Horizontes del exilio: nuevas aproximaciones a la expe­riencia de los exilios entre Europa y América Latina durante el siglo XX 9783954877584

Las contribuciones de este volumen tema­tizan la relación entre el exilio europeo y latinoamericano y el espacio urbano,

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Spanish; Castilian Pages 384 Year 2018

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Índice
Presentación
I. Redes transcontinentales
Exilios: México en la memoria latinoamericana
Las redes panamericanas de ayuda al exilio republicano español
El europeísmo y los exilios (1939-1945): pretexto para unas reflexiones acerca del estudio del exilio
El exilio y la política transnacional en el diseño de Clara Porset
II. Encuentros transnacionales
Exiliados españoles en el esfuerzo de guerra francés, 1939-1940
Simpatías y antipatías de los exiliados republicanos en México. Discursos políticos y prácticas sociales
El exilio antifascista de habla alemana en México durante la Segunda Guerra Mundial: una peculiar adopción del mito de la Revolución Mexicana
III. Contextos urbanos
Distrito transnacional. Espacios urbanos del exilio político en el Distrito Federal de México
Otros camaradas de ruta. Las colaboraciones transnacionales de los editores republicanos españoles y los activistas homófilos norteamericanos en Ciudad de México, c. 1940-1960
El exilio republicano en Argentina (1936-1975). Avances, retrocesos y nuevas miradas
IV. Identidades narrativas
“Todo ser humano no ha muerto”. Súplicas y peticiones del exilio español (1939-1945)
Sentimientos prisioneros del exilio. Contradicción burguesa entre las obligaciones públicas y las emociones privadas del intelectual Antonio Zozaya (1939-1943).
Las heterodoxías del exilio: Emilio Prados a través de su correspondencia
“El pasado ya no interesa a nadie”. Las memorias del exilio en el contexto de la transición democrática, Cecilia Guilarte
Los autores
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Horizontes del exilio: nuevas aproximaciones a la expe­riencia de los exilios entre Europa y América Latina durante el siglo XX
 9783954877584

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Elena Díaz Silva Aribert Reimann Randal Sheppard (eds.)

Horizontes del exilio Nuevas aproximaciones a la experiencia de los exilios entre Europa y América Latina durante el siglo xx

Ediciones de Iberoamericana 101 Consejo editorial: Mechthild Albert Rheinische Friedrich-Wilhelms-Universität, Bonn Enrique García-Santo Tomás University of Michigan, Ann Arbor Aníbal González Yale University, New Haven Klaus Meyer-Minnemann Universität Hamburg Daniel Nemrava Palacky University, Olomouc Katharina Niemeyer Universität zu Köln Emilio Peral Vega Universidad Complutense de Madrid Janett Reinstädler Universität des Saarlandes, Saarbrücken Roland Spiller Johann Wolfgang Goethe-Universität, Frankfurt am Main

Horizontes del exilio Nuevas aproximaciones a la experiencia de los exilios entre Europa y América Latina durante el siglo xx Elena Díaz Silva Aribert Reimann Randal Sheppard (eds.)

Iberoamericana - Vervuert - 2018

Este libro ha sido posible gracias al apoyo del European Research Council

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Diseño de la cubierta: a.f. diseño y comunicación

Índice

Presentación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Elena Díaz Silva, Aribert Reimann y Randal Sheppard I. Redes transcontinentales Pablo Yankelevich Exilios: México en la memoria latinoamericana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Aurelio Velázquez Hernández Las redes panamericanas de ayuda al exilio republicano español. . . . . . . . . . . . . 49 Olga Glondys El europeísmo y los exilios (1939-1945): pretexto para unas reflexiones acerca del estudio del exilio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 Randal Sheppard El exilio y la política transnacional en el diseño de Clara Porset . . . . . . . . . . . . . 91 II. Encuentros transnacionales Diego Gaspar Celaya Exiliados españoles en el esfuerzo de guerra francés, 1939-1940 . . . . . . . . . . . . . 125 Jorge de Hoyos Puente Simpatías y antipatías de los exiliados republicanos en México. Discursos políticos y prácticas sociales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 Andrea Acle-Kreysing El exilio antifascista de habla alemana en México durante la Segunda Guerra Mundial: una peculiar adopción del mito de la Revolución Mexicana. . . . . . 169

III. Contextos urbanos Aribert Reimann Distrito transnacional. Espacios urbanos del exilio político en el Distrito Federal de México . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199 Víctor M. Macías-González Otros camaradas de ruta. Las colaboraciones transnacionales de los editores republicanos españoles y los activistas homófilos norteamericanos en Ciudad de México, c. 1940-1960. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223 Bárbara Ortuño Martínez El exilio republicano en Argentina (1936-1975). Avances, retrocesos y nuevas miradas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249 IV. Identidades narrativas Guadalupe Adámez Castro “Todo ser humano no ha muerto”. Súplicas y peticiones del exilio español (1939-1945). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279 María Zozaya-Montes Sentimientos prisioneros del exilio. Contradicción burguesa entre las obligaciones públicas y las emociones privadas del intelectual Antonio Zozaya (1939-1943). 303 Elena Díaz Silva Las heterodoxías del exilio: Emilio Prados a través de su correspondencia. . . . . . . 333 Pilar Domínguez Prats “El pasado ya no interesa a nadie”. Las memorias del exilio en el contexto de la transición democrática, Cecilia Guilarte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 359 Los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377

Presentación Elena Díaz Silva Aribert Reimann Randal Sheppard

Este volumen recoge algunas de las contribuciones al congreso “Nuevas aproximaciones al exilio” que se celebró en la Residencia de Estudiantes (Madrid) en agosto de 2016. El congreso, organizado por el equipo del proyecto “Left-wing Exile in Mexico” (ERC n.º 312717) con sede en la Universidad de Colonia (Alemania), tenía como objetivo el de explorar las aproximaciones más recientes de la historiografía del exilio en Latinoamérica. Algunas contribuciones al congreso analizaron la relación del exilio con el espacio urbano, así como el papel de la política y la redes transnacionales de movilidad, información y ayuda; otras estudiaron la evolución del arte y el diseño como indicadores de los encuentros transnacionales propiciados por el exilio; y por último, otro grupo de contribuciones se interesó por la construcción narrativa de las identidades a través del análisis de fuentes orales, memorias, correspondencia y otras escrituras del yo, siguiendo diversas metodologías como las propuestas por la perspectiva de género y la historia cultural de las emociones. De esta manera, surgen no solo nuevas perspectivas sobre la experiencia del exilio sino también metodologías innovadoras para la historiografía del exilio. La experiencia del exilio estuvo caracterizada por la intersección de aspectos contradictorios: de la victimización pasiva a configuraciones activas; del destierro involuntario a la diáspora como encuentro en nuevos contextos geográficos, políticos, sociales y culturales; de la amenaza a la integridad de la identidad personal a la multitud de maneras en la que los exiliados participaron en su reconstrucción creativa. Por eso, el reto para la historiografía del exilio consiste en la reconstrucción y evaluación de los procesos

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de movilidad, comunicación, organización y construcción identitaria que acompañaron a esta experiencia a través del siglo xx como prácticas descentralizadas que trasciendan las fronteras nacionales y los límites discursivos que marcaron las identidades normalizadas en la época contemporánea. En este sentido, preferimos llevar a cabo una aproximación a los “horizontes” que abren (en lugar de de-finen) las experiencias del exilio entendidas como espacios de contacto, interacción, y reconfiguración de identidades colectivas e individuales. En todo momento, ambos niveles han estado vinculados íntimamente con prácticas sociales y representaciones culturales que la investigación histórica puede utilizar como inicio tanto para la exploración empírica como para la conceptualización teórica. Desde sus inicios durante los años setenta del siglo xx, la historiografía del exilio político respondió a una serie de circunstancias contemporáneas y al desarrollo conceptual de una historiografía más general. Para los casos de los españoles y alemanes que habían huido de la persecución fascista tras el ascenso del nacionalsocialismo en Alemania y la derrota de la Segunda República española, la reflexión histórica mostró una demora significativa por razones diferentes, aunque con efectos similares. En el caso español, la autohistorización del exilio republicano dio sus primeros pasos a finales de los años cincuenta siendo representado por Carlos Martínez y su Crónica de una emigración que recibió atención por parte de la comunidad académica de habla inglesa, entre otras, por ejemplo de Patricia Fagen. En el caso del exilio europeo de habla alemana, la preeminencia del exilio comunista dio pie a una ola de persecución estalinista pocos años después del final de la Segunda Guerra Mundial (por haber realizado su emigración fuera de la Unión Soviética) antes de que los miembros de la emigración política estuvieran en una posición de ofrecer su propia narrativa del exilio, como Paul Merker en 1969. La complejidad de una memoria del exilio dividida durante la Guerra Fría se tradujo en una demora en la investigación académica durante casi treinta años, situación que no presenta muchas diferencias con respecto al caso español. Cuando la muerte de Franco brindó, por primera vez, la oportunidad de conmemorar el exilio republicano como parte del legado nacional antifascista, la memoria del exilio antifascista quedó contestado entre los dos Estados alemanes hasta 1990. Los pioneros académicos desde los años setenta se centraron en dos tareas para la historización del exilio: pri-

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meramente, en recuperar la memoria de la política antifascista y, en segundo lugar, en documentar, sobre todo, el legado cultural de la emigración intelectual. En este proceso la narrativa del exilio fue subyugada a la narrativa de la identidad nacional antes de la duradera herencia de la memoria posfascista en Europa. En busca de “la otra España” o “la otra Alemania” la memoria del exilio asumió una postura de oposición a la narrativa hegemónica nacional y, sin embargo, ocultó en el proceso una parte importante de la experiencia transnacional del exilio. Además, la historiografía del exilio logró integrar aspectos sistemáticos del desarrollo de la especialización disciplinaria de la historiografía más reciente, como aproximaciones al exilio desde las perspectivas de la historia social, de la historia de las mujeres y de la infancia, así como de la historia oral y los estudios de la memoria. De esta manera, surgió una caja metodológica de herramientas para la investigación que caracteriza al ámbito de la investigación histórica en nuestros días cada vez más diversificado, así como especializado. Las tendencias actuales se concentran en las áreas de los estudios de género (en particular de la masculinidad y de las sexualidades), en la aplicación de enfoques más recientes como el linguistic turn o el spatial turn a los estudios del exilio, y de los discursos contemporáneos (sociales o culturales) como lugares de (re)construcción de identidades o subjetividades. Nuestro volumen tiene como objetivo reunir una modesta colección de contribuciones a estas tendencias de innovación metodológica en el campo de los estudios del exilio. La primera parte, dedicada a los “Redes transcontinentales”, recoge los textos de Pablo Yankelevich, Aurelio Velázquez Hernández, Olga Glondys y Randal Sheppard. En su trabajo titulado “Exilios: México en la memoria latinoamericana”, Pablo Yankelevich analiza la experiencia del exilio latinoamericano en México tras el ascenso de las dictaduras en el Cono Sur durante la década de los setenta. En este contexto, el principal reto metodológico de la historiografía del exilio consiste en la labor de recuperar la memoria, para evitar que “el antónimo de olvidar no sea recordar sino justicia” (Yerushalmi). Manteniendo la posición crítica del historiador ante esta exigencia epistemológica, su capítulo nos presenta los efectos demográficos en los casos argentino, brasileño y chileno, la experiencia del terror y la consiguiente percepción selectiva del régimen echeverrista por parte de los exiliados, así como la integración profesional que como consecuencia pudo contribuir al estable-

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cimiento de redes transamericanas fundadas en la experiencia del exilio. Estas experiencias combinaron horizontes de victimización con construcciones activas como parte de una experiencia transnacional. En su capítulo, titulado “Las redes panamericanas de ayuda al exilio republicano español”, Aurelio Velázquez Hernández sigue las huellas de las actividades de los organismos de ayuda a la España republicana en diferentes contextos americanos como Argentina, Uruguay, Estados Unidos y México. Teniendo en cuenta el trasfondo que representa la situación internacional cambiante durante los años cuarenta, las iniciativas para una organización transcontinental no llegaron a alcanzar un éxito concluyente pero la integración regional de las redes de organizaciones en el norte y el sur del continente americano respectivamente abrieron nuevos horizontes para el desarrollo de una política transnacional en apoyo de la Segunda República, así como en apoyo de los exiliados. El límite de estas formas de organización prorepublicana estuvo marcado de nuevo por el papel del Partido Comunista y sus estrategias regionales para extender su influencia política por todo el continente. El comunismo también adopta una posición clave en el capítulo de Olga Glondys, aunque de una manera negativa. En “El europeísmo y los exilios (1939-1945): pretexto para unas reflexiones acerca del estudio del exilio”, identifica en el exilio antifascista norteamericano una corriente de europeísmo izquierdista y anticomunista nacida en torno a la publicación Partisan Review (Nueva York), al movimiento “Socialismo y Libertad” y al Congreso por la Libertad Cultural. La presencia de numerosos exiliados políticos en estas organizaciones nos ofrece una mirada transnacional al contexto ideológico del europeísmo antitotalitario que, a su vez, formó una parte importante en la confrontación ideológica de la Guerra Fría a partir de los años cuarenta, cuando México se configuró como arena propicia para la confrontación entre seguidores y detractores del comunismo soviético. Destacada simpatizante comunista era la cubana exiliada en México Clara Porset, protagonista del capítulo de Randal Sheppard, “El exilio y la política transnacional en el diseño de Clara Porset”. Como artista y diseñadora, Porset ocupó una posición central en la red artística transnacional fundada en Ciudad de México en la década de los veinte, participando en la reformulación del modernismo ante la influencia norteamericana. Su vinculación con los círculos privilegiados de la élite cultural mexicana posrevolucionaria coincidió con su firme adhesión al comunismo

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internacional y con el desarrollo desde una posición del modernismo clásico a la formulación de una crítica del funcionalismo que fomentó el uso de materiales y formas precoloniales para el diseño moderno. Este horizonte político-cultural representa una arena importante del legado cultural del exilio. La segunda parte del volumen, dedicada a los “Encuentros transnacionales”, reúne los trabajos de Diego Gaspar Celaya, Jorge de Hoyos Puente y Andrea Acle-Kreysing. En su trabajo, titulado “Exiliados españoles en el esfuerzo de guerra francés, 1939-1940”, Diego Gaspar Celaya analiza el encuentro de los refugiados republicanos españoles con el escenario del esfuerzo de guerra francés a partir de 1939. Desde los campos de internamiento muchos de los excombatientes de la Guerra Civil española aceptaron la oferta del gobierno francés para ingresar en unidades militares de la Legión Extranjera o en los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros, así como en las compañías de trabajadores extranjeros. Este encuentro nos revela la influencia que tuvo el inicio de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939 en la modificación de las percepciones que los oficiales franceses tenían sobre los veteranos republicanos españoles, convertidos en combatientes respetables y respetados, pero anteriormente identificados como sospechosos izquierdistas. El encuentro de los republicanos españoles con su país anfitrión adquirió un significado diferente en México, donde Jorge de Hoyos Puente, en su artículo titulado: “Simpatías y antipatías de los exiliados republicanos en México. Discursos político y prácticas sociales”, identifica sentimientos de simpatía y antipatía como ingredientes del discurso identitario contemporáneo en la comunidad del exilio español. Ya desde el mismo momento en el que embarcaron adoptaron ese discurso selectivo compuesto por una muestra de una gratitud explícita y asimismo por una marcada distancia con respecto a la sociedad mexicana –actitud que es reflejo de los prejuicios racistas y el aislamiento relativo consecuencia de la cultura de sociabilidad en el exilio–. La inquebrantable lealtad a las autoridades políticas priistas y el privilegio destacado en cuestiones educativas (así como el avance social a las élites posrevolucionarias) contribuyeron a la consolidación del mito oficial del exilio republicano en México. Sin embargo, las antipatías implícitas individuales se pueden identificar a través de las entrevistas del Archivo de la Palabra. La actitud del exilio alemán de denominación política comunista en México, que analiza Andrea Acle-Kreysing en su capítulo, titulado “El

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exilio antifascista de habla alemana en México durante la Segunda Guerra Mundial: una peculiar adopción del mito de la Revolución Mexicana”, demostró una relación con el legado de la Revolución Mexicana no menos ambivalente. Mientras precursores como B. Traven y Alfons Goldschmidt habían ensalzado la Revolución desde perspectivas diferentes con respecto a la construcción de etnicidad y su estimación sobre los cumplimientos, fracasos y potenciales durante la época posrevolucionaria, la adopción del legado revolucionario por parte del exilio de habla alemana durante los años cuarenta reveló el carácter profundamente político inspirado por el antifascismo. De esta manera, la perspectiva del exilio alemán logró asociar la ideología posrevolucionaria con su propia lealtad al comunismo internacional preparando así el escenario imaginario para la aparición de la literatura del posexilio dedicada a temáticas latinoamericanas tras el regreso de los exiliados a Europa. La tercera sección, denominada “Contextos urbanos”, incluye los trabajos de Aribert Reimann, Víctor M. Macías-González y Bárbara Ortuño Martínez. En “Distrito transnacional. Espacios urbanos del exilio político en el Distrito Federal de México”, Aribert Reimann explora la topografía transnacional del exilio político europeo en el entonces Distrito Federal de México. Las estructuras urbano-geográficas del exilio deberían ser investigadas como indicativos de los tejidos sociales y políticos que formaron la experiencia y la vida política en el exilio mexicano. Las comunidades exiliadas mantuvieron espacios en la ciudad para la interacción que dieron como resultado la creación de oportunidades para la comunicación y la práctica transnacional, aunque también para el desarrollo de prácticas conflictivas incluso violentas. Una tendencia visible en la geografía urbana del exilio es el alto nivel de actividades transnacionales en ambos campos, en el de la comunidad prosoviética en el entorno comunista y en el de los socialistas antiestalinistas, por ejemplo, el movimiento “Socialismo y Libertad”. En el capítulo “Otros camaradas de ruta. Las colaboraciones transnacionales de los editores republicanos españoles y los activistas homófilos norteamericanos en Ciudad de México, c. 1940-1960”, Víctor M. Macías-González analiza la prensa homófila distribuida en la capital mexicana, concretamente la revista One: The Homosexual Magazine, introducida por activistas estadounidenses huidos de la represión homosexual en Estados Unidos, quienes a su vez se encontraban íntimamente vinculados con la política de la izquierda comunista

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y con la corriente política prorepublicana española. Además de funcionar como un destino turístico y un lugar de refugio, la ciudad proporcionó espacios alternativos para la publicidad y la experimentación de una sociabilidad alternativa, en torno a la Librería de Cristal y los bares metropolitanos. El paisaje urbano se convirtió en un laboratorio para la experimentación de otras formas de vida y de relación no heteronormativas (homófilas) entre las clases medias, estructura social donde tratan de integrarse con el fin de afianzar su honorabilidad y decencia. Por otro lado, también se analiza la influencia ejercida por los exiliados homosexuales estadounidenses en los círculos de los homosexuales mexicanos de Ciudad de México, entre otras cosas, a través de la traducción y publicación de obras homófilas. En “El exilio republicano en Argentina (1936-1975). Avances, retrocesos y nuevas miradas”, Bárbara Ortuño Martínez nos ofrece una aproximación historiográfica-metodológica para el caso del exilio republicano español en Argentina, con atención específica a la metrópolis de Buenos Aires concentrada en el contexto historiográfico y la situación de las fuentes primarias. Así se abre la vista a la geografía social de las comunidades del exilio en la ciudad con sus zonas de alojamiento y sociabilidad. El horizonte cronológico es introducido a través de la segunda generación del exilio y su participación en el avance educativo y profesional, así como la experiencia de la “democratización del bienestar”. La última sección, titulada “Identidades narrativas”, trata de las formas discursivas que intervienen en la construcción de las identidades individuales y personales en el exilio, tanto las construidas en su contemporaneidad como las reconstruidas a través de la memoria, y reúne los trabajos de Guadalupe Adámez Castro, María Zozaya-Montes, Elena Díaz Silva y Pilar Domínguez Prats. En el capítulo titulado “‘Todo ser humano no ha muerto’. Súplicas y peticiones del exilio español (1939-1945)”, Guadalupe Adámez Castro analiza las peticiones al Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE) escritas por los exiliados que en 1939 se encontraban en los campos de internamiento. Estos documentos no solamente evidencian la polifónica desesperanza y el deseo urgente de salir de Europa, sino que contienen también una serie de evidencias importantes que sirvieron para la construcción narrativa de la identidad discursiva del exiliado. Las peticiones de los refugiados reflejan el uso de estrategias lingüísticas para destacar aspectos comunes, remiten a la camaradería, a la antigüedad de la militancia sindical y

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al sacrificio personal por la continuidad de la lucha antifascista. Así, la construcción discursiva debe formar parte de la interpretación de los horizontes identitarios que abre el exilio, sobre todo para el caso de aquellos que lograron el pasaje al hemisferio americano. Uno de los pasajeros del barco Sinaia que cruzó el Atlántico rumbo a México en el verano de 1939 fue Antonio Zozaya, el protagonista del capítulo escrito por María Zozaya-Montes, titulado “Sentimientos prisioneros del exilio. Contradicción burguesa entre las obligaciones públicas y las emociones privadas del intelectual Antonio Zozaya, 1939-1943”. Siguiendo su trayectoria desde Barcelona hasta el exilio que le conduce a Francia y con posterioridad a México, mediante las cartas que envía a su hijo asilado en Bogotá, se puede observar el frágil equilibrio entre los ideales republicanos que conforman su identidad en la esfera pública, como periodista independiente y venerado, y la conflictividad emocional que subyace en sus relaciones privadas y personales. La tensión entre la función pública-política y los conflictos familiares constituyeron la lógica discursiva de su identidad burguesa que mantuvo en el exilio valorando siempre por encima de sus problemas en el orden privado y la expresión de sentimientos y afectos, la reputación y la respetabilidad, así como el mantenimiento de la paz y los ideales familiares. De esta manera, la perspectiva analítica sobre los horizontes narrativos del exilio consigue un conocimiento avanzado de la formación identitaria que se reconstruye o reformula constantemente en relación con el contexto social y público. El caso del poeta Emilio Prados es el foco del capítulo de Elena Díaz Silva, titulado “Las heterodoxias del exilio: Emilio Prados a través de su correspondencia”. La intersección de la experiencia del exilio con la heterodoxia sexual, así como la aceptación e interiorización de los discursos que exaltaban una masculinidad normalizada ocupan una posición central en las cartas escritas desde el exilio mexicano. Su paso por la Residencia de Estudiantes le descubre todo un horizonte de posibilidades que hay que situar en relación con los discursos de la reforma sexual, que le permiten a duras penas construir de una forma sólida su subjetividad. Su hostilidad hacia el exilio republicano en México y la paradójica proyección que hace en su hijo como “hombre completo”, así como de su (auto)percibida identidad defectuosa, sirven como un fuerte recordatorio de la íntima relación discursiva que existe entre la esfera de lo personal e individual y la esfera pública o de la colectividad. La confrontación discursiva en la

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narrativa de la escritora exiliada Cecilia Guilarte adoptó un carácter diferente tal y como lo explora Pilar Domínguez Prats en “‘El pasado ya no interesa a nadie’. Las memorias del exilio en el contexto de la transición democrática, Cecilia Guilarte”. La experiencia del retorno desde el exilio durante los años sesenta y de la marginalización doble a la que es abocada –como republicana y como mujer– durante la Transición española, dejó huellas profundas en las cartas de Guilarte, tal y como se puede comprobar también en una entrevista en 1984. De esta manera, se aprecia el horizonte de desilusión y frustración del posexilio en su narrativa que combina cuestiones de orden político con el género. Manteniendo equidistancia con respecto al feminismo, así como con respecto al nacionalismo vasco, la posición discursiva de Guilarte se caracteriza por la adopción de un tono irónico y sarcástico, instrumentos para el distanciamiento y la emancipación de su experiencia histórica. Para finalizar, a los editores de este volumen nos gustaría agradecer la extraordinaria acogida y hospitalidad de la Residencia de Estudiantes, así como a los autoras y autores por su contribución al congreso y a esta publicación. Dicha reunión y esta publicación, por otro lado, no hubieran sido posibles sin la generosa asistencia financiera del European Research Council.

I. Redes transcontinentales

Exilios: México en la memoria latinoamericana Pablo Yankelevich

Evocar el pasado es algo más que una enumeración de sucesos, es calibrar la distancia entre aquello que nos sucedió y la manera en que ahora lo recordamos. Saber valorar la experiencia de vivir, saber el qué, el cómo y el porqué de lo vivido alude a un espacio donde es tan importante recordar como imprescindible olvidar. Justamente de eso depende la posibilidad de discernir entre lo que merece ser olvidado y aquello que amerita ser recordado. Por este motivo el memorioso Funes, en el célebre cuento de Borges, será siempre un extraordinario ejemplo. Funes era un perfecto ignorante, incapaz de discriminar entre lo importante y lo superfluo, para Funes todo era exactamente lo mismo. América Latina vive una explosión de memorias. El trauma de las dictaduras, la búsqueda de justicia, la necesidad de vindicar a una generación de militantes asesinados o detenidos-desaparecidos y la exigencia de revisar acciones y opciones políticas que condujeron a la derrota de la izquierda, ayudan a explicar la proliferación de testimonios de diversos orígenes y sentidos. Daría la impresión que América Latina registra aquello que Régine Robin, reflexionando sobre en el caso europeo, ha llamado “una saturación de memoria”.1 Una sobreabundancia de memorias que cristaliza en relatos de protagonistas, en congresos, premios, actividades educativas, artísticas, y en una edificación y rescate de espacios donde conmemorar o bien resguardar la memoria de los crímenes.2

Robin (2003). Da Silva Catela (2002 y 2007); Finocchio (2007); Carnovale, Lorenz, Pittaluga (2006); Lorenz (2002); Jelín, Langland (2003). 1  2 

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Pablo Yankelevich

La memoria se ha constituido en un campo específico del trabajo académico, desde donde se reflexiona acerca de la naturaleza y vínculos del recuerdo con el quehacer político, y por supuesto con la historia del tiempo presente.3 Transitar y cultivar ese campo puede resultar tan fascinante como complejo. El arco de dificultades se despliega desde lo metodológico hasta lo ético. Sucede que se trabaja bajo parámetros históricos fundados en la simultaneidad entre el pasado y el presente: muchos de los protagonistas del fenómeno a estudiar pueden brindar sus testimonios, entre esos protagonistas hay una memoria colectiva que recrea aquel pasado, pero además hay una cuestión medular: la contemporaneidad entre la experiencia vital del historiador y el pasado que investiga.4 Sin embargo, aquí no se acaban los problemas. La misma historiografía de la historia reciente aparece fuertemente asociada a las “memorias de los hechos traumáticos”,5 es decir, memorias de heridas colectivas producto de auténticas catástrofes sociales: guerras, matanzas, dictaduras. Trabajar con los testimonios de las víctimas abre una dimensión que no solo obliga a desplegar mecanismos que garanticen veracidad en la reconstrucción histórica, sino además el trabajo del historiador se conecta con un “deber de recordar”, imperativo que más que “la verdad” exige la imperiosa necesidad del juzgamiento y castigo a los responsables de los crímenes. Pensando en ello, el historiador Joseph Yerushalmi lanzó la provocadora pregunta: “¿es posible que el antónimo de olvidar no sea recordar sino justicia?”.6 En su dimensión epistemológica, el historiador está obligado a redoblar una toma de distancia que asegure el sentido de la crítica, el entrecruzamiento y la interpretación de las fuentes documentales, sin que ello signifique desatender un legítimo interés por actuar desde una ética cívica interesada en incidir o participar en demandas que reclaman reparación y justicia.7 Las dictaduras latinoamericanas de los años sesenta, setenta y ochenta torturaron y asesinaron por millares a hombres y mujeres, desaparecieron LaCapra (1998); Todorov (2000); Jelín (2007); Vezzetti (2007); Franco, Levín (2007). Aróstegui (2006). 5  Aróstegui (2006), p. 59. 6  Yerushalmi (2002), p. 139. 7  Jelín (2002); Traverso (2005). 3  4 

Exilios: México en la memoria latinoamericana

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a parte de una generación, arrasaron organizaciones políticas, sindicales y culturales. Entrenados en los círculos del infierno nazi hicieron lo posible para emular a sus maestros, hasta que al fin lo consiguieron: dejaron de ser humanos. Ni duda cabe sobre la inhumanidad de estos seres, aunque justo es reconocerlo durante décadas estos personajes tuvieron a sus patrias como únicas guaridas donde rumiar glorias pasadas; algunos lograron evadir acciones judiciales por delitos de lesa humanidad para fallecer en sus patrias y en sus camas, como el guatemalteco Efraín Ríos Montt, el chileno Augusto Pinochet y el haitiano Jean-Claude Duvalier. Aunque, para muchos de estos asesinos el resto del mundo se levantó amenazante como un territorio donde podían ser detenidos por crímenes que no prescriben y que no lo harán mientras haya memoria. Entre los siniestros productos de aquellas dictaduras figuran los exilios, es decir, la salida involuntaria de un país con el único objetivo de preservar la libertad o la vida misma. El exilio no escapó a ese “deber” de recordar; sin embargo, el esfuerzo por construir un campo de estudios históricos alrededor de este fenómeno ha adolecido de un significativo retraso. Durante décadas, las únicas aproximaciones a los destierros productos de las dictaduras latinoamericanas fueron hechas desde un triple mirador: el primero, con una perspectiva literaria a través de ensayos, poesías, cuentos y novelas escritas en y desde el exilio; el segundo, de carácter psicológico, dando cuenta de los trastornos ante situaciones de desarraigo, inserciones en los países de acogida y reinserciones cuando el regreso fue posible; y el tercero, de carácter testimonial, presentando una polifonía de voces autorreferenciales sustentadas en los recuerdos del exilio.8 Trabajar con los exilios latinoamericanos obliga a reconocer un fenómeno múltiple y heterogéneo. Hay diferencias en las nacionalidades de origen, en las experiencias políticas y en los países de recepción. Hay diferencias de género, de edades, de formación profesional, de compromiso político, de duración del exilio, diferencias que se reproducen además en el interior de cada uno de los exilios. Sobre esta base propongo hacer un ejercicio de memoria, es decir, trabajar con los recuerdos de un contingente de sudamericanos (argentinos, brasileños, chilenos y uruguayos) que, lanzados al exilio en los años 8 

Roniger, Yankelevich (2009).

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Pablo Yankelevich

sesenta y setenta, desenvolvieron esa experiencia en México. Trabajar con las memorias del exilio, es poner a la vista segmentos de subjetividades que nutrieron experiencias exiliares gestando identidades y que de una u otra forma han confluido en ese mare magnum de memorias políticas y de políticas de la memoria que parecen instalarse en América Latina. Pero también dar cuenta de esas memorias, es ensanchar el conocimiento de un territorio en el que México emerge con peculiar excepcionalidad. Si se contrastan testimonios y estudios de exilios a lo largo de las dictaduras militares9, es posible advertir la especificidad del caso mexicano. El sentido de pérdida consustancial a toda condición de exilio10 parece haber sido procesado de forma especial por parte de quienes se dirigieron a México. ¿Cuáles son las claves para entender la manera en que una colectividad golpeada y profundamente sacudida por el destierro, terminó valorando las vivencias mexicanas como fundamentales en el proceso de reconfiguración identitaria? La respuesta no se agota en el hecho de una nación que abrió sus puertas permitiendo salvar vidas o resguardar libertades, sino y sobre todo se vincula a una serie de compensaciones desenvueltas en la diaria cotidianidad de los exiliados. En cierta forma y con esta misma preocupación, la antropóloga Margarita del Olmo ha estudiado el caso de sudamericanos en Madrid, aunque centrando la atención en la naturaleza y el sentido de la crisis identitaria inherente a toda salida forzosa del país de origen, para luego formular una sugerente hipótesis en torno a que la superación de aquella crisis y el inicio de un proceso de reconformación se expresó, para el caso madrileño, en la posibilidad de convertir al propio desarraigo en una forma peculiar de identidad, abriendo con ello un proceso en el que la identidad perdida o alterada dio paso a una nueva anclada en la toma de conciencia por parte del exiliado de su condición de emigrante.11

Uchôa, Ramos (1978); Pinheiro Machado (1979); Ulanovsky (1983); Mercado (1997); Yankelevich (1998); Rollemberg (1999); Jitrik (2000); Giardinelli (2000); Rabêlo (2001); Meyer, Salgado (2002); Oñate, Wright (2002); Bernetti, Giardinelli (2003); Piccato (2007); Yankelevich, Jensen (2007); Jensen (2007); Franco (2008); Dutrénit Bielous (2006); Jensen, Lastra (2014). 10  Grinberg (1996). 11  Del Olmo (1989). 9 

Exilios: México en la memoria latinoamericana

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El rescate testimonial entre los exiliados en México permite descubrir otro tipo de aprendizajes en la reconstrucción de una identidad puesta en jaque por el destierro. A diferencia de España, los vínculos migratorios entre Sudamérica y México eran irrelevantes antes de los golpes de Estado y como se verá más adelante las referencias a México y las redes migratorias previas a la llegada del exilio fueron inexistentes en la mayoría de los casos. ¿Por qué México se convirtió en un destino privilegiado? Pero, además: ¿Qué sucedió en México? En la búsqueda de respuesta pondré en consideración cuatro premisas. La primera: no llegaron inmigrantes sino perseguidos políticos, hombres, mujeres y niños para quienes México emergió como una, y a veces la única posibilidad para preservar la libertad y en muchos casos la vida. No llegaron para quedarse; siempre pensaron en retornar en cuanto las dictaduras tocaran su fin. Segunda premisa: los perfiles socio-profesionales de las comunidades exiliadas que se dirigieron a México no presentan diferencias sustanciales respecto al resto de quienes abandonaron sus países rumbo a otros destinos en América y en Europa; sin embargo, las distancias resultan notables en el terreno de las inserciones laborales y profesionales desenvueltas en tierras mexicanas. Tercera premisa: una contención cultural ofrecida a los recién llegados permitió conjurar el desarraigo a través de una multiplicidad de prácticas a cuya sombra de manera invisible, tal vez involuntaria, fueron construidos los puentes con el país que dio amparo. Y la última: ese proceso de inmersión en formas, costumbres y usos de la vida mexicana, hizo posible el descubrimiento de una particular forma de procesar la extranjería. Ser extranjero, ser diferente entre diferentes es complicado, pero puede serlo más en una nación donde de manera permanente se remarca esa distancia a partir de la tradicional pregunta: ¿usted no es de aquí verdad?, fórmula con la que el mexicano rompe el silencio cuando enfrenta por primera vez a un extranjero. Sucede que en México, de manera contradictoria, convive la solidaridad hacia los perseguidos con una marcada reticencia hacia quien no ha nacido en su territorio. Por los intersticios de esta dualidad, desafiando el ambivalente sentimiento de admiración y temor ante los extranjeros, los exiliados fueron desembarcando para inaugurar un experimento cuyas consecuencias aún muestran signos vitales a pesar de las décadas transcurridas desde que concluyeron los exilios.

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Pablo Yankelevich

Cuántos fueron Considero exiliado a toda persona que debió abandonar su país por motivos de persecución política, con independencia de las instancias o instituciones a las que acudió, si es que lo hizo, para poder trasladarse al extranjero. En México existen varias fuentes documentales que permiten, con algunas precauciones, cuantificar la dimensión del exilio sudamericano. En relación con los asilados políticos, una fuente confiable son los reportes de la cancillería mexicana,12 aunque sabemos que el número de exilados fue muy superior al de los asilados políticos. De entre estos últimos, el caso más nutrido fue el chileno; como es sabido, México rompió relaciones diplomáticas con el gobierno de Pinochet no sin antes establecer un puente aéreo por donde transitaron algo más de setecientas personas entre septiembre de 1973 y noviembre de 1974. A esta cifra, habría que sumar el núcleo familiar de los asilados que posteriormente llegaron a México, así como chilenos que se trasladaron a México desde otras latitudes.13 Las cifras más optimistas indicarían que la comunidad chilena exilada con residencia permanente en México pudo haber rondado las 4.000 personas, en el entendido de que el país fue también un territorio de tránsito desde donde muchos asilados emigraron a otras naciones de Europa, África, América del Norte y Australia. Para el caso de Uruguay, entre finales de 1975 y comienzos del 1977 se otorgó asilo a una cifra aproximada a las 400 personas; a ellas luego se sumaron familiares.14 Se puede suponer que la comunidad uruguaya exilada en México, podría haber alcanzado una cifra cercana al millar y medio de personas. La embajada mexicana en Buenos Aires otorgó asilo a unos setenta argentinos entre 1974 y 1976; no obstante, el exilio argentino en México fue uno de los más numerosos, con una cifra cercana a las 6.000 personas. Por último, en el caso de Brasil, el gobierno mexicano entre 1964 y 1978 otorgó asilo a poco más de un centenar de brasileños, a los que se hay que sumar aquellos brasileños asilados en la embajada mexicana en Chile en 1973, así como los que desde Archivo Histórico-Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México (AHDSRE), exps. Chile 35.794, VII partes; Uruguay 34.832, III partes; y Brasil 34.561. 13  Díaz Prieto (2010). 14  Salas (1999); Dutrénit Bielous (2011). 12 

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un tercer país se trasladaron a México. De acuerdo a inferencias censales, y a información del núcleo de asilados, la comunidad de brasileños en México alcanzó un par de centenares de personas.15 Cabe precisar que los censos nacionales de población en México registran un aumento sustantivo en el número de habitantes de estas nacionalidades entre 1970 y 1980. De tener en cuenta que las comunidades sudamericanas en México anteriores a 1970 eran muy reducidas, los conteos generales de población estarían reflejando una tendencia que podemos relacionar directamente con una migración de carácter político. Población en México de

1970 (Totales)

1980 (Totales)

Porcentaje de incremento

Argentinos

1.585

 5.479

245,67%

Brasileños

  538

 1.106

105,57%

Chileños

  845

 3.345

295,85%

Uruguayos



 1.553



Total

2.968

11.483

286,89%

Fuente: IX Censo General de Población y Vivienda, México, Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística, 1970; y X Censo General de Población y Vivienda, México, Secretaría de Programación y Presupuesto, Instituto Nacional de Estadística, Geografía Informática, 1980.

Estamos frente a un universo de algo más de diez mil personas. Para México la cifra es significativa. Se trata de un país con escasa tradición inmigratoria, donde la presencia extranjera en el total de la población representaba menos del 0,4% en aquellas décadas. También se trata de una cantidad pequeña en comparación con las cifras de personas que emigraron producto de la instauración de las dictaduras militares. Se trata en suma de una minoría,

15 

Muñoz Morales (2016).

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Pablo Yankelevich

eran pocos en México y además eran pocos en relación con todos los que salieron al exilio.16 El flujo de perseguidos políticos hacia México atendió a la lógica represiva en cada uno de los países de origen. Para el caso argentino, el deterioro del ambiente político desde mediados de 1974 indujo a algunos a optar por la salida del país, situación que se fue acrecentando hasta la escalada represiva producto del golpe de Estado en marzo de 1976. Un proceso similar se observa en el caso uruguayo, donde la represión fue en aumento desde 1973, pero no fue hasta 1975-1976 en que comenzó el éxodo significativo. Brasil, por su parte, reconoce dos momentos de salida, uno en 1964 cuando el derrocamiento del gobierno de Goulard, y otro durante la coyuntura de 1968-1969 con motivo del recrudecimiento de la represión a raíz de las protestas populares y el accionar de organizaciones guerrilleras. Por último, el caso chileno, donde la salida masiva respondió directamente al golpe de septiembre de 1973. Cabe destacar que las primeras opciones de exilio no siempre apuntaron a México. En un principio los perseguidos buscaron países vecinos o cercanos. Antes de 1973 muchos brasileños huyeron a Uruguay y a Chile, lo mismo pasó con los uruguayos que se refugiaron en Argentina a partir de 1973; en realidad, esta movilidad fronteriza quedó cancelada cuando el mapa político de las naciones del Cono Sur fue dominado por gobiernos militares. Ya en 1976, el accionar conjunto de las fuerzas armadas convirtió a México en una –y a veces la única– opción donde encontrar refugio en el espacio latinoamericano. Por estas razones no sorprende encontrar solicitudes de asilo de brasileños, argentinos, uruguayos y chilenos en embajadas mexicanas distintas a la de sus países de origen. Entre todos estos casos, el más significativo numéricamente es el de los brasileños en Chile tras el golpe de Estado de 1973; es que en realidad y según apunta Denis Rollemberg,17 la caída del gobierno de El volumen de exiliados sudamericanos presenta variaciones significativas según la fuente que se consulte. Para el caso chileno se estiman cifras entre 200.000 y 250.000 personas (Cariola, Rosetti, 1984); el exilio brasileño ha sido calculado entre 10.000 y 15.000 personas (Rollemberg, 1999); el exilio uruguayo se ha estimado entre 250.000 y 300.000 personas (Dutrénit Bielous, 2008); y el exilio argentino entre 140.000 y 300.000 (Bartoncello et al., 1985; Mármora, Gurrieri, 1988). 17  Rollemberg (1999), p. 97. 16 

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Allende se significó como el segundo exilio de muchos brasileños que desde 1968 habían salido de su país. Es preciso aclarar que los sudamericanos que ingresaron a México lo hicieron bajo dos modalidades: la primera, en calidad de asilados políticos, la segunda a través de la calidad de turista. El problema radica en que este tipo de visas se otorgaron a millares de conosureños que por sus propios medios ingresaron a México, pero este visado escondió también un mecanismo que permitía a centenares de personas recuperar su libertad. En concreto para el caso argentino, tanto el gobierno de Isabel Perón (1974-1976) como el presidido por la Junta Militar (1976-1983) dispusieron que algunos presos políticos salieran en libertad bajo la condición de abandonar el país. De manera que los abogados defensores de estos presos o sus propios familiares tramitaron visas ante representaciones diplomáticas a los fines de que el detenido viajara al extranjero. Por esta vía, entre 1975 y 1976 cerca de un centenar de argentinos salieron de sus celdas rumbo al aeropuerto, munidos con una visa de turista entregada por la diplomacia mexicana en Buenos Aires.18 Situación similar se observa cuando llegaron a México, en marzo y mayo de 1975, algo más de 150 presos políticos chilenos liberados por la Junta Militar.19 Para el caso de Brasil encontramos que en 1969 llegaron a México un contingente de detenidos, cuya liberación fue producto de una acción guerrillera. Se negoció la vida del embajador norteamericano, secuestrado por la guerrilla a cambio de la liberación de presos políticos.20 Y por último, la calidad de turista fue también entregada a personas que estaban bajo la protección de ACNUR; este organismo gestionó el ingreso a México de perseguidos políticos y cuando las respuestas eran positivas, las legaciones mexicanas en Buenos Aires, Santiago, Montevideo y Río de Janeiro otorgaban el visado de turista. El mayor flujo de sudamericanos en México se observa a partir de la segunda mitad de la década de 1970, en términos cuantitativos fueron mucho más los que ingresaron en calidad de turistas que en condiciones de asilados AHDSRE-Archivo de la Embajada en Argentina, exps. 516/82/34825, 51337 y 503131. 19  Secretaría de Relaciones Exteriores (1975), p. 56. 20  Rollemberg (1999), p. 104. 18 

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diplomáticos, y es esta circunstancia la que obstaculiza precisar el volumen de exiliados en México, puesto que es difícil discriminar entre aquellos que se internaron como turistas porque realmente lo fueron, y aquellos que aprovecharon esa calidad para luego gestionar distintas formas de residencia legal. Por otra parte, el exilio sudamericano debe ser entendido como un proceso colectivo desarrollado a partir de la sumatoria de acciones individuales. No se trató de un fenómeno organizado, como lo fue el destierro republicano español, sino que asistimos a una migración de carácter personal, que se materializó a través de salidas permanentes a lo largo de varios años. Esta particularidad permite recortar los estratos sociales que accedieron al exilio, en el sentido de que el primer criterio de selectividad social fue la posibilidad de financiar el viaje o, en todo caso, poseer las redes de contactos personales, políticos o profesionales para preparar la salida del país. Sobre esta base, es posible afirmar que el exilio fue una opción reservada a sectores medios de las sociedades sudamericanas. Entre los exiliados, una parte estuvo integrada por militantes con una clara adscripción política, pero un porcentaje importante de quienes decidieron y pudieron exiliarse, lo hicieron por un temor lógico a la represión pese a no ser lo que las dictaduras consideraban como “subversivos”, entre ellos amigos y familiares de detenidos o de “desaparecidos”, personas que habían realizado actividades de tipo intelectual, como profesores universitarios, estudiantes, periodistas, gente vinculada al mundo de la cultura y las artes. Llegaron profesionales e intelectuales reconocidos, aunque en la mayoría de los exilios se trataba de gente joven, entre los veinte y los cuarenta años de edad, estudiantes y profesionales, hombres y mujeres que muy recientemente se habían incorporado o trataban de hacerlo a los estrechos mercados laborales en sus respectivas sociedades.

Escapar del terror Desde el miedo y la persecución o desde la cárcel y la tortura e inclusive desde la misma “muerte”, México aparece como una opción de supervivencia. Un chileno residente en la localidad de Chillán, militante socialista y diputado nacional por la Unidad Popular, en la mañana del golpe de Estado

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escuchó por la radio la noticia de su propia muerte acaecida en un enfrentamiento con una patrulla militar. Al cabo de unos días leyó en El Mercurio que el ejército había descubierto en su casa un arsenal con armas de gran calibre. Aquello era una farsa tendiente a justificar ante la opinión pública lo que fueron simples asesinatos. Escondido en Santiago de Chile, consigue reencontrarse con su esposa embarazada de ocho meses y con su hijo de un año de edad. “Estábamos en la casa de una tía de mi mujer […] ya habían hecho varios allanamientos y estábamos corriendo riesgos de ser detenidos, no solo yo y mi mujer sino también la tía porque nos permitió escondernos. Es un momento de mucho pánico, entonces empezamos a buscar asilo”. Los perseguidos fueron a la embajada de Santo Domingo “porque nos dijeron que estaban dando asilo, fuimos a la casa del embajador, y entonces salió la empleada doméstica gritando y llamando a la policía […] tuvimos que huir”. Recién entonces se dirigieron a la embajada mexicana. Burlando el cerco militar ingresaron a la sede mexicana donde les fue conferida la calidad de asilados políticos. “Cuando llegamos a México, el primer acto de difusión internacional que se realizó fue la exhibición de un afiche francés que mostraba el rostro de Salvador Allende dibujado a partir de un diseño que enlistaba los nombres de la gente que había sido asesinada en las primeras horas del golpe, y cuando voy a verlo me encuentro que en la cuarta fila estoy yo”.21 El embajador mexicano en Chile ofreció asilo a miembros destacados de la Unidad Popular. Protegido por la inmunidad diplomática recorrió Santiago en busca de la viuda de Salvador Allende y de algunos ministros y parlamentarios para ofrecerle protección del gobierno mexicano. “Me acuerdo que Hugo Miranda era entonces senador, estaba escondido en una casa donde fui por él, […] no quiso asilarse porque creía que era algo transitorio y que seguramente solo se trataría de presentarse a hacer algunas declaraciones y con eso iba a quedar resuelto el problema. Durante media hora no lo puede convencer […] eso le costó a Hugo Miranda dieciocho meses de prisión”.22

Archivo de la Palabra del Exilio Latinoamericano en México (APELM-UNAM), entrevista a Rogelio de la Fuente realizada por Renée Salas, Ciudad de México (octubre de 1997), PEL/I/Ch-15, pp. 19-27. 22  Cereijido (1998), p. 186. 21 

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Después del golpe se estableció el toque de queda completo en Santiago. Nadie podía circular por las calles. En las primeras doce horas después de levantado el primer toque de queda llegaron casi trescientas personas a la embajada de México y cerca de doscientas a la residencia del embajador. Para funcionarios y simpatizantes del gobierno derrocado la salida del país comenzó a ser valorada como la única posibilidad de preservar la libertad o la vida. Entre los profesionales, se creó un circuito de seguridad e información en torno a organizaciones internacionales que tenían inmunidad diplomática como las oficinas de las Naciones Unidas, la Comisión Económica para América Latina y la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Estas instituciones fueron sedes donde se escondieron muchos perseguidos. “Por ejemplo en CEPAL había una oficina de información donde se llamaba por teléfono y te decían: ‘están abiertas las puertas de tal embajada o de tal consulado, […] o hay poca protección en la embajada de Panamá’, era una cuestión de chequeo diario porque podía cambiar la situación en un día, de un momento a otro”.23 Del otro lado de los Andes, una mujer uruguaya en compañía de su marido, huyeron de Montevideo y se internaron en territorio argentino. La represión policial y militar opera de manera conjunta en ambas márgenes del Río de la Plata. Están indocumentados en Buenos Aires. “La situación era de terror generalizado, vivimos situaciones de terror muy intensas después del golpe de Estado [en Argentina]. La situación cotidiana adquirió niveles represivos, tanto a nivel de la población como particularmente de los refugiados uruguayos y chilenos. Hicimos muchísimos trámites para ver cómo nos podíamos hacer de algún documento que nos permitiera algún movimiento”. En Montevideo, el embajador mexicano ofreció otorgar asilo al matrimonio perseguido. El diplomático propuso situar su auto en algún lugar cercano a la frontera “en donde nosotros dijéramos y que pasáramos el puente sobre el río Uruguay, porque una vez metidos en el auto no había nadie que nos pudiera hacer algo”. Los perseguidos desechan la propuesta por el riesgo de ser detenidos en el retén militar fronterizo. Entran en contacto con diplomáticos mexicanos en Buenos Aires. Estos hacen de intermediarios ante la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los ReAPELM-UNAM, entrevista a Eduardo Ruiz, realizada por Diana Urow, Ciudad de México (agosto de 1997), PEL/1/CH-10, pp. 12-16. 23 

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fugiados para el otorgamiento de pasaportes de la Cruz Roja Internacional, finalmente bajo protección de ACNUR salieron al destierro.24 También en Buenos Aires, un militante argentino abandona legalmente el país: Subirse al avión fue el inicio de un desgarramiento que duró muchísimos años. Recuerdo […] que no dejé de llorar hasta que llegué a Lima […]. Llegué a México con la única intención de ver a mi mujer y a mi hijo, y decir: estamos vivos a salvo de la muerte física. Durante el primer año de mi estancia en México, y no por ser México, sino por estar fuera de Argentina, viví una especie de muerte, por haber salido de Argentina, son esas cosas propias del desgarro.25

Desde mediados de 1974 en Argentina operó un escuadrón de la muerte, la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Esta banda de paramilitares actuando con financiamiento del gobierno de Isabel Perón, se cobró la vida de cientos de argentinos, líderes obreros y universitarios, profesores, abogados, artistas y militantes de organizaciones de izquierda. Los primeros asilados en la embajada mexicana en Buenos Aires fueron personas amenazadas por la Triple A. Entre otros el historiador y exrector de la Universidad de Buenos Aires, Rodolfo Puiggrós y su esposa,26 Esteban Righi, su esposa y tres hijos, quien había sido ministro del Interior del gobierno de Héctor J. Cámpora (1973-1974), y el catedrático Raúl Laguzzi y su esposa, estos últimos habían sufrido un atentado, donde perdió la vida un hijo de ocho meses de edad. En ningún momento se trató de un asilo masivo; solicitaban la protección del gobierno mexicano familias acosadas y amenazadas por los grupos paramilitares de ultraderecha, y entre estas familias la más numerosa fue la familia Vaca Narvaja. Este grupo compuesto por 26 personas, la mitad adultos y la mitad niños huían de la ciudad de Córdoba, a partir del secuestro de Hugo Vaca Narvaja, padre, suegro y abuelo de distintos miembros de esa familia; se trataba de un destacado político que fue “desaparecido” como advertencia APELM-UNAM, entrevista a Ana Burano, realizada por Diana Urow, Ciudad de México (agosto de 1997), PEL/U-5, p.14. 25  APELM-UNAM, entrevista a Enrique Zylberberg, realizada por Gabriela Díaz Prieto, Ciudad de México (noviembre de 1997), PEL/1/A-24, p. 56. 26  APELM-UNAM, entrevista a Delia Carnelli de Puiggrós, realizada por Pablo Yankelevich, Buenos Aires (agosto de 1999), PEL/2/A-12, p. 56. 24 

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de la suerte que correría el resto de la familia. Ingresaron a la embajada en un operativo que se completó en menos de una hora. Era el 23 de marzo de 1976, un día antes del golpe de Estado.27 En el caso de Brasil tampoco se trató de un asilo masivo. Además, cabe destacar que estos perseguidos fueron asilados por un gobierno mexicano marcadamente autoritario. Resulta sorprendente que, en 1968, mientras en México se reprimía al movimiento estudiantil, en Río de Janeiro se otorgara asilo a militantes de izquierda, muchos de ellos salidos de las filas del estudiantado universitario. Uno de ellos, perseguido por la policía de São Paulo, huyó a Río de Janeiro en busca de asilo diplomático: México fue mi tercera opción, primero fue Chile, luego Uruguay, la última fue México. […] sabía que había riesgos; sin embargo, primero traté de llegar a las otras embajadas pero ninguna de ellas quiso darme asilo, entonces quedaba México. […] claro que sabíamos lo que pasaba [en México] […], teníamos periódicos murales en Brasil acerca del movimiento estudiantil en el mundo y veíamos cosas de México […] incluso llegué a ver una película con imágenes de la matanza del 2 de octubre […], [sin embargo] con todo el riesgo, los mexicanos me estaban tendiendo una mano y yo me agarré de ahí.28

Una vez concedido el asilo y ya en las sedes diplomáticas, los perseguidos debían esperar que los gobiernos militares otorgaran los salvoconductos para abandonar sus países. Esa espera podía prolongarse días, semanas, meses e inclusive años. El expresidente argentino Héctor J. Cámpora y su hijo Héctor Pedro Cámpora se asilaron en abril de 1976. El expresidente fue autorizado a abandonar Argentina en noviembre de 1979, solo después de comprobarse el padecimiento de una grave enfermedad, su hijo permaneció un año más y recibió su salvoconducto en diciembre de 1980 para asistir al sepelio de su padre. Sin embargo, todavía quedó en la embajada de México en Buenos Aires el dirigente peronista Juan Manuel Abal Medina, quien salió al exilio en mayo de 1982, después de seis años de encierro en la sede diplomática.29

AHDSRE-AEMARG, legajos 3 y 91, exps. 516-82-34825 y 9, respectivamente. AHDSRE/AEMARG, legajos 91, 92, 93, 97 y 98. 29  Yankelevich (2010). 27  28 

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Una atmósfera de terror perdura en el recuerdo de los puertos de salida rumbo al exilio. México, desde 1974, se había convertido en territorio de exilio, por lo tanto, trasladarse desde Buenos Aires constituía un motivo de sospecha: Irse de Argentina no era sencillo, había una cantidad de leyendas de gente apresada en el propio aeropuerto, entonces el viaje fue planeado para llegar a México vía Brasil, viajando por una empresa que no volaba directo a México […]. Me fui bien vestido, de traje y con la única corbata que tenía. Yo recuerdo ese viaje al aeropuerto, todos los alrededores estaban tomados por el ejército argentino, y el interior del aeropuerto estaba totalmente lleno de gente de civil armada.30

En el testimonio de una niña brasileña que abandona Chile en 1973, el recuerdo se detiene en una imagen dantesca: La cosa que me marcó más del exilio fue la salida rumbo al aeropuerto, cuando fuimos, que era la hora del toque de queda, y estaba la ciudad completamente vacía al final de la tarde, vacía pero con muchos cadáveres, muchos muertos en la calle. Los milicos parados con sus carabinas y los cuerpos echados en la calle, no sé si eran tantos, pero mi memoria registra […] que eran muchos.31

Al tiempo que una la militante uruguaya perseguida en Buenos Aires indica: Yo recuerdo mi salida de Argentina a México como una cosa terrible, nosotros dormíamos en cinco casas, la noche anterior tratamos de ir recogiendo las pocas pertenencias que teníamos regadas por todo Buenos Aires, […] en la madrugada nos reunimos con mi madre y con mi hijo. Yo siempre recuerdo como muy terrible la llegada al aeropuerto, nos podían matar, tanto a nosotros como al personal de ACNUR que nos acompañaba, pero ya en el aire me dio un terror espantoso, me di cuenta de que había sido lanzada al mundo con un niño de dos años.32 APELM-UNAM, entrevista a Antonio Marimón realizada por Concepción Hernández, Ciudad de México (octubre de 1997), PEL/1/A-17, p. 34. 31  APELM-UNAM, entrevista a Nadia Dos Santos realizada por Concepción Hernández, Río de Janeiro (agosto de 1999), PEL/3/B-4, p. 13. 32  APELM-UNAM, entrevista a Ana Buriano realizada por Berta Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México (agosto de 1997), PEL/U-5, pp. 15 y ss. 30 

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Llegar a México De México poco se sabía. Los testimonios coinciden en sus referencias a imágenes estereotipadas esparcidas por la industria cinematográfica mexicana y estadounidense. Abundan las referencias a María Félix y a Cantinflas, a la musicalidad de los boleros, alusiones al pasado prehispánico y, por supuesto, a la Revolución Mexicana y sus caudillos más populares: Emiliano Zapata y Pancho Villa. Entre los exiliados de mayor edad, está presente la solidaridad mexicana a los refugiados de la Guerra Civil española, así como la posición de México frente a la Revolución Cubana. Sobre la política mexicana no hay mayores acercamientos más allá de las informaciones periodísticas en torno a la política exterior del presidente Luis Echeverría, pretendiendo asumir el liderazgo latinoamericano en el seno del Movimiento de Países No Alineados. La recepción, y en buena medida la suerte corrida por el exilio sudamericano en México, no fue ajena a actitudes y gestiones políticas de los expresidentes mexicanos Luis Echeverría y José López Portillo. Para los exiliados, aun hoy con la distancia de cuatro décadas, resulta difícil discernir entre la arbitrariedad y el autoritarismo consustancial al sistema político mexicano y las imágenes que devuelve una memoria que trabaja selectivamente. Se recuerda desde la gratitud para con México y los mexicanos. El agradecimiento justifica los olvidos y edulcora momentos amargos o desagradables, después de todo, como sentencia una exiliada “veníamos de un país donde te mataban”.33 Las angustias, los desconciertos y las incertidumbres frente a un mundo desconocido pasaron a desenvolverse en una atmósfera de libertad que desde su llegada respiraron los exiliados. “Un signo que nos alborozaba era cuando nos dábamos cuenta de que no necesitábamos documentos de identidad para andar por la calle”.34 Un científico rememora cuando entró a una librería y quedó sorprendido al ver escaparates repletos de libros de Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Mao y el Che Guevara.35 “Me sentía libre, sin miedo”, co-

APELM-UNAM, entrevista a Horacio Crespo realizada por Berta Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México (enero de 1998), PEL/A-38, p. 111. 34  Ulanovsky (1983), p. 21. 35  Cereijido (1998), p. 95. 33 

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menta una socióloga chilena.36 La libertad para acceder o disfrutar de actividades o de bienes prohibidos en las naciones de origen promueve visiones idealizadas del país refugio. “Para nosotros”, recuerda un asilado uruguayo, “Luis Echeverría era el presidente de Latinoamérica, […] casi después de Allende, ¿por qué razón? Porque Echeverría había mantenido una postura hacia Cuba, había mantenido una postura hacia la dictadura chilena cuando la muerte de Allende, había mantenido una postura internacional muy importante”.37 En 1977, una exiliada, frente al Palacio Nacional, topa con el entonces presidente José López Portillo. El mandatario saluda a curiosos y paseantes, “a mí eso me parecía la democracia, la libertad frente a Videla que se movía en un erizo de ametralladoras […] para mí este país era maravilloso, un país democrático”.38 Sucede que hubo hechos y acciones gubernamentales que resultaron contundentes. En el caso de los asilados políticos, la administración del presidente Luis Echeverría desplegó una significativa ayuda. Aquellos que llegaron por la vía del asilo diplomático fueron alojados en hoteles durante un tiempo. El gobierno dispuso de una unidad habitacional para hospedar a parte de este exilio. Se entregaban regularmente bonos de alimentos, al tiempo que un decreto presidencial otorgó facilidades para revalidar títulos profesionales y documentación académica en general. Por otra parte, se instruyó a dependencias de la administración federal para que, en la medida de lo posible, se procediera a la contratación de los asilados. En 1974 se fundó la Casa de Chile, organismo que nucleó al exilio chileno y que contó con financiamiento del gobierno mexicano.39 Igual situación se observa en el caso argentino. Las dos casas de solidaridad de este exilio: el Comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA) y la Comisión Argentina de Solidaridad (CAS) recibieron apoyo gubernamental. La primera sede de la CAS fue rentada y amueblada por gestiones personales del expresidente

Tarrés (1998), p. 209. APELM-UNAM, entrevista realizada a José Amorós por Concepción Hernández, Ciudad de México (septiembre de 1997), PEL/1/U-6, p. 25. 38  APELM-UNAM, entrevista realizada a Miriam Laurini por Diana Urow, Ciudad de México (septiembre de 1997), PEL/1/A-12, p.18. 39  Rojas Mira (2013). 36  37 

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Echeverría.40 Pero, además, el gobierno mexicano reconoció a estos comités como instancias oficiales desde donde los exiliados pudieron gestionar distintas demandas, sobre todo las referentes a trámites migratorios. México fue la meca del exilio en América Latina. Los recién llegados se entrecruzaban con otros exilios de larga residencia: guatemaltecos expulsados por los distintos gobiernos dictatoriales desde 1954, dominicanos desterrados primero por Trujillo y luego por los marines norteamericanos, nicaragüenses víctimas del somocismo, pero antes que todos ellos habían desembarcado los republicanos españoles. Pioneros de los exilios en México, los españoles ayudaron, aconsejaron y se hicieron presentes en cuanto comenzaron a desembarcar los primeros exiliados de la década de 1970: “Al principio era muy difícil, relata un chileno, casi toda la gente […] estaba sin recursos […] vivíamos con el bono [del gobierno] y del exilio español, las mujeres del exilio español iban dos veces por semana con canastos de alimentos frescos, llevaban canastos de pollo, a veces de frutas y verduras y nos repartían”.41 El Colegio Madrid, institución emblemática del exilio español en México, ofreció becas a los hijos de asilados constituyéndose desde entonces en la principal institución educativa donde se formó toda una generación de niños y jóvenes de padres sudamericanos. Con algo más de tres décadas de trastierro los republicanos aconsejaron: “deshaz rápidamente tu maleta, nosotros nos demoramos cinco, ocho, o diez años en deshacerlas, la tuvimos debajo de la cama y fue un tiempo perdido. Haz lo contrario, vive con naturalidad tu condición de ‘mexicano’, desde hoy hasta que dure y ten la maleta lista para llenarla y volverte si tu vocación política te manda hacerlo”.42 Los exiliados llegaron con la derrota a cuestas. La expulsión de sus naciones constituye la muestra contundente no solo de errores cometidos, sino y sobre todo de la fortaleza del enemigo. La militancia política contempló actividades de propaganda denunciando las políticas criminales de las dictaduras militares, así como en el despliegue de acciones solidarias hacia presos políticos y a familiares de desaparecidos. Yankelevich (2010). APELM-UNAM, entrevista a Rogelio de la Fuente, realizada por Renée Salas, Ciudad de México (octubre de 1997), PEL/1/Ch-15, p. 63. 42  Maira (1998), pp. 201-202. 40  41 

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De entre todos los exilios, el argentino, en uno de sus sectores, se instaló la necesidad de reflexionar sobre la derrota. Quizás porque la comunidad argentina fue la más fracturada políticamente, el encuentro de posiciones en ámbitos intelectuales abrió el camino para debatir y publicar. Un dirigente universitario de la izquierda peronista tras escapar a Brasil, se trasladó a México en busca de un grupo de amigos y compañeros sobrevivientes: fue un grupo muy agradable, para discutir el pasado, y discutimos todo, sin ningún tipo de prejuicios y sin ningún tipo de limitaciones […] [yo] puedo criticar infinidad de cosas, pero nunca pondré en tela de juicio la vocación de transformación que tuvimos […], esa vocación fue legítima, fue justa y fue correcta. Fracasó por nuestros propios errores. Otra conclusión que tengo es que de haber hecho las cosas de otra manera, la masacre no hubiese dejado de existir, porque en realidad no respondía exclusivamente a nuestro accionar, […] [quizás] la dimensión de la masacre hubiese sido distinta […]. Me parecía importante reflexionar la idea de que se podía haber evitado la dimensión de la masacre.43

Algunos de los que participaron en estas reflexiones, a los que se sumaron intelectuales de otras vertientes políticas, editaron la revista Controversia. A lo largo de trece números, entre 1979 y 1981, una decena de intelectuales instalaron una ríspida polémica en el seno del exilio argentino. El punto de partida explicitado en el primer editorial resulta paradigmático, se trataba de resistir “la negatividad del exilio, la melancolía, la frustración y la nostalgia” a partir del fuerte convencimiento de convertir el “exilio en una experiencia positiva”. Los editores hicieron un llamado a realizar una severa reflexión sobre los temas de la Argentina contemporánea, trascendiendo las siempre necesarias denuncias de los “actos de barbarie” cometidos por los militares, sobre los cuales prácticamente se había centrado la militancia en el exilio. Controversia fue un llamado a discutir la derrota: Muchos de nosotros pensamos, y lo decimos, que sufrimos una derrota, una derrota atroz. Derrota que no solo es la consecuencia de la superioridad del enemigo, sino de nuestra incapacidad para valorarlo, de la sobrevaloración de APELM-UNAM, entrevista a Elvio Vitali realizada por Pablo Yankelevich, Buenos Aires (agosto de 1999), PEL/2/A-2, pp. 8-11. 43 

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nuestras fuerzas, de nuestra manera de entender el país, de nuestra concepción sobre la política. Y es posible pensar que la recomposición de esas fuerzas por ahora derrotadas será tarea imposible […] si no alcanzamos a comprender que es necesario discutir aquellos supuestos que creíamos adquiridos de una vez y para siempre para una teoría y una práctica radicalmente transformadora de nuestra realidad.44

La revista desplegó sus “controversias” sobre tres ejes: el fracaso de los partidos de izquierda y de las organizaciones guerrilleras, la revalorización del tema de la democracia siempre soslayado por la militancia izquierdista, y por último la crisis del socialismo real y la polémica en torno a los paradigmas del marxismo. Controversia, para algunos de sus miembros, fue el más creativo de los experimentos de reflexión política en el exilio argentino en México, mientras que, para otros, admitir la derrota y discutir sobre ella fue considerado un acto de debilidad ante el poder militar. “Hubo artículos”, recuerda uno de sus editores, “que causaron verdaderos escándalos”.45 Sobre todo en temas sobre los “desaparecidos” y sus tratamientos en el marco de las campañas de derechos humanos. A más de tres décadas de estas polémicas, y de muchas otras que atravesaron a las comunidades de exiliados sudamericanos en México, quisiera volver sobre aquel reclamo de convertir el exilio en “una experiencia positiva”. Sucede que México y los mexicanos contribuyeron en buena medida a hacer realidad aquel reclamo, y fue así por varias razones. En los años setenta, el país vivió un significativo crecimiento económico al beneficiarse de recientes descubrimientos petrolíferos; este hecho coyuntural permitió, entre otras cosas, una expansión de instituciones educativas de nivel medio superior y superior e inclusive de fundación de nuevas universidades e institutos de investigación científica que se desenvolvieron en un clima de abierta libertad. Es un momento de ampliación del aparato estatal que pasó a asumir nuevas responsabilidades en la gestión de proyectos de desarrollo social y económico, así como en la ejecución de políticas culturales en diversas ramas: teatro, cine, música, publicaciones culturales. México vivía un clima de apertura política que propició el surgimiento de un nuevo periodismo crítico muy Controversia, n.º 1, México (octubre de 1979), p. 1. APELM-UNAM, entrevista con Ricardo Nudelman realizada por Berta Cecilia Gue­ rrero Astorga, Ciudad de México (octubre de 1997), PEL/A-14, p. 99. 44  45 

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atento al acontecer latinoamericano. Y por último, fueron años donde el discurso político del régimen rescató sus vertientes nacionalistas enarbolando banderas históricas de la Revolución Mexicana: la defensa de una soberanía nacional amenazada por intereses extranjeros, la atención a los reclamos de los sectores más pobres de la sociedad mexicana, y la solidaridad con las causas de libertad y de justicia social representada por los movimientos insurreccionales, sobre todo en el área centroamericana. En ese contexto mexicano, un lugar privilegiado desde donde se consuma una vinculación profunda y duradera al país de exilio estuvo constituido por las inserciones laborales, las oportunidades académicas y el desarrollo profesional. Personas calificadas profesionalmente, con relativa rapidez consiguieron ubicación laboral. Relaciones personales previas permitieron a algunos exiliados conseguir empleo. El escritor chileno Hernán Lavín Cerna había estado en México en 1971, tomó contacto y trabó amistad con Efraín Huerta, José Emilio Pacheco y Jaime Sabines, entre otros. Cuando llegué en 1973, volví a hacer contacto con ellos y recibí apoyo y ayuda, una solidaridad muy grande. La gente de México fue muy sensible a lo que había ocurrido en Chile y deseaba que nos vinculáramos cuanto antes, que nos enraizáramos y empezáramos a laborar, como quien dice terapia de trabajo. Nos colocaron rápidamente, nos abrieron canales para que pudiéramos seguir desarrollándonos, y tuve la fortuna de vincularme muy pronto a la Universidad Nacional […] comencé a dar clases […] conseguí primero una plaza de medio tiempo, y luego una de tiempo completo.46

Exiliados con un reconocido prestigio y una alta capacitación profesional no tardaron en conseguir empleo en instituciones académicas o en organismos gubernamentales. A partir de allí se tendieron redes que lanzadas a México y al mundo, atrajeron a nuevos exiliados. Un joven matrimonio brasileño, exiliado en Canadá, decidió trasladarse a México en 1978 a partir de una invitación que gestionó el economista brasileño Theotonio Dos Santos, exiliado en México y profesor de la Universidad Nacional.47 Otra joven De la Torre (1994), p. 23. APELM-UNAM, entrevista a María Nakano realizada por Concepción Hernández, Río de Janeiro (agosto de 1999), p. 28. 46  47 

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socióloga brasileña después de obtener su doctorado en Francia, recibió una oferta laboral en un centro de investigaciones en México.48 Situación parecida viven chilenos que originalmente se exiliaron en Francia o en Inglaterra.49 Un buen número de desterrados sudamericanos realizó sus estudios de grado y posgrado en México, en algunos casos la obtención de becas de estudio fue determinante para decidir su traslado.50 Cabe destacar que para esta generación de sudamericanos los estudios realizados en México facilitaron su futura inmersión en espacios académicos. Ahora bien, aquellos que llegaron sin una formación profesional previa o sin los antecedentes necesarios, recorrieron un camino que se iniciaba en el desempeño de actividades ocasionales, mal remuneradas, alejadas de sus intereses o vocaciones. Un novelista argentino fue contratado para manejar un proyector de películas en los campamentos de Petróleos Mexicanos en el golfo de México, más tarde vendió enciclopedias; una socióloga chilena trabajó en una empresa constructora; una novelista argentina hizo corrección de galeras; un joven brasileño fue artesano y fotógrafo antes de estudiar antropología; una historiadora uruguaya se encargó de organizar la biblioteca de una asociación civil… Los casos se suceden y se repiten.51 En un periodo no mayor de tres o cuatro años, las inserciones laborales muestran rasgos de definitividad. Se cambia de actividad, a veces de ciudad o de institución, se alcanza la legalidad migratoria. Es entonces cuando el espacio mental comienza a reorganizarse. Hacer lo que se quiere, con plena libertad creadora, recibir una remuneración que permite una vida digna. Después de una serie de empleos poco gratificantes, una especialista en filosofía política indica que su ingreso a la Universidad Nacional, el hecho de Salles (1999), p. 33. APELM-UNAM, entrevista a Ricardo Yocelevzky realizada por Gabriela Díaz Prieto, Ciudad de México (octubre de 1977), PEL/1/CH-18, p. 33; y Tarrés (1998), p. 202. 50  APELM-UNAM, entrevista a Raymundo Santos realizada por Concepción Hernández, Rio de Janeiro (agosto de 1999), PEL/3/B-7, pp. 12 y ss.; y a Jorge Quartino, realizada por Concepción Hernández, Montevideo (julio de 1999), PEL/4/U-16, p. 5. 51  APELM-UNAM, entrevista a Horacio Crespo, realizada por Bertha Cecilia Guerrero Astorga, Ciudad de México (enero de 1998), PEL/A-38, p. 78; entrevista a Miriam Laurini realizada por Diana Urow, Ciudad de México (septiembre de 1997), PEL/1/A-12, p. 98; y Tarrés (1998), p. 209. 48  49 

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“enseñar, escribir, empezar a investigar, me sirvió mucho para armarme, para armarme identitariamente en México. Eso para mí fue México”. Las huellas de la identidad, en aquellos que finalmente optaron por permanecer en el país se racionalizan por y desde las definiciones profesionales: “Yo acá me he pasado dieciocho años, para mí el trabajo es un referente muy fuerte, acá escribo, acá pienso, […] tengo que confesarlo, me gusta mi trabajo, cuento con una enorme libertad y un enorme apoyo, me gusta lo que hago, me gusta el país”.52 Las oportunidades que ofrece México dotan de nuevos significados a los años de destierro. Un periodista argentino, colaborador en el periódico Uno más Uno, recuerda sus años de exilio y los valora así: En el Uno más Uno, viví una experiencia fantástica, porque yo rechazaba mi destino de exiliado en México, no quería vivir en México […] pero pese a todo sobreviví en México en gran medida por una cauda de energía que hubo allí […]. [En el Uno más Uno] ha sido el mejor lugar donde he trabajado en toda mi vida, nunca he vuelto a trabajar con tamaños márgenes de desenvoltura, tamaños márgenes de libertad, tamaños márgenes de placer, como el placer con que yo trabajé en ese periódico entre 1977 y 1982.53

Y los recuerdos coinciden, tanto en aquellos que decidieron permanecer en México como en otros que regresaron. Quien a la vuelta del exilio se convirtiera en el director del Museo Etnográfico de Buenos Aries indica: “yo en el exilio me profesionalicé. Me hice un arqueólogo profesional […]. Creo que si no hubiera estado en México jamás hubiera hecho lo que hice cuando regresé, que es organizar un museo, pero organizarlo recuperando mi experiencia mexicana, es decir como centro de investigación y como espacio de transferencia de conocimientos hacia la sociedad”.54 México es valorado tanto por su impacto en los desarrollos profesionales como por haber ensanchado las fronteras de la percepción y de la apropiación de la realidad. Los que APELM-UNAM, entrevista a MP realizada por Gabriela Díaz Prieto, Ciudad de México (agosto de 1997), PEL/1/A-7, pp. 26, 46 y 52. 53  APELM-UNAM, entrevista a Antonio Marimón realizada por Concepción Hernández, Ciudad de México (octubre de 1997), PEL/1/A-17, p. 176. 54  APELM-UNAM, entrevista a José Antonio Pérez Gollán realizada por Pablo Yan­ke­le­ vich, Buenos Aires (agosto de 1999), PEL/2/A-8, p. 15. 52 

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optaron por México lo hicieron al encontrar algo que no pueden tener en el lugar de origen. “México te deja ser”, remarca el testimonio de un chileno.55 Y en efecto, los aprendizajes fueron costosos, pero también enriquecedores. “Los argentinos no podemos manejar la ambigüedad, y en México todo el mundo lo hace, es el mundo de la incertidumbre, del ‘pos quien sabe’, y a mí ha terminado por gustarme. Creo que a veces es la única actitud sabia frente a una vida en que realmente no sabés qué puede pasar mañana”.56 Desde el presente, los testimonios rescatan patrones de conducta aprehendidos en y desde los años del exilio mexicano. Una psicóloga y artista argentina, a casi dos décadas de haber retornado a su país, expresa: En México descubrí una relación distinta del hombre con la naturaleza, […] me enriqueció, me hizo vivir de otro modo, mi proximidad con esa cultura mexicana que no es antropocéntrica, me advirtió de tantísimas cosas que para mí no existían y a partir de ahí existieron con mucha fuerza, y que además luego se convirtieron en un espacio de reflexión y producción estético muy grande.57

Ser un exiliado es aprender a ser minoría,58 y ser diferente entre diferentes obliga a un ejercicio de confrontación de culturas. Penetrar otras formas culturales, hacerlo en circunstancias de exilio, y recrear ese proceso mediante un ejercicio de memoria arroja resultados sorprendentes para el caso de México. Se recuerda desde el agradecimiento, y se valora positivamente la experiencia. “Si dejamos de lado la catástrofe que me llevó a México, diría que para mí ha sido una experiencia enriquecedora”, señala un testimonio. Cabe aclarar que “la catástrofe” para este hombre no solo fueron las circunstancias de persecución de la que fue objeto, sino además ser el padre de un joven “desaparecido” por la dictadura militar argentina. Sucede entonces que los espacios laborales, las posibilidades de desarrollo profesional jugaron un papel significativo, hasta determinante. Sin embargo, México fue y es mucho De la Torre (1994), p. 23. APELM-UNAM, entrevista a MP realizada por Gabriela Díaz Prieto, Ciudad de México (agosto de 1997), PEL/1/A-7, p. 51. 57  APELM-UNAM, entrevista a Nora Zaga realizada por Pablo Yankelevich, Córdoba (julio de 1999), PEL/2/A-4, p. 40. 58  García Canclini (1999), p. 216. 55  56 

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más que eso, México “fue un continente muy fuerte para un momento de quebradura, es como si México me hubiera ayudado a juntar los pedazos, y me hubiera rearmado. Para mí los mexicanos, con su solidaridad, juntaron mis pedazos”. Son las palabras de una mujer que después del asesinato de su marido, de una hija y su esposo, huyó a México para salvar su vida y la de un pequeño nieto a quien los militares dejaron huérfano.59 El exilio se asume como un episodio de fractura de los tiempos y espacios que hasta entonces ordenaban vidas cotidianas. “Negar el destierro, es negar el país donde se está, negar su gente, su idioma, rechazarlos como testigos concretos de una mutilación”, afirmaba Juan Gelman,60 que después de muchos exilios se instaló en México para vivir los últimos veinte años de su vida. Hace cuatro décadas, México cobijó a millares de hombres, mujeres y niños que llegaron de otras tierras. La solidaridad mexicana se manifestó, y lo hizo según Octavio Paz, porque “más que el brillo de la victoria nos conmueve la entereza ante la adversidad”,61 como si las acciones mexicanas se hubieran dirigido a apuntalar una entereza que no dejó de sentirse propia a pesar de ser extranjera. En la memoria del exilio latinoamericano, México representa el lugar y la gente que ayudó a juntar los pedazos haciendo posible repensar y rearmar esas vidas fracturadas.

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Las redes panamericanas de ayuda al exilio republicano español1 Aurelio Velázquez Hernández

Durante los largos años de duración del conflicto civil (1936-1939), España se convirtió en el centro de la atención mediática internacional.2 Esto provocó toda una ola de solidaridad con la causa republicana que se tradujo en la creación de numerosas asociaciones y movimientos de ayuda internacionales. A pesar de la neutralidad impuesta de manera oficial por muchos Estados, se crearon numerosas asociaciones que trataban de aportar su pequeño grano de arena para mejorar la desesperada situación que se sufría en la retaguardia. En América Latina, por los lazos culturales e históricos, el impacto del conflicto armado en España fue aún más fuerte que en otras partes. Las sociedades latinoamericanas se polarizaron en torno al conflicto tomando rápidamente partido los diferentes agentes sociales por uno u otro bando.3 Por todos los rincones del continente americano surgieron diferentes iniciativas que, en términos generales, estaban más a favor de la República que en contra. Estas iniciativas se acabarían concretando en la formación de multitud de comités de ayuda que tenían la misión de apoyar logística y materialmente al pueblo español asediado por el nazifascismo. En las próximas páginas anaEste artículo se enmarca en una investigación realizada gracias al proyecto de investigación “Ayuda humanitaria europea en Francia durante la Segunda Guerra Mundial” (referencia HAR2014-58043-P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. 2  Sobre la dimensión internacional de la Guerra Civil pueden consultarse, entre otras, las obras de Balfour (2002); Viñas (2006); Berdah (2002); Moradiellos (2001). 3  Véase Trifone, Svarzman (1993); Ayala (2011); Matesanz (1999). 1 

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lizaremos, en perspectiva comparada, la evolución de este movimiento de solidaridad con la República española en cuatro países americanos, Argentina, Uruguay, México y Estados Unidos. Estudiaremos las vinculaciones entre los grupos de estos países y los intentos por formar redes internacionales a escala panamericana de ayuda al exilio republicano español.

El caso argentino: la FOARE La movilización social a favor de la República española se reprodujo en mayor o menor grado en la mayor parte de América, aunque quizá el ejemplo más significativo fuera el de Argentina. Probablemente esto se debe a que la comunidad española en Argentina era enormemente numerosa e influyente por aquellos momentos. Según José Carlos Moyá, tan solo en la ciudad de Buenos Aires el 13% de la población era de origen español, probablemente se trataba del país en el que residía un mayor número de españoles fuera del territorio nacional.4 El nacimiento del movimiento de solidaridad con la República española en la Argentina tuvo lugar desde el mismo comienzo del conflicto civil en España. Aunque esta tuvo, por causas evidentes, un papel central, no sería solamente la colonia española la que se implicara en la solidaridad, sino que también amplios grupos sociales se involucraron activamente –y de forma mayoritaria lo hicieron– a favor del bando republicano. Partidos políticos, sindicatos, movimientos vecinales, de manera más o menos espontánea y a todos los niveles se fueron configurando un sinnúmero de pequeños Comités de Ayuda a la España Republicana. Mónica Quijada estimó para 1938 el número de comités encargados de recaudar socorros con destino a la España leal en más de un millar.5 Se trataba no solamente de comités derivados de todo tipo de entidades, sino que también fueron especialmente exitosos aquellos comités que se crearon para algunos fines concretos como la asistencia sanitaria, como fue el caso Junta Argentina de Médicos Pro Ayuda

4  5 

Moya (1986), p. 497. Quijada (1996), p. 64.

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Sanitaria a la España Republicana (JAMASER),6 o fundamentalmente la asistencia a los niños afectados por la guerra, en los que podemos citar varios ejemplos como el Comité de Mujeres Pro huérfanos Españoles, la Asociación de Ayuda a los Huérfanos Españoles. Para Mónica Quijada estos pequeños comités, “se convirtieron en eficientes canales de recaudación de ayuda por su organización ágil y capacidad de multiplicación”.7 No obstante, pronto comenzó a observarse la necesidad de centralizar la acción de estos comités con el fin de canalizar de un modo más sencillo el envío a España de suerte que las ayudas recabadas pudieran hacerse más efectivas. Sin embargo, este proceso centralizador produjo innumerables problemas pues, dada la absoluta heterogeneidad política y social de estos comités, los choques y fricciones entre diferentes grupos fueron constantes. Al igual que ocurrió en España los conflictos entre distintos sectores de la izquierda se reprodujeron en Argentina de modo que el movimiento de solidaridad con la República española quedó polarizado en torno a tres principales tendencias: – Por una parte y vinculada al Centro Republicano Español surgió un primer intento de centralización que pretendía ser oficial y alejado de las disputas políticas. Se trata de la Agrupación de Amigos de la España Leal fundada en agosto de 1936. Contaba con el apoyo más o menos explícito de la embajada que había sido la vía natural por la que se canalizaba el envío de ayudas con destino a la República. A través de este organismo centralizaron sus ayudas el Partido Socialista Argentino y el Partido Radical y sus organismos afines, así como varias entidades derivadas de la colonia española.8 – Por otra parte, los grupos del pujante anarquismo argentino vinculados a la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) junto con otros elementos de izquierda anticomunista provenientes del Partido Socialista Obrero o del Partido Radical fundaron la Comisión Coordinadora de Ayuda a España en la Argentina. A partir de 1938 se cons-

Pereira (1976), p. 15. Quijada (1996), p. 141. 8  Quijada (1996), pp. 136-137 y 154-156. 6  7 

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tituyó en Argentina una filial de Solidaridad Internacional Antifascista (SIA).9 – El Partido Comunista Argentino (PCA) también trató de lanzar una plataforma que, bajo su control, centralizase a todo este conglomerado de pequeños comités y a la que llamaron Comité de Ayuda al Gobierno Español del Frente Popular. Según Mónica Quijada los comunistas “se mostraron, probablemente, más eficientes que cualquier otro grupo”, pues “a su vez, los comunistas, reprimidos y perseguidos, se beneficiaron de la cobertura legal que les prestó el movimiento de solidaridad”.10 Por tanto, según esta autora, la activa participación en las actividades a favor de la República les permitió establecer una actividad política que expandió su influencia más allá de los círculos bajo su control. Los sectores comunistas se encontraban presentes en casi todos los comités que de forma espontánea se fueron creando en el país y controlaban un buen número de ellos. Siguiendo las consignas de la Internacional Comunista que pregonaba la política de frentes populares siguieron una política que veremos repetida en otros países. El Comité Central del PCA en su reunión de octubre de 1936 resolvió que “el trabajo de ayuda a España se transformase en el centro de nuestro trabajo por el Frente Popular”.11 Los comunistas argentinos promovieron la creación de todo tipo de comités de solidaridad con España en los que participaban abiertamente pero tratando de fomentar la entrada de miembros de otros sectores políticos en las juntas directivas de estas entidades. No obstante, a partir de la participación de sus cuadros se trataba de influir y orientar la actuación de estos organismos de forma que en la práctica quedaban bajo su control.12

Quijada (1996), pp. 160-162. Quijada (1996), p. 164. 11  La ayuda a España en la Argentina (14 de mayo de 1937), Archivo de la Comintern, Archivo Estatal de Historia Social y Política de Rusia (RGASPI), fond 495, opis 17, delo 55, s. p. 12  Esta política contó con el visto bueno del secretariado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. Véase Résolution intérieure du Comité Central du Parti Communiste Argentin (11 de julio de 1937), RGASPI, fond 495, opis 20, delo 342, s. p. 9 

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Siguiendo estas prácticas, el PCA convocó en 1937 a un Primer Congreso Argentino de Organismo de Ayuda a la República Española que tuvo lugar en Buenos Aires los días 7, 8 y 9 de agosto.13 A esta reunión acudieron representantes de varios de los principales organismos de ayuda, así como el cónsul general de España Manuel Blasco Garzón en representación de la embajada.14 En esta reunión se decidió la configuración de un organismo de coordinación de todo el movimiento de solidaridad en Argentina que tomaría la forma de una Federación de Organismos de Ayuda a la República Española (FOARE), esta federación nacía con el propósito de: a) Centralizar y orientar la ayuda moral y material al pueblo español y su gobierno de Frente Popular. b) Centralizar y orientar la propaganda general que se realice con destino a aquellos fines. c) Acordar con el gobierno de Valencia, por intermedio de su representación diplomática y consular en la Argentina, la mejor forma de hacer efectiva esta ayuda moral y material. d) Colocar bajo el control administrativo de la embajada española, las actividades de esta federación.15

El manifiesto fundacional, con su declaración de objetivos, sería ampliamente promocionado en la prensa a los pocos días del encuentro; sin embargo, esta FOARE aún tardaría varios meses en ponerse en funcionamiento. Estos retrasos pudieron deberse a la pérdida de apoyo por parte de la embajada; según Mónica Quijada el encargado de negocios Felipe Jiménez de Asúa desconfiaba del protagonismo que tenía el PCA en esta iniciativa, pues pensaban que su objetivo era en realidad utilizar esta plataforma con fines partidistas. Pronto los representantes de la embajada se desvincularon del proyecto, así como algunos otros organismos de la colectividad española que inicialmente Boletín Informativo de la FOARE, n.º 1, Buenos Aires (marzo de 1938), Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (CeDInCI), sección hemeroteca, p. 2. 14  Quijada (1996), p. 167. 15  España Republicana (14 de agosto de 1937), p. 5. Transcrito en Bisso (2007), pp. 128129. 13 

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habían tomado parte de la FOARE.16 Dado que los objetivos manifestados inicialmente por esta FOARE se basaban, como hemos visto, en la colaboración y sometimiento a la embajada, su abandono estuvo a punto de socavar el proyecto, pero finalmente arrancaron sus actividades a finales de diciembre de 1937. Una vez que se puso en marcha se convirtió, sin lugar a dudas, en la más potente de las agrupaciones en favor de la república en Argentina, realizando grandes campañas de recaudación con excelentes resultados.17 La más relevante de las actividades emprendidas por la FOARE fue la organización de la “Campaña de Invierno”.18 A través de esta Comisión Argentina pro Campaña de Invierno también se realizaron los primeros contactos con organismos similares de los países del cono sur tratando de buscar elementos para la colaboración.

El Comité Nacional del Uruguay y la red conosureña de organismos de ayuda El caso uruguayo fue diametralmente opuesto al argentino. Si en Argentina vimos como surgieron multitud de pequeños comités que después trataron de agruparse en plataformas más amplias, en Uruguay el proceso fue el opuesto. Desde el primer momento surgió una gran plataforma nacional que trató de promover la proliferación de pequeños comités de base. El Comité Nacional pro Defensa de la República Democrática Española se creó a los pocos días del comienzo de la Guerra Civil, a finales de julio de 1936. Desde los primeros momentos, la Comisión Ejecutiva de este organismo estuvo presidida por el político uruguayo Edmundo Castillo19 que continuaría en el cargo durante prácticamente toda la vida de la entidad. Su proyecto era Quijada (1996), p. 167. Boletín Informativo de la FOARE, n.º 2, Buenos Aires (1938), CeDInCI, sección hemeroteca, pp. 3-4. 18  Los 10 puntos de la solidaridad democrática, Buenos Aires (1939), Spanish Refugee Relief Association Records (SRRO), Rare Book and Manuscript Library, Columbia University Library, sección J, caja 1. 19  Edmundo Castillo había llegado a ser ministro de Industria de 1929 a 1931, durante el Gobierno del colorado Juan Campistegui, afín al grupo de los batllistas, su gestión se carac16  17 

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el de centralizar el movimiento de solidaridad y propaganda a favor de la España leal en Uruguay, aunque en sus primeros momentos su tamaño era muy reducido y solamente comprendía tres o cuatro comités de barrio en Montevideo y una decena en el interior del país. También desde sus orígenes se creó una sección femenina: la Comisión de Damas pro Ayuda al Pueblo Español. El Comité Nacional desarrolló una activa labor para aumentar sus bases de forma que fueron fomentando el desarrollo de pequeños comités por todo el país. Poco a poco iría creciendo de modo que, en el momento de su máxima expansión, pocos meses antes del final de la Guerra Civil, integraba a doscientos cuarenta y seis comités de base repartidos en ocho secciones diferentes. Junto a las ya mencionadas sección masculina del Comité Nacional y la Comisión de Damas se fue ampliando a nuevas secciones que llegaron a ser ocho diferentes: sección de obreros y empleados; sección de intelectuales, compuesta por el Grupo España de la Asociación de Intelectuales Artistas Periodistas y Escritores (AIAPE);20 sección de maestros; sección de extranjeros; la sección juvenil, llamada Jóvenes Amigos de la España Leal (JAEL), que fue una de las más activas; e incluso se llegó a crear una sección infantil dedicada a encuadrar a los menores en la movilización. Como vemos, se trataba de todo un entramado asociativo que buscaba llevar la movilización a todos los niveles dentro de la sociedad uruguaya. No obstante, era un movimiento principalmente capitalino, pues de los 246 comités de base existentes en su máximo apogeo, 158, es decir el 64,3%, se ubicaban en la Montevideo y tan solo 88, el restante 35,7%, en el interior del país.21 El Comité Nacional sufriría varios cambios de nomenclatura, en junio de 1939, ante la derrota militar de la República hubo un replanteamiento de su actividad que se vio reflejado en un cambio de nombre, pues la entidad pasó a titularse como Comité Nacional de Ayuda al Pueblo Español y Defensa de la Democracia.22 Unos meses más tarde, en enero de 1940 se detecta un desterizaría por impulsar la creación de la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (ANCAP). Véase Otero Menéndez (2006), p. 342. 20  Véase Bisso, Celentano (2006). 21  “Resumen de la labor en toda la República”, en España Democrática, n.º 139, Montevideo (24 de enero de 1940), pp. 5-6. 22  “Estatutos del Comité Nacional de Ayuda al Pueblo Español y Defensa de la Democracia”, en España Democrática, n.º 111, Montevideo (23 de junio de 1939), pp. 4 y 7.

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censo del movimiento de solidaridad agrupado por esta institución. Para esas fechas, el número de comités asociados había descendido de los doscientos cuarenta y seis de los momentos finales de la Guerra Civil a tan solo noventa y cuatro. Asimismo habían desaparecido también las dos secciones más débiles de la organización: la sección infantil y la de obreros y empleados.23 Para tratar de frenar esta pérdida de fuerza se decidieron cambiar las finalidades de la organización que abarcaban propuestas genéricas de defensa de la Democracia en España para focalizarse en objetivos de ayuda más concretos, centrados fundamentalmente en la asistencia a los refugiados y las campañas por la apertura de fronteras para la entrada de contingentes en el país. Para dejar patente estos nuevos objetivos se decidió acortar el nombre del organismo dejándolo en Comité Nacional de Ayuda al Pueblo Español.24 En la primavera de 1939, el contexto de la derrota republicana todos estos organismos se ven abocados a una reflexión y cambio de objetivos. Una vez finalizada la guerra y perdido para la República el territorio nacional debía continuarse con la movilización reorientándola hacia lo más urgente en aquellos momentos como era la ayuda a los centenares de miles de refugiados republicanos que habían huido del país y sobrevivían en Francia en unas condiciones terriblemente adversas. En este sentido la FOARE argentina y el Comité Nacional pro Defensa de la República Democrática Española del Uruguay deciden impulsar la celebración de una gran reunión con representantes del movimiento de solidaridad de toda América Latina a finales de marzo de 1939. En el momento de la derrota se hacía más necesario que nunca intensificar el movimiento de solidaridad con los republicanos españoles y tratar de hacerlo más efectivo mediante una coordinación de la acción a escala continental. Para dejar patente el carácter internacional de su organización la sesión inaugural se celebró en Montevideo mientras que el resto de las sesiones se trasladarían a Buenos Aires.25

“Informe del Comité Nacional a la IV Asamblea”, en España Democrática, n.º 139, Montevideo (24 de enero de 1940), p. 6. 24  “Modificaciones a los Estatutos del Comité Nacional Aprobadas por la IV Asamblea del Movimiento”, en España Democrática, n.º 140, Montevideo (31 de enero de 1940), p. 4. 25  “Se inaugurará en Montevideo el primer congreso americano de ayuda a la República D. Española”, en España Democrática, n.º 98, Montevideo (24 de marzo de 1939), p. 1. 23 

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La primera Conferencia Continental de Ayuda a España se inauguró el lunes 27 de marzo de 1939 en el teatro Mitre de la capital uruguaya. En ella intervinieron Edmundo Castillo, presidente del Comité Nacional pro Defensa de la República Democrática Española de Uruguay, y Gervasio Guillot, secretario general de la FOARE argentina, junto a representantes de otros seis países: por Chile Raúl Barra Silva, por Brasil el escritor Pedro Motta Lima, por Estados Unidos el excombatiente de la Brigada Lincoln Jack Fahy, por Cuba el escritor Juan Marinello, por Venezuela Carlos D’Ascobi y cerró el acto el representante de México Florencio Maya.26 Las sesiones plenarias de la reunión prosiguieron en Buenos Aires a puerta cerrada, pues las autoridades argentinas impidieron que fuera un acto público.27 Entre las resoluciones adoptadas la más relevante a un nivel orgánico fue la constitución de la Comisión Americana de Coordinación e Información para ayuda a la República Española (CACIARE) que pretendía lograr la coordinación del movimiento de solidaridad con los españoles de todo el continente.28 Cristina Zerpa de Sosa, representante de la Comisión de Damas del Comité Nacional de Uruguay, confirmaba en una entrevista al órgano de este organismo, España Democrática, la estupenda impresión que le dejó esta primera Conferencia Continental de Ayuda a España: “Con frecuencia de las conferencias u congresos solo queda el recuerdo y muchos proyectos y mucha fantasía […] pero de esta conferencia puedo asegurarles que dará una perfecta unidad en el trabajo de ayuda a los refugiados”.29 Estas palabras resultarían proféticas, ya que muy pronto el gran proyecto de la conferencia que fue ese organismo de coordinación continental caería en el olvido. Desconocemos cuales fueron las razones exactas de su abandono, pero parece que jamás llegó a constituirse formalmente y quedaría como un gran sueño que se intentaría volver a aplicar más adelante. No obstante, la Conferencia sí que sirvió para “Con extraordinario éxito se inició la Conferencia Americana de Ayuda a España”, en España Democrática, n.º 99, Montevideo (31 de marzo de 1939), p. 8. 27  “Nuestras delegadas ante la Conferencia C. de Ayuda”, en España Democrática, n.º 100, Montevideo (6 de abril de 1939), p. 4. 28  “Coordinarán la ayuda de América a los refugiados”, en España Democrática, n.º 100, Montevideo (6 de abril de 1939), p. 2. 29  “Nuestras delegadas ante la Conferencia C. de Ayuda”, en España Democrática, n.º 100, Montevideo (6 de abril de 1939), p. 4. 26 

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establecer una red de colaboración, más limitada pero eficiente entre los dos organismos organizadores, la FOARE argentina y el Comité Nacional pro Defensa de la República Democrática Española de Uruguay. Desde el mismo final de la Conferencia ambos organismos se lanzaron con todos sus medios a promover la organización y financiación de un embarque de refugiados desde los campos franceses del sur de Francia hasta México,30 siguiendo el espíritu de las resoluciones de la Conferencia en la que Neruda, parafraseando la doctrina Monroe, había manifestado: “América para los españoles”.31 En Argentina y Uruguay se lanza una intensa campaña para la recolección de fondos, organizándose todo tipo de actividades como la venta de bonos pro barco de refugiados, publicaciones especiales, organización de festivales, etc.32 Al mismo tiempo, también se trata de explorar las posibilidades de organización de embarques con destino a Chile. Muchos familiares y amigos de refugiados residentes en Argentina y Uruguay estaban dispuestos a costear íntegramente el pasaje desde Francia o cooperar con gran parte del mismo en caso de que finalmente recalaran en Chile, que era un país mucho más próximo geográficamente. En vista de esta situación, se decide abandonar el proyecto de llevar un barco a México fijando Chile como nuevo destino y se implanta un plan de apadrinamiento de refugiados para fomentar las colaboraciones individuales.33 A mediados de junio de 1939, la FOARE envió al Comité Internacional de Coordinación e Información de París cuatro millones de francos, unos cien mil quinientos dólares aproximadamente, para fletar el Winnipeg con unos dos mil refugiados desde Burdeos con rumbo a Valparaíso.34 Esta can“Fletemos un barco con refugiados españoles a Méjico”, en España Democrática, n.º 100, Montevideo (6 de abril de 1939), p. 5. 31  Los 10 puntos de la solidaridad democrática, Buenos Aires, 1939, SRRO, sección J, caja 1. 32  “Fletemos rápido un barco con refugiados españoles a Méjico”, en España Democrática, n.º 100, Montevideo (6 de abril de 1939), p. 8. 33  “Los refugiados irán a Chile en lugar de México”, en España Democrática, n.º 106, Montevideo (19 de mayo de 1939), p. 1. 34  Cable del Comité Internacional de París a la FOARE, transcrito en España Democrática, n.º 111, Montevideo (23 de junio de 1939), p.8. Sobre el embarque del Winnipeg existe una abundante bibliografía, puede consultarse, entre otros, Vazquez Riveiro (1989); Carcedo (2006). 30 

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tidad había sido reunida mediante la colaboración de varios organismos: la Comisión Argentina pro Campaña de Invierno y la FOARE desde Argentina; el Comité Nacional y su Comisión de Damas junto al Comité Central de Españoles desde Uruguay; y el Ateneo Español Republicano de Bogotá desde Colombia.35 Reunidos los fondos necesarios, comienzan a ultimarse los preparativos de la expedición. En Chile se crea un Comité Chileno de Ayuda a los Refugiados Españoles (CChARE) presidido por el último embajador republicano, Rodrigo Soriano, y por el socialista chileno Marmaduke Grove Vallejo. Este comité contaba con representación de todos los partidos integrantes del Frente Popular Chileno y de la gran central obrera C.T.CH, y sería el encargado de asegurar la instalación de los españoles a su llegada a aquel país.36 El gobierno chileno de Pedro Aguirre Cerda había destacado en París a Pablo Neruda como cónsul extraordinario para la organización del embarque. La organización del embarque del Winnipeg se realizaría de forma combinada entre Pablo Neruda, el Comité Internacional de París y el organismo delegado del gobierno de Juan Negrín para los refugiados el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, más conocido por sus siglas SERE.37 La fecha inicial del embarque estaba prevista para el 30 de junio, pero se tuvo que ir retrasando progresivamente por problemas organizativos. Durante el mes de julio el gobierno chileno suspendió el embarque, existía mucha confusión sobre el número de refugiados que iban a embarcar y fuertes re“Ya partió el Winnipeg, es el barco de la solidaridad americana”, en España Democrática, n.º 118, Montevideo (10 de agosto de 1939), p. 1. 36  Véase Los 10 puntos de la solidaridad democrática, Buenos Aires, 1939, SRRO, sección J, caja 1. También “El 30 de junio partirán de Burdeos 2 mil refugiados a Chile”, en España Democrática, n.º 111, Montevideo (23 de junio de 1939), p. 8. El CChARE estaba conformado por los siguientes representantes: Cárlos Céspedes por el Partido Radical, Julio Barrenechea por el Partido Socialista, Dr. Calvo por el Partido Comunista, Manuel García Cubillols por el Partido Democrático, Arturo Bustamante por el Partido Radical Socialista, Gustavo Rojas Rodríguez por Vanguardia Popular Socialista y Salvador Ocampo y Bernardo Ibáñez por la Confederación de Trabajadores Chilenos. Como tesorero actuaría Ismael Valdez Alfonso. Véase “La recepción en Chile de los Refugiados”, en España Democrática, n.º 112, Montevideo (29 de junio de 1939), p. 1. 37  Sobre el SERE, véase Mateos (2009), pp. 65-114; Moradiellos (2006), pp. 461-571; Velázquez (2015). 35 

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sistencias internas en Chile, por lo que un ministro llegó incluso a anunciar que se cancelaría. La FOARE delegaría a su secretario, Setaro, para negociar la situación con el gobierno del Frente Popular. Finalmente, la situación se resolvería mediante un convenio por el cual la FOARE argentina y el Comité Nacional Uruguayo se comprometieron a entregar al Comité Chileno de Ayuda tres millones de pesos chilenos –unos ciento diez mil dólares– “como garantía para el sostenimiento de los refugiados españoles durante un término mínimo de seis meses”.38 Salvada así la situación el gobierno chileno autorizó la salida del Winnipeg con dos mil cien refugiados desde Burdeos el 4 de agosto. Tras un mes de travesía plagada de incidencias arribaría a Valparaíso el 3 de septiembre. De esta forma, la labor de solidaridad de la FOARE argentina y el Comité Nacional Uruguayo durante los próximos meses se centraría en asegurar la situación de los arribados a Chile para facilitar su integración en el país de cara a que se pudiera llegar a organizar nuevas expediciones con destino a ese país. Así, a mediados de agosto ya habían hecho llegar un primer millón de pesos chilenos al CChARE para la instalación de los refugiados próximos a llegar.39 Por tanto, la FOARE continuó centrada en el trabajo de recolección de fondos para la asistencia a los refugiados en Chile, pero también siguió colaborando con el Comité Internacional de París.

El movimiento de ayuda a la España Republicana en Estados Unidos En Estados Unidos el panorama de la movilización en favor de la República española tuvo un perfil bastante similar al caso argentino que ya hemos visto. La movilización fue enorme y se generaron una multitud de pequeños comités y asociaciones de todo tipo que finalmente acabarían por converger en diversas corrientes. En general podemos señalar tres principales:

“Fueron salvadas las dificultades de última hora”, en España Democrática, n.º 114, Montevideo (13 de julio de 1939), p. 7. 39  “Ya partió el Winnipeg, es el barco de la solidaridad americana”, en España Democrática, n.º 118, Montevideo (10 de agosto de 1939), p. 1. 38 

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– Las Sociedades Hispanas Confederadas: fueron la más importante y única organización de ámbito nacional entre la multitud de pequeños comités de ayuda al bando republicano surgidos entre la colonia española. En ellas colaboraron socialistas, comunistas y anarquistas con una mayoría de miembros sin ideología definida. Su objetivo era centralizar la ayuda a la España republicana; se abstuvo de identificarse con cualquier grupo o facción española en pro de la unidad antifascista pero no logró monopolizar la ayuda hispana a la República. Las Sociedades Hispanas Confederadas fue probablemente la organización más abierta en lo político y más abierta a la cooperación con otros grupos de nacionalidad e ideología diferentes.40 – Los anarquistas americanos también se movilizarían desde el inicio de la Guerra Civil generando un gran movimiento propagandístico a pesar de su escasa importancia en este país. Así se constituyeron las United Libertarian Organizations (ULO) que publicaron un órgano de prensa, Spanish Revolution. En el verano de 1937 se creó también la sección norteamericana de la Solidaridad Internacional Antifascista (SIA).41 – Pero el más relevante para nuestro estudio, dado que siguió los mismos parámetros de infiltración comunista o estrategia de frente popular que estamos observando en los casos anteriores y además fue, sin duda, la organización de solidaridad con la causa republicana más potente del país fue el North American Committee to Aid Spanish Democracy (NACASD). Formado el 21 de octubre de 1936 en Nueva York a iniciativa de una serie de grupos prorrepublicanos para organizar la gira de Isabel de Palencia, Marcelino Domingo y Luis Sarasola enviados por el Gobierno Republicano.42 A pesar de este origen coyuntural, el comité nació con vocación de permanencia. Su objetivo era conseguir ayuda para el gobierno español en forma de alimentos, ropa y sumiVéase Actas de las asambleas de Sociedades Hispanas Confederadas, Nueva York, 1952, Abraham Lincoln Brigade Archives (ALBA), Taminment Library, New York University, exp. ALBA #160; Rey García (1997), pp. 114-131. 41  Rey García (1997), pp. 170-178. 42  Thomas (1988), p. 367. 40 

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nistros médicos. Presidido por el obispo metodista episcopal de Nueva York Francis John McConnell, el religioso Herman F. Reissing ocupó la secretaría ejecutiva. Hasta diciembre de 1936 fue adquiriendo su configuración definitiva.43 Entre sus afiliados se encontraban: el Medical Bureau de la American Friends of Spanish Democracy, la American League against War and Fascism, los partidos comunista (CPUSA) y socialista (SPUSA) de Estados Unidos, Icor, International Labor Defense, International Workers Order, Women’s Progressive Council y el American Yought Committee to Aid Spanish Democracy. Cada una de ellas contaba con dos delegados en el comité ejecutivo, por lo que predominaban los delegados de asociaciones bajo influencia comunista. La vinculación del CPUSA con estas organizaciones es innegable. La prensa comunista difundía y apremiaba a participar en todas sus actividades, y el partido asumió el objetivo de aumentar el alcance y eficiencia de este comité y movilizó a sus miembros para las campañas y colectas. A medida que los miembros del CPUSA se iban haciendo con los resortes del poder dentro de este comité el SPUSA se iba marginando en su seno lo que hizo que poco a poco se fueran desalentando en su participación, aunque sin llegar a borrarse por lo que servía perfectamente como paraguas para sus actividades de propaganda frente populista.44 Paralelamente, también desde noviembre de 1936 había comenzado a funcionar otro organismo, el Medical Bureau to Aid Spanish Democracy (MBASD) como una sección de uno de los organismos asociados, la American Friends to Spanish Democracy. Bajo la presidencia del fisiólogo Walter B. Cannon alcanzó un enorme protagonismo eclipsando a su organismo matriz. Su objetivo era el de enviar ambulancias, suministros y personal médico a la España Republicana. El MBASD era el afiliado más importante del NACASD y poco a poco sus actividades y organización se entremezclaron de tal manera que acabaron por fusionarse en enero de 1938.45 A partir de NAC minutes, 1936-1938, SRRO, sección C, caja 2. Rey García (1997), pp. 89-113. 45  Minutes of executive board meeting (1938), SRRO, sección C, caja 1. 43  44 

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enero de 1939, el MB&NACASD comenzó a reconducir buena parte de su labor hacia los refugiados. Al término de la guerra se centró exclusivamente en ayudar a los refugiados en Francia a través del Comité Internacional de Coordinación de París. En esto sentido se creará e impulsará con gran fuerza por este organismo la Spanish Refugee Relief Campaign. Tanto protagonismo cobraría esta campaña que, a partir de estos momentos –y ante la sopa de letras que suponía el nombre de este organismo– se acabaría por denominar de esta manera a toda la organización.46

La FOARE mexicana y los nuevos intentos de coordinación continental México se presenta como un caso diferente a todos los anteriores por cuanto fue el único país de los estudiados en el que el propio gobierno se implicó de manera directa en la ayuda a la España Republicana. Por tanto, no existe una necesidad de generar grandes plataformas coordinadoras sino que los resultados de la movilización más o menos espontánea a favor de la República se canalizaban a través del propio gobierno.47 La primera iniciativa en este sentido vendrá directamente desde España cuando, a comienzos de 1938, el gobierno de Juan Negrín trató de encargarse directamente de coordinar la ayuda internacional a través del cuerpo consular español, para lo que creó un Comité Nacional de Ayuda a España.48 En México se establece una Delegación de este organismo dentro de la embajada que sería la encargada

Anexo a la carta del obispo Francis McConnell a Bennet Cerf, Nueva York (13 de mayo de 1939), SRRO, sección C, caja 1. 47  En 1937 en el VI Congreso Nacional del Partido Comunista de México se había acordado buscar la formación de un Frente Popular mexicano; como uno de los elementos para este objetivo se fijaba el apoyo a la política ya iniciada por Cárdenas de ayuda a la República Española. Véase Resolución general adoptada por el VI Congreso Nacional del PCM, México, 1937, RGASPI, fond 495, opis 17, delo 205, s. p. 48  Decreto Constitutivo del Comité Nacional de Ayuda a España, Articulo Segundo, Barcelona (29 de abril de 1938), publicado en la Gaceta de la República, n.º 121 (1 de mayo de 1938), p. 623. 46 

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de coordinar todos los organismos de solidaridad surgidos durante la guerra, que fueron numerosos en aquel país. Durante el verano de 1938, se reunieron representantes de varios organismos de ayuda constituidos en México con el representante del Comité Nacional de Ayuda a España, José María Argüelles. El resultado de dichas consultas fue la constitución de una Federación de Organismos de Ayuda a la República Española en México –conocida, al igual que su homóloga argentina, por sus siglas FOARE– encargada de canalizar toda la solidaridad y actividad humanitaria del país para con la causa republicana. Los organismos que constituyeron inicialmente esta federación fueron el Comité de Ayuda a los Niños del Pueblo español, Acción Republicana Española, el Frente Popular Español en México, la Delegación Vasca, el Orfeó Català y el Sindicato Nacional de Artes Gráficas. Como podemos ver, se componía mayoritariamente de organismos políticos de la colonia española. No obstante, la FOARE estuvo abierta a nuevas incorporaciones que, además, se integraban en igualdad de condiciones.49 Las actividades de la FOARE mexicana comenzaron en 1938, y durante este primer periodo de actuación, que duró hasta el final de la Guerra Civil, se centraron en la realización de llamamientos y en la recolección de ayudas de pequeña o media cuantía que se enviaban a España a través de los servicios consulares de la embajada. El final de la Guerra Civil obligó a este organismo a iniciar una etapa de reflexión interna que acabó en una refundación completa de la institución para adaptarla a los nuevos tiempos. La propia evolución política del final de la guerra hizo desaparecer o disgregarse muchos de los principales apoyos con que contaba la federación. No solamente desapareció la embajada de España, sino que también se disgregaron muchos de los grupos políticos españoles que habían formado parte de la FOARE desde su fundación. Así las cosas, se tuvo que poner el acento en los apoyos mexicanos, configurándose un nuevo organismo, ya no tutelado desde la embajada española, sino totalmente mexicano e independiente. Para octubre de 1939, se incorporaron nuevos organismos que completaron esa mencioMemorándum sobre la constitución en México de la FOARE, México, s. f., Archivo del Gobierno Republicano Español en el Exilio (AGREE), Fundación Universitaria Española, fondo México, caja 11, exp. 1.2. 49 

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nada mexicanización, tales como la Confederación Nacional Campesina, el Partido Comunista de México, la Federación de Trabajadores al Servicio del Estado, el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, la Confederación de Veteranos de la Revolución y el Sindicato Mexicano de Electricistas.50 Todas estas organizaciones tenían un marcado cariz izquierdista lo que hizo deslizarse poco a poco a la FOARE hacia una línea más próxima al comunismo. Los estatutos fundacionales dejaban claro que no podría realizarse ninguna actividad partidista desde la federación; sin embargo, este cambio de orientación dejó su impronta en la actuación y política de alianzas de la organización. Esta refundación de la FOARE se materializó en el cambio completo de su Comité Nacional. El conocido intelectual comunista José Mancisidor fue nombrado presidente y ejercería, desde ese momento y hasta el final de la organización, un fuerte liderazgo marcadamente personalista. Por último, también se renovaría levemente el nombre de la federación para adaptarse a esta nueva situación, sin alterar las siglas por las que era conocida, para pasar a denominarse Federación de Organismos de Ayuda a los Republicanos Españoles.51 Durante los primeros meses de 1940, comenzaron las actividades de la nueva FOARE que se centraron en la organización de una gran convención en la que, reunidos representantes de organismos de solidaridad de varios países americanos, tratasen de buscar soluciones conjuntas al problema español. La iniciativa partió, en realidad, de la norteamericana Spanish Refugee Relief Campaign (SRRC).52 La convención, no obstante, acabó por celebrarse en México, por ser este el país americano más implicado en la protección al exilio español. Se lograría contar con el marco incomparable del Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana que, los días 15 a 17 de febrero de 1940, acogió la llamada Conferencia Panamericana de Ayuda a los Republicanos Españoles. A la misma asistieron delegaciones de Estados Unidos, Argentina, Véase Carta de la FOARE a Lázaro Cárdenas, México (30 de octubre de 1939), Archivo General de la Nación de México (AGN), archivo presidencial Lázaro Cárdenas, exp. 546.6/212-14. 51  Carta de la FOARE a Manuel Ávila Camacho, México (15 de abril de 1941), AGN, archivo presidencial Ávila Camacho, exp. 546.6/5-2. 52  Carta de Douglas Jacobs por el SRRC a la FOARE argentina, Nueva York (6 de noviembre de 1939), SRRO, sección J, caja 1. 50 

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México, Cuba, Uruguay, Chile y Puerto Rico, del Comité Internacional de Coordinación y de la Oficina Internacional por la Infancia y múltiples organizaciones de ayuda de distintas repúblicas americanas.53 La más relevante de las resoluciones que se acordaron fue la referida a la constitución de un Comité Panamericano de ayuda a los refugiados. Señalaban “[l]a necesidad de coordinar y centralizar el esfuerzo de solidaridad, intensificándola al máximo en todos los países de América”. Con este acuerdo se decidían a constituir un comité que coordinara las actividades de ayuda, tanto en los aspectos de propaganda como en la reunión de fondos, la ejecución de los planes de ayuda a los refugiados, la organización de expediciones y otras gestiones, sin limitar la autonomía de los organismos nacionales. Decidieron que la sede de este organismo debía situarse en Estados Unidos, país del que podían obtenerse mayores recursos. Por otra parte, se aprobó por unanimidad una condena contra el régimen franquista. Denunciaron la situación en las cárceles y campos de concentración franquistas y determinaron que debían realizarse una serie de actividades reivindicativas coordinadas entre todos los grupos.54 La viabilidad del programa de acción acordado en la conferencia pronto se vio seriamente dañada por los acontecimientos internacionales. La invasión y posterior ocupación de Francia por las tropas alemanas, en junio de 1940, y la situación de guerra abierta en todo el mundo con la posterior entrada de Estados Unidos en la guerra, desde diciembre de 1941, complicó enormemente el desarrollo de las actividades de este tipo de organismos. Cabe destacar que el tan anhelado Comité Panamericano de Coordinación tardó algunos meses en ponerse en funcionamiento por las discrepancias que surgieron en el seno de la principal agrupación norteamericana, la SRRC a causa de la posición con respecto a Francia. El sector más procomunista tomó una postura muy radical en contra del gobierno francés cuando, a comienzos de 1940, este comenzó a repatriar refugiados a España de forma obligatoria. Sin embargo, la junta directiva de Reissig se negaba a condenar al gobierno “Lo que significa la Conferencia Panamericana”, en España Popular, año I, n.º 1 (18 de febrero de 1940), pp. 1 y 7. 54  “Se creará un Comité Panamericano”, en España Popular, año I, n.º 3 (4 de marzo de 1940), p. 4. 53 

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francés al que consideraba había que apoyar, pues tuvo que soportar en solitario el peso de los refugiados en el delicado momento que atravesaba Europa. Así las cosas, acabó por escindirse un grupo, encabezado por Edward K. Barsky, reconocido comunista y exbrigadista internacional, que fundaría el United American Spanish Aid Committee que, a partir de 1943, cambiaría su denominación por Joint Anti-Fascist Refugee Committee (JAFRC).55 Finalmente, el nuevo Comité Panamericano acabó por constituirse con una representante del nuevo comité de Barsky, Martha Dodd, como secretaria general, la mexicana Susana Gamboa como secretaria ejecutiva, Emilio Delgado, de Puerto Rico, como secretario de organización, el representante cubano Jorge A. Losada como tesorero y como vocal el delegado argentino David Efron.56 A pesar de los iniciales deseos de coordinación panamericana, parece claro que no todos los organismos asociados a este comité colaboraron de igual forma y que el peso fundamental de las campañas llevadas a cabo por el mismo recayeron en la americana United American Spanish Aid Committee presidida por Edward K. Barsky y la FOARE mexicana de Mancisidor. La principal iniciativa que desplegaron estos organismos durante el mismo año 1940 y 1941 fue la llamada “campaña pro barco de rescate”. La idea, ya planteada por la conferencia de febrero de 1940, era fletar un barco con fondos provenientes de todo el continente para trasladar, en cuantos viajes pudieran costearse, a sucesivas expediciones de refugiados desde los campos franceses y del norte de África. Sin embargo, la “campaña pro barco de rescate” nunca llegó a dar frutos. El bloqueo británico del Atlántico dificultaba enormemente la contratación de expediciones para esta ruta.57 Por otra parte, el perfil marcadamente comunista de los directivos de esta campaña dificultaba la obtención del apoyo del gobierno norteamericano que habría sido el único capaz de desbloquear la situación.58 Desde mediados de 1941, en vista de la imposibilidad de lograr embarques, el comité comenzó a diversificar sus Constitution, Joint Anti-Fascist Refugee Committee, ALBA, caja 57, carpeta 5. Carta de Susana Gamboa a A. Villabona, Nueva York (16 de octubre de 1941), en Fondo Histórico de la Promotora Cultural Fernando Gamboa, sig. FG/Ayuda-41/115. 57  “Por qué no puede salir el barco de rescate”, en España Popular, año II, n.º 50 (11 de marzo de 1941), p. 5. 58  Carta de Álvarez del Vayo a José Puche, Nueva York (16 de abril de 1940), Ateneo Español de México, Acervo Histórico, caja 27, exp. 337. 55  56 

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objetivos sin renunciar abiertamente a la posibilidad del flete.59 Finalmente, ante la ausencia de apoyos oficiales que determinaron la imposibilidad de lograr los permisos necesarios para realizar la expedición, se tuvo que terminar abandonando el proyecto. El fracaso del principal proyecto del Comité Panamericano de Coordinación hizo que su funcionamiento se fuera haciendo cada vez más reducido hasta terminar por desaparecer. La desaparición de facto del Comité Panamericano de Coordinación, tras el fiasco del barco de rescate, no hizo desvanecerse, sin embargo, la cooperación entre los organismos de ayuda. Como veremos, la FOARE siguió trabajando en colaboración con asociaciones de solidaridad norteamericanas –fundamentalmente la de Barsky– pero el proyecto de un gran comité de coordinación continental se difuminó. Un ejemplo de la persistencia de dicha colaboración fueron los repartos de ropa, que en forma de ayudas generales distribuía la FOARE en México entre los españoles más necesitados. Estos repartos se hacían gracias a los donativos de ropa y calzado que recogían, principalmente en los Estados Unidos, algunas asociaciones de solidaridad. Por este sistema la FOARE llegó a distribuir, en todo el país, más de cincuenta toneladas de ropa, de las que se beneficiaron, aproximadamente, cerca de quince mil personas.60

Conclusiones A modo de conclusiones, hemos podido comprobar cómo esta estrategia de participación comunista en los organismos de ayuda a los republicanos españoles siguiendo la política de Frente Popular se reprodujo de forma más o menos similar en todos los casos analizados. Sin duda el movimiento de solidaridad con la República española representaba un potente medio de propaganda que supieron utilizar acertadamente, pues los organismos que funcionaron bajo esta dinámica frentepopulista fueron los más potentes. Por otra parte, hemos observado cómo existía una tendencia a tratar de lograr una coordinación de la “No, no ha terminado la campaña pro barco de rescate”, en España Popular, año II, n.º 51 (22 de marzo de 1941), p. 3. 60  Memoria de las actividades de ayuda a los republicanos españoles, EEUU, Cuba, México, México (1943), AGN, archivo presidencial Ávila Camacho, exp. 704/587, p. 48. 59 

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labor de los distintos organismos nacionales a través de diferentes conferencias internacionales en las que se impulsaba la creación de organismos coordinadores supranacionales, pero que invariablemente acabaron resultando en sonoros fracasos. El gran proyecto de este movimiento panamericano de solidaridad con los exiliados españoles en los años de la inmediata posguerra civil fue la organización de embarques para poner a salvo en América a los españoles que sufrían la penuria de los campos franceses. En este sentido los resultados fueron dispares ya que en el primero de los casos estudiados sí que se logra fletar una expedición, la del Winnipeg, mientras que en el segundo dada la coyuntura internacional del momento, mucho más compleja, no llegará a concretarse en nada. No obstante, las colaboraciones pese a que fracasan en crear grandes plataformas continentales sí tendrán éxito a un bajo nivel y se configuran redes de colaboración directas a escala regional como hemos visto entre los organismos argentino y uruguayo y entre el norteamericano y el mexicano. Archivos Abraham Lincoln Brigade Archives (ALBA), Taminment Library (New York University). Archivo Estatal de Historia Social y Política de Rusia (RGASPI, Moscú). Archivo General de la Nación (Ciudad de México). Ateneo Español de México (Ciudad de México). Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (Buenos Aires). Promotora Cultural Fernando Gamboa (Ciudad de México). Spanish Refugee Relief Association Records (SRRO) (Columbia University Library, Nueva York).

Periódicos Boletín Informativo de la FOARE (Buenos Aires) España Democrática (Montevideo) España Popular (Ciudad de México) España Republicana (Buenos Aires) Gaceta de la República (Barcelona)

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El europeísmo y los exilios (1939-1945): pretexto para unas reflexiones acerca del estudio del exilio1 Olga Glondys

Numerosos proyectos intelectuales, culturales y políticos, pertenecientes a una época única en la historia europea –los primeros tres decenios del siglo xx– y protagonizados por el desarrollo de las vanguardias, la filosofía moderna y el progreso tecnológico, fueron barridos por las ideologías artificiales y las violentas praxis de los totalitarismos, y por la despiadada rigidez y el simplista mundo conceptual de la Guerra Fría. La diáspora republicana española, que englobó a grandes intelectuales y artistas, así como a varias colectividades exponentes de una gran heterodoxia, constituyó una de las emigraciones forzadas de mayor relevancia de la Europa del siglo xx. No obstante, pese al enorme trabajo de recuperación realizado en los últimos años, gran parte de aquel inmenso corpus intelectual y artístico resta aún bastante ignorado, incluso entre los especialistas en la historia intelectual y cultural o los historiadores de la literatura del siglo xx español. La idea principal del presente trabajo es aportar un ejemplo del destacado papel, en la construcción de la civilización occidental durante la segunda posguerra mundial, que desempeñaron los proyectos políticos y culturales realizados en situación de exilio. La parte central del estudio tiene por objetivo señalar la movilización para la democratización y la unificación de Europa, así como la construcción de su razón antitotalitaria, promovidas en los años de la Segunda Guerra Mundial desde América Latina por exiEste trabajo se ha llevado a cabo gracias a un contrato Juan de la Cierva-incorporación en el Departamento de Filología Española, de la Universidad Autónoma de Barcelona. 1 

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liados antifascistas y antiestalinistas españoles, tales como Julián Gorkín y Enric Adroher Gironella. Mediante redes interamericanas y transatlánticas, y en colaboración con intelectuales exiliados procedentes de otros lugares de Europa, su acción resultó clave para la supervivencia y la consolidación de los ideales europeístas, y la posterior acción de democratización desarrollada desde el exterior hacia España. A partir de este caso concreto, nos mueve el interés de animar una serie de reflexiones metodológicas y epistemológicas acerca del estudio del Exilio. Una de las principales hipótesis consideradas es que, pese a la importancia del balance cultural y político de aquellas iniciativas, el conocimiento de las mismas es muy escaso, sobre todo y paradójicamente en España. Así, una de las problemáticas más decisivas del estudio de cualquier exilio es la del retorno de sus aportaciones al panorama político, cultural o moral del país de origen, y asimismo, simultáneamente, la de la consideración de toda la dimensión internacional y transcultural referida a su actividad. Las páginas que siguen plantearán la conflictividad relativa al problema de la inserción de las corrientes culturales, políticas o intelectuales nacidas en situación de exilio en el marco de las narrativas historiográficas dominantes, y globalmente, en el cuadro de la aprehensión historiográfica de la civilización occidental de la posguerra. En dicho contexto, el análisis del caso de los pioneros del europeísmo democrático de los años cuarenta se hará de acuerdo con un conjunto de reflexiones metodológicas que, como esperamos, permitirán plantear algunas cuestiones vinculadas al estudio del exilio aún no suficientemente atendidas y puestas en práctica.

Redes anteriores al exilio como claves para situar a los exiliados Situémonos en el año 1939. Recién caída la Segunda República, los españoles se exilian de manera masiva como una comunidad muy dividida ideológicamente, conflictos que la tragedia de la guerra y la derrota no han hecho más que agravar. Tanto para su supervivencia física como para la continuidad de sus proyectos políticos y culturales previos a la guerra, resultará fundamental su pertenencia a ciertas redes culturales y de militancia política anteriores a la Guerra Civil. Así sucedió, en efecto, en el caso del

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grupo que nos ocupa, compuesto por destacados miembros del Partit Obrer d’Unificació Marxista (POUM), exiliados libertarios y amplios sectores del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). El líder indiscutible de la referida colectividad –uno de los principales dirigentes del POUM, antiguo fundador del Partido Comunista Español y agente de la Komintern evolucionado hacia el antiestalinismo revolucionario– fue el valenciano Julián Gómez García, llamado Julián Gorkín. Sus relaciones con las élites estadounidenses se habían estrechado decisivamente cuando, como resultado de la represión estalinista contra el POUM en plena Guerra Civil española, los intelectuales progresistas y liberales norteamericanos promovieron una importante acción de solidaridad internacional en nombre de la izquierda no estalinista de todo el mundo. A través de ella, tras los denominados “Hechos de Mayo” de Barcelona, divulgados internacionalmente de la pluma de George Orwell en 1938, se reunieron cientos de firmas en defensa de los miembros del POUM y se consiguió la intervención de la Internacional Socialista y de la Federación Sindical Internacional de Ámsterdam, así como ayuda material y moral a aquellos combatientes antifascistas y antiestalinistas. En el ámbito de la militancia revolucionaria antiestalinista, compartida por diversos partidos comunistas y socialistas independientes de Moscú, un lugar especial correspondía a la ciudad de Nueva York con sus círculos de vanguardia agrupados en torno a revistas como New Leader o Partisan Review. De origen ideológicamente cercano al trotskismo o al socialismo liberal, dicha influyente red contaba con organizaciones norteamericanas como la Comisión Internacional para la Ayuda a los Refugiados Españoles (precursora del famoso organismo Spanish Refugee Aid, fundado en 1953 por Nancy Macdonald), el American Committee for a Free Spanish Republic, el International Relief Association y el American Committee for Cultural Freedom. Los judíos norteamericanos emigrados de la Europa Central y de la Europa del Este ocupaban un lugar dominante en aquellas redes antifascistas y antiestalinistas. Así, por ejemplo, el Comité Americano por la Libertad de la Cultura fue fundado en 1939 en Nueva York por el gran intelectual liberal John Dewey y por su discípulo predilecto, el filósofo descendiente de una familia judía austríaca, Sidney Hook. Otro personaje clave en aquellas redes de solidaridad y de activismo político y cultural compartido fue Jay Lovestone, amigo del máximo líder del POUM, Joaquín Maurín, desde la década de los

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años treinta, y él mismo organizador de relevantes campañas internacionales de ayuda a la República y al POUM.2 Nacido como Jacob Liebstein en la Lituania por entonces perteneciente al antiguo imperio zarista, fundador del Partido Comunista de Estados Unidos y, tras su expulsión del mismo por su creciente postura antiestalinista, líder de la Independent Labor League of America (ILLA), Lovestone –además de Marceau Pivert o Frida Kahlo– fue patrocinador del International Rescue and Relief Committee, creado en 1942 para ayudar a los refugiados antiestalinistas y antifascistas de Europa. Los círculos neoyorquinos fueron responsables de haber salvado, mediante la Comisión Internacional para la Ayuda de Refugiados Europeos, a destacados líderes del POUM como el mismo Julián Gorkín o su camarada Enrique Adroher Gironella, o también al fundador del Partido Socialista Obrero y Campesino (PSOP) francés y líder de la francesa Force Ouvrière, Marceau Pivert. Gorkín y Pivert se conocieron en Nueva York en 1939, precisamente gracias a la iniciativa de Lovestone, desde el principio muy interesado en la colaboración estrecha y amistosa entre ambos líderes, y muy pronto se trasladaron a Ciudad de México para impulsar, desde allí, actividades políticas y culturales orientadas a sostener el antifascismo y el antiestalinismo. En 1940, gracias a la ayuda financiera proporcionada por Jay Lovestone, fue refundado, en la capital mexicana, el Centro Marxista Revolucionario Internacional (CMRI) y elegido, como su secretario general, Gorkín. El centro reunía, además del POUM, a los dirigentes del British Independent Labour Party (con un destacado protagonismo de Fenner Brockway), el PSOP (Marceau Pivert), el Sozialistische Arbeiter-Partei (con Paul Froelich y, en nombre de sus juventudes, Willy Brandt) y el Partido Socialista Revolucionario Internacional (con el holandés Henk Snevliet), así como del Partido Socialista Maximalista Italiano y otros grupos más pequeños, como la izquierda alemana, liderada por Brandler y Talheimer, socorrida financieramente también por Lovestone. El CMRI devino un significativo ejemplo Elementos de la historia del grupo Socialismo y Libertad y sus actividades en el México de los años cuarenta, desarrolladas en estrecha colaboración de las élites progresistas norteamericanas, fueron reconstruidos por investigadores como Kergoat (1994); Puig (1999); Morgan (1999); Albertani (2008); más recientemente, nuevos datos fueron incluidos también en Glondys (2012); Iber (2015). 2 

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de compleja empresa transnacional –a nivel intereuropeo, interamericano y transatlántico– cuyos orígenes se remontaban a la preguerra. Inicialmente conocido como Committee of Independent Revolutionary Socialist Parties y luego, como International Bureau of Revolutionary Socialist Unity (durante un largo periodo simplemente llamado London Bureau), el trabajo del CMRI en México nunca ha sido estudiado en profundidad. Las actividades en ese país representan, sin embargo, una notable aportación a la construcción de los valores del socialismo independiente como una tercera vía entre, de un lado, las corrientes conservadoras y reaccionarias y, del otro, el comunismo soviético. Asimismo, la aproximación a su labor corrobora que, al estudiar todo exilio, deben siempre tenerse en cuenta las realidades anteriores y posteriores a las que determinan la encrucijada histórico-social de una diáspora determinada; es decir, deben atenderse las continuidades más allá de las rupturas que marcan la propia expulsión.

Exilio: conflictividades y violencias Si el trabajo del CMRI en México era un resultado de los proyectos e idearios de las redes de la militancia socialista de la preguerra, la relevante diferencia consistía en que se desarrolló en un contexto particularmente trágico. El ambiente que se respiraba en México estaba preñado de violencia si nos atenemos a la correspondencia que, por aquellas fechas, Gorkín envía a Lovestone incluyendo comparaciones con la situación en Barcelona previa a los acontecimientos de mayo de 1937 y a Lombardo Toledano como “el instrumento” de los estalinistas.3 Estas incuestionables exageraciones no debieran ocultarnos la realidad de que México fue, en efecto, escenario de intensa actividad de los agentes de la GPU –la policía estalinista– y que en la capital mexicana acabó asesinado el exiliado político par excellence de aquellos años, León Trotsky. No deja de ser interesante que el propio Julián Gorkín formara parte de la investigación judicial-policial e incluso escribiera el primer libro Cartas de Julián Gorkín a Jay Lovestone, de 31 de mayo de 1940 y de 7 de junio de 1940. Archivo Personal de Jay Lovestone (APJL); caja 371, fol. 10. Hoover Institution. Stanford University (EE. UU.). 3 

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que desentrañaba aquella muerte, aunque quien firmara el manuscrito de la primera edición fuera Leandro Sánchez Salazar, exjefe del servicio secreto mexicano, y que colaborara en la investigación Robert McGregor, por entonces cónsul norteamericano en México. En sus trabajos de índole política y cultural, Gorkín desempeñaría sus funciones con la colaboración estrecha y constante del líder del sector izquierdista de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), a la par que presidente del sindicato Force Ouvrière, creado en 1947, el ya mencionado Marceau Pivert, así como de otros grandes teóricos del socialismo afincados en la capital mexicana; muy particularmente, de Víctor Serge –líder político ruso represaliado por el estalinismo– y el exmiembro del Partido Comunista Alemán (KPD), excomisario adjunto de la XII Brigada Internacional en España y escritor, Gustav Regler. Fue precisamente gracias a la ayuda de sus amigos norteamericanos que Gorkín consiguió un visado mexicano para Serge. Víctor Serge, nacido como Víctor Lvóvich Kibálchich en el seno de una familia ruso-polaca de populistas revolucionarios (naródniks), había pasado por diferentes facetas de la militancia revolucionaria, desde el anarquismo hasta el bolchevismo y, finalmente, el socialismo revolucionario independiente. Miembro de la Oposición de Izquierda en la URSS, liderada por León Trotsky, solo logró huir de la invasión nazi de Francia y entrar en México en 1941 tras la intercesión personal del prestigioso historiador Frank Tannenbaum ante el presidente Cárdenas. La propaganda política y cultural de orientación antiestalinista desplegada en Ciudad de México era correspondida por violentas actuaciones contra sus promotores, por parte de los agentes soviéticos e intelectuales estalinistas que residían en la capital. Según su propio testimonio, en aquel periodo Gorkín sufrió cinco tentativas de asesinato y tuvo que renunciar incluso a alguna iniciativa editorial llevada a cabo junto con Bartomeu Costa-Amic. Constan los ataques públicos, fruto de la instigación estalinista, recibidos en El Tiempo y El Universal Gráfico, según los cuales los “líderes extranjeros” –Gorkín, Pivert y Serge– pretendían formar una nueva Internacional destinada a luchar contra la URSS. Algunos influyentes periodistas estalinistas llegaron a enviar asimismo una petición a la Presidencia de México para solicitar su expulsión del país. Como reacción a aquella campaña de persecución estalinista, los intelectuales estadounidenses promovieron una nueva

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protesta colectiva que se materializó en una carta dirigida (reproducida en el neoyorquino Partisan Review), el 9 de febrero de 1942, al presidente de la República de México, Manuel Ávila Camacho, con ciento setenta firmas, entre las cuales figuraban las de John Dewey, Sidney Hook, David Dubinsky, Jay Lovestone, Bertram D. Wolfe, Dwight MacDonald o John Dos Passos.4 No obstante dichos esfuerzos, lejos de disminuir con el tiempo, la campaña estalinista se agravó con nuevos y dramáticos episodios (como uno en 1943, en el que resultaron heridos el propio Gorkín y Gironella), lo que motivó una nueva movilización de solidaridad internacional impulsada desde Estados Unidos en defensa de los activistas atacados. Por su parte, para salir al paso de los ataques recibidos, Gorkín, Serge, Pivert y Regler publicaron el panfleto La GPU prepara un nuevo crimen, en el que, pese a que se declaraban inequívocamente a favor de aceptar la ayuda soviética en la guerra contra los nazis, advertían acerca de que aquella lucha compartida en ningún modo debía servir para justificar los crímenes del estalinismo. Ideas semejantes, de reivindicación del socialismo en contra del estalinismo, se hallaban presentes también en otro panfleto firmado por aquel relevante grupo, Los problemas del socialismo en nuestro tiempo (México, Ediciones Iberoamericanas, 1944), cuyas tesis europeístas posteriormente serían desarrolladas en exclusiva por Gorkín en Europa ante el socialismo o ante la muerte (México, Ediciones Mundo, 1946). Julián Gorkín y varios de sus compañeros del POUM, rodeados de un grupo cada vez más numeroso de exiliados europeos, promovieron la edición de las revistas panamericanas Mundo Libre (1942-1950), Análisis. Revista de Hechos e Ideas y Mundo: Socialismo y Libertad (13 entregas aparecidas entre 1943-1945), órgano del grupo Socialismo y Libertad. Asimismo, Gorkín constituyó la Comisión Socialista Internacional y, en 1944, el Instituto Francés de América Latina, dirigido junto con Marceau Pivert, que editaba un boletín mensual bilingüe y una revista de doscientas cincuenta páginas. Todas aquellas iniciativas representaron diferentes canales para la promoción del pensamiento socialista antitotalitario y europeísta. Aparte de Gorkín y otros miembros del POUM, como Enric Adroher Gironella, Eugenio GraDiferentes aspectos de aquellas persecuciones, campañas de propaganda y protestas fueron estudiadas en Glondys (2012), pp. 33-41; Iber (2015), pp. 42-48. 4 

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nell o Jordi Arquer, colaboraron por supuesto Marceau Pivert, Gustav Regler y Víctor Serge, y también Carlo Tresca, Rudolf Rocker, José Riera, Luis Araquistáin, Angelica Balabanoff, José Bullejos, Wenceslao Carrillo, García Treviño (profesor, librero y cercano colaborador de Trotsky en México), Carlos Hernández Zancajo, Abelardo Iglesias, John Maxton y Pierre Meunier. De los americanos constan, entre otros, Sidney Hook y el director de Partisan Review, Dwight MacDonald. Con otro poumista, Bartomeu Costa-Amic, Gorkín trabajó de forma conjunta para llevar a cabo varios proyectos editoriales (Ediciones Libres, Publicaciones Panamericanas, Ediciones Quetzal). Así, Ediciones Quetzal publicó la obra de Serge, Hitler contra Stalin (1941) o Caníbales políticos. Hitler y Stalin en España (1941) del propio Gorkín, obra que equipara el carácter contrarrevolucionario de los fascistas y los estalinistas durante la Guerra Civil española. Por lo que hace a Ediciones Libres, fundada por Gorkín, el diputado mexicano José Muñoz Costa y el editor norteamericano de ascendencia judía Jacob Abrams, sacó a la luz Retrato de Stalin (1940), de Serge, mientras que Ediciones Panamericanas editó ¿A dónde va Francia?, de Marceau Pivert, con prefacio de Julián Gorkín y en traducción de Gironella, y Rosa Luxemburgo, de Paul Froelich. En agosto de 1940, Gorkín relataba, a dicho propósito, al cercano colaborador de Lovestone, Bertram D. Wolfe, la operación consistente en montar varios comités con presencia de exiliados poumistas, libertarios y socialistas españoles, y señalaba que era “Nueva York” la que aprobaba sus planes editoriales e iniciativas de propaganda cultural. Añadía Gorkín a los Wolfe, en su referida carta de 11 de agosto de 1940: “En cuanto N.Y. apruebe nuestro plan y dispongamos de algunos medios, los de la SIA [Solidaridad Internacional Antifascista] y el Comité juntos, celebraremos una entrevista con Cárdenas para arrancarle ciertas concesiones para montar nuestras empresas. Tengo ya medios directos de llegar hasta él, que está bien dispuesto”.5 Dichos proyectos políticos y culturales de carácter internacional tuvieron una importante proyección en países como Chile, Argentina y Uruguay, así como entre las redes afines existentes en otros países latinoamerica-

Carta de Julián Gorkín a Bertram D. Wolfe (11 de agosto de 1940). Hoover Institution (Stanford University), Archivo Personal de Bertram D. Wolfe (APBW), caja 7, fol. 6. 5 

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nos. Constituyen, sin duda, un nuevo y relevante ejemplo de la aportación del exilio español a las realidades concretas de América Latina. Los proyectos editoriales y culturales del grupo Socialismo y Libertad también destacan si se los contempla en una perspectiva temporal más dilatada. En Ciudad de México, durante los años de la Segunda Guerra Mundial, se libró una de las primeras grandes batallas entre los intelectuales y militantes de izquierdas en su combate por la hegemonía sobre el movimiento obrero, la lucha antifascista y el legado simbólico de la Guerra Civil española. Al mismo tiempo, la ciudad se convirtió en un lugar de máxima importancia para la forja de alianzas, redes y conflictividades que pronto resultarían determinantes en el escenario global de la Guerra Fría. Aquellas iniciativas antitotalitarias y europeístas constituyen una fascinante muestra de colaboración trasnacional por encima de las distancias geográficas y en nombre de la búsqueda de una izquierda independiente, tanto del totalitarismo estalinista como del capitalismo burgués. Para nosotros, su legado verifica definitivamente la trascendencia del estudio de casos marginales, pertenecientes a las realidades de las diásporas, como embriones intelectuales de grandes corrientes hegemónicas.

Socialismo y libertad: ideas para la democratización de España y Europa Los años 1945-1950 coinciden con una época de intensas transformaciones en Europa. Como respuesta a la destrucción causada durante la Segunda Guerra Mundial, desde un amplio espectro de perspectivas políticas surgen numerosas iniciativas que aspiran a instaurar una paz duradera en el continente mediante su unificación política y cultural. Regresados de América Latina, Marceau Pivert, Julián Gorkín y Enrique Adroher Gironella también volverán a trabajar en común por la continuidad de los proyectos iniciados en México. En aquellos momentos, el suyo era un europeísmo radicalmente socialista que consideraba que Europa debía erigirse como una “tercera fuerza” global, independiente de las políticas hegemónicas desplegadas tanto por la URSS como por Estados Unidos. Su objetivo era restablecer un equilibrio global y evitar que se desencadenara un nuevo conflicto mundial entre las

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dos superpotencias surgidas de la guerra. Así, en 1947, Gorkín y Gironella participaron en la fundación del Movimiento por los Estados Unidos Socialistas de Europa (MEUSE), organismo del que Gironella enseguida sería nombrado secretario general. En estrecha alianza con los mismos partidos y sectores políticos que habían colaborado en el CMRI, se trataba de promover un europeísmo socialista opuesto al estalinismo y también a la economía capitalista de las democracias burguesas occidentales. En lo ideológico, dicho movimiento se fundamentaba en el lema de Marceau Pivert, elegido presidente del MEUSE: “Seul le socialisme peut faire l’Europe”.6 En 1948, el MEUSE fue rebautizado como Movimiento Socialista por los Estados Unidos de Europa (MSEUE), lo que ya denotaba un cambio de su estrategia política acorde a la incipiente Guerra Fría. En el contexto de aquellas transformaciones ideológicas, la esforzada y discreta labor de Gironella resultó decisiva para unir diversas tendencias políticas del europeísmo. En particular, fue clave para forjar consensos que permitieron la incorporación del MSEUE al incipiente Movimiento Europeo, en el que el propio Gironella pasó a ocupar un cargo en su Buró Ejecutivo Internacional, además del de secretario del MSEUE. Bajo el paraguas del Movimiento Europeo, muy pronto nacerá el Consejo Federal Español (1949), cuya Secretaría General recaerá asimismo también en Gironella. Dicho organismo, en el lapso de solo unos años, se revelaría eficaz para hacer fracasar iniciativas franquistas en el seno del europeísmo, como la del Centro Europeo de Documentación e Información, fundado el año 1952. Simultáneamente, a lo largo de los años cincuenta, cobrará importancia el trabajo europeísta llevado a cabo por los catalanes Jordi Arquer o Josep Pallach, o las actividades del lehendakari José Antonio Aguirre o el intelectual vasco Manuel Irujo. Por otra parte, gracias a la estrecha relación de amistad que le unía a influyentes personajes estadounidenses como Jay Lovestone o Bertram D. Wolfe –a aquellas alturas, próximos ya al Gobierno norteamericano y a la Central Intelligence Agency (CIA)–, Julián Gorkín ocupará la jefatura de la Secretaría Latinoamericana del Congreso por la Libertad de la Cultura, el mayor frente cultural occidental durante la Guerra Fría, y la dirección de su órgano latinoamericano, la revista Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura (1953-1965). La 6 

Kergoat (1994), p. 241.

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estrategia de contraponer al totalitarismo soviético la idea de la unión entre socialismo y libertad fue, de este modo, desarrollada durante la posguerra mundial por varios organismos transnacionales, bien que ya en el marco de la alianza atlántica de cariz anticomunista, y bajo los rígidos valores de la Guerra Fría.7 Precisamente gracias al apoyo de las mismas colectividades y personas que le habían estado prestando ayuda financiera y solidaridad política desde la década de los años cuarenta, Gorkín y Gironella fueron capaces de recabar los recursos económicos necesarios para materializar algunos de los mayores hitos del antifranquismo. En este sentido, la “idea fuerza España-Europa”, como la llamaba Gorkín, permitió articular proyectos viables de oposición cultural y política al régimen, así como fundamentar toda una serie de asambleas antifranquistas que acabarían desembocando en el mayor encuentro celebrado entre la disidencia interior y el exilio; el contubernio de Múnich, de 1962. Resulta coherente que esta asamblea fuera organizada con dinero del Movimiento Europeo, los sindicatos norteamericanos –cuyo apoyo se sostenía decisivamente en Jay Lovestone, David Dubinsky y los hermanos Victor y Walther Reuter– y el Congreso por la Libertad de la Cultura, todos ellos depositarios de fondos de la CIA, vivamente interesada en neutralizar la influencia soviética entre las élites intelectuales de Occidente y afianzar la sociedad civil en Europa. Nuestra conclusión es que la recuperación de los fenómenos políticos y culturales que contribuyeron a la refundación de los valores de Occidente, y a la “democratización exterior” de España y Europa, puede contribuir al ensanchamiento de nuestras perspectivas al abordar la historia de la oposición antifranquista y de la construcción europea. Precisamente en el caso del europeísmo español puede observarse la necesidad de contrastar narrativas históricas sobre la oposición antifranquista del interior con relatos sobre las iniciativas y actividades llevadas a cabo desde el exilio. No obstante, aún no contamos con ninguna monografía específica dedicada a la vital acción llevada a cabo por la diáspora española y europea durante la Segunda Guerra Mundial, ni tampoco con ninguna sobre el Consejo Federal del Movimiento Consúltese al respecto, entre otros, Grémion (1995); Saunders (2001); Scott-Smith (2002); Wilford (2008). 7 

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Europeo (probablemente el único organismo político eficaz de la oposición en los años cincuenta), ni con biografía de los mayores protagonistas de aquellas iniciativas, tales como Julián Gorkín o José Adroher Gironella. El escaso tratamiento historiográfico de aquellas corrientes y sus líderes debería incitar una reflexión crítica acerca de la propia historiografía, quizá excesivamente propensa a priorizar los relatos más hegemónicos del pasado. Los pioneros del europeísmo democrático español han sido excluidos del relato mayoritario de los procesos decisivos de la transición democrática en España (abiertos a partir de la segunda mitad de los años sesenta) y a su obligada ausencia física y política ha seguido también su ausencia historiográfica. Sin embargo, su papel fue fundamental no solo para el europeísmo, sino también para el desarrollo del liberalismo occidental y la construcción del antitotalitarismo en el contexto de la Guerra Fría. En efecto, los exiliados españoles republicanos y sus aliados franceses, alemanes e italianos contribuyeron –intelectual, pragmática y políticamente– a asentar las bases del internacionalismo anticomunista de izquierdas, que, originado en sus actividades políticas y culturales en el turbulento México de los años cuarenta, nutriría las políticas de organismos de acción encubierta estadounidense y occidental de la posguerra. El notable impacto de aquellas redes pioneras deviene asimismo ilustrativo para reflexionar sobre el fenómeno de las transferencias culturales en el contexto transatlántico o la occidentalización de la cultura global en el cuadro de la Guerra Fría. Los referidos proyectos se revelan, bajo la perspectiva del presente, como radicalmente contemporáneos, y en todos ellos la dimensión del legado cultural, intelectual e incluso político de las diásporas europeas merece la pena ser confrontado.

Conclusiones metodológicas para el estudio del exilio En los últimos años se dejan oír voces de prestigio que llaman la atención sobre la necesidad de dotar de un mayor dinamismo metodológico el tratamiento del exilio republicano. Precisamente en dicho contexto surgió un grupo de investigación internacional que, promovido por la profesora de Birkbeck College de la Universidad de Londres, Mari Paz Balibrea, inició en el año 2014 toda una serie de encuentros cíclicos destinados a promover una

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publicación colectiva, bajo el título Líneas de fuga: hacia otra historiografía del exilio cultural republicano español.8 En el marco de los debates iniciales sobre la dirección que debía cobrar el proyecto, el hispanista holandés afincado en Estados Unidos Sebastiaan Faber se mostraba irritado, por ejemplo, por la recuperación superficial del legado del exilio (realizada en provecho de quien la efectúa), que incluye el beneficio político o comercial, pero sin atender las ideas profundas que lo subyacen ni acometer examen de fondo.9 Este punto de crítica parece especialmente relevante ya que en la actualidad nos encontramos necesitados de ideas capaces de devolvernos, en las prácticas cotidianas de nuestras instituciones y representantes políticos, lo mejor de Europa y la civilización occidental. Así, una aproximación al europeísmo español debiera permitirnos aprehender su importancia a la luz de una perspectiva mucho más amplia; la que permitiera aproximarse a lo que supuso no solo para la democratización de España, sino también para el avance de procesos fundamentales de la historia y la cultura del Occidente. Uno de los principales problemas que debemos considerar a la hora de estudiar cualquier diáspora es el que se refiere a sus temporalidades específicas, a menudo contrapuestas o alternativas a las narrativas hegemónicas de los pasados nacionales. En este sentido, el libro de Mari Paz Balibrea, significativamente titulado Tiempo de exilio, representa una piedra angular para el debate sobre el tratamiento historiográfico del exilio español.10 Balibrea ataca tal interpretación del pasado cultural del siglo xx español, según la cual se puede observar una línea de continuidad temporal ininterrumpida, en la que ningún legado cultural ni político transcendental perteneciente a la realidad de la extinta Segunda República o de su diáspora ha restado marginado, silenciado u olvidado. Balibrea con razón observa que dicha interpretación acerca de la democratización de España tiende a priorizar, casi en exclusiva, a los protagonistas y los procesos del interior y se olvida de contrastarlos con los que transcurrieron en el exilio. Se asiste, pues, a una paradoja, ya que precisamente los procesos del exilio irradiaron activamente, desde el final mismo de la Guerra Civil, la idea democrática hacia España, a la vez que Balibrea (2017). Faber (2010). 10  Balibrea (2007). 8  9 

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participaron de pleno en procesos transnacionales de primer orden, tanto en lo que respecta a la esfera cultural como a la política. Por consiguiente, el discernimiento real de las temporalidades históricas y culturales queda vinculado al obligatorio cuestionamiento crítico de la hegemonía de los discursos heredados. Así, también en el marco del trabajo del mencionado seminario, el filósofo Antolín Sánchez Cuervo llamó la atención sobre la necesidad de pasar por el tamiz de la crítica la propia historiografía sobre el pasado, dado que en demasiadas ocasiones su enfoque positivista e idealista –la utópica pretensión de reconstruir el pasado “tal como fue”– conduce a que dicho pasado se nos presente únicamente como una mera sucesión de hechos políticos y culturales que resultaron exitosos; es decir, que adquirieron una posición hegemónica.11 El problema de tal enfoque a la hora de tratar un legado político y cultural ausente en gran parte durante el franquismo, es que de forma constante y espontánea la narración histórica tenderá a priorizar, cuando no a exclusivizar, las narrativas que se dieron en el interior, y a disfrazar tal perspectiva de “objetividad”. En este sentido, el asunto de las temporalidades apunta a otro, el de la relación entre los relatos marginales y hegemónicos. En nuestro caso concreto, toda aproximación real al europeísmo español exigiría, pues, una apertura cronológica y geográfica hacia los tiempos y los espacios propios del exilio republicano, y la revisión crítica de esos marcos permitiría verificar paralelamente nuestras interpretaciones. Solo así, tal como sostienen Balibrea y Sánchez Cuervo, podremos elucidar los aspectos fundamentales de su legado. En suma, es palmaria la necesidad de atender los casos marginales de la cultura si estos contienen ideas y contenidos capaces de ayudarnos, científica y humanamente, a aprehender mejor nuestras realidades presentes. Para ello, se hace preciso extender el estudio de las problemáticas del exilio más allá de los rígidos marcos temporales del acontecer histórico de las propias diásporas. El exilio, como de hecho cualquier otro fenómeno cultural, discurre ajeno a los marcos rígidos que definen su devenir histórico concreto; sus temporalidades específicas deben, por tanto, ser proyectadas tanto hacia el futuro como hacia el pasado. Tal ensanchamiento epistemológico y metodológico podría inspirarse en la teoría de los sustratos temporales del famoso 11 

Sánchez Cuervo (2010).

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historiador alemán Reinhart Koselleck cuando establece que son las propias temporalidades la herramienta metodológica y epistemológica por excelencia en la Historia, y que cualquier narración temporal tiene como referente un “nosotros”.12 Para Koselleck, por lo tanto, cualquier narrativa histórica que planteamos se convierte, ipso facto, en una honda reflexión acerca de nuestra epistemología, en el marco de un proceso según el cual la reflexión acerca del tiempo histórico puede convertirse en una herramienta metodológica para el conocimiento de la historia.13 En nuestro caso, esta visión de Koselleck parece reflejarse en un artículo de Julián Gorkín, escrito muchos años después, titulado muy significativamente “El movimiento europeo se inició en México”.14 Siquiera trabajar con la hipótesis de que la actual Unión Europea nació, en realidad, en el lejano México de la década de los cuarenta supone desafiar la tradicional lectura eurocentrista e institucional del proceso de unificación del Viejo Continente. Sin embargo, nos abre a una perspectiva que resulta probablemente mucho más estimulante y, a la vez, ignorada. Estos dos problemas –el de las temporalidades y el de las narrativas hegemónicas– se enlazan asimismo con un tercero, el de la dominación del enfoque nacional, cuya aplicación esquemática al legado cultural de los exilios amenaza con manipular enormemente la adecuada apreciación del corpus expatriado. En el caso de España, precisamente, la gran aportación de su diáspora republicana a las realidades culturales y artísticas de América Latina constituye una prueba fehaciente de que el exilio debe ser considerado en perspectivas alternativas a las que exclusivamente mantienen como centro de interés las realidades y las dinámicas del interior. De hecho, el caso estudiado sugiere que la aplicación del enfoque transnacional es el único método capaz de devolvernos la verdadera dimensión de los legados del exilio. Y cabe finalmente señalar que la incorporación de dicha perspectiva global, transnacional, no tiene por qué contribuir a desvirtuar la apreciación adecuada de la problemática política del mismo. A dicho propósito, la confluencia de los intereses occidentales de construcción del europeísmo y el antitotalitarismo Chignola (2009), p. 212. Sauro (2009-2010), p. 159. 14  “El movimiento europeo se inició en México”. Documento sin fecha, Archivo Julián Gorkín (AJGG), 563-21, Fundación Pablo Iglesias, Alcalá de Henares (España). 12  13 

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con los de la democracia en España fue percibida rápidamente, y de forma muy certera, por los líderes del exilio español. Los puntos resumidos aquí apuntan a una investigación más amplia cuyo objetivo será reconstruir en perspectiva comparada una fascinante historia de intelectuales y militantes procedentes de exilios europeos quienes tuvieron una visión, una idea, de una Europa federalista, socialista, solidaria y antitotalitaria. Queda pendiente reconstruir cuáles fueron los papeles desempeñados por los distintos exilios en los movimientos que confluyeron finalmente en el Movimiento Europeo o en el Congreso por la Libertad de la Cultura, organismos que innegablemente representaron plataformas de cohesión de nuestro continente y del mundo transatlántico, además de contribuir activamente a la democracia en España y en el Este europeo. Nuestra idea es que la labor europeísta y antitotalitaria de los exiliados españoles supuso una notable aportación para la democratización de España y también de otros pueblos presos de sistemas dictatoriales; fue precursora, en definitiva, del pensamiento que defiende una Europa basada en valores tales como la solidaridad, el diálogo y los derechos humanos. Nuestro enfoque sitúa, en fin, como centro de atención la transculturalidad y la existencia de redes inoficiales (no institucionales), europeas y transatlánticas, y aborda la problemática temporal y geográfica, mas igualmente de conflictividades políticas e imaginarios rivales; todos ellos factores que deben afrontarse a la hora de estudiar cualquier tipo de exilio.

Archivos Hoover Institution (Stanford University, EE. UU.). Fundación Pablo Iglesias (Alcalá de Henares, Madrid).

Bibliografía Albertani, Claudio (2008): “Socialismo y libertad. El Exilio antiautoritario de Europa en México y la lucha contra el estalinismo, 1940-1950”, en Políticas de la Memoria, n.º 8/9, Anuario del Centro de Documentación de la Cultura de Izquierdas en la Argentina (CeDInCI), pp. 131-140.

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Balibrea, Mari Paz (2007): Tiempo de exilio: una mirada crítica a la modernidad española desde el pensamiento republicano en el exilio. Barcelona: Montesinos. — (2017): Líneas de fuga: hacia otra historiografía del exilio cultural republicano español. Madrid: Siglo XXI. Chignola, Sandro (2009): “Temporalizar la historia. Sobre la Historik de Reinhart Kosseleck”, en Faustino Oncina (ed.), Teorías y prácticas de la Historia Conceptual. Madrid/Ciudad de México: Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Plaza y Valdés. Faber, Sebastiaan (2010): “Repensar la historia cultural del exilio republicano: un reto conceptual y práctico”. Working paper presentado en el marco de un seminario preparativo del volumen colectivo Las líneas de fuga (2017), ed. Mari Paz Balibrea. Madrid: Siglo XXI. Glondys, Olga (2012): La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español: “Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura” (1953-1965). Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Grémion, Pierre (1995): L’Intelligence de l’anticommunisme: le congrès pour la liberté de la culture à Paris, 1950-1975. Paris: Fayard. Iber, Patrick (2015): Neither Peace nor Freedom. The Cultural Cold War in Latin America. Cambridge: Harvard University Press. Kergoat, Jacques (1994): Marceau Pivert: socialiste de gauche. Paris: Éditions de l’Atelier. Morgan, Ted (1999): A Covert Life: Jay Lovestone, Communist, Anti-Communist and Spymaster. New York: Randhom House. Puig, Lluís Maria de (1999): Gironella, la izquierda europeísta. Madrid: Fundación Españoles en el Mundo. Sánchez Cuervo, Antolín (2010): “Sugerencias”. Working paper presentado en el marco de un seminario preparativo del volumen colectivo Las líneas de fuga (2017), ed. Mari Paz Balibrea. Madrid: Siglo XXI. Saunders, Frances Stonor (2001): La CIA y la guerra fría cultural. Madrid: Debate. Sauro, Sandra (2009-2010): “Consideraciones historiográficas acerca del tiempo histórico y su vínculo con el conocimiento de la historia. Aproximaciones a la teoría de los estratos temporales de Kosseleck”, en Pasado por Venir. Revista de Historia, pp. 159-174, disponible en: [julio de 2017]. Scott-Smith, Giles (2002): The Politics of Apolitical Culture. The Congress for Cultural Freedom, the CIA and Postwar American Hegemony. London: Routledge. Wilford, Hugh (2008): Mighty Wurlitzer: how the CIA played America. Cambridge: Harvard University Press.

El exilio y la política transnacional en el diseño de Clara Porset1 Randal Sheppard

Introducción Durante las primeras décadas del siglo xxi, el legado de Clara Porset y Dumas como pionera del diseño industrial en México ha sido difundido gracias a los libros, las exhibiciones y al Premio bianual Clara Porset para diseñadoras industriales mexicanas.2 Porset formó parte de una escena artística e intelectual efervescente que surgió en Ciudad de México en las décadas posteriores a la Revolución Mexicana (1910-1917). Junto a artistas como su esposo Xavier Guerrero, Diego Rivera, David Álfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, Porset participó en el esfuerzo artístico y político de producir nuevas ideas sobre la auténtica cultura mexicana revolucionaria. Sin embargo, Porset no era mexicana sino una cubana que llegó a la capital mexicana como exiliada política en 1935. Su integración rápida y exitosa en las esferas artísticas y políticas de Ciudad de México sirve como testimonio del estatus de la ciudad como una de las principales ciudades hub del hemisferio occidental donde se congregaron intelectuales, revolucionarios y exiliados desde el periodo de entreguerras hasta las primeras décadas de la Guerra Fría. En este trabajo, examinaré la influencia de los flujos transnacionales de exiliados y activistas como Porset en la creación de nuevas ideas sobre el arte y la cultura en ciudades hub como Ciudad de México. Como dijo el historiaEste estudio forma parte de un proyecto de investigación sobre “Left-wing Exile in Mexico, 1934-1960”, financiado por el European Research Council (n.º 312717) y situado en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia (Alemania). 2  Bermúdez (2005); Museo Franz Meyer (2006); Salinas Flores (1999) y (2001). 1 

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dor David Nassaw, los historiadores no estamos “interesados simplemente en trazar el curso de las vidas individuales, sino en examinar esas vidas en relación dialéctica con los múltiples mundos sociales, políticos y culturales a los que habitan y dan sentido”.3 Con este fin, he adoptado una metodología que combina la historia cultural, política y del diseño con la biografía utilizando fuentes como los escritos de Porset sobre muebles y diseño de interiores, los diseños de muebles de Porset, la correspondencia y los reportes de procedencia diversa sobre las actividades políticas de Porset. De esta manera, propongo escribir una historia que, en palabras de Nassaw, trascienda “la división teórica entre la historia social empírica y la historia cultural lingüística sin sacrificar los beneficios metodológicos o epistemológicos de cualquier de las dos”.4 En otras palabras, sostengo que los detalles de la vida de Porset no solo son importantes por lo que nos dicen acerca de sus experiencias personales como exiliada y diseñadora, sino también por lo que nos dicen acerca del mundo en que vivió y al que ayudó a dar sentido. La evolución del diseño de Porset en particular nos demuestra cómo los flujos de artistas e intelectuales de exiliados y activistas por redes hemisféricas y transatlánticas condujeron al desarrollo de nuevas ideas sobre el arte y la cultura a partir del periodo de entreguerras hasta los cincuenta. Esta evolución demuestra además el papel particularmente importante de las ciudades hub como la capital mexicana como lugares de polinización cruzada política y artística entre individuos de distinta procedencia y formación.

Encontrando la modernidad entre Matanzas y México Clara Porset nació en 1895 en la capital de la provincia cubana de Matanzas y era hija del político conservador y gobernador de la provincia, Adolfo Porset e Iriarte. Como era común en las familias cubanas más prósperas de esa época, los Porset vivieron entre Cuba y Estados Unidos durante gran parte de la juventud de Clara.5 Los Porset tenían conexiones principalmente Nasaw (2009). Nasaw (2009), p. 577. 5  Canel (1916); Salinas Flores (2001), pp. 14-15; Pérez Jr. (1999), pp. 405-411. 3  4 

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con la ciudad de Nueva York, donde Clara Porset asistió el Convento del Sagrado Corazón Academia Manhattanville de 1911 a 1914. La formación de Porset en el arte, la arquitectura y el diseño también comenzó en la ciudad de Nueva York, donde a partir de 1925 iniciaba sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Columbia y en la Escuela de Decoración. Entre 1927 y 1929, Porset se fue a París para continuar sus estudios en la École des Beaux-Arts, la Sorbona y en el taller del arquitecto francés Henri Rapin.6 Cuando regresó a Cuba en 1929, Porset rápidamente se convirtió en una autoridad en diseño interior y arquitectura, así como en miembro destacado de los círculos intelectuales y culturales progresistas de La Habana. Entre 1930 y 1933, Porset escribió para la revista Social, mostrando a sus lectores cubanos el trabajo de arquitectos europeos como Robert Mallet Stevens, Walter Gropius y Le Corbusier, y las tendencias de diseño moderno de Francia, Alemania, Holanda y Escandinavia. Durante estos años, Porset también abrió su propia casa de diseño en La Habana y dio conferencias sobre la adaptación de diseño de interiores a Cuba.7 Porset se identificó fuertemente con el funcionalismo y con lo que describía como un grupo intelectual de diseñadores modernos que se enfocaron en la perfección de las proporciones y la relación de las piezas entre sí. Según Porset, el funcionalismo era simplemente un nuevo término para el antiguo concepto del racionalismo y era la lógica y la racionalidad del funcionalismo lo que más le atraía.8 En sus artículos para Social, Porset sostenía que “[e]l racionalismo –funcionalismo– es característica predominante del arte contemporáneo. Toda forma tiene que tener una función. No se concibe crear con el solo fin de adornar”.9 Por ejemplo, de acuerdo con Porset el baño moderno no debe ser “de sabor teatral”, sino “lógico, sanitario, puramente funcional” y así sería una sala que responde “tanto o más que ninguna otra pieza de la casa a la estética contemporánea, cuyas bases más sólidas son la lógica y la eficacia”.10 Flores Flores, Fernández Flores (2012), p. 209. Para una selección de los artículos que escribió Porset para Social y su charla “La decoración interior contemporánea” (1931), veáse Bermúdez (2005). 8  Porset (1931a), p. 81. 9  Porset (1931b), p. 37. 10  Porset (1932), p. 65. 6  7 

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Debido a su racionalidad, Porset veía el éxito del funcionalismo en términos teleológicos, proclamando que “en su parte netamente artística, el espíritu nuevo apela solo a una minoría, pero, en su aspecto social es lógico que solicite el interés general y la subsecuente aprobación”.11 Porset también promovía la adaptación del diseño moderno internacional a las condiciones cubanas. Por ejemplo, Porset sugirió a los residentes de las antiguas casas de La Habana Vieja que siguiesen el modelo de diseñadores franceses como Pierre Chareau y mantuviesen las fachadas coloniales de sus viviendas, pero renovasen los interiores de los pisos superiores y terrazas con una combinación selectiva de piezas modernas y antiguas. Tal fusión de principios del diseño moderno y piezas antiguas cubanas, sugeriría Porset, sería preferible a la tendencia existente de hacer copias religiosas de “los antiguos interiores cubanos inadaptables a nuestras necesidades y a nuestra vida moderna y falsos, al fin, por ser copias”.12 No obstante, Porset mostró aún mayor entusiasmo por las tendencias internacionales y “el espíritu nuevo” que caracterizó al diseño moderno principalmente en Europa.13 No se sabe concretamente cuándo se involucró en la oposición al régimen de Gerardo Machado (1925-1933). Los círculos letrados de clase media y alta habaneros a los que pertenecía se reunían alrededor de publicaciones como Social e instituciones sociales y culturales como el Lyceum de La Habana en los cuales participó Porset. Estos grupos también se caracterizaban por su antipatía hacia Machado y las realidades políticas y sociales de una Cuba cada vez más dictatorial y económicamente dependiente durante la Primera República cubana que surgió después de 1902.14 París también era un centro de activismo antimachadista entre los estudiantes cubanos, así como de activismo antiimperialista entre estudiantes, artistas e intelectuales latinoamericanos durante la época en la que Porset se encontraba en la ciudad.15 Por eso, puede haber sido allí donde se inició su activismo político. De todas formas, el primer relato que tenemos de la oposición de Porset a Machado data de Porset (1931c), p. 80. Porset (1930), pp. 80-81. 13  Porset (1931a), p. 39. 14  Quiza Moreno (2014), pp. 270-271; Súarez Díaz (2010-2011). 15  Goebel (2015), pp. 127-136. 11  12 

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finales de octubre de 1932 cuando Porset y una amiga se refugiaron en la embajada británica durante una ola de represión dirigida contra opositores al régimen de Machado.16 Existe una creciente pero todavía limitada literatura sobre las redes políticas y las formas que tomó el activismo de solidaridad transnacional en el hemisferio occidental y particularmente en la cuenca del Caribe durante el periodo de entreguerras.17 Participaron en estas redes gente de diversa nacionalidad, guiadas por varias ideologías políticas desde el comunismo hasta el liberalismo y unidas por principios generales como el panamericanismo y el antiimperialismo. La cooperación política entre estos individuos muchas veces funcionó como una forma de polinización cruzada por la cual personas que operaban en distintos contextos nacionales y políticos aprendían unos de otros. Esta cooperación era especialmente fuerte entre la producción artística e intelectual antiimperialista y antifascista y las ciudades hub al tratarse de ambientes particularmente fértiles para promover esta polinización cruzada.18 Porset se exilió por primera vez en noviembre de 1932, saliendo de La Habana para una de esas ciudades hub, la ciudad de Nueva York. Este exilio marcó el comienzo de la integración de Porset en las redes políticas circumcaribeñas que se extendían desde la cuenca del Caribe hacia Nueva York.19 Las actividades políticas de Porset durante este primer exilio incluyeron actividades de solidaridad organizadas por la Women’s International League of Peace and Freedom (WILPF) y el International Committee for Political Prisoners, los dos de orientación antiimperialista. Habiéndose conectado con estos grupos a través de sus círculos sociales de La Habana, Porset fue llamada por esos grupos para proporcionar la perspectiva de las mujeres bajo Reportes en periódicos estadounidenses mencionaron que Porset iba acompañada por amiga y socia del Lyceum María Teresa Freyre de Andrade quien era sobrina del congresista opositor Gonzalo Freyre de Andrade y sus dos hermanos quienes habían sido asesinados el mes anterior. “Cubans Take Refuge, Fear Fresh Violence”, en Lima News (8 de octubre 1932), p. 8; “El Gbno. Cubano afronta todo un problema en el asunto de los políticos ‘asilados’”, en La Prensa (8 de octubre de 1932), p. 1. 17  Carr (2014); Gronbeck-Tedesco (2015); Roorda (1998); Schaffer (2010); Suárez Díaz (2008) y (2010-2011). 18  Véase Gronbeck-Tedesco (2015). 19  Carr (2012) y (2014), pp. 144-145. 16 

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Machado, en discursos públicos y entrevistas de prensa, durante su exilio.20 Porset también participó en actividades organizadas por grupos cubanos dirigidos por exiliados, entre ellos los reunidos alrededor del intelectual cubano Fernando Ortiz en Washington, D.C.21 La perspectiva política de Porset parece haber girado fuertemente a la izquierda durante su tiempo en Estados Unidos. Durante enero y febrero de 1933 Porset era una invitada popular en las reuniones organizadas por la WILPF en pequeños lugares como casas suburbanas alrededor de Filadelfia donde la liga tenía vínculos particularmente estrechos con la religión Quaker. Sin embargo, en agosto de ese año, la correspondencia entre Ellen Starr Brinton y Esther Crooks de la WILPF demuestra su creciente malestar por la literatura política que leía Porset y por su apoyo a la revolución armada en Cuba.22 Cuando regresó a Cuba en septiembre de 1933 tras el derrocamiento de Machado, Porset permanecía profundamente comprometida con el activismo político de izquierda. Además de retomar su trabajo como diseñadora de interiores, Porset fue nombrada profesora de arte y directora artística de la Escuela Técnica para Mujeres en Rancho Boyeros, cerca de La Habana.23 La correspondencia en los archivos de la WILPF nos da algunos fragmentos de las actividades políticas de Porset durante este periodo. Aunque se desconoce su afiliación partidista, para los de la WILPF no había en 1935 ambigüedad alguna sobre su orientación comunista.24 Carta de Clara Porset a Sarah Méndez Capote (23 de noviembre de 1932), CM Méndez, Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, La Habana. 21  La estancia de Porset en Estados Unidos parece haberla atraído más profundamente a la “generación literaria decimotercera y decimocuarta” de Cuba, nacida a finales del siglo xix y principios del xx y descrita por el historiador Ricardo Quiza Moreno como un grupo de intelectuales y artistas que promovieron “[i]deales que oscilaron entre un nuevo tipo de nacionalismo y la militancia resuelta de la izquierda”. Quiza Moreno (2014), p. 274. 22  Carta de Ellen Starr Brinton a Esther Crooks (15 de agosto de 1933), Swarthmore Peace Archives (en adelante SPA), DG: 043 WILPF, caja 17, Committee on the Americas: Correspondence of Brainerd with persons re: foreign affairs: C-G, 1934-1937. 23  Luis Enrique Délano, “Clara Porset o la Pasión del Diseño”, en Novedades (20 de abril de 1952), p. 8; Severin K. Turosienski, Education in Cuba. Bulletin, n.º 1 (1943), pp. 28-29. 24  Carta de Ellen Starr Brinton a Katherine Terrell (28 de febrero de 1935) y carta de Katherine Terrell a Ellen Starr Brinton (13 de marzo de 1935), SPA, DG: 051 Ellen Starr Brinton Papers, caja 1, Cuba: Correspondence with H. Portell Vila, 1935 and others, 1933; 20 

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La correspondencia de la WILPF también demuestra que Porset seguía participando en las redes políticas regionales en las que las líneas ideológicas no siempre eran claras más allá de una postura crítica hacia el imperialismo y el fascismo;25 y asimismo cómo exiliados y activistas circulaban por Estados Unidos y la cuenca del Caribe en los primeros años de la década de los treinta. Durante esta época, La Habana formaba parte de una ruta de viaje política bien establecida entre Nueva York y Ciudad de México. Los activistas estadounidenses que habían conocido a Porset en Cuba viajaban por esta ruta en vapor y circulaban entre ellos el nombre de Porset como un contacto local en La Habana. Esta circunstancia refuerza la afirmación del historiador Michael Goebel de que la circulación de intelectuales, artistas y activistas políticamente comprometidos dentro de centros metropolitanos como la ciudad de Nueva York y París proporcionó no solo una oportunidad para el entrenamiento político y la polinización cruzada. Este proceso de movimiento y circulación en sí “se convirtió en un motor de cambio ideológico” que dio lugar a nuevas formas de política nacionalista y antiimperialista en la periferia.26 Para Porset, su exilio y activismo en la ciudad de Nueva York estableció para siempre la política como la motivación central de todas sus actividades integrándola en círculos antiimperialistas, antifascistas y, eventualmente, comunistas.

La llegada a la Atlántida Morena Porset salió nuevamente de Cuba al exilio en 1935 tras su participación en las huelgas universitarias y de escuelas técnicas en contra del gobierno de Carlos Mendieta (1934-1935) en marzo de ese año.27 Esta vez, Porset viajó en otra dirección por la ruta de viaje político que unía Nueva York a Ciudad de carta de Herminio Portell Vilá a Ellen Starr Brinton (30 de septiembre de 1936), SPA, DG 051 WILPF, caja 1, Cuba: Correspondence with H. Portell Vilá, 1936-1937. 25  Como notó Michael Goebel, el anticolonialismo y el internacionalismo eran elementos centrales del movimiento comunista de los años veinte, promovido por el Comintern a través de un lenguaje que Goebel describe como de “solidaridad transnacional”. Goebel (2014), p. 485. 26  Goebel (2015), p. 13. 27  Carta de Katherine Terrell a Ellen Starr Brinton (13 de marzo de 1935), SPA, DG: 053, caja 1, Cuba: Correspondence with H. Portell Vila, 1935 and others, 1933.

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México a través de La Habana. La capital mexicana había sido desde los veinte un centro de exilio cubano durante periodos de opresión gubernamental. La circulación de artistas e intelectuales políticamente comprometidos entre México y Cuba, a su vez, inspiró nuevas reflexiones y proyectos para definir la cubanidad inspirados por el ejemplo mexicano posrevolucionario, más fuertemente asociado con los artistas e intelectuales del Grupo Minorista cubano.28 Al igual que los exiliados cubanos anteriores, Porset encontró en Ciudad de México un lugar relativamente acogedor y cosmopolita con gran actividad política, intelectual y artística. Porset llegó en uno de los momentos en que México tenía una atracción especialmente fuerte para los revolucionarios del hemisferio dentro del contexto internacional del reinicio de la política del comunismo soviético del Frente Popular. La administración de Lázaro Cárdenas (1934-1940) era relativamente tolerante y a veces cercana a la izquierda mientras alentaba una masiva movilización obrera y campesina como parte de una gran reorganización del sistema político mexicano. La expropiación petrolera llevada a cabo por Cárdenas en marzo de 1938 alimentó aún más la convicción de muchos izquierdistas de que el Cardenismo y el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) creado también en 1938 podrían representar un proyecto político y económico genuinamente antiimperialista, nacionalista y desafiante a la sociedad burguesa.29 Más allá de un espíritu de movilización popular y reforma política, Ciudad de México en esta época también experimentaba un auge de actividad cultural e intelectual que se inspiró en la Revolución Mexicana. El historiador Mauricio Tenorio Trillo ha descrito este periodo como un “verano mexicano cosmopolita” que duró desde la década de los veinte hasta finales de los cuarenta.30 Durante este periodo, la imaginación de Ciudad de México como un espacio especialmente estimulante para debatir sobre política, arte y cultura estaba fuertemente vinculada con las visiones de una supuesta autenticidad étnica y cultural de México ligado a lo indígena y rural.31 Esta circunstancia Rodríguez Bolufé (2011), p. 370; López Lemus (1985), pp. 202-205; también véase Riva Mir (2014). 29  Carr (1992), pp. 47-48; Gilly (2001), pp. 322-323. 30  Tenorio Trillo (1997), pp. 224-225. 31  López (2010), pp. 19-20. 28 

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ha llevado a Tenorio Trillo a caracterizar tales visiones de la ciudad como una fuertemente racializada “Atlántida Morena”. Según Tenorio Trillo, Ciudad de México se convirtió en este contexto en una ciudad que paradójicamente era “extremadamente cosmopolita, pero […] militantemente nativista”, donde una comunidad internacional de intelectuales y artistas soñaba con un México auténtico que era rural e indígena en medio de los adornos de una ciudad moderna.32 Durante sus primeros cinco años en Ciudad de México, el trabajo de diseño de Porset fue eclipsado por sus actividades políticas. Inicialmente, Porset habló en México como lo había hecho en Estados Unidos en nombre de la oposición al gobierno cubano. El primer compromiso público de Porset en Ciudad de México que se conoce fue su participación en un seminario en julio de 1935 sobre “Las relaciones entre Estados Unidos y sus vecinos cercanos” organizado por el Committee for Cultural Relations with Latin America, una organización estadounidense.33 En agosto de 1935, los escritores españoles Rafael Alberti y María Teresa León señalaron en una carta desde Ciudad de México al poeta cubano Ángel Augier en La Habana que Porset iba a hablar sobre Cuba en la próxima reunión de la Alianza de Defensa Intelectual.34 A partir de 1937, Porset también impartió un curso sobre la Revolución y Contrarrevolución en Cuba en la Escuela para Extranjeros de la Universidad Obrera de México y sobre una de las figuras más importantes del marxismo mexicano, Vicente Lombardo Toledano.35 Tenorio Trillo (2012), p. 166. Este era un grupo en que Porset había participado durante su primer exilio en Estados Unidos y que surgió del interés y apoyo del historiador estadounidense Hubert Herring hacia el México posrevolucionario durante los años veinte. Entre los miembros fundadores se encontraban John Dewey, Herbert Croly, Frank Tannenbaum y Stuart Chase. El seminario anual del Comité en México, en el que Porset habló, se desarrolló entre 1926 y 1941. Con más de 1 500 participantes en 1939, el seminario tenía como objetivo promover una mayor comprensión cultural e intelectual y la fertilización cruzada entre Estados Unidos y México. “Tenth Seminar in Mexico: Program”, en Three Americas, vol. 1, n.º 5 (1935), p. 50; Delpar (1992), pp. 73-74; López (2010), p. 106. 34  La Alianza era un grupo mexicano formado como frente antifascista por importantes artistas e intelectuales mexicanos como el poeta Carlos Pellicer, el escritor Salvador Novo, el compositor Silvestre Revueltas, y el pintor Rufino Tamayo. Augier (2000), p. 15. 35  Flores Flores, Fernández Flores (2012), p. 209; Universidad Obrera de México (1939), p. 56. 32  33 

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Porset también participó en la producción cultural altamente politizada y transnacional de la capital de México durante este periodo. Por ejemplo, trabajó brevemente en la Editorial Séneca fundada por el exiliado español republicano José Bergamín en 1939.36 Más importante para la integración de Porset en el medio artístico y político de Ciudad de México fue su participación en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). La LEAR reunió a artistas, escritores, intelectuales y arquitectos en un grupo que articulaba el vínculo entre la producción cultural y el trabajo político antifascista y antiimperialista característico de las redes políticas circum-caribeñas.37 Porset muy pronto ocupó cargos importantes dentro de la LEAR, por ejemplo, participando en el comité editorial para la publicación del primer número de la segunda serie de su revista Frente a Frente en marzo de 1936. Muchos de los primeros compañeros mexicanos de Porset fueron personas como los artistas Leopoldo Méndez y Pablo O’Higgins quienes eran miembros de la LEAR.38 Estas conexiones políticas y artísticas formadas en gran medida a través de la LEAR condujeron a las primeras oportunidades de trabajo para Porset como diseñador de interiores para el Instituto de Enfermedades Tropicales del gobierno y una librería y café para la Editorial México Nuevo.39 Dentro de la LEAR, Porset también presenciaba debates sobre el papel de la arquitectura y el funcionalismo, así como sobre el arte y la literatura en el proyecto de construir un Estado y una nación mexicanos revolucionarios.40 Porset impartió el curso de Historia del Arte en la Universidad Nacional del poeta y también miembro de la LEAR Carlos Pellicer sin remuneración en 1937 para que Pellicer pudiera asistir al II Congreso Internacional de Carta de Clara Porset a Muriel Rukeyser (25 de octubre de 1939), The Berg Collection of English and American Literature, The New York Public Library, Astor, Lenox and Tilden Foundations, Muriel Rukeyser Collection of Papers 1920-1976, Manuscript Box. 37  Reyes Palma (1994), pp. 5-6. 38  Carta de Clara Porset a Waldo Frank (10 de mayo de 1937); y carta de Clara Porset a Waldo Frank (27 de mayo de 1937), The Kislak Center, University of Pennsylvania, Waldo Frank Papers, caja 22, carpeta 1262. 39  Carta de Clara Porset a Waldo Frank (10 de mayo de 1937); y carta de Clara Porset a Waldo Frank (28 de julio de 1937), The Kislak Center, University of Pennsylvania, Waldo Frank Papers, caja 22, carpeta 1262. 40  Vargas Salguero (1982), p. 108. 36 

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Escritores para la Defensa de la Cultura en Valencia, España. En su correspondencia con el autor progresista estadounidense Waldo Frank, con quien también formaba una relación estrecha durante su visita de enero de 1937 al Congreso de la LEAR en Ciudad de México, Porset calificó la experiencia de preparar este curso como reveladora. Específicamente, esta experiencia la introdujo y despertó en ella un entusiasmo por el patrimonio artístico precortesiano de México que hasta entonces desconocía.41 En 1938, Porset se casó con el artista mexicano Xavier Guerrero quien era miembro de la LEAR y fuertemente comprometido con el Partido Comunista Mexicano y grupos artísticos mexicanos de izquierda y antifascistas como el Taller de Gráfica Popular.42 Guerrero era además pionero del movimiento del muralismo mexicano posrevolucionario y estaba profundamente inmerso en el proyecto cultural posrevolucionario de desarrollar lo que el historiador Rick López describe como una “reorientación estética” de la identidad nacional por medio del descubrimiento o la recuperación de expresiones culturales auténticas y autóctonas entre las tradiciones indígenas y populares.43 Entre los artistas e intelectuales que trabajaban en diversos campos de la producción cultural, Guerrero es notable por identificarse y ser fuertemente identificado por sus colaboradores como Rivera y Siqueiros como un indígena tolteca ‘puro’.44 Su matrimonio con Guerrero alimentó aún más el interés de Porset en la reimaginación indigenista de la cultura mexicana. Es también probable que su marido le concientizara acerca de los materiales y las técnicas mexicanas para la elaboración de muebles. Guerrero tenía experiencia en la construcción de muebles e incluso ganó uno de los cuatro premios para diseñadores latinoamericanos en el concurso Organic Design for Home Furnishing del Museum of Modern Art de Nueva York en 1941, quedando su obra por encima del diseño presentado por Porset.45 Flores Flores, Fernández Flores (2012), p. 209; carta de Clara Porset a Waldo Frank (28 de julio de 1937), The Kislak Center, University of Pennsylvania, Waldo Frank Papers, caja 22, carpeta 1262. 42  López Orozco (2012), pp. 115-117; Díaz Pérez (2010), p. 116. 43  López (2010), pp. 15-16. 44  Coronel Rivera (2012), pp. 19-20; Alfaro Siqueiros (1975), p. 112. 45  Carta de Clara Porset a Muriel Rukeyser (24 de marzo de 1941), Manuscript Division, Library of Congress, Muriel Rukeyser Papers, 1844-1986, caja I: 10, carpeta 18. 41 

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Además, desde su punto de vista la relación con Guerrero la había atado a México debido al gran compromiso que tenía su marido con la Revolución Mexicana como proyecto político y cultural.46 Durante las décadas siguientes, Porset solo volvía a Cuba por periodos cortos para visitar familiares, impartir conferencias y clases, y entre aproximadamente 1961 y 1964 para trabajar en proyectos para el nuevo gobierno revolucionario de Cuba. Por el resto de su vida, Porset dedicó su energía principalmente a promover nuevas ideas sobre la vivienda moderna en México basadas en una síntesis de las estéticas modernistas internacionales y las del indigenismo posrevolucionario.

El modernismo revolucionario En la producción de nuevas ideas de mexicanidad después de la Revolución, los productores mexicanos a menudo trabajaban simbióticamente con extranjeros de Estados Unidos, el Caribe y más allá. En palabras de López, estos individuos se emprendían en “examinar cuidadosamente, sintetizar y reforzar ciertos aspectos del discurso nacionalista posrevolucionario.”47 La formación artística y política transnacional de Porset le dio un enfoque que estaba muy en sintonía con las corrientes cosmopolitas y politizadas que influían en esta reorientación estética de la cultura mexicana. Porset no era la única diseñadora de muebles e interiores que trabajaba en México entre los cuarenta y los sesenta que había sido llevado al país por los trastornos políticos internacionales de los treinta. En 1941 los republicanos españoles Eduardo Robles Piquer (alias Ras) y Cayetano de la Jara abrieron la casa RasMartín en Ciudad de México. Esta casa muy pronto ganó gran prestigio, gracias al diseño de los interiores de casas privadas, hoteles, bares, e incluso a la Exposición Objetiva Presidencial de la administración del presidente Miguel Alemán en 1948. Ras-Martín contrató a otros artistas españoles exiliados, algunos de los cuales fundaron sus propias casas de diseño que seguían el modelo de Ras-Martín. Exiliados españoles también fundaron la primera Carta de Clara Porset a Waldo Frank (16 de febrero de 1939), The Kislak Center, University of Pennsylvania, Waldo Frank Papers, caja 22, carpeta 1262. 47  López (2010), p. 121. 46 

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revista en México dedicada al diseño de interiores –llamada Decoración– que se publicó entre 1952 y 1957.48 El arquitecto y diseñador Michael Van Beuren llegó a México a finales de 1936 para trabajar como arquitecto en un hotel de Acapulco y terminó instalándose en Ciudad de México. Van Beuren era un estadounidense que estudiaba en la Bauhaus cuando esta fue cerrada por los nazis en 1933. Después de su llegada en México, Van Beuren fundó una de las primeras empresas de fabricación de muebles de México, Van Beuren S.A., y su principal marca, Domus S.A., en los años cuarenta. Partiendo de un pequeño taller basado en las técnicas que Van Beuren había aprendido en la Bauhaus, esta firma fue particularmente importante por su papel pionero en la estandarización y la producción en masa de muebles para los hogares mexicanos de clase media. Van Beuren introdujo además muebles de producción local adaptados de los diseños modernos europeos y particularmente escandinavos.49 En contraste con Porset, estos diseñadores mostraron una indiferencia general a las tradiciones del diseño mexicano. Lo mismo sucedió con los diseñadores mexicanos más importantes, como Arturo Pani, quien, al igual que Porset, se formó en la École des Beaux-Arts durante los años veinte, pero, a diferencia de Porset, adoptó una estética de diseño generalmente suntuosa en su trabajo para una clientela de élite.50 Estos diseñadores ofrecían a sus clientes mexicanos una visión de la modernidad y el buen gusto basada en lo extranjero. Para los diseñadores exiliados españoles, el diseño de interiores tampoco sirvió como una expresión de sus compromisos políticos sino una forma de ganarse la vida en México. Porset tenía gran convicción del importante papel que el diseño jugaba en la promoción de valores sociales y culturales compartidos en México. De acuerdo con Porset, “[d]e lo que se ve y oye en la infancia, de dónde y cómo se aprende, se juega, se come y se duerme en esos primeros años, dependerá el tipo de hombre en que ha de convertirse el niño. Y aun en el caso de adultos, cuando la fisonomía física y mental está ya mucho más plasmada, el ambiente mantiene su papel crítico como elemento transformador, y llega Mallet (2007), pp. 376-379. Mallet (2007), pp. 381-384. 50  Mallet (2007), p. 384. 48  49 

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muchas veces, en su alcance, hasta a alterar factores hereditarios”.51 Tomando todo esto en cuenta, Porset intentaba combinar materiales y técnicas de construcción mexicanos con elementos del diseño funcionalista internacional como la simplicidad y la producción en masa. Así, Porset esperaba producir piezas económicas que elevarían el nivel de vida popular y promover una cultura nacional colectiva. Rechazando enfáticamente la noción de una estética internacional homogénea de belleza, función y modernidad, Porset escribió en la revista estadounidense Arts and Architecture en 1951 que “hago diseños principalmente para mexicanos y me esfuerzo a producir formas tan adecuadas como puedo para responder a sus condiciones de vida específicas y sus necesidades activas que también son específicas”.52 Para una audiencia mexicana, Porset argumentó en 1952 que, como ya ocurría en la arquitectura, México necesitaba aprovechar su herencia extraordinariamente rica en las artes plásticas para dotar al diseño industrial mexicano de su propio carácter.53 La visión de la estética mexicana que adoptaba Porset estaba en gran sintonía con la exaltación de lo rural y popular en las visiones de la auténtica cultura mexicana sostenidas por artistas e intelectuales antiimperialistas desde su llegada al país. La pieza más conocida de Porset era la butaque, una silla con la que experimentó usando distintos diseños y materiales a lo largo de su carrera. Porset la describía como quizá el mueble mestizo por excelencia, habiendo llegado desde España a México y habiendo sido adaptado por artesanos mexicanos hasta tal punto que se convirtió en una expresión netamente nacionalista y popular mexicana.54 Otra pieza muy conocida de Porset era el escultórico o sillón totonaca. Para esta pieza, Porset se inspiró en estatuas de la cultura remojada o totonaca del estado actual de Veracruz y Colaboró con su marido para que este contribuyera con su sensibilidad artística.55 Porset seleccionó además materiales rústicos y naturales para sus muebles asociados

Porset (1950), p. 117. Porset, McCoy (1951), p. 34. 53  Porset (1952a), p. 27. 54  Porset (1952a), p. 45. 55  Carta de Clara Porset a José Antonio Portuondo (7 de noviembre de 1948), Instituto de Literatura y Lingüística, La Habana, Fondo José Antonio Portuondo. 51  52 

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con la vida rural en México.56 Para Porset, tales consideraciones de diseño no eran meramente estéticas. Más bien, como ella explicó en relación con una serie de muebles asequibles que diseñó para un complejo de apartamentos en Ciudad de México, Porset seleccionó materiales como madera de pino y cedro rojo y tejidos de palma y tule con el objeto de “añadir belleza intrínseca de textura a los muebles, y de crear una afinidad sutil entre el mueble y sus ocupantes a causa del valor psicológico de los tejidos, que, por el carácter regional mexicano que tienen, se integran de manera más entera al complejo general de la vivienda mexicana”.57

El arte y el realismo La evolución del diseño de Porset reflejaba también la evolución de los debates sobre el diseño y el arte entre comunistas prosoviéticos durante las dos décadas después de la Segunda Guerra Mundial. Ciudad de México seguía siendo durante los cincuenta un hub político y cultural donde el legado de los exilios de las tres décadas anteriores creaba un ambiente en el que individuos con experiencia directa de la Revolución Mexicana, el Frente Popular europeo, y la Guerra Civil española se entremezclaban. Dentro del contexto del hemisferio occidental durante los primeros años de la Guerra Fría, el cada día más conservador gobierno mexicano todavía permitía un ambiente relativamente estable y tolerante para artistas e intelectuales de izquierdas internacionales.58 Los círculos izquierdistas en que se movía Porset sí estaban consternados por la postura cada vez más conservadora y a favor de Estados Unidos del gobierno mexicano. Sin embargo, la izquierda mexicana, incluyendo los comunistas, generalmente apoyaba la creciente inversión privada y pública en la industrialización alentada por los gobiernos mexicanos de la posguerra. Desde la perspectiva de esta izquierda, una transformación capitalista de la sociedad mexicana era deseable si no necesaria para aumentar la autonomía económica y política de México, disminuir su subordinación Pérez Montfort (2000), p. 40. Porset (1950), p. 120. 58  Keller (2015), p. 42-49. 56  57 

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al imperialismo estadounidense y ayudar el país a abandonar su condición semicolonial.59 De acuerdo con esta postura, Porset argumentaba en las páginas de las revistas Arquitectura México y Espacios por la promoción del diseño industrial como componente esencial de la industrialización en México. Para Porset, las fuerzas económicas que serían desatadas por el desarrollo acelerado impulsado por el Estado mexicano representaban grandes posibilidades pero también grandes riesgos para la identidad cultural del país. Por eso, Porset llamó a las organizaciones culturales del Estado y a las escuelas técnicas, así como a mecenas particulares, a manejar la transición entre la producción artesana y la semi-industrial o industrial. Este proceso requería la preservación de las artes populares, el desarrollo de las artes industriales y la promoción de una mentalidad que borrase las demarcaciones entre las artes expresivas y las utilitarias.60 El buen diseño resultante satisfaría el deseo de obtener un objeto coherente que cumpliese la doble necesidad humana: la funcionalidad y la belleza, quitando lo innecesario y abrazando la virtud de la simplicidad. Según Porset, un diseño mexicano así llevaría a “la elevación del nivel general de vida, trayendo la eficacia y el arte a las circunstancias diarias de cada uno”.61 La evolución de Porset como promotor del desarrollo del diseño industrial en México también fue influenciada por las redes políticas comunistas prosoviéticas en las que todavía se encontraba activa. A finales de los cuarenta, la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética por la influencia cultural y política internacional se profundizó y los artistas, científicos e intelectuales políticamente comprometidos en América Latina fueron cortejados por organizaciones financiadas y apoyadas por ambas superpotencias. Las más destacadas de estas organizaciones fueron el Consejo Mundial de la Paz, apoyado por la Unión Soviética, y el Congreso por la Libertad de la Cultura, financiado por Estados Unidos.62 De acuerdo con su afiliación al comunismo soviético, Porset y Guerrero estaban firmemente comprometidos con el movimiento por la paz en México desde su creación en 1949. Porset también llevó a cabo Carr (1992), p. 153. Porset (1949a), p. 227. 61  Porset (1952c), p. 14. 62  Iber (2015), pp. 2-3. 59  60 

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lo que ahora se describiría como diplomacia cultural en favor de las grandes potencias comunistas durante los cuarenta y cincuenta como director asociada de la publicación mensual de la Asociación de Amigos de la URSS y era muy activa en la Asociación de Amigos de China Popular. La pareja además asistía a eventos sociales de la embajada de la URSS en Ciudad de México.63 Artistas prosoviéticos en distintos campos vinculaban el realismo socialista con el objetivo de la paz y denunciaban otros estilos calificándoles de burgueses, capitalistas e imperialistas. Conforme a esta postura, el poeta chileno Pablo Neruda renunció a su poesía surrealista y presentó su nuevo poema Canto general sobre la historia de América Latina en el estilo de realismo socialista, en el Congreso de la Paz que Porset y Guerrero ayudaron a organizar en Ciudad de México en 1949.64 Uno de los defensores más vocales del realismo socialista, el mexicano Siqueiros escribió en febrero de 1953 que “la pintura mexicana moderna se encuentra en un impase: o se acentúa su carácter social y su forma realista, o bien, haciendo una conversión en redondo se pasa al formalismo cosmopolita de París. No hay otra disyuntiva. El brote de los Mérida, de los Tamayo, etc., como el de los coleccionistas nacionales de obras abstractas no es accidental, corresponde al fenómeno histórico que nos ocupa. En consecuencia del desenvolvimiento de una nueva burguesía en México”.65 Porset no mencionó el realismo socialista explícitamente en sus escrituras sobre el diseño. No obstante, sus esfuerzos para adaptar los diseños y materiales mexicanos a los estilos modernos internacionales parecen fuertemente influenciados por el método del realismo socialista. La estudiosa de la arquitectura Catherine Cooke describe este método como una “búsqueda constante de nuevas síntesis entre aquellos elementos de la tradición […] y de su propio periodo […] que se consideran ideológicamente progresistas dentro de la cultura en su actual estado de desarrollo socialista”.66 Porset Carta de Clara Porset a Emilia Romero (23 de febrero 1945), Biblioteca Nacional de México, Colecciones Especiales; Report from J. Edgar Hoover to Adolf A. Berle Jr. (5 de septiembre 1944); United States National Archives College Park (USNACP), Record Group 59 (General Records of the Department of State), archivo 812.00 B/9-544, Central Foreign Policy Files, 1940-1944. 64  Iber (2015), pp. 73-74. 65  Morales (1992), p. 41. 66  Cooke (1993), pp. 86-87. 63 

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era también consciente de las tendencias del realismo socialista en diseño y arquitectura.67 Además de artículos de revistas de arquitectura y diseño de Estados Unidos, los libros de recortes de Porset archivados en la Biblioteca Clara Porset y Dumas en la UNAM también contienen artículos del Boletín de Información de la Embajada de la URSS emitidos por la embajada soviética en Ciudad de México explicando la arquitectura soviética de la posguerra. En 1955, Porset incluso viajó a la Unión Soviética, Georgia y China como invitada de la agencia del gobierno soviético, la VOKS, o la Sociedad de toda la Unión Soviética de Relaciones Culturales con los Países Extranjeros.68 Primero, asistió el Congreso Mundial de la Paz en Helsinki donde se reunió con la escritora comunista alemana Anna Seghers, con quien había formado una estrecha amistad durante el exilio de esta en Ciudad de México en los cuarenta. Porset también se reunió con compañeros cubanos como el poeta Nicolás Guillén y la doctora Martha Frayde, y otros activistas transnacionales que había conocido en México como Ignacio Hidalgo de Cisneros, el otrora esposo de la difunta exiliada republicana Constancia de la Mora. Durante su viaje posterior al congreso, en Beijing Porset se reunión con el artista chileno José Venturelli, que había colaborado en 1942 con Guerrero y Siqueiros en un proyecto mural de la Escuela México en Chillán, Chile, organizado por Pablo Neruda.69 Porset también se reunió con líderes de la Asociación del Pueblo Chino para la Amistad con el Extranjero, incluyendo a su director Chu Tunan. El proceso de integración en las redes políticas internacionales que comenzó con el primer exilio de Porset en 1932 continuó así guiando sus actividades políticas y sociales en las décadas de 1950 y 1960. Estas redes también influyeron en su enfoque del diseño. El término formalismo se había adoptado en la URSS en los treinta para describir el diseño modernista occidental como una manipulación de la forma desprovista de contenido social promovido en particular por Estados Unidos y conectado con el imperialismo capitalista.70 En México, Porset Véase Castillo (2010). Cartas de Clara Porset a Xavier Guerrero (junio a agosto de 1955), Archivo Clara Porset, Biblioteca Clara Porset CIDI, UNAM. 69  Rockwell (2013), pp. 19-20. 70  Castillo (2010), pp. 101-103; Rubin (2006), p. 158. 67  68 

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también rechazó fuertemente el formalismo en el diseño. El imperialismo podía verse en “la plaga de muebles pseudomodernos que nos invade… Copiados en su mayoría de lo peor que se produce en Estados Unidos con miras exclusivamente comerciales, son productos que pervierten el diseño y la valorización del mismo”.71 Porset argumentó además que el diseño moderno funcionalista ‘puro’ estadounidense se relacionaba con la falta de este país de una tradición plástica tan rica como la de México y advirtió contra una generalización peligrosa de una noción de belleza que era en realidad particular a Estados Unidos. A sus lectores mexicanos en 1953, les preguntó retóricamente si “al encuadrar el diseño rígidamente dentro de un concepto estético que nos viene de otras partes, y de otras circunstancias, ¿no estaremos impidiendo su desarrollo entre nosotros y haciéndole un estéril formalismo?”.72 La expresión más coherente de las convicciones de Porset sobre las posibilidades que tenía el buen diseño para elevar el nivel de vida y cultura popular fue la exposición que desarrolló por el Instituto Nacional de Bellas Artes llamada El arte en la vida diaria. Esta exposición abrió en abril de 1952 en el Palacio de Bellas Artes antes de ser trasladada a la nueva Ciudad Universitaria para el VIII Congreso Pan Americano de Arquitectos en octubre de ese año. Porset seleccionó ejemplos de objetos utilitarios como muebles, telas y utensilios de producción artesana de distintas partes de México y en la exposición las mostró al lado de ejemplos del buen diseño de objetos producidos industrialmente.73 Como lo había hecho en sus artículos, a través de la exposición Porset promovió la necesidad de desarrollar una nueva relación entre el hombre y la máquina. En particular, quería generalizar el reconocimiento de la capacidad de la máquina de producir valores expresivos y “[s]i así fuese, en México se producirían objetos útiles y bellos hechos manual y mecánicamente, en ambos casos producidos por la misma extraordinaria sensibilidad que ha dado, por siglos, formas manuales tan bellas”.74 Porset proyectó esta exposición como la primera de muchas que animaría a artistas, diseñadores e industriaPorset (1953b), p. 42. Porset (1953a), p. 78. 73  Porset (1952a), pp. 62-84. 74  Porset (1952c), p. 17. 71  72 

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les a trabajar juntos y, al mismo tiempo, promover el buen gusto entre el público al seleccionar artículos para el uso diario. La estética de la modernidad era, según Porset, la simplicidad como “la virtud principal de nuestro diseño, y […] sustancia del tipo especial de belleza de hoy”.75 En sintonía con la posición del realismo socialista, en el catálogo de la exposición Porset rechazó el puritanismo funcionalista a favor de una mezcla de influencias que iban desde el funcionalismo de Le Corbusier hasta el diseño orgánico de Frank Lloyd Wright con los valores estéticos del mexicano rural, indigenista y folclórico.76 Así, Porset tenía como objetivo evolucionar y adaptar las tradiciones del diseño mexicano a la vida moderna a través del uso de la tecnología industrial para promover una cultura de consumo distintamente mexicana construida en torno a la asequibilidad y la eficiencia, así como la independencia cultural y económica nacional.

Éxitos y fracasos El caso de Porset es el de un exilio relativamente exitoso. Además de integrarse en la escena artística, social y política de Ciudad de México, Porset ganó prestigio como diseñadora. Durante los años cincuenta, su carrera alcanzó gran apogeo al trabajar junto con muchos de los arquitectos más destacados de México como Luis Barragán, Enrique Yáñez, Mario Pani y Enrique Del Moral en casas particulares y proyectos comerciales. Diseñó muebles e interiores para lugares como el Cine París, Churubusco Country Club y las oficinas de Chrysler en Ciudad de México y el hotel Pierre Marqués en Acapulco.77 Los muebles e interiores reconociblemente modernos y distintivamente mexicanos de Porset complementaron perfectamente los modelos estéticos establecidos por artistas, arquitectos, instituciones culturales del estado descritos por el historiador cultural Eric Zolov como “cosmopolita-folclórico”.78 Porset (1949b), p. 173. Pérez-Méndez, Aptilon (2007), pp. 14-15; Curtis (1997), pp. 115-117; Hernández (2007), p. 236. 77  Mallet (2006), pp. 63-65, y (2007), p. 362. 78  Zolov (2001), pp. 234-235. 75  76 

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A pesar de este éxito, Porset no encontró el apoyo que buscaba ni del Estado mexicano ni de la industria privada para producir muebles mexicanos asequibles en masa. En el catálogo de El arte en la vida diaria, Porset se quejó de la respuesta negativa que recibió de los industriales cuya participación había intentado y en su mayoría no logró asegurarse para la exposición. Escribió sobre su encuentro con un manufacturero extranjero de plásticos “que consideró que se le hacía perder su tiempo al intentar presentarle nuestro proyecto”. Porset recordó también una conversación con un representante mexicano de un fabricante extranjero de muebles y utensilios de metal que “hablando en pocho, negó que los afanes culturales del país que los enriquece pudiesen tener alguna conexión con sus tareas”.79 Estas denuncias eran igual a los de los practicantes del realismo socialista de que el formalismo en el arte y la arquitectura servían al imperialismo capitalista. En 1949, Porset había trabajado con el Estado mexicano en un proyecto que se aproximaba a su visión para el diseño industrial mexicano. Este proyecto era el ambicioso proyecto de vivienda colectiva llamada el Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA) para empleados, iniciativa de la Dirección General de Pensiones Civiles. Diseñado por Mario Pani, el CUPA contaba con 1 080 apartamentos distribuidos en un grupo de seis edificios –el más alto de los cuales era de 13 pisos en forma de zigzag en el centro del complejo– junto con instalaciones recreativas y comerciales. Pani se inspiró en los diseños de Le Corbusier para viviendas públicas tales como la Ville Radieuse en Marsella, Francia, y la CUPA se convirtió en el modelo de una serie de viviendas de alta densidad llamados multifamiliares en Ciudad de México durante los años cincuenta y sesenta.80 El CUPA, que incluyó el diseño integrado de apartamentos, mobiliario e instalaciones públicas, también se hizo eco de los proyectos de vivienda social Neues Frankfurt en Alemania dirigidos por el arquitecto Ernst May a mediados de los años veinte.81 El gobierno contrató a Porset para diseñar muebles de bajo coste para los espacios interiores de los apartamentos del CUPA que se ofrecerían a la venta a los nuevos Porset (1952a), p. 15. De Anda Alanís (2008), pp. 242-246; Fraser (2000), pp. 56-61; Hernández (2007), p. 267. 81  De Anda Alanís (2008), p. 261; Castillo (2010), pp. 9-10; Mullin (1977), pp. 4-13. 79  80 

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residentes del complejo. Para gran decepción de Porset, sin embargo, a la gran mayoría de los residentes de CUPA no les alcanzaba o simplemente no querían comprar los juegos de muebles diseñados por Porset. Estos residentes efectivamente subvirtieron los mejores esfuerzos de Porset para promover una nueva cultura de vivienda, trayendo consigo muebles antiguos y voluminosos que no se ajustaban a las ideas de Porset sobre orden, buen gusto y función. Aproximadamente un año después de la inauguración del CUPA y a pesar del éxito general del complejo en atraer a nuevos residentes, solo 108 de los apartamentos del complejo habían sido amueblados.82 Por un lado, Porset culpó al gobierno por no incentivar el uso de sus muebles hechos a medida. Sin embargo, también expresó su decepción por la resistencia de los propios residentes al buen diseño. De acuerdo con Porset, la culpa de esta falta de sensibilidad tenía que ver con el fracaso del Estado en promover tanto la producción como la aceptación de muebles bien diseñados y de bajo costo. Debido a este fracaso, mexicanos de bajos recursos económicos tenían que “amueblar su vivienda con lo que encuentren más frecuentemente en el mercado: muebles industriales de calidad constructiva ínfima y de gusto peor, si cabe, aunque de costo desproporcionadamente alto”.83 Porset no diseñó muebles para el próximo multifamiliar de Pani. El Centro Urbano Presidente Juárez abrió en colonia Roma en 1952 y para los interiores, la firma de Pani simplemente produjo dibujos de posibles interiores amueblados con sillas y sofás del catálogo de la compañía de muebles Knoll con sede en Nueva York y otros que reflejaban los muebles producidos por fabricantes mexicanos inspirados en diseños nórdicos e italianos.84 La obra de Porset encontró mucho más aceptación en el fraccionamiento de los Jardines del Pedregal al sur de Ciudad de México. Supervisado por Luis Barragán en colaboración con el arquitecto y artista Max Cetto, los caminos, casas y zonas verdes de los Jardines habían sido tallados en los campos de lava al sur de la capital a finales de los años cuarenta. Los promotores del fraccionamiento aprovecharon el imaginario revolucionario nacionalista para convertir la aparente desventaja del paisaje volcánico estéril y rocoso en Porset (1950), p. 118. Porset (1953b), p. 40. 84  De Anda Alanís (2008), p. 291. 82  83 

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un atractivo. El fraccionamiento fue simbólicamente presentado como una encarnación visceral de la conexión entre las raíces primordiales de México simbolizado por la lava del volcán Xitle y su presente moderno demostrado por la arquitectura moderna de las casas.85 Hubo una correlación natural entre la estética del diseño de Porset y el concepto de los Jardines del Pedregal. Según Barragán, era Pellicer cuyo curso de Historia del Arte Porset había enseñado en 1937 quien le había sugerido explorar la zona en 1940.86 Diego Rivera también escribió un documento titulado “Prerrequisitos para la Organización del Pedregal” que fue publicado en el periódico Novedades en octubre de 1949 para guiar el desarrollo del Pedregal.87 Cuando desarrollaba su propia visión para el fraccionamiento, Barragán consultó con el pionero de la estética posrevolucionaria y el autoproclamado volcanólogo Gerardo Murillo, conocido como Dr. Atl. Por su parte, Porset diseñó muebles e interiores para casas en los Jardines del Pedregal como la Casa Prieto (1949), la Casa Bernardo Quintana (1956) y la Casa Yáñez (1958).88 Una obra maestra de la arquitectura doméstica moderna mexicana, los Jardines del Pedregal ejemplifican la creciente mercantilización de la producción cultural del verano cosmopolita para servir como significativo de una orientación política progresista y una sofisticación cultural. Además de diseñar interiores para casas en el fraccionamiento, Porset era presentadora invitada en varios episodios del programa de televisión El Pedregal… Su Casa… Y Usted. Este programa fue transmitido entre 1953 y 1954 y por lo general era presentado por el arquitecto y editor de Espacios Guillermo Rossell de la Lama. En el programa se mostraba y explicaba la obra de destacados arquitectos internacionales y mexicanos modernos, además de entrevistas con artistas e íconos de la cultura mexicana como Rivera y el Dr. Atl.89 En vez de intentar llevar el arte a la vida diaria de todos, los promotores de los Jardines del Pedregal intentaban así fomentar una educaPérez-Méndez, Aptilon (2007), pp.12-13. Eggener (2001), p. 19; Pérez-Méndez, Aptilon (2007), p.13; Treib (2001), p. 125. 87  “Barragán’s plans in particular echoed Rivera’s call for protection of the landscape and the creation of an ‘aesthetic council’ that would oversee all architectural design, although this latter element was ultimately abandoned”. Eggener (2001), pp. 136-138. 88  Pérez-Méndez, Aptilon (2007), pp. 67-72, 165-167 y 203-205. 89  Pérez-Méndez, Aptilon (2007), pp.14-15. 85  86 

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ción estética nacionalista como estrategia de mercadotecnia. Para promover la venta de parcelas, Barragán ofreció al abogado prominente Eduardo Prieto López incentivos económicos para que trasladase a su familia al Pedregal y así atraer más residentes relativamente ricos, exitosos y respetables.90 Para la construcción de la Casa Prieto López, Barragán consultó con los artistas Jesús Reyes y Mathias Goeritz el diseño y los esquemas de color para los interiores. A diferencia de Porset quien no logró convencer a los residentes del CUPA, Barragán sí convenció a Prieto López para desechar sus muebles antiguos y amueblar la casa con nuevas piezas inspiradas en los diseños mexicanos tradicionales diseñados por Barragán y Porset.91 Como manifestación de la cultura y la sociedad mexicanas a mediados de siglo, los Jardines del Pedregal simbolizaron la creciente desconexión entre el nacionalismo revolucionario como un discurso político y cultural basado en la justicia social y la autonomía nacional y las realidades del desarrollo social, económico y político de México.92 Para 1956, las casas del Pedregal –la mayoría con alberca– se vendían por entre 400 000 y 1 000 000 pesos cuando apenas 1,5 por ciento de los mexicanos ganaban más de 3 000 pesos al mes y un 87 por ciento ganaba menos de 1 000 pesos.93 En relación con los edificios funcionalistas públicos erigidos entre los años treinta y los cincuenta para satisfacer la necesidad creciente de vivienda, educación y salud, los Jardines del Pedregal representaban lo que el arquitecto Alejandro Hernández describe como “otra visión de la modernidad arquitectónica, refinada y desnudada de su deseo por la redención social”.94 Porset era consciente de lo que representaba su trabajo para aquellos que eran relativamente ricos y cultivados. Caracterizó a la cultura de consumo mexicana en los años cincuenta como una en la cual “el buen diseño, que es artesano en su mayoría, lo emplean y disfrutan los dos extremos de la escala económica: el más poderoso, que es minoritario, y el campesino indígena que […] puede servirse de él exiguamente porque sus recursos son tan escasos que apenas si puede tener Eggener (2001), pp. 47-48. Pérez-Méndez, Aptilon (2007), pp. 67-69. 92  Sheppard (2016), p. 2. 93  Eggener (2001), p. 58. 94  Hernández (2007), p. 273. 90  91 

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muebles, loza, o telas”. Lo que Porset llamó “los grandes grupos de obreros y profesionistas” aceptaban diseño industrial de baja calidad “porque se les ha prostituido el gusto con la propaganda mediocre de la prensa y el radio y cine comercializados”.95 Una indicación clara de cómo y quién consumía los diseños de Porset está contenida en una publicación que promocionaba el lujoso hotel Pierre Marqués (1957) de Acapulco, que destacó los muebles de Porset como “muebles tema de conversación”.96 Aunque alcanzaba el apogeo de su éxito profesional en los años cincuenta, la correspondencia privada de Porset revelaba una creciente alienación en su trabajo. Ya en 1950, Porset escribió a su amigo el intelectual cubano José Antonio Portuondo sobre sus artículos y diseños, afirmando que “el resultado de lo que hago (hasta agotarme) lo sabe el corrector de pruebas cuando escribo y algún que otro snob cuando diseño”.97 En abril de 1956, Porset escribió a Seghers en Berlín Este y describió haber pasado una larga temporada de escaso trabajo y malestar general después de volver del mundo comunista el año anterior. Para Porset, este malestar se debía a un deseo “de hacer cualquier otra cosa que me sacara del contacto diario que tengo que tener con gentes a quienes no estimo y para quienes me parece que es una pena el dar lo mejor que yo puedo hacer”.98 Porset cerró su taller en México para volver a su Cuba natal atraída por la causa de la Revolución Cubana en 1961 y para trabajar en proyectos en el país que sirvieran de nuevo faro a la izquierda latinoamericana.99 Sin embargo, los conflictos surgidos durante la supervisión de una escuela cubana de diseño que ella estaba creando la condujeron de vuelta a México hacia 1964. Tras su regreso, Porset no recuperó su perfil anterior como diseñadora y promotora del diseño industrial mexicano. Dos años más tarde, Porset escribió a su amiga Martha Dodd, quien todavía estaba en Cuba, lamentando que “estoy trabajando con poco interés. Porset (1952b), p. 94. “Quality and Convenience in Design”, en Welcome Magazine Hotel Pierre Marqués (enero de 1957), p. 7. 97  Carta de Clara Porset a José Antonio Portuondo (2 de enero de 1950), Instituto de Literatura y Lingüística, La Habana, Fondo José Antonio Portuondo. 98  Carta de Clara Porset a Anna Seghers (2 de abril de 1956), Archivo Clara Porset, Biblioteca Clara Porset CIDI, UNAM. 99  Salinas Flores (2012), p. 163. 95  96 

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He tratado de entrar en la industria, como diseñadora industrial, pero no lo he conseguido”.100 Una vez más trabajando para clientes individuales, para Porset poco había cambiado desde El arte en la vida diaria doce años atrás. Según Porset, “los industriales todavía están en la etapa en la que se adhieren al plagio en el diseño, considerando que es más rentable que tener diseños originales para que ahorre los honorarios del diseñador”.101

Conclusión La vida y obra de Clara Porset nos ofrece un ejemplo especialmente claro de cómo el exilio político y las redes políticas transnacionales que se formaron durante el periodo de entreguerras contribuyeron a la creación de nuevas formas de práctica artística. Las experiencias de Porset en Nueva York y en Ciudad de México le permitieron introducirse en las redes políticas transnacionales que transformaron el curso de su vida. En México, participó activamente en grupos artísticos de izquierda y en organizaciones prosoviéticas que hicieron diplomacia cultural en México en nombre de la Unión Soviética y la República Popular China. Su participación en estos grupos influyó mucho en cómo Porset entendía el diseño. Porset aceptaba una visión de la auténtica estética mexicana que surgió principalmente del ambiente cosmopolita y altamente politizado de la capital mexicana en las décadas posrevolucionarias. En México, Porset también evolucionó, y de ser una entusiasta defensora del “racionalismo artístico” funcionalista se convirtió en un feroz crítico del funcionalismo puro como formalismo. Sus advertencias sobre la importación de nociones externas de la belleza estética como una forma de imperialismo económico y cultural durante los años cincuenta estaban en gran sintonía con las advertencias semejantes de artistas pro-soviéticos latinoamericanos que conoció en México, como Neruda y Siqueiros.

Carta de Clara Porset a Martha Dodd (27 de mayo de 1966), Martha Dodd Papers, 1898-1990, Library of Congress, Correspondence, c. 1928-1990, caja 8. 101  Carta de Clara Porset a Martha Dodd (27 de mayo de 1966), Martha Dodd Papers, 1898-1990, Library of Congress, Correspondence, c. 1928-1990, caja 8. 100 

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La adopción de un enfoque semibiográfico para estudiar la vida y obra de Clara Porset espero haya proporcionado una nueva visión del impacto de la circulación de individuos e ideas a través del hemisferio occidental y su convergencia en ciudades hub como Ciudad de México desde el periodo de entreguerras hasta principios de la Guerra Fría. La frustración de Porset debido a su incapacidad para combinar su trabajo de diseñadora y su ideología socialista en México nos desvela también los límites de la influencia de los exiliados y los radicales frente a las fuerzas nacionales e internacionales económicas y políticas. En este contexto, los diseños de Porset, que combinaban el nacionalismo revolucionario y el realismo socialista, llegaron a representar una visión mercantilizada de progresismo y de erudición cultural que expresaba más que contribuía a disminuir las divisiones culturales y de clase en México.

Archivos Archivo Clara Porset (UNAM, Ciudad de México). Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (La Habana). Biblioteca Nacional de México (Ciudad de México). Instituto de Literatura y Lingüística (La Habana). The Kislak Center (Philadelphia). Library of Congress (Washington, D.C.). The New York Public Library (Nueva York). Swarthmore Peace Archives (Swarthmore). United States National Archives (College Park, MD).

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II. Encuentros transnacionales

Exiliados españoles en el esfuerzo de guerra francés, 1939-1940 Diego Gaspar Celaya

Les étrangers sans nationalité et les autres étrangers bénéficiaires du droit d’asile, du sexe masculin, sont assujettis, de vingt à quarantehuit ans, dans les conditions fixées par les lois de recrutement, à fournir, dès le temps de paix aux autorités françaises, pour une durée égale à la durée du service imposé aux Français, des prestations dont le caractère et le mode d’exécution sont déterminés par décret. La durée des services accomplis dans un corps de l’armée française, soit en vertu de l’article 3 de la loi du 31 mars 1928, soit en vertu d’un engagement contracté, par l’application de la loi du 9 mars 1831 ou de l’article 64 de la loi du 31 mars 1928 compte dans la durée des prestations imposées par l’alinéa qui précède.1

Desde que a comienzos de febrero de 1939 el número de refugiados españoles encerrados en campos de internamiento franceses alcanzase su cuota más alta, este disminuyó progresivamente, en los meses siguientes, conforme se abandonó el caos inicial, avanzó la organización en el interior de los campos y se concretaron miles de traslados y salidas. Según datos oficiales, a mediados del mes de junio quedaban internados en campos franceses aproximadamente unos 173.000 españoles, 84.688 a fecha de 15 de agosto, 53.000 el 15 de noviembre, entre 35.000 y 80.000 a finales de diciembre y unos 30.000 en abril de 1940.2 ¿Qué había provocado una variación de tal magnitud en Journal Officiel de la République Française (JORF) (16 de abril de 1939). A finales de este mes, únicamente 3.000 milicianos, no aptos para el trabajo, permanecían recluidos en campos; véase Dreyfus-Armand (2000), p. 72. 1  2 

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apenas doce meses? Cinco fueron las opciones que les fueron “ofertadas” a los internos españoles para abandonar los campos: volver a España, haciéndose repatriar; emigrar a un tercer país, principalmente localizado en América Latina; hacerse contratar en el exterior de los campos; incorporarse como prestatarios militares a compañías de trabajadores extranjeros (CTE); o suscribir un alistamiento militar, ya fuese en la Legión Extranjera francesa o en los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros (RMVE). A estas dos últimas está dedicado este trabajo en el que reflexionaré, en primer lugar, sobre el encuadramiento de trabajadores y soldados españoles en compañías y unidades militares, el carácter voluntario, o no, de sus incorporaciones y la naturaleza de sus contratos; y, en segundo lugar, sobre la función que como centros de reclutamiento cumplieron los campos de internamiento franceses tanto en la metrópoli como en el norte de África antes y después del armisticio.

Una legislación en común: la nación en tiempo de guerra Pese a que en un primer momento las autoridades francesas percibieron como provisional la acogida de refugiados españoles en su territorio, desestimando la posibilidad de incorporarlos a la economía nacional, el contexto político y la cercanía de un nuevo conflicto mundial modificaron las reglas del juego, revalorizando el interés económico y militar de quienes hasta la fecha habían sido percibidos como una carga para las arcas del Estado, generando a su vez un arsenal normativo dedicado a regir las condiciones de su inminente incorporación a la economía y defensa nacionales.3 A finales de marzo de 1939, Albert Sarraut, a la sazón ministro del Interior francés, encargó, mediante circular dirigida a los prefectos de cada departamento y al gobernador general de Argelia, la elaboración de un informe de tareas susceptibles de ser realizadas por españoles internos. En ella se instaba a las autoridades a indicar, antes del 12 de abril de ese mismo año, el modo en que serían utilizados los refugiados: individual o colectivamente; dónde serían empleados; y qué efectivos les serían necesarios para encuadrarlos. Aunque Peschanski (2000), pp. 227-228. Dicha investigación fue publicada en versión reducida dos años más tarde en Peschanski (2002). 3 

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dicho texto precisaba también que, en ningún caso, el empleo de refugiados supondría competencia alguna para la mano de obra local pese a que su remuneración, una vez que estos tuviesen asegurada la manutención y el alojamiento, se viese reducida a una prima por rendimiento dependiente de dos factores: las circunstancias y naturaleza del trabajo realizado.4 Semanas más tarde, en concreto el 12 de abril de 1939, el gobierno francés publicó el decreto relativo a la extensión a los extranjeros beneficiarios del derecho de asilo, de las obligaciones impuestas a los franceses por la ley de 11 de julio de 1938 para la “organización general de la nación en tiempo de guerra”.5 Obligaba a los varones extranjeros de entre veinte y cuarenta y ocho años a proporcionar, en tiempo de paz, prestaciones de una duración igual a la del servicio militar de los franceses, y que fue completado posteriormente con dos decretos más destinados a fijar el carácter y modo de ejecución de dichas prestaciones, textos de 27 de mayo de 1939 y 13 de enero de 1940.6 El texto de 12 de abril ponía de manifiesto la apuesta clara del ejecutivo francés por impulsar la utilización de la mano de obra refugiada en su territorio. Tanto es así que, semanas más tarde, en plena campaña de recolección agrícola, el Ministerio de Trabajo propuso a los directores departamentales de colocación la búsqueda en los campos de internamiento de refugiados españoles con conocimientos agrícolas susceptibles de ser empleados. Propuesta que fue complementada con dos nuevas circulares enviadas por el ministro del Interior a sus prefectos días más tarde. En la primera, fechada a 5 de mayo de 1939, Albert Sarraut instaba a las autoridades locales a buscar “en el marco de cada departamento y principalmente en actividades agrícoCircular de 31 de marzo de 1939, del ministro del Interior francés, transmitiendo instrucciones de la presidencia del consejo sobre utilización de refugiados españoles, en Rubio (1977), pp. 840-841. 5  Ley que estipulaba cómo los refugiados en edad de ser movilizados –entre veinte y cuarenta y ocho años– y beneficiarios del derecho de asilo debían retribuir a su país de acogida –Francia– con una serie de prestaciones que les hiciesen participar del esfuerzo común de defensa nacional. Véase “Loi du 11 juillet 1938 sur l’organisation générale de la nation en temps de guerre”. No obstante, un decreto anterior, con fecha de 20 de marzo de 1939, ya había previsto la aplicación de esta ley para el caso concreto de los refugiados españoles. Peschanski (2000), p. 228. 6  Dreyfus-Armand (2000), p. 102. 4 

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las, toda utilización posible de la mano de obra española”, para de ese modo “transformar la masa desorganizada y pasiva que forman estos refugiados en un elemento útil a la colectividad nacional, reduciendo de este modo, en la medida de lo posible, la pesada carga financiera” que pesaba sobre Francia.7 Mientras que la segunda, fechada a 1 de junio, precisaba el modo de explotación de la mano de obra agrícola española, en base al acuerdo establecido entre el Ministerio del Interior y el Servicio de Mano de Obra Extranjera (SMOE) del Ministerio de Trabajo. Organismos encargados a su vez de designar los departamentos de Basses-Pyrénées, Tarn-et-Garonne, Pyrénées Orientales y Hérault, como los únicos susceptibles de recibir aporte español.8 Atendiendo a estas medidas, a partir de mayo de 1939, se inició en los propios campos de internamiento la contratación, individual o colectiva, de refugiados españoles, previa autorización del SMOE cuya dirección recayó en el general Ménard, quien fuese designado responsable del internamiento de los refugiados españoles en los campos a comienzos de año. Uno de los refugiados españoles que interpretaron estas contrataciones como una clara opción de abandonar el encierro fue el auxiliar de farmacia Gilabert Colás Ventura, nacido en Madrid en 1914. Tras servir como sargento de caballería en la 40.ª Brigada Mixta de la 7.ª División del Ejército Popular Republicano durante el conflicto español, Colás Ventura fue hecho prisionero por las tropas franquistas en junio de 1939 e internado en un campo de concentración del cual logró evadirse en septiembre de ese mismo año. Ya en libertad cruzó la frontera para refugiarse en Francia donde estuvo trabajando en la agricultura hasta que en julio de 1940, tras la conquista alemana del hexágono, puso rumbo a Portugal atravesando España, llegando un mes más tarde a Lisboa donde solicitó su ingreso en las Fuerzas Francesas libres del general De Gaulle.9

Citas en “Circular de 5 de mayo de 1939 del ministro del Interior francés con instrucciones generales sobre los refugiados españoles”, en Rubio (1977), pp. 857-862. 8  “Circular de 1 de junio de 1939 del ministro del interior francés sobre la utilización de refugiados españoles en trabajos agrícolas”, en Rubio (1977), pp. 865-867. 9  Service Historique de la Défense (SHD)/GR, 16P 136389. 7 

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Prestatarios españoles Pertrechado pues el arsenal normativo, todo parecía indicar que la explotación de la mano de obra española podía comenzar sin prejuicio alguno, aunque su aplicación práctica no fue fácil debido a la oposición de diferentes sectores políticos, altos mandos militares y buena parte de los sindicatos franceses. Pero apoyándose en el decreto de 12 de abril de 1939, y particularmente en su artículo tercero10, el presidente del consejo de ministros y ministro para la Defensa nacional y de la Guerra, Édouard Daladier, informó a los mandos de las diferentes regiones militares francesas de su intención de utilizar en tareas de defensa nacional unidades de trabajadores constituidas por refugiados españoles internados en los campos del suroeste francés. Quedaba abierta la incorporación de refugiados españoles a unidades prestatarias francesas, la cual se materializó mediante la creación de las primeras Compañías de Trabajadores Españoles puestas a disposición de diferentes regiones militares a finales de abril de 1939. Esta opción ofrecía a los nuevos prestatarios la posibilidad de efectuar una petición formal para obtener el ansiado reagrupamiento familiar que pusiese punto y final a la separación forzada a la que fue sometida la mayoría refugiada española a su llegada a territorio francés –reagrupamiento que no se hizo realidad–.11 Dependientes de la autoridad militar, las CTE estaban constituidas por unos 250 hombres voluntarios, liderados por un oficial y un suboficial franceses, vigilados por efectivos militares franceses, por norma general GMR, que iban disminuyendo en número –de doce a diez, y posteriormente a “Décret relatif à l’extension aux étrangers bénéficiaires du droit d’asile des obligations imposées aux Français par les lois de recrutement et la loi sur l’organisation de la nation en temps de guerre”, en Journal Officiel de la République Française (JORF) (16 de abril de 1939): “Les étrangers sans nationalité et les autres étrangers bénéficiant du droit d’asile, du sexe masculin, sont assujettis de 20 à 48 ans, dans les conditions faites par les lois de recrutement, à fournir dès le temps de paix, aux autorités militaires, françaises, pour une durée égale à la durée du service imposé aux Français des prestations dont le caractère et le mode d’exécution seront déterminés par décret. La durée des services accomplis dans un corps de l’armée, soit en vertu de la loi du 31 Mars 1928, soit en vertu d’un engagement contracté par la loi de Mars 1831, ou de l’article 64 de la loi du 31 Mars 1831 compte dans la durée des prestations imposées par l’alinéa qui précède.” 11  SHD/GR, 7N 2475; SHD/GR, 12P 293; Serrano (2005), p. 112; Rafaneau-Boj (1995), p. 195. 10 

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ocho– a medida que aumentaba la confianza de las autoridades francesas en los grupos creados. Puestas en inicio a disposición del ejército, distribuidas en diferentes regiones militares, la mayoría de compañías fueron empleadas en tareas de índole defensiva en zonas próximas a la Línea Maginot o a la frontera francesa con Bélgica, Alemania e Italia. Sin embargo, cabe destacar que en Argelia, Marruecos y Túnez, se constituyeron doce compañías que fueron integradas en el 8.º Regimiento de Trabajadores Extranjeros; las cuales fueron empleadas desde un primer momento en el reacondicionamiento de carreteras, la explotación de minas de carbón y la construcción de la línea férrea del ferrocarril transahariano, la cual llegó a emplear a un tercio de los prestatarios movilizados en el norte de África.12 Ello viene a demostrar la fuerte movilidad que acusaron las CTE pese a haber sido constituidas en los campos de internamiento. Movilidad que responde tanto a la ubicación geográfica de las mismas, como a los numerosos traslados a los que fueron sometidas, que en ocasiones llevaron implícito un cambio en la titularidad de la compañía.13 Sirva aquí como ejemplo el caso de la 3.ª CTE, creada en noviembre de 1939 en el suroeste francés, puesta a disposición de la decimocuarta región militar, concretamente del sexto ejército, desplegada en el departamento de Basses-Alpes, posteriormente trasladada a Hautes-Alpes y Alpes-Maritimes, y puesta al servicio del quinto ejército. En un primer momento el alistamiento en las CTE tuvo carácter voluntario. Sin embargo, tras la declaración de guerra de septiembre de 1939 y la movilización general, este se tornó obligatorio. Todos los recursos susceptibles de contribuir al esfuerzo de guerra debían estar disponibles. Tanto es así que, a las setenta y seis CTE que funcionaban a pleno rendimiento antes del 3 de septiembre de 1939, se sumaron en los tres meses siguientes cuarenta compañías más, formadas mediante recluta obligatoria. En total aproximadamente unos 55 000 trabajadores españoles fueron encuadrados en 230 compañías entre 1939-194014 –unidades que fueron puestas tanto a disposición del ejército como de otros ministerios, regiones, instituciones, fábricas, polvorines, aeronáuticos, explotaciones agrícolas o sociedades Grynberg, Charaudeau (1994), p. 152. SHD/GR, 34N 375. 14  Crémieux-Brilhac (1994), p. 584; Peschanski (2000), p. 230. 12  13 

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como la Société Nationale des Chemins de Fer (SNCF) o la Compagnie des Eaux et Forêts–. Cabe destacar que dada la diversidad de los titulares que gozaron de sus servicios, las tareas realizadas por los prestatarios españoles se diversificaron notablemente de modo que, además de trabajos encaminados a reforzar la Defensa nacional, los trabajadores españoles fueron empleados en el mantenimiento de carreteras, la limpieza de bosques, la extracción de carbón, la construcción de obras públicas y almacenes de armamento. Sin embargo, al principio la remuneración por dichas tareas fue inexistente, ya que el trabajo realizado procuraba a los prestatarios derecho de asilo, comida y alojamiento. Conforme se fue ampliando la organización de las compañías se concedió a cada trabajador una prima de productividad, por lo general comprendida entre medio y un franco por día, aunque dicha retribución, al igual que sus condiciones de vida y explotación, dependían enteramente de la titularidad de la compañía y lugar en el que desarrollasen sus actividades. No obstante, un análisis pormenorizado de la documentación que conserva el Service Historique de la Défense (SHD) en Vincennes permite subrayar que de las 230 CTE analizadas, cuatro de ellas no encuadraron, al menos en su totalidad, efectivos españoles. Ello se debe a que la 251 CTE estuvo integrada mayoritariamente por trabajadores portugueses, la 252 CTE por alemanes, la 253 CTE por italianos y la 254 CTE por yugoslavos, de modo que en mayo de 1940 las unidades de prestatarios españoles estaban distribuidas del siguiente modo: noventa y tres compañías puestas a disposición del ejército; de ellas cincuenta y dos estaban a disposición de los diferentes cuerpos de ejército de la rama de tierra, dieciocho a disposición de artillería, diecisiete al servicio de las fuerzas aéreas, cuatro a intendencia, una a ingenieros y otra al servicio de la base británica de Savenay (Loire-Atlantique), cuarenta y tres puestas al servicio del Ministerio de Armamento, veintitrés al de diferentes servicios forestales, veinte a disposición de diferentes fábricas de pólvora y explosivos, dieciséis al servicio de las diferentes regiones francesas, siete a disposición de los servicios agrícolas de varios departamentos, cinco al de la Compagnie des Eaux et Forêts, cuatro a disposición de la SNCF, una a disposición de la Cámara de Comercio de Saint-Nazaire (Loire-Atlantique) y catorce más sin determinar.15 SHD/GR, 34N 375-378. Datos que arrojan una cifra global de 133 compañías no dependientes del ejército, muy similares a los valores aportados por Geneviève Dreyfus-Armand 15 

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Aux armes Desde que los exiliados españoles alcanzaron territorio francés, y hasta que en junio de 1940 se confirmó la capitulación francesa ante las tropas de Hitler, la opción de alistarse en la Legión Extranjera francesa y de esa forma abandonar los campos en los que habían sido internados, permaneció constante para todos ellos. No obstante, ya durante el siglo xix y el primer tercio del xx la Legión sirvió como refugio de miles de exiliados europeos huidos de sus países de origen, principalmente por razones políticas. Dicho aporte multicultural, especialmente importante en el periodo de entreguerras, propició una reorganización profunda del cuerpo legionario, en el que a partir de 1930 los antifascistas europeos, y especialmente los españoles, tuvieron un protagonismo especial. Así lo demuestra el hecho de que de las 8.465 nuevas incorporaciones que tuvo la Legión en 1939, 3.052 (un 36,01%) fueron protagonizadas por españoles, o el que de los 6.770 voluntarios extranjeros incorporados a los RMVE a fecha 10 de febrero de 1940, 2.709 (40%) eran españoles.16 Estas incorporaciones se produjeron de forma mayoritaria entre febrero de 1939 y junio de 1940 17, en relación con la reclusión de los exiliados españoles en campos de internamiento, lugar en el que fueron invitados por el gobierno francés a sumarse a las filas de la Legión. Esta invitación se vio ampliada tras la declaración de guerra ofertando también estos alistamientos en tres unidades ex novo los 21, 22 y 23 RMVE. A su llegada al territorio francés, los exiliados españoles que suscribieron un alistamiento militar únicamente pudieron hacerlo en la Legión Extranjera, ya que el Estado Mayor (EM) del ejército francés prohibió la creación de unidades regulares españolas. Actitud que respondía al deseo de las autoridades francesas de mantener una cordial relación con el nuevo gobieren su estudio, en cuyo caso el recuento de estas asciende hasta las 138; véase Dreyfus-Armand (2000), p. 109. 16  Montagnon (1999); Porch (1994), p. 517. 17  Tal y como señalaba Pierre Montagnon, el aporte alemán fue uno de los más importantes del periodo de entreguerras alcanzando cuotas cercanas al 50% de este en 1933-1934, momento a partir del cual comenzaron a disminuir a valores del 19% en 1935, o del 11% en 1937. Descenso pronunciado en el que mucho tuvo que ver la clausura de fronteras decretada por Hitler en 1934. Montagnon (1999), p. 137.

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no franquista, con quien se encontraba negociando los acuerdos bilaterales (Berard-Jordana) que sentarían las bases de las relaciones entre ambos países en años venideros. Sin embargo, cabe subrayar que dicha prohibición no se aplicó a los miembros de otros colectivos extranjeros presentes en suelo francés. De hecho, pese a que, a mediados de febrero de 1939, el EM calificaba de “contraria al estatus de la Legión” la creación de unidades regulares españolas y checoslovacas. Tras la declaración de guerra este decidió autorizar la formación de unidades autónomas checoslovacas y seguir manteniendo el veto español. Esta decisión acentuó las reservas de un buen número de exiliados españoles a incorporarse a Legión, un cuerpo que, de por sí, no gozaba de especial popularidad entre buena parte de los recién llegados que lo consideraban refugio de mercenarios y lo asimilaban al tercio franquista. Les événements de Tchécoslovaquie et d’Espagne ont posé à deux reprises la question de savoir si la France pouvait créer des unités de légion ayant une appellation précisant la nationalité d’un recrutement (tchécoslovaque ou ibérique). Pareille création serait contraire au statut de la légion étrangère […]. En fait, s’il ne paraît pas possible de créer une légion ibérique ou tchécoslovaque, rien ne s’oppose à renforcer les effectifs de la Légion étrangère.18

Entre quienes se opusieron con firmeza a firmar por la Legión destacaron los miembros del Partido Comunista Español (PCE), opuestos a integrarse en los rangos franceses a menos que en ellos se les permitiera reivindicar su condición de exiliados, y fuesen incorporados, de forma voluntaria, a unidades del ejército regular francés, en las mismas condiciones en las que lo hacía la población francesa.19 Aunque bien es cierto que otros factores como la “particular” acogida francesa, la separación familiar, la presión de las Nota del Estado Mayor del Ejército concerniente a la Legión Extranjera (16 de febrero de 1939), SHD/ GR, 7N1021. 19  Serrano (2005), p. 131. En el análisis sucinto del aporte español a la Legión Extranjera en 1939 que realiza Douglas Porch en su obra, este recoge en el testimonio de A. D. Printer, en el que el antiguo voluntario del 12e REI establece que “la mayor parte de los extremistas de izquierda [españoles] prefirieron quedarse encerrados en los campos [a contratar un alistamiento legionario]”. A. D. Printer, “Spanish Soldiers in France”, en Nation, vol. CLV (1943), pp. 489-490, citado por Porch (1994), pp. 518-519. 18 

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autoridades francesas, el internamiento en los campos, tres años de conflicto armado o la no identificación con el nuevo combate, influyeron también en la retracción española a alistarse en la Legión. Pese a que el número de incorporaciones españolas fue muy modesto con relación al número total de exiliados refugiados en Francia entre 1939 y hasta junio de 1940, miles de ellos se unieron al cuerpo francés, gracias a las distintas campañas puestas en marcha por las autoridades francesas para fomentar este tipo de alistamientos en los campos de internamiento. Podríamos dividir estas campañas en tres fases: una primera en la que se publicitaba el alistamiento entre los internos, utilizando incluso para ello altavoces instalados en los campos; una segunda centrada en combatir la contrapropaganda generada por los refugiados para advertir de los peligros y desventajas que acarreaba el compromiso legionario (claro ejemplo de ello supone el caso de Paul Richter y Otto Flatter, dos antiguos brigadistas internacionales, que fueron duramente reprimidos por los GMR del campo de Gurs tras haber distribuido octavillas que pretendían disuadir a los internos dispuestos a alistarse);20 y una tercera orquestada en torno a las visitas periódicas realizadas por la gendarmería a los campos, con el objetivo de convencer a los indecisos para inscribirse de forma instantánea, reduciendo al mínimo su tiempo de reflexión. Una síntesis del coronel del primer Regimiento Extranjero de Infantería er (1 REI) fechada en abril de 1939 sobre el estado de espíritu de la Legión puede ayudarnos a comprender la importancia de las campañas de reclutamiento efectuadas directamente en los campos de internamiento. Tanto es así que, en tal fecha, el número de españoles alistados en la Legión por la vía ordinaria, es decir, en los centros o “cajas” de recluta habituales, sitos en instalaciones militares fuera de los campos, ascendía únicamente a 290, mientras que las incorporaciones firmadas en los centros de internamiento en el mismo periodo superaban la cifra de 1 000.21 Pero en el análisis de los métodos y niveles de presión puestos en práctica por la administración francesa para fomentar el alistamiento español en la Legión resultó también fundamental la declaración de guerra del 3 de septiembre de 1939 –fecha que, tal y como hemos visto en el caso de las CTE, supone un punto de inflexión 20  21 

Rafaneau-Boj (1995), p. 201. SHD/GR, 1N70.

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a la hora de analizar la contribución española al esfuerzo de guerra francés en la campaña 1939-1940–. Por consiguiente, y atendiendo a la declaración de guerra, es posible diferenciar dos periodos, si bien perseguían un objetivo común: aumentar los efectivos franceses mediante recluta extranjera; no lo hicieron bajo el mismo contexto histórico-legal, dando lugar a políticas de reclutamiento y unidades de destino diferentes. No obstante, tal y como apuntaba al inicio de este capítulo, las diferentes políticas francesas que rigieron sobre la utilización de los exiliados españoles en el esfuerzo de guerra francés evolucionaron al calor de los acontecimientos. De esta forma, el primero de los cambios que afectaron, directamente, a la incorporación española a los rangos franceses, fue el aplicado a la edad mínima de alistamiento, la cual, en mayo de 1939, quedó fijada en 17 años.22 El segundo, iniciado en febrero de 1939 y comentado con anterioridad, fue la creación de banderas de recluta en los campos de internamiento, mientras que el tercero datado en julio de 1939 constituyó la supresión de cuotas (máximas) impuestas por el gobierno francés para el alistamiento de españoles –medida que fue instaurada merced a la preocupación manifestada por diferentes mandos y sectores políticos de incorporar a las filas legionarias elementos excesivamente politizados y de tendencia comunista–.23 En este sentido resulta especialmente interesante la síntesis que en marzo de 1939 realizó el coronel Robert, jefe del 1er REI, en referencia al reclutamiento especial de españoles realizado en los campos de internamiento: Le recrutement spécial a fait l’objet d’une sélection particulièrement rigoureuse. Le capitaine en chef du [illisible] et deux sous-officiers du premier régiment étranger ont prospecté les ressources existant dans les camps de concentration de la frontière pyrénéenne. Au point de vue physique ne sont pris que des sujets jeunes, sains, robustes, et ne présentant aucune tare. Du côté moral, on s’est efforcé d’éliminer les commissaires politiques et tous ceux dont la présence pourrait, en raison de leurs antécédents ou de leurs mauvais instincts, constituer dans

Comor (1988), p. 29. Según Georges Blond, “[n]ombre d’officiers [français] s’étaient méfiés d’eux [espagnols], les appelant ‘les communistes’”. Blond (1981), p. 239. 22  23 

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une troupe de métier comme la légion une cause d’indiscipline ou une gêne pour l’action normale du commandement.24

En un primer momento las cuotas limitaron el alistamiento español legionario a 4.000 hombres, imponiendo un porcentaje máximo de representación española por unidad del 14%.25 Sin embargo, el aumento exponencial de las incorporaciones españolas en los siete primeros meses de 1939 (2.500 frente a las 250 totales de 1938) hizo que estas quedaran suprimidas en verano debido a su difícil aplicación. Dichas cuotas fueron fiel reflejo de la desconfianza y el rechazo mostrados por un buen número de oficiales y suboficiales legionarios para los reclutas españoles a quienes percibían como criminales inadaptables sobre los que aplicaron una férrea disciplina que propiciase su reeducación. Tanto es así que, independientemente de las nuevas necesidades creadas por la declaración de guerra, el 5 de octubre de 1939 el EM francés decidió que los españoles permanecerían separados del personal de otras nacionalidades.26 Y así lo recordaba, para el caso del Dépôt métropolitain de la Légion étrangère de Sathonay, el voluntario polaco del 12e REI, Zosa Szajkowski: “nos prohibieron [a los polacos] fraternizar con los españoles, entrenar con ellos, incluso hablarles […]. Ellos estaban [ubicados] en zonas reservadas, eran tratados como criminales”.27 Según Porch, este tipo de prejuicios y reticencias respondían a la rígida aproximación que la vieja Legión, capitaneada por oficiales reaccionarios y soldados sin convicción política, tuvieron con los exiliados españoles, a quienes consideraban comunistas o anarquistas indisciplinados, que debían convertir en soldados profesionales “manipulándolos con las mismas precauciones que una caja de dinamita”.28 Estos prejuicios se disiparon tras observar el compromiso y comportamiento en el campo de batalla de los reclutas españoles, así como las reticencias a las que el coronel Robert –comandante SHD/GR, 1N70. SHD/GR, 9N 123, nota de 19 de julio de 1939; Hallo (1994), p. 30; Leroy (2011), p. 6 (texto inédito facilitado por el autor, a quien aprovecho esta oportunidad para agradecer encarecidamente su colaboración); Maugendre (2007), p. 183. 26  SHD/GR, 7N 2425, nota del 5 de octubre de 1939. 27  Testimonio de Zosa Szajkowski en Szajkowski (1975) citado por Porch (1994), p. 518. 28  Porch (1994), p. 519. 24  25 

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del 1er REI– puso fecha de caducidad al expresar su satisfacción general con el comportamiento de los legionarios españoles bajo su mando, iniciando así el proceso rehabilitación de los combatientes españoles estigmatizados por el EM francés: D’une façon générale, l’impression que donnent ces engagés provenant d’Espagne est satisfaisante. L’arrivée dans les rangs de la légion d’une telle masse de recrues, habituées à des méthodes de commandement et à une discipline entièrement opposées aux nôtres, pouvait être une cause d’inquiétude. Il convient de connaître que ces inquiétudes n’étaient pas justifiées. Au point de vue physique, la visite d’incorporation très sévère passée par le médecin chef a permis de constater que les nouveaux venus étaient à peu près tous trapus, bien charpentés, solidement établis; le déchet est à peu près insignifiant. Au point de vue moral, tous se montrent dociles, faciles à commander et pleins de bonne volonté.29

Dicho proceso de rehabilitación, al que se sumarían otros jefes franceses –como el general de brigada Jean-Pierre Hallo y el general Antoine Béthouart–, reconoció la experiencia y el alto rendimiento en combate de los españoles en la campaña 1939-1940:30 Il y avait aussi, nouveauté à la Légion, un fort contingent d’Espagnols exilés politiques. Selon certains témoignages, leur irruption avait nuancé le climat légionnaire. Disciplinés, endurants, acceptant le dur dressage de Bel Abbès, les Espagnols avaient, cependant, en se tenant les coudes dans une solidarité exceptionnelle, fait comprendre à quelques sous-officiers un peu trop ancien régime que le temps des brimades gratuites était passé. Nombre d’officiers s’étaient méfiés d’eux, les appelant “les communistes”, et regrettant même qu’on les eût pris en Norvège. Or, héritiers des vertus militaires de leur race, ces Rouges, ou ex Rouges, se battirent comme des lions dans les sierras enneigées de la Norvège.31

No obstante, al margen de los factores ya mencionados, cabe subrayar dos más que influyeron de forma directa en la recluta española tanto en la LeSHD/GR, 1N70. Hallo (1994), p. 62; Béthouart (1968), p. 77 31  Blond (1981), p. 239. 29  30 

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gión, como en los RMVE: el débil estado físico que presentaban buena parte de los internos españoles y la duración de los alistamientos que suscribieron en el cuerpo legionario. El primero de ellos, agravado por una acuciante desnutrición, puso rostro a los rigores padecidos por la mayoría exiliada durante el conflicto español, en su huida a través de la frontera y tras las alambradas de los campos franceses. De hecho, en el otoño de 1939, diferentes informes apuntaban que, a consecuencia de su internamiento, la mayoría de los españoles que permanecía encerrados se encontraban desnutridos e incapacitados para la vida militar –apreciación que semanas antes anticipara el general francés Maurice Gamelin tras su visita a la frontera pirenaica–.32 Mientras que en lo que a la duración del compromiso legionario se refiere, cabe destacar que aquellos que decidieron enrolarse en el cuerpo francés, y superaron el examen médico, incluyendo el pesaje mínimo fijado en 55 kilos, firmaron, por norma general, un contrato de cinco años de duración. Documento que no les eximía de sus obligaciones militares al finalizar el conflicto en caso de que este tuviese una duración inferior a dicho quinquenio, motivo por el cual muchos de ellos permanecieron movilizados en la Legión fiel a Vichy tras el armisticio de 1940. Aunque, tal y como veremos a continuación, también el 3 de septiembre de 1939 modificó la duración de dicho compromiso.33 Como sabemos, tras la declaración de guerra, el reclutamiento de prestatarios españoles se tornó obligatorio. Dicha imposición se basaba en los siguientes textos: en primer lugar, el decreto de 12 de abril de 1939 que completaba la ley de organización de la nación en tiempo de guerra de 11 de julio de 1938; y, en segundo lugar, una serie de medidas secretas adoptadas por el EM francés en abril para completarlos a ambos. Medidas que estipulaban que, en caso de movilización general, los extranjeros de sexo masculino, de entre diez y siete y cincuenta años, serían reagrupados en “centros de concentración” con el objetivo de ser empleados, a la mayor brevedad posible, por las regiones militares y/o servicios públicos. En otras palabras, serían Gracias al aumento de los niveles de organización en los campos y al vaciado progresivo de los mismos las condiciones de habitación y alimentación en ellos mejoraron, y con ellas lo hizo el estado físico de los internos. AMAE, R-1041 y E-48 citados en Serrano (2005), pp. 440-443. 33  SHD/GR, 1N70. 32 

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encuadrados en CTE de nueva creación y puestos a disposición de diferentes ministerios para paliar la pérdida de mano de obra francesa provocada por la orden de movilización. Sin embargo, pese a que ninguno de los textos referenciados contemplaba la obligatoriedad de los extranjeros a suscribir un alistamiento militar, su publicación trajo consigo también importantes modificaciones en la recluta de extranjeros. No en vano, el decreto de 12 de abril autorizaba a aquellos foráneos que pudiesen demostrar una antigüedad de residencia en Francia de diez o más años a alistarse en unidades regulares francesas. Un decreto fechado a 29 de diciembre hizo lo propio con los ciudadanos de nacionalidad indeterminada, aunque en número limitado. Si bien ambas medidas no afectaron en exceso al colectivo español exiliado, mayoritariamente llegado a Francia a comienzos de 1939, los archivos del SHD confirman la presencia de españoles en unidades regulares francesas durante la campaña 1939-1940. Ejemplos de ello constituyen los casos de Jorge Agay, nacido en Barcelona en 1919 y presente en el 9e Régiment de Zouaves, Ahmed Ben Allal, nacido en Melilla en 1917 y presente en el 6e Régiment de Tirailleurs Algériens, Elio Rodríguez de la Sierra, nacido en Tenerife en 1918 y miembro del ejército motorizado, y Tomás Serrano, natural de Jaén donde nació en 1911, presente en el 8e Régiment du Génie, unidad que fue disuelta tras la declaración de guerra, lo que comportó su trasladado al depósito de guerra n.º 8 del cuerpo de ingenieros sito en Versalles, en concreto al batallón de transmisiones.34 Sin embargo, ante el éxito modesto que tuvo entre los exiliados españoles la recluta legionaria, tras la declaración de guerra, el gobierno francés decidió la creación de tres nuevas unidades destinadas a incorporar indecisos y contrarios a la Legión: los RMVE. Aunque cabe destacar que además de estos tres regimientos, también se crearon tres batallones de pioneros formados por voluntarios extranjeros cercanos o superiores a los 40 años que, tras ser instruidos en el campo de Barcarès, fueron puestos a disposición de los RMVE.35 SHD/GR, 16P3689; SHD/GR, 16P46111; SHD/GR, 16P143783; SHD/GR, 16P517004; SHD/GR, 16P545957. 35  Según Stéphane Leroy, cada RMVE tuvo a sus órdenes a uno de estos batallones de pioneros, y analizando el caso del primero de ellos precisa que el 1er batallón de pioneros voluntarios estuvo bajo las órdenes del 21º RMVE, el cual estaba compuesto mayoritariamente por hombres que sobrepasaban la edad de alistamiento establecida en el decreto de 29 de 34 

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Quienes se alistaron en los RMVE lo hicieron bajo el estatus de engagé volontaire pour la durée de la guerre (EVDG) y por tanto liberados de toda obligación militar al término de la misma en junio de 1940 tras la firma del armisticio. Mientras que, recordemos, quienes se habían alistado en la Legión lo habían hecho por cinco años, quedando movilizados al término del conflicto, siempre y cuando dicho quinquenio no se hubiese cumplido. Aunque, tal y como apuntaban anteriormente, con posterioridad a la declaración de guerra también la Legión Extranjera modificó sus condiciones de reclutamiento dando cabida en sus filas a EVDG, fomentando de ese modo la convivencia entre quienes serían desmovilizados al terminar el conflicto y quienes permanecieron militarizados, y por tanto pasaron a ser controlados por las autoridades de Vichy. Entre las diferentes motivaciones que impulsaron a los españoles a alistarse en la Legión Extranjera y en los RMVE, al igual que sucediera en el caso de las CTE, abandonar los campos de internamiento se presenta como la principal. Aunque cabe destacar que para aquellos cuyos familiares también estuviesen en territorio francés, su incorporación a filas facilitaba la salida de sus seres queridos de los campos, dado que el alistamiento del primero autorizaba a residir en Francia a sus familiares, cubría el alquiler de la nueva vivienda, y les otorgaba, por deducción directa de la paga del alistado, 10 francos diarios para su mantenimiento.36 No obstante, hubo quienes, desconectados de sus seres queridos por la distancia y el internamiento, vieron en su incorporación a los rangos franceses la posibilidad alejarse del tedio y la desidia que presidían los campos, activarse y recibir una buena paga por ello.37

mayo de 1939, y por individuos que habían preferido seguir internados en los campos. Leroy (2011), p. 9. 36  Serrano (2005), p. 132. 37  Remuneración que ascendía a 12 francos semanales en los tres primeros meses de instrucción, y a dos francos diarios a partir de ese momento. A ellos hemos de sumar los 500 francos que cada uno de ellos recibía en concepto de prima por alistamiento al firmar su vinculación con la Legión. Serrano (2005), p. 132.

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Conclusiones Atendiendo a la documentación analizada, ha quedado demostrado: en primer lugar, que tanto el encuadramiento de españoles en CTE como su incorporación a unidades legionarias y RMVE hunden sus raíces en la ley de organización de la nación en tiempo de guerra de 1938 y en los decretos que la modificaron a posteriori. En segundo lugar, que en el proceso de incorporación de todos ellos a los rangos franceses hubo un claro punto de inflexión que situamos en la declaración de guerra del 3 de septiembre de 1939 –momento a partir del cual la recluta para las CTE se tornó obligatoria, aumentó la presión para intentar la incorporación de internos españoles a la Legión, se crearon los RMVE y quedó oficialmente abierta una nueva modalidad de alistamiento en unidades militares: el alistamiento voluntario por la duración de la guerra–. En tercer lugar, que los campos de internamiento franceses tuvieron un excepcional peso específico en el reclutamiento español de entreguerras dado que sirvieron como improvisados centros de recluta en los que, tal y como hemos visto, se firmaron la mayoría de las incorporaciones españolas a la Legión y a los RMVE –cuerpos que, recordemos, implementaron banderas de recluta específicas en estos campos–. En conclusión, quienes entre febrero de 1930 y junio de 1940 se incorporaron a la Legión o los RMVE, lograron paulatinamente modificar la imagen negativa que de ellos tenían las autoridades francesas, quienes los consideraban elementos altamente politizados y sospechosos susceptibles de ser vigilados, por la de soldados y miembros activos de la Defensa nacional. De hecho, dichas autoridades no dudaron, tras la declaración de guerra, en apelar al sentimiento antifascista que presuponían en la mayoría de exiliados españoles, para publicitar el alistamiento militar en la Legión y en los RMVE como una nueva oportunidad de hacer frente a quienes les habían derrotado meses antes al otro lado de los Pirineos. Este discurso caló hondo en un buen número de ellos que hasta la fecha se habían mostrado reticentes a seguir combatiendo, pese a que en su mayoría compartían con quienes ya habían firmado su alistamiento la firme convicción de que la nueva guerra mundial suponía la posibilidad de continuar el combate que contra el fascismo internacional habían comenzado en la España en 1936.

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Archivos Service Historique de la Défense (Vincennes).

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Simpatías y antipatías de los exiliados republicanos en México. Discursos políticos y prácticas sociales1 Jorge de Hoyos Puente

Introducción La historia del exilio republicano en México está plagada de relatos y discursos que ensalzan la generosidad del país de acogida, así como la gran obra de solidaridad y compromiso político desplegada por el presidente Cárdenas y sus diplomáticos. Motivos no faltan para resaltar esta política ciertamente loable si la comparamos con la actitud de otros países del entorno o si analizamos el tratamiento recibido por perseguidos políticos de otras latitudes en tiempos más cercanos a los nuestros. Resulta indudable que comparativamente los republicanos españoles que llegaron a México entre 1939 y mediados de los años cuarenta corrieron mejor suerte que otros compatriotas. Sin embargo, es tarea prioritaria del historiador explorar los elementos que dan forma a los discursos construidos y asentados como verdades oficiales e indagar sobre los diferentes indicios y manifestaciones que rompen con el canon. Frente a una visión homogeneizadora de la experiencia vivida y compartida en circunstancias complejas, es conveniente prestar atención a las razones que sustentan ese universo. Para ello, en este capítulo nos ocuparemos de analizar, en primer lugar, los elementos centrales que conformaron ese discurso, que venimos denominando desde hace años como la “identidad Este trabajo se inserta dentro del proyecto de investigación “Estado, nación y nacionalización en Europa del Sur y América Latina (1850-1930). Una perspectiva comparada” (HAR2015-64419-P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, años 2016-2018. 1 

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del refugiado”.2 En segundo lugar, confrontaremos este relato con evidencias que lo cuestionan ampliamente. No se trata de un mero y burdo ejercicio de revisionismo sin más, se trata de un intento por superar ciertos estereotipos y clichés que impiden en buena medida consolidar nuevas agendas de investigación, formuladas sobre preguntas diferentes. El discurso benévolo hacia México tiene en gran medida una justificación como estrategia propicia de adaptación al medio de acogida, cargado de simpatías y buenos sentimientos, pero oculta la otra cara de la moneda, las antipatías y los límites de integración, muchos de ellos autoimpuestos. Nos interesa aquí contraponer las simpatías con las “antipatías” que son mucho más difíciles de encontrar, muy pocas veces expresadas públicamente para no ser desagradecidas, pero que contribuyen a comprender las dificultades y limitaciones de integración de un colectivo heterogéneo y contradictorio. De las antipatías surgieron los mecanismos colectivos para hacerlas frente, que estuvieron en la base de su modo de relacionarse entre ellos y con lo mexicano. Nuestra tesis es que tanto las simpatías como las antipatías condicionaron de forma duradera el modo de relacionarse con México y también a la larga su modo de integración.

Las razones de la formación de la “identidad del refugiado” La “identidad del refugiado” es un constructo historiográfico a través del cual tratamos de aportar un modelo explicativo que agrupa una serie de manifestaciones, coincidentes y repetitivas, fácilmente rastreables en diferentes relatos compartidos por los exiliados españoles en México. Se trata, por tanto, de un intento de acercamiento para comprender las razones que dieron origen a un discurso homogeneizador que tiene entre sus elementos centrales la exaltación de las simpatías y las bondades de México como país de acogida. Durante la travesía de los primeros barcos en la primavera de 1939, los exiliados españoles articularon un discurso hacia México cargado de elementos míticos y estereotipos que podemos rastrear en los diarios del Sinaia, Ipanema y Mexique. Formulado sobre categorías binarias, este discurso construía 2 

Hoyos Puente (2012), pp. 49-68.

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una serie de elementos medulares sobre los que los exiliados españoles pretendían asentar unas nuevas relaciones con México y lo mexicano. Un relato con el que definirse y presentarse ante la sociedad de acogida, y con el que trataron de combatir la imagen negativa de los “otros” españoles, los de los tiempos de la conquista y también de los emigrantes económicos. El largo viaje por el Atlántico representaba una ruptura abrupta en la que los miedos y las expectativas se mezclaban ante las múltiples incógnitas que acechaban a los exiliados, después de las dramáticas experiencias durante la guerra y la estancia en territorio francés. En las primeras travesías, los exiliados recibieron cuantiosa información sobre la sociedad de acogida para facilitar su inserción. Los españoles que llegaban a México carecían en la inmensa mayoría de los casos de unas mínimas nociones acerca del país que iban a encontrar. Entre las pocas referencias de las que disponían los exiliados, destacaba la imagen del México revolucionario, de los hombres a caballo, cubiertos de cananas, dispuestos a utilizar sus armas en todo momento. Este estereotipo fue complementado en los barcos gracias a una intensa actividad cultural. Informaciones sobre geografía mexicana impartidas por Modesto Bargalló, o las referencias del ingeniero agrónomo Vázquez Humasqué sobre el campo y la agricultura mexicana, además de explicaciones sobre la política de Lázaro Cárdenas, fueron algunas de las principales referencias ofrecidas a los exiliados.3 Así, las conferencias sobre México estuvieron acompañadas de la publicación de artículos en los diarios de las expediciones acerca de aspectos muy diversos de la vida política y cultural del México revolucionario. En los diarios de los barcos se proyectaba una visión favorable a la Independencia de México y a la Revolución Mexicana que buscaba imprimir actitudes de respeto hacia la historia del país. El presidente Lázaro Cárdenas fue retratado en los diarios de los barcos como un adalid en la defensa republicana; un estadista sin igual que había abierto a los exiliados las puertas de su país.4 Cárdenas encarnaba un México transformado, que representaba los ideales por los que los españoles habían luchado en su tierra. Sus principales discursos fueron difundidos entre los Sobre la conferencia de Bargalló, véase diario del Sinaia, n.º 5 (30 de mayo de 1939), p. 6; para Vázquez Humasqué, diario del Sinaia, n.º 18 (12 de junio de 1939), pp. 6-8. 4  Aznar Soler (1997), p. 21. 3 

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exiliados para mostrar su programa de reformas llevado a cabo en su sexenio para consolidar un nuevo Estado con el que los españoles debían identificarse. La defensa de la clase obrera, las reformas sociales y laborales, el reparto de la tierra, o la nacionalización de sectores productivos claves debían ser medidas aplaudidas por los republicanos. Nos encontramos, por tanto, ante la difusión de un perfil de Cárdenas como un gran líder político que no solo había implementado en su país algunas de las reformas y políticas que la República había intentado desarrollar en España, sino que también se ocupó de socorrer a los refugiados españoles. Un aliado contra el franquismo que personificaba la independencia del pueblo frente al fascismo.5 Otro de los elementos que aparece expresado es la prohibición expresa de participar activamente en la vida política mexicana, más allá de mostrar la adhesión a las políticas del general Cárdenas.6 Esa actitud fue mantenida por la mayoría de los exiliados incluso después de asumir la nacionalidad mexicana, acto por el cual, entre otras ventajas, les permitía la posibilidad de participar en política. Por tanto, México fue representado como un país capaz de satisfacer las expectativas básicas por las que los exiliados habían luchado de muy diversa manera. México era el país amigo que amable y solidariamente abría sus brazos para recibir a los hermanos españoles. También en los barcos comenzó a difundirse la imagen contraria a los españoles residentes en México fruto de la emigración económica anterior. Así, Benjamín Jarnés planteaba la hostilidad de los emigrantes hacia los republicanos como una situación generalizada sobre la que era necesario estar alerta.7 La emigración económica representaba la España contra la que los republicanos habían luchado y por ello resultaba un elemento pernicioso, sobre el cual los exiliados debían mantener importantes reservas, que pasaban por una necesaria diferenciación. Españoles de distintas Españas constituían horizontes y proyectos radicalmente diferentes, los emigrantes formaban una cultura política apegada a las tradiciones religiosas más conservadoras y que “Una Alocución de la UGT: A todos los compañeros de la UGT y demás antifascistas que han embarcado en el vapor ‘Ipanema’”, diario del Ipanema, n.º 2 (15 de junio de 1939), p. 6. 6  “Política de responsabilidad”, diario del Ipanema, n.º 11 (24 de junio de 1939), p. 1. 7  Diario del Sinaia, n.º 3 (28 de mayo de 1939), p. 2. 5 

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habían llegado a México con el único objetivo de hacer fortuna a costa de lo que fuese necesario. Sin embargo, los exiliados que llegaban a México debían aportar su experiencia profesional, centrarse en devolver con trabajo la hospitalidad recibida y no a llevarse.8 Funcionó entonces el estereotipo construido que asociaba valores intrínsecamente conservadores a aquellos españoles de la emigración. En todo este discurso hay una afirmación de la superioridad moral de los exiliados por el mero hecho de serlo. Su experiencia se había convertido en un sacrificio que debía continuarse, manteniendo una conducta ejemplar y un amplio compromiso con todo lo dejado atrás. Así, el exiliado debía sentirse parte de un colectivo intachable, con una conducta sostenida, capaz de afrontar los nuevos retos sin renunciar a los principios por los cuales habían luchado.9 La España que los exiliados representaban no tenía nada que ver con la España a la que pertenecían los emigrantes y, por tanto, los exiliados debían trabajar denodadamente para “establecer con su ejemplo y su trayectoria profesional” una clara diferenciación ante la sociedad de acogida. Ante la falta de referencias propias sobre la sociedad mexicana, los exiliados tuvieron que funcionar con estas imágenes, proyectadas por algunos intelectuales que pronto configuraron mitos sobre los que se articuló el imaginario colectivo de los refugiados. Conviene señalar aquí, para evitar equívocos, que no estamos manejando el concepto “mito” de forma peyorativa, ni tampoco tratando de negar ni restar autenticidad a las apreciaciones de los exiliados. Utilizo el mito como lo hace Cornelius Castoriadis, esto es, “un modo por el que la sociedad clasifica con significaciones el mundo y su propia vida en el mundo, un mundo y una vida que estarían de otra manera evidentemente privados de sentido, y que no tiene por qué ser ni verdadero ni falso”.10 La construcción de una serie de imágenes, percepciones y referencias sobre los “otros” de forma apriorística y totalizadora, que aunque tienen una base tangible, son sometidas a deformaciones propias de cualquier colectivo social. La generosidad de los mexicanos y particularmente la del presidente Cárde“Trabajar”, diario del Ipanema, n.º 25 (7 de julio de 1939), p. 1. Véase el artículo “La unidad española en México”, diario del Sinaia, n.º 18 (12 de junio de 1939), pp. 6-8. 10  Castoriadis (1995), p. 71. 8  9 

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nas, la superioridad moral de los exiliados con respecto a los otros españoles residentes en México, los emigrantes, y la voluntad de colaborar en la construcción y desarrollo de un México mejor sin inmiscuirse en su vida política, fueron algunos de los elementos que estuvieron presentes en la configuración de ese discurso de presentación hacia la sociedad de acogida. Un discurso que tenía la pretensión de facilitar al máximo la inserción tratando de evitar errores que pudieran generar malestar en los mexicanos. Simpatías todas ellas que al desembarcar se veían reforzadas por nuevos mensajes. Algunos intelectuales republicanos jugaron un papel trascendental en ese sentido y construyeron marcos referenciales sencillos a través de los cuales los exiliados debían operar en su nuevo destino. Eran explicaciones básicas y referencias cargadas de contenido moral, que actuaron con manual de instrucciones para afrontar una nueva etapa llena de incógnitas. En ese sentido, la obra de Paulino Masip Cartas a un emigrado español se convirtió en un referente para los exiliados.11 Escrita durante la travesía a México en mayo de 1939 realizada en el Veendam por los promotores de la Junta de Cultura Española, fue difundida entre los exiliados que llegaron masivamente a partir del mes siguiente como una referencia de comportamiento fundamental. De su lectura se desprenden pautas de actuación para afrontar la realidad mexicana, así como información básica de la sociedad de acogida. Esta obra destaca por su contenido moralizante, que trata de elevar los ánimos de los exiliados, abatidos por la derrota republicana y la dura experiencia de los campos de concentración franceses. El exiliado no debe sentirse como un derrotado, sino un privilegiado por la posibilidad de conservar su vida frente a los compañeros que quedaron en España. El exiliado es un luchador por la democracia que debe continuar trabajando desde una nueva trinchera contra la dictadura, tratando de superar las divisiones surgidas al calor de la guerra. A diferencia de otros exiliados, Masip proclamó en 1939 que el exilio no iba a ser una experiencia pasajera. Los exiliados debían concienciarse ante la posibilidad de que México fuese un destino duradero, en el cual debían convivir de forma respetuosa, agradeciendo la hospitalidad de los mexicanos y llevando una vida digna y responsable con sus compromisos con España. El exiliado debía armonizar el mantenimiento de su compromiso político 11 

Masip (1939).

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con el respeto a la vida política mexicana. Los españoles del exilio no podían desertar de su compromiso con la República, debían ser ejemplo de ciudadanos con un gran sentido cívico, ejemplos de moralidad española. En su obra es una idea muy asentada la necesidad de afirmar la españolidad de los exiliados, de distinguirse frente al mexicano, respetando sus costumbres y su propia dinámica social y política sin intervenir. Gracias a estas referencias los exiliados definieron una explicación sobre su llegada a México, una carta de presentación que combatiera los estereotipos y permitiera contrarrestar la fuerte campaña de desprestigio que habían extendido en México los simpatizantes de la dictadura franquista. Los exiliados debieron luchar contra dos prejuicios presentes en la sociedad mexicana. Por un lado, la imagen histórica que demonizaba a los españoles por conquistadores, tiranos y abarroteros. Por otro, la visión reciente difundida por los sectores más conservadores que caricaturizaban a los republicanos españoles como asesinos de curas, impíos y bolchevizantes.12 Frente a todo esto, jugó un papel esencial la idea promovida por ellos mismos de que los exiliados eran intelectuales, hombres y mujeres de ideas avanzadas, que luchaban por un ideal emancipador, contrario al de los anteriores españoles que habían llegado a México, huyendo de la miseria de España y pensando únicamente en enriquecerse.13 El exilio representaba la España modernizadora y secularizadora que luchó durante la República contra la España de la conquista y la emigración. Se introducía entonces una nueva variable, la reivindicación de la educación. Frente al prototipo del emigrante, ignorante y católico, los exiliados venían de una República ilustrada, eran la España culta formada por intelectuales. Esa argumentación se sustentó gracias a la importante visibilidad adquirida por los intelectuales que llegaron a México durante la Guerra Civil para fundar la Casa de España.14 Asociado al mito de los intelectuales surgió la idea del “transtierro”, promocionado por José Gaos, y que venía a representar una visión amable de una experiencia traumática como la que representa todo exilio. Con este neologismo se pretendía representar las buenas relaciones que los refugiados Pérez Montfort (1992); Pérez Vejo (2001). Masip (1939). 14  Lida (1988). 12  13 

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establecieron al encontrarse con la sociedad mexicana. Escenifica la generosidad de los mexicanos con los republicanos españoles, así como los lazos culturales que permiten al individuo que ha sido privado de su patria no sentirse desarraigado. El transtierro engloba la idea de Gaos de la existencia de dos patrias, la “patria de origen” y la “patria de destino”. Si España era la patria donde habían nacido, México era su patria de acogida, su patria de destino en tanto en cuanto representaba una segunda oportunidad para desarrollar los ideales que la Segunda República había tratado de llevar a la práctica.15 Su caracterización del exilio republicano en México como transtierro puede calificarse como mito fundacional del exilio. Sin duda, dentro del grupo de los exiliados, llegaba un importante contingente de intelectuales que han sido estudiados de forma prolija por la historiografía mexicana. A pesar de esto, ni haciendo una lectura generosa de lo que se puede considerar intelectuales, podemos decir que representaban la mayoría del exilio. El colectivo estaba formado por representantes de todos los sectores sociales, sin embargo, al dotarse de esa imagen colectiva de que todos pertenecían a una élite ilustrada, se desprendía así un cierto aire de homogeneidad que sabemos dista mucho de ajustarse a la realidad vivida por el exilio. Con estos y otros elementos, los exiliados de 1939 establecieron un discurso oficial propio, cargado de mitos, pero que originó a medio y largo plazo una identidad que perduró en el tiempo, aportando estatus social y respetabilidad a un colectivo todavía hoy identificable dentro de la sociedad mexicana. Los exiliados llegaban a México gracias a la generosidad de las autoridades del país y manifestaban su intención de contribuir activamente al desarrollo del lugar de acogida, identificándose plenamente con el ideario del presidente Cárdenas. Este discurso sobre lo mexicano se articuló sobre categorías opuestas basado en simpatías y antipatías. Las simpatías las encontramos fácilmente en el discurso oficial del exilio, centrado fundamentalmente en el agradecimiento a las autoridades mexicanas por la acogida y las facilidades desplegadas, en la solidaridad y afecto mostrado con multitud de iniciativas que hicieron del exilio español un exilio privilegiado. El culto a la personalidad de Cárdenas y el apoyo a sus iniciativas pervivieron a lo largo de décadas de forma constante. Poco impor15 

Abellán (2001).

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taron los cambios que a partir de los años cuarenta se fueron desarrollando en la política mexicana que apostaba más por el crecimiento desmedido que por el reparto de la riqueza.16 El discurso del exilio mantuvo a lo largo de las décadas la retórica del agradecimiento que se trasladaba de un presidente mexicano al siguiente como una parte más del legado cardenista, tantas veces mancillado por sus sucesores. Paulino Masip lo había dejado meridianamente claro en sus Cartas a un emigrado español, manual de instrucciones de comportamiento ampliamente difundido entre los exiliados: En esta casa te dan cobijo y el derecho a sentarte a la mesa. Impertinencia grande sería ponerte a criticar el régimen de comidas o meter baza cuando el marido y la mujer discuten por las cosas que discuten los matrimonios. Un silencio discreto será tu norma de conducta y aún más recomendable en estos trances es, con cualquier pretexto, desaparecer, refugiarte en tu cuarto o marcharte a la calle.17

Por tanto, todas las simpatías serían bien recibidas pero las antipatías debían silenciarse. Las simpatías configuraron el discurso político del exilio republicano hacia México, aquel mediante el cual buscaban su posicionamiento social y el establecimiento de relaciones políticas que se iba transmitiendo. Los refugiados “veteranos” compartían ese discurso con los recién llegados, convirtiéndose en un código discursivo y de comportamiento compartido, ampliamente difundido en la sociabilidad endogámica del exilio.

La formación de las antipatías El exilio republicano de 1939 experimentó en México una relación ambivalente con el país de acogida a pesar del adoctrinamiento. Por un lado, un lugar que abrió la posibilidad de vivir una segunda oportunidad, una vía de escape a la dictadura franquista pero también de la dura experiencia de los campos de concentración en Europa y norte de África. Por otro lado, una sociedad de acogida totalmente desconocida, con profundos contrastes de 16  17 

Hernández Rodríguez (2016). Masip (1939), p. 75.

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todo tipo, donde era necesario encontrar un espacio propio sobre el que definir algunas certezas que permitieran seguir adelante. A diferencia de todas las bondades recogidas en el discurso, no resulta difícil encontrar testimonios contradictorios a poco que nos adentremos en las entrevistas del Archivo de la Palabra del INAH, donde se recogen testimonios de exiliados muy valiosos. En esas historias de vida encontramos muchos indicios significativos. En primer lugar, la impresión sobre México a la llegada de los exiliados, donde encontramos multitud de testimonios que contrastan con esa imagen feliz de los masivos recibimientos en el puerto de Veracruz: Pero pues mi impresión primera fue un poco fea, porque [risas] pues la gente era distinta ¿no? Y… [risa]. Lo siento, pero tengo que decir que me parecieron, eh físicamente un poquito deplorables. Eh, la mayor parte de los que se ven por la calle, de los que se veían entonces por la calle, mal vestidos, pobremente vestidos, y se les veía un poco pobres de espíritu también, en fin, tuve una mala impresión.18 Pues mi impresión fue los autobuses muy sucios… […]. Y México estaba sucio, ya nosotros, sí a mí me deprimió un poco México. Lo único que me animó fue el clima, el clima era lo que nos tenía asombradas y felices, ¿no? Y yo creo, pues no sé, que era fuerte yo y dije… pero de todas maneras, yo a los dos días de llegar a México quería volver a Rusia, eso sí.19 La gente del pueblo mexicano es muy ignorante y no diferencia entre gachupines y refugiados. Los refugiados dieron mucho a México.20

En estos tres ejemplos vemos aflorar el prejuicio racial de forma muy acusada, un elemento central sobre el que apenas hay referencias en el discurso oficial del exilio, aquel que da forma a la identidad del refugiado. A pesar de sus ideas políticas progresistas, los españoles de los años treinta apenas Entrevista a la exiliada Estrella Cortichs Villals, Archivo de la Palabra, INAH – Biblioteca Orozco y Berra (Ciudad de México), PHO/10/17, p. 235. 19  Entrevista a la exiliada Amparo Bonilla Bagueto, Archivo de la Palabra, PHO/10/46, p. 343. 20  Entrevista a la exiliada Carmen Bahí de Perera, Archivo de la Palabra, PHO/10/89, p. 178. 18 

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habían conocido diferencias raciales como para tener algún tipo de conciencia política al respecto. Lo popular se asocia con suciedad e ignorancia, y se busca poner distancia rápidamente: Ah, pues ya te digo, fue feita [sic] porque La Merced era bastante desagradable, aquello estaba muy sucio. Pero, después, como nos vinieron a recoger el doctor Piñol y la señora, para que no tuviera yo esa impresión tan fea de la ciudad, pues nos llevaron por la avenida Juárez hasta La Diana. Y, claro, pues aquello ya me pareció una maravilla.21

El primer objetivo, por tanto, fue evitar el contacto con la población indígena, asociado automáticamente con lo popular y la pobreza, fortaleciendo las relaciones endogámicas del colectivo exiliado y estableciendo una primera contradicción entre discurso y prácticas, donde la admiración por Cárdenas y su política contrastaban con el modo de relacionarse con un grupo social prioritario para el presidente michoacano. A este primer choque racial hay que sumar la profunda contestación que existió dentro de la sociedad mexicana a la llegada de los exiliados españoles. El apoyo de las autoridades mexicanas contrastaba con el rechazo de amplios y diversos sectores. Su acogida fue utilizada por la derecha mexicana para atacar al gobierno cardenista, receptor de los “rojos” españoles.22 Además de la derecha mexicana, también sectores obreros veían con recelo y mostraron su oposición a lo que consideraban la llegada de mano de obra que competiría con ellos por el trabajo. La Federación Sindicalista de Obreros, Campesinos y Similares del Estado de Tlaxcala emitió un manifiesto a la nación, criticando la decisión de recibir a los refugiados españoles adoptada por las autoridades mexicanas. Ondeando la bandera nacionalista realizaron una defensa de los intereses patrios frente a los excombatientes españoles, recordando el proceso de independencia iniciado en 1810. Reivindicando la defensa del proletariado mundial, pedían especial atención para los proletarios mexicanos frente a los extranjeros, en especial los proletarios españoles, hermanos de nación de los “indeseables

Entrevista a la exiliada M.ª Libertad Peña Rambla, Archivo de la Palabra, PHO/10/29, pp. 48-49. 22  Matesanz (2000); Lida (2005), p. 161. 21 

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españoles” que maltratan a los mexicanos.23 Conocidas son también las campañas realizadas en la prensa mexicana en contra de la llegada de los españoles por parte de intelectuales conservadores.24 Destacados cardenistas como el general Antonio Piña y Soria debieron afanarse para contrarrestar la mala imagen de los republicanos españoles publicando folletos como El presidente Cárdenas y la inmigración de españoles republicanos donde sostenía la tesis de que aquellos españoles, la mayoría trabajadores y campesinos, contribuirían al desarrollo de México.25 Como señala Tomás Pérez Vejo, se ha convertido en un mito historiográfico que la sociedad mexicana acogió con los brazos abiertos a los exiliados españoles.26 Existen varios informes realizados por las autoridades mexicanas que recogen de primera mano el malestar de los refugiados por el trato hostil con el que fueron recibidos por la sociedad mexicana.27 La Revolución Mexicana había exacerbado el discurso nacionalista-indigenista culpando de todos los males mexicanos al proceso de colonización llevado a cabo por Cortés y el resto de los españoles. Esta situación se agudizaba en un momento delicado para la economía en el que las posibilidades de encontrar trabajo eran complejas para los propios mexicanos. Sin duda, este frío recibimiento, cuando no abierto rechazo por parte de la sociedad mexicana, contribuyó también a aislar a los refugiados que optaron por evitar en la medida de lo posible el contacto con los mexicanos. Bien por la creencia generalizada de que pronto iban a regresar, bien por el cierto rechazo que encontraron, los exiliados se dotaron de sus propios espacios de sociabilidad donde preservar su identidad. Clara Lida sostiene que ese deseo colectivo de aferrarse a su propia memoria contribuyó a dificultar la inserción.28 Sin embargo, en el discurso oficial del exilio encontramos la re-

Manifiesto emitido el 19 de julio de 1939. Archivo General de la Nación (AGN), Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS), caja 315, exp. 10, fol. 43. 24  Lobjeois (2001), p. 188. 25  Piña y Soria (1939). 26  Pérez Vejo (2001), p. 23. 27  Carta del inspector José M.ª Clave al comisario Cipriano Arriola (Monterrey, el 21 de julio de 1939), AGN, DGIPS, caja 315, exp. 10, fols. 46-46rev. 28  Lida (2005). 23 

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petición del mantra: “México fue un país cálido que les acogió con los brazos abiertos y donde se sintieron como en casa”. Aquellos rechazos públicos y las dificultades para encontrar los primeros trabajos distanciaron y aislaron aún más a los exiliados de lo mexicano, generando así una mayor dependencia de los organismos de ayuda para la obtención de empleo y asistencia social. No podemos perder de vista que, por el hecho de tener un color de piel distinto a la mayoría de la población autóctona, los exiliados españoles fueron encontrando oportunidades en diferentes áreas profesionales alejadas del ámbito popular. El perfil socioprofesional marcó en ese sentido la diferencia. Para aquellos refugiados que podían optar por su nivel de cualificación a trabajos de “profesionistas”, el contacto con indígenas era menor que los que debían competir por trabajos manuales. Estas antipatías fueron condicionando la propia sociabilidad del exilio, fomentando espacios cerrados que, además, se encontraban abonados por la esperanza del pronto regreso a España. Los refugiados españoles llegaron convencidos de que su estancia en México sería provisional, un hecho que contribuyó a que en un primer momento el contacto con lo mexicano fuese limitado. México no era un lugar de destino, sino un lugar de tránsito, de espera, un paréntesis en sus vidas hasta poder regresar a España.29 Por ello, la necesidad y la voluntad de integración fueron menores y las dinámicas generadas en la primera generación condicionaron su modo de vivir y conocer México. Dos elementos fundamentales de los primeros años de exilio están íntimamente ligados a esta visión de lo mexicano. En primer lugar, la alta tasa de concentración del exilio en Ciudad de México, que Dolores Pla fijó en sus estudios en torno al 70,02% del total.30 Este factor condicionó sin duda de forma reduccionista el conocimiento del país. En segundo lugar, la agrupación de los exiliados en los mismos entornos urbanos, fortaleciendo así los vínculos propios y minimizando las posibilidades de contacto con el exterior. La concentración de los exiliados en torno a determinados barrios de la ciudad, alrededor de la calle de López, o del Monumento a la Revolución, estuvieron condicionados por la precariedad económica y por el funcionamiento de los lazos de solidaridad propios de la emigración. Los 29  30 

Lida (2005), p. 167. Pla Brugat (2001), p. 167.

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refugiados compraban todos en las mismas tiendas, adquirían los mismos muebles para sus apartamentos, buscando reconstruir los hogares bajo un ambiente español.31 Estas características potenciaron una sociabilidad endogámica, ensimismada en los primeros tiempos en los debates sobre la guerra, sus causas y sus consecuencias. La comida fue, sin duda, una fuente de contrastes y profundas antipatías. Los refugiados a su llegada a México encontraron una gastronomía muy diferente a la que estaban acostumbrados y que pasarán a identificar como comida española. Palabras nuevas para definir la comida, sabores y olores que no conocían. Es una constante encontrar la mención a la comida española como uno de los signos de identidad que los refugiados conservan con el paso del tiempo. Asociado a ello, viene el rechazo hacia la comida mexicana, hacia la tortilla. En la comida depositan sentimientos de nostalgia y recuerdos de tiempos felices a los que no están dispuestos a renunciar. Resulta significativo el testimonio del exiliado Enrique Faraudo que, en su entrevista en el Archivo de la Palabra realizada, recordemos, en los años setenta, lamentaba la afición de sus hijos a la comida mexicana y su incapacidad para dejar de comer comida catalana.32 De esa antipatía hacia la comida surgieron también espacios de sociabilidad propios como restaurantes y sobre todo cafés, muy ajenos a la cultura mexicana. Cafés y con ellos las tertulias, lugares de afirmación de españolidad. Espacios de sociabilidad cotidianos que fueron creando redes y lazos entre exiliados españoles que antes no se conocían entre sí. México les había unido y debían establecer vínculos y solidaridades nuevas. En estos lugares se conocieron otros puntos de vista en torno a la guerra, al drama vivido, y compartieron muchos silencios y muchos olvidos. La antipatía hacia los emigrantes españoles se mantuvo a pesar de que dentro de la colonia española hubo manifestaciones claras a favor de los republicanos. Aunque fue una respuesta minoritaria, el Orfeó Català se implicó desde el principio en la recepción de los exiliados, creando un Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles, dirigido por José Puig, José Clavería y Juan Rovira. Esta decisión fue acompañada de la puesta en marcha de

31  32 

Ruiz Funes, Capella (2002), p. 223. Entrevista a Enrique Faraudo en el Archivo de la Palabra, PHO/10/68, pp. 189-190.

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una cuestación entre los socios.33 Muchos emigrantes vieron a los refugiados como una mano de obra de confianza, una buena posibilidad de contar con españoles en vez de mexicanos, realizando tareas de responsabilidad dentro de las distintas actividades productivas controladas por la colonia. Los emigrantes se sentían más proclives a contratar a refugiados de la misma procedencia regional.34 El fenómeno del paisanaje jugó un importante peso en ese sentido, además del valor añadido que suponía el componente racial que, pese a los tabúes ideológicos existentes, hacían más aconsejable contratar a un “rojo” español que a un “indio” para determinadas tareas. Existió una cierta solidaridad hacia los compatriotas refugiados desde el punto de vista laboral, fomentado también por la fama de eficiencia y laboriosidad con que llegaban aquellos otros españoles. En esas circunstancias, lo político podía quedar de lado, en beneficio de todos, habida cuenta, los que llegaban eran españoles antes que “rojos”. El estudio de la sociabilidad es relevante a la hora de comprender el peso de las antipatías. Las antipatías de los exiliados condicionaron sus formas de sociabilidad que, si bien no fueron de naturaleza totalmente excluyente, sí marcaron muchas limitaciones para la interacción con el mundo mexicano. Los modos en que los exiliados organizaron su existencia y su fuerte tendencia gregaria muestran claramente su impermeabilidad hacia lo mexicano y la necesidad de afirmación de españolidad. Si en los primeros tiempos esa sociabilidad estuvo marcada por la provisionalidad, siendo las tertulias de los cafés el principal exponente, con el tiempo se fue produciendo una cierta institucionalización. Lugares de sociabilidad fueron los albergues habilitados para los primeros momentos, hasta que los refugiados pudieron acceder a viviendas propias, agrupadas en los mismos edificios, en calles cercanas al centro de la ciudad. Los exiliados mantuvieron la cercanía como elemento aglutinador, también defensivo, ante una ciudad que en algunas ocasiones resultaba hostil. La sociabilidad giraba en torno a la necesidad de conseguir la inserción básica, esto es, un trabajo más o menos estable, lo suficientemente remunerado como para poder instalarse de forma digna. Así, el Centro ReCircular emitida por la dirección del Orfeó Català de Mèjic, S.C.L. Véase AGN, DGIPS, caja 81, exp. 4, fol. 81. 34  Artis (1979), p. 305. 33 

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publicano Español se convirtió en un lugar recurrente a la hora de conseguir algunos recursos proporcionados por los organismos dependientes de los partidos políticos. Esta red de espacios fue acogiendo de forma progresiva a las sucesivas oleadas de refugiados que llegaban a México a lo largo de 1939 y los primeros años cuarenta. Allí los refugiados “veteranos” ayudaban a los recién llegados a adaptarse, a comprender aquel idioma que siendo el mismo daba lugar a tantos equívocos. A medida que los exiliados fueron encontrando acomodo laboral y comenzaron a contar con ingresos suficientes, bien provenientes de los subsidios de las organizaciones de ayuda, o bien de su propio trabajo, fueron organizando sus vidas, estableciendo espacios a modo de hogares provisionales y tratando de armonizar una cierta cotidianeidad doméstica. Las mujeres jugaron un papel fundamental en esta tarea, recreando un ambiente lo más español posible, tratando por todos los medios de que sus hijos no perdieran sus raíces. La sociabilidad masculina se articuló en torno a los cafés, a los partidos políticos y a los centros regionales, espacios bastante cerrados, donde lo mexicano no tenía apenas cabida. En el caso de los centros regionales, los exiliados crearon una red propia frente a la ya existente de la emigración económica. El enfrentamiento ideológico con la colonia de emigrantes como colectivo hacía imposible que los republicanos compartiesen espacios que los emigrantes habían construido tiempo atrás. Aquí no podemos hablar simplemente de antipatías, sino de abierto conflicto y rechazo. Centros como el Casino Español, la Beneficencia Española, el Centro Asturiano, el Círculo Vasco Español, la Casa de Galicia, estaban en manos de individuos abiertamente profranquistas que participaban en actos organizados por Falange.35 Hubo algunas excepciones que tienen que ver con centros regionales de la colonia como el Orfeó Català o el Centro Vasco donde los refugiados fueron bien recibidos.36 Estos centros adquieren un mayor protagonismo a partir de la década de los cincuenta, cuando el regreso a España se evapora y las reticencias entre ambas colectividades españolas afincadas en México se rebajan. A pesar de las diferencias ideológicas existentes, acabó primando los 35  36 

Matesanz (2000), p. 344. Artis (1979), p. 315.

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elementos comunes, los gustos culinarios, el uso del lenguaje, pero también las antipatías compartidas hacia lo mexicano. Será en estos ámbitos donde algunos jóvenes exiliados se relacionen con los hijos de la colonia española de emigrantes. Probablemente fueron esas antipatías compartidas las que facilitaron el acercamiento entre ambos grupos de españoles. Para no pocos emigrantes partidarios de Franco era preferible tener un empleado “rojo español” que un “indio”, no digamos si de lo que se trataba era de encontrar un yerno o una nuera. La educación y formación de los hijos se convirtió también en una fuente de preocupaciones, paliada por la creación excepcional de los colegios del exilio. Instituciones totalmente extraordinarias y anómalas dentro del régimen cardenista permitieron a los exiliados más jóvenes recibir una educación de un nivel difícilmente alcanzable en México, pero también aislaron y protegieron, para tranquilidad de sus padres, del ambiente mexicano. Aquellos españolitos que eran objeto de burlas por parte de los niños mexicanos por llevar pantalones cortos encontraban en los colegios a compañeros con los que crecer un tanto de espaldas a la sociedad de acogida. Los hijos de los exiliados fueron educados en los colegios en un ambiente español, pero también en un agradecimiento hacia los mexicanos, viviendo las contradicciones de aquella vida un tanto bipolar, marcada por el discurso oficial cargado de simpatías y la vida cotidiana donde las antipatías habían construido un muro de aislamiento. La primera generación de jóvenes experimentó un sentimiento de ser seres desubicados, habiendo sido formados como españoles y teniendo que vivir como mexicanos. Inmaculada Cordero analizó este fenómeno señalando que la mayor frustración la vivieron aquellos que llegaron a México en la adolescencia, ya que no se sentían identificados ni con España ni con México. Por el contrario, aquellos que llegaron siendo niños o nacieron en México, a pesar de ser socializados como españoles, se integraron sin dificultad en la que era de hecho su realidad cotidiana.37 Sin discrepar del todo de esta afirmación, parece necesario matizarla. Los colegios del exilio elaboraron un discurso laudatorio acerca del importante legado cultural de la Segunda República que, sin ser falso, contribuyó de forma exponencial a asentar algunos de los elementos más distorsionadores del discurso oficial 37 

Cordero (1997), pp. 103-105.

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del exilio. Entre ellos, dotó a los jóvenes de una conciencia de superioridad moral por el hecho de ser descendientes o formar parte de aquel exilio. A los alumnos siempre se les inculcó el amor hacia México, fundado en la gratitud por la acogida, algo que contribuyó a extender la propia conciencia de ser refugiado. En los colegios se hablaba a los niños del porqué de su exilio, de lo que había sido la Segunda República en España y cómo había terminado. La presencia de la bandera republicana y la conmemoración de fechas señaladas como el 14 de abril serán una constante que aún hoy, se realiza en el Instituto Luis Vives y en el Colegio Madrid. Además, en sus aulas se mantuvieron muchos de los giros idiomáticos propios de España, lo que para algunos de los estudiantes resultó una barrera a la integración debido a que favorecía la distinción con los mexicanos.38 Con el paso del tiempo, los colegios se nutrirán cada vez más de alumnos mexicanos procedentes de sectores sociales de clases medias y acomodadas. Para una parte de la sociedad acomodada de México los colegios de los refugiados representaban sinónimo de distinción y calidad educativa, razón por la cual muchos enviaron a sus hijos a estudiar a aquellas instituciones privadas. El archivo del Instituto Luis Vives aporta datos de matrícula. Si en 1945 el cuarenta por ciento de sus alumnos eran mexicanos, en 1970 la cifra porcentual asciende al sesenta por ciento.39 A partir de los años setenta, fueron centros de recepción de hijos de exiliados argentinos y chilenos. Estas antipatías y otras, así como sus efectos, condicionaron a corto y medio plazo el proceso de adaptación e integración plena de los exiliados. Tanto su discurso político hacia México como sus prácticas sociales no pueden entenderse sin ellos.

Discursos políticos y prácticas sociales La pérdida de expectativas acerca del fin de la dictadura franquista a mediados de los años cuarenta cambió muy poco tanto el discurso político de los exiliados hacia México como sus prácticas sociales. La debilidad de la 38  39 

Monedero (1995), p. 16. Artis (1979), p. 312.

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legitimidad de las instituciones republicanas en el exilio estaba supeditada en gran medida al reconocimiento por parte de los sucesivos gobiernos del PRI de su existencia, en la medida en que el resto de apoyos internacionales se fueron esfumando debido al clima de la Guerra Fría. Es por ello por lo que los exiliados persistieron en su discurso de gratitud hacia México a pesar de los notorios cambios que se fueron produciendo. Con la pérdida de expectativas sobre el posible regreso, la despolitización aumentó entre el colectivo. La militancia activa y cotidiana se fue reduciendo, no así la vinculación emocional de los exiliados con España. Las prácticas sociales endogámicas continuaron dentro del colectivo. A pesar de que la inmensa mayoría de los exiliados tardaron poco en aceptar la nacionalidad mexicana como gesto de gratitud hacia el país de acogida, la etiqueta de refugiados no desapareció de su vocabulario aunque el estatuto de refugiado no existiera en el país de acogida. Es difícil establecer cuánto tiempo transcurre en la vida de un exiliado hasta que toma conciencia y asume su situación, su propia condición de refugiado. El ser refugiado se convierte en lo que le define, y le sitúa en una difícil posición en la que tiene que decidir de dónde es y a qué quiere pertenecer. Preguntas que en condiciones normales raramente son planteadas, y para el exiliado tienen muy difícil respuesta.40 A medida que muchos exiliados fueron consiguiendo un claro ascenso social, su estancia en México se hizo más confortable. Para muchos, México se convirtió en un lugar de oportunidades y gracias a su talento personal alcanzaron una buena posición económica. Esa condición les situó dentro de la cúspide de la sociedad mexicana, una sociedad con una división muy marcada. El exiliado que adquiere notoriedad y reconocimiento dentro de la sociedad mexicana lo hace desde la valorización de su trabajo. Así, intelectuales y “profesionistas” conformaron un núcleo influyente que contribuyó a afirmar esa percepción del exilio en su conjunto como una élite cultural. Refugiado e intelectual se convirtieron en categorías asimiladas, que mantenían sus especificidades a largo plazo. La prohibición expresa de participar activamente en política, de inmiscuirse en asuntos de política doméstica de México, les permitió en buena medida mantener esa clara diferenciación entre “ellos”, los refugiados y los mexicanos. 40 

Manea (2008), pp. 78-79.

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Desde luego, no todos los exiliados pudieron reinventarse ni adaptarse a la nueva sociedad. El factor generacional jugó un papel esencial, así como las posibilidades de conseguir una inserción laboral plena y satisfactoria en un país con muchas similitudes con la España republicana, pero sin duda con profundas diferencias culturales y políticas. Así, en un exilio eminentemente familiar, podemos encontrar dentro de un mismo hogar sensaciones contrapuestas y modos opuestos de afrontar la vivencia del exilio. Los refugiados que fueron dispersados por la República mexicana, especialmente los que estaban alejados de los núcleos urbanos y de núcleos de refugiados, vivieron la experiencia del destierro más absoluto, con una sensación de rabia e impotencia, en el mejor de los casos, optaron por gachupinizarse, esto es, por desarrollar estrategias de integración propias de emigrantes económicos. Sin el vínculo y contacto cotidiano con otros refugiados, cayeron en el anonimato, quedando diluida su existencia y su sacrificio. Fueron muchos los que no se sintieron en absoluto identificados con el neologismo gaosiano del transtierro y, sin embargo, se extendió como sinónimo de forma incontestable. Fueron los más jóvenes, los que no protagonizaron la Guerra Civil aunque sí la padecieron, y especialmente los ya nacidos en México, los que tomaron antes conciencia de su inevitable permanencia en México. Condicionados por la experiencia de sus padres, por su discurso y su sociabilidad, fueron buscando una mayor integración en el país, ansiando una asimilación con la élite mexicana, especialmente en su esfera económica y cultural. Liberados la mayoría del peso ideológico de sus padres, aunque manteniendo algún rasgo más estético y folclórico que real, fueron vislumbrando un nuevo horizonte de posibilidades, generando nuevas simpatías y antipatías, que en ocasiones produjeron un fuerte conflicto generacional. A pesar de esta realidad, no fueron pocos los jóvenes que siguieron reproduciendo el discurso oficial marcado por las simpatías hacia México, viviendo las antipatías hacia lo mexicano. Herederos del marchamo cultural que embadurnaba a todo el colectivo, aprovecharon esa proyección para alcanzar una posición social muy acomodada sustentada sobre una contradicción evidente: el mantenimiento de su discurso progresista, pretendida herencia de la República española, mezclado con unas prácticas sociales claramente excluyentes. Esos exiliados, insistimos no todos, fueron sin embargo los que se convirtieron en los portavoces del exilio español, los que fijaron el relato de los acontecimientos. Su pertenencia

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al colectivo se convirtió en su mejor carta de presentación, por ello fomentaron prácticas endogámicas, repartiendo estatutos de limpieza de sangre y acumulando apellidos a modo de una pretendida nobleza de espíritu. A pesar del discurso favorable hacia México, ese exilio español vivió durante décadas de espaldas a la sociedad mexicana en su conjunto. De hecho, los trabajos del antropólogo Michael Kenny y su equipo demostraron ya en los años setenta del siglo pasado que para la población mexicana era muy difícil diferenciar entre españoles refugiados y emigrantes económicos.41 Solo los sectores más ilustrados de México consiguieron cambiar parcialmente la imagen negativa hacia esos españoles. Esa incomunicación con lo mexicano les permitió en gran medida mantenerse aislados de la evolución de la vida política mexicana. Resguardados en su recuerdo a España y su sentimiento de pertenencia a otro contexto, su silencio fue una constante. Su agradecimiento a México se convirtió también en una justificación para mantener su apoyo implícito a un PRI que distaba mucho de lo que Cárdenas había soñado. Por tanto, simpatías y antipatías condicionaron de forma notable los modos de vivir y sentir en México de este colectivo. Finalmente, esa imagen monolítica del exilio, articulada en torno a mitos e interpretaciones válidas pero no totalizadoras, sirvió como elemento de integración en la sociedad de acogida y en alguna medida continúa viva en los descendientes. Sin embargo, bajo esa apariencia se esconden multitud de historias que corroboran las palabras de Ramón Gaya, cuando afirmaba la imposibilidad de hacer una historia fidedigna del exilio: “lo que hay son exiliados: no hay un exilio único que tenga una forma de ser, los exiliados son muchos y cada uno de ellos entiende y siente su exilio como único”.42 Cualquier pretensión de acercamiento unívoco al exilio resulta fallida y empobrecedora. Sin embargo, hay que reconocer que, pese a que las experiencias fuesen muy diferentes desde el punto de vista emocional, generacional, económico o cultural, todos ellos se reconocen como “refugiados” por encima de cualquier otro calificativo. Y eso que en México, como nos recuerda Clara Lida, desde el punto de vista jurídico la condición de refugiado no fue legalmente reconocida hasta

41  42 

Kenny et al. (1979). Capella (2006), p. 15.

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1990.43 Gloria Artis que ha estudiado desde el punto de vista antropológico a los refugiados españoles, ha establecido que por su autoadscripción, los exiliados constituyen un grupo étnico.44 Sin duda es así, un grupo diverso, contradictorio y apasionante. La inmensa mayoría de los exiliados, aquellos de los que no sabemos nada, se integró y desapareció. La primera generación vivió con una profunda frustración, pero sus hijos, alejados de los colegios del exilio, experimentaron un proceso de integración al margen de ese relato, con sus propias simpatías y antipatías tan difíciles de rastrear.

Archivos Archivo General de la Nación (Ciudad de México). Biblioteca Manuel Orozco y Berra (INAH, Ciudad de México). Archivo del Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles. Archivo de la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia. BINAH (México D.F., México).

Periódicos Ipanema. Diario de abordo. Sinaia. Diario de la primera expedición de republicanos españoles a México.

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Lida (2009), p. 12. Artis (1979), p. 295.

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El exilio antifascista de habla alemana en México durante la Segunda Guerra Mundial: una peculiar adopción del mito de la Revolución Mexicana Andrea Acle-Kreysing

Es historia bien conocida que, durante la Segunda Guerra Mundial y en virtud de circunstancias extraordinarias, México se convirtió en el centro de actividades más importante del exilio comunista alemán después de Moscú. Las actividades políticas y culturales emprendidas por este exilio cristalizaron en torno al Movimiento “Alemania Libre” (Bewegung Freies Deutschland), activo entre 1941 y 1946, el cual alcanzó una notable proyección internacional, gracias en buena medida al apoyo otorgado por el gobierno mexicano. En aras de emprender una nueva aproximación al tema del exilio antifascista de habla alemana en México, creo preciso hacer una labor más fina de contextualización histórica, para lo cual resulta idóneo abordar –con nuevos ojos– un tema clásico: la manera en que los exiliados germano-parlantes analizaron la Revolución Mexicana (1910-1917), entendida como fenómeno histórico y como mito político. Escribir sobre la Revolución fue menos un rito de iniciación en la cultura mexicana que una meditación sobre la posibilidad universal, no solo de rebelarse en contra del orden establecido, sino de fundar una sociedad sobre bases nuevas. Para los exiliados, el complejo entramado de historia y mitología llamado Revolución Mexicana puso a prueba su optimismo histórico respecto de su propio país y el de acogida, obligándolos a repensar sus creencias y marcos ideológicos. En este artículo, haré referencia a algunas de los escritos más significativos del exilio antifascista de habla alemana en torno a la Revolución. Comenzaré por sus predecesores en el tiempo, el novelista B. Traven y el economis-

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ta Alfons Goldschmidt, los primeros en dar a conocer a lectores de habla alemana el México revolucionario, con todas las luces y sombras del caso. Posteriormente, daré voz a los textos escritos bajo la experiencia del exilio, comenzando por el reportaje sobre mujeres zapatistas hecho por Gertrude Duby en 1942, la colección de artículos periodísticos titulada Entdeckungen in Mexiko (1945) de Egon Erwin Kisch, los relatos mexicanos de Gustav Regler bajo el título de Vulkanisches Land (1947), la novela corta Crisanta (1950) y algunos ensayos contemporáneos de Anna Seghers, la novela para jóvenes Trini. Die Geschichte eines Indianerjungen (1954) de Ludwig Renn, la novela Sonntagsträumerei in der Alameda (1961) de Bodo Uhse y, por último, los escritos autobiográficos tanto de Bruno Frei (1972) como de Alexander Abusch (1986). No se trata de una lista exhaustiva, pero sí una muestra representativa de diversos estilos literarios y registros políticos que permitirá explorar hasta qué punto la percepción que estos autores tuvieron respecto de la Revolución Mexicana estuvo constreñida por dos límites: en primer lugar, los prejuicios raciales, puesto que predomina la tendencia a definir al indígena, sujeto histórico predilecto, en términos raciales y no sociales, lo que suele dejar abierta la cuestión de cómo distinguirlo del mestizo y, todavía más, la posibilidad de quizás darle a este, luego de 400 años de mestizaje, un tratamiento de blanco, es decir, de igual; y en segundo lugar, es necesario tomar en cuenta que la percepción de México, de sus éxitos o fracasos históricos, es inseparable de las experiencias –e incluso crisis ideológicas– de los propios autores, con raíces dentro y fuera de México. Además, la mayoría de estos autores escribió para un público alemán, por lo que México sirvió como una excusa para narrar, explicar o justificar algo, no estrictamente relacionado con un esclarecimiento de su historia.

Antecedentes: un gran salto desde el desprecio hacia la admiración La historia de la recepción que la Revolución Mexicana tuvo en Alemania comienza con una saga de incomprensión y mala prensa. Como a prácticamente todos los diplomáticos extranjeros en México, la revuelta de Francisco I. Madero en 1910 –que puso fin a la dictadura de Porfirio Díaz y dio inicio

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a diez años de conflicto armado– tomó a los representantes de Alemania por sorpresa. Una vez que las expectativas de que Madero siguiera dando el mismo trato favorable a los intereses extranjeros en México se desvanecieron, Alemania se unió a las demás potencias que vieron con buenos ojos el golpe de Estado que llevó a Victoriano Huerta al poder en 1913. Después de todo, prevalecía el prejuicio de que un gobierno democrático era inviable en México y de que solo la mano fuerte de un gobierno autoritario mantendría al pueblo mexicano en paz.1 A partir de 1914, tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, las potencias extranjeras –Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania– intentaron beneficiarse de la guerra civil en México mientras que, a su vez, los distintos líderes revolucionarios de México intentaron capitalizar el conflicto mundial para consolidarse en el poder. Según Katz, para la diplomacia alemana, México era un instrumento útil para provocar hostilidades que ataran a Estados Unidos al continente americano, minando así sus aspiraciones globales. Este fue el origen del famoso telegrama Zimmermann de enero de 1917: a cambio de una alianza, Alemania proponía a México ayuda para reconquistar una gran parte del territorio que había perdido tras la guerra con Estados Unidos en 1848; en realidad, se trataba de arrastrar al presidente Venustiano Carranza a una guerra con Estados Unidos y luego dejarlo a merced de sus propios recursos.2 Tampoco la prensa de la socialdemocracia alemana mostró inicialmente simpatías respecto de la Revolución, descrita como obra de capitalistas estadounidenses y escenario de disputas personales por el poder, las cuales excluían a amplios sectores del proletariado urbano y rural.3 Pasado el tiempo, la Revolución Mexicana fue adquiriendo una reputación más positiva en Alemania gracias a las crónicas y obras literarias de los emigrados, como en el caso paradigmático del novelista B. Traven y el menos conocido del escritor Alfons Goldschmidt. De esta manera, la Revolución dejó de ser un episodio más en la historia de un país supuestamente condenado al caos político, para convertirse en ejemplo de una lucha por ideales universales. Solo entonces pareció que había quedado atrás el tiempo en que alguien pudiera escribir Katz (1981), pp. 73-74; Meyer (1991), p. 24. Katz (1981), pp. 557-561. 3  Katz (1981), p. 562, y (1995), p. 161. 1  2 

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que aquellos a quienes en México se veneraban como héroes eran “Kirchenräuber, Kaisermörder und Landesverräter”, ladrones de iglesias, asesinos de emperadores y traidores a la patria, y que era recomendable alejarse lo más posible de sus habitantes, “Mischlingen” o personas de “raza mixta”, a quienes solo causaba impresión el dinero y la violencia, como escribió en su diario la esposa de Edmund von Heyking, ministro alemán en México de 1898 a 1902.4 Desde sus inicios, la Revolución fue un acontecimiento mediático continental y, como tal, inseparable de una tendencia hacia la mitificación por parte de amigos y enemigos. Que el conflicto mexicano se hiciera presente en América Latina se explica en virtud de la prensa sensacionalista de Estados Unidos, deseosa de subrayar el caos y la violencia en México, y también gracias a la política de acercamiento con América Latina emprendida por el gobierno mexicano, la cual se tradujo en campañas publicitarias y viajes de intelectuales mexicanos en América del Sur, difundiendo la imagen de México como “país en pie de lucha contra las injusticias seculares y las agresiones extranjeras”.5 Esta imagen mítica de México, concebida como producto de exportación, cayó en la tierra fértil que supuso entonces el ascenso político y cultural de las clases medias latinoamericanas, y vino a llenar en parte el vacío que, en términos de moldes culturales y perspectivas de futuro, había dejado Europa al embarcarse en la “catástrofe sin sentido” de la Primera Guerra Mundial.6 La fascinación por el México revolucionario en Estados Unidos y Europa dio pie a viajes que fueron una mezcla de peregrinación política y turismo de alto riesgo, llevados a cabo por escritores ingleses como D. H. Lawrence, Aldous Huxley o Graham Greene, o americanos como Katherine Ann Porter, Carleton Beals y John Steinbeck.7 Entre aquellos que esperaban hallar en México, amén de la riqueza de su pasado prehispánico, el desarrollo de Heyking (2012), entradas del 19 de mayo de 1900 y 18 de junio de 1901. Texto completo disponible en línea, pero sin numeración por página: [2 de agosto de 2017]. 5  Yankelevich (2010), p. 212. 6  Rinke (2014), pp. 297-298, 305, y (2015), p. 296. 7  Buchenau (2004), pp. 95-96. 4 

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un experimento social único, suponiendo que la Revolución había inaugurado una era de poder obrero y campesino, se encontraban también Alfons Goldschmidt y B. Traven. Ellos representan un caso interesante, ya que sus obras están coloreadas por el rechazo a la ideología del nacionalsocialismo en Alemania, en cuanto esta significaba opresión para el proletariado y persecución racial. La manera en que Goldschmidt y Traven abordaron el tema del “indio” mexicano muestra cómo sus reflexiones fueron inseparables de su contexto ideológico, dominado por el tema de la “raza” y de un determinismo biológico del cual no siempre lograron escapar. El caso de B. Traven, cuya prolífica carrera como escritor había concluido prácticamente cuando el exilio antifascista de habla alemana llegó a México, es ilustrativo del recorrido que seguirían algunos: un inicio marcado por una fe arrebatada en el destino revolucionario de México que, tras una serie de decepciones, desembocó en pesimismo, crítica y –algo casi exclusivo a Traven– en mutismo. En Land des Frühlings (1928), Traven escribió una oda gloriosa a la Revolución Mexicana, la cual creía que había triunfado sin necesidad de un programa o un partido, en cuanto auténtica insurrección de la clase obrera y no mera rebelión de una camarilla.8 Dirigiéndose a quienes eran sus lectores más importantes, las clases trabajadoras y germano-parlantes de Europa Central, Traven se valió de la Revolución Mexicana para poner al día su credo izquierdista, aquel que lo había llevado a participar en el breve episodio revolucionario de la República soviética de Múnich (1919) como editor de un periódico anarquista. Aunque Traven pronto se arrepentiría de sus juicios sobre México, sus libros despertaron la admiración del socialista Karl Kautsky y del escritor Kurt Tucholsky, quien celebró su talento épico al lograr un diálogo de proletario a proletario, revolucionario pero libre de dogmas.9 La profunda decepción de Traven respecto a cómo las promesas de cambio revolucionario se postergaron durante el Maximato (1928-1934), periodo dominado por la figura del expresidente Calles, e incluso durante la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940), se reflejó en sus llamadas “novelas de la jungla”, donde Traven denunció la persistencia de un trabajo 8  9 

Zogbaum (1992), pp. 39-42. Tucholsky (1975), pp. 330-333.

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semiesclavo en las monterías de caoba del sur de México, en los estados de Chiapas y Tabasco. Prescindiendo de la indudable empatía que sentía por los indígenas, el objetivo principal de Traven seguía siendo el de influir a sus lectores germano-parlantes mediante parábolas políticas extraídas de la historia mexicana, aunque con una veracidad relativa.10 Frente a la parálisis mostrada por los partidos de izquierda ante el avance del nacionalsocialismo, novelas como Regierung (1931) y Marsch ins Reich der Caoba (1933) sirvieron a Traven para recomendar la acción independiente de la clase obrera, al margen de partidos y sindicatos, mientras que en Die Rebellion der Gehenkten (1936) intentó demostrar cómo la opresión necesariamente conducía a la rebelión, aunque la revancha sangrienta de los indígenas ahí retratada nunca hubiera tenido lugar ni fuera retrato fiel de la historia de Chiapas, adonde nunca llegaron las promesas revolucionarias.11 Este ciclo se cerró con Ein General kommt aus dem Dschungel (1939) que narra la historia de un grupo de revolucionarios que abandona el idealismo tras la victoria y se conforma con hallar “tierra y libertad” para sí mismos, dando comienzo a un nuevo ciclo de explotación.12 Ello revela cómo la presidencia de Cárdenas no despertó ningún entusiasmo en Traven, quien creía que el reparto agrario solo servía para aumentar la influencia del gobierno, y que los ejidos –parcelas de tierra comunal– eran ineficientes. Una vez que Traven abandonó su fe en la Revolución Mexicana y en el potencial revolucionario del indígena, México pasó de ser una dreamland para convertirse en una wasteland, conclusión que le llevó al abandono de su carrera literaria.13 Cabe preguntarse si el origen de tal conclusión, atribuir el desarrollo histórico a las limitaciones de una fallida naturaleza humana, descansa en el propio diagnóstico que Traven hizo del “problema” del indígena mexicano. Como señala Zogbaum, para Traven el indígena estaba definido racialmente, a partir de ciertas características físicas, por lo que veía sangre e influencia indígena en todas partes; en realidad, en México un indio estaba determinado socialmente y, dado su aislamiento cultural y lingüístico respecZogbaum (1992), pp. 100 y 108-111. Zogbaum (1992), pp. 127-128, 184-185 y 188-191. 12  Zogbaum (1992), pp. 201-202. 13  Zogbaum (1992), p. 208. 10  11 

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to de la sociedad hispanizada, ocupaba el escalafón más bajo de la sociedad.14 Y, de manera inconsciente, parece que Traven no fue ajeno a la falta de alternativas que los indígenas habían experimentado por siglos, y que él también redujo una vez que dejó de creer en una auténtica revolución en México: si el indígena se integraba a la vida citadina, criticaba el alejamiento de los valores de su comunidad original; si se entregaba a prácticas religiosas, alegaba que el único efecto que la Iglesia había tenido entre los indígenas era aumentar sus supersticiones; y, por último, si se mezclaba con otras “razas”, podía perder su propia identidad. Resulta difícil leer hoy lo que Traven escribió en 1931 sobre el mestizaje como origen de la corrupción de México, afirmando que, durante los periodos de “mezcla racial”, era común que las nociones tanto de justicia como de crimen se volvieran frágiles, permitiendo que aquellos con menos escrúpulos se impusieran sobre el resto.15 El recorrido que Alfons Goldschmidt hizo por la historia de México comenzando con el libro de viajes Mexiko (1925) y terminando en el estudio Tierra y libertad: el desarrollo campesino de México (1940) difiere radicalmente del de Traven. Goldschmidt, uno de los primeros intelectuales occidentales en viajar a la Rusia soviética y recordado en México como divulgador del pensamiento económico marxista, estuvo en este país entre 1923 y 1924 como catedrático universitario invitado por José Vasconcelos cuando ambos coincidieron en la Argentina. En 1928, como parte de un largo viaje por América y Europa, regresó a México, país que sería su destino final tras haber huido de Alemania perseguido por sus ideas y origen judío, y donde radicó desde 1939 hasta 1940, año de su muerte, no sin antes haberse convertido en figura central de la Liga Pro-Cultura Alemana, la primera asociación antifascista germano-parlante en México.16 “Die Rasse ist sozial zu deuten”, la raza se define socialmente, es el argumento que sostiene la obra de Goldschmidt, para quien las especulaciones sobre la pureza de la sangre son un sinsentido absoluto.17 Según él, era neceZogbaum (1992), pp. 78-79. Zogbaum (1992), pp. 79, 55 y 117. 16  López de la Parra (2009), pp. 105-109; Kießling (1974), pp. 123-124; Pohle (1986), p. 100. 17  Goldschmidt (1985), p. 180. 14  15 

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sario librarse de las necedades propagadas por los “Additionshistoriker”, sumadores de historia, objetivo que llevó a Goldschmidt al superlativo cuando describe a los indígenas mexicanos: sus dedos de filigrana que pintan sobre la cerámica animales fantásticos que recuerdan a Van Gogh; sus composiciones musicales que poseen gorjeos y tintineos dignos de Mozart; el andar de sus mujeres que es idéntico al de una gacela, símil que en Europa solo existe en la poesía; su visión de la muerte como “ein chevalereskes Hinübergehen”, una transición caballeresca sin angustia u horror; y un lenguaje claro y agradable al oído, de ninguna manera inferior al español.18 Ni salvaje ni sucio, afirma, el indígena estaba afortunadamente lejos de la civilización, entendida como “ein unorganischer Kampf gegen die schmutzige Komplizierheit der Gesellschaft”, una lucha inorgánica en contra de las sucias complicaciones de la sociedad.19 Su violencia y brutalidad ocasionales podían explicarse en virtud del odio acumulado tras siglos de dominación colonial, así como de una cristianización llevada a cabo por la fuerza por una Iglesia a la que, habiendo protegido siempre a los lobos, no podían pedírsele corderos.20 Goldschmidt coincide con Traven al advertir cómo los indígenas pierden su identidad al caer bajo efectos de una falsa civilización en los arrabales de las ciudades, y comparte la misma dificultad en asimilar al mestizo como agente histórico, cuya “Gefühls- und Energieheterogenität” lo vuelve impredecible, aunque absteniéndose de recurrir a las explicaciones genéticas.21 No se trata de un “Rassensproblem” sino de un “Intensitätsproblem” ya que, según Goldschmidt, el color de la piel es irrelevante al momento de explicar las diferencias entre sociedades, las cuales tienen su origen en los distintos estadios por los que atraviesa la historia humana, caracterizada por un perpetuo impulso hacia la transformación: la Revolución, común a todos los pueblos.22 Para Goldschmidt, los grandes líderes revolucionarios de México habían sido Miguel Hidalgo y Emiliano Zapata. A principios del siglo xix, siguiendo un ímpetu similar al de la Revolución Francesa, Hidalgo había Goldschmidt (1985), pp. 122-129 y 145. Goldschmidt (1985), pp. 127 y 148. 20  Goldschmidt (1985), pp. 124 y 143-144. 21  Goldschmidt (1985), pp. 120 y 146-147. 22  Goldschmidt (1985), pp. 111-113 y 153-154. 18  19 

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intentado liberar a la nación y al indio de la esterilidad de la vieja España, valiéndose de la Virgen de Guadalupe, “Klassenkampfmadonna”, patrona de la guerra de clases. Pero, continúa Goldschmidt, una vez que la tierra pasó de las manos muertas de la Iglesia a la mano muerta del capital, dejando al campesino indígena en el mismo desamparo de antes, fue necesario que Zapata surgiera a principios del siglo xx para dar nuevo sentido a la lucha por la tierra y la libertad, sentando así las bases para un futuro socialista.23 Quince años después, en Tierra y libertad, Goldschmidt escribió que “Zapata no ha muerto para los indios” y que seguía viviendo, aunque ahora provisto de una “ideología científicamente fundada”. El optimismo de Goldschmidt se extendió al reparto de tierras emprendido por el presidente Cárdenas, el cual le pareció lejos del objetivo de gobiernos anteriores de “disimular la proletarización creando minifundios”, aunque sin dejar de advertir que los ejidos seguían supeditados a la gran propiedad latifundista.24 La idea de que la Revolución Mexicana permanecía incumplida y que anticipaba un futuro socialista, lejos de entusiasmar únicamente a Traven y a Goldschmidt, fue patrimonio de toda una generación de intelectuales de izquierda en México, por lo que se convirtió en un tema ineludible para el exilio de habla alemana. La mayoría de exiliados llegaron al país a fines de 1941 y principios de 1942, cuando Goldschmidt había muerto y Traven llevaba dieciséis años de residencia en México. De forma predecible, el Movimiento “Alemania Libre” intentó situarse bajo la protección simbólica de estos, sus predecesores. En una ceremonia a fines de 1942, a Goldschmidt se le honró como “Wortführer der besten humanistischen Ideen ihrer Zeit” junto con Humboldt, por las ideas humanistas que le permitieron imaginar un futuro sin discriminación de razas o pueblos.25 Pero todos los intentos de establecer una relación con Traven fueron en vano, ya que este temía que su verdadera identidad –como el anarquista Ret Marut, prófugo de una sentencia de muerte– fuera descubierta, eliminando el misterio que lo rodeaba e incluso provocando que se le expulsara de México.26 El caso es que los Goldschmidt (1985), pp. 171-178. Goldschmidt (1940), pp. 100-101 y 106-107. 25  Renn (1979), pp. 131-132. 26  Zogbaum (2012), pp. 7-8. 23  24 

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escritos de Renn, Kisch, Seghers, Regler y Uhse seguirían la senda marcada por Traven y Goldschmidt, oscilando entre el pesimismo y el optimismo, entre explicaciones basadas en la naturaleza humana o en la historia, y con la mirada firmemente puesta en Europa. Después de todo, para ellos, escribir sobre el potencial revolucionario de un pueblo oprimido tenía mucho más sentido como expresión de sus esperanzas respecto a la Alemania fascista que como apreciación histórica del México de 1910.

Proletarización y revaloración en tiempos de guerra La Segunda Guerra Mundial fue, casi inesperadamente, un catalizador de percepciones positivas sobre la Revolución Mexicana. A pesar del cambio de ruta tan significativo que supuso la llegada al poder de un moderado como Ávila Camacho, poniendo fin al entusiasmo reformista de Cárdenas, la Revolución siguió siendo el recurso último del gobierno para justificar sus actos, incluyendo un compromiso internacional antifascista, ahora motivado más por la voluntad de alinearse con Estados Unidos que por el deseo de colocar a México en una vanguardia progresista.27 Sin embargo, prevaleció una cierta continuidad en la política migratoria: si Cárdenas se había distinguido por la recepción en México de alrededor de veinte mil exiliados españoles republicanos, Ávila Camacho otorgó su apoyo oficial al centenar de exiliados germano-parlantes que llegaron a México, muchos de los cuales habían participado en la Guerra Civil española y terminado presos en campos de concentración franceses. Esta relación privilegiada con el gobierno mexicano permitió a “Alemania Libre” sobreponerse a críticas y rivales, así como sacar adelante algunos de sus proyectos más ambiciosos, como la creación de un Comité Latinoamericano de Alemanes Libres en 1943, una especie de frente antifascista alemán para toda América Latina y, también en ese mismo año, la publicación de una obra excepcional, El libro negro del terror nazi en Europa: testimonio de escritores y artistas de 16 naciones, el cual condenaba frontalmente el Holocausto del pueblo judío.28 27  28 

Acle-Kreysing (2016a), p. 574. Acle-Kreysing (2016a), pp. 597-599, y (2016b), p. 679.

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La presencia del exilio alemán en México no solo apuntaló simbólicamente la política exterior de Ávila Camacho, quien no por ello cedió un ápice en su posición anticomunista, sino que también actuó en conjunción con los intereses de la izquierda –o izquierdas– mexicana. El punto de encuentro fue el antifascismo, entendido como una cultura política que, descansando en redes de solidaridad trasnacionales, exhortaba a tomar parte en lo que se percibía como una lucha entre la civilización y la barbarie (fascista), según el diagnóstico repetido sin tregua por discursos y panfletos. Inicialmente concebido como respuesta a acontecimientos internacionales, el antifascismo pronto derivó en una reflexión sobre la propia situación y, en México como en todo el mundo, oscilaría siempre entre dos vertientes: por un lado, un discurso centrado en la defensa de los valores de la democracia liberal y de los regímenes preexistentes; por el otro, un discurso revolucionario que buscaba superar el fascismo mediante una transformación radical de la sociedad, sostenido por distintos actores de la izquierda, protagonistas también de las batallas ideológicas desencadenadas por el pacto de no agresión entre Hitler y Stalin, vigente entre 1939 y 1941.29 En México, el componente fundamental del antifascismo revolucionario, coexistiendo con el antifascismo oficial que insistía en el mantenimiento de la unidad nacional, fue un llamado a poner al día –en clave marxista– a la Revolución Mexicana, para que esta pudiera alcanzar su plena realización. El principal representante de esta posición –y aliado crucial del exilio alemán– fue el líder obrero Vicente Lombardo Toledano quien, aunque marxista y admirador de la Unión Soviética, buscaba una alianza con el Estado y se mantuvo lejos del Partido Comunista, con el cual compartía sin embargo un discurso similar.30 El secretario general de este, Hernán Laborde, insistía en que México y Rusia estaban hermanados por su pasado revolucionario y su vocación progresista.31 Juicios parecidos se encuentran en otras figuras claves de la izquierda, como Narciso Bassols, quien creía que la Revolución Mexicana era “un capítulo de la lucha contra la explotación general que la división de clases ha engendrado” que ponía al país en la vanguardia antifascista, mientras que en una novela del escritor Acle-Kreysing (2017); Seidman (2014). Acle-Kreysing (2016a), p. 581; Zogbaum (2005), p. 6. 31  Laborde (1938), p. 10. 29  30 

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José Mancisidor, cuyo estilo didáctico recuerda a Traven, el grito de “la Revolución nos ha traicionado” es sustituido por el de “la Revolución no se ha realizado”, o sea trocado en “independencia económica”.32 Al mismo tiempo, durante la década de 1940, la apreciación positiva de la Revolución Mexicana dejó de ser patrimonio exclusivo de la izquierda. En 1942, la entrada de México a la guerra dio lugar a un importante cambio de la imagen del país, ahora visto como “camarada” de los Aliados. Un caso paradigmático es el de Gran Bretaña: prescindiendo del recurso clásico del “análisis racial”, tanto en una serie de obras literarias como en la prensa londinense, la Revolución Mexicana fue celebrada como un justo impulso hacia la elevación del nivel de vida de las masas indígenas, largamente oprimidas por un régimen despótico.33 Por tanto, el descubrimiento que el exilio comunista alemán hizo de la Revolución Mexicana se dio en este marco doble de proletarización y revalorización: mientras que unos insistían en su potencial revolucionario latente, otros le otorgaban su justo valor histórico, sin creer necesariamente en su posterior desenvolvimiento. Un caso temprano es el reportaje sobre mujeres zapatistas que la suiza Getrude Duby emprendió en 1942, cautivada por una imagen positiva de México como “país de tradiciones ancestrales y de revolución social” que aminoraba la decepción que sentía respecto del avance del fascismo en Europa.34 El enfoque de Duby no estuvo exento de una “perspectiva exotizante basada en criterios raciales” y, si bien anhelaba rescatar a estas mujeres del olvido, resentía a aquellas que divergían de su propio ideal revolucionario.35 La figura de Zapata fue la inspiración detrás de Trini. Die Geschichte eines Indianerjungen (1957) del escritor Ludwig Renn, comunista y antiguo combatiente en las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española, quien hizo así una contribución poco conocida al género llamado “novela de la Revolución Mexicana”. En Trini, esta tomó la forma de una “Bauernkrieg”, una revuelta campesina que, protagonizada por Zapata, dio voz a sectores de la sociedad tradicionalmente oprimidos y que permanecía todavía Bassols (1996), pp. 160-161 y 213; Mancisidor (1979), pp. 12, 15 y 27. Meyer (1991), pp. 529, 532-534. 34  Cano (2010), pp. 581-583. 35  Cano (2010), p. 593. 32  33 

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latente el pueblo, en forma de un anhelo de una revolución –ahora sí– proletaria y comunista.36 El vocabulario elegido por Renn en las últimas líneas de la novela no deja de ser revelador: tras diez años de esfuerzos, los vecinos del antiguamente insignificante poblado Tepotla aseguran haber descubierto el “Macht des bewaffneten Volkes” o poder del pueblo en armas, mediante el cual se proponen hacer realidad los postulados de Zapata en el futuro.37 Sin embargo, al reducir la Revolución Mexicana a un conflicto entre un “Bauernarmee” y un “Räuberarmee”, entre campesinos y bandidos, Renn peca de simplismo, el cual puede atribuirse a los propósitos didácticos de su libro. Escrita en el contexto de Alemania Oriental, Trini cumplió la misión de mostrar solidaridad con pueblos oprimidos de acuerdo a la política del partido, así como de ser vehículo de ideales comunistas, valiéndose de un tema recurrente: la aldea como parábola de la vida colectiva, a la que contribuyen tanto niños como adultos.38 Al igual que Renn, Alexander Abusch, periodista y funcionario del Partido Comunista Alemán, expresó su admiración por Zapata, cuyo lema de “Tierra y Libertad” consideraba como condición fundamental de una democracia mexicana, e incluso rememoró la famosa carta de 1918 donde Zapata se refirió a “la causa del México revolucionario y la causa de la Rusia irredenta” como idénticas.39 Abusch afirma que él y los demás exiliados habían llegado a México con las ideas de Humboldt en su “geistiges Gepäck”, un bagaje espiritual centrado en la idea de la unidad de las razas humanas a partir de un anhelo de libertad común. Sin embargo, vuelve a camino trillado cuando explica cómo pronto abandonó su idea original de que las clases gobernantes de América Latina estaban conformadas únicamente por blancos para descubrir cómo, en los grandes momentos libertarios de México (Miguel Hidalgo en contra del colonialismo español y Benito Juárez en contra del imperialismo europeo en el siglo xix, y Zapata en contra del capitalismo en el xx), las dos razas siempre habían concertado esfuerzos.40 Por lo demás, Renn (1959), pp. 339-340. Renn (1959), p. 335. 38  Di Napoli (1984), pp. 286-287 y 295; Richter (1995), pp. 291-293. 39  Abusch (1986), p. 43; Spenser (1999), p. 98. 40  Abusch (1986), pp. 41-42. 36  37 

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la idea de Abusch de que la rebeldía del pueblo mexicano frente al conquistador español se había transformado, en tiempos modernos, en odio hacia los capitalistas americanos, se encuentra en otras obras. Renn se quejó de las frecuentes intervenciones de “Gringonia” en la política mexicana, mientras que la famosa escritora comunista Anna Seghers abrió su novela Crisanta, historia de una mujer oprimida por la pobreza y la marginación, afirmando que los héroes mexicanos que habían estado más cerca del pueblo –Hidalgo y Juárez– habían tenido simultáneamente la honra de librar al país del yugo extranjero.41 Sin negar su importancia histórica como movimiento social, el austriaco Bruno Frei notó cómo la palabra revolución parecía desgastarse dado su “rhetorische Massenverbrauch” o uso masivo en los discursos de los políticos mexicanos.42 Pero Frei celebró el espíritu progresista del presidente Cárdenas, reflejado en la nacionalización de la industria petrolera y en un reparto extensivo de tierras, y sostuvo que ese espíritu había presidido también la política exterior de su sucesor Ávila Camacho. Sin embargo, hubo otros exiliados que fueron más perceptivos respecto del cambio de rumbo que entonces tuvo lugar en la política mexicana, así como de las vicisitudes que aquejaban a las “conquistas de la revolución”, comenzando por la reforma agraria. Por ejemplo, en su colección de relatos titulada Entdeckungen in Mexiko (1945), el prestigioso periodista y comunista checo Egon Erwin Kisch se ocupó de la Comarca Lagunera, una rica zona algodonera al norte del país y donde se había constituido un ejido modelo. A pesar de su lucha cotidiana contra los elementos y contra la posición de desventaja que tenían respecto a los antiguos latifundistas, los ejidatarios tenían el aspecto de “obreros industriales de cualquier país de Europa” y no el de los campesinos indígenas “con las mejillas hundidas y envueltos en harapos”. Ironizando acerca de quienes veían en la reforma agraria “el resultado de exóticas corrientes de materialismo, ajenas al alma y al modo de ser del pueblo mexicano”, Kisch concluyó que las amargas quejas de los ejidatarios solo terminarían “cuando todo pertenezca a todos”.43 Renn (1979), p. 14; Seghers (1951), pp. 6-7. Frei (1972), p. 240. 43  Kisch (1988), pp. 129, 135 y 141. 41  42 

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El fin del cardenismo, retratado como el cierre trágico e irreversible de una revolución que podía darse por terminada, fue el motivo del relato “Liebe, die zerstörende Göttin” de Gustav Regler, parte de Vulkanisches Land (1947). Detrás del título de este libro se halla una maravilla de la naturaleza que tuvo lugar en 1943, el surgimiento espontáneo del volcán Paricutín en el estado de Michoacán, al que Kisch llamó “niño volcánico” y que según Regler ejemplificaba el carácter impredecible y traicionero de México, país de los alacranes, cactus y volcanes, “der Skorpione, Kakteen und Vulkane”.44 La trama de “Liebe” consiste en la historia de Inés y Jorge, cuyo amor florece a la sombra de las reformas emprendidas por Cárdenas para trocarse en odio tras la llegada de Ávila Camacho al poder. Para Regler, la Revolución Mexicana era una quimera, puesto que ni había emancipado a campesinos e indígenas ni había cambiado las antiguas relaciones de poder. Pero México es un pretexto del que se vale Regler para dar rienda a sus propios desengaños, no solo respecto del catolicismo de su infancia, sino del Partido Comunista, del cual se había separado en 1939, lo cual llevó a su marginación en relación con la mayoría de exiliados en México. En el México cardenista, Regler ve a su antiguo ser, poseído por la “Krankheit der Utopie”, enfermedad de la utopía, y mostrando la misma mezcla perturbadora de idealismo y desprecio por los hombres, “Idealismus und Menschenverachtung”, que atribuye a su protagonista.45 Resulta problemático notar que un antinazi como Regler hubiera usado la palabra “Mischlinge” para caracterizar a sus protagonistas, cuya relación amorosa se ve contaminada por la política. Esto equivale al efecto de un “veneno” en una sangre que aquel supone problemática, “in schon problematischem Blut”, argumentando así que la mezcla racial conduce inevitablemente a explosiones, exacerbadas por el clima caluroso.46 En esa época, “Mischling” no solo se usaba para referise a aquellos que, remontándose cuatrocientos años atrás, quizás pudieran encontrar a un conquistador español entre sus antepasados, sino que era un término usado por las Leyes de Núremberg (1935) para designar a quienes tenían entre uno y dos abuelos

Kisch (1988), p. 174; Regler (1987), p. 125. Regler (1987), pp. 128-129 y 173. 46  Regler (1987), pp. 130 y 212. 44  45 

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judíos y que, al no pertenecer plenamente a la “raza” alemana, eran objeto de discriminaciones y prohibiciones.47 Regler describió a Cárdenas como un “Mischblut”, en cuya sangre predominaba sin embargo la alegría y curiosidad casi animales que el indígena sentía por el cambio, “fast animalische Neugier und Freude am Wechsel”, mismas que lo habían llevado a emprender una política dominada por el intento de romper con las ataduras del pasado. Para Regler, el cardenismo significó la llegada a México, con varios siglos de atraso, de la Reforma y de la Ilustración. Escribió que Cárdenas se había lanzado a una conquista espiritual del campo mexicano, mandando a sus “geistige Konquistadoren” como Inés y Jorge a luchar contra la superstición, “Bekämpfung des Aberglaubens”, para dar al indio la última de las libertades, la de conciencia y espíritu, “die des Gewissens und des Geistes”.48 Pero la futilidad de todos estos esfuerzos se confirmó, según Regler, una vez que Ávila Camacho llegó al poder, restaurando los privilegios de la Iglesia y devolviendo así al pueblo su “Spielzeug”, el juguete que lo distraía de la falta de pan.49 Tras el cambio de sexenio, Inés y Jorge pierden sus trabajos y se hunden en el desengaño. La apoteosis de este –y ruptura definitiva de la pareja– tiene lugar en el santuario del Señor de Chalma en el Estado de México, ante una peregrinación de enfermos en busca de una curación milagrosa. Estos son, según una descripción no exenta de desprecio, prototipo de “das Tier mit Menschenaugen”, un animal con ojos humanos que busca a la divinidad, aunque, como cree Regler, mejor haría en cuidar sus campos, cortar la garganta a los banqueros ejidales y bailar sobre los cadáveres de los políticos.50 En el nadir de Jorge como revolucionario se adivina al propio Regler, alguien que había visto al pueblo “wie es wirklich ist”, como era en realidad: ni estaba listo para un nuevo mundo ni quería la libertad.51 Creer lo contrario, dice Jorge-Regler, no era sino incapacidad para aceptar la derrota, una manía propia de exiliados, los cuales siempre quieren vengarse y recuperar el Friedländer (2009), p. 51. Regler (1987), pp. 145-146 y 152. 49  Regler (1987), pp. 165-166. 50  Regler (1987), pp. 191-193. 51  Regler (1987), pp. 158-159. 47  48 

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pasado, cuando lo único productivo en la vida es meditar sobre la muerte: saber cuáles son nuestros límites nos vuelve más intensos.52 El relato “Liebe” termina en catástrofe pura y, en la serie de amargas discusiones que conducen a la separación de la pareja, incluyendo un intento de asesinato, Regler ventila diversos rencores tras los que se adivinan figuras reales, objeto de su animadversión: respecto de Rusia, quien había renunciado a su política revolucionaria, sustituyendo a los luchadores de antaño por agentes secretos (¿como André Simone?); respecto de un líder sindical poseído de una sed de poder y vanidad extraordinarias (¿como Vicente Lombardo?); respecto a los dibujos del pintor Diego Rivera, cuyos dibujos se han convertido en afiches publicitarios, “Plakate von Coca Cola”; respecto de los exiliados republicanos que, presas del autoengaño, se refugiaban en cafés para terminar hablando de mujeres.53 La decepción absoluta de Regler acerca de la posibilidad de que el hombre se librara de sus cadenas históricas, sirve como telón de fondo para volver a un punto mencionado anteriormente: que el entusiasmo que izquierdistas alemanes habían sentido por la Revolución Mexicana, no solo significaba una apreciación positiva del pueblo mexicano, sino que era una manera indirecta de mostrar su fe en el potencial revolucionario de otro pueblo: el alemán.

Sobre la naturaleza revolucionaria del pueblo… y del arte Quizás porque la realidad terminó por ser otra, suele olvidarse qué importante fue para el antifascismo alemán aferrarse a la creencia, casi mítica, en la inminente revolución que surgiría al seno del pueblo alemán, propiciando la caída del fascismo desde dentro. En realidad, todos los intentos de medir hasta qué punto el nacionalsocialismo contaba con un auténtico apoyo popular, así como de determinar la responsabilidad colectiva de Alemania respecto de la guerra y del Holocausto, fueron materia de virulentos debates durante la Segunda Guerra Mundial. La idea de que había una ligazón inextricable entre el nazismo y el “carácter alemán” fue popularizada por el diplomático inglés 52  53 

Regler (1987), pp. 173-174. Regler (1987), pp. 172, 178-179 y 205-207.

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Robert Vansittart, desembocando en la imagen de un pueblo alemán intrínsecamente agresivo, compuesto por “60 millones de asesinos y malhechores”. Este tipo de discurso alcanzó una enorme difusión con el escritor Emil Ludwig desde su exilio californiano, donde fue intensamente debatido por otros exiliados en Estados Unidos como Thomas Mann, más inclinado a ver el nazismo como producto de una tradición irracionalista en la historia alemana, y Bertolt Brecht, quien defendió la existencia de “fuerzas democráticas alemanas” a pesar de la ausencia de revueltas populares en contra del nazismo.54 En México, los miembros de “Alemania Libre” se esforzaron en presentar a sus lectores mexicanos una imagen de pueblo alemán que fuera antónimo de todo lo que Hitler significaba. Por tanto, en Futuro, revista asociada a la Universidad Obrera de México, Abusch afirmó que los obreros alemanes eran “la fuerza democrática más poderosa del pueblo alemán” y que estaban dispuestos a enfrentarse al fascismo, el “más trascendental problema de su historia”.55 Paul Merker, quien siendo el funcionario comunista de más alto rango exiliado en México había asumido la dirección de “Alemania Libre”, escribió que “los hombres indispensables y capaces para la dirección del movimiento democrático en la escala local y nacional y la creación de un verdadero Gobierno nacional [en Alemania] están listos”. Se trataba, según él, de “decenas de miles” entre los partidos de izquierda, los sindicatos, los sacerdotes protestantes y católicos “de convicción democrática” y los “hombres de ciencia”.56 En una entrevista, la escritora Anna Seghers aseguró que era “menester separar cuidadosamente al pueblo del régimen, ayudando al pueblo alemán a disipar sus confusiones y a identificar sus verdaderos explotadores y verdugos”.57 En suma, los miembros de “Alemania Libre” se vieron obligados por las circunstancias históricas a rechazar esta ola de determinismo histórico e incluso genético que, irónicamente, la ideología del nazismo aplicaba para México, viendo en la piel obscura y en la sangre sometida “a continuas mezclas” un sinónimo de salvajismo.58 Friedmann (2010), pp. 118-120. Abusch (1942), pp. 32-35. 56  Merker (1943), pp. 37-39. 57  Beltrán (1943), pp. 31-33. 58  Kisch (1988), p. 42. 54  55 

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En cuanto a educar al pueblo a entender su propia historia que, según Seghers, era la tarea urgente impuesta por la guerra contra el fascismo, es preciso ahondar en la fascinación que el muralismo mexicano –visto como afirmación de la autonomía cultural de México tras la Revolución– despertó en el exilio antifascista alemán. De ahí la admiración por la capacidad que los murales pintados por Diego Rivera, David Alfaro Siquieros y José Clemente Orozco tenían para ser vehículo tanto de ideales estéticos como políticos. Por eso, respecto a la Revolución Mexicana, Seghers tuvo una posición notable: la considera, ante todo, una revolución en el arte –y eso no es poco–. Según ella, en el caso hipotético de que México llegara a tener un régimen fascista, aquel no llevaría a cabo una quema de libros como en Alemania, sino la destrucción de los frescos de los muralistas, siendo estos el equivalente de los libros para un pueblo todavía analfabeta.59 Para Seghers, desde el Renacimiento no había habido un movimiento artístico tan enraizado en el pueblo como el muralismo mexicano y, al mismo tiempo, encarnado en los hombres más preparados de su tiempo. En su opinión, los murales de la Secretaría de Educación Pública en Ciudad de México eran reminiscentes de la tradición europea de pintura eclesiástica, aunque ostentando la misma audacia de los pintores renacentistas más iconoclastas al retratar “braune Indiogesichter in einem heiligen Gold”, rostros de indígenas morenos envueltos en oro santo.60 Diego Rivera fue la figura que despertó el mayor atractivo entre el exilio germano-parlante, lo cual, tratándose de comunistas como la propia Seghers y el escritor Bodo Uhse, no deja de ser notable, tomando en cuenta que la relación de Rivera con el Partido Comunista siempre fue turbulenta (afiliado a este entre 1922 y 1929, luego readmitido hasta 1954), así como el hecho de que la mediación de Rivera había sido crucial para que Trotsky encontrara asilo en México. Ahora bien, el mayor tributo de admiración pagado a Rivera por parte del exilio alemán fue Sonntagsträumerei in der Alameda (1961) de Uhse, en alusión al mural titulado Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, el cual adornaba el gran salón del lujoso Hotel del Prado, cuya inauguración en 1947 coincidió con el fin de la estancia de Uhse en México. Según Renata von Hanffstengel, Uhse escribió esta novela con “la amargura 59  60 

Seghers (1980), pp. 214-215. Seghers (1980), p. 217.

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de un desilusionado” para mostrar que la clase gobernante del México posrevolucionario no merecía sino desprecio, por haber llevado a cabo un acuerdo oportunista entre Iglesia y Estado para seguir desangrando al pueblo.61 Sin embargo, reducir Sonntagsträumerei a una crítica de la Revolución Mexicana, amén de trivializar y simplificar el contenido de la novela, solo puede sostenerse a partir de una interpretación superficial de la relación de los exiliados con la historia de México. Es cierto que Uhse describe con lujo de detalles la prepotencia e incultura del mánager del hotel, el general Calderón de la A, quien debe su encumbramiento a un pacto tras bambalinas, en el río revuelto de la Revolución, con un obscuro párroco, el cual comienza así una carrera oportunista que le llevará a ser arzobispo de México.62 Pero Uhse también se cuida de hacer juicios superficiales al estilo de los turistas americanos que ven a México como una curiosidad, “unser Land wie eine Kuriosität betrachten”, adoptando así una actitud común entre exiliados, proponiendo así el punto de vista de un europeo educado como alternativa a la mirada supuestamente ignorante del yanqui. Además, Uhse no recurre a explicaciones biológicas para explicar la proliferación de los nouveaux riches en México, sino más bien a la guerra que, donde no mata y destruye, cae como fértil aguacero para los negocios –en México y en todo el mundo–.63 Sonntagsträumerei es, ante todo, una reflexión sobre la capacidad del arte para reflejar lo más valioso de la vida de manera fidedigna pero también útil, es decir, de ser capaz de recrear la belleza de un instante, pero también de transmitir un mensaje que pueda transformar a la sociedad. Para Uhse, Diego Rivera era “Ankläger, Rufer im Streit, Prophet kommender Tage”, un profeta del futuro que mostraba el camino a seguir con un dedo acusador y polémico, y que le sirvió de excusa para dar rienda suelta a sus propias preocupaciones sobre la relación entre la figura del artista y la del militante político. La mera fisionomía de Rivera, al ser descrita por Uhse, se transforma en una fuerza del México más profundo y antiguo: “eine wandelnde Pyramide”, una pirámide ambulante cuya fealdad, si bien monstruosa, era

Hanffstengel (1995), pp. 86-87. Uhse (1961), pp. 70-72. 63  Uhse (1961), pp. 7 y 67. 61  62 

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fascinante por el parecido con Tláloc, dios del agua prehispánico.64 Al igual que sus contemporáneos, Uhse se valió de las metáforas volcánicas para describir el estilo artístico de Rivera como “ein Ausbruch von vulkanischer Gewalt”, un estallido de violencia volcánica en la historia del arte mexicano. Habiendo roto con las convenciones occidentales, Rivera había convertido la pintura en asunto público y fuerza social; más aún, en un libro de historia que permitía a sus espectadores, provenientes de todas las clases sociales, comprender su presente y llevarse a casa sugerencias para el futuro.65 Como artista comprometido, señala Uhse, Rivera apoyaba económicamente a emigrantes y a periódicos comunistas, y en la novela planea usar el pago por su mural del Hotel del Prado para socorrer a los ferrocarrileros en huelga –lo más probable es que Uhse se hubiera inspirado en la huelga ferrocarrilera de 1959, contemporánea a la escritura de Sonntagsträumerei–.66 De hecho, la escena más lograda de la novela trata de una protesta de ferrocarrileros que comienza a la caída del sol, figuras escurridizas escudándose entre los árboles del parque céntrico de la Alameda, culminando en una masa organizada que se mueve al ritmo unísono del grito de protesta en la explanada del vecino Palacio de Bellas Artes, pronto desbandada por los tiros y el gas lacrimógeno de la policía.67 Rivera participa en la protesta y quiere pintar lo que ha visto en todos los muros de la ciudad, denunciando la represión con una estridente llamada de atención: “Ich bin dabeigewesen”, “yo estuve ahí”.68 Al mismo tiempo, Rivera cuestiona el propósito del arte, siempre reflejo de la vida, esto es, siempre separado de la vida misma y casi antítesis de esta.69 Muy lejos de quien se ha dormido en sus laureles (o en sus dogmas políticos), el Rivera de Uhse vive preguntándose qué trae ese salto al vacío que implica todo proceso creativo, si mayor felicidad y conocimiento del propio camino, o simplemente “Wortnebel und Phrasenschaum”, niebla de palabras y espuma de frases.70 Uhse (1961), pp. 9 y 25. Uhse (1961), pp. 26-27. 66  Uhse (1961), pp. 23 y 30. 67  Uhse (1961), pp. 43-51. 68  Uhse (1961), pp. 55-57. 69  Uhse (1961), p. 65. 70  Uhse (1961), pp. 93-95. 64  65 

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Pero la acción central de la novela gira alrededor del banquete de inauguración del mural de Rivera que, súbitamente, se vio cancelado ante la indignación del arzobispo de México. Este, habiendo acudido a dar su bendición al establecimiento, tuvo la mala fortuna de descubrir a un personaje incómodo entre los muchos que poblaban el mural: Ignacio Ramírez, escritor del siglo xix, sosteniendo la pancarta de “Dios no existe”.71 Al arrebato de furor religioso del arzobispo sigue el cierre del hotel y exigencias para que Rivera borrara la frase impía del mural, a lo que este se niega, orgulloso de haber levantado otro altar dedicado a la razón y a la lucha de clases.72 El clímax llega cuando, por un lado, un grupo de la juventud dorada de México se decide a vandalizar el mural –según Seghers, se trataba de “klerikale Studenten” o estudiantes religiosos– y, por el otro, una cena de artistas celebrada en honor de Rivera que se troca en milicia defensora de la libertad de expresión, uniendo a intelectuales con ferrocarrileros para impedir la destrucción del mural.73 Importa resaltar que la novela de Uhse concluye en una nota optimista, no solo por este final “feliz”, sino por sus reflexiones sobre el arte mexicano. Uhse acompaña a David Alfaro Siquieros, Xavier Guerrero, Leopoldo Méndez y Pablo O’Higgins en sus remembranzas sobre su comienzo como artistas, subidos en andamios y debajo de la sombra todavía ardiente de la Revolución, pero pronto llenando los edificios más importantes de México con su arte. Ante la multitud y calidad de la obra artística producida en un par de décadas, Uhse pregunta: ¿qué otro país ha logrado lo mismo en este tiempo?74

Conclusión El tema de la Revolución Mexicana en la obra de los exiliados germanoparlantes puede considerarse como una variación sobre un mismo tema: la capacidad que tenían los hombres para cambiar su historia. Por tanto, al Uhse (1961), p. 78. Uhse (1961), p. 131. 73  Seghers (1980), p. 299; Uhse (1961), pp. 178-182. 74  Uhse (1961), pp. 163-164. 71  72 

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volver la mirada al pasado histórico de México, exiliados como Goldschmidt, Seghers, Regler o Uhse emprendieron una búsqueda implícita de un paralelo histórico que arrojara luz sobre lo que seguía siendo el objetivo principal de su quehacer como escritores comprometidos con la lucha antifascista: Alemania. De ahí la necesidad de comprender el contexto en que estaban escribiendo, una época en que Alemania no era sinónimo de cultura sino de violencia, una noción contra la que lucharon, convencidos además de ser los representantes de la verdadera cultura alemana, aquella que –con Humboldt– veía a la humanidad como “una gran tribu estrechamente hermanada”.75 Por tanto, es preciso librarse de varios obstáculos a un análisis más respetuoso del contexto. En primer lugar, abandonar el tópico de que, entre exiliados, era consigna de partido “evitar criticar a México”,76 lo cual coloca al investigador en el falso dilema de ponerse a determinar la sinceridad de los exiliados acerca del grado de desaprobación mostrado respecto de un país al que, implícitamente, se supone inferior al de origen. Tampoco se trata de medir los supuestos fracasos o éxitos de la Revolución Mexicana, sino de comprender a través de qué lentes vieron los exiliados a México, los cuales muchas veces carecen de originalidad, remontándose a la Leyenda Negra del siglo xvi en contra de España, o a las teorías del siglo xviii sobre la influencia del clima en el carácter de los hombres. Es cierto que los exiliados estuvieron bajo una intensa vigilancia por parte del FBI y de la Secretaría de Gobernación,77 pero no hay evidencias de que eso coartara su libertad de expresión de manera significativa cuando escribían sobre México –por no mencionar que la mayoría de las obras aquí estudiadas fueron escritas con posterioridad a su estancia en México, donde siguen prácticamente sin traducirse–. Por último, es útil renunciar a la idea de que todo análisis empeñado en borrar diferencias culturales conduce a la negación del Otro;78 en realidad, este pone fin a la exotización y a la segregación de una experiencia común. No hay mejor conclusión que las palabras de Goldschmidt cuando escribe que los indígenas mexicanos “nicht anders sind als wir, sondern nur entfernter der Technik, die Kisch (1988), p. 219. Hanffstengel (1995), p. 83. 77  Stephan (1995), pp. 228-229. 78  Schmidt (1995), p. 79. 75  76 

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wir Wandlung nennen”, es decir, que son hombres iguales a nosotros, solo que más alejados de la técnica que nosotros llamamos progreso.79

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III. Contextos urbanos

Distrito transnacional. Espacios urbanos del exilio político en el Distrito Federal de México1 Aribert Reimann

Trece años después de su retorno a Europa desde su exilio mexicano, la escritora checa de habla alemana Lenka Reinerová publicó las memorias de sus experiencias durante el exilio. Reinerová pertenece a la tradición literaria de habla alemana en Praga (como Franz Kafka, Max Brod, Franz Werfel y Egon Erwin Kisch) y tuvo que abandonar Checoslovaquia en 1939. Llegó a México en diciembre de 1941 y en 1958 publicó las memorias de sus primeros pasos en la capital mexicana. Compartió la experiencia del exilio en México con su compañero Dragutin Fodor, comunista yugoslavo, que en el exilio utilizaba el pseudónimo “Theodor Balk”, conocido por Reinerová por su sobrenombre “Duschko” –ambos se casaron en México en 1943–: Duschko había encontrado para mí una pequeña cámara en la azotea de un edificio grande y moderno en la bella avenida Nuevo León. Un poeta catalán y su esposa se contaban entre mis vecinos, y en el otro lado de la azotea Hilda2 y otra mujer de Rieucros [uno de los campos de internamiento en Francia] establecieron su casa3 […]. Españoles, húngaros, franceses, polacos, italianos, y alemanes, muchos alemanes acabaron Este estudio forma parte de un proyecto de investigación sobre “Left-wing Exile in Mexico, 1934-1960” financiado por el European Research Council (n.º 312717) y situado en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia (Alemania). 2  Hilda Maddalena era la esposa de Max Maddalena, comunista alemán encarcelado por el gobierno nazi y asesinado en la cárcel de Brandemburgo en 1943. 3  Reiner [i.e. Lenka Reinerová] (1958), p. 282 [trad. A.R.]. La casa que mencionó todavía existe y se encuentra en la avenida de Nuevo León con el n.° 125. 1 

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[como exiliados] en México durante los últimos años. Además: un grupo largo de miembros judíos de varias nacionalidades europeas. Lentamente, poco a poco, tratamos de reunir a toda esta gente, para hacer nuestra modesta parte en favor de nuestra lucha en contra del fascismo y por la libertad de nuestros pueblos.4 Por cierto, la memoria de Lenka Reinerová debe ser vista en su contexto histórico: en 1945, muy poco después del final de la Segunda Guerra Mundial había regresado desde México a Europa, primero a la patria de su esposo, Yugoslavia, entonces a su propia ciudad natal, Praga, en 1948. A principios de los años cincuenta, Reinerová se encontró en el foco de la última ola de represión y persecución estalinista y acabó encarcelada por sus propios compañeros comunistas como “espía imperialista”.5 Sus memorias publicadas en 1958 sobre sus experiencias en el exilio delatan su intento de rehabilitarse, enfatizando, sobre todo, su lealtad a las doctrinas comunistas durante los años cuarenta, especialmente con respecto a la confrontación ideológica entre los comunistas y sus detractores antiestalinistas en el exilio. Por eso, parecería muy fácil rechazar la voz de sus memorias como un ejemplo de la politización de la experiencia del exilio durante la Guerra Fría, ofreciendo poco más que el tópico de propaganda de la “solidaridad internacional” entre los antifascistas. Mientras se debe mantener una distancia analítica y crítica de las narrativas politizadas durante el periodo posguerra, existe la posibilidad de que la concentración de la gran mayoría de la historiografía en perspectivas nacionales del exilio obscurezca el alcance de la experiencia transnacional del exilio que evoca el testimonio de Reinerová. Muchos de los veteranos de la Guerra Civil española que acabaron exiliados en México recordaban sus experiencias sobre este conflicto (sobre todo, en las Brigadas Internacionales) como su iniciación práctica a la política izquierdista transnacional, que por suerte o por desgracia, seguía formando parte de la política del exilio en México durante los años cuarenta. Evitando sobreestimar, incluso sucumbir, al mito propagandístico de la solidaridad global en apoyo al Frente Popular de Reiner [i.e. Lenka Reinerová] (1958), p. 287 [trad. A.R.]. Véase la memoria de su persecución por parte del régimen estalinista en Checoeslovaquia: Reinerová (2003). 4  5 

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los treinta, el exilio político en Ciudad de México nos ofrece la oportunidad de averiguar la práctica social y la práctica política de la experiencia transnacional del exilio para valorar su alcance, estructura y relevancia histórica durante los años cuarenta.

Aproximación topográfica En lugar de revisitar las posiciones y conflictos políticos e ideológicos, este capítulo sugiere una aproximación metodológica desde el punto de vista de la topografía urbana. Mientras la historia política del exilio parece bastante bien investigada y conocida en la historiografía, el análisis topográfico de la experiencia urbana se enfoca en las prácticas de sociabilidad, interacción cultural y las manifestaciones políticas que se realizaron a través de la ciudad.6 De esta manera, una investigación de las comunidades nacionales y políticas del exilio adopta una perspectiva de la experiencia contemporánea del mismo; de sus “vivencias” como momentos de la práctica social que ponían en contacto la esfera política con la experiencia individual y social en las calles y en los barrios de la ciudad.7 La experiencia transnacional del exilio fue consecuencia de la práctica social, y la investigación histórica de esta práctica social debe tener su base en la perspectiva analítica del espacio urbano que proporcionaba el escenario de la política del exilio; además también moldeaba las formas de las actividades políticas. En este contexto, tres formas de la práctica política serán de importancia: a) la comunicación (por ejemplo, entre las organizaciones sociales y políticas del exilio y sus órganos de publicación); b) la cooperación (en forma de manifestaciones públicas y campañas políticas); y c) los conflictos sobre asuntos políticos e ideológicos que a veces adoptaron el carácter de conflictos físicos sobre el espacio público. En cada una de estas tres áreas de la aproximación transnacional la investigación presta atención especial a las intersecciones de la política del Existen modelos para tal aproximación topográfica: Kenny (1962); Pla Brugat, Tovar y de Teresa (2010); Pérez Guerrero (2008), pp. 174-181; Carr (2010) y (2011); Hoyos Puente (2012), pp. 156-169; Martínez Assad (2013). 7  Véase una aproximación similar de Tenorio Trillo (2012), p. xvi. 6 

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exilio con el ambiente mexicano, así como al carácter transnacional de la experiencia del exilio a través de las diferentes comunidades nacionales exiliadas en Ciudad de México. En este contexto, los espacios transnacionales del exilio deberían ser tomados en cuenta de igual manera que los espacios físicos en la topografía de la ciudad: como espacios sociales que formaban parte de la textura demográfica y de las organizaciones políticas del exilio, y como espacios imaginarios que figuraban en las narrativas, memorias y textos ficcionales del exilio. El primer aspecto de la experiencia urbana del exilio político en Ciudad de México es la topografía de alojamiento a través de la ciudad. Los refugiados no se instalaron en la ciudad de una manera uniforme sino que prefirieron ciertas partes al oeste del Centro Histórico y a veces se concentraron en edificios específicos.8 Generalmente, los exiliados europeos mantuvieron una presencia destacada en las colonias Centro, Juárez y Cuauhtémoc donde establecieron importantes instituciones de la vida social y cultural como las oficinas del Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles (CTARE) en la calle Sinaloa n.º 56, las primeras oficinas de la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE) en la calle Dinamarca n.º 64, antes de que se trasladaran a la calle Río Pánuco n.º 19 en la colonia Cuauhtémoc, o el centro social del Ateneo Español de México, establecido en marzo de 1949 en la calle Morelos n.º 26. Al norte, las colonias Santa María de la Ribera, San Rafael y Guerrero proporcionaban un ambiente para alojamiento de los sectores menos pudientes de la comunidad exiliada. A través de las colonias Condesa, Roma, Juárez, San Rafael y Santa María de la Ribera el CTARE estableció ocho albergues para alojar familias e individuos sin subsistencia en la calle de Atlixco n.º 49, en la calzada de Tacubaya n.º 26, en la calle Chilpancingo n.º 164, la calle Huatusco n.º 32, la calle Lucerna n.º 65, la calle Niza n.º 71, la calle Serapio Rendón n.º 125, la calle Sinaloa n.º 56 y la calle Sor Juana Inés de la Cruz n.º 112. A finales de 1939, estos establecimientos tenían una capacidad máxima de 550 personas, mientras algunos de ellos funcionaban como comedores para unos 220 exiliados y sus familiares más que habían encontrado alojamiento en otros lugares pero dependían del

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Por un análisis más detallado véase Reimann (2014).

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CTARE para sus comidas diarias.9 Al suroeste, la élite de la jerarquía política y social del exilio europeo en México estableció su presencia en la ciudad a través de las colonias Hipódromo, Condesa y Escandón –con una presencia marcada del exilio de habla alemana que reflejaba sus vínculos con la comunidad judía en esta área de la ciudad–.10 En relación con la vida política en el exilio, la colonia Tabacalera, alrededor del Monumento a la Revolución, destacaba durante 1941 como un foco de las actividades comunistas, con la presencia de Carlos Contreras (alias: Vittorio Vidali), Margarita Nelken, Pedro Checa, Antonio Mije, así como otros funcionarios del Buró Central de la III Internacional que coordinaron sus actividades políticas en el hemisferio americano desde esta locación.11 A veces, edificios individuales adquirieron posiciones destacadas en la topografía del exilio en Ciudad de México. El más conocido era el edificio “Río de Janeiro” (la llamada “Casa de la Brujas”12) en la plaza de Río de Janeiro en la colonia Roma; era un centro de la vida política e intelectual justamente enfrente de la sede de la Casa de España en México, la raíz de El Colegio de México, durante 1939.13 De importancia similar para la vida social española en el exilio eran edificios como los de las calles Revillagigedo n.º 47 o de López n.º 82 en la colonia Centro, ambos sitios de concentración topográfica destacada en la comunidad española. En cuanto a la comunidad del exilio de habla alemana, se puede identificar localizaciones como el edificio Véase los expedientes del Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles (CTARE), Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH, Ciudad de México), Archivo Histórico, Fondo CTARE, sección Auxilios y Albergues, rollo 121, exps. 64206434. 10  Más del 40% de los miembros de la Acción Republicana Austriaca en México tenían su domicilio en esta área de la ciudad. Véase la información estadística en Reimann (2014), p. 2960. 11  Véase los informes de la vigilancia por parte de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales (DGIPS) de la Secretaría de Gobernación: Archivo General de la Nación (México), DGIPS, caja 69, exp. 3, fols. 35-36; DGIPS, caja 315, exp. 11, fol. 51rev. 12  El edificio “Río de Janeiro” es el escenario de la novela El desfile del amor sobre la sociabilidad transnacional en Ciudad de México durante la Segunda Guerra Mundial por Sergio Pitol (1984). 13  Sobre la historia de la Casa de España y su función como núcleo de El Colegio de México, véase Lida (1988). 9 

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“Condesa”, en el norte de la colonia del mismo nombre, entre las avenidas Mazatlán y Pachuca o el edificio “Lafayette” en el n.º 36 de la calle Citlaltépetl, en la colonia Hipódromo. El último era especialmente importante para la comunidad austriaca en el exilio: se contaban entre los habitantes la familia del compositor Marcel Rubin, la profesora de física Marietta Blau y el representante de la “Menorah”, la asociación de los judíos de habla alemana en México, Paul Drucker.14 Mientras las circunstancias de alojamiento a veces demostraban una tendencia de segregación de la experiencia del exilio entre los grupos nacionales, el caso del edificio “Ermita” en Tacubaya adquirió una reputación legendaria como foco de encuentro entre los exiliados en la ciudad. En la memoria de algunos exiliados, el edificio (una estructura simbólica construida entre las avenidas Jalisco y Revolución en 1930, de estilo Art Déco con su vitral multicolor encima del hall central pintado por Diego Rivera15) hospedaba una colonia de exiliados relativamente aislados del ambiente social mexicano, como una “isla española en un mar de mexicanos”.16 Pero el edificio también formaba parte de una experiencia de sociabilidad transnacional, como en el caso de Concha Méndez que vivió en este lugar con su esposo Manuel Altolaguirre y su hija Paloma entre 1944 y 1954.17 Sus memorias evocan la vida exiliada en las ochenta habitaciones del edificio durante este periodo como un espacio transnacional entre los españoles republicanos, los refugiados alemanes y judíos europeos –vecinos que le parecían marcados y traumatizados por sus experiencias de la represión, la persecución y la guerra en Europa–. El edificio albergaba a individuos tan diferentes como el poeta Rafael Alberti o el comunista Ramón Mercader, asesiDokumentationsarchiv Österreichischer Widerstand (DÖW, Viena), Exilarchiv n.º 2903/2, s. f., n.º 19329, s. fol.; United States National Archive College Park, Record Group 84, UD 2894 (1942), 820.02 Gibson “Jews – Comité Central Israelita”, s. fol.; AGN, DGIPS, caja 127, exp. 1, fol. 63; unos años más tarde, el escritor español José Ramón Arana era registrado con esta dirección postal por la Sección de Filosofía, Economía y Historia del Ateneo Español de México: Ateneo Español de México, acervo histórico, caja 50, exp. 494, fol. 60. Arana era inmortalizado como el protagonista de una experiencia ambulante del exilio en Ciudad de México por Otaola (1952). 15  Véase Vázquez Ángeles (2010); Méndez (1990), p. 117. 16  García Igual (2005), p. 123. 17  Méndez (1990), pp. 116-121. 14 

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no de Trotsky.18 También estaba el austriaco Walter Stein quien era dirigente de la asociación cultural de habla alemana Liga Pro-Cultura Alemana, otros como Stefan Kalmar, Rudolf Rifczes o el alemán Franz Neumann formaban parte del círculo de los socialistas de habla alemana en la ciudad.19 La vida social en el edificio “Ermita” claramente reflejaba la política transnacional de la comunidad antifascista a la que pertenecía Concha Méndez –por ejemplo en agosto de 1944–: “me viene a la memoria el día en que los alemanes desocuparon Francia; nuestra alegría fue tan grande que entre todos los vecinos organizamos una fiesta en el hall del edificio, y estuvimos comiendo y bebiendo hasta la madrugada”.20 Parece que es necesario revalorizar el ambiente social del exilio como una agregación de espacios transnacionales que no solamente funcionaban como sitios de la sociabilidad nacional sino también como espacios de la práctica social transnacional.

Asociaciones del exilio en la ciudad En general, las organizaciones políticas del exilio en Ciudad de México se establecieron a lo largo de las divisiones de nacionalidad entre los exiliados. En el caso español, el fraccionamiento sectario del panorama político republicano se extendía sobre Ciudad de México, con la complicación adicional de la oposición marcada entre los adherentes del antiguo Frente Popular y el último presidente del Gobierno Republicano Juan Negrín (exiliado en Londres) y los del socialista Indalecio Prieto que en México encabezaba la corriente estrictamente anticomunista. El resultado fue el fraccionamiento en campos opuestos de algunas organizaciones como el Partido Socialista, la UGT o de la comunidad catalana en el exilio. La corriente anticomunista (alrededor del Círculo Cultural “Pablo Iglesias” de los socialistas prietistas y otros partidos republicanos como la Izquierda Republicana/Ateneo “SalDomínguez Prats (2009), p. 135. DÖW (Viena), Exilarchiv, n.º 18884/6, s. f.; cartas por Rifczes a Buttinger y Richter (New York), y n.º 18884/4, s. f., carta por Kalmar a Richter (New York); por Neumann, véase AGN, DGIPS, caja 127, exp. 1, fol. 68. 20  Méndez (1990), p. 120. 18  19 

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merón” y la Unión Republicana/Ateneo “Ramón y Cajal”) se reunía en el Centro Republicano Español que fue inaugurado en junio de 1939 en la calle Balderas n.º 37, el antiguo consulado de la República Española.21 Otras organizaciones, sobre todo el PCE y el Círculo Cultural “Jaime Vera” de los socialistas negrinistas, mantenían su distancia topográfica, mientras los anarquistas de la Delegación de la CNT, así como un grupo pequeño de socialistas independientes y algunos trotskistas del POUM mantuvieron su propio domicilio en el Centro Cultural Ibero-Mexicano en la calle Venustiano Carranza n.º 50.22 Las comunidades de exiliados de otros países europeos (mucho más pequeñas que la española) no experimentaban un fraccionamiento político tan profundo al estar marcadas por la posición predominante del partido comunista. En el caso alemán, los conflictos entre los exiliados anticomunistas con el creciente número de comunistas que llegaban a México se intensificaban después del pacto soviético-alemán de agosto de 1939, pero finalmente los comunistas se impusieron sobre la comunidad alemana del exilio en México, en particular sobre la Liga Pro-Cultura Alemana después del ingreso de México a la Guerra Mundial como miembro de la alianza antihitleriana en mayo de 1942.23 Pocas organizaciones tenían los recursos para mantener su propio centro social como la “Casa de los Alemanes Libres” “Se inauguró el Centro Español”, Excélsior (11 de junio de 1939), p. 3. El centro se trasladó al Palacio del Mármol en la calle Tacuba n.º 15 en enero de 1943 antes de reubicarse a su sitio final en un nuevo edificio en la calle de López n.º 60. Véase: “La emigración española en México – homenaje al ‘Nacional’”, en España Popular, año III, n.º 120 (5 de febrero de 1943), p. 3; “El Centro Republicano y Miguel Ranz”, en CNT, año V, n.º 38 (enero de 1960), p. 3. No debe ser confundido con la “Casa de España Republicana” de los republicanos negrinistas en México que se estableció en noviembre de 1950 en la calle Venustiano Carranza n.º 57 (el antiguo Centro Andaluz) antes de su reubicación a la calle de López n.º 39 en febrero de 1953 y, por fin, en diciembre de 1954, a la calle Gral. Prim n.º 15; véase: “Se funda hoy la Casa de España Republicana”, en El Popular (22 de noviembre de 1950); “En conmemoración de la victoria democrática del 16 de febrero de 1936 – gran mitin público”, en España Popular, año XIV, n.º 646 (13 de febrero de 1953), p. 1; “Nueva local de la Casa de España Republicana en México”, en España Popular, año XV, n.º 739 (26 de noviembre de 1954), p. 2. 22  “Nuevo Local para Centro Cultural”, en Iberia, año I, n.º 23 (1 de diciembre de 1939), p. 8. 23   Pohle (1986); Kießling (1974). 21 

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del Movimiento Alemania Libre en la calle Dr. Río de la Loza n.º 86 en el norte de la colonia Hidalgo.24 Otros, como la Acción Republicana Austriaca en México y el Movimiento Hungría Libre, compartían un edificio para establecer un local de sociabilidad en la calle Sultépec n.º 34.25 Lo mismo sucedió entre la Asociación Checoeslovaco-Mexicana, la Federación Polonesa en México y los Movimientos Polonia Libre y Yugoeslavia Libre en la calle Medellín n.º 128 en la colonia Roma.26 La pequeña Alianza Internacional “Giuseppe Garibaldi” de los exiliados italianos en México nunca estableció un local permanente sino que operaba desde el domicilio privado de su dirigente Francisco Frola en la colonia Hipódromo o utilizaba su oficina en el edificio de Petróleos Mexicanos en la colonia Juárez.27 La oposición anticomunista entre estas nacionalidades pequeñas en el exilio nunca adquirió la importancia del Centro Republicano Español sino que tenía que llevar a cabo sus mítines en lugares cambiantes, como el restaurante “Conti” del exiliado alemán Max Diamant en la calle Dolores n.º 11,28 o se asociaban con las actividades de agrupaciones como “Socialismo y Libertad” y la Unión de

 Merker, Paul: Die Bewegung Freies Deutschland in Lateinamerika. Erinnerungen, Dokumentationen und Berichte, Bundesarchiv Lichterfelde (BAL), Stiftung Archiv der Parteien und Massenorganisationen der DDR (SAPMO), Nachlaß Paul Merker, NY 4102/5, fols. 237-239. 25   Comunicación a los miembros de la Acción Republicana Austriaca en México (5 de junio de 1943), DÖW (Viena), Exilarchiv n.º 3637, s. fol. 26   Invitación a un banquete homenaje a Egon Erwin Kisch (abril de 1945), BAL, Sg Y 14/21; “Heinrich-Heine-Club”, fol. 14; United States National Archives, College Park (USNACP), Record Group 84 (State Department Foreign Service Posts), UD 2894: General Records of US Embassy in Mexico (1943), 800. Polish Refugees in Mexico: carta por E.S Weisblat (Comisión Organizadora de la Federación Polonesa) a H.S. Bursley (25 de enero de 1943), s. fol.; “Más Rojos abandonan el territorio”, en Últimas Noticias (22 de marzo de 1947); invitación por Dragutin Fodor a una conferencia de Bruno Frei (abril de 1945), DÖW (Viena), Exilarchiv n.º 3637, s. fol. 27  Informe sobre un banquete homenaje a Francisco Frola (noviembre de 1942), USNACP, RG 84, UD 2894 (1942), 820.02 Gibson, s. fol.; carta de Francisco Frola a Bruno Frei (enero de 1945), DÖW, Exilarchiv n.º 20126/F2, s. fol. 28  Informe sobre una reunión de la Liga Pro-Cultura Alemana en enero de 1942 en AGN, DGIPS, caja 93, exp. 13, fol. 1; sobre Max Diamant: AGN, DGIPS, caja 122, exp. 45, fol. 21. 24

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Socialistas Alemanes y Austriacos en el Centro Cultural Ibero-Mexicano.29 El resultado fue una situación topográfica de sociabilidad política entre los exiliados en Ciudad de México que reprodujo las tensiones intensas entre alianzas y hostilidades de las comunidades del exilio, y esta situación puede ser leída como un mapa de la política conflictiva de la Izquierda europea. Ante este trasfondo, la esfera transnacional de la política del exilio en Ciudad de México asumió un papel importante a través de la organización y representación del antifascismo de la Izquierda europea. Y esta esfera debería ser estudiada desde un punto de vista de la topografía de las comunidades en la ciudad. Una de las primeras organizaciones transnacionales en México era la Federación de Organismos de Ayuda a la República Española (FOARE) que durante la Guerra Civil española organizó la movilización política en favor de la solidaridad con el gobierno republicano. La FOARE era una organización mexicana bajo la dirección de José Mancisidor, historiador y escritor de confesión marxista y exoficial de la Secretaría de Educación Pública. No solo demostró su adherencia a la causa republicana española (por ejemplo, como participante del II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura en España en julio de 1937) sino que también se solidarizó con la resistencia antifascista alemana, por ejemplo cuando en mayo de 1938 participó en un programa de Radio Nacional organizado por la Liga ProCultura Alemana.30 En noviembre del mismo año Mancisidor tomó parte junto con Manuel Villaseñor, Hernán Laborde y otros oradores en un mitin organizado por el Partido Comunista de México en el Teatro del Pueblo que se encontraba en el Mercado Abelardo Rodríguez del Centro Histórico. Este mitin condenó la persecución antisemita en Alemania que recientemente se había manifestado en el pogrom del 9 de noviembre y exigió al gobierno mexicano la acogida de todos los judíos que eran perseguidos por el fascismo europeo.31 En este mitin se distribuyó, a la vez, un volante que en el nombre Véase el periódico Mundo del movimiento “Socialismo y Libertad”; además la invitación a la celebración del 1 de mayo de 1945 por la Unión de Socialistas Alemanes y Austriacos, DÖW (Viena), Exilarchiv n.º 16515, s. fol. 30  Véase la crónica de actividades culturales y políticas del exilio de habla alemana en México compilado por Patka (2002), p. 601. 31  Véase el informe de la vigilancia por parte de la Secretaría de Gobernación: AGN, DGIPS, caja 141, exp. 24, fol. 2. 29 

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del Comité de Mujeres Israelitas (utilizando el idioma yiddish) apoyó un llamamiento del FOARE y pidió a los asistentes judíos que proporcionasen asistencia financiera a las víctimas de los bombardeos aéreos en la Guerra Civil española, sobre todo a los niños: “Cuando ayudamos a los niños españoles, ayudamos a todo el pueblo español, que se encuentra en lucha contra el enemigo de nuestro propio pueblo, los nazis y fascistas de todo el mundo”. Concluyó este llamamiento con la esperanza de que tal asistencia resultase en “el respeto y simpatía del gobierno y pueblo mexicano” hacia la comunidad israelita en México.32 Después de la derrota de la República Española en 1939, la FOARE se trasformó en la Federación de Organismos de Ayuda a los Refugiados Españoles y trasladó sus oficinas en el consulado español (que, a su vez, fue ocupado por el Centro Republicano Español) al n.º 55 en la calle Lucerna antes de ubicarse permanentemente en la calle de Artes n.º 50 en la Tabacalera en febrero de 1942. Entre sus actividades más prominentes contaban las regulares Convenciones de Solidaridad en favor de la causa republicana y los refugiados españoles en Francia y África del Norte. La más grande y mejor documentada Convención de Solidaridad fue la de agosto de 1943.33 Durante la sesión de inauguración oficial de la convención que se llevó a cabo el 20 de agosto en el Teatro “Iris” (calle Donceles n.º 36 del Centro Histórico) se reunió a cientos de delegados internacionales; las sesiones continuaron después en el Frontón de México a la sombra del Monumento a la Revolución, en el corazón de la Tabacalera. Uno de los protagonistas más importantes de esta convención fue Edward K. Barsky, excirujano de la Brigada Internacional Abraham Lincoln durante la Guerra Civil española y dirigente del Joint Anti-Fascist Refugee Committee en Nueva York. Su contribución más significativa a la convención fue su informe sobre “Nuevas formas de soli“Zu di jidische Froien in Meksiko, zu der jidische Kolonie in algemein”, AGN, DGIPS, caja 141, exp. 24, fol. 3 [trad. A.R.]. 33  Véase Resoluciones de la Convención de Solidaridad con el Pueblo Español (1943). Ciudad de México: FOARE; los reportajes extensivos en España Popular, año IV, n.os 150152 (agosto-septiembre de 1943); la colección de recortes de la prensa colocados por Tomás Bilbao en el acervo histórico del Ateneo Español de México: fondo particular Tomás Bilbao, Hemerografía sobre el Exilio 43/1; y el informe extensivo de la embajada estadounidense en los USNACP, RG 84, UD 2894 (1943), “800.Refugees-General” (30 de agosto de 1943), s. fol. 32 

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daridad y ayuda a los refugiados republicanos españoles y los miembros de las Brigadas Internacionales” y concluyó con la sugerencia de ampliar el foco de ayuda de la FOARE a todos los exiliados antifascistas sin distinción de nacionalidad.34 La convención adoptó la siguiente resolución que convirtió la FOARE en una organización de ayuda transnacional: El nombre que en México recibirá el nuevo movimiento de ayuda será el de Federación de Organismos de Ayuda a los Refugiados Europeos (FOARE). La nueva Federación de Organismos de Ayuda a los Refugiados Europeos deberá tener como misión la de hacer llegar la solidaridad a los republicanos refugiados españoles, a los refugiados antifascistas italianos, alemanes, yugoeslavos, búlgaros, polacos, húngaros y de todos aquellos países de Europa que se encuentran necesitados y a los cuales hay que salvar de las garras del fascismo y sus vasallos.35

Manteniendo su acrónimo, la FOARE se trasformó en una plataforma de política antifascista transnacional y eligió al escritor comunista alemán Ludwig Renn, presidente del Movimiento Alemania Libre, como vicesecretario de su Comité Ejecutivo.36 Pero la Convención de Solidaridad de 1943 también demostró los límites de tal cooperación transnacional. Lo más significativo fueron las ausencias entre el impresionante catálogo de los asistentes: faltaron los prietistas del PSOE (Círculo “Pablo Iglesias”) y representantes del Centro Republicano Español, así como todos los socialistas anticomunistas del Centro Cultural Ibero-Mexicano y los restos de la Liga Pro-Cultura Alemana. El transnacionalismo de la FOARE estaba claramente enfocado a los defensores de la idea del Frente Popular entre los veteranos de la Guerra Civil española. Una iniciativa adicional para conseguir la integración organizativa de las comunidades del exilio surgió de una reunión de representantes de los exiliados de diversas nacionalidades en el Palacio de Bellas Artes el 25 de junio de

Informe de la embajada estadounidense en los USNACP, RG 84, UD 2894 (1943), “800.Refugees-General” (30 de agosto de 1943), p. 12, s. fol. 35  Resoluciones de la Convención de Solidaridad con el Pueblo Español (1943), pp. 6-7. 36  Informe de la embajada estadounidense en los USNACP, RG 84, UD 2894 (1943), “800.Refugees-General” (30 de agosto de 1943), p. 22, s. fol.; Resoluciones de la Convención de Solidaridad con el Pueblo Español (1943), p. 18. 34 

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1941.37 En esta ocasión, los representantes entregaron mensajes de gratitud por su acogida como asilados políticos al presidente de la República Mexicana y ofrecieron unas palabras a la asamblea en el teatro. Esta reunión creó la Acción Democrática Internacional (ADI), la representación más amplia de los exiliados en México bajo la presidencia del costarriqueño Raúl Cordero Amador y el francés Severin Ferandel como secretario. La organización ocupaba oficinas más centrales que las de la FOARE en la avenida San Juan de Letrán n.º 27 (hoy, Eje Central Lázaro Cárdenas).38 Lo que es significativo sobre esta reunión en Bellas Artes es la fecha del 25 de junio de 1941 –solo tres días después del ataque de la Alemania nacionalsocialista contra la Unión Soviética–. En este contexto, la ADI representaba el primero intento en la creación del Frente Nacional en defensa contra el nazifascismo. La oferta de inclusión de todas las corrientes políticas del exilio era marcada y abierta. En la comunidad de los austriacos, por ejemplo, existía un conflicto competitivo entre la Acción Republicana Austriaca en México (ARAM) y el movimiento de los “Austriacos Libres”, una organización antinazi (con base en Estados Unidos donde se había exiliado Otto von Habsburg) que tenía como objetivo la independencia de Austria de Alemania para restablecer la monarquía de los Habsburgos. Ambas organizaciones fueron invitadas a la reunión en el Palacio de Bellas Artes. Por suerte, los republicanos de la ARAM llegaron más temprano que los monárquicos y ocuparon el asiento austriaco, para la representación de los exiliados austriacos, antes de la llegada de sus competidores. La hostilidad que resultó entre ambos campos explotó al día siguiente cuando los dos grupos acabaron enfrascados en una pelea pública en un café céntrico de la ciudad.39 Se podría ver este conflicto como evidencia de la importancia y atracción de la ADI. A finales de enero de 1942, la ADI llevó a cabo su primer congreso que obtuvo una significativa atención pública: el Congreso Anti-Nazifascista en el Teatro del Sindicato de los Electricistas en la Tabacalera conmemoró el Véase la carta de Michael Grübel a “Gustav Richter” [J. Buttinger] (5 de agosto de 1941), pp. 5-6, DÖW, Exilarchiv n.º 18884/3 (fondo Buttinger), s. fol. 38  Véase la carta de invitación a la embajada estadounidense en USNACP, RG 84, UD 2894 (1942), “843.Acción Democrática Internacional” (26 de junio de 1942), s. fol. 39  Carta de Michael Grübel a “Gustav Richter” [J. Buttinger] (5 de agosto de 1941), p. 6, DÖW (Viena), Exilarchiv n.º 18884/3 (fondo Buttinger), s. fol. 37 

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9º aniversario del acceso al poder del nacionalsocialismo en Alemania el 30 de enero 1933.40 Esto clarifica la función de la ADI como defensora de las causas de las diversas nacionalidades subyugadas por la dictadura nacionalsocialista en Europa –especialmente de las comunidades relativamente pequeñas del exilio en México–. En julio de 1943 la ADI conmemoró la guerra chino-japonesa que cumplió su sexto año.41 El 29 de abril de 1944, organizó un acto de conmemoración del primer aniversario de la sublevación del ghetto de Varsovia y solicitó “de los Gobiernos de los Aliados la adopción de medidas encaminadas a lograr que puedan salir los judíos de los países ocupados por los nazis”, y pidió “a Inglaterra que abra las fronteras de Palestina a todos los judíos”.42 En julio de 1944 la ADI celebró el 155 aniversario de la Revolución Francesa.43 En todos estos casos, el lugar de los actos públicos de la ADI fue el Palacio de Bellas Artes –prueba de la excelente integración de la ADI en la élite social posrevolucionaria de la ciudad–. En relación con el fraccionamiento político del exilio, la ADI mantenía contactos de gran variedad, asistiendo a las celebraciones anuales de la Revolución de Octubre en la embajada de la URSS mientras, a veces, compartía su domicilio en la avenida San Juan de Letrán n.º 27 desp. 15 con la CNT de Cataluña.44 Los Véase “El Primer Congreso Antifascista de México”, en Boletín de la Alianza Internacional “Giuseppe Garibaldi”, año I, n.º 2, Ciudad de México (febrero de 1942), p. 12; además, la ADI hizo una transcripción literal de este congreso (de 138 páginas) y le envió a la embajada estadounidense: USNACP, RG 84, UD 2894 (1942), “843.Associations: Acción Democrática Internacional”, s. fol.; véase también las cartas de Eugenio Fischgrund (secretario de prensa) y Severin Ferandel (20 de junio de 1942, 13 de julio de 1942, 21 de julio de 1942). 41  “El homenaje en Bellas Artes al heroico pueblo chino”, en Libertad (órgano de la Acción Democrátrica Internacional, 1 de julio de 1943), p. 7, DÖW (Viena), Exilarchiv n.º 2903/4, s. fol.; AGN, Archivo Presidencial Manuel Ávila Camacho, exp. 162/12. 42  Carta por ADI al embajador estadounidense George S. Messersmith (2 de junio de 1944), USNACP, RG 84, UD2894 (1944), “843.Associations: Acción Democrática Internacional”, s. fol. 43  Véase el anuncio en el Registro de Actividades en la Biblioteca del Orfeó Català de Méxic (Ciudad de México) (13 de julio de 1944), s. fol. 44  Véase “Mexiko feiert den 26. Jahrestag der UdSSR”, en Demokratische Post, año I, n.º 7 (15 de noviembre de 1943), p. 2; el 21 de mayo de 1942 la CNT-Catalunya utilizó el domicilio de la ADI para llevar a cabo una reunión de su Comité Regional: Solidaridad Obrera, año I, n.º 1 (13 de mayo de 1942), p. 4. 40 

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socialistas españoles prietistas, sin embargo, no parecen haber participado o influido en esta organización de manera significante.45 Por último, los intentos por organizar a los antifascistas extranjeros se extendieron a través de todos los residentes extranjeros en la ciudad para así cerrar la brecha entre los exiliados políticos que llegaron desde 1939 y los integrantes de la inmigración antigua. El resultado fue la Federación de Residentes Anti-Nazifascistas Extranjeros en México (FRAEM) que se constituyó el 17 de marzo de 1942 en el Teatro del Sindicato de Cinematografístas en la calle Orozco y Berra n.º 15 de la colonia Guerrero.46 Este congreso fue iniciativa del Comité Nacional Antisinarquista y en Defensa de la Democracia bajo la dirección de Alfredo Félix Díaz Escobar,47 una organización establecida por el Congreso Mexicano en noviembre del año anterior en respuesta a las actividades de la Unión Nacional Sinarquista (UNS) de la extrema derecha de la política mexicana.48 Ya que la UNS era sospechosa de mantener contactos íntimos con la Falange Española en México, así como con representantes del nacionalsocialismo alemán en México, la FRAEM fue concebida como antídoto a la infiltración de la extrema derecha en las comunidades extranjeras; la asociación política de la FRAEM con el PRM era profunda.49 La organización compartía sus oficinas en el corazón del Centro Histórico Véase el memorandum sobre la ADI (13 de enero de 1943), USNACP, RG 84, UD2894 (1943), “843.Associations: Acción Democrática Internacional”, s. fol. 46  Véase el anuncio “Quedó constituido la Federación de Residentes Anti-Nazifascistas Extranjeros en México”, El Popular (7 de abril de 1942), p. 7, BAL, SAPMO, Nachlaß Paul Merker NY 4102/54: “Tätigkeit in Mexiko”, fol. 1; véase también la carta de invitación del Comité Nacional Antisinarquista al Círculo Cultural “Jaime Vera” (9 de marzo de 1942), Fundación Pablo Iglesias (FPI, Alcalá de Henares), archivo particular Ramón Lamoneda ARLF 170/37, fols. 1-2. 47  Las actividades de Alfredo Félix Díaz Escobar provocaron desconfianza profunda en la embajada de Estados Unidos en México; véase el informe extenso sobre Dìaz Escobar por el representante del FBI en la embajada estadounidense en los USNACP, RG 84, UD 2894 (1943 Jun-Aug), “820.02 Gibson” (6 de mayo de 1943), s. fol. 48  Hernández García de León (1999). 49  Véase “Exposición de motivos y proyecto de estatutos de la organización de agrupaciones extranjeros antinazifascistas residentes en México” (6 de marzo de 1942), FPI, ARLF 170/37, fols. 3-6. El Comité Organizador consistía de Vicente Saenz, Lászlo Rádványi, André Simone [Otto Katz], Ernesto Félix Díaz Escobar, Ramón García Urrutia y Ricardo Castellote. 45 

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en la avenida 5 de Mayo n.º 43 con el Comité Nacional Antisinarquista. Entre las organizaciones adherentes a la FRAEM se encontraban algunas que mantenían tensas relaciones entre ellas mismas como el Movimiento Alemania Libre y la Liga Pro-Cultura Alemana. El horizonte geográfico de la cooperación transnacional también se amplió ya que las comunidades china y latinoamericanas recibieron atención por parte de esta Internacional AntiFascista en México. Como reacción a la entrada de México, el 22 de mayo de 1942, en la Guerra Mundial en contra de la Alemania nazi, el día siguiente la FRAEM emitió un “manifiesto” para demostrar su apoyo y lealtad al gobierno mexicano. La Federación se puso en el cargo de representar: franceses libres, checoeslovacos, españoles antifalangistas, griegos, austriacos, judíos, polacos, húngaros, representantes chinos del régimen Chiang-Kai-Schek, alemanes antinazis, italianos antifascistas, rusos, holandeses, hispanoamericanos que en México han encontrado su segunda patria y entre ellos, escritores, maestros, hombres de ciencia, trabajadores manuales, ingenieros, pilotos de aviación, técnicos de diversas especialidades y soldados de distintos latitudes, que supieron luchar heroicamente contra los ejércitos de Hitler y de sus segundones.50

En esta adhesión tan amplia la comunidad judía aparecía como nacionalidad separada, mientras los españoles eran representados en la FRAEM por la Unión Democrática Española de la denominación política de los negrinistas. La corriente prietista de los socialistas españoles no formaba parte de esta iniciativa y –mientras declaraba su lealtad al gobierno mexicano en su propio periódico Adelante51– mantenía su distancia con respecto a este foro transnacional.

Manifiesto de la Federación de Residentes Anti-Nazi-Fascistas Extranjeros en México (23 de mayo de 1942); BAL, SAPMO, Nachlaß Paul Merker NY 4102/54: “Tätigkeit in Mexiko”, fol. 3. 51  “En estas horas graves para México, México es más que nunca nuestra patria”, en Adelante, año I, n.º 9 (1 de junio de 1942), p. 1. 50 

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La dimensión transnacional En términos políticos-ideológicos, la organización más dedicada (aunque podría decirse la más ortodoxa e inflexible) a la esfera política transnacional en Ciudad de México era, en gran medida, la Sociedad de Amigos de la Unión de las Repúblicas Soviéticas Socialistas (SAURSS). Desde el ataque de la Alemania nacionalsocialista a la Unión Soviética en junio de 1941, la organización intentaba movilizar a la opinión pública con grandes reuniones en el Frontón de México o la Arena México en favor de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre México y la URSS.52 Las actividades de la SAURSS seguían de cerca la situación militar en el frente del este en Europa. En junio de 1942 el primer aniversario del ataque a la URSS por parte de la Alemania nacionalsocialista fue conmemorado por la Convención de los Amigos de la URSS en el Teatro de los Electricistas en la calle Artes n.º 45 de la Tabacalera.53 El 29 de septiembre la SAURSS organizó una “Homenaje a los defensores de Stalingrado” en el mismo lugar.54 El 8 noviembre 1942 el Monumento a la Revolución en el centro de la Tabacalera fue el sitio elegido para una manifestación de celebración del 25 aniversario de la Revolución de Octubre en Rusia.55 El 29 enero de 1943 el adjunto Comité de Ayuda Véase “Gran Mitin en pro de la reanudación de las relaciones diplomáticas y comerciales entre México e Inglaterra y la URSS”, en España Popular, año II, n.º 67 (27 de agosto de 1941), p. 7; “Por la reanudación de relaciones con la URSS e Inglaterra – un gran mitin de masas en México”, en España Popular, año II, n.º 72 (3 de octubre de 1941), p. 3. 53  “Un año de guerra en la URSS”, en España Popular, año III, n.º 94 (7 de julio de 1942), p. 6. Desde esta convención la organización estableció su propio periódico; véase “La Convención de Amigos de la URSS”, en Boletín Quincenal de la SAURSS, año I, n.º 1 (junio de 1942), pp. 2-3; “Nuestra Convención…”, Boletín Quincenal de la SAURSS, año I, n.º 3 (julio de 1942), pp. 1-2; véase también la documentación extensa de la convención de la SAURSS en el Archivo Estatal de la Federación Rusa (GARF, Moscú), fond 5283, opis 14, delo 144, fols. 92-153. 54  “Homenaje a los defensores de Stalingrado”, en Boletín Quincenal de la SAURSS, año I, n.º 8 (octubre de 1942), p. 3. 55  Véase el anuncio “25 años de vida de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas – gran mitin de masas”, en Boletín Quincenal de la SAURSS, año I, n.º 9 (7 de noviembre de 1942), p. 12; “México, en un gran acto, pronuncia por inmediatas relaciones con la URSS”, en España Popular, año III, n.º 108, p. 4. 52 

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a Rusia en Guerra utilizó el Centro Vasco en la avenida Madero n.º 6 del Centro Histórico para ofrecer una cena de celebración de ambos, el 25 aniversario del Ejército Rojo y la victoria reciente de Stalingrado.56 El 12 de febrero de 1943 la SAURSS inauguró su domicilio permanente en la calle de Bolívar n.º 57 en el Centro Histórico.57 El 23 del mismo mes, Vicente Lombardo Toledano presidió el homenaje al Ejército Rojo en el Palacio de Bellas Artes.58 En marzo del mismo año, el comité anunció una “Noche Rusa de Carnaval” en el University Club de la Ciudad de México en el Paseo de la Reforma para extender sus actividades a la esfera de la política cultural – se ofrecieron numerosos eventos como conferencias, conciertos sinfónicos, exhibiciones de películas, veladas y bailes– y todos estos eventos tuvieron lugar con la considerable participación de todas las comunidades nacionales del exilio en México.59 La presencia pública de la SAURSS en la ciudad era impresionante y existían intersecciones personales entre la SAURSS y otras organizaciones de la política transnacional, la más notable la de su presidente José Mancisidor que también era presidente de la FOARE.60 Parece que al menos durante la Guerra Mundial, y entre todas las corrientes políticas de la Izquierda internacional, el campo prosoviético era quien se beneficiaba en mayor parte de la práctica política transnacional y quien estaba en la posi“160 Intelectuales rinden homenaje a Rusia”, en Ayuda a Rusia. Publicación mensual del Comité de Ayuda a Rusia en Guerra, año II, n.º 5 (febrero de 1943), pp. 4-5; “Un homenaje a la URSS”, en España Popular, año III, n.º 119 (29 de enero de 1943), p. 3. 57  “Inauguración de nuestra nueva casa”, en Boletín Quincenal de la SAURSS, año II, n.º 12 (febrero de 1943), p. 7; “Inauguramos nuestra casa”, en Boletín Quincenal de la SAURSS, año II, n.º 13 (febrero de 1943), p. 2; solo tres semanas antes, el Centro Andaluz se había establecido en el mismo edificio: “Próxima inauguración del Centro Andaluz”, en España Popular, año III, n.º 107 (6 de noviembre de 1942), p. 3; “Inauguración del Centro Andaluz”, en España Popular, año III, n.º 119 (29 de enero de 1943), p. 3. 58  “México rinde homenaje al Ejército Rojo”. España Popular, año IV, n.º 124 (24 de febrero de 1943), p. 4. 59  “México rinde homenaje al Ejército Rojo”, España Popular, año IV, n.º 124 (24 de febrero de 1943), p. 2.; véase también: Boletín Quincenal de la SAURSS, año I, n.º 5 (septiembre de 1942), p. 6; año I, n.º 6 (septiembre de 1942), pp. 7-8; año I, n.º 8 (octubre de 1942), p. 6; año I, n.º 9 (noviembre de 1942), p. 3. 60  Véase el Comité Ejecutivo de la SAURSS en el Boletín Quincenal de la SAURSS, año I, n.º 3 (julio de 1942), p. 8. 56 

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ción de establecerse como centro topográfico y simbólico de la vida política y social de la capital mexicana. Al otro lado del espectro político, la comunidad antisoviética de los exiliados experimentaba el ambiente político de Ciudad de México de una manera muy diferente. Desde el pacto soviético-alemán en agosto de 1939, una minoría de exiliados socialistas europeos se oponía a la estrategia internacional de los comunistas, mientras la represión del anarquismo español en 1937 no se había olvidado y el Comintern continuaba la persecución de sus detractores como “trotskistas”. El asesinato del exiliado León Trotsky a manos de un exiliado español en agosto de 1940 demostró la presencia clandestina de la Tercera Internacional en la ciudad y trajo consigo duras implicaciones para la Izquierda exiliada en México. El 20 de febrero de 1941, Julián Gorkín, exmilitante catalán del POUM, José Muñoz Cota, oficial de la Secretaría de la Defensa, y los periodistas mexicanos Elvira Vargas y Gustavo de Anda organizaron una reunión en contra de “la burguesía y el imperialismo” en el Teatro Hidalgo en la calle Regina n.º 52 al sur del Centro Histórico. El público, compuesto por casi 300 asistentes, esperó en vano a los oradores, ya que a las nueve de la noche el podio fue invadido y ocupado por militantes de sindicatos prosoviéticos denunciando con volantes a los organizadores de “traidores” y de ser una “banda de espías y provocadores trotskistas”. Después de un discurso breve pronunciado por el sindicalista Carlos Hidalgo el mitin tuvo que ser cancelado.61 En enero de 1942, el periódico comunista Voz de México publicó una caricatura de la cabeza de Trotsky descomponiéndose bajo un árbol de serpientes decoradas con cruces gamadas que mostraban los nombres del veterano renegado de la Revolución Rusa Victor Serge, el periodista francés Marceau Pivert, el escritor alemán y excomisario comunista durante la Guerra Civil española Gustav Regler, el trotskista catalán Grandizo Muniz y Julián Gorkín.62 La amenaza de silenciar las voces de la oposición antiestalinista apenas hubiera sido expresada de una manera más clara. En febrero de 1943, el embajador soviético en Estados Unidos, Maxim Véase el informe y transcripción por la vigilancia de la Secretaría de Gobernación: AGN, Archivo Presidencial Manuel Ávila Camacho, exp. 710.1/101-51: “Escandalazo en el Teatro Hidalgo”, s. fol. 62  Pivert, Regler, Serge, Gorkín (1942), p. 79. 61 

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Litvinov, declaró que dos “espías” y “quintacolumnistas” polacos habían sido condenados a muerte y ejecutados en la URSS: Henryk Erlich y Victor Alter, ambos militantes de la organización socialista polaco-judía el “Bund”. El 10 de marzo, los antiestalinistas en México organizaron una reunión de protesta en contra de estas ejecuciones en el Centro Cultural Israelita de México en la calle República de Cuba n.º 81, casi a tres cuadras al norte del Zócalo. El mitin fue interrumpido por comunistas de varias nacionalidades y la situación acabó en una pelea que acabó con la intervención de la policía y múltiples detenciones.63 Tres semanas más tarde, el Centro Cultural Ibero-Mexicano fue el lugar de celebración de un mitin semejante que también fue atacado por los militantes pro-soviéticos en la ciudad.64 De esta manera, las reuniones de los antiestalinistas se convirtieron en campos de batalla transnacionales por la hegemonía sobre el futuro de la Izquierda europea y en reflejo de los eventos de la guerra en Europa. En el trasfondo de este conflicto figuraba la victoria de Stalingrado y el probable futuro de Polonia bajo la hegemonía soviética de la posguerra.65 Como respuesta a las intervenciones violentas por los comunistas, los antiestalinistas socialistas también se organizaron de una manera transnacional tal y como demostraba su localización topográfica en la ciudad: el Centro Cultural Ibero-Mexicano en la calle Venustiano Carranza n.º 50 no solo albergaba al movimiento “Socialismo y Libertad” de Serge, Pivert, Regler y Gorkín (que actuaba como secretario cultural del Centro) y las oficinas de su periódico Mundo (Gustavo de Anda funcionaba como su gerente oficial), también era el domicilio de la Unión de Socialistas Alemanes y Austriacos encabezada por Max Diamant que editaba allí su periódico Sozialistische Tribüne (de nuevo, Gustavo de Anda figuraba como gerente).66 “Police break up anti-Soviet fest”, en Novedades (11 de marzo de 1943); “Escándalo de los Comunistas en el Comité Israelita”, en Excélsior (12 de marzo de 1943), 2.ª ed., pp. 1 y 4; “Una provocación contra la Unidad de los Aliados”, en Alemania Libre, año II, n.º 7 (1 de abril de 1943), p. 4; Merker, Paul, Die Bewegung Freies Deutschland in Lateinamerika, BAL, SAPMO, Nachlaß Paul Merker NY 4102/6, fol. 360. 64  Homenaje a Tresca, Alter y Ehrlich (1943). 65  Por un análisis más detallado de los conflictos de marzo-abril de 1943 en Ciudad de México, véase Reimann (2017). 66  Véase Mundo, año I, n.º 1 (15 de junio de 1943), p. 32; Sozialistische Tribüne, año I, n.º 1 (febrero de 1945), p. 24. 63 

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Compartían el edificio con los anarquistas españoles de la Delegación de la CNT en México y su periódico Solidaridad Obrera.67 De esta manera, el edificio se convirtió en un bastión del anticomunismo de la izquierda con reuniones regulares y desempeñó un papel significante en la transición del sectarismo izquierdista al enfrentamiento ideológico durante la Guerra Fría.

Conclusión La topografía capitalina de la política transnacional en el exilio ofrece una nueva aproximación a la historia del exilio que demuestra una coreografía de convivencia, cooperación, así como de aislamiento y conflictos a través de las comunidades nacionales en el exilio. Además de la estructura mixta del alojamiento en Ciudad de México, existía una notable textura transnacional de la práctica política que se inscribió en la topografía urbana. Entre las agrupaciones políticas se puede observar una tendencia a la integración transnacional entre los republicanos españoles de la corriente negrinista, las relativamente pequeñas comunidades del exilio europeo y los comunistas, así como entre los socialistas antiestalinistas. El Centro Republicano Español bajo la dirección de los socialistas españoles de Indalecio Prieto mantenía una posición distanciada con respecto a la política transnacional. El resultado fue una estructura del transnacionalismo en el exilio que fomentaba la polarización de los conflictos políticos que a veces resultaron en enfrentamientos violentos. En términos de visibilidad pública, los teatros de la ciudad (sobre todo el Palacio de Bellas Artes) y los auditorios de los sindicatos mexicanos funcionaron como lugares de acción política transnacional y demostraron los vínculos del exilio transnacional con la élite cultural y política mexicana. Existieron intentos de establecer contactos con las comunidades de la antigua inmigración europea en la ciudad, y en el caso español los centros sociales regionales españoles más activos fueron el Centro Vasco, el Centro Andaluz y el Casal Català que surgió en oposición al antiguo Orfeó Català. Los límites de esta práctica social y política del transnacionalismo se encontraban en la Véase “Centro Ibero-Mexicano”, en Solidaridad Obrera, año I, n.º 2 (20 de mayo de 1942), p. 2. 67 

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esfera ideológica ya que la dedicación a la cooperación transnacional siempre implicaba comprometerse ideológicamente con uno de los campos sectarios de la Izquierda europea en el exilio en México.

Archivos Archivo Estatal de la Federación Rusa (GARF, Moscú). Archivo General de la Nación (México). Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (México). Biblioteca del Orfeó Català de Méxic (México). Bundesarchiv Lichterfelde (Berlín). Dokumentationsarchiv Österreichischer Widerstand (Viena). Fundación Pablo Iglesias (Alcalá de Henares, Madrid). United States National Archive (College Park, MD).

Periódicos Adelante. Alemania Libre. Ayuda a Rusia. Publicación mensual del Comité de Ayuda a Rusia en Guerra. Boletín de la Alianza Internacional “Giuseppe Garibaldi”. Boletín Quincenal dela SAURSS. CNT. Demokratische Post. España Popular. Excélsior. Iberia. Libertad. Mundo. Solidaridad Obrera. Sozialistische Tribüne.

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Otros camaradas de ruta. Las colaboraciones transnacionales de los editores republicanos españoles y los activistas homófilos norteamericanos en Ciudad de México, c. 1940-19601 Víctor M. Macías-González

Al percatarse de la venta de la revista homófila norteamericana ONE: The Homosexual Magazine (1953-1967) en la Librería de Cristal en Ciudad de México, la Comisión Nacional para la Moralización del Ambiente (CoNaMoA) –órgano de censura de publicaciones y espectáculos de la Acción Católica Mexicana– movilizó sus recursos para impedir su importación. El pbro. José Antonio Romero y Ortigosa, S.J. (1888-1961), director de la CoNaMoA, levantó la alarma sobre la revista en su carta del 7 de marzo de 1956, dirigida al jefe de la Oficina de Asuntos Jurídicos, el Lic. Antonio de Ibarrola y Aznar (1909-1996), comentándole que le constaba que había ejemplares a la venta en la sucursal de la calle de Niza de la Librería de Cristal dirigida por el editor, librero e impresor exiliado republicano Rafael Giménez Siles (1900-1991). La oficina jurídica contestó la carta al mes siguiente, respondiendo que se hacían “las investigaciones necesarias” para determinar si la Librería de Cristal vendía ONE, adquiriendo para el abogado José Villela, vicepresidente de la CoNaMoA, dos ejemplares para su revisión. Este determinó que era inconveniente que se vendiera la revista en México, pero, por estar escrita en inglés, no presentaba ningún peligro inmediato. Ibarrola informaba a Romero sobre el asunto y pedía su parecer sobre si era necesario Agradezco a la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de Wisconsin, La Crosse, EE. UU., por apoyar esta investigación. 1 

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hacer una denuncia al Servicio Internacional del Correo, para evitar la entrada de la revista al país. Ibarrola envió dos ejemplares de la revista al padre Romero el 2 de mayo, para que los evaluara. Romero contestó dos semanas después, el 15 de mayo de 1956, devolviendo los ejemplares de ONE que Ibarrola le había enviado, comentándole: “Hay que luchar decididamente por que no entre en México, pues no solamente es mala, sino pésima”.2 El Lic. Antonio Jáuregui Zárate, apoderado de la CoNaMoA, interpuso una denuncia contra la revista ONE ante la Procuraduría de Justicia de la República, presentando los ejemplares de febrero, marzo y junio de 1956 (correspondientes a los números 2, 3 y 5 del cuarto volumen de la publicación) y solicitando que se abriera una averiguación para proceder al castigo de sus distribuidores y mandar asegurar todos los números de la revista en México.3 La denuncia tachaba a la revista de ser ilícita, obscena y de ser una apología de la homosexualidad. Una ligera revisión de los ejemplares en cuestión deja claro por qué la Iglesia se opuso a la revista. El número 2 (febrero de 1956) presentaba una discusión amplia entre médicos sobre la homosexualidad. El número 3 (marzo de 1956) reseñaba la comunidad homosexual canadiense. El número 5 (junio-julio de 1956) incluía notas sobre las recomendaciones de un comité especial de la Iglesia anglicana sobre cómo apoyar, aconsejar, y velar por los derechos de sus feligreses homosexuales en el Reino Unido, y una reseña favorable del libro Fabrizio Lupo, del escritor Carlo Cóccioli, publicado en México por la Compañía General de Ediciones, accionista de la Librería de Cristal y distribuidor de la revista ONE en la capital. Es interesante notar que el número 4 (abril-mayo de 1956) que no fue incluido en la denuncia, contenía en la página 7 una carta de un lector anónimo mexicano. La carta abogaba por la inclusión del homosexual en la sociedad, y por un

Carta a Antonio de Ibarrola (15 de mayo de 1956), caja 7, exp. “Comisión Nacional para la Moralización del Ambiente, mayo-octubre 1956”. Fondo de Acción Católica, s. n., Fondos Reservados de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. 3  Denuncia de la revista ONE ante la Procuraduría General de la República (5 de julio de 1956), caja 7, exp. “Comisión Nacional para la Moralización del Ambiente, mayo-octubre 1956”. Fondo de Acción Católica, s. n. Fondos Reservados de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. 2 

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futuro en el que no existieran ni perjuicios ni ignorancia y en que se reconociera la humanidad del homosexual.4 No obstante la prohibición de su circulación, los envíos regulares de paquetes de 10 a 25 ejemplares mensuales desde Los Ángeles a la Librería de Cristal se mantuvieron por lo menos hasta abril de 1957, y la revista continuó enviando ejemplares a suscriptores individuales (entre 20 y 30 por año) hasta que suspendió su distribución en 1967.5 A pesar de las objeciones de la Iglesia, la revista siguió vendiéndose en la Librería de Cristal ya que su director, Giménez Siles, disfrutaba de la protección de políticos e intelectuales mexicanos de la talla del novelista Martín Luis Guzmán (1887-1976). Giménez Siles fungía además como director general de uno de los consorcios editoriales de mayor envergadura en México y América Latina: EDIAPSA (Edición y Distribución Iberoamericana de Publicaciones, S. A.). Para Giménez Siles, según Cóccioli, publicar libros con contenido homosexual “era un acto político”, un desafío a la sociedad mexicana y en especial, a la Iglesia.6 A mediados de los años cincuenta, la revista ONE distribuía entre 4.000 y 5.000 ejemplares por fascículo, de los cuales 1.500 pasaban a suscriptores en Estados Unidos, 200 a agrupaciones homófilas europeas, 100 suscripciones a Asia y África, y cerca de 200 suscripciones a Latinoamérica. Algunos 2.000 a 3.000 se expedían en kioscos y librerías en Estados Unidos. Tan solo dos docenas de suscriptores radicaban en México, en su mayoría en la capital, pero la Librería de Cristal vendía entre 25 y 50 números adicionales por mes, equivalentes a la circulación combinada de la revista en Francia e Inglaterra.7 El centro de distribución más grande en México fue la Librería de Cristal, “A Reader from Mexico City, As for Me, Letters to ONE”, en ONE: The Homosexual Magazine, vol. 4, n.º 4 (1956), pp. 6-7. 5  Reporte mensual de envíos de revista, ejemplar de abril de 1957 (17 de junio de 1957), en caja 48, exp. 18 “Circulation 1957”, Publications Division Records, ONE Inc. Records, Collection 2011-001, ONE National Gay and Lesbian Archives, University of Southern California, Los Angeles (ONENGLA-USC). Los envíos a subscriptores individuales continuaron igualmente hasta 1967, cuando desapareció la revista. 6  Cóccioli (1995), p. 294. 7  “Circulation Report”, One Confidential Annual Report 1958, vol. 3, n.º 1A (1958), p. 4, en exp. Annual Report ONE FY 1957, caja 1, Administrative Records Series, One Inc., Collection 2011-001, ONENGLA,-USC; véase también Loftin (2012), pp. 19-22. 4 

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que realizó ventas de 25 revistas mensuales que se agotaban regularmente. El acuerdo fue alcanzado en marzo de 1954 y continuó casi por cinco años, cuando otras revistas se volvieron más atractivas. ONE se publicaba en inglés, con un contenido más literario que incluía noticias, columnas de consejos y reseñas de libros. No presentaba fotografías eróticas. ONE consideraba la homosexualidad como algo natural y combatió su patologización por médicos y psiquiatras.8 ONE Magazine proporcionaba a sus lectores información sobre cómo llevar vidas positivas y fructíferas como homosexuales, los mantenía informados de los desarrollos y éxitos del movimiento homófilo, e idealizaba un modelo normativo de clase media que privilegiaba relaciones de pareja estables. Asimismo, retrataba a los homosexuales de una manera positiva y afirmativa, y contenía historias, poemas y obras de teatro. Las historias de reportajes abordaron temas de la vida cotidiana de homosexuales de clase media. Ofrecía asesoramiento sobre parejas y relaciones, abogaba por el “matrimonio” gay,9 proporcionaba información sobre bares y playas gays y ofrecía información de interés para parejas que convivían juntas, como asesoría fiscal, de inversiones y la adquisición y equipo de su vivienda.10

William Lambert, “America’s First and Only Homosexual Magazine”, en Der Kreis: Eine Monatsschrift, vol.  XXIII, n.º 1 (1955), pp. 39-40, y “Who were the People who started ONE? How ONE began”, en ONE Magazine, vol. III, n.º 2 (1955), pp. 8-15. 9  Estoy consciente de que la palabra gay es anacrónica en el periodo que analizo, aunque, como señalo en el ensayo, se tradujo como ‘alegre’ en el libro de Edward Sagarin publicado en 1952. Véase Webster Cory (1952), p. 167. El vocablo gay no entró en circulación sino hasta los años setenta en México y en España, pero en este ensayo lo empleo para evitar repetir homosexual u homoatraído (same-sex-attracted) en el texto. 10  Herbert Gant, “The Third Choice (on homosexual marriage)”, en ONE Magazine, vol. II, n.º 4 (1954), pp. 3-4; Robert Gregory, “The Gay Bar”, en ONE Magazine, vol. VI, n.º 2 (1958), pp. 5-9; Robert Charles Jemison, “Know your bartender”, en ONE Magazine, vol. IX, n.º 1 (1961), pp. 6-13; Frank Golovitz, “Gay Beach”, en ONE Magazine, vol. VI, n.º 6 (1958), pp. 5-10; Jessica Farr, “Have yourself a Gay Vacation this July”, en ONE Magazine, vol. VII, n.º 6 (1959), pp. 5-8; Matt Kent, “The Gay Park”, en ONE Magazine, vol. VIII, n.º 9 (1960), p. 23; Charles K. Robinson, “Plan for financial freedom”, en ONE Magazine, vol. VII, n.º 9 (1959), pp. 22-23, y “A Home Of Your Own”, en ONE Magazine, vol. VIII, n.º 3 (1960), pp. 5-6; Gene Guillardo, “Doesn’t Anyone Ever Stay Home? (Against socializing in gay bars)”, en ONE Magazine, vol. X, n.º 2 (1962), pp. 19-21; Jim Egan, “Blueprint for partnership”, en ONE Magazine, vol. IX, n.º 11 (1961), pp. 20-23; Randy Floyd, “Let’s Push 8 

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La persecución de la revista ONE por la Iglesia mexicana en 1956 demuestra la confluencia de intereses entre miembros de la comunidad de exiliados españoles en México y la dirigencia de publicaciones homófilas norteamericanas como ONE Magazine, y sus lectores mexicanos homoatraídos. La colaboración transnacional resultante creó oportunidades para traducir, publicar y distribuir libros y revistas dirigidas al público lector homoatraído en las Américas y dio lugar al desarrollo de nuevos espacios sociables y comerciales como la librería insignia de Giménez Siles, la Librería de las Pérgolas de Bellas Artes (adyacente al Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México en el Parque de la Alameda) que expuso y vendió publicaciones homófilas. La orientación izquierdista compartida de la mayoría de los líderes de la ONE Magazine con Giménez Siles, y la experiencia del exilio, tal vez los llevó a empatizar con los mexicanos marginados por su homoerotismo. Entre los fundadores de ONE Magazine figuraban el activista sindicalista Harry Hay (1912-2002), el diseñador de moda y emigrante judío austriaco Rudi Gernreich (1922-1985), el dramaturgo, bailarín y crítico Dale Jennings (1917-2000), el músico y organizador izquierdista Robert Booth “Bob” Hull (1918-1962), el activista comunista Charles Dennison “Chuck” Rowland (1917-1990) y el actor y publirrelacionista Charles Roy Côté (1916-1954, pseud. Paul Charles Benard). Compartían una experiencia común de servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial (excepto Hull, quien fue rechazado por su homosexualidad), habían asistido a la universidad, militado en el Partido Comunista Norteamericano (CPUSA), habían simpatizado con la República durante la Guerra Civil española, y militaban en sindicatos o grupos políticos universitarios. Trataron de transformar las actitudes sociales hacia los homosexuales a través de una campaña de educación pública. Durante el otoño de 1952, la célula de la Mattachine Society en Los Ángeles discutió la creación de un boletín de noticias, y esto dio lugar a la revista ONE. Gran parte de los asuntos administrativos cotidianos de ONE estuvieron a cargo de W. Dorr Legg (1904-1994, bajo el pseudónimo de William Lambert), el reportero James Lynn “Jim” Kepner (1923-1997, pseud. Lyn Pedersen), el editor Don Slater (1923-1997), la ilustradora Joan Corbin Homosexual marriage”, en ONE Magazine, vol. XI, n.º 6 (1963), pp. 5-10; Gene Mallory, “An Income Tax Guide For Homosexuals”, en ONE Magazine, vol. X, n.º 2 (1962), pp. 6-10.

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(1921-2004, pseud. Eve Elloree) y la editora y colaboradora Irma “Corky” Wolf (sf, pseud. Ann Carll Reid). Entre los primeros colaboradores figuraron el activista homófilo pionero Edward Sagarin (1913-1986, pseud. Donald Webster Cory) y escritores como James Barr, Christopher Isherwood y Norman Mailer. También se incluyó a un grupo racialmente diverso de hombres como Merton Bird, el amante afroamericano de W. Dorr Legg, el mexicanoamericano Antonio Reyes (1929-2003), el activista y editor judío Martin F. Block (1919-1995), y el publirrelacionista y traductor cubano-americano Gonzalo “Tony” Segura (1919-1991).11 La relación de trabajo del personal de ONE Magazine y Giménez Siles puso en manos de los clientes mexicanos materiales que pudieron haber sido útiles para el desarrollo de una nueva conciencia homosexual que se basó en los desarrollos políticos locales, así como en los ideales homófilos norteamericanos. También circularon entre los lectores americanos de ONE (así como a través de la red de afiliados europeos de la revista) obras literarias y científicas sobre la homosexualidad producidas en México y en otras partes del mundo de habla hispana. Era un intercambio mutuamente benéfico. Los esfuerzos de ONE a favor de los homosexuales mexicanos incluso les llevó a intentar, en por lo menos dos ocasiones –en octubre de 1954 y febrero de 1955–, a organizar a sus lectores para que pudieran salir de la clandestinidad en que algunos de ellos vivían ante la homofobia de la sociedad mexicana. La revista ofreció a los gays mexicanos un plan para su exploración y adaptación de la visión asimilacionista de la homosexualidad normativa de género que los grupos homófilos defendían en Estados Unidos. En vez de los acostones furtivos y las aventuras anónimas frecuentes entre los mexicanos homoatraídos, los homófilos norteamericanos idealizaban las relaciones monógamas de largo plazo y trabajaron a favor de organizar y desarrollar un sentido de comunidad e identidad con una agenda política. Equiparándose con las minorías étnico-raciales norteamericanas, se organizaron alrededor del argumento de que la homosexualidad era una característica natural e innata, y combatieron su patologización por médicos y psiquiatras. Si bien seguían un alineamiento homonormativo que privile“Formation of ONE, Inc.” (1952), en Stewart (2014), vol. 1, pp. 400-401; White (2009), pp. 28-40. 11 

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giaba pautas de comportamiento burguesas, los homófilos organizaron los primeros esfuerzos de liberación homosexual en los cuarenta y cincuenta. Combatieron las razzias policiacas de homosexuales en parques, baños, cines, bares y otros espacios de ligue en los centros urbanos norteamericanos. Su perfil era, por lo general, de clase obrera y media-baja, con estudios técnicos y medios-superiores, que se habían politizado en los sindicatos laborales, en el partido demócrata, o los partidos y agrupaciones de izquierda. Aspiraban a la respetabilidad, la honorabilidad y la decencia de las clases medias, y algunos emplearon la estrategia de adoptar normas de comportamiento y representación homonormativas. No abogaban por ampliar su expresión de género, sino que se atenían a las pautas tradicionales de masculinidad y feminidad. La prensa homófila solía emplear un lenguaje homófobo y misógino, rechazando la colaboración en sus campañas de varones afeminados o de mujeres masculinas. Muchos eran veteranos de la Segunda Guerra Mundial, y empleaban las tácticas de la clandestinidad para organizarse en celdas, para organizar manifestaciones públicas y campañas de concientización para exigir que las autoridades dejaran de acosarles. La primera organización homófila fue la Mattachine Society, fundada en 1950. Para 1952 registró sus primeras victorias al conseguir que los policías de Los Ángeles dejaran de hostigar a los homosexuales en espacios públicos, y lograron que se respetara su libertad de asociación en los bares y negocios que frecuentaban. La estrategia de asimilarse a las pautas de género y comportamiento burgués continuó hasta 1964, época en que grupos más radicales tomaron la dirección del movimiento. La revista ONE surgió entre algunos integrantes de la Mattachine a finales de 1952. Cubría los acontecimientos políticos, sociales y culturales defendidos por activistas homófilos de todo el mundo, e hizo que los mexicanos se dieran cuenta de que no estaban solos en su lucha contra la sociedad, la Iglesia y el Estado, y sus columnas proporcionaban a sus lectores consejos y consuelo. La correspondencia de los lectores mexicanos y latinoamericanos de ONE Magazine con los editores de la revista, aunque a menudo no se publicaron, arroja luz sobre cómo estas colaboraciones transnacionales contribuyeron al surgimiento de una conciencia homosexual y difundieron el conocimiento sobre las culturas homosexuales emergentes en las Américas. Cuando el personal de la ONE Magazine intentó organizar a los hombres homoatraídos de Ciudad de Mé-

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xico en 1954, descubrieron que había importantes obstáculos culturales en la circulación transnacional de ideas sobre la homosexualidad. El mayor punto de ventas de la revista ONE en México fue la casa matriz de la Librería de Cristal, localizada a un costado del Palacio de Bellas Artes en la Alameda Central, donde se había instalado desde 1940 en las antiguas pérgolas del parque. Fue la primera librería de autoservicio en la América española. Esta innovación, introducida por Rafael Giménez Siles –quien estuvo al mando del gremio de libreros en la Segunda República española y organizó la primera Feria Internacional del Libro de Madrid–, les proporcionaba a los clientes una experiencia agradable ambientada con música clásica tocada por altavoces. El local contaba con numerosos departamentos especializados en literatura, arte, música, textos científicos, y contó con una sección bien surtida de importaciones extranjeras. Cada semana un letrero de neón color rosado colocado sobre el techo anunciaba el bestseller de la semana. Una gran vitrina exhibía ejemplares de novelas que, convertidas en cintas cinematográficas, estaban en taquilla.12 La galería de la 2.ª planta de la librería acogía exposiciones y conferencias, y su cafetería era lugar de reunión para toda la intelectualidad, además de atraer profesionistas y burócratas que trabajaban en el centro de la ciudad y los numerosos turistas que se hospedaban en hoteles vecinos. El menú estaba disponible en español e inglés, y ofrecía un almuerzo asequible de tres platos por cinco pesos, y meriendas surtidas cotizadas a dos pesos o menos.13 Entre los visitantes frecuentes se encontraban personajes culturales gay como el poeta y cronista Salvador Novo (1904-1974) y el pinto Roberto Montenegro (1885-1968), y una de las primeras exposiciones expuestas en la galería fue la del pintor gay Juan Soriano.14 Entre los homosexuales de la ciudad, el ambiente bohemio de la Milton Bracker, “Mexico City’s Glass Bookshop”, en The New York Times (7 de julio 1946), p. 101. 13  Existen tres menús fechados entre 1940 y 1951 de la cafetería en la Colección de Menús de Anita Brenner. Véase exp. 5 “Menus-Mexico City Restaurants”, Box 32, Series II, Literary Research Files, Anita Brenner Papers, 1923-1981, Harry Ransom Humanities Research Center, The University of Texas at Austin. 14  “La difusión de la cultura en América. EDIAPSA a los seis meses de comenzar su labor”, en Romance, n.º 13 (1940), pp. 12-13; Zaher Vergara (1998), p. 95; Novo (1965), p. 614. Novo iba los sábados por la mañana al café de la librería. 12 

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librería resultó atractivo y el hecho de que fuera el distribuidor clave de publicaciones y revistas americanas homófilas convirtió el área donde estas se mostraron en un espacio de ligue.15 Algunos dirigentes de la ONE Magazine habían veraneado en 1950 en México, pasando un par de semanas en la capital donde sin duda conocieron la Librería de Cristal. Los esfuerzos de ONE Magazine para expandirse al mercado mexicano datan del 31 de marzo de 1954, cuando el gerente W. Dorr Legg entabló correspondencia con Rafael Giménez Siles, enviándole un ejemplar de la revista y le proponía una comisión del 25% por ventas de la revista en México. La carta, redactada en inglés, fue contestada en español el 22 de abril por Giménez Siles, quien aceptó tomar 25 números por mes, más 15 de cada número atrasado para venderlos a coleccionistas. Giménez Siles preguntaba si ONE contaba con otros distribuidores en México o si el trato era de exclusividad. Acordó vender la revista en la casa matriz de la Librería de Cristal. La carta fue recibida el 26 de abril en Los Ángeles, y Legg respondió al día siguiente, notificando a Giménez Siles que su pedido estaba lleno de cierta dificultad, ya que los primeros números estaban escasos, pero le ofreció hacer reimpresiones si se comprometía a venderlos a un dólar cada uno. La relación entre ONE y Giménez Siles comenzó bien. Sin embargo, con el paso del tiempo, el personal de ONE se desanimó con su distribuidor mexicano. ONE no entendía las prácticas empresariales mexicanas y EDIAPSA estaba a menudo atrasada en sus cuentas con ONE. La orden inicial de la primavera de 1954 no parecía haber sido resuelta hasta que dos pagos finales se presentaron en abril de 1955 por USD $26,50 y en septiembre de 1955 por USD $3,50. Después de la venta inicial, EDIAPSA se tomó un tiempo para ordenar ejemplares adicionales, pero mantuvo una orden permanente de 25 números cada mes hasta los sesenta, y siguió ordenando lotes de 10 ejemplares de los números atrasados cuando estaban disponibles. En promedio, la relación proporcionó a EDIAPSA ganancias de aproximadamente USD $50 al año por la venta de ONE y una suma similar por la venta de libros publicados por EDIAPSA en México. Sus títulos más taquilleros incluyeron las novelas de Carlo Cóccioli Entrevista telefónica personal con Miguel Capistrán (17 de marzo de 2012); entrevistas personales con “Informante anónimo A” (mayo y noviembre de 2015); entrevista personal con Jorge López Páez, (septiembre de 2015). 15 

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–en particular Fabrizio Lupo, de temática homosexual–. La relación de ONE con EDIAPSA y la Librería de Cristal llegó a incluir un proyecto que lamentablemente no fructificó –la edición de ONE en español–. Rafael Giménez Siles se convirtió en uno de los principales difusores de los estudios literarios y científicos de la homosexualidad en México y América Latina en los años cincuenta y sesenta. Amigo de prominentes homosexuales mexicanos como Salvador Novo, Roberto Montenegro y el exiliado escritor italiano Carlo Cóccioli (1920-2003), Giménez Siles había llegado a México en 1939. Formado como farmacéutico, hizo su servicio militar en el departamento de publicaciones del Ministerio de Defensa en los años veinte. A partir de esa experiencia, organizó la primera Feria Internacional del Libro de Madrid en 1931, y luego dirigió y fundó varias editoriales, presidiendo la Asociación Nacional de Comercio de Libros durante la Segunda República española. Fuertes figuras gubernamentales y culturales mexicanas, como los presidentes Lázaro Cárdenas (1895-1970) y Manuel Ávila Camacho (18971955) y el novelista Martín Luis Guzmán lo protegieron y eventualmente apoyaron e invirtieron en su editorial Compañía General de Ediciones, antecesora de EDIAPSA. En 1947 estableció la primera Feria Internacional del Libro de Ciudad de México, y creó la Asociación de Editores y Libreros Mexicanos.16 Quizás su mayor contribución a la comunidad homosexual mexicana fue su decisión de traducir y publicar importantes textos homófilos americanos y europeos. El más importante fue The Homosexual in America (1951), de Edward Sagarin, que EDIAPSA comercializaba desde 1952 baja el título El homosexual en Norteamérica, texto que logró vender 6 000 ejemplares en la América española.17 El traductor, Alfredo Sánchez Luna, hizo una labor importante, adoptando a un español libre de regionalismos equivalencias para la jerga homosexual estadounidense de los años cuarenta y cincuenta. No todas sus traducciones cuajaron –gay lo tradujo literalmente como ‘alegre’– pero muchas fueron ampliamente aceptadas y utilizadas en las comunidades homosexuales mexicanas y latinoamericanas, como el “amHenares Cuéllar (2005), p. 153; Giménez Siles (1974). Cartas de Gonzalo Segura a Bill Lambert (9 de abril y 8 de junio de 1955), caja 36, exp. “Segura, Gonzalo Tony, 1954-1961”, Serie Correspondence, colección ONE Inc., n.º 2011-001, ONENGLA, USC. 16  17 

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biente”, “papi” y “ambisextro” o bisexual.18 Las explicaciones del traductor de los términos utilizados por Sagarin fueron indudablemente de gran utilidad para los mexicanos que se encontraban con homosexuales norteamericanos de paso por México, o cuando viajaban al extranjero. Tras el éxito del libro de Sagarin, Giménez Siles publicó en 1953 la controversial novela homófila de Carlo Cóccioli, Fabrizio Lupo. Narraba el amor de dos jóvenes artistas, Fabrizio y Lorenzo, que se suicidaron trágicamente (uno con barbitúricos y otro conduciendo su moto) al no poder estar juntos. En el prefacio, Cóccioli –quien se había establecido en México en 1952, donde adoptó a su amante masculino– denunció la tolerancia de la Iglesia por la promiscuidad homosexual (ofrecía perdón en el confesionario), pero rechazaba reconocer el amor homosexual monógamo. Cóccioli exigía la aceptación de la homosexualidad como algo natural y ofrecía una hermosa defensa del amor entre “dos hombres, no invertidos, o monstruos, sino hombres que son fieles a su naturaleza”.19 Salvador Novo, quien reseñó la obra a finales de enero de 1954, elogió su franqueza en su columna. Según él, la homosexualidad (a la cual Novo se refería con el eufemismo de Oscar Wilde l’amour qui n’ose pas dire son nom) ya no era “un tema tabú” gracias a este libro. Consoló a los homosexuales reprimidos por la sociedad que solo recientemente –con el advenimiento de El comportamiento sexual del hombre humano de Kinsey (publicado en español por Interamericana Press)– podrían dejar de pensar en sí mismos como pecaminosos.20 Tras el éxito de Fabrizio Lupo, Giménez Siles publicó casi una docena de títulos adicionales de Cóccioli. Estas obras diseminaron perspectivas más ilustradas sobre el homoerotismo y proporcionaron a sus lectores modelos de amor homosexual autoafirmante. Reconociendo el gran mercado en México y América Latina de libros sobre la homosexualidad, Giménez Siles también alentó a intelectuales homosexuales mexicanos a redactar y publicar sus memorias, invitándolos a leer entregas en su tertulia literaria. Pocos le aceptaron su ofrecimiento, menos Salvador Novo cuyo manuscrito La estatua de sal fue de una franqueza que hizo a Giménez Siles dudar sobre continuar el proyecto, decidiendo dejarlo inédito. Webster Cory (1952), pp. 156-163. Cóccioli (1953), p. 4. 20  Novo (1994-1997), vol. 1, pp. 299-300. 18  19 

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La relación de ONE Magazine con EDIAPSA también incluyó la venta de libros. Dorr regularmente enviaba copias de los libros que ONE publicaba o distribuía, como la obra de James Barr Fugaté Game of Fools (de la cual cinco ejemplares fueron enviados a la Librería de Cristal). EDIAPSA utilizó su trato con ONE para distribuir sus libros, notificando a la revista en el otoño de 1955 que estaba estudiando un proyecto para traducir al inglés e imprimir en México el libro Carlo Cóccioli, Fabrizio Lupo, una vez que el editor británico Heinemann se negó a imprimir el libro después de que el texto fuera considerado un riesgo económico por ser considerado una obra obscena. ONE acordó provisionalmente distribuir el libro en una carta redactada el 6 de octubre de 1955, pero quiso enviar una copia de la traducción a su asesor legal antes de aceptar el acuerdo. Curiosamente, la correspondencia cruzada al respecto fue redactada en francés. No obstante sus intereses mutuos, Rafael Giménez Siles nunca intentó verse con los integrantes de la dirección de la revista ONE durante el viaje de estos a México en 1954. Mantuvieron relaciones cordiales por correspondencia. No hay indicios de que ni Rowland, ni Hull ni Kepner hayan conocido a Giménez Siles en persona. El gerente de negocios de ONE, Inc., Dorr, siguió contactando a EDIAPSA después de la visita de 1954. Sin embargo, EDIAPSA continuó editando textos homófilos y homosexuales. La lucrativa serie de Ideas, Letras y Vidas de EDIAPSA, con más de 180 títulos publicados entre 1950 y 1970, publicó cerca de veinte títulos sobre temas homoeróticos, entre ellos, diez de las novelas de Cóccioli (1950-1960), Poemas intemporales de Porfirio Barba Jacob (1957), y tradujo la biografía del poeta español Federico García Lorca, de la pluma de Jean-Louis Schonberg, en 1959, así como la de Romain Rolland de Jean-Christophe en 1965.

El viaje a México A partir del acuerdo de marzo de 1954 con Giménez Siles, la dirección de ONE Magazine intentó establecer mayores contactos con el mundo hispano. No obstante haber cultivado relaciones con autores homófilos residentes en México, como Carlo Cóccioli, la dirigencia de ONE decidió establecer un contacto directo con sus lectores mexicanos. Así, una comitiva de tres

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integrantes del comité editorial de ONE Magazine –Rowland, Hull y Kepner– partieron de Los Ángeles en octubre de 1954. Para los arreglos del viaje contaban con el apoyo de uno de los fundadores de la Mattachine Society, Paul Benard, quien se había establecido en México un par de años antes, y se mantenía de vender reportajes sobre turismo en México para revistas extranjeras.21 Ya que tenía un buen conocimiento de las carreteras mexicanas y de la infraestructura turística del país, Benard creó un itinerario para los tres viajeros. Cubrieron poco más de 3.000 kilómetros en cuatro días, con muchas aventurillas con jóvenes mexicanos que conocieron por el camino.22 Salieron de Los Ángeles el 8 de octubre y llegaron al mediodía del 12 de octubre a la capital, donde permanecieron hasta el día 16. Benard acogió a los tres en su moderno departamento de dos dormitorios, en el departamento 1 de la calle de Estocolmo número 17, cerca del Paseo de la Reforma. Vivía en el corazón de la Zona Rosa –conocido también como la colonia Juárez–, un barrio residencial cosmopolita cuyas galerías, tiendas, bares y restaurantes atraían a muchos gays y extranjeros. A raíz de la clausura de varios antros en el centro durante las campañas de moralización de 1951, se habían inaugurado en la Zona Rosa varios negocios a los cuales acudían muchos homosexuales, incluyendo el restaurante Quid en Puebla n.º 154, y el bar L’Étui en la esquina de las avenidas Chapultepec y Florencia. También podían frecuentar locales dedicados a turistas extranjeros en la calle de Génova, como Jacarandas y Chipp’s, o, en la calle de Liverpool, la Fonda del Refugio y la hamburguesería El Otro Refugio donde trabajaban varios homosexuales.23 Agradezco al investigador David Hughes, del Tangents Homosexual Information Center, que me haya compartido fichas de los artículos de Benard: Paul C. Benard, Mexican Month, “$112”, Travel, vol. 100, n.º 3 (septiembre de 1953), pp. 16-18 y “Janitzio: Where Time has Stopped”, Travel, vol. 101, n.º 4 (abril de1954), pp. 23-25. 22  Carta de Kim Kepner a James Barr (19 de diciembre de 1954), 14 páginas, caja 47, exp. 5 (“James Barr Fugaté Correspondence, 1954-1957”), Colección Jim Kepner, Collection n.º 2011-002, ONENGLA, USC; y Jim Kepner, “The First 64 Years of Gay Liberation”, ms., caja 1, exp. 2, archivo particular de Jim Kepner, 1981-1998, n.º 246, Jean-Nickolaus Tretter Collection in Gay, Lesbian, Bisexual, and Transgender Studies, Elmer L. Andersen Library, The University of Minnesota, Minneapolis, p. 21. 23  Romero (1962), pp. 92-93, 110 y 123-135; y entrevista del autor con Informante anónimo A (10 de agosto de 2016). 21 

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Pasaron cuatro días muy ocupados en la capital, pernoctaban en el departamento de Benard. Dedicaban las mañanas y tardes a pasear, y el anochecer al proselitismo de su causa y a compromisos sociales. La primera noche, Benard les hizo una fiesta de bienvenida a la que asistieron unas 40 personas para charlar sobre la revista, en su mayoría mexicanos homosexuales de habla inglesa, así como algunos residentes estadounidenses. El segundo día fue un recorrido maratónico por la ciudad: los volcanes, la basílica de Guadalupe, la nueva ciudad universitaria, el Pedregal, el castillo de Chapultepec, el teatro de Bellas Artes y la Librería de Cristal. Después regresaron al departamento de Benard, donde se reunieron con unos 25 escritores, artistas y empleados del gobierno quienes los activistas esperaban se entusiasmaran a escribir algunos artículos sobre el homoerotismo en México. El grupo hizo una animada presentación en la que Rowland y Kepner alternaron discutiendo los objetivos de ONE Magazine y Rowland invitó a los presentes a acudir a la reunión que planeaban para enero de 1955 en California.24 El viaje transformó la percepción que los homófilos norteamericanos tenían de la vida gay en México. A través de las conversaciones que sostuvieron con los homosexuales mexicanos y las relaciones que algunos de ellos desarrollaron y sostuvieron en los próximos años, obtuvieron una mayor comprensión de las limitaciones culturales del proyecto homófilo. Sin embargo, al distribuir ejemplares del número especial de la revista ONE dedicado a la religión y el homosexual, la reunión cambió de tono. La perspectiva laica y la orientación izquierdista de Kepner, Hull y Rowland impidieron su comprensión de la sensibilidad mexicana acerca de dialogar sobre el tema de la homosexualidad y la religión. La madre de Kepner era católica, Rowland era metodista, y las opiniones religiosas de Hull no eran tan claras, pero trabajó como organista en la primera iglesia universalista de Los Ángeles.25 Como homófilos afiliados al catolicismo y a las denominaHe intentado reconstruir la lista de invitados a partir de la correspondencia y las memorias de Kepner, ya que no he podido localizar el informe en los archivos de la ONENGLAUSC. Algunos fueron: Félix Jorge López Páez (1922-2017), Rafael Salinas Medina, Carlos Lovato, Manuel Quiroz, Manuel de la Garza, Rodolfo Rentería Ponce (1932-1991, pareja de Paul Benard), Juan (?), Alberto (?), Alfonso (?), un grupo de profesores del Mexico City College, Fred Erickson, y el Dr. Douglas Edwards, de Cuernavaca, un médico texano jubilado. 25  Gannett, Percy (2008), p. 26. 24 

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ciones protestantes principales norteamericanas, los tres estaban resentidos de cómo sus iglesias condenaban su homosexualidad; es importante recordar que en la década anterior, las Iglesias evangélicas habían revisado las traducciones bíblicas para incluir la palabra homosexual con el propósito de condenar bíblicamente el homoerotismo.26 Los artículos de la revista ONE acusaban a las Iglesias de no acoger a los homosexuales, y las culpabilizaban de una homofobia basada en los textos de San Pablo. También insinuaban que la Iglesia anglicana, a pesar de presionar contra la criminalización de la homosexualidad, consideraba pecaminosa las relaciones carnales homosexuales. Estos artículos expresaron el punto de vista de que la religión organizada le fallaba a los homosexuales, a pesar de los esfuerzos de las iglesias protestantes liberales como los cuáqueros y los anglicanos de abogar por los derechos de los homosexuales. Algunos escritores homófilos consideraban que los homosexuales tenían que retomar la religión ya que consideraban al cristianismo “una religión del amor”.27 El poeta Jorge López Páez, funcionario del Departamento de Educación, objetó. Nada era más ajeno a un grupo de intelectuales mexicanos laicos de mediados del siglo xx que una discusión sobre la religión. “¿Y qué tiene que ver la religión con la homosexualidad?”, preguntó López Páez.28 Los mexicanos educados se veían a sí mismos como los herederos de la tradición liberal anticlerical del país y creían en la importancia de fortalecer el Estado laico a través de las escuelas públicas y las tradiciones cívicas. No podían entender por qué los homófilos estadounidenses y británicos ansiaban tanto el apoyo de las pocas iglesias protestantes liberales –es decir, los cuáqueros y los anglicanos (o episcopales)– que abogaban por un mejor trato de los homosexuales.29 El catolicismo –como se evidenciaría en la batalla que la CoNaMoA libraría contra la ONE Magazine dos años después– condenaba a la homosexualidad.30 Lejos de aceptar a los homosexuales, la Iglesia y la sociedad civil mexicanas rechazaban a los White (2015). D. B. Vest (1954), “What is Religion?”, ONE Magazine II, n.º 6, pp. 12-13. 28  Carta de Jorge López Páez a James Kepner (22 de octubre de 1954), caja 42, exp. 7 “Mexican Correspondence”, archivo particular Jim Kepner, n.º 2011-002, ONENGLAUSC; Kepner, “The First 64 years”, pp. 24-25. 29  Stein (2012), pp. 44-45; White (2015), pp. 65-67. 30  Pérez Rosales (2011), pp. 79-87. 26  27 

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homosexuales y no tolerarían el uso del discurso cristiano para promover la causa homófila. Solo los afeminados, a quienes López Páez llamaba despectivamente “locas”, se inmiscuían en el culto religioso, pero era tal su remordimiento y sentimiento de culpa que, en lugar de enfocarse en la Santísima Trinidad, se acercaban al catolicismo mediante la mediación de la Virgen de Guadalupe, de quien muchos eran devotos.31 Otros expresaron su preocupación por el mensaje homófilo estadounidense. No solo resultaría difícil una discusión sobre la religión y la homosexualidad, pero cualquier esfuerzo de dialogar con la policía para atenuar las razzias tendría resultados nefastos. “Se horrorizaron”, dijo Kepner en sus memorias, “cuando propusimos que reclamaran sus derechos”.32 Los gays mexicanos ya se habían acostumbrado a la violencia y extorsión que sufrían en mano de policías corruptos y mal pagados; solían disimularse heterosexuales y nunca se declaraban homosexuales si podían evitarlo, y ya era rutina sobornar a la policía para evitar un escándalo. La policía, argumentaron, nunca molestó a los homosexuales mexicanos de clase media y alta que sabían comportarse.33 Incluso cuando sus familias sabían o sospechaban su homosexualidad, los gays mexicanos nunca trataron el tema con ellos ya que no era aceptable hablar “de eso”. Tampoco podían imaginarse vivir por su cuenta, separados de sus familias; sería ir contra la tradición.34 Debido a que tenían que vivir con sus familias, los homosexuales de clase media y media baja solían juntarse entre dos o tres amigos para compartir el alquiler de algún departamentito al que pudieran llevar a sus novios cuando quisieran estar juntos.35 De lo contrario, salían acompañados de amigas y compañeras, o asistían a fiestas discretas organizadas por solterones ricos y mayores, o se citaban con amistades en los nuevos cabarets y bares elegantes de la colonia Roma y del Paseo de la Reforma, donde solamente iba gente adinerada y turistas internacionales. Rowland, Hull y Kepner escuchaban a los mexicanos atentamente. Se sorprendieron de sus objeciones a su propuesta y prepararon Kepner, “The First 64 years”, pp. 24-26. Kepner (1996), p. 57. 33  Kepner, “The First 64 years”, p. 5. 34  Anónimo: entrevista personal con sujeto nacido en 1940 (28 de enero de 2017). 35  Kepner (1996), pp. 57-58; J. Kepner, “I Remember Chuck”, caja 16, exp. 24, box 16, archivo particular de Jim Kepner, n.º 2011-002, ONENGLA, USC, p. 2-4. 31  32 

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notas sobre las diferencias culturales que afectaban a los mexicanos para después compartirlas con los editores de ONE Magazine a su regreso. Una vez que la presentación y la discusión terminó, un travesti realizó un baile, y se sirvió una cena.36 El energético intercambio de opiniones en la reunión nos revela que a pesar de sus mejores esfuerzos por formar causa común con homosexuales mexicanos homoatraídos de clase media y media superior, los integrantes de la comitiva de la revista ONE no habían comprendido cómo el familismo, la cultura católica y las ideologías políticas afectaban tanto los patrones residenciales de los hombres homoatraídos mexicanos, como su carencia de acceso a la privacidad, o el lugar de la religión en su vida, ni su limitado espacio social. El modelo homófilo no podía ser implementado fácilmente ni por mexicanos de clase media alta, salvo aquellos que gozaban de tal grado de solvencia económica que se habían independizado de sus familias. Incluso cuando la supervivencia económica no obligaba a los hombres a vivir con sus familias, la tradición y la propiedad lo exigían. Los sociólogos han apodado este fenómeno familismo y es una característica central de las sociedades hispanoamericanas.37 El asombro del personal de la ONE Magazine ante esta característica cultural es sorprendente, particularmente dada sus propias circunstancias familiares: Kepner compartió su casa de Los Ángeles con su padre anciano y Hull había vivido con su madre y su hermana en Minneapolis hasta que se mudó a Los Ángeles en 1949. Debieron haber reconocido que dada la grave escasez de viviendas en Ciudad de México, donde la población creció de 1,3 millones en 1930 a 4 millones en 1954, era difícil para los hombres homoatraídos que no se habían asumido públicamente como homosexuales esperar cualquier privacidad en el hogar. Incluso su correo particular no estaba a salvo, ya que los carteros hacían entregas irregulares y cualquier miembro de la familia podría interceptar su correspondencia. Así, a pesar de que la ONE Magazine llegaba envuelta en un sobre anónimo sin membrete, para no levantar sospechas, muchos prefirieron que su correspondencia confidencial se les fuera destinada a un apartado de correos que mantenían en secreto de sus familiares o de plano, lo hacían llegar a la casa de un amigo. 36  37 

Kepner (1996), pp. 2-4. Falicov (2013), pp. 90-91.

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Al día siguiente, Rowland, Hull y Kepner visitaron Teotihuacán, y por la noche asistieron a una fiesta organizada por Juan, uno de los invitados de la velada anterior. El cuarto día fue dedicado a una excursión a Puebla. Finalmente, el quinto día, el grupo salió de Ciudad de México. De regreso, su coche rodó por un desfiladero. Sobrevivieron el accidente, pero con el coche deshecho, tuvieron que arreglárselas para enviar a uno de los tres a Estados Unidos –se habían quedado sin dinero y sin coche– mientras que el seguro se encargaba de la compostura.38 Al regresar a Los Ángeles, el trío hizo una presentación oral al consejo editorial de ONE Magazine el 12 de noviembre de 1954. Informaron sobre sus hallazgos y produjeron una lista de personas interesadas en contribuir con artículos a la publicación, pero hicieron notar la reticencia de organizarse. Hicieron hincapié en los comentarios de los mexicanos sobre la importancia de la familia y señalaron que debido a que muchos homosexuales vivían en casa, dudaron en suscribirse a la revista y sería muy improbable que las suscripciones se expandieran en un futuro próximo. Esto significó que la relación con EDIAPSA –y los esfuerzos para distribuir la revista a través de su cadena de librerías Cristal– fueron primordiales para acercarse a un público mexicano más amplio. Sin embargo, hicieron notar que se habían establecido contactos con académicos norteamericanos residentes en México y con algunos mexicanos que enviarían a ONE Magazine sus investigaciones sobre las culturas aztecas y otras culturas precolombinas.39 Aunque no se publicaron artículos en la revista ONE sobre la homosexualidad entre las civilizaciones mesoamericanas, los materiales recogidos a través de la colaboración aludida aquí parecen haber sido añadidos al programa de estudios de los cursos impartidos en el Instituto de Estudios Homófilos de ONE en Los Ángeles. Los esfuerzos de ONE Magazine por entablar relaciones más estrechas con homosexuales en México no tuvieron muy buen desenlace. Benard se ahogó en Acapulco el 7 de noviembre de 1954, unas semanas tras la partida Carta de Jim Kepner a Jorge López Páez (7 de noviembre de 1954), caja 42, exp. 7 “Mexican Correspondence”, Colección Jim Kepner, n.º 2011-002, ONENGLA-USC. 39  Dirección de ONE Magazine, minutas (12 de noviembre de 1954), caja 2, exp. 2 (1953), Ramo Administrative Records Series 1.1952-1994, colección ONE Inc. Collection n.º 2011-001, ONENGLA – USC.Minutas, s. fol. 38 

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de la comitiva de activistas de ONE. Con su desaparición perdían un valioso aliado y colaborador. Rowland regresó a Ciudad de México al inicio de febrero de 1955 para recoger su automóvil, recién pintado y reparado tras el accidente ocurrido cerca de Tepic en octubre. La aseguradora había insistido en que el auto tenía que ser reparado en un taller de Ciudad de México, y mientras Rowland aguardaba los trámites, tuvo una aventura con el viudo de Benard, Rodolfo Rentería, un guapo joven burócrata de 22 años de quien quedó prendado.40 Le ayudó a emigrar, y vivieron juntos en Los Ángeles hasta 1965, volviendo varias veces a México. Es probable que durante estas visitas siguieron reuniéndose con los hombres que Benard había presentado a Rowland, Hull y Kepner en 1954. En varias ocasiones, Rentería intentó redactar artículos en español para la edición en castellano de la revista ONE, pero este proyecto fracasó. Rentería escribió un artículo explicando la variedad de culturas homosexuales latinoamericanas y cómo se diferenciaban de los gays norteamericanos. También redactó en español un llamado “para nuestros amigos del sur” pidiendo a los lectores latinoamericanos que escribieran a ONE para compartir “sus vidas, sus problemas y sus sentimientos con el fin de que podamos entenderlos mejor… En un ambiente cálido y cordial… respondiendo en un español digno e ilustrado”.41 Rowland trató de organizar una fraternidad religiosa homosexual, pero acabó deprimido. Logró recuperarse, obtuvo una maestría en artes dramáticas de la Universidad de Iowa, y fue profesor de teatro en una universidad en Minnesota, de donde se jubiló en 1982. Murió en 1990. Hull jamás volvió a México. Poco a poco, se alejó del grupo, se deprimió y se suicidó en 1962. Kepner mantuvo una correspondencia nutrida con López Páez –y con otros mexicanos que conoció en casa de Paul Benard hasta principio de los sesenta–, y no obstante su gran interés en continuar aprendiendo español para poder volver a visitar a México, jamás volvió. Trabajó toda su vida para ONE y se dedicó a salvaguardar el legado del grupo. Murió en 1997. Carta de Charles D. Rowland a Ann Carll Reid (pseud. Irma “Corky” Wolf ) (7 de marzo de 1956), caja 36, exp. “Rowland Charles D.”, Serie Correspondence, ONE Inc, Collection n.º 2011-001, ONENGLA, USC, s. fol. 41  Carta de Manuel G. Quiroz a James Kepner (20 de enero de 1955), caja 42, exp. 7 “Mexican Correspondence”, archivo particular de Jim Kepner, Collection n.º 2011-002, ONENGLA, USC, s. fol. 40 

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En los años posteriores al primer intento, la dirección de ONE Magazine intentó continuar sus esfuerzos por expandir la distribución de la revista en México y América Latina. Un río constante de cartas fluía desde Los Ángeles a Ciudad de México para tratar de establecer colaboraciones editoriales. Los bestsellers españoles de EDIAPSA fueron ofrecidos a través del servicio de libros de ONE Magazine, y los de ONE –como las obras de James Barr– fueron vendidos en Librería de Cristal. One Magazine no dudó en enviar personal nuevamente a Ciudad de México. Cuando Rowland regresó a recoger su coche en 1955, al parecer dirigió una reunión de suscriptores (denominada “Consejo de miembros”) que posteriormente fue anunciada en materiales promocionales. En 1959, Gonzalo Segura, quien ayudó a traducir materiales y reseñó libros en español para ONE Magazine, viajó a la capital mexicana para reunirse con funcionarios de EDIAPSA. Cuando EDIAPSA finalmente dejó de vender la revista alrededor de 1960, un esfuerzo aparente se hizo para asegurar a otros distribuidores. Un memorándum en los archivos de circulación de la ONE Magazine fechada del 30 de noviembre de 1960 incluye la dirección de dos librerías en Ciudad de México: la primera, la Librería Zaplana, ubicada en San Juan de Letrán 41, una calle notoria de por ser el centro del ligue homosexual, muy cerca de baños y hoteles; la segunda, la Librería Juárez, situada frente a la Alameda, a unas tres cuadras de distancia, en la avenida Juárez 102, al otro lado de la calle de la Alameda, donde solían pasear y ligar muchos homosexuales. Alguien en la organización mantuvo un dossier sobre los espacios homosexuales de Ciudad de México; era un tema al que se le dedicaron recursos y tiempo entre 1957 y el verano de 1960. Estaban apuntados el bar Luigi, y los bares Necta-hah y Montenegro del Hotel del Prado.42 A mediados de la década de 1960, el personal y los intereses de ONE Magazine cambiaron. Una facción del colectivo rechazó los estándares asimilacionistas, homonormativos y clasemedieros de los fundadores del grupo, y adoptó una política más radical. Después de una división faccional en 1965, la revista nunca se recuperó y dejó de publicarse en 1967. La publicación más académica de ONE, Inc., One Dirección de One Magazine, memorandum “As of Late 1957” (29 de julio de 1960), caja 46, exp. 9 “Editorial Correspondence (B) 1954-1964” Ramo Publications Division Records, Colección ONE Inc., n.º 2011-001, ONENGLA-USC, 1960, fols. 1-5. 42 

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Institute Quarterly, fundada en 1958, continuó hasta 1970. Se intentó revivir ONE Magazine en 1972, pero en última instancia falló. Su tiempo había pasado y nuevos grupos e ideologías recogían la bandera de la liberación homosexual. La historia de Giménez Siles y su librería de las pérgolas del Palacio de Bellas Artes es algo trágica también. Si bien la librería matriz sería demolida en 1973 para las obras del metro, Giménez Siles se jubiló como director general de EDIAPSA en 1975, dejando 29 sucursales de la librería en México.43

Conclusiones Los actores de esta historia de colaboración transnacional, los activistas homófilos norteamericanos, el librero-impresor republicano español exiliado, y los homosexuales mexicanos, eran motivados por diferentes razones. Cada uno aportaba diferentes agendas a la relación. Los disidentes sexuales y políticos norteamericanos encontraron en México una salida para su organización política y su agenda radical. Al mismo tiempo, pueden haberse visto a sí mismos como agentes de emancipación y autoaceptación. Los editores republicanos españoles exiliados no solo se beneficiaron económicamente de su asociación con los activistas homófilos estadounidenses, sino que al publicar libros que prometían ampliar la discusión sobre la sexualidad, vieron una oportunidad para mejorar el percibido atraso de los mexicanos en temas de intimidad. Su asociación era también un reconocimiento de cuánto ellos como exiliados tenían en común con una minoría sexual oprimida: persecución, exclusión y contención. Esperaban así mejorar la educación sexual y la higiene sexual e instilar normas de género más igualitarias.44 Los gays mexicanos se beneficiaron porque, a través de libros y revistas homófilos, accedieron a las ideas, el lenguaje y la investigación científica que les ayudaron a entenderse a sí mismos como homosexuales y no solo como hombres que tenían relaciones sexuales con otros hombres. Sin embargo, como se señaló en el informe de Rowland, Hull y Kepner al consejo editorial de ONE Magazine, los estadounidenses tenían mucho que aprender acerca de cómo 43  44 

Pacheco (1978), pp. 54-55. Soriano Jiménez (2002), p. 780; Cleminson (2008), p. 11.

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la cultura, la clase y la religión configuraron la capacidad del homosexual mexicano de abrazar y aplicar el ideal homófilo a sus propias vidas. La correspondencia de los mexicanos homoatraídos en los archivos de la ONE Magazine, aunque escasa, revela que estaban descontentos con la condición de los homosexuales en México, pero también demuestra una frustración con el tipo de vidas y relaciones que tenían. A través de esta correspondencia obtenemos una idea de cómo algunos hombres gays en México reflejaron en sus vidas, y vemos cómo los amigos y conocidos estadounidenses les hicieron tomar conciencia de los acontecimientos en otros lugares. Los homosexuales mexicanos también aprendieron sobre el emergente movimiento homófilo global. Si bien muchos sentían que la esfera pública, el sistema político y la sociedad en su conjunto no estaban listos en 1954 para aceptar la organización de un movimiento homófilo a la par del existente en los Estados Unidos, pudieron prepararse para el momento en que se radicalizaron políticamente en los márgenes de la sociedad. El encuentro de los homófilos izquierdistas estadounidenses con homosexuales mexicanos a través de los exiliados republicanos españoles también arroja luz sobre cómo las diferentes sociedades y subculturas adoptaron el discurso de los derechos civiles para promover agendas sociales radicales. Mientras que México en 1954 carecía de las condiciones para que los homosexuales exigieran el respeto de sus derechos civiles, como lo ha observado Leila J. Rupp, “es ciertamente una propuesta difícil” tratar de establecer una relación de causalidad entre la presunta afinidad ideológica de los homófilos izquierdistas, los exiliados republicanos españoles como suficientes para cristalizar a los mexicanos homoatraídos -atrajeron a la organización política de los hombres, sobre todo porque no había un cambio inmediato y mensurable–. Más bien, hubo un rechazo de la ideología homófila y la colaboración. En cambio, este fue un ejemplo de lo que puede ser etiquetado como un restablecimiento permanente o “estructura de suspensión”.45 Esto fue “un tipo de patrón de espera”, que ocurrió cuando las condiciones imperantes no son capaces de propiciar una “movilización blanca” que ayuda a explicar cómo los movimientos sociales, como las semillas de flores en un desierto, pueden vivir para florecer bajo circunstancias más favorables. Una vez que un pequeño grupo tomó conciencia 45 

Rupp (2011), pp. 1037-1038.

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del potencial revolucionario y vio que los gays en Estados Unidos y el Reino Unido fueron victoriosos en climas políticos adversos, pudieron percibir que a pesar de los graves abusos experimentados por los mexicanos homoatraídos en el corto plazo, para resistir el estado y asumir la plena ciudadanía. Tendrían que internalizar el lenguaje de los derechos humanos y civiles –una lección que los mexicanos homosexuales y heterosexuales aprendieron en el curso de las guerras sucias y el movimiento estudiantil de finales de los sesenta– que hasta entonces no era compatible con la naturaleza autoritaria burocrática del estado mexicano y la naturaleza débil de la sociedad civil de México. Después de todo, en 1954, las mujeres acababan de obtener el derecho de voto, pero los sindicatos, los indios y los no católicos podían enfrentar una represión violenta y asaltos a sus garantías constitucionales. Al colaborar en la producción y distribución globales de revistas, panfletos y libros, los tres grupos desarrollaron lo que los politólogos Mario Sznajder y Luis Roniger han calificado de “ámbito mundial preocupado por los derechos humanos y los derechos humanos internacionales”, considerado como indicativo de la madurez, Sofisticación y pluralidad de sistemas políticos modernos.46 Archivos ONE National Gay and Lesbian Archives, University of Southern California (Los Angeles). Biblioteca Francisco Xavier Clavigero, Universidad Iberoamericana (Ciudad de México). Elmer L. Andersen Library, The University of Minnesota (Minneapolis). Harry Ransom Humanities Research Center, The University of Texas (Austin).

Periódicos Der Kreis. Eine Monatsschrift. The New York Times. ONE: The Homosexual Magazine. Romance. 46 

Sznajder, Roniger (2015), pp. 1-8.

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El exilio republicano en Argentina (1936-1975). Avances, retrocesos y nuevas miradas Bárbara Ortuño Martínez

Introducción El presente trabajo nació con el objetivo de sintetizar los rasgos que han caracterizado el destino argentino dentro de los estudios referidos al exilio de la Guerra Civil española, y ofrecer unas pinceladas de los resultados de los nuevos senderos vinculados a la temática que estamos transitando. Alentadas por la tipología del encuentro donde presentamos el texto primigenio, optamos por combinar la perspectiva teórico-metodológica con los resultados y la experiencia adquirida en la investigación que venimos llevando a cabo sobre el exilio y la emigración española de posguerra en Argentina, concretamente en Buenos Aires. A lo largo de estas líneas repasaremos algunas de las principales corrientes historiográficas que analizaron el fenómeno, nos detendremos en las posibilidades y dificultades que presentan –o que al menos a nosotras nos presentaron– las fuentes con las que contamos a ambos lados del océano. Ahondaremos en los rasgos que poseyó la comunidad expatriada en el país austral, segundo destino más importante en América Latina después de México, resaltando ciertos aspectos que hemos convenido significativos, en concreto las etapas de llegada, el perfil socioprofesional de los exiliados y sus pautas de asentamiento en la ciudad de Buenos Aires. Por último, como hemos señalado, apuntaremos los nuevos ejes de nuestra investigación, en concreto los relacionados con la juventud del exilio y la segunda generación, que son en definitiva los que, desde nuestro punto de vista, se presentan indispensables si queremos seguir avanzando en el conocimiento del exilio republicano de la Guerra Civil, fundamentalmente en sus consecuencias y legado.

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Resulta llamativo que en un país como Argentina, donde los estudios migratorios cuentan con una vasta trayectoria y un reconocimiento internacional, los temas referentes al exilio en general ocuparan un área marginal dentro de las Ciencias Sociales hasta hace relativamente pocos años. Como ejemplo de ello Jensen y Lastra detallaban los índices de la publicación que fuera de referencia en la temática hasta hace unos años, Estudios Migratorios Latinoamericanos, editada por el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericano (CEMLA) de Buenos Aires desde 1985.1 Efectivamente si observamos los mismos con detenimiento podemos corroborar que para el caso del exilio republicano, en tanto que exilio, no difiere esta afirmación, y desde los artículos publicados por Dora Schwarzstein a finales de los años noventa del siglo pasado, hasta el monográfico coordinado por Alejandro Fernández en 2010, producto de unas Jornadas Interescuelas de Historia, el tema no tuvo presencia alguna. En realidad, tanto en Argentina como en España los estudios migratorios y del exilio constituyeron dos compartimentos estancos, incapaces, o más bien reacios, de combinar sus principales aportaciones. Y si bien convergieron en ocasiones puntuales, hubo que esperar hasta el siglo xxi para que se consolidara la todavía considerada “nueva perspectiva” que incorpora el análisis del exilio como parte de un universo más amplio que incluye a los migrantes y a las diásporas.2 En otros destinos del exilio republicano como el mexicano esta cuestión no tuvo resultados tan peyorativos, ya que la llegada mayoritaria de los refugiados en expediciones colectivas promovidas por el gobierno de Lázaro Cárdenas contribuyó a que quienes estudiaban la materia pudieran diferenciar –al menos a priori– a este colectivo del inmigrante. Pero en el país austral, donde residía la colonia española más numerosa fuera de España, el hecho de que la gran mayoría del exilio republicano arribara mediante la llamada de familiares, amigos y paisanos, en general antiguos residentes, en fases diferenciadas, y camuflada en los tradicionales flujos migratorios, sobre todo a partir de 1946 tras los convenios firmados entre Franco y Perón, ralentizó el avance del conocimiento. Durante muchos años desconocimos las características de este destino, que por lo general ocupó un 1  2 

Jensen, Lastra (2014), pp. 8-9. Véase Roniger, Yankelevich (2009), pp. 7-17.

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lugar cuasi anecdótico en los estudios referentes al exilio republicano, y de la propia comunidad exiliada, que quedó inexorablemente ligada a algunas de las figuras –masculinas– más destacadas del mundo de las artes, la cultura y la política que se asentaron en la capital porteña, como Rafael Alberti, Claudio Sánchez-Albornoz o Niceto Alcalá-Zamora. Como es sabido, fue un antropólogo quien precisamente a través del análisis de la comunidad española asentada en México examinó por primera vez a exiliados e inmigrantes como partes de un mismo todo. Michael Kenny concluyó en 1979 que, a grandes rasgos, quienes se refugiaron en el país azteca tuvieron necesidades y emplearon estrategias de integración similares a las de la inmigración tradicional, con la que de forma progresiva se fueron asimilando en muchos aspectos.3 Para ello fue determinante que el antropólogo y sus colaboradores decidieran estudiar el conjunto del exilio republicano, al que denominaron “exilio anónimo”, más allá de intelectuales o artistas, como grupo humano, así como el empleo de las fuentes orales. En el caso argentino la aparición de los primeros estudios dedicados al exilio republicano entroncó directamente con las distintas oleadas historiográficas que consolidaron este campo en la península ibérica. Como es sabido, la mayoría de estudios sobre el exilio de 1939 comenzaron a realizarse desde la perspectiva de la Historia de la Literatura, resaltando, casi en exclusiva, las aportaciones de la minoría que adquirió renombre en actividades literarias. Dentro de esta línea y en consonancia con el interés que empezaron a despertar en los años ochenta otros núcleos del exilio diferentes a México en Latinoamérica, se inscribieron los primeros trabajos referentes a Argentina, entre ellos destacaron los artículo publicados en la revista Cuadernos Hispanoamericanos por el abogado y escritor Blas Matamoro, desde su exilio en Madrid, y el historiador Félix Luna, así como el de la especialista en Literatura, Emilia de Zuleta, justamente en el Boletín de Literatura Comparada.4 Los años noventa del siglo pasado supusieron un antes y un después en los estudios del exilio republicano por lo que se avanzó en el conocimiento de diversas experiencias individuales y colectivas, a lo que sin duda contri3  4 

Kenny et al. (1979). Matamoro (1982); Luna (1989); Zuleta (1986-1987).

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buyeron algunas de las monografías realizadas a escala regional.5 Pero sobre todo porque se produjo la consolidación del enfoque de la Historia Social dentro de este campo. Si bien es cierto que años atrás los trabajos de Rubio y Abellán ya habían apuntado algunas líneas en este sentido,6 hubo que esperar a que Nicolás Sánchez-Albornoz y Francisco Caudet llamaran la atención sobre la necesidad de incorporar nuevos sujetos de estudio, inscribir a quienes se expatriaron dentro de los flujos constantes de población española a América y conocer las condiciones que prevalecían en los países de acogida, las cuales era indispensables para comprender, entre otros, aquellos aspectos relacionados con la inserción.7 Dentro de esta línea de abordaje se convertirían en referentes para futuros investigadores e investigadoras los trabajos de Alicia Alted y Dreyfus-Armand, focalizados en el exilio de base en Francia, los cuales analizaban, entre otros, las estrategias de integración, y en el caso de la última los vínculos establecidos con la emigración considerada económica; los de Pilar Domínguez, quien introdujo la perspectiva de género en el caso mexicano, y Clara Lida, que circunscribió a los expatriados de la Guerra Civil dentro de la colectividad española del país azteca.8 El trabajo de Dora Schwarzstein, Entre Franco y Perón. Memoria e identidad del exilio republicano español en Argentina, publicado en Barcelona en el año 2001, marcó un punto de inflexión. En primer lugar, por la relevancia que adquirieron los testimonios, y no las obras, de los hombres, y también de las mujeres, del común que se habían expatriado en la república austral. En segundo, porque dejando a un lado las particularidades se tendió a privilegiar lo colectivo, en especial aquellos elementos a través de los cuales se había construido una identidad común. Y en último, porque la ampliación del marco cronológico hasta los años cincuenta vislumbraba un nuevo perfil sociopolítico de quienes integraron las filas del exilio. Años más tarde, Núñez Seixas continuaría incidiendo en este aspecto desde la escala regional, concretamente a través del caso gallego.9 De manera progresiva comenzaron a Girona, Mancebo (1995); Soldevilla (1998); Pla Brugat (1999). Rubio (1977). 7  Sánchez-Albornoz (1991); Caudet (1997). 8  Alted Vigil et al. (1994); Dreyfus-Armand (1999); Domínguez Prats (1994); Lida (1997). 9  Núñez Seixas (2006). 5  6 

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surgir temas que aportaban una luz distinta, o al menos más variada, sobre el exilio republicano en Argentina. Sin dejar de lado las élites se abordó el caso de los científicos expatriados, la relación de los intelectuales con el peronismo o la memoria de sus protagonistas, pero también se empezó a ahondar en aspectos como el desplazamiento en sí, en otros destinos de llegada diferentes a Buenos Aires, y en las redes migratorias femeninas, introduciendo tímidamente la perspectiva de género en el campo de estudio.10 Pero sin duda alguna la línea más profundizada y fructuosa en los últimos años ha sido la del asociacionismo étnico. Esto fue propiciado, por un lado, por la fragmentación de fuentes, pero, sobre todo, porque han sido quienes provenían de la tradición de los estudios migratorios, quienes en buena medida han continuado avanzando desde “adentro” en el conocimiento y comprensión de este fenómeno. En algunos casos esto sucedió tras descubrir que al dar un paso adelante en sus cronologías de estudio aparecían unos sujetos en la práctica no tan diferentes de la tradicional inmigración. Resaltamos, entre otros, los trabajos de Alejandro Fernández y Marcela Lucci para el caso catalán, los de Nadia de Cristóforis y Laura Fasano para el caso gallego, y los de Ortuño Martínez para el ámbito peninsular.11 En este sentido fue determinante la revalorización de las asociaciones de inmigrantes –en especial de sus fondos– como elementos clave en la articulación de la relación entre comunidades separadas física o conceptualmente, así como la posibilidad que ofrecen para indagar en las estrategias y opciones no solo de las élites sino también de las bases emigradas. Sin embargo, el hecho de que los diversos estudios se hayan producido en su mayoría desde la escala regional, local, e incluso parroquial, está llevando a tal extremo lo micro y la desconexión entre los diferentes resultados, que no sabemos hasta qué punto merece la pena continuar avanzando por ese camino.

Cuesta (2002); Bonardi (2004); Casas, Durán (2006); Farías, Gartner (2006); Boca­ negra (2007); Ortuño Martínez (2007). 11  Fernández (2008); Lucci (2009); Cristóforis (2014); Fasano (2014); Ortuño Martínez (2014). 10 

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Resultados prácticos y avatares archivísticos Por nuestra parte, combinando las aportaciones de la Historia Social, Cultural y Política, y el poso historiográfico de los estudios migratorios y del exilio, establecimos un diálogo entre los perfiles socioprofesionales de los migrantes y el proceso de construcción de las distintas identidades, así como entre los contextos de partida y recepción y las opciones macroestructurales que condicionaron la decisión de los sujetos –individuales o en grupo– a emigrar, y el mundo de las representaciones, el cual jugó un papel determinante con respecto al sentimiento de pertenencia social y a la orientación común de la acción de exiliados e inmigrantes en el país de acogida. En definitiva, en un primer momento quisimos conocer quiénes y cómo se habían desplazado desde España hacia Argentina tras la Guerra Civil y hasta mediados de los años cincuenta; trazar las diferencias, similitudes y ambigüedades entre exiliados e inmigrantes, acentuadas en parte por la aplicación de rígidas categorías migratorias; y estudiar de qué manera en un mismo espacio y en un determinado contexto habían coincidido los protagonistas de tres oleadas migratorias diferentes, es decir, antiguos inmigrantes, exiliados republicanos de la Guerra Civil y nuevos inmigrantes de posguerra. Nos interesaba conocer cómo y dónde se habían relacionado entre sí, pero también sus experiencias y la concepción que elaboraron de sí mismos en contraste con su visión del “otro”. Todo ello sin perder de vista las consecuencias dentro de la comunidad española de las relaciones políticas y diplomáticas que mantuvo la dictadura franquista con los distintos gobiernos argentinos durante el periodo analizado, especialmente durante las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón.12 A lo largo de nuestra investigación hicimos un esfuerzo por rescatar las trayectorias de la gente común; profundizamos en las historias de vida de aquellos hombres y mujeres anónimos para reconstruir la historia “desde abajo”. De este modo fuimos descubriendo el protagonismo de dos “actores” que hasta el momento y a pesar de los avances historiográficos siguen considerándose subalternos en los estudios migratorios y del exilio, esto es las mujeres y la infancia.13 12  13 

Ortuño Martínez (2018). Véase Moreno Seco, Ortuño Martínez (2013); Ortuño Martínez (2012a) y (2012b).

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Para acometer nuestro objetivo combinamos métodos cuantitativos y cualitativos cruzando distintos tipos de fuentes de ambos lados del Atlántico; tarea nada sencilla debido a la dispersión de los fondos, al delicado estado de conservación de los mismos, así como a los numerosos avatares externos relacionados con los organismos encargados de su custodia y conservación, y el difícil acceso a los mismos en muchos de los casos. Por mostrar solo algunos ejemplos, con respecto a las fuentes archivísticas, nos resultaron de gran importancia los fondos conservados en el Departamento Archivo Intermedio (DAI) del Archivo General de la Nación, en Buenos Aires; en concreto el de las Actas de Inspección Marítima, también llamado “Partes Consulares”, que contiene los expedientes elaborados por cada vapor que llegaba a Buenos Aires, incluidas las listas de pasajeros y otros documentos como un resumen por sexos de los mismos, una lista de sospechosos a bordo, en su inmensa mayoría de nacionalidad española, realizada por la Policía de la Capital Federal, etc. Con ellos elaboramos una muestra compuesta por 198 expedientes referidos a 5 270 personas para los años comprendidos entre 1939 y 1942. Esto nos permitió, entre otros, conocer determinados aspectos sobre la salida de Europa, algunas de las vías legales e ilegales más frecuentadas, o la composición regional, profesional, etaria y sexual de los españoles y españolas arribados al puerto de Buenos Aires. Eso sí, al tratarse de un fondo recién transferido desde la sede central de la Dirección Nacional de Migraciones, situada en el Antiguo Hotel de Inmigrantes, el cual se encontraba en un claro estado de abandono y degradación desde hacía varias décadas, tuvimos que realizar nuestro trabajo, allá por 2007, de un modo paralelo a las tareas de desinfección, limpieza, reconstrucción, cambios de unidades de conservación, etc., hoy todavía inconclusas. En este sentido cabría añadir que este trabajo sobre los partes consulares sería más sencillo si el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos permitiera su consulta de manera libre y gratuita, ya que desde hace unos años posee las listas de pasajeros completamente digitalizadas, pero de buena mano conocemos que solo están al alcance de quienes aportaron los medios para su digitalización y en el mejor de los casos de quienes estén dispuestos a aportar una suma de dólares que variará dependiendo del acuerdo al que se llegue. Con el archivo del Centro Republicano Español de Buenos Aires sucedió algo similar. Coincidiendo con una de nuestras estancias de investigación en

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la capital porteña fuimos avisadas de que una parte del mismo había sido donada a la Federación de Sociedades Gallegas (FSG). A finales de los años ochenta del siglo pasado la lamentable situación del Centro Republicano, fundado a comienzos del siglo xx por los expatriados españoles, y convertido en el emblema del antifranquismo en Argentina durante la Guerra Civil y tras la incorporación de los nuevos exiliados a su seno, provocó que su archivo fuera trasladado al domicilio particular de uno de sus últimos dirigentes, Lázaro de la Mercé. Siguiendo su deseo, a la muerte del mismo fue donado a la FSG, último resquicio de la memoria antifranquista, y en general de izquierda, dentro de la colectividad española. Después se sabría que no estaba completo, y que una parte del mismo –todavía sin determinar– había sido enviada a la Fundación Claudio Sánchez-Albornoz en Ávila, y de ahí al Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca. En la Federación de Sociedades Gallegas encontramos noventa cajas de contenido variado, dentro de las cuales destacaba una importante colección del órgano de prensa del CRE, España Republicana, las fichas de inscripción de sus socios y socias, documentación interna oficial y personal y buena parte de su biblioteca. En nuestro caso pudimos acceder a una consulta sistemática y prolongada de este fondo histórico a cambio de colaborar en su limpieza y catalogación. Labor que después continuaría el Museo de la Emigración Gallega, perteneciente a la FSG. Aunque años más tarde las veces que intentamos acceder de nuevo a este fondo recibimos respuestas tan ambiguas tanto sobre su contenido como sobre su accesibilidad que nos hicieron pensar que había quedado vinculado a la voluntad de sus custodios. Quienes conocen el país seguramente estén pensando que todo ello sea consecuencia del estado de caos que por lo general suele reinar en los archivos históricos de la república austral, así como en los diversos enclaves latinoamericanos. Pero no; me temo, y seguramente aquí residan algunas de las flaquezas o riquezas de este campo de estudios, que la dispersión de documentación –en los casos que no se ha destruido por cuestiones de seguridad– e incluso el deterioro de la misma es algo intrínseco a los fenómenos y a las experiencias exiliares. Pero también es cierto que la desidia y las políticas gubernamentales inciden en ello. Sin esto es incomprensible que cuando vamos a consultar un fondo como el denominado “exilio republicano en Argentina” en el citado Centro Documental de la Memoria Histórica, se

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ignore el paradero de los documentos que su propio catálogo ofrece. Llama sobremanera la atención el desconocimiento –incluso de la existencia– de un fondo de historia oral que, supuestamente, alberga unas 63 entrevistas y diversos documentos sonoros producidos por algunas de las personalidades del exilio republicano en Argentina. De igual modo continúa siendo un misterio el paradero de las entrevistas realizadas en su momento por Dora Schwarzstein a republicanos españoles, y supuestamente custodiadas por el Programa de Historia Oral de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ni que decir tiene la imposibilidad de consultar el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores en España desde el año 2011,14 donde, entre otros, se conservan materiales sumamente ricos sobre la comunidad exiliada producidos por sus protagonistas y sobre todo por las autoridades franquistas. De ellos destacamos algunas series como las referidas al consulado general de Buenos Aires entre 1939 y1949, la denominada “Argentina. Exiliados rojos republicanos, 1937-1949”, la producida por el “servicio de información exterior” y la referente a la embajada española en Argentina entre 1942 y 1952. De este modo, podríamos continuar repasando los defectos y vicisitudes del Archivo General de la Nación y del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto o de la Federación Libertaria Argentina, en Buenos Aires, así como de la Fundación Largo Caballero en Madrid y el Archivo General de la Nación en Alcalá de Henares, pero esto excedería los objetivos de nuestro trabajo.

El exilio republicano español en Argentina De acuerdo con los modelos planteados por Schwarzstein para el exilio en general y Núñez Seixas para el caso gallego, el exilio republicano se desplazó a Argentina en tres momentos diferenciados.15 El primero engloba los tres años de la Guerra Civil que se produjo tras el golpe fallido de Franco (19361939), el segundo se enmarca entre la derrota republicana en el frente de Cataluña a comienzos de 1939 y el final de la Segunda Guerra Mundial en 14  15 

Pereira, Sanz Díaz (2015). Schwarzstein (2001); Núñes Seixas (2006).

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1945, aunque fue hasta el 42 cuando se produjo el mayor número de salidas; y el último comienza en 1946, con la firma de los convenios migratorios entre Franco y Perón y el restablecimiento oficial de los flujos tradicionales desde la península, perviviendo con intensidad hasta 1956, cuando el destino argentino comenzó a sustituirse por el venezolano y ya a partir de los años sesenta por los países europeos. Si bien todavía no existe un acuerdo con respecto a la cifra, algunos estudios la elevaron hasta 10 000 personas, superando con creces las 2 000 tradicionalmente asignadas a este destino.16 Argentina se convirtió en el segundo país de acogida en América Latina después de México, que superó las 20  000, y muy por encima de República Dominicana con 4 000 y de Chile con unas 2 000. Los gobiernos de dicho país mostraron poca predisposición desde el comienzo de la Guerra Civil para acoger a los refugiados españoles, y en general europeos, lo cual les llevó a reforzar los mecanismos de control en las entradas para evitar la infiltración de elementos “indeseables”. De ahí que las tres estrategias más frecuentes para ingresar a Argentina superando las trabas gubernamentales fueran: la condición de antiguo residente o cónyuge de antiguo residente; los visados de turista y en tránsito a otros países y las “cartas de llamada” de familiares o paisanos, en especial a partir de la segunda mitad de los años cuarenta. En definitiva, fueron las redes personales y los contactos previos los que posibilitaron la instalación de un amplio número de republicanos durante y tras la Guerra Civil. En este sentido afirmamos que sin duda alguna fueron igual de efectivos los lazos fuertes y los débiles. Esto se debió a que, como ya hemos señalado, en Argentina se encontraba la colonia española más extensa fuera de España, lo cual fue esencial para el llamado “exilio anónimo”, en especial para el procedente de algunas regiones con mayor tradición migratoria en este destino como Galicia, el País Vasco, Castilla y León, Cataluña o Andalucía. Pero también para las figuras más destacas de la intelectualidad, quienes desde comienzos del siglo xx mantenían un contacto fluido con sus colegas y con el público argentino, e incluso contaban en su haber con visitas y estadías prolongadas en la ciudad de Buenos Aires. En cuanto al perfil socioprofesional señalaremos que el mismo varió según la etapa de llegada y el puerto de salida. Si nos fijamos en la segunda de ellas, es decir, la com16 

Pla Brugat (2007), pp. 30-31.

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prendida entre 1939 y 1945, a través de los datos inferidos de los partes consulares se desmonta de manera clara el estereotipo de un exilio compuesto en exclusiva por intelectuales y políticos. Entre quienes arribaron al puerto de Buenos Aires procedentes de Francia predominaron las familias compuestas por un matrimonio con edades comprendidas entre los 30 y los 55 años, con hijos cuyas edades abarcaban desde los pocos meses hasta casi los 20 años.17 En muchos casos estos grupos familiares se encontraban incompletos por la ausencia de los hijos varones en edad de reclutamiento. También se repiten aquellos casos de matrimonios con hijos que viajaban con la madre del marido o la mujer, e incluso núcleos familiares más extensos compuestos por varios hermanos, sus familias y la matriarca del clan. Pertenecían fundamentalmente al sector servicios, seguido del agrícola y el industrial.18 Dentro del sector servicios sobresalió la gran variedad de profesiones, pero las más numerosas fueron las de empleado, ama de casa y comerciante. La gran mayoría viajó en tercera clase; son escasos los pasajeros que se desplazaron desde los puertos galos hasta Argentina en segunda y en primera clase, siendo utilitarias de la misma, sobre todo, algunas mujeres que viajan solas, ciertos comerciantes y familias destacadas del mundo de la cultura o la política. Por otro lado, quienes llegaron procedentes de Portugal, en concreto desde Lisboa, segundo punto de partida más importante durante esta etapa, nos ofrecen un perfil más homogéneo que el anterior. En su mayoría fueron mujeres procedentes de Galicia, que se declararon como “criadas” o “amas de casa” y cuyas edades abarcaban todas las etapas de la vida. Por lo general se trató de grupos familiares que viajaron en tercera clase; madres con dos o tres hijos, hermanas o varias primas y paisanas. Pero también encontramos a muchas viajando solas o cuyo vínculo con otras personas del vapor no puede probarse, así como numerosos casos de hermanos adolescentes que eran reclamados por familiares residentes en Argentina.19 A partir de los convenios migratorios firmados en 1946, entre quienes hemos denominado “exiliados tardíos”, también ocupó un papel destacado el componente familiar, y es que Departamento Archivo Intermedio (DAI) del Archivo General de la Nación. Fondo Partes Consulares, 1939-1942, varias cajas. 18  Cfr. los datos aportados por Rubio (1977), pp. 235-239. 19  DAI. Fondo Partes Consulares, 1939-1942, varias cajas. 17 

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fueron numerosos los grupos familiares que se dirigieron a Argentina para reunirse con uno de sus miembros, principalmente el cónyuge o el padre, que había huido al finalizar la Guerra Civil. Y por otro, familiares cercanos, madres, hermanos y hermanas, sobrinos, etc., que se habían quedado solos en la península o que estaban expuestos a algún peligro y eran llamados por la familia exiliada en Argentina. También formaron parte de este colectivo quienes todavía se encontraban refugiados en Europa porque no habían podido salir rumbo a América tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial; y otras personas que se hallaban en España, bien porque habían salido de las cárceles o de los campos de concentración, bien porque habían sido repatriadas desde otros destinos, y no pudieron –o no quisieron– convivir con el estigma de “rojo”, “desafecto” o “enemigo del régimen” y todo lo que ello entrañaba. En un país de una superficie de más de 4 millones de km², la provincia de Buenos Aires con 300 000 y la ciudad de Buenos Aires con tan solo 200 fueron las principales receptoras de la población inmigrante europea que se asentó en masa a partir de finales del siglo xix. Por detrás de ellas se situaron las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Mendoza, pero en términos generales ningún territorio argentino estuvo exento de la influencia de la máxima alberdiana “gobernar es poblar”. En la Capital Federal convivieron las llamadas “migraciones tempranas”, es decir, las procedentes de Alemania, Inglaterra, Irlanda y Portugal, arribadas antes de 1850, con las “masivas”, compuestas sobre todo por varones jóvenes italianos, españoles y franceses. El esquema de asentamiento de la colonia española y del resto de población extranjera en Buenos Aires se basó en la interacción de factores como el origen regional y la posición socioeconómica, los lazos de parentesco, fundamentales en las cadenas migratorias, así como la ecología de la propia ciudad.20 El hecho de que la élite mercantil excolonial se estableciera en el que había sido el centro comercial de la época, las áreas al sur de la Plaza Central, marcó unas pautas de establecimiento. La población ibérica arribada durante la etapa masiva se instaló fundamentalmente en el centro de la ciudad compartiendo ciertos sectores con otras comunidades extranjeras. Así, en el norte de la zona convivió con la inglesa, en 20 

Véase Moya (2004).

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el oeste con la francesa y en el sur con la italiana, que tenía uno de sus enclaves fundamentales en el barrio de La Boca. A pesar de que algunos grupos étnicos predominaron en determinados barrios o zonas de la ciudad, Buenos Aires se caracterizó por mostrar uno de los índices más bajos de segregación en todo el mundo. Por tanto, no tendría ningún sentido hablar de barrios étnicos y menos si tenemos en cuenta el desplazamiento frecuente de viviendas. Dentro del centro, los barrios habitados de forma mayoritaria por la población española fueron aquellos donde se registraba un número superior de comercios e industrias propios como Montserrat, San Telmo y la parte oriental del Once. También Constitución, donde, sobre todo, se agruparon los obreros semi y no cualificados y quienes se dedicaban a los oficios generados por el transporte ferroviario. Otros barrios como Parque Patricios o Barracas al Norte también contaron en estos años con una alta densidad de población peninsular, principalmente gallega.21 A esta predilección habitacional por el centro hay que añadir la posibilidad de disfrutar de los servicios propios de una ciudad desarrollada –agua, luz, transportes–, las oportunidades educativas para la descendencia, los servicios asistenciales de las instituciones étnicas, y la amplia oferta de ocio con los distintos sabores regionales e hispánico. El exilio republicano en Buenos Aires continuó este patrón de asentamiento. Quienes contaron con familiares residiendo en el país, por lo general, fueron acogidos en sus casas, de tal modo que se radicaron en los barrios tradicionales de la inmigración. El centro y el entorno de la avenida de Mayo también aglutinó a aquellos refugiados que no contaban con familia, principalmente en pensiones, conventillos, casas de huéspedes o departamentos alquilados en los barrios San Nicolás, Monserrat, Balvanera y San Cristóbal. Estos primeros alojamientos, en su mayoría temporales, estuvieron en consonancia con las posibilidades de los recién llegados. De este modo el centro de Buenos Aires se convirtió en el eje simbólico del exilio de 1939, ya que en él se asentó no solamente el exilio anónimo, sino también algunas de las personalidades que habían tenido cargos relevantes en la España republicana y otras que destacaron dentro de la colectividad por sus profesiones, actividad política y participación en los centros regionales y en el Centro Republicano Español. 21 

Núñez Seixas (2007).

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Por citar algunos casos concretos, en 1939 en los barrios de Monserrat y San Nicolás, estaban viviendo el compositor Salvador Valverde, los escritores Alejandro Casona y Arturo Cuadrado, el militar Fernando Martínez-Monge, los políticos republicanos Carlos Esplá, Augusto Barcia y Manuel Blasco Garzón, entre otros. En realidad, todas sus casas estaban concentradas en un espacio muy reducido, la intersección de dos de las arterias más emblemáticas de la ciudad, la avenida de Mayo y la avenida 9 de julio, en el espacio comprendido entre la Casa de Gobierno y el Congreso de la Nación. No obstante, el barrio de la Balvanera, la zona situada a espaldas del Congreso, también fue el lugar de residencia de algunos de los expatriados con mayor influencia en las colectividades gallega y catalana, como Alfonso R. Castelao y Juan Cuatrecasas.22 Las otras zonas donde hemos detectado viviendas o alojamientos de exiliados republicanos fueron Retiro, Palermo, Belgrano y la exclusiva Recoleta, en el norte; Almagro y Devoto, en el oeste; y en menor medida en algunas zonas al sur, en el límite con la provincia.23 Sea como fuere, el barrio se convirtió en un microcosmos dentro de la gran ciudad, en un espacio simbólico en el que la persona desplazada se sintió protegida, menos perdida, y en el que trató de reconstruir los afectos que en cierto modo reemplazaron a la familia que había quedado en España.24 Como en el caso de la inmigración, no podemos hablar de guetos, pero sí de una tendencia a aglutinarse, sobre todo durante los primeros años del exilio, ya no solo en determinadas zonas sino también en los mismos edificios. Tal fue el caso de los políticos Elpidio Villaverde y José Ruiz del Toro, que en 1939 compartían dirección en la calle Independencia, en el barrio de San Cristóbal; o el del penalista Luis Jiménez de Asúa, socialista, y el poeta Rafael Alberti, comunista, quienes durante un tiempo fueron vecinos en un inmueble cercano a plaza Francia en La Recoleta.25 Por otro lado, también fue común que familias completas de exiliados vivieran en la misma casa, como los hermanos Ossorio Florit, hijos del exembajador, que habitaron Archivo del Centro Republicano Español de Buenos Aires (ACRE), Solicitudes de ingreso, varios años. 23  ACRE, Solicitudes de ingreso (1939). 24  Schwarzstein (2001), p. 142. 25  Blanco Amor (1986), p. 127. 22 

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junto a sus mujeres e hijos y abuela la casa que sus padres alquilaron en el barrio Palermo. Dicho patrón habitacional se modificó en gran parte a partir de finales de los años cuarenta y principio de los cincuenta cuando exilio y emigración compusieron el mismo todo y los recién llegados ya no se ubicaron en su mayoría en el centro de Buenos Aires, sino que se instalaron en barrios más alejados –como Mataderos, Liniers o Villa Urquiza– y en los partidos de la provincia bonaerense, que conforman el Gran Buenos Aires. A través de las fichas de socios del CRE, hemos comprobado que en el año 1948 la mayoría de los nuevos inscriptos se asentó en el llamado conurbano bonaerense, tanto en la zona norte (San Fernando, General San Martín, etc.) como en la oeste (Morón, Tres de Febrero) y sobre todo en el sur (Avellaneda, Quilmes, Lanús, Lomas de Zamora, etc.). Esto se acentuaría durante la década de 1950 cuando los dictámenes del gobierno peronista obligaron a la nueva inmigración a radicarse a más de 100 km de la Capital Federal.26 Con respecto a los espacios públicos, los hombres, sobre todo, por su mayor disponibilidad de tiempo libre, frecuentaron los múltiples restaurantes y cafés del centro porteño. Entre ellos se hicieron muy populares algunos ya concurridos por los viejos republicanos de la colectividad y otros que ellos empezaron a copar. El Iberia, la Casa de Troya, el Tortoni o el Múnich dieron la posibilidad a muchos, sobre todo a los más jóvenes y sin familia, de mantener la vida bohemia y nocturna que habían llevado en España, así como de olvidar las dificultades cotidianas de ser un expatriado.27 Pero fueron los centros y asociaciones de la colectividad española emigrada, a los que se sumó una parte del exilio, los espacios por excelencia donde lo ideológico, lo social y lo afectivo formaron un todo invisible. Constituyeron el lugar adecuado para albergar los símbolos, libros, música o fotografías de personajes y momentos emblemáticos vinculados a la España que sentían pertenecer. El Centro Republicano de Buenos Aires, por ejemplo, fue concebido desde sus comienzos en 1904 como un espacio para el desarrollo de la triple dimensión política, social y cultural del republicanismo. En él se combinaba la vida política de algunos de los partidos de izquierda que albergaba, con las actividades culturales y el ocio a través del juego, los bailes o las reuniones 26  27 

Véase Biernat (2007), pp. 93-98. Blanco Amor (1986), p. 101.

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en familia al aire libre. Sin embargo, su máximo esplendor lo vivió entre las décadas de 1930 y 1950 cuando se convirtió en el emblema de antifranquismo en Argentina debido a la simpatía que la causa republicana despertó en la sociedad y al crecimiento de su masa asociativa por la incorporación de exiliados republicanos, pero también de antiguos y nuevos inmigrantes.28

La juventud del exilio y la segunda generación A través del análisis sistemático de la documentación generada por las asociaciones étnicas comprobamos que a partir de los años cincuenta los jóvenes del exilio comenzaron a destacarse por sus prácticas y manifestaciones dentro del grueso de expatriados, del que en cierto modo quisieron comenzar a distinguirse, aunque sin lograrlo plenamente. Como es sabido, la juventud se situó de manera notoria en el centro de la atención pública de los países occidentales, constituyéndose en un foco reiterado de debates culturales, políticos y sexuales a partir de segunda mitad del siglo xx. Los jóvenes devinieron actores de fundamental importancia, se convirtieron en artífices de formas específicas de sociabilidad, generaron producciones y consumos culturales propios, corporizaron transformaciones profundas en las prácticas y representaciones de la sexualidad, y se instalaron en tanto promotores de cambios en la cultura política.29 No obstante, en el caso de la comunidad española exiliada en Argentina dichas transformaciones son matizables. De nuevo el entorno del Centro Republicano Español de Buenos Aires nos puede servir de ejemplo. En 1956 se constituyeron las Juventudes del CRE cuya junta directiva estuvo presidida por Pedro Martín de la Cámara y compuesta por Daniel Ecay, Teodoro López Marcos, Javier Echeverría, Lázaro Álvarez, Marta Martínez, Calixto Val Castillo, Sonia Fernández Vallina, Marisol Salgado, Antonio Santamarina Delgado, Victoria Eugenia Romero y José García Cuadros, entre otros. Llama la atención la destacada presencia de mujeres, que rompía la tradicional composición masculina de las juntas directivas de las asociaciones españolas. 28  29 

Ortuño Martínez (2011). Véase Moreno Seco, Ortuño Martínez (2015).

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Además, se conformó una comisión femenina, heredera de la tradición asociativa, presidida por Marta Martínez, que contó con Victoria Romero como secretaria y Estrella de Diego Allende y Beatriz Medina Auyenet como vocales. En su constitución como tal, se reafirmaron como “una asociación compuesta por jóvenes de ideas libres, dispuestos a luchar por la reivindicación de la Libertad y la Justicia para el pueblo español, divulgando y esclareciendo ante el mundo la realidad española”.30 Las Juventudes del CRE, compuestas fundamentalmente por socialistas y, según los propios socios, algunos anarquistas, no dudaron a la hora de expresar por escrito a qué causas se dirigían sus apoyos: En lo español: Toda acción tendiente al derrocamiento del franquismo y el falangismo y a su sustitución por un régimen de Libertad y de Justicia. En lo europeo: Propenderemos al acercamiento y europeización civil y cultural de nuestro pueblo y lucharemos por la Federación de Pueblos Europeos. En lo internacional: Apoyaremos toda acción tendiente a libertar a los pueblos y a unirlos en una estructura federativa que contemple las particularidades de cada uno. Apoyaremos la Paz, luchando por la desmilitarización y humanización de las relaciones internacionales, propugnando la federación progresista de todos los pueblos.31

A pesar de la belleza de este discurso, los recuerdos de su primer presidente, Pedro Martín de la Cámara, inducen a pensar que en la práctica fueron escasos los logros. En ellas también constatamos la cercanía a las ideas y a las prácticas de los “exiliados tardíos”, en especial a los más jóvenes, así como el progresivo acercamiento a la población argentina, también en cuanto a reivindicaciones políticas se refería. […] Nosotros estábamos siempre […] con Madariaga, con Lamana, con Nicolás Sánchez Albornoz, con el grupo de la gente que salió después, […] que expresan la idea de las juventudes de cualquier cosa menos volver a una guerra civil [sic], van a transigir en algunas cosas, pero no quieren nunca más una guerra civil, que 30  31 

ACRE. Memoria y Balance (1955-1956), p. 20. ACRE. Memoria y Balance (1955-1956), p. 21.

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consideran que es por encima del hecho que la mayor parte de su familia estaba en un bando [sic]; consideraban que era una salvajada igual, así que, bueno, con esa gente hacíamos actos, por los menos en el 57 hasta el 60 más o menos, se hacían actos bastante importantes, había mucha gente […]. Nosotros teníamos el apoyo de los partidos políticos [argentinos] por eso estábamos un poco separados del CRE, porque ellos se mantenían totalmente al margen […]. Tocábamos lo que podíamos hacer [sic], que no era mucha cosa, protestar, campaña de concienciación de la opinión pública y de vez en cuando un festival y se mandaba algo para España.32

Nicolás Sánchez-Albornoz, hijo del historiador Claudio Sánchez-Albornoz, tras fugarse del campo de Cuelgamuros (posterior Valle de los Caídos) logró llegar a Buenos Aires en 1948.33 Como delegado de la Unión Federal de Estudiantes Hispanos (UFEH), además de reencontrarse con su familia, trató de formar una célula con la ayuda de los exiliados más jóvenes, en concreto con los estudiantes, que recaudara fondos para remitirlos a través de París a España. El foco de la lucha antifranquista perdía su protagonismo en el exterior y de manera progresiva se iba trasladando al interior de la península ibérica. Sin embargo, como reconoció en sus memorias, fueron muchos los obstáculos para lograr sus objetivos, y buena parte de ellos los achaca a las trabas impuestas por las fuerzas policiales del gobierno de Juan Domingo Perón. Esto, sumado al factor de la juventud –tenía 22 años cuando llegó a Buenos Aires–, que directamente lo excluía del “núcleo duro” del poder dentro de la comunidad exiliada, y a la etapa en la que arribó –fueron claras las diferencias internas y las disputas que se produjeron entre los exiliados de la “primera ola” y los “recién llegados”– provocó que, según sus palabras, quedara “inserto en la periferia del círculo de expatriados”. Una vez superadas las trabas burocráticas, inmerso en el mundo universitario, como les sucedió a tantos otros jóvenes exiliados –ya fueran recién llegados o arribados Pedro Martín de la Cámara nació en Madrid en 1932 y se exilió con sus padres en Argentina en 1939 a la edad de siete años. Entrevista a Pedro Martín de la Cámara, Buenos Aires (8 de diciembre de 2007). 33  Sánchez-Albornoz (2001). El director de cine Fernando Colomo recreó la fuga de Sánchez-Albornoz y Manuel Lamana en su película Los años bárbaros, estrenada en 1998. Además, véase Lamana (2005). 32 

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en su niñez– “prevalecieron, como es natural, las afinidades con compañeros argentinos cuyos combates y aspiraciones acabaron por ser los míos. Por congruencia con lo que me había llevado al exilio, me acercaba a ellos pero, al acercarme a ellos, me alejaba un tanto de mis codesterrados”.34 Dicho aspecto se profundizó con mayor intensidad en la segunda generación. En este sentido debemos aclarar que para acotar nuestro objeto de estudio, siguiendo la clasificación realizada por Julio Aróstegui,35 consideramos segunda generación del exilio a los hombres y mujeres nacidos entre 1936 y 1959 tanto en España como en Argentina, a pesar de las diferencias que implica. Distinguimos, por tanto, a la segunda generación de la juventud del exilio republicano, nacida durante los últimos años de la misma generación a la que pertenecieron sus padres, que es la comprendida entre 1910 y 1935. Sin embargo, somos conscientes de las complicaciones y divergencias que entraña la propia definición de generación. En nuestro caso, compartimos también la elaborada por los sociólogos Alfonso Orueta y Juan Zarco, que a su vez se muestra como la síntesis del pensamiento de Ortega y Mannheim, es decir, un grupo de personas que siendo contemporáneas y coetáneas presentan cierta relación de coexistencia, o sea, intereses comunes, inquietudes análogas o circunstancias parecidas.36 Según estos autores, se forma parte de la generación en la que se es o se fue joven con otras personas, y en el tiempo en que un acontecimiento marca al grupo social en el que se encuentra la propia identidad. De lo que no hay duda es que, a pesar de los inconvenientes ocasionados por la policía peronista, en connivencia con los delegados franquistas en el exterior, que sufrieron algunos miembros de la comunidad expatriada, durante el primer peronismo se produjo un proceso de “democratización del bienestar”.37 Mejoraron los salarios reales y la legislación laboral, aumentó el tiempo libre la clase trabajadora y las posibilidades de emplearlo en entretenimiento, se optimaron la salud pública y el acceso a la vivienda produciéndose una recuperación de las posibilidades de ascenso social y una maSánchez-Albornoz (2012), p. 252. Aróstegui (2006). 36  Orueta, Zarco (1998). 37  Véase Torre, Pastoriza (2002). 34  35 

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yor integración de los sectores populares. Desde el primer año de gobierno se aceleró el crecimiento de la escolarización primaria, de manera aún más marcada la secundaria y se ampliaron los grupos sociales que ingresaban a la universidad, sobre todo a partir de 1950 cuando se estableció por decreto la gratuidad de la enseñanza universitaria. Esta situación sufriría un cambio radical durante la década de 1960. Tras el derrocamiento del gobierno de Perón por la llamada “revolución libertadora” en 1955, las clases medias, nutridas en buena parte por los refugiados e inmigrantes europeos, experimentaron un proceso de crecimiento cuantitativo. Un sector importante de ellas resultó impactado por la modernización, iniciada durante el primer peronismo, y adquirió un matiz cualitativo diferencial, ya que accedió a niveles más altos de educación universitaria, especializada y técnica.38 Este aspecto sin duda influyó en la formación de la segunda generación del exilio y la emigración española de posguerra, de igual modo que los nuevos aires generadores de una verdadera revolución de las costumbres, creencias y expectativas. El bienestar económico acumulado desde la segunda posguerra mundial, la revolución tecnológica en las comunicaciones y el transporte, y la crisis de las tradiciones y las ideas conservadoras que habían predominado en muchas familias, en la educación y en la vida social, la cual produjo el llamado “quiebre generacional”, marcaron los últimos años de la década de 1960 y los primeros de 1970. Durante esos años se generalizó una visión absolutamente negativa de los “viejos políticos” –exceptuando, en parte, a Perón por su condición de perseguido político– y de la generación anterior, es decir, la de los padres, aunque entre los jóvenes de familias republicanas hubo excepciones. Una de las características de la época fue indudablemente el protagonismo de la juventud, que pasó a ser un actor decisivo y autónomo en la escena política.39 Lamentablemente dispersión y el estado de conservación de los fondos documentales del CRE dificulta conocer la evolución de la propia institución, de las Juventudes y de otras asociaciones vinculadas al mismo. De igual modo sería necesario continuar indagando en el resto de entidades juveniles vinculadas a los centros republicanos de Argentina que surgieron a partir de 38  39 

Spinelli (2013), p. 15. Véase Cuchetti, Cristiá (2008).

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la segunda mitad de los años cincuenta del siglo pasado; y analizar cómo pese a nacer ligados a los anteriores y sin renegar del ideario republicano, comenzaron a incorporar un nuevo vocabulario que en primer término reivindicó los valores de la paz y la democracia y que ya a finales de los sesenta y más entrada la década de los setenta defendió –en la mayoría de casos de manera encubierta– los ideales revolucionarios. En este sentido sería muy interesante seguir con detenimiento la evolución de los informes policiales sobre las asociaciones étnicas. Si en un primer momento, hasta los años sesenta, el principal peligro fue la infiltración de elementos “marxistas” y “comunistas” dentro de la masa asociativa, a partir de los setenta la obsesión estuvo en demostrar las conexiones existentes entre las organizaciones revolucionarias de extrema izquierda a ambos lados del océano, concretamente entre el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT/ERP) y Euskadi Ta Azkatasuna (ETA). Esto se hizo visible de manera clara en los centros vascos, donde con este pretexto llegaron a producirse numerosas redadas e incluso detenciones como las llevadas a cabo en el Denak Bat de Lomas de Zamora, en la Provincia de Buenos Aires, meses antes de la muerte de Franco en el año 1975.40 En la actualidad seguimos avanzando en el conocimiento de la juventud y de la segunda generación del exilio republicano y de la emigración de posguerra. En concreto, además de perfilar su composición etaria, social y de género, estamos abordando si hubo una correlación, o qué tipo de transferencia se produjo, entre la militancia de sus padres y la que llevó a cabo un segmento del sector más joven de los hijos en la Argentina de los años setenta.41 Por otro lado, estamos analizando con especial detenimiento desde la perspectiva de género aquellas trayectorias que derivaron en un “nuevo” exilio, esta vez teniendo como destino la España postdictatorial. En este sentido a diferencia de quienes han abordado el tema desde la Historia Cultural, y en particular de la Literatura,42 creemos que es pertinente seguir discutiendo el término “segunda generación” y comenzar a construir una Archivo de la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), Mesa D(s), Carpeta Varios, Legajo 3475, tomo 1. 41  Véase Ortuño Martínez (2015). 42  Aznar Soler, López García (2011). 40 

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propuesta metodológica que aplique el concepto precisamente como método de análisis. Asimismo, estimamos que sería realmente enriquecedor, algo que ya parece un mantra entre quienes abordamos la temática, esto es, introducir la dimensión comparada en el territorio de los exilios masivos del siglo xx. En este sentido contamos con trabajos muy sugerentes para el caso de los exilios latinoamericanos, que al mismo tiempo nos recuerdan la importancia de tener en cuenta la larga duración de los mismos.43

A modo de epílogo Creemos que pese a las voces que insisten desde hace unos años en el agotamiento de los estudios del exilio de 1939, todavía son numerosos los retos pendientes. Como señaló Jorge de Hoyos Puente, quizás una de las tareas más urgente sea lograr una mayor presencia de los exilios en la Historia Contemporánea de España, “como parte fundamental en la construcción y evolución de las distintas culturas políticas que pugnaron por la hegemonía social y política a lo largo del tiempo”.44 Y es que se ha tendido a olvidar el componente político de este fenómeno, presente, aunque con diversa intensidad, de principio a fin del proceso, y sin el cual no se hubiera producido. En este sentido sería muy productivo comenzar a sumar los nuevos abordajes del exilio a los análisis renovados, y en algunos casos transgresores, que se están llevando a cabo sobre la “Transición” española,45 ya que sin el papel desempeñado por los exiliados y exiliadas y el poso que dejaron, su legado democrático continuará siendo ignorado. Por otro lado, consideramos fundamental seguir avanzando en la intersección y el cruce de categorías –edad, género, clase– que nos permitan profundizar en temas como el de las diferencias generacionales o los conflictos familiares que se produjeron como consecuencia de los exilios. Pese a los logros, todavía nos queda un gran trabajo por delante para analizar las tensiones entre la teoría y la práctica, el deseo y la realidad, lo público y lo priSznajder, Roniger (2013); Jensen (2012). Hoyos Puente (2012), p. 242. 45  Godicheau (2014). 43  44 

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vado en contextos y situaciones exiliares. Asimismo, consideramos que urge dejar de divisar el exilio republicano como un acontecimiento excepcional de la historia española y de los países que lo recibieron, y empezar a pensarlo y a entenderlo como un movimiento inserto en los grandes desplazamientos de población que caracterizaron el siglo xx, con un sentido cíclico, de ida y vuelta. Esto nos permitiría ampliar la óptica del enfoque, acercarnos al tratamiento de otras fuentes y nuevas perspectivas, y acortar la brecha entre la Historia Contemporánea y la Historia Reciente. Pero en realidad, en un contexto como el actual, desde nuestro punto de vista, quizás lo que más nos urja sea replantear nuestro papel como historiadores ante la sociedad. En este momento en que la crisis global del capitalismo está produciendo más desplazamientos forzados que la Segunda Guerra Mundial, en su mayoría de sur a norte, pero también de norte a sur, ¿sería productivo empezar a compartir las vivencias y sentimientos que experimenta quienes trabajan migraciones y exilios y al mismo tiempo se hayan en la emigración –o según algunos colectivos en el exilio– y por tanto compartiendo un “régimen emocional” similar en múltiples aspectos al de sus “sujetos de estudio”? Algo todavía más importante: ¿sería pertinente salir de nuestra torre de marfil y alzar la voz no como “opinólogos”, sino como expertos y expertas en la materia, para explicar a un público más amplio de qué hablan los medios masivos cuando se refieren de un modo tan ambiguo a “inmigrantes”, “exiliados”, “refugiados” o “segunda generación”? Es más, ¿sería apropiado emprender una tarea de divulgación de los desplazamientos históricos que tuvieron como protagonistas a los habitantes de los países de la actual Unión Europea, esta que hoy cierra sus puertas a los expatriados del siglo xxi? Yendo más lejos todavía, ¿sería conveniente idear alguna estrategia para presionar a una Unión Europea que subvenciona investigaciones sobre los exiliados en la historia pero expulsa a los que llegan a sus fronteras? De nuevo las respuestas a estas preguntas exceden los propósitos de este trabajo.

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IV. Identidades narrativas

“Todo ser humano no ha muerto”. Súplicas y peticiones del exilio español (1939-1945)1 Guadalupe Adámez Castro

Escribir es la primera forma del exilio: su origen, su definición, su naturaleza.2 […] Todo ser humano no ha muerto. Bien lo sabe tu compañero, que más fuerte que tú en su alma, vierte sus pensamientos en el sucio pedazo de papel que robó al volar del viento. Quizás tampoco él reciba respuesta; pero, por lo menos, habrá creado paz para sí mismo, porque se habrá dado una esperanza. El mundo no ha muerto […].3

Los dos testimonios con los que comienza este artículo tienen una diferencia cronológica de más de medio siglo y espacial de más de 9 000 kilómetros. Sin embargo, tienen mucho en común. Uno, el que he tomado prestado para el título, pertenece al refugiado español Narcís Molins i Fábrega y fue escrito desde México en 1944, donde el poeta había conseguido llegar tras su primer exilio en Francia. Los versos fueron concebidos para acompañar las ilustraciones de su amigo Josep Bartolí y juntos denunciar la Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación “Scripta in itinere. Discursos, formas y apropiaciones de la cultura escrita en espacios públicos desde la primera edad moderna hasta nuestros días” (ref. HAR2014-51883-P) concedido por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. 2  Martini (1993), p. 517. 3  Bartolí, Molins i Fábrega (1944), p. 99. 1 

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situación en la que miles de españoles se encontraban en Francia en campos de internamiento, privados de libertad. La segunda fue realizada mucho tiempo después, en un contexto muy diferente, aunque también marcado por un episodio de éxodo. Se trata de una reflexión del escritor argentino Juan Martini donde mostraba lo que para él había significado su exilio en Barcelona durante los últimos años de la década de los setenta y principios de los ochenta. Ambos textos representan la importancia que tiene la escritura durante los episodios de desarraigo y el uso que los exiliados, vengan de donde vengan y sean del año que sean, hacen de la misma. Un uso que no realizan solo los literatos, sino también los “refugiados del común”,4 como demuestran las miles de cartas, los diarios, las autobiografías, los boletines manuscritos y otros tantos productos escritos que se han conservado de distintos éxodos, bien en archivos públicos, en fundaciones privadas o en domicilios particulares. La escritura les hace sentir, como bien rezan los versos de Narcís Molins i Fábrega, que “todo ser humano no ha muerto”, que “el mundo no ha muerto”. Al igual que Narcís y Josep, alrededor de medio millón de españoles, asustados y derrotados, decidieron poner tierra de por medio en los últimos días de enero de 1939 tras la caída de Cataluña. La salida más natural para todos ellos fue la frontera pirenaica con Francia. Una gran parte de los mismos, al menos aquellos que relataron su particular viaje, llegaron a afirmar que fue precisamente la escritura lo que les alimentó más que la comida de cada día durante su experiencia de desarraigo. Especialmente para aquellos que, tras cruzar la frontera con Francia en búsqueda de auxilio, se encontraron con una respuesta gala que no esperaban. El gobierno francés, desconcertado ante una situación ante la que poco o nada había previsto, a pesar de las advertencias realizadas, decidió recluir a los hombres en edad militar en campos de internamiento.5 Mujeres, niños y ancianos fueron enviados a refugios del interior; aunque esta norma no siempre se cumplió. Sin embargo, a pesar de las condiciones deplorables de los campos, de la confusión y el abatimiento de los refugiados durante su encierro forzoso, pronto se dieron Pla Brugat (2001), p. 182. De imprescindible consulta son Dreyfus-Armand, Temime (1995); Rafaneau-Boj (1995). Sobre el fenómeno concentracionario en Francia remito a Peschanski (2002). 4  5 

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cuenta de que si querían resistir tenían que convertirse en parte activa de su reclusión, debían “sembrar” esos campos yermos, esos arenales vacíos que les condenaban al ostracismo y al olvido. Y de las pocas semillas que les quedaban en sus capazos, la cultura, la escritura y la lectura se convirtieron en las que primero germinarían para ayudarles en su resistencia.6 Nos situamos así en los primeros años del exilio español en Francia, concretamente en los campos de internamiento donde fueron encerrados alrededor de 250.000 españoles y los diferentes refugios que cobijaron, también bajo una estrecha vigilancia, a buena parte de este éxodo.7 El objetivo de las páginas que siguen es analizar la relación que los refugiados anónimos mantuvieron con la escritura, especialmente la epistolar, durante esta etapa. Con este objetivo iré de lo más general a lo más particular, comenzando por señalar la importancia de las misivas dentro de los campos para después descender a una de las tipologías epistolares que más utilizaron: las cartas de súplica y petición, con las que pretendían cambiar su suerte. Dicha práctica, a pesar de su larga vida, nace en la Antigüedad y pervive hasta nuestros días, mantiene unas características similares a lo largo del tiempo, principalmente debido al marcado desnivel social, político o económico entre quienes redactan las súplicas, los peticionarios, y quienes tienen en su mano el poder de concederles lo demandado, las autoridades. Este desnivel influye de forma decisiva en la redacción, la presentación y la elección del lenguaje de esta particular categoría epistolar.8 En este artículo pretendo, a través de un análisis interdisciplinar, averiguar cómo se reflejan todas estas características en las peticiones que los exiliados españoles redactaron desde Francia. Al mismo tiempo, intentaré dar respuesta a algunas preguntas tales como a quién y por qué escribían, cómo lo hacían, y, quizás la más importante, qué diferentes

Sobre este aspecto pueden verse, entre otros, Cate-Arries (2012); Simón (2012). El dato oficial que dio el ministro Jean Ybarnégaray en la Cámara de los Diputados fue de 226.000 españoles, según lo recogido por Dreyfus-Armand. Alted Vigil maneja números más elevados, aumentando a 275.000 los recluidos a mediados de febrero de 1939. DreyfusArmand (2000), p. 59; Alted Vigil (2005), p. 70. 8  Sobre las cartas de súplica son de obligada consulta: Zadra, Fait (1991), especialmente dentro de este volumen Gibelli (1991); Leys (1955); Petrucci (2001); Heerma van Voss (2001); Sierra Blas (2005) y (2016); Bercé (2014). 6  7 

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estrategias lingüísticas, aplicando los preceptos de Jean-Michel Adam para el Análisis del Discurso,9 utilizaron los refugiados para obtener lo demandado. Para ello, y a pesar del maremagno de solicitudes que se produjeron y que se conservan del exilio español, algo que responde al carácter asistencial del mismo, he elegido para esta ocasión un estudio de caso que comprende alrededor de un centenar de peticiones que fueron escritas entre febrero y diciembre de 1939 y remitidas al líder sindical de la Unión General de Trabajadores (UGT) Amaro del Rosal, en su papel como intermediario ante uno de los mayores organismos de ayuda dependientes del derrotado gobierno republicano: el Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE).10 Si bien este es el compendio documental principal con el que voy a construir este análisis haré referencias a otros fondos, especialmente a las solicitudes conservadas en el archivo del Comité Técnico de Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE),11 la delegación que el SERE tuvo en México, presidida por José Puche, para ayudar a los miles de exiliados que a partir del verano de 1939 llegaron a las costas aztecas.12

Escribir desde el encierro

Nos hemos ido adaptando a la vida del campo de concentración, pero en las primeras semanas, tendidos al sol o acurrucados en la noche, solo hemos pensado en escribir cartas. Toda clase de cartas. Cartas en busca de familia; cartas pidiendo auxilio a todos los comités del mundo; cartas siguiendo la pista de algún pariente rico en América… Cartas, como si jugáramos con ellas al nuevo destino. Recibir respuesta ha sido una señal, sobre todo, de que existimos, de

Adam (1995) y (2001). Dichas peticiones se encuentran en el archivo personal de Amaro del Rosal conservado en la Fundación Pablo Iglesias (FPI-AARD). Remito al catálogo de García Paz et al. (1986). 11  Para conocer mejor este archivo véase Ordóñez Alonso (1997). 12  Un análisis detallado del CTARE puede verse en Velázquez Hernández (2014); y sobre el SERE, Velázquez Hernández (2015). Para comprender el papel de estos organismos y la utilización de las cartas de súplica en este periodo, véase Adámez Castro (2017). 9 

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que nuestro nombre y apellidos no han sido cancelados en el registro de la vida.13

Eulalio Ferrer tan solo tenía 18 años cuando fue recluido en Argelès-surMer, campo al que seguirían, Barcarès y Saint-Cyprien. Su caso es sin duda paradigmático puesto que no paró de escribir durante toda su reclusión, solo lo hizo cuando ingresó en una Compañía de Trabajadores y, según relata él mismo, se le agrietaron tanto las manos que no podía continuar con su actividad escrituraria. Eulalio nos pone en la pista de dos de las obsesiones que acompañaron a los refugiados encerrados en los campos. La primera y más importante: salir de ellos, escapar como fuera de allí para conseguir comenzar de nuevo en otro lugar que les brindara las oportunidades que allí se les estaban negando. El gobierno francés decretó cinco medidas a las que los exiliados españoles podían acogerse para conseguir su “libertad”: ser repatriados a España, conseguir un contrato laboral fuera del campo, emigrar a otro país, unirse a las Compañías de Trabajadores que comenzaron a aflorar ante la necesidad de mano de obra por la inminente llegada de la Segunda Guerra Mundial, o alistarse en la Legión Extranjera o en los Regimientos de Marcha de Voluntarios Extranjeros para combatir en el citado conflicto.14 Para alguna de estas opciones la libertad nunca fue una realidad, por más que ya no estuvieran tras las alambradas que les cercaban. Aun así, estas consiguieron reducir notablemente el número de recluidos, tanto que en enero de 1942 había un total de 4.327 internos, una cifra muy lejana al cuarto de millón que se había contabilizado en marzo de 1939.15 La más atractiva y demandada fue la de emigrar hacia un tercer país, generalmente México o Chile, para lo que debían conseguir un pasaje en uno de los viajes financiados por las organizaciones de ayuda, especialmente, y en este momento, por el SERE, quien era el encargado, además, de la selección de los refugiados, como veremos. La segunda de sus obsesiones fue la escrituFerrer (1988), p. 24. Para conocer mejor su biografía remito a Hoyos Puente (2016). Sobre este particular puede verse entre muchos otros, Dreyfus-Armand (2000), pp. 7180. Para el caso concreto de los exiliados que combatieron en la Segunda Guerra Mundial remito a Gaspar Celaya (2015). 15  Rubio (1996), p. 102. 13  14 

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ra, especialmente la epistolar, lo que explica que uno de los primeros asuntos que quisieron solucionar tanto los refugiados internos como los organismos de ayuda fuera el de organizar un sistema de correos que les garantizara el envío y recibo de correspondencia, así como solventar los problemas derivados de su gestión: obtención de sellos para el franqueo postal, búsqueda de las direcciones de los familiares desaparecidos, diferentes estrategias para sortear la censura impuesta en los campos. A pesar de todas las dificultades existentes, en abril de 1939 ya se recibían en algunos campos entre 2.000 y 10.000 misivas diarias, dependiendo obviamente de las capacidades de organización y de la población concentracionaria.16 Aunque no todos los refugiados se sirvieron de la misma manera de la escritura o de la redacción de cartas y solicitudes, para muchos este intercambio epistolar significó su tabla de salvación, entendiendo la misma en una doble vertiente. Por un lado, la correspondencia personal y familiar supuso la salvación emocional, les permitió mantenerse unidos a su mundo anterior, como si se tratase de un cordón umbilical que alimentaba de este modo su identidad.17 Por otro, la redacción de peticiones y súplicas, les ayudó, en mayor o menor medida, para su salvación material o para al menos solventar algunas de sus necesidades más perentorias. Esto fue así especialmente para aquellos que no tenían un gran apellido bajo el que cobijarse. Para los refugiados anónimos todo comenzaba con la redacción de una súplica, desde conseguir ropa, jabón, asistencia sanitaria, ayuda en la búsqueda de sus familiares desaparecidos, trabajo fuera del campo; hasta un pasaje que les condujera hacia América. Esto provocó, de nuevo en palabras de Eulalio Ferrer, una verdadera “fiebre epistolar” de la que se aquejaron buena parte de los exiliados y que terminó por colapsar las oficinas de las delegaciones de ayuda.18

García Sánchez (1996); Adámez Castro (2014). Cfr. Boix (1989), p. 130. 18  Ferrer (1988), p. 128. 16  17 

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El socorro a los refugiados. Los sistemas de ayuda del éxodo español El desarrollo del entramado asistencial del exilio español evolucionó al mismo paso que avanzaba la contienda y que se sucedían las derrotas a la República. Con un número cada día mayor de evacuados, desde el gobierno se tuvieron que orquestar diferentes medidas que facilitaran su auxilio y socorro, pasando a convertirse en uno de sus problemas fundamentales. Al mismo tiempo, la ayuda a la población española evacuada y la dimensión internacional que pronto adquirió la Guerra Civil provocó que fueran numerosas las iniciativas internacionales que se interesaron por este asunto. No es el objetivo de estas páginas analizar este complejo sistema asistencial pero sí me gustaría detenerme brevemente en señalar cuáles fueron los principales organismos de ayuda y cuál fue el papel que cumplieron dentro del exilio español. Si tuviéramos que mostrar un mapa de las distintas instituciones asistenciales que se dieron cita en estos años, tendríamos dentro de nuestro organigrama tres brazos fundamentales dependiendo de la naturaleza y la financiación de estos grupos de ayuda. En primer lugar, nos encontraríamos con las delegaciones asistenciales dependientes de la derrotada República española y de los fondos que esta había conseguido salvar. Estas entidades fueron principalmente dos: el Servicio de Evacuación a los Republicanos Españoles (SERE) y la Junta de Ayuda a los Republicanos Españoles (JARE), si bien durante el periodo y el espacio que nos ocupa la que tiene un mayor protagonismo es la primera. Ambas organizaciones estuvieron desde el inicio enfrentadas entre sí y responden a las disputas políticas que nacieron en el seno del exilio.19 En segundo lugar, tendríamos a los partidos políticos y sindicatos españoles que habían conseguido exiliarse y que pronto orquestaron diferentes programas de ayuda para sus afiliados, especialmente para los que se encontraban recluidos en los campos, como pueden ser Euzko Laguntza, para el caso de los nacionalistas vascos o Entr’aide aux Républicans Catalans (ERC) para el caso de los republicanos catalanes. Otros sindicatos y partidos con un número mayor de afiliados, como la UGT, jugaron un papel fundamental en su labor dentro del SERE, donde tuvieron que actuar como inter19 

Para estas disputas, entre muchos otros, puede verse Mateos (2009); Angosto (2009).

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mediarios entre los exiliados y el citado organismo. Por último, no debemos olvidar la ayuda internacional, bien fuera como resultado de iniciativas personales de carácter no gubernamental, como por ejemplo el Comité Británico de Ayuda a España, o bien respondieran a la implicación de sus gobiernos con la causa republicana y su interés en acoger a refugiados españoles, como fue el caso de la embajada mexicana en París, donde también llegaron miles de peticiones de asilo.20 Como es fácil imaginar, las peticiones que recibió cada sector de ayuda, aunque casi siempre escondieran los mismos motivos, fueron diferentes, estuvieron plagadas de matices que respondían a los objetivos de cada organismo e incluso a su ideología. De la misma manera, tampoco fueron iguales las súplicas redactadas en los primeros meses de 1937 a las que se escribieron en los años cuarenta. Los refugiados aprendieron a dirigirse a los organismos a los que demandaban ayuda y, lo que resulta más relevante, fueron capaces de destacar en sus peticiones las argumentaciones que consideraban más interesantes dependiendo de la institución a la que escribían, lo que terminó modificando su discurso, como veremos.

Las peticiones al sindicato. El caso de la UGT Una vez llegados a este punto, voy a descender al caso particular que me ocupa, las peticiones enviadas a Amaro de Rosal como representante de la UGT en el exilio y como portavoz de dicha sindical ante el SERE. Y para comenzar, quiero utilizar la reflexión que hizo él mismo, muchos años después, en referencia a las miles de cartas que recibió la delegación de la UGT: Cada carta era una tragedia de problemas personales, que averiguáramos dónde estaban los hijos, dónde estaban las mujeres, que los sacáramos de los campos de concentración, que estaban enfermos, que si no los sacaban se morían; en fin, cada carta, repito, era una verdadera tragedia […]. Algo verdaderamente inimaginable ¿no? Cartas y más cartas […].21 Sobre este particular véase Segovia, Serrano (2000). Entrevista realizada por Elena Aub a Amaro del Rosal en Madrid en 1981. Archivo de la Palabra. INAH-MCU, consultado en CDMH Libro 39, pp. 85-88. 20  21 

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“Cartas y más cartas” que pertenecían en su mayoría a varones que rondaban la treintena, aunque se pueden encontrar algunos casos aislados de mujeres (especialmente aquellas que se encontraban solas en Francia o que habían trabajado en algún momento para alguna delegación de la UGT). Ello se debe a que una de las directrices impuestas para el envío de peticiones es que estas fueran redactadas por el cabeza de familia, generalmente el varón, mientras que las mujeres solo debían escribir cuando eran solteras o viudas. Dichas cartas estaban escritas desde los principales campos: Agde, Septfonds, Barcarès, Bram, Saint-Cyprien, así como desde distintos hospitales y refugios, aunque estos en una proporción menor. Los objetivos de las mismas eran muy variados: solicitud de ayuda económica y sanitaria, demanda de trabajo fuera del campo, el ruego de subsidios, la petición del envío de ejemplares del Boletín Sindical, etc. Sin embargo, a pesar de su heterogeneidad, la súplica que más se repite es la de ser incluidos en una de las listas que la UGT debía confeccionar con los exiliados que ellos consideraban más apropiados para emigrar a México o a Chile en las expediciones colectivas organizadas por el SERE. Como estos deseados viajes no podían ser ofertados a todos los refugiados se establecieron unos porcentajes para cada sector político que determinaba cuántas familias podían seleccionarse por cada partido o sindicato.22 Por ello, los refugiados que querían emigrar debían remitir su solicitud al SERE, acompañando a la misma de unas fichas que se repartieron por todos los campos donde los exiliados debían consignar sus datos personales y los de su familia, su filiación política, su participación en la contienda, etc. Al mismo tiempo que enviaban sus peticiones y fichas al SERE, aquellos que estaban afiliados o que pertenecían a algún sindicato podían enviar igualmente esta documentación al propio partido para que este le incluyera en las listas que después debían remitir al SERE ajustándose a los porcentajes establecidos. A pesar de esta selección previa, conviene señalar que la última palabra siempre la tenía el En general, el porcentaje más alto correspondió a la familia marxista, seguidos de confederales y libertarios, tras los cuales se situaban los republicanos, con un porcentaje mucho menor. El sector menos representado se correspondía con los “sin partido” a los que en las estadísticas más optimistas no les otorgaban más del 8%. Un estudio más completo sobre este baile de cifras basado en las memorias de los dirigentes y en informes oficiales de algunos partidos y del propio SERE, puede verse en Adámez Castro (2017), pp. 46-51. 22 

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país de acogida, cuyas delegaciones eran las últimas en revisar las listas de propuestos en función de sus propios intereses y condiciones.23 Este sistema, que tenía deficiencias evidentes y fue duramente criticado desde el inicio, dejaba prácticamente fuera a aquellos que no tenían vinculación directa con algún partido o sindicato, como fue el caso de Claudio Esteva Fabregat quien afirmaba que no tener dicha filiación era casi como “estar maldito”. Su único recurso era escribir a los organismos internacionales que sufragaban parte de estos viajes e intentar que les incluyeran en el número de pasajes que tenían reservados. Claudio lo consiguió gracias al Comité Británico de Ayuda a España quien después de evaluar su solicitud tuvo a bien concederle un pasaje en el Sinaia hacia México.24

Leyendo entre líneas. Escribir para convencer Cómo escoger las palabras adecuadas Este complejo procedimiento influyó claramente en las súplicas de los refugiados, que sabedores de cómo funcionaba la selección terminaron configurando sus peticiones en función de los criterios exigidos para la misma, lo que condicionó claramente esta tipología epistolar. La mayor parte de los peticionarios que se dirigieron a la UGT comenzaban justificando el envío de sus solicitudes aludiendo a que las realizaban porque así se lo había solicitado el SERE. Por ello, solían iniciar sus peticiones con referencias explícitas a los trámites que estaban llevando de forma paralela en el SERE, mostrando la importancia que tenía que estas fueran avaladas por algún partido político o sindicato. Tal y como evidencia la súplica de Manuel Páez Fernández, un Como sucedió con la selección final realizada por Fernando Gamboa, representante del gobierno mexicano, en la selección de los exiliados que iban a viajar a México a bordo del Sinaia, donde incluso llegó a rechazar a algunos refugiados que ya habían sido seleccionados por sus partidos y estaban a punto de embarcar. Cfr. Adámez Castro (2017), pp. 50-51. Estas polémicas y arbitrariedades a la hora de la selección pronto provocaron que el SERE fuera acusado de filocomunista; véase Alted Vigil (1996), pp. 202-210. 24  Entrevista a Claudio Esteva Fabregat realizada por Enriqueta Tuñón en Madrid y Barcelona en 1981. Archivo de la Palabra. Libro 39, pp. 85-88. 23 

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maestro de Lanzarote que solicitaba, junto a su sobrino recluido en Barcarès, su evacuación a Chile: Apreciable camarada: En el SERE se tramita mi expediente de subsidio para marchar a Chile con el n.º 2060. La última carta recibida del organismo tiene fecha 31 del pasado y en ella dice que escribiera al representante político de un partido para que informara con urgencia y pudiera resolverse inmediatamente. Esta carta la contesté seguidamente en el sentido que fue [que] no habiendo sido afiliado en ninguna ocasión a ningún partido político procedía que el informe lo emitiera el representante sindical y como yo a U[sted] no le conozco personalmente escribí a Amparo Ruiz de la Ejecutiva Nacional de la FETE […]. Un sobrino mío, Guillermo Perdono Toledo, que está en Barcarès […], que también solicita lo mismo, me escribe con fecha 8 del actual diciendo haber recibido una carta suya concebida en los siguientes términos: “Con el fin de poder informar a la mayor brevedad en el SERE sobre su condición de emigrable y hacer propuesta en ese sentido garantizada por su Central Sindical, ruego a U[sted] me comunique urgentemente sus referencias sindicales avaladas por dos compañeros más de la UGT de los que se encuentran con U[sted] a ser posible de responsabilidad alguna de nuestras organizaciones”. Y como [es] nuestro propósito, y si conseguimos lo que solicitamos y marchar juntos, le escribo a U[sted] con objeto de que informe también de la mía cuando la de él. Si precisa algunas referencias acerca de mi creo que Amparo Ruiz cuenta con elementos bastantes para dárselas […].25

Que los refugiados mayoritariamente comenzaran sus peticiones haciendo alusión al SERE y al por qué se dirigían al sindicato para solicitar lo demandado desdibujaba desde el inicio la tradicional relación mantenida entre el peticionario y quien tiene en sus manos el poder de conceder o no la solicitud, puesto que en este caso la UGT era entendida como una intermediaria, lo que provocaba que el peticionario pudiera relajarse en algunos de los formulismos establecidos, otorgándole una libertad mayor a la hora de redactar sus solicitudes. Este hecho lo podemos constatar tanto en los Carta de Manuel Páez Fernández (refugio en Dreux, Eure-et-Loir) para Amaro del Rosal (París) (12 de agosto de 1939). FPI-AARD, Caja 322, Carpeta 26 (a partir de ahora 322-26). Tanto en esta como en el resto de las súplicas transcritas se ha normalizado la ortografía y la puntuación para facilitar su lectura. 25 

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saludos como en las despedidas de las peticiones, que si bien son habituales dentro de miembros de un mismo sindicato, dada la relación de semejanza e igualdad que se sobreentiende entre ambos,26 se alejan totalmente de lo que la normativa epistolar de la súplica aconsejaba.27 Por ejemplo, el saludo que más se repite en las solicitudes analizadas es “Apreciable camarada” o “Queridos camaradas”,28 algo totalmente inapropiado cuando se trataba de una petición y que no sucede en la mayor parte del resto de las súplicas del exilio español. De la misma forma, las despedidas más frecuentes suelen ser “Queda tuyo y de la causa”, “Suyo y de la causa proletaria”, “Salud y democracia, lucharemos hasta morir”, “Saludos revolucionarios y antifascistas”, lo que muestra igualmente una transgresión de la norma fruto del momento de producción de la súplica. Se observa, además, una evolución constante en las peticiones, siendo ahora cuando se utiliza un lenguaje más combativo y beligerante, lenguaje que por ejemplo ya no se usará en las solicitudes redactadas desde México y enviadas al CTARE, pues los objetivos son bien distintos.29 Por último, y derivado de lo anterior, se aprecia también un uso diverso del verbo que debe introducir a la petición ya que, de las súplicas analizadas, tan solo un tercio presentan verbos típicos de las solicitudes tales como rogar, pedir, suplicar. El resto introducen su solicitud a través de verbos que expresan deseo, casi siempre conjugados en condicional: “me gustaría”, “desearía”, “si pudiera”. Este hecho, igual que sucede con saludos y despedidas, es una prueba más de la cercanía mayor de los peticionarios a la institución encargada de concederles la ayuda, lo que provoca que el uso del lenguaje no esté tan marcado por las diferencias sociales o jurídicas entre ambos, ya que dichas diUn ejemplo de ello puede verse en las súplicas que militantes italianos escribieron a la CGIL (Confederazione Generale Italiana del Lavoro) durante la posguerra. Bergamaschi (2008). 27  Todas las misivas debían regirse por las normativas estipuladas en los manuales epistolares. Para la época contemporánea son de obligada consulta los análisis realizados sobre estos manuales por Dauphin (2000); Sierra Blas (2003). 28  Todos los ejemplos citados pertenecen a las cartas que conforman nuestro corpus, cuyas signaturas son FPI-AARD 267-1; 267-2; 267-3; 322-2; 322-9; 322-11; 322-16; 322-20; 322-24; 322-26; 322-27; 322-30. 29  Sobre las solicitudes al CTARE me he ocupado en Adámez Castro (2014), (2016) y (2017), pp. 141-170. 26 

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ferencias no son tan evidentes en este caso. De esta forma, no es tan necesario que el peticionario se represente a sí mismo como un individuo desesperado que ruega y suplica ayuda a quienes detentan el poder sino como un miembro más de una comunidad que necesita ser socorrido por una institución de la que forma o ha formado parte activa. El segundo aspecto en el que influyó el procedimiento descrito anteriormente fue en la propia forma de redactar la petición. En el momento en el que los refugiados conocieron el sistema de selección y de evaluación de las solicitudes se creó en torno a las mismas todo un ritual en el que cada paso estaba estudiado hasta tal punto que muchas de las súplicas se convirtieron en verdaderas “historias de vida” o “autobiografías” en las que los refugiados narraban su experiencia previa con el fin de demostrar su lealtad a la causa republicana, así como su compromiso ideológico, pues entendían que cuanto más claro estuviera más posibilidades tenían de ser elegidos.30 Incluso en algunos de sus escritos, los exiliados cuentan cómo en diversos campos se llegaron a ofrecer “cursos para emigrar”, donde otros compañeros les asesoraban para hacer sus cartas más llamativas y, por tanto, más eficaces.31 Los peticionarios buscaban ante todo legitimarse ante el sindicato, querían justificar que merecían la ayuda solicitada porque habían llevado una vida ejemplar y vinculada a la historia de la sindical. Dadas las circunstancias en las que habían cruzado la frontera y su internamiento en los campos de concentración, la mayoría no portaba con ellos sus carnés de afiliación ni otras pruebas que demostraran su pasado intachable, por tanto debían ser capaces de convencer a sus destinatarios a través de la solidez de los argumentos que aportaban y de los datos que contenían sus fichas de emigración. Los peticionarios sabían que las autoridades iban a considerar “verídicas” sus historias de vida y que estas iban a influir de alguna manera en su selección. Autor y lector de la súplica quedaban, por ende, unidos en este “pacto autobiográfico” según la definición dada por Philippe Lejeune.32 Un compromiso epistolar que, El recurso a la autobiografía en la tipología epistolar que nos ocupa es una constante a lo largo de la Historia. Sobre estos “discursos de vida” y para la época contemporánea remito a Molinari (2000), p. 58; Sierra Blas (2016), pp. 174-181. 31  García Gerpe (1941), pp. 110-111. 32  Véase Lejeune (1994). Otros autores van más allá y afirman que las peticiones se convierten en un “espacio de credibilidad”, cfr. Didier (2000). 30 

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ante la falta de documentación “oficial” que autentificase estas “historias”, se constituía como una de las pocas herramientas disponibles para evaluar sus solicitudes. Los refugiados enumeraban así cargos y destinos sabiendo de antemano que iban a ser juzgados por ellos y llevando a cabo un ejercicio de intertextualidad que vinculaba el texto de las fichas que debían rellenar con el texto final de la petición, produciéndose lo que se ha denominado como la “burocratización de la práctica autobiográfica”.33 Este ejercicio intertextual también provocaba que en las peticiones hubiera multitud de consignas políticas que los refugiados manejaban a la perfección o que utilizaran un lenguaje similar al que las organizaciones principales de ayuda usaban cuando se comunicaban con ellos. Por otro lado, las diferentes argumentaciones que utilizaron en sus solicitudes fueron en realidad muy similares, lo que evidencia el deseo de autorrepresentarse ante el poder de la misma forma, respondiendo a los patrones comunes de comportamiento que se esperaban de un “afiliado de la UGT”, patrones que los refugiados conocían muy bien y que intentaron reflejar en su discurso, como veremos a continuación.34

Miradas microscópicas. Una propuesta de Análisis del Discurso Si realizamos un análisis lingüístico de estas súplicas fijándonos en las diferentes secuencias textuales que predominan en las mismas, percibiremos casi de un simple vistazo que destacan las secuencias argumentativas, algo normal si tenemos en cuenta que lo que buscaban los refugiados era convencer a sus destinatarios argumentando el por qué tenían derecho a ser socorridos y conseguir lo demandado.35 Prestando atención a dichas secuencias y al orden en el que aparecen en las distintas peticiones, podemos perfilar cuáles son los argumentos más utilizados por los exiliados para la obtención de su demanda: su papel como militante activo, su pasado como combatiente Boarelli (2011). Predomina de esta manera el sentimiento de colectividad ante la tragedia compartida que las posibles diferencias existentes en las historias individuales. Cfr. Schiff, Noy (2006). 35  Para este análisis he seguido, como ya advertí, los preceptos de Adam (1995) y (2001). 33  34 

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sacrificado durante la contienda y, por último, su realidad presente, haberse convertido en una víctima por todo ello. O lo que es lo mismo, los refugiados comenzaban describiendo su vinculación con el sindicato. Subrayaban la antigüedad de su filiación y su participación destacada en alguna delegación, incluso su protagonismo en la fundación de la misma. Cuando hablaban de estos hechos, su historia personal quedaba siempre unida a la historia de la sindical, motivo por el cual solían utilizar la primera persona del plural: “nuestra tarea firme sindical”, “nuestros símbolos directivos inolvidables”.36 Esta estrategia lingüística permitía situarse en el mismo nivel que los destinatarios de su misiva, destacando que todos habían luchado por un objetivo común. También solían instar a la UGT a que tuviera en cuenta quiénes de los que les escribían habían tenido realmente un pasado antifascista activo, previniéndoles de los muchos “advenedizos” que habían aflorado en los últimos años. Así de tajante se mostraba Bartolomé Costa en la petición que envió a Amaro del Rosal para solicitarle una ayuda económica que le permitiera costearse un pasaje a México: […] Hoy me dirijo a ti, para ponerte en antecedentes de todos mis trámites hechos a través del SERE. Creo que tú, como delegado o representante de nuestra sindical UGT en el SERE, eres quien debes hacer la presión oportuna para que mi caso se resuelva favorablemente. Milito en la UGT desde el año 1931; no soy por tanto un advenedizo de última hora como hay muchos. He ostentado, casi sin interrupción, cargos sindicales, en juntas y en comisiones, en la asociación de dependientes y en el sindicato mercantil de Barcelona […]. Creo que tengo un derecho a ser admitido o a que me sea otorgado visado y aviso de entrada al país y un subsidio […]. Creo que ahora es una circunstancia en que debe manifestarse sin sectarismo y con el máximo interés, la predisposición del SERE a ayudar a los refugiados españoles, antifascistas de verdad […].37

Tras esta argumentación solían destacar su perfil como combatiente. Haber luchado en la contienda les otorgaba un status superior, el de valientes dePetición de José Prats Corbella (Campo de Septfonds) para la Federación Nacional del Comercio de España en París (9 de agosto de 1939), FPI-AARD, 267-1. 37  Petición de Bartolomé Costa (Perpiñán) para Amaro del Rosal (París) (17 de agosto de 1939), 322-11 C3. 36 

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fensores de los ideales de la República, lo que atestiguaba su ideología y su moralidad, proyectando una imagen positiva de sí mismos.38 Por ello no escatimaban en detalles concretos sobre su actuación, así como en dar todos los datos posibles sobre la misma, con la finalidad de corroborar que realmente habían formado parte de la lucha e incluso que tenían un pasado combatiente previo a la Guerra Civil. Así lo hizo, Antonio Navarro Carrascosa, en su solicitud a Amaro del Rosal: […] Pongo en tu conocimiento que fui Delegado de las Patrullas de Control de Barcelona en el Castillo de Montjuic, donde ingresé el 1º de agosto de 1936 a propuesta del Compañero Martínez […]. Y en el mes de octubre fui delegado en el mismo Castillo de Montjuic, siendo comisario de dicho castillo el camarada Albert de la Ezquerra de Catalunya, hasta la supresión de las Patrullas por parte de la UGT en el mes de enero de 1937 […]. En octubre de 1936 la misma organización me nombró delegado de vecinos en la barriada donde yo habitaba […], cesando el 15 de marzo del siguiente año, por ingreso voluntario en el 31º Batallón del Cuerpo de Carabineros […]. De mi actuación anterior a la guerra os diré que sufrí 11 meses de prisión en la Cárcel Modelo de Barcelona a raíz de la represión de agosto de 1917 […].39

Para concluir, a los argumentos de militante y de combatiente se unían otros más personales, más humanos, que tenían que ver con temas de salud, económicos y familiares. Estos temas eran presentados de forma algo diversa, puesto que no se aludía ya al pasado glorioso y orgulloso de haber pertenecido a una causa común, sino que se centraba en la derrota y en las penalidades sufridas tanto por ellos como por sus familiares. Como fue el caso de Manuel Jara Urbano quien solicitaba la emigración a Chile desde donde un familiar suyo se podía encargar de su traslado y posterior acogida en Buenos Aires. Tras detallar todos sus méritos, entre los cuales destacaba haber sido fundador del Sindicato Nacional de Telégrafos, pasa a la descripción de su situación familiar que une directamente con su petición: Sobre la importancia de proyectar esta imagen en las peticiones remito a Cabral Bastos, Leite da Oliveira (2006), p. 190. 39  Petición de Antonio Navarro Carrascosa (Mondeville, Calvados) para Amaro del Rosal (París) (25 de agosto de 1939), FPI-AARD, 322-24 C2. 38 

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Ahora bien, yo tengo aquí refugiados y en malísimas condiciones a mi compañera y mis tres hijos, cuyos nombres, edades y señas, puede U[ste]d ver en la ficha. Y es por ello, por su salud delicada, por la educación de mis hijos, abandonada en estos tres años crueles, que yo pido y ruego pasaje para Chile. Creo que si junto a mi actuación de siempre, se tienen en cuenta los problemas familiares, agravados después de estos seis meses de campos de concentración, será hora ya de que se me conceda pasaje.40

Algunos relatos eran mucho más desesperados, como el de Juan López Álvarez quien realiza en una petición de cuatro folios y difícil de leer, dados sus escasos conocimientos gráficos fruto de una alfabetización incompleta, un largo recorrido por la tragedia a la que tanto él como su familia se habían visto abocados, concluyendo con el siguiente párrafo: Pues me perdonara por toda esta grande molestia que le cause y hoy me vea obligado a tener que dirigirme a U[ste]d por si puede hacer algo por mí. Y al mismo tiempo le comunico como tengo hecha una ficha para el SERE solicitando [trabajo] para Francia o México en compañía de mis dos hijos que en la actualidad residen en Bélgica […]. De aquí salen muchos compañeros a trabajar a Francia y unirse con los suyos, y como yo tengo la desgracia de estar muy lejos de los míos, no podré salir de aquí por no tener quien me reclamen, siendo mucha la coacción que se viene haciendo de que nos vayamos a España y como yo no puedo ir por mi ideal y no podría convivir con la España Negra y me temo que algún día nos obliguen a tener que ir a España a la fuerza. Y además debido a mi estado físico de salud desearía salir lo más pronto posible de estos campos pues me temo de este [in]vierno tene[r] que quedarme aquí porque sería el fin de mí. Así es, lo pido con todo corazón hagan todo cuanto esté a su alcance […].41

Aunque más de la mitad de los peticionarios utilizaron temas familiares o personales para argumentar sus peticiones, estos casi siempre eran presentados de forma secundaria en las súplicas, como muestra que tan solo en el 15% aparezca como primer argumento de las mismas. En cambio, era Petición de Manuel Jara Urbano (Campo de Ripont) para Amaro del Rosal (París) (11 de agosto de 1939), FPI-AARD 322-20 C4. 41  Petición de Juan López Álvarez (Campo de Bram) para Amaro del Rosal (París) (24 de agosto de 1939), FPI-AARD 267-3. 40 

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bastante común que estas razones aparecieran de forma marginal al final de la petición casi como una conclusión, como un desenlace de su compromiso con la causa. De la misma forma, estos datos no se presentaban de igual manera que los relacionados con la militancia y la vida militar, para los cuales se utilizaban descripciones exhaustivas contrastadas con numerosos nombres personales, cifras, lugares, etc. Los episodios familiares narrados, en cambio, respondían a un discurso más personal, basado en los sentimientos y en las necesidades emocionales. Estas “argumentaciones afectivas” buscaban despertar la empatía del lector a través del relato del sufrimiento personal, algo común en las cartas de petición que coincide con lo que algunos autores han denominado como la “narrativa del sufrimiento” o la “retórica de la miseria”,42 cuya finalidad no era otra que construir una identidad de víctima ante la organización o institución que cumplía el rol de benefactora o protectora. Así, en este caso, emigrar hacia otro país era simplemente aquello que merecían por todo lo que habían sacrificado. Su perfil de “militantes” y de “combatientes” les había conducido hacia un perfil de “víctimas”. Por ello, consideraban que la República, sus partidos, sus sindicatos, habían contraído con ellos una deuda que debía ser saldada. Ellos lo habían perdido todo por la causa, pero ahora esa causa tenía el deber de ayudarles. Y la mejor asistencia que podían tener era la de conseguir emigrar hacia otro lugar en el que poder comenzar de nuevo. Por otro lado, tanto a las instituciones de ayuda dependientes del derrotado gobierno republicano, el SERE y la JARE, como a los partidos y a los sindicatos les interesaba este circuito asistencial, puesto que les permitía mantener el contacto con los exiliados, recordarles cuál era su lugar y que debían permanecer en su ideario. Que se siguieran sintiendo parte de un todo, parte de la República, en definitiva, era fundamental, máxime en este momento cuando se tenía puesta la esperanza en el desenlace de la Segunda Guerra Mundial y todavía se pensaba que la vuelta a España era inminente. Esto explica que las delegaciones de ayuda utilizaran sus plataformas para comunicar a los refugiados también sus ideales y que aprovecharan cada oportunidad para decirles que les ayudaban simplemente porque seguían luchanCabral Bastos, Leite da Oliveira (2006), p. 204, y Didier (2000), p. 959, respectivamente. 42 

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do por una causa común. Así lo hizo la Comisión Ejecutiva de la UGT en el discurso que dio durante el embarque de miles de refugiados en el Mexique cuando les insistieron en que la batalla no había concluido y que no debían dejar a un lado el compromiso adquirido en la misma: Los que os marcháis, ni rompéis las filas de la UGT, ni debéis consideraros ausentes de los que se quedan en España. Para vosotros no existe más que un mundo proletario. Seguid aportando vuestra ayuda, vuestra colaboración a nuestra lucha de independencia, sentíos en todo lugar y momento soldados de la República española, defensores de la independencia patria y de su régimen de libertad […]. Plantearos en todo instante, como honor de trabajadores conscientes, el deber ineludible de participar activamente en la acción por la reconquista de España.43

Podemos pensar que discursos similares acompañaron a la despedida del Sinaia y del Ipanema. Discursos que impregnaron la vida de los refugiados y que marcaron su trayectoria. Discursos que de nuevo aprendieron y volvieron a volcar en sus peticiones como demuestra que muchas de las solicitudes que fueron enviadas al CTARE en México comenzaran haciendo alusión a los compañeros que todavía quedaban en Francia y a la lealtad que debían a la República y a México, por lo que debían recompensar a ambos con la fuerza de su trabajo, debían ser ejemplos de la ciudadanía republicana y, a la vez, ser útiles para la nación que les había acogido. De nuevo, el juego de deudas y lealtades entraba en funcionamiento, y de nuevo la escritura sería una de las correas de transmisión del mismo.

Discurso de despedida del Mexique pronunciado por la Comisión Ejecutiva de la UGT, Burdeos (12 de julio de 1939), FPI-AARD, 270-2. 43 

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Sentimientos prisioneros del exilio. Contradicción burguesa entre las obligaciones públicas y las emociones privadas del intelectual Antonio Zozaya (1939-1943)1 María Zozaya-Montes

A Juan y Christian Zozaya Stabell-Hansen, in memoriam Toda la familia del valiente era republicana, y don Vicente Blasco Ibáñez, Dios; y Lerroux su representante en la tierra, y Azatti, Castrovido y Zozaya, sus profetas Max Aub, Las buenas intenciones, 1954.

“Adiós tierra que te alejas”. El discurso de Zozaya cataliza sentimientos públicos En 1939 el Sinaia embarcaba en Francia repleto de exiliados con destino incierto en México, lejos de los ataques fascistas que dominaban España. Cuando pasaba por el estrecho de Gibraltar, Antonio Zozaya daba el discurso de despedida desde la popa del barco. “Es la primera vez que se reunía en cubierta todo el pasaje”, recreaba Andrés Trapiello,2 cientos de refugiados esMaría Zozaya-Montes realiza su investigación con la beca FCT posdoctoral SFRH/ BPD/91130/2012, en el CIDEHUS-UÉ, con los fondos: UID/HIS/00057/2013; POCI-010145-FEDER-007702. 2  Trapiello (1998), pp. 228-229. 1 

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cuchaban apiñados, “a punto de echar a pique con su propio peso un viejo y destartalado buque de hierro”.3 Una foto publicada por la revista americana Life permite recrear la escena.4 Un bosque de cabezas creyentes en la democracia escuchaba con silencio sepulcral el discurso que Zozaya dirigía con un hilo de voz y “la vista clavada en la tierra que se aleja”. “Ya doblado su cuerpo por el peso de los años”,5 aquel anciano reputado por su defensa de los derechos y de la igualdad recordaba la injusticia en su discurso.6 Con sus palabras dedicadas a esa “patria amada que se aleja, que […] solloza bajo el yugo opresor”, consiguió catalizar los sueños de los asilados. Definía la esperanza de ver aquella tierra liberada, donde los españoles armonizasen en fraternidad: “¿Cuántos podrán encontrarla redenta, emancipada, gozando de las aventuras de una verdadera democracia, en que todos los hombres sean hermanos y en que todos comulguen con las ideas de paz, de progreso y libertad?”.7 Los sentimientos de la multitud quedaban encerrados en el puño que muchos levantaron como símbolo político de su resistencia.8 La memoria de algunos exiliados –compendiada por Sánchez Vázquez– iba a congelar aquel momento en el cual, “sin que se deshiciera un nudo en nuestra garganta”, “vimos perderse en la lejanía la tierra de España”, “cuando aún resonaba en nuestros oídos”, “esta última exclamación de don Antonio: ¡Adiós, patria que te alejas, adiós! Un recuerdo imborrable me acompañará toda la vida”.9 Incluso la literatura posterior iba a consagrar la imagen del honorable republicano de barba blanca que “no tenía fuerzas ni para hablar, pero hizo llorar a más de la mitad del pasaje, y muchos no lloraron por la vergüenza, hombría, y

Trapiello (2000). Hamilton Fish Armstrong, “Spanish Army in France ”, en Life (17 de julio de 1939), pp. 64-69, . 5  Sánchez Vázquez (1989), pp. 10-11, y (1997), pp. 23-24. 6  Zozaya (1939a), en Sánchez Vázquez (1989). 7  Zozaya (1939a). 8  Sobre el empleo del símbolo comunista del puño en alto, además de representar el “no pasarán”, recuerda que muchos refugiados tenían hasta tres carnets de partido, y que la gran mayoría fue obligada a hacerse comunista por miedo a los fusilamientos rusos (lo que en la Europa filodictatorial dio la imagen de que el barco iba cargado de bolcheviques); Trapiello (2000). 9  Sánchez Vázquez (1989), p. 11. 3  4 

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Imagen 1. Antonio Zozaya y tripulación en el Sinaia. Fuente: Life, 17-7-1939. © Magnum.

sobre todo cuando empezó a preguntar quiénes de nosotros retornaríamos a la patria y quiénes morirán lejos de ella”.10 Aquella alocución pública conseguía concretar los sentimientos compartidos por una colectividad de exiliados en situación de dramática incertidumbre. Desde el momento en que quedaba registrado en el diario del barco, tomaba un cariz de discurso oficial. Sus palabras en los días siguientes fueron alentadoras y de esperanza hacia aquel colectivo de asilados.11 El mensaje de Zozaya era muy claro sobre cómo conseguir la fuerza: “Debemos unirnos todos al margen de partidismos, con un fin común realizable en la emigración, que nos atraiga la simpatía del mundo y permita que se acelere en nuestra amada patria el proceso de la emancipación de los extranjeros y opresores tradicionales”.12 Sus palabras eran perfectamente acordes con las premisas dadas desde el grupo de periodistas del Sinaia para intentar mejorar Trapiello (1989), pp. 228-229. Hay que matizar “asilados por motivos políticos”, según señalaba para el caso de México Esplá (2000), en un texto datado de 1948 y que creo fechable en el momento inicial del exilio, cuando Esplá dio conferencias junto a Antonio Zozaya y otros en el Centro Español de México. CDMH: CEM: Sig. 10.1/6506: 1941-1943. 12  Zozaya (1939b). 10  11 

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el futuro inmediato de los exilados: “Manteniéndonos unidos, ayudándonos con espíritu patriótico, nuestra emigración será fecunda”.13 Ambas cuestiones, el discurso emitido por aquel personaje de fama reclamando la justicia para liberar su tierra, así como el mensaje de unión de los españoles, no conseguían cambiar la vivencia de numerosas realidades privadas distantes de aquella narrativa ideal. Concretamente, la más expresiva en el plano personal puede ser la de quien emitía aquellas palabras de esperanza y unidad.

Quemando las cartas del exilio. Planteamiento: objetivos y metodología La presente investigación se centra en los años de 1939 a 1943. Trata los momentos inmediatos al fin de la Guerra Civil: la salida de España, el refugio en Francia y el exilio en México. A través del escritor Antonio Zozaya se reconstruye un periplo que afectó de diversa manera a múltiples intelectuales. Mediante una trayectoria biográfica se tratan cuestiones de la vida privada que podrían ser representativas de elementos silenciados individualmente en el exilio. Son fragmentos perdidos de realidades dispersas, una más de esas experiencias inconexas que, silenciadas normalmente, han evitado que se genere una memoria colectiva del destierro. Este análisis cuenta con el aporte de varias disciplinas. Desde la perspectiva de la historia cultural14 traza con pinceladas impresionistas la biografía de Antonio Zozaya. Desde la psicología social se aborda el fenómeno de las representaciones sociales. El motor del estudio parte de las imágenes creadas sobre Zozaya en la prensa y diversos escritos. Imágenes que le vinculan a un icono por la defensa de la justicia: sea la recreación de sus honores desde la prensa, la proyección de su fama, o su propia percepción de ser un prohombre reconocido públicamente por ello, como iba a suceder en sus cartas finales. Con la ayuda de la historia de los sentimientos y del género biográfico, se

“Saludo al S.E.R.E”, Sinaia. Diario de de la primera expedición de republicanos españoles a México, n.° 18 (12 de junio de 1939), p. 1. 14  Pellistrandi y Sirinelli (2008); igualmente Pons y Serna (2005). 13 

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abordan aspectos de la vida privada, normalmente ausentes en la historiografía sobre la experiencia colectiva del asilo político en México. Para componer el relato privado ha sido esencial la correspondencia epistolar. Se trata de una veintena de cartas inéditas –y borradores– escritas entre 1939 y 1943. Salieron desde México de la pluma o de la máquina de Antonio Zozaya con destino a su hijo predilecto Carlos Zozaya Balza y su esposa Dagny Stabel-Hansen, asilados en Bogotá. Algunas casi ilegibles, reconstruyen fragmentos salteados, inconexos, de queja, de amor, y de sentimientos privados que ayudan a generar un perfil moral y personal bastante completo del personaje. Respecto al soporte documental, son algunas de las cartas que sobrevivieron a la quema que hacia 1980 realizó Carlos Zozaya, argumentando que en ellas había mucho dolor y espacios oscuros de personas relevantes de la Segunda República. Al estilo de Margarita Youcenar tirando al fuego de la chimenea buena parte de su correspondencia privada (o sellando qué papeles se abrirían y cuándo), iba a sesgar con aquella quema el retrato de su pasado, para todo aquel que lo intentase reconstruir en el futuro.15 La originalidad de este enfoque para los estudios del exilio radica en contrastar el discurso público de un prohombre que alcanzó notoriedad, con sus prácticas y pensamiento en la esfera privada. Escasean las biografías de personajes destacados que contrasten acción pública y sentimiento. Varios motivos han impedido que abunden este tipo de análisis en la etapa del exilio. Primero, por las variadas experiencias aisladas en la diáspora, pues como narrase Rafael Conte intentando unir múltiples narrativas intelectuales del destierro, “el exilio es siempre un problema individual”,16 y de tal modo han quedado sus relatos divididos. Segundo, por la escasez de biografías de periodistas no comprometidos con la política durante la Segunda República. Ya hace dos décadas, el estudio de Lerroux ponía de relieve la particular ausencia de trayectorias sobre personajes políticos de la España de los siglos xix y xx.17 Sin embargo, y pese al avance del género biográfico desde el año 2000,18 Savigneau (1995), pp. 13-19. Carlos dio aquel argumento a su hijo Juan Zozaya StabelHansen cuando quiso frenarle y lograr convencerle ya en su regreso del exilio en Madrid. 16  Conte (1970), p. 13. 17  Álvarez Junco (1990), pp. 10-11. 18  Como la labor de Burdiel (2004). 15 

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sigue habiendo una laguna en las vidas de personajes que consiguieron incidir en la esfera pública pero sin entrar en la política, y escasean más las que desvelan sus contradicciones con el mundo privado.19 Tercero, las fuentes de la vida privada son otra limitación. Porque la esfera íntima se refleja en diarios, notas y cartas personales, documentos que, cuando han sobrevivido al exilio, fueron escritos sin intención estilística20 que generen la suficiente expectación literaria que fomente su estudio. Cuarto, aun cuando existan esas fuentes privadas, a menudo cuentan con censura inconsciente, nacida de la moral y la religión de una época. Es patente la dificultad de desvelar públicamente informaciones de naturaleza biográfica sentimental negativa.21 En especial, al estar vinculadas a emociones de dolor y queja,22 siguen siendo consideradas tabúes sociales. Resultan complicadas de sacar a la luz por continuar imbuidas de cierto espíritu burgués del control de la privacidad. Aquí entra de lleno el plano de los sentimientos y su papel jugado a la hora de configurar trayectorias. Una de las teorías de la historia de las emociones mantiene que estas son aprendidas, que hay un factor cultural que condiciona las afectividades, que son configuradas socialmente en determinadas etapas históricas y tienden a modificar en un sentido u otro la actuación

A los más conocidos Recuerdos de Francisco Largo Caballero, de las Prisiones de Franco de Joaquin Maurín, o los Recuerdos de Indalecio Prieto, hay que sumar referencias autobiográficas que podrían hablar en este sentido: Manuel Andújar (Campo de Concentración de Saint-Cyprien); Max Aub (Diario español con sus vivencias); Josep M. Francés (Memorias de un cero a la izquierda); José Moreno Vila (Vida en claro, de la Residencia de Estudiantes y exilio mexicano); Angelina Muñiz-Huberman (Seudomemorias de recuerdos infantiles el exilio); Simón de Otaola (visión subjetiva sobre la incertidumbre de los exiliados); Luis Suárez (campos de concentración en España comienza en los Pirineos); el joven piloto de caza rojo Francisco Tarazona Torán (Sangre en el cielo), en Jofresa y Álvarez Ramiro (1997), pp. 73-76. 20  Lo afirmaba Sanz Villanueva, “La narrativa del exilio. Cultura y Literatura”, en Abellán (1977), p. 182. 21  Señala otras variables como la incapacidad de analizarlas correctamente Rosewein (2010), pp. 2-3. 22  Incide en la abundancia de “disidencias, heterodoxias y desengaños” del exilio que provocaron la escritura pública de libros “entendidos como forma de justificación, apología o acusación”, Souto Alabarce (1982); referencia tomada de Jofresa y Álvarez Ramiro (1997), p. 73. 19 

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Imagen 2. Carta de Antonio Zozaya You a su hijo Carlos Zozaya Balza. Fuente: AFZS-H: n.20. México DF: 8 de abril de 1939.

humana.23 En este caso, ayuda a explicar cómo el personaje consigue aplacar sus sentimientos en favor de las necesidades sociales impuestas por su faceta pública. Nuestra hipótesis en este estudio es que los valores aprehendidos por la mentalidad burguesa en la familia de Antonio Zozaya (1856-1900), condicionaron su actuación en el exilio (1939-1943), ignorando aquellos valores que él había defendido y por los que tanto había luchado en la esfera pública (1900-1939). Así, en sus últimos años terminó por contradecir en el ámbito privado las palabras sobre la libertad y justicia que le forjaron una fama en el espacio público.

Vida ejemplar del buen krausista encumbrado con el periodismo, 1859-1930 Con el objetivo de exponer las contradicciones de Antonio Zozaya entre esfera pública y privada, vamos a dar unos trazos de su trayectoria. En los años de 1910 en que Zozaya subía a la fama, aparecía un jalón fundamental 23 

Reddy (1999), pp. 256-288; Frevert (2010), pp. 87-149.

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para el cambio de orientación contemporánea de la biografía. Se trataba de los Victorianos eminentes del británico Lytton Strachey,24 que con las vidas de diversos personajes descentrados del poder intentaba iluminar sobre el significado histórico de una época, en su caso la sociedad victoriana.25 Precisamente, el propio Strachey, si bien defendió en la esfera pública una actitud rompedora de los ideales burgueses –con el círculo del Bloomsbury y la afamada Virginia Woolf–, en su esfera privada mantuvo la actitud opuesta, sosteniendo los patrones patriarcales de la sociedad donde se había criado.26 Esa aparente paradoja ha sido revelada gracias a la renovación del género biográfico. Según ella se considera que ya no es necesario ofrecer “un todo unitario, un yo coherente”27 del personaje estudiado, sino que es tan legítimo investigar los hechos que se desconocían de su vida como sus conflictos internos. Así, es lícito dejar planteados los argumentos que aparentan ser contradictorios sobre su figura,28 poner de relieve las dudas que le envuelven,29 siendo consciente en todo el proceso de que, al escribir sobre una trayectoria pública, quedará deformado el perfil del sujeto.30 Entre 1900 y 1940 se construyó una imagen ideal de un nuevo intelectual periodista, burgués progresista. Ideal del que Antonio Zozaya puede ser un prototipo más, configurador al mismo tiempo de un patrón al que estaban Los Victorianos eminentes de Strachey eran publicados en 1918; Holroyd (2009). Pérez Ledesma, Burdiel (2008). 26  Taddeo (2002). 27  J. C. Davies (2005), “Decadencia final de una necesidad cultural”, en Burdiel, Davies (2005), pp. 41-42. 28  El caso de la condesa Pardo Bazán plantea las contradicciones que la llevan del mundo carlista al liberalismo; o su catolicismo, incompatible ante sus coetáneos con su adhesión al naturalismo; o los prejuicios de clase como aristócrata frente a su feminismo. Entiende que no lograba ver que la igualdad de clase era necesaria para la emancipación de la mujer, y considera que tales incongruencias eran fruto de los límites ideológicos impuestos por su clase y época; Susan Kirkpatrick, “Emilia Pardo Bazán: la ambigüedad de una mujer moderna”, en Pérez Ledesma, Burdiel (2008), pp. 384-385. 29  Queda más claro al estudiar personajes como el Marqués de Albaida, noble que sin perder sus títulos y privilegios defendía la llegada plena del liberalismo; Florencia Peyrou, “José María Orense, un aristócrata entre republicanos”, en Pérez Ledesma, Burdiel (2008), pp. 179-210. 30  Serna (2010), pp. 5-9. 24  25 

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contribuyendo los propios escritores cada vez que salían impolutos u homenajeados en la prensa, o que –como tales– se escribía sobre ellos. Un catálogo de virtudes construía su imagen: sabios escritores, mentores generosos con su saber, ejemplares en la vida pública, defensores contra las injusticias de los desfavorecidos, cuya modestia singular rechazaba los homenajes con que el público les agasajaba. Giner, los krausistas, institucionistas y del 27, todos consiguieron engendrar el prototipo de perfil del “maestro”, según el cual se generaba una visión homogénea, tipificada,31 que silenciaba otros efectos consustanciales a la aparente realidad perfecta. La construcción y mantenimiento del estereotipo de esas figuras ideales tiene un alcance más amplio. Ya ha sido resaltada la importancia de la biografía para construir una comunidad homogénea, incluso la idea imaginada de nación, en parte generada por las vidas de los grandes personajes.32 Podríamos afirmar algo equivalente cuando las biografías ideales han guiado las imágenes del exilio,33 dibujado para el común a partir de los grandes personajes, gracias a los elementos públicos que omiten conflictos internos, generalmente silenciados. El caso de Antonio Zozaya, tantas veces denominado “maestro” por sus iguales y discípulos, puede ser un buen ejemplo de ese perfil perfecto. Nacido en 1859 en el seno de una familia burguesa, como buen hijo de notario, comenzó ejerciendo el oficio de abogado desde 1887. Lo compaginó con el periodismo tímidamente, dirigiendo el periódico de Salmerón La Justicia,34 desde donde escudó aquel principio básico de su profesión. Terminó abandonando la toga por las numerosas injusticias que se cometían, y la prensa iba a convertirse en su espacio idóneo para defender la libertad y la democracia. Continuó por la senda del periodismo, que le permitía vivir luchando por sus ideales. Fueron célebres sus defensas de obreros, presos, pobres, mujeres y niños desde la prensa. Así alcanzó reconocimiento público asociado a la ideología de la izquierda republicana, pero sin vincularse a ningún partido político. En proceso similar al descrito para la creación de los “tipos” españoles en teatro o literatura por Ucelay da Cal (1951). 32  Burdiel, Davies (2005), pp. 23-24. 33  Al respecto, la visión de Rodríguez López y Ventura Herranz (2014). 34  Los detalles profesionales en Zozaya-Montes (2000). 31 

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Diversas campañas que él mismo encabezó desde 1900 le fueron dando notoriedad en la lucha por las causas justas. Por ejemplo, cuando en 1902 consiguió que no suprimiesen los pliegos de cordel, por la que los ciegos de Madrid le agasajaron con una pluma de oro.35 O el Ayuntamiento de Soria, que “por el interés y competencia con que ha tratado en la prensa española los asuntos referentes a esta capital” iba a rendirle “un tributo de justicia a su preclaro ingenio”, nombrándole hijo adoptivo la ciudad.36 Por explicar la injusticia alemana en la Primera Guerra Mundial, su libro La guerra de las ideas le mereció la Legión de Honor Francesa. Las siembras de cientos de artículos le cosecharon la Medalla de Oro de Madrid en 1931.37 La calle con su nombre en un barrio obrero de Baracaldo, al igual que la plaza en la zona del Rastro de Madrid,38 se convertían en lugares de memoria que iban a contribuir a la representación social del reconocimiento simbólico por defender la justicia para los desfavorecidos. Tales condecoraciones le convertían a ojos de los ciudadanos a través de la prensa en un ejemplo público de conducta y, con ello, en un icono de representación señera de la ciudad, que diría Nelken.39 La imagen de ser un prohombre destacado también se desplegaba ante los ojos del gobierno de la nación Mexicana, pues cuando en 1940 se recogía una lista de los “exiliados prominentes”, que registraba a figuras como Lafora, Recasens, Oteyza, Rioja lo Bianco, Díez Canedo

Prieto, “En la muerte de Antonio Zozaya”, en El Tiempo, Colombia (12 de febrero de 1943). 36  AFZS-H, n.º 30, Título de hijo adoptivo de Soria. Sesión celebrada el 20 de octubre 1922, entregado el 20 de julio 1924, siendo alcalde Eloy Sanz Villa. Quitado con la guerra, el título fue repuesto gracias a Cándido Martínez las Heras, recibido en homenaje por sus bisnietas Cristina, Leonor y María Zozaya-Montes, el 10 de diciembre de 2015. 37  AGA: Estudio fotográfico Alfonso, Sig. 205 (21 de marzo de 1936). El alcalde Pedro Rico impone en el salón de sesiones la medalla de Madrid a José Ortega y Gasset, Luis de Tapia y Antonio Zozaya. También fue entregada a Roberto Castrovido, que no pudo asistir. 38  Vinculado al homenaje publicado en el libro Ideogramas Zozaya (1927), la lápida con su nombre, tallada por Bonhome, que sigue estando en la actual Plaza General Vara del Rey en Madrid, inerme ante la Ley de la Memoria Histórica. 39  Margarita Nelken, “Zozaya y Giménez de Asúa”, en Hoy, México (20 de febrero de 1943). 35 

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o Bolivar Pieltain, Antonio aparecía como  “escritor, periodista y literato eminente”.40 Frente a aquella postal idílica de la vida ejemplar, iba a ser el relato de la huida de España tras la guerra y el camino del exilio donde el escritor perfecto relatase sus amarguras, privaciones, penurias personales, dolor y contradicciones sentimentales. Del matrimonio que había contraído hacia 1896 con Leona Balza, en 1939 sobrevivían dos hijos: su predilecto Carlos, casado con Dagny Stabell-Hansen, asilados en Bogotá; y Juan, casado con Luz Fernández, que le iban a propinar aquella disyuntiva afectiva entre Francia y México.

La grande peur. Francia, la huida de los campos de refugiados y el Sinaia Probablemente el mejor relato gráfico que exista de la salida de España de los refugiados sean las grabaciones de cine que muestran hileras de personas huyendo a Francia, con pocos afortunados portando maletas y trastos en sus manos. Antonio Zozaya cuenta este pasaje con cruel realismo en su correspondencia, por la persecución fascista, la escasez de alimentos y las condiciones climatológicas. Narraba en una carta a su hijo Carlos cómo salió de Barcelona “a última hora en una camioneta”, con su esposa Leonor –su hijo Juan y nuera–, “seguidos por las bombas de pueblo en pueblo”: encontrando todo género de dificultades para hallar en cada uno nuevo vehículo, pasando en uno abierto y descompuesto doce horas de noche en la carretera bajo una lluvia torrencial. En estas condiciones, después de tres días sin dormir y dos sin comer, pudimos entrar en Francia en una camioneta de la embajada de México, la cual nos dejó en Perthus, llevándose los equipajes a Perpiñán, en donde nos saquearon /parte/. La que más sentimos fue la pérdida de la máquina de escribir y la manta escocesa.41 Archivo General de la Nación de México (AGN), Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, caja 315, exp. 10, fol. 78 (17 de mayo de 1940), México. Agradezco mucho esta referencia a Aribert Reiman. 41  AFZS-H: n.º 20 (Dijon, 8 de abril de 1939). 40 

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En aquel contexto de brutalización europea, la orden general en Francia era separar a los hombres de las mujeres y luego confinarlos en campos de concentración de refugiados.42 Volvía a contar aquel duro pasaje otro día a Carlos: “Subimos, tras largas horas, a un autobús en cuyo costado se leía ‘Perthus’, Perpiñán. Se nos hizo bajar violentamente a los hombres, y se llevaron a mamá y Luz a Dijon, a 700 kilómetros. Pasando la noche en wagon sin calefacción ni abrigo, con 20 grados bajo cero, tratados a empellones”.43 Allí quedaron Antonio y su hijo Juan desposeídos de la mayoría de sus pertenencias.44 Como todos los refugiados, pasaron a ser perseguidos políticos en la República Francesa. Antonio Zozaya rememoraba las duras condiciones, que consiguieron paliar activando diversos lazos de solidaridad internacional: Sin saber en dónde estaban las mujeres ni si volveríamos a verlas, fuimos recogidos en casa de unos españoles pobres en donde dormíamos en rebaño con diferentes fugitivos. Como se castigaba en prisión a quienes daban albergue a los españoles fugitivos, ni podíamos presentarnos en la prefectura y así estuvimos en una situación irregular, huyendo de una plaga de gendarmes, y temiendo ser mandados a un campo de concentración. Escribimos a todo el mundo, sin más resultado que 1.000 francos de los intelectuales de la Asociación por la defensa de la cultura y 2.000 de la embajada española de París. Por fin averiguamos el paradero de Leonor y Luz, gracias al Sr. Mariano.45

Aquellos refugiados no habían podido imaginar –después de tres penosos años de guerra pasando penurias– que aquellas condiciones les esperaban tras pasar los Pirineos. Francia recibió en unas semanas a 400.000 asilados, de los cuales unos 350.000 quedaron en campos de concentración. La ideología de aquella República de 1939 se orientaba hacia el conservadurismo y aquel tratamiento tenía su particular justificación. Asumieron parte del discurso Trapiello (2000). AFZS-H: n.º 20 (Dijon, 8 de abril de 1939). Comentaba que en aquel refugio de Dijon estuvieron dos meses y medio “atendidas y alimentadas” gracias al maestro Sr. Mamaur. 44  Las medallas de los ciegos y la medalla de Madrid se perdieron al salir de España con su baúl, no así la de académico y la Legión de Honor. AFZS-H: n.º 14 (México, febrero de 1943), carta de JZB y Luz a CZB. 45  AFZS-H: n.º 20 (Dijon, 8 de abril de 1939). Puede referirse a Mariano Fábregas, hermano de Fernando, amigos de la familia. 42  43 

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fascista, que les demonizaba como peligrosos anarquistas, bolcheviques, violadores que iban a practicar el corso en tierra gala, en vez de considerarles antifascistas y luchadores por la democracia.46 La dureza de aquellas condiciones, así como las –falsas– proclamas dirigidas desde la España falangista asegurando que recibiría con los brazos abiertos (pero bien altos) a los expatriados, sembró dudas. Llegaban confusas informaciones aconsejando volver a Madrid –como el viejo amigo Ángel Establier, proponiendo a Antonio no salir al destierro desconocido en México– que aumentaban el miedo sobre la incertidumbre y dificultares inmediatas. En aquellos campos de refugiados sufrieron lamentables condiciones de higiene y alimentación. Muchos contrajeron enfermedades directamente inoculadas por los médicos que pinchaban con las mismas jeringuillas a varios enfermos, como a Leona Balza, que cuando la separaron de Antonio Zozaya en Francia, fue detenida y llevada a un refugio miserable, casi al aire libre, con 16 grados bajo cero en Dijon, a 700 kilómetros de Perpignan en donde yo estaba. Tardé un mes en averiguar su paradero, y ella el mío. Y la hallé con una anemia inicial que había de trocarse en perniciosa. Luego se le infectaron unas inyecciones que aquí se le pusieron por orden del médico y hubo que operarla terriblemente en el sanatorio. Acabó por rechazar todo alimento y por morir en mis brazos acordándose de vosotros, del hogar y de la patria perdidos.47

Antonio volvía a recordar las causas de la muerte de Leona: “no pudo resistir el abandono de su hogar, el éxodo terrible, la travesía tras la cruel estancia en un campo de concentración francés, la variación de clima, la infección de una inyección, la equivocación de algún médico, y la operación en el sanatorio español consiguiente”.48 Al menos ella enferma consiguió hacer el viaje en el Sinaia, cuya foto del pasaporte revela su estado de salud lamentable. Como explicaba Antonio a su hijo Carlos, viajaron en camarote de primera, y sus últimos momentos estuvieron cubiertos de paz y apoyados por dos instituciones: “El sanatorio no ha querido cobrar un céntimo, la SERE (Sociedad Trapiello (2000). AFZS-H: n.º 8 (México, 6 de marzo de 1941). 48  AFZS-H: n.º 1r (México, 3 de enero de 1940). 46  47 

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española de auxilio a los refugiados españoles) ha pagado la propiedad en el magnífico panteón español, de la sepultura perpetua, y para ello se ofreció también la JARE (Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles)”.49 En México, Leona “fue amortajada con el mejor traje que tenía”.50 Las honras siguieron el boato público de las relaciones de Antonio, que comentaba a su hijo Carlos: “En el sepelio, mucha concurrencia, entre ella Ignacio Bolívar con 89 años, Juntas en pleno, Prieto, Martínez, Barrios, Gordon Ordax, Castrovido y muchas flores y coronas. En la prensa, palabras de cariño y respeto”.51 Igualmente, por su simpatía, se rodeó de la flor y nata mexicana, pues “[e]n la capilla ardiente hubo muchas grandes coronas, entre otras una gigantesca del presidente de la República Señor Cárdenas, otra de Excélsior, y otra de igual tamaño de la familia mexicana millonaria Ruiz Galindo, /la señora/ amiga íntima de Leonor”.52 La tripulación del Sinaia había sido escogida cuidadosamente en París. Cargó en Sète (Francia) a cientos de refugiados que iban a representar a España en México, gracias al apoyo de la libre determinación de los pueblos brindado por Lázaro Cárdenas.53 Mientras en Estados Unidos hablaban de 1  800 exiliados,54 la lista de pasajeros del barco recogía casi 1  700. Entre estos, registraba 953 hombres (con su oficio, partido, cargos y otros datos propios de la consideración del paterfamilias), 393 mujeres y 253 menores (cuyos nombres no quedaron apuntados en la lista de embarque). De AntoAFZS-H: n.º 1r (México, 3 de enero de 1940). En principio, los nombres correctos de estas instituciones son: SERE, Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, creado en 1939 por Negrín; y JARE, Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, controlada por Prieto; en Aznar Soler (1988), p. 21. 50  “Los otros malos quedaron para que las monjas hagan regalos a los pobres”, AFZS-H: n.º 7 (1941). 51  AFZS-H: n.º 1r (México, 3 de enero de 1940). Por orden, se refiere a Indalecio Priego, Félix Gordón Ordás y Diego Martínez Barrio, autoridades de la República Española en el exilio, además de Roberto Castrovido. 52  AFZS-H: n.º 1r (México, 3 de enero de 1940). Terminaba como siempre su actitud cuando narraba este tipo de halagos: “Todo ello llega al alma, pero no consuela”. 53  Cursiva: premisas recogidas por Sánchez Vázquez (1997), p. 22; y Gutiérrez (1995), pp. 77-78. 54  Hamilton Fish Armstrong, “Spanish Army in France ”, en Life (17 de julio de 1939), p. 67, . 49 

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nio Zozaya decía: “80 años, casado. Nacido en Madrid. Partido político: ninguno. Central sindical: ninguna. Residencia en Francia: Colonia des Enfants Espagnols, Gare de la Boudronnée, Dijon. Cargos antes de la guerra: escritor y publicista. Cargos durante la guerra: periodismo sin extremismo”.55 Como narraban crónicas de América, “[e]l Sinaia lleva un cargamento de 1 800 pobres de solemnidad leales a la República, y varios nombres famosos, hacia un paraíso en el nuevo mundo”.56 Todos ellos componían la escena que iniciaba esta investigación, en que cientos de refugiados que están a punto de echar a pique con su propio peso un viejo y destartalado buque de hierro, mientras, apiñados en la cubierta, encima de las barcas salvavidas, encaramados en las antenas y en los troncos de ventilación, aferrados a los pescantes para no caer al mar y hacinados en la toldilla, aún tienen ánimos para erizar el cielo azul con sus brazos diciendo adiós a la pesadilla aria y saludando con lágrimas en los ojos el provenir.57

México lindo o la vida pública en el exilio: entre los viajes en coche y el Cliquot La llegada sorprendió favorablemente a los Zozaya: “La población de México es muy hermosa. El bosque de Chapultepec y las colonias son grandiosos”, escribía Juan a su hermano Carlos.58 La acogida fue en general positiva para todos los asilados. Sánchez Vázquez resaltó la recepción donde la multitud apoyaba entre ovaciones y pancartas a los exilados.59 Tras la gran expectación generada, también se escondía el miedo de los intelectuales destacados por su lucha política o intelectual, sobre todo si iban a seguir viviendo de escribir en los periódicos allende el Atlántico.

AHFPI: Sinaía, Lista de Embarque: AZY, p.144. Hamilton Fish Armstrong, “Spanish Army in France ”, en Life (17 de julio de 1939), p. 67, .Traducción propia de la autora. 57  Trapiello (2000). 58  AFZS-H: n.º 3 (México, 31 de octubre de 1940). 59  Sánchez Vázquez (1989). 55  56 

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Antonio Zozaya, que en los días de Francia dudó si encontraría reconocimiento en México, pronto comenzó a trabajar. En los primeros meses fue reflejando en sus cartas familiares cómo contaba con el apoyo de amigos como Indalecio: “Prieto me envía otros 200 [pesos] cada principio de mes. En Excélsior, diario en que escribo artículos meramente literarios, me pagan mensualmente más de 400, y mis gastos son pocos”.60 En breve pasó a estabilizar su situación: “vivo cómodamente y hasta con confort, y en seis meses, sin aceptar todo el trabajo que se me pide, y cansándome muy poco, he ahorrado algo más de mil dólares, por si caigo enfermo”.61 Refería aquella mejora de condiciones materiales en México incluso con aspectos indirectos, llorando la muerte de Leona, que fue “tanto más de lamentar cuando habíamos hallado excelente acogida y medios de vida, comodidades y cariños”.62 A la bonanza sumaba diversas expectativas de trabajo más allá de las crónicas diarias: Creo que la Casa Calpe va a publicarme en Buenos Aires dos tomos de novelas cortas que estaban en varios volúmenes desaparecidos –escribía optimista en carta a su hijo Carlos– y es posible que aquí, la Secretaría de Educación haga lo mismo con un tomo mío titulado “Cuentos para niños y madres” […], y también con mi libro inédito, “El derecho, la guerra y la miseria”.63

Aumentaba su optimismo laboral la recepción calurosa que le llevaba a aseverar: “Creo que no debo salir de México”, “aquí tengo trabajo seguro”,64 afirmando que su hijo Juan lo tenía también. Consideraba complicado trasladarse a vivir donde su predilecto Carlos porque “[e]stoy protegido y mimado por mexicanos y españoles. En todas partes encuentro cariño y admiración, y en Bogotá no sé si tendría trabajo”. Incluso le recomendaba mudarse siguiendo la bonanza que no le auguraba en Colombia:

AFZS-H: n.º 5 (México, 16 de junio de 1940). AFZS-H: n.º 6 (México, 11 de enero de 1941). 62  AFZS-H: n.º 1r (México, 3 de enero de 1940). 63  AFZS-H: n.º 2 (México, 1 de febrero de 1940). 64  AFZS-H: n.º 2 (México, 1 de febrero de 1940) y 5 (México, 16 de junio de 1940). 60  61 

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Creo que en México hubieras hecho fortuna. Hay aquí mucho dinero y dos millones de habitantes y mucho cariño por España. Además, con tu nombre, prestigio y talento, Carlos, hubieras hallado excelente acogida, como Lafora, que se está haciendo de oro. No hay gente competente en tus especialidades, y abundan terriblemente en México el paludismo, el tifus, las enfermedades infecciosas y las tropicales.65

En los primeros meses en México, Antonio Zozaya contaba detalles a Carlos y Dagny –asilados en Bogotá– recreando su aparentemente apacible vida cotidiana de intelectual en el exilio: “Duermo, escribo y estudio por la mañana hasta las dos, en República del Salvador 1, principal, habitación muy buena, con balcón a la calle y baño, que me cuesta 40 pesos al mes, incluido el lavado de ropa”. Después iba a casa de su hijo, “donde”, proseguía, “como y paso el resto del día, y en donde Juan y Luz me tratan con extremo cariño”.66 Narraba con metrónomo el ritmo sincopado de su hábito: Me levanto en casa de la patrona a las siete de la mañana. Salgo y me desayuno en un bar con café y un bollo. Regreso y trabajo hasta las dos de la tarde (preparo dos libros) y a esa hora voy a comer a casa de Juan. Por la tarde voy a ver a jugar al billar o leo y estudio en mi alojamiento. Tomo a las ocho huevos revueltos y café con Juan y Luz, y me acuesto temprano, después de escuchar un rato la abominable música de la radio.67

En 1942 se mudó cerca de su hijo: “Vivo bien pero solo en un departamento, sin criada. Barro y hago la cama y el desayuno y el café por la noche. Yo estaba bien y atendido en una pensión”, se lamentaba, “pero Juan quiso que me mudase a este departamento de una sola alcoba contiguo al suyo”.68 Con estas y otras palabras se quejaba a su hijo Carlos de la mudanza, porque luego Juan no le pudo atender hasta que cayese enfermo de cáncer de garganta y le tuviese que llevar diariamente al sanatorio (en enero de 1943).

Las dos últimas citas en AFZS-H: n.º 2 y n.º 2v (México, 1 de febrero de 1940). AFZS-H: n.º 2 (México, 1 de febrero de 1940). 67  AFZS-H: n.º 5 (México, 16 de junio de 1940). 68  AFZS-H: n.º 11 (México, 12 de junio de 1942). 65  66 

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Redes de amistad y sociabilidad mexicana Uno de los mecanismos de apoyo entre los asilados, especialmente tras la incertidumbre al llegar a México, fue replegarse en la protección de la familia y el entorno de conocidos. La mayoría se refugiaron en las amistades forjadas en la ILE y en la República, reproduciendo dichas redes en el exilio, amparadas antes o después por la Casa de España,69 el Ateneo Español de México y equivalentes círculos protectores de la intelectualidad. Si bien tendieron a fomentar y estrechar los lazos que ya conocían, algunos asilados también se abrieron al nuevo entorno, como Antonio Zozaya. En el ámbito de la sociabilidad, iba a frecuentar la élite intelectual y política, que compaginaba con altas familias mexicanas que le recibían en mansiones aristocráticas. Su entorno de sociabilidad se corresponde bastante bien con la imagen pública del intelectual integrado en la tierra de acogida. Para recibir aquel trato, en su registro epistolar parecía vincular de alguna manera el impulso de sus amistades al reconocimiento público: “tengo aquí más fama, y si se quiere gloria, que en España. Cuento con grandes protectores y amigos, y cuanto necesito”,70 escribía a Carlos en 1942. Su hijo Juan reproducía el ambiente intelectual que les rodeaba, al comentar a su propio hermano Carlos: “Tenemos más amistades que en Madrid, y vemos con mucha frecuencia a la mayoría de los políticos que aquí están. Tomamos el té muy a menudo con los Albornoz, donde se reúne mucha gente”.71 Antonio relata su sociabilidad en su correspondencia: “Algunos días como en casa de algún amigo que me invita”,72 cuenta a su hijo Carlos; dice ser tan requerido que, el día de su onomástica, “varios señores se disputan llevarme a su casa”.73 Parece frecuentar lo más granado de aquella sociedad: “en México se me quiere y se me agasaja

Sobre su historia, véase Clara E. Lida, “Los intelectuales españoles y la fundación de El Colegio de México”, en Sánchez Albornoz (1991), pp. 95-102. 70  AFZS-H: n.º 11 (México, 12 de junio de 1942). 71  AFZS-H: n.º 3 (México, 31 de octubre de 1940). Se refiere a la familia de Álvaro de Albornoz. 72  AFZS-H: n.º 5 (México, 16 de junio de 1940). 73  AFZS-H: n.º 9 (México, 16 de abril de 1941). 69 

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por todo el mundo. Hacía años que no bebía tanto champagne de la Viuda Clicquot, ni paseaba tanto de balde en automóvil ni recibía tantos regalos”.74 En un plano material, la sociedad mexicana potentada le recibía con los brazos llenos de presentes, siendo objeto de atenciones constantes: “Entre regalos y compras de lance”, contaba a su hijo Carlos en 1940, “he reunido unos 250 libros escogidos”. Aquellas amistades colmaban al escritor de finezas: “hay muchos españoles y mexicanos que me agasajan. Recientemente el Sr. Martínez Pando me ha regalado un reloj de 200 pesos”.75 Asociaba la causa de los obsequios con el afecto, sintiéndose querido, como ya lo hizo al comentar los agasajos del hospital a Leona: “Durante la estancia en el sanatorio varias señoras mexicanas han enviado a vuestra madre flores y regalos valiosos; porque se había hecho querer mucho”.76 En momentos en que necesitaba consolar los agravios sentimentales de su nuera, relataba las muestras de afecto recibidas por los detalles de la buena sociedad mexicana: Baste decir que el día de mi santo recibí entre otros regalos una recámara (alcoba completa) […] una cesta de flores, dos grandes ramos, un traje negro muy bueno (visto siempre de luto), un despertador luminoso, una bonita boquilla de marfil labrado, media docena de camisas blancas de las mejores, una docena de pañuelos ídem y varias otras cosas de menos valor, amén de un banquete con champagne Cliquot.77

La vida privada en México: la angustia por la injusticia familiar Durante el desarrollo de la vida cotidiana en México, frente al papel positivo del reconocimiento de la opinión pública y el ritmo idílico del exiliado en el paraíso social, aparecían los problemas del día a día, derivados de la esfera privada. Intentar explicar la gestión de los sentimientos en el exilio es harto complicado, porque se suman las experiencias traumáticas de huida y persecución que le precedieron durante tres interminables años de guerra. AFZS-H: n.º 21 (México, 11 de agosto de 1939). AFZS-H: n.º 5 (México, 16 de junio de 1940). 76  AFZS-H: n.º 1r (México, 3 de enero de 1940). 77  AFZS-H: n.º 9 (México, 16 de abril de 1941). 74  75 

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Aquí entra en juego la clave de este estudio, en el cruce de la vida privada con la fama alcanzada por el personaje en el ámbito público. Ya ha sido resaltado cómo desde el siglo xviii fue muy común en Europa atacar a los personajes públicos por sus debilidades privadas, y que una visión poco armoniosa de la familia era poco recomendable para seguir las premisas del orden social.78 En la mitificación de los “maestros” de la izquierda del siglo xix, se ha señalado igualmente la importancia de mantener impoluta “la moral privada y la moral pública”. Se ha mostrado cómo la esfera familiar era otro requisito para el compendio de virtudes necesario para construir aquel santoral laico,79 como aquel que integraba nuestro personaje y que recoge la cita literaria de Max Aub que encabeza estas páginas. Las cartas privadas de Antonio Zozaya pueden revelar hasta qué punto los personajes representativos durante de la Segunda República estaban imbuidos de todos aquellos condicionamientos sociales.80 Su correspondencia permite plantear la coherencia –o no– de un periodista destacado en la lucha por las injusticias. Aquel, ante la dura situación del exilio, prefirió ocultar una serie de sinrazones que le desfavorecían en el plano personal y anímico, pero que, silenciadas, permitían mantener un perfil público ideal de la familia burguesa, y evitar cualquier problema que pudiera derivarse de él, perjudicando en última instancia a su vástago Juan. Antonio Zozaya, prohombre entregado por su oficio a la escritura, encontraba en ella una nueva forma de liberación de su dolor. Su relato epistolar se convierte en el refugio de las emociones, gracias a poder contar en secreto a su predilecto el problema que le amargaba en el seno de la familia. Con tal objetivo, en abril de 1940, Antonio desvelaba a Carlos: “Esta carta es reservada, y os ruego que en vuestra respuesta no hagáis alusión a lo que os digo de asuntos de familia”.81 En otra manuscrita incidía en la necesidad del secreto: “Claro es que esta carta no la ven ni Juan ni Luz […], Repito, que esta carta no la ven ni Juan ni Luz, que no hagáis en las vuestras menBurdiel (1996). Fue exigencia ineludible que condujo a extremos como el de Pablo Iglesias, defendiendo su moralidad obsesivamente ante el público, lo cual producía honda extrañeza a Ortega; Pérez Ledesma (1987), pp. 143-144. 80  Sobre el valor sentimental, Otero Urtaza (2001), pp. 123-135. 81  AFZS-H: n.º 4 (México, 25 de abril de 1940). 78  79 

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ción de ella, aunque sí si la habéis recibido, citando la fecha”.82 Así instaba a que le asegurasen que la habían leído, convirtiéndoles en depositarios del secreto sobre la injusticia que recibía. De tal manera activaba el mecanismo de defensa de dejar como testigo de la ofensa personal a sus confidentes. Era la transmisión de aquel sentimiento, confesado a su hijo predilecto y a su esposa, la única forma de encontrar una liberación. Al parecer, los problemas habían comenzado camino del exilio, cuando su nuera Luz “se portó muy mal” con Leona, en una actitud secundada por su hijo Juan. Explicaba: “Cuando estuvimos refugiados en Dijon, creyendo sin duda que ya no levantaría yo cabeza, no saludaban a mamá, que no había pronunciado una sola palabra que no fuera de afecto. Mamá fue objeto de los mayores desprecios que sufría en silencio. Dormía sin sábanas”, que aquellos tenían dobles, lo mismo que el resto, pues les dejaban pasar penurias “mientras que los hijos tenían todo, lo que habían acaparado”. Ese rechazo, que había partido de su nuera, fue continuado a su llegada a México, cuando Antonio les propuso vivir con ellos para que con su aportación estuvieran más holgados: “Quise contemporizar; les ofrecí vivir con ellos pero Luz dijo que no estaba en condiciones de cuidar de ancianos”.83 Al narrar las continuas ofensas que le hacía aquella, a veces contrarrestaba emocionalmente citando el cariño público: “Yo soy aquí recibido en todos los centros intelectuales y aristocráticos, y por ello [Luz] me trata como a un protegido molesto. El otro día me censuró que llorase aún por Leonor y me dijo que eso era egoísmo”.84 En 1941, Antonio relataba que la situación había mejorado, pero insistiendo en el motivo de su desconfianza: “Luz está ahora cariñosa. No voy a su casa más que a comer una sopa y algo de pescado o cocido, y procuro pagar más que el doble en un hotel. En Francia se portó muy mal con mamá, pero ahora parece que se le ha pasado la perturbación cerebral”.85 Cuando parecían mejorar las relaciones con su nuera, o bien esta le propinaba un nuevo disgusto o bien Antonio sospechaba que el buen trato podía vincularse al interés, y contar un tiempo limitado: AFZS-H: n.º 21 (México, 11 de agosto de 1939). AFZS-H: n.º 4 (México, 25 de abril de 1940). 84  AFZS-H: n.º 21 (México, 11 de agosto de 1940). 85  AFZS-H: n.º 8 (México, 6 de marzo de 1941). 82  83 

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Les compré unos sillones de 165 pesos, un reloj de pared, un tapete de mesa y varias fruslerías, amén de comestibles; a los dos días Luz se enfadó porque compré en la tienda unos calcetines baratos, diciendo que la privaba de ganarse unos centavos, porque ella también los vendía, y que una cosa era la familia y otra el negocio. Ahora como a mediodía en su casa, sopa o cocido o pescado y café. Les doy dos pesos y los llevo los domingos al cine y en taxi cuando hace falta. Están muy cariñosos; pero ya sé que cuando no pueda contar con dinero me veré maltratado por Luz, y que Juan lo tolerará todo, a pesar de quererme mucho.86

Antonio Zozaya plasma en esa carta su reacción general ante aquellos desprecios. Por un lado, encontraba justificaciones paternalistas. Mientras lamentaba que su hijo acatase lo que ella disponía (“Él es muy bueno, pero sugestionado por ella”87), como padre buscaba explicar tal pasividad: “Juan la quería [a Leona], como me quiere, pero está dominado sensualmente [por Luz], en quien parecen condensados los siete pecados capitales”.88 Por otro lado, actuaba acorde con sus discursos públicos, evitando discordias: “Con Juan y Luz no riño. Lo aguanto todo de ella que es como sabéis y acaso como no os imagináis”.89 Tomaba esa abnegación como parte de un deber conyugal: “Yo me he jurado, y he jurado a Leona sufrir todo”.90 Pero tampoco conseguía acallar su deseo de liberación: “Os juro que a todo callo y que no doy el menor pretexto de enojo, pero me hallo molesto durante la comida y quisiera estar solo definitivamente”. Sin embargo, no tomaba la decisión de emanciparse de aquel peso familiar. “Mi vida es una pesadilla dantesca”, aseguraba; pero, para que la aguantase, pudo ser decisivo el papel de la representación en la esfera pública. Esto es, su conocimiento de los mecanismos que unían el apoyo de las amistades a una familia unida o, mejor dicho, no enfrentada. Aseveraba que continuaba frecuentando la casa filial “para no perjudicar a Juan”, para que las gentes no “vieran que me distanciaba de él”, ni tampoco “indisponerle con su compañera”. Después, se liberaba de palabra con aquel tema que tanto le dolía: “pero la verdad es que por mi gusto, no iría. Luz se AFZS-H: n.º 4 (México, 25 de abril de 1940). AFZS-H: n.º 9 (México, 16 de abril de 1941). 88  AFZS-H: n.º 4 (México, 25 de abril de 1940). 89  AFZS-H: n.º 9 (México, 16 de abril de 1941). 90  AFZS-H: n.º 10 (México 1 de enero de 1942). 86  87 

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portó muy mal con vuestra madre […] en el refugio Francés”. Iba a insistir en la base de su decisión: “Diréis que por qué no me desentiendo de ella. Ya lo he dicho; por no perjudicar a Juan, ni menos sembrar entre ellos discordia”. Para que sus predilectos Carlos y Dagny pudieran comprender su actitud, continuaba sacando a colación el papel que desde el inicio había jugado la extensión de las fidelidades hacia su apellido. Conocía claramente el apoyo facilitado para el escrupuloso embarque en el Sinaia: “Si no fuera por mí, no hubieran venido estos hijos a México, ni Juan estaría colocado ni Luz sería agasajada como es; pero ella cree que es por ella”.91 En efecto, desde el inicio fue consciente del papel que había jugado su nombre para que labrase su futuro en el exilio: “Juan, una vez en México, […] se colocó en las oficinas del censo por ser hijo mío, con doscientos pesos mensuales”.92 Antonio Zozaya dejaba bien claro que conocía la necesidad de dar una imagen pública de familia unida para conseguir los tratos de favor que pudiesen beneficiar a aquel hijo: “No quiero romper con ellos, los traje, los coloqué, y por ser mis hijos los ayudan las gentes y los prodigan sus simpatías. Todo lo aguanto y nada me hace padecer”. Igualmente, comentaba la doble actuación por parte de aquellos que parecían conocer el juego de la representación pública familiar, cuando en 1942 seguía quejándose a Carlos: “Como os dije, no necesito para nada a Juan ni a Luz, antes bien los protejo; están conmigo cariñosos, sobre todo delante de la gente, pero con mucha frecuencia me hacen blanco de sus intolerables groserías y palabrotas”.93

La activación de las redes personales y la muerte de Antonio Zozaya En una foto tomada por Juan en un parque de Ciudad de México posan Indalecio Prieto, Roberto Castrovido, Antonio Zozaya y Álvaro de AlAFZS-H: n.º 21 (México, 11 de agosto de 1940). AFZS-H: n.º 4 (México, 25 de abril de 1940). En el barco figuraba como “48 años, casado. Nacido en Madrid. Partido político: Izquierda Republicana. Central Sindical: ninguna. Residencia en Francia: Refugio de Enfants Espagnols, Gare de la Bourdonnée, Dijon. Cargos antes de la Guerra: ninguno. Cargos durante la guerra: Oficial de la Dirección General de Abastos”. AHFPI: Sinaia, Lista de Embarque: JZB, p.144. 93  Sendas referencias en AFZS-H: n.º 10 (México, 1 de enero de 1942). 91  92 

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bornoz. Sus figuras encarnan un compendio de la Segunda República, por incluir –de izquierda a derecha– el plano de la representación política, de la denominada honestidad republicana, de su plano intelectual, y de las relaciones de amistad entre la élite de los notables. Esa foto retrataba las élites respetadas y admiradas del exilio mexicano. Eran figuras públicas que tenían, al menos, una calle o plaza en su país natal. Además, aquella foto era testigo de redes de amistad, por lo menos las que unieron desde sus años jóvenes de redacción en El Liberal a Indalecio Prieto con Antonio Zozaya.94 Amistad que continuó en Madrid y prosiguió en los inciertos inicios del exilio, reflejada en la ayuda económica, estructural o periodística. Zozaya conocía los mecanismos que activaban las redes de apoyo en esa época, los cuales, basados en la confianza personal y los vínculos afectivos, eran transmisibles por vía familiar.95 Intuía que solo iban a continuarse después de muerto si la relación era cordial entre padre, hijo y nuera. Es decir, tenía que ser público y notorio que llevaban una buena relación privada. En consecuencia, en estos términos iba a ofrecerse aquel gran político a Juan tras la muerte de Antonio: “Por la devota amistad que me unió a su padre quedo vinculado por otra fraternal con usted. Sépalo para apelar a ella, por si alguna vez lo necesita, como yo apelaría a la suya seguro de ser bien correspondido. Reiterándole con un abrazo mi solidaridad con su dolor, se despide su amigo, [firma] Indalecio Prieto”.96 Ese tipo de desenlaces positivos para su hijo, así como otros que iba a comentar Juan en sus cartas tras la muerte del padre (“Aquí estuvo el exembajador de Colombia Señor don Jorge Zwadzki, quien se me ofreció muy cariñosamente”97) refrendan la actuación protectora de Antonio Zozaya. No quiso desactivar las redes de solidaridad y apoyos que podía heredar su hijo tras la muerte. Los mecanismos de herencia inmaterial dependientes de la confianza, donde se unen las redes de amistad y el apoyo

Indalecio Prieto, “Despedida”, en Excélsior, Ciudad de México (12 de febrero de 1943); sobre las redes, Melgar (2003). 95  La familia moviliza los lazos afectivos, que se extienden a las redes de confianza, según Requena Santos (1994). 96  AFZS-H: n.º 15 (México, 16 de febrero 1943). 97  AFZS-H: n.º 14 (México, febrero de 1943). 94 

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Imagen 3. Prieto, Zozaya, Castrovido y Albornoz, México, 1943. Fuente: AFZS-H: JZB.

de “los amigos de los amigos”,98 explican que negase su libertad personal por el instinto protector de cabeza de familia. En otras palabras: actuó de forma patriarcal coherente, pues la defensa de la institución familiar burguesa le hizo ocultar sus sentimientos de dolor. Como narraron los principales periódicos, cuando Antonio falleció en 1943 en la capital, a su sepelio asistieron multitudes de personas, las autoridades republicanas en el exilio y las de México, encabezadas por Lázaro Cárdenas. Una muerte cercana que por su vejez él ya pudo intuir, y que probablemente influyó para su consideración de mantener en privado sus emociones de sufrimiento. Aquellas predicciones sobre la importancia de su figura que podría dañar con su sombra (caso de haber publicitado una relación negativa) pueden intuirse al leer los comentarios de las necrológicas Mantener una imagen perfecta de la familia se muestra en Antonio Zozaya como una vía de protegerla, continuando los apoyos de sus redes de amistad (sin dañar indirectamente a su hijo). El fenómeno en sociología se ha definido como la extensión de las redes de amistad por la confianza, en vulgata: “los amigos de mis amigos son mis amigos”, Pontieux (2006). La importancia de movilizar tales redes luego traducidas en apoyos y bienes intangibles, en Zozaya (2007), pp. 13-28. 98 

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o de los artículos recordando su efigie. En todos abundó el campo semántico vinculado al “gran intelectual”, “maestro”, “ejemplo de escritores” y más collares de letras ilustres sobre la grandiosidad del maestro.99 Su propio hijo Juan refrendaba indirectamente la importancia de que aquel anciano padre le hubiese protegido, al escribir a su hermano Carlos: Pero sí te diré que en medio de todo ha sido un gran consuelo el grandioso homenaje que fue el entierro. No pudo ser más emocionante ni nunca en México fue tanta gente como al de papá. No faltó nadie. Ya te daré el detalle de nombres y de coronas. Los niños del colegio Madrid desfilaron ante la tumba y fueron llenándola de flores rojas, amarillas y moradas hasta formar la bandera republicana…100

Conclusiones: contraste del personaje público ante el dilema privado En este estudio planteamos la disyuntiva entre los problemas privados y la proyección pública gracias a fuentes epistolares inéditas. Abordamos detalles desconocidos del exilio, de la estancia infrahumana de los refugiados en Francia, de la incertidumbre y complicaciones que afectaron a miles de personas buscando una salida de emergencia tras la guerra, factores que suelen perderse de vista cuando se traza un discurso histórico lineal cuyo trayecto directo era Francia, el Sinaia y Ciudad de México. Mostramos una perspectiva subjetiva de Antonio Zozaya. Tratamos la experiencia del exilio a partir de la biografía de un hombre con representación pública. Reflejamos la contradicción de un notable que siempre luchó por las libertades, pero, sin embargo, no sacó a la luz las injusticias que sentía en el plano privado. Damos relevancia a la faceta pública del personaje porque consideramos que la disyuntiva a la cual se enfrenta al llegar al exilio fue generada previamente por la fama que le precedió. Intentamos mostrar los elementos que le convirtieron en un intelectual destacado, con las campañas o escritos que le destacaron como prohombre luchador contra las desigualdades, y cómo esa

99 

Enrique Díez Canedo, “Necrológica”, en América (10 de febrero de 1943), pp. 31-32. AFZS-H: n.º 13 (México, 1 de febrero de 1943).

100 

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imagen construida en el ámbito público desaparece en la realidad cotidiana del ámbito privado. Este personaje mantiene unos valores propios de la burguesía acomodada del xix, aun cuando en su faceta de intelectual se vinculaba a la renovación del siglo xx. Siguiendo el ideal burgués, iba a negar otro que se estaba imponiendo en la esfera pública desde 1900, el de la libertad y la tendencia librepensadora que él tanto iba a defender como krausista e institucionista. Pese a convertirse en uno de los adalides de los nuevos patrones de la libertad en la esfera pública, no pudo escapar del corsé del romanticismo burgués patriarcal en que se había criado. Cuando Antonio Zozaya tuvo que tomar una decisión se convirtió más en el paterfamilias burgués –dependiente de la esfera pública– que en el representante de aquel librepensador que siempre había luchado por la justicia, sin defender la suya. Intentando proteger a su hijo, conocedor de los mecanismos que activaban solidaridades, siguió la lógica burguesa. Mantuvo la paz y los ideales familiares, movilizándose en función de los sentimientos aprendidos, ligados a un rol masculino de cabeza de familia. Su actuación manifiesta el contraste entre individuo y sociedad: refleja las experiencias individuales ocultas frente a la memoria colectiva del exilio, homogénea y protectora del orden burgués, amparada en el espejo público.

Archivos Archivo General de la Administración (AGA, Alcalá de Henares). Archivo General de la Nación (Ciudad de México). Fundación Pablo Iglesias (AHFPI, Alcalá de Henares). Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH, Salamanca). Archivo Familiar Zozaya Stabell-Hansen (AFZS-H).

Periódicos América. Excélsior. Hoy.

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Las heterodoxias del exilio: Emilio Prados a través de su correspondencia1 Elena Díaz Silva

Introducción Una de las primeras investigaciones realizadas sobre la vida y la obra de Emilio Prados defendía que el “sentimiento homoerótico” de Prados no había incidido de manera directa ni fundamental en su poesía pese “al sentido de culpa y a la vergüenza” que este “debería” sentir a causa de sus tendencias sexuales.2 Lamentablemente, su autor no hacía alusión alguna al motivo por el cual Prados debía sentirse de aquel modo. Por las mismas, rechazaba la interpretación en “términos homosexuales” que otros autores habían realizado sobre la poética pradiana, en alusión a Ángel Sahuquillo (1986) y su obra Federico García Lorca y la cultura de la homosexualidad masculina: Lorca, Dalí, Cernuda, Gil-Albert, Prados y la voz silenciada del amor homosexual.3 La visión de Hernández, que compartían muchos de los críticos y admiradores de la obra de Prados de aquellos años, no hizo sino perpetuar la homofobia de la época y el tabú que, incluso en los años ochenta, trataba de no manchar el buen nombre de los escritores de la Generación del 27 con acusaciones de

Este trabajo forma parte de un proyecto de investigación titulado “Left-wing Exile in Mexico, 1934-1960”, financiado por el ERC a través de la Universidad de Colonia. 2  Hernández (1988), nota 68. Hernández trae a colación la confesión que según Luis Rius, biográfo de León Felipe, le hizo Prados cuando este se creía a punto de morir en mitad de un bombardeo, en noviembre de 1936: “León Felipe, ahora que nos vamos a morir, te voy a confesar que soy… soy homosexual”, en Rius (1968), pp. 73-74. 3  Su traducción al inglés es más actual; véase Sahuquillo (2007). 1 

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homosexualidad, tal y como ha denunciado Ian Gibson a cuenta de Lorca.4 “Recluida en el terreno de lo innombrable, la problemática derivada de su homosexualidad apenas ha sido citada por la crítica, en un deseo (suponemos) de respetar el aura ‘angélica’ que siempre envolvió al escritor”, señalaba Francisco Chica con respecto a Prados.5 Para la crítica, la homosexualidad representaba una anormalidad o una desviación que, cual estigma, debía ser ocultada o minimizada para evitar el descrédito y desprestigio del poeta. Francisco Chica fue el primero en atreverse a defender que la “heterodoxia sentimental” de Prados había dejado una profunda huella en muchos aspectos de su vida y su poesía: “Si no queremos amputar una parte esencial de su personalidad, es necesario reconocer la particularidad que se advierte en su compleja visión del amor, mecanismo central de su mundo poético”.6 Añadiríamos para defender la necesidad de contextualizar la obra y vida de Emilio Prados, las palabras del filósofo alemán Wilhelm Dilthey para quien la experiencia personal vivida conforma el “subsuelo de la creación poética”.7 Este trabajo pretende contribuir a la deconstrucción de la imagen “angelical” de Prados en la que ni cabía ni encajaba su homosexualidad, oculta como si de un defecto se tratase, al igual que otros aspectos de su personalidad y de su experiencia vital que ponen en cuestión la homogeneidad de la narrativa histórica. Al igual que la crítica literaria, la historiografía también ha contribuido en ocasiones a idealizar determinados acontecimientos históricos, y la historia del exilio en México es uno de ellos. Los testimonios orales,8 las memorias y la correspondencia nos revelan la otra historia del exilio que ha sido ignorada o silenciada: la de los inadaptados, la de los antinorma o la de aquellos que no supieron encontrar en México ni una segunda Patria, ni los

Gibson (2009), pp. 15-42. Chica (1994), p. 75. 6  Chica (1994), p. 450. También cuestionaba, no obstante, los estudios realizados desde la perspectiva homosexual (la obra de Sahuquillo, entre otros) calificándolos de fríos, anecdóticos, parciales o reduccionistas. 7  Dilthey (1985), p. 251. 8  A través del análisis de testimonios orales, Sebastiaan Faber (2005) también ha advertido la contradicción que existe entre la experiencia que relatan en primera persona los refugiados españoles, y el homogéneo relato que ha recogido la historiografía. 4  5 

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restos de la España transterrada.9 La principal fuente que vamos a utilizar para analizar la heterodoxia de Prados es su correspondencia, que en parte se encuentra publicada, y en parte, permanece inédita. Después de analizar su juventud y el contexto en el que Prados se forma y destaca como poeta revolucionario y antifascista, su epistolario nos permitirá reflexionar sobre la compleja relación que desde el exilio estableció con su identidad como poeta, homosexual y republicano. De igual forma, nos permitirá conocer los efectos del trauma en Prados y los cambios que experimenta su subjetividad debido a la experiencia vivida. Por último, reflexionaremos sobre la relación que el poeta establece con la correspondencia, y la función que tiene para Prados la escritura de estas cartas.

Homofilia y homofobia en los años veinte: la Residencia de Estudiantes El viaje de Emilio Prados, como el de muchos otros intelectuales y científicos que le acompañaron en su destierro, comenzó en la Residencia de Estudiantes donde residieron muchos de los poetas y escritores que con posterioridad integrarían la nómina de la Generación del 27, además de científicos, músicos y artistas. Tanto Madrid que experimenta notables cambios en la década los veinte como la Residencia resultan claves para entender el carácter excepcional de los miembros de esta generación. La fundación de la Residencia en 1910 respondía a los intereses de la intelectualidad comprometida tanto con la renovación de la enseñanza y la pedagogía como con la regeneración y modernización de España. Su puesta en marcha se enmarca en un contexto de crisis política y social, la crisis finisecular o crisis del 98. La pérdida de las últimas posesiones coloniales en Ultramar (1898), así como también las derrotas y desastres en la Guerra de Marruecos, provocaron una crisis en la identidad española a la que algunos intelectuales habían adjudicado connotaciones de género. La falta de virilidad o el afeminamiento fue El concepto de transtierro, acuñado por José Gaos en los años cuarenta, negaba el destierro ya que no implicaba abandonar la patria de origen que simplemente se trasladaba a otras latitudes, tal y como había ocurrido con la España republicana en México. Véase Gaos (1966). 9 

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identificada como causa de la decadencia de España y también de su atraso con respecto a Europa.10 La intelectualidad trató de contribuir a la regeneración a través de la introducción de un “hombre nuevo” que desterrase al Don Juan, arquetipo de origen literario, ideal masculino al que Gregorio Marañón adjudicaba todos los males de España, incluido el atraso científico, y al que declaró la guerra en sus ensayos.11 Marañón ensalzaba al “hombre de acción”, aquel que destinaba la mayor parte de su tiempo y su fuerza a combatir fuera del hogar ya fuese intelectual o científico, artista u obrero. En su argumentación, vinculaba la productividad a la masculinidad, y el sujeto productivo al sexo masculino. Las organizaciones del movimiento obrero, implicados en los proyectos de reforma sexual, también contribuyeron con su discurso a la (re)construcción de la identidad obrera acorde con el ideal socialista y el proyecto de dignificación de la clase trabajadora. El hombre trabajador, responsable, monógamo, proveedor y padre de familia se convertía en el ideal apuntalando así el modelo de producción social conocido como breadwinner family. Inspirada en los Colleges ingleses, la Residencia de Estudiantes pretendía contribuir a la formación del carácter de los estudiantes varones, a la transmisión de valores y principios como la tolerancia, el respeto mutuo y la libertad a través de la vida en común. Su objetivo era, tal y como defiende Martínez del Campo, preparar a la nueva “minoría dirigente” que devolviera a España su antiguo esplendor. Así, tomando como modelo el ideal inglés de masculinidad, las residencias de estudiantes emprendieron el proyecto de formar al gentleman español.12 Debido a la influencia del regeneracionismo, junto con el culto al arte, la actividad física se convertía en parte de los principios que guiaron las actividades de la Residencia de Estudiantes. La juventud, la fuerza, la agilidad, el vigor físico son valores en alza, asociados a la virilidad y al nuevo ideal de hombría que se identificaba con la juventud y la práctica del ejercicio físico.13 Por otro lado, el fomento de la vida en común va a permitir que se ensayasen nuevas formas de sociabilidad masculina en la Aresti (2014). Sobre la cuestión, véase Aresti (2001). 12  Martínez del Campo (2013). 13  Uría (2014). 10  11 

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Residencia. Las reuniones en petit comité que tenían lugar en las habitaciones de los residentes van a sustituir a las tertulias organizadas por los intelectuales de la generación anterior en los míticos cafés madrileños. Los espacios comunes facilitaron el intercambio artístico e intelectual, y en no pocas ocasiones, contribuyeron a la gestación de algunas vocaciones.14 La intimidad de estos espacios sirvió también para la revalorización de la amistad reconstruida sobre nuevas bases que ponían en cuestión los modelos heteronormativos. Además de las reuniones en las habitaciones, principalmente en la de Lorca, y las salidas a las verbenas madrileñas, el grupo de Buñuel, Lorca, Dalí, etc. solía llevar a cabo representaciones teatrales en la Residencia dando rienda suelta a su espíritu más irreverente. Apenas se ha escrito acerca de la influencia que tuvo la Residencia, y su clima de libertad y tolerancia, en el proceso de formación de la identidad sexual entre los poetas y artistas homosexuales de esta generación. La mayor parte de ellos adoptaron formas de comportamiento heteronormativo sin salirse por lo tanto del rol de género asignado. El hombre afeminado seguía representando una amenaza para la masculinidad hegemónica. Pocos fueron los escritores o artistas que adoptaron roles homonormativos (tales como el amaneramiento) como seña de identidad homosexual, muchos menos los que se atrevieron a elevarlo a “rasgo de personalidad pública” como hicieron, entre otros, el coplista Miguel de Molina o el musicólogo Adolfo Salazar.15 El episodio que recogió Buñuel en sus memorias, el enfrentamiento con Lorca a cuenta de un rumor que circulaba sobre la homosexualidad del poeta granadino, es representativo del clima de hostilidad que se respiraba incluso en la Residencia. Pese a las diferencias que les separaban y la homofobia –y misoginia– que caracterizaban al Buñuel de entonces, este reconocía haber experimentado toda una metamorfosis gracias al contacto con Lorca por el que confesaba sentir la más absoluta admiración: “Cuando lo conocí, en la Residencia de Estudiantes, yo era un atleta provinciano bastante rudo. Por la De hecho, este sería el caso de Prados, tal y como le confesaba en 1958 a José SanchisBanus: “Tenga en cuenta que con el grupo de muchachos de la Residencia vivió Juan Ramón Jiménez, y él con su conversación íntima en mi cuarto fue abriéndome al mundo”, en Hernández (1988), pp. 424. 15  Hammeken (2015); Ingenschay (2017). 14 

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fuerza de nuestra amistad él me transformó, me hizo conocer otro mundo. Le debo más de cuanto podría expresar”.16 El movimiento por la reforma sexual, puesto en marcha en los años veinte, se resistió al reconocimiento de otras formas de sexualidad no heteronormativas pese a la defensa de la “sexualidad consciente” e incluso de la libertad sexual. En términos generales, la homosexualidad va a ser considerada como una “desviación” sexual o una anormalidad. Al proceso de patologización contribuyó especialmente el discurso de la medicina y la psiquiatría. Tanto Marañón, quien defendía en Los estados intersexuales en la especie humana (1929) que la homosexualidad era una enfermedad de carácter hormonal que se derivaba del desequilibrio entre los “caracteres sexuales” femeninos y masculinos, como Félix Martí Ibáñez, precursor del proyecto de reforma sexual en el seno del movimiento libertario, contribuyeron a la medicalización y psiquiatrización de la “inversión” o “desviación” sexual en aras de la purificación de la sexualidad que es (hetero)normativizada.17 Pese a la homofobia latente, ambos expertos proponían analizar el asunto con “serenidad científica y humana comprensión”, apoyando por lo tanto el proceso de despenalización de la homosexualidad que culmina en 1932 tras la aprobación del nuevo Código Penal en el que desaparece como delito. Para la consolidación del modelo de masculinidad hegemónica propuesto fue necesaria la creación de contramodelos, modelos de masculinidad alterizados como el dandy. Asociado a la modernidad y a la homosexualidad, el dandismo llegó incluso a asociarse con la Generación del 27 a la que se acusaba de degenerar la poesía habiéndole despojado de sus “atributos viriles” para abrazar el esteticismo.18 El dandy es un estereotipo y modelo de identidad homosexual asociado a la estética modernista caracterizado por sus orígenes burgueses o acomodados y por “la defensa de propuestas artísticas que reivindican el ‘arte por el arte’”. La identificación del dandy con la homoBuñuel (1982), pp. 154-155. En sus trabajos, Martí Ibáñez (1935) defendía que el homosexualismo era una desviación del instintito sexual producida por causas congénitas o bien ambientales postnatales “que desvían la ruta hasta entonces normal del individuo”. Algunos biógrafos de Prados parecen adscribirse a esa teoría al interpretar el origen de la “desviación” de este en el desengaño amoroso sufrido tras la ruptura con su novia Blanca Nigel. 18  Mira (2001). 16  17 

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sexualidad convertía al homosexual no solo en un enfermo,19 sino también en “un ser superficial, inútil y entregado a la visión epicúrea de la vida”.20 Lo cierto es que la Generación del 27 rompió en muchos aspectos con los usos y costumbres de la intelectualidad, marcando distancias con respecto a los representantes de la generación anterior. Tanto el aspecto físico como la moda y las formas de sociabilidad sufrieron una profunda transformación tras su modernización. Uno de los fenómenos asociados con la modernidad más famoso es el sinsombrerismo que resultó una transgresión escandalosa para aquellos que advertían del advenimiento del temible tercer sexo. Los cambios también afectaron al peinado y al rostro afeitado que comenzó a sustituir los bigotes y pobladas barbas que hasta el momento habían dotado de una apariencia más varonil y más madura al hombre. Sin embargo, la asociación entre dandismo y Generación del 27 resulta del todo injustificada al menos si nos atenemos a la trayectoria del Emilio Prados, especialmente durante su juventud cuando se gesta su espíritu revolucionario y comprometido.

La juventud de Emilio Prados: el (des)amor, la enfermedad y la poesía Dejando por un momento a un lado su correspondencia, vamos a analizar brevemente algunos extractos decisivos de su Diario íntimo escrito entre 1919 y 1921. Este diario nos revela las claves más importantes de sus años de juventud, su compromiso social, sus ideas políticas revolucionarias, las dificultades que afronta debido a su homosexualidad, y la trascendencia de su reencuentro con Lorca, tal y como recogen las siguientes líneas: La única gran alegría que tenido ha sido el haber encontrado en Federico al amigo que tanto deseaba. A él le he abierto mi corazón y él ha sabido comprenderlo […] creo que esta vez he encontrado al compañero que buscaba y con el que podré hablar de mis cosas íntimas sin que se ría de ellas. Su manera de ser y de pensar es muy semejante a la mía, su misma niñez de hombre, su afán por subir

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Mira (2004), p. 46. Mira (2004), pp. 65-66.

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a la cumbre de la gloria, no comprendido, pero deseado por desear lo nuevo y lo revolucionario. Todo es igual a lo mío. Sus ideales políticos, contrarios a su bienestar, son los mismos míos, y esto le hacen que sea más querido por mí.21

Asumir ese compromiso político social le situaba en una posición difícil si tenemos en cuenta sus orígenes acomodados. Si a la defensa de los ideales de igualdad y justicia social le sumamos su condición sexual heterodoxa esto hace de Prados un personaje transgresor que desafió los convencionalismos sociales y la rígida moral sexual de la época, incluso aunque su homosexualidad no fuese pública y notoria. Además de la dificultad para entablar relaciones afectivas, el Diario nos desvela la importancia que en su vida y en sus relaciones sociales Prados otorga a la amistad, sublimada, exigente y, en ocasiones, absorbente, reflejo de la pasión con la que vive y siente. Confiesa asimismo sus sentimientos hacia Lorca empleando un lenguaje que si bien nos acerca a su particular concepto de amor, que algunos críticos han interpretado como platónico, también podría identificarse como todo un ejercicio de autocensura. El uso de la expresión niñez de hombre podría ser interpretado como una referencia implícita a su homosexualidad, así como a la interpretación que, sobre las causas de esta anormalidad o desviación, hicieron la medicina y la psiquiatría influenciada por el psicoanálisis y la teoría freudiana. El discurso científico de la época defendía que la homosexualidad no solo representaba un estadio anterior a la edad adulta, la inmadurez o la infertilidad, sino también el resultado de la neurosis que desencadenaba la no superación del conflicto psicoemotivo que según la teoría freudiana experimentaban los niños hasta los seis años de edad: el famoso complejo de Edipo. El hecho de que Prados hubiese podido asumir al menos una parte de esta teoría refleja la aceptación social que tuvieron estos supuestos homófobos que, por cierto, encontraron en su entorno entusiasta acogida.22 En su Diario íntimo, Prados Prados (1966), p. 26. Uno de los admiradores de estas teorías va a ser precisamente su hermano Miguel Prados, psiquiatra e investigador del Instituto Cajal quien pronto comienza a interesarse por los orígenes patológicos de la homosexualidad, llevando a cabo en sus investigaciones un vínculo con la paranoia. 21 

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no va a escribir de una forma directa y expresa acerca de su homosexualidad, sin embargo, la confesión de “horribles defectos” refiere claramente a esta cuestión, y al hecho más que probable de que Prados se avergonzase de su sexualidad, tal y como refleja el siguiente párrafo: “No puedo evitar el defecto que tengo, y esto me hará ser un hombre despreciable y a quien todos creerán de ideas bajas y livianas. Sí, todo lo comprendo y no puedo evitarlo. ¡Qué horror! ¡No hay mayor desdicha que la de sentir desprecio y asco por uno mismo!”.23 La imposibilidad de encajar en el modelo de masculinidad viril y heteronormativo que la sociedad y la familia trata de imponer, incluso en un contexto de reforma sexual, acentuaba el sentimiento de culpabilidad y frustración en los homosexuales que además no podían expresarse libremente si no era a través del uso de códigos con los que comunicarse. La poesía o el arte asumen en ocasiones esa función. En torno a 1921, debido al agravamiento de la enfermedad pulmonar que ya se había manifestado en ocasiones anteriores, Prados abandonaba sus estudios de Ciencias Naturales para ser internado en un sanatorio en Davos, Suiza. De nuevo, gracias al Diario así como a su correspondencia conocemos la importancia decisiva que tuvo esta “experiencia terrible” para el poeta. Según le confesó a María Zambrano en 1959, fue en Suiza, su “segunda patria”, donde comenzó a escribir poesía.24 Una vez recuperado de su afección pulmonar, Prados abandonaba Davos y tras pasar breves temporadas entre París y Málaga, se instalaba en Friburgo donde iniciaba estudios de Filosofía hacia 1922. Unos meses después, sin embargo, dejaba Alemania y volvía a Madrid, a la Residencia de Estudiantes, aunque su estancia esta vez fue fugaz al no sentirse bien acogido. Susceptible a las críticas y a la incomprensión por parte de sus amistades, Prados abandonaba la residencia y se trasladaba a Málaga. Para algunos, la poesía le estaba causando un efecto negativo al acentuar su carácter introvertido, un proceso de interiorización que interpretaron como indicios de “neurastenia”.25 Una vez instalado en Málaga, en 1923, fundaba junto con otro joven poeta malagueño, Manuel Altolaguirre, una pequeña imprenta/editorial. Ambos se dedicaron a la impresión y a la Prados (1966), p. 20. Chica (1998), p. 222. 25  Hernández (1999), p.102. 23  24 

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edición de la obra de los jóvenes poetas de la Generación del 27, así como a la publicación de la revista Litoral en la que participaron otros grandes poetas ya consagrados como Juan Ramón Jiménez. Influenciado por el surrealismo francés con el que toma contacto durante su estancia en París, la poesía de Prados comienza a distanciarse de la poesía pura y formalista que escribían los poetas de su generación.

El compromiso político de Prados durante la Segunda República y la Guerra Civil Al igual que sus coetáneos, Prados va a comprometerse con la Segunda República en proyectos de solidaridad cultural. Para este, sin embargo, esto representa la continuación de las labores de alfabetización y concienciación que venía realizando desde hacía algunos años en los barrios más humildes de Málaga. A partir de 1931, además de escribir poesía de carácter revolucionario, comienza a implicarse en los sindicatos de pescadores e impresores de Málaga participando de la efervescencia política del momento. Representativo del compromiso que Prados asume es su negativa a aparecer en la Antología de Gerardo Diego (1932), al no encajar con su proyecto de poesía revolucionaria y “al considerar que su puesto debe estar entre las gentes míseras de Málaga”, a quien dedica todo su trabajo y poesía que abandona, por cierto, el carácter surrealista.26 Ejemplo de este compromiso fue también su contribución a la revista Octubre que publicó la Unión de Escritores y Artistas Revolucionarios entre 1933 y 1934. En su primer número y en la presentación de la poesía de Emilio Prados, leemos el siguiente mensaje donde se advierte la asociación entre la burguesía (el “señorito” sería la “quintaesencia”), la poesía y la decadencia de España: Ya en España, como en otros países, al crecer la ola revolucionaria, los poetas, saliendo del rincón de su intimidad, situación mística a que les llevó la decadencia creadora de su clase, se incorporan al proletariado. Emilio Prados, poeta de

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Hernández (1988), p. 43.

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Málaga, es uno de ellos […]. Contra el egoísmo y la injusticia criminales de la burguesía es este poema.27

Tras el estallido de la guerra y la gravedad de la situación, Prados abandonaba Málaga junto con su familia, y se instalaba en Madrid donde llevó a cabo una intensa actividad de propaganda. Al igual que la mayor parte de los escritores e intelectuales de su generación, Emilio Prados puso su pluma al servicio de la propaganda republicana transformando su poesía en un arma de combate. Nacía así el romance de la Guerra Civil, “idóneo para celebrar las gestas, incitar a la lucha, cantar hazañas o héroes, burlarse del enemigo”, al que contribuye especialmente la poesía de Emilio Prados al ser uno de sus principales “cultivadores”.28 Ejemplo de esta comunión fueron sus colaboraciones en El Mono Azul, dirigido por Rafael Alberti y María Teresa León en nombre de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, y en Hora de España a cuya fundación contribuyó junto con María Zambrano y otros escritores e intelectuales. Los romances contribuyeron tanto a la creación como a la difusión del arquetipo viril republicano, el heroico miliciano, profusamente representado en los carteles de la propaganda. En ese clima de homogeneidad, resultaba imposible toda manifestación de masculinidad alternativa, tal y como quedó reflejado en el episodio protagonizado por Cernuda. Bien se trate de un ejercicio de autocensura, o de una censura impuesta por los mandos políticos, la amputación de una estrofa en su famosa “Elegía” publicada en Hora de España tras el asesinato de Federico García Lorca resulta muy representativa del contexto homófobo en el que tanto Cernuda como Lorca o Prados vivieron y escribieron.29 Prados (1933), pp. 14-15. Caudet (1978), p. 22. 29  Los versos que por “expreso deseo del autor”, tal y como rezaba la nota a pie de página, no se publicaron eran los siguientes: “Aquí la primavera luce ahora / mira los radiantes mancebos / que vivo tanto amaste / efímeros pasar junto al fulgor del mar. / Desnudos cuerpos bellos que se llevan / tras de sí los deseos / con su exquisita forma, y sólo encierran amargo zumo, / que no alberga su espíritu / un destello de amor ni de alto pensamiento”. Los biógrafos de Cernuda coinciden, sin embargo, en que, pese a esa exculpatoria nota a pie de página, la exclusión de la estrofa sexta se debió a un acto de censura impuesto por Wenceslao Roces, subsecretario de Instrucción Pública, y militante del PCE. Véase Rivera (2008), p. 383. 27  28 

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En Madrid, Prados llevó a cabo otras labores además de las propagandísticas. Tras una breve temporada en el frente del Pardo con las Brigadas Internacionales, comenzó su colaboración con el Socorro Rojo Internacional trabajando en organización de guarderías infantiles, reflejo de su preocupación por la infancia evacuada.30 Posteriormente se trasladó a Valencia y gracias a la correspondencia que mantuvo con su familia conocemos las graves dificultades económicas que allí atravesó. En noviembre de 1937 se trasladó a Barcelona donde le fueron confiadas las publicaciones del Ministerio de Instrucción Pública, además de colaborar con su emisora de radio. El optimismo de Prados se mantiene casi hasta el final de la guerra, tal y como refleja la carta que envía a su familia en diciembre de 1938 desde Barcelona: “Toda mi vida he luchado interiormente por hallar el camino de ella y hoy lo veo claro al fin y tengo la facilidad de ser parte activa que ayuda a que este camino pueda despejarse aún más para todos”.31 El poeta transmitía a su familia que gozaba de una buena salud física, mental y emocional; sus palabras no dejan lugar a dudas del buen momento que está atravesando. La intensa labor que lleva a cabo, además de reconciliarle consigo mismo, le permite y le motiva para continuar escribiendo y publicando su poesía que comienza a tener muy buena acogida.32

El trauma de la guerra en Emilio Prados: los primeros años del exilio En Barcelona decidí componer un Diario íntimo (creo que el título añadía: ‘de un poeta en la guerra de España’). Y este libro lo llevaba al cruzar la frontera. Ya cerca de Banyuls me sentí tan desesperado y cansado que desde el acantilado muy cerca del pueblo lo tiré (sin el mejor gesto romántico) al mar que deseaba yo que también me recibiera a mí. Pero, como ya he dicho, no había romanticismo

Valender (1992), pp. 989-1003. Hernández (1988), p. 345. 32  En 1938 recibe el premio nacional de poesía por Destino fiel, una recopilación de la poesía de guerra. 30  31 

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y sí muchas ganas de vivir, el mar se tragó el diario pero se evitó el malestar de hospedar mi cuerpo perseguido.33

Este gesto es quizás uno de los más elocuentes al dar cuenta de la decepción y el desánimo que se instala en Prados, así como en muchos de los españoles republicanos al cruzar la frontera francesa. De alguna forma, ese gesto certificaba el desastre, la derrota republicana, el punto y final de un proyecto en el que había volcado todas sus esperanzas y anhelos. Prados cruzó la frontera a pie juntos con miles de ciudadanos anónimos, mezclado con la población civil evacuada y con los restos del ejército derrotado. Incapaz de enfrentarse a la situación vagó durante algunos días sin rumbo “ido”, “ausente”. Gracias a sus contactos, logró trasladarse a París e instalarse en la residencia del diplomático mexicano Ignacio Bassols quien a continuación le facilitaría la documentación para trasladarse a México. Desde París, Prados escribió a su familia: “Lo que he visto en estos días es algo terrible, y de tal índole que no se me podrá olvidar nunca”.34 Sin sus poemas y libros, que había dejado en Barcelona y Málaga, y sin los recuerdos de la guerra que habían quedado inmortalizados en ese diario, Prados afrontaba el exilio con la sospecha amarga de que el sacrificio y el derramamiento de sangre, habían sido en vano. También con preocupación por su futuro inmediato. Pese a que su deseo era viajar a Chile para reencontrarse con su familia, Prados aceptó marchar a México junto con una legación de intelectuales en misión de labor cultural. Emilio Prados llegó a México en mayo de 1939 (vía Nueva York) en el transatlántico holandés Vendamm que zarpó del puerto de Saint-Nazare el 6 de marzo de 1939. Prados viajó acompañado de otros artistas e intelectuales entre los que se encontraban Josep Renau o José Bergamín, miembros de la Junta de Cultura Española, una institución creada en París en marzo de 1939 y en la que se habían integrado los miembros de la Alianza de Intelectuales Antifascistas.35 Las redes personales y profesionales ayudaron a la mayor parCarta a José Sanchis-Banús desde México de 15 de octubre de 1959, en Díaz de Guereñu (1999), pp. 324-327. 34  Carta a su familia de febrero de 1939, Hernández (1988), p. 345. 35  El barco llegaba a Nueva York el 17 de mayo. El periplo continuó por vía terrestre, hasta alcanzar diez días después el destino final, la capital mexicana. 33 

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te de los exiliados que llegaron a México tanto en la búsqueda de empleo como en la búsqueda de alojamiento. Las organizaciones del exilio (JARE, SERE y CTARE) trabajaron no solo para auxiliar a los refugiados en cuestiones materiales y económicas, sino también para intentar mantener unida a la comunidad de exiliados. Las consignas transmitidas desde el mismo embarque trataban de mantener el espíritu de lucha redirigido para combatir la dictadura, apoyar a los españoles que estaban siendo represaliados en España, apoyar a los que se habían quedado atrapados en Francia, y sobre todo, mantener viva la esperanza del regreso. A su llegada a México, Prados se instaló en la casa de Octavio Paz, y posteriormente en un modesto apartamento en la colonia Cuauhtémoc. El entusiasmo inicial por el viaje, la compañía y el reencuentro en México con sus amistades va cediendo según pasan los meses y comprueba que pese a su colocación en una de los proyectos editoriales más importantes del exilio: la Editorial Séneca, la posibilidad de marchar a Chile se va alejando al no poder hacer frente al pago del pasaje, y al estar atado a los compromisos que le habían permitido salir de Francia. Prados comienza a manifestar una actitud más hostil hacia sus compatriotas, sobre todo al ser consciente “[…] de que la profunda división y enfrentamiento que existía entre los republicanos se había trasladado a México”. Cansado “de luchas inútiles, de políticas y revoluciones”,36 tal y como confiesa a su familia, manifiesta su intención de no volver jamás a esa “Europa endemoniada” que se precipitaba también hacia el desastre. En su correspondencia se aprecia la huella imborrable que la guerra le ha dejado. Estas palabras no pueden ser más elocuentes y más gráficas: “Me horroriza pensar en nuestra tierra lejana. La veo siempre como un gran montón de sangre cuajada y paños negros. Como un hambre feroz y silenciosa parada allí lejos en nuestro mapa roto y despedazado de la manera más insensata y estéril posible”.37 Pese a la nostalgia que siente por España y por Málaga, y que se acentúa al dirigirse a su madre, Prados insiste en que no tiene intención alguna de regresar:

36  37 

Carta a su familia del 26 de mayo de 1939, Hernández (1988), p. 349. Carta a su familia de verano de 1939, en Hernández (1988), p. 351.

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Me acuerdo mucho de España, pero si se arreglaran las cosas, no creo que volviera yo por allá otra vez. He sufrido mucho, madrecilla, con todo lo que allí ha ocurrido. La guerra me ha hecho padecer y ver tales cosas que ahora ando casi siempre tristón y nada me distrae. Únicamente el trabajo me aparta un poco de tanto recuerdo espantoso y tanta angustia presente.38

Prados se siente horrorizado por el caos en el que se ha sumido Europa entera, por la ausencia de Dios, la pérdida de la humanidad, subrayando la inutilidad de la guerra, tal y como le cuenta a su amiga María Zambrano, cuyas cartas tienen un tono aún más trágico, más íntimo si cabe, y más trascendente: “¿Te acuerdas María? Yo a ese tiempo le debo todo lo nuevo que me hace sufrir y a la vez la mayor felicidad que he conocido”.39 Prados le confesaba a Zambrano la naturaleza de su “guerra interna”, consecuencia de las emociones positivas y negativas que despertaba en él la remembranza de su estancia en Barcelona. Prados se reprocha la confianza ciega depositada en la guerra, que ahora se le presenta como una lucha del hombre (sin importar el bando) por querer ser fin en sí mismo. Con otras palabras, Prados confesaba a su amiga el abandono de toda esperanza política –“hoy ya sé que no es ese mi camino”–, además de su intención de dejarse llevar y contentarse en ser camino donde verdaderamente residía para el poeta la dignidad humana. Tanto a María como a su hermano Miguel, Prados refiere las dificultades económicas que atraviesa, pese al salario que recibe como director tipográfico en la editorial. El apoyo de su hermano, profesor en el Instituto Neurológico de Montreal de la Universidad McGill, Canadá, es en este aspecto fundamental. Durante todo el exilio, Miguel ejerció una tutela constante hacia su hermano a quien además ayudaba económicamente. Pero el soporte financiero resulta incomparable al apoyo que le ofrecía su hermano en otros aspectos. La correspondencia con él se convierte en una suerte de terapia para el poeta que no es capaz de superar el sentimiento de tristeza, soledad y nostalgia en el que se ha sumido desde su llegada. Conocedor de las fobias de su hermano, Miguel, sin embargo, no parece advertir los 38  39 

Carta a su madre de principios de 1941, en Hernández (1988), p. 358. Chica (1998), p. 204.

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síntomas del trauma en Prados vinculando su estado anímico al oficio de poeta/artista: Tú estás acostumbrado a dejarte llevar siempre por emociones extremas y tu vida está siempre dirigida por los sentimientos más que por el pensamiento, cuando ambos son factores indispensables que saben actuar equilibradamente o a lo menos, dejarle algo al pensamiento y que no sea todo sentir… el sentimiento te lleva a la producción artística sin dejarte sitio para el pensamiento ‘objetivo’ que es el que tiene que resolverte tu situación personal.40

Otra de las cuestiones que refiere a su hermano en sus cartas es la actitud de sus compañeros de destierro a los que acusa de crueles, traidores e hipócritas. Los contactos con el resto de exiliados parecen ser nulos, pese a que en esa misma colonia residía un nutrido grupo de españoles que le dan cuenta a Miguel de la deriva cada vez más solitaria de su hermano. Puede que fuese ese aspecto el que más molestase al poeta, quien precisamente acuse la indiscreción de sus vecinos, aficionados de airear “hasta los movimientos afectivos más íntimos…” del prójimo. Las críticas son realmente devastadoras, valga este extracto como ejemplo de la animadversión que Prados sentía hacia algunos de sus compatriotas: […] Ha sido preferible, extraordinariamente mejor el que perdamos la guerra, que no el haberla ganado con esta gente que no tienen nada de hermano. ¡Qué horror! Tú no tienes idea Miguel de lo que se ve por acá. Las caretas se hundieron para siempre y al entrar en América en cada cual a su manera se ve el alma de gachupín, avaro, repugnante… Nadie viste mejor ni peor que los refugiados españoles. Los de siempre los que se agitaban en aquel lodazal de palabrerías aquí están en sus palacios y en sus mundos. Los demás los que luchamos por una cosa pura de verdad, nos morimos de hambre. Yo trabajo mucho pero a veces me paso tres o cuatro días sin comer…41

Carta de Miguel Prados a Emilio Prados del 1 de marzo de 1941. Archivo de la Residencia de Estudiantes, correspondencia hermanos Prados Such. 41  Carta a Miguel Prados de 1940, Archivo de la Residencia de Estudiantes, correspondencia hermanos Prados Such, caja 2, carpeta 8-13. 40 

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La influencia del exilio en la subjetividad de Prados y en sus relaciones afectivas Pese estas furibundas críticas, Emilio Prados mantiene contactos personales y profesionales con la intelectualidad española exiliada en México, y colabora en varias de las empresas culturales puestas en marcha por los refugiados, pese a lo ruinosas que resultan algunas de ellas y los apuros económicos que como consecuencia sufre el poeta. En 1942, Prados comenzó a trabajar como tutor en una institución educativa creada por los refugiados y sostenida con los fondos del negrinista CTARE, el Instituto Luis Vives que dirigía Rubén Landa, discípulo de Giner de los Ríos. Pese a los nobles principios que inspiraron la fundación de este centro educativo, y el prestigio que logró alcanzar, la experiencia de Prados no fue muy positiva tal y como reflejan las siguientes líneas dirigidas también a su hermano: Centro de anarquía, suciedad y sobre todo, de irresponsabilidad humana (¿pedagógica?), y allí estoy agotándome inútilmente, hacer no puedo hacer más porque donde no hay dirección nadie sabe a dónde se va. Aquello no es representación de la Institución libre de Enseñanza sino más bien de la enseñanza libre. Pero en fin, los chiquillos me quieren, las niñas, más incomprendidas que ninguno también y eso es bueno.42

Pese al abandono del compromiso político, Prados sí mantuvo intactos los valores que le habían llevado a involucrarse en la realidad social y política antes y durante la Segunda República. De hecho, continúa mostrando una gran sensibilidad hacia la situación de la infancia desfavorecida, como ya lo había hecho en Málaga y en Madrid. Prueba de ello fue la decisión de acoger a dos niños huérfanos que formaban parte del grupo de los niños de Morelia, uno de los cuales, Francisco Sala, acaba adoptando unos años después. Sobre la situación de estos niños, acogidos en 1937 por el gobierno mexicano, se refería en otra de sus cartas en la que nos desvelaba la situación de abandono que los pequeños habían padecido: Carta a Miguel Prados del 26 de septiembre de 1946, Archivo de la Residencia de Estudiantes, correspondencia hermanos Prados Such, caja 2, carp. 8-13. 42 

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[…] La escuela de acá fue bandera de intrigas políticas, venganzas sociales de lo más ruin y afanes económicos… total que los chicos estaban desnudos, descalzos, hambrientos, descuidados y enfermos, la mayoría pidiendo limosna no pudiendo soportar el régimen de la escuela se escapaban de ella etc. Unos se refugiaban en los antiguos residentes, gentes sin sensibilidad la mayoría que los utilizó para su política en contra del gobierno mexicano, y el de nuestra república. En todas partes eran perseguidos y el saber que un muchacho había pertenecido a aquella escuela era un descredito.43

En la correspondencia que mantiene con su familia, Emilio introduce al joven Francisco Sala, al que en ocasiones se refiere con el apelativo cariñoso de “mi Paco”: “jamás creo que hubiera podido tener un hijo más bueno, cariñoso, noble, trabajador y hombre completo […] al cabo de seis años hoy es un hombretón fuerte y sano de cuerpo y alma”.44 Las cartas enviadas a su madre, exiliada en Chile, son un material muy interesante al permitirnos analizar una parte de la (re)construcción de la subjetividad de Prados en el exilio. En muchas de las cartas, sobre todo aquellas en las que Prados expresa la tristeza por la separación, la soledad y la nostalgia que siente, se identifica a sí mismo como un niño: “Cuídate y quiéreme que aunque viejecillo me encuentro más chico que nunca y más necesitado de ti que en la vida estuve”.45 Esta regresión a la que recurre Prados a la hora de comunicarse con su madre nos recuerda a la interpretación que el psicoanálisis hacía de la homosexualidad, y bien podría ser analizado desde esta perspectiva, como prueba de la sumisión de Prados a esos discursos homófobos que acaba por interiorizar. Prados no solo no llega nunca a identificarse/reivindicarse como homosexual, sino que para expresar su subjetividad recurre a diferentes eufemismos de contenido Carta a Miguel Prados del 26 de septiembre de 1946, Archivo de la Residencia de Estudiantes, correspondencia hermanos Prados Such, caja 2, carp. 8-13. Según la documentación que figura en su archivo, en 1942, Emilio Prado se implicó en la organización del Patronato Pro Niños Españoles formando parte de su comité ejecutivo. Este organismo muestra gran preocupación por la situación de estos muchachos a los que se proyecta inculcar “valores familiares, en sentido de la responsabilidad y la solidaridad humanas”. Archivo de la Residencia de Estudiantes, correspondencia hermanos Prados Such, caja 4. 44  Carta a su hermano Miguel de enero de 1945, Archivo de la Residencia de Estudiantes, correspondencia hermanos Prados Such, caja 2, carp. 8-13. 45  Carta a su madre Josefa Such Martín de marzo de 1942, en Hernández (1988), p. 362. 43 

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simbólico negativo: niño (símbolo de la inocencia, la infertilidad, la madurez y el ser incompleto), hombre defectuoso o cuerpo perseguido.46 Incluso en la relación que establece con su hijo se invierten los términos de su relación paterno-filial, y en su correspondencia, Prados pronto le adjudica a Francisco un rol paternalista y protector. Francisco, no solo le cuida, sobre todo cuando está enfermo, sino que además aporta un sueldo a la economía familiar. Llegado un momento, el salario de Francisco como ayudante o aspirante a impresor (en El Colegio de México, y en la Imprenta de Manuel Altolaguirre) llegó a ser superior al del poeta. El fallecimiento de su madre en 1946 sume a Prados en una profunda depresión que le hace revivir una infancia complicada debido a los terrores nocturnos que padeció. La boda de su ahijado y su natural alejamiento, tuvieron también un efecto negativo en su estado de ánimo. Con los años, reconocía haberse convertido en alguien maniático que incluso rehuía el contacto con sus vecinos. Prados experimentó verdaderas dificultades para adaptarse a México, incapaz de abstraerse a la desigualdad y a la pobreza. La comprensión e incluso admiración que sentía hacia el indio, y en menor medida hacia el mestizo y el criollo, se convertía en antipatía hacia los españoles residentes en México: “gentes venidas a enriquecerse”, “incultos”, circunstancia que impide todo trato o contacto; o bien refugiados “aún peor” “gentes llenas de rencor; inhumanos, imposibles para la amistad y casi ya, para ningún sentimiento noble, en su mayoría”.47 La relación que mantiene por lo tanto con sus compatriotas va a ser muy problemática, reflejo de la actitud vital que adopta con respecto al exilio. Prados no logra reencontrarse en México con España, mucho menos con Málaga. Mayores alegrías le reporta la relación epistolar que mantuvo con sus amistades en España, José Luis Cano, o el malagueño Bernabé Fernández-Canivell. Pese a la nostalgia que transmiten sus cartas, y las constantes invitaciones de sus amigos, una y otra vez Emilio rechazará esa posibilidad: Algunos estudios han interpretado la huida en la poesía de Prados, y sus sentimientos de persecución (a los que también recurre en su correspondencia), como una referencia a su homosexualidad. Véase Ellis (1981), p. 259, nota. 47  Carta a Bernabé Fernández-Canivell del 11 de septiembre de 1947, en Hernández (1988), pp. 379. 46 

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Tú piensa un poco y verás que yo, ahora, no debo ir a Málaga… ¿Por qué? Hay muchas razones, y tú las sabes. ¿Sigo siendo Emilio o no? Entonces, independientemente de tristezas o de alegrías, hay cosas más hondas que tal vez me hagan morir o vivir lejos de esas playas, de ese mar y de esa tierra…48

En sus negativas, Prados no hace alusión a las posibles represalias, aunque tampoco sus corresponsales advierten de esta posibilidad que parece, simplemente, haberse esfumado. Pese a no querer regresar, sin embargo, Málaga representa para él un lugar muy importante, tanto en su memoria como en su vida diaria. En las cartas que envía a su sobrino, Ángel Caffarena Such, le pide que visite y fotografíe los que habían sido sus lugares favoritos de Málaga como el barrio obrero de El Palo, las calles, las playas (las barcas en tierra), el Peñón del Cuervo, los mercados, las gentes y, entre ellos, los niños cuya situación representa la mejor forma de medir la situación y el progreso de un pueblo: […] y todos coinciden que lo mejor son los niños. De esto no te puedes tú dar cuenta: habría que venir aquí. Aquí la tristeza es de miedo. Las caritas tiernas, sucias, desnutridas y sin luz, te hacen llorar. El niño acaba a los doce años más o menos. Se vuelve desconfiado o perverso, delincuente o psicópata… Y a mí se me parte el alma.49

También le pide a su sobrino que se informe sobre sus antiguas amistades que se encontraban entre el pueblo llano, y especialmente, los pescadores: En las fotos que me mandas, veo que han mejorado bastante económicamente (a lo menos eso me parece). Están alegres y limpias sus casas preciosas. Y viven mejor que yo. Diles que me alegro y que también me alegra el pensar que yo vivo Prados (1997), p. 38. Carta a Ángel Caffarena Such del 18 febrero de 1953, en Hernández (1988), pp. 396397. Pese a la soledad de la que siempre se lamentaba, Prados mantenía relaciones con muchas personas de su entorno, entre ellas, Juan José Domenchina, León Felipe o el mismo Altolaguirre. Cual carta colectiva, en su respuesta (“todos coinciden”) Prados incluye a las personas que estaban presentes en la lectura de la carta, convertida pues en un acto social. Por otro lado, en su película Los olvidados (1950), Buñuel también hacía un retrato fiel de la situación de la infancia en México que coincidía con la visión de Prados. 48  49 

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de limosnas hoy, y estoy alegre como nunca. Que ahora sí que soy hermano de ellos, no “el señorito”.50

Los problemas de salud, que se agravan con los años haciéndose también más frecuentes, así como el envejecimiento influyen en su estado de ánimo, produciendo también cambios en su subjetividad. Prados se presenta a sus corresponsales como un anciano –pese a sus 57 años– o bien como un niño muerto que, sin embargo, viviera, tal y como le confiesa a Alfonso Roig Izquierdo.51 La soledad, la nostalgia y el destierro acentúan su tristeza, hasta identificar su vida con la de la “infancia desamparada y continua”.52 En 1959, Manuel Altolaguirre fallecía en un accidente de tráfico ocurrido en España. La muerte de su amigo le impacta profundamente. La vejez y la enfermedad acrecientan sus inseguridades, también perceptible a la hora de juzgar a su obra poética, pese al reconocimiento que obtiene en los últimos años, y el interés que despierta entre los jóvenes críticos literarios.53 No obstante las interrupciones en su proceso de escritura, trabaja incansablemente en lo que serán sus últimas obras en las que se refuerza la deriva mística y metafísica que su poesía adopta en el exilio. Prados acusa cada vez más el sentimiento de soledad desterrada y en los últimos años de su vida su depenHernández (1988), pp. 396-397. Carta a Alfonso Roig Izquierdo del 15 de noviembre de 1955, en Hernández (1988), p. 407. 52  Pese a estas palabras, en mi opinión, Prados no está confesando una infancia desamparada. La vinculación que establece entre la infancia y el desamparo es el resultado de identificar a los niños como las víctimas de la mísera y de la guerra. Recurso poético/literario y al mismo tiempo reflejo de su conciencia social y de unos principios que se mantienen invariables en Prados. De hecho, más adelante, en otra de sus cartas vuelve a lamentarse con respecto a la situación de la infancia en el continente americano refiriéndose entonces a su propia infancia en otros términos bien diferentes: “Cuando recuerdo mi vida de niño, con tanto bienestar y amor me remuerde la conciencia de haber estado triste por mí”. Carta enviada a Miguel Prados del 12 de agosto de 1956, en Hernández (1988), p. 410. 53  Entre los que se incluyen José Sanchís-Banús con quien mantuvo regular correspondencia debido a la investigación que sobre su vida y su obra el joven exiliado estaba llevando a cabo. De igual forma, Prados despertó interés en el escritor Camilo José Cela quien le animó a publicar algunos de sus poemas en su revista Papeles de Son Armadans rompiéndose así el bloqueo que había impedido a Prados publicar en España. Véase Cela (2009), pp. 635-711. 50  51 

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dencia epistolar se agrava, tal y como revelan sus cartas en las que se refleja la ansiedad que siente cuando por algún motivo se modifica la regularidad en la obtención de respuesta. Emilio Prados fallecía en su casa el 24 de abril de 1962 debido a las complicaciones de su enfermedad pulmonar.

Conclusión A modo de conclusión destacaríamos la importancia de la “escritura del yo” y del género epistolar como fuente imprescindible para el análisis histórico, sobre todo si se quiere defender la necesidad de una historia emocional del exilio. Incluso aunque en determinadas ocasiones, sus autores incurran en mecanismos como la autocensura, la correspondencia proporciona mucha información y permite acercarnos a la experiencia vital del sujeto de estudio desde una perspectiva más amplia que incluye además a todo su entorno: la red de contactos que forman tanto los familiares como las amistades personales y profesionales, en este caso, una parte de la intelectualidad refugiada. Pese a la disidencia que nos revelan sus palabras, la correspondencia de Prados es reflejo de un compromiso inquebrantable, del mantenimiento de una conciencia social ajena a los mecanismos tradicionales de militancia. Las duras palabras que dedica a una parte de la comunidad de refugiados, a los españoles y a México, reflejan su inconformismo con respecto a una realidad cruel de la que no puede abstraerse, y esa actitud no puede ser interpretada como muestra de ingratitud, sino de decencia. Prados se identifica con la infancia desamparada, y mantiene cual voto de castidad o pobreza, fidelidad a sus principios y valores. La correspondencia, por otro lado, tiene una importancia vital para Prados, la comunicación con su familia y amistades le hace más llevadera la soledad del exilio, sirviéndole como canal para la expresión de sentimientos y (des)afectos, cumpliendo pues una función terapéutica imprescindible. La escritura le va a servir también para su recuperación y la superación del trauma de la guerra que en Prados deja una irreparable huella solo comparable al profundo sentimiento de pérdida que se agrava con la muerte de los familiares y amigos, entre ellos, Lorca a quien Prados no ha olvidado y mienta en muchas de sus cartas, sobre todo en los últimos años. En el exilio,

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la heterodoxa sexualidad de Prados permanece latente, aunque se advierten fácilmente las huellas de la interiorización del modelo de masculinidad heteronormativo de la época cuando describe a su hijo, especialmente al identificarle como un “hombre completo”. La juventud, la fuerza, la salud y el espíritu de trabajo son valores asociados al ideal masculino republicano que continua, por lo tanto, teniendo vigencia en el exilio. La enfermedad de Prados, por otro lado, requiere de un análisis que reformule su componente psicológico o psiquiátrico, sobre todo en relación con la patologización de la homosexualidad que vive su apogeo precisamente en los años de su juventud y formación como poeta. En su correspondencia se reflejan sentimientos de culpa, y en efecto, vergüenza por una condición que Prados no logró asumir ni superar y que le mantiene durante toda su vida encerrado en un cuerpo perseguido.

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“El pasado ya no interesa a nadie”. Las memorias del exilio en el contexto de la transición democrática, Cecilia Guilarte Pilar Domínguez Prats

Introducción Este capítulo se propone analizar el relato de vida de la escritora exiliada Cecilia García de Guilarte en relación con otros documentos autobiográficos, como su correspondencia con republicanas exiliadas en México desde su retorno a Tolosa (Guipúzcoa) en el periodo de la Transición, cuando se produjo el cambio político hacia la democracia en España. Se trata de un conjunto de “documentos del yo” realizados tanto en forma de narración oral como de relato escrito. En el análisis del relato oral de Cecilia Guilarte (así firmaba ella) pretendemos valorar lo que esta fuente tiene de único y original, que es –según Portelli1– el punto de vista subjetivo de los hechos históricos y la experiencia individual que nos comunica esa persona. A partir de esos relatos de memoria conocemos la valoración y sentimientos que ella transmite en relación con sus experiencias vitales como refugiada en México y luego a su retorno a la España franquista, al País Vasco, que tuvo lugar en los años sesenta. Para ayudar a entender la complejidad de las experiencias del exilio contamos con las aportaciones de la nueva línea de investigación llamada “historia de las emociones”.2 Esta se propone analizar la subjetividad emocional, par1  2 

Portelli (2004). Véase el dossier “Emociones e Historia” (2015), en Ayer, n.º 98.

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tiendo de la base de que la identidad se construye en un complejo proceso que supone un esfuerzo emocional y cognitivo a la vez;3 aquí veremos esa identidad dividida entre lo mexicano, lo español y lo vasco. A través de esos documentos personales también puede apreciarse la importancia de las redes intelectuales y sociales entre España y México y el intercambio de ideas entre personas de ambos países, lo cual constituye uno de los aportes principales del enfoque transnacional de la historia.4 Hasta ahora esas relaciones transnacionales han sido abordadas en relación con los intelectuales masculinos, tanto entre los científicos como en el mundo de las letras,5 pero no se han estudiado apenas las redes que tejieron escritoras como Cecilia Guilarte y que se prolongaron a su regreso a España. Los relatos autobiográficos aquí analizados, tanto la entrevista oral como la correspondencia, se produjeron, mayoritariamente, en el contexto de la transición a la democracia, de 1976 a 1986. En aquellos años de fuertes cambios políticos, lo ocurrido durante la Segunda República y su final, con el golpe militar y la Guerra Civil, era un tema de debate y confrontación en el espacio público y los medios de comunicación españoles. Todo ello afectaba notablemente a las autoras de estas narraciones, que habían vivido la República y la guerra ya adultas, y habían tenido que salir al exilio. Durante la Transición en España se había empezado a valorar y reconstruir la historia de los vencidos en la guerra civil, entre ellos los protagonistas de la diáspora republicana que provocó el éxodo de casi medio millón de personas en 1939. Los estudios académicos sobre la represión franquista y el exilio fueron proliferando, pero en los debates públicos que se realizaban en los medios de comunicación de masas la memoria de los vencidos tenía aún poca presencia; en la sociedad española seguía predominando el silencio y el olvido de aquel traumático pasado, de acuerdo con la opinión de numerosos autores.6 Este hecho era especialmente evidente en lo que se refiere a la participación política de las mujeres durante el periodo republicano y el

Llona (2012), pp. 15-59. Miller (2014). 5  Véase Naranjo, Puig-Samper (2007); Dosil (2010); Gracia (2010). 6  Véase Espinosa (2015); Piedras (2012); Sanz Sabido (2016). 3  4 

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exilio, pues en la escena pública el análisis de su protagonismo era todavía marginal,7 reflejando las asimetrías de género de la sociedad. Silvia Mistral, escritora refugiada en México, era consciente de esa marginación como exiliada y como mujer cuando afirmaba en una de sus cartas a su amiga Cecilia Guilarte, en 1977: “Yo escribo mucho de cosas ‘del pasado’ y esto ya no interesa a nadie”.8 En la correspondencia ambas reflexionan sobre el proceso de cambio político que se estaba viviendo en los años setenta en España, desde distintas perspectivas, pues Silvia lo hace desde México y Cecilia desde el País Vasco. Ese desinterés por el pasado que la carta denunciaba era fruto del discurso público predominante durante el proceso de cambio político español, basado en un pacto de silencio implícito en torno a la Guerra Civil y sus consecuencias, incluida la dictadura franquista. Dicho pacto se expresó legalmente en la Ley de Amnistía de 1977, por la que se perdonaba a los verdugos del franquismo igual que a las víctimas injustamente juzgadas y sentenciadas. Años después el Partido Socialista llegó al poder pero, como señala Paz Balibrea, ese partido “desestim[ó] la memoria de los vencidos como parte de la construcción del imaginario del nuevo Estado democrático español”.9 El cauce moderado y reformista que tomó el proceso de cambio político, al no efectuarse una ruptura radical con la dictadura franquista, llevó al desencanto no solo a los exiliados, sino a un importante sector de los militantes de la oposición al régimen que se había ilusionado con la posibilidad de acometer una verdadera ruptura con la dictadura.10

El relato oral de Cecilia Guilarte En aquellos años de la Transición y los inicios de la democracia, la realización de proyectos de historia oral desde diversas instituciones públicas tenía como propósito entrevistar a hombres y mujeres del exilio y a las víctimas de Traverso (2011) señala la fuerte discordancia entre la mirada histórica y la mirada colectiva en las sociedades contemporáneas, en especial en aquellas que han sufrido dictaduras, como la franquista. 8  Carta de Cecilia Guilarte del 25 de mayo de 1977, en Jato (2015), p. 331. 9  Balibrea (2014), p. 225. 10  Véase Beorlegui (2017). 7 

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la represión franquista; además era una forma de sacar del olvido y dar voz a todos aquellos –en especial a las mujeres– que habían sido marginados por la historia oficial de la guerra y el franquismo. Yo tuve la ocasión y la suerte de entrevistar a Cecilia Guilarte en su casa de Tolosa en 1984. Aquella entrevista fue una de las primeras que grabé para mi tesis doctoral sobre las mujeres republicanas españolas en el exilio. Mi acercamiento a ella fue casual. En Ciudad de México entrevisté a Silvia Mistral y finalmente ella me recomendó que hablara con su amiga Cecilia Guilarte, retornada del exilio a España. Esa estrecha amistad queda muy bien reflejada en la amplia correspondencia “entre las dos orillas” que mantuvieron Cecilia Guilarte y Silvia Mistral, y que ha publicado recientemente Mónica Jato. Se trata de una fuente fundamental para este trabajo, pues las cartas, al ser documentos privados, reflejan muy bien los sentimientos personales de sus autoras en aquellos convulsos años, que abarcan el tardofranquismo y la Transición. La entrevista oral es un documento concreto creado en un espacio y en un momento determinado, que nos permite entender cómo el pasado llega a formar parte del presente y cómo la gente lo emplea para conectar su experiencia individual con su contexto social.11 El tiempo transcurrido desde el exilio hasta el final de la Transición –más de cuarenta años–, cuando se realizó ese intercambio oral, influye claramente en el proceso de rememoración del pasado que siempre queda mediatizado por el momento presente. Estos presupuestos deben ser tenidos en cuenta a la hora de analizar los relatos orales. Por otra parte, contar su historia y rememorar las experiencias de la guerra y el exilio era para muchas exiliadas republicanas una forma de estar presentes en la reconstrucción histórica de ese traumático pasado y de contribuir a la democratización de España en unos momentos de ilusión por el cambio. Cecilia García de Guilarte había nacido en Tolosa en 1915 en el seno de una familia obrera emigrada de Burgos al País Vasco. Su padre trabajaba en la industria papelera y era militante anarquista. Ella enseguida se interesó por la política y abrazó el anarquismo muy joven, pues empezó a escribir a los 17 años en un periódico anarquista canario, En Marcha, tal y como lo rememoraba el 10 julio 1968 en su artículo de La Voz de España titulado 11 

Perks, Thomson (2006).

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“Una canaria airada en Madrid”, de su columna “Los años de las verdes manzanas”. Cecilia cubrió para el periódico de la CNT los frentes de Guipúzcoa, Vizcaya, Santander y Asturias entre 1936 y 1937, ofreciendo una visión de la guerra muy alejada de los tópicos que asignaban a la mujer periodista un rol de mera propagandista.12 Ella recordaba también sus experiencias privadas, contándonos que entonces se encontraba encinta: Toda la vida me ha interesado mucho la política. Mucho, mucho. La he vivido con mucha intensidad […]. Empecé a trabajar en periódicos de la CNT de aquí del País Vasco […] hasta que cayó Bilbao, hasta que cayó Santander, hasta que cayó Asturias. Estuve trabajando en los frentes, hasta que salimos corriendo perseguidos por los nacionales… Atravesamos toda Francia y volvimos a entrar a España por Cataluña. Entonces allí hice cosas para Solidaridad Obrera… que estaba esperando a mi hija entonces; tampoco me gustaba el espectáculo de ir por ahí con mi barriga. Pero si, trabajé con ellos hasta que se terminó la guerra.13

En 1937 Cecilia se había casado con Amós Ruiz, afiliado al PSOE y jefe del Batallón Disciplinario Vasco; con él y su hijita de nueve meses emprendieron el éxodo a Francia. Su salida al exilio a través de la frontera con Francia fue traumática y era recordada con emoción en la entrevista.14 Tras varias peripecias por Francia, llegó a la República Dominicana en 1940 y de allí pasó a México.15 En el país azteca pudo dedicarse al periodismo, aunque también escribía novela rosa para aumentar sus ingresos, mientras se dedicaba a cuidar a sus tres hijas. Residió en México hasta 1964, fecha del regreso a su pueblo (Tolosa, Guipúzcoa), donde permaneció hasta su muerte, en 1989. Tabernilla, Lezamiz (2007). Entrevista a Cecilia G. de Guilarte realizada por Pilar Domínguez en Tolosa (mayo de 1984). 14  “Mi marido entró herido, con fiebre. Conseguimos, dando una máquina de escribir, dando un anillo, así… a los policías y a quien fuera en Francia; fue horrible aquello. Conseguimos que nos dieran un billete de tren… y llegamos a Bayona y mi marido fue al hospital porque venía herido”, entrevista a Cecilia G. de Guilarte, en Domínguez Prats (2016), p. 91. 15  La salida de Francia en el vapor Cuba y la llegada de Cecilia G. de Guilarte a la República Dominicana primero, las relataba en una colección de artículos publicados en España; Guilarte (2012). 12  13 

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En la entrevista, realizada cuando Cecilia contaba casi setenta años, hacía una revisión de su trayectoria vital y se reconocía afortunada cuando afirmaba que en el exilio “yo trabajé en lo mío, por suerte”. Además, desde el inicio de su relato contaba numerosas anécdotas de su actividad como periodista y escritora que avalaban el reconocimiento social que obtuvo en México: Yo digo que empecé a trabajar en una revista mexicana y a tratar con gente mexicana […]. Enseguida me hicieron socia de la UFIA que era una asociación de mujeres americanas de la que era presidenta la Señora Roosevelt… yo hacía toda la revista [El Hogar se llamaba], desde recetas de cocina hasta todo, ¿no?… empezaron a salir portadas de mujeres políticas, de representantes de la Mesa Redonda de Mujeres Americanas y se hizo una revista más política… Empecé a tratar con los polacos refugiados, con los italianos refugiados que te invitaban […] Pues ahí andaba de reunión en reunión y conocí toda Europa a través de los europeos exiliados.16

Del final de esta cita destaca el hecho de que su vida profesional en este periodo se hubiera desarrollado entre mexicanos y europeos. Estos eran los italianos, polacos, checos, alemanes y otros europeos, que habían huido de la guerra mundial hacia América y se concentraban en Ciudad de México, convertida en un distrito global por la mezcla de nacionalidades y de culturas políticas que conformaban una “izquierda transnacional”, en palabras de Aribert Reimann.17 Así pues, afirmaba Cecilia, “mi vida profesional era entre mexicanos y europeos”, por lo cual decía que se había adaptado mejor que otros exiliados al país azteca. Una prueba, decía, de esa adaptación era que le gustaba la comida mexicana, “no como a los españoles que comían cocido madrileño”.18 Más adelante añadía más aspectos que subrayaban su éxito profesional en los años que estuvo viviendo en Sonora, al norte de México: Si, si, en Hermosillo era el perejil de todas las salsas […]. Me fueron a buscar de una cadena de periódicos. Entré a trabajar allá y enseguida me fueron a buscar de la Universidad. Y entré a trabajar en la Universidad… El cargo mío era la Domínguez Prats (2009), p. 198. Véase el capítulo por Aribert Reimann en este volumen. 18  Entrevista a Cecilia G. de Guilarte en Tolosa (1984). 16  17 

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Extensión Universitaria, era la Universidad fuera de la Universidad… Así que tenía los dos (trabajos).19

Paralelamente participaba en numerosas actividades con los intelectuales del colectivo republicano español; trabajó en la revista Estampa, creada por Elfidio Alonso como jefe de redacción, junto a un grupo de refugiados españoles, a imitación de la revista de Madrid del mismo nombre. Hacía crítica literaria para la revista República Española, del gobierno de la República en el exilio, cuando la dirigía Antonio Sbert, ya que “era la secretaria de Izquierda Republicana de Euskadi en México”. También colaboraba en la revista de sus paisanos del Centro Vasco, titulada Eusko Deya. En este sentido conservaba su identidad de exiliada republicana y vasca, que se veía reforzada por sus experiencias comunes dentro del colectivo de refugiados españoles en México. Se autorrepresentaba en la entrevista como una mujer que había triunfado en México en el terreno laboral, pese a las circunstancias adversas del exilio y las que se derivaban de su condición femenina, del papel social de esposa y madre. Pese a esa inserción profesional exitosa, a partir de los años cincuenta los exiliados se dan cuenta de que “el exilio permanece y dura”, en expresión de Adolfo Sánchez Vázquez.20 Entonces la escritora vasca participa de la toma de conciencia de algunos refugiados españoles respecto a la necesidad de que el colectivo exiliado coopere con la España interior para “quebrar el nacionalcatolicismo”, en expresión de Jordi Gracia.21 Sus artículos escritos desde México mencionaban la necesidad de comprometerse y colaborar con la oposición interior al franquismo, desde el sentimiento de fracaso de la oposición a Franco en el exilio; por ejemplo, en el que tituló “La sopa que nosotros hicimos”, publicado en Eusko Deya, la revista vasca del exilio: Me duele cuando los jóvenes de Euzkadi, los que tienen la costumbre de pensar y escribir cartas, aseguran, como todos los jóvenes de España, que los abandonamos. Que les faltó nuestra voz y nuestro aliento, nuestra presencia, cuando más

Entrevista a Cecilia G. de Guilarte en Tolosa (1984). Sánchez Vázquez (1989). 21  Gracia (2010). 19  20 

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la necesitaban. Que los dejamos indefensos a merced del enemigo… ¿Cree usted que ellos tengan razón?22

Sus escritos de esos años son “la crónica de un regreso anunciado”, pues de ellos puede deducirse que vive su exilio como una imposición.23 También en las cartas expresa su deseo de volver a Euskadi, algo que se materializará varios años más tarde, en 1964. Para su hija Ana Mary Ruiz, el grave accidente de coche que sufrió en septiembre de 1959 precipitó el deseo de la vuelta a España, a la vez que aumentó su nostalgia de la familia que había dejado allá.24

La vuelta a Tolosa En contraposición con su relato de una vida profesional exitosa en México, tenemos la visión de su llegada a España y a su tierra natal, que nos ofrece otra parte de su historia de vida y es patente en la correspondencia con su amiga Silvia Mistral, que siguió residiendo en México. Pese a que la entrevista a Cecilia no estuvo centrada en el retorno al País Vasco, sino en el exilio y su vida anterior en España, en ella aportó interesantes reflexiones sobre su regreso. Al preguntarle por esa decisión y sus circunstancias afloró la decepción que le produjo volver a España en 1964; de hecho, ese fue uno de los “enclaves emocionales”25 de su relato oral: P- ¿Y por qué le vinieron las ganas de volver? CG- Eso es lo que me pregunto yo ahora… porque cuando volví a mi tierra no me gustó nada, aquí a un pueblo. P- Tenía aquí a su familia. CG- Si, también eso pudo mucho, tenía a mis padres. Mi padre se murió tres meses después de venir […]. Pero yo pienso que él fue muy feliz porque sufría “La sopa que nosotros hicimos”, en Euzko Deya, Ciudad de México, n.º 242 (agosto de 1960), p. 8; en Jato (2015), p. 80. 23  Jato (2015), p. 79. 24  Ruiz de Guilarte (2008). 25  Concepto acuñado por Llona (2012). 22 

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mucho, mi hermano estaba allá, yo estaba allá y al otro lo mataron en Irún durante la guerra. Entonces fue mucha suerte venir y alcanzarles. Eso también contribuyó. Si me dijeran por qué me vine, no podría decir por qué porque [son] como cien o doscientas cosas por las que me vine.

Su sentimiento de decepción reaparece cuando continúa explicando los motivos por los que quiso volver: “Se casaban todas [las hijas] y allí estaba yo; yo no volvía a mi pueblo. Pero yo me pregunto ahora viendo mi pueblo, digo ‘¿pero por qué vine?’; no sentía nada, no sabía por qué lloraba por este pueblo. ¡Es algo que no me cabe en la cabeza; es algo que todavía no puedo comprender!”.26 Estas palabras indican que se trató más de una decisión guiada por impulsos emocionales que de una decisión racional, ya que el regreso a España supondría un nuevo desarraigo respecto a la trayectoria profesional que se había forjado en México. En la interpretación que hace Cecilia Guilarte de ese retorno a Tolosa se percibe una brecha entre las expectativas que se había creado y la realidad de su regreso como exiliada a España; ello le hace ver de forma más positiva – quizás idealizada– la experiencia del exilio y se mostrará desencantada con su vida en el País Vasco. Los artículos escritos por Cecilia desde México antes de su regreso chocan y contrastan con el retrato pesimista de la sociedad vasca y española que presentaba en el relato oral en 1985, veinte años después de su llegada a España; su visión de lo que ocurrió tras la muerte de Franco es clara al respecto: Yo, todos [los exiliados] decíamos al principio: “¡los españoles qué se van a aguantar!”. Estábamos acostumbrados durante la República que… huelgas… y los españoles ingobernables y todo. Pero ¡cómo van a aguantar a Franco! Muchos lo aguantaron y yo me he pasado un montón de años aquí, con Franco, y ya vi que se aguantaban y se aguantaban y se aguantaban. Y vi las largas filas para despedir a Franco cuando estaba muerto. ¿Qué esperábamos nosotros? Ya como la gente no hacía gran cosa, pues nosotros inventando enfermedades a Franco…27 26 

Entrevista a Cecilia G. de Guilarte en Tolosa (1984), en Domínguez Prats (2016),

p. 92. 27 

Entrevista a Cecilia G. de Guilarte en Tolosa (1984).

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Entonces ya habían acabado las ilusiones creadas desde el exilio sobre el regreso a la patria y en torno al espíritu luchador e indomable del pueblo español. Su relato conecta con el sagaz humor de Max Aub en La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco, donde el escritor captaba magníficamente el estado de ánimo y las ilusiones de la primera generación de exiliados españoles en México, convencidos del rápido fin de la dictadura. A pesar de este relato de las frustraciones por el continuismo político en España, hay que recordar que la primera etapa del regreso de la escritora vasca fue bastante optimista, tal y como lo refleja en sus cartas y en su actividad profesional, ya mucho más conocida, gracias a numerosos estudios.28 Cecilia Guilarte tenía trabajo como periodista, fue colaboradora desde 1964 del periódico La Voz de España, editado en San Sebastián, y ejerció allí como crítica literaria desde su llegada hasta 1976. Además, escribía la columna titulada “Los años de las verdes manzanas”, dedicada –principalmente– a rememorar los años de su juventud en la España republicana. Por otro lado, gracias a sus redes intelectuales de carácter transnacional, pudo continuar colaborando con el diario mexicano Novedades y con la prensa de Hermosillo.29 Prosigue su brillante trayectoria como escritora presentando sus obras a varios premios; finalmente en 1969 recibió el Premio Águilas por su novela Cualquiera que os dé muerte. Este reconocimiento, como dice Manuel Aznar Soler, “le hizo salir en 1969 del silencio y el desconcierto propios del insilio para ocupar un modesto espacio propio en la sociedad literaria española durante el franquismo”.30 El libro forma parte, según su autora, de la “trilogía del exilio” que continúa con La soledad y sus ríos, de 1975, y Los nudos del quipu.31 Los relatos tienen en común la identidad exílica de los personajes que los protagonizan y son “tres historias femeninas truncadas por una parte por la guerra y el exilio y por otro lado por el desencanto emocional”, en palabras de José Ángel Ascunce.32 En general las novelas presentan un bajo estado de ánimo que se relaciona con su estado psicológico y emocional y Principalmente los aquí citados: Jato (2015); Ascunce (2016); Aznar Soler (2014). Aznar Soler (2014). 30  Aznar Soler (2014), p. 217. 31  La obra se mantuvo inédita largo tiempo, véase Guilarte (2015). 32  Ascunce (2016), p. 52. 28  29 

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con las circunstancias históricas en las que estaba viviendo. Quizás por ello no se percibe en sus escritos la ilusión por el cambio político que movía a los jóvenes opositores al franquismo. Le tocan muy de cerca los cambios que se estaban produciendo en Euskadi. El final de los años setenta y los años ochenta, periodo de la Transición en el País Vasco, se reflejan en sus cartas a Silvia Mistral de una forma bastante negativa. Hay que tener en cuenta que la sociedad vasca de mediados de los setenta estaba sufriendo un proceso de “vasquización” acelerado, con el desarrollo de un “nacionalismo etnocultural más inclusivo, abierto a las poblaciones inmigrantes”,33 que atrajo a un gran número de jóvenes vascos. Confluían en él varios factores derivados del franquismo y de la radicalización de una generación. Cecilia, tanto por ser una retornada del exilio como por su cultura política republicana, se sentía ajena a la vasquización de su entorno. La correspondencia de esos años muestra un rechazo al nacionalismo tanto en su vertiente moderada como en la radical y su descontento con la deriva política de su país natal, que le hacía sentirse incómoda allí. Sus críticas eran feroces: En el País Vasco estamos sumidos en el miedo y el desaliento. Me dicen que ni siquiera al principio del franquismo se tenía tanto miedo de hablar y comprometerse […]. A ver si los vascos nos dejamos de una vez de nacionalismos baratos e imposibles y nos ponemos en orden. Aquí, a los vascos vasquísimos y brutos les parece que si no gobiernan los nacionalistas (aquí, por muy vasco que seas, si no perteneces a un partido nacionalista, aunque sea la ETA, como si fueras chino. Y eso si les caes bien, porque si les caes mal eres “españolista”).34

En esa misma carta Cecilia contaba que fue casi testigo presencial de esa violencia etarra, como ocurrió en el año 1986 con el asesinato de la dirigente etarra arrepentida “Yoyes” en Villafranca (Ordizia), el mismo día que Cecilia estaba allí.35 Pesaba mucho el clima de violencia y tensión que se vivía en Miccichè (2012), p. 15. Carta de Cecilia Guilarte a Silvia Mistral del 29 de septiembre de 1986, en Jato (2015), p. 476. 35  María Dolores González Cataraín, “Yoyes”, fue asesinada por ETA el 10 de septiembre de 1986. Véase El País, . 33  34 

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las calles de Euskadi, no solo provocado por ETA sino por el terrorismo de Estado con la actuación de los cuerpos policiales. A esta situación se unía la autocensura que debía practicar como escritora, ya que en la sociedad vasca la actitud positiva hacia ETA estaba bastante generalizada;36 otra carta que envía a la escritora Dolores Medio incide en esto: Además, aquí somos pocos y mal avenidos, lo más sensato es mantenerse alejada, aunque ya me doy cuenta de que estoy jugando su juego, aceptando el papel que me asignan, de “indiana” regresada, que a falta de perro, gato y loro, pasea nietos. Les parece muy bien que aparezca en antologías, en enciclopedias, en homenajes y hasta en jurados, que duerma sobre mis laureles o me dé por muerta. La verdad es que si yo no fuera vasca, los vascos no me gustarían nada.37

Y en relación con el proceso de reformas políticas que se estaban llevando a cabo en el conjunto del país, son muy interesantes sus observaciones en las cartas acerca de la Transición española, escritas en 1977; fue este un año clave para la construcción de una nueva democracia, pues se legalizaron los partidos políticos, incluso los republicanos de ARDE con los que ella se identifica. Cecilia se sitúa como espectadora de los cambios políticos y admite que son las jóvenes generaciones de españoles quienes los protagonizan, sin la aportación de los exiliados. Estos sentirían, como ella, que “todo es en la realidad tan diferente de cómo lo había imaginado alguien que lleva fuera tantos años”,38 refiriéndose al imposible retorno de los exiliados republicanos.39 Siente que, pese a vivir en España, forma parte de un mundo acabado, el del exilio, cuyos ideales republicanos fueron cancelados definitivamente tras la aprobación de la Constitución monárquica de 1978. Las cartas expresan muy bien sus sentimientos respecto a la situación política y lo que representaba el exilio republicano en la España de los años ochenta, unos En 1979 los militantes de ETA eran considerados positivamente por casi un vasco de cada dos, según los datos que aporta Miccichè (2012). 37  Carta de Cecilia Guilarte a Dolores Medio (1 de agosto de 1981), en Jato (2015), p. 498. 38  Carta de Cecilia Guilarte a Silvia Mistral (20 de octubre de 1977), en Jato (2015), p. 365. 39  Es la expresión que usa de Hoyos Punte (2014). 36 

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seres convertidos ya en mito, muchos de los cuales estaban ya al final de su vida, “hasta un poquito de pena me da la viejita Pasionaria”, dice Cecilia en una carta.40 Años más tarde, en la fecha del aniversario del 14 de abril, escribe a Silvia Mistral al recordarle la radio que se celebraban los 56 años de la proclamación de la Segunda República. La carta emana un sentimiento de tristeza, aunque envuelto en su peculiar ironía: Pero aquí, he caído en la cuenta de que la gente que me rodea, la gente que ordinariamente trato, saben tanto del 14 de abril y de la República, como yo del servicio de correos en el infierno. Mi vecina María Jesús, que por proximidad es la que más trato, tiene nueve o diez años menos que yo. A pesar de ser hija de republicano, me decía hace unos días que lo que ella más recordaba de su infancia era que justamente en los días en que empezó la guerra aquí su madre dio a luz y como tanta gente se marchaba, no encontraron a su médico y por lo visto a ningún otro, porque la mujer se murió. Luego, ya en el colegio, les contaron tales horrores de los rojos, que tuvieron que pasar años para que la simple palabra “Pasionaria” dejara de producirle un escalofrío […]. Bueno, apagué la radio antes de terminar el programa y me puse a escribirte porque estaba sintiendo la impresión de ser la única sobreviviente de un mundo definitivamente acabado. Es casi seguro que en la tele tengamos hoy algún programa con viejitos… y no sé si será mejor o peor.41

Reflexiona en el mismo sentido sobre la incorporación de los exiliados retornados, Alberti, Federica Montseny o La Pasionaria, que ya no cuentan como actores políticos y son para ella “un adorno” en la nueva democracia española o como mucho un referente simbólico.42 Ese discurso le lleva a resaltar la talla intelectual de aquellas intelectuales retornadas, cuando comenta con Silvia Mistral la llegada a España en 1977 de Victoria Kent, con la que se siente identificada por su militancia republicana: Nos ayuda que lleguen gentes de gran calibre intelectual como Sánchez Albornoz y ahora el doctor Justo Gárate y Victoria Kent, que ha interesado muchísimo y

Carta de Cecilia Guilarte a Silvia Mistral (4 de julio de 1977), en Jato (2015), p. 342. Carta de Cecilia Guilarte a Silvia Mistral (14 de abril de 1987), en Jato (2015), p. 479. 42  Véase Gracia (2010). 40  41 

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ha recordado con simpatía la canción del Pichi. Ella, ya bien mayor, se ve con mucha más vitalidad que la Pasionaria y, sobre todo, con mucha más cultura que siempre hace joven. Le hicieron la corte las feministas y las mandó a volar, les dijo que ella era femenina y que estas de ahora se habían pasado, casi dijo que eran repelentes… A tantos años pasados, bien podía decir, y lo dijo, que ella tenía razón cuando se peleaba en las cortes con Clara Campoamor contra el voto a la mujer porque, decía, las españolas votarían por el cura y así pasó. Recuerdo que por aquella época yo escribí un artículo que se publicó en CNT de Madrid, en el que decía que primero eso, el cura, y luego el oficiante de cualquier capilla que es el marido…43

Por otra parte, también hace patente su oposición al feminismo, que se retrotrae a los años de la República, cuando se opuso a la concesión de la ciudadanía a las mujeres, según ella misma señala. Su antifeminismo, propio de los partidos republicanos de aquellos años, no significaba que estuviera de acuerdo con el ideal nacionalcatólico de la domesticidad femenina que planteaba el franquismo, como lo manifestaba en sus ironías sobre las amas de casa del franquismo, que solo hablaban de “recetas de cocina, de peluquerías y terrorismo, de hijas y nietos”. A la vez expresaba su descontento por los escasos cambios que se habían producido en la condición de la mujer en España desde los inicios de la democracia. Cecilia defendía la autonomía de las mujeres basada en el trabajo profesional que les proporcionara una independencia económica; de hecho, ella lo había puesto en práctica al regresar sola con sus dos hijas a Tolosa en plena dictadura y dejar a su marido en México. Sin embargo, su rechazo visceral del feminismo le impedía estar de acuerdo con las nuevas posturas que se planteaban entonces por parte de un nuevo feminismo, que atraía a las nuevas generaciones de mujeres formadas en los ambientes universitarios de principios de los setenta. Tampoco en el exilio se había contado con las mujeres –más allá de su papel doméstico– y su presencia en el espacio público era casi nula; se quejaba de ello Silvia Mistral cuando le contaba a su amiga los actos del 40 aniversario de la llegada de los republicanos españoles a México, en 1979: “Esta semana hay mesas redondas de cada materia y ¡ninguna 43 

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Carta de Cecilia Guilarte a Silvia Mistral (20 de octubre de 1977), en Jato (2015), p.

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mujer! Ya se olvidan que muchos son lo que son por la ayuda que tuvieron de sus mujeres, madres, etc. Si voy, lo pondré en el libro de firmas”.44 Otro ejemplo anecdótico de ese desacuerdo con las posturas feministas aparece de forma reveladora en una carta de Cecilia a Silvia del año 1987, donde se refiere a la entrevista que le hice en 1985 y a un cuestionario del “Colectivo 36”,45 dedicado a la historia de las mujeres de la Segunda República, que le dejé para que completara cuando fui a Tolosa: “También tengo que contarte que un día hablé por teléfono con aquella chica, Pilar Domínguez, que vino para hacerme una entrevista y darme un cuestionario, que por parecerme una tontada casi humillante propia de ‘damas feministas’, ni rellené ni mandé”.46 El cuestionario, que formaba parte de las nuevas investigaciones sobre “historia de las mujeres” surgidas en los años ochenta, trataba de averiguar el papel de las mujeres protagonistas del periodo republicano, tanto en lo referente a la esfera pública como a la vida privada. Seguramente la opinión negativa de Cecilia se basaba en las preguntas del apartado que se dedicaba a la “Vida cotidiana”, con cuestiones sobre la maternidad y la planificación familiar, el aborto, el divorcio. Está claro que Cecilia no consideraba que fueran estas cuestiones de interés, quizás por ser demasiado personales. Su juicio negativo suponía, en primer lugar, un rechazo al feminismo, a las “damas feministas” –como ella decía– en línea con lo que se había planteado ya desde los años de la guerra y el exilio por parte de numerosas intelectuales republicanas o por la Unión de Mujeres Españolas que en 1947, en su congreso celebrado en Toulouse, se había definido como “una organización femenina pero no feminista, defensora de la igualdad de los derechos políti-

Carta de Silvia Mistral a Cecilia Guilarte (18 de noviembre de 1979), en Jato (2015), p. 451. 45  Este era el equipo de investigación dirigido por Carmen García-Nieto, profesora de la UCM –del que yo formaba parte–. Además, la encuesta estaba firmada por el equipo de Historia Oral del Centro de Investigación Histórica de la Mujer, bajo la dirección de Mary Nash, de la Universidad de Barcelona. 46  Carta de Cecilia Guilarte a Silvia Mistral (18 de noviembre de 1987), en Jato (2015), p. 478. La reacción contraria a esas preguntas del cuestionario no fue algo aislado, pues de hecho dentro del colectivo de las exiliadas en México casi nadie quería contestar a esa parte “privada” de la encuesta, que no llegó a utilizarse como fuente histórica. 44 

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cos y sociales de la mujer y el hombre”.47 Esta postura anclada en el pasado la apartaba también de la generación de mujeres más jóvenes. Por otro lado, en esa descalificación del feminismo podemos apreciar ahora la distancia “generacional” ¿y también cultural? que existía entre la entrevistadora y la persona entrevistada, algo que toda investigación que maneja la historia oral debe tener en cuenta, pues en este caso, pudo resultar negativo para construir la historia de las mujeres de la Segunda República. A partir de este análisis he querido mostrar la importancia de la subjetividad en este tipo de “documentos del yo” en los que afloran constantemente sentimientos y emociones contradictorios. Vemos como el pasado es poliédrico y se muestra con diferentes caras en función de las fuentes que consultamos. Aun siendo contemporáneas en el relato oral en el que Cecilia se autorrepresenta más directamente frente a la persona que le entrevista, predominó el lado positivo de la experiencia del exilio, el relato de las experiencias de éxito profesional, de una vida social intensa en México al que contrapone la desilusión que le produjo su vuelta a España, cuando se preguntaba “¿pero por qué vine?”. Sin embargo, en las cartas aparece con mayor claridad el desencanto de la Transición y el rechazo a muchos aspectos de la sociedad vasca en la que le tocó vivir.

Textos y entrevista de Cecilia Guilarte Entrevista a Cecilia G. de Guilarte realizada por Pilar Domínguez en Tolosa (1984) en AHOA, Archivo de la Memoria Colección Mujeres en el Exilio: . Guilarte, Cecilia (2012): Un barco cargado de…, ed. Mónica Jato. Sevilla: Renacimiento. — (2015): Los nudos del quipu, ed. Manuel Aznar Soler. Sevilla: Renacimiento.

47 

Domínguez Prats (2009), p. 254.

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Miller, Nicholas (2014): “Espacios de pensamiento: Historia transnacional, historia intelectual y la Ilustración”, en Ayer, n.º 94, pp. 97-120. Naranjo, Consuelo y Miguel Ángel Puig-Samper (2007): “Las redes de la ciencia. La JAE en el exilio”, en Asclepio, vol. LIX, n.º 2 (julio-diciembre), pp. 231-254. Perks, Robert y Alistair Thompson (eds.) (2006): The Oral History Reader, 2ª ed. Nueva York: Routledge. Piedras, Pedro (2012): La siega del olvido. Memoria y presencia de la represión. Madrid: Siglo XXI de España Editores. Portelli, Alessandro (2004): L’ordine è già stato eseguito. Roma, le Fosse Ardeatine, la memoria. Roma: Feltrinelli. Ruiz de Guilarte, Ana Mary (2008): “Los exilios del exilio de Cecilia G. de Guilarte”, en José Ángel Ascunce (ed.), El exilio: debate para la historia y la cultura, Donosti: Saturrarán, pp. 457-469. Sánchez Vázquez, Adolfo (1989): Cuando el exilio permanece y dura. Ciudad de México: Tinta Libre. Sanz Sabido, Ruth (2016): Memories of the Spanish Civil War: Conflict and Community in Rural Spain. London/New York: Rowman & Littlefield. Tabernilla, Guillermo y Julen Lezamiz (2007): Cecilia G. Guilarte. Reporter de la CNT. Sus crónicas de guerra. Bilbao: Ediciones Beta. Traverso, Enzo (2011): El pasado: instrucciones de uso. Buenos Aires: Prometeo.

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Andrea Acle-Kreysing. Becaria posdoctoral de la Fundación Alexander von Humboldt con el proyecto “Anti-fascist Exile in Mexico City and Buenos Aires: The Construction of a Transatlantic Political Culture (1930s-1940s)”, desarrollado entre Historicum (Ludwig Maximilian Universität, Múnich) y el Global and European Studies Institute (Universität Leipzig). Obtuvo la licenciatura en El Colegio de México (2000-2004) y tanto la maestría como el doctorado en la University of Cambridge (2006-2011). Su tesis doctoral se titula “Rethinking Conservatism in Nineteenth-Century Spain: The Cases of Jaime Balmes (1810-1848) and Juan Donoso Cortés (1809-1853)”. Ha publicado artículos sobre la historia intelectual de México y España en el siglo xix (Historia Mexicana, 2011; Hispania Sacra, 2016), así como sobre la experiencia del exilio antifascista alemán en América Latina en las décadas de 1930 y 1940 (Revista de Indias, 2016; Contemporary European History, 2016). Guadalupe Adámez Castro. Doctora en Historia por la Universidad de Alcalá, donde forma parte del Seminario Interdisciplinar de Estudios sobre Cultura Escrita (SIECE) y del Grupo de Investigación LEA. Su tesis recibió el Primer Premio Nacional de tesis doctorales sobre Movimientos migratorios en el mundo contemporáneo concedido por el CEME-UNED y por la Dirección General de Migraciones del MEYSS. Fruto de la misma es su libro Gritos de papel. Las cartas de súplica del exilio español (1936-1945) (2017). Ha sido becaria FPU de la Universidad de Alcalá e investigadora pre y posdoctoral del Proyecto Europeo “Post Scriptum: A Digital Archive of Ordinary Writings (Early Modern Portugal and Spain)”, vinculado a la Universidad de Lisboa. Ha realizado estancias de investigación en México, Estados Unidos, Francia e Italia. Ha sido coordinadora de la exposición itinerante Entre España y Rusia. Recuperando la historia de los Niños de la Guerra, y desde

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2011 pertenece al equipo de trabajo “Palabras en el tiempo”, encargado del Archivo del buzón de la tumba del poeta Antonio Machado en el cementerio municipal de Colliure. Actualmente disfruta de un contrato posdoctoral de la Comunidad de Madrid (Ayuda Atracción Talento Investigador) en la Universidad de Alcalá. Elena Díaz Silva. Doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid. En 2014 le fue otorgado el premio anual a mejor tesis doctoral otorgado por la Asociación Española de Historia de las Mujeres. Desde 2013 ejerce como investigadora contratada por la Universidad de Colonia (Alemania), suscrita al proyecto financiado por el European Research Council titulado “Left-wing Exile in Mexico (1934-1965)”. En la actualidad también colabora en el proyecto de investigación “Género, compromiso y trasgresión en España, 1890-2015”, dirigido por Mónica Moreno y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España (FEM2016-76675-P). Asimismo, ha participado en numerosos congresos nacionales e internacionales, y ha publicado diversos artículos en revistas científicas y capítulos en obras colectivas editadas tanto en España como en el extranjero. Su línea de investigación se ha enfocado en el análisis histórico del feminismo y movimiento de mujeres en España y Francia, así como en el estudio de las migraciones desde una perspectiva de género. Pilar Domínguez Prats. Profesora de Historia del Pensamiento Político y los Movimientos Sociales en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Ha trabajado en instituciones dedicadas a la investigación en el campo de la historia oral: expresidenta de la Asociación Internacional de Historia Oral (IOHA) y miembro de su Consejo (2004 a 2012). Es autora de Voces del exilio. Mujeres españolas en México, 1939-1950 (1994) y De ciudadanas a exiliadas: un estudio sobre las mujeres republicanas en México (2009); y de capítulos de libro en: Memory and Cultural History of the Spanish Civil War (Aurora G. Morcillo, ed., 2014); Entreverse: teoría y metodología práctica de las fuentes orales (Miren Llona, ed., 2012); ¿Mujeres sabias? Mujeres universitarias en España y América Latina. Femmes universitaires en Espagne et Amérique Latine (Josefina Cuesta Bustillo et al., coords, 2015); Many Voices of Oral History (Carles Santacana y Mercedes Vilanova, eds., 2016). También es coeditora y

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autora de Memory, Subjectivities and Representation. Approaches to Oral History in Latin America, Portugal and Spain (junto con Rita Benmayor y María Eugenia Cardenal de la Nuez, 2016); y autora de “Guerra de memorias y memorias de la guerra” (Bulletin Hispanique, 2016). En la actualidad es investigadora del proyecto “Mujeres y saber. El acceso femenino a la sociedad del conocimiento en España”. Diego Gaspar Celaya. Doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza (2014), es profesor e investigador Juan de la Cierva en la Universidad de Alcalá. Exinvestigador posdoctoral de la Fundación de la Resistencia (París) y del Remarque Institute (Nueva York), es además miembro de varios proyectos de investigación internacionales, entre ellos, Passfront (Universidad de Pau y Gobierno de Aquitania) y “Transnational Resistance” (Universidad de Oxford) y exdirector de investigación del proyecto europeo RECURUT dedicado al estudio de las rutas migratorias franco-españolas que transitaron la frontera pirenaica en época contemporánea. Sus dos líneas principales de investigación son el exilio español llegado a Francia a consecuencia de la Guerra Civil española, y la participación extranjera en la Resistencia francesa. Ha publicado recientemente: “D’un mythe à l’autre. Mémoire et histoire des Espagnols dans la Résistance” (Conserveries mémorielles, 2017); “Palabras de un exilio particular: de las Compañías de Trabajadores Extranjeros a los campos nazis” (Hispania Nova, 2016); y La guerra continúa: voluntarios españoles al servicio de la Francia libre (2015). Olga Glondys. Especialista en la historia intelectual del antifranquismo y antitotalitarismo europeo, con especial mención a la historia cultural de los exilios del siglo xx. Fue investigadora Juan de la Cierva en la Universidad Autónoma de Barcelona, investigadora posdoctoral del programa Alianza 4 Universidades en la Universidad Carlos III de Madrid, así como investigadora visitante en el Center for Latin American Studies de la University of Chicago, la Hoover Institution de la Stanford University, de la Bratislava International School for Liberal Arts e investigadora José Castillejo en el Institute for History de la Universidad de Leiden. Su libro La Guerra Fría cultural y exilio republicano español: “Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura” (1953-1965) constituye el primer estudio monográfico de las

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políticas encubiertas estadounidenses y la oposición antifranquista (Congreso por la Libertad de la Cultura). Jorge de Hoyos Puente. Licenciado y doctor por la Universidad de Cantabria. Ha sido Visiting Scholar en la Universidad de Columbia en Nueva York y en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México en 2012 y 2013. Desde 2014 trabaja en el Departamento de Historia Contemporánea en la UNED. Desde 2015 es secretario general del Centro de Estudios de Migraciones y Exilios de la UNED (CEME). Es autor de dos libros, La utopía del regreso (2012) y Viva la inteligencia (2016), editor de dos libros, así como autor de más de cuarenta contribuciones en revistas indexadas y libros colectivos. Ha sido ponente invitado en más de cuarenta encuentros científicos internacionales en Estados Unidos, México, Argentina, Chile, Uruguay, Francia, Portugal y España, así como profesor invitado en las universidades de Aguascalientes (México), La Plata (Argentina) y la MGIMO (Rusia). Víctor M. Macías-González. Doctor en Historia Latinoamericana por la Texas Christian University (1999) y profesor de la University of WisconsinLa Crosse (2000). Especializado en el estudio de las élites hispanoamericanas del siglo xix (1750-1930), ha publicado numerosos estudios sobre exilio, género, masculinidad y homosexualidad. Ha recibido destacados reconocimientos a su amplia labor, como el Equity Prize de The American Historical Association (2015), y el LGBT Studies Research Fellowship, de Yale University (2014-2015). Ha publicado Masculinity and Sexuality in Modern Mexico (2012). Bárbara Ortuño Martínez. Doctora en Historia por la Universidad de Alicante. Ha sido becaria posdoctoral de CONICET en la Universidad Nacional de Mar del Plata. En la actualidad está vinculada al Instituto Universitario de Investigación de Estudios de Género de la Universidad de Alicante. Forma parte del proyecto de investigación “Género, compromiso y trasgresión en España, 1890-2015”, dirigido por Mónica Moreno y financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad de España (FEM201676675-P). Sus líneas de investigación transitan la interacción de las diversas oleadas migratorias en los lugares de destino y el papel de las mujeres y la

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infancia dentro de los movimientos migratorios, entre otros. A través de las segundas generaciones está avanzando sobre el exilio argentino de los años setenta en España desde la perspectiva de género. Ha participado en numerosos congresos nacionales e internacionales y ha publicado sus trabajos en revistas académicas de reconocido prestigio como Ayer, Storia delle Donne o Historia Social. A lo largo de este año verá la luz su libro Hacia el hondo bajo fondo… Inmigrantes y exiliados en la capital de Argentina tras la Guerra Civil española (en prensa). Aribert Reimann. Licenciado y doctor por la Universidad de Tubinga (2000). Asistente académico y habilitado por la Universidad de Colonia (2009). Entre 2008 y 2013 ha sido lector y tutor en historia europea moderna en Wadham College (University of Oxford). Desde 2013 es investigador principal del proyecto de investigación “Left-wing Exile in Mexico, 1934-1960”, situado en el Instituto de Historia Ibérica y Latinoamericana de la Universidad de Colonia y financiado por el European Research Council (ERC). Es autor de publicaciones sobre la historia social y cultural de la Primera Guerra Mundial (Der große Krieg der Sprachen. Untersuchungen zur historischen Semantik in Deutschland und England zur Zeit des Ersten Weltkriegs, 2000), la historia cultural y social de protestas políticos y estudiantiles durante los años sesenta (Dieter Kunzelmann: Avantgardist, Protestler, Radikaler, 2009) y la historia transnacional del exilio político en Ciudad de México durante los años cuarenta y cincuenta. Randal Sheppard. Doctor en Historia por la Universidad de La Trobe, en Melbourne. En la actualidad es profesor de Historia y Estudios Internacionales en la Universidad de Leiden. Entre 2013 y 2016 trabajó como investigador contratado por la Universidad de Colonia, suscrito al proyecto financiado por el European Research Council titulado “Left-wing Exile in Mexico (1934-1960)”. Es autor del libro A Persistent Revolution: History, Nationalism, and Politics in Mexico Since 1968 (2016). Ha presentado su investigación en numerosos congresos y foros académicos en Australia, Estados Unidos, América Latina y Europa, y ha publicado sus trabajos sobre la historia mexicana contemporánea en revistas académicas como Latin American Research Review, Nations and Nationalism y The Americas.

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Aurelio Velázquez Hernández. Doctor en Historia por la Universidad de Salamanca y actualmente investigador en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Ha sido investigador visitante en la Universidad Nacional Autónoma de México y ha realizado estancias cortas de investigación en varios países. Sus investigaciones se han centrado en la historia del exilio republicano español en América Latina. Es especialista en el estudio de los organismos de ayuda a los españoles, y las redes internacionales de solidaridad con este exilio. Es autor de varias publicaciones entre las que destaca la monografía titulada Empresas y finanzas del exilio. Los organismos de ayuda a los Republicanos españoles en México (1939-1949) (2014). Pablo Yankelevich. Doctor en Estudios Latinoamericanos y profesor investigador del Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México. Entre sus últimos libros destacan: Raza y política en Hispanoamérica (en colaboración con Tomás Pérez Vejo, 2017); Inmigración y racismo: contribuciones a la historia de los extranjeros en México (2015); ¿Deseables o inconvenientes? Las fronteras de la extranjería en el México posrevolucionario (2011); Ráfagas de un exilio. Argentinos en México, 1974-1983 (2010); Nación y extranjería: la exclusión racial en las políticas migratorias de Argentina, Brasil, Cuba y México (2009); y Argentina, 1976: estudios en torno al golpe de Estado (en colaboración con Clara E. Lida y Horacio Crespo, 2008). María Zozaya-Montes. Doctor Europeus en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo los premios Extraordinario de Licenciatura (UCM, 1999) y Extraordinario de Doctorado (UCM, 2009). Realizó su tesis doctoral en el CSIC con las becas de Iniciación a la Investigación, FPI, I3P y Caja Madrid. Obtuvo un contrato Juan de la Cierva en la Universidad de Valladolid, Departamento de Historia Contemporánea. Se ha especializado en élites y espacios de sociabilidad en el siglo xix y xx. Disfruta de una beca posdoctoral de la FCT portuguesa en el CIDEHUS, Universidad de Évora. Ha recibido los premios de Historia: Real Maestranza de Caballería de Ronda (RMR, 1999), de Investigación de la Asociación de Historia Social (AHS, 2007) y de Investigación Municipal “Antonio Maura” (PVM, 2008). Ha escrito los libros El Casino de Madrid, orígenes y primera

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andadura (2002), Del ocio al negocio, redes y capital social en el Casino de Madrid, 1836-1900 (2007), Viaje y prisión del ingeniero militar José María Román durante la Guerra de la Independencia, 1808-1814 (2008), Ocio, sociabilidad y representación social (2009), e Identidades en juego, formas de representación social del poder de la élite en un espacio de sociabilidad masculino, 1836-1936 (2016).