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Traducción de C e c ilia B e ltr a m e M a ria n a P o d e tti P a b lo P re v e M irT a R o s e n d e r g Jo sé S a zcó n
T om As S e g o v i a Isab el V e ric a t N ú ñ ez
SLAVO] ¿ I¿ E K (com p.)
IDEOLOGÍA Un mapa de la cuestión
WS 3 £ F o n d o d e C u lt u r a E c o n ó m ic a
M é x ic o - A r g e n t i n a - B r a s il - C o l o m b i a - C h il e - E s p a ñ a Es t a d o s U n id o s d e A m é r ic a - G u a t e m a l a - P e r ú - V e n e zu e la
índice general
Introducción. El espectro de la id e o lo g ía ........................................................................... 7 Slavoj Í iíe k 1. M ensajes en una b o t e lla ......................................................................................................43 T heodor W. A dorno 2. A dorno, el p ostestructuralism o y la crítica de la id e n tid a d ................................55 Peter D ews 3. La crítica de la razón in stru m en tal ................................................................................77 Seyla Benhabib 4. El estadio del espejo com o form ador de la función del yo (je) tal com o se nos revela en la experiencia p sic o a n a lític a .......................................................... 107 Jacques Lacan 5. Ideología y A paratos Ideológicos de E s ta d o ............................................................115 Louis Althusser
6. El m ecanism o del reconocim iento id e o ló g ic o ....................................................... 157 M ich el Pecheux 7. D eterm inación e in d eterm in ació n en la teoría de la id e o lo g ía .....................169 N icholas A bercrom bie, Stephcn H ill y B ryan S. T urner 8. Las nuevas cuestiones de la s u b je tiv id a d ................................................................... 185 G oran T herborn 9. La ideología y sus vicisitudes en el m arxism o o c c id e n ta l..................................199 T crry Eagleton 10. Fem inismo, ideología y deconstrucción: una perspectiva p ra gm atista.... 2 53 R ichard R orty 11. Ideología, p o lú ica, h egem on ía: de G ram sci a Laclau y M o u ffe ..................2 63 M ¡c h ile Barrett
12. D oxa y vida co tidian a: una e n tre v ista .................................................................... 295 Pierre B ourdieu y T e rry Eagieton 13. La posm odernidad y el m ercad o ............................................................................... 309 Fredric Ja m e s o n ................................................................................................................. 309 14. ¿Cóm o inventó M arx el sín to m a ?............................................................................ 329 Slavoj ¿ i i e k ín d ice a n a lític o ..........................................................................................................................371
Se terminó de imprimir en el m es d e septiem bre d e 2003 en Gnfínór, Lamadrid 1576, V illi Ballcster, Buenos Aires, Argentina.
Primera edición en inglés, 1994 Primera edición en español, 2003
T irulo original: M apping Ideology ISBN de la edición original: 1-S59S4-055-S © V erso, 1994
D. R. © 2 00 3 ,
F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m i c a d f . A r c e n t i n a , S.. El Salvador 5 66 5 ; M I 4 f i l í e n o s A i r e s e-m ail: fondon::e p o lititju e'-1 sugiere que las afinidades m is profundas entre una concepción m ;i:xiana de la econ o m ía política en general y el dom inio de lo estético (como por ejem plo en la obra de Adorno o Benjam in) deben localizarse precisamente aquí, en la percepción com partida por am bas dis ciplinas de este inmenso m ovim iento dual de un plano de la forma y un plano de la sustancia (por usar un lenguaje alternativo del lingüista H jelinslev). Esto parecería confirm ar la que;a tradicional de que el m arxism o carece de toda reflexión política autó no m a propiam ente dicha, algo que, sin em bargo, parece más bien una fuer/a que una debilidad. El m arxism o no es, en efecto, una filosolía política del tipo W c l :. :n s i 'h t i u i t i i % , y tic ningún m odo está en el m ismo nivel respecto del conservadrrism o, liberalism o, radicalism o, populism o, o cualqu ier otra tendencia. M ay por cierto una práctica m arxista de la política, pero el pensam iento político en e: m arxism o, cuando no es práctico en ese sentido, nene que ver exclusivam ente con la organización económ ica de la so ciedad y con el modo en que la gente coopera para organizar la producción. Esto significa que el "socialism o" i:.> es exactam ente una idea política o, si se prefiere, que presupone el fin de cié: co pensam iento político, ¡am b ié n significa que tenem os nuestros hom ólogos entre los pensadores burgueses, pero no son los fascistas (quienes tienen m u y poco que pueda considerarse com o pensa m iento en ese sentido, y en todo caso se han extinguido históricam ente) sino más bien los neoliberales y la gente Je l mercado: tam bién para ellos la filosofía política carece tic valor (al menos, una vez elim inados los argum entos del ene migo m .uxista colectivista), y la "política" ahora significa sólo el cuidado y la alim entación del aparato económ ico (en este caso el m ercado, más que los me-' dios de producción de propiedad y organización colectiva). En efecto, afirmaré que tenem os m ucho en co m ú n co.: los neoliberales; de hecho, prácticam ente todo, ¡excepto lo esencial!
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S. M a l l a r m é , " M . i p r " , en : Viirijriorií ttír a ; utjet, i r u v r a c o w p lir u t, P.iris. 19-15, p. 3 9 9 . L.i frase, q u e u t i l i c e c o m o c p í ^ r . ' í r d e Al.irxistn lint! : >rm, s u n ; e tic u r u c o m p l e j a m e d i t a c i ó n s o b r e poesía, p o l í t i c a , e c o n o m í a y c ía s e e s c r it a I K1) 1), en !> c o m i e n / o s d el p r o p i o a l i o m o d e r n i s m o .
['ero prim ero debe ser dicho lo obvio, a saber, que el eslógan del m ercado no y ',|o cubre una gran variedad de distintos referentes o 'p reo cu p a cio n es sin o q u e también es, casi siem pre, un nom bre inadecuado. F.n prim er lugar, n o ex isten hoy mcrcado,s libres en la época de los oligopolios y m ultinacionales: en e fe c to , G albraith sugiri# hace m ucho que los oligopolios eran nuestro sustitu to im p e r fecto de la planificación de tipo socialista. Por otra parte, en su acepción general, el mercado com o co ncep to 'rara vez tiene que ver con la elección o la lib ertad, dado que éstas nos son determ inada.? de antem ano, ya sea que hablem os de autom óviles últim o m odelo, juguetes o programas de televisión: seleccionam os entre ellos, sin duda, pero apenas puede decirse que tengam os voz ni voto al elegir uno. Por lo tanto, la hom ología con la libertad es, en el m ejor de los casos, una hom ología con nuestra dem ocracia parlam entaria de tipo representativo. Además, el m ercado en los países socialistas parecería tener más que ver con la producción que con el consum o, ya que es sobre todo la provisión de partes de repuesto, com ponentes y m aterias prim as para otras unidades de p ro d uc ción lo que se destaca como el problem a más urgente (y frente al cual se fanrasea que el m ercado de tipo occidental es una solución). Pero es de suponer que el eslófan del m ercado, y toda la retórica que lo acom paña, fueron pensados para asegurar un giro decisivo y un desplazam iento desde la co ncep tualidad de la producción a la de la distribución y el consum o, algo que rara ve?, da la im p re sión de que ocurra en efecto. Tam bién parece, por cierto, elim in ar la cuestión crucial de la propiedad, con la que los conservadores han tenido una notoria dificultad in telectual: aquí, la exclusión de “la justificación de los títulos de propiedad o rigin al’’3 será con. siderada como un enfoque sincrónico que excluye la dim ensión de la historia y , el cambio histórico sistém ico. Finalm ente, debe señalarse que en la opinión de m uchos neoliberales, no : sólo aún no tenernos un m ercado libre, sino que lo que tenem os en su lugar (y que, por lo dem ás, a veces es defendido com o "libre m ercado” contra la Unión [Soviética)1' —a saber, un m utuo com prom iso y soborno de grupos de presión, ^intereses particulares y o tro s- es en sí m ism o, según la nueva derecha, una es tru c tu ra absolutam ente hostil a! verdadero mercado libre y su e it n b liih m e n t . fcEite tipo de análisis (a veces llam ado teoría d e jji elección pública) es el eq u iv a liente derechista del análisis de izquierda de los medios y el consum ism o (en & tras palabras, la teoría obligatoria de la resistencia, la explicación de que el área
■ g j 3 N o r m a n B a r r y, Or: ( J t u i i c a i Ltiffrtilnni a n d L ib crhin annrri, N u e v a Y or k, 1 9 8 7 , p. 1 3. Ibíif., p. !9s i n d i v i d u o s - c o m o a l g o e x i s t e n t e , p o r e j e m p l o , u n a m o n e d a o e n u n v a l e r d e c a m b i o - , s i n o e n la q u e la t o t a l i d a d del m o v i m i e n t o s o c i a l m i s m o se p r - . c n t a d e tal f o r m a . ’
Lo notable de estas reflexiones es e.ue parecen identificar dos cosas que con frecuencia se han considerado com o conceptos m uy diferentes: el bellum ornnium contra om nes y la “m ano in visib le” de Adam Sm ith (que aquí aparece disfrazada com o la "astucia de la razón" hegeli. na). Yo diría que el concepto de “sociedad civil" de M arx es algo así com o lo que ocurre cuando estos dos conceptos (corno /natería y an tim aíeria) son com bine.Jos inesperadam ente. A quí, sin em bargo, lo significativo es que aquello que Ieobbes tem e es, en cierto m odo, !o mismo que le da confian?.! a Sm ith (la naturaleza más profunda del terror hobbesiano jesuíta curiosam ente ilu m in ad a por .1 com placencia de la definición de M ilton frie d m an : “un liberal le tem e funda Mentalmente al poder co n cen trad o ").10 La co n cep ció n de cierta v io len cia fe:oz in h eren te a la n atu raleza h um an a y escenificada en la Revolución Ingle;,.., de donde procede el análisis ("temeroso") de H obbes, no es m ejorada ni m odificada por la “d o u ceu rd u com m cree" [dulzu ra del com ercio] de H irsch m an ;11 es rigurosam ente idéntica (en M arx) a la com petencia de mercado. La diferencia no es político-id eo ló gica sino histórica: lio b b e s necesira e] poder esrat.il p..ra so m e te r y controlar la violencia de la naturaleza hum ana y la com petencia; en Ada/n Srnith (y en H egel, en otro plano m ct.ifísico) el sistem a com petitivo, el m ercado, se ocupa por sí m ismo del som etim iento y el control, sin necesitar más del Estado absoluto. Pero lo que resulta claro a lo largo de la tradición conservadora es su m otivación por el m iedo y las ansiedades, donde la g.ierra civil o el crim en urbano son meras figuras de la lucha de clases. El m ercado es, entonces, un Leviatán con piel de oveja: su función no es alen tar y perpetuar la libertad (m enos aun una libertad de tipo político) sino más bien reprim irla; y a propósito de estas im ágenes po dem os recuperar los eslóganes de los años existencialistas: el m iedo a la libertad,; la h uida de la libertad. La ideología de mercado nos asegura que los humanos causan desastres cuando intentan controlar sus destinos (“el socialism o es imposi^ ble") y que somos afortunados al po:eer un m ecanism o interpersonal (el merca-
v M a r x y íuv^cU. t . o l í í c t c d u w r h , vttl. . . oh . c i t ., p p . 1 3 1 - 1 3 2 [ tr .u í. e s p e l.in a t i ft m iíi x m t r^ t ilín .... o h . c i t . . p. 1 2 9 . | 10 M i i u m i r u 'i l i n . i n . ( ' . i p i i j í i i m a n d i) : ■:.n racy, C h i c a g o , I 9 (» 2 . p. 3 1) _ 11 V é a s e A l h e r t O . H i r s c h m . u i n , V/V /év : o m a n d : ¡ ¡ c f n í rrn t s , [’r i n e e c i m , 1 9 7 7 , p a r t e I [ t r a a j c i p e í.iil piliii>nes y í/il i n u r í í i í : ar^uitwnítu ■ilitsctií r n f . w u r d e l Ciipitaíiimo prc\'io¡ ti 1» l’ .HCeitm.i,
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do) que puede sustituir a la liubris hum ana y la planificación, y reem plazar por completo las decisiones hum anas. Sólo debemos m antenerlo lim pio y bien acei tado, y ahora -co m o el monarca, hace tantos siglo s- se ocupará de nosotros y nos mantendrá conyolados. No obstante, la razón de que este confortante reemplazo de la d iv in id ad sea tan um versalm ente atractivo en el presente es una cuestión histórica de d istin ta índole. La atribución de la nueva aceptación de la libertad de m ercado al m iedo al stalinism o y a Stalin es conm ovedora, pero está ligeram en te mal ubicada en el tiempo, aunque no hay duela de que la actual industria del G ulag ha sido un com ponente crucial en la "legitim ación" de estas representaciones ideológicas (junto con la industria del H olocausto, cuyas peculiares relaciones con la retó rica del G ulag merecen un análisis cultural c ideológico m ás detenido). La crítica más inteligente a un extenso estudio de los años sesenta que p u b li que' hace un tiem p o 12 se la debo a W lad G odzich, quien m anifestó un asom bro socrático ante la ausencia, en mi m odelo global, del Segund o M un do, y en particular de la Unión Soviética. N uestra experiencia de la p cm tro ik a ha revela do dim ensiones de la historia soviética que apoyan poderosam ente el arg u m e n to de Godzich y hacen mi om isión aun m ás lam entable, d e m odo que m e rec tificare exagerando en (a dirección contraria. M i im presión, de hecho, es qu e el fracaso del experim ento de Kruschev no fue desastroso sólo para la U nión S o viética, sino que en cierto modo fue decisivo para el resto de la historia global, . y no menos para el futuro del propio socialism o. En efecto, se nos da a en tender que en la Unión Soviética la generación de Kruschev fue la últim a en creer en la ■posibilidad de una renovación del m arxism o, por no hablar del socialism o; o ¡más bien, a la inversa: que fue su fracaso el que ahora determ ina la tota! in d ife re n c ia de generaciones de intelectuales más jóvenes hacia el m arxism o o el so cialism o . Pero creo que este fracaso fue tam bién determ in ante en los desarrollos 3más básicos de otros países, y aunque no es deseable que los cam aradas rusos ¿Carguen con toda ¡a responsabilidad sobre la historia global, me parece que Kxiste cierta sem ejanza entre lo que la revolución soviética significó para el resto ¿ e l mundo en térm inos positivos, y las consecuencias negativas de esta últim a Oportunidad perdida de restaurar esa revolución y transform ar el p a rtid o en el proceso. Tanto el anarquism o de los años sesenta en O ccidente com o la RevoWción C ultural C h in a deben atribuirse a aíjucl fracaso, cuya prolongación, BKucho tiempo después de la m uerte de am bas, explica el triunfo universal de lo K ue Sloterdijk llam a "razón cínica" en el actual consum ism o de lo posm oderno. F re dr ic J a m e s o n , “ Pcriotii/.iní; che s ix i ie s " , e n : l'h e hiroln^ir, o f l h t o r y . M i m i e a p o l i * . ! 9 8 8 . pp . 1 7 8 - 2 0 8 [frac], cs p .: PrrioJíz^ir los ’6(K C ó r d o b a , A l c i ó n , 1 ') 9 7 ] .
Por lo canto, no debe asom brarnos que una desilusión tan p rofunda con la praxis p o lítica h aya resulrado en una pop ularidad de la retórica de la ab n ega ción del m ercado, y en la en trega de la libertad h u m an a a u n a m ano invisible que ahora es generosa. De todos m odos, n in g u n a de las cosas m encionadas hasta aq u í, aun qu e im plican al pensam iento y el razonam iento, ayu d a dem asiado a exp licar el ras go m is sorprendente de este desarrollo discursivo; a saber, cóm o el ab u rrim ien to de los negocios y la propiedad p rivada, lo opaco de la activid ad em presarial y el tono casi dickensiano del títu lo y la ap rop iación , los tipos de interés, las fusiones, la banca d e inversiones y otras transacciones sim ilares (luego d el cierre de la etapa heroica de los negocios, o cap italism o sin escrúpulos) resultan tan atractivos en nuestros días. D esde m i punto de vista, la em oción que se en cu en tra en la antes tediosa representación del lib re m ercado de los años cincu en ta, deriva de su asociación m etafórica ilíc ita con un tipo m u y diferente de repre sentación; a saber, los propios m edios de co m un icació n , en su sentido co ntem poráneo y global más am p lio (in c lu id a la in fraestru ctura d e los m ás recientes aparatos y alta tecnología). Se trata de la operación posm oderna a la que nos referimos antes, en la que dos sistem as de códigos son identificados de m odo tal que perm iten qu e las energías lib id in ales de uno se extiendan sobre el otro, sin producir, no o bstante (com o en m om entos pasados de nuestra h istoria cultural e in telectual), u n a síntesis, u n a nueva co m bin ació n, un nuevo lenguaje co m b i nado o lo que fuere. H orkheim er y Adorno observaron hace m ucho, en la era de la rad io, la p eculiaridad d e la estructura de u n a “in d u stria c u ltu ral” com ercial en la que los productos eran g ratis.1^ La an alo gía entre los m edios de co m unicación y el m ercado es, de hecho, reforzada por este m ecanism o: no es porque los m edios sean com o el m ercado que am bas cosas resultan com parables; m ás b ien , am bas cosas pueden com pararse porque el “m ercado” es tan d isím il de su “concepto” (o idea platónica) como los m edios lo son respecto de su propio concepto. Los medios de com unicación ofrecen program as gratis en cuyo contenido y varie dad el co n su m id o r no tien e d ecisió n algu n a, pero cu ya selección es luego rebautizada com o "libre elección”. En la desaparición gradual de la sede física del m ercado, n atu ralm en te, y en la tendencia a la*identificación de la m ercancía con su im agen (o m arca, o logo) ocurre o tra sim biosis más ín tim a en tre el m ercado y los m edios de co m u n ica ción; en ella, los lím ites son borrados (en modos profundam ente característicos 15 T h e odor W . A dorno y M ax H orkheim er, D ia líciic o f E nlighscnm cnt, N ueva York, 1972, pp. 161 -16 7 (trad. csp.: D ialéctica d e l ilu m in iím o, M adrid, T rou a, 1994).
de lo posm oderno), y una in diferen ciació n de los niveles tom a grad u alm en te el lugar de un a separación an terio r entre cosa y concepto (o econ o m ía y cu ltu ra, base y superestructura). En p rim er lugar, los productos qu e se venden en el m ercado se convierten en el co ntenido m ism o de la im agen d e los m edio s de co m unicación, de m odo q u e, por así decirlo , el m ism o referente parece m an te nerse en am bos dom inios. Esto es m u y distin to de una situ ació n m ás p rim itiv a en la que se le agregaba a una serie de señaJes inform acionaJes (noticias, folletines, artículos) una prom oción de un producto comercia] sin relación alguna. H o y en día, los productos son, por así decirlo, difundidos a través del espacio y tiem po de los segm entos de entretenim iento (e incluso de noticias) com o parte de su conte nido, de m odo tal que en ciertos casos m uy publicitados (en particular la serie Dinastía ) 14 a veces no q u eda claro cuán do term in a el segm ento narrativo y em piezan los com erciales (ya que los m ism os actores aparecen tam bién en el segm ento com ercial). Esta interpenetración por m edio del contenido se expande de un a m an era algo diferente por la naturaleza de los productos m ism os; uno tiene la im p re sión, sobre todo al tratar con extranjeros enardecidos por el consum ism o esta dounidense, de que los productos form an una especie d e je rarq u ía cuyo clím ax se en cuen tra precisam ente en la p ro p ia tecnología de la reproducción, la qu e, por supuesto, excede ahora el clásico aparato de televisión, y en térm inos generajes h a llegado a encarnar la nueva tecn o logía inform ática o de co m pu tació n de la tercera etapa del cap italism o . D ebem os, por lo tanto , p lantear otro tip o de consum o: el consum o del proceso m ism o de consum o, m ás allá de su co n ten i do y de los productos com erciales in m ediato s. Es necesario hablar de un a espe cie de bonificación tecnológica de placer ofrecida por la nueva m aq u in aria y, por así decirlo, sim bólicam ente recreada y ritualm ente devorada en cada sesión de consum o oficial de los m edios. No es casual que la retórica conservadora q u e solía acom pañar a la retórica de m ercado en cuestión (pero que en m i opinión repre sentaba un a esrraregia de deslegitim ación algo diferente) tuviera que ver con el fin de las clases sociales (una conclusión siem pre dem ostrada por la presencia de la televisión en las viviendas de los trabajadores). Gran parte de la euforia de la posmodernidad deriva de esta celebración del proceso m ismo de la inform atización de alta tecnología (donde el p redom inio de las teorías actuales de la co m u n ica ción, el lenguaje o los signos es un derivado ideológico de esta "visión del m u n do” m ás general). Éste es entonces, com o h ab ría dicho M arx, un segundo m o m ento en el que los m edios de co m un icació n “en gen eral” (com o el “cap ital en ^ V ciíc Jane Fe u c r, “R eading D ynasty. Televisión and Reccption T h cory", en: S ou th A tlantic Q uarterfy, 8 8, 2, septiem bre 1 989, pp. A45-460.
general ", en oposición a los “m u c h o : cap itales”), en canto proceso unificado, son en cierto modo destacados y experim entados (a diferencia del contenido de las proyecciones de m edios in dividuales); y parecería ser esra "totalización" la que perm ite tender un puente a las fantásticas im ágenes del "mercado en gene ral" o "el m ercado como un proceso indicado". El tercer rasgo tic la com pleja red de analogías entre los m edios de co m un i cación y el m ercado que subyace a la ruerza de la actual retórica de este últim o, puede localizarse entonces en la prop:a forma. E.s aq u í donde debem os volver a la teoría de la im agen, recordando la r.otable derivación teórica de G uy Dcbord (l.i im agen com o (orina Imal de la rei!:cación de la m ercan cía).1'’ En este punto, el proceso se revierte, y no son los pro iuctos com erciales del m ercado los que se convierten en im ágenes en la p ub licidad, sino que, más bien, son los propios procesos narrativos y de en treten im ien to de la televisión com ercial los (¡tic son, a su ve/., reificados y convertidos en otras tantas m ercancías: desde la propia narrativa serial, con sus rígidos y casi form ularios segm entos tem porales y cor tes, hasta aquello que las tom as de la :.im ara le hacen al espacio, la historia, los personajes y la m oda, incluido un nuevo proceso de producción de estrellas y celebridades que parece diferente de experiencias históricas anteriores y más fam iliares sobre estas cuestiones, y qi.e hoy converge con los fenóm enos hasta ahora "seculares" de la anterior esfera pública en sí m ism a (gente y aconteci m ientos reales en el noticiero de la noche, la transform ación de nom bres en algo así como logos, etc.). Diversos análisis han dem ostrado que los noticieros están estructurados exactam ente al n: >do de series narrativas, m ientras que a l gunos de los que estamos en ese ou\. precinto de la cultura “oficial" o “alta" hemos tratado de mostrar el declive v la obsolescencia de categorías como “fic ción" (en el sentido de algo opuesto a ¡o "literal" o lo "objetivo"). Pero creo que aqu í debe analizarse una profunda ir. idificació n de la esfera pública: la em er gencia de un nuevo reino ele la realn: id de la im agen, que es a la vez flexional (narrativa) y objetiva (incluso los pe; onajes de las series son percibidos como estrellas con "nombres reales" con historias externas sobre las que se puede leer) y que ahora -co m o la anterior "esfera de la cultura" c lá sic a - se vuelve sem iautónonio y flota por encim a de la realidad, con la diferencia histórica fundam ental de que, en el período clásico, la realidad persistía in d ep endientem ente de esta "esfera cultural" sentim ental y rom ántica, m ientras que hov parece haber perdi do ese modo separado de existencia. Hoy, la cultura influye a su vez sobre la realidad de m anera tal que cualqu ier forma independiente y, por así decirlo, no ^ Cíiiy Debortí, l'hc stii'tfty < ¡j Spfí(>u'!?, . ri/v tvj » uiii, V . iU - iu u , l' ie - I r x i o s , -MMM)}.
1977. c.ip í (tr.id. r ;i /.,/ juaVr/./r/ tUl
cultural o extracultural, se vuelve problem ática (en una suerte de prin cip io de H eiscnbcrg de la cultura de masas, que interviene entre el ojo y la cosa m ism a), y así los teóricos term inan uniendo sus voces en la nueva doxa de que el "refe rente" ya no existe. Ln todo caso, en este tercer m om ento, los contenidos de los m edios masivos de com unicación se han transform ado en m ercancías, que son luego arrojadas anterior a una versión más am p lia del m ercado, co n la que se asocian hasta que am bas cosas resultan indistin guib les. Entonces los m edios de co m un icació n , como aquello que se im aginó que era el m ercado, vuelven ahora al m ercado y, al volverse parte de el, sellan y certifican que la identificación antes m etafórica o analógica es una realidad "literal". Finalm ente, lo que queda por agregar a estas consideraciones abstractas so bre el mercado es un calificador pragm ático, una funcionalidad secreta que a veces arroja una luz com pletam ente nueva —que ilu m in a a una pálida altura m e d ia - sobre el m ismo discurso visible. Esto es lo que Barry, presa de la exaspe ración o la desesperación, dice en la co n clu sió n ele su libro tan útil: q u e el examen filosófico de las diversas teorías neoliberales sólo puede aplicarse a una situación fundam ental que podem os llam ar (no sin ironía) “la transición del socialism o al cap italism o ".16 Las teorías del m ercado, en otras palabras, siguen siendo utópicas en la m edida en que no son aplicables a este proceso fu n d a mental de "dcsrcgulación” sistem ica. El propio Barry ilustró la significación de este juicio en un capítulo anterior, en el que, analizando a los teóricos de la elección racional, señaló que la situación ideal de m ercado es para ellos tan utópica e irrealizable bajo las condiciones actuales como lo es hoy, para la iz quierda, la revolución o transform ación socialista en los países capitalistas av an zados. Q uisiera agregar que el referen te es aq u í doble: no sólo los procesos en varios países del Este -q u e han sido entendidos como intentos de restablecer el mercado de un modo u o tro -, sino tam bién los esfuerzos en O ccidente, sobre todo con Reagan y \h.ucher, para elim inar las “regulaciones" del Estado de bienestar y regresar a una forma más pura de condiciones de m ercado. Debe tenerse en cuenta la posibilidad de que am bos proyectos fallen por razones estructurales, pcio tam bién se debe insistir en señalar el interesante curso de los acontecim ientos que hizo que el mercado resaltara tan utópico com o se co n si deraba recientem ente el socialism o. Bajo estas circunstancias, de nada sirve sus tituir una estructura institucional inerte (la planificación burocrática) por otra estructura institucional inerte (el propio m ercado). Lo que se necesita es un gran proyecto colectivo en el que participe una m ayoría activa de la población, lf‘ VV.t'.r N o r n u r i ! ' h a r r v , O n C/.ntnvj/ l,ib cr¡il¡íin , . . , ot>. c¡{., p p . 1 9 3 - 1 9 6 .
com o algo qu e 1c perrenezca y se a construido c o a sus propias energías. El esta b lecim ien to de p rioridades sociales -c o n o cid o tam bién en la tradición so cialis ta com o p lan ificació n —tendría qu e ser parte de este proyecto colectivo. Aun así, deb ería q u ed ar claro q u e el m ercado, casi por d efinició n , no puede ser en abso luto un proyecto.
T raducción d e Pablo Preve
14. ¿Cóm o inventó M arx el síntoma?* Slavoj Zizek
Marx, Freud: el análisis de la form a Según Lacan, n ingún otro sino M arx fue qu ien inventó la noción de sín to m a. ¿Es esta tesis lacan ian asó lo un arranq ue de in genio , un a vaga an to lo gía, o posee un fundam enco teórico pertinente? Si M arx realm ente articuló la n oción de sín to m a com o actúa tam bién en el cam po freudiano, entonces debem os p la n tearn o s la p re g u n ta k a n tia n a acerca de las "c o n d icio n es de p o s ib ilid a d " epistem ológicas de un encuentro de este tipo: ¿cómo fue posible qu e M a rx , en su análisis del m undo de las m ercancías, produjera una noción qu e se a p lica tam bién al análisis de los sueños, a los fenóm enos histéricos y dem ás? La respuesta es que hay una hom ología fundamental entre el procedim iento de interpretación de M arx y el de Freud. Para decirlo con m ayor precisión, entre sus análisis respectivos de la m ercancía y de los sueños. En ambos casos se trata de elud ir la fascinación propiam ente fetichista del “contenido" supuestam ente oculto tras la forma: el “secreto" a develar m ediante el análisis no es el contenido que oculta la forma (la forma de las mercancías, la forma de los sueños) sino, en cam bio, e l "secre to" d e esta form a. La inteligencia teórica de 1a forma de los sueños no consiste en penetrar desde el contenido manifiesto a su “núcleo oculto”, a los pensam ientos oníricos latentes. Consiste en la respuesta a la pregunta: ¿por qué los pensam ientos oníricos latentes han adoptado esta forma, por qué se transpusieron en form a de sueño? Sucede lo mismo con las mercancías: el problema real no es penetrar hasta el “núcleo oculto” de la m ercan c ía-la determ inación del valor que tiene por cantidad de trabajo consum ido en su p ro ducció n- sino explicar por qué el trabajo asum ió la forma del valor de una m ercancía, por qué el trabajo puede afirm ar su carácter social sólo en la forma m ercancía de su producto. El notorio reproche de “pansexualism o" a la interpretación freudiana d e los sueños es ya un lugar com ún. H ans-Jürgen Eysenck, un crítico severo del psicoa* Fuente: El su b lim e ob jeto d e la id eología , M a d rid , Siglo XXI, 1 99 2 , pp. 3 5-8 7.
nálisis, observó hace m ucho una parado;.: crucial en la m anera freudiana de abor dar los sueños: según Freud, el deseo a: ac u lad o en un sueño se supone que es -co rn o norm a al m e n o s- inco n sciente v a la vez de naturaleza sexual, lo cual contradice la m ayoría de los ejem plos analizados por el propio Freud, empezando por el sueño que til escogió com o caso iivroduciorio para ejem plificar la lógica de los sueños, el famoso sueño de la inyección de Irma. El pensam iento latente arti culado en ese sueño es el intento que hace Freud de librarse de la responsabilidad por el fracaso del tratam iento suyo de lr n a , una de sus pacientes, m ediante razo nam ientos del cipo “no fue culpa m ía, la -alisa fue una serie de circun stan cias.. pero este “deseo”, el significado del sueño, no es obviam ente ni de naturaleza sexual (tiene más que ver con la ética profesional) ni inconsciente (el fracaso del tratam iento de Irma perturbaba a Freud .lía y noche).1 Este cipo de reproche se basa en un error teórico fundam ental: la identifica ción del deseo inconsciente que actúa en d sueño con el “pensam iento latente", es decir, la significación del sueño. Pero co n o Freud insiste continuam ente, no hay nada "inconsciente" en el "pensamiento /.rente d el sueño": este pensamiento es un pensam iento totalm ente "norm al" que se puede articular en la sintaxis cotidiana, en el lenguaje com ún. Topológicamente, pertenece al sistema “preconsciente/consciente’’, el sujero está al tanto de él habit.talm ente y hasta dem asiado, lo atosiga todo el tie m p o ... En determ inadas condiciones, csce pensam iento es apartado, forzado a salir de la conciencia, arrastrado al inconsciente, es decir, sometido a las leyes del “proceso prim ario”, traducido al "lenguaje del inconsciente”. La relación entre el "pensam iento latente” y lo que se denom ina el “contenido manifiesto" de un sueño —el texto del sueño, el sueño en : u fenom enalidad lite ra l- es por tanto la que hay entre un pensam iento (pre)cons.:iente totalm ente “norm al” y la traduc ción de éste al "jeroglífico” de! sueño. constitución esencial del sueño no es, entonces, su “pensamiento latente", sino -ste trabajo (los mecanismos de despla zamientos y condensación, la figuración !e los contenidos de palabras o sílabas) que le confiere la forma de sueño. En ello reside, pues, el m alentendido básico: si buscam os el "secreto del sueño" en el contendido latente, oculto ::as el texto m anifiesto, estam os aboca dos a la decepción: todo lo que encontram os es algún pensam iento en teram en te “norm al" -s i bien en general d esagrad ab le- cuya naturaleza es en gran parte no sexual y definitivam ente no "inconsciente". Este pensam iento "norm al", preconsciente/consciente no es atraído lu c ia el inconsciente, reprim ido, sim plem ente por el carácter "desagradable" ;ue tiene para el consciente, sino por que entra en una especie de "cortocircui con otro deseo que ya está reprím i1 i i . i m }uí)',cii 1' v\ em k, Sen te ti tul /hmírnir ;
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do, localizado en el inconsciente, un desea que no tiene nada q ue ver con e l “p e n sam iento Lítente d el sueño". “El curso norm al del pensam iento’’ -n o rm a l y por lo tanto que se puede articular en el lenguaje com ún y co tidian o , es decir, en la sintaxis del “proceso secundario”- “sólo qu eda som etido al tratam iento p síq u i co anorm al del tipo que hemos descrito - a ! trabajo del sueño, a los m ecanism os del “proceso prim ario”- “si un deseo inconsciente, derivado de la infancia y en estado de represión, ha sido transferido a é l”.2 Es este deseo sexual/inconsciente el que no se puede reducir a “un curso nor mal del pensam iento” porque está, desde el comienzo m ism o, constitutivam ente reprim ido ( U rverdningung de Freud), porque no tiene “o riginal” en el lenguaje “norm al” de la com unicación cotidiana, en la sintaxis de! preconsciente/consciente. Su único lugar está en los m ecanism os del “proceso prim ario". Ésta es la razón de que no haya que reducir la interpretación de los sueños, o los síntom as en general, a la retraducción del "pensam iento latente del sueño” al lenguaje “nor m al”, cotidiano, de la com unicación intersubjetiva (fórm ula de H aberm as). La estructura sim ple es triple, siempre hay tres elementos en funcionam iento: el texto del sueño manifiesto, el contenido d el sueño latente o pensam iento y el deseo incons ciente articulado en el sueño. Este deseo se conecta al sueño, se intercala en el interespacio entre el pensam iento latente y el texto m anifiesto. No está, por lo tanto, “más oculto, más al fondo” respecto del pensam iento latente, sino que, definitivam ente, más “en la superficie”, y consciente enteram ente en los m ecanis mos del significante, en el tratam iento al que queda som etido'el pensam iento latente. Dicho de otra m anera, su tínico lugar está en la form a del “sueño”: la verdadera m ateria del sueño (el deseo inconsciente) se articula en el trabajo del sueño, en la elaboración de su “contenido latente”. Com o sucede m uchas veces con Freud, lo que él form ula com o una o bser vación em pírica (aunque de "frecuencia bastante sorprendente") an u n cia un principio fundam ental y universal: "La form a de un sueño o la form a en la que este se sueña se usa con frecuencia bastante sorprendente para representar su m ateria oculta”.J Ésta es cr n o n ccs la paradoja básica del sueño: el deseo in co n s ciente, aquel que supuestam ente es su núcleo más oculto, se articula precisa mente a través de un trabajo de disim ulació n del “núcleo” de un sueño, su pensam iento latente, a través del trabajo de disfrazar este núcleo-contenido m ediante su traslado al jeroglífico del sueño^D e nuevo, com o es característico, Freud dio a esta paradoja su form ulación final en una nota al pie de página que se agregó en una edición posterior: 2 Si^rnuml í-fcutl, The interpretaiians t f ilrr.irru, f {.írniomJsworth, 1977, p 757 f[rací. esp.: La interpretación ele Int rileños, crt: Obras cvmpletaí ív- v, Hucnos Aires, Amorrar [ti. 19K9]. ^ Ibící., p. ‘Í'ÍÍK
Al comienzo me resultó extraordinariamente difícil acostumbrar a los lectores ai distingo entre contenido manifiesto del sueño y pensamientos oníricos latentes. Una y otra vez se tomaban argumentos y objeciones del sueño no interpretado, tal como el recuerdo lo conservó, descuidándose el requisito de la interpreta ción. Ahora que ai menos los analistas se han avenido a sustituir el sueño mani fiesto por su sentido hallado mechante interpretación, muchos de ellos incurren en otra confusión, a la que se aferran de manera digamos igualmente obstinada. Buscan la esencia del sueño en este contenido latente y descuidan así el distingo entre pensamientos oníricos latentes y trabajo del sueño. En el fondo, el sueño no es m is que una form a particular de nuestro pensa miento, posibilitada por las condiciones del estado del dormir. Es eS trabajo del sueño el que produce esa forma, y sólo ¿1 es la esencia del sueño, la explicación d t su especificidad/ Freud procede a q u í en dos etapas: • Prim ero, hem os de rom per la ap arien cia según la cual un sueño no es más qu e u n a sim ple confusión sin sentido, un desorden causado por procesos fisiológicos qu e, en cuanto tales, no tienen nada que ver con la co nfiguració n. D icho en otras palabras, hem os de d ar un paso crucial en dirección a un enfoque h erm en éu tico y co ncebir el sueño com o un fenó m eno significativo, com o algo que trasm ite un m ensaje reprim ido qu e se h a de descub rir m edian te un procedim iento de interpretación. • Después nos hemos de deshacer de la fascinación por este núcleo de sig nificació n , por el “sign ificado oculto" del sueño - e s decir, por el co nten dido encubierto tras la form a de un sueño—y centrar nuestra atención en esta form a, en el trabajo del sueño al que fueron som etidos los “pensa m ientos oníricos latentes”. El punto crucial qu e hem os de tom ar en cu en ta es que encontram os exacta m ente la m ism a articulació n en dos etapas en M arx, en su análisis del “secreto de la form a m ercancía”: • Primero, hem os de rom per la apariencia según la cual el valor de una m er cancía depende del puro azar, de una interacción accidental entre oferta y dem anda, por ejem plo. H em os de dar el paso crucial de concebir el “signi ficado" oculto tras la form a m ercancía, la significación que esta forma “ex presa”. H em os de penetrar el “m isterio” del valor de las mercancías: * IbícJ.. p. 502.
La d e te r m in a c ió n d e la s m a g n itu d e s d e v a lo r p o r el tie m p o d e tr a b a jo , p u e s , es u n m is te r io o c u lto b a jo lo s m o v im ie n to s m a n ifie sto s q u e a fe c ta n a lo s v a lo re s re la tiv o s d e las m e r c a n c ía s . S u d e s c ifr a m ie n to b o rra la a p a r ie n c ia d e q u e la d e te r m in a c ió n d e ¡a s m a g n it u d e s d e v a lo r a lc a n z a d a s p o r lo s p r o d u c to s d e l t r a b a jo es m e r a m e n te fo r tu ita , p e ro e n m o d o a lg u n o e lim in a su fo rm a d e c o s a .5
• Pero, com o M arx indica, h ay un cierto “pero”: la revelación del secreto no basta. La econom ía p olítica clásica burguesa y a ha descubierto el “m isterio” de la form a m ercancía, pero su lím ite es que no es capaz de abandonar esta fascinación por el m isterio oculto tras la forma m ercancía, que io que cap tura su atención es el trabajo como la verdadera fuente de riqueza. En otras palabras, la econom ía p olítica clásica se interesa únicam ente por los co n te nidos encubiertos tras la form a m ercancía, y ésta es la razón de qu e no pueda explicar el verdadero m isterio, no el m isterio tras la form a, sin o el m isterio de esta form a. A pesar de la explicación bastante correcta que hace del “m isterio de la m agn itu d del valor”, la m ercancía sigue siendo para la econom ía política algo m isterioso y enigm ático. Es lo m ism o que con el sueño: aun después de haber explicado su significado oculto, su pensa m iento latente, el sueño sigue siendo un fenómeno enigm ático. Lo que no se ha explicado todavía es sim plem ente su forma, el proceso m ed ian te el cual el significado oculto se ha disfrazado de esa forma. H em os de dar por lo tanto otro paso crucial y analizar la génesis de la form a m ercancía. No basta con reducir la form a a la esencia, al núcleo o culto , hem os de exam in ar tam bién el proceso -h o m ó lo g o al "trabajo del sueño’ —m ed ian te el cual el contenido encubierto asum e esa form a, porque, com o M arx in d ica: “¿De dónde brota, entonces, el carácter en igm ático que d istin gu e al producto del trabajo no bien asum e la form a de m ercancía? O bviam ente, de esa form a m is m a.6 Éste es el paso hacia la génesis de la form a que la econom ía p o lítica clásica no puede dar, y ésta es su d eb ilid ad p rin cip al: y su m a g n it u d , d e m a n e r a y h a d e v e la d o el c o n te n id o e n c u b ie r to e n esta s fo rm a s .
La e c o n o m ía p o lític a h a a n a liz a d o , en cfc c to , el v a lo r in c o m p le ta no o b s ta n te ,
Pero no se ha p la n te a d o ni u n a so la vez la p r e g u n ta d e p o r q u e este c o n t e n id o h a a s u m id o esta fo rm a e n p a r t ic u la r , o sea, p o r q u e el tr a b a jo se ex p re sa e n v a lo r ,
y
p o r q u e la m e d ic ió n d e l tr a b a jo m e d ia n te su d u ra c ió n se ex p re sa e n la m a g n it u d d e l v a lo r d e l p r o d u c to .7 5 Karl M arx, C apital /, Londres, 1979 [trad csp.: El ca p ita l i, M cxico, Siglo xxi, 1 97 5 ]. 6 Ibíd., p. 88. 7 Alfrcd S o h n -R c'h rí, I n tcllcctu a ía n d m a n u a l labor, Londres, 1978.
E l i n c o n s c i e n t e d e :.t j o r n i a m e r c a n c ía ¿Por que el análisis m arxiano tic la forma m ercan cía—el cual,y>n/w