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Spanish Pages 176 [178] Year 2013
La evidencialidad en las lenguas indígenas americanas
Un enfoque areotipológico •
Colección Lingüística • serie logos
La evidencialidad en las lenguas indígenas americanas
Un enfoque areotipológico • Nadiezdha Torres Sánchez
INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
Torres Sánchez, Nadiezdha. La evidencialidad en las lenguas indígenas americanas: un enfoque areotipológico / Nadiezdha Torres Sánchez. – México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2013. 176 p.: mapas ; 23 cm. – (Colección Lingüística. Serie Logos) ISBN: 978-607-484-427-6 1. Lenguas indígenas americanas. 2. Evidencialidad (Lingüística). 3. Indios de América – Lenguas – Tropos. I. t. II. Serie. LC: PM3002 / T67 / 2013
Primera edición: 2013 D.R. © Instituto Nacional de Antropología e Historia Córdoba 45, col. Roma, C.P. 06700, México, D.F. [email protected]
ISBN: 978-607-484-427-6 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los titulares de los derechos de esta edición. Impreso y hecho en México
Índice • Introducción Lista de abreviaturas
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La verdad Comunicación animal Lenguaje humano Conceptos filosóficos
17 17 19 23
Evidencialidad 31 Evidenciales 31 Evidenciales: algunas características 48 Campo de acción Campo de acción de los evidenciales
57 57
La muestra y la tipología La muestra La tipología
73 73 88
Conclusiones
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Apéndice de datos
101
Mapas
135
Bibliografía
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Hay cosas, sin embargo, que no vio, mas las escuchó de otros hombres sinceros y veraces. Por lo cual referimos las cosas vistas por vistas y las oídas por oídas para que nuestro libro resulte verídico, sin tretas ni engaños. Marco Polo, Viajes
Introducción •
La versión dura de la hipótesis de Sapir-Whorf plantea que la lengua determina los modos en que el hablante conceptualiza su realidad. El estudio de los evidenciales resulta adecuado a la luz de esta teoría, ya que refleja la necesidad de los hablantes, no sólo de proporcionar a los oyentes la información que se tiene, sino que además le ofrece a éstos las fuentes de donde obtuvo dicha información, permitiéndoles interpretarla dentro del contexto de la enunciación. Este libro es una aproximación al estudio de los evidenciales desde un enfoque areotipológico, que nos permitirá examinar la evidencialidad en las lenguas indoamericanas, para así establecer el abanico de fuentes de información, identificar los tipos de sistemas, esclarecer su estabilidad genética y mapear la difusión continental del rasgo. En los escritos sobre evidencialidad de Bybee (1985), Bybee et al. (1994), Chafe y Nichols (1986), Palmer (1991) y Willet (1988, 1991), los evidenciales siempre fueron relacionados con la modalidad epistémica, definida ésta en función de las actitudes de los hablantes sobre lo enunciado. Esta relación propició que a los evidenciales, además del significado de fuente de información, se les adjudicara un valor de grado de certeza. La idea de la certeza nos llevó al concepto de la verdad, noción que a su vez nos condujo a su contraparte, la mentira. Ambos conceptos se desarrollan en el primer capítulo, en el que se ofrece un panorama general de la certeza, la verdad y la mentira, destacando así algunas características que hacen diferentes al lenguaje humano de la comunicación animal, entre ellas la prevaricación. Con respecto a este último particu11
lar, daremos cuenta de algunos casos en el reino animal y vegetal, que en principio podrían considerarse como un contraejemplo a dicha capacidad singular del lenguaje humano: la capacidad de mentir. En este mismo orden de cosas expondremos diversas clasificaciones de la mentira, así como un puñado de definiciones operativas de la verdad. Dentro de este primer capítulo también abordaremos la evidencialidad a partir de las máximas conversacionales de Grice. Finalmente, expondremos las diferencias que pueda haber entre los términos creer, saber y conocer, diferencias que se basan en el tipo de evidencia disponible. En el segundo capítulo nos enfocaremos sobre la evidencialidad, ofreciendo primero un panorama breve de los estudios que se han hecho sobre el tema, para después definir puntualmente la categoría y establecer los tipos de evidencia existentes, así como las diferentes fuentes que los evidenciales pueden tener en su proceso de gramaticalización. Dentro de este capítulo también expondremos las extensiones de significados posibles —epistémicos y el admirativo—, así como la relación que existe entre los evidenciales y el tiempo gramatical. En el tercer capítulo revisaremos los distintos ámbitos gramaticales en los que se ha ubicado dicha categoría. Con este par de capítulos esperamos dejar una idea clara de lo que es un evidencial, puesto que uno de los problemas a los que nos enfrentamos en la documentación de dicha categoría fue el hecho de que en muchas descripciones hay un traslape entre la evidencialidad y los modales epistémicos. En el cuarto capítulo describiremos la muestra de lenguas indígenas que utilizamos y la tipología que elaboramos, a partir de los datos de evidencialidad disponibles. Finalmente, ofreceremos las conclusiones a las que llegamos después de un análisis cuidadoso. Tras el capitulado, se podrán encontrar dos apéndices. Uno con los datos de las leguas americanas estudiadas, que incluyen las marcas morfológicas que designan la evidencialidad en cada una de ellas, y otro con los mapas que muestran la distribución geográfica de las lenguas, los tipos y los subtipos establecidos. En estos mapas es posible apreciar las áreas de convergencia de la evidencialidad, en el continente. Antes de entrar en materia quisiéramos recalcar la afinidad que sentimos con la categoría de evidencialidad, puesto que —como lo mencionamos en el primer párrafo— el hecho de que en otras culturas sea obligatorio acompañar la información con una marca que indique la 12
fuente de dicha información, nos invita a imaginar qué pasaría si las lenguas de nuestras culturas industrializadas contaran con esta categoría. ¿Acaso no se tendría más cuidado en lo que se dice?, ¿qué tan diferentes serían los discursos políticos?, ¿las noticias en la televisión?, ¿los anuncios publicitarios? Si bien es cierto que los evidenciales dentro de su significado base no conllevan la idea de certeza o verdad, sí creemos que en el plano de la comunicación su uso permite al oyente interpretarlos y decidir si tal o cual marca de evidencialidad le da un mayor grado de certeza a lo dicho, una mayor o menor credibilidad. Finalmente, quisiéramos agradecer al Seminario Permanente de Tipología conducido por Francisco Barriga en la Dirección de Lingüística del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), por el apoyo y comentarios para la elaboración de este libro. Asimismo, agradecer los comentarios de Thomas Smith Stark, Josefina García Fajardo, Thomas Willett y Ferdinand de Haan.
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Lista de abreviaturas •
1 2 3 3S.P. ACT ACC.NO.RLZ ADM ANIM ART AUD AUX ASP DAT DECL DEICT DU EST EXT FEM FUT IMPERF INAN INFN INF ITER
primera persona segunda persona tercera persona tercera persona impersonal sujeto activa acción no realizada admirativo animado artículo auditivo auxiliar aspecto dativo declarativo deíctico dual estativo extensión femenino futuro aspecto imperfectivo inanimado infinitivo inferencial iterativo 15
LOC locativo MASC masculino M.A mismo agente MOV.PROX en movimiento, próximo N neutro NC materia no compacta NOM nominativo NO.PERCEP.AUS no perceptible, ausente NO.PRIM.MANO no primera mano NO.VIS no visual NEG negación Oc marcador de construcciones OBJ objeto PAS pasado PAS.REC pasado reciente PAS.REM pasado remoto PAS.INM pasado inmediato PERF aspecto perfectivo PL plural POS posesivo PRES presente PROG progresivo SEC secuencia SD sujeto diferente SIN.ESP sin especificación SG singular SUJ sujeto SUP suposición SUSTDOR sufijo sustantivizador TOP.NO. A/S tópico no caso de sujeto VIS visual
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La verdad • y entonces se sintió muy cansado, no por haber forzado demasiado la mente, sino por comprobar que el mundo es así, que las mentiras son muchas y las verdades ninguna, o alguna, sí deberá de andar por ahí, pero en cambio continuo, tanto que no nos da tiempo de pensar en ella en cuanto a verdad posible porque tendremos que averiguar primero si no se trata de una mentira probable. José Saramago La Caverna
COMUNICACIÓN ANIMAL
¿Qué es lo que nos hace diferentes de los primates? Esta es una pregunta que muchos investigadores, en distintas áreas, se han formulado y para la cual han dado distintas respuestas, tales como caminar en dos piernas, oponer el pulgar y fabricar herramientas, entre otras. Para este trabajo en particular son importantes las respuestas que ponen de relieve las diferentes capacidades que los humanos tenemos para transmitir mensajes. Aunque han sido varios los investigadores que han trabajado este tema, nosotros nos enfocaremos en la perspectiva de Charles F. Hockett, quien dice que la diferencia está, entre otras, en la capacidad de mentir, con esto en mente también mostraremos las distintas maneras de engaño que se presentan en el reino animal y vegetal.
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Hockett y la prevaricación En la historia del estudio del lenguaje humano, un rubro que ha despertado el interés de los investigadores es la diferencia que existe entre éste y la comunicación animal. Charles F. Hockett (1962), en su Curso de lingüística moderna, enumera quince características o propiedades del lenguaje. De éstas, cuatro son exclusivas del lenguaje humano. Una de ellas es la prevaricación, que consiste en la capacidad humana de transmitir mensajes falsos. Mimetismo, engaño y mentira en los reinos animal y vegetal
En la naturaleza, algunas especies no humanas presentan diferentes formas de engaño, las cuales son motivadas por cuestiones evolutivas, etológicas y comunicativas. Así, por ejemplo, es posible encontrar flores como las orquídeas del género ophyris que, para llevar a cabo la polinización, han desarrollado una forma que se asemeja a la mosca, abeja o avispa hembra, con el único fin de atraer al macho correspondiente. De esta manera, cuando el insecto macho visita la flor, el polen queda adherido en su cuerpo y así, cuando visita otra flor el polen es depositado en el estigma, para de esta manera concluir el proceso de polinización (Raven et al. 1999: 535). También encontramos dentro de varias especies un tipo de mimetismo llamado batesiano, que se caracteriza por el hecho de que alguna especie inofensiva toma la forma de una peligrosa, con el fin de alejar a los depredadores. Un ejemplo de este tipo de mimetismo es el de los coralillos falsos, serpientes no venenosas que toman el color rojo y los anillos amarillos y negros de los coralillos verdaderos, que son una de las especies de serpientes más venenosas que se conocen (De la Torre et al., 2006). Otro ejemplo es el de las moscas de las familias syrphidae y bombilidae, que han logrado parecerse a las abejas y a las avispas. A nivel de comportamiento, no se puede pasar por alto el caso del tlacuache (Didelphis virginiana), que cuando se siente amenazado se echa al suelo y se queda quieto, con los ojos vidriosos y la lengua fuera, como si estuviera muerto. De esta manera espera que el depredador lo deje a un lado, dándole la oportunidad de escapar. El comportamiento de este marsupial mexicano ha dado origen a un gran número de mitos y cuentos (López 1990). 18
En el plano de la comunicación tenemos el caso de los vervets mentirosos. Derek Bickerton (1994), en su libro Lenguaje y especies, narra el caso de los vervets, una especie de primate que tiene un sistema de llamadas —aprendidas desde pequeños por medio de la observación, sin la ayuda de los vervets adultos— para señalar la existencia de comida, así como de alarmas para advertir la cercanía de distintos predadores. Tales llamadas pueden funcionar como señales representativas o semánticas (Struhsaker 1967). Por ejemplo, cuando un vervet advierte a un leopardo, éste produce un sonido parecido a un fuerte ladrido y los otros vervets reaccionan saltando a los árboles. Si el predador es un águila, entonces emite una llamada distinta, más similar a un tosido. Ante esta emisión, los demás miembros del grupo corren hacia un arbusto. Finalmente, si se trata de una víbora hará una llamada parecida a un disparo, ocasionando que los demás vervets se paren en sus patas traseras y busquen en el suelo al predador. Lo interesante en este caso es que, en ciertas ocasiones, se ha comprobado que los miembros de esta especie ejecutan las llamadas sin que el estímulo se encuentre presente (Bickerton 1994). Esto se hace con el fin de distraer o alejar a monos de otros grupos. Esta conducta se podría considerar como un engaño y podría constituir un contraejemplo a lo que postula Hockett. Bickerton concluye señalando que no es posible etiquetarlo de esa manera, puesto que funcionaría si fuera el caso de que todos los vervets creyeran que hay un depredador o comida, y no sólo aquél al que intentan alejar.
LENGUAJE HUMANO Como es sabido, los hombres tienen la posibilidad de decir la verdad aunque ésta eventualmente llegue a ser dolorosa. Por dicha razón, en tales ocasiones es preferible mentir. En este apartado trataremos, por un lado, la propuesta del semantista Hebert Paul Grice, quien espera que lo que se comunica a otra persona sea verdad y, por el otro, apuntaremos algunas generalidades de su contraparte: la mentira.
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M áximas de Grice Centrándonos en el lenguaje humano, la característica de prevaricación —explicada anteriormente— es de sumo interés, puesto que en la vida social el humano se comunica por medio de la conversación. Cuando ésta se entabla, los participantes esperan, por regla general, que la información que se está vertiendo sea verídica o que, por lo menos, se pueda evaluar el grado de certeza. En torno a este rubro, el semantista Grice (1975) ofrece una serie de máximas conversacionales a las que se tienen que apegar los hablantes, para cumplir con el principio de cooperación, el cual conduce a buen término el curso de la conversación, tanto en su pertinencia como en su apego a la verdad. Dichas máximas son las de cantidad, cualidad, relación y manera.1 La máxima de cualidad tiene mayor relevancia para el tema de este libro, ya que es la que propone al hablante decir la verdad, es decir, a no decir algo que se crea que es falso y a no decir algo de lo que no se tenga evidencia suficiente. Gracias a esta máxima, el oyente puede esperar que la contribución al diálogo sea genuina y no falsa. Dado que la conversación es un acto social, resulta difícil que las máximas se cumplan o que tengan el mismo valor en todas las culturas. Podemos encontrar comunidades lingüísticas, como la tzotzil de Zinacantán, en la que regularmente se viola la máxima de cualidad, para proteger la vida privada, puesto que los hablantes dicen mentiras premeditadamente, esto es, dan la verdad “entre líneas” (Haviland 1988). Por el contrario, en comunidades como la quechua de Huallaga, se tiene un compromiso real con la información que se vierte, de manera que no resulta sorprendente que existan las marcas necesarias para expresar la fuente de información y graduar la certeza de lo que se está diciendo y, dependiendo de cuál se utilice, el hablante asume o no responsabilidad sobre su enunciado (Weber 1989). La mentira Todo el mundo ha dicho una o más mentiras. Tal vez por eso cuando Diógenes salió con una linterna en búsqueda de un hombre sincero, 1
La máxima de cantidad se refiere a que los miembros de la conversación digan lo necesario, ni más ni menos que lo que se precisa, para entender el punto de la plática. La máxima de relación implica que de lo que se habla concierna al mismo tema. Finalmente, la máxima de manera requiere que lo que se diga se haga de una manera elocuente.
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tuvo que regresar con las manos vacías. Sin lugar a dudas, la mentira ha estado presente en la historia de la humanidad. En el Antiguo Testamento, en particular en el Génesis, la encontramos en el tercer capítulo, en la conversación de la serpiente con Eva, quien engañada termina por comer el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal. También la hallamos en el cuarto capítulo en el pasaje de Caín, quien miente al decir que no sabe dónde se encuentra su hermano Abel, cuando acaba de matarlo. Otro ejemplo, sería el hallado en el capítulo dieciseisavo en el que Abraham, por su parte, miente cuando le dice al faraón egipcio que su esposa Sara es su hermana. Aquí cabe señalar que el Antiguo Testamento también incluye prohibiciones de mentir, como la del noveno mandamiento: “no dirás falsos testimonios”; o las contenidas en los proverbios salomónicos: “Labio sincero dura largo tiempo, lengua embustera sólo un instante” y “El honrado aborrece la mentira, el malvado se hace odioso y difama” (Prov. 4: 12, 19). De acuerdo con Sullivan (2003), la forma en la que generalmente se plantea el engaño o la mentira en el Antiguo Testamento es fácil: no se debe de engañar al prójimo, aunque de cierta manera, la mentira siempre esté presente dentro de un mundo en el que Dios lidia con su pueblo, y las acciones negativas como la lujuria y la envidia suelen tener por resultado interminables enfrentamientos y enconos. Estas acciones, sin embargo, pueden en algún momento de la historia ser pasadas por alto o inclusive ser aplaudidas, sí y sólo si éstas tienen un trasfondo de bondad. En cuanto al Nuevo Testamento, conviene advertir un cambio, pues ahora la maldad es generada desde el corazón y por lo tanto la visión de la mentira se vuelve más psicológica, trayendo como resultado que las consecuencias sean mayores, porque ahora mentir es seguir al mal, secundar al Diablo, que es el padre de lo falso, de la mentira. Por supuesto, la mentira más conocida del Nuevo Testamento es cuando Pedro niega a Jesús tres veces, antes de que cante el gallo (Mateo 26: 69-75). Más no se vaya a pensar que todas las mentiras que se profieren son tomadas a mal, pues en ciertas circunstancias son aceptadas y hasta alabadas. Por eso se han hecho distintas clasificaciones de las mentiras. San Agustín (en Tovar 2001) fue uno de los primeros en clasificar las distintas mentiras; dicha clasificación contempla ocho tipos, que van de más a menos grave, a saber: 1) la mentira en la doctrina religiosa, 2) la 21
que daña injustamente a alguien, 3) la que favorece a alguno y daña a alguien, 4) la cometida sólo por el apetito de mentir o engañar, 5) la que se comete por querer agradar en la conversación, 6) la que aprovecha a alguien pero sin perjudicar a nadie, 7) la que sin perjudicar a nadie, favorece a alguien y 8) la que sin perjudicar a nadie, aprovecha a alguien para evitar ser mancillado en el cuerpo. Para Santo Tomás de Aquino (1882), la mentira también era considerada como pecado y la determinación de si era mortal o no dependía de la intención o de la gravedad del engaño. Así pues, si la mentira era considerada como una injuria a Dios, era mortal; mientras que si se daba en los varones perfectos y la causa era evitar el escándalo, entonces no era considerada de esa manera, sino per accidens. En los tiempos modernos Evelin Sullivan (2003) nos da una nueva clasificación de siete tipos de mentira. Cabe destacar los tipos 1, 4 y 5 por su novedad; mientras que los demás tipos —2, 3, 6 y 7— tienen relación con alguno de los propuestos por San Agustín. Por ejemplo: el tipo 3 de Sullivan, “verdad por necesidad”, con el 8 de San Agustín, “para evitar ser mancillado”, tomando en cuenta los diferentes contextos sociales en los que se desarrollaron las clasificaciones. 1) Mentira noble: la que hacen los héroes en las novelas románticas. Mentir por la mejor de las causas; 2) mentira piadosa: presentada como inofensiva, un deber si se pretende evitar los sentimientos dolorosos y hacer enemigos; 3) mentiras de necesidad: es la mentira que se ocupa de alejar de nosotros a los matones. Se dice para desenvolverse en un mundo hostil; 4) mentira o cuento de altura: historias que se cuentan para que el lector u oyente admire su audacia e imaginación. En todas ellas se espera hacer reír al oyente; 5) mentira broma o travesura: tiene como fin la carcajada; 6) mentira de conveniencia: es la más común, es lo equivalente a un guiño, o sea no decir lo que no es conveniente; 7) mentira con la intención de hacer daño: difamación, calumnia, injuria. Para concluir este apartado se puede señalar que, en general, la historia está llena de mentiras y que en ciertas ocasiones éstas han modificado el curso del mundo, tal como se pudo constatar años atrás con el escándalo del ex presidente de Estados Unidos Bill Clinton quien mintió bajo juramento acerca del amorío que mantuvo con Mónica Lewinsky, o las mentiras del siguiente mandatario del mismo país acerca de la ubicación de armas nucleares en territorio iraquí, que 22
dio como resultado una guerra que el mundo entero rechazaba. En nuestro país, cómo olvidar cuando el ex presidente Fox negó que hubiera limitado la visita del presidente cubano Fidel Castro a la cumbre de Monterrey y por medio de una grabación salió la verdad, ocasionando que se tensaran las relaciones diplomáticas entre estas dos naciones. En el mismo orden de ideas, cabe aceptar que depende de la educación y los principios que tenga una persona para determinar si la mentira que decimos puede ser pasada por alto, o por el contrario ofender a alguien. Esto es, nosotros podemos decir mentiras que a nuestro parecer pueden ser piadosas, pero es el oyente quien finalmente determinará la forma de interpretarlas.
CONCEPTOS FILOSÓFICOS En el apartado anterior tocamos el tema de la mentira. Toca el turno de hablar de su contraparte, la verdad, desde un punto de vista filosófico. Existen también otros términos importantes para el tema de esta investigación, los conceptos creer, saber y conocer; las diferencias que existen entre ellos hacen que en el uso cotidiano del lenguaje no los utilicemos en las mismas circunstancias. Definiciones de verdad en filosofía El concepto de verdad ha sido trabajado por distintas corrientes teóricas. En este apartado no pretendemos desarrollar minuciosamente cada uno de los tratos del término, sino más bien ofrecer un breve recorrido a través de la historia, tomando en cuenta los puntos principales de los diferentes enfoques, con base en la obra de José Ferrater Mora (1994). Para ello, cabe subrayar que se ha trabajado en dos sentidos para construir la definición de verdad; el primero tiene que ver con la realidad, si ésta es verdadera o irreal; el segundo, por su parte, tiene que ver con determinar si un enunciado o proposición es verdadera o falsa. Nuestra historia comienza con los filósofos griegos, quienes buscaban la verdad en contraposición con la falsedad. Para ellos la verdad era lo correspondiente a la realidad y esta última era inmutable, permanecía, 23
no cambiaba. Así pues, en Grecia era verdadero aquello que era constante. En cuanto a la verdad de enunciados la definición más conocida es la de Aristóteles: “Falso es, en efecto, decir que lo que es, no es, y que lo que no es, es; es verdadero, que lo que es, es y lo que no es, no es. Por consiguiente, quien diga que (algo) es o no es dirá algo verdadero o dirá algo falso. Sin embargo, ni de lo que es o no es puede decirse (indistintamente) que es o que no es” (Aristóteles 1994: 198). Alrededor de esa misma época, la filosofía hebrea consideraba que la verdad no se relacionaba con la realidad, sino con la fidelidad. La verdad por lo tanto era “primariamente la seguridad , o mejor dicho, la confianza, […] para el hebreo la verdad es lo que es fiel, lo que cumple o cumplirá su promesa” (Ferrater 1994: 3660). Por otra parte, para los escolásticos, como San Agustín, sólo existía una fuente única de la verdad y ésta era Dios. Esta corriente definía la verdad trascendental, entendiendo el vocablo final como aquello que nace del ser y de ahí se extiende a todas las demás unidades. La verdad trascendental, pues, está relacionada con el intelecto, es decir, existe una adecuación de la mente con la cosa. En la época moderna, si bien se siguen teniendo como base algunas de las ideas anteriores, surgen nuevas corrientes teóricas. Emmanuel Kant y Wilhelm Friedrich Hegel (Ferrater 1994: 3662), dentro de un marco idealista, definen la verdad. Kant la entiende como verdad trascendental, no entendiendo trascendental de la forma en que lo definían los escolásticos. Para Kant, este término se refiere a la realidad, pero excede los límites de la experiencia. Kant considera que la verdad es una verdad del conocimiento, puesto que si existen cosas en sí, éstas no son asequibles, por lo que no es posible hablar de otro tipo de conocimiento que no sea el que responde a lo trascendental. Esto es, como lo mencionamos arriba, en lo que se refiere a la realidad, pero traspasa los límites de la experiencia. El segundo autor inscrito en esta corriente idealista es Wilhelm Friedrich Hegel, cuyo fin es encontrar la verdad absoluta o filosófica. Hegel hace la distinción entre verdad matemática o formal —la cual está basada en el principio de contradicción— y la verdad histórica o concreta, cuando se habla de la existencia singular. La verdad que busca, la absoluta, sería una combinación de las anteriores, por lo que, para Hegel, lo que comúnmente se considera como lo contrario a la verdad —esto es lo falso y lo negativo— no lo considera como una parte de ésta, sino más 24
bien como el episodio de un desarrollo en el que lo falso y lo negativo se pierden, en la medida en que la verdad va alcanzando su idea absoluta para sí misma. Hegel considera la filosofía como la verdad absoluta. Para Edmund Husserl la verdad puede ser entendida de cuatro formas. La primera como la concordancia entre el significado y lo dado, teniendo en cuenta una situación objetiva. La segunda forma tiene relación con un acto de conocimiento, esto es, un acto empírico y con evidencia; en este tipo se toman en consideración los procesos cognoscitivos. La tercera es el objeto dado, esto es, el objeto que hace posible la evidencia. Por último, la justeza de la intención. Para Husserl consecuentemente: la verdad se limitaría “a la adecuación ideal de un acto relacionante a la respectiva percepción adecuada de la situación objetiva” (Husserl 1982: 687). Martín Heidegger, por su parte, regresa a la concepción griega conectada a la realidad, pero con algunas diferencias. Para él la verdad es un descubrimiento. Dicho con sus propias palabras “1. Verdad en su sentido más original es el ‘estado de abierto’ del ‘ser ahí’, estado al que es inherente el ‘estado de descubiertos’ de los entes intramundanos. 2. El ‘ser ahí’ es con igual originalidad en la verdad y la falsedad” (Heidegger 2000:244). Otros autores han definido la verdad en relación con el provecho o la utilidad que algo puede dar a la vida. Por ejemplo, Friedrich Nietzsche (Ferrater 1994: 3664) define lo verdadero como aquello que contribuye a fomentar la vida de la especie, mientras que lo falso es el conjunto de obstáculos que impiden el desarrollo de esta misma. En el mismo orden de ideas, para F.C.S. Schiller la verdad es: “la manipulación de los mismos que […] demuestra ser útil, primariamente para cualquier fin humano, pero en última instancia para aquella perfecta armonía de nuestra vida” (Schiller 1903: 61). También hay que mencionar dentro de este tipo de concepción a William James; para él la verdad es lo que es bueno en el orden de la creencia o lo útil, entendiendo esto como lo que introduce un beneficio vital. Por su parte, José Ortega y Gasset (1982) la ha definido como aquello a lo que el hombre sabrá a qué atenerse, al ponerse claro consigo mismo, en relación con lo que piensa o cree. Viendo el problema desde otro enfoque, Alfred Tarski (1972) definió la verdad enunciativa teniendo en cuenta que para tratar este problema era necesario hablar de dos tipos de lenguajes. El primero llamado len25
guaje-objeto, que es el lenguaje acerca del que se habla, y la definición de verdad se aplicará a las oraciones de este tipo. El segundo es el metalenguaje, que es el lenguaje en el que hablamos acerca del primer tipo (lenguaje-objeto), y es en los términos en los que se plantea la definición de verdad. Éste debe cumplir ciertas características, como poseer una riqueza necesaria, suficiente para poder dar nombre a todas aquellas frases del lenguaje-objeto y además tener términos de carácter lógico. El siguiente punto relevante es que la definición de verdad la plantea con base en el término de satisfacción (x ‘satisface’). Satisfacción es la relación que existe entre objetos arbitrarios y ciertas expresiones llamadas funciones proposicionales, “ciertos objetos satisfacen una función dada si ésta se convierte en una oración verdadera cuando reemplazamos sus variables libres por nombres de objetos dados” (Tarski 1972: 32). En relación con las oraciones, sólo existen dos opciones: o ésta es satisfecha por todos los objetos, o no lo es por ninguno de sus objetos. Así, pues, se puede definir “la verdad y falsedad diciendo simplemente que una oración es verdadera si es satisfecha por todos los objetos, y falsa en caso contrario” (Tarski 1972: 34). Por último, para Charles Sanders Pierce (en James 1909) la verdad debe ser verificada. Esto significa que no hay nada verdadero que no sea satisfactorio. Dejamos esta concepción al final puesto que, si se piensa en los evidenciales, resulta que éstos podrían ser la prueba que, a nivel de lengua, se necesita para verificar la verdad de lo que dice el hablante. Creer, saber y conocer ¿En qué parte entra la evidencia? Al conversar hacemos uso de estos tres términos —creer, saber y conocer— y tal vez sean tan usuales en nuestra habla que no reflexionamos acerca de las diferentes circunstancias de uso de uno u otro. Así pues, de manera muy breve, se podría decir que utilizar un concepto en lugar de otro lleva consigo una carga que marca tener más o menos seguridad o certeza de lo que se dice, pero, ¿en qué consiste la diferencia de estos tres conceptos? Creer ha sido definido según el diálogo de Platón de “Teetes y el conocimiento”, como tener algo por verdadero pero sin tener seguridad ni contar con la evidencia o las pruebas necesarias para comprobar esta veracidad. Actualmente se sigue conservando un poco de esta idea pero se ha desarrollado un poco más; de esta forma, se puede entender creer 26
como una disposición, esto es, que la creencia nos dispone a actuar o responder de ciertas maneras. Tendríamos dos tipos de creencias: aquellas que son reales y forman parte de mí, y las profesadas, que son aquellas que comunicamos al exterior. Se suele dar el caso de que alguna de las creencias reales no se adecue a la creencia que se dijo, considerándose esto como un engaño. Sobre el mismo punto se puede concluir que no siempre actuamos de forma coherente con las creencias que tenemos (Villoro 2002). Una condición necesaria para creer sería la representación del objeto creído, pero no sólo basta esta representación, sino que el objeto tiene que ser aprehendido de alguna manera, por lo que creer es “un estado disposicional adquirido que causa un conjunto coherente de respuestas y que está determinado por un objeto o situación objetiva aprehendida” (Villoro 2002: 71). Es importante saber qué es lo que nos conduce a creer en algo, es decir sus razones. Éstas son las que logran crear un lazo entre la realidad y la creencia. No siempre estas razones tienen que ser racionales, pues existen muchas creencias que justificamos por medios no racionales, como por ejemplo cuando uno cree en lo que le dice una adivina, en el horóscopo o en el dogma religioso. Existen dos tipos de razones que acompañan a una creencia. Las primeras serían las explícitas, que son las que acompañan a una creencia cuando reflexionamos acerca de ella. Las segundas serían las razones implícitas, que se hacen reflexivas sólo en el momento en el que alguien, por ejemplo, nos pregunta por qué creemos en algo y no habíamos pensado antes en sus razones, las cuales nos conducirían al esclarecimiento de los procesos que originaron la creencia o las razones que estaban presentes cuando adquirimos la creencia, pero que ya las olvidamos. Dadas sus razones, una creencia puede tener grados de seguridad. El más bajo sería la presuposición, en la que sólo hay cierta probabilidad de que la creencia sea verdadera. Aquí juegan un papel importante las convicciones y es donde entran las motivaciones del sujeto, es decir, la importancia que nosotros, como sujetos, le damos a una creencia. Por otra parte, el grado más seguro sería la certeza, en donde no cabe posibilidad alguna de que la creencia esté equivocada. En general, solemos creer en la proposición que sea más fuerte en relación con sus razones. 27
La creencia en su sentido más fuerte —la certeza— se acerca a nuestro siguiente término: saber. De hecho está tan cerca que podría decirse que no es fácil distinguirlo, pero cuál es la diferencia entre saber y creer. Saber es: “creer algo por razones objetivamente suficientes” (Villoro 2002: 139), y ¿cómo es posible saber que las razones que tengo de una creencia son objetivamente suficientes? Las razones son objetivas si “son suficientes para cualquier persona a la que le sean accesibles los mismos datos, puedan comprender razones teóricas semejantes y acepte el mismo marco conceptual” (Villoro 2002: 147). A este grupo de personas se le conoce como una comunidad epistémica y a los miembros de esta comunidad, como sujetos epistémicos. Existen dos condiciones que definen cuándo una razón es objetiva; la primera es la condición de intersubjetividad, que está relacionada con lo mencionado en las líneas anteriores, es decir, “una razón es suficiente si es suficiente para cualquier sujeto de la comunidad epistémica pertinente que la considera” (Villoro 2002: 148). La segunda condición es la de irrevocabilidad y ésta se relaciona con saber si el número de razones que tenemos de una creencia es suficiente o no, para saber; una razón es suficiente si lo es para el sujeto que la tiene y si éste puede inferir que ningún otro miembro de su comunidad epistémica tenga razones suplementarias que puedan tirar su creencia. Cuando hablamos de la certeza, dijimos que era una creencia en la que no cabía la menor duda de que fuera errónea, es decir, que fuera verdadera. En función de lo anterior, podemos decir que saber es una creencia verdadera, pero es imposible pedir en un saber la verdad absoluta, porque entonces no podríamos catalogar como saber ningún tipo de conocimiento que esté justificado objetivamente, pero que sea falible —muchos de los conocimientos considerados como un saber en la Antigüedad, no son considerados actualmente de esa forma— por lo que no es conveniente relacionar el saber con la verdad absoluta, ya que tal vez esta última sea imposible de encontrar. Finalmente queda nuestro último concepto: conocer. Al respecto, cabe señalar que para conocer algo es necesario tener experiencias directas, personales y variadas, que después puedan formar una unidad; por lo anterior se puede graduar de mucho a poco lo que conocemos. Existen condiciones necesarias para conocer algo. Una de ellas ya la mencionamos: tener experiencias variadas y personales. Otra condición 28
es que lo conocido debe existir y se espera que tengamos respuestas intelectuales adecuadas frente a lo que conocemos. Dado que al conocer tenemos experiencias personales y que en el saber obtenemos garantía de que nuestras disposiciones están determinadas por lo que en realidad existe —y no por una mera creencia de su existencia— entonces ¿cuál sería la diferencia entre conocer y saber? La diferencia recae en el tipo de garantía y justificación que se tiene. Para el saber es objetiva y social, mientras que para el conocer es personal. Nos resta responder a la pregunta del primer párrafo: ¿en dónde entra la evidencia? Pensamos que en los tres conceptos, si tomamos las razones como evidencia. Lo que varía es el tipo de razón o evidencia. Así tenemos que en las creencias no siempre las razones están presentes. Sólo lo están cuando reflexionamos acerca de ellas y éstas pueden ser racionales, irracionales o guiadas por nuestros motivos de creer. En el saber las razones tienen que ser objetivas y éstas se determinan dentro de una comunidad epistémica, lo cual hace que las razones de creer sean sociales. Por último, las razones o evidencias en el conocer son más directas y nos las dan las distintas experiencias que tenemos sobre algo. Diríamos entonces que las razones de saber y conocer son más fuertes que las de creer y, por lo tanto, las proposiciones que tengan estos dos términos indicarán una mayor seguridad con respecto a la certeza de lo contenido en la proposición.
29
Evidencialidad •
EVIDENCIALES
Ahora es el momento de explicar las características propias de los evidenciales. En este apartado ofreceremos una breve historia de la forma en la que se ha concebido la categoría, su definición, los tipos de evidencia que pueden presentarse en las lenguas y el origen de ellos, por la vía de la gramaticalización de distintas categorías. Antecedentes históricos A lo largo de los siglos, los estudiosos de la lengua que se han enfrentado con el fenómeno de la evidencialidad y lo han descrito de diferentes maneras. Un primer acercamiento se produjo en las descripciones que se hicieron como resultado de la colonización de las tierras americanas. Dichas descripciones tenían gran influencia de las obras de Nebrija, en especial la Introctione latinae que realiza en 1481 y que traduce al castellano cuatro años después. En un principio se creía que esto daba por resultado que fenómenos poco usuales o inexistentes en las lenguas indoeuropeas fueran trabajados de forma poco extensa o que en definitiva no apareciera dentro de sus descripciones. Sin embargo lo anterior no es del todo cierto, porque en algunas gramáticas coloniales encontramos unas cuantas descripciones de la categoría de evidenciales. A continuación mostramos algunos ejemplos de la forma como algunas gramáticas coloniales de las lenguas quechua y aymara describían el fenómeno de la evidencialidad. 31
Un primer ejemplo es la Gramatica o Arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú hecha por fray Domingo de Santo Tomás en 1560, quien tanto en su capítulo 22 “de algunas partículas o syllabicas adjectiones no significativas, que entran en composición de nombres y verbos” como en su Plática, apéndice de su gramática de contenido religioso (Dedenbach-Salazar 1997: 297-298), trata los sufijos –mi, –cha y –s. Para este autor colonial, –mi tiene solamente la función de adornar la oración. Se añade a los verbos que no están en primera o segunda persona. En caso que se utilice con la tercera persona es para significar ‘ser’. Del sufijo –cha dice que se agrega al potencial sin dar ningún tipo de significado, pero dicha combinación da por resultado un carácter dubitativo. Finalmente, de –s comenta que sólo tiene la función de marcar un cambio en el sentido de la oración, sin señalar específicamente a qué tipo de cambio se refiere. Importa señalar que en la actualidad estos sufijos son tratados como sufijos de evidencia directa, inferencial y reportada, respectivamente, en algunas lenguas quechuanas. Una gramática anónima de esta misma lengua, escrita 26 años después, en 1586, también describe estos tres afijos. De –mi el autor explica que se utiliza para las oraciones afirmativas; y dentro de la categoría de “particulas diversas […] que siendo por otra parte conjuctiones o adverbios o proposiciones, sirven de ornativas o variar significado” ubica el sufijo –cha como dubitativo; y del sufijo –si, para el que no da descripción explícita, afirma que corresponde al de la expresión del español ‘dicen que’. González Holguín, en su gramática del quechua de 1607, incluye un apartado especial para los sufijos de tipo discursivo. En su Libro quarto del segundo capítulo sobre la elegancia y propiedad, correspondiente a las partículas finales, distingue dos tipos, a saber: aquellas que varían la significación y las que mudan la significación. Dentro del primer tipo entra el sufijo –cha dizen, no se, quiça, o creo que o podrase, o dizen duda. En el segundo tipo se encuentran el sufijo –mi explicado como una afirmación simple y el sufijo –si con el significado de dizque o dizen que affirmando, o preguntando, pis, quien dizque es (Calvo Pérez 1994). En cuanto a las descripciones coloniales de la lengua aymara, un buen ejemplo es el del Arte de la lengua aymara, publicado en 1603 por el padre jesuita Ludovico Bertonio, que si bien sigue clasificando los ahora evidenciales como partículas de ornato, también describe la importancia de marcar la fuente de información. En relación con la partícula –chi expresa: 32
vsan los indios interponer esta particula quando van narrando alguna cosa que vieron o oyeron, a persona que no lo saue y le digo Pedro fue a Roma, dire Pedro Romaro mataui, vel matauina […]. Y esto es especialmente quando el que las cuenta no las vio, de manera que para que se pueda vsar desta particula o el que habla, o el que oye no ha de auer visto la cosa que narra […]. Tambien quando vno quenta desi las cosas que hiço sin aduertir, o por yerro y oluido interpone esta particula, v.g viernesana aycha hincatauitha, por olvido comi carne en viernes (Bertonio 1603: parte III: 275; Calvo 1997: 334).
Algunos textos cristianos de la época, al haberse basado en las gramáticas hechas por los padres de la región, utilizaban estas marcas con el valor correspondiente a los significados que tenían en dichas gramáticas, destacando que era poco el uso que tenían los evidenciales. Avendaño, tanto en sus Sermones en lenguas castellana y quichua sobre los misterios de la fe y obligaciones del cristiano (1649), como en el Tercero cathecismo (1585) utiliza –mi implicando un conocimiento personal. El uso de estos mecanismos cambia un poco al revisar textos en la lengua, como es el caso de los textos quechua de Huarochirí, de comienzos del siglo xvii. En éstos se usa con cierta regularidad el sufijo –mi para expresar un acontecimiento que se ha presenciado o que pertenece al mundo que el narrador puede experimentar, y –si como marca para acontecimientos y acciones que el autor no ha experimentado ni puede experimentar personalmente (Dedenbach- Salazar 1997: 313-4). Es importante mencionar que en los ejemplos de las descripciones coloniales podemos notar que si bien los evidenciales no tienen un apartado especial, o en su defecto son puestos como marcas de ornato, éstos sí llegan a tener significados exactos o que se acercan a lo que actualmente se denomina evidenciales, como en el caso de la descripción de la lengua aymara de Bertonio (1603). Aquí conviene informar que no sólo en las gramáticas coloniales los evidenciales no fueron descritos ampliamente, sino que incluso en los trabajos de la segunda mitad del siglo xx sobre la lengua aymara, como los de Ellen Ross (1963), Juan Enrique Ebbing (1965) y Wexler Paul (1967), que presentan los evidenciales como sufijos opcionales, de adorno o énfasis. En Estados Unidos, Franz Boas (1911a) señala en la introducción del Handbook of American Indian Language, que cada lengua posee una tendencia peculiar a seleccionar este o aquel aspecto de la imagen mental 33
que es transportada por la expresión del pensamiento, y para esto da el ejemplo de la oración del hombre enfermo en la lengua kwakiutl, a la que se le pueden agregar modalidades para expresar la fuente de información. También hace notar la obligatoriedad de las marcas de fuente de información.1 Edward Sapir (1922) en su trabajo de la lengua takelma ubica el evidencial por inferencia dentro de las categorías tempo-aspectuales. Por último, Morris Swadesh (1939) analiza las marcas de citativo y de inferencia en la lengua nootka, como ‘modos de evidencia’, dentro de un largo juego de flexiones de modo. Todo lo anterior dio como resultado que los evidenciales se clasificaran, a partir de entonces —en lenguas norteamericanas o de otras regiones— como modo por estar afijados al verbo, o bien como parte del sistema tempo-aspectual, además de subrayar la noción de obligatoriedad que en algunas lenguas tienen las marcas que nos ocupan. Roman Jakobson (1986 [1957]), en su artículo “Shifters, Verbal Categories and the Russian Verb”, da una definición del término, tomándolo como una categoría gramatical más amplia: Hr Hrd/Hd testificante (evidencial) es una etiqueta tentativa para la categoría verbal que toma en cuenta tres acontecimientos o hechos —un hecho relatado (Hr), un hecho discursivo (Hd) y un hecho discursivo relatado (Hrd)—, a saber las pretendidas fuentes de información acerca del hecho relatado. El hablante refiere un hecho sobre la base de que se trata de algo referido por alguien más (una declaración citada, de oídas), de un sueño (declaración reveladora), de un acertijo (declaración supositiva), o de su experiencia anterior (patentización por la memoria) (Jakobson 1986: 315).
En 1986, un simposio sobre los evidenciales dio por resultado un libro (Chafe y Nichols 1986), en el que diversos autores trabajan el tema desde distintas perspectivas, tanto en lenguas amerindias (maricopa, kashaya, lenguas iroquesas, entre otras), como del resto del mundo (turco, zona de los Balcanes, pidgin chino-ruso), sin dejar de lado los aspectos puramente teóricos.
1
En el curso de la investigación encontramos el uso obligatorio de evidenciales sólo en cinco lenguas (quechua de Huallaga, aymara, jaqaru, siriano y yuruti). Asimismo, el uso optativo explicitado en tan sólo tres lenguas (apache occidental, retuarã y mỹky). Sin lugar a dudas ésta es una deficiencia descriptiva generalizada.
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Posteriormente, en 1988, Thomas Willett publica un artículo acerca de la gramaticalización de los evidenciales y dentro de su gramática del tepehuano del sur (1991) incluye un apartado específico para los evidenciales. A partir de la década de los noventa, cada vez más investigadores se acercaron al fenómeno de la evidencialidad, tanto en las lenguas de América como en las del resto del mundo, ya sea con artículos específicos sobre lenguas particulares o sobre aspectos teóricos. Finalmente, en 2004, Alexandra Aikhenvald publica un libro en el que, desde nuestro punto de vista y hasta el momento, hace el análisis más profundo y detallado sobre este tema. Definición de evidencial Los evidenciales son definidos por Bybee (1985: 184), como las marcas gramaticales que indican la fuente del conocimiento de la información de la proposición del hablante. Anderson (1986: 274-275) ofrece cuatro puntos para distinguir evidenciales reales, de todas aquellas formas que podrían parecerlo. Un primer punto es que los evidenciales marcan el tipo de testimonio que esta disponible para el hablante. Estos pueden ser de evidencia directa, inferencia más evidencia directa, inferencia sin que se especifique el tipo de evidencia, y a través de razonamientos lógicos. Los evidenciales también muestran si la evidencia es de tipo visual o auditiva, entre otras. Una segunda distinción es que los evidenciales no son la predicación primaria2 de la oración, sino una especificación que se añade. Un evidencial tiene la noción de evidencia como su principal significado y no por inferencias pragmáticas. Finalmente, Anderson señala que los evidenciales se pueden presentar como formas flexivas, clíticos o formas libres, pero no en formas compuestas o de derivación. Para algunos autores, tales como Willett (1988) y Palmer (1991), cada marca de evidencialidad, además de expresar la fuente de información, también enuncia el compromiso o la falta de éste, por parte del hablante, hacia lo que está transmitiendo. Conforme a este tipo de definición, los evidenciales entrarían a ser parte de la modalidad epistémica. Sin embargo, Aikhenvald (2004) y Ferdinand de Haan (1999) comentan que el significado base de los evidenciales es el de proporcionar la fuente de 2
Cuando afirmamos que no es la predicación primaria se entiende que la marca de fuente de información ya sea ver, decir, no es el verbo principal en la oración.
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información, sin que esto implique la expresión de un mayor o menor grado de certeza y de lo anterior surgen dos opciones para establecer su campo de acción, a saber: que formen una categoría independiente o que sean parte de la deixis. Las tres posibilidades planteadas se tratarán en el siguiente capítulo, dentro de los apartados “Modalidad epistémica”, “Categoría independiente” y “Deixis”. Tipos de evidencialidad Un primer criterio para clasificar a los evidenciales sería qué tan accesible está la evidencia o fuente de información para el hablante. Esto es, si cuando el evento sucede el hablante lo está presenciando, o bien si éste se basa en resultados observados o en lo que alguien más le diga. Si el evento es atestiguado por el hablante, se puede considerar que la evidencia se da de forma directa. En los casos en los que el hablante no presencia el evento, se puede considerar que la evidencia es no directa o de segunda mano. Dentro de la evidencia directa el hablante puede presenciar el hecho a través de los cinco sentidos, ya sea que el hablante lo haya visto, oído, olido, gustado o palpado. Generalmente los sentidos más referidos son el de la vista y el oído. Los otros no aparecen por separado. La evidencia no directa se construye con un rumor o por inferencia. La primera indica que el hablante obtuvo la información gracias a que alguien le comentó el suceso o por medio de las historias orales que pasan de generación en generación. La inferencia, según Willett (1988), es posible gracias a los resultados conclusivos observados por el hablante o por medio de un razonamiento que se elabora gracias a que el hablante tiene algún tipo de conocimiento previo. El esquema de la página siguiente muestra cómo Willett (1988: 57) resume los tipos de evidencia, basándose en esta división primaria entre las evidencias directa e indirecta. La evidencialidad también se puede dividir en sistemas, tal como lo hace Aikhenvald (2004). Aunque la diferencia primaria sigue siendo la evidencia de primera o segunda mano, esta autora clasifica los sistemas de evidenciales en función del número de marcas que presenten las lenguas. Así pues, podemos encontrar desde sistemas con dos marcas, hasta sistemas con un máximo de cinco marcas, siendo los primeros los que tienen más representantes en las lenguas naturales. A continuación 36
visual directa
atestiguada
auditiva otros sentidos
Tipos de evidencia
segunda mano reportada
tercera mano folklore
indirecta resultados inferencia razonamiento
referiremos los tipos de sistemas de evidencialidad presentados por Aikhenvald (2004). A. Sistemas con dos opciones: 1) Primera mano vs. no primera mano, 2) no primera mano vs. todo lo demás, 3) reportada vs. todo lo demás, 4) evidencia sensorial vs. reportada y 5) auditiva vs. todo lo demás. B. Sistemas con tres opciones: 1) directa (o visual), inferencial, reportada, 2) visual, no visual, inferida y 3) visual, no visual, reportada. C. Sistema con cuatro opciones: 1) visual, no visual, inferida, reportada, 2) directa (o visual), inferida, suposición, reportada y 3) directa, inferida, reportada, citativa. D. Sistema con cinco o más opciones: 1) visual, no visual (marcas sensoriales), inferida, suposición y reportada. A primera vista, la clasificación que propone Aikhenvald parece completa. Sin embargo, a nuestro parecer, tiene un problema en relación con las marcas “todo lo demás”, ya que hace suponer la existencia de marcas cero, las cuales no necesariamente están ejemplificadas en las descripciones de las lenguas. Sin duda es muy arriesgado suponer que cuando en una descripción sólo se especifica una marca de evidencial, lo no marcado implicaría “todo lo demás”. Un ejemplo esclarecedor 37
sería el de la lengua kiliwa (Mixco 1996), que al parecer sólo marca la evidencia por inferencia –yuu=mit. Tomando en cuenta los sistemas de Aikhenvald, esta lengua pertenecería al sistema A2 (no primera mano vs. todo lo demás), pero según nosotros es atrevido concluir que si no tiene más marcas, lo no marcado ejemplifica todos los demás casos de evidencialidad. En este trabajo consideramos los tipos de evidencialidad que se refieren a continuación. En primera instancia, dependiendo de la accesibilidad a la información, tendremos evidencia directa versus no directa. Evidencia directa Entre la evidencia directa es posible encontrar tres tipos distintos. Un primer tipo sería el visual (vis) que, como su nombre indica, se emplea cuando la información que está proporcionando el hablante fue obtenida a través de la vista. El uso de este evidencial se ejemplifica con la lengua akha (1), de la familia sino-tibetana (Thurgood 1986: 214), y la lengua tariana (2) de la familia arahuacana (Aikhenvald 2003: 134) que se habla en Brasil: (1) nɔ -máq ájɔ́q-áŋ di-ŋá 2-PL 3-OBJ golpear-vis ‘Ustedes van a golpearlo (lo veo ahora)’ (2) Ceci tʃinu-nuku du-kwisa-ka Cecilia perro-TOP.NO.A/S 3SG.FEM-regañar-vis ‘Cecilia regañó al perro (yo lo vi)’ Un segundo tipo es la evidencia no visual (no.vis), la cual implica que la evidencia fue adquirida a través de cualquier otro de los sentidos que no sea la vista (3a y 3b), o incluso puede llegar a indicar evidencia que el hablante siente dentro de él mismo (3c), o una experiencia con un sentido más psicológico (3d), tal como lo muestra el apache occidental (De Reuse 2003: 80): (3a) gozdod hiłts’ad 3SP.PERF.estar.caliente no.vis ‘Está caliente’ o ‘siento que está caliente’ 38
(3b) ɬikąh gonlchih hiłts’ad 3SG.IMPERF.ser/estar.dulce 3SP+2SG.IMPERF.oler no.vis ‘Tú hueles bien (olfato)’ (3c) dinshniih hiłts’ad. 1SG.IMPERF. lastimar no.vis ‘No me siento bien (el hablante siente el malestar dentro de él)’ (3d) ch’a’oshínłtsoo hiłts’ad. 2SG+1SG.PERF.perdida.NCM no.vis ‘Me tienes perdida como una pelota mullida (sentido psicológico)’ Lo más usual en relación con este tipo de evidencia es que se refiera al canal auditivo. La lengua de la familia bantú, lega, (4) (Botne 1995: 205) y la lengua maricopa (5) (Gordon 1986: 77), de la familia yumana, nos sirven para ejemplificar esta clase de evidencia: (4) ampó ɛ́ kurúrá mompongɛ no vis. 3SG.PROG.moler 3.arroz ‘Ella está moliendo arroz (puedo oírlo)’ (5) m-ashvar-’a 2-cantar-no.vis ‘Tú cantas (lo oigo)’ Finalmente, tenemos la evidencia sin especificación (sin.esp), que se refiere a aquellas marcas que nos indican evidencia directa, pero no se pone en claro a partir de qué sentido se adquirió la información. Esta particularidad se muestra con la lengua tepehuano del sur (Willett 1991: 162) hablada en el estado de Durango: (6) Jiñ-capiasa dyo gu cavay tacav na-ñ 1SG-patear sin.esp ART. caballo ayer SUJ-1SG ca-’uhlis TEM-ensillar ‘El caballo me pateó ayer mientras lo ensillaba’ 39
Evidencia no-directa Existen cuatro diferentes formas de marcar que la evidencia que posee el hablante no es de primera mano. En primer lugar, la evidencia reportada (rep), que se usa cuando la información la adquirimos a través de alguien más. Dentro de esta categoría entran también las marcas que usualmente llaman citativos. Aikhenvald (2004) hace la distinción entre reportada y citativa. La primera indica que no se tiene la referencia de quién lo dijo, mientras que en el citativo sí. Esto podría relacionarse con lo que Willett nombra reportada de segunda o tercera mano. En este trabajo sólo haremos referencia a la marca reportada, puesto que con los datos que tenemos es difícil hacer la distinción que marca Aikhenvald. La lengua kannada (7) hablada en la India (Sridhar 1990: 3) y la lengua tuyuca (8), de la familia tucanoana (Barnes 1984: 257), nos sirven como ejemplos de este tipo de evidencia: (7) nimma pustaka avara hattira illav-ante 2SG.POS libro 3SG.POS cerca NEG-rep ‘(Se dice que) tu libro no está ahí’ (8) díiga apé-yigɨ caucho jugar-rep ‘Él jugó futbol (obtuve la información de alguien más)’ La inferencia (inf) se usa cuando la información que se está dando se infirió —en el significado exacto de la palabra— a través de hechos percibidos por cualquier sentido. La evidencia inferencial se ilustra con ejemplos de la lengua qiang (9), hablada en Sicuani, China (La Polla 2003: 66) y la lengua kayardild (10), de Australia (Evans 1995:525): (9) mi ʐ bə ʐete-k’! (qiang) persona tambor golpear-inf ‘Alguien está tocando el tambor (me parece a mí, pues escucho un sonido como el que producen los tambores) (10) thabuju-ntha warra-jarra-nth (kayardild) hermano.mayor-inf ir- PAS-inf ‘Mi hermano mayor debió haberse ido (puesto que no está aquí)’ 40
Por su parte, la suposición (sup) se basa en conclusiones obtenidas por medio del razonamiento lógico, suposición o conocimiento general, tal como nos lo muestra el wintu ( Pitkin 1984: 234): (11) pi kupa-?el 3 cortar.madera-sup ‘Él está cortando madera (él tiene un trabajo cortando madera, usualmente va diario entre las ocho y las cinco, son las tres en punto por lo que debe de estar cortando madera)’ Por último sin especificación (sin.esp), al igual que en la evidencia directa, sólo marca que la evidencia fue adquirida de forma indirecta, sin aclarar por cuál vía. La lengua montañés (James et al. 2001: 239) de la familia álgida, nos sirve para ejemplificar este caso: (12)
pineshi:sha… pipa:mina:shi:ni:shapani:
pájaro
pi:takami:t
anite
eso.volar.alrededor-sin.esp ahí
ni:tizna:t
dentro nuestro.lugar ‘Parece que el pájaro voló alrededor de nuestra tienda’
En algunos casos, la misma marca de evidencia no directa sin especificación puede tener tanto la lectura de evidencia inferencial como la de reportada, como es el caso del turco (Aksu-Koç y Slobi 1986: 159): (13) Ahmet gel-miş Ahmet venir-sin.esp.PAS ‘Ahmet vino’ inferencial: el hablante ve el abrigo de Ahmet colgado en la sala principal, pero no ha visto a Ahmet. reportada: al hablante le dijeron que Ahmet había llegado, pero no lo ha visto. A continuación, ofrecemos un esquema que contiene todas las clases de evidenciales arriba presentadas:
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Evidencialidad
directa
vis
no.vis
no directa
sin.esp
rep
inf
sup
sin.esp
Expresión de la evidencialidad Los hablantes de todas las lenguas tienen la posibilidad de expresar la fuente de su información. Para ello pueden recurrir a un puñado de mecanismos que van desde el uso de construcciones sintácticas, hasta el de formas totalmente gramaticalizadas, como lo son los afijos. A nivel sintáctico podemos encontrar frecuentemente sintagmas en los que el núcleo predicativo está constituido por verbos de percepción del tipo ver, oír, oler, tocar, probar, escuchar, etc., así como por verbos relacionados con la expresión verbal, tales como, decir, chismear, contar, etc. En cuanto a los verbos de percepción, Andy Rogers (1976) clasifica el universo de dichos verbos en tres clases. La primera la integran los verbos cognoscitivos, caracterizados por ser verbos no-agentivos que incluyen en su significado la recepción de datos sensoriales mediante mecanismos fisiológicos. Los verbos que entran en esta clasificación son: oír, ver, oler, sentir, saborear. El segundo tipo se refiere a aquellos verbos que son activos, como escuchar, mirar, olfatear, tocar, probar. Como su nombre indica, los sujetos de dichos verbos “parecen actuar como agentes de cierto género” (Rogers 1976: 145). Finalmente, los verbos de intercambio son sintácticamente estativos —al igual que los verbos cognoscitivos— y requieren el uso de un adjetivo como complemento. Dentro de esta clase se encuentran verbos como sonar, parecer, oler, saber (tipo de sabor), etc. Existe una relación entre los verbos de intercambio y los cognoscitivos, ya que, al parecer, las 42
oraciones con verbos de intercambio presuponen oraciones correspondientes con formas cognoscitivas. Lo anterior se ilustra con el siguiente ejemplo, en el que para poder decir la oración con el verbo de intercambio parecer, es necesario que la oración con el verbo cognoscitivo oír sea verdadera (Rogers 1976). (14) Oí llorar al bebé. Parece que tiene hambre. Es posible que el hablante use las tres clases de verbos de percepción para expresar evidencia. Probablemente los verbos de cognición sean los más típicos en la expresión de la evidencia directa (15). Es interesante hacer notar que el verbo oír puede emplearse tanto para evidencia directa como para evidencia reportada. En los casos de evidencia directa, dicho verbo generalmente se emplea con cuestiones físicas, como oír gotas de lluvia, pasos, ruidos etc. (16); mientras que en la evidencia reportada se usa para referir las acciones de alguien más (17), aunque la interpretación sigue siendo ambigua: (15) Aliocha llegó tarde, yo lo vi. (16) Oí cuando subías las escaleras. (17) Oí que Patricia cantaba desafinada. Por su parte y en función de su significado, el verbo escuchar se utiliza sobre todo en construcciones de evidencia reportada, aunque también llega a emplearse en evidencia directa: (18) Escuché que Julio entró al doctorado. Las oraciones con verbos interpretativos, combinados con oraciones con verbos cognoscitivos, tienen el sentido de inferencia, tal como se constata en el siguiente ejemplo: (19) Vi a Carolina con una pequeña panza, parece que está embarazada. Asimismo, Cornillie (2007) argumenta que construcciones como parecer/resultar + infinitivo o parecer/resultar + que pueden tener una lec43
tura de evidencialidad. Propone ciertas pruebas para determinar qué tipo de fuente de información o modalidad expresan. Así, con verbos como parecer o resultar más una reflexión ‘pero yo no lo creo’ daría una interpretación de evidencia inferencial, si la pregunta es ‘¿quién lo dice?’, sería un caso de evidencia reportada, y en caso de que la interrogante sea ‘¿tú crees?’ podría tener tanto una lectura de evidencia inferencial como una de modalidad epistémica relacionada con la creencia. En este mismo orden de ideas, cabe apuntar que los verbos relacionados con la expresión verbal suelen producir estructuras del tipo habla reportada. En el caso del español es interesante que una estructura claramente reportativa, como es “decir que”, haya experimentado una gramaticalización por subjetivización (Company 2004), entendiendo ésta última como “un proceso dinámico de cambio […] mediante el cual las valoraciones y actitudes del hablante encuentran codificación explícita en la gramática de una lengua” (Company 2004: 3), y producido dizque. Según Elsie Magaña (2005) la gramaticalización del verbo de tercera persona más un nexo produce un sustantivo que ha dejado de marcar “lo que dice alguien más” para tener ahora la función de cuestionar la certeza del verbo de la oración, siendo éste un cambio de un sintagma predicativo a una forma evidencial (Magaña 2005: 64). Desde nuestro punto de vista y dado que entendemos la evidencialidad como la marca de fuente de información, dizque se ha convertido en un marcador de modalidad epistémica, más que en un evidencial, puesto que su función es marcar falta de certeza, mientras que la forma predicativa mantiene una extensión de evidencia reportada. (20) Se dice que tienen que perforar en aguas profundas para sacar petróleo. (21) Dizque tienen que perforar en aguas profundas para sacar petróleo Más allá de los verbos de sentido y de expresión verbal, a nivel léxico se encuentran adverbios como: ciertamente, evidentemente, posiblemente, probablemente, etc. Dichos adverbios dentro de su significado expresan un grado de certeza, noción que para varios autores ha estado relacionada con las marcas de evidencialidad. Desde nuestra perspectiva —y a pesar de que los evidenciales no tienen dentro de su signifi44
cado base el grado de certeza— estos adverbios pueden utilizarse como mecanismos para marcar evidencia inferencial (22), aunque dicho significado es secundario. También es posible encontrar adverbios que tengan un significado más cercano a fuente de información, sin tener un grado de certeza (23), tales como visiblemente, notablemente o en inglés reportedly (24): (22) (23) (24)
Probablemente Enrique no venga a la fiesta Diego estaba visiblemente molesto John is reportedly ill ‘Juan está, según se informa, enfermo’
Finalmente, podemos encontrar lenguas que para expresar la evidencialidad recurren a formas gramaticalizadas o en vías de gramaticalización, como partículas y afijos. Dichas marcas suelen tener su origen en alguno de los mecanismos mencionados anteriormente, o en otras fuentes, como morfemas deícticos, tiempos pasados y aspectos perfectivos, entre otros. Dado que en este trabajo nos enfocamos en las marcas de evidencialidad gramaticalizadas o en proceso de gramaticalización, en el siguiente apartado expondremos los distintos orígenes que pueden tener dichas marcas. Origen de los evidenciales En este trabajo nos enfocamos en la evidencialidad marcada por medio de afijos y partículas, entendiendo por partículas aquellas marcas que no están afijadas y que tienen un significado más gramatical que léxico. Cabe aclarar que sólo las marcas referidas con este nombre fueron las que utilizamos para los datos. En este apartado concentraremos nuestra atención en el origen que pueden tener estos mecanismos de evidencialidad. De entrada, es necesario asentar que existen diversos medios por los cuales los evidenciales pueden llegar a ser morfológicos; uno de ellos es la gramaticalización de verbos de discurso, percepción y, en raras ocasiones, de verbos con otras cargas semánticas. También es posible que los evidenciales provengan de morfemas deícticos, modalidades, tiempos pasados, aspectos perfectivos, participios y nominalizaciones, así como de reinterpretaciones de complementos del discurso y construcciones copulativas. 45
Las gramaticalizaciones de verbos de discurso suelen dar por resultado evidencia reportada, como en el caso del mam (England 2005). En esta lengua mayense, la marca =ch es una gramaticalización del verbo intransitivo chi ‘hablar’. O en el de la lengua kawaiisu (Zigmound et al. 1990), de la familia yutonahua, en la que la partícula me?mee se deriva del verbo ‘decir’ mee. Los verbos de percepción usualmente dan origen a evidenciales visuales o no-visuales, como en el washo (Jacobsen Jr. 1953), en el que el evidencial no-visual –delem está históricamente relacionado con el verbo dámal ‘oír’. En el chinanteco de Sochiapan (Foris 1994), al igual que en la lengua anterior, la marca de evidencia no-visual ní1 es una gramaticalización del verbo niéh3 ‘oír’. En lenguas como el hup (Epps 2005), de la familia puinaveana, las marcas de inferencia =sud y –ni– tienen su origen en los verbos sud ‘estar localizado dentro de algo más’ y ni ‘ser, existir’, respectivamente. Para el caso de los deícticos que pueden dar por resultado marcas de evidencialidad, en la lengua toba (Messineo 2004), de la familia guaycurana, las marcas deícticas na, so, da, ñi y zi pueden indicar evidencia directa y el deíctico ka evidencia inferencial. En cuanto al origen modal de los evidenciales, la lengua estoniana (Aikhenvald 2004) es la que mejor nos sirve de ejemplo. En esta lengua, la marca de evidencia reportada –na puede estar relacionada con la marca de modo potencial –ne. En relación con aspectos perfectivos, resultativos y tiempos pasados, las lenguas álgicas montañés y naskapi (James et al. 2001) son un claro ejemplo. En ambas la marca de evidencia indirecta sin epecificación –shapan y –sipin, respectivamente, se derivan presumiblemente de la marca protoalgonquina de aspecto perfecto *(e) shapan. En este mismo orden de ideas, Friedman (1986) comenta el caso de la lengua macedonia, la cual desarrolla del aspecto perfecto del eslavo común un pasado no definido, dicho pasado implica —en oraciones en las que el sujeto no es la primera persona— que la información fue adquirida de forma indirecta. Este sentido no se encuentra en todos los casos en los que aparece el mencionado pasado, puesto que también es posible encontrar oraciones en las que sigue teniendo la función de marcar el aspecto perfecto. El autor comenta en sus conclusiones que marcas como la del pasado indefinido en esta lengua indican principalmente la actitud del hablante hacia lo dicho más que una fuente de información. 46
En cuanto a la derivación de evidenciales a partir de tiempos pasados, un ejemplo es el sistema evidencial del tuyuca (Barnes 1984), que es similar en su forma a los sistemas temporales de otras lenguas de la familia tucanoana; por ejemplo, en la lengua cayapa las marcas de tiempo pasado (–wi, –wo, –wa, –w) son idénticas a las marcas de evidencialidad en tuyuca (–wi, –wo, –wa, –w). El uso de participios como vía de origen de evidenciales se ilustra con el lituano (25) (Gronemeyer, en Aikhenvald 2004: 281), que muestra esta característica, puesto que las formas en participio de los verbos en esta lengua se pueden interpretar como marcas de evidencia reportada. (25) Vyr-ai medžio-dav-e̹̹ hombre-PL.MASC.NOM cazar-ITER-ACT.PAS.PL.NOM (=rep)
mišk-uose
bosque-LOC.PL ‘Se ha dicho que el hombre solía cazar en el bosque’ Los complementos discursivos y las construcciones copulativas dan por resultado evidenciales, gracias a la reinterpretación de los elementos. En el caso de los complementos discursivos, se reinterpretan los elementos de una oración subordinada, como en el estoniano, en el que existen construcciones para oraciones complementarias de actos de habla y verbos de estados mentales, iniciando con la construcción sai kuulda ‘aprender o escuchar que’. La reinterpretación consiste en que un verbo no finito ocurra en la oración principal, eliminando la construcción sai kuulda y siendo este verbo no finito en presente participio partitivo el único que tenga la interpretación de evidencia reportada (Aikhenvald 2004: 282). Por otra parte, las construcciones con verbos existenciales (Aikhenvald 2004: 283) suelen dar por resultado evidenciales de evidencia no-directa, como en el caso del pidgin chino-ruso (Nichols 1986), en el que el verbo existencial copulativo est’ después de la raíz verbal significa evidencia indirecta. Los diferentes medios por los que una lengua puede adquirir sistemas morfológicos de evidencialidad toman mayor importancia en el tercer capítulo, gracias a que la gramaticalización posibilita determinar el ámbito gramatical en el que algunos investigadores colocan a los evidenciales. 47
EVIDENCIALES: ALGUNAS CARACTERÍSTICAS
En las lenguas que presentan evidenciales es posible que éstos puedan aparecer junto con otras categorías gramaticales, como tiempo-aspecto, persona, género y cambio de referencia, siendo la primera de mayor interés para este trabajo, por la frecuencia con que se presenta. Los evidenciales también pueden presentar extensiones semánticas —certeza, duda, probabilidad— para marcar actitudes del hablante hacia lo que está transmitiendo o significados de sorpresa. Evidencialidad con otras categorías gramaticales Entre las lenguas con sistemas de evidencialidad es posible que encontremos marcas que sólo indiquen la fuente de información, como es el caso de las lenguas de la familia quechuana. Este tipo de evidencialidad se ilustra con el quechua de Huallaga (Weber 1989: 421): (26) Qam-pis maqa-ma-shka-nki-mi tú-también pegar-1-PERF-2-sin.esp(dir) ‘Tú también me pegaste (yo lo vi y lo sentí y estaba consciente)’ Sin embargo, también es posible que, además del significado de fuente de información, estas mismas marcas se utilicen para indicar persona, número, género, tiempo o aspecto, tal como podemos apreciar en las lenguas de la familia tucanoana, por ejemplo la lengua siriano (Criswell y Brandrup 2000: 401): (27) eeʝa-ri bãã kẽẽrã -bira-ʝo bɨ ɨ̃ ̃ ancho-SUSTPOR camino limpiar-NEG-inf.PAS.1,3 INAN usted ‘Usted no abrió el camino ancho (el hablante no vio cuando abrían el camino pero vio el resultado, un camino no muy ancho y del proceso de abrirlo y la ubicación supo quien no lo hizo)’ La relación entre evidenciales y tiempo se puede analizar desde dos perspectivas: un primer caso tiene que ver con el hecho de que los evidenciales, por sí mismos, pueden tener una referencia temporal independiente de la del resto de la oración, como en la marca reportada de 48
la lengua tariana (Aikhenvald 2004: 101), que indica no sólo que la información fue transmitida por alguien más, sino también la referencia temporal en la que esto pasó: (28a) Tiago di-ñami-pida Tiago 3SG.N.FEM-morir-rep.PRES ‘Tiago ha muerto (el hablante lo acaba de escuchar)’ (28b) Tiago di-ñami-pidaka Tiago 3SG.N.FEM-morir-rep.PAS.REC ‘Tiago ha muerto (el hablante lo escuchó el día anterior)’ Una segunda perspectiva tiene que ver con el cómo se presenta la evidencialidad dentro de los sistemas tempo-aspectuales o viceversa (Aikhenvald 2004: 261). Existen tres posibilidades. Primero, los evidenciales y el tiempo-aspecto pueden presentarse dentro de la lengua en dos sistemas independientes. En estos casos lo común es que los evidenciales puedan aparecer en cualquier tiempo-aspecto, incluyendo el futuro. Comúnmente, un evidencial en tiempo futuro puede traer consigo un cambio en su significado, tal como se advierte en la lengua siberiana yukaghir (Maslova 2003: 227), que distingue entre tiempo futuro versus no-futuro. Cuando la evidencia inferencial aparece en el tiempo futuro, la oración adquiere una idea de probabilidad, significado que no está relacionado con el evidencial en otros contextos: (29) locil-ŋin lebie-d emej-ŋin tadi:-un-l’el-te-m fuego-DAT tierra-AT madre-DAT dar-IMPERF-INF-FUT-3SG ‘Probablemente, lo usaban para dárselo al Fuego, a la Madre de la Tierra’ Un segundo tipo de marcación se produce cuando los evidenciales no se presentan en todos los tiempo-aspectos, como en el tibetano (DeLancey 1986), en el que los evidenciales sólo se encuentran en el aspecto perfectivo; o en el jarawara (Dixon 2003), en el que las marcas de evidencia directa (30) e indirecta sin especificación (31) sólo se presentan en el tiempo pasado.
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(30) o-hano-hara 1SGS-estar.borracho-DIR.SIN.ESP.PAS.INM ‘Me emborraché (deliberadamente)’
o-ke
1SG-DECLf
(31) o-hano-hani 1SGS-estar.borracho-NO:NO-DIR.SIN.ESP.PAS.INM
o-ke
1SG-DECLf ‘Me emborraché (y no lo recuerdo)’ Finalmente, puede suceder que cada tipo de evidencialidad llegue a distinguir dentro del sistema diferentes tiempo-aspectos. Por ejemplo, la lengua jamamadi (Derbyshire 1986) de la familia arahuacana, marca la evidencia directa sin especificación sólo en tiempos pasados (33), mientras que en la evidencia no-directa reportada (34) hace la distinción entre acción realizada y no realizada. Por último, en la marca de inferencia, sólo hace la distinción de género (32) yome oda-ra kiyoa-maro-ni jaguar 1PL-OBJ seguir-DIR.PAS.REM-COMENT ‘El jaguar nos siguió’ (33) me kama-ke-bone 3PL venir-aquí-REP.ACC.NO.RLZ ‘Ellos vienen aquí’ Para terminar, presentamos el único ejemplo del trabajo que muestra el uso combinado de evidenciales con cambio de referencia, en la lengua kashaya (Oswalt 1986: 41), de la familia pomoana, –bina evidencia inferencial y mismo agente, mientras que el sufijo –bem marca agentes diferentes: (34) du ḱu-bína cohtoch-qh terminar-inf.M.A ir-inf ‘Él debió haber terminado y él mismo se fue (el trabajo está terminado y él ya no está más aquí)’
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Extensiones epistémicas Como vimos en la definición de nuestra categoría, los evidenciales, además de marcar la fuente de información, pueden tener ciertos significados relacionados con la actitud del hablante hacia lo que se está transmitiendo. En relación a este punto, podemos apreciar lenguas como el quechua, en las que el uso de los evidenciales nos muestra el trato respetuoso con el que los hablantes manejan la información que dan. Así pues, para ellos la información que se puede tomar como verdadera es aquella que el hablante experimentó y existen ciertas normas culturales, tales como no hacerse responsable de lo dicho a menos que sea seguro, o no tomar riesgos innecesarios con información que no es cien por ciento segura, o no ser una persona crédula en relación a la información que se está dando (Weber 1986: 138). Este tipo de significados relacionados con la certeza o falta de ésta son llamados extensiones epistémicas por Aikhenvald (2004), y no son ni obligatorias ni son las mismas en todas las lenguas, por lo que no es posible pensar en una jerarquía que relacione el tipo de evidencia que tiene el hablante con el grado de certeza que se tiene de la oración, como en la jerarquía que presenta de Frajzynger (1985: 250): visual > auditiva > no visual > inferencia > citativo evidencia directa evidencia indirecta más creíble menos creíble Aikhenvald (2004: 152) muestra que los tipos de extensiones que un evidencial puede tener dependen de toda la organización de la lengua. Si una lengua tiene un sistema extenso de modales epistémicos, entonces podemos esperar que el sistema de evidencialidad tenga poca variedad, en cuanto a las extensiones relacionadas con el compromiso del hablante. La autora ofrece las diferentes extensiones epistémicas, dependiendo de los sistemas que una lengua posea (Cfr. “Tipos de evidencialidad”). Dado que en nuestra investigación no utilizamos dicho tipo de organización para clasificar los tipos de evidencialidad, mencionaremos las extensiones que pueden tener los evidenciales, tratando de relacionar la clasificación que utilizamos en el trabajo con la propuesta de Aikhenvald. 51
En los sistemas con dos opciones (A1, A2, A3, y A4),3 los términos de primera mano se relacionan con la evidencia directa en general; mientras que los de no primera mano lo hacen con la evidencia no-directa. La auditiva se relaciona con la marca de evidencia directa no-visual. Finalmente, con la marca de reportada se mantiene la misma correlación. En los sistemas con tres, cuatro o más opciones, los términos utilizados por la autora tienen el mismo significado que los que nosotros manejamos. Aikhenvald menciona que en los sistemas pequeños no es común encontrar evidenciales con extensiones. Si se da el caso, es de la evidencia no directa (no primera mano), la cual puede adquirir significados relacionados con el hecho de que la información sea poco confiable. En el caso de lenguas que tengan un sistema con tres opciones, la evidencia directa o visual puede también marcar certeza y compromiso con la verdad sobre lo que se está diciendo. Dado el caso, la inferencia podría aludir a conjeturas, duda o falta de compromiso. Por su parte, en los sistemas más desarrollados, las evidencias visuales o directas son las que podrían tener una carga epistémica de certeza. Aikhenvald (2004: 176) comenta que en los sistemas grandes no se presentan demasiadas extensiones epistémicas, debido a que en dichas lenguas existe una morfología verbal amplia y a que existen numerosas formas para expresar significados relacionados con la certeza, duda o falta de compromiso. La evidencia reportada usualmente no adquiere estas extensiones, aunque se da el caso que mantiene relación con un distanciamiento de la responsabilidad y veracidad de lo que se está diciendo, así como de duda. Podemos apreciar que si bien las extensiones no son universales en todas las lenguas, sí siguen un mismo patrón y por lo menos hasta ahora las marcas de evidencia directa tienen relación casi siempre con un mayor grado de certeza o responsabilidad con lo dicho, mientras que las marcas de evidencia no-directa expresan duda y baja certeza. Habría que hacer estudios más extensos del uso cultural de las lenguas para poder profundizar en el conocimiento de las extensiones epistémicas que los evidenciales pueden tener.
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Véanse páginas 37 y 38, en las que se desarrollan los sistemas propuestos por Aik henvald (2004).
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Evidenciales y admiratividad Es común, como vimos en el punto anterior, que los evidenciales tengan, además de su significado base, extensiones semánticas que especifiquen otros sentidos, como las actitudes del hablante hacia lo dicho y un significado relacionado con la sorpresa, llamado admirativo. Este último se define como el término que se refiere a la marca lingüística de una expresión que conlleva información nueva o inesperada para el hablante (DeLancey 2001: 369-370). El estudio de la marca admirativa tuvo sus orígenes en los estudios de las lenguas con marcas de evidencialidad. Fueron varios los investigadores que se percataron de que, junto con las marcas de evidencia inferencial o reportada, también era posible tener una lectura que marcara sorpresa. Tal es el caso del turco (Aksu-Koç y Slobin 1986: 162), en el que el sufijo –miş además de indicar que el hablante sabe la información —porque alguien más lo dijo o vía una inferencia por algún resultado observado— también existe una lectura de sorpresa: (35) Ahmet gel-miş Ahmet venir-sin.esp.PAS (ADM) ‘Ahmet vino (el hablante oye que alguien se está aproximando, abre la puerta, y ve a Ahmet, un visitante totalmente inesperado)’ Poco a poco se han llevado a cabo más estudios en las lenguas para esclarecer las características del admirativo, en un principio totalmente relacionado con la evidencialidad —en específico con la evidencia reportada y la de inferencia— para, posteriormente, colocarla como una categoría independiente o una subcategoría del mediativo. Según Lazard (1999), el mediativo abarca los tres términos (reportada, inferencial y admirativo) puesto que: ni abarcan una información concreta en relación a la fuente de información como lo harían los evidenciales, ni indican un estado psicológico, ni un significado modal. Sólo interponen una referencia no específica del origen de la información entre el hablante y su discurso (Lazard 1999: 96).
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Aikhenvald (2004: 208-209) menciona que hay tres vías por las que un evidencial puede adquirir un significado admirativo. La primera guarda relación con el acceso a la información que el hablante tiene, en específico de no primera mano,4 y da el siguiente esquema: falta de conocimiento de primera mano > sin participación del hablante y falta de control > mente no preparada a nuevo conocimiento > lectura admirativa Es el caso de la lengua khanty hablada en Rusia (Nikolaeva en Aikhenvald 2004: 196), la marca –m de no primera mano pasado adquiere la lectura de admirativo. (36) śi x∩t-ən wer-lə -ŋən pa xŏti entonces casa-3DU hacer-PRES-3DU y entonces
ul-lən
kurte-t
ul-m-el
poste-3DU hierro-PL ser-NO.PRIM.MAN.PAS-3SG ‘Entonces, ellos estaban haciendo una casa, y los postes resultaron ser de hierro (aquellos que estaban haciendo la casa no pensaban que los postes serían de hierro, estaban sorprendidos cuando lo descubrieron)’.
Otro ejemplo es el de la lengua jarawara de la familia arahuacana (Aikhenvald 2004: 197), en la que la marca –hani de evidencia directa sin especificación, en pasado inmediato femenino, adquiere esta misma lectura de sorpresa: (37) Okomobi faha hi-fa-hani Okomobi agua Oc-tomar-SIN.ESP.PAS INM.FEM ama-ke EXT-DECL.FEM ‘Okomobi (para su sorpresa) tomó agua (Okomobi pensó que le darían whisky y cuando se percató de que era sólo agua se sorprendió)’ 4
Como en el caso de las extensiones epistémicas, la evidencia de no primera mano tiene que ver con nuestras marcas de evidencia no directa.
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Un segundo camino para que un evidencial tenga una extensión semántica de admiración es a través de la falta de participación del hablante de forma deliberada. Esta vía está relacionada de forma cercana con la anterior: sin participación del hablante de forma deliberada > efecto de distanciamiento > presentar la información como nueva e inesperada > sorpresa La diferencia recae en la actitud del hablante, con relación a la forma deliberada en la que no participa en el evento, como en la lengua ecuatoriana tsafiki (Dickinson 2002), en la que el hablante puede utilizar la marca de evidencia por inferencia –nu para marcar su distanciamiento o desacuerdo con lo que se está planteando. Finalmente, la tercera vía implica una acción diferida en el tiempo, como podemos apreciar en siguiente esquema: acción diferida: el hablante ve o aprende los resultados del evento pero lo interpreta después de hecho > la interpretación de los resultados es inesperada y sorpresiva El apache occidental (De Reuse 2003: 86) usa la partícula de evidencia reportada lęk’eh para indicar que lo que el hablante está transmitiendo es una historia. Puede darse el caso de que esta partícula se encuentre en contextos diferentes a los de una narración. En estos casos la lectura sería de una acción diferida en el tiempo: (38) yáhwa̜ hyú nash āā lę k’eh tienda.en 1SG.IMPERF.ser/estar alrededor rep ‘Yo estaba en la tienda (pero no estaba consciente de esto en ese momento)’ Resumiendo, se puede ver que existe una relación estrecha entre la categoría admirativa y la evidencia no-directa, pero esta relación no implica que todas las lenguas con evidenciales puedan adquirir este significado extra. De hecho es posible encontrar lenguas con evidenciales sin que conlleven el significado de admiratividad, como es el caso de la lengua tariana (Aikhenvald 2004: 213): 55
(39) Oli yaɾu-si ma-weni-kade-ka du-a-mhe Oli cosa-NPOS NEG-pagar-NEG-SEC 3SF.FEM-ver-ADM
du-a-ka
3SG.FEM-AUX- vis.PAS.REC ‘Olivia se sorprendió por las cosas baratas que había’
En esta lengua arahuacana el admirativo no se marca junto con los evidenciales, sino que existe otro sufijo aparte que indica la categoría de admiración.
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Campo de acción •
CAMPO DE ACCIÓN DE LOS EVIDENCIALES
Una vez que revisamos la definición de la categoría que constituye el objeto de estudio de nuestro trabajo, toca el turno al campo de acción en el que los evidenciales se manifiestan dentro de la lingüística. Primero se verá la clasificación por medio de campos epistémicos hecha por Givón (1982), para después pasar a las tres vertientes —modalidad epistémica, categoría independiente y deixis— que hasta el momento se han planteado en los trabajos especializados. Espacios epistémicos Retomamos el principio de cooperación entre los participantes de Grice (1975) (Cfr. “Máximas de Grice”) y los rasgos con que Hockett (1962) caracteriza el lenguaje humano —específicamente la intercambiabilidad, es decir, la capacidad de transmitir y recibir mensajes— para relacionarlos con el contrato implícito que existe entre el hablante y el oyente, al cual Givón (1982) usa como base para determinar las modalidades de las proposiciones. A diferencia de la visión filosófica, en la que las proposiciones pueden ser verdaderas o falsas, este contrato da como resultado tres tipos de proposiciones. Primero, aquellas que son tomadas como garantía y, por lo tanto, el oyente queda incapacitado para debatirlas, pues no es necesario que exista alguna justificación de evidencia. Un segundo tipo de proposición es aquella en la que se asegura un cierto grado de confianza, que aunque existe no llega a ser absoluto, razón por la cual el oyente sí 57
puede debatir lo que le han informado y, dado el caso, se llega a admitir que se haga algún tipo de justificación evidencial. Por último, encontramos aquellas proposiciones que son definitivamente puestas en duda, tanto, que no es necesario que exista ningún tipo de justificación. Estas tres proposiciones, a su vez, se relacionan con los tres espacios epistémicos existentes. El conocimiento incuestionable, que es de alta certeza y por lo tanto no necesita de la evidencialidad. El conocimiento acertado realis, de media certeza, que sí necesita algún tipo de evidencia y, finalmente, el conocimiento acertado irrealis, o de baja certeza, en el cual el conocimiento es puesto en duda y por lo tanto al igual que en el caso del conocimiento incuestionable, no necesita que exista alguna evidencia de lo que se dice. Todo lo anterior se muestra gráficamente en la tabla 1. Tabla 1 RELACIÓN DE LAS PROPOSICIONES Y ESPACIOS EPISTÉMICOS (GIVÓN 1982) Tipos de proposiciones
Espacios epistémicos
Aquellas tomadas por garantía
Alta certeza, conocimiento incuestionable
Aquellas que el oyente sí puede debatir
Media certeza, conocimiento acertado realis
Aquellas que son puestas en duda
Baja certeza, conocimiento acertado irrealis
A partir de aquí nos enfocaremos en el espacio epistémico de media certeza, pues es en éste en el que la verdad no es presupuesta. La información vertida por el hablante, como lo mencionamos antes, puede ser puesta en duda por el oyente, de tal forma que es en este espacio en el que aparece el contraste de evidencialidad y, por lo tanto, es posible ubicar en este punto al rasgo en cuestión para este libro: los evidenciales. Modalidad epistémica En el apartado “Definición de evidencial” anotamos la definición de los evidenciales e indicamos que para algunos investigadores éstos no sólo indican la fuente de información, sino también un compromiso del hablante hacia lo que está diciendo. Si tomamos en cuenta este último punto, entonces podemos afirmar que el campo de acción de los evidenciales pertenece a la modalidad epistémica, pero ¿qué es la modalidad epistémica? 58
Antes de definir la modalidad epistémica es necesario caracterizar la modalidad, que ha sido tratada de diferentes maneras en los trabajos lingüísticos. En primer lugar, ha sido trabajada dentro de un análisis lógico oracional. En este contexto, la modalidad es el factor que permite saber si el proceso de comunicación —sin ningún tipo de adorno por parte del hablante— se puede considerar efectuado o no, aceptado o no, y la forma en la que éste es aceptado, ya sea con alegría, tristeza, pena, etcétera. Para este tipo de análisis toda proposición viene cargada con un tipo de modalidad. Puede ser que ésta se encuentre de forma explícita en la oración o no. Por ejemplo, el modo verbal sería una de las manifestaciones de la modalidad (Bally 1950). Para otros investigadores la modalidad no es parte del modo. Frank Robert Palmer (1991) plantea que si bien existe una diferencia entre las dos categorías, ésta no resulta tan clara como entre el tiempo gramatical y el tiempo físico, el género y el sexo, entre el número y la enumeración. En los casos anteriores, una de las categorías está relacionada con la parte gramatical de la lengua (tiempo gramatical, género, número) y la otra es una categoría nocional o semántica (tiempo físico, sexo, enumeración). Esto significa que algunas lenguas podrían no tener las marcas gramaticales que indiquen el tiempo, el género o el número, pero no quiere decir que los hablantes de dichas lenguas no tengan una idea clara sobre estos particulares. En el caso del modo y la modalidad, el modo sería la parte formal, mientras que la modalidad sería la semántica. Una diferencia entre modo y modalidad y las categorías antes mencionadas es el hecho de que en algunas lenguas hay marcas formales que indican la modalidad de la oración. La modalidad se puede presentar en tres sistemas. El primer tipo estaría representado por las lenguas que marcan sólo una parte del sistema semántico total, como es el caso de las lenguas indígenas que con un morfema indican cómo es que se sabe lo que se va a decir. Un segundo tipo agruparía a aquellas lenguas que tienen un sistema más complejo y ordenan el campo en distintos patrones, como es el caso de la lengua australiana ngiyambaa, que posee tres tipos de clíticos distintos para marcar el discurso: clíticos modales de creencia o conocimiento, clíticos contrafactuales y clíticos de evidencia. El último tipo incluiría a aquellas lenguas que utilizan distintos dispositivos para marcar la modalidad, como el caso del inglés, que utiliza los verbos modales. 59
Otra diferencia entre estas dos categorías es que el modo, cuando se presenta en las lenguas del mundo —por lo menos en las atestiguadas— está relacionado con el verbo; es decir, es una categoría morfosintáctica que según John Lyons (1977) puede no encontrarse en todas las lenguas. La modalidad no tiene esta relación semántica, por lo que es común que cuando encontramos marcas de modalidad, éstas puedan aparecer en cualquier parte de la oración, sin importar qué tan lejos o cerca estén del verbo. Para Joan Bybee (1985), la modalidad queda definida como un campo conceptual que puede ser expresado de distintas formas lingüísticas. Las lenguas que marcan el modo tienen en su mayoría las mismas características, por lo que éste suele referirse tanto a la marca flexional como al dominio conceptual. Bybee (1985) indica que es posible encontrar, dentro de las lenguas, morfemas que designen prototípicamente modos, como imperativo, subjuntivo, optativo, condicional y subordinado, y morfemas que designen las distintas modalidades de la oración, las cuales tendrán necesariamente relación con la obligación, la probabilidad y la posibilidad. Así pues, se puede definir la modalidad como la opinión o actitud del hablante hacia la proposición (Lyons 1977). Según Palmer (1991) es posible hacer una distinción entre una modalidad objetiva y una subjetiva. La primera es la que han trabajado generalmente los lógicos, puesto que es en ésta en la que el hablante no entra en acción. La modalidad subjetiva, por su parte, es la que se manifiesta formalmente en las lenguas naturales y se define como “la gramaticalización de las actitudes y opiniones (subjetivas) del hablante” (Palmer 1991: 16). La factividad es otro tema relevante para la modalidad, a pesar de que existe controversia con respecto a su importancia. En general las oraciones no factivas tendrían que ser analizadas en relación con la modalidad, mientras que su contraparte —las oraciones de hecho— se pueden categorizar como oraciones no modales, ya que el hablante tiene el compromiso total con lo que dice (Lyons 1977). El uso de los términos factivo y factividad trae consigo algunas dificultades puesto que en los diccionarios especializados el término se utiliza para indicar causatividad. Palmer sugiere el uso del término facultativo para hacer referencia a oraciones de hecho, de facto (Palmer 1991: 17). 60
Por su parte, dentro de la modalidad existen dos tipos: modalidad deóntica y modalidad epistémica. Antes de definir los dos tipos es necesario apuntar que no todos los investigadores reconocen esta distinción. Tal es el caso de Joan Bybee et al. (1994), quienes refieren tres tipos de modalidad. En primer lugar, la modalidad orientada al agente, la cual reporta la existencia de condiciones internas y externas con relación a la acción, ya sea que ésta se encuentre terminada o no. Dentro de esta modalidad existen cuatro subtipos: de obligación, necesidad, habilidad y deseo. El segundo tipo es el de la modalidad orientada al hablante, que incluye oraciones de tipo directivas, demandas, peticiones, etc. En esta modalidad se le permite al hablante imponer las condiciones, por eso aquí se encuentran el imperativo, el prohibitivo, el optativo, etc. Por último está la modalidad epistémica, la cual indica el grado del compromiso con la verdad de su proposición. De aquí se derivan tres subclases: la posibilidad, la probabilidad y la certeza, siendo la primera la más baja y la última la más alta dentro de la jerarquía relacionada con el compromiso. Es importante hacer aquí una anotación de orden histórico, concerniente a la evolución de estas modalidades. Según Bybee et al. (1994), dado que la modalidad orientada al agente rara vez se encuentra marcada de forma flexional, resulta razonable suponer que aquellas dos modalidades con marcas afijantes más frecuentes sean gramaticalizaciones de la susodicha modalidad orientada al agente. En cuanto a cómo la modalidad orientada al agente evoluciona hacia la epistémica, se debe hacer notar que existe un cambio en cuanto al alcance: la orientada al agente es parte del contenido proposicional y sirve para relacionar el agente con el predicado; la epistémica es externa al contenido proposicional y tiene como límite de su alcance toda la oración. Sólo nos referimos a este cambio, puesto que la modalidad epistémica es la relevante para este tema. Ahora bien, regresando a la división entre modalidad deóntica y epistémica, cabe apuntar que la primera tiene que ver, según Lyons (1977), con la necesidad y la posibilidad de actos hechos por agentes moralmente responsables. La modalidad deóntica es expresada de un modo más usual por medio de verbos y si es el caso que esté expresada gramaticalmente, las marcas más usuales son las que refieren a directivas y exhortos. Finalmente llegamos al punto de nuestro interés: la modalidad epistémica, definida como todo sistema modal que indica el grado de 61
compromiso del hablante con lo que dice (Palmer 1991: 51). Para Lyons, dicha modalidad está en cualquier enunciado en el que el hablante califica explícitamente su compromiso, con respecto a la verdad de la proposición expresada, sin importar la parte en la que esto sea marcado, ya sea en el componente verbal o en cualquier otra parte de la oración (Lyons 1977: 797). Joan Bybee (1985), por su parte, explica que la modalidad epistémica es aquella que se aplica a distintas oraciones en las que el hablante está comprometido con la verdad de lo que expresa. El caso no marcado indica un total compromiso con la verdad y la marca de esta modalidad expresa algo menos que ese compromiso total. En el mismo orden de ideas, Frank Robert Palmer señala cuatro maneras de indicar que lo que se está transmitiendo no es un hecho, pues el hablante puede 1) estar especulando, 2) presentando una deducción, 3) aceptando que la información se la dieron previamente o 4) haciendo notar la evidencia que se tiene sobre lo que se está diciendo. Estas cuatro maneras se pueden agrupar en dos subsistemas: juicios y evidenciales. Las dos primeras corresponden a juicios, mientras que las dos últimas se incluyen en los evidenciales. En esta propuesta los juicios involucran las opiniones y las conclusiones del hablante, mismos que se pueden graduar de débil a fuerte. Los evidenciales, como su nombre indica, especifican el tipo de evidencia que se tiene. Se podría pensar que una distinción más de estos sistemas es la que mantienen en relación con lo mencionado anteriormente: modalidad subjetiva versus modalidad objetiva. Así pues, los juicios entrarían dentro de la subjetiva y los evidenciales dentro de la objetiva, puesto que, al parecer, estos últimos no indican solamente lo que cree el hablante, sino el tipo de pruebas que tiene para apoyar lo dicho. Los evidenciales también se podrían apreciar desde otra perspectiva, puesto que si lo que indican es el grado de compromiso que tiene el hablante, éstos solamente están ofreciendo una parte de la información y califican lo que se dice a partir del tipo de evidencia que se tenga, por lo que podrían incluirse también dentro de la modalidad epistémica subjetiva. Dentro de los sistemas gramaticales, Palmer (1991) indica que puede haber lenguas que tengan un sistema puro de evidenciales, como es el caso del tuyuca, o lenguas puras en cuanto a juicios, como el inglés; pero lo más común es que se encuentren sistemas mixtos. En este punto 62
existe un problema, porque en el sistema puro de evidenciales de la lengua tuyuca existen cinco marcas de evidencia (el sistema de evidenciales de esta lengua lo veremos adelante, con más detalle). Una de ellas, la que es relevante para este punto, es la que indica que lo que se está diciendo fue asumido como un tipo de inferencia por hechos conocidos. Los ejemplos de lenguas con sistemas mixtos tienen marcas de inferencias y sin embargo no son tomados como evidenciales, sino como juicios. Desde nuestro punto de vista, no existe una característica que nos permita distinguir cuál es la diferencia para llamar evidencial a la marca del tuyuca, frente a las marcas de juicios de las otras lenguas. Palmer se da cuenta de este problema y comenta: no hay de forma común una clara distinción (en cuanto a la diferencia entre juicios y evidenciales) porque los juicios de los hablantes están relacionados de forma natural con la evidencia que tienen. Pero sigue siendo razonable argumentar que algunos sistemas como el del tuyuca son predominantemente evidenciales, mientras que otros como el del inglés son predominantemente judicativos (Palmer 1991: 70).
La única forma que podría indicarnos la diferencia entre estos dos sistemas sería que la evidencia por la cual el hablante infiere algo esté especificada. Para los fines de esta investigación —y puesto que no existe una distinción clara— se tomarán en cuenta tanto los sistemas puros de evidenciales como los judicativos. Dentro de esta misma corriente podemos encontrar a Frajzinger (1985), quien hace notar que a través de las oraciones indicativas no marcadas —que de forma inherente tienen el significado ‘es verdadero’— y el uso de modales epistémicos se marca el distanciamiento del hablante con respecto a lo que dice. Las lenguas con afijos obligatorios de evidenciales presentan un problema para este enfoque, ya que no tendrían una oración no marcada. En aquellas lenguas en las que el uso del evidencial no es obligatorio, no existe este problema, pues las oraciones con ausencia de una marca de evidencial son las no marcadas. La solución que plantea el autor a este problema es que la gramaticalización de la verdad, en lenguas con un sistema de evidenciales obligatorios, no se produce siempre de la misma forma, pues aquí lo que se representa son diferentes grados de certeza en relación con la verdad, dando por resultado la división de las lenguas en dos tipos. 63
En el primero entrarían todas aquellas lenguas en las que el modo no marcado indica que el hablante cree lo que dice. El segundo tipo estaría conformado por las lenguas que no tienen una oración no marcada, pero que indican la fuente de información y representan los grados de certeza. Como se puede apreciar, este enfoque ha sido el más utilizado en los trabajos sobre los evidenciales, aunque en investigaciones más recientes se han empezado a considerar los evidenciales como una categoría independiente, si bien, de cierta forma relacionada con la certeza y el compromiso del hablante, pero sólo de manera secundaria. Categoría independiente En este apartado veremos el punto de vista avalado por Alexandra Aikhenvald y Ferdinand de Haan, entre otros, que tratan a los evidenciales como una categoría independiente de la modalidad epistémica. Ferdinand de Haan (1999) propone que no existe una relación de uno a uno entre los evidenciales y los grados de certeza (modales epistémicos). La falta de relación obedece a razones semánticas, sintácticas y del origen de los morfemas. A nivel semántico, la no correspondencia se debe a que los evidenciales sólo reportan la fuente de evidencia que se tiene sobre un evento, mientras que los modales epistémicos la interpretan y valoran. Constantemente, los evidenciales son tratados como no marcados dentro de su forma base, en relación con la verdad. Existe una cercanía entre los dos términos, porque ambos trabajan con evidencia y esto puede ocasionar que haya un traslape entre ellos. Por ejemplo, el modal must del inglés posee matices de evidencialidad, pero no como para ser considerado un evidencial, dado que la fuente de información en la que el hablante se podría basar para usar must es secundaria. Su significado central continuará siendo el de aportar un grado de duda a la oración. Sucede algo diferente en el holandés, donde el modal moet podría tener dos lecturas distintas; una de ellas sería la evidencial y otra la epistémica. La lectura evidencial implica que el hablante no tiene información directa de lo dicho en la oración, mientras que la lectura epistémica marca un alto grado de confianza. El significado de evidencia se puede fortalecer por la vía de las implicaturas conversacionales, como en el siguiente ejemplo (De Haan 1999: 90): 64
(40) Het moet geen goede film zijn Eso modal.3SG no buena película ser.INFN ‘No debe ser una buena película’ (epistémica) ‘Se dice que no es una buena película’ (evidencial) Con respecto a la distinción sintáctica, ésta se da con base en el comportamiento diferente que presentan los evidenciales y los modales epistémicos frente a la negación. A diferencia de los evidenciales, los segundos estarían dentro del ámbito de la negación, ya que cubren un espectro más amplio. El holandés (De Haan 1999: 91) vuelve a servir para ejemplificar este caso, mediante la utilización del verbo modal de necesidad para cancelar la lectura de evidencial: (41) Het hoeft geen goede film zijn Eso modal.3SG.PRES no buena película ser.INFN ‘No necesita ser una buena película’ (epistémica) * ‘Se dice que no es una buena película’ (evidencial) El maricopa (Gordon 1986: 85), lengua yumana, ejemplifica el caso de los evidenciales. En esta lengua se tiene un sufijo evidencial –?yuu totalmente gramaticalizado, para marcar evidencia visual. Cuando se usa el sufijo de negación –ma, ubicado entre la raíz y el evidencial, se puede tener una lectura en la que se vea tanto el espacio del evidencial como el de la negación. Por lo tanto, lo que se niega es el contenido proposicional de la oración y no el evidencial en sí mismo. Para tener una lectura en la que se niegue el evidencial es necesario contar con una estructura de dos cláusulas y, en tal caso, el sufijo evidencial no se usa, pues en su lugar se utiliza el verbo ver: (42a) Waly -marsh -ma-?yuu NEG- ganar- NEG-vis ‘(Yo vi) Ellos no ganaron’ (42b) Marsh-m
waly-?-yuu-ma-k
ganar.DU-SD NEG-1SG-ver-NEG-ASP ‘No vi que ellos ganaran’ 65
Otro argumento para la separación de estas dos categorías es que tanto los evidenciales como los modales epistémicos llegan a aparecer dentro de una misma oración. En el tarahumara occidental (Burguess, 1984: 104), lengua de la familia yutoazteca, una misma oración puede tener un evidencial y marcas de modales epistémicos, tanto de certeza (43b) como de duda (43c): (43a) alué hu-rá él ser-rep ‘Dicen que es él’ (43b) rahá-ra-guru quemar-rep-verdad ‘Dicen, que él quemó (la casa) y probablemente es verdad’ (43c) simí-le-ga-ra-e ir-PAS-STAT-rep-DUB ‘Alguien dijo que él fue, pero quizá no lo hizo’ Como ya señalamos, el tercer tipo de distinción tiene que ver con el origen de los morfemas gramaticalizados de estas dos categorías. Los modales epistémicos surgen generalmente de los modales deónticos. Éstos, a su vez, se originan de verbos de habilidad, atrevimiento y esivos. Los evidenciales, por su parte, tienen tres vías de origen. La primera, y menos frecuente, es que se deriven de los modales epistémicos, como el caso del holandés (De Haan 1999). En lenguas del continente americano también podemos encontrar este origen. Por ejemplo, en la lengua wintu (Schlichter 1986), la partícula de evidencia reportada –ke(le)– se deriva de la palabra *kEl con un significado de posibilidad. Por su parte, Pitkin (1984) plantea que el origen de esta misma partícula es el de un pasado distante –kir. Se esperaría que el origen de evidenciales a través de modales epistémicos fuera más común, si la conexión entre estos dos términos fuera más cercana. Un segundo origen es a partir de verbos que contengan significados correspondientes a los expresados por los evidenciales. Por ejemplo, el caso del sufijo de evidencia directa del maricopa (Gordon 1986) –?yuu, que es una gramaticalización del verbo ver yuu. 66
Finalmente, una tercera vía de desarrollo es la de los morfemas que marcan aspecto o tiempo, como en el turco, en el que el aspecto resultante y el anterior pueden desarrollar evidencia indirecta, o marcadores de tiempo, como en el caso del tuyuca (Barnes 1984), en donde las antiguas marcas de pasado han dado por resultado sufijos evidenciales visuales. Como mencionamos al principio de este apartado, Aikhenvald (2004) es otra lingüista que apoya la separación entre modalidad epistémica y evidenciales. La autora considera que hablar de los evidenciales como una parte de la modalidad epistémica obedece al hecho de que los evidenciales son una categoría poco atestiguada en las lenguas indoeuropeas, de manera que al describir lenguas con este fenómeno y mantener el esquema eurocentrista, el campo de la modalidad epistémica era la mejor opción. Para Aikhenvald los evidenciales contienen, dentro de su semántica básica, marcas referentes a la fuente de información de lo que se está transfiriendo. Si bien es cierto que las marcas de evidenciales suelen tener más de un significado, también lo es que se pueden encontrar extensiones epistémicas que indiquen la confiabilidad, posibilidad o probabilidad de lo dicho en el enunciado. Dado el caso, este significado sería secundario y no todos los evidenciales tendrían esta extensión y si acaso la llegaran a tener, ésta no estaría jerarquizada de la misma manera. Dicho con otras palabras, en algunas lenguas el evidencial visual o de directa sería el más fuerte con relación a la confianza, pero en otras lenguas podría ser el marcador de inferencia. La jerarquización de esta extensión semántica epistémica depende de la cultura de la lengua en cuestión y, por lo tanto, si el evidencial tiene como significado base el de fuente de información, entonces éste no tiene relación alguna con el compromiso del hablante en cuanto a lo que está diciendo y consecuentemente queda fuera de la modalidad epistémica. Deixis Ahora es el momento de exponer que los evidenciales pueden incluir componentes deícticos y, por lo tanto, actuar en cierta medida como una forma de anclaje en el contexto. Una primera visión es la de Alice Schlichter (1986), que se enfoca en el origen funcional deíctico de los evidenciales. Un segundo punto es el de Ferdinand de Haan (1998), que muestra el origen de los evidenciales visuales a partir de deícticos. 67
La deixis se puede definir de forma general como el mecanismo mediante el cual las lenguas ponen un enunciado dentro de coordenadas de persona y espacio-temporales: “el sujeto pone en relación su enunciado con el momento de la enunciación, con los participantes en la comunicación y con el lugar en el que se produce el enunciado” (Dubois et al. 1998: 173). Schlichter (1986) se enfoca en dos puntos específicos de la deixis, el componente locativo y el componente interpretativo del oyente. Deja claro que el wintu es una lengua en la que no se expresan marcas temporales dentro del verbo, teniendo como los únicos mecanismos para relacionar eventos el aspecto, la coordinación y la subordinación. El primero es el único que se marca en el verbo. En consecuencia, el procedimiento que se tiene para ubicar el evento —de forma similar a la que lo hacen las lenguas con tiempo verbal— es a través de los evidenciales. Generalmente se dice que el centro deíctico es el momento de la enunciación, caso que no se da en esta lengua, pues dicho centro es el evento en sí. En wintu, el trato que recibe el flujo de tiempo es el de eventos consecutivos y localiza dichos eventos con respecto a los resultados, manifestaciones visibles y condiciones que son observadas de forma directa. Así, el uso de evidenciales le permite al oyente decidir si la evidencia dada es suficiente o si es necesario reclamar algo en particular. Por su parte, al hablante se le otorga el derecho de estar seguro de lo que dice. La lógica de este pensamiento es que el tiempo es entendido como una secuencia de eventos. Así, mientras las lenguas que poseen una distinción temporal codifican el enlace entre el acto de habla y el evento por medio de la relación temporal que existe entre ellos, lenguas como el wintu —que tienen sistemas de evidencialidad y carecen de tiempo gramatical— especifican la anterioridad o posteridad de los eventos a través de una secuenciación de los mismos y por medio de los evidenciales. Ferdinand de Haan (1998) nos da un punto para suplementar esta idea, que es el correspondiente al origen de los evidenciales. Ya vimos en el apartado anterior que existen tres vías de gramaticalización, siendo una de ellas la de los morfemas tempo-aspectuales. De Haan hace una investigación sobre el origen de los evidenciales visuales en particular, argumentando que la idea que se tenía previamente acerca de que estos evidenciales provenían de verbos como ver —tal es el caso del evidencial –?yuu del maricopa, mencionado antes— es errónea y que de hecho esta 68
vía suele ser la menos frecuente o incluso inexistente. Sin embargo, tal como se argumentará más adelante, la forma –?yuu corresponde a la flexión en primera persona singular del verbo ver, es decir ‘yo veo’. Un primer caso sería el de aquellos evidenciales que vienen de morfemas temporales. El ejemplo que muestra De Haan es de la lengua tuyuca, en la que el paradigma de evidencia visual se había considerado como uno de evidenciales fusionados con tiempo. Pero este autor modifica esta visión, ya que plantea más bien que son marcas que vienen de morfemas temporales, cuya prueba es que suelen aparecer en construcciones en las que no se esperarían los evidenciales visuales, actuando así, por default, como morfemas de tiempo. Al comparar el tuyuca con otras lenguas de la familia, como el carapana, se puede observar que el paradigma visual del tuyuca corresponde al sistema temporal de las otras lenguas emparentadas (De Haan 1998: 15): 3sg. masc. 3 sg. fem 3pl 3sg inan
Tuyuca pasado visual -wi -wo -wa -w
Carapana tiempo pasado -wi -wo -wa -w
La vía de gramaticalización de los evidenciales visuales a partir de morfemas temporales ocurre en tres etapas. El mecanismo presupone que existen dos tiempos pasados. Así, la primera etapa consiste en que en una lengua específica se ha desarrollado una interpretación de evidencia directa en un tiempo pasado, mientras que el otro tiempo sigue siendo no marcado en relación con este significado y se utiliza en ambas situaciones, directa e indirecta. La segunda etapa se da cuando el tiempo pasado que era no marcado en relación con la evidencialidad se asocia con la evidencia directa, por la vía de un refuerzo pragmático. Finalmente, la tercera etapa se produce cuando dentro de algún punto del sistema introduce un evidencial no visual y éste tiene una marca abierta para diferenciarlo de la marca de evidencia directa, dejando ésta con un único significado de evidencia visual. Existen también evidenciales visuales que vienen de aspecto, lo cual crea un problema para esta hipótesis, puesto que el aspecto es considerado como una categoría no deíctica. Una posible solución que da el autor es que las lenguas en las que esto sucede son lenguas sin morfemas 69
temporales. La idea anterior ya fue tratada al inicio de este apartado e ilustrado con la lengua wintu. Los demostrativos son otra clase deíctica que puede desarrollar evidenciales. El toba (Messineo 2004), lengua del Gran Chaco, es un claro ejemplo de este proceso, puesto que dentro de sus marcas de evidencialidad existen dos clases: los evidenciales “por manifiesto” y los evidenciales “por inferencia”. Los de manifiesto son aquellos que dentro de su significado base está la evidencialidad, mientras que los inferidos son los que provienen de marcas deícticas. El sistema deíctico del toba se conforma de seis marcas que se anteponen al nombre; dicho sistema se subdivide en marcas referenciales, que indican las propiedades inherentes de forma y posición: da (extendido, vertical), ñi (no extendido, horizontal), zi (extendido, horizontal) y las marcas propiamente deícticas —como las denomina la autora— que se refieren al espacio en el que se ubica el referente. De esta forma tenemos: na (en movimiento, próximo), so (en movimiento, distante), ka (no perceptible, ausente). Dicho sistema se puede organizar a la manera de un gradiente, en el cual las marcas se distribuyen de lo más a lo menos cerca, o lo que es igual, de lo presente a lo ausente (Messineo 2004: 271): presencia
na +cerca
ausencia
da
ñi
zi
ego
so
ka –cerca
Teniendo esto en cuenta, los deícticos na, da, ñi y zi implican evidencia directa (44a), mientras que ka, indirecta (44b). Si observamos el gradiente mencionado, podemos advertir que los deícticos que indican evidencia directa son aquellos que ya sea por su forma o por su ubicación con respecto al hablante están presentes y, por lo tanto, se puede asumir que el hablante los presenció; mientras que con el deíctico que marca evidencia indirecta el hablante no está presente, de lo que se puede concluir que el hablante no presenció el evento. Si bien en esta lengua el significado primario sigue siento el deíctico, también podemos apreciar que las marcas en cuestión adquieren una extensión semántica de evidencialidad y posiblemente este proceso nos indica que en el caso del toba los evidenciales de directa y no directa se encuentran en las primeras etapas de su gramaticalización hacia marcas de evidencialidad. 70
(44a) wo’o na awot ltday-k EX MOV.PROX lluvia grande-más ‘Hay una gran tormenta de lluvia (ahora). (lit. Hay una lluvia grande)’ (p. 281) (44b) nte’eta wo’o ka awot mañana EX NO.PERCP.AUS lluvia ‘Mañana va a llover (probablemente)’ (p. 283) Por último, tenemos la deixis de persona. Los evidenciales pueden ser gamaticalizaciones de la marca de primera persona, como en la lengua akha (Thurgood 1986), en la que el evidencial –ŋa puede tener dos vías. Una de ellas es el remanente de una construcción bi-oracional, teniendo el verbo como matriz. La segunda proviene de la primera persona. Este mecanismo suena lógico, puesto que la primera persona pone al hablante en el momento que se efectuó el evento o acción, pero no suele ser el más usado. Así, gracias a este mecanismo De Haan (1998) explica el caso del maricopa, lengua que marca la evidencia visual con el sufijo –yuu, que como se puede apreciar claramente está relacionado con el verbo yuu ‘ver’. No obstante, el autor argumenta que el evidencial visual no sólo es la gramaticalización del verbo ver, sino de la construcción ‘yo veo’, siendo la marca de primera persona y yuu el verbo ‘ver’. El origen del evidencial visual del maricopa sería parecido al de la lengua akha y, por lo tanto, se podría pensar que el origen de los evidenciales en marcas deícticas no sería excepcional. La última hipótesis ha sido muy poco trabajada, por lo tanto es difícil encontrar más autores que la apoyen y si bien es necesaria más información acerca del origen deíctico de los evidenciales, creemos que las aportaciones de Schlichter y De Haan justifican que se lleve a cabo una investigación más profunda de la relación entre los evidenciales y la deixis.
71
La muestra y la tipología •
LA MUESTRA
A lo largo del capítulo anterior mostramos las características principales de la categoría en estudio en diversas lenguas del mundo. A continuación examinaremos con más detalle la presencia de los evidenciales en las lenguas indígenas americanas, sus sistemas, su estabilidad genética y su tendencia a la difusión. Para ello fue necesario establecer una muestra representativa de las lenguas del continente. A continuación se presentan los criterios que se emplearon para su conformación. Definición de la muestra En los trabajos de tipología lingüística a escala mundial o continental es imposible estudiar exhaustivamente todas las lenguas comprendidas en los territorios investigados; por lo tanto, es necesario establecer una muestra representativa. Existen dos tipos principales de muestras: las probabilísticas y las no probabilísticas. Las primeras se forman aleatoriamente y se benefician del cálculo de probabilidades. Un gran problema que enfrentan los lingüistas para conformar dichas muestras es que no todas las lenguas existentes han sido descritas, independientemente de que las descripciones existentes sean adecuadas para los propósitos del investigador y estén a su alcance. Por estas razones, es más común que en los trabajos de tipología se utilicen muestras no probabilísticas, también llamadas muestras de conveniencia u oportunidad (Bell 1978). Para este trabajo hemos utilizado una muestra de conveniencia por cuotas. Las cuotas permiten que haya una representatividad equilibrada, 73
puesto que se divide el objeto de estudio en categorías, las cuales se cubren con un número específico de lenguas, de manera que la representación sea lo más proporcional posible al universo de lenguas consideradas en la investigación. Dado que los objetivos de esta investigación son establecer la variabilidad tipológica, examinar la estabilidad genética de los sistemas de evidenciales en las lenguas americanas, estimar la propensión a la difusión del rasgo y analizar su distribución geográfica en el continente, las cuotas que se utilizaron fueron la genética, la tipológica y la areal. A continuación presentamos la clasificación genética de las 204 lenguas incluidas en este trabajo, refiriendo la clave de la Nómina de lenguas indoamericanas de Thomas C. Smith-Stark (2000). Utilizamos dicha nómina para la determinación de la clasificación genética, ya que el propio autor, dentro de su hoja de entrada, comenta que se trata de una clasificación conservadora. Dicha nómina, a su vez, se basa en diferentes propuestas, dependiendo de la zona geográfica de estudio. Para las lenguas de Norteamérica se basa en Campbell y Mithun (1979) y Campbell (1979), mientras que para Sudamérica se basa en Voegelin y Voegelin (1977) y en Tovar y Larrucea de Tovar (1984). En la nómina también se incluye la clasificación planteada por Greenberg (1987), sin que esto implique convalidar dicho superagrupamiento. En cuanto al nombre de las lenguas, se utiliza la ortografía que aparece en las descripciones consultadas.
1.Escaleutiano 1.B.2 1.B5 2. Atapascano 2.25 2.28.a 2.28.c I. Amerindio Norteño I.A. Almosano-keresiuxano 74
escaleutiano
yupik de Alaska Central groenlandés occidental nadené
hupa navajo apache occidental amerindio
5. Selicano 5.A.1 5.B.6 7. Huacashano 7.A.3 7.B.1 7.B.3 9. Álgico 9.A.2 9.B.1 9.B.3 9.B.5.a 9.B.5.b 9.B.5.c 9.B.7 9.B.8 9.B.17 11. Iroqués 11.A.1 11.B.9 11.B.10 11.B.12 11.B.13 12. Cadoano 12.2 12.5 14. Siuxano 14.2 14.3bis 15. Yuchiano 15.1 16. Queresano 16.A.1 I.B Penutiano 17. Tsimshiano 17.1.a 17.1.b 18. Sahaptiano 18.1
bella coola halkomelen kwakiutl nootka (nuuchahnulth) makah *wiyot1 *blackfoot arapaho montagnais cree naskapi *ojibwa potawatomi *munsee cherokee séneca cayuga oneida mohawk wichita pawnee mandan hidatsa *yuchi acoma
tsimshian nisgha *nez perce
1
Las lenguas marcadas con asterisco son aquellas que al parecer no cuentan con un sistema de evidencialidad gramatical.
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18.2 21. Lutuamiano 21.1 22. Chinucano 22.1 25. Siuslauano 25.1 27. Taquilmano 27.1 28. Miwokano 28.5 29. Costañoano 29.2 30. Yokutsano 30.1 31. Maiduano 31.1 31.3 32. Huintuano 32.2 32.3 33. Mijezoqueano 33.A.1.c 33.A.2. 33.B.1.a 33.B.1.b 33.B.3 34. Huaveano 34.1 35. Totonacano 35.1.g 36. Mayense 36.A.1.a 36.B.3 36.C.2 36.C.6 36.D.3 36.D.6 36.D.5 36.E.I.2 36.E.II.6 39. Mascoquiano 39.B.3 76
*sahaptin *klamath *chinook *siuslaw takelma miwok de la sierra sureña *mutsun *wikchami maidu nisenan patwin wintu mixe de Tlahuitoltepec *oluteco *zoque de Chimalapa zoque de Copainalá *popoluca de Texistepec *huave de San Mateo *totonaco de Misantla huasteco potosino itzá *ch’ol tzotzil *kanjobal *acateco de la frontera sur *jacalteco mam tzutujil alabama
39.B.4 I.C. Jocano 44. Karokano 44.1 49 Pomoano 49.2 49.4 49.5 49.7 50. Washoana 50.1 52. Yumano 52.A.1.a 52.A.2 52.B.1 52.C.2.a 52.D.1 52.D.3 53. Cocchimiano 53.1 54. Salinano 54.1 56. Seriano 56.1 61. Tequistlatecano 61.2 II. Amerindio Central 72. Tañoano 72.A.1 73. Yutonahua 73.A.3 73.A.5 73.A.6 73.A.7 73.E.1 73.E.2 73.E.3 73.E.4 73.F.I.1.b 73.F.I.2 73.F.II.3 73.G.1
koasati karok pomo oriental pomo norteño pomo suroriental kashaya washo *cocopa *diegueño kiliwa walapai maricopa *yuma *cochimí salinan *seri *chontal de la sierra de Oaxaca
kiowa shoshone payute sureño *chemehuevi kawaiisu pápago nevome tepehuano norteño tepehuano sureño tarahumara occidental *guarijío de Arechuyro *mayo de los Capomos cora 77
73.G.2 73.H.2.e 73.H.2.g 74. Otomangueano 74.A.1 74.A.5.d 74.A.5.g 74.A.6 Oxtotitlán 74.B.1 74.B.1.k 74.C.1 74.E.2.b 74.E.3 74.E.3.c.iv.3.a 74.F.2 74.G.1.f 74.G.3 74.H.1.d.a 74.H.1.d.b 74.H3.d.i.a III. Chibchano-paezano 75. Tarascano 75.1 79. Yanomamano 79.4 81. Chibchano 81.5 81.6 81.10 83. Cocunucano 83.A.1 84. Barbacoano 84.1 84.3 84.4 85. Chocoano 85.1 85.2 85.3 86. Guaraunoano 86.1 78
*huichol de San Andrés Cohamiata *náhuatl de Acoxochitlán náhuatl de Mecayapan *chichimeco-jonaz *otomí de San Andrés Cuexcontitlán *otomí *matlatzinca de San Francisco *chinanteco de San Juan Lealo chinanteco de Sochiapan *tlapaneco de Malinaltepec *trique de San Juan Copala *mixteco de Sta. María Peñoles *mixteco de Chalcotongo amuzgo de Oaxaca *mazateco de Chiquihuatlán *chocho de Sta. Catarina *chatino de la zona alta *chatino de la sierra occidental *zapoteco San Pablo Guilá
*purépecha de Jarácuaro sanuma ika *damana *cuna páez de Cauca, Colombia *awa pit *cayapa tsafiki *embera *epena pedee *waunana warao
89. Murano 89.4 IV. Andino 100. Patagoniano 100.1 100.3 104. Araucaniano 104.1 105. Quechuano 105.A.1 105.A.1.b 105.B.2.a 105.B.2.b 105.B.f 106. Aymarano 106.1 106.2 107. Zaparoana 107.1 107.6 109. Sabelano 109.1 V. Ecuatorial-tucanoano V.A. Macrotucanoano 117. Tucanoana 117.A.2 117.A.4 117.B.2 117.E.1 117.F.4 117.F.10 117.H.1 117.H.2 117.I.1 117.I.3 117.I.11 117.I.13 117.I.15 127. Movimano 127.1 128. Puinaveano 128.5
pirahã selknam tehuelche *mapuche quechua de Huallaga quechua de Junín-Tarma quechua de Imbabura inga quechua santiagueño aymara jaqaru záparo iquito waorani (auca)
*koreguaje siona retuarã cubeo *macuna *tatuyo desano siriano tucano tuyuca yuruti wanano barasano *movima hup 79
132. Iransheano 132.1 V.B. Ecuatorial 141. Arahuacano 141.A.3 141.A.4 141.A.6 141.A.7 141.E.1 141.F.7 141.F.8 141.F.12 141.F.13 141.F.17a 141.F.17.b 141.F.21 141.F.27 141.F.31 141.F33 141.F.36 141.F.49 141.F.58 141.F.60 141.F.64 145. Guahiboano 145.1a 145.1.b 145.1.c 147. Salibano 147.1 149. Tupiano 149.A.1 149.A.2 149.A.16 156. Cayuvavano 156.1 160. Jivaroano 160.2 161. Muratoano 161.1 VI. Ye-pano-caribe VI.A. Macrocaribe 80
mỹk y (iranxe) paumari jamamadi deni jarawara amuesha baniva *yavitero waura *palikur baure *ignaciano terena piro *machiguenga *wayuu caribe isleño *achagua *yacuna *warekena tariana *guajibo *guayabero cuiba *piaroa guaraní urubu-kaapor siriono *cayuvava *aguaruna *candoshi
165. Caribano 165.C.1 165.D.1 165.D.1.a 165.D.14 165.D.25 165.F.3 166. Pebano 166.1 167. Huitotoano 167.3 169. Andoqueano 169.1 171.Tacanano 171.1 171.6 172. Panoano 172.A.6 172.A.8 172.A.12 172.E.1 177. Matacoano 177.1 177.2 178. Guaycurano 178.2 178.3 182 Ye, ge, tapuya 182.C.1
kariña apalai *wayana wai wai *pemón *carijona *yagua *muinane andoque tacana *ese’ejja shipibo-konibo capanahua amahuaca *chacobo *mataco *chorote toba *abipón *canela-kraho
Para cubrir la cuota tipológica se recurrió al orden básico de constituyentes de las oraciones transitivas, declarativas, simples, con sujeto y objeto nominales. En cuanto a ello, sólo se pudieron clasificar 137 lenguas del total, tipando así 67.1% de la muestra y atestiguando los seis tipos de órdenes posibles. Los resultados obtenidos son los siguientes: VSO (33) bella coola, *blackfoot, halkomelen, kwakiutl, makah, tsimshian, nisgha, *sahaptin, *chinook, *totonaco de Misantla, *acateco de la frontera sur, *jacalteco, pápago, tepehuano norteño, tepehuano sureño, cora, *chinanteco de San Juan Lealao, chinanteco de Sochiapan, *tlapaneco de 81
Malinaltepec, *trique de San Juan Copala, *mixteco de Sta. María Peñoles, *mixteco de Chalcotongo, amuzgo de Oaxaca, *mazateco de Chiquihuatlán, *chocho de Sta. Catarina, *chatino de la zona alta, *chatino de la sierra occidental, *zapoteco de San Pablo Guilá, *koreguaje, *movima, *wayuu, caribe isleño, *yagua. SVO (23) hidatsa,*ojibwa, takelma, huasteco potosino, *zoque de Chimalapa, *popoluca de Texistepec, *huave de San Mateo, itzá, tzutujil, salinan, *chontal de la sierra de Oaxaca, *matlatzinca de San Francisco Oxtoti tlán, *purépecha de Jarácuaro, záparo, iquito, paumari, amuesha, *palikur, *achagua, guaraní, *mataco, *abipón, toba. SOV (66) navajo, apache del occidente, mandan, *yuchi, maidu, nisenan, mixe Tlahuitoltepec, mam, alabama, koasati, pomo oriental, pomo suroriental, washo, *diegueño, kiliwa, walapai, maricopa, *seri, kiowa, shoshone, comanche, nevome, tarahumara occidental, *mayo de los Capomos, *huichol de San Andrés Cohamiata, *chichimeco-jonaz, sanuma, ika, *cuna, *damana, paez, *awa pit, *cayapa, tsafiki, *embera, *epena pedee, *waunana, warao, pirahã , quechua de Huallaga, quechua de Junín-Tarma, quechua de Imbabura, inga, quechua santiagueño, aymara, waorani (auca), retuarã, cubeo, siriano, tucano, tuyuca, yuruti, wanano, barasano, iranxe, piro, tariana, *guayabero, urubu-kaapor, siriono, *aguaruna, apalai, *esse-ejja, shipibo-konibo, capanahua, arahuaca. VOS (8) *siuslaw, zoque de Copainalá, *ch’ol, tzotzil, *kanjobal, *otomí de San Andrés Cuexcontitlán, baure, terena. OVS (5) *guarijío de Arechuyro, selknam, *mapuche, tehuelche, *pemon. OSV (2) groenlandés occidental, jamamadi.
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Tal como esperábamos, los órdenes más frecuentes son el SOV con 66 lenguas, seguidos a cierta distancia por el VSO con 33 lenguas y el SVO con 23. Ya muy alejados se encuentran el VOS con ocho lenguas, así como el OVS con cinco y el OSV con dos lenguas. Tampoco constituye ninguna sorpresa el hecho de que las lenguas SO sobrepasen por mucho en número a las lenguas OS, pues así lo establece el universal 1 de Greenberg (1963). Como mencionamos, la tercera cuota es la que concierne a la distribución geográfica de las lenguas. Un primer acercamiento a este punto —el más notorio— es el referente a su ubicación dentro del continente americano, teniendo la siguiente distribución: 74 lenguas corresponden a Norteamérica, 38 a Mesoamérica y 92 a Sudamérica. Para las áreas culturales tomamos como base los trabajos de Barriga (1998 y 2005), que constituyen una integración de los de Driver et al. (1953) para Norteamérica, Kirchhoff (1943) para Mesoamérica y Murdock (1951) para Sudamérica. En estos trabajos se definen 35 áreas culturales, de las cuales en nuestra muestra están representadas 30 (véase mapa 1). A continuación damos cuenta de la distribución de las lenguas de la muestra por áreas culturales: I. Ártico yupik de Alaska central, groenlandés occidental III. Subártico oriental montagnais, cree, naskapi, *ojibwa. IV. Costa noroccidental kwakiutl, bella colla, halkomelen, nootka, makah, nisgha, tsimshian, *chinook, *siuslaw, takelma. V. Meseta *nez prece, *sahaptin, *klamath. VI. California *wiyot, miwok de la sierra sureña, *mutsun, *wikchami, maidu, nisenan, wintu, karok, pomo oriental, pomo norteño, pomo suroriental, kashaya, *diegueño, kiliwa, *cochimí, salinan, kawaiisu, hupa.
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VII. Gran Cuenca washo, shoshone, payute sureño, *chemehuevi. VIII. Llanuras *blackfoot, patwin, arapaho, wichita, pawnee, mandan, kiowa, hidatsa, comanche. IX. Noroeste *munsee, potowatomi, seneca, cayuga, oneida, mohawk. X. Sureste cherokee, *yuchi, alabama, koasati. XI. Suroeste navajo, acoma, apache occidental, *cocopa, walapai, maricopa, *yuma, *seri, pápago, nevome, tepehuano norteño, tarahumara occidental, *guarijío, *mayo de los Capomos, *chichimeco-jonaz. XII. Mesoamérica mixe de Tlahuitoltepec, *oluteco, *zoque de Chimalapa, zoque de Copainalá, *popoluca de Texistepec, *huave de San Mateo, *totonaco de Misantla, huasteco potosino, itzá, *ch’ol, tzotzil, *kanjobal, *acateco de la frontera sur, *jacalteco, mam, tzutujil, *chontal de la sierra de Oaxaca, tepehuano sureño, cora, *huichol de San Andrés Cohamiata, *náhuatl de Acoxichitlán, náhuatl de Mecayapan, *otomí de San Andrés Cuexcontitlán, *otomí *matlatzinca de San Francisco Oxtotitlán, *chinanteco de San Juan Lealao, chinanteco de Sochiapan, *tlapaneco de Malinaltepec, *trique de San Juan Copala, *mixteco de Sta. María Peñoles, *mixteco de Chalcotongo, amuzgo de Oaxaca, *mazateco de Chiquihuatlán, *chocho de Sta. Catarina, *chatino de la zona alta, *chatino de la sierra occidental, *zapoteco de San Pablo Guilá, *purépecha de Jarácuaro. XIII. Istmo *cuna, *awa pit, *embera, *epena pedee, caribe isleño. XVI. Colombia paez, inga, *koreguaje.
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XV. Caribe ika, *damana., *wayuu XVI. Caquetá cubeo, siriano, tucano, tuyuca, yuruti, wanano, barasano, amuesha, andoque, *macuna, *tatuyo, desano, tariana, hup, *baniva, *yavitero, *achagua, *yacuna, *warekena, *yagua, *muinane. XVII. Orinoco warao. XVIII. Guyana *palikur, apalai, *wayana, kariña, *pemon, *carijona. XIX. Sabana *waunana, *guajiro, *guayabero, *cuiba, *piaroa. XX. Amazonas retuarã , wai wai. XXI. Loreto záparo, shipibo-konibo, iquito, waorani (auca), siona, *aguaruna, *candoshi. XXII. Jurua - Puros pirahã , paumari, piro, sanuma, yamamadi, deni, jarawara. XXIII: Para urubu kaapor. XXIV. Goyas *canela-kraho XXV. Xingu iranxe, waura. XXVI. Montaña capanahua, amahuaca.
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XXVII. Perú *cayapa, tsafiki, quechua de Huallaga, quechua de Junín-Tarma, quechua de Imbabura, aymara, jaqaru, *machiguenga, tacana. XXVIII. Bolivia terena, baure, *ignaciano, siriono, *cayuvava, *ess’eja, *chacobo. XXIX. Chaco guaraní, *mataco, *chorote, toba, *abipón . XXXI. Chile *mapuche, quechua santiagueño. XXXII. Pampa selknam, tehuelche. Las cinco áreas culturales que no están representadas en la muestra, debido la falta de gramáticas de lenguas en estas zonas son: II. Subártico occidental, XXX. Paraguay, XXXIII. Tierras Bajas Orientales, XXXIV. Atlántico y XXXV. Tierra de Fuego. En la muestra antes descrita encontramos que 85 de las lenguas al parecer no tienen la categoría de evidencialidad. En aras de la cabalidad a continuación damos un listado de aquellas lenguas sin evidenciales: 9.A.2 wiyot (Teeter 1964), 9.B.1 blackfoot (Frantz 1991), 9.B.7 ojibwa (Bloomfield 1957), 9.B.7 munsee (Goddard 1979), 15.1 yuchi (Wagner 1933-1938), 18.1 nez perce (Aoki 1970) 18.2 sahaptin (Rigsby y Rude 1996), 21.1 klamath (Barker 1964), 22.1 chinook (Boas 1911b), 25.1 siuslaw (Frachtenberg 1922), 29.2 mutsun (Okrand 1977), 30.1 wikchamni (Gamble 1978), 33.A.2 oluteco (Zavala 2000), 33.B.1.a zoque de Chimalapa (Knudson 1980), 33.B.3 popoluca de Texistepec (Wichmann 2007), 34.1 huave de San Mateo (Stairs y Stairs 1980), 33.1.g totonaco de Misantla (Mackay 2005), 36.C.2 cho’l (Warketing y Ruby 1980), 36.D.3 kanjobal (Zavala 1992a), 36.D.4 acateco de la frontera sur (Zavala 1992b), 36.D.5 jacalteco (Grinevald 1977), 52.A.1.a cocopa (Crawford 1966), 52.A.2 diegueño (Langdon 1970), 52.D.3 yuma (Halpern 1946), 53.1 cochimí (Mixco 1978), 56.1 seri (Moser y Marlett 1996), 61.2 chontal de la sierra de Oaxaca (Waterhouse 1980), 73.A.6 chemehuevi (Press 1979), 73.F.I.2 guarijío de Arechuyro (Miller 1993), 73.F.II.3 mayo de los 86
Capomos (Freeze 1989), 73.G.1 huichol de San Andrés Cohamiata (Gómez 1999), 73.H.2.e náhuatl de Acaxochitlan (Lastra 1980), 74.A.1 chichimeco-jonaz (Angulo 1933) 74.A.5.d otomí de San Andrés Cuexcotitlán (Lastra 1989), 74.A.5.g otomí (Hekking 1984), 74.A.6 matlatzinca de San Francisco Oxtotitlán (Escalante y Hernández 1999), 74.B.1 chinanteco de San Juan Lealao (Rupp 1980), 74.C.1 tlapaneco de Malinaltepec (Suárez 1988), 74.E.2.b trique de San Juan Copala (Hollenbach 1975), 74.E.3 mixteco de Santa María Peñoles (Daly y Holland 1977), 74.E.3.c.iv.3.a mixteco de Chalcotongo (Macaulay 1996), 74.G.1.f mazateco de Chiquihuatlán (Jamiesson y Tejeda 1978), 74.G.3 chocho de Santa Catarina (Mock 1977), 74.H.1.d.a chatino de la zona alta (Pride y Pride 1997), 74.H.1.d.b chatino Sierra Occidental (Pride 1965), 74.H.3.d.i.a zapoteco de San Pablo Guilá (López 1997), 75.1 purépecha de Jarácuaro (Chamoreau 2003), 81.6 damana (Trillos 2000), 81.10 cuna (Llerena 2000), 84.1 awa pit (Calvache 2000), 84.3 cayapa (Abrahamson 1962), 85.1 embera (Hoyos 2000), 85.2 epena pedee (Harms 1994), 85.3 waunana (Mejía 2000), 104.1 mapuche (Smeets 1989), 117.A.2 koreguaje (Rodríguez 2000), 117.F.4 macuna (Gómez-Imbert y Jones 2000), 117.F.10 tatuyo (Gómez-Imbert y Jones 2000), 127.1 movima (Judy y Judy 1967), 141.F.7 baniva (Mosonyi y Mosonyi 2000), 141.F.8 yavitero (Mosonyi y Mosonyi 2000), 141.F.13 palikur (Derbyshire 1986), 141.F.17.b ignaciano (Ott y Ott 1967), 141.F.31 machiguenga (Snell y Wise 1963), 141.F.33 wayuu (Mansen y Captain 2000), 141.F.49 achagua (Meléndez 2000), 141.F.58 yacuna (Schauer y Schauer 2000), 141.F.60 warekena (Aikhenvald 1998), 145.1.a guajibo (jiwi) (Mosonyi y Mosonyi 2000), 145.1.b guayabero (Tobar 2000), 141.1.c cuiba (Merchán 2000), 147.1 piaroa (Mosonyi 2000), 156.1 cayuvava (Key 1967), 160.2 aguaruna (Larsen 1963), 161.1 candoshi (Anderson y Wise 1963), 165.D.1.a wayana (Jackson 1972), 165.D.25 pemón (Mosonyi y Mosonyi 2000), 165.F.3 carijona (Robayo 2000), 166.1 yagua (Payne y Payne 1990), 167.3 muinane (Walton et al. 2000), 171.6 ese’ejja (Shoemaker y Shoemaker 1965), 172.E.1 chácobo (Prost 1965), 177.1 mataco (Hunt 1940), 177.2 chorote (Gerzenstein 1978) 178.3 abipón (Najilis 1966) y 182.C.1 canela-kraho (Popjes y Popjes 1986). La proporción entre lenguas con evidenciales gramaticales y lenguas sin evidenciales consignada en el trabajo que Ferdinand de Hann (2005) realizó como parte del proyecto World Atlas of Language Struc87
ture y la encontrada en nuestra investigación es muy similar. De Hann tiene una muestra mundial de 418 lenguas; de éstas, 181 no tienen evidencialidad gramatical, lo cual equivale a 43.3%. Por su parte, las lenguas con evidenciales son 237, que representan 56.6%. Nuestra muestra se limita al continente americano y contienen un total de 204 lenguas. Las lenguas sin evidenciales suman 85, cifra que constituye el 41.6% del total. Las lenguas con evidenciales son 119, cantidad arroja un 58.3%. Como se puede observar, las proporciones son muy parecidas en ambas muestras, pues sólo varían a razón de 1.7% en los dos casos. Dado que nuestro interés se centra en los sistemas de evidencialidad, de aquí en adelante nos concentraremos en las 119 lenguas que sí cuentan con evidenciales gramaticales. Dichas lenguas pertenecen a 45 de las 193 familias conservadoras de la nómina de Smith-Stark (2000). Las lenguas de la muestra con evidenciales tienen una marcada preferencia por el orden SO, aunque también están representadas las OS. Específicamente, el tipo SOV incluye más lenguas que los otros cinco tipos juntos. En cuanto a su distribución geográfica, encontramos que 53 de estas lenguas corresponden a Norteamérica, 13 a Mesoamérica y 53 a Sudamérica, lo cual representa un balance de la distribución (véanse mapas 2-8). Finalmente, debemos mencionar que las lenguas con evidenciales de la muestra están distribuidas en 27 de las 35 áreas culturales integradas por Barriga (1998 y 2005).
LA TIPOLOGÍA A continuación procedemos a explicitar los criterios que se utilizaron para la elaboración de la tipología y la clasificación de las lenguas de la muestra conforme a dicha propuesta. Conformación de la tipología En primer lugar se tomó en cuenta el carácter directo (Dir) o no-directo (No-Dir) de la evidencia que posee el hablante con respecto a la información que está transmitiendo. Basándonos en esta división, encontramos tres combinaciones lógicas posibles, a saber:
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Dir No-Dir Dir/No-Dir
1 lengua 65 lenguas 53 lenguas
(.84%) (54.6%) (44.5%)
Como podemos apreciar en los resultados anteriores, la marca de evidencia directa sola es en extremo marginal, puesto que sólo la representa una lengua (mapa 9); mientras que los sistemas de evidencia no-directa (mapa 10) y los de la combinación de ambos tipos (mapa 11) de evidencia son bastante productivos, pues cuentan con 65 y 53 lenguas respectivamente. Con el fin de afinar los resultados de la tipología, fue necesario hacer una subclasificación de los tipos ya mencionados. Para el caso de la evidencia directa, recurrimos al criterio de si el hablante adquirió la información por el sentido de la visión o no, subcategorizando la evidencia en cuestión de la siguiente manera:
Visual No visual Sin especificación
(vis) (no.vis) (sin.esp)
En cuanto a la evidencia no-directa, se tomaron como parámetros las dos formas de acceder a la información de forma indirecta, ya sea porque alguien más contó el suceso o porque se dedujo la información a través del razonamiento, dando las siguientes opciones:
Reportada Inferencial Suposición Sin especificación
(rep) (inf) (sup) (sin.esp)
Los criterios secundarios arriba especificados los escribiremos volados sobre las abreviaturas de los criterios primarios, a la manera de exponentes. Un primer acercamiento a esta subclasificación nos permite mostrar unos primeros resultados en relación con las combinaciones más frecuentes. Para el rasgo directo existe una marcada preferencia por las siguientes combinaciones:
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Dir sin.esp Dir vis no.vis Dir no.vis
26 lenguas 13 lenguas 8 lenguas
Las demás combinaciones posibles o son inexistentes o tienen muy poca representatividad en la muestra. Por su parte, con el rasgo no-directo aparecen las siguientes combinaciones: No-Dir rep No-Dir rep inf No-Dir rep inf sup No-Dir sin.esp No-Dir inf
41 lenguas 33 lenguas 16 lenguas 13 lenguas 9 lenguas
Al igual que en el caso anterior es necesario hacer notar que las otras combinaciones no aparecen en la muestra o son marginales. Al combinar el criterio clasificatorio con el subclasificatorio en las lenguas de la muestra se obtuvieron los siguientes resultados: Tipo Dir Dirno.vis.: amuzgo de Oaxaca. Tipo No-Dir No-Dirrep: bella coola, halkomelen, nootka, arapaho, potawatomi, cherokee, hidatsa, mixe de Tlahuitoltepec, zoque de Copainalá, huasteco potosino, itzá, tzotzil, mam, tzutujil, károk, salinan, kiowa, shoshone, kawaiisu, nevome, tepehuano norteño, náhuatl de Mecayapan, paez, warao, iquito, paumari, amuesha, baure, terena, piro, guaraní, urubu kaapor, tacana, capanahua, amahuaca. No-Dirinf: miwok de la sierra sureña, kiliwa, quechua santiagueño, deni. No-Dirsin.esp: montagnais, cree, naskapi, acoma, takelma, waorani (auca), caribe isleño, siriano. No-Dirrep inf: yupik de Alaska central, navajo, cayuga, oneida, mandan, tsimshian, maidu, nisenan, alabama, comanche, payute sureño, cora, záparo, wai wai, andoque. No-Dirrep sin.esp: patwin. No-Dirrep inf sup : kwakiutl, mohawk. Tipo Dir/No-Dir 90
Dir vis No-Dirrep inf: seneca, pirahã . Dirno.vis No-Dirrep: koasati, pomo norteño. Dirno.vis No-Dirrep inf: pawnee, retuara . Dirno.vis No-Dirrep sup: pomo oriental. Dirno.vis No-Dirrep inf sup: apache occidental, wintu. Dirsin.esp No-Dirrep: nisgha. Dirsin.esp No-Dirinf: walapai, selknam. Dirsin.esp No-Dirsin.esp: ika, tehuelche, kariña. Dirsin.esp No-Dirrep inf: wichita, pápago, tepehuano del sur, tarahumara occidental, quechua de Huallaga, quechua de Junín- Tarma, tucano, jamamadi, toba. Dirsin.esp No-Dirrep sup: inga. Dirsin.esp No-Dirinf sup: apalai. Dirsin.esp No-Dirrep sin.esp jaraara. Dirsin.esp No-Dirrep inf sup: tsafiki, quechua de Imbabura, jaqaru, cubeo, siriano, waura, shipibo-konibo Dirsin.esp No-Dirrep inf sin.esp: sanuma. Dir vis no.vis No-Dirrep: pomo suroriental, maricopa. Dir vis no.vis No-Dirinf: hupa, washo. Dir vis no.vis No-Dirsin.esp: siona. Dir vis no.vis No-Dir rep inf: groenlandés occidental, kashaya, desano, hup. Dir vis no.vis No-Dirrep inf sup: tuyuca, yuruti, mỹk y, tariana. Dirno.vis sin.esp No-Dirrep: chinanteco de Sochiapan. Dirno.vis sin.esp No-Dirinf: aymara. Dir no.vis sin.esp No-Dir sin.esp: barasano. Dirno.vis sin.esp No-Dirrep inf: wanano. Dirvis no.vis sin.esp No-Dirrep inf sup: makah. En el siguiente y último capítulo se analizarán con mayor profundidad los tipos y las cifras, cruzando la información con la clasificación genética de las lenguas en cuestión, la tipológica y la referente a su distribución geográfica, que ha sido establecida en los mapas que presentamos en el apéndice correspondiente al final del trabajo.
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Conclusiones •
En este apartado enlistamos los resultados a los que hemos llegado en este trabajo. Dado que sólo nos enfocamos a las lenguas indígenas americanas con evidenciales, entonces las conclusiones sólo aplican a las lenguas del continente. Dichas conclusiones abarcan desde la tipología de la evidencialidad, hasta aspectos concernientes a la estabilidad genética, la distribución y difusión de la categoría en el continente. Las últimas conclusiones del paquete plantean algunas ideas sobre la historia natural de los tipos de evidencia. Las conclusiones se presentan siguiendo aproximadamente el orden en el cual se trataron en los capítulos del trabajo. I. Se estudiaron un total de 204 lenguas indígenas americanas. De éstas 85 (41.6%) no tuvieron evidencialidad gramatical. Por su parte 119 lenguas (58.3%) sí tuvieron evidenciales. La proporción de lenguas con evidenciales encontrada en América es muy semejante a la que encontró De Haan (2005) en una muestra mundial. II. Los evidenciales son morfemas gramaticales que expresan la fuente de información; además, parece existir una relación entre los evidenciales y la deixis, debido a que llegan a tener cierta función de anclaje en el contexto (De Haan 2004). De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra, cuatro (que representan 3.3%) cuentan con algunos evidenciales en su sistema que no cumplen con la noción básica de evidencialidad, es decir, uno de los cuatro puntos que Anderson (1986) juzga necesarios para considerarlos evidenciales plenos (Cfr. “Definición de evidencial”). Sin embargo, se incluyeron porque parecen representar instancias emergentes de evidencialidad. En el payute sureño la marca de inferencia parece tener un primer significado de interrogación. En el 93
chinanteco de Sochiapan la marca de evidencia directa sin especificar tiene la función principal de adverbio. En tehuelche la marca de modo no real —como la nombra el autor— también puede significar interrogación, dubitativo y poca certeza. Finalmente, en la lengua toba las marcas de evidencia directa sin especificación y de inferencia tienen un primer uso como deícticos. III. De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra, nueve (que equivalen a 7.5%) tienen marca cero, la cual representa siempre la evidencia directa y en todos los casos el sistema incluye marcas explícitas de evidencia no-directa. De éstas, siete marcan la evidencia directa sin especificación: makah, wichita, walapai, pápago, tsafiki, cubeo y kariña. El hup y el desano, por su parte, marcan la evidencia visual. IV. Existen 92 lenguas (77.3%) que indican la fuente de información por medio de afijos verbales o clíticos, avalando así lo dicho por De Haan (2005), quien indica que dicha estrategia es la más común dentro de las lenguas del mundo con evidencialidad. V. Encontramos 40 lenguas de la muestra (33.6%) que marcan evidencialidad por medio de partículas. De éstas, 31 indican algún tipo de evidencia no directa, tal como lo ha propuesto De Haan (2005). Las nueve excepciones a la generalización hecha por De Haan, que asocia una fuerte relación entre el uso de partículas y la marca de evidencia no directa son: apache occidental, seneca, tepehuano del sur, chinanteco de Sochiapan, apalai, sanuma, pirahã, waura y toba. En las cinco primeras lenguas de la lista todo el sistema de evidencialidad está marcado por medio de partículas. El sanuma, pirahã , waura y toba también tienen afijos y clíticos dentro de su sistema. VI. De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra, 13 manejan un sistema mixto de marcación (10.9%), esto significa que en sus sistemas de evidencialidad hay tanto afijos como partículas para indicar los tipos de evidencia que tienen las lenguas. VII. Los hablantes de las lenguas estudiadas tienen a su disposición dos tipos de evidencia. La evidencia directa y la no-directa. Cada uno de estos tipos se puede subcategorizar. La evidencia directa se divide en evidencia visual, no-visual y sin especificación. La evidencia no-directa, por su parte, se divide en reportada, inferencial, suposición y sin especificación. En la muestra se encontraron todos los subtipos de evidencia arriba señalados. 94
VIII. De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra, 54 señalan evidencia directa (45.3%). Dentro de esta evidencia, el subtipo más usual es la evidencia sin especificación, seguida por la no visual y, finalmente, la evidencia visual. Esto es lógico si consideramos que la evidencia visual es la menos marcada. IX. Las lenguas de la muestra que tienen evidencia visual cumplen con la generalización propuesta por De Haan (2004), en el sentido de que la presencia de un evidencial visual implica que la lengua marque algún otro evidencial directo, ya sea el no visual o el sin especificación. Así, encontramos que 13 de las lenguas que marcan evidencia visual también marcan evidencia no visual (pomo suroriental, maricopa, hupa, washo, siona, groenlandés occidental, kashaya, desano, hup, tuyuca, yuruti, iranxe y tariana) y una lengua que además de tener evidencia visual, también tiene evidencia no visual y sin especificación (makah). Las únicas excepciones a la generalización son el seneca y el pirahã . X. De las 119 lenguas con evidenciales de la muestra 118 presentan evidencia no directa (99.1%). Dentro de este tipo de evidencia lo más frecuente es que se marque la evidencia reportada, seguida por la inferencial, la suposición y finalmente la sin especificación. XI. Existen 17 lenguas de la muestra (13.4%) que junto con la evidencialidad marcan tiempo, género, persona, número y cambio de referencia. De éstas, el nootka marca evidencialidad más la categoría de persona y el selknam la categoría de género. Las lenguas naskapi, wichita, sanuma, siona, cubeo, siriano, tucano, tuyuca, yuruti, wanano, mỹk y, jamamadi, jarawara y tariana marcan alguna de las tres categorías anteriores más tiempo/aspecto. Finalmente, la única lengua que marca a la par evidencialidad y cambio de referencia es el kashaya. Aquí es importante hacer notar que de las 17 lenguas mencionadas, cuatro pertenecen a Norteamérica y 13 a Sudamérica. XII. Dentro de los sistemas que marcan evidencialidad junto con tiempo/aspecto es posible encontrar algunos más complejos que otros. Así pues, documentamos sistemas como el del naskapi, que sólo distinguen en la evidencia directa sin especificación, una marca para pasado y otra para presente, o como el del wichita que distingue los aspectos aoristo y perfecto, además del tiempo futuro, en la evidencia reportada. Las lenguas de la familia tucanoana tienen sistemas más complejos, pues en algunos casos distinguen entre los tiempos presente y pasados (inme95
diato, reciente y lejano). Todos los sistemas complejos de evidencialidad más tiempo se encontraron en lenguas de Sudamérica. XIII. Para el caso de las lenguas con sistemas complejos de marcas de evidencialidad más tiempo, podemos establecer un par de generalizaciones. La primera es que si la lengua tiene marcas para evidencia directa y no-directa, y no cuenta con una marca cero, la evidencia reportada tendrá menos distinciones de tiempo o sólo marcará tipo de evidencia. La segunda es que las marcas de evidencia directa tienen al menos el mismo número de distinciones temporales que las marcas de evidencia no-directa. XIV. El admirativo sólo se documentó en cinco lenguas (4.2%) y siempre asociado a la evidencia no-directa. De éstas, tres aparecen en la evidencia inferencial (apache occidental, washo y selknam), una en la evidencia indirecta sin especificación: (jarawara) y una en la suposición (shipibo- konibo). XV. Planteamos una tipología de dos dimensiones, que produce por resultado cuatro tipos lógicos posibles. Las dimensiones de la tipología están constituidas por la evidencia directa (Dir) y la evidencia no-directa (No-Dir). Los tipos lógicamente posibles son: 1) Lenguas sin evidenciales, 2) Dir, 3) No-Dir y 4) Dir/No-Dir. Dejando de lado a las lenguas sin evidenciales, encontramos que los más productivos son los tipos No-Dir y Dir/No-Dir con 65 y 53 lenguas, respectivamente. Es importante aclarar que el tipo Dir es completamente marginal, puesto que sólo lo representa una lengua. De llegarse a validar plenamente el caso, éste constituiría una excepción a la generalización contenida en De Hann (2005), en la que reporta que hay lenguas que sólo marcan la evidencia Dir. XVI. La evidencia directa se manifiesta más frecuentemente a través del subtipo sin especificación (26 lenguas), seguido de la combinación visual/no-visual (13) y del subtipo no-visual (8). Las demás combinaciones son marginales o inexistentes XVII. Para el rasgo de evidencia no-directa, lo más usual es encontrar marcas con el subtipo de reportada (41 lenguas), seguido de reportada/ inferencial (32), reportada/inferencial/suposición (16), sin especificación (13) e inferencial (10). Los otros subtipos tienen muy poca representatividad o son inexistentes. XVIII. Para examinar la estabilidad genética de los sistemas de evidencialidad, sólo se tomaron en cuenta las seis familias de la muestra 96
que tienen cinco o más lenguas con evidenciales representadas. Dichas familias son: iroquesa (5 lenguas), mayense (6), yutonahua (11), quechuana (5), tucanoana (10) y arahuacana (11). La permanencia del tipo varió desde 64.6% (familia arahuacana) hasta 100% (familia mayense y tucanoana). Dicha permanencia promedió 82.7% en las seis familias. Como es lógico, a nivel de los subtipos la permanencia disminuyó. Su variación fue de 22% (familia tucanoana) hasta 100% (familia mayense), teniendo un promedio de 48.8%. Cabe destacar que la permanencia de los tipos es más alta en la evidencia directa que en la no-directa. XIX. Con respecto a las formas, basta un primer examen de los datos (disponibles en el apéndice), para darse cuenta de que las cognadas abundan. Por ejemplo, en la familia quechuana la evidencia directa se marca con el sufijo –mi en cuatro de las cinco lenguas que representan la familia. En la familia iroquesa el séneca y el cayuga usan la partícula ’a:yᶒ́: para marcar evidencia visual y reportada respectivamente. Por otra parte, las lenguas mam y tzutujil, de la familia mayense, marcan la evidencia reportada con el clítico =ch y la partícula cha7. En la familia arahuacana las lenguas baure, terena y piro, usan hi, –hi, –hima, respectivamente, para la evidencia reportada. XX. Al examinar la distribución continental de los sistemas de evidencialidad encontramos que en Norteamérica —incluyendo el área de mesoamérica— tienen un mayor número de sistemas de evidencia no-directa (43) que en Sudamérica (20). Por el contrario, en Sudamérica hay más lenguas con sistemas complejos que marcan evidencia directa y no-directa (32) que en Norteamérica (21) (mapa 2). XXI. Las lenguas de la muestra se localizan en 27 de las 35 áreas culturales integradas por Barriga (1998 y 2005). Las áreas con mayor concentración de lenguas con sistemas de evidenciales son: California con 13 lenguas, Mesoamérica y Caquetá con 12 lenguas cada una, y Llanuras y Suroeste con ocho. Las áreas no representadas por falta de descripciones disponibles o porque el rasgo en cuestión no ha sido documentado ahí son: Subártico occidental, Meseta, Sabana, Goyas, Paraguay, Tierras Bajas Orientales, Atlántico y Tierra de Fuego (mapa 1). XXII. Se identificaron tres áreas claras de convergencia de evidencialidad; dichas áreas son: California, en la que se localizaron sistemas de evidencialidad en lenguas de las familias atapascana (1), taquilman (1), miwokana, (1), maiduana (2), huintuana, (2), karokana (1), pomoana (4), 97
washoana (1), yumana (3), salinana (1) y yutonahua (1). La zona del Vaupés (en la frontera de Colombia, Brasil y Perú), donde coexisten lenguas con sistemas de evidenciales de las familias: yanomamano (1), puinaveana (1), tucanoana (7), arahuacana (1), caribano (3). Por último, la costa del pacífico de Colombia y Perú, donde encontramos lenguas con evidenciales de las siguientes familias: barbacoana(1), quechuana (4), aymarana (2), zaparoana (2), sabelano (1), tucanoana (1), arahuacana (3) y panoana (2). Es interesante subrayar que a escala continental, la distribución de las lenguas con evidenciales muestra una tendencia de agrupamiento en el oeste del continente, hacia la cuenca del Pacífico (mapa 2). XXIII. En cuanto a la distribución geográfica de los subtipos de evidencia directa obtuvimos los siguientes resultados: el subtipo visual (mapa 12) se localiza principalmente en dos áreas, California y la zona del Vaupés. El subtipo no visual (mapa 13) tiene la misma distribución que la evidencia visual, esto se debe en gran medida a lo expuesto en la conclusión número IX, que indica que las lenguas que marcan evidencia visual también tienen dentro de su sistema marcas para evidencia no visual. Con respecto a la evidencia directa sin especificación (mapa 14), notamos que la mayoría de las lenguas con este tipo de evidencia se localizan en Sudamérica. XXIV. En relación con los subtipos de evidencia no directa, podemos apreciar que el evidencial de reportada (mapa 15) es el más extendido en el continente americano, con concentraciones en el noroeste del continente, el sureste de Mesoamérica, la zona del Vaupés y los Andes centrales. La evidencia no directa inferencial (mapa 16) tiene, a grandes rasgos, la misma distribución que el subtipo anterior, pero con una menor representación. Los subtipos no directa suposición (mapa 17) y sin especificación (mapa 18) se localizan principalmente en Sudamérica. XXV. Dos casos claros de difusión son los de las lenguas tariana y hup. La lengua tariana, de la familia arahuacana, presenta un sistema parecido en complejidad al que presentan algunas de las lenguas de la familia tucanoana, como por ejemplo, la lengua tuyuca, que distingue la evidencia visual y no visual, así como las evidencias reportada, inferencial y suposición, además de que junto con la evidencialidad marca también tiempo. Si comparamos el sistema de evidencialidad del tariana con otras lenguas de la familia arahuacana podremos ver que éstas, con excepción de la lengua wuaura, tienen sistemas muy simples, pues sólo 98
marcan evidencia no-directa reportada o sin especificación. Geográficamente, la lengua tariana está en contacto con las lenguas de la familia tucanoana, razón por la cual podemos suponer, con un buen grado de certidumbre, que la complejidad de su sistema es un producto de la difusión. En la misma región y en condiciones semejantes está la lengua hup, de la familia puinaveana, que también cuenta con un sistema complejo de evidenciales. XXVI. La lengua mỹky es una lengua aislada de la familia iransheana y tiene un sistema de evidencialidad muy similar al de las lenguas tucanoanas. Hace la distinción entre evidencia directa y no directa. Dentro de la evidencia directa marca la evidencia visual y no visual con marcas de tiempo. En la evidencia no directa distingue reportada, inferencia y suposición. Se podría pensar en una difusión, como en el caso de las lenguas del punto anterior, pero esta lengua se encuentra geográficamente más alejada de las tucanoanas. Consecuentemente hay tres explicaciones posibles. La primera sería la de una mera coincidencia, una convergencia estructural. La segunda explicación podría ser mediante el argumento de una migración, es decir, el grupo de hablantes de la lengua mỹky en algún momento pudo estar ubicado cerca de los de la familia tucanoana y haber tomado el rasgo de evidencialidad de ella, para después migrar más al sur. Finalmente, y dado que la evidencialidad es un rasgo genéticamente estable, se podría pensar en una relación genética remota. Si bien con los datos que tenemos es difícil decidir cuál de los tres escenarios es el que impera, creemos que es un caso suficientemente interesante. XXVII. Croft (1990) menciona cuatro combinaciones posibles en relación con la estabilidad y frecuencia de un fenómeno en las lenguas: estable y frecuente, inestable y frecuente, estable e infrecuente y finalmente inestable e infrecuente. Con base en las siete últimas conclusiones podemos afirmar que la evidencialidad es un rasgo estable y frecuente. XXVIII. Los sistemas de evidenciales se encontraron con los seis órdenes básicos. Sin embargo, es importante hacer notar que el tipo SOV comprende más lenguas (50) que los cinco órdenes restantes (33). XXIX. Con los resultados que hemos obtenido nos es posible sugerir la historia natural de los sistemas de evidencialidad. Para ello, primero observamos que en las lenguas de la muestra tenemos 64 del tipo NoDir, una del tipo Dir y 53 de la combinación Dir/No-Dir. A partir de 99
estos datos podemos suponer que si una lengua desarrolla evidenciales, los primeros que emergerán en su sistema serán los de evidencia No-Dir. Posteriormente también podrá incorporar los de evidencia directa para formar sistemas del tipo Dir/No-Dir. XXX. Dentro de los tipos de evidencia también es posible trazar la hipótesis de una historia natural. Así, en los sistemas de evidencia directa observamos que la primera marca será la de sin especificación. Posteriormente, a este subtipo se le agregará la evidencia no visual para así formar el subtipo no-visual/sin especificación. Por último, la evidencia sin especificación adquirirá el significado de visual, resultado de contraponerse con la evidencia no visual, para así obtener el subtipo visual/no-visual. Con todo ello se avala lo dicho por De Haan (1998), en relación con el origen de las marcas de evidencia visual. En el caso de las marcas de evidencia no-directa, las lenguas adquirirán en primer lugar la evidencia reportada. Posteriormente ingresará al sistema la marca de inferencia, para formar el subtipo reportada/inferencial. Finalmente, se integrará la marca de suposición, para formar el subtipo reportada/inferencial/suposición. En este punto es importante remarcar que la evidencia por suposición no aparece sola, pues siempre está en compañía de alguna de las dos marcas de evidencia no-directa. Por lo tanto es probable que el subtipo sin especificación represente un estado de transición entre la evidencia reportada y reportada/inferencial, ya que el rasgo sin especificación unas veces puede denotar información que se adquirió a través de la evidencia reportada y otras mediante la evidencia inferencial (montañés, takelma, patwin, sanuma y waorani). Dicho con otras palabras, el subtipo de evidencia no-directa sin especificación puede representar un estadio transitorio entre los subtipos de evidencia reportada y reportada/inferencial.
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Apéndice de datos •
En este apartado aparecen las lenguas con evidenciales de la muestra que se usó en esta investigación. El listado está enumerado con base en La nomina de lenguas indoamericanas (Smith-Stark 2000). Debajo del nombre se podrá encontrar, entre paréntesis, la familia lingüística de la lengua, seguida por el orden de constituyentes —si es que pudimos clasificarla—, el área cultural y las fuentes que consultamos. Al respecto cabe señalar que, en general, encontramos descripciones de buena calidad, en algunas ocasiones la dificultad para obtener el dato residía en el lugar en el que los autores ubicaban los evidenciales. En aquellos casos donde tuvimos dudas con respecto a la exactitud de los datos, procuramos consultar segundas fuentes, tal como está consignado en el mismo apéndice. En el siguiente renglón mostramos el tipo al que pertenece la lengua según nuestra tipología de evidenciales. Aquí hemos agregado, entre paréntesis, después del subtipo, el número correspondiente de marcas. Si no hay indicación se da por entendido que sólo existe una marca. Al final de la fórmula ofrecemos el número total de morfemas en el sistema. Finalmente anotamos los morfemas de evidencialidad que marca la lengua. En algunas lenguas, después de los datos proporcionamos algunas especificaciones de la forma en la que se presenta la evidencialidad. 1.B.2 Yupik de Alaska Central (escaleutiano, Ártico, Reed et al. 1977) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –ni– inferencial: –llini– 101
1.B.5 Groenlandés occidental (escaleutiano, OSV, Ártico, Fortescue 2003) Dir vis. no-vis.(2) No-Dir rep.(2) inf.(2) (7) Evidencia Directa visual: –(r)paluC– no visual: –(r)palaar– (aud) –(r)pallaC– Evidencia No Directa reportada: unnia = (n)nguuq inferencia: –gunar– –sima– 2.25 Hupa (atapascano, California, Goddard 1911) Dir vis no-vis (2) No-Dir inf (2) (5) Evidencia Directa visual: –e no visual: –tsu –tse Evidencia No Directa inferencia: –xõlan –xõ lûñ (evidencia más certera) 2.28.a Navajo (atapascano, SOV, Suroeste, Willie 1996) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: jiní inferencia: daats’i La marca evidencia reportada es el verbo ‘hablar’ más sujeto. 2. 28.c Apache occidental (nadene, SOV, Suroeste, Reuse 2003) Dir no-vis No-Dir rep (2) inf (2) sup (6) Evidencia Directa no visual: hiłts’ad 102
Evidencia No Directa reportada: ch’inīī (historias tradicionales) lé̜ k’eh (historias traducidas del inglés) inferencial: golnīī lᶏ́ᶏ ́ (adm.) suposición: nol i̜ h Las partículas no son obligatorias. Por otra parte, vale la pena subrayar la distinción que se hace, a nivel de evidencia reportada, entre historias tradicionales e historias traducidas en inglés. 5.A.1 Bella Coola (selicano, VSO, Costa Noroccidental, Newman 1969) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: kw– 5.B.6 Halkomelen (selicano, VSO, Costa Noroccidental, Galloway 1993) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa: reportada: ɵˈɛ ⁓c’ɛ 7.A.3 Kwakiutl (huacashano, VSO, Costa Noroccidental, Boas 1911c) No-Dir rep inf sup (3) Evidencia No Directa reportada: –ɛl(a) inferencial: –xEnt suposición: –Eng‧a (por sueños) La existencia de un evidencial por sueño es de gran relevancia cultural, pues es elocuente con respecto a la importancia que se le otorga a los sueños en este grupo. 7.B.1 Nootka (Nuuchahnulth) (huacashano, Costa Noroccidental, Nakayama 2001) No-Dir rep (6) (6) Evidencia No Directa 103
reportada: –wa·?ičas (1sg) –wa·?ičin (1pl) –wa·?ick (2sg) –wa·?icuš (2pl) –wa·?iš (3sg) –wa·?iš (3pl) 7.B.3 Makah (huacashano, VSO, Costa Noroccidental, Jacobsen Jr. 1986) Dir vis no-vis sin.esp No-Dir rep inf (2) sup (6) Evidencia Directa visual: –caquil (poca certeza) no visual: –’qadi sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: –wa·d inferencia: –pi·d –ckwi suposición: –x̥ a 9.B.3 Arapaho (álgico, Llanuras, Salzman 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: héé?ih Salzman nombra a este sufijo como narrativo pasado, tal vez se deba a que es usual que los morfemas de evidencia reportada se utilicen en historias orales. 9.B.5.a Montañés (álgico, Subártico Oriental, James et al. 2001) No-Dir sin.esp (2) (2) Evidencia No Directa sin especificación: –shapan –tak Según James et al. –tak puede denotar evidencia inferencial y evidencia reportada, –shapan se utiliza tanto para inferencia como suposición pero también para referirse a la evidencia que el hablante adquiere a través de medios actuales tales como el periódico, la televisión o la radio. 104
9.B.5.b Cree (álgido, Subártico Oriental, James et al. 2001) No-Dir sin.esp Evidencia No Directa sin especificación: –tik 9.B.5b Naskapi (álgico, Subártico Oriental, James et al. 2001) No-Dir sin.esp (2) (2) Evidencia No Directa sin especificación: –sipin (pas.) –tik (pres.) 9.B.8 Potawatomi (álgico, Noreste, Hockett 1948) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: ?e (narraciones) 11.A.1 Cherokee (iroqués, Sureste, Reyburn 1954) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –ei 11.B.9 Séneca (iroqués, Noreste, Mithun 1986) Dir vis No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa visual: a:yᶒ́:’ Evidencia No Directa reportada: kyó̢ ó̢ inferencia: no̢ 11.B.10 Cayuga (iroqués, Noreste, Mithun 1986) No-Dir rep inf (2) (3) Evidencia No Directa reportada: akᶒ ’ inferencia: o̢ a:yᶒ́ :’ 105
11.B.12 Oneida (iroqués, Noreste, Mithun 1986) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: yakv’ inferencia: uhne 11.B.13 Mohawk (iroqués, Noreste, Mithun 1986) No-Dir rep inf sup. (3) Evidencia No Directa reportada: yukhiró:ri inferencia: –ta’ suposición: nà:’a 12.2 Wichita (cadoano, Llanuras, Rood 1976) Dir sin.esp No-Dir rep (3) inf (5) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: –ka?~ –kiya~ –a:? (aoristo) –a:? (perf.) –ehe:? (fut.) inferencia: wéra? La evidencia inferencial se utiliza en historias orales. 12.5 Pawnee (cadoano, Llanuras, Parks 1976) Dir no-vis No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa no visual: ar– Evidencia No Directa reportada: wi– inferencia: tir–
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14.2 Mandan (siuxano, SOV, Llanuras, Kennard 1936) No-Dir rep inf (2) (3) Evidencia No Directa reportada: –ka’ ɛhɛ inferencia: –otɛ –tɛrɛ (habla fem.) –tɛc (habla masc.) Kennard habla del elemento –tɛ que indica una acción completa; este mismo puede usarse para formar evidenciales. Si la idea más prominente en la oración es la evidencialidad, se usa la marca –otɛ o la forma completa –tɛc, –tɛrɛ dependiendo de si el hablante es un hombre o una mujer. 14.3bis Hidatsa (siuxano, SVO, Llanuras, Robinett 1955) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –ware 16.A.1 Acoma (queresano, Suroeste, Miller 1965) No-Dir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: t– La marca sin especificación sólo indica que el hablante no atestiguó el evento que reporta. 17.1.a Tsimshian (tsimshiana, VSO, Costa Noroccidental, Boas 1911b) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –g at inferencia: –sE·n
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17.1b Nisgha (tsimshiana, VSO, Costa Noroccidental, Tarpent 1987) Dir sin.esp No-Dir rep (2) Evidencia Directa sin especificación: –gin Evidencia No Directa reportada: =qat 27.1 Takelma (taquilmano, SVO, Costa Noroccidental, Sapir 1922) No.Dir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: –kh La marca de evidencia no directa sin especificación sirve tanto para marcar evidencia reportada como inferencial. 28.5 Miwok de la sierra sur (miwokano, California, Broadbent 1964) No–Dir inf (1) Evidencia No Directa inferencia: kuH– 31.1 Maidu (maiduano, SOV, California, Shipley 1964) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –cój inferencia: –wéw 31.3 Nisenan (maiduano, SOV, California, Eatough 1999) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: haj (textos) inferencia: –ma 2.2 Patwin (huintuano, Llanuras, Wistler 1986) No-Dir rep sin.esp (2) Evidencia No Directa 108
reportada: –bom ~ –bem sin especificación: –boti ~ –beti La marca –boti / –beti indica evidencial general, que al parecer conjunta un número de significados de evidencialidad, que son reportada, inferencia lógica e inferencia basada en circunstancia o apariencias. 32.3 Wintu (huintuana, California, Pitkin 1984) Dir no-vis No-Dir rep inf sup (4) Evidencia Directa no visual: –nthere Evidencia No Directa reportada: –kele inferencia: –re• suposición: –?el 33.A.1.c Mixe Tlahuitoltepec (mixe-zoque, SOV, Mesoamérica, Lyon 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –(ə)k 33.B.1.b Zoque de Copainalá (mixe-zoque, VOS, Mesoamérica, Wonderly 1951) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –?un ~ –?n 36.A.1.a Huasteco Potosino (mayense, SVO, Mesoamérica, Edmonson 1988) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –kwa? 36.B.3 Itzá (mayense, SVO, Mesoamérica, Hofling 1991) No-Dir rep (1)
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Evidencia No Directa reportada: b’in 36.C.6 Tzotzil (mayense, VOS, Mesoamérica, Cowan 1969) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: la 36.E.I.2 Mam (mayense, SOV, Mesoamérica, England 2005) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: =ch El evidencial de reportada viene del verbo intransitivo chi ‘hablar’. 36.E.II.6 Tzutujil (mayense, SVO, Mesoamérica, Dayley 1985) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: cha7 El evidencial de reportada viene del verbo citativo intransitivo che7naq. 39.B.3 Alabama (mascoquiana, SOV, Sureste, Sylestine et al. 1993) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –mpa inferencia: –sa 39.B.4 Koasati (mascoquiano, SOV, Sureste, Kimball 1991) Dir no-vis No-Dir rep (2) Evidencia Directa no visual: –hawa– (aud.) Evidencia No Directa reportada: –mpa– 110
44.1 Karok (karokano, California, Harrington 1931) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: ’ata La partícula siempre se encuentra al principio de las narraciones, es común que las marcas de reportada se utilicen en narraciones de historias orales. Harrington la glosa como partícula inferencial. 49.2 Pomo oriental (pomoana, SOV, California, McLendon 1975) Dir no-vis No-Dir rep (2) sup (4) Evidencia Directa no visual: –inḱe Evidencia No Directa reportada: –le xa suposición: –ine En la evidencia reportada el sufijo y la partícula siempre co-ocurren. 49.4 Pomo norteño (pomoana, SV, California, O’Connor 1987) Dir no-vis No-Dir rep (2) Evidencia Directa no visual: –Vnhe (aud.) Evidencia No Directa reportada: –do 49.5 Pomo suroriental (pomoana, SOV, California, Moshinsky 1974) Dir vis no-vis No-Dir rep (3) Evidencia Directa visual: –ya no visual: –qo Evidencia No Directa reportada: –do 49.7 Kashaya (pomoana, California, Oswalt 1986) Dir vis (2) no-vis No-Dir rep inf (2) (6) 111
Evidencia Directa visual: –yǎ –wǎ no visual: –Vnna (aud.) Evidencia No Directa reportada: –do inferencia: –qǎ –bi (–bina, –bem, –binati, –beti) La diferencia entre la marca –qa y –bi según el autor es sólo la distribución, ya que –bi nunca aparece en verbo final y siempre está seguida de algún sufijo, siendo el de cambio de referencia el más usual, dichas marcas aparecen como forma fusionadas: –bina inferencia más correferencia de los agentes de la cláusula subordinada o superordinada, –bem inferencia con agentes diferentes en dos cláusulas y –binati, –beti que aumentan el significado “aunque”. También existe una marca narrativa –yowa que reemplaza todas las marcas de evidencialidad en narraciones. 50.1 Washo (washoana, SOV, Gran Cuenca, Jacobsen Jr 1953) Dir vis no-vis No-Dir inf (3) Evidencia Directa visual: –iye? no visual: –delem (aud.) Evidencia No Directa inferencia: –á?yi? (adm.) La marca –delem está relacionada históricamente a dámal verbo transitivo ‘oír’. 52.B.1 Kiliwa (yumana, SOV, California, Mixco 1996) No-Dir inf (1) Evidencia No Directa inferencia: yuu-mit Siempre aparece con el verbo ‘ser’.
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52.C.2a Walapai (yumana, SOV, Suroeste, Reeden 1981 y Watahomigie 1982) Dir sin.esp (2) No-Dir inf (2) (4) Evidencia Directa sin especificación: ø –(ny)–o Evidencia No Directa inferencia: –w ~ –aw –ô ~ –o(–k) 52.D.1 Maricopa (yumano, SOV, Suroeste, Gordon 1986) Dir vis no-vis No-Dir rep (3) Evidencia Directa visual: –k’yuu ~ –’yuu no visual: –k’a ~ –’a Evidencia No Directa reportada: –’ish’a 54.1 Salinan (salinano, SVO, California, Turner 1987) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: te? 72.A.1 Kiowa (tañoano, SOV, Llanuras, Watkins 1984) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –hel 73.A.3 Shoshone (yutonahua, SOV, Gran Cuenca, Dayley 1989) No Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: mii
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73.A.4 Comanche (yutonahua, SOV, Llanuras, Charney 1993) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: me– inferencia: =kia= 73.A.5 Payute Sureño (yutonahua, Gran Cuenca, Sapir 1992) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: –y’a inferencia: –q’ai La marca de inferencia tiene un primer significado como marca de interrogación pero puede utilizarse como marca de inferencia. 73.A.7 Kawaiisu (yutonahua, California, Zigmound et al. 1990) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: me?mee Se deriva del verbo mee ‘decir’ 73.E.1 Pápago (yutonahua, VSO, Suroeste, Saxton 1982) Dir sin.esp No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: – ̙s inferencia: –ki 73.E.2 Nevome (yutonahua, SOV, Suroeste, Shaul 1982) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: xa 114
73.E.3 Tepehuano norteño (yutonahua, VSO, Suroeste, Bascom 1982) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: =sa ̴ =s 73.E.4 Tepehuano del sur (yutonahua, VSO/VOS, Mesoamérica, Willet 1991) Dir sin.esp No-Dir rep (2) inf (4) Evidencia Directa sin especificación: dyo Evidencia No Directa reportada: sap sac inferencial: vac sap indica que lo reportado no es conocido para el oyente, mientras que sac indica que lo reportado es conocido previamente por el oyente. 73.F.I.1.b Tarahumara Occidental (yutonahua, SOV, Suroeste, Burgess 1984) Dir sin.esp No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa sin especificación: –ke Evidencia No Directa reportada: –ra inferencia: –le Existen sufijos enfáticos además de las marcas de evidencialidad los cuales se usan para verificar si algo es verdad –’e, o si se tiene duda –e. Con la marca de reportada se puede usar el sufijo –guru en caso de que sea verdad lo reportado. 73.G.1 Cora (yutonahua, VSO, Mesoámerica, Casad 1984) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: nú’u inferencia: séin 115
73.H.2g Náhuatl de Mecayapan (yutonahua, Mesoamérica, Law 1958) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –ki 74.B.1.k Chinanteco de Sochiapan (otomangue, VSO, Mesoamérica, Foris 1994) Dir no-vis sin.esp No-Dir rep (3) Evidencia Directa no visual: ñí1 sin especificación: la3 Evidencia No Directa reportada: néh1 La marca de evidencia directa sin especificación es un adverbio. La marca ñí1 del evidencial no visual es una gramaticalización del verbo niéih3 ‘oír’. 74.F.2 Amuzgo de Oaxaca (otomangue, VSO, Mesoamérica, Stewart y Stewart 2000) Dir no-vis (1) Evidencia Directa no visual: ca– 79. 4 Sanuma (yanomamano, SOV, Jurua-Puros, Borgman 1990) Dir sin.esp (4) No-Dir rep inf sin.esp (6) Evidencia Directa sin especificación: ku– (pres.) ke , kehe, kuhe (pas. inm.) kupi, köpi, kipi (pas. rec.) kupili, köpili, kipili (pas. lejano) Evidencia No Directa reportada: thai, tahalí + noa/no (pas.) inferencia: thai, tahalí + –ma (pas.) sin especificación: noa/no (pres.)
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La marca noa/no puede indicar tanto evidencia por inferencia como reportada. Al agregar las marcas thai, tahalí a noa indica evidencia reportada en pasado, y si es con –ma evidencia inferencial en pasado. 81.5 Ika (chibchano, SOV, Caribe, Frank 1990) Dir sin.esp No-Dir sin.esp (2) Evidencia Directa sin especificación: –in Evidencia No Directa sin especificación: ni 83.A.1 Páez (cocunucano, SOV, Colombia, Jung 2000) No-Dir rep (1) Evidenca No Directa reportada: –ne? 84.4 Tsafiki (colorado) (barbacoano, SOV, Perú, Dickinson 2002) Dir sin.esp No-Dir rep inf sup.(4) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: –ti inferencia: –nu suposición: –n–ki La marca de evidencia directa parece indicar que fue a través de la visión. La marca de reportada puede aparecer con cualquiera de los otros evidenciales y puede repetirse para distinguir entre reportada de primera y segunda mano. La marca de suposición es el producto de una nominalización y marca de clase verbal. 86.1 Warao (guaraunoano, SOV, Orinoco, Osborn 1967) No-Dir rep (1) 117
Evidencia No Directa reportada: –(ya)ma 89.4 Pirahã (murano, SOV, Jurua-Puros, Calvo López 1994) Dir vis No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa visual: xáagahá Evidencia No Directa reportada: –híai inferencia: –sibiga 100.1 Selknam (patagoniano, OVS, Pampa, Adelaar 2004) Dir sin.esp (3) No-Dir inf (2) (5) Evidencia Directa sin especificación: –nn (masc.) – ɛn (fem.) –n (n.) Evidencia No Directa inferencia: –s –y (adm.) 100.3 Tehuelche (pantagoniano, OVS, Pampa, Fernández y Hernández 2006) Dir sin.esp No-Dir sin.esp (2) Evidencia Directa sin especificación: –k ~ –k’ Evidencia No Directa sin especificación: –m Fernández y Hernández los nombran “modo” pero por la definición que dan funcionan como evidenciales. 105.A.1 Quechua de Huallaga (quechuana, SOV, Perú, Weber 1989) Dir sin.esp No-Dir rep inf 3) Evidencia Directa 118
sin especificación: –mi Evidencia No Directa reportada: –shi inferencia: –chi Las marcas son obligatorias. 105.A.1.b Quechua de Junín-Tarma (quechuana, SOV, Perú, Adelaar 2004) Dir sin.esp No-Dir rep nf (3) Evidencia Directa sin especificación: –mi Evidencia No Directa reportada: –shi inferencia: –chi 105.B.2.a Quechua de Imbabura (quechuana, SOV, Perú, Cole 1982) Dir sin.esp (2) No-Dir rep inf sup (5) Evidencia Directa sin especificación: –má(ri) (enfático) –mi Evidencia No Directa reportada: nin inferencia: –cha(ri) suposición: –shi La marca para evidencia reportada es el verbo nin ‘hablar’. 105.B.2.c Inga (quechuana, SOV, Colombia, Levinsohn y Tandioy 2000) Dir sin.esp No-Dir rep sup (3) Evidencia Directa sin especificación: –mi Evidencia No Directa reportada: –si suposición: –tʃar
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105.B.f Quechua Santiagueño (quechuana, SOV, Chile, Bravo 1956) No-Dir inf (1) Evidencia No Directa inferencia: –cha/–chá 106.1 Aymara (aymarana, SOV, Perú, Hardman 1986, Calvo López 1994 y Adelaar 2004) Dir no-vis sin.esp No-Dir inf (3) Evidencia Directa no visual: –tayna sin especificación: –wa Evidencia No Directa inferencia: –pacha Los sufijos son obligatorios. 106.2 Jaqaru (aymarana, Perú, Hardman 1986) Dir sin.esp No-Dir rep inf sup (4) Evidencia Directa sin especificación: –wa Evidencia No Directa reportada: –mna inferencia: –jilli suposición: –psilli Los evidenciales son marcas obligatorias y se usan en la información que se da de una fuente viva y no en historias tradicionales. 107.1 Záparo (zaparoana, SVO, Loreto, Peeke 1962) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: ana ~ –na inferencia: akΛ ~ –kΛ
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107.6 Iquito (zaparoana, SVO, Loreto, Eastman y Eastman 1963) No-Dir rep (2) (2) Evidencia No Directa reportada: kináhá (palabra reportativa) –áána ~ –na La ocurrencia de kináhá es la misma en la que aparecen los sufijos de evidencia reportada y probablemente indica un énfasis en el hecho de que la oración fue previamente dicha y está siendo reportada.
109.1 Waorani (Auca) (sabelano, SOV, Loreto, Peeke 1973 y Wilkendorf 1988) No-Dir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: –ı ̃ Peeke lo nombra como marca de inferencial que denota la falta de verificación del hablante, ya sea porque la acción no ha sido efectuada o porque el hablante no observó la acción. Wilkendorf lo marca como citativo. 117.A.4 Siona (tucanoana, Loreto, Wheeler 2000) Dir vis (9) no-vis (3) No-Dir sin.esp (9) (21) Evidencia Directa: visual: ’bo–hi (pres. 3 masc.) ’bo–go (pres. 3 fem.) ’bo–jɨ (pres. otras) ’bo–bi (pas. inm 3 masc.) ’bo-go (pas. inm 3 fem.) ’bõ –?–wĩ (pas. inm otras) ’bõ –?–hi (pas. rem 3 masc.) ’bõ –?–ko (pas. rem 3 fem.) ’bõ –?–kɨ–wĩ (pas. rem otras) no visual: ‘bo–ma –kĩ (pas. inm 3 masc.) ’bo–ma –‘ko (pas. inm 3 fem.) ’bo–ma –‘te (pas. inm otras) 121
Evidencia No Directa sin especificación: ’bo–gɨ–jã (pres. 3 masc.) ’bo–go–jã (pres. 3 fem.) ’bo–je–jã (pres. otras) ’bo–gɨ–jã (pas. inm 3 masc.) ’bo–go–jã (pas. inm 3 fem.) ’bo–de–jã (pas. inm otras) ’bo–?–kɨ–jã (pas. rem 3 masc.) ’bo–?–ko–jã (pas. rem 3 fem.) ’bo–?–j ẽ –jã (pas. rem otras) 117.B.2 Retuarã (tucanoana, SOV, Amazonas, Strom 1992) Dir no-vis No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa no visual: –ko Evidencia No Directa reportada: –re inferencial: –rihi Las marcas son opcionales. 117.E.1 Cubeo (tucanoana, SOV, Caquetá, Ferguson et al. 2000) Dir sin.esp No-Dir rep inf (5) sup (4) (11) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa reportada: sufijo personal + ja inferencia: –ki (pas. no reciente masc. sg) –ko(pas. no reciente fem .sg) –rã (pas. no reciente pl) –re (pas. no reciente inan.) kebã (pas. no reciente) suposición: –jɨ (pas. rec. y no reciente masc. sg) –jo (pas. rec. y no reciente fem. sg) –jarã (pas. rec. y no reciente pl) –je (pas. rec. y no reciente inan.) 122
117.H.1 Desano (tucanoana, Caquetá, Ardila 2000) Dir vis no-vis No-Dir rep inf (4) Evidencia Directa visual: ø no visual: –ko Evidencia No Directa reportada: –jo [–py (masc.), –po (fem.), –daN (pl), –do (no 3per)] inferencia: –jo [–biN (3 masc.), –boN (3 fem.), –baN (3 pl), –by (no 3 per)] La diferencia entre el evidencial de reportada e inferencial consiste en el juego distinto de terminaciones de persona que utilizan, marcado en la parte superior entre paréntesis. 117.H.2 Siriano (tucanoana, SOV, Caquetá, Criswell y Brandrup 2000) Dir sin.esp (8) No-Dir rep (4) inf (4) sup (8) (24) Evidencia Directa sin especificación: –bɨ (pas. 1.3 inan.) –bĩ (pas. 3 masc.sg) –bõ (pas. 3 fem.sg) –bã (pas. 3 pl) –a (pres. 1.3 inan.) –bĩ (pres. 3 masc.sg) –bõ (pres. 3 fem.sg) –bã (pres. 3 pl) Evidencia No Directa reportada: –ʝuro (pas. 1.3 inan.) –ʝupɨ (pas. 3 masc.sg) –ʝupo (pas. 3 fem sg) –ʝũrã (pas.3 pl) inferencia: –ʝo (pas. 1.3 inan.) –ʝũbĩ (pas. 3 masc.sg) –ʝũbõ (pas. 3 fem. sg) –ʝũbã (pas. 3 pl) suposición: –kuʝo (pas. 1.3 inan.) 123
–kũʝũbĩ (pas. 3 masc. sg) –kũʝũbõ (pas. 3 fem .sg) –kuʝuba (pas. 3 pl) –koa (pres. 1.3 inan.) –kũbĩ (pres. 3 masc.sg) –kũbõ (pres. 3 fem.sg) –kũbã (pres. 3 pl) Las marcas de evidenciales son obligatorias. 117.I.1 Tucano (tucanoana, SOV, Caquetá, Welch 2000) Dir sin.esp (8) No-Dir rep (4) inf (4) (16) Evidencia Directa sin especificación: –?V’ (pres. otra) –bĩ (pres. 3 masc. sg) –bõ (pres. 3 fem. sg) –bã (pres. 3.anim. pl) –wi (pas. rem. otra) –wĩ (pas. rem. 3 masc. sg) –wõ (pas. rem. 3 fem. sg) –wã (pas.rem. 3.anim. pl) Evidencia No Directa reportada: –poro/–paro (otra) –pɨ (3.masc. sg) –po (3 fem. sg) –pãrã (3.anim. pl) inferencia: –pã (otra) –pĩ (3 masc. sg) –põ (3 fem. sg) –pã (3.anim. pl) 117.I.3 Tuyuca (tucanoana, SOV, Caquetá, Barnes 1984) Dir vis (8) no-vis (8) No.Dir rep (4) inf (7) sup (8) (35) Evidencia Directa visual: –i (pres. masc. 3sg) –yo (pres. fem. 3sg) 124
–ya (pres. 3pl) –a (pres. otros) –wi (pas. masc. 3sg) –wo ( pas. fem. 3sg) –wa (pas. 3 pl) –wɨ (pas. otros) no visual: –gi (pres. masc. 3sg) –go (pres. fem. 3sg) –ga (pres. 3pl) –ga (pres. otros) –ti (pas. masc. 3sg) –to (pas. fem. 3sg) –ta (pas. 3pl) –tɨ (pas. otros) Evidencia No Directa reportada: –yigɨ (pas. masc. 3sg) –yigo (pas. fem. 3sg) –yira (pas. 3pl) –yiro (pas. otros) inferencia: –hĩi (pres. masc. 3sg) –hĩo (pres. fem. 3sg) –hĩra (pres. 3pl) –yi (pas. masc. 3sg) –yo (pas. fem. 3sg) –ya (pas. 3pl) –yu (pas. otros) suposición: –ki (pres masc. 3sg) –ko (pres. fem. 3sg) –kua (pres. 3pl) –ku (pres. otros) –hĩyi (pas. masc. 3sg) –hĩyo (pas. fem. 3sg) –hĩya (pas. 3pl) –hiyu (pas. otros) 117.I.11 Yuruti (tucanoana, SOV, Caquetá, Kinch y Kinch 2000) Dir vis (8) no-vis (2) No-Dir rep (4) inf (4) sup (8) (26) 125
Evidencia Directa visual: –wɨ (pas. otras) –wi (pas. 3 masc. sg ) –go (pas. 3 fem. sg) –wa (pas. 3.pl) –V (pres. otras) –wi (pres. 3 masc. sg) –wo (pres 3 fem. sg) –wa (pres 3pl) no visual: –tiwi (pas.) –ga (pres.) Evidencia No Directa reportada: –juro (pas. otras) –jugɨ (pas. 3 masc. sg) –jugo (pas. 3 fem. sg) –jura (pas. 3.pl) inferencial: –ju (pas. otras) –ji (pas. 3 masc. sg) –jugo (pas. 3 fem. sg) –jua (pas. 3.pl) suposición: –tiju (pas. otras) –tiji (pas. 3 masc. sg) –tijugo (pas. 3 fem. sg) –tujua (pas.3.pl) –ga (pres. otras) –gawi (pres. 3 masc. sg) –gago (pres. 3 fem. sg) –gawa (pres. 3.pl) Los evidenciales son obligatorios y se añaden al final del verbo de la oración principal. 117.I.13 Wanano (tucanoana, SOV, Caquetá, Waltz y Waltz 2000) Dir no-vis (2) sin.esp (4) No-Dir rep (2) inf (2) (10) Evidencia Directa no visual: –ka (pres. 2,3) –?a (pas. 2,3) 126
sin especificación: –ha (pres. 1) –ra/–dã (pres. 2,3) –i (pas. 1) –re (pas. 2,3) Evidencia No Directa reportada: –ju–?ka (pres. 2,3) –ju–?ti (pas. 2,3) inferencia: –ri hi–ra (pres. 2,3) –ri hi–re (pas. 2,3p) 117.I.15 Barasano (tucanoana, SOV, Caquetá, Jones y Jones 1991) Dir no-vis sin.esp (4) No-Dir sin-esp (4) (9) Evidencia Directa no visual: –ro (pres.) sin especificación: –a (pres. próximo) –s (pres. no próximo) –bu [pas. próximo (ausencia de –a)] –ka (pas. lejano) Evidencia No Directa sin especificación: –yu-a (no 3) –yu-ĩ (3 masc.sg) –yu-õ (3 fem.sg) –yu-ã (3. pl) La marca de evidencia no directa sin especificación se usa tanto para evidencia reportada como inferencial. 128.5 Hup (puinaveano, SV, Caquetá, Epps 2005) Dir vis no-vis No-Dir rep inf (2) (5) Evidencia Directa visual: ø no visual: =hõ Evidencia No Directa reportada: =mah inferencia: =sud –ni– 127
La evidencia no visual tiene su origen en el verbo hɔ̃ h ‘producir sonido’. La marca de inferencia =sud deriva del verbo sud ‘estar localizado dentro de algo más’. La lengua desarrolló una segunda marca –ni– de inferencia. La diferencia entre las dos marcas consiste en que la segunda pone menos énfasis en el acto de inferir y es más común que se utilice en narraciones, –ni– probablemente se deriva del verbo ni ‘ser, existir’. 132.1 Mỹky (Iranxe) (iransheano, SOV, Xingu, Dixon y Monserrat 2003) Dir vis (6) no-vis (6) No-Dir rep inf sup (15) Evidencia Directa visual: –si (pres. y pas. inm. 2sg) –mé–xi (pres. y pas. inm. 2du) –mə́ –xi (pres. y pas. inm. 2pl) –xu (pas. no inm. 2sg) –mé–xu (pas. no inm. 2du) –mə́ –xu (pas. no inm. 2pl) no visual: –hmi (pres. y pas. inm. 2sg) –mé–hmi (pres. y pas inm. 2du) –mə́ –hmĩ (pres. y pas. inm.2pl) –hmjũ (pas. no inm. 2sg) –mè–hmjũ (pas. no inm. 2du) –mə́ –hmjũ (pas. no inm. 2pl) Evidencia No Directa reportada: –maka inferencia: –aka suposición: –hé Los sufijos de evidencia no directa aparecen en una posición más cercana a la raíz verbal que los de evidencia directa, lo cual significa, en términos de Bybee (1985), que tienen una mayor relevancia. 141.A.3 Paumari (arahuacano, SVO, Jurua-Puros, Calvo López 1994, Chapman y Derbyshire 1991) No-Dir rep (2) (2) Evidencia No Directa reportada: mona (– responsabilidad) kasavaha 128
La diferencia entre las dos marcas de evidencia reportada consiste en el grado de compromiso del hablante con lo reportado, con kasavaha el hablante indica que lo reportado es correcto mientras que con mona marca un alejamiento de responsabilidad. 141.A.4 Jamamadi (arahuacano, OSV, Jurua-Puros, Derbyshire 1986) Dir sin.esp (2) No-Dir rep (4) inf (2) (8) Evidencia Directa sin especificación: –maro (pas. rem. fem.) –mari (pas. rem. masc.) Evidencia No Directa reportada: –mone (realizado fem.) –mona (realizado masc.) –bone (no. realizado fem.) –bona (no realizado masc.) inferencia: –mete (fem.) –mata (masc.) 141.A.6 Dení (arahuacano, Jurua-Puros, Derbyshire 1986) No-Dir inf (1) Evidencia No Directa inferencia: –vaha 141.A.7 Jarawara (arahuacano, Jurua-Puros, Dixon 2003) Dir sin.esp (6) No-Dir rep (2) sin.esp (6) (14) Evidencia Directa sin especificación: –(ha)ra (pas. inm. fem.) –(ha)re (pas. inm. masc.) –(ha)ro (pas. rec. fem.) –(hi)ri (pas. rec. masc.) –(ha)maro (pas. lejano fem.) –(hi)mari (pas. lejano masc.) Evidencia No Directa reportada: –(ha)mone (fem.) 129
–(hi)mona (masc.) sin especificación: –(ha)ni (pas. inm. fem.) (adm.) –(hi)no (pas. inm. masc) (adm.) –(he)te (pas. rec. fem.) –(hi)ta (pas. rec. masc.) –(he)mete (pas. lejano fem.) –(hi)mata (pas. lejano masc.) 141.E.1 Amuesha (arahuacano, SVO, Caquetá, Wise 1986) No-dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –o? (narraciones) 141.F.12 Waurá (arahuacano, Xingu, Derbyshire 1986) Dir sin.esp No-Dir rep inf sup (4) Evidencia Directa sin especificación: trama Evidencia No Directa reportada: –ka inferencia: pitsana suposición: –makã 141.F.17 Baure (arahuacano, VOS, Bolivia, Baptista y Tallin 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: hi 141.F.21 Terena (arahuacano, VOS, Bolivia, Derbyshire 1986) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –hi 141.F.27 Piro (arahuacano, SOV, Jurua-Puros, Matteson 1965) 130
No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –hima 141.F.36 Caribe Isleño (Garifuna) (arahuacano, VSO, Istmo, Taylor 1956) No-Dir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: negé(–) 141.F.64 Tariana (arahuacano, SOV, Caquetá, Aikhenvald 2003) Dir vis (3) no-vis (3) No-Dir rep (3) inf (2) sup (2) (13) Evidencia Directa visual: –naka (pres.) –ka (pas. rec.) –na (pas. rem.) no visual: –naka (pres.) –mahka (pas. rec.) –mha-na (pas. rem.) Evidencia No Directa reportada: –pida (pres.) –pidaka (pas. rec.) –pida–na (pas. rem.) inferencia: –nihka (pas.rec.) –nhi–na (pas.rem.) suposición: –si–ka (pas. rec.) –si–na (pas. rem.) 149.A.1 Guaraní (tupiano, SVO, chaco, Rosbotton 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: nañe 149.A.2 Urubu Kaapor (tupiano, SOV, Para, Kakumasu 1986) No-Dir rep (1) 131
Evidencia No Directa reportada: je 149.A.16 Siriono (tupiano, SOV, Bolivia, Priest et al. 1961) NoDir sin.esp (1) Evidencia No Directa sin especificación: –na 165.C.1 Kariña (caribe) (caribano, Guyana, Hoff 1986) Dir sin.esp No-Dir sin.esp (2) Evidencia Directa sin especificación: ø Evidencia No Directa sin especificación: –n 165.D.1 Apalai (caribano, SOV, Guyana, Koehn y Koehn 1986) Dir sin.esp No-Dir inf sup (3) Evidencia Directa sin especificación: puh ~ puhko Evidencia No Directa inferencia: toko suposición: tano ~ –tã 165.D.14 Wai wai (caribano, Amazonas, Hawkins 1998) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: ti inferencia: mi 169.1 Andoque (andoqueano, Caquetá, Landabaru 2000) No-Dir rep inf (2) Evidencia No Directa reportada: ha– inferencia: di– 132
171.1 Tacana (tacanano, Perú, Ottaviano y Ottaviano 1967) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: pa 172.A.6 Shipibo-Konibo (panoana, SOV, Loreto, Valenzuela 2003) Dir sin.esp No-Dir rep (2) inf sup (5) Evidencia Directa sin especificación: –ra Evidencia No Directa reportada: –ronki –ki inferencia: –bira suposición: –mein ~ –main (adm.) 172.A.8 Capanahua (panoana, SOV, Montaña, Calvo López 1994) No-Dir rep (3) (3) Evidencia No Directa reportada: kii ronki ka?–ki 172.A.12 Amahuaca (panoano, SOV, Montaña, Sparing-Chávez 1998) No-Dir rep (1) Evidencia No Directa reportada: –quiha (narraciones) 178.2 Toba (guaycurano, SVO, Chaco, Messineo 2004) Dir sin.esp No-Dir rep inf (3) Evidencia Directa sin especificación: na, da, ñi y zi Evidencia No Directa reportada: –o’ inferencia: ka 133
Existen dos tipos de evidencialidad documentados en toba: la evidencialidad manifiesta por el sufijo –o’ y la evidencialidad inferida expresada por los morfemas deícticos na (en movimiento, próximo), da (extendido, vertical), ñi (no extendido, horizontal) y zi (extendido, horizontal), para evidencia directa sin especificación y ka (no perceptible, ausente) para evidencia no directa inferencial. Lo anterior fue tratado en el apartado “Deixis” del texto principal.
134
Mapas •
Mapa 1 ÁREAS CULTURALES (BARRIGA 2005)
I. Ártico 2 II. Subártico occidental 0 III. Subártico oriental 3 IV. Costa noroccidental 8 V. Meseta 0 VI. California 13 VII. Gran Cuenca 3 VIII. Llanuras 8 IX. Noroeste 5 X. Sureste 4 XI. Suroeste 8 XII. Mesoamérica 12 XIII. Istmo 1 XIV. Colombia 2 XV. Caribe 1 XVI. Caquetá 12 XVII. Orinoco 1
I II III IV
V VII
VI
VIII
XI
IX X
XII XIII XVIII. Guayana 2 XIX. Sabana 0 XX. Amazonas 2 XXI. Loreto 5 XXII. Jurua-Puros 7 XXIII. Para 1 XXIV. Goyas 0 XXV. Xingu 2 XXVI. Montaña 2 XXVII. Perú 7 XXVIII. Bolivia 3 XXIX. Chaco 2 XXX. Paraguay 0 XXXI. Chile 1 XXXII. Pampa 2 XXXIII. Tierras Bajas Orientales 0 XXXIV. Atlántico 0 XXXV. Tierra de Fuego 0
XIV
XVII
XV
XVIII
XVI XIX XXI XX XXII
XXIII
XXVI XXVII XXVIII
XXV
XXIV
XXX
XXIX XXXI XXXII
XXXIV XXXIII
XXXV
137
Mapa 2 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA Y ÁREAS DE CONVERGENCIA
Tipo No-Dir Tipo Dir/No-Dir Tipo Dir/No-Dir Tipo Dir Tipo Dir
138
Mapa 3 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (NORTEAMÉRICA) 1.b.5 groenlandés de occidente
1.2.B yupik de Alaska central
9.B.5.a montagnais
17.1b nisgha 17.1a tsimshian
9.B.5.c naskapi
5.A. 1 bella coola 9.B.5.c cree
7.A.3 kwakiutl 7.B.1 nootka
5.B.6 halkomelen
7.B.6 makah
1.B.12 oneida
14.3bis hidatsa
27.1 takelma
11.B.13 mohawk 11.B.10 cayuga
73.A.5 payute sureño
9.B.3 arapaho
14.2 mandan
2.28 a navajo 72.A.1 kiowa 16.A.1 acoma
9.B.8 potawatomi 12.5 pawnee
11.B.9 séneca
11.A.1 cherokee 39.B.3 alabama
12.2 wichita 39.B.4 koasati
2.28.c apache occidental
73.A.4 comanche 73.E.2 névome
73.F.I.1.b tarahumara occidental 73.E.3 tepehuano norteño 73.G.1 cora
73.E.4 tepehuano sureño 36.A.1 huasteco potosino
139
Mapa 4 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (CALIFORNIA)
44.1 karok 2.25 hupa 32.3 wintu 49.4 pomo norteño 49.2 pomo oriental 49.5 pomo suroriental 49.7 kashaya 32.2 patwin 54.1 salinan
31.1 maidu 31.1 nisenan
73.A.3 shoshone
50.1 washo 28.5 miwok de la sierra sur 73.A.7 kawaiisu
52.B.2 walapai
52.D.1 maricopa 52.B.1 kiliwa
140
73.E.1 pápago
141
36.C. tzotzil
36.E.II.6 tzutuil
36.E.I.2 mam
141.F.36 caribe isleño
33.B.1.a zoque de Copainalá
33.A.1.c mixe tlahuiltoltepec
74.B.1.k chinanteco de Sochiapan
74.F.2 amuzgo de Oaxaca
36.B.3 itzá
73.H.2.g náhuatl de mecayapan
Mapa 5 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (MESOAMÉRICA)
Mapa 6 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (SUDAMÉRICA 1) 86.1 warao 81.ika 165.C.1 kariña
83.A.1 páez 117.H.2 siriano 117.I.11 yurutí 117.E.1 cubeo 117.I.3 wanano 117.H.1 desano 117.I.3 tuyuca 141.F.64 tariana128.5 hupda 105.B.2.c inga 84.4 tsafiki (colorado) 117.A.4 siona 117.I.15 barasano 79.4 sanumá 169.1 andoque 117.I.1 tucano 109.1 huaorani (auca) 117.B.2 retuará 107.1 záparo107.6 iquito 105.B.2.a quechua de Imbabura 172.A.8 capanahua 141.A.4 jamamadi 172.A.6 shipibo-konibo 141.A.7 jarawara
149.A.3 paumari 141.A.6 dení 89.4 piraha
105.A.1 quechua de Huallaga 141.F.27 piro 141.E.1 amuesha 172.A.12 amahuaca 105.A.1.b quechua de Junín-Tarma 106.2 jaqaru 106.5 aymara
142
171.1 tacana 141.F.17 bauré 149.A.16 sirionó
Mapa 7 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (SUDAMÉRICA 2)
165.D.1 apalai 128.5 hupda 165.D.14 wai wai 79.4 sanumá
149.A.2 urubu kaapor
141.A.3 paumari 141.A.6 dení 89.4 piraha
171.1 tacana
141.F.12 waurá
141.F.17 bauré 149.A.16 sirionó
132.1 myky (iranxe)
143
Mapa 8 LENGUAS CON EVIDENCIALES DE LA MUESTRA (SUDAMÉRICA 3)
141.F.21 terena 178.2 tobá
149.A.1 guaraní
105.B.2.g quechua santiagueño
100.3 tehuelche
100.1 selknam
144
Mapa 9 TIPO DIR
74.F.2 Dir no-vis
145
Mapa 10 TIPO NO-DIR
1.B.2 No-Dir rep inf
9.B.c.a No-Dir sin.esp 17.1.a No-Dir rep inf 5.A.1 No-Dir rep
9.B.5.c No-Dir rep sin.esp 9.B.5.b No-Dir rep sin.esp
7.A.3 No-Dir rep inf sup 5.B.6 No-Dir rep 7.B.1 No-Dir rep 27.1 No-Dir sin.esp 11.2 No-Dir rep inf 44.1 No-Dir rep 9.B.3 No-Dir rep 31.2 No-Dir rep inf 11.B.12 No-Dir rep inf 73.A.5 No-Dir rep inf 9.B.8 No-Dir rep 32.2 No-Dir rep sin.esp 11.B.13 No-Dir rep inf sup 73.A.B No-Dir rep 31.3 No-Dir rep inf 11.B.10 No-Dir rep inf 72.A.1 No-Dir rep 54.1 No-Dir rep 11.A.1 No-Dir rep 16.A.1 No-Dir sin.esp 28.5 No-Dir inf 73.A.7 No-Dir rep 39.B.3 No-Dir rep inf 2.28.c No-Dir rep inf 73.A.4 No-Dir rep inf 52.B.1 No-Dir inf 73.E.2 No-Dir rep 36.A.1.a No-Dir rep 73.E.3 No-Dir rep 36.B.3 No-Dir rep 73.G.1 No-Dir rep inf 33.C.6 No-Dir rep 73.H.2g No-Dir rep 141.F.36 No-Dir sin.esp 33.A.1.c No-Dir rep 33.B.1.a No-Dir rep 1 No-Dir rep 36.E.II.6No-Dir rep 36.E.2 No-Dir rep 83.A.1 No-Dir rep 165.D.14 No-Dir rep inf 169.1 No-Dir sin.esp 149.A.2 No-Dir rep 109.1 No-Dir sin.esp 141.A.3 No-Dir rep 107.1 No-Dir rep inf 107.6 No-Dir rep 141.A.6 No-Dir inf 172.A.3 No-Dir rep 141.F.17 No-Dir rep 141.E 1 No-Dir rep 141.F.27 No-Dir rep 172.A.12 No-Dir rep
149.A.16 No-Dir sin.esp 171.1 No-Dir rep
105.B.2 No-Dir inf
146
141.A.21 No-Dir rep 149.A.1 No-Dir rep
Mapa 11 TIPO DIR / NO-DIR
1.B.5 Dir vis no-vis No-Dir rep inf
17.1.B Dir sin.esp No-Dir rep 7.B.6 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 2.25 Dir vis no-vis No-Dir inf 49.4 Dir no-vis No-dir rep 49.2 Dir no-vis No-Dir rep inf 32.3 Dir no vis No-Dir rep inf sup 49.5 vis no-vis No-Dir rep 11.B.9 Dir vis no-Dir rep inf 12.5 Dir no-vis No-Dir rep inf 49.7 Dir vis no-vis No-Dir rep inf 50.1 Dir vis no-vis No-Dir inf 39.B.4 Dir no-vis No-Dir rep 52.B.2 Dir sin.esp No-Dir inf 12.2 Dir sin.esp No-Dir rep inf 52.D.1 Dir vis no-vis No-Dir rep 73.E.1 Dir sin.esp No-Dir rep inf 2.28.c Dir no-vis No-Dir rep inf sup 73.F.I.1.b Dir sin.esp No-Dir rep inf 73.R.4 Dir sin.esp No-Dir rep inf 74.B.1.k dir no-vis sin.esp No-Dir rep 81.5 Dir sin.esp No-Dir sin.esp 117.A.4 Dir vis no-vis No-Dir sin.esp 105.B.2.a Dir sin.esp No-Dir rep sup 84.4 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 105.B.2.a Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 117.B.2 Dir no-vis No-Dir rep inf 141.A.4 Dir sin.esp No-Dir rep inf 172.A.6 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 141.a.7 Dir sin.esp No-Dir rep sin.esp 105.A.1 Dir sin.esp No-Dir rep inf 105.A.1.b Dir sin.esp No-Dir rep inf 106.2 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 106.2 Dir no-vis sin.esp No-Dir inf
117.H.2 Dir no-vis No-Dir rep inf sup 117.I.11 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 117.E.1 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 165.C.1 Dir sin.esp No-Dir sin.esp 117.I.13 Dir no-vis sin.esp No-Dir rep inf 117.I.3 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 41.F.64 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 28.5 Dir vis no-vis No-Dir rep inf 165.D.1 Dir sin.esp No-Dir inf sup 117.I.1 Dir sin.esp No-Dir rep inf 79.4 Dir sin.esp No-Dir rep inf sin.esp 117.I.15 Dir no-vis sin.esp No-Dir sin.esp 117.H.1 Dir vis no-vis no-Dir rep inf 89.4 Dir vis no-Dir rep inf 141.F.12 Dir sin.esp No-Dir rep inf sup 132.1 Dir vis no-vis No-Dir rep inf sup 178.2 Dir sin.esp No-Dir rep inf
100.3 Dir sin.esp No-Dir sin.esp 100.1 Dir sin.esp No-Dir inf
147
Mapa 12 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO DIR VIS
148
Mapa 13 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO DIR NO.VIS
149
Mapa 14 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO DIR SIN.ESP
150
Mapa 15 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO NO-DIR REP
151
Mapa 16 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO NO-DIR INF
152
Mapa 17 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO NO-DIR SUP
153
Mapa 18 DISTRIBUCIÓN CONTINENTAL DEL SUBTIPO NO-DIR SIN.ESP
154
Bibliografía •
Abreviaturas utilizadas en la bibliografía: enah fce iifl ijal ilv inah sil unam
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La evidencialidad en las lenguas indígenas americanas. Un enfoque areotipológico se terminó de imprimir en octubre de 2013 en los talleres gráficos del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Producción: Dirección de Publicaciones de la Coordinación Nacional de Difusión.