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Spanish Pages 294 [111] Year 2012
CARTOS GARCͧB TOYA
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BtsuorEca QnqAKUNa
N' 6
Directores de la colecciÓn Mauro Mamani Macedo Elena Altuna
Claudia Rodriguez
García-BedoYa Maguiña, Carlos
literatura y cultura' Indagaciones heterogéneas' Esrudios sobre 1ued. Lima: GruPo Pakarina,2OL2' 294 pp. (Bmuor¡ce Qno¡ruN¡')' ISBN 978-61
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literatura y cultura' Indagaciones heterogéneas' Estudios sobre OCarlos García-BedoYa Maguiña @
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31 Juan Pablo tr, 3era Etapa' Lima (1)52205 54 / (5L) (r) 99942770s
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Teléfono: E-mail: pakarinaeücione s@ gmail'com http ://pakarinaediciones'blo gspot' com/ Dirección de edición Diseño de Portada y composiciOn de interiores Corrección de texto
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Dante Gonzalez Rosales
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Judith León Morales Paka¡ina F-diciones
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Primera Edición: 2012 Hecho DePósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N" 2012-11126 ISBN 978-61 2 -46298-0-8 Impreso en: Ediciones Sermat Alfaro E'I'RL' .Ir. Callao 438 - Int. 104 Lima
Túaje 1000 ejemPlares
de la portada y los reproducción total o parcial de este libro, incluidos el diseño no autorizada por los moüficada o que idéntica sea, forma dibujos interiores en cualqÚer editores, viola derechos reservados' La
IMPRESO EN EL PERÚ
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PRINTED IN PERU
ru INDAGACIONES PERUANAS
El canon literario Peruanol
Tradicionalmente, las historias literarias nacionales han tenido como uno de sus ejeS centrales a un Canon, eS deCir un elencO de los autores )las obras literarias más destacadas y/o más representativas de su respectiva tradición. sin duda, tal concepción de la historia literaria ela tlibutaria de los nacionalismos decimonÓnicos y se Sustentaba en una visiÓn homogeneizadora de Ia nación. Al transformarse nuestro Concepto de nación, incluso rechazado por las vertientes más radicales del pensamiento posmod.erno, que Io consideran anacrónico, Se plantea el debate sobre la propia pertinencia de la noción de canon en Ia historiografía literaria acirui. pu..." adecuado seguir trabajando con eI concepto de nación, pero no entendiendo la naciÓn de modo esencialista, como una nación homogénea, cuando no monolítica, sino como una entidad plural, heterogénea, divelSa, concepción tan bien sintetizada en eI caso peruano por Arguedas con la fórmula (a veces hoy banalizada) de un país de todas Ias sangres. como parte del cuestionamiento al concepto de canon, walter Mignolo2 ha propuesto que los estudios Iiterarios deben desplazar su atenciÓn del canon (o sea las obras maestras, Ias bellas letras, Ia literatura en tanto ámbito de Io estético) al corpus (es decir aI vasto y heterogéneo campo de los discursos). Resulta conveniente abrir los estudios literarios hacia eI corpus, pero sin renunciar aI canon literario. Cabe más bien reinscribir el aurro., en el corpus, en una dialéctica que permita la apertura al universo discursivo del corpus, sin renunciar aI canon, a Ia literatula como espacio discursivo especializad.o,.como arte verbal. Para poder abordar a cabalidad esta d.iscusión actual, resulta imprescindible hacer una revisión de la evoIución histórica del canon literario peruano' Antonio cornejo Polar examinó en un fundamental liblo eI proceso de constitución de una tradición literaria en eI Perú republicano,3 pero sin centrar su atención en eI concepto de canon. Se puede afirmar que es recién bajo eI régimen de Ia llamada república aristocrática, a comienzos del siglo XX, que cabe hablar de Ia configuración de un canon literario naciorrit. S" denominará canon oligárquico a esta primera versión del canon literario peruano. A partir del periodo leguiista comienza un cuestionamiento
t.
1 Se publicó eL Letras
II3
(2007):7-24-
2 Ver su artículo "Entre el canon y el corpus". 3 Ver su libro Ia formación de la tradición literaria en eI Peni'
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abierto del canon criollo-oligárquico, a través de los planteamientos de José Carlos Mariátegui, principalmente, pero también de otros autores como Luis Alberto Sánchez. Sin embargo, es recién a partir de los años 50, después de Ia caída de Odría, que se perfila un canon alternativo, al que se denominará canon posoligárquico, cuya articulación definitiva se producirá bajo el gobierno de Velasco y en los años inmediatamente posteriores.
2. La denominada "República -{ristocrática"
(1895-1919) constituyó un periodo inusual de estabilidad en nuestra azarosa vida republicana. El peculiar sesgo ideológico conservador 1 oligárquico que Ia caracterizótra dificultado muchas veces er-aluar con ponderación y rigor su significación histórica: modernización socioeconómica, inserción (dependiente) en el sistema económico capitalista internacional, insóIita estabilidad política en nuestra agitada historia republicana.r Es indudable que realizó una importante labor de consolidación de instituciones, que se extendió también aI ámbito intelectual. Pero en este Perú de más problemas que posibilidades, resultó una vez más demasiado poco y demasiado tarde: apenas alcanzados esos problemáticos logros, el orden oligárquico se sumió en un periodo de prolongada y turbulenta crisis.s La institucionalización en eI plano cultural se evidenció en Ia especialización de diversos campos disciplinarios, primero bajo eI manto del positivismo y luego a Ia sombra de lo que Sobrevilla denomina Ia reacción espiritualista.. Así, se consolidan académicamente saberes como la filosofÍa (con Javier Prado o Alejandro Deustua) y la sociología (con Joaquín Capelo 1'l\fariano H. Cornejo). Igualmente, se inicia la arqueología como actividad sistemática, primero con los trabajos de Max uhle y luego con los de Julio c. Tello, sin olr-idar que en 1911 se realiza Ia célebre expedición de Hiram Bingham a }fachu Picchu. A su l,ez, las disciplinas científicas comienzan a encauzarse con el debido rigor, gracias en buena medida a Ia labor de Federico \ illarueal. En el ámbito educativo, en 1902 se crea la Escuela Nacional de .{gricultura, antecesora de Ia actual universidad Nacional Agraria, y en 1917 la prÍmera universidad privada del paÍs, la Pontificia universidad católica del Perú. El año de 1905 ve el surgimiento de una institución esencial para la preservación del patrimonio nacional, el Museo de Historia Nacional (antecedente del actual Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia). En el mismo año, se crea el Instituto Histórico del Perú (actual Academia Nacional de Historia). En el ámbito de la actividad artÍstica, se crea en 1908 la -{cademia Musical, antecesora d.el
4 Además del clásico trabajo de Jorge Basadre, consúltense los libros de Manuel Burga y Alberto Flores Galindo, Carlos contreras y Marcos cueto, Cotler, eüjano y yepes del óastillo citados en la bibJiografÍa. 5 Sobre estos aspectos, véase mi libro Para una periodización de la literatura peruana. 6 Consúltese su trabajo "Las ideas en el perú contemporáneo',,
pp lS7-205.
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peruano
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actual Conservatorio Nacional de Música; un año antes, en 1907 se había constituido Ia Sociedad Filarmónica de Lima. En las artes plásticas, se funda en 1919 una institución clave como Ia Escuela de Bellas Artes (verdad que en vísperas del colapso de la República Aristocrática). En el campo de las letras, Ia Academia Peruana de Ia Lengua se había instalado en 1882 pero se relanzó y consolidó sólo hacia eI final de esta etapa, en 1917. En eI ámbito que más nos interesa, puede hablarse en este periodo de la conformación de un campo literario autónomo en el Perú. Esto lo captó agudamente Wáshington Delgado en su valiosa Historia de la literatura republicana. AIIí propone, entre otras, una tesis que pareció en su momento controversial y que no ganó consenso, pero sin embargo portaba una intuición valiosa. Señala Delgado un momento de fundación de la Iiteratura republicana, de fundación de nuestra autonomía literaria, en eI que agrupa a autores de distintas generaciones: Ricardo Palma, Manuel González Prada, José Santos Chocano. Con ellos, ya después de la guerra con Chile, nuestra literatura se emancipa de Ios modelos españoles (en esto hay una aproximación coincidente con la de Mariátegui): tenemos así Ia tradición palmista, eI ensayo beligerante y la delicada poesía cosmopolita de GonzáIez Prada, la poesía modernista y americanista de Chocano. Con estos autores además comienza a configurarse justamente, como veremos, un "canon" Iiterario nacional, son figuras que se constitu)-en en referentes indispensables de nuestra tradición. Fundación pues en tanto formación de una tradición literaria autónoma. Pero implícita en la propuesta de Delgado hay también una intuición que no desarrolló a plenitud, pero que converge con eI concepto actual de campo literario (desarrollado por Bourdieu y sus seguidores): en esa etapa, que coincide en Io esencial con los años de Ia "República Aristocrática", se organiza en el Perú una esfera literaria relativamente autónoma, una r-ida literaria que se apoya en diversas instituciones (Academia de la Lengua, Universidad, revistas y periódicos, etc.), que dan un dinamismo a la actividad literaria y Ia configuran como ámbito especializado, más desligado de otras esferas sociales y culturales (filosofía, sociología, política, etc.). La vida literaria se perfila pues por esos años con contornos más nítidos, incluyendo también la consolidación de una reflexión crítica e historiográfica sobre nuestra tradición literaria. Por cierto existían en el Perú antecedentes importantes de reflexión sobre la literatura en Ia época coIonial y el siglo XIX, pero es sóIo con el denominado grupo arielista (o generación del 900) que surge un corpus textual sóIido y sistemático en este ámbito. Destaca en particular eI rol decisivo de José de la Riva-Agüero y su libro Cará.cter de la literatura del Perú independiente, publicado en 1g05. Pero el corpus textual en la crítica y Ia historia literarias es mucho más nutrido, e incluye textos bastante olvidados que merecen atento examen. Sin pretensión de exhaustividad, mencionemos el libro de ensayos críticos de Francisco García Calderón De litteris (1904); Ia antología de Ventura García
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Calderón Del romanticismo al modernismo (1910) y su breve cuadlo histórico La literatura peruana (1535- 1914) (L?I ); Posibilidad de una genuina literatura nacional (1915), de José GáIvez; El genio de Ia lenguay la literatura castellanay sus caracteres en la historia intelectual del Perú (1918), de Javier Prado, sin olvidar el Diccionario teatral (1905), de Manuel Moncloa y Covarrubias. Hay que añadir dos trabajos esenciales en Ia recuperación del legado colonial: Vida intelectual del virreinato del Perú (1909), de Felipe Barreda Laos (hasta Ia actualidad no existe un esfuerzo de síntesis comparable) y Bosquejo de Ia literatura peruana colonial: causas favorables y adversas a su desarrollo (1910), de Carlos Prince. Se podría agregal además la vasta reflexión estética de los filósofos de Ia época, tanto de filiaciÓn positivista como espiritualista: La idea de lo bello (1894) del huaracino Alejandrino Maguiña, Nociones de estética (1903) del arequipeño Jorge Polar o Estética general(1923) del huancaíno Alejandro Deustua. Es imposible abordar aquí un Corpus tan vasto, que reclama el interés de Ios inr-estigadores. Centraré mis reflexiones sobre el canon literario peruano en dos textos clave. El primero es Carácter de la literatura del Perú independiente (1905)7, la tesis de bachillerato del plecocísimo José de la Rir-a-Agüero. Con esta primera y fundacional visión orgánica de nuestro proceso literario, RivaAgúero aporta, entle otlas, dos cosas fundamentales: una periodización de Ia literatula peruana y un canon literario nacional. Ésta puede Ser considerada Ia obra fundacional de nuestra historiografia literaria, pues si bien existían aportes parciales, como los de Llano y Zapata en eI XVIII o Valdez y Palacios en el XIX, éste es el primer texto sistemático que intenta reconstruir e interpretar nuestlo proceso literario. Se inserta pues en esa vertiente discursiva de las historias literarias fundacionales de las naciones latinoamericanas que estudió Beatriz González Stephan,s pero a diferencia de la mal'oría de sus congéneres, la suya no es una historia literaria de filiación liberal, sino más bien conservadora' Son muy conocidos los debates a que ha dado lugar esta obra, encarnación paradigmática de lo que Cornejo Polar denominó el "desvío hispanista".e El joven Riva-Agüero, aún influido por los planteamientos positivistas, comienza Su examen del proceso literario peruano analizando, bajo eI revelador título "Carácter literario de los peruanos. Sus factores" uno de los tres componentes esenciales definidos por eI mayor teórico de la historiografía literaria positivista, Hyppolite Taine: la taza. Resalta el peso decisivo de la herencia hispánica, en su peculiar modulación criolla, a Ia que no deja de atribuir cierto carácter degenerativo "los criollos nos parecemos bastante a nuestros hermanos Ios españoles europeos; por más que todavÍa seamos menos vigorosos y enteros que ellos, como nacidos 7 Cito por la edición de 1962. Se indicará el número de página entre paréntesis. libro Ia historiografía literaria del liberalismo hispanoamericano del siglo KX.
8 Ver su
9 Ver su libro
Ia formación
de la tradición literaria en el Perú.
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Iejos del tronco paterno y del ambiente y del suelo propio" (69). Es sorprendente ver cómo este convencido criollista repite eI más manido tópico del discurso anticriollista colonial, el de la supuesta inferioridad física del criollo. Pero a pesar de ese rasgo degenerativo (otra huella positivista), la pujanza del influjo hispánico es tal que "su superioridad anula casi por completo, la influencia que ha podido ejercer eI genio de la raza indígena" (71). Por ello, los débiles efluvios indígenas habrían tenido escaso impacto en nuestra literatura; Melgar es uno de los pocos autores que revela tal influjo (al menos en sus yarar'íes) )' por eso es sólo "un momento curioso en el desarrollo de nuestra literatura" (80). En cuanto al componente negro, su significación sería prácticamente nula 1' siempre negativa "cabría señalar en determinados casos de petulancia o indisciplinable rurbulencia, la parte debida a Ia raza negra" (72). Su conclusión final, como no podía dejar de ocurrir desde tales premisas, es que "la literatura del Perú, a partir de Ia conquista, es literatura castellana provincial, ni más ni menos que la de las islas canarias o la de Aragón o Murcia" (261). Es también una literatura incipiente, en la que predomina la imitación sobre Ia originalidad. EI enfoque de Riva-Agüero se limita por cierto a la literatura escrita en español, presentando una visión homogénea de la literatura peruana, constituida por un único sistema literario. Pero interesa ahora examinar cómo construye el canon literario nacional. En menos de tres páginas despacha Ia época colonial, con un juicio duro y negativo que matizará en trabajos posteriores. Esta opción revela que persiste en él esa interdicción política de Ia historia a Ia que aludía Cornejo Polar en su libro La formación de la tradición literaria en el Perú:ro la afirmación de las naciones independientes exigía la oclusión del pasado colonial. En eI periodo de la emancipación, en desmedro del "curioso" MeIgar, destaca como figura central a Olmedo, a quien elogia casi hiperbóIicamente, y cuya inclusión al menos parcial en Ia literatura peruana le parece incuestionable. La sensibilidad estética de Riva-Agüero fue siempre muy afín aI gusto neoclásico y ello explica sin duda su afición por eI cantor de La victoria de Junín. En el periodo costumbrista prefiere a Pardo y Aliaga, conservador, purista y diestro manipulador de los preceptos clásicos, por sobre el popularista y desaliñado Segura. En eI elenco de autores románticos incluye a escritores extranjeros que residieron largo tiempo en el Perú, como eI español Fernando Velarde (al que proclama orientador del movimiento), el ecuatoriano Numa Pompilio Llona y eI venezolano Juan Vicente Camacho. El poeta romántico que Ie suscita mayor simpatía es Juan de Arona (justamente eI más clásico de nuestros románticos), aunque no deja de reconocer los méritos de Salaverry. Pero sin duda Ia figura central de nuestro romanticismo es Palma, cuya dimensión trasciende a esa corriente literaria, pues es para Riva-Agüero "el representante más genuino del ca-
I0 Véase en especial pp.2l-41.
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iá &ll{irr. destacan pues como figuras centrales Olmedo en la etapa emancipüi{.rr-la. Pa¡do 1 Aliaga en los primeros años de la república, y Palma, que -:¡:a ei periodo anterior a la guerra del Pacífico con el posterior a dicho ix:ltrfircto. En el periodo posterior a Ia guerra con Chile, antes de despachar ,:r:ncisamente a Mercedes Cabello y Clorinda Matto, a las que achaca torpeza novelística, dedica amplia atención a González Prada. Si bien reconoce su destreza estilística y respeta sus buenas intenciones, procede a su sistematica demolición ideológica: Ie reprocha intransigencia, intolerancia y eI e1ercer una crítica destructiva, pero sobre todo su ineptitud para la acción politica y los excesos de su radicalismo disolvente. Generosamente (desde su punto de vista) minimiza eI recurso a una escritura moderna (Iéase modernista) en Gonzáiez Prada: eI gusto tradicional de Riva-Agüero no es muy proclive a esos experimentos afrancesados. En este escaso aprecio por la influencia francesa contrasta con sus dilectos amigos los hermanos GarcÍa Calderón.
Justamente un buen complemento al libro de Riva-Agüero es Ia selección preparada por Ventura García Calderón DeI romanticismo al modernismo. Aunque excluye Ia literatura de la emancipación, es el primer intento de presentar una antología general de la producción literaria del Perú republicano. A pesar del título, se incluye también el costumbrismo (lo entiende aI parecer como una vertiente peculiar del romanticismo). La selección no está ordenada en base a criterios cronológicos -si bien incluye una sección final dedicada a "Los nuevos", en que destaca a Riva-Agüero y José GáIvez- sino más bien por géneros literarios: eI teatro criollo, con la consabida oposición Pardo / Segura; el género satírico, donde destaca nítidamente Pardo; la poesía lírica y filosófica, en Ia que concede su lugar a González Prada; la poesía épica, donde resalta la figura excluyente de Chocano; Ia novela, con sus frutos poco logrados; Ia tradición, el género nacional original, identificado con eI nombre de Palma; y finalmente eI ensayo, representado por González Prada. Curiosamente, falta un apartado dedicado aI cuento, género cultivado por el propio antologador, pero en eI elenco de Ios "nuevos" se incluye a otro de sus exponentes destacados, Clemente Palma. El cuadro trazado por García Calderón nos presenta una literatura peruana no tan incipiente como la concebía Riva-Agüero, pues cuenta ya con todos los géneros literarios de la modernidad, pero sí más imitativa que original, con la excepción de la tradición. Su gusto más sensible a Io moderno (léase otra vez modernista) Ie permitió valorar con algo más de ponderación a GonzáIez Prada y canonizar a Chocano. Con estas obras de Riva-Agüero y Ventura García Calderón se completa el diseño de un canon nacional de filiación hispanista, culturalmente criollo y socialmente oligárquico. Así como para Harold Bloomtl Shakes11 Ver su
libro El canon occidental.
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peare es el centro del canon occidental, para ellos Palma ocupa un lugar central en el canon literario peruano. Se trata de un Palma presentado como pasatista y nostáIgico de la arcadia criolla virreinal, visión a Ia que autores como Haya de la Torre o Mariátegui opondrán luego la imagen de un Palma exponente del demos criollo. Ifás adelante, este canon se completará con la nacionalización de Ia herencia colonial. Ya hemos destacado el rol de los libros de Barreda Laos 1- Carlos Prince. El propio García Calderón publicará poco después su brer-e panorama histórico La literatura peruana (1535- 1914) e igualmente en la misma direccion apunta eI libro ya citado de Javier Prado. También Rir-a-.\güero cambiara su r-isión condenatoria del pasado colonial en diversos estudios consagrados a figuras virreinales, pero sobre todo con su tesis de doctorado La historta ¿n el PenÍ (1910), en que destaca Ia importancia de las crónicas. \' con su notabie Elogio del Inca Garcilaso (1916), que incorpora al cronista mestizo como otra figura capital del canon literario nacional. Un Garcilaso mestizo, pero con predominante tonalidad hispanista y neto perfil aristocrático. A pesar de las turbulencias padecidas por un orden oligárquico en crisis, estas versiones del canon nacional se mantuvieron plenamente vigentes. No es casual que en una etapa que ha sido calificada como de restauración oligárquica, surja Ia versión tal vez más acabada y tardía de este canon hispanista-criollo: la Biblioteca de Cultura Peruana, que bajo Ia dirección de Ventura GarcÍa Calderón y con eI auspicio del gobierno de Benavides se publicó en 1938. En esta colección en doce tomosl2 se da amplia cabida a Ia época colonial (6 tomos), y se incluye una única gran novedad: un primer tomo dedicado a la literatura inca, que no figuraba en los planes iniciales de García Calderón y que fue encomendado a Jorge Basadre. Se trataba en verdad de un tomo antológico de la literatura quechua, pues no sólo se incluÍan textos "incas", sino también obras del teatro quechua colonial y muestras de Ia tradición oral andina contemporánea, recopiladas por autores como Adolfo Vienrich, el compositor Daniel Alomía Robles o los franceses D' Harcourt. Dejando de lado este primer tomo innovador, se mantiene el diseño del canon oligárquico. Los tomos dedicados a la colonia son: 2, cronistas de la conquista; 3, Garcilaso; 4, cronistas de convento; 5, apogeo de la literatura coloniai (centralmente el barroco); 6, El Lazarillo de ciegos caminantes; y Z los místicos. Los 5 tomos consagrados aI periodo republicano son: 8, Ios románticos; 9, costumbristas y satíricos; 10, el Diccionario de peruanismos de Juan de Arona; 11, Ricardo Palma; y 12, Chocano. Obsérvese que, excluyendo el Diccionario de peruanismos, incluido más como repertorio de la donosura criolla que como obra personal de Arona, y EI Lazarillo de ciegos caminantes, aún atribuido al casi anónimo ConcoIorcorvo, sólo 3 tomos están dedicados a autores individuales: Garcilaso, Palma y Chocano. Cada uno de ellos representa una fase bien definida de
12 Véase el
listado completo en la bibliografía.
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nuestro proceso literario: Garcilaso la colonia, la etapa de Ia irrupción hispánica en el ámbito andino; Palma el siglo XIX, Ia etapa fundacional de la república criolla; y Chocano el siglo XX,la contemporaneidad, identificada con Ia persistencia de la república oligárquica. Palma sigue constituyendo el centro del canon oligárquico, pero debidamente flanqueado por el Inca Garcilaso, eI mestizo doblemente aristocrático, y por Chocano, el cantor de América. Este canon conservará una posición dominante en la cultura nacional hasta aI menos finales de los años 50. 3. El periodo de crisis del orden oligárquico que se abre con el Oncenio de
Leguía genera las condiciones para Ia articulación de un canon alternativo. En la década del veinte, la labor de los intelectuales que conformaron Ia IIamada "Generación del Centenario" (Valcárcel, Mariátegui, Haya de la Torre, Porras, Sánchez, Basadre, entre otros) abonó el terreno para un cambio de paradigma en el pensamiento peruano, en franca ruptura con Ia tradición oligárquica. En el campo de los estudios literarios, las primeras obras de Luis Alberto Sánchez, y en particular Ia primera edición de su la literatura
pelttana, trazaron un panorama global del proceso literario peruano, que incorporaba no solamente los tiempos coloniales, sino también Ia literatura en quechua. Pero es sin duda José Carlos Mariátegui quien sienta las bases de una risión del proceso literario peruano que cuestiona el canon oligárquico. En su sétimo ensa)-o, "El proceso de la literatrrra",lr Mariátegui enfatiza la peculiaridad del proceso formativo de Ia literatura peruana y apunta que no es posible estudiarla con los métodos aplicables a las literaturas orgánicamente nacionales. Contrastando con eI caso europeo (Mariátegui tiene como punto de referencia eI esquema de De Sanctis en torno a Ia literatura italiana), donde las diversas literaturas aparecen en Ia Edad Media como parte del esfuerzo de afirmación nacional, apunta que la literatura peruana surge como fruto de una imposición colonial, que Ia marca, al igual que a todos los aspectos de nuestra sociedad, con una desgarradura fundamental entre dos culturas que coexisten y se entrelazan conflictivamente. EI primer periodo de nuesüa literatura lleva pues eI sello de lo colonial, de la subordinación a la metrópoli española, de la que se toma no sólo la lengua, sino también eI espÍritu y eI sentimiento. A éste le sucede un segundo periodo al que tipifica como cosmopolita, en el que la literatura peruana se abre a múltiples influencias europeas, Iiberándose de la tutela excluyente de la española. El tercero es el periodo nacional, caracterizado por la expresión de Ia propia personalidad. Examinemos más detenidamente su enfoque de estos tres periodos.
interpretación de Ia realidad peruana. En adelante, se citará indicando simplemente el número de página entre paréntesis.
13 Siete ensayos de
El conon
literorioperuano 159
"El ciclo colonial se presenta en la literatura peruana muy preciso y muy claro. Nuestra literatura no sólo es colonial en ese ciclo por su dependencia y su vasallaje a España; Io es, sobre todo, por su subordinación a los residuos espirituales y materiales de Ia Colonia" (240). Así pues el periodo colonial no coincide, sino que desborda, la etapa de dominación política española, proyectándose a la etapa republicana: es lo que Mariátegui denomina colonialismo supérstite. \-e a los escritores de la Colonia como simples imitadores sin ma)-or originalidad de los autores españoles en boga. Escapan a su condena Garcilaso )- en menor medida Caviedes. Ve en Garcilaso aI primer peruano, figura solitaria 1'dominante de una época estéril. La colonia se prolonga en Ios descendientes de ]os encomenderos: Pardo y Aliaga, nuestros desvaídos románticos. \lelgar, otra figura aislada, constituiría el primer momento peruano de nuestra literatura. A Palma lo ve como representante del espÍritu popular limeño )'no como un nostálgico de la Colonia. En cambio, Riva-Agüero y su grupo representan un momento de restauración colonialista. Asimismo, adscribe a Chocano al periodo colonial, por Ios orÍgenes españoles de su grandilocuencia poética. El periodo cosmopolita tendría como su iniciador a González Prada, con su afán modernizador y su apego a Ia cultura europea, que marcan una ruptura con Ia herencia colonial. El cosmopolitismo se fortalece con Valdelomar y Colónida, que reivindican además Ia solitaria figura de Eguren. El periodo nacional se anuncia con la poesÍa de Vallejo y con el Indigenismo, que recogen Io que Mariátegui considera debe ser el eje de Ia forja de la nación peruana: el aporte andino. Como vemos, la separación en periodos no supone para Mariátegui cortes tajantes; coexisten escritores colonialistas con otros cosmopolitas e incluso con quienes anuncian un momento nacional (Melgar, que anuncia lo nacional, y el cosmopolitaGonzález Prada, preceden largamente aI colonial Riva-Agüero). Más que periodos propiamente dichos, 1o que Mariátegui distingue son vertientes al interior del proceso literario peruano. La década de los 30 y la primera mitad de la de los 40 fue, como se ha apuntado, un momento de restauración oligárquica, poco propicio al florecimiento de las nuevas ideas. De lo poco rescatable en esos años en los estudios literarios cabe destacar las primeras obras de Estuardo Núñez.la Los cortos años del gobierno de Bustamente (1945-1948) significaron en cambio una importante apertura: con su seminal revista Las Moradas ejerció Westphalen una acción dinamizadora de nuestra vida cultural, convergente con Ia aparición de un frondoso contingente de jóvenes escritores, intelectuales y artistas, Ia denominada "generación del 50". En ese marco cabe situar una antología que contribuirá a redefinir el canon literario nacional: La poesía contemporánea del Perú, a cargo de tres jóvenes escritores, Sebastián Salazar Bondy, Jorge Eduardo Eielson y Javier Sologuren; en 14 La poesía de Eguren
(1 93 2 )
y La poesía contemporáne a del Perú
(1
I 3 8).
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ella se construye una visión de nuestra poesía contemporánea, al mismo tiempo moderna y original, con Eguren y Vallejo como hitos iniciadores. Sin embargo, es sóIo después de la dictadura odriista que se hace visible Ia configuración de un canon alternativo, con un definido perfil antioligárquico. Cumplen aquÍ un rol fundamental dos antologÍas, preparadas justamente por destacadas figuras de Ia generación de jóvenes del 5O: Antología general de la poesía peruana (1957), de Alejandro Romualdo y Sebastián Salazar Bond)'; y La narración en eI Perú (1"'^ edición 1956, 2du 1960), del más notable crÍtico de esa generación, Alberto Escobar. En ellas se presenta una visión global v coherente del género poético y del narrativo en el Perú, abarcando los trempos prehispánicos;'Ia producción colonial. Pero para dar una idea del profundo cambio experimentado por el canon literario nacional en menos de 20 años, nada mejor que terminar rápidamente contrastando Ia colección preparada por Ventura García Calderón con los Festivales del libro peruano, que impulsara Manuel Scorza. Esa colección consta de 2 series de 10 pequeños tomos cada una,ls publicadas en 1956 y 1957. La literatura quechua (todavía confusamente designada
como inca) merecía 2 tomos. La literatura colonial quedaba reducida a su mínima expresión: 2 tomos, ambos consagrados a Garcilaso, a lo que cabría añadir un tomo de precursores de Ia independencia. Al siglo XIX correspondían 4 tomos: 2 para Palma, uno de satÍricos y costumbristas, y uno dedicado al ensayistadisidente González Prada, ahora elevado al estatus de figura canónica. La parte del león correspondía aI siglo XX, con l1 tomos: 3 dedicados al cuento, uno a la poesÍa amorosa y los demás a autores individuales: en Ia poesía, a Chocano se le sumaban Eguren y Vallejo; en la prosa reflexiva aparecían las figuras opuestas de Riva-Agüero y Mariátegui; y en Ia narrativa los exponentes del indigenismo, López Albújar y Ciro AlegrÍa, este úItimo autor prohibido hasta muy poco antes. Como se aprecia, un canon decididamente antioligárquico, con una clara apertura a Io andino. Arguedas, que aún no había publicado sus novelas mayores, está representado en Ia selección de cuentos. Pero en el centro de ese canon se perfila ya el andino y contestatario César Vallejo, nuestro poeta nacional y universal. . Es sólo bajo eI gobierno de Velasco 1- en los años inmediatamente posteriores que termina de configurarse un canon posoligárquico, incorporando varias nuevas figuras, pero sobre todo dos fundamentales: José María Arguedas y Mario Vargas Llosa. Es también por esos años que se procesó Io que por entonces se denominaba la ampliación del corpus de Ia literatura peruana, y que correspondería en la terminología de Mignolo a un desplazamiento del canon al corpus: la incorporación de las literaturas (o los discursos) orales y populares al campo de Ia literatura peruana. Desde un punto de vista teórico, esa inflexión fue sistematizada por Antonio Cornejo Polar en un céIebre artículo: "La literatura peruana: totalidad contradictoria". 15 Véase el
listado completo en la bibliografía.
El canon literorio
peruono 16l
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Discurso criollo y discurso andino en la literatura peruana colonialr
l. Introducción En el Perú colonial coexistÍan conflictivamente una multiplicidad de prácticas discursivas. Dentro de este abanico de discursos heterogéneos, interesa considerar aquellos que se vinculan aI campo de lo literario, peto sin restringirnos a una visión estrechamente canónica de "Iiteratura", sino abarcando un amplio corpus textual que incluye manifestaciones como crónicas, textos religiosos o documentos de diversa índole, cuya dimensión estética puede resultar discutible, pero de indudable relevancia cultural. Las prácticas discursivas de la mayoría de integrantes de la sociedad peruana colonial (y no sólo los indígenas) se canalizaban a tra\'és de la oralidad (en quechua u otras lenguas nativas, pero también en español). No se va a examinar aquí este inconmensu¡able ámbito. del cual por Io demás se conservan escasos vestigios. Se intentará más bien una presentación somera de las dos vertientes fundamental€s que configuran las prácticas discursivas letradas características del Perú r'irreinal, en particular a lo largo del denominado periodo de estabilización colonial (aproximadamente 1580-1780).'? Es claro que los conceptos de discurso criollo y discurso andino nos sitúan en el ámbito de esa ciudad letrada estudiada por Ángel Rama: se trata de prácticas discursir-as que se valen de Ia tecnologÍa de la escritura, aunque no dejan de mantener complejas relaciones con los universos discursivos de la oralidad. Por otro lado, tales discursos letrados se articulan obviamente con determinadas élites sociales. A través de estas dos vertientes discursivas se constru!'e la subjetividad de dos diversos grupos o sectores sociales, a los que se denominará sujeto criollo y sujeto andino. Estos no se definen primariamente por una identidad étnica (aunque el factor étnico no deja de ser relevante), sino en función de criterios sociales y culturales. Incluso desde un punto de vista legal, Ia sociedad peruana colonial estaba dividida en dos sectores o subsociedades, a las que en la termi-
1 Se publicó en Heterogeneidady Literatura en el Perú, James Higgins (ed.), Lima: Centro de Estudios Literaflos "Antonio Cornejo Polar", 2003, 179-198. 2 Véase
mi libro La literatura peruana en el periodo de estabilización colonial.
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lndogocionesheterogéneos
nología de Ia época se denominaba "república de españoles" y "república de indios". La "república de españoles" agrupaba a los españoles peninsulares y a sus descendientes nacidos en suelo americano, los llamados criollos, pero dadas las mezclas raciales que surgieron desde temprano, incluía diversos niveles de mestizaje. Dejando de Iado los escasos funcionarios peninsulares, el estamento dirigente de esta "república" era la éIite criolla, que mantenía una constante pugna con los sectores peninsulares. El discurso criollo se caracteriza por su adhesión a los paradigmas culturales metropolitanos, por un sostenido esfuerzo de asimilación de esos modelos, pero también por un persistente afán de remodularlos y resemantizarlos en función de sus peculiares intereses y sensibilidades: el discurso criollo revela así su carácter bifronte o jánico. La "república de indios" agrupaba a la población de origen indígena, aunque en ella se dieron igualmente procesos complejos de mestizaje. Esta "república" contaba también con su élite dirigente, conformada por Ia nobleza indígena. El discurso andino es la expresión de esta éIite bilingüe y bicultural. Sus prácticas discursivas, de carácter eminentemente transcultural, inclul-en textos escritos tanto en quechua como en español. Las prácticas discursivas de esas élites configuraron sistemas literarios (siempre en la acepción laxa de lo literario). para constituir una literatura, )'a lo apuntaba .A.ntonio Cándido,3 no basta la existencia de algunos textos: un sistema literario supone un grupo de productores especializados, un conjunto de receptores y una gama de códigos compartidos. En el ámbito criollo, ya a finales del siglo XVI puede notarse la conformación de un sistema literario de élites. pero al lado de este sistema literario, que tenía su centro en Lima, la capital virreinal, y que ocupaba una posición de indudable predominio, en eI perú colonial eI discurso andino dio lugar a la aparición de otro sistema literario, verdad que incipiente e inestable, cuyo centro gravitacional estaba en el cuzco, la antigua capital del Tawantinsuyo, ciudad en la que Ia nobleza indígena continuó teniendo una importancia muy significativa. pasemos a examinar más de cerca estos dos ámbitos discursivos de la ciudad letrada. 2. Discurso
criollo
cuando se hace referencia a un grupo criollo en eI perú colonial se alude ante todo a los descendientes de españoles nacidos en el perú. pero el estamento criollo no se define esencialmente por un lugar de nacimiento 3 Cándido define así los elementos que determinan la organización de un sistema literario: "a exist€ncia de um conjunto de produtóres literarios, mais ou menos conscientes do seu papel; um conjunto de receptores, formando os diferentes tipos de púbtico, sem os quais a obra náo vive; um mecanismo transmissor, (de modo geral, uma iinguagem, tradulida
em estilos), que liga uns a outros. o conjunto dos trés elementos dá lugar a um üpo de comunicaqáo Ínter-humana, a literatura, que aparece, sob este ángulo como sistema simbóIico" (Formaqáo da literatura brasileira, Z3\.
Discurso criolloy discurso
ondino 167
o una identidad étnica: puede incluir a peninsulares de nacimiento establecidos en eI Perú o también a mestizos y mulatos acriollados.
Ser criollo tiene que ver con una peculiar inserción social y con cierta mentalidad, forma de conciencia o subietividad. Como señala Lavallé, "ser criollo, era un hecho que estaba más ligado a una forma de ser, a una adhesión a inteleses locales, que aI nacimiento en tierla americana"'r El Sujeto criollo se define socialmente por su arlaigo en la tierra americana, porque su fortuna es intlansportable y exige su presencia aquí. EI chapetón en cámbio, es eI español recién llegado, desconocedol del medio indiano, que busca enriquecerse prontamente y volver Cuanto antes a Ia península' El conflicto entre chapetones y criollos fue sin duda uno de los más gravitantes en el complejo proceso histórico del Virreinato del Perú' \a á fir"r del siglo XVI se evidencia con toda nitidez la emergencia de una peculiar conciencia criolla y Ia articulación laboriosa de un suieto criollo. Como Io apunta Bernard Lavallé, Sería arriesgado y, en muchos conceptos anacrónico, \-er !'a en ello un sentlmiento nacional. Sin embargo, a pesar de sus lÍmites \'' a §eces, de sus contradicciones, el criollismo parece ser de manera er-idente la primera etapa de una larga andadura que, mucho más tarde ! en contextos mu!' diferen. tes, podríf desembocar en la aparicÍón de tal sentimiento': Una de las facetas más relevantes del discurso criollo es su sesgo reivindicatolio y polémico. \-a el mismo r-ocablo, como se ha hecho notar, Ilevaba una Calga despectiva, 1 desde mu)- templano los criollos fueron blanco de una serie de prejuicios europeos, que los englobaban por Io menos en palte en eI vasto sistema de estigmatización hacia los dominados que caracterlza a las mentalidades colonialistas. No es de extrañar que frente a este cúmulo sistemático de prejuicios y esta tupida red de sospechas, eI criollo leplicala con virulencia, construyendo un discurso que ienía mucho de defensivo y apologético, y que incluía como uno de sus objetivos más importantes convencer a los europeos de la dignidad y las virtudes del criollo. La conciencia criolla de Ia diferencia se afianza en varios pilares. Uno que se de los centrales es sin duda la vindicaciÓn del espacio criollo, puesto trata de demostrar a los eulopeos y de ratifical a los propios criollos que Ia geografía indiana es propicia aI pleno desarrollo de Ias potencialidades humanas. Por ello, uno de Ios tópicos más reiterados y más morosamente desarrollados en los textos criollos es Ia exaltación de Ia patria criolla.G EI criollo opta preferentemente por abocarse a Ia exaltación de un espacio
4 "D.l
."t"nial
".pf.it" los Andes,25. nial en
a la
reivindicación criolla",
Las promesas
ambiguas. Criollismo colo-
5 Las promesas ambiguas, LOS. 6 Sobre este tema, consúltese los estudios de Lavallé "Espacio y reivinücación criolla", las promesas ambiguas, lo5-127, y "Exaltación de Lima y afirmación criolla en eI siglo X\[", Las promesas ambiguas, 129'4I.
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más limitado, de su entorno más próximo, y en especial de su ciudad.; Con
creciente frecuencia en eI siglo XVII, muchos textos criollos organizaran verdaderos panegíricos de una ciudad concreta, la capital virreinal, Lima.i Otro de los ejes que articulan Ia diferencia criolla es eI de los santos y las devociones locales. Prueba fehaciente de las bondades de las tierras americanas es que en el corto plazo de unas décadas hayan surgido hombres y mujeres de vida ejemplar, en algunos casos pronto beatificados r- o canonizados por Ia Iglesia CatóIica.e Estas figuras de santidad son fuente de indisimulable orgullo para Ios criollos, que dedicarán abundantes páginas a la exaltación de estos santos locales, ya sea en las crónicas conventuales o en poemas religiosos.r0 Igual relieve adquieren algunos santuarios, como por ejemplo el de Copacabana.ll Por último, los criollos demuesftan particular apego a sus devociones locales, aunque en el caso peruano ninguna de estas devociones logró alcanzar una difusión general en el ámbito de todo el territorio virreinal. Ni siquiera devociones limeñas como eI Señor de los Milagros tuvieron ese vasto alcance. Ciertamente no se llegó a producir un gran mito articulatorio de los distintos sectores sociales, como lo fue en México la virgen de Guadalupe.r, A pesar de ello, la afirmación de la subjetividad criolla tiene uno de sus cauces mayores en este orgullo por sus santos, sus santuarios y sus devociones.r3
Una de Ias obras primeras y modélicas de este criollismo afirmatorio es Memorial de las historias del Nuevo Mundo Hrú, de Buenaventu¡a de Salinas y Córdova, publicada en 1630. 8 Consultese el trabajo de Lava-llé "Exaltación de Iima y afirmación criolla en el siglo XWI", 7
Las promesas ambiguas 129-141. 9 En rápida sucesión, fueron beatificados (paso decisivo hacia la santidad) en 1668 Santa Rosa, en 1675 San Francisco Solano, y en 1679 Santo Toribio de Mogrovejo. Santa Rosa fue canonizada con suma prontitud en 1671, siendo Ia primera figura de santidad nacida en América; fue proclamada por ello patrona de América y las Filipinas. El siglo X\1I limeño estájalonado por la proliferación de muchas otras figuras de santidad, algunas canonizadas bastante más tarde, como San Martín de Porras y San Juan Masías, otras alcanzaron el rango de Venerables o Siervos de Dios. 10 Uno de los textos más conocidos es el poema que dedicó a Santa Rosa de Lima, patrona de América, el conde de La Granja: vida de santa Rosa de Santa María, obra publicada en Madrid en 1711. 11
Al elogio de ese santuario está dedicada la Historia de Nuesüa Señora de Copacabana"
texto en prosa del agustino fray Alonso Ramos Gavilán, publicado en Lima en 1621, al igual que el poema del también agustino Fernando de Valverde, Santuario de Nuestra Señora de Copacabana en el Perú, publrcado igualmsnle en Lima en 1641, La fama del santuario llegó a España, y el propio Calderón escribió una obra dramática alusiva, la aurora en Copacabana. Este santuario constituye un caso muy especial de sincretismo religioso, pues allí el cu-lto a la Virgen de la Candelaria se superpuso y se fusionó con un antiguo culto solar. 12 Sobre este tema es clásico el trabajo de Jacques Lafaye Quetzalcóatl y Guadalupe. La formación de la conciencia nacional en México. Sobre el impacto de la virgen de iuadalupe en la formaciÓn de la conciencia nacional mexicana consúltese también el libro de Eruique Florescano Memoria mexicana. aporte en esta perspectiva en el estudio de Hampe "EI proceso de canonización de Sa¡ta Rosa (Nuevas luces sob¡e la identidad criolla en el perú colonial)',.
13 Un
Discurso criollo y discurso
ondino 169
Finalmente, el orgullo criollo de ser diferente se sustenta en sus costumbres peculiares, en sus modos de ser, sus danzas, sus manjares, sus modos de hablar, todo ese repertorio de particularismos que tan prolongada fortuna conocerá en Ia literatura peruana, mucho más allá de tiempos coloniales, en esa visible o soterrada vertiente costumbrista que permea tantos textos de nuestro siglo XIX y aún del XX. Un examen atento de sus expresiones discursivas revela sin duda la caracterÍstica ambigüedad del sujeto criollo. Se proclama plenamente españoI, leal súbdito de la corona, depositario legítimo de los códigos culturales y las opciones ideológicas propios de la madre patria; afirma Ia pureza de su sangre ibérica y se precia de su entronque con los linajes nobiliarios más esclarecidos de la península (pretensiones estas úItimas no siempre muy justificadas). Por otro lado, Ie enorgullece ser diferente y proclama altaneramente las bondades de su tierra, de sus ciudades, de sus devociones, de sus costumbres. EI criollo se apropia antropofágicamente los códigos y los discursos imperiales hegemónicos, pero al propio tiempo hace de ellos una lectura con frecuencia disidente o por lo menos sesgada, se vale de Ios paradigmas oficiales para articular su propio discurso, para formular sus reivindicaciones y definir su identidad. Es el caso muy nítido de la apropiación criolla del barroco, ese barroco de Indias aI que diversos estudiosos han calificado de jánico: al mismo tiempo discurso legitimatorio del poder imperial y vehículo privilegiado de constitución de una subjetividad criolla.la El discurso criollo suele ser poco receptivo a Ia herencia cultural nativa, y muchas veces los textos criollos "olvidan" la presencia del otro o incluso "borran" vastos espacios del ámbito virreinal. Sin embargo, tampoco se puede tener una visión demasiado homogeneizadora del discurso crioIlo, en éI caben multiplicidad de matices. Siguiendo a José Antonio Mazzotti, convendrá hablar de una heterogeneidad interna del discurso criollo y del propio sujeto criollo. AI interior del grupo criollo se detectan diferencias de carácter regional, socio-económico, ocupacional, etc., dando lugar a un verdadero laberinto de subjetividades.ls Por ello el discurso criollo construye distintas representaciones de su espacio social y geográfico, y en particular del pasado peruano. Nos encontramos pues con un imaginario criollo plural que asume de modos muy variados la presencia o ausencia del otro indígena y más en general de los diversos grupos subalternos del virreinato. Mazzotti llega a sostener, con razón, que "Ia discursividad criolla no puede entenderse sin la básica relación oposicional con el refe14 Véanse sobre todo los artículos de Mabel Moraña, "Barroco y conciencia criolla en His' panoamérica" y "Para una relectura del ba¡roco hispanoamericano: problemas criticos e historiográflcos". También John Beverley ve a Jano como una figura simbólica del barroco: "On the Spanish Literary Baroque", 47. 15 José
Antonio Mazzotfi, "La heterogeneidad colonial peruana y la construcción del üscu¡-
so criollo en el siglo XVII", 173.
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rente indígena".r6 En muchos discursos criollos esa relación parece darse por ausencia: el indio, el pasado indígena e incluso el espacio serrano son cuidadosamente escamoteados. En otros, las opciones son más matizadas y se evidencia una preocupación por incorporar aI elemento social indígena y sus tradiciones culturales, aunque sea en posiciones subalternas, al interior del cuerpo polÍtico virreinal en cuya cúspide se encuentran peninsulares y criollos, Hay un sector importante, aunque minoritario, de la producción textual criolla que evidencia una preocupación más consistente por el universo sociocultural indígena. Se trata básicamente de discursos producidos por sacerdotes. Algunos, impactados por la política jesuita de captación de las élites, buscan estrechar lazos con eI universo de las noblezas indígenas coloniales. Así, algunos clérigos criollos o mestizos acriollados se constituirán en portavoces escriturarios de las éIites indígenas andinas (de las que con frecuencia habían sido educadores en los colegios para hijos de curacas). Otros, influidos de manera más o menos indirecta por una tradición lascasiana, asumen abiertamente Ia defensa del indígena y denuncian su expoliación por el régimen colonial.lT Vemos configurado en algunos discursos criollos una especie de protoindigenismo, en el cual la defensa del indio 1' la denuncia de su victimización por Ia jerarquía colonial española se intengran en una estrategia mediante la cual las éIites letradas criollas pretenden asumir la representación de todos los grupos sociales afectados por el poder colonial español y canalizar bajo dirección criolla el descontento de todos los sectores subalternos del virreinato, en función de sus disputas con eI estamento peninsular.ls 3. Discurso andino
Bajo esta denominación se aborda un conjunto de expresiones discursivas vinculadas con las élites andinas. Se intentará mostrar cómo este sector social, a 1o largo del complejo periodo de estabilización colonial, se va configurando como sujeto mediante la organización de una producción discursivale por medio de la cual va posicionándose al interior del orden
16 "La heterogeneidad colonial peruana ... ", 191. 17 Una de las expresiones más radicales de esta tendencia es el Borrador de Fray Raimundo
Hurtado, analizado por Lavallé en su arlculo "Planteamientos lascasistas y reivindicación criolla en el siglo XVII: el Borrador de F. Raimundo Hurtado", Las promesas ambiguas,79-TOl. En una etapa muy posterior, un texto representativo de esta defensa del indio, y que sí fue editado es el del agustino Francisco Romero, Llanto sagrado de la
Améric a meridional (l 693).
planteamiento similar es sostenido por Mazzotti en "La heterogeneidad colonial peruana ... " , 177 . Esla idea Ia desarrolla más ampliamente en su estudio "Indigenismos de ayer: prototipos perdurables del discurso criollo". Mazzotti destaca con razón el importante rol cL'nplido por órdenes religiosas como franciscanos y jesuitas (desde ópücas diversas) en la formulación de este tipo de planteamientos. t9 Habría que hablar incluso de produción simbóIica en general, pues las élites anrtinas propiciaron una vasta producción cultulal, especialmente valiosa en Ia plásüca. 18 Un
Discurso criollo y discurso
ondino 17l
colonial, definiendo sus particulares puntos de vista y su peculiar sensibilidad. Se trata de examinar un conjunto de prácticas discursivas que apuntan a delinear un sujeto transcultural andino, cuyo soporte social es Ia nobleza indÍgena colonial (los llamados curacas). Cabría hablar de un esfuerzo sistemático para diseñar una "comunidad imaginada", para utilizar el término de Benedict Anderson, que agrupe a la "república de indios" en torno a y bajo la dirección de las élites andinas. Intento además destacar el rol crucial cumplido por este sujeto andino en el proceso histórico de la colonia, rol en general insuficientemente apreciado. Es muy conocido que las élites indígenas andinas se vieron fuertemente debilitadas a fines del siglo XVI. Sin embargo, a lo largo del siglo XVII, en un fenómeno que ha sido poco estudiado, las élites andinas experimentaron una notable recuperación en su situación económica y su gravitación socio-política,2o y se esforzaron por desempeñar un rol de mayor relevancia en el orden virreinal, impulsando el proceso social 1, cultural denominado movimiento o renacimiento Inca, que alcanzó su máximo vigor en eI siglo XVIII.2l Con frecuencia los curacas impulsaron movimientos Iegales (y a veces vioientos) para limitar los perjuicios de la mita, o en general para alejar a los españoles de la subsociedad india, al tiempo que buscaban fortalecer sus propias posesiones (aprovechando incluso en su favor mecanismos andinos tradicionales de reciprocidad) 1' su poder. Las primeras rebeliones indígenas que las nuevas éIites andinas impulsaron se produjeron hacia 1660-70,22 y éstas se hicieron muy frecuentes en eI siglo XVIII. Tales conflictos conducirán finalmente a las élites andinas a un enfrentamiento general contra eI sistema colonial, que alcanzará su punto más alto durante la sublevación de Túpac Amaru,23 cuya derrota determinó la liquidación social de Ia nobleza indígena colonial. La producción discursiva de las élites andinas no se define por la identidad étnica de sus productores. Sus textos pueden ser el resultado de Ia práctica escritural de individuos propiamente indígenas, integrantes de tal éIite, pero también de mestizos más o menos andinizados, que comparten una posición semejante en el mundo virreinal. Incluso los productores de tales discursos pueden ser aveces criollos, casi siempre sacerdotes integrantes de órdenes que concedían gran importancia a la cooptación de las élites nativas, como era el caso destacadamente de franciscanos y jesuitas, 20 Uno de los pocos trabajos en que se rastrea este proceso es el de Steve Stern, Peru's Indian peoples and the challenge of Spanish conquest: Huamanga to 1640. 21 El estudio pionero sobre el movimiento i¡ca es eI de John Rowe "El movimiento nacional Inca del siglo XV[", originalmente publicado en 1954. 22 Sobre estos primeros moümientos, puede consultarse el libro de Luis Miguel Glave Trajinantes. También hay referencias a ellos en el libro de Jorge Basaüe, El conde de Lemos. 23 Sobre los movimientos indígenas en eI siglo X\{II, consultese el trabajo de Scarlet O' Phelan, Un siglo de rebeliones anticoloniales. Perú y Bolivía 1700- 1783; también la compilación de Steve Stern, Resistencia y conciencia campesina en los Andes, así como la de Flores Galindo, Tupac Amaru II.
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y que se constituían como intelectuales estrechamente ligados a los grupos señoriales andinos, tanto como educadoles de la nobleza indÍgena en los colegios dedicados a tal fin, como en tanto portavoces de sus aspiraciones y puntos de vista. Se trata pues de una producción discursiva definida por su relación orgánica con un grupo social, el de las noblezas indígenas coloniales, quienes eran tanto los patrocinadoles como los consumidoles de esta producción simbóIica. El discurso de las éIites andinas es un discurso transcultural, resultante de un grupo social fuertemente empapado de cultura hispánica, en especial plenamente cristianizado, pero también conocedor, a través de su educación, de las manifestaciones más destacadas de Ia cultura metropolitana, en particular en eI campo de las letras. Un bilingüismo que implicaba eI hábil manejo tanto del quechua como del castellano, caracterizaba a este grupo social;24 el quechua es eI idioma familiar y sobre todo eI vehículo de relación con las amplias mayorÍas indÍgenas monolingües; el castellano, en cambio, permite una eficaz acción en la esfera oficial: podemos constatal que en los documentos oficiales que presentan, Se recurre a un CastellanO correcto y adecuado a las modalidades escriturales pertinentes (un buen ejemplo es la llamada Genealogía de Túpac Amaru). Las éIites andinas conforman pues un emergente sujeto social, cohesionado pol un cordón umbilical que lo ata aI pasado prehispánico, y que actúa constituyéndose en portavoz del conjunto de la "república de indios". La producción discursiva vinculada con este grupo revela Ia configuración de un cuerpo coherente de ideas consensualmente compartido por sus integrantes. Un aspecto que llama Ia atención son las numerosas semejanzas textuales que es posible constatar entre, por ejemplo,la Representaciónverdadera de mediados del XVIII y la Nueva crónica de comienzos del XVII,2s o también otros textos que expresan los puntos de vista de las éIites andinas. Es poco probable que tales similitudes se deban a un conocimiento directo del texto de Guamán Poma. Todo parece apuntar más bien a un cuerpo de planteamientos compartidos por curacas y mestizos andinizados, e incluso sectores del clero que adherÍan a Sus puntos de vista. Todos ellos compartÍan una misma visión del pasado prehispánico (eI incario como sociedad modélica),26 de la conquista española (cuya violencia antiandina se considera injustificable), y del orden colonial (iuzgado como 24 Consultese a este respecto el trabajo
de Juan Ca¡los Godenzzi "Discu¡so y actos de re-
belión anücolonial: textos políticos del siglo X\.III en los Andes".
25 Véase el estuüo siguiente. 26 En et caso particular de Guamán Poma hay una cierta ambigüedad en la presentación del incario. Si bien se retrata a Ia sociedad incaica como una sociedad eminentemente ordenada yjusta, se reprocha a los incas ser introductores del paganismo en los andes. Las simpatías mayores de Guamáin Poma se dirigen hacia los üempos preincaicos, en especial la era de Auca Runa, regida por sus antepasados Yarovilcas. Pero más tarde se impondrá consensualmente entre las elites andinas la imagen garcilasiana del imperio incaico, pasado glorioso que unifica a todos los integrantes de la república de inüos.
Discurso criollo y discurso
ondino 173
opresivo para el indígena). Son especialmente notables la similitud en las críticas aI orden colonial en textos de comienzos del XVII y mediados del XVIII, frecuentemente formuladas incluso con fraseología muy semejante. Otros tópicos constantes del discurso andino son la reivindicación de la dignidad del indio, inspirada centralmente en una tradición de cuño Iascasiano; Ia constante preocupación por la situación de las élites nativas, con los correspondientes reclamos y demandas de respeto a su tradicional posición jerárquica; o Ia continua insistencia en la fácil aceptación de la dominación española y del cristianismo por parte de los indígenas, Io cual implicaba deslegitimar la conquista y sus atropellos. Toda esta tradición discursiva circulaba en buen medida de manera oral entre las éIites nativas. Además, algunos sectores del clero que estaban a cargo de la educación escolar de los hijos de los curacas contribuyeron sin duda a enraizar en ellos tales puntos de vista. Es bien sabido que diversas órdenes religiosas (en especial franciscanos, dominicos y jesuitas) divulgaron planteamientos que, desde diversas ópticas, reivindicaban la dignidad del indio, denunciaban su explotación, y demandaban modificaciones en la situación de la población nativa en eI orden colonial, incidiendo especialmente, sobre todo en el caso de los jesuitas, en la conveniencia de conceder un papel relevante a las éIites andinas. El corpus discursivo andino comprende en primer lugar un conjunto de crónicas de inicios del siglo XVII (Ias llamadas crónicas mestizas o andinas),27 en las que se propone un balance de la imposición del dominio colonial español y de la ubicación de los grupos señoriales nativos en ese nuevo orden (la Nueva crónica de Guamán Poma, Ios Comentarios reales, de Garcilaso). Incluye también la producción más canónicamente literaria, el teatro quechua colonial. Junto con la pintura de Ia escuela cuzqueña, eI teatro quechua colonial constituye la expresión artística más destacada del renacimiento inca, cuyo centro mayor fue la ciudad del Cuzco. Estas expresiones revelan la apropiación andina de los códigos del barroco, configurando un barroco transcultural o barroco andino. Así pues, los códigos del barroco, en el caso peruano, no sólo posibilitan Ia constitución de un sujeto criollo, sino también de un sujeto andino. EI teatro quechua forma parte de esa rica y poco estudiada corriente de revitalización cultural andina, constituyendo la expresión literaria más destacada de ese esfuerzo de recomposición de un nuevo grupo dirigente andino que es el renacimiento inca. Por último, eI corpus discursivo andino abarca los textos del siglo XVIII en los que se expresa de manera más nítida el proceso de recomposición de las éIites indígenas al que se ha denominado movimiento o renacimiento inca, destacando en especial eI texto conocido como Representación verdadera, síntesis de las denuncias y demandas andinas, expresión cabal
27 Sobre las crónicas mestizas, consúltese el trabajo de Martin Lienhard, Lavoz y su huella.
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de la que se ha denominado fase reformista del renacimiento inca, previa a la fase insurreccional liderada en 1780 por Tupac Amaru. 4. Un caso: Garcilaso andino Para ir más allá de Ia presentación de esos dos ámbitos discursivos, plantearé, a modo de ilustración, algunas reflexiones sobre eI Inca Garcilaso y sus Comentarios reales, situándolos en el marco del discurso andino. Se ha insistido mucho en que la obra de Guamán Poma revela de manera muy obvia el impacto de categorías 1'modos de pensamiento andino. En
cambio, al otro autor fundamental de estos años, el Inca Garcilaso de la Vega, se le ha leído más bien en otros contextos discursivos: los del rena-
cimiento español, o los de un armonioso mestizaje casi proto-nacional. Su condición de mestizo no aparta en modo alguno a Garcilaso de las élites andinas. Es notoria la fluctuante autoidentificación del sujeto que ora se designa como mestizo, ora como indio. Pero es en cambio constante su adhesión a la familia materna, a sus añoranzas 1. anhelos. Me propongo mostrar cómo se expresan en el discurso garcilasista, por cierto de manera menos evidente que en Guamán Poma, categorías y puntos de vista andinos, interactuando en complejos procesos transculturales con el bagaje intelectual del renacimiento hispánico. Una de Ias operaciones más importantes que realiza Garcilaso es un implícito paralelo entre el incario y la colonia, del cual sale sin duda mal parada la segunda.28 La presentación del incario como un imperio justiciero y pacífico, que garantizaba una vida digna a sus habitantes. La insitencia en la racionalidad y Ia eticidad de sus instituciones, comparadas constantemente con las de Ia antigüedad pagana. El subrayar que la religión de Ios incas implicaba una especie de protomonoteísmo, que Ia cultura inca era una expresión de la razón natural, y que por Io tanto el incario cumplÍa una función preparatoria del cristianismo de acuerdo aI plan divino, papel similar al cumplido por el imperio romano en el viejo mundo. Todo ello apunta a una sistemática dignificación del incanato, en base a paradigmas universalistas prestigiosos en la cultura renacentista. La conquista, con.sus violencias y despojos, pierde legitimidad ante un orden inca que se encontraba preparado para aceptar pacíficamente el cristianismo y Ia correlativa preeminencia española. De allÍ el esfuerzo de Garcilaso por construir una visión de la historia andina alternativa a la de los historiadores españoles más anti-indÍgenas (en especial los cronistas llamados "toledanos"): niega eI carácter tiránico del imperio incaico, presentado más bien como pacífico y civilizador; rechaza eI cargo de idólatras, sosteniendo 28 Franklin Pease formula una opinión semejante: "el lnca incluyó su üsión de los Andes en el marco de una utopía retrospectiva que sin negar el presente hispánico lo criticaba al oponerlo a un muldo andino en el cual había reinado la justicia, se había eütado el hambre y la opresión, y el gobemante era venerado no solamente por el carácter sagra-
do de su cargo, sino porque hacía de la generosidad un ejercicio cotiüano". "Garcilaso andino",44.
Djscurso criolloy drscurso
ondino l7S
el carácter racional y anticipatorio der monoteÍsmo de ra rerigión incaica; enfatiza la buena voluntad de los indios para aceptar el cristianismo y ra dominación española. Por otro lado, todo elro vehicura un mensaje subyacente: por ro menos una parte de ese pasado, de sus instituciones y tradiciones, debería haber sido conservado por el poder español, del misÁo ,"o¿o q"" er cristianismo europeo preservó segmentos fundamentales de las viejas civilizaciones pa_ ganas. sin duda carece de justificación la usurpacióri de las propiedaáes y las tradicionales posiciones de poder de los regítimos grupos dirigentes nativos, cuya jerarquía debió por lo menos ser parcialmente respetada. De otra parte, el armonioso orden inca contrasta también con el caos colonial, cuyas injusticias rara vez denuncia Garcilaso explícitamente, pero que afloran en la superficie discursiva en algunos *o*üto* los reclamos de la nobleza cuzqueña o, de manera más explícita, la crítica a los abusos de Toledo y la alusron a su muerte, supuestamente minado por ra culpa. Si bien Garcilaso no formula ninguna arternativa explícita al ordenamiento del régimen colonial, es regítimo leer en su texto por lo menos una exhor_ tación a una reración más respetuosa entre la república de españoles y la república de indios, y sus respectivas jerarquías. Conviene pasar ahora a considerar el modo en que Garcilaso se sitúa en la encrucijada cultural, cómo integra en su producción textual tradi_ ciones discursivas de muy opuesta procedencia. Er punto de partida para abordar este problema tiene qr. r.i necesariamente el modo en que Garcilaso construye el sujeto de la enunciación en su texto. se trata sin duda de un sujeto ubicado en una posición problemática, la de gozne entre dos mundos en conflicto: "al reivindicar enfáticamente ., .uá.,". mestizo y al asociarse fraternalmente con indios y criollos, Garcilaso asume una re_ presentatividad múltiple y ubica su discurso en el espacio de lo vario,,.2e Garcilaso aparece como un autor desgarrado entre lea-ltades encontradas: si bien es invariante su simpatía haciá ra familia materna, la herencia paterna no queda olvidada, y Garcilaso exuda orgullo de su laboriosamente adquirida formación humanista. ¿cómo enfrenta Garcilaso este conflicto de lealtades? Lo sintetiza Nicorás wey-Gómez del siguienie modo, en la escritura de Garcilaso el problema del enfrentamiento de referentes ctilturales y materiales, así como de categoría, a" p""ri-iento encuentra solución_en un sujeto que los aiticula ao.r¡r.,turn"nte distintos, sin excluir unos por parecerle irreconciliables con otros. Este ,rjeto iáiauzaaor t ¿;; bianre se expande y se conrrae, se contradice y se d;;;ü; hasta abarcar lo necesario para p^oder re_presenrar, desde ú; g.r".oru sentidos, lo vivido.30
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..,
29 Antonio cornejo Polat, Escribir en el aire. Ensayo sobre Ia heterogeneidad socio- cultural en las literaturas andinas, g6. 30 "¿Dónde está Garcilaso?: la oscilación del sujeto colonial en la formación de un discurso transcultural", 29.
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Por su parte, José Antonio Mazzotti, en su importante libro Coros mestizos del Inca Garcilaso, propone que los Comentarios reales son muestra de un discurso transcultural temprano en el que se entrelazan conflictivamente dos tradiciones, presentadas desde una mirada oscilante y a veces interiormente conflictiva. El proceso de escritura en español transforma pero también conserva parcialmente una tradición discursiva y simbólica andina. Mazzotti examina cómo las resonancias de una oralidad quechua y de una simbología cuzqueña configuran un verdadero subtexto andino de los Comentarios reales. Se hace posible así una lectura del texto garcilasista atenta a las superposiciones y confluencias de discursos andinos y europeos que por momentos coinciden en sincretismos discursivos y en otros se contraponen. Mazzotti denomina a esta compleja articulación discursiva escritura coral. Apunta Mazzotfi que en los Comentarios reales es posible encontrar (por la condición heterogénea de la obra) las señas de una co¡alidad textual que supone un sujeto de escritura conflictivo y, por lo menos, bipolar. En consecuencia, el discurso así construido podrá ser descifrado de üstintas maneras por los usuarios de las tradiciones discursivas 1' cultura,les que entraron en juego y conflicto en la zona andina
desde 1532.3'
Los Comentarios reales se inscriben pues en un corpus discursivo Iigado a un nuevo tipo de sujeto colonial dominado, un sujeto transcultural andino conformado por las éIites indígenas, en particular cuzqueñas. Conviene ahora intentar una aproximación atendiendo al impacto de categorías, modos de pensar y modalidades discursivas andinas en Ia obra garcilasista. Quien más sistemáticamente ha explorado esta dirección (aunque algunos de sus análisis especÍficos puedan resultar discutibles o un tanto forzados) es eI ya citado José Antonio Mazzotti. Mazzotti examina Ias señas de una coralidad textual en los Comentarios reales. Analiza en primer lugar la laberíntica articulación de voces que configura su textura escritural. El narrador funciona como guía, como traductor y exégeta en esa red de voces superpuestas y contrapuestas. Estudia luego la presencia de manifestaciones de un estilo formulaico, tan propio de la tradición oral, visible en el uso sistemático en diversos pasajes de fórmulas de fundación, de requerimiento y de validación. Finalmente, partiendo del examen de las primeras ediciones de las dos partes de la obra, constata que los textos antiguos se caracterizan por periodos sintácticos más cortos, por una puntuación oralizante (que tiende a desvanecerse en las ediciones posteriores), que en muchos pasajes, sobre todo de corte fundacional, deja entrever una distribución de apariencia versal, resonancia (no traducción) de un primigenio recitado épico oral. Luego aborda el estudio de los aspectos simbólicos de la obra y cómo a este nivel operan también superposiciones y sincretismos de tradiciones culturales diversas.
3L Coros mestizos..., 98.
Díscurso criollo y discurso
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Todo ello lleva a Mazzotti a apuntar que el proyecto de Garcilaso parece orientarse a una conciliación entre un hanan español y un urin cuzqueño, una especie de "Sacro Imperio Incaico", en eI marco del gran imperio español, resultante de Ia alianza entre la nobleza guelrera de los encomenderos y los restos de la aristocracia inca. Es evidente que tal alianza posibilitaría un róI protagónico al grupo de mestizos de sangre aristocrática aI que pertenece Garcilaso: ese sector se ofrece como dirigente para la articulación de las naciones que conforman el "grande y riquísimo Imperio del Perú". Un proyecto que Garcilaso desliza de manera subrepticia en los marcos de un texto aparentemente inscrito en lOs parámetros "Oficiales" de la cultura imperial, pero que implícitamente vehicula una vasta propuesta de reestructuración del Perú colonial, asignando un rol protagónico a la éIite criolla encomendera, a la aristocracia andina cuzqueña y a los mestizos de noble estirpe. El discurso garcilasista, con su sesgo aristocrático y Cuzqueñista, expresa la perspectiva de un sujeto transcultural andino que se esfuerza penosamente por adaptarse al régimen colonial sin sacrificar una identidad de raigambre secular. Esto nos conduce a decir algunas palabras sobre eI rol de Garcilaso en Ia configuración de la llamada por Burga32 seg¡nda utopía andina, y en especial su impacto en el desarrollo del movimiento o renacimiento inca. El vago proyecto garcilasista no podía tener mayor fortuna a comienzos del siglo XVII, cuando las éIites andinas (y muy especialmente las cuzqueñas) vivÍan una situación de gran debilidad. Pero a medida que este grupo social se fue reconstituyendo, la obra de Garcilaso proveyó una insustituible imagen identificatoria que permitió organizar la subjetividad de estas renovadas éIites. Proporcionaba un pasado Común, pasado glorioso del cual todos se reclamaban, más allá de sus remotas afiliaciones étnicas. Estimulaba un orgullo por lo propio: la lengua quechua, la vestimenta tradicional, los usos y costumbres nativos. Configuraba al sujeto andino como resultante de un sincretismo cultural, combinación enriquecedora de Io andino y Io español, que permitía integrar al grupo a los mestizos, e incluso a los criollos que estuvieran dispuestos a un diálogo respetuoso con la cultura andina. El discurso armonizador de Garcilaso resultó en manos de este grupo una poderosa herramienta que posiblitaba una nueva hegemonía, inicialmente forjando consensos dentro del orden colonial, y luego recurriendo a Ia violencia contra el orden colonial.
32 Véase su importante llbro Nacimiento de una utopía.
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Élites andinas y renacimiento incar
l.Introducción El presente trabajo se propone explorar el rol de las élites indígenas en el Perú colonial. El importante papel cumplido por estos grupos sociaIes andinos ha sido poco investigado por los especialistas. Intentaremos hacer una contribución parcial en torno a este tópico mediante el estudio y comparación de dos textos representativos de las inquietudes de estas élites en dos momentos cruciales de su historia: eI comienzo del siglo XVII y mediados del siglo XVIII. En cuanto aI primer momento, analizaremos eI capital texto de Guaman Poma El primer Nueva Corónica y Buen Gobierno2 (en adelante Nueva Crónica) cuya redacción final es de 1613-1615.3 Obra descomunal si las hay es este conocido texto. Tanto que simplemente dar cuenta de su contenido exigiría un extenso estudio. Múltiples fueron los propósitos del autor al redactarla. Podemos hablar de dos tipos de propósitos: uno general y otro particular. El general apunta a denunciar ante la autoridad real la injusta situación social en que vivía Ia población indígena y a proponer los correctivos susceptibles de sacarla de su postración, sirviendo así (como 1o recalca reiteradamente) Ios intereses de la monarquía española. El particuIar intenta exaltar eI rango social del autor y de su estirpe, los Yarovilcas, y en especial de su abuelo Guaman Chava (a quien siridica como eI segundo personaje del Imperio en tiempos de Huayna Cápac), para así reivindicar un rol protagónico en Ia reestructuración total que propone para eI mundo andino.a Sobre este úItimo aspecto, resultan altamente dudosas las pre1 Una primera versión ligeramente distinta se publicó eL Pretextos 3/a G992): L26-148. 2 Citamos por la edición de Mura y Adorno. En las citas textuales de esta edición, nos limitamos a incluir entre paréntesis el número de página luego de la citación. La peculiar ortografía y la a veces confusa redacción de las citas corresponden a la transcripición
paleográfica del manuscrito. Es valiosa también la edición preparada por Franklin Pease para la Biblioteca Ayacucho. 3 Sobre la Nueva Crónica, son fundamentales los trabajos de Rolena Adorno. Véase especialmente: "La redacción y enmendación del autógrafo de la Nueva Corónica y Buen Gobierno" , Guaman Poma: Writing and Resistance in Colonial Peru y Cronista y príncipe: Ia obra de don Felipe Guaman Poma de Ayala. 4 Esta exaltación de su rango social no obedece únicamente a la ambición de alcanzar privilegios y riquezas, sino que también persigue revestir a quien aspira a ser interlocutor del rey de una jerarquía encumbrada que dé mayor relevancia a sus denuncias y recomendaciones.
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tensiones de Guaman Poma: ninguna otra información avala el reclamado protagonismo de sus ancestros.s Sabemos en todo caso que eI manuscrito no logró alcanzar ninguno de sus objetivos, permaneciendo en eI más completo olvido hasta que Pietschmann lo redescubriera en 1908 en la Biblioteca Real de Copenhague. Guaman Poma ordena su discurso (incluso al margen de su voluntad) en buena medida a partir de una cosmovisión andina, pero es también indudable que se esfuerza por incorporar conceptos occidentales. se trata de un indio ya profundamente cristianizado y dispuesto a colaborar con eI colonialismo español (participó activamente en la campaña de extirpación de idolatrías dirigida por Cristóbal de Albornoz), que intenta demostrar, con frecuente torpeza, sus conocimientos doctrinarios. Es indudable que a su manera conoce y se adscribe a una tradición que podemos denominar "Iiberal" del pensamiento escolástico, entroncada especialmente con las reflexiones del padre Las Casas y sus seguidores. El lenguaje sufre también un desgarro similar al de la ideología: eI castellano del texto es titubeante r profundamente marcado por la huella del quechua, no sólo debido al uso constante de palabras 1-frases completas en ese idioma, sino también por su impacto sobre la sintaxis 1- la ortografía del castellano, que hacen frecuentemente abstrusa la redacción.6 Los dibujos no son lo menos importante de la obra, ya que en ellos también se plasman categorías autóctonas.7 Nos encontramos pues ante un texto en el que el impacto de procesos transculturadores se hace notorio incluso en las que podrÍan aparecer como "deficiencias". EI desmesurado texto puede dividirse en dos partes, correspondientes a la "Nueva corónica" y al "Buen gobierno". La primera intenta ser una visión de los sucesos históricos del pasado, mientras que la segunda da una imagen de la realidad del presente del autor y propone alternativas para un futuro mejor. La "Nueva corónica", luego de ponderar a la familia y eI Iinaje del autor, procede a entroncar la historia andina con la temporalidad cristiana, informando luego sobre las edades anteriores a los Incas y sobre la dinastía y las instituciones de estos últimos. Es conocido el cuadro de las cúatro edades andinas anteriores al incario, en las que destaca el tiempo
sobre el particular el trabajo de Adorno, Cronista y príncipe: Ia obra de don Felipe Guaman Poma de Ayala. Los documentos reunidos por Elías y Alfredo Prado Tello en y no ay remedio... arrojan luces sobre Ia posición social del cronista en Ayacucho y los complejos conflictos étnico-juídicos en que se vio involucrado. Un análisis de la incidencia de esas ctcunstancias en Ia eiaboración de la crónica en el estudio de Rolena Adorno "The Genesis of Felipe Guaman Poma de Ayala's Nueva corónica y buen gobierno',. 6 Si bien muchas de las incorrecciones de Guaman Poma se deben a su condición de quechua-hablante nativo, con frecuencia sus vacilaciones ortográficas son las propias de su tiempo. 5 Véase
7 Sobre los dibujos, es básico el estudio de Mercedes López-Baratt, Icono y conquista: Guaman Poma de Ayala.
Elites ondinos y renocimiento
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de Auca Runa, en eI que prevalecieron sus ancestros Yarovilcas.s En tanto
miembro de un grupo étnico sometido por los Incas, los Yarovilca, Guaman Poma presenta una visión ambigua de éstos, calificándolos inicialmente de idóIatras, usurpadores y tiranos, para luego destacar Ia justicia que caracterizaba su organización social. Termina esta primera parte narrando su peculiar visión de Ia conquista española, donde queda en evidencia eI rápido sometimiento al poder español, lo cual hace inválidos todos los presuntos títulos de la conquista, en especial las encomiendas. El "Buen gobierno" nos presenta la situación de los diferentes grupos sociales a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, insistiendo en los abusos de los españoles. Particularmente interesantes son las secciones "Pregunta Su Majestad, responde eI Autor", donde, en un diálogo imaginario, eI autor alcanza al rey un conjunto de informaciones y recomendaciones, constituyendo una buena síntesis de sus preocupaciones mayores; y "Camina eI autor", sección agregada hacia 1615, Iuego de Ia redacción de conjunto,s donde se presenta una patética imagen del cronista en su difícil peregrinaje desde su pueblo hasta Ia Ciudad de los Reyes, ya ganado por el desánimo ante la vista de los terribles atropellos presenciados durante Ia campaña de extirpación de idolatrÍas dirigida por el padre Ávila.lo Para el segundo momento, hemos escogido un texto que ha merecido poca atención, pero que reclama urgentemente ser estudiado, pues es sin duda uno de los documentos centrales de todo el siglo XVIII peruano. El 23 de agosto de 1750, fray Calixto Tupac Inca entrega en manos propias al rey de España Fernando VI eI breve memorial que lleva, a la usanza de Ia época, eI largo tÍtulo de Representación verdadera y exclamación rendida y Iamentable que toda la nación indiana hace a la majestad del señor rey de Ias Españas y emperador de las Indias, el señor don Fernando VI, pidiendo Ios atienda y remedie, sacándolos del afrentoso vituperio y oprobio en que están más de doscientos años (en adelante Representación verdadera).1r Una versión más amplia en latín se remitió pocos años después aI Papa con el título Planctus indorum christianorum in America peruntina.rZ
un análisis de este aspecto, véase el trabajo de Duüols "Perioüzación y política: la historia prehispánica del Peru según Guaman Poma de Ayala". 9 Para un estudio de la génesis textual, r'éase Adorno "La redacción y enmendación del autógrafo dela Nueva Corónica y Buen Gobíerno". 10 Mercedes López Bara1t observa acertadamente que la figura del autor en este viaje final es representada a partir del modelo de los "dioses pobres" de la tradición andina, en especial Cuniraya Viracocha y Pariacaca de Dioses y hombres de Huarochirí. "Un ballo in maschera: hacia un Guaman Poma multiple":77-82. 11 Este texto fue publicado por Francisco Loayza en Fray Calixto Tupac Inca, y luego por Manuel Bernales Ballesteros en su "Fray Calixto de San José Tupac Inca". Citaremos el texto por la edición de Loayza, mencionando eI número de página entre paréntesis. 12 El texto ha sido editado y traducido, acompanado por un largo estudio preliminar, por José María Navarro, bajo el título U¡ra denuncia profética desde el Perú a mediados del siglo XWII: el Planctus ind.orum christianorum in America peruntina. B Para
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La Representaciónverdadera fue redactada hacia L74B al parecer por eI sacerdote franciscano Antonio Garro,13 con la colaboración y en base a la información proporcionada por fray Calixto Tupac Inca, recogiendo las opiniones y los pedidos del Cabildo indio de Lima. Sobre fray Calixto sí disponemos de información más abundante. Calixto Tupac Inca (c. LTLO después de 1760) era étnicamente un mestizo, pero culturalmente un andino. Su madre descendía de la familia imperial lnca, y él fue reconocido por sus pares como miembro de la aristocracia andina (lo que le permitía por
ejemplo participar en las deliberaciones del Cabildo de indios de Lima). Siendo un donado y luego un hermano lego de la Orden Franciscana (ni indios ni mestizos eran entonces admitidos aI sacerdocio), habÍa recibido una educación formal, aunque obviamente no de nivel superior. Decidido a entregar la Representaciónverdadera en manos del propio rey, Tupac Inca deja Lima, sin autorización de sus superiores, en un largo viaje que lo llevará a través de la sierra peruana hasta el Cuzco, y desde allí, en compañía de otro franciscano, el criollo fray Isidoro de Cala y Ortega, hasta Buenos Aires, desde donde se embarcarán a las colonias portuguesas del Brasil y de ahí clandestinamente hasta España, difícil viaje en eI que tendrán que enfrentarse con carencias económicas y con las restricciones que Ia Corona española imponía al desplazamiento de sus súbditos de América. Fray Calixto, como lo dijimos, logró su objetivo de entregar el memorial al rey, pero luego de una inútil espera, no alcanzó respuesta a sus pedidos. Sabemos que luego retorna al Perú, aunque no cuáles fueron sus actividades posteriores, pero hay indicios de que siguió involucrado en menesteres vinculados con las reivindicaciones indígenas. Lo que sí sabemos es que, considerado un sujeto peligroso, fue deportado a España en L759 y recluido en un convento de su orden, donde probablemente terminó sus días.1a La Representaciónverdadera es un documento bastante corto. En una primera parte, escrita en imitación de las lamentaciones del profeta Jeremías, se pormenorizan los sufrimientos del pueblo indio y los atropellos que recibe de parte de los españoles. El texto termina con el planteamiento de un conjunto de doce reformas destinadas a mejorar la situación de la población andina, y a modificar el ordenamiento colonial en provecho de 13 No se dispone de mayor información sobre este personaje. La hipótesis sobre su responsabüdad principal en la redacción del texto se sustenta en una carta del Virrey Conde de Superunda, donde se le adjudica la autoría del documento (véase Loayza Fray Calixto Tupac Inca y Bernales "Fray Calixto de San José Tupac lnca"). Es también posible que el padre Garro fuera autor únicamente de la versión en latín que se enüó simultáneamente al Papa, y sólo colaborara secundariamente con Tupac Inca en la redacción en español. En todo caso, Loayza considera a Tupac Inca autor de la versión castellana. Parece altamente probable su parücipación en la producción del texto, pero las modalidades escritu¡ales
del mismo apuntan a la intervención de algún personaje de sólida formación letrada, como lo fue sin duda el padre Garro. 14 Para la información sobre las acüvidades de Tupac Inca, véanse las ca¡tas de y sobre él reproducidas en Loayza {ed.) Fray Calixto Tupak Inka.
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ésta. Es interesante constatar la referencia en la obra a algunos autores predilectos de las éIites andinas: Garcilaso,rs o también Las Casas.16 Vamos pues a realizar un análisis comparativo de estos dos textos: la Nueva Crónica y La Representación verdadera. Trataremos, mediante este paralelo, de evidenciar algunas transformaciones en las mentalidades y en la situación social de las éIites andinas. Para ello, en primer lugar presentaremos una breve sinopsis de Ia trayectoria de las aristocracias indígenas a Io largo de la Colonia; luego examinaremos cómo los dos textos elegidos presentan la situación de las población andina, y especialmente la de sus élites, en sus épocas respectivas, para finalmente analizar los proyectos de transformación que enarbolan y sus implicancias para los grupos sociales que intentan representar. 2. Las élites andinas en la Colonia
La conquista o invasión española significó sin duda eI quiebre más drástico en eI proceso histórico peruano. Sin embargo, la imposición de esta dominación colonial no fue un simple proceso militar, sino una operación de naturaleza mucho más compleja. En efecto, supuso ante todo Ia desestructuración de las esferas del poder, de la producción y de Ia cultura vigentes en el Imperio Inca. Para entender el papel de las éIites andinas durante eI periodo colonial, es importante decir algunas cosas acerca de la organización política incaica. El Imperio Inca o Tawantinsuyo no era un estado homogéneo, sino un conglomerado constituido por numerosos grupos étnicos, con diferentes Ienguas y tradiciones culturales. Aun si estas diferencias pueden parecer menores desde un punto de vista contemporáneo, estos grupos se percibían como diferentes entre sÍ y sobre todo respecto del grupo dominante inca. EI dominio inca sobre eL Tawantinsuyo era reciente, pues remontaba a menos de un siglo. Muchas etnias se sometieron pacíficamente aI poder inca, mientras otras opusieron tenaz resistencia. Só1o cuando la resistencia militar había sido demasiado fuerte, optaron los incas por destruir completamente la organización social de Ia naciÓn vencida (y especialmente a sus élites). En general, respetaron los idiomas, tradiciones, dioses y señores étnicos de Ios grupos sometidos, EI grupo dominado estaba únicamente obligado a reconocer la supremacía inca, pagando eI tributo consiguiente, en forma de trabajo; a proporcionar una cierta cantidad de guerreros para el ejército inca; y a reconocer al dios Inti (eI Sol) como la divinidad supre15 Citado ex¡rlícitamente enla Representaciónverdadera,36. Se le cita para afirmar que los inüos estaban a la espera de una religión superior y que por ello recibieron con facüdad y beneplácito el cristianismo. La conclusión lógica (aunque no se explicita en el texto) es que el hecho de traer el cristianismo no constituye una justificación de la violencia de la conquista española ni generaría derecho alguno sobre bienes, üerras o mano de obra
indígena. 16 Citado enla Representación verdadera, 35.
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último en una cultura politeísta no implicaba eI abandono de los propios dioses: Ios cultos étnicos tradicionales conservaron su prestigio 1- su arraigo popular. Cosa similar sucedió con sus lenguas, puesto que eI quechua fue sólo una especie de lingua franca, una lengua general que permitía Ia comunicación entre las diferentes etnias. AsÍ, también los tradicionales señores étnicos conservaron la mayor parte de sus privilegios y de su poder en la esfera local y regional. TaI modelo político no constituía una novedad en eI mundo andino, sino que era muy anterior a la hegemonía inca: reconocer la supremacía de un nuevo poder no significaba pues para las poblaciones y especialmente para las éIites andinas renunciar a Ia autonomía del propio grupo étnico, sino simplemente redefinirla en un nuevo marco suprarregional.lT Cuando se produce la victoria española sobre los incas, Ia mayor parte de estas élites étnicas estaba dispuesta a aceptar al nuevo poder dominante. Muchos recibieron a los españoles como libertadores y colaboraron activamente con Pizarro.ls Sin embargo, pronto comenzarán a descubrir que el sistema de poder que pretendían imponer los conquistadores chocaba con los patrones andinos de organización política a los que estaban acostumbrados. EI poder europeo impuso una nueva lógica económica de saqueo, que supuso el aprovechamiento arbitrario y sin freno de los recursos naturaIes y Ia sobreexplotación brutal de la mano de obra. Instaló una compleja maquinaria administrativa que redujo al mínimo las atribuciones de las aristocracias nativas, especialmente por intermedio de los corregidores, autoridades políticas locales que se inmiscuÍan en las competencias tradicionalmente reservadas a los grupos dirigentes andinos. Concentró a los indios (extremadamente mermados en número por una auténtica catástrofe demográfica) en aglomeraciones poblacionales o reducciones, para facilitar el control colonial. Arrebató a Ia población indígena gran parte de sus tierras ancestrales, para entregarlas a Ia voracidad de los victoriosos guerreros de la Conquista, que bajo Ia denominación de encomenderos conformaron una casta de terratenientes feudales, aprovechando Ia mano de obra nativa. En su afán de homogeneizar una sociedad constitucionalmente heterogénea, impuso una religión exclusiva y excluyente que reprimió violentamente cualquier otro culto, baio la supervisión de los curas doctrineros. En síntesis, Ia sociedad colonial quedó fragmentada en las así denominadas "República de Indios" y "República de Españoles", con sus leyes y su organización particular, sometida la primera al pesado yugo de ma. Esto
Ia segunda.le 17 Sobre este tema, consú-ltese el
trabajo de Lumbreras "El Perú prehispánico" y el libro de Rostworowski Historia del Tahuantinsuyu. t8 Araníbar, "El principio de la dominación (1531-1580)". 19 véanse los trabajos de Burga, "La sociedad colonial (1s80-1780)", y de Espinoza soriano, "La sociedad andina colonial".
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Las capas superiores de las élites andinas se mostraron sin embargo dispuestas a cooperar con eI poder colonial, )' en general aceptaron sinceramente rasgos centrales de la cultura dominante )'en especial su religión. Las capas inferiores de estas élites, los curacas de menor jerarquía, que tenían una más directa relación con la gente común, intentaron preservar por Io menos parcialmente los cultos tradicionales, bajo eI disfraz de ceremonias cristianas. Ellos 1'Ios supervivientes de Ia casta sacerdotal fueron Ios impulsores del movimiento de resistencia religioso-cultural conocido como el Taki Onqoy, hacia 1560.20 Ellos fueron también más tarde el blanco principal de las duras campañas de extirpación de idolatrÍas impulsadas en las primeras décadas del XVII.21 Como lo apunta certeramente Manuel Burga, "La autoridad de Ios curacas se mantenía en la medida que se reproducía ese orden tradicional dentro del cual ellos eran los jefes naturales, por herencia de sangre y por ser descendientes de Ios progenitores legendarios de cada grupo étnico".22 Es por eso que en general podemos afirmar que los diversos estamentos de
la casta señorial andina entraron pronto en distintas formas de conflicto con el orden colonial, especialmente con los encomenderos, interesados en usufructuar la tierra y eI trabajo indígenas, no en provecho de Ia Corona, sino en beneficio propio. Aprovechando su control del poder local, éstos irán socavando Ia preeminencia de los tradicionales señores étnicos, limitando sus prerrogativas, despojándolos de sus tierras, arrebatándoles eI control de Ia mano de obra nativa, e incluso, si les era posible, sustituyéndolos por caciques usurpadores, incondicionales suyos. El poder de las étites indígenas se ve fuertemente mermado, tanto en sus bases económicas, como en sus atribuciones políticas. Aparece la peculiar figura del aristócrata andino, errante y reclamador, que tan bien ejemplifica Guaman Poma. Socavada su privilegiada posición de clase señorial, fracasado su proyecto de preservar en sus aspectos centrales los mecanismos tradicionales andinos de regulación social y económica (Ia primera utopÍa andina, en términos de Manuel Burga), las éIites nativas se hallan a comienzos del siglo XVII amenazadas en su propia supervivencia como tales.23 Sin embargo, a Io largo del siglo XVII, en un proceso que ha sido poco estudiado, las élites andinas experimentarán una paulatina y sorprendente recuperación:
20 Consúltese los trabajos de Millones, "Un movimiento naüvista del Siglo XVI: El Taki Ongoy", y de Stern, Peru's Indian Peoples and the Challenge of Spanish Conquest: Huamanga to 1640. 21 Sobre este tema, consúltense los libros de Duviols, La destrucción de las religiones andinas,y deBtxga, Nacimiento de una utopía. 22 Nacimiento de una utopía, 154. 23 Consultese sobre el tema los trabajos de Espinoza Soriano, "La sociedad andina colonial", y de Burga, Nacimiento de una utopía.
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Los indios exitosos del siglo XVII fueron productores independientes y mer-
caderes, muchos de ellos mujeres o forasteros o ambas cosas al mismo tiempo, que poseían propiedad privada e invertían en el comercio; artesanos y otros cuyas habilidades especiales, andinas o hispánicas, Ies proporcionaban ingresos suficientes para comprar propiedades o incursionar en el comercio; funcionarios políticos y religiosos del pueblo colonial que disfrutaban de exenciones a los tributos de Ia mita, y que aprovechaban de su posición en la estructura de poder colonial.24
Se configuran nuevas élites andinas, muy distintas de las primigenias aristocracias étnicas, integradas por gentes de distintas proced'encias: nobles indígenas que lograron restablecer su posición, advenedizos que usurparon Ia condición de curacas, gente común enriquecida por distintas actividades productivas. Los integrantes de esta renovada éIite asentaron su prosperidad económica en un abanico de actividades que incluían Ia propiedad de la tierra y la capacidad de disponer de Ia mano de obra indÍgena, la producción artesanal, e incluso la actividad minera. Sin embargo, el rasgo más destacado es Ia incorporación de sus integrantes al sistema mercantil, constituyéndose los sectores vinculados con el comercio, sobre todo en eI siglo XVIII, en los más dinámicos de estas nuevas éIites, contando con una coluntura favorable motivada por la relativa recuperación de Ia producción minera.2S Estas revitalizadas élites serán el sustento del fenómeno social 1-cultural al que se denomina movimiento o renacimiento inca.26 Se
trata de una élite
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plenamente aculturada, y cristianizada, cufin (colegio del
yos hijos se educan en escuelas especiales destinadas a tal Príncipe en Lima, colegio de San Borja en eI Cuzco).27
Escolarizados y aculturizados en colegios jesuitas, dependían del sistema figurativo occidental y lo emplearon sin escrúpulos. No obstante, recurrieron al mundo Inca en la medida en que éste estuvo a su alcance. Los curacas se desplazaron en una constelación compleja que incorporaba de una y otra vertiente cultural los elementos que serr'Ían para sus fines.28
Como es bien sabido, los jesuitas se caracterizaron siempre por una polítÍca tendiente a ganarse a las élites locales. En eI caso andino, esta política se ve nítidamente expresada en un cuadro cuzqueño del siglo xvIII, en el que se representa el matrimonio de Martín de Loyola (sobrino de san Ignacio, el fundador de la orden jesuita) con la ñusta Isabel clara coya. 24 stern, Peru's Indian Peoples and the Challenge of spanish Conquest,165 (mi naducción). 25 Sobre este aspecto consúltese en especial la recopilación de Flores Galindo, Tupac Amaru II - 1780, y su libro Buscando un Inca. 26 El fundamental trabajo de John Rowe "El movimiento nacional Inca del siglo XMtr", originalmente publicado en 1954, fue el primero en llamar la atención sobre lá importancia del que él denominó movimiento inca. Lamentablemente, las pistas por él señaladas no fueron suficientemente aprovechadas por los investigadores 27 Sobre la educación de los caciques indígenas en la colonia, consúltese eI libro de Galdo Guüérrez Educación de los curacas. Una forma de dominación colonial. 28 Stastny, "EI arte de la nobleza inca...": 140.
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Una tendencia al sincretismo
cultural caracterizará pues la actividad de las nuevas élites indígenas. otra expresión iconográfica de estas tendencias sincréticas Ia constituyen las numerosas representaciones de la dinastÍa inca y de los reyes españoles, presentados como sus sucesores legÍtimos.2e El centro mayor de actividad de estas élites será sin duda Ia ciudad del cuzco, pero su presencia se hace sentir incluso en la propia capital virreinal, Lima. Ya no estamos ante los pobres y errantes nobles de tiempos de Guaman Poma, sino ante un nuevo grupo dirigente andino capaz de impulsar un auténtico renacimiento cultural, expresado en el florecimiento de la escuela de pintura cuzqueña, en cuyas obras son representad.os encabezando orgullosamente procesiones y otras ceremonias religiosas, ataviados de trajes y adornos tradicionales;30 o también en la aparición de un teatro quechua colonial.3l Estas élites no sólo pueden ejercer este tipo de mecenazgo artístico, sino asimismo patrocinar festividades religiosas y cívicas32 en las que frecuentemente encarnan a personajes del antiguo imperio, y también ostentan lujo y una marcada preferencia por sus atuendos tradicionales: con frecuencia los caciques ya no procuran lucir trajes europeos, sino andinos.33 No es casual pues que luego de la derrota de Tupac Amaru se
29 El estudio de Bultirx y Wuffa¡den "Incas y reyes españoles en la pintura colonial..." analiza estas expresiones pictóricas y desentraña su carácter contradictorio. A pesar de las apariencias, no es ur simple medio de legi'imación del poder colonial espaiol en t¿utto heredero de los incas. Al exalta¡ el pasado incaico, pa¡adójicamente contribuyen a configurar un emergente sujeto andino que pronto será capaz de desafiar el orden colonial al que parecieran acatar sumisamente. Buntint \- \\'uffarden hablan de un acatamiento tendencioso del discwso colonial: "asurair el üscu¡so de la dominación parasitando sus contradicciones, revertir la ideologia del poder conrra sus realidades demasiado concretas, y hacer así nuevamente imaginable ul lugar para Ia liberación que sea contemporáneo y pertinente. Son formas caracterísricas de resistencia en sujetos coloniales o periféricos, condenados a reelaborar su identidad )'su circunstancia en términos ajenos,
para culturas impuestas". Bunti¡x
1' wuffarden "Incas y reyes españoles en la pintura colonial...", 203. 30 Véanse los trabajos de Stastny, "El arte de la nobleza inca...", de Mesa y Gisbert Historia de la pintura cusqueña, y de Buntirx y Wuffarden "Incas y reyes españoles en la pintura colonial...". Es sin duda en el campo de los estudios del arte donde se ha prestado mayor atención al rol culrural de las élites indÍgenas. Lamentablemente los estuüos literarios se hallan muy rezagados en este tema. 31 La recopilación más completa de estos textos (en traducción española) es Teatro_quechua colonial, de Meneses. 32 La Representación verdadera (texto que analizaremos más adelante hace referencia a la destacada participación indígena en unas festividades en Lima en 1748 (Representación verdadera:L9). Sobre la participación andina en este tipo de ceremonlas, consúltese el trabajo de Millones, "Las ropas del Inca: desfiles y disfraces indígenas coloniales", en el que analiza los cuaüos encargados hacia 1675 en el Cuzco por el obispo Mollinedo, y una fesüüdad limeña de 1725, relatada por Castro y Bocángel. 33 Véanse los trabajos de Rowe "El movimiento nacional lnca del siglo X\{tr", de Flores Galindo Buscando un Inca, de Burga Nacimiento de una utopía. Muerte y resurrección d.e los Incas.
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prohibieran los trajes nativos, aI igual que las pinturas y representaciones escénicas promovidas por las éIites andinas.3a Se va configurando progresivamente un nuevo sujeto andino o "indio". Las primigenias identidades étnicas se van debilitando y surge entre las élites indígenas una identidad india sustentada en una imagen idealizada del pasado Inca: "de identidades fragmentarias, que se nutrían de sus historias míticas preincas, se pasa -Ientamente- hacia una identidad general, panandina, de indios descendientes del Tahuantinsuyo".3s EI imperio Inca es entonces visto como pasado común de todos aquellos que fueron segregados por los españoles en Ia "República de Indios". La orgullosa asunción de una imagen idealizada de esa herencia histórica se constituye en factor de cohesión de las élites andinas, dando lugar a 1o que Manuel Burga denomina segunda utopía andina. En la estructuración de esta imagen del pasado jugaron un papel central Los Comentarios Reales de los Incas de Garcilaso de Ia Vega.36 Estos resurgentes grupos sociales no podían sentirse satisfechos con el subalterno rol social que les tocaba desempeñar en el orden colonial. Durante todo el siglo XVIII asistiremos a los constantes reclamos de los curacas, a sus persistentes demandas de cambio en el opresivo sistema social. El llamado mor-imiento inca o renacimiento inca atraviesa una fase de marcado acento reivindicativo, de gestiones continuas ante la Corona o la autoridad virreinal: 1-a no es sólo una expresión de orgullo por la herencia propia, sino la reivindicación de un lugar en el sistema, coherente con la importancia del aporte indígena 1'con Ia prosperidad relativa de sus nuevas élites dirigentes. A esta fase reformista, aunque acompañada por frecuentes estallidos de violencia local, le sucederá, ante Ia ineficacia de las gestiones pacíficas, una fase revolucionaria expresada en la gran rebelión de Tupac Amaru de 1780.37 Derrotada Ia rebelión, los españoles procederán a suprimir los cacicazgos indígenas (aunque conservaron en sus cargos a aquellos que se mantuvieron leales), para así privar a la población andina de un grupo social dirigente. Gran parte de los caciques subsistentes par34 Sobre la relación de las artes plásticas con la rebelión tupámarista, puede consultarse el trabajo de Estenssoro "la plásüca colonial y sus relaciones con.la Gran Rebelión". 35 Burga, Nacimiento de una utopía,395. 36 Sobre este tema, véanse los ya citados trabajos de Rowe "EI movimiento nacional [rca del siglo XWtr", de Flores Galindo Buscando un Inca, de Burga Nacimiento de una utopía. 37 Virgilio Roel señala esta distinción entre una corriente reformista y una corriente revolucionaria en los movimientos indios del siglo XVItr. Consultese su Eabajo "Conatos, levantamientos, campañas e ideología de la Independencia", en especial pp. 11-71. Sobre la rebelión de Tupac Amaru, pueden consultarse los trabajos de Rowe "EI movimiento nacional Inca del siglo XVItr", de O' Phelan lJn siglo de rebeliones anticoloniales. Perú y Bolivia 1700- 1783 y La gran rebelión en los Andes: de Tupac Amaru a Tupac catari, y la compilación de Flores Galindo Tupac Amaru II - 1780, además del ya citado trabajo de Roel. Véase también el trabaio de Tirso Aníbal Molinari Morales y Jaime Ríos Burga, Patria nación y rhesianismo inca, en las ideologías de los procesos anti coloniales en el Peni. 1780- 1814.
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ticiparon en 1814 en Ia rebeliÓn de Pumacahua )- fueron sancionados por ello. Finalmente, eI destino de las éIites andinas se selló cuando Bolívar suprimió definitivamente los cacicazgos en 1825. Como Io dice tan bien John Rowe, 'Así en Ia república se cumplió la polÍtica de los Borbones".38 3. Mal gobierno: la crítica del orden colonial La Nueva Crónicay la RepresentaciÓnverdadera coinciden en presentar al orden colonial Como un orden injusto. Para los autores de ambos textos, sin embargo, ese sistema nefasto es ajeno a Ia voluntad del soberano
español: ellos dirigen memoriales aI monarca (desmesurado uno, conciso el otro) con Ia esperanza de que éste ponga remedio a los males que afligen a la población indígena. Optan por el tono quejoso, buscando conmover aI rey: el primero con sus exclamaciones lacerantes, siempre puntuadas por el trágico "y no ay remedio"; eI segundo con el recurso al lamento y las continuas citas en latÍn de Jeremías. Los problemas que afligen a los indios no tienen' para ninguno de los dos textos, sus principales raíces en la voluntad del monarca, ni tampoco principalmente en el ordenamiento legal, sino en los funcionarios del aparato administrativo colonial, especialmente Ios de menor jerarquía, que incumplen las leyes favorables a los indios o las interpretan en Contra de éstos. Así, en la Representación verdadera se afirma que " las leyes y cédulas, que son en bien y utilidad de vuestros Indios, no se publican ni aprecian, ni jamás se practican, y así se olvidan y desaparecen" (33) y que " aunque en Ia Real intención no hay ley en contra de nosotros, los que no nos quieren bien, las saben interpretar todas para nuestro mal, ninguna para nuestro bien" (31). Los blancos favoritos de Guaman Poma a todo Io largo de Ia segunda parte de su obra (irónicamente llamada "Buen Gobierno") son los corregidores (454-478), encomenderos (519-530), y curas doctrineros (534-576). En un céIebre dibujo (655) presenta a estos tres enemigos del indígena acompañados de sus aliados menores 1'los compara con animales; son las .seis plagas que azotan a los indios: el dragón (corregidor), eI león (encomendero), la zorra (eI padre de Ia doctrina), el tigre (eI español del tambo o mesón, comerciante que esquilma al indígena), eI gato (el escribano que se presta a Ios manejos legales en su perjuicio), y el ratón (el cacique usurpador, cómplice de los españoles)3e. A todos ellos les reprocha su codicia¡ que Ios impulsa a explotar inmisericordemente aI indígena; su soberbia, 38 Rowe "EI movimiento nacional Inca del siglo X\{tr", 53. En su trabajo Kurakas sin sucesiones, Scarlett O' Phelan examina el proceso de cancelación de Ias élites indígenas coloniales. Analiza cómo el cargo de cacique fue sufriendo un paulatino deterioro en la segunda mitad del siglo XVItr y cómo el alcalde de indios será el que sustituirá a la figura del cacique, pero por supuesto sin tener la prominencia política y económica de éste. 39 En algún momento, la Representación verdadera recurre a una metafórica similar, cuando habla de "las raposas [zorros] españolas" (24).
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que, siendo con frecuencia (desde Ia óptica cerradamente aristocrática del autor) individuos de baja alcurnia, los lleva a afrentar a nobles indios de probado linaje; y muy particularmente, sus abusos sexuales con las indias, que conducen a la procreación de los para él "infames mesticillos". Notoria es su dureza con los curas doctrineros, ministros indignos que debieran ser ejemplo de virtudes y son más bien espejo de todos los vicios. No pensemos que nuestro autor es anticlerical, muy por el contrario, está cargado del más profundo respeto hacia Ia institución eclesiástica, y no sóIo las altas jerarquías o individuos aislados, sino órdenes enteras, como franciscanos y jesuitas, reciben de él las más encendidas alabanzas.
En la lista negra de la Representación verdadera no figuran ya los encomenderos: éstos habían sido prácticamente suprimidos a comienzos de siglo. Con los curas es muy cuidadoso este texto, seguramente por Ia vinculación de sus autores con el propio clero; algunas observaciones se deslizan sin embargo sobre los prelados y párrocos que explotan al indígena. Los corregidores en cambio figuran en lugar de honor: son "los Corregidores españoles los que más daño han hecho y hacen al indio, con sus exorbitantes extorsiones y continuos agravios, con que por cerca de doscientos años los tienen hostilizados, consumidos y peores que esclavos" (43-44). Y agrega en su lista de verdugos del hombre andino a jueces y hacendados (herederos de los encomenderos). Estos son para este texto los grandes enemigos del bienestar y la tranquilidad del indio. El trato que reciben los indios por parte de Ios españoles no es el que corresponde a cristianos, o incluso simplemente a seres humanos. La Representación verdadera afirma que a los indios los españoles "desde eI principio los han tratado peores que a burros y más abatidos que los mismos perros" (36). Guaman Poma, por su parte, enfatizando eI trato brutal de los españoles afirma que éstos 'son tan bellacos animales que ci pudieran tragalle bibo lal indio] lo tragarÍa 1'lo comerÍa" (909). Frase durísima, sobre todo si consideramos que r-a dirigida a un rey español. Aquí el rencor domina al cronista y le hace olvidar las elementales conveniencias diplomáticas. El aspecto económico de tales maltratos merece la especial atención de nuestros textos. Veremos más adelante que hay en ambos plena consciencia de que la riqueza hispánica se construyó mediante la explotación de los indios. Todo eI "Buen gobierno" es un continuo memorial de agravios, testimonio lacerante de la explotación. Más que hacer un recuento pormenorizado de denuncias, resultará productivo examinar un tema que articula sus preocupaciones. Este tema central es eI de la crisis demográfica del mundo andino. Le preocupa enormemente la dramática mortandad indígena, que amenaza con despoblar aI paÍs y por tanto arruinarlo. Encuentra dos causas mayores al descenso de Ia población indígena: una primera, Ios abusos y Ia sobreexplotación irracional sufridos por Ia población nativa, y una segunda, el mestizaje. Denuncia el agobiante régimen de
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trabajo de la masa laboral indígena, que además no repercute en provecho del tesoro real, sino de los bolsillos de corregidores, encomenderos, curas doctrineros, y toda Ia caterva de españoles, negros 1'mestizos a sus órdenes. A esto se agrega eI caso aún más patético de los indios que laboran en las minas, cuya tasa de mortalidad es todar'ía mayor, de manera tal que ya entonces se vislumbraba una futura crisis de Ia producción, desatada por Ia escasez de la fuerza de trabajo. La sobreexplotación sufrida motiva no sóIo la mortandad de Ia población andina, sino también su huída de los centros de producción. Son los denominados "indios ausentes", entre los cuales distingue tres tipos: aquellos indios levantiscos que huyen sin razones que encuentre justificables, a los que denomina cimarrones; aquelios que huyen de sus pueblos debido a los abusos sufridos, a los que llama forasteros; y finalmente aquellos que los españoles sacan de sus pueblos para ponerlos a su servicio, a los que denomina huérfanos (903-904). Por cierto que estos indios expatriados no pagaban tributo, agravando el perjuicio sufrido por el erario real. La segunda causa del decrecimiento de la población indígena Ia encuentra Guaman Poma en el mestizaje. Los españoles (y muy particularmente los curas doctrineros) abusan sexualmente de las indias, que paren "infames mesticillos". Esta es una de Ias denuncias más repetidas a lo largo de la Nueva crónica- EI mestizaje es repudiado por razones raciales, pues para nuestro cronista la mezcla de sangres implica degeneración, pero también por razones económicas, que considera más apropiadas para convencer al rey: los infames mestizos no pagan tributo y por Io tanto son de nulo provecho para la Corona, constituyendo más bien una carga ociosa, a diferencia de Ia mano de obra andina, trabajadora y tributaria, altamente ventajosa para Ia metrópoli: "Porque no se cirue vuestra magestad de los mestisos cino rruydos y pleitos, mentiras, hurtos" (910). Guaman Poma pinta con negros colores este proceso. Los curas llevan a sus casas a las doncellas y las desvirgan "con color de la dotrina"; Ias indias que tienen hi.jos con indios son maltratadas, mientras que aquellas que se amanceban con los españoles o negros reciben prebendas, por lo que "se hacen muy grandes putas". Así la tasa de natalidad de la población indígena se hace muy débil y amenaza con trastornar todo eI ordenamiento econÓmico. EI despoblamiento es tal que 'Adonde auia mil almas, ya no ay ciento" (901); o, con datos más concretos: "En Uchuc Mara abía doze
mil soldados
de gue-
rra y en Uruysa había ocho mil soldados como en el otro y en cada uno de ellos no ay quinze soldados tributarios" (902). Esto repercute centralmente en la agricultura que pierde su tradicional pujanza, y en Ia minerÍa que comienza a verse amenazada por la escasez de mano de obra. Por esto clama el autor "vuestra Magestad no permita que nos acabemos y se despueble su reino" (911). La Representación verdadera tampoco es insensible a tal preocupación. Se afirma que "cada día hay menos indios, sin ser el monjío o la
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frailía quienes los aminoran, sino eI sumo trabajo y mal tratamiento de los obrajes, minas y mitas que los consumen, sacados de sus casas y del abrigo de sus pueblos y mujeres, con eI mal tratamiento, peor que si fueran fieras" (14-15). Sin embargo, éste no es aquí un tema tan obsesivo como lo era para Guaman Poma, y esto puede entenderse si recordamos que este último fue testigo presencial de los momentos más álgidos del colapso demográfico andino, mientras que la Representaciónyerdadera se sitúa en un momento en que según los especialistas se estaba llegando a una situación de equilibrio en la población andina o incluso ésta estaba iniciando su recuperación.ao En lo que sÍ no concuerda con Ia Nueva crónica de Guaman poma es en el problema del mestizaje; se da por entendido que los mestizos conforman una unidad solidaria con los indios, y todos los reclamos que se enuncian son formulados en nombre de ambos grupos: "os pedimos todos vuestros vasallos los Indios y mestizos de todos vuestros Reinos de las Indias" (34). No obedece esto únicamente a Ia condición personal de mestizo de Tupac Inca, sino también a que éstos compartían con los indios transculturados del XVIII (muy especialmente con las éIites indÍgenas) similares patrones culturales sincréticos de base andina y una misma situación de subalte¡nidad en Ia sociedad colonial. Aunados por el desprecio del dominador, Io estaban también en su aspiración al cambio. A nivel de prejuicios raciales, lo que ra Representación verdadera sí comparte con Ia Nueva crónica es la vieja hostilidad andina al negro: "La Nación etiópica, negra, esclava, vil y sierva, en estas Indias es nuestra Señora que nos maltrata y manda" (12). Los maltratos y Ia explotación son las causas mayores de los lamentos expresados en la Representación verdadera. Bastará para ilustrar esto una única pero contundente cita: viéndose muchos indios hasta el alma sofocados en los servicios y ganancias de sus jueces, párrocos y señores los españoles; y que aún con el sumo y gran trabajo y no aspirar a otra cosa que a vivir la vida animal, que aún a los brutos se concede, apenas comer podemos para vivir, y vivimos muriendo en los continuos afanes, azotes y malos tratarnientos que los españoles nos hacen; quienes siempre están con Ia espada desnuda y la cuchilla afilada para acabarnos trabajados (13).
Ya hemos visto, enumerados en una cita previa, a los que considera principales mecanismos de exacción del trabajo indÍgena (y causantes de Ia mortalidad nativa): son los obrajes (centros manufactureros, principalmente textiles), las minas y las mitas (trabajos forzados debidos por las comunidades indígenas, ya sea en servicio de los terratenientes, o en obras
públicas).
40 véase Manuel Burga, "La sociedad colonial 1580-17g0", y Noble David Cook, Demographic Collapse, Indian Peru, 1520- 1620.
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Preocupa mucho a nuestros textos la situación de las élites indígenas en el régimen colonial. concuerdan en que esta situación es indigna de su pasado, de su capacidad y de sus méritos, )'que es además perjudicial para los intereses reales, que se verÍan far-orecidos por una malor participación andina en la dirección de los asuntos coloniales. Pero lo que más exaspera es eI denigrante desprecio de españoles (y negros), aún de la más baja condición, por las jerarquías sociales nativas
Guaman Poma dedica un largo apartado del "Buen gobierno" a describirnos Ia situación de las élites andinas en el Virreinato. Nos presenta un cuadro muy completo de los complejos escalones de una rÍgida jerarquÍa de curacas y mandones (caciques de menor jerarquía) que hunde sus raíces en tiempos prehispánicos y seguramente inmemoriales. Sitúa en la cúspide a los supervivientes de la casa imperial, e inmediatamente después sitúa a su familia, en su condición (más que dudosa) de descendiente de la segunda persona del Imperio. Luego siguen los distintos escalones, desde el poderoso cacique de mil indios, hasta eI modesto mandoncillo de cinco indios (688-705). Pero este armonioso ordenamiento está siendo trastocado por la acción de ambiciosos usurpadores que, en complicidad con corregidores, encomenderos y curas, han sustituido a los legÍtimos señores andinos, y esquilman a los indios, agravando aún más su postración. Se trata de individuos que asumen jerarquías que no les corresponden, siendo en realidad de origen plebeyo, "gente uaja, picheros", como dice el autor. Nos presenta como ejemplo de esta aberrante conducta a su enemigo Juan Capcha, indio tributario (por tanto de bajo origen) y gran borracho (724). Paradigma del atropello a los caciques legítimos es el caso de Cristóbal de León (a quien el autor llama su discÍpulo), castigado y afrentado en el cepo por salir en defensa de sus vasallos indios (459-463). O el caso del propio autor, que afirma haber pasado treinta años de sufrimiento en servicio de Dios y del Rey, pues para éI defender a los pobres es servir a Dios y al Rey. Este desorden de las jerarquÍas sociales supone para éI un trágico mundo al revés. EI cronista reclama respeto a la dignidad de los legítimos señores étnicos, y el retorno de éstos a su ancestral posición. La presencia de los advenedizos es una fuente de caos social que está corroyendo el otrora eficiente sistema andino: a causa de esta inversión de los rangos sociales "el mundo está perdido".
También a los autores de la Representación verdaderales desagrada profundamente el desdén de los estamentos señoriales nativos: "los españoles, afrentándonos, a nuestras mujeres e hijos, aunque seamos nobles y principales, teniéndonos suspensos nuestros fueros y privilegios, publicando y echando bandos a voz de pregonero, en que nos declaran por plebeyos y viles" (20). A los autores les duele especialmente que se vede a Ia aristocracia andina eI acceso a las jerarquías administrativas y eclesiásticas: "los españoles (que de nosotros viven segregados, separados y distin-
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guidos) sólo son los que ocupan todos los pueblos, dignidades, judicaturas, así eclesiásticas como seculares, así clericales como religiosas" (7). Tildan incluso de maquiavélica una política que priva a los pueblos dominados de ocupar cargos en eI aparato colonial ("los españoles, que si no lo son en Io público, a Io menos dan sospecha de que la política con que se gobiernan es o se parece a las máximas condenadas del maquiavelismo" -38), y subrayan que ésa no ha sido la política española en otras posesiones como Nápoles, Sicilia, Milán, Flandes y Portugal, donde "sólo los Virreyes y Gobernadores han sido españoles, y los demás oficios subalternos jamás se quitaron a los naturales" (44). Otros muchos aspectos merecerían análisis. Convendrá sin embargo ocuparse ahora de las propuestas de cambio que enarbolan nuestros textos. 4. Justicia para los indios. Las propuestas de cambio EI indio es un ser sufriente y oprimido, que merece sin duda un trato distinto. La Representación verdadera desarrolla con sistematicidad este tópico. Según el texto, son múltiples las razones por las que debe hacerse justicia a los indios. Primero, para descargar la conciencia del soberano,
indudablemente apesadumbrada por las afrentas infligidas a los indios, tan súbditos su)-os como los españoles. Segundo, para silenciar las críticas de poderes rivales, que aprovechan Ia lamentable situación de los indios para desacreditar a España y al Catolicismo. Tercero, porque los indios, luego de la conquista, fueron siempre leales a la Corona española.al Cuarto, porque los indios son la fuente de la riqueza hispánica y porque un trato justo hacia ellos sólo puede redundar en beneficio del erario real. Y finalmente, en quinto lugar (se insinúa casi como velada amenaza), para evitar Ios desórdenes que pudiera generar la resistencia a los abusos: "si se quitan tantos yerros, se seguirán muchos y grandísimos bienes; y no atajándose los que se están viendo, pueden sobrevenir inmensos y gravísimos males, que se deben temer prudentemente de Ia tiranía no quitada" (35). En 1751, en una carta al Presidente del Consejo de Indias, fray Calixto Tgpac Inca insiste en similares consideraciones: "Suplica a Vuestra Señoría se sirva coadyuvar al logro de Ia deseada quietud de aquel Reino; pues de lo contrario pueden sobrevenir fatales consecuencias".42 De manera más dispersa, encontramos muchas de estas ideas en la Nueva crónica. Casi con las mismas palabras, insisten ambos textos en Ia necesidad de aliviar la conciencia del monarca: "se descargará su rreal con41 Aquí una vez más las semejanzas con Guaman Poma ss¡ eüdentes. La Representación verdadera (16-18) recalca que esa lealtad se ha mantenido incluso ante la sublevación de Juan Santos Atahualpa en los confines selváticos del Virreinato. 42 Loayza (ed.) Fray Calixto Tupak Inka, 67. Tales veladas amenazas no eran vanas. Los desórdenes premonitoriamente anunciados se incrementaron hacia mediados del XVItr: tan acertadas predicciones (y tal vez su participación en tales acontecimientos), le costaron probablemente a Tupac Inca la libertad.
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sencia" (Nueva crónica,912); "así descargando vuestra conciencia" (Representaciónverdadera,ll). De la segunda razón no parecen haber huellas en la Nueva crónica, posiblemente porque en esos tiempos el poder de España estaba aún firmemente asentado y' no era vulnerable a apreciaciones de potencias competidoras. En cambio, Guaman Poma insiste largamente en distintos momentos en la lealtad andina. En su muy personal visión de las guerras civiles, no desperdicia oportunidad para destacar que los indígenas, y en especial sus curacas, estuvieron siempre en contra de los rebeldes a la autoridad real: Ia derrota de Hernández Girón es atribuida centralmente a los hechos de su padre Guaman Malque (400-401). En eI cuarto punto una vez más los dos textos coinciden: orgullosamente proclama Guaman Poma que "cin Ios yndios vuestra Magestad no uale cosa porque se acuerde Castilla es Castilla por los indios" (900), mientras en la Representaciónverdadera se afirma que los indios "sonvuestro mayor tesoro ylos que enriquecen vuestros reales haberes y os sudan tesoros en sus tributos" (29). De la quinta razón tampoco encontramos rastro enla Nueva crónica: las élites andinas se hallaban a comienzos del siglo XVII en un estado de postración demasiado grande como para pensar en rebeldías. EI siglo XVIII en cambio no es más que una sucesión de movimientos de protesta. Scarlett O' Phelana3 ha llegado a contabilizar un total de 140 movimientos contestatarios entre 1700 y 1783: detrás de muchos de ellos está una nueva élite andina que se siente con fuerza para reclamar con creciente energÍa sus derechos y finalmente para embarcarse en la aventura revolucionaria. Intentaremos ahora sintetizar las principales propuestas de reordenamiento de la sociedad colonial que adelantan nuestros textos. Empecemos por el aspecto económico.La Nueva crónica insiste en la necesidad de limitar Ia explotación de los indios, no exigiéndoseles más del tributo legal: así se evitarían los fallecimientos por exceso de trabajo, maltrato y mala alimentación (pues con frecuencia se Ies extorsionaba tales tributos que no les quedaba para su estricta supervivencia), y se anularía el problema de Ios indios ausentes. En el caso de las minas, el autor evidencia una especial preocupación, ya que allÍ Ia mortandad era mayor. Propone un conjunto de 'sugerencias para mejorar la suerte de la fuerza Iaboral nativa: los indios deben ir a las minas por turnos de un año, pero sóIo los mayores de veinte años; no deben permanecer más de un día en el socavón, en eI cual además debe haber comida y agua por si quedasen atrapados; además deben gozar de un mes de descanso aI año. AsÍ se aseguraría la prosperidad duradera de Ia actividad extractiva. La recolección tributaria debe estar a cargo de Ia aristocracia andina, que cuenta con una legitimidad secular en eI cumplimiento de esas funciones y puede efectuarlas con mucho menor costo y mucho mayor provecho para el tesoro real Asimismo, recompensando a los nobles indígenas que revelen su existencia, se garantizaría Ia ubicación
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anticoloniales. Peniy Bolúia 1700- 1783.
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de numerosas minas no explotadas. El autor afirma que con frecuencia los indios no revelan la existencia de éstas por temor a las enormes cargas Iaborales que podría significar para ellos Ia aparición de nuevas minas. Entre los "eficaces remedios" que en este terreno propone la Repre-
sentaciónverdadera destacan los siguientes. Se exige que los españoles no se inmiscuyan en los negocios privados de los indios, y que les dejen comerciar y disponer de sus bienes libremente; igualmente, deben dejar de intervenir en Ia administración de los bienes comunales de los indios. Insiste en que no se debe recargar a Ios indios con tributos y concretamente propone la supresión de una nueva alcabala impuesta por los Borbones. También propone, con una audacia que revela que está hablando a nombre de unas élites andinas con un peso social mucho mayor que las del siglo XVII, "que se quiten las mitas y servicio personal de sólo el Indio, pues habiendo en el Reino tanta gente libre y ociosa [...] no es razón que sóIo el Indio sea forzado a ser mitayo" (43). como parte de su plan para lograr que los indios sean reconocidos como iguales en condición a los demás súbditos de la corona española, reclama la supresión del trabajo forzado que los gravaba exclusivamente a ellos. coincidiendo una vez más con la Nueva crónica, propone también que Ios señores andinos se hagan cargo del cobro de los tributos, )'a que realizarán con mucha mayor eficiencia esta tarea: Darán los indios para Su ltajestad los tributos mu)-puntuales, y además podrá su Majestad coger parte de las rentas que da a los corregidores españoles; pues siéndolo Ios Indios en sus propias tierras, y como más modeiados y menos vanos en sus gastos, no le serán costosos a Su Majestad. (45)
Por último, se debe poner coto a los "repartimientos" (venta forzada de diversos productos) con los cuales los corregidores esquilman a los indios. En tiempos de Guaman Poma este tipo de comercio compulsivo no estaba todavía generalizado, y se encontraba más bien en manos de los que él llama "españoles del tambo", a quienes hemos visto incluidos como "tigres" en la lista de fieras que hostilizan al indio. otro gran rubro de reformas se vincula a la esfera de Io legal y del ordenamiento administrativo. La Nueva crónica propone limitar la injerencia de las autoridades españolas en la llamada "República de indios,'. sólo el Rey, el virrey y el consejo Real deberian tener poder sobre ellos: no debería pues haber corregidor ("que no ayga corregidor" -904). Además, ninguna autoridad española debe tener funcionarios subalternos a sus órdenes, pues éstos esquilman sin piedad a los indios. En tanto que, según su interpretación, los indios se sometieron pacíficamente al poder español, no hay ningún derecho de conquista que justifique que los encomenderos usufructúen tierras indígenas: éstas deben pues ser restituidas.44 Los cu-
44 Además, Guaman Poma insiste largamente en distintos momentos en la lealtad andina al poder imperial español.
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ras doctrineros deben todos ser interinos ("que los padres de las dotrinas sean todos ynteren" -905), y además no deben recibir tributo sino vivir de la limosna, en pobreza, como Cristo y sus apóstoles; si eso no les agrada, adelanta, todavía tÍmidamente, la posibilidad de formar sacerdotes nativos (899-900). Es necesario instaurar una justicia que proteja aI indio y castigue con dureza a los abusivos, en especial a aquellos que desvirguen indias, aplicando sanciones drásticas y contundentes. Para evitar que las autoridades enviadas por el Rey se coludan con los padres y los corregidores, se debe nombrar un juez que visite y verifique los censos en cada provincia, y un visitador que supervise a los sacerdotes. Finalmente, plantea que ningún español debe tener indios en su poder: "Ias justicias, corregidor [...] comenderos y padres, españoles y señoras, no tengan yndios, yndias, ni muchachos, chinaconas, en su poder" (908); ningún español debe tampoco entrar en los pueblos de indios. Por el contrario, indios y españoles deben permanecer tajantemente separados, Ios primeros en sus pueblos y los segundos asentados únicamente en las ciudades. Así se evita el pernicioso mestizaje y se previenen innumerables abusos. La Representación verdadera exige que se cumplan en favor de los indios tanto las leyes y cánones de la Iglesia, cuanto las cédulas y leyes promulgadas por la Corona española. Pide además que se deroguen aquellas leyes perjudiciales a Ios indios, que pudieron tener sentido en los primeros tiempos posteriores a la conquista, pero que ya no se justifican luego de las numerosas pruebas de la lealtad indígena. Especialmente demanda que se permita a los indios viajar a España, de tal modo que puedan presentar directamente sus quejas al Rey. Ante Ia inoperancia del Consejo Real para poner fin a Ia opresión de los indios, pide que se cree un Tribunal especial para éstos, independiente de los Virreyes y Audiencias, cuyos integrantes serÍan propuestos por Ios mismos indÍgenas, e incluirÍan representantes suyos. Entre otros, sugiere que el Protector Fiscal y dos procuradores deben ser indios. Propone luego que se supriman los corregidores. Los indios deben estar "sujetos sólo al Rey y los Virreyes en lo temporal y a los Obispos en lo espiritual" (44). Los demás escalones de la jerarquía administrativa serían provistos por las propias élites andinas. Para tal fin, debe permitirse a los indios acceder al sistema educativo: escuelas, colegios reaIes, seminarios. Por otro lado, debe admitirse a indios y mestizos, tanto hombres como mujeres, en las órdenes religiosas, en función por supuesto de sus méritos, incluyendo la posibilidad de ascender en las jerarquías e clesiástica s (42- 43) Nuestros textos coinciden en que la mayor parte de puestos de la jerarquía colonial deben ser provistos por las élites nativas. Guaman Poma parece tener confianza en el Virrey y en eI Consejo ReaI. La desconfianza de los autores dela Representaciónverdadera se extiende hasta esos niveles, salvándose de su crítica únicamente el propio rey. Difieren también en
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su actitud ante la aculturación. Para Guaman Poma, sólo los caciques de mayor rango deben recibir una educación europea completa, incluyendo el uso de la vestimenta correspondiente, mientras que los de menor rango se limitarían a conocimientos más elementales. En cambio, para los autores de la Representación verdadera eI acceso a Ia educación debe ser general, permitiendo que los dominados asimilen, sin perder su identidad, los rasgos mayores de la cultura dominante, incluyendo para las élites eI acceso a la Universidad y por tanto Ia posibilidad de una carrera eclesiástica. Hay una especial conciencia de la importancia de la Iglesia como parte de la propia estructura española de poder, y por eso tal vez la reivindicación más reiterada es Ia del acceso al estado sacerdotal para indios y mestizos. También contrastan sus actitudes ante Ia relación entre españoles e indios. Para la Nueva crónica Ia alternativa es vivir separados, con los menores contactos posibles y cada uno a su manera. En cambio, la Representaciónverdadera aspira a que los indios se integren al imperio español en igualdad de condiciones con los otros súbditos de éste, incorporándose a todas sus instituciones, en tanto que la Nueva crónica busca preservar instituciones diferentes y evitar justamente Ia incorporación andina a las instituciones del dominador. Esto nos debe pues llevar a explorar los distintos modelos sociales que plantean como alternativa al orden colonial vigente en sus respectir-as épocas. Las propuestas de reforma de Guaman Poma se encaminan a reordenar la sociedad colonial sobre la base de normas andinas, de tal manera que Ia producción no se oriente a satisfacer la voracidad individual de algunos españoles, sino que beneficie realmente a la Corona, maximizando la producción en base a la tradicional organización comunitaria andina y sus particulares formas de tributación, que permiten Ia subsistencia y reproducción adecuada de Ia fuerza de trabajo. A la cabeza de esta organización social debe estar Ia primigenia aristocracia señorial andina (dentro de la cual eI autor considera debe corresponderle a su estirpe el rol primordial), subordinada y tributaria del poder real, pero administrando la tierra según sus criterios ancestrales. Plantea que los españoles no deben inmiscuirse en estas tareas, y que sólo deben existir los funcionarios indispensables, pero viviendo completamente separados de la población autóctona, para evitar un mestizaje que considera nefasto. Los legítimos señores étnicos resultan mejores administradores, no sólo porque no sobreexplotan la mano de obra, y al garantizar su supervivencia permiten un mayor acopio tributario, sino también porque a su alrededor no pululan una serie de parásitos que buscan su enriquecimiento personal. Sólo el mismo principal percibe un porcentaje fijo de los ingresos. Así también eI Rey se ahorra los gastos de una frondosa burocracia. Además los tradicionales señores étnicos cuentan con una legitimidad ante la población indígena que les permite ser eficientes organizadores de la producción y la vida social.
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Este mundo andino aI que aspira, regido por patrones tradicionales, por sería cierto parte de un imperio más vasto, el español, pero manteniendo al interior de éste eI más alto nivel posible de autonomÍa. La imagen que construye Guaman Poma es la de una monarquía universal, con un soberano español a la cabeza, pero calcada del modelo andino del Tawantinsuyo. Éste se organizaba en base a un principio de cuatripartición: los cuatro suyos o partes se distribuían alrededor de un centro sagrado, el Cuzco, y de una figura ordenadora, el Inca. Guaman Poma se propone proyectar ese esquema a una escala universal: sea monarca de toda gente criada de Dios de los quatro quatro partes del mundo.
A de ser monarca el rey don Phelipe el terzero que Dios le acresente sa uida, estado para el gobierno del mundo y defensa de nuestra santa fe católica, seruicio de Dios. EI primero: Ofresco un hijo mío, príncipe de este rreyno, nieto y bisnieto de Topa Ynga Yupanqui [...] El segundo, un príncipe del rrey de Guinea, negro; el terzero, del rrey de los cristianos de Roma o de otro rrey del mundo; el quarto, el rrey de los moros de Gran Turco (888-889).
Con conocimientos geográficos bastante vagos del mundo extraandino, y en una época en que aún España aspiraba al imperio mundial, Guaman Poma cree poder reproducir a gran escala el patrón andino de cuatripartición. Un reino indio (el candidato aI trono serÍa nada menos que el hijo del autor), un reino cristiano, un reino negro y un reino moro se articularían en torno del rey de España, que cumplirÍa el papel ordenador del Inca.as Así, al interior de un laxo estado universal, subordinada pero autónoma, la civilización andina podrÍa subsistir sin renunciar a sus esencias. La población indígena encontraría más favorables condiciones de vida y las élites nativas recuperarían su privilegiada posición. Alcanzar un buen gobierno implica para Guaman Poma buscar el futuro en eI pasado. Esta, que Manuel Burga llama Ia primera utopía andina, era sin embargo inviable. Las debilitadas aristocracias andinas de comienzos del XVII no tenían capacidad de impulsar un proyecto de tamaña envergadura, y esperar tal concesión de Ia benevolencia real no era sino vano sueño. En su viaje final a Lima, en 1615, narrado en Ia sección "Camina eI autor", eI hasta entonces optimista cronista y príncipe parece cobrar plena conciencia de la catástrofe experimentada por el mundo andino y se Ie siente dominado por eI desaliento. EI pesimismo embarga al viejo autor ante el caos social que presencia (estaba entonces en su momento áIgido la campaña de extirpación de idolatrías de Francisco de Ávila, posiblemente Ia más cruel de todas) en su viaje a Lima para enviar su crónica al Rey. Identificado con un orden social rigurosamente jerarquizado, Guaman Poma se desconcierta ante una sociedad altamente dinámica. Su esquema mental no concibe tan amplia movilidad social. En eI orden incaico 45 Este proyecto de Guaman Poma es también analizado por Rolena Adorno en su estudio "Colonial Reform or Utopia? Guaman Poma's Empire of the Four Parts of the World".
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resultaba casi imposible que un individuo cambiara su ubicación social. Sólo en casos muy especiales, eI Inca favorecía a aquellos que 1o habían servido muy destacadamente nombrándolos "incas de privilegio" (o allicac), que sin embargo conformaban una aristocracia de menor jerarquÍa que Ia de los señores étnicos tradicionales. Salvo estos casos, la posiciónjerárquica de cada sujeto estaba rígidamente codificada, incluyendo el tipo de ropa que se podía usar o eI tipo de asiento que correspondía según el rango. El ascenso social por decisión individual resultaba simplemente inconcebible. De allí su sorpresa ante un sistema social que permite que un individuo se enriquezca por su iniciativa personal, incluso por medios ilícitos, y que tolera que se exhiban atributos que no corresponden a Ia condición originaria del nuevo rico. Lo que desconcierta a nuestro autor es la lógica de un capitalismo que podemos denominar "salvaje", en pleno periodo de expansión desordenada, en el cual cada uno persigue eI provecho personal a cualquier costo, en particular en un te¡ritorio recién conquistado en el que las leyes se hacen aún más permisir-as. Sistema regido por eI dinero, que determina la ubicación social de cada quien, que ya no depende de privilegios casi divinos. Incluso en España un individuo de origen humilde podía ascender socialmente si se enriquecÍa, !'a que la organización feudal había perdido mucho de su rigidez: de allÍ la movilidad social que desespera al cronista, que ve en ella un fatídico "mundo al revés". Contra esta Iógica protesta Guaman Poma desde la óptica de una sociedad sin duda jerarquizada, pero aI mismo tiempo capaz de r-elar por la subsistencia humana de sus clases laboriosas. Si para la Nueva crónica de Guaman Poma, el futuro estaba en el pasado, para la Representaciónverdadera, en cambio, se trata de construir un futuro diferente. No se pretende ya el retorno imposible a un orden andino incontaminado. Se busca diseñar un nuevo modelo social que responda a Ia realidad de un espacio humano profundamente atravesado por Ia heterogeneidad, marcado por encuentros )- desencuentros. Desde un punto de vista étnico, un mundo caracterizado por un mestizaje que no es ya un fenómeno epidérmico o una amenaza aún conjurable, sino una realidad irreversible. En otro plano, es un espacio social atravesado por compleios procesos de transculturación, de modo que la identidad andina "pura" (si tal cosa existió alguna vez) se ha desdibujado evidentemente. A mediados del XVIII, el problema de Ia idolatría ha quedado atrás, la población indígena está ya plenamente cristianizada, aunque su cristianismo sea un culto sincrético con una profunda huella andina. En tal mundo no tienen cabida soluciones segregacionistas. Por eso, si la Nueya crónica buscaba alejar a los españoles de la organización andina, la Representaciónverdadera opta por la incorporación al sistema, pero en condiciones de justicia. En oposición a la alternativa de vivir separados que propugnaba el primer texto, la Representación verdadera se inclina por construir en el espacio andino un te.jido social unitario
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pero respetuoso de la diversidad. La práctica del colonialismo español se virreisustentaba en una política de segregación, que dir idia a la sociedad nal en una "república de indios" y otra "república de españoles". regidas por leyes diferentes que implicaban ubicar a los grupos andinos en una autentica situación subalterna y servii, en una condición real de minoridad o tutela, con Ia consecuente opresión del segmento dominante )'minoritario de Ia sociedad sobre eI segmento dominado y mayoritario' Contra esta alternatiya de sociedad de castas, la Representación verdadera levanta Ia en Ia kadimuy una sociedad integrada, pero respetuosa de la diferencia, del ción de esas sociedades heterogéneas y multiétnicas tan características pasado andino, en la que todos serÍan súbditos de un mismo soberano, en igualdad de condiciones y de oportunidades' como súbditos Su opción societal es un modelo colonial reformado. jerarquía administrativa, su a someten se indios Ios del imperio español,
queincluyeunVirreyenviadoporlametrÓpoli.Loquereclama|aRepreen ientación verdadera ór qr" a indios y mestizos se Ies permita acceder, colonial, estatal aparato del función de sus méritos, a los demáS rangos
algunas incluyendo eI clero como uno de sus componentes más relevantes; exclusimanos quedar en funciones, como el cobro de impuestos, podrían proceder a para vamente nativas. Reclama las garantías legales necesarias previene y una incorporación en condiciones d.e justicia aI orden colonial, puertas a la que eI noiumplimiento de estas transformaciones abrirá las le dará bien, 1o sabemos historia, La expresión violenta del descontento. ante Ia por rebeliÓn Ia decidirán se Ia razón. curacas como Tupac Amaru
imposibilidaddecambiospacíficos.Antesdeoptarporlomperellazoco-
de ias Ionial, Ias revitalizadas éIites andinas probaron el sinuoso camino Iargas peticiones, reformas. Innumerables Ios reclamos, innumerables Ias real, afanes e infructuosas las gestiones de tantos caciques ante la corte verreivindicatorios cuya expresión más destacada es esla Representación treinta dadera. El fracaso de tales propósitos reformistas desencadenará, Andes' los años más tarde, una tempestad en
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2OO
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Pasados imaginados: la conquista del Perú en dos obras
dramáticas coloniale
sr
Se intentará en este trabajo mostrar de manera muy sintética cómo se reconstruye y se reinterpreta la conquista del Perú en dos obras dramá-
ticas coloniales. El trabajo de la memoria produce pasados imaginados (un poco en eI sentido de las "comunidades imaginadas" de las que habla Benedict Anderson)2 estrechamente ligados con los proyectos y l&s aspiraciones de muy concretos actores sociales: las élites andinas del Perú virreinal.3
primera obra que se abordará es la anónima Tragedia del fin de Atahualpa. Si bien existe un abundante corpus de textos de distintas regiones del área andina, verdaderos guiones o libretos de escenificaciones de la muerte del último inca, se tomará como base para eI anáIisis el texto traducido y publicado por el escritor boliviano Jesús Lara en 1957.4 Sin duda esta opción nos sitúa ante una tormentosa polémica, a Ia que sólo cabe aludir de pasada. Curiosamente (y dicho con algo de ironía), se trata en lo fundamental de un debate entre franceses. De un Iado está Ia posición de Nathan Wachtels y Jean-Philippe Husson,6 quienes ven en ese texto supervivencias del teatro de los incas y una temprana expresión de la "visión de los vencidos", y del otro Ia de Pierre DuviolsT y César Itiers, quienes apun1. La
Una versión ligeramente distinta se publicó en El teatro en la Hispanoamérica colonial, Ignacio A¡ellano y José Antonio Rodríguez Ga¡rido (eds.), Madrid - Frankfurt: Universidad de Navarra - Iberoamericana - Vervuert, 2008, 353-367. 2 Ver su kbro Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origeny la difusión del nacio1
nalismo.
Ver mi libro Ia literatura peruana en el periodo de estabilización colonial. 4 Citamos el texto por la edición de Silva-Sanüsteban de 'Iragedia del fin de Atau Wallpa". En adelante, cuando se cite el texto se indicará simplemente el número de página entre paréntesis. 3
5 Lavision des vaincus. Les indiens du Pérou devant la conquéte espagnole. 6 Ver sus trabajos "Opciones metodológicas y resultados de un estudio comparativo de las versiones del ciclo de Atawallpa" y Une survivance du théátre des Incas: Ie cycle dramatique de la mort d'Atawallpa. 7 "Las representaciones andinas de 'La muerte de Atahualpa'. Sus orígenes culturales y sus
fuentes". 8 "¿Visión de los vencidos o falsificación? Datación de
Atahualpa".
y autoría dela Tragedia de la muerte
208
lndogocionesheterogéneos
tan a una elaboración colonial de estas representaciones de la muerte del Inca, sin duda impactadas por el discurso evangelizador, y llegan a afirmar que el texto publicado por Lara es en esencia una superchería literaria. Los argumentos lingüísticos esgrimidos por Itier parecen bastante sólidos y resulta evidente que eI texto de Lara ha sufrido notorias manipulaciones; más discutible puede resultar considerarlo una pura superchería. En todo caso, el "argumento" de la obra, su estructura narrativa y temática, resulta muy similar a la de las otras versiones de la muerte del Inca, por lo que más allá de indudables manipulaciones, toda esta tradición dramática nos remite a un arquetipo colonial común. sin duda Ia fecha tradicionalmente admitida, 1555, resulta inverosímil e inaceptable. TaI fecha es indicada por Bartolomé Arzáns orsúa y vela en su monumental Historia de la Villa Imperial de Potosí (redactada entre 1705 y 1736). En una fecha tan temprana como 155s, una identificación panandina con eI pasado incaico no se habÍa afirmado, en tanto prevalecía más bÍen el arraigo de las identidades étnicas locales, y por otro lado Ia figura de {tahualpa era altamente controversial y predominaban visiones afines a la del Inca Garcilaso: Atahualpa como "tirano" y "usurpad.or". La opinión de lvlanuel Burgar parece mucho más convincente: una obra de esta índole sólo pudo surgir en el conterto de profundos cambios en las mentalidades andinas que se comenzó a producir hacia 1660 y que alcanzó su máxima expresión en eI siglo \\ III. con lo que se ha denominado movimiento o renacimiento inca. En ese conte\to en ei que los nobles andinos participan en las festividades oficiales vistiendo atuendos incaicos, en el que tales ceremonias son plasmadas en numerosos cuadros de la escuela cuzqueña, en especial las festividades del Corpus christi,:':' )- en que se escriben las obras del teatro quechua colonial, cabe situar eI origen de estas escenificaciones de Ia muerte del Inca. varios investigadores consideran incluso que la precisa descripción que proporciona -{rzáns de un supuesto drama de 1555, ra ruina del imperio inga, de sorprendente parecido argumental con las versiones que conocemos, reflejaría una representación contemporánea a Ia que el propio autor tuvo oportunidad de asistir.rl ' Más allá de estas especulaciones, la confirmación contundente de que en eI siglo XVIII eran usuales las representaciones de la muerte del Inca la proporciona el Mercurio peruano. En un artículo publicado en el
9 Ver su b.bto Nacimiento de una utopía. Muerte y resurrección de los Incas, en especial 3g9-
400.
parücular el libro de Dean, Los cuerpos de los Incas y el cuerpo de Cristo. El Corpus Christi en el Cuzco colonial. Otros trabajos importantes sobre estos aspectos de la plástica colonial son los de Bunti¡x y Wuffarden "Incas y reyes españoles ü la pinturá colonial peruana: La estela de Garcilaso", de Stastny "El arte de la nobleza inca y liidentidad andina" y de Estenssoro "La plástica colonial y sus relaciones con la Gran Rebelión". 11 Ver por ejemplo Burga, Nacirriento de una utopía,3gZ. 10 Ver en
Posodos
imoginodos 2O9
número 162 (de 1792)12 y firmado por un tal JC (Clément lo identifica como Joseph Coquette y Fajardo),r3 que presenta una descripción de Cajatambo en 1790, el autor reflexiona sobre las causas de la despoblación del territorio, y proclama, desde una mirada de ilustrado anti-indÍgena, que una de ellas es la embriaguez que caracteriza a las fiestas andinas y es aIIí que alude de paso a "sus cantos injuriosos á Ia Religion y á Ia Nacion, quiero decir, un día después de Ia representacion indecente y trágica que hacen de la Conquista".la Cabe agregar que dos acuarelas (I72 y 173 del volumen II) de la colección Trujillo del Perú, elaborada durante Ia década de 1780 bajo la dirección del Obispo Martínez Compañón, representan Ia danza de Ia degollación del Inca. Por último, Ia obra que se examinará más adelante, La conquista del Perú, de Francisco del Castillo, corrobora plenamente la vigencia de dramatizaciones virreinales del episodio fundacional de Cajamarca. Es pues en el marco de esta revolución en las mentalidades andinas, de este movimiento o renacimiento inca que se configura la tradición de representaciones de Ia muerte de Atahualpa. Como Io analiza Antonio Cornejo Polar,is el posible arquetipo colonial de estos "guiones" o "libretos", de vasta difusión en el área andina, se configura en los intersticios entre la oralidad y la escritura. Es probable, como lo apunta Duviols, que "eI núcleo temático inicial pudo ser elaborado por algún eclesiástico quechuista",t6 sin duda alguno de los numerosos reIigiosos pro-indigenistas o proto-indigenistas del siglo XVIII.17 Más aIIá de estos orígenes escriturarios, es indiscutible que eI texto se insertó en otros circuitos comunicativos. Forma parte de Io que Cornejo Polar llamarÍa el sistema de las literaturas populares:18 adquiere una dimensión ritual y se inserta en eI marco de Ia fiesta andina contemporánea. No cabe sin embargo hablar de una discursividad "folclórica" o mucho menos puramente oral, no sóIo por sus remotos orígenes "letrados", sino también por el rol de ]os que Margot Beyersdorff denomina "escribidores",le estos guionistas que en los distintos tiempos y lugares van introduciendo variantes de mayor o menor significación. Tomando como referencia el texto de Lara (dejando por eI momento entre paréntesis las complejas polémicas reseñadas), es evidente que su 12 Mercurio Peruano, V, 190-197. 13 "Índices deL Mercurio Peruano",50. 14 Mercurio Peruano, Y, I97 . 1 5 Ver sus trabajos "El comienzo de la heterogeneidad en las literaturas andinas: voz y Ietra en el 'diáLlogo' de Cajamarca" y Escribir en eI aire. 16 "Las representaciones andinas de "La muerte de Atahualpa". Sus orígenes culturales sus fuentes", 241.
y
17 Sobre el proto-indigenismo colonial, ver el texto de Mazzotti "lndigenismos de ayer: pro-
totipos perdurables del discurso criollo". literatura peruana: totalidad contradictoria". 19 Ver "La 'puesta en texto' del primer drama indohispano en los Andes", 196. 18 Véase "La
2lO
lndogodonesheterogéneos
estructura textual es profundamente diferente de las obras que conforman el corpus del teatro quechua colonial.2, Estas obras, aunque escritas en quechua, se estructuran en base a los patrones del teatro barroco español, ya sea el auto sacramental (Robo de Proserpina y sueño de Endimión, El hijo pródigo) o la comedia(El pobre más rico, usca páucary ollantay). se trata de textos plenamente insertos en el ámbito de la ciudad letrada, escritos seguramente por clérigos filo-indigenistas, a pedido de la aristocracia indÍgena y para el consumo de ese sector social. En cambio, Ia estructura dramática de Tragedia del fin de Atahualpa no presenta mayores huellas del drama barroco español; aunque sería ar-enturado afirmar eI origen puramente incaico de estas formas dramáticas, tampoco se puede descartar el impacto de modalidades discursivas 17o escénicas de raigambre andina. La obra se configura en base a una yuxtaposición de "escenas", sin que se pueda hablar de desarrollo de una acción dramática en el sentido habitual del término. Las 'escenas" suelen presentar un carácter reiterativo: por ejemplo en el episodio en el que Atahualpa recibe el misterioso e indescifrable mensaje de los españsls5, la "chala" o papel escrito es examinada sucesivamente por diversos personajes de la corte incaica, siempre con el mismo ¡esultado de incomprensión y desconcierto.2l por otro lado, se ha observado eI f¡ecuente carácter formulaico de muchos pasajes de los parlamentos de los persona1es. AI lado de estos rasgos de corte oralizante, se aprecian referencias de procedencia letrada. Son abundantes las reminiscencias garcilasianas, y es bien conocido el impacto que ejerció Ia obra del Inca en la visión del mundo de las élites andinas. Los ominosos presagios que angustian al inca y a su entorno en la parte iniciai de la obra recuerdan muy cercanamente los prodigios ocurridos en tiempos de Hual'na Cápac, que Garcilaso refiere en el capítulo XIV del libro noveno de los Comentarios reales.22Igualmente se recuerda la profecía del inca viracocha sobre la llegada de conquistadores extrarrjeros, referida por eI Inca Garcilaso en el capítulo XXVIII del libro quinto de los Comentarios reales23 !' nuevamente en el capítulo XV del libro noveno,2a cuando Huayna cápac ordena a sus súbditos someterse y obedecer a los futuros conquistadores. También proceden seguramente de Garcilaso el relato del inmenso rescate ofrecido por Atahualpa, que sin embargo no basta para salvar su vida, y las referencias a vilcabamba y a la montaña en que se refugiarán el Hijo del Inca y su séquito luego de la muerte de Atahualpa. No es casual que uno de los integrantes del séquito 20 Sobre el teatro quechua colonial, ver mi libro La literatura peraana en el periodo de estabilización colonial, en especial 195-219. 21 'Tragedia del fin de Arau Wallpa", Z2O-ZZ\. 22 Comentarios reales de los Incas,m, Zlg-223. 23 Comentarios reales de los Incas, tr, f 3g-14f . 24 Comentarios reales de los Incas,m, ZZ3-227.
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imoginodos
2l
I
sea Sayri Túpac, uno de los Incas de Vilcabamba, de cuya posterior sumisión y asentamiento en el Cuzco fue testigo presencial eI ioven Garcilaso
(capítulos VIII-XI del libro octavo de la segunda parte de los Comentarios reales, también conocida como Historia general del Perú;2s eI encuentro entre Garcilaso y Sayri Túpac es referido en eI capítulo XI)26. A su vez, eI llanto de las ñustas después de la muerte del Inca evoca el relato garcilasiano sobre la ejecución de Túpac Amaru y el general lamento que suscita en Ios cuzqueños (capítulo XIX, Iibro octavo de la Historia general del Perú\.2? La insóIita muerte de Francisco Pizarro, repudiado por España (es decir el re;, de España), que desautoriza su arbitraria decisiÓn de ejecutar aI Inca, no sóIo introduce un efecto de justicia poética28 en eI desenlace de Ia obra, que recuerda a la típica figura del monarca iusticiero en Ia comedia barroca española, sino que también puede leerse como una transposición del relato garcilasiano de la muerte de Toledo, supuestamente afectado por eI repudio del Re¡ indignado por Ia inconsulta ejecución de Túpac Amaru (Historia general del Perú, capítulo XX, libro octavo),2e escena también referida por Guamán Poma y plasmada en un céIebre dibujo.3o Hay en cambio algunos episodios que divergen de Ia versión del Inca Garcilaso y proceden más bien del imaginario andino. Garcilaso fue casi eI único cronista que recusó Ia versión tradicional sobre el rol de Valverde en la escena de Cajamarca. En Tragedia del fin de Atahualpa, el cart-rbio, se reitera la versión tradicional: Valverde Ie presenta aI Inca la Biblia, Atahualpa no "escucha" lo que ésta dice y la lanza por los suelos, Io que desencadena su ejecución (no su captura, pues el Inca ya había sido capturado previamente a esta escena). Además, Atahualpa muere degollado en esta obra dramática, en tanto Garcilaso señala correctamente que Ie dieron garrote. Es evidente que en el imaginario andino se produjo muy pronto una simbiosis entre la muerte de Atahualpa y Ia de Túpac Amaru: pox eso los dibujos en los que Guamán Poma representa la ejecución de estos dos Incas3l resultan muy similares, y en un conocido cuadro (posihlemente del siglo XVII) Atahualpa es también decapitado. Por úItimo, hacia el final de la obra aparecen algunas notas de corte mesiánico o expresiones de la utopÍa andina. Atahualpa arroja su maldición sobre Pizarro, ordena al oro y Ia plata ocultarse en las entrañas de la tierra, e invoca a sus descendientes a expulsar a los invasores:
25 Historia General del Perú,III, 826-837. 26 Hktoria General del Perú,III, 834-837. 27 Historia General del Perú,lll,871-874. 28 Este aspecto ha sido examinado por Raquel Chang Rodríguez. Ver su libro El discurso disidente, en especial 66-69. 29 Historía General del Perú,111,874-877. 3O El
Primer Nueva Coronicay Buen Gobierno,lI,425. Buen Gobierno, tr, 362 y 418.
3l ElPrimer Nueva Coronícay
212
lndogociones heterogéneos
Pero mis hijos, los que vengan, en el futuro recordando que éste fue el país de Atau Wallpa, su Inca, su padre y su único señor, arrojarán de aquí, conseguirán que vuelvan a su tierra
cuantos barbudos enemigos hayan venido codiciosos de nuestro oro y de nuestra plata (48)
Para concluir, es importante destacar que en esta representación de Ia muerte de Atahualpa no se produce ningún tipo de resistencia indígena al invasor: después de proferir algunas palabras altisonantes, Atahualpa es capturado sin oposición por Pizarro y se somete pasivamente a su autoridad; por cierto, antes de morir es bautizado. Esta versión se enmarca muy claramente en las estrategias discursivas de la nobleza andina; tanto Garcilaso como Guamán Poma destacan Ia sumisión pacífica de los indígenas al poder español y su aceptación casi entusiasta de la religión católica. Para las élites indígenas negar la conquista era negar los derechos del conquistador y por ende recusar eI injusto despojo de que habían sido víctimas las aristocracias andinas, abriendo las compuertas legales para reivindicar posiciones protagónicas en el orden virreinal. No es casual que el siglo X!'III esté jalonado de petitorios, memoriales y todo tipo de documentos en que los nobles andinos reclaman sus derechos.32 2. La segunda obra que se examinará lleva por título La conquista del Perú33 y fue escrita por el célebre fraile mercedario criollo Francisco del Castillo, conocido como el ciego de la Merced (L716-1270). Figura muy renombrada en eI mundillo literario de la capital virreinal, castillo es autor de nu-
merosas poesÍas, predominantemente de carácter satírico-costumbrista,
y de diversas piezas teatrales, de clara inspiración calderoniana: el auto sacramental Guerra es la vida del hombre y las comedias Todo el ingenio lo allana, El redentor no nacido, mártir confesor y virgen: San Ramón, La conquista del Perú, 7 Lfitridates, re¡' del Ponto (inspirada en la obra homó-
nima de Racine; con esta obra, es castillo uno de los primeros en asimilar parcialmente los modelos del teatro clasicista francés),3a además de varias piezas breves.3s De todas ellas, la conquista del perú es Ia única que aborda el pasado colonial; es más, no ha1- otra obra de esta Índole en todo eI relati32Ver mi libro 219-229.
Ia literatura peruana en el periodo
de estabilización colonial, en especial
33 Citamos por la edición de Debarbieri inclüda enla Obra completade Castillo. En adelante, cuando se cite el texto se indicará simplemente el número de página entre paréntesis. 34 Ver mi libro Ia literatura peruana en el periodo de estabilización colonial, 114-11S. 35 Para un estuüo de conjunto del teatro de Castillo, véase el libro de Reverte Aproximación crítica a un dramaturgo virreinal peruano: Fr. Francisco del Casüllo ("Et iiego de ta Merced").
Posodos
imoginodos 213
vamente amplio corpus dramático del Perú virreinal. Resulta ciertamente sintomático que sólo hacia mediados del XVIII surja en eI virreinato peruano un texto dramático que examine directamente Ia problemática historia colonial, y en particular eI crítico momento de la conquista. La conquista del Perú se representó en T748, en el marco de las celebraciones por la coronación de Fernando VI. Se trata de una tÍpica comedia histórica, cuya acción principal presenta una peculiar visión de Ia conquista del Perú y que incluye una acción secundaria que sigue el modelo de la comedia de enredo, con cruce de damas y galanes, y con matrimonios al final; debió tratarse de una obra bastante espectacular, por eI lujo de los vestuarios y por la gran cantidad de actores en escena. Como se aprecia, se trata de una obra claramente afincada en el ámbito de Ia ciudad letrada, destinada a las élites y plenamente integrada a Ia escena oficial y al ceremonial cortesano en la propia capital del Virreinato. Sin embargo, presenta un rasgo peculiar: fue escrita y representada por encargo de la nobleza indígena de Lima. Como lo indica el propio encabezado de esta "comedia famosa", la obra se escribió en ocasión de la "Fiesta que en celebridad de Ia Coronación de Nuestro Católico Monarca Don Fernando Sexto, dispuso eI gremio de los naturales de esta Ciudad de Lima manifestando en ella su cordial, reverente obsequio" (219). En eI marco de estas celebraciones cortesanas, eI gremio de los "naturales" (o sea de los indios), liderado por Ia aristocracia andina de Ia ciudad, financió la representación de esta obra y remuneró sin duda aI autor, realzando así eI protagonismo andino en esta general demostración de lealtad al Rey por parte de sus súbditos indianos. Además, se aprecia aquí cómo un sacerdote, criollo en este caso, pone su pluma aI servicio de mecenas andinos. Es difÍcil saber en qué medida Fray Francisco del Castillo simpatizaba con el punto de vista de la nobleza indÍgena, pero es claro que Ia obra expresa algunas opiniones representativas del universo discursivo de las éIites andinas. La "Loa" que antecede a Ia obra resulta especialmente reveladora. En ella se plantea una explÍcita y sistemática defensa de Ia dignidad de la nobleza indígena, a Ia que se considera en pie de igualdad con Ia nobleza española.36 Ante las dudas de Europa (personaje alegórico que encarna a Ios españoles), otro personaje alegórico, la Nobleza, asevera que Europa y la Nación Peruana (que encarna a Ia "república de indios") no sóIo tienen igual jerarquía, sino que además ambas están Íntimamente ligadas: Un don MartÍn de Loyola
dignísimo caballero del Orden de Calatrava 36 Pa¡a un análisis de este aspecto, ver el trabajo de Ga¡rido Lecca "La dignificación de la nobleza inca. Un anáüsis de 'Loa' y La conquista del Peni, de Fray Francisco del Castillo, 'El Ciego de la Merced"', en especial 19-21. Ver también el libro de Estenssoro Paganismo y santidad. La incorporación de los indios del Perú al catolickmo 1532- 1750,506-507.
2,4
lndogocionesheterogéneos
que era muy cercano deudo
del glorioso San Ignacio de Loyola, a cuyo celo de Jesús Ia compañía
vio la tierra sin ser cielo; éste, pues, preclaro héroe fue quien unió los dos reinos, recibiendo en matrimonio a una india de nuestro Imperio. Doña Beatriz Clara Coya, hija del Príncipe excelso, don Diego de Sayri Túpac (208)
La dignidad de Ia nobleza andina es convalidada mediante eI recuerdo de la arquetÍpica unión de don Martín de Loyola con Ia princesa inca doña Beatriz Clara Coya,37 tema favorito de los pintores de la escuela cuzqueña, y encarnación de la política jesuítica de unión entre las estirpes aristocráticas de las dos "repúblicas", Ia de indios 1'la de españoles; demás está insistir en Ia cercanía de estos planteamientos con las propuestas garcilacistas tan influyentes en las éIites andinas )' con los planteamientos de sectores criollos (sobre todo del clero) a los que se ha calificado como "protoindigenistas". En el marco histórico, la obra sigue de cerca a los Comentarios reales de Garcilaso. La acción se inicia en tiempos del Inca Huayna Cápac y se hace amplia referencia a los múltiples agüeros que anuncian el próximo fin del imperio, con términos mu)' similares a los enunciados por Garcilaso en el capítulo XIV del libro noveno de los Comentarios reales.38 Casi al final de la jornada primera, antes de fallecer, Huayna Cápac pronostica (y por ende legitima) Ia futura conquista De una noticia es preciso
.
daros participación, la cual nueva muchas veces me dijo mi padre el Sol: es, a saber, que a este Imperio vendrá una noble Nación, que os hará muchas ventajas en gobierno y en valor.
A estos os rendiréis luego Sin mostrar alteración, siendo la obediencia ley a quien tendrá ley mejor. En mí el número se cumple de doce Reyes, que son Ios que están vaticinados (254)
37 Este aspecto es abordado en por Raquel chang-Roüíguez en su estuüo 'La princesa incaica Beatriz Clara y el üam¿¡urgo ilustrado Francisco del Castillo".
38 Comentarios reales de los Incas,W 219-223.
Posodos
imoginodos 215
En la jornada segunda se presenta la pugna entre los dos hijos y herederos del Inca, Huáscar y Atahualpa, con Ia consiguiente guerra civil y la victoria final de Atahualpa, siguiendo mu1-de cerca una vez más la versión
garcilasista, aunque se omite toda mención a las crueldades de Atahualpa, referidas con lujo de detalles por Garcilaso. También hacen su aparición Ios conquistadores españoles )'en apretada síntesis se presenta el acuerdo entre los socios Pizarro 1' ,{lmagro (Historia general del Perú,libro I, capítulo I)3s y los primeros viajes de exploración por el Pacífico sur, con eI conocido episodio de los Trece de la isla del Gallo (Historia general del Perú, Iibro I, capítulo IX).r0 En la tercera jornada, los españoles desembarcan en territorio peruano !' se escenifica la curiosa aventura de Pedro de Candia en Tumbes, siempre con toda fidelidad a la versión del Inca Garcilaso (IIistoria general del Perú,Iibro I, capítulos XI a XIII).4l Luego se representa una embajada de Atahualpa a los misteriosos forasteros (Historia general del Perú,llbro I, capÍtulo XVII),42 y otra posterior de Pizarro a Atahualpa (Illsforia general del Perú,Iibro I, capítulos XVIII a XX¡.+: Por último, se escenifica el encuentro de Cajamarca, con eI conocido discurso del padre Valverde, que incluye una versión del cIásico requerimiento exigiendo la sumisión de Atahualpa a Ia religión catóIica y al rey español (Historia general del Perú, libro I, capÍtulo XXII a XXIV).41 Como se aprecia, hasta aquí se sigue muy de cerca Ia versión del Inca Garcilaso. En cambio, el desenlace puede resultar a primera vista desconcertante: la obra concluye con Ia pacífica sumisión de Atahualpa a la nueva "ley" (poder y religión) traída por los españoles. No hay aquÍ ejecución del Inca, de modo que eI desenlace resulta feliz. Pizarro actúa como agente que restablece eI orden, tanto aI propiciar la conversión de Atahualpa como aI unir a las parejas enredadas. Se ha visto en esta ahistórica sumisión pacÍfica una actitud hispanista, una idealización de un poder español benevolente.as Pero si bien puede haber algo de ello, al mismo tiempo cabe recordar que las éIites andinas propiciaron siempre la tesis de Ia sumisión pronta y pacífica al poder español, que implicaba negar cualquier derecho de conquista, pues en términos estrictos no habrÍa habido tal.a6 Como se afirma en la "Loa" que precede a esta comedia: 39 Historia General 40 Historia General 4l Historia General 42 Historia General
del Perú, I,
3
1-33.
del Perú,I, 48-50. del Perú,
I,
52-56.
del Perú,I, 62-65.
43 Historia General del Perú,1,65-72.
44 Hktoria General del Peni,l,76-82. 45 Véase el libro de Reverte Aproximación crítica a un dramaturgo virreinal peruano: Fr. Francisco del Castillo ("EI Cíego de la Merced"). 179-186. 46 Al analizar esta misma obra, Estenssoro plantea una opinión muy semejante: "La narración lleva a la conclusión que los indios se rinden espontáneamente a la ley de Dios como
2,6
lndogocionesheterogéneos
[...] una comedia
al senado le prevengo, donde ha de representarse la lealtad y el rendimiento con que la Nueva Castilla con las armas del afecto, libre quiso sujetarse al augusto hispano gremio (217, énfasis mío) En la tercera jornada, luego del requerimiento pronunciado por Valverde, el hasta entonces altanero y belicoso Atahualpa se somete sin oposición a las exigencias de los forasteros, y además ordena terminantemente a sus súbditos evitar cualquier tipo de resistencia:
A los españoles nadie les toque ni aun el vestido, aunque me prendan y maten; miren que es precepto mÍo. (337)
Más adelante, se dirige a su pueblo congregado y luego de recordar la profecía de Hual'na cápac, los insta a aceptar sin vacilaciones la ,,ley" (es decir la religión, pero también la supremacía polÍtica) de los extranjeros: mas, pues tienen mejor le1', estos, que la que seguimos, es fuerza que a sus preceptos
nos sujetemos rendidos (338)
El mandato del omnipotente Inca es acogido con genas, que exclaman en coro:
júbilo por los indí-
A los que tal ley trajeron es ley forzosa rendirnos; ¡vivan los que nos la han dado por tan grande beneficio! (339)
Sin duda para eI espectador de la época, muy enterado de Io ocurrido en Cajamarca y de la posterior ejecución de Atahualpa, este d.esenlace
jubiloso no podía borrar Ia memoria histórica ni anular sus resonancias trágicas. sin embargo, simbólicamente Ia obra se clausura con una armoniosa.sumisión de la población y la élite andinas a la "ley" de los españoles. En las dos obras analizadas, cuyo tema explícito es la conquista del
Perú, la conquista aparece paradójicamente negada. El somero examen de estas dos obras nos permite apreciar de qué modo, al construir un pasado imaginado, se abren las puertas para negociar el futuro.
había sido predicho a Huayna capac e, implícitamente, que la conquista del perú propiamente dicha (en términos müta¡es), nunca ruvo lugar" (paganismo y
sanudáá,iíil.
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l.Introducción La literatura peruana, lamentablemente, sigue siendo en gran medida un territorio inexplorado. Esto es particularmente cierto con respecto al siglo XIX e incluso comienzos del XX. Probablemente pues no es un caso único el del injusto olvido en que yace sepultada una novela como La Ciudad de los Reyes, de Pedro Dávalos y Lissón (1863-1942). Más conocido por su labor como historiador,2 Dávalos es sin embargo autor de seis novelas: La Ciudad de los Reyes (1906);3 Leguía (1915)4, continuación muy inferior de la anterior; Manuel Pardo (1915 - t9f 6); San Martín (1.924);s Bolívar (1924), continuación de la anterior; Mercedes (1939). Algunas, como San Martíny Bolívan son novelas históricas, muy en la huella de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós (ambas }Ievan el subtítulo explícto de Episodio de la Independencia peruana). Otras, como Manuel Pardo y La Ciudad de los Reyes, sin dejar de lado el aspecto histórico -un pasado más reciente-, incorporan también aportes de las denominadas Novelas Contemporáneas, del mismo Galdós. La Ciudad de los Reyes merece ocupar un puesto destacado en la historia de la novela peruana, en particular en eI titubeante periodo inicial que se prolonga hasta ya bien entrada la década del veinte del presente 1 Se publicó en Letras 94 (1997): 135-146. 2 Su trabajo histórico más apreciado es Ia primera centuria. Causas geográficas, políticas y económicas que han detenido el progreso moral y materíal del Perú en su primer siglo de vida independiente, 4 tomos publicados entre 1919 y 1926.
en 1989 en Lima por el Instituto Nacional de Cultu¡a. Lamentablemente, esa edición no tuvo una adecuada düusión y además no va acompañada de ningún prólogo o estuüo que destaque sus méritos. Según se señala en esa reedición, existiría una primera edición de 1904, de la cual no tenemos otra información. Tanto Raúl Porras en sus Fuentes históricas peruanas, como Elsa Villanueva de Puccinelli en su Bibliografía de Ia novela peruana y Jorge Basadre et su Introducción a las bases documentales para la historia de Ia República del Perú con algunas reflexiones mencionan solamente la edición de 1906. 4 En esa misma edición se señala que se üata de la segunda edición. No tenemos información sobre la posible primera eüción. Porras menciona una edición de 1913, aunque no da más datos. Tanto EIsa Villa¡ueva de Puccinelli como Basadre sólo mencionan Ia edición de 1915. 5 Según Elsa Villanueva, habia una edición de Lima, publicada por Librería e lmprenta Gil en1922. Ni Porras, ni Basadre mencionan tal edición. 3 Reeditada
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siglo. Lamentablemente, la crítica no le ha concedido mayor atención. Luis Alberto Sánchez le dedica unas pocas líneas en su La literatura peruana,, insistiendo en las deficiencias de las novelas de Dávalos, pero sin dejar de reconocerles cierto interés. Tamayo ni siquiera menciona a Dávalos en su Literatura peruana. PorrasT subraya las deficiencias de las novelas de Dávalos, pero tiene el acierto de mencionar Ia influencia de los Episodios nacionales de Galdós. Antonio Cornejo Polar en su breve "Historia de la literatura del Perú republicano" alude concisamente a Dávalos y apunta que ra Ciudad de los Reyes "tiene méritos nada desdeñables".8 Estas escasísimas menciones reafirman que no es ninguna exageración decir que conocemos mal nuestra propia literatura.e La ciudad de los Reyes marca un importante salto con respecto a Ias novelas más representativas del siglo XIX peruano, como son El padre Horán o Aves sin nido. En efecto, observamos un manejo del lenguaje que dota al texto de un poder de sugerencia del que carecen los obras de Aréstegui o Clorinda Matto. Por otro lado, eI diseño de sus personajes no obedece al maniqueísmo extremo de los autores antes mencionados. se trata de personajes más ricos, con facetas contradictorias, con dudas y vacilaciones, y por tanto mucho más verosímiles, especialmente según los códigos decimonónicos. Por estos medios consigue Dávalos evitar eI escollo del melodramatismo que mediatiza los logros de El padre Horán o de Aves sin nido, diseñando una historia ajena a esquematismos, susceptible de interesar al lector moderno no especializado. La Ciudad de los Reyes puede ser catalogada como una novela realista. Sus modelos literarios son ante todo el Galdós novelizador de la historia en los célebres Episodios Nacionales, pero también las Novelas Contemporáneas del mismo autor (su reconstrucción de los ambientes limeños debe mucho al Galdós de, por ejemplo, Fortunata y Jacinta, y su minuciosa recreación del Nfadrid decimonónico), ),, más mediatizadamente, Balzac. Su estrategia narratir-a se orienta a presentarnos un retrato de la sociedad limeña de fines del siglo pasado. La nor-ela de Dávalos es indudablemente mucho más fiel que la de clorinda rfatto a los postulados del realismo decirnonónico. La escritora cuzqueña se plantea a nivel teórico producir un texto realista e incluso naturalista, pero el fuerte tinte melodramático 6 Tomo IV, pp. 1180-1181. 7 Fuentes históricas peruanas, 513. B
Ver p. 66.
9 Fue Francisco Carrüo, en sus cursos sobre literatu¡a peruana del siglo XxK, quien me hizo interesarme por esta novela de Dávalos. A Carrillo corresponde pues el méiito de ser el primero en percibir la importancia de la obra. Recientemente, escuché al escritor Osvaldo RelTroso comentarios favorables hacia otra novela de Dávalos, Manuel pardo. Attnque pocos, la obra de Dávalos tiene pues algunos lectores perspicaces. Con posterioridad á la
redacción de este estudio, Giovanna Pollarolo sustentó ula tesis de Máestría sobre este autor en la universidad-de San Marcos: El proyecto hegemónico en eI discurso histórico y ficcional de Pedro Dávalos y Lissón (1863- t94Z), 2006.
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lastra involuntariamente a Aves sin nido de rezagos románticos. Esto no sucede con la obra de Dávalos, en la cual los escasos elementos que se podrían tipificar de románticos no atentan contra el equilibrio del conjunto. EI protagonista de la novela, Urzúa, a pesar de su amor imposible (debidamente refrenado) por Marta, no es de ningún modo un héroe romántico, como Io comprobaremos en nuestro análisis. Pepe Cegama, el personaje más idealizado de la novela, se muestra sin embargo realista aI aconsejar a su hermana Manuelita en cuanto a sus relaciones con Florimbó. El episodio más romántico lo constituyen los amores contrariados de Marta y Orbea, pero incluso aI final Marta se arrepiente de su romántica decisión de encerrarse en un convento. Se logra así un relato rico en matices, alejado de cualquier tipo de efectismos. No debió ser ajeno a este afán de equilibrio y de depuración formal la influencia modernista, entonces en pleno auge en toda la literatura hispanoamericana, con su tendencia a huir de las efusiones sentimentales propias del romanticismo, y su preocupación por eI cuidado del estilo. El proyecto escritural de Dávalos y Lissón incorpora una serie de contenidos ideológicos, dotando a la novela de una intencionalidad que trasciende lo meramente estético. AI igual que Aréstegui y Clorinda Matto, se propone transmitir un mensaje, una enseñanza, una reflexión, pero sabe hacerlo de una manera mucho más sutil, evitando eI panfletarismo en el que con frecuencia incurren los escritores cuzqueños. La ideologÍa que sustenta a La Ciudad de los Reyes puede ser tipificada como racionalista. Ese racionalismo, de base positivista, informa un proyecto socio-político de regeneración nacional orientado a una modernización capitalista. Dicha propuesta se basa en un diagnóstico de Ia realidad nacional, a partir de la recreación ficcional de un momento histórico de gran importancia, como es el de la coyuntura de 1895, engarzado con un retrato de la sociedad limeña de la época. Ese proyecto de racionalización se evidencia tanto a nivel de lo público (luchas políticas, clases sociales, reconstrucción económica), como de lo privado (la familia, eI maüimonio, la moral, la religión). En este estudio se abordará con mayor amplitud eI nivel de Io público, y más escuetamente eI nivel de Io privado. 2. La esfera pública
La acción de la obra, como Io hemos adelantado, se ubica en 1895, año marcado en la historia peruana por Ia revolución de Piérola. La novela recrea estos acontecimientos. Aunque Dávalos se toma algunas libertades con la Historia, es fácil reconocer a los principales protagonistas de los hechos: eI doctor Cayo es indudablemente Piérola, el Presidente (aI que nunca se asigna nombre) es Cáceres, y el doctor Abadía puede ser identificado con la figura de Candamo, el presidente del Partido Civil. En cuanto a los demás personajes, es inútil buscarles equivalentes reales, pues no se trata de una novela "en clave".
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El ascenso al poder de Piérola, apoyado por sus montoneras, marca una etapa en Ia historia peruana. con ella se inicia el más largo periodo de democracia formal que ha conocido el país: la denominada República Aristocrática. Piérola, jefe del Partido Demócrata, sube al poder en alianza con el civilismo, que usufructuará el mando en casi todo eI resto del periodo. La importancia de Ia República Aristocrática, empero, no reside principalmente en su inusual estabilidad política. se trata de un periodo en que se
produce un importante desarrollo capitalista, bajo hegemonía inglesa. Es la época de la reestructuración capitalista de las grandes haciendas azucareras del norte, del nuevo auge de la explotación minera y del inicio de Ia petrolera, del "boom" del caucho, de la incipiente industrialización de Lima. Es también el periodo.de Ia reconstrucción nacional posterior a la guerra con Chile. Se refuerzan en el Perú las'ideas liberales y positivistas, sustento ideológico necesario de tal proyecto de expansión capitalista. El positivismo racionalista es uno de los ejes de este conjunto de ideas. En efecto, a ojos burgueses, el desarrollo capitalista implica cancelar una estructura social basada en una tradición que aparece como irracional (el sistema semi-feudal heredado de la colonia). 2.1. Visión del momento
histórico
Dávalos y Lissón presenta en La Ciudad de los Reyes un perú convulsionado por las pugnas intestinas, todavía incapaz de reponerse del desastre de la guerra del Pacífico. El régimen del presidente, el héroe de Ia guerra, se ha hecho impopular debido a los abusos y latrocinios de sus allegados. El Civilismo, que lo había apoyado, Ie retira su respaldo y se alía con el doctor Cayo. El estallido de la lucha fratricida genera una situación de intranquilidad en eI país, con eI consiguiente perjuicio de la actividad económica en tiempos de reconstrucción nacional, y causa gran d.estrucción y mortandad, particularmente en Lima. Los combatientes caídos son principalmente campesinos, con frecuencia desconocedores de los móviles de la contienda: "Había muerto por su patria; los caudillos del movimiento exigieron su sangre para la regeneración de ella; y é1, sin averiguar si había lealtad en ese llamamiento [...] había dado lo único que poseía: su vida,,.l, La labor del Presidente es enjuiciada con dureza, aunque reconociendo su honestidad personal y sus buenas intenciones: "dotado de un espíritu superior, no se manchó nunca haciendo ruindades t...1 A pesar de haber sido malísismo gobernante, seguÍa creyéndose caudillo y predestinado para mandar la República. La verdad era, que a la sombra de su nombre, muchos de ios suyos [...] habÍan explotado y tiranizado al pueblo, y él sin saberlo pagaba esas ajenas culpas" (278-279). EI sostén principal del régimen es el ejército, leal al presidente por su destacado papel en la guerra, IO La Ciudad de los Reyes,285. En adelante, todas las citas remiten a la edición de 1gg9. indicará simplemente el número de página entre paréntesis.
Se
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pero el odio popular abre paso al ascenso del doctor Cayo y su partido (eI episodio del sitio de Lima por las montoneras rebeldes es de los más logrados de la novela). Dávalos destaca el papel del doctor Cayo y en especial su audacia que, a Ia cabeza de sus montoneras, Ie valió la victoria, y asimismo eI prestigio alcanzado por el caudillo en los sectores populares. El rol que le cabe es eI de restablecer Ia legalidad y abrir paso (en las esperanzas de Dávalos) a una era de progreso para el país. Sin embargo, a pesar de Ia crítica general a Ia casta política (a Ia que reprocha arbitrariedades y peculados), Ias simpatías del autor parecen inclinarse más bien hacia el Civilismo. Esto lo evidencian pequeñas alusiones, como las alabanzas dedicadas a Manuel Pardo, el fundador del Civilismo, por un típico militarista, eI coronel Martínez: "Pardo fue un genio, y mientras no tengamos otro, no queda sino Ia gente de sable" (16); o las reflexiones de la señora Caridad Quinteros, cómplice del asesinato de Pardo, tardÍamente conciente de Ias funestas consecuencias del crimen: "lo que más Ie preocupaba era Ia guerra con Chile, venida [...] porque Pardo había muerto; y perdida porque él y su partido no estuvieron al frente de la defensa" (215); también subrayan estas simpatías el papel del doctorAbadía, el polÍtico más capaz presentado en la novela, cuya segura visión anuncia a los representantes de Loreto la inutilidad de sus gestiones. Dávalos ve en eI Civilismo, heredero de Pardo, eI partido capaz de llevar adelante la reconstrucción nacional: a pesar de no ser un partido popular, es el que cuenta con gente más capacitada para una tarea de esa envergadura. Para é1, sólo eI Civilismo, contando con cuadros capaces y con un líder de la talla de Pardo, hubiera estado en condiciones de evitar eI desastre de la guerra con Chile, pues no bastaba con el valor o la capacidad de algunos militares, sino que era necesario contar con un estado debidamente organizado. Para Dávalos, Ia derrota constituye una vergüenza nacional, tal como Io piensa eI protagonista de Ia novela, Urzia: "Cinco años de guerra habían desmembrado, humillado y empobrecido a Ia patria; y cuando se esperaba que fueran el [ .] arrepentimiento, la paz y eI trabajo, los frutos de tan dura lección, aún no tenía término la corruptela, Ia muerte, Ia ruina y eI envilecimiento" (294). Otro problema más se plasma en Ia conflictiva coyuntura política representada en la novela: Ias reivindicaciones de Loreto, que en esos momentos, con el auge cauchero, aparecía como uno de los puntales del progreso del país. Dávalos reconoce el carácter asfixiante que ya entonces tenía el centralismo limeño y la justicia de Ias reivindicaciones autonómicas loretanas, pero al mismo tiempo resalta la impopularidad de esa propuesta y el temor de una anexión de Loreto por el Brasil.
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2.2.Elmundo representado. La sociedad limeña Dávalos pretende brindarnos en La Ciudad de los Reyes una imagen de la realidad peruana, y no es casual que este esfuerzo tenga como eje a Lima, como nos lo explica por boca del doctor Abadía: "El perú es Lima, y en saliendo de Lima lo demás es anémico e incompleto en todo orden" (67j. Para nuestro autor, Lima expresa la conjunción de los factores positivos que deben permitir la regeneración del país: es eI centro de la cultura, del progreso económico y de la legalidad. Del resto del perú no nos dice mucho Dávalos. Nos da de la selva la imagen de un territorio inhóspito, pero
abundante en riqueza cuya extracción sóIo reclama un poco de audacia. En cuanto a la sierra, no parece darle mayor importancia; nos da Ia impresión de un desolado vacío entre la civilizada Lima y la promisoria selva. centremos pues nuestro anáIisis en ra sociedad limeña. Dávalos presenta una visión crítica pero afectiva de Lima. La clase social a la que pertenecen los personajes de más relieve en la novela es la antigua ,,aristocracia" limeña. urzúa proviene de una familia de este linaje, Io mismo que sus parientes, la familia García Azuaga y la tía peta; también son de esa extracción las familias cegama, orbea, z:úñiga. pero esta aristocracia es ya una clase en decadencia. En efecto, perjudicadas por los avatares de la turbulenta vida política o por el desastre de la guerra, la mayoría de familias de esa clase se encuentran económicamente arruinadas. Los que han logrado conservar su status lo han hecho en base al aprovechamiento inescrupuloso de los bienes del estado, o en contadas ocasiones, por su dedicación a tareas productivas que implican su conversión en una auténtica burguesía. Las familias Cegama y otzuarte (a la que pertenece peta), representan a las estirpes empobrecidas, constituyendo un caso extremo la familia zifliga, que incluso se ha visto obligada a domiciliarse en un barrio popular; pero también los cegama, Iuego de la muerte de pepe, el sostén de la familia, conocen momentos muy negros, viéndose obligados los hermanos menores a trabajar de obreros. La familia García, "r.u*bio, mantiene su holgada posición aI parecer debido a algunos malos manejos de don Juan de la Cruz, quien llegó a desempeñar cargos de ministro. .Alfonso urzúa, huérfano de aristocrática familia, se ha convertido en un próspero burgués mediante su labor en la extracción del caucho. Los otros sectores sociales de la ciudad sólo son presentados de manera colateral. Los estratos populares están ejemplificados en primer lugar por un conjunto de sirvientes, de raza negra, descendientes de esclavos y vinculados con las grandes familias por lazos tradicionales. Los negros que no se ocupan en estos menesteres se dedican por Io general a activi_ dades como la delincuencia, la prostitución o la mendicidad. otros grupos sociales se sitúan en el camino del progreso, como los inmigrantes europeos' consagrados a la actividad comercial; es el caso del italiano Bartolo cusini, vecino de los zuf.iga, que ha logrado una posición económica desahogada mediante las ganancias de su pulpería. En cuanto a la población
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indígena, cuya presencia por entonces en Lima era poco significativa, sólo figura como carne de cañón en los diversos bandos en conflicto' En Ia novela no se hacen visibles los conflictos sociales. Las relaciones entre las clases dominantes 1' las dominadas en Ia sociedad limeña parecen ser plenamente armónicas. Sólo existen ios problemas derivados de los abusos de algunos funcionarios, como el negociado con las pensiones de las viudas, o los causados por Ia violencia política. Los conflictos políticos no parecen tener ninguna relación Con los intereses de clase, y toda rebelión social se vincula con la insania y Ia corrupción moral: es eI caso de Samperio y' de su padre, Ios únicos contestatarios de la novela, que son Considerados como Iesentidos y como una lacra social, a pesar de las condiciones personales que pudieran tener. 2.3. Et proyecto nacional El proyecto nacional en el cual cree Dávalos y Lissón supone un decidido esfuerzo de modernizaciÓn y plogreso. Ya se ha señalado el sustento racionalista y positivista del proyecto. Dotal al país de una estructura ra-
Cionalmente organizada y eficazmente funcional constituye un auténtico esfuerzo de regeneración nacional perentoriamente exigido por la debacle consecutiva a la guerra con Chile. Este esfuerzo implica eI reordenamiento de la vida politica, mediante eI establecimiento de una legalidad democrático-Iiberal, basad.a en paltidos sóIidos, integrados por cuadros idóneos, capaces de garantizar la necesaria estabilidad adminisftativa. Esta estabilidad es el requisito indispensable para la transformación esencial que debe procesarse, la económica. EI problema principal de Ia vida nacional es Ia inoperancia de su sistema ploductivo. Aquí es donde ve Dávalos la necesidad de un cambio fundamental, cambio cuyo eje debe ser el trabajo. Ya no tiene cabida una clase parasitaria acostumbrada a vivir de la renta de Ia tierra, se impone la necesidad de un glupo social con espíritu de empresa, apto para lograr un reordenamiento Capitalista de la economía. El país necesita crear más . riqueza, y por esto el proyecto de Dávalos implica una nueva valoración del trabajo, desde |a perspectiva de quien invierte un capital y sabe sacar provecho de los recursos del paÍs, tanto materiales como humanos. Así, al reflexionar Urzúa sobre el futuro de sus protegidos Lucas cegama y Narciso zitfiga, a quienes lleva consigo a Loreto, opina que: "de nada debÍan estar tan orgullosos, como de haber principiado codeándose con eI pueblo y en los oficios del pueblo. Estaba convencido de que ela necesario levantar a sus ojos eI prestigio del trabajo, desacreditado en más de tres siglos de inicua esclavitud" (296). Pero el trabajo que se valora no es principalmente el del productor asalariado, sino el del empresario, que es visto como eI factor dinamizador de la economÍa y el sujeto social impulsor del cambio. El engrandecimiento del país será fruto del espíritu de
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iniciativa de este sector, cuyas cualidades de laboriosidad y disciplina lo hacen apto para producir un reordenamiento de la estructura producti\.a y, en general, de la vida nacional: "en el perú no habrá buena política, ni honradez administrativa, hasta que el poder no esté en manos de hombres independientes, de fortuna y de trabajo. euien ha sabido administrar su hacienda propia, puede administrar la pública" (g-10), dice el próspero minero Moreno. Esta nueva clase, esta burguesía, debe conformarsa 1,.rrdamentalmente en base a los miembros de Ia antigua aristocracia, siempre que éstos sean capaces de superar su tradicional desprecio at trabajó 1 adoptar los nuevos valores. Si bien la visión de Lima de ñávalos ,o ., páru_ tista, sí se identifica con algunos valores de las familias tradicionalmente dominantes, cuya supremacÍa piensa debe continuar, siempre y cuando se produzca en sus integrantes ese cambio de actitud. Las actividades que para Dávalos permitirán la transformación eco_ nómica del país son ante todo las extractivas, como el caucho o la minería, y también el comercio y la industria. En cambio, no parece tener mucha confianza en la producción agrícola, a la que u. .orno una actividad sin mayor futuro: orbea por ejemplo se arruina con Ia agricultura y se ve forzado a dedicarse a la extracción del caucho, y Lecuona parece condenado a permanecer en la mediocridad de sus labores agrícolas. Esta actitud cu_ riosamente se contrapone a la importancia decisiva que tuvo la agricultura en la recuperación económica que marcó a la República Aristocrática; no olvidemos que esta fue la época de la expansión o reconstrucción de las grandes haciendas azucareras del norte. Este proyecto responde, como lo apuntamos, a una visión del mun_ do, a una ideologÍa de base positivista. Su meta es hacer del perú un país moderno, es decir un país capitalista, capaz de sacar partido de sus uúrrr,dantes recursos naturales y humanos. por esto, adolece de limitaciones fácilmente visibles hoy, propias del momento histórico y de los intereses sociales asumidos por Dávalos. En primer lugar, y esto es notorio y observable, Dávalos no tenía la menor conciencia de que la riqueza no se origi_ na gracias a la capacidad administrativa de algunos empresarios, sino al trabajo de quienes realizan las tareas productivas; no tiáne pues ninguna conciencia del fenómeno de la explotación. Es por esto que nos presenta Ia extracción del caucho como una actividad relativamenie sencilla, ignorando los padecimientos y vejaciones que sufría el trabajado. .urr.li.o, y el despojo de los pueblos amazónicos (no es por mala ,ü.rt. que orbea muere de un flechazo). otros aspectos escapan también al esquema ideorógico de Dávaros. El problema de la tierra y de la población indígena ,.r.u.rut-ro tiene cabida en la obra, y sin resolver ese problema era imposible transformar la econo_ mía nacional, dado que la estructura semi-feudal de la propiedad terrate_ niente serrana ha sido siempre un obstáculo a cualquieiinünto profundo de desarrollo del mercado. El otro elemento que no podía percibir es que el
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desarrollo capitalista que entonces empezaba a ploducirse se daba bajo dependencia de capitales foráneos, en ese momento principalmente ingleses. Estas que ahora percibimos como limitaciones no deben hacernos olvidar que en ese peliodo un pro)-ecto de Ia naturaleza del que enarbolaba Dávalos representaba una propuesta de carácter plogresivo, que de haber Iogrado ser realizada, hubiera hecho menos dolorosa Ia historia del siglo XX peruano. 3. La esfera privada
La ideología racionalista que hemos detectado en el coniunto de la obra se manifiesta igualmente en la esfera de 1o privado. El proyecto de racionalización de la vida nacional incluye también una reforma de la conducta personal de los peruanos. Esto lo podemos entrever aI estudiar el comportamiento en este plano de los diversos personajes. Apuntaremos sintéticamente algunas observaciones sobre estos aspectos. El matrimonio para Dávalos es más una cuestión de razón que de coÍaz6rr, y a este respecto adquiere fundamental relevancia Ia opinión de Ia madre, que es Ia persona experimentada en Ia materia y que puede aconsejar a Ia hija. No se trata solamente de tenel en cuenta los aspectos económicos de un enlace, importantes por sus consecuencias sobre Ia vida en común, sino también la necesaria compatibilidad de caracteres. Se trata de dotar a Ia joven con un marido capaz de garantizarle seguridad y respeto, antes que amor pasional. Para eI marido, se trata de conseguir una digna madre para sus hijos, y en Io posible, una buena aportación a la economía familiar. El amor mutuo no es lo decisivo en una relación de esta índole, y menos aún Ia pasión desmedida, tan valorada por los románticos. En Ia Ciudad de los Reyes se plantean reiteradamente los problemas que conlleva Ia elección de Ia pareja, y en particular eI conflicto entre Ia voluntad de Ia mad.re y Ia de la hija. Dávalos valora positivamente Ia obediencia a la figura materna, Cuya expeliencia y madurez debe prevalecer sobre los caprichos pasajeros de los hijos. A este nivel, adquiere una dimensión descollante Ia figura de la señora Rosa, presentada como la madre de familia sabia y prudente, incluso valerosa cuando se trata de defender su hogar, en contraposición a su marido, don Juan de Ia Cruz García, hombre de pocas luces, siempre al borde de cometer un error político, a no ser por el oportuno consejo de su esposa. Doña Rosa es Ia verdadera matriarca de Ia familia García Azuaga, y su pelspicaz opinión debe ser considerada aI tratar cualquier enlace. Siguiendo su consejo se casa felizmente su hija LÍa, y su palabra es determinante para convencer a Beatriz de casarse con el Señor Lerríz,luego de la muerte de su amado Pepe Cegama;logra también arrancal a su hiia Raquel de un amor reprobable por Samperio. Por el contrario, cuando su opinión es desoÍda, se producen consecuencias funestas. Su hijo Abel, casado por
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lfug«.ronesheterogéneas
despecho contra Ia voluntad de su madre, se automargina del cÍrculo social al que pertenece. Marta, encerrada también por despecho en un convento por no acatar la voluntad materna, se arrepiente finalmente de su desgraciada reclusión. Se hace aquí palpable el antirromanticismo de Dávalos: Ias pasiones tumultuosas son valoradas negativamente por atentar contra Ia unidad familiar. Esto es visible también en el caso de Manuelita, que finalmente se casa con Florimbó a pesar del engaño de éste (lo que en el romanticismo hubiera producido una sangrienta escena de celos); y eI prudente Alfonso urzíta sabe refrenar su imposible amor por Marta (imaginemos el espectacular rapto de la monja de clausura en una novela romántica). Finalmente, examinemos el enfoque de la religión. para Dávalos y Lissón, la verdadera religión es entendida como ajena a toda suerte de fanatismo, superstición o misticismo. se trata de una fe razonable y razonada. Por esto Dávalos es hostil a Ia beaterÍa, contra la que enfila sus críticas. Así, ridiculiza a Peta en eI caso de la supuesta santa Marcela, a cuyo pañuelo se atribuyen virtudes milagrosas, resultando la presunta santa una impostora. A Ia credulidad de peta se opone la cord.ura de su siempre ponderada prima Rosa, que desconfía de esos prodigios, o de su sobrino Alfonso, quien llega a jugar una atrevida broma a su tía peta, y también de Monseñor Zavaleta, paradigma de una religiosidad centrada y cuerda, y crítico de las beatas que pretenden entronizar santos aI margen de Ia jerarquía eclesiástica. La religión no debe pues ser fuente de excesos, sino apoyo de la moral y consuelo de las adversidades humanas.
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La recepción crítica de Ciro Alegría: una aproximaciónl
1. La obra de todo escritor de relieve requiere ser estudiada desde Ia perspectiva d.e su recepción y por cierto es Ciro Alegría una figura fundamental de nuestro canon literario. Sin duda Alegría melece ser considerado un clásico peruano, y es pertinente calificar a sus tres novelas iniciales y esenciales como textos canónicos de la literatula peruana, por tanto "cláSi. cos" en el sentido más elemental de Ia palabra. EI atlibuto de clásico resulta especialmente apropiado para el caso de El mundo es ancho y aieno. En opinión muy personal, es ésta la novela peruana más importante de todos los tiempos; si bien puede afirmarse que Ia obra novelística global de José María Arguedas o de Mario Vargas Llosa resulta más sÓlida que la de AlegrÍa, si se trata de destacar una sola novela, mi elección lecaería sin duda en El mundo es ancho y aieno. Para valorar adecuadamente a Ia novelística de Alegría, ha1' que situarla en el contexto de la llamada narrativa regionalista (también se usan las denominaciones equivalentes de "mundonovismo" o "novela de la tierra"). En esa narrativa regionalista hispanoamericana de clara filiación realista, se suele destacar a las denominadas "tres novelas ejemplares de América": Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, Don Segundo Sombra, de Ricardo Güiraldes y La vorágine, de José Eustasio Rivera. A esa iista selecta habría que agregar en mi opinión dos más: Los de abaio, de Mariano Azuela y El mundo es ancho y ajeno, de Ciro AlegrÍa, obras replesentativas respectivamente de Ia novela de la revolución mexicana y del indigenismo andino, a mi entender modalidades especÍficas de esa vasta narlativa regionaIista, en la que desde una perspectiva ibeloamericana o latinoamericana cabría incluir también variedades brasileñas como Ia novela del nordeste y la novela gaúcha. Es verdad que las tres primeras novelas mencionadas, las "tres novelas e.iemplares", aI igual qüe La serpiente de oro y Los perros hambriento.s de Alegría, privilegian eI conflicto hombre/natutaleza, en tanto las otras dos privilegian el conflicto social, y por ende incorporan la dimensión histórica. De allí el aliento épico y trágico que fluye de Los de abajo y El mundo es ancho y aieno, con el similar destino infausto de sus respectivos protagonistas, Demetrio Macías y Benito Castro. Dicho sea de paso, un enfoque comparatÍstico ofrece interesantes posibilidades para el estudio de Ia obra de Alegría. Fuera de Hispanoaméri1 Se publicó en Letras,
llJ
(2009):27'37.
234
lndogocionesheterogéneas
ca podríamos buscar paralelos interesantes con obras de orientación simia las de Alegría. cabe comparar a Los perros hambriento.s con una obra
lar
representativa de la "novela del nordeste" brasileña, como es vidas secas de Graciliano Ramos, novela prácticamente coetánea, pues se publicó en 1938, y que aborda también las temáticas de la sequía (aunque el campesino andino permanece apegado a la tierra a pesar de la sequía, mientias ésta fuerza al sertanejo a la migración: son los famosos ,,retirantes") y deI bandolerismo, a lo que se puede añadir el destacado rol atribuido en ambos textos a los perros. En un ámbito mucho más lejano, cabe comparar EI mundo es ancho y ajeno con la novela del turco yashar Kemal tl hálcón (de 1955), que gira también en torno a la lucha del campesinado contra eI terrateniente, pero con una diferencia: imaginemos a EI mundo es ancho y ajeno con el "fiero" Yázq.uez como protagonista; la novela turca culmina cuando el campesino rebelde y bandolero Memet "el halcón" ultima al terrateniente opresor de la comunidad campesina. La problemática del campesinado oprimido resulta sin duda común a los paÍses de lo que se dio en llamar el tercer mundo. Se abren asÍ insospechadas posibilidades para la literatura comparada. 2. Los estudios de la recepción ofrecen un amplio abanico de posibilidades. cabe en primer lugar examinar la fortuna editorial de la obra: ediciones, tirajes, traducciones. Aunque en la literatura peruana en general y en el caso de Alegría en particular faltan estos necesarios estudios cuantitativos, resulta evidente que Ia obra novelística de ciro Alegría ha gozado de amplia difusión. En el caso de El mundo es ancho y ajeno, sin pretensiones de exhaustividad, Tomás Escajadillo ha podido señalar más de 50 edicio_ nes entre L94l y mediados de Ia década del 2000.2 Hay que agregar además las traducciones a un buen número de lenguas (en r.ida de Alegría eran ya doce y en la actualidad suman sin duda varias más). una segunda posibilidad es examinar la recepción crÍtica contemporánea, es decir la reacción de la crítica periodística a la publicación delas obras de Alegría, en particular las tres primeras novelas. Esta es también una tarea pendiente, sin embargo es claro que la recepción de la crítica periodística contemporánea fue ampliamente favorable. Hay que recordar que las dos primeras novelas ganaron importantes premios en chile, donde se encontraba desterrado el autor: La serpiente de oro en 1g35 el de la editorial Nascimiento, Los perros_hambrientos en l93B eI segundo premio en el concurso de la Editorial zíg-zag, en tanto que con El mundo es ancho y aieno gana Alegría en 1941 el importante concurso latinoamericano convocado por la editorial estadounidense Farrar & Rinehart. Aunque en el Perú fue un autor prohibido hasta 1956 por razones políticas, la crítica
2 Para leer a Ciro
Alegría,44.
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235
periodística recibió muy favorablemente estas tres novelas, tanto en Chile como en otros países de América Latina. Es importante en tercer lugar estudiar la recepción de los escritores. En los años cercanos a la publicación de sus tres novelas "clásicas", -\legría es considerado generalmente una de las figuras más representati\-as de Ia literatura latinoamericana y como tal es leconocido por la ma1'orÍa de sus contemporáneos. Al producirse luego Ia eclosión de los nalradoles deI "boom", Alegría será encasillado como uno de los representantes de un arte de narrar ya caduco: Ia novela de la tierra, a la que Vargas Llosa llegó a Calificar d.e "novela primitiva" en Oposición a la "novela de CreaCión" producida poI loS entonces novÍSimos narradoreS del "boom".3 Esta evaluación parricida y adánica, si bien comprensible como polémica autoafirmación de un nuevo grupo de escritores que buscaba abrirse paso en Ia escena Iiteraria latinoamericana, dio lugar sin duda a un balance distorsionado de }a llamada "novela de Ia tierra" o narrativa regionalista, sin cuyo aporte, hoy Io percibimos muy bien, no habrían sido viables los éxitos posterÍoles de los nuevos narradores y Su merecido "boom" editorial. Esta actitud poIémica injusta y prejuiciosa llevó aI propio Vargas Llosa a incurrir en un famoso desliz, contundentemente rectificado por AIegIía: Vargas Llosa Ie reprochó no habel logrado lecrear mediante su escritura el habla quechua de los campesinos, como sí lo había logrado Arguedas,a a 10 que Alegría replicó lapidariamente que é1, como modesto escritor realista, tenÍa que Iimitarse a representar eI lenguaje de los campesinos de una regiÓn en la que hacía mucho tiempo no se hablaba quechua.s Es verdad que, aI molir Ciro Alegría, tuvo Vargas LIosa la hidalguÍa de rectificar su iuicio y ploclamar a Alegría "nuestro primer novelista CIásiCo",6 destacando en eSpecial a El mundo es ancho y ajeno como novela clásica, "eI equivalente peruano de los miserables de Victor Hugo o de los Episodios nacionales de Pérez GaIdóS",7 juicio que en términos generales comparto plenamente; recuéIdese además que ¿os miserables es una obla muy querida para Vargas LIosa, a la que dedicó un importante estudio. 3. En esta exposición de carácter exploratorio y preliminar quiero centrarme en una cuarta faceta de la recepciÓn, la que Corresponde a la denominada crítica académica. En términos genelales, puede afirmarse que la bibliografía especializada sobre Ia obra de Ciro Alegría es más bien escasa en relación a Ia importancia de su conüibución literaria. Cabe recordar, entre otros, los trabajos de estudiosos como Henri Bonneville, Jorge Cornejo 3 "Novela primitiva y novela de creación en América Latina". 4 "José María Arguedas descubre al indio auténüco", 6. 5 "El idioma de Rosendo MaqÚ". Expreso 5 de junio 1964.
6 "Ciro Alegría según Mario Vargas Llosa". 7 "Ctro Alegría según Mario Vargas Llosa".
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lndagacionesheterogéneos
Polar, Alejandro Losada, Goran Tocilovac y Eduardo urdanivia, pero destacan claramente los aportes de Alberto Escobar, Tomás Escajadillo y Antonio Cornejo Polar. Ellos son los autores de los tres libros fundamentales sobre Alegría: La serpiente de oro o eI río de Ia vida, de"Escobar , Alegría y EI mundo es ancho y ajeno, de Escajadillo,y La "trilogía novelística clásica', de Ciro Alegría, de Antonio cornejo polar, el único de los tres que plantea una visión de conjunto de lo esencial de la producción literaria de Alegría, puesto que los otros dos abordan sólo una novela en particular. La serpiente de oro o el río de lavida fue Ia tesis doctoral de Escobar, sustentada en 1958. La versión completa, que incluÍa un análisis literario y un análisis lingüÍstico de la obra, sólo se publicó mucho más tarde, en 1993. La parte literaria fue incluida en su clásico llbro Patio de Letras (primera edición 1965). En ese texto, r-aliéndose principalmente del instrumental de la estilística )'de la fenomenología, Escobar ingresa al análisis de la noYela de -{legria precisando dos ejes de Ia estructura novelesca: Ia
relación escenario-hombre 1- la relación narrador-lector. Examina luego la doble norma lingüística empleada en la obra, su característica estructura aditir-a, ;' finalmente los estratos del mundo representado y Ia cosmovisión. Escobar destaca la alternancia de dos normas lingüÍsticas: una norma estándar, en el caso del narrador, y una norma popular, dialectal y coloquial, en el caso de los personajes, los balseros del Marañón. señala también que la obra carece de unidad a nivel de la trama, del plano narrativo, y que está conformada por un conjunto de escenas organizadas en torno a la dialéctica hombre/medio. corresponderÍa pues esta novela al tipo de la novela de espacio o novela de mundo según la clasificación de Káyser. constata Escobar, que a pesar de la tragicidad frecuente, predomina en Ia obra un tono optimista: la existencia de los balseros es presentada como un oficio de coraje, en permanente armonÍa y conflicto con eI medio. Tomás Escajadillo es un notable estudioso del indigenismo. propuso una visión diacrónica de la trayectoria del indigenismo literario p".ru.o, que apunta a deslindar tres etapas en su evolución, diferenciando el Indianismo, eI Indigenismo propiamente dicho o Indigenismo ortodoxo y el Neoindigenismo. La obra de Alegría, y en particular su novela El mundo es ancho y ajeno, constituyen la expresión más característica del ,,Indigenismo ortodoxo". En Alegría y EI mundo es ancho y ajeno, Escajadillo aborda el estudio de esa obra paradigmática. partiendo de afirmar Ia unidad compositiva de la novela, realiza un trabajo de análisis que va de la composición de la obra a sus principios estructuradores, en un desplazamiento circular inspirado sin duda en Ia metodología del círculo hermenéutico de spitzer. A pesar de su aparente desarticulación, la novela se organiza en torno a dos principios ordenadores complementarios: Ia comunidad vista como único lugar habitable para eI hombre andino, en oposición al mundo exterior; y el manejo del suspenso narrativo y la presentación de otros ámbitos de Ia sociedad peruana mediante 1as historias intercaladas.
Lo recepción crítico de Ciro Alegrío: uno oproximoción
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En otro trabajo,s Escajadillo ahonda en la influencia de Mariátegui sobre los dos narradores esenciales del Indigenismo, Ciro Alegría y José María Arguedas. En el caso de Arguedas, tal influencia era bastante conocida, y fue además proclamada de manera muy explícita por el propio autor en múltiples declaraciones. En cambio, Ia influencia de Mariátegui sobre Alegría había pasado un tanto desapercibida, a pesar de que también existen algunas declaraciones bastante claras de Alegría que convalidan eI impacto de los planteamientos mariateguianos. Pero Escajadillo no se queda en las declaraciones autoriales y analiza tal impacto a nivel textual, comprobando cómo la comunidad de Rumi, de El mundo es ancho y ajeno, corresponde exactamente al modelo de comunidad indígena diseñado por Mariátegui en sus escritos. Igualmente, eI aliento antigamonalista que permea esa novela mayor de Alegría evidencia una vez más la huella de la prédica del Amauta en su proyecto literario. La "trilogía novelística clásica" de Ciro Alegría es el título del libro póstumo que recoge los estudios de Antonio Cornejo Polar sobre este autor. Este volumen fue preparado por Tomás Escajadillo, tomando como base los manuscritos de Cornejo Polar y los artículos que este destacado investigador publicara en vida sobre Ia novelística de Ciro Alegría. Como apunta Escajadillo en el enjundioso prólogo que encabeza eI volumen, se trataba en verdad de un "libro virtual" de Antonio Cornejo Polar, quien a lo largo de su actividad intelectual dedicó siempre gran atención aI estudio del indigenismo en general y de la obra novelistica de AlegrÍa en particular. Más allá de algunos detalles filológicos, los textos incluidos en el volumen que comentamos coinciden en Io esencial con los de artÍculos ya publicados por Cornejo Polar entre 1967 y 1984. El capítulo primero del libro presenta un diseño general de la narrativa de AlegrÍa, eI segundo analiza La serpiente de oro, el tercero Los perros hambriento,s, en tanto el cuarto se dedica a un examen de los rasgos comunes de esas dos novelas iniciales de Alegría; por último, el capítulo quinto aborda el análisis de El mundo es ancho y ajeno. Como lo precisa el título, eI volumen aborda Ia denominada "trilogía noveIística clásica" de AlegrÍa, pues sólo analiza las novelas publicadas por eI autor entre 1935 y 1941, que constituyen sin duda lo más importante de su contribución literaria, pero no examina ni los cuentos que publicó en vida, ni los textos narrativos que se publicaron póstumamente, salvo escuetas referencias en los Úabajos incluidos como apéndices. Este volumen de Cornejo Polar es una valiosÍsima contribución a la bibliografía sobre este clásico peruano. Así como eI libro de Cornejo Polar sobre Arguedas, Ios universos narrativos de José María Arguedas, sigtrc siendo uno de los textos fundamentales de la bibliografía arguediana, y tal vez eI mejor panorama de conjunto sobre su obra, de igual manera el
8 Mariáteguiy la literatura peruana.
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libro que comentamos
se constituye en una de las piedras angulares de la bibliografía sobre Alegría. Acierta Tomás Escajadilloe al señalar que el primer trabajo (cronológicamente) que Antonio cornejo Polar dedicó a la obra de Alegría (o sea el que analiza Los perros hambrientos, publicado en 1967), marca un parteaguas en la producción crítica de ese investigador. No sóIo porque implica un giro temático, desde sus iniciales trabajos sobre literatura española y literatura colonial, hacia el indigenismo, tema que pasará desde entonces a ser central en su reflexión. También porque sus estudios sobre Alegría, Arguedas y el indigenismo en general llevarán a Cornejo a una reflexión teórica sobre las literaturas heterogéneas, diseñando así una de las dos categorías teóricas que constituyen uno de los legados intelectuales más valiosos de Cornejo Polar. La otra categoría, Ia de totalidad contradictoria, debe también bastante a sus investigaciones sobre el indigenismo. Por otro lado, ese texto en muchos sentidos inaugural revela de igual manera un giro metodológico, hacia lo que cabe llamar un enfoque textocontexto (o enfoque sistémico). Desde una evaluación muy semejante, Raúl Buenot, califica aI método crítico de Antonio cornejo polar como analítico-explicativo-referencial. En sus análisis textuales, cornejo recurre a un variado instrumental teórico-metodológico, que incluye la estilÍstica y la fenomenología, entre otros componentes, en un fecundo diálogo con la tradición crítica peruana, latinoamericana 1'mundial. Esta actitud dialógica resulta muy visible en su estudio sobre La serpiente de oro, verdadero diálogo con los enfoques planteados por Alberto Escobar en su trabajo ya comentado. En la fase que Bueno denomina explicativo-referencial, es decir eI examen de la relación texto-contexto, resulta importante el aporte de Lucien Goldmann, pero también hay una apertura interdisciplinaria hacia las contribuciones de las ciencias sociales. Con estos iniciales comentarios he esbozado apenas las enormes posibilidades que ofrece el estudio de la recepción de tantas obras literarias peruanas y en particular de las obras de Ciro Alegría. Más que resultados de una investigación completada, he presentado una serie de derroteros posibles y espero que algunos se sientan incitados a recorrerlos. como siempre, el mejor homenaje que podemos rendir a un autor (en este caso a Alegría, aI conmemorarse 100 años de su nacimiento) es leer su obra y estudiarla con rigor desde los diversos enfoques que nos ofrece hoy nuestra disciplina, la ciencia de la literatura.
9 "Prólogo" a La "trilogía nwelísüca clásica" de Ciro Alegría. 10 "Aproximación al método crítico de Antonio Cornejo polar,'
Lo recepción crítico de Ciro Alegrío: uno oproximación 239
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Trayectoria del'¡¡¿nguardismo peruano (Esquema de trabajo)r
l. Vanguardismo y vanguardias Cuando se aborda el estudio de una corriente literaria, se suele ina mi modo de ver igualmente perniciosos. Por un Iado, se tiende a asignarle a una corriente literaria un alcance suprahistórico, entendiéndola como una especie de fuerza metafísica que permea recurrentemente una literatura. EI peligro contrario es una conceptualización demasiado estrecha de Ia corriente estudiada, reduciéndola a una fuerza efímera, a un conjunto cerrado de rasgos especÍficos que apenas si se manifiestan en plenitud brevemente en Ia obra de muy pocos autores. Es esta segunda opción la que ha solido lastrar los estudios sobre la vanguardia en el Perú, reduciéndola a unos efluvios pasajeros que atravesaron la escena cultural sin dejar una huella demasiado significativa. Para nosotros eI vanguardismo no será pues ni una esencia supratemporal, ni una epidérmica escuela literaria, sino una corriente enraizada en la historia, con una gravitación capaz de dejar una huella duradera en Ia cultura. Frecuentemente los estudios sobre Ia vanguardia se restringen a un examen de las condiciones sociales en que surgió y de Ia significación que tuvo su momento más espectacular, explosivo e iconoclasta (lo que se suele denominar "vanguardia histórica"). Sin embargo, pasado ese momento inaugural de la vanguardia, sus conquistas centrales a nivel del lenguaje literario, a nivel de escritura, persisten. Será pues pertinente hablar del Vanguardismo como una corriente literaria de más vasto aliento, que trasciende mucho más allá de ese momento inaugural, como lo examinaremos en el caso peruano. Como toda corriente literaria fecunda, eI Vanguardismo es al mismo tiempo continuidad y ruptura con la producción literaria anterior. En palabras de Octavio Paz, "La vanguardia rompe con la tradición inmediata -simbolismo y naturalismo en literatura, impresionismo en pintura- y esa ruptura es una continuación de la tradición iniciada por el romanticismo"2' al mismo tiempo pues ruptura de la tradición y
currir en dos extremos,
1
Se expuso parcialemente en diversas actiüdades académicas en los años 1998 y 1999. En los años postedores Ia bibliografía sobre las vanguardias en América Latina y el Perú se ha incrementado sustancialmente, pero se ha optado por mantener el texto sin mayore s modificacione s.
Inédito.
2 Los hijos del limo,97.
242
lndagocionesheterogéneos
prolongación de una tradición de la ruptura. como corriente literaria el vanguardismo fue profundamente contradictorio (Io cual se ve en Ia característica floración de sus innumerables ismos: surrealismo, futurismo, cubismo, expresionismo, ultraísmo, etc.), pero cualquier anáIisis que vaya más allá de la superficie podrá detectar los conceptos unificadores de los códigos literarios vanguardistas. Pero por otro lado, el vanguardismo es también parte de un proceso social de modernización que se desarrolla de manera desigual y contradictoria en todo el mundo occidental (del cual es parte periférica y peculiar América Latina) entre fines del XIX y los años 20 de este siglo, proceso vinculado con el desarrollo de una segunda revolución industrial, con el fenómeno de expansión mundial del capitalismo conocido como imperiaIismo, y con la insurgencia de movimientos sociales que cuestionan ese proceso de expansión (Ia revolución mexicana y la revolución rusa son los ejemplos más visibles). un enfoque de esta naturaleza del vanguardismo literario nos permitirá calibrar mejor el papel que dicho movimiento cultural ha jugado. Es en base a estos conceptos que se estudiará el proceso de una corriente literaria de índole vanguardista en eI perú. El vanguardismo entendido así como corriente literaria se desarrolla en el Perú a Io largo del periodo de crisis del estado oligárquico.3 2. La vanguardia histórica en el Perú
Hacia finales de la década del 10 del siglo XX, comienza a hacerse evidente en el Perú que un orden social, el oligárquico, está entrando en crisis. A la estable República Aristocrática la transtornan un cúmulo de cambios socioeconómicos que sacuden al conjunto de nuestra sociedad. En el primer plano se aprecia un proceso de emergencia de clases medias y de una nueva burguesía que van arrebatando el monopolio del poder a la vieja casta oligárquica. Estos sectores emergentes son eI sustento social del leguiismo (1919-1930), que intenta una remodelación y modernización del estado. Las actividades extractivas, en especial Ia minería, se constituyen en el eje de la economía nacional, al mismo tiempo que la industria conoce un moderado crecimiento. La incrementada presencia de capitales norteamericanos hace que el Perú pase de la esfera de la dominación inglesa a la esfera de la dominación estadounidense. por esos mismos años, las luchas populares conocen un amplio desarrollo, surgiendo nuevos actores políticos que intentan asumir su dirección: el aprismo y eI socialismo, que significan una profunda renovación ideológica en la enrarecida atmósfera nacional. En un plano menos visible, pero tal vez más profundo y más inexorable, sucesivas oleadas de movimientos campesinos van socavando eI vetusto orden terrateniente y revelan la incapacidad del gamonalismo para seguir rigiendo el universo rural. El fracaso del proyecto leguiista, 3 Véase
mi libro Para una periodización de la literatura pentana.
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ahondado por las repercusiones de la inestabilidad mundial del capitalismo d.esencadenada pol el Crack del 29, abre una grave situaciÓn de crisis. Muerto Mariátegui, eI Apra asumilá por un largo periodo Ia representación política del movimiento popular. La crisis es finalmente controlada con Ia violenta intervención de Sucesivas dictaduras militares, que logran mantener precaliamente la estabilidad del sistema, pues Ia descomposición del orden tradicional Seguilá su marcha, a pesar de la aparente restauración oligárquica. Al comenzar este convulsionado momento histórico, aI que podríamos asignar las fechas límite de 1919 y 1933, aparecen en la escena literaria dos corlientes estrechamente vinculadas con los proyectos de la capas medias emergentes, corlientes entre las cuales Se teierán multiplicidad de vÍnculos: eI Indigenismo y eI Vanguardismo. Estos movimientos expresan dos de las aspiraciones más sentidas de esos sectores sociales: la voluntad de modernizar un orden social caduco y al mismo tiempo reivindicar y afirmar una identidad nacional que tenía como uno de sus Componentes fundamentales el aporte indígena.a Ambos movimientos surgen paralelamente, Con frecuencia en los mismos círculos intelectuales, y no solamente tendrán un impacto sobre la literatura, sino sobre eI conjunto de Ia vida cultural peruana: artes plásticas, música, reflexión socio-política, etc. Es posible distinguir al interior del vanguardismo peruano inicial dos vertientes fundamentales, a las que denominaremos vanguardia cosmopolita y vanguardia regionalista. Esta última se calacteriza por su interés temático por el mundo provinciano, en particular por lo rural, pero integrando en su escritura las conquistas del nuevo lenguaje literario. En cambio, Ia vertiente cosmopolita se mueve más en Ios mismos ámbitos semánticos de la vanguardia occidental, sin por eso restringilse a ser un simple eco de los distintos "ismos" europeos. De modo similar que los de otras geografías, Ios vanguardistas peruanos aspiraron a unir arte y vida; para muchos esto implicó Ia confluencia de vanguardia política y vanguardia artística: vallejo, Abril, oquendo de Amat, entle otros, participarán activamente en los glupos de izquierda, ya sea en eI Perú o en las tierras donde escogieron exiliarse. La vanguardia insurge en el Perú, al igual que en toda América Latina, Como un cuestionamiento a un Modernismo ya desgastado. Sus primeros pasos están vinculados al quehacer de numerosos grupos intelectuales de prOvincias, que exploran nuevos Caminos, y se interesan tanto por menesteres artístico-culturales como político-sociales. La mayorÍa de estos grupos han sido lamentablemente insuficientemente estudiados.
la confluencia de ambos movimientos y Amauta haya sido la tribuna simultánea de Indigenismo y
4 José Carlos Mariátegui es quien mejor expresa
no es ninguna casualidad Vanguarüa.
q:ue
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uno de los primeros en manifestarse uno de los más importantes- fue eI grupo "Norte", de Trujillo, que -y tuvo entre sus más destacados representantes a victor Raúl Haya de la Torre (lggs-1gzg), el futuro
fundador y jefe del ApRA; a Antenor orrego (1892-1960), que, por su precocidad, fue un poco el mentor der grupo, y que ocupó tamtién cargoi en Ia jerarquía aprista, y fue tal vez el primero en intuir el talento de vallejo; y finalmente, y más importante para nuestro asunto, en ese grupo inicia su actividad intelectual el joven César \-alleio (1g92-193g). Otro de esos grupos es el grupo ,Aquelarre',, de Arequipa, más volcado hacia preocupaciones literarias, y en el que destacan laJfiguras de poetas como César {tahualpa Rodríguez (1889-1g71) o percy Gibson (1885-1960), toda\'Ía muv cercanos a un lenguaje modernista. En el cuzco surge un grupo de gran relevancia, aunque orientado hacia el Ind.igenismo, la actividad política v ia reflerión social: el grupo ,,Resurgimiento,'; sus figuras ma)-ores fueron L*rs Eduardo \-alcárcel (1gg1-1gg3) y uriel García (1892-1965). En una relatn amente pequeña ciudad provinciana, puno, aparece el que fue tal \.ez ei ¡nas conslstente grupo vanguardista provinciano, "orkopata"; descuellan aqur Emrlro ,\rmaza, Emilio yázquez y sobre todo los hermanos Peralta, \lejandro ls--r¡i-111;3, \'-{rturo -rnár conocido como Gamaliel Churata (i8g+-1960r; al la,lo de la de \allejo, la obra poética de Alejandro Peralta 1'la obra de Churata. en especial su inclasificable texto en prosa El pez de oro, representan lo más notable de aquella vertiente del vanguardismo peruano que se suele denominar r-anguardia regionalista. La fase inicial o de emergencia del vanguard.ismo peruano es, como todo momento auroral, un momento de fronteras boriosas. En Ia obra primigenia de diversos autores van manifestándose síntomas que, de un inicial cuestionamiento de algunos aspectos del lenguaje modernista, van desarrollándose hasta configurar un ruptura plena con é1. Representativa de esta fase nos parece la obra de tres autores. El primero, y el único que ha recibido una atención seria de la crÍtica, es césar \-allejo; ya se conoce cómo en los sucesivos estadios de la escritura de su primeriibr o, Los heraldos negros (1918), fue alejándose de algunos de los recursos más trillados de la retórica modernista, y como, en el lapso de mu)'pocos años, alcanza la plenitud vanguardista de Trilce (lgZZ). En cambio, la obra de otros dos poetas mu)-representativos de ese momento inicial ha merecido muy poca atención de los estudiosos: nos referimos a Alberto Hidalgo (Lgg7-t967) y a Juan parra del Riego (1gg41925), que compartieron con vallejo una opción que será muy frecuente en los escritores peruanos de vanguardia, la del exilio exterior.s Hidalgo fue con toda probabilidad eI primero cronológicamente en explorar la opción vanguardista, todavía de manera muy confusa, en ru po"-urio panoplia lírica (1917); su actividad poética se potenciará en Ia Argentina, donoe pro5
Nos referimos al exüo en.tierras extranjeras, porque como veremos más adelante, otra opción muy socorrida fue Ia del exilio inierior..
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loga junto con Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges Ia primera antologÍa de la poesía hispanoamericana de vanguardía, Indice de la nueva poesía americanad. Parra del Riego, por su parte, asume las enseñanzas del Futurismo de Marinetti en sus Polirritmos, compartiendo especialmente Ia admiración
por los instrumentos de la modernidad tecnológica, pero adhiriendo aún a algunos elementos de Ia vieja retórica, con su empleo frecuente (aunque irregular) de la rima. Paulatinamente, esa vanguardia emergente va decantándose y consolidándose, dejando de lado rezagos modernistas, hasta llegar a constituir una amenaza a Ia hegemonía de aquella corriente literaria. En ese proceso de afirmación del vanguardismo juegan un papel fundamental una multiplicidad de revistas, poco conocidas y casi no estudiadas, que comienzan a surgir en todo el país. En provincias, mencionemos el Boletín Titikaka, impulsado en Puno por el grupo "Orkopata". En Lima, algunas de las menos desconocidas de entre muchas efímeras publicaciones, fueron Flechas (1924), dirigida por Federico Bolaños y Magda Portal, todavía muy confusa en su posición frente al modernismo, y Trampolín-Hangar-Rascacielos-Timonel(1926-1927),la revista de cuatro nombres sucesivos que impulsaban Ia misma Magda Portal y Serafín DeI Mar, ya clara e irreverentemente vanguardista. Pero eI cenit de la vanguardia peruana está vinculado con una revista que propulsó al vanguardismo efÍmeramente a la primera fila de la escena literaria peruana. Nos referimos por supuesto a Amauta (1926-1930), dirigida por José Carlos Mariátegui. Mariátegui diseña Ia accción de su revista en base a un proyecto revolucionario orientado a la forja de un bloque nacional-popular con perspectiva socialista, que permita culminar la tarea de formar la nación peruana. Su reclamo programático de peruanizar al Perú reivindica 1o indígena como eje de un proyecto de afirmación nacional. AI mismo tiempo, plantea poner al país a tono con la modernidad, asimilando los más renovadores aportes de occidente, superando eI oscurantismo y el colonialismo oligárquicos: por esto su gran aprecio de las corrientes de vanguardia, ante todo por supuesto de Vallejo, pero también de las jóvenes promociones de poetas a quienes dará cabida en su revista sin importarle sus particulares convicciones políticas. Durante esos breves años surgen numerosos escritores, unos destinados a opacarse y desaparecer rápidamente, y otros a desempeñar un rol protagónico en nuestro proceso literario. Amauta promovió a ambas vertientes de Ia vanguardia. Ya hemos mencionado a las figuras 6 Nelson Osorio señala en Manifiestos, proclamas
y polémicas de Ia vanguardia literaria his-
panoamericana,204-205, que la selección estuvo a cargo del solo Hidalgo. La compartamentalización literaria de América Latina, la rigidez de las barreras nacionales, han perjudicado indudablemente una adecuada valoración de la obra de Hidalgo. Por haber realizado la mayor parte de su carrera literaria en Argentina, no suele estudiarlo la crítica peruana, y por ser peruano no le concede demasiado interés la críüca argentina.
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más destacadas de la vertiente regionalista, que por cierto colaboran en la revista (vallejo, Ios Peralta, etc.). Convendrá ahora hacer referencia brevemente a las nuevas figuras de la otra vertiente. El poemario más representativo de aquellos años fue sin duda 5 metros de poemas, de Carlos Oquendo de Amat (1905-1936). Con un lenguaje distante del hermetismo, pero que asume Io lúdico del dadaísmo, y Ia opción por la representación de Ia simultaneidad que viene del cubismo, el texto asume además con gran audacia la experimentación en Ios niveles de la disposición espacial 1 tipográfica. otros autores revelan una cercanÍa con el surrealismo. César Irforo (seúdonimo de Alfredo Qtizpez AsÍn, 1903-1956) incluso se unirá directamente en parís al grupo de Breton y escribirá en frances gran parte de su obra, pero también su obra castellana, más reducida, es erpresión de la ortodoxia surrelista. En esta misma vertiente podrÍamos ubicar también a otro poeta, Emilio Adolfo \\estphalen {I911-2001r. que publica pocos años después sus dos fundamentales libros juvenrles lc¡s ¡risulc¡s extrañas (1933) y Abolición de Ia muerte (1935); surrealista, pero con una original metafórica inspirada en la poesÍa mÍstica española del Siglo de oro. combinará con frecuencia dos opciones caracterÍsticas de los escritores de su generación, eI exilio interior y el exterior. westphalen no volverá a publicar poesÍa hasta la década del 80, cuando alcanzará finalmente un amplio reconocimiento (era considerado por muchos en los B0 y 90 el mayor poeta r-ivo del perú), pero ejercerá una importante influencia en la vida cultural peruana a través de las revistas que dirigirá: Las Moradasy Amaru. Muchos otros nombres merecerían ser mencionados en un trabajo más amplio, pero no podemos dejar de recordar los de Xavier Abril (19051990) y sobre todo de Martín Adán (seudónimo de Rafael de Ia Fuente Benavides, 1908-1983), quien en sus años juveniles destaca como autor d.el mejor texto narrativo vanguardista, La casa de cartón (1928), novela corta de aliento poemático que revela una precoz asimilación de la lección de Proust y Joyce. Además de esta obra, sin duda el logro mayor de la narrativa vanguardista en esta etapa, hay que recordar en este ámbito aI menos el Iibro de relatos Escalas (1923) de césar vallejo, los componentes narrativos del inclasificable libro de churata El pez de oro y.la nouvelle surrealista de Xavier Abril EI autómata, explícitamente dedicada a Joyce.T 3. La posvanguardia
La muerte de Mariátegui y eI posterior cierre de Amauta coinciden con el incio del convulso periodo 1930-1933 , que se saldará con una violenta restauración oligárquica. Sin embargo Ia debilidad del orden tradicional se hace evidente en la creciente descomposición del gamonalismo seuano, 7 Muestras tempranas de esta
naffativa vanguardista pueden verse en el volumen Narrativa peruana de vanguardia, editado por Jorge Kishimoto yoshimura.
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incapaz ya de preservar Ia estabilidad social en los Andes. Se inicia eI ciclo de las grandes migraciones campesinas hacia las ciudades, principalmente Lima, proceso que se acelera vertiginosamente en Ia década del 50. La tÍmida apertura que signifió el gobierno de Bustamente (1945-1948) permitirá que soplen nuevos aires en la escena intelectual, pero será rápidamente cancelada por el golpe de Odría. Si bien se produce un nuevo crecimiento industrial fruto de Ia bonanza originada por la guerra de Corea que, junto al sorprendente auge de la producción pesquera, permitieron al régimen de Odría (1948-1956) impulsar una modernización de la infraestructura social, lo evidente es que el apiñamiento de masas pauperizadas en las ciudades costeñas va transformando eI rostro del Perú. Las grandes luchas campesinas de fines del 50 y comienzos del 60 hacen notoria Ia fragilidad del estado oligárquico La enrarecida atmósfera intelectual de Ia época, con su marcado giro conservador y su hostilidad a todo proyecto innovador, obligarán al vanguardismo a pasar a las catacumbas de Ia marginalidad, mientras asistimos a Ia reposición de los viejos prestigios cuestionados (Chocano, Riva-Agüero, Ventura García Calderón, Victor Andrés Belaúnde, los tres últimos intelectuales orgánicos por excelencia de la oligarquía). De aquellos movimientos culturales innovadores que vimos emerger en Ia década del 20, el mejor librado es eI Indigenismo, que tan bien supo expresar la descomposición del viejo orden agrario, y en menor medida otras tendencias regionalistas como el criollismo costeño o la literatura de Ia selva, El Indigenismo pasa a ocupar una posición preeminente en eI sistema literario peruano en Ia década del 40, aunque limitándose principalmente al campo de la narrativa. Aun en esos tiempos difíciles, los vanguardistas seguirán haciendo su silencioso y solitario trabajo. AquÍ convendrá hacer una precisión conceptual. Hemos optado por denominar a este momento de reflujo y de persistencia subterránea del vanguardismo como Posvanguardia, apoyándonos en una distinción terminológica de Octavio Paz.8 Luego del momento fundacional de Ia vanguardia, se produce una etapa de reflujo y un abandono del experimentalismo exacerbado que la caracterizaba, pero incluso en poetas que retoman formas métricas tradicionales, no hay un abandono de las conquistas que alcanzó eI vanguardismo a nivel de escritura. La Neovanguardia se vincula a un resurgimiento de una voluntad experimental, pero ya no orientada hacia Io lúdico, lo onírico, o Ia simultaneidad, como la vanguardia histórica, sino hacia Ia incorporación del coloquialismo y la narratividad en un nuevo lenguaje poético que no ha renunciado a las conquistas ya alcanzadas. Los escritores vanguardistas surgidos a fines de la década del 20 asumen como opción característica el exilio: exterior (Moro, Abril) o inte8 En el ya citado Los hijos del limo.
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rior (Adán, Westphalen). En el caso
de Westphalen, el exilio implicará un largo silencio poético. En eI de Adán significará Ia asunción de una voluntaria marginación (pertenecía a una vieja familia oligárquica, aunque algo venida a menos económicamente) y el repliegue hacia formas de escritura aparentemente tradicionales. En este sentido resulta muy representativo de Ia posvanguardia peruana un poemario como Travesía de extramares (1950), en el cual Adán emplea la clásica estructura del soneto, pero dinamitándola de tal manera que muchos críticos hablan en este caso de antisonetos: una escritura barroca que hace de su hermetismo la clave de su voluntad exploratoria, de su aspiración de forzar los límites semánticos del lenguaje. Pronto sin embargo nuevas promociones irrumpen en eI ambiente literario. Los poetas de la llamada generación del 50 transitan, desde múlti ples perspectivas, la senda posvanguardista. Desde Eielson, más fiel a la herencia surrealista, pero combinándola con una musicalidad que Ie viene del simbolismo, hasta Alejandro Romualdo, más volcado hacia una temática social, pasando por Carlos Germán Belli, que combina el recurso a formas estróficas Úadicionales con la creciente incorporación del coloquialismo, estos poetas demuestran haber asumido las enseñanzas de los que los antecedieron. La apertura bustamantista Ies permitirá trascender algo los ámbitos de Ia marginalidad. En este logro le cupo eI papel fundamental a Ia revista Las Moradas (1947-1951), dirigida por Emilio Adolfo Westphalen, empeñado tenazmente en modernizat la arcaica vida cultural del Perú. En esta revista, abierta hacia las más diversas corrientes intelectuales, y consagrada a Ia literatura, el arte y la filosofÍa, colaboraron los más importantes escritores de la posvanguardia peruana: Moro, Adán, Eielson, Sologuren, Sebastián Salazar Bondy, pero también escritores de orientación indigenista como Arguedas o Luis Eduardo Valcárcel, y en general lo mejor de Ia intelectualidad peruana de entonces (el historiador Raúl Porras Barrenechea, el pintor Fenando de Szyslo, el filósofo Augusto Salazar Bondy, etc.). La cancelación del tímido intento aperturista impidió culminar este esfuerzo de renovación intelectual, postergando hasta la década del 60 la disolución deI oscurantismo oligárquico. En eI campo de la poesía vemos pues que hay un conjunto amplio de autores que desde múItiples perspectivas enriquecen la opción vanguardista (creemos justo mencionar algunos nombres más: Blanca Varela, Wáshington Delgado, Juan Gonzalo Rose). En la narrativa, en cambio, las cosas van a un ritmo mucho más lento. Sin embargo, en los años 50 diversos escritores exploran nuevos caminos, desarrollando una narrativa urbana de orientación neorrealista (Ribeyro, Congrains), impulsando una renovación del Indigenismo, eI denominado Neoindigenismo (Vargas Vicuña, eI segundo Arguedas), o introduciendo las técnicas joyceanas y faulknerianas (Zavaleta).
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4. La neovanguardia En las décadas del 60 1'eI 70 se desarrolla en el Perú Io que AnÍbal Quijanoe ha denominado una tercera oleada de modernización (las dos primeras, Ia de LeguÍa y Ia de Bustamante-OdrÍa, coinciden como se ha visto con eI auge de Ia vanguardia histórica y de la posvanguardia, Iespectivamente), que esta vez terminará por acabar con el estado oligárquico, 1-a conmocionado por Ias grandes luchas campesinas de fines del 50 y comienzos del 60. Ni las tímidas reformas agralias, ni los insustanciales afanes mod.ernizadores del primer gobierno de Belaúnde (1963-1968) alcanzan a enfrentar los graves ploblemas del momento. La capitulación del Apra ante las fuerzas oligárquicas y el resurgimiento de fuerzas de izquierda que comienzan a disputarle Ia base popular, impiden una salida en los marcos de Ia superficial institucionalidad liberal. El gobierno militar de Velasco (1968-1975) cierla esta larga crisis, procediendo a cancelar los restos del caduco orden oligárquico. Si bien las reformas impulsadas adolecieron de múltiples deficiencias, y todo eI proceso se desarrolló sin una presencia
popular autónoma, Io cierto es que clausuró una era liquidando Ia gran propiedad terrateniente, abriendo paso a una organizaciÓn social más moderna. La antigua oligarquía quedará desplazada del poder, enbeneficio de una nueva gran burguesía. En otro orden de cosas, la andinización de las ciudades ha generado los más vastos y aceleradoS procesos de transculturación, diseñando una nueva identidad popular cuyos desarrollos futuros es todavía difícil prever. Las manifestaciones de la cultura andina no sólo han ganado un lugar en Ia ciudad, antaño de espaldas a ella, sino que fructifican a través de la acción de millones de descendientes de aquellos hombres que bajaron de los Andes en busca de un espacio de supervivencia en una ciudad de Ia que hoy se van haciendo crecientemente dueños. En estos años, Ia poesÍa vanguardista entra en una nueva oleada de experimentación, fiel a su persistente voluntad de ruptura con la tradición (la tradición de la ruptura de la que habla Paz). El esfuelzo neovanguardista se orienta a renoval el lenguaje poético principalmente en dos direcciones: Ia primera, eI trabajo de escritura en base a la norma lingüística coloquial (Io que marca una diferencia fundamental con eI frecuente hermetismo de Ia vanguardia histórica); Ia segunda, la incorporación de Ia narratividad, que apunta a disolver aún más Ios ya borrosos límites entre los géneros. En este empeño innovador es visible la huella de la poesÍa anglosajona, especialmente de Eliot y Pound, a diferencia de Ia glavitante presencia francesa en los vanguardistas primigenios. Este nuevo rumbo de la poesía peruana está también vinculado con una serie de orientaciones que se desenvuelven en toda Hispanoamérica: poesía Conversacional, Coloquialismo, exteriorismo, anti-poesía, etc.
9 Véase su
libro Imperialismo, estado y
clases sociales en el
Peni,l890- 1930.
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Las figuras más representativas de la nueva generación (dejando de Iado el efímero rosto de Javier Heraud t1942-1963], muerto en las guerrillas y más vinculado todavía a Ia poética de ros predecesores), son las de Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza. Con un humor corrosivo y desacralizador el primero, revelador de la huella de Brecht, combinado con el simultaneísmo poundiano y el más cercano magisterio de Ernesto cardenal; más hermético y cultista el segundo, con acentos que revelan sus lecturas de los beatniks y de charles olson (y por cierto también de pound). otros nombres importantes en la llamada generación del 60 son los de Luis Hernández y Marco Martos, y los algo más jóvenes Mirko Lauer, Abelardo Sánchez León y José Watanabe.
La gran tribuna de aquellos años será la revista Amaru (L967-lg7l), dirigida, como no, por el infaltable westphalen. Gracias a ella, y a varias antologÍas poéticas, triunfará la nueva poesía y se reconocerá la valía de los viejos vanguardistas- La antologia luetta a la otra margen (1970), de Abelardo oquendo y lvlirko Lauer, fue fundamental para Io último, en tanto que para lo primero fueron clave las selecciones de ros nuevos (1g67), de Leonidas Cevallos, )'Estos trece (1g73), de José Miguel Oviedo. El grupo 'Hora zero' representa la extremación de la poética neovanguardista, desarrollando hasta la exacerbación eI prosaísmo y la narratividad. Estos escritores, todos ellos provincianos, dan cuenta del choque del migrante con Ia gran ciudad e incorporan una voluntad de expresión de las penalidades de la vida cotidiana en un ambiente hostil. Entre sus representantes más connotados hay que mencionar a Jorge pimentel, Juan Ramírez Ruiz y Enrique Verástegui. señalemos finalmente de manera rápida que por fin se puede hablar en estos momentos de la consolidación de una narrativa vanguardista, cuyo ejemplo más cabal es la obra inicial de vargas Llosa, de La ciudad y Ios perros (1963) a Conversación en La Catedral (1969). otros narradores que inician por entonces caminos renovadores son Manuel scorza, Marcos Yauri Montero, Edgardo Rivera Martínez, José Antonio Bravo o Alfredo Bryce. La revista Narración, en la que participaron autores como oswaldo Reyiroso, Antonio Gálvez Ronceros, Miguel Gutiérrez y Gregorio Martínez, desempeñó un importante papel en este esfuerzo de modernización del relato en el Perú.
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Nota sobre la teoría de las generaciones y su aplicación a la literatura peruana del siglo XXr
teoría de las generaciones y su uso en la historiografía literaria La teoría de las generaciones se basa en enunciados hoy radicalmente inaceptables, como eI siguiente: "La generación, compromiso dinámico entre masa e individuo, es el concepto más importante de Ia historia".2 Afirmaciones de esta naturaleza implican una sobrevaloración evidente del concepto de generación y su poder explicativo en eI campo de la histo. ria, pues Ortega y Gasset, y tras él Marías, no restringen su validez a Ia sola historia literaria, sino a Ia historia de Ia cultura en general, o incluso a Ia historia a secas. Trabajar en el campo de la historia literaria requiere un mínimo conocimiento de una disciplina conexa, como Ia historia general. Existen diversidad de enfoques historiográficos vigentes en Ia actualidad, pero sin duda ninguno de ellos asignaría un importancia tan relevante a la 1. La
categoría generación.
Iimitarnos aI campo de la historia literaria: vincular Ia producción de un autor con su marco generacional nos ayudará mucho menos a entenderla que, por ejemplo, relacionarla con determinados procesos sociales, grupos sociales, ideologías, corrientes de pensamiento, tendencias literarias o géneros literarios. Cuando confrontamos las divergencias entre las obras de autores pertenecientes a una misma generación, comprobamos Ias insuficiencias de esta categorÍa. Ltna periodización basada en las generaciones no hace mucho para explicar los desfases existentes en un grupo de escritores coetáneos. En cambio, el atender a procesos sociales, o incluso a conceptos como escuelas o corrientes literarias enriquecerá mucho más nuestra capacidad de comprensión histórica. Generación pues es una categoría historiográfica de importancia muy secundaria, y en modo alguno la respuesta a un problema tan complejo como el de la periodización. Frente a un esquematismo biologista tan mecánico, Para
nota recoge algunas ideas planteadas en mis trabajos "Sobre generaciones e historia literaria (a propósito de un libro de Alberto Varillas)", Escritura y pensamiento I (1998): 137-150, y "Zavaleta, testigo y estudioso de la generación del 50. Con un excurso sobre las generaciones peruanas del siglo )O(", en C. E Zavaleta: hombre de varios mundos, Tomás G. Escajadillo ed., Lima: Amaru eds., 2009: 25-47. 2 José Ortega y Gasset, EI tema de nuestro tiempo, L47. 1 Esta breve
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incluso la tradicional periodización por escuelas o corrientes literarias (costumbrismo, romanticismo, etc.) resultarÍa preferible. En otro lugar me he preocupado por discutir seriamente las implicancias teóricas de una periodización literaria.3 Baste por ahora señalar que la sobrevaloración historiográfica de las generaciones es un remanente del biologismo positivista, remozado con el discurso del vitalismo filosófico orteguiano. La alternancia biológica de las generaciones no puede en modo alguno determinar los procesos culturales. No es casual que uno de los primeros en reflexionar seriamente sobre las generaciones fuera Auguste Comte, el fundador del positivismo. Y es harto conocido el papel de ciencia piloto que para el positivismo desempeñaba la biología. Aplicados al campo de la cultura, estos enfoques dieron lugar a visiones de procesos culturales en tanto sucesión de fases de juventud, de madurez y de vejez, o como conflictivos relevos generacionales. Se trata pues de ópticas que han envejecido irremediablemente. Esto no debe llevar de modo necesario a desechar completamente el concepto de generación. Creo que puede tener alguna utilidad si no se sobrevalora su importancia y si no se conceptúa a la generación como una unidad homogénea. En particular es un útil sistema para clasificar escritores en etapas recientes, cuando la falta de perspectiva impide distinguir adecuadamente las diversas orientaciones y proponer clasificaciones más finas y productivas. Generación es en todo caso una categoría más descriptiva que teórica. Pero a la teoría generacional no sólo se le puede reprochar eI sobrevalorar el peso historiográfico de la noción de generación. También desde la perspectiva de la teorÍa literaria moderna se patentiza su inconsistencia. El método histórico de las generaciones aplicado a la historia literaria implica una visión de la literatura cu)'o centro sigue siendo Ia noción de autor. La historia literaria continuaría siendo centralmente una historia de los autores, en gran medida según el clásico modelo de "vida y obra". Casi toda Ia teoría literaria del siglo XX, en reaccion contra el positivismo y contra el culto romántico de los grandes hombres, ha sido un esfuerzo por relativizar Ia importancia de Ia noción de autor, planteando incluso en los casos más extremos excluir aI autor de los estudios literarios. Ya sea desde Ios inmanentismos textualistas, desde los distintos sociologismos, o desde el énfasis en el lector de las teorías de la recepción, la teoría literaria contemporánea ha librado un combate implacable contra Ia "falacia autorial". Pero además de su indudable arcaísmo, la teorÍa de las generaciones evidencia limitaciones prácticas evidentes. Esta fórmula periodológica mágica, con su matemática regularidad de quince años, resulta totalmente inoperante al enfrentarse a etapas más lejanas del quehacer humano, cuando comienzan a faltar fechas precisas de nacimiento de los autores. mi libro Para una periodización de la literatura peruana, en particular el capítulo I, "El concepto de periodo en la historia literaria".
3 Véase
Noto sobre lo teorío de los generociones 255
Y no será necesario remontarse a Ia edad media, )'a Ia literatura colonial peruana plantearía escollos insalr-ables: ¿a qué generación pertenece Juan de Espinosa Medrano, sobre cu1-a fecha de nacimiento aún no ha1- acuerdo? En el mejor de los casos, eI método vería restringida su operatiridad a los periodos más recientes, Caería por sus bases la posibilidad de hacer historia de estas etapas más distantes en eI tiempo, puesto que si la generación fuera el concepto más importante de la historia, las posibles historias coloniales o medievales se verían considerablemente problematizadas en su armazón periodológico. Sin necesariamente tener que prescindir del autor en los estudios de historia literaria, es evidente que desde cualquier perspectiva actualmente vigente, el autor no puede ya ocupar la posición de categoría central y básica, habrá por lo menos que relativizar su importancia, y en consecuencia Ia generación como conjunto de autores no puede funcionar como unidad periodológica. Pero no solamente en historia literaria: hace mucho tiempo que la historia en general ha dejado de ser Ia historia de los grandes hombres. 2. Las generaciones literarias en el Perú del siglo XX Señaladas sintéticamente las serias limitaciones historiográficas que presenta la teoría de las generaciones, no cabe descartar de plano su utilidad, sobre todo, como se ha apuntado, para la organización de Ia producción literaria de los tiempos más cercanos. Aun dentro de estas limitadas posibilidades, conviene aplicar con rigor el método a la literatura peruana, Io que no siempre ha sido eI caso. Se revisarán ahora someramente Ias principales propuestas de aplicación de la teoría de las generaciones al proceso de la literatura peruana del siglo XX y se concluirá planteando una propuesta alternativa de carácter instrumental, pero atenta a Ios señalados requisitos de rigor. Resulta evidente que la generación del 50 es la mejor estudiada de las generaciones literarias peruanas del siglo XX,a posiblemente porque, además de su aporte modernizador, presenta una organicidad mayor en comparación con otros grupos generacionales. La generación del 50 constituye pues un buen punto de apoyo para una aplicación rigurosa del método generacional aI estudio de las letras peruanas. Lamentablemente, en nuestro medio se suele emplear el concepto de generación con frecuente ligereza. Como lo he recalcado, no soy un entusiasta del método generacional, pero 4 Son importantes los trabajos de uno de los autores más representativos de esa generación, Carlos Eduardo Zavaleta: Autobiografía fugaz y sobre todo Narradores peruanos de los 50's. Estudioy antología. A pesar de sus aspectos polémicos, es valioso el libro de Miguel Gutiérrez La generación del 5O: un mundo dividido. Además, hay que recordar al menos el libro de José Antonio Btavo, La Generación del 50: hombres de letras, el volumen editado por Félix Huamán Cabrera La Generación del 5O en la literatura pentana del siglo XX, y el número I de Documentos de Literatura, dedicado a la generación del Cincuenta, que incluye una antología de la producción poética de ese grupo, preparada y prologada por Marco Martos.
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sí reconozco que el concepto de generación puede resultar de utilidad para estudiar sobre todo la literatura contemporánea, siempre y cuando sea empleado con el necesario rigor. Paso por ello ahora a plantear algunas ideas sobre las generaciones activas en Ia escena literaria peruana del siglo xx. El punto de partida para establecer una seriación generacional debe ser la generación más orgánica y Ia mejor estudiada, la del 50. La opinión hoy más aceptada por los expertos es que el periodo de florecimiento, eclosión o iniciación de una generación abarca quince años. De este parecer son, entre otros, ortega y Gassets y Julián Marías.6 otra opinión, sostenida por autores como Julius PetersenT, Albert Thibaudets o José Juan Arrom,, y hoy escasamente acogida, señalaba periodos de treinta años. Zavaleta nos da para los narradores del s0 fechas muy precisas: 1946-1961.10 Adecuando esas fechas para trabajar con una cronología más referencial que aspirante a la exactitud, cabría afirmar que las fechas de iniciación de esa generación van, aproximativamente, de 1945 (algunos prefieren por ello denominar a esta generación "del 45") a 1960. A partir de esas fechas podemos construir una serie generacional para el siglo XX. La generación anterior correspondería a los autores surgidos entre 1930 y 1945: Estuardo \úñez es quizá eI último sobreviviente de ese grupo. La generación posterior abarcaría a Ios escritores surgidos entre 1g60 y 1g75, e incluye pues a las que con característica ligereza se suelen denominar en nuestro paÍs generaciones "del 60" y "del 70". Para completar la serie generacional, conviene apoyarnos en las propuestas de algunos estudiosos. No hay que olvidar que el concepto de generación tiene una insoslayable dimensión biológica y que por tanto hay que tomar en consideración también las fechas de nacimiento de los autores, pero procediendo con la conveniente flexibilidad. En el caso peruano, el primero en presentar una propuesta sistemática de seriación generacional fue Jorge Puccinelli,ll quien en un üabajo de l9s3 organiza los elencos generacionales partiendo de los años de nacimiento de los autores. Inicia la serie con la generación surgida a comienzos del siglo XX, hoy identificada como la generación del Novecientos, integrada por escritores nacidos entre l87l y 1885. cierra la serie el grupo que correspondería aproximadamente a la hoy denominada generación del 50, conformado por autores nacidos 5 Sus ideas sobre este tema las plantea principalmente en sus libros El tema de nuestyo tiempo (ya citado) y En torno a Galileo. 6 EI método histórico de las generaciones. 7 "Las generaciones literarias". 8 Historia de la literatura francesa, desde 17gg hasta nuestros días. 9 Esquema generacional de las letras hispanoamericanas. Ensayo de un método. IO Narradores peruanos delos SO's. Estudioy antología, enespecial su listado de publicaciones iniciales en las pp. 52-53 del .,Estudio,'. 11 "Las generaciones en la cultu¡a peruÍilra del siglo )fi".
Noto sobre lo teorío de los generociones 257
entre 1916 y 1930. Repárese en que se trata de un trabaio muy temprano, por Io que las fechas asignadas a los integrantes de la generación del 50 (de la que además eI propio Puccinelli es connotado miembro) pueden parecer hoy no tan adecuadas. Sin embargo, más allá de Io discutible de las fechas, Ia serie generacional propuesta resulta sumamente coherente. En un trabajo 30 años posterior, César Pacheco Vélezt2 estudia centralmente Ia generación del Novecientos, pero plopone una serie generacional muy amplia, que se inicia en el siglo xvIII, con la generación de Tupac Amaru, y se prolonga hasta eI siglo XX, incluyendo Ia generación del 50 (de la que Pacheco se considera integrante) y Ia inmediatamente postelior. Esta propuesta tiene además eI mérito de no considerar exclusivamente a los escritores, sino también a otros intelectuales y hasta a polÍticos. La generación del 50 estaría conformada por los nacidos entre 1922 y 1936. Estas fechas palecen más adecuadas desde nuestra actual visiÓn de ese grupo generacional, lo que es perfectamente comprensible en un estudio que ha podido tomar en cuenta eI proceso evolutivo de Ia generación' Sin embargo, Ias fechas pueden resultar debatibles: quedarían fuera del elenco generacional autores nacidos antes de 1922 y generalmente identificados como parte del grupo (Jorge Puccinelli, Luis Jaime Cisneros, Gustavo Valcárcel o Javier Sologuren, entre otros). A pesar de estos posibles desfases, en mi opinión, Ia serie generacionai propuesta por Pacheco Vélez constituye la aplicación más coherente de la teorÍa de las generaciones en el caso peruano. En cambio, resulta sumamente insatisfactoria la propuesta de Alberto Valillas.l3 Si bien su libro se centra en eI siglo XIX, en un apéndice final prolonga Ia serie aI siglo XX. Allí se puede apreciar que las generaciones delimitadas no encajan pala nada con la cronología establecida para el caso de las generaciones mejor estudiadas, Como la del Novecientos o Ia del Centenario. El caso más extremo es justamente eI que más nos interesa, el de la generación del 50, que aparece partida en dos grupos, el de Ios nacidos entle 1912 y 1926, por un lado, y eI de los nacidos entle 1927 y 1942, por eI otro. Así, caracterizados integrantes de Ia generación del 50 apareCen en d.os grupos diferentes, en eI primero figuras como Sologuren, Eielson, Eleodoro Vargas Vicuña, Sebastián Salazar Bondy, Blanca Varela o Alejandro Romualdo, y en el segundo Wáshington Delgado, Carlos Eduardo Zavaleta, Manuel Scorza, Julio Ramón Ribeyro, Alberto Escobar o Pablo Guevara. Estos últimos aparecen además entreverados Con notorios integrantes de la generación siguiente, como Luis Hernández, Rodolfo Hinostroza o Antonio Cisneros. Este somero análisis permite apleciar que toda Ia seriación propuesta adolece de fallas irremediables. método histórico de las generaciones y la generación peruana del Novecientos". El texto se basa en una conferencia pronunciada en 1983. 13 La literatura peluana del siglo XD(. Periodificación y caracterización. La propuesta de serie generacional para el siglo )O( en la p. 3 1 7. 12 "El
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Para ayudarnos a afinar una propuesta de serie generacional para el Perú del siglo XX, podemos apoyarnos también en algunos estudiosos que
han aplicado el método de las generaciones a la historia de la literatura hispanoamericana. Habrá que dejar de lado eI valioso trabajo ya citado de José Juan Arrom, pues opta por un lapso generacional de treinta años, en tanto aquí se preferirá, en coincidencia con otros estudiosos, trabajar con generaciones de sóio quince años. cabe considerar Ia serie propuesta por Enrique Anderson Imbert,la muy cercana en sus fechas a la planteada por Puccinelli en el caso peruano. El grupo correspondiente a nuestra generación del 50 estaría conformado por los nacidos entre 1915 y 1930. Esta propuesta tiene además la ventaja de evidenciar la posibilidad de interferencia entre dos generaciones, aunque únicamente en sus años inicial y final. otra propuesta, quizá la más coherente y completa, pues establece una periodización generacional desde la colonia hasta el siglo XX, es Ia de cedomil Goic.l5 Las fechas indicadas por este estudioso chileno son un tanto más cercanas a Ias propuestas por pacheco vélez en el caso peruano. La homóIoga hispanoamericana de nuestra generación del 50 estaría integrada por los nacidos entre 1920 y L934. En el Cuadro 1 comparo las series generacionales propuestas por los diversos autores que hemos examinado. Cuadro
1
Nacidos entre
Generqción Iniciación VaríIIas puccinelli
Anderson
Novecientos i 1900-1915 , fSOZ-fAAf 1871-l8gs
1870-1885
1875-1889
1882-1896 1886-1900
1885-1900
1890-1904
1930-1945 1897-1911 1901-191s
1900-1915
1905-1919 t907-t927
t91S-1930
1920-t934
1922-1936
t930-194s
r935-1949
1937-1952
Centenario Treinta
r 1915-1930 :
iio.o".rtu'1945-1960 1912-1926 l916-1930 Sesenta-Setenta, 1960-1975 1927-tg4z
Pacheco
:
1877-1891 1892-1906
:
Para afinar una propuesta de serie generacional para eI caso del perú del siglo XX, nos apoyaremos entonces en las propuestas de puccinelli y 14 Historia de la literatura hispanoamerica¡ea. En ediciones anteriores de esta obra, la serie
generacional es algo diferente.
15 "La periodización en Ia historia de la literatura hispanoamericana". Goic aplica el método generacional en su conocidohbro Historia de la novela hispanoamericana, y también en la colección por él compil ada, Historia y crítica de la titeratura hispanoamiincana.
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Pacheco Vélez, y en las de dimensión hispanoamelicana de Anderson Im-
bert y Goic. Si bien el concepto de generación tiene una implescindible dimensión biológica, no cabe aplicar rigidas fronteras cronológicas entre Ios grupos genelacionales. Si se toma como base Ia propuesta de Pacheco Vélez, resultaría excesi\-o excluir de Ia generación del 50 a autores nacidos en 1920 o 1921, como ios mencionados más arliba. Si se toma como base Ia propuesta de Puccinelli, sería igualmente discutible excluir a autoles nacidos en 1931 o 1932, como Oswaldo Reynoso o Congrains Martin. El criterio clonológico de las fechas de nacimiento debe aplicarse pues con una d.osis de flexibilidad. Hay escritores que se ubican en las zonas clonológicas limítrofes de una determinada generación, y su adscripción a eIIa o a una generación anterior o posterior no puede hacerse aplicando rígidas fronteras cronolÓgicas, Iayanas en superstición numerológica, sino sopesando otro tipo de criterios, como afinidades intelectuales, experiencias formativas, vínculos peISonaleS, etc. Resulta entonces Conveniente diferenciar en cada genelación un núcleo central, Confolmado por autoles cuyas fechas de nacimiento los constituyen en miemblos indiscutibles del glupo generacional, y por otlo lado sectores fronterizos, en los que se ubican autores que podlÍan constituirse ya sea en los mayores cronológicamente de Ia respectiva generación o en los menores de la anterior, ya sea en los menores de Ia generación corlespondiente o en Ios mayoles de la siguiente. Para delimitar el núcleo centlal de Ia generación del 50, tomaré como fechas d,e referencia Ia fecha inicial plopuesta por Pacheco Vélez y como fecha final el año antelior al propuesto pol Puccinelli, debido al planteamiento de Anderson Imbelt, que considela una coincidencia entre eI año final de una genelación y el inicial de la siguiente. Estos son los autores cuya adscripción a Ia generación no ha sido puesta en duda por ningún enfoque liguroso, pues todos Ios autoles involucrados quedalían incluidos dentro de los máIgenes cronolÓgicos fijados por los cuatlo investigadores considelados. A su vez, la fecha inicial propuesta pol Anderson Imbert será Ia más temprana para Ios posibles miembros del grupo de los mayores de la generación, así como Ia fecha final propuesta pol Pacheco será la más tardía para los posibles miembros del grupo de los menoles de Ia generación. Serían entonces integrantes natos de Ia generación del 50 los nacidos entre 1922 y 1929. En la zona de frontera con la genelación anterior, eI grupo de los mayores, se ubicarían algunos de los nacidos entre 1915 y L92l,y en la zona de frontera con la generación posterior, el grupo de los menores, algunos de Ios nacidos entre 1930 y 1936. Siguiendo este mismo esquema, plesento en eI Cuadro 2 Ia serie de las generaciones peruanas del siglo XX, diferenciando Io que he denominado el núcleo centlal, y Ias zonas de frontera de los mayoles y Ios menores. Las denominaciones aplicadas a las distintas generaciones tienen un propósito descriptivo.
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lndogocionesheterogéneos
Cuadro
2
Nacidos entre
:
1900-1915 ,
1870-1876 :
fSZZ-rSS+
Centenario
fgfS-fgEO :
tSSS-tASf :
1892-1899
Treinta
t930-1945
t900-1906
t9}7-Lgt4
IgIS_192t
Cincuenta
1945-1960
t9l5-192t
tg:z|-tg:¿g
t930-I936
i:i:li}
re60-re7s rs30-re36
ts37-ts44
re4s-resr
ochenta
1975-1990
19-t5-l9sl
1952-1959
1960_1966
Novenla :
1990
1960-1966
tg67-1974
t97S_1981
Novecientos
2005
t88S_1891
;
1900-1906
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Ortega
y