través de sendos procesos de lexicalización —los cuales reducen a una unidad inanalizable un conjunto de constituyentes— y de gramaticalización —los signos gramaticalizados pasan a transformarse en elementos lingüísticos más abstractos, más instrumentales que aquellos a partir de los que se originan—; no ejercen una Para un estudio de la gramaticalización de ver en el marcador francés tu vois, cuyo proceso puede considerarse paralelo al de los marcadores parentéticos estudiados aquí, véase Bolly (2011). 7
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función lingüística en la predicación oracional: no afectan al contenido proposicional del segmento o de los segmentos del discurso junto a los que aparecen (de extensión desigual: puede tratarse de una oración o de los constituyentes de una oración o incluso de una palabra aislada) y a los que comentan (pueden comentar igualmente un contenido implícito: una situación extraverbal); y guían y apoyan a los interlocutores, de acuerdo con sus propiedades morfosintácticas, semánticas y pragmáticas, en el procesamiento de la comunicación,
con los siguientes rasgos caracterizadores de comment clauses, reduced parenthetical clauses, parentheticals, oraciones parentéticas, expresiones oracionales, etc.: a) Se basan en un verbo conjugado (Schneider 2007) y pueden funcionar como oraciones por sí mismos8. b) Escasa variabilidad morfológica. Como se observará en el catálogo de marcadores propuestos para el presente estudio, la variación admitida es limitada, pudiendo hacerse tres grupos: 1) el de los marcadores en los que el verbo ver está en primera persona; 2) el de los marcadores en los que el verbo está en segunda persona, y 3) un tercer grupo en los que aparece el verbo en tercera persona con un se impersonal9. c) Opcionalidad en el plano sintáctico (Andersen 2007). Al no existir un vínculo sintáctico entre el marcador y la oración en la que se inserta, y al 8 Seco, Andrés y Ramos (2004: XVII), desde el ámbito de la fraseología, reconocen también que las fórmulas oracionales pueden funcionar como oraciones por sí mismas, y añaden que “es frecuente que la fórmula oracional vaya coordinada o subordinada a aquella que la acompaña”. Según esto serían fórmulas oracionales tanto el caso de (3) como el de (4) en los ejemplos de arriba. Para un estudio pormenorizado de las funciones discursivas de los predicados que exigen una oración completiva, pero que no constituyen la predicación principal del enunciado, como ocurre en el caso de (1), en que la proposición principal no es el hecho mismo de la percepción, veo, sino la afirmación la puerta está cerrada, remito al esclarecedor artículo de Boye y Harder sobre este tipo de construcciones (Boye y Harder 2007) y a Simons (2006). Esta última autora resuelve el problema de la heterogeneidad sintáctica que hemos mencionado al considerar que las construcciones completivas que, semánticamente, no constituyen la predicación principal del enunciado son semantic parentheticals. 9 Brinton (2008: 11.1) resume así estas posibilidades de variación en las comment clauses: “[…] or sentence disjuncts of clausal origin, that are based on common verbs of perception and communication, such as look, see, say, and mean. These comment clauses assume diverse syntactic forms: present-tense verbs with first-person subjects (I say, I daresay, I see, I mean, I find, I gather), with second-person subjects (you say, you see), and with third-person subjects (that is to say), adverbial/relative structures (as you say, as/so you see, if you will, as it were, as I find, as I gather, what’s more), and imperative clauses (look, see, hark, listen, hear)”.
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d) e) f) g)
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no depender esta para su significado del marcador proposicional (Schneider 2007; Brinton 2008), dicho marcador podría ser totalmente prescindible. No aportan ninguna contribución al contenido proposicional del enunciado (Andersen 2007; Brinton 2008). No modifican el valor de verdad del enunciado (Andersen 2007; Schneider 2007; Brinton 2008). Muestran cierta libertad posicional con respecto al enunciado en el que se insertan, pudiendo aparecer en posición inicial, medial o final (Andersen 2007; Brinton 2008; Schneider 2007). Schneider (2007) señala también como criterio definidor la carencia de un argumento exigido por la valencia del verbo, aunque este argumento puede ser fácilmente recuperado a partir del enunciado en el que se inserta. Esta característica se ilustra con casos como el siguiente: (7)
Y por lo que se refiere a la investigación, veo que lo tienes claro, así que adelante (L. Silva, LEA)10.
En un uso no parentético, el argumento exigido por el verbo ver aparece explícito en forma de oración completiva, mientras que en (7’)
Y por lo que se refiere a la investigación, lo tienes claro, veo,
hay que recuperarlo del segmento anterior. h) Tienen sentido subjetivo o intersubjetivo (Andersen 2007; Brinton 2008). Por todas estas características, en consecuencia, pueden ser asimiladas a los marcadores prototípicos, según la convincente argumentación de Brinton (2008: 11.2): Comment clauses likewise exhibit many of features of pragmatic markers in that they lack propositional o referential content (have little semantic content) but
10 Buena parte de los ejemplos han sido tomados de la obra de Lorenzo Silva recogida en el pack electrónico de la editorial Destino, Bevilacqua y Chamorro (2014). Las siglas empleadas en la identificación de los ejemplos corresponden a las siguientes obras incluidas allí: NyD = La niebla y la doncella; LEA = La estrategia del agua; LMM = La marca del meridiano. Las ediciones electrónicas, muy útiles para hacer búsquedas, no permiten, sin embargo, citar números de página, pues carecen de ellos. Igualmente se ha utilizado la edición electrónica de La sustancia interior, también de Lorenzo Silva.
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rather serve pragmatic or procedural functions, with scope over the entire clause. Comment clauses frequently have textual an interpersonal (subjective and intersubjective) functions typical of pragmatic markers. They are optional elements in the sense that their omission does not render the discourse ungrammatical or incomprehensible, though it may cause pragmatic or processing difficulties. Comment clauses are syntactically free from the rest of the clause and positionally mobile, often occurring in initial position. Like pragmatic markers, they are characteristic of oral or speech-based discourse. For these reason, this work has assumed that comment clauses are parenthetical pragmatic markers11.
Así pues, también aquí se considerará que las expresiones con ver que estamos estudiando son verdaderos marcadores del discurso, cuya función es la de indicar si el hablante justifica una aserción señalando determinados aspectos que tienen que ver con la información o el conocimiento que transmite, tales como la manera de adquirirlo —percepción visual, percepción intelectual, por razonamiento, etc.—, la posición epistémica que mantiene hacia el mismo, si esta información es compartida o no por otros e, incluso, qué pretende hacer, discursivamente hablando, con esas indicaciones: legitimar su discurso, intensificar o minimizar la fuerza de la aserción, etc. 4. Subjetividad e intersubjetividad: entre el yo, el otro y los otros. Análisis multidimensional de los marcadores parentéticos con ver La propuesta de un análisis multidimensional de las expresiones evidenciales ha sido planteada explícitamente por Cornillie (2007a, 2007b, 2010), pero tiene raíces en los planteamientos pragmático-cognitivos de autores como Mushin (2001). Esta autora afirma: Speakers legitimate their utterances by indexing the information appropiately to the relationship between interlocutors and the speaker’s involvement (or lack of involvement) in the information they communicate. The adoption of a particular subjective orientation thus relies on contextual, social and cultural knowledge necessary Las cursivas son mías. Otros autores igualmente consideran que los parentéticos funcionan como marcadores del discurso (Prieto de los Mozos 2001; Andersen 2007; Kaltenböck 2007), especialmente por su naturaleza formulaica, resultado directo del proceso de gramaticalización que han sufrido o que están sufriendo, puesto que, como hemos dicho, muchos de estos parentéticos aún no están totalmente gramaticalizados. 11
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for the interaction, and not just knowledge of the linguistic system. To this extent, subjectivity is a pragmatic notion (Mushin 2001: 15).
La noción de legitimación nos obliga a considerar que la elección de un evidencial no se realiza en función del hablante, sino en función del hablante con respecto a un oyente, y de la relación que uno y otro mantienen con el contenido de sus enunciados. Todo ello configura un análisis que intenta dar respuesta a las siguientes preguntas: 1) ¿en qué se basa el hablante para hacer una afirmación?, ¿se basa en su propio conocimiento o en el de otros?; 2) ¿hasta qué punto considera que esa información es fiable?, ¿la suscribe o apoya totalmente?, ¿qué tipo de reacción le suscita?; 3) la información que comunica ¿es conocimiento exclusivo del hablante o es una información compartida?, y 4) ¿qué presencia tiene el interlocutor en el enunciado?, ¿cómo interactúa con él el hablante? A las preguntas de 1), las que constituyen la primera de las dimensiones en el modelo de Cornillie (2007a), intentamos contestar en §2.3. Algunas cuestiones quedaban abiertas allí con respecto a las expresiones que, frente a las inequívocamente subjetivas por ir asociadas a la primera persona, aparecen en segunda persona o en una tercera impersonal. Para dar respuesta a estas y otras cuestiones, es necesario analizarlas a la luz del resto de preguntas que acabamos de formular y que resumen las otras dimensiones, igualmente relevantes y articuladas en torno al contraste y relación entre el yo, el otro y los otros. 4.1. Subjetividad e intersubjetividad En lingüística, desde Benveniste (1958), la subjetividad es entendida como la presencia del hablante en el discurso y está ligada primordialmente al uso de los deícticos de persona y a la modalidad. Todas las expresiones que están orientadas al yo, al hablante, o que necesitan de una referencia a este para poder ser comprendidas, son subjetivas12. Así, todas las expresiones con una
De Smet y Verstraete (2006: 365) ofrecen la siguiente definición de subjetividad: “As a working definition, ‘subjectivity’ roughly covers the fact that a particular element or construction requires reference to the speaker in its interpretation”. Estos autores establecen una interesante diferencia entre la que denominan subjetividad pragmática, por un lado, y la subjetividad semántica, por otro. La subjetividad pragmática es inherente al uso del lenguaje e independiente del significado de una expresión concreta. Se refiere a que la elección de cualquier término 12
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primera persona veo, ya veo —y otras que no forman parte de los objetivos de este estudio: como veo, por lo que veo, etc.—, deberán ser entendidas como evidenciales subjetivos. Frente a la presencia del yo, toda atención prestada al interlocutor (tú) se considerará intersubjetiva, en el sentido que confiere Traugott (2010: 30) al término: “subjectivity, understood as relationship to the speaker and the speaker’s beliefs and attitudes, and of intersubjectivity, understood as relationship to the addressee and addressee’s face”. Esta concepción de intersubjetividad está ligada a otra de las dimensiones que hay que tener en cuenta en el análisis de los evidenciales, a saber, la de las funciones interactivas que pueden desempeñar en el discurso, que han sido admitidas por autores como Andersen (2007:14), quien concluye que los marcadores proposicionales —en su denominación— de segunda persona “sont des marqueurs d’interaction, d’appel à l’interlocuteur, généralement pour s’assurer de sa participation (passive)”. Pero, por lo que respecta a la evidencialidad, los términos subjetividad e intersubjetividad, a partir de los estudios de Jan Nuyts (2001a, 2001b, 2012), tal vez bajo el influjo que estos términos adquieren en las ciencias sociales, han sufrido una redefinición que conviene tener en cuenta. En esta redefinición se prima no tanto el modo de acceso al conocimiento que tiene el hablante cuanto el hecho de que ese conocimiento sea o no compartido por los interlocutores13. Whitt (2011:348) lo expresa de esta manera: [...] although the deictic (i.e. subjective) nature of evidentiality has been taken for granted, much less attention has been devoted to intersubjectivity and evidentiality: how linguistic expressions of evidentiality may indicate that the evidence is available not only to the S/W, but also to a larger community. So to return to
en el discurso está ligada a la perspectiva del hablante. Frente a ella, la subjetividad semántica (que, en términos hallidayanos, puede ser ideacional —el hablante describe su propio estado de creencias o actitudes hacia la situación, es claramente evaluativa— o interpersonal) tiene que ver con la codificación de la posición del hablante hacia el contenido y hacia el interlocutor. Recientemente se ha acuñado la denominación evidencialidad interpersonal (Tancucci 2013) para estudiar este último aspecto. 13 Aunque Nuyts hace esta distinción con relación a las expresiones modales, el criterio ha sido expandido por él mismo y por otros (Cornillie 2007; Whitt 2009 y 2011) a las expresiones evidenciales. En palabras de Nuyts (2012: 58), “A modal evaluation is ‘subjective’ if it is presented as being strictly the assessor’s sole responsibility. A modal evaluation is ‘intersubjective’ if it is presented as being shared between the assessor and a wider group of people, possibly (but not necessarily) including the hearer”.
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example (1): I see Anita swimming in the lake can be considered subjective because it appears the S/W alone is in possession of the visual evidence. However, in a sentence such as We see Anita swimming in the lake, intersubjective evidentiality is involved because the S/W shared this evidence with a larger speech community.
Manejar este concepto de intersubjetividad puede resultar una herramienta útil para explicar la variación entre los usos de, por ejemplo, veo, según veo, por lo que veo, por un lado, y, por otro, como ves, como se ve, se ve. El factor determinante, una vez más, es la dinámica que va del yo al otro y/o a los otros: información de la que es únicamente responsable el hablante (veo, subjetividad), frente a la que es compartida también por el interlocutor (ves, ya ves), o por todos (se ve). 4.2. Interacción La intersubjetividad entendida como atención al interlocutor (Traugott 2010) nos lleva inevitablemente a considerar la función que una expresión evidencial puede desempeñar en la interacción social. Un modelo para entender en qué consiste esta dimensión interactiva podemos encontrarlo, por un lado, en la corriente interaccionista, de corte antropológico, ligada al análisis de la conversación, que considera que los significados evidenciales no residen en las expresiones aisladas, sino que se van construyendo en la secuencia dialogal (Hanks 2012). En ese marco, Fox (2001) encuentra que los marcadores evidenciales codifican también significados sociales tales como ‘autoridad’, ‘responsabilidad’ y ‘legitimidad’ (entitlement). Estas diferentes funciones sociales vendrían a explicar la elección de una u otra expresión evidencial, ya que, según señala Kim (2005), el hablante selecciona el marcador evidencial como respuesta a la intervención de otros participantes en la conversación, para asegurarse la legitimidad, objetividad o distancia con respecto al contenido de sus aseveraciones: [T]he speaker may claim entitlement to the information he states by displaying that his claim is based on his past personal experience. The speaker may also claim objectivity in describing his own personal feelings or stance by positioning himself as the object of his observation. The speaker often claims detachment from what he says by depicting his view as a statement of observation rather than strong declaration of fact or assertion of the speaker’s intention (Kim 2005: 89).
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Desde otro marco disciplinar, el del análisis del discurso académico, Hyland (2005) también ofrece un modelo eficaz para el análisis de la dimensión interactiva de las expresiones evidenciales. En la concepción de Hyland, la interacción integra tanto elementos de la subjetividad como de la intersubjetividad. En ella, como las dos caras de una moneda, cabe distinguir dos subdominios: stance y engagement. Stance es un término que se refiere a las actitudes o evaluaciones de los hablantes14, al cómo “present themselves and convey their judgements, opinions, and commitments” (Hyland, 2005:176). Este dominio, claramente subjetivo, del que forma parte la evidencialidad, comprende cuatro elementos: hedges (minimizadores), boosters (enfatizadores), attitude markers (marcadores actitudinales) y self-mentions (automenciones). Engagement, por el contrario, es un término orientado al oyente, y tiene que ver con las estrategias que despliega el hablante para involucrar al oyente en su propio discurso. Siempre de acuerdo con Hyland (2005: 182), los principales recursos que manifiestan esta dimensión son el uso de los pronombres de segunda persona, los paréntesis o comentarios laterales del hablante, la apelación al conocimiento compartido, imperativos y preguntas. Como veremos, buena parte de estas categorías son aplicables a la descripción de la función interactiva de los marcadores estudiados. 4.3. Parentéticos con primera persona Como hemos visto arriba, veo que, veo, ya veo tienen como función primordial la de indicar que el hablante justifica una aserción en su propia percepción visual —caso de (2)—, o en una inferencia a partir de un hecho percibido, ya sea físicamente (3a, 3b) o no (3c, 4). Desde el punto de vista sintáctico, estos significados evidenciales se manifiestan mediante dos construcciones: una, que podríamos considerar prototípica, en la que el verbo rige una cláusula completiva, y otra, parentética, que admite la posición media o final del enunciado y que, además de ir tras una pausa marcada, posee una curva entonativa propia. Desde el punto de vista formal, encontramos las variaciones que se ejemplifican a continuación:
14 Cornillie (2007) agrupa parte de estos contenidos bajo el encabezamiento de speaker commitment/reliability, como una dimensión aparte, en la que se tienen en cuenta los posicionamientos epistémicos del hablante.
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(8)
Ahora veo que usted nos entiende —concluyó—. (L. Silva, LEA)
(9)
Así de primeras dar, veo yo que se le malhumora la cara un momento, nada más que un momentito (F. Quiñones, Las mil noches de Hortensia Romero, 1979, CREA).
(9)
Me prometiste algo, pero ya veo que lo has olvidado (L. Silva, LMM).
(10)
Ya veo. Es usted un filósofo (L. Silva, La sustancia interior).
(11)
Lo dices, ya veo, como si hablaras una lengua que no sabes (Á. Pombo, El metro de platino iridiado, 1993, CREA).
(12)
—Yo soy así. —Algo loca, ya veo. Pero está bien, me gustas. Te llamaré Delirios (J. Giménez-Arnau, Las islas transparentes, 1977, CREA).
(13)
Querida amiga que te mantienes en el anonimato, porque así, ya veo yo que estas consultas las manejas mejor desde e el oculto (Media vuelta, 14/03/1997, Cadena SER, CREA).
De todas estas posibilidades de variación, (8) resulta la más prototípica, acaso la más netamente evidencial. El uso parentético en posición final, tras pausa marcada, añade mayor fuerza subjetiva al enunciado, modalizándolo. La necesidad de justificación epistémica es mayor cuando la proposición no se refiere a una realidad física, incontestable, sino que es materia de interpretación. Aunque el empleo de un verbo de percepción visual como indicador de fuente de información suele aportar un alto grado de certeza, en este caso la distancia entre el hablante y la información hace que, al no estar totalmente comprometido con ella, desde el punto de vista interaccional, se abra una puerta al desacuerdo. Compruébese en el siguiente ejemplo extraído del CREA: (14)
—La paz, cada día más difícil, más inalcanzable, veo; no hay más que leer los periódicos de esta mañana... —Pero hay una luz de fondo. Hay señales de esperanza. Se está tejiendo una tela de araña de solidaridad, tenemos que conocernos mejor... todos los pueblos (ABC, 12/05/1988, CREA).
En este caso, que aparece en el entorno dialogal de una entrevista periodística, el entrevistador, en lugar de preguntar directamente al entrevistado por el tema de la paz, lo hace indirectamente mediante el enunciado de una opinión,
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que evalúa metadiscursivamente, justificándola en lo que ha percibido. No pasa desapercibido, sin embargo, el deslizamiento que se produce entre los distintos matices de la percepción, ya que, como se ve en el comentario que el periodista introduce acto seguido, aclara que su fuente de información no es lo que él mismo ha presenciado sino lo que ha leído en la prensa. A través de una fuente indirecta, el periodista ha elaborado un juicio, de modo que la adecuación y credibilidad de este descansa en lo creíble que pueda resultar esa fuente indirecta y en lo razonable que resulte, igualmente, el proceso de deducción. Este desplazamiento desde un significado de ver como verbo de percepción física a un significado de ver como verbo de percepción intelectual es un hecho habitual en todas las lenguas (Sweetser 1990; Bolly 2011; Whitt 2011; Brinton 2008). En los usos parentéticos15, como el de (14), aunque a veces es difícil decidir si el verbo ha perdido del todo su significado de percepción física, ver es claramente un verbo epistémico y no remite a lo que el hablante ve como dato objetivo sino a lo que interpreta. Justificando la aserción “La paz cada día más difícil, más inalcanzable” en ese veo parentético, como hemos dicho, se rebaja su fuerza categórica, y se da opción al interlocutor a estar en desacuerdo con ella16. Y, como se ve, el entrevistado se acoge a esta opción, introduciendo su intervención con un contraargumento: “Pero hay una luz al fondo”. Ya veo que/ya veo no son meras variantes de veo sino que aportan significados pragmáticos propios. Pese a ser expresiones subjetivas por partida doble —la primera persona que señala al hablante y la naturaleza subjetiva de ya (Delbecque 2006)—, apuntan también a la dimensión intersubjetiva en el sentido de Nuyts, ya que indican que el hablante está tomando conciencia de un hecho o información compartida (Delbecque 2006: 50). Esto ocurre especialmente en testimonios como 15 A pesar de la frecuencia con que ver parentético es utilizado en la conversación cotidiana, según la común apreciación, apenas existen muestras ni en el Corpus de Referencia del Español Actual ni el Corpus del Español de Davies. Del CREA solo he extraído el caso de (14), y el CdE muestra un ejemplo tomado de una entrevista oral que resulta incoherente. Cuando aparece en la conversación cotidiana, como en (3b), suele ocupar la posición final del enunciado, tras una pausa marcada, y prosódicamente en anticadencia. Contrariamente a la construcción completiva, mucho más frecuente, veo parentético final constituye una suerte de evaluación retrospectiva sobre lo afirmado inmediatamente antes. 16 Esta constatación está en consonancia con la hipótesis recientemente formulada por Traugott (2012) según la cual los marcadores que ocupan la periferia derecha suelen ser intersubjetivos, frente a los que ocupan la periferia izquierda, que suelen estar más orientados al yo, subjetivos, por tanto.
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—[...] y porque quien se mete en según qué cosas le da menos pena a la gente. —Ya veo (L. Silva, LEA),
donde la expresión constituye un enunciado por sí mismo, y también en ejemplos como las reformulaciones de (3a) y (3b) en (16a) Ya veo que ya has comido —dijo él, mirando el plato con los restos del sándwich—. (16b) Has comido, ya veo.
En estos casos el hablante indica que está tomando conciencia de algo que el propio interlocutor ya sabe, y al mismo tiempo modaliza apreciativamente el enunciado: según el contexto, y ayudado por la prosodia, el hablante mostrará enfado, irritación o asentimiento y admiración. Estos significados son compartidos por ya se ve, que, como hemos visto antes, indica también que la información es compartida no solo por el otro, sino por otros. Como refuerzo de la subjetividad, todos estos marcadores de la primera persona presentan muy frecuentemente un pronombre sujeto pospuesto y redundante. Pero la redundancia es gramatical, no pragmática. Desde el punto de vista de la dimensión de la subjetividad, el pronombre refuerza el compromiso del hablante con lo enunciado, anula la posible lectura de la información compartida, y, desde el punto de vista social e interactivo, refuerza su autoridad frente al interlocutor descargándole a él de la misma. Cuando el contexto lo justifica, el énfasis en el yo suele mostrar irritación o ironía por parte del hablante. Así, resultaría extraño un caso como (17)
? Ya veo yo que has sacado sobresaliente. Enhorabuena,
pero no (18)
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Veo que has sacado sobresaliente. Enhorabuena.
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4.4. Parentéticos con segunda y tercera personas 4.4.1. Orientados al tú, los parentéticos de segunda persona parecen ajustarse más a la clasificación de marcadores interactivos (Andersen 2007) o intersubjetivos (Nuyts 2001 y 2012). Mediante su uso el hablante justifica una aserción basándose en algo que es percibido al mismo tiempo por él y por su interlocutor, aunque, interactivamente, sea también muestra de empatía con este, de la intención de orientarle o instruirle, lo que coloca al hablante en una situación de autoridad en cuanto al conocimiento. (19)
Aquí están los libros de pragmática, ves.
(20)
Ves, aquí están los libros de pragmática.
Los casos siguientes orientan asimismo hacia una realidad que hablante y oyente contemplan al mismo tiempo, pero suscitan significados pragmáticos diversos. (21)
Ya ves que aquí están los libros de pragmática.
(22)
Aquí están los libros de pragmática, ya ves.
(21) desencadena una inferencia de incredulidad por parte del oyente, de modo que la función de la aserción, focalizada por ya ves, funciona interactivamente como una confirmación de una afirmación previa del hablante, que así, apelando a la evidencia, refuerza la aserción. (22), por su parte, en posición final de enunciado, no desencadena las mismas inferencias ni las mismas funciones (estas las hubiera desempeñado la expresión ya lo ves con una referencia anafórica), sino que sirve para hacer partícipe al oyente de una valoración subjetiva del hablante ante el hecho que observa: su reacción ante lo no esperado, lo que conlleva matices de sorpresa17: (23)
Me llevo a matar con ella desde la academia. Y el caso es que al principio congeniamos, ya ves (L. Silva, NyD).
17 Seco, Andrés y Ramos (2004: 1026) consideran, en efecto, que ya ves “[s]e usa para poner de relieve una aseveración que no se consideraba esperable o lógica”, y aducen, entre otros, el siguiente ejemplo de Delibes: “—¿no trató de iniciarte a ti en el vicio? —Eso no, ya ve, no porfiaba”.
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y/o de contrariedad: (24)
Ya ves, este año no convocan oposiciones, ahora que ya tenía todo el temario estudiado,
o rechazo de algo ya expresado por el interlocutor: (25)
M: se necesita mucho DINERO y mucha CONSTANCIA y tú con los estudios↑ /// si vas a guitarra yaa no puedes hacerte ni los deberes L: ¡ya ves que estudios! (Corpus Val.Es.Co 2.0, Conversación 6, Intervenciones 24-25).
La presencia del tú no hace más que enfatizar esa expresión de sorpresa o de reacción negativa, y se enfatiza, a la vez, la presencia del interlocutor en el enunciado, implicándolo en él y reforzando la evidencia con la base de la información compartida. Incluso los matices irónicos resultan reforzados con la posposición del pronombre: (26a) Ya ves tú: aquí están los libros de pragmática, después de haberlos buscado tanto. (26b) Aquí están los libros de pragmática, ya ves tú, después de haberlos buscado tanto. (27)
—Y ahora a formar —dijo, tras separarse. —Ya ves tú. Con lo poco que me van a mí los desfiles (L. Silva, LMM).
En definitiva, podemos decir que ya, al combinarse con ver para formar una expresión evidencial parentética, puede convertirlo en instrumento mediante el cual expresar algunos significados mirativos18. Una buena revisión sobre la miratividad, los significados y los marcadores mirativos puede consultarse en Aikhenvald (2012). Entendida la miratividad como una categoría semántica universal, los significados mirativos susceptibles de ser expresados por las lenguas son: a) que el hablante o el oyente descubren repentinamente algo; b) sorpresa del hablante, o del hablante y el oyente; c) que el hablante y/o el oyente no estaban preparados para un tipo de información y por lo tanto no lo esperaban; d) que la información es contraria a otra que se esperaba, o e) que simplemente es una información nueva para el hablante y/ o para el oyente. La carga de admiratividad que, dependiendo del contexto, puede ir asociada a ya ves es marcada entonativamente. Para una descripción de los significados expresivos de la evidencialidad, cf. Hanks (2012). 18
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4.4.2. Por último, se ve y ya se ve, como hemos ido viendo a lo largo de este estudio, se contraponen a las expresiones de primera persona por la despersonalización, que quita fuerza al enunciado, por una parte, y, por otra, apela a una evidencia compartida. Se contraponen también a las de segunda, pues no restringen lo compartido al interlocutor, sino que lo abren a un conjunto más amplio, incluso a lo consabido, de conocimiento general. Se ve, que incluso puede constituir un enunciado por sí mismo en un entorno reactivo, marca la información como menos cierta, y puede funcionar como minimizador. Ya se ve, por el contrario, enfatiza, y, dependiendo del contexto, puede ser un marcador de adhesión a una información previa o una ironía antifrástica, expresión de desacuerdo. 5. Conclusión No se agota la descripción de estas expresiones formadas con el verbo ver en las páginas que anteceden. No obstante, esperamos haber puesto de manifiesto que pueden considerarse verdaderos marcadores discursivos evidenciales, así como la efectividad que los modelos nocio-funcionales aportan a su estudio, puesto que permiten un análisis multidimensional que no excluye ninguno de los aspectos —gramaticales, semánticos o pragmáticos— que confluyen en las expresiones evidenciales. Referencias bibliográficas AIJMER, Karin (2004): “The interface between perception, evidentiality and discourse particle use -using a translation corpus to study the polysemy of see”, TradTerm, 10, 249-277. AIKHENVALD, Alexandra (2004): Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. AIKHENVALD, Alexandra (2007): “Information source and evidentiality: what can we conclude?”, Rivista di Lingüistica, 19/1, 209-227. AIKHENVALD, Alexandra (2012): “The essence of mirativity”, Linguistic Typology, 16, 435-485. ANDERSEN, Hanne Leth (2007): “Marqueurs Discursifs propositionnels”, Langue française, 154, 13-28. ANDERSON, Lloyd B. (1986): “Evidential, paths of change, and mental maps: Typologically regular asymmetries”, en W. Chafe y J. Nichols (eds.), 273-312.
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PARTÍCULAS EVIDENCIALES EN EL DESARROLLO DEL DISCURSO REFORMULATIVO*1 TERESA MARÍA RODRÍGUEZ RAMALLE Universidad Complutense de Madrid
1. Introducción Existen muchos trabajos que han estudiado la reformulación en general y los marcadores de reformulación en particular. Una de las investigaciones más completas sobre el tema es la realizada por Gülich y Kotschi (1983 y 1996). En cuanto a los estudios dedicados a los marcadores en español, se pueden citar las publicaciones de Casado (1991), Cortés (1991), Fuentes (1993 y 1996), Schwenter (1996), Portolés (1998), Martín Zorraquino y Portolés (1999), Briz (2002), Garcés (2006 y 2008), Murillo (2009 y 2010) o López Serena y Loureda (2013), entre otras muchas. De estos trabajos, Casado (1991), Schwenter (1996) y Murillo (2010) han realizado una propuesta concreta sobre la construcción formada por un marcador de reformulación seguido de la conjunción que. El objetivo de este artículo no es analizar la reformulación, sino centrarme en un hecho ya observado en un trabajo previo (Rodríguez Ramalle 2014b) y que bien merece ser retomado; me refiero a la coincidencia de tres tipos diferentes de marcadores: los consecutivos de tipo ilativo (así que, de manera que, conque), la conjunción que en contextos independientes (cf. Gras en este volumen) y los marcadores de reformulación que admiten construcción con que (o sea que y es decir que), generalmente no analizados como una clase especial —con la excepción de los trabajos de Casado (1991) y Murillo (2010)—, en contextos como el siguiente:
* Esta investigación ha sido financiada gracias al proyecto GRAMDIS II (FFI2013-41323-P), concedido por el Ministerio de Economía y Competitividad. Deseo agradecer a los revisores anónimos sus oportunas correcciones y precisiones, así como a los editores su paciencia y gran trabajo. Los errores o imprecisiones son de mi absoluta responsabilidad.
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A: ¿Vas a venir con nosotros? B: Pues verás, tengo un montón de cosas que hacer: solo de pensarlo me da dolor de cabeza. Y la verdad es que no me encuentro nada bien. A: Que no tienes ganas de venir, vamos. / O sea que no tienes ganas de venir. / Así que no tienes ganas de venir.
La hipótesis que voy a desarrollar es que existe un rasgo común básico, que aparece en contextos concretos, como el de (1), compartido por los marcadores de reformulación con que, la conjunción que y determinados usos de los marcadores consecutivos ilativos que han sido analizados como evidenciales (Rodríguez Ramalle 2013a, 2013b, 2014a). En determinados contextos, las diferencias entre los marcadores mencionados desaparecen y encontramos, en su lugar, como rasgo interpretativo común un valor evidencial, en concreto inferencial, como un requisito para conectar la oración introducida por el marcador con el contexto o situación previa, no necesariamente representado de manera literal en un discurso realizado de manera explícita. Las fuentes de la información pueden encontrarse codificadas gramaticalmente en ciertas lenguas mediantes morfemas verbales; en otras, como es el caso del español, se han asociado a la interpretación de diferentes estructuras y categorías, especialmente en los últimos años: los verbos auxiliares (Cornillie 2007 y en este volumen), ciertos adverbios oracionales (Rodríguez Ramalle 2007; Cornillie 2009 y 2010; Torner en este volumen), el futuro y el condicional (Squartini 2008; García Negroni en este volumen) y ciertas conjunciones y locuciones consecutivas (Bermúdez 2005; Rodríguez Ramalle 2008, 2013, 2014a y 2014b; Brucart 2009; Demonte y Fernández Soriano 2013a, 2013b y 2014). Este trabajo se une a los estudios mencionados y propone que la evidencia inferida es un requisito interpretativo en los marcadores de reformulación con que, en los usos ilativos de los marcadores consecutivos y en ciertos valores de la conjunción que en contextos independientes. Al relacionar la interpretación en ciertas situaciones de diferentes tipos de marcadores, nos proponemos asimismo revisar el alcance de la evidencialidad y su importancia en la organización discursiva del español. Como es bien sabido, en las lenguas que poseen marcadores evidenciales específicos, estos se suelen agrupar en cuatro clases principales, según expresen evidencia visual, no visual, inferida o transmitida (Aikhenvald 2004). No obstante, existen muchas variantes sobre este esquema. Por ejemplo, no es extraño, como apunta Aikhenvald (2004), que las lenguas desarrollen más un tipo u otro de evidencia. A este respecto, en las lenguas que solo poseen una
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Partículas evidenciales en el desarrollo del discurso reformulativo
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marca para la evidencia directa (visual, auditiva) se suele encontrar un sistema más rico para la expresión de la evidencia indirecta. Este tipo de evidencia puede provenir de la referencia a un discurso distinto o de una inferencia; en este segundo caso, la inferencia se puede sustentar en lo visto, lo transmitido por otros o en los conocimientos generales. Junto con las afijos evidenciales, en todas las lenguas existen estrategias evidenciales, recursos con interpretación evidencial no codificados gramaticalmente y que suelen justificarse a partir del contenido léxico de las unidades o expresiones; dentro de estas marcas cabrían adverbios como aparentemente, partículas como al parecer y por lo visto y sintagmas como según lo dicho, según se ve, etc. Existen además unidades que no tienen un contenido léxico evidencial, pero que en determinados contextos remiten a las fuentes de la información para comprender el enunciado que introducen. Este es el caso del uso de la conjunción que inicial cuando introduce un enunciado oído por el hablante, en situaciones en las que no existe repetición del discurso inmediatamente anterior, como en (2), o de ciertos usos ilativos de algunas locuciones consecutivas, cuando comienzan el turno de habla, como en (3a), o cuando no existe una relación de consecuencia con el enunciado previo, como en (3b): (2a) (2b)
... de repente se oye detrás: oye, que Manolo puso la bandera. (Oye), que ha dimitido el decano (Demonte y Fernández Soriano 2013b: 212).
(3a)
“Así que te llamas Malcolm —añadió, después de examinarme—. Como el hijo de Duncan. El hijo de un rey” (M. Torres, Hombres de lluvia, 2004, CREA). No dijo más, quizás para no evidenciar el nudo que acababa de formarse en su garganta, y me conminó a abandonar de inmediato el granero. De allí pasé a la cocina. Olga estaba de pie junto al mesón, con un café humeante entre las manos. —¿Así que te vas? —dijo sin mirarme, sorbiendo cautelosamente de su taza—. ¿Por un año entero? (J. Collyer, El habitante del cielo, 2002, CREA; cf. Rodríguez Ramalle 2014b: 242).
(3b)
Somos conscientes de que no existe consenso acerca de incluir la conjunción y las locuciones dentro de la etiqueta de estrategias evidenciales1 y de que el Por ejemplo, véase Anderson (1986). Cf., asimismo, Dendale y Van Bogaert (2012). Agradezco estas referencias bibliográficas a uno de los revisores anónimos. 1
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planteamiento que aquí se presenta es novedoso. Nuestra propuesta no supone el rechazo de análisis o estudios previos, pues nos vamos a apoyar en los trabajos ya existentes para profundizar en los valores que desarrollan ciertos marcadores de reformulación con que y que van más allá de la reformulación. El objetivo es, pues, como hemos anunciado, comparar este tipo de reformuladores con ciertos usos de la conjunción que en oraciones independientes y con los marcadores consecutivos ilativos (así que, conque, de manera que, de modo que). Nuestra hipótesis será que los tres tipos de unidades mencionadas requieren una evidencia inferida a partir de los conocimientos previos de la situación y de un estímulo inmediato, que en los ejemplos que veremos será el discurso previo. Dicho discurso se toma como el origen perceptible para un razonamiento que permite al hablante construir una conclusión. De este modo, la evidencia inferida es un recurso que se utiliza para retomar una estructura previa, construir una réplica y avanzar en el discurso. Para llegar a demostrar esta hipótesis partiremos de tres tipos de fuentes: el CREA (Corpus de referencia del español actual), datos procedentes de trabajos de otros investigadores que han analizado el mismo tema, y datos construidos basados en la propia competencia lingüística. En los dos primeros casos se hace constar explícitamente su procedencia. Cuando no aparece ninguna referencia, los datos han sido construidos por la autora. Dada la importancia del contexto previo para poder llegar a comprender la interpretación de las partículas que vamos a analizar, en aquellos casos en los que los ejemplos no se tomen directamente del corpus de datos, se reconstruirá el contexto real en el que han sido emitidos y se valorarán asimismo los efectos del cambio de situación sobre la elección de la partícula. La organización de este trabajo es la siguiente. En la segunda sección repasaremos los estudios que han analizado algunos usos de la conjunción que y de los marcadores consecutivos ilativos desde el punto de vista de la expresión de la evidencialidad. En la tercera sección nos centraremos en los reformuladores y analizaremos la interpretación de o sea que a partir de los datos obtenidos tanto del CREA como de bases orales. En esta misma sección nos fijaremos en los contextos en los que coinciden o sea que, ciertos usos iniciales de la conjunción que y las locuciones consecutivas de tipo ilativo.
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2. La expresión de la conclusión y la consecuencia en la evidencia indirecta Las clasificaciones que se han realizado y continúan llevándose a cabo sobre la conjunción que en contextos independientes son ciertamente numerosas (Garrido 1998; Porroche 2000; Pons 2003; Rodríguez Ramalle 2008; Gras 2011, 2013 y en este volumen; Demonte y Fernández Soriano 2009, 2013a, 2013b y 2014, por citar solo los trabajos más recientes) y en ocasiones difíciles de comparar, pues no cabe duda de que el que inicial átono presenta muy diferentes matices en español. De las distintas posibilidades que encontramos, es interesante observar que la conjunción que, con mucha frecuencia, o bien repite lo dicho previamente en el discurso, como en los ejemplos de (4a), o bien cita o repite lo expresado por otro interlocutor, como en (4b) y (4c), en un uso ecoico: (4a) (4b)
—¿Qué efectos tendría eso en la hipertensión que probablemente usted sufre? —¡Hombre!, hipertensión, ¡hombre! ¿que qué efectos negativos tendría, por tanto, en su salud? (Oral, CREA; cf. Rodríguez Ramalle 2008: 274). A: No me he acordado de sacar las entradas. B: ¡Que no te has acordado! (Gras 2011: 274).
No son estos los datos que nos van a interesar aquí. Fijémonos ahora en las oraciones de (5). En estos casos, la presencia de la conjunción implica que el hablante comunica una información que ha conocido por medios diversos: se la han dicho, la ha visto, etc. Lo relevante es que el hablante ejerce de transmisor de una información que repite a su interlocutor. La marca que aparece para indicarnos que tal información ha sido oída o comunicada previamente es la conjunción que2. Tenemos, por tanto, un ejemplo de que inicial como marca de evidencia transmitida, pues reproduce un contenido dicho por otros. A los ejemplos de (2) podemos unir los siguientes: (5a)
Juan, que ya han abierto el tráfico en la M-40. Al parecer, según la radio, ya han arreglado la avería de ayer.
2 Somos conscientes de que al utilizar la etiqueta de conjunción para los usos independientes estamos abriendo un interesante debate terminológico: ¿conjunción o partícula discursiva? Utilizamos la denominación habitual de conjunción para referirnos a la categoría independientemente de su uso concreto: enlazando dos oraciones realizadas o encabezando una oración independiente que se vincula con el discurso previo. En este último caso, las conjunciones remiten a un miembro previo, que puede ser un discurso emitido por un hablante diferente, o una situación comunicativa previa o conocimientos previamente adquiridos.
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Pues oye, Luisa, que la hija de los vecinos de arriba se casa dentro de una semana, ¿lo sabías tú? Yo me he enterado por la madre del novio que vive ahí, enfrente de donde mi hija (Rodríguez Ramalle 2008: 277).
En los ejemplos mencionados, la existencia de un contexto que sitúe el uso del que inicial es fundamental para obtener la interpretación que aquí estamos describiendo. Esta es la tesis que defiende precisamente Gras (en este mismo volumen) frente a otras propuestas. Es el contexto el que nos permite distinguir entre una lectura ecoica, como la reflejada en los ejemplos de (4), donde el que inicial introduce un enunciado que es repetición más o menos literal de otro inmediatamente anterior, y una lectura evidencial transmitida, en la que el hablante reproduce una información que ha oído con anterioridad o que le han comunicado previamente, como en (5). En los últimos años, diferentes trabajos (Etxepare 2007 y 2010; Rodríguez Ramalle 2008, 2011; Demonte y Fernández Soriano 2013a y 2013b) han destacado que los usos de (5) son evidenciales, frente a los de (4), puesto que en (5) “el hablante repite neutralmente lo que otro ha dicho, [...] implicando que hay una fuente de información independiente de la que proviene ese texto” (Demonte y Fernández Soriano 2013a: 55). En estos usos, llamados por las lingüistas mencionadas “citativos”, la conjunción lo que hace es introducir un enunciado que reproduce una información que el hablante ha oído. No vamos a tratar este empleo, pues no es el que aparece reflejado en los marcadores de reformulación. Para este trabajo nos interesa destacar que el que inicial tiene otra lectura evidencial; en esta parece encabezar una nueva oración que no repite en este caso lo dicho por otro, sino que introduce el contenido inferido por el hablante a partir del discurso previo y del conocimiento que posee de la situación. Fijémonos en ejemplos como los siguientes: (6a)
(6b)
A: ¿Vas a venir con nosotros? B: Pues verás, tengo un montón de cosas que hacer: solo de pensarlo me da dolor de cabeza. Y la verdad es que no me encuentro nada bien. A: Que no tienes ganas de venir, vamos. A: Me parece un tipo inteligente, simpático, divertido... B: No me digas más. Que te gusta mucho, ¿es eso?3.
Estos datos son creación de la autora, pero están basados en conversaciones coloquiales reales de hablantes de Madrid. 3
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En estos ejemplos, la oración introducida por la conjunción parte del discurso previo para construir sobre él una conclusión inferida teniendo en cuenta además los conocimientos previos que posee el hablante de la situación. Estos conocimientos previos se refieren, en el primer caso, al hecho de que B siempre pone excusas porque no quiere salir con sus interlocutores; en el segundo, al hecho de que siempre que A valora tan positivamente a un chico es porque le gusta y va a salir con él. El interlocutor que introduce la inferencia construye su réplica teniendo en cuenta lo expresado previamente por su interlocutor, así como el conocimiento de la situación que le permite vincular el discurso previo con la contestación a modo de conclusión que él mismo emite. Según lo expuesto, en los ejemplos de (6) las réplicas introducidas por la conjunción se sustentan en el conocimiento general de la situación y de los hábitos y comportamientos: estos conocimientos permiten al hablante establecer una relación entre el discurso expresado y su propia conclusión. Gras (2013) propone la etiqueta de reformuladores para estos usos del que inicial. A continuación recogemos ejemplos del trabajo de Gras: (7a)
(7b)
A: mira/ yo/ siempre he pensado que nunca había — que noo estoy todavía preparado/ me da la impresión de que tengo que hacer muchas cosas ↑ / antes de poder dedicarme a salir con alguien/// y que — / y que/ no tengo tiempo para hacer todas esas cosas/ y —y dedicarle tiempo A ELLA/ yo creo que sí que la quiero pero noo// no sé C: ya/ que no te apetece estar ahora atado a nadie/ ¿es eso? (Briz y Val. Es.Co 2002: ML.84.A.1., pág. 73-74, líneas 38-44)4. A: Estamos muy contentos con tu trabajo, pero, dada la situación actual, no podemos hacer frente a todos los gastos. B: Ya, que estoy despedido (Gras 2013: 91-93).
Si prestamos atención a los dos ejemplos de (7), comprobaremos que en ambos casos el segundo hablante lo que hace es construir una conclusión o consecuencia a partir de lo que el hablante A ha dicho. El discurso previo sirve de apoyo para construir un enunciado basado también en el conocimiento de la realidad, como hemos dicho que ocurre en los ejemplos de (6)5. Cf. Briz y Grupo Val.Es.Co. (2002: 29-31) para el listado de signos fundamentales del sistema de transcripción del corpus Val.Es.Co. 5 En el ejemplo tomado del corpus Val.Es.Co, el (7a), observamos la presencia de una partícula, ya, seguida de pausa, tras la que aparece el enunciado introducido por que inicial. En estos usos, el que inicial suele estar acompañado de elementos como ya, vamos —ejemplo de (6a)—, 4
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Conviene advertir que no hemos encontrado ejemplos de la conjunción que basados en una inferencia visual. Fijémonos, por ejemplo, en una situación en la que A ha cambiado algo en su casa: ya no tiene ni un solo cenicero; B entra en ella, ve el cambio y dice: ¡Has dejado de fumar! Esta réplica no podría haber sido introducida nunca por la conjunción que: # ¡Que has dejado de fumar! Nótese que, en cambio, esta contestación sería perfectamente posible con un marcador consecutivo ilativo: ¡Así que has dejado de fumar!, dado que los marcadores consecutivos en sus usos ilativos, tal y como aparecen en (8), no necesitan apoyarse directamente en un discurso previo, pues seleccionan una fuente de información que puede ser lo que el hablante ha oído, lo que ve, lo que le han dicho o lo que conoce porque forma parte de su acervo cultural. Revisemos ahora precisamente ejemplos con locuciones consecutivas ilativas: (8a)
(8b)
(8c)
Desde el principio de la conversación me sentí ante el doctor con la misma edad que tenía cuando le hacía burlas por la ventana, de modo que me intimidó cuando se dirigió a mí con la seriedad y el afecto con que le hablaba a mi madre. Cuando era niño, en situaciones difíciles, trataba de disimular mi ofuscación con un parpadeo rápido y continuo. Aquel reflejo incontrolable me volvió de pronto cuando el doctor me miró. El calor se había vuelto insoportable. Permanecí al margen de la conversación por un rato, preguntándome cómo era posible que aquel anciano afable y nostálgico hubiera sido el terror de mi infancia. De pronto, al cabo de una larga pausa y por cualquier referencia banal, me miró con una sonrisa de abuelo. —Así que tú eres el gran Gabito —me dijo—. ¿Qué estudias? (G. García Márquez, Vivir para contarla, 2002, CREA). No habían pasado ni cinco minutos cuando una especie de azafata nos condujo al despacho del director, que resultó ser una directora. Sobria, concisa, con sesenta años bien llevados, nos atendió de modo ecléctico e indiferente. —De manera que sólo quieren comprobar una coartada. Está bien. Nunca hemos hecho nada parecido, pero supongo que es nuestra obligación. Miraremos el ordenador y veremos qué médico atiende habitualmente a esa señora (A. Giménez Bartlett, Serpientes en el paraíso. El nuevo caso de Petra Delicado, 2002, CREA). Luzmán siente la necesidad de abrir el baúl. Con mucho temor y precaución se dirige hacia él. Duda unos instantes, pero finalmente se arma de valor y lo abre. No está el muerto. El baúl contiene unos vestidos de hombre,
que contribuyen a la interpretación del nuevo enunciado. La importancia de estas partículas y su intervención en la lectura final va más allá de los límites de este artículo.
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semejantes a los que contenía el de Francisco. Por el corredor superior aparecen Mateo y Petra dirigiéndose al baño. Don Lope sale del aposento de Beatriz y sorprende a Luzmán ensimismado. DON LOPE.——(Desde el corredor) ¡Estoy harto de tus embustes, de tus picardías! Conque Zósimo había dado muerte a don Francisco, ¿eh? (Desciende por las escaleras) ¿Qué clase de truco es éste? ¿Puede saberse? (E. Galán y J. Garcimartín, La posada del arenal, 1994, CREA).
Los enunciados introducidos por las locuciones así que, de manera que y conque no expresan una consecuencia de lo dicho en el discurso previo. En los tres ejemplos seleccionados existe un discurso anterior, pero actúa como enmarcador del habla de un personaje. En tales ejemplos, por tanto, el hablante no se apoya en el discurso previo, sino que toma como base sus conocimientos de la situación para construir un enunciado en el que la locución ilativa introduce una inferencia que el hablante realiza a partir de lo que le han dicho: le han descrito a Gabito y deduce quién es (8a), o a partir de lo que le han contado (8b y 8c)6. Nótese que no es nada extraño encontrar ejemplos en los que así que, conque, de manera que y de modo que encabezan una interrogación: (9a)
(9b)
—Cuando llego tarde del canal, en lugar de encontrarme con un marido gritando: “¡Pero mijita mire la hora que es!”, me agarra de la mano y me dice: “Venga mi amor, cuénteme cómo le fue. ¿Así que se va a Colombia a entrevistar al Presidente? ¡Qué fantástico! ¿Así que se va a Nueva York? ¡Qué bien! ¿Y cómo piensa enfocar su reportaje? Cuénteme”. Somos como dos buenos amigos hablando de algo que nos apasiona (O. Wornat, MenemBolocco, S.A., 2001, CREA). ¿Tenía Lepprince intereses en algún circo? M: No. J. D.: Explíquese. M: Los acróbatas eran matones a sueldo, en horas libres. J. D.: ¿De modo que fueron Lepprince y usted a contratar matones? M: Sí (E. Mendoza, La verdad sobre el caso Savolta, 1975, CREA).
6 En estos ejemplos también es posible que el hablante que introduce el enunciado parta no de una inferencia, sino de la repetición de una información que otros le han proporcionado. Estaríamos en este caso ante ejemplos de evidencia transmitida. Véase a este respecto Rodríguez Ramalle (2010, 2013a y 2013b).
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En estas oraciones vemos que las interrogaciones con así que y de modo que presentan características especiales: no solicitan información, pues se pueden utilizar para confirmar la información que ya tenemos. Se repite lo dicho previamente para asegurar una respuesta positiva. Se podría afirmar que los marcadores consecutivos usados en un contexto interrogativo se utilizan para confirmar una noticia que ya se ha obtenido por otras fuentes. En los usos ilativos, las locuciones consecutivas poseen una interpretación evidencial, puesto que la posibilidad de encabezar un enunciado está determinada por el hecho de remitir a las fuentes de la información, fundamentalmente la evidencia transmitida y la inferida. 3. Los reformuladores con que: el caso de o sea que La reformulación es un proceso que permite al hablante volver sobre un discurso anterior para presentarlo desde una nueva perspectiva o para reinterpretarlo. Puede ser llevada a cabo, por tanto, por el propio hablante, aunque también la puede realizar el interlocutor. Según Cortés y Camacho (2005), la reformulación permite presentar de nuevo una idea con el objetivo de perfeccionarla o de facilitar su comprensión al oyente. Casado (1991) dedica en su estudio sobre los operadores de reformulación un apartado a la presencia de la conjunción que con ciertas formas. En primer lugar, advierte de la necesidad de distinguir los casos en los que la conjunción es una marca de subordinación de aquellos en los que se integra realmente en la estructura del marcador, constituyendo un grupo fónico único con este. A este respecto, observa Casado que no siempre se tiene en cuenta la unidad en la escritura, pues existe la tendencia ortográfica a añadir una coma, aun cuando exista continuidad sintáctica entre el marcador y la conjunción7. Los marcadores que aparecen con el que integrado en la estructura son, para Casado, es decir y o sea: (10a) A: Cuando yo era niño, mi madre escuchaba música occidental (...). Luego mi padre compró un fonógrafo eléctrico y el sonido me pareció totalmente distinto... Aquella diferencia hizo que me decidiese a hacerme ingeniero electrónico. B: ¿O sea que se hizo ingeniero electrónico a causa de la música? 7
Para más detalles remito al trabajo de Casado (1991: nota 58).
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(10b) A: Que los niños son analogistas y sobrepasan siempre el grado de regularidad del sistema de la lengua adulta lo sabe todo el mundo. B: Es decir que es la facultad de analogía sobre todo lo que consideras como innato (Casado 1991: 107 y 108).
Según este mismo autor, los marcadores con que poseen un valor especial, pues al carácter explicativo general se une un rasgo de consecuencia, similar al de los marcadores consecutivos como por tanto, por consiguiente o así que: Está lloviendo, o sea que no podremos salir. Schwenter (1996), Pons (1998) y Fernández Bernárdez (2000) siguen esta misma línea argumentativa y defienden que o sea que posee un valor más especializado que o sea, equiparable al inglés so o therefore. Murillo (2010) propone pruebas que permitan separar el uso independiente del integrado: la omisión de que, prueba ya ofrecida por Casado (1991), y la imposibilidad de coordinación. Fijémonos en los siguientes ejemplos: (11a) Pues dile que entre, o sea que se pase. (11b) Pues dile que entre o sea que pase y que se siente. (11c) *Pues dile que entre o sea pase (datos adaptados de Casado 1991 y Murillo 2010).
En (11a), la conjunción no se integra en la estructura del marcador, pues puede coordinarse, como vemos en (11b), y no puede eliminarse, según se aprecia por la agramaticalidad de (11c). El que integrado en el marcador es un elemento que no se puede coordinar y cuya eliminación no provoca la agramaticalidad de la frase, solo su inaceptabilidad dado un contexto concreto, como podría ocurrir en (12c): (12a) A: Ya no me interesa lo que dicen las revistas ni los periódicos. B: O sea que ahora usted frecuenta menos el quiosco y se centra en otras cosas. (12b) *O sea que ahora usted frecuenta menos el quiosco y que se centra en otras cosas. (12c) (#) O sea ahora usted frecuenta menos el quiosco y se centra en otras cosas (Rodríguez Ramalle 2014c: 132).
Murillo (2011) argumenta que la presencia de la conjunción conlleva diferencias pragmáticas y sintácticas entre los dos miembros de la reformulación unidos por el marcador.
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Los trabajos que analizan la presencia de la conjunción que en la estructura de ciertos marcadores de reformulación coinciden en que la elección de la conjunción conlleva una serie de cambios que se traducen en una interpretación y también en una estructura distinta. Tal y como advierten Portolés (1997) y Garcés (2008), existen marcadores de reformulación especializados en la introducción de inferencias; estos son o sea y es decir, frente a esto es y a saber. En este trabajo, los ejemplos que revisaremos van a ser todos con o sea que, puesto que se documenta con más frecuencia en el corpus utilizado (CREA) que es decir que. Fijémonos en los siguientes ejemplos: (13a) La gente no sabe y no entiende de estas cosas. Además que siempre se van a hablar cosas de los deportistas y de las figuras. Hablan de que Ronaldo está gordo, pero él igualmente cumple en la cancha. —¿O sea que usted asume que está gordito? (El Mercurio, 16/07/2004, CREA). (13b) Por ejemplo, y espero que no les moleste, pienso que la gente que hace cine tampoco debería participar en demasiados festivales ni los actores ver demasiadas películas. A mí, desde el lugar de cineasta, lo que me interesa es el trabajo creativo y no el mundo del espectáculo. Eso sería análogo a no ser interrumpido por actividades políticas. ¿O sea que piensa que esos temas de Taiwán hoy, la independencia y la situación con China, no deberían interesarle a un artista? (Revista El Amante, nº 98, 2000, CREA). (13c) —Poético —sonrió él—, pero pienso distinto. Estoy de acuerdo con que la gente se lamente de Nueva York, aunque sé que no es por Nueva York, es por otra circunstancia que va más allá, y quizás Nueva York no sea tan inocente, pero tampoco es justo ponerla como la gran culpable. —No termino de entender. —O sea que, a mi parecer, cuando vos, otra persona o yo mismo, es decir, cuando cualquiera se lamenta o insulta a Nueva York, no es contra Nueva York que lo está haciendo, es contra el mundo, es contra sí mismo. Creo esto porque a mí me parece que Nueva York es una síntesis del mundo, es un planeta Tierra en un modelo pequeño, para que nosotros los seres humanos, que somos mucho más pequeños, tengamos, sino la total oportunidad, pues siquiera algo a través de la ventana llamada Nueva York para vernos, para ver el mundo en que vivimos, o para medio verlo y el resto intuirlo, de ahí los lamentos y las náuseas. —¿O sea que Nueva York no es culpable? —Ningún lugar es culpable, ninguna ciudad es culpable, nosotros somos los culpables (R. Quesada, Big Banana, 2000, CREA).
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Lo primero que podemos apreciar es que la estructura documentada no es simplemente o sea sino o sea que. Reparemos en un dato: no existe una dependencia literal entre el primer miembro reformulado y el segundo miembro o reformulador, tal y como se afirma en un acercamiento previo a estas estructuras (Rodríguez Ramalle 2014c). En su lugar, observamos que el discurso previo es la pista para construir un nuevo argumento basado en los conocimientos que el hablante posee de la situación: en el primer caso, el hecho de que los periódicos hablen y discutan acerca de si un jugador de fútbol famoso, ahora ya retirado, Ronaldo, estaba o no gordo; en el segundo, las relaciones entre Taiwán y China. Fijémonos en que en el ejemplo de (13c) existen dos realizaciones de o sea que diferentes: en la primera, el hablante amplía la información, mientras que en la segunda se busca confirmar una conclusión inferida. En el primer caso, o sea que introduce una reformulación que amplía la afirmación realizada en el primer párrafo a petición del interlocutor: Nueva York no [es] tan inocente, pero tampoco es justo ponerla como la gran culpable. En el segundo caso, en cambio, o sea que presenta un enunciado que busca confirmar una conclusión a la que se ha llegado a partir de los argumentos previos; no existe, en este caso, reformulación del discurso anterior. El hecho de que Nueva York no sea culpable ya es una información presente en el primer párrafo, pero el segundo o sea que parte de las explicaciones que aparecen introducidas por el primer o sea que para construir sobre ellas esa misma inferencia: “Según todo lo que has dicho, entonces, ¿Nueva York no es culpable?”. En este caso, el discurso anterior es un apoyo para desarrollar un argumento inferido de lo dicho por nuestro interlocutor. Por ello se puede preguntar por dicho contenido y buscar su confirmación. A este respecto, nótese que en los ejemplos de (13) el marcador de reformulación aparece dentro de una oración interrogativa que busca simplemente confirmar algo ya dicho o inferido, matiz que está presente también en el uso de las locuciones consecutivas ilativas revisadas en la sección 3 —véanse los ejemplos de (9)—. Como hemos visto en este último dato, o sea que desarrolla lecturas en las que la relación con el discurso previo como apoyo para la reformulación es cada vez menor. Fijémonos en los ejemplos de (14). (14a) —¿Y qué tal, mi amor? —Pues ya sólo me falta hacer mis maletas, creo. —Tienes tiempo para eso hasta el lunes, Carlitos. O sea que cuéntame un poco qué has visto. Y perdona que te tenga tan olvidado, pero si supieras
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todo lo que me queda por hacer, en sólo tres días (A. Bryce Echenique, El huerto de mi amada, 2002, CREA). (14b) Habíamos desandado el sendero de gravilla: los ancianos que minutos atrás tomaban el sol habían desertado de sus hamacas, y ahora conversaban en grupos a la entrada del edificio y en la sala de la televisión, que seguía encendida. —Todavía es pronto: déjelos entrar —dijo Miralles, tomándome del brazo y obligándome a sentarme junto a él, en el borde del estanque—. Usted quería hablar sobre Sánchez Mazas, ¿verdad? —asentí—. Decían que era un buen escritor. ¿Qué opina usted? —Que era un buen escritor menor. —Y eso qué quiere decir. —Que era un buen escritor, pero no un gran escritor. —O sea que se puede ser un buen escritor siendo un grandísimo hijo de puta. Qué cosas, ¿verdad? (J. Cercas, Soldados de Salamina, 2001, CREA).
En estos ejemplos, el discurso previo existe, como existía en los datos de (8) con locuciones consecutivas ilativas, pero no se reformula ni una palabra ni un enunciado previo. El enunciado introducido por o sea que presenta la consecuencia a la que llega el hablante a partir de los conocimientos que ha adquirido o que ha obtenido por lo que le ha dicho su interlocutor. Si nos fijamos en (14a), vemos que o sea que introduce, en efecto, una consecuencia y no una reformulación del discurso previo; de hecho, o sea que podría aquí ser sustituido por una locución consecutiva. El primer enunciado, Tienes tiempo para eso hasta el lunes, se presenta como información conocida sobre la que el hablante construye su consecuencia. En el ejemplo de (14b), el enunciado introducido por o sea que repite en parte una información ya presentada anteriormente: “ser un buen escritor”, en parte añade un dato no contenido en el contexto lingüístico inmediato. Este enunciado, por tanto, incorpora un dato a la conversación: “ser un hijo de puta”, que puede formar parte de los conocimientos compartidos por los interlocutores. En este caso, o sea que presenta una consecuencia que incluye un argumento basado en lo que el hablante conoce de la realidad: la catadura moral del sujeto. Debemos reconocer que no en todos los contextos resulta igualmente fácil justificar una fuente de información basada en los conocimientos previos. La referencia a la evidencia inferida se hace más patente cuanto mayor sea la independencia de la reformulación frente al discurso previo. También es un factor determinante la presencia de otras marcas. Esto es lo que parece ocurrir en el siguiente ejemplo tomado de Schwenter (1996): Y eso lo dice todo el
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mundo. O sea que debe ser verdad. Aquí, o sea que introduce un enunciado en el que se establece una inferencia a partir del conocimiento generalizado (no importa que sea falso) de que “si lo dice todo el mundo, debe ser verdad”. La presencia de la perífrasis modal contribuye a la interpretación evidencial8. Retomemos los datos de (6), construidos con la conjunción que, y sustituyámosla por o sea que: (15a) A: ¿Vas a venir con nosotros? B: Pues verás, tengo un montón de cosas que hacer: solo de pensarlo me da dolor de cabeza. Y la verdad es que no me encuentro nada bien. A: Que no tiene ganas de venir, vamos / Ya. O sea que no vas a venir. (15b) A: Me parece un tipo inteligente, simpático, divertido... B: No me digas más. Que te gusta mucho, ¿es eso? / B: No me digas más. O sea que te gusta mucho.
Para entender en estos ejemplos el valor que incorpora o sea que tenemos que partir del contexto en el que se emite la secuencia. Esta situación discursiva parte, en el caso de los reformuladores, de un discurso anterior: creemos que este es un dato que los diferencia de los marcadores consecutivos ilativos, que pueden emitirse iniciando una conversación, como vimos en la sección 2. Pero existe, como también vimos que ocurría en el caso de la conjunción que, un conocimiento previo de la situación que se añade al discurso emitido para construir una inferencia encabezada por o sea que. Es en este contexto en el que o sea que se comporta como las locuciones consecutivas ilativas. Si retomamos algunos de los ejemplos vistos en la sección segunda, por ejemplo los de (8a y 8b), repetidos ahora como (16a y 16b), y reproducimos el contexto en el que se emite el enunciado introducido por la locución ilativa, podemos comprobar que o sea que podría aparecer sustituyendo a dicha locución consecutiva: (16a) De pronto, al cabo de una larga pausa y por cualquier referencia banal, me miró con una sonrisa de abuelo. —O sea que tú eres el gran Gabito. (16b) Nos sentamos delante de la directora, que fue la que tomó la palabra: —O sea que solo quieren comprobar una coartada.
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Agradezco este comentario a uno de los revisores anónimos.
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Téngase en cuenta, en primer lugar, que en estos ejemplos la conjunción forma un constituyente con el marcador de reformulación. Queremos decir con ello que no estamos ante un uso independiente de la conjunción añadido al marcador, sino ante una sola unidad que, tal y como estamos mostrando, presenta un uso especializado con rasgos diferentes a los que encontramos en el marcador sin la conjunción integrada en su estructura. Como muestra de ello, vemos que no son posibles frases en las que la conjunción se separe de la estructura del marcador y se coordine: *O sea que tú eres el famoso Gabito y que todo el mundo habla de ti. *O sea que solo quieren comprobar una coartada y que desean obtener más información9. Para poder comparar los marcadores de reformulación con los consecutivos ilativos es preciso nuevamente considerar el contexto previo. Podemos reconstruir la situación en la que emitimos estas oraciones; si bien el resultado no siempre es equivalente a las situaciones en que emitimos las locuciones consecutivas, sí encontramos un contexto en el que tanto reformuladores como consecutivos pueden alternar: cuando partimos de una evidencia inferida concreta. En el ejemplo de (16a), el hablante B parte de sus conocimientos previos sobre el tal Gabito, que le permiten emitir la oración encabezada por así que. Es esta última situación la que resulta compartida con o sea que. Si no existen una intervención previa, un diálogo anterior y unos conocimientos previos, o sea que, en contraste con lo que sucede con así que, resulta inadecuado: es lo que ocurre si entramos en una casa que siempre está llena de ceniceros y de repente vemos que no hay ninguno y afirmamos: ¡O sea que has dejado de fumar!, frente a la posibilidad de usar la locución ilativa así que: ¡Así que has dejado de fumar! En cambio, si contamos con una intervención previa y partimos de los conocimientos que posee el hablante, la interpretación de Así que tú eres Gabito y O sea que tú eres Gabito será igual. Mi propuesta es, por tanto, que o sea que resulta más productivo como estrategia evidencial cuanto más se aleja de la expresión de la reformulación del discurso previo. Cuando el hablante construye su enunciado a partir de las inferencias que realiza del discurso previo y de los conocimientos compartidos, los límites entre las locuciones consecutivas ilativas, por un parte, y o sea que, por otra, se diluyen. Dicho de otro modo, en un contexto en el que 9 No sería tan extraña la coordinación O sea que solo quieren comprobar una coartada y que se marchan después. Se podría entender en este caso que las dos manifestaciones de la conjunción repiten las palabras dichas anteriormente en un uso ecoico, como el que se muestra en (4), y no en el empleo integrado en la estructura de o sea, que es el que estamos revisando aquí.
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existe un discurso previo o se parte de un diálogo anterior al que se añade el conocimiento general de la situación son posibles tanto así que, y el resto de locuciones consecutivas ilativas, como o sea que y ciertos empleos iniciales de que como recursos que introducen las inferencias que realiza el hablante. Tal es el contexto que encontramos en el ejemplo de (1), origen de la investigación de este artículo, repetido ahora como (17): (17)
A: ¿Vas a venir con nosotros? B: Pues verás, tengo un montón de cosas que hacer: solo de pensarlo me da dolor de cabeza. Y la verdad es que no me encuentro nada bien. A: Que no tienes ganas de venir, vamos. / O sea que no tienes ganas de venir. / Así que no tienes ganas de venir.
El que inicial, o sea que y los consecutivos ilativos presentan un valor idéntico en (17): expresan una conclusión basada en la inferencia que realiza el hablante A partiendo de los conocimientos previos de la situación que B ha expuesto en su intervención: siempre que B pone excusas, la conclusión es que no viene con nosotros. En sentido estricto, no se puede decir que exista reformulación del discurso anterior, sino la utilización de dicho discurso como apoyo para construir una inferencia basada en los conocimientos generales de que dispone el hablante. 4. Conclusiones En este trabajo se ha intentado mostrar que, en determinados contextos, unidades que tienen usos diferentes pueden llegar a interpretarse igual. Esto es lo que ocurre con el reformulador explicativo o sea que, las locuciones consecutivas ilativas así que, conque, de manera que y de modo que y el empleo del que inicial que Gras (2013) califica de reformulador. Cuando el discurso previo no se utiliza como apoyo para la reformulación literal de una expresión, las unidades mencionadas pueden encabezar un discurso e introducir un enunciado que se construye a partir de la evidencia inferida sustentada en lo que el hablante ha entendido del discurso anterior y en sus conocimientos de la realidad. En este contexto, los tres marcadores analizados coinciden. Las diferencias particulares que se pueden documentar en entornos diferentes (reformulación; consecuencia lógica; diversas relaciones con el texto precedente, en el caso de la conjunción que) dejan de tener relevancia, y queda como rasgo
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básico de identificación la referencia a la evidencia basada en las inferencias que realiza el hablante ante lo que conoce. De este modo, la evidencialidad, concretada en la evidencia inferida, aparece en los marcadores analizados como un recurso que sirve para retomar una estructura previa, construir una réplica y avanzar en el discurso. Referencias bibliográficas AIKHENVALD, Alexandra (2004): Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. AIKHENVALD, Alexandra (2006): “Evidentiality in grammar”, en Encyclopedia of Languages and Linguistics. Oxford: Elsevier, 320-325. ANDERSON, L. (1986): “Evidential, Paths of change and Mental Maps: Typologically Regular Asymmetries”, en W. Chafe y J. Nichols (eds.), Evidentiality: The Linguistic Coding of Epistemology. Norwood, NJ: Ablex, 273-312. BERMÚDEZ, F. (2003): “Llegando a la conclusión: la escena del camino en los conectores consecutivos”, Revue romane, 38/2, 239-271. BERMÚDEZ, Fernando W. (2005a): Evidencialidad: la codificación lingüística del punto de vista. Tesis doctoral. Universidad de Estocolmo. BERMÚDEZ, F. (2005b): “Los tiempos verbales como marcadores evidenciales: el caso del pretérito perfecto compuesto”, Estudios Filológicos, 40, 165-188. BERMÚDEZ, F. (2006): “La ‘subida de clíticos’: modalidad, prominencia y evidencialidad”, Lexis, 30/1, 83-115. BERMÚDEZ, F. (2008): “Había sido o no había sido, he ahí la cuestión: pluscuamperfecto y evidencialidad en castellano”, Studia Neophilologica, 80, 203-222. BRIZ, Antonio (2001): “El uso de o sea en la conversación”, en J. de Kock (ed.), Lingüística con Corpus. Catorce aplicaciones sobre el español. Salamanca: Universidad de Salamanca, 287-318. BRUCART, José María (2009): “Sobre el valor evidencial de como en español”, en M. Veyrat y otros (eds.), La lingüística como reto epistemológico y como acción social. Estudios dedicados al profesor Ángel López García. Madrid: Arco/Libros, 583-593. CASADO VELARDE, Manuel (1991): “Los operadores discursivos es decir, esto es, o sea y a saber en español actual: valores de lengua y funciones textuales”, Lingüística Española Actual, 13, 87-116. CASADO VELARDE, Manuel (1996): “Nota sobre la historia de los marcadores textuales de explicación es decir y o sea”, en M. Casado Velarde y otros (eds.), Scripta Philologica in Memoriam Manuel Taboada Cid. La Coruña: Universidade da Coruña, vol. I, 321-328.
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ENTRE LA CODIFICACIÓN Y LA INFERENCIA. LOS VALORES CITATIVOS DE QUE INICIAL ÁTONO EN ESPAÑOL*1 PEDRO GRAS Universiteit Antwerpen (Bélgica)
1. Introducción Uno de los aspectos candentes en el análisis de la evidencialidad es la relación entre formas lingüísticas y significados evidenciales. La pregunta fundamental es si las interpretaciones evidenciales están codificadas en las formas lingüísticas. Esta pregunta, a su vez, puede subdividirse en dos interrogantes. Por una parte, cabe plantearse si la aparición de una determinada forma implica la expresión de un valor evidencial o bien si, por el contrario la presencia de una determinada forma no conlleva en todos los casos la expresión de dicho valor; esto es, si en la determinación del significado intervienen mecanismos inferenciales. Por otra, incluso en los casos en que las formas lingüísticas codifican un significado que puede considerarse evidencial, es necesario describir con precisión este significado, puesto que ciertas formas codifican valores evidenciales muy precisos —como la evidencia visual— o mucho más generales —como la evidencia indirecta, ya sea citativa o inferencial—. Este trabajo se presenta como una contribución al debate que se acaba de plantear a partir del análisis de un fenómeno que no ha recibido excesiva atención en la descripción gramatical del español: el uso de que como introductor de oraciones independientes con valor citativo, como en los ejemplos de (1-3). * Para la realización de esta investigación, he contado con el apoyo del proyecto The Multiple Functional Load of Grammatical Signs in Text Construction and Processes of Language Change (GOA Project, University of Leuven). Este artículo se ha beneficiado de conversaciones estimulantes y constructivas con diferentes colegas: Bert Cornillie, Anna López Samaniego, Marisa Santiago, Raquel Taranilla y Sol Sansiñena. Merecen un agradecimiento especial Rubén Ávila y Anna García Marín, que me han prestado una ayuda inestimable a la hora de ordenar mis ideas y presentarlas de manera clara, y los editores del volumen, que, a pesar de las dificultades, me han animado a terminar este trabajo y me han ayudado a mejorar el texto. Con todo, los errores e inexactitudes que pueda contener el capítulo son de mi entera responsabilidad.
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Pedro Gras
(1)
—Voy a cenar. —¿Que vienes a cenar?
(2)
—Voy a cenar. —¿Qué? —Que voy a cenar.
(3)
Ha llamado tu hijo. Que viene a cenar.
Este capítulo tiene un doble objetivo: (i) caracterizar el tipo de significado citativo expresado por que inicial átono en español y (ii) analizar qué rasgos de la forma lingüística o del contexto discursivo favorecen la asignación de una interpretación citativa a los enunciados independientes introducidos por que. Frente a algunas investigaciones recientes que proponen que la interpretación citativa puede ser explicada en términos sintácticos (Demonte y Fernández Soriano 2007, 2009; Etxepare 2008, 2010, 2013; Rodríguez Ramalle 2008a, 2008b), en este trabajo se argumenta que los enunciados independientes con que no pueden recibir una interpretación citativa fuera de contexto, sino que constituyen un mecanismo citativo interaccional en el que es necesaria la concurrencia de factores gramaticales y pragmáticos. Este capítulo se organiza del siguiente modo. Tras esta introducción, se revisan críticamente los trabajos dedicados al análisis de los valores citativos de que inicial átono en la bibliografía (§2). A continuación, se exponen las bases teóricas y metodológicas que sostienen la propuesta de análisis desarrollada en este trabajo (§3). Las dos secciones siguientes desarrollan esta propuesta: en §4 se ponen en relación los diversos valores citativos de las construcciones con que con los patrones discursivos en que estos valores aparecen en el corpus, mientras que en §5 se analizan los rasgos gramaticales asociados a las interpretaciones citativas. El capítulo se cierra con un apartado de conclusiones (§6). 2. El tratamiento del que citativo en la lingüística hispánica La tradición gramatical española ya reconoció la posibilidad de que los enunciados independientes con que introdujeran discurso reproducido. Si bien este fenómeno solo fue analizado en detalle en la monografía de Spitzer (1942) dedicada al análisis del denominado que narrativo, distintos tratados gramaticales recogen ejemplos como (4), que reproducen prototípicamente un enunciado atribuido al interlocutor:
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(4)
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¿Que no te has acordado? (Gili Gaya 1961 [1943]: §219).
La hipótesis introducida por Bello (1984 [1847]: §§995-997) y reproducida por autores posteriores (Gili Gaya 1961 [1943]: §219; RAE 1973: §328; Alcina y Blecua 1975: §8.1.1.8; entre otros) es que estos enunciados pueden ser explicados como casos de elipsis de un verbo principal y que es el tipo de significado de dicho verbo elidido (de influencia, de lengua, de sentimiento, etc.) el que determina el valor semántico-pragmático del enunciado introducido por que. La explicación basada en la elipsis se mantiene en algunos trabajos recientes. Así, por ejemplo, en la última gramática académica se explica que, a diferencia de las construcciones imperativo-desiderativas (¡Que aproveche!), ciertas construcciones con valor citativo (Eva, que no la esperemos) “se asimilan a las expresiones características del discurso indirecto [...], puesto que se sobreentienden formas verbales con decir, pedir o mandar” (NGLE 2009: §42.4q). El recurso a formas elididas o sobreentendidas también se extiende a trabajos teóricos, si bien mediante mecanismos más sofisticados. Así, adoptando un enfoque generativista, Etxepare (2008, 2010, 2013) explica ciertas propiedades sintácticas y semánticas de las construcciones citativas con que por la presencia en la estructura sintáctica de una categoría vacía que representa un evento de habla. Como señala Pons (2003), postular la existencia de un verbo sobreentendido en estas construcciones adolece de los mismos problemas atribuidos a la hipótesis performativa de Ross (1970), que proponía explicar la fuerza ilocutiva de los enunciados por la presencia de un verbo realizativo en la estructura profunda de la oración. Desde una perspectiva pragmático-discursiva, el principal problema que presentan las explicaciones basadas en elementos sobreentendidos es explicitar cuáles son los mecanismos que permiten sobreentender una predicación que denota un acto de habla, y que implica determinar tanto quién es el sujeto-locutor al que se atribuye el enunciado como el tiempo del evento de habla, que puede ser anterior, simultáneo o, en menor medida, posterior al momento de la enunciación. Para ilustrar esta dificultad, considérense los ejemplos inventados de (5). La explicación académica no justifica adecuadamente por qué, a pesar de la similitud formal —la presencia de que seguido de una forma verbal de presente de subjuntivo—, para (5a) no se propone recuperar un verbo de habla, a diferencia de ejemplos como (5b), en los que sí se propone sobreentender un verbo de lengua, cuyo sujeto-locutor sería la carta que se menciona en el enunciado precedente y cuyo tiempo sería actual al momento de la enunciación.
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¡Felicidades! ¡Que lo pases genial! Te ha llegado una carta de la Facultad. Que pases por la Secretaría para recoger el título.
Desde una perspectiva pragmática, otros trabajos han señalado que la forma que de enunciados como los de (5) puede considerarse un marcador discursivo, con un significado abstracto que es compatible con el significado de reproducción del discurso, entre otros significados-valores. Por una parte, Porroche (2000, 2009) ofrece una explicación unitaria para el uso de que independiente a partir del concepto de comentario: A nuestro juicio, que no relaciona dos secuencias, sino que tiene como campo de aplicación un enunciado único. Lo interpretamos, por lo tanto, como un marcador discursivo de función interactiva (introduce la repetición y el comentario), con un cierto carácter metalingüístico [...], que introduce secuencias “paradiscursivas”, en el sentido de que introduce enunciados marginales al discurso (enunciaciones que se superponen a la propia —que “narrativo”—, repeticiones y comentarios) que no hacen avanzar la comunicación (Porroche 2000: 109).
Por otra, Pons (2003) propone que la conjunción que como introductora de enunciados independientes funciona principalmente —aunque no exclusivamente— como marca de modalidad. En particular, de acuerdo con este autor, los usos modales de que se agrupan en tres categorías: usos citativos, usos de refuerzo y usos de atenuación. A pesar de que estos análisis permiten evitar el problema de la recuperación de un verbo sobreentendido, presentan una dificultad en cierto modo equivalente: determinar cuáles son los mecanismos que permiten a los hablantes interpretar que en un enunciado como (5a) el hablante no está reproduciendo discurso, mientras que en (5b), sí. Dicho de otro modo, estos trabajos no explicitan cuáles son los rasgos formales o contextuales que permiten a los hablantes construir una interpretación citativa. Finalmente, en los últimos años, han aparecido una serie de trabajos que, desde una perspectiva generativista, relacionan los valores citativos de que con la estructura de la periferia izquierda oracional (Demonte y Fernández Soriano 2007, 2009; Etxepare 2008, 2010, 2013; Rodríguez Ramalle 2008a, 2008b). Pese a que existen diferencias técnicas entre estas propuestas —en cuanto a la ubicación exacta de que en la estructura de la periferia oracional y la postulación de categorías vacías—, los análisis generativistas coinciden
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en caracterizar el contraste entre (6a) y (6b) de este modo: (6a) constituye una aserción, mientras que (6b) añade el contenido adicional de que alguien distinto del hablante ha emitido el enunciado que se reproduce. (6a) (6b)
Oye, el Barça ha ganado la Champions. Oye, que el Barça ha ganado la Champions (Etxepare 2013: 93).
Sin entrar a valorar los aspectos técnicos de estos análisis, en este trabajo se argumenta que esta caracterización de las construcciones citativas con que es insuficiente en dos aspectos. En primer lugar, de acuerdo con la caracterización anterior, la mera presencia de que en posición inicial de enunciado, como sucede en (6b), es suficiente para desencadenar una interpretación citativa. En este sentido, estos análisis coinciden con la caracterización de que como partícula citativa de Escandell (1999): La aparición de que es opcional: como ocurre con los marcadores discursivos, su presencia es suficiente para inducir una determinada interpretación, pero no es imprescindible, ya que esta puede obtenerse también sin necesidad de que aparezca el marcador (Escandell 1999: 3966).
Ahora bien, la presencia de que no es suficiente para desencadenar una interpretación citativa, como demuestra el hecho de que un enunciado como (6b) no se interpreta como citativo en contextos como el intercambio de (7): (7)
A: El Barça no ha hecho nada esta temporada. B: Oye, que el Barça ha ganado la Champions.
Imagínese que este intercambio se enmarca en una conversación sobre fútbol mantenida entre dos aficionadas. La réplica de B introduce en la conversación un supuesto que contradice la intervención previa de A. La presencia de que no es suficiente para interpretar que B está reproduciendo un discurso emitido por un hablante distinto. Como he sugerido en otros trabajos (Gras 2011, 2013, en prensa; Gras y Sansiseña 2015), se puede considerar que los enunciados citativos introducidos por que son instancias de una construcción conectiva que tiene un significado de tipo indéxico, que consiste en señalar hacia un supuesto recuperable del contexto; en el caso de (7) el contexto relevante sería el conocimiento compartido acerca de las competiciones futbolísticas. De acuerdo con este análisis, el valor citativo —que consiste en señalar
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hacia una situación discursiva previa— es, pues, un subtipo del valor indéxico general de las construcciones con que inicial. El segundo aspecto de la caracterización del contraste entre (5a) y (5b) tiene que ver con el tipo de significado citativo expresado por las construcciones con que. De acuerdo con Etxepare (2010), la presencia de que implica que alguien distinto del hablante ha emitido el enunciado. Esta es una caracterización muy general que, en principio, es compatible con el valor de cita genérica o rumor, que es la que expresan marcadores citativos como la partícula dizque, propia del español americano. Ahora bien, como se mostrará a través del análisis de corpus, a diferencia del marcador dizque, las construcciones con que solo adquieren una interpretación citativa en contextos interaccionales en los que los participantes pueden identificar la voz citada, que suele ser uno de los participantes o bien un locutor previamente identificado. 3. Bases teóricas y metodológicas del análisis El análisis de los valores citativos de los enunciados introducidos por que propuesto en este trabajo se enmarca en un acercamiento construccionista a la gramática (Fillmore 1985; Fillmore, Kay y O’Connor 1988; Fillmore y Kay 1993, entre otros) que defiende que el significado de las formas lingüísticas es el resultado de la interacción entre el significado de los recursos léxico-gramaticales y el significado de los patrones esquemáticos en los que estos recursos se emplean de forma recurrente. Los trabajos construccionistas suelen centrarse en la interacción entre piezas léxicas y patrones morfosintácticos, especialmente la relación entre verbos y construcciones de estructura argumental (Goldberg 1995), para explicar las relaciones predicativas en la oración simple. Ahora bien, adoptando una perspectiva interaccional, otros trabajos han propuesto explorar las relaciones entre recursos léxico-gramaticales (construcciones) y segmentos discursivos más o menos extensos (Couper-Kuhlen y Thompson 2000, 2008). Inspirándose en estos trabajos, Taranilla (2015: 260) propone la siguiente definición de patrón discursivo: Con el término patrón discursivo, se hace referencia a aquella práctica recurrente en la configuración del discurso que, sin llegar a sedimentarse en una forma fija, constituye una rutina habitual a la hora de disponer los materiales informativos que configuran una producción textual, así como las relaciones entre estos.
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Diversos trabajos han explorado la estrecha relación que existe entre ciertas construcciones gramaticales y los patrones discursivos en que se emplean de forma recurrente (Masini y Pietrandrea 2010; Montolío 2011; López Samaniego 2014; Taranilla 2015, entre otros). En este trabajo se pretende poner de relieve la función de los patrones discursivos en la activación de una lectura citativa para las construcciones con que inicial átono. Esta investigación se ha llevado a cabo de manera inductiva. En primer lugar, se han seleccionado manualmente los enunciados introducidos por que con valor citativo en un corpus de conversaciones coloquiales de la variedad peninsular: el corpus Val.Es.Co. (Briz y Val.Es.Co. 2002). Estos enunciados se han clasificado atendiendo al tipo de valor citativo expresado. En segundo lugar, cada interpretación citativa se ha puesto en relación con los patrones discursivos que la favorecen, entendidos como una serie de rasgos contextuales recurrentes. Estos patrones discursivos se han caracterizado a partir de las unidades estructurales del Análisis de la Conversación (Sacks, Schegloff y Jefferson 1974), principalmente la ubicación en el par adyacente y la configuración del turno. Por último, también se han identificado los rasgos morfosintácticos del enunciado encabezado por que. En particular, se ha propuesto la existencia de una construcción de discurso indirecto independiente introducida por que, entendida como un emparejamiento estable de rasgos de forma y contenido. De este modo, se reconocen los rasgos formales que favorecen la interpretación citativa en determinados patrones discursivos. A continuación, se describen tanto los patrones discursivos (§4) como la construcción gramatical de discurso indirecto independiente (§5). 4. Valores citativos y patrones discursivos Como ya se ha señalado, la bibliografía sobre los usos citativos de que deja dos aspectos sin resolver. Por una parte, la mayoría de trabajos no atiende al papel que los factores pragmático-discursivos desempeñan en la asignación de un valor citativo a los enunciados encabezados por que. En efecto, en ausencia de un contexto, se hace muy difícil asignar con fiabilidad una interpretación citativa a esta partícula. Por otra, los trabajos no suelen especificar cuáles son los valores citativos que esta partícula expresa. Este apartado intenta resolver ambos aspectos a partir del análisis de las ocurrencias de que inicial átono con
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valor citativo procedentes del corpus Val.Es.Co. El análisis ha tenido dos grandes resultados. Por una parte, la presencia de que favorece una lectura citativa específica. En particular, ha sido posible identificar tres tipos de significados citativos: (i) la reproducción del discurso del interlocutor, (ii) la reproducción del propio discurso y (iii) la reproducción de una situación de enunciación distinta de la actual. En segundo lugar, cada una de estas tres interpretaciones está favorecida por una serie de rasgos contextuales recurrentes, que pueden entenderse como patrones discursivos. A continuación se describen los patrones discursivos que favorecen cada una de las interpretaciones citativas. 4.1. La reproducción del discurso del interlocutor: el valor de eco La reproducción del discurso del interlocutor se conoce en la bibliografía como construcción eco (Escandell 1999). Las construcciones ecoicas repiten total o parcialmente una intervención anterior del interlocutor. Así, en el ejemplo (8), la repetición es casi literal, a excepción de las marcas deícticas (rezaré → rezarás). En cambio, en el ejemplo (9), el hablante G reformula parte de la intervención anterior de E: (8)
[Conversación familiar, entre una nieta (C) y sus abuelos] C: me parece que me examinaré este viernes A: ¿el— el viernes próximo? B: °( (( )) )° C: (RISAS) ¡cómo se ríe la abuela!§ A: § rezaré que te— que te— te salgan bien§ C: §que—/que ¿rezarás? B: que rezaré ((a ver si te salen)) bien (BG.210.A.1, pág. 246, líneas 85-92)
(9)
[Conversación entre amigos] E: mira→/ TODOS LOS DÍAS//todos los días/// Biblia/ ((paliza total))// (( )) y leía— cada día leía uno/ y así durante ocho años/ tos los días tan tan/// y luego venían los del lectorado de religión↑ G: ¿quee también os metían la Biblia? E: pero todos los días↑ al empezar la clase↑ éste↓ pam↓ éste↓ pam↓ y un versículo↓ versículo tal↓ capítulo tal↓ mira yo tenía la Biblia en el cajón siempre (L.15.A.2., pág. 90, líneas 335-342)
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La identificación de la voz del interlocutor viene favorecida por un patrón discursivo definible estructuralmente a partir de la configuración de pares adyacentes: las construcciones eco son segundas partes despreferidas de intervenciones conversacionales iniciativas, ya sean inicios o informes. En los ejemplos anteriores, se trata de informes, intervenciones iniciales que no requieren de una respuesta explícita (Gallardo 1998: 50-52). A pesar de ello pueden ir seguidas de intervenciones que realizan algún tipo de evaluación, denominadas reacciones evaluativas (Gallardo 1998: 50-52), que pueden ser positivas (respuesta preferida) o negativas (respuesta despreferida). Las construcciones eco que funcionan como reacciones evaluativas siempre implican algún tipo de cuestionamiento de la intervención anterior, ya sea para mostrar extrañeza (¿Que rezarás?) o bien para solicitar algún tipo de aclaración al destinatario (¿quee también os metían la Biblia?), como se ha señalado en la bibliografía (Escandell 1999). Asimismo, las construcciones eco pueden ser segundas partes despreferidas de intervenciones de inicio. Los inicios son intervenciones iniciales que requieren de la presencia de una segunda intervención denominada respuesta (Gallardo 1998: 48-49). Los inicios son típicamente enunciados interrogativos o imperativos, que tienen como respuesta contestaciones y aceptaciones/rechazos, respectivamente. Las construcciones eco que funcionan conversacionalmente como respuestas son, como en el caso de las reacciones evaluativas, intervenciones despreferidas. En el siguiente fragmento de conversación (10), se reproduce mediante discurso directo una conversación entre una madre y su hijo. La intervención inicial de la madre es un acto de habla directivo (bueno/ si te vas a sacar el carné/ por lo menos asiste a las clases). La respuesta preferida a este tipo de intervenciones es la aceptación del comportamiento descrito (“sí, asistiré a las clases”). En cambio, la respuesta del hijo (¿¡que yo asista a laas clases!?) constituye un rechazo —o como mínimo un cuestionamiento— de la propuesta de la madre. Se trata, por tanto, de una respuesta despreferida. (10)
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[Conversación entre amigos] G: = el chaval este/ o sea→/ pues/ una día↑ un día↑ ¿no?/ decidióo apuntarse a la autoescuela↑/ y se apuntó a la autoescuela/ o sea bueno creo que se salió en— en sexto/ no ha terminao nii— ni la Egebé ¿no? se fue con su padre a trabajar§ E: § mm§ G: § y después↑ / o sea ahora está trabajando en una fábrica de madera/ bueno él ((tenía en la cabeza)) que él iba a sacárselo/
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fue a la autoescuela↑/ su madre dice bueno/ si te vas a sacar el carné/ por lo menos asiste a las clases§ E: § claro G: y él decía ¿¡que yo asista a laas clases!? [// ] G: § yo no asisto a las clases ni na(da)↓ yo me tengo que sacar el carnée o sea ee (L.15.A.2., pág. 112, líneas 1275-1286)
En síntesis, la lectura citativa ecoica viene determinada en los ejemplos del corpus por un patrón discursivo definido por unidades de la conversación: las construcciones eco son segundas partes despreferidas de un inicio o un informe. 4.2. La reproducción del propio discurso: el valor de copia La reproducción del propio discurso también se conoce como construcción de copia (Escandell 1999). Las construcciones de copia reproducen total o parcialmente una intervención anterior del propio hablante, prototípicamente como resultado de una solicitud de aclaración del destinatario. Es lo que sucede en el siguiente fragmento de una conversación familiar en la que intervienen C y su abuelo A (11). El abuelo, que se encuentra distraído, solicita a su nieta que repita la intervención anterior, que no había comprendido. (11)
[Conversación familiar] C: ¡oy!/el abuelo está caviloso A: (( )) ¿qué? C: QUE ESTÁS CAVILOSO/ABUELO A: noo/// (6’’) (( )) (BG.210.A.1, pág. 251, líneas 319-322)
Como se puede desprender de la observación del ejemplo anterior, la interpretación de reproducción del propio discurso está ligada a un patrón discursivo formado por tres intervenciones: una intervención iniciativa, una intervención reactiva despreferida y una segunda versión de la intervención inicial del propio hablante. En el ejemplo anterior, la intervención iniciativa es un informe. Como ya se ha señalado, los informes tienen como segundas partes preferidas reacciones evaluativas positivas. En este caso, la reacción evaluativa positiva podría
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ser una muestra de acuerdo de alguno de los interlocutores (“sí, es verdad”). En cambio, el hablante A no expresa acuerdo, sino que solicita una aclaración. La intervención encabezada por que puede considerarse, entonces, una intervención reiniciativa (Gras y Sansiñena 2015), esto es, un intento por parte del hablante de volver a iniciar un intercambio en la conversación. Las construcciones de copia pueden ser intervenciones reiniciativas de informes, como en el ejemplo anterior, pero también de inicios, ya sean enunciados interrogativos, como (12), o imperativos, como (13). (12)
[Conversación entre amigos] G: (bue)no ¿y ahora por dónde nos vamos a ir? L: ¿adónde? G: ¿que por dónde nos vamos irr?§ L: § ¡ah! (L.15.A.2., pág. 84, líneas 103-107)
(13)
[Conversación entre amigos] G: = de haberse leído el libro en su casa↑ o s(e)a en los ratos que tenía libres/ fue al de la autoescuela y le dicee oye apúntame para examen// y el de la autoescuela le dice pero tío pero ¿¡de qué vas↓!? ¿¡tú estás loco!?/ ¿cómo te vas—? si acabas de empeZAAR↓ no has venío ningún día a CLASE/ vamos o s(e)a// yo si quieres yo te apunto// tú eres el que vas a tener QUE PAGAR/ que me apuntes↓ queme apuntes↓ que me apuntes↓ que me apuntes↓ es cantidad decabezón↓ que me apuntes/ total quee lo puso de tal forma que lotuvo que apuntar// yy ¿cuándo fue eel—? sí↓ el— el martespasado↓ creo que fue examen (L.15.A.2., pág. 113, líneas 1315-24)
En el caso de (13), el patrón discursivo resulta menos evidente porque se trata de una secuencia de relato conversacional en la que se está reproduciendo una conversación. Con todo, como puede observarse, existe una primera formulación del imperativo (oye apúntame para examen) y una reiteración de dicho imperativo (que me apuntes), tras la negativa por parte del instructor de la autoescuela. Pese a resultar prototípico, el patrón discursivo de tres intervenciones (intervención iniciativa + intervención reactiva despreferida + intervención reiniciativa) no es el único que favorece una lectura de reproducción del propio discurso en la conversación. Esta interpretación también se activa en casos en los que media más de una intervención entre la intervención iniciativa y la reiteración, como se muestra en el siguiente ejemplo (14), procedente de una conversación
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entre C, que es una mujer joven, su madre (A) y una prima mayor que C (B). En el fragmento, B se va de casa de A y C, y quiere dejar los pasteles que ha traído (te dejo esto). (14)
[Conversación familiar] A: estáte quieta/ Sonia B: te dejo esto [(( ))] C: [((eso))]/ ¿pa(ra) qué? B: ¡AY CALLA↓ por favor! A: ¡DONA↓ QUE SÍ!§ C: § ¡ay! esto es mío A: [(( ))] B: [CALLA↑] CALLA↑ CALLA↑ que no me des NADA/ que no me des nada (EL.116.A.1, pág. 318, líneas 418-425)
El enunciado introducido por que (que no me des NADA) reitera un contenido que la hablante ha enunciado anteriormente en la misma secuencia (¡AY CALLA↓ por favor!→ “quédate con los pásteles, no me los devuelvas”) como reacción a la reiteración de A (¡DONA↓ QUE SÍ!). Entre la formulación original y la copia, hay una intervención de C. En casos como este, se entremezclan los valores de autocita e intensificación. El valor de intensificación es explicable a partir de la reiteración que supone la autocita: si el hablante repite algo que ya ha dicho, se entiende que refuerza su propia posición. Es posible establecer una relación gradual entre los valores de reproducción del propio discurso e intensificación. El patrón discursivo de tres intervenciones descrito al inicio favorece la lectura de reproducción del propio discurso. A medida que este patrón se desdibuja, el valor de intensificación se va sumando al de cita, hasta llegar a contextos en los que el valor de intensificación parece ser el dominante. Es lo que sucede cuando no es posible identificar una primera formulación del propio hablante, esto es, cuando que encabeza una intervención iniciativa (y no reiniciativa). Obsérvese a este respecto el siguiente ejemplo (15), en el que la hablante se dirige a un perro. En este caso, el enunciado imperativo no es una copia de una formulación anterior, sino que se interpreta como un imperativo intensificado1. Con todo, cabe tener en cuenta que, en una intervención anterior, la hablante B ya expresa su temor a que el perro le muerda (“ya, ya, y que me muerda”), de manera que el propio 1
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[Conversación familiar] C: SILVIAA/ a ver si lo puedes peinar↓ Jose/ por aquí B: ya ya/ y que me muerda C: media pastilla [pa’l domingo] D: [Joose]/ mira C: te [vas a] curar D: [JOSE] C: digo→§ D: § ¡que no me muerdas! (RV.114.A.1, pág. 303, líneas 426-434)
En suma, la interpretación de copia viene favorecida por un patrón discursivo en el que es evidente que se reproduce el propio discurso, generalmente situado en la intervención inmediatamente anterior al turno del interlocutor. La dificultad de identificar una primera intervención facilita que los enunciados con que reciban una interpretación de intensificación. 4.3. La reproducción de una situación de enunciación distinta: el discurso indirecto independiente El último de los valores citativos identificado en el corpus es la reproducción del discurso de un participante de una situación de enunciación distinta de la situación en la que se encuentran los interlocutores. Se trata del denominado que narrativo (Spitzer 1942), que en trabajos anteriores he denominado discurso indirecto independiente (Gras 2011, 2013), puesto que combina la marcación morfosintáctica del discurso indirecto con la independencia sintáctica debida a la ausencia de un verbo introductor. Prototípicamente, el hablante reproduce el discurso que una tercera persona emitió en una situación de enunciación anterior a la situación en que se encuentran el propio hablante y su(s) interlocutor(es)2, como sucede en el siguiente fragmento de una conversación contexto suministra una primera mención al contenido proposicional (“que el perro me muerda”), con lo que, de alguna forma, incluso en este caso es posible rastrear la conexión con un discurso previo característica de los usos de copia. 2 El corpus solo suministra ejemplos de este uso (reproducción de un discurso anterior de una tercera persona). Ahora bien, también es posible reproducir un discurso futuro o pronunciado por alguno de los participantes de la situación actual (emisor o destinatario). Constituyen ejemplos del primer caso enunciados con valor directivo analizados por Etxepare (2010):
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en una tienda (16): los dependientes (A y B) hablan con dos clientes (C y D) sobre concursos televisivos y bromas por teléfono; B cuenta una confusión telefónica muy desagradable. (16)
[Conversación en una tienda] B: y mi madre—/ a mí una de mis amigas (( )) sus hermanas↑ le llamaron dice es de la policía y dice un momentito↑ [(( )) y digo ¡ay madre mía!=] C: [sí/ menudo susto/ menudo susto/ menudo susto (( ))] B: = hasta que se ve que se [puso otra persona y dice mire↓ es de aquí de jefatura dice preguntando ¿fulano de tal? digo pues no↓ aquí no es=] C: [sí/ sí sí// sí/ sí/ no/ sí] B: = pero [claro↓ esos momentitos ¿eh? la policía↓ que se espere↓ que se ponga el otro↑] C: [pero hasta que túu→sí sí/ claro/ ahí ahí]/ [ahí está↓ ahí está] A: [aquí no es↓ te podías morir] (H.25.A.1, págs. 238-239, líneas 248-262)
En las dos primeras intervenciones, B opta por el estilo directo para reproducir la conversación telefónica (marcada en cursiva, según los criterios de transcripción del corpus). En cambio, en su tercera intervención, B opta por una construcción con que inicial para reproducir dos enunciados que emitió la policía (que se espere, que se ponga el otro). Aunque probablemente el hablante marque prosódicamente los enunciados de discurso indirecto independiente de manera similar a los enunciados precedentes en discurso directo, el discurso indirecto independiente implica el uso de marcas morfosintácticas específicas.
(i) Si viene mi madre, que el tabaco es tuyo (Etxepare 2010: 618). En este ejemplo, la cláusula tiene valor citativo y se interpreta como las palabras que el destinatario debería emitir si se produjera la situación descrita en la prótasis. Con respecto a la reproducción del discurso de los participantes en la situación actual, pueden imaginarse en español ejemplos como el que propongo a continuación: (ii) ¿Te acuerdas de la bronca que tuvimos? Yo, que estoy harto, que me dejes en paz. Y tú, que no me digas lo que tengo que hacer, que yo también estoy harto. En el ejemplo anterior, que funciona como marca de discurso indirecto que reproduce las palabras emitidas por emisor y destinatario en una situación previa a la situación en la que se encuentran.
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Al igual que sucede en las construcciones de eco y copia, la reproducción de discurso se marca mediante el uso de que y otros rasgos de estilo indirecto (cambio de referencias deícticas y uso de subjuntivo en lugar de imperativo en el ejemplo). Ahora bien, existe una diferencia entre los otros dos valores citativos analizados y el discurso indirecto independiente, en cuanto a cómo se recupera pragmáticamente la voz citada. En los usos de eco y copia, la voz citada se recupera a partir del propio contexto conversacional mediante dos mecanismos: (i) la correspondencia de contenido —que puede ser repetición casi literal— entre la formulación inicial y la intervención citativa y (ii) la estructura conversacional (segunda parte despreferida en el caso del valor de eco e intervención reiniciativa en el caso del valor de copia). Por el contrario, en el discurso indirecto independiente no se reproduce un enunciado emitido previamente en la conversación actual. Por tanto, es necesario hacer ostensivo que existe una situación de enunciación distinta —y, en especial, un locutor distinto— cuyo discurso se está reproduciendo. Uno de los procedimientos más habituales para indicar el locutor reproducido es el uso de un patrón bimembre compuesto por (i) un SN que designa el locutor reproducido y (ii) el enunciado de discurso indirecto encabezado por que (NGLE 2009), como sucede en el ejemplo anterior: [la policíaLOCUTOR REPRODUCIDO] [que se espereDISCURSO INDIRECTO]. La relación entre el SN y el enunciado de discurso indirecto es de naturaleza pragmática y no gramatical. El SN no desempeña una función gramatical en el enunciado de discurso independiente, no tiene por qué corresponderse con ninguno de los argumentos del verbo de la oración de discurso independiente. En el ejemplo anterior, el verbo esperarse presenta un único argumento, un experimentador, correferencial con el destinatario del mensaje original (espérese usted)3. Por el contrario, la función del SN es pragmática: señala el emisor del mensaje, que en las cláusulas en imperativo no desempeña una función gramatical. Además del patrón bimembre, el corpus muestra otros dos mecanismos pragmáticos que permiten identificar la situación de enunciación alternativa (y al locutor reproducido): el recurso al contexto lingüístico (co-texto) y el recurso al contexto situacional. Con respecto al primer caso, la identificación del locutor reproducido es posible gracias a la mención, en intervenciones
3 Existe también la posibilidad de interpretar que “la policía” es el experimentador de “esperarse”. Sin embargo, esta interpretación es mucho más costosa, y no parece congruente con la situación que la hablante está describiendo.
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precedentes (del propio hablante o de sus interlocutores), de una situación de enunciación alternativa. Considérese el ejemplo (17), procedente de una conversación entre dos vecinas, M y A, y el hijo de esta última, S. El enunciado introducido por que señala la conexión con una situación de enunciación anterior4. El hablante M no se responsabiliza del contenido del enunciado, que atribuye a otro locutor, identificado en el enunciado anterior (los de arriba). (17)
[Conversación entre dos vecinas] M: bueno ee ayer↑/ °(me llamó Roberto ¿se ha enterado de lo del ascensor?)° A: ¿eh? S: ¿el ascensor? M: es que es— ¿n— no se ha enterado?/// bueno↓ pues ya se lo dirán/ no quiero decir yo nada/ ya bajarán los de arriba a decirle algo/ que quieren poner ascensor (S.65.A.1., pág. 125, líneas 86-92)
En menor medida, el contexto situacional también puede hacer ostensiva la existencia de una situación comunicativa alternativa. Es lo que sucede cuando se produce simultáneamente a la conversación dominante una segunda conversación entre el hablante y una tercera persona, y esta segunda conversación es manifiesta para el resto de participantes (una conversación telefónica o una conversación por mensajería instantánea, por ejemplo), como se ejemplifica en el fragmento (18), extraído de una charla entre tres amigos (E, L y G). En medio de la conversación, E habla por teléfono con Antonio Juan y, a continuación, reproduce a L y G parte de la conversación que ha tenido con este. (18)
[Conversación entre amigos] E: [mira que (( ))]// perdona perdona↓ perdona que te corte↓ sigue hablando§ L: § no§ E: § noo/ digo que a ver dónde lo esperamos/ que está en Alacuás// en Mislata/ que ya viene para acá G: ayy ¿y en qué va a venir?
4 La oración introducida por que podría, asimismo, analizarse como una oración de relativo, cuyo antecedente es “los de arriba”. Como se indicará a propósito del ejemplo (19), los límites entre usos subordinantes e independientes de las oraciones con que no resultan nítidos.
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E: en coche↑/ que lo traen↓ está con una gente del Colegio en Alacuás/ del Colegio Mayor/ quee digo/ están aquí ya Gerardo y Lola y dice luego lo harías (L.15.A.2., pág. 85, líneas 121-130)
Los enunciados introducidos por que señalan la conexión con una situación de enunciación anterior. No es necesario especificar la fuente (el locutor reproducido), porque L y G estaban presentes durante la llamada telefónica; por ello, saben que el locutor reproducido es Antonio Juan. Por último, el corpus también suministra ejemplos de enunciados encabezados por que que reproducen discurso indirecto y se encuentran en el límite entre la subordinación oracional (relativa o completiva) y la independencia sintáctica. Este fenómeno puede observarse en el fragmento (19), procedente de una conversación entre un grupo de amas de casa que forman parte de una asociación. (19)
[Conversación entre un grupo de mujeres adultas miembros de una asociación de amas de casa] M: Luisa E: sí M: sí↓ que nos comentó↑ E: sí M: ee no llevo las gafas pero comentó aalgo de una charla R: pero de una charla [que=] M: [de] R: = no era para todos↓ que era para dos M: que era [para dos=] R: [por comité] M: = era para dos↓ para la presidenta yy la (( )) R: y que si una no podía ir↑ que lo dijera a otra/ que eran dos por comité/ además es que lo que me extraña a mí/ es que pone también/ que— que es un grupo reducido de trescientas personas// y sin embargo— pero que ¡VAYA! pero que l’ha mandado María↓ yoo estaa chica de arriba no sé si l’habráa/ recibido (MA.341.A.1, pág. 259, líneas 5-16)
En su primera intervención, R alude a una charla que recibe una oración con que, que puede ser analizada perfectamente como una relativa especificativa. A continuación, se suceden las cláusulas con que, que reproducen el discurso de
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Luisa, una de las participantes en la asociación, que no está presente en la conversación. A pesar de que sería posible analizar estas oraciones como relativas (al menos, la primera), hay motivos para relacionarlas con los usos de discurso independiente: (i) reproducen un discurso previo, (ii) muestran marcas propias de la reproducción del discurso (cambio deíctico en el sistema temporal, selección de subjuntivo para reproducir imperativo) y (iii) pueden ocupar por sí solas un turno de habla en la conversación. Algo similar sucede con el ejemplo (20), procedente de la conversación previamente analizada entre dos vecinas sobre la instalación del ascensor en una finca. (20)
[Conversación entre dos vecinas] M: noo/ le estoy diciendo que no/ °(es lo que me dijo el señor)°// que lo pagarían como nos había costado a nosotros↑// lo pagarían/°(no ((hable usted)) de intereses/ no— no seamos tan— tan eso)°/ tan— tan [eso// QUE NO/ QUE NO/ que eso es una (( ))/ es una (( ))] (S.65.A.1., pág. 133, líneas 400-404)
La cláusula destacada con que (que lo pagarían como nos había costado a nosotros) puede analizarse como una oración completiva que funciona como aposición explicativa de la oración precedente (lo que me dijo el señor). Ahora bien, como se ha señalado para el ejemplo precedente, existen notables similitudes formales e interpretativas entre estas cláusulas y los enunciados de discurso indirecto independiente con que. En síntesis, el valor de discurso indirecto independiente consiste en reproducir el discurso emitido por un locutor en una situación de enunciación distinta de la actual, prototípicamente un discurso emitido por un no participante en una situación anterior. La recuperación del locutor se realiza mediante procedimientos léxico-gramaticales, como las estructuras bimembres, o bien mediante el recurso a información contextual, ya sea el discurso precedente o la situación comunicativa. 5. Valores citativos y rasgos gramaticales En el apartado precedente, se ha mostrado cómo los significados citativos están ligados a determinados patrones discursivos, de modo que la interpretación depende en gran medida del reconocimiento de tipos de contexto definidos estructuralmente (a partir de la configuración de las unidades de la
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conversación) o situacionalmente (por la posibilidad de identificar una situación de enunciación distinta de la actual). Ahora bien, el análisis anterior no indica cuál es la contribución de la forma que a la interpretación citativa, esto es, cuál es el significado de que y de qué modo interacciona con los patrones descritos para construir una interpretación citativa. La interpretación citativa no solo depende de factores contextuales —los patrones discursivos—. Los enunciados citativos con que muestran dos rasgos formales idiosincrásicos: (i) independencia sintáctica y (ii) rasgos de discurso reproducido. En términos construccionistas, se puede proponer que los enunciados citativos con que son instancias de una construcción de discurso citativa con que5. Desde el punto de vista interpretativo, la función de la construcción es reproducir un enunciado atribuido a un locutor identificable interaccionalmente. Desde el punto de vista formal, la construcción posee autonomía distribucional, modalidad de la enunciación propia (declarativa en el caso de las construcciones de copia y discurso indirecto independiente; interrogativa o exclamativa, en el caso de las construcciones eco) y rasgos de discurso reproducido. Es el último rasgo el más relevante para la interpretación citativa. Las construcciones citativas con que coinciden formalmente con las oraciones completivas de discurso indirecto. Ambas construcciones comparten los siguientes rasgos: (i) (ii) (iii) (iv)
la presencia de que inicial, la selección del modo (indicativo o subjuntivo) en función de la modalidad reproducida, la posibilidad de reproducir distintas modalidades (interrogativa, exclamativa, imperativa y declarativa), el cambio de los elementos deícticos para adaptarse a la situación de enunciación.
Cuantas más marcas de discurso indirecto presente el enunciado introducido por que, más fácil será que se interprete como citativo. En este sentido, la marcación formal de las distintas modalidades reproducidas desempeña un papel relevante. En un extremo se sitúan las modalidades interrogativa y 5 En otro trabajo (Gras en prensa) he argumentado que las construcciones citativas son instancias de una construcción conectiva con que, con la que comparten rasgos formales e interpretativos. Por limitaciones de espacio, no es posible reproducir la argumentación en el presente capítulo.
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exclamativa, que poseen marcas específicas (los elementos interrogativos y exclamativos) que las identifican como discurso reproducido, como muestran los ejemplos de (21): (21a) Que si vienes. (21b) Que cuándo vienes. (21c) Que qué calor.
En una posición intermedia se sitúa la modalidad imperativa, que se caracteriza por la selección del modo subjuntivo, que también es compartido por los enunciados imperativo-desiderativos con que. Considérense los ejemplos de (22): para interpretar si se trata de una construcción citativa (22a) o una construcción imperativo-desiderativa (22b), es necesario tener en cuenta los rasgos relevantes del contexto (en forma de patrones discursivos). (22a) Te ha llamado tu madre. Que vayas a verla. (22b) ¡Que lo pases bien!
Por último, los enunciados declarativos son los menos marcados desde el punto de vista formal, ya que solo seleccionan el que inicial seguido de una forma de indicativo. En estos casos, la interpretación citativa depende casi exclusivamente de rasgos contextuales, ya que no presentan ninguna marca exclusiva de modalidad reproducida. Así, un ejemplo como (23) solo puede ser interpretado como citativo en los patrones discursivos apropiados, como (24) o (25). (23)
Que quedamos a las 20:00.
(24)
A: Quedamos a las 20:00. B: ¿Qué? A: Que quedamos a las 20:00.
(25)
Ha llamado Ana. Que quedamos a las 20:00.
6. Conclusiones A lo largo de las páginas precedentes se ha desarrollado un análisis basado en el uso que sitúa las lecturas evidenciales de que entre la codificación y la inferencia. Por una parte, se ha mostrado que la mera adición de que al inicio
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de un enunciado no da lugar a una interpretación citativa. Los factores contextuales desempeñan un papel fundamental en la construcción de cada uno de los valores citativos identificados. La necesidad de contar con factores contextuales implica la existencia de mecanismos inferenciales en la determinación de la interpretación de las formas lingüísticas. Ahora bien, por otra parte, los factores contextuales no son completamente aleatorios. Como ha puesto de manifiesto el análisis de corpus, es posible identificar regularidades en los tipos de contextos que favorecen las lecturas citativas de que. Estos tipos de contextos pueden ser descritos como patrones discursivos, entendidos como combinaciones estables de enunciados, definidos por rasgos estructurales —unidades conversacionales— o situacionales —la identificación de una situación de enunciación alternativa—reconocibles por los hablantes. La existencia de patrones estables acerca este fenómeno al ámbito de la codificación y, por tanto, de la gramática, entendida, desde una perspectiva cognitivo-funcional, como el repertorio de convenciones que los hablantes manejan en la interpretación y producción de enunciados. Finalmente, se ha mostrado que las interpretaciones citativas de que están determinadas también por rasgos formales, que pueden ser explicados por la existencia de una construcción gramatical que combine los rasgos propios de la independencia sintáctica y del discurso reproducido. Referencias bibliográficas ALCINA, Juan y José Manuel BLECUA (1975): Gramática española. Barcelona: Ariel. BELLO, Andrés (1984 [1847]): Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Madrid: Edaf. BRIZ, Antonio y GRUPO VAL.ES.CO (2002): Corpus de conversaciones coloquiales. Anejo de la revista Oralia. Madrid: Arco/Libros. COUPER-KUHLEN, Elizabeth y Sandra THOMPSON (2000): “Concessive patterns in conversation”, en E. Couper-Kuhlen y B. Kortmann (eds.), Cause, Condition, Concession, Contrast: Cognitive and Discourse Perspectives. Berlín/Nueva York: De Gruyter Mouton, 381-410. COUPER-KUHLEN, Elizabeth y Sandra THOMPSON (2008): “On assessing situations and events in conversation: ‘extraposition’ and its relatives”, Discourse Studies, 10, 443-467. DEMONTE, Violeta y Olga FERNÁNDEZ SORIANO (2007): “La periferia izquierda oracional y los complementantes del español”, en J. Cuartero y M. Emsel (eds.), Vernetzungen: Kognition, Bedeutung, (kontrastive) Pragmatik. Fráncfort del Meno: Peter Lang, 133-147.
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III La expresión de la evidencialidad en español a través de verbos y adverbios modales
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LAS LECTURAS EVIDENCIALES DE LOS VERBOS (SEMI)AUXILIARES EN ESPAÑOL BERT CORNILLIE K.U. Leuven (Bélgica)
1. Introducción La noción de evidencialidad se refiere a la expresión lingüística de la fuente de la información. En los estudios en torno a la evidencialidad que se han publicado en las últimas décadas (cf. Chafe y Nichols 1986; Willett 1988; Aikhenvald 2004; Squartini 2008; Cornillie 2009; Cornillie y Gras Manzano 2015) se destacan por lo menos tres temas importantes para este capítulo: (i) los criterios para la delimitación del grupo de expresiones evidenciales en las lenguas sin paradigma gramatical de la evidencialidad; (ii) la tipología semántica de los marcadores que se refieren a la base epistemológica de la aserción (o sea, los modos de conocimiento, a menudo presentados como fuentes de la información) y (iii) la cuestión de si la evidencialidad juega un papel en la interacción entre el hablante y los interlocutores o coparticipantes, por ejemplo, mediante la referencia al acceso compartido o no a la evidencia (la intersubjetividad o la subjetividad). La evidencialidad se puede expresar mediante varias estructuras lingüísticas en español, sean gramaticales o léxicas, pero no constituye un paradigma de marcadores obligatorios, como ocurre en varias lenguas polisintéticas del mundo (cf. Aikhenvald 2004, que sostiene que se trata de una cuarta parte de las lenguas del mundo). Si bien el español carece de una categoría gramatical evidencial, conviene, sin embargo, diferenciar entre marcadores más y menos gramaticales. El campo funcional de la evidencialidad se expresa mediante adverbios (supuestamente, obviamente), adjetivos (obvio), usos parentéticos de verbos de comunicación (dicen), verbos auxiliares y tiempos verbales (habría hecho, serán las doce). En este capítulo me ocuparé de los verbos auxiliares como los que aparecen en (1), que se caracterizan, junto con los tiempos verbales, por una gramaticalización avanzada. Mostraré que este grado de gramaticalización corrobora la función secundaria de las expresiones
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evidenciales, lo cual indica que la evidencialidad no puede ser la predicación principal en la oración (cf. Anderson 1986). (1a) (1b) (1c)
Los estudiantes parecen darse cuenta del problema (ejemplo leído en un correo electrónico). Debe de haber llovido mucho aquí (ejemplo oído personalmente). El invierno promete ser llovedor (Corpus del español. Ficción)1.
Con el fin de dar cuenta de las lecturas evidenciales de estos verbos, cabe pasar revista a un par de conceptos clave en los estudios de la evidencialidad. A continuación presentaré las propuestas de tipología de Chafe (1986) y Willett (1988), para luego detenerme brevemente en la (inter)subjetividad (Nuyts 2001; Traugott 2003; Cornillie 2007). La tipología funcional de Chafe (1986: 263) diferencia entre varias fuentes de conocimiento: (i) sin fuente, (ii) evidencia, (iii) lenguaje e (iv) hipótesis. Estas cuatro fuentes se conectan con cuatro modos de conocimiento: (i) creencia, (ii) inducción, (iii) información de oídas y (iv) deducción. Como el enfoque de Chafe es de naturaleza funcional, su tipología incluye tanto las expresiones léxicas como las expresiones gramaticales. Por su parte, la tipología de Willett (1988) distingue entre las expresiones evidenciales que se refieren a la evidencia directa, o sea evidencias directamente observadas, como por ejemplo la información visual o auditiva, y las expresiones evidenciales que se refieren a la evidencia indirecta, como la información de segunda o tercera mano y el conocimiento folklórico, así como las inferencias a partir de la percepción directa o de conocimientos previos. Si bien la inferencia siempre se basa en algún indicio, se hace “sin mención alguna de lo que era la naturaleza de la evidencia” (Chafe 1986: 266; la traducción es mía). En otras palabras, la evidencia visual, auditiva u otra que provoca la inferencia no se especifica en el marcador evidencial. En este capítulo mostraré que los auxiliares solo pueden expresar la evidencia indirecta del tipo inferencial (Willett 1988), con base en los modos de conocimiento de la inducción y la deducción (Chafe 1986). Los datos indicarán que la información “de oídas” no se expresa mediante las construcciones auxiliares. 1 Los ejemplos reproducidos en este artículo proceden de diferentes fuentes: cuando no se indica su procedencia, se trata de ejemplos creados ad hoc; otros han sido obtenidos de testimonios reales oídos por el autor; en tercer lugar, se ha recurrido a testimonios hallados en otros trabajos; y, finalmente, se ha empleado el Corpus del Español (Davies 2002-).
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La dimensión de la (inter)subjetividad fue introducida en la lingüística moderna por Benveniste (1958), quien sostiene que esta interacción entre hablante e interlocutor es una condición fundamental para la comunicación lingüística. La intersubjetividad se refiere al hecho de que en la comunicación cada participante es un sujeto hablante que es consciente del otro participante como sujeto hablante (Benveniste 1958: 258-260). Traugott (2003) desarrolla el concepto de Benveniste (1958) para el análisis de los marcadores del discurso en la conversación. Para Traugott (2003), la intersubjetividad es “la expresión explícita de la atención del hablante/escritor hacia el ‘yo’ del destinatario/lector, tanto en un sentido epistémico (prestando atención a sus actitudes presupuestas con respecto al contenido de lo que se dice) como en un sentido social (prestando atención a su ‘face’ [su imagen] o ‘necesidades de imagen’ asociadas con una posición e identidad más social)” (Traugott 2003: 128; la traducción es mía). Verhagen (2005) también refina la línea de investigación de Benveniste al prestar especial atención a la relación entre el sujeto de la conceptualización y el objeto de conceptualización. En Verhagen (2005: 6), la intersubjetividad se define como la interacción entre sistemas de conocimiento: “Un hablante [...] se apoya en la presuposición de que su enunciado es en principio interpretable por otro hablante con el que comparte el conocimiento de ciertas convenciones” (la traducción es mía). En este capítulo adoptaré una definición de la (inter)subjetividad menos ambiciosa y más aplicada a la evidencialidad de Chafe (1986) y Willett (1988). Para el fin de este estudio conviene definir la (inter)subjetividad como la sugerencia del hablante de que comparte o no la evidencia con otros participantes. Esta definición está en línea con la propuesta de Nuyts (2001: 34) para una dimensión (inter)subjetiva de la modalidad epistémica, que consiste en separar el análisis de la evaluación de la realidad por parte del hablante de la cuestión de si el hablante comparte la evidencia con el interlocutor o la presupone como compartida (cf. Nuyts 2001: 37). En lo que se refiere a la evidencialidad, la evidencia compartida —o la presuposición de la misma— conlleva una conceptualización intersubjetiva del estado de cosas expresada por el hablante; la evidencia no compartida, en cambio, produce una conceptualización subjetiva (cf. Cornillie 2007). En la tradición hispánica, los auxiliares han recibido mucha atención, pero varios auxiliares evidenciales han sido pasados por alto en los estudios existentes (cf. Gómez Torrego 1999; Fernández de Castro 1999; Olbertz 1998). Por tanto, queda por hacer un análisis pormenorizado de cómo los auxiliares
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expresan determinados valores evidenciales en español. El presente estudio de los auxiliares evidenciales tiene un doble objetivo: (i) mostrar que, más allá de las perífrasis tradicionales, hay varios tipos de auxiliares que expresan valores evidenciales y (ii) poner de manifiesto que los auxiliares son un medio que expresa la semántica evidencial de la manera más gramatical posible en las lenguas que, como el español, carecen de paradigmas evidenciales y marcación obligatoria. En el resto del capítulo, primero me detendré en los criterios que se pueden usar para incluir o excluir verbos (semi-)auxiliares (§2). Más adelante expondré los rasgos típicos de tres tipos de auxiliares: usos auxiliares que alternan con construcciones completivas (§3); usos auxiliares que alternan con usos léxicos (construcciones de infinitivo) (§4); y los auxiliares que forman parte de las perífrasis tradicionales (§5). 2. Más allá de las perífrasis tradicionales En el campo de la lingüística española ha corrido mucha tinta sobre los criterios morfosintácticos para la delimitación de la clase gramatical de las perífrasis verbales, pero se ha prestado poca atención a las distintas categorías semánticas expresadas por los miembros de la misma. Las descripciones de Gómez Torrego (1988, 1999) y Fernández de Castro (1999), por ejemplo, se basan primero en la descripción formal para luego pasar revista a las distintas lecturas de las perífrasis individuales, sin plantear la pregunta de cómo los distintos valores de la modalidad epistémica y la evidencialidad se expresan mediante determinados tipos de auxiliares. Antes de entrar en las perífrasis verbales, conviene delimitar las construcciones verbales que expresan algún valor evidencial. En este estudio, me ocuparé de las formas verbales que codifican formalmente la justificación epistemológica de la aseveración que hace el hablante sin que ellas constituyan la predicación principal (cf. Anderson 1986: 274-275). Por tanto examinaré las expresiones que tienen un estatus secundario en la gramática y el discurso (Boye y Harder 2013). El argumento del estatus secundario nos permite excluir los verbos de percepción directa (ver, sentir, oír, etc.), ya que no tienen una función secundaria sino que destacan como actividad central el acto de ver, sentir y oír. Ahora bien, estos verbos a veces dan lugar a construcciones de evidencia indirecta como se ve que, que no expresan tal actividad y por tanto
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pueden considerarse evidenciales (cf. Marcos Sánchez en este volumen). Otro requisito para ser una expresión evidencial es que la justificación informativa sea su significado principal y no una inferencia pragmática derivada del mismo. Este paso es necesario para distinguir los verbos propiamente evidenciales de los verbos epistémicos, los cuales tienen la evaluación de la posibilidad como primer significado, si bien esta siempre se basa en alguna información (cf. Plungian 2001). Los usos evidenciales de los auxiliares como deber y tener que se caracterizan por una “secundariedad”2 sintáctica más avanzada que la de los usos deónticos más frecuentes, que expresan la obligación y la necesidad. Aunque en ambos casos el verbo conjugado es el auxiliar y el verbo principal el infinitivo, observamos que la construcción evidencial sufre más restricciones que la deóntica. Esto puede ser comprobado al aplicar pruebas sintácticas al auxiliar evidencial y al deóntico, como por ejemplo la omisión del infinitivo, en (2a), y la inserción del verbo en una estructura de enfatización en (2b) (cf. la prueba de segmentación de Moreno Cabrera 1999: 4270): (2a) (2b)
Debe de haber llovido mucho aquí > *Debe. Debes terminar el trabajo > Debes.
(3a) (3b)
Debe de haber llovido mucho aquí > *Lo que debe de es haber llovido mucho. Debes terminar el trabajo ahora mismo > Lo que debes (hacer) es terminar el trabajo ahora mismo.
Las pruebas distribucionales en (2-3) ilustran que el auxiliar evidencial es más secundario que el auxiliar deóntico, ya que aquel tiene más dependencia sintáctica que este. En otras palabras, el auxiliar evidencial es una construcción de anclaje prototípica (cf. “grounding predications” en Langacker 1990 y Cornillie 2005). Con el argumento de la “secundariedad” sintáctica se puede dar cuenta de los verbos evidenciales parecer y resultar, que se combinan con una oración subordinada o con un infinitivo. Con base en la predicación no principal, consideraré los usos de parecer y resultar en (4) y (5) como auxiliares evidenciales.
El término secundariedad es una traducción de la palabra inglesa secondariness. Como utilizo el adjetivo “secundario”, me parece una solución válida utilizar también el sustantivo. 2
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Las condiciones del tratado parecen irritar a los diplomáticos (Corpus del español. Periodístico). Parece (ser) que las condiciones del tratado los irritan. La escuela laica que escogimos para Philip resulta estar llena (Corpus del español. Periodístico). Resulta que la escuela laica que escogimos para Philip está llena.
Tanto en la construcción con infinitivo como en la construcción con conjunción y verbo conjugado, estos verbos no se pueden considerar verbos principales, sino que se limitan a dar una perspectiva informativa a la oración principal. En el apartado 3 mostraré que la lectura evidencial de las construcciones con infinitivo es más específica que la de las construcciones con verbo finito. Encontramos la misma función de la perspectivización evidencial en verbos como amenazar (con) y prometer. Estos verbos pueden considerarse verbos plenos con una lectura léxica en construcciones con infinitivo y en construcciones con nexo + verbo finito, como en (6), pero las construcciones de infinitivo también pueden dar una lectura evidencial en determinados contextos (por ejemplo con sujetos no agentivos), como ilustra (7): (6a) (6b)
(7a) (7b)
Los vecinos recorrieron todas las calles del barrio con gran alboroto, hasta que se presentaron autoridades del Partido Comunista, que prometieron hallar una solución a la grave crisis (Corpus del español. Periodístico). Mientras los opositores se desgañitan denunciando que el presidente de la Cámara de Diputados, Guillermo Bedregal, es el más interesado en defender a los diputados corruptos, los aliados MBL y UCS amenazan con abandonar la coalición si el caso no es remitido a la justicia ordinaria, para que ésta sea la instancia encargada de castigar a los culpables y liberar a los inocentes (Corpus del español. Periodístico). Los sones del arpa, las guitarras y el bandoneón daban el condimento especial a una alegría que prometía prolongarse por lo menos hasta el alba del día siguiente (Corpus del español. Ficción). Sobre la vega, las nubes multiplican su volumen, ganan peso y amenazan con quebrar la superficie de la tierra liberando a las criaturas del abismo (Corpus del español. Ficción).
Como estos verbos nunca aparecen en los listados tradicionales de las perífrasis verbales, cabe plantear la cuestión de por qué los analistas no los toman
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en consideración. Una posible razón es la persistencia léxica del significado original de esos verbos (cf. Hopper 1991). En el caso de parecer, por ejemplo, los verbos aparecer y parecerse a tienen una lectura no evidencial de “presentarse” y “mostrar semejanza”, respectivamente. La combinación del verbo resultar con la preposición de, por su parte, expresa origen o procedencia. Las lecturas léxicas de amenazar con y prometer, que expresan una amenaza y una promesa respectivamente, pueden influir en la lectura evidencial. Sin embargo, el argumento de la persistencia léxica no es suficientemente sólido para que dejemos estos verbos fuera del análisis de las perífrasis verbales, ya que en varias perífrasis (aspectuales) se vislumbra semejante persistencia léxica; véase la co-existencia de poner y ponerse a o de acabar y acabar de. Otra posible razón es que pocos estudios adoptan un punto de vista semasiológico. En efecto, la aproximación formalista onomasiológica ha pasado por alto un análisis detenido de las categorías funcionales, como la modalidad epistémica y la evidencialidad, que las perífrasis suelen expresar. En consecuencia, los auxiliares más periféricos, como parecer, resultar, amenazar y prometer no han recibido la atención que merecen en la bibliografía de la lingüística hispánica. Desde un punto de vista histórico, esos auxiliares no tradicionales son ejemplos llamativos de extensión gramatical. En Cornillie y Octavio de Toledo y Huerta (2015) sostenemos que la construcción auxiliar de amenazar tiene un origen latino: viene de una construcción absoluta con un participio presente. En Cornillie (2008, 2012) se demuestra que el uso auxiliar de parecer se origina como una extensión de la construcción copulativa (parece rojo pasa a parece ser rojo), mientras que a la construcción evidencial con resultar le precede un giro latinizante llamado Nominativus cum Infinitivo (de eso resulta estar el joven muy bien informado pasa a el joven resulta estar muy bien informado). Ahora bien, no todos los casos de Nominativus o Accusativus cum Infinitivo dan lugar a una expresión evidencial de manera automática, como muestra el caso de demostrar en (8). (8)
Fernando Alonso: “Si Honda me quiere, demuestran ser los únicos en saber de carreras de F1” ().
La declaración de Alonso en (8) ejemplifica el fenómeno de Accusativus cum Infinitivo, un calco latino que estaba de moda en los Siglos de Oro. En ese ejemplo tenemos una construcción de demostrar con complemento de infinitivo que
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en el español contemporáneo alterna con una construcción con una subordinada completiva introducida por la conjunción que. Esta oración tiene dos alternativas posibles, véanse (8’) y (8’’). La reformulación en (8’) indica que se puede prescindir de la forma conjugada demuestran, lo que abogaría por su estatus sintáctico secundario. Sin embargo, los ejemplos (8’’) y (8’’’) muestran que el verbo demostrar se puede utilizar como verbo principal con sintagma nominal, que puede ser una oración sustantiva o una forma pronominal. Estas dos opciones indican que el verbo demostrar tiene un objeto directo, lo cual imposibilita su función de auxiliar evidencial. (8’) (8’’)
Si Honda me quiere, son los únicos en saber de carreras de F1. Si Honda me quiere, demuestran que son los únicos en saber de carreras de F1. (8’’’) Si Honda me quiere, demuestran eso.
Por otro lado, también hay auxiliares que aparecen en los listados de perífrasis verbales que no se pueden considerar auxiliares evidenciales y que, por tanto, debemos dejar de lado: pensar + infinitivo en (9) es un ejemplo de tal verbo: (9)
Piensan ir de viaje a Portugal (ejemplo escuchado en una conversación personal).
Si bien el auxiliar pensar hace referencia a algún modo de conocimiento, expresa en primer lugar la actividad mental del sujeto y la intención del mismo de llevar a cabo una acción. Por tanto, la construcción pensar + infinitivo no aporta la base de conocimiento que motiva la aseveración del estado de cosas expresado por el infinitivo y sus complementos. No podemos terminar este apartado sin hablar de otro tipo de “secundariedad”, a saber, la “secundariedad” en el campo de la semántica. Conviene no mezclar la noción de “secundariedad sintáctica” con la cuestión del significado primario o secundario de la evidencialidad en una determinada expresión. Por ejemplo, es bien sabido que el significado deóntico de los auxiliares deber y tener que tiene una relación polisémica con el significado evidencial. En efecto, la fuerza deóntica está presente en la conclusión inferencial que hace el hablante, lo cual tiene que ver con la persistencia léxica. La pregunta es si entonces tenemos que considerar el significado evidencial como pragmáticamente secundario, o sea como parte del “significado semántico”. La respuesta es negativa,
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puesto que para llegar al significado evidencial no hace falta recurrir a ninguna implicatura pragmática que facilite la interpretación de la construcción a partir del significado deóntico. En los apartados que siguen, sostendré que las formas verbales de parecer/ resultar y amenazar/prometer con infinitivo ocupan un hueco sintáctico dentro del paradigma de los auxiliares. Así, compiten con los auxiliares evidenciales establecidos como deber y tener que. Todos estos verbos auxiliares tienen en común que, en su uso evidencial, se limitan a una lectura inferencial. Nos ceñiremos a una descripción sincrónica basada en datos extraídos del Corpus del Español (Mark Davies). Estos datos sirven sobre todo para la ejemplificación de las generalizaciones3. Los datos de corpus se complementan con una serie de contextualizaciones semántico-pragmáticas. Primero, combinaremos las oraciones del auxiliar evidencial con el comentario pero yo no lo veo así, con el fin de examinar si es posible disociar la fuente de la información del hablante. Si es imposible, la expresión evidencial tiene una base inferencial orientada en el hablante. Segundo, tomaremos prestadas de Nuyts (2001: 7172) las preguntas (traducidas) de ¿Quién lo dice? y ¿Tú crees?, que confirman, respectivamente, la lectura de una aseveración basada en información de oídas (hearsay) y la lectura de una conclusión inferencial basada en algún indicio o una opinión que forma parte de la creencia personal. La oposición entre las dos preguntas es una herramienta para diferenciar lecturas intersubjetivas y lecturas subjetivas. 3. Un análisis de parecer y resultar Los verbos parecer y resultar tienen tanto usos no evidenciales como usos evidenciales, y dentro del grupo de los usos evidenciales se observan usos auxiliares (parecer/resultar + infinitivo) y usos no auxiliares (parece que, me parece que, resulta que). La combinación con infinitivo o con una oración introducida por que se caracteriza no solo por diferencias gramaticales, sino también por su distinta frecuencia en determinados géneros. En efecto, el uso auxiliar de parecer/resultar + infinitivo casi no aparece en el español hablado, mientras que es relativamente frecuente en el español escrito (cf. Cornillie 2012). A continuación, se mostrará que la construcción con parecer + infinitivo, en (10a), que es Para una presentación cuantitativa más pormenorizada de los resultados de corpus, así como para una descripción diacrónica, véase Cornillie (2007). 3
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la más gramaticalizada de las construcciones con parecer, se limita a un valor evidencial en particular, a saber, una inferencia genérica que es el resultado de los razonamientos que hace el hablante a partir de conocimientos previos al contexto del habla. La construcción con que, en (10b), en cambio, combina dos lecturas evidenciales posibles, ambas situadas en el campo de la evidencialidad indirecta: (i) información de oídas o (ii) una inferencia a partir de indicios relativos al contexto del habla. (10a) Las condiciones del tratado parecen irritar a los diplomáticos. (10b) Parece (ser) que las condiciones del tratado los irritan.
La lectura evidencial de parecer + infinitivo se puede someter a una serie de pruebas. En (11b), se observa que es imposible añadir una oración adversativa que exprese el punto de vista del hablante, lo cual nos permite confirmar que se trata de una inferencia que expresa el razonamiento del hablante. (11)
a. A: Las condiciones del tratado parecen irritar a los diplomáticos. b. A: *pero yo no lo veo así. B: *¿Quién lo dice? B: ¿Tú crees?
La pregunta ¿Tú crees? en (11b), emitida por el coparticipante, puede seguir a la oración evidencial sin problemas, lo que confirma la modalización orientada en el hablante. La inadecuada pregunta de ¿Quién lo dice? pone de relieve que la construcción no transmite una lectura evidencial de oídas. Este ejemplo ilustra que si el hablante utiliza parecer + infinitivo no puede desconectarse de su propia comprensión de la realidad. El que solo una de las dos preguntas sea posible indica que parecer + infinitivo no se sitúa en el campo de la intersubjetividad sino que es una expresión subjetiva. La baja frecuencia de la construcción en la lengua hablada y su alta frecuencia en la lengua escrita van a la par con esta lectura subjetiva, lo cual se puede explicar por la ausencia de un entorno directamente intersubjetivo en los textos escritos. Además, la construcción con infinitivo es menos común, aunque no imposible, con objetos indirectos. Si aparece un pronombre clítico (me, le), este se refiere a la persona que hace una conclusión inferencial. El verbo resultar también tiene una función auxiliar al combinarse con un infinitivo, pero sufre más restricciones que el auxiliar parecer. Los datos de corpus presentados en Cornillie (2007) dejan ver que la construcción con
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infinitivo es minoritaria —solo un 5% de los casos en los textos escritos4 y ausencia total en el corpus oral— y que el léxico del infinitivo no atestigua mucha variación: en el corpus solo se combina con los verbos copulativos ser/ estar, con el verbo existencial haber y con verbos de posesión como tener. La lectura evidencial de resultar se basa en una conclusión inferencial a partir de información personal o transmitida. En (12), por ejemplo, el hablante compara la altura de la Colonia Güell con la de la Sagrada Familia para inferir que la primera es la cuarta parte de alta que la segunda. El uso auxiliar resultar se puede entender como evidencial porque incluye información no presente en el contexto discursivo (la altura de la Sagrada Familia) para llegar a la conclusión inferencial. Cabe destacar que esta no supone el mismo grado de involucración que en el caso de parecer, lo cual se pone de manifiesto en el ejemplo y sus reformulaciones correspondientes en (12). (12a) Hasta aquí todo correcto. Pero más allá de este dato se observa que mientras la Colonia Güell mide precisamente 44 metros de alto, esta cifra resulta ser la cuarta parte de la Sagrada Familia (Corpus del español. Periodístico). (12b) A: ??pero yo no lo veo así. B: ¿Tú crees? B: ?¿Quién lo dice? B: *o eso dicen.
Como la adición de pero yo no lo veo así no rinde buen resultado y la pregunta ¿tú crees? es posible, el hablante parece compartir el punto de vista expresado por resultar. Sin embargo, el razonamiento del hablante no es el único modo de conocimiento, porque la pregunta ¿Quién lo dice? no suena completamente extraña, si bien tampoco es muy natural. La vacilación con esta pregunta muestra que hay una dimensión citativa, pero la problemática añadidura de o eso dicen ilustra que la información de oídas no puede disociarse de la propia conceptualización de la realidad por el hablante. Entonces, estamos ante una inferencia que puede basarse en información de terceras personas. Ahora bien, la dimensión citativa marca un contraste entre la lectura inferencial de resultar + infinitivo y la lectura de parecer + infinitivo. La construcción con conjunción 4 Los textos escritos del estudio vienen del Corpus del Español e incluyen textos periodísticos, textos literarios y textos enciclopédicos. Los textos orales recopilan datos de los grandes corpus orales: conversación guiada (Habla Culta), conversación espontánea (COREC y Val. Es.Co) y debates radiofónicos y televisos (COREC).
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resulta que, como en el caso de parece que, tiene una lectura citativa propiamente dicha que permite la disociación entre el hablante y la opinión de otras personas. En cuanto a la (inter)subjetividad, el caso de resultar + infinitivo es un poco complicado. Si bien se puede vislumbrar una dimensión intersubjetiva relativa a la información de oídas, la base sigue siendo inferencial y, por tanto, subjetiva. En línea con su trasfondo resultativo, resultar evidencial comunica una conclusión acerca de un estado de cosas que el interlocutor o el lector no suele tener presente. En (12a), por ejemplo, la información introducida por resultar se presenta como nueva para el lector y tiene un efecto de contraste con la información que se da en la primera parte de la oración. Además, resultar conlleva a menudo una lectura contraexpectativa tanto para el hablante como para el interlocutor. Esta lectura la encontramos tanto en la construcción con infinitivo como en la construcción con que. Véase el ejemplo (13b): (13a) Parece que está lloviendo. (13b) Resulta que está lloviendo. (13c) Parece/Resulta que Vargas Llosa publicó un libro nuevo.
Los ejemplos en (13) tienen dos lecturas: una inferencial y otra citativa. Aquí mostraré que la lectura inferencial es más fácil de obtener con parecer (13a) que con resultar (13b). Desde una perspectiva simultánea, la combinación de parece que inferencial es posible con base en estímulos sensoriales que nos permitan hacer una inferencia sobre un estado de cosas directamente relacionado con el contexto del habla (indicios contextuales) o sobre un estado de cosas a distancia (imágenes en televisión, Internet, etc.), mientras que en el caso de resultar el estímulo sensorial funciona para una inferencia sobre un estado de cosas a distancia, pero no para un estado de cosas directamente relacionado con el contexto del habla. 4. Un análisis de amenazar y prometer Como ya se ha dicho, los usos auxiliares de los verbos amenazar y prometer no aparecen en los listados tradicionales de las perífrasis verbales. Sin embargo, se caracterizan por restricciones morfosintácticas y, como los demás verbos aquí tratados, expresan una lectura modal o evidencial, aunque esta sea un poco particular. Las lecturas auxiliares no se refieren a un determinado
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tipo de información sino que hacen referencia a algún indicio del contexto discursivo o cognitivo del hablante que le permite hacer una conclusión inferencial y una evaluación epistémica. Otros autores sostienen que más bien son verbos aspectuales que expresan un futuro inminente (cf. Reis 2004). Sin embargo, la predicción asociada con prometer y amenazar no se puede hacer sin la referencia a alguna fuente de información implícita que forma la base de la evaluación epistémica. Por tanto, creo que se pueden clasificar amenazar y prometer como auxiliares evidenciales de tipo inferencial. Los usos auxiliares de prometer y amenazar coexisten con usos léxicos que aparecen más frecuentemente. Estos se caracterizan por una agentividad del sujeto que está ausente en los usos auxiliares. El paso de las lecturas agentivas u objetivas a las lecturas sin agentividad o lecturas subjetivas a menudo se ha presentado como un proceso de subjetivización (cf. Cornillie 2007; Cornillie y Octavio de Toledo 2015). La diferencia entre los dos verbos reside tanto en la dimensión epistémica como en la orientación de la evaluación. En cuanto a la dimensión epistémica, el verbo prometer expresa una mayor probabilidad de que el estado de cosas se produzca que el verbo amenazar, lo cual puede tener que ver con la fuerza ilocutiva que se asocia al verbo performativo prometer. En lo que se refiere a la orientación de la evaluación, prometer se combina con infinitivos de orientación positiva y de orientación negativa (14), mientras que amenazar se limita a los infinitivos de naturaleza negativa, por ejemplo en (15). (14)
a. Con un merengue hip-hop del grupo dominicano Sandy & Papo, Telecom lanzó el primer golpe en la que promete ser la más agresiva contienda comercial de los próximos años: la lucha por el mercado de la larga distancia (Corpus del español. Periodístico). b. A: *pero yo no lo veo así. B: ¿Tú crees? B: *¿Quién lo dice? B: *o eso dicen.
(15)
a. [...] las nubes multiplican su volumen, ganan peso y amenazan con quebrar la superficie de la tierra liberando a las criaturas del abismo (Corpus del español. Ficción). b. A: *pero yo no lo veo así. B: ¿Tú crees? B: *¿Quién lo dice? B: *o eso dicen.
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Las contextualizaciones en (14b) y (15b) indican que las lecturas de las dos construcciones son inferenciales y que no tienen ninguna dimensión citativa. Por un lado, no se puede disociar la conclusión expresada del punto de vista del hablante, y, por otro, no se admiten reformulaciones citativas que hacen referencia a información de oídas. Otra dimensión que conviene destacar es la distribución sintáctico-semántica de los auxiliares prometer y amenazar. Las restricciones al tipo de orientación muestran que estos verbos todavía están en un proceso de gramaticalización. La estratificación (“layering”, cf. Hopper 1991) de los dos tipos de construcciones significa una continua competencia entre las dos lecturas, lo cual reduce el número de contextos en los que interpretamos los verbos como auxiliares. Por tanto, conviene mencionar las tendencias combinatorias en los dos usos de estos verbos. Los infinitivos que siguen a amenazar y prometer léxicos son en su gran mayoría (75%) verbos de acción, como en (16a) (cf. Cornillie 2007: 126), mientras que con los auxiliares no es así, como se ve en (16b) y (16c). (16a) ¿Cómo llegamos? El camionero prometió ayudar pero puso sus condiciones. Nada mejor pude encontrar (Corpus del español. Ficción). (16b) En la obscuridad blanquean las camisas de los trabajadores y en el aire hay algo tenso que amenaza romperse de un momento a otro. Nada llegó a romperse, sin embargo (Corpus del español. Ficción). (16c) Más allá, casi colgando de un barranco, un atisbo de otra casa. Son cuatro paredes que se levantan y prometen transformarse en algo especial, un atelier quizás (Corpus del español. Ficción).
Si bien los verbos de acción y los verbos de cambio de estado constituyen la mayor parte de los infinitivos con el auxiliar amenazar (16b), el auxiliar prometer combina mayoritariamente con verbos (semi)copulativos y verbos de cambio (16c). De modo que, si expresan un valor evidencial, el porcentaje de verbos de acción es mucho más bajo con prometer que con amenazar. También sufren restricciones de selección en el infinitivo: como la perspectiva temporal de la dimensión epistémica es casi siempre futura, los infinitivos perfectivos son excepcionales. Además, los verbos auxiliares amenazar y prometer se combinan con una gran variedad de sujetos no humanos y humanos. Se destaca que los patrones agentivos no bloquean lecturas auxiliares con amenazar de la misma manera que lo hacen con prometer, lo cual nos lleva a contextos puente sugerentes,
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como en (17), donde podemos interpretar la construcción como evidencial o como agentiva, dependiendo de la conceptualización. (17)
El retraso agita más todavía el pugilato político entre las diversas instituciones que componen el Consorcio Madrid Capital Cultural, y que amenazan con quebrar la celebración. Los ciudadanos serán, como siempre, al final, los únicos perjudicados (Corpus del español. Periodístico).
Lo más normal es que en los usos auxiliares de amenazar se combinen sujetos humanos con infinitivos no agentivos, como en (18), donde el sujeto humano los niños indisciplinados tiene como verbo principal el verbo de cambio convertirse. (18)
El director tiende a ver en aquéllos a un grupo de niños indisciplinados que amenazan convertirse en delincuentes juveniles (Corpus del español. Periodístico).
En suma, desde el punto de vista formal, los usos no léxicos de estos verbos se pueden considerar auxiliares. Desde el punto de vista semántico presentan una perspectiva modal con respecto al estado de cosas expresado por el infinitivo, en el sentido de que el hablante sugiere que tiene alguna base informativa para hacer una predicción acerca del futuro inminente. Como esta base informativa queda implícita, el valor evidencial pertenece a la evidencia indirecta y es de tipo inferencial. 5. Un análisis de deber y tener que En este apartado analizaré las lecturas evidenciales de los auxiliares deber y tener que. Junto con poder, estos auxiliares siempre han sido mencionados en los listados de las perífrasis verbales tradicionales. Aquí no me detendré en el auxiliar poder, ya que este solo tiene lecturas evidenciales secundarias (para un debate sobre las lecturas de su equivalente francés, véanse Tasmowski y Dendale 1991 y Barbet 2012). Al utilizar el auxiliar poder en su lectura epistémica, el hablante evalúa en primer lugar la probabilidad de un estado de cosas. La lectura evidencial solo se obtiene en contextos particulares donde la inferencia es invitada, como en (19).
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La luz está encendida. Juan puede estar en casa (De Haan 2001: 8).
Los auxiliares deber y tener que tienen una lectura deóntica (o de necesidad), que es la más frecuente, y una lectura evidencial, que es mucho menos frecuente. De las tablas ofrecidas en Cornillie (2007: cap 7) se desprende que la lectura evidencial es mucho más frecuente en el español hablado que en el español escrito: una cuarta parte de los usos de deber en el corpus de la lengua hablada es de tipo evidencial, mientras que solo un 7% de los ejemplos en el corpus escrito tienen esta lectura. Los usos evidenciales de tener que, en cambio, solo aparecen en el corpus hablado y, además, son mucho menos frecuentes: solo un 5% es evidencial. Esta distribución de frecuencia sugiere dos tendencias: (i) los valores evidenciales expresados por deber y tener que surgen de los razonamientos del hablante provocados por indicios contextuales o de conocimiento propios del contexto del habla; (ii) se pueden observar diferencias entre deber y tener que a partir de los tipos de valores evidenciales. En la bibliografía lingüística también se han destacado algunas diferencias. Se suele establecer una gradación entre un compromiso intermedio del hablante con deber y un compromiso fuerte con tener que (cf. Fernández de Castro 1999; Gómez Torrego 1999; Olbertz 1998; Cornillie, Delbecque y Keersmaekers 2010). Con respecto al ejemplo (19), Gómez Torrego (1999: 3348) observa que un enunciado con deber expresa una hipótesis basada en “circunstancias externas o pragmáticas” y relaciona la lectura de probabilidad con la de obligación. Este autor también insiste en la diferencia entre deber (obligación) y deber de (probabilidad), distinción que no se corrobora en los datos (cf. Cornillie 2007: 284). (20)
Mi padre debe de estar en casa en estos momentos (ejemplo escuchado personalmente).
El uso auxiliar evidencial en (20) sugiere que hay una situación que hace que el hablante piense que su padre está en casa. Como la proposición solo es verdad bajo la “condición” de que no suceda nada irregular, esta expresión con deber mantiene un “margen de duda”. En otras palabras, con deber el compromiso del hablante se percibe como relativamente fuerte, pero la involucración del hablante es intermedia ya que la inferencia se produce con base en un proceso inductivo.
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El auxiliar tener que expresa un compromiso más fuerte. En los contextos analizados por Fernández de Castro (1999: 190-191), la presencia de elementos como por fuerza y estoy segura, así como el futuro de conjetura en (21a), parecen corroborar la idea de compromiso “máximo” de parte del hablante. En cambio, el compromiso que predicados mentales como sospechar (21b) son susceptibles de expresar es demasiado débil para que rijan cláusulas complementarias con tener que. Es llamativo que creer sí sea compatible con tener que (21c). (21a) Vamos, que no le gusta [una determinada ciudad]. Pues también tendrá que tener cosas bonitas, hombre, estoy segura; monumentos artísticos, palacios [...]. (21b) ? La policía sospecha que tuvo que tratarse de un atentado. (21c) Sí, creo que tiene que haber todavía una bolsa por lo menos. (ejemplos de Fernández de Castro 1999: 164-165).
Pasemos ahora al análisis de los valores evidenciales de los dos verbos. A continuación, sostendré que deber y tener que se caracterizan por una tendencia a expresar distintos tipos de inferencias: las inferencias inductivas son más frecuentes con deber, mientras que las inferencias deductivas son más frecuentes con tener que. Una inferencia inductiva tiene una fuerte dimensión intencional pero no es de índole lógica. Por tanto, el razonamiento inductivo del hablante no equivale a una completa certidumbre. En (22), este proceso está explicitado en la cláusula que precede a la forma de deber. (22)
a. Bueno yo... yo oí en la radio de que uno de los rehenes... había logrado escaparse por una ventana pero antes había tratado de suicidarse ¿no? lo cual me hace creer que bueno que el pobre debe de haber estado sufriendo horrores (Corpus del Español, Oral). b. A: *pero yo no lo veo así. B: ¿Tú crees? B: *¿Quién lo dice? B: *o eso dicen.
El fragmento (22) ejemplifica las tres fases de la inducción. Primero, el hablante integra la información oída (en la radio): uno de los rehenes logró escapar tras un un intento de suicidio. Después, la información es conectada
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con el conocimiento general del hablante y lleva a la idea de que los secuestros son generalmente dolorosos y que nadie se suicida sin una razón seria. Como resultado, la conclusión que incorpora este conocimiento va más allá de la información inicial: debe de haber estado sufriendo. El hablante señala que la validación va hasta donde sea posible y que tiene conciencia de que no es completa. Del uso evidencial de deber se desprende, pues, un compromiso menos fuerte que de una simple afirmación no modalizada. Los participantes en la conversación, por su parte, podrán movilizar sus conocimientos del mundo extralingüístico en busca de elementos de validación para la proposición, que lleva un carácter marcadamente inferencial. Las reformulaciones en (22b) confirman el análisis inferencial y excluyen la lectura citativa. En el caso de tener que, la lectura evidencial es algo diferente de la de deber, ya que en la bibliografía se le atribuye la probabilidad más alta de que la proposición sea verdad. En realidad, esta dimensión supuestamente epistémica se puede explicar con base en el valor de la inferencia deductiva que suele expresar tener que. La lectura deductiva es el resultado de una relación lógica entre las premisas y la conclusión. Al recibir una interpretación deductiva inferencial, tener que suele ir acompañado de una cláusula condicional, causal o temporal que explicita una premisa menor, como se ve en (23). (23)
Pero si [la música] tiene ciento dos años y todavía se conoce y se... y se toca tiene que tener calidad ¿verdad? ... exacto... y el músico que lo compuso tenía que ser de calidad (Corpus del español. Oral).
Aquí el hablante sostiene que en la medida en que todavía se toca música antigua, se puede concluir que es de alta calidad. La premisa menor se explicita en la cláusula condicional, mientras que la premisa mayor es que solo sobreviven cosas buenas. En (24), la aserción deductiva inferencial expresada mediante tener que va precedida de una cláusula condicional situada en un nivel sintáctico superior, y seguida de una cláusula causal (porque). (24)
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a. ... Claro que te digo que si las llevó a un buen joyero a España el joyero le tiene que haber dicho que eran muy baratas porque eran azulísimas, Claudia (Corpus del español. Oral). b. A: *pero yo no lo veo así. B: ¿Tú crees? B: *¿Quién lo dice? B: *o eso dicen.
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En (24), el hablante formula una conclusión deductiva basada en información sobre el joyero y sobre las joyas mismas. Con deber, en cambio, es excepcional que se den premisas similares; y al haberlas, no suelen orientar hacia conclusiones inferenciales de tipo deductivo. Lo que tener que comparte con deber es su rechazo de lecturas que se refieren a la información de oídas, como indican las reformulaciones en (24b). Existe una fuerte correlación entre el uso evidencial de tener que con su uso deóntico. Antes compartía la opinión de que al usar tener que, en contraste con deber, el hablante acude a argumentos externos, en lugar de apoyarse en argumentos personales, para persuadir a alguien de hacer algo y que, de la misma manera, esos argumentos externos pueden explicar la conclusión inferencial deductiva (cf. Cornillie: cap. 8; Cornillie, Delbecque y Keersmaekers 2010). Sin embargo, una investigación reciente de Thegel (2014) indica que tener que se suele usar cuando el hablante es la fuente de la fuerza deóntica, mientras que deber se basa más a menudo en fuentes externas compartidas. Por consiguiente, conviene adaptar la explicación de las inferencias en función del nuevo conocimiento de la fuerza deóntica. Así, podríamos decir que las inferencias lógicas con tener que se derivan de las reglas y los principios interiorizados por el hablante, aunque sean vigentes en el mundo “externo”, mientras que las inferencias inductivas con deber están relacionadas con las circunstancias externas. De esta manera mantenemos un paralelismo entre la fuerza deóntica, por un lado, y el proceso inferencial, por el otro. Finalmente, me detendré brevemente en la imposibilidad de las lecturas citativas con deber y tener que. De Haan (1999: 87) sostiene que el auxiliar neerlandés moeten‘deber’ está desarrollando un uso evidencial que se refiere a información de oídas. Según De Haan, se trata de una transmisión de una inferencia a partir de una implicatura conversacional. Dendale (1994: 32) y Kronning (2001: 76) indican que el verbo francés devoir ‘deber’ puede transmitir información de una fuente externa al hablante, como en (25). (25a) Les Allemands de l’Est doivent avoir beaucoup souffert si on en juge par ce que cette famille est-allemande a subi (Dendale 1994: 32). (25b) D’après les prévisions météo, le temps doit s’améliorer demain (Kronning 2001: 76).
Ahora bien, en el Corpus del Español no encontré ningún caso de tal valor evidencial con deber y tener que. Squartini (2004: 887-890) menciona que, al contrario de devoir, deber solo admite una función “reportiva no-factual”. En
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efecto, deber puede ser un marcador citativo con la ayuda de tiempos verbales que no expresan plena aserción, como el imperfecto o el condicional. Véanse los ejemplos de Olbertz (1998: 395) en (26): (26a) Debía haber llegado a casa hace una hora. (26b) No deberías estar en Madrid hasta dentro de quince minutos por lo menos.
Sin embargo, no queda claro si la dimensión citativa en (26) es prototípica. Lo que observamos en el uso contrafactivo de deber es el discurso referido de la promesa de llegar a tiempo (26a) o el acuerdo sobre el lugar y la hora de una cita (26b). Tal lectura no es el resultado de una inferencia inductiva y es muy cercana a los valores deónticos de deber. Además, la cuestión es si un uso contrafactivo puede tener una lectura citativa. 6. Conclusiones A lo largo de estas páginas he abogado por la ampliación del grupo de auxiliares evidenciales con verbos que no aparecen en los listados de las perífrasis verbales tradicionales (cf. Gómez Torrego 1999; Fernández de Castro 1999). En efecto, en el paradigma evidencial conviene insertar no solo los auxiliares clásicos como deber y tener que sino también verbos como parecer, resultar, amenazar y prometer, que están todavía en un proceso de gramaticalización. Con base en una serie de criterios formales, distribucionales y semánticos, se ha justificado el estatus evidencial de los seis verbos examinados. Los auxiliares encajan bien en la definición de los marcadores evidenciales como signos lingüísticos con una función secundaria (cf. Anderson 1986), es decir, que no forman parte de la predicación. Así se puede distinguir los auxiliares de los predicados de percepción y otras expresiones que se refieren a la evidencia directa (cf. Marcos Sánchez en este volumen). En lenguas sin la categoría gramatical de la evidencialidad, como el español, los analistas tenemos que fijarnos en las expresiones más gramaticalizadas si queremos dar cuenta de cómo una lengua se organiza para referir a las fuentes de la información. Llama la atención que los marcadores evidenciales más gramaticalizados tengan exclusivamente lecturas de la evidencia indirecta. En el caso de los auxiliares, la evidencia indirecta se limita a distintos tipos de inferencias, mientras que otros marcadores, como las locuciones adverbiales por lo visto y al parecer (cf. González Ramos en este volumen), también pueden expresar
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información de oídas. Con respecto a la (inter)subjetividad, los auxiliares analizados solo expresan subjetividad, aunque la base de la conclusión subjetiva puede ser intersubjetiva. Aunque se ha dicho mucho sobre los auxiliares, queda bastante por hacer. Por ejemplo, futuros estudios pueden indagar en la relación semánticoconceptual entre los usos léxicos y los usos auxiliares a fin de averiguar si el grado de desemantización influye en el tipo de lectura inferencial. También queda por investigar más detenidamente la distribución de los auxiliares en comparación con la de otros marcadores evidenciales, como los adverbios o los adjetivos. Referencias bibliográficas AIKHENVALD, Alexandra (2004): Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. ANDERSON, Lloyd B. (1986): “Evidential paths of change, and mental maps: typologically regular asymmetries”, en W. L. Chafe y J. Nichols (eds.), 273-312. BARBET, Cécile (2012): “Devoir et pouvoir, des marqueurs modaux ou évidentiels?”, Langue française, 173, 49-63. BENVENISTE, Émile (1958): Problèmes de linguistique générale. París: Gallimard. BOYE, Kasper y Peter HARDER (2012): “A usage-based theory of grammatical status and grammaticalization”, Language, 88, 1-44. CHAFE, Wallace L. y Johanna NICHOLS (eds.) (1986): The Linguistic Coding of Epistemology. Norwood, NJ: Ablex. CHAFE, Wallace L. (1986): “Evidentiality in English conversation and academic writing”, en W. L. Chafe y J. Nichols (eds.), 261-272. CORNILLIE, Bert (2005): “Reference point and subjectification in grounding predications: the case of the Spanish modals”, Annual Review of Cognitive Linguistics, 3, 56-77. CORNILLIE, Bert (2007): Epistemic Modality and Evidentiality in Spanish (semi-) Auxiliaries. A cognitive-functional Approach. Berlín/Nueva York: De Gruyter Mouton. CORNILLIE, Bert (2008): “On the grammaticalization and (inter)subjectivity of Spanish evidential (semi-)auxiliaries”, en E. Seoane y Mª J. López Couso (eds.), Theoretical and Empirical Issues in Grammaticalization. Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins, 55-76. CORNILLIE, Bert (2009): “Evidentiality and epistemic modality: on the close relationship of two different categories”, Functions of Language, 16/1, 44-62. CORNILLIE, Bert (2012): “La historia de la complementación con parecer y resultar. Apuntes sobre la (inter)subjetivización”, RASAL. Lingüística. Revista de la Sociedad Argentina de Lingüística, 12, 77-94.
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LOS ADVERBIOS EVIDENCIALES EN ESPAÑOL* SERGI TORNER Universitat Pompeu Fabra
1. Introducción Desde hace varias décadas, la lingüística se ha interesado por la caracterización de la evidencialidad, entendida como una categoría que comprende un conjunto de recursos mediante los cuales el emisor inserta en su enunciado marcas explícitas sobre la fuente de la cual ha obtenido la información. Como es sabido, en algunas lenguas la expresión de la evidencialidad es obligatoria y se codifica en la gramática (Aikhenvald 2004), mientras que en otras es optativa y fundamentalmente léxica. El presente trabajo se propone caracterizar la expresión de la evidencialidad en español, que constituye una lengua del segundo tipo; por ello, se parte de una visión amplia de la evidencialidad, que no la circunscribe a la marcación obligatoria codificada en la gramática1. En concreto, nos proponemos analizar como marcadores evidenciales cinco adverbios del español que han sido clasificados como evidenciales en diversos estudios previos: aparentemente, evidentemente, obviamente, supuestamente y visiblemente. Estos cinco adverbios tienen un significado próximo, indirectamente relacionado con el valor de verdad de la oración —de un modo que más adelante precisaremos—, puesto que todos ellos “intensifican o atenúan la fuerza de lo que se asevera” (NGLE 2009: §30.11o). Se trata, por lo tanto, de modificadores que, al menos en su uso prototípico, son externos al contenido proposicional, pues inciden en el nivel del acto enunciativo. Se pueden dividir en las dos series que se indican en (1), que se corresponden con sendas subclases de adverbios relacionados con el valor de verdad de la oración según * Este trabajo forma parte de la investigación desarrollada dentro del proyecto de «FFI201237654 – La representación de la combinatoria léxica en los diccionarios de aprendizaje: nuevos métodos para nuevos diccionarios» (IP: Sergi Torner), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. 1 Sobre las diversas visiones acerca de la evidencialidad que conviven actualmente en la investigación lingüística, véase el estudio introductorio de este mismo libro.
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diversos estudios que han examinado estos modificadores (cf. Kovacci 1999; Torner 2007; NGLE 2009, entre muchos otros): (1)
a. aparentemente, supuestamente; b. evidentemente, obviamente, visiblemente.
Los adverbios de la primera serie son ejemplos de restrictores del valor de verdad; su función consiste en poner en suspenso el juicio sobre el valor de verdad de la oración. De este modo, en (2) el hablante no se compromete con la verdad de lo aseverado en el enunciado2: (2)
Supuestamente, los detenidos abusaban de menores que vivían en el distrito barcelonés de Ciutat Vella (El País, 29/7/1997, CREA).
Los segundos, a su vez, son —al menos según una parte de la bibliografía que los ha analizado— reforzadores del valor de verdad: presuponen que la oración es cierta y presentan este valor de verdad como algo incuestionable, tal como se ilustra en (3): (3)
Aznar y Anguita tienen, obviamente, sus buenas razones para no concederle la menor tregua al Gobierno (La Vanguardia, 02/07/1995, CREA).
Ambas series de adverbios, pues, tienen un significado relacionado con el estatuto veritativo condicional de la proposición. En los dos casos, sin embargo, este no es su significado primario, sino que es un valor derivado de su significado principal, que se cifra en indicar la fuente en la que el hablante basa su evaluación sobre el valor de verdad —la realidad perceptible o el conocimiento compartido, por ejemplo—; de ahí su valor evidencial. En lo que sigue, examinamos con detalle el significado de estas dos series de adverbios: los restrictores del valor de verdad en §2 y los reforzadores del valor de verdad en §3. Este análisis semántico es un paso necesario previo para entender su valor dentro del sistema de expresión evidencial del español, al que dedicamos el epígrafe §4.
Los ejemplos de este trabajo están extraídos del CREA. Tras el ejemplo, se indica la referencia a la obra en la que aparecen. 2
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2. Los restrictores del valor de verdad: aparentemente y supuestamente Los dos primeros adverbios de los que nos ocupamos —aparentemente y supuestamente— forman parte del reducido grupo de los adverbios restrictores del valor de verdad, entre los que también se cuentan otras formas como presuntamente, pretendidamente o presumiblemente. Constituyen lo que Ifantidou (2001: 153) denomina “evidenciales débiles”. Su función consiste en indicar una suspensión de la evaluación veritativo condicional de la proposición, a pesar de que existan indicios que podrían llevar a considerar la proposición como verdadera. Martín Zorraquino (2010: 253), por ejemplo, recoge este valor respecto a al parecer, del cual afirma que “presenta el segmento de discurso que comenta como algo de cuya verdad no quiere responsabilizarse el hablante”. La función de estos adverbios es, pues, doble: por un lado, indican que hay datos que permitirían suponer que la proposición es cierta; por otro, conllevan una suspensión del valor de verdad. De este modo, por ejemplo, en (4) el hablante expresa que hay datos —la apariencia perceptible: el montón de pelo— que permitirían suponer que lo expresado en la proposición es cierto; a la vez, indica que este valor de verdad puede ser solo aparente: (4)
Uno de los detenidos, cuenta un agente del FBI, estaba «tumbado en el suelo, inconsciente, con un montón de pelo a su lado. Aparentemente se lo había arrancado durante la noche» (El País, 22/12/2004, CREA).
La suspensión del valor de verdad que introducen estos adverbios tiene como consecuencia que no se pueden omitir, en el sentido de que la oración con el adverbio no implica lógicamente la oración con el adverbio omitido. Así, por ejemplo, (5a) no implica (5b): (5a) (5b)
Aparentemente, se había arrancado el pelo durante la noche. Se había arrancado el pelo durante la noche.
Sin variar en su significado, los dos adverbios analizados presentan dos usos distintos. Por un lado, pueden ser modificadores oracionales. Esto es, “afectan a toda la oración” (NGLE 2009: §30.10a) y son externos al contenido proposicional. Por ello, tienen el comportamiento característico de este tipo de
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adverbios3. En concreto, suelen aparecer en inicio de oración o en posiciones parentéticas4, y no quedan bajo el alcance de operadores negativos, tal como ilustra el ejemplo de (6): (6)
Aparentemente, (no) se había arrancado el pelo durante la noche. Por otro, pueden ser modificadores del adjetivo, en posición antepuesta:
(7a)
[El circo] combina esos elementos aparentemente contradictorios de la experiencia humana que algunos poetas recientemente editados por Columna, como Alex Susanna y Ramón Minoves, nos proponen como discurso vital (La Vanguardia, 02/10/1995, CREA). Vi películas sobrias, sinceras, aparentemente sencillas, pero abismalmente profundas (El Mundo, 24/09/1994, CREA).
(7b)
Con este uso, son modificadores del sintagma adjetival, y no solo del adjetivo, puesto que admiten anteposición de adverbios de grado (cf. Bosque 1999 y NGLE 2009): (8)
aparentemente muy contradictorio/sencillo.
Para comprender el valor evidencial de estos dos modificadores, resulta conveniente detenerse en la descripción de su valor semántico, pues de él deriva su uso como marcadores de evidencialidad. En primer lugar, aparentemente está estrechamente ligado al valor de percepción que hereda de su base derivativa, la apariencia perceptible. En su sentido recto, pues, denota percepción sensorial directa. Es cierto, sin embargo, que en muchos de sus usos La diferencia entre adverbios oracionales y modificadores del predicado es clásica en los estudios dedicados a los modificadores adverbiales, y se apoya en una serie de pruebas formales, propuestas en su mayoría por Greenbaum (1969), que no se examinan aquí con detalle. 4 En los corpus consultados se documentan ejemplos de estos adverbios en posición posverbal, que es la posición característica de los modificadores del predicado. Sin embargo, en estos casos los adverbios evidenciales analizados se comportan como oracionales y tienen incidencia sobre el conjunto de la oración. Así, en el ejemplo siguiente, el adverbio no indica una “perpetración aparente” —lo que correspondería a un uso como modificador del predicado—, sino que indica una evaluación sobre la afirmación de que el atentado fue perpetrado por un suicida: (i) El jefe del Estado Mayor del Ejército de EE UU, Richard Myers, ha dicho hoy que el atentado de ayer, miércoles, en Mosul (Irak), en el comedor de una base estadounidense fue perpetrado aparentemente por un suicida (El País, 22/12/2004, CREA). 3
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la relación con la percepción parece haberse perdido, pero en los ejemplos documentados en corpus es posible recorrer el camino desde los empleos en los que prevalece o aún se observa este significado perceptivo hasta los usos en los que este no se conserva. Así, en un primer conjunto de datos de corpus, el adverbio indica percepción sensorial, especialmente cuando se usa como modificador del sintagma adjetivo. Por ejemplo, en (9) el agotamiento físico y mental de Jim Courier es perceptible por los sentidos: (9)
Un Jim Courier aparentemente agotado física y mentalmente anunció que se retira del tenis por un periodo de tiempo indefinido [...] (La Vanguardia, 18/08/1994, CREA).
En estos casos, el adverbio sigue comportándose como un restrictor del valor de verdad oracional, de modo que indica una posible falta de correspondencia entre lo perceptible y la realidad. De este significado deriva un nuevo significado, que es el que predomina en el adverbio —y que no es completamente ajeno al ejemplo de (9)—, según el cual indica una oposición entre un primer juicio o impresión superficial, expresado en la proposición que modifica el adverbio, y la realidad, que tal vez no se corresponde con lo descrito en aquella: (10)
El programa «Un paseo por el tiempo» utiliza esta fórmula para publicitarse: no divulga el nombre del invitado, sino que lanza pistas sobre su identidad. Hasta ahora, solían ser muy transparentes. Aparentemente, lo eran también en este caso, pero resultaron tan equívocas que dieron pie al engaño (La Vanguardia, 16/06/1995, CREA).
Finalmente, se documenta un tercer uso en el que el adverbio modifica una oración en la que se expresa un juicio presentado como comúnmente aceptado o consabido, una afirmación que parece formar parte de una creencia que se supone compartida por la comunidad, que queda en entredicho por los hechos. Así, por ejemplo, en (11a) el adverbio desmiente la seriedad comúnmente aceptada de un país como Francia5: 5 Como me hace notar uno de los revisores anónimos, en estos casos el adverbio admite paráfrasis con el verbo parecer: “En países que parece/parecía que eran tan serios”; “parece/ parecía que era seguidor del Celtic de Glasgow”. Por ello, estos ejemplos parecen suponer la existencia de una serie de indicios a partir de los cuales es verosímil inferir una información
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(11a) Pero los que tengan memoria histórica recordarán que, poco después de la Segunda Guerra Mundial, en países aparentemente tan serios como Francia, las emisiones de obligaciones se hacían en «especies», dando en vez de interés una cantidad de carbón, electricidad, o de gas, o de transporte ferroviario (La Vanguardia, 17/12/1994, CREA). (11b) Gracias a la evidencia suministrada por la televisión, Ferguson fue sancionado con 18 partidos y el fiscal general del reino, gran aficionado al fútbol y aparentemente seguidor del Celtic de Glasgow, el eterno rival del Rangers, presentó cargos criminales contra Ferguson por «agresión premeditada con ánimo de causar daños físicos» (La Vanguardia, 30/11/1995, CREA).
Un significado próximo a este es el que posee el segundo de los adverbios restrictores del valor de verdad analizados. En efecto, supuestamente hereda su significado de su base derivativa, el participio del verbo suponer. Como participio, supuesto puede indicar el resultado de una acción de suponer, con un complemento introducido con por, que expresa el agente de dicha acción: (12)
Ninguna nacionalización condujo al cuadro de calamidades supuesto por Korilov [...] (L. Vega, Estado militar y transición democrática en Chile, 1991, CREA).
Generalmente, sin embargo, prescinde del complemento agente e indica una suposición genérica. Cuando ello ocurre, adquiere un valor intensional y se antepone al sustantivo. Decir que el adjetivo posee un valor intensional significa que la modificación que introduce no incide sobre el referente del sustantivo —el referente no es supuesto—, sino que indica el modo en que a un referente dado se le aplica determinado término —la atribución al referente de la propiedad denotada por el sustantivo es supuesta— (cf. Torner 2007). De este modo, por ejemplo, en (13) el adjetivo indica que la consideración de Ramírez como asesino es una suposición; más precisamente, el adjetivo indica el modo en que se está utilizando el sustantivo asesino para describir el referente de Ramírez: el sustantivo asesino no se le puede aplicar con certeza; en otras palabras, el hecho de que Ramírez pertenezca a la clase de los asesinos es una suposición.
determinada, por lo que este uso es similar al del ejemplo (10). Siendo esto cierto, sin embargo, en estos casos prima una alusión a un saber compartido, dado por supuesto en la comunidad, que lo aproxima a los usos ecoicos.
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Minutos después un gran número de personas rodeó la sede policial de la aldea para pedir que les entregaran a Ramírez, pero al notar que ya no estaba en el interior, quisieron linchar a los agentes, a quienes acusaban haber liberado al supuesto asesino (Siglo Veintiuno, 11/05/1997, CREA).
Este mismo valor intensional es el que hereda el adverbio supuestamente, que indica que el hecho de que la oración a la que modifica describa la realidad que se expresa es una suposición. (14)
La acusación sostiene que el constructor conocía que sus empleados carecían del permiso de residencia por lo que, supuestamente, se aprovechó de su situación ilegal en el país para explotarlos laboralmente (La Voz de Galicia, 15/01/2004, CREA).
Con este mismo valor puede tener un alcance operacional inferior a la oración, ya sea modificando adjetivos o sintagmas nominales: (15a) Pues, por ejemplo, no entiendo cómo en un país supuestamente civilizado, moderno y cabal, se pueda consentir, sin ira por parte de la Administración Sanitaria, que se desabastezcan estratégicamente las farmacias de Adiro 100, Cafinitrina, Adelfán, Theo Dur, Daonil o Epilantin, por poner sólo algunos ejemplos (Revista Medicina General, nº 52, 03/2003, CREA). (15b) Hombres armados, supuestamente guerrilleros izquierdistas, dieron muerte a 17 personas en una plantación de plátanos de la región de Urabá, al norte de Colombia, una zona donde la guerrilla es muy activa (La Vanguardia, 30/08/1995, CREA).
En resumen, pues, el adverbio indica que la correspondencia entre la realidad y lo descrito por una expresión lingüística —en rigor, que dicha realidad pertenezca al conjunto de entidades denotadas por esa expresión— es supuesta, pero no necesariamente cierta. Debe notarse que, tal como ocurría con algunos de los usos de aparentemente, supuestamente tiene aquí un valor ecoico: reproduce el discurso —la suposición— atribuido a un emisor genérico, indeterminado: lo comúnmente aceptado. En conclusión, ambos adverbios adquieren en su uso un valor similar, en virtud del cual suspenden el valor veritativo condicional de la proposición. Indican, pues, una posible falta de correspondencia entre lo expresado en la proposición y la realidad. Para ello, los adverbios parten de un significado léxico
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distinto, de modo que en su uso recto aparentemente indica que dicha posible falta de correspondencia se produce porque el contenido de la proposición se corresponde únicamente con la apariencia perceptible, mientras que supuestamente remite a una suposición generalmente aceptada, un conocimiento presentado como universalmente aceptado. Sin embargo, aparentemente pierde en muchos de sus usos la referencia a la percepción, de modo que ambos modificadores remiten a un saber que se supone compartido. 3. Los reforzadores del valor de verdad: evidentemente, obviamente y visiblemente El segundo conjunto de adverbios que examinamos en este trabajo está constituido por formas que los estudios gramaticales suelen incluir dentro de los denominados adverbios reforzadores del valor de verdad (Kovacci 1999), que comprenden otras formas, como indiscutiblemente o sin duda. Forman parte de lo que Ifantidou (2001: 153) denomina “evidenciales fuertes”. La bibliografía especializada no muestra acuerdo sobre la relación entre el uso de estos adverbios y la modalidad epistémica, tal como se discutirá más adelante, por lo que no existe un consenso sobre si realmente suponen un refuerzo del valor veritativo condicional, o bien atenúan la fuerza de la aserción. En este sentido, por ejemplo, Briz (2011: 92) propone que diversos marcadores discursivos, entre los que se incluyen los evidenciales aquí examinados y otras partículas de significado próximo, “pueden actuar como modalizadores atenuantes de la fuerza ilocutiva o del papel del sujeto o del objeto de la enunciación, minimización que se explica a menudo por cortesía”. Sin querer adentrarnos ahora en estas cuestiones, resulta posible caracterizar el significado más prototípico de este grupo de adverbios diciendo que son modificadores oracionales —es decir, tienen alcance sobre la oración tomada como un todo— que presuponen el valor de verdad de la proposición a la cual modifican en virtud de un conocimiento (enciclopédico o basado en evidencias perceptibles) que el emisor supone compartido con su destinatario. Tal como indica la bibliografía especializada (Reyes 1994; Ferrari y Gallardo 1999; Estrada 2008 y 2013), en muchos de sus usos, si no en todos, indican que la evaluación sobre el valor de verdad de la oración resulta de un proceso de inferencia a partir de ese conocimiento compartido, como consecuencia del cual dicho valor de verdad es presentado como evidente.
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Al no alterar el estatuto veritativo condicional, estos adverbios resultan omisibles, de modo que la oración con el adverbio implica lógicamente la oración con el adverbio omitido: (16)
a. Evidentemente, tengo algunos proyectos e ideas [...] (El Mundo, 29/4/1995, CREA). b. Tengo algunos proyectos e ideas.
(17)
a. La situación general visiblemente escapa al control de las autoridades (El Universal, 6/4/1999, CREA). b. La situación general escapa al control de las autoridades.
Pese a que, en su conjunto, los tres adverbios analizados en este epígrafe pueden caracterizarse globalmente de este modo, presentan entre sí diferencias en su uso, que permiten clasificarlos en dos series distintas: evidentemente y obviamente, por un lado, frente a visiblemente, por otro. La principal diferencia entre ellos radica en que, mientras que los primeros se usan casi exclusivamente como adverbios oracionales, visiblemente se usa prioritariamente como modificador con un alcance funcional menor que la oración, ya sea como adverbio de modo, ya como modificador de un adjetivo. Las tres unidades, pues, remiten a un conocimiento compartido que se toma como base para presuponer el valor de verdad de la oración, pero introducen una modificación que incide sobre niveles distintos del significado. De este modo, como se propone en Kovacci (1999: 761) y Torner (2007: 162), obviamente y evidentemente son modificadores que inciden en el nivel del acto enunciativo; por ello, a diferencia de visiblemente, pueden referir anafóricamente al acto mismo de enunciación6: (18)
a. Obviamente, estamos equivocados. b. Estamos equivocados, y esto (= mi afirmación) es obvio. c. La siguiente afirmación es obvia: estamos equivocados.
(19)
a. Estamos visiblemente equivocados. b. Estamos equivocados, y esto (= *mi afirmación) es visible. c. *La siguiente afirmación es visible: estamos equivocados.
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Ejemplo adaptado de Torner (2007).
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3.1. Obviamente y evidentemente Estos dos adverbios tienen un significado muy próximo, de modo que en muchas ocasiones resultan sustituibles sin que aparentemente se produzca un cambio en el significado. La bibliografía especializada ha discutido con cierto detalle la semántica de estos modificadores. Algunos autores (por ejemplo, Reyes 1994 o Torner 2007) proponen que su significado está relacionado con un proceso de inferencia basado en conocimientos que el hablante presupone compartidos con su interlocutor; otros trabajos (cf. Estrada 2008 y 2013), en cambio, defienden que el valor inferencial está presente solo en algunos de sus usos, pero no se documenta en otros, en los que estos adverbios tienen únicamente valor de refuerzo veritativo. En el presente estudio, defendemos que en todos sus usos los dos adverbios conservan el mismo valor procesual básico, según el cual indican la conclusión de un proceso deductivo, y que las diferencias que describe la bibliografía se pueden explicar a partir de ese mismo significado básico. Hasta donde a nosotros se nos alcanza, el análisis de estos modificadores se inicia con el trabajo de Espinal (1983), quien analiza las condiciones de uso de obviamente. Según argumenta esta autora, este adverbio indica el resultado de un proceso de inferencia a partir de conocimientos que el emisor supone compartidos con el destinatario, de modo que la proposición a la que modifica el adverbio se presenta como una conclusión obvia de un razonamiento deductivo. Así, mientras (20a) es natural para la gran mayoría de hablantes, puesto que el conocimiento necesario para concluir lo expresado en la proposición es generalmente compartido, no lo es (20b), dado que los hablantes no poseen por lo general el conocimiento necesario para inferir esta información. (20a) Obviamente, la raíz cuadrada de 4 es 2. (20b) Obviamente, la raíz cuadrada de 7 es 2,64575.
Posteriormente, otros autores (Reyes 1994; Ferrari y Gallardo 1999; Torner 2007, por ejemplo) han adoptado esta misma aproximación, pero proponen que el proceso de inferencia que subyace a la interpretación de estos adverbios es evidencial. Ello implica que, al usar obviamente o evidentemente, el adverbio indica que el conocimiento que permite presentar la proposición como cierta se basa en una fuente de información que es compartida por los interlocutores, en virtud de la cual la conclusión que se expresa es obvia. Estos
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dos adverbios, pues, informan sobre la fuente de información en la que se basa la evaluación veritativo condicional. En concreto, en el caso de obviamente, la fuente de información la constituye un conocimiento que se da por supuesto y no discutible. En palabras de Egea (1979: 224), “ante circunstancias anteriores que no admiten discusión, los hechos se presentan como visibles y manifiestos y el hablante deja constancia de ello con el adverbio”. Estrada (2013), por su parte, analiza el significado de evidentemente, para el que distingue, fundamentalmente, dos usos. En el primero de ellos, indica una inferencia a partir de datos contextuales. Así, en el conocido ejemplo de Reyes (1994) que incluimos a continuación, se reproduce el proceso de inferencia que hace el detective que entra en la habitación, según el cual deduce a partir de datos contextuales que el asesino llamado “El Tigre” ha estado allí: (21)
Evidentemente, “El Tigre” ha estado aquí hace poco.
Según el análisis de Reyes (1994), que retoma Estrada (2008 y 2013), en este uso el adverbio no refuerza el valor veritativo condicional de la oración, sino que lo debilita, puesto que indica que el valor de verdad es solo supuesto como consecuencia de un proceso inferencial. En palabras de Reyes (1994: 27): La función de un evidencial es señalar que el conocimiento de lo que se dice procede, no de la experiencia directa del hablante, sino de una experiencia indirecta. Puede decirse que los evidenciales expresan precaución o cautela epistemológica, o sea, que expresan los escrúpulos del hablante acerca de su conocimiento.
En el segundo de sus usos, el adverbio se emplea para indicar que el valor de verdad de la oración se basa en un conocimiento que se da por consabido e indiscutible, tal como ocurre con obviamente en su uso prototípico. Como nota Barrenechea (1979: 51), “se interpreta que todos saben que eso es verdad”. Así, en las siguientes declaraciones de un futbolista antes del partido, el adverbio recalca la obviedad de lo afirmado, a tenor de un conocimiento del mundo compartido que se considera indiscutible: (22)
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«Prefiero ganarles, ya que tampoco vamos a estar siempre con el 0-0 para ver luego qué hacemos fuera de casa, porque algún día se puede acabar esa racha favorable. Pero, evidentemente, no perder es bueno, aunque yo repito que prefiero ganarles», subrayó [el futbolista] (Estrella Digital, 21/01/2004, CREA).
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En este uso, el adverbio tiene una función, efectivamente, de refuerzo veritativo, tal como proponen Barrenechea (1979) y Kovacci (1999). Con ese mismo valor, evidentemente —uso que, de hecho, también tiene obviamente— puede incidir en subordinadas sustantivas con valor ecoico, esto es, reproduciendo un enunciado previo, tal como señalan Kovacci (1999) y NGLE (2009), en una estructura que analizan con detalle Rodríguez Ramalle (2008) y Estrada (2013)7: (23)
Evidentemente que tengo razón.
En los dos usos de evidentemente, pues, se da una diferencia en su valor modal epistémico, dado que en el primer caso el adverbio parece actuar como una estrategia de atenuación, mientras que en el segundo parece actuar como un reforzador del valor de verdad. Nosotros, sin embargo, abogamos por un análisis unificado de ambos empleos, pues creemos que en los dos mantiene el mismo significado procesual básico, de tal modo que en todos ellos el significado del adverbio se mantiene constante: indica que lo aseverado resulta evidente para el emisor en virtud de un conocimiento que supone compartido por el destinatario. Lo que diferencia un uso de otro, pues, no es un cambio de significado, sino el hecho de que remite a una fuente de conocimiento distinta: en el primero, este conocimiento es un conjunto de evidencias contextuales, que actúan a modo de premisas en un proceso inferencial; en el segundo, es un conocimiento del mundo compartido, que permite presentar lo aseverado como una consecuencia lógica, indiscutible, de ese conocimiento. Es decir, en ambos casos, el adverbio indica la existencia de una fuente —el conocimiento compartido, ya sea contextual o enciclopédico— en la que se sustenta la aseveración que se hace, en virtud de lo cual lo aseverado se presenta como indiscutible. En este sentido, evidentemente y obviamente poseen un valor muy próximo, puesto que ambos adverbios suponen un proceso hipotético deductivo: dado un conocimiento compartido, se concluye la verdad de lo expresado en la proposición. Se diferencian, sin embargo, en que llegan a él a partir de un significado léxico parcialmente distinto. Si bien en su uso a menudo el significado léxico se difumina hasta hacerlos sustituibles en múltiples contextos,
Donde, como acertadamente me señala uno de los revisores anónimos del trabajo, el valor ecoico de la estructura parece proceder más de la conjunción que que del adverbio mismo. 7
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en su sentido primario se diferencian según la fuente de conocimiento a la que remiten. Evidentemente, por un lado, indica en su sentido recto la existencia de evidencias, de datos contrastables; este significado, de hecho, está grabado en el étimo de la base léxica, que remite a videre, la propia acción de ver. Obviamente, por otro, remite prioritariamente a un conocimiento compartido que se presupone consabido, incuestionable. En muchos casos documentados en el corpus, esta diferencia se desdibuja, de modo que ambos adverbios son intercambiables. Sin embargo, en otros la sustitución es menos natural. En general, obviamente se basa en un conocimiento enciclopédico que el emisor presupone universal e incuestionable; supone, pues, una estrategia argumentativa claramente orientada a presentar como universalmente accesible una inferencia cuya fuente es generalmente el propio emisor: (24)
La experiencia que promueven Fundación y Generalitat permitiría aumentar el actual número de voluntarios, unos 13.000 en la actualidad en toda España, porque, obviamente, extraer células madre de la médula ósea de la sangre es mucho más fácil, cómodo y seguro que obtenerla directamente de la columna vertebral del donante (La Vanguardia, 1/06/1994, CREA).
Frente a ejemplos como (24), evidentemente suele emplearse en contextos en los que se supone la existencia de datos contrastables susceptibles de ser verificados: (25)
Se ha hecho una demagogia increíble. Hemos asistido a un llamamiento al motín, cuando evidentemente este tipo de asesinatos [de taxistas] han ocurrido siempre (La Vanguardia, 22/11/1994, CREA).
Por ello, a menudo es necesario recurrir a la justificación y confirmación del presupuesto asumido por el adverbio: (26)
La autoconciencia nacional o regional es evidentemente distinta en las diversas comunidades políticamente diferenciadas que conforman el Estado. Geografía, historia, lengua, cultura y práctica política avalan esta afirmación (Triunfo, 16/07/1977, CREA).
En conclusión, los dos adverbios comparten un mismo valor procesual, ya que ambos presentan el enunciado como la conclusión de un proceso lógico a partir de un conocimiento compartido. En muchos de sus usos, sus significados
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se confunden; sin embargo, en su significado primario basan el proceso hipotético deductivo en una fuente de conocimiento distinta: un conocimiento enciclopédico que se presupone indiscutible en el caso de obviamente, frente a evidencias observables o datos contrastables en el caso de evidentemente. De este modo, se observa entre estos dos adverbios una diferencia de significado similar a la que se observaba en los restrictores del valor de verdad —percepción sensible frente a conocimiento compartido—, que en este caso también tiende a neutralizarse en el uso, especialmente porque evidentemente extiende su uso a supuestos que se basan en un conocimiento que se supone consabido, y no propiamente en evidencias contrastables. 3.2. Visiblemente Visiblemente comparte con los adverbios anteriores el valor de refuerzo veritativo de la proposición; además, comparte con evidentemente la referencia a datos observables o contrastables en los que se basa la evaluación del estatuto veritativo proposicional. Sin embargo, difiere de los dos adverbios analizados en el epígrafe anterior en su gramática, puesto que suele tener un alcance funcional menor que la oración. De este modo, a diferencia de evidentemente y obviamente, que se han especializado como modificadores oracionales, visiblemente apenas se usa como adverbio oracional y se documenta, sobre todo, como modificador del adjetivo y, menos frecuentemente, también como modificador del sintagma verbal. Es esta una diferencia de uso que el adverbio hereda de su base adjetiva. En efecto, obvio y evidente admiten con facilidad la construcción con completiva con que, mientras que esta construcción es extraña con visible: (27)
Es obvio/evidente/*visible que estamos equivocados.
Visible, pues, muestra una gran resistencia a ser utilizado como modificador de una proposición, por lo que el adverbio rara vez actúa como oracional. De hecho, diversos estudios sobre semántica adverbial han tratado de derivar el comportamiento del adverbio a partir del de su base adjetiva (cf., entre otros, Geuder 2002 y Morzycki 2005). En concreto, en Torner (2007) se sostiene que es la capacidad del adjetivo de actuar como modificador proposicional el rasgo que permite formar adverbios reforzadores del valor de
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verdad. Por ello, la resistencia de visible a aparecer en estos contextos explica la dificultad que el adverbio formado a partir de este adjetivo presenta para ser usado como adverbio oracional. Pese a ello, visiblemente tiene un valor semántico próximo a los dos adverbios analizados en el epígrafe anterior. Como ocurría con el caso de aparentemente y el de evidentemente, el valor semántico de visiblemente está fijado en su étimo, pues denota percepción visual. Los datos de corpus muestran que se utiliza sobre todo como modificador del adjetivo, especialmente con adjetivos que denotan propiedades físicas —ejemplos de (28)— o estados de ánimo —ejemplos de (29)—. De hecho, las medidas estadísticas de coocurrencia dan como resultado un número elevado de colocaciones (por ejemplo, visiblemente emocionado, contrariado, molesto, irritado, enojado o nervioso)8. En todos estos casos, el adverbio indica que la propiedad denotada por el adjetivo resulta claramente manifiesta, fácilmente apreciable; el adverbio supone, pues, percepción directa por medio del sentido de la vista: (28a) Cuernos que estén visiblemente acortados, astillados en forma de pincel o que estén sangrando exigen un dictamen pericial veterinario (La Voz de la Afición, 10/2002, CREA). (28b) El autor, quien tenía su salud visiblemente deteriorada desde hace dos años, escribió 11 éxitos de venta, publicados en 40 países y 38 idiomas, destacando «Hotel», «Aeropuerto» y «Strong Medicine», obras que fueron llevadas al cine (La Tercera, 26/11/2004, CREA). (29a) Otro de los hermanos, visiblemente nervioso, arrancó el parasol del objetivo de una cámara de televisión cuando abandonaba el salón de plenos (El Diario Vasco, 11/01/2001, CREA). (29b) Vistiendo uniforme de capitán general, don Juan Carlos se mostró visiblemente afectado (La Vanguardia, 16/12/1995, CREA).
El adverbio indica, pues, percepción directa, si bien en el caso de los adjetivos que indican estados de ánimo la percepción directa se produce sobre los efectos de dicho estado de ánimo, que el emisor infiere a partir de ellos. 8 Se han analizado las coocurrencias de visiblemente con las herramientas estadísticas que a tal efecto proporciona el CORPES XXI de la RAE, y los resultados muestran una frecuencia significativa en colocaciones como las señaladas, además de otras con adjetivos como conmovido, incómodo, alterado, cansado, delgado, satisfecho, afectado o joven.
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En este tipo de ejemplos, visiblemente tiene un comportamiento próximo a los adverbios de grado, puesto que no admite la interposición de otros cuantificadores de grado; es, pues, un modificador del adjetivo, y no del sintagma adjetivo (Bosque 1999): (30)
visiblemente (*muy/poco/bastante/más) acortado.
Es decir, el adverbio denota un grado elevado de la propiedad denotada por el adjetivo, de modo que resulta perceptible por los sentidos. Generalmente, se emplea con predicados de estado (y no de individuo). Junto a estos usos, visiblemente se documenta también como adverbio de modo, indicando que la acción denotada por el verbo tiene efectos visibles, es decir, que se pueden percibir con los sentidos: (31)
El aire descompuso visiblemente a Iván García, que también afrontaba su primer compromiso grande del año (El Diario Vasco, 13/03/2001, CREA).
(32)
El Gobierno alemán siguió ayer sin reaccionar visiblemente al canje propuesto por los secuestradores ultraizquierdistas del industrial Hans Schleyer que cumple hoy siete días de cautiverio (El País, 11/09/1977, CREA).
(33)
El Nápoles está acusado de haber acordado un empate con el Udinese en partido en el que Maradona fue expulsado por agredir visiblemente a un rival, en represalia por una entrada dura (El País, 01/08/1986, CREA).
En estos casos, no actúa como un modificador oracional, sino como un modificador del predicado, como un adverbio de modo. Por ello, su modificación no incide directamente sobre el acto de habla, por lo que no actúa propiamente como reforzador del valor de verdad. Sin embargo, tiene un significado directamente relacionado con la evidencialidad: indica percepción visual de la propiedad denotada por el verbo o el adjetivo al que modifica. Solo tangencialmente, visiblemente puede funcionar como adverbio oracional, empleo que en los corpus se documenta en un número de casos ciertamente reducido. En tales casos, adquiere un valor próximo al de los reforzadores del valor de verdad analizados en el epígrafe anterior, indicando que lo denotado en la proposición produce efectos visibles, perceptibles por los sentidos: (34)
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Hay, visiblemente, un desarrollo continuo de la movilización enfocada a una resistencia a largo plazo, mientras se mejoran las estructuras sanitarias y las condiciones de vida en las dairas (El País, 16/09/1977, CREA).
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En estos casos, indica explícitamente la fuente en la que el emisor se basa para aseverar el contenido proposicional —la percepción sensible—, lo cual actúa como refuerzo del valor veritativo oracional. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre con evidentemente y obviamente, su modificación no actúa a nivel enunciativo, pues no puede referir anafóricamente al acto enunciativo, tal como mostraban los ejemplos de (19) más arriba. En conclusión, visiblemente es un adverbio que indica en todos sus usos percepción visual. A diferencia de los otros adverbios analizados, no obstante, rara vez actúa como modificador oracional, sino que es habitualmente un modificador del predicado verbal o adjetivo que, por lo tanto, no incide sobre el nivel del acto enunciativo. 4. Los adverbios evidenciales y la evidencialidad en español El estudio de la evidencialidad en lenguas en las que esta no se codifica en la gramática, como las lenguas románicas o el inglés, se ha ocupado sobre todo de distinguir la expresión de la evidencialidad de otras categorías próximas a ellas, especialmente la modalidad epistémica, así como también de identificar los diversos recursos —sobre todo léxicos, pero también gramaticales— que estas lenguas poseen para la expresión evidencial. En el trabajo clásico de Willett (1988) se distinguen dos grandes tipos de evidencialidad: la evidencialidad directa y la evidencialidad indirecta. La primera comprende un conjunto de marcadores que indican conocimiento directo, e incluyen los marcadores de evidencia visual, auditiva o por medio de otro sentido. La evidencialidad indirecta, a su vez, indica un conocimiento indirecto, ya sea por medio de una citación o un rumor, ya por medio de una inferencia (la cual, a su vez, puede estar basada bien en una evidencia observable, bien en un razonamiento). La aplicación de esta tipología al español ha permitido identificar un elevado número de marcadores de evidencialidad indirecta, como el imperfecto de indicativo (Leonetti y Escandell 2003) u otros tiempos verbales (Escandell 2010; Bermúdez 2004 y 2005) o el verbo parecer (Cornillie 2007), y otras muchas unidades o construcciones lingüísticas, como se ilustra en este volumen. En cambio, no existe consenso acerca de si el español —y en general todas las lenguas que no marcan la evidencialidad en la gramática— posee marcas de evidencialidad directa. De hecho, la gran mayoría de autores propone que la expresión de la evidencialidad en español únicamente comprende marcadores
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de evidencialidad indirecta, puesto que, en palabras de Cornillie (2007: 4), “la categoría funcional de evidencialidad está mayormente restringida al rumor y a la inferencia”. Frente a ello, unos pocos autores defienden la existencia de marcadores de evidencialidad directa en español, como las construcciones de elevación con el verbo ver (Bermúdez 2004). Estrada (2008 y 2013) arguye que la identificación de la evidencialidad en español casi exclusivamente con la evidencialidad indirecta dimana de una confusión entre los conceptos de evidencialidad y modalidad. En efecto, a la estela del trabajo pionero de Reyes (1994), se ha asumido con cierta frecuencia que en español los marcadores evidenciales suponen siempre una atenuación de la fuerza del enunciado, puesto que implican conocimiento inferido y no directo. En otros términos, según la descripción clásica de Chafe (1986) y Hyland (1998 y 2000), son hedges, y no boosters. Ello ha conllevado, según Estrada, que se haya tendido a identificar como marcadores de evidencialidad aquellas unidades léxicas o recursos gramaticales que actúan como atenuadores, pero que se hayan dejado de lado marcadores que actúan como refuerzo del contenido veritativo. En este sentido, los cinco adverbios analizados en este trabajo pueden arrojar luz a la comprensión sobre el modo en que el español expresa la evidencialidad. Según hemos visto, su uso permite distinguir tres grandes grupos: aparentemente y supuestamente; evidentemente y obviamente, y visiblemente. Los tres últimos son factitivos: presuponen el valor de verdad de la oración, por lo que son omisibles9; los dos primeros, en cambio, son no factitivos: ponen en suspenso la evaluación veritativo condicional, por lo que no son omisibles. Por otro lado, todos ellos codifican un significado evidencial, pues remiten a la fuente de conocimiento en la que se basa su modificación, aunque en este sentido algunos de estos adverbios parecen ser unidades polifuncionales, pues denotan tanto una fuente de información directa —los sentidos— como indirecta —la inferencia. La unidad que ha recibido mayor atención en español es el adverbio evidentemente. Según se ha descrito más arriba, puede indicar inferencia a partir de datos observables, o bien conclusión de un conocimiento que se presenta como compartido. En este último uso, el adverbio actúa como reforzador del Prueba de ello es que en las perífrasis con el adjetivo de base y cláusula completiva se emplea el indicativo, y no el subjuntivo como sí ocurre con otros adverbios relacionados con la modalidad epistémica (tal como se señala en Torner 2007: 160): (i) Es evidente que {estamos/*estemos} equivocados. (ii) Es posible/natural que {*estamos/estemos} equivocados. 9
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valor veritativo condicional. El primero, por su parte, implica el acceso a datos contrastables, y suele suponer una percepción directa por medio de los sentidos. Cuando el adverbio indica el resultado de un proceso de inferencia a partir de datos contextuales, puede ser un atenuador del valor veritativo condicional —si bien lo presupone, puesto que es omisible—. Es lo que ocurre en el ejemplo de Reyes (1994) citado arriba y reproducido en (35): (35)
Evidentemente, “El Tigre” ha estado aquí hace poco.
En tal caso, el adverbio remite a una fuente de conocimiento directa —las evidencias observables—; sin embargo, más que indicar la fuente del conocimiento (la percepción), indica el proceso de obtención de la información, a saber, la inferencia a partir de las evidencias. En otros términos, pese a basar su significado en evidencias directas, actúa como marcador evidencial indirecto, pues indica conocimiento inferido. De ello se deriva que en este tipo de ejemplos el uso del adverbio supone que la proposición tiene un valor interpretativo, no descriptivo (Ifantidou 2001: 147148). En este sentido, es un atenuador de la fuerza del enunciado, un hedge. Según la bibliografía especializada, estos usos contrastan con otros en los que los datos observados (la inferencia directa) sirven como base para una conclusión que se presenta como incuestionable a tenor de ellos. Estrada (2013: 385) ilustra este uso a partir del ejemplo siguiente, retomado de Marcos Sánchez (2005: 783): imagínese que durante una tormenta se oye un fuerte golpe y después el ruido de unos cristales al romperse. El locutor sabe que se ha roto algún objeto de cristal, pero desconoce cuál y especula sobre qué puede ser lo que se ha roto —una cristalera o un jarrón, por ejemplo—. Recorriendo la casa, descubre una ventana con el cristal hecho añicos. Al ver los fragmentos de cristal en el suelo junto a la ventana, profiere el siguiente enunciado: (36)
Evidentemente (que) fue el vidrio de la ventana lo que se rompió (y no otra cosa).
El dato que según la autora resulta fundamental en este ejemplo es que el valor de la oración no es el de conocimiento inferido, por lo que el adverbio no actúa como atenuador, sino el de conclusión a partir de datos empíricos, de la observación directa, por lo que el adverbio es aquí un reforzador, un booster. En cierto sentido, el adverbio tiene un uso próximo al que presenta cuando
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se usa como marcador que indica una conclusión a partir de un conocimiento compartido que se asume como incuestionable, puesto que actúa como refuerzo veritativo. La siguiente tabla resume los tres usos descritos en Estrada (2013) para evidentemente: VALOR EVIDENCIAL
VALOR EPISTÉMICO
Inferencia a partir de evidencias
Atenuador de la aseveración
Conclusión a partir de evidencias Conclusión a partir de un conocimiento compartido
Reforzador de la aseveración Reforzador de la aseveración
EJEMPLO Evidentemente, “El Tigre” ha estado aquí hace poco. Evidentemente, fue el vidrio de la ventana lo que se rompió. Evidentemente, no perder es bueno.
Según la propuesta de Estrada (2013), pues, la diferencia en la interpretación de evidentemente se explica a partir de dos factores distintos. Por un lado, la fuente de conocimiento en la que se basa el proceso interpretativo: existencia de evidencias —en estos ejemplos, evidencias sensoriales—, frente a conocimiento (enciclopédico) compartido. Así, cuando el adverbio se usa para indicar una conclusión a partir de evidencias perceptibles, este actuaría como marcador de evidencialidad directa, puesto que su interpretación remite a la experiencia perceptiva directa: son los cristales rotos —la percepción directa de esos cristales— los que permiten deducir que ha sido la ventana, y no otra cosa, lo que se ha roto. Frente a ello, cuando indica una conclusión a partir de un conocimiento compartido, no sería un marcador de evidencialidad directa, puesto que no se apoya en la experiencia perceptiva directa. Por otro lado, la diferencia entre los usos descritos se basa en un distinto proceso interpretativo, a saber, inferencia frente a conclusión. En efecto, según se aduce, lo que permite oponer el primer uso descrito a los otros dos es que en el primero se produce una inferencia, mientras que en los demás el proceso interpretativo conduce a una conclusión, de lo cual se derivaría un valor epistémico distinto —atenuador frente a reforzador—. No obstante, debe notarse que la diferencia que señala la autora entre los conceptos de “inferencia” y “conclusión” es poco transparente, si es que existe. Así, en el caso de que se produzca una inferencia a partir de datos contextuales, el hablante presenta también lo dicho como una conclusión, conclusión que ciertamente se basa en una inferencia; del mismo modo, el hablante que en el ejemplo (36) concluye
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que lo que se ha roto es una ventana, basa su conclusión en un proceso de inferencia a partir de los datos contextuales que observa. Contra el análisis de Estrada (2013), nosotros defendemos que el adverbio tiene, en todos sus usos, un mismo significado, y que las diferencias en la interpretación que puedan producirse se deben, de hecho, a la interferencia entre el significado evidencial y el valor modal, los cuales, aunque están íntimamente relacionados, son independientes. Según nuestra propuesta, evidentemente es siempre un marcador de evidencialidad indirecta, que codifica un significado procesual. Sucintamente, este significado es el que recoge la fórmula de (37)10: (37)
Evidentemente (p) = Dado un conocimiento q que se supone compartido con el destinatario, entonces p.
Según ello, el significado del adverbio es, en todos los casos, el de marcar un proceso hipotético-deductivo, que lleva a establecer una conclusión a partir de un proceso inferencial. En su significado, pues, prevalece el modo de obtención de la información —el proceso de inferencia— frente a la naturaleza de los datos en los que esta se basa —experiencia directa o saber compartido—. La fuerza de la conclusión, ciertamente, puede variar en función del grado de accesibilidad de las fuentes en las que se basa —la experiencia perceptible del emisor, datos contrastables o un conocimiento del mundo compartido—, así como posiblemente también en función de otros factores pragmáticos, de lo que se deriva un valor epistémico distinto en uno y otro caso. En este sentido, debe notarse que la bibliografía especializada ha propuesto que algunos de estos adverbios u otros conectores de significado próximo tienen una función atenuadora, entendida esta como función discursiva no codificada en su significado sino derivable como mero valor contextual (cf. Briz 2011). En definitiva, pues, a pesar de las diferencias observables en relación con el valor epistémico, el significado procesual del adverbio glosado en (37) se mantiene en todos los ejemplos. Ello parece apuntar a que, al menos en el caso de este adverbio, existe una correlación entre la fuente evidencial en la que se basa Se trata de una fórmula simplificada, informal, en la que, por mor de la claridad, prescindimos de gran parte del aparato formal propio de las representaciones semánticas. Por otro lado, proponemos la representación a partir de la modificación de proposiciones, sin entrar en los detalles técnicos que posibilitarían proponer una fórmula que permitiera la representación del significado que tiene el adverbio cuando modifica sintagmas adjetivos. 10
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el proceso de inferencia —evidencias sensoriales o saber compartido— y el grado de compromiso epistémico, aunque este no es un aspecto que vayamos a desarrollar en este trabajo. El mismo análisis propuesto para evidentemente es a grandes rasgos aplicable también a obviamente, si bien, debido al significado que posee su base derivativa, se tiende a emplear con mayor frecuencia en contextos en los que indica conclusión a partir de un conocimiento compartido y no inferencia a partir de datos contrastables. En síntesis, el valor de evidentemente y obviamente se cifra en indicar un mismo proceso interpretativo: dado un conocimiento que se supone incuestionable —ya sea contextual, ya conocimiento del mundo—, se concluye lo expresado en la proposición. De este modo, el valor fundamental del marcador, analizado desde la perspectiva de la evidencialidad, es también procesual, con independencia de que la fuente sea la percepción directa o la información conocida. Un comportamiento similar se observa en los restrictores del valor de verdad aparentemente y supuestamente. En este caso, es significativo el comportamiento del primero de ellos, pues puede indicar tanto experiencia perceptual directa —la apariencia perceptible— como conocimiento compartido. Nótese que, en este último caso, tiene un valor ecoico, pues reproduce un supuesto compartido, un enunciado implícito atribuido a una colectividad genérica que se constituye en el locutor ideal que emite el enunciado cuyo valor de verdad queda en entredicho. Se trata, pues, de una cita encubierta del estilo de las que analiza Reyes (1994). En todos los casos documentados en el corpus, estos dos adverbios contraponen lo expresado en la proposición con la realidad. En rigor, introducen una modificación intensional, indicando una supuesta falta de correspondencia entre el contenido proposicional y la realidad que la proposición describe. El contenido expresado se corresponde con la información que se obtiene de una fuente de conocimiento compartida, ya sea la experiencia sensorial directa, ya el saber consabido. En otras palabras, estos adverbios remiten a una fuente evidencial, pero ponen en entredicho el conocimiento que procede de ella. Como en el caso de los reforzadores del valor de verdad, la fuente evidencial puede ser tanto la apariencia como el saber compartido; sin embargo, su significado no depende de la naturaleza de la fuente, sino que indican siempre suspensión del valor de verdad de una proposición que se deriva de ese conocimiento. El comportamiento de estos cuatro adverbios contrasta con el de visiblemente. La primera diferencia reseñable frente a ellos es que este último se
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basa siempre en la percepción visual, y nunca remite a un conocimiento del mundo compartido. Ello podría llevar a pensar que es siempre un evidencial directo; sin embargo, tal como se indicaba más arriba, debe tenerse en cuenta que a menudo se usa para modificar adjetivos que denotan estados anímicos, es decir, adjetivos que refieren a estados internos a cuyo conocimiento no se puede acceder de forma directa, sino que este se infiere a partir de evidencias externas que se interpretan como indicios de un estado emocional. La segunda diferencia que presenta con respecto a los demás adverbios evidenciales analizados radica en que visiblemente no puede actuar generalmente como modificador oracional, sino que tiene un ámbito de incidencia menor que la oración. Debido a ello, no siempre actúa como un marcador evidencial, puesto que su modificación no incide en el nivel del acto enunciativo. No es, por ejemplo, un marcador evidencial cuando la percepción visual no se atribuye al emisor del enunciado, esto es, cuando no actúa como refuerzo de lo expresado: (38)
Se deben desechar todos los ejemplares que tengan los bordes visiblemente deteriorados.
Tampoco es un marcador evidencial cuando se usa como adverbio de grado, sin que la evidencia perceptual se use como fuente que refuerce la verdad de lo aseverado —ejemplo de (39)—, ni cuando actúa como modificador con alcance menor que la oración —ejemplos de (40): (39)
No me gustaría casarme con una mujer visiblemente mayor que yo.
(40a) Ni siquiera cuando el féretro cruza el altar mayor al compás de la Pasión según San Mateo o cuando un sargento de la caballería interpreta una oración fúnebre con la trompeta de plata y los ojos visiblemente empañados (El Mundo-Motor. Suplemento, 03/01/2003, CREA). (40b) La vulnerabilidad del abastecimiento de Kabul se reveló visiblemente a mediados de enero (El País, 01/02/1989, CREA).
De hecho, por su significado es un modificador que se asemeja mucho a los adverbios evidenciales, pues indica que lo que expresa el predicado se manifiesta en evidencias perceptibles por medio de la vista, es decir, indica percepción directa. Sin embargo, solo actúa como marcador evidencial cuando es un modificador oracional, que indica la fuente de conocimiento en la que se basa lo aseverado en la proposición: (41)
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Y luego, visiblemente, no hace nada (El País, 29/04/1997, CREA).
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5. Conclusiones En este trabajo se han analizado cinco adverbios del español que la bibliografía suele caracterizar como marcadores evidenciales. Las cinco unidades analizadas se estructuran en dos series. Por un lado, supuestamente y aparentemente se corresponden con lo que la bibliografía especializada denomina “restrictores del valor de verdad de la oración”. Su significado básico consiste en indicar una posible falta de correspondencia entre lo aseverado en la proposición y la realidad, de modo que suponen una suspensión del valor de verdad de la proposición. Su valor evidencial dimana del hecho de que lo aseverado en la proposición se infiere de datos contextuales, ya sea la apariencia perceptible, ya un saber que se supone compartido; en resumen, estos adverbios indican que estos datos podrían permitir suponer que la proposición es verdadera, a la vez que introducen una cautela epistemológica al indicar que este valor de verdad podría ser solo supuesto. Por otro lado, los otros tres adverbios analizados pertenecen a la subclase que la bibliografía sobre gramática adverbial suele denominar “reforzadores del valor de verdad”. Estos adverbios, según se aduce en numerosos trabajos previos, presuponen el valor de verdad de la oración, dado que su omisión no altera el estatuto veritativo condicional de la proposición. El análisis que se ha desarrollado en este trabajo los trata como marcadores evidenciales, es decir, como unidades que codifican, fundamentalmente, la fuente de adquisición de la información. En concreto, evidentemente y obviamente indican que lo aseverado es el resultado de un proceso de inferencia, bien a partir de datos empíricos, bien a partir de un conocimiento compartido que se considera generalmente aceptado. En este sentido, debe distinguirse su significado básico, que es evidencial —son evidenciales indirectos de inferencia—, de su valor epistémico, el cual ha sido largamente discutido en la bibliografía. Los datos presentados apuntan hacia una posible correlación entre el tipo de datos que operan como premisa para el proceso inferencial —experiencia perceptible o saber compartido— y el valor epistémico, de modo que los adverbios adquieren un valor de refuerzo veritativo cuando la inferencia se basa en conocimiento compartido y son atenuadores cuando la inferencia se basa en datos sensoriales. Finalmente, visiblemente tiene un significado estrechamente relacionado con la evidencialidad, puesto que por su significado este adverbio remite directamente a datos perceptibles y puede indicar inferencia a partir de ellos, si bien actúa fundamentalmente a nivel intraoracional, por lo que en la mayoría de sus usos no es un marcador evidencial.
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IV La expresión de la evidencialidad en español a través de tiempos verbales
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POLIFONÍA, EVIDENCIALIDAD CITATIVA Y TIEMPOS VERBALES. ACERCA DE LOS USOS CITATIVOS DEL FUTURO MORFOLÓGICO Y DEL FUTURO PERIFRÁSTICO MARÍA MARTA GARCÍA NEGRONI Universidad de San Andrés. Universidad de Buenos Aires. CONICET, Argentina
1. Introducción Numerosos son los trabajos que desde variadas perspectivas metodológicas (cf., entre otros, Silva-Corvalán y Terrell 1989; Ferrer y Sánchez 1991; Sedano 1994, 2005, 2006; Lastra y Butragueño 2008) se han ocupado de la distribución en distintas zonas hispanohablantes de las dos formas verbales específicas con las que en español puede expresarse la idea de “futuridad”: el futuro morfológico o sintético (en adelante, FM) y el futuro perifrástico o analítico (en adelante, FP). Sedano (2005) recoge los resultados de varias de esas investigaciones y, a partir de ellos, concluye, por un lado, que, para la referencia a acontecimientos venideros, el FP se emplea más que el FM en el español hablado1 y menos en el escrito y, por otro, que el FM y el FP tienen tendencias de uso diversas. Respecto a este último punto, Sedano (2005: 4-5) afirma: […] el futuro morfológico se asocia a estilo formal, distancia temporal, alejamiento psicológico del emisor con respecto al evento futuro, y cálculo o duda con respecto a ese evento; ii) el futuro perifrástico suele relacionarse con estilo informal, proximidad temporal real y/o psicológica del hablante con respecto al evento futuro, intencionalidad y/o involucramiento del emisor en el evento futuro.
Ahora bien, en alternancia posible en algunos contextos, estas formas no siempre admiten la conmutación de una por otra2. Es el caso, por ejemplo, en los siguientes fragmentos (1 y 2), en los que la sustitución del FM por el FP y 1 Esta tendencia es aún más fuerte en el caso del español hablado hispanoamericano, en el que el uso del FP supera ampliamente al del FM (Sedano 2005: 3; RAE y ASALE 2009: 1768, 1772). 2 En realidad, como afirma Fernández de Castro (1999: 218), “son ocasionales los entornos donde realmente se puede sustituir una opción por otra sin sacrificar contenidos”.
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viceversa produce una fuerte extrañeza que dificulta o incluso impide la interpretación (1a y 2a): (1)
(1a) (2)
(2a)
Bodart soltó una carcajada. Se frotó el pecho y observó: —Ya habló el músico. Como todos sabemos, los músicos son tipos que no pueden sacar rédito de la experiencia. El ejemplo más claro es el pozo que acabás de agarrar. ¿No nos dijiste que habías tomado por este camino mil veces? Sin embargo, parece que no sos capaz de memorizar las características de la ruta. —Yo seré un músico incapaz de retener la experiencia, pero vos o estás loco de remate o tenés demasiado tiempo para pensar en estupideces (J. Consiglio, El bien, 2002, Argentina, CREA). — # Yo voy aser un músico incapaz de retener la experiencia, pero vos o estás loco de remate o tenés demasiado tiempo para pensar en estupideces. —¿Así que usted es el cónsul? —dijo. —¿Con quién tengo el gusto? —respondió secamente Bertoldi y miró la bandera roja que el joven llevaba hacia el mástil. Lauri le dijo su nombre y lo miró a los ojos. —¿Es el cónsul o es un compañero? —No, qué voy a ser cónsul... Yo soy Bertoldi, el empleado (O. Soriano, A sus plantas rendido un león, Argentina, CREA). — # No, qué seré cónsul... Yo soy Bertoldi, el empleado.
En términos de Rojo (1974) y Rojo y Veiga (1999), las formas que nos ocupan no presentan, en estos ejemplos, su valor recto (ni seré ni voy a ser indican en (1) y (2) posterioridad respecto del momento de la enunciación), sino un uso temporal “dislocado” o “desplazado” que surge “como consecuencia de la expresión de un valor temporal distinto del recto” (Rojo y Veiga 1999: 2894) y que, en ambos casos, corresponde a la expresión de la simultaneidad al punto de origen. Respecto al FM, Rojo agrega que, además de la relación temporal dislocada, “la acción indicada posee una connotación de probabilidad o posibilidad que pertenece indudablemente a una esfera no temporal” (1974: 114). Desde una perspectiva diferente, Bermúdez (2005) considera que el significado básico de los tiempos verbales no debe describirse como deíctico temporal, sino como modal/evidencial. Así, y en lo que respecta al FM3, Bermúdez propone considerar que el valor modal deóntico que el futuro tuvo en 3
Al igual que Rojo (1974), Bermúdez (2005) no toma en consideración el caso del FP.
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su origen (recuérdese que este tiempo proviene de la gramaticalización de una perífrasis verbal latina, formada por el infinitivo del verbo y el auxiliar habeo, por ejemplo: amare habeo) dio lugar a su significado modal epistémico (como evaluación de la potencialidad o predictibilidad de un evento) al que luego se sumó el significado evidencial. El autor explica así, por un lado, la “futuridad” señalada por el FM en enunciados del tipo Los beneficios que nos traerá esta ley son evidentes y, por el otro, el significado del FM cuando refiere a eventos presentes o pasados, como en Estará cansado o Se habrá perdido en la mudanza. En el primer caso, según Bermúdez (2005: 8), el FM traerá instaura una calificación modal epistémica y no una referencia temporal: [...] el hablante no está hablando de un futuro concreto que supuestamente existe en algún limbo metafísico sino más bien de potencialidades del mundo actual, cierta disposición del mundo que incluye, entre otras cosas, la ley en cuestión.
En el segundo, los FM estará o se habrá perdido representan futuros evidenciales con el significado de inferencia a partir de una evidencia indirecta. En palabras de Bermúdez (2005: 5): Al usar el futuro, el hablante indica que la información no proviene de la experiencia directa sensorial sino de un proceso inferencial originado en indicios, y manifiesta un reducido grado de certeza respecto de la información aportada.
Por su parte, Escandell Vidal (2010) propone un enfoque unificado de la semántica del futuro basado exclusivamente en la noción de evidencialidad. En ese marco, la autora argumenta que el FM no codifica información de tipo temporal ni indica que el acontecimiento pertenezca al área modal de la posibilidad. En su lugar, el futuro contendría una instrucción procedimental “que obliga al destinatario a construir la representación de un evento cuya fuente es un proceso interno del hablante” (2010: 22). En la semántica del FM, común a sus diferentes usos discursivos, estaría así codificado, según la autora, que la fuente es el hablante y que su modo de acceso es indirecto e inferencial. En cuanto al FP —al que solo alude brevemente—, Escandell Vidal afirma que, de modo análogo al FM, la perífrasis tampoco tendría “la localización temporal de los eventos en el porvenir como parte de su significado básico, sino que [adquiriría] inferencialmente sus valores prospectivos” (2010: 29). En lo que sigue, tras señalar los vínculos que pueden establecerse entre evidencialidad y polifonía, marco teórico en el que se inscribe este trabajo
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(§2), intentaré mostrar que, análogamente a otras marcas de evidencialidad del español4, los empleos del FM y del FP ilustrados en (1) y (2) vehiculan, tal como sugieren Bermúdez y Escandell Vidal, puntos de vista evidenciales. Propondré, sin embargo, que dichos puntos de vista quedan representados en la enunciación como una evidencia que procede de un decir que se cita o que se evoca, y no de una inferencia. A la luz de la teoría polifónica de la enunciación (Ducrot 1984, 2004) y mediante el análisis de un cuerpo de datos constituido por ejemplos reales, tanto escritos como orales, procedentes del CREA y de sitios de Internet, buscaré demostrar así, en primer lugar, que en este tipo de empleos las instrucciones semántico-pragmáticas asociadas al FM y al FP instan a localizar el origen del punto de vista evidencial que manifiestan en un discurso previo y, en segundo lugar, que la ocurrencia de uno u otro tiempo revela posicionamientos enunciativos diversos del sujeto de la enunciación en relación con los puntos de vista evidenciales introducidos. Sostendré que, en su empleo evidencial citativo, ambos tiempos configuran escenas enunciativas diversas: mientras que la surgida de la ocurrencia del FM es la de un locutor que concede (al menos por el tiempo que dure esa enunciación) un decir ajeno más o menos individualizado —del interlocutor, de otro(s) locutor(es), de la voz colectiva de la doxa— (§3), la mostrada por el FP es, en cambio, la de un sujeto que descalifica y rechaza, al modo de la negación metadiscursiva, ese punto de vista evidencial (§4). En la última sección (§5), finalmente, resumiré los resultados y presentaré las conclusiones. 2. Evidencialidad y perspectiva polifónica Como se ha adelantado, el marco teórico-metodológico que se asume es el de la teoría polifónico-argumentativa (Ducrot 1984, 2004). De acuerdo con esta teoría semántica no referencialista y no veritativista, el sentido de nuestras palabras, expresiones o enunciados no está constituido por las cosas, los hechos o las propiedades que denotan, ni por los pensamientos o creencias que sugieren, sino por los encadenamientos o discursos argumentativos que Al respecto, además de los distintos trabajos incluidos en el presente volumen, podrán consultarse, entre otros, Reyes (1994), Schwenter (1999), Leonetti y Escandell Vidal (2003), Bermúdez (2004, 2005), Magaña (2005), Cornillie (2007), Rodríguez Ramalle (2008), González Ramos (2009), Escandell Vidal (2010), García Negroni (2012), García Negroni y Libenson (2014). 4
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esas entidades lingüísticas evocan. Pero además de rechazar la idea de que el sentido puede o debe ser descrito en términos de valores de verdad o de perfilamiento cognitivo del hablante, la teoría de la polifonía cuestiona el postulado de la unicidad del sujeto hablante. Según este postulado, todo enunciado tiene un único autor, es decir un único individuo que es, a la vez, el ejecutor de las actividades psicofisiológicas de las que depende la producción del habla y el responsable de los puntos de vista que se manifiestan en ella. Contrariamente a esta visión, la polifonía sostiene que el autor del enunciado no se expresa nunca de manera directa, sino que lo hace a través de la puesta en escena de voces o de puntos de vista (algunos de ellos, sostendré, evidenciales)5 frente a los cuales adopta actitudes diversas. El sentido del enunciado no debe ser visto, así, como el supuesto reflejo de la intención de un sujeto hablante real, sino más bien como una calificación que el enunciado ofrece de su propia enunciación. Dicha calificación consiste en una serie de instrucciones —ilocucionarias, causales, argumentativas y polifónicas— que el intérprete debe llevar a cabo para poder recuperar el sentido del enunciado. En lo que concierne específicamente a las instrucciones polifónicas, ellas obligan a localizar al (o a los) responsable(s) de la enunciación (i.e., el locutor en tanto tal), a reconocer los distintos puntos de vista introducidos en ella, a identificar a qué sujetos discursivos pueden o deben imputarse esos puntos de vista y a determinar la actitud o posicionamiento enunciativo que el locutor adopta frente a ellos. Respecto de los puntos de vista evidenciales, propongo que las instrucciones polifónicas contenidas en su significación obligan a interpretar la enunciación que los contiene como autentificada en una percepción, como surgida de algún tipo de razonamiento (conjetura, deducción, etc.), o como sustentada en otro discurso. Y ello en virtud de que esos puntos de vista remiten necesariamente a un origen, distinto y previo a la enunciación actual, que debe ser reconocido (y eventualmente identificado) para acceder al sentido completo del enunciado. Con la atención puesta entonces en el funcionamiento enunciativo del sistema lingüístico y del discurso, propongo una definición de evidencialidad que no hace intervenir ni a la categoría de sujeto hablante como origen del sentido, ni a la de información como lo codificado y supuestamente transmitido en el discurso, ni a la del origen empírico de esa información. Me aparto así de los 5 Si bien los puntos de vista evidenciales no han sido hasta ahora objeto de reflexión o de explicación sistemáticas en el marco de la teoría de la polifonía enunciativa, considero que no solo es factible, sino también necesario proveer una descripción polifónica de este tipo de significados.
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estudios clásicos sobre la evidencialidad, en los que esta categoría se define como el dominio semántico relacionado con la codificación de la fuente de información del hablante y con la especificación de qué tipo de fuente (directa o indirecta) se trata (Willett 1988; Aikhenvald 2004)6. El siguiente esquema, tomado de Willet (1988: 57), permite recordar los distintos subdominios de la evidencialidad que habitualmente se reconocen:
TIPOS DE EVIDENCIA
{ { {
{{ Directa
Indirecta
testigo
cita
inferencia
{
visión oído otros sentidos segunda mano tercera mano folklore resultado razonamiento
Desde la perspectiva que adopto, en cambio, y tal como se sugirió en trabajos anteriores (García Negroni y Libenson 2014 y en prensa), el significado evidencial, que en español aparece mostrado a través de ciertos aspectos de la morfología, de la sintaxis, del léxico o incluso de la prosodia, debe definirse como la representación que el enunciado da del origen (una percepción, un indicio o un discurso) del punto de vista sobre el que se funda la enunciación y respecto del cual el locutor muestra distintas actitudes (homologación, aceptación, distancia, rechazo, etc.). Consideremos a modo de ejemplo (3), en el que se expresa un punto de vista evidencial citativo, y comparémoslo con (4) y (5): (3)
¿Se viene otra nena para Diego Maradona? Una ecografía habría confirmado el sexo del bebé que espera Verónica Ojeda junto al ex futbolista (La Nación, Argentina, 14/3/2014, ).
6 Otros autores como, por ejemplo, Chafe (1986), Palmer (1986), Mushin (2001) o Bermúdez (2005) proponen un enfoque más amplio de la evidencialidad: además de la expresión de la fuente del conocimiento del hablante, la categoría incluye la actitud o postura epistemológica que este adopta frente a ella.
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(4)
Dicen/Se dice/El periodista XX dice que una ecografía confirmó el sexo del bebé que espera Verónica Ojeda junto al exfutbolista.
(5)
Una ecografía confirmó el sexo del bebé que espera Verónica Ojeda junto al exfutbolista.
Desde la perspectiva de la teoría polifónica de la enunciación, comprender (3) consiste en interpretar que el locutor funda su enunciación declarativa sobre un punto de vista evidencial citativo que él mismo pone en escena. En efecto, evocado por el condicional habría confirmado, ese punto de vista evidencial insta a buscar su origen en un discurso previo, origen que aparece mostrado (y no dicho) en (3). Y en ello precisamente reside la diferencia con (4), en el que el punto de vista de la cita se presenta expresamente atribuido (con distintos grados de explicitación) en el enunciado. Ahora bien, evocado en (3) —cf. la posibilidad de la inserción de una glosa del tipo según dicen/ según se dice—, atribuido en (4), ese discurso anterior no constituye, sin embargo, en ninguno de los dos casos el objeto declarado de la enunciación que lo contiene. El locutor marca su distancia frente a él y al hacerlo no queda comprometido en la continuidad discursiva con discursos que podrían surgir a partir de él. Muy diferente es el caso de (5): presentada como motivada por una decisión propia del sujeto, que elige comunicar ese enunciado (Ducrot 1984: 186), la imagen de la enunciación que (5) brinda es la de un locutor que se identifica con el punto de vista relativo a la ecografía confirmatoria y con el que, por lo tanto, queda fuertemente comprometido en la continuidad de su discurso. De hecho, si luego de la enunciación de estos enunciados se supiera que no existía tal embarazo, solo al autor de (5) —y no al de (3) o al de (4)— podría reprochársele el haber mentido, inventado o inducido a error. En suma, desde el enfoque que propone la polifonía enunciativa, no se trata, pues, de buscar las fuentes empíricas de información en las que se basaría en su discurso un sujeto hablante real, sino de la representación que la enunciación propone respecto del origen de los puntos de vista evidenciales que se expresan a través de ella. Los próximos apartados estarán destinados al análisis de los puntos de vista evidenciales citativos vehiculados en particular por las formas verbales que nos ocupan: el FM y el FP.
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3. FM, punto de vista evidencial citativo y escena concesiva En un trabajo reciente sobre el futuro y la evidencialidad, Escandell Vidal formula, como ya adelanté, la hipótesis de que el FM no codifica la localización temporal de los eventos, sino un significado evidencial inferencial: el FM tendría así como significado básico indicar que la única fuente de lo que se comunica es interna al hablante, esto es, que “el único acceso que tiene el hablante al contenido proposicional comunicado se lo proporciona un proceso interno propio de inferencia” (2010: 26). En este sentido, según la autora, el futuro conformaría con el condicional “un micro-sistema de distinciones evidenciales”: mientras que el primero transmitiría que la información se ha obtenido por inferencia del hablante, el segundo indicaría que la fuente es un rumor. En términos de Escandell Vidal, “en ambos casos, la evidencia que tiene el hablante es indirecta: inferencial en el primer caso, y citativa, en el segundo” (2010: 22). Sin duda, la hipótesis de que el contenido semántico de tipo evidencial inferencial constituye el significado básico del FM parece atractiva para explicar de manera unificada los empleos prospectivos (usos prescriptivos, directivos y compromisivos) y conjeturales del futuro. Sin embargo, ella no explica los usos del FM con referencia futura, muy frecuentes, sin embargo, en los textos de la prensa (cf. La presidenta viajará mañana a Francia) o en los discursos académicos (cf. En este trabajo se analizarán datos procedentes de... o Como sugeriré más adelante...)7, y resulta claramente forzada para dar cuenta de los usos concesivos del tipo Será muy listo, pero no lo parece (ejemplo que la misma autora propone como réplica a alguien que ha enunciado antes Pues es un chico muy listo)8, ya que el punto de vista evidencial en ellos es del orden de lo citativo y no el de lo inferencial. De hecho, para acceder, por ejemplo, al sentido de la réplica Será muy listo, pero no lo parece, debe reconocerse, entre otras instrucciones polifónico-argumentativas, que en ella se presenta un
7 En el discurso académico también son frecuentes, por cierto, los usos evidenciales inferenciales del FM (cf. Se objetará quizás que... o Como se recordará...). Para un estudio de estos empleos inferenciales, puede consultarse Polo (2012). 8 Según Escandell Vidal (2010: 27), el valor concesivo del futuro “surge como consecuencia de una situación paradójica: el interlocutor acaba de afirmar algo y el emisor lo repite en futuro. De este modo, el mismo contenido proposicional se presenta una vez como un contenido factual (a cuya verificación el hablante tiene acceso inmediato) y otra vez como un contenido no factual (a cuya verificación el hablante no tiene acceso)”.
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punto de vista evidencial (será muy listo) que en esa enunciación se muestra como originado en el discurso del interlocutor y retomado a partir de él. Es cierto que no todos los empleos del llamado futuro concesivo presentan un punto de vista evidencial citativo. Algunos casos señalados por la Nueva gramática de la lengua española (2009: 1772), como (6), constituyen enunciados en los que el FM no tiene la instrucción de búsqueda del origen del punto de vista en un discurso previo. (6)
Le parecerá una tontería, pero aquello me salvó de morir.
De hecho, en (6), y por la puesta en escena del punto de vista evidencial señalado por el FM parecerá, la enunciación del primer segmento se presenta como una conjetura surgida a partir de un indicio o de un razonamiento del propio locutor —y no de un discurso ajeno anterior—. Por ello, y aunque tal como sostiene la NGLE pueda resultar en alguna medida redundante, es posible la coocurrencia de este FM “con adverbios que expresen probabilidad o duda, es decir, la misma noción que esta forma verbal pone de manifiesto”, y su inserción como “subordinado a predicados que expresan actitudes proposicionales relativas a lo que se imagina, se calcula o se piensa que puede ser cierto” (RAE y ASALE 2009: 1773). En ambos casos, cf. (6a) y (6b), se refuerza el sentido de conjetura comunicado por el FM: (6a) (6b)
Quizás/A lo mejor le parecerá una tontería, pero aquello me salvó de morir. Me imagino/Me figuro/Supongo que le parecerá una tontería, pero aquello me salvó de morir.
Pero no ocurre lo mismo en enunciados como (1), que reitero, o (7) y (8), que siguen. En ellos, la enunciación del punto de vista evidencial: Yo seré un músico incapaz de retener la experiencia, en (1); Será constitucional, en (7); Yo seré un pintor extravagante, en (8), insta a buscar su origen en otro discurso. En (1), ese origen se encuentra en un enunciado previo del interlocutor (cf. parece que no sos capaz de memorizar las características de la ruta); en (7), en el discurso avalador del matrimonio igualitario del Tribunal Constitucional dado a conocer, tal como se señala en la misma nota en la que aparece la portada de La Gaceta, el día anterior; en (8), en una voz impersonal y colectiva (cf. se dice/dicen que soy un pintor extravagante).
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(1)
Bodart soltó una carcajada. Se frotó el pecho y observó: —Ya habló el músico. Como todos sabemos, los músicos son tipos que no pueden sacar rédito de la experiencia. El ejemplo más claro es el pozo que acabás de agarrar. ¿No nos dijiste que habías tomado por este camino mil veces? Sin embargo, parece que no sos capaz de memorizar las características de la ruta. —Yo seré un músico incapaz de retener la experiencia, pero vos o estás loco de remate o tenés demasiado tiempo para pensar en estupideces (J. Consiglio, El bien, 2002, Argentina, CREA).
(7)
El TC avala el “matrimonio” homosexual de Zapatero. Será constitucional, pero no es matrimonio (La Gaceta, España, 07/11/2012).
(8)
(Interesado.): Y ellos... ¿venden? No, todavía no, pero tengo la esperanza de que el público vaya aceptándolos poco a poco... Hay uno de ellos, un tal Gauguin, Paul Gauguin, un chiflado parecido a ti que por la pintura abandonó a su esposa y a sus hijos, también un muy rentable comercio que él mismo había fundado. VINCENT (Hace eco.): Gauguin... THEO: Durante un tiempo vivió en La Martinica buscando un clima interior que según él es imposible de hallar en una ciudad como París. VINCENT (Poniendo una mano sobre el hombro de Theo.): Sospecho que tú estás más loco que yo, hermanito... ¡mira los artistas que eliges para representar! Yo seré un pintor extravagante, lo reconozco, pero tú, bajo esa apariencia tan formal que llevas, eres el más extravagante de los marchands (Ambos hermanos ríen de buena gana) (P. O’Donnel, Vincent y los cuervos, 1982, Argentina, CREA). VINCENT THEO:
Y puesto que ese punto de vista evidencial queda representado en la enunciación que lo contiene como originado en un discurso ajeno anterior, se entiende por qué resulta totalmente posible la inclusión de incisos que glosan, explicitándola, la fuente de esas voces previas; cf. (1a), (7a) y (8a)9: (1a)
—Yo seré un músico incapaz de retener la experiencia, como vos decís, pero vos o estás loco de remate o tenés demasiado tiempo para pensar en estupideces.
9 La inserción de este tipo de glosas explicitadoras de la atribución del punto de vista evidencial a otra voz diferente de la del locutor traería aparejado en (6) un claro cambio de sentido, lo que no ocurre en (1), (7) y (8).
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(7a)
Será constitucional, como decidió ayer el TC, pero no es matrimonio.
(8a)
Yo seré un pintor extravagante, como dicen/como se dice, lo reconozco, pero tú, bajo esa apariencia tan formal que llevas, eres el más extravagante de los marchands.
Del mismo modo, y dado que los adverbios de probabilidad o duda (como quizás, a lo mejor, capaz o por ahi)10, o los predicados de suposición (supongo, me imagino, me figuro) ponen de manifiesto la actitud de conjetura con la que el locutor queda representado en el enunciado, también se entiende por qué en el contexto dialógico en el que se insertan (1), (7) y (8) resulta extraña (o incluso anómala) la inclusión de ese tipo de adverbios —cf. (1b), (7b) y (8b)— o la subordinación del FM a esa clase de predicados —cf. (1c), (7c) y (8c)—. (1b)
(1c)
(7b) (7c)
(8b) (8c)
—Sin embargo, parece que no sos capaz de memorizar las características de la ruta. — # Quizás/A lo mejor/Capaz/Por ahi yo seré un músico incapaz de retener la experiencia, pero vos o estás loco de remate o tenés demasiado tiempo para pensar en estupideces. —Sin embargo, parece que no sos capaz de memorizar las características de la ruta. — #Me imagino/Me figuro/Supongo que seré un músico incapaz de retener la experiencia, pero vos o estás loco de remate o tenés demasiado tiempo para pensar en estupideces. El TC avala el “matrimonio” homosexual de Zapatero. # Quizás/A lo mejor/Capaz/Por ahi será constitucional, pero no es matrimonio. El TC avala el “matrimonio” homosexual de Zapatero. # Me imagino/Me figuro/Supongo que será constitucional, pero no es matrimonio. # Quizás/A lo mejor/Capaz/Por ahi yo seré un pintor extravagante, lo reconozco, pero tú, bajo esa apariencia tan formal que llevas, eres el más extravagante de los marchands. # Me imagino/Me figuro/Supongo que yo seré un pintor extravagante, lo reconozco, pero tú, bajo esa apariencia tan formal que llevas, eres el más extravagante de los marchands.
10 En relación con las partículas discursivas capaz y por ahi como marcas de probabilidad y atenuación enunciativa en el español coloquial del Río de la Plata, pueden consultarse, por ejemplo, García Negroni (2008), García Negroni y Sauerwein Spinola (2013) y Marcovecchio (2015).
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Se explica muy bien, en cambio, la posibilidad de marcadores de acuerdo como bueno, vale, de acuerdo (Porroche Ballesteros 2011), o el anglicismo okey —cf. (1d), (7d) y (8e)—, así como de incisos parentéticos con verbos como reconocer o aceptar, que marcan la aceptación por parte del locutor del punto de vista ajeno puesto en escena en la propia enunciación; cf. (1e), (7e) y (8d): (1d)
(1e)
(7d) (7e) (8e) (8d)
—Sin embargo, parece que no sos capaz de memorizar las características de la ruta. —Yo seré un músico incapaz de retener la experiencia, de acuerdo/vale/ okey, pero vos o estás loco de remate o tenés demasiado tiempo para pensar en estupideces. —Sin embargo, parece que no sos capaz de memorizar las características de la ruta. —Yo seré un músico incapaz de retener la experiencia, lo reconozco/lo acepto, pero vos o estás loco de remate o tenés demasiado tiempo para pensar en estupideces. El TC avala el “matrimonio” homosexual de Zapatero. Será constitucional, de acuerdo/vale/okey, pero no es matrimonio. El TC avala el “matrimonio” homosexual de Zapatero. Será constitucional, lo reconozco/lo acepto, pero no es matrimonio. Yo seré un pintor extravagante, de acuerdo/vale/okey, pero tú, bajo esa apariencia tan formal que llevas, eres el más extravagante de los marchands. Yo seré un pintor extravagante, lo reconozco/lo acepto, pero tú, bajo esa apariencia tan formal que llevas, eres el más extravagante de los marchands.
Ahora bien, si en (1), (7) y (8) la escena concesiva emerge como consecuencia de la puesta en escena de un punto de vista evidencial —cuyo origen, mostrado por el FM, debe hallarse en un discurso ajeno previo— que el locutor concede al menos por el tiempo que dura su enunciación, dicha escena concesiva también puede surgir por anticipación de ese otro discurso. Es lo que ocurre, por ejemplo, en casos como (9) o (10), en los que el punto de vista vehiculado por el FM encadena sobre una negación metadiscursiva (García Negroni 2009), refutativa de un marco de discurso previo, que en el caso de (9) sería hay/parece haber una trama contra el Partido Popular; en el de (10), Gallardón es el enemigo de Aguirre.
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(9)
Wyoming: “Yo creo que una trama contra el Partido Popular no es, en todo caso será una trama contra la ‘Pasta Pública’” (laSexta.com, España, 4/3/2014, ).
(10)
Aguirre: “Gallardón no es mi enemigo, en todo caso será mi adversario” (Libertad Digital, España, 29/10/2009, ).
Como es sabido, negar el marco de discurso de otro locutor constituye una marca fuerte de desacuerdo que, en tanto tal, amenaza la imagen pública de ese otro del que se disiente. En este sentido, la refutación representa una clara violación de las exigencias de cooperación y cortesía propias de toda interacción11. Pero la interacción encierra al mismo tiempo otras exigencias, en apariencia contradictorias con las anteriores, relativas esta vez al mantenimiento por parte del locutor de sus propios puntos de vista. El conflicto entre esos dos tipos de exigencia (ser cooperativo y cortés sin por ello renunciar a su propia posición enunciativa) solo puede superarse a través de estrategias y de procesos de negociación que tienen por meta atenuar la afrenta producida por el acto de desacuerdo. Una de esas estrategias, quizás la más eficaz y la más frecuente, es la que se manifiesta en la estructura concesiva: en ella, y tal como ocurre, por ejemplo, en (1), (7) y (8), el locutor introduce su propia perspectiva solo después de haber presentado el punto de vista del otro (i.e., de haber hecho escuchar en su discurso un enunciador que argumenta en sentido contrario o diferente del propio). De esta manera, el desacuerdo queda mitigado al tiempo que el locutor construye para sí una imagen de alguien abierto, capaz de tomar en consideración y de aceptar las opiniones y los criterios de los otros. Pero si en la concesión las exigencias de las imágenes respectivas llevan a acordar primero con el otro (el interlocutor, un tercero o la voz colectiva de la doxa) algo que más tarde le será total o parcialmente rechazado para defender el propio punto de vista personal, en el caso de (9) y (10) la situación parece ser la inversa: lo que se presenta en primer lugar es el desacuerdo fuerte (cf. una trama contra el Partido Popular no es; Gallardón no es mi enemigo), y es esa expresión de desacuerdo la que aparece luego mitigada por el segundo segmento introducido por el atenuador en todo caso (García Negroni 2002), Como bien sostiene Herrero Moreno (2002), los actos disentivos que señalan desacuerdo y enfrentamiento con el interlocutor “son segundas partes no preferidas en relación con la organización de preferencia y con la noción de predictibilidad que vincula a dos intervenciones” (233) y suponen, entre otras repercusiones sociocomunicativas, “una grave amenaza para las normas de solidaridad social y la convergencia entre los hablantes” (237). 11
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en el que se concede de manera anticipada un posible discurso ajeno. Dicho de otro modo, será una trama contra la “Pasta Pública” y será mi adversario serían, si se enunciaran, los discursos que el locutor estaría dispuesto a aceptar o conceder para mitigar la fuerza refutativa de su negación previa. En este sentido, (9a) y (10a) constituyen reformulaciones posibles de (9) y (10), pero no de (11) y (12). En efecto, a diferencia de las instrucciones asociadas al FM citativo, las del presente del indicativo no obligan a buscar el origen de ese punto de vista en discursos ajenos, sino a interpretar dichos posicionamientos como propios y plenamente asumidos por el mismo locutor. (9a)
Wyoming: “Yo creo que una trama contra el Partido Popular no es, en todo caso aceptaría si me dijeran que es una trama contra la ‘Pasta Pública’”.
(10a) Aguirre: “Gallardón no es mi enemigo, en todo caso aceptaría que dijeran que es mi adversario”. (11)
Wyoming: “Yo creo que una trama contra el Partido Popular no es, en todo caso es una trama contra la ‘Pasta Pública’”.
(12)
Aguirre: “Gallardón no es mi enemigo, en todo caso es mi adversario”.
En suma, mostrado y no dicho, el origen que el punto de vista evidencial expresado por el FM “dislocado” pide identificar no siempre queda representado bajo la forma de indicios o de razonamientos sobre los que se basaría el locutor en su enunciación, como sostienen Bermúdez (2005) y Escandell Vidal (2010). Tal como se ha podido comprobar a la luz de los ejemplos analizados, ese origen también puede hallarse en las palabras de los otros, palabras que el locutor concede o acepta, al menos por el tiempo que dure su puesta en escena, en la enunciación global. 4. FP, punto de vista evidencial citativo y escena refutativa Como queda dicho, desde la perspectiva polifónica las instrucciones asociadas al punto de vista evidencial expresado por el FM citativo en los enunciados concesivos obligan a buscar el origen de ese punto de vista en un discurso previo (ya del interlocutor, ya de otros sujetos no especificados, ya de una voz colectiva), que el locutor acepta momentáneamente para concederlo, ya que no será ese punto de vista el que adoptará luego en la continuidad de su
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discurso. En lo que sigue, intentaré mostrar que es precisamente esta configuración polifónica (en particular el posicionamiento enunciativo concesivo respecto del punto de vista evidencial) la que permite explicar la diferencia con el empleo evidencial citativo del FP; cf. (2), que reitero, o (13), (14) y (15), que transcribo a continuación. (2)
—¿Así que usted es el cónsul? —dijo. —¿Con quién tengo el gusto? —respondió secamente Bertoldi y miró la bandera roja que el joven llevaba hacia el mástil. Lauri le dijo su nombre y lo miró a los ojos. —¿Es el cónsul o es un compañero? —No, qué voy a ser cónsul… Yo soy Bertoldi, el empleado (O. Soriano, A sus plantas rendido un león, 1987, Argentina, CREA).
(13)
“... Después me llevaron a una habitación donde me desnudaron y amarraron una cama. Allí un individuo me violó y después me obligó a vestirme.” Con sus ojos todavía vendados, fue llevada a otro recinto que, supone, es un cuartel de la policía secreta del régimen. Una persona a la que llamaban “médico” la auscultó, le midió la presión y el pulso. Durante seis días fue torturada con golpes y aplicación de electricidad y debió firmar declaraciones que no pudo leer. Desde entonces está en la cárcel de mujeres de San Miguel. Dos meses después fue trasladada a un hospital con una menorragia (hemorragia vaginal) espontánea. Delante de una gendarme, un médico le hizo un examen ginecológico y le preguntó a Patricia si quería tener el hijo. La gendarme contestó: “Doctor, cómo va a querer tenerlo si fue violada”, y el médico replicó: “Entonces, chiquilla, lo vas a perder”. Fue la confirmación de que estaba embarazada (El País, 01/12/1986, España, CREA).
(14)
Aparte de esas treinta y dos páginas en el hospital, no habíamos escrito nada. Pero hay un proceso que se llama incubación inconsciente. Funciona así: usted quiere decirle a su novia que, a su modesto entender, el mejor actor de la historia es... ése... ¿Cómo es? Ése, el alto... ¿John Wayne? aporta su novia. Usted la mira con compasión. “Mirá si va a ser John Wayne el mejor actor de la historia” (J. J. Campanella y F. Castets, El hijo de la novia, 2002, Argentina, CREA).
(15)
Las solicitudes concretas del astro son que se retiren las dos líneas blancas de la casaca, por un lado, y que Macri respete sus condicionamientos. “No me voy a poner la camiseta del Michigan State; yo me quiero poner la de Boca y además quiero que se respete al jugador, nada más. Tengo un sindicato, viejo, mirá si Macri me va a venir a decir lo que tengo que
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hacer”, se enojó el ex capitán del seleccionado argentino desde el gimnasio donde se entrena con vistas a poner en forma su físico (La Nueva Provincia, 27/02/1997, Argentina, CREA).
Tal como puede constatarse, a diferencia del FM evidencial (inferencial o citativo), que siempre marca que el punto de vista introducido es de algún modo tomado en consideración por el locutor —ya para asumirlo plenamente (usos prescriptivos del futuro, del tipo Serás lo que debas ser, o no serás nada), ya para asertarlo de manera modalizada (usos conjeturales, del tipo Serán las 11), ya para concederlo solamente (usos concesivos, del tipo Será muy inteligente, pero no lo parece)—, la ocurrencia del FP en los fragmentos (2), (13), (14) y (15) debe relacionarse con el hecho de que en ellos se evoca un punto de vista ajeno que el locutor rechaza de plano y del que, por lo tanto, se distancia fuertemente desde el comienzo. Así, si, análogamente al FM citativo, el empleo del FP “dislocado” también puede presentar un punto de vista evidencial citativo (i.e. que obliga a reconocer su origen en un discurso previo12), el posicionamiento enunciativo del locutor frente a ese discurso es claramente diferente: no solo no lo asume como propio, sino que ni siquiera lo considera para aceptarlo o concederlo. Su actitud, frente al discurso evocado por el FP, es de total y absoluto rechazo, por lo que el acto disentivo de desacuerdo con el interlocutor (Herrero Moreno 2002) resulta mucho más fuerte. Caracterizado como perífrasis retórica (Bauhr 1989; Sedano 1994) o como futuro replicativo (Cartagena 1999), este empleo del FP permite, tal como sostiene Cartagena (1999: 2968), “rechazar una afirmación o suposición previa mediante una pregunta retórica enfática o una exclamación”. En efecto, la enunciación del FP en enunciados exclamativos o interrogativos como los ejemplificados más arriba (i.e. de la forma ¡qué FP!, ¡cómo FP!, ¡mirá si FP!) muestra siempre un locutor que descalifica y rechaza un punto de vista evidencial, cuyo origen —mostrado por el FP— está o bien en un (segmento Además de puntos de vista evidenciales citativos, el FP puede expresar también (aunque menos frecuentemente) puntos de vista evidenciales inferenciales (cf. Vas a pensar que estoy loco, pero quiero hacerlo), caso en el que conmuta con el FM inferencial (cf. Pensarás que estoy loco, pero quiero hacerlo). Por otro lado, y asociados en general a su significado prospectivo recto, el FP puede presentar, como señala Gómez Torrego (1999: 3367-3370), valores aspectuales de inminencia o inmediatez (Vámonos, que va a llover), valores imperativos (¿Te vas a quedar quieto de una vez?), valores de amenaza o advertencia (Ya vas a ver de lo que soy capaz; Baja de ahí, que te vas a caer). También puede utilizarse para señalar enfáticamente la inoportunidad de algo (¡Vaya sitio en que fue a salirme el grano!). 12
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de un) enunciado anterior que reitera —es el caso en (2), (13) y (14)—13, o bien en un discurso al que simplemente se alude o que se evoca en la propia enunciación —es el caso en (15). Dado su carácter fuertemente refutativo, las enunciaciones con el FP citativo se comportan al modo de las negaciones metadiscursivas14. Al igual que ellas, aparecen normalmente seguidas (con menos frecuencia, precedidas) de un enunciado de rectificación, con el que el locutor se identifica y que explicita el nuevo marco de discurso que, según él, es el adecuado para la representación discursiva de la situación de la que se trata. Ese nuevo marco podrá ser, o bien el contrario del rechazado, o bien simplemente otro diferente. En este último caso, la presencia del enunciado de corrección o rectificación es obligatoria para indicar cuál es la lectura deseada. Así, en (2), Yo soy Bertoldi, el empleado constituye el nuevo marco (diferente, y no contrario) propuesto en reemplazo del descalificado por la enunciación del FP citativo (usted es el cónsul o un compañero). En (13), (14) y (15), en cambio, y dada la no explicitación del nuevo marco de discurso, es la lectura abiertamente contraria la que queda habilitada: Patricia no quiere en absoluto tener ese hijo, en (13), John Wayne no es para nada el mejor actor de la historia, en (14), y Macri no me dice lo que tengo que hacer en (15). Ahora bien, si solo el FP (y no el FM) puede desencadenar esta lectura evidencial de cita rechazada, debe tenerse en cuenta que, para que ella pueda surgir efectivamente, el FP debe inscribirse en un tipo de estructura sintáctica particular, la de las oraciones interrogativo-exclamativas enfáticas especializadas en negar cuando son afirmativas y en afirmar cuando son negativas15. En
Como bien señala Herrero Moreno (2002: 226-227), con frecuencia los actos disentivos “recogen de forma más o menos exacta lo dicho anteriormente para rechazarlo [...]; de hecho, muchas de las formas lingüísticas que realizan actos disentivos corresponden a estructuras eco, formas negativas, etc.”. 14 Si en su forma típica la negación metadiscursiva puede asumir cualquiera de los siguientes ordenamientos: No + enunciado negativo + enunciado de rectificación; No + enunciado negativo; No + enunciado de rectificación o simplemente No, resulta interesante constatar que otras construcciones pueden aparecer en su reemplazo. Tal es el caso de las enunciaciones con FP que estamos analizando o de las secuencias encabezadas por los marcadores de descalificación ma qué y otra que (García Negroni 2012). 15 Tal es el caso, entre otras, de las alo-repeticiones interrogativas o preguntas ecoicas de tipo perifrástico encabezadas por cómo (Cómo/haber de + infinitivo; Cómo/ir a + infinitivo) y “cuya interpretación lleva siempre una polaridad opuesta a la forma sintáctica que despliegan” (Dumitrescu 1998: 291). 13
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ausencia de estas estructuras, la enunciación del FP debe estar acompañada de ciertos marcadores discursivos especializados en la descalificación de discursos previos o, en su defecto, aparecer asociada a una entonación irónica que permita marcar el rechazo por parte del locutor del punto de vista evidencial introducido. Recordemos aquí que, tal como afirma Sedano (2005), la enunciación del FP se relaciona en general con actitudes asertivas y de fuerte involucramiento y compromiso del locutor respecto del punto de vista expresado. Dicho de otro modo, para que la interpretación descalificadora del marco de discurso previo se haga efectiva en (2), (13), (14) y (15), resultan necesarias, además del FP —cf. la imposibilidad de (2a), (13a), (14a) y (15a)—, las estructuras interrogativas o exclamativas enfáticas o, en su defecto, una entonación irónica para marcar el claro distanciamiento del locutor respecto del punto de vista introducido. Sin ellas, en efecto, la lectura de cita rechazada quedaría anulada —cf. (2b), (13b), (14b) y (15b)—, el punto de vista expresado con el FP se presentaría como asumido por el locutor y el enunciado resultaría incoherente o difícilmente interpretable: (2) (2a) (2b)
—¿Es el cónsul o es un compañero? — *No, qué seré/soy era cónsul... Yo soy Bertoldi, el empleado. — *No, voy a ser cónsul... Yo soy Bertoldi, el empleado.
(13a)
*
Delante de una gendarme, un médico le hizo un examen ginecológico y le preguntó a Patricia si quería tener el hijo. La gendarme contestó: “Doctor, cómo querrá/quiere/quería tenerlo si fue violada”. (13b) *Delante de una gendarme, un médico le hizo un examen ginecológico y le preguntó a Patricia si quería tener el hijo. La gendarme contestó: “Doctor, va a querer tenerlo si fue violada”.
(14a) ... *usted quiere decirle a su novia que, a su modesto entender, el mejor actor de la historia es... ése... ¿Cómo es? Ése, el alto... ¿John Wayne? aporta su novia. Usted la mira con compasión. “Mirá si será/es/era John Wayne el mejor actor de la historia.” (14b) ... *usted quiere decirle a su novia que, a su modesto entender, el mejor actor de la historia es... ése... ¿Cómo es? Ése, el alto... ¿John Wayne? aporta su novia. Usted la mira con compasión. “Va a ser John Wayne el mejor actor de la historia.” (15a)
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“No me voy a poner la camiseta del Michigan State; yo me quiero poner la de Boca y además quiero que se respete al jugador, nada más. Tengo un
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sindicato, viejo, mirá si Macri me dirá/dice/decía lo que tengo que hacer”, se enojó el ex capitán del seleccionado argentino. (15b) *“No me voy a poner la camiseta del Michigan State; yo me quiero poner la de Boca y además quiero que se respete al jugador, nada más. Tengo un sindicato, viejo, “Macri me va a decir lo que tengo que hacer”, se enojó el ex capitán del seleccionado argentino16.
De modo análogo, en (16), (17) y (18) las instrucciones semántico-pragmáticas de los marcadores de descalificación (i.e. especializados en la descalificación de puntos de vista presentados como procedentes de fuentes citadas o evocadas en la enunciación que los contiene) del tipo de ma qué, y todo y minga17 se suman a las del FP citativo para desencadenar la lectura de rechazo del marco de discurso previo18: (16)
Ma qué va a estar viendo jugadores! Está calculando los billetes que les va a chorear a los turcos estos. (Comentario de Pepe a la nota periodística “Veo, veo, ¿qué ves?”, en cuya bajada se afirma: “Maradona estuvo en la cancha viendo a los jugadores que va a dirigir”, Olé.com.ar, 05/06/2011).
(17)
Seee. va a pagar y todo 1,4 millones de euros jajajajaja eso sí que es graciosooo... que cerradura forzo? que puerta violo... ?? o acaso no utilizo programas que están libres en la red que todo el mundo usa, no seamos hipócritas que tire la 1º piedra el que esté libre de pecado, pero claro vivimos en un mundo de apariencias y eso me hace pensar que hasta la RIAA la pudo contratar para que sea víctima y dar ejemplo a todo el rebaño... saludos amigos. (Comentario de Dartvader del 30/06/2009 a la nota “Un pirata de EEUU pagará 1,4 millones por descargar ilegalmente 24 canciones”; Lawebdelprogramador.com, 22/6/2009, ).
Acompañados de una entonación irónica, (14b) y (15b) son, por supuesto, totalmente posibles. Sin la presencia del enunciador correspondiente a esa figura tonal, (14b) y (15b) no contienen instrucciones para que el FP no sea interpretado en su valor “recto” y, por lo tanto, como la expresión de un fuerte involucramiento enunciativo del locutor con el punto de vista expresado a través de él. 17 Se trata de tres marcadores evidenciales propios del español rioplatense especializados en la descalificación de discursos previos. 18 Como en el caso de (2), (13), (14) y (15), en ausencia de estos marcadores de descalificación, resultaría necesaria una entonación irónica para habilitar una lectura descalificadora semejante. 16
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Alfredo De Angelis: “Minga nos van a poner de rodillas” (Infobae.com, 14/09/2013, ).
Tanto en (16) y (17), en los que se impugna de manera vigorosa la caracterización de la situación propuesta por la enunciación periodística que se comenta, como en (18), en el que se rechaza enfáticamente el punto de vista puesto en escena por la enunciación interrogativa del interlocutor, la enunciación del FP, reforzada por el marcador de descalificación, muestra la puesta en escena de puntos de vista evidenciales —cuyo origen debe hallarse en la nota periodística o en la pregunta del entrevistador— que el locutor retoma solo para rechazarlos en su enunciación actual. 5. Conclusiones Conmutables solo en algunos contextos, el FM y el FP conllevan significados diferenciados que hacen que los valores de uno no siempre puedan ser asumidos por los del otro. En este trabajo, el foco estuvo puesto en uno de esos casos de sustitución imposible, el de los empleos “dislocados” del FM y del FP que permiten el desarrollo de significados evidenciales citativos. A la luz del enfoque no referencialista de la significación y no unicista del sujeto planteado por la teoría polifónica de la enunciación, propuse en primer lugar una caracterización del “significado evidencial” como la representación que el enunciado da del origen del punto de vista sobre el que se funda la enunciación global y respecto del cual el locutor muestra distintas actitudes. En ese marco, y mediante el análisis de un cuerpo de datos reales, busqué aportar evidencias acerca de que, mostrado y no dicho en la enunciación actual, el origen de los puntos de vista evidenciales vehiculados por el FM y el FP “dislocados” no siempre queda representado bajo la forma de indicios o de razonamientos sobre los que se basaría el sujeto, como en general se afirma: la fuente del punto de vista sobre el que el locutor funda su enunciación también puede encontrarse en discursos ajenos previos. Así, si las instrucciones polifónicas asociadas a los usos “rectos” del FM y del FP obligan a interpretar el punto de vista expresado como asumido por el locutor, las relacionadas con los usos “dislocados” exigen localizar el origen de dicho punto de vista en un indicio o en una palabra ajena e identificar la actitud del locutor frente a él. En lo que concierne a los usos evidenciales
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citativos aquí analizados, fue posible determinar que la ocurrencia de uno u otro tiempo se relaciona con posicionamientos enunciativos diferenciados por parte del sujeto de la enunciación. En efecto, en su empleo evidencial citativo, uno y otro tiempo configuran escenas enunciativas claramente distintas: mientras que la mostrada por el FM es la de un locutor que concede un discurso previo o atribuido anticipadamente al otro, la surgida por la ocurrencia del FP es la de un sujeto que descalifica y rechaza, al modo de la negación metadiscursiva, ya un enunciado efectivamente pronunciado por otro(s), ya un discurso al que simplemente se alude o que se evoca en la propia enunciación. Referencias bibliográficas AIKHENVALD, Alexandra (2004): Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. BAUHR, Gerhard (1989): El futuro en “-ré” e “ir a + infinitivo” en el español peninsular moderno. Gotemburgo: Acta Universitatis Gothoburgensis. BERMÚDEZ, Fernando (2004): “La categoría evidencial del castellano: metonimia y elevación de sujeto”, Boletín de Lingüística, 22, 3-31. BERMÚDEZ, Fernando (2005): “Los tiempos verbales como marcadores evidenciales: el caso del pretérito perfecto compuesto”, Estudios Filológicos, 40, 165-188. CARTAGENA, Nelson (1999): “Los tiempos compuestos”, en I. Bosque y V. Demonte (dirs.), Gramática descriptiva de la lengua española. Madrid: Espasa, vol. II, 29352976. CHAFE, Wallace (1986): “Evidentiality in English Conversation and Academic Writing”, en W. Chafe y J. Nichols (eds.), Evidentiality. The Linguistic Coding of Epistemology. Norwood, NJ: Ablex, 261-272. CORNILLIE, Bert (2007): Evidentiality and Epistemic Modality in Spanish (Semi-) Auxiliaries. A Cognitive-Functional Approach. Berlín/Nueva York: De Gruyter Mouton. CREA = REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Corpus de referencia del español actual. Disponible en línea: . DUCROT, Oswald (1984): Le dire et le dit. París: Minuit. DUCROT, Oswald (2004): “Sentido y argumentación”, en E. Arnoux y M. M. García Negroni (eds.), Homenaje a Oswald Ducrot. Buenos Aires: Eudeba, 359-370. DUMITRESCU, Domniţa (1998): “Subordinación y recursividad en la conversación: las secuencias integradas por intercambios ecoicos”, en H. Haverkate, G. Mulder y C. Fraile Maldonado (eds.), La pragmática lingüística del español. Recientes desarrollos. Ámsterdam: Rodopi, 277-314. ESCANDELL VIDAL, María Victoria (2010): “Futuro y evidencialidad”, Anuario de Lingüística Hispánica, 26, 9-34.
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EVIDENCIALIDAD EN EL PRETÉRITO PERFECTO COMPUESTO DEL ESPAÑOL: REVISIÓN Y PROPUESTA* SUSANA AZPIAZU Universidad de Salamanca
1. La “evidencialidad” estratégica del español. Evidencialidad y modalidad 1.1. En los estudios recientes sobre evidencialidad no existe unanimidad sobre la naturaleza lingüística de esta noción. Entendida genéricamente como la referencia a la fuente de información en el discurso, y señalada por primera vez por Boas en lenguas amerindias como el kwakiutl (por ejemplo, en 1947: 245, sin mencionar expresamente el concepto), las posturas se dividen entre los que opinan que la evidencialidad es una categoría gramatical que se codifica morfológicamente de una manera precisa solo en algunas lenguas del mundo (perspectiva semasiológica del término) y los que opinan que la evidencialidad es una noción semántica disponible universalmente para cada lengua que puede expresarse de muy diversas formas en cada una (perspectiva onomasiológica)1. Como puede suponerse, la primera postura implica entender la evidencialidad en sentido estricto, como un dispositivo gramatical muy concreto en lenguas también determinadas, generalmente no indoeuropeas, y cuya aparición es prescriptiva para la formación de enunciados gramaticales (Aikhenvald 2004). La segunda implica una concepción amplia o laxa del concepto, según la cual la evidencialidad es un noema, una categoría semántica no siempre gramaticalizada, pero susceptible de expresarse léxica o discursivamente en cualquier lengua del mundo (Chafe 1986; Plungian 2001). Los defensores de la primera postura, entre los que nos incluimos, prefieren hablar de “estrategias de evidencialidad” para referirse a la expresión léxica o * Este trabajo se inserta dentro del proyecto de investigación “Estudio sobre la variación ‘antepresente por pretérito’ en contextos aorísticos en el habla coloquial de la región de Salamanca en comparación con otras zonas hispanas” (FFI2010-19881), financiado por el MICINN. 1 Tomamos de Bermúdez (2005: 33-35) los adjetivos “semasiológico” y “onomasiológico” para referirnos a cada una de estas posturas. Cf. el estudio introductorio de este volumen para las concepciones sobre la evidencialidad.
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pragmática de nociones evidenciales no gramaticalizadas, y distinguirlas de los “sistemas de evidencialidad” propios de las lenguas donde la evidencialidad sí es una categoría gramatical (Aikhenvald 2004: 11). Allí donde la evidencialidad es una estrategia y no una categoría gramatical, su presencia en los enunciados es, sobre todo, contextual y muchas veces imprevisible, mientras que en las lenguas donde la evidencialidad forma parte del sistema no se puede prescindir de ella sin incurrir en agramaticalidad del enunciado. 1.2. La lengua española, como las lenguas indoeuropeas en general, carece de evidencialidad gramaticalizada, así que en ella esta categoría no siempre se manifiesta en el discurso, y cuando lo hace es bajo la forma de estrategias léxicas y pragmáticas y en íntima conexión con la modalidad epistémica (Marcos Sánchez 2004). En efecto, una de las características de la evidencialidad en sentido amplio u onomasiológico es la dificultad de separarla de la modalidad2. Para Palmer (1986), la evidencialidad es una noción subsumible dentro de la más amplia de modalidad epistémica, en cuanto que la función de las estrategias evidenciales es “to provide an indication of the degree of commitment of the speaker” respecto al enunciado (Palmer 1986: 54). Friedman (1986: 168-169) considera que la evidencialidad es un significado implicado en, y por lo tanto, derivado de la actitud del hablante, no inherente a las formas gramaticales, sino resultante de su uso en un contexto determinado. Para Chafe (1986: 262-263), sin embargo, la noción de evidencialidad incluye la de modalidad: se refiere a una “actitud respecto al conocimiento”, que abarca la fuente de información pero también el modo de conocimiento, e, incluso, el grado de veracidad del enunciado y de adecuación de lo expresado con lo esperado. Algunos autores (De Haan 1999; Bermúdez 2005; Cornillie 2007) consideran que, también en las lenguas sin evidencialidad gramaticalizada, evidencialidad y modalidad epistémica son categorías independientes. Para Bermúdez la segunda es una categoría semánticamente estable y “monológica”, es decir, es el hablante solo quien la crea en el enunciado, mientras que la primera es una categoría deíctica y “perspectivizadora”, donde el oyente contribuye con su interpretación a la construcción (o “inter-construcción”, como la denomina Bermúdez) del significado (2005: 28). En nuestra opinión, esta oposición no las hace necesariamente independientes; solo es la expresión del carácter intrínsecamente pragmático de la evidencialidad frente al más sistemático de la modalidad en español. Si, como afirma De Haan (1999: 11), la evidencialidad 2
Cf. también sobre esto el estudio introductorio del presente volumen.
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surge en el discurso como “implicatura conversacional” en ciertas estructuras marcadas por la actitud del hablante respecto a la veracidad del contenido de su enunciado, es un producto modal (Friedman 1986: 185). En el presente trabajo trataremos de analizar en qué consiste la “estrategia evidencial” en una de las formas del verbo donde más se la ha buscado, el pretérito perfecto compuesto (PPC). Nos basaremos para ello en el trabajo de Bermúdez (2005), autor que defiende que la evidencialidad es una categoría básica de todas las formas verbales en español, y cuyas ideas han encontrado bastante eco en los últimos estudios sobre el uso de las formas compuestas en esta lengua, sobre todo en las variedades americanas (véanse Henderson 2010; Blestel 2014 o Rodrigues Parrinha 2014). Trataremos de evaluar el grado de adecuación de esta hipótesis a los datos, para resolver finalmente su pertinencia como teoría capaz de dar cuenta de las funciones del PPC en español (§§2 y 3). Postularemos que, en cuanto que “estrategia”, la evidencialidad surge como explicación semántica del PPC cuando este cubre funciones al margen de la norma tempo-aspectual3 (§4), de modo que su rendimiento explicativo queda reducido a los casos “anómalos”. 2. Evidencialidad del PPC resultativo en español 2.1. Una de las “estrategias evidenciales” más estudiadas en las lenguas sin evidencialidad primaria (turco, búlgaro, macedonio, georgiano, persa moderno, etc.) parte de la lectura resultativa de las formas verbales de Perfecto4 (Friedman 1986; Bybee y otros 1994: 95-97; De Haan 1999: 20-21; Lindstedt 2000: 374-378; Aikhenvald 2004: 112 y ss.). La idea es que el énfasis en el resultado de un evento puede interpretarse como una evidencia indirecta de la realización misma del evento. En su estudio sobre el español rioplatense, Bermúdez (2005: 37) explica (1) como un contenido inferido a partir del resultado, es decir, del hecho de que el tren no está en la estación a las 5.02 y hay ciertos indicios que sugieren que acaba de partir: (1)
El tren ha salido a las 5.
En una lengua como el español, y en una forma tan variable como el PPC, debemos entender la “norma” en un sentido muy amplio, como los valores más frecuentes en cada una de las variedades del diasistema (para una revisión global, véase Cartagena 1999: 2945-2948). 4 Empleamos las mayúsculas para referirnos al contenido aspectual y distinguirlo así del nombre de la forma verbal. 3
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Según Bermúdez, el resultado se convierte en la única vía de acceso a una realidad que no se conoce de primera mano. Así, para este autor, el significado básico del PPC resultativo sería “a partir de la evidencia a la que tengo alcance, afirmo/concluyo que X” (2005: 183)5. En realidad, no solo el PPC resultativo evoca la lectura evidencial, sino que, por extensión, lo hacen también las demás lecturas que Bermúdez asigna al PPC rioplatense: iterativo (donde el conocimiento se toma de la propia memoria del hablante), admirativo6 y de adhesión (Bermúdez 2005: 52 y 185-189)7. De este modo, afirma, se puede dar cuenta de manera más adecuada de la mayoría de los usos del PPC en el español rioplatense y, entre otras cosas, desmentir la idea de que esta es una forma en decadencia en esta variedad (Bermúdez 2005: 189). Para este autor la lectura evidencial del PPC, y en general de todas las formas temporales del verbo, es anterior y original a la tempo-aspectual, que solo derivaría de ella. No sería, por tanto, necesario acudir a la temporalidad para definir los valores del PPC en español si estos se definen más convenientemente en términos de evidencialidad/modalidad: [...] los tiempos verbales (en castellano, pero en general en toda lengua) no poseen la función esencial de expresar tiempo, sino que la deixis temporal surge, a lo sumo, como una inferencia o una consecuencia de una función más básica. La propuesta concreta es que los tiempos verbales en castellano son en realidad formas lingüísticas de significado modal y/o evidencial, y no temporal (Bermúdez 2005: 175).
2.2. La postura antitemporalista de Bermúdez tropieza con serios obstáculos para poder ser aceptada. Entre otros, ignora que el carácter resultativo y, Sobre la relación entre resultado y evidencia, véase NGLE (2009: 1734). El alcance de esta conexión queda, sin embargo, algo confuso en esta gramática. 6 La “admiratividad” o “miratividad” del PPC ha sido puesta de manifiesto por varios autores (Bustamante 1991; Henderson 2005; Bermúdez 2005; NGLE 2009: 1735 §23.8o). Esta noción, bien estudiada por DeLancey (1997), se asocia a la evidencialidad indirecta cuando esta se manifiesta en contra de las expectativas del propio hablante. Tradicionalmente, un valor similar se ha vinculado a algunos usos del pretérito pluscuamperfecto de indicativo (Kany 1947; Moliner 2007: 3220-3221; Escobar 1994; NGLE 2009: 1789, §23.16h; Blestel 2014). 7 Los valores del PPC que analiza Bermúdez no se ajustan a las clasificaciones aspectuales al uso sobre el PPC español (Alarcos Llorach 1978 [1947]; NGLE 2009), ni tampoco al modelo de Comrie (1976). Se restringen a las interpretaciones que él detecta específicamente en el español rioplatense, donde, como vemos, se mezcla sin mucha discriminación lo aspectual con lo modal. 5
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por extensión, todos los valores aspectuales del PPC derivan directamente de la gramaticalización de dos vectores de temporalidad que se encuentran indeleblemente marcados en la morfología verbal de esta forma: [+ simultaneidad], en el auxiliar, y [+ anterioridad], en el participio. Esta capacidad para aunar a la vez ambos vectores temporales, es decir, para funcionar como un antepresente (Bello 1981 [1847]), una forma de “anterioridad dentro de lo simultáneo al origen” (Rojo 1974: 105), o un pre-presente (Veiga 2013 y 2014)8, es lo que explica las distintas lecturas aspectuales (resultativa, continuativa, experiencial, hot news, etc.), que dependen de factores como el aspecto léxico del verbo, la presencia o no de ciertos complementos temporales, la relación temporal entre el evento y el momento elocutivo, etc.9. De modo similar, cualquier interpretación modal de esta forma debe estar también fundamentada en esta misma interacción vectorial. Retomando (1), para que ha salido tenga una interpretación evidencial es necesario vincular inferencialmente un estado de cosas presente (“el tren no está en el andén”) con un estado de cosas pasado (“el tren salió”), es decir, es preciso activar la doble vectorialidad temporal de la forma. La temporalidad sí es entonces el significado básico del verbo, pues es la condición necesaria para cualquier otra interpretación de la forma, aspectual, modal o evidencial (cf. Woodbury 1986). 2.3. Otro problema de la propuesta de Bermúdez es que coloca la “resultatividad” del predicado en el centro de la lectura evidencial. En realidad, aunque ciertamente el PPC tiene su origen en una perífrasis aspectual resultativa, resulta complicado mantener que este sigue siendo el valor básico de la forma. Aun admitiendo con Schwenter y Torres Cacoullos (2008) la “persistencia” de ciertos valores resultativos en algunas ocurrencias del PPC, lo cierto es que estos ni son sistemáticos ni son siempre predominantes en esta forma. En el uso actual del PPC en español la lectura resultativa no es inherente a la propia
Recordemos que Rojo (1974) y Rojo y Veiga (1999) conceptualizan esta idea en el esquema (OoV)-V. Recientemente, Veiga (2013 y 2014) lo ha reformulado como Oo(V-V), fórmula que hace hincapié en el vínculo indisoluble entre el vector de anterioridad y el de simultaneidad. 9 Esto no contradice la dirección evolutiva de los procesos de gramaticalización tal y como se describen en Fleischman (1993) o en Bybee y otros (1994), y en concreto para el PPC, en Harris (1982) y Squartini y Bertinetto (2000), es decir, con origen en el contenido aspectual y desarrollo hacia un contenido más claramente temporal. Lo que defendemos es que en español este proceso ha culminado en una forma temporal cuyas diversas lecturas aspectuales son ahora contextuales. 8
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expresión, sino que es siempre una inferencia condicionada por el aspecto léxico del verbo (generalmente, logros o actividades que implican un cambio de estado) y que igualmente podría no darse. Para (1), por ejemplo, hay varias posibles interpretaciones: una es la afirmación de un estado de cosas presente (“el tren no está”) a partir de la constatación de un hecho del pasado (“el tren ha salido”), con o sin lectura evidencial adicional (resultado); pero otra es la mera constatación de un evento del pasado vinculado de algún modo con el presente (anterioridad). Las posibilidades de este vínculo son varias: evento hodiernal (“Hoy/hace un rato ha salido el tren”), “presente ampliado” (“En algún momento temporal que considero no finalizado ha salido el tren”) o, incluso, evento susceptible de repetición en un tiempo de contornos indefinidos que puede ampliarse hasta el presente (Schwenter y Torres Cacoullos 2008; Rodríguez Louro 2009; Henderson 2010: “El tren siempre ha salido a las 5”). Lo que todas estas lecturas tienen en común es que están condicionadas contextualmente y que en todas ellas actúan con diversa intensidad los dos vectores temporales, pero no hay nada en la forma misma que nos ayude a decidir cuál debe prevalecer. De hecho, la práctica empírica del estudio pone de manifiesto una y otra vez las dificultades reales de optar por una u otra interpretación (cf. Azpiazu 2012b). De este modo, el propio concepto de “resultado” sobre el que Bermúdez fundamenta su propuesta es difuso y se confunde enseguida con el de “anterioridad” o con otros valores asociados típicamente al Perfecto. Para Thibault (2000), lo resultativo es un valor semántico contingente no necesariamente asociado al tiempo verbal. Afirma este autor que “cualquier acontecimiento pasado puede tener consecuencias en el momento de la enunciación” (Thibault 2000: 168), y, de hecho, nada impide que el PPS presente este mismo valor en ciertos contextos. Thibault encuentra numerosos casos en su corpus de textos del español preclásico10, pero no es difícil tampoco encontrarlos en español actual, especialmente en la variedad que estudia Bermúdez (2005): según Rodríguez Louro (2009: 118) y Henderson (2010: 122-123), en el español rioplatense el PPS es la forma más frecuente en contextos informales para la expresión del valor resultativo, incluso junto a ya y todavía (Ya se enteró todo el mundo de mis amores; Creo que no llegaron todavía).
10 Por ejemplo, en esta cita de La Celestina: “Quedaos a Dios, que voime solo [sic] porque me hazés dentera con vuestro besar y retoçar. Que aun el sabor en las enzías me quedó; no le perdí con las muelas” (Thibault 2000: 168).
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Siendo esto así, habría que admitir que la forma simple es también una forma plenamente evidencial, más incluso que la forma compuesta en ciertas variedades. De hecho, no está claro qué impide en (2) una lectura evidencial indirecta similar a la de (1), en contra de la opinión de Bermúdez: (2)
En el caso de Corrientes pasó algo análogo, o más grave aún, si se tiene en cuenta que ni si quiera hubo un pronunciamiento de la Asamblea Legislativa (Bermúdez 2005: 182).
La evidencialidad no cabe buscarla, entonces, en el carácter resultativo del PPC, que es débil, contextual y a su vez interpretativo, sino en el discurso, que es donde se encuentra realmente. De hecho, los ejemplos más claros de evidencialidad del PPC que presenta Bermúdez son aquellos en los que junto al verbo hay alguna expresión sintáctica o léxica explícitamente evidencial (por ejemplo, verbos de actividad mental): (3)
(Comparando dos planillas en las que hay datos que faltan) A: Mirá. Acá está, y acá no está. B: ¿Y eso qué significa? A: Que se me ha pasado, B, no sé (Bermúdez 2005: 181).
(4)
A: Sí, pero una de las materias de de la de primer año no sé si han cambiado los planes, pero en primer año está Cartografía y están todos los relevamientos topográficos. B: ¿En primer año? ¿No es este... demasiado para primer año eso? A: Primero y segundo año teníamos Cartografía, pero creo que no han variado (Bermúdez 2005: 181).
Lo mismo podría afirmarse de los distintos tipos de PPC que explica Bermúdez a partir de su concepción amplia de la evidencialidad: en ellos la lectura evidencial se fundamenta exclusivamente en condiciones pragmáticas y discursivas que no es posible interpretar sobre el papel, pero no se destaca su significado más inherente, o lo que Silva-Corvalán (1995) denomina el “significado invariante” de la forma, el que es constante en todas sus ocurrencias. El significado invariante del PPC es su doble vectorialidad temporal y la idea aspectual genérica de vinculación entre ambos vectores. Frente a él, el significado “contextualizado”, que se activa en la interacción de todos los factores (morfosintácticos, semánticos, prosódicos, pragmáticos) que configuran su contexto de uso (Silva-Corvalán 1995: 73), es la concreción de ese significado
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aspectual y, eventualmente, la presencia adicional de significado modal o evidencial. A diferencia del aspectual, el significado modal no es constante ni está dado en la propia configuración formal del verbo, sino que precisa de ciertos inductores pragmáticos o léxicos para aparecer, del tipo visto en (3) y (4) (o de otro tipo, como se verá en §4). 2.4. Por otro lado, podría aducirse que el enfoque evidencialista de Bermúdez (2005) obligaría a excluir de cualquier estudio las ocurrencias de PPC en primera persona, pues, siguiendo hasta el extremo esta postura, sería difícil argumentar la naturaleza inferida o de segunda mano de una información que ha sido aportada por el mismo agente o experimentador del evento. No es casualidad, de hecho, que en prácticamente todos los ejemplos de PPC evidencial que propone Bermúdez (2005) las formas verbales estén en tercera persona. Los pocos ejemplos en primera persona son casos, cuando menos, de evidencialidad dudosa, donde o bien es la memoria del hablante la fuente “indirecta” de su conocimiento (PPC iterativo) o no hay tal evidencialidad del PPC: (5)
Y algunas veces que he tenido que hacer así, por ejemplo, en mi profesión cada vez que me he puesto a resolver un pleito muy difícil, en el que necesito estudiar mucho, he superado le diría bastante bien, la prueba (Bermúdez 2005: 129-130).
Repárese en que lo evidencial de he superado la prueba no está en el acto en sí, que se presenta como información de primera mano, sino en la forma en la que se ha superado (bastante bien), y viene inducido por el segmento subrayado. En definitiva, al no poder incorporar satisfactoriamente las secuencias en primera persona en su hipótesis, la propuesta de Bermúdez resulta menos explicativa y menos “rentable”, por tanto, en términos científicos que la hipótesis clásica tempo-aspectual. 2.5. Finalmente, cabe preguntarse si el modelo de Bermúdez (2005) puede traspasar los límites estrechos de la variedad rioplatense. Como fórmula para explicar los escasos ejemplos de PPC en esta variedad, donde la forma compuesta es un tiempo en clara regresión funcional11, podría tal vez tomarse en cierta consideración. De hecho, la misma percepción del PPC rioplatense 11 Los trabajos fundamentados en datos empíricos más amplios coinciden en señalar que, en términos globales, el PPC es una forma en desuso en el sistema de anterioridad temporal del español rioplatense, no solo porque apenas ha ganado terreno respecto al PPS, sino porque, incluso, parece ir cediéndole parte del aspecto perfecto que le era ya propio en la lengua
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como una “anomalía” del sistema temporal de esta variedad es lo que ha motivado recientemente que muchos otros autores, además de Bermúdez, busquen para esta forma explicaciones alternativas al margen de la temporalidad y el aspecto (García Negroni 1999; Burgos 2004; Henderson 2010; Rodrigues Parrinha 2014; Soto 2014, etc.). Básicamente, todos estos acercamientos se caracterizan por poner en primer plano la presencia del hablante en el discurso y por manejar el concepto de “subjetivización” en términos más o menos langackereanos, asociado a su vez al de evidencialidad o al de modalidad en sentido amplio. Más adelante explicaremos con algo más de detalle el alcance del concepto de “subjetivización” en los usos del PPC en español (véase §4.2) En cualquier caso, aunque la lectura resultativa-evidencial del PPC no se excluye en otras variedades de la lengua12, no parece una explicación tan pertinente allí donde sí es una forma funcionalmente rentable del paradigma temporal (por ejemplo, en español europeo) y se encuentra sólidamente asentada como forma de anterioridad en contraste con la forma simple. Lo que cabe preguntarse es si no hay acaso otras vías de acceso al contenido evidencial por medio del PPC, aparte de la que propone Bermúdez. En lo que sigue comentaremos dos casos de posible lectura evidencial sin base aspectual resultativa en sendas variedades del español: el de la variedad andina en contacto con el quechua (§3) y el de los usos aorísticos del PPC en hablas centropeninsulares (§4). 3. Evidencialidad del PPC en español andino 3.1. En ciertas hablas de Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina el PPC presenta usos que no se encuentran en otras variedades de la lengua y para los que se ha esbozado una explicación evidencialista (Bustamante 1991; Escobar 1997; NGLE 2009: 1734). Se trata de un uso muy localizado que se ha tratado de explicar precisamente a partir del contacto del español con la familia
preclásica, es decir, antes de su llegada a América (Donni de Mirande 1967; Kubarth 1992; Burgos 2004; Rodríguez Louro 2009). 12 En principio, con las mismas condiciones contextuales. En el Corpus de habla culta de Salamanca (Fernández Juncal 2005: 150), la lectura evidencial se asocia inequívocamente al fragmento subrayado más que al PPC: Tengo mis dudas porque, cuando se hacen unas transferencias, eh, hay que hacerlas en buenas condiciones, y a mí me da la impresión de que no se han negociado bien.
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lingüística quechua, donde la evidencialidad sí es una categoría gramaticalizada. Bustamante (1991) señala algunos casos, que ella considera modales e innovadores en el PPC, propios del español quiteño y de otras zonas andinas. Casi todos ellos tienen que ver con el grado de conocimiento de los eventos: bien porque el hablante no los ha presenciado y tiene, por tanto, solo información de segunda mano (6), bien porque son eventos que cree que su interlocutor desconoce (7) o por ser ideas referidas por terceros y con las que el interlocutor no está de acuerdo o no esperaba (8): (6)
... que es digo “que les voy a dar una buena noticia” le decimos qué y que ha sido que le mandaron despidiendo... (Bustamante 1991: 209).
(7)
... entonces el monumento de Artigas ¿no? que ha estado ahí... (Bustamante 1991: 216).
(8)
¿y el hijo de la señora Anita no ha estado aquí? (Bustamante 1991: 216).
Lo peculiar de estos ejemplos es que el PPC no entra en ellos en competencia con el PPS, sino con el presente de indicativo. En efecto, las paráfrasis que se proponen de estas y otras construcciones no apuntan hacia la narración de eventos del pasado sino a hechos presentes: en (6), es que le mandaron despidiendo; en (7), el monumento que está ahí; en (8), ¿el hijo de la señora Anita no está aquí? Como se aprecia, en estas expresiones el vector temporal de anterioridad del PPC parece diluirse a favor de un vector modal que el hablante emplea para no involucrarse demasiado con la veracidad de sus afirmaciones ante el interlocutor, pero que en cada caso adopta matices semánticos diferentes. En todos estos casos podrían apreciarse matices evidenciales si consideramos, como hace (más o menos) Bustamante, que el PPC sirve para indicar que no hay una relación directa entre el evento y el acceso a él por parte del hablante, pero no es una evidencialidad igual a la propuesta por Bermúdez (2005) para el español rioplatense: perdido el vector de anterioridad, no es fácil explicar estos casos desde el significado temporal “invariante” de la forma compuesta, ni hay paralelos claros en otras variedades de la lengua. Además de a la propia evolución interna de la variedad andina, Bustamante (1991) recurre como explicación de estos fenómenos a la influencia lingüística de las lenguas quechua, lenguas donde la evidencialidad sí es una categoría gramaticalizada y, por lo tanto, obligatoria. Estas lenguas presentan un sistema
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de tres opciones (Aikhenvald 2004: 159; Weber 1986): evidencia visual o experiencial directa (mediante el sufijo verbal -mi), evidencia de segunda mano (o reportada; sufijo -shi) y evidencia inferida (sufijo -chi)13. Esta última se describe en Weber (1986: 138) como expresión de una conjetura, pero con cuya veracidad el hablante no quiere comprometerse. Habría, por tanto, según Bustamante, una base de evidencialidad gramatical en el sustrato lingüístico del español de Quito a partir de la cual se podrían explicar muchos de estos usos anómalos del PPC. Esta influencia se extendería igualmente al sistema verbal del español de La Paz, donde el pluscuamperfecto sufre un fenómeno parecido (Bustamante 1991: 224-225). 3.2. Bustamante no justifica empíricamente esta influencia del quechua sobre el español ecuatoriano, algo que sí hace, sin embargo, Escobar (1994) para el español peruano. Afirma esta autora que los hablantes bilingües de Perú sienten la necesidad, al hablar en español, de trasladar a esta lengua las categorías de modalidad y evidencialidad que en quechua son obligatorias e importantes para la comunicación (Escobar 1994: 39). Estas categorías se reflejan en el peculiar uso que hacen del pretérito pluscuamperfecto, el futuro o el presente de subjuntivo, pero también del PPC (Escobar 1997). En el caso de esta última forma, Escobar introduce un nuevo factor semántico, muy relevante en quechua en el acto comunicativo: el “espacio” (Escobar 1997: 867). Según esta autora, los hablantes bilingües peruanos introducen nociones espaciales cuando emplean el PPC en su discurso: frente a la simple, la forma compuesta se emplearía para narrar eventos del pasado relevantes para el presente, pero solo si estos eventos sucedieron en el mismo lugar en el que se encuentra el hablante en el momento del habla. La forma simple, por su parte, se emplearía para eventos sin relevancia en el presente o para eventos sucedidos en otro lugar diferente al lugar del habla (repárese en los adverbios de lugar subrayados asociados a cada una de las formas): (9)
ahí me casé allá ahí me ha traído acá (Escobar 1997: 863).
Ahora bien, en ocasiones el PPC se emplea también en esta variedad para referirse a eventos que no han sucedido en el mismo lugar desde el que se está hablando: en tales casos, afirma Escobar, el PPC funciona como un evidencial,
Escobar (1994) incluye también en quechua la expresión de probabilidad como valor evidencial. Para Aikhenvald esto no sería evidencialidad sino solo modalidad epistémica. 13
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pero no en el sentido que proponía Bermúdez (2005) ni en el descrito por Bustamante (1991) para Quito, es decir, no para la expresión de un contenido inferido o aprehendido a posteriori, sino para destacar la presencia del hablante en los hechos narrados y garantizar así su veracidad. El PPC no expresaría, entonces, evidencialidad de segunda mano, sino de primera (Escobar 1997: 867): (10)
estuve un mes no más [en mi tierra] después me regresé/me enfermé [mientras estaba allá]/mi garganta se ha cerrado y todo me ha pasado/no no se abrió mi garganta/todo enfermedad me agarró gripe todo y total amarilla m’ he vuelto (Escobar 1997: 864).
Alega la autora que los tres PPC de este fragmento responden a hechos que le sucedieron específicamente a la informante, pues los experimentó físicamente14. Lo que cabe destacar en cualquier caso es el uso combinado de formas simples y compuestas con las que el hablante narra una experiencia personal, de modo que el contraste funcional se produce con el PPS, no con el presente. A diferencia de los casos evidenciales del español quiteño vistos antes, no hay aquí pérdida ni anulación del vector original de anterioridad, sino una reinterpretación del de simultaneidad en términos modales. Como veremos a continuación, este fenómeno se da igualmente en el PPC de otras variedades del español, como la europea, lo que nos hace pensar que puede explicarse como parte del proceso interno de su evolución y no necesariamente por el contacto con lenguas de evidencialidad gramaticalizada. 4. Evidencialidad, subjetividad y deriva aorística 4.1. Deriva aorística en el PPC europeo En los trabajos variacionistas sobre el PPC en español se viene haciendo hincapié en algunos usos que parecen escapar a los modelos estándar descritos para esta forma (Howe y Schwenter 2003; Kempas 2006 y 2008; Henderson 2010; Hernández 2006 y 2010; Howe 2013, etc.). En general, se trata de casos en los que el PPC se emplea en contextos que a priori se consideran propios de 14 Obsérvese, sin embargo, que en el mismo fragmento otros eventos que implican igualmente una afección personal y física están en PPS: me enfermé, no se abrió mi garganta, me agarró gripe, lo cual resta cierta fuerza a la argumentación.
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la forma simple y que se corresponden con el aspecto Perfectivo o Aoristo: en narraciones en pasado, junto a complementos adverbiales que expresan determinación temporal, o, en general, en contextos que favorecen la interpretación de “evento del pasado sin vinculación con el presente”. En estos usos, que contrastan con los propios del Perfecto tal como se describen en Comrie (1976) o García Fernández (2000), el PPC o “ante-presente” parece haber perdido el vector de simultaneidad al origen y conservar solo el primario de anterioridad, con lo que se convierte en una forma funcionalmente equivalente al “pretérito”15. El paso del Perfecto al Perfectivo es un fenómeno descrito para muchas lenguas en conexión con el concepto evolutivo de “gramaticalización” (Bybee y otros 1994). Ha sido destacado en las formas compuestas de las lenguas románicas desde Harris (1982) y responde a lo que Squartini y Bertinetto (2000) denominan “deriva aorística” (aoristic drift) y Schwenter y Torres Cacoullos (2008), “senda del perfecto al perfectivo” (perfect-to-perfective path). En el estadio más avanzado de esta deriva aorística (consolidada en francés, rumano y dialectos italianos), el PPC puede emplearse con complementos adverbiales que, por su semántica, son en principio solo compatibles con el PPS, pues localizan los eventos en momentos del pasado desvinculados temporalmente del presente: ayer, el otro día, la semana pasada, en 2002, etc. En español europeo se han descrito casos de aoristización parcial (excluido el noroeste) donde el PPC es la forma estándar para los eventos télicos en contextos hodiernales (Alarcos Llorach 1978 [1947]; Schwenter 1994) y en hablas muy localizadas (Salamanca, Madrid); también en los prehodiernales (Serrano 1994; DeMello 1994; Kempas 2006 y 2008; Azpiazu 2012a, 2012b y 2014). Veamos un par de ejemplos de esto último: la primera cita está extraída de un programa de radio al que los oyentes llaman para expresar opiniones, quejas, comentarios, etc. La segunda pertenece a un corpus de entrevistas de Salamanca (cf. Azpiazu 2014; destacamos en este último solo los PPC de interpretación claramente aorística): (11)
Salimos ayer mi hija y yo del Corte Inglés y nos hemos encontrado un monedero tirado. Abierto, por supuesto, sin dinero, pero tenía todas las tarjetas. Entonces lo hemos entregado allí en El Corte Inglés (Hoy por hoy Salamanca, Cadena SER, 3/12/09).
15 El PPC habría pasado en estos casos, según el modelo de Rojo (1978), de (OoV)-V, es decir, de ser una forma de anterioridad dentro de lo simultáneo al origen (véase nota 8), a ser simplemente una forma de anterioridad al origen o O-V, que es la fórmula básica del PPS.
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Ah, bueno, ayer en concreto, no subí a la biblioteca. Ayer en concreto tenía que dar clases particulares, que le doy clases particulares a dos chicos, y tuve que ir hasta la Puerta Zamora, a la gasolinera; está justo detrás el edificio, la casa donde vive el chico al que le doy clases, y allí estuve una hora y media, y luego tuve que ir a Garrido, enfrente del Vialia, a dar otra hora a otro chico, y luego ya volví, pues eran las seis, las cinco y media, las seis y media cuando he salido de allí, a las siete he llegado a la biblioteca de aquí, de Filología. O sea, que poco he hecho. He llegado a las siete, hasta las ocho y media, y me he ido a casa. A cenar y... después de cenar, ¿qué he hecho? Ah, sí, ver un capítulo de Juego de Tronos, el último que han sacado [risas] un poco de relax — hay que evadirse un poco — y nada, duró cincuenta minutos, o sea que no es mucho. Y después he seguido con el TFM hasta la una o así, me he acostado (hablante de Salamanca, varón, 26 años).
Repárese en varios rasgos “peculiares” de estos fragmentos: ambos son narraciones secuenciadas en pasado (con complementos de ordenación y localización temporal: entonces, luego, después, a las siete, hasta la una, etc.) y ambas van encabezadas por el adverbio ayer: estas condiciones suelen considerarse suficientes para vetar la forma compuesta de cualquier discurso (Howe y Schwenter 2003). Además, en ambos casos la narración comienza en PPS pero sigue y finaliza en PPC, a pesar de referirse todo el tiempo a hechos localizados en un momento temporal sin relación con el presente. Así pues, podría decirse que el PPC ha perdido aquí el vector original de simultaneidad al origen propio del ante-presente y se comporta en todo como un PPS. ¿Puede hablarse entonces de consumación de la “deriva aorística”? Trataremos de responder a ello en lo que sigue. 4.2. Deriva aorística, subjetividad y evidencialidad La presencia del PPC en textos narrativos en pasado no es exclusiva del español centropeninsular. Ya vimos que Escobar (1997) y Howe (2013) lo detectaban en Perú, DeMello (1994) lo encuentra en el habla culta de Lima y La Paz y Hernández (2006 y 2013) presenta casos similares (aunque, en nuestra opinión, de interpretación dudosa) en El Salvador. Sin embargo, Howe (2013) distingue el fenómeno europeo del americano y propone dos vías de “gramaticalización” del PPC español: a) la vía de la deriva aorística propiamente, en la que la forma compuesta sufre una especie de “desgaste” de sus valores de Perfecto, lo que le permite sustituir a la forma simple, especialmente en el
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mismo día del habla, y que sería la propia del español peninsular; y b) la vía de la subjetivización, que consiste en que la forma compuesta asume nuevos matices relacionados con la propia experiencia del hablante y su participación en los hechos que narra, y ello le permite aparecer en contextos típicamente reservados a la forma simple. El autor localiza esta segunda vía en el español de Cuzco. Veíamos en §2.5 y §3.2 que la idea de “subjetivización” asociada al PPC ha sido manejada en los estudios sobre distintas variedades americanas para dar cuenta de su rendimiento funcional. Esta noción, que sin duda se relaciona también con la más tradicional de “afectividad” (Lope Blanch 1961; Westmoreland 1988; Serrano 1994; DeMello 1994; Kempas 2008), se concibe ahora en los términos cognitivistas de Langacker (1990), para quien la “subjetivización” de un enunciado tiene que ver con la perspectiva que el hablante elige para su predicación y por el lugar que se reserva a sí mismo en esa predicación. Toda elección formal que implique poner de relieve las creencias o actitudes del hablante respecto a la situación enunciada es un fenómeno “subjetivizador”. En el caso concreto que nos ocupa, esa elección formal tiene que ver con la presencia de la primera persona en el PPC narrativo16. Si bien es cierto, como afirma Soto (2014), que la subjetivización es un fenómeno complejo que no se deja reducir a una simple marca formal, no cabe duda de que la presencia explícita de la primera persona en el discurso es un indicio muy revelador de la actitud del hablante respecto al contenido de su enunciado. La subjetivización cumple una función central en los procesos de gramaticalización y cambio semántico (Langacker 1990: 16; Traugott 1995). Así, por ejemplo, el paso de perífrasis resultativa a forma de Perfecto se ha explicado a través del desarrollo y la ampliación de la noción, prototípicamente “subjetiva”, de “relevancia en el presente” (Langacker 1990; Carey 1995; Lindstedt 2000). No es extraño, por tanto, que el siguiente paso en la evolución semántica de la forma, el de su presencia en contextos narrativos de apariencia aorística, se produzca de la mano de nuevas posibilidades de “subjetivización”17. 16 La conexión del PPC con la primera y segunda persona, o “personas del diálogo”, es un fenómeno señalado ya por Thibault (2000: 141) para el español preclásico. Aunque advierte que no es posible establecer una vinculación directa entre persona y tiempo, apunta que existe la tendencia a emplear más la tercera persona cuando se habla de eventos definidos del pasado, y las otras dos cuando el evento se sitúa “vagamente” en la esfera del presente. 17 Esto supone una corrección a Lindstedt (2000: 371), para quien cuando un Perfecto puede usarse como tiempo de la narración, es que ha dejado de ser un Perfecto, con la sola posible
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Por eso, en Azpiazu (2014) defendemos que, al menos en las variedades peninsulares analizadas en nuestros trabajos, no puede hablarse propiamente de una vía de aoristización sin subjetivización, tal como pretende Howe (2013), dado que no hay tal “desgaste aspectual” del PPC en el español europeo, sino más bien un desplazamiento del concepto de “relevancia” desde un ámbito puramente aspectual hasta uno modal18. Así, la “relevancia” sigue siendo una noción vigente en el PPC peninsular en todos sus usos, incluso entendida como “vinculación de los hechos referidos con alguna realidad susceptible de ser enfocada como temporalmente ‘presente’” (Veiga 2011: 440). Ahora bien, la “realidad presente” a la que se vincula el evento es distinta cada vez: puede ser el propio evento, si este no ha concluido o si ha dejado algún rastro en el presente (Me has decepcionado); el tiempo del evento, si el evento ha concluido pero no lo ha hecho el tiempo en que cabe localizarlo (Hoy no hemos llegado tan tarde), o, incluso, el mismo hablante, en tanto que testigo, actante o experimentante de los eventos que narra, y por lo tanto, único enlace permanente entre estos y el presente. Las dos primeras posibilidades responden a la propia naturaleza tempo-aspectual del PPC, tal como se ha defendido en §2.2, y suponen anclar la relación entre los dos vectores temporales en una realidad “objetiva” (el evento y sus circunstancias); la tercera, más rara, se da cuando el anclaje se desplaza hacia una realidad “subjetiva” (el propio hablante). Entendemos, por tanto, que este proceso de modalización detectado en el español europeo es muy similar al presentado por Escobar (1997) y Howe (2013) para Perú (§3.2) y no se aleja tampoco de fenómenos paralelos descritos en otras variedades de la lengua (para Gutiérrez Araus 2001, el “efecto enfatizador” del PPC en discursos narrativos es común a todas las hablas de América). En términos evidenciales, la subjetividad que introduce el PPC en narraciones como las de (11) y (12) tiene que ver con la expresión de un conocimiento de primera mano (evidencialidad directa): el hablante ha sido el protagonista o experimentante de los hechos narrados o se encuentra especialmente interesado o afectado por ellos. Ahora bien, esta condición sola no es suficiente excepción de los usos resultativo-evidenciales de las lenguas eslavas. En nuestra opinión, esta afirmación solo sería válida en sistemas lingüísticos sin contraste PPS/PPC, pero no en sistemas con dos formas funcionales, como el español. 18 No debemos perder de vista que en ninguna variedad de la lengua el PPC supera en frecuencia al PPS en contextos narrativos, luego no conviene exagerar el alcance de la “deriva aorística”.
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ni necesaria para que se produzca la sustitución, anómala, del PPS por el PPC narrativo (cf. nota 14). En estos contextos, la evidencialidad del PPC se activa, sobre todo, porque es una forma capaz de actualizar eventos ya perdidos en el tiempo. El PPS sitúa los hechos en un momento inaccesible para los interlocutores; el PPC, por el contrario, permite recuperarlos y recrearlos en el mismo acto elocutivo. Y si pueden “presenciarse cognitivamente”, es más fácil para el interlocutor asumir su veracidad. De este modo, las nociones de “relevancia en el presente” o “subjetividad” adquieren nuevas dimensiones: no tienen que ver con la contigüidad temporal ni espacial, ni con el hecho de que el hablante se implique más emocionalmente con unos eventos que con otros, sino con el deseo de otorgar mayor verosimilitud y realismo a la narración, involucrando en ella al interlocutor con el que comparte (y crea) un acto de habla. Es, ni más ni menos, una estrategia discursiva. 6. Conclusión Frente a los trabajos más recientes que buscan moldes evidenciales en todas las categorías de la lengua, especialmente en aquellas con un origen más léxico o composicional, postulamos aquí que no hay argumentos suficientes para sostener que la forma del PPC español (en general, ninguna forma del paradigma verbal) tenga la evidencialidad como valor semántico primario, y que el temporal sea en él secundario. Antes al contrario, entendemos que la doble vectorialidad temporal que caracteriza a esta forma ([+ anterioridad] [+ simultaneidad]) permite explicar satisfactoriamente tanto las interpretaciones de aspecto Perfecto asociadas prototípicamente a ella como las modales, una vez que el PPC entra, en contextos narrativos muy concretos, en competencia con el PPS (“deriva aorística”). La evidencialidad del PPC español es, por tanto, una implicatura conversacional que se actualiza cuando el contexto obliga a interpretar el vector de simultaneidad en términos de “subjetivización”. Habría que excluir de esta explicación los fenómenos de evidencialidad especial que Bustamante (1991) detecta en áreas del español andino, donde el PPC no compite con el PPS sino con el presente y cuyos usos evidenciales y admirativos podrían responder más bien al contacto con una lengua de evidencialidad primaria como el quechua.
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Quedan claras, pues, las diferencias principales de nuestra interpretación “evidencialista” del PPC respecto a la de Bermúdez (2005): a) para Bermúdez la evidencialidad es una categoría estructural del PPC asociada a la resultatividad y disociada de la modalidad, mientras que para nosotros es una estrategia estilística, aún idiolectal (es decir, no sistemática), muy condicionada por el contexto, vinculada a la modalidad epistémica y solo aplicable a casos de aspectualidad anómala (“PPC aorístico”); b) para Bermúdez la evidencialidad es básica y anterior a la temporalidad de la forma; para nosotros es una implicatura conversacional cuyo origen se encuentra siempre en la doble vectorialidad temporal del PPC; c) para este autor, la evidencialidad del PPC es de tipo indirecto (evidencia inferida), mientras que para nosotros, en los pocos casos en los que podría hablarse de evidencialidad asociada al PPC, habría que pensar siempre en una evidencialidad directa, con la que el hablante intenta afirmar la veracidad de su enunciado. Creemos que nuestra propuesta tiene mejor encaje en la línea de los estudios tipológicos sobre la evolución funcional de las formas compuestas (del significado aspectual al modal; Bybee y otros 1994). La evolución semántica del PPC español es un proceso en curso que está lejos de haberse consolidado como lo ha hecho en otras lenguas (francés, rumano, italiano, alemán), pero muestra una dirección clara: ha pasado de construcción aspectual a temporal, en competencia progresiva con el PPS por la vía pragmática de la modalización del contenido. En el curso de este desarrollo funcional, la forma compuesta ha alcanzado, en ciertas variedades, el territorio por excelencia de la simple: la narración de hechos de un pasado prehodiernal (aoristización). El paso es aún tímido y está muy lejos de consolidarse; hasta entonces, el PPC sigue siendo una forma claramente distinta del PPS en el discurso, la forma que se le asigna a los hechos constatados. En contraste, los eventos narrados en PPS pertenecen a todo aquello que no se puede constatar en el presente y que probablemente sea cierto, pero que igualmente podría no serlo. Este hecho explica, creemos, por qué el uso “aoristizado” de la forma compuesta solo es posible, incluso en las lenguas en las que ha desplazado funcionalmente a la simple, como forma de narración de anécdotas vitales, pero no de hechos de ficción (cuentos, historias, novelas), para los que siempre se acude a la forma simple. Con todo, posiblemente haya aquí también ciertas limitaciones: es de esperar que cualquier evento perteneciente a un pasado demasiado remoto no pueda reproducirse mediante la forma compuesta. De ser esto cierto, se explicaría también desde la hipótesis modal-evidencial: si,
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como hemos afirmado, en el PPC narrativo el hablante se convierte en el punto de referencia del presente respecto al pasado, será preciso que los eventos se encuentren siempre a su “alcance vital”. La vida y la experiencia del hablante se convierten, por tanto, en el límite temporal de los eventos narrados y, al mismo tiempo, en el garante de su verosimilitud. Referencias bibliográficas AIKHENVALD, Alexandra Y. (2004): Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. ALARCOS LLORACH, Emilio (1978 [1947]): “Perfecto simple y compuesto”, en Estudios de gramática funcional del español. Madrid: Gredos, 2ª ed., 13-49. AZPIAZU, Susana (2012a): “Antepresente y pretérito aorísticos en Salamanca”, Revue de Linguistique romane, 76, 331-362. AZPIAZU, Susana (2012b): “El pretérito perfecto en el habla de Salamanca. Problemas metodológicos de las clasificaciones a la luz de una Lingüística de la Facticidad”, Revista Española de Lingüística, 42/1, 5-33. AZPIAZU, Susana (2014): “Del perfecto al aoristo en el antepresente peninsular: un fenómeno discursivo”, en S. Azpiazu (ed.), Formas simples y compuestas de pasado en el verbo español. Lugo: Axac, 17-30. BELLO, Andrés (1981 [1847]): Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Ed. crítica de Ramón Trujillo. Santa Cruz de Tenerife: Instituto Universitario de Lingüística Andrés Bello/Cabildo Insular de Tenerife. BERMÚDEZ, Fernando (2005): Evidencialidad. La codificación lingüística del punto de vista. Tesis doctoral. Universidad de Estocolmo. Disponible en línea: [último acceso: 15/01/2014]. BLESTEL, Élodie (2014): “Sobre el pluscuamperfecto admirativo en el español rioplatense”, en S. Azpiazu (ed.), Formas simples y compuestas de pasado en el verbo español. Lugo: Axac, 31-44. BOAS, Franz (1947): “Kwakiutl Grammar with a glossary of the suffixes”, Transactions of the American Philosophical Society, 37/3, 203-377. BURGOS, Daniel (2004): Anteriority marking in British English, Standard German and Argentinean Spanish: An empirical examination with special emphasis on temporal adverbials. Múnich: Lincom Europa. BUSTAMANTE, Isabel (1991): “El presente perfecto o pretérito perfecto compuesto en el español quiteño”, Lexis, 15/2, 195-231. BYBEE, Joan, PERKINS, Revere y William PAGLIUCA (1994): The evolution of grammar: tense, aspect, and modality in the languages of the world. Chicago: University of Chicago Press.
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EPISTEMICIDAD Y POSICIONAMIENTO DISCURSIVO: UN ESTUDIO INTERLINGÜÍSTICO DE LA EVIDENCIALIDAD EN EL DISCURSO PERIODÍSTICO EN CASTELLANO Y EN INGLÉS*1 JUANA I. MARÍN ARRESE Universidad Complutense de Madrid
1. Introducción Según Boye (2012: 2-3), el dominio conceptual de la epistemicidad, entendido como “soporte justificativo”, comprende las categorías de la modalidad epistémica y la evidencialidad. La evidencialidad se define así como “justificación epistémica” de una proposición, y los valores o significados evidenciales constituyen distintos tipos de justificación. La modalidad epistémica se define como “soporte epistémico” de la proposición, y los distintos valores epistémicos representan diferentes grados de certeza por parte del hablante (Boye 2012: 21). Desde una perspectiva interaccional, se trata aquí de estudiar el uso discursivo de las expresiones de evidencialidad, y el modo en que estas reflejan el posicionamiento epistémico del hablante/escritor con respecto a la proposición y su grado de compromiso o implicación respecto a la validez de la información que ofrece. El estudio se basa en un modelo de análisis del posicionamiento discursivo (Marín Arrese 2009, 2011a, 2013), que comprende tanto el dominio de la epistemicidad (epistemic stance) como el de la efectividad (effective stance), y que se inspira en la distinción gramatical establecida por Langacker (2009) entre el nivel efectivo y el epistémico. Las relaciones epistémicas se establecen en el nivel del conocimiento y conciernen a la concepción de la realidad, mientras que las relaciones en el dominio de la efectividad se establecen en el nivel de la realidad y tienen como objetivo determinar el desarrollo de eventos y acciones (Langacker 2009: 291). Este modelo de posicionamiento discursivo,
* Este trabajo se enmarca dentro del proyecto de investigación The expression of Evidentiality and Modality in English and other European Languages: Cross-linguistic perspectives (EUROEVIDMOD), (FFI2011-23181), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad de España.
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asimismo, postula una asociación sistemática entre los valores epistémicos y la subjetividad e intersubjetividad, dado que las expresiones de posicionamiento epistémico son indéxicas del posicionamiento subjetivo o intersubjetivo del hablante (Langacker 1991, 2008; Traugott y Dasher 2002), e indicativas del grado de responsabilidad que este está dispuesto a asumir con respecto a la información comunicada (Nuyts 2012). Este capítulo analiza el uso de los recursos epistémicos en el discurso periodístico en inglés y en castellano, centrándose en el subdominio de la evidencialidad. Se incluye un estudio de caso basado en un corpus comparable, Corpus of English and Spanish Journalistic Discourse-JMA (CESJD-JMA), compilado entre los años 1999 y 2011, a partir de cuatro periódicos reconocidos, ABC y El País para el castellano, y The Guardian y The Times para el inglés. El corpus incluye textos de dos géneros del discurso periodístico: editoriales y artículos de opinión. El estudio de caso aborda dos aspectos del uso de las expresiones evidenciales: (a) las similitudes o diferencias en los patrones de distribución en el discurso en ambas lenguas; (b) la presencia de multifuncionalidad en el caso de algunas expresiones evidenciales en las dos lenguas. La estructura del capítulo es la siguiente. En la segunda sección se exponen la descripción y bases teóricas sobre la epistemicidad y la evidencialidad, y el fenómeno de la multifuncionalidad. El estudio de caso se describe en la tercera sección. Los resultados del estudio se presentan y discuten en la cuarta sección. La última está destinada a las conclusiones. 2. Epistemicidad y evidencialidad 2.1. Evidencialidad y expresiones evidenciales1 Las relaciones entre la evidencialidad y la modalidad epistémica han dado lugar a bastante controversia en la bibliografía especializada. Dendale y Tasmowski (2001: 341-342) las resumen en tres tipos: “Disjunction (where they are conceptually distinguished from each other), inclusion (where one is regarded as falling within the semantic scope of the other), and overlap (where they partly intersect)”.
Para las cuestiones teóricas que se discuten en este epígrafe, cf. también el estudio introductorio de este volumen. 1
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Desde la perspectiva tipológica, tradicionalmente se ha considerado que la función primordial de los marcadores gramaticales evidenciales es la de indicar la fuente de información (Aikhenvald 2004) y la evidencia a partir de la cual el hablante se considera legitimado para realizar una afirmación (Anderson 1986). Como señala Anderson (1986: 274): Evidentials denote the kind of “justification” a speaker has for making a claim, whether that comes from direct evidence or observation, evidence plus inference, inference with unspecified evidence, an expectation from logic, or whether the evidence is visual, auditory, etc.
Una concepción más amplia de la noción de evidencialidad es la que propone Chafe (1986), que incluye tanto la fuente de información como una estimación de su fiabilidad. Weber (1986: 137) se refiere a la noción de perspectiva del hablante/escritor, en la que incluye tanto un valor “evidencial”, cuando los marcadores evidenciales se usan para indicar la fuente de información, como una actitud “validacional”, que se refiere a su grado de compromiso respecto a la veracidad de la proposición, y el grado en que la evidencia le convence o no. En las lenguas romances y germánicas, como en castellano y en inglés, no existe la evidencialidad gramatical obligatoria, si bien encontramos, como se ilustra en las contribuciones de este volumen, un amplio abanico de expresiones en el continuo léxico-gramatical (elementos léxicos de clase abierta como verbos, adverbios y adjetivos, verbos auxiliares y marcadores de los sistemas de tiempo, aspecto y modo) que expresan esos valores evidenciales. Si se restringe la noción de evidencialidad a los casos de marcadores gramaticales obligatorios, dejamos fuera del campo de la evidencialidad un número significativo de lenguas. Como argumentan Lampert y Lampert (2010: 319), the category of evidentiality is of use only, we conjecture, if a radical conceptual stance is taken in order to not miss capturing alternative linguistic strategies of expressing this notion. Hence, we strongly endorse the primacy of functional criteria and suggest including all linguistic representations that serve as cues for evidentiality in context.
En lo que se refiere a los parámetros de delimitación y los tipos de significados o valores evidenciales, existen diversas clasificaciones al uso en la bibliografía. Chafe (1986: 263) identifica varios rasgos fundamentales del
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sistema evidencial: (a) la fiabilidad de la información o la probabilidad de su veracidad, (b) los modos de conocimiento o las formas en que se adquiere el conocimiento (creencia o especulación, inducción, información adquirida de oídas, deducción), y (c) las fuentes de conocimiento (la lengua en el caso de información de segunda mano o de oídas, la evidencia en el caso de la inducción, y la hipótesis para la deducción). En lo que se refiere a los subdominios de la evidencialidad, Willett (1988: 96) identifica los siguientes tipos: (a) directa o evidencia manifiesta (visual, auditiva u otros modos sensoriales); (b) indirecta: puede ser de dos subtipos, inferencia (inferencias basadas en “resultados” o en razonamientos) o información referida (de segunda mano, de tercera mano, procedente de la literatura oral o el folklore). Por su parte, Plungian (2001: 353-354) establece una distinción entre fuentes y formas de acceso a la información (evidencia directa o indirecta) y el papel del hablante en el acceso a la información (evidencia personal o mediada). A partir de estos parámetros propone tres tipos de valores evidenciales: (a) conocimiento directo personal, donde se incluye la “evidencia visual y sensorial” (“visual and sensoric evidence”), así como una categoría endofórica que expresa “el estado interno del hablante” (“speaker’s inner state”); (b) conocimiento reflexivo, que se refiere al acceso personal indirecto de carácter inferencial; (c) conocimiento mediado, es decir, acceso no-personal indirecto a través de otra persona u otra vía de comunicación, y que se suele denominar valor reportativo. De forma similar, Squartini (2008: 917-918) propone una distinción entre las fuentes u origen de la información (interna o externa al hablante) y los modos de conocimiento o tipo de acceso a la evidencia (directa perceptual, indirecta inferencial, o indirecta reportativa). Por su parte, Aikhenvald (2004: 367) ha identificado los siguientes valores: (a) visual, que comprende la evidencia adquirida a través de la vista; (b) sensorial, que comprende la evidencia auditiva y de los otros canales sensoriales; (c) inferencial, que se basa en evidencias o resultados visibles o tangibles; (d) suposición, basada en evidencia no visible (razonamiento lógico, suposición, o conocimiento general); (e) información de oídas, un tipo de evidencia reportativa donde no se identifica la fuente o el origen de la información; y (f) citativo, un valor reportativo donde se especifica la fuente de información. A partir de los distintos parámetros de la evidencialidad, y basándonos en los valores que identifican Diewald y Smirnova (2010: 74) y en las distinciones desarrolladas en el proyecto EUROEVIDMOD (Wiemer y Stathi 2010; Marín Arrese
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y Carretero 2014), en el presente trabajo identificamos las siguientes categorías de valores evidenciales, si bien nos centramos en el estudio de las dos categorías indirectas: Indirecta Inferencial (IIE) e Indirecta Reportativa (IRE): (a) Personal Directa (DTE): evidencia visual (veo) u otros modos sensoriales, externa al hablante, a la cual tiene acceso directo por estar co-presente con el evento primario en el mismo campo deíctico; (b) Indirecta Inferencial (IIE): se trata del acceso personal pero indirecto a la información a través de procesos inferenciales (parece, it seems) donde no hay co-presencia del hablante y el evento primario. La inferencia puede estar basada en la percepción (perceptual-based) o en procesos de razonamiento a partir de la experiencia personal previa o el conocimiento general (conceptual-based). Incluyo también aquí lo que denomino report-based, que constituyen inferencias a partir de una información adquirida a través de documentación oral o escrita; (c) Indirecta Reportativa (IRE): el acceso al conocimiento es no-personal, indirecto y no-inferencial (parece ser, apparently), sin co-presencia entre el hablante y el evento primario. Se trata de la evidencia mediada, en la cual el hablante accede indirectamente a la información que le proporciona una fuente de comunicación externa y ajena. En castellano encontramos los siguientes ejemplos de expresiones de evidencialidad indirecta inferencial (IIE), con base perceptual o conceptual, y también con valor inferencial basado en fuentes documentales. (1)
IIE: Perceptual-based El resultado de ello es tan elocuente como abrumador: nadie puede permanecer indiferente a una lectura serena y atenta del texto y de los centenares de ilustraciones que lo acompañan: las hienas, monos y espantajos reproducidos en todas las formas y tamaños, ¿pertenecen a la especie humana? Aparentemente , no (SOP, El País)2.
El sistema de anotación de los textos del corpus CESJD-JMA es el siguiente: English-Leading article-The Guardian ELT: English-Leading article-The Times EOG: English-Opinion column-The Guardian EOT: English-Opinion column-The Times ENG: English-News reports-The Guardian ENT: English-News reports-The Times SLA: Spanish-Leading article-ABC SLP: Spanish-Leading article-El País SOA: Spanish-Opinion column-ABC SOP: Spanish-Opinion column-El País SNA: Spanish-News reports-ABC SNP: Spanish-News reports-El País
2
ELG:
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(2)
IIE: Conceptual-based Que haya fricciones entre vecinos es la consecuencia lógica cuando uno de ellos no hace todo lo que podría para llegar a una situación de armonía. Las reclamaciones de España no sólo no han sido atendidas como debieran, sino que da la impresión de que Rabat hace la vista gorda como método de presión, especialmente en lo relativo a la oleada migratoria y al cultivo y tráfico de hachís (SLA, ABC).
(3)
IIE: Report-based No he leído todavía la letra pequeña de la sentencia, pero parece que queda claro que ni ETA tuvo nada que ver con tan lamentable masacre ni se observa en su fondo el más mínimo rastro que permita establecer las relaciones causa-efecto que han alimentado el amarillismo periodístico (SOA, ABC).
Los siguientes ejemplos ilustran el valor evidencial indirecto-reportativo (IRE). En castellano, especialmente en el contexto del discurso periodístico, existe una tendencia a utilizar la forma del condicional perfecto del verbo con un valor evidencial reportativo. Este uso está muy extendido en las noticias de la radio o la televisión, y más recientemente se observa que ha permeado al discurso escrito. (4)
IRE
Un supuesto miembro de la organización Al Qaeda detenido a principios de esta semana en las inmediaciones de Teherán ha asegurado a la policía de Irán que es natural de Ceuta y que posee la nacionalidad española. Las fuentes consultadas no han precisado aún la identidad de esta persona, quien posiblemente habría entrado en Irán a través de la porosa frontera paquistaní (SNP, El País).
La modalidad epistémica (EM) pertenece al ámbito del intento de control discursivo por parte del conceptualizador de la concepción de la realidad (Langacker 2009, 2013). Los modales epistémicos expresan la valoración del hablante sobre la existencia del evento designado, su ocurrencia real o potencial. Como señala Langacker (2008: 302), “la ausencia de un modal indica que C [el conceptualizador] acepta el proceso perfilado como real”, como parte de la realidad concebida por el conceptualizador (Rc), mientras que la presencia de un modal sitúa al proceso perfilado “fuera de la realidad concebida, en una región a la que nos podemos referir como irrealidad (el complemento de la realidad de Rc)”. Los modales epistémicos reflejan diferentes grados de
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soporte epistémico de una proposición con relación al evento que se designa: soporte pleno (certeza total), soporte parcial (probabilidad) y soporte neutro (posibilidad y falta de certeza) (Boye 2012: 2-3). En el presente trabajo solo abordamos el estudio de los modales debe (de) y must, que, como comentaremos más adelante manifiestan una extensión desde el dominio conceptual de la modalidad epistémica al de la evidencialidad, en concreto al subdominio de la evidencialidad indirecta inferencial (IIE), si bien no se han encontrado casos de extensión al valor indirecto reportativo (IRE)3. Sanders y Spooren (1996: 245) observan que el modal must se suele combinar tanto con “observational evidence”, o evidencia de base perceptual, como con “knowledge-based evidence”, o evidencia de base conceptual, donde la fuerza conclusiva depende del razonamiento del hablante basado en su conocimiento de la situación. Dado su valor inferencial, se ha argumentado que must debe considerarse un marcador evidencial más que un modal epistémico, cuyo modo evidencial es la deducción (Drubig 2001). En este sentido, Van der Auwera y Plungian (1998) sostienen que el significado de must en inglés se sitúa dentro del solapamiento entre el espacio semántico de la evidencialidad inferencial y el de la necesidad epistémica. Sin embargo, De Haan (2009: 268) argumenta: While it is true that must can be analyzed as a modal that draws conclusions from evidence [...], this does not automatically mean that must is an evidential. It is not clear that evidentials draw conclusions from evidence. Rather, evidentials show that there is evidence for the statement the speaker is making, without drawing any (modal) conclusion from the evidence.
En este sentido, De Haan (2009) considera que must es un elemento evaluativo, que indica una “evaluación de la evidencia” basada en la probabilidad de que sea cierta. En cuanto a los restantes tipos de expresiones que integran el espacio semántico de la epistemicidad, como pueden ser los verbos de “actitud cognitiva” (creer, suponer) (Hennemann 2012) y los predicados factivos (saber, ser cierto), no los incluimos en el estudio, ya que nuestro interés se centra aquí en el dominio de la evidencialidad. Así pues, cabe comentar que la expresión me parece se considera dentro del subespacio de las expresiones de actitud cognitiva, ya que fundamentalmente expresa la opinión o creencia del hablante.
3
Sobre la evidencialidad en deber (de), cf. la contribución de Cornillie en este volumen.
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2.2. Multifuncionalidad de las expresiones evidenciales Uno de los fenómenos recurrentes en el dominio de la evidencialidad es el de la multifuncionalidad de las expresiones evidenciales. Resulta interesante constatar, en lo tocante a la multifuncionalidad y a las extensiones de significado de algunos marcadores evidenciales, cómo estos procesos tienen lugar en relación con el parámetro de los dominios experienciales de acceso a la evidencia: perceptual, cognitivo o comunicativo (Marín Arrese 2006, 2013)4. Un indicativo de la relevancia de esta distinción lo constituye la existencia de marcadores, todos ellos con el mismo valor indirecto inferencial (se ve, se conoce, se diría), que son fruto de procesos de extensión semántica y de gramaticalización, a partir de predicados léxicos de cada uno de estos dominios. Se incluyen aquí ejemplos del Corpus oral de referencia de la lengua española contemporánea (CORLEC) de la Universidad Autónoma de Madrid. (5)
IIE: Muchas gracias por haber sacado eh... a colación este libro, se ve que usted lo... lo ha leído, y, en efecto, allí, en la aventura americana eh... estaban ya marcados y... (CORLEC).
(6)
IIE: no. Tiene unas ventanas pequeñas . Dicen que se pueden agrandar. Bueno, hay un patio. El otro día dice de la condesa no sé cuántos. Entonces por aquí había muchas familias, se conoce que esto fue una zona... hace cien años ha cambiao el panorama y ahora las gentes apoderadas... (CORLEC).
(7)
IIE: El Gobierno presenta en el Palacio Real de Nápoles su prometida vuelta de tuerca, un conjunto durísimo de medidas. En un 80%, se dedican a restringir la entrada, la libre circulación y los derechos de los ciudadanos extranjeros que residen en el país. Se diría que la mayoría de las medidas, más que para garantizar la seguridad, han sido diseñadas para expulsar de forma inmediata a rumanos y gitanos (SNP, El País).
Cf., en Langacker (1991), la distinción entre los dominios experienciales físico, mental y de interacción social. 4
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A partir de los datos de 50 lenguas de distinta filiación genética, Boye (2012: 137 y ss.) muestra una serie de estudios sobre diversas expresiones que exhiben polifuncionalidad sincrónica y extensiones semánticas de carácter diacrónico en relación con determinados subespacios o regiones nocionales dentro del mapa semántico de la epistemicidad. Estos datos parecen indicar la existencia de una serie de enlaces bidireccionales que conectan esos espacios. Dentro del subdominio de la evidencialidad, parece haber una conexión entre la justificación o evidencia directa y la justificación indirecta. Esta conexión se muestra en el caso de predicados que invocan una evidencia perceptual directa (esp.: ver; ing.: see), y que también se encuentran con un valor evidencial indirecto inferencial, donde se observa una extensión de significado desde la justificación directa a la justificación indirecta inferencial. En el corpus periodístico no se ha encontrado ningún ejemplo del valor evidencial directo, por lo que se muestran ejemplos del CORLEC. (8)
DTE
Pues no, no, no has dicho lo que yo estaba pensando, Alfredo. Eh... María Asunción, que... cuando los soldados eh... iraquíes, eh... se rinden en una de esas tomas, en una de esas imágenes se ve cómo uno de ellos besa la mano de un soldado americano y eso te pone los pelos de punta, ¿verdad? (CORLEC). (9)
IIE (Perceptual-based) ... identifica que el visón es esa clase de visón; y luego, simplemente ya con el brillo y todo eso se ve que es un visón un... un auténtico visón (CORLEC).
(10)
IIE (Conceptual-based) Ese mismo sustrato de insensibilidad hace que el PSOE incumpla descaradamente una promesa electoral sin que pase nada. Porque se comprometieron a elaborar una ley marco de protección animal, pero el Gobierno acaba de declarar que no la hará y que las competencias son de las autonomías (se han presentado 1.300.000 firmas en pro de la ley, pero se ve que les importa un pito) (SOP, El País).
Una de las conexiones entre los dominios de la evidencialidad y la modalidad epistémica se manifestaría en casos como el de los modales epistémicos de necesidad deber (de) y must (cf. Van der Auwera y Plungian 1998; Marín Arrese y Carretero 2014). Sin embargo, como observa Boye (2012: 153), esta
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extensión es problemática, ya que implicaría una conexión entre el soporte epistémico pleno y el espacio de la justificación indirecta, para cuyo enlace directo no se han encontrado otras evidencias. Asimismo, resulta bastante controvertido postular una extensión previa del significado de necesidad noepistémica al significado epistémico de soporte parcial o probabilidad, a partir del cual se extendería al valor evidencial de justificación indirecta (Boye 2012: 157). Como señala Boye (2012: 158), “it might turn out after a detailed analysis that only strong partial support, as opposed to weak partial support, is linked to indirect justification”. (11)
EM/IIE Bin Laden y Al Zarqawi no deben de estar tranquilos en estos momentos. Hubieran preferido, sin duda, a alguien que se retirara de Irak y que se atrincherara en la falsa seguridad que ofrece el apaciguamiento (SOA, ABC).
Dentro del subespacio de la justificación o evidencia indirecta, observamos algunos ejemplos de multifuncionalidad en una serie de expresiones evidenciales en ambas lenguas. Se trata de expresiones que aparecen tanto con el valor indirecto inferencial (IIE) como con el valor indirecto reportativo (IRE): en castellano encontramos estos valores con las expresiones aparentemente, al parecer y parece/n, y en inglés con las expresiones apparently, appear/s y seem/s. En el caso de las expresiones adverbiales, que es donde más frecuentemente se manifiesta esta multifuncionalidad, en castellano se aprecia una cierta división del trabajo entre aparentemente y al parecer. En el caso de aparentemente es más frecuente el significado inferencial (77,8%), mientras que con al parecer el valor más común es el reportativo (83,3%)5. En inglés, sin embargo, la expresión apparently muestra una proporción más equivalente de usos con valor inferencial (40%) y con valor reportativo (60%) (Marín Arrese 2014). (12)
IIE
Resulta que el amor es ciego y aparentemente no le ha dejado ver al señor Rudolf Scharping (inepto jefe del SPD entre 1993 y 1995) que sus continuos desplazamientos en avión oficial para acudir a los brazos de la condesa Pilati en su villa de Mallorca no eran un comportamiento sensato (SOA, ABC). Confróntense estos datos sobre al parecer con los que se ofrecen en la contribución de González Ramos en este volumen. 5
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Aunque muchos de los casos aún no han sido diagnosticados como legionelosis, el brote, al parecer originado en el centro de la ciudad, puede haber afectado a más de cien personas. No cabe descartar que se produzcan nuevos casos en los próximos días (SLA, ABC).
Los verbos parecer en castellano, y appear y seem en inglés, se encuentran con más frecuencia con un valor indirecto-inferencial, si bien hay algunos casos en los que encontramos el significado indirecto-reportativo. El predicado parecer muestra un paralelismo interesante con seem en lo que respecta a las extensiones del significado, desde el valor indirecto-inferencial, con base perceptual o con base conceptual, e incluso con base comunicativa, hasta el valor indirecto-reportativo. (14)
IIE (+ Conceptual) El candidato laborista es un héroe de varias guerras, y era jefe del Estado Mayor del Ejército cuando decidió dedicarse a la política. No parece un hombre poco sensible a los problemas de la seguridad israelí. Netanyahu no puede exhibir ni grandes logros sobre la seguridad nacional ni éxitos en el camino hacia la paz (SLA, ABC).
(15)
IIE (+ Report) A juzgar por sus declaraciones, parece que Obama, prudente y comprometido con un sentido ético de la política, está dispuesto a gobernar desde el estricto respeto... (SLP, El País).
(16)
IRE
Ayer comenzó la investigación para averiguar la procedencia de los más de 500 kilos de dinamita tipo Titadyne y cordón detonante encontrados en el arsenal de Rivière. En principio, según fuentes cercanas a la investigación, más parece provenir de la dinamita robada en la localidad bretona de Plévin en septiembre de 1999 que de la posterior sustracción, en marzo de 2001, que perpetró la banda en Grenoble (SNP, El País).
El valor indirecto-reportativo con la expresión parece se suele dar en la construcción parece ser + que, si bien no hemos encontrado ningún ejemplo en el corpus periodístico. En la lengua oral, sin embargo, se encuentran abundantes ejemplos de este uso.
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perdona la interrupción. Eh... parece ser que en Norteamérica, los humoristas llegaron a una especie de pacto de honor con el Gobierno para no poner en cuestión, para no dudar de las... (CORLEC).
En inglés nos encontramos una situación similar en cuanto a los valores evidenciales de seem. En el corpus periodístico, la mayoría de los ejemplos tienen un valor indirecto inferencial (cf. Marín Arrese 2014: seem to, 97,9%; seem that, 92,3%; y seem parentético, 100%), y solo en casos excepcionales encontramos algún ejemplo del uso indirecto-reportativo. (18)
(19)
IIE (+ Conceptual) Rejection by France makes the blow doubly painful. It is true that the reasons for the no victory seem to be less about the treaty itself than the country’s crisis over its place in an enlarged Europe, the failure... (ELG, The Guardian). IRE
There is some suspicion that things went wrong even before the landing at the South Pole itself: the two probes, Scott and Amundsen, designed to detach themselves, hurtle to the ground at 400 miles an hour and look for ice beneath the surface, went out of the tent and have been away for some time without any further word. It now seems that not everything was fully tested before the mission started. But this is surely what comes of cutting costs (ELT, The Times).
2.3. Subjetividad e intersubjetividad Las expresiones de posicionamiento epistémico indexan la presencia del hablante/escritor en el discurso y su posicionamiento subjetivo e intersubjetivo con respecto a la información comunicada, así como su alineación o desalineación con otras voces en el discurso. En el posicionamiento discursivo hay, pues, un componente subjetivo de valoración epistémica de la proposición y un componente dialógico de negociación de la validez de la información, que es de carácter intersubjetivo (Du Bois 2007; Englebretson 2007; Marín Arrese 2013). Las distintas formas de marcar o eludir la designación explícita de la presencia del hablante/conceptualizador en el discurso son relevantes para determinar
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el grado en que este se responsabiliza de la información comunicada; es decir, cuando desea que quede manifiesto su posicionamiento epistémico, o, por el contrario, cuando pretende conseguir un efecto de mistificación de su rol de conceptualizador en el discurso. Si bien se entiende que la responsabilidad de la información transmitida recae por defecto sobre el hablante/conceptualizador, existen una serie de estrategias de mistificación que le permiten ofuscar su posicionamiento respecto al soporte justificativo que aporta para la proposición. En el modelo desarrollado en Marín Arrese (2009, 2011a, 2013) se postulan dos parámetros que interactúan: (i) Grado de “saliencia” del hablante en su rol de conceptualizador (Langacker 1991, 2009). Este parámetro distingue entre expresiones donde se designa explícitamente al hablante/conceptualizador (I guess), donde este asume una responsabilidad personal y subjetiva por la información comunicada, y casos donde el rol del hablante/conceptualizador es implícito (must), o se evoca de forma encubierta (it seems), de tal forma que puede eludir o minimizar esa responsabilidad. (ii) Grado en que la información se atribuye a la esfera personal o bien se presenta como compartida intersubjetivamente (Nuyts 2012). Hay expresiones en las que se designa al hablante (I guess), y que indexan subjetividad respecto del objeto de conceptualización, de la información comunicada, y por tanto pertenecen al ámbito de la responsabilidad personal del conceptualizador, o bien expresiones en las que se designa un sujeto colectivo (we all know), que presentan la información como si fuera accesible intersubjetivamente, por lo que la responsabilidad será compartida (Nuyts 2012). En el caso de las expresiones evidenciales que examinamos aquí podemos establecer las siguientes distinciones en cuanto a los parámetros de subjetividad e intersubjetividad. Los modales epistémicos (debe, must) son predicaciones que invocan al hablante como conceptualizador implícito, de tal forma que, si bien indexan la subjetividad personal del hablante, permiten mistificar su posicionamiento epistémico, y por tanto su responsabilidad respecto de la información comunicada. En las expresiones evidenciales impersonales (parece, it seems), la saliencia del hablante/conceptualizador es mínima, y existe una opacidad respecto al rol de conceptualizador, ya que este se evoca de forma meramente potencial y genérica, como una entidad virtual. Langacker (2009: 286) observa que estos predicados impersonales “desfocalizan la actividad mental de un conceptualizador concreto”; por consiguiente, “el hecho de evocar al conceptualizador de modo
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genérico, abstrayéndose de cualquier conceptualizador concreto, imparte a C el estatus de una entidad virtual”. Al adscribir la información comunicada a una entidad virtual o genérica, se presenta como accesible intersubjetivamente, de tal forma que la responsabilidad se comparte tácitamente con los otros. Como señalan Sanders y Spooren (1996: 246) en el caso de los evidenciales perceptuales, “el compromiso con la validez de la información es compartido o al menos potencialmente compartido por el hablante/el interlocutor y otros participantes” (la traducción es nuestra). En el caso de las expresiones adverbiales (evidentemente, aparentemente)6, estas evocan a un hablante/conceptualizador implícito, que se puede concebir como generalizado o virtual, de tal forma que implican también una responsabilidad intersubjetiva. No obstante, Langacker (2009: 289) observa que “el conceptualizador virtual evocado por el adverbio tiende a identificarse” por defecto con el hablante. Se pueden observar ciertas diferencias entre aquellos evidenciales cuyo valor justificativo es débil (aparentemente), que, según Langacker (2009: 289), “impiden que el hablante se identifique fuertemente con el conceptualizador”, y los adverbios de mayor valor justificativo (obviamente) nos permiten inferir que hay una “fuerte identificación” del hablante con el conceptualizador. Las expresiones indirectas-reportativas donde se designa explícitamente la fuente de información (esp.: según x; ing.: according to x) pueden considerarse casos de “non-speaker subjectivity” (subjetividad ajena al hablante) o “otherperson subjectivity” (subjetividad de otra persona) (Vis y otros 2012), ya que la fuente de información es externa al hablante/conceptualizador, y la información comunicada se atribuye a una voz externa al texto. En términos de responsabilidad, se podría describir como responsabilidad “desplazada” o “atribuida”. 3. El estudio de caso 3.1. Los textos Este trabajo presenta un estudio de caso sobre la expresión del soporte justificativo, y, en concreto, de la “justificación epistémica” en el discurso periodístico. El estudio analiza la presencia y distribución de las expresiones
6
Cf. la contribución de Torner en este volumen.
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evidenciales en el Corpus of English and Spanish Journalistic Discourse- JMA (CESJD-JMA) (1999-2010). La tabla 1 muestra los datos de número de palabras del corpus (NP), por subgénero (editoriales y columnas de opinión) y periódico (The Guardian, The Times, ABC y El País). TABLA 1 Corpus de editoriales y columnas de opinión en inglés y en castellano INGLÉS 1999-2010 The Guardian The Times TOTAL
Editoriales
Columnas de opinión
NP
NP
NP
56.498 55.027 111.525
55.878 55.232 111.110
112.376 110.259 222.635
CASTELLANO 1999-2010
Editoriales
Columnas de opinión
TOTAL
NP
NP
NP
ABC
44.109 56.150 100.259
47.468 54.860 102.328
91.577 111.010 202.587
El País TOTAL
TOTAL
Los textos se recogieron entre 1999 y 2010, de cuatro periódicos de prestigio: ABC y El País para el castellano, y The Guardian y The Times para el inglés. Concretamente, pertenecen a la sección de opinión y corresponden a dos subtipos de géneros discursivos: editoriales y columnas de opinión. 3.2. Estudio de corpus: preguntas de investigación e hipótesis El presente estudio de corpus analiza la presencia y distribución de una serie de expresiones evidenciales en cada subcorpus que, por un lado, se han preseleccionado (top-down) con base en su grado de prototipicalidad como expresiones de evidencialidad; por otro, se ha verificado su presencia y relevancia (bottom-up) en el corpus. El estudio de caso explora el grado en que se pueden observar similitudes o diferencias en la presencia y distribución de las expresiones evidenciales en los dos subgéneros periodísticos, y entre las dos lenguas. La hipótesis postula que habrá variación entre los géneros periodísticos, debido a los objetivos y roles distintivos de los escritores de editoriales y de columnas de opinión. Se espera encontrar también diferencias entre las
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lenguas a causa de las diferencias de prácticas discursivas asociadas al estilo argumentativo en ambas lenguas. 3.3. Objetivos de investigación y procedimiento Los tipos de expresiones evidenciales y los marcadores seleccionados son los siguientes: (a) Las expresiones de evidencialidad indirecta-inferencial (IIE) que se estudian en el presente trabajo incluyen las siguientes: esp.: parece, da la impresión, se ve/verá, se conoce, se diría, claramente, obviamente, evidentemente, aparentemente; ing.: seem, appear, look, see, clearly, obviously, evidently, apparently. (b) Las expresiones de evidencialidad indirecta-reportativa (IRE) que abordamos en este estudio son las siguientes: esp.: según x, se dice, (según) dicen, según parece, parece ser, habría/n, al parecer, aparentemente, supuestamente; ing.: according to x, said, told, seem, appear, apparently, allegedly, reportedly, supposedly. (c) Las expresiones de modalidad epistémica: esp.: debe (de); ing.: must. 4. Resultados y discusión Las tablas 2 y 3 muestran las categorías de los distintos tipos de valores evidenciales y los modales epistémicos, y la frecuencia en cada género discursivo y en cada lengua, en número y ratio por cada diez mil palabras, con objeto de controlar la comparabilidad de las cifras de los subcorpus. Al comparar las cifras totales de las dos lenguas, tanto de las columnas de opinión como de las de los editoriales, observamos que en inglés (tabla 3) se hace un mayor uso de las expresiones evidenciales que en castellano (tabla 2). Observamos también, en términos generales, una mayor utilización del modal epistémico must con valor conclusivo en comparación con el verbo modal deber (de), lo cual, al producirse en el lenguaje escrito, puede apuntar a una mayor fijación de ese valor modal-evidencial en inglés. Esto parece obedecer a la necesidad percibida en las estrategias de argumentación en inglés de señalar tanto la justificación epistémica (evidencial) como el soporte epistémico (modalidad) de la proposición.
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Se observa también que los resultados muestran una distribución similar en ambas lenguas, y en los dos géneros discursivos, con una preferencia clara por las expresiones indirectas-inferenciales; en segundo lugar, con cifras muy inferiores, encontramos las expresiones indirectas-reportativas. Desde el punto de vista de la subjetividad-intersubjetividad, estas expresiones indirectasinferenciales evocan un conceptualizador que se puede concebir como una entidad generalizada o virtual (saliencia mínima), y presentan la información comunicada como compartida intersubjetivamente (intersubjetividad), lo que implica una doble estrategia de mistificación de la responsabilidad del hablante. Las expresiones reportativas se refieren a la subjetividad de una voz externa y constituyen un caso de responsabilidad desplazada o atribuida en relación con la información comunicada. Los casos de subjetividad implícita corresponden a la modalidad epistémica. TABLA 2 Categorías de evidencialidad en columnas de opinión y en editoriales en castellano (número de casos N, y ratio por 10.000 palabras, R) COLUMNAS DE OPINIÓN Castellano IIE-Inferencial IRE-Reportativo EM-Modalidad E TOTAL EDITORIALES
El País-SOP 54.860
TOTAL 102.328
ABC-SOA 47.468
N
R
N
R
N
R
33 13 1 47
6,015 2,005 0,182 8,567
39 24 2 65
8,216 5,056 0,421 13,693
72 37 3 112
7,036 3,616 0,293 10,945
El País-SLP 56.150
TOTAL 100.259
ABC-SLA 44.109
Castellano
N
R
N
R
N
R
IIE-Inferencial
46 19 1 66
8,192 3,384 0,178 11,754
33 12 0 45
7,481 2,720 0,000 10,202
79 31 1 111
7,879 3,092 0,099 11,071
IRE-Reportativo EM-Modalidad
TOTAL
E
En términos generales, al comparar los dos géneros discursivos, en castellano no hay diferencias apreciables en las cifras totales, si bien hay una mayor presencia de la modalidad epistémica y la subjetividad implícita en las columnas de opinión. Cabe también señalar una diferencia notable entre los periódicos en castellano: ABC muestra una clara preferencia por las expresiones
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reportativas en las columnas de opinión, mientras que en el caso de El País se invierte esta tendencia, con una mayor frecuencia de marcadores reportativos en sus editoriales. Se aprecia así una diferencia entre los dos periódicos en cuanto a la preferencia por el género periodístico en el que se tiende a anclar la justificación evidencial en la subjetividad de otras voces. TABLA 3 Categorías de evidencialidad en columnas de opinión y en editoriales en inglés (número de casos N, y ratio por 10.000 palabras, R) COLUMNAS DE OPINIÓN Inglés IIE-Inferencial IRE-Reportativo EM-Modalidad E TOTAL EDITORIALES
The Guardian-EOG 55.878
TOTAL 111.110
The Times-EOT 55.232
N
R
N
R
N
R
56 29 7 92
10,022 5,189 1,253 16,464
52 25 17 94
9,414 4,526 3,078 17,019
108 54 24 186
9,720 4,860 2,160 16,740
The Guardian-ELG 56.498
TOTAL 111.525
The Times-ELT 55.027
Inglés
N
R
N
R
N
R
IIE-Inferencial
54 20 3 77
9,558 3,539 0,531 13,629
49 10 10 69
8,905 1,817 1,817 12,539
103 30 13 146
9,235 2,689 1,165 13,091
IRE-Reportativo EM-Modalidad
TOTAL
E
En inglés se observa una frecuencia más elevada de expresiones evidenciales en las columnas de opinión frente a los editoriales, en especial en el caso de las expresiones reportativas. Ambos periódicos, The Guardian y The Times, proporcionalmente muestran una preferencia por el uso de expresiones reportativas, que indexan una subjetividad ajena al hablante/escritor, en el género de la columna de opinión, en comparación con los editoriales. Otra diferencia apreciable entre estos periódicos concierne al uso del modal must, que evoca la subjetividad del hablante/escritor implícito, y que aparece con bastante más frecuencia en las columnas de opinión, y especialmente en The Times. Podemos concluir que los rasgos característicos de estos géneros periodísticos son similares en castellano y en inglés en cuanto a la distribución de los tipos de expresiones evidenciales, y en cuanto a su preferencia por el valor indirecto-inferencial. Esta preferencia, considerablemente más marcada
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en el discurso en inglés, indica un bajo nivel de compromiso, en términos de justificación epistémica, respecto de la validez de la información comunicada, y una marcada preferencia por la evocación de un conceptualizador virtual o generalizado, con una indexación intersubjetiva de la responsabilidad, de tal forma que se diluyen la responsabilidad y la “rendición de cuentas” (“accountability”) respecto de la información publicada. 5. Conclusiones Este trabajo ha pretendido explorar el uso y distribución de las expresiones evidenciales en dos géneros periodísticos en castellano y en inglés, las columnas de opinión y los editoriales, a partir de un corpus comparable de textos de cuatro periódicos de calidad. Se ha abordado también el estudio de la multifuncionalidad de algunas expresiones evidenciales más comunes en ambas lenguas. Los resultados apuntan a una similitud considerable en la distribución de los marcadores en ambas lenguas. La variación más notable es la mayor frecuencia de la presencia de marcadores evidenciales en inglés, hecho que puede apuntar a un rasgo diferencial cultural en las prácticas argumentativas y persuasivas entre el inglés y el castellano, y que se ha observado ya en otros géneros discursivos, como es el caso del discurso político (Marín Arrese 2011a). Cabe finalizar haciendo referencia al uso estratégico de las expresiones evidenciales (Hart 2011; Marín Arrese 2011b) como forma de legitimización epistémica de la validez de una representación, y con el fin de vencer los mecanismos cognitivos de vigilancia epistémica (Sperber y otros 2010), que se ha venido constatando tanto en el discurso político (Marín Arrese 2011a, 2013) como en ciertos géneros del discurso periodístico (Marín Arrese 2014). Referencias bibliográficas AIKHENVALD, Alexandra (2004): Evidentiality. Oxford: Oxford University Press. ANDERSON, Lloyd B. (1986): “Evidentials, paths of change, and mental maps: Typologically regular asymmetries”, en W. Chafe y J. Nichols (eds.), 273-312. BIBER, Douglas, JOHANSSON, Stig, LEECH, Geoffrey, CONRAD, Susan y Edward FINEGAN (1999): Longman Grammar of Spoken and Written English. Londres: Longman.
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SOBRE LOS AUTORES
Marta Albelda Marco es profesora titular en la Universitat de València. Forma parte del grupo de investigación Val.Es.Co. (Valencia Español Coloquial, ), dedicado al análisis de la lengua oral coloquial. Dirige el proyecto de investigación “La atenuación pragmática en el español hablado: su variación diafásica y diatópica” (Ministerio de Economía y Competitividad de España, ). Sus principales líneas de investigación son la pragmática de la lengua oral, la lingüística de corpus y con corpus, la evidencialidad y las categorías pragmáticas de la intensificación y de la atenuación. Sus publicaciones científicas pueden consultarse en las páginas webs y . Susana Azpiazu es profesora titular del Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca. Sus líneas de investigación son la lingüística contrastiva, la morfosintaxis y semántica del español y el estudio de los tiempos verbales. Es autora de la monografía Las estrategias de nominalización (2004) y editora del volumen Formas simples y compuestas del pasado en el verbo español (2014). Ha publicado sus trabajos en revistas como Verba, Revista Española de Lingüística, Revue de Linguistique Romane, Lingüística Española actual, Revista de Lexicografía, RILCE, entre otras. Antonio Briz es catedrático de Lengua Española en el Departamento de Filología Española de la Facultad de Filología, Traducción y Comunicación de la Universidad de Valencia, así como director del grupo de investigación Val.Es.Co. , dedicado al estudio de la lengua hablada y a la lingüística de corpus. Trabaja en lingüística española y en pragmática del español, y su línea de investigación principal es el estudio y análisis de la conversación coloquial. Sus últimas publicaciones tratan temas relacionados con las unidades de la conversación, los marcadores del discurso y la cortesía verbal. Dirige actualmente un proyecto interuniversitario, titulado “Diccionario de partículas discursivas del español” (), un estudio
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La evidencialidad en español: teoría y descripción
sobre la cortesía atenuadora en español y portugués, así como un proyecto de modernización del lenguaje jurídico en España. Bert Cornillie es profesor titular de Lingüística Española de la Katholieke Universiteit Leuven (KU Leuven). Entre sus líneas de investigación destacan la pragmática lingüística, la lingüística interaccional y la lingüística histórica. Es autor de una monografía sobre Evidentiality and Epistemic Modality in Spanish (semi-)auxiliaries (2007) y coeditor de volúmenes temáticos y números especiales como Subjectification. Various Paths to Subjectivity (2006), Topics in Subjectification and Modalization (2006), On interpreting Construction Schemas: from Action and Motion to Transitivity and Causality (2007), Modality at Work (2012), Discourse Markers and Modal Particles. Categorization and Description (2013), Hearer-Orientation in Spoken Genres (2015) y Evidentiality and the Semantics-Pragmatics Interface (2015). María Marta García Negroni es investigadora principal del CONICET, profesora titular regular de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y profesora principal de cátedra de la Universidad de San Andrés (Buenos Aires). Ha sido profesora visitante distinguida de la Universidad Complutense de Madrid y profesora invitada y conferencista en varias universidades de Francia, Brasil, España, Chile, Uruguay y Argentina. Profesora en Letras por la UBA (1982) y doctora en Ciencias del Lenguaje por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París (1995), ha publicado varios libros. Entre ellos, Para escribir bien en español. Claves para una corrección de estilo (2016), Sujeto(s), alteridad y polifonía (2015), Los discursos del saber. Prácticas discursivas y enunciación académica (2011; en coautoría); Gradualité et Réinterprétation (2003) y La enunciación en la lengua (2001, en coautoría con M. Tordesillas). También ha publicado numerosos artículos en revistas especializadas nacionales y extranjeras. Su investigación se enmarca en el análisis de la argumentación lingüística y de la polifonía enunciativa, ambas releídas a la luz de los estudios del dialogismo y de las heterogeneidades enunciativas, y se articula en torno del estudio de las instrucciones semántico-argumentativas presentes en los conectores y marcadores discursivos, de los diversos tipos de negación y de otros fenómenos microdiscursivos del español relacionados con las manifestaciones de la subjetividad y de la alteridad en el discurso.
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Sobre los autores
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Elisa González Ramos es profesora de Educación Secundaria del área de Lengua Castellana y Literatura. Combina esta profesión con labores de investigación vinculadas a la Universidad de Zaragoza, donde presentó su tesis doctoral sobre un conjunto de partículas que expresan evidencialidad en español actual a finales de 2016. Los resultados de sus estudios han sido plasmados en diversos artículos de investigación. Ramón González Ruiz es profesor titular de Lengua Española en el Departamento de Filología de la Universidad de Navarra. Su tarea docente e investigadora entronca con la lingüística general, la pragmática y las imbricaciones entre gramática y discurso. Sus publicaciones están especialmente relacionadas con estrategias argumentativas, con especial atención al discurso mediático, la semántica y la pragmática de la modalidad, la escritura académica y científica o las funciones sociales y pragmáticas de las partículas discursivas y de otras construcciones lingüísticas que funcionan en la “periferia oracional” (verbos de opinión, adverbios enunciativos, etc.). Es miembro de GRADUN (Grupo Análisis del Discurso. Universidad de Navarra), en el seno del ICS (Instituto Cultura y Sociedad. Universidad de Navarra). Ha formado parte de varios proyectos de investigación relacionados con el análisis del discurso. Actualmente es investigador principal del proyecto: “Metadiscurso y lenguaje evaluativo: perspectivas teóricas y de análisis en el discurso periodístico” (Ministerio de Economía y Competitividad 2013-2016). Mercedes González Vázquez es profesora de Español como Lengua Extranjera en el Centro de Linguas de la Universidad de Vigo. Licenciada en Filología Hispánica y Filología Gallego-portuguesa (Universidad de Santiago de Compostela, 1992), doctora por la Universidad de Vigo (doctorado europeo, Premio Extraordinario de Doctorado). Fue profesora de ELE en las Universidades de Santiago, Vigo, Univerzita Karlova de Praga e Instituto Cervantes de Leeds; en este último desempeñó los cargos de coordinadora académica y responsable del Aula Multimedia. Entre sus líneas de investigación destacan la semántica, pragmática y tipología de la evidencialidad y los verbos modales del español. Es autora de las monografías De lo posible a lo necesario: semántica de la modalidad (2004) y Las fuentes de la información. Tipología, semántica y pragmática de la evidencialidad (2006).
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Pedro Gras es doctor en Lengua Española por la Universidad de Barcelona, donde ha sido profesor en las Facultades de Filología y Formación del Profesorado. Actualmente es profesor de Lingüística Española en la Universiteit Antwerpen. Su línea de investigación principal es la codificación de información pragmática en las estructuras gramaticales desde una perspectiva construccional e interaccional. En este sentido, ha publicado diversos trabajos sobre insubordinación, modalidad y evidencialidad, marcadores del discurso y mecanismos de conexión oracional. Asimismo, también se ha interesado por la aplicación de conceptos procedentes de la lingüística teórica a la enseñanza de la gramática del español como lengua extranjera, tema sobre el que ha realizado diversos cursos y publicaciones. Dámaso Izquierdo Alegría es investigador del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. Su tesis doctoral, defendida en septiembre de 2016, tiene como título “Alcances y límites de la evidencialidad. Aspectos teóricos y propuesta de análisis aplicada a un conjunto de adverbios evidencialoides del español”. Es miembro de GRADUN (Grupo Análisis del Discurso. Universidad de Navarra). Su labor investigadora actual está centrada en la noción de evidencialidad y en otros ámbitos contiguos como la modalidad epistémica desde una perspectiva teórica y aplicada, con especial atención a la semántica y pragmática de las unidades evidenciales y evidencialoides del español. Óscar Loureda Lamas es catedrático de Teoría de la Traducción en la Ruprecht-Karls-Universität Heidelberg. Ha sido también profesor en la Universidad de La Coruña (2001-2008) y becario en la Eberhard Karls Universität Tübingen del Programa de Excelencia de la Fundación Alexander von Humboldt (2005-2007). Su labor docente e investigadora se centra fundamentalmente en la semántica léxica del español, la lexicografía, los problemas de lingüística general aplicados al español y, sobre todo, en los estudios sobre el texto, ámbito este en el que ha realizado estudios de gramática del texto del español, de tipología textual y de lingüística del texto. Actualmente desarrolla investigaciones de carácter experimental sobre las partículas discursivas y sobre las estructuras informativas de los textos en español, así como investigaciones sobre el valor del español y su traducción en Alemania.
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Sobre los autores
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Mercedes Marcos Sánchez es profesora titular en el área de Lingüística General en la Universidad de Salamanca, donde desarrolla su labor docente e investigadora en los ámbitos de semántica, pragmática, análisis del discurso e historiografía lingüística. Forma parte, además, del grupo de investigación BIESES (Bibliografía de Escritoras Españolas), en el que se ocupa de la escritura conventual femenina de la Edad Moderna. Entre sus publicaciones destacan: El lenguaje poético de Leopoldo Panero (1987), Historia, vida y palabra del monasterio de la Purísima Concepción (franciscas descalzas) de Salamanca (2001) y numerosos artículos en revistas y volúmenes colectivos sobre la historia de la enseñanza de español como lengua extranjera, marcadores del discurso y evidencialidad. A ello se une su labor de editora (en colaboración) de obras como Análisis del discurso periodístico: propuestas y enfoques (2006) o Lingüística para el siglo XXI (1999). Juana I. Marín Arrese es catedrática del Departamento de Filología Inglesa I (Lengua y Lingüística) de la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus líneas de investigación destacan los estudios semánticos y pragmático-discursivos sobre la evidencialidad y la modalidad, y sobre el posicionamiento discursivo, epistémico y/o efectivo, del hablante/conceptualizador, desde las perspectivas de la lingüística cognitiva y funcional. Es editora de volúmenes como Perspectives on Evidentiality and Modality (2004), English Modality: Core, Periphery and Evidentiality (2013), Evidentiality and the Semantics Pragmatics Interface (2015) y Evidentiality Revisited: Cognitive Grammar, Functional and Discourse-Pragmatic Perspectives (en prensa). Dentro de estas líneas de investigación, es también autora de diversos artículos publicados en revistas como Discourse Studies (2011, 2015), Belgian Journal of Linguistics (2015), Critical Discourse Studies (2015), y en volúmenes colectivos de editoriales como De Gruyter Mouton (2009, 2013), Peter Lang (2006, 2009) y John Benjamins (2011, en prensa). Asimismo, es directora e IP del Grupo de Investigación Complutense consolidado Discurso y Comunicación en Lengua Inglesa (930160) (), que forma parte del Campus de Excelencia Internacional-Moncloa (), y ha sido investigadora principal en varios proyectos de investigación dentro de las citadas líneas de investigación (referencias de los proyectos: BFF20000699-C02-02; 06/HSE/0272/2004; PR34/07-15798; FFI2011-23181) ().
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La evidencialidad en español: teoría y descripción
Teresa M. Rodríguez Ramalle es profesora titular de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid en la Facultad de Ciencias de la Información, Departamento de Filología Española III, del que es secretaria docente. En estos momentos es, además, directora de cursos para extranjeros de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Investigadora principal del proyecto “Gramática y discurso: procedimientos lingüísticos de la interacción comunicativa”, sus líneas de investigación giran en torno a la relación entre gramática y discurso y la periferia izquierda de la oración; sobre estos temas ha publicado artículos en revistas de difusión internacional. Es autora del Manual de sintaxis del español (2005) y del libro Las relaciones sintácticas (2015), entre otros. Asimismo, es secretaria de redacción de la revista Círculo de Lingüística Aplicada a la Comunicación, que tiene su sede en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Sergi Torner es profesor titular de Lengua Española en la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad Pompeu Fabra. Actualmente es el investigador principal del grupo de investigación consolidado InfoLex. Su investigación se centra sobre todo en el estudio del léxico del español, que ha abordado desde dos perspectivas complementarias: por un lado, ha publicado trabajos sobre semántica léxica, con una especial atención a los adverbios en -mente; por otro, ha llevado a cabo estudios en el ámbito de la lexicografía, especialmente en relación con la lexicografía de aprendizaje. Es autor, entre otros trabajos, del libro De los adjetivos calificativos a los adverbios en -mente: semántica y gramática (2007).
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n la actualidad, la noción de evidencialidad ha trascendido los límites de la tipología lingüística y ha terminado importándose para la descripción de lenguas europeas como el inglés, francés o español. Este volumen nace con la vocación de ofrecer una muestra representativa de los estudios evidencialistas desarrollados en la lingüística hispánica a través de doce contribuciones centradas en un grupo variado y equilibrado de unidades lingüísticas del español que han sido analizadas en términos evidenciales.
RAMÓN GONZÁLEZ RUIZ es profesor titular de Lengua Española en el Departamento de Filología de la Universidad de Navarra. Su tarea docente e investigadora entronca con la lingüística general, la pragmática y las imbricaciones entre gramática y discurso. DÁMASO IZQUIERDO ALEGRÍA es investigador predoctoral del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra. Es miembro de GRADUN (Grupo Análisis del Discurso. Universidad de Navarra). ÓSCAR LOUREDA LAMAS es catedrático de Teoría de la Traducción en la Ruprecht -Karls-Universität en Heidelberg. Su labor docente e investigadora se centra en la semántica léxica del español, la lexicografía, los problemas de lingüística general aplicados al español y, sobre todo, en los estudios sobre el texto, ámbito este en el que ha realizado estudios de gramática del texto.
La evidencialidad en español
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RAMÓN GONZÁLEZ RUIZ • DÁMASO IZQUIERDO ALEGRÍA ÓSCAR LOUREDA LAMAS (EDS.)
La evidencialidad en español: teoría y descripción
I B E R O A M E R I C A N A
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