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Spanish Pages 94 [47] Year 2006
LA CIUDAD COMO DISCURSO Una deconstrucción de la ciudad como instancia de subjetivación Juan López Muñoz
EDICIONES
ESCAPARATE
LA CIUDAD COMO DISCURSO Una deconstrucción de la ciudad como instancia de subjetivación LA CIUDAD COMO DISCURSO Una deconstrucción de la ciudad como instancia de subjetivación
Juan López Muñoz
Juan López Muñoz Registro Propiedad Intelectual N° 139.18D ISBN: 956-7827-39-7 . Producción General: Miguel Soto I. Diseño de Portada: Claudio Fonté Foto Portada: Juan López M.
© Juan López Muñoz © Escaparate Ediciones E-mail: [email protected] www.edicionesescaparate.cl
Enero 2006
IMPRESO EN CHILE
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada y transmitida por cualquier medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin autorización previa del editor.
...Co.LECCIÓNENS~\'OSN e~CIASSO~L~ ElntI(i'NES ESCÁPARATE
PREFACIO
"...quizá haya en el cielo un modelo de ella [la ciudad] para el que quiera mirarlo y fundar conforme a él su ciudad interior....".
PLATÓN, República, 592 b.
De un modo casual, he recordado un antiguo viaje a la casa de mi abuelo, quien fuera inquilino de un fundo cercano a Santiago. En aquella ocasión sentí un cierto desacomodo, un descuadre casi musical, porque había algo evidentemente distinto en mí cuando recorría en carretón aquel camino de Campusano: por supuesto había hombres, casas, animales, puertas, mujeres, objetos, pero yo advertía que de alguna manera, a fuerza de ser diferente tal vez, me volvía visible, en ese lugar, para mí mismo. Sin calles, ni esquinas, ni murallas, los espacios los definían otros hitos. Una acequia profunda, un palto sombrío, tras el parrón, un potrero, y tras éste, otro potrero. Esos atardeceres con soles como duraznos maduros imponían una cadencia a los sucesos, un ritmo como de semilla, como la del agua que riega la siembra. Ese ritmo yesos lugares me resultaban tangibles, sustanciales, tan concretos como la prisa y el humo, pero enigmáticos del mismo modo que los espejos o los calendarios.
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Tangibles porque el espesor de esos días, la quieta sustancia del trabajo campesino, la cadencia y los ámbitos que se abrían para el acaecimiento de nuestros actos, eran indesmentibles; enigmáticos, porque esa cadencia y esos universos no eran los míos y mi mirada -acaso sólo ella- veía tal cuadro corno un cuadro.
INTRODUCCIÓN
Ese recuerdo ha permanecido silente durante años, hasta que leyera un pasaje de la República. En él se postula que la ciudad que los hombres han de construir es la copia de una ciudad levantada en sus almas, conforme a otra que se halla en un mundo donde no hay repetición, ni ausencia, ni signo.
--
"Los troperos entraron en la ciudad para vaciar el cinto: Cruz, receloso no salió de una fonda en el vecindario de los corrales. Pasó ahí muchos días, taciturno, durmiendo en la tierra, mateando, levantándose al alba y recogiéndose a la oracián. Comprendió (más allá de las palabras y el entendimiento) que nada tenía que ver con él la ciudad ".
¿Qué clase de ciudad es la que veía Platón en el cielo, para que se conformaran las almas con ella? ¿Qué tráfico sucedía en sus sitios y qué rutina marcaba los plazos: no la semilla, ni el agua? ¿acaso el alumbrar de la dianoia? Ese asombro es el que me ha hecho indagar en las calles que cotidianamente recorro y en los libros que se amontonan en los estantes, el flujo, el curso, el secreto sentido que esta urbe y sus objetos producen. y que, tal vez, lo impongan, con su tráfago y su tráfico, a los hombres.
JORGE LUIS BORGES, "Biografía de Tadeo Isidoro Cruz"
l. LA
ILUSIÓN DE LO NATURAL
Cotidianamente nos acompañan las cosas, los lugares, las palabras, aquello que llamarnos lo producido. Por otra parte, existiría, se piensa, algo corno una naturaleza. Sin embargo, sucede que -pese a esta distinción- los seres humanos viven naturalmente una ciudad,qu~ les ha precedido y ocurre que deben asumir la vida urbana corno algo dadonaturalmente. Noobstante, esta asunción -si hubiera tal- no parece tener un carácter consciente, ni mucho menos voluntario.
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Estas afirmaciones parten, en principio, de un hecho ordinario como 10 es el asentamiento urbano de multitudes iniciada al final del período neolítico.
"ANTERIORIDAD DE LA CIUDAD
Pero, .como se puede apreciar, tal descripción implica una petición de principio: ?ay ciudades y los hombres se instalarían en ellas para habitarlas. Además, ella Involucra una circunstancia curiosa: la ciudad, la urbe, la metrópoli, es pensada siempre bajo su condición de lugar, del cual se apropia una mirada reduccionista sin que se pondere suficientemente que tal obra humana es, además, una pro~ ducción simbólica' . . La ciudad vivida, recorrida diariamente, parece ser algo más que el conjunto de lugares que contiene. Ella es la suma de sus calles y sus construcciones, de sus plazuelas y su aire, de sus márgenes y sus marcas' . También es el conjunto de los relatos de lo que en ella ha acontecido. Pero, tal conjunto no es en modo alguno un objeto neutral, previamente dado y subsistente por sí mismo, que existe como un espacio para los avatares de los hombres. Como se puede ya sospechar, su relación con lo que en ella sucede parece no guardar la forma de una mera escenografía y tal circunstancia da pábulo para preguntarse si ella, en sí misma, es realmente algo discernible de la historia a la cual no se podría decir que asiste, ni menos que soporta, sino en la cual resulta constituida. "Los lugares son historias fragmentarias y replegadas, pasados robados a la legibilidad por el prójimo, tiempos amontonados que pueden desplegarse pero que están allí más bien como relatos a la espera y que permanecen en estado de jeroglífico, en fin simbolizaciones enquistadas en el dolor o el placer del cuerpo'". Al respecto, un connotado estudioso del fenómeno urbano afirma que " ... bajo la intluencia de la lingüística se ha visto nacer una peligrosa tendencia a desarrollar un análi~is semiológico del espacio urbano, según la cual éste es significante del significado-estructura social ..." . La razón de esta peligrosidad residiría en que " ... se reduce la acción social a un lenguaje y lasrelaciones sociales a sistemas de comunicación". Ver CASTELLS, Manuel, La Cuestión Urbana, Siglo XXI, México, 1999. Página 256. --Pese a que muchos de sus habitantes desconozcan las circunstancias a las que remiten estas huellas y, en consecuencia, éstas permanezcan silentes para ellos. Así puede suceder, por ejemplo, con las marcas de disparos de la época del Golpe de Estado de 1973, que aún son visibles en edificios de Barros Arana con Colo Colo en nuestra ciudad de Concepción. CERTEAU, Michel de, La Invención de lo Cotidiano I, Artes de Hacer, México, Universidad Iberoarnericana, 2000. Página 121.
10
Una ciudad es un producto, un objeto, pero ¿de qué índole? Ciertano es sólo un mero resultado más o menos consciente de una praxis es también un ámbito donde se adviene a lo humano y es, de que la dudad participa también, tal como se intentará mostrar, de la condición del lenguaje. Esa misma vida urbana, involucra una práctica que confiere sentido" , que ordena, asigna, reparte a los hombres dentro ciudad concreta, es decir, dentro de un orden, que es la metonimia de ':',:':{'", !.lUla
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infinita, la cultura.
La cuestión del origen de la ciudad, desde un punto de vista histórico,
'1!\G7tfcipü!za con un inconveniente parecido al que aparece cuando se pregunta por del lenguaje. Esta clase de investigación interroga y pone en juego alj~urlOSsupuestos metafísicos que, precisamente, son los que hacen posible
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esta cuestión, ya que están involucrados en nuestra concepción de ejemplo, la idea de referente, se pliega sobre la idea de adecuación o '•c. Olrresp()ndlefliCia entre dos órdenes de la realidad. Naturalmente, esto ya implideterminada doctrina de la verdad, la cual remite finalmente a una ontode la presencias. En el caso de la ciudad conceptos tales como naturaleza, \ii ?ir, cultura, historia, hombre, verdad, signo, constituirían un suelo donde ){.,a:sé~nt.·.. ·"iíion y ante todo institución durable de un signo ... , la escritura en general cubre todo el campo de los signos língüísticos?". Como se podrá notar, es vu un segundo momento que podríamos admitir que unos significantes instituidos "por lo tanto escritos- establecen una determinada relación con otros, tal que los ¡.'./;0¡'?j,segun(:los posean un carácter gráfico. Así entonces, la idea de la arbitrariedad del sólo es posible de concebir en el horizonte de la escritura. , "..••.••• 1
~,.
2.2
LA ESCRITURA y LA CIUDAD
La escritura ha sido durante largo tiempo lo impensado del lenguaje, precisamente por haber sido entendida como una c~es~iónexterior _Y meramente representativa con respecto a la interioridad y antenondad del sentido en la voz. Jacques Derrida observa que, en el Curso de Lingüística General, un par de afirmaciones contradictorias se apoyan paradójicamente para estable-
Consecuentemente, no puede seguir sosteniéndose la concepción de la \e~;CrJltulra como una "imagen" del habla y es necesario plantearse que el habla es una escritura. Antes de estar integrada dentro de un sistema de significación concepto de grafía debe considerarse "como posibilidad común a todos los .sistemas de significación, la instancia de la huella Instituida?". En el intento de aprehender adecuadamente qué clase de institución constituye la ciudad en la praxis semiótica nos hemos encontrado con la idea iú< ordmana de escritura, la cual es sobrepasada por Derrida. Tal superación se .c,
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De SAUSSURE, Ferdinand.
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Página 74. .' . . Véase DERRIDA, Jacques, De la Gramatología. Slglo XXI. Mexl:o, 1998. Del ml.sl~o autor, Posuions, Editions de Minuit, Paris, 1972. También, PENALVER, Patricio,
Curso de Lingüística General. Losada. Buenos Aires, 1945.
Desconstrucción, Montesinos, Barcelona, 1990.
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DERRIDA, Jacques, De la Gramatología. Siglo XXI. México, 1998. DERRIDA, Jacques, Op. cit. Página 60.
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verifica a través de la idea de archiescritura, que reconoce a ésta como la condición de posibilidad de todo signo y, en definitiva, de toda semiótica. Esta constatación relativa a la escritura tiene una doble importancia para esta investigación. Primero, que si hemos establecido que un objet~ -en este caso un complejo plexo de ellos- pertenece de derecho al orden del signo bajo, la forma de un sintagma, entonces, todo el proceso histórico que concierne a los avatares que se concatenan para que se vaya construyendo la ciudad puede considerarse
como un ejercicio de escritura.
Segundo, que el concepto de signo, fonológicamente concebido, se presenta como un obstáculo, porque la verdadera escritura sería aquella que en un segundo momento cifra este discurso. Por ello s~lo e~ una av~n.turada ~nalogía se podría vincular ciudad y escritura. Esto es, SI el SIgnofone.tlco.rermte a
una verdad que le antecede, ellogos, ¿a qué remitiría este texto vicano que es la ciudad? La atenta revisión del concepto de signo nos permitirá examinar el modo de significación que esta investigación le atribuye a la ciudad, verdadero tejido de signos.
2.3 LA OPERACIÓN
DEL SIGNO
Será necesario concluir aquí la exposición relativa a la escritura para profundizar en un detalle aún no clarificado debid~mente: ¿e~ qué forma se debe entender la operación mediante la cual un objeto cualquiera resulta investido de un sentido segundo? y más aún, cómo es que se instala dicha significación de tal forma que un objeto puede ir más allá de la mera referencia a sí mismo? Al respecto señala Umberto Eco, en el primer capítulo de su Tratado de Semiótica Ceneral", que algo puede ser considerado como un fenómeno cultural cuando su existencia involucra una relación compleja de carácter
semiológico. Esta relación puede verse ejemplificada, sostiene, en fenómenos . tan diversos como la producción de instrumentos de uso, el intercambio de bienes y las relaciones de parentesco, hechos que ciertamente no tienen, en principio, el propósito de servir de signos. En cada uno de estos tres ejemplos, tiene lugar un proceso idéntico, esto es, se pone en movimiento un complejo proceso mediante el cual se constituye un sistema general de significados asociados a elementos materiales concretos. A riesgo de recurrir a un formalismo excesivo, debemos indicar que en este hecho hay tres condiciones que son necesarias para hablar propiamente de un fenómeno cultural y, en este sentido, semiótico. Estas tres condiciones las podemos reconocer en una situación supuesta en la que un individuo -un homínido, por ejemplo- empieza a utilizar por vez primera un objeto como herramienta: Un ser pensante ha establecido una nueva función (F) para un determinado objeto", en este caso tomaremos como ejemplo el caso del trozo de piedra que se convertirá en el hacha de sílex. Dicho ser ha denominado al objeto en cuestión como "objeto que sirve para algo". Siguiendo con nuestro ejemplo, habrá denominado al trozo de piedra como "piedra que sirve para algo". Finalmente, este ser está en condiciones de reconocer el mismo objeto u otro semejante al "objeto capaz de efectuar la función F". La primera vez que esta acción ha sido realizada (SI), de una manera casual y sin que exista conocizniento previo de tal función, se ha puesto en marcha el proceso de "carga" de significado al que se hiciera referencia previamente. Pues al ocurrir que el agente de tal acción encuentre, en otras circunstancias, otra piedra (S2) y la reconozca como un ejemplar capaz de servir para realizar la misma operación, lo que realmente habrá hecho es 48
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ECO, Umberto. siguientes.
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Tratado de Semiótica General. Lumen. Barcelona, 1991. Página 45 y
Aún cuando realmente no correspondería hablar de objeto, puesto que sólo habría de serlo tras su inclusión en un determinado universo de sentido en tanto que utensilio, por comodidad y a falta de un término más apropiado estimamos que se puede, a pesar de todo, hablar de objeto.
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or anizar estos eventos como casos ejemplares de un model~ m~~ general (P~. Ahora bien, este segundo ejemplar no es otra cosa que el significante de una función (F). Tenemos de este modo una relación semiológica, en la forma en que lo expone el siguiente diagrama":
'
F
nombre
SI
S2
Como se podrá advertir, la descripción ~nte~referi~a ~ la gen~r~ción de unas categorías generales asociadas a la expenencIa ~e practlca~ cotld~anas dinari puede también aplicar a casos como el mt.ercambio de bienes y or manas, se " .. d bi las relaciones de parentesco. Si consideramos que en el m,tercambl.o e le~es lo que encontramos es la posibilidad de que una mer.canClacualqUIera_(SI), pueda expresar el valor de una segunda mercancía (S2), ell~ sólo ~s pos;ble a raíz de la existencia de un parámetro que permite la eqUIvalencIa Y ese ~s precisamente el valor de cambio (P). Éste último rep.r~senta, a su vez, la,ca5~tldad de trabajo (F) que es necesaria para la producclOn de las mercanClas .
. se una con cualquier mujer, sino sólo con algunas, pone de manifiesto la lxi:stelncíade rigurosas reglas de selección. Ello, consecuentemente, niega el heque la constitución de parejas responda a una cuestión puramente natural, que hace advertir la condición de significantes (SI y S2) que revisten los iivud'lllOSen relación con un sistema de obligaciones sociales (F)S2. A partir de estas consideraciones, resulta factible establecer la code ciertas prácticas sociales como las referidas con categorías más énc~rales,categorías que se insertan en un universo simbólico; Pues, el caso lar aquí referido, evidencia que si un objeto pone en movimiento esta semiótica, es plausible extender este proceso a la urbe considerada como inmenso sintagma de objetos. ' Ello permite pensar, por lo tanto, que se encuentra justificado el intey el propósito de este proyecto de investigación de asumir el fenómeno s: •• que se ha indicado, a saber, la ciudad. Ésta, en principio ajena al univerde problemas que usualmente podrían considerarse pertinentes dentro del ,'?¡',,'CIDnt,exlto de la filosofía, puede resultar, como pretendemos, una instancia de reflexión que permita separarnos, en este momento, de la disciplina semiológica y abrimos paso a una indagación de índole filosófica. I ••• ~nl
LA INQUIETUD FILOSÓFICA EN LA FORMA DE UNATESIS
Al preguntarnos en qué términos debe entenderse la afirmación de que la ciudad es un objeto, una suerte de dispositivo", nos parece que recién se . "". ,'~,","_esbozar la tesis que esta investigación busca establecer. Nuestra perstiva de análisis se orienta a partir de una afirmación de Michel Foucault, ., .•..'1 sostiene que "las prácticas sociales pueden llegar a engendrar dou,vu
Análoga es la situación en las relaciones de parente~co en el conte~to del intercambio primitivo", en éstas el hecho de que no sea posible que cualquier 49
ECO, Umberto. Tratado de Semiótica General, Lumen. Barce! ona, 1991. Página 45.
50
ECO, Umberto. Op. cit. Página 48. ECO, Umberto. Op. cit. Página 50.
51
nios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y técnicas, sino que hacen nacer ademásformas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de conocimíento't'". ECO, Umberto. Op, cit. Página 50. Ver supra, INTRODUCCIÓN, página 7. FOUCAULT, MicheL La Verdad y las Formas Jurídicas, Gedisa, Barcelona, 1980. Página 14.
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Consecuentemente, es para tener la suficiente base como para llegar a plantear una discusión en torno a este problema que se ha assrnido un extenso rodeo a partir de una disciplina en particular dentro del conjunto de las ciencias humanas. Puesto que, si asumimos con Michel Foucaultque el sujeto "no
se identifica con un sujeto trascendental, condición de. posibilidad del sentido o fuente de la acción". y que, por el contrario, "se trata de una forma históricamente configurada a partir de ciertas prácticas sociales y culturales que también se transforman de una época a otra?", resulta evidente, entonces, que esta indagación pretende, en definitiva, examinar los rasgos característicos de un proceso de constitución de la subjetividad.
~ec:of(jannosaquí las ~ala?ras con las que Jacques Derrida, en 1966, se refería panorama que .las ciencias humanas tenían frente a sí1Yque ta 1vez nos sirva . . expresar. la inquietud y la perplejidad ante la sociedad t f "di que enemos rente rgo estas palabras con la mirada pu est a, por Cierto,en . : nuestros ojos: .
. , . operacIOnesdel parto, pero también en aquellos que, en una socle· de la que no me ex~luyo, desvían sus ojos ante lo todavía brable, que se an~ncta, y que sólo puede hacerlo, como resulta nécesarío cad~ vez que tl.enelugar un nacimiento, bajo la especie de la 1l0 .•esIP.'ecte, bajo la forma mforme, muda, infante y terrorífica de la monsuosidad" S6.
Es indudable que un propósito de tal envergadura excede las posibilidades de una investigación como la que aquí se presenta. Sin embargo, ello sería un obstáculo si se pretendiese decir una última palabra, definitiva, acerca de este problema, pero lo que se persigue es aportar argumentos para abrir una reflexión, para poner en ejercicio una praxis inquisitiva y, por tanto, filosófica. Por ello se puede considerar que el objetivo de esta investigación se orienta a exponer y validar, un punto de vista, una perspectiva de análisis ulterior, antes que definir una metodología o una concreta lectura semiótica de la ciudad. En nuestra época y en nuestro contexto cultural pareciese que una serie de hechos se resistiesen a ser comprendidos, a no ser bajo el dogmático rótulo de lo irracional, como -por ejemplo- la violencia urbana, el consumo, la disolución de formas de cohesión política y social tradicionales, entre otras. Ellas parecen reclamar, entonces, el intento de inteligir tales fenómenos con nuevas herramientas teóricas, o cuando menos demandan que se preste atención a detalles usualmente desechados. Se trata, por lo tanto, de estudiar a través de la ciudad, que en este sentido es un verdadero pretexto, la índole de una subjetividad que habría de constituirse en un momento en que se tiene la sospecha de que, al inaugurarse un nuevo siglo, algo más que las modas o los usos acaban de cambiar. En un momento en que se tiene el temor de que las ciencias sociales y la filosofía no podrían probablemente -sin violentar el fenómeno- dar cuenta de esta época. 55
~ , VASQUEZ GARCIA,Francisco. Foucault Montesinos.Barcelona,1995.Páginas36- 37.
~UERRI~A,J.acques. :'La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias manas. En. La Escntura y la Diferencia,Anthropos.Barcelona, 1989.Página401.
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3.
LA CIUDAD COMO DISPOSITIVO
"Llamamos texto
a taito 'discurso fijddd
por lii escritura":
PAUL RICOEUR Historia y Narratividad "Caramba, yo soy dueño del Barón, ay Rosa, caramba porque soy un caballero, caramba trafico por Calahuala, ay Rosa caramba y bajo por Los Lecheros, ... Las calles principales que trafico, ay Rosa son la estación del puerto con San Francisco, ... Los Placeres)' Playa Ancha, fueron mis canchas, ay Rosa. "
INTI ILLIMANI Caramba, yo soy dueño del Barón
OBSERVACIONES CIUDAD
CRÍTICAS
AL ANÁLÍSIS
SEMIÓTICO
DE LA
pues, aunque esta constatación pueda considerarse un avance, también pU,ede conducir a estimar que el valor del sintagma urbano se agota en un mvel connotativo, empobreciendo la riqueza del fenómeno urbano que aquí se postula, En segundo lugar, otro obstáculo importante se encuentra en la descripción del vínculo que une ciudad e individuo. Esta relación suele ser descrita, por algunos autores como Marc Augé y Frederic Jameson, ~n una for~~ tal que, antes que hacerla inteligible, conduce a algunas CO~clusl,o.nesaporetlcas, Por ello se examinarán estos temas desde una perspectiva crítica, con el propósito de abrir paso a las premisas básicas en las que esta tesis descansa: la idea de dispositivo discursivo y la noción de enunciado,
"
Una vez planteado el carácter que po~ee la ciud~d desde el ~~mtod,e vista de su constitución material, permanece abierta todavía una cuestión decisiva, que hasta ahora se ha aludido bajo el nombre de la significaci??, Como se ha observado en el capítulo previo, esta formulación debe ser modificada. pues continuar hablando simplemente de significación nos retrotraería al momento inicial de este trabajo, momento en que la semiótica, ciencia del signo o de la significación, constituía la puerta de entrada ~ est~ pro.ble~a, Mantener ~asemiótica como principal criterio de interpretacIón lmphc~na colocar ~aCIUdad bajo el imperio absoluto del signo, lo que conduce a reducir su compleja naturaleza. Veremos a continuación que nos encontramos con nuevas razones para tratar de ir más allá de esta disciplina. La semiótica, al menos en la forma en que ha sido analizada en este trabajo, no parece colaborar adecuadamente para e~amin~r al.~unosproblema: ineludibles que se presentan en este momento a esta mvestlgaclOn.A saber, ¿que clase de significación puede implicar la ciudad? ¿corresponde ~ l~ ~rbe ~er.u~ significante y sólo un significante? y si así fuese ¿en qué lu~ar resldm.ael.s.lgmfl~ cado? Por otro lado, ¿qué clase de sujeto podría ser el dueno de su significadoi .Son suficientes los conceptos de denotación y connotación para dar cuenta de 01' un sentido? .Cómo hacer compatible la naturaleza extremadamente comp eJa y condicionante" de una ciudad con la simpleza unitaria de la idea de signo? 57
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Se pretende aludir con este término y a falta ~e uno mej~r, al poder, ~ la determinación que la ciudad ejerce sobre el individuo, según la mterpretaclón que aqui se le da a la urbe.
Pero, aún más radicalmente, cabe preguntarse si la noción de texto la que nos hemos servido hasta ahora nos resulta todavía pertinente. Pues, estar ausente de este concepto, al menos en las acepciones que hemos a la vista", una dimensión que parece inevitable reconocerle a la ciudad: modificación permanente -sea ésta planificada o azarosa- de su extensión éSIJacial,tanto por el crecimiento como por el decrecimiento de barrios y zonas in1dw;tnaleso comerciales; la resignificación de ciertos espacios, como ha ocucon el rediseño de la Plaza del Estudiante en nuestro Barrio Universitario. la variación del valor y sentido que tienen determinados lugares como ha ocurrido con la Plaza España de Concepción. Pese a todo, si pudiese encontrarse dicha resignificación, dinamismo y modificación del valor en los estudios acerca de este concepto, es cierto que faltará en ellos la permanente tensión interna que la ciudad conlleva. Por ejemla oposición de la periferia y el centro; el conflicto entre la modernización técnica o administrativa y la resistencia a tales cambios; la pérdida y la preservación del patrimonio arquitectónico. No hay tampoco, al menos en forma explícita, en este concepto un tratamiento de la determinación que parece conllevar la ciudad. No es desconocido que un tópico clásico de la literatura universal lo constituye la oposición del de ser urbano con el modo de ser campesino'". Ciertamente, puede presumirse que en el encomio de la vida rural hay una derivación hacia un planteamiento moral que, en cuanto tal, carece aquí de interés, pero que, pese a todo, logra ilustrar una diferencia que no sólo se velifica en cuestiones de estilo60• En BARTHES, Roland, La Aventura Semiológica, Paidós, Barcelona, 1997; BERTUCELLI PAPI, Marcella, Oué es la Pragmática, Paidós, Barcelona, 1996; ECO, Umberto, Tratado de Semiótica General, Lumen, Barcelona, 1991; ECO, Umberto, Lector in Fabula, La cooperación interpretativa en el texto narrativo, Lumen, Barcelona, 1981; LOZANO, Jorge, Cristina Peña-Marín y Gonzalo Abril, Análisis del Discurso, Hacia una semiótica de la interacción textual, Cátedra. Madrid, 1993; RICOEUR, Paul, Historia y Narratividad, Paidós, Barcelona, 1999. Téngase en cuenta por ejemplo el tópico del "Beatus ille" y otros en los cuales se exalta la vida del campo. V. gr., la "Oda a la Vida Retirada" de Fray Luis de León. " ...la misma oposición entre «topografía artificial "geométrica"» y «topografía natural fortuita» es un signo metonímico de la oposición general más amplia entre cultura y naturaleza". LEACH, Edmund, Cultura y Comunicación, La lógica de la conexión de los símbolos, Madrid, Siglo XXI, 1993. Página 68.
efecto, este contraste encubriría una oposición aún más elemental, como lo es la asimilación de lo rural a lo natural y lo urbano a lo artificial, en el marco de una insólita reivindicación de la naturaleza. Esto muestra que lo urbano es algo más que una mera cuestión local o topológica, un tópico que la literatura ha acogido mostrando que lo citadino implica otro modo de sentir, de juzgar, de ser. Una ciudad no es sólo un conjunto de elementos asociados que se preste dócilmente a ser leída o interpretada, pues ella es -para su habitante-Ja ciudad recorrida, esto es, actualizada cada vez en sus cotidianos desplazamientos. Es sugerente citar lo que Michel de Certeau plantea al respecto, " ...el espacio es un lugar practicado. De esta forma la calle geométricamente definida por el urbanismo se transforma en espacio por la intervención de los caminantes?". Por lo tanto, podríamos aventurar, que siendo una la ciudad considerada en cuanto texto o discurso, es, desde el punto de las prácticas de los individuos, esencialmente múltiple en la experiencia de cada un062• Esta es la razón para insistir sobre la relevancia que la ciudad posee, como dispositivo discursivo, relación directa con la subjetividad.
',.\
Se debe subrayar la importancia de la inserción del ciudadano en la urbe, a condición de que esta experiencia no se entienda como la del usuario respecto de un determinado servicio. Pues, hay en esta inserción un notable "excedente" de afecto, que va más allá del simple lugar de residencia o de paso. Este hecho mueve a considerar la relación del individuo y la ciudad, como aquella que en la perspectiva del psicoanálisis, un sujeto vive con un objeto investido", ya que 61
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CER1'EAU, Michel de, La Invención de lo Cotidiano 1, Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana, 2000 primera edición (primera reimpresión). Página 129. GARCÍA CANCLINI, Néstor. Imaginarios Urbanos. Eudeba. Buenos Aires, 1997. Páginas 109 -110. Investido. Concepto del léxico psicoanalítico (Alemán, Besetzung; francés, charge o investissement; español, catexis), que, impuesto por la experiencia clínica de la neurosis, le permite a Freud distinguir entre las "representaciones" y el "quantum de afecto" con la que aquéllas se hallan cargadas. No obstante, se trata de un término cu~~ significació.n ~o posee una sola acepción, por lo cual adquiere en ciertos contextos, clínicos y descriptivos, un sentido más amplio, aludiendo en general a que en el mundo personal los objetos y las representaciones se hallan afectados de ciertos valores que organizan el campo de la p~rcepción y del comportamiento. Ver LAPLANCHE, Jean y Jean-Bertrand Pontahs, Diccionario de Psicoanálisis, Labor, Barcelona 1981. Páginas 51 - 52.
allí una compleja relación que no excluye la violencia que hay en la determien la coacción constitutiva que la ciudad efectúa sobre una subjetividad. Por tales motivos es recomendable, desde ahora, establecer que si se han adoptado términos y categorías semióticas para tratar de dar forma reflexión inicial sobre un objeto inasible bajo otra clave de lectura, es iiso en este momento dar un paso que nos separe del carácter principalliterario que aún resuena en el término "texto" referido a la ciudad". Se señalaban recientemente algunas interrogantes que en general pueresumirse en las siguientes preocupaciones: 1. Pese a que la idea de signo se presta a ser empleada en realidades no lingüísticas como la ciudad, es imprescindible poder dar cuenta de la complejidad de la urbe. La cual no se organiza como conjunto de unidades arquitectónicas aisladas, sino como un plexo en permanente transformación, donde no se puede hallar, al menos no arbitrariamente, una unidad mínima que corresponda a lo que el concepto de signo plantea. 2. Es necesario precisar el modo en que tiene lugar la determinación, respecto del sujeto, que suponemos asociada a la ciudad, en tanto que -es propósito de este trabajo plantearlo- ella es un elemento relevante en la constitución de la subjetividad.
Con la finalidad de esclarecer la condición activa, dinámica y comde la ciudad parece oportuno replantear cuanto hemos sostenido hasta Para ello es necesario tratar de comprender la ciudad como una reaactiva que ejecuta una operación, un trabajo, antes que como una es,'W_'~L~, que se convierte en simple objeto de análisis.
"Pienso que no hay que referirse al gran modelo de la lengua y de los signos, sino al de la guerra y de la batalla. La historicidad que nos arrastra y nos determina es belicosa; no es habladora". FOUCAULT, Michel, Microfísica del Poder, Ediciones La Piqueta, Madrid, 1992. Página 179.
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Es interesante observar que, como lo señala Umberto Eco a propósito de la "cooperación textual?" que realiza el lector de una obra literaria, se puede reconocer que la obra impone ciertas condiciones en las que ella puede ser leída. A través de esta "cooperación" determina en algún modo a quien accede a ella. Del mismo modo, se trataría, en este caso, de extender el análisis a la ciudad y su habitante desde una perspectiva que intenta ir más allá de la relación interpretativa entre una obra y su lector, para acceder a la influencia constitutiva de la obra respecto de éste último.
3.2
CRÍTICA DEL CONCEPTO
DE NO-LUGAR
Será muy útil examinar y discutir, sucintamente, los puntos de vista que algunos autores han desarrollado acerca de la ciudad contemporánea. Tal interés se basa en que estos análisis, que han alcanzado cierta notoriedad en el ámbito de los estudios culturales, permitirán introducir algunas de las premisas fundamentales para las ideas conclusivas de esta investigación. En primer lugar, un texto que merece ser tenido en cuenta es el libro Los No-Lugares, Espacios del Anonimato de Marc Augé'". Este antropólogo propone el concepto de no-lugar, para dar cuenta de un acontecimiento que sería propio de nuestra época: la pérdida o al menos el debilitamiento de los elementos que dan unidad y sentido a la sociedad. Dicho concepto se presenta articulado con un diagnóstico general de la sociedad contemporánea y, como se podrá apreciar, resulta ser un verdadero corolario de este diagnóstico. Su definición es planteada en los siguientes términos: "Si un lugar puede definirse corno lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni corno espacio de identidad, ni corno relacional, ni corno histórico, definirá un no-lugar?". 65 66
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ECO, Umberto. Lector in Fabula, Lumen, Barcelona, 1981. Página 73 y siguientes. AUGE, Mare, Los «No Lugares» Espacios del Anonimato, Una antropología de la sobremodernidad, Gedisa, Barcelona, 1998. AUGÉ, Mare, Op. Cit. Página 83.
Se debe subrayar que este tópico es abordado en un libro que, iecísamente, lleva por subtítulo "una antropología de la sobremodernidad". Vale nos encontramos con un nuevo término ad hoc, "sobremodemidad", el cual >reten