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Spanish; Castilian Pages [518] Year 2008
Coleccion de Analisis y Critica
Gerard Lebrun Kant y el final de la metafisica. Ensayo sobre la Critica del Juicio.
escolar y w y o
Gerard Lebrun
Kant y el final de la metaflsica. Ensayo sobre la Critica del Juicio.
Traduccion de Alejandro Garda Mayo
e s c o la r y tta y °
i a Edition, 2008. © ARMAND COLIN, 1970. Titulo original: Kant et la fin de la metaphysique. Essai sur la Critique de la faculte dejuger. © Escolar y Mayo Editores S.L. 2008 Pza. Agueda Diez 5C i°D 28019 Madrid E-Mail: [email protected] http://www.escolarymayo.com © De la presente traduction, Alejandro Garcia Mayo. Diseno de cubierta y maquetacion: Escolar y Mayo Editores S.L. ISBN: 978-84-936111-1-8 Deposito legal: M.3.222-2008 Impreso en Espana / Printed in Spain Lerko Print S.A. Paseo de la Castellana 121 28046 Madrid Reservados todos los derechos. De acuerdo con lo dispuesto en el Codigo Penal, podran ser castigados con penas de multa y privacion de libertad quienes, sin la preceptiva autorizacidn, reproduzcan 0 plagien, en todo o en parte, una obra literaria, artistica 0 cientifica, fijada en cualquier tipo de soporte.
Para Jean-Marc Chauvin, alias Mickey
Prologo
Este libro no es un nuevo comentario de la Critica del Juicio. Si esa fuese su finalidad, el desequilibrio resultarla patente, dado que la primera parte esta consagrada al estudio de textos de la Dialectica trascendental; las diferencias en ella serlan estridentes, pues no se ha tematizado la genesis de los conceptos kantianos (en Baumgarten y Blumenbach, particularmente). Pero nuestro proposito no era competir con una obra como la de Baumler; no hemos pretendido ni reconstruir la composition de la tercera Critica, ni remitirla a sus fuentes. Hemos querido mostrar solamente que la ultima Critica, lejos de ser -com o en ocasiones se ha sostenido- la peor compuesta de las tres, trata de resolver metodica y continuamente un problema preciso, pero «tan embrollado por la naturaleza», reconoce el autor, que hay que excusar, no obstante, «una oscuridad inevitable en la solucion». Y nos han servido como regia las siguientes lineas de Goldschmidt: «Podemos decir que, no solo la tabla de los juicios, sino, una vez hallada esta, la de las categorias, e incluso y sobre todo las divisiones de la entera logica determinan, a modo de paradigma, toda la obra critica de Kant (particularmente la tercera Critica) y constituyen, a sus ojos, no solo un ‘hilo conductor’, sino una garantia y una prueba»x. Nuestra hipotesis era, pues, la siguiente: la Critica del Juicio no es ciertamente una obra residual en la que Kant hubiese tratado de atar, mal que bien, temas que no tuvieron cabida en las otras dos Criticas. Por banal que pueda parecer esta precaution metodologica cuando se trata de un gran filosofo, basta con mantenerla como exigencia permanente para que, poco a poco, suija otra Critica, -n o ya combination fragil de una «estetica» y una «filosofia biologica», sino nueva arquitectonica de los con ceptos, -clave de la filosolia trascendental, sistematica finalmente exhaustiva de las facultades a priori. La ventaja de una relectura emprendida con este espiritu puede parecer pequena. dPor que, se preguntara, concederle tan gran honor a la pasion kantiana por la clasificacion sistematica y por que concederle tanto credito a la 1 Goldschmidt, Systeme sto'icien, p. 20, nota.
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validez del «hilo conductor* categorial? En nuestro animo, este escrupulo tiene al menos la ventaja de no abandonar demasiado pronto al Kant enojosamente «escolar», para ir a encontrar, mas aca de la armadura «dogmatica», el pensamiento profundo o incluso «lo impensado* de las Criticas. No porque la tentativa de reinscribir a Kant en una «historia del Ser» nos parezca, de entrada, fraudulenta. Solo nos parece que al preferir, frente a la letra, sus lagunas y sus huecos, frente al texto, el horizonte que abre, se adopta ya una opinion demasiado determinada sobre la Critica. Kant es librado de inmediato, entonces, a la tradition de los grandes fundadores, en la que viene a relevar a Descartes y Leibniz; y, para hallar mas rapido en el al heredero de los griegos, se borra el rostro del A u f k l d r e r , lector de Buffon y de Maupertuis. Al despreciar la importancia que le concedia a la economla de las facultades de conocer y a la exactitud de su trazado, olvidamos voluntariamente que el autor de la Critica siguio siendo contemporaneo de Tetens, admirador de W olff y comentador de los manuales de Baumgarten; al minimizar el alcance de un texto como el Apendice a la Dialectica trascendental, ya no percibimos que la tercera Critica nacio de los problemas epistemologicos que este texto dejaba en suspenso y que habia heredado del escrito de 1763 sobre El unico fundamento deprueba. La Critica se convierte en un meteoro luminoso; deja de ser el recorrido totalizante de la esfera de la razon 0 incluso la paciente enumera tion de significations previas a cualquier metafisica cientifica. Filosofia inau gural de la Modernidad, sin duda, pero cuya genialidad enmascara la dificultosa elaboration y el debate que prosigue en ella con pensamientos tan lejanos para nosotros como los de Wolff o la teologia racional. Se comprende bien, ciertamente, que impresion de ruptura produjeron los famosos textos de la Analitica, pero se comprende peor por que, en las Reflexionen, el autor de la Critica se obstinaba en meditar sobre el lenguaje de la onto-teologia traditio nal y poner minuciosamente de manifiesto los sentidos de los terminos metafisicos, -hasta el punto de que este diario de a bordo cobra el aspecto del libro A del criticismo (por lo que nos hemos permitido referirnos con bastante frecuencia a las Reflexionen, tomandonos asi la libertad de utilizar textos o borradores que no estaban destinados a la publication). A este kantismo que se reduce demasiado pronto a lo que se estima esencial le falta entonces algo: ya no comprendemos en que medida esta condena a muerte de la metafisica pasada tuvo como contrapunto una «discusion» sin fin con ella. La obra esta dema siado bien equilibrada; sus contornos son demasiado precisos. Ahora bien, aqui no se trata solamente de un escrupulo historico (0 historicista), sino de la comprension misma del proyecto critico. Al insistir dema siado en los temas nuevos y en las nuevas decisiones que parecen asegurar la originalidad del kantismo como «gran filosofia*, se deja de lado el debate metodico, que el autor, por su parte, consideraba esencial; reduciendo la obra a un conjunto de respuestas ineditas, se olvida que su tarea fue la de elaborar una problematica de cuya solution «depende la conservation 0 la calda de la
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Prologo
metafisica, en consecuencia, su entera existencia»2. Sin embargo, hay una gran diferencia entre constituir una doctrina y constituir una problematica. Kant era consciente de ello cuando protestaba contra los criticos que tan solo veian en su obra una doctrina mas que examinar o d i s c u t i r N o ha dicho una palabra sobre la posibilidad del conocimiento a priori, que es, propiamente hablando, el problema de cuya solution depende el entero destino de la meta fisica y en el que desembocaba toda mi Critica (como, aqui, mis Prolegomenos). El idealismo que ha hallado, y al cual se ha aferrado, se admitio en la doctrina solamente como el unico medio de resolver este problema (incluso si extraia su confirmation de otras razones). Habria debido mostrar, por tanto, o bien que este problema no tiene la importancia que le concedo (como todavia, ahora, en los Prolegomenos), o bien que no puede ser resuelto por medio de mi concepto de los fenomenos, o aun que puede serlo mejor de otra manera; respecto de lo cual no encuentro ni una palabra en la recension»3lPodemos preguntarnos si este critico miope no fue, despues de todo, el primero en reabsorber en la filosofia tradicional una cuestion que estaba planteada expresamentefuera de ella. Por esta pendiente no se desconoce a la fuerza la originalidad de la Critica, pero se silencia con toda seguridad su extraneza, -esto hacia que Kant temiese ser mal comprendido antes que desmentido. Erramos, pues, la mirada que el autor echo sobre su obra y la conciencia que tuvo, no tanto de haber dicho cosas nuevas cuanto de haber modificado para siempre el modo de plantear los problemas, -n o de ser descubridor de tierras desconocidas, sino de haber vuelto enigmatico el suelo de la filosofia, que creiamos bien conocido. Por el contrario, volvemos a este kantismo vivido por Kant cuando nos tomamos en serio su manera de reagrupar las dificultades y proponer para ellas formulaciones globales ineditas. Y muy ingenuo ha de ser, nos advertia el autor, quien se sienta decepcionado por ello: «Un critico que queria encontrar algo que censurar en este escrito ha dado en el clavo mas de lo que quizas el misrno penso, diciendo que en el no se expone ningun principio nuevo de la moralidad, sino solamente una formula nueva. Pero, iquien querria introducir un nuevo principio de la moralidad y ser el primero en descubrirlo?, como si antes el mundo hubiese vivido en la ignorancia de lo que sea el deber o en un completo error al respecto. Pero quien sepa lo que para el matematico significa una formula, que determina con toda exactitud lo que hay que hacer para resolver un problema y que no nos permite cometer errores, no considerara insignificante e inutil una formula que cumple esta tarea para todo deber en general» 4. No hay respuestas kantianas a problemas tradicionales, sino solamente falsos problemas tradicionales. La Critica no tiene como tarea, pues, proveernos de nuevas convicciones, sino llevarnos a poner en cuestion nuestro modo de estar convencidos. No nos aporta una verdad distinta; nos enseria a pensar de otro modo. Por tanto, si 2 Proleg., IV, 276 [trad. esp. Prolegomenos a toda metafisicafutura que haya depoderpresentarse como ciencia, Madrid, Istmo, 1999]. 3 Proleg., Anhang, IV, 377. 4 KpV, Vorrede, V, 8, nota [trad. esp. Critica de la Razdn practica, Salamanca, Sigueme, 1997, 3a ed.].
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queremos obtener la minima garantia de que hemos reconstruido bien la arti culation de la Critica del Juicio, ante todo no esperemos que se haga en ella una revelation sobre la esencia de lo bello o sobre la esencia de lo biologico, brevemente, una teoria de dominios hasta aqui no desbrozados o mal desbrozados. Se trata solamente, pero sin discontinuidad, de probar la existencia, a media distancia entre el entendimiento y la razon, de una instancia a priori mas primitiva que ellos - y cuya presencia aflora en tiertos juicios que emitimos de modo ingenuo, -s e trata de excavar en el emplazamiento de la antigua teologia natural para mostrar como las significaciones de la practica se anticipan en significaciones a medias teoricas. El metodo sera, pues, el de un analisis semantico, no el de una investigation sobre realidades que hubiesen aguardado desde siempre a que consintamos finalmente en determinar su esencia. Una lenta regulation que, mediante la investigation de las palabras, busca extraer su nucleo de sentido, sin invocar jamas, a no ser en apariencia, la experiencia vivida o cualquier otra information positiva. «Aqui, la critica hace las veces de teoria»: aqui, la investigation se basta a si misma. El critico debe poner en discusion unicamente esta investigation y la manera que tiene de circunscribir los problemas, sin tratar jamas de oponer una description de hechos (o, peor, de valores) a un analisis que no pretende describir nada. La critica hace las veces de teoria, porque solo se trata de sondear y someter a prueba lo que creemos que se encuentra en el punto de partida de los datos inmediatos, - y de ninguna manera de enunciar la verdad definitiva sobre tal o cual region del Ser. Por donde comenzamos a ver que error de principio podria viciar la lectura de la obra: consistiria en hacer del ascenso a lo a prio ri original un conjunto de asertos teoricos, como si Kant pensase comunicarnos su definition de lo bello o su comprension de lo organico. - Ahora bien, esta actitud «teorica» ingenua se vuelve incompatible con el proyecto filosofico precisamente a partir de Kant, hasta el punto de que este se indigna de que un «leibniciano» como Eberhard se obstine en abordar como una «teoria» la filosofia de Leibniz: «iComo se puede creer que Leibniz, un matematico tan grande, haya querido constituir los cuerpos a partir de monadas y, en consecuencia, el espacio a partir de partes simples?». iCom o se puede creer que, bajo el nombre de armonia preestablecida, haya pensado designar una predetermination en las cosas? Es atribuirle un sinsentido. Si una filosofia -incluso «dogmatica»- se contentase con pronunciar asertos sobre la esencia de la naturaleza, de la materia, etc., si no fuese (ya) investigation de los conceptos de la razon pura, no valdria una hora de atencion. Y esto es, sin embar go, lo que hacen del pensamiento de Leibniz los torpes aduladores que ven en el, en resumen, una «teoria» que compite con la ciencia 5. Despues de Kant -u n a vez que se haya cumplido la separation cienciafilosofia-, hay un sentido de la palabra teoria que, aplicado a la filosofia, tan solo puede ser peyorativo. Pretendiendo enunciar, sin precauciones, la racionalidad de la cosa o decir que debe ser, esta «teoria» tan solo es una reconss Eberhard, VIII, 247-8 [trad. esp. La polemica sobre la Critica de la Razon pura (respuesta a Eberhard), Madrid, Antonio Machado Libros, 2002].
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Prologo
traction fantastica (que por elemental respeto ya no nos atrevemos, pues, a imputarle a los grandes filosofos del pasado). En un texto que, por un cierto sesgo, evoca la nota de la Critica de la Razon practica que acabamos de citar, Hegel la emprende, por su parte, con los pretendidos teoricos del Estado que hablan como si el mundo etico hubiese esperado su iniciativa para fundarse6. De creerlos, pensarlamos incluso que nunca ha habido Estado sobre la tierra y que hay que ir a buscar el sentido de las instituciones a algun lugar distinto de ellas mismas. No se preocupan de investigar «la ley inmanente y la esencia» de lo que pretenden tematizar. Demasiado apremiados por formular su ideal, prefieren construir una teoria sobre, en lugar de dejar explicitarse la verdad de la cosa: «E1 verdadero pensamiento no es una opinion sobre la cosa (Meinung ilber die Sache), sino el concepto de la cosa misma». Cometeriamos un error de entender con ello que la investigation debe limitarse a los Estados existentes: Hegel ataca a quienes se contentan con reconstruir el Estado segun sus principios sin preocuparse por liberar la configuration conceptual que merece el nombre de «Estado» y describen, de entrada, el ideal o el valor, sin haber sacado a la luz la esencia de lo que, todos nosotros, entendemos espontaneamente por «Estado». De satisfacerse con teorizar sobre cosas que se estiman «bien conocidas», la filosofia se reduciria a ser tan solo una recopilacion de opiniones o descripciones fantasiosas. Y frente a esta filosofia pseudo-«teorica» o ideologica, la critica kantiana, al igual que la comprension especulativa, opone el programa de una lectura de significaciones tal que jamas podemos criticarla con pertinencia en el nivel de las nuevas opiniones que creamos descubrir en ella. De este modo es como hemos intentado leer la Critica del Juicio, evitando pensar que nos aportaba alguna information sobre la belleza, el arte o la vida -esencias que constituye y no describe-, sino prestando atencion solamente a los replanteamientos semanticos (operados sobre palabras como «estetica» y «finalidad»), a la limitation de los «territoria» que instaura, a los desplazamientos de sentido que anticipa. Aqui, el discurso solo apunta a su propia transparencia y las precauciones metodicas no responden a una preocupacion unicamente retorica: son las unicas garantias de que las aporias tan solo pueden ser resueltas de esta manera, de que las contradicciones aparentes solo pueden ser desanudadas por la intervention de tal concepto y no de otro. Admitimos que aqui la obra pierde riqueza, si medimos esta riqueza por la abundancia de los temas que un filosofo lega a la tradition. Pero estos temas (lo sublime, el genio, la finalidad organica) solo nos han interesado en la medida en que, para salvarse de lo arbitrario, deben ser reconducidos a las exigencias arquitectonicas que necesariamente los invocaban. Y habriamos alcanzado nuestra meta si el lector de la Critica consintiese en restituirla a su neutralidad, - s i ya no se preguntase por la verdad o la falsedad de tal aserto de Kant y dejase de confrontar con sus propias opiniones las que le atribuye al autor, - s i recordase que las cuestiones kantianas rechazan por adelantado 6 Hegel, Ph. Rechts, VII, 24-5, nota [trad. esp. Fundamentos de la filosofia del derecho, Madrid, Libertarias, 1993].
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«las objeciones escepticas a ciertas afirmaciones de una metafisica real (pues, por el momento, no hay ninguna en vigor) »7. Ya no proponemos, por tanto, una nueva interpretation, como tampoco un nuevo comentario, como mucho un ejercicio de lectura. Y si en el curso de esta relectura aparece, como estimamos, una Critica diferente, no es una Critica que diga otra cosa, sino una obra menos preocupada por los enunciados en que solemos resumirla, que por los rodeos que le impone el problema que formula, por las divisiones que debe trazar para mantener a la vista este problema. Permitasenos aqui una comparacion. Aparece quizas otro Discurso sobre la desigualdad, si nos tomamos al pie de la letra las indicaciones de Rousseau en el Prologo: «No imaginen mis lectores, por tanto, que oso vanagloriarme por haber visto lo que me parece tan dificil de ver. He comenzado algunos razonamientos; he aventurado algunas conjeturas, no tanto con la esperanza de resolver la cuestion, cuanto con la intencion de iluminarla y reducirla a su verdadero estado»8. Entonces, la obra ya no adopta el aspecto de una genesis mitica: su intencion es tan solo la de llevarnos a una formulation del problema politico tan extrana a la filosofia politica tradicional como lo es la Critica de Kant respecto de la metafisica. Modestia equivoca, sin duda, la de este repliegue sobre la dificultad metodologica, puesto que tiene por efecto dejar de lado «todos los libros cientificos», «desechar todos los hechos»: el valor de la obra prescinde de cualquier referente y de cualquier medida. Pero precisamente este es el esfuerzo que Kant requiere del lector de la Critica: «Este trabajo es dificil y exige un lector decidido a entrar poco a poco mediante el pensamiento en un sistema que no pone por fundamento ningun otro dato salvo la razon misma y que, por tanto, busca desplegar el conocimiento partiendo de sus germenes originales, sin apoyarse en ningun hecho» 9. Este esfuerzo de lectura va de suyo desde el momento en que el libro no es la exposition de una doctrina y no «se ocupa de los objetos de la razon... sino simplemente de la razon misma»10, -desde el momento en que «la Critica de las facultades de conocer, atendiendo a lo que pueden realizar a priori, no tiene propiamente nin gun dominio concerniente a objetos, puesto que no es una doctrina, sino que debe investigar simplemente si y como, segun lo que suceda con nuestras facultades, es posible por medio de ellas una doctrina»n. Una lectura muy diferente de la que imponen los textos de la metafisica clasica, pues obliga a rechazar la critica doctrinal a que aquellos invitan y nos exige renunciar a la tentacion de objetar en nombre de una instancia a la que nosotros, tanto como el autor, tendriamos acceso, -puesto que se trata precisamente de circunscribir el emplazamiento de esta instancia. No es posible, ahora, ningun recurso a la evidencia racional o a la certeza de los principios que invocan contra Descartes los objetores de las Meditacion.es: el lenguaje es, en lo sucesivo, el ^Proleg., IV, 274. 8 Rousseau, Discours Inegalite, p. 123 (Pleiade) [trad. esp. Discurso sobre el origen y losfundamentos de la desigualdad entre los hombres y otros escritos, Madrid, Tecnos, 2005, 5a ed.]. 9 Proleg., IV, 374. 10KrV, Einl., § VI, B 41-2 [trad. esp. Critica de la razon pura, Madrid, Alfaguara, 2003, 2 la ed.]. 11KU, Einl., § III, V, 176 [trad. esp. Critica del Juicio, Madrid, Espasa-Calpe, 2004, io a ed.].
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Prologo
de la exploitation y no el del saber claro y distinto, el de la problematica y no el de la demostracion. El filosofo ya no actua de modo equlvoco como la ciencia (y cuando poco despues resurja la «Wissenschaft» ya no sera en el sentido en que Descartes hablaba de «su ciencia»); su discurso se despliega en un espacio distinto, al margen o mas aca de los saberes racionales reconocidos, -m as aca de lo que Hegel llamara las ciencias finitas o positivas. De este modo, la especie de atencion que exige la Critica nos parece bastante proxima a la que debe imponerse el lector de Aristoteles. Tanto en un caso como en el otro se trata de una investigacion de los principios, incapaz, seguramente, de apoyarse ella misma sobre principios; tanto en un caso como en el otro hay, por tanto, una «zetesis» irreductiblemente distinta de los «epistemai toil pragmatos» y previa a ellos; tanto en un caso como en el otro, debemos distinguir «la investigacion de la ciencia y la del metodo de la ciencia»12, y poseer este antes de abordar aquella. Ademas, Kant se vincula a esta inspira tion, cuando distingue en la Dissertation de 1770 las ciencias tales que en ellas estan dados intuitivamente los conceptos primitivos y en las que la practica fija el metodo, de las ciencias cuyos conceptos primitivos vienen dados «per ipsum intellectual purum» y en las que, necesariamente, «methodus antevertit omnem scientiam». iQue es, a fin de cuentas, la metafisica de Aristoteles, sino el despliegue de este metodo paracientifico? Leibniz se sorprendia de ello: «Resulta extrano que no se vea una sombra de demostracion en Platon y Aristoteles, excepto en sus Analiticos primeros...». Pero es sintomatico que, comentando la no tientificidad de la metafisica, parezca prever en el mismo texto la disociacion kantiana entre ciencia y filosofia: resulta sorprendente que estos griegos, que nos han «legado los modelos del arte de demostrar», «caigan a la primera, tan pronto como se han alejado, por poco que sea, de los numeros y las figuras para venir a la filosofia... Proclo era un buen geometra, pero cuando habla de filosofia parece que se trate de otro hombre*^. Asl, una vez que hemos renunciado a buscar en la tercera Critica una «estetica» que no existe, nos vemos legitimados a plantear esta pregunta: den que terreno nos hallamos aqui? La primera Critica podia interpretarse como una teoria del conocimiento, la segunda como un tratado de etica. Aqui, ya no es posible la ilusion: «la critica hace las veces de teoria». Y, desde entonces, se plantea la pregunta: Icon respecto a que debemos juzgar esta obra? «La indestructibilidad historica de las filosofias, que atestigua su valor», escribe Gueroult, «no puede fundarse en la verdad de su juicio, es detir, en su conformidad con la cosa que pretenden representar y penetrar, pues de este modo todas se contradicen, y contradicen con mayor frecuencia las verdades que ha adquirido la ciencia actual. En consecuencia, el valor filosofico que funda la indestructibilidad de las filosofias en la historia no puede residir en la verdad
12 Cf. Aristoteles, Metaphysique, 995 a 12; 3, 1005 b 4-5 [trad. esp. Metafisica, Madrid, Gredos, 2006,3a ed.]. Debe aproximarse a la Dissertation de 1770, § 23 [trad. esp. Principios form ales del mundo sensible y del inteligible (Disertacidn de 1770), Madrid, CSIC, 1996]. .*3 Leibniz, Nouveaux Essais, IV, 2, 11 [trad. esp. Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, Madrid, Alianza, 1992].
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del juieio que cada una p re te n d e d . Ahora bien, nos parece que la Critica puramente critica, que no trata de representar nada, reclama por si misma esta consideration, sin que al hacerlo ejerzamos ninguna violencia. Dado que debemos negarnos, por fidelidad hacia el autor, a hallar en ella una pretension doctrinal, ique queda sino una dialectica? dQue queda de ella, pero esta vez segun la voluntad del autor, sino lo que queda de las obras tras el laminado que les ha impuesto el historiador de la iilosofia? Aqui ya no hay necesidad de hacerle sufrir al texto la reduction que fue preciso efectuar en las antiguas obras doctrinales para que se convirtiesen en objetos de una historia de la filosofia. Aqui estamos en presencia de una filosofia que se defiende por si misma de cualquier intention objetiva, -q u e no pasa por ser un sistema entre otros, sino el sistema (de la razdn) respecto del cual los sistemas que pretendian ser ciencias (sistemas de verdades) tan solo podrian ser anticipaciones ciegas y falsificaciones, -lo que la enfermedad es a la salud, asegura Schiller. Ahora bien, los sistemas «dogmaticos» solamente cobran interes para el historiador de la filosofia si los traslada a esta dimension que sus autores no sospechaban, sometiendolos asi a una reduccidn muy diferente de la deformation arbitraria de que hace mention Gueroult en estas mismas paginas: «En lugar de terminar con la determination de la esencia de la filosofia, comienzan por suponer su concepto y su definition, para valorar el conjunto de los sistemas pasados por medio de su reduccidn a este concepto. Asi, el fundador de la historiografia de la filosofica antigua, Aristoteles, interpreta todo el pasado de la filosofia en funcion de su sistema de las causas y del transito de la potencia al acto»|r>. Ahora bien, dno hemos de distinguir entre la separation sin escrupulos que lleva a cabo un filosofo en los conceptos de sus predecesores o la inter pretation anacronica que da de ellos y la neutralization indispensable que ejerce el historiador de la filosofia sobre su objeto de estudio con el fin de constituirlo como tal? Y esta reduccion de la obra a un texto, que tan solo es justificable a partir del examen de su coherencia, dno es tambien, en un segundo grado, efecto de una violencia? Pues, fmalmente, ddebido a que magia ya no subsisten para nosotros mas que a titulo de obras de arte las obras que han entrado en un proyecto que se llama «cientifico»? dEra este su destino? O, dno seremos mas bien nosotros los que no podemos mirarlas mas que traduciendo estas «epistemai» en «sistemas de la razdn pura» en el sentido de Kant? La Critica, discurso filosdfico inedito, es la condition de posibilidad de la historia de la filosofia, -incluso si Kant desprecia injustamente las metafisicas, como observan Schelling y Gueroult, proponiendoles el ejemplo de la matematica y obstinandose en juzgarlas como si debiesen ser ciencias. Mas importante que esta estrechez de miras (corregida, por lo demas, por el proyecto de una «historia filosofante de la filosofia») nos parece la pregunta por la posibilidad de la metafisica como ciencia, formulada en un discurso explicitamente ante-cientifico. *4 Gueroult, «Legitimit6, histoire, philo”, en la recopilacion Philosophie et histoire de laphilosophie, Vrin, p. 64. '5 Gueroult, ibid., p. 53.
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Prologo
A menos, repitamoslo, que tan solo veamos en las filosolias pre-kantianas otras tantas exposiciones de pseudo-ciencias y prestemos atencion unicamente a la «verdad de su juicio», o aun, que las orientemos hacia una «historia del Ser» resueltamente dogmatica, tenemos que considerarlas como otras tantas muestras de este discurso de la razon sobre si misma e imponerle a estos antiguos saberes teoricos, a fin de cuentas, la deformation anacronica que ya Kant hizo sufrir a Leibniz. - Asi, a mitad de camino, la Critica del Juicio se convierte, para nosotros, en el proyecto explicitamente elaborado de un discurso que el historiador de la filosofia intenta encontrar en estado de implicito en las obras que considera «filosoficas», cuando estima analizarlas de modo distinto a como lo hara el historiador de las ideas o el historiador de las ciencias, y las toma simplemente al pie de la letra, en lugar de situarlas en la prehistoria o en el desarrollo de una de nuestras disciplinas teoricas. La lectura de la tercera Critica, si tenemos a la vista la originalidad de su intencidn, nos orienta, por tanto, hacia una respuesta a las preguntas: dpor que y con respecto a que los textos, reducidos a si mismos y recortados respecto de sus pretensiones doctrinales, esconden aun un sentido?, dque interes siguen teniendo las metafisicas una vez que hemos tenido en cuenta su ingenuidad pre-critica?,