Historia Económica y Financiera de la República Dominicana 1844-1962 [7 ed.] 9945130560


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Table of contents :
Cubierta
Portada
Perfil de la situación económica del mundo occidental (...)
Antecedentes de la era republicana
Estructura de la economía 1844-1870
Los problemas monetarios
La economía durante la anexión
Estado y administración pública
De las compañías del crédito al endeudamiento exterior
El repuente y caída de la industria azucarera
Cambios en la política económica: 1865-1880
Tratado de libre cambio con Estados Unidos: 1891-1894
Población 1844-1900
La crisis monetaria y la guerra internacional entre el oro y la plata (...)
La economía a finales del siglo XIX (...)
Los primeros bancos: antecedentes. La credit movilier de Paris y el banco nacional
Medios de comunicación: 1844-1924
La descomposición del campesinado
La industria, la agricultura y la ganadería desde principios de siglo a 1920
La consolidacion de la hegemonía norteamericana en la economía nacional
La convención de 1907 y las reformas económicas del Régimen de Cáceres
El caos político afecta la economía y la administración pública
La política económica de la dictadura militar norteamericana: 1916-1922. Las reformas económicas
La situación económica entre 1922-1930
La crisis mundial de 1929 y sus repercusiones años después. Los éxitos en el cultivo de arroz
La economía nacional entre 1935 y segunda guerra mundial
De la segunda guerra mundial a la creación de la moneda nacional
De la postguerra hasta el final de la dictadura de Trujillo
Índice
Contracubierta
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Historia Económica y Financiera de la República Dominicana 1844-1962 [7 ed.]
 9945130560

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Historia Económica y Financiera de la República Dominicana 1844-1962

Al profesor Luis del Castillo Morales, maestro de maestros.

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SANTO DOMINGO FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS Y SOCIALES

HISTORIA ECONÓMICA Y FINANCIERA DE LA REPÜBLICA DOMINICANA 1844-1962 INTRODUCCIÓN A SU ESTUDIO

Franklin Franco Pichardo

Séptima Edición Enero 2008

Sociedad Editorial Dominicana Tel.:809 689 7813



Fax 809 688 9378

Título:

Historia Económica y Financiera de la República Dominicana 1844-1962 Autor:

Franldin Franco Pichardo ISBN: 9945-13-056-0 Sociedad Editorial Dominicana Ramón Santana #2-B, Gazcue Santo Domingo, Rep. Dom. Tel.:809689 7813 1 Fax: 809688 9379 Impresión: Mediabyte, S. A. Impreso en República Dominicana

CONTENIDO GENERAL

1

PERFIL DE LA SITUACIÓN ECONÓMICA DEL MUNDO OCCI­

DENTAL A MEDIADOS DEL SiGLO XIX· Los avances de la revolución industrial· Transformaciones en la industria del tejido· Innovacio­ nes en el plano energético· La aparición de la locomotora y los cam­ bios en la navegación amplían el transporte· La expansión colonial europea· El surgimiento del proletariado urbano



Las organizacio­

nes obreras· Marx publica "El Manifiesto Comunista"



La expansión

territorial norteamericana· El intercambio comercial europeo y nor­ teamericano con América Latina.

2

ANTECEDENTES · Los cambios de la economía ocurridos du­

rante el régimen de Boyer



Modificaciones en el sistema de la pro­

piedad de la tierra · La abolición de la esclavitud



Principales artí­

culos de exportación· El código Rural· El comercio es ampliado· La aparición del campesinado dominicano· Medidas impositivas afectan economía.

3

LA ESTRUCTURA DE LA ECONOMÍA· 1844-1870

dades productivas básicas de la economía





Las activi­

Los efectos de la guerra

dominico haitiana sobre la producción· Situación de la zona fronte­ riza· Datos de población· La situación de las vías de comunicación •

La economía natural· Las artesanías· Principales ocupaciones· El

sistema de cultivo· El corte de madera y el aspecto contractual de los trabajadores



La baja en las exportaciones



El comercio en manos

de extranjeros· la especulación con el oro de los judíos· La regiona­ lización de la producción · Los terrenos comuneros



La aparcería·

El cultivo del tabaco y su importancia· Las artesanías alrededor del tabaco· Los extranjeros en el comercio del tabaco· Los intermedia­ rios· Datos de exportación de tabaco entre 1844-1870· La economía durante la anexión· La política impositiva del gobierno español.

4

LO PROBLEMAS MONETARIOS · La sustitución de la moneda

haitiana por la dominicana· Préstamos al gobierno del comercio local •

Situación de las finanzas· La especulación con las monedas de oro y

plata· Primeras emisiones de papel moneda· Situación del comercio y la producción durante al guerra dominico haitiana· Ley de Policia Rural para obligar al campesinado al trabajo y su parecido con el có­ digo Rural de Boyer



Ley para estímulo de la inmigración· Obligan al

5

campesinado

a

trabajar gratuitamente · Los efectos de la Ley de Po­

licía Rural dentro del campesinado· Crean peaje para poder entrar a las ciudades· Datos sobre las emisiones entre 18441848· Programa económico de Buenaventura Báez

Las emisiones monetarias duran­



te su gobierno· Falsifican la moneda dominicana· Nuevas emisiones monetarias · Gobierno compra tabaco y trata acaparar monedas de oro



Crisis económica y política de 1857

devaluada emitida por Báez peso fuerte







Especulan con moneda

Peso dominicano se cotiza a 2,000 por

Conflictos monetarios con cónsules europeos



Siguen

las emisiones monetarias· La política monetaria del gobierno español durante la anexión



Listado de las últimas emisiones hechas por

anteriores gobiernos dominicanos



Informe del gobierno español de

1862 sobre la cuestión monetaria· El canje de la moneda dominicana por la española se convierte en negocio que favorece a los peninsula­ res y se arruinan muchos comerciantes.

5

LA ECONOMÍA DURANTE LA ANEXIÓN · Datos de población.

Situación de las actividades productivas: miel de abeja, cera, azúcar, ganadería, corte de madera. Se paralizan las exportaciones. Situación de las minas. Brigadier español describe situación del agro. Gobierno colonial amplia burocracia. Déficit financiero. Problemas monetarios. Reforman el arancel y crean monopolio comercial en favor de España. Nuevos impuestos. Opinión del general Cabral sobre el estado de la economía.

6

ESTADO y ADMINISTRACIÓN PÚBLICA· Número de ministerio

en 1844



Distribución de la Ley de Gastos Públicos entre 184647



Guerra y Marina gasta más que todos los ministerios· La ausencia de controles en la administración pública· Problemas administrativos· Las deudas con los comerciantes crecen



Reducen aranceles



Malos

manejos de los fondos públicos · Crean Contaduría General· La si­ tuación deficitaria se explica por altos gastos y salarios de la burocra­ cia y excesivos gastos de guerra· David Cohen, ministro de Hacienda de Báez explica causa del desorden administrativo· El manejo de las aduanas



Agentes aduaneros usan fondos del Estado



Aumenta el

gasto público· Los sueldos de los militares fuera de servicio· solda­ dos rasos con bajísimos salarios



Toman medidas contra quejas de

los soldados por sus bajos salarios· Luperón suprime cargos públicos en intento de reorganizar burocracia.

7

DE LAS COMPAÑÍAS DE CRÉDITO AL ENDEUDAMIENTO EX­

TERIOR



Surgimiento de las compañías de crédito que prestan al

gobierno · Principales miembros de las compañías de crédito · In­ tereses elevados pagados a las compañías



Compañías reciben del

gobierno Bonos y vales que luego usan para pagar impuestos· Cifras

6

sobre intereses pagados por el gobierno motivan quejas de ministro de Hacienda' Cobro del pago de impuesto aduaneros a plazo crean pro­ blemas financieros' Capitales que manejan las compañías de crédito en 1882



Beneficios que reciben' Relaciones entre los gober antes y

las compañías de crédito' Cónsul español describe en 1883 interio­ ridades de los negocios y los manejos onerosos de las compañías de crédito' El informe subraya aspectos fraudulentos de las compañías de crédito' Los inicios del endeudamiento exterior' Cabral contrata préstamos en Saint Thomas por 100,00 dólares' El empréstito Hart­ mont de 1869



Principales cláusulas' Cancelan contrato de présta­

mo por incumplimiento al año siguiente

Mr





Hartmont efectúa en

Londres operación de estafa contra Estado dominicano



Europeos

con Bonos supuestamente garantizados por el Estado dominicano se oponen a nuevo préstamo intentado por el presidente González en 1873.

8

EL REPUNTE AZUCARERO

La producción azucarera de los



trapiches' La inmigración cubana inicia fundación de ingenios' El papel del colonato' Facilidades gubernamentales para los industria­ les azucareros' La escasez de mano de obra, primer problema de la industria azucarera' Traen labradores de Puerto Rico y de las peque­ ñas islas antillanas ricano





Azúcar dominicana llega a mercado norteame­

Se inicia al despojo del campesinado dominicano



Hostos

advierte sobre la desaparición de la pequeña propiedad campesina' Bonó critica expansión azucarera en manos de extranjeros' Ingenios continúan agrandando sus fincas



González concede franquicias a

productores azucareros ' Inauguran tranvía eléctrico ' Datos sobre población dominicana 1880



Crece la producción azucarera, pero las

importaciones de productos alimenticios aumentan



Se inicia una

crisis económica en los ingenios, con la caída de los precios en el mer­ cado mundial



Desaparecen algunos ingenios



Reducen salarios a

los trabajadores de la industria azucarera' Dominicanos abandonan el trabajo en los ingenios, y aumenta la inmigración de labradores de las pequeñas Antillas' Dueños de ingenios inician la organización del sistema de vales y fundan bodegas para abastecer a sus trabajadores OQuiebran pequeños y medianos comerciantes situados en las zonas cercanas

a

los ingenios' Comerciante de San Pedro de Macorís pro­

testan contra los buhoneros árabes' que recién ingresaron al país' Continua la descomposición del campesinado dominicano' José Ra­ món López denuncia en obra que Alcaldes Pedáneos azotan los cam­ pos.

9

CAMBIOS EN LA POLÍTICA ECONÓMICA ENTRE 1863-1900

Primeras medidas de corte fomentalistas





Intelectuales que apoyan

7

fomento de la economía de parte del Estado· El pensamiento de Bonó •

Listado de concesiones otorgadas por el Estado dominicano para el

fomento de la agricultura y la industria entre 1866 y 1870



Franqui­

cias favorecen la introducción del ferrocarril· Política de fomento del presidente González.

10 •

TRATADO DE LIBRE CAMBIO CON ESTADO UNIDOS· 189194

Variaciones en el comercio exterior dominicano· Papel de Ale manía,

Inglaterra y Francia



Crecimiento del intercambio con los Estados

Unidos · Ley McKinley, promulgada en Estados Unidos, trata de for­ zar la apertura al comercio norteamericano



Heureaux firma tratado

con Estados Unidos que permiten la entrada libre de derechos dece­ nas de articulas norteamericanos, a cambio de que en las mismas condiciones entrarian a territorio de Estados Unidos, azúcar, café, cueros, melados, raspaduras, guarapo· Potencias europeas protestan tratado· Dueños de ingenios ven con beneplácito el tratado· Comer­ ciantes nativos representantes de casas europeas disgustados con el tratado· En 1894 sucumbe el tratado.

11

LA POBLACIÓN DOMINICANA ENTRE 18441900



Informe de

López de Villanueva sobre la población dominicana de 1843 estima en 100,000 los habitantes· José Ramón Abad la estima para un año después en 126,000



Investigador norteamericano, Porter, describe

la composición racial del pueblo dominicano y calcula la población dominicana en 1846 en 1865 habitantes· Llegan refugiados canarios en 1860· Leyes del pasado siglo que favorecen la inmigración· Infor­ me de Mariano Álvarez sobre la población dominicana en 1860 señala la suma de 186,700 habitantes · Distribución de la población por provincia· Distribución por ciudades· F



Bona en libro publicado en

1861 estima en 200,000 los habitantes de Santo Domingo· Datos de población de la Curia Eclesiástica española por provincias· Los gru­ pos migratorios a fines del pasado siglo· Los "cocolos" actividades comerciantes de los "turcos"





Protestan por

Continua la inmigración

árabe· Estiman en 1,000,000 la población dominicana en 1900.

12

LA CRISIS MONETARIA Y LA GUERRA INTERNACIONAL ENTRE

EL ORO y LA PLATA · Fracasan varios intentos para crear sistema monetario nacional · La República a merced, de las alzas y las bajas de las monedas extranjeras en circulación



Exigen un 50% en mo­

nedas extranjeras de oro y plata para el pago de impuesto en 1879



El precio del oro y la plata comienza a descender en todo el mundo



Se inicia en Estados Unidos guerra entre quienes defienden la repre­ sentatividad monetaria de la plata y los que prefieren el patrón oro Baja de nuevo el valor de la plata inflación en Norteamérica

8







Guerra del oro y la plata origina

Inflación repercute en Santo Domingo ·

Consagran por ley en Estados Unidos el patrón oro· Representacio­ nes metálicas de las monedas en circulación a fines del siglo pasado •

Fiebre especulativa el oro en Santo Domingo· Comerciantes recha­

zan las monedas de plata •



Se disparan los precios de los alimentos

Demandan aumentos en los salarios· Panaderos se van a la huel­

ga. * Heureaux crea el "peso oro"



Ordenan emisiones de monedas de

plata que resultan de "mala ley"



Fijan valor a las monedas de plata

extranjeras · Desorden monetario · Valor de la moneda dominicana respecto a la norteamericana· Prohíben circulación moneda de plata extranjera· Derogan decreto que prohibe circulación moneda de plata extranjera· Jimenes establece tipo de cambio moneda nacional frente dólar norteamericano.

13

LA ECONOMÍA DOMINICANA A FINALES DEL SIGLO XIX Y EL

EMPRÉSTITO WESTENDORP



Producción azucarera



Número de

ingenios· La producción de café, cacao y tabaco· Observaciones de Hostos sobre la economía dominicana· De Marchena contrata en Pa­ rís préstamo con el Conde de Oksza tendorp



Traspasan préstamo a la Wes­

Principales cláusulas del contrato de préstamo





Conflicto

entre Heureaux y los funcionarios del Banco de Santo Domingo Wes­ tendorp traspasa contrato préstamo a la empresa norteamericana, Santo Domingo Improvement Co . •



Gobierno contrata nuevo préstamo

Heureaux ordena varias emisiones monetarias

muchos productos dominicanos en el exterior •





Bajan precios de

Crisis sacude al país

Nuevos líos financieros de Heureaux con la Improvement



Gobierno

ignora cantidad que adeuda a norteamericanos· La crisis económica y financiera, causa principal de la desaparición de Heureaux.

14

LOS PRIMEROS BANCOS



Antecedentes



El pensamiento de

Bonó en torno a los problemas financieros· El desorden administrati­ vo· Déficit en las cajas recaudadoras· La indolencia de los funciona­ rios frente a la corrupción· Vales incobrables y letras protestadas en las cajas



La mala calidad del papel moneda fomenta las falsificacio­

nes monetarias· Valor del peso dominicano· El proyecto bancario del norteamericano Hollister



Proyectos de González y Espaíllat



Lupe­

rón en misión financiera en Francia· Generoso de Marchena obtiene concesión para fundar banco y la traspasa al abogado Antonio María Regidor · Gobierno cancela concesión · La Credit Movilier de París, Francia, funda el Banco Nacional · Dificultades del Banco Nacional con Heureaux



El litigio judicial



Condenan al Banco Nacional al

pago de una indemnización al dictador cional





La quiebra del Banco Na­

Papel de Santiago Michelena y la familia Vicini en el aspecto

financiero· Jarvis y socios fundan Banco Nacional de Santo Domingo •

The Royal Bank of Cánada abre sucursal· The First National City

9

Bank ingresa al negocio financiero en Santo Domingo



Orden Eje­

cutiva del gobierno militar de ocupación designa a The International Banking Corporation, como depositario de los fondos del régimen in­ tervencionista.

15

MEDIOS DE COMUNICACIÓN· 1844-1924



La falta de buenos

caminos acentúa el atraso económico · La bestia de carga, principal medio de transporte · Intelectuales demandan construcción de ca­ rreteras



Opinión de Bonó



Describen caminos dominicanos

importancia del negocio de las recuas



Crean en Santiago





La

asocia­

ciones para construir caminos, pero fracasa· Gregorio Riva canaliza el rio Yuna, comunicando por esa vía al centro del Cibao con Sánchez y Samaná



Inician construcción de ferrocarril Sánchez La Vega· Fe­

rrocarril SantiagoPuerto Plata· Velocidad del ferrocarril· Tranvías en Santo Domingo y Montecristi sal





País se afilia a la Unión Postal Univer­

Instalan Telégrafo · Lineas de vapores que comunican a Santo

Domingo con el exterior



Descripción de la situación de los caminos

hecha por el ministro de hacienda en 1909



Precios del transporte



Cáceres inicia la construcción de la carretera SantiagoSanto Domingo •

Detienen construcción en Los Alcarrizos

Los interventores norte­



americanos reinician los proyectos carreteros de Cáceres.

16

LA DESCOMPOSICIÓN DEL CAMPESINADO: Integración del

campesinado dominicano como trabajador en los ingenios. Proceso de descomposición del campesinado dominicano. El campesino se trans­ forma en obrero asalariado de los ingenios azucareros. El proceso de descomposición del campesinado en la región Este y otros lugares del país.

17

LA INDUSTRIA, LA AGRICULTURA Y LA GANADERÍA DESDE

PRINCIPIO DE SIGLO A 1920: Panorámica sobre el estado de la ma­ nufactura en los principales pueblos: Santo Domingo, Santiago, Puer­ to Plata, San Pedro de Macoris. La industria azucarera se consolida como la primera activídad productiva.

18

LA CONSOLIDACIÓN DE LA HEGEMONÍA NORTEAMERICA­

NA EN LA ECONOMÍA NACIONAL · Observaciones sobre la distribu­ ción del intercambio comercial dominicano durante el siglo pasado •

Buques de guerra franceses y norteamericanos en puerto de San­

to Domingo, reflejo de la brega entre ambas potencias por el control del país



Gobierno firma acuerdo en 1900 que redistribuye ingresos

aduaneros· Gobierno de Jimenes interviene aduanas de Montecristi y Puerto Plata· Protesta de la Improvement



Gobierno crea Comisión

compuesta por los cónsules de Bélgica, Holanda y Estados Unidos para recibir y distribuir fondos aduaneros

10



Improvement demanda

intervención del gobierno norteamericano en su conflicto con el Esta­ do dominicano

Gobierno envía a Estados Unidos y Europa a Hen­



ríquez y Carvajal para entrar en negociaciones con los tenedores de bonos y con la Improvement dos alcanzados por el Dr .



Congreso dominicano rechaza acuer­

Henríquez y Carvajal con acreedores del



gobierno · Caen en el mercado internacional los precios del azúcar, café y cacao



Derriban gobierno de Jimenes en medio de conflictos

financieros con extranjeros



La Improvement demanda el pago de 11

millones de dólares para retirarse del país dirimir conflicto con la Improvement





Designan árbitros para

Fallo de la Comisión Arbitral

resulta desfavorable a dominicanos· Estados Unidos desembarca tro­ pas en Villa Duarte para defender gobierno de Morales amenazado por insurrección



Morales afirma enero de 1905 acuerdo que establece

que recaudaciones aduaneras serian realizadas por funcionarios del gobierno norteamericano· Senado norteamericano rechaza acuerdo· Presidente Roosevelt crea "Modus Vivendi" que permite mantener el acuerdo en vigencia · Buques de guerra de Estados Unidos llegan a Santo Domingo en apoyo al "Modus Vivendi"



Militares norteamerica­

nos son designados como recaudadores en las aduanas dominicanas •

Nuevo Presidente dominicano, Ramón Cáceres, mantiene el "Modus

vívendi"



Congresos dominicano y norteamericano aprueban Conven­

ción de 1907 que otorga a Estados Unidos el derecho de recaudacio­ nes aduaneras



Profesor Hollander estima en 40 millones la deuda

exterior dominicana entre 1905 y 1911





Datos sobre el comercio exterior dominicano

Se instala en el país The Royal Bank of Canadá·

Cáceres dicta Ley Bancaria



Decretan ley de partición de los terrenos

comuneros· Despojos a campesinos en la zona Este del país de parte de ingenios azucareros.

19

LA CONVENCIÓN DE 1907 Y LAS REFORMAS ECONÓMICAS

DEL RÉGIMEN DE CÁCERES: Se expanden los intereses financieros de los Estados Unidos. Cifras de las inversiones de los Estados Unidos en distintas partes del mundo. El proyecto del presidente Roosevelt y su impacto en la República Dominicana. La Convención de 1907 es criticada por los opositores del presidente Cáceres.

20

EL CAOS POLÍTICO AFECTA LA ECONOMÍA y LA ADMINISTRA­

CIÓN PÚBLICA · Asesinan a Cáceres y se inicia el caos político que es aprovechado por Estados Unidos para actuar como "mediador" en varios conflictos



choques armados

Bajan las recaudaciones aduaneras a causa de los •

Estados Unidos aprueba préstamo a presidente

Bordas Valde por 1,600,000 que desembolsa el Guaranty Trust Co. de New York· Presidente Wilson intervíene en guerra civíl dominicana· Secretario de Estado Bryan presiona a nuevo presidente dominicano

11

Juan Isidro Jimenes para que permita a Estados Unidos administrar todas las recaudaciones del Estado y para que reconozca a C. Jo­ hnston, como Contralor Financiero



Senado designa comisión para

negociar con gobierno norteamericano



Siguen las presiones para

que Jimenes del general Arias brinda la excusa a Norteamérica para ejecutar la Ira

21

.



intervención militar.

LA POLÍTICA ECONÓMICA DE LA DICTADURA MILITAR NOR­

TEAMERICANA · 1916-1922 cultivo •



Datos sobre población · Tierras bajo



Listado de las principales ocupaciones

Situación de los ferrocarriles





La artesanía rural

Inician construcción de carreteras

Mejoria en las recaudaciones aduanales





Terminan carreteras que

cubren centenares de kilómetros, y con ellos se consolida el merca­ do nacional· El uso del automóvil se va generalizando· Construyen planteles, acueductos, y se amplia el uso de la energía eléctrica· Cri­ sis de 1920 desploma los precios del azúcar y demás productos de exportación y bajan las recaudaciones· Ocupantes militares efectúan varios empréstitos en nombre de la República tierra favorece a empresarios norteamericanos





Ley de regístro de

La expansión de los

ingenios al amparo de esta ley· La reforma arancelaria de 1919 afecta sensiblemente a la artesanía y la incipiente industria nacional; tam­ bién a la agricultura y la ganaderia



País sufre tremenda inflación



Huelga de "Cocolos" y haítianos en los ingenios por mejorías salariales •

Estados Unidos domina el comercio exterior dominicano· Gobierno

militar norteamericano estimula el ingreso de braceros haitianos



Número de braceros en el país.

22

LA SITUACIÓN ECONÓMICA ENTRE 1892 y 1930



Pago deuda

exterior cubre casi el 50% de las recaudaciones· Dificultades econó­ micas del régimen de Vásquez damientos





Presidente acude, a nuevos endeu­

La Convención de 1924



Ley de 1926 autoriza nueva

emisión de bonos· La política agricola de Vásquez



Mejora la situa­

ción económica · La corrupción del régimen convierte la mejoria en artificial tado





Llega al país Misión Daes para estudiar finanzas del Es­

Sus recomendaciones

Estalla en noviembre de 1929 la crisis



económica en Estados Unidos y en lo inmediato repercute en Santo Domingo.

23 •

1930 •

LA CRISIS DE 1929 Y SUS REPERCUSIONES AÑOS DESPUÉS

Memorias del Secretario Agricultora sobre la situación del país en •

Bajan los precios de casi todos los artículos de exportación

Cierran muchísimos comercios, talleres artesanales e industrias

El hambre azota los pueblos





Se reducen los ingresos del Estado y

gobierno de Trujillo confronta dificultades para pagar los sueldos



Ciclón de San Zenón de septiembre de 1930 contribuye a empeorar la

12

situación económica· Opinan deben detenerse los pagos a la deuda exterior, y por ello decreta una Ley de Emergencia· Estados Unidos envía contralor financiero· Dictador dominicano amplía acumulación de capitales consolidando sus negocios en medio de la crisis· Varias leyes favorecen empresas de Trujillo



Dictan ley para el fomento del

campo que establece zonas agrícolas· Ley favorece con exoneraciones a "nuevas industrias"

En 1933 comienza a manifestarse cierta me­



joria en la economía· Los éxitos en el cultivo del arroz· La dieta del dominicano Vásquez





Antecedentes del cultivo del arroz, durante Cáceres y

Crecimiento del consumo durante la Era· Incentivos para

la siembra· Crece el área de cultivo· Instalación de molinos



Pro­

pagandas en favor del arroz criollo· Trujillo y sus socios crean fincas arroceras· El autoabastecimiento



La especulación origina sustitu­

ción del arroz en la dieta· El consumo de maíz triturado .

24



"caquito".

LA ECONOMÍA NACIONAL ENTRE 1935 Y LA SEGUNDA GUE­

RRA MUNDIAL· Continua la política de fomento a la agricultura y se establecen colonias en varias regiones 1935





Datos sobre la población en

Aumenta la producción agricola y particularmente algunos

productos que se importaban, como el arroz· Segunda Guerra Mun­ dial estimula economía· Distribución de los principales cultivos por tareas sembradas· Número de ingenios en producción· Datos sobre producción azucarera· Exportaciones de azúcar· La Conferencia In­ ternacional sobre el azúcar de Londres· El cultivo del cacao y el café •

Monopolizan exportaciones de café y cacao· Situación de la produc­

ción de tabaco· Reino Unido, mayor comprador de azúcar· Listado de las actividades empresariales de Trujillo



Aumento en los precios

de los artículos fabricados en Estados Unidos afecta economía domi­ nicana



Fijan precios para algunos artículos de primera necesidad;

dejan fuera de a la leche y la carne, principales negocios del déspota •

Paralización de la industria del azúcar de remolacha europea, moti­

vada por la guerra, beneficia a los ingenios azucareros· Tratado entre República Dominicana y Estados Unidos, en el marco de la política del "Buen vecino" favorece finanzas del Estado "Restaurador de la Independencia Financiera"





Declaran a Trujillo

Gobierno compra The

First National City Bank y fundan el Banco de Reservas· La Guerra perjudica a muchos importadores y representantes de casas euro­ peas· El intercambio comercial se ve afectado por la amenaza de los submarinos alemanes· Establecen controles a varias importaciones •

Bajan importaciones



Trujillo amplia sus negocios en el marco de

la guerra mundial· Trujillo crea empresa naviera y se beneficia con crédito del Eximbank



Listado de los negocios del déspota en este

momento· Artesanías y pequeña mediana industria se benefician con las restricciones originadas por la guerra.

13

25

DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL A LA CREACION DE LA

MONEDA NACIONAL· Trujillo continúa monopolizando la industria y el comercio· Datos sobre industrias en 1937 y su diferencia respecto a 1942



Norteamericanos fundan nuevas empresas agrícolas. Exten­

sión de esas explotaciones· Datos sobre industrias en 1946 fábricas de vidrios y una cordeleria





Instalan

Los inicios del uso del cemento

en las construcciones· Datos sobre consumo del cemento en 1907 y diez años más tarde· Trujillo instala fábrica de cemento en 1947



Su

importancia· Dictador dicta leyes para proteger empresas· Aumenta la producción arrocera



Sistema de trabajo en las fincas arroceras

Se deterioran las condiciones de vida a causa de la inflación de la deuda externa







El pago

Función del Banco de Reservas en el pago de

esa deuda. La reforma monetaria crea moneda nacional · Canje del dólar por el peso



Total de dólares canjeados



FMI reconoce paridad

del peso frente al dólar.

26

DE LA POSTGUERRA AL FINAL DE LA DICTADURA: Creci­

miento de la industria y la balanza comercial. Diversificación de la industria nacional. Construcción de nueva vias de comunicación en toda la nación. Trujillo y familiares se constituyen en los principales propietarios de las más importantes fuentes de producción de rique­ zas. La industria textil y la produción de algodón y sisal. Proceso de inmigración del campo a la ciudad. El corte de madera en la frontera y en la Cordillera Central. Ley de Franquicias Industriales y Agrícola de 1950. Construcción de los ingenios Haina y Catarey. Política de acoso y descrédito contra los ingenios propiedad de inversionistas norte­ americanos. Aumento significativo de los ingenios del Estado.

14

PERFIL DE LA SITUACIÓN ECONÓMICA DEL MUNDO OCCIDENTAL EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA NACIONAL Y AÑOS INMEDIATAMENTE POSTERIORES

Los avances de la revolución industrial. Transfonnaciones en la indus­ tria del tejido, Innovaciones en el plano energético. La aparición de la locomotora y los cambios en la navegación amplían el transporte. La expansión colonial europea. El surgimiento del proletariado urbano. Las organizaciones obreras. Marx publica "El Manifiesto Comunista". La ex­ pansión territorial norteamericana. El intercambio comercial europeo y norteamericano con América Latina.



n el momento en que nuestra sociedad alcanzó su 'ndependencia, en febrero de

1844, yen los años in­

mediatamente subsiguientes, se estaba registrando en Europa y Norteamérica un avance arrollador de la revo­ lución industrial, iniciada durante el siglo anterior. Este proceso fue el fruto de todo un conjunto de nuevos descubrimientos técnicos y científicos que, aplicados a la actividad productiva y al transporte, como la máquina de vapor, liquidaron la producción artesanal yla manufactura e introdujeron la gran producción fabril y el maquinismo. En aquel momento, el país más poderoso económica­ mente lo era Inglaterra, pionera de esa revolución indus­ trial que, puede decirse se inició con la invención de una nueva máquina de hilar

(1779) perfeccionada más tarde (1843) que revolucionó de manera fantástica la fabricación

de tejidos de algodón. Otras innovaciones importantes ocurridas por esos años lo fueron la introducción del carbón mineral (hulla)

15

como elemento energético que sustituyó a la madera, y los nuevos procedimientos descubiertos por Siemens, Martín y Beseemer, que mejoraron y permitieron aumentar de ma­ nera considerable la producción de acero. Otro acontecimiento no menos trascendente lo fue la introducción de la locomotora, inventada en 1814, con la máquina de vapor de Watt, como medio generalizado de transporte en Europa durante la década del cuarenta y cin­ cuenta del siglo pasado. Se adaptó la máquina de vapor a los buques, procedimiento ideado por el norteamericano Fulton en 1807. Ambos hechos ensancharon enormemente la capacidad del transporte de mercancías y pasajeros. Es decir, el mundo comenzó a achicarse, haciendo los viajes más breves, menos riesgosos y más confortables. Por esos años, comenzó a producirse industrialmente la bici­ cleta, inventada en Alemania en 1817 por Karl Von Drais. Este vehículo, que en principio era utilizado como medio de diversión, jugó años después un papel muy significativo como medio de transporte de la clase obrera en casi toda Europa. Fruto de esa revolución industrial, Inglaterra que ya era dueña de la más grande flota marítima del mundo, regis­ tró un crecimiento extraordinario en sus exportaciones: de

14,900,000 libras esterlinas que exportó en 1801, pasó a 175,400,000 en 1850. En tan sólo cincuenta años, sus ex­ portaciones crecieron en más de un 60 por ciento. Durante ese período tiene lugar a su vez, una nueva expansión colonial de Inglaterra, la cabeza dirigente del ca­ pitalismo mundial y de la revolución industrial. Esa nación

estableció colonias en África, en la India. En América La­ tina, donde ya tenía a Canadá, Guyana, Jamaica y otras pequeñas islas del Caribe, casi a mediados del siglo XIX, ocupó a Belice, en América Central. La expansión colonial del pais más desarrollado del mundo fue una consecuencia natural de la revolución in­ dustrial, pues con ello Inglaterra se aseguraba no sólo nue­ vos mercados cautivos donde podía vender sin competencia sus productos, sino también, materias primas baratas.

16

La revolución industrial que introduce el sistema fabril, también originó el surgimiento del proletariado urbano, desplazando al trabajador doméstico, e introdujo en las fá­ bricas un riguroso sistema de trabajó bajo la dirección y supervisión directa de capataces, que obligaban al obrero a trabajar hasta 16 horas al día. En este momento de la historia económica del mundo oc­ cidental las mujeres y los niños fueron incorporados de ma­ nera masiva al trabajo fabril, sobre todo en el ramo textil. La superexplotación que padecían los trabajadores dio origen a su vez a la organización de los sindicatos, una de cuyas primeras tareas lo fue la lucha por la reducción del horario de trabajo y la prohibición del trabajo de los niños en las fábricas. Casi de manera paralela al surgimiento y fortalecimien­ to del movimiento sindical en Europa, fueron apareciendo allí organizaciones políticas para la defensa de los trabaja­ dores. También durante este periodo se inició la difusión entre las masas de las ideas socialistas. Al calor del ímpetu de este movimiento y como critica al carácter utópico de las ideas socialistas más difundidas entre los trabajadores en el viejo continente. en 1848, Marx y Engel, redactaron su famoso "Manifiesto Comunista", donde inician con rigor la interpretación de la historia de la humanidad como producto de la lucha entre las clases sociales, destacando a su vez, el papel revolucionario del proletariado en la época moderna. El mismo año de la publicación de esa controvertida obra de Marx y Engel. Francia fue sacudida por una revo­ lución donde por primera vez el proletariado participó con sus propios fines políticos. Esa revolución derribó la mo­ narquía de Luis Felipe 1 y restableció la República. En los albores de la independencia dominicana, la na­ ción más desarrollada en nuestro continente era Estados Unidos. En esos momentos precisos ese pais dio inicio a una arrolladora expansión territorial hacia el Oeste del te­ rritorio de Norteamérica, la mayor parte del cual le fue arre­ batado a México.

17

La primera gran anexión norteamericana de territorio mexicano ocurrió en 1844, justo el año de la proclamación de nuestra independencia. Mediante tratado, Estados Uni­ dos se adueñó de la recién proclamada República de Texas. Cuatro años después, luego de invadir a México, impuso a ese país otro tratado y se apropió de Nuevo México y de la Alta California. En total, en sólo cuatro años, la expansión territorial de los Estados Unidos costó a México 1,528,241 kilómetros cuadrados. En términos teóricos económicos, en casi toda Europa se fue imponiendo salvo España el libre cambio (liberalis­ mo) como fundamento positivo del intercambio comercial entre las naciones, y como motor del desarrollo industrial. Esa teoría, surgida en Inglaterra y que se afirmó en casi todo el mundo luego de la publicación de "Las riquezas de las naciones" de Adams Smith, suplantó al proteccionismo característico del período mercantilista y contribuyó enor­ memente al desarrollo industrial de casi toda Europa. En el plano del comercio, en los momentos de la inde­ pendencia dominicana y años posteriores, primero Inglate­ rra y luego Francia, monopolizaban la mayor parte del co­ mercio exterior de América Latina, aunque Estados Unidos y Alemania, tenían ya una fuerte presencia en la zona del Caribe y en América Central. Particularmente en América del Sur (Brasil, Argentina, Uruguay, Paraguay), Inglaterra era la principal abastecedora de productos manufactura­ dos y una gran compradora de materias primas, y trataba por medio de inversiones, de obtener el control financiero de esa región, propósito que alcanzó antes de finalizar el siglo XIX.

18

ANTECEDENTES

Los cambios de la economía ocurridos durante el régimen de Boyer. Mo­ dificaciones en el sistema de la propiedad de la tierra. La abolición de la esclavitud. Principales artículos de exportación. El Código Rural. El co­ mercio es ampliado. La aparición del campesinado dominicano. Medidas impositivas afectan economía.

lli

integración de la antigua zona española de la isla e Santo Domingo dentro del marco de la República

de Haití, efectuado por el Presidente Boyer en 1822,

liquidó los arcaicos moldes de la economía colonial españo­ la vigentes hacía más de tres siglos, en el territorio que hoy se denomina República Dominicana. En primer lugar, esa integración abrió las puertas del intercambio comercial en la antigua parte española, hasta ese momento cerradas bajo las férulas del monopolio co­ mercial impuesto por España en sus colonias americanas, y sus habitantes pudieron comerciar con nuevos mercados: Estados Unidos, Francia, Inglaterra. Holanda. etc. Este hecho originó un reavivamiento de la actividad productiva de los principales productos de exportación: Madera, tabaco, cueros, mieles, etc. En segundo lugar, la integración de nuestra zona con la República de Haití, creó también un cambio radical en el sistema de la propiedad de la tierra, pues las propiedades de la Iglesia Católica, principal latifundista durante la co­ lonia, fueron confiscadas, y asimismo, las de aquellas per­ sonas que, inconformes con la integración, abandonaron el país.

19

Al mismo tiempo, el gobierno de Boyer derogó todo un conjunto de impuestos que afectaban de manera sensible el desarrollo de la economía y dictó disposiciones para in­ centivar el comercio. Pero la más significativa de las modificaciones ocurrió en el plano de la propiedad territorial y la originó el repar­ timiento de tierras iniciado por el gobierno de Boyer en los primeros años de su mandato, acción que favoreció a cerca de 10 mil familias, en su mayor parte ex esclavos durante el periodo colonial. Esa extraordinaria distribución de tierras permitió la aparición del campesinado dominicano, un fenómeno nue­ vo en el ambiente sociológico nacional. Con anterioridad, el habitante del campo, en su mayor parte era esclavo sin derecho al disfrute de la propiedad o liberto. Más adelante presentamos un cuadro extraído por no­ sotros de los datos ofrecidos por José Gabriel García sobre la situación de la propiedad de la tierra en nuestro país en

1838, años después de la distribución decretada por Boyer. El historiador García no incluyó en su relación a Santiago, ni a Puerto Plata. Si se toma en cuenta que en aquel momento la po­ blación dominicana no alcanzaba los 100 mil habitan­ tes, y se parte del hecho de que cada familia tenía por

10 menos cuatro miembros, se puede concluir afirman­ do que esa distribución llevada a efecto por Boyer, hizo propietario a cerca del 40% de los pobladores adultos de la zona Este. Por otro lado, tanto la posesión de la tierra, como la pro­ piedad de la misma, estaban afectadas durante la colonia por capellanía, censos, y otros sistemas impositivos feuda­ les, los cuales fueron abolidos por Boyer. La tierra, en consecuencia, a partir de la distribución llevada á cabo por Boyer, dejó de ser un monopolio de la Iglesia, de los grupos hateros y la burocracia dominantes, pasando a ser, en una buena proporción, propiedad de los cultivadores directos, hecho que favoreció enormemente a la agricultura, ahora en una buena parte, bajo el control de

20

Distribución de la propiedad y actividad económica 1839-1840 Común o sección

Total

Cacao Algodón Caña

Café

Hatos

Traplches

Frutos y otros

Tabaco

271

47

37

236

71

18

8

14

39

285

30

9

8

14

19

269

219

28

6

6

7

3

Tomundo

261

223

25

6

6

Sto. Dgo.

821

-

174

Sarnaná

192

Seybo

454

Baní

390

San Cristóbal

770

Los Llanos

368

48

10

Bayaguana

388

68

10

Monte Plata

322

Azua

355

Las Caobas

346

Río Arriba

365

Arroyo Seco

Sab. de la Mar

-

21

11

72 39

34

-

142

567

59 24

8

149

137

179

138 279

39 12

57

628 310

310

112

68 33

34

San Juan

698

141

El Cercado

502

92

-

410

-

396

Puerto Plata

567

1,047

Las Matas

492

96

Bánica

144

54

Neyba

951

13

19

421

90 18

-

490

Dajabón y Montecristi

�otales

422

19,5911 3� 97� 82� 40� 114� 6� 25� 440� 21

un campesinado libre y propietario, fenómeno que fortale­ ció la producción mercantil. El régimen de Boyer al propio tiempo, dictó varias dis­ posiciones para estimular la siembra de productos de ex­ portación, tales como el café y el tabaco. Todos estos cambios fortalecieron el desarrollo del co­ mercio y el crecimiento económico de la pequeña burgue­ sía, grupo social que sería el sostén de la independencia nacional. A pesar de estas modificaciones positivas que incentiva­

ron el avance económico de la antigua colonia española y de paso ampliaron el universo social que apoyaba al régimen, dos medidas tomadas por Boyer, a corto plazo, se convir­ tieron en elementos que conspirarían, no sólo contra la in­ tegración de los haitianos y los dominicanos en un mismo ordenamiento político republicano, sino además, contra el natural desenvolvimiento posterior de la economía. La primera fue la aceptación del compromiso de pagar a Francia una indemnización de 150 millones de francos, como compensación por las propiedades perdidas por los colonos franceses, a causa de la lucha por la independencia de Haití proclamada en 1804, y la otra, la promulgación del Código Rural. La primera medida obligó al gobierno de Boyer a crear un ordenamiento impositivo compulsivo que los dominica­ nos entendieron desde el principio como odioso e injusto. y el Código Rural creó un ríguroso ambiente de trabajo en el campo que hacía recordar el sistema imperante durante la esclavitud abolida por el mismo Boyer. El compromiso de indemnizar a los colonos franceses mediante el pago de una suma grandísima que la Repú­ blica no podía pagar en el plazo en que fue acordado con Francia, afectó sensiblemente las finanzas del régimen, y fue, por decirlo así, el caldo de cultivo que, junto al despó­ tico sistema de trabajo impuesto al campesinado mediante la aplicación del Código Rural, creó el ambiente de incon­ formidad política que bien pronto envolvió a ambas zonas de la isla.

22

Situación esta última que aprovecharon muy bien los independentistas dominicanos dirigidos por Juan Pablo Duarte, casi todos miembros de la pequeña burguesía ur­ bana, para echar adelante su proyecto, llevado a feliz térmi­ no, el 27 de febrero de 1844.

Moca en 1870, aproximadamente. Dibujo de Hazard.

23

ESTRUCTURA DE LA ECONOMÍA: 1844 1870

Las actividades productivas básicas de la economía. Los efectos de la guerra dominicohaitiana sobre la producción. Situación de la zona fron­ teriza. Datos úe población. La situación de las vías de comunicación. La economía natural. Las artesanías. Principales ocupaciones. El sistema de cultivo. El corte de madera y el aspecto contractual de los trabajadores. La baja en las exportaciones. El comercio en manos de extranjeros. La especulación con el oro de los judíos. La regionalización de la produc­ ción. Los terrenos comuneros. La aparcería. El cultivo del tabaco y su importancia. Las artesanías alrededor del tabaco. Los extranjeros en el comercio del tabaco. Los intermediarios. Datos de exportación de tabaco entre 18441870. La economía durante la anexión. La política impositiva

lli

del gobierno español.

a sociedad dominicana registró importantes cambios

en su economía a partir de la independencia nacio­ nal, pero es necesario subrayar, que los principales

renglones de la actividad productiva seguirían siendo, has­ ta 1870, aproximadamente, al igual que como lo fueron durante el período de integración a la República de Haití, el corte de madera caoba, campeche, guayacán, la cría de ganado vacuno, y el cultivo de tabaco. El corte de madera y la cría de ganado vacuno cons­ tituían la base de la economía de la región Sur y Sureste, mientras el cultivo del tabaco jugó el mismo papel en la re­ gión Norte, donde también, aunque en menor medida, mu­ chos propietarios y contratistas, igualmente se dedicaban al corte de madera. La primera modificación importante ocurrida en la eco­ nomía dominicana a consecuencia de la independencia na-

25

cional se derivó directamente de la guerra dominico hai­ tiana, pues el Estado recién surgido se vio en la obligación de enrolar a miles de trabajadores, agricultores, peones, artesanos y pequeños y medianos propietarios en las filas del ejército para defender el territorio nacional. Este hecho originó un serio decaimiento en todas las actividades pro­ ductivas. Fueron liberados del servicio militar los grandes propietarios, los comerciantes, y los empleados del Estado. Pero donde ocurrió lo peor fue en la zona fronteriza, principal foco del conflicto bélico, pues allí fue necesario abandonar durante varios años todos los cultivos, retirar el ganado vacuno y caballar, y detener el corte de madera. Durante más de un lustro aquella zona, a consecuen­ cia de la permanente situación de tensión y guerra, estuvo desolada, pues una buena parte de los habitantes varones establecidos en el lugar fue además obligada a integrarse al ejército. Es importante tener en cuenta, para poder comprender la estructura económica de nuestro pais en aquella épo­ ca, que el Estado dominicano recién formado y que moldeó sus lineamientos jurídicos con la promulgación de la Cons­ titución de noviembre de 1844, surgió a la vida con una característica muy peculiar que debe ser tomada muy en cuenta. Esa característica fue la siguiente: El Estado era el prin­ cipal latifundista de la Nación, pues heredó, no sólo gran parte de las propiedades de la Iglesia Católica confiscadas por el régimen de Boyer, sino también centenares de gran­ des haciendas y miles de propiedades pequeñas y medianas pertenecientes a ciudadanos haitianos que abandonaron nuestro territorio, y a soldados y oficiales del ejército de Haití. Propiedades estas últimas que habían sido donadas por Boyer para estimular la fidelidad a su persona en las filas del ejército. Aún en 1861, el Estado dominicano era propietario de "por lo menos ocho décimas partes de su territorio". (Emilio Rodríguez Demorizi. Antecedentes de la Anexión a España. Academia Dominicana de la Historia.

1970. Pág. 255.)

26

Esta peculiaridad se constituyó, durante mucho tiem­ po. en el elemento detonante de muchos de los conflictos políticos registrados en nuestra nación durante sus prime­ ros años. En 1844, la población dominicana apenas alcanzaba los 126 mil habitantes, según José Ramón Abad, hecho por el cual el enrolamiento forzado al ejército de cerca de 8 mil cultivadores y peones agrícolas, deterioró seriamente el sis­ tema productivo de la Nación. Por cierto, sistema productivo muy atrasado o casi primitivo, carente del dominio técnico que ya conocian Europa y Norteamérica, cuyas sociedades vivían en el pleno apogeo de la revolución industrial que consolidó el mercado mundial. La República Dominicana en aquella época, no tenía siquiera vías adecuadas para la comunicación entre sus pueblos. A diferencia de los países europeos y de Estados Unidos, donde el maquinismo había envuelto ya a todas las esferas de las actividades productivas, incluyendo a la agricultura, y en donde los ferrocarriles y el barco a vapor, y más lue­ go, el de combustión, comenzaban a revolucionar todo el sistema del transporte, haciendo más activo los mercados nacionales y el mercado mundial, en la recién creada Repú­ blica Dominicana, las vías de comunicaciones continuaban siendo los viejos caminos trazados durante la colonia. Esto impidió la conformación de un mercado nacional, originando la paradójica situación que hacía que los prin­ cipales puertos y ciudades del país, Santo Domingo, Puerto Plata, Azua y Montecristy, registraran mayores contactos con el exterior, que con los pueblos dominicanos estable­ cidos en el interior. Incluso, la navegación de cabotaje era escasa y se efectuaba en viejas goletas y otros buques de vela. Esa limitante, se mantuvo durante varias décadas, e influyó de manera notable en la economía, acentuando el atraso. Dentro de este marco, la economía natural orientada al autoabastecimiento familiar, tenía un enorme peso, debido precisamente a la ausencia de un mercado nacional, por la

27

falta de vías que facilitaran las comunicaciones entre los campos y pueblos. Únicamente las unidades productivas situadas en zo­ nas cercas a las ciudades, tenían posibilidades de partici­ par en el escaso intercambio comercial. No existía desarrollo industrial alguno y entre las arte­ sanías los sectores dedicados a la elaboración de serones, principal medio de empaque para el transporte de los pro­ ductos agrícolas; la de cigarros y andullos, la dedicada a la fabricación de rústicos muebles de madera, junto a la arte­ sanía del cuero para la caballería de sillas para montura, la de los alambiques para la elaboración de ron a base de alcohol de caña de azúcar, producto este último fabricado en trapiches movidos por animales donde también se elaboraba azúcar y mieles, apenas registraban un incipiente avance. Estas últimas unidades productivas, generalmente de tamaño muy reducido, donde encontramos la presencia de la familia integrada á la producción, junto al corte de ma­ dera, puede decirse que eran la única expresión en nuestro país, de lo que en la historia del capitalismo se conoce con el nombre de producción mercantil simple. Por otro lado, el examen de las clasificaciones estipula­ das en la Ley de Patentes promulgada a mediados de 1845, nos permite formar una visión más clara sobre la situación económica del país. Las categorías por ocupaciones que contemplaba dicha ley, que sumaban apenas 25, eran las siguientes: Botica­ rios, consignatarios, dueños de casa de trucos y billares, curtidores, licoristas, ebanistas y carpinteros, negociantes en madera y frutos, mercaderes de alquitrán y aceite, quin­ callerías y jugueterías, panaderos, traficante de un pueblo a otro, posaderos o mesoneros, sastres, sombrereros y vele­ ros. No aparece en la lista una sola actividad industrial. No hay documentos que indiquen el número de paten­ tes que fueron registrados a partir de la promulgación de la ley. Pero puesto que la referida legislación en principio pro­ hibió la apertura de negocios en las zonas rurales, donde se concentraba la mayor parte de la población, más del 80%,

28

de suyo se desprende que el número de establecimientos patentados era sumamente bajo. La población urbana era muy reducida. La ciudad de Santo Domingo, para sólo traer un ejemplo, no tenía en aquel momento (1845)12 mil habi­ tantes. Por otra parte, el trabajo bajo salario era escaso, y par­ ticularmente en las labores agrícolas, la fuerza de trabajo fundamental era el peón, peculiar reminiscencia dominica­ na de la servidumbre española que no pudo abolir la domi­ nación haitiana. Pero agreguemos a todo ello que la tierra se preparaba para el cultivo mediante métodos sumamente rudimenta­ rios y primitivos. El desmonte con el fuego y el uso de la coa en la siembra, instrumento este último utilizado por los taínos, estaban generalizados. El arado se comenzó a utilizar en Santo Domingo, después de 1870. Sin embargo, en el corte de madera era bastante común el uso de con�rato para la utilización de los servicios. Tene­ mos que subrayar que la modalidad de establecer contratos entre los cortadores de madera y los dueños de los terre­ nos y sus concesionarios, (y también en otras actividades agrícolas y ganaderas) fue introducida en nuestro país du­ rante el régimen de Boyer, a partir de la promulgación del Código Rural de 1824, y que eran mas bien "contratos de servidumbre", muy parecido a los acuerdos que en Europa establecían los señores feudales, con sus siervos, pues el trabajador contratado se obligaba a no abandonar su labor sin el consentimiento del contratista. En el caso dominicano sin embargo, el contrato era temporal, de uno y dos años generalmente, y no para toda la vida, como en el caso europeo y, además, recibía una remuneración, que en 1844 alcazaba apenas a la suma de un peso diario. Por otro lado, debemos anotar que a causa del decai­ miento económico que originó la guerra dominico haitiana, las exportaciones registraron una baja sustancial. Salvo el tabaco, todos los cultivos fueron afectados. También el cor­ te de madera se redujo bastante.

29

Es importante que subrayemos, que el comercio de ex­ portación y de importación se encontraba controlado por extranjeros, varios de ellos de origen judío, los cuales se dedicaban también a la usura. Entre las principales casas extranjeras dedicadas a esas actividades pueden citarse: La de los Rothchild, la Levy et Fils, la Brenan, la Durocher et Fils, Jazan, Jesurum. Tan tempranamente como en 1846, un grupo de co­ merciantes de La Vega, denunció ante el Presidente de la República, general Pedro Santana, que varios judíos se de­ dicaban a la compra de la onza de oro, además de frutos. El mandatario dominicano respondió a los comerciantes ve­ ganos rechazando la denuncia, al tiempo que le hacía saber que los judios "han sido los primeros en afrontar sus fondos para subvenir a los gastos de la guerra". (Hoetink. El Pueblo Domini­ cano. Edit. Univ. Católica Madre y Maestra. 1970. Pág. 50). Casi todas las casas comerciales extranjeras judías, eran sucursales de otras más importantes establecidas en Curazao y Saint Thomas. Estas dos islas, durante varias décadas monopolizaron el comercio de importación y expor­ tación de Santo Domingo. Las casas comerciales de Saint Thomas y Curazao, compraban en Europa y reembarcaban sus mercancías con excelentes ganancias a la República Dominicana. Se trata de un singular comercio triangular que tuvo sus orígenes, en la ausencia de relaciones comerciales di­ rectas entre nuestro país y Europa. Situación esta que duró varios lustros. CARACTERÍSTICAS DE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA y LA REGIONALIZACIÓN DE LA ACTIVIDAD PRODUCTIVA En el período comprendido entre los años 1844-1870 que estamos examinando, la actividad productiva y el sis­ tema de propiedad de la tierra, establecidos en las zonas agrícolas, tienen características muy específicas que lo di­ ferencian de otros periodos.

30

En primer lugar, es evidente la existencia de tres regio­ nes con peculiaridades muy propias. En ese orden pode­ mos hablar de una especialización regional de la actividad económica. En la región Norte, el cultivo del tabaco era la piedra angular de la agricultura, notándose allí la existencia bas­ tante extendida de la pequeña y mediana propiedad. En la región Este, la actividad fundamental era la gana­ dería, sobre la base de un latifundismo notablemente acen­ tuado. En el lenguaj e de la época el latifundio era denomi­ nado como "hato". En esta misma región, a la ganadería le seguía el corte de madera. La región Sur conforma ciertas características similares a la región Este en cuanto a la acentuada presen­ cia de la gran propiedad, pero aquí el hato ganadero no tuvo la importancia que registró en la región Este. En la región Sur, además, es notable la existencia bastan­ te numerosa de pequeños trapiches dedicados a la elabora­ ción de azúcar, melaza, y alcohol para la fabricación de ron.

Trapiche del siglo XVIII, encontrado en la región oriental, en el Municipio de los Llanos.

31

Tanto en el Norte como en el Este, el pequeño trapiche aparece, pero no con la profusión que se registra en la re­ gión Sur. A la creación de esa especialización regional de la activi­

dad productiva, contribuyeron las diferencias existentes en las calidades de las tierras de cada región, las variaciones del clima, e incluso, detalles históricos. Es interesante resaltar que esa realidad antes expresa­ da, que contribuyó al establecimiento de esa especializa­ ción regional, también creó un comportamiento diferente de sus habitantes respecto al trabajo. Varios informes de la época señalan que la conducta del habitante de la zona Sur y Este, donde el corte de madera y la ganadería, como hemos dicho, constituían la base de la economía de dichas regiones, era totalmente diferente a la del ciudadano de Cibao, donde el cultivo del tabaco ocupa­ ba la posición central. "La facilidad con la que un hombre trabajando el corte puede adquirir cierta suma en un lapso de tiempo relativa­ mente breve, es el origen de la gran pereza que es caracte­ ristica predominante de los habitantes del Sur, a diferencia de los de la provincias norteñas donde la agricultura es la principal actividad económica" señala Schomburgk, cónsul inglés en informe escrito poco después de la independencia. Por otra parte, al terminar la ocupación haitiana el sis­ tema de propiedad de la tierra de la República Dominicana se puede clasificar como: 1) Terrenos propiedad del Estado, heredados del período de la integración con Haití. A esta franja del sistema de propiedad hay que agregar los terrenos confiscados a los residentes haitianos de la parte Este de la isla civiles y militares que abandonaron el país a raiz de la procla­ mación de la independencia nacional. Para valorar la importancia del sector estatal en el siste­ ma de propiedad, es bueno recordar que todas las pro­ piedades de la Iglesia Católica fueron confiscadas por el régimen de Boyer y que hasta 1822, esta institución era la mayor latifundista del país.

32

En consecuencia, el Estado dominicano heredó del go­ bierno anterior propiedades inmensas, que como vere­ mos más adelante, se convirtieron en focos permanen­ tes de conflictos.

2)

Terrenos comuneros: Es decir, propiedades sin delimi­ taciones precisas, donde dos o más personas eran pro­ pietarias. Los terrenos comuneros. cuyos orígenes se remontan a la época colonial, envolvían propiedades pequeñas. me­ dianas y grandes.

3)

Hatos ganaderos, latifundios tanto comuneros como de propietarios individuales.

4)

Por último, tenemos la pequeña y mediana propiedad individual, bastante numerosa sobre todo en el Cibao. Es importante subrayar que la pequeña y mediana

propiedad mantuvieron la mayor actividad productiva du­ rante este período

1844-870,

tanto en el Norte como en el

Sur. En la actividad agrícola, el pago de salario era prácti­ camente inexistente y lo más común era la prestación de servicios bajo contrato verbal o escrito, donde el propietario de la tierra recibía la mayor parte de lo que él o los con­ tratados producían. Es lo que comúnmente hoy se conoce como aparcería". (Véase: El precapitalismo dominicano de la primera mitad del siglo XIX: Rosagilda Vélez. Editora UASD, CULTIVO DEL TABACO:

1780-1850. 1980.)

J. Rodríguez y

1844-1870

Durante el período de la integración con Haití, el cultivo del tabaco registró un aumento en Santo Domingo como nunca antes se había conocido. Sólo la exportación de

1841,

que ascendió a

3,219.690,

superó en más de veinte

veces las exportaciones hechas durante los últimos años del período colonial:

1810-1822.

A partir de la independencia nacional, el cultivo del ta­ baco continuó avanzando. Fue la única actividad produc­ tiva no afectada de manera sensible por los efectos de la

33

guerra dominicohaitiana que se inició en marzo de 1844 y que mantuvo en tensión al pais por varios años. Pero hay que destacar, que si bien en todo el territorio nacional se cultivaba el tabaco, el Cibao era el mayor pro­ ductor. En esta región, las provincias de Santiago y La Vega marcharon a la cabeza. Debe ser señalado que el cultivo del tabaco se efectuaba mayormente en pequeñas y medianas propiedades. Gene­ ralmente el trabajo de siembra, cosecha, cura y selección de la hoja, se efectuaba en un ambiente familiar.

Calle comercial de Santiago, en 1910.

El tabaco tenía dos destinos: el mercado exterior y el interior. El tabaco para el consumo local pasaba por una fase artesanal de elaboración para convertirlo en "andullos" que era utilizado para fumar en pipa o "cachimbo" y para masticar, costumbre bastante arraigada en la población campesina. También se encontraba bastante extendido el consu­ mo del tabaco en forma de cigarro, elaborado en pequeños talleres artesanales o individualmente por el propio .fuma­ dor. Esta última costumbre era más común en las zonas rurales.

34

El desarrollo del cultivo del tabaco permitió a la región cibaeña establecer una dinámica económica muy superior a las otras regiones del país. En primer lugar, desarrolló la artesanía dedicada a la fabricación de serones a base de guano, y de coberturas para la protección de los animales que transportaban el producto hacia Puerto Plata, principal puerto de exporta­ ción de aquella región. y asimismo, como no existían carreteras, y era necesa­

rio el uso de animales para su transportación, esa realidad obligó al establecimiento de un peculiar negocio de recuas de caballos y mulos. El periódico El Eco de la Opinión del 26 de abril de 1857, informa que en el Cibao había un capital invertido en animales que "no baja de un millón de pesos" y que más de mil hombres estaban dedicados a la conducción de las recuas. La comercialización del tabaco, sin embargo, escapó al control de los dominicanos, pues fueron comerciantes ex­ tranjeros, en su mayor parte alemanes, quienes monopoli­ zaron su exportación. Muchos de estos comerciantes eran agentes de casas comerciales de Bremen y Hamburgo, don­ de estaban establecidos los principales compradores del ta­ baco dominicano. El investigador dominicano Antonio Lluberes, en un in­ teresante artículo publicado en la revista EMEEME (Vol.VI. No.435, de mayo de 1978) destaca que de 16 firmas expor­ tadoras establecidas en Puerto Plata, apenas 2 correspon­ dían a apellidos nacionales. Muchos de estos extranjeros exportadores de tabaco, actuaban también como usureros en el plano de la finan­ ciación de la cosecha. Facilitan dineros en préstamos a los cultivadores bajo el compromiso de la compra obligada de la cosecha. No pocos cónsules europeos se dedicaron a tales activi­ dades, utilizando a representantes suyos que viajaban por el Cibao a establecer los acuerdos de préstamos. Estos últi­ mos, generalmente, actuaban también como almacenistas.

35

Un informe escrito en

1862 por el capitán espa­ ñol Santiago Moreno se­ ñala que el principal ne­

EXPORTACIONES DE CAOBA 1845-1884 1844-45 ......................... 30,000

gocio de los comerciantes

1845-46 ......................... 34,000

extranjeros

en

1846-47 ......................... 28,000

Puerto Plata consistía en

1851 .............................. 65,000

la compra de tabaco.

1855 .............................. 50,000

radicados

El oficial español des­

1856 .............................. 55,000

taca que: "Estos, adelan­

1860 .............................. 80,000

tando

propietarios

1861 .............................. 70,000

dinero o efectos, cobran en

1862 .............................. 30,000

a

los

frutos cuando llega la co­ secha: el total adelantado; siendo de notar que la va­ riación de precio en el pa­ pel moneda hasta hoy en circulación, es otra fuente de especulación,

por es­

tar a su arbitrio aquellas variaciones, que como es

1863 .............................. 30,000 1866 .............................. 30,000 1867 .............................. 67,000 1868 ............................ 123,000 1869 .............................. 91,000 1870 ............................ 120,000 Fuente: Cassa. Roberto. Hist. Social y Econ. de la República Dominicana. Vol. Il Pág. 20.

consecuencia, siempre redundan en provecho exclusivo para esa clase." Para tener una idea más certera de la importancia del cultivo del tabaco y de su constante desarrollo durante el periodo que examinamos 1844-1870 veamos las cifras so­ bre su exportación, en el cuadro de la página anterior. Pero antes, debemos aclarar, que la caída que se regis­ tra entre los años 1862 hasta 1866, obedece a la situación de guerra contra España que vivió nuestro pueblo durante esos años.

EL CORTE DE MADERA y LOS TRABAJADORES Desde la época colonial, la madera dominicana, debido a su gran calidad, disfrutó de un alto aprecio en los mer­ cados europeos. La caoba, el cedro, el pino, el campeche y

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otras maderas resistentes fueron artículos importantes de exportación. Durante el periodo de la integración con Haití, particu­ larmente la exportación de la caoba, se constituyó en una de las principales fuentes de ingresos de divisas. La caoba dominicana que se exportaba, altamente coti­ zada en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, era utili­ zada en la fabricación de muebles, interiores de buques, y en la construcción de viviendas para puertas y ventanas. La caoba centenaria tenía un alto consumo pues además era utilizada para viga en edificios, palacios y en las grandes viviendas de las personas adineradas. Durante los primeros años de la época republicana el corte de madera y su exportación si bien sufrió una ligera reducción, a causa del conflicto bélico con Haití, fue una de las actividades productivas más importantes. El informe de Hacienda de 1945-46 señala que durante ese año, fueron exportados 3,223.000 pies de caoba. Diez años más tarde, en 1855, el Cónsul inglés Schomburgk, en informe enviado a su gobierno destaca que ese año fueron exportados 3,479.000 pies, a un precio de 122 pesos fuertes el millar, o lo que es lo mismo, a $0.12.2 centavos de peso fuerte cada pie. Ese año, ingresaron al país por concepto de exportación de caoba $326,245 pesos fuertes. Cifra que de­ lata la importancia que tenía el corte de madera en la econo­ mía nacional, durante los primeros años de la República. A diferencia del tabaco, cuya base productiva se encon­ traba en manos de pequeños y medianos propietarios nati­ vos, la actividad maderera fue controlada por los hateros, la alta burocracia estatal y también por comerciantes extran­ jeros que hacían las veces de contratistas para el corte. No pocos de estos comerciantes extranjeros recibieron concesiones graciosas para cortar madera en terrenos de propiedad del Estado dominicano. Entre los principales comerciantes extranjeros dedica­ dos al corte de madera estaban: Abrahán Cohen, J.B. Bouvi, quien años más tarde se dedicó a la fabricación de billetes falsos, Jules Grandgerard, Nicolás Durocher y otros.

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Una razón importante explica la presencia de comercian­ tes extranjeros en el control de la explotación y exportación de la madera: para dedicarse a esta actividad, había que po­ seer recursos financieros, a fin de cubrir los salarios de las cuadrillas de obreros dedicados al corte y los gastos de su exportación. Los comerciantes extranjeros poseían capitales acumulados suficientes para dedicarlos a esa actividad. Generalmente el comerciante extranjero establecía un contrato con una persona encargada directamente del cor­ te, una especie de capataz, quien a su vez enrolaba en esa actividad a un número determinado de trabajadores. En muchos contratos que hemos examinados, el con­ tratista entrega una suma determinada en avance para que el encargado de dirigir y controlar el corte, pueda cubrir con el correspondiente pago salarial de los trabajadores contra­ tados. Otras veces, el contratista efectúa contratos individua­ les con cada uno de los trabajadores que efectuarán el corte de la madera. En no pocos casos, la persona contratada para dirigir el corte, es decir el capataz, era el mismo propietario del terre­ no donde se efectuaba el corte de la madera, quien incluso, ponía en garantía su propiedad, la cual corría el riesgo de ser afectada, en caso de incumplimiento del contrato esta­ blecido con el comerciante extranjero contratante. En el original del contrato, la persona contratada apare­ cía como "vendiendo" una determinada cantidad de pies de madera, pero en los hechos, no sólo estaba vendiendo sus servicios y los de las demás personas que junto a él harían el trabajo, sino que además ponía en garantía su propie­ dad, la cual podía perder en caso de incumplimiento. Es decir, este tipo de acuerdo, envolviendo sumas im­ portantes como avance en dinero, era efectuado cuando el contratado era dueño de los terrenos donde se llevaba a cabo el corte, y también en los terrenos que generalmente obtenían los extranjeros mediante concesión del Estado por un tiempo determinado, o mediante arrendamiento a par­ ticulares.

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Otro tipo de acuerdo muy diferente establecían los ha­ teros con los encargados directos del corte de madera en sus propiedades. Aquí el cortador directo se comprometía a trabajar en el corte por un tiempo, recibiendo en cambio una parte en dinero y otra en lo necesario para su manu­ tención diaria. Algunos contratos señalaban que el cortador tenía derecho a alimentarse con los frutos cultivados en los mismos terrenos donde se efectuaba el corte de madera. Generalmente, el hatero contrataba un número deter­ minado de cortadores y transportadores bueyeros de la ma­ dera y los situaba bajo el control de un capataz, encargado de vigilar el trabajo de los cortadores. En casi todos los contratos se incluía una clausula que especificaba que el trabajador contratado no podía "en ningún caso, separarse de dicho corte, sin previo consenti­ miento de su propietario o su encargado" durante el tiempo que cubría el contrato. (Véase: J.C. Rodríguez y Rosajilda Vélez. El precapitalismo dominicano de la primera mitad del siglo XIX. Editora UASD. Pág.

151).

En este último caso, el trabajador era, por un lado, un hombre bajo salario generalmente bajísimo y por el otro, un siervo sujeto a la tierra durante cierto tiempo. Una forma muy peculiar de "contratación" tenían los altos burócratas civiles y militares que se dedicaban al ne­ gocio del corte de madera. En estos últimos casos, el trabajo prestado por el obrero cortador era gratuito, pues "bajo el pretexto de servicio mili­ tar, ellos (las autoridades) piden hombres, procurándose de tal forma, trabajadores gratis para sus cortes de madera". Un diplomático francés explicó en

1853

otras de las

formas más utilizadas por los "empresarios" dedicados al negocio del corte de madera. "He aquí como ellos proceden señaló el diplomático se asocian en la explotación de la ma­ dera con un general. Este último llama bajo las armas a los hombres que han obtenido trabajar para un particular y los envía al corte. Es, pues, imposible emprender cualquier cosa sin tener un general asociado, y para tenerlo, es nece­ sario, claro está, recompensarlo generosamente"... (Véase:

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Serrulle y Boin. El proceso de desarrollo del capitalismo en la República Dominicana. 1844-1930. Ediciones Gramil. 1979. Pág.70). Por otra parte, como no existían vías de comunicacio­ nes, y los caminos existentes eran las antiguas rutas de los aborígenes mejoradas durante la colonia, la madera cortada era trasladada mediante bueyes hasta la orilla de un río con desembocadura en el mar. Por ese motivo, los terrenos madereros más valiosos, y que por tanto, pade­ cieron más rápidamente de la destrucción de sus bosques, fueron aquellos que se encontraban situados cerca de los ríos principales del país, o cercanos al mar. De todas maneras, en la región Sur del país el corte de madera, sobre todo de la caoba, durante muchos años con­ tinuó siendo la principal actividad económica. "El comercio de la caoba" -dice Schomburgk- "ha dado origen a grandes fortunas y por ello no es de extrañar que haya monopolizado el capital y la mano de obra disponible en detrimento de cualesquiera otras ramas de la produc­ ción agrícola. Las plantaciones de azúcar, café, y añil han desaparecido y solamente se presta atención a la búsqueda de zonas boscosas que tengan grandes cantidades de ár­ boles"... Más adelante el mismo autor apunta: "El negocio de la madera de caoba ha acaparado toda la mano de obra en una comarca que sufre severamente por lo reducido de su población y no ha dejado ninguna actividad económica a la cual recurrir en caso de que se malograra este peculiar negocio". Como se podrá notar al observar el cuadro sobre expor­ taciones de caoba situado más adelante, a partir de la sexta década del siglo pasado se registró una declinación en la actividad maderera. En esta declinación influyeron primero, la guerra que en esa misma década señalada anteriormente se desarrolló en los Estados Unidos entre el Norte Industrial y el Sur es­ clavista y otros conflictos bélicos desatados en Europa, he­ chos que afectaron a las exportaciones nacionales en sen­ tido general. A esto se agregó la Guerra de la Restauración

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que se inició en 1863, cuyo principal escenario de lucha fue la zona rural. Pero el factor realmente decisivo que contribuyó de ma­ nera definitiva a la declinación de la explotación maderera,

10 fue la tala indiscriminada de los bosques, sin la aplica­ ción de técnicas de reforestación. Ya para la séptima década del siglo pasado, todos los lugares de la zona Sur cercanas a los ríos y al mar, donde anteriormente habían existido bosques, se encontraban se­ midesérticos.

EXPORTACIONES DE CAOBA 1845-1884

Año

Pies (Miles)

1845

3,223

1855

3,479

1868

1,058

1869

1,182

1870

1.256

1872

1.863

1880

915

1882

713

1884

2,024

Fuente: Cassá. Obra citada. Vol. Il. Pág. 16.

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LOS PROBLEMAS MONETARIOS

La sustitución de la moneda haitiana por la dominicana. Préstamos al gobierno del comercio local. Situación de las finanzas. La especulación con las monedas de oro y plata. Primeras emisiones de papel moneda. Situación del comercio y la producción durante la guerra dominicohai­ tiana. Ley de Policía Rural para obligar al campesinado al trabajo y su parecido con el Código Rural de Boyer. Ley para estímulo de la inmigra­ ción. Obligan al campesinado a trabajar gratuitamente. Los efectos de la Ley de Policía Rural dentro del campesinado. Crean peaje para poder entrar alas ciudades. Datos sobre las emisiones entre 18441848. Progra­ ma económico de Buenaventura Báez. Las emisiones monetarias durante su gobierno. Falsifican la moneda dominicana. Nuevas emisiones mone­ tarias. Gobierno compra tabaco y trata acaparar monedas de oro. Crisis económica y política de 1857. Especulan con moneda devaluada emitida por Báez. Peso dominicano se cotiza a 2,000 por peso fuerte. Conflictos monetarios con cónsules europeos. Siguen las emisiones monetarias. La política monetaria del gobierno español durante la anexión. Listado de las últimas emisiones hechas por anteriores gobiernos dominicanos. In­ forme del gobierno español de 1862 sobre la cuestión monetaria. El canje de la moneda dominicana por la española se convierte en negocio que favorece a los peninsulares y se arruinan muchos comerciantes.



Estado haitiano tenía su sede administrativa en erto Príncipe, capital de la República. En Santo

Domingo y otras ciudades importantes de la parte Este de la isla, antigua colonia española, sólo existían cajas de recaudaciones cuyos fondos periódicamente tenían que ser remitidos a la ciudad capital. Cuando las autoridades haitianas abandonaron nuestro pais en marzo de 1844, el recién surgido gobierno dominicano que tomó el nombre de Junta Central Gubernativa, apenas encontró en las cajas

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del tesoro, la suma de $6,068.64, pesos fuertes y $5,093.77 en moneda haitiana. Por ese motivo, después de proclamada la independen­ cia nacional, el único tesoro existente, era el medio circu­ lante en moneda haitiana, aunque muchos comerciantes importantes mantenían siempre en sus arcas monedas ex­ tranjeras que eran utilizadas para cubrir sus transacciones en caso de necesidad. Es decir, el Estado dominicano arrancó en sus activi­ dades administrativas sin recursos financieros propios, ni mucho menos divisas, pues estas últimas se encontraban en manos de los comerciantes, casi todos extranjeros, mu­ chos de los cuales eran de origen judío. De suyo se desprende que el primer gran problema económico que enfrentaron las autoridades fue el de crear una moneda nacional para poder retirar de la circulación la moneda haitiana, cuestión que fue asumida por la Junta Central Gubernativa el 29 de agosto de 1844, mediante de­ creto que ordenó una emisión monetaria de 150 mil pesos en moneda dominicana. Con posterioridad a esta primera emisión en billetes, se ordenó otra en moneda metálica de cobre ascendente a 50 mil pesos. Mientras esas emisiones se efectuaban, para hacer fren­ te a los gastos de la guerra con Haití que inmediatamente se desató, el gobierno tomó a préstamo del comercio local la suma de 12 mil pesos fuertes y $95,591.77 en moneda haitiana. No hay indicios documentales que permitan aclarar cuales elementos fueron tomados en cuenta para determi­ nar el monto de esa primera emisión monetaria, pero 10 que si es evidente es que el peso dominicano nació devaluado, y que la especulación monetaria se constituyó en uno de los más fructíferos negocios de aquella época. David Porter, quien visitó a nuestro país en 1846 en­ viado por el Presidente de Estados Unidos, en el informe final que escribió para su gobierno, nos ofrece una pano­ rámica sumamente interesante sobre la situación financie­ ra en aquellos momentos, cuando señala: "En verdad, las

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finanzas dominicanas estaban en condiciones deplorables. El poco dinero que había en el país estaba en manos de ju­ díos. El dinero consistía en monedas de cobre y billetes de papel, y veinte pesos equivalían a un dólar de plata. Siem­ pre que el gobierno quería pagar sus deudas, aumentaba el precio de las monedas de cobre. Inmediatamente después, el valor del cobre volvía a caer y el del papel aumentaba. Los especuladores que estaban al tanto de los secretos del Tesoro hacían dinero con ambas operaciones". A la cabeza de esa especulación monetaria marchaban

los comerciantes importadores y exportadores, como hemos dicho, en gran parte de origen judío. Pero lo peor del caso fue la protección oficial de que disfrutaron los especuladores. Esa indiferencia del gobierno frente a la especulación monetaria y la sangría de divisas que originó, pues la mo­ neda de buena ley representada en monedas metálicas de óro, plata y cobre, comenzó a escasear, profundizaron aún más la devaluación monetaria y la fuga de divisas, a pesar del decreto del 23 de enero de 1845, que prohibió la expor­ tación de ese tipo de moneda. El desastre financiero bien pronto obligó al gobierno de Santana tan tempranamente como el 2 de julio de 1847, a establecer una deuda consolidada ascendente a un millón de pesos nacionales, para poder facilitar el canje de la mo­ neda devaluada que comenzó a ser amortizada a razón de

80 pesos promedio por su valor en oro. Esa misma resolución, aprobada el día anterior por el Consejo Conservador, autorizó al Poder Ejecutivo a efectuar una nueva emisión en papel moneda por la suma de 250 mil pesos. El propósito fundamental del gobierno estableciendo la deuda consolidada y ordenando la nueva emisión moneta­ ria, era adquirir moneda fuerte representada en monedas de plata y oro, para cubrir sus necesidades administrativas y los gastos de la guerra, y también, para cubrir deudas con acreedores nacionales y extranjeros. La medida no tuvo los efectos esperados y el papel mo­ neda continuó devaluándose. No obstante, el gobierno de

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Santana continuó efectuando emisiones monetarias. Entre

1844 y 1849, se efectuaron emisiones monetarias por un valor superior a los tres millones de pesos, como veremos más adelante en el listado que presentaremos. Esas emisiones, el desorden administrativo, la situación de guerra con Haití que sustrajo brazos a la agricultura y a las artesanías, originaron una crisis económica terrible. El cónsul francés Saint Denis, en carta de abril de 1846 dirigida al ministro Guizot, dibuja la situación reinante con gran claridad, cuando expresa: "La situación actual es poco alentadora. La depreciación alarmante del papel moneda y el descrédito en el cual cae cada día, presagian un porvenir bien triste y una bancarrota inevitable. El comercio está paralizado, el pueblo sufre y se queja; los géneros extran­ jeros y los comestibles están ya a precios exorbitantes. La falta de brazos ocasionada por el estado de guerra, junto a un letargo prolongado, hacen enteramente improductivo los terrenos más fecundos. El Norte de la isla, que saca del cultivo del tabaco sus principales medios de subsistencia, está este año amenazado de ruina". Varias disposiciones tomó Santana a fin de superar la situación antes descrita. La más sobresaliente es la que crea la Policía Rural, con miras a obligar a la población al trabajo. Esa ley de Policía Rural, tenía un corte muy parecido al Código Rural dictado por el gobierno haitiano de Boyer du­ rante el periodo de la integración con Haití. En uno de sus artículos la legislación establecía "Todo habitante residente en una sección rural deberá tener su campo en buen estado de cultivo, en proporción a la cantidad de brazos que tuvie­ re en su establecimiento, cuyo cultivo se graduará según la cantidad de terreno". Otro artículo señalaba: "Ningún agricultor podrá en los días de trabajo estar fuera del establecimiento a que tuvie­ ra efecto a menos que no sea por necesidad. El que fuere encontrado, bien dentro de su sección respectiva, o bien fuera de ella, y no pudiere comprobar causa legítima que le justifique la falta a su trabajo, será llevado ante el Alcal-

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de Constitucional, quien según la gravedad, pronunciará lo que fuere de derecho". El artículo 24 por su parte decía: "No se permitirá que ningún individuo de uno y otro sexo deje su residencia en una sección para venir a fijarla a las poblaciones"... La legislación, al igual que la de Boyer, contemplaba el estímulo para el cultivo de productos para la exportación, como el café, el algodón, el tabaco, cacao, añil, etc. Particu­ larmente para el algodón y el cacao, fijó un premio de diez pesos por cada quintal cosechado. Otras disposiciones tomadas por el gobierno de Santana en sus intentos por superar la crisis económica que padecía el país que merecen ser señaladas son las siguientes: la que estimulaba la inmigración ofreciendo a cada inmigrante 50 acres de tierra a título gratuito, la que exoneraba del pago del derecho aduanero a las máquinas agrícolas e industria­ les, y la de marzo de 1846, que rebajó los impuestos de im­ portación al arroz, la harina, la papa, frijoles, maíz, azúcar, café, arenque, queso, carne de vaca y a otros productos de primera necesidad. Merece ser mencionada también, la ley de libre explo­ tación de las minas a "solicitud de cualquier individuo", promulgada en mayo de 1848, y la ley sobre arrendamiento de los bienes nacionales, de mayo del año anterior. Como se puede notar, la principal medida adoptada por el gobierno para supuestamente estimular la agricultura tenía un corte represivo. Por ese motivo no rindió los frutos deseados, pues el campesinado siempre encontró la fórmu­ la para eludir su cumplimiento. La más frecuente era la retirada del campesino "conu­ quero" hacia lugares menos accesibles a la vigilancia de las autoridades, acción que facilitaba la escasa población del país, y la total ausencia dé controles en las inmensas propiedades del Estado, donde el "conuquero" finalmente encontraba asiento. Esta conducta del campesinado que se había iniciado con la puesta en práctica de parte del gobierno de Santana, de su enrolamiento obligatorio al ejército para combatir las

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incursiones de los haitianos, se fue generalizando poco a poco años después, cuando los caudillos regionales en per­ manente estado belicoso, comenzaron a utilizar el mismo patrón para conformar sus tropas particulares y cuando se dictaron medidas para obligarlo a ofrecer servicios gra­ tuitos en la reparación y aperturas de caminos, situación que aprovechaban los hateros influyentes o "gobiernistas", como eran denominados en el lenguaje de la época, para conducir a decenas de trabajadores al trabajo forzado y también gratuito en sus grandes propiedades madereras. La ley de Policía Rural, paradójicamente, creó un estado de desolación en el campo sobre todo en las regiones Sur y Este que afectó aún más considerablemente la actividad productiva durante muchos años. Ese grupo bastante numeroso de campesino "conuque­ ro" huidizo, trabajaba apenas para conseguir lo indispensa­ ble para la subsistencia de su familia y raras veces salía de su conuco para visitar los pueblos cercanos. Pero a todo ello debemos agregar que, estímulos rea­ les al desarrollo agrícola que favorecieran al campesinado dominicano, jamás fueron promulgados. Casi todas las disposiciones tomadas estaban dirigidas a favorecer a los extranjeros y al gran propietario nativo, que nunca se dedi­ có directamente a la explotación de la producción agrícola, siendo mas bien un propietario absentista. Peor aún: los agricultores tenían que pagar peajes para poder entrar a una ciudad a efectuar la venta de sus pro­ ductos. (Véase: Jaime de Js. Domínguez. Economía y Polí­ tica. República Dominicana. 18441861. Edit. UASD. Pág. 68.) Por todo lo antes aquí descrito, fue que fracasaron los proyectos y esfuerzos del gobierno por mejorar la economía y el pais siguió languideciendo, al mismo ritmo que se de­ valuaba su signo monetario. Por tales motivos el régimen de Santana entró en una fase de franco descrédito público, realidad que le obligó a renunciar en agosto de 1848.

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EMISIONES MONETARIAS DURANTE PRIMER GOBIERNO DE SANTANA

AÑO

CANTIDAD

TIPO DE MONEDA

1844

150.000

Billetes

1844

50,000

Moneda metálica de cobre

1845

300,000

Billetes

1845

771,830

Billetes

1845

329,228

Billetes

1846

300,000

Billetes

1848

250,000

Billetes

1848

1,000.000

Billetes

1848

300,000

Billetes

LA CUESTIÓN MONETARIA DURANTE EL PRIMER GOBIERNO DE BÁEZ y EL SEGUNDO DE SANTANA Buenaventura Báez asumió la Presidencia de la Repú­ blica el 24 de septiembre de 1849 y si bien anunció en su discurso inaugural pronunciado ese mismo día la aplica­ ción de un programa de gobierno orientado a organizar el sistema monetario, combatir el agio, disciplinar el ejército, e introducir ciertas reformas en la economía, su política financiera no estuvo distante de la aplicada anteriormente por el general Santana. Apenas cuatro días después de pronunciado su discur­ so prometiendo enfrentar el problema monetario, en sep­ tiembre de 1849, bajo la excusa de hacer frente a los gastos de guerra, el presidente Báez emitió un decreto ordenando la emisión de un millón de pesos. Siete meses después, en abril de 1950, con la misma excusa ordenó a su Ministro de Hacienda reunir 600 mil

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pesos en moneda de oro, al tiempo que dispuso otra emi­ sión monetaria para cubrir la compra de la suma antes se­ ñalada. Los documentos oficiales no señalan el monto de esta última emisión, pero si tomamos en cuenta la gran de­ valuación que venía sufriendo la moneda nacional, la emi­ sión no debió ser inferior al medio millón de pesos.

El15 de mayo de ese mismo año, el descrédito alcan­ zado por la moneda nacional emitida sin ningún respaldo, tanto por Báez como por Santana, obligó al primero, con la aprobación del Congreso, a negociar un empréstito de dos millones de pesos destinados a recoger el papel moneda circulante. Sin embargo, sólo tardaron algunos meses de esta au­ torización, cuando en septiembre de 1851, levantando por nueva vez la excusa de la amenaza haitiana, el gobierno de Báez autorizó a su Ministro de Hacienda a efectuar una nueva emisión monetaria en billetes hasta la cantidad de un millón de pesos, supuestamente para cubrir gastos oca­ sionados por la movilización de tropas. Durante este primer mandato del presidente Báez fue­ ron efectuadas, además de las ya mencionadas, otras emi­ siones monetarias, pero algunas fueron secretas y por este motivo se desconoce el monto total emitido en papel mone­ da Otro factor importante que influyó en el desastre mone­ tario lo fue la falsificación de papeletas, acción dolosa que era practicada por delincuentes con influencias políticas, primero durante el régimen de Santana, y también durante el de Báez. En noviembre de 1854 se descubrió en la ciudad de Santo Domingo una falsificación de considerable impor­ tancia. Sus autores fueron los comerciantes de la plaza Ani­ ceto Freites y Juan Bautista Bouví, y consistió en la emi­ sión de 300 mil billetes falsos de cinco pesos, que sumaban

1,500.000. Los billetes fueron impresos en la Estados Unidos e in­ troducidos en el país en una nave procedente de Saínt Tho­ mas.

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Freites, quien era natural de Puerto Rico y había sido miembro del Congreso en representación de Santiago, fue el único apresado. Sentenciado a trabajos forzados a per­ petuidad, murió fusilado luego que intentara organizar una operación para sublevar los presos de la cárcel pública. Bouví abandonó el país clandestinamente. La más trascendental, por sus consecuencias econó­ micas y políticas, y la más escandalosa de las emisiones monetarias hechas por Buenaventura Báez, ocurrió du­ rante su segundo gobierno en 1857. Dicha emisión fue hecha con el propósito de aprovechar la excelente cosecha de tabaco que se registró aquel año en el Cibao, a fin de re­ unir recursos financieros que fortalecieran a su régimen, y al mismo tiempo, ampliaran sus posibilidades de conti­ nuar al poder, pues faltaba poco para la terminación de su mandato. En esa oportunidad, en principio se decidió hacer una emisión de seis millones de pesos, los cuales serían desti­ nados, dos millones para retirar papel moneda deteriorada de anteriores emisiones y el resto a la compra de la moneda fuerte en circulación en el Cibao y también a la compra de tabaco. Más tarde se acordó aumentar la emisión hasta ca­ torce millones de pesos. Para llevar a efecto la compra de tabaco, el régimen uti­ lizó a importantes personajes amigos del caudillo sureño, quienes ofrecían un precio de compra muy superior al nor­ mal. Para el negocio de la compra de la moneda fuerte, en cambio, fue designada una comisión oficial. Ambas operaciones fraudulentas dieron origen, poco después, al desarrollo de un amplio movimiento revolucio­ nario contra Báez, encabezado por dirigentes de la peque­ ña burguesía cibaeña. Ese movimiento se inició tan pronto los comerciantes y agricultores de aquella región se dieron cuenta que fueron timados, pues el valor del peso, que en

1857 se venía cotizando a 500 pesos nacionales por 1 peso fuerte, a causa de esta monstruosa emisión, se desplomó hasta alcanzar un cambio de 4,725 pesos nacionales por 1 peso fuerte.

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Como se conoce, este movimiento revolucionario no al­ canzó el poder, pues después de casi un año de guerra civil, fue traicionado por el general Santana, quien encontrán­ dose en el exilio regresó al pais luego que estalló la lucha armada, con el supuesto propósito de apoyar la rebelión de los cibaeños. Es interesante destacar, para tener una idea cabal de cómo se manejan los asuntos monetarios en aquellos mo­ mentos, que el gobierno provisional que establecieron los revolucionarios cibaerios en Santiago, donde fue traslada­ da la capital de la República, si bien dictó un decreto en 28 de enero de 1858 desconociendo las emisiones de Báez, dispuso también la realización de una emisión monetaria por la suma de más de 20 millones de pesos, con el fin de recoger todos los billetes en circulación. Antes de abandonar el poder, el 30 de julio de 1857, Báez forzó al Senado Consultor para que aprobara una resolución que le concedía una indemnización de 50 mil pesos fuertes por "los daños sufridos en sus propiedades" durante su carrera política, al tiempo que ordenaba en di­ ciembre de ese mismo año una nueva emisión monetaria de dos millones de pesos. A pesar de que los cibaeños no asumieron el poder, este movimiento, que dicho sea de paso promulgó una Consti­ tución de corte muy avanzado para la época, tuvo una pro­ funda repercusión en la vida del país, pues sus principales idearios liberales se convirtieron en consignas que influye­ ron en la orientación de las acciones de los gobiernos que establecieron los miembros del partido azul que encabezó el general Luperón años después. El desorden monetario, profundizado como nunca du­ rante el gobierno de Báez, no terminó con su salida del po­ der. Todo 10 contrario, a partir de aquí la situación tomó un derrotero aun más grave, pues los especuladores, naciona­ les y extranjeros, se dieron a la tarea de comprar las papele­ tas emitidas por Báez a precios bajísimos, con el propósito de forzar al gobierno siguiente a que fueran recibidas para el pago de los impuestos aduaneros y canjeadas a un precio

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excesivamente elevado. En complicidad con los comercian­ tes extranjeros acaparadores de moneda devaluada, actua­ ban los representantes consulares. En efecto: El 11 de abril de 1858 el Senado Consultor aprobó un decreto, promulgado por el general Santana que dispuso que los billetes emitidos durante el gobierno ante­ rior, fueran canjeados con una cotización de dos mil pesos nacionales por un peso fuerte, cotización que estaba muy por encima de su valor real, pues el comercio lo venía reci­ biendo a un cambió de entre tres mil y casi cinco mil pesos nacionales por peso fuerte. El decreto promulgado no sólo originó disgusto entre los comerciantes especuladores, sino también a los cónsu­ les europeos envueltos en el negocio. E19 de mayo de 1859, estos últimos dirigieron una pro­ testa ante el Ministro de Relaciones Exteriores, Miguel La­ vastida, declarando que consideraban nulo y sin ningún valor el decreto en lo referente a los nacionales de los países que representaban, pues la cotización que concedía el de­ creto era "insignificante". La protesta, redactada en términos sumamente altane­ ros estaba firmada por los cónsules de Gran Bretaña, Fran­ cia, España y los Países Bajos. El Ministro dominicano rechazó la protesta y las preten­ siones de los cónsules, quienes luego de varios intercam­ bios de notas con las autoridades dominicanas, decidieron abandonar el territorio nacional e interrumpir las relacio­ nes de sus naciones con la República Dominicana. Los cónsules se retiraron a mediados de mayo, pero re­ gresaron en noviembre de 1859 a bordo de buques de gue­ rra de sus respectivas naciones, con la intención de amena­ zar a las autoridades dominicanas a fin de que accedieran a canjear a un precio más conveniente las monedas que acapararon, tanto ellos como sus súbditos. La amenaza tuvo éxito, pues mediante protocolo firma­ do poco después, el gobierno de Santana se comprometió a reconocer a los billetes de Báez un valor de cambio altísimo: 500 pesos nacionales por cada peso fuerte.

53

A continuación, la parte dispositiva del humillante do­ cumento firmado por el gobierno del general Santana con los cónsules de Inglaterra. Francia y España: l."El gobierno dominicano se obligó a recoger el papel moneda emitido por el ex Presidente Báez, dando en pago títulos de una renta de 6 por 8, que creará al efecto con la denominación de Deuda Interior; con condiciones descritas a continuación.

2. La deuda interior consistirá en títulos, que llevarán el interés anual de un seis por ciento, pagaderos por semes­ tres que se vencerán ellO de enero y 19 de julio de cada ario. 3ro. Los cupones que acrediten la renta de la dicha deuda, serán admitidos por su equivalente, en pago de los derechos de importación, por el valor relativo que represen­ ten, como si fuesen moneda fuerte. 4to. Los títulos de esta renta se amortizarán por el go­ bierno dominicano, recibiéndolos por el valor que rezar en pago del seis por ciento de cada adeudo que se hiciere en las aduanas de la República, en razón de los derechos de importación y exportación. Sto.Con los títulos de dichas rentas, recogerá, el go­ bierno dominicano el referido papel moneda, como va dicho arriba; a razón de quinientos pesos nacionales del mismo papel, que recibirá en cambio de cada peso fuerte de los que rezaren los títulos que emite de la indicada renta del 6 por

8. Estimándolos en los pagos que, conforme al párrafo pre­ cedente se hicieren por su equivalente en moneda de papel corriente al curso prefijado como es de Ley y costumbre. 6to. Los referidos títulos llevarán la fecha 10 de julio de mil ochocientos cincuenta y ocho; los cupones a ellos anexos, la del vencimiento que les corresponda desde aque­ lla fecha. 7mo.Los vales, o bonos emitidos por la Administración Báez, que no hubieren sido pagados y de procedencia legí­ tima, serán igualmente canjeados por el gobierno domini­ cano, por títulos de la misma deuda; con la diferencia, de que aquellos que sean de aceptarse por legitimidad y que

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rezaren pesos fuertes, lo serán peso por peso; es decir, por cada peso que rece el vale se dará otro en título; y los que rezaren papel moneda del que se amortiza, se canjearán a razón de quinientos pesos nacionales por uno de título. 8vo. Declarando el gobierno dominicano, que las pape­ letas emitidas antes de la administración Báez, por la de su antecesor ex Presidente Regla Mota, y que todas lleven el tipo de diez pesos nacionales, no estaban comprendidas en la prohibición que se ha hecho de las otras, sus dueños podrán sacarlas a la circulación; y el Estado las recibirá en sus oficinas en todos los pagos en que reciba las corrientes de la actual administración. Hecho en Santo Domingo a los 12 días del mes de di­ ciembre de 1859". El referido acuerdo fue aprobado por el Senado Consul­ tor, el 28 de diciembre de ese mismo año. No hay indicios documentales sobre emisiones moneta­ rias durante 1859, pero el año siguiente, el nuevo gobierno de Santana efectuó varias, amparándose en diferentes mo­ tivos. La primera, aprobada por el Senado Consultor el 4 de enero, fue hecha con el pretexto de "proceder inmediata­ mente a recoger los billetes que se han emitido para que cese su circulación y queden amortizados y extinguidos". En esa ocasión se autorizaba a emitir billetes hasta la suma de cincuenta mil pesos fuertes. Meses después, en mayo, una sesión del Senado Con­ sultor efectuada en secreto, autorizó al Presidente Santana a efectuar una emisión de diez millones de pesos. Otra de las emisiones efectuadas ese mismo año, fue efectuada bajo la excusa de cubrir gastos para traer emi­ grantes canarios que residían en Venezuela, los cuales es­ taban interesados en trasladarse a la República Dominica­ na debido a la situación de virtual guerra civil que vivía la patria de Bolívar en aquel momento. (Véase: Herrera. Las finanzas de la República Dominicana).

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LA CUESTI Ó N MONETARIA DURANTE LA ANEXI Ó N Días antes de finalizado ese año de 1860, cuando ya los arreglos para anexar a nuestro país a España estaban prácticamente listos, un decreto de Santana emitido el 28 de diciembre, autorizó una nueva emisión ascendente a ocho millones de pesos. La anexión de la República a España fue proclamada por Santana y su grupo el 18 de marzo de 1861, pero dos días antes, emitió un decreto que fij ó un valor al papel mo­ neda circulante de 250 pesos por cada peso fuerte. Esta medida de Santana, que era arbitraria, fue tomada a fin de favorecer a sus asociados envueltos en el negocio de la especulación monetaria, en la creencia de que sería acatada por el nuevo gobierno colonial español. Varios meses después de proclamada la anexión a suge­ rencia de las autoridades coloniales fue creada por el Capitán General Santana, una Comisión Especial para esclarecer la situación monetaria del país. Esa Comisión estuvo compuesta por don Tomás Bobadilla, Don Miguel Lavastida, don Pedro Ricart y don Zoilo del Castillo, en calidad de secretario. La referida Comisión rindió un informe a las autorida­ des españolas que señalaba que entre 1844 y 1861, fueron hechas varias emisiones monetarias que superaban los 148 millones de pesos nacionales. Del total emitido fueron inci­ nerados más de 64 millones, quedando en circulación casi

83 millones y medio de pesos nacionales, que al cambio fi­

j ado

por el decreto de Santana el año anterior, significaban

una cifra cercana a los 334 mil pesos fuertes. El mencionado informe no fue satisfactorio a las autori­ dades españolas encargadas de esclarecer el problema mo­ netario, y por esa razón el Comisario Regio, solicitó a San­ tana el 14 de noviembre de 1861, la entrega de los libros originales donde se encontraban registradas las emisiones monetarias efectuadas por los anteriores gobiernos, solici­ tud que Santana no pudo complacer en vista del desorden que se había creado en materia monetaria. Santana res­ pondió al Comisario Regio que no todas las administracio-

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nes anteriores "han dejado sus asientos con la regularidad que V.S. supone en su oficio de ayer" recomendándole a su vez la consulta del informe de la Comisión Especial. Una opinión más clara sobre el desorden monetario, la ofreció la Cámara de Cuentas, al ser cuestionada sobre el mismo problema. "La Cámara señalan los funcionarios no tiene hoy un archivo fundado, explícito y completo. La fu­ nesta guerra de 1857-1858 destruyó o dispersó lo que has­ ta entonces se hallaba en orden. El gobierno que sucumbió entonces, echó mano en su agonía, para prolongarse un tanto su convulsa existencia, a la emisión del papel mone­ da, sin norma ni medida, como un jugador que pierde, y que en un vértigo de desesperación juega la última prenda de su esposa y el último recurso de sus hijos". Al final del documento, la Cámara de Cuentas presentó una relación sobre el papel moneda puesto en circulación entre 1857 y 1861, que copiamos a continuación: EMISIONES En 27 de julio de 1857, según registro, había en circulación la cantidad de ....................... .. . .. $38,556,930.75. .

.

.

Del 8 de Noviembre al 21 de enero de 1859, fueron contrasellados por la Cámara ................. ....... $19.242.000. .

Del 4 de mayo al 20 de agosto de 1860, fueron contrasellados por la Cámara ..................................$20,000.000 Del 22 de agosto al 22 de octubre de 1860, fueron contrasellados por la Cámara ..............................$10,240,000. Del 5 de enero al 16 de febrero fueron contrasellados por la Cámara ................................................... $8.000.000 Total ..................................................... $96,038,930.75 INCINERACIONES En el año 1858, según registro de Contaduría ................... ............................... .. $32,700 .

.

En el año de 1859, según registro de Contaduría ................................................. $5,834,063

57

En el año de 1860, según registro de Contaduria ................................................. $7,797,910 En el año de 1861, según registro de Contaduría ................................... ............. $7,338,260 .

En el año de 1861, según registro de Contaduría ...................................................... $48,345 Total incinerados ....................................... $21,051,278 Cantidad circulante

............................. $75,037,652.75

El Tesorero General, don Manuel Zapatero, por su par­ te, escribió un informe adicional que es una verdadera ra­ diografía del desorden monetario creado por los gobiernos de Santana y Báez entre 1844 y 1861. Dice así en parte el referido documento: "La única ver­ dad que hay, con la de su existencia amenazante, es que se arrojó a la circulación en cantidades que nadie sabe y de que nunca quedó la constancia fehaciente; porque ni de las emisiones quedaron las huellas indelebles que para siempre debieron dar fe, ni tampoco de las amortizaciones en grado de seguridad, y así aunque parezca de absoluta necesidad que se halla perdido mucho, e inutilizado mucho más, nada hacemos en favor. Basta para aquellos el conoci­ miento de cómo se maneja, por quiénes, en qué condiciones y qué travesía corre por campo y caseríos mil veces mojados y resecados; y en mil formas doblados y enrollados, y arru­ gados y estropeados en todos los sentidos... Además es de la clase de papel común que se va en pedazos y todo (roto el original) haber producido una continua y no pequeña pérdida... Mas con todo acordemos de que nada de la can­ tidad existente, nada cierto en cuanto a lo que fue, y por todas partes abunda, llenando cuantas necesidades (roto en el original) este único agente de valores; lo mismo sirve en los puertos que en el interior; lo mismo para el menudeo que para todo; con él se pagan los ganados, las maderas, los trabajadores en los cortes y los cargamentos... El tabaco en sus variadas contrataciones y gastos. . Y, ¿habrá quien .

extrañe un día, el que se halle una cantidad que exceda a cuanto se supone? ¿Quién nos garantizará de que no haya

58

una cantidad de papeletas falsas? ¿No está patente la faci­ lidad con que han podido hacerse iguales a las verdaderas? ¿Qué hay en estas que no pueda hacerse ahora como al ha­ cer aquellas? Exceptuamos además, la concurrencia de las personas y de algunas formalidades, de que no ha quedado rastro ni testimonio. (Herrera. Las Finanzas de la República Dominicana. Pág. 56.). Luego de estas y otras indagaciones sobre la cuestión monetaria de Santo Domingo, en Madrid, el Consejo de Mi­ nistros de España acordó, el 14 de febrero de 1862, pro­ ceder al canje de la moneda dominicana, mediante la emi­ sión de billetes talonarios al portador, por una cantidad de cuatrocientos mil pesos fuertes. De esa manera, la moneda nacional, en lugar de ser canjeada a 250 pesos nacionales por un peso fuerte, como esperaban Santana y su grupo, recibió un valor mucho menor, muy cercano a los 2,000 pesos por cada peso fuerte.

Vista de la Bahía de Samanát. Dibujo de Tailor. Fuente: B. Vega. 'Imágenes del ayer"

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LA ECONOMÍA DURANTE LA ANEXIÓN

Datos de población. Situación de las actividades productivas: miel de abeja, cera, azúcar, ganadería, corte de madera. Se paralizan las exporta­ ciones. Situación de las minas. Brigadier español describe situación del agro. Gobiemo colonial amplía burocracia. Déficit financiero. Problemas monetarios. Reforman el arancel y crean monopolio comercial en favor de España. Nuevos impuestos. Opinión del general Cabral sobre el estado de la economía.

I1i

constante situación de tensión derivada de la ame­ aza haitiana, primero, más luego el permanente con­

flicto político existente entre Santana y Báez, además

del desorden administrativo y la corrupción reinante, más las desquiciadas políticas financieras aplicadas por ambos gobernantes, que para 1861 habían originado más de treinta emisiones monetarias sin respaldo, liquidaron completamen­ te toda posibilidad de mejorar la economía de la nación. Para 1861 la población dominicana ascendía a cerca de

250 mil habitantes y las principales actividades producti­ vas seguían siendo el corte de madera y la agricultura, so­ bresaliendo en este último aspecto el cultivo del tabaco que alcanzó ese año entre los setenta y ochenta mil quintales. Ese mismo año la exportación de ese producto se elevó a una cifra cercana a los 700,000 pesos fuertes. A estos dos renglones productivos le seguía la produc­ ción de miel de abeja y cera. De este último producto se exportaron el año antes mencionado cerca de treinta mil libras, con un valor cercano a los 25,000 pesos fuertes. La producción de azúcar comenzaba a repuntar, aun­ que su exportación conservaba aún niveles muy bajos.

61

También se producía café, cacao, algodón, pero en cantida­ des insignificantes más bien dirigidas a abastecer el mer­ cado interno. La cria de ganado vacuno, otro renglón importante años antes, había sufrido muchísimo a causa de las discordias civiles y las guerras con Haití, y su exportación era prácti­ camente nula. La permanente situación de conflicto entre Santo Domingo y Haití, cerró el mercado de exportación de ganado vacuno en gran escala hacia aquella República, principal compradora. A pesar de la existencia de minas muy ricas en oro, pla­ ta, cobre, sal y otros minerales con buenos mercados, los yacimientos mineros estaban abandonados. Además, como la Guerra de la Restauración se desarrolló en el campo, el corte de madera fue prácticamente paralizado. El brigadier del ejército español Antonio Peláez Campo­ manes, quien visitó nuestro pais en aquellos días, desta­ có que "la agricultura puede decirse que no existe, pues a excepción de unos setenta mil quintales de tabaco que se recolecta en la provincia de Santiago, que se exporta para el extranjero, no se cultiva otro producto, a pesar de la faci­ lidad que se obtendrían todos con la mayor abundancia; no hago mención del azúcar porque escasamente se fabrica, pero si merecen los cueros al pelo y una cantidad conside­ rable de cera que se exporta a Europa". (Emilio Rodríguez Demorizi. Antecedentes de la anexión a España. Pág. 107. Academia Dominicana de la Historia). Por otra parte, los ingresos del Estado; provenientes en su mayor parte de los impuestos a las importaciones y en menor medida a las exportaciones, apenas llegaron en

1860 a 302,741.61, cuando los gastos superaban el medio millón de pesos fuertes. Todos los tratadistas que han estudiado este crucial pe­ riodo de la historia dominicana, coinciden en sostener que fue la situación de permanente crisis vivida por la Repúbli­ ca desde la proclamación de la independencia en 1844, el factor clave que empujo a Santana y su grupo, a inclinarse por la reincorporación del país a la Corona española.

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Los resultados obtenidos con esa acción, sin embargo, fueron exactamente contrarios a lo esperado. pues la eco­ nomía no mejoró y lo que fueron exactamente contrarios a lo esperado, pues la economía no mejoró y lo que fue peor, España aplicó un política que ahondó aún más el ya dete­ riorado panorama económico de Santo Domingo, llegando a afectar los intereses de los propios propiciadores del pro­ yecto anexionista. En primer lugar, el tren burocrático fue ampliado hasta la exageración. A Santo Domingo fueron enviados cente­ nares de nuevos funcionarios civiles y militares españoles con salarios altísimos, que desplazaron a los nativos en la administración y el mando del gobierno. Ese aumento en la administración creó un déficit cró­ nico en las finanzas coloniales, pues mientras los ingre­ sos apenas llegaban al medio millón de pesos fuertes, los egresos superaron los tres millones, hecho que obligó a la creación de nuevos impuestos. Pero lo peor ocurrió en el plano monetario. Como hemos dicho, meses antes de proclamar la anexión, el general San­ tana emitió un decreto, para favorecer a los especuladores miembros de su grupo, fijando un cambio a la moneda na­ cional muy por encima de su valor real, con la esperanza de que fuera aceptado por las nuevas autoridades españolas. Las nuevas autoridades no sólo no acataron el decre­ to, sino que además una buena parte de los funcionarios se dedicó al acaparamiento de la moneda devaluada a fin de especular, y para facilitar sus propósitos, rechazaban a los dominicanos el papel moneda supuesto a ser canjeado, bajo la excusa de que se encontraba muy deteriorado o de que era falsificado, para luego comprarlo por trasmano a un valor bajísimo. Esa conducta afectó sensiblemente a muchos comer­ ciantes nativos que se 8[ruinaron, pues fatalmente esa acción coincidió con una notable reducción del comercio causada por la Guerra de Secesión que estalló en los Esta­ dos Unidos en aquel momento. Ese país tenía un mercado importante para los productos dominicanos y el comercio

63

nacional se abastecía con muchos artículos norteamerica­ nos. A todo ello debemos de agregarle la política discrimina­ toria aplicada por España al comercio exterior de su nueva colonia. Mientras las importaciones procedentes de ese país pagaban solamente el 9 por ciento de impuesto de aduana, las de los demás países europeos fueron obligadas a pagar un arancel de un treinta por ciento. En plena guerra de la Restauración, el gobierno colonial promulgó dos disposiciones sumamente odiosas: la primera fue el impuesto del 4 por ciento sobre el valor de las vivien­ das a los habitantes de la ciudad capital, y la segunda era el denominado "servicio del bagaje" que arruinó el negocio del transporte a base de recuas, pues obligaba al campesinado dominicano a prestar sus animales, sus hombres y familia­ res, para el traslado de las tropas en campaña. Pero en verdad, lo que más afectó a la economía de la nación durante la anexión fue la Guerra de la Restauración que sustrajo miles de brazos a la agricultura, deterioró la administración pública y dejó amplias zonas del país co­ mercialmente paralizadas. No es exagerado decir que la anexión significó para los dominicanos una verdadera catástrofe, tal y como lo sostu­ vo poco después de finalizada la Guerra de la restauración, el general Cabral el 2 de octubre de 1865, en discurso pro­ nunciado ante la Asamblea Nacional: "¿Qué os diré, ciudadanos, del sistema monetario, de la deuda pública, de los gastos y penurias del Tesoro y de las obras y necesidades urgentes a que tiene que atender el Erario? Francamente y sin disimularas los inconvenientes de la situación, debo manifestaros que la Hacienda no exis­ te; que después de dos arios en una guerra en que el comer­ cio y la industria han estado completamente paralizados, las poblaciones destruidas, y los capitales arruinados, el crédito público ha debido resentirse."

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ESTADO Y ADMINISTRACI ÓN P Ú BLICA

Número de ministerios en 1844. Distribución de la Ley de Gastos Públi­ cos entre 184647. Guerra y Marina gastan más que todos los ministerios. La ausencia de controles en la administración pública. Problemas admi­ nistrativos. Las deudas con los comerciantes crecen. Reducen aranceles. Malos manejos de los fondos públicos. Crean Contaduría General. La situación deficitaria se explica por altos gastos y salarios de la burocra­ cia y excesivos gastos de guerra David Cohén, ministro de Hacienda de Báez explica causa del desorden administrativo. El manejo de las adua­ nas. Agentes aduaneros usan fondos del Estado. Aumenta el gasto públi­ co. Los sueldos de los militares fuera de servicios. Soldados rasos con bajísimos salarios. Toman medidas contra quejas de los soldados por sus bajos salarios. Luperón suprime cargos públicos en intento de reorgani­ zar burocracia.



importante señalar de entrada, para tener una idea ás completa sobre la sociedad dominicana de esta

época, que el Estado surgido en febrero de

1844 y con­

formado constitucionalmente en noviembre de ese mismo año, era sumamente endeble. Sólo cuatro ministerios asumían la administración estatal: Hacienda y Comercio, Interior

y Poli­

cía, Justicia e Instrucción Pública, y Guerra y Marina. Debido a la situación de guerra con Haití, conflicto crea­ do casi inmediatamente después de proclamada la Repúbli­ ca, el Ministerio de Guerra y Marina, era el más importante. En la Ley de Gastos Públicos del año comprendido entre

1845-1846, donde fue aprobado un presupuesto ascenden­ te a $1,179.890.00, le fueron asignado a Guerra y Marina, un millón de pesos, mientras que a la Secretaria de Justi­ cia e Instrucción Pública, dependencia que además de la educación tenía a su cargo las relaciones exteriores de la

65

nación, sólo le fueron asignados

$75,636. De $2,720.

esa partida la

instrucción pública apenas recibió

La mayor parte de la suma asignada a la Secretaría de Estado de Justicia e Instrucción Pública, fue gastada en viajes al exterior para cubrir gastos de "misioneros" que, como el Dr. José Maria Caminero, fueron enviados tras la búsqueda del establecimiento de relaciones diplomáticas entre nuestro país, Estados Unidos y Europa. Una distribución parecida a la de

1845-1846,

fue apro­

bada en la Ley de Gastos Públicos el año siguiente,

1847) Y

(1846-

debemos agregar, que tal distribución desigual, se

mantuvo durante casi diez años. La Ley de Gastos Públicos de

1846-1847, superó

en su

monto a la del año anterior, pero continuó otorgando a la Secretaria de Guerra y Marina, una suma infinitamente mayor a los demás ministerios. El resumen general, es como sigue a continuación: Guerra y Marina ...... . . .......... . .

. ... . .... $1,535.775 .. . .. . ..... ....... 63,997 Pública ....... ... . . .. . 94,885 .. . .. . ... . . ................ 77,172 .

.

Interior y Policía .... ....... . . .... .

Justicia e Instrucción Hacienda y Comercio

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Los problemas administrativos gubernamentales, debi­ do a la ausencia de controles efectivos de los recursos del Estado y a falta una selección rigurosa de los principales miembros de la administración estatal, surgieron muy tem­ pranamente en la República Dominicana. En

1845,

el comerciante español. Juan Abril, en carta

dirigida al Capitán General de Puerto Rico, colonia española, informando sobre la situación de la recién surgida República Dominicana, comenta: "...La elección del ministerio no ha sido muy feliz, puede que las circunstancias justifiquen al­ gunos de ellos, pero hay otros que nada los justificaria". Más adelante, en el mismo documento destaca: "Para trazar una marcha segura y progresiva al gobierno domini­ cano, será necesario nada menos que una inteligencia su­ perior, medidas sabias y profundamente calculadas, a fin

66

de aumentar los impuestos, evitar la emisión de una suma inmensa de papel moneda para evitar el crece de la moneda suerte, y traer, por todos los medios posibles la emigra­ ción, para animar la agricultura e industrias, sustituyendo el verdadero comercio al monopolio." (J. G. García. Hist. de Santo Domingo. Vol. 2. Pág. 272). ¿Qué es, lo que en resumen, explica el comerciante es­ pañol? Primero: que el Estado dominicano estaba dirigido por un Presidente que no tenía capacidad para ocupar esa posición. Yen verdad, tenía razón, pues el general Santana en cuestiones administrativas era prácticamente un igno­ rante. Segundo, que el Estado no estaba siendo bien admi­ nistrado. También esta observación tenía fundamentos. La consecuencia inmediata de lo que hemos apunta­ do sobre los problemas administrativos, que documental­ mente lo expresa el señor Abril, fue el permanente déficit presupuestal que se registró durante la administración del primer gobierno establecido en nuestro territorio. Esa situación obligó en 1845, al Presidente de la Repú­ blica, el general Pedro Santana, antes de un año de procla­ mada la independencia nacional, a pedir prestado dinero a usureros, fundamentalmente extranjeros, de origen judío, y lo que fue más grave, a las emisiones monetarias sin respal­ do, sin controles, o inorgánicas, como se denominan hoy. En ese último año, en el capítulo del presupuesto des­ tinado al Crédito Público, ya aparecen varias deudas con­ traídas por el gobierno con comerciantes ascendentes a la suma de 95 mil pesos nacionales, y 12 mil pesos fuertes. En estos momentos, y durante muchos años, la casi totalidad de los ingresos del Estado provenían de los im­ puestos aduaneros. Por cierto: es importante tener en cuenta que, para es­ timular el comercio, el primer gobierno dominicano rebajó sustancialmente los aranceles vigentes durante el último periodo en que nuestro país estuvo integrado a la República de Haití, hecho que se tradujo en una reducción que contri­ buyó al déficit presupuestal que registró inmediatamente el nuevo Estado dominicano.

67

El Ministro de Hacienda, Ricardo Miura, así lo admite, cuando expresa en su informe de rendición de cuenta en 1847, que los ingresos, no habían alcanzado las cifras es­ peradas, y cuando habla de la necesidad de reformar la ley de aranceles. Pero además, el manejo doloso de los fondos del Esta­ do, fue una lacra con la que se inauguró la administración pública nacional. En 1846 fueron creadas por el gobierno oficinas de con­ tadurías particulares en las principales ciudades de la Re­ pública, a fin de llevar un registro de los ingresos de la na­ ción, esas oficinas dependían de la Secretaría de Hacienda. Los controles establecidos en esas "contadurías particula­ res" no funcionaron. Por ese motivo un año después, el 30 de junio de 1847, el Consejo Conservador aprobó una ley creando la Conta­ duría General, que centralizaría las cuentas de todas las recaudaciones del Estado. Este departamento tendría su sede en la capital de la República, y al igual que las contadurías particulares, abiertas en las principales ciudades, dependería de la Se­ cretaria de Hacienda. La ley indicaba a su vez, que estas dependencias serían dirigidas por un Contador General, y "tres oficiales prime­ ros". Aun cuando dependía de la Secretaría de Hacienda, las atribuciones de este Contador General, eran muy amplias. Además de llevar las cuentas de las contadurías par­ ticulares existentes en las principales ciudades, la ley lo autorizaba a "distribuir los fondos públicos pertenecientes a la Caja Central y de los que haya recaudado de las admi­ nistraciones particulares, pudiendo ordenar la traslación o traspaso de fondos de una contaduría a otra..."(Véase: Consejo Conservador. Vol. 4. Colección Trujillo. 1944. Pág. 357.) Otro de los factores que influían en la situación deficita­ ria registrada por el Estado por estos años, lo era la excesi­ va carga burocrática. Sobre todo, la referente a los elevados

68

gastos del aparato militar, y también, los altos salarios que recibían los principales funcionarios de la nación. Por cierto, que en este aspecto de los salarios de la em­ pleomanía del Estado, existía una diferencia muy grande entre los salarios que recibían los altos funcionarios Presi­ dente de la República, Secretarios de Estado que eran muy altos, y los que recibían sus subalternos, que ganaban sa­ larios miserables. El Presidente de la República, por ejemplo, en 1846, según la Ley de Gastos Públicos, tenía un salario de 1000 pesos mensuales, y 300 ganaba un Secretario de Estado, mientras el Contador General de la República, apenas ga­ naba 160 pesos al mes. El Director General de Instrucción Pública, que tenía a su cargo velar por el mantenimiento del precario sistema educativo, sólo existían en nuestro país en ese momento 6 escuelas primarias, que no reunían 300 alumnos y no ha­ bían escuelas secundarias, ni mucho menos educación su­ perior universitaria, sino también organizar su ampliación, recibía un sueldo de ciento cincuenta pesos mensuales. Pero donde fue más desgraciada la situación salarial era dentro de las fuerzas militares encargadas de defender la soberanía de la nación, es decir, la integridad territorial amenazada, y la independencia nacional. Un soldado que prestaba servicio en la frontera, región donde la guerra, entre 1844 y 1849 era una cuestión co­ tidiana, y donde muy pocos regresaban vivos, apenas te­ nía como salario 4 pesos al mes, suma que, debido a la devaluación monetaria era igual a "un peso con cuarenta centavos fuertes". Con el agravante de que no recibía su salario a tiempo, y el atraso de dos, tres y más meses era lo habitual. (Véase: E. Rodriguez Demorizi. Papeles de Pedro Fco. Bonó. Pág. 93. Academia Dominicana de la Historia. Vol. XVII, 1963.) Una situación semejante ocurría en la aduana, princi­ pal fuente de ingreso de la nación. En el Presupuesto y Ley de Gastos Públicos correspondiente al año 1845-1846, le fueron asignados a esa dependencia recaudadora la irriso-

69

ria suma de 9,664 pesos para cubrir gastos de personal y administración. En esas oficinas había empleados con sa­ larios de menos de 25 pesos al mes. Como era natural, los bajos salarios estimulaban la corrupción y el contrabando. La manera de cómo eran manejados los recursos del Estado está claramente definida en un informe que rindió el señor David Cohen, Ministro de Hacienda de Báez en 1857, quien al revisar las cuentas del anterior gobierno de Santa­ na, expresó: ..." Mis esfuerzos por establecer un presupues­ to regular han sido infructuosos a causa del gran desorden administrativo anterior; las cuentas que yo he encontrado eran erróneas y hasta fraudulentas, porque en las oficinas de las intendencias existía una considerable cantidad de bonos de valor nulo que figuraban como dinero constante; en las intendencias de Santo Domingo, la capital, y Puer­ to Plata, se comprobaron déficits considerables: la emisión de $3,000.000 de pesos autorizada por el gobierno ha sido despilfarrada; la venta de inmuebles realizadas por el mis­ mo fue fraudulenta y anulable; es indispensable la abro­ gación de muchas leyes votadas con el fin de favorecer, en detrimento del fisco, los intereses de algunos partidarios". (De la Rosa. Las finanzas de Santo Domingo y el control americano. Edit. Nacional. 1970. Pág. 19.) Debemos de subrayar aquí, que declaraciones de esta naturaleza se reiteran durante este periodo en diferentes informes del Ministerio de Hacienda, sobre todo cuando ocurría un cambio de gobierno. Lo que significa que el ma­ nejo doloso de los fondos del Estado era cosa común, y que sólo se efectuaban las denuncias correspondientes, cuando un mandatario era expulsado del poder. Para darle fuerza a la anterior afirmación, sólo tenemos que decir que el ministro que Báez hizo la denuncia fue el funcionario que tuvo a su cargo la responsabilidad de po­ ner en práctica el más grande fraude monetario registrado en la historia dominicana, cuando ese mismo año fueron efectuadas varias emisiones monetarias que superaron los 17 millones de pesos nacionales, billetes que fueron utili­ zados por el gobierno pera canjearlos por pesos fuertes que

70

circulaban en el Cibao, y para la compra de una elevada proporción de la cosecha de tabaco de ese año. Como se conoce, ese fraude originó un movimiento in­ surreccional que dio al traste con el gobierno de Báez. Los detalles particulares de tales hechos, están explicados en el presente estudio en el capítulo que corresponde a la cues­ tión monetaria. Otro elemento importante que debe ser examinado para tener idea más completa de lo que era la administración pública en la República Dominicana entre 1844-1900, es la forma en que fueron manejadas las aduanas, principal fuente de recursos del Estado. Si bien se estableció muy tempranamente por ley que todos los fondos de las aduanas del país tenían que ser remitidos al Ministerio de Hacienda, la ausencia de vías te­ rrestres adecuadas, permitió que las remesas fueran remi­ tidas muy dilatadamente y por vía marítima. La situación dio lugar a que muchos administradores y agentes aduaneros retuvieran muchas veces más de la cuenta las sumas recaudadas, y en muchos casos, a que hicieran uso de tales fondos durante cierto tiempo. Por lo demás, los controles e inspecciones eran inexis­ tentes, de tal forma que los administradores de las aduanas del interior, Samaná, Puerto Plata, Azua y Montecristy, eran prácticamente autónomos, y lo que era peor, generalmente actuaban en complicidad con los comerciantes locales per­ mitiendo subvaluaciones de las mercancías importadas. Durante el siglo XX en por lo menos 20 informes de los ,

ministros de Hacienda pueden encontrarse quejas de estas subvaluaciones, aunque nunca señalan la participación en el problema de los administradores aduaneros. Los

importadores,

además,

pagaban

los

impuestos

aduaneros ya reducidos por las subvaluaciones, a plazo y no al contado; lo que significaba que cubrían los derechos después de vender sus mercancías. (Véase: Memoria de la Secretaría de Estado de Hacienda. 1881)

.

Por ese motivo, al carecer de recursos fijos, cada go­ bierno, para poder cumplir con sus compromisos de pago

71

de sueldos a la burocracia civil y militar, y para solventar sus gastos administrativos, se veía obligado a acudir a las compañías de créditos. Estas compañías de créditos, que cobraban intereses altísimos, generalmente superior al 5 por ciento mensual, estaban en manos de los principales comerciantes importa­ dores y exportadores. Otros factores que imposibilitaban el normal desenvol­ vimiento de la administración pública, y que se derivaba, como hemos apuntado, primero de la permanente situación de movilización del ejército entre 1844-1855, y con poste­ rioridad de las constantes guerras fratricidas en que el país se vio envuelto después de la Restauración, lo era el déficit presupuestario y la desigual distribución del mismo entre los diferentes ministerios. Todo esto determinó la supremacía de la Secretaria de Estado de Guerra y Marina, siguiéndole la de Interior y Po­ licía. Ambos ministerios consumían generalmente cerca del 60 por ciento de todos los egresos del Estado y a veces más. En 1872, por ejemplo, durante el llamado gobierno de los seis años del presidente Báez, los gastos públicos ascendieron a $894,126.56. De ese total, el ministerio de Guerra y Marina y el de Interior y Policía recibieron ero­ gaciones por un valor de $612,379.22, el primero, y el se­ gundo $91,109.84, lo que hace un total de $794,605.02; es decir, casi el 89 por ciento de todo lo gastado en la admi­ nistración pública. y lo que es mas interesante: de ese total, solo $405,

776.31 fueron dedicados al pago de sueldos, mientras para

cubrir "gastos extraordinarios" sin ningún control, se des­ tinaron $248.063.25. Entre los asalariados figuraban centenares de "genera­ les" que no prestaban servicio alguno, y que recibían sala­ rios en virtud de su influencia y por los servicios políticos prestados a cada gobierno en su comarca o región. Durante el siglo pasado los miembros del ejército que prestaban servicios no tenían salarios elevados. Por el con-

72

trario, el soldado era muy mal pagado. Pero era muy grande el número de oficiales generales y coroneles sin mando ni servicio regular que recibían del Estado sueldos por una participación distinguida en alguna revuelta o por simples razones políticas. Los bajos salarios, por un lado, y la existencia de ese grupo numeroso de altos "oficiales" sin mando que cobra­ ban salarios sin prestar servicios regulares, fue un factor que permanentemente quebrantaba la disciplina de los sol­ dados del ejército regular dominicano, e incluso, originaba protestas de rasos y oficiales. Por esas razones cuando el general González en 1874 intentó reorganizar el ejército y fueron adoptadas nuevas Ordenanzas Militares, los redactores del documento, cono­ cedores del descontento que reinaba en sus filas, escribie­ ron en el artículo 177, lo siguiente: 'Todo militar se manifestará siempre conforme al sueldo que recibe y empleo que ejerce; se le permite el recurso en todos asuntos, haciéndolo por sus jefes y con buen modo; y cuando no lograse de ellos la satisfacción a que se consi­ dere acreedor, podrá llegar hasta el Presidente de la Repú­ blica con la representación de su agravio; pero se prohíbe a todos y a cada individuo del ejército, el usar, permitir, ni tolerar a sus inferiores las murmuraciones de que se altera el orden de los ascensos, que es corto el sueldo, malo el ves­ tuario, poco el pan, mucha fatiga, incómodos los cuarteles, ni otras especies que con graves daños del servicio, indispo­ nen los ánimos sin proporcionar ventaja alguna; se encarga muy particularmente a los jefes que vigilen, contengan y castiguen con severidad, conversaciones tan perjudiciales". (Colección de Leyes, Decretos y Resoluciones. Vol. 5. Pág. 112. Imprenta García Hermanos. 1883.) Esa última situación comenzó a ser superada duran­ te los primeros gobiernos del Partido Azul del general Lu­ perón (18791882) cuando no solo fueron suprimidos mu­ chos cargos públicos innecesarios, sino también, decenas de sueldos de generales y altos oficiales que no prestaban servicios, y se acentuó poco después, cuando se dio inicio

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al desmantelamiento del ejército regular, como fórmula que fuera permitiendo la superación del recurrente déficit en las finanzas del Estado. Sin embargo, con la llegada al poder del general Heureaux en 1882, la práctica de poner bajo salario a "generales" que no prestaban servicios y a personajes de influencia en el gobierno, fue reanudada e incrementada aún más. En las memorias del Secretario de Estado de Hacienda del gobierno de Woss y Gil, en el ario 1885, encontrándose las finanzas del Estado seriamente deterioradas a causa del despilfarro de los fondos públicos y por los elevados in­ tereses que cobraban las compañías de crédito que hacían préstamos a todos los gobiernos, se encuentran escritas las siguientes palabras. "Hace años que ya la República no tiene ejército orga­ nizado y sin embargo las asignaciones por recompensa de servicios a los grados militares absorben tanto cuanto re­ clamaría la organización de fuerzas permanentes en el ser­ vicio de las armas" (Memoria del Secretario de Estado de Hacienda. 1885. Gaceta Oficial.) Años después, entre 1887 y 1889, Ulises Heureaux no solamente inició la reorganización del ejército, sino tam­ bién, que comenzó a crear, con fondos del Estado, una am­ plísima red de espionaje integrada por civiles, 10 que signi­ ficó un aumento sustancial de los gastos públicos.

Billete de 1884

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DE LAS COMPAÑÍAS DE CRÉDITO AL ENDEUDAMIENTO EXTERIOR

Surgimiento de las compañías de crédito que prestan al gobierno. Prin­ cipales miembros de las compañías de crédito. Intereses elevados pa­ gados a las compañías. Compañías reciben del gobierno bonos y vales que luego usan para pagar impuestos. Cifras sobre intereses pagados por el gobierno motivan quejas de ministro de Hacienda. Cobro del pago de impuestos aduaneros a plazo crean problemas financieros. Capitales que manejan las compañías de crédito en 1882. Beneficios que reciben. Relaciones entre los gobernantes y las compañías de crédito. Cónsul español describe en 1883 interioridades de los negocios y los manejos onerosos de las compañías de crédito. Los inicios del endeudamiento ex­ terior. Cabral contrata préstamo en Saint Thomas por 100,000 dólares. El empréstito Hartmont de 1869. Principales clausulas. Cancelan contrato de préstamo por incumplimiento al año siguiente. Mr. Hartmont efectúa en Londres operación de estafa contra Estado dominicano. Europeos con bonos supuestamente garantizados por el Estado dominicano se oponen a nuevo préstamo intentado por el presidente González en 1873.

(g

oma hemos visto en el capítulo donde examinamos las primeras devaluaciones monetarias, la Repúbli­ ca Dominicana surgió a la vida sin recursos finan­

cieros. Por esa razón, desde un principio sus gobernantes se vieron forzados a acudir a prestamistas para conseguir los fondos requeridos para cubrir los gastos necesarios para hacer frente a las invasiones haitianas que se sucedieron poco después de proclamada la independencia nacional, a fin de preservar la integridad territorial. Es decir, para la compra de pertrechos y para el mantenimiento del ejército y la burocracia civil.

75

Varios de estos prestamistas eran de origen judío, y se habían establecido en la antigua colonia española durante el gobierno de Boyer, para dedicarse al comercio de impor­ tación y exportación. Pasado el período de las amenazas de las invasiones haitianas, con el transcurrir del tiempo, debido al des­ orden administrativo y por la ausencia de funcionarios versados en el manejo de las finanzas y la economía, y también por la corrupción que padeció la nación durante las primeras décadas de vida republicana, el margen de las necesidades financieras del Estado dominicano se fue ampliando. y ya no fue posible que uno, dos o tres prestamistas

individuales prestaran al Estado los recursos requeridos. Fue necesario entonces que se crearan las denominadas Compañías o Juntas de Crédito, donde participaban, en calidad de miembros, varios comerciantes y especuladores, para facilitar préstamos al gobierno. Por otro lado, como el país carecía de caminos o carre­ teras adecuadas, cuestión que dificultaba las comunicacio­ nes entre los pueblos, y como a cada instante en el interior de la República se presentaban necesidades urgentes que había que atender con premura necesidades generalmen­ te derivadas de los constantes levantamientos armados en cada población importante Santo Domingo, Puerto Plata, Santiago, Azua, Samaná, etc. se establecieron Juntas de Crédito. La primera de estas juntas o compañías fue creada en septiembre 28 de 1865 y comenzó a operar el año siguiente prestando al gobierno 200.000 pesos. El primero de enero de 1877 un decreto del presidente Báez creó una nueva compañía que amplió sustancialmen­ te la esfera de acción de estas juntas de crédito. Además de facilitar préstamos al gobierno, la compañía autorizada por Báez adquirió el derecho de efectuar "todas las operaciones de banco: giro, depósito, descuento y emi­ sión; no debiendo exceder esta de la suma a que alcance en un mes lo que ella deberá suplir por anticipo y bajo las

76

condiciones que se fijen en el contrato de cuenta corriente que deberá celebrarse" La compañía autorizada por Báez estuvo integrada por una Junta Directiva compuesta por: Cambias

°

Hermanos,

Miguel Pou y Cía., Juan Bta. Vicini y Cía, José María Leyba y Pedro N. Consuegra. Años más tarde, durante el gobierno de Meriño, fue dic­ tada una nueva disposición que puso algunos límites a las actividades de las compañías de crédito, e incluso, le cam­ bió el nombre por el de compañías de préstamo. Entre las regulaciones más importantes introducidas se encuentra la que especificaba un tope sobre el monto de los intereses a cobrar al Estado por los préstamos, limitándolo

al 6% mensual. Los intereses que cobraban estas Juntas de Crédito, como hemos dicho, eran sumamente elevados: además de cobrar también lo que denominaban "servicio de escritorio". Casi todos los créditos concedidos eran a corto plazo, de tres a seis meses, o uno o dos años y cuando por alguna ra­ zón el gobierno no podía cumplir su compromiso de pago en el plazo acordado, los prestamistas recibían en lugar de di­ nero, vales o bonos del gobierno, los cuales podían ser uti­ lizados para el pago de impuestos. Cuando esta situación ocurría, generalmente el prestamista cobraba una nueva prima o interés sobre el capital adeudado. De todo lo anterior se desprende que estas compañías usureras representaban una carga sumamente onerosa para la economía nacional, pues no pocas veces los intere­ ses que había que pagar año tras año, alcanzaban más del

25% de todos los ingresos de la nación. Esa situación fue examinada por varios Ministros de Hacienda, sin que se le pusiera coto al problema. En

1881,

por ejemplo, el Ministro Boscowitz, expresaba que si bien era cierto que las compañías de crédito habían contribuido a mejorar la situación financiera del gobierno "la cantidad que pierde el tesoro no baja de

$80,000.

Esta cifra es muy

elevada y onerosa, porque siendo tan reducidas nuestras rentas ella las merma considerablemente".

77

"Preciso es ya, ciudadano Presidente, pensar en sus­ traer el Erario de las condiciones que le ligan a las compa­ ñías de crédito. Para este fin el infrascrito cree que el P. E. debe recabar del legislativo dos cosas: Ira. El aumento de las rentas nacionales de modo que ellas estén en perfecto equilibrio con las cantidades designadas para los consu­ mos públicos. 2do. Facultad para realizar algunas nego­ ciaciones de cuenta corriente más ventajosas y serias que la de las Compañías o la contratación de un empréstito". (Informe del Ministro de Hacienda. Febrero 26 de 1881.) En otra parte del mismo informe el Ministro recomienda que se termine con la práctica de cobrar los derechos de importación a plazos y que se cobren al contado. Ninguna de las propuestas del Ministro de Hacienda prosperaron pues los miembros de estas empresas finan­ cieras tenían una notable influencia política. Tan grande fue esta influencia, que impidió en 1882 el establecimiento de un banco que Luperón había proyectado establecer con la participación de inversionistas europeos con un capital de dos millones de pesos fuertes. Durante muchos años más, las compañías de crédito establecidas en el país si­ guieron funcionando. Estas empresas tenían un capital bastante importante. Sólo en 1882 tenían créditos contra el Estado superior a los cuatrocientos cincuenta mil pesos fuerte y el "año siguiente prestaron al Estado otros 924.350 pesos fuertes. Por am­ bos créditos recibieron en intereses 289,775 pesos con 56 centavos". (Véase: Jaime de Jesús Domínguez. Notas po­ líticas y económicas sobre el periodo 1865-1886. Editora UASD. Pág. 271.) El año siguiente, las compañías de crédito obtuvieron ganancias parecidas. Es importante resaltar que uno de los principales motivos que generaron la permanente situación de endeudamiento del Estado dominicano eran las "revolu­ ciones" que durante décadas padeció el país. En 1883 el Cónsul español Ricardo Palomino, en in­ forme que rindió a su gobierno hace una descripción su­ mamente interesante de la forma en que operaban estas

78

compañías de crédito... Dice así el documento: voy a per­ mitirme elevar a conocimiento de V.E. el modo singular con que el Gobierno Dominicano verifica sus operaciones de deuda flotante, que aquí se llaman empréstitos semestra­ les, con la Junta de Créditos. Componen esta corporación los principales comerciantes de la ciudad, en su mayoría extranjeros que son los que garantizan a los imponentes las operaciones. En esta Junta figuran en primer término como accionistas el Presidente de la República, los Ministros y muchos comerciantes". "El gobierno recibe mensualmente de esta Junta para cubrir los gastos ordinarios que fija el presupuesto

$32,000;

la Junta que hace el préstamo está garantizada por el Con­ greso y perciben los prestamistas el interés mensual de doce por ciento; además la Junta recauda las rentas y per­ cibe el

70%

del producto de las aduanas."

"Este mismo sistema se sigue a su vez aunque en can­ tidades más pequeñas en las gobernaciones de Puerto Pla­ ta, Azua. Montecristy, donde funcionan Juntas especiales, pero con el mismo carácter que la central, pues los gobier­ nos de provincias hacen idénticas operaciones cuyos resul­ tados son desastrosos por lo general, ..." "Un cambio de gobierno que ocurra en este país en nada afecta a las Juntas de Crédito; los gobiernos se suceden y siguen igual sistema para poder sostenerse en el mando, y sus primeros actos se consagran a reconocer la deuda que por tal concepto encuentran al subir al poder. Realmente las Juntas de Crédito han llegado a la categoría de institu­ ción y su sistema de empréstito a principio permanente." "Aquí todo es amovible, menos ese procedimiento." (Ro­ berto Marte. Estadísticas y Documentos Históricos sobre Santo Domingo

1805-1890.

Museo de Historia y Geografía.

1884.) De qué manera pesaban sobre las finanzas del Estado estos préstamos onerosos, lo explica también el Ministro de Hacienda en su informe de

1885,

cuando expresa:

"Año tras año ha venido absorbiendo una gran parte de las rentas públicas el crecido interés que se amontona día

79

tras día en las cuentas de las Compañías de Crédito, insti­ tución que ha servido de agente y medio para dar y servir al Estado los recursos de su vida, cuando los ingresos fiscales no se recaudan a la vez que se producen, sino a determina­ do plazo que la ley manda." "Esos intereses acumulándose sobre balances por co­ brar de uno a otro mes, hacen crecer la deuda de tal modo, que resulta siempre en la cuenta de los gastos públicos un aumento sensible por casi una tercera parte de la suma que reza el llamado Presupuesto."(Memoria del Ministro de Hacienda. 1885.) El Dr. Hollander, quien por instrucciones del gobierno de los Estados Unidos efectuó a principio del presente siglo una importante investigación sobre la situación financiera de la República Dominicana, llegó a la conclusión de que, en las "revoluciones" que afectaron durante muchos años el normal desenvolvimiento del país, casi siempre los pres­ tamistas actuaban como provocadores. "Son estos prestamistas señaló el Dr. Hollander, casi todos de origen extranjeros, y que conservan celosamente su nacionalidad, los que por la facilidad con la cual hacen avances o préstamos a las revoluciones, las provocan muy a menudo, dominando al mismo tiempo el comercio exterior e interior. Entre ellos pueden encontrarse algunas personas honradas, de intención recta, pero en su mayoría constitu­ ye una clase de usureros, exagerados bebedores de sangre, que han contribuido a la postración en que se encuentra el país. Estos banqueros han explotado hasta el último límite las crisis políticas que se han sucedido, a veces provocán­ dolas por todos los medios posibles." En otra parte de su informe, el Dr. Hollander destaca, que todas las "revoluciones" terminaban en un entendido que permitía a los prestamistas cobrar al gobierno el dinero prestado, "pues incumbía al partido que triunfaba cubrir los gastos de pacificación y represión, en igual que todas las obligaciones del adversario". (Tomado de Las Noveda­ des de New York. Citado por el Listín Diario. Febrero 19 de 1906).

80

EL ENDEUDAMIENTO EXTERIOR En 1844 un aventurero inglés de nombre Herman Hen­ dricks, enterado de las dificultades financieras que padecía el primer gobierno dominicano Junta Central Gubernati­ va enfrascado en una confrontación bélica con Haití, ofre­ ció comprar obligaciones vales o bonos hasta la suma de

1, 500.000 libras esterlinas. El negocio no prosperó en razón de que los descuentos altísimos que cobraba 45%, más los intereses anuales de un 5% sobre el capital que también tendrían que ser paga­ dos con dos años de avance, motivaron el rechazo de una comisión destinada a su estudio. Tanto este gobierno, como los siguientes, para vencer dificultades financieras inmediatas utilizaron, como hemos visto, primero, a prestamistas individuales, y más luego, a las compañías de crédito. Otros intentos de endeudar el Estado dominicano con préstamos exteriores, ocurrieron durante el gobierno del general Cabral en 1867, pero también fracasaron. Sin embargo, como hemos visto, por esta época varios comerciantes judíos establecidos en Curazao siendo el más connotado J. A. Jesurum facilitaron recursos financieros a varios gobernantes dominicanos, y sobre todo a Buenaven­ tura Báez, y estas deudas, que generalmente se contraían por razones políticas individuales, como el financiamiento de acciones armadas, luego eran reconocidas por el nuevo gobierno como acreencias del Estado dominicano. Según el investigador haítiano Alexander Poujols, quien bajo el seudónimo de Antonio de la Rosa publicó en París, Francia, en 19 15 en la Revista General de Derecho Inter­ nacional, un amplio estudio sobre las finanzas de la Repú­ blica Dominicana, bajo el título de: "Las Finanzas de Santo Domingo y el Control Americano", la primera deuda exterior dominicana fue contraída en marta de 1867, cuando el Po­ der Ejecutivo, entonces en manos del general Cabral se hizo autorizar para contratar en Saint Thomas un empréstito por la suma de 100,000 dólares.

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Pero en verdad, el endeudamiento exterior se inició con el fatídico empréstito que el Ira. de mayo de 1869 efectuó el presidente Báez por intermedio de la casa financiera, Har­ mont y Cía., de Inglaterra, por la suma de 420,000 libras esterlinas. Este contrato de empréstito que puede ser calificado como el más oneroso de los acuerdos establecidos por todos los gobiernos dominicanos en la historia nacional, como ve­ remos más adelante, fue la fuente de un conjunto intermi­ nable de maniobras dolosas financieras que hundieron el crédito del país en el exterior y lo colocaron a merced de una red infinita de especuladores internacionales. Para tener una idea de las características del contrato de préstamo establecido por el presidente Báez con Har­ mont y Cía., es bueno apuntar que el artículo 2 del docu­ mento firmado señalaba textualmente que: "Para interés y amortización de esta deuda, el Gobierno Dominicano se obliga a pagar a los contratistas del em­ préstito una suma de cincuenta y ocho mil libras esterli­ nas al año, pagadera por mitad cada seis meses, el 15 de diciembre y junio de cada año, a lo más tarde, por espacio de veinte y cinco años consecutivos. El primero de estos se efectuará el 15 de junio o de diciembre siguiente a la emi­ sión del empréstito". Es decir, esa cláusula obligaba al gobierno a pagar la suma de 1,472,500 libras esterlinas por un préstamo de

420,000 libras. A su vez, mediante el artículo 9 se estipulaba que el

préstamo estaba garantizado "por todo el activo del Estado de Santo Domingo, sus aduanas, proventos y dominios. Por la presente se acuerda a los portadores de títulos de este empréstito, primera hipoteca sobre los objetos antes dicho, no teniendo el Estado de Santo Domingo ninguna otra deu­ da contraída". El artículo diez del señalado documento afectaba los in­ gresos de las aduanas de Santo Domingo y Puerto Plata, y por medio del número once, los prestamistas quedaban autorizados a designar empleados en dichas aduanas para

82

verificar los recibos expedidos por los receptores y asimis­ mo, colectar los fondos "hasta la concurrencia de la suma necesaria para el pago de los intereses y de la amortización, y enviarlos al consulado británico de Santo Domingo men­ sualmente, quien los remitirá mensualmente a Londres". Por medio del artículo catorce se ampliaban las garan­ tías a los prestamistas, pues en este se expresaba que: "Como garantía suplementaria, el gobierno otorga a los empresarios de este empréstito primera hipoteca sobre las minas de carbón y los bosques pertenecientes al Estado en la península de Samaná, al E. del Gran Estero, así como sobre los derechos que ingresen al Tesoro por la explota­ ción del guano o guanitos de la isla de Alto Velo". Estas ex­ plotaciones se han concedido a los señores Harmont y Cía. por medio de tratados especiales, y una cláusula de estos tratados dice: "Que todos los derechos o proventos debidos al gobierno dominicano, en razón de estas explotaciones, se pagarán directamente a los accionistas del empréstito, para que imputen en pago de los intereses y amortización del empréstito". Por el mismo acuerdo el gobierno dominicano se com­ prometía a no introducir durante todo el período de la amortización (25 años) ninguna modificación en su tarifa aduanera que pudiera disminuir los ingresos arancelarios, sin el consentimiento de los prestamistas. Un contrato adicional acordó una comisión de cien mil libras esterlinas a los prestamistas en compensación por los riesgos. Como premio adicional, el Sr. Harmont fue de­ signado por Báez, Cónsul de la República en Londres. De la suma total establecida por el empréstito Harmont 420,000 libras esterlinas el gobierno apenas recibió 38,095

a ser pagadas a los sesenta días mediante libranzas contra la casa Smith, Payne y Smith, de Londres. El resto de lo contratado nunca fue recibido, a pesar de que los prestamistas se habían comprometido a desembal­ sarlo a más tardar el 31 de diciembre de 1869. En febrero del año siguiente, el señor Harmont retornó a Santo Domingo, ofreciendo cumplir con las remesas esta-

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b1ecidas, pero entusiasmado como se encontraba el presi­ dente Báez con su proyecto de anexión de la República a los Estados Unidos, prefirió someter al Congreso un proyecto de resolución, que fue aprobado el 20 de j ulio de 1870, que canceló el acuerdo de empréstito. Con anterioridad, en enero de ese último año, en Lon­ dres, Harmont estableció un acuerdo con la casa Peter, Lawson & Son, autorizando a esa empresa a emitir obliga­ ciones en bonos por la suma de 757,700 libras esterlinas, con el propósito de negociarlas en el mercado con un gran descuento, para así poder cumplir con la suma que aspira­ ba entregar al gobierno dominicano. Esa empresa a su vez, autorizó a la firma norteamerica­ na Spofford, Tileston & Ca., de New York, a que asumiera las funciones de agente recaudador de las aduanas de San­ to Domingo y Puerto Plata. Esa última empresa a mediados de 1870 remitió al go­ bierno dominicano una remesa en efectivo de 50 mil dóla­ res, con el propósito de dej ar sin efecto en los hechos, si el dinero era aceptado, la anulación del contrato efectuada por el Congreso de la República. La remesa no fue aceptada y para dirimir las diferencias creadas el presidente Báez ordenó al ministro dominicano en Washington, un aventurero norteamericano de nombre Joseph W. Farbens, que iniciara nuevas negociaciones. No se conoce que Farbens y Hartmont llegaran a acuer­ do alguno. Pero se sabe que el segundo se trasladó casi inmediatamente a Londres, donde sin el consentimiento del gobierno dominicano ni su conocimiento, entró en nego­ ciaciones con la casa inglesa Peter, Lawsons & Son, para realizar un empréstito por la suma de 757,700 libras ester­ linas, operación de la cual recibió, luego de los descuentos.

420,000 libras esterlinas. Dicha transacción fue efectuada teniendo como respaldo el contrato en mayo de 1869 con el gobierno de Báez, que había sido anulado por el Congreso dominicano. La estafa, que se mantuvo en secreto por algunos años en razón de que Hartmont pagaba fielmente los intereses y

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la suma correspondiente a la amortización, se descubrió en 1872 por denuncia del Encargado de Negocio de la Repúbli­ ca en Francia, coronel Adolfo Méndez, hecho que desplomó el crédito internacional dominicano. A causa de las rebeliones que tuvo que enfrentar y del despilfarro que caracterizó su régimen, el presidente Báez gobernó permanentemente en medio de serias dificultades financieras. En 1870, por ejemplo, luego de firmar el contrato de arrendamiento de la bahía de Samaná que estipulaba que el Estado dominicano recibiría una anualidad de 150 mil dólares y luego de haber recibido de esa suma en adelanto la cantidad de 50,000 en armamentos y en efectivo, Báez puso en garantía la totalidad de la suma restante para lo­ grar un préstamo con una empresa financiera norteameri­ cana por otros 50,000 dólares, con un interés de un 10% anual. Por otra parte, tan pronto se conoció en Londres la es­ tafa de Hartmont, los poseedores de documentos de la su­ puesta deuda nacional, crearon un "Comité de Tenedores de Bonos de Santo Domingo"

a

fin de actuar unidos en las

reclamaciones que de inmediato se iniciaron. Báez fue derrocado en 1873 y el gobierno que asumió el poder, el del presidente González, siguiendo el mismo camino que el anterior envió a su Ministro de Hacienda J. M. Glass, a Europa, con el propósito de concertar un em­ préstito por la suma de tres millones de pesos. En París, J. M. Glass entró en negociaciones con el Banco General de Cambio yComisión, pero antes de cerrar la operación llegó a esa ciudad un representante del "Con­ sejo de Tenedores de Bonos de Santo Domingo" de Londres, quien amenazó con embargar los fondos del nuevo présta­ mo si no llegaban a un arreglo con sus representados, yen consecuencia, las negociaciones entre el Ministro domini­ cano yel banco francés fracasaron. El fracaso de J. M. Glass no detuvieron las intenciones del presidente González, y un año después, entendiendo que la situación creada por Hartmont constituía un obstá-

85

culo para lograr su ansiado empréstito, elaboró en secreto un decreto sólo aprobado por él y su nuevo Ministro de Ha­ cienda, Francisco X. Amiama, donde se ordenaba la amor­ tización de los bonos puestos a circular en Londres. Dicho decreto era muy contradictorio, pues en su artí­ culo dos señalaban que esa acción, no entrañaba "la idea de que el gobierno dominicano reconoce la legalidad de 1lla­ mado empréstito Hatmont", al tiempo que en el siguiente autorizaba el inicio de negociaciones para la "amortización de los bonos". Todo indica que el propósito del presidente González estaba dirigido a llegar a un arreglo con los poseedores de bonos expedidos por Hartmont. Para tal fin, el gobierno en­ vió a Europa a Pedro Tomás Garrido. Paralelo a ese intento de arreglo arribó al país un aven­ turero nombrado George Glavis, quien decía representar al Banco AngloAustriaco, de Londres, personaje que entró en negociaciones con el Presidente. Glavis propuso a González la fundación de un Banco Nacional que estaría encargado de financiar el deseado préstamo. A fin de reunir los recursos necesarios para la funda­ ción del proyectado banco, Glavis emitió, libranzas a favor del gobierno dominicano contra banqueros de Alemania por un total de cien mil pesos, que fueron remitidas a Pedro To­ más Garrido, quien se encontraba en París negociando otro préstamo y un arreglo con representantes ingleses. Señala César Herrera en su obra "De Hartmon a Truji110" que cuando los banqueros franceses con los que estaba negociando se enteraron de las negociaciones que el gobier­ no dominicano llevaba a cabo con Glavis

"telegrafiaron a " todas las casas comerciales de Europa, y muy pronto se im­ pusieron de que este señor era un caballero de industria". Como era natural, Garrido, al igual que J. M. Glass, regresó al país con las manos vacías en 1875. En Londres, mientras tanto, ese mismo año, a solicitud de los Tenedores de Bonos, el Parlamento inglés inició una investigación sobre la estafa de Hartmon que culminó con fallo desfavorable para el gobierno dominicano, veredicto

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que puso a rodar aún más por el suelo el crédito interna­ cional de nuestro país y enterró cualquier posibilidad de empréstito. La imposibilidad de obtener en el exterior cualquier em­ préstito, fortaleció el papel que desempeñaban las compa­ ñías de crédito como fuentes financieras y el de los presta­ mistas individuales que como buitres merodeaban en todos los gobiernos.

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EL REPUNTE Y CAÍDA DE LA INDUSTRIA AZUCARERA

La producción azucarera de los trapiches. La inmigración cubana inicia fundación de ingenios. El papel del colonato. Facilidades gubernamenta­ les para los industriales azucareros. La escasez de mano de obra, primer problema de la industria azucarera. Traen labradores de Puerto Rico y de las pequeñas islas antillanas. Azúcar dominicana llega a mercado norte­ americano. Se inicia el despojo del campesinado dominicano. Hostias advierte sobre la desaparición de la pequeña propiedad campesina. Bonó critica expansión azucarera en manos de extranjeros. Ingenios continúan agrandando sus fincas. González concede franquicias a productores azu­ careros. Inauguran tranvía eléctrico. Datos sobre población dominicana

1880. Crece la producción azucarera, pero las importaciones de produc­ tos alimenticios aumentan. Se inicia una crisis económica en los ingenios, con la caída de los precios en el mercado mundial. Desaparecen algunos ingenios. Reducen salarios a los trabajadores de la industria azucarera_ Dominicanos abandonan el trabajo en los ingenios, y aumenta la inmigra­ ción de labradores de las pequeñas Antillas. Dueños de ingenios inician la organización del sistema de vales y fundan bodegas para abastecer a sus trabajadores. Quiebran pequeños y medianos comerciantes situados en las zonas cercanas a los ingenios. Comerciantes de San Pedro de Ma­ corís protestan contra los buhoneros árabes que recién ingresaron al país. Continúa la descomposición del campesinado dominicano. José Ramón López denuncia que Alcaldes Pedáneos azotan los campos.

(g

0mo hemos visto, a partir de 1849, después que

fue superada la amenaza de la continuación de la

guerra con Haití, en la zona Sur de la República se había dado inicio a un repunte, aunque tímido, de la pro­ ducción azucarera. Los lugares donde este repunte era más acentuado fueron: San Cristóbal, Azua y El Mantel.

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La base de esta producción era el trapiche, comúnmente construido de madera, movido por fuerza animal, general­ mente, bueyes o caballos. El trapiche estaba compuesto por un molino de dos o tres rodillos verticales donde era introdu­ cida la caña de azúcar para la extracción de su jugo, el cual era conducido por un canal hasta las calderas de cobre o hierro, donde el jugo era hervido hasta su cristalización. Además de azúcar los trapiches producían melado y dulces como "raspadura", producto este último muy con­ sumido por la población rural. El melado era demandado mayormente por las destilerías dedicadas a la fabricación de ron. Durante la década que cubre los años de 1850-1860, la producción de azúcar aumentó ligeramente, lo que permitió su exportación en pequeña escala. En 1852 fueron exportados por el puerto de Santo Do­ mingo 257 quintales y cuatro años más tarde la cifra subió a 990 quintales.

Foto del río Ozama. 1916, aproximadamente. Tomado de B. Vega. "Imágenes del ayer"

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Pero no fue sin embargo después de 1868, luego del estallido en Cuba de la llamada "Guerra de los diez años" cuando la producción azucarera dominicana recibió su ma­ yor impulso con la llegada de capitalistas cubanos que te­ merosos de la contienda que se desarrollaba en su patria, se establecieron en Santo Domingo. Los combatientes independentistas cubanos conside­ rando que la producción azucarera era el principal pun­ to de apoyo económico del dominio colonial que mantenía España sobre su patria, establecieron como estrategia el ataque y destrucción de los ingenios azucareros. Esa estrategia, no sólo redujo la producción de azúcar en Cuba, sino que además forzó a muchos capitalistas y técnicos cubanos a abandonar su pais. Una buena parte de estos técnicos y capitalistas teme­ rosos se estableció en Santo Domingo, atraida por la cali­ dad y el bajo precio de la tierra. La llegada a La República Dominicana de los capitalis­ tas y técnicos cubanos dedicados a la producción azucare­ ra, originó un giro sustancial en la producción azucarera nacional. En primer lugar trajeron nuevas técnicas fabriles, nue­ vos sistemas de cultivo y producción y nuevas especies de caña de azúcar que tenían un mayor rendimiento. A partir de ahí, la producción de azúcar de caña co­

menzó a pasar del trapiche artesanal al ingenio mecanizado movido por combustión, primero a base de leña, y luego al ingenio de vapor a partir de 1874, cuando fue introducida la primera máquina de ese género. Pero no todos los nuevos inversionistas y técnicos azu­ careros procedían de Cuba. Los había también norteame­ ricanos, españoles, italianos, británicos, alemanes, puerto­ rriqueños, etc. La modalidad principal de estas nuevas empresas era la propiedad individual y en algunos casos la asociación con­ tractual. Fue muy escasa en esta primera etapa la presen­ cia de compañías por acciones dedicadas a la explotación azucarera.

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Los nuevos inversionistas que llegaron encontraron ventaj as extraordinarias que estimularon sus propósitos. En primer lugar, todos los gobiernos que había tenido has­ ta ese momento la República, habían cifrado sus esperan­ zas de desarrollar el país por la vía de la inmigración, y por tanto fueron muy bien acogidos. A su vez el precio de las tierras, en comparación con Cuba y Puerto Rico y otras is­ las del Caribe, era sumamente baj o. Pero además existía en el ambiente nacional una pre­ ocupación real, la cual se manifestaba en la opinión edito­ rial de casi todos los periódicos de la época, por incentivar el desarrollo de la agricultura. Fruto de esa preocupación fue la ley promulgada en j u­ lio de 1876, que dispuso que todo dominicano o emigran­ te que se dedicara a la agricultura, adquiría el derecho de ocupar tierras del Estado, no ocupada por otros, para dedi­ carlas al cultivo de café, caña de azúcar, cacao, algodón y otros frutos mayores. Tres fueron las zonas favorecidas por este nuevo desa­ rrollo de la industria azucarera: las regiones Norte, Sur y Este. En esa última zona ocurrió la mayor concentración de ingenios azucareros, sobre todo alrededor del distrito marí­ timo de San Pedro de Macorís. No todos los inversionistas extranj eros que llegaron al país a partir de esta nueva expansión de la industria azu­ carera eran poseedores de grandes capitales, aunque la mayor parte mantenía relaciones muy estrechas con ban­ cos y financistas individuales norteamericanos y europeos, los cuales contribuyeron mediante préstamos, no sólo a la compra de maquinarias para las nuevas instalaciones, sino también aportando capitales para posibilitar la arrancada productiva. El hecho de que no todos fueran capitalistas de grandes recursos, obligó a muchos propietarios de los nuevos inge­ nios a buscar formas de asociación con medianos y gran­ des propietarios nacionales. La modalidad establecida, muy practicada en Cuba y Puerto Rico, fue el colonato, sistema mediante el cual uno o varios propietarios se comprome-

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tían contractualmente con un ingenio azucarero a sembrar caña de azúcar, que sería comprada a un precio establecido entre las partes. En otros casos el propietario del ingenio era dueño de la tierra y efectuaba un contrato de colonato con una persona que se comprometía a sembrar de caña de azúcar la tierra entregada, corriendo por parte del colono el financiamiento de la cosecha y el corte de la caña. El gobierno de Merino trató de evitar que este nuevo despertar de la industria azucarera quedara en manos de extranjeros, legislando para obligar a los dueños de los in­ genios a que por lo menos, dos tercera partes de los colonos contratados, fueran dominicanos. La medida tuvo escasa aplicación. Uno de los mayores problemas que confrontó desde el principio la industria azucarera, fue la escasez de mano de obra, debido ante todo a lo poco poblado del país. El incon­ veniente se superó con la traída de sembradores y cortado­ res de Puerto Rico, primero, y más luego, de las pequeñas islas caribeñas anglóparlantes. Este renacimiento de la industria azucarera, a partir de la década del setenta del siglo XIX, tomó fuerza considera­ ble. Según cuadro que aparece en la gaceta oficial Ng 418, del 17 de junio de 1882. entre 1875 y 1881, habían sido construidos en nuestro país, 29 ingenios. La "guerra de los diez años" que se desarrolló en Cuba entre las fuerzas patrióticas cubanas y las colonialistas es­ pañolas desquició la producción de azúcar en aquella isla, originando en los Estados Unidos una reducción conside­ rable de las importaciones de ese dulce procedente de la patria de Martí. Esa situación favoreció en principio al renacimiento de la industria azucarera dominicana, que pasó entonces a abastecer el mercado norteamericano. Por ejemplo: De un total de 17,144,437 libras de azúcar exportadas con un va­ lor de $794.345.35 en 1882, 17,144,000, con un valor de

$790,911.02, lo fueron a los Estados Unidos. El crecimiento de las exportaciones nativas hacia los

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Estados Unidos no sólo fue registrado en el renglón del azú­ car, sino además en otras aéreas, pues el comercio exterior dominicano desde principio de la "Guerra de los diez años" venía dando un giro hacia el establecimiento de relaciones más estrechas con el mercado norteamericano. Ese año de 1882, el noventa por ciento de las expor­ taciones dominicanas fueron hacia los Estados Unidos, y algo parecido, aunque en menor grado, venía ocurriendo con las importaciones. Ese último año, las importaciones dominicanas ascendieron a $881,679.18. Y de ese total, $513,619.45, procedían de aquel país. Para la arrancada de la nueva industria azucarera, el colonato jugó un papel importante, pues el interés que des­ pertó la renovación de la siembra de la caña de azúcar a partir de 1875 o antes, estimuló la integración de muchos propietarios de tierras grandes, medianos y pequeños a la industria en calidad de colonos. Pero donde esa integración alcanzó mayor fuerza 10 fue en la zona Este del país, donde fueron fundados los ingenios más importantes. Tan tempranamente como en 1880, los siete ingenios instalados en esa región producían aproxi­ madamente el 67% de toda la producción nacional. Sin embargo, tan pronto esta nueva arrancada se con­ solidó, el sistema del colonato entró en crisis, pues en la medida en que los precios del dulce fueron permitiendo mayores ganancias, a ese mismo ritmo los dueños de los ingenios fueron adquiriendo las tierras propiedad de los co­ lonos mediante compra, unas veces, o por el desalojo del colono, tras la acusación de violación del contrato de parte del colono, y consecuentemente, por el procedimiento del embargo motivado por deudas contraídas por el propietario de la tierra con el dueño del ingenio. Sánchez Guerra en su estudio "La caña en Santo Do­ mingo", explica con mucha claridad este proceso, soste­ niendo que los dueños de los ingenios bien pronto mostra­ ron interés en sembrar la caña por su cuenta y decidieron "arruinar a los colonos independientes o colocarlos en una situación de dependencia frente al central".

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En pocos años el proceso del despojo de los colonos dueños de tierras tomó un ritmo tan acelerado que el go­ bierno, con la intención de proteger al agricultor nativo, en 1882 dictó una ley "para que los ingenios se dedicaran exclusivamente a moler la caña producida por los colonos que la cultivasen, mediante contratos de aparcería, fuese en terrenos propios o de los mismos ingenios". (Abad, José Ramón. Reseña General GeográficoEstadística de la Repú­ blica Dominicana. 1888). La legislación no modificó la situación. El propio José Ramón Abad lo explica cuando señala al respecto que "los propios poderes públicos se han visto obligados a ser tole­ rantes frente a las infracciones de la ley, para no hacer más gravosa la situación de los ingenios". El principal argumento de los propietarios de los inge­ nios para no cumplir la ley era que se había registrado una caída en los precios del dulce como en efecto ocurrió y que ellos necesitaban ser los dueños de las tierras para reducir sus costos de producción y así poder competir con los pro­ ductores europeos de azúcar de remolacha. El problema de los colonos y la desaparición gradual del campesinado propietario víctima de la voracidad de los dueños de los ingenios, como hemos dicho extranjeros en su mayor parte, fue un tema que preocupó a no pocos diri­ gentes políticos e intelectuales. Las posiciones más certeras las expusieron, primero Pe­ dro Francisco Bonó, y más luego Eugenio María de Hostos. El primero advirtió sobre lo que denominó "la demolición de la propiedad y la agricultura", es decir "la traslación de la propiedad a manos de nuevos ocupantes encubiertos bajo el disfraz del progreso" Negando que esa situación originara progreso en la economía dominicana, Bonó sentenciaba: "Progreso seria puesto que se trata del progreso de los dominicanos, si los viejos labriegos de la tierra de Santo Domingo que a cos­ ta de su sangre rescataron la tierra a cuyo precio estaban adjuntadas, tierras que bañaron y siguen bañando con su sudor, fueran en parte los amos de fincas y centrales: si ya

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ilustrados y ricos como hacendados, en compañía de los que nos han hecho el inapreciable favor de venir a nosotros, trayéndonos su dinero, sus conocimientos, sus personas, su trabajo, mandaran directamente sus productos a New York. Pero en lugar de eso, antes aunque pobres y rudos eran propietarios, y hoy más pobres y más embrutecidos han venido a parar en proletarios. ¿Qué progreso acusa eso? Mejor entraña una injusticia y un desastre mañana. (Emilio Rodríguez Demorizi. Papeles de Pedro Francisco Bonó. Aca­ demia Dominicana de la Historia. Pág. 327. 196). Hostos también fue un agudo observador del cambio que se comenzó a originar en la sociedad dominicana desde que inició la arrancada de la industria azucarera. "Cuando vinieron los ingenios señala Hostos vino con ellos la oferta de trabajo y demanda de braceros; se hizo bracero el antiguo cultivador de breves predios, se abando­ nó el conuco, se descuidó la crianza de aves de corral, las pequeñas industrias agrícolas, la economía rural cuanto por tradición o por instinto había servido para alimentar el consumo general, tanto hizo plaza el afán, de ganar en pocos días el salario que sólo en semanas ganaba y aún meses de trabajo se ganaba antes, y por paradójico que parezca, el país era menos pobre cuando más rico se hacía el Estado." "Todos aquí hemos palpado las consecuencias diarias de esa anomalía: todos hemos estado muriéndonos de ham­ bre, literalmente muriéndonos de hambre de aquellos fru­ tos espontáneos de la tierra tropicales que a cada paso se han ido haciendo más raros y por lo mismo más costosos, y de aquellos artículos de primera necesidad que se han ido haciendo menos accesibles a medida que parecía más fácil la adquisición del numerario." Más adelante, en el mismo artículo publicado en el Eco de la Opinión en 1884, Hostos señala que el establecimiento de la industria azucarera originó en parte progreso"...pero ese progreso ha prescindido completamente de las condi­ ciones económicas de la sociedad cuyos intereses venía a estimular, y eso es malo".

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Años más tarde, encontrándose en Chile. Hostos escri­ bió una serie de artículos donde analizaba las condiciones sociales y económicas de nuestro pais, y refiriéndose al cambio en la propiedad de las tierras creado con la llegada de los capitalistas extranjeros que se dedicaron a la pro­ ducción azucarera, se expresó de la siguiente manera: "El mal actual de esa organización está en que los pro­ pietarios del suelo no tienen con la sociedad dominicana más vínculos que el del suelo. Son capitalistas extranjeros, que a lo sumo, se interesan por aquellos agentes del progre­ so que van relacionados con los intereses materiales, pero no tienen ninguno los incentivos sociales que reclama en to­ dos los grupos de la sociedad una reconstrucción."(Eugenio María de Hostos. Páginas Dominicanas. Editora Taller. 1979. Págs. 110-111).

Para tener una idea del grado de expansión de la in­ dustria azucarera subrayamos que sólo entre los dos años comprendidos 1882 y 1884, los ingenios azucareros tripli­ caron la extensión de sus propiedades. En 1882, las treinta haciendas dedicadas al cultivo de la caña de azúcar con­ centraban 4,752 hectáreas y en 1884 ya tenían en su poder 13,206 hectáreas. Una hectárea es igual a 15.9 tareas (me­

dida nacional) lo que significa que esos treinta propietarios extranjeros en su mayor parte tenían bajo su propiedad o control, 275,517 tareas. Debe ser señalado que la política de otorgar franquicias que envolvían entrega de tierras de propiedad del Estado y exoneraciones impositivas a fin de estimular la agricultura, fue iniciada en 1873 por el presidente González. Tales facilidades solo fueron aprovechadas por inversio­ nistas extranjeros, pues los nacionales con recursos mone­ tarios acumulados, que no eran muchos, prefirieron seguir dedicados al comercio de importación y exportación, por entender dicha actividad menos riesgosa. El presidente González, no sólo otorgó franquicias a particulares que liberaban al productor de impuestos y la entre ga de tierras de propiedad del Estado, para dedicarlas al cultivo de la caña, el café, algodón, cacao, "y cualquier

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otro producto de exportación", sino además, para la insta­ lación de líneas telegráficas, y ferrocarriles. El

15

de mayo de

1881

mediante concesión el señor

Préston Násson instaló en la ciudad capital la primera red telefónica urbana. Cada abonado pagaba por el servicio pesos mensuales, más

5

3

pesos por la instalación.

Dos años después, el

18

de agosto de

1883,

entró en

funcionamiento en nuestro país el primer ferrocarril, insta­ lado en el ingenio San Marcos de Puerto Plata. Se utilizaba fundamentalmente para el transporte de la caña cortada en el campo hacia las instalaciones del ingenio. Ya por esta época nuestro país estaba conectado tele­ gráficamente con gran parte del mundo, al través de los servicios de la Sociedad Francesa de telégrafos submari­ nos. El costo del servicio era sumamente elevado. Por ejem­ plo: cada palabra transmitida al Este de los Estados Unidos tenía un precio de

$2.3 1,

Y

$2.46

era el precio de cada pa­

labra transmitida a Francia. Donde no se registró cambio alguno fue en el plano de la comunicación terrestre entre los pueblos. José Ramón Abad, autor de: "La República Dominicana: Reseña Geo­ gráfica y Estadística" obra publicada en

1888,

señala que:

"los caminos que hay en la actualidad son simples trochas a través de los bosques, o brechas por entre las monta­ ñas, o trillados laberínticos por las sabanas. Inútil es decir que no se aprovechan para el comercio, ni por la agricul­ tura; y cuando la necesidad obliga a transportar por ellos los frutos, es sacrificando una buena parte del valor de los mismos, en calidad de precios, lo que apareja una pérdida efectiva en la riqueza nacional". (Abad, José Ramón. Obra citada. Pág.

170).

A pesar de esto último, el resurgimiento de la industria azucarera originó sin dudas cambios importantes en la vida del pueblo dominicano. En primer lugar, se incrementó el intercambio con el exterior, estimuló la inmigración, elevó el nivel técnico pro­ ductivo en esa rama de la agricultura, originó un crecimien­ to el medio circulante, aumentaron los ingresos del Estado,

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facilitó el nacimiento de la clase media moderna ligada a la administración industrial y comercial y a las labores téc­ nicas, y contribuyó al nacimiento de la clase obrera asala­ riada. Desafortunadamente, factores externos como la crisis de los precios que se inició casi a mediados de la década de los ochenta además de factores internos, como la instaura­ ción de la dictadura de Heureaux, impidieron un desarrollo más sostenido de la industria azucarera nacional en los finales del siglo XIX. Además de estos elementos adversos, la nueva indus­ tria azucarera y el desarrollo agricola en general, encontra­ ron otro inconveniente serio: la reducida población del país. En 1880 la población de la República Dominicana apenas llegaba a los 350,000 habitantes. Cifra aproximada, pues durante décadas ningún gobierno se preocupó por efectuar un censo de población. Ese inconveniente para el desarrollo del capitalismo en el campo, no pudo ser vencido, o sólo fue vencido, como he­ mos dicho, a finales del siglo XIX y a principios del xx . Ese último problema fue motivo d e preocupación de casi todos los gobiernos, y fue examinado con atención por casi todas las entidades culturales y la mayor parte de la intelectualidad de la época. En 1882, para traer un solo ejemplo, el periódico El Por­ venir, de Puerto Plata, se expresaba de la siguiente manera: "El rápido crecimiento que va tomando la industria agrícola es tal, que ya va sintiéndose la falta de braceros en todos aquellos lugares donde se han radicado los principales es­ tablecimientos agrícolas... Por tanto, es conveniente pensar no sólo atraernos los dominicanos que vagan por la vecina república, como lo indican algunos órganos de la capital, sino en hacer conveniente propaganda para que vengan de los países vecinos donde hay exceso de población y más facilidades tiene la inmigración, todos los labradores que deseen colocarse y dedicarse a faenas agrícolas". Un problema muy serio que generó el repunte azucarero fue el relacionado con la migración interna. Miles de traba-

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jadores de las zonas rurales, atraídos por la posibilidad de obtener un salario fijo, abandonaron la agricultura dedica­ das a abastecer a las ciudades de alimentos. Esta situación originó dificultades al comercio en muchas ciudades y creó una ligera alza en los precios de muchos productos agríco­ las de primera necesidad. El resultado fue un crecimiento en las importaciones de muchos artículos de primera necesidad que podían produ­ cirse en el país, como ajo, cebolla, habichuelas, arroz, papas, garbanzos, harina de maíz etc. Abad sostiene, que en estos

y otros artículos de primera necesidad que se importaban, como la manteca, se gastaron en 1883 cerca de $400,000, lo que representaba casi el 13% de todas las importaciones, que ese mismo ario sumaron en total $3, 142, 102.42. LA CAÍDA El mismo año en que el periódico de Puerto Plata des­ tacaba la importancia que había adquirido el desarrollo de la industria azucarera, tiene lugar en Europa un fenómeno que afectaría en lo inmediato a esta industria: el empleo de nuevas técnicas en la siembra e industrialización de la remolacha para producir azúcar, originó un aumento en la producción que se fue acentuando año tras año, hecho que determinó una reducción de los precios del dulce en el mercado internacional. Todos los ingenios dominicanos, treinta en total, se vie­ ron en la obligación de reducir sus costos, unos por vía de la modernización de sus instalaciones, otros aumentando su capacidad de producción, no pocos reduciendo los sala­ rios de los trabajadores y técnicos. El hecho creó una situación de crisis en la industria azucarera nacional, resultado de la cual muchos ingenios sucumbieron. Juan Sánchez en su obra "La caña en Santo Domingo" dice al respecto que "trece ingenios, representan­ tes de valiosos intereses, fueron desapareciendo uno por uno por las con mociones de aquella larga situación que afectó todas las instalaciones, para no dejar en pie sino

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aquellas que tuvieran una base sólida para resistir y para vencer". Esa crisis que duró más de dos décadas, impulsó una notable concentración de capitales de parte de los inversio­ nistas más hábiles. Juan Bautista Vicini, por ejemplo, que hacía poco tiempo había fundado el ingenio Italia, diez años después era propietario de cuatro ingenios más: Constan­ cia, Angelina, Encarnación y Ocoa. Merece singular interés señalar que los ingenios que re­ sistieron mejor la situación de crisis, fueron los instalados en la región Este del país, alrededor de San Pedro de Maco­ ris, y los situados en el Sur. Los siete ingenios instalados alrededor de San Pedro de Macorís, además, pronto se situaron a la cabeza de la pro­ ducción nacional. Eran estos: Angelina, Puerto Rico, Quis­ queya, Cristóbal Colón, Porvenir, Santa Fe y Consuelo. Sólo entre los años 1892 y 1893, estos seis ingenios au­ mentaron su producción de 312,504 quintales, a 484,120. Esta última cifra era igual al 67 por ciento de la producción nacional. No está demás decir que casi todos los ingenios, para resistir la crisis, aumentaron su área de cultivo consi­ derablemente. En 1882, las tierras dedicadas a la produc­ ción azucarera ascendían a 75,150 tareas, y siete años más tarde, sumaban 250,000. Este acaparamiento de tierra de parte de los ingenios no se detuvo sino después de la mitad del siglo xx

.

CAÍDA DE LOS PRECIOS AFECTA A TRABAJADORES DOMINICANOS Como hemos visto, la arrancada de la industria azuca­ rera contó con la integración del campesinado dominica­ no en las labores agrícolas de los ingenios. Esta situación comenzó a modificarse en la medida en que los ingenios azucareros, para poder enfrentar la crisis que creó en el mercado mundial el aumento de la producción azucarera europea, fenómeno que deprimió los precios del dulce, ini­ ciaron un proceso de reducción de salarios a sus trabajado-

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res. Paralelo a este hecho, una inflación galopante encare­ ció los principales articulas de primera necesidad. La consecuencia inmediata de la reducción salarial fue el abandono paulatino, pero sistemático, del campesinado dominicano del trabajo en los ingenios, que ahora decidió el retomo al trabajo individual en su conuco. José del Cas­ tillo señala al efecto que "los atractivos que indujeron al campesino dominicano a participar en la industria azuca­ rera se fueron diluyendo en tanto los niveles de precio en el mercado azucarero se mantuvieron bajos hasta los inicios del ascenso durante la primera guerra mundial..." (José del Castillo. La inmigración de braceros azucareros en la Repú­ blica Dominicana. Edit. UASD, 1978). En los momentos en que esta crisis se inicia, más de seis mil dominicanos, en su mayor parte braceros estaban integrados al trabajo en los ingenios. Diez años después, esta cifra se había reducido considerablemente. El periódi­ co el Eco de la Opinión en una crónica de fecha 9 de octubre de 1884, explicó en muy pocas palabras 10 que venía suce­ diendo: "Los trabajadores no quieren aceptar los salarios que se les ofrecen, porque si bien exceden a los que se les pagaba en otra época, no compiten con la carestia actual de los articulas de subsistencia diaria. Dicen que se cobra un real por una macarela, y un medio de mantequilla no se puede oler para probar si es buena, porque en la punta de la nariz se evapora" El proceso de reducción salarial iniciado inmediata­ mente comenzó la caída de los precios del dulce fue aplica­ do mediante la utilización de los siguientes procedimientos: los dueños de los ingenios, en lugar de contratar como an­ tes a cortadores individuales, a quienes pagaban entre dos y cuatro pesos por cada tarea de caña cortada, organizaron el trabajo del corte de la caña mediante la formación de cuadrillas dirigidas por un capataz o contratista. Este capataz o contratista dirigía el corte realizado por diez, veinte o más braceros y era quien se encargaba de controlar el rendimiento de cada trabajador. Una parte de los trabajadores recibía salario por cada día laborado. La

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mayor parte lo recibía mediante el sistema de "ajuste". El salario diario recibido en una u otra forma oscilaba entre los cuarenta y cincuenta centavos por día de labor. Más tarde, a principios del siglo XX fue establecido el pago me­ diante el pesaje de la caña cortada. El rechazo del trabajador dominicano a las nuevas con­ diciones salariales impuestas fue creciendo día tras día y por ello los dueños de los ingenios se vieron forzados a la importación de braceros. En principio, los dueños de los ingenios fueron resisti­ dos por el gobierno dominicano en sus propósitos, pero al final se impusieron. El industrial norteamericano Williams Bass, en una exposición que elevó al gobierno para vencer una nueva resistencia oficial a la importación de trabajadores señaló que: "la clase de trabajadores que los ingenios desearían importar, no sería inadmisible, pues vendrían de tales par­ tes como de las posesiones francesas, danesas e inglesas, donde están ya acostumbrados a respetar a las autorida­ des, sus vecinos y las propiedades de estos. Cuando se in­ troduzcan convenientemente, se contentarían con perma­ necer en la República. No formarían elementos políticos descontentos y de ninguna manera se mezclarían en las ocupaciones y aspiraciones de los ciudadanos dominicano. No se puede argumentar que un extranjero trabajando en una hacienda de caña, impide que un hijo del país, que sólo desea trabajar en un conuco, se gane la vida". Además, según Bass, a diferencia de los trabajadores dominicanos que manifiestan una" falta de respeto a la propiedad industrial "los braceros importados están "bien enterados de la relación que existe entre el capitalista y el jornalero "( W. Bass. "Reciprocidad". Exposición presentada al gobierno dominicano. 1902).

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Trabajadores de la plantación cañera de W. Bass. San Pedro de Macons. 1910. No es posible presentar cifras exactas sobre el número de braceros extranjeros que fueron importados a finales del siglo pasado, y durante los primeros años del presente pues no hay registros documentales. Pero si tomamos en cuenta la actitud de rechazo del trabajador dominicano al trabajo en los campos de caña, a causa de la reducción salarial que impusieron los dueños de los ingenios en sus empresas y si se considera que el número de dominicanos que laboraban en los ingenios entre 1882 y 1890 se acercaba a los seis mil, es posible deducir que ya a finales del siglo XIX, no menos de 5,000 braceros extranjeros habían sido ya importados por los dueños de los ingenios para sustituir al obrero nativo. LAS BODEGAS DE LOS INGENIOS Y EL SISTEMA DE VALES Según Juan Sánchez, en la época en que efectuaba su estudio a finales del siglo pasado sobre la industria azuca­ rera dominicana, todos los ingenios de la región Este dispo­ nían de establecimientos comerciales, bodegas, para abas­ tecer de alimento, vestidos, calzados, etc., a sus empleados y familiares y a los habitantes de los pueblos y comarcas vecinas.

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Paralela a la apertura de tales negocios propiedad de los dueños de los ingenios, surgió la modalidad de pagar a los trabajadores en vales que eran aceptados como papel mo­ neda corriente en las bodegas de los ingenios azucareros. El profesor Hoetink en su libro "El Pueblo Dominicano

1850-1900" publicado por la Universidad Católica Madre y Maestra en 1971, destaca que con anterioridad a la insta­ lación de los ingenios, los habitantes de las zonas rurales cercana a fábricas de azúcar, dependían para su abaste­ cimiento del comercio de los pueblos cercanos y que los pocos propietarios de bodegas rurales también compraban directamente a estos comercios de los pueblos. El autor citado subraya que el surgimiento de las bo­ degas en los centrales azucareros, perjudicó a los comer­ ciantes de los pueblos de dos maneras: "Por una parte el jornalero era atado a la bodega por el sistema de los vales, y por otra parte, la bodega obtuvo como cliente a los vende­ dores ambulantes y tenderos rurales, cuyo número aumen­ taba rápidamente. El comerciante de pueblo, cuyo capital era frecuentemente limitado, no podía competir ni en pre­ cios ni en surtidos con las grandes bodegas que traían sus mercancías directamente del extranjero. Como la bodega central extendió su radio de acción a la región circundante, vendiendo tanto al detalle como al por mayor, el comercian� te y tendero de pueblo se vio privado de una porción poten­ cialmente importante de la creciente economía monetaria". Esta situación originó a su vez la quiebra de no pocos comerciantes pequeños de las zonas rurales, y como tam­ bién afectó a medianos y grandes de los pueblos, el hecho fue denunciado vigorosamente en varias oportunidades, tanto en los ayuntamientos como ante el Congreso de la República. El 9 de junio de 1896, por ejemplo, un nutrido grupo de comerciante de San Pedro de Macoris envió al Congreso una comunicación denunciando el sistema de las bodegas, poniendo acento en el perjuicio que recibían por las ventas que estas hacían a los vendedores ambulantes, en buena parte árabes.

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Nuestros campos, decían los comerciantes petromaco­ risanos, están llenos de casas de comercio... No hay agri­ cultor que no sea comerciante, todo lo cual nos perjudica notablemente, y este perjuicio se aumenta en máximo gra­ do con la invasión de árabes en pueblos y campos, de puer­ ta en puerta, que, dada sus operaciones comerciales, han abarcado todo el negocio y nos han ido acorralando hasta convertirse nuestro comercio en un cementerio desolado y triste. Sus depósitos son de mayor importancia ya que nuestras casas, y dados sus ínfimos gastos, pues altamente conocida es su manera de vivir, omitiendo todo gasto que no sea el estrictamente necesario a la inmunda y mísera vida a que se someten, es imposible luchar con ellos. La impor­ tancia de nuestro comercio requiere de gastos y atenciones de que ellos están exentos, y si tratáramos de competir sus precios, nuestros intereses sufrirían. El porvenir comercial de Macorís está en manos de los árabes y creemos que los árabes no han hecho jamás la felicidad de ningún país..." Los comerciantes dominicanos concluyen demandando del Congreso que a los establecimientos comerciales de los ingenios sólo se le conceda el derecho de vender provisio­ nes para el sostenimiento de sus trabajadores "excluyéndo­ les del derecho de expender tejidos". Respecto a los árabes que actuaban como comerciantes ambulantes "privarles la introducción de mercancías o aplicarles una contribución fuerte que les impida la baratez de ella". (Hoetink. Obra citada Pág. 27). El problema denunciado fue debatido por el Congreso, pero no se tomó ninguna medida para detener a los vende­ dores ambulantes árabes ni la expansión de las bodegas de los ingenios. Por otra parte, el sistema de los vales contribuyó enor­ memente a profundizar la expoliación de los trabajadores de los ingenios, no sólo porque las bodegas vendían a precios más elevados, sino además, porque muchas veces, cuando un trabajador necesitaba dinero en efectivo, canjeaba los vales con un elevado descuento. El sistema de pago en va­ les, canjeables por la administración del ingenio semanal

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ya veces quincenalmente, además, limitaba la circulación monetaria ycreaba un monopolio comercial sólo favorable al propietario del central azucarero.

"Aguatero", foto de

1904

en La Vega. Col.

B.

Vega.

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CAMBIOS EN POLÍTICA ECONÓMICA 1865-1880

Primeras medidas de corte fomentalistas. Intelectuales que apoyan fomen­ to de la economía de parte del Estado. El pensamiento de Bonó. Listado de concesiones otorgadas por el Estado dominicano para el fomento de la agricultura y la industria entre 1866 y 1870. Franquicias favorecen la intro­ ducción del ferrocarril. Política de fomento del presidente González.

W D

esPués de la anexión a España y la consiguiente Guerra de la Restauración, que como hemos expre­ sado profundizaron hasta la catástrofe el endeble

aparato productivo de la nación, una nueva orientación en la conducción de la economía comenzó a ser aplicada por los diferentes gobernantes que asumieron el poder a partir de 1865. En primer lugar, se fueron adoptando medidas de corte fomentalistas a fin de incentivar la economía. En consecuencia, el Estado pasó a intervenir para esti­ mular la producción. Los primeros pasos en esa dirección fueron tomados por el general Cabral (1866-1868) y conti­ nuaron siendo aplicados por Báez (1868-1874) y también por los demás gobiernos que se sucedieron. El Estado dominicano en aquel momento, como hemos visto con anterioridad, tenía una enorme ventaja para ac­ tuar en esa dirección: Era propietario de casi e180 por cien­ to del territorio nacional. Desde hacía bastante tiempo varios intelectuales que ocuparon posiciones importantes en la administración pú-

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blica y en el parlamento, venían defendiendo la necesidad de que el Estado adoptase una conducta más activa en el plano de la conducción de la economía. Hasta ese momen­ to, los distintos gobiernos que se sucedieron entre 1844 y 1865, habían cifrado sus esperanzas en la inmigración para desarrollar el país, pero todos los esfuerzos que se hicieron fracasaron. Entre los intelectuales que más se destacaron en defensa de la intervención del Estado en el fomento de la economía se destacan: Pedro Francisco Bonó, Benigno Filomena de Ro­ jas, Pablo Pujol y Manuel de Jesús de Peña y Reynoso. Entre los tres, el más importante 10 fue Pedro Francisco Bonó, un hombre de una extraordinaria capacidad: Aboga­ do, médico, ensayista, periodista, economista, etc. Para Bonó, de acuerdo al discurso que pronunció en el Senado en 1856, la situación económica del país se veía afectada, desde el surgimiento de la República, debido a factores adversos grandes males, según sus propias pa­ labras que influían de manera negativa en su desenvolvi­ miento. El primer gran mal era la existencia de un ejército permanente muy numeroso que "no deja al hombre tra­ bajar; le roba su tiempo y no le da compensaciones; hace de una porción de hombres, tal vez la más apta para el trabajo por su edad y condiciones, una porción de seres empobrecidos, desnudos, hambrientos; los hace holga­ zanes, por falta de la continuidad en el trabajo; los hace descuidados, por 10 convencidos que están de que a mer­ ced de voluntad ajena no pueden completar sus obras; y los hace ignorantes, porque no pueden hacer aplica­ ciones de una experiencia cualquiera que no han tenido tiempo de adquirir". Otro gran mal que afectaba la economía del país, era "la falta de equilibrio en sus rentas y erogaciones; falta que obliga al gobierno a emitir continuamente un papel moneda que roe la riqueza pública..." Bonó pensaba a su vez, que el Estado estaba en la obli­ gación de devolverles a los ciudadanos en servicios, los re-

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cursos que aportaba por medio de impuestos. "Si el gobier­ no percibe de un labrador

$6 pesos fuertes por un impuesto

directo o indirecto señaló el pensador es preciso que ese labrador reciba sus

$6 pesos fuertes, séase en seguridad

para su persona, séase en instrucción para sus hijos, séase en importación de mejores semillas, séase en fin en facili­ tarle los medios para el transporte de sus productos u otra mejora en que el tenga parte directa o indirectamente; si no es así, nunca habrá riqueza ni progreso en el país". (Rodri­ guez Demorizi. Obra citada. Págs. 773) Conforme a su visión sobre los "tres grandes males" Bonó propone 10 que su entender eran más medidas más apremiantes que tenía que adoptar el Estado para contri­ buir al desarrollo de la nación, a saber: "licenciar al ejército, para darle a los hombres la oportunidad de que trabajen, establecer escuelas primarias y profesionales, para capaci­ tar a los niños y a los jóvenes, y abrir nuevos caminos para hacer menos costoso el producto, más rápida la comuni­ cación, más rápidos los cambios y dar más tiempo para producir". En los momentos en que Bonó se expresaba,

1856, y

aún décadas después, el Estado dominicano había actuado solamente como un captador de recursos, y no ofrecía nin­ gún servicio a la población. Como hemos anotado anteriormente, casi un noventa por ciento de los egresos del Estado se gastaban en el manteni­ miento de un ejército de cerca de diez mil soldados muy mal pagados, y apenas habían sido abiertas en todo el país seis escuelas públicas y un seminario administrado por la Iglesia Católica. El total de niños y jóvenes que recibían docencia no llegaba a seiscientos y la asistencia sanitaria era nula, pues sólo existía un hospital situado en la ciudad capital. Por otra parte, los caminos para el transporte de los productos cultivados en el campo, eran las mismas trochas abiertas durante la colonia y en algunos lugares las mis­ mas vias trazadas por los aborigenes. Los principales correctivos propuestos por Bonó nunca fueron puestos en práctica por ninguno de los gobiernos

111

que tuvo que soportar la República en el siglo pasado, pero el espíritu fundamental de su propuesta, que era la de una mayor participación del Estado en el estímulo al desarrollo económico entró en vigor, como veremos, a partir de 1866. Como parte de esta política de fomento que, como hemos dicho se inició después del triunfo restaurador, diferentes gobiernos se dedicaron a la entrega, mediante concesiones y franquicias, de importantes recursos del país a empresas y ciudadanos extranj eros. Muchas de esas concesiones no entraron en ej ecución y otras fueron traspasadas como la del telégrafo y sólo algu­ nas salineras realmente entraron en producción. Resulta interesante destacar que de las 14 concesiones más importantes codificadas por nosotros, correspondien­ tes a los años 1866-1870, sólo una fue entregada a un ciu­ dadano dominicano. CONCESIONES 1866-1870

Nombre

Nacionalidad Tipo

W. L. Casneau

Nort.

Mina de cobre de San Mateo

1866

M. Matney

Nort.

Sal Gema de Neyba

1866

E. Prime y E. Hollister

Nort.

Fund. Banco Nacional

1868

Minas San Cristóbal

1868

Indust. Progressive Co. Nort. R.M. Funkhouse

Nort.

Navegación entre S.O., New York y New Orleans

F.H. Fisher

Nort

Fecha

1868

Const. Ferrocarril entre Santiago y Samaná

1869

Geological Survey CO. Nort.

Mina de oro de Haina

1870

Julien Grandgerad

Francés

Ferrocarril Azua

1870

P. O. Delgado

Nort. -Cubano

Varias Salinas

1870

Levi Giiiallamo

Francés

Inst. telégrafo

1870

Carlos Báez

Oom.

Salinas de Baní

1870

Cambiaso y Cia.

Italiano

Mina de cobre de Boca de Cuajo 1870

112

Además de concesiones el gobierno entregó muchas franquicias para reducir los impuestos de importación de instrumentos de trabajo y maquinarias, para exonerar el derecho a puerto y tonelaje a barcos que transportaran materias primas para ser usadas por empresas concesio­ narias, para exonerar o rebajar los derechos de exporta­ ción a exportadores de frutos y para exonerar de impues­ tos los alimentos destinado a los empleados de las nuevas empresas. Asimismo, en la generalidad de los casos el gobierno posibilitaba la entrega gratuita de terrenos del Estado y las maderas y materiales de construcción que fueran necesa­ rios. En esta última dirección llegó tan lejos, que se decretó que los particulares propietarios de terrenos que requirie­ ran ser usados en la realización de una obra, están obliga­ dos a venderlos a la empresa o permitir su utilización. (Véa­ se: Jaime de Js. Domínguez. Notas Económicas y Políticas. 18651886. Edit. UASD. Pág. 83.) A las principales concesiones decretadas entre 1866 y 1870 se agregaron otras en la década siguiente. Merecen mencionarse, la concedida a la United States and Domi­ nican Mines Land, que en 1880 adquirió los derechos de explotación del oro de las arenas auriferas de los ríos Mao y Bao y otros lugares cercanos de allí, la cual entró en pro­ ducción empleando a cerca de 200 obreros. Se desconoce la cantidad de oro extraida pues no hay registro en las esta­ dísticas oficiales que generalmente publicaba el Ministerio de Hacienda. Para esa misma época la empresa inglesa Hartmont y Cia., obtuvo los derechos de la explotación del guano de la isla de Alto Velo y las minas de carbón de la bahía de Sa­ maná. También merecen ser mencionadas varias concesiones hechas a extranjeros para la explotación de materias colo­ rantes extraidas de la madera, las cuales llegaron a instalar medianas industrias donde se extraia la tintura, que era exportada a Norteamérica y Europa.

113

Una de estas empresas, la Franco Dominicana, de capi­ tal francés, trabajaba con maquinarias movidas al vapor en dos establecimientos situados en las cercanías de la ciudad de Santo Domingo y San Cristóbal. Esta compañía inició sus actividades en 1873, donde laboraban unos 104 técni­ cos y obreros especializados traídos de Francia. Esta empresa y otras dedicadas a la misma laborape­ nas pudieron trabajar unos seis años, pues la tala indiscri­ minada de campeche, de donde extraía su materia prima, sin llevar a cabo ninguna acción reforestadora, la obligó al cierre en 1878. Según uno de los informes que rindió, la empresa Franco Dominicana consumía dos mil toneladas de campeche anualmente, que producían noventa tonela­ das mensuales de extractos para tintes. Entre 1876 y 1878 fueron concedidas concesiones y franquicias de gran significación, como la que permitió la construcción del ferrocarril Sánchez La Vega, que comenzó sus trabajos en 1882 también la que estableció el mono­ polio del transporte marítimo entre la República y Estados Unidos, y otras menores para establecimiento de fábricas de jabón, velas y pastas alimenticias. En esa misma dirección, uno de los pasos más trascen­ dentales fue el decreto promulgado el 12 de mayo de 1875 por el Presidente González, que estableció franquicias para exonerar de derechos de importación a las máquinas de va­ por que fueran utilizadas por los ingenios azucareros. Ese mismo decreto exoneró por tres años la importación de comestibles para la alimentación de los trabajadores y técnicos de la industria azucarera y a los muebles a ser usados por sus funcionarios. La orden del Poder Ejecutivo también liberaba del servicio militar a los dominicanos que trabajaban en los ingenios. La política de franquicias y concesiones entregadas ge­ neralmente a empresas o personas individuales, y que en principio había estimulado un poco la economía, pronto se convirtió en una traba para el desarrollo del capitalismo en la agricultura, pues generó conflictos entre empresarios dedicados a la misma actividad.

114

Como las concesiones y franquicias se concedían en términos individuales, ello favoreció el tráfico de influencia en las altas esferas del Estado. Por lo que sólo eran favo­ recidos con tales privilegios, los empresarios que lograban establecer estrechos contactos con los altos círculos del go­ bierno de turno. La llegada al poder del Partido Azul, proceso que se ini­ ció en 1879 cuando el general Luperón asumió provisio­ nalmente la Presidencia de la República originó un nuevo giro en la política de fomento a la agricultura y la industria. En lugar de concesiones y franquicias individuales fueron establecidos lineamiento económicos generales para el estí­ mulo de la agroindustria. A decir verdad, los primeros pasos en esa dirección fue­ ron tomados en 1876 durante el régimen liberal de Espaillat, cuando mediante decreto se definió como "repugnantes" los privilegios de que disfrutaban algunos inversionistas que se habían establecidos en la industria azucarera. Poco después, durante el gobierno de Meriño (18801882) el Congreso Nacional, acorde con los principios de la libre empresa, anuló todos los privilegios y concesiones que individualmente disfrutaban algunos inversionistas, decla­ rando que "la libertad era un elemento indispensable para el crecimiento y desarrollo de la industria y el comercio y la salud de la nación". Esa nueva orientación en el plano de la economía, favo­ reció enormemente el establecimiento de nuevos ingenios. Entre 1876, año de la promulgación del decreto de Espaillat

y 1882, fueron instalados más de diez nuevas industrias azucareras, propiedad de norteamericanos, cubanos, puer­ torriqueños, italianos y dominicanos.

ll5

116

TRATADO DE LIBRE CAMBIO CON ESTADOS UNIDOS: 1891-1894

Variaciones en el comercio exterior dominicano. Papel de Alemania, In­ glaterra y Francia. Crecimiento del intercambio con los Estados Unidos. Ley McKinley, promulgada en Estados Unidos, trata de forzar la apertura al comercio norteamericano. Heureaux firma tratado con Estados Unidos que permiten la entrada libre de derechos decenas de artículos norteame­ ricanos, a cambio de que en las mismas condiciones entrarían a territorio de Estados Unidos, azúcar, café, cueros, melados, raspaduras, guarapo. Potencias europeas protestan tratado. Dueños de ingenios ven con bene­ plácito el tratado. Comerciantes nativos representantes de casas europeas disgustados con el tratado. En 1894 sucumbe el tratado.

rnJ

asta el repunte de la industria azucarera ocurrido como hemos notado a partir de la década de los años setenta en el pasado siglo, la República Dominicana,

tanto a nivel de sus importaciones como de sus exportacio­ nes, mantuvo relaciones muy estrechas con Europa, sobre todo con Alemania, Inglaterra y Francia, países que a partir del desplazamiento de Saínt Thomas y Curazao, se constitu­ yeron en nuestras principales plazas comerciales. Esa situación comenzó a variar a finales del mismo si­ glo, precisamente con la consolidación del repunte regis­ trado por la industria azucarera, pues una buena parte de los inversionistas que se establecieron en ese sector, eran norteamericanos o mantenían relaciones muy estrechas en el plano financiero en los Estados Unidos. La mayor parte de las maquinarias compradas por los nuevos ingenios, incluyendo los ferrocarriles, eran de pro­ cedencia norteamericanas.

117

Pero además, a partir de ese momento, los Estados Uni­ dos dieron inicio a una firme política comercial tendente a penetrar los mercados latinoamericanos controlados por las naciones europeas. Esa orientación se acentuó en el área del Caribe en

1892, con la aprobación de la Ley McKinley, la cual facul­ taba al Presidente estadounidense a gravar con impuestos cuando así lo entendiera prudente, "los azúcares, mieles, café, cueros no curtidos, procedentes de países que no hu­ bieran celebrado tratados de reciprocidad comercial con Estados Unidos y cobrasen a su vez impuestos aduaneros a los efectos producidos por ese país y que sean importados por sus aduanas respectivas". (Memoria del Ministro de Ha­ cienda. 29 de febrero de 1891. Gaceta Oficial.)

Calle Cibao. Puerto Plata, 1910. Col. B. Vega.

El propósito de esa ley era forzar la apertura al comercio norteamericano en aquellos países que realizaban expor­ taciones importantes a Estados Unidos, y en los cuales, la mayor parte de sus importaciones procedieran de Europa. La ley McKinley estaba dirigida sobre todo a lograr que las dos colonias españolas americanas Cuba y Puerto Rico que exportaban azúcar y mieles a Norteamérica, abrieran las puertas a las mercancías de Estados Unidos, pero afec-

118

tó también a la República Dominicana y otras naciones la­ tinoamericanas, como Venezuela y Brasil, y a las pequeñas colonias francesas e inglesas del Caribe. Para el momento en que la mencionada ley fue pro­ mulgada, ya Estados Unidos ocupaba el primer lugar entre nuestros abastecedores, sobre todo porque la madera y otros efectos para las construcciones, así como las maquinarias para los ingenios y los repuestos, procedían de ese país. En 1888, para poner un ejemplo, de 3.931,000 fran­ cos gastados en importaciones de mercancías, 1,400.000, procedían de Estados Unidos, y tan solo 900,000, de In­ glaterra, 800,000. de Alemania y 500.000, de Francia. Ese año, nuestro comercio de importación con Curazao y Saínt Thomas, apenas alcanzó los 81,000 francos. Con todo, la amenaza que envolvía la señalada ley, obli­ gó al presidente Heureaux a la firma de un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. El acuerdo fue firmado en Washington el 4 de junio de

1891 y en él se estableció que podían entrar libre de dere­ cho a Estados Unidos los siguientes artículos procedentes de nuestro país: azúcar crudo, guarapo, raspaduras, me­ lados, mieles, café y cueros. El tabaco y el cacao no fueron favorecidos. Por otra parte, a la República Dominicana proceden­ te de los Estados Unidos, en iguales condiciones, es decir libres de derechos aduaneros, podrian entrar: Alimentos como carne, maíz, aceite, trigo, maquinarias para ferroca­ rriles e ingenios, materiales de construcción, etc. Con un veinticinco de reducción en los aranceles se permitiria la importación de: mantequilla, carnes ahuma­ das, leche, queso, calzados y artículos manufacturados de algodón. Tan pronto se conoció de la firma de ese tratado, se desató una ola de protesta contra el mismo de parte de los cónsules de Francia, Alemania, Inglaterra, España, Holan­ da e Italia. Concretamente, los cónsules europeos antes señalados, con cuyas naciones nuestro país había establecido acuer-

119

dos comerciales, consideraron el tratado como violatorio a los tratados pactados, y contrario además al derecho inter­ nacional. El gobierno de Alemania no sólo protestó, sino que ame­ nazó con afectar las exportaciones dominicanas de tabaco aumentando sus impuestos arancelarios, hecho que alar­ mó a los cosecheros de tabaco del Cibao, principal centro regional del intercambio comercial con aquel país. Las principales firmas importadoras y exportadoras del Cibao entre otros, Cosme Batlle y Cía., y Juan Isidro Jime­ nes hicieron sentir sus quejas frente al gobierno por dicho tratado. Los dueños de los ingenios azucareros, en cambio, los cuales hacía años venían soñando con una mayor apertura del mercado norteamericano para su producto, recibieron la firma del tratado con beneplácito. Esta disparidad de criterios dio origen a una amplia discusión por medio de artículos publicados en la prensa sobre todo en El Eco de la Opinión y El Porvenir donde cada bando exponía sus puntos de vista. El tono de las propuestas de los cónsules europeos, por un lado, y por el otro, las presiones norteamericanas para que Heureaux no cediera, más la disputa entre los naciona­ les que apoyaban y rechazaban el tratado, creó a partir de

1892 una situación política dificil al presidente Heureaux, realidad que facilitó la organización de una peligrosa cons­ piración dirigida por un amplio núcleo de figuras de pres­ tigio del Cibao. La conspiración fue tan importante, que el representan­ te norteamericano recomendó a su gobierno el rápido envío de un buque de guerra para "proteger los intereses y la vida de sus nacionales". La trama, sin embargo, fue descubierta por el gobierno y sus principales dirigentes fueron apresados. La única virtud que tuvo el tratado de libre comercio con Estados Unidos, fue el modificar por breve tiempo la situación de dificultades que venía atravesando la industria azucarera desde la crisis de los precios iniciada en 1884,

120

pues la reducción de impuesto al azúcar crudo, permitió una ligera alza en las exportaciones de ese producto hacia el mercado norteamericano. El tratado perjudicó a la artesanía, la agricultura y la ganadería dominicanas, además de las importaciones fran­ cesas, inglesas, alemanas, y a la empresa financiera ho­ landesa Westendorp, que había establecido, un acuerdo de préstamo con el gobierno en 1888, en el cual el último se obligaba a renunciar a la facultad de otorgar concesiones y exoneraciones en los impuestos, que originaran reduccio­ nes en los ingresos aduaneros, sin el consentimiento de los prestamistas. En pleno conocimiento de lo que dicho acuerdo signifi­ caba para ella, apenas a los ocho meses de firmado el tra­ tado con Estados Unidos, la empresa holandesa traspasó sus derechos a la empresa norteamericana Santo Domingo Improvement Ca., creada para tal propósito. Con esa operación, como veremos más adelante, se ini­ ció lo que puede ser definido, como el proceso de consolida­ ción de la hegemonía financiera y comercial de los Estados Unidos en la República Dominicana. El tratado de libre comercio se mantuvo vigente has­ ta 1894. Ese año, en agosto, el Congreso norteamericano aprobó una nueva tarifa arancelaria que gravó con un 40 por ciento advalorem, el azúcar de procedencia extranjera. Heureaux respondió a esa medida, dictando un decreto el 28 de septiembre de ese mismo año, que anulaba el con­ venio con Estados Unidos de 1891.

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POBLACIÓN 1844-1900

Infonne de López de Villanueva sobre la población dominicana de 1843 estima en 100,000 los habitantes. José Ramón Abad la estima para un año después en 126,000. Investigador norteamericano, Porter, describe la composición racial del pueblo dominicano y calcula la población do­ minicana en 1846 en 165.000 habitantes. Llegan refugiados canarios en

1860. Leyes del pasado siglo que favorecen la inmigración. Infonne de Mariano Alvarez sobre la población dominicana en 1860. señala la suma de 186,700 habitantes. Distribución de la población por provincia. Dis­ tribución por ciudades. F. Bonó en libro publicado en 1861 estima en

200,000 los habitantes de Santo Domingo. Datos de población de la Cu­ ria Eclesiástica española por provincias. Los grupos migratorios a fines del pasado siglo. Los "cocolos". Protestan por actividades comerciales de los "turcos". Continúa la inmigración árabe. Estiman en 1,000,000, la población dominicana en 1900.



a tener una panorámica más completa sobre la so­

ciedad dominicana durante la parte del siglo pasado que examinamos, es importante conocer la situación

de su población. Lamentablemente no es posible, debido a la ausencia de controles estadísticos de población, tener una idea exacta. Sin embargo, los datos documentales que aparecen en rela­ ciones, informes y asientos de la época, nos pueden ayudar a conformar una visión de conjunto de la población domini­ cana del período que estudiamos que puede bien contribuir a comprender mejor la situación económica general. De este momento, el informe más antiguo que se co­ noce, es el de Antonio López de Villanueva, elaborado en

123

1843. Se gún este funcionario colonial español, la población dominicana en aquel año era de aproximadamente 100 mil habitantes. José Ramón Abad, en cambio, en su obra: "La Repúbli­ ca Dominicana: Reseña General Geográfica Estadística", la estima en 126.000. Por su parte, el teniente Dixon D. Porta., agente norte­ americano que visitó nuestro país en 1846 por instruccio­ nes de su gobierno, quien luego de recorrer los principales pueblos escribió un interesante informe sobre nuestra so­ ciedad baj o el título de "Diario de una misión secreta a San­ to Domingo" estimó la población dominicana en 165,000 habitantes. El teniente Porter describe de la siguiente manera la composición racial del pueblo dominicano: "Cinco mil son blancos o casi blancos, setenta y cinco mil son cuarterones, sesenta mil mulatos claros y veinte mil son africanos". De todas maneras, lo más importante es señalar que la población dominicana en los momentos de su indepen­ dencia era sumamente escasa y prácticamente todos los dirigentes políticos de la época abogaron por favorecer una fuerte corriente migratoria, cuestión que consideraban era absolutamente necesaria para el avance de la sociedad. Fuera del plan migratorio establecido por Boyer, du­ rante el período en que nuestro territorio estuvo integrado a la República de Haití, y de algunos centenares de nativos de las islas Turcas, Saint Thomas y Las Bahamas que se establecieron en Puerto Plata, pocos años después de la proclamación de la independencia, hasta 1861 el movi­ miento migratorio estuvo paralizado desde principio del siglo XIX. A causa de ello, apenas dos pequeños hoteles existían en la capital dominicana, y su sostenimiento era tan preca­ rio, que los huéspedes eran atendidos por sus propios due­ ños. Ninguno de los dos podía dar albergue a una docena de personas. El teniente de la armada de los Estados Uni­ dos, David D. Porter informa, que uno de los mencionados hoteles "no tenía siquiera un huésped".

124

Un aspecto interesante a ser subrayado es que si bien diferentes gobiernos dictaron disposiciones especiales para estimular la inmigración, el deseo de todos los mandatarios era lograr Inmigrantes blancos europeos, pero no personas de color. Poco antes de la anexión a España, en 1860 llegaron a nuestro país varios centenares de refugiados españoles na­ tivos de las Islas Canarias, que huían de un conflicto bélico que se desató en Venezuela. Fue este el mayor flujo migra­ torio registrado hasta la llegada de los inmigrantes cubanos a partir de 1868, a causa de la denominada "Guerra de los diez años", y cuyo número algunos autores estiman entre 5 y 6 mil. Debemos señalar sobre esta última inmigración, que una buena parte regresó a su patria inmediatamente cesó la contienda bélica. Sólo permanecieron en nuestro territo­ rio los que se habían dedicado a la producción azucarera, y algunas docenas de técnicos y profesionales. Durante el siglo pasado fueron dictadas disposiciones para favorecer la inmigración en: 1847, 1851, 1852, 1860, 1866, 1867, 1876, 1879, 1884, 1888, 1891, 1894 Y 1896, sin resultado positivo alguno. Don Mariano Álvarez, en informe escrito para el Minis­ terio de Estado español en 1860, señaló que la población dominicana ascendía a 186,700 en aquel momento, dividi­ da de la siguiente manera por provincia: Santo Domingo .................................................. 85,000 Azua .................................................................. 15.200 El Seybo ............................................................. 20,000 Santiago ............................................................. 33,500 La Vega .............................................................. 33.000 Este mismo autor ofrece una interesante relación sobre la población urbana de las principales ciudades, de donde se desprende que casi el 90% de la población total del país residía en la zona rural.

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POBLACIÓN URBANA DE LAS PRINCIPALES CIUDADES

1860 Santo Domingo . . .. .

Azua ..

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El Seybo .. .. . .

Santiago

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La Vega . ... . .

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. . ... 8,000 .

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1 600

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1 500

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. . . . . . . . . . . .

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. . 7;000 .

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.. 3,600

En 1864, es decir, 20 años después de la proclamación de la Independencia, don Mariano Torrente, publicó en Ma­ drid, España, una obra referente a las relaciones españolas con Inglaterra, Estados Unidos y las Antillas, bajo el título de "Política Ultramarina", y en dicha obra se estima que nuestro país tenía 150 mil habitantes. Según este otro autor español, que por cierto había vi­ sitado la República Dominicana dos años antes en misión secreta, la población dominicana estaba distribuida de la siguiente manera: Santo Domingo .. . . .

La Vega .. Azua .

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El Seybo Santiago

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.. .. 28,000 ..

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38,000

.. 17,000

.... 27,000

. . . .

.. 40,000

Como se puede notar, la región del Cibao, que com­ prendía en aquel entonces a las provincias de Santiago y La Vega, tenía 78,000 habitantes. Es decir, era la más poblada y reunía casi el 50 de la población total. Este mismo autor redactó una relación bastante inte­ resante sobre la población urbana dominicana, donde in­ cluyó el número de viviendas existentes en cada una de las ciudades. He aquí el listado: BanÍ Azua

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El Seybo

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120 viviendas 300 viviendas 250 viviendas

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600 almas

2000 almas 1500 almas

Neyba............................................... 100 viviendas............ 600 almas San Juan de la M ............................. 500 viviendas............450 almas Higüey ....... .... ..... ............. ........... 120 viviendas............ 800 almas . .

.

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Hato Mayor..... . ................................ 50 viviendas............300 almas .

.

La Vega .................. ....................... 1000 viviendas........ 3,500 almas .

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CotuÍ ...... .................... .................... 250 viviendas............ 800 almas .

.

Moca ................................................ 350 viviendas............ 830 almas San Feo. de M. ................ ............ .. 200 viviendas ........... 800 almas .

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San José de las M.. ... ............... .... . 100 viviendas............234 almas .

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Montecristi ... ........................ . ........ 22 viviendas.............. 80 almas .

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Santiago ............... ................... ....... 870 viviendas.........3,200 almas .

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Puerto Plata ......... ......................... 500 viviendas...... ..2,000 almas .

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Torrente no informa el número de habitantes que tenía la ciudad capital en ese momento, pero otro informe escrito por W.S. Courtney, señala para la ciudad de Santo Domin­ go la cantidad de 10,000 habitantes. Por su parte, F. Bona, en su libro:"Cuba, Santo Domin­ go y Puerto Rico" impreso en Madrid en 1861, estima la po­ blación dominicana en 200 mil habitantes, mientras José Ferrer, en otro publicado ese mismo año con el título de:"La Reincorporación de Santo Domingo a España" la sitúa en

250 mil. Aunque los diferentes autores guardan algunas diferen­ cias en sus apreciaciones, se aproximan sin embargo a la cifras arrojadas por el censo hecho por la Curia Eclesiástica española en 1863, poco antes de iniciarse la Guerra de la Restauración, donde se consigna que la población total de Santo Domingo ascendía a 206,300 habitantes, distribui­ dos de la siguiente manera: Provincia de Santo Domingo . ..... . . .. . .. . . ........ . ....... 41,000 Provincia de El Seybo ..... . ... . . .. .. .. . . ....... ........... 29,000 .

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Provincia de Azua ................ . . ....... . ........ ............ 36,000 .

Provincia de La Vega ...... . . .. . . ..... . .. ......... ........... 53,000 .

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Provincia de Santiago ...... . .. . ...... . ........................ 35,000 Distrito de Pto. Plata ............................................ 9.500 Distrito de Samaná .............................................. 2,100

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Pero independientemente de las diferencias en las dis­ tintas fuentes que hemos citado, una cuestión está clara: el reducido índice de población del país. Este detalle explica los numerosos esfuerzos que hicie­ ron casi todos los gobiernos por estos años (y con poste­ rioridad) por originar una corriente migratoria que contri­ buyera a incentivar la economía. Como se conoce, todos los esfuerzos fracasaron, aunque debe ser resaltado que muchas familias dominicanas que habían emigrado hacia Cuba, Venezuela, Puerto Rico y otras islas del Caribe, du­ rante el período de integración con Haítí, regresaron poco después de la proclamación de la independencia, cuando la paz se alcanzó. LA POBLACIÓN ENTRE 1865-1900 Pese a todos los esfuerzos que realizaron casi todos los gobiernos por enfrentar la escasa población para lograr un gran flujo migratorio, muy pocos extranjeros decidieron es­ tablecerse en nuestro suelo. Durante la segunda mitad del siglo XIX, sólo algunos grupos migratorios importantes pero no en las cantidades deseadas arribaron a la República. El primero fue el de los cubanos, que ya hemos mencionado, y el segundo lo fue el de los canarios, que llegaron al país procedentes de Venezuela, en su mayor parte durante la anexión; el tercero los árabes, los cuales iniciaron su intro­ ducción en los finales del mismo siglo, años en que comien­ zan a llegar los braceros barloventinos para ser empleados en la industria azucarera. Este último grupo, llegó casi al mismo tiempo que arri­ baron algunos centenares de jíbaros y técnicos puertorri­ queños, también para ocuparse de labores en la industria azucarera. Los "Cocolos" como fueron denominados por los dominicanos los inmigrantes negros de las posesiones in­ glesas, fundamentalmente, aumentaron en gran cantidad a partir de los inicios del siglo XX estableciéndose casi todos, ,

en los ingenios situados alrededor de San Pedro de Maco­ rís. Durante ese último periodo, también llegaron algunos

128

centenares de inmigrantes de color procedentes de Aruba y Curazao. El número de los puertorriqueños llegados durante el siglo pasado debió ser grande, pues en 1882 las autorida­ des coloniales españolas tomaron disposiciones para dete­ ner esa migración, y varios periódicos de Borinquen, aler­ taron sobre el daño que la misma causaria a la agricultura de aquella isla. (Véase: Roberto Marte. "Cuba y la República Dominicana. Transición económica en el Caribe del siglo XX". Edic. UNAPEC. Pág.

174.)

Los proyectos dominicanos dirigidos a lograr un flujo migratorio de personas de la raza blanca procedente de Europa fracasaron por diferentes razones. Entre otras po­ demos mencionar las siguientes: La intranquilidad política reinante, la competencia de Estados Unidos y otras nacio­ nes de América Latina, más ricas y grandes que nuestro país, (Argentina, Chile, Venezuela, Brasil, etc.,) que tenían en ese entonces el mismo interés de atraer inmigrantes eu­ ropeos. Pero además, la República Dominicana era prácticamen­ te un país desconocido y las escasas noticias que llegaban a Europa dando cuenta sobre nuestra existencia, a causa de las constantes guerras civiles, no eran atractivas. No hay informaciones estadísticas que permitan valorar a plenitud la importancia de las migraciones árabes y "co­ rolas" a nuestro país durante el siglo pasado, pero el impac­ to de ambas en nuestra sociedad fue importante. Los árabes iniciaron su incursión en nuestro territorio en la década de los ochenta del mencionado siglo. Casi to­ dos eran sirios y cristianos maronistas libaneses. Se conoce que uno de los primeros miembros de la colonia árabe en llegar a Santo Domingo, 10 fue Nacíf P. Haché, quien fundó en Puerto Plata una casa comercial con ese mismo nom­ bre, que luego trasladaría a Santiago. (Véase: Orlando Inoa. "Los Árabes en Santo Domingo "Separata de la Revista de Estudios Sociales. Oct. de

1991).

Casi todos los miembros de la colonia árabe, y que el pueblo dominicano denominó como "turcos" en razón de

129

que una gran parte venía con pasaporte de Turquía, se dedicaron al comercio minorista. La mayor parte se inició como buhoneros, estableciendo un sistema de venta total­ mente desconocido en nuestro medio: la venta a plazos de vestidos, calzados, efectos del hogar, etc. Como ese tipo de actividad encontró rápidamente una buena clientela en la población dominicana, los árabes fue­ ron intensamente combatidos por los comerciantes mino­ ristas dominicanos, pero en cambio protegidos por el gran comercio, en su mayor parte en manos de extranjeros: Espa­ ñoles, italianos, alemanes, ingleses, etc., y también por los colonos azucareros y los dueños de los ingenios, en cuyas bodegas se abastecían los árabes comprando al por mayor. En los archivos de los ayuntamientos de San Pedro de Macoris, Santiago, Puerto Plata, Salcedo, etc., hay decenas de quejas de comerciantes minoristas dominicanos, contra la competencia "desleal" que les hacían los buhoneros árabes. En su libro "El Pueblo Dominicano: 18501900", el nota­ ble investigador holandés J. Hoetink trató el tema con pro­ fundidad. Uno de los comerciantes quejosos de los árabes citado por Hoetink, expresó en carta fechada el 9 de junio de 1896 dirigida al Congreso Nacional, lo sig uiente: "...una invasión de árabes en pueblo y campo, de puerta en puer-

Calle del Comercio. Santiago. 1910.

130

ta que, dadas sus operaciones comerciales, han abarcado todo el negocio y nos han ido arrollando hasta convertirse nuestro comercio en un cementerio desolado y triste". Las protestas de los comerciantes nativos contra los árabes duraron años, y ni los ayuntamientos, ni el Congre­ so, ni el Poder Ejecutivo, donde fueron dirigidas, tomaron disposición alguna, y al cabo de varias décadas los inmi­ grantes dominaron, junto a los españoles, el comercio de tejido y afines. No es posible hoy en día conocer con exactitud el número de inmigrantes árabes que llegaron a finales del siglo pasado, pues en nuestro país no existía en aquel entonces un registro estadístico organizado, pero resulta fácil deducir que los mis­ mos sumaron varios centenares, que unidos a los que ingre­ saron a principio del presente siglo, alcanzaron varios miles. Pese a los esfuerzos y las pequeñas migraciones que hemos señalado, la República Dominicana continuó siendo un país de escasa población, pues en 1900 sus habitantes no llegaban al medio millón. Una breve reseñan elaborada por el gobierno dominicano para ser distribuida en 1897 en la exposición de Bruselas estimaba la población en 486 mil, mientras un breve Álbum Gráfico Estadístico editado en 1900 la situó en 457 mil.

Calle de la Marina. Santo Domingo. 1900.

l3l

LA CRISIS MONETARIA Y LA GUERRA INTERNACIONAL ENTRE EL ORO y LA PLATA

Fracasan varios intentos para crear sistema monetario nacional. La Re­ pública a merced de las alzas y las bajas de las monedas extranjeras en circulación. Exigen un 50% en monedas extranjeras de oro y plata para el pago de impuestos en 1879. Fi precio del oro y la plata comienza a descender en todo el mundo. Se inicia en Estados Unidos guerra entre quienes defienden la representatividad monetaria de la plata y los que prefieren el patrón oro. Baja de nuevo el valor de la plata. Guerra del oro y la plata origina inflación en Norteamérica Inflación repercute en Santo Domingo. Consagran por ley en Estados Unidos el patrón oro. Represen­ taciones metálicas de las monedas en circulación a fines del siglo pasado. Fiebre especulativa el oro en Santo Domingo. Comerciantes rechazan las monedas de plata. Se disparan los precios de los alimentos. Demandan aumentos en los salarios. Panaderos se van a la huelga. Heureaux crea el "peso oro". Ordenan emisión de monedas de plata que resultan de "mala ley". Fijan valor a las monedas de plata extranjeras. Desorden monetario. Valor de la moneda dominicana respecto a la norteamericana. Prohíben circulación moneda de plata extranjera. Derogan decreto que prohíbe cir­ culación moneda de plata extranjera. Jimenes establece tipo de cambio moneda nacional frente dólar norteamericano.

] � D

urante el siglo pasado, a pesar de que fueron efec­ tuados varios proyectos para crear un sistema mo­ netario nacional, ninguno pudo ser materializado, y

en consecuencia, nuestro pais careció de un patrón mone­ tario propio sólido Las monedas en circulación que disfruta­ ban de mayor confianza entre los comerciantes y el pueblo en general; debido a los desordenes financieros recurrentes que crearon decenas de emisiones monetarias ordenadas por casi todos los gobiernos, eran las metálicas extranjeras.

133

La inexistencia de un sistema monetario propio, mantu­ vo a la República Dominicana a merced de los movimientos de alzas y bajas monetarias que continuamente se registra­ ban en los grandes mercados financieros del mundo. Sobre todo, a merced de los mercados de aquellos paises con los cuales mantenía relaciones comerciales estrechas: Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, España, etc. Por tales motivos los efectos de cualquier variación en los valores de las monedas de esas naciones, tenía en lo inmediato su repercusión en la economía dominicana La carencia de confianza en la moneda nacional era tan grande, que casi todos los gobiernos durante el siglo pasado exigían que una buena parte de los impuestos aduaneros fuesen pagados por los comerciantes en monedas extranje­ ras, generalmente de oro y plata. El 5 de octubre de 1874, por ejemplo, un decreto del presidente González estableció que los recaudadores adua­ neros exigieran que los impuestos aduaneros fueran cobra­ dos al comercio de la siguiente manera: un 25 por ciento en vales, títulos u otras acreencias de la nación. Otro 25 por ciento en documentos que indicaran el su­ ministro de dinero en efectivo al gobierno de González. Un 50 por ciento en monedas extranjeras de oro o plata. Es decir, tanto los comerciantes como los gobiernos preferían usar en sus transacciones monedas extranjeras, y por esa razón dichas monedas se encontraban, frente a las nacionales, en un constante aumento de su valor. A veces, el valor que recibían esas monedas extranjeras en la República Dominicana, estaba muy por encima del que tenían internacionalmente. Para 1879, momento en que comienza a registrarse en casi todo el mundo un desplazamiento de las monedas de plata y a imponerse las acuñadas en oro, y por tanto, a consolidarse como patrón monetario mundial el oro, las monedas extranjeras que circulaban en Santo Domingo re­ gistraban los siguientes valores frente al peso fuerte, según la resolución N° 1767 de ese último año. (Gaceta Oficial. 1879):

134

........................... $21.00 $10.50 española de oro ................. ............ .......... .. . . $17.00 de $20.00 de oro granadino mexicano .......... $20.00 de oro colombiana, mexicana o peruana ...... $16.50 de 20 franco francés .. .. .. .. .... .... .. ... .... .............. $4.00

Pieza de

20

pesos oro americano

Media pieza de Onza Pieza Onza Pieza

10

pesos oro americano ... ..... ..... . .. .

.

Pieza de plata americana ....................... Su valor nominal Pieza de plata española .......................... Su valor nominal Pieza de plata de antiguo cuño

................................ $1.00

Cinco años antes de esta resolución dominicana, en

1871,

Alemania, Holanda, los países escandinavos, y dos

años después, en

1873,

la Unión Monetaria Latina, integra­

da por Francia, Suiza, Bélgica, Italia y Grecia, adoptaron el patrón oro, y el precio de la,plata comenzó a descender rápidamen te. Esos cambios monetarios registrados en casi toda Eu­ ropa occidental pronto repercutieron en toda América, co­ menzando por los Estados Unidos, que era el país america­ no que mantenía más intensas relaciones comerciales con el viejo continente. Esa realidad creó en Norteamérica una verdadera gue­ rra entre los defensores del mantenimiento del dólar repre­ sentado en plata y aquellos que entendían que esa nación debería adoptar el patrón oro. Las continuas bajas que registraban las monedas de plata condujo en

1873

al gobierno de los Estados Unidos a

la designación de una comisión que estudiara la cuestión, y más tarde, en

1878,

a la promulgación de una ley, La ley

Bland Allison que dispuso que se lanzaran certificados del tesoro garantizados en el dólar de plata, pero la misma no detuvo las bajas continuas de las monedas de ese metal. Más tarde, en

1890,

se dispuso mediante otra resolución

la ley de compra de plata la compra por el Ministro de Hacien­ da, de

4,500.000

lingotes de plata por mes, medida que tam­

bién fracasó pues la plata continuó su caída. (Véase: Historia Económica de los Estados Unidos. Harold UndelWood Faull­ mer. Edit Nova. Buenos Aires. Argentina.

1954.

Pág.

583.)

135

La guerra monetaria entre el oro y la plata que acarreó una tremenda inflación en la economía norteamericana, he­ cho que repercutió en nuestro país, donde todos los produc­ tos de importación encarecieron, no era sino el preludio de una situación más grave: La crisis económica de 1893 que estalló encontrándose en el mando el presidente Cleveland. El renombrado economista norteamericano Underwood Faulkner señala en su estudio sobre la historia económica norteamericana, que ese último año quebraron más de 600 instituciones bancarias, setenta consorcios ferrocarrileros, y más de 15 mil comercios, y que disminuyeron sensible­ mente la producción de hierro y carbón, y también la cose­ cha de trigo. La crisis norteamericana que se inició en 1893 duró va­ rios años y condujo a la promulgación en 1890 de una ley monetaria que liquidó el bimetalismo monetario y consagró el patrón oro, tal y como había ocurrido en Europa casi veinte años antes. Al igual que en los Estados Unidos, en la República Do­ minicana las monedas de plata fueron perdiendo su valor y se impusieron con fuerza las monedas de oro: dólar ameri­ cano de oro, onzas españolas de oro, franco francés de oro, oro granadino o mexicano, etc. Cuando esa situación comenzó, gobernaba en nuestro país Ulises Heureaux, quien en 1889 había intentado ha­ cerle frente a la constante devaluación de la moneda de pla­ ta, dictando una ley monetaria dirigida a crear una unidad monetaria nacional que denominó el "Dominicano de plata", equivalente a setenta y cinco céntimos de franco francés. La mencionada ley, número 2811, promulgada el 14 de agosto del citado año, ordenaba efectuar emisiones moneta­ rias de plata y oro. Circulaban en aquel momento además mo­ nedas de níquel, cobre, estaño y zinc, como piezas menudas. Un año más tarde, una nueva resolución de Heureaux estableció que el "franco de plata" dividido en cien centési­ mos, seria la unidad monetaria nacional. Esta última legislación era curiosa y a la vez reveladora de que las monedas de oro eran las que mayor garantías

136

continuaban teniendo en el comercio y la industria, pues en su artículo 15 se admitía que "Los particulares no esta­ rán obligados a recibir en cada vez (en cada pago o transac­ ción) más que 50 francos en monedas de plata". Esta ley guarda estrecha relación con la resolución N9 2807 del 26 de julio de 1889, que otorgó una concesión monopolista para el establecimiento de un banco a una empresa financiera francesa, la Credit Moviliar de París, el cual tenía además de sus atribuciones normales de banco comercial, el poder de efectuar emisiones monetarias. El 17 de junio de 1893, Rafael Abreu Licairac en un artículo publicado en "El Eco de la Opinión", describió en breves palabras la trágica situación que originó en nuestro pais la guerra entre el oro y la plata que se desarrollaba en los Estados Unidos. "...Hoy vemos reducida nuestra fortuna pública dice el articulista y considerablemente aumentado el precio de los objetos de consumo de procedencia extranjera, en razón del extraordinario desnivel existente en la actualidad, entre la plata y el oro; y este último es que regula universalmente, puede decirse, el valor de la producción y los cambios." "Hoy valen aquí cien pesos en oro ciento cincuenta en plata mexicana. De ahí la supremacía de aquel y el inso­ portable yugo del agio que produce, en detrimento de los intereses generales; de ahí el escaso valor comparativo de nuestra ríqueza pública, y la excesiva carencia de los pro­ ductos extranjeros cuyo consumo es, en este país, relati­ vamente superior al de casi todos los países del mundo, cuenta habida de la insignificancia de nuestra industria fabril y de nuestra relativa escasa producción de materia alimentaria." REPERCUSIONES SOCIALES DE LA CRISIS La crisis económica norteamericana que se inició con la guerra entre el oro y la plata, de la cual salió ganancioso el primero, creó un ambiente de profunda inquietud, sobre todo en la clase media, los trabajadores y los artesanos, en-

137

tre otras a causa de la tenible inflación que, como hemos vista, se desató en la República Dominicana, pues la mayor parte de los articulas que el pueblo consumía diariamente, eran de pro­ cedencia extranjera: el arroz, harina de trigo, arenque, bacalao, ajo, habichuelas, grasas comestibles, etc. Agréguese a todo ello: vestidos, tejidos, calzados, muebles, instrumentos de trabajo, utensilios de cocina, maquinarias y repuestos, etc. Por su parte, para defenderse de la inflación, también los campesinos nativos se vieron forzados a aumentar los precios de los víveres y las legumbres. El 25 de agosto de

1894, el periódico "El Porvenir" informa no sólo sobre la inflación, sino sobre el grave proceso devaluativo de la pla­ ta, señalando en una crónica que: ...Los campesinos casi han duplicado el valor de los víveres de consumo diario que traen a vender a la plaza del mercado de la ciudad (Puerto Plata) y se resisten a recibir el peso mexicano (acuñado en plata) por un peso. Por otro lado, la inquietud social, vino acompañada con una fiebre especulativa del oro, fenómeno este último que originó no pocos conflictos. En 1895, por ejemplo, los arrendatarios de la enramada del muelle de la ciudad de Santo Domingo, lugar donde eran depositadas las mercancías que llegaban, y las destinadas al extranjero, se resistieron a recibir de los consignatarios el pago que cubria el uso de aquel lugar en monedas de plata. El conflicto fue resuelto mediante la intervención del gobierno. En realidad, prácticamente nadie queria recibir pagos en monedas de plata, e incluso los braceros de los ingenios en varias oportunidades demandaron la cobertura de su salario en otras monedas. Pero al final, como los comerciantes, los usureros, los dueños de los ingenios y haciendas, se dedicaron al aca­ paramiento de las monedas acuñadas en oro, las de plata, aun cuando constantemente perdían valor, junto a las de bronce, zinc, y níquel, continuaron su circulación, con no­ table perjuicio para la gente pobre. El 15 de junio de 1894, describiendo la situación rei­ nante en nuestro país, el periódico "El Porvenir", expresa:

138

"Con motivo de la carestía que ha ocasionado el alza de los artículos de primera necesidad que en todas partes se procura abaratar, no se oye más que el grito general de la clase proletaria, que es la víctima expiatoria de la crisis eco­ nómica que venimos atravesando y haciendo cada día más dificil la existencia". Todos estos hechos condujeron a varios gremios, que años antes habían iniciado su organización, a declararse en huelga en demanda de aumentos salariales. El primero en actuar en esa dirección lo fue el de los panaderos, más tarde, en marzo de 1894 también se fue a la huelga el gre­ mio de los cigarreros. Este conflicto entre el oro y la plata que estamos exami­ nando, forzó al gobierno de Heureaux en 1894 a la promul­ gación de la ley N9 3400 mediante la cual se intentó crear el "peso oro" en su representación metálica igual a "vein­ te y cinco gramos del peso Troy", como unidad monetaria nacional. La moneda de plata siguió circulando, pero muy devaluada, ahora, incluso por esta misma ley. Pero como el Banco Nacional que disfrutaba de dere­ cho de poder efectuar emisiones, no aceptó el compromiso de ordenar la emisión del "peso de oro", poco después, el gobierno efectuó una emisión en monedas de plata. que re­ sultaron de "mala ley" por la escasa representación de ese metal en la misma. La ley que hace un momento citamos, a su vez, prohi­ bió la importación de monedas extranjeras, práctica muy extendida en el comercio nacional, pues en razón de los constantes problemas financieros, y las continuas devalua­ ciones del papel moneda dominicano y las monedas de pla­ ta, los exportadores, como hemos dicho, exigían su pago en monedas extranjeras, generalmente de oro. Por otro lado, todo indica que el valor fijado por el gobier­ no a la moneda de plata extranjera, fue más bajo de su valor real en el mercado internacional, y esto facilitó que los espe­ culadores se dieran a la tarea de recoger monedas extranjeras de ese metal para exportarlas. Una resolución de fecha 17 de marzo de 1896, prohibió esa práctica. Pero la prohibición

139

duró poco tiempo, apenas seis meses, pues las presiones del "gremio del comercio" obligaron a su derogación. El desorden monetario y financiero existente durante los últimos años del gobierno de Heureaux era colosal, y al conflicto entre el oro y la plata se añadían las constantes emisiones de papel moneda que el tirano ordenaba, por me­ dio del Banco Nacional, bajo control de la Sociedad Credit Mobiliar, de París, Francia, entidad que se estableció en el país en 1889, y que, según el acuerdo establecido por ella con el Estado, además de poder actuar como banco comercial, disfrutaba de la facultad de poder hacer emi­ siones monetarias, aunque bajo las órdenes y los controles gubernamentales. En 1895 este banco fue traspasado a la Improvement Ca. En verdad, no es posible conocer la totalidad del monto de las emisiones de papel moneda efectuadas durante el ré­ gimen de Heureaux, pero lo que si está determinado es que fueron excesivas y por ello el público terminó rechazando las "papeletas de Lilis", como fueron llamadas. Pero estas emisiones monetarias, apenas eran un in­ grediente más en el conflictivo panorama creado en la Re­ pública Dominicana por la "guerra entre el oro y la plata", situación que si bien cesó en Estados Unidos y Europa al cabo de algunos años, donde existían sistemas monetarios eficientes y bien controlados, continuó en nuestro país du­ rante muchos años más. En 1897, por ejemplo, año en que fue dictado el decreto No. 3725 que supuestamente creaba una moneda nacional, el gobierno, que había prohibido nuevamente la circulación de moneda de plata de cuño extranjero, se vio obligado a aceptar la moneda de oro norteamericana prácticamente como unidad monetaria nacional. El decreto que comentamos, en su artículo No. 2 especi­ ficaba: "Los derechos de importación, de puerto, de registro, etc., y los impuestos municipales y de especies timbradas, serán pagados en oro americano o su equivalente en mo­ neda nacional al 100% de prima, o sea, dos pesos moneda equivalente a un peso oro norteamericano".

140

Ese mismo decreto prohibió de nuevo la circulación de moneda de plata de cuño extranjero

(Art. 3)

estableció la

aceptación, además, de la libra esterlina, el marco alemán, el franco francés, etc., indicándose en el mismo, el valor que tendrian esas monedas frente al dólar, al momento en que fuesen recibidas por las oficinas recaudadoras del Estado. Resulta interesante destacar, que uno de los primeros de­ cretos emitidos por el gobierno provisional de Horacio Vásquez, que sucedió a Heureaux, publicado en septiembre de

1899,

de­

rogó la disposición que prohibía la circulación de la moneda dé plata mejicana, que era la que tenía mayor circulación. Otro decreto del presidente Jimenes, el No.

9

3940

del

de diciembre de ese último año, que expresaba entre sus

considerandos que," ... Es imprescindible necesidad resolver la crisis monetaria originada por la depreciación de la mo­ neda de plata del año

1897

(como hemos señalado anterior­

mente de "mala ley") y toda la de cobre y níquel que hay en circulación" autorizó al Poder Ejecutivo a efectuar el cambio de esas monedas metálicas al "tipo de cambio de cinco pesos oro nacionales por un peso oro del cuño norteamericano y por monedas de plata del mismo cuño, equivalente de oro". Casi seis meses después, el 2 de julio de dente Jimenes emitió el decreto N°

3999.

1900,

el presi­

mediante el cual se

estableció que "sólo se comprenderá bajo la denominación de r.eso, al dólar americano", y a pesar de que en el mismo se expresaba que el Poder Ejecutivo podía admitir en las ofici­ nas fiscales "el billete y la plata americana en igual valor que el oro acuñado, mientras lo juzgue conveniente" la discrimi­ nación de la moneda de plata continuó, pues el artículo 6 de ese misma ley refiere que: "En ningún pago en especies por una suma mayor de cincuenta pesos, estará el acreedor obli­ gado a recibir más de treinta unidades en moneda de plata nacional o americana, ni de níquel ni de cobre más de cinco unidades, salvo estipulación contraria entre las partes". Cinco años más tarde, en

1905,

durante el régimen de

Morales Languasco, en razón de que la moneda de plata no superó el largo proceso de deterioro que venía registrando en casi todo el mundo, y puesto que ya los Estados Unidos

141

tenía el absoluto control financiero del país, una resolución No. 4579 de fecha 21 de junio decretó que: "Todas las tran­ sacciones y pagos que se hagan en la República serán efec­ tuadas sobre la única base de la moneda de oro, tomándose como tipo el oro acuñado norteamericano". De esa manera, el dólar estadounidense se convirtió oficialmente en el prin­ cipal medio de pago. A partir de aquí y hasta la intervención norteamericana

de 1916, las monedas metálicas de oro acuñadas en Esta­ dos Unidos, alcanzaron la supremacía en el medio circulan­ te dominicano. Durante la ocupación militar norteamericana, pasó a ocupar poco a poco el lugar de la moneda de oro norteame­ ricana, el papel moneda, también norteamericano. (Véase: Orden Ejecutiva W 150, de118 de abril de 1918). Esto ocurrió debido a que casi todos los pagos que eran efectuados por el gobierno interventor eran efectuados en papel moneda, hecho que permitió rápidamente al dólar así repre­ sentado, el dominio en el plano de la circulación monetaria.

Niños vendedores de agua. 1916. Fuente: B. Vega. "Imágenes del ayer". Fundación Cultural Dominicana 1990'

142

LA ECONOMÍA A FINALES DEL SIGLO XIX Y OS EMPRÉSTITOS CON LA WESTENDORP y LA SANTO DOMINGO IMPROVEMENT CO

Producción azucarera. Número de ingenios. La producción de café, cacao y tabaco. Observaciones de Hostos sobre la economía dominicana. De Marchena contrata en París préstamo con el Conde de Oksza. Traspasan préstamo a la Westendorp. Principales cláusulas del contrato de préstamo. Conflicto entre Heureauxy los funcionarios del Banco de Santo Domin­ go. Westendorp traspasa contrato préstamo a la empresa norteamericana, Santo Domingo Improvement Co. Gobierno contrata nuevo préstamo. Heureaux ordena varias emisiones monetarias. Bajan precios de muchos productos dominicanos en el exterior. Crisis sacude al país. Nuevos líos financieros de Heureaux con la Improvement. Gobierno ignora cantidad que adeuda a norteamericanos. La crisis económica y financiera, cause principal de la desaparición de Heureaux.

] ] O

urante los últimos años del siglo XIX, la sociedad dominicana, que según José Ramón Abad, alcanzó en 1887 los 415 mil habitantes, vivió una situación

verdaderamente paradójica. Por un lado había registrado cambios significativos, como consecuencia del desarrollo de la industria azucarera, pero ese mismo desarrollo azucare­ ro, como hemos visto, llenó los campos de miseria. Fuera de la industria azucarera, el país contaba con tres fábricas: Dos de jabón y una de fideo y espaguetis, las dos primeras en la ciudad capital y otra en Puerto Plata. Más tarde fue instalada una fábrica de hielo y una cervece­ ría, que fracasó.

La industria azucarera pasó de 4,000 toneladas produ­ cidas en 1879, a 17,000 en 1887. Cerca de treinta ingenios habían sido instalados, varios con vías férreas propias, y el ferrocarril unió el corazón del Cibao con el puerto de Sán­ chez. Antes de finalizado el siglo otra línea ferroviaria unió a Santiago y Puerto Plata y ya en la ciudad capital habían sido instalados el alumbrado eléctrico y el servicio telefóni­ co, aunque con pocos usuarios privados. Las exportaciones y las importaciones también ha­ bían crecido, pasando las primeras de 1.282,994 en 1880, a 2,544.423 en 1887, y las segundas de 1,748.913 , a 2,057.928 en el mismo período.

Según un comentario del Secretario de Hacienda, las importaciones seguramente eran mayores, pues los comer­ ciantes tenían como costumbre el rebajar el valor de las productos importados. Además del azúcar, habían aumentado su producción el café, el cacao y el tabaco. El primero pasó de 2,997 quin­ tales en 1881, a 31,041 quintales en 1893. El cacao de 2,420 quintales en 1880, a 41,546 en 1893.

Ese último año se tomaron nuevas disposiciones para el fomento del cultivo del cacao y del café. Fue decretado que todo el que cultive "cacao o café en los diez años siguientes recibirá 50 pesos por cada 2.000 matas en producción; los que ya tienen dos mil serán declarados exentos del servicio militar ordinario". A fines del siglo XIX el cultivo del cacao se había ex­ tendido a casi todo el territorio nacional salvo la provincia de Azua

aún cuando La Vega, Pacificador (hoy Provincia

Duarte) San Cristóbal, Samaná y Moca, ocupan las prin­ cipales posiciones. Ese incremento del cultivo del cacao a su vez impulsó la aparición de una artesanía cacaotera que se dedicaba a su transformación, para la elaboración de chocolate en barras. Ya para finales del siglo que examina­ mos, cada uno de los principales pueblos del país tenía su pequeña fábrica de chocolate. Facilitó la industrialización del cacao, el desarrollo de la industria azucarera, pues como se conoce, en la elabo-

ración del chocolate, el azúcar constituye un componente fundamental. Merece ser señalado, que al igual que como ocurrió con la caña de azúcar, la promulgación de leyes para incenti­ var la agricultura de 1883, 1884 Y la de 1893, atrajeron á inversionistas extranjeros que se dedicaron al cultivo del cacao, aunque no en la misma magnitud que como ocurrió en el primer caso. En Sabana de la Mar se establecieron varias familias europeas, alemanas, francesas y suizas, las cuales se dedi­ caron al cultivo del cacao. Un experimento agrícola muy importante ocurrió en San Cristóbal, donde los señores Luis de Boyre y Eugenio Pereire, ambos franceses, establecieron la hacienda Funda­ ción, propiedad que dedicaron a la siembra de cacao, plá­ tanos, caña, café y otros frutos, y a la crianza de ganado vacuno. Al cacao dedicaron más de 250 tareas, sembrando casi 200,000 matas. De guineo y plátano tenían sembradas más de 100 mil plantas. El desarrollo de esa hacienda adquirió tal magnitud, que un documento recogido en el libro "San Cristóbal de Antaño" de E. Rodriguez Demorizi, señala que uno de sus dueños, Boyre, buscó el apoyo del ayuntamiento para una solicitud que elevó ante el gobierno central, para la cons­ trucción de su propio embarcadero en las cercanías de Ni­ gua. El 13 de febrero de 1889, le fue concedido el permiso. En su carta dirigida al ayuntamiento Boyre explicaba que solicitaba tal apoyo, en razón de que no podía dar abas­ to ya "al traslado de los frutos conduciéndolos por tierra, expuestos a las dificultades que ofrecen a veces los caminos en tiempos de lluvia"... (Emilio Rodríguez Demorizi. San Cristóbal de antaño. Archivo General de la Nación. Vol. VI. Pág. 33. Editora Montalvo. 1946). Debemos de subrayar que no es sino a partir de los inicios del siglo XX, período en el cual comienzan las cons­ trucciones de carreteras y caminos de cierta importancia, cuando el café y el cacao pasan a ocupar posiciones cime­ ras en el plano de la economía nacional.

145

Las artesanías, fuera de unos 20 pequeños talleres de­ dicados a la elaboración de cigarros para el consumo na­ cional también se encontraban muy atrasadas. Un informe del Cónsul español de 1883 señala en este aspecto que... "Existen algunas carpinterías, tabaquerías, tejares, hornos de ladrillos, zapaterías, alambiques, y talleres dedicados al curtido de pieles, pero todo en tan reducida escala que se hace necesario importar del extranjero todo lo necesario para el consumo" ... (Roberto Marte. Estadísticas y Docu­ mentos Históricos sobre Santo Domingo. 1805 1890. Mu­ seo de Historia y Geografía. Pág. 253. 1984). Pese al repunte que se había registrado en el plano del cultivo de la caña de azúcar a partir de 1870 1880 Y años siguientes, las demás ramas de la agricultura continuaron estancadas, salvo el café y el cacao que aumentaron sus áreas de cultivo, pero en pequeña escala y que, como vere­ mos, más tarde adquirieron importancia en el renglón de las exportaciones, a partir del siglo siguiente. LOS MANEJOS FRAUDULENTOS DE HEUREAUX Durante la dictadura de Heureaux, aumentaron signifi­ cativamente los ingresos del Estado, pero la inflación con­ tinua, las emisiones monetarias excesivas, la devaluación del valor de la moneda de plata, unido a los despilfarros de los fondos públicos de parte de Heureaux y su camarilla, y el pago de intereses altísimos a los usureros dueños de las compañías de crédito que prestaban dinero al Estado, en 1887 colocaron al gobierno de Lilis en una situación deli­ cada. En diciembre de ese año, el régimen tenía un atraso de siete meses en el pago de los sueldos a los empleados públicos. Esa situación fue examinada por el gobernante en su mensaje al Congreso el año siguiente, señalando: "La crisis económica que amenaza con echar al suelo mi gobierno, produce esencialmente una aguda escasez de circulante. Para reducir sus efectos sociales y políticos, es necesario conseguir nuevos e importantes ingresos, los que en la pre-

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sente situación solamente pueden ser obtenidos mediante un empréstito internacional. (Jaime de Js. Domínguez. La Dictadura de Heureaux. Pág. 54). Cuando el tirano pronunciaba tales palabras, ya ha­ cía varios meses que había enviado a Europa a un socio suyo, Generoso de Marchena, en calidad de representante gubernamental, con la misión de entrar en contacto con los círculos financieros del viejo continente, a fin de obtener un préstamo. En París, Francia, Generoso de Marchena entró en ne­ gociaciones con el Conde de Oksza, un hombre de negocio muy conocido en la República Dominicana por haber sido la figura principal de la empresa francesa que instaló las líneas telegráficas y el cable submarino que comunicó a nuestro país con una buena parte del mundo. De Marchena en representación del gobierno dominica­ no, firmó un contrato de empréstito con el Conde de Oksza por un monto nominal de 770,000 libras esterlinas. Dos meses después el Conde de Oksza traspasó su compromiso a la firma holandesa Westendorp, de Holanda, reservándo­ se como comisión descontable del monto del empréstito, la suma de 28,000 libras esterlinas. Por medio del acuerdo de préstamo con la Westendorp, por la suma de 770,000 libras esterlinas al 6% de interés anual, con un plazo de 30 años, el cual fue aprobado por el Congreso el 26 de octubre de 1888, el gobierno domini­ cano a su vez se obligó a pagar 142,860 libras esterlinas reclamadas por la empresa financiera inglesa Hartmont y Cía., desde hacía varias décadas, suma que correspondía a un préstamo originalmente contratado en 1869 durante el gobierno de Báez. El préstamo firmado por el Gobierno de Heureaux con la Westendorp era desembo1sab1e en varías partidas, pues como la empresa no tenía el monto total pactado, se estableció la emisión de bonos, que serían colocados en los mercados fi­ nanciero europeos, con la garantía del Estado dominicano. La primera partida ascendente a 31,525 libras esterli­ nas, fue dedicada en la redención de la deuda interior, con-

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traídas en su mayor parte, con las compañías de crédito, y para cubrir gastos efectuados a causa de una revuelta capitaneada por el general de Moya. El acuerdo envolvía, como garantía a los prestamistas la "hipoteca general de todas las rentas y un primer privile­ gio sobre los ingresos de todas las aduanas "(Artíc. 4). El artículo Sto. expresaba: "Se creará en Santo Domingo el lro de noviembre de 1888 una Caja General de Recauda­ ción de Aduanas que será encargada de efectuar el ingreso de los derechos de importación y exportación percibidos en todos los puertos de la República actualmente abiertos al comercio exterior, o que puedan serlo en lo adelante. Esta Caja General de Recaudación será administrada por dele­ gados de los Señores Westendorp & Ca., o los que represen­ ten sus derechos, durante toda la duración de este contrato y hasta la extinción del empréstito". El acuerdo también establecía que de las sumas men­ suales recaudadas por las aduanas, las primeras partidas serían utilizadas para el pago de amortización e intereses de la deuda contraída, $ 3,000 para pagar los gastos admi­ nistrativos de la Caja General, y "una suma máximum de $75.000 pesos mejicanos que estarán a disposición del go­ bierno para el servício de su presupuesto administrativo". Además de asumir el total control de las aduanas y en­ volver la hipoteca de todas las rentas del Estado, el contrato de préstamo convirtió a la empresa holandesa en fiscaliza­ dora de los recursos del país, pues en el acápite 2 del artí­ culo 12 se consignó lo siguiente: "Los pagos a cuenta sobre los $75,000.00 mejicanos mencionados en el artículo 7mo. del presente contrato, se harán sobre mandatos regulares correspondientes al estado de gastos que deberá ser entre­ gado a la Caja General de Recaudación". En caso de diferencias en torno a la interpretación del contrato, el gobierno dominicano aceptó como arbitro ab­ soluto, según el artículo 17, al gobierno de Holanda, sin derecho a apelación. Además, si se toma en cuenta que según el préstamo cada bono vendido produciría al gobierno dominicano el 75

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por ciento de su valor, en lugar de 700,000 sólo serían re­ cibidas 525,000 libras esterlinas. Las restantes 175, 000 quedarían en manos de los europeos. Un año después, con el pretexto de la necesidad de construir una línea ferroviaria que uniera a Santiago con Puerto Plata, el gobierno de Heureaux firmó un segundo acuerdo de préstamo con la Westendorp. Esta vez por la suma de 900 mil libras esterlinas, también al 6% anual, pagaderos en 50 años. Según este segundo acuerdo, aprobado por el Congreso de la República mediante resolución No. 2872 del 14 de mayo de 1890. el Estado se comprometió a la entrega de una suma anual de 24,000 libras esterlinas, procedente de

10 producido por las recaudaciones aduaneras que ya ad­ ministraban los prestamistas, durante 56 años, además de que garantizaba en rendimiento del ferrocarril una suma ascendente a la suma de 33,000 libras esterlinas, al tiempo que como garantía adicional, también el ferrocarril queda­ ría afectado por una hipoteca. En el artículo 6 se agregaba otra garantía de cobro, que señalaba: "Si el producido neto de la primera sección del ferrocarril central, no alcanzare la cifra de 33,000 libras es­ terlina, la Caja General de Recaudaciones estará obligada a completar la diferencia con los derechos de aduana" (Colec­ ción de Leyes. Vol. 10. Res. W 2874. 14 de mayo de 1890). El historiador dominicano César Herrera en su obra "De Hartmont a Trujillo" destaca sobre estas operaciones que: .. "nunca se supo ni se sabrá jamás cuánto recibió el gobierno dominicano. Los trabajos del ferrocarril Puerto Plata-San­ tiago, tuvieron que ser financiados con nuevos préstamo". El año de 1891 (y los siguientes) fueron años difíciles para el gobierno y para la economía dominicana, pues el azúcar comenzó a bajar de precio e igual fenómeno ocurrió con el tabaco. Esa crisis se enlazó con la norteamericana de 1893 y su resultado en la Industria azucarera nacional fue la desaparición de varios ingenios, pues de treinta que existían 1882, en 1891 sólo quedaban veinte, y muchas de estas fábricas por causas de deudas contraídas, pasaron

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a otras manos, en lo que fue el inicio de un proceso de concentración de capitales. Varios de estos ingenios, como hemos dicho anteriormente pasaron a manos de norteame­ ricanos, y el italiano Juan Bautista Vicini, socio de Lilís en muchos negocios, quien originalmente sólo poseía uno, salió de la crisis con varios. En medio de esa crisis a su vez estalló en 1892 un gra­ ve conflicto entre el presidente Heureaux y los dueños del Banco Nacional, entidad fundada en 1889 por la firma fi­ nanciera francesa, Credit Movilier, de Paris, con capital de dos millones de dólares. El problema se inició cuando Generoso de Marchena, inspector del banco, luego de ser derrotado por Heureaux en las elecciones de 1892, logró suspenderle los préstamos que usualmente concedía la entidad financiera al Presiden­ te, impidiendo que el dictador retirase el dinero que tenía depositado, bajo el alegato de que se encontraba muy atra­ sado en sus créditos. Pero este aspecto con más detalles lo veremos en capítulo siguiente. Este hecho, más la prisión de un ciudadano francés propietario de una fábrica de jabón, acción ordenada para liquidar la competencia que le venía haciendo el ciudadano galo a otra fábrica propiedad del dictador, como veremos más adelante, crearon un ambiente de tensión entre el go­ bernante dominicano y el gobierno francés, que retiró su re­ presentante diplomático. El conflicto sólo pudo ser resuelto el año siguiente, por la mediación y el apoyo dado por el gobierno norteamericano al "Pacificador". Pero aún así, el gobierno dominicano se vio obligado a pagar a Francia, una indemnización de cerca de un millón de francos. LA LLEGADA DE LA SANTO DOMINGO IMPROVEMENT CO A mediados del mismo año que estalló el conflicto con Francia, agosto de 1892, recibió el Ministro de Hacienda dominicano, Juan Francisco Sánchez, una comunicación de la empresa holandesa Westendorp donde se le informa­ ba que de acuerdo a las estipulaciones contractuales pac-

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tadas en 1888 y 1890, había transferido sus derechos y obligaciones, incluyendo el contrato de construcción del ferrocarril Puerto Plata Santiago, a la empresa financiera norteamericana, Santo Domingo Improvement Ca. En principio el gobierno dominicano rechazó el traspaso efectuado por los prestamistas europeos a los norteameri­ canos, e incluso, ordenó la retención de los fondos aduane­ ros y su entrega al Cónsul de Holanda, situación que duró unos cinco meses, pero al final, en marzo de 1893, entró en acuerdo con la Santo Domingo Improvement Ca, logrando a su vez obtener un nuevo empréstito de la firma norte­ americana por la suma de $1,250.000 dólares. Los fondos para cubrir de este préstamo, al igual que como ocurrió con los anteriores europeos, fueron reunidos mediante una nueva emisión de bonos que fueron colocados esta vez en el mercado financiero estadounidense, con la garantía del gobierno dominicano. Conseguidos esos recursos, uno de los primeros pasos dados por "el Pacificador", fue cubrir deudas pendientes por la suma de 659 mil pesos a varios socios suyos, entre los que se encontraban Jacobo de Lemas, Juan Bta. Vicini, Pedro A. Lluberes y Cosme Batile, todos miembros de varias compañías de crédito que prestaban al gobierno. Al mencionado contrato de préstamo, le siguió otro efec­ tuado en abril de ese mismo año, por la suma de 225 mil pesos, destinado a la compra de armas "para cubrir gas­ tos de guerra" y gastos extraordinarios. En este acuerdo de préstamo el gobierno se comprometía a pagar un 2% de interés mensual. Cuando fueron efectuados tales acuerdos, que no mejo­ raron la situación económica del país, pero que beneficiaron las finanzas del dictador y sus socios, la economía domini­ cana se encontraba padeciendo una tremenda inft.ación que tenía sus origenes en los cambios monetarios que se regis­ traban en los Estados Unidos, donde el patrón oro se impuso y las monedas de plata, que eran de mayor circulación en la República Dominicana, fueron devaluadas. La plata Misma también bajó de precio en el mercado mundial.

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Este hecho incentivó el acaparamiento de las monedas de oro, fenómeno que Heureaux enfrentó ordenando nuevas emisiones monetarias sin respaldo, utilizando para ello al Banco Nacional de Santo Domingo. Como era natural, esas emisiones monetarias, incrementaban más la inflación. Sólo entre 1894 y 1899 el dictador Heureaux ordenó emisiones por encima de los 7 millones de pesos en billetes y monedas de níquel, plata y bronce, las de plata, perdieron inmediatamente su valor pues el pueblo bien pronto descu­ brió que de ese metal las nuevas monedas tenían apenas un diez por ciento. En febrero de 1897, cuando el gobernante se juramen­ tó por quinta vez como Presidente de la República, la cri­ sis económica del país era ya insoportable, hecho que fue creando un ambiente de inconformidad generalizado. y para agravar más aún la situación los precios del azúcar, el café y el tabaco de nuevo bajaron. En 1896 el tabaco se cotizaba a 131 marcos alemanes los 100 kilos, y el año siguiente bajó a 102, y tan solo a 73 marcos en 1898. El café, por su parte, a causa de la super­ producción brasileña, bajó de 108 francos los 50 kilogra­ mos en 1884, a 6 5 francos en 1897. E19 de agosto de ese último año, para hundir más a la nación en la bancarrota financiera, el Congreso aprobó una ley sobre consolidación de la deuda exterior y flotante, bajo el supuesto interés de unificar las deudas de la República en un solo paquete, pero con el claro objetivo de aumentar la deuda extranjera con la Santo Domingo improvement y sus firmas asociadas. Esa Ley fijó en 4,236 ,750 libras esterlinas el monto to­ tal de los bonos que serían emitidos para lograr la reuni­ ficación de la deuda y en consecuencia cubrir el pago de los tenedores de bonos europeos y otros compromisos que el Estado dominicano mantenía en Europa, entre otros, el pago al gobierno de Francia de una indemnización de 750.000 francos franceses, por los daños materiales que el gobierno de Heureaux había ocasionado a dos ciudadanos de esa nación, Boimare y Caccavelli.

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Esa misma ley estableció que el plazo para la amortiza­ ción de esos bonos alcanzaría el 30 de octubre de 1999. La Santo Domingo Finance Co.. subsidiaria de la Santo Do­ mingo Improvement Co., tendría a su cargo la negociación de los nuevos bonos en el mercado financiero. Una Comisión Financiera al arbitrio de los gobiernos de Holanda, Inglaterra, Francia, Bélgica y los Estados Unidos, vigilaría el cumplimiento del acuerdo. Luego de promulgada la ley, un acuerdo secreto firma­ do días después entre el Ministro de Hacienda y Comercio dominicano, José de Jesús Alvarez, en representación del gobierno y Charles W. Well, Vicepresidente de la Santo Do­ mingo Finance Co., determinó el reparto del excedente que produciría la emisión de bonos que ascendía a 1,250.000 libras esterlinas. De esa suma la empresa financiera nor­ teamericana entregaría al gobierno dominicano la cantidad de un millón de dólares. César Herrera, después de analizar el conjunto de las operaciones a que se obligaba el gobierno dominicano, ac­ tuando como intermediaria frente a los tenedores de bonos europeos la Santo Domingo Finance Co., califica dicha ac­ ción como "de fraude colosal" pues incluso hasta los bonos Hartmont, originalmente emitidos en 1869 durante el go­ bierno de Báez, cancelados en 1888 mediante acuerdo del gobierno dominicano y el Comité de tenedores de Bonos de Londres, fueron de nuevo incluidos en el arreglo de la reunificación de la deuda exterior efectuado por la Santo Domingo Finance Co. Para recoger esos bonos, el gobierno dominicano entregó 50,000 libras esterlinas en las nuevas emisiones. El desorden financiero ocurrido durante el régimen de Lilís fue tan grande, que se ignora la suma total que fue recibida durante la operación antes señalada con la San­ to Domingo Finance Co. Ni aun los propios funcionarios conocían el monto total de las deudas de la nación, pues en 1898 Juan Francisco Sánchez, encargado interinamente del Ministerio de Hacienda y Comercio, escribió una carta al Agente Fiscal dominicano en París, Francia, donde le en-

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cargaba efectuar "una vista general sobre el conjunto de la operación de crédito realizada últimamente y rendir a este ministerio una cuenta detallada de todas ellas, sin olvidar, como Ud. comprenderá, la que se refiere a la amortización de los Bonos de los empréstitos antiguos que han quedado convertidos y de cuyos valores necesita el gobierno descar­ garse a la mayor brevedad ". (César Herrera. De Hartmont a Trujillo. Pág.

87.

Impresora Dominicana

.1953).

En definitiva, la reunificación de la deuda exterior sig­ nificó un fiasco tremendo para Heureaux, pues los espe­ culadores norteamericanos no cumplieron con los compro­ misos con el gobierno francés y otros acreedores europeos: ingleses, holandeses, belgas etc., todos tenedores de bonos dominicanos de otras emisiones.

Puerto Plata. Calle Sánchez. 1915.

El gobierno apenas logró, señala César Herrera, "cam­ biar el nombre de las emisiones de bonos y canjear los anti­ guos por nuevos, se aumentó la deuda extranjera a la enor­ me suma de 4,236.750 libras esterlinas" .(C. Herrera. Obra citada. Pág.

87).

Por ese motivo, apremiado por la gravedad de la crisis, en

1898

Heureaux promulgó una ley, con la aprobación del

Congreso. que aumentaba en 10% los impuestos aduane­ ros.

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El año siguiente, la situación del régimen era verdade­ ramente desesperada, pues además de las constantes deva­ luaciones de las monedas de plata mexicanas, las de mayor circulación, las "papeletas de Lilis" venían siendo rechaza­ das por el comercio, hecho por el cual se dictó una nueva tarifa impositiva para las exportaciones. Del total recau­ dado por ese concepto el gobierno especializó el 20% para destinarlos a recoger el papel moneda. En febrero de 1899 el régimen entró en negociaciones con un prestamista ingles, F.H. Harris, con la esperanza de efectuar un nuevo empréstito destinado a recoger las "pa­ peletas de Lilís" pero para poder lograrlo tenía que recibir la aprobación del Congreso y allí se levantaron voces oposi­ toras, como la de Isaías Franco Bidó, quien en abril de ese año criticó abiertamente el proyecto. Pero a su vez, para obtener ese préstamo el gobierno tenía que recibir la autorización de la Improvement, que controlaba los ingresos de las aduanas. El 26 de julio de 1899 el dictador cayó abatido a balazos y el proyecto fue

olvidado.

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