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Catalan; Valencian Pages 376 [380] Year 2012
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Gloria C l av erí a Nad al , M arg ari t a F rei x as Al ás , Ma rta P ra t S ab at er y J o an To rru el l a i C as añ as (ed s . )
Histor ia de l lé xic o: pe r spe c tiva s de inve stiga c ión
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L INGÜÍS T IC A
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DIRECTORES: MARIO BARRA JOVER, Université Paris VIII IGNACIO BOSQUE MUÑOZ, Universidad Complutense de Madrid ANTONIO BRIZ GÓMEZ, Universitat de València GUIOMAR CIAPUSCIO, Universidad de Buenos Aires CONCEPCIÓN COMPANY COMPANY, Universidad Nacional Autónoma de México STEVEN DWORKIN, University of Michigan ROLF EBERENZ, Université de Lausanne MARÍA TERESA FUENTES MORÁN, Universidad de Salamanca DANIEL JACOB, Universität Freiburg JOHANNES KABATEK, Eberhard-Karls-Universität Tübingen EMMA MARTINELL, Universitat de Barcelona JOSÉ G. MORENO DE ALBA, Universidad Nacional Autónoma de México RALPH PENNY, University of London REINHOLD WERNER, Universität Augsburg
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G l o r i a C l a v e r í a N adal, Margar ita F r eixas Alás, M a r t a P r a t S a b a t e r y Joan Tor r uella i Casañas ( eds.)
Historia del léxico: perspectivas de investigación
Iberoamericana
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La publicación de este volumen ha sido posible gracias a las ayudas del Ministerio de Ciencia e Innovación (FFI2008-01393-E/FILO y FFI2008-06324-C02-01), y al apoyo del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya concedido al Grupo de Lexicografía y Diacronía (SGR2009-1067).
Reservados todos los derechos © Iberoamericana, 2012 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2012 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 978-84-8489-610-4 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-664-3 (Vervuert) Depósito Legal: Diseño de la cubierta: Carlos Zamora Impreso en España Este libro está impreso integramente en papel ecológico blanqueado sin cloro
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ÍNDICE
PRESENTACIÓN ..............................................................................................
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Gloria Clavería Nadal Nuevas perspectivas en el estudio de la evolución del léxico .....................
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I. EL LÉXICO DE LA EDAD MEDIA Ángeles Líbano Zumalacárregui Historia y léxico medieval del País Vasco: la tierra, el hombre y su hábitat; transición del latín al romance ....................................................................
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Josep Martines Història del lèxic i contacte de llengües. El català i l’aragonès al País Valencià a l’edat mitjana: un tast lèxic ........................................................
127
II. EL LÉXICO DEL SIGLO DE ORO María Jesús Mancho Duque Reflexiones metodológicas sobre el léxico de la ciencia y de la técnica del Renacimiento hispano .................................................................................
169
José Ramón Morala Rodríguez Léxico e inventarios de bienes en los Siglos de Oro ...................................
199
Mar Massanell i Messalles Motivacions i condicionants en els processos d’adopció lèxica: una mostra a partir dels castellanismes d’un corpus de judicis catalans del tombant del segle XVI al XVII .....................................................................................
219
III. EL LÉXICO DE LA ÉPOCA MODERNA Cecilio Garriga Escribano Átomo / corpúsculo / molécula / partícula: o de cómo nombrar científicamente lo que no se ve ..................................................................................
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Santiago Alcoba Rueda El proceso de fijación ortográfica de las palabras en los DRAE .................
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IV. ESTUDIO DEL LÉXICO Y DICCIONARIO Mar Campos Souto Definición lexicográfica y morfología léxica en un diccionario histórico: el caso de los sustantivos terminados en -ería en el DH .............................
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Montserrat Batllori Dillet Diacronia de los verbos psicológicos: una propuesta de entrada léxica .....
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SOBRE LOS AUTORES .....................................................................................
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P R E S E N TA C I Ó N
Historia del léxico: perspectivas de investigación es una obra miscelánea que reúne varios estudios monográficos cuyo objetivo es el análisis de la historia del léxico iberorrománico desde distintas perspectivas. La publicación surge de unas jornadas celebradas en la Universidad Autónoma de Barcelona durante los días 24 y 25 de marzo de 2009, en las que se propició el encuentro entre diversos especialistas de reconocido prestigio en el estudio histórico del léxico. El libro tiene una sólida unidad temática y una organización perfectamente estructurada de manera que, aunque esté compuesto por capítulos de diferente autoría y tema, al yuxtaponerlos puede obtenerse una visión global del estado que presentan actualmente los estudios de historia de léxico hispánico con la ilustración de algunas de las líneas de investigación más interesantes y prometedoras que se están desarrollando en este campo. El capítulo inicial sirve de pórtico al resto de contribuciones. Con el título de “Nuevas perspectivas en el estudio de la evolución del léxico”, Gloria Clavería Nadal presenta las principales líneas de investigación por las que han discurrido y discurren los estudios dedicados a la historia el léxico en los últimos veinte años (1990-2010) y, como se tendrá oportunidad de comprobar en su lectura, en estas líneas se integran el resto de capítulos del libro. Se presentan y analizan distintos modelos de investigaciones sobre el léxico del español cuya conjunción demuestra el progreso producido en esta esfera de la lingüística histórica y la posibilidad cada vez más cercana de elaboración de un diccionario histórico del español. El resto de capítulos aparecen organizados según la etapa a la que se refieran de manera que se distinguen tres apartados cronológicos diferentes (Edad Media, Siglo de Oro y Época Moderna), y muestran problemas y fenómenos léxicos de distinta naturaleza. El apartado dedicado al léxico de la Edad Media reúne dos capítulos que tienen como objetivo la investigación de la configuración del léxico en la Edad Media. El capítulo de Ángeles Líbano Zumalacárregui, “Historia y léxico medieval del País Vasco: la tierra, el hombre y su hábitat; transición del latín al romance”, acomete el análisis de la cristalización del léxico romance desde los textos más antiguos en una zona de gran interés lingüístico, el País Vasco. Por su parte, el capítulo elaborado por Josep Martines, “História del lèxic i contacte de llengües. El català i l’aragonès en contacte al País Valencià a l’edat mitjana: un tast lèxic”, muestra en qué medida esa situación de contacto y vecindad ha condicio-
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nado, desde la época medieval, la configuración léxica del catalán de Valencia y, en buena parte, se ha dejado sentir también en el resto del catalán occidental con la búsqueda del componente de procedencia aragonesa. La investigación se sustenta en una sólida base documental con el aprovechamiento modélico de un amplio corpus textual de latín medieval y romance (catalán, aragonés, riojano, navarro y occitano), el recurso a los atlas lingüísticos, los diccionarios y la toponimia. El apartado dedicado al léxico del Siglo de Oro está compuesto por tres capítulos en los que se analiza el léxico desde perspectivas diferentes y, a la vez, complementarias. En primer lugar, el capítulo de María Jesús Mancho Duque, “Reflexiones metodológicas sobre el léxico de la ciencia y de la técnica del Renacimiento hispano”, expone, a la sombra del proyecto de elaboración del Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER), algunas características relacionadas con la gestación del léxico especializado desde los mecanismos de terminologización de elementos léxicos pertenecientes a la lengua común entre los que adquiere especial relevancia el cambio semántico. En el capítulo de José Ramón Morala Rodríguez, “Léxico e inventarios de bienes en los Siglos de Oro”, se pone de manifiesto la utilidad de las fuentes documentales como los inventarios de bienes para la lexicografía histórica. Los ejemplos se extraen de un corpus de documentos de los siglos XVI y XVII procedentes de archivos tanto españoles (Toledo, La Rioja, Burgos) como americanos (Uruguay), y permiten contribuir a la historia del léxico patrimonial marcado diatópicamente, un tipo de vocabulario que no siempre es fácil documentar en los textos literarios y técnicos. La contribución de Mar Massanell i Messalles, “Motivacions i condicionants en els processos d’adopció lèxica: una mostra a partir dels castellanismes d’un corpus de judicis catalans del tombant del segle XVI al XVII”, se centra también en el análisis del léxico de los siglos XVI y XVII desde la perspectiva del contacto lingüístico entre catalán y español en textos de carácter jurídico, y con el estudio de los préstamos del español que el catalán incorporó durante la época estudiada como reflejo de la peculiar situación de contacto lingüístico entre estas dos lenguas. El apartado dedicado al léxico en la Época Moderna (siglos XVIII-XX) se centra en dos esferas diferentes de la consolidación del léxico más reciente. Por un lado, el capítulo de Cecilio Garriga Escribano, “Átomo/corpúsculo/molécula/ partícula: o de cómo nombrar científicamente lo que no se ve”, traza la historia de las voces átomo, corpúsculo, molécula y partícula a partir de su presencia en corpus y diccionarios, y se consigue con ello ilustrar la gestación del léxico científico y técnico. El capítulo titulado “El proceso de fijación ortográfica de las palabras en los DRAE”, elaborado por Santiago Alcoba Rueda, estudia detalladamente el proce-
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PRESENTACIÓN
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so de fijación ortográfica del léxico normativo a través de las diferentes ediciones del Diccionario de la Real Academia Española, desde el Diccionario de Autoridades hasta la edición publicada en el año 2001 con lo que se demuestra la importancia de la fijación ortográfica en la historia de la ortografía. El libro se cierra con un apartado dedicado a problemas de historia del léxico presentados desde una doble perspectiva, lexicográfica y lingüística. El capítulo de Mar Campos Souto, “Definición lexicográfica y morfología léxica en un diccionario histórico: el caso de los sustantivos terminados en -ería en el DH”, expone los principios de la definición lexicográfica aplicados al diccionario histórico y a la esfera de la morfología léxica (los derivados con el sufijo -ería). Por su parte, el capítulo de Montserrat Batllori Dillet, “Diacronía de los verbos psicológicos: una propuesta de entrada léxica”, desarrolla un estudio histórico preliminar de los verbos psicológicos con el ejemplo del verbo apetecer con una ejemplar metodología comparativa (latín, inglés, español), la relación con otros verbos psicológicos y una importante base textual y lexicográfica. Varios temas, preocupaciones y fundamentos recorren de manera transversal los distintos capítulos del libro; en ellos se encuentra el progreso de la lexicología y lexicografía históricas actuales. La importancia del léxico patrimonial queda evidenciada en los trabajos de Ángeles Líbano Zumalacárregui, Josep Martines, José Ramón Morala Rodríguez y María Jesús Mancho Duque. La indisoluble y especial relación entre léxico y contacto lingüístico aflora en los tres trabajos mencionados junto al de Mar Massanell i Messalles. El valor del estudio del léxico especializado en el establecimiento de la historia global del léxico de una lengua aparece de manera clara en los trabajos de María Jesús Mancho Duque y Cecilio Garriga Escribano. La solidez de las bases documentales en la historia del léxico es uno de los fundamentos de la investigación léxica que más se percibe en todos los trabajos. La relación entre investigación y elaboración de un diccionario con información histórica también está presente en muchos de los capítulos.
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N U E VA S P E R S P E C T I VA S E N E L E S T U D I O DE LA EVOLUCIÓN DEL LÉXICO* GLORIA CLAVERÍA NADAL Universitat Autònoma de Barcelona
1. Introducción A principios de siglo XXI, el panorama que presenta el estudio del léxico desde el punto de vista histórico es a la vez decepcionante y alentador. Resulta, en cierta medida, decepcionante porque, aunque durante el siglo XX se produjeron varios intentos de elaboración de un diccionario histórico del español, no se consiguió que este proyecto siguiese adelante; quedan como testimonio del valioso empeño la publicación de algunos volúmenes de los dos proyectos de diccionario histórico iniciados por la Real Academia Española (1914, 1933-1936, 1960-1996)1. Es alentador, sin embargo, a pesar de la falta de un diccionario histórico, porque desde los años cincuenta se ha contado con la obra del etimólogo Joan Coromines: un diccionario etimológico completo de excepcional importancia para el estudio histórico del léxico (DELC, BDE y DECH)2, pues se trata, como bien han demostrado José Antonio Pascual Rodríguez y José Ignacio Pérez Pascual (2003 y 2006), de un diccionario sólidamente fundamentado en la investigación léxico-etimológica de la primera mitad del siglo XX. Aunque los estudios dedicados a la historia del léxico del español tienen una larga tradición, creo que se puede sostener que en los últimos años están experimentando un notable auge reflejado no solo desde una óptica meramente cuantitativa en un incremento de la producción de monografías y diccionarios, sino también en nuevas y prometedoras perspectivas de estudio que preconizan un cambio importante en la investigación de un componente de la gramática que resulta de difícil manejo en todas sus múltiples dimensiones.
* La investigación necesaria para llevar a cabo este artículo ha sido posible gracias a la ayuda de la DGICYT para el proyecto “Portal de léxico hispánico: bibliografía, léxico y documentación” (n.º de referencia FFI2008-06324-C02-01) y al apoyo del Comissionat per Universitats i Recerca de la Generalitat de Catalunya concedido al Grupo de Lexicografía y Diacronía (n.º de referencia SGR2009-1067). 1 Para más información sobre este diccionario, cf. Ariza Viguera 2000b, Álvarez de Miranda 2003, Seco Reymundo 2004 y Clavería Nadal 2009. 2 Cf., además, el diccionario de García de Diego 1989 [1954].
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Buena muestra de esta revitalización se manifiesta en las valoraciones recientes que presentan el estudio de la evolución del léxico como un aspecto integrante del desarrollo de la lingüística histórica aplicada a las lenguas románicas. Así ocurre, por ejemplo, en los “foros de discusión” publicados en revistas de prestigio internacional como La Corónica e Iberoromania, coordinados por dos hispanistas estrechamente vinculados a la investigación de la historia del léxico. En la primera, Dworkin (2003 y 2005b) dirigió el critical cluster titulado “Thoughts on the future of a venerable and vital discipline” y, aunque en los artículos de la revista no figura ninguno dedicada específicamente al léxico, el artículo de Koch (2003), “Historical Romance Linguistics and the cognitive turn”, examina la contribución de la lingüística cognitiva a la lingüística diacrónica, especialmente fructífera en ciertas partes de la gramática y, por supuesto, en la investigación de la evolución del léxico. Dos años más tarde, la misma revista acogió un nuevo foro de reflexión, esta vez bajo un título bien explícito: “Further reflections on Historical Romance Linguistics: the death of a discipline?”; en él colabora Álvarez de Miranda (2005b) con unas páginas que atienden exclusivamente a los estudios léxicos, área que el autor considera una de “las subdisciplinas más deficitarias” en la lengua española, sobre todo por la carencia de un diccionario histórico. En este mismo número de la revista La Corónica, Eberenz, al intentar responder a la pregunta “¿Qué historia de la lengua?”, resalta los estudios dedicados al análisis de los cambios que se producen en el léxico fundamental alrededor del siglo XV (2005b: 168-1699; cf. apartado 2 de este estudio) y también los que tratan las lenguas en contacto y de los préstamos, así como las relaciones entre la lengua común y los lenguajes especiales de las ciencias, técnicas, oficios, o de los grupos sociales marginados, etc. Los trasvases de palabras de estos lenguajes especiales a la lengua general se documentan ya en la Edad Media y son un fenómeno clave de las sociedades modernas (ibid.: 169),
una concepción del estudio histórico del léxico que aplica patrones metodológicos e interpretativos de carácter sociolingüístico. En el mismo año 2005, la revista Iberoromania publicó un número temático coordinado por Eberenz (2005a) y dedicado al examen de distintas cuestiones relacionadas con las historias de las lenguas española y portuguesa. En ella, el trabajo de Dworkin (2005b) sobre el cambio en el léxico (“La historia de la lengua y el cambio léxico”) presenta una pequeña ilustración de algunos procesos de cambio ocurridos a finales de la Edad Media (cf. apartado 2). Los estudios citados en el párrafo anterior se constituyen en un buen indicio de la preocupación que despierta actualmente la situación de la lingüística histórica dedicada a las lenguas románicas en general y a la historia de la lengua espa-
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ñola en particular3. En este panorama, la investigación del léxico se configura como una parcela que no puede ser despreciada. En los artículos mencionados aparecen tan solo algunas de las múltiples facetas del estudio del léxico desde el punto de vista histórico a principios de siglo XXI, pues, por fortuna, en la actualidad existen múltiples y prometedoras líneas de trabajo cuya conjunción podría proporcionar en un plazo razonable de tiempo un avance sustancial en el conocimiento de la historia del léxico del español. Intentaré llevar a cabo una valoración amplia, aunque naturalmente no exhaustiva4, referida a los últimos veinte años (1990-2010), en la que se dará prioridad, más que a los trabajos aislados, a las líneas de investigación consolidadas que pueden generar un progreso importante en el estudio de la historia del léxico. Así, se expondrán, en primer lugar, los estudios de léxico de la época medieval (apartado 2), una etapa en la que se configuran sólidas líneas de desarrollo; se analizará seguidamente un nutrido grupo de contribuciones que, al margen de la etapa a la que se refieran, intentan establecer la historia de los léxicos de especialidad, un tipo de análisis que actualmente experimenta un auge más que notable (apartado 3); a continuación se atenderá a cuestiones relacionadas con la reconstrucción de la historia del léxico a través de la documentación y etimología de las palabras y las relaciones que establecen estos aspectos fundamentales para el estudio del léxico desde el punto de vista genealógico (apartado 4); existe, además, interés renovado por el estudio de la historia del léxico desde los mecanismos de formación de palabras (apartado 5) y desde los procesos de cambio semántico (apartado 6); y se concluirá con un apartado en el que se destacarán aquellos proyectos en los que las nuevas herramientas informáticas aplicadas al estudio del léxico tienen una participación significativa (apartado 7). Cabe señalar, asimismo, que muchos de los aspectos que serán expuestos hallan una excelente ilustración en las monografías que recoge este libro, que, además, se constituyen en prolongaciones o ampliaciones bibliográficas de este trabajo en los temas específicos desarrollados en cada uno de ellas.
2. El léxico medieval El análisis de la etapa que va desde los orígenes de la documentación en romance hasta finales de la Edad Media es fundamental como base para los estudios
3
Cf. Pellen 1996 y 1997. Cf., además, Dworkin/Gago-Jover 2004, González Aranda 2002 y Portal de Léxico Hispánico () al que me refiero en el apartado 4 de este estudio. 4
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posteriores y, en ella, se han producido importantes progresos en los últimos años. Para este periodo, destaca la publicación de varias obras lexicográficas, algunas fruto de un largo proceso de gestación como ocurre con los diccionarios elaborados por el Seminario de Wisconsin: la segunda edición del Tentative Dictionary of Medieval Spanish (Kasten et al. 2000) con información hasta el siglo XV y el Diccionario de la prosa castellana del Rey Alfonso X (Kasten/Nitti 2002). Iniciados ambos hace bastante tiempo, proporcionan, junto con el Diccionario español de documentos alfonsíes (DEDA), dirigido por Sánchez Gónzalez de Herrero (2000), un buen conocimiento de la lengua y el léxico de los textos elaborados en el taller y la cancillería alfonsíes. La existencia de estas obras lexicográficas se completa con estudios que intentan analizar algún aspecto del léxico alfonsí; por ejemplo, Carrasco Cantos (1992 y 2000), García González (19931994, 1996, 1996-1997, 1998, 2007), Güida (2000), Renedo Sinovas (2000, 2002a, 2002b), Vila Rubio (2000), Sánchez Gónzalez de Herrero (2002, 2003, 2005, 2008a), Clavería Nadal (2004b y 2004c), Marco (2004) o Castillo Lluch (2008)5. Con todos estos instrumentos sería posible emprender un análisis de los recursos léxicos alfonsíes en profundidad y en todas sus vertientes, una tarea que aún no se ha realizado. También el Diccionario del español medieval, dirigido por Müller y elaborado en la Universidad de Heidelberg desde finales de los años ochenta (19872005), ayuda en cierta medida a ampliar el conocimiento de esta etapa, a la vez que se constituye en un buen modelo de diccionario histórico, aunque de futuro incierto6. El mismo Müller se ha referido muy acertadamente a la importancia del estudio de la época medieval para el análisis del conjunto de la historia del léxico al señalar: Es significativo señalar a este respecto que de las palabras que han sido publicada en los dos primeros tomos del DEM, no menos de un veintidós por ciento, es decir, casi una cuarta parte, no han sido registradas hasta la fecha. En más de la mitad de las palabras se han dado significados inéditos y en similar proporción se han ofrecido testimonios más antiguos que retrasan considerablemente la fecha de la primera documentación, muchas veces en tres, cuatro o más siglos (Müller 2004: 61).
La conclusión es evidente: “el conocimiento completo del léxico medieval no dejará de tener consecuencias sobre las futuras descripciones históricas de la len-
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Algunos estudios surgidos de la explotación de los trabajos de la Universidad de Wisconsin son anteriores a 1990, cf., por ejemplo, Penny 1987 o Scoy 1986. 6 Cf. información en , Müller (1980) y Güida (2004a).
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gua” (Müller 2004: 64), porque el sistema léxico de esta etapa representa el fundamento de la evolución del componente léxico a semejanza de los cimientos de un edificio (cf. el ejemplo de Güida 2004b). La investigación de la etapa medieval ha avanzado también con la atención a la documentación más antigua, la de la época de los orígenes o del romance primitivo, que es posible ya acometer con ciertas garantías con ayuda del Léxico Hispánico Primitivo (LHP)7, de concepción antigua y publicación reciente. Para esta etapa se dispone, además, de corpus textuales amplios que, sin duda, favorecerán progresos considerables en el estudio de esta época; como ejemplo de ello se pueden mencionar la documentación de los archivos documentales leoneses de la Colección fuentes y estudios de historia leonesa, que han sido objeto de valoraciones desde el punto de vista filológico por parte de Gutiérrez Cuadrado (2004a) y Morala Rodríguez (2006). Estos textos favorecen el desarrollo de trabajos de muy variado tipo; entre ellos cabe citar los de Oliver Pérez (2004a y 2004b) para los arabismos; Martínez Díez (2004), para el léxico jurídico; Ariza Viguera (2007), Clavería Nadal (2007b), Fernández Corral (2001), Morala Rodríguez (2007a y 2007b) y Sánchez Gónzalez de Herrero (2007), sobre el léxico relacionado con la vida cotidiana medieval; Martínez Díez (2004), para la terminología jurídica; a estos se pueden añadir otros como los de Álvarez Maurín (1992, 1996a, 1996b), Fernández Corral (2001), Frago Gracia (2004a), Bustos Tovar (2008a), Clavería Nadal/Torruella i Casañas (2009)8. En el análisis del léxico de la documentación antigua, sobresalen las publicaciones de Líbano Zumalacárregui (1999, 2001a, 2001b, 2002a, 2002b, 2003, 2004, 2007a, 2007b, 2008, 2009, en prensa) que persiguen la reconstrucción de la estructura del léxico romance primitivo desde una saludable metodología interdisciplinaria. En el segundo capítulo de este libro, “Historia y léxico medieval del País Vasco: la tierra, el hombre y su hábitat; transición del latín al romance”, se encuentra un ejemplar modelo de las investigaciones de esta autora. También el trabajo de J. Martines, “Història del lèxic i contacte de llengües. El català i l’aragonès al país valencià a l’edat mitjana: un tast lèxic”, ilustra mediante una riqueza de datos abrumadora la importancia de la lengua medieval en la configuración de la variación léxica actual. Cabe incidir, además, en el interés que ha despertado el léxico empleado para la designación de los oficios medievales que ha dado lugar a estudios como
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Para la cuestión de los arabismos en esta obra, véase Corriente Córdoba (2004). Cf., además, otros estudios que analizan el léxico romance de distintas colecciones documentales: Kiviharju 1992a, 1992b; Lagüéns Gracia 1992-1993, 2002-2004; Tabernero Sala 1996; Martínez Ezquerro 1999a y Pérez Pascual 2002. Además, del glosario de Ariza Viguera (2009a: 194-338) con una amplia base documental e indicación de variantes, aunque sin descripción de los valores semánticos. 8
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los de Carrasco Cantos (2000), Díez de Revenga (2003a), Martínez Meléndez (1989 y 1995), Melguizo Moreno (2008) o Clavería Nadal/ Torruella i Casañas (2009); también se han investigado las complejas vicisitudes léxico-semánticas del vocabulario sexual desde su formación hasta épocas más recientes (Emilio Montero Cartelle 1998, 2000, 2004, 2008; Enrique Montero Cartelle 1994; Ariza Viguera 2009b) o la formación del léxico de los insultos (Castillo Lluch 2004). En los últimos años, diversas monografías han coincidido en señalar las importantes modificaciones léxicas que se empiezan a difundir a finales de la Edad Media, muy en especial en el siglo XV con extensión a los años vecinos (finales del XIV y principios del XV). Para comprobar el avance en esta línea de estudio, no hay más que recordar el trabajo de Eberenz (1991) sobre la periodización del español: “Castellano antiguo y español moderno: reflexiones sobre la periodización en la historia de la lengua”; en él sostenía una división justo a mediados del siglo XV, entre una fase antigua (1200-1450) y una fase media (1450-1560), basándose en el comportamiento de ciertos cambios fonológicos y gramaticales; para defender esta periodización, no podía en aquellos momentos apoyarse en el comportamiento del léxico porque no se tenían elementos de juicio suficientes (Eberenz 1991: 100). El tiempo no ha transcurrido en vano y la situación en los estudios de léxico de esta etapa ha cambiado sustancialmente por cuanto, desde 1990, se han publicado diversas monografías que ayudan a dilucidar las importantes modificaciones en la estructura del léxico que se inician en el siglo XV. Se ha profundizado fundamentalmente en dos áreas bien definidas: en primer lugar, la identificación de un grupo de adjetivos cultos, introducidos en el siglo XV, que sustituyeron formas de expresión propias de la Edad Media; en segundo lugar, un número nada despreciable de verbos con un alto grado de polisemia que fueron reemplazados por otros verbos en uno o varios de sus significados también a finales de la Edad Media. En el área de los adjetivos se dispone de los trabajos de Eberenz (1998a), dedicados a los conceptos de fácil y difícil, y los de Dworkin, que, siguiendo la estela de su maestro Malkiel (por ejemplo, Malkiel 1975 y 1980), ha desplegado una intensa investigación en torno a la pérdida léxica y a la introducción de neologismos que llegan a constituirse en palabras básicas del español (Dworkin 1997, 1998a, 1998b, 1998c, 2002a, 2002b, 2002c, 2004, 2005b, 2006b9). Del mismo modo, se producen importantes evoluciones que afectan al sistema de los
9 Se trata de adjetivos como rápido, lento, último, pálido, etc.;cabe destacar, además, la sustitución de luengo por largo (Malkiel 1980 y Dworkin 1996, 1997 y 1998a).
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verbos fundamentales de la lengua (Dworkin 1992, 1993, 2006a; Eberenz 1998b y 2004)10. Las transformaciones que empieza a sufrir el léxico en el siglo XV resultan bastante complejas y requieren un estudio profundo y detallado porque modifican de manera sustancial la estructura del léxico romance, están estrechamente relacionadas con la lengua escrita y son compartidas por otras variedades románicas (cf. Eberenz 2006: 92-94; Harris-Northall 1992-1993). La cuestión ha sido recientemente replanteada en todas sus dimensiones por Bustos Tovar (2008b: 1201-1202), quien identifica al menos cinco parámetros que intervienen en estos procesos y a los que habrá que atender en el análisis de este fenómeno: 1) la creación neológica que pasa a la lengua general desde los textos literarios; 2) la elevación a la lengua literaria del habla coloquial, que, con el antecedente en el Corbacho, da lugar a obras magistrales ya en la primera mitad del siglo XVI y que significa, en el asunto que aquí interesa, la textualización de un tipo de léxico no documentado jamás en la historia de la lengua española, además de mostrar una capacidad de creación léxica sorprendente; 3) los rasgos léxico-semánticos que aparecen unidos a ciertas corrientes ideológicas, de entre las cuales (aunque no la única) la más importante es el erasmismo anticasticista que, reprimido a partir de 1560, llega no obstante hasta Cervantes; 4) los neologismos de carácter técnico y científico que proporcionan el nuevo concepto del saber y de la ciencia; y 5) los préstamos de otras lenguas, entre las que no poca importancia tiene la integración de americanismos desde el momento mismo del Descubrimiento. De las palabras anteriores se desprende la necesidad de seguir investigando esta época teniendo en cuenta los múltiples aspectos imbricados en los procesos de sustitución y, lo que se ha dado en llamar, “mortandad” léxica que se produce en cualquier momento de la historia (cf. para la época actual, por ejemplo, Cano Aguilar 1993, López Morales 2001 o Álvarez de Miranda 2008b).
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Por ejemplo, la sustitución de departir por distinguir, dividir o separar, entre otras. Este tipo de análisis se ha aplicado también a algunos sustantivos: Eberenz (1994) estudia nave-nao y Dworkin (2005b y 2006b) atiende a la sustitución hueste > ejército y al sustantivo antiguo poridad. Cf., además, Harris-Northall (1999).
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3. El léxico de especialidad Si desde la perspectiva sincrónica uno de los aspectos más importantes de estudio de la lengua en la sociedad actual se encuentra en el lenguaje especializado, paralelamente interesa desde el punto de vista diacrónico el proceso de cristalización y evolución de los léxicos de especialidad (Gutiérrez Rodilla 2003). La relación entre lengua común y lengua de especialidad se encuentra ya en la misma base de la historia del léxico; por ejemplo, uno de los adjetivos cultos que empieza a aparecer en los textos a partir del siglo XV (DETEMA, Dworkin 2005b: 66) es el adjetivo pálido que se difunde a costa de otras formas léxicas como descolorido, amarillo o loro (DECH, s. v. loro II); tal como se observa en el DECH el proceso fue lento, pues pálido falta todavía en el Quijote, en Percivale y en Covarr., pero está en Minsheu y Aut. cita ejemplos de fines del siglo XVII. Antes se emplearon otros vocablos: “pallidus es loro y affeado en la cara por turbación enmarillecida” APal. 336d, “pallido: amarillo, descolorido” en el dicc. italiano-castellano de C. de las Casas (1570). Hoy pálido se ha hecho de uso normal en boca de la gente instruida (DECH, s. v. pálido).
Aunque el diccionario utiliza para la documentación de la voz únicamente fuentes lexicográficas11, consigue establecer de manera certera las líneas evolutivas del vocablo, que, como ha señalado recientemente Dworkin, se introduce en “el castellano como término técnico del lenguaje médico” (2005b: 67), pues las documentaciones y usos más tempranos del adjetivo se hallan en tres traducciones de textos médicos del siglo XV (DETEMA, s. v.). Se trata, por tanto, de un ejemplo en el que una lengua de especialidad se constituye en la vía de introducción de una voz que en un primer momento tiene un empleo restringido a los textos especializados: en el caso de pálido es la lengua de la medicina y el adjetivo se refiere siempre al sustantivo orina para designar el color de la misma y los indicios o señales que se desprenden de ese color. Estos procesos se pueden estar repitiendo actualmente en otras esferas del léxico, como demuestran las investigaciones de Julià Luna (2007, 2009a y 2009b, 2010) sobre las variaciones onomasiológicas en distintas partes del cuerpo humano según los datos dialectales de los atlas lingüísticos con mayor o menor competencia de los términos cultos e inicialmente especializados12. 11 Para el valor de la documentación lexicográfica en lexicografía histórica y, en especial, en el DECH, cf. Clavería Nadal (1993,1999) y Blecua Perdices/Clavería Nadal (1999). 12 Pupila, frente a las denominaciones patrimoniales como niña, nineta o meniña, es muy poco frecuente en las fuentes dialectales, aunque parece que en los últimos años está experimentando un incremento notabilísimo en su uso, cf. Julià Luna (2009b: 19).
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Aunque la palabra nazca en los límites restringidos de una lengua especializada, nada impide que pueda experimentar una importante difusión juntamente con una mayor o menor desvinculación del término respecto al área de especialidad en la que se ha gestado y su transferencia a la lengua común. Los trasvases entre lengua común y lengua de especialidad, y también entre diferentes lenguas de especialidad, son y han sido continuos en la historia del léxico (hoy el término virus no solo se utilizan en biociencias sino también en informática). En el estado actual de la investigación es de vital importancia el conocimiento de la formación de los lenguajes de especialidad con dos objetivos distintos: en primer lugar, la gestación de este tipo de vocabulario como parte del léxico de una lengua y, en segundo lugar, el establecimiento de la historia de un número importante de palabras que actualmente pertenecen al léxico común, pese a que su origen último fuese una lengua de especialidad; así nacieron, entre otros muchos ejemplos, pálido y pupila desde los textos de la medicina; rumbo fue inicialmente tecnicismo propio de la cosmografía que pronto pasó a la lengua marítima (Espinosa Elorza 2008b) y el ejemplo de revolución resulta también interesante (Carriscondo Esquivel 2008). Esta línea de investigación es especialmente fértil, pues en los últimos años se están desarrollando distintos proyectos de mayor o menor envergadura en los cuales el objetivo fundamental se centra en el estudio del origen y evolución de los lenguajes de especialidad. Uno de los primeros resultados obtenidos fue el Diccionario español de textos médicos antiguos (DETEMA) dirigido por Herrera (1996) que, aunque no es un diccionario terminológico13, se elaboró a partir de textos de carácter especializado. La ejecución de esta obra generó, además, una plétora de estudios, publicados sobre todo a finales de los años ochenta y principios de los noventa, sobre el nacimiento de la lengua de la medicina en romance a finales de la Edad Media. La formación de este lenguaje de especialidad se configura como uno de los más interesantes y más estudiados como demuestra el importante número de monografías recogidas en la bibliografía adjunta14. 13
El DETEMA no fue concebido como un diccionario terminológico sino como un diccionario de lengua, ya que incluye todas las palabras que aparecen en los textos del corpus, sean especializadas o no lo sean, excepto los elementos léxicos de valor gramatical. Cf. Herrera/Sánchez/Zabía (1997). 14 Por ejemplo, las que están estrechamente relacionadas con el DETEMA: Sánchez González de Herrero (1990, 1991, 1992a, 1992b, 1992c, 1993, 1994, 1995, 2006a, 2008d); Herrera (1992, 1993, 1995a, 1995b, 1998); Herrera/Vázquez de Benito (1981-1985, 1989); Vázquez de Benito (1992); Sánchez González de Herrero/Vázquez de Benito (2010a). Cf. también Boucher (2000). Este tipo de léxico ha interesado a otros muchos investigadores tanto para la época medieval como en épocas posteriores y desde los más diversos puntos de vista: Laín Martínez/Ruiz Otín (1991, 1992, 1993, 2001); Guerrero Ramos (1992); Gutiérrez Rodilla
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Actualmente, Mancho Duque se encuentra dirigiendo el Diccionario de la ciencia y de la técnica en el Renacimiento (DICTER), un proyecto de investigación modélico en su diseño que tiene como fin último la elaboración de un diccionario terminológico basado en un amplio corpus de textos de distintas áreas de especialidad. El proyecto ha generado varias tesis doctorales y trabajos de investigación, y un buen número de publicaciones que investigan distintos aspectos de la lengua de la ciencia y de la técnica del Renacimiento. El artículo de Mancho Duque en este mismo libro, “Reflexiones metodológicas sobre el léxico de la ciencia y de la técnica del Renacimiento hispano”, se constituye en una buena muestra de los derroteros que sigue un proyecto de una magnitud e importancia considerables cuyas bases metodológicas pueden apreciarse en estas páginas15. En este sentido, conviene destacar los variados ejemplos de estudios sobre la innovación léxica tanto especializada como general que pueden encontrarse en el reciente libro editado por Verdonk y Mancho Duque (2010), una obra que permite comprender la complejidad que alcanza la evolución del léxico en las distintas tradiciones discursivas desarrolladas en el Siglo de Oro. En el mismo terreno de los lenguajes de especialidad, cabe citar los estudios de Gutiérrez Cuadrado y Garriga Escribano dedicados a áreas de consolidación más moderna (siglos XVIII-XIX). Sus investigaciones se iniciaron con el léxico de la química (por ejemplo, Garriga Escribano 1996-1997, 2002, 2003a, 2003b, 2008; Gutiérrez Cuadrado 1996-1997, 2002a, 2002b, 2002c, 2004b, 2008; Sala Caja 2001) y se han ampliado, con la formación del grupo NEOLCYT, a otras áreas relacionadas como la mecánica (Gutiérrez Cuadrado 2002-2004, 2006), la electricidad (Moreno Villanueva 1995-1996, 1996, 1998a, 1998b, 1998c; Gutiérrez Cuadrado 2007), la fotografía (Gállego Paz 2001, 2002 y 2003), el ferrocarril (Rodríguez Ortiz 1996, 1997, 1998, 2001, 2003), la enología (Bajo Santiago 2002, 2003, 2004, 2006, 2008) o la minería16 (Díez de Revenga 2004, 2007b,
(1993, 1994-1995, 1996, 1997-1998); Campos Souto (1994-1995, 1996a y 1996b); Montero y Carrera (1994); Pérez Pascual (1993a, 1996a y 1996b); Colón (1998); García Macho (2001); Laín (2002); Clavería Nadal (2004); Vázquez de Benito (2005a, 2005b); Montero Cartelle/Herrero Ingelmo (2007); Blecua Perdices/Gutiérrez Cuadrado (2008). A ellos hay que sumar los estudios relacionados con la terminología botánica, por ejemplo, Sala Caja (2003) y Sánchez González de Herrero (2008b). 15 Cf. Mancho Duque 2002, 2002-2004, 2003a, 2003b, 2004, 2005, 2007, 2008a, 2008b, 2008c, 2009, 2011; Mancho Duque/Blas Nistal 2001; véase, para más información, la página de Internet del CILUS () y el capítulo de la misma autora en este libro. Los trabajos de Herráez Cubino (2007), Sánchez Martín (2006, 2009a y 2009b), Arenales de la Cruz (2009) y Sánchez Orense (2009) pertenecen a este proyecto. Cf., además, Freixas Alás (2009). 16 Cf. sobre este léxico especializado los trabajos de Alonso González 2002 y 2003.
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2007c, 2008b, 2009; Díez de Revenga/Puche Lorenzo 2006 y 2007; Puche Lorenzo 2002-2003, 2004, 2008a, 2008b). El objetivo último del grupo consiste en la elaboración de un Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica y ha producido numerosas monografías e investigaciones sobre la formación del léxico especializado y su recepción en los diccionarios generales17. El capítulo de Garriga Escribano “Átomo / corpúsculo / molécula / partícula: o de cómo nombrar científicamente lo que no se ve” constituye un buen ejemplo de la gestación del léxico especializado moderno a través de la historia de un pequeño conjunto de palabras relacionadas. Existen, además, otras investigaciones en torno a otros léxicos de especialidad, entre los cuales destacan los relacionados con el léxico de la economía y el del comercio que, como han estudiado Gómez de Enterría Sánchez (1992, 1996, 1997) o Rainer (2003 y 2005a), empiezan a desarrollarse de manera importante a partir del siglo XVIII, una época que resulta de vital importancia como germen de la estructuración del léxico moderno como demuestran los trabajos ya citados de Gómez de Enterría Sánchez o Rainer o los de Álvarez de Miranda (principalmente 1992 y también, como ejemplos, 1994, 2002a, 2004, 2005a, 2009b), Pottier (1995), Lapesa Melgar (1996), González Ollé (1997), García Gallarín (1998), García Godoy (1998a, 1998b, 1999), Gutiérrez Cuadrado (1999), Gómez de Enterría Sánchez (2001, 2006), Quirós García (2007), Carriscondo Esquivel (2008), Díez de Revenga (2008a) o Gómez de Enterría Sánchez/Gallardo San Salvador (2010). Ha interesado también por sus complejas características constitutivas y evolutivas el léxico marítimo y de la navegación (Enguita Utrilla 1992; Carriazo Ruiz 1998-1999, 2003a, 2003b, 2005; Congosto Martín 1999a; Isasi Martínez 1995, 1999; García Macho 2002, 2003 y 2007; y para la construcción naval Villar Rey 2000-2001 y 2001), el de la construcción (Enguita Utrilla 1990, García Macho 1991a, Ruhstaller 1992 y 2006b, González Monllor 2000b) o el de la astronomía (Chabás Bergón 2001 y 2003, Gómez Martínez 2007 y 2008, Carriscondo Esquivel 2008). Dentro de los lenguajes de especialidad, uno de los léxicos con más tradición de estudio se encuentra en la lengua jurídica, bien representada en diccionarios como el LHP y el DEDA, en los estudios destinados a la documentación notarial (cf. apartado 2) o en trabajos como los de Carrasco Cantos y Carrasco Cantos (1992, 1997), Díez de Revenga (sirvan como pequeña muestra los de 1999, 2000,
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Para más información puede consultarse la página de Internet del grupo NEOLCYT: . Cf., además, la bibliografía del capítulo de Garriga Escribano en este libro.
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2001, 2003b, 2007a), Lagüéns Gracia (1992), Orazi (1993), Tabernero Sala (1996), Clavería Nadal (1999-2000, 2010a), González García (1999, 2002), Martínez Ezquerro (1999a), Martínez Ortega (1999), Martínez Ezquerro (1999), García Godoy (2003), Martínez Díez (2004) y García Valle (2010). La atención al léxico más o menos especializado cubre desde áreas científicas hasta sectores técnicos ligados al desarrollo de determinadas profesiones como los tintoreros y tejedores (Arce Sanjuán 1998), apotecarios (Moliné Juste 1998) o cordoneros (García Cornejo 2001, 2002); a estos se pueden sumar los estudios relacionados con otros campos como la indumentaria y la moda, siempre en permanente evolución (García Wiedemann/Montoya Ramírez 1998; Montoya Ramírez 2001, 2008, 2009; García Godoy 1998b, 2001; Carrillo Gracia 2002; Varela Merino 2002; Díez de Revenga 2009; Puche Lorenzo 2009a y 2009b); los tejidos y la costura (Gómez Seibane et al. 2008, Vicente Miguel 2009, Lorenzo Rojas 2009). Existen, además, trabajos aislados dedicados a otras áreas semánticas como la cetrería (Fradejas Rueda 1992, 1995, 2002-2004) y el léxico de los animales (P. y M.ª L. Montero 2005), la guerra y la milicia (González Monllor 2002, Müller 2005, Serrano Larráyoz et al. 2009), la metrología (Calderón Campos 2003, Julià Luna 2008, además de los estudios de Sánchez Martín 2006, 2009a, 2009b, relacionados con el DICTER) o la música (Fasla 2004).
4. Historia del léxico: etimología y documentación Uno de los fundamentos más importantes para la reconstrucción de la historia de una voz se halla en sus documentaciones textuales y lexicográficas, tanto la que se constituye en su primera documentación como toda la historia posterior. El corpus textual de una palabra contribuye a establecer la hipótesis etimológica y también a reconstruir su evolución entendida como difusión, usos, significados, su aparición en diferentes tipos de textos o tradiciones discursivas, los cambios experimentados y las relaciones cambiantes con otras voces a lo largo de la historia. Un ejemplo modélico del valor de la documentación en el establecimiento de las hipótesis etimológicas se encuentra en las monografías de Colón Domènech18. En los estudios de historia del léxico, a menudo se recurre a la documentación que proporcionan los diccionarios antiguos como prueba de la existencia de la voz en la lengua y como un apoyo importante para el establecimiento de la
18 Cf. estudios citados en la bibliografía de este trabajo y los estudios recogidos en Clavería Nadal/Buenafuentes de la Mata 2005. Sobre este asunto, cf., además, Pottier 1998.
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historia de las palabras; resulta imposible reunir aquí todos aquellos que aplican esta metodología, baste citar a modo de ejemplo la utilización del corpus léxico romance de los diccionarios de Nebrija para el análisis de la composición del léxico a finales del siglo XV en los trabajos ya citados de Dworkin y Eberenz, o los de García Macho y Dworkin (1994), los diversos acercamientos de Colón Domènech de los que constituye una excelente muestra su libro Para la historia del léxico español publicado en 2002 y, más recientemente, los trabajos de Lleal Galcerán (2009); para etapas más recientes, se pueden mencionar también como modelo los estudios de Azorín Fernández, de los que se encuentra una buena muestra en su libro de 2000, a través de los diccionarios del siglo XIX. El aprovechamiento de las documentaciones lexicográficas debe ser sometido a un riguroso análisis y cuidadosa interpretación, pues no puede realizarse sin un conocimiento profundo de las características de cada uno de los diccionarios (su método lexicográfico y las fuentes). Buen ejemplo de ello se encuentra en las sucesivas ediciones del Diccionario de la Academia en las que la presencia de una palabra puede ser, como ha señalado acertadamente Álvarez de Miranda, “fruto de una de esas carambolas que el destino juega –también a ellas– a las palabras” (2008a: 24)19. Efectivamente, no puede entenderse el lemario de los diccionarios de la Real Academia Española sin tener en cuenta la importancia de la presencia de los vocablos en los textos escritos autorizados, un criterio que prevaleció como principio de recepción del léxico hasta finales del siglo XIX (Clavería Nadal 2003a y en prensa); en este sentido, el análisis del corpus de textos en el que se basa el Diccionario de Autoridades constituye una herramienta fundamental para la historia del léxico como demuestran estudios como los de Ruhstaller (2000, 2006a, 2006b), Jiménez Ríos (2001) y, de manera sistemática y filológicamente fundamentada, Freixas Alás (2003, 2006a, 2006b, 2010). La evolución del léxico del español a través de los diccionarios de la Academia permitiría continuar la historia iniciada con el Diccionario de Autoridades y el conocimiento de una parte muy importante del léxico moderno a través de su aparición en el diccionario normativo. El aprovechamiento de los datos lexicográficos para la historia del léxico ofrece actualmente nuevas perspectivas de estudio a través de recursos como el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española de la RAE (2001 y en línea en ), del que sería necesaria una lematización adecuada para un manejo más rentable. Justamente el capítulo de Santiago Alcoba Rueda, “El proceso de fijación y normalización ortográfica en los DRAE”, se centra en la historia de la regularización ortográfica en el Diccionario de la Real Academia Española a partir de sus distintas ediciones. Para la
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Cf. Carriscondo Esquivel (2006) y Quirós García (2007).
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etapa preacadémica, el Nuevo tesoro lexicográfico de español (siglo XIV-1726) de Nieto Jiménez y Alvar Ezquerra (2007) facilitará enormemente el rastreo de datos lexicográficos anteriores a 1726. En las primeras páginas de esta contribución se han presentado los diccionarios etimológicos de Joan Corominas como hitos importantes en el avance del conocimiento de la historia del léxico del español del siglo XX. Desde su publicación, muchos son los artículos y contribuciones que estos diccionarios han motivado con el fin de aportar datos (especialmente de carácter documental) para su complementación20. Además, el largo proceso de informatización del DECH ha generado una profunda reflexión sobre las bases metodológicas de este rico y complejo diccionario21, y, por extensión, sobre los fundamentos de la etimología moderna22. Los estudios sobre la obra de Joan Coromines, muy relacionados con sus investigaciones léxico-etimológicas, se encuentran actualmente diseminados en multitud de publicaciones realizadas en honor al insigne etimólogo: desde el libro misceláneo reunido por Solà Cortassa (1994) hasta las publicaciones surgidas con motivo de la celebración del centenario de su nacimiento (Casanova i Herrero/Terrado i Pablo 2007; Cabré Castellví/Prat Sabater/ Torruella i Casañas 2008; Badia i Margarit 2006; Badia i Margarit/Solà Cortassa 2008)23. Muy interesantes para comprender el proceso de gestación de la obra de Coromines son los trabajos de Pascual Rodríguez y Pérez Pascual (2003) y Pérez Pascual (1993b, 2009), y la publicación del jugoso epistolario entre Coromines y Menéndez Pidal (Pascual Rodríguez/Pérez Pascual 2006), estudios que permiten observar de cerca el esfuerzo titánico de su autor y la solidez de su metodología de trabajo. En el mismo terreno de las reflexiones sobre las investigaciones de carácter lexicológico y lexicográfico de los “maestros”, cabe destacar valoraciones como las de Alvar Ezquerra (2009), Álvarez de Miranda (1998 y 2009a), Bustos Tovar (2009) sobre la labor lexicológica y lexicográfica de Rafael Lapesa; asimismo,
20 Cf. los registros de estas contribuciones en Blecua Perdices/Clavería Nadal (1999: 4243) y la más completa de Ferrer i Costa (2008). Recojo, además, aquí algunos trabajos de este tipo que no se encuentran en estas dos nóminas: Gordillo Vázquez (1989-1990), Martínez Ezquerro (1999), Cantillo Nieves (2003), Fajardo Aguirre/Güida (2007) y Pottier (2007). 21 Constituyen muestras de ello trabajos como los de Blecua Perdices et al. (1998), Buenafuentes de la Mata/Pujol Payet (2007), Clavería Nadal (1993, 1999), Clavería Nadal y Sánchez (1997), Clavería Nadal, Sánchez y Torruella i Casañas (1997, 1998), Clavería Nadal y Morales (1999-2000), Clavería Nadal (2007c), Clavería Nadal/Torruella i Casañas (2005), Clavería Nadal/Prat Sabater/Torruella i Casañas (2004). 22 Cf. sobre este aspecto Colón Domènech (1994), Fajardo Aguirre (1999), Herrero Ruiz de Loizaga (2000), Fajardo Aguirre (2004), Pascual Rodríguez (2008). 23 Cf., además, Pottier (1980-1991), Henríquez Salido (2003), Ferrario de Orduna (20042005 y 2008), García Cornejo (2007), Cotelo García (2009) y Molina Díaz (2009).
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una interesante revisión de la obra del romanista Colón Doménech se encuentra en muchos de los artículos reunidos en Clavería Nadal/Buenafuentes de la Mata (2005)24 y también en Casanova i Herrero/Echenique Elizondo (2009). El estudio etimológico y documental discurre de manera indisoluble y con mayor o menor fortuna en un buen número de monografías en las que el objetivo fundamental es trazar la historia de una palabra25. Desde esta perspectiva predomina la consideración del léxico desde el punto de vista histórico-genealógico que se ha desarrollado abundantemente con estudios dedicados a los distintos grupos genealógicos (cf. Bajo Pérez 1997a y 1997b), desde la atención al componente latino (Müller 1999, Dworkin 2008b) a la caracterización general de los préstamos léxicos (Pellen 1998, Verdonk 1994, Dworkin 2008a, 2008c, en prensa). Sin ninguna duda los préstamos que mayor atención han recibido son los cultismos o latinismos, en los que han seguido preocupando la terminología, la delimitación del concepto y las características formales (Clavería Nadal 1991, 1998, 1999-2000; García Valle 1992, 1998, 2000, 2003; Malkiel 1992; Azofra Sierra 2006; Murgui Soriano 1997; Perona Sánchez 2008; García Gallarín 2007); son frecuentes los estudios particulares del uso del cultismo en una época, un autor o una obra en los que prima la atención a los textos literarios por el uso estilístico de este elemento léxico (Gordillo Vázquez 1990, 1991; Clavería Nadal 1999-2000, 2004b; Cuesta Herrezuelo 1992; Delgado Cobos 1992, 1997; Mancho Duque 1993; Herrero Ingelmo 1994 y 1995; García Macho/Dworkin 1994; Azofra Sierra 1995a, 1995b, 2002, 2009; Cuesta Herrezuelo 1992; García Macho 1992b; Harris-Northall 1992, 1999; Mancho Duque 1992 y 1998; Echenique Elizondo 1993; Morrás Ruiz-Falcós 1995; García Valle 1998, 2000, 2003; Castro de Castro 1999; García Gallarín 1999; García Tracasas 2000; Becerra Hiraldo 2001; Quirós García 2001, 2002; Cioba 2002; Puche Lorenzo 2002; Morcillo Pérez 2002; Rivarola 2002; Marco 2004; Perona Sánchez 2004; Serradilla Castaño 2004; Martos Pérez 2004; Domínguez García 2004, 2006; Bustos Tovar 2007; Castillo LLuch 2008; Jiménez Ríos 2008; Sánchez González de Herrero 2008c,
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Cf., además, Colón Doménech (2007). Por ejemplo, Pascual Rodríguez (1990, 2001-2002); Lathrop (1992); Pharies (1993, 1994); Le Men (1996); Walsh (1997, 2000); D’Ors (1998); Martínez Ángel (1999); García Arias (2000); Pottier (2002); González Ollé (2003); Martínez Ripoll (2003); Sayers (2004); Fajardo Aguirre (2007); Nieto Jiménez (2008); Rainer (2007b); Sánchez Jiménez (2008); Serradilla Castaño (2008); Martín Rodríguez/Bellón Hernández (2008). Se pueden citar también los estudios dedicados a ciertos ictiónimos de los que se encuentra una muestra en Mondéjar Cumpián (1992, 1998, 2002) o en García Cornejo (2006); o el estudio de la relación entre lengua general y toponimia en Gordón Peral (1992 y 1996), Gordón Peral/Ruhstaller (2008a y 2008b). 25
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Pons Rodríguez 2010a; y Reinheimer-Rîpeanu 2004a, 2004b y 2009 desde una perspectiva románica)26. Los helenismos, además, cuentan ahora con los trabajos de Bergua Cavero (2002a, 2003b, 2004). Los arabismos han sido también investigados desde los más diversos puntos de vista: desde el mismo Diccionario de arabismos publicado por Corriente Córdoba (1999) hasta los trabajos monográficos de este mismo autor (1997, 1998, 2003, 2004, 2005) o los de Oliver Pérez (1992a, 1992b, 1993, 1994, 1995, 1996, 1996-1997, 2004a, 2004b, 2005-2006); Kiviharju (1992b); Mondéjar Cumpián (1993), Kiesler (1994), Hilty (1995, 2005), Millar C. (1998-1999), Morera Pérez (1999), Fasla (1999-2000); Fradejas Rueda (1998-1999), Frago Gracia (1997); Fajardo Aguirre/Serrano Niza (2004); los estudios recogidos en García Arias (2006); Neyrod (2004); Sayers (2004); Montaner Frutos (2005); Serrano Niza (2005, 2007); Vázquez de Benito (2005); Pascual Asensi (2007); Kiegel-Keicher (2008); Torres Montes (2008); Sánchez González de Herrero/Vázquez de Benito (2010b). En los préstamos de lenguas románicas destaca el libro de Varela Merino (2009) sobre los galicismos en el siglo XVI y XVII, además de los estudios particulares de las palabras de procedencia francesa elaborados por Granda Gutiérrez (1990); Pérez Teijón (1991); P. Montero Curiel (1992); López Jiménez (1994); Rodríguez Marín (1995); Corbella Díaz (1996-1997); Jiménez Ríos (1998); Álvarez de Miranda (2002b); Thibault/Glessgen (2003/2004); Thibault/Courouau/Chambon (2005); Sánchez González de Herrero (2006b y 2008c); Abad Nebot (2006), Desjardins (2007); Rainer (2007a); González Calvo (2009); Rost Bagudanch (2009); se cuenta, además, con los análisis más sistemáticos y desde perspectivas distintas que proporcionan los diccionarios de García Yebra (1999), y Curell Aguilà/Thibault (2009)27. Las investigaciones de Prat Sabater (2003, 2005, 2008) tienen como motivo de atención los catalanismos; este mismo tipo de préstamos es motivo de análisis en Frago Gracia (1989), Wittlin (1997), Martínez González (1998) y Colón Domènech (2004); para los occitanismos, se han estudiado diversos elementos léxicos en las contribuciones de Pérez Pascual (1991, 1992), González Ollé (1993b), Saralegui Platero (1993), Nagore Laín (1994), Ibáñez Rodríguez (1998) y Lagüéns Gracia (2002-2004). El análisis de algunos italianismos se encuentra en trabajos como los de Paniagua Soto (1992); Pérez García (1992); Herrero Ingelmo (1995); Bucalo (1998); Delgado Cobos (2000); Rainer (2005a); Garribba (2005); Alonso (2009); Álvarez de Miranda (2009b). Y para los lusismos, Morera Pérez (1994). 26
Además, cf. los estudios citados en el apartado 2 en los que en las sustituciones léxicas intervienen cultismos. 27 Cf., además, Espinosa Elorza 2005 para el léxico ligado al camino de Santiago.
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Conviene destacar también los estudios dedicados a algunos gitanismos (Helzle-Drehwald 2004, Adiego Lajara 2001 y 2004, Sayers 2007, Buzek 20052006 y 2009) y al contacto lingüístico vasco-romance en el terreno del léxico que ha dado lugar a las monografías de Echenique Elizondo (1993, 1995, 2000, 1997, 2002, 2006, 2008); para la documentación antigua vasco-románica se cuenta con los trabajos de Isasi Martínez et al. (2005) e Isasi Martínez/Gómez Seibane (2007) y algunos de los estudios de Líbano Zumalacárregui (cf. apartado 2). Gran importancia tiene la historia del léxico como una parte de la gestación del español de América, un ámbito en el que se requiere el desarrollo de estudios fundamentados en amplias bases textuales; como muestras se pueden citar los de Aleza Izquierdo (1992, 1996, 2003), Galeote López (1994, 1996, 1998, 1999, 2005, 2006), Enguita Utrilla (1995, 1999, 2006), Girona Fibla (1995), Quesada Pacheco (1995), Hernández Hernández (1996, 2000), Torres Montes (1998), Congosto Martín (1999b), Fajardo Aguirre (1999), Ferrario de Orduna (1999), las múltiples monografías de Frago Gracia (1991b, 1994, 1996, 1996-1997, 2002, 2003a, 2003b, 2004b, 2004c, 2005, 2007, 2008), Company Company/ Melis (2002); Pérez Pascual et al. (2006) o Ramírez Luengo (2007). En la confluencia del contacto de lenguas y variedades lingüísticas aplicadas al léxico se encuentra el capítulo de Morala Rodríguez en este volumen, “Léxico e inventarios de bienes en los Siglos de Oro”, que constituye una buena muestra del vínculo entre historia y variación diatópica, algo fundamental en el análisis del devenir del léxico en el español de América; también los capítulos de Martines “Historia del lèxic i contacte de llengües. El català i l’aragonès al País Valencià a l’edat mitjana: un tast lèxic”, ya comentado, y de Massanell i Messalles, “Motivacions i condicionants en els processos d’adopció lèxica: una mostra a partir dels castellanismes d’un corpus de judicis catalans del tombant del segle XVI al XVII”, desarrollados en la encrucijada de la variación lingüística peninsular, consiguen reflejar la complejidad y riqueza características de este componente de la gramática desde la óptica del parámetro del contacto lingüístico.
5. La historia del léxico a través de la morfología derivativa La generación de voces derivadas es uno de los mecanismos de creación de nuevo léxico de mayor peso en la historia de las lenguas. Con una notable tradición28, el
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Me refiero fundamentalmente a la obra de Malkiel (1988-1989, 1995) y sus discípulos.
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estudio histórico de las palabras derivadas constituye una vía de investigación fundamental en el estudio histórico del léxico en la que ahora se cuenta con el trabajo recopilatorio y de conjunto de Pharies (2002a y 2004) y las valoraciones generales de Batllori Dillet (1997) y Pujol Payet (2006, 2009b). Durante los últimos años, se han producido acercamientos interesantes a la teoría morfológica desde la perspectiva histórica que no hacen más que destacar la magnitud alcanzada por los mecanismos de derivación en la historia del léxico; son buenos ejemplos de ello los estudios de Pascual Rodríguez (1997-1998), Rainer (2002, 2005b) desde el ámbito románico, Pharies (2004)29, Pena Seijas (2008a, 2008b) o Campos Souto (2007, 2008a, 2009), por ejemplo, junto a algunos de los últimos trabajos de Malkiel (cf. 1988-1989, 1995). Paralelamente a ello, se han desarrollado análisis más o menos amplios en los que se intenta trazar la evolución de determinados afijos (Pharies 1999, 2002b, 2002c, 2007, 2009), con especial atención a la relación entre dos o más sufijos en algún momento de la historia del español –Pascual Rodríguez/Sánchez (1992), Santiago Lacuesta (1992), Lliteras Poncel (2002), Ridruejo Alonso (2002)–. En la encrucijada entre lengua de especialidad y formación de palabras se encuentran trabajos como los de Renedo Sinovas (2000), Garriga Escribano (2002), Jiménez Ríos (2008), Rainer (2009a y 2009b), Rifón Sánchez (2009) o P. Montero Curiel (2009). La relación entre derivación y numerales ha sido profundamente estudiada por Pujol Payet (19971998, 1998, 2000b, 2001, 2002b, 2002c, 2003); además esta investigadora ha analizado también otros elementos derivativos de elevado rendimiento como ada (Pujol Payet 2009a) y el prefijo a- (Batllori Dillet/Pujol Payet, en prensa); han sido también motivo de investigación los procesos de derivación regresiva a través de los datos etimológicos del DECH en Prat Sabater (2009). Es frecuente el análisis de la derivación en determinados autores u obras literarias: Santa Teresa y San Juan de la Cruz se constituyen en motivo de atención en García Macho (1991b, 1992a y 1996) y en Carpi et al. (1996); Puigvert Ocal (2000) analiza el Cancionero de Baena y Julià Luna (2006) estudia el sufijo -ero en el Quijote. Distintas etapas de la historia del español han sido motivo de investigación en Pujol Payet (2008) y Renedo Sinovas (2002), ambos artículos tienen como base textos del siglo XIII; del mismo modo, Muñoz Armijo (2006a, 2006b, 2007, 2008, 2010) ha estudiado los sufijos -ismo/-ista en el español moderno (XVIII-XX) y a través de datos lexicográficos. La interesante historia de sufijos diminutivos ha recibido atención en Sala Caja (1996), Ariza Viguera (1997), García Gallarín (2000) y, desde el punto de vista etimológico, en González Ollé (2007); interesa también la utilización de estos elementos en los textos america-
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Cf. reseña de Bergua Cavero (2002b).
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nos para trazar el origen de los usos peculiares en el español de América (Franco Figueroa 1988-1989, Reynoso Noverón 1998, Ramírez Luengo 2006) o los muy frecuentes procesos de lexicalización de la derivación apreciativa (Franco Figueroa 1988-1989, Neyrod 1994-1995 y 1998, Clavería Nadal 2003b y P. Montero Curiel 2008). Se ha avanzado, además, en el conocimiento de la historia de los procesos de composición en estudios como los de Buenafuentes de la Mata que parten de las investigaciones desarrolladas en su tesis doctoral basada en la aplicación de las teorías de la gramaticalización y de la lexicalización (2001-2002, 2006a, 2006b, 2006c, 2007, 2009); a ellos hay que añadir el reciente análisis de carácter general e histórico sobre la composición de Sánchez Méndez (2009). Se ha atendido también a otros tipos de procesos de formación de palabras como el acortamiento a través del ejemplo de sobre procedente de sobrescrito (Clavería Nadal 2001) o la historia del elemento formativo auto- en el que también se genera un proceso del mismo tipo (García González 2006); los cruces entre bases léxicas son motivo de análisis en Campos Souto (2008b). Todos estos estudios corroboran la importancia de la evolución del sistema derivativo, un aspecto fundamental en la historia del léxico de una lengua en el que queda aún mucho por hacer. El capítulo elaborado por M. Campos, “Definición lexicográfica y morfología léxica en un diccionario histórico: el caso de los sustantivos terminados en -ería en el DH”, constituye una buena muestra de ello y proporciona, además, una modélica ilustración de los fundamentos metodológicos del Nuevo diccionario histórico de la lengua española al que me referiré en el último apartado de este estudio.
6. La evolución semántica En el desarrollo de una lengua el crecimiento onomasiológico se complementa con la evolución semántica de sus elementos léxicos, un fenómeno tan importante como el crecimiento con la generación de nuevas unidades. Este aspecto ha adquirido nuevos valores a través de la semántica cognitiva que permite provechosas aplicaciones diacrónicas como ya demostró el Manual de semántica histórica de Santos Domínguez y Espinosa (1996) y recogen más recientemente estudios como los de Dworkin (2006b), Garatea Grau (2000), González Pérez (2000), Fernández Jaén (2006a, 2008), Espinosa Elorza (2009a), Garachana Camarero (2009) y Rifón Sánchez (2009). La investigación de la evolución semántica desde los presupuestos de la semántica cognitiva puede aplicarse con excelentes resultados, además, al estudio de los procesos derivativos (López García 2002 y Rainer 2005b).
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Especialmente fructíferas y prometedoras resultan las investigaciones en las que se establece un vínculo indisoluble entre léxico y gramática, algo que se percibe en el análisis de la evolución y constitución de las palabras gramaticales, tema para el que se cuenta con la reciente monografía de Espinosa Elorza (2009b) y la bibliografía que allí se recoge. La evolución sintáctico-semántica se constituye en la base de procesos de gramaticalización que dan lugar a distintos marcadores discursivos, unos elementos en los que también se establece una importante relación entre léxico y gramática, y cuyo creciente interés desde el punto de vista evolutivo se refleja en los estudios de conjunto como los de Garcés Gómez (2008b), Portolés Lázaro (2008) y Pons Rodríguez (2010b) en los que pueden encontrarse las referencias básicas sobre este aspecto que en los últimos años está experimentando un auge más que notable. En este terreno también será necesario desarrollar un análisis de la historia de la fraseología, un campo de análisis amplísimo (desde los refranes hasta las colocaciones) que no ha sido prácticamente considerado fuera del ámbito de la historia de la lexicografía (por ejemplo, Pharies 1997, Echenique Elizondo 2000, Pellen 2001, Scandola 2003 y 2006, Romero Aguilera 2008). Aspecto fundamental de la evolución sintáctico-semántica se encuentra en los procesos evolutivos experimentados por los verbos a lo largo de su historia, de los que constituyen buena muestra las investigaciones de verbos concretos como las de Crego García (1995) o Fernández Jaén (2006b y 2007); especialmente interesantes resultan desde esta perspectiva los verbos de movimiento (Eberenz 1998b, Gómez Aranda 1998, Suárez Fernández 1999, González Aranda 2000, González Pérez 2008, Paz Afonso 2008); los verbos de entendimiento y lengua, han sido estudiados por Serradilla Castaño (1996) y los de percepción, por González Pérez (2008). Se ha progresado en el análisis de la historia de las unidades verbales a través de un análisis de corpus en la monografía de García Pérez (2007a y 2007b) sobre el verbo hacer. El capítulo de Batllori Dillet en este libro, “Diacronía de los verbos psicológicos: una propuesta de entrada léxica”, analiza de manera pormenorizada la interesante historia del verbo apetecer y se constituye en un buen modelo de las posibilidades que encierra esta línea de investigación. Han interesado, además, en el área del cambio semántico las evoluciones registradas en ciertas áreas léxicas proclives a este tipo de modificaciones en cuyo análisis se percibe fundamentación teórica y metodológica desigual: los colores (Espejo Muriel 1992, M.ª L. Montero Curiel 1994, Barrio Estévez 2000), el cuerpo humano (Julià Luna 2007, 2009a, 2009b, 2010 y, en cierta medida, Pharies 1997), los numerales (Pujol Payet 2000a), los términos relacionados con la “dirección” (Espinosa Elorza 2008b)30. 30 Cf. desde otros puntos de García Borrón (1995, 1996, 2000, 2003-2004), Herrero Ingelmo (2006), González Monllor (1989-1990).
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También se ha atendido a las conexiones semánticas entre palabras estrechamente relacionadas (Ariza Viguera 2000a, 2003; P. Montero Curiel 2002; Mondéjar Cumpián 2002; Eberenz 2008) junto a otro tipo de relaciones semánticas (Lodares Marrodán 1992a y 1992b, González Pérez 1992, González Ollé 1993a y 2001, González Monllor 1993 y 2000a, Álvarez de Miranda 2002b, Clavería Nadal 2007a, Méndez Dosuna 2009, Company Company 2009).
7. Herramientas informáticas y estudio histórico del léxico A principios de siglo XXI, el lingüista tiene a su disposición una cantidad ingente de datos. La aplicación de las nuevas tecnologías a las Humanidades ha generado corpus y bases de datos con los que se tiene acceso a un importante número de textos por lo que estos soportes mejoran sustancialmente la investigación en la lingüística histórica, en general, y en la historia del léxico, en particular. Desde el punto de vista textual y para el estudio del español, se cuenta actualmente con una serie de corpus más o menos amplios a los que se puede recurrir para la extracción de datos de diversa índole. A los corpus diacrónicos grandes y de libre acceso, como el CORDE, el CREA y el Corpus del español, se pueden añadir otros más restringidos como el corpus paralelo Biblia medieval, dirigido por Enrique-Arias, o el Corpus de documentos españoles anteriores a 1700 (CODEA), dirigido por Sánchez-Prieto Borja. Desde el sector de la investigación lexicológica y lexicográfica, no hay que olvidar que existe larga experiencia de elaboración de diccionarios de carácter histórico ligados a un corpus de textos más o menos extenso (Dworkin 1994). El diccionario surge, en estos casos, como resultado final de la edición de los textos que forman el corpus, a los que generalmente se aplica algún tipo de tratamiento informático más o menos complejo (concordancias, lematización, bases de datos). Siguiendo este procedimiento, se han elaborado diccionarios como los del Hispanic Seminary of Medieval Studies de la Universidad de Wisconsin (Kasten/Cody 2000, Kasten/Nitti 2002) y los diccionarios dirigidos por Herrera, primero, y Sánchez González de Herrero, actualmente (DETEMA, DEDA). Procedimientos similares está aplicando esta última investigadora y su equipo al Diccionario español de textos misceláneos antiguos (Sánchez González de Herrero 2006b). También el ya citado proyecto DICTER se sustenta en un corpus de 74 textos representativos de doce áreas de especialidad de la ciencia y la técnica del siglo XVI y primer cuarto de siglo XVII (Mancho Duque/Quirós García 2005); tiene un apoyo informático importante para la gestión de los datos como puede observarse en su consulta en (cf. Mancho Duque 2002, 2003a y 2011; Clavería Nadal/Mancho Duque 2006; Sánchez Martín et al.
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2009). Cabe mencionar, además, el proyecto de Diccionario del castellano del siglo XV en la Corona de Aragón del Grup d’Història i Contacte de Llengües (GHCL) de la Universitat de Barcelona, dirigido por Coloma LLeal (1997, 2002, 2006 y 2008; Anglada 2002, 2006 y 2008), del que en estos momentos es posible consultar en la dirección de Internet una muestra provisional de la base de datos del futuro diccionario. A ellos se pueden añadir los proyectos como los descritos en García Macho (2002) y Carrasco Cantos (2007). En la conjunción entre diccionario y nuevas herramientas se encuentra también el proyecto de Nuevo diccionario histórico de la lengua española, elaborado por la Real Academia Española y dirigido por el académico Pascual Rodríguez. Algunos de los trabajos mencionados hasta este momento sostienen un mayor o menor entronque con este gran proyecto, cuya puesta en marcha motiva que se examine y reflexione sobre cuestiones teóricas y prácticas estrechamente vinculadas con el complejo proceso de elaboración de un diccionario histórico. Ello puede observarse en las publicaciones editadas por Pascual Rodríguez y García Pérez (2007a), Límites y horizontes en un diccionario histórico, por Garcés Gómez (2008a), Diccionario histórico: nuevas perspectivas lingüísticas, o el más reciente dedicado a la marcación el lexicografía histórica (Gómez Martínez/Carriazo Ruiz 2010). Interesa la investigación de los múltiples aspectos relacionados con la elaboración de un diccionario histórico: desde cuestiones metodológicas como la constitución de un corpus de textos y sus requisitos filológicos (Pascual Rodríguez/García Pérez 2006, Pascual/Rodríguez Domínguez 2009, Carriscondo Esquivel 2010), hasta el análisis semántico y el establecimiento de acepciones (Espinosa Elorza 2008a, García Pérez 2003-2004; García Pérez/Pascual Rodríguez 2007 y 2008), la información etimológica (Schmitt 2008, García Pérez 2008a), las restricciones léxicas (García Pérez 2007-2008), cuestiones de sintaxis léxica (Portolés Lázaro 2008, Sánchez Jiménez 2008, Garcés Gómez 2008a, González-Zapatero 2008) o de morfología derivativa (Campos Souto 2007a, 2007b, 2008) o, incluso, modelos particulares como los de Díaz de Atauri (2008), Espinosa Elorza (2008b) o García Pérez (2008b). En las bases metodológicas del Nuevo diccionario histórico de la lengua española se confiere especial importancia a las relaciones léxico-semánticas de todo tipo (Campos Souto 2007, Pascual Rodríguez/García Pérez 2007b, Pena Seijas 2008a, Pérez Pascual 2008 y el capítulo de Campos Souto en este volumen). También el Nuevo diccionario histórico de la lengua española de la Real Academia Española se basa en un corpus específico, el CNDH (Pascual Rodríguez/Domínguez 2009). Este responde a un objetivo bien determinado y ambicioso: la elaboración de un diccionario histórico del español obtenido a partir de “una selección coherente de textos: tanto en su distribución por épocas, como en
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la repartición ponderada de ellos entre distintos géneros y tipos textuales” (Pascual Rodríguez/García Pérez 2007a: 23), lo que equivale en cifras a 52 millones de palabras procedentes de unos 800 textos elegidos con criterios filológicos. El diccionario histórico que se quiere conseguir constará de unos 50 000 lemas y es concebido como una base de datos, por medio de la que podemos despiezar nuestro trabajo e intervenir en aquellos hechos que convenga revisar, sin que ello exija una revisión de la obra completa […]. Con tal base de datos pretendemos dar cuenta no solo del significado de las palabras, de sus combinaciones, etc., sino también del uso –información preciosa en una obra histórica en que se pretende presentar las palabras en su evolución– a través de su frecuencia y dispersión en el corpus (Pascual Rodríguez/García Pérez 2007a: 38).
Los ejemplos mencionados establecen una relación indisoluble entre corpus y diccionario, y el corpus textual se constituye en la base fundamental del resultado que se quiere obtener: un diccionario con información histórica. A todo ello hay que añadir la versión en CD-ROM del Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Coromines y Pascual que, aunque no implica ningún cambio en el contenido del diccionario, facilitará enormemente su manejo y el acceso a la riqueza de datos de una obra lexicográfica que se caracteriza por un alto grado de especialización tanto por el contenido como por la disposición de las palabras en su interior y el grado de codificación de la información (abreviaturas). La versión en CD-ROM proporciona acceso directo a 65 000 palabras del léxico hispánico y la posibilidad de hacer búsquedas de variado tipo en el texto del diccionario. Si bien la ayuda de corpus textuales es muy importante en el estudio de la historia del léxico, resulta imposible en el estado actual de la investigación prescindir de todo lo que ya se ha investigado al respecto. Por ello, pueden ser de utilidad herramientas informáticas como el Portal de léxico hispánico, una plataforma de almacenamiento e información del léxico del español que se encuentra en la dirección 31, en la que se puede acceder a información bibliográfica, léxica y documental sobre el léxico hispánico (cf. Buenafuentes de la Mata et al. 2008). El objetivo es reunir el máximo de infor31 El diseño del proyecto original de elaboración del Portal de Léxico Hispánico corresponde al Seminario de Filología e Informática de la Universitat Autònoma de Barcelona y se ha financiado con ayudas del MEC y de la Generalitat de Catalunya. El desarrollo y adaptación posterior del Portal de Léxico Hispánico, en el Banco de Bibliografía y Banco de Léxico, surge de la colaboración entre la Universitat Autònoma de Barcelona y la Fundación Rafael Lapesa de la Real Academia Española a través de un convenio de colaboración.
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mación científica sobre el léxico y ayudar a paliar el problema al que se refería Pellen (2003: 74) hace unos años: Uno de los problemas más difíciles de resolver ahora es la gestión de los conocimientos (Martin 1993: 7), desparramados en un sinfín de revistas y libros, sin que la variedad creciente de los soportes consiga remediar esta fragmentación. Una consecuencia de este auge fenomenal (que multiplican congresos y coloquios) es la necesidad de mejorar todavía la gestión bibliográfica a escala internacional, buscando soluciones en la colaboración y el intercambio entre grandes bases de datos, más bien que en rivalidades muy costosas y poco satisfactorias.
8. Epílogo El panorama trazado es amplio, aunque de ninguna manera resulta exhaustivo; creo que demuestra que la lexicología histórica es una parcela del estudio de la lengua en permanente evolución en la que se van a precisar muchos esfuerzos para poder desarrollar los proyectos que actualmente están en curso, aunque creo que se han logrado establecer las bases fundamentales que aseguran avances futuros.
Referencias bibliográficas ABAD NEBOT, Francisco (2006): “Galicismos (y otras cuestiones) en la lengua española de 1680-1713”, en: Cauce 29, 7-16. ADIEGO LAJARA, Ignasi-Xavier (2001): “En torno al origen de la voz guillarse ‘irse, huirse’”, en: Boletín de la Real Academia Española 81, cuaderno 282, 45-51. ADIEGO LAJARA, Ignasi-Xavier (2004): “Del romaní comú als calós ibèrics”, en: Llengua i Literatura 15, 211-236. ALEZA IZQUIERDO, Milagros (1996): “Información sobre el léxico de un texto dominicano del siglo XVIII: la Historia de Santo Domingo de L. J. Peguero”, en: Alonso González, Alegría et al. (eds.): Actas del III Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española: Salamanca, 22-27 de noviembre de 1993. Madrid: Arco/Libros/Asociación de Historia de la Lengua Española/Fundación Duques de Soria, vol. 2, 1137-1152. — (2003): “Observaciones sobre los estudios de léxico y la lexicografía cubana entre dos siglos”, en: Moreno Fernández, Francisco et al. (eds.): Lengua, variación y contexto: estudios dedicados a Humberto López Morales. Madrid: Arco/Libros, vol. 1, 47-65. ALEZA IZQUIERDO, Milagros/GARCÍA MEDALL, Joaquín A. (1992): “Observaciones diacrónicas sobre el léxico utilizado por Gabriel García Márquez”, en: Ariza Viguera, Manuel et al. (eds.): Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española. Madrid: Pabellón de España, vol. 2, 303-312.
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H I S T O R I A Y L É X I C O M E D I E VA L D E L PA Í S VA S C O : L A T I E R R A , E L H O M B R E Y S U H Á B I T AT ; T R A N S I C I Ó N D E L L AT Í N A L R O M A N C E * ÁNGELES LÍBANO ZUMALACÁRREGUI Universidad del País Vasco
1. Introducción Conforme se ha ido avanzando, a finales de la centuria anterior y comienzos de esta, en la particularización del léxico romance medieval de la Península Ibérica, como consecuencia de la elaboración de conocidas y valiosas monografías, así como por el estudio y posterior edición de vocabularios concretos de las distintas diatopías peninsulares1, se puede pensar –mostrando cierto optimismo– que, en términos generales, ha mejorado sustancialmente el conocimiento del Léxico hispánico primitivo2 de las fuentes documentales tardo latinas a las que prefiero considerar más bien protorromances. Esta afirmación esperanzada y optimista puede hacerse extensiva al periodo medieval de nuestra lengua, para el que ya existían conocidos e importantes repertorios lexicográficos como los de Cejador y Frauca (1990 [1929]), Kasten y Florian (2001 [1946]), Oelschläger (1940), Alonso (1986), etc., a los que debemos añadir los más actuales DETEMA (1996), Sánchez González de Herrero (2000), etc. como ejemplo. Los filólogos e historiadores de la lengua hemos acogido con esperanza el proyecto aún en elaboración del Diccionario del español medieval del Centro de Investigación de la Academia de Ciencias y Letras de Heidelberg, bajo la dirección de Bodo Müller, de cuyos fascículos tenemos noticia desde 19883. * Para la realización de este trabajo se ha contado con la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación al proyecto HUM2007-10-0144/HIST. 1 Véase para ello, solo como ejemplo, las ponencias y comunicaciones presentadas a los Congresos de Historia de la Lengua Española de los especialistas de las diversas universidades españolas. No parece oportuno realizar una reseña bibliográfica, ya que puede consultarse esta en diversas monografías lexicográficas, en las revistas de lexicografía y en la Bibliografía de la red ( “Lexical Studies of Medieval Spanish Texts”, y ), entre otras. 2 Tomo el título de la obra recopilada por la Fundación Menéndez Pidal, LHP (2003). 3 Müller (1988). A propósito de su proyecto contamos con las monografías del propio Müller (1980) (2004) y la de Moure (1982).
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Con estos y otros datos en la mano sobre la terminología medieval, los estudiosos de la lexicografía diacrónica española se han ocupado ahora con mayor dedicación, si cabe, en particularizar y conocer el español de centurias posteriores; esto es, el de los Siglos de Oro, de los que faltaban monografías extensas y análisis sobre sincronías concretas. Es bien conocido que la historia y consecuente conocimiento del léxico de este periodo se centraba en vocabularios dedicados a términos propios de un autor, de una obra literaria o de un colectivo4. En las últimas décadas han ido surgiendo grupos de investigación que plantean interesantes y oportunos proyectos referentes a determinadas facetas del léxico del Siglo de Oro; destacaré como uno de los más punteros e innovadores el planteamiento del Centro de Investigaciones Lingüísticas de la Universidad de Salamanca (CILUS) dirigido en la actualidad por la profesora M.ª Jesús Mancho Duque, en el que se elabora el Diccionario de la técnica del Renacimiento español. No es este el momento de valorar el trabajo allí elaborado, que, como bien sabemos, ya ha sido positivamente evaluado por expertos de nuestra comunidad universitaria; y buena muestra de su calidad es además la inspiración que, bajo la forma de tesinas, tesis de doctorado y trabajos ya publicados, viene suscitando5. El panorama que hemos descrito muy brevemente en el párrafo anterior, puede ser en cierto modo alentador para la suerte de la lexicografía diacrónica española, sobre todo si sumamos a ello que, auspiciado por la Real Academia Española y bajo la dirección del profesor José Antonio Pascual Rodríguez, un excelente equipo de lexicógrafos de distintas universidades y escuelas lexicográficas españolas, con nuevos planteamientos metodológicos, nos ha devuelto la esperanza de ver culminado por fin el tan esperado Nuevo diccionario histórico de la lengua española6. No sería justo que olvidar la labor del Departamento de
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Así, añadiremos como ejemplo a Cejador y Frauca (1905-1906), Fernández Gómez (1962 y 1971), Kossof (1966), Herrero Ingelmo (1994-1995) y Martínez Ochoa (1999). 5 Nos resulta interesante enumerar como más destacados los de Carriazo Ruiz (2003), Mancho Duque (2001 y 2006), Mancho Duque/Quirós García (2005), Mancho Duque/Blas Nistal (2006). Remitimos para un conocimiento más completo a su página web . 6 Pascual Rodríguez y García Pérez advertían: “Las relaciones que debe mostrar un diccionario histórico van más allá, incluso, de las que se dan entre las propias palabras de una lengua, pues muchas de estas –de un modo particular los préstamos de acepción– están estrechamente vinculadas a la misma voz en otros idiomas. Es el caso de aparato, cuyo empleo como sinónimo de avión no es el resultado de un cambio semántico originado dentro del español, sino del francés, de donde esta acepción se ha tomado en préstamo” (2007a: 111). Los presupuestos metodológicos, planteamiento inicial y algunos de los resultados los encontramos en las monografías: Pascual Rodríguez/Domínguez (2009); Pascual Rodríguez/García (2007a y 2007b) y Garcés Gómez (2007).
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Filología Española de la Universidad de Barcelona por su dedicación a la Lexicografía Hispánica, y, en particular, dos de sus últimos trabajos memorables: la informatización del Diccionario crítico, etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas y José Antonio Pascual Rodríguez, y el valioso proyecto que están desarrollando, Portal de Léxico Hispánico, creado, como figura en su página de presentación “como un centro de informatización del léxico hispánico”7. Pese a ello, advertiremos que no todas las diatopías han sido tratadas de la misma manera, resulta bien sabido que muy poco se ha dedicado específicamente al léxico medieval del primitivo romance del espacio más oriental del Cantábrico, el País Vasco, que mantiene viva hasta nuestros días y desde que se tiene noticia de su existencia, la lengua autóctona, la vasca o el euskera; y que como indicaba el profesor Michelena8 e insistía posteriormente el tan precoz y desafortunadamente desaparecido, el profesor Knörr Borrás, nunca se mantuvo aislada: no ha sido ni es el euskara la única lengua hablada de nuestro País; han existido y existen otras lenguas en el territorio mencionado. Entre las lenguas desaparecidas, están el celtibérico, quizá el ibérico, el latín, el hebreo, el árabe y el romance navarroaragonés […]. El castellano es igualmente mayoritario en la Vasconia cispirenaica, habiendo sido, con el navarro-aragonés y el gascón, primigenio en extensas zonas, es decir, que muy probablemente en ella se pasó directamente del latín al romance (Knörr Borrás 2004: 2).
Con situación en cierta medida similar de desconocimiento e incertidumbre se habían topado los medievalistas cuando intentaron acercarse a la historia medieval del País Vasco; sin embargo, ellos acometieron su empresa recopilando aquellas, en principio exiguas, pero existentes, fuentes documentales –dispersas en Colecciones diplomáticas y documentales– que les permitieran elaborar estudios y monografías históricas, y se empeñaron, además, en editar las que permanecían aún inéditas en archivos generales, forales, municipales, provinciales, etc. Con estos y otros datos en la mano consideré oportuno iniciar la particularización léxi-
7 . “Su objetivo básico [se señala] consiste en reunir información científica sobre el léxico de las lenguas románicas de la Península Ibérica (español, catalán, gallego y portugués) y sus respectivas variedades; recoge, además, datos léxicos de carácter tanto sincrónico como diacrónico.” 8 Cf. fundamentalmente los artículos recogidos en Michelena (1985a, 1985b, 1987, 1988), así como los de Caro Baroja (1945); me interesa destacar la siguiente cita de Caro Baroja en la que se destaca, para Navarra, el mismo planteamiento: “Del romance mozárabe vascón sabemos poco. Pero algunos particularismos han quedado en la Ribera de Navarra, en la toponimia, de modo más o menos ostensible: incluso con cierto arcaísmo, que no es el del vocabulario latino incrustado en el vasco” (1985: 115).
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ca del romance medieval tomando como principio el hecho siguiente: si los historiadores han conseguido reconstruir, sobre el fundamento de estas fuentes altomedievales, la historia medieval del País Vasco, los filólogos vascos las han escrutado para defender, entre otros aspectos, la antigua expansión de la lengua vasca y en parte su caracterización; como historiadora de la lengua española puedo emplear los mismos textos para asentar las bases del primitivo romance y caracterizar, con las limitaciones que toda documentación escrita ofrece, su vertiente léxica. Es decir, de nuevo, con la ayuda de la Historia –o por lo menos sus argumentos– pasaré a explicitar la familia léxica medieval de la zona que figura en el título. Debo advertir que desde la perspectiva lingüística –a excepción de la meritoria tarea del profesor Michelena, cuyas numerosas monografías despertaron el interés sobre el tema, identificado como vasco-romance9– se ha progresado poco en este asunto; aunque ello no obstante tiene la ventaja de que el trabajo que debe realizarse ha quedado bien determinado y definido. La tarea que resta a los historiadores de la lengua para llenar esta laguna, y romper así con las tendencias y afirmaciones de épocas anteriores, es seguir los consejos y advertencias de conocidos medievalistas para alcanzar una primera aproximación de la suerte del romance en territorio vascongado10. Por un lado, ha quedado suficientemente demostrada la romanización del territorio y superada definitivamente la tesis del completo aislamiento lingüístico que durante siglos mantuvo el pueblo vasco. Como hecho reconocido e indiscutible está el influjo y la huella de la romanización en la lengua vasca, destacada por Caro Baroja en su día (1977: 109) y por el propio Michelena. Nuevos planteamientos e investigaciones, descubrimientos arqueológicos, histórico-paleográficos y lingüísticos confirman que las afirmaciones acerca del aislamiento eran cuanto menos exageradas. Los historiadores no ponen en duda la presencia romana en territorio vasco11, mientras que los filólogos resaltan la indiscutible
9 Si bien “el término vasco-románico fue acuñado por Hugo Schuchardt romanista y lingüista […] del que ha había dicho Koldo Mitxelena que llegó a alcanzar un conocimiento admirable de la lengua vasca antigua y moderna […] dedicó una centena de trabajos […] a problemas relacionados con la lengua vasca […] [que] le permitió descubrir la impronta que el latín y las lenguas románicas han dejado en el euskera” (Echenique Elizondo 1988: 232). 10 Echenique Elizondo y Sánchez Méndez, a propósito de este asunto, indican: “Por lo tanto, sin negar la importancia que la romanización ejerció en la lengua vasca en todos los órdenes […] hoy tiende a valorarse en mayor medida que en años anteriores la influencia del latín sobre la lengua vasca […] si bien es verdad que el momento en que el euskera entró en contacto con el latín, y, sobre todo, la emergencia del romance que desde antiguo se habla en territorio de lengua vasca es uno de los puntos más necesitados de investigación” (2005: 70). 11 Cf. la monografía de Azcárate Garai (1988), así como la aclaración de Gorrotxategui ( sobre la romanización: “Ha perdurado de forma muy extendida
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influencia mutua de ambas lenguas; la vasca tomó de la latina numerosos términos relacionados con el cambio acontecido (histórico, cultural, social y económico), mientras que el romance, como consecuencia del intenso contacto lingüístico, incrementó su léxico mediante la acomodación e incorporación de vasquismos12. Como se ha demostrado para otras diatopías lingüísticas peninsulares, es evidente la existencia de una forma de expresión escrita en romance para el área vascongada, tal y como reflejan sus correspondientes testimonios documentales; es esto precisamente lo que pretendo presentar a su consideración ahora, y puesto que se me ha responsabilizado en cierta medida de la época medieval me centraré, para cumplir este objetivo, en dos aspectos: el análisis de formas léxicas latino-romances y el léxico que refiere a la tierra, el hombre y su hábitat. Ya afirmábamos en un estudio anterior sobre el Léxico de Valpuesta: no nos hemos planteado el objetivo de determinar el momento en el que un vocablo deja de ser latino y comienza a considerarse realmente como romance, objetivo por otro lado poco realista; lo que pretendemos es constatar el reflejo en la escritura de cualquier fenómeno fonético que haga sospechar el inicio de un cambio en el léxico romance (Perdiguero Villareal et al. en prensa)13.
Sin embargo, puesto que somos conscientes de la dificultad para asegurar o precisar la pertenencia de un vocablo al latín tardío o al romance altomediela opinión de que el País Vasco nunca fue realmente romanizado y permaneció aislado en el cuerpo social y político del Imperio. Sin embargo, los datos que prueban que esta es una idea exagerada son numerosos, tanto los estrictamente materiales o arqueológicos como los lingüísticos. El problema está en conjugar dos realidades ciertas: que por un lado el País Vasco formó parte del Imperio desde antes del cambio de era, mucho antes que otras provincias como Britannia o Dacia, p. ej., y que a diferencia de esta última mantuvo su vieja lengua ante la inmensa presión latina. Antes que nada me gustaría señalar un aspecto paradójico del proceso” (2007); lo confirman también Echenique Elizondo y Sánchez Méndez: “Es hoy muy necesario tener en cuenta que, cuanto hemos ido sabiendo en los últimos años sobre la romanización del Norte peninsular, muestra con claridad una incidencia directa de la lengua y cultura latinas notablemente mayor y más importante para el espacio vasco” (2005: 69). 12 Tomo el término de Lapesa Melgar quien comenta en el parágrafo 8: “Después de la romanización el vascuence ha seguido proporcionando al español algunos vocablos. En la Alta Edad Media el dominio de la lengua vasca era más extenso que en la actualidad, y el crecimiento del reino navarro favoreció la adopción de vasquismos. En el siglo X las Glosas Emilianenses mezclan frases éuscaras con otras romances […]. El vocabulario español de origen vasco seguro o probable incluye además términos alusivos a usos hogareños […] nombres de minerales, plantas y animales […]. A cambio de estos y otros escasos préstamos, la influencia léxica del español sobre el vasco ha sido y sigue siendo enorme” (1980: 53-54). 13 Para la selección léxica remitimos a los datos que se aportan en este artículo.
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val14, nos planteamos a este respecto la oportunidad de determinar si un término presenta rasgos léxico-semánticos o incluso fonéticos que lo alejen del latín clásico y lo aproximen al romance, lo caracterizaremos en principio como romance incipiente15. Es bien sabido que el cambio léxico necesita de un tiempo para conseguir la aceptación de todos los usuarios, resulta además complicado registrar con seguridad el cambio de significado en los lemas. Es lo que en términos generales advertía Bustos Tovar para el nacimiento de las lenguas: En el nacimiento de las lenguas no se produce un desgajamiento troncal que pueda fecharse en un momento determinado ni localizarse en un lugar único. Se trata, más bien, de la aglutinación de tendencias evolutivas diversas, vacilantes en un principio, que van adquiriendo una cierta regularidad y que son adoptadas progresivamente por una comunidad humana (2000: 34).
En definitiva, y considerando que la lengua de los notarios presenta lo que define Emiliano como una “cadena ininterrumpida de romanización” (1995: 18), y que el romance altomedieval se presenta “en pleno reino de la variación” (Pascual Rodríguez 1996: 448), podemos deducir que los datos que comentaremos a continuación suponen un principio de cambio en la estructura del léxico latino hacia el futuro léxico romance (Perdiguero Villareal et al. en prensa).
2. Formas léxicas latino-romances De acuerdo con las indicaciones de Peset Reig y Gutiérrez Cuadrado (1979: 80 y ss.) los amanuenses aprendían a escribir en latín en las escuelas de escribanos y conocían por lo general muy bien su oficio. Sin embargo, ese latín medieval hispánico sufriría: el influjo inevitable (inevitable, sobre todo, dada la superficialidad de la cultura literaria en la mayor parte de los casos) de la lengua ordinaria, la lengua materna, que ya 14 Ya lo indicaba el profesor Gutiérrez Cuadrado: “En efecto, si hay una cuestión controvertida en la Lingüística románica actual es, sin duda ninguna, la identificación o la definición de la lengua que aparece en los textos románicos de la Alta Edad Media” (2003: 123); por su parte Frago Gracia afirma: “Las manifestaciones romances por lo general aparecen fragmentariamente en estos siglos […] el romance había sido durante mucho tiempo lengua solo hablada, en determinado momento empieza a ser también lengua escrita, en un proceso que tardó en tener entera continuidad, lleno de titubeos resultantes de un costoso aprendizaje” (2002: 168). 15 En un trabajo anterior (Líbano Zumalacárregui 2003: 152) sobre la estructura del léxico medieval lo definimos, y lo hemos aplicado también en Valpuesta (Perdiguero Villareal et al. en prensa).
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no es en ningún caso el latín tal como se escribe, y a menudo ni siquiera algo semejante al latín (Díaz y Díaz 1995: 18);
de manera que podrían llegar a reflejar por escrito voces y ciertas peculiaridades que en el empleo cotidiano y familiar de esa variación idiomática, el romance, habían ya posiblemente aceptado desde tiempo16. Así pues, en este apartado destacaremos en primer lugar la aparición cuasi indiferenciada de sintagmas, pertenecientes a una misma familia léxica, y que en latín clásico tenían bien determinados sus valores y acepciones correspondientes.
2.1. DOBLETES Y PAREJAS17 En el latín clásico los pares de sintagmas casam/domum; feminam/mulierem, frater/germanum, flumen/rivum, etc. distinguían claramente su valor específico y diferencial. Los copistas solían utilizar con adecuación cada lema; sin embargo, al formar parte ambos del léxico más común y frecuente, se produce un desgaste significativo en uno de los sintagmas y la originaria especificidad se desdibuja, de manera que no parece necesario el mantenimiento de ambos. En consecuencia, el de mayor aceptación y difusión amplia su significado para compensar la pérdida del segundo. Así, el sustantivo casa designaba la ‘choza o cabaña’, mientras que domus refería a la ‘casa familiar’. No obstante, ambas se emplean indistintamente con el significado de ‘casa, hogar familiar’ en los siguientes casos:
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Advierte Bustos Tovar: “Es obvio, que el paso de la oralidad a la escritura está ligado, en el origen de las lenguas romances, a la aparición parcial de rasgos de estos últimos en los textos, iniciándose así un proceso que culmina con la plena autonomía de las lenguas romances para ocupar tanto el ámbito de lo oral como de lo escrito. Ahora bien, ¿cómo se ha producido este proceso? Al tratar de analizarlo, han aparecido notables discrepancias. Analizaré sucintamente dos concepciones opuestas” (1995: 221); mientras que Frago Gracia insiste “[e]n cuanto a la cuestión del reflejo que en la escritura de la oralidad pueda verificarse, de toda evidencia es que no se cuenta con otra manifestación de la lengua hablada en el pasado que no sea la lengua escrita, y así no hay posibilidad de aproximarse a aquélla si no es desde esta, asumiendo la inamovible realidad de que no son una misma cosa, pero tampoco cosas radicalmente distintas” (2002: 117). 17 Para identificar las citas textuales remitimos a las abreviaturas que figuran en las Fuentes al final de este artículo. Además de la localización documental indicaremos en todas ellas el año que figura en cada documento y la identificación del territorio mediante las abreviaturas AL, GUI, VI, que refieren respectivamente a los territorios de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya.
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et dono in Salinas mea casa CSMUb [0942] AL; in ipsa casa illas tres partes; et duos ortos integros, cum pomiferis CSMUb [0959] AL; et casa cum sotalo et soperatum et corrale CSMUb [0956] AL; et illas casas que sunt infra muros urbis, et omnem alodem ad illas pertinentem DMLeire [1141] AL; et de casas in Evea, et de Aldonio, et de casa in Oretia CSMUb [1074] AL; si merinus eius in uestras casas per forzam intrauerit […] Quicumque per forza in domo hominem incluserit FVitoria [1181] AL; in domo hominem incluserit FArganzón [1191] AL; et si ipsemet dominus se voluerit mutare in illam domum […] Reddat precium seniori domus FSSebastián [1180] GUI.
En latín frater refería regularmente al eclesiástico, mientras que germanus identificaba a aquel que compartía lazos de sangre, al familiar; matiz que no queda tan claro en los ejemplos siguientes: Ranimirus proles regis confirmat. Garseanus frater eius confirmat. Gundesaluus frater eius confirmat. Fernandus germanus eius confirmat DMLeire [1014] GUI; Sennor Lope Ennecones et suos germanos CSMUb [1075] AL.
Del sintagma femenino hemos atestiguado un ejemplo de germana, frente a los más regulares de soror: Illa ora que partieron domna Maior et sua germana CSMUb [1055] AL; Ego Urraca de Salinas, soror domine Sancie CSDCalzada [1135-1157] AL; ego senior Eneco Fortuniones et soror mea dompna Goto Fortuniones DMLeire [1110] AL; magis magisque pro anima sororis mee dompna Sancia Albaroiz DMLeire [1113] AL.
La lengua latina utilizaba flumen para designar el ‘río’, mientras que reservaba rivum y variantes para los ‘arroyos y canales’; pero en el léxico altomedieval se emplean ambos indistintamente: Et Sancta Eolalia de rivo de Flumenciello […]. Et in ipso flumen, quatuor casas molinares CValpuesta [0997] AL; de rivo de Galharruaga usque in flumen de Deba Balparda [0939] VI; iuxta villam que dicitur Artazcoç flumen Arga Guipual [1007] GUI; et molino in rivo de Baia CSMUb [0956] AL; que sita est prope riuum, qui uulgo uocatur Iregua CDMR [1187] AL.
De los dobletes verbales adjuntamos las citas de vadit/pergit: una subtus karrera qui pergit ad Elzeto CValpuesta [0940] AL; et de via que vadit ad Sancti Petri de Meoma CSMUb [0947] AL; usque ad illa calzata qui vadit ad Valle de Gaubea CSMUb [0947] AL; Et uno ero iuxta via qui pergit ad Alava CSMLe [1070] AL.
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Resulta comparativamente más frecuente omnia que tota; pero hallamos también algún ejemplo del segundo: et comune habens pastum et omnia sua CSMUb [0945] AL; et omnia que pertinent ad ista populatione suprascripta Balparda [1056] VI, et cum illo campo de Zerrato, et omnia que pertinente Guipual [1056] GUI; et per omnia ad alodem proprium […] et remedia omnium peccatorum meorum DMLeire [1109] AL; comparare ropas, trapos, bestias et tota animalia FLaguardia [1164] AL; et tota congregacionem monachorum ipsius monasterii DMLeire [1141] AL.
En cuanto a las partículas, si los ejemplos de iuxta figuran con mayor frecuencia, cum suo puteo, iuxta eas habet Munnio Scemenoz CSMUb [0988] AL; in villa que dicitur Cembrana, iuxta Sancti Vincenti, CSMUb [1058] AL; Et uno ero iuxta via qui pergit ad Alava CSMUb [1070] AL; Alia terra iuxta via de molino […]. Alia terra in lezas de Anniz iuxta camino CSMLe [1090] AL;
encontramos ejemplos del sintagma pluriverbal latus de: Alia terra […] latus de Sebastiani et de Agelo CSMUb [0956] AL; Alias tres ferragines, cum cesareos, latus Tello Scemenoz CSMUb [0959] AL; et per viam de medias de lielle, latus de sinistro CSMLe [1076] AL; Et alias tres vineas iuxta Sanctum Marcellum et alia vinea ad latus de carrera CSMLe [1081] AL.
2.2. BINOMIOS Y LEXÍAS COMPLEJAS Puesto que la temática de los escritos con los que trabajamos es fundamentalmente jurídico-foral, en todos ellos se repetirán fórmulas heredadas de etapas anteriores, así como términos arcaicos que figurarán también en documentos posteriores. Ya advertía Frago Gracia (1985: 194-195) que en el estilo jurídico y foral el formulismo notarial y legal debe entenderse como una necesidad de rigor expositivo, imprescindible para reforzar los términos. Podemos pensar además que la verdadera justificación de estas construcciones radicaba en el afán de no ser mal interpretado. Así pues los sintagmas sustantivos, adjetivos y los verbales con cierta relación semántica van enlazados por las partículas at, atque, (tam) quam… 2.2.1. En realidad las posibilidades son poco variadas; y, como en la mayor parte de las fuentes altomedievales, las de mayor difusión resultan los pares adjetivales y verbales:
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ego facerem ingenuos et francos Balparda [1051] VI; totum ad integritate CSMUb [1075] AL; hec omnia libera et ingenua CSMLe [1076] AL; saluos et securos semper habeant FSalinas [1140] AL; Ut habeatis illa et possideatis salua et libera nunc et per secula salua FVitoria [1181] AL; et posideant […] illorum liberos et ingenuos FSSebastián [1180] GUI; Et si exierit inde sanus et illesis a ferro FSSebastián [1180] GUI; hereditates uestras liberas et absolutas FBernedo [1182] AL; habeant francam et ingenuam FLabraza [1196] AL; sed sint francam et ingenua FLabraza [1196] AL. tradimus atque concedimos CSPArlanza [0942] AL; concedimus et confirmamus CSMUb [0950] AL; damus et offerimus DMLeire [1014] GUI; concedimus et confirmamus CSMUb [1072] VI; damus et confirmamus LBValbanera [1081] AL; reddo atque confirmo DMLeire [1109] AL; dono atque concedo CSDCalzada [1135-1157] AL; donamus atque confirmamos DMLeire [1110] AL; concedimus et confirmamus DMLeire [1192] AL.
Por su parte, si se trata de antónimos se emplea el mismo procedimiento: sintagma + et, tam quam, seu…+ sintagma, barones et mulieres, seniores et iuvenes, maximos et minimos CSMUb [0955] AL; mobile quam inmobile CSMUb [0964] AL; de dextero et sinistro CSMUb [0997] AL; uallibus et planis DMLeire [1014] GUI; et exitu et regressu CSMUb [1072] AL; cum exitus et introitus CSMUb [1028] AL; cum exitibus et introitibus CSMUb [1064] AL; ingressibus et egressibus CSDCalzada [1068] AL; cum exio et regressio SRamírez [1071] AL; propinquorum seu extraneorum LBValbanera [1081] AL; uiuos et mortuos DMLeire [1110] AL; exitibus et regressibus DMLeire [1141] AL; heremo et populato CSDCalzada [1168].
2.2.2. En lo que se refiere más concretamente a la presentación de voces referidas a la tierra, el hombre y su hábitat, observamos yuxtapuestas y coordinadas series léxicas que implican cierta relación entre ellas18: cum hominibus, terris, vineis, molendinis, eciam et in solaribus ermis, et in ortis, vel fontibus, pratis, pascuis et montibus CSMUb [1064] AL; cum tota sua pertinentia, terris, vineis, possessionibus, pratis, pascuis, molendinis CSMLe [1076] AL; in sernas, in terras, in vineas, in ecclesias, in mazanares, in ortos, in pratos, in montibus et
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Lo señala también Morala Rodríguez en la documentación leonesa: “La mayor parte del terrazgo correspondiente a una población estaba dedicada, bien a viñedo, bien a la producción de cereal. El formulismo ‘terras, uineas…’ con el que suele comenzar la relación de bienes es más que significativo” (2007: 384).
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fontes CSMUb [0952] AL; terras uineas, mazanetas, linares, kasares, ortales CValpuesta [0929] AL; pannos, roppam, oues, capras et porcos FBernedo [1182] AL.
3. La tierra, el hombre y su hábitat: transición del latín al romance Hemos seleccionado la familia léxica relacionada con los tres aspectos que figuran en el título, por considerar que los términos con los que se identificaban resultarían muy comunes y de gran difusión en este tipo de fuentes cuya temática recoge, como bien es sabido, documentos de donación, intercambio de bienes, venta de propiedades y textos forales. 3.1. Tratamos en primer lugar, los lemas que refieren a espacios e identifican en sentido genérico y más o menos amplio la tierra o lugar ocupado por el hombre. El que designa de todos ellos mayor amplitud geográfica es territorio19, junto a unos ejemplos de término, seguido de terra20 –este último referido a un reino o zona regida por un señor–. El sintagma villa21 figura básicamente en los fueros, y hay un ejemplo de patria que se identifica con Vizcaya y Durango: in territorio Vizcahie, cum tres suas decanias CSMLe [1082] VI; et in territorio fluuii qui nuncupatur Olga SRamírez [1085] AL; qui est in termino de Hurrieta CSMUb [1075] VI; in termino de Sancto Sebastiano FSSebastián [1180] GUI; si ipsa nocte ad uestros terminos redierint FVitoria [1181] AL; que est in terra quae vocatur Aragone SRamírez [1071] AL; Senior Didaco Sangiz illam terram dominans LBValbanera [1081] AL; 19 El espacio o lugar que contiene una ciudad, villa o lugar (Aut., s. v.). Para otros valores más concretos, es decir, como ‘asiento de pequeñas células de habitación o explotación agraria’, cf. García de Cortázar (1986: 72). 20 Ya con este sentido en las Pizarras visigóticas (Velázquez Soriano 2004: 369) y en otros textos del siglo X (DECH). García de Cortázar considera el término como una vía de organización del espacio y defiende que con la creación de las villas se desarrolla un proceso de territorialización que afectaría a los monasterios “para convertirlos en anteiglesias, con un gradiente de intensidad inversamente proporcional a su distancia de la villa objeto de creación o la fortaleza desplegada por esta” (1986: 72). 21 Suele emplearse, sin embargo, con un doble significado, según advierte García de Cortázar, “el de una explotación agraria centrada en una residencia señorial […]. Por el otro, el de un núcleo de dimensiones reducidas pero suficientes para funcionar como aldea, donde conviven varios vecinos” (1982: 93); por su parte, Martínez Ochoa indica: “La comunidad de hombres libres que, en principio, pareció constituirse en torno a la iglesia, encontrará su marco de desarrollo en las villae. Hemos podido constatar que las entidades calificadas como villae en este periodo, no son de nueva creación, sino que tienen una existencia anterior a la llegada de nuevos ocupantes” (1982: 702).
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de Salceto casa et orto in villa qui dicitur Tolle mantos CSMUb [0951]; Ad predictam villam cum sua mercatoria venerit, FSSebastián [1180] GUI; Quicumque venerit ad vestram villam cum aliqua mercatura FArganzón [1191] AL; Non mitantur merino ni sayone nisi de sua villa; FLabraza [1196] AL. qui est rector in illa patria que dicitur Vizcaya et Durango Llorente [1051] VI.
Además, terra en contextos determinados significa ‘terreno no cultivado, preparado para labrar’: in sernas, in terras, in vineas, CSMUb [0952] AL; terras et mazanares de illos salices de Urreguenna iuso CSMUb [1070] VI; Et ad illam terram de Monnio Orbita CSMLe [1076] AL; Alia terra in Tienes, super via de Buradon, et nos rompimus. Alia terra parte Penna. Super via que vadit a Mutilluri CSMLe [1083] AL (cf. más ejemplos en 2.2.2.).
La inclusión del calificativo ermas apoya esa acepción: Et ubicumque inveneritis terras ermas laborate illas FArganzón [1191]; potuerint inuenire terras hermas laborent illas FLabraza [1196] AL.
Con relativa frecuencia atestiguamos el genérico loco, “el más vago de los calificativos espaciales” (García de Cortázar 1986: 72 y Martínez Ochoa 1982: 702), común en diatopías navarro-aragonesas y burgalesas22, precedido del sintagma compuesto que dicitur, que vocitatur…, identificador del micro topónimo: in cuius loco baselica fundata est Sancte Marie Virginis CSPArlanza [0964] AL; in loco qui dicitur Saso […] in loco que dicitur Sancta Cruce SRamírez [1084] GUI; in loco cui dicitur Gardea CSMUb [0964] AL; et per Sanctum Sebastianum transierint ut alio loco vendam FSSebastián [1180] GUI; uno monasterio in Bickaga in locum quae dicitur Mondaka Balparda [1070] VI; pertinet in ipsum locum que vocitatur Haniana CSPArlanza [0942] AL23.
22 Velázquez Soriano (2004: 174-75), Fort Cañellas (1994: s. v.) y Perdiguero Villareal et al. (en prensa). 23 Terra y loco se identifican además como áreas no cultivadas: “Et ubique potuerint inuenire terras hermas laborent illas” FLabraza [1196] AL; “et si aliquis moritur in hermo loco” FSSebastian [1180] GUI.
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Si se pretende referir un área situada fuera del lugar o villa, disponen de los vocablos de origen árabe barrio24, suburbio25, a los que añadimos el patrimonial término26 ‘límite’, distrito’, ‘área aneja a los monasterios y villas’: cum orto et era in barrio de senior Fortun Sanchiz CSMLe [1084] AL; in suburbio de Vhart in villa que dicitur Alçuça Guipual [1007] GUI; monasterio Sancti Emiliani in perpetuum cum suis terminis CSMLe [1076] AL; in ipso prescripto monasterio de Ripa et in omnibus terminis DMLeire [1109] AL; villa de Labraça, cum omnibus terminis suis FLabraza [1196] AL.
Los espacios amplios, abiertos dentro y fuera de las áreas o zonas habitadas y que se consideran terrenos cultivados o cultivables se identifican con sintagmas como area –y su variante próxima al romance era–, agro, campo27 –que figura como genérico en formación toponímica28–, orto, y los compuestos por sufijación ortal y el diminutivo ortecello atestiguados desde siempre en otras diatopías (LHP, Fort Cañellas 1994, Nortes 1979, Morala Rodríguez 2007: 387, CORDE, etc., s. v.): Sexaginta areas in Salinas CSPArlanza [0942] AL; vendo meas proprias areas quas abeo in Aniana CSPArlanza [0964] AL; cum divisa, ad populandum, cum orto et era CSMUb [1058]; circa eras de sancta Maria de Azo LBValvanera [1081] AL; in predictas salinis duas eras presignatas LBValvanera [1081] AL.
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LHP: “barrio, bario, uarrio, varrio. (De orig. ár.) m. ‘Barrio, arrabal’, aldea dependiente de otra población’”; el DECH, s. v. reza “del ár. barr ‘afueras (de una ciudad)’ o quizá más precisamente del derivado árabe barri ‘exterior’, ár. vg. barri 1.ª doc. 949, bajo lat. barrium […]. El significado primitivo fue ‘aldehuela dependiente de una población’; se halla en el doc. De 1030 y en otros de los citados […] de aquí pasó a ‘arrabal’ [1625]”. 25 Aut., s. v. “El arrabal o aldea cerca de la ciudad o de su jurisdicción” (cf. DECH, LHP: s. v.). 26 El cual, según Aut., s. v.: “Se toma también por el distrito o espacio de tierra que conprehende una ciudad, Villa, etc.”. García Valdeavellano Aramís añade: “En los Municipios rudimentarios de León y Castilla, los centros urbanos constituían ya una comunidad que comprendía la ciudad amurallada y un extenso término rural (terminus)” (1993: 539), mientras que DEDA, s. v., remite a campo. 27 Leemos en Morala Rodríguez: “Junto al viñedo, la mayor parte del terrazgo la ocupan las fincas destinadas al cultivo de cereal, denominadas de forma genérica terra o agro” (2007: 386). Cf. s. v. agro (NTLLE, DHist., agro, ac. 2). Los tres sintagmas resultan muy frecuentes en los textos de estas centurias, tal y como afirma Martínez Ochoa: “Aunque los documentos no lo explicitan, atribuimos como tierras dedicadas al cereal las menciones a terra, agrum, faza, campus, por contraposición a las dedicadas a cultivos más específicos […]. Las menciones de tierras, agros […] se van haciendo cada vez más precisas” (1982: 70). 28 “Sancti Christoval de campo Paggares, ab omni integritate” CSMUb [0997] AL.
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hereditates terras et mancanares agros et campos siue montes et fontes Guipual [1053] GUI; et cum illo campo de Zerrato, et omnia que pertinent ad ista populatione Guipual [1056] GUI; de campo nomine villa apud que Burgus est sita CSMUb [1074] AL. vineas et agros, nocetos, ceresos, mazanos CSMUb [0947] AL; et illum agrum qui est in Fonte de Iuncaria. Et illo agro de Lombo, tres partes. CSMUb [0959] AL; cum troliare, et agro de Basconiolas, super villa CSMUb [1027-1034] AL. kasares, ortales in monte CValpuesta [0929] VI; et corrale et orto cum suis pomiferis CSMUb [0956] AL; pomifera et ortecello uno CSMUb [0988] AL; peças aut ortos aut per molinos facere FLaguardia [1164] AL; cum orto et era in villa que dicitur Cembrana CSMUb [1058] AL.
En los documentos referidos a Salinas de Añana, las eras, producían sal; situación particular que se designa mediante la adición de los elementos salsas, salinares y de sal29: et cum suas vices de salsa in Salinas de Annana CSPArlanza [0932] AL; cum octo eras de sal et suo pozo firmi CSMUb [0942] AL; id est novem areas salinares, cum suo puteo, iuxta CSMUb [0988] AL; Et in predicta Salinas octo eras salsas CSMUb [1064] AL; Similiter illas novem eras salsas in Angana CSMUb [1065-1076] AL; unam uineam in cofinio salinarum LBValbanera [1081] AL.
El sintagma serna –de origen incierto, posiblemente prerromano– identificaba el campo de tierra de sembradura propiedad de un monasterio o iglesia, dono etiam ecclesiam Sancti Vicentii […]. Et iuxta eam unam sernam Guipual [1040] GUI; Duas sernas unam de dextera parte de ecclesia noua Guipual [1053] GUI; et una serna ante illum altare, inter ambas vias CSMLe [1077] AL; Et illa predicta ecclesia cum illa serna CSMLe [1077] AL,
o del señor de la villa: et in Sotella una serna sub carrera […]. Alia serna in Sancta Cruce, CSMUb [1028]; et omnes illas sernas de camino viejo a suso Guipual [1044] GUI; duas sernas unam de dextera parte […] et alia ad sinistra parte et quuatuor bustos de uakas Guipual
29
Aplicado a la sal desde antiguo, como figura en DECH, s. v. sal: “Salsa ‘lugar lleno de sal’ [1156; sausa 929, Oelsch.] ant.; ‘composición líquida para aderezar la comida’”; y define el NTLLE, s. v.: “Composición de varias cosas desleidas que se hace para comer con apetito. Díxose de la sal, porque es la principal de las especies que la componen”.
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[1053] GUI; inter ambas las sernas de senior Lope Sanchez de Araminon, Balparda [1138] VI; dono Santae Mariae de Nayara […]. Cum omnibus collazis meis et cum mea serna Balparda [1138] VI.
La serna se la reservaba el señor y era cultivada siempre por sus vasallos, sometidos a su potestad y obligados a realizar determinados servicios personales30. Por su parte, el lema heredad, al llevar yuxtapuestas o coordinadas otro tipo de posesiones, además de herencia, Quia istas erencias de nostros avus habemus CSMUb [0871] AL; hereditate de domna Tota id est una terra ante villa CSMUb [1067] AL,
determinaba una clase de hacienda de campo31 (LHP, s. v. eredade), ego tenui illos palacios, cum iam supradicta hereditatem CSMUb [1039] AL; cum sua hereditate et omnes illas sernas Guipual [1044] GUI; in villa nomine Herramellori, cum suas casas et hereditate CSMUb [1067] AL; cum tota sua hereditate, terris, vineis, molinis, pratis, montibus ac defesis CSMUb [1072] AL; comprandi hereditates in totam terram FLabraza [1196] AL.
30 En DECH, s. v. serna leemos: “‘campo de tierra de sembradura’, y más especialmente el que se reservaba el señor y había ser cultivado por sus vasallos; fue sénera en la documentación más antigua, y está emparentado con el leonés senára…; voces prerromanas de origen incierto, probablemente céltico, de un SENARA ‘campo que se labra aparte’, compuesto de AR- ‘arar’ y SEN- prefijo que indica separación. […] en el Centro de España se convertiría en *SENERA por adaptación a la fonética latina. 1.ª doc.: senera, 831”. García Valdeavellano Aramís concreta: “Una de las prestaciones más importantes derivadas de la situación de dependencia señorial era la de las faenas agrícolas (operas, labores, sernas) que los labriegos o colonos del gran dominio estaban obligados a realizar durante determinados días y épocas del año en los campos de reserva señorial. Este deber de prestar las sernas (nombre que se generalizó para designar tal prestación) era una herencia del régimen señorial romano y todos los cultivadores de los predios del señorío tenían que trabajar gratuitamente en las tierras del dominicum” (1993: 251-252). 31 Peña Bocos indica: “Otros han asociado el término [hereditates] a un tipo de bienes concretos: bienes raíces o inmuebles. Otros, por el contrario, han querido ver el origen de la heredittas en la presura, lo que llevaría a definir esta como una unidad de explotación agraria unitaria y compacta equiparable a lo que la historiografía denomina villa-explotación, y sometida a continuos procesos de fragmentación y/o unificación” (1995: 90); y Martínez Sopena comenta de hereditates: “la relación con el solar no se formula tanto en términos concretos como a modo de capacidad para roturar espacios yermos dentro de un área definida, para adquirir parcelas, y para integrar todo en un solar en el sentido más amplio” (2004: 10071008).
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El sintagma simple pardina presenta una doble acepción: ‘terreno para pasto’, de gran difusión en territorio alto-aragonés, donde adquiere diversos significados (Fort Cañellas 1994: s. v., Nortes 1979: 331 y Menéndez Pidal 1980: 321), neque praesumat aliquis ex succesoribus nostris in illa pardina de Uzurum, sive in aliis terminis Guipual [1014] GUI,
y ‘cierta explotación con sus propiedades’32, dono illam pardinam que vocatur Oroztegui, cum suis terminis et appendiciis omnibus Guipual [1101] GUI;
mientras que pago33 delimita el ‘distrito de tierras o heredades’, y peça34 nomina la ‘porción o pieza de terreno’: Alia terra in pezas de Anniz iuxta camino CSMLe [1090] AL; ubi potuerint inuenire aquas per rigare peças FLaguardia [1164] AL; fecerit molendinum in sua peça aut in suo orto FLaguardia [1164] AL; solidos et si est venditus per peças, de peça unum denarium GUI [1180]; Quicumque comparauerit pecsam uel uineam Fbernedo [1182] AL; populator fecerit molendinum in sua peça FLabraza [1196] AL; Id est, tres vineas in pago de Casella CSMLE [s. f.] AL.
Otros lemas que refieren espacios algo menos amplios, son faza35 ‘porción de tierra, largo y estrecho, de labranza’, y ferragine36 ‘herrén, herrenal’, 32 Esta segunda identificación la realizó García de Cortázar (1982: 95) sobre la base del contexto: pues considera que al mencionar la pardina de Oroztegui, que adjuntaba otras posesiones y propiedades, no podía referirse obviamente a un terreno de pequeñas dimensiones. 33 DECH, s. v. pago: “‘distrito agrícola’, del lat. PAGUS ‘pueblo, aldea’, ‘distrito, comarca pequeña’. 1.ª doc. Doc. Leonés de 1095”; Aut., s. v. pago, ac. 4.: “Significa también el distrito determinado de tierras o heredades, especialmente de viñas. Es este sentido viene del Latino Pagui”; LHP, s. v. pago: “m. ‘Pago o bago, distrito de tierras o heredades, sobre todo de viñas y olivares’, 2 ‘Territorio o región’”; DEDA, s. v. pago, remite a heredad, pagar, tierra y lo define como “Distrito determinado de tierras o heredades, especialmente de viñas u olivares”. 34 DECH, s. v. pieza, indica su procedencia del “célt. *PETTIA ‘pedazo’” y añade seis ejemplos de “Cuervo (Obr. inéd, 399 n.) en docs. navarros y riojanos de los ss. X-XII (a los cuales pueden agregarse otros arag. o de la misma procedencia, reunidos por Oelschl.)”, y observa que tras larga búsqueda en escrituras de Castilla y León no ha encontrado nunca en estas regiones antes del s. XIII. Cf. LHP, s. v. pieza, peça, pecça… y DEDA, s. v. pieza, donde se remite a heredad, pedazo quiñón, tierra. 35 García Valdeavellano Aramís informa de que “[d]esde la época medieval este sistema fue llamado en Castilla ‘de año y vez’ […] y originaba frecuentemente la división de las tierras de pan llevar en porciones, hazas u ‘hojas’ (fazas, foxas) que alternaban cultivo y barbecho”
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Alia duas fazas sub quova, latus Vincenti Apriz CSMUb [0956] AL; Alias duas fazas sub quova CSMUb [0956] AL; Et duas ferragines sub Sancti Iuliani CSMUb [0956] AL; Et illa ecclesia Santi Iuliani de Villa nova media et ferragine iuxta ecclesia CSMUb [0947] AL.
Atestiguamos además ciertos espacios que se reservan para alimento del ganado o como forraje; son los casos de dehesa37, pascua(s) (DECH, s. v., y LHP, s. v.), pastos (Aut., s. v., ac. 2. y DEDA, s. v.), prato (Aut., s. v.) y pastura38: et illa casa de serra, cum defesa et hereditate, molendinis et terminis suis CSMUb [1065-1076]; Et alia serna in Aiuga de orsum parte via vadit. Et tercia serna in defesa de Sagga CSMLe [1088] AL. cum exitus et introitus, in montibus, in fontes, in padules vel pascua, id est de illo Focilio de Villa Puni CSMUb [0947] AL; pascua et siluas et aquas in omnibus locis FSSebastián [1180] GUI.
(1993: 260). DECH, s. v. faja: “del lat. FASCIA ‘venda’, ‘faja’, ‘sostén del pecho’ […]. Aparece, en cambio, fassa como mozárabe en el s. XIII […] y en el sentido de ‘haza, campo labrado’, ya en textos aragoneses del s. XI (escrito fasca), 1101 (fassa) 1140 y 1147. La única forma verdaderamente castellana, según la fonética histórica era HAZA”. Cf. LHP, s. v. faça, faca, faza, y DEDA, s. v. haza. “Véase tb. tierra”. 36 Según apunta Martínez Ochoa: “En el sector más meridional el predominio parece corresponder a la agricultura […]. Por el contrario en Villamanca y en Losa las adquisiciones parecen estar dirigidas por un interés fundamentalmente ganadero: ferragines o herranes, es decir, prados de aprovechamiento individual” (1982: 700). El DECH, s. v. herrén, afirma que el lema figura en Juan Ruiz y en Nebrija. 37 DECH, s. v. “‘tierra destonada a pastos’, del lat. tardío DEFENSA ‘defensa’, en la Edad Media ‘prohibición’, porque la dehesa está comúnmente acotada. 1.ª doc.: defesa, 924 […]. Se halla también defesa en J. Ruiz, 298ª, y dehesa es frecuente desde el s. XIV y XV”; cf. LHP, s. v. En García Valdeavellano Aramís (1993: 554) se advierte: “Una parte de estos [bienes] propios eran fincas de cultivo que el Municipio explotaba mediante su arriendo; otras partes incluían montes, prados, bosques y dehesas que el Municipio prohibía roturar y que, destinados a su utilización para pastos o aprovechamiento de la madera, se cedían tb. en arrendamiento”. Véase también González Bachiller (2002: s. v.). 38 El DEDA, s. v. pastura, remite a hierba, pasto, prado, y añade: “‘Sust. 1.’ Sitio en que pasta el ganado, y la hierba que produce”. Por su parte, García Valdeavellano Aramís matiza: “las tierras de labor, una vez alzadas las cosechas, quedaban como campos donde los rebaños de todos los vecinos podían pastar libremente los rastrojos y las hierbas silvestres durante los periodos que mediaban entre la recolección y las nuevas siembras […]. De este modo, las tierras labrantías eran ‘campos abiertos’ […], o sea, sin cercar, para que los ganados de los vecinos pastasen libremente en barbechos y rastrojeras” (1993: 261).
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cum exitum et regresu, et comune habens pastum et omnia sua cum habitatoribus illius ville, sed libera CSMUb [0945] AL; et cum suos pratos et cum sua decania Sancti Andreae de Monte Maranione Llorente [1057] VI; possessionibus pratis, pascuis CSMLe [1076] AL; siue montes et fontes et pasturas Guipual [1053] GUI.
3.2. Reunimos en este segundo apartado los lemas relacionados con la orografía y la hidrografía. En cuanto a la primera familia léxica, desde los orígenes del idioma se acude por lo general al término monte, para determinar una elevación natural de terreno (Velázquez Soriano 2004: 369 y LHP, s. v.): tam in montes quam in fontes CSMUb [0937] AL; siue montes et fontes et pasturas Guipual [1053] GUI; ut habeant soltos meos montes et meas herbas FSalinas [1140] AL; ubicumque inuernerit montes ligna facere FLabraza [1196] AL.
Hemos atestiguado además los lemas capeza39, collibus ‘colina extensa y algo elevada’, lomba, lumbo ‘colina’, y oterum40, que refieren elevaciones más pequeñas: et ad illa capeza quam comparaverunt illi de Castreiana et ad illa capeza quam dicunt de dompno Sancio CSMLe [1076] AL; et montibus et collibus, uallibus et planis DMLeire [1014] GUI; Et in illa lomba de Levia II vineas CSMLe [1078] AL; de oriente per summo lumbo et per Penniellas et ad illa CSMUb [1088] AL; Et Sanctam Mariam prenominatam usque ad oterum, qui stat super ualle mancho CDMR [1198] VI.
39 Se atestigua igualmente en LHP capeça, cabeca, cabeza, ac. 3: “‘Colina’ desde 971 Jaca y Smillán”; Fort Cañellas 1994, s. v. cabeza, capeça: “f. ‘cumbre o parte más elevada de un monte, cabezo’”; González Bachiller (2002: s. v.); DEDA, s. v. cabeza, ac. 6: “Cumbre, otero y la reigrra”; igualmente el DECH, s. v. cabeza, quien añade que no se ha estudiado bien el proceso de sustitución del latín CAPITIA al medieval ‘cerro, colina’. 40 Aut., s. v. otero: “El lomo que hace la tierra, elevándose en los llanos, de forma que sobrepase a los demás”. LHP, s. v. otero, auctario; DEDA, otero: “Véase tb. alcor, cabeza. Lomo, monteña, rostro. Sust. 1. Cerro aislado que domina un llano”. En González Bachiller (2002: s. v.) el sintagma conforma un topónimo.
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Por su parte, las referencias a espacios sin relieve se centran en plano, valle y las variantes diminutivas balleios, uallegio41: et de plano de Erzezi ad sursum CSMUb [0955] AL; quatuor eras in plano quem uocant de Uillacone LBValbanera [1079] AL; vendimus terra in valle cui vocitatur Salinas, Frede CSMUb [0932] AL; cum suos balleios, de termino ad termino, ab omni integritate CSMUb [0997] AL; duas eras: una in uallego de Padul, LBValbanera [1081] AL; et collibus, uallibus et planis DMLeire [1014] GUI.
El término, coua (LHP, s. v.), en contrapartida, refiere una cavidad subterránea: Et in Naiera illa casa simul cum cova qui est sub penna, latus cova de rex CSMUb [1065-1076] AL.
El agua era un elemento absolutamente necesario para la vida cotidiana y en estas fuentes notariales se realizan continuas referencias a ella bajo los vocablos que comentaremos a continuación. Así, en composición yuxtapuesta o coordinada muy frecuente en este tipo de testimonios figuran tanto el genérico agua, como el más específico fonte: cum montibus et pascuis, siluis et aquis DMLeire [1141] AL; cum toto suo termino, heremo et populato, cum aquis, et herbis, et pascuis, et montibus, CSDCalzada [1168] AL; in montibus, in fontes, in padules vel pascua CSMUb [0947] AL, in sernas, in terras, in vineas, in ecclesias […], in montibus et fontes CSMUb [0952] AL; terris, vineis, ortis, pomarris, fontis, riguis CSMLe [1080,] AL.
En determinadas ocasiones los copistas concretan algo más y advierten de su utilidad para el riego o para el buen funcionamiento del molino. ubi potuerint inuenire aquas per rigare peças aut ortos aut per molinos facere FLaguardia [1164] AL; et [si] habueritis opus aquis por regare vel pro molendinos facere, accipite illas FArganzón [1191] AL.
41
DECH, valle: “del lat. VALLIS […]. DERIV.: Vallejo [945, Oelschl…]”; Aut., s. v. vallejo: “vallecito o vallecillo o vallejo s. m. dim. El valle pequeño”; LHP, s. v. uallego, balelio. Numerosos ejemplos del sintagma simple en la documentación riojana –como base de elementos toponímicos– y del derivado valeio (González Bachiller 2002: s. v.).
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Se mencionan, además de río y flumen (cf. supra 2.1.), la fuente, el pozo –junto a su forma latinizada puteo–, el vado junto al diminutivo vadiello42, y padul, paludibus ‘pantano, estanque’ identificado este último como aragonesismo43: in montibus, in fontes, in padules vel pascua, CSMUb [0947] AL; cum montibus, vallibus, pratis, pascuis, fontibus et paludibus CSMLe [1076] AL; cum octo eras de sal et suo pozo CSMUb [0942] AL; tres eras cum suo pozo CSMUb [1027/1034] AL; triginta eras cum suos pozos CSMUb [1075] AL; et uno puteo in Angana CSMUb [0984] AL; cum suo puteo, quia fuerunt antea concessas CSMUb [1065-1076] AL; et usque ad uadum de las presuras, Fantoñana [1182] AL; de illo vado de Cabasedo CSMUb [0997] AL; et de ad vadiello de Scangarram CSMLe [1076] AL.
3.3. La vida del hombre en estas centurias se centraba fundamentalmente en la agricultura, vivía de sus labores y trabajos en el campo, por lo que parte importante para su subsistencia lo constituían la flora y la fauna. Vamos a ocuparnos ahora precisamente de estos aspectos como medios fundamentales para conseguir unas condiciones apropiadas para la supervivencia en el Medievo. El área léxica referida a las plantaciones de árboles o matas, a los árboles en general y a los frutales en particular, resulta interesante por su interés y valoración como bien canjeable; mediante arboribus, junto a sintagmas como montibus, pascuis en yuxtaposición, los escribas nominaban el hiperónimo, et pomiferis, arboribus, montibus et pascuis omnibus CSMUb [1072] VI; terris, ortis, pomiferis, arboribus, montibus et pascuis omnibus CSMLe [1082] VI.
En sintagma pluriverbal refiere a todo género de árboles: glandiferos vel aliqua genera arborum CSMLe [0864] AL; tam in uineis quam in arboribus fructiferis et infructiferis CDMR [1187] VI.
42 DECH, s. v. vado: “del lat. VADUM 1.ª doc. 967, Oelschl. Está en el Cid y es de uso general en todas las épocas y heredado por todos los romances”; Aut., s. v. vado: “El parage somero, llano, y firme por donde se puede pasar el rio de una parte a otra sin barc. Viene del Latino Vadum”; LHP, s. v. uado, vado, vau; DEDA, s. v. vado: “Sust. 1. Lugar de un río o curso de agua por donde se puede pasar a pie o a caballo”. 43 En el aragonés medieval y en las escrituras del periodo arcaico, los testimonios de padul son sumamente abundantes (DECH, s. v., Fort Cañellas 1994, s. v., y Nortes 1979: 329); en los textos riojanos, forma onomásticos como Padul, Padulejas (González Bachiller 2002: s. v.); Aut., s. v. palude “Lo mismo que Laguna. Tiene poco uso”; cf. LHP, s. v. paul, padule.
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Tanto por la utilización de la madera o de la leña, como por su fruto, se mencionan la encina44, el sauce, el glande45, el nogal y el cerezo entre otros: atque ligna cedendi, de illa elcina de Iemnes sursum CSMUb [1065-1076] AL; de illos salices de Urreguenna iuso, cum omni pertinentia CSMUb [1070] VI; cum aquarum pro ductibus patefactis, sautis cum glandiferis46 CSMLe [1082] VI; nocetos, ceresos […], de rivo ad sursum CSMUb [0947] AL. et ubicumque inueneritis maderam pro facere domos et ligna pro cremare FVitoria [1181] AL; Et ubicumque inveneritis ligna viridia et sicca pro domos facere vel pro cremare, FArganzón [1191] AL.
De los árboles frutales pertenecientes a la tierra, heredad o propiedad que se dona o vende, se cita el manzano y el pomífero, cuyo cultivo en este espacio geográfico era rico y abundante47: vineas et agros […], mazanos, de rivo ad sursum CSMUb [0947] AL; ex alia parte, Eita Didaco; et uno casale, cum suos silos et pomifera CSMUb [0988] AL; cum suas terras et piscarias et arbores pomiferas CSMUb [1051] VI.
44
DECH, s. v. advierte: “encina, del lat. vg. ILICINA, derivado adjetivo del lat. ILEX, ILICIS, ‘encina’, probablemente pasando por el antiguo y hoy arag. lezina y después lenzina 1.ª doc.: leçina 1043; ençina 1124 (Oelschl.). Dentro del territorio lingüístico castellano todavía quedan huellas del simple ILICEM en el nombre de lugar Las Ilces […] y en su derivado la ilzera, que hallamos en un documento montañés de 1210”; LHP, s. v. elena, elçina, elzina, enzina. 45 LHP, glandifero v. lantifero; DECH, s. v. landre: “del lat. vg. GLANDO, -DINIS, en lat. cl. GLANS, -DIS ‘bellota’, ‘bálano’. 1.ª doc.: h. 1400, Glosario de Palacio, donde significa ‘infarto inguinal’; Danza de la Muerte, 15 (sinónimo de buba); y en la trad. del Libro de Halconería de Pero Menino (Tilander, RFE XXIII) […] CPT. Glandífer”; Aut., s. v. glandifero, -ra: “adj. Que se aplica a las plantas que producen bellota, o fruto semejante”. En el CORDE solo figuran estos ejemplos del Cartulario de San Millán. 46 Aut. s. v. glandifero, -ra: “adj. Que se aplica a las plantas que producen bellota, o fruto semejante”. LHP, s. v. glandifero, v. lantifero: “(Del lat. glandifer) m. ‘Encina, carrasca o roble, árbol que produce glande’”; DECH, s. v. landre: “del lat. vg. GLANDO, -DINIS, en lat. cl. GLANS, -DIS ‘bellota’, ‘bálano’. 1.ª doc.: h. 1400, Glosario de Palacio […] CPT. Glandífero”. 47 Ya Aebischer (1948: 102) se ocupaba de determinar la acepción de uno y otro vocablo, de frecuente aparición en los documentos notariales desde el siglo IX; posteriormente, han sido numerosos los filólogos que han tratado este asunto, al indicar que la acepción de poma refería a un fruto silvestre, mientras que manzana correspondía al cultivado. Cf. el artículo tan completo que dedica Fort Cañellas (1994, s. v. pomares) y la bibliografía que emplea para su particularización.
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Por su parte, mazanar, mazaneta y maçanet –las formas sufijadas resultan más frecuentes– designan el ‘campo de manzanos’; el primero con una sufijación -al/-ar –que forma adjetivos a partir de bases nominales48–; en manzaneto, a, el sufijo se remonta al catalano-aragonés -eto, -eta49, y forma sustantivos, raramente adjetivos: Quantum ad me pertinuit in terris, in mazanares CSMUb [1074] AL; Dono mea hereditate, id est, V terras et una mazaneta CSMLe [1085] AL; alia terra iuxta via de Ama et mazaneta CSMLe [1085] AL; cum terris et maçanetos, cum aquis et pascuis SRamírez [1071] AL.
Como en la mayor parte de la documentación notarial de la época (Fort Cañellas 1994, s. v., Nortes 1978: 221-231; González Ollé 1970, s. v., y Morala Rodríguez 2007: 98), atestiguamos el genérico arbusto, hierba, junto a silva50; soto, el diminutivo sotiello51 y la variante latinizada sauto refieren al ‘lugar con árboles y matas’: ortis, pomiferis, arboribus, montibus et cum aquarum […] arbustis et amenibus pratis CSMLe [1082] VI; ubicumque inuenerint herbas per pascere pascant FLabraza [1196] AL; et siluas et aquas in omnibus locis FSSebastián [1180] GUI; accipite illa in montibus et silvis sine ulla contradictione FArganzón [1191] AL; Alia terra in sauto, sub Sancti Iuliani, in Latreto CSMUb [0956] AL; et illo soto de Alcaten, et illam hereditatem de Cascan DMLeire [1141] AL; Fassas usque ad sotiello de dompna Vita CSMLe [1076] AL.
48 A propósito de este sufijo, Pharies (2002: 90) comenta, “De ahí la presencia en español de numerosos latinismos adjetivos que sirven para expresar pertenencia u otra relación. En derivación interna, -ar sigue la evolución semántica de un sufijo parejo -al, empleándose casi exclusivamente para producir designaciones de lugares donde abundan cosas, generalmente plantas”. 49 “No hay duda -leemos en Pharies (2002: 241)- de que -ete, -eta se ha hecho productivo en castellano, pero no siempre resulta fácil identificar los derivados propios, pues muchos tienen equivalentes castellanos […]. Parece segura la procedencia castellana de [otros] derivados”; por su parte González Ollé (1962: 309) considera que resultaba el sufijo más productivo en el aragonés medieval y hasta el siglo XV. 50 Cf. datos a este propósito en DECH, s. v. selva; LHP, sellua, selvea: “(Del lat. silva) f. ‘Selva, bosque’”; DEDA, s. v. selva, “véase tb. monte, soto. Sust. 1. Bosque, terreno extenso, inculto y muy poblado de árboles”; y Aut., s. v. 51 En LHP, se mencionan soto, salto, saoto…: “(Del lat. saltus) m. ‘Bosque, soto’ y sautiello, saltello, sautello… (Dimin. de sauto y soto) m. ‘Sotillo’”. Cf. además DECH, s. v. soto, y Aut., soto: “Lugar poblado de árboles, ameno y umbroso”; sotillo: “s. m. dimin. ‘El soto pequeño’”.
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3.4. La actividad pecuaria constituía la principal fuente de ingresos, junto con el arrendamiento de los pastos y el pago por el tránsito del ganado, según Utrilla Utrilla et al. (2005: 31). De aquí que en estos textos podamos atestiguar una relación en cierta medida exhaustiva de lemas genéricos, junto a otra específica para los animales. Por un lado, documentamos animalia, bestia, ganatum, en los textos forales: comparandi oues et animalia pro carnibus FVitoria [1181] AL; comparandi cuncta animalia, et ropas, et pannos FArganzón [1191] AL; comprare ropas, trapos, bestias et tota animalia FLabraza [1196] AL; et recuperabit suam bestiam FVitoria [1180] AL; et de omnibus bestiis vestris FArganzon [1191] AL; inveneritis herbas pascant in eis vestros ganatos FArganzón [1191] AL; et ordines illorum pascant suum ganatum FLabraza [1196] AL;
y pécora52 o iumentis53 en los notariales: pastu iumentis et peccoribus in montibus totis CSMUb [1075] AL; cum pertinentio et peccora pascendi atque ligna cedendi CSMUb [1065-1076] AL.
Por otro, con pez, piscatos, piscibus, piscamina se identifica al animal acuático: Et tota carga de pez quod veniat per mare, de una nocte amplius det suo hospiti.II. Denarios FSSebastián [1180] GUI; infra terminos supradictos piscatos prendere CSMUb [0864] AL; extraneus homo donet: de unaquaque karga de piscibus, VI denarios FSSebastián [1180] GUI; ut habeatis illo in cibo por piscamina CSMLe [10801086] GUI.
La referencia al nombre específico de un animal se reduce al equino, ovino y vacuno: asno, baca, boues/uobes, boquina54, caballo/equa, mula/mulo…; a otros 52
DECH, s. v. pecuario, advierte sobre el derivado “Pécora [Corbacho C. C. Smit […]; solo en carta pécora ‘pergamino’ por hacerse con piel de reses […], tomado del if. Pècora ‘oveja’ y este del lat. PECORA, pl. de PECUS, ÓRIS ‘ganado, rebajo’, del mismo origen que PECUS”. 53 Aut., s. v. jumento reza: “En su riguroso significado, es toda bestia de carga: y en el común modo de hablar se entiende el Asno”; mientras que en el DECH, s. v. uncir, figura: “del lat. JUNGERE ‘juntar’, ‘reunir’, ‘uncir’. 1.ª doc. Unzir, 1240, Fuero Juzgo […] Jumento [1605, Quijote; Princ. s. XVII, […] falta en Nebr. y C. de las Casas], tomado del lat. Jumentum ‘bestia de carga’ (derivado de jungere: ju(g)mentum”. 54 Según el DECH, s. v.: “boque arag., ‘macho cabrío’, del cat. boc, de origen incierto, quizá prerromano o más bien palabra de creación expresiva (alem. bock). 1.ª doc. aut. se emplea en el Alto y Bajo Aragón oriental; en el Oeste (Echo) subsiste la variante autóctona
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domésticos como el conejo, el perro, el gato…, y algunos salvajes o silvestres como el gato salvaje, el venado y el azor: et suos fratres caballum valente LX.ª solidis, et frater meus Alvaro uno bove, et mater mea, una bacca CSMUb [0950] AL; et pro mullo et pro assino XX solidos FBernedo [1182] AL; accepi ex te in honore x baccas optimas CSMLe [1058] AL; De carga de boquinas det II denarios FSSebastián [1180] GUI; pro caballo pectent centum solidos, pro equa quinquaginta solidos. Mulus et asinus habeant angueras FArganzón [1191] AL; et pro mullo et pro assino XX solidos FBernedo [1182] AL; carneros: domus octo faciunt se ad unum CSMUb [0934]AL; Et amicaturas [tres] tozizas55 aut tres solidos FSSebastián [1180] GUI; oues, capras et porcos pro carnibus FBernedo [1182] AL, et una equa cum suo pultro56 CSMUb [0932] AL; x baccas optimas et duos tauros CSMLe [1058] AL. et la penna de conilis57 I. Denarium FSSebastián [1180] GUI; qui mittebant suos canes ad illos monasterios Llorente [1051] VI; Et de gaths domesticos, de duodena.I. medaliam FSSebastián [1180] GUI; et de gaths saluajes de duoden I. Denarium FSSebastián [1180] GUI.
Una sola vez se cita el venado: ad venato vel ad pignora aut montatico prendere CSMUb [1012] AL (DECH, s. v.);
mientras que del ave de rapiña, azor, se distingue entre el que caza garzas del que mata y caza ánades:
buco […] es posible que el vocablo existiera en mozárabe, pues el anónimo botánico de 1100 registra bukûn, bukûna, como epíteto de dos plantas, explicando que se llaman así por su hedor […]. Boquina ‘piel de boque’”; Aut., s. v. boquina: “Piel de boque o macho cabrío. Es voz anticuada en Aragón”; Sesma Muñoz/Líbano Zumalacárregui 1982: s. v. boquinas: “En las zonas de habla castellana se denominaron cabrunas o crabunas”. 55 Término que figura en el Fuero de Estella (Holmer 1963: s. v.) como ‘tosiza, oveja para ser trasquilada’; se forma sobre la base latina TON(S)US ‘carnero, oveja’ y ya lo cita Du Cange como tonsa ‘ovis’. Era costumbre pagar los gastos con bestias, según indica el mencionado Fuero. 56 Cf. LHP, s. v. potro, puldroM DECH, s. v. potro; Morala Rodríguez (2007: 408). 57 DECH, s. v. conejo: “las formas romances: cat. conill, oc. Conilh […]; pero -ÍCULUS e -I¯CULUS alternan en romance como formas del sufijo diminutivo (ambas en castellano)”; Sesma Muñoz/Líbano Zumalacárregui (1982: s. v.) y dcvb.iecat.net, s. v. conill: “(ant. escrit també cunill) 1. Mamifer rosegador…, èspecie Lupus cuniculus L., cast. conejo”. Fort Cañellas (1994: s. v.) documenta conillos.
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acetore garcero in precio de ducentos solidos et alio acetore anatero in precio de alios ducentos solidos Llorente [1057] VI58.
3.5. Deseo en último lugar realizar una pequeña selección de las actividades vinculadas con la tierra, el hombre y su hábitat. En relación con la tierra, el trabajo o el agua, que es necesario para el cultivo, se atestigua los sintagmas simples arar, cavar, labrar y regar: alium die in cauare, alium diem cum uestris buoibus si habueritis arare CDMR [1180] AL; Et ubique potuerint inuenire terras hermas laborent illas FLabraza [1196] AL; ubi potuerint inuenire aquas per regare peças aut ortos FLabraza [1196] AL.
Un segundo grupo lo constituyen las estructuras pluriverbales o complejas formadas por un verbo denominado de apoyo con valor poco preciso, hacer, tomar, etc., acompañado del sustantivo que especifica su valor y, en consecuencia, la actividad a la que refiere: Piscato preendere, nec aliqua genera occidere in ipsa silva, glandiferos vel aliqua genera arborum CSMUb [0864] AL; aut per casas facere accipiant sine aliqua occasione FLaguardia [1164] AL; aut ortos aut molendinos facere aut qualique opus habuerint FLaguardia [1164] AL; Et quicumque fecerit furnum ni hereditatem suam habeat FLaguardia [1164] AL.
4. Conclusión Si bien nos habíamos propuesto en un principio particularizar el léxico de la documentación medieval del País Vasco, las notas que añadiremos como conclusión deberán ser revisadas y matizadas, pues constituyen una primera aproximación a la familia léxica medieval relacionada con la tierra, el hombre y su hábitat. 58 LHP, s. v. anatero: “(Del lat. anatarius) adj. ‘Que tiene relación con los ánades’”; LHP, s. v. garcero, guarcero: “(Der. de garza, de origen oscuro). Adj. ‘Garcero, que caza garzas’ 1031”. De los dos lemas el DECH afirma para ánade: “‘pato’, del lat. ANAS, ANATIS, íd. 1.ª doc. 1251, Calila […]. Desde el s. XVI, y quizá antes en la lengua hablada, ha quedado restringido a las especies salvajes de patos; ánada [Alfonso X]”; y para garza, añade: “vocablo propio del castellano y el portugués, origen incierto, probablemente de una base prerromana *KARKIA, céltica o precéltica […]. 1.ª doc.: garça, 1251 […]. Figura también en Juan Manuel, Juan Ruiz, los tres glosarios de h. 1400 publicados por Castro […]. En todos ellos está escrito con ç sorda DERIV.: Garceta [Juan Manuel]. Garcero”; y Aut., s. v. garcero: “adj. Que se aplica al halcón que mata y caza las garzas”.
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Como elemento común de este tipo de fuentes, tal y como ya habían destacado numerosos trabajos anteriores dedicados a espacios geográficos aragoneses, burgaleses, riojanos o navarros, advertiremos la presencia de pares de sintagmas que, si formaban en principio parte del léxico propio latino clásico -casa/domum, feminam/mulierem vadit/pergit, iuxta/latus (de)…-, su empleo cotidiano en los documentos de donación, venta, etc. desdibujaría posiblemente su especificidad; de modo que no parecía necesario mantener ambos lemas para determinar una acepción. En consecuencia, se produce la pérdida léxica del que presentaba menor difusión en romance. Resultaba frecuente además en estos corpus la presencia de arcaísmos y lexías complejas, liberas et absolutas, ingenuos et francos, damus et offerimus, concedimos et confirmamos, salua et libera…, que, como se ha anotado, se repiten con asiduidad en textos notariales de la época y de épocas posteriores. Hemos destacado además variantes más próximas al romance en estas fuentes, y en ellas constatamos cierto paralelismo con lo descrito en otras diatopías peninsulares para el léxico romance medieval. De hecho, puedo afirmar que la mayor parte de los términos aquí descritos figuran, por ejemplo, en los Becerros de Valpuesta o en los documentos notariales y forales aragoneses, leoneses y riojanos, reseñados puntualmente en nuestras notas bibliográficas: se trata de casa, era, peça/peza, faza, dehesa, capeza, otero, pozo, mazanares, etc. En los ejemplos faza, manzaneto, -a, pardina, padul…, hay una clara coincidencia con el léxico navarro-aragonés y riojano. Finalmente, opinamos que no podemos hablar de un léxico romance medieval propio del espacio geográfico vascongado.
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ÁNGELES LÍBANO ZUMALACÁRREGUI
ÍNDICE DE VOCES ESTUDIADAS* agro, agrum 3.1 animalia 3.4. aquas per rigare peças aut ortos aut per molinos 3.2 aquis 3.2 arare 3.5 arboribus 3.3 arbustos 3.3 areas, areas salinares 3.1 assino 3.4 bacca, baccas optimas 3.4 balleios 3.2 barones et mulieres 2.2.1 barrio 3.1 bestias 3.4 boquinas 3.4 bove 3.4 caballum 3.4 campo(s) 3.1 canes 3.4 capeza 3.2 capras 3.4 carneros 3.4 casa(s) 2.1 casas facere 3.5 cauare 3.5 ceresos 3.3 collibus 3.2 concedimus et confirmamus 2.2.1 conilis 3.4 cova 3.2 damus et confirmamos 2.2.1 damus et offerimus 2.2.1 defesa 3.1 dextero et sinistro 2.2.1 domo, domum 2.1 donamus atque confirmamos 2.2.1
dono atque concedo 2.2.1 dono atque confirmo 2.2.1 elcina 3.3 equa 3.4 era(s) 3.1, eras de sal 3.1, eras salsas 3.1 erencias 3.1 exio et regressio 2.2.1 exitibus et introitibus 2.2.1 exitibus et regressibus 2.2.1 exitu et regressu 2.2.1 exitus et introitos 2.2.1 fazes 3.1 fecerit furnum 3.5 ferragine(s) 3.1 flumen 2.1 fontes 3.2 francam et ingenuam 2.2.1 frater 2.1 fructiferis et infructiferis 3.3 ganatos 3.4 gaths domesticos 3.4, gaths saluajes 3.4 genera arborum 3.3 germana 2.1, germanos 2.1 glandiferis 3.3 herbas 3.3 hereditate(s ) 3.1 heremo et populato 2.2.1 hermo loco 3.1, n. 22 in sernas, in terras, in vineas, in ecclesias, in mazanares, in ortos, in pratos, in montibus et fonts 2.2.2 ingenuos et francos 2.2.1 ingressibus et egressibus 2.2.1 iumentis 3.4 iuxta 2.1 laborent 3.5 latus de 2.1
* Los números remiten a los apartados del artículo.
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libera et ingenua 2.2.1 liberas et absolutas 2.2.1 liberos et ingenuos 2.2.1 ligna viridia et sicca 3.3 loco 3.1 loco cui dicitur, loco que dicitur, locum quae dicitur locum que vocitatur 3.1 lomba, lumbo 3.2 maderam 3.3 maximos et minimos 2.2.1 mazanos, mazanares, mazaneta, maçanetos 3.3 mobile quam inmobile 2.2.1 molendinos facere 3.5 montes 3.2 mullo 3.4 mulus et asinus 3.4 nocetos 3.3 omnia 2.1 ortal(es) 3.1 ortecello 3.1 ortis, vel fontibus, pratis, pascuis et montibus 2.2.2 ortos 3.1 oues 3.4 padules 3.2 pago 3.1 pannos, roppam, oues, capras et porcos 2.2.2 pardina(m) 3.1 pascua 3.1 pastum 3.1 pasturas 3.1 patria 3.1 peça(s), pecsam, pezas 3.1 peccora 3.4 pergit 2.1 pertinentia, terris, vineis, possessionibus, pratis, pascuis, molendinis 2.2.2 pez 3.4 piscamina 3.4 piscato preendere 3.5 piscatos 3.4, piscibus 3.4
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plano 3.2 pomifera(s) 3.3 porcos 3.4 pratis, pratos 3.1 propinquorum seu extraneorum 2.2.1 pultro 3.4. puteo, pozo(s) 3.2. reddo atque confirmo 2.2.1. regare 3.5 riuum, rivo 2.1 salices 3.3 salinarum 3.1 salsa 3.1 salua et libera 2.2.1 saluos et securos 2.2.1 sanus et illesis 2.2.1 sauto, soto, sotiello 3.3 seniores et iuvenes 2.2.1 serna(s) 3.1 siluas 3.3 soror(is) 2.1 suburbio 3.1 tauros 3.4 terminis 3.1., termino(s) 3.1 terra(m) 3.1, terras (h)ermas 3.1, n. 22 terras uineas, mazanetas, linares, kasares, ortales 2.2.2 terris, vineis, molendinis 2.2.2 territorio 3.1 tota 2.1 totum ad integritate 2.2.1 tozizas 3.4 tradimus atque concedimos 2.2.1 uadum, vadiello, vado 3.2 uallego 3.2 uallibus 3.2 uallibus et planis 2.2.1 uiuos et mortuos 2.2.1 vadit 2.1 valle 3.2 venato 3.4 villa(m) 3.1
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H I S T Ò R I A D E L L È X I C I C O N TA C T E D E L L E N G Ü E S . E L C AT A L À I L ’ A R A G O N È S A L P A Í S VA L E N C I À A L ’ E D AT M I T J A N A : U N T A S T L È X I C * JOSEP MARTINES Universitat d’Alacant – Institut d’Estudis Catalans
1. Introducció1 El català i l’aragonès han estat veïns al llarg de la història i encara ara. Els vincula el bressol pirinenc comú i la frontera compartida i progressivament eixamplada al llarg de l’edat mitjana, a mesura que avançava la conquesta vers el sud; i, a més a més, no podem oblidar l’ús de totes dues llengües com a vehicle d’expressió de la Cancelleria de la corona Catalanoaragonesa. Aquest contacte va ser més intens, per motius geogràfics obvis, a les comarques occidentals del Principat de Catalunya i a l’antic Regne de València, en aquest cas atesos també la geografia i, a més, el procés de repoblament encetat al s. XIII. Al veïnatge històric de la Catalunya occidental amb Aragó, cal afegir-hi, en terres valencianes, la presència d’un percentatge remarcable de pobladors de possible ascendència aragonesa des dels primers segles de conquesta i fundació del Regne de València. L’estudi dels arxius ha permès en els darrers anys avanços importants en la quantificació d’aqueixa petjada aragonesa2 i de l’intens
* Aquest estudi s’ha dut a terme dins els projectes de recerca: “Constitució d’un corpus textual per a una gramàtica del català antic” (IEC, ref.: IVITRA-IEC/PT2009-S0406-MARTINES01); “DIGICOTRACAM (Programa PROMETEO per a ‘Grupos de Investigación en I+D de excelencia’)” (GV, ref.: PROMETEO-2009-042); i “Gramática del Catalán Antiguo” (MICINN, ref.: FFI2009-13065 (Subprograma FILO)). 1 Abreviatures més emprades en aquest treball: acc. ‘accepció’; ADJ ‘adjectiu’; c. ‘circa’; E ‘est’; m. ‘mapa’; N ‘nord’; NE ‘nord-est’; NL ‘nom de lloc’; NO ‘nord-oest’; O ‘oest’; occ. ‘occidental’; or. ‘oriental’; S ‘sud’; sept. ‘septentrional’; v. ‘vers’; val. ‘valencià’. 2 Segons sembla, la presència aragonesa als ss. XIII-XIV va ser a l’entorn del 20-30% a les ciutats de València o d’Alcoi (Rubio Vela/Rodrigo Lizondo 1997; Diéguez 2001; Colomina/Ponsoda Sanmartín 1995) i prop del 50% a la vila de Cocentaina (Ponsoda Sanmartín 1996). Guinot (1999: 259 i 260) estima que els aragonesos devien ser, en els primers anys de la conquesta i del poblament del Regne de València, vora el 30% arreu del territori, amb una proporció d’un 10% d’aragonesos pirinencs i d’un 20 d’aragonesos meridionals; de Morvedre en avall la xifra devia anar del 30 al 40%.
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moviment econòmic entre el País Valencià i Aragó, especialment, el Baix Aragó (ramaderia, comerç de cereals, de llana, etc.), d’ençà de l’edat mitjana3. Aquests fets històrics medievals s’han reflectit, p. ex., en textos com ara els processos de la Cort de Justícia de Cocentaina (el Comtat, País Valencià), on arribem a trobar declaracions de testimonis en aragonès dins un corpus documental estàndard en català i en llatí (Ponsoda Sanmartín 1996). La història ha mostrat que el català ha estat la llengua predominant en la major part del País Valencià, fins i tot en comarques en què, com diem, els aragonesos representaven un percentatge notable de la població4. És de suposar, doncs, que aquella situació de contacte de llengües, resolta amb la integració lingüística dels aragonesos pogué deixar petjada en el català. Cal afegir-hi la immigració aragonesa cap al País Valencià que no ha deixat de produir-se des del s. XIII ençà. Seguint la drecera oberta pels estudis de Colón Domènech (1976, 1989, 1997, 2002a i b), Ferrando (1989) i Veny Clar (1991, 2002)5, hem encetat un projecte de recerca sobre la petjada aragonesa en el lèxic català, especialment, occidental i, concretament, del País Valencià. Aquest projecte es fonamenta en el despullament i l’estudi a) de fonts documentals (de l’edat mitjana ençà) llatines, catalanes, aragoneses, espanyoles (amb especial atenció a les varietats peninsulars orientals) i occitanes6; b) de materials vessats per la geografia lingüística (monografies dialectals i atles lingüístics); c) de la lexicografia diacrònica i dialectal; i d) de la toponímia i la fraseologia. Aquest projecte es troba en un estat avançat de realització (Martines 1999a, b i c, 2002, 2009) i inclou un repertori lèxic relativament nombrós, constituït per paraules vives a hores d’ara en català (especialment, occidental i, sobretot,
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Cf., p. ex., Castán López (1996, 2002), Rubio Vela (1999, 2002), Navarro Espiach (1999 i la bibliografia que s’hi inclou), Abad Asensio (2005-2006). 4 No és aquest el cas d’algunes comarques valencianes de l’interior, on les xifres van ser més favorables per als aragonesos; segons Guinot Rodríguez (1999: 245), a l’Alt Palància, a l’Alt Millars i als Serrans, on encara perviuen ara parlars de caire castellanoaragonès, les localitats estudiades mostren que la procedència aragonesa era aclaparadora (80-90% de la població) a l’edat mitjana. 5 Són fonamentals també les aportacions de Casanova i Herrero (1986, 2001), Rasico (1990), López García (1993), Colomina (1995), Colomina/Ponsoda Sanmartín (1995), Gimeno i Betí (1995, 1999), Ponsoda Sanmartín (1996), Diéguez (2001); cf. la revista Caplletra, 32, monogràfic sobre les relacions entre el català i l’aragonès 6 Hem elaborat una base de dades que resulta del buidatge de documentació representativa quant a la variació (cronològica, territorial i textual; cf., com a mostra, les fonts despullades en el present treball); aprofitem, a més, els corpora textuals disponibles, com ara, l’AVJI, el CICA, el CORDE o el CTILC.
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del País Valencià) o que, a la llum de la documentació, hi han tingut ús i que poden ser: a) mots explicables com a aragonesismes, és a dir, manlleus procedents de la llengua dels aragonesos; b) mots compartits amb l’aragonès com a resultat de la continuïtat d’àrea lingüística, segons la formulació de Veny Clar (1991, 2002); i c) mots que, tot i pertànyer a l’espanyol general o, a voltes, més tost a les varietats orientals, pogueren arribar al català mitjançant els aragonesos que s’establien al Regne de València des del s. XIII o mitjançant el contacte que, des de llavors, va mantenir Aragó (particularment, la regió meridional) amb les terres valencianes7. Hem triat ací quatre mots que poden servir de tast de la tipologia de vocables estudiats en el nostre projecte, de la informació que pot fornir aquest estudi i de les prevencions metodològiques que cal tenir-hi en compte8. Com veurem tot seguit, l’aproximació a l’àmbit aragonès des del català, ens obri camins de molt d’interès per a l’estudi del contacte de llengües en l’orient de la Península Ibèrica: sovintegen els casos, com ara acatxar, que dibuixen un àmbit geogràfic oriental; un àmbit que sol incloure (amb variacions segons els casos) part de Navarra i de la Rioja, Aragó, punts de Sòria, E de Castella-la Manxa, Múrcia i l’Andalusia oriental; i, a més, el català, bé siga només el valencià, bé també tot o part del català occ., especialment, el tortosí i la Franja d’Aragó. Alguna volta, com ocorre a acatxar, aquesta àrea s’enllaça amb l’occità9. En aquests casos, sobretot quan els fets es remunten a època medieval, Aragó pot haver estat l’origen o pot haver actuat com a mitjancer o com a reforç en la transmissió vers el S de mots i de variants vinculats amb altres espais lingüístics. Assadura és el segon vocable estudiat ací. Es tracta d’un mot de l’espanyol general que, atesa l’època primerenca de difusió (s. XIII), degué arribar al País Valencià per mitjà dels aragonesos. Bovalar i brosquil, els dos darrers mots que es veuran en aquest treball, podrien passar per vocables del català. La documentació històrica, la distribució
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Sobre la castellanització de la vall de l’Ebre i del S d’Aragó, cf. Frago Gracia (1991a i b). Sobre les coincidències i les divergències de l’aragonès amb l’espanyol, cf. Colón Domènech (1976: 84, 90) i Torruella i Casañas (2010). 8 En Martines (2002 i 2009) hem descrit els criteris que regeixen aquesta recerca i les dificultats que s’hi plantegen. 9 Ja ha estat remarcada més d’una vegada l’afinitat i els contacte de l’alt aragonès amb el gascó.
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geogràfica i la gran extensió a Aragó i regions immediates de tots dos conviden a veure en el contacte amb l’aragonès bé la font bé el mitjà de reforç en la introducció i en l’extensió d’aquests dos termes ramaders en el català, sobretot, dels valencians.
2. Acatxar Acatxar és a les hores d’ara mot propi del País Valencià, del Montsià, del Matarranya i d’Eivissa 10 i de punts de la Llitera, del català nord-occ. i del Camp de Tarragona (DCVB, s.v. acatxar; Quintana 1980: 30; Recasens i Vivens 1985: 178 i 227; ALDT, m. 552, Aclacar; ALDC, m. 88, Ajupir-se; Giralt Latorre 2005); conviu en aquest àmbit amb sinònims com ara aclaparse, aclucar-se, acotar-se, acotxar-se (amb una extensió molt important, sobretot, en català nord-occ.), ajocar-se, ajupir (el més general; hi ha també la variant ajopir), aplanar-se, aplatar-se, aponar-se (i variants11) o arrupir-se12. Tot i que ha estat incorporat al diccionari normatiu (DIEC), acatxar és més tost evitat en els registres d’una certa formalitat al País Valencià; en canvi, a les Terres de l’Ebre ha estat recomanat a la vora de acotxar (Aragonés Salvat et al. 2004: 44). Acatxar pren, si més no, en terres valencianes, els sentits següents, no tots aplegats per la lexicografia de referència: v tr 1a. Fer descendir a un nivell més baix una part del cos (els ulls, el cap, l’esquena, els muscles, etc.) (Acatxa el cap
10 Ací deu tractar-se d’una de les nombroses influències del català del País Valencià sobre l’eivissenc (cf. Veny 2003). 11 Sobre les VARs i l’extensió de aponar al País Valencià, v. Montoya (1989: 125), Colomina (1991: 95-97), Segura Llopes (2003: 163 i m. 87), Beltran i Calvo (2008: m. 96) o ALPIPaís Valencià (m. 754, Ponerse en cuclillas); aponar és també de la Ribera d’Ebre (Cubells 2005: 394). Fora del català, el trobem a Múrcia (Garcia Soriano 1932), Oriola (Guillén García 1974: 241), a Monfort (Vinalopó Mitjà, VAR apunchona[r]se; ALPI-País Valencià, m. 754) i en parlars castellanoaragonesos de l’interior del País Valencià (al Vilar, els Serrans, on també es diu achupi[r]se; Llatas 1959). A Sot de Ferrer, l’Alt Palància, VAR achumponarse, Ríos García (1989: 118); a Anna (achumponarse; i també acacharse i achocarse; Martí/Aparicio 1989). 12 És aquest un concepte marcat per l’expressivitat, cosa que deu afavorir la creativitat lèxica. Altres (geo)sinònims vius aplegats l’ALDC (m. 88, Ajupir-se) són abaixar-se, abocarse, acalar-se, acatar-se, aclofar-se, acugumar-se, agrupir-se, aplatufar-se, arrufar-se, arrullir-se, arrupir-se, corbar-se, encugular-se… Fóra desitjable un estudi d’orientació onomasiològica que esclarís els ètims d’aquestes denominacions i les relacions semàntiques que hi ha al davall (cf., p. ex., per a les llengües iberomàniques, Buschmann de Gelos 1973; treball de molt d’interès, encara que no s’ocupa d’agachar).
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si vols passar per la porta). b. Fer descendir una cosa a un nivell més baix (Acatxa la persina que fa molt de sol. Acatxa’t els pantalons i et posaré la injecció). v pron 2. Inclinar-se. (Acatxa’t que no arribe a besar-te!). 3. Abaixar-se doblegant les cames (Es van acatxar darrere la paret perquè no els poguessen veure). 4. Humiliar (Venia molt fort i orgullós però el vaig fer acatxar i, al final, em va dir que sí a tot. No s’hauria d’haver acatxat tant davant les pretensions del cap de l’empresa). Acatxat, -ada s’usa com a ‘desmillorat físicament o anímicament (L’he vist molt acatxat, d’ençà que va morir la dona)’13. Hi ha també catxar (català sept., central, balear i occ.; DCVB, s. v. catxar 1 i 2), forma que aplega un feix de sentits de molt d’interès, no gaire allunyats dels que acabem de veure per a acatxar, tot i que més vinculats amb l’ètim fins ara proposat (cf. infra14).
13 Cal comptar també amb els derivats valencians acatxó ‘acte d’acatxar’ (DEscrig 1851) i acatxonar ‘acatxar’; i acatxupar ‘abaixar o inclinar algú cap a terra per força’ (Maestrat; DCVB). Si no hi ha encreuament amb algun altre mot, acatxorrar, pot ser un DER de acatxar amb el sufix apreciatiu -orr: acajorrar [j = tx, [tʃ]] ‘abatir, por deprimir y humillar, y por desalentar ó desanimar, hacer perder el ánimo, las fuerzas, etc.’, acajorrar á hu contra tèrra ‘oprimirle violentamente hasta hacerle bajar ó dar el cuerpo contra tierra’, acajorrarse els malálts ‘azorrarse ó ponerse como adormecidos por sentir ó tener cargadísima la cabeza’ (DEscrig 1851); cf. occità catchourrà, -rrì ‘employé au sens de mentir itérativament; le mot aggrave le sens de menti. Qu’en as mentìt e catchourrìt tu en as menti et bien menti, menti deux fois’ (DPalay), cachourra ‘mentir (Llenguadoc), vous m’avès cachourrat vous en avez menti’ R. cacha’ (DMistral), cachorrar ‘mentir’ (Tolosa, cévenol) (DAlibèrt); i cf. també achourra ‘mettre la face contre terre, v. abouca, amourra’ i achourri (s’) ‘se laisser choir sur son séant et y rester dans le mutisme, tomber dans la prostration’ (DMistral; DAlibèrt, s. v. achorrar i achorrir [s’]). Cf., a més, acatxapar ‘vèncer la resistència, rendir, fer perdre el coratge o la força’ (Tortosa) i ‘ajupir-se, abaixar molt el cos cap a terra per amagar-se’ (Maestrat, Monòver) (DCVB), DER de catxap ‘conill jove’. 14 Cf. 1. Pitjar, empènyer cap avall; fer força pel propi pes (Conflent, Empordà, Girona). 2. Estrènyer la mà a qualcú en senyal d’amistat o de cortesia (Camp de Tarragona). 3. Tenir acte sexual (Lleida, Torà, Camarassa). 4. Vèncer qualcú en la conversa, deixant-lo impossibilitat de contestar (DTarongí 1878). 5. Burlar, atabacar; sorprendre algú amb un resultat contrari al que esperava o desitjava (Mallorca). 6. Prendre, apoderar-se de les coses d’altri. S’usa especialment entre jugadors de cartes (DAguiló). 7. Tirar la ballaruga encordada o baldufa damunt un objecte per fer-lo sortir del rotle (Gandesa). 8. Deixar aturat en balcó, finestra, teulada, etc. una cosa que s’ha tirat en l’aire (Vendrell) (DCVB, s. v. catxar 1); i ‘amagar; “Vaig catxar-me darrere la porta... per descobrir son fatal secret” (Ruyra, E-Ch 29-30)’ (Empordà) (DCVB, s. v. catxar 2); catxar-se és ‘bajarse la madera por su peso’ (Figueres, DAguiló). El DIEC (1995) arreplega catxar amb dues accs. ‘donar (la mà) a algú. Li va catxar la mà’ i ‘cedir sota la pressió d’un pes posat al damunt. Aquesta taula ha catxat’.
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Encara que aquests mots pertanyen al vocabulari bàsic, atesos els contextos col·loquials en què solen aparèixer, són de mal trobar en la documentació antiga15. Pensem que, p. ex., el sinònim estàndard ajupir només ens era conegut des del s. XIX (DBelvitges 1803); no fa gaire l’hem pogut fer retrocedir fins al s. XVIII, precisament, en textos valencians de llenguatge popular16: (1) Em rust com sardina al foc / y m’achopixc com un poll, / perque ficat en lo toll / m’ofegue sense fer clot (“Declarasió amorosa […]”, s. XVIII, p. 2a; ed. de Blasco 1983). (2) Si no hi a dona·ls valle [‘balle’], / tots s’encontren achupits (Col·loqui “La defensa de les dones”, s. XVIII, p. 291; Martí Mestre 1996). (3) M’ajopixc dins la trona, / no agosava a traure el cap (“Col·loqui de mossén Batiste Tarugo”, s. XVIII, p. 340; Martí Mestre 1996).
De tota manera, tenim una atestació molt valuosa de acatxa-se ‘ajupir-se’ que el situa ja a les darreries del s. XV; aquesta atestació ha estat negligida, malauradament, pels diccionaris etimològics17, encara que ja havia estat aplegada pel DCVB: (4) y alla mal traydor sobtos te llastime, / y fich que te fich, te bolque y arrime, / de males adives prech Deu te comprenga, / hi gint y suau, s’acacha y s’aplata (Gassull 1911 [c. 1490]: v. 236).
Com és sabut, la Brama, composició del valencià Jaume Gassull que s’encabeix dins el període d’or de les lletres catalanes, té un valor particular com a testimoni del debat a l’entorn del model lingüístic en la literatura de l’època. Segons
15 Enclinar o in- i DERs com ara clí i enclí devien ser habituals a l’edat mitjana amb aquests sentits: “Estech un petit ab lo cap enclí a nostres peus plorant” (c. 1393, Est. Univ., XIV, 353); ”Home enfrú té son cap cli a sa taula” (Llull, Cont., 145, 18), “Ab cor humil ab sancer pensa e testa clina” (Cerimonial de Cervera, 1426), “E me sperdí quasi ab los ulls clins” (Febrer, Divina comèdia; DCVB); cf. més avant cap cot i cap catxo. 16 Són també tardanes les atestacions conegudes fins ara d’altres (geo)sinònims importants: acatar (acatar-se devant de algú pera respectar-lo, DLacavalleria, 1696; “Jo tinc remei per redreçâ’l llom que s’acata”, Pau Berga, La Mare Terra, Perpinyà, 1913); acotar-se ‘inclinar el cos vers la terra’ (DBelvitges 1803); acotxar-se (Àngel Guimerà, Poesia); en canvi, són de documentació més antiga aplatar-se (s. XV; Brama dels llauradors, com veurem més avall, sincrònic de acatxar) i acalar (acalar lo cap; ThPu, 1575) (DCVB). 17 Coromines havia subratllat, precisament, la manca d’atestacions antigues de acatxar en català (DECH, s. v. agachar, 67b:40; DECat, s. v. acotar, 38a:49) i només en donava referències escrites del s. XX o de procedents de l’enquesta directa.
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Ferrando/Nicolás (2005: 174), que manlleven paraules del mateix Gassull: “l’autor […], sense deixar d’expressar-se en un llenguatge col·loquial acurat, reivindica l’ús dels mots dels camperols de l’Horta de València, «puix ells los se parlen, y ells los s’entenen, y ells los se crien y ells se n’avenen», que ens il·lustren sobre aquest parlar”. Cf. les consideracions de Badia i Margarit (1999: 46-50). En canvi, no havia passat per malla al DECat (s. v. catxo, 638b:36, n. 1) catxat (potser, ‘banyut, vil’ < ‘ajupit, humiliat’), present en un altre clàssic valencià del s. XV (cf. adés catxar): (5) En hòmens mil / no y ha hun vil, / he si n’í ha / algun vilà / en lo miller, / ffau-la muller; / he qualsevulla / dona lo sulla, / mare tanbé. / Bell nom n’opté / honrat en cort: / cornut e bort, / bastart, malnat, / afeminat; / guayol, fembrer / he baguasser, / concubinari / he fornicari; / macip cachat (Roig c. 1460: v. 7677).
Ens asseguren la continuïtat d’aquests testimonis clàssics l’ús contemporani i atestacions més tardanes com ara les següents: (6) Home algù els pot replicar, / si sols acachar la orella, / que la gent jove estos dies / està molt orgullosèta (Ros c. 1730). (7) I com totes les prenyades / li tenen tal devoció, / quan a besar s’acatxaven / també s’acatxava ell, / com qui vol agenollar-se (“Col·loqui dels platerets”, s. XVIII, p. 252; ed. de Martí Mestre 1996). (8) ¡Mala luna! Así no y a mes que acachar el llom (León 1980 [1789]: 2). (9) Pos señor (salvant la acció)/així me vach acachar/¡y a la primera descarga,/pobre del que m’hagarrí baix (“Coloqui nou dels carafals”, s. XVIII, p. 3b; ed. de Blasco 1983).
L’incorpora la lexicografia valenciana del s. XVIII: acajàrse [j = tx, [tʃ]] ‘abaxàr y ocultàr el cuerpo, ù alguna parte de èl, como la cabeza, para no ser visto, ù acechar alguna cosa’ (DRos 176418) i acacharse ‘abajarse’ (Mayans 1787). Compareix en la fraseologia: “Acachar les orelles algú”, “Acachar el morro” ‘acceptar l’opinió d’altri’ (Alberola c. 1927: 3) o “Acatxar el llom” ‘fer feina’. Probablement, s’han de vincular amb acatxar/catxar, recatxar ‘canviar sobtadament de direcció. Castellà torcer’ (Mallorca, Menorca) i ‘murgonar sarments’ (“Ficar los mallols y recatxar, ab la qual operació deu procurar-se no perjudicar els ulls del sarment” (Fages de Romà, Cartilla rural) i recatxolar ‘posat
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Observeu el matís de ‘amagar-se, ocultar-se’ que incorpora la definició del DRos; aquest matís, sense ser l’únic, és present en moltes atestacions de acatxar i és predominant, p. ex., en el paral·lel occità i francès; cf. més avant.
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còmodament. Castellà repantigado’ (Tortosa) (“¿Pendries quedar-te aquí ben recatxolat i que les dones mos marxitàssem?”, Moreira, Folk., 18) (DCVB). Cf. l’aragonès acocholase ‘meterse en un sitio para resguardarse’ i ‘cobijar, acoger, proteger afectivamente’ i l’occità s’acocholar ‘s’accroupir’ (Foix), ‘se rapetisser, se cacher dans le sein de sa mère’ (Roergat) (DAlibèrt). Si més no d’ençà del s. XVII, trobem l’ADJ catxo, -a, com ja s’esdevé actualment, en coocurrència amb el N cap (cf. cap cot ‘cap ajupit’; també es diu morro catxo): (10) Respongué’m com a beata,/lo cap catxo, los ulls clucs/i ab ses dolcetes paraules/pegà’m en lo cor un buf (Morlà 1995 [c. 1625]: 46).
El DCVB situa catxo, -a ‘ajupit, inclinat cap a terra, abaixat de la part superior, esclafat’ dins el català occ. i al Maestrat; deu ser més corrent, si més no al País Valencià19. Al Matarranya, catxo, -a és ‘bajo, pequeño en estatura’ (Cretes, DAndolz, s. v. cachet; Maella, Val Palacios 2000: 74). El mateix DCVB n’aplega una segona acc. ‘mut, tranquil’ (Carles Grandó, Vocabulari rossellonès); Botet (1997) la reporta amb exemples de l’escriptor rossellonès Albert Siasset Catxo, -a ha format composts: banicatxo, -a ‘que té les banyes voltades cap a vall’. Bou banicatxo, cabra banicatxa’ (Maestrat), banyacatxo, -a ‘ídem’ (Beniàssim) (DCVB; banicatxa ‘ídem’; als Ports, Querol Puig 1992: 38). Catxo, -a es fa present també en la toponímia; cf., p. ex., la penya Catxa (la Vall de Guadalest, Marina Baixa, País Valencià); cf. a l’OnoCat més mostres de punts diversos de l’àmbit lingüístic català, potser no totes vinculables. Ha generat la fraseologia; p. ex., “Dir, parlar/riure a/de barra catxa” ‘de manera dissimulada, d’amagatons’, que coneixem del nostre propi parlar (la Marina Baixa)20. L’adscripció lingüística i l’etimologia de acatxar i també de molts dels sinònims esmentats ací encara plantegen dubtes importants21. Tot i així, potser no
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El mateix DCVB aplega també una VAR catx, -a a Tortosa (“Tenir el cap catx” ‘acalat, inclinat’). Convindria esbrinar si catx és una forma real. Hi ha caig, ó jo, ja [j = tx, [tʃ]] al DEscrig: almenys aquí deu ser una ultracorrecció. 20 Llegim en Enric Valor: “Després en pegà un altre a la vora i el colgà. ¡Bona emplastrada de rebolls n’eixiria! (Tonet es reia a barra catxa)” (1975: II, 262); cf. “Riure·s a barra acachá” (Alberola c. 1927: 249). 21 Sintetitzem les propostes d’ètim per a acatxar i els problemes que plantegen aquestes. El DECH (s. v. agachar, 67b: 10-15 i 68a: 13 i ss.) s’adhereix amb reserves a una etimologia ja, diguem-ne clàssica (acceptada, amb matisos, per Diez, Meyer-Lübke, Jud i Wartburg) per a l’espanyol agachar: d’“origen incierto, quizá del lat. COACTARE ‘reunir’, ‘concentrar’, ‘apretar’, ‘forzar’, frecuentativo de CO˘ GE˘ RE ‘id’”. Aquest diccionari fa a aquesta proposta dues objeccions principals: d’una banda, si fos correcta i atesa l’evolució del grup -KT- que implica,
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convé aclucar els ulls davant la semblança i els paral·lelismes (per pur atzar?) d’una part considerable de les variants catalanes ja citades –(a)catxar, acotxar/acatar, acotar; catxo/cot; i encara: ajupir, ajocar, clofar, acatxapar…– i d’aquestes amb les observables en llengües veïnes: l’espanyol general agachar (i acachar, castellà ant. i encara ara en les varietats orientals; cf. infra), en l’aragonès (a)cachar i acochar22 i amb el francès antic esquatir. I no podem negligir especialment l’occità, com reportem més avall. Encara que el DRAE (201984) incorpora acachar sense cap marca territorial23, la geografia lingüística situa acachar a l’orient de la Península Ibèrica, almenys, a les hores d’ara. Una visió conjunta dels atles lingüístics espanyols (ALCL, m. 815; ALEANR, m. 976; ALECMAN, m. 323; ALEA, m. 1287) permet confegir una àrea compacta de gran extensió que abasta, de N a S: Navarra (llevat de l’àrea sept. d’expressió basca), la Rioja, punts de Sòria que fiten amb Aragó, i tot Aragó (on conviu amb força variants i sinònims; cf. més avall); continua per Castella-la Manxa: en localitats de l’E i del S de Guadalajara, arreu de Conca i d’Albacete, algun punt de l’E de Toledo i del centre i E de Ciudad Real; i inclou fins a l’Andalusia oriental (Almeria, Jaén, Granada, Màlaga i part de Còrdova). Cacho, -a, com a terme ramader, i, doncs, sense ser tan freqüent, té una extensió també molt important dins aqueixa mateixa zona (cf. ALEANR, m. 575; ALEC-
suposaria que el gallegoportuguès agachar i l’alt aragonès (a)cacha(r) i el català acatxar serien castellanismes; de l’altra, el resultat de la primera part de COACTARE fins a agachar en castellà no és, almenys, l’esperable (potser sí: *cuechar). El DECat (s. v. acotar, 37a: 30-45) presenta acotar com a VAR bàsica i d’origen obscur, “segurament emparentat amb els més dialectals [!] acotxar, acatxar, acatar”; reconeix que “probablement hi ha també parentiu amb el castellà agachar i el francès ant. esquatir de sentit anàleg” i que “sembla haver-hi alguna relació amb el llatí COACTARE [...] per bé que en català les formes en -tx- ([tʃ]) suposarien més aviat un DER com ara COACTICARE [> francès cacher ‘amagar’]; com que les VARs en -at- del francès i del català no són gaire explicables a partir d’un grup -AKT-, suggereix un canvi de COACTARE en *COAPTARE per etimologia popular. Reconeix que hi ha greus problemes a resoldre en diverses llengües. Les foscors etimològiques menen Coromines (DECat, s. v. acotar, 38a: 48 i ss.) a plantejar una explicació per a acatxar (< *COACTIARE) a través del romandalusí, com en altres ocasions amb boires semblants. En canvi, és en l’article catxo, -a on suggereix una via que pot resultar de pas més segur: adverteix la proximitat a l’occità quichar; hi tornem més avant. 22 Tot i que el DECH (s. v. agachar, 67b: n. 5) ho posa en dubte, sembla que acochar, acuchar són també conegudes en gallec, asturià, punts de Sòria i Santander (Buschmann 1973: 537) i, sobretot, en aragonès (cf. més avant). 23 Aut sí que presentava acachar com a mot territorial (“v. r. Lo mismo que agacharse. Es voz vulgar y rústica, que se usa en el Reino de Murcia”); el DRAE segueix aqueixa drecera fins a l’edició del 1817; cf., p. ex., “Murc y otr par. Lo mismo que AGACHARSE” (31791).
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MAN, m. 622, Cuernos bajos; ALEA, m. 483, Res cornigacha i m. 484, Res orejuda o Res que tiene las orejas caídas). Els estudis monogràfics i la lexicografia dialectals refermen i completen aquesta àrea; vegem com a il·lustració els materials més remarcables. García Soriano ja aportava acachar dins la llista de “Voces murcianas comunes a la vez al aragonés y al catalán y al valenciano” (1980 [1932]: XLIII). Lapesa Melgar descriu “el habla baturra” del S d’Osca, Saragossa, Terol i Sogorb com a “mera variedad del español rústico aunque en ella se manifiestan algunos fenómenos muy antiguos” (1942: 237) i dóna la persistència de les oclusives sordes intervocàliques de acacharse ‘agacharse’, gayata ‘cayado’ i cocote ‘cogote’ com a continuïtat per aqueixes terres meridionals d’un tret més ben conservat vers el N d’Osca (cf. napo ‘nabo’, marito ‘marido’, artica ‘ortiga’); una mica més avant (1942: 245), tornava a incloure acachar (i cayata i cocote) com a mostra de la continuïtat de trets aragonesos dins el murcià. Alvar Ezquerra cità acachar entre els exemples d’oclusiva velar intervocàlica conservada en la parla del Camp de Jaca, amb l’anotació de “con vida en Segorbe” (1948: 69). Per la mateixa drecera, Salvador qualificà acachar o cocote com a “aragonesismos fáciles” (1953: 145) quan estudià els aragonesismes de l’andalús oriental (cf. també Salvador, 1958: 215). Llorente Maldonado de Guevara (1985: 358) va posar acacharse dins la llarga nòmina de coincidències lèxiques entre l’Andalusia oriental i la Vall de l’Ebre. Acachá ‘agachar’ és citat com a exemple d’ensordiment de [g] en posició interior en el parlar de Jaén (Becerra Hiraldo/Vargas Labella 1986: 19). Al Vocabulario andaluz [= VA] d’Alcalá Venceslada (1998 [1951]) hi ha acachaparse ‘agacharse’ (cf. adés acatxapar-se, tortosí i val.) i cacho, -a ‘adj. quieto, agachado’ (cf. adés catxo ‘mut, tranquil’, rossellonès). Acacharse es diu a Baeza (Carrasco Cantos 1981: 91). El Tesoro léxico de las hablas andaluzas [= TLHA] aplega les dades de l’ALEA sobre acachar i les enriqueix amb l’acc. ‘humillarse, ceder en una disputa o querella’ (Alcalá la Real, Jaén), amb el derivat acachaílla ‘pájaro muy pequeño y de color pajizo’ (també a l’ALEA, II, n. 408; a Pedro Martínez, Granada) i amb cacho, -a ‘gacho, mustio, venido a menos, agotado, reseco’ (Sierra Mágina, Jaén) i ‘[res] cornigacha’ i ‘[res] orejuda’ o ‘[res] que tiene las orejas caídas’ (ALEA, m. 483 i 484; cf. supra). Cf. també acachaparse ‘agazaparse’ (VA) o, fins i tot, la variant metatètica acapachado, -da ‘jorobado’ (ALEA, m. 1252, a Alcázar i Albuñol, Granada; TLHA) i achoclarse ‘ponerse en cuclillas’ (Huercal-Overa, Vera; VAlmeriense24). 24
Cf. el català ajocar-se ‘posar-se les gallines o ocells en el lloc on han de dormir’, ‘ajaçar-se, posar-se a un lloc per dormir’, ‘agotzonar-se, posar-se amb els genolls doblegats i amb les anques reposant damunt els talons’ i ‘ajupir-se’ (DCVB; cf. l’extensió de ajocar-se a l’ALDC, m. 88, Ajupir-se, per a les darreres accs.).
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Els estudis i la lexicografia dialectals del murcià situen acachar arreu d’aquell àmbit: al NO (Gómez Ortín 1991)25, a la comarca de Iecla (Ortuño/Ortín 1999), a vora mar (Cartagena; García Martínez 1986: 87)26, o, ja dins terres valencianes, a Villena (Soler García 1993)27; adés ja reportàvem el testimoni de García Soriano (1980 [1932]: XLIII). Per Castella-la Manxa, hi ha acachar a la comarca de Casas-Ibáñez (Albacete; García Payer 1998: 80), a La Alcarria de Conca (Calero López de Ayala 1987, s.v); l’ornitònim acachaera ‘totovía, cogujada’ (cf. agachadera, a Salamanca, DRAE), segons el Diccionario manchego de Serna (1974). El Vocabulario navarro d’Iribarren (19842) aplega acachar ‘agachar’ en una àrea molt important de Navarra (Ribera, Zona Media, Aóiz, Roncal, Salazar) i cacho, -a com a ‘agachado, gacho, part. pas. de acacharse o agacharse’, ‘por extensión, amohinado, acoquinado, encogido. Le pegaron entre los tres y él se fue cachico a su casa’ (Pamplona, Cuenca)’, en voz cacha [cf. adés a/de barra catxa, val.], con las orejas cachas, ‘caído’ (Iba con los brazos cachos; pelo cacho; sombrero cacho) (Zona de Sangüesa, Aóiz, Montaña), estar cacho ‘estar agachado’ (Aóiz) i, finalment, cachos ‘cuernos del ganado cabrío torcidos hacia abajo’. Els testimonis lexicogràfics de acachar dins Aragó són més que nombrosos; vegem-ne només una mostra. L’inclouen obres com ara el Diccionario Aragonés (ss. XVIII-XIX; ed. Bernal/Nagore Laín 1999), el de Peralta (1836), el Vocabulario de Aragón de Moneva (c. 1924), el de Pardo Asso (2002 [1938]) o el DAndolz (41992; també cachar). Arnal Cavero (1944) el situava a l’Alt Aragó; això fa també l’EBA (acachar, a la Vall de Lierp, la Plana d’Osca, Guara Meridional, Luesia, Monflorite, Baix Alcanadre i Almudévar; i cachar a Ansó, dada ja reportada per Kuhn (1935). És de Benasc (akachá les urélles i akacháse; Ballarín 2 1978), de la Baixa Ribagorça occ. (Arnal Purroy 2003). Acachar apareix en una munió de monografies sobre les parles aragoneses locals o comarcals, sovint a la vora de sinònims de molt d’interès, que veurem més avall; cf., p. ex., al parlar de Jaca (Alvar Ezquerra 1948: 69), d’Ansó i Fago (acachar-se i cachar-se; Barcos, 2007), de la vall de Lierp (Ariño Castel 1999: 46), del Somontano de Barbastre (Mostolay 2007), d’Antillón (Somontano, Osca; Leiva 2003: 86), de Bolea (entre Osca i Ayerbe; Garcés López 2002),
25 Gómez Ortín (1991) reporta d’ací també la VAR acanchongar ‘esconder, guardar, acumular secretament’ i ‘prn agacharse, agazaparse, ocultarse’, ‘prn rehuir o esquivar el trabajo u obligación, escurrir el bulto’. 26 Ací a més l’acc. de ‘desmejorarse, ir perdiendo salud’, ja vista adés en valencià; també hi ha acachaparse ‘agacharse, agazaparse’, ‘amagarse’ [sic]. 27 Ací acachao també amb el sentit de ‘desmejorado, falto de salud’ (Soler García 1993).
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d’Ayerbe (Buesa Oliver 1989: 98), de Plasencia (la Foia d’Osca; López/Montaner 2000: 79), de l’extrem N de Saragossa (Romanos Hernando/Lozano Sierra 2003: 132), d’Oseja i Trasobares (comarca del Jalón medio-La Almunia, a l’O de Saragossa; Pérez Gil 1995: 245), de Magallón (Campo de Borja, Saragossa; Lázaro Carreter 1945), al Baix Aragó (Altaba 1985: 111), de Gallocanta (Xiloca; Miguel Ballestín 1989: 210), etc. Per les comarques interiors valencianes, hi ha acachar a Ademús (Gargallo Gil 2004: 46), a Anna (la Canal de Navarrès; Martí/Aparicio 1989; ací també hi ha achocarse i achumponarse) o a la comarca de Requena-Utiel (Briz Gómez 1991: 98). Cacho, -a és ben atestat en la lexicografia aragonesa: “cacho. Andar cabizcacho” (Siesso de Bolea 2008 [1715-1724]); cacha ‘res cornicacha’ (Ansó; Alvar Ezquerra 1978: 30); kácho ‘vacuno que tiene los cuernos hacia abajo y de las caballerías que tienen las orejas caídas’ (Benasc; Ballarín 21978). Cacho ‘bajo, agachado’ (al Sobrarbe, Tomás Arias 1999: 172), ‘agachado (Ba con los ojos cachos)’ de Bolea (entre Osca i Ayerbe; Garcés López 2002), ‘agachado; cabizbajo; zurdo’ de Sos del Rey Católico (Gil 1999), ‘gacho, -a’ i ‘fig. pensativo, -a; tristón, -a; cabizbajo, -a’ al Somantano de Barbastre (Mostolay 2007), ‘bajo, inclinado hacia abajo (ej. Es güeis cachos ta labrar son mejor; Hai cuatro siñors con el sombrero cacho que parixen pastors)’ a Gistau (Blas Gabarda/Romanos Hernando 2008), ‘gacho, encorvado o inclinado hacia la tierra. Iba cacho’ i ‘(res) cornigacha’ a la Baixa Ribagorça occ. (Arnal Purroy 2003). Hi ha encara derivats que no podem deixar de banda, com ara: arrecachadera ‘alondra’ (Alborge, Casp, Puebla de Híjar; DAndolz). Cachano, -a ‘persona desgarbada, calmuda’, ‘sombrero que por uso tiene las alas caídas’ i ‘caballerías que llevan las orejas caídas’ (Pardo Asso 2002 [1938]), ‘que procede con llaneza, a la buena de Dios’ (Benasc; Ballarín 21978, s. v. kacháno), ‘persona que por su avanzada edad está encorvada’ (Arnedo, La Rioja; TLHR). Caché ‘adj. agachado, pero significando cuando es por debilidad, impotencia o disimulo’ (Pardo Asso 2002 [1938]), ‘adj. pequeñito, esmirriado’ (Osca, DAndolz), variant cacher, -ta ‘muy bajo, a; agachado, a’ (Somantano de Barbastre; Mostolay 2007); variant cacher ‘adv. bajo, bajito (“A pasau un abión cacher, cacher” (Amudévar; DAndolz). Acachuguí ‘acogotar’ (Ansó, Bielsa, Echo; DAndolz), akachuguí ‘vencer haciendo “acachar”’ (Benasc; Ballarín 21978). Acarcachar ‘agachar’ (Ansó i Fago; Barcos 2007: 164). Acachopar ‘chafar’ (N de Saragossa (Romanos Hernando/Lozano Sierra 2003: 132). El despullament dels materials aragonesos mostra una gran riquesa de variants, geosinònims o mots amb connexió semàntica amb acachar i amb aquest concepte; n’hi ha de ben semblants en català, en occità i en llengües de l’ambit iberomànic: abocar, acanablarse o encanablarse, achocarse, achomparse, acla-
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charse, acllonarse, aclocarse, aclofarse o acoflarse, aclucarse, acocolarse o encocolarse, encobanarse, acorchofarse, acurcullar-se, acurrupirse, apochoncau/-da, arrupir-se, etc. Acochar(se) té una extensió molt important, sovint en conviència amb acachar o amb algun altre sinònim, sobretot com a ‘acatxar-se, ajupir-se’ i també com a ‘cobrir, abrigar’ o ‘abraçar, acaronar’, sentits molt semblants als que pren acotxar en català i en occità28. Agachar és la forma predominant en espanyol general (i probablement exportada fins al portuguès); de tota manera, acachar no és variant desconeguda del tot en la documentació en aquesta llengua. La consulta del CORDE (01-VI-2009) ens permet comparar amb dades la freqüència d’ús de l’una i de l’altra al llarg del temps. El Calila e Dimna (mitjan s. XIII; tot i que transmès per manuscrits posteriors) és la primera atestació de totes les dues formes: (11) Si tú vieres al león, quando a él entrares et lo vieres agachado contra ti, moviendo los pechos et catándote muy firme, et firiendo con la cola en tierra, et abriendo la boca et bostezando, et relamiéndose, et aguzando las orejas, sepas que te quiere matar (Calila e Dimna 1993 [1251]: 167). (12) Et fuéronse amos fasta que llegaron al león, et vieron a Sençeba que avía entrado al león. Et violo de la guisa que le dixo Digna: acachado contra él, et las orejas agudas, et la boca abierta, et firiendo con la cola en tierra; et non dubdó Sençeba que quería saltar en él, et fue çierto de morir (Calila e Dimna 1993 [1251]: 168).
Tenim al CORDE una tercera atestació de acachar en un text de primeries del s. XVI29:
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Cf. en occità: cochà, couchà (Gers i Landes) ‘cacher. V. estuyà’, ‘se taire; cacher son opinion; rester coi. V. carà’ (DPalay); cotchà (Landes) ‘forme de cachà’ [cf. cachar més avant] (DPalay); coucha, couicha, couja, couija, coueija, couca, couga, coulca, courca, corca ‘coucher, étendre, incliner, verser les blés’, […] se coucha, couca-s ‘se coucher, v. abóusa, jaire’, ‘s’incliner, se pencher, v. clina’, ane-s’en coucha ‘qu’il aille se coucher’, se coucha coume li galino ‘se coucher avec les poules’, lou soulèu se couchavo ‘le soleil se couchait, v. tremounta, trecoula’ (DMistral); coutchà (Gers i Landes) ‘couvrir, recouvrir. V. amantà, curbi’, ‘cacher son jeu, agir, sournoisement’. I també: acouchà ‘accoucher’, acouchà-s ‘s’accoucher, enfanter’ (DPalay); acoucheta ‘mettre bas, en parlant d’une truie’ (DMistral). Hi ha acocholar (acocholar (s’) ‘s’accroupir’ (Foix), ‘se rapetisser, se cacher dans le sein de sa mère’, Roergat) (DAlibèrt), que convé comparar amb l’aragonès acocholarse (cf. ací damunt) i el tortosí recatxolar, citat adés. Sobre l’extensió del tipus acochar per la iberoromània, cf. Buschmann (1973: 537-538). 29 N’hi ha alguna altra en fonts lexicogràfiques regionals (murcianes i aragoneses) i en descripcions d’aqueixos parlars, que també fan part del CORDE.
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(13) un soldado iba en busca de su caballo, que se le había apartado un poco de trecho del alojamiento, el pajonal adelante, y era hacia aquella parte donde los enemigos estaban acachados y escondidos, para en comenzando á cenar, ó al primer sueño, dar en los nuestros (Lizárraga 1909 [1605]: cap. XLII)
Al seu torn, agachar, després del s. XIII (Calila e Dimna) no apareix en aquest corpus fins en textos del s. XVI (9 ocurrències) i es fa progressivament més freqüent: 17 ocurrències al s. XVII; 16, al s. XVIII; 206, al s. XIX i 752 al s. XX30. Així, doncs, amb les dades que hem exposat, sembla que el tipus lèxic acatxar/catxar presenta una extensió important i és d’una antiguitat més gran del que se sabia fins ara dins la llengua catalana; té, així mateix, una gran extensió en l’àmbit oriental de l’espanyol: acachar ‘ajupir’ i sentits connexos abasta des de l’aragonès estricte (l’alt i el baix aragonès), al navarrès, el riojà, l’orient castellà i manxec, i el murcià fins a l’andalús oriental. Aquesta constatació ja pot resultar valuosa per a la història del nostre lèxic: és una distribució geogràfica que, com hem dit adés (cf. § 1), es repeteix per a altres mots de possible ascendència aragonesa o per a mots en la irradiació dels quals hi pot haver tingut a veure Aragó. Tot i així, encara planteja interrogants ben importants; si més no, els següents: cal mantenir l’opció del romandalusí? i és aquest un aragonesisme, com plantejava una certa tradició, sobretot dins la filologia hispànica? Certament, la documentació històrica encara presenta buits notables: no disposem d’atestacions antigues de acachar d’origen aragonès; als materials de l’espanyol, hi ha llacunes (ss. XIV i XV); n’hi ha també quant als materials del català. L’ètim no és del tot clar, com hem suggerit. I, cosa no menys important, es tracta d’un concepte, com hem avançat, de caràcter expressiu, cosa que afavoreix les influències entre mots i sentits semblants o connexos. Potser, per a començar a resoldre algun d’aqueixos interrogants, convé que tinguem present l’existència d’aquest tipus lèxic i d’altres variants semblants més enllà del Pirineu. Paga la pena de despullar almenys els diccionaris occitans de referència per a descobrir paral·lelismes molt valuosos i, cosa sorprenent, no gaire atesos31. Ací ens limitarem a seguir la drecera que, com avançàvem, havia 30 Aquestes dades refermen i concreten les aportades pel DHistórico i pels diccionaris etimològics. 31 Aquest despullament no és exhaustiu i pretén només d’il·lustrar les coincidències i els paral·lelismes entre formes occitanes, catalanes i aragoneses (i parcialment també espanyoles). Reservem per a una altra ocasió l’anàlisi d’aqueixos materials. Hem pres com a fonts diccionaris bàsics: el DMistral, el DLevy, el DPalay i el DAlibèrt. Respectem les grafies dels originals i agrupem mínimament les VARs i els DERs. Observem que l’àmbit semàntic d’aquests mots abasta una gamma ampla de sentits connexos per via metafòrica o metonímica. Fonamentalment, sembla que hi ha dues línies; de mane-
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suggerit Coromines (sobretot, al DECat, s. v. acotxar i catxo, -a), quan adverteix la proximitat amb l’occità quichar. Hi ha dins el domini gascó acatchà-s amb una gran coincidència formal i semàntica (‘se courber; se baisser. cf. abacha-s’, DPalay) amb el nostre acatxar i l’aragonès acachar; el trobem en dos punts del gascó meridional, allunyats l’un de l’altre: l’un és la vall d’Aspa (si fa no fa, a l’alçada de Canfranc, a la banda aragonesa) i l’altre a Banhères de Luishon (si fa no fa, a l’alçada de la Vall d’Aran). L’ALELOc (m. 915 baisser la mèche) aplega al N i NE variants de baissar, [akat|a la |mεko] SO del Tarn i a l’E de la Garona Nauta, i a l’E de l’Arieja i de l’Aude, i, cosa de molt d’interès, [aka|tʃa la |mεko/ |mεʃo] al S de l’Arieja i N de l’Aude. Ja connectada amb els sentits que veurem més avall (entre altres, ‘amagar-se’), tenim al DMistral la locució acachoun (d’) (‘v. acatoun (d’), és a dir: ‘en se cachant, en tapinois, v. escoundoun’, anar d’acatoun ‘avancer sans se montrer’), locució que el DPalay (s. v. acathioun (d’) ‘en cachette, à la dérobée’) situa al N de la Gascunya; cf. també l’ALG (m. 216 cache-cache). Hi ha, a més, una abundosa presència de cachar en aquests diccionaris de referència amb matisos semàntics diversos i connectats: cacha, caissa ‘meurtrir, froisser, blesser, presser, serrer, v. quichar ‘oppresser, peser sur’’ (DMistral); cachar ‘cacher’ (DLevy); cachà ‘cacher. On dit aussi capchà, catchà. En Arm signifie aussi pressurer, compresser, Syn. escoùne, estuyà, amagà’ i catchà (Landes, Gers) ‘presser, comprimer, peser sur. V. préme, prestì; en certains lieux, v. l’Est des L signifie cacher, dissimuler. V. estujà’ (DPalay); cacha, catcha ‘cacher, serrer, dissimuler, au figuré, v. acata, amaga, escoundre’, ‘se cacho pas ‘il ne s’en cache pas, il dit sa façon de penser’, es un cacha ‘c’est un sournois, un homme boutonné’, de-cacha, de cachat ‘en cachette’, au cacha, au cachat de ‘a l’insu de’ (DMistral); cachar ‘écacher; presser, serrer; pincer, couper’, ‘se presser, se serrer, se blesser’, ‘échalasser, enfoncer les échalas, appuyer sur le timon’ (DAlibèrt). Són d’interès els derivats següents, que convé comparar amb algun dels ja exposats ací del català o de l’aragonès: cacho-cachoun (de) ‘en cachette, furtivament, v. acatoun, escoundoun (d’) ‘R. cacha 2’ (DMistral); càtchou, -che ‘dompté, -e; rendu docil’ (DPalay); i cachàno (Arm.) ‘licol, torcol. Syn. cabéstre’ (DPalay); catchou, catchouate (As
) ‘valétudinaire courbé, cassé, -e’ (DPalay). Tot això no deu ser nou: el DOM aplega, ja en textos dels ss. XIII-XIV, de Dacs (les Landes, Aquitània) acachat ‘personne dissimulée’ (“e enparerey e garderey ra molt esquemàtica: ‘reunir, aplegar, pressionar, comprimir’ (connectat amb el possible valor etimològic; cf. adés) > ‘anar avall’ > ‘inclinar-se’, ‘abaixar el cos’ > ‘seure a la gatzoneta’ > ‘amagar, cobrir’ > ‘dissimular’ > ‘mentir’; i ‘inclinar-se’ > ‘arrufar-se’ > ‘cercar protecció’ > ‘amanyagar’.
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tabey lo freu com lo fort, de tort e de forse de mi medis e d’autrey, e de tot sauay e acachat garderey totz los besins”, Le Livre Noir et les Établissements de Dax, c. 1243 [ms. 1345], 482,23: ed. François Abbadie, París). Llegim dins els proverbis de Montpeller aplegats per Anna Rulman (1637): “Per cacha que sié, lou fioc toujours fume” (en grafia normalitzada: “Per cachat que siá, lo fuòc totjorn fuma” . Connectats amb el tret semàntic ‘amagar’ (< ‘pressionar, fer anar avall’) i, d’ací, ‘dissimular’ hi ha: cachourra ‘mentir (Llenguadoc), vous m’avès cachourrat vous en avez menti’ R. cacha’ (DMistral); catchourrà, -rrì ‘employé au sens de mentir itérativament; le mot aggrave le sens de menti. Qu’en as mentìt e catchourrìt ‘tu en as menti et bien menti, menti deux fois’ (DPalay); i cachorrar ‘mentir’ (Tosola, cévenol) (DAlibèrt). Hi ha, a més, les variants quichar32 i esquichar: quicha ‘presser, serrer, pincer, meurtrir; v. esquicha, cor-quicha’, quicha li rasin, lou vin, la tino ‘fouler la vendange’, li soulié me quichon ‘les souliers me serrent trop le pied’, au quicha de la clau ‘au moment de la clôture, au moment de conclure, à l’instant décisif’, quicho ‘serre, force, pousse, presse, appuie’, cop de quicho ‘dernier coup de presse’, se quicha li det, ‘sécacher les doigts’ […] “Conférer quicha avec le prov. cacha ‘presser’ […]” (DMistral, s. v. quicha); quichat ‘adj. écaché, écrasé, en parlant du nez’ (DLevy); quichar ‘presser, serrer, pincer, meurtrir, fouler la vendage’ (DAlibèrt); quichorlar ‘pressurer’ [cf. adés cachorrar] (cévenol) (DAlibèrt; s. v. quichar); esquicha, esquissa, echichi, ecuchi ‘presser, serrer, épreindre, exprimer, comprimer, écacher, pressurer, opprimer, rosser, v. cacha, eisuri, espremi, estourri, quicha, sarra’, s’esquicha ‘se presser, se serrer, se serrer les rans; se forcer, faire des efforts, pour aller à la selle, v. escagagna’, ‘se baisser, se blottir, se courber, éviter le coup’ (DMistral); esquichar entre altres sentits ‘se baisser, se blottir, se courber’ (DMistral, s. v. esquicha; DAlibèrt, s. v. esquichar). Alguna de les foscors que planteja l’etimologia de acatxar s’esvaeix si posem atenció sobre l’occità33. A més, acatxar/catxar del català, (a)cachar de l’aragonès i els occitans acachar/cachar, (es)quichar i derivats són propers en el significat.
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VAR ja observada i atestada al Jaufré (s. XIII: nas quitxat ‘écrasé, aux narines distendues’) pel DECat (s. v. catxo, -a). Efectivament, el trobem inventariat i definit a l’Essai d’un glossaire occitanien d’Henri Pascal de Rochegude (1819: 255): “E·l nas quitxat e moregos” ‘écrasé, épaté’; i llegim al “Roman de Jaufre” en Raynouard (1838: I, 149): “E·l front meravilhos e gran,/e·l nas quichat e malestan”. 33 Almenys, l’evolució del grup -KT- vers [-tʃ-] o la reducció a [ka-] de [kwa-] (< [koa-], COACTARE/COACTIARE); cf. ací supra n. 21.
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Certament els paral·lelismes en aquest camp semàntic afecten altres variants i altres sinònims importants, en algun cas potser connectats amb acatxar34. Ara bé, acatxar mostra alguna particularitat: hi ha la coincidència plena amb acachar (aragonès, espanyol oriental i, com hem vist, punts del gascó i S del llenguadocià). Hi ha també el fet que presenta una distribució geogràfica que, com avançàvem, reapareix en altres mots en què hi pot haver hagut algun tipus de participació de Aragó com a territori originari o com a pont en la difusió. Mentre que no emergiran dades documentals noves que ens permeten situar acatxar ‘ajupir’
34
Cf. adés en n. 22 i 28, el cas de acotxar (català)/acochar (aragonès)/acochar (occità). Hi ha també acalar (català i occità); ajocar (català)/achocar (aragonès)/ajocar (occità); aclofar, aclacar i aclatofar (català)/aclofar (aragonès)/aclafar (occità); aclapar (català i occità); aclatar (català i occità). És especialment remarcable el cas de acatar, acotar, cot/-a (català), indestriables de les VARs occitanes següents: a) acatar o catar: acata, cata (Llemotges, Alvèrnia), acassa (d. Velay) ‘couvrir, celer, cacher, dissimuler, proteger, v. aclata, amaga, curbi’ [...]; acata lou cap ‘baisser la tête’; s’acata ‘se couvrir, se tapir sous ses couvertures; se baisser, se courber, se taire; s’abaisser, s’humilier’ (DMistral). Acaptar ‘baisser, couvrir, cacher, dissimuler, protéger’, ‘se couvrir, se cacher, se courber, se baisser, s’humilier, se taire. Var. acatar’ (DAlibèrt). Acatà ‘baisser, céder; celer, cacher, couvrir; plaquer’, acatà-s ‘se tapir, se dissimuler, se faire petit, humble’, acatém-se ací ‘cachons-nous, dissimulons-nous, plaquons-nous ici’ (DPalay). Catar ‘couvrir; cacher’ (DAlibèrt). Catà, cathà ‘rester coi; se taire; baisser pavillon’, catà-s ‘filer doux, s’humilier; se coucher, en parlant des chien, notablement, s’aplatir. Cf. acatà V. cat 1’ (DPalay) b) DERs de acatar o catar: acatanà-se (Haut Adour) ‘s’abriter, se metre à couvert. V. assessa-s’ (DPalay). Acatoula, acatoura (m.), acatria (g.) ‘couvrir légèrement, cacher sous le pan de sa robe; choyer, caresser, magnarder, v. acachouli, cachoula’ R. acata.’ (DMistral). Acatoun (d’), d’acachoun ‘en se cachant, en tapinois, v. escoundoun’, anar d’acatoun ‘avancer sans se montrer’ (DMistral). Acaptolar ‘se pelotonner. Var. acacholar (Roergat)’ (DAlibèrt, s. v. acaptar). Cat ‘coi; mot tombé en désuétude; on a gardé pourtant catà, rester coi’ (DPalay). Cat, couat, gat, gate, cach, gachi, ato, acho ‘coi, tranquille, v. quiet, siau’, ‘rendu de fatigue, las, asse, en Limousin v. cansa, las’, tèn-ti cat ‘reste tranquille’, lou tèms es cat ‘le temps est calme’, esta cat, ista cach ‘rester coi’ (DMistral). c) Acoatar i VARs i DERs: acouvassa, acougassa, acouassa, acouta, acóuta ‘faire choir sur le derrière, s. escagassa’, ‘couvrir avec soin, v. acoucona’, ‘s’acouvassa, s’acouta, s’acoueita ‘accouver; s’accroupir, comme une poule qui veut couver, se tapir, v. acougouncha; se courber, se baisser, v. aclata, courbaissa’ (DMistral). Acouatà-se (Gers) ‘couver; s’accroupir. V. aclatà-s’, acoechandat, -ade (Nay) ‘qui se tient sur una jambe, le dos appujé au mur’, acoeyta’s ‘V. D. acoat’s, s’accroupir’ (Noulens) (DPalay i “Supplément”). Acoassar (s’) ‘s’accroupir’ (DAlibèrt). Acoatar ‘s’unir’ (DLevy). Acoatà-s (Arm) ‘s’accroupir, se tapir, se cacher. V. acatà’ (DPalay). Acoatar ‘faire choir sur le derrière’, ‘s’accroupir, s’accouver’ (DAlibèrt). Acotolar ‘choyer, dorloter, caresser, s’emmitoufler’, Var. acotalar (Montpeller) (DAlibèrt).
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també en altres terres catalanes (fora de l’àmbit descrit adés: País Valencià, tortosí, etc.), som de parer que el contacte amb els aragonesos ha degut actuar com a difusor o com a reforçador d’un vocable que deu connectar amb l’altra banda del Pirineu. Així mateix, observem que la variant catxar, amb les accepcions més vinculades al possible sentit originari de ‘pressionar, fer anar avall’ (cf. n. 21 i adés cachar occità), en canvi, no sembla que haja tingut (amb la documentació actual) presència en terres valencianes ni a Aragó; aquests sentits, en canvi, són molt pròxims dels més estesos en el domini occità (cachar, [es]quichar). A la vista d’aquestes dades, sembla que, efectivament, no cal recórrer al romandalusí, més que sovint, llenegós. Hi ha, més tost, un seguit de formes compartides dins l’àmbit occità, aragonès i català. En aquest cas, la coincidència sembla, més tost, entre el català occ. (i, dins aquest, sobretot el val. i el tortosí), l’aragonès i parlars occitans35.
3. Assadura Trobem assadura de bon principi en terres valencianes en dos textos en llatí de mitjan s. XIII signats per Jaume I a Cullera i a València. Es tracta de privilegis pels quals eximeix els ramats del Regne de València de l’assadura, dret que es pagava pel pas del bestiar, precisament amb el lliurament d’una freixura (o d’un cap de bestiar) per ramat. (14) concedimus et statuimus imperpetuum, quod in aliquo castro vel villa regni Valencie non detur unquam de cetero aliqua assadura de aliquo bestiario, sive sit habitatorum regni Valencie sive cuiuslibet alterius loci. Ita, quod ratione castri vel pontis vel barche vel ville vel alio ullo modo ipsa assadura non detur [nunquam]. Mandantes baiulis et tenentibus castra vel villas in toto regno
35
És, si més no, semblant el cas del tortosí i valencià cutxamander ‘manifasser, que es fica en tots els assumptes sense tenir-ne necessitat’ (DCVB), que Colomina (1992: 285) ha explicat com a occitanisme a partir d’un compost *coucha-mandadié ‘el que o mena pressa als missatgers o encarregats de fer això o allò’; cal advertir que hi ha VARs molt semblants també a Aragó (cochamandredo ‘entrometido, liante’ (Almudévar), ‘entrometido, amigo de manejarlo todo’ (Luesia, Uncastillo) (EBA), a Navarra (cuchimandero, -ra i cuchimandrero ‘ídem’ (Iribarren 21984), i a la Rioja (cochamandriado, -da ‘adj. desorganizado, sucio’, cuchamandero, -ra ‘v. cuchamendero, -ra’, cuchamendero, -ra ‘adj. entrometido’; TLHR). La VAR gemecar per gemegar, molt difosa al País Valencià si més no des del s. XV, és també de l’aragonès i té projecció vers l’orient peninsular, com va demostrar Veny Clar (2002). Mostra també una presència important a l’occità meridional gascó. Cf. altres casos en Martines [en preparació].
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Valencie, quatenus de cetero nunquam predictam assaduram accipiant vel demandent aliqua causa vel racione (Jaume I, Cullera, 1252; AVJI). (15) QUOD IN CIVITATE VEL REGNO VALENCIE NO DETUR ASSADURA/Iacobus, Dei gracia rex Aragonum, Maioricarum et Valencie, comes Barchinone […]. Sciatis nos dimississe assadura, que solebat recipi de ovibus et ganatis illorum qui oves suas ganatum aducunt vel tenen in regno Valencie, ita quod in aliquo loco vel castro regni Valencie non detur deinde de ipsis ovibus vel ganatis aliqua assadura. Quare mandamus vobis firmiter quatenus dictam asaduram ab aliquo vel aliquibus non petatis vel accipiatis aliqua racione, si confiditis de nostra gracia et amore (1275, LPCRV 226-227).
Vet-lo en un text en català que refereix els drets atorgats als ramats de Terol que pasturen pel Regne de València: (16)
peixer, pasturar e ampriuar per tot lo present regne ab dits sos bestiars majors y menors venint stant y tornant aixi en lo Realench […] sens pagar cosa alguna per dret de herbatge, passatge, montatge y assadura y encara sens pagar pena, ban ni calonia alguna ni altre pretes dret, vectigal o imposicio (Archivo Histórico Provincial de Teruel, doc. 1277, fol. 2v; citat sense datar per Abad Asensio 2005-2006: 11, n. 9).
PODER
Va ser vocable conegut i usat en terres valencianes per a designar aqueix impost. De fet, el retrobem en altres textos valencians, ja en català: (17) Ferndinandus rex. Anno mdx. Montissoni […] sia dispost y ordenat que ninguns senyors de castells e lochs dins lo dit rege de València no prenguen ni puixen pendre dret de assadura de nengun vehí ne habitador del dit regne [...] aquell a qui serà estada presa o levada la dita assadura (Furs, Extravagants, II, 1510, XI, 134). (17bis) Item, es pactat e concordat entre les dites parts que los ganados e bestiars del dit arrendador que entraran a herbejar en lo dit terme de Thous e de Terrabona sien franchs de asadura e de qualsevol altre dret (Arrendament de l’herbatge a Miguel Sanchis Gamir, mercader de Terol, València, 1553; Castán López 2002: 28). (18) està dipost y ordenat que los veïns […] de la present ciutat […] sien franchs de tots drets, peatje, quema, asadura, degolla y de qualsevol altres drets […] / Item per quant, segons furs y privilegis del present regne, tots los veïns y habitadors de aquell son exempts del dret de asadura, borra o borregatge (Corts de Felip IV, València, 1645; Guia Marín 1984: 209 i 352).
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López Rodríguez (2005: 106) esmenta el “dret d’assadura del castell” entre les rendes de la Batlia de Llíria a la vora del terç delme del pa, del vi, de l’hortalissa, de l’oli i del carnatge, del dret de miges moltures dels molins fariners, etc. al 1411 (Arxiu del Regne de València [= ARV], MR, núm. 9654, 9655, 66589660, 9662-9664). En tenim una altra atestació en Castán López (2002: 19; també 1996: 282-287): el dret de “pas y asadura de Llíria” (ARV, Batlia, P, exp. 886, fol. 1, sense data). Rostir i, amb matisos semàntics, torrar o socarrar són els verbs patrimonials en català; el llatí ASSARE no hi va deixar gaire petjada com sí que va ocórrer en espanyol. Així mateix, freixura o corada ‘entranyes dels animals’ són els equivalents tradicionals i encara usuals de l’espanyol asadura. Només ens constava assadura fins ara en el Regiment de sanitat d’Arnau de Vilanova i, ací, probablement, com defineix el DCVB, amb el sentit de ‘rostit, carn rostida’ més que no pas com a ‘freixura, corada, entranyes’. La consulta del CICA (20-VII-2009) ens permet confirmar-ho: (19) De peix arsat hó cuyt en aygua. Los ditz corses deuen menjar los peys de què usen més que més arsatz hó cuyts en aygua; mas la assadura deu hom més usar en hivern que en estiu, qual que sia la assadura, sia en forn, sia en brases; mas cuyts en aygua són meylors en estiu que en hivern (Arnau de Vilanova, Regiment de sanitat, s. XIV [ms. s. XV], 176; i 4 ocurrències més; CICA).
Cf. aquest ús de assadura amb l’occità arsuro ‘brûlure’ (DMistral), arsura ‘frûlure’ (DLevy). Com hem vist en els exemples anteriors, assadura al·ludeix a un sentit ramader, documentat en espanyol si més no ja des del 1129: ‘derecho que se pagaba por el paso de los ganados, consistente en la entrega de una asadura’ (DECH, asar, 369b: 54). El CORDE (8-III-2008) ens en forneix un bon grapat de referències i des d’antic (1129, fur de Carcastillo, Navarra; 1250-1300, fur de Navarra; 1131, fur de Calatayud) dins l’àmbit navarroaragonès36. Tot i que aquest dret ramader era més propi de la corona de Castella (Gerbet 2003: 259), com veiem, s’aplicava també a Aragó. De fet, i això és remarcable, en tenim documentació en textos aragonesos medievals com ara el Libro de la Comunidad de Teruel [= LCT] (ss. XIV i XV; ed. de Garcia Edo 1999): (20) E res no menos, dixo que requerie al dito Ximén Garcés […] que de fecho en continent restituyés e delliurás en poder del dito Gil Martínez, qualesquiere
36 L’arreplega l’inventari de mots atestats en documentació antiga navarresa de Yanguas y Miranda (1987): asadura contribución ó pecha sobre la cria del ganado’.
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reses de assadura que ell o el honrado Martín Ximénez de Morea, padre suyo, alcayde del castiello de la dita villa [Alpont] huviesse tomado (LCT 1377: 440). (21) Secundum et a quadam alia carta data Cullarie […] per quam idem rex Jacobus concessit et perpetuo stabilivit seu tiam ordinavit, quod in aliquo castro villa seu loco regni Valentie non detur aliqua assadura bestiariis […] (Joan I confirma vuit privilegis ja concedits a les aldees de Terol, Saragossa, LCT 1388: 447-448). (22) Item más, el señor rey don Jayme […] por su privilegio que fue dado en Cullera […] mandó por alguna persona no fuesse tenida dar assadura en el dito regno de Valencia de bestiares algunos […]//[…] la dita comunidad de las ditas aldeas de Teruel e villa de Mosqueruela […] an uso et possessión pacífficas et quietas de no pagar leuda, peso, peage, medio peage, pontage, mesurage, coçuelos, carnerage, pasturage, borregage, assadura, montage ni otro vectigal ni dreito alguno […] en toda la tierra e señoria del señor rey de Aragón, e singularment en el dito regno de Valencia […]. Et […] stamos en los ditos usos costumbres et possessión de no pagar peatge, medio peatge, pontge o passage, carnerage, pasturage, assadura, amalladatge, montage, ni leuda ni vectigal ni otro dreyto alguno de sus mercaderías, averías, ganados o bestiares […]//los anteditos peatge o medio peatge, pontage, assadura, carnerage […] (LCT 1436: 453- 454).
Podem suposar, doncs, que ens trobem davant un mot de l’àmbit ramader i juridicoadministratiu que va tenir una certa vitalitat en terres valencianes; ací va poder arribar amb el trànsit del bestiar des de Terol i amb l’organització jurídica que exigia aqueix trànsit.
4. Bovalar o boalar Com ja reconeix el mateix DECat (bou, 184a: 40), bovalar o boalar ‘tros de terra tancat on pasturen els bous’ (derivat de bou) és vocable fonamentalment valencià (ací ja en un text llatí de Fredes del 1266)37 i del S de Principat de Catalunya (Tortosa –Llibre de privilegis d’Ulldecona, 1373–, el Matarranya –carta de 37
És ben freqüent en la toponímia d’arreu del País Valencià, potser més intensament al N (tot i que no manca al centre i cap a migjorn: el Boalar (Algemesí, Guadassuar, Alzira; Mut 1995: 316-317), Godella (l’Horta Nord; Herrero 1995: 539), Xeraco (Safor; Llorens 1995: 584), Polop (la Marina Baixa)); cf. una bona col·lecció d’exemples a l’OnoCat (bov-, 107a: 25 i ss.). El DCVB el dóna com a apel·latiu del Maestrat i de València; també a la Plana Baixa (González Felip, 1991: 27). Cf. les atestacions de la Toponímia dels pobles valencians (s. v. bovalar, bovelar). El tenim en la lexicografia valenciana del s. XIX (bobalár i bohualár, DEscrig, 1851; bovalár, DPla, que no incorpora arcaismes).
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població de Maella, 1277–) i té un gran arrelament a Aragó, des de l’Alt (Panticosa, Echo, Tena38, Benasc) fins al Baix Aragó. Vet-ne ací alguna dada més d’aqueix àmbit: Moneva (c. 1924) aplega boalar com a ‘dehesa boyal’ a l’Alt Aragó i a Blesa (N de Terol); és ‘herbaje’ a la Ribera de l’Ebre; ‘porción de terreno destinado al ganado de abasto público o al de las caballerías de labor de los vecinos’ a l’Alt Aragó, Tarassona (NO de Saragossa, a la fita amb Sòria); boalar és ‘dehesa, boyal’ segons Pardo Asso (2002 [1938]); Bobalar o Bogalar és una partida de Sercué (a l’extrem NO del Sobrarbe; Quintana 2007: 106); bobalar ‘partida de terreno destinada a pastar los bueyes; dehesa boyal’ (Benasc; Ballarín, 19782). Té presència a l’altra banda del Pirineu en gascó: boalà, boèlà ‘etendue de terrain réservée pour le pacage des bovins’, boalà, boèlà ‘mettre un terrain en bois, en défens’, boalè, -re ‘garde des pâturages’ (DPalay). N’hem aplegat atestacions al País Valencià ja al 1239 en documents en llatí i, doncs, sota variants llatinitzades, amb o sense la labiodental (bovalar/boalar): (23) et habeatis imperpetuum pasturales franquos in universis dictis locis infra regnum Valencie, excepto boalario (València, 1239, LPCRV 102). (24) concedimus quod infra terminos dicti loci possitis facere deffesas et bovalares ad opus bestiarii vestri (Guillem d’Anglesola atorga carta de poblament a Culla, 1243; Díaz Manteca 1987: 188). (25) Damus adhuc vobis […] atque concedimus bovalare hoc videlicet modo, quod bovalare limitetur […] (fra Berenguer, abat del monestir de Benifassà, atorga carta de poblament a Bell-lloc i Albar, 1262 [còpia del 1323]; Guinot Rodríguez 1991: 293). (26) Item damus vobis et vestris bovalare, quod bovalare limitetur et asignetur ad cognitionem vestram (fra Berenguer, abat del monestir de Benifassà, atorga carta de poblament a Fredes, 1266 [còpia del s. XVI]; Guinot Rodríguez 1991: 308). (27) concedimus vobis […], populatoribus Ville Regalis […], unum miliarium montis termini ipsius proprius pro boalario […], et habeatis etiam unum miliarium, ut dictum est, de monte termini dicte Ville Regalis pro boalario […] (Ulldecona, Jaume I, 1274; Garcia Sanz/Garcia Edo 1995: 71). (28) devesa in illo termino exceptis bovalarium suficientem ad populatores habitatores de illo loco (Guillem de Besora atorga carta de poblament a la Torre de Vinrobí, terme de Culla, 1275 [còpia del 1598]; Guinot Rodríguez, 1991: 347)
38 Guillén Calvo (1981: 157) aplega a la vall de Tena: Boalar (Piedrafita i Tramacastilla) i Bubalar (Panticosa).
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El DCVB en dóna testimonis del llibre d’Ordinacions de Castelló de la Plana i de l’Espill de Jaume Roig. El retrobem molt sovint en textos medievals i posteriors: (29) Moderaren lo boalar de la dita vila: stabliren e ordenaren que·l dit boalar vingua del cabeçol apel·lat d’en Pere Andreu a ençà ves la vila (Establiments de Gandia, 1382; García García 1987: 75). (30) Rúbrica de les calònies del bovalar de Figueroles dels vehins de Llucena (Establiments de Llucena, 1413; Guinot Rodríguez 2006: 37, 41). (31) hordena […] lo dit honorable Consell que sia feta una intimació o requesta [...] que el dit honrat procurador senyale boalar covinent a la dita vila […]. E si per ventura per rahó del dit boalar se ha res a tractar […] (Manual de Consell d’Elx, 1408, Elx; Hinojosa Montalvo 1990: 241). (32) En sa partida m’ha deixat lletres per als governadós e misser Rossell e altres, e per a la ciutat, per al fer del bovalar (Lletra de Jaume Serra a Alexandre VI, València, 1493; Batllori Dillet 1998: 83). (33) que no sia nengú que gose posar bestiar dins lo bovalar de la dita vila [de Gandia], exceptat lo bestiar dels carnicers […], e açò per tantes vegades quantes dit bestiar serà atrobat dins lo dit bovalar (Manual de Consells de Gandia, 1500; Olaso Sendra 2005: 391). (34) Atenent y considerant que y a gran perjuhí y dany de la present vila per a aver de avituallar la carniseria y ya gran abús de entrar en lo bovalar y devessa (Establiments de Llucena, 1701; Guinot Rodríguez 2006: 74).
L’hem trobat en documentació, coetània i també posterior, amb trets lingüístics aragonesos referent a llocs valencians39 o d’arreu d’Aragó; cf., p. ex., els següents: (35) et bovalarium competentem ad opus sui bestiarii de arada (Jaume I ratifica la carta de poblament atorgada a Morella en temps de Balasc d’Alagó, Morella, 1250; Guinot Rodríguez 1991: 216-217)40. 39 No podem fer ací un estudi lingüístic de cada document, cosa certament d’interès. Ens limitarem a cridar l’atenció en nota sobre algun tret no català observable en els textos que van en llatí fets al País Valencià o que hi tenen a veure i que és útil per a interpretar quina podria haver estat la llengua dels redactors del document o el context lingüístic en què pogué ser escrit. 40 Text en llatí molt ric quant al lèxic i amb toponímia de molt d’interès. Hi ha elements que no s’adiuen amb el català com ara: “in vale de los Pardos”, “et descendit per illos cerros”,
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(36) Et damos a vos licencia que podades fer boalar convinent en el dicho lugar a las bestias d’arada (Roy Pérez, comanador d’Alcanyís de l’orde de Calatrava, atorga carta de poblament atorgada a Begís, 1276 [còpia del 1653]; Guinot Rodríguez 1991: 354). (37) E do a vos que podades facer ordenar bovalar o defessa para vuestro ganados suficientemente (Joan Eiximé d’Urrea atorga carta de poblament a l’Alcora, a fur d’Aragó, 1305; Guinot Rodríguez 1991: 454). (38) Donamus […] vobis […], quod ad opus et usum vestri bestiarii et ganati habeatis per totam terram et per omnia loca dominacionis nostre, aquas, pasqua et erbas et intretis in bovalariis (Franquícies atorgades per Jaume I als pobladors de Miranda, Saragossa, 1235; Ledesma Rubio 1991: 217). (39) Et illi populatores possint laborare et scalizare per omnes montes et terminos de Pina in Albaribus […]. Et quod populatores dicte ville pascant ganatos suos in boalare de Pina (Jaume I atorga la vila d’Alcalá, prop de Cambor, al monestir de Sijena; Pina –prop de Saragossa–, 1246; Ledesma Rubio 1991: 239). (40) se tiengan de pascer en el tiempo de los boalares assi como tienen los uezinos; en cuyos terminos aquellos boalares son establidos. E quando quier que aquellos uezinos daquel logar o aquel boalar es establito, y pusieren todos lures ganados […]. E quando los uezinos daquel logar o el boalar es, suelten aquel boalar que y pascan todos lures ganados. […] Assi enpero que los pastores pueden fincar lures tiendas alli en aquel pasaje, & trasnoitar en aquel termino alleno, una uegada con lures greyes, & con lures bestiarios (Fueros de Aragón, 1247; Sánchez-Prieto Borja 2004: paràgraf 1 i ss.). (41) si los otros logares que són clamados boualares, es assaber uedados de bueyes, que sean aqueillos logares uedados comunalmente de los uezinos de aqueill loguar (Vidal Mayor, 1247-1252; Tilander 1956: II: IV, 13, 274 i pàssim). (42) […] pretenditur usque ad illam talaya Hospitalis de Carrapiniellos […] et ab ipsa talaya usque ad dictum Podium de Latronibus sicut metae sive boguae sunt positae […]. Ita quod habeatis ipsum in bovalare vestrum ad utendum ipso in bovalarii sicut est forum de bovalari per dicum etiam locum (El Consell de Saragossa atorga el poblament de la Muela de Garrapinillos, aldea de Saragossa; Saragossa, 1259; Ledesma Rubio 1991: 249).
“serram de los Comos”, “per illas lomas”, “et vadit per oriellam de campiello de Munio Sanxo” (216); “per fundum de Canalielas”, “et dividit terminum cum Cuylyar per Coladiello Pinoso, per orielam de campeilo” (217), etc.
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(43) per nos [Jaume I] et nostros […] confirmamus vobis Stephanos Egidii […] Molae de Carrapiniellos presentibus et futuris in perpetum illud boalere et vetatum quod iurati Cesarauguste vobis concesserunt […] (Jaume I confirma als pobladors de la Muela de Garrapinillos, aldea de Saragossa, el termes atorgats pels jurats d’aquella ciutat; Lleida, 1260; Ledesma Rubio 1991: 249). (44) damos por Bobalar a buestros ganados gruesos y menudos en el dito termino, ansi com encierra y departe el Rio de Algerez y el rio de Guadalope, y parte terminos con Calanda, y con Alcañiz y con Monroyo (Carta de poblament de la Ginebrosa atorgada Artal de Alagón, 1291; Ledesma Rubio 1991: 284). (45) enpero el dicho ganado, no faziendo mal ni danyo en pan ni en vino y guardando a la dicha villa huna deffesa privilegiada, siquiere boalar (Reclamació de Johan de Vinias, veí de Saragossa contra Lanaja (prop d’Osca), 1291; Fernández Otal 1995: 115).(46) nos demandamos a ellos o ellos a nos por razon de los terminos nuestros todos et del boalar del mont que son de la villa de Epila (Epila, 1294; ed. Canellas López 1988: 72). (47) Encara que ayan por boalar los omnes de Sallient la part de Artica Luenga e los Congostos e las Boçossas […] que ayan por boalas [boalars] la selva de Lanuça (Sentència de delimitació de bolars de Sallent i Lanuza, El Pueyo (vall de Tena), 1334; Gómez de Valenzuela 2007: 55). (48) trobaran en sus bedados bovalares no puyando ni devallando enta suso o enta iuso segunt dito yes de suso (Capitulacions entre Echo –Aragó– i Braslavilla –Gacunya– per a regular el pas del ramat, 1438; Gómez de Valenzuela 2007: 98).
Bovalar és antic, fins i tot, a Navarra, a la vora de boyeral41: (49) Escalietis quantum uolueritis, preter illos bubalares et pascueros (Leire, Navarra, 1173; González Ollé 1999: 767). (50) que finque pastura por ambas las partidas, guardandose del sembrado e del boyeral si hubiera alli la horden (Roncesvalles, 1288; I. Ostolaza Elizondo, Colección diplomática de Santa María de Roncesvalles (1127-1300), Pamplona, 1978: 305; citat per Ramírez Vaquero 2005).
El DECH (s. v. buey, 689a: 9) i OnoCat (s. v. bov-, 107a: 53 i ss.) invoquen el romandalusí boayál (Simonet) i Alboayal (Llibre del Repartiment de València). 41
Cal recordar que també hi ha boyeral per Aragó més occ.; cf. els NLs Boyaral (a Lanuza, vall de Tena: Nagore Laín 1987; a Echo, a Escarrilla, EBA; al Camp de Jaca; Alvar Ezquerra 1997 [1948]: 132).
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L’existència d’aquests derivats de BOS, -VIS en el romanç precatalà del Xarc alAndalus no sembla que afija gaire cosa per a entendre aquests apel·latius bovalar/boalar42. Observem que l’àrea (arreu d’Aragó; part del català, migjorn del Principat i País Valencià, i presència en gascó), el camp semàntic (la ramaderia, on són particularment freqüents els manlleus des d’Aragó o els mots compartits per contigüitat) i les atestacions antigues sembla que es tracta d’un derivat coherent en català, probablement reforçat i condicionat pel contacte amb l’aragonès, on té un abast molt més extens que no entre nosaltres.
5. Brosquil Brosquil és a les hores d’ara ‘bosc espès, quasi intransitable’ (Paüls, Tortosa i Maestrat; variant brusquil ‘íd.’, Tortosa); hi ha el verb derivat embrosquilar-se ‘ennuvolar-se’43, ‘embriagar-se’ (Maestrat) i, amb un valor més metafòric, ‘embullar-se, posar-se en situació difícil un assumpte’ (Benassal, Albocàsser) (DCVB). No havia estat arreplegada l’expressió vés al brosquil ‘anda, vete enhoramala’ que trobem al DEscrig (1851) i continuadors (DLlombart 1887; DMartíGadea 1891); deu anar per ací aquesta documentació anterior de la Rondalla de Rondalles de Lluís Galiana: (51) L’atre que veu al companyero que anava fent taleca, cajo44 Déu! el tentà també el diable y, com no gastava la pólvora en salves, tragué un trabuch, li alçà les barres y al brosquil! féu una gran ensarrellada perquè passà de part a part a Gimo45 del Portal (Galiana 1986 [1768]: 31).
42
Sí que deu ser útil, però, per a explicar algun NL com l’esmentat adés. Cf. els sentits de brusca en el català de les Illes Balears ‘llenya prima’ (Mallorca), ‘ramutxalla, conjunt de branques primes dels arbres’ (Eiv.), ‘pluja menuda, de gotetes’ (Mallorca, Menorca) i ‘embriaguesa’ (Mallorca) i els DERs: brusquejar ‘fer brusca’ (Mallorca, Menorca) (castellà lloviznar), brusquinejar ‘fer brusquina, pluja prima’ (Mallorca), brusquina ‘brusca prima, de gotetes molt petites’ (Mallorca) i ‘grans de raïm ja madurs’ (Manacor), brusquinea ‘brusca prima però molesta’ (Mallorca), brusquinella ‘brusca molt prima’ (Manacor), brusquinoia ‘brusquinella’ (Mallorca), embruscar ‘torbar un poc per l’excés de beguda alchòlica; mig embriagat’ (Mallorca); embruscat, -da ‘adj. Térbol per excés de beguda alcohòlica” (Mallorca) i ‘engronyat, que està de mal humor’ (Manacor) (DCVB). Cf. “plloure o micho embruscolat” ‘mig emplujat’ (Açanui) i embrosculáu (Alins de Llitera) (DECat, s. v. brosquil, 305a: 39). 44 Llegiu [|katʃo]. 45 Llegiu [|tʃimo]. 43
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(52) li va persuadir que volguera a Pep de Quelo, que era un gich46 de molt gon geni, triat a pols, devot y quiet, y que tirava de revés a Gimo del Portal quera un japucer47, tot cosetes, vivea de rata, y al brosquil (Galiana 1986 [1768]: 25).
Vegeu-ne més atestacions en la literatura popular valenciana (s. XVIII-XIX) en el DHVC de Joaquim Martí Mestre. Hi ha el derivat +brosquileral ‘brosquil’ al Vocabulari del Maestrat (1922: 96) de Joaquim Garcia Girona (ed. de Gimeno i Betí 1998: 346). El Brosquil és topònim al País Valencià: dóna nom, si més no, a una alqueria de València i a dues partides de Cullera i de Sollana (OnoCat). La Toponímia dels pobles valencians el localitza, a més, en noms de lloc de Puçol (el camí, el motor del Brosquil), Corbera, Nules i Puçol (el Brosquil) i el Puig (el Brosquil, el sequiol del Brosquil); i també a les comarques interiors de parla castellanoaragonesa (Los Brosquiles, a Xulella, els Serrans). És el nom d’una editorial valenciana actual (El Brosquil). El DECH havia presentat brosquil com a mot aragonès48 amb el sentit de ‘redil’, que considerava derivat de ‘cercado de maleza en que se encierra el ganado’; explicava, doncs, brosquil com a derivat de brusca ‘leña menuda’49; aportava l’extensió de brosquil per Sòria (segons havia notat García de Diego) i per Navarra: burruskila ‘lugar en que se guardan las crías de ovejas separándolas de las madres’ (Roncal), burrusquil ‘íd., consistente en un cesto sin fondo y puesto cabeza abajo’. Finalment, advertia en nota que “se siente más al Sur en tierra valenciana, como apelativo y también como nombre de lugar” (cf. adés). El DECat (s. v. brusc, 305a: 25-30), al seu torn, és molt més breu en el tractament del brosquil tortosí i valencià i omet qualsevol referència a la gran extensió del terme per Aragó. Certament, n’hi ha prou a fullejar l’ALEANR (m. 620, Cuchitril (o sustituto) que hay en la majada para meter a los cabritos recién nacidos) per a constatar la difusió del terme ramader arreu de Aragó (llevat de l’E d’Osca i S de Terol50),
46
Llegiu [|tʃik]. Llegiu [tʃapu|seɾ]. 48 També el presentava com a aragonès Aut: ‘lo mismo que Redil de ovejas. Es voz que solo tiene uso en el Réino de Aragón’; i el DRAE. 49 En brusca ‘leña menuda’, s’hi torna a referir quan esmenta brusquil del “cat dial y arag”. 50 S’hi adverteix la competència d’altres denominacions, segurament, perquè hi ha costums diferents d’unes contrades a unes altres; de fet, observem que el qüestionari de l’atles ja ho preveia: “cuchitril (o sustituto) que […]”. Cf., doncs, cajón, canasto, cesto, roscadera, corbillo o corbiello, cuévano, etc., que remeten al concepte de ‘cistell’; a la vora de brosquil (i VARs.; cf. més amunt), corraleta, chiquero, zolle, cubierto, etc., que remeten més tost a ‘cambra, habitació específica’. 47
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l’O de Navarra, punts de la Rioja, de Sòria i de Guadalajara. Presenta una variació formal interessant: a) [bɾos|kil]: NE i centre d’Osca (Ansó, Echo, Canfranc, Aragües del Puerto, Berdún, Jaca, Bailo, Agüero, Osca, Almudévar, Robres); N, centre i S de Saragossa (Salvatierra de Esca, Sos del Rey Católico, Biel, Uncastillo, Ardisa, Muel, Paniza, Casp); N de Terol (Nogueras); E de la Rioja (Enciso i Cornago); E de Sòria (Ólvega); E de Guadalajara (Tortuera). b) [bɾus|kil]: N de Saragossa (Las Pedrosas); E de Navarra (Cáseda, San Martín de Unx). c) [φɾos|kil]: N de Terol (Ferreruela de Huerva i Muniesa). d) [fɾos|kil]: O de Saragossa (Mallén). e) [bos|kil]: NE de Terol (Alloza). f) [bus|kil]: E de Navarra (Caparroso). g) [boɾos|kil]: E de Navarra (Roncal). h) [buɾus|kil]: E de Navarra (Navascués, Javier, Carcastillo, Arguedas). i) [boɾus|kil]: E de Navarra (Navascués). j) [boɾes|kil]: E de Navarra (Artieda). k) [kos|kil]: NE d’Osca (Sallent de Gállego). l) [kɾus|kil]: centre-sud de Terol (Alfambra). El mateix mapa de l’ALEANR aplega el verb [efɾosi|laɾ] (derivat de [fɾos|kil]; cf. variants d i c) a Mallén (O de Saragossa) i [bɾoski|lau] a Echo (NE d’Osca). Els estudis monogràfics i la lexicografia dialectal aporten molta informació sobre brosquil (variants i derivats) de Aragó i terres connexes que confirmen i amplien aquestes dades; vegem-ne una mostra: brosquil és als diccionaris de Siesso de Bolea (2008 [1715-1724]), de Borao (1908), de Moneva (c. 1924; ací també brusquil) o de Pardo Asso (2002 [1938]). El DAndolz aplega brosquil ‘apartamento dentro de la cuadra’ a Plan i la variant brosquín ‘habitación pequeña, obscura, donde los pastores meten los corderillos para que no les dé la luz y la carne sea más blanca’ a Valpalmas, Biel, Luna, Sádaba i Uncastillo. En tenim referència del parlar la vall de Gistau (Mott 1984; Blas Gabarda/Romanos Hernando 2008), de Sos del Rey Católico (Gil 1999), de l’extrem nord de Saragossa (Romanos Hernando/Lozano Sierra 2003: 152), d’Ansó i Fago (Barcos 2007: 164), de Gallocanta (Xiloca; Miguel Ballestín 1989: 216), etc. L’ALECMAN (m. 583, Cuchitril en la majada para cabritos recién nacidos) confirma la presència de brosquil pel N de Guadalajara (variants [ros|kil], Sigüenza; [bɾos|kil], Abádanes, Maranchón i La Yunta; i [bos|kil], Villel de
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Mesa) i, fins i tot, en dos punts del NO de Conca (amb derivats regressius: [|bɾoske], Arcos de la Sierra; i [|bɾoskes], Valdemorillo de la Sierra)51. No ens constava documentació antiga en català de brosquil ni l’existència hodierna o pretèrita d’un sentit d’aquest mot acostat al que, com hem vist, pren a Aragó com a terme ramader. Són, doncs, d’interès les atestacions següents, que lliguen brosquil amb aqueix sentit ramader (‘part o tipus de corral on s’aparten alguns animals’); s’hi pot comprovar que n’apareixen en exemples del N i del centre del País Valencià i que aquesta documentació abasta des del s. XIV fins, si més no, al s. XVIII: (53) en lo qual cas pugue ésser tallada rama sens nenguna pena en la manera desús dita en les dites deveses e boschs comuns per a obs de bèsties d’arada e de cabrits e de corders mentre seran en lo corral, e a obs de bèsties camatrencades, afollades e malaltes. Et encara puguen ésser feyts dins los dits boschs comuns a los corrals, brisquils52 o cabanils de rama, o de altra lenya seca o vert dins los dits boscs comuns (Establiments de Castellfort i aldees de Morella, c. 13701374, 433; ed. de Guinot Rodríguez 2006). (54) Emperò puxen tallar rama de carrasqua per a bous, vaques de laurada e cabrits e cabrides mentre estaran en brosquil e tota bèstia malalta o parida del dia, però no puxen tallar la calç ni lo çimal pus alt (Establiments de Llucena, s. XV, 44; ed. de Guinot Rodríguez 2006). (55) lo reverent Capítol li trameté hun present, ço és, dos vedelles vives excel·lents de brosquil, XX parells de polles belles, XX parells de pollastres, XX parells de ànedes y XX parells de colomins […], XII presents de cansalada, hun plat ab XII fogaces de Mallorqua, hun plat de pots de carn de codony almescada excel·lent, y tres plats bells de confectures, que costaren XXXV ducats, e XX caffiços de ordi e civada, VI tonells de vi blanch y vermell (El “Libre de Antiquitats” de la Seu de València, 1526, p. 107; ed. de Martí Mestre 1994). (56) Ítem, que ningun pastor de bous ni de altre ganado menut puga ni dega tallar ninguna rama de olivera, ni garrofera de heretats del present terme per·a dar brosta a dits bous o corders en lo brosquil, en pena de sexanta sous (Ordenances municipals de Vila-real, 1707, 176; ed. de Gil Vicente 2002).
51 Serna (1974) aplega a la Manxa un brozquil ‘m. en algunas partes, sagato’; sagato és ‘en las aldeas, paja trillada que bajo la chimenea se amontona con tocones de carrasca, encendidos y pasados del fuego para conservación de las brasas’; potser hi roman la connexió amb ‘llenya prima menuda’. Gómez Ortin (1991, s. v.) dóna frosquil ‘m. conjunto de brasas o rescoldo grande e intenso’ nord-oest de Múrcia. 52 Probablement caldria llegir brusquil [?].
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REFLEXIONES METODOLÓGICAS SOBRE EL LÉXICO DE LA CIENCIA Y D E L A T É C N I C A D E L R E N A C I M I E N T O H I S PA N O * MARÍA JESÚS MANCHO DUQUE Universidad de Salamanca
1. Planteamiento El punto de partida de las reflexiones que voy a ofrecer en estas Jornadas de Historia del léxico es el Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER), proyecto al que venimos dedicando nuestro esfuerzo desde hace algunos años un grupo investigadores en el Centro de Investigaciones Lingüísticas de la Universidad de Salamanca. El corpus sobre el que se fundamenta (Mancho Duque/Quirós García 2005) está integrado por 74 textos, seleccionados y agrupados en 13 áreas temáticas configuradas gracias a la impagable ayuda de los historiadores de la ciencia, especialistas en este concreto e interesante periodo. Es un hecho bien conocido que el lenguaje especializado no se agota en el vocabulario especializado sino que se caracteriza por una serie de otros rasgos, sobre todo sintácticos y estructurales a nivel de texto. No obstante, el discurso especializado está determinado de modo decisivo por la dimensión léxica de los textos especializados, o sea, por su terminología (Arntz/Picht 1995: 45).
Mediante la aplicación de las herramientas informáticas que nos proporcionan las nuevas tecnologías, podemos localizar las voces en las concordancias relacionadas con las bases de datos que conforman la estructura informática del diccionario. De este modo, es posible ver todas las ocurrencias de cada palabra –con sus respectivas variantes ortográficas– y obtener ejemplos de la amplitud que se considere conveniente. El análisis demorado y exhaustivo de estos contextos permite establecer la selección del vocabulario científico y técnico que constituirá la macroestructura del DICTER. * Este trabajo se integra dentro de los proyectos FFI2010-16324, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, y Q3718001E, financiado por la Junta de Castilla y León.
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2. Terminologización El primer aspecto que queremos comentar es el relativo a la tensión existente entre el vocabulario especializado y el general que se manifiesta ostensiblemente en estos textos. En la actualidad, no es excesivamente complicado distinguir el léxico científico y técnico gracias a la propia estructura externa de los términos. En el Renacimiento las cosas no eran tan sencillas ni transparentes. Precisamente, la detección de acepciones específicas a partir de voces pertenecientes a la lengua común es una de las tareas que consideramos prioritaria en un momento en el que se produce un intenso proceso de terminologización, entendido este como “la asignación de un contenido conceptual a una forma léxica conocida (a menudo perteneciente a la lengua común)” (Arntz/Picht 1995: 39), fenómeno esencial para la constitución del lenguaje especializado en cualquier periodo, pero que reviste particular intensidad en este, en que se inicia el despegue de la ciencia moderna. Así, durante el proceso de lematización de las unidades léxicas, cuando aún no nos habíamos internado en el ineludible estudio histórico de las áreas de especialidad, nos sorprendió la proliferación de un término, de significado tan genérico y, en principio, tan poco previsible en un registro científico, como cosa1, registrado nada menos que en 17 088 ocurrencias. Averiguamos entonces que se trataba de un calco del árabe xay, traducido por los matemáticos medievales al latín como res, de donde pasó a los textos renacentistas como cosa, para designar la ‘cantidad desconocida que es preciso determinar en una ecuación o en un problema para resolverlos’2. Conviene advertir que estas obras están escritas en álgebra retórica, esto es, sin notación simbólica aún. Es decir, en ellas se expresan las relaciones entre las distintas magnitudes usando exclusivamente palabras, en contraposición con lo que habitualmente podemos encontrar en los libros de texto actuales, que corresponden al álgebra simbólica. Entre ambas y como un paso intermedio apareció el álgebra sincopada, que usaba abreviaturas para ciertas palabras, a pesar de que, sustancialmente, seguía siendo discursiva (Martín Casalderrey 2000: 125).
1 “El italiano Luca Pacioli publica una importante obra de aritmética y álgebra, en la que expone los principales métodos del cálculo de origen indio y las reglas para la resolución de numerosas ecuaciones algebraicas, empleando una incógnita privilegiada, la cosa, a la cual agrega, a veces, una incógnita secundaria, la quantita” (Ifrah 2002: 1452). 2 Real Academia Española (RAE), Diccionario de la Lengua Española (222001). A partir de ahora, DRAE.
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Por tanto, en estos textos se tratará continuamente de extraer “el valor de la cosa”, que, finalmente, acabará representada simbólicamente por la “x”, de aceptación universal, correspondiente a la primera letra de la transliteración del árabe xay, como podemos comprobar: “Partiremos, por tanto, 20 por 4 y vernán 5 por valor de la cosa. E la experiencia assí lo dize: porque 20, multiplicados por 5, que es el valor de la cosa, hazen 100” (Núñez Salaciense 1567: 1v). Se trata, por consiguiente, de una acepción especializada de la comunísima voz cosa, que se integra en el ámbito del álgebra, introducida por los árabes, pero con precursores griegos, especialmente Diofanto (Sánchez Pérez 1946: 225). Ni Covarrubias, Rosal o Autoridades (RAE 1984) la recogen, como tampoco Terreros y Pando (1987 [1787]), Pagés, el DECH ni la vigésimo-segunda edición del DRAE. Cabe preguntarse hasta cuándo pervivirá el uso de cosa en este sentido algebraico; o bien, expresado de otra manera, cuándo aparecerá incógnita en sustitución de cosa para designar este concepto, término que todavía no se encuentra en el Diccionario de Autoridades ni en Terreros y Pando. Habrá que esperar estudios históricos del léxico matemático, con un expurgo de textos representativos en los siglos posteriores, para averiguarlo. Como es lógico, incógnita, no se encuentra en nuestro corpus, sino tan solo el adjetivo incógnito, con el sentido de ‘no conocido’, como definen Terreros y Pando o Autoridades: Dezimos species en Arithmética ciertas formas o modos de obrar por números, por causa de hallar algún número incógnito pedido. Dízense reglas generales porque con estas quatro reglas generalmente se hazen y absuelven todas las reglas y qüestiones que por Arithmética se pueden offrecer (Pérez de Moya 1562: 3).
Con posterioridad, descubrimos que existía un compuesto sintagmático, la llamada Regla de la cosa, sinónimo de Arte mayor y de Álgebra –asimismo designada con otro arabismo, Almucábala (Mancho Duque 2007a)–, lo que pone de manifiesto un notorio ejemplo de sinonimia en el ámbito científico, esto es, el hecho de que a un concepto le correspondan varias denominaciones intercambiables. Este fenómeno, especialmente frecuente en “aquellas áreas de especialización en las que se producen importantes progresos” (Arntz/Picht 1995: 160), es particularmente reconocible en la de las matemáticas del Quinientos, especialmente en la novedosa rama del álgebra. La consecuencia de esta concurrencia denominativa, contraria a los principios de precisión y economía del lenguaje científico, es que los especialistas se decantan unos por una y otros por otra, hasta el punto de que Pérez de Moya parece perder un tanto la paciencia y zanjar la cuestión:
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Diversos nombres tiene esta regla acerca de varios authores. Unos la llaman Regla de Álgebra, que quiere dezir restauratio, o Almucábala, que quiere dezir opposición o absolución, porque por ella se hazen y absuelven infinitas qüestiones (y las que son impossibles nos las demuestra) assí de Arithmética como de Geometría, como de las demás artes (que dizen) mathemáticas. Otros la nombran Regla de la cosa o del cos, porque obrando el nombre bien se le allega. Otros, Reglas reales o Arte mayor. Llámese como cada uno quisiere; su fin no es otro sino mostrar hallar algún número proporcional dudoso demandado. Llámese como cada uno quisiere; su fin no es otro sino mostrar hallar algún número proporcional dudoso demandado (Pérez de Moya 1562: 448).
Tanto álgebra como almucábala proceden del título de la famosa obra de Muhammad ibn Musa al-Khuwarizmi. De cualquier modo, álgebra se tradujo por restauratio y significaría transporte o transposición, o lo que hoy conocemos por pasar términos de un miembro a otro de una ecuación; en cuanto a almuqabala, su traducción es oppositio, que equivaldría a reducción o eliminación, esto es, cancelación de términos iguales en ambos miembros. Queda así explícito en el título el verdadero espíritu del álgebra, como teoría de operaciones formales con abstracción del significado de sus términos, ocupándose solo de las transformaciones a que se han de someter las expresiones planteadas en la resolución de ecuaciones (Etayo 1986: 149).
Los iniciadores de esta disciplina en España y Portugal, que roturan caminos inexplorados en nuestra lengua, proporcionan referencias sobre su procedencia, significación y dan noticias críticas de sus primeros cultivadores: He algebra nome arábigo que significa ‘restauracaõ’, porque tirando o sobejo e restaurando o diminuto vimos em conhecimento do que buscamos. A outros paresce que se chama assi porque dizem que ho inventor desta arte foy hum mathematico mouro cujo nome era Gebre, e ha em algunas livrarias hum pequeno tractado em arabigo que contem os capitulos de que usamos […]. Ho primero livro que de algebra se imprimio he o que Frey Lucas de Burgo compos em lingoa veneciana, mas tam obscuramente e tam sem methodo que pasa de 60 annos que foy impresso e ainda oje em Espanha ha muy poucos que tenham noticia de algebra. E ha porem em Italia alguns homens muy exercitados nesta arte, porque em todallas cidades ha mesters salariados de conta em Arithmetica e Geometria e se da este partido por opposicaõ (Núñez Salaciense 1567: 2v).
Aunque este prólogo está redactado en portugués, Núñez Salaciense vertió su contenido al español, por ser esta lengua de mayor difusión, y así se convirtió en un texto de referencia en la época. Pues bien, la consulta de obras de historia de
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las matemáticas, nos proporcionó la información de que en Italia –donde se cultivó con fuerza esta rama desde los albores del Renacimiento durante todo el Cinquecento (Martín Casalderrey 2000; Mancho Duque 2010a: 143-144), especialmente, como testimonia Núñez Salaciense, por Luca Pacioli3, Cardano4, Tartaglia5, Ferrari6 y Bombelli7– los seguidores de esta novedosa corriente se llamaron cosistas, denominación que, sin embargo, no prosperó por nuestros pagos, donde se prefirió el derivado algebrista, a pesar de la ambigüedad que su uso determinaba, por competir con la designación científica tradicional, equivalente de los traumatólogos actuales, que provenía de la Edad Media, y llega hasta el Quijote, donde solo se encuentra algebrista en el sentido médico de ‘sanador de huesos’: “En esto fueron razonando los dos, hasta que llegaron a un pueblo
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“Luca Pacioli, o Lucas de Burgo (Borgo Sansepolcro, 1445-1517), es un fraile franciscano, discípulo de Piero dela Francesca y amigo de Leonardo da Vinci, que en 1494 publicó en Venecia la Summa di Arithmetica, Goemetria, Proportioni et Proportionalità, una de las primeras obras matemáticas impresas, lo que le dio una gran difusión, extendiéndose su renombre a Inglaterra y Alemania. Es un compendio de carácter enciclopédico del saber matemático de su tiempo, para uso de técnicos, artistas y comerciantes y escrito por ello en lengua vulgar” (Etayo 1986: 149). Más detalles de su biografía y de su relación con della Francesca –que lo retrató en algunos de sus cuadros– en Martín Casalderrey (2000: 74-84). 4 Gerolamo Cardano (Pavía, 1501-Roma, 1576), latinizado Hieronymus Cardanus, es autor de Artis Magnae, sive de regulis algebraicis (Nuremberg, 1545). Para más detalles sobre el autor y su obra, véase Martín Casalderrey (2000: 158-173). “Fue el Ars Magna la gran síntesis del álgebra renacentista, el libro que hizo entrar a Cardano en la historia de las matemáticas” (Durán Guardeño, en Ferreirós/Durán 2003: 49). Este especialista insiste en que “el prestigio matemático de Cardano tiene que ver justamente con el principal logro matemático del Renacimiento, ajeno por otra parte a la tradición griega: el álgebra y en menor medida con la aritmética” (ibid.: 40). 5 Niccoló Fontana, nacido en Brescia en 1499 o 1500, fue llamado Tartaglia ‘tartaja’, a consecuencia de un accidente que le dañó las cuerdas vocales y le impidió hablar con normalidad. Adoptó este sobrenombre en la edición de sus obras, entre ellas, la más famosa, Delli quesiti et inventioni diverse, Venecia, 1546 (más detalles en Martín Casalderrey 2000: 149 y 158). Tanto en el Ars Magna, como en este libro, se trata de la controversia y del debate entre Cardano y el propio Tartaglia sobre la ecuación de cuarto grado). 6 Ludovico Ferrari (Bolonia, 1522-1565. Se afirma que murió envenenado por su hermana). Representante de la escuela de Bolonia, se le asocia con el descubrimiento de la ecuación general de cuarto grado y con la famosa controversia entre Cardano y Tartaglia. Para más detalles sobre el autor y su obra, véase Martín Casalderrey (2000: 173-175). 7 Rafael Bombelli nació en Bolonia en 1526. Su principal obra, Álgebra, se editó en 1572 y constituye un claro avance hacia la concepción moderna de las matemáticas y es especialmente importante por su atención a los números complejos. Estructurada en cinco libros, solo aparecieron los tres primeros. El cuarto y el quinto, destinados a la geometría, no vieron la luz, pues su autor falleció en 1573.
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donde fue por ventura hallar un algebrista, con quien se curó el Sansón desgraciado” (Cervantes 1998: I, XV, 748). Así podemos comprender la denominación recogida por Rey Pastor, en 1912, para el epígrafe del segundo capítulo de su obra Los matemáticos españoles del siglo XVI (1926), “Los algebristas”, frente a “Los aritméticos”, correspondientes al título del primer capítulo y a “Los geómetras”, del tercero. Habría que averiguar también cuándo algebrista dejó de usarse en el terreno de la Medicina, para ser reemplazado por un término menos polisémico. En este campo de la neología semántica, también nos llamó la atención la utilización de obrar y obra, en el sentido de ‘realizar operaciones matemáticas’ (DRAE, s. v. operar) y en el de ‘conjunto de reglas que permiten, partiendo de una o varias cantidades o expresiones, llamadas datos, obtener otras cantidades o expresiones llamadas resultados’ (DRAE, s. v. operación): Dezimos species en Arithmética ciertas formas o modos de obrar por números, por causa de hallar algún número incógnito pedido (Pérez de Moya 1562: 3). Del orden que se ha de tener para obrar con estos quebrados de quebrados en las reglas generales de Aritmética (ibid.: 209). Y la obra será esta: la mitad del número de las cosas es 2, cuyo quadrado es 4, del qual sacaremos 1, que es el número, y quedarán 3, y será, luego, el valor de la cosa 2 más raíz de 3, porque pusimos que el número menor fuese 1 y el mayor fuese 1 cosa (Núñez Salaciense 1567: 203r).
Se trata, pues, de acepciones nuevas en voces tradicionales que no están recogidas en el Diccionario de Autoridades, ni en el de Terreros y Pando. Ahora bien, dada la larga tradición latina del cultivo de las matemáticas, no resulta extraño que, para designar con más precisión el concepto que se quería expresar, se recurriera a un préstamo culto, con lo que, por otro lado, se configura un doblete léxico, que enriquece la familia con una rama docta y las relaciones entre palabras van ganando en complejidad (Pascual Rodríguez/García Pérez 2007). De este modo se incorporaron los latinismos operación, operar y operativo, con un sentido especializado. El primero de los tres, operación, es un término abundantísimo, documentado por el DECH en Villena, aunque en su acepción matemática no se testimonia sino en los textos de la segunda mitad del XVI, tanto en el sentido de ‘acción’, como en el de ‘efecto o resultado’, y dentro del campo matemático en general como asimismo en el del álgebra. Parece desprenderse, en consecuencia, que la especialización en el caso de las ciencias exactas fue anterior a las de ámbito médico: Trata de números quebrados y de sus deffiniciones y operatión (Aurel 1552: 10r).
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Porque esta regla de tres es madre y fundamento de todas las operaciones de Arismética, y tan necessaria a todos contratos, que pocos negocios se ofrecen que no sirva (Pérez de Moya 1589: 150r). Y eligimos el número 2 para lo partir en la proporción que tiene el medio y dos extremos, que, por ser pequeño número, las operaciones que hiziéremos serán más fáciles (Núñez Salaciense 1567: 199v).
Operar, término del que el DECH atestigua en el Diccionario de Autoridades un empleo especializado solo en Medicina, aparece utilizado con acepción matemática un tanto genérica muy raramente en nuestro corpus y exclusivamente en textos geométricos: Iten más, que tanpoco saldrá con lo que pretende, aunque se mueva, si no tuviere particular cuydado (al operar) de no formar ángulos finitos, sino de la mayor quantidad que pudiere (Molina Cano 1598: 45v). Y de la misma manera formaré el poligonio regular eptágano ABQROST, inscrito en el círculo de las mismas letras […] y operando en lo demás como arriva (ibid.: 54r). Al margen: Otra suerte de operar común, assí, al quadrado como al quadrante (Fineo 1553: 68).
Finalmente, registramos operativo, no documentado en el DECH8, en cuatro ocurrencias, en femenino y en dos de ellas formando sintagma con práctica: Antes que en declaración de la presente regla entremos, es de saber que tenemos quatro preposiciones para plática operativa de las quatro reglas generales de Arithmética, que son estas: Con, De, Por, A (Pérez de Moya 1562: 18). Y para no yncurrir en semejante falta, se adbierta esta prática operativa (Ferrofino 1599: 91v).
La neología de sentido se atestigua en el frecuente caso de acepciones algebraicas en términos aparentemente geométricos, dada la conexión inicial entre estas dos disciplinas, como en lado o línea. En esta ocasión, nos hemos fijado en la voz igualación, que, en tanto que derivada de igualar (y esta de igual), no está
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En el CORDE, operativo se documenta en 1437, en El libro de las paradojas, de El Tostado. En su forma femenina, en 1424. En la Exposición del Salmo “Quoniam videbo” de Enrique de Villena (consulta efectuada el 08/01/2009).
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documentada en el DECH. Con la variante ygualación (singular y plural), presenta en nuestro corpus 336 ocurrencias; mientras que como igualación (singular y plural), 49. De acuerdo con el mapa de distribución de las voces, se halla en textos de matemáticas, náutica, cosmografía y astronomía, aunque su uso no siempre sea especializado. Claramente se utiliza en el álgebra, desde el primer texto existente en lengua castellana sobre esta materia: Y porque todas las demandas que por una y dos falsas posiciones, y por otras muchas reglas en Arte menor se podrían hazer, se harán más presto y con menos fatiga y con más razón y muy más galanas por la regla de la primera ygualación de la cosa, o Arte mayor, por lo qual no he puesto ni pongo más reglas, assí d’éstas como de otras (Aurel 1552: 32v). En las ygualaciones siempre serán necessarias dos partes. La una, la que viene en la operación de la demanda con caracteres ocultas; y la otra, la que tú querrías que viniesse, o la que havía de venir (ibid.: 77r). QUATRO reglas que abraçan todas las igualaciones de Arte mayor, libro séptimo, pág. 607 (Pérez de Moya 1562: 32). En esta arte de Álgebra hazemos ygualación quando, siéndonos offerecidas dos quantidades por yguales, las reduzimos a otras dos de differentes naturalezas por ygual diminuición de lo que es commún a entrambas, o abatiéndolas ygualmente, o por ygual addición de lo que faltava, para que vengan a alguna de las conjugaciones que de las mismas quantidades ay (Núñez Salaciense 1567: 123v).
El Diccionario de Autoridades define este término como ‘la acción de igualar o poner iguales a dos cantidades o personas’, y precisa: “Úsase mucho este término en el Álgebra”. No obstante, en nuestro corpus simultáneamente se comprueba otra acepción especializada, perteneciente al área de la astronomía y desde época temprana, anterior a la matemática: Este apartamiento se dize declinación e, según la ygualación más moderna, es XXIII grados e XXVIII minutos (Faleiro 1535: 11v). Estos círculos de que hablamos no son otra cosa sino la vía por donde los polos del zodiaco se mueven alrededor de los polos del mundo como es dicho. E lo que estos círculos distan de los polos del mundo según la ygualación moderna es XXIII grados e XXVIII minutos (ibid.: 12r).
Justamente, la evidente polisemia que esta voz encerraba, es la que debió empujar a la utilización de términos menos ambiguos, como sucedió anterior-
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mente con operación, frente a obra. Así, para evitar equivocaciones, se recurrió al préstamo latino equación, absolutamente minoritario todavía en nuestro corpus, donde se registra tan solo en 16 ocurrencias. Ecuación, procedente de aequatio ‘igualación’ –de aequare ‘igualar’–, se documenta en el DECH y en el Diccionario de Autoridades. Paralelamente a lo que sucedía con igualación, en nuestro corpus y también en el CORDE se hallan testimonios anteriores en textos cosmográficos, náuticos y astronómicos: por primera vez en 1551, en Cortés de Albacar; después, en el Repertorio anónimo de 1554; y finalmente en Çamorano, en 1588, con un sentido astronómico que el Diccionario de Autoridades, s. v. equación, define en la primera acepción: “Term. de Astronomía. La diferencia que hay entre el lugar o movimiento medio y el verdadero u aparente de algún astro. Llámase también prostaphéresis”. Se trata de la misma que ofrece Pagés y que mantiene el DRAE todavía hoy como “diferencia que hay entre el lugar o movimiento medio y el verdadero o aparente de un astro”, con la eliminación del sinónimo griego prostaféresis (del gr. prósthen, ‘delante’, y aphaíresis, ‘sustracción’), definido por María Moliner como “Astron. Diferencia entre la anomalía media y la verdadera de un astro”: Pues para hallar el verdadero lugar del Sol por tabla, busca en la tabla siguiente el mes en que estás en la frente d’ella y los días del mes en el lado izquierdo de la tabla y en derecho del día, debaxo del título del mes, hallarás dos números que son los grados y minutos del signo que primero hallares subiendo hazia arriba. Y a los grados y minutos que hallares, añadirás la equación que estuviere en derecho del año en que estuvieres o quisieres saber en la tabla de las equaciones qu’está después de esta, y lo que resultare será el lugar verdadero del sol (Cortés de Albacar 1556: 28v). Muévese en cada día quatro tercios y en cada un año, veynte y seys segundos, y este movimiento es llamado por los astrónomos movimiento de los auges y de las estrellas fixas, el qual se haze con cierta equación, según es notorio a los tabulistas (Anónimo 1554: 20v). Los que navegan en el mes de junio y en el de diziembre no tienen necessidad de hazer equación en la tabla de la declinación del Sol, porque en estos dos meses es muy poca la diferencia que de un día para otro tiene la declinación; pero en los demás tiempos del año, conviene hazer igualación para saber precisamente nuestra altura o el apartamiento en que estamos de la equinocial (Çamorano 1588: 17v).
En este último ejemplo se advierte la utilización simultánea de igualación y de equación. Pues bien, este segundo término lo hemos registrado con sentido matemático en nuestro corpus en dos ocasiones en Núñez Salaciense, el más ‘moderno’ de los algebristas hispanos del XVI, y en opinión de Rey Pastor el más
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excelente9, los mismos contextos que ofrece el CORDE académico, en el primero de los cuales se aprecia, asimismo, el uso alternativo de ygualación y equación: Y muchas vezes, acabada la ygualación, quedan raízes, y con ellas entramos en las reglas como si fuesen quantidades absolutas, sin aver necessidad de dexar de fuera de la equación las raízes que en ellas hallamos (Núñez Salaciense 1567: 139r). En el folio 14, en el capítulo de cómo avemos de inquirir si podremos tomar las raízes de los extremos de la equación, aunque escribe largo, todavía, estando en las sus palabras, ligeramente el lector podrá caer en yerro, si no estuviere avisado (ibid.: 324v).
En consecuencia, parece desprenderse que las acepciones especializadas se produjeron con mayor anterioridad en la rama astronómica que en la matemática. En la segunda acepción, el Diccionario de Autoridades trae: “En el Álgebra vale lo mismo que igualación: y es la comparación que se hace de dos cantidades iguales”. El DRAE, por su parte, ha actualizado la segunda acepción especializada con la marca Matemática: “Igualdad que contiene una o más incógnitas”, idéntica a la que trae Pagés. Habrá que esperar a estudios centrados en épocas posteriores para comprobar los episodios o fases de la lucha entre estos dos términos, igualación y ecuación, en el terreno matemático, hasta la eliminación del uso del primero. Por el momento, nos basta constatar la aparición del más culto y especializado hacia el ecuador del Quinientos. Existe, en conclusión, una tensión dialéctica entre la historia de la ciencia o de la técnica concreta de que se trate y la historia del léxico, en virtud de la cual una mayor profundización de la primera ayuda a descubrir acepciones especializadas en voces del léxico común, que habrían pasado desapercibidas, si no se hubiera procurado esa absolutamente ineludible inmersión en los recovecos de la disciplina, como claramente hemos comprobado en las áreas analizadas, donde hemos hallado abundantes testimonios de este fenómeno.
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“No contribuyó [Núñez], ciertamente, al desarrollo de la Matemática en igual grado que otros grandes matemáticos de su época, como Cardan, por ejemplo; pero es porque no se consagró a ella, siendo el objeto principal de sus investigaciones la Cosmografía y el Arte de la navegación, a los cuales parece ser que aportó contribución de importancia. Aun siendo así, enriqueció la Matemática con varias ideas verdaderamente geniales, que lo colocan a una altura inmensa sobre los demás matemáticos españoles y portugueses de aquella época, y quizás de todos los tiempos” (Rey Pastor 1926: 115).
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3. Registros de especialización En los textos de la ciencia y de la técnica del Renacimiento se comprueba un hecho reconocido por los especialistas en el lenguaje científico: En la medida en que el lenguaje especializado se hace más preciso y conciso pierde su comprensibilidad general. Esto hace que sean cada vez menos las personas que comprenden textos o discursos sobre áreas especializadas a las que no se dedican de forma continua… Las barreras lingüísticas que de este modo se levantan entre el experto y el profano resultan especialmente molestas cuando el área especializada atañe directamente a la vida del ciudadano de a pie (Arntz/Picht 1995: 40).
Por tanto, no es de extrañar que en las áreas menos académicas, de índole más práctica, se detecte la existencia de dobletes léxicos, diferenciados con advertencias sobre el carácter más vulgar de alguno de sus miembros: La Regla vulgarmente llamada de la cosa o Arte mayor, que por su propio nombre, como dize Guillelmo de Lunis, que es el que primero trasladó la dicha Regla de arábigo en lengua italiana) se llama Álgebra y Almucábola (Aurel 1552: 68v)10. Superficie. Es una cosa que no tiene más que largo y ancho, y es lo que vulgarmente se dize la haz de las cosas corpóreas (Alaba y Viamont 1590: 152v). Mas a este torno da ayuda el trispasto, puesto al término d’él, a tramontana, y es aquel instrumento que vulgarmente llamamos caracol infinido, cuya figura está en la figura treynta y nueve, buelta hazia el ángulo de ocidente y tramontana (Besson 1602: 12v). Dado un tiro y el peso de la bala y pólvora, se pueda (por la razón de la proporción, que vulgarmente se dize la regla de tres) hallar el tiro de qualquiera otra pieza (Lechuga 1611: 156).
Habría que analizar con cuidado lo que los autores entienden por vulgarmente, porque este adverbio podría corresponder a ‘según se usa en la lengua común’, más que al uso correspondiente a estratos sociolingüísticos estrictamente vulgares. Por ende, parecería tratarse, más bien, de la denominación más
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Parece que Marco Aurel está traduciendo literalmente el libro de Tartaglia, Delli quesiti et invetioni diverse (Venecia, 1546), quien explica su contenido “sopra la scientia arithmetica, geometrica, et in la pratica speculativa de algebra et almucabala, volgarmente detta Regola de la cosa, over arte maggiore” (Etayo 1986: 148).
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cómoda y generalizada y de más fácil comprensión. Es evidente que trispasto es una palabra absolutamente opaca para el profano, mientras que caracol infinido –variante sonora esta última registrada en Nebrija– nos sugiere de inmediato una forma conocida y vagamente una función. Otro hecho consabido es que las áreas de especialidad experimentan claros fenómenos de intersección, es decir, comparten zonas comunes de contacto, lo que explica que algunas voces puedan adscribirse tanto a un área como a otra. Así, la geometría es disciplina básica en obras de arquitectura, cantería, artillería u óptica y perspectiva, por lo que buena parte de las voces aparece en estos campos indistintamente. Lo mismo podemos afirmar de la astronomía, geografía y náutica, como hemos comprobado anteriormente en el caso de igualación y ecuación. Pero también es igualmente perceptible que determinadas parcelas de conocimiento prefieren determinadas denominaciones, mientras que otras se decantan por otras. En general, las materias más académicas, de tradición universitaria latina –lengua utilizada por muchos de sus cultivadores, aún en el XVI– se inclinan por términos más cultos, mientras que las más prácticas o mecánicas recurren a voces de uso más común: Otras muchas maneras hay, ahún, de medidas, que tienen varios nombres, según la diversidad de las cosas que se trattan y de cada región, pero ni los geómetras, ni ahun los vulgares mechánicos (que algo sean), de ningún otro género de medidas usan, sino de las que he declarado (Fineo 1553: 37). Será cosa conviniente digamos, y primeramente, de la bancaza o, hablando más vulgarmente, de la puerca, que assí se llama entre artilleros la máquina que se vee en la siguiente figura (Collado de Lebrixa 1592: 72r).
En este terreno se linda con manifestaciones de jergalización. Aunque la palabra jerga o el compuesto jerga especializada se utilicen con significado muy variable, siempre retienen una connotación de algo exagerado. En este contexto hay que mencionar los lenguajes especiales, los cuales pretenden “limitar la comunicación sobre un asunto a un círculo determinado de personas acordando el uso de denominaciones diferentes a las habituales”. Esto es lo que observó Guillermo Herráez Cubino (2007) en el lenguaje de los canteros del XVI: “Línea, que en español llamamos raya y entre canteros traço, es una cosa que se ymagina según longura y sin anchura, los estremos y fines de la qual son dos puntos” (Vandelvira 1591: 3r). Puede apreciarse en este ejemplo la coexistencia de tres denominaciones: la culta, la estándar y la propia de unos profesionales que quieren preservar sus conocimientos y su propia manera de llamar las cosas relativas a su actividad. Otros testimonios de esta pretensión diferenciadora, con ciertos matices de secretismo, son los siguientes:
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Ángulo es lo que se diçe entre canteros esquina o rincón (Vandelvira 1591: 5r). Las paralelas retas son las que son equidistantes una de otra, que nunca se juntan, aunque proçedan en ynfinito. Llámanse entre canteros líneas a trainel, del qual bocablo usaremos en este libro (ibid.: 3v). Semiçírculo o medio çírculo, que los canteros llamamos arco, es una figura plana contenida de un diámetro de un çírculo y de la mitad de la çircunferençia (ibid.: 4v). D’estos triángulos, los que fueren de yguales líneas o lados se diçen equiláteros o yguales, y a todos los demás que no son de lados yguales los llamamos los canteros desiguales, aunque açerca de los geómetras tienen diferentes nombres (ibid.: 5r).
4. La metaforización especializada Cualquier palabra de la lengua común se puede terminologizar, es decir, puede recibir un significado preciso perteneciente a un ámbito especializado. En muchas ocasiones, “tales trasvases de significado se basan en el reconocimiento de similitudes que conducen a una aplicación metafórica de una palabra del lenguaje común en el lenguaje especializado” (Arntz/Pitch 1995: 148). Entre ellas, la más frecuente probablemente sea la analogía con el cuerpo humano y sus partes, cuestión a la que nos hemos acercado con anterioridad (Mancho Duque 2005; 2010b, 2010c)11. Más extrañamente ocurre el fenómeno inverso, por el que un artefacto o ingenio mecánico designa una persona humana con unas características especiales de orientación, liderazgo y maestría: “Llamando brúxola al hombre que en algún negocio está tan visto y lo entiende tan de ray´ z, que fácilmente haze por su industria que otros lo entiendan y alcancen también” (Roiz 1575: 54). Algo parecido a lo que creo sucede en la actualidad cuando califican a una persona de ser “una máquina”, supongo por su incesante actividad. En ambos casos late la misma idea de comparación y el mismo mecanismo semántico de fondo. También son abundantes las metáforas del mundo vegetal y animal. Entre las primeras, seleccionamos, como ejemplo, la palabra raíz, que en nuestros textos tiene 4844 ocurrencias, con la variante raíz, sumadas las apariciones en singular plural, y con la variante ray´z, 1399. Encontramos entre ellas, sin dificultad, empleos figurados:
11 En otros ámbitos, como el de la destilación o la metrología, también se comprueba este mismo procedimiento (véanse Cantillo Nieves 2005 y Sánchez Martín 2008).
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Cada scientia, quanto a lo primero, procura de hechar sus ray´ zes y fundamentos tan firmes y manifiestos, que no muestren haver menester de otra fuerça alguna, para que d’estos primeros, y de suyo firmes, principios, con subtil discurso, saquemos otros, entendiendo siempre la razón y fuerça d’ellos (Fineo 1553: 12). Y los que quisieren passar a la Arte Mayor, que llaman Álgebra o Almucábala, por la qual se sacan y desatan qüestiones y qüesitos muy subtiles, fúndense primero bien en el décimo de Euclides, ray´z y fuente d’ella, y lo que d’ella escrivió el doctor Pero Núñez, Michael Stifelio, Peletario y otros muchos, de que podrá cada uno por sí aprovecharse (Herrera 1584: 8v).
Incluso hay locuciones, como de raíz, que interviene en expresiones más o menos lexicalizadas, como saber de raíz o la muy extendida entender de raíz: La Artillería, con justo título, se puede llamar máchina de las máchinas y, aunque es tan común a todas las naciones del mundo, pero, por ser en Europa la invención tan moderna y averla tratado gentes que no son matemáticos ni muy filósofos, aún no está bien adelgazada esta materia, digo en saber de ray´ z el fundamento d’esta máchina, que en quanto al usar d’ella y su fábrica ay muy diestros artífices (García de Céspedes 1696: 43v). Assí, el que pensare entrar en la Astronomía o Astrología avísole que entienda primero muy de ray´ z este tractado, y mayormente aquéllos que pensaren ser cosmógraphos o geógraphos (Chaves 1545: 7r). Este tratado de reloges solares, el qual contiene mucha variedad (porque, para entenderlo de ray´ z, es menester Arithmética, Geometría, cognición de la esphera y de otras cosas (Roiz 1575: 4). Y porque esto se entienda de ray´ z, sabréys que todo triángulo tiene esto (como se demuestra en la 32 proposición del libro I de Euclides): que los tres ángulos d’él hazen justíssimamente dos ángulos rectos, sin faltarles ni sobrarles nada (ibid.: 8).
Pero son muy llamativas las del mundo animal o relativas a él. Ya hemos aludido antes a la puerca, definida por Blas Nistal como: “Art. Máquina a modo de banco, provista de un hueco en espiral abierto en su centro, que sirve para suspender en alto cualquier pieza de artillería a fin de encabalgarla y desencabalgarla” (2007: 888): Para haver, pues, de alçar una pieça de artillería tan alta que metiéndole su carretón debaxo quede encavalgada sobre su caxa, se hará en esta manera: átense las assas de la pieça a aquel sortijón que en la parte de abaxo de el husillo se vee en la figura y, tirando los hombres de aquellas cuerdas y moviendo alrededor la puerca dicha, la
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pieça se sube y se alça; con la qual máquina se puede encavalgar qualquiera pieça, aunque fuesse culebrina (Collado de Lebrixa 1592: 72r).
Y también hemos mencionado el caracol, cuya concha en forma espiral (cf. Sánchez Martín 2009: 752) parece haber inspirado múltiples usos especializados, desde la propia geometría: Línea espiral, que por los griegos se dize línea hélyca, es la que sobre uno de sus cabos se rebuelve y enrosca a manera de caracol, sin jamás tocarse (Sagredo 1526: 16). De la curba sale la spiral, qu’es la que ba rodeando a manera de caracol, y la elíaca, qu’es la que ba rodeando algún cuerpo, y la çircular, qu’es la que diçen circunferençia en el çírculo (Vandelvira 1591: 3v).
Mientras que espiral es un término docto, propio de geómetras, en niveles menos cultos, como en la construcción o entre los canteros, aunque también lo usen los profesionales de la arquitectura, se preferirá línea de caracol o en caracol: Item, de las líneas, una es recta y otra flechada, y no ay para qué aquí diga de las líneas de caracol y de las volutas (Loçano 1582: 18). El largor del mismo cartón saldrá por los lados y colgará, rebolviéndose como línea en caracol (ibid.: 206).
A partir de ahí, el uso de caracol parece expandirse y responder a cierto tipo de elementos arquitectónicos, tal como recoge Terreros y Pando, en su cuarta acepción “En la Arquitectura, toda labor que se hace en este, o el otro miembro en figura de caracol”: Caracoles son todas qualesquiera figuras que, en su distribuçión, causaren a dar la buelta çircularmente y las pieças de los çerramientos miraren a un çentro (Martínez de Aranda 1599: 219). Traça, aunque puede significar más cosas, propiamente, en la sçiençia de Architectura, es toda cosa que consiste en çerramientos de arcos, pechinas, capialçados, caracoles, troneras y capillas (Vandelvira 1591: 3r),
sentido que el Diccionario de Autoridades restringe al definir en cuarta acepción como “especie de escalera, que sube seguidamente en forma de espiral”: “Y en todo lo demás tocante a las capillas y a las escaleras o caracoles, me remito al buen juizio del curioso artífice” (Rojas 1598: 97v).
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Hasta tal punto se generalizaron este tipo de escaleras en la cantería, que sufrieron especificaciones sintagmáticas, como caracol de emperadores, caracol de husillo, caracol de Mallorca, caracol de vía de San Gil, etc., como bien ha mostrado Herráez Cubino (2007): “Este caracol de emperadores es muy galano y de mucho arte, porque son dos caracoles: uno que ba por de dentro, qu’es de Mallorca, y otro que anda alrededor d’éste, qu’es vía de San Gil” (Vandelvira 1591: 54r). Pero caracol también servía para aludir a una cierta forma de organizar los escuadrones de caballería en el Arte militar: ¿Por qué se ordenó el caracol, que comúnmente se usa, pues jamás se pelea en él, y cómo se ordena y se haze? M.– Muchas fueron, señor, las causas y respectos que huvo para ordenar el caracol, uno de los quales fue para hazer los capitanes parlamento a sus soldados; lo otro, para ver si los guerreros están bien armados o si llevan bien las picas o buen passo en la ordenança (García de Palacio 1583: 187r). Házese también el dicho caracol para enseñarles a andar guardando la orden, los tiempos y espacios, donde se viene a saber cómo y sobre qué mano se ha de andar a espacio y apresurado, la manera del bolver a doblar, entrando unas órdenes por otras, y la manera como se haze la batalla quadrada, haziendo y deshaziendo el dicho caracol (ibid.: 187v). Convenientíssima orden me paresce, cierto, la del caracol para muchas cosas que, en la prosecución de la guerra, se offrescen (ibid.: 189r).
Según Almirante (s. v. caracol, caracolear), se trataba de una “evolución táctica de la caballería ligera, que consistía en desfilar por un flanco, describiendo un círculo o parte de él”. Y se explica, a continuación, que “el uso de las armas de fuego a caballo, tan común y exagerado antes del siglo XVIII, requería este movimiento para despejar sucesivamente el frente de las filas, que eran más de dos, al avanzar para hacer fuego”: Yrán, pues, al tiempo que la avanguardia sale del caracol, dando bueltas sobre la mano derecha, con las picas enarboladas, dexando a los escopeteros a la parte de fuera (García de Palacio, 1583: 188r). Y, para que el caracol sea bien hecho, deve parar al tiempo que se cierra, hasta que la gente acabe de cerrar, y, no queriendo calar las picas, por ser la gente novel, visoña y no experta, hase de cerrar la buelta por la parte de fuera, como queda dicho (ibid.: 188v).
Este uso corresponde a la tercera acepción que trae el Diccionario de Autoridades y que define como: “En el arte de andar a caballo y en la guerra se llaman
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los tornos que se hacen con los caballos, andando alrededor, corriendo o a paso, según conviene”. La documenta en el Quijote y en otros textos áureos: “No respondió Don Quijote palabra, ni los caballeros esperaron a que la respondiese, sino volviéndose y revolviéndose con los demás que los seguían, comenzaron a hacer un revuelto caracol alrededor de don Quijote” (Cervantes 1998: II, LXI). Es equivalente al que recoge Terreros y Pando, en tercera acepción: “Se dice en el manejo, armas, etc., el movimiento o vuelta que da el caballo, como en medio torno”. Y especifica: “En castellano comúnmente se dice media vuelta, pero a todo otro movimiento, que semeja al caracol, se le da este nombre”. Es también la séptima acepción que trae el DRAE con la marca “Equit.” y que define como “cada una de las vueltas y tornos que el jinete hace dar al caballo”. Esta es la interpretación que aparece en la reciente edición del Quijote, conmemorativa del IV Centenario, realizada por la Real Academia, donde, en el glosario, hacer un caracol se define como “caracolear, hacer giros con el caballo”. Nosotros interpretaríamos, más bien, esta expresión en la acepción de Arte militar que hemos mencionado anteriormente dentro del arma de caballería, como una formación en sentido colectivo realizada por los caballeros en plan de burlesca cortesía, como la realizada ante un mando de la milicia: capitán, general, etc. Finalmente, el caracol sirvió para designar metafóricamente un instrumento variado, –sentido no recogido en el Diccionario de Autoridades ni Terreros y Pando–, una de cuyas variedades, equivalente a un tornillo, es el infinido, que veíamos antes, o tornillo sin fin: Y de esas lañas va otro yerro asido con otros yerros, el qual rodea, assí como van rodeando los caracoles, que es E F, los quales juegan en aquellas puercas, que es I K (Turriano 1605: 325v). A más d’esto, las cuerdas de más arriba salen de los tornos que tienen los caracoles sin fin, las quales cuerdas tiran la aguja hazia mediodía (Besson 1602: L3v). Una suerte de máquina no dessemejante a aquella que antiguamente sacó a luz Archímedes en Çaragoça de Cicilia, quando por obra del trispasto o caracol sin fin, y con sola una mano, metió de la tierra en el mar una nave de grandaria estraña, mirándolo el rey Hierón con una infinidad de pueblo; los quales, juntando en uno todas sus fuerças, no bastaron a hazerlo (ibid.: pv).
En un plano estrictamente personal, han atraído poderosamente mi atención, no por ser empleos metafóricos, sino por su polivalencia, las metáforas del vuelo y de la caza. Conocido su espesor simbólico en ámbitos espirituales como el de la Mística, y su empleo de factura estética bellísima en autores como San Juan de la Cruz, ahora en estos textos responden a cuestiones técnicas de extrema impor-
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tancia que estudian y analizan cuidadosamente, por ejemplo, los tratados de artillería, como mostró Blas Nistal. Por lo que respecta a estos últimos empleos, unos ejemplos resultarán ilustrativos: Caça es que sobre la qulata añado algo, y con lo que añado asiesto en el blanco (Ferrofino 1599: 24r). El segundo tiro, con 6 libras de pólvora y, en lugar de pelota, una espuerta de gijarros, y sea la caça a dos puntos de esquadra (ibid.: 30v). Y, en caso que el primer tiro aya sido corto, asestará como de primero la pieça al blanco y subirá caça sobre la culata hasta que descubra el golpe de la bala, y con la caça que le descubriere, asieste la pieça al blanco y ciertamente dará en él (Ufano 1613: 331).
Caza designa la “inclinación de la boca de las piezas de artillería respecto al punto de nivel, vertical para los morteretes y pedreros, horizontal para las demás piezas”, según reciente estudio de Ruiz Fernández (en prensa)12. En el caso de las piezas de tiro horizontal, la caza equivale a una elevación del ángulo de tiro: “Y esto, sin estar sugetos al cañón y aunque alcancen de la tierra a poner en algunas partes de los quarteles balas, dando a las pieças la levación o caça que se puede, no es grande inconveniente” (Mendoça 1595: 92). Y, claro está, una vez introducido el nuevo sentido técnico metafórico, puede expandirse por toda la familia léxica y así asistimos al surgimiento de expresiones como dar caça o dar las caças: Mi principal intento, como es verdad, vaya guiado más a mostrar el orden que se a de guardar en dar las caças y usar de la artillería (Álaba y Viamont 1590: 153vr). Antes que sepa dar las caças ni medir las distancias de las partes adonde huviere de asestar la artillería, está obligado el buen artillero a saber con qué pólvora hará más efeto (ibid.: 172v). ¿Pues el mathemático o carpintero que hizo el afuste de la culebrina no le dio la devida proporçión que convenía para darle toda su caça? (Ufano 1613: 211).
O al empleo de caçar en la misma acepción: “dar una inclinación de la boca de las piezas de artillería respecto al punto de nivel, vertical en los morteretes y pedreros, horizontal en las demás piezas”: “¿Qué neçessidad ay de falcar y baxar 12 Un matiz distinto es el que ofrece Blas Nistal: “Altura que toma la boca de la pieza desde la posición horizontal” (2007: 612).
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su telera sino hazerle un hoyo donde encaxe la contera y coda del afuste hasta que alçe y caçe lo neçessario?” (Ufano 1613: 211). O al surgimiento de unidades pluriverbales como mayor caza, que no caza mayor: El falconete tira de tres hasta quatro libras de bala; lo más que la arroja por el plano del orizonte es quatrozientos passos y por el punto de su mayor caça, tres mil (Álaba y Viamont 1590: 160r). Y para que los artilleros tengan mayor noticia d’estas pieças, me a parecido referir lo que cada una en particular tira, conforme lo que por algunas esperiencias se sabe, assí por el plano del orizonte, que es quando no tiene elevación, como por el punto de la mayor caça, estando cargadas con su devida proporción de pólvora y siendo de la fina que en nuestros tiempos se usa (ibid.). Y tirará el artillero, para que la tabla sea verdadera, primero que se haga, un par de tiros con qualquiera pieça larga, el uno de punta en blanco o a nivel y el otro por el punto de la mayor caça, que es por la altura de 45 grados (ibid.: 234v).
La mayor caza, que puede definirse como “inclinación de 45 grados de la boca de las piezas de artillería respecto al punto de nivel” (Ruiz Fernández en prensa): “Dan los artilleros por resolución llana y negocio muy averiguado que el punto por donde se le puede dar a la pieça la mayor caça, que es el punto de la mayor elevación, por donde arroja más la bala que por otro ninguno” (Álaba y Viamont 1590: 226v), responde a una cuestión matemática a la que Tartaglia concedió gran importancia. Según se narra en su biografía, los ingenieros del Arsenal veneciano le preguntaron acerca de cuál debía ser el ángulo de inclinación del tubo de un cañón para que el alcance del proyectil fuera máximo. La respuesta de Tartaglia fue 45º y sorprendió a los observadores. Ellos realmente no creían que hubiera que levantar tan alto la boca del cañón para alcanzar la máxima distancia, pero alguna duda tendrían, porque se decidieron a hacer algunas pruebas privadas, que, naturalmente, dieron la razón a Tartaglia. Él, además, aseguraba que su resultado se basaba en “razones matemáticas”, lo que lo hacía aún más sorprendente (Martín Casalderrey 2000: 93-94).
En efecto en la Propositione VIII de La Nova Scientia, declaraba el bresciano: “Quello que fara il suo transito elevato a 45 gradi sopra a l’horizonte fara anchora il suo efetto piu lontan dal suo principio sopra il pian de l’orizonte che in qualunque altro modo elevato” (Tartaglia 1984: 31). Y algo análogo podríamos decir de vuelo, metáfora especializada que se detecta en ámbitos tan diversos como la gnomónica, la construcción o la arquitectura:
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Las basas se assentarán en sus lugares tan perfectamente y tan a medida, que la grasseza con el plinto sea la mitad del gruesso de la columna, y su salida o buelo, que los griegos llaman ecphoran, tengan un quadrante (Urrea 1582: 42r). El buelo o salida de el gnomon, o veleta que causa la sombra, a de ser tanto como un lado del quadrante de A en C (Arphe y Villafañe 1585/1587: 31r). Este alto de la cornija se parte en tres partes y dase al buelo y salida de ella un tercio más que lo que contiene en su alto, de manera que tiene de buelo quatro partes y de alto tres (ibid.: 6v). Y asimismo, formarás el buelo y salida del corredor, que es la linia de la planta B. Y esta dicha salida será la mitad de cualquiera de los arcos C fuera de la clabe (Martínez de Aranda 1599: 110). Levántase sobre estos suelos dichos la capilla o bóbeda arqueada, no con tanto buelo que constituya semicírculo (Alonso Barba 1640: 75r).
En el campo de la artillería es sinónimo de caça, en tanto que “inclinación de la boca de las piezas de artillería respecto a la posición horizontal” (Ruiz Fernández en prensa): Negocio es muy recebido entre todos los artilleros que la pieça de artillería, como se va asestando sobre el punto del nivel, arroja de sí más la bala, y esto en tanto aumento quanto fuere el buelo que coje o, como se dize comúnmente, la caça que se le da (Álaba y Viamont 1590: 226r). Y que esto sea verdad y que aquellos tiros no sean de punta en blanco, sino de buelo, verse a levantando la parte de adelante del arcabuz o pieça al igual de la de atrás, con que la mira, que antes era al blanco o señal, quedará muy baja d’él, y tanta será la ventaja o buelo que se avrá dado al arcabuz o artillería (Lechuga 1611: 163).
Creemos que estos ejemplos son un buen testimonio de la relevancia de la trasposición metafórica para las designaciones en el ámbito de la ciencia y de la técnica, especialmente en momentos en que la terminologización no está muy desarrollada.
5. La importancia de las traducciones Cuanto más se sumerge uno en el terreno de la ciencia y de la técnica renacentista, más se da cuenta de la importancia de las traducciones para el conocimiento
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del léxico especializado. La existencia de versiones en castellano en esta parcela y en esta época histórica no responde a una necesidad específica de España, sino que se inserta en el ambiente cultural del conjunto de las naciones europeas13. Con bastante frecuencia, la labor traductora en español reproduce la efectuada con anterioridad en otros idiomas, muchas veces por un deseo de emulación propio de cierta mentalidad renacentista; otras, por tendencias de tipo nacionalista, que pretendían ilustrar y dar brillo a una lengua y a la nación por ella representada; en otros casos por los intereses de la política comercial de las grandes compañías editoriales europeas, sin olvidar el impulso conferido por instituciones de nueva planta, como la Casa de Contratación o la Academia Real Matemática creada por Felipe II, comprometidas en la empresa de verter al romance los contenidos de las nuevas disciplinas impregnadas de empirismo y de utilitarismo extendidos por todas las ramas del saber humano. Algunas de ellas están integradas en nuestro corpus, como las realizadas por El Brocense, sobre el texto de Hugo Helt, en el terreno de la maquinaria astronómica; o la de Jarava, respecto al de Leonhart Fuchs, sobre materia médica vegetal; o en arquitectura, la de Urrea, sobre Vitrubio y la de Lozano sobre Alberti; en el terreno de la geometría, la de Girava, respecto a Fineo, etc. La relevancia de estas traducciones es trascendental para conocer las vías de penetración de muchos préstamos. La procedencia dependerá de cada caso. En la de Jarava resaltan los galicismos, dado que la versión de Fuchs se hizo a través de una versión intermediaria francesa. La del Brocense, joven y sin mucha experiencia traductora aún, está plagada de latinismos; la de Lozano de italianismos, como ha demostrado Herráez Cubino (2010). Asimismo, Girava reconoce de forma taxativa la falta de una terminología geométrica en la lengua castellana, por lo que esta traducción es una rica fuente de neologismos técnicos. Una profundización en este terreno ayudará a desterrar algunas ideas previas, a distinguir oleadas de introducción según etapas, o según áreas de conocimiento, y a rediseñar el mapa de los préstamos léxicos en el Renacimiento español. Pero junto a esta labor declarada por sus autores y progresivamente más profesional desde mediados del Quinientos, existe otro tipo de actuación callada, o, más bien, oculta, que solo una labor filológica detectivesca permite descubrir y hacer aflorar. Consiste en el procedimiento de reproducir el sentido –y muchas veces también la letra– de fragmentos esenciales de obras representativas de autores claves en cada materia sin citarlas, como hace, por ejemplo, Álaba y Viamont con relación a Cataneo, Tartaglia, o Ruscelli, o, incluso, con su propio maestro, Jeróni13
He tratado algunas de estas cuestiones en Mancho Duque (2004 y 2010b). Asimismo, Mancho Duque y Sánchez Martín (2009) se plantean cuestiones relativas a la traducción en el terreno de la ciencia y de la técnica en el Renacimiento.
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mo Muñoz, tal como muestra Ruiz Fernández (en prensa). Y así, solapadamente, se produce una introducción de voces de ascendencia latina, italiana o francesa, o, en ocasiones, de deturpaciones que corresponden a meras interpretaciones personales o a puros errores. De este modo, en ciertas circunstancias, es la traducción la que arroja luz para el establecimiento de la etimología de una voz: “Tomarse han ocho libras de pólvora gruessa; de salitre refinado, una libra y seis onças; de açufre, quatro onças; de berniz líquido, verdegamo, arsénico, assafétida, pez nabal, olio de saxo, dos onças, partes iguales de cada cosa” (Álaba y Viamont 1590: 95r). Verdegamo es una curiosa adaptación del italiano verderame, a partir de un fragmento de una obra de Cataneo: “Altra sorte di mistura da difesa d´una muraglia e bonissima da brusciar fascinate: Polvere grossa, lib. 8; salnitro, lib. 1, on. 6; solfaro, on. 4; vernice liquida, on. 2; olio di sasso, on. 2; verderame, on. 2; arsinico, on. 2; assa fetida, on. 2; pegola navale, on. 2” (Cataneo 1582: 35v-36r), y corresponde al castellano cardenillo14. En algunos casos, se puede producir un fenómeno de concurrencia de derivados, de manera similar a las que ha mostrado Pascual Rodríguez15: Cachucho. Es una medida que hazen los fundidores de la pólvora que se a de echar en la cámara de la pieça para juzgar conforme a ella el ancho que se le a de dar (Álaba y Viamont 1590: 153r). Por esta razón es menester que primero se haga el cachucho, porque, siendo, como es, la medida con que se haze la cámara, d’él se podrá fácilmente sacar el gruesso del metal que a de tener en el fogón y en la boca (ibid.: 154v).
Probablemente, cachucho en estos dos ejemplos sea, más que un derivado de cacho, como propone el DECH, un derivado del italiano cazza [“milit. ant. Strumento di rame (detto anche cuchiara o cucchiaia) che serviva a introdurre la carica in fondo ai pezzi d´artiglieria”, Battaglia 1980-2002: s. v. cazza] con la adición del sufijo -uccio (o del castellano -ucho). El contexto de uso coincide con los de Falconi (“Per fare cazze per caricare pezzi, se li debe dare la giusta misura della polvere, perche dandonele troppo corre rischio di crepare il pezzo”, Battaglia 1980-2002: s. v. cazza)16.
14 Información que agradezco al profesor Ruiz Fernández. Verderame es “miscela contenente solfato di rame […] (e in passato era usato anche come ingrediente di unguenti, medicamenti, etc.)” (Battaglia 1980-2002: s. v. verderame). 15 Como sucede, por ejemplo, entre heredad y herencia (Pascual Rodríguez 2001-2002). 16 Datos proporcionados por Ruiz Fernández, autor de una documentada edición del Perfecto capitán, de Álaba y Viamont (en prensa).
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Incluso, en alguna ocasión, puede tratarse de préstamos, más que de derivados, como cabría afirmar de estopín: “Y haziéndole su cebador y poniéndole su estopín, dársele a fuego; la mistura es esta: tomarse a una libra de pólvora gruessa, dos onças de pez griega y otras tantas de azeyte de linoso, todo amassado y molido, como queda dicho” (Álaba y Viamont 1590: 99r). Creemos que en este ejemplo estopín, “mecha confeccionada con fibras de algodón para cebar artificios explosivos y armas de fuego”, más que un derivado de estopa, como se recoge en el DECH, sea una palabra utilizada para traducir el italiano stoppino, muy frecuente en Cataneo y Ruscelli, de donde muy probablemente la tomara Álava, vistos los datos proporcionados por Ruiz Fernández17. Y algo parecido cabría afirmar de cedaçado: Tomarse han tres libras de pólvora gruessa passada por cedazo, de berniz en grano dos onças, de açufre cedaçado quatro onças (Álaba y Viamont 1590: 95v). Tomarse han seis libras de pólvora fina, nueve onças de salitre molido como granos de mixo, seis onças de açufre molido y passado por cedaço, quatro onças de carbón de salce cedaçado, dos onças de berniz muy bien molido (ibid.: 96v).
Álava y Viamont está trasvasando diversas fórmulas de Cataneo, y emplea casi en igual proporción cedaçado que passado por cedaço para traducir el vocablo italiano sedacciato, por lo que cabe afirmar que en este caso nos hallamos ante un préstamo, más que ante un derivado de cedaçar, no recogido, este último, por cierto, en el DECH –que solo registra cedacear–, que podría corresponder, igualmente, a otro préstamo18. También, a veces, la consideración de los recursos de la traducción en el ámbito de la historia de la ciencia puede aclarar usos aparentemente metafóricos, de los que un análisis más refinado y más próximo a las fuentes de donde se introdujeron, conduce al rechazo de esta hipótesis semántica, por lo demás, seductora. Así, por ejemplo, volviendo a la utilización de raíz, no se deben confundir los
17 Al que agradecemos esta información, así como los datos relativos a su elaboración, tomados de Cataneo: “Per far adunque li sudetti stoppini si deve pigliar una pignatta di terra e in quella si metta dell´aceto forte, overo dell´acqua di vita […], mescolandovi dentro della polvere grossa ben pesta; habbiansi poi apparechiati li stoppini di bambagio over cotone filato […], si pongono nella detta pignatta a bollire fin tanto che questa compositione si faccia spessa” (1582: 24v). 18 El fragmento de Cataneo, fuente del el segundo ejemplo, es el siguiente: “Polvere grossa senza il grano, lib. 6; salnitro pesto come miglio, on. 9; solfero pesto e sedacciato, on. 6; carbon di salice sedacciato, on. 4; vernice pesta e sedacciata, on. 2” (1582: 33r). Agradecemos los datos a Ruiz Fernández.
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empleos figurados a los que hemos hecho mención anteriormente, con los que se testimonian en las matemáticas teóricas, como en el campo del álgebra: La práctica de las raízes no es menos necessaria en esta arte que la de las dignidades. Dos differencias ay de raízes, porque unas son simples y otras son compuestas. Las simples son en muchas maneras, scilicet: raíz quadrada o raíz segunda; raíz cúbica o tercera; raíz de raíz o raíz quarta; raíz relata o raíz quinta; raíz sexta; raíz séptima, raíz octava, y assí discurriendo por las dignidades (Núñez Salaciense 1567: 43r),
y en sus aplicaciones, como, por ejemplo, en el Arte militar: Y, assí, queriendo hazer un esquadrón de ochenta y un soldados en forma quadrada, tomará vuestra merced su ray´z, que es el número nueve, porque, multiplicados por otros nueve, son los dichos ochenta y uno; y, assí, porná nueve hiladas de a nueve hombres cada una, guardando la orden de los pies, como queda dicho. Y, d’esta manera, quedará formado el esquadrón, según el arte militar (García de Palacio 1583: 149r).
Como advierte Etayo (1986: 148), esta denominación castellana es el equivalente del gidr árabe, traducido por los matemáticos al latín como radix, de donde procede la española raíz, de la misma manera que el shai, o incógnita, fue traducido por res o cosa. Tampoco tiene que ver con la metáfora, o, al menos no de manera inmediata en castellano, la utilización de los números sordos, que nos ha atraído y preocupado recientemente (Mancho Duque: 2010c): “Trata de números sordos llamados ray´z de ray´z quadrada, líneas o números mediales, y de sus definiciones y operación” (Aurel 1552: 46v). El resultado irracional de una raíz cuadrada tiene un valor que (más o menos) se conoce, pero no se puede escribir. La solución consiste en utilizar la raíz cuadrada y escribir el número como número sordo. Como precisan los especialistas en historia de las matemáticas, “la palabra ‘sordo’ en un principio tenía el mismo significado que ‘irracional’. Parece que los traductores árabes del siglo IX tradujeron la palabra griega alogos (‘irracional’) como assamn (‘sordo’, ‘mudo’). A los matemáticos árabes les gustaba pensar en los números racionales como audibles y a los irracionales como inaudibles. Su palabra se tradujo posteriormente al latín como surdus (‘sordo, mudo’). Actualmente, a los números ‘sordos’ se les considera números irracionales que no se pueden escribir de otra manera que esta: √5” (Bentley 2009: 84)19.
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Véase Mancho Duque (2010b). Queremos agradecer a las profesoras Concepción Vázquez de Benito y Bertha Gutiérrez Rodilla, las “pistas” árabes proporcionadas para el esclarecimiento de esta etimología.
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6. A modo de conclusión La experiencia de estos años nos va mostrando que, para confeccionar un diccionario especializado histórico, se necesita conjugar, obviamente, amplios y sólidos conocimientos lingüísticos y lexicográficos. Pero también resulta imprescindible, para el establecimiento de la macroestructura, tarea que se prolonga ininterrumpidamente hasta, al menos, fases muy avanzadas del proceso lexicográfico, indagar en la historia o arqueología de las propias ciencias o técnicas; acercarse a los textos originales, bucear en las fuentes, especialmente en el terreno tan poco explorado aún de las traducciones renacentistas, así como en el conocimiento de los autores, de sus filiaciones, e incluso de sus antipatías personales y celos profesionales. Se trata de afinar al máximo las herramientas filológicas para lograr un método especialmente adecuado para detectar etimologías más precisas, acepciones nuevas, neologismos, préstamos, confluencias formales, convergencias morfológicas, etc., en una palabra, descubrir y palpar la bulliciosa vida que late entre los folios o las páginas de unos textos preñados de riqueza léxica, como si de un precioso pecio lingüístico se tratara, y rescatarlos del olvido.
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L É X I C O E I N V E N TA R I O S D E B I E N E S EN LOS SIGLOS DE ORO* JOSÉ RAMÓN MORALA RODRÍGUEZ Universidad de León
1. El proyecto Este trabajo forma parte de un proyecto coordinado en el que se incluyen tres grupos de investigación radicados respectivamente en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en la Universidad Carlos III de Madrid y en la Universidad de León, grupos en los que también colaboran personas de otros centros de investigación. El título genérico de este proyecto, desarrollado en el trienio 2006-2009 y subvencionado por el Ministerio de Ciencia y Eduación, es el de Diccionario del español de los Siglos de Oro (DESO). Sus bases filológicas y lingüísticas, y el cometido de los investigadores de la sección de la que soy responsable consiste en analizar el léxico de lo que en el proyecto se definió como textos marcados, por oposición a los textos escritos en un registro que podría calificarse de estándar. Tal como indica el título, el objetivo general del proyecto radica en confeccionar un diccionario basado en la lengua de los siglos XVI y XVII, si bien el fin último de todos los trabajos es el de aportar materiales y bases documentales del periodo áureo al Nuevo diccionario histórico (NDH) que desde la Real Academia Española (RAE) está dirigiendo el profesor José Antonio Pascual Rodríguez, un objetivo tremendamente atractivo para quienes trabajamos en lexicografía diacrónica. Como ha señalado reiteradamente Pascual Rodríguez, el corpus básico sobre el que se genere el NDH, por amplio que pueda llegar a ser, no podrá abarcar todo el caudal léxico de la lengua por lo que, junto a ese corpus general, sería muy conveniente ir construyendo otros más específicos y capaces de aportar los materiales en los que aquel pueda presentar carencias: Si ciertamente este corpus básico no puede recoger todo el vocabulario de la historia del español, esta dificultad se subsanará ampliando de momento su información
* Para la realización de este trabajo se ha contado con la financiación del Ministerio de Educación y Ciencia al proyecto HUM2006-11883-C04-01.
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con la construcción de una serie de corpus particulares de distintos ámbitos léxicos, tanto de España como de América (Pascual Rodríguez/García Pérez 2008: 13).
2. Un corpus de inventarios A partir de esta idea, desde el equipo de la Universidad de León nos planteamos la posibilidad de confeccionar un nuevo corpus que pudiera aportar el léxico marcado de los Siglos de Oro y en el que la variación léxica –y de modo muy especial, la variación diatópica– debería ser uno de los ejes sobre los que girara el trabajo. En cierto modo, podría decirse que lo que nos interesaba era conseguir para la época señalada una información del tipo de la que hoy aportan los repertorios dialectales y los atlas lingüísticos a la lexicografía actual. Estos fondos contribuyen a ampliar y completar el caudal léxico de la lengua, registrando formas que van mucho más allá de lo que podemos considerar que constituye el léxico más normalizado y académico. Trasladando esta idea al pasado –con todas las limitaciones que tiene la imposibilidad de hacer encuestas y trabajos de campo– nuestro objetivo consiste en identificar y organizar materiales que nos permitan trabajar desde esa misma perspectiva pero ahora en la lengua de los siglos XVI-XVIII. Por otra parte, si en los atlas lingüísticos uno de los campos más productivos para señalar la diversidad geográfica del léxico es el de los objetos de la vida cotidiana, muchos de los cuales solo raramente aparecen reflejados en textos más convencionales, los textos de los que nosotros tendríamos que partir deberían ser también capaces de reflejar precisamente ese apartado del léxico. Con estas premisas, nos hemos centrado en localizar, seleccionar y transcribir textos procedentes de los fondos notariales de los siglos XVI al XVIII en los que, bajo una u otra categoría documental, se registren enumeraciones de bienes materiales. Es decir, nos interesan todo tipo de “inventarios”, rótulo genérico bajo el que caben, además de los inventarios propiamente dichos, los testamentos, las tasaciones, las partijas de bienes, las almonedas, las cartas de arras o de dote, los registros de navíos –incluso los de personas– y, en general, cualquier texto tipológicamente similar hecho con la finalidad de enumerar, de la forma más minuciosa posible, los bienes de una persona o de una institución. Por la propia naturaleza jurídica de este tipo de textos, los escribanos que los redactaban estaban obligados a reflejar en ellos, con el mayor detalle posible, una larga serie de objetos y bienes, y la única forma que tenían de lograrlo era haciendo gala de una puntillosa precisión en el uso del léxico y en la descripción y la valoración de los objetos inventariados. Como consecuencia, nos han legado unos materiales que presentan una enorme riqueza de vocabulario y que están especialmente predispuestos a registrar las variantes léxicas que nos interesan.
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Además de contar con una gran riqueza léxica, más allá del vocabulario más general, estos documentos cumplen también con la premisa de reflejar la variación diatópica, un aspecto que nos parece imprescindible a la hora de utilizar dichos materiales en la futura redacción del NDH. Desde luego que no descubrimos nada nuevo al llamar la atención sobre los inventarios como fuente de información histórica para el léxico. Hay, en la bibliografía académica, trabajos que analizan inventarios de una determinada zona y, sobre todo, artículos en los que se estudian documentos concretos1. Faltan, sin embargo, a nuestro juicio, estudios que se hagan desde una perspectiva geográfica más amplia y en los que la información sobre la que se trabaje proceda de diferentes puntos geográficos, dando así especial relevancia a la variación diatópica. La idea desde la que nosotros partimos –además de cubrir un campo no excesivamente explorado– se basa precisamente en la necesidad de disponer de datos con procedencias variadas que nos permitan establecer, de forma sistemática, comparaciones como las citadas arriba para los atlas lingüísticos de nuestros días. Por otra parte, contamos con la ventaja de que los textos que nos proponemos reunir y estudiar están perfectamente datados y localizados, lo que hace que los materiales del corpus tengan para nosotros el valor añadido de contar con una ubicación precisa en el tiempo y en el espacio. Finalmente, son textos muy abundantes, un dato nada despreciable si el objetivo consiste en crear un corpus geográficamente diverso, que tendrá más valor en la medida en la que pueda incluir un mayor número de documentos y conseguir que estos tengan una procedencia más variada, además de ser tipológicamente homogéneos para facilitar su comparación. Si logramos dar forma a un corpus amplio con las características del que aquí les comento, obtendremos un cúmulo de información que, salvando las distancias, servirá para completar el repertorio léxico de la lengua estándar de la época elegida de un modo similar a como hoy lo hacen los atlas lingüísticos o los vocabularios dialectales respecto de los diccionarios generales. Es verdad que no podemos olvidar que estamos ante un registro escrito y que, como tal, nos ofrece una versión mediatizada de la lengua oral pero, como no hay forma mejor de hacerlo, los escribanos de las notarías serán, si se nos permite el símil, nuestros
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Trabajos como el de Castañeda Ordóñez (2003) o los recientemente publicados por Gómez Seibane (2007), y, sobre todo, artículos sobre documentos concretos de estas características, de los que, simplemente a título de muestra, podemos citar trabajos interesantes como los de Marcos Álvarez (1992), Bravo García (1994), Martínez Albarracín (1999), Congosto Martín (1999), Postigo de Bedia/Díaz de Martínez (2002), Ahumada (2001) o Pérez Cruz (2005), constituyen todos ellos una prueba del interés que este tipo de fuentes documentales tienen para la investigación lexicográfica.
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dialectólogos encuestadores, los declarantes harán las veces de informantes y los inventarios conservados en los archivos se convertirán en los cuadernos de encuestas de cada uno de los puntos que componen nuestro particular atlas lingüístico del Siglo de Oro. Se trata sin duda de una tarea tan ardua como compleja, pues es necesario recorrer archivos repartidos por muy distintos lugares, revisar miles de folios de documentación notarial hasta dar con un buen inventario y conseguir una copia –mientras que unos archivos nos permiten fotografiar, otros solo facilitan fotocopias– para pasar luego a hacer la transcripción, no siempre fácil dependiendo del tipo de letra utilizado y el estado de conservación del documento. Siguiendo esta línea de trabajo, llevamos ya un tiempo acumulando materiales con las referidas características y, en la actualidad, disponemos de una selección de fondos documentales procedentes de los archivos históricos provinciales de León, Burgos, Toledo, La Rioja, Cantabria y Tenerife, así como de textos conseguidos en el Archivo General de Indias (Sevilla) o en el Archivo General de la Nación (Montevideo). Son miles de folios que, aun estando en diferente grado de elaboración, nos han proporcionado un importante volumen de documentación de la que ya se pueden extraer datos léxicos de interés para la lexicografía diacrónica. No puede decirse, claro está, que hayamos alcanzado un corpus de las dimensiones deseables sino que estamos solo ante una versión incipiente que, sin embargo, sirve como muestreo de lo que se podría conseguir si, al ampliar progresivamente el número de archivos consultados, logramos disponer de una malla de puntos de información lo suficientemente fiable y tupida. No obstante, y pese a tratarse solo de una versión inicial, la utilidad de este corpus de inventarios queda patente desde el mismo momento en que se empiezan a cruzar los textos notariales con el CORDE académico, en el que se refleja un léxico más estándar, más cercano al canon lingüístico de cada una de las épocas. Cuando se comparan los datos de los documentos que tenemos transcritos con los del CORDE, se observa de inmediato que hay un muy apreciable número de voces, bien documentadas en los inventarios, que, pese al volumen de datos manejado en el CORDE, resultan prácticamente invisibles para el corpus académico. El aporte de nuevas palabras y la probabilidad de documentar históricamente voces actuales escasa o nulamente representadas en el CORDE es realmente sorprendente.
3. Una cala en el AHP de La Rioja Como lo mejor para entender el interés que un corpus hecho a partir de inventarios notariales puede tener para el estudio histórico del léxico es pasar al terreno
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práctico, vamos a analizar una serie de ejemplos elegidos casi al azar que son, a mi juicio, suficientemente representativos de la utilidad del corpus. En un inventario2 redactado en Haro (La Rioja) en 1644, al describir los aposentos de la casa, se puede leer este fragmento: una cama torneada de nogal con barandas; y en ella un marragón biexo y una paxera otra cama de pena cerrada con barandas con un marragón biexo ytem cuatro cuxas de cama de pena cerrada quebradas y sin ropa ytem una cama de penacerrada baja y en ella una paxera biexa y tres fraçadas vie[jas].
Pese a su aspecto aparentemente caótico, los inventarios no son una relación informe de bienes sino que tienden a agrupar los objetos por criterios que guardan una cierta lógica: lo que se encuentra en un cuarto de la vivienda, lo que hay en una arca, los objetos de alguna de las dependencias anejas a la casa, enseres domésticos, aperos de labranza; o por el tipo de materiales, objetos de madera, de metal, piezas textiles. Este ordenamiento –junto con las escasas acotaciones que suele hacer el notario– nos permite descartar posibles interpretaciones o apuntar otras, especialmente en el caso de palabras desconocidas de las que no disponemos de más información que una escueta referencia en el inventario. En el ejemplo de arriba, el inventario nos ofrece la posibilidad de ver en su propio contexto varios de los vocablos habituales de entre los referidos a muebles y bienes que hay en un aposento y que forman parte del lecho. Entre ellos figuran voces que son de uso general pero también localismos más difíciles de documentar. Al término genérico cama se unen otros no tan conocidos hoy, como el galicismo antiguo cuja ‘armadura de la cama’. En parecidas circunstancias está baranda, sustituida hoy por el diminutivo lexicalizado barandilla, o frazada, un tipo de manta. Todas ellas son voces bien testimoniadas en la historia de la lengua si bien no deja de llamar la atención que, entre los documentos que manejamos, mientras que frazada es voz de uso general para todas las zonas, cuja aparezca bien representada en los documentos riojanos o burgaleses pero no lo haga, por ejemplo, en los de León o Toledo; una distribución que quizá no carezca de interés para la historia de esta palabra.
2 AHP de La Rioja, Haro (1644), Inventario de los bienes de María de Jordán (caja 3717, fol. 354v).
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Más interés tienen otras voces, como el sintagma pena cerrada que determina varias de las camas inventariadas. Es muy posible que la lectura literal del manuscrito esconda un nombre propio, Peñacerrada, en el que a la separación nada extraña entre las dos palabras haya que añadir el olvido de la vírgula de la ñ, algo bastante común en este tipo de textos3. Si esta es la interpretación correcta, es más que probable que se trate de una especie de denominación geográfica: en el sur de Álava, lindante con la comarca de Haro, se sitúa la localidad de Peñacerrada, de donde probablemente procederían estos muebles. Esta especie de denominaciones geográficas abundan sobremanera en los inventarios a la hora de identificar los bienes y constituyen un capítulo muy interesante del léxico de la época4. Por último, voy a referirme a marragón y pajera, otras dos voces asociadas en el texto con este espacio de la vivienda. De la segunda no hay referencias en el DRAE, que da para pajera el significado único de ‘pajar pequeño que suele haber en las caballerizas para servirse prontamente de la paja’. De la primera, marragón, un derivado del arabismo márraga ‘tela de sacos o jergones’, el diccionario académico dice que es una voz regional de La Rioja y que tiene el significado de ‘jergón, colchón de paja’. Resulta curioso el recorrido de esta palabra en la lexicografía académica: si desde el Diccionario de Autoridades hasta la edición de 1914 se registra marregón, a partir de la edición de 1925 se sustituye por la variante marragón, siempre con igual significado y localización. Pese a la marca de riojanismo que le adjudica el DRAE, la voz es conocida en un área que sobrepasa los límites de La Rioja5, pues, con ambas variantes formales, se registra también en Álava6 o en Cuenca, si bien aquí marregón tiene el sentido de tela y no el de jergón (Calero López de Ayala 1981: 167). Por su parte, el ALEANR (mapa nº 798), además de en La Rioja, localiza igualmente algún ejemplo de marregón en Navarra, mientras que, en el sur de Aragón o en zonas limítrofes de Soria, se registran variantes más cercanas a la forma original, procedente del árabe márfaqa, voz que ha dejado representantes en toda el área oriental de la Península, incluyendo el catalán (DECH, s. v. marga II).
3 Del mismo modo que se olvida grafiar la cedilla en la ç o el punto en la i, no es extraño que se olvide el rasgo propio de la ñ. En este mismo inventario, junto a un años aparece también, por ejemplo, un pequeno, con el mismo problema que nuestro peña/pena. 4 Expresiones similares y mucho más abundantes los tenemos, por ejemplo, en las telas de Angulema, Cambray o Contray. 5 Pastor Blanco (2004: 318-319) localiza tanto marragón como marregón ‘jergón de paja, hierba u hoja’ en diversas localidades riojanas. 6 La referencia en este caso parece histórica, pues remite a sendos textos de 1725 y 1810 en los que se hace referencia a marregón y marragón con el sentido de ‘jergón relleno de hojas de maíz o de bálago’ (López de Guereñu Galarraga 1998: 191-192).
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Lo interesante desde el punto de vista diacrónico es que, pese a la vigencia de la voz actualmente, ni en el DECH, ni en el CORDE, ni en el NTLE7 pueden localizarse testimonios antiguos de esta voz, ya sea con la variante marregón o con la de marragón. Sin embargo, los inventarios procedentes de La Rioja nos proporcionan un número apreciable de testimonios. Además de los ejemplos citados de Haro, no es difícil hallar el término en textos de las mismas fechas localizados en el resto de la región: “un ma[r]ragón con su paxera” (Santo Domingo de la Calzada 1647)8, “otra camilla de pino, del moço, con su marregón y una manta listada de colorado” (Alfaro 1646)9. En resumen, hemos obtenido por esta vía una serie de testimonios históricos de una voz para la que carecíamos de referencias. Pero no solo se trata de su datación histórica sino que indirectamente la documentación también nos informa de la vigencia que en ese momento tiene, de la concurrencia ya en esa época de las variantes formales marregón y marragón –que luego se sucederán en la lexicografía académica– o del grado de expansión del derivado frente al de la forma simple de la que procede y a la que quizá sustituye, datos todos ellos que deberían servirnos para dibujar con una mayor precisión el recorrido diacrónico de esta voz. En el caso de pajera, con un significado de ‘jergón de paja’ deducible por el contexto, estamos ante una voz que no se recoge en el DRAE con esta acepción donde, como sustantivo, solo figura con el sentido de ‘pajar pequeño en las caballerizas’. El significado de ‘jergón de paja’ al que apunta la documentación riojana está, no obstante, relativamente extendido y aparece en vocabularios de una zona mucho más amplia, pues la encontramos, por ejemplo, en Aragón10, en Extremadura11 o en puntos de León12. Si bien se trata de una derivación esperable a partir de paja, textos como el analizado nos permiten darle una perspectiva histórica a la palabra que, de otro modo, desconoceríamos. Más aún, el hecho de que ocasionalmente se citen juntos en ejemplos como los recogidos arriba, lleva
7 Como puede comprobarse en el NTLE, en los diccionarios anteriores al Diccionario de Autoridades, no se registra ni marregón ni marragón, y solo ocasionalmente figura en algún diccionario la forma márrega o márraga de la que procede. 8 AHP de La Rioja, Santo Domingo de la Calzada (1647), Carta de dote (caja 3187, fol. 181v). 9 AHP de La Rioja, Alfaro (1646), Inventario (caja 6271, fol. 130r). 10 Pajera: camastro de paja en cuadras, pajares, casetas de campo, etc (Andolz Canela 1984: 208). 11 Pahera: colchón de paja (Viudas Camarasa 1980: 127). 12 Pajera: camastro para acostarse en las cuadras (Le Men 2009: s. v. pajero).
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a pensar que marragón y pajera, pese a la definición coincidente que les hemos dado, no son exactamente dos sinónimos13. Como puede comprobarse, resulta indudable la importancia que tienen estos materiales a la hora de documentar el léxico de la vida cotidiana. Un léxico, por lo general de naturaleza patrimonial, que hunde sus orígenes en los estadios más antiguos de la lengua y que, sin embargo, con frecuencia permanece velado en los textos más convencionales en los que se basa un corpus genérico como es el CORDE. Casi podría afirmarse que, a partir de unos pocos folios elegidos al azar, existe una alta probabilidad de hallar ejemplos que nos ayuden a completar la historia de alguna palabra, lo que deja patente, entre otras cosas, el largo camino que aún nos queda por recorrer y las posibilidades que un corpus de estas características abre para el investigador.
4. Voces del AGN de Montevideo Si esto sucede con documentos de una región como La Rioja, en el centro de lo que se puede considerar el castellano originario, las posibilidades de encontrar materiales de interés aumentan en la medida en que trabajemos con documentos procedentes de zonas históricamente más marginales respecto al modelo estandarizado de la lengua. Así ocurre, por ejemplo, con los fondos leoneses que hemos transcrito, que no solo sirven para localizar voces dialectales más o menos ajenas al castellano sino que se revelan especialmente útiles para datar aquellas palabras que, procedentes del lado occidental de la Península, han acabado por integrarse en el castellano. Algo parecido sucede con los textos de América y, como otro de los fondos de los que disponemos procede del Archivo General de la Nación (AGN), en Montevideo, veremos ahora algunos ejemplos de este archivo que ponen de manifiesto los desajustes entre los datos que ofrecen, de un lado, los diccionarios académicos –y, con demasiada frecuencia, también el CORDE– y los que, de otro, nos proporciona unos pocos cientos de folios procedentes del archivo uruguayo, fechados todos ellos en torno a mediados del siglo XVIII. Así se comprueba, por ejemplo, en el caso de canchón, voz recogida en el DRAE como un derivado lexicalizado de cancha y que tiene el sentido de ‘terreno rústico amplio y cercado’. En esta acepción aparece marcado como voz usada en Bolivia y Perú. La voz fue registrada en el repertorio académico por primera
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No entro aquí en los detalles pero quizá la diferencia estribe en que, como sugiere la pregunta que sobre este asunto se hace en el ALEANR, en un caso es el jergón sobre el que se duerme y en otro solo una especie de protección que se coloca bajo el colchón.
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vez en la edición de 1925, donde inicialmente figuró con el significado de ‘coto, dehesa’ a la vez que se identificó de modo genérico como voz americana. El CORDE, por su parte, proporciona una docena de ejemplos, todos ellos de escritores peruanos del siglo XX, un dato que parece coincidir tanto en el espacio como en el tiempo con la información reflejada en la última edición del DRAE. Ahora bien, el recorrido tanto diatópico como diacrónico de este vocablo ha debido ser necesariamente más amplio o al menos en ese sentido apuntan algunos textos del referido archivo de Montevideo, como una relación de fincas de 176714, donde canchón se usa varias veces, quizá en contraposición a estancia y chacra. Después de relacionar dos grandes estancias en las que hay miles de cabezas de ganado y antes de dar fe de algunas chacras, todo dentro de una relación de bienes de la Compañía de Jesús, se hacen estos dos asientos en el inventario: Tiene otra suerte de estancia de una legua en quadro en el primer canchón, con una salita y una cocinita. En el segundo canchón otra suerte de una legua, enfrente, sin poblar.
La referencia aducida nos obligaría a corregir tanto el ámbito geográfico como la fecha de aparición de los primeros ejemplos de esta palabra. En primer lugar, el término canchón, con sentido geográfico, lo tenemos ya plenamente lexicalizado a mediados del siglo XVIII, mucho antes de lo que nos indican los datos del CORDE. Se constata además por esta vía que, en ese momento, el término está en uso en la zona del Río de la Plata, donde hoy, a tenor de los datos del DRAE, no parece utilizarse y donde tampoco nos lo sitúan los datos del corpus académico ni en el pasado ni en el presente. Entre los argentinismos que figuran en el DRAE se incluye la palabra tipa, voz de origen quechua para la que, además de un significado botánico no marcado diatópicamente, el diccionario académico da como segunda acepción, específica de Argentina, la de ‘cesto de varillas o de mimbre sin tapa’. Aunque la primera aparición en el DRAE (1884) se refiere solo al nombre de un árbol en Perú y haya que esperar a la edición de 1914 para encontrar también la acepción de ‘bolsa de cuero’ referida a América meridional, es posible, como se advierte en el DECH (s. v. tipa), que el sentido originario sea el de recipiente y, por una metáfora formal, se haya pasado de forma secundaria al nombre del árbol. En el CORDE es una voz escasamente representada. Los primeros ejemplos refieren al sentido de árbol y, para encontrar algún ejemplo con el sentido de ‘canastilla’, 14 AGN, Montevideo (1767), Razón de lo que se debe a la Residencia de la Compañía de Jesús (caja 14, fol. 7r).
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hay que esperar a textos de autores uruguayos y argentinos que escriben bien avanzado ya el siglo XIX. De nuevo la documentación de Montevideo a la que me estoy refiriendo nos ofrece testimonios tempranos y precisos. En nuestros documentos de mediados del siglo XVIII es una voz completamente integrada en el castellano de Uruguay, que aparece con relativa frecuencia en los inventarios: Una tipa con cosa de arrova y media de caparrosa una id. con un poco de cáscaras de granada una tipa inútil con algarrovillas15. Ytem una caxa rota con un poco de javón y dentro una tipita vieja de cuero llena de pavilo de algodón16. por una tipa que contenía un poco de algarroba pasada17. por una tipa vieja de cuero, unos tarros de oja de lata con clavos y otras frioleras inútiles18.
Como puede verse por el contexto, el significado más genérico que parece tener en los inventarios del XVIII es el de recipiente pero, en el caso de ofrecer alguna precisión, se nos dice únicamente que es de cuero, lo que coincide con su primera aparición en el DRAE ‘bolsa de cuero’, frente a las últimas, en las que se prefiere el significado de ‘canastilla de mimbre’. Veamos un último ejemplo de este fondo documental. El DRAE da como sexta acepción para pelota el significado de ‘batea de piel de vaca que usaban en América para pasar los ríos personas y cargas’, incluida por primera vez en la edición de 1899, con la única salvedad de que en esta se utiliza el verbo en presente ‘que usan en América’. En un auto fechado en Montevideo en 175319 sobre efectos de contrabando decomisados nos encontramos ya con un fragmento en el que no hay duda sobre el uso de pelota con esta acepción. 15
AGN, Montevideo (1767), Inventario de los bienes de la Compañía de Jesús (caja 14, carpeta 8, fol. 46v). 16 AGN, Montevideo (1767), Inventario de los bienes de la Compañía de Jesús (caja 14, carpeta 8, fol. 47r). 17 AGN, Montevideo (1769), Tasación de bienes de la Compañía (caja 18, fol 65r). 18 AGN, Montevideo (1769), Tasación de bienes de la Compañía (caja 18, fol. 64r). 19 AGN, Montevideo (1753), Autos sobre comisos de efectos de ilícito comercio tomados por el guarda de Real Hacienda J. Antonio Botija (caja 4, carpeta 4, fol. 163v).
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Dos cueros que al parecer serbían para hazer Pelotas para cruzar los ríos
Tal como reza el texto, entre los decomisos figuran “dos cueros que al parecer serbían para hazer pelotas para cruzar los ríos”. Un testimonio que nos permitiría retrotraer a mediados del siglo XVIII una acepción que el DRAE solo registra casi a principios del siglo XX, si bien en este caso el CORDE también documenta ejemplos coetáneos. Lo interesante de la cita es que parece que el amanuense no conoce bien esa función de las pieles y se obliga a sí mismo a dar una información que resulta de interés para perfilar, ya en ese momento, el significado que tiene pelota en este contexto. 5. Dos etimologías Según puede verse, lo inventarios y relaciones de bienes constituyen una fuente lexicográfica de primer orden. Trabajando con ellos no resulta incluso extraño toparse con palabras que constituyen un verdadero hallazgo en la medida en que pueden representar un resultado único y desconocido hasta el momento de una familia etimológica. Voy a detenerme en dos ejemplos que, en este sentido, me parecen muy representativos del valor lexicográfico que pueden alcanzar dichos fondos documentales. 5.1. EL TOLEDANO HALCADEJAS En una carta de arras20 fechada en Escalona (Toledo) un nueve de octubre de 1644 –el mismo año del texto de La Rioja comentado arriba–, nos encontramos, entre los diversos bienes que componen la dote que aporta al matrimonio una mujer llamada Ana Veles, con una secuencia como la que sigue: una silluela de costillas en tres reales unas alcadexas en ocho reales unas trébedes en tres reales una arca pequeña en seis reales (fol. 312r).
Para la interpretación de las voces que aparecen en el fragmento no existe mayor problema ni con la silluela de costillas21, ni con las trébedes, ni con el 20
Archivo Histórico Provincial de Toledo, caja P-5265, fols. 310r-312v. En el Tesoro de Covarrubias (s. v. silla) se recoge la expresión, silla de costillas, equivalente a ‘silla de palillos, a modo de costillas’. 21
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arca, pero no ocurre lo mismo con el otro efecto inventariado, las alcadexas, valoradas en ocho reales. Trasladada a la grafía actual, alcadeja, es palabra que no figura en el DRAE y que no se cita en el DECH ni se registra en el NTLE. Más extraño aún es que tampoco figure ningún caso en el CORDE con una u otra grafía de entre las posibles variantes que podríamos suponer para la forma documentada en la carta de arras toledana: alcadexa, alcadeja, alcadexas… Ni siquiera sirve de mucho pensar que, por la fecha en la que estamos, podría haber delante una h- que no se hubiera grafiado. Tampoco existen ejemplos de halcadeja o cualquiera de sus variantes gráficas. El mismo resultado negativo ofrece la consulta del Corpus del español, de Mark Davies. Lo más cercano entre el léxico conocido es un falca recogido en el DRAE que, por el mantenimiento de /f-/, necesariamente habrá que considerar foráneo al castellano patrimonial. Tal como indica el DECH, se trata de una palabra localizada con esa forma y con el significado de ‘cuña de madera’ en Aragón y Murcia, aunque también existe una variante halca en Santander con el mismo significado. Además, en el léxico marinero se refiere a un tipo de tabla que se coloca en la borda como protección. Su origen es incierto aunque se apunta el árabe fálqa ‘astilla de madera’. Si se tratara de un derivado de esta voz, de ningún modo nos extrañaría encontrar un arabismo en Toledo. No parece probable, sin embargo, que se pueda relacionar nuestra voz con el falca del diccionario académico. Aún admitiendo que pudiera ser un derivado de falca, hay algunos elementos que no encajan. De una parte, si se tratara de unas simples cuñas de madera, no parece tener mucho sentido la tasación que en el inventario se hace de las alcadexas22. Por otro lado, si tenemos en cuenta el con22 Es el objeto más valorado de los cuatro que aparecen en el fragmento. Carecería de sentido que una cuña de madera o una tabla –que son los sentidos que tiene falca en castellano– valiera ocho reales, mientras que muebles de madera como el arca o la silla tendrían un precio sensiblemente inferior. Algunos otros objetos tasados en el mismo precio son, por ejemplo, un cazo de cobre grande o una almilla colorada con un galón de plata. El ejemplo sirve para apre-
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texto en el que la palabra se incluye –una información siempre útil en los inventarios–, el hecho de que se mencione detrás de un mueble y delante de un objeto metálico, como son las trébedes, induce a pensar que podría tratarse de un objeto de similares características a cualquiera de estos dos, lo que tampoco se corresponde con el sentido de ‘cuña de madera’ que tienen falca o halca, voces que, dicho sea de paso, no se documentan para el área de Toledo. Es decir, descartada esta interpretación, seguimos sin saber el significado de esta palabra atestiguada en Toledo en el siglo XVII y, dado que la lectura es bastante clara, podría incluso pensarse que se trata de un error del amanuense, que podría haber incluido una voz inexistente al malinterpretar los datos del declarante23. Teniendo en cuenta que formalmente todo parece indicar que estamos ante un derivado en el que interviene el sufijo diminutivo -ejo, -eja, podemos iniciar de nuevo el rastreo a partir de una posible base alcada o halcada, de la que presumiblemente derivaría nuestra forma. Tampoco por esta vía es posible dar con información útil. Ni con una ni con otra forma se registran estas supuestas voces en los diccionarios y, solo por un error gráfico, figuran una serie de casos de alcada en el CORDE: en algunos textos legales aparecen cerca de un centenar de ejemplos de alcada que, por el contexto, son claramente alçada24. Agotadas las vías habituales, solo nos queda un último recurso para tratar de encontrarle a nuestras alcadexas algún otro ejemplo con el que se pueda relacionar y poner así un significado a lo que, de momento, es solo una voz que para nosotros carece de referencia. Efectivamente, como alguno habrá supuesto ya, ese recurso es buscar en Internet; algo que quizá parezca un procedimiento poco académico pero que resulta especialmente productivo cuando trabajamos en un campo tan inabarcable como es el del léxico. A partir de la idea de que en algún momento se utilizara alcadejas, cabe la posibilidad de que hoy siga vivo y que alguien lo haya usado en algún texto volcado a la Red. Y es curiosamente en este medio donde encontramos un dato que nos da la clave para poder seguir trabajando. La voz no debe ser, en todo caso, de mucho uso, pues no aparece utilizada
ciar la utilidad que tienen las informaciones indirectas que ofrece el inventario a la hora de hacer una correcta interpretación del objeto al que hace referencia el nombre, algo que no siempre resulta claro en textos enumerativos como los de las relaciones de bienes. 23 Podría haber una interferencia, por ejemplo, con una palabra fonéticamente cercana como hazaleja ‘toalla’, que en los inventarios toledanos de esta época figura escrita, como ocurre en un inventario de bienes hecho también en Escalona y en el mismo año, como açalexas “un par de açalexas en ocho reales” (Archivo Histórico Provincial de Toledo, caja P-5265, fol. 51r). 24 Son secuencias como alcalde de alcada, pleito de alcada o juez de alcada, en todos los cuales hay que leer alçada ‘recurso de apelación’.
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dentro de un texto convencional sino que la encontramos únicamente en dos pequeñas recopilaciones léxicas de las muchas que –sin fines académicos de ningún tipo– existen en Internet. Lo más interesante es que ambos vocabularios remiten al léxico peculiar de dos pequeñas poblaciones de la comarca de San Vicente, en el noroeste de la provincia de Toledo; un dato que seguramente no es fortuito si recordamos que la forma documentada lo hace en un texto fechado en Escalona, en cuya área de influencia se encontrarían estas dos localidades, lo que nos advierte de la continuidad histórica del término. En un caso, se trata de un pequeño vocabulario25 vinculado al pueblo de Garciotum en el que se define alcadeja como ‘útil con varios ganchos que sirve para sacar el cubo que se cae en un pozo’. En el otro, la fuente es un foro26 relacionado con El Real de San Vicente, localidad lindante con la anterior, en el que los participantes apuntan palabras que les parecen especialmente significativas del habla local, entre las cuales figura, en plural, alcadejas, definida como ‘instrumento que se utilizaba para rescatar el cubo (o la lata) cuando se caía al pozo’. La información resulta relevante tanto por su localización geográfica como por el significado aportado, más acorde con lo que parece apuntar el contexto en el que se cita –las trébedes son también un objeto metálico– y el valor que se le da a este artilugio en el inventario. Con este dato, es posible incluso abordar una explicación etimológica convincente. Desechada la tentación de buscar su origen en el árabe y teniendo en cuenta que sería una especie de garfio doble o triple –de ahí el plural–, especialmente apropiado para tratar de hacerse con un cubo que se ha caído al pozo, probablemente estemos ante un derivado de falce ‘hoz’ o, para ser más exactos, de un diminutivo lexicalizado de falcata, *falcaticula, del que el ejemplo de Toledo sería un resultado patrimonial, probablemente el único existente en castellano. El DRAE da, como adjetivo a partir de falcar ‘cortar con la hoz’, un falcado, -da con el sentido de ‘objeto que forma una curvatura semejante a la de la hoz’ y, como significado propio de Aragón ‘manojo de mies o hierba’. El mantenimiento de la /f-/ nos advierte de inmediato de que se trata de una palabra ajena al castellano patrimonial y, aunque solo se indica para una acepción, probablemente es una voz del ámbito del aragonés o, de forma más amplia, un orientalismo, ya que también se registra falcat en catalán (DECH, s. v. hoz). En ediciones modernas, el repertorio académico recoge también falcata para denominar las espadas de
25 Diccionario garciotunero, [consulta realizada en marzo de 2009]. 26 Diccionario autóctono realeño, [consulta realizada en marzo de 2009].
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hoja curva usadas por los iberos que, como es evidente, es un término de origen culto y un tecnicismo propio de historiadores y arqueólogos. Si comprobamos el uso de falcatu y sus resultados en los corpus académicos, vemos que falcata se usa desde el siglo XIX, además de para las espadas ibéricas, en tecnicismos cultos como son las denominaciones botánicas en latín (Genista falcata, Medicago falcata). Por su parte, falcado, documentada desde finales de la Edad Media, lo hace por lo general como adjetivo en secuencias del tipo de “carros falcados” o “cuchillos falcados”. Tanto falcata como falcado son considerados cultismos por Corominas y Pascual Rodríguez (DECH, s. v. hoz). A la vista de todos estos datos, podemos decir que el alcadejas del inventario toledano así como las formas localizadas actualmente en esta provincia representan, al menos de momento y a falta de otros hallazgos, el único resultado patrimonial del castellano para el latín falcatu por lo que, de acuerdo con esta etimología, habría de escribirse hoy halcadeja o halcadejas.
5.2. ESCOMUÑAR FRENTE A COMUÑA Y ACOMUÑAR No siempre es necesario recurrir a documentos con una abigarrada variedad léxica, como son los inventarios de bienes, para toparnos con alguna voz realmente interesante. Hace unos meses, tuve ocasión de revisar con otro fin un libro de cuentas de una cofradía de un pequeño pueblo cercano a la ciudad de León, Lorenzana. Era un texto relativamente reciente, pues incluía actas comprendidas entre los años 1748 y 1863. Nada haría pensar que en un texto repetitivo como este pudiera aparecer léxico especialmente interesante y, sin embargo, en los asientos correspondientes a los años finales del periodo citado figuran dos palabras –el verbo escomuñar y el sustantivo escomuña– que creo que merece la pena analizar. Los tres textos están firmados por una misma persona, quien en esos años ejerce de secretario de la cofradía, y en todos se hace referencia a un contrato de aparcería por el que la cofradía cede uno o varios animales de trabajo a un particular que, al término del contrato, ha de devolverlos. Si en este periodo el animal ha tenido crías, a la finalización del contrato, estas se tasan y se reparten los beneficios entre ambas partes. […] reunidos en este pueblo de Lorenzana para la escomuña de dos nobillas, una de tres años y otra de uno (Lorenzana, 29 de abril de 1858). Manuel García, vecino de este pueblo, llevó en aparcería una baca, pelo pardo […], acbirtiendo que la jata que obraba en su poder ya se escomuñó y se vendió (Lorenzana, 10 de octubre de 1858).
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Ysidoro Soto vecino de Lorenzana llevó en razón de aparecería una baca roja propia de la cofradía […] también quedan en su poder dos jatas, una parda y otra roja, las que tendrá en su poder hasta que se escomuñen (Lorenzana, 19 de septiembre de 1861).
Como puede verse por algunos rasgos (nobillas, baca, acbirtiendo), el texto está escrito por alguien no especialmente culto, lo que nos permite pensar que se trata de uno de los vecinos y, por tanto, que el modelo de lengua que utiliza es el registro habitual en la zona en ese momento. Este criterio es, desde luego, aplicable al léxico, como nos demostraría el uso del leonesismo jato, -a, habitual hasta nuestros días –bien con la forma patrimonial xato, bien con la castellanizada jato– para referirse a las crías del ganado vacuno27. En cuanto a la voz que aquí me interesa, ni el verbo escomuñar ni el sustantivo escomuña figuran, no ya en el diccionario académico, sino ni siquiera –al menos con esta forma– en los repertorios léxicos leoneses. Para explicar la voz en cuestión hemos de fijarnos en la forma de la que deriva, comuña, de la que contamos con referencias lexicográficas ya en el Diccionario de Autoridades, donde aparece, de un lado, con la acepción castellana de ‘trigo mezclado con centeno’ y, de otro y restringida a Asturias, con la de un tipo de contrato de aparcería, que es el sentido que aquí nos interesa. En la lexicografía del ámbito asturleonés la voz comuña y derivados como acomuñar son bien conocidos. El DGLA registra tanto el sustantivo comuña como el verbo acomuñar, en ambos casos con significados en la misma línea del que aquí analizo, si bien con ligeras variantes de sentido en las diferentes áreas de Asturias donde, a juzgar por las formas registradas en el DGLA, parece contar con bastante vitalidad. En esta zona, acomuñar se refiere, entre otras acepciones, al hecho de tener ganado a medias o en aparcería entre dos personas. Por su parte, el sustantivo comuña equivale a ‘contrato de aparcería por el que una persona recibe ganado ajeno que utiliza en las labores agrícolas, aprovechando la leche de las vacas y participando de las ganancias en conformidad con las condiciones pactadas’. Por lo que respecta a León, donde parece contar con mucha menos vitalidad, se recoge únicamente la expresión a comuñas, localizada en puntos aislados de la montaña central y oriental, con el sentido de ‘aparcería de ganado en que la res de uno la cuida otro y las crías son de los dos’, sentido con el que también se documenta en Cantabria (Le Men 2004: s. v. comuñas).
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Jato, figura en el DRAE ‘becerro o ternero’ sin marca diatópica pero es una palabra perteneciente al ámbito occidental donde sigue gozando de una apreciable vitalidad (Le Men 2007: s. v. jato).
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En el caso de León que aquí documento, lo que nos proporciona el texto mencionado es justamente el antónimo de las formas que registran los repertorios lexicográficos, una variante no documentada hasta ahora, en cuyo significado prima el sentido de ‘romper o finalizar un contrato previo’, es decir, hacer la escomuña o escomuñar el ganado dado previamente en aparcería, por lo que estos ejemplos nos sirven para completar la familia léxica de comuña, además de servirnos para constatar el uso de esta voz en zonas de León donde hoy ha desaparecido. Tanto unas como otras formas representan un resultado patrimonial a partir del plural latino communia ‘bienes comunes o comunales’ que, en una evolución plenamente regular, daría como resultado comuña, término sobre el que posteriormente se formarían acomuñar, escomuñar o escomuña. Si bien es verdad que, con este sentido, el mencionado étimo no parece dejar resultados en las áreas estrictamente castellanas, el hecho de que se documente en un texto de León escrito en castellano, aunque con pervivencias léxicas del leonés, así como su uso en una amplia zona cantábrica darían pie a que –como ocurre con las voces citadas más arriba, también asociadas a ámbitos geográficos restringidos– esta familia etimológica tuviera un hueco en el NDH.
6. Conclusión Como es fácil de suponer, más que completar el recorrido diacrónico de los vocablos que he utilizado a modo de ejemplo, me interesa aquí poner de manifiesto la utilidad que para un diccionario histórico tendría un corpus específico confeccionado a partir de la documentación notarial destinada al registro de bienes. La capacidad de la que estos textos disponen para reflejar el léxico de la vida cotidiana no es comparable –como hemos podido comprobar– a la que tienen los textos más convencionales que generalmente integran los corpus. No se trata solo de la posibilidad de registrar voces de las que, por otra vía, quizá ni siquiera tengamos noticia sino también de aprovechar las posibilidades que estos fondos documentales nos ofrecen para situar el léxico en el mapa y hacernos una idea de la distribución geográfica de una determinada palabra. Un corpus de estas características nos permitiría establecer un mapa de geosinónimos en un momento dado de la historia de la lengua, con todo lo que eso supone a la hora de explicar el origen de una palabra y las vías por las que su uso se extiende a otras áreas o, por el contrario, acaba reduciendo su extensión hasta desaparecer. Incluso, aunque estemos ante voces de un ámbito geográfico muy restringido, como puedan ser las halcadejas o el escomuñar que hemos visto, el hecho de constatar el uso de estas voces e identificar su origen nos ha permitido,
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en el primer caso, documentar la presencia de una familia etimológica desconocida hasta el momento en nuestra lengua y, en el segundo, completar una familia léxica a la vez que documentar sus uso en zonas en las que hoy ha desaparecido. Además de su evidente utilidad desde una perspectiva diatópica y diacrónica, la información obtenida de los registros de bienes puede ser analizada también desde un planteamiento diastrático. La posibilidad de localizar textos de un registro técnico concreto (inventarios de herrerías, carpinterías, boterías o guarnicionerías, por ejemplo) nos proporcionan un panorama muy interesante de las voces técnicas que han sobrepasado el nivel culto y han llegado a popularizarse entre los artesanos y los gremios correspondientes. Una vía especialmente interesante para analizar el grado de expansión de extranjerismos y cultismo técnicos. Por otra parte, no sería necesario disponer de un corpus de millones de palabras para que este tuviera una aplicación práctica. Qué duda cabe que, cuantos más textos se incorporaran a ese corpus, más posibilidades tendríamos de perfilar la historia del léxico en él incluido. Por supuesto que, si dispusiéramos de un mayor volumen de documentos, los ejemplos aislados que aquí he comentado, probablemente dejarían de ser casos únicos. Pero tampoco debemos olvidar que, desde un punto de vista práctico, una recopilación selectiva de documentos de estas características nos proporciona desde el primer momento, como se ha visto, un apreciable volumen de información léxica. En definitiva, creo que resulta imprescindible a la hora de redactar el diccionario histórico de una lengua, entendida esta en el más amplio sentido de la palabra, poder contar con fuentes documentales como las que vengo comentando. Un corpus que poco podría añadir a la lengua más general o a la historia de los vocablos referidos a conceptos abstractos pero que, en el campo de los nombres de objetos concretos, especialmente los relativos a la vida cotidiana y de forma mucho más evidente en el caso de voces que no son de uso general, puede convertirse en un corpus complementario de enorme utilidad frente al corpus nuclear, necesariamente más convencional, desde el que se analice la historia del léxico.
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M O T I VA C I O N S I C O N D I C I O N A N T S EN ELS PROCESSOS D’ADOPCIÓ LÈXICA: U N A M O S T R A A PA RT I R D E L S C A S T E L L A N I S M E S D ’ U N C O R P U S D E J U D I C I S C AT A L A N S DEL TOMBANT DEL SEGLE XVI AL XVII* MAR MASSANELL I MESSALLES Universitat Autònoma de Barcelona
1. Introducció En les pàgines següents em referiré al lèxic de la llengua catalana a mitjans de l’època moderna a partir d’uns exemples espigolats en documentació d’arxiu, concretament en declaracions testimonials procedents de cinc judicis de crims reportats per notaris de Vilafranca del Penedès i celebrats els anys 1595, 1600, 1617, 1629 i 1637, els quals actualment estan custodiats a l’Arxiu Històric Comarcal de Vilafranca del Penedès. Són textos bilingües en català i llatí, com és corrent en els documents notarials a partir del segle XV i fins a mitjan segle XVIII. La llengua llatina s’hi utilitza per als encapçalaments, les datacions, la identificació dels participants i les sentències, mentre que el català aflora en les declaracions dels testimonis, que són les que han atret la meva atenció. Tenint en compte que el present volum se centra fonamentalment en el lèxic castellà, m’ha semblat adequat de fixar-me sobretot en els manlleus a aquesta llengua que el català va incorporar durant el període històric indicat. Com exposen Ferrando i Nicolàs: ja al segle XV apareixen en tota mena de textos castellanismes lèxics, fruit dels contactes culturals catalano-castellans i de la immigració: entregar, buscar, cego, despedir, menti* Vull agrair al comitè organitzador de les jornades Historia del léxico: perspectivas de investigación, i especialment als professors Gloria Clavería Nadal i Joan Torruella i Casañas, que tinguessin l’amabilitat de convidar-me a participar-hi i em permetessin de sumar-me així a la celebració dels vint anys de tasca fructífera del Seminari de Filologia i Informàtica de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). També vull donar les gràcies a Josep Martines (Universitat d’Alacant), ponent en aquestes mateixes jornades, pels comentaris valuosos que em va fer després de la meva intervenció, els quals m’han permès d’enriquir-ne la versió escrita. Finalment, em cal dir que aquest treball s’ha beneficiat del finançament que la DGICyT del Ministerio de Ciencia e Innovación ha concedit al projecte de recerca “Portal de léxico hispánico: bibliografía, léxico y documentación” (FFI2008-06324-C02-01/FILO), del qual és investigadora principal Gloria Clavería Nadal (UAB).
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ra, saio, amo, sombrero, retxassar, preguntar, etc. En alguns casos (estrado, roïdo, lacacio, reparo, manto, aposento, boda, etc.) hi hem de veure un recurs ornamental. La pressió cultural del segle d’or de les lletres castellanes es tradueix en una nova onada de castellanismes lèxics (assentar-se, vano, alabar, cuidar ‘tenir cura’, detxado, rato, enterar, apoiar, locura, resar, parabién, etc.), de fortuna diversa (21997 [1993]: 35-36).
Centrant-me ja en el corpus objecte d’estudi, el primer que percep, des del punt de vista lèxic, un lector actual que s’hi endinsa, és la presència de mots avui desusats arreu del domini lingüístic i la vigència, al Penedès del tombant del segle del segle XVI al XVII, de paraules que han retrocedit en un dialecte innovador com el català central –però que perviuen en d’altres de més conservadors com el valencià, el nord-occidental o el balear–. Al mateix temps, al lector d’avui li crida l’atenció la presència de variants lèxiques antigues –almenys des de la perspectiva central–, sigui per la forma o pel significat, i el recurs estilístic a expressions multinomials, en què un mateix concepte es vehicula a través d’una successió de termes sinònims. Així –per donar-ne només una mostra–, en el corpus es troben arcaismes absoluts com càrcer ‘presó’ (< CARCE˘ RE, mat. sign.): “los càrcers de la present vila”, 1595 1. O cerca ‘prop’ (< CI˘ RCA , mat. sign.): “un dimecres a cerca de posta de sol”, 1629. I arcaismes geolectals, que ho són en el català central actual però no pas en la llengua viva d’altres territoris del domini lingüístic, com eixir ‘sortir’ (< EXI¯RE, mat. sign.), absolutament vigent en el valencià d’avui: “y és cert que la minyona, quant isqué de cassa de dit Reventós, plorave”, 1595. O la forma verbal de 3a persona del present d’indicatiu –usada impersonalment– apar, del verb aparer ‘aparèixer’ (< APPARE¯ RE, mat. sign.), que el DCVB (s. v.) encara recull en el català de Mallorca: “y en l’hora del tot no me apar stigue curada”, 1595. 1 En la transcripció dels exemples he aplicat les convencions filològiques habituals (Martines 1999: 90-109). Així, he separat els mots aglutinats (jolifiu → jo li fiu), he ajuntat els que estaven dividits (alas horas prop vinent → alashoras propvinent), he introduït els guions necessaris en les combinacions pronominals (saberne → saber-ne) i, en els casos d’elisió vocàlica, he marcat amb un apòstrof les que recull la normativa actual (men → me’n) i amb un punt volat, la resta (quens → que·ns). He regularitzat l’ús de majúscules i minúscules (deribes → de Ribes, Laqual → la qual) i també de les grafies u / v (vna → una, llauraua → llaurava). He afegit l’accentuació gràfica segons les normes vigents, sigui normativa o no la forma resultant (digue → digué, feu posa → féu posà). He desenvolupat les abreviatures en cursiva (v. m. → vostra magnificència) i he restituït així també les grafies mig esborrades (pagar[ia] → pagaria) i alguna mancança per oblit (es cancllarian → escancellarian). Esporàdicament he exclòs entre antilambdes alguna grafia sobrera (arribaren dits Alegret y Llensà) o que podia dificultar la comprensió del text (jo me le n’aportí a ma casa). Finalment, he introduït els signes de puntuació que m’han semblat necessaris.
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En ocasions, la naturalesa arcaica afecta només la forma, com a palm ‘pam’ (< PALMU, mat. sign.) o a colp ‘cop’ (< CO˘ LPU, mat. sign.): “y lashores dit Pineda se ha treta una xispa de desota la capa de mida o llergària de alguns dos palms y mitx poch més o mancho”, 1617; “del qual colp stich en lo llit”, 1600 (però, poques ratlles abans: “y li donà alguna bascollada o algun cop”). D’altres vegades, l’arcaisme és només de significat, com a recordar ‘venir a la memòria’ (< RECORDA ¯ RE, mat. sign.): “Y també me recorde que dos dies aprés fou la dita minyona en cassa de ma señora”, 1595. Estilísticament, la tendència a les expressions multinomials també confereix un caràcter arcaic als documents del corpus. L’estil de prosa amb grups sinonímics, molt habitual durant l’edat mitjana, va perviure més enllà en textos jurídics i administratius. Per exemple, en el judici de 1629 ocorren dues expressions binomials sinonímiques de tipus copulatiu, que, a més, apareixen coordinades entre si per a reforçar una idea única, la propietat de la vaca que havia originat el litigi, que és un dels aspectes fonamentals per a la resolució del cas: “Antoni Bordas, de Llacunalba, la tenia y possahia y de ella lo tenia jo per señor y possessor”. És un exemple paral·lel aquest que procedeix del judici de 1595: “Et interrogatus si sap ni presum per què stà pres y detingut en los càrcers de la present vila et dixit no·n sé ninguna cossa”. I una darrera mostra, de 1600: “y axí o denuntie a vostra mercè perquè ne rebe informatió y lo dit Pineda sie punit y castigat segons sos mèrits”.
2. Sis castellanismes com a mostra Arcaismes lèxics i estilístics a banda, però, el que possiblement sorprendrà ben aviat el lector dels nostres dies serà l’escassesa de castellanismes, per la idea força difosa que el grau d’interferència lèxica era molt elevat en els textos dels segles que tradicionalment s’apleguen sota l’etiqueta –avui decadent– de Decadència. Cal matisar, però, segons el període, la zona i el tipus de text. Escriu Solé i Cot a propòsit dels documents notarials de l’edat moderna: És en aquests documents on trobem menys influència del castellà fins en dates ben tardanes: pel caràcter popular, senzill i pragmàtic de la institució; perquè els notaris foren sempre catalans; perquè llur segona llengua fou el llatí fins al 1714 i més tard i tot; perquè la majoria no eren universitaris, i perquè mai no trencaren la tradició de la llengua escrita (1982: 47).
Efectivament, malgrat els exemples que comentaré tot seguit, val a dir que el lèxic dels judicis que he consultat és majoritàriament genuí –no s’hi localitzen més d’un o dos manlleus per document, i a voltes no n’hi ha cap–. Fins i tot pot
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sobtar que hi siguin absents castellanismes antics que han acabat fent fortuna al Principat, com buscar en lloc de cercar (< ll. td. CIRCARE ‘envoltar, recórrer’, derivat de CI˘RCA, amb trasllat semàntic a ‘procurar de trobar’), que actualment és una paraula residual en el català continental popular, el qual al llarg del segle XIX la va substituir definitivament pel castellanisme buscar, introduït almenys des del segle XVII (DECAT, s. v. cercar i buscar). En l’exemple següent apareix sota la variant gràfica sercar, amb essa, que s’explica perquè ja s’havia produït la confluència fonètica entre els resultats catalans dels orígens llatins S-, (cons+)S- i -SS-, d’una banda, i Ce, i inicial, -C[j]-, -CCe, i, -CC[j]-, -TT[j]- i (cons. +) Ce, i, (cons. +)C[j]-, (cons. +)T[j]-, on cons. ≠ s, de l’altra: “És veritat que dit mon marit és anat a casa de dit Alegret a sercar los diners, y encara fins vuy no·ls y ha donats”, 1629. A continuació em fixo en alguns dels exemples escassos d’introducció de manlleus castellans en el corpus de judicis de què parteixo, perquè il·lustren la manera com es produeixen els processos d’adopció lèxica i els condicionants que hi intervenen. He triat sis casos cadascun dels quals pot ser representatiu d’un tipus de manlleu: la substitució d’un terme genuí per un castellanisme, el qual passa per un procés d’adaptació al sistema lingüístic d’acollida; l’alternança entre un mot genuí i un mot manllevat, que conviuen en un mateix document tot i que en boca de declarants diferents; la substitució d’un terme genuí per un castellanisme en els usos aïllats del mot, mentre que es manté el mot tradicional en les expressions lexicalitzades; la modificació del significat d’un terme català, per interferència del sentit que rep el mot castellà etimològicament equivalent; la modificació del significant, és a dir, de la forma d’un terme català, per interferència fonètica del mot castellà corresponent; i, per acabar, la introducció d’un manlleu per a una finalitat concreta: designar de manera atenuada una realitat que es considera desagradable i evitar un terme connotat com a malsonant, és a dir, el recurs al manlleu amb valor eufemístic. Heus aquí els exemples.
2.1. MATXO El primer que he triat mostra la substitució d’un terme genuí per un castellanisme, el qual passa per un procés d’adaptació al sistema lingüístic d’acollida. És el cas de mul desplaçat per matxo: “féu posà la albarda a un matxo seu y pujà a cavall”, 1629. El terme matxo és d’introducció primerenca, afavorida possiblement per la presència de negociants de bestiar castellans a les fires catalanes. Tret de Mallorca, on encara avui perviu mul (Veny Clar 21984 [1978b]: 179), el castellanisme matxo es va fer general a tot el domini lingüístic: es troba en rossellonès i, fins i tot, ha penetrat en occità. Al Thesaurus puerilis de Pou (1575) ja
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es recull i al DCVB (s. v.) se’n citen exemples anteriors, el més endarrerit dels quals és de finals del segle XV, extret de Lo procés de les Olives e disputa dels Jouens hi dels vells (1497)2. És destacable el fet que el castellanisme antic matxo que apareix en el judici de 1629 està adaptat a la tradició gràfica autòctona, amb l’africada prepalatal sorda representada per tx i no per ch. Pocs anys després de la data d’aquest procés, van aparèixer els dos primers tractats d’ortografia catalana coneguts fins ara, inclosos en els diccionaris de Font, publicat el 1637, i de Torra, imprès per primer cop el 1640, contrastats per Veny Clar (1993: 11-21). En aquest estudi, l’autor assenyala com Torra corregeix explícitament algunes grafies acastellanades de Font, entre les quals la que ara ens ocupa: macho de càrrega (Font 1637: 211)/ matxo y no macho (Torra 31653 [1640]: 413-414). Val a dir que, a partir del segle XVI, es van començar a introduir en escrits catalans algunes grafies castellanes, com ch per a representar l’africada prepalatal sorda o ñ per a indicar la nasal palatal, les quals alternaven amb les grafies autòctones. Segarra (1985: 32-37) descriu el cas dels llibres de Pere Serafí: La primera [es refereix a ch] apareixia en barbarismes com dichos “dichoso” (19v) o en mots els equivalents castellans dels quals la tenien, com flecha (11v). La ñ hi era utilitzada al costat de la grafia tradicional catalana ny, amb un clar predomini d’aquesta. Hi era preferida, però, per al mots doña (12v), señor (14r, 14v, 34v, 135r), señora (11r).
Aprofito per a indicar que, en el judici en qüestió, es troba una ocurrència de la grafia castellana ñ, justament en el mot señor, que apareix una sola vegada, al costat dels dígrafs ny (23 ocurrències), nyh (17 oc.) i nh (3 oc.) amb què s’escriu la resta de mots que contenen la nasal palatal.
2.2. SOMBRERO El segon exemple que he seleccionat mostra l’alternança entre un mot genuí i el mot manllevat equivalent, que conviuen en un mateix judici tot i que en boca de declarants diferents. És el cas de la parella barret / sombrero en les declaracions d’una mare (Joana Caldes, d’uns 70 anys) i un fill (Salvador Caldes, matalasser, 2 Josep Martines (comunicació personal) ha localitzat la forma matxo ja en un document del segle XIV. 3 La identificació dels declarants se sol fer a través de la indicació del nom i el cognom –les dones prenen el del marit–, acompanyats de la professió –només en cas que siguin homes–, de la localitat d’on són i de l’edat aproximada que declaren tenir.
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d’uns 25 anys)3 en un procés per amenaces datat el 1617. La mare utilitza el terme castellà: “y lashores he vist jo com lo dit Pineda se ha llevat lo sombrero del cap”. En canvi, el fill opta per la variant genuïna: “y lo dit Pineda lashores se ha llevat lo barret del cap”. El mot barret procedeix d’una forma *BIRRITTOS ‘caputxa’, diminutiva de BIRRUS ‘capa curta amb caputxa’, que el llatí hauria manllevat del cèltic. En català antic, aquest terme designava una peça de roba que s’adaptava al cap per cobrir-lo i abrigar-lo, la qual no tenia ala, i aquest és encara el significat que manté avui a les Illes Balears. Després de l’edat mitjana, però, en el català continental barret va patir una translació semàntica i va passar a designar un cobrecap amb ala. Per tant, va envair l’espai de la paraula capell, que designa una peça de vestir que serveix per cobrir el cap i que es compon de cofa i d’ala més o menys ampla, i que procedeix del llatí vulgar CAPPELLUS (mat. sign.), mot diminutiu format a partir de CAPPA ‘capa’ (de manera paral·lela a la formació de *BIRRITTOS a partir de BIRRUS). Capell va recular al Principat i al País Valencià, fins a caure pràcticament en desús fora del català illenc (pràcticament, perquè el DECAT de Coromines el localitza actualment en parlars ribagorçans, s. v. capa). Queda com a testimoni de la seva antiga vigència, però, el cognom Capell, que es troba en força localitats principatines (Alguaire, Artesa, Barcelona, Celrà, Figuerola, Martorell, Reus, etc.; DCVB, s. v.). Pel que fa al castellanisme sombrero, aquest està documentat en el català continental des de la primeria del segle XVI: el DCVB en reprodueix testimonis de 1505, 1515 i 1537, i suposa que ja es devia usar des del segle XV. Efectivament, ho confirma la seva inclusió a les Regles d’esquivar vocables o mots grossers o pagesívols, de 1492, justament en una obra metalingüística sobre la qual Badia i Margarit (1999) –que la disseca fins al mínim detall– fa notar que “la presència de castellanismes o expressions de la llengua veïna” hi és “molt exigua”. El mot sombrero hi és objecte de la regla 298, la qual –a tall d’anècdota– apareix repetida de la mà del mateix autor en una anotació al marge que aprofita l’angle superior esquerre del primer foli i la situa, doncs, abans del títol, escrit centrat, fet que en una transcripció topogràfica fa que aquesta regla ocupi el primer lloc i rebi el número 1. La raó de la presència de sombrero en aquestes normes del bon parlar, però, pot resultar sorprenent des del punt de vista d’un lector actual: no s’hi condemna pas l’ús del castellanisme, sinó la seva utilització sota una variant de pronúncia sorgida d’un procés d’assimilació (“sembrero per sombrero”). Val a dir que aquest tipus de canvi fonètic, pel qual una vocal àtona pretònica de tipus velar se centralitza o s’anterioritza sota l’influx de la tònica, és una tendència remarcable del català, que ha estat analitzada i exemplificada a bastament per Veny Clar (1999b, 2009), el qual estirant el fil a partir del canvi clotell > clatell ha aplegat més de 330 mots afectats per aquesta llei secundària,
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que a les Regles es veu com s’havia arribat a aplicar a una paraula incorporada a partir de la llengua castellana. Com assenyala Badia i Margarit a propòsit de la correcció “sembrero per sombrero”: L’autor de la regla present no fa escarafalls davant un forasterisme d’aquesta naturalesa: hom hi corregeix la e per la o, i això és tot […]. L’ús de sombrero no devia ésser detonant al darrer terç del s. XV (al costat dels seus geosinònims genuïns barret i capell, certament força més emprats que aquell) (1999: 378).
És un indici del fet que la convivència entre el mot català barret i el castellà sombrero ha estat llarga, la creació de la frase feta “Diga-li barret, diga-li sombrero”, que el DCVB situa a Barcelona, al Vallès i a l’Empordà, i que acompanya amb l’explicació següent: “ho diuen per significar que dues coses són iguals i no ofereixen la diferència que algú hi vol veure” (s. v. barret).
2.3. GANÀNSIA En el tercer exemple seleccionat, s’observa com es produeix la substitució d’un terme genuí per un castellanisme en els usos aïllats del mot, mentre que hi ha manteniment del mot tradicional en les expressions lexicalitzades. Així es veu en la parella ganànsia / guany. Ganànsia, amb essa, és una variant gràfica de ganància, amb ce, castellanisme per guany, que el DCVB (s. v.) documenta des de 1551. En el judici de 1629 apareix nombroses vegades en les declaracions de tres testimonis diferents (Antoni Bordas, pagès, d’uns 40 anys, 4 ocurrències; Pere Llensà, pagès, d’uns 40 anys, 7 oc., i Àngela Bordas, d’uns 40 anys, 3 oc.): “y axí jo fiu de resposta al dit minyó que no li volia donar la vaca que primer no·m donàs la ganànsia que jo y tenia”. La forma genuïna equivalent, guany, també és present en el document, però només integrada en les expressions lexicalitzades tenir a guany (en boca d’Antoni Bordas: “tenint jo una vaca a guany de Antoni Alegret”) i deixar a guany (dita per Pere Llensà: “tractí ab Antoni Alegret, de Carro, terme de Vilanova, si·m volia dexar una vaca a guany”). El valor d’aquestes dues expressions és fonamental per a comprendre el greuge que planteja el denunciant. En el DCVB es recull la locució a guany ‘amb producció de rèdits’ i s’especifica que tenir diners a guany significa ‘tenir-los dipositats perquè produeixin interès’. En el Quintilingüe (1839) es troba que donar á guany i posar á guany significa “Dèxar alguna cosa ab usura” i en el Labèrnia (1864 [1839]) apareix, d’una banda, posar ó donar á guany “Donar alguna cosa ab usura” i, de l’altra, péndrer á guany “Péndrer alguna cosa á interés” (en tots
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els casos s. v. guany). Així, doncs, qui té una vaca a guany n’és el propietari, però la té deixada a algú amb la condició de rebre’n uns beneficis econòmics pel fet d’haver-la-hi deixat. Al seu torn, qui pren una vaca a guany no n’és el propietari, però, a canvi d’una contrapartida econòmica, pot fer treballar la vaca (llaurar, per exemple), pot fer-la produir (obtenir-ne llet o vedells) o pot beneficiar-se’n d’alguna altra manera (femant un tros, posem per cas). Per aquesta raó, Coromines considera que l’expressió tenir el bestiar a guany i el substantiu guanyer ‘pastor que pren el bestiar a guany’ mantenen el significat agrícola i pecuari de l’arrel germànica *WAIDANJAN ‘conrear, explotar la terra mitjançant conreu o pastoreig’, tot i que “ja enterbolit amb l’evolució semàntica cap a la idea de ‘profit, beneficis’” (DECAT, s. v. guanyar). De fet, no es pot saber amb certesa a quina mena de tracte es refereix el document, perquè l’expressió a guany pot remetre a diversos tipus d’arrendament del bestiar. Així es reflecteix en el “Vocabulari dels pastors” de Joan Amades, en què s. v. guany llegim “Dit de la forma de practicar la ramaderia en què l’amo del bestiar aporta el capital de tot ordre, i el pastor guarda el bestiar sense cap mena de retribució. Durant el temps que dura el contracte, es compten totes les despeses que fa l’amo del bestiar per poder calcular amb tota justesa el cost del ramat. En vendre’s aquest, el ramader percep la tercera part dels beneficis i el pastor els altres dos terços, com a pagament del seu treball. (Santa Coloma de Queralt).”, mentre que s. v. bestiar a guany diu “Ramat que es fa pernoctar en un camp o paratge fix i determinat perquè el femi, per la qual cosa es rep una recompensa de l’amo del terreny. (Vallcebre, Orús, Rupit, Merlès, Ripoll.)” i s. v. bestiar a mig guany “Ramat el pastor del qual no rep cap retribució de l’amo sinó que va a pèrdues o guanys en finir el contracte pel qual s’ha compromès. Aquests tractes solen durar un any, finidor per Sant Miquel de setembre. (N. F. de la Vall d’Àger.)”4.
2.4. ASENTAT En quart lloc, em referiré a la modificació del significat d’un terme català, per interferència del sentit que rep el mot castellà etimològicament equivalent. N’és una mostra l’ús del verb assentar en el judici de 1617, que s’introdueix en el terreny propi d’asseure: “jo·m trobave en ma casa, la qual tinch prop lo portal de la Verge Maria, y estant asentat en una cadira en la sala per lo que no·m trob de gana, y estant allí asentats és pujat scala munt un cunyat meu, jermà de ma muller, qui·s diu Steve Pineda”.
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Es refereix a l’obra de Joan de Porcioles Notes folklòriques de la Vall d’Àger.
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Per a explicar en què consisteix la interferència, cal remuntar-se al llatí. En llatí clàssic, existien dos verbs emparentats, SE˘DE¯ RE i SI¯DE˘ RE, que presentaven entre si una diferència aspectual, romanalla d’una distinció sistemàtica en l’origen indoeuropeu. El verb SE˘DE¯ RE, que tant transmetia el significat de ‘seure, estar assegut’ com el de ‘romandre, restar, estar quiet’, expressava un aspecte duratiu o de permanència, mentre que SI¯DE˘ RE remetia a un aspecte determinatiu o de procés que arriba a terme, i es pot parafrasejar com ‘anar a seure en un lloc’. El català antic va reproduir aquesta distinció en la parella integrada per siure, evolució regular a partir de SI¯DE˘ RE, i per seer, forma arcaica en -er tònic que conserva l’accentuació llatina de SE˘DE¯ RE, que progressivament va ser substituïda per la variant analògica seure, ja generalitzada a mitjan segle XIV; la proximitat fonètica dels dos verbs, la raresa d’aquesta distinció aspectual en les llengües romàniques i altres factors –com la confluència d’algunes formes conjugades de siure amb noves variants velaritzades del verb ésser, com siga, sigués o sigut– van acabar per fer desaparèixer les formes amb i (DECAT, s. v. seure). Al costat de l’intransitiu seure ‘estar assegut’, es troba el transitiu causatiu asseer, en català antic, posteriorment asseure ‘fer seure’ (que es pot incoativitzar a través de la pronominalització: asseure’s), el qual prové de la variant prefixada llatina ADSE˘DE¯ RE ‘seure al costat’. De manera paral·lela a la que he exposat adés, les formes amb e estaven en concurrència amb variants amb i (assiure) procedents del derivat ASSI¯DE˘ RE, i novament unes i altres van confluir primer semànticament i després formalment (tot i que el DECAT reporta restes d’assiure a l’Alta Cerdanya, s. v. seure). D’altra banda, el llatí vulgar hispànic, a partir del participi de present actiu del clàssic SE˘DE¯ RE (SEDENS, SEDENTIS ‘el que roman en un lloc’), va generar el verb prefixat *ADSEDENTARE, el qual és a l’origen del castellà asentar. El resultat d’aquesta variant llatinovulgar va fer fortuna en la llengua castellana davant del buit que van deixar els verbs clàssics SI¯DE˘ RE i SE˘DE¯ RE: el primer va ser absolutament desconegut en castellà i el segon en va desaparèixer ja en els orígens per confusió dels seus resultats fonètics amb els del verb ESSE. També en català va arribar el resultat de *ADSEDENTARE, assentar, del qual n’hi ha testimonis des d’antic, tot i que molt menys freqüents que en la llengua castellana. La convivència d’asseure(’s) i d’assentar(-se) va dur en català a una especialització semàntica de cada terme: asseure(’s) es va anar reservant per a l’acció del cos humà (‘posar(-se) assegut’), mentre que assentar(-se) es va anar fixant en el sentit de ‘posar quiet’, ‘estabilitzar-se’, ‘instal·lar-se’. El català medieval, doncs, havia arribat al sistema següent: seure
asseure(’s)
assentar(-se)
‘estar assegut’
‘posar(-se) assegut’
‘estabilitzar(-se)’
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El castellà, en canvi, amb menys termes en joc, va desenvolupar un altre sistema, amb les següents equivalències respecte del català:
seure [estar sentado]
asseure(’s)
assentar(-se)
asentar(se), amb la variant aferètica sentar(se) documentada només a partir de 1490 (a Nebrija 1495 encara: “assentarse a la mesa”, DECAT, s. v. seure)
L’equivalència fonètica i etimològica entre l’assentar(-se) català i l’asentar(se) o el sentar(se) castellà va provocar que, quan la llengua castellana va incrementar la seva influència sobre la catalana, l’ús d’asseure(’s), que no tenia terme etimològicament ni formalment equivalent en castellà, patís un retrocés, paral·lel a l’expansió semàntica d’assentar, que va incorporar (o, si es vol, recuperar) el sentit de ‘posar-se assegut’. El DCVB aporta documentació d’aquesta interferència a partir de 1605, i Coromines en situa l’inici cap a la fi del segle XVI, en què escriu que hi havia “alguns valencians i no valencians que trobaven grossers seure i asseure’s, i ho esborraren o rient-se’n imposaven l’abús d’assentar, sentar”. La postura de l’etimòleg respecte d’assentar és que “No cal prohibir-se l’ús del verb per a la idea de pendre seti o seient físic, però millor que sigui només quan inclou el matís de fer-ho amb fermesa o amb accentuada comoditat”. Hi afegeix: “Amb el que cal ser intolerant és amb sentar(-se)”. La postura acadèmica, reflectida en el Diccionari de la llengua catalana de l’Institut d’Estudis Catalans, és favorable al manteniment de la distinció clara a què havia arribat la llengua catalana abans de l’edat moderna, com es veu en les entrades d’aquests dos verbs. Asseure: “Posar (algú) sobre un suport qualsevol de manera que resti descansant sobre l’extremitat inferoposterior del tronc. El malalt, asseieu-lo al costat del foc”. Assentar: “Posar sobre la seva base, en una posició estable. Assentar els fonaments d’un edifici. Assentar una estàtua sobre el seu pedestal”.
2.5. CEGO El següent cas que he triat es pot considerar complementari del que acabo d’exposar: en aquesta ocasió, no és el significat sinó el significant d’un terme català el que es veu modificat per interferència de la forma del mot castellà etimològicament equivalent. Em refereixo a la variant moderna cego enfront de la més
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antiga cec ‘orb’ (< CAECUS, mat. sign.), present en el judici de 1637: “y essent assí he vist com dit Joan Bernat ha fet altres furts, ço és de unes calses de burell noves, les quals havie venudes a un pobre estranger lo qual anave ab lo sego sanfonaire”5. El llatí clàssic CAECUS ‘orb’ va donar de manera regular cec en català i ciego en castellà, d’acord amb el tractament diferencial que reben en aquestes dues llengües la E oberta tònica llatinovulgar i les vocals àtones finals. El català cec apareix documentat des dels orígens; es troba, per exemple, a les Homilies d’Organyà, sota la variant gràfica ceg, amb g final –llavors no s’havia produït encara l’ensordiment de les oclusives sonores finals–, i es retroba –ara ja sota la forma cech, amb ch final, d’acord amb la tradició gràfica medieval de representació de la velar sorda a fi de mot– en Llull, Eiximenis, Ausiàs March, Sant Vicent Ferrer i Jaume Roig. És justament en l’Spill (1460) d’aquest autor on apareixen les primeres documentacions de la variant cego, tot i que cech hi és predominant. Posteriorment cego ocorre al Liber elegantiarum (1489) de Joan Esteve i a Lo procés de les Olives (1497). L’aparició d’aquesta variant cal situar-la, doncs, a la segona meitat del segle XV. El DCVB, s. v. cego, considera que aquesta forma prové “de cec, amb contaminació del cast. ciego” i, s. v. cec, afegeix que “La forma general en el llenguatge parlat és cego, però és considerada un castellanisme i va eliminant-se a poc a poc per la forma més correcta cec”. En aquesta ocasió, doncs, la interferència duria a la modificació de la forma originària catalana, que prendria determinats trets fonètics per imitació de la castellana. Cal dir que no és aquesta la visió de Coromines (DECAT, s. v. cec), per al qual “és cosa de miopia afirmar que sigui un «castellanisme», com s’ha fet tant”. Aquest autor relaciona l’aparició de cego amb el fet que en els dialectes occidentals cec ‘orb’ és homòfon de sec ‘eixut’ (< SI˘CCUS, mat. sign.) –recordem que la E llarga i la I breu llatines arriben i es mantenen com a e tancada en el català occidental, mentre que en el català oriental es muden en vocal neutra o, posteriorment, e oberta– i ho vincula també “amb el corrent general que conduïa a estendre manco, calbo, llosco, guenyo, guerxo, bisco i fins coixo, a despeses dels antics manc, calb, llosc, etc.”. Convé, però, fer dues matisacions. La primera és que el mateix Coromines afegeix que “la por de l’homonímia […] provocà fins i tot la invasió del verdader castellanisme ciego”. Aquest, al costat de cego, apareix ja en el Thesaurus Pueri-
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En altres paratges samphoniayre, que interpreto com un derivat de samfonia ‘flauta de Pan’ (< SYMPHONIA). Es tractaria d’un coix i un cec que van captant per la vila i toquen aquest instrument.
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lis d’Onofre Pou, de 1575: “ciego de mi, que no aja vist antes estes coses”. L’adopció de ciego contribueix a fer versemblant que cego pugui ser una adaptació fonètica de cec provocada per aquell; recordem, de l’exemple anterior, que l’adaptació semàntica del verb català assentar es produeix paral·lelament a la introducció del castellanisme sentar. La segona puntualització té a veure amb la llista de termes que Coromines proporciona tot indicant que estenen variants en o final (manco, calbo, llosco, guenyo, guerxo, bisco, coixo) “a despeses dels antics manc, calb, llosc, etc.”. L’etcètera no sembla posat només per a estalviar espai: guerxo va entrar per via italiana, la primera documentació és del Vocabulari català alemany de 1502 i té o final, com totes les atestacions posteriors (DECAT, s. v.); guenyo respon a un creuament de guerxo amb guinyar i ganya per afinitat formal i semàntica, es documenta en el segle XIX i sempre porta o final (DECAT, s. v. guerxo); bisco és un manlleu del castellà bizco (el DCVB no en dóna cap documentació i en el DECAT no existeix l’entrada, sinó que remet al Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana), i pel que fa a coixo, Coromines mateix (DECAT, s. v. coix) el considera un mossarabisme, afirma que “en català antic fou sempre coixo”, en dóna documentació valenciana des de 1373 i barcelonina des de 1436 i remarca que coxo és la forma de l’entrada del Vocabulari català alemany de 1502 i del Nebrija-Busa de 1507, mentre que coix no apareix fins al Diccionari de Torra de 1640. Indico, com a curiositat, que en aquest judici de 1637 es llegeix: “y vuy los he venuts al dit home coxo en lo dit hospital per sis reals”; i encara, al costat del cego que motiva aquest apartat: “Et dixit: los sis reals he hagut de un pobre coxo que va ab un sego samphoniayre, perquè li he venut vui de matí en lo mateix hospital aquestes calses de burell que ara de present jo veig y vostra mercè me amostre”. Cal recordar que a vegades no es poden destriar els factors interns i els factors externs que intervenen en l’evolució de la llengua, i pot ser que tots dos conflueixin en el mateix sentit. Sigui com sigui, doncs, i sense negar que hi pugui haver una tendència interna en català al reforç amb vocal velar de determinats mots, l’aparició tardana de cego i la concurrència del clar manlleu ciego fan pensar que la influència castellana no hi deu ser del tot aliena, si no a l’aparició d’aquesta variant, sí almenys a la seva expansió i al seu manteniment fins als nostres dies. Manteniment que es fa palès en l’Atles lingüístic del domini català, el mapa 143 del qual està dedicat a aquest concepte. Pertot la resposta recollida és cego o ciego, amb només dues ocurrències de cec com a segona opció: a Tordera, on porta el comentari “Forma usada per un dels cinc inf[ormadors] consultats” i a Vinaixa, en què es reprodueix aquesta sentència de l’informant: “Ho diu el que vol corregir-se”.
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2.6. TRASERO El sisè i darrer exemple respon a la introducció d’un manlleu amb valor eufemístic, per a designar de manera atenuada una realitat que es considera desagradable i evitar així l’ús d’un terme genuí connotat com a malsonant. És el cas de trasero per referir-se al cul. Reprodueixo íntegrament la declaració testimonial de 1600 en què apareix aquest castellanisme, perquè és un bon exemple del grau d’espontaneïtat i d’expressivitat que poden assolir les declaracions recollides en els judicis, fet que referma la idea que aquest tipus de textos resulta molt adequat per atansar-se a les característiques de la llengua col·loquial antiga. Senyor balle, jo tinch cassada una jermana ab Anthoni Font, pagès de dit lloch de Sant Sadorní, y hair dilluns a les deu o onze horas de matí, venint ell de llaurar, en ésser arribat a sa cassa, comensà a baralar-se ab dita ma jermana, muller sua, perquè sa muller havia dada civada a les gallines, y li donà alguna bascollada o algun cop, y jo trobant-me davant de cassa sua, vent que son marit li pagava, per ser ella ma jermana volguí tornar per ella y li digué: “Maleita sie l’abareha6! Què t’ha passat?”. Y leshores ell me digué que jo me n’anàs a cassa, y jo li digué que en lo carrer hi podie star també com ell, y ell digué que no y podie star, y jo li digué que·m basàs al trasero, y ell leshoras, sens més, vingué envès mi y ab un bastó me pagà una bastonada en lo cap, a la aurella squerra, del qual colp stich en lo llit, com vostra mercè veu. Jo senyor no li fas instància ni li deman ninguna cossa.
Aquest eufemisme manllevat al castellà ha perviscut fins als nostres dies, segons es desprèn de les dades aplegades en el mapa 78 del primer volum de l’Atles lingüístic del domini català, dedicat per complet als noms del cos humà i de les malalties. El mot trasero s’hi recull en una cinquantena de les 190 localitats que en conformen la xarxa geogràfica, al costat d’eufemismes genuïns com cara de seure, paner i darrere o detràs. Aquest últim, procedent del llatí vulgar *DE TRANS ‘de l’altra banda’, és mot antic, i avui dialectal, documentat des dels orígens, per exemple a Llull, i emprat durant el Segle d’Or en obres com el Tirant i per autors com Ausiàs March o Bernat Metge; el DCVB (s. v.) el recull com a eufemisme de cul a l’Empordà i al Maestrat i proporciona aquest exemple paral·lel al del judici que comentem: “Besa’m el detràs!: exclamació de menyspreu (Llofriu)”. Val la pena de remarcar que el mapa esmentat de l’Altes lingüístic del domini català mostra com, al llarg de la nostra geografia, campen diversos eufemismes manllevats, igual que trasero, del castellà, com asiento, pandero, destino, bolero, rabillo i fondillo, fet que confirma la freqüència del recurs al
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‘Maleïda sigui l’avarícia!’.
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manlleu com a mecanisme suavitzador de realitats que es consideren desagradables.
3. Un catalanisme com a contrapunt En darrer lloc, i com a contrapunt als casos de manlleus del castellà cap al català que he exposat fins ara, em voldria referir a un préstec de la llengua catalana cap a la castellana, amb l’objectiu de mostrar que, malgrat que el transvasament interlingüístic entre les dues comunitats durant l’edat moderna va ser clarament més cabalós en un sentit que en l’altre, també el català va prestar en aquesta època alguns termes a la llengua veïna. L’exemple que he triat és el del mot picaporte, relacionat amb el català picaporta, perquè gràcies a les dades de l’Atles lingüístic del domini català, que hi dedica el mapa 233, aparegut en el segon volum d’aquesta obra cartogràfica, i gràcies a la consulta dels materials inèdits de l’Essai de dictionnaire historique de la langue catalane de Julià-Bernat Alart o Inventari Alart, crec que puc aportar algun matís al seu procés d’adaptació. Si certament és així, aquest cas servirà com a exemple d’un altre tipus de manlleu, que s’afegeix als que he mostrat fins ara: la introducció d’un forasterisme a partir d’una variant dialectal i no de la forma comuna –o, en termes actuals, estàndard–, ço que dóna pistes sobre el seu origen, si més no que es tracta d’un préstec degut al contacte geogràfic, al veïnatge, i no d’un manlleu d’adstrat cultural, atribuïble a la pressió dels registres literaris o elevats d’una llengua socialment, políticament o culturalment influent en un radi d’acció que pot arribar a ser molt ampli i allunyat. Picaporte, amb el significat de ‘mecanisme que serveix per a tancar les portes de cop’, apareix ja en el Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias, publicat el 1611, i en el Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española de la Lengua, el cinquè volum del qual (lletres O-R) és de 1737 i en recull una citació de 1680. Posteriorment, en el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes, d’Esteban de Terreros y Pando, en el tom aparegut a Madrid el 1788, l’entrada picaporte s’amplia a tres accepcions: ‘mecanisme per a obrir i tancar portes de cop’, ‘clau rudimentària amb què s’obre aquest mecanisme’ i ‘anella de trucar a la porta’. L’expansió actual d’aquest catalanisme és notable, segons es desprèn dels atles lingüístics elaborats per Alvar López (Atlas lingüístico y etnográfico de Aragón, Navarra y Rioja, Atlas lingüístico-etnográfico de Andalucía, Atlas lingüístico-etnográfico de las Islas Canarias). Aquest préstec del català al castellà ha estat tractat com una adaptació de picaporta, la qual presenta, però, un problema: justificar la transformació de la -a final en -e. Coromines intenta resoldre’l suposant que l’origen cal trobar-lo en
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la variant picaportes, interpretada com si fos un plural (Corominas 1954-1957; Corominas/Pascual Rodríguez 1980-1991). Hi ha, però, un camí més senzill: partir d’una altra variant dialectal catalana, picaport, que és una possibilitat que Coromines es negava perquè dubtava de la seva existència. Partint de picaport, el problema de l’adaptació es resol, perquè n’hi ha prou de tenir en compte que sovint les paraules catalanes acabades en -rt es corresponen amb mots castellans acabats en -rte (fort/fuerte, mort/muerte, sort/suerte)7. La vocal paragògica del castellà picaporte, doncs, es pot considerar un reforç vocàlic a través del qual la forma manllevada al català s’hauria adaptat a l’estructura sil·làbica castellana. Per a fonamentar adequadament aquesta proposta, però, cal assegurar-se de l’existència de la variant picaport. Des del punt de vista de la llengua actual, aquesta és indubtable: l’Atles lingüístic del domini català la recull en seixantasis dels seus punts d’enquesta, repartits per tot el territori valencià i per l’àrea interior i sud del català nord-occidental. És absent, però, del català oriental, si es deixa de banda la vila d’Eivissa; clarament, doncs, ens trobem davant d’una nova isoglossa lèxica que incrementa el feix que separa el català occidental de l’oriental, on es prefereixen les variants picaportes i picaporta8. Pel que fa al punt de vista de la llengua històrica, sorprèn que cap de les tres variants, ni picaport, ni picaportes, ni picaporta es trobi en la tradició lexicogràfica catalana anterior al segle XIX9. La que hi entra primer és picaporta, que es localitza en el Diccionario catalán-castellano-latino d’Esteve, Belvitges i Juglà, publicat a Barcelona l’any 1803. Per a trobar la variant picaport cal esperar a l’edició del diccionari conegut com el Quintilingüe, aparegut a Barcelona el 1839, en el qual la nova entrada picaport no desplaça la forma picaporta, sinó que hi apareixen totes dues. També el 1839 es va publicar, a Barcelona, el primer volum del Diccionari de la llengua catalana ab la correspondencia castellana y llatina, de Labèrnia. El 1840 en va aparèixer el segon volum, en el qual es retroben picaporta i picaport i, a més, s’hi descobreix picaportes (amb la grafia picaportas). 7
L’altra possibilitat és que acabin en -rto (port/puerto). El que no es dóna és una equivalència de formes catalanes acabades en -rta amb formes castellanes acabades en -rte (porta/puerta/*puerte). 8 La presència a la vila d’Eivissa no suposa cap inconvenient pel que fa al caràcter occidental de la forma, perquè les concomitàncies lèxiques de l’eivissenc amb el valencià són nombroses i es justifiquen pel veïnatge geogràfic i per les relacions entre tots dos territoris. Joan Veny ho ha assenyalat en diverses ocasions, la més recent en la monografia Aproximació al dialecte eivissenc, en què se’n cita una setantena d’exemples, entre els quals picaport, que du el número 43. 9 Esteve (1489), Nebrija-Busa (1507), Pou (1575), Torra (1640), Lacavalleria (1696), Ros (1764).
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Per mirar de trobar-ne atestacions més endarrerides, he recorregut als diccionaris del català que, en la seva elaboració, han inclòs la recerca de documentació antiga d’arxiu. En el Diccionari Aguiló apareixen les entrades picaporta, picaportes i picaport, aquesta darrera, però, amb un significat diferent de les altres dues. Així, picaporta es defineix com un ferro per a trucar a la porta i du la referència “Barcelona, 1830”. Picaportes es dóna com a equivalent de picaporta i també amb el sentit de ‘captaire’. I, finalment, picaport apareix només com a nom d’un pentinat que “té la forma de cacauet” i és “el més usual entre les dones de la Plana de Vich”. El DCVB presenta una entrada comuna per als termes picaporta i picaportes, amb el sentit de ‘peça de ferro per a trucar a la porta’. No en dóna documentació antiga i totes les variants fonètiques que aplega pertanyen al català oriental, concretament al central i al mallorquí. Hi ha una altra entrada, corresponent a picaport, també amb el significat de ‘peça de ferro per a trucar a la porta’. Segons el DCVB aquest sentit de picaport és viu a la Llitera, Tortosa, Vinaròs i València, i també en dues àrees del català central: el Lluçanès i la Plana de Vic. Però l’element més destacable de l’entrada picaport és que en proporciona una atestació que no és lexicogràfica sinó documental, la qual procedeix de l’Arxiu General del Regne de València i endarrereix quatre segles la data de la documentació més antiga (de 1839, any d’aparició del Quintilingüe, a 1438): “Clavó faxes braguers maneguetes alfordons claus frontices loba anelles picaports, les quals coses he fet per ops de les portes”. En el DECAT es recullen totes tres variants. La documentació antiga que se’n dóna és tota d’origen lexicogràfic: el diccionari Esteve-Belvitges-Juglà de 1803, com a primer testimoni de picaporta, i el diccionari Labèrnia de 1840, en el cas de picaportes. Pel que fa a picaport, s’hi llegeix: “segons AlcM (en to de desconfiança) s’usaria en algunes comarques esparses del Prin. i P. Val. i apareixeria en un doc. d’arxiu val. de 1438, en plural picaports, hapax que voldríem saber si és de lectura segura”. Coromines, doncs, no documenta la forma picaport (malgrat que apareix com a entrada en el mateix diccionari de Labèrnia que ha emprat per a documentar picaportes), la qualifica d’hàpax, és a dir, de forma atestada un sol cop, i, a més, dubta de la seva existència. Per aquesta raó és especialment positiu el resultat de la cerca en els materials, encara inèdits, aplegats el segle passat per Alart. En aquest inventari, organitzat en fitxes, n’hi ha una de dedicada al mot pica port (sic). S’hi llegeix l’equivalència francesa, marteau de porte (que va seguida, però, d’un interrogant), i una citació, datada el 1363, en què aquest mot apareix en un context llatí: “unum pica port ferri”10. Aquesta atestació documental és rellevant per tres motius: perquè 10
Aquesta citació porta com a referència una xifra, 795, que no sabem a quin document remet, tot i que podem suposar que s’ha extret d’algun testament o inventari procedent del cartulari de Perpinyà.
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permet que la forma picaport deixi de ser considerada un hàpax; perquè és setanta-cinc anys anterior al document esmentat en el DCVB i perquè suposa la localització, en època medieval, de la forma picaport en territoris orientals. D’acord amb aquestes dades, formulo la hipòtesi següent. Tant picaportes com picaporta són mots compostos formats per un procediment molt productiu en la creació de nous substantius en català: la unió d’una arrel verbal amb una altra de nominal, que sol prendre la forma plural o, amb menys freqüència, la singular; aquests compostos tenen sempre gènere masculí, independentment del gènere de l’arrel nominal que intervingui en la seva formació11. Aquesta darrera circumstància, el gènere masculí de picaporta, va ser el detonant de la creació ja en època medieval d’una variant analògica picaport, que es justifica per la manca d’altres noms catalans masculins acabats en -rta i per l’existència, en canvi, d’un grup molt nombrós de formes adjectives i participials que tenen el masculí acabat en -rt i el femení acabat en -rta. Partint d’una etapa de convivència de les formes picaportes, picaporta i picaport, es va produir una especialització dialectal: les variants picaportes i picaporta van imposar-se a l’àrea oriental, mentre que picaport va triomfar a l’occidental. La clau d’aquesta distribució es troba en la principal isoglossa que separa aquests dos blocs dialectals. En català oriental, la vocal final de picaporta es pronuncia com una neutra, per la reducció vocàlica pròpia d’aquest bloc, en què -a i -e àtones es confonen: així, mestre, agre o pobre acaben fonèticament de la mateixa manera que els femenins corresponents, mestra, agra i pobra. En català occidental, en canvi, a i e en posició àtona es distingeixen i això fa que la -a final es relacioni amb la marca de femení (una mestra oposat a un mestre) i que hi hagi una notable tendència a evitar les -a finals dels masculins: el cas paradigmàtic és la transformació del sufix culte -ista, invariable, en un sufix de dues terminacions, un excursioniste, una excursionista. Aquest grau diferent de rebuig de la -a final en els masculins va provocar que en els territoris occidentals la variant analògica picaport s’imposés clarament sobre picaporta i picaportes i acabés eliminant-les. En canvi, en territori oriental, van pesar més altres factors, com la relació semàntica evident de picaporta i picaportes amb porta, que va ajudar a mantenir la integritat fonètica de la primera de les formes i va dur a l’abandonament de la variant analògica picaport. Aquesta, per veïnatge geogràfic, va passar del bloc occidental a la llengua castellana (i, de fet, també a l’occitana: en aranès conviuen picapòrt i picafòrt, aquesta darrera deguda possiblement a una etimologia popular, i l’absència de vocal final mena també a pensar en la variant dialectal picaport, i no pas en picaporta, com a font del préstec).
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Vegeu les anàlisis proposades per Mascaró (1986: 58-64) i per Gràcia i Solé (1995: 56-62).
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4. Mot final Amb els sis exemples variats de castellanismes procedents de judicis penedesencs d’entre 1595 i 1637, i amb el contrapunt d’un catalanisme de la mateixa època, he volgut proporcionar una mostra d’alguns dels factors diversos que intervenen en els processos d’introducció de manlleus lèxics i que els condicionen. Aquests processos, que es revelen encara en un estadi incipient en el corpus de què he partit, aniran prenent més relleu en la llengua catalana així que avanci l’edat moderna i la introducció de castellanismes sigui cada vegada més notòria. Escriuen Ferrando i Nicolàs: A partir del segle XVI, el castellà ha estat la llengua que més ha influït en la major part del català, tant en el pla lèxico-semàntic com en el fonètic i morfosintàctic. De fet, les interferències de tota mena del castellà damunt el català al llarg dels cinc segles darrers són una constant de la nostra història lingüística […]. La unificació borbònica del XVIII generà un nou grup de castellanismes pertanyents a l’àmbit administratiu: concejal, hisenda, alcalde, etc. A partir del XIX, la premsa ha estat un factor decisiu en la difusió de nous castellanismes, que en alguns casos adopten un aspecte extern català (pis, asco, arrastrar, carinyo, avorrir, bulto, disfrutar, xispa, entresol, etc.). Finalment, la industrialització del segle XX ha contribuït a la formació de parelles aberrants del tipus tonyina/atún, per a designar respectivament el peix i el producte manufacturat (21997 [1993]: 35-36).
Aquesta ja és, però, una altra història.
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III. EL LÉXICO DE LA ÉPOCA MODERNA
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Á T O M O / C O R P Ú S C U L O / M O L É C U L A / PA R T Í C U L A : O DE CÓMO NOMBRAR CIENTÍFICAMENTE LO QUE NO SE VE* CECILIO GARRIGA ESCRIBANO Grupo Neolcyt – Universitat Autònoma de Barcelona
1. Presentación En diversas ocasiones me he referido a la importancia de describir el léxico de la ciencia y de la técnica para una visión completa de la historia del léxico del español. En este caso, me propongo estudiar qué información debería aparecer en un diccionario histórico acerca de cuatro palabras cuyos significados se han solapado a lo largo de la historia del español: átomo, corpúsculo, molécula y partícula. Describir esta historia permitirá conocer su evolución, cómo sus significados se han ido especializando, y cómo su presencia en la lengua común permite que en algunos ámbitos sigan siendo equivalentes1. En un primer acercamiento a las palabras que sirven para designar la parte de un todo, a través del Diccionario ideológico de la lengua española (Casares 21989: s. v. parte), en la sección analógica del Diccionario, aparece el siguiente grupo: partícula partecilla parcela piecezuela pedazuelo parcela triza
pizca chispa amparo ostugo ápice grano gota
* Este estudio se enmarca en el proyecto Diccionario histórico del español moderno de la ciencia y de la técnica, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (FFI2010-15240), y Diccionario histórico de la Minería: prolegómenos, financiado por la Fundación Séneca (11845/PHCS/09), desarrollados por el grupo NEOLCYT, grupo reconocido por la Generalitat de Catalunya (2009SGR-937), y que forma parte de la Red Temática “Lengua y ciencia” (FFI2009-05433-E). 1 En este estudio se aprovechan parcialmente y se precisan algunos datos ya expuestos en un trabajo acerca de la voz átomo (Garriga Escribano 2008) y otro sobre la voz molécula (Garriga Escribano 2010).
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jirón migaja miga migajada migajuela miaja meaja meajuela
corpúsculo molécula átomo brizna pavesa punto mínima pequeñez
Todas ellas se podrían definir como ‘parte pequeña (en diferente proporción) de un todo’. Pero entre esta serie, si hubiera que elegir aquellas palabras que parecen formar parte del léxico de la ciencia, destacarían cuatro: partícula, corpúsculo, molécula y átomo, siguiendo el orden del Diccionario ideológico de Casares, o átomo, corpúsculo, molécula y partícula, si se ordenan alfabéticamente. El propósito de este estudio es trazar el camino que han seguido estos cuatro términos, desde los primeros textos, con la referencia insustituible de los diccionarios del español, con los datos que ofrecen los diccionarios históricos de otras lenguas, y con el marco que traza la historia de la ciencia. Para la ordenación de los materiales, se establecerá un corte temporal representado por el Diccionario de Autoridades (DRAE 1726-1739), que servirá como umbral convencional de la época moderna, a la vez que recoge la tradición lexicográfica hasta ese momento. En este primer diccionario académico uno de los términos mencionados aún no aparece: molécula. Sí que están, en cambio, átomo, partícula y corpúsculo. En este análisis se seguirá un criterio diacrónico, del más antiguo al más moderno. Se partirá de un acercamiento a los diccionarios, luego se comprobará la presencia de estas voces en los corpus, y se contrastarán estos datos en otros textos no incluidos en estos corpus y en los diccionarios históricos del francés, del inglés y del italiano.
2. De los primeros testimonios al Diccionario de Autoridades 2.1. ÁTOMO El Diccionario de Autoridades (DRAE 1726-1739) lo define como sigue: ATOMO.s.m. Cuerpo el mas pequéño que se puede considerar, por lo que es incapáz de dividirse. Viene del Griego Atomos, que significa sin división. Lat. Atomus. GRAC. Morfol. 267. Epicúro que disputaba cosas mui grandes le permiten una cosa tan pequéña y liviana como el átomo. LOP. DOROT. fol. 20. Que si el amór
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à los princípios……..passa de átomo en átomo à inficionar la sangre, y en la mas pura tiene assiento, sacándola, saldrá tambien con ella. ATOMOS. Se suelen llamar por su pequeñéz las motícas que andan por el áire tan imperceptibles que solo las vemos al rayo del Sol quando entra por los resquicios de las ventánas, y las llaman átomos del Sol. Lat. Atomus. COMEND. Sob. las 300. fol.95. Atomos son aquellos corpúsculos pequeñitos como pelos, que vemos en el Sol quando entra el rayo por algun agujéro. ATOMO. Se llama por ponderación qualquier cosa pequéña: y en especiál lo usan mucho los Poétas. Lat. Quavis res admodum minuta. LOP. Rim. fol. 110. No hai átomo de tin sin ser Dios todo. No exceder en un átomo. Es decir, ò hacer alguna cosa sin añadirle, ni quitarle nada. Lat. Ne punctum quidem transgredi. LOP. Philom. fol. 59. Y con discreción notable no excedía en un átomo sus preceptos. Repara en un átomo. Se dice del que nota las acciones mas pequéñas, y que no se deben reparar. Lat. Minutoria consectatur.
En efecto, la palabra átomo aparece en los primeros diccionarios de la lengua española, como Nebrija (1495), y también en el Vocabulista de Pedro de Alcalá (1505) y en el Thresor de Oudin (1607). Se trata de diccionarios bilingües, por lo que se ofrece la correspondencia en las otras lenguas (latín, árabe y francés, respectivamente), pero, además, Nebrija añade una somera definición, al decir ‘cosa no partible’. En efecto, se trata del significado etimológico, que aparecerá en la definición de átomo hasta el presente, aunque sea como referencia histórica. La primera definición extensa es la que recoge Covarrubias (1611). En su Tesoro define átomo como ‘cosa tan pequeña que no es divisible’. Introduce, así, un segundo rasgo importante para la definición, además de la indivisibilidad: el tamaño. Pero después de la referencia etimológica, aparece una definición de un uso común, al margen del significado filosófico clásico: “comunmente llamamos atomos aquellas moticas que andan en el ayre, y solo se perciben por el rayo del Sol que passa por el resquicio de la ventana, o otra abertura”. El resto de los diccionarios del siglo XVII no aporta nada nuevo a estas dos acepciones. Sin embargo, si se consulta el CORDE, sorprende ver que las primeras documentaciones de átomo hacen referencia a un sentido distinto: ‘espacio mínimo de tiempo’. Así lo utiliza el Infante don Juan Manuel (1327-1332) en el Libro de los estados, y se hallan más ejemplos, sobre todo en textos del siglo XVI (Garriga Escribano 2008: 99). Véase el ejemplo más claro, en un texto de fray Toribio Benavente: Y para mejor entender que cosa sea tiempo, es de saber, que tiempo es cantidad del año, que significa la tardanza del movimiento de las cosas variables, y estas se reparten en diez, que son: año, mes, semana, día, cuadrante, hora, punto, momento, onza, átomo […]
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La semana tiene siete días: el día tiene cuatro cuadrantes: el cuadrante tiene seis horas: la hora cuatro puntos: el punto tiene diez momentos: el momento doce onzas: la onza cuarenta y siete átomos: el átomo es indivisible (Motolinía 1536-1541 [CORDE]).
Las documentaciones del CORDE de la voz átomo con este significado desaparecen a partir del siglo XVI. Este sentido coincide, sin embargo, con el documentado como obsoleto en el Oxford English Dictionary (OED, s. v. atom 7): “the smallest mediaeval measure of time”. Está atestiguado en un texto de 1398, unos años después de la primera documentación que proporciona el CORDE (1327-1332). También se recoge en el Dictionnaire du moyen français (DMF), “la plus petite partie du temps”, documentado en 1485. Todo ello hace pensar en la existencia de un sentido de la voz átomo como ‘lapso mínimo de tiempo’, de uso contrastado hasta el siglo XVI, y que no recogía ningún diccionario del español. No obstante, el uso más frecuente de átomo en el CORDE es con el sentido de ‘extremadamente pequeño’, acompañado del rasgo de ‘indivisible’. Sirva como muestra el siguiente ejemplo de Cervantes: TORRENTE: MUÑOZ: TORRENTE:
¿Qué os parece, Muñoz? Que me parece que es verdad cuanto ha dicho, y que lo veo. ¡Y cómo que es verdad! Sin que le falte un átomo, una tilde, una meaja (Cervantes 1615: 702 [CORDE]).
Resulta muy interesante, en este sentido, la gramaticalización que se produce de átomo, en la expresión átomo de, usado como intensificador, con una frecuencia considerable en el CORDE, documentado ya a comienzos del siglo XVII2: ¿Estás libre, Damon? Pues no blasones, que la jactancia ni en seguro es buena; i si te queda un átomo de pena, te traherá a las primeras ocasiones (Argensola 1592-a. 1631 [CORDE]). Sin el contento del amor no vale el sitio ameno, el prado ni la fuente, que en rayos de cristal del monte sale, un átomo de bien (Lope de Vega 1612 [CORDE]).
2 Agradezco al prof. José María Brucart que me pusiera sobre la pista de este tipo de construcciones en que participa la palabra átomo.
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Se trata de un valor de átomo que no se registra en ningún diccionario del español. En efecto, cabría considerarlo como lo que Sánchez López llama un “cuantificador de grado no comparativo” (1999a: 1097) que, como un poco, situaría al elemento intensificado en lo más bajo de una escala basada en la cantidad, y que aportaría un valor negativo, según el cual denotaría una cantidad nula (Sánchez López 1999b: 2609). Además, la expresión átomo de con este valor intensificador negativo seleccionaría sustantivos abstractos. Véanse los sustantivos con que se documenta este valor de átomo en el CORDE, ordenados por la frecuencia de aparición: pena, celos, bien, amor, pecado, deslealtad, infamia, respeto, sospecha, culpa, pesar, entereza, esperanza, ofensa, honor, bajeza, intención, verdad, gloria, escrúpulo, imperfección, acierto, realidad, verdad, filosofía, verisimilitud, vida, caridad, sentimiento, idealismo, fe, interés, duda, sospecha, belleza, inteligencia, cultura, razón, vergüenza, vida, honra, vergüenza, libertad. Las construcciones negativas adquieren diferentes estructuras. Véanse algunas de ellas extraídas del CORDE: ni un átomo de acierto ni el menor átomo de filosofía no hay átomo de verisimilitud caer sin átomo de vida no tener un átomo de fe el último átomo de vergüenza un solo átomo de libertad.
También se puede documentar en el CORDE el uso de átomo con el significado que define Covarrubias (1611) de “moticas que andan en el ayre, y solo se perciben por el rayo del Sol”. La primera documentación es de 14943. Pero quizá la medida de su significado se percibe mejor en el siguiente ejemplo: Antes de la creación eras nada. ¿Qué es nada? La más baja cosa que se puede imaginar: menos que una piedra, menos que una paja, menos que un átomo de los que parescen entre los rayos del sol: finalmente, nada (Fray Luis de Granada 1559: 267 [CORDE]).
La expresión más frecuente en el CORDE es átomos del sol, que se repite hasta en dieciséis ocasiones; así es también como se recoge en el DETEMA.
3 Se trata de la traducción que fray Vicente de Burgos realiza del libro de Propietatibus Rerum de Bartolomé Anglicus.
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Por último, cabe anotar la única documentación de la forma en femenino átoma, como adjetivo, en el CORDE, en un texto de Carlos de Sigüenza (1690), en la expresión parte átoma. Lexicográficamente se documenta por primera –y última vez– en el Suplemento del Diccionario de Domínguez (1853). Así pues, recapitulando, se llega al siglo XVIII con cuatro sentidos documentados para la palabra átomo: – – – –
‘Cosa extremadamente pequeña’. ‘Lapso mínimo de tiempo’. ‘Mota que se percibe en los rayos del sol’. ‘Intensificador negativo’.
2.2. PARTÍCULA En el Diccionario de Autoridades (DRAE 1726-1739) se define como sigue: PARTICULA. S.f. dim. Parte ò porción pequeña. Es voz Latina. SART. P. Suar. lib. 2. cap. I. No es bien se dexe passar, ni aun la partícula mas leve, porque en sus pérdidas ninguna hai que no sea grande. PARTICULA. En la Gramática es una palabra ò voz de pocas sylabas, que no se declina no conjuga, y entra en la oración. Lat. Particula.
Es el segundo término más antiguo documentado en los diccionarios. De hecho, como se observa en el Diccionario de Autoridades, partícula era visto como un latinismo. Así, Covarrubias (1611: s. v. particvla), que es el primero en documentarlo, proporciona equivalentes patrimoniales: ‘parte pequeña, o partezilla’, y Rosal (1611), en su Diccionario etimológico, dice simplemente ‘es Latino’. El mismo tratamiento se observa en el Diccionario español-latín-inglés de Minsheu (1617) al remitir a partecilla, y solo Franciosini (1620) introduce el sentido gramatical de la voz. Sin embargo, en los textos recogidos por el CORDE, las primeras documentaciones responden a un significado muy distinto, el de ‘parte de un libro’, con un sentido muy próximo al de capítulo, como se puede observar en el siguiente ejemplo, en el que se establece la equivalencia con título: E ya sea que deste breue libello he fecho dos partes prinçipales que libros avn que breues qujero llamar E esta primera parte & primero libro diujdire
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en dies particulas que delo suso acomulado se pueden colegir & cada vna particula o titulo diujdire en çiertos capitulos segunt la calidad & cantidad dela materia lo rrequerira / toda via protestando que me quiero conformar con los modernos que se pagan de breuedat Diujsion general de todo el primero libro desta obra//. (d)[D]ies particulas o titulos me paresçio que pueden comprehender todas las cosas de que enesta primera parte o primero libro fago mençion (Alfonso de Toledo 1453-1467 [CORDE]).
De hecho, aparecen numerosos ejemplos con este significado en el siglo XV, como lo recoge el DETEMA. Junto a este sentido, también aparece partícula utilizado en el ámbito de la medicina, para designar órganos o partes de ellos, o simplemente componentes minúsculos. Véase el siguiente ejemplo que proporciona el CORDE de El libro de las paradojas de Alonso Fernández de Madrigal (1437): Aun quanto monta a esto, los onbres vulgares non entienden en que esta verdaderamente el miraglo de la conçepçion. Algunos piensan que el miraglo es porque el cuerpo del onbre se forma en el vientre de la madre de sola semiente viril et, porque alli non ovo alguna particula de semiente viril, paresçe seer miraglo; el fundamento de los quales es falso, ca si solamente el fijo se fiziesse de semiente del padre et non de semiente de la madre, nunca se paresçeria el fijo a la madre como se paresçe a las vegadas al padre, ca la semejança se induze et se causa en el cuerpo, ca el onbre se engendra segun la virtud del engendrante et quando quiera que el semiente de el uno es mas fuerte que la semiente del otro, paresçe el que dende se engendra a aquel cuya era la semiente mas virtuosa.
Pero seguramente el sentido de ‘parte del cuerpo’ que también se documenta en el DETEMA se ve más claro en textos de finales del XV, aunque todos muy latinizantes4, en los que se aprecia muy bien la correspondencia latina: 4
Debo estos ejemplos a Nieves Sánchez González de Herrero, extraídos de una versión castellana del De Proprietatibus Rerum de B. Ánglico, la contenida en el ms. 30037 de la British Library, fol. 21v.
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Las quexadas son cercadas por unas partículas carnosas e nerviosas, las cuales son dichas gengibas, e esto por más fuerte demostramiento del fundamiento de los dientes e de las mexillas e por la administración del criamiento, por los nervios de los dientes, e por el atempramiento de la frialdat de los dientes.
La versión latina del texto: Mandibule autem quibusdam particulis carnosis et nervosis qui gingive dicuntur circundantur… (Liber Quintus, capitulum XVI).
Para Concepción Vázquez, teniendo en cuenta los textos en que aparece en la medicina medieval, particula parece la traducción al latín del término árabe, qism, ‘parte’, y también ‘división’, que indistintamente usan los médicos árabes tanto para señalar un capítulo de un libro, como, por ejemplo, las partes del cerebro. Ruyzes de Fontecha (1606), que recoge toda la tradición de la medicina medieval5, define particula como ‘la parte pequeñuela como vna fibra’. Lo cierto es que se hace muy frecuente, especialmente en algunos textos del CORDE. Así, en el Traducción del Tratado de cirugía de Guido de Cauliaco (1493) aparece en 85 ocasiones con ese sentido de ‘parte del cuerpo’, y 43 más en el Lilio de Medicina (1495), con una frecuencia combinatoria alta de la expresión partícula paciente/partícula padeciente/partícula que padesce. Un tercer significado poco documentado en los diccionarios es el de ‘parte de la hostia sagrada’, atestiguado en el CORDE en el siglo XVI, ya en la Segunda parte del Abecedario espiritual de Francisco de Osuna (1530). Véase un ejemplo un poco posterior de la Introducción del símbolo de la fe, de Fray Luis de Granada (1583): Porque tenemos por artículo de fe que, en acabando de pronunciar el sacerdote las palabras de la consagración, en el punto que acaba la postrera destas palabras, que son la forma deste divinísimo Sacramento, asiste allí la presencia y omnipotencia divina para obrar (como Santo Tomás dice) el mayor de todos sus milagros, mudando la sustancia del pan en su sacratísimo cuerpo, con el cual está juntamente su ánima santísima con toda la Divinidad, y esto, que es otra maravilla, no solo está en toda la hostia consagrada, sino también en cualquier partícula de ella. Por lo cual muchas veces (cuando faltan formas) comulgamos con una partícula de estas.
El sentido gramatical de partícula se recoge también en textos de este periodo. Sirva como documentación el ejemplo que proporciona el CORDE del Manual de escribientes de Antonio de Torquemada (1552: 92-93):
5 Mi agradecimiento a la profesora Concepción Vázquez de Benito, con quien tuve ocasión de comentar estas cuestiones.
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Tanbién se ha de escriuir sin aspiraçión las vezes [que] viniere con significaçión de gerundio o supino, que son partes del verbo, porque tanbién estonçes es preposiçión, así como dezimos en latín eo ad manducandum, y dezimos en romançe voy a comer, o voy a jugar, o a correr; pero si en medio de la A y de lo que adelante dezimos ponemos esta partícula de, en tal caso ya se haze verbo y auémosla de escreuir con h, como si dixésemos: el conde ha de comer, el rey / ha de justar.
Aunque quizá sea más ilustrativo el ejemplo de Gonzalo Correas (1625) en el Arte de la lengua española castellana, también del CORDE, en el que vuelve a dar la forma latinizante y la vulgar: Mas en particular en la Gramatica se llama orazion la rrazon breve i sentido ó sentenzia que se haze con nonbre y verbo conzertados con numero i persona, que son las partes esenziales de la orazion gramatical ó particular, sin las quales ó qualquiera dellas no se ata rrazon, ni dize ni puede dezir cosa que haga sentido. Otra terzera parte de la orazion que llamaremos particula como en Latin ó partezilla […].
Así pues, partícula alcanza el siglo XVIII con cinco significados: – – – – –
‘Equivalente culto / latinizante del vulgar partecilla, parte pequeña’. ‘Parte de un libro’. ‘Órgano del cuerpo humano’. ‘Fragmento de la hostia sagrada’. ‘Elemento mínimo de la gramática’.
2.3. CORPÚSCULO La definición de corpúsculo en el Diccionario de Autoridades (DRAE 17261739) es la que sigue: CORPUSCULO. S.m. dim. de Cuerpo. Cuerpo mui pequéño. Lat. Corpusculum. COMEND. Sob. las 300. fol. 95. Atomos son aquellos corpúsculos pequéños como pelos; que vemos en el Sol, quando entra el rayo por algun agujéro ò feniestra.
Resulta interesante el hecho de que no se disponga de demasiadas documentaciones anteriores. La primera que aparece en el CORDE se trata de una cita latina recogida por Baltasar Gracián en su Agudeza y arte de ingenio (16421648), y la primera documentación en castellano es en un texto de finales del siglo XVII, la Libra astronómica y filosófica de Carlos de Sigüenza (1690): […] sea que por ello produzcan las tierras fuerzas ocultas y alimentos pingües […], que así debe ser admitido, de modo que entendamos que son sacados fuera los cor-
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púsculos ocultos de la sal, y que la tierra, mediante aquéllos y llegando luego la humedad, produce el pingüe alimento de las plantas. Y cuando prosigue: […] sea que por el fuego sea reducido todo el vitriolo y se evapore la humedad inútil, es evidente que por estas palabras puede perfectamente significarse la disolución y separación del humor viscoso o goma que envuelve a esos corpúsculos. Y cuando continúa: sea que por muchas vías aquel calor dilate los cerrados respiraderos, por donde llegue el jugo a las nuevas hierbas; es evidente que puede también aquí expresarse que aquellos corpúsculos han de ser liberados y hacerse idóneos para que, mezclados a la humedad de la lluvia, puedan penetrar en las plantas, etc.
Además, se trata de la única documentación del CORDE hasta el siglo XVIII. No es de extrañar, ya que la llamada filosofía corpuscular se debe a Robert Boyle (1627-1691), quien va un paso más allá de Pierre Gassendi (1529-1655), reelaborador de las teorías atomistas en términos cristianos. Para Boyle la materia estaba constituida por corpúsculos pequeños, sólidos, indivisibles, asociados en grupos mayores, o partículas. Unos años más tarde, Newton (1642-1727) establece la teoría corpuscular, con la introducción de las fuerzas de atracción. Estos hechos concuerdan con la información recogida en el OED, que documenta corpuscle en 1660, en una de las obras de Boyle, y poco años antes la forma latinizante corpusculum, de uso más restringido. No obstante, en el TLF se atestigua ya muy a finales del XV, y proporciona algunos ejemplos más del siglo XVI. Estos datos contrastan con el hecho de que para el español no se haya hallado ninguna documentación anterior a las comentadas. Así pues, en estas primeras documentaciones, se atestiguan los sentidos del Diccionario de Autoridades: – ‘Cuerpo muy pequeño’. – Sinónimo de átomo en átomos del sol: ‘mota que se percibe en los rayos del sol’.
3. Del Diccionario de Autoridades (DRAE 1726-1739) a la época moderna El cambio de los significados de estas palabras a partir del siglo XVIII viene determinado, sobre todo, por el avance de la ciencia, que cada vez dispone de mejores instrumentos para “ver” estos elementos extremadamente pequeños.
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Repetidamente en los textos anteriores al siglo XVIII aparecen afirmaciones que expresan esta característica de visible. Sirvan como ejemplos algunas documentaciones del CORDE, de la traducción que fray Vicente de Burgos realiza del libro de Propietatibus Rerum de Bartolomé Anglicus (1494) a la que antes hacía referencia, y de Villalón (1553) respectivamente: Ipocras dezia que era un espirito ligero delgado o muy sotil que era estendida o deramada por todo el cuerpo, Eraclito, fisico, llama nuestra alma luz o & ccedil; entella de essençia, mas Domocrito dixo que era un espirito compuesto de muy pequeñas partes llamadas atomos como son aquellas pequeñas partezillas que vemos mover en el rayo solar […]. […] y maravillábame porque ninguno posee tanta tierra como un pequeño átomo de los que los philósophos epicúreos imaginan, que es la cosa más pequeña que el hombre puede ver.
O ya en el siglo XVIII, el ejemplo que da el mismo Diccionario de Autoridades, s. v. corpúsculo: “Atomos son aquellos corpúsculos pequeños como pelos; que vemos en el Sol, quando entra el rayo por algun agujéro ò feniestra”. Y así, el valor de átomo y de sus equivalentes se amplía cuando, en 1675, Leeuwenhoek, un hábil artesano inglés fabricante de microscopios, descubrió lo que denominó átomos vivos (Solís/Sellés 2005: 556), al parecer protozoos, y que pocos años después llegaría a observar los glóbulos rojos de la sangre, determinados tipos de bacterias, y hasta los espermatozoides de diversos animales. Se amplía el concepto de átomo porque el ser humano ahora es capaz de ver cosas más pequeñas de las que se pueden ver a simple vista. Y este hecho tiene su reflejo en los diccionarios. Terreros y Pando (1786), en su 3.ª acepción, dice: ATOMOS, nombre que dan á ciertos insectos pequeñisimos, que se han hallado, valiendose de los microscopios mas excelentes; de otro modo son invisibles, y con estos microscopios se hacen tan grandes como una nuez, y se descubren muchos pies, y la espalda blanca, y escamosa, y una perfectisima, y uniforme organización, tal que jamás se podrá admirar bastantemente la sabiduria, y el arte del obrero que tal hizo.
Pero el avance de la ciencia no queda aquí, y se dispara a partir del siglo XIX, cuando el átomo cobra un nuevo valor. Dalton lo utiliza para denominar los componentes últimos de las sustancias –que hoy reciben el nombre de moléculas–, en un momento en el que se formula una serie de leyes cuantitativas (ley de las proporciones definidas, ley de las proporciones equivalentes, ley de las proporciones múltiples) que se podían interpretar en términos atómicos. Dalton carac-
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teriza los átomos de las sustancias por su peso y tamaño, y hacia 1803 elabora las tablas de pesos atómicos, para lo que toma como unidad el peso de un átomo de hidrógeno, que es el elemento más ligero. Por esas fechas, intervienen en el perfeccionamiento de la teoría establecida por Dalton otros químicos como Gay-Lussac, Avogadro, Ampère, Dumas, Berzelius, Liebig, etc. Inicialmente átomo y molécula se utilizaban de manera imprecisa. Como explican Solís y Sellés, fue Auguste Laurent quien en 1846 distinguió entre átomos, moléculas y equivalentes de un elemento: “Los primeros tenían el menor peso que se podía encontrar en sus compuestos; las moléculas eran las menores unidades que podían entrar en una reacción, y los pesos equivalentes variaban según fuese dicha reacción” (2005: 880). Pero la química seguiría avanzando y, hacia mediados de siglo, Frankland acuña el término atomicidad para referirse a la capacidad de los átomos de los elementos para combinarse de acuerdo a unos valores definidos. El término atomicidad será sustituido más tarde por el de valencia. En efecto, la teoría de la valencia recibió un empuje importante gracias a Kekulé y a la idea de que los átomos de carbono se enlazaban entre sí formando una cadena, lo que daría paso a la concepción de la química orgánica como estructural. Después viene el acuerdo sobre los pesos atómicos, el concepto de periodicidad y la tabla periódica de los elementos que inaugura Mendeleev. Los últimos años del siglo XIX están marcados por el nacimiento de la química física, es decir, la relación entre las propiedades físicas y la constitución química. Se desarrollarían, en pocos años, los estudios sobre la estructura y el enlace atómicos, y se establecen conceptos como la espectroscopía, la radioactividad y, al hablar de la estructura del átomo, el electrón, el protón y el neutrón, la física de partículas, etc. La recepción de la teoría atómica en España fue lenta en un principio, pero a partir de 1830 las ideas atómicas predominan en los textos españoles, como ha estudiado Pellón (1999: 203), para llegar a completarse a partir de los años setenta, con poca diferencia respecto a otros países.
3.1. ÁTOMO A comienzos del siglo XVIII, para el análisis de átomo se parte de cinco acepciones. Por un lado, las tres documentadas ya en el Diccionario de Autoridades: 1) ‘Cuerpo el mas pequeño que se puede considerar, por lo que es incapáz de dividirse’. 2) ‘Se llama por ponderación qualquier cosa pequéña’.
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3) ‘Se suelen llamar por su pequeñéz las motícas que andan por el áire tan imperceptibles que solo las vemos al rayo de Sol quando entra por los resquicios de las ventánas, y las llaman átomos del Sol’. Además de las acepciones documentadas en los textos del CORDE: 4) ‘Lapso mínimo de tiempo’. 5) ‘Valor intensificador negativo’. De ellas, la 3.ª y la 4.ª quedan claramente obsoletas, a juzgar por el CORDE, que no proporciona ni una sola documentación en el siglo XVIII, cuando en el periodo anterior eran relativamente frecuentes. En cambio, el valor intensificador negativo de la expresión ni un átomo de… u otras estructuras paralelas se seguirá documentando en el CORDE, aunque no lo recoja ningún diccionario. El paso de la 1.ª a la 2.ª edición del Diccionario de Autoridades introduce algunos cambios (véase tabla en página siguiente). En efecto, se produce una modernización de las definiciones, un cambio en el orden de las acepciones –‘motita que se ve a los rayos del sol’ pasa a ser la tercera y pierde la expresión átomos del sol– y la sustitución de alguna autoridad. El Diccionario no registra ninguna variación en las tres ediciones en un tomo que se suceden hasta finales del siglo XVIII (1780, 1783, 1791), más allá de la consabida eliminación de las autoridades. Terreros y Pando (1786: s. v. atomos) no introduce demasiados cambios, más allá de su tercera acepción, ya comentada: ATOMOS, termino de Filosofia, cuerpos sumamente sutiles, y de toda especie de figuras, que entran, según muchos Filosofos antiguos, y modernos, en la composicion de todos los cuerpos. Aunque han tenido los atomos poderosos patronos, no deja de haber muchas, y grandes dificultades en el modo con que los explican. Fr. Atome. Lat. Atomus, del Griego α´ τοµον, indivisible. ATOMOS, se llaman tambien los cuerpos mui pequeños, atomos del Sol, &c. ATOMOS, nombre que dan a ciertos insectos pequeñisimos, que se han hallado, valiendose de los microscopios mas excelentes; de otro modo son invisibles, y con estos microscopios se hacen tan grandes como una nuez, y se descubren muchos pies, y la espalda blanca, y escamosa, y una perfectisima, y uniforme organización, tal que jamás se podra admirar bastantemente la sabiduria, y arte del obrero que tal hizo.
En el CORDE no se documenta ningún caso en que se utilice átomo como ‘insecto’. La única pista lexicográfica la proporciona el Dictionnaire historique de Rey (1992: s. v. atome): “En français classique, le mot a servi à désigner l’a-
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ATOMO. S. m. Cuerpo el mas pequéño que se puede considerar, por lo que es incapáz de dividirse. Viene del Griego Atomos, que significa sin división. Lat. Atomus. GRAC. Morfol. 267. Epicúro que disputaba cosas mui grandes le permiten una cosa tan pequéña y liviana como el átomo. LOP. DROT. fol. 20. Que si el amór à los princípios……..passa de átomo en átomo à inficionar la sangre, y en la mas pura tiene assiento, sacándola, saldrá tambien con ella.
ÁTOMO. s. m. El mas pequeño cuerpo que se supone indivisible. Viene del griego átomos, que vale indivisible. Atomus. COVARR. Tes. Epicuro…. dixo que el mundo estaba compuesto de átomos.
ATOMOS. Se suelen llamar por su pequeñéz las motícas que andan por el áire tan imperceptibles que solo las vemos al rayo del Sol quando entra por los resquicios de las ventánas, y las llaman átomos del Sol. Lat. Atomus. COMEND. Sob. las 300. fol. 95. Atomos son aquellos corpúsculos pequeñitos como pelos, que vemos en el Sol quando entra el rayo por algun agujéro. ATOMO. Se llama por ponderación qualquier cosa pequéña: y en especiál lo usan mucho los Poétas. Lat. Quavis res admodum minuta. LOP. Rim. fol. 110. No hai átomo de tin sin ser Dios todo. No exceder en un átomo. Es decir, ò hacer alguna cosa sin añadirle, ni quitarle nada. Lat. Ne punctum quidem transgredi. LOP. Philom. fol. 59. Y con discreción notable. No excedía en un átomo sus preceptos. Repara en un átomo. Se dice del que nota las acciones mas pequéñas, y que no se deben reparar. Lat. Minutoria consectatur.
ÁTOMO.
Por ponderación se dice de cualquier cosa muy pequeña. Minutissima quævis res.
ÁTOMOS. Aquellas motitas que solo vemos al rayo del sol quando entra en alguna pieza. Atomus, minutissima particulæ radio solis per rimam ingrediente visibiles. COMEND. sobr. las 300. fol. 95. NO EXCEDER EN UN ÁTOMO. Fras. Ajustarse rigurosamente á lo que se manda, ó á lo que se debe hacer. Nec atomum quidem transgredi. LOP. Filom. fol. 59. Y con discreción notable no excdecia en un átomo sus preceptos. REPARAR EN UN ÁTOMO. Notar aun las acciones mas pequeñas. Vel minutissima consectari, perscrutari.
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nimal qu’on pensait être le plus minuscule, tel que le révélait le microscope (le sens est alors analogue à ciron)”. Por otro lado, el CORDE no registra ningún uso especializado de átomo hasta bien avanzado el siglo XIX. Se halla en el Tratado teórico práctico de metalurgia de Sáez de Montoya (1856): Los minerales se conducen á grandes cubas donde se echa agua hirviendo, que filtrando al través del mineral lleva en disolucion todo el sulfato de cobre formado, quedando una gran parte de óxido de hierro y óxido de cobre con la ganga, constituyendo un residuo que se calcina de nuevo con mineral crudo, cuyo azufre, que en otro caso se desprenderia al estado de ácido sulfuroso, en contacto con el óxido férrico se apodera de un átomo de oxígeno convirtiéndose en ácido sulfúrico, que á su vez obra sobre el óxido cúprico libre dando origen á una nueva cantidad de sulfato que se disuelve en agua hirviendo segun hemos indicado anteriormente.
En otras ocasiones se ha hecho referencia a las limitaciones que presenta el corpus académico para la lengua de la ciencia y de la técnica modernas (Rodríguez Ortiz/Garriga Escribano 2006). En este caso también existen documentaciones que pueden avanzarse unos cuantos decenios, como los usos de átomo que aparecen en la segunda edición de los Elementos de química aplicada a la medicina, farmacia y artes de Mateo Buenaventura Orfila (1822: 11-12)6: 4. DALTON entiende por átomos las partes mas pequeñas de que se componen los cuerpos: por lo tanto, deben estos átomos ser indivisibles. Se ignora si los átomos de un cuerpo A son de la misma dimension que los de otro cuerpo B, C, ó D. No obstante es probable que no; tampoco se sabe si sus dimensiones tienen relacion con sus pesos. Igualmente es desconocida la figura de los átomos; DALTON supone que es esférica. 5. Cuando se combinan dos cuerpos de diferente naturaleza, la combinacion se hace entre sus átomos. Si aquellos cuerpos no pueden combinarse sino en una sola proporcion, como por ejemplo, el oxígeno y el hidrógeno, solo un átomo del uno es el que se combina con otro del otro. Por el contrario si son susceptibles de unirse en muchas proporciones, como por ejemplo el oxígeno y el cobre, estas proporciones son múltiplos de uno de los átomos […].
En el campo de la lexicografía, el primer diccionario que hay que tener en cuenta es el Diccionario nacional de Domínguez (1846-1847). La voz átomo toma ya una definición más científica, de acuerdo con los avances de la ciencia
6 Como apunta Pellón (1999: 203), se trata del primer texto español en que se desarrolla la teoría atómica.
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química: “Corpúsculo considerado como indivisible por su pequeñez y que entra como elemento en la composicion de los cuerpos”. De la misma manera, el Diccionario enciclopédico de la lengua española editado por Gaspar y Roig (1853) da una vuelta más y define átomo científicamente, señalándolo como voz especializada: “Quím.: nombre dado a las moléculas indivisibles de que se suponen formadas las partes elementales de los cuerpos”. Por su parte, el Diccionario académico no actualiza la información hasta la 13.ª edición (DRAE 1899), aunque sigue sin marca alguna: “elemento material primario é hipotético de la composición de los cuerpos, que se considera como indivisible é indefinidamente pequeño”.
3.2. PARTÍCULA Para iniciar su estudio en el siglo XVIII, se debe partir de cinco acepciones. Las primeras se hallan en el Diccionario de Autoridades (DRAE 1726-1739): 1) ‘Parte ò porcion pequeña’. 2) ‘En la Gramática es una palabra ò voz de pocas sylabas, que no se declina ni conjuga, y entra en la oración’.
Las demás se habían documentado en los textos: 3) ‘Parte de un libro; capítulo’. 4) ‘Fragmento de la hostia consagrada’. 5) ‘Parte del cuerpo humano’.
Terreros y Pando (1786) no introduce cambios, al remitir a ‘migaja, partecilla’ en su primera acepción y recoger el significado gramatical como segunda acepción. A partir de la primera edición del diccionario académico en un tomo (DRAE 1780), partícula pierde propiamente la definición en su primera acepción, al aparecer como ‘d(iminutivo) de parte’. En la cuarta edición (DRAE 1803) recupera su definición, como ‘[l]a parte pequeña’. La 10.ª edición (DRAE 1852) transforma su acepción gramatical, que se vuelve a ampliar en la 12.ª (DRAE 1884)7. Las aportaciones más interesantes se producen en los diccionarios no académicos, que muestran la falta de especialización de partícula en el siglo XIX. Se lee en Domínguez (1846-1847):
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No hay cambios en la acepción científica de partícula hasta la 19.ª edición (DRAE 1970), cuando se introduce la expresión partícula alfa ‘núcleo de helio procedente de alguna desintegración o reacción nuclear’.
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Partícula, s. f. Parte sumamente diminuta de alguna cosa: átomo, corpúsculo, parte elemental y constitutiva de algun cuerpo. || Quím. Átomo integrante de los cuerpos tanto simples como compuestos, con las mismas propiedades y naturaleza de las sustancias de que forma parte. || […] || Liturg. Cada uno de los pedacitos ó migajas que se desprénden de la hostia, al fraccionarla.
Así, junto a la definición general, se establecen como sinónimos de partícula las voces átomo y corpúsculo. Aparece también una acepción química, pero que sigue dando partícula como sinónimo de átomo. Añade la ya tradicional acepción de gramática, y es el primero que proporciona el significado litúrgico. En cambio, el Diccionario enciclopédico de Gaspar y Roig (1853) da molécula como sinónimo de partícula, en una acepción también marcada, y mantiene las acepciones gramatical y religiosa. PARTÍCULA. s. f. parte pequeña. = Fís. y Quím.: MOLÉCULA. = Gram.: palabra indeclinable de que se usa en la oracion. En sentido menos lato se contrae a los muy breves que nada significan por si, fuera de la composicion de otros, como in en invertir, pre en preceder. = Rel.: trozos pequeños de pan consagrado que se separan de la hostia.
Sin embargo, este tratamiento no es exclusivo de los diccionarios españoles. Véase cómo recoge particule el diccionario de Bescherelle (1846), fuente comprobada de ambos, especialmente en el léxico de ciencia y técnica, como ha demostrado Iglesia (2008). Así, además del generoso desarrollo de la acepción gramatical, es especialmente interesante cuando dice: “Dans la philosophie moderne, les mots particule, éléments, parties élémentaires, corpusculæ, atomes sont employés dans la même acception”. PARTICULE. s. f. (du lat. particula; dimin. de pars, partie). Didact. Petite partie. Les particules dont les corps sont cómposés. La moindre particule. – Dans la philosophie moderne, les mots particule, éléments, parties élémentaires, corpusculæ, atomes, sont employés dans la même acception. – Chim. Se dit des atomes intégrants des corpos simples ou composés, parce qu’ils sont toujours de la même nature que les corps don’t ils font partie. – On dit que l’âme est une particule de la Divinité, c’est-à-dire, une petite partie du souffle divin. – Liturg. Se dit des miettes ou petits morceaux de pain consacré qui se détachent de l’hostie. – Cérémonie des particules. Cérémonie en usage chez les Grecs modernes; elle consiste à offrir, en l’honneur de la sainte Vierge, de saint Jean-Baptiste et de plusieurs autres saints, de petites parties d’un pain non consacré.
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Por lo que respecta al CORDE, ciertamente el uso de partícula es frecuente, pero debe tenerse en cuenta que de los 350 registros que aparecen en el siglo XVIII, 283 están en textos de Feijoo. En general, siguen manteniendo la correspondencia con átomo. Las colocaciones más frecuentes de partícula en esta época es junto a ígnea, insensible y sutilísima. El siglo XIX sigue la misma tónica, aunque en los últimos años hay una mayor presencia de partícula en textos médicos, asociada a patologías, como partículas extrañas, orgánicas, etc., una acepción médica que no llega a aparecer en los diccionarios.
3.3. CORPÚSCULO Antes del siglo XVIII, solo se había hallado una única documentación de esta palabra en el CORDE, en 1690. Es en este siglo cuando empiezan a ser frecuentes sus ocurrencias en el corpus académico. La primera, de Torres Villarroel (1725: 174-175): Este fue el varón de los siglos. No hay animal más parecido al hombre que el mono. Los más agudos no hacen más que parecerse; no son filósofos, sino micos que se quieren parecer a este insigne gentil. ¡Qué notable desventura, que no conociese y escribiese a la luz de la verdad cristiana! ¡Qué consejos no nos hubiera dejado, cuando en la ética del bien obrar que dictó nos dejó una admiración en cada pensamiento! Yo siempre le veneré como maestro y creí como oráculo. Es verdad que lo leí con las otras filosofías; pero fue vanidad de mis años y bobería con que seguí el estilo de las gentes, y por hablar. Pues en la corte se extiende tanto este modo mecánico de silogizar, que tienen por inútil al que no habla por átomos, y espíritus, y corpúsculos indivisibles; pero sabe mi alma que nunca me aparté de lo que leí en Aristóteles. Fue hombre de juicio, que estudió sin otro fin que aprovecharse. Y me alegro que nos remita los originales elementos de su filosofía, que así no tendremos duda, viniendo de su mano.
A partir de aquí, son los textos de Feijoo los que proveen de ejemplos el CORDE. Sirva como muestra el siguiente fragmento del Teatro crítico universal (1728: 18-29) en el que se cita también átomo: Y es bien entiendan todos los aristotélicos que de todos los escritos de los padres Maignan y Sagüens no se borró hasta ahora ni una tilde, ni en Roma ni en España. El doctíssimo Maignan leyó en Roma toda su philosofía con general aplauso. Lo que me pareció advertir aquí por aquellos rígidos sectarios de Aristóteles, que (como dice el sapientíssimo jesuita Dechalles, lib. 2 de magnete, prop. 8) solo al oír nombrar áto-
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mos o corpúsculos se llenan de horror, solo nomine corpusculorum exhorrescunt, y a toda la philosofía corpuscular quieren arrojar al fuego como herética, o por lo menos sospechosa de heregía. Abandonando, pues, aquel argumento como insuficiente, voi a ver si por otros capítulos es digna de nota la philosofía de Descartes, en particular como poco acorde a los dogmas de nuestra fe, reservando para después decir algo de los demás systemas de la philosofía corpuscular.
No obstante, el CORDE depara otro texto, también de Torres Villarroel (1738-1752: 145-146), de su obra Anatomía de todo lo visible e invisible, en el que se establece la equivalencia entre átomo, partícula y corpúsculo: Compónese esta agua del Mar de átomos, partículas y corpúsculos sulfúreos, crasos y salitrosos, y de otros átomos sutiles, dulces y fluxîbles, y torciéndose, penetrándose unos cuerpecillos con otros, hacen las aguas salobres, mordicantes y acres al gusto.
Ante la inespecificidad del significado de corpúsculo, cabe acudir a los adjetivos con los que aparece. Así, el CORDE depara las siguientes características a corpúsculo, ordenadas de más a menos frecuencia: invisibles, insensibles, tenuísimos, sutilísimos. A partir de aquí, los adjetivos son más ocasionales: pueden ser extraños, térreos, ígneos, sólidos, olorosos y aromáticos, innumerables, delicadísimos; también están relacionados con el movimiento, ya que son animados, andantes; se dice de ellos que descienden; se establecen equivalencias con los átomos, los hálitos, los efluvios, los espíritus… Cabe preguntarse si los diccionarios pueden definir mejor el concepto de corpúsculo. En el diccionario académico los cambios son mínimos, aunque significativos, ya que desde el Diccionario de Autoridades (DRAE 1726-1739) a la 1.ª edición en un tomo (DRAE 1780) se mantiene la misma definición ‘cuerpo mui pequeño’, pero se pierde la nota que antecedía a la definición: ‘dim. de Cuerpo’, y se marca como propio de la “física”. Por su parte, Terreros y Pando (1786) lo da como equivalente de átomo, con una definición semejante a la académica: CORPÚSCULO, atomo, pequeña parte de un cuerpo. Fr. Corpuscule. Lat. Corpúsculum. It. Corpuscolo. Los corpúsculos son los atomos, ó partes mas delicadas de la materia.
Es cierto que introduce corpuscular, como la Academia hará a partir de la 4.ª edición (DRAE 1803), incorporando también corpusculista. Al margen de ello, la Corporación no introduce cambio alguno hasta la 12.ª edición (DRAE 1884):
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Corpúsculo. (Del lat. corpuscu˘lum, d. de corpus, cuerpo) m. Fís. Cuerpo muy pequeño, molécula, partícula, elemento.
Como se puede observar, aquí se establece la correspondencia con molécula y partícula. Los diccionarios de mediados de siglo tampoco aportan nuevos datos: Salvá (1846) reproduce la misma información que la Academia, y Castro y Rossi (1852) y Domínguez (1853) remiten a átomo. Solo el Diccionario de Gaspar y Roig (1853) resulta un poco más novedoso: CORPÚSCULO: s. m. Fís.: nombre con que se designan aquellas partes tan tenues de la materia que no pueden distinguirse a simple vista sino auxiliada del microscopio. Tambien se da este nombre a los pequeños cuerpos que a simple vista se ven revolotear en el aire de las habitaciones cuando un rayo de sol entra por una abertura de sus paredes o ventanas. = Med.: pequeños cuerpos que parece que existen, se mueven, revolotean o circulan delante de los ojos en algunas afecciones o estados patológicos. En la catarata incipiente creen los enfermos ver continuamente estos pequeños cuerpos que procuran separar con las manos. Cuando las calenturas atáxicas o malignas llegan al mayor grado de intensidad, los enfermos creen tener delante estos corpúsculos movedizos a los cuales persiguen con las manos, guardando al mismo tiempo una especie de silencio muy profundo.
En su definición no se da la equivalencia con átomo, se alude al microscopio, se cita la referencia a las “motitas de polvo” que viene de Covarrubias, y luego se propone una segunda acepción del campo de la medicina en la que el corpúsculo parece ser algo hipotético, visto por los que no ven bien… En cualquier caso, es ilustrativo fijarse en las características que se atribuyen a corpúsculo: pequeño, tenue, se mueve, revolotea, circula; y recuérdese las colocaciones con las que aparecía corpúsculo en el CORDE. Ya a finales del siglo XIX, Zerolo (1895) sintetiza toda la tradición, incluso manteniendo la equivalencia entre corpúsculo y átomo en alguna acepción. * CORPÚSCULO. [Del lat. corpuscu˘ lum, d. de corpus, cuerpo] m. –1. Fís. Nombre con que se designa en términos generales á las partes de la materia que no pueden percibirse á simple vista. –2. † Se dice igualmente de las fracciones más diminutas del fluído eminentemente sutil que llena la inmensidad del espacio y en el cual se mueven las grandes masas astronómicas. –3. † Se dice asimismo de las moléculas ó partículas más tenues de todas las sustancias que entran en la composición de los cuerpos brutos, ya planetarios, ya estelares, y en la de los cuerpos organizados, vegetales ó animales. –4. † Med. Empléase á veces esta palabra en el sentido de átomo, para designar cuerpos diminutos que al parecer existen, se mueven, giran, circulan ante los ojos, en
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algunas afecciones ó estados patológicos, como ocurre, por ejemplo, en la fiebre atáxica. –5. † – aéreox. pl. Polvo finisimo que se halla en suspensión en el aire y que se percibe en los rayos solares cuando atraviesan un sitio obscuro. “Átomos son aquellos corpúsculos [aéreos] pequeños, como pelos, que vemos en el sol cuando entra el rayo por algun agujero.” (EL COMEND.)
3.4. MOLÉCULA Como ya se ha comentado, no se había hallado ninguna documentación de molécula anterior al siglo XVIII: la voz no figura en el Diccionario de Autoridades, y es Terreros y Pando (1786: s. v. moléculas) el primero en registrarla, ya marcada como término de la física y de la medicina: MOLÉCULAS. término de Física, y Medicina; las partes, ó masas pequeñas que componen alguna cosa, y así el aire con su elasticidad, introduciéndose en la sangre hace fuerza para separar las moléculas, ó pequeñas masas de que se compone, y que resisten á su separacion, y á la fuerza elástica del aire. Fr. Molecule. Dánle el Lat. Molecula, particula.
La definición de Terreros y Pando no aclara demasiado, si bien en la correspondencia latina aparece como sinónimo de partícula. La Academia incorpora la voz en la 4.ª edición (1803): Molécula. (d. del lat. mo¯les, mole) f. Agrupación definida y ordenada de átomos, la cual se considera de volumen pequeñísimo y como primer elemento inmediato de la composición de los cuerpos.
Es interesante el rasgo de invisible, que se sustituye en la 10.ª edición por indivisible, lo que da a la definición mayor consistencia científica. Aunque en la 11.ª edición (DRAE 1869) se introduce molecular, la definición de molécula no varía hasta la 12.ª edición (DRAE 1884), ya con un aire de modernidad evidente: Molécula, s. f. Cada una de las partículas que compónen un cuerpo, y que se supónen formadas por un conjunto de átomos, dispuestos de una manera especial, según la materia á que pertenécen. = Moléculas elementales ó constituyentes, aquellas que, en virtud de su reunión, prodúcen un cuerpo, ó dan nacimiento á una materia; así en la barita sulfatada las moléculas del ácido sulfúrico y las de la barita son moléculas elementales ó constituyentes. || Moléculas integrantes; las que resúltan de la combinacion ó reunion de las moléculas elementales, para formar en virtud de su union, un cuerpo simple ó compuesto: así cada molécula integrante de un frag-
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mento de sulfuro de mercurio está formada por dos moléculas constituyentes, una de azufre y otra de mercurio.
Por lo que respecta a los diccionarios no académicos, el término ya se encontraba en algunos de la primera mitad del siglo XIX, como el de Núñez de Taboada (1825) o el de Salvá (1846), obras que no introducen cambio alguno en la definición respecto a su fuente, que es claramente la Academia. Como en otros casos relacionados con los términos especializados, es de nuevo Domínguez (1846-1847) quien aporta novedades significativas a la definición de molécula, relacionándola con el concepto de átomo, definiendo las expresiones moléculas elementales y moléculas integrantes. Como se demuestra en Garriga Escribano (2010: 361), Domínguez inserta el término, de lleno, en la teoría física del momento. El dato es interesante si se tiene en cuenta que en el Congreso Internacional de Karlsruhe (1860) los químicos más importantes aún discutían sobre la diferencia entre molécula y átomo (Crosland 1962: 344). Por su parte, el Diccionario de Gaspar y Roig (1853) recoge molécula y presenta una primera acepción con una definición híbrida, en la que combina la primera parte de la definición de la Academia y la segunda de Domínguez: MOLÉCULA.
s.f. Cada una de las partes muy pequeñas, é invisibles que componen los cuerpos (DRAE 1843).
Molécula, s.f. Cada una de las partículas que compónen un cuerpo, y que se suponen formadas por un conjunto de átomos […] (Domínguez 1846). MOLÉCULA.
s.f. Cada una de las partes muy pequeñas o partículas que componen un cuerpo (Gaspar y Roig 1853).
Por lo demás, Gaspar y Roig (1853) sigue fielmente a Domínguez en la definición de moléculas elementales o constituyentes y de moléculas integrantes. Por último, el Diccionario de Zerolo (1895) no aporta novedad alguna sobre la 12.ª edición de la Academia (DRAE 1884) en la definición de molécula y molecular, aunque define la expresión moléculas elementales. Por lo que respecta a los textos, en un trabajo anterior (Garriga Escribano 2010: 364) se situaba la primera documentación en el CORDE, según el cual se podía hallar en los Anales del Real Laboratorio de Química de Segovia de Luis José Proust (1791). Realmente se trataba de una documentación tardía. No se había podido documentar en Feijoo, que tan fructífero se había mostrado para otros términos, y el examen de otros textos de física fundamentales del siglo XVIII también había sido infructuoso. Así, no se había encontrado en la Physica
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moderna, experimental, sistematica de Herrero y Rubio (1738), ni en la Física moderna, racional y experimental de Andrés Piquer (1745), ni en la Philosophia sceptica, extracto de la physica antigua, y moderna de Martín Martínez (1750). Sin embargo, en un estudio sobre la traducción que hace Zacagnini de las Lecciones de physica experimental de Nollet (1757) (Garriga Escribano/Nomdedeu Rull 2009), se comprueba que se utiliza molécula con frecuencia, como se puede observar en los siguientes contextos: Los líquidos, segun la idea que propusimos en la primera Leccion […], son una materia, cuyas moleculas son muy diminutas, y mobibles entre sì, y no tienen una coherencia sensible […] (Nollet 1757: II, 182). Los fluìdos compuestos de partículas tan sutìles, y mobibles como las de los líquidos, tienen tambien las mismas propiedades. Pero si las moleculas no son tan finas, y pueden asirse fuertemente unas de otras, el efecto de la gravedad serà diferente (ibid.: II, 182-183). Pero fuera de esta causa general, se puede decir, que el agua es mas fluida, que otras muchas materias, porque sus moléculas son muy pequeñas, y de una figura muy conducente para el movimiento (ibid.: IV, 5).
Lo cierto es que en los contextos citados, Zacagnini no hace más que transliterar el término francés: Les liqueurs, suivant l’idée que nous en avons donné dans notre premiére Leçon […], sont des matiéres dont les molécules extrêmement petites & moviles entre elles, n’ont poínt une cohérence bien sensible […](Nollet 1745: II, 228). Les fluides dont les parties sont aussi subtiles, aussi móviles que celles des liqueurs, ont les mêmes propriétés qu’elles; mais s’ils sont composés de molécules grossiéres & capables de s’accrocher fortement les unes aux autres, leur gravité a des effets un peu différens (ibid.: II, 229). Mais indépendamment de cette cause générale, on peut dire que l’eau est plus fluide que bien d’autres matiéres, parce que ses molécules sont d’une extrême petitesse, & d’une figure apparemment très propre au mouvement (ibid.: IV, 5).
El uso de molécula parece ser una variante estilística de partícula y corpúsculo, que se pueden considerar sinónimos en esta época, tal como se observa en el siguiente pasaje: Por ahora, para dàr à conocer el efecto de dos líquidos de diferente densidad mezclados en un vaso, solo añadirèmos à la descripcion dada, que los corpusculos de que
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se componen dichos líquidos, estàn tambien compuestos de otras partículas mas sutiles, muy trabadas, y adherentes unas à otras; siendo, pues, mayor, ò menor la densidad de estas moléculas, y ocasionando su figura, y tamaño un mayor, ò menor vacuo en el conjunto, es claro, que los fluidos, ò líquidos que resultasen, seran tambien mas, ò menos densos (Nollet 1757: II, 224-225).
Y lo interesante en este caso es que el propio Zacagnini quien opta por el uso de estos tres términos, que no aparecen en el original francés: Tout ce que nous avons à ajouter à cette description, pour faire entendre comment se comportent dans le même vaisseau deux liqueurs de densités différentes, c’est que ces petits corps qui les composent, sont eux-mêmes des assemblages de parties plus subtiles, fortement liées & adhérentes entr’elles; la densité de ces petites masses étant plus ou moins grande, leurs figures & leurs grandeurs occasionnant plus ou moins de vuide dans leur assemblage, on conçoit bien qu’il en doit résulter des fluides ou des liqueurs plus ou moins denses (Nollet 1745: II, 282-283).
Por tanto, las Lecciones de physica experimental de Nollet permiten avanzar la documentación de molécula a 1757, fecha un poco más acorde con las primeras documentaciones en las demás lenguas europeas, que no obstante son anteriores. Así, el TLF (s. v. molécule) documenta esta voz en un texto de 16748. Aparece con dos significados, el primero, señalado como anticuado, “entité matérielle extrêmement petite”; el moderno, “[l]a plus petite partie d’un corps pur (simple ou composé) qui soit capable d’exister à l’état libre et dans laquelle soient conservées la composition et les proprietés chimiques caractéristiques du corps”, ejemplificado en un texto de 1888. Por lo que respecta al italiano, en el DELI (s. v. molècola) se da una primera documentación de 1681, y se alude después a Migliorini, quien dice: “Coniato da Gassendi (1649) come unione di atomi; ma per molto tempo atomo e molecola sono stati confusi”. Y para el inglés, el OED proporciona también como primera documentación la de 1678 (s. v. molecula) –no así s. v. molecule, donde se data en 1796–. Por tanto, las primeras documentaciones de molécula en las lenguas vecinas al español se sitúan alrededor de 1680.
8 Se trata de un texto de Le Gallois: Conversations académiques tirées de l’Académie de M. l’abbé Bourdelot, publicado en París. La referencia se ha obtenido del Manuel du libraire et de l’amateur de livres, .
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A partir de Proust molécula se puede documentar con cierta facilidad en los textos, como se demuestra, por ejemplo, en el Diccionario universal de física de Brisson (1796: s. v. atraccion): ATRACCION. Potencia por la qual todos los cuerpos, y aun las moléculas de los cuerpos se dirigen unas hácia otras, ó tienden á unirse reciprocamente.
A partir de aquí, molécula ya se usa con normalidad, como lo demuestra la traducción que Carbonell hace de la Química aplicada a las artes de Chaptal (1816), o del Curso analítico de química de Mojón (1818), el Tratado de física completo y elemental de Libes (1818) traducido por P. Vieta, o los Elementos de química aplicada a las artes de Orfila (1822).
4. Recapitulación A partir de los datos expuestos en este estudio, se puede trazar una cronología, de más antiguo a más moderno, a juzgar por las documentaciones disponibles:
átomo partícula corpúsculo s. XIV
s. XV
ss. XVII-XVIII
molécula ss. XVIII-XIX
S. XX
Si se trata cada una de las palabras estudiadas, se puede establecer una serie de significados: Átomo a) Cuerpo extremadamente pequeño. b) Lapso mínimo de tiempo. c) Mota que se percibe en los rayos del sol. d) Intensificador negativo (ni un átomo de + subst. abstracto). e) Nombre que se da a ciertos insectos solo visibles a través del microscopio. f) Quím. Parte más pequeña de que se componen los cuerpos, y que entra en la combinación química. Sin.: corpúsculo (Domínguez 1846-1847: s. v. átomo), molécula (Gaspar y Roig 1853: s. v. átomo).
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Partícula a) Equivalente culto / latinizante del vulgar partecilla, parte pequeña (h. 1780). b) Parte de un libro. c) Órgano o parte del cuerpo d) Fragmento de la hostia sagrada. e) Elemento mínimo de la gramática. f) Sin.: de átomo y corpúsculo (Domínguez 1846-1847: s. v. partícula), de molécula (Gaspar y Roig 1853: s. v. partícula), de partecilla (hasta Terreros y Pando 1786). Corpúsculo a) Cuerpo muy pequeño. b) Mota que se percibe en los rayos del sol. c) Sinónimo de átomo, en el s. XVIII (Feijoo, Torres Villarroel, Terreros y Pando 1786: s. v. corpúsculo) y de partícula (Torres Villarroel); sinónimo de molécula y partícula (DRAE 1884), en el s. XIX. Molécula a) Parte muy pequeña e invisible / indivisible de los cuerpos (DRAE 1803). b) Conjunto de átomos (Domínguez 1846-1847, DRAE 1884). c) Sin. de partícula (Domínguez 1846-1847, Gaspar y Roig 1853). Los datos también se pueden presentar a partir de un planteamiento onomasiológico:
Parte/cuerpo muy pequeño (no especializada) Mota que se percibe en los rayos del sol (ant.) Lapso mínimo de tiempo (ant.) Insecto visible solo al microscopio (ant.) Intensificador negativo (ni un átomo de + subst. abstracto) Quím. Parte más pequeña de que se componen los cuerpos Parte de un libro (ant.) Med. Órgano o parte del cuerpo Rel. Fragmento de la hostia consagrada Gram. Elemento mínimo de la gramática Quím. Conjunto de átomos que entra en la composición química
átomo partícula corpúsculo molécula X X X X X X X X X X X X X X X X X
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5. Conclusión Una vez analizada la documentación en textos y diccionarios, la historia de estas cuatro palabras, átomo, partícula, corpúsculo y molécula, está más clara. Se ha podido comprobar cómo existe un espacio semántico compartido en la lengua no especializada, que se ha mantenido vivo para el profano incluso en la lengua contemporánea, y que estaría alrededor de ese concepto que supone la denominación de lo extremadamente pequeño, lo que no se percibe a simple vista. Mantienen, sin embargo, acepciones específicas, que podrían considerarse precientíficas, hasta el siglo XIX: ‘mota de polvo’, ‘lapso de tiempo’, ‘insecto’, ‘parte de un libro’, etc. Algunas de ellas solo llegan a documentarse ocasionalmente en los diccionarios, aunque estén regularmente en los textos en determinadas épocas de la historia del español. El desarrollo de la ciencia contribuye a que queden obsoletos algunos de estos significados, y que el uso de estas voces se especialice: partícula y corpúsculo son de mayor uso en la física, mientras que molécula y átomo son conceptos más propios de la química. Se comprueba, de esta manera, la utilidad de los corpus para establecer las características propias para la definición de una palabra, y la importancia de contrastar los datos en los diccionarios, no solo del español, sino de otras lenguas en las que la investigación del léxico histórico está más avanzada. Estas fuentes, sin embargo, no dejan de ser complementarias respecto al examen de los textos científicos más importantes de cada disciplina, especialmente en los momentos en que la historia de la ciencia marca los grandes hitos del desarrollo científico. Es cierto que se podrá matizar más el dominio temporal de cada acepción, pero mediante este método se consigue un conocimiento ya muy preciso de la historia de las voces de la ciencia y de la técnica para su inclusión en un diccionario histórico. Referencias bibliográficas ALCALÁ, fray Pedro de (1505): Vocabulista arávigo en letra castellana. En Arte para ligeramente saber la lengua arábiga. Granada: Juan Varela. [Consultado en NTLLE.] BESCHERELLE, Louis-Nicolas (1846): Dictionnaire national. Paris: Garnier frères. BRISSON, Mathurin Jacques (1796): Diccionario universal de física. Traducción de C. C. y F. X. C. Madrid: Benito Cano. CASARES, Julio (21989): Diccionario ideológico de la lengua española. Barcelona: Gustavo Gili. CASTRO Y ROSSI, Adolfo de (1852): Biblioteca universal. Gran diccionario de la lengua española. Madrid: Oficinas y establecimiento tipográfico del Semanario Pintoresco y de La Ilustración.
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E L P R O C E S O D E F I J A C I Ó N O RT O G R Á F I C A D E L A S PA L A B R A S E N L O S D R A E SANTIAGO ALCOBA RUEDA Universitat Autònoma de Barcelona
Este trabajo pudo haberse titulado, con más precisión, así: “Diccionarios académicos y fijación y normalización ortográfica del léxico español: singladura por los DRAE de las palabras con ll hasta ser tratadas como las que tienen rr”. Es una reconsideración sistemática, en detalle y en los datos, de Alcoba Rueda (2007)1. Estudia con más precisión el proceso de fijación ‘ortográfica’ de las palabras en las sucesivas ediciones de los DRAE, según se advierte y establece en los prólogos de las sucesivas ediciones (cf. Alvar Ezquerra, 2002). Recorremos el camino que parte de la consideración de CH y LL como variantes de C y L en el Diccionario de Autoridades; que pasa por la distinción total entre CH y C o LL y L, en DRAE (41803); y que culmina con la incorporación de los lemas de CH y LL entre los de C y L, según el orden alfabético estricto de las letras, según el “orden latino universal”, pero manteniendo la distinción de las representaciones ortográficas, en DRAE (211992). Es el camino al que aludimos como de reencuentro de la LL con la RR, porque esta última, a pesar de las diferencias con R, se mantuvo en el orden alfabético estricto siempre, aunque hubo propuestas de diferenciación lexicográfica propugnadas por algunos autores entre 1823 y 1844. La equiparación funcional de estos dos dígrafos pudo haberse hecho en la segunda mitad del siglo XIX, según se reclamaba, dislocando RR de R, pero no ocurrió así, y fue la LL la que regresaría al orden alfabético de L, como RR se mantuvo en el orden alfabético de R. Se estudia aquí el proceso de sanción de algunas letras: invención, advenimiento y ocaso, hasta la fijación y normalización ortográfica de las palabras, por la observación de las consecuencias, en las entradas y salidas de lemas, desde el Diccionario de Autoridades, en las sucesivas veintidós ediciones de los DRAE, según las consideraciones sobre la ortografía de las palabras, en las decisiones 1 Este artículo se ha beneficiado de una ayuda de la DGICYT para el proyecto de investigación de referencia FFI2008-02103/FILO. Sirva esta mención como muestra de reconocimiento. También se ha beneficiado de la participación en el SGR, “Grup de lexicografia i diacronia”, de referencia SGR2009-1067, donde se integra el proyecto de investigación mencionado.
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adoptadas por los DRAE, tal como se advierte en los correspondientes Prólogos o Advertencias de cada edición.
1. Consideraciones previas De entrada, podemos recordar dos precisiones, quizás algo obvias, pero que merecen una mención previa como fundamento último de la función normalizadora de la ortografía por parte del diccionario: primero, el diccionario depende de la fijación ortográfica, porque si no dispone de una ortografía, de un “libro de estilo”, el diccionario en la disposición de lemas y artículos es inviable. Segundo, la ortografía depende del diccionario: porque el diccionario sanciona la ortografía de las palabras, es el referente de uso de las palabras, y, por tanto, así, normaliza y fija su ortografía. En el objeto de estudio podemos distinguir entre el objeto de consideración inmediata y el objeto último, más trascendente. Más inmediato es el estudio de las decisiones adoptadas por los diccionarios sobre la ortografía de las palabras, tal como se ponen de manifiesto en los Prólogos y las Advertencias de los DRAE. Más interesante va a ser el objeto de estudio último, las consecuencias de lo anterior: establecer el tiempo y las ediciones del DRAE hasta lograr la fijación y normalización universal moderna del uso general de las palabras en todo el español, en cuarenta años (de 1803 a 1843) y en seis ediciones del DRAE (de la 4.ª a la 9.ª edición). La identificación y puesta de relieve de los jalones más relevantes del proceso de fijación ortográfica del léxico español, tal como se observa por las entradas y salidas de lemas del DRAE, nos permitirá llegar a esa conclusión de un proceso relativamente corto, de cuarenta años, en la primera mitad del siglo XIX, en las mencionadas seis ediciones del DRAE.
2. La ortografía del Diccionario de Autoridades Damos por supuesto, tal como se propone en el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE), que el Diccionario de Autoridades (1726-1739) es el primer diccionario de la RAE, aunque, estrictamente, la que se considera como primera edición del DRAE es el Diccionario usual (1780), o DRAE (11780), según el procedimiento de referencia usado aquí2. Considerado así, el Dicciona2
Las diferentes ediciones de los DRAE se citan por el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española (NTLLE), , lo que me ahorra citar cada edición en particular de los diferentes DRAE.
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rio de Autoridades, como todo diccionario, requiere de un libro de estilo, o, mejor dicho, de una planta que establezca convenientemente las condiciones de redacción y edición, o sea, las normas de presentación y de estructuración de lemas y artículos. Pero, en lo que aquí nos interesa, entre las diferentes consideraciones y aspectos a los que se refiere la planta del diccionario como fijación previa, es crucial su apartado o capítulo de ortografía de las palabras, por motivos obvios de estructura y de redacción: para la ordenación de lemas y artículos, y para unificar y sistematizar las remisiones y referencias entre lemas. Y en la primera edición de un nuevo diccionario ese capítulo de su planta, sobre la ortografía, es trascendental por los motivos apuntados, pero también porque la redacción y edición de un diccionario, a partir de una determinada extensión, es el resultado de una labor colectiva, de numerosos autores y de editores, que tienen que disponer de unas mismas normas o condiciones de redacción, de presentación de textos y de edición. Por eso, en el primer volumen del Diccionario de Autoridades, de 1726, se incluye un extenso capítulo, Discurso proemial de la orthographia de la lengua castellana, donde se fijan con precisión las condiciones ortográficas de las palabras. Esta Orthographia del Diccionario de Autoridades es una edición previa de la primera edición de la Ortografía de la lengua castellana, de 1741, en publicación distinta, que hace innecesario reiterar sus consideraciones generales en la primera edición del DRAE (11780) y en las sucesivas. Así, los prólogos se limitan a señalar, recordar o destacar las novedades o sanciones ortográficas de la edición del DRAE de que se trate, después de una determinada edición de la Ortografía de la lengua castellana3. La fijación ortográfica de las palabras parece un primer objetivo de la Academia, por sí mismo, como servicio a la unidad de la lengua, y por exigencia de la redacción y publicación de un diccionario. Freixas Alás (2010: 170-171) señala las dificultades de esta labor: Desde la génesis del Diccionario de Autoridades se plantea el problema de la fijación ortográfica […]. Las Actas ofrecen diversas muestras de las dificultades que los académicos encontraban a cada paso al documentar formas que la mayoría de las veces presentaban grafías alejadas de la etimología. Antes de la aprobación de la ver-
3 Evidentemente, la 5.ª edición de la Ortografía (51775) es la que han de tener en cuenta las cuatro primeras ediciones de los DRAE: de 11780, de 21783, de 31791, y de 41803. La 8.ª edición de la Ortografía (81815) sirve de referencia para las ediciones de los DRAE de 51817, y de 61822. Y la 9.ª edición de la Ortografía (91826) es la de referencia para las ediciones de los DRAE de 71832, y de 81837.
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sión definitiva de la Planta en diciembre de 1713, los académicos trataron sobre “la propiedad que se debe observar en el modo de escribir muchas voces” (Actas, 17VIII-1713) y acordaron que, antes de comenzar la redacción de los artículos, debían traer a la Academia la lista de términos para que pudiera determinarse cuál debía ser su ortografía y, de este modo, poder ordenar alfabéticamente las voces (Actas, 19-X1713).
Un diccionario de nueva creación como el Diccionario de Autoridades, que justifica el sentido de las palabras y sus diferentes acepciones mediante ejemplos de uso o citas de autoridad, se enfrenta a dos escenarios de coherencia ortográfica de las palabras: primero, en la forma de los lemas y, segundo, en las citas de los ejemplos de autorización y uso. La fuente de confusión y el origen de las variaciones que tiene que resolver el Diccionario es, por un lado, las diferentes ediciones e impresiones de las obras de los clásicos tomadas como referencia y fuente para las citas de uso autorizado; y, por otro lado, la primera actitud de los académicos de observación y constatación, ya que no adoptan una postura impositiva hasta 1844, con la publicación del Prontuario, al que nos referiremos más adelante. A título de anécdota que pone en trazo grueso esta dificultad de regularización gráfica en los lemas y en las citas de autorización podemos mencionar el caso de la tensión entre F y H en inicial de palabra: la naciente literatura castellana escribió, y durante siglos siguió escribiendo, fermoso, fazer o fer, fembra, farina, etc. El popularismo h por f existía; su extensión social era casi completa; si no completa; su antigüedad, remotísima. Y, a pesar de todo, la literatura lo repelió y eligió la f como más apropiada […]. Es de suponer que había casos de concurrencia, casos en que pronunciaban a veces f algunos clérigos, algunos magnates, los que representaban, en fin, por entonces el mayor grado de cultura. Una f se oponía casi siempre a la h castellana en las correspondientes palabras del gallego, del provenzal y del francés, los tres idiomas que conocían por oficio los juglares y por devoción los poetas. Y, desde luego, f veían las gentes en el latín –la lengua entonces de la suprema dignidad–, aun en los latines chapuceros de los notarios. Trama sutil de asociaciones que convirtió a la f, de vida raquítica en la lengua oral, en símbolo de jerarquía social y poética. Tanto, que el poeta de Mio Cid escribía ultracorrectamente Alvar Fannez, un apellido que siempre fue Hannez, y fonta, pareja del francés honte. Y todavía en el siglo XV la imprenta intentaba regularizar el uso de la f desechando la h (Alonso 1935: 18-19).
Por eso, al principio, las normas ortográficas se aplican a la lista de palabras de las entradas y se disculpan las incoherencias de los ejemplos por respeto a las ediciones de los autores. Esta dificultad se resuelve cuando desaparecen las citas, en el DRAE (11780), por evidentes motivos de facilitación de la labor editora,
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para rebajar el precio de impresión y por la comodidad de manejo y difusión de la publicación en un solo volumen. La confusión y las vacilaciones ortográficas se manifiestan cuando un mismo sonido [x] tiene distintas representaciones gráficas G, J o X en diferentes impresiones de obras de distintos autores, o, incluso, de un mismo autor; o bien, cuando una misma representación gráfica, X, representa distintos sonidos [x], [s], [gs]; o bien, cuando una grafía, como H, no representa sonido alguno. Para resolver estas vacilaciones, la Orthographia del Diccionario de Autoridades, encargada a Adrián Conink, señala dos criterios: el del origen de las palabras (que se han de escribir como se escribían en latín, cuando sea el caso, según la postura de Nebrija) y el de la pronunciación, según el principio de Quintiliano: “cada sonido debe tener un solo signo que lo represente y no debe haber signo que no responda a un sonido o articulación particular”. El fundamento de estos dos criterios, de origen o de pronunciación de las palabras, ha sido muy bien explicado por Rosenblat: La Academia se proclama campeona de la ortografía etimológica, pero en realidad está muy lejos de aplicarla con todo rigor. Su etimologismo teórico, aunque tiene […] tradición española, está calcado en gran parte sobre el de la Academia Francesa. Pero en Francia la Academia se apoyaba en una tradición ortográfica que se remontaba ininterrumpidamente hasta el siglo XIII. La Academia Española se encontraba, en cambio, con una venerable tradición en sentido contrario, es decir, con un uso general, antiguo y moderno. Y no solo no pudo romper con él, sino que tuvo que aceptarlo en gran parte. El uso español impuso a la Academia normas ineludibles, que se apoyaban en la pronunciación (1981 [1951]: LXX).
Además, esto que Rosenblat llama el “uso español apoyado en la pronunciación” no carece de una cierta referencia de autorización del latín, que también manifiesta la influencia del principio de Quintiliano. Para Kukenheim, la pronunciación siempre fue el fundamento principal de la ortografía latina, por las propuestas de ortografiar la longitud de las vocales y por la anécdota siguiente: Les efforts de réforme orthographique datent, pour le latin, de Lucius Accius (170-86 avant J.-C.), qui propose d’exprimer dans l’écriture la longueur des voyelles a, e, u, et, peut-être, o (par dédoublement); de plus il écrit agceps, aggelus, etc., toutes réformes contre lesquelles Lucilius s’est élevé avec succès […]. Jules-César aurait écrit maxumus, lacruma –graphie d’un usage assez général– et, du temps d’Auguste, le divorce entre l’orthographe et la prononciation est évident: on a cité mille fois l’anecdote, d’après laquelle cet empereur aurait renvoyé un légat consulaire pour avoir écrit un mot autrement qu’il ne se prononçait (Kukenheim 1951: 57-58, cita de Suetonio, De vita Caesarum, II, 88).
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Según Kukenheim, son los humanistas los que enfrentan el principio de autoridad del origen de las palabras con el de la pronunciación. En todo caso, los humanistas rechazan y corrigen en la escritura lo que consideran errores de pronunciación: Cette anarchie orthographique choquait les Humanistes; ils cherchent la solution du problème en s’en référant à la graphie des Anciens. Mais leur attention se portait surtout sur la prononciation: ainsi Georges Valla, auteur de l’Opusculum consummatissimum de Orthographia (1514) […], consacre de longues pages à la prononciation de c ante ch ut Bacchus, … e ante ct, ut Erechtheus, … y ante b, ut Hybla, et cas semblables […]. Ou bien les auteurs font des comparaisons avec le grec, par exemple, au point de vue de l’aspiration; ou bien encore, ils constatent certaines erreurs de prononciation et les blâment: Charles Estienne (1538: 20 et suiv.), condamne geratia pro gratia – iermen pro germen – Iallus pro Gallus – lloria pro gloria – maguenus pro magnus – dinus pro dignus – kia pro quia – inkiro pro inquiro, etc. Idem (1538: 22): Vitium patitur s, dum à Parisinis nostris in r commutatur & scribitur: laerus pro laesus, Ierus pro Iesus (Kukenheim 1951: 58).
Pero, frente a este criterio de la pronunciación, la Orthographia del Diccionario de Autoridades aduce dos objeciones: primera, si hay variaciones en la pronunciación de castellanos, andaluces, extremeños, asturianos y gallegos, ¿qué pronunciación se ha de tomar como referencia para la ortografía?; y, segundo, la pronunciación no permite decidir en las alternancias gráficas homófonas usadas por la tradición: C/QU, X/J/G, Y/I, H/G. Para Rosenblat, estos argumentos, manifestación de la primera postura de los académicos, de observación y constatación de las soluciones más prestigiosas, ocultan mal el latinismo galicista de la Orthographia: Claro que ninguno de los dos argumentos tiene gran validez. Al primero –el más serio– se puede replicar que la Academia podía fijar la ortografía sobre la base de la pronunciación que considerara más correcta y culta (con lo cual fijaba a la vez la pronunciación y la ortografía). El segundo es realmente pueril: entre los varios signos de un sonido la Academia podía elegir uno, el que le pareciera más general, o más castellano, o más latino (Rosenblat 1981 [1951]: LXV).
Otra consideración importante para entender incongruencias aparentes en el Diccionario de Autoridades es que su labor de fijación ortográfica se manifiesta en los lemas, pero no siempre en los textos de las citas de uso autorizado, porque están ordenadas: Las voces principales, en orden alfabético, según el tratado de Orthographía; pero en la explicación de las voces, y en los textos de los Autores citados se encontrará
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alguna variedad, por la incuria de los Impresores, o porque en algunas voces es muy dudosa la letra con que se deben escribir, hallándose en ellas B, ó V, cuya determinación es de bastante estudio: hasta que las voces de los textos de los Autores lleguen a ser principales no se pueden fijar: por cuya razón podrá suceder que se hallen con alguna variedad en lo escrito (Diccionario de Autoridades 1726: Prólogo, § 23, VIII).
En la segunda edición del Diccionario de Autoridades (21770) se insiste en la norma académica como solución para los casos de vacilaciones: para las voces de uso común se adopta la ortografía académica como dirimente de vacilaciones o variantes debidas a los impresores, aunque para las voces documentadas (autorizadas, pero poco usadas) se adopta la ortografía de la fuente. Hechas las precisiones anteriores, vamos a estudiar el proceso de fijación ortográfica de las palabras en los DRAE, desde la consideración en el Diccionario de Autoridades de las letras peculiares castellanas: Ç, J, Ñ; de dos letras singulares: K y X; y de los dígrafos: PH, TH, CH y LL. La Ç tiene su ocaso en nuestra ortografía cuando el Diccionario de Autoridades (s. v. C) la considera “superflua”, “defectuosa” e “inútil”, frente a la Z (homófona) común con otras lenguas. La J, también particular castellana en algunos usos, merece letra capitular y artículo, porque, aunque es homófona de X, porque ambas se usan para representar el sonido [x], permite distinguir palabras de diferente origen, latino o arábigo, o que no son de ortografía original en X. La Ñ se define en el artículo de N, pero, lexicográficamente, tiene condición de elemento del alfabeto, porque el Diccionario de Autoridades ordena los lemas de ñagaza, ñaque, etc., después de nyimpha, nyimphea, y nyimpho, por un lado; y aña y añada, después de anzolero y anzuelo. Así, Ñ tiene las funciones lexicográficas de una letra distinta, y podemos decir que nace como tal por su consideración en el diccionario. La K ya se considera en el Diccionario de Autoridades como totalmente prescindible. Se mantiene desde DRAE (41803) hasta DRAE (81837), pero: “solo se usa en algunas voces tomadas de otros idiomas”. En DRAE (121884) se dice de K que “no se emplea sino en voces de evidente procedencia extranjera, y durante no pocos años ha estado en desuso”, porque no ha habido nuevas incorporaciones en el Diccionario, con esta letra. La X es singular por su polifonía, y por las vacilaciones de uso, que requiere de unos cuantos párrafos en la Orthographía para fijar su uso: primero, X ante C o Q, de sonido [k]; y, segundo, X ante CL, CR, P, PL, PR, T, TR. Los dígrafos PH, TH, CH, y LL en el Diccionario de Autoridades no tienen artículo propio sino que se consideran en el de la respectiva letra inicial. En efecto, se tratan en los artículos correspondientes de su letra inicial. Así, s. v. P: “junta o aspirada con la H, tiene la fuerza y pronunciación de F, y se usa en las
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voces que trahen su origen del Griego: como Phantasma, Phenómeno, Philosophia” (1737); s. v. T: “escribese aspirada en algunas voces, que vienen del Idioma Griego: como Thesoro, Throno (aunque sin mudar su pronunciación) por no desfigurarlas de su origen” (1739); s. v. C: “cuando la c precede a la h en cualquiera de las voces de este modo cha, che, chi, cho, chu, tiene particular pronunciación en nuestro idioma: la cual se forma echando con violencia el aliento, y haciendo fuerza con la punta de la lengua…” (1729); y s. v. L: “junta con otra l tiene especial pronunciación en nuestra Lengua, enteramente semejante a la Gl de los Italianos, o a la Lh de los Portugueses: y esto se usa en principio de dicción o en medio de ella entre dos vocales: como Llano, Lluvia, Calle, Malla” (1734). Son de duración efímera los dígrafos PH y TH. No tienen justificación de pronunciación, y el fundamento etimológico se basa en el escasísimo rendimiento de los grequismos en la lengua científica, técnica, de poca trascendencia en la lengua general, tal como se aprecia en las listas de (1a) y (2a) del Diccionario de Autoridades, con dígrafos, que se simplifican en (1b) y (2b), a partir de DRAE (11780)4. (1). PH > F a. (0): phantasma, phenómeno, philosophía b. (1 >…): fantasma, fenómeno, filosofía (2). TH > T a. (0): orthographía, thálamo, theatro, theología, theoría, thesis b. (1 >…): ortografía, tálamo, teatro, teología, teoría, tesis
El caso de CH es distinto. Por el fundamento etimológico de la llamada “C aspirada”, frente a la K. Distingue las voces de origen griego: charidad, cherubín, chimera, choro, chylo, de las voces castellanas, con “C fuerte” ante a, o, u; o bien Q, ante e, i, en palabras como las de (3a) que simplifican su ortografía, a partir de DRAE (11780), en (3b). (3). CH> C [CA, CO, CU] // Q [QUE, QUI] a. (0): charidad, choro, chylo, cherubín (0> 3; en 1, v. querubín), chimera b. (1 >…): caridad (en 0, v. charidad), coro (en 0, v. choro), quilo, querubín (4 >...), quimera (4 >…)
4
En las referencias de los datos, el Diccionario de Autoridades se representa como ‘0’, las sucesivas ediciones de DRAE1, DRAE2, etc., por el número correspondiente 1, 2, etc., y cuando son todas las ediciones hasta la última disponible en el NTLLE, usamos los puntos suspensivos (…).
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En la ortografía de los datos de (3), de grequismos y tecnicismos, se han de hacer algunas consideraciones, porque la transformación no es tan sistemática como en (1) y en (2). El cambio de che- y de chi- es más inseguro, porque esta ortografía se mantiene hasta DRAE (31791). Desde DRAE (11780) ya se encuentra querubín, al que remite cherubin, hasta desaparecer esta forma; pero quimera no entra hasta DRAE (41803). Por el contrario, charidad y choro ya remiten en el Diccionario de Autoridades a caridad y coro, lemas definitivos y exclusivos desde DRAE (11780). El dígrafo CH se justifica y se salva como representante de la pronunciación “africada”, genuina y distinta, pues sus usos de fundamento etimologista para los grequismos, desaparecen con los de PH y TH. Por su consideración lexicográfica, CH sigue en el Diccionario de Autoridades la ordenación alfabética internacional colocando los lemas de chabacanería a chylo entre cevil y cia, etc. Y, así, se pone de manifiesto su consideración de dígrafo variante de C. La LL, en el Diccionario de Autoridades, se considera variante de L, y sigue la ordenación alfabética internacional con los lemas de llaga, llagar, a lluvia, lluvioso tras liza, lizos, y antes de loa, loable. Esta consideración coincide con la de RR respecto a R, de manera que, por ejemplo, se ordena corragero… corruptor, entre corpúsculo y corso.
3. La 4.ª edición del DRAE (41803) Antes de examinar las sucesivas consideraciones de los DRAE, hemos de recordar las propuestas de la Ortografía (11741-51775), que están publicadas y han de ser, por tanto, la referencia ortográfica para la primera edición del DRAE (11780). ¿Qué ha pasado entre el Diccionario de Autoridades y DRAE (11780), que ponen de manifiesto (1-3)a y (1-3)b, entre otras diferencias? Rosenblat (1951) es claro: entre la Orthographia del Diccionario de Autoridades, de (1726), y DRAE (11780) se publica la Ortografía (11741), que establece una nueva prelación de criterios. Si en 1726 las palabras de origen latino se escriben según su origen y las palabras “que son propias [hispanas], como se pronuncian”, según el uso; en (1741) se cambia la prevalencia de criterios, según Rosenblat (1951): Cuando se contradicen la etimología y el uso hay que atenerse […] al uso. Cuando se contradicen la etimología y la pronunciación hay que atenerse a la pronunciación: abreviar, acomodar, colegir, apacentar, conocer (y no abbreviar, accomodar, collegir, apassentar, conoscer). […] La Academia ha querido, pues, conciliar los tres criterios: la pronunciación rige cuando por ella sola se sabe con qué letra se ha de escribir; la etimología, cuando la pronunciación no es decisiva, el uso es vario y se
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conoce el origen; el uso prevalece sobre la etimología cuando es general y constante. Cuando no se sepa la etimología ni haya uso constante, se debe preferir la letra más natural y propia del idioma: b frente a v; g frente a j o x. Y aun más, al estudiar las combinaciones de letras se pronuncia abiertamente contra el sistema ortográfico del francés: “Debemos suponer [es decir, partir del supuesto de] que en nuestra Nación, o idioma no se escriben letras ociosas”, que “nuestra lengua solo escribe las letras que pronuncia” (págs. 221-222). Y asienta como regla general: “en escribir consonantes se debe seguir en todo a la pronunciación de los que saben hablar, según el estilo de la Corte” (pág. 223). Es decir, formula un principio rigurosamente fonético, basado en la que considera la mejor pronunciación (Rosenblat 1981 [1951]: LXXIII).
Con estas consideraciones referidas a las ortografías de (11741) a (51775), la edición del DRAE (41803) se puede considerar como el primer hito en la fijación del léxico, porque es la sanción lexicográfica de las propuestas y consideraciones de esas ediciones de la ortografía académica. Este DRAE confirma el uso de la Ñ, nacida en el Diccionario de Autoridades. Se asientan en el diccionario los dígrafos CH y LL como letras distintas del alfabeto. Sanciona para CH la pronunciación “africada”. Es el fin del uso de CH para representar la pronunciación “oclusiva velar” [k] de los grequismos. Excluye K definitivamente del uso de las palabras hispánicas y solo conserva esta grafía para los nombres extranjeros. Y procede a la sustitución sistemática de PH por F, según los datos de (4). (4). PH > F a. (0 > 3): phalange, phalangio, pharmacéutico, pharmacia, phármaco, pharmacopea, pharnacopola, pharmacopólico, phase, philaucia. b. (4 >...): falange, falangio, farmacéutico, farmacia, fármaco, farmacopea, farnacopola, farmacopólico, fase, filaucia.
También, DRAE (41803) admite datos como los de (5a), de acuerdo con el uso, como mejor representación de una pronunciación más llana y sin ‘afectación’, por lo que rechaza explícitamente palabras como estrangero, subhasta, transponerse (prefiere trasponerse) que no llegan a entrar en el Diccionario. (5). a. (4): sustancia (4 >…), oscuro (5 >…), estrangero (∅), estranno (4 > 5), subasta (4 >…), reprender (5 >…), trasponerse (1 > 3). b. substancia (0 >…), obscuro (0 >…), extrangero (0 > 6), extranjero (7 >…), extraño (0 >…), subhasta (∅), reprehender (0 >…), transponerse (∅).
En las sucesivas ediciones de la Ortografía, entre (11741) y (81815), y de los DRAE, entre (11780) y (51817), se evoluciona, como advierte Rosenblat (1981 [1951]), desde un criterio “severamente latinizante o etimológico”, en 1726, a propuestas como las de (6b), que suponen una concesión a favor de la pronuncia-
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ción y el uso, en “una serie constante de reformas por parte de la Academia, lo cual alentó el espíritu reformador de los autores” (Rosenblat 1981 [1951]: CXXX).
4. La 5.ª edición del DRAE (51817) Cuando se publica DRAE (51817) se acaba de imprimir la Ortografía (81815) y ya han pasado casi cien años desde el Diccionario de Autoridades (1726), donde se incluían lemas como los de (6a), que se corrigen, según (6b), en las ediciones mencionadas, a partir de DRAE (11780). (6). a. philosophia (0), theologia (0), christiano (0 > 3), chimera (0 > 3), rheuma (0), martyr (0), passar (0), xabon (0 > 4), dexar (0 > 4), annual (0 > 3), scenographia (0), sceptico (0), stoico (0), quando (0 > 4), qüestion (0 > 4), accento (0), immemorial (0). b. filosofía (1 > …), teología (1 > …), cristiano (4 > …), quimera (1 > …), reuma (0 > …), mártir (1 > …), pasar (1>…), jabón (5 > …), dejar (5 > …), anual (1 > …), escenografía (1 > …), escéptico (4 > …), estoico (0 > …), cuando (5 > …), cuestión (5 > …), acento (1 > …), inmemorial (1 > …).
La edición del DRAE (51817) es, evidentemente, la sanción lexicográfica de la Ortografía (81815), que se puede considerar como la ortografía definitiva del español, con la mayor prevalencia del principio de Quintiliano. Así, DRAE (51817) sanciona el cambio qua/o por cua/o. Reduce el uso de Y a la posición final de palabra (buey, rey) y sustituye las formas ymagen, ayrazo, ayre, ayrearse, ayrecillo, ayroso, que se mantuvieron hasta DRAE (41803), por las respectivas con I latina: imagen, airazo, aire, airearse, airecillo, airoso, registradas, algunas, ya en el Diccionario de Autoridades, y a partir de DRAE (51817). Esta edición del Diccionario zanja las vacilaciones entre X, G y J por la sustitución sistemática de X por J/G, propuesta en Ortografía (81815). En fin, ante las vacilaciones ortográficas J/G y C/Z debidas a la contraposición de los tres principios de referencia en la fijación ortográfica (etimología, pronunciación y uso, con su diferente peso decisorio desde el Diccionario de Autoridades), DRAE (51817) pospone la sanción definitiva y deja la resolución de las dudas al “uso de las personas instruidas y de los buenos impresores”5. Según advierte Rosenblat:
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En el Prólogo de DRAE (51817) se puede leer lo siguiente, que recuerda el mismo Rosenblat para su consideración: “Es de desear que la práctica común y general señale y establezca reglas sencillas, uniformes o inalterables en esta materia; y la Academia, que ha experi-
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La Academia toma como juez al público ilustrado, que es el que admite o no las innovaciones, y además espera que el uso de los doctos abra caminos para autorizarla a nuevas normas, más atrevidas aún. La ortografía académica no está, pues, concebida como un dogma al que hay que someterse. La Academia invita a los doctos a que se le adelanten en la reforma ortográfica. Bello va a recoger esa invitación. Si la ortografía académica está en proceso de transformación, corresponde a las personas doctas colaborar e intervenir en ese proceso (Rosenblat 1981 [1951]: LXXX).
De ahí la primera publicación de Bello y García del Río (1823) y las sucesivas consideraciones de Bello (1827), (1844) y (1845), referidas directa o indirectamente a la propuesta de reforma ortográfica conocida, con más o menos propiedad y fundamento, como “ortografía reformada”, “ortografía de Bello” y “ortografía chilena”6.
5. Últimas sanciones ortográficas: de DRAE (61822) a DRAE (81837) En las tres ediciones del DRAE, de (61822) a (81837), se eliminan y corrigen lemas de pronunciación “provincial, rústica, de mal gusto” por “alteración de las letras de un mismo órgano”, de una misma articulación, de vocal palatal, [e/i]; de vocal velar, [o/u]; de obstruyentes plosivas labiales, [b/p], y de obstruyentes plosivas dentales, [t/d]. También se corrigen variantes debidas a lo que se denomina “decadencia de las letras” (quequier, qui), y se expurgan variantes, de uso restringido, que no se consideran parte del léxico general de la lengua. Además, se depuran dobletes neolatinos de formas patrimoniales, y no merecen artículo, o lema, las palabras neolatinas surgidas, “por afectación”, frente a otras patrimoniales ya existentes. En (7) se pueden apreciar algunos motivos principales y los elementos léxicos correspondientes, mencionados en el prólogo de DRAE (61822), con su respectiva historia en los diccionarios académicos. Agrupamos los datos objeto de comentario en el prólogo de esta edición en tres apartados: (7a), de corrección; (7b), de borrado de algún elemento; y (7c), de sustitución de elementos.
mentado ya la docilidad con que la Nación ha contribuido a realizar las mejoras ortográficas de la lengua castellana […] espera que el uso de las personas instruidas y de los buenos impresores continúe auxiliando sus deseos de dar la última mano a la perfección de este ramo de nuestra cultura”. 6 Véase Alcoba Rueda (2007b) para el debate de la reforma ortográfica.
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(7). Motivos y correcciones de DRAE (61822) a. CORRECCIÓN: 1. forma corrupta: inremediable (4 > 5), inremunerado (4 > 14), inreparable (4 > 5), inresistible (4 > 5), inrevocable (4 > 5). 2. nn > ñ: aledanno (1 > 5), anno (0 > 5), britanno (2 > 3), calanno (1 > 17), danno (3 > 5), ensanno (4 > 5), estranno (4 > 5). b. BORRADO DE UN ELEMENTO: 1. -e > Ø: facile (3 > 5), imbecile (4 > 5), eficace (3 > 5) honestade (4 > 5), meatade (4 > 5). 2. f- > Ø: faca (0 > 13) > haca (‘caballo’) > jaca (13 > …), fígado (4 > 5) > hígado, fuerta (3 > 5) > huerta, figueral (0 > …), fongo (3 > 5), formiga (3 > 5), forno (3 > ...). 3. s > Ø: apresciar (2 > 5), acaescer (0 > 5), carescer (1 > 5), reconoscer (4 > 5), rescibir (4 > 4). 4. r > Ø: proprio (0+4 > ...), improprio (0+4 > ...), impropriar (4 > 5), lábrio (‘labio’) (4 > 5+15 > ...), oprobrio (0 > 3+4 > ...). c. SUSTITUCIÓN DE ELEMENTOS: 1. r > l: facistor (3 > 5), fretar (3 > 5), frete (3 > 5). 2. e > i: encorporar (3 > 5), enducir (3 > 5), enfecionar (3 > 5), engenioso (3 > 5), homecida (4 > 5), impremir (4 > 5+15 > ...), freso (‘friso’) (3 > 5). 3. i > e: inviar (0 > 5+14 > …), inorme (0 > 5+13 > …), intender (4 > …), intendimiento (4 > 5), lóbrigo (‘lóbrego’) (4 > 5), lición (0 > …).
En todo caso, conviene precisar la labor de DRAE (61822) en dos sentidos: los datos no son tan abundantes porcentualmente como puede parecer en un listado, como (7). A título de ejemplo, no hay más que comparar los casos de (7a1), únicos de su clase registrados en el Diccionario, con los correspondientes del Diccionario de Autoridades o de incorporaciones en DRAE (41803)7. Y los casos de (7b) y (7c) parecen evidentes correcciones de variantes introducidas, por
7 Ya estaban en el Diccionario de Autoridades: irreconciliable, irrecuperable, irrecusable, irreducible, irrefragable, irrefragablemente, irregular, irregularidad, irregularmente, irreligion, irreligiosamente, irreligiosidad, irreligioso, irremediable, irremediablemente, irremissible, irremissiblemente, irreparable, irreprehensible, irresistible, irresoluble, irresolucion, irresoluto, irreverencia, irreverente, irrevocabilidad, irrevocable, irrevocablemente, irracionable, irracional, irracionalmente, irradiacion, irradiado, irradiar. Se incorporan en DRAE (11780): irremisible, irremisiblemente; y en DRAE (41803): irredimible, irreformable, irremunerado, irreparablemente, irreprehensiblemente, irresistiblemente, irresuelto, irreverentemente, irracionablemente, irracionalidad, irracionalísimamente, irracionalísimo, irrazonable.
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exceso o por prurito, en DRAE (31791): danno, facile; o, más estrictamente, en DRAE (41803): ensanno, estranno, imbecile, honestade, meatade. Si es importante la labor depurativa de DRAE (61822), que los datos y motivos de (7) ponen de manifiesto, mucho más lo es en la fijación definitiva del sufijo -mente. En esta edición, se expurgan las variantes introducidas en el Diccionario de Autoridades, de (8a-d): -mentre, -mient, -mientre, -ment; y -miente, de (8e), introducido en DRAE (11780). (8). Expurgo de variantes de -mente en DRAE (61822) a. -mentre (0 > 5): antiguamentre (0), carnalmentre (0 > 4), certamentre (0 > 4), comonalmentre (2 > 5), comunialmentre (1 > 5), librementre (4 > 5), malamentre (4 > 5). b. -mient (0 > 5): claramient (0 > 5), éntegramient (3 > 5), falsamient (4). c. -mientre (0 > 5): antiguamientre (0 > 5), asinaladamientre (1 > 5), complidamientre (1 > 5), corporalmientre (1 > 5), cumplidamientre (1 > 5), entregamientre (‘enteramente’) (1 > 5), esforciadamientre (3 > 5), honestamientre (4 > 5), lealmientre (4), lleneramientre (‘llenamente’) (4 > 5), mayormientre (4 > 21), primeramientre (4), señaladamientre (4). d. -ment (0 > 5): aturadament (1), clarament (1 > 5), comunalment (1 > 5), consiguientment (1 > 5), cosiment (2 > 5), deliberadament (3 > 5), expresament (3 > 5), íntegrament (4), inviolablement (4), líberament (4 > 5), semblantment (4 > 5). e. -miente (1 > 5): acordadamiente (5), amigablemiente (1 > 5), blandamiente (1 > 4), cumplidamiente (1 > 5), livianamiente (4 > 5), mayormiente (18), pleneramiente (4 > 5), señaladamiente (4).
A la vista de la historia lexicográfica de los datos de (8), se puede observar que la mayoría son aportaciones de variantes regionales, sociales, o gráficas de diferentes ediciones, aunque predominan las de (41803), como en (7), de manera que solo se mantienen en un par de ediciones (la 4.ª y la 5.ª), o bien son únicos de la 4.ª, como falsamient, lealmientre, inviolablement, o señaladamientre. Así, DRAE (61822) se puede considerar como la edición donde se sanciona un único afijo -mente por la eliminación de todas sus variantes y las respectivas manifestaciones léxicas de (8) lematizadas hasta entonces. Se elimina así cualquier confusión al respecto, lo cual tiene más interés si nos fijamos en que la medida se refiere a un elemento afijo como -mente, particularmente significativo por la productividad y el rendimiento potencial o sancionado en la lematización lexicográfica. Entre los datos de (8), el caso de mayormiente y mayormientre es significativo de su extensión y uso, supuestamente considerables, lo que hace que el primero aparezca en DRAE (181956) y que el segundo se mantenga en todas las ediciones para remitir a la forma preferida mayormente.
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La presión de las críticas por el número de entradas no amaina porque la réplica de DRAE (71832) mantiene el tono alto: Prescinde la Academia de los reparos que se han opuesto al suyo por no hallarse en él algunos artículos de voces extranjeras como mutualmente; o de voces estropeadas y desfiguradas como Barberescos; o escritas con mala ortografía como uraño (0 > 3, v. huraño), cuando simultáneamente tiene huraño (0 >…); o pronunciadas a la manera del ínfimo vulgo como hespital (DRAE 71832).
El DRAE sanciona el uso de nuevos lemas con su entrada en el Diccionario, pero, aunque no menciona en sus Prólogos la variante de pronunciación que tiene como referencia, la salida de datos como muchos de los de (7) y (8), fijan en la ortografía, por exclusión, la pronunciación de referencia y de prestigio frente a otras variantes rústicas o rechazables por diferentes motivos. En DRAE (81837), la Y consolida usos modernos ya actualizados en Ortografía (91826). Se hacen algunas precisiones sobre la X y sobre la J. Respecto a la X, esta edición rechaza tajantemente la simplificación en S, según se está extendiendo entre los impresores, en la sílaba ex en particular. Quizá la causa de este uso pudiera estar en el redactado de una de las reglas de uso de la X en la Ortografía (91826): Por fácil tránsito y conmutación de la x á la s podrá esta sustituirse á la primera cuando la sigue una consonante, como en estrangero, estraño, estremo, ya para hacer mas dulce y suave la pronunciación, ya para evitar cierta afectación con que se pronuncia en estos casos la x (Ortografía 91826).
Es evidente que en DRAE (81837) se reacciona contra esta propuesta de la Ortografía citada. Estamos ante un choque entre etimología y fonología. DRAE (81837) es más tajante con la tendencia contraria de ortografiar el dífono X mediante un dígrafo CS: Más repugnante, si bien no tan general, parece a la Academia la manía de escribir con cs las sílabas xa, xen, xi, como en examen, exento, eximio, poniendo en su lugar ecsamen, ecsento, ecsimio; innovación que ninguna razón justifica, y de la cual no se sigue la más leve utilidad o ahorro. Desterrada ya la x de las voces en que representaba el sonido de la j, su pronunciación es fija, conocida, uniforme, sin duda ni ambigüedad. ¿Qué razón, pues, hay para echarla del alfabeto? Aun cuando su sonido fuese idéntico al de cs, que no lo es en rigor pues más se acerca al de gs (DRAE 81837).
Sobre la J, DRAE (81837) propone “sustituir la j a la g fuerte en gran número de voces que hasta aquí se habían escrito con la segunda de estas consonantes”.
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Pero esta edición del Diccionario “se ha limitado por regla general a escribir con j las palabras en cuya etimología no se halla la g, y conserva en las demás esta letra por respeto a su origen y a la antigua posesión que lo autoriza”, como en ediciones anteriores del Diccionario.
6. Ortografía definitiva, de DRAE (91843) a DRAE (121884) En DRAE (91843), deja de haber novedades ortográficas. Pero aún se insiste y se reitera lo dicho sobre J: “El sistema ortográfico, seguido por la Academia en esta edición, es igual al de la precedente, sustituyendo siempre la j a la g a excepción de aquellas voces que tienen en su origen esta última consonante, como regio, ingenio, régimen”. Sobre la propuesta de DRAE (91843), Bello (1845) hace un reconocimiento explícito por la sanción de palabras como ejemplo (5 > …) y ejército (5 > …), y la sustitución de G por J, cuando no hay motivos contrarios de recordar el origen, de acuerdo con la edición anterior; pero defiende la generalización de la propuesta de la Facultad de Humanidades de Chile para escribir con J las sílabas JE, JI en todos los casos. Más trascendencia tiene DRAE (91943) porque culmina las reformas ortográficas del léxico español. Rosenblat lo explica así: En 1844, cuando Chile adopta la reforma, no había en España ni ortografía general ni norma acatada por todos. El criterio académico era uno de los criterios posibles, y hemos visto que la Academia misma invitaba a los doctos para que con el uso le fijaran el rumbo. Hemos visto también que el 21 de abril de 1843 una “Academia Literaria i Científica de Profesores de Instrucción Primaria” de Madrid se pronuncia por una reforma radical (supresión de h, y, qu y u muda) y empieza a aplicarla. Son los maestros madrileños que se agrupan para enseñar una nueva ortografía. Pero esa actitud va a provocar la alarma oficial y una violenta reacción academicista. El Consejo de Instrucción pública se dirige a la Reina Isabel. Una Real Orden, del 25 de abril de 1844, impone la ortografía académica en la enseñanza. Y al mismo tiempo la Reina pide a la Academia que resuma sus normas en un manual breve y claro, adaptado a la enseñanza. Así surge en 1844 el Prontuario de ortografía de la lengua castellana, dispuesto de Real Orden para el uso de las escuelas públicas por la Real Academia Española con arreglo al sistema adoptado en la novena edición de su Diccionario (Rosenblat 1981 [1951]: CXXIV)8.
8
La Real Orden del 1 de Diciembre de 1844, que recoge el mismo Rosenblat (1981 [1951]: n. 141), es tajante al respecto: “El Consejo de Instrucción Pública, en consulta elevada a la Reina, ha hecho presente el abuso introducido de algunos años a esta parte de alterar, los maestros de primeras letras, la ortografía de la lengua, sin más autorización que su propio
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Por eso se ha de destacar la función esencial de la 9.ª edición del DRAE (91843), porque es la edición que se propone como referencia para la redacción del Prontuario de Ortografía de la Lengua Castellana, y este prontuario es de enseñanza oficial obligatoria en las escuelas, por Real Orden, lo cual se puede considerar como la acción definitiva y última en la fijación ortográfica del léxico español9. A partir de este momento la consideración de la función académica en cuanto a la ortografía cambia sustancialmente. No mucho antes, en DRAE (18175), recordamos: la Academia toma como juez al público ilustrado, que es el que admite o no las innovaciones, y además espera que el uso de los doctos abra caminos para autorizarla a nuevas normas, más atrevidas aún. La ortografía académica no está, pues, concebida como un dogma al que hay que someterse. La Academia invita a los doctos a que se le adelanten en la reforma ortográfica.
Un cuarto de siglo y dos ediciones más tarde, en DRAE (91843), la Academia impone la enseñanza obligatoria de la ortografía según el Prontuario de 1844, sin más atenciones o invitaciones, como las proclamadas en los prólogos de ediciones anteriores de los diccionarios, según la cita anterior, de DRAE (51817). En capricho, de lo cual ha resultado un desorden completo hasta quedar muchas voces enteramente desconocidas […]. Por lo tanto, y existiendo corporaciones respetables que puedan graduar las ventajas e inconvenientes de cada variación y acordar el modo de poner en planta las que verdaderamente sean útiles, S. M., conformándose con lo propuesto por el citado Consejo, se ha servido mandar que, sin quitarse a cada escritor el derecho de usar individualmente de la ortografía que quiera en sus obras, ya manuscritas, ya impresas, todos los maestros de primeras letras enseñen a escribir con arreglo a la ortografía adoptada por la Real Academia Española, sin hacer variación alguna, bajo la pena de suspensión del magisterio, y debiendo los jefes políticos y comisiones de instrucción primaria celar el puntual cumplimiento de esta disposición”. 9 La Ortografía de la lengua española, de RAE (2010) y de la Asociación de Academias de la Lengua Española lo cuenta así: “En 1843, un grupo de maestros funda en Madrid una autodenominada Academia Literaria i Científica de Profesores de Instrucción Primaria, que se propone promover y difundir a través de la docencia una reforma radical de la ortografía del español. La iniciativa no fue bien recibida en instancias oficiales, y la respuesta no se hizo esperar. La reina Isabel II, a petición del Consejo de Instrucción Pública, decreta en 1844 la enseñanza obligatoria de la ortografía académica en todas las escuelas españolas, para lo que se establece el uso del Prontuario de ortografía de la lengua castellana, elaborado específicamente por la Real Academia Española con ese fin. Gracias a esa fundamental vía de consolidación a través de la enseñanza, la ortografía académica se convierte a partir de ese momento en la norma de referencia para la escritura del español, primero en España y después paulatinamente también en América, donde acabará prevaleciendo el deseo de unidad idiomática, de la cual es pilar fundamental la unidad ortográfica” (RAE 2010: § 3.1, 33).
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sucesivas ediciones, desde DRAE (91843), aún habrá vacilaciones y dudas, pero el Diccionario ya se ha convertido en referente de sanción y fijación ortográfica de las palabras. Se ha llegado a la situación en que, según Martínez Alcalde, la norma común se impone para dilucidar las vacilaciones fundadas en las variaciones de pronunciación de la lengua coincidentes en el tiempo: el principio fonetista, es decir, la escritura entendida como representación fiel de la lengua oral, se sitúa de manera ideal en el origen de la norma ortográfica en los sistemas alfabéticos […]. Sin embargo, dentro de los procesos históricos de codificación ortográfica, en lo que tienen de unificación normativa, este principio ideal acaba matizado o claramente relegado en nombre de un argumento superior: la conciencia de unidad idiomática que sustenta el respeto a una norma común por encima de la variedad existente en la pronunciación (Martínez Alcalde 2010: 154).
Sobre DRAE (111869), que no incluye novedades ortográficas dignas de mención, Cuervo (1987 [1874]), en un conjunto de observaciones generales, se refiere al interés por indicar el régimen de los verbos y de los sustantivos verbales con el formato y procedimiento que, cien años más tarde, se puede observar en el Diccionario de uso de María Moliner. En este mismo trabajo, sin aparente trascendencia ortográfica, aunque sí con consecuencias para la ordenación de lemas en el Diccionario, Cuervo hace una propuesta argumentada sobre la distinción de R y RR, con motivos semejantes a los que justifican distinguir de L y LL: La r y la rr son dos consonantes tan distintas como lo es la ch de la c y de la h y como lo son entre sí estas últimas; distínguese tan bien la r de la rr como se distingue la l de la ll. Siendo diferentes la forma escrita y la pronunciación de aquellas dos letras, ellas son diferentes: nada importa que por cualesquiera motivos, se acostumbre representar por medio de la r el sonido de la rr en muchos casos. Si esta última circunstancia hubiera de hacernos considerar las dos consonantes como una sola, habría mayor fundamento para afirmar que la c y la q no eran dos letras sino una. Parece, pues, que no hay razón para tener la rr por un agregado de dos eres, ni por consiguiente para que al ordenar en el Diccionario los vocablos por el alfabeto se proceda como si lo fuera. Con los que tienen rr debiera hacerse lo que se hace con los que tienen ll, y convendría que en las venideras ediciones del Diccionario se siguiera la regla de agotar la r y seguir luego con la rr […]. Adoptado lo que indicamos, se preguntará: ¿y qué se hace con voces tales como maniroto, en que lo que se escribe es r y lo que se pronuncia es rr? […] Autoriza esta novedad la misma Academia en la última edición de su Gramática (1874) por la manera en que divide las sílabas de palabras como ca-rro, zo-rra. No puede negarse, sin embargo, que hay casos en que la rr representa dos elementos, como sucede en irregular, irrupción, donde la primera r es una n que se asimiló al sonido siguiente; y en estos casos la división i-rregular, irrupción va por consiguiente contra la etimología (Cuervo 1987 [1874]: 63-64).
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Este asunto de la consideración ortográfica de la RR está en el ambiente filológico del siglo XIX desde la propuesta 4.ª de Bello: “Escribir con rr todas las sílabas en que haya el sonido fuerte que corresponde a esta letra” (1891 [1823]: 227-228)10. Y más en concreto, esta cuestión está muy viva en algunas propuestas de los Acuerdos de la Facultad de Filosofía y Humanidades de 25 de abril de 1844: 5º. Las letras r, rr, son dos caracteres distintos del alfabeto que representan también dos distintos sonidos. 6º. El sonido rre en medio de dicción se espresará siempre duplicando el signo r; pero esta duplicación no es necesaria a principio de dicción. 7º. La letra rr no debe dividirse cuando haya que separar las sílabas de una palabra entre dos renglones (Rosenblat 1981 [1951]: CXIV).
El problema de la consideración ortográfica de RR, suscitado en Bello y Chile, y reclamado en Cuervo (1987 [1874]) para el Diccionario, se plantea por las vacilaciones y dudas que suscita la ortografía de palabras prefijadas que empiezan por R, como contrarrestar, o compuestas, como malrrotar. Véase en (9) las sucesivas consideraciones de R en el Diccionario, en particular, cuando se refiere a la representación de la vibrante múltiple que, según su posición en la palabra, puede hacerse por R o por RR. (9). Definiciones de R en el Diccionario a. Diccionario de Autoridades y DRAE (11780): R. […] Pronúnciase hiriendo con la punta de la lengua en el paladar, con cierto género de temblor, y despidiendo un sonido áspero y fuerte, el qual se experimenta y percibe quando se halla en principio de diccion, o precedida de otra letra semivocal, que son regularmente l, n, s, como en ramo, reto, risa, ronco, rumbo, malrotar, honra, desreglado. Quando se halla entre dos vocales es su pronunciación más suave; como en araña, arena, por cuya razón si se ha de pronunciar fuerte, se duplica; como en tierra, arroyo; pero tal vez tiene su pronunciación legitima entre dos vocales, quando es la voz compuesta con las preposiciones contra, pre, ó pro; como contrarestar, prerogativa, prorogar, que entonces no es necesario duplicarla. b. DRAE (111869): R. […] Dos son las pronunciaciones de esta letra: una suave, como en ara, verdad, amor, Petra, y otra fuerte, como en barra, carretero, guerra. Para representar este último sonido, no iniciándose con ella la palabra, se duplica el
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Cf. Alcoba Rueda (2007b).
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signo, y así lo muestran los ejemplos; pero con uno solo suena fuerte tambien á principio de dicción cuando es la primera letra de un libro, capítulo, párrafo, etc.; cuando con ella comienza un nombre propio (Rafael, Roma, etc.); cuando sigue inmediatamente á alguna de las consonantes B, L, N, S; v. gr.: obrepcion, malrotar, honra, israelita; y en otros casos. Algunos dan siempre á esta letra el nombre de ERRE; otros, y con ellos la Academia, la llaman ERE, ERRE, marcando así sus dos sonidos. c. DRAE (121984): R. […] Vigésimaprimera letra del abecedario castellano y décimaséptima de sus consonantes. Tiene dos sonidos: uno suave y otro fuerte; v. gr.: ere y erre. Para representar el suave, empléase una sola r; como en cara, piedra, amor. El fuerte se expresa también con r sencilla a principio de vocablo y siempre que va después b con que no forme sílaba, o de l, n, o s; v. gr.: rama, subrepticio, malrotar, enredo, israelita; y signifécase por dos rr o r duplicada en cualquier otro caso; v. gr.: parroquia, tierra. d. DRAE (211992): R. […] Representa dos sonidos con valor fonológico diferencial, uno simple, de una sola vibración apicoalveolar sonora, y otro múltiple, o con dos o más vibraciones; como caro y carro respectivamente. Para representar el simple empléase una sola r; como en cara, piedra, amor. El múltiple se representa también con r sencilla a principio de vocablo y siempre que va después de b con que no forme sílaba, o de l, n o s, v. gr.: rama, subrepticio, malrotar, enredo, israelita; y se representa con r duplicada en cualquier otro caso, v. gr.: parroquia, tierra.
Si nos fijamos en (9), es evidente la inconsistencia entre la definición de Autoridades en (9a), muy precisa, casi literal y conforme con la Ortografía, y las definiciones de diccionarios posteriores. Por eso, es comprensible la crítica de Cuervo (1987 [1874]) ante (9b) que se refiere al uso de R para el sonido de RR después de “alguna de las consonantes B, L, N, S; v. gr.: obrepcion, malrotar, honra, israelita; y en otros casos”, sin la precisión de la Ortografía, que, en (81815), ya aludía a preposiciones (prefijos) y palabras compuestas en II-IV: R. I.
La r simple suena siempre suavemente, excepto cuando esta a principio de dicción, pues entonces sin necesidad de duplicarla, adquiere el sonido fuerte que se nota en las voces razón, remo, rico, romo, rueda, II. Suena también fuerte, aunque sin duplicarse, después de las preposiciones ab, ob, sub en los nombres compuestos de ellas, como abrogar, obrepción, subrepción. III. Igual sonido conserva la r sencilla en los nombres compuestos de las preposiciones pre y pro y de nombre y verbo como , en prerogativa, prorogar.
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IV. También suena fuerte en los compuestos de dos nombres en que tenga el segundo lugar el que fuera de composición empieza con r, como; maniroto, cariredondo, enriquecer, enroscar; y generalmente siempre que las consonantes l, n, s preceden a la r, ya sea en voz simple o ya compuesta, como en malrotar, honra, Israel, desreglado (RAE 81815: 46-47).
El Diccionario, a la vista de (9b) y (9c), no manifiesta diferencias sustanciales sobre RR en los artículos de R. Según estas definiciones, las propuestas de Bello y las observaciones de Cuervo (1987 [1874]), recogidas más arriba, no alteran el redactado de los artículos de R. Sin embargo, en la gramática académica se aprecia un salto entre (10a), de (1870), y (10b), de (1880), en las consideraciones sobre RR. (10) a. r, rr. REGLA 1.ª. La r tiene dos sonidos ó pronunciaciones, una fuerte y otra suave, que se hallan en el apellido Herrera. Para expresar el sonido suave se usa siempre la r sencilla, ya precediendo á una vocal, como en cara, caldero, donaire, ya á otra consonante, como en arbitrio, perla; y en esto no hay excepción alguna. Para expresar el sonido fuerte, se duplica la letra, como en cerrojo y emperrado; pero son varias las ocasiones en que basta una sola r para producir el mismo efecto. REGLA 2.ª. No habiendo palabra alguna en castellano que empiece con r sin que tenga el sonido fuerte, basta para expresarlo usar de la r sencilla., como en rama, regla, rico, rosa; rumor. REGLA 3.ª. Cuando en medio de dicción hay r con sonido fuerte, precedida de l, n ó s, bastará también usar de la r sencilla: se escriben, pues, con sola una r las palabras malrotar, enredo, israelita, etc. REGLA 4.ª. En los demás casos el sonido de r fuerte se escribirá con r doble (RAE 1870: 326-327, epígrafe “Uso de varias letras en particular”). (10) b. r, rr. La r tiene dos sonidos, uno suave como en donaire; y otro fuerte como en rosa. El sonido suave se representa con una sola r; y. gr.: cara, pereza, arpegio, perla, olivar, placer, zafir, amor. El sonido fuerte se representa también con una sola r a principio de vocablo, como en razón, regia, risco, rosa, rumor; y cuando en medio de dicción va precedida de las consonantes l, n, s, como en malrotar, honra, israelita, por no haber en castellano voz ninguna en que no sea fuerte como letra inicial, ó siguiendo a cualquiera de estas tres consonantes. En los demás casos el sonido de r fuerte se representa con r doble (rr); y. gr.: parra, cerro, barril, cerrojo, arrullo. Las voces compuestas, cuyo segundo elemento comienza con r, se han escrito sin duplicar esta letra; pero en tales vocablos conviene emplearla doble, para facilitar la lectura; v. g.: andarrio, contrarréplica, prorrata (RAE 1880: 361, epígrafe “Uso de varias letras en particular”).
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Las precisiones de la gramática en (10b), en el sentido de que “[l]as voces compuestas, cuyo segundo elemento comienza con r, se han escrito sin duplicar esta letra; pero en tales vocablos conviene emplearla doble, para facilitar la lectura; v. g.: andarrio, contrarréplica, prorrata”, no llegan a los artículos de R en el Diccionario, tal como se aprecia en (9). Pero si nos fijamos en la historia lexicográfica de los datos citados, recogidos en (11), sí que se observa una respuesta puntual del Diccionario. (11) a. R, /rr/, DRAE (0 > 11): contrarestar, prerogativa, prorogar, malrotar, subrepticio, andarío, contraréplica (1 > 11), prorata, maniroto, cariredondo. b. RR, /rr/, DRAE (12 > …): contrarrestar, prerrogativa, prorrogar, andarrío (12 > 13), contrarréplica, prorrata, manirroto, carirredondo. c. BR, /sub-rra/ ≈ /su-bra/, DRAE (0 > …): subrayar, abrogar.
En efecto, a la vista de (11), se pueden hacer dos observaciones concretas: primero, la propuesta gramatical de (1880), según (10b), de doblar la RR inicial en palabras compuestas se recoge en el Diccionario a partir de DRAE (121884), sistemáticamente (aunque no se advierte en el artículo de R), según (11b). En palabras de Rosenblat: “en 1884 la Academia dio otro paso a favor del fonetismo: decidió que la rr era una sola letra y adoptó las grafías vicerrector, carirredondo, etc., que había defendido Bello” (1981 [1951]: CXXXI, n. 144). Y segundo, el Diccionario, en (9b), se queda ahí, sin resolver la vacilación de la Ortografía (51775), cuando dice: La R después de B se pronuncia también fuerte en los compuestos de las preposiciones ab, ob, sub; y sin embargo no se duplica, porque el uso común de nuestra lengua ha seguido la ortografía latina , como en abrogar , obrepción, subrepción. Y se advierte que fuera de estos casos se liquida la R después de la B formando sílaba las dos con la vocal que se sigue, como en las voces abreviar, abrigo, obrero, brazo, brecha, brinco, bronco, bruto: y entonces se usa la R sencilla, porque la pronunciación es suave conforme a la regla general (Ortografía 51775: 70-72).
Esta situación de indefinición, que no tiene respuesta en la ortografía ni en la gramática ni el los diccionarios, da lugar a posibles vacilaciones por hipercorrección entre pronunciaciones heterosilábicas con [rr] en [sub-rra-yar] o bien con pronunciación de [r] en grupo consonántico en [su-bra-yar]. Rosenblat (1981 [1951]), en su recapitulación de inconsecuencias de la ortografía académica pendientes de una solución coherente, se refiere a la RR en los siguientes términos: La Academia ha terminado por aceptar esta letra como indivisible, y escribe ya carirredondo, prórroga, virrey, vicerrector, contrarrestar, etc., pero mantiene de
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manera inconsecuente abrogar y abrogación, subrogar y subrogación, subrayar, subrepción, subrepticio, obrepción, etc. ¿Por qué con unos prefijos se duplica y con otros no? Algunas de esas palabras son hoy de uso bastante general (subrayar, subrepticio, etc.), y la grafía está generalizando una pronunciación falsa, por analogía con abrazar, abrochar, etc. (Rosenblat 1981 [1951]: CXXXIV).
En efecto, este punto del uso de RR plantea problemas no resueltos en las definiciones del Diccionario. Porque no han llegado a las definiciones de (9) en el Diccionario las decisiones académicas de la gramática de (10b). Así, la situación actual es la diagnosticada por Rosenblat (1981 [1951]), de manera que la R inicial se duplica en composición o prefijación, que no sea de ab-, sub-, donde suele cambiar su pronunciación a R simple en grupo consonántico BR, como se constata en el Esbozo de una nueva gramática: Las dos grafías r y rr transcriben el fonema /rr/. La primera en posición inicial de palabra ante vocal: raudo, renta, rito, etc., o como cabeza silábica interior de palabra tras de coda simple escrita b, 1, n o s: subrayado, alrededor, enredo, desrizar. La segunda, como cabeza silábica, en posición intervocálica: arras, perro, mirra, error, herrumbre y en compuestos: interregno, antirreumático, contrarrestar, arremeter, derribar, derrocar, derrochar, derruir. En los compuestos con prefijo: antirreumático, arremeter, se escribe rr aunque el segundo componente, cuando aparece aislado, se escriba con r- inicial con el mismo valor que rr: remeter, reumático. Pero la regla ortográfica es puramente formal: el sonido /rr/ intervocálico se escribe rr y en posición inicial intervocálica se escribe r- […]. En los compuestos con los prefijos de origen latino ab-, ob-, sub-, en los cuales escribimos r con valor de rr, la delimitación silábica puede ser vacilante y en vez do ab-rogar, pronunciado ab-rrogar, puede darse a-brogar, pronunciado con /r/, no con /rr/ […]. Hoy parece que el sufijo se separa en ab-rogar, pronunciado ab-rrogar, y en sub-rayar, pronunciado sub-rrayar. Puede haber vacilación en subrepticio (…), y es seguro que abrupto […] se pronuncia hoy sin separación del sufijo: a-brupto. Acaso influye en estos casos la difícil identificación del segundo componente (RAE 1973: § 1.8.1.B.14°).
A pesar de estas consideraciones y de las vacilaciones no resueltas sobre RR, es evidente la labor de DRAE (121884) en (11), que duplica, en RR la inicial de la segunda palabra de un compuesto, como respuesta a las propuestas académicas de (10b) en la Gramática de (1880)11.
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Según la propuesta académica de (10b) y las actuaciones del Diccionario en (11b), aunque no se diga nada al respecto en el lema de R, los sitios de Internet denominados lared.com, miraqueta.com deberían haberse denominado larred.com, mirraqueta.com, con /rr/, porque son casos claros de la resolución de la Gramática (1880) y de las correspondientes correcciones en
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Para terminar con este examen de la labor del Diccionario en la fijación ortográfica del léxico me voy a centrar en el estudio de los datos coleccionados en Rodríguez y Martín (1885), que hace un cotejo sistemático de los lemas de DRAE (111869) y DRAE (121884), y permite confirmar el valor definitivo de las labores lexicográficas de esta edición de DRAE (121884). Examinaremos los datos por partes: en (12), las variantes léxicas B/V; en (13), las variantes léxicas G/J; en (14), las variantes léxicas H/∅12. Porque las actuaciones en estos tres ámbitos tan sensibles de la ortografía hispana, las variantes de B/V, G/J y H/∅, ponen de manifiesto la gran labor sancionadora y de fijación del léxico llevada a cabo en la edición de DRAE (121884), confirmando lo hecho con RR, que acabamos de ver antes. (12). Fijación de variantes léxicas: B/V a. b > v a.1. balija, balijero, balijón, baqueriza, bedija, bedijero, bedilla, bolantin, bolata, bolatero, bolea [f. ‘pedazo de palo’, etc.]; boleador [‘ladrón de feria’], cabial, chichisveo, desbalijamiento, desbalijar, embalijar, embero [‘color’] (0 > 11); beguer (4 > 11); beguerío (4 > 11); belorta (5 > 11 + → vilorta, 15 > 21). a.2. valija, valijero, valijón (12 > …); vaqueriza (4 > …); vedija (0 > …); vedijero (4 > …); vedilla (12 > …); volantín, volata, volatero, volea, voleador, cavial, chichisbeo, desvalijamiento, desvalijar, envalijar, envero [‘color’] (12 > …); veguer, veguerío (4 > …); velorta (12 > ...). b. v > b b.1. estiva, estivador, estival [‘botín borceguí’]; estivar (0 > 11). b.2. estiba, estibador, estibal, estibar (12 > ...).
Como se puede apreciar en (12), las palabras corregidas en el sentido b > v son mayoría, incorporadas ya en el Diccionario de Autoridades, de manera que la forma en V pasa a ser la definitiva, que se mantiene hasta hoy. Frente a las propuestas de los reformistas de la ortografía, partidarios de generalizar v > b, se acentúa el uso de V con estas intervenciones.
DRAE (121884), y no son vacilaciones entre /b-rr/ o /br/ como las apuntadas en el Esbozo de la RAE (1973). En este sentido, un cartel actual, Bocatería Cantarranas, con /rr/, corona la entrada de un establecimiento de Valladolid, conforme a las actuaciones académicas desde DRAE12. 12 No nos referiremos a las variantes de acentuación, de pronunciación (en algunos casos, simples correcciones de posibles erratas tipográficas) o de dobletes derivativos.
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(13). Fijación de variantes léxicas: G/J a. j > g b.1. manijero (0 > 11 + 13 > …); aljezon, aljezero, aljez, aljezar, aljezería (5 > 11 + 14 > ...); canjilón, jilbo, jiraldete, jirino, jis, herrujento, herrujiento (9 > 11). b.2. manigero (12 > ...); algezón, algecero, algez, algezar, algecería (0 > 1 + 12 > 13); cangilón, gilbo, giraldete, girino, gis, herrugento, herrugiento (4 > 8 + 12 > ...). b. g > j a.1. alfageme (‘barbero’); alhageme, calonge (0 > 11+15 > …); calongía (0 > 11+15 > …); engertacion, engertal, engertar, engerto (5 > 11); ingertar, ingerto (0 + 6 > 11); hugier, ugier (10 > 11); hemiplegia (11 > 11). a.2. alfajeme (12 > …); alhajeme (12 > …+ 0); calonje (7 > 14); calonjía (7 > 14); enjertación, enjertal, enjertar, enjerto (12 > …); injertar, injerto (5+12 > …); hujier, ujier (8 > …); hemiplejía (12 > …).
A diferencia de b/v en (12), por lo que se aprecia en (13), la alternancia G/J es más vacilante y no se observa predominio de un sentido (j > g) o de otro (g > j). Quizá se explique porque en este caso se incluyen palabras que pudieron tener grafía X. Lo que es evidente es que en el caso de las palabras con G corregidas, estas fueron introducidas en el Diccionario de Autoridades o en DRAE (51817), mientras que las palabras con J, objeto de corrección en (13a), son palabras de sanción más reciente, de (51817), o de una corrección previa en sentido contrario en (91843), de palabras como cangilón, gilbo, giraldete, girino, gis, herrugento, herrugiento, ortografiadas en G entre (41803) y (81837). Más interesante es la observación de los datos de (12), cuando se aprecia la mayor abundancia de casos de (12a), con corrección (b > v), que de (12b), de corrección (v > b), y las vacilaciones de la alternancia G/J en (13). Se puede interpretar en el sentido de que ambos grupos de datos ponen de manifiesto y demuestran cómo se aplicó en el Diccionario el principio de la Ortografía (1741), señalado por Rosenblat (1951), de que “el uso prevalece sobre la etimología cuando es general y constante. Cuando no se sepa la etimología ni haya uso constante, se debe preferir la letra más natural y propia del idioma: b frente a v; g frente a j o x”. En (14), a continuación, se reúnen los datos de la alternancia H/Ø, compilados en Rodríguez y Martín (1885): (14) Fijación de variantes léxicas: H/Ø a. h > ø a1.: belhez [→ belez] (0 > 11 + 14 > ...); cañiherla [cañerla] (10 > 11 + 14 > …); belhezo (0 > 11). a2. belez, belezo [→ belez] (12 > ...); cañierla (4 > 9 + 12 > 13).
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b. ø > h/j // j > h b1: eteromancia (0 > 11); parelia (4 > 11); parilera (5 > 11); esmereon (9 > 11); inexausto (11 > 11); majarrana [‘tocino’] (0 > 11). b2: heteromancia (12 > ...); parhelia (11 > ...); parhilera (12 > ...); esmerejón (0 > 8 + 12 > ...); inexhausto (0 > 10 + 12 > ...); maharrana (12 > ...).
Las intervenciones de (14) con la alternancia H/Ø no se pueden interpretar en otro sentido más que el de la fijación y establecimiento definitivo de la grafía de tales palabras. Con estas consideraciones, el cotejo sistemático de DRAE (111869) y DRAE (121884) ha puesto de manifiesto cómo el Diccionario sanciona la ortografía, la forma léxica definitiva de las palabras. Es evidente, así, la trascendencia de DRAE (121884) por la elección que en esta edición se hace de la forma léxica y ortográfica que va a prevalecer hasta hoy. Las intervenciones correctoras de (12), (13) y (14), como las de (11) para R, ponen de relieve esa labor de depuración y expurgo del DRAE (121884), donde culminan las instrucciones establecidas en las Ortografías de (81815) y de (91826), sancionadas e iniciadas en DRAE (91843). El Diccionario, así, culmina su instauración como instrumento de referencia y sanción ortográfica del léxico español actual, lo cual se hace oficial en 1844, por Real Orden, cuando se publica el Prontuario para la enseñanza de la ortografía, según las propuestas académicas y las formas de DRAE (91843), de enseñanza obligatoria en las escuelas de primeras letras13. Hoy, en la Asociación de Academias de la Lengua Española prevalece, como principio decisorio ante cualquier propuesta, el criterio de unidad de la lengua: Todos los criterios [adecuación entre grafía y pronunciación, § 3.2.1; correspondencia biunívoca entre grafemas y fonemas, § 3.2.2; etimología, § 3.2.3; uso constante, § 3.2.4; diferenciación de homónimos, § 3.2.5; y analogía, § 3.2.6] han de supeditarse al criterio de unidad, que es el principio fundamental que debe regir la configuración de cualquier sistema ortográfico. Según este principio, la representación gráfica de una lengua ha de ser la misma para todos sus hablantes y en todo su territorio, con independencia de las diferencias de pronunciación que puedan existir por razones geográficas, socioculturales o personales (RAE 2010: § 3.2.7, 40)-
Este criterio de la unidad de la lengua funciona así como principio último superior al que se sujeten todos los demás criterios, y permite dilucidar por consenso cualquier controversia en el seno del organismo propuesto como velador de la lengua.
13 Cf. Clavería Nadal (2003), para un estudio de los trabajos académicos de finales del XIX y del DRAE (131899) en particular.
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7. El DRAE (222001) Si nos fijamos, para concluir, en esta edición de DRAE (222001), vemos que se manifiesta una nueva intervención lexicográfica que no afecta a la escritura de las palabras, sin alteraciones significativas desde hace siglo y medio: Las entradas están dispuestas de acuerdo con el orden latino internacional. Las voces que contienen las combinaciones ch y ll se sitúan en sus lugares correspondientes dentro de c y l respectivamente, con un encabezamiento (CH, LL) que recuerda su condición convencional de letras del alfabeto español (DRAE 222001).
Esta operación decimos que es estrictamente lexicográfica porque solo afecta a la ordenación y disposición de los lemas en la secuencia de entradas del Diccionario, que recupera la ordenación del Diccionario de Autoridades con los lemas de llaga, llagar, hasta lluvia, lluvioso, ordenados tras liza, lizos, y antes de loa, loable. Ahora, LL tiene lema y artículo diferenciado: “Dígrafo que, por representar un solo fonema consonántico de articulación tradicionalmente lateral y palatal, es considerado desde 1803 decimocuarta letra del abecedario español”, conforme a la distinción establecida en DRAE (41803): “Decimoquarta letra de nuestro alfabeto, la qual es doble en la figura porque se compone de dos ll juntas, y sencilla en su valor porque es expresiva de aquel sonido que explican las voces llave, lleno, mellizo, lloro, lluvia”. Pero LL recupera en esta edición el orden alfabético estricto, que, por coherencia, se rompió en DRAE (41803): Como la ch che; y la ll elle son letras distintas de las demás de nuestro alfabeto, aunque dobles en su composición y figura, ha creído la Academia mas sencillo y oportuno darles el lugar y orden que les corresponde con separación. Por esta causa todas las palabras que empiezan con las combinaciones cha, che, chi, cho, chu, se han entresacado de enmedio de la letra c, donde se colocaron en las ediciones anteriores, y se han puesto ahora después de concluida esta; y lo mismo se ha executado respectivamente con las voces pertenecientes a iguales combinaciones de la ll elle. El mismo orden se ha observado en las combinaciones de las demas letras en que entran las referidas ch che y ll elle; de suerte que la primera se halla siempre a continuación de la combinación cu, y la segunda de la combinación lu. Así, encha se deberá buscar después de encurrir, y enllenar despues de enlutar (Prólogo de DRAE 41843).
O sea que, desde DRAE (222001), se vuelve a distinguir entre el orden alfabético de las letras y su función de representación fonemática. Porque los artículos correspondientes precisan convenientemente el carácter monofonemático de ambos dígrafos: CH, “Dígrafo que, por representar un solo sonido consonántico
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de articulación africada, palatal y sorda, como en mucho o noche, es considerado desde 1803 cuarta letra del abecedario español”. Y en el caso de LL, “Dígrafo que, por representar un solo fonema consonántico de articulación tradicionalmente lateral y palatal, es considerado desde 1803 decimocuarta letra del abecedario español”.
8. Recapitulación En cuarenta años y cinco ediciones del DRAE, de (41803) a (91843), con ediciones depurativas como la de (121884), el Diccionario ha fijado la grafía de las palabras y se ha convertido en instrumento sancionador de una forma determinada en los usos de algunos casos vacilantes. Las ortografías académicas del Diccionario de Autoridades (1726) (más etimologista) y de (81815) (más fonetista) son el marco de referencia para las actuaciones lexicográficas. El Diccionario interviene en algunas ediciones más significativas: (41803), 5 ( 1817), (61822), y, en particular, en la de (91843), que se convierte, por Real Orden, en referente para la publicación del Prontuario de ortografía de la lengua castellana (1844), de enseñanza obligatoria de un único y definitivo sistema ortográfico del léxico español. El Diccionario académico, desde entonces, cambia su función notarial o de registro por la de sanción y autorización. Si hasta entonces el Diccionario incorpora las voces “autorizadas” por los clásicos y el uso, desde 1844 se puede decir que, además, las incorporaciones de nuevas palabras y acepciones, en su forma ortográfica correspondiente, motivadas por el uso, tienen la autorización de referencia atribuida al Diccionario por la sociedad. La forma de las palabras se ha fijado definitivamente y DRAE (222001) no cambia nada al respecto cuando restablece el “orden latino universal” para CH y LL, como en Autoridades, y como se ha hecho siempre con RR, aunque salvando convenientemente, con el concepto de dígrafos monofonemáticos, el antiguo sentido fonetista de CH y LL como “letras distintas del alfabeto español”.
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DEFINICIÓN LEXICOGRÁFICA Y MORFOLOGÍA LÉXICA EN UN DICCIONARIO HISTÓRICO: E L C A S O D E L O S S U S TA N T I V O S T E R M I N A D O S EN -ERÍA EN EL DH MAR CAMPOS SOUTO Universidad de Santiago de Compostela
1. Introducción La etimología y la ordenación morfológica se conciben como la columna vertebral del Nuevo diccionario histórico de la lengua española (NDHE), dado que el estudio del origen de las voces y de las relaciones derivativas permite afrontar con solidez y rigor la historia de las palabras, consideradas no como entes aislados, sino como organismos interrelacionados. Como veremos más adelante, diversos diccionarios, tanto diacrónicos como sincrónicos, se han preocupado por agrupar las palabras en virtud de las relaciones morfológicas (y, en concreto, derivativas) que mantienen1. En el NDHE la información relativa a la morfología léxica atiende de modo preferente a tres asuntos: la inclusión de una palabra en su familia y/o subfamilia léxica (apartado que, a su vez, se relaciona estrechamente con la sección etimológica), la adscripción de cada vocablo derivado a un paradigma derivativo y, como corolario metodológico, la interrelación entre la definición lexicográfica y las paráfrasis semánticas asociadas a un paradigma derivativo concreto2. De este modo, en el diccionario se consagra un apartado autónomo a la agrupa1 Distintos diccionarios muestran esta agrupación por familias léxicas; así, el Diccionario Anaya de la lengua española, el Diccionario de uso del español de María Moliner o el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (o, fuera de nuestras fronteras, por ejemplo, el Dicionário Houaiss da lingua portuguesa). Para este asunto puede verse Pena Seijas/Campos Souto (2009). 2 Para la noción de paradigma derivativo partimos de la definición de Pena Seijas: “en aquellos casos en que a un mismo significado corresponden varios procesos o procedimientos morfológicos (concurrencia de afijos, afijación/composición, sufijación/prefijación, afijación/conversión, etc.), asociar[emos] a una sola regla de formación de palabras (RFP) aquellos procedimientos de formación que reúnan los dos requisitos siguientes: a) que expresen un mismo significado, y b) que plasmen una relación categorial única entre la clase de la palabra base de derivación y la clase de la palabra derivada, por ejemplo sustantivos deadjetivales, adjetivos denominales, etc.” (2003: 509).
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ción de palabras en familias y subfamilias léxicas, con una concepción amplia de la familia léxica, similar a la que suscriben otros diccionarios diacrónicos y, singularmente, buena parte de los etimológicos; frente a una visión estrecha de la familia (que exigiría la existencia de un vínculo formal y semántico entre las voces relacionadas), propia de un estudio sincrónico, en el NDHE se entienden las familias como conjuntos de palabras agrupadas en torno a una palabra-matriz. En el NDHE se indicará, en una segunda etapa, a qué paradigma derivativo se asigna provisionalmente cada acepción de una palabra derivada (sustantivos deadjetivales de cualidad o nomina qualitatis, sustantivos deverbales de acción o nomina actionis, etc.). Consecuentemente, dispondremos así de una lista de los significados básicos que suelen aportar los procedimientos morfológicos de formación de palabras (‘agente’, ‘instrumento’, ‘disposicional’ –‘que tiende a X’–, etc.) y de una relación preliminar de las unidades que participan en cada uno de los paradigmas. Esta agrupación posibilitará estudiar con más detalle y con una sólida base teórica el ascenso, caída y reactivación de determinados derivados a lo largo de la historia, en muchos casos determinados por la diferente vitalidad de que goza un determinado afijo en los distintos periodos históricos. Por otra parte, la integración en un paradigma derivativo, como veremos inmediatamente, supone un primer acercamiento al llamado “significado predecible” de la palabra compleja, por lo que puede servir de ayuda para la separación y la ordenación de acepciones e, incluso, para garantizar una mayor coherencia en el sistema de definiciones del diccionario. El interés por el estudio de las redes de relaciones entre las palabras está asimismo en el origen del concepto de hiperlema, acuñado en el marco del NDHE. El hiperlema se concibe como un mecanismo de relación entre artículos (semi)independientes, es decir, un elemento macroestructural que permitirá relacionar aquellos vocablos ligados en virtud de un criterio morfo-etimológico. De este modo, el hiperlema permitirá enlazar las palabras relacionadas mediante un proceso morfológico de conversión, los derivados corradicales (o cotemáticos) integrados en un mismo paradigma derivativo (como bermejor-bermejura-bermejía-bermejez)3 y, en tercer lugar, algunos vocablos (o supuestos vocablos) que respondan a evoluciones debidas a etimología popular (tipo frambuesa-sangüesa). La noción de hiperlema supone también un aprovechamiento más de las ventajas que brinda la informática, pues permite presentar ante los ojos de los usuarios un conjunto homogéneo de voces, cuya evolución histórica se examina conjuntamente. 3
En algunos de estos casos, las voces se ofrecen relacionadas mediante procesos elementales de cambio morfológico y mantienen entre ellas una relación de sinonimia proposicional, si bien algunas pueden haberse especializado diacrónica, diatópica, diatécnica o diafásicamente.
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2. Definición lexicográfica y morfología léxica En los estudios de lexicografía teórica que versan sobre la tipología de las definiciones, se alude con cierta frecuencia a la definición morfo-semántica, término acuñado por Rey-Debove en 19714. Este tipo de definición, subtipo de la perifrástica, se apoya en la forma compleja del definido pretendiendo que se establezca una identidad de contenidos a partir de la identidad parcial de formas. Utilizada en la definición de compuestos y derivados, la definición viene a resultar una descomposición de los elementos componentes, explicando cuando más la funcionalidad significativa de alguno de ellos (generalmente sufijos) en el complejo. Relacionadas con este grupo estarían todas aquellas definiciones que empleando formas estereotipadas se despreocupan de la información conceptual y prestan información funcional de derivados nominales a partir de verbos (acción y efecto) o de adjetivos (calidad de), o de derivados adjetivos a partir de sustantivos (perteneciente o relativo a) (Pérez Lagos 1998: 174-174)5.
En realidad, la función de estas definiciones consiste básicamente en mostrar la relación de derivación entre los dos vocablos e implica, en la mayor parte de los casos, la transposición al marco del artículo lexicográfico de las paráfrasis semánticas propias de un subsistema derivativo. En el marco de la morfología léxica o de la lexicografía se han alzado diversas voces que cuestionan la utilidad de tales definiciones, hasta el extremo de que alguna de ellas (‘acción y efecto de’) se ha eliminado en diccionarios recientes (como el Diccionario estudio Salamanca):
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“La définition de ces mots [dérivés ou composés], lorsqu’elle s’appuie sur la forme complexe du défini, est dite morpho-sémantique. La prédication définitionnelle institue l’identité des contenus en la soutenant par une identité partielle de formes. La définition morphosémantique reproduit dans son énoncé les éléments du défini dans un énoncé différent, avec ou sans apport nouveau. Ces éléments sont (a) les monèmes du défini: […] (b) des équivalents familiers de monèmes savants, de classe fermée, qui n’existent qu’à l’état lié […]” (ReyDebove 1971: 219). 5 Porto Dapena analiza las características de este tipo de definición, incorporada dentro del subtipo de la perifrástica: “Todavía, desde otro punto de vista, concretamente atendiendo a la relación entre los componentes del definiens y del definiendum, cabe añadir un nuevo tipo de definición, la morfosemántica, caracterizada por una correspondencia total o parcial entre los componentes del definiens y los del definido, cuando este es una palabra compuesta o derivada […] la definición consiste en representar con palabras los elementos morfemáticos de que se compone el definido, produciéndose incluso –aunque no necesariamente– la repetición del lexema o lexemas de la palabra que se define, lo que aproxima este tipo de definición a la sinonímica, por cuanto que, como esta, se pueden presentar problemas de circularidad” (2002: 291).
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Es evidente que para el usuario medio la lectura de estas definiciones no les aclara su contenido. Habría que procurar que estas definiciones solo aparezcan con la finalidad de informar del carácter y procedencia de su formación, y se acompañaran de otras definiciones específicas de su contenido (Pérez Lagos 1998: 175)6.
Con respecto a su empleo en el primer diccionario de la Academia francesa, Leclercq afirma: On notera que si la définition morpho-sémantique associe une information morphologique et une information sémantique, le seconde est soumise au principe de renvoi. Si la définition de conglutination est ‘action de conglutiner’, ce qui est le cas dans l’Académie, le lecteur qui ignore la signification du nom n’y aura accès qu’en se reportant à la définition du verbe. La définition morpho-sémantique, qui se met en place dans la première édition de l’Académie [1694], interroge la finalité du dictionnaire de langue (2002: 112).
Por su parte, Pena Seijas advierte que los sustantivos deverbales en -ción formados sobre bases derivadas con -izar aparecen definidos en el DRAE siempre como ‘acción y efecto de V’: estabilización ‘acción y efecto de estabilizar’, rentabilización ‘acción y efecto de rentabilizar’. Se trata, como se puede observar, de palabras con forma y significado predecibles de acuerdo con las RFP correspondientes; en definitiva, de formaciones totalmente regulares tanto formal como semánticamente. Sobran estas entradas. No nos dicen nada que no sepamos como hablantes del español. El usuario va a buscar al diccionario lo que desconoce, no lo que ya sabe por ser regular, predecible por tanto (2008: 25).
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Esta crítica no supone una novedad radical, pues ya Rey-Debove había señalado sus inconvenientes: “La définition morpho-sémantique est simple, économique et présente la garantie d’équivalences formelles. Elle est par contre peu explicite en soi et ne fait que renvoyer à la définition de la racine. La définition morpho-sémantique est une ‘définition de mots’ au sens où l’entend R. L. Wagner. La plupart du temps, les divers monèmes sont distingués par le lecteur moyen, parce qu’il maîtrise le système des affixes, qui sont peu nombreux. Mais c’est le contenu du radical, sémiquement le plus riche, qui nécessite une analyse. Que signifie alors la prédication (L’) Extrapolation (est) (L’) Action d’extrapoler, dans le code du dictionnaire? Elle signifie: le contenu d’extrapolation est le résultat de la combinaison des contenus de extrapol(er) et de -ation conformément aux lois du système. Le DFC a adopté la solution économique de supression de ce type de définition morpho-sémantique rigoureuse, grâce à sa double macroestructure” (1971: 220).
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Cabe recordar en este punto que, en diversos trabajos, Pena Seijas (19941995, 2008) ha apuntado hacia la distinta naturaleza de los fines perseguidos por la morfología léxica y la lexicografía: si la primera se preocupa por estudiar la competencia léxica del hablante (y, por tanto, por comprender las condiciones de buena formación de las palabras, independientemente de que su existencia se haya atestiguado o no), la lexicografía trabaja en exclusiva con los vocablos documentados7; ambas disciplinas encarnan, pues, la dicotomía entre los especímenes léxicos viables y los efectivamente nacidos. Por este motivo, un diccionario general monolingüe ha de consignar una muestra amplia y representativa del vocabulario de una lengua, que oriente por senderos firmes al estudioso de la morfología en la discriminación de lo posible frente a lo existente. En cualquier caso, las palabras de este investigador apuntan una vez más el carácter redundante y/o innecesario de unas definiciones que nada parecen aportar al usuario, al tiempo que alertan sobre el carácter necesariamente limitado de cualquier repertorio, que nunca incluye todas las voces que realmente coexisten en la lengua en el seno de un paradigma derivativo determinado. Esa condición vagamente superflua de ciertas definiciones morfo-semánticas explica probablemente el tratamiento especial que reciben algunos derivados en ciertos repertorios lexicográficos. En el Oxford English Dictionary (OED) se considera que una notable proporción de los derivados son predecibles y transparentes, tanto desde el punto de vista formal como semántico, por lo que se integran en la monografía correspondiente a la llamada palabra-raíz (root word): This term [derivatives] is used for any word which has been formed by the addition of a suffix to a main word also treated in this Dictionary (also, more rarely, by the alteration or removal of the suffix of a main word) […]. In other words, a very considerable number of the derivatives recorded are predictable and transparent: as, for example, the many adverbs formed by the addition of -ly from adjectives, the similarly derived abstract nouns in -ness, and the agent-nouns in -er, most of which are thrown up by syntactic transformations. So ‘he is insufficiently motivated’, ‘a fashioner of sonnets’, ‘the coolness of our reception’ are closely linked with ‘his motivation is insufficient’, ‘to fashion sonnets’, ‘we had a cool reception’ […] (“Preface to the Second Edition”, OED, 1993)8.
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Advierte Pena Seijas que “los diccionarios son un reflejo imperfecto, en el sentido de incompleto, del vocabulario de una lengua. La cuestión que hay que plantear en la investigación morfológica no es si determinada palabra existe o no existe, sino, más bien, si tal palabra es posible o no de acuerdo con las RFP de que dispone la lengua y, si es posible, con qué forma y con qué significado” (2008: 22). 8 Y añade: “At the other end of the scale there are small groups of derivatives incorporating uncommon suffixes, which have emerged or have been coined in much the same way as
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Aunque se sugiere que estos procedimientos de formación de palabras se aproximan, en su elevado grado de regularidad, a los procesos de la flexión, los redactores del OED optan finalmente por conceder estatuto autónomo a la mayor parte de los derivados, que encabezarán, consecuentemente, artículos propios, si bien se hará explícita su relación con las bases de derivación. La razón de este proceder ha de buscarse, por una parte, en la imposibilidad de predecir la efectiva acuñación de una voz derivada (entre las posibles) y, por otra, en la incapacidad de augurar qué acepciones de la palabra base mantendrá el derivado: The necessity for the separate treatment of those derivatives which are actually homomorphic with regular inflected forms, such as the verbal substantives and participial adjectives, or whose incidence is so regular and natural as to amount almost to the status of inflexion, such as the adverbs formed with -ly or agent-nouns in -er, might almost be denied, on the grounds that the senses of the derivative are deducible from those of the parent word. But in fact the occurrence of even the obviously formed derivatives, and the relationships of their senses with the root words, is very often unpredictable and complex; and the suffixes by which they are formed cannot be tidily separated into two groups, according to whether their application is transparent and regular or not. It is, therefore, the practice of the Dictionary to register every recorded derivative, and to accord it such treatment as its own meaning and use necessitate. The majority of derivatives entered in the Dictionary will be found as main words in their own right, but linked through the cross-references employed in their etymologies, and frequently also in their definitions, to the main words on which they are formed (“Preface to the Second Edition”, OED, 1993).
Igualmente, este diccionario opta por situar en el interior del artículo lexicográfico correspondiente a la palabra base aquellos derivados que destacan por su escasa frecuencia o que presentan un significado (o varios) estrechamente vinculado con el de la voz-base, en función del criterio de la economía de espacio y de restricción de la redundancia: Derivatives which are of infrequent occurrence, or which have only one sense, or only a few senses straightforwardly related to those of the root word, are usually treated in a separate paragraph at the end of the article for the parent word […]. This arrangement has the great merit that whatever information about the pronunciation,
combinations (with which, indeed, they may be interchangeable). At the extreme, we find slang and journalistic formations such as those ending in -ville (Squaresville) or -aholic (workaholic), which resemble combinations in their raison d’être” (Preface to the Second Edition, 1989).
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variations in form, and etymology is common to the derivative and its parent word need not be repeated. Further conciseness is sometimes achieved by the appending of derivatives at the end of the definition of the root word in an article that only has one sense-division (“Preface to the Second Edition”, OED, 1993).
En el Trésor de la langue française (TLF), que sanciona el principio de equivalencia como columna basal de la definición, se propone ofrecer un tratamiento diferente para los derivados que mantienen relación formal y semántica con la base (para los que se proporcionará una definición morfo-semántica), frente a aquellos en que se han quebrado esos vínculos debido, en la mayor parte de los casos, a la pérdida de la palabra matriz en el tránsito de latín al francés; estos últimos reclamarán una definición sinonímica: En principe, si le sentiment de dérivation subsiste, c’est-à-dire, pratiquement, si l’élément de base existe sous forme de mot autonome, il suffit, dans la définition, de rappeler le mot de base, et l’on se contentera d’expliciter l’apport spécifique du suffixe ou du préfixe: montée ‘action de monter’, incitation ‘action d’inciter’, dépolir ‘enlever le poli’; apporter ‘porter vers’. Lorsque la base n’existe pas sous forme de mot autonome (avec ou sans changement de partie du discours), il est bien rare que la langue ne possède pas un synonyme servant de substitut au mot manquant: ascension pourra se définir comme une “marche vers un sommet”, descendre peut se gloser par ‘aller vers le bas’ (“L’œuvre et ses ouvriers (Préface du tome premier du TLF)”, TLFi, 2004: 136).
Imbs advierte, además, que la predictibilidad del significado de los vocablos derivados es siempre relativa, pues las palabras no son estáticas y su comportamiento y vida atraviesan diversos avatares en función de las relaciones semánticas que mantienen, así como de su inserción en contextos sintácticos: D’autre part, une fois qu’un dérivé est formé, il se comporte comme un mot simple, c’est-à-dire, qu’il peut par exemple modifier son sens suivant sa place paradigmatique dans son champ sémique; délimiter ‘tracer des limites autour de…’ se définit par opposition à limiter ‘imposer des limites à’ plutôt qu’à partir des éléments morphologiques qui entrent dans sa structure. De là vient un verbe comme accourir ne signifie pas seulement ‘courir vers’, mais que, par opposition à venir vers, il suggère aussi l’idée d’une venue répondant à une attente ou à un appel (par exemple au secours). De même encore un dérivé peut, comme un mot simple, recevoir des acceptions nouvelles dans tel contexte syntagmatique, et devenir ainsi polysémique […]. En d’autres termes, la situation du dérivé (comme d’ailleurs celle du composé, auquel s’appliquent plusieurs des remarques faites ci-dessus) est celle de toute structure: son tout n’est pas nécessairement égal à la somme des parties […] (“L’œuvre et ses ouvriers (Préface du tome premier du TLF)”, TLFi, 2004: 137).
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Por fin, en la Planta del Tesoro della lingue italiana delle origini se advierte que bajo la voz “principal” se registran todos sus derivados, en tanto que el artículo que encabeza cada derivado únicamente remite a esa voz-matriz: I rapporti di derivazione interni al TLIO sono evidenziati nel punto 0.6 D della voce. Nella voce principale si registrano tutti i derivati; nella voce di ogni derivato si registra solo la voce principale (Beltrami 2006: 33)9.
Especialmente interesante es el modo de proceder de un diccionario sincrónico, el Diccionari descriptiu de la llengua catalana (DDLC) del Institut d’Estudis Catalans, que incorpora los “derivados predecibles” en el interior del artículo dedicado a la voz “básica correspondiente”. En este repertorio lexicográfico, el tratamiento de cada derivado toma en consideración la distribución de acepciones de la entrada a la que se vincula: Els derivats predictibles (és a dir, els que són resultat de processos derivatius transparents a nivell sintàctic i semàntic) són tractats dins l’article encapçalat pel mot bàsic corresponent. El tractament de cada derivat té en compte la distribució d’accepcions de l’entrada a què està vinculat. Cada valor documentat s’il·lustra amb un exemple que es relaciona de manera explícita amb l’accepció corresponent (“Presentació”, DDLC).
A su vez, los vocablos derivados se agrupan en siete procesos diferentes: 1) adjetivos deverbales con valor pasivo y de posibilidad; 2) adjetivos deverbales con valor activo; 3) adjetivos denominales relacionales; 4) adjetivos, nombres y verbos construidos con prefijos negativos; 5) nombres deadjetivales de cualidad; 6) nombres deverbales; y 7) adverbios deadjetivales. La integración en uno de estos subsistemas permite que el usuario acceda a una breve descripción de este procedimiento y, al tiempo, evita que los lexicógrafos deban asociar una definición formularia a cada uno de los derivados: Activant la indicació del procés derivatiu relacionada amb cada derivat es pot accedir a la informació descriptiva d’aquest procés. Aquest procediment estalvia d’adscriure una definició formulària a cada un dels mots derivats mitjançant aquests processos. Aquests derivats apareixen, d’altra banda, en la macroestructura del diccionari encapçalant un article secundari o un article principal. En el primer cas, el cos de l’article consisteix únicament en la remissió a l’article on és tractat el derivat. En
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“D Rapporti di derivazione (scheda da non redigere per singole voci; verrà redatta per grandi blocchi di voci). Contiene il rinvio alle entrate in rapporto di derivazione con quella cui si riferisce la voce” (Beltrami 2006: 54).
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el segon, aquesta remissió constitueix una de les accepcions de l’article (“Presentació”, DDLC).
3. Sustantivos terminados en -ería en el Diccionario histórico de la lengua española (DH) Conviene trasladar en este punto el debate en torno a las definiciones morfo-semánticas al terreno de la praxis y, paralelamente, reconocer el papel estructurador de la morfología léxica en la tarea definitoria, puesto que, como han demostrado diversos estudios, el atento examen de las reglas de formación de palabras puede contribuir notablemente a mejorar la definición de las voces en el diccionario10. Para ello nos centraremos en un caso concreto. El sufijo -ería figura en el paradigma de los sustantivos denominales del español y, según Pena Seijas (2005), es especialmente productivo en la formación de sustantivos denominales de cantidad y de aquellos que designan ‘acto propio de’; aunque este sufijo actúa igualmente en el paradigma de los sustantivos deadjetivales, se puede afirmar que ocupa una posición claramente periférica y marginal en la creación de los nomina qualitatis. Como atinadamente apunta Pharies, -ería “se forma después de la era del latín común” y muestra ya un funcionamiento independiente, como sufijo autónomo, en la etapa medieval (2002: s. v. -ería e -ía). Si revisamos las formaciones terminadas en la secuencia -ería en el DH, comprobaremos que, en un notable porcentaje de casos, nos hallamos ante nombres de actividad o de lugar formados con el sufijo -ía a partir de bases sustantivas sufijadas con -ero11. El proceso de concatenación de ambos sufijos se obser10
Véase, a este respecto, Pena Seijas (1994-1995: 172-175), García García-Serrano (2003-2004), Felíu Arquiola/Torres Martínez (2004-2005), Martín García (2007) y Anaya Revuelta/Rifón (2007). 11 Como afirma Pharies, “en la primera etapa de su historia en español, -ería es un sufijo compuesto, pero hay una segunda etapa en que -ería funciona como unidad independiente. Sirven algunos criterios para distinguir entre los productos de las dos fases. Por ejemplo, si hay un derivado en -ero de documentación previa o simultánea a la del derivado en -ería, lo más probable es que se trate de un -ería analizable […]. Como corolario de lo anterior se deduce que si falta un radical en -ero se puede suponer que el sufijo -ería es unitario […]. A veces hay que considerar criterios semánticos para distinguir entre las dos fases del sufijo. Corresponde a enfermería ‘hospital’ [XIII], por ejemplo, un posible radical enfermero, pero tanto la fecha de documentación de este (1570) como el significado de aquél, que tiene más que ver con los enfermos que con los enfermeros, muestran que en este caso se trata de un sufijo -ería unitario, basado en enfermo” (2002: s. v. -ería). Por otra parte, conviene recordar que el sufjio -arius, -aria formaba en latín nomina agentis (procedentes, a su vez, de adjetivos creados mediante la adición del sufijo -arius, a, um); su
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va en la mayor parte de los sustantivos incorporados a la nomenclatura del DH, que deberían inscribirse o bien en el paradigma de los nomina loci denominales, o bien en el de los nombres de actividad; esa integración en paradigmas diferentes constituye el esqueleto sobre el que se pueden organizar posteriormente las acepciones de cada derivado.
3.1. ‘ACTIVIDAD’, ‘OCUPACIÓN’ En el DH, quince sustantivos terminados en -ería se acogen al abrigo de una definición que remite a la actividad, cargo u ocupación relacionados con el nombre base; según Rio-Torto, probablemente nos hallamos ante extensiones metonímicas de los nomina qualitatis: Pode igualmente supor-se que também os nomes de actividade (advocacia), ocupação e/ou local onde esta se desenrola (mercenaria) são produtos da RFP ESSIV que apresentan convencionalmente não a significação de ‘o fato de ser Xb’, mas metonimicamente, a significação de ‘actividade relacionada com Xb’, ‘actividade que decorre do fato de ser Xb’, quando Xb designa um agente humano de actividade/ocupação (advocacia; consultoria; ouriversaria; pirataria), e a de ‘actividade e/ou local de actividade relacionado com Xb’ quando X designa o objeto que está na base dessa mesma actividade e que naturalmente se concentra no local onde ela se desenrola (camisaria; livraria; perfumaria) (Rio-Torto 1998: 123).
En este pequeño inventario, seis sustantivos se han formado mediante la adjunción de -ería (albañería, albañilería, alcahotería, alcahuetería, alcaldería
productividad, como advierte Cooper, afectó en latín vulgar particularmente a aquellos nombres que designaban a quienes se dedicaban a oficios artesanales, si bien el femenino (que gozó asimismo de una extraordinaria rentabilidad en la época medieval), en franca competición con el neutro -arium, podía poseer además significado locativo: “Like de masc. and the fem., the neut. of adjs. in -arius give rise to numerous substantives. The suffix -arium is especially frequent […] denoting, like -etum, the locality where an objet –the stem-word– is found, as rosarium = rosetum, and with this signification had begun to encroach upon the latter suffix in Latin, alghough both where popular in the sermo plebeius: in the Romance languages the hatter suffix has been largely superseded by the former, or to a greater extent by the fem. -aria, which has assumed the same function” (Cooper 1975: 70-71). Del mismo modo, Pharies indica que “algunos derivados en -a¯ria participan de una de las funciones de -ería, viz., la de designar lugares donde se venden y almacenan cosas, como calcea¯ria -ae ‘zapatería (calceus -ı¯ ‘zapato’), na¯vicula¯ria, -ae ‘negocio donde se alquilan embarcaciones menores’ (na¯vicula -ae ‘embarcación menor’) y tabula¯ria -ae ‘oficina de notario’ (tabula -ae ‘lugar donde se guardan documentos oficiales’)” (2002: s. v. -ería).
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y alfayatería); podría afirmarse que, en esta reducida muestra, -ería muestra una significativa presencia en el paradigma de los nombres denominales de estatus, uno de sus dominios privilegiados de actuación, si bien aún se ve relegado frente a -ía, como se puede apreciar en los ejemplos: acemilería, açemilería, azemilería, azemelería12 […] 2. OFICIO de la Casa Real para cuidar de las acémilas […]. 1633 FELIPE IV Doc. Autogr. Acemileria 1: He resuelto que en las vacantes que huuiere en mi caualleriza y en la de la Reyna o en la Acemilería de los oficios correspondientes [...] se vayan ocupando como vaquen sin acrecentar otros. En esta conformidad lo executaréis en la Açemilería con los que no estuuieren acomodados […] (DH, s. v.). acetrería, açetrería .13 (De acetrero.) f. CETRERÍA […]. c1400 RODRIGUES DE ESCOBAS, G. Trad. “Livro Falcoaria” de P. Menino (1936) 268,33: Los rreyes son maestros enla dicha arte de açetrería. + 2 del mismo autor. 1495 NEBRIJA: Acetrería de aves: accipitraria ars […] (DH, s. v.). agorería.14 f. […] 1. Pronóstico favorable o adverso, formulado por un adivino, y que se basa en la observación de determinados indicios, como el vuelo de las aves, la posición de los astros, etc. […]. b) ARTE de los agoreros o adivinos. 1495 NEBRIJA: Agoreria, arte de agüeros: auspicina, e¸. a1566 CASAS, FRAY B. Apolog. Hist. Indias (NBAE XIII) 207b: De aquí parece cuán celebrada fue por los antiguos el arte de agorería. 1599 PERCIV.-MINSHEU (TL): ~: f. skill in soothsaying, telling of things to come. 1604 PALET Dicc.: ~: Art d’augurer. 1607 OUDIN: ~: Arte de agoreros […] (DH, s. v.). agujetería, agujetery´a.15 […] 1. f. OFICIO o ARTE del agujetero [...]. a1527 Ordenanzas Sevilla (1527) 234: Ordenamos y mandamos que, quando quier que acaesciere que algunas obras de agujetería, como de bolsería y de guan-
12 Acemilero (‘el que cuida o conduce las acémilas’) se registra ya en documentos del siglo XI y, con posterioridad, en la Vida de Santo Domingo de Berceo (c. 1230); por su parte, el cargo de acemilero mayor (‘jefe del oficio palatino de la acemilería’) ya se menciona en las Cortes Valladolid (1351); cf. DH, s. v. Consecuentemente, acemilería se interpreta como derivado de acemilero. 13 Acetrero se atestigua por vez primera en la obra de López de Ayala, en 1386 (DH, s. v.). 14 Agorero se documenta ya desde el siglo XIII: “c1230 BERCEO StoDomingo (1904) v. 701d: Firieron a Alarcos en el salto primero, / mas non fueron gujados de sabio auorero. c1240-50 Alexandre (ms. P s. XV ed. 1934) v. 390a: Colcas, vn ahorero que sabie bien catar, / vio vna sirpiente con dos águjlas lidiar. [Var. ms. O: agorero]” (DH, s. v.). 15 En la base está el sustantivo agujetero, documentado ya en el siglo XV: “Persona que hace o vende agujetas. 1445 Cortes Córdoba (1866) 680: Tomando escusados de todos ofiçios: traperos, e jubiteros, e silleros de la gineta e de la guisa, e olleros, e agujeteros, e bolseros, e sederos” (DH, s. v.).
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tes y de çahones que se truxeren de fuera parte a esta dicha cibdad, que se no puedan vender. 1562 Ordenanzas Toledo (1858) 26: Que de aquí adelante ninguno pueda fazer labor de agujetería e guantería e bolsería sin ser examinado dentro de las casas de maestros examinados […] (DH, s. v.). albañería, albannería, alvañería, aluañería; albanería; albañiría, alvañiría. (De albañí + -ería.) f. Obra o fábrica de albañilería […]. 2. ARTE u OFICIO de la albañilería. 1384-1392 Sevilla (Doc. AHDE II 1925, 396): Las dos torres que Seuilla mandó fazer de nuevo de obra de albannería [...] tomólas a fazer a destajo Alfonso Martines . 1495 NEBRIJA: ~: latomia, ae. Ibíd.: ~ de aqueste [= del albañí principal]: architectura, ae […] (DH, s. v.). albañilería, alvañilería. (De albañil + -ería.) f. Obra de construcción en que se emplean ladrillo, piedra, cal, arena, yeso u otros materiales semejantes […]. 2. ARTE U OFICIO de construir en que se sigue este procedimiento. 1578 Relaciones pueblos España Tol. 3.a (1963) 669: Esta casa es de piedra labrada de albañilería. 1599 ALEMÁN GAlfarache 89v: Me dio por consejo [...] assentasse por peón de albañilería. 1599 PERCIV.-MINSHEU (TL). [...] 1654 BARRIONUEVO Avisos (Escrit. Cast. XCV) 161: El Maestro mayor de las obras del Rey y otros cuatro, con 50 peones de albañilería y 30 oficiales de la carpintería, están señalados para la reedificación de la quema. 1680 Céd. Real Alquil. y Precios 34v: Cada oficial de albañilería y carpintería de obras de afuera, nueve reales cada día […] (DH, s. v.). albarquería.16 f. OFICIO de albarquero. 1533 Ordenanzas Toledo (1858) 60: Tomando consigo vno o dos o más veedores y sobreueeres del oficio de albarquería […] (DH, s. v.). albeitería, albeytería, alveytería. 17 f. ARTE O CIENCIA del albéitar. c1400 Doc. Arag. (Tilander FAragón ms. s. XV ed. 1937, 193): Los libros que enbio a Çaragoça [...] sson a saber: un libro de albeytería et dos libros logicales. 1495 NEBRIJA: Albeitería, arte de aqueste [albéitar]: ueterinaria, ae […] (DH, s. v.). alcahotería, alcaotería, alcagotería. f. Acción y efecto de alcahuetear o inducir a una persona a relaciones amorosas, generalmente ilícitas, alcahuetería […]. c1196 FSoria (ms. s. XIV ed. 1919) 212,1: Toda mugier que por alcaoteria [fuere] a mugier casada o a desposada, sil’ fuere sabido por pesquisa [...], sea metida con todos sus bienes en poder del marido […].
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Abarquero (‘el que hace o vende abarcas’) muestra testimonios en castellano desde el periodo medieval: “c1090? Fuero de Villavicencio (1847) 173: Qui avarquero fuerit det uno parelio cata mense. c1200 FAlcalá Hcnares (1919) 309: Abarqueros que las abarcas vendieren, si la cantearen, pechen .I. moravedí a los fiadores. 1300 Colecc. Diplom. Fernando IV (1860) 237a: Mando que ni zapatero ni abarquero [...] no sea osado de comprar cueros de caballos, ni de rocines” (DH, s. v.). 17 Como indican Corominas y Pascual Rodríguez, este sustantivo “procede de *albeitaría alterado por influjo de los vocablos en -ería” (DCECH, s. v. albéitar).
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b) OFICIO de alcahuete o mediador en amores, generalmente ilícitos. 1491 Part. VII Alfonso X tít. 22 ley 2 KKiij, a: Quién puede acusar a los alcahuetes &1 ante quién, &1 qué pena meresçen después que les fuere prouada el alcahotería […] (DH, s. v.). alcahuetería, alcauetería, alcagüetería, alcautería; alcohetaría.18 (De alcahuete1 + -ería.) […] 1. f. Acción de alcahuetear o inducir a una persona a relaciones amorosas, generalmente ilícitas; rufianería […]. 2. OFICIO u OCUPACIÓN propia del alcahuete o del rufián. 1256-1263 ALFONSO X Part. VII (ms. s. XIV, ed. 1807) 665: Mostraremos [...] qué pena merescen después que les fuere probada el alcahuetería. Ibid. 666: Quién puede acusar a los alcahuetes y ante quién, et qué pena merescen después que les fuere probada el alcahuetería. [Var. ed. 1491, fol. KKiij,a: alcahotería.] Ibid.: A los alcahuetes [...], después que les fuere probada el alcahuetería, si fueren bellacos [...], débenlos echar fuera de la villa [Var. ed. 1491, fol. KKiij,a: alcahotería]. Ibid. 667: Lo que diximos en este título de los alcahuetes ha lugar otrosí en las mugeres que se trabajan en fecho de facer alcahuetería. [Var. ed. 1491, fol. KKiij,b: alcahotería] […] (DH, s. v.). alcaldería. f. ALCALDÍA. 1627 QUIÑONES BENAVENTE Los dos alcaldes 2.a parte (NBAE XVIII) 663b: No os hagáis tonto, que hoy en todo el día / se cumple el año de la alcaldería, / y mi marido sobre su conciencia / diz que ós ha de tomar la residencia. c1918 RDGZMARÍN céd. Ac.: ~: Alcaldía, cargo de alcalde. Rústico. “A ver si me dan la alcaldería” (Osuna) [...] (DH, s. v.). alfarería, alfaharería. (De alfarero o alfaharero + -ia.)19 f. […] 2. ARTE de fabricar vasijas de barro cocido. Ú. t. en sent. fig. 1779 CAPMANY Mem. Hist. Barc. I 3.a parte 69: El oficio de alfarería es uno de los más antiguos de Barcelona. 1891 CAMPOAMOR Metafísica y Poes. (1902) 393: Vamos a la cuestión de la inutilidad de la poesía, si es que puedo hallar medio de apoderarme de los argumentos del señor Valera, pues en su alfarería literaria no hay por donde coger los objetos que fabrica. 1968 ARANEDA BRAVO, F. Hist. Iglesia Chile 66: Explotaron la cal, la botica, los molinos harineros, las car-
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El DH atestigua asimismo otros derivados corradicales de menor extensión, como alcahuetada, alcahuetismo o alcahuetazgo; del mismo modo, las dos entradas (alcahuetería y alcahotería) pueden reducirse, sin grandes problemas, a una, pues no resulta difícil suponer que nos hallamos ante dos variantes gráfico-fonéticas de un mismo vocablo. 19 Nos hallamos, efectivamente, ante un derivado denominal de alfarero: “m. Fabricante de objetos de barro, especialmente vasijas. 1309 Doc. (Layna Conventos antiguos Guadalajara 1943, 112): Tengo por bien que los sus yunteros [...] e un alfarero e un çapatero [...] que sean quitos e escusados de todos los pechos que acaesciere que a my´ ovieren dar. 1563 Ordenanzas Toledo (1858) 40: Otrosí los alfahareros que hicieren cántaros para los azacanes, que los hagan del marco de cinco azumbres e quarto [...]. Y otrosí que cada alfaharero sea tenudo de hazer en cada cántaro su señal […]”; DH, s. v.
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nicerías, las curtiembres, los astilleros, la alfarería y las tiendas en las ciudades […] (DH, s. v.). alfayatería, afayatería. f. OFICIO del alfayate o sastre. 1527 Ordenanzas Sevilla 231v: Otrosí que ningún arrendador del aduana ni otros corredores [...] compren paños [...] ni otras cosas que pertenescen al oficio del afayatería [recoge este texto Ac., Dicc. Hist. 1933]. 1913 PZAYALA, R. País del futuro (1959) 48: Carlyle escribió todo un tratado de metafísica con ocasión del arte de la alfayatería y de los sastres. → 1770-1970 Ac. 1847 SALVÁ Nuevo Dicc., &. alpargatería, apargatería.20 f. OFICIO o INDUSTRIA del alpargatero […]. c1750 céd. Ac.: ~: El oficio o arte de los Alpargateros. 1909? Enciclop. Espasa IV 899a s/v alpargata: La industria de la alpargatería produce grandes rendimientos, sobre todo en las provincias de Valencia y Castellón. 1957 GASANCHIZ Playa dormida 135: Los talleres limitábanse al hilado del cáñamo y a la individual alpargatería, instalado el obrero, con su caballete y su lezna en la regada tierra tangente a su morada, junto a la esposa y las hijas, que cosen en público […] (DH, s. v.). bagajería, bajería, badajería, bagagería. […] 1. f. ‘Ocupación del bagajero’ (Supl. Domínguez 1853), 1922-24 MOVEVA VArag.: Badajería: Bagagería, cargo de bagajero. Ribera de Jalón […].
En el capítulo definitorio, se recurre mayoritariamente al tipo hiperonímico, con diversas variantes en cuanto a la elección del término superordinado: oficio (acemilería, alberguería, alcahotería, alcahuetería), arte (agorería, alfarería) y ocupación (bagajería). Además, concurren diversos dobletes que parecen obedecer al mayor o menor grado de estructuración o formalización de la disciplina, así como a la estimación social que despierta la labor profesional aludida: arte o ciencia (albeitaría), arte y oficio (agujetería, albañería, albañilería), oficio o industria (alpargatería), oficio u ocupación (acemilería). Es interesante el contraste entre los artículos consagrados a alcahotería y alcahuetería; en ambos casos la primera acepción corresponde a uno de los terrenos en que es más productivo el sufijo -ería: la creación de sustantivos denominales que significan ‘acto propio de Nb’ (en este caso, del alcahuete). Algo semejante se podría decir con respecto a agorería (‘arte propia de los agoreros o adivinos’). Únicamente en dos casos surge la definición sinonímica (acetrería y alcaldía); la lectura de la documentación aducida por el DH sugiere que alcaldería tan solo presenta una de las acepciones que se asignan a alcaldía, precisamente
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Alpargatero (‘persona que fabrica o vende alpargatas’) figura ya en las Ordenanzas Sevilla (“Título. De los alpargateros. [...] Ordenamos &1 mandamos que la soga de que se han de fazer los dichos alpargates blancos sea de buena gordura”; DH, s. v.).
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la referida a la actividad u ocupación propia del alcalde (y no, en cambio, las de ‘territorio o distrito de la jurisdicción de un alcalde’, ‘local, edificio donde el alcalde ejerce sus funciones, casa consistorial; sede del ayuntamiento’, ‘juicio, sentencia’, ‘tribunal, juzgado’).
3.2. NOMINA LOCI Rio-Torto (1998: 181-182) asegura que los nomina loci denominales del portugués, que se ajustan a la paráfrasis ‘lugar/espacio relacionado con Nb’21, pueden clasificarse en tres grupos diferentes: 1) ‘lugar en que existe gran cantidad de Nb’; 2) ‘lugar de actividad relacionada con Nb’; y 3) ‘local/objeto receptáculo de Nb’, ‘local, objeto donde se guarda, donde existe, donde está depositado Nb’ (fórmula a la que no se puede acoger ninguno de los sustantivos que hemos espigado en el DH)22. Advierte esta investigadora que O semantismo dos nomes que nos propomos analisar apresenta interferencias sensíveis com o de outros produtos derivacionais, nomeadamente os designadores de quantidade e de actividade, situados en esferas semánticas contíguas ou próximas. Esta circunstância pode até legitimar que se ponha en causa a individualidade de um sector derivacional locativo. […]. Uma alternativa pode consistir em considerar que a significação locativa, por um lado, ou as de quantidade e actividade, por outro, representam significações metonímicas, cuja direccionalidade haveria de ser apurada (RioTorto 1998: 181).
3.2.1. ‘Lugar en que existe gran cantidad de Xb’ Bajo este epígrafe pueden situarse las acepciones señaladas de los siguientes artículos: abejería. f. LUGAR donde hay gran cantidad de abejas; COLMENAR […]. 1617 OUDIN Tes. 1617 MINSHEU (TL). 1623 PERCIV. (TL). 1705 SOBRINO Dicc. (DH, s. v.). acemilería, açemilería, azemilería, azemelería. (De acémila.) […] 3. LUGAR destinado para tener las acémilas y sus aparejos. c1651 Etiqueta de Palacio (1739) 325a: Para la azemilería, un quartel aparte, en el Aposento de la Corte, onde menos estorvase. 1726 Ac.: Azemilería. El sitio o 21
Cf. Pena Seijas (2007: 870). Para el estudio de los este paradigma derivativo continúa siendo de consulta inexcusable Piel (1944). 22
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lugar donde están las caballerizas de las azémilas, donde se cuida de ellas, y están sus aparejos. En la Etiqueta de Palacio y en los capítulos del Reino junto en Cortes se halla esta voz repetidas veces […] (DH, s. v.). ansarería. f. LUGAR donde se crían ánsares. 1495 NEBRIJA: Ánsar, ave conocida: anser, eris [...]. Ansarería donde se crían: chenotrophium. [También en eds. 1514, 1516, 1533, 1536, 1540, 1548 y 1570. En 1595, 1612 y 1045, sin duda por errata, anseraría.] 1770 Ac.: ~: El lugar o parage donde se crían los ánsares. a1901 CLARÍN (Pagés Dicc. 1902 s/v): La industria de este villorrio consiste en tres o cuatro ansarerías y media docena de gallineros. 1969 Enciclop. Univ. caza I 59a: ~: Dícese del paraje querencioso de los ánsares (DH, s. v.).
El nomen agentis acemilero, que se documenta desde el siglo XI, se halla en el origen del nombre de actividad acemilería, que, mediante un proceso metonímico, podría experimentar una extensión locativa (y designar, así, el lugar donde se desarrolla la actividad referida por el sustantivo base); no obstante, la acepción consignada en el DH, en consonancia con la etimología apuntada tras el lema (“De acémila”), invita a considerar la participación del sufijo -ería en este proceso23. En cambio, el origen de ansarería parece arrojar menor incertidumbre, pues el DH no documenta el significado de ‘actividad’ u ‘ocupación’; en esta ocasión la cautela ha de extremarse, dado que se trata de una voz de trayectoria básicamente lexicográfica (adviértase que la cita de Clarín no es directa, sino mediatizada por la voz de Pagés), curso que parece ser común al de ansarero como nombre de agente24. Por fin, abejería (de abeja más -ería) es una formación claramente posterior a otros nomina loci corradicales, como abejera (‘colmenar, colmena’, registrado ya en el Fuero Juzgo, c1260) y abejar (‘colmenar, paraje o lugar donde están las colmenas’, documentado por el DH en 1558). Las definiciones, con escasas variantes, se limitan a trasplantar al terreno del diccionario las paráfrasis semánticas asociadas al proceso derivativo; esta fidelidad al denominado significado morfológico predecible quizá no sea ajena a los parajes esencialmente diccionarísticos en que parecen haber desarrollado su vida estas voces.
23 En este caso, habría que presuponer que el sustantivo base acémila supone el punto de arranque de dos series derivativas diferentes: a) acémila-acemilero-acemilería (‘oficio de la casa Real para cuidar de las acémilas’); y b) acémila-acemilería (‘lugar destinado para tener las acémilas y sus aparejos’). 24 “1495 NEBRIJA: Ánsar, ave conocida: anser, eris [...]. Ansarero que las guarda: anserarius. [También en otras eds.] 1770 Ac. [Como m. Desde 1884, como m. y f.] a1888 COELLO, C. (Pagés Dicc. 1902 s/v): Era la ansarera mujer agradable y de muy buen ver” (DH, s. v.). No sería descabellado, en consecuencia, inferir que nos hallamos ante un sustantivo formado mediante la adición del sufijo -ería a la base nominal ánsar.
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3.2.2. ‘Lugar de actividad relacionada con Nb’ El inventario de los sustantivos locativos se amplía notablemente si atendemos a esta segunda paráfrasis semántica, como se aprecia en la siguiente relación: abarrotería.25 f. Amér. Central. TIENDA donde se venden articulos de primera necesidad. ABACERÍA. TIENDA de abarrotes. FERRETERÍA. 1942 SANTAMARÍA: ~. En Guatemala. 1946 MALARET: ~. [En] AmCentral: Ferretería. 1951 ÍD. Correcc. Dicc. y Lex.: ~. Panamá. 1957 PIÑAR, BLAS (ABC 23 nov. 3a): “Vamos a aterrizar en el aeropuerto de Tocumen, en Panamá” [...] Del aeropuerto parte la avenida de España [...] Salpicadas, a derecha e izquierda, algunas casas de recreo y las populares abarroterías o tiendas de ultramarinos. (DH, s. v.) aceitería, aceytería, azeytería.26 […] 2. TIENDA donde se vende aceite. 1817-1956 Ac. 1847 SALVÁ Nuevo Dicc., &. 1871 CUÉLLAR, J. T. Ensalada (1890 II) 78: Y un vecino, dependiente de aceitería, tenía el encargo de aderezar, encender y colocar las cuarenta y ocho lamparitas (DH, s. v.). acerería. f. ACERÍA, fábrica de acero. 1918 RDGZNAVAS Dicc. Gral. Técn. 1930 Dicc. Tecn. Hispanoamer. 1945 Apénd. Dicc. Adm. Española MtzAlcubilla 513a: Sus preceptos obligan a todas las industrias siguientes [...]: Fábricas siderúrgicas y acererías. 1957 DE MIGUEL, ANTONIO (ABC 21 agosto 3b): Está por hacer –y es una injusticia– el censo de los indianos, como se hizo el de los conquistadores. [...] Adolfo Prieto, creador de las acererías mejicanas de Monterrey […] (DH, s. v.). adobería1, adouería. (De adobo.) f. TENERÍA. Ú. m. en pl. 1512-1612 Leyes Navarra (1614) 315a: Los pellegeros [...] reciben la corambre de las carnicerías y la lleuan a sus casas y la encalan y pelan en ellas, como si fuessen adouerías, adonde ha sido y es costumbre de que se haga esto. Ibid. 315b: Los dichos pellegeros lleuen de las carnicerías la corambre [...] a las adouerías. Ibid.: Algunos del oficio de çapateros [...] tienen adouerías dentro de los pueblos […]. adobería2, adouería.27 (De adobe1.) f. LUGAR donde se fabrican adobes.
El derivado corradical ansarera se registra desde el siglo XI como topónimo, con claro significado locativo (“O dizen el Anssarera” (Mio Cid c1140 ed. 1911 v. 2657); “Ya mouieron del Anssarera” (Ibid. v. 2689), y modernamente: “L(a) Ansarera” (Urdiales, J.-M. HVillacidayo 1962 ed. 1966, 421a)”; DH, s. v.). 25 Abarrotero (“m. y f. Méj., N. Méj. y Tejas. Persona que comercia en abarrotes, abacero, dueño de tienda de comestibles”) se documenta a finales del siglo XIX, en 1879, en la Noche al Raso de Roa Bárcena (DH, s. v.). 26 Aceitero, como nombre de agente denominal (‘que vende o fabrica aceite’), figura ya en documentos de Guadalajara de 1335. 27 El hecho de que adobero (‘el que hace adobes o se dedica a su industria’) se registre ya en el periodo medieval, según el DH (“1379-84 Ordenanzas Guadalajara (1942) 506: Dieron
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1603-44 ARDID, J. Restauro de Agricultura 41 (céd. Ac. c1750): El Justicia visite y reconozca las casas y huertas sospechosas [...], adoberías. 1720 SIESSO (TL): Reconozca adouerías, casas y corrales o huertos desta y la otra parte del río; es de aquí la casa donde se hacen adoves […] (DH, s. v.). aguardentería, aguardientería. (De aguardentero.)28 f. TIENDA donde se vende aguardiente por menor; fábrica de aguardientes. 1770-1956 Ac. 1847 SALVÁ Nuevo Dicc.: Aguardentería. 1848 MATALLANA VArquit. 22b: Aguardientería: Fábrica de aguardiente. […] 1891 PARDO BAZÁN Piedra angular 62: Los pobres tenduchos y figones, y las sospechosas aguardenterías de las arcadas de la Marina […] (DH, s. v.). agujería.29 f. FÁBRICA de agujas. 1592 FONSECA, FRAY C. Trat. Amor Dios (1620) 221b: No ay esclauo en la agujería de Córdoua ni en el esparto de Seuilla que tan mala vida passe. 1909 Enciclop. Espasa III 668a. 1914 Pequeño Larousse (DH, s. v.). agujetería, agujetery´a. […] 2. TIENDA del agujetero. 1770-1956 Ac. 1847 SALVÁ Nuevo Dicc., &.
por veedor e Regidor de todos los tejadores e adoberos al dicho Pero maestro”), no invalida la etimología propuesta en este diccionario, que sanciona la relación con el sufijo -ería, esencialmente por motivos semánticos. Esta hipótesis se sustenta, además, en el hecho de que tan solo se espiga un testimonio del nombre de agente en el periodo medieval; con posterioridad, adobero parece haberse sumergido (como, por otro lado, adobería) en las páginas de los diccionarios. Nótese, asimismo, el hiato temporal que media entre uno y otro vocablo. Tampoco adobera (‘adobería, lugar donde se fabrican adobes, o que reúne condiciones apropiadas para su fabricación’), pese a conocerse documentación medieval, ha gozado de gran difusión en nuestro romance; según el DH: “1062 Becerro Gótico Cardeña (1910) 210: Ego Munnio Dídaz [...] illa terra de illas adoveras [...] dabo ab omni integritate. 1869 Nuevo Supl. Dicc. Nac. Domínguez. 1895 ZEROLO Dicc. Encicl. 1925-1956 Ac.: ~: Adobería. c1929 ALVARADO, L. Glos. bajo español Venez. (1954). 1962 URDIALES, J. M. HVillacidayo (León) II 6: Adoberas: lugares donde las condiciones son apropiadas para fabricar en ellos los adobes. Ibíd. s/v barreras: Las barreras –o las adoberas– designan el lugar donde se fabrican los adobes; ha de ser un sitio cuya tierra, es decir barro, arcillosa, reúna las condiciones apropiadas”. 28 Aguardentero (‘la persona que vende aguardiente; la que lo fabrica’’) se documenta en el siglo XVII (“a1626-34 CASCALES Cartas filológ. (Clás. Cast. CXVIII) 104,5: Distilarios eran aguardenteros o vendedores de aguas destiladas”; DH, s. v.). 29 Agujero (‘la persona que hace o vende agujas’) se registra también en esta centuria: “c1550 Ordenanzas Toledo (1858) 43: E que para esto se visiten las casas de los dichos agujeros todas las vezes que qualquiera de ellos lo pidiere. 1576 Relaciones pueblos España Tol., 3.a (1963) 575: Pintores y tintoreros, texedores y agujeros, caldereros y pedreros. 1601 ROSAL: ~: [...] el hombre que las hace [las agujas]. 1605 CERVANTES Quij. I 17 fol. 72: Quiso la mala suerte del desdichado Sancho que, entre la gente que estaua en la venta, se hallassen [...] tres agujeros del potro de Córdoua” (DH, s. v.).
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alambiquería.30 f. Cuba y PRico. FÁBRICA donde se elaboran aguardientes y alcoholes por medio de alambiques. 1921 SUÁREZ, C. VCubano. 1927 MEDINA, J. T. Americ.: ~: [...] Cuba y P. Rico. 1927-1950 Ac. (DM) […] (DH, s. v.). alambrería. […] TIENDA, COMERCIO de alambre. 1853 Supl. Dicc. Nac. Domínguez. 1895 ZEROLO Dicc. Encicl., &. 1901 TORO Y GÓMEZ Nuevo Dicc. 1917 ALEMANY Dicc. (DH, s. v.). albardería, aluardería.31 f. CALLE O BARRIO donde están reunidas las tiendas de los albarderos. 1278 Doc. Sevilla (1913) CCXXVI: Uendemos [...] unas c[a]sas que nos auemos en la Aluardería, [...] las que nos conpramos de Pedro Fferrández el Aluardero [...], las quales casas an por linderos: de la una parte Martín Pérez Albardero, &1 d’otra parte fija de Pedro Pérez correero. Ibid. CCXXVII: Otorgo que do A uos [...] una Tienda, que es a la Aluardería de la collación de ssant Martín […]. 2. Oficio de albardero. 1527 Ordenanzas Sevilla 216vo: Son complideras &1 prouechosas assí para esta ciudad [...] como para guarda del dicho su oficio de albardería. 1726-1970 Ac. 1786 Dicc. Terreros, &. 1945 DUQUE DE REGLA Dicc. Ecuestre. b) CASA, TIENDA U OTRO SITIO en que ejerce su oficio el albardero. 1726-1970 Ac. 1786 Dicc. Terreros, &. 1886 GALDÓS Fortunata parte 1.a (1915) 29: Descendemos de aquel Matías Trujillo que tuvo albardería en la calle de Toledo […] (DH, s. v.). alcarracería.32 f. SITIO donde se hacen o se venden alcarrazas. 1786 Dicc. Terreros. 1847 SALVÁ Nuevo Dicc., &. 1892 MURO, Á. Dicc. cocina I 90b: La fábrica de alcarrazas. alfarería, alfaharería. (De alfarero o alfaharero + -ia.) f. OBRADOR donde se fabrican objetos de barro cocido, especialmente vasijas, y sitio donde se venden. 1706 STEVENS Dict.: Alfaharería. 1778 SUÁREZ, M. G. Memorias I 345: La idea más pura que puede formarse de la naturaleza de la Porcelana [...] es la de mirarla como una materia de un estado medio entre el de la tierra cocida de nuestras Alfaharerías y el de la del vidrio […] (DH, s. v.).
30 Derivado de alambiquero, atestiguado en Cuba en la primera mitad del siglo XIX (“1840 Memorias de la Sociedad Económica Habana, II 387 (Dihigo Léx. cubano 1928 I 134): El alambiquero tendrá empeño en hacer buen aguardiente”, DH, s. v.). 31 Albardero (‘el que tiene por oficio hacer, arreglar o vender albardas y, por extensión, otros aparejos de caballerías’) ya figura en los documentos de la Catedral de Ávila de 1197 (“Ávila (Catedral) (Doc. AHN P-12): Aliam domum... in calle de albarderos”; DH, s. v.). 32 Alcarracero, ‘persona que hace o vende alcarrazas’, se registra desde el llamado Diccionario de Autoridades, si bien, con este valor, su documentación no sobrepasa la frontera de las obras lexicográficas, igual que su derivado (DH, s. v.).
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aljecería, aljezería, algecería.33 (De aljecero + -ía.) Aljezería: Ac. 1817-1869, Salvá Nuevo Dicc. 1847 y Dicc. Encicl. Gaspar y Roig 1853. f. YESERÍA. 1726 Ac.: Algecería: Lugar y sitio donde se hace o vende hyeso. Es voz usada en Aragón y otras partes. 1836 PERALTA, M. Dicc. Arag.-Cast. […] (DH, s. v.). almidonería. 34 f. FÁBRICA O TIENDA de almidón. 1853 Supl. Dicc. Nac. Domínguez: ~: Tienda, comercio [...] de almidón. 1903 PALMA Papeletas lexic. 16: ~: Establecimiento donde se elabora el almidón. 1942 SANTAMARÍA: ~: En Perú, lugar en que se elabora, o se vende, almidón (DH, s. v.). alpargatería, apargatería. 35 […] 2. TALLER o TIENDA del alpargatero. 1780 Ac. Supl. a1877 FERNÁN CABALLERO (Pagés Dicc. 1902 s/v): Y al poco tiempo puso con aquel dinero una alpargatería. 1919 SEVILLA, A. VMurciano: Apargatería. 1932 GASORIANO VDMurciano: Apargatería. 1941 SILVA UZCATEGUI Dicc. Provinc. Lara 662: ~: Fábrica de alpargatas […]. anchovería.36 f. LUGAR donde se preparan las anchoas en salazón. 1608 Ordenanzas Málaga (1611) 20v: Porque acaece que algunos regatones del pescado o los que hazen sardina e anchoua y lo tienen seco y escalado en las anchouerías o en sus casas querrían vendello [...], se manda que no la puedan vender. Ibíd. 21: Que lo escalen y enxugen [el pescado] en las anchouerías y percheles (+ 5 del mismo texto) […] (DH, s. v.). anclería. (De ancla1 + -ería.) f. ANCORERÍA. 1797 JOVELLANOS Diario (1953) 424: A ver a D. Miguel Velandia, convaleciente: es hombre de gran celo y inteligencia; tuvo una anclería en M u r n i e t a y asiento de anclas (DH, s. v.). 33
Aljecero (‘yesero, el que fabrica o vende yeso’) tiene una presencia muy reducida en documentos aragoneses del Cuatrocientos y del Quinientos (“1414 Ordin. Zarag. Fernando I (1908) 483: Pora ordenar cerca los officios de traperos, guchilleros, çapateros, telleros, alieceros e otros semblantes que en la Ciudat se exercexen, cómo sin frau sían exercidos”; DH, s. v.); a partir de mediados del siglo XIX se incorpora a un amplio catálogo de repertorios lexicográficos. 34 Almidonero (‘persona que se dedica a la fabricación o a la venta del almidón’) parece haberse desarrollado en un hábitat lexicográfico o metalingüístico (se registra en Observaciones acerca del género de los nombres de Rodríguez Herrera), aunque su documentación es anterior a la de almidonería, pues ya figura en el Diccionario de Terreros y Pando en 1786. 35 Alpargatero (‘persona que fabrica o vende alpargatas’) es vocablo conocido ya en el siglo XVI (en las Ordenanzas Sevilla (1527): “183: Título. De los alpargateros. [...] Ordenamos &1 mandamos que la soga de que se han de fazer los dichos alpargates blancos sea de buena gordura”; DH, s. v.). Por otra parte, conviene tener presente que alpargatería con sentido locativo arroja testimonios esencialmente en el terreno de los diccionarios (una vez más, la cita de Fernán Caballero es indirecta, a través de Pagés), de acuerdo con el DH. 36 Anchovero, ‘el que prepara o vende anchoas en salazón’, se documenta, según el DH (s. v.), en. 1537, en las Ordenanzas Málaga: “Tít. de la Anchova. Que todas las personas que los dichos anchoveros acogen para descabezar y embarrilar las dichas anchovas. [El mismo texto en ed. 1611, 24v]”.
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ancorería. 37 f. TALLER donde se hacen áncoras o anclas. 1787 ENRÍQUEZ Memoria 2: Desde aquella Época ha continuado en esta Provincia la Fábrica de quantas Anclas grandes y pequeñas ha necesitado la Armada [...], no solo en la Ancorería del referido Guilisasti [...] sino en diferentes Oficinas que se han ido extendiendo por la Provincia […] (DH, s. v.). añilería38. f. FÁBRICA de añil. También la HACIENDA DE CULTIVO en que está instalada […]. 1807 BOLÍVAR Carta (Obras 1950 I 27): En caso de que solo se le amparase en composición la parte que ocupa la añilería del Negro, y a Fernández en el resto de la posesión, era nulo el contrato. 1843 ÁLVZGUERRA NDAgric. Rozier II 45b s/v añil: Es preciso acelerar cuanto se pueda el trasporte desde el terreno a la añilería […] (DH, s. v.). aparejería.39 f. Cuba. ESTABLECIMIENTO en que se fabrican o venden aparejos para caballerías […]. 1838-43 VILLAVERDE Excursión Vuelta Abajo (1981) 165: Las dos panaderías y tabaquerías de la población están anexas a los almacenes de víveres, […] como también otras tantas zapaterías de hombre, que junto con una aparajería y el tejido de sombreros de paja son las únicas industrias a que se dedican los vecinos […] (DH, s. v.). babuchería.40 f. TALLER donde se hacen babuchas o TIENDA donde se venden. Cf. babucha acep. 1.ª a. 1915 Ilustr. Esp. y Amer. n.º 45, 931: Plaza de las babucherías moras. 1944 BOE 23 febr. 1613a: Tarifas a que se habrá de ajustar la percepción del impuesto de mercados rurales en el territorio de Ifni […]. Babucherías: El 10 por 100 de la patente. (DH, s. v.) bacaladería.41 f. Andal. TIENDA donde se vende bacalao. Cf. bacalao acep. 2.ª a y bacaladero acep. 1.ª b. 1951 ALCALÁ VAndaluz s/v bacalaería: Compra en la bacalaería dos reales del escocés (DH, s. v.).
37 Ancorero (‘fabricante de áncoras o anclas’) se registra por vez primera en el mismo texto: “1787 ENRÍQUEZ Memoria 5: Por Real Orden de 12 de Diciembre [...] se aprobó el Ajuste hecho con Juan Antonio Guilisasti y otros Ancoreros para la Fábrica de 24 Anclas grandes. 1789 Extractos Sociedad Bascongada 23: El método que emplean nuestros ancoreros ha sido desechado por Mr. Reamur y Duhamel” (DH, s. v.). 38 Añilero (‘persona que cultiva o vende añil’) goza de una exigua documentación lexicográfica, según el DH (“1853 Supl. Domínguez. 1942 SANTAMARÍA”). 39 Aparejero (‘persona que hace o vende aparejos para las caballerías’), con documentación únicamente lexicográfica, se registra en 1885 (DH, s. v.). 40 Babuchero (‘persona que hace o vende babuchas’) presenta testimonios ligeramente posteriores: “1923 GMNZCABALLERO Notas marruecas 170: ¡Oh calles de ensueño esas, estrechas, silenciosas […]! ¡Calles de los babucheros, calles de las sederías!” (DH, s. v.). 41 Bacaladero (‘vendedor de bacalao’) es andalucismo atestiguado en el primer cuarto del siglo XX, según el DH (s. v.).
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Un caso especial es el de alberguería42, voz que, como muestran el DH y el LHP, se documenta en los siglos XI y XII preferentemente con la terminación aria. La propuesta etimológica formulada en el DECH, que propugna la existencia de una relación derivativa entre alberguería y alberguero, entraña ciertos problemas, dado que la secuencia cronológica parece contradecir una hipótesis que, por otra parte, se sustenta en firmes cimientos morfológicos43. No resulta
42 “alberguería, albergería, alverguería, aluerguería, aluergería; albergaría, alvergaría; aruerguería. f. Albergue, lugar de resguardo o cobijo. a) ALBERGUE para romeros o personas indigentes. 1085 Burgos (Muñoz Romero Col. Fueros 1847, 263): Ego Alfonsus [...] concedo quinque villas meas [...] ad illam albergariam que est in civitate Burgensi ut ibidem pauperibus et substentacionem peregrinorum. 1135 Col. Dipl. S. Salvador Oña (1950 I) 208: Pro remedium anime mee et parentum meorum, dono et concedo albergerie de Río de Uena, uillam illam que nuncupatur Ollola. [...] Domnus Lupus [...] recuperauit suprascriptam uillam ad seruicium albergerie et peregrinorum. a1158 Sahagún, León (Vignau Índice Sahag. 1874, 121): Albergaría. 1256-63 ALFONSO X Part. I (ms. s. XIV ed. 1807) 376: Casas de religión son dichas las hermitas et los monesterios de las órdenes, et las eglesias et los hospitales, et las alverguerías. [Var. ms. B. R. 2,3: alvergarías.] 1276 Burgos (Doc. ling. 1919, 202, 258,10): Nuestro ssennor el rey [...] nos mandaua que diéssemos al aruerguería de Valde Yusta aquel heredamiento. + 18 SIGLOS XI-XIV […]. b) POSADA, MESÓN. 1219 FGuadalajara (1924) 6: Sy buelta se fiziere en villa, ayúntense los alcaldes e jurados en el alberguería a provecho de la villa e syn arma. 1255 FReal (1836) 160: Alberguen [los romeros] seguramiente quando quisieren e o quisieren, atanto que sean logares de albergar. Et otrosí mandamos que tanbién en las alberguerías como fuera dellas puedan comprar las cosas que ovieren mester. 1256-1263 ALFONSO X Part. II (ms. s. XIV ed. 1807) 92: Debe facer alberguerías en los logares yermos do entendiere que serán meester porque hayan las gentes a que allegar seguramente con sus cosas, así que non gelas puedan los malfechores furtar nin toller […]. c) CAMPAMENTO. c1240-50 Alexandre (ms. O s. XIV ed. 1934) v. 1753c: Fecho auien los griegos puentes a maestria, / cuemo passassen el flume a cabo de te[r]çer día, / mas antes que saliessen de la albergaría / vieno ha Alexandre una messagería. [Var. ms. P: aluergería.] d) ALBERGUE, sitio no determinado que sirve de resguardo o cobijo. p1351 Castigos e docs. (BibAE LI) 226a: Amigo, la noche se aviene, e menester es de se acoger cada uno a su alberguería. 2. Acción y efecto de albergar o albergarse. c1220 María Egipc. (1964) v. 148: En Alexandría fue María, / aquí demanda aluerguería, / allá va prender ostal. [Var. ed. 1907: aluerguía.] Ibid. (1907) v. 655: Al fflumen Iordán vino María, / ay´ priso alberguería, / A la rribera del fflumen Iordán / cabo la yglesia de sant Iohán. / Yogó María so vn alpendio. a1484 Ordenanzas reales Castilla (1551) 8c: Yendo &1 viniendo [los romeros y peregrinos] a las dichas romerías puedan seguramente aluergar y posar en mesones y lugares de aluergería y hospitales […]” (DH, s. v.). 43 En efecto, alberguería podría haberse construido sobre la base sustantiva alberguero, mediante la adición del sufijo -ía; sin embargo, como muestra el DH, alberguero no parece
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menos problemático, atendiendo a la cronología de los testimonios, proponer que nos hallamos ante un derivado de albergue (más el sufijo -ería), puesto que, como ha señalado Varela Sieiro (2008: 127), si exceptuamos la documentación catalana (que registra arberg ya en 1065), en el resto de la Península los testimonios de albergaria preceden a los albergue; en el caso de nuestro romance, hemos de esperar hasta mediados del siglo XIII para atestiguar el uso de este sustantivo44. De hecho, como indican Corominas y Pascual Rodríguez, este vocablo, que remite al gótico “*HARIBAÍRGO ‘campamento’, ‘alojamiento’ (alem. herberge, a. alem. ant. heriberga), compuesto de HARJIS ‘ejército’ y BAÍRGAN ‘conservar, guardar’”, arriba probablemente al castellano “por conducto del catalán o de la lengua de Oc” (DECH, s. v.)45. Sin embargo, se pueden espigar testimonios de albergaria-alberg(u)eria en diferentes colecciones documentales ya desde el siglo XI46. asomarse a los textos antes del primer cuarto del siglo XIII: “1219 Oviedo (Doc. FAvilés ed. 1865, 68): Joan Rouio alberguero testis. 1255 FReal (1836) 87: Los albergueros tales medidas tengan como los otros, e vendan por ellas e non las muden a los huéspedes; et los fieles del conceio sean tenudos de veer los pesos e las medidas tanbién en las casas de los albergueros como en las otras” (DH, s. v.). 44 “c1250 Poema FGonzález (1951) v. 514b: El conde e sus gentes las posadas tomaron, / ovieron tal albergue qual a Dios demandaron, / quanto mester ovieron todo í lo fallaron. 1251 Calila (ms. s. XV ed. 1906) 88,310: Dizen qu’el que padesçe grant enfermedat [...], o que perdiese sus amjgos [...], o que fuese en agena tierra do non supiese casa njn aluerge [...], mejor le sería todo esto que pedir a los viles” (DH, s. v.). 45 En el DECLC (s. v. alberg), Coromines insiste en que albergue es probablemente un catalanismo en castellano “per raons fonètiques, si bé aparéix també en el s. XIII”. Por su parte, el francés antiguo herberge, que conserva únicamente la acepción militar (‘campamento’), provendría del fráncico heriberga, con lo que se distanciaría de la mayor parte de las lenguas románicas, que habrían recurrido al gótico. Bloch y Wartburg apuntan asimismo hacia esa diversa procedencia: “Les formes avec a- ont été introduites dans le lat. de basse ép. par les mercenaires d’origine germ.; tandis que celles avec her- sont dues aux Francs […]. Le fr. a repris aubergue, 1477, dans un sens particulier à un parler méridional, mot qui s’est depuis répandu dans presque tous les parlers galloromans” (DELF, s. v. héberger). En Glosas de Reicheneau (siglo VIII) ya se puede leer c(r)astro: heribergo (TLF, s. v. héberge). 46 “1074 S. M. COGOLLA, Cart., p. 220: iuxta vineam de illa alberguaria. 1077 VALBANERA, p. 64: una uinea in loco que dicitur Ualdemira; a parte oriente uinea de illa albergaria; et de occidente uinea de Sancta Maria. 1084 LEÓN, T. Leg., fol. 357, lín. 22: Testamentum quod fecit Pelagius episcopus quando ipse primus ordinauit illam albergariam ad hospitium peregrinorum. 1085 [C. 1237] BURGOS (Muñoz, pp. 263-264): concedo quinque villas [...] ad illam albergariam que est in civitate Burgensi [...]. Adhuc etiam do alium forum praedictae albergueriae. 1099 o 1100 RODA, 115: Et mando ut quicumque ligna attulerit ad Barbastrum de omni carretura, pro alia sua donet una ligna ad albergaria pauperum. [a1100] LEÓN, T. Leg., fol. 357, lín. 22: Nodicia de ganato de Uermudo Saluatoriz que mandauit pro sua anima ad illa albergeria” (LHP, s. v. albergaria, albergeria, alberguaria, albergueria, aluergaria).
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Tan solo siete de los sustantivos de este apartado pueden considerarse derivados con -ería (acerería, adobería1, alambrería, alberguería, anclería, añilería, aparajería y babuchería), pues en los restantes casos hemos de contar con una base nominal en -ero, documentada con antelación, que experimenta la adjunción del sufijo nominalizador -ía; si damos prioridad, consiguientemente, al factor cronológico, la interpretación de estas formaciones se ajusta a la expresión ‘lugar de actividad ejercida por Nb’, paráfrasis que no se refleja en las definiciones de estos vocablos, a excepción de agujetería y albardería47. En definitiva, como ha advertido Pena Seijas, estos derivados “tienen como base un nombre de persona agentivo o, en menor medida, un nombre de objeto [anclería] o un nombre de materia [acerería]” (2007: 873-874). A diferencia del grupo anterior, la definición va más allá de la mera traslación de la paráfrasis morfo-semántica, aunque su notable grado de heterogeneidad invita a sopesar las ventajas de emplear, como primer marco organizativo, la información suministrada por la morfología léxica. En cuatro ocasiones se recurre a la definición sinonímica (acerería, adobería1, aljecería y ancorería); si se ha achacado a la definición morfo-semántica su falta de autosuficiencia, es evidente que en algún caso, como el de aljecería (en que hemos de suponer que este vocablo presenta todas las acepciones de su sinónimo: ‘fábrica de yeso’, ‘tienda o sitio en que se vende yeso’ y ‘obra hecha de yeso’) o, sobre todo, en el de adobería2, este tipo de definición se caracteriza por su falta de autonomía, carencia que, de todos modos, se puede evitar añadiendo una breve glosa, como es práctica habitual en algunas obras lexicográficas. Solo tres vocablos emplean los sustantivos lugar o sitio en la definición: adobería2 (‘lugar donde se fabrican adobes’), anchovería (‘lugar donde se preparan las anchoas en salazón’) y alcarracería (‘sitio donde se hacen o se venden alcarrazas’). En los restantes casos, ese contenido locativo está comprendido en el hiperónimo que encabeza la definición: tienda (abarrotería, aceitería, aguardentería, agujetería, bacaladería), fábrica (agujería, alambiquería, añilería), establecimiento (aparajería), obrador (alfarería) y taller (ancorería). Con frecuencia, se combinan dos hiperónimos, como fábrica y tienda (almidonería), taller y tienda (alpargatería y babuchería), o, incluso, casa, tienda u otro sitio
Como indica Varela Sieiro: “Tratábase de entidades monásticas, aínda que non necesaria, si xeralmente, que servían de hospicio transitorio de pobres, enfermos, peregrinos ou mesmo pasaxeiros. O seu cariz benéfico propicia que habitualmente aparezan como beneficiarias de testamentos nos que se fan doazóns para o seu sustento” (2008: 127). 47 Cf. Corbin (1987: 40-41), Rainer (1993: 72-73), Pena Seijas (2007: 874, n. 18) y RioTorto (1998: 192-196).
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(albardería)48. No obstante, la variedad de las fórmulas definitorias vela de algún modo la pertenencia de estos sustantivos (en las acepciones citadas) a un mismo paradigma derivativo; ello no implica que el diccionario haya de convertirse en una salmodia de paráfrasis semánticas, sino que parece aconsejable establecer un inventario acotado de hiperónimos y, en consecuencia, reducir el número de vocablos superordinados para evitar su proliferación (esto es, constreñir el vocabulario definidor a unos límites manejables). El factor cronológico, que determina la ordenación de acepciones y subacepciones de los artículos, en ocasiones puede entrar en conflicto con la evolución semántica esperable desde un punto de vista lógico y lingüístico, como sucede en albardería (‘1. Calle o barrio donde están reunidas las tiendas de los albarderos’, ‘2. Oficio de albardero’ y ‘2b. Casa, tienda u otro sitio en que ejerce su oficio el abardero’), pues, evidentemente, hemos de contar primero con la acepción de actividad, luego, con aquella que se refiere al lugar en que se desempeña el oficio y, por último, mediante un nuevo proceso metonímico, habría de surgir la primera. Lapesa Melgar ya explicaba en el “Prólogo” al DH la dificultad que encierra la tarea de articular las acepciones de un vocablo y los límites que impone la documentación: Con gran frecuencia ocurre que la sucesión reclamada por el orden de primeras apariciones está en pugna con el encadenamiento originario que es preciso suponer entre unos significados y otros. En tales casos, atenerse rigurosamente a los datos cronológicos que poseemos equivaldría a depositar toda nuestra confianza en lo que es un simple albur: no podemos asegurar que la primera aparición registrada en nuestros ficheros corresponda siempre a la primera vez que el significado en cuestión ha surgido en la lengua escrita; pero aunque así fuese, la acepción podría haber vivido antes en la lengua hablada (1972: XIII).
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Como es obvio, estas bimembraciones obedecen al propósito de especificar, a su vez, las diferentes actividades que se realizan en esos lugares (la venta o fabricación del objeto que designa el sustantivo base del nomen agentis en -ero). Con respecto a los derivados con -aria, Rio-Torto afirma: “podemos constatar que é comum a todos estes derivados um significado que designaremos por locativo e que permite parafrasear a palabra construída (N2) por ‘local, establecemento onde V (fabrica, produz, comercializa, vende, exerce actividade relacionada com) N1/a própria actividade’, sendo N1 o substantivo que funciona como base lexical e V uma variable verbal a que podem corresponder os conteúdos mencionados, ou outros análogos, tais como ‘existir, estar, permanecer, viver’, aplicáveis em casos como enfermaria, judiaria e mouraria” (1986: 312). Este hecho explica la diversidad de verbos registrados en las definiciones consignadas en este apartado, entre los que destacan vender y fabricar (seguidos por hacer, elaborar, ejercer y preparar).
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3.3. NOMINA QUANTITATIS El peso de -ería se incrementa notablemente en el dominio de los nomina quantitatis, paradigma en el que es, en el español actual, el sufijo más rentable (Pena Seijas 2007: 866). Para la acuñación de nombres denominales de cantidad (o colectivos determinados), -ería selecciona fundamentalmente sustantivos concretos, contables y que designan objetos; en mucha menor proporción figuran como base nombres de animal (acemilería, animalería) o de persona (analfabetería, ancianería; Pena Seijas 2007: 867). En este último caso, el significado colectivo suele ir acompañado de un matiz peyorativo o de intención festiva; se trata, en gran medida, de creaciones ocasionales, de acuñaciones léxicas efímeras que apenas han dejado huella en los testimonios escritos más allá de sus primeras apariciones, de índole marcadamente literaria o lexicográfica. Si bien la definición se ciñe casi siempre al molde del “significado morfológico predecible”, estos ejemplos muestran los problemas que, para los redactores de un repertorio de lexicografía diacrónica, plantean los hápax, que, en no pocas ocasiones, reciben una interpretación semántica estrechamente ligada al contexto. La definición holonímica, que alcanza su protagonismo absoluto en esta sección, se muestra bajo su forma canónica: ‘conjunto de X’ (donde X no es sino la “parte correspondiente al todo colectivo en cuestión”; Villar Díaz 2003: 272); se esculpe, pues, en moldes lexicográficos la paráfrasis propia de los nomina quantitatis, que expresan, según Rio-Torto ‘(gran) cantidad, conjunto o colección de Nb’. De algún modo se quiebra esta homogenidad en el artículo dedicado a agujetería, pues la subacepción ‘conjunto de objetos fabricados por el ajugetero’ entronca directamente con la primera, que se refiere al nombre de oficio o actividad (‘oficio o arte del agujetero’). El tratamiento otorgado por el DH puede responder no solo a una interpretación contextual, sino también al hecho de que, como puntualiza Rainer (1993), en algunas de estas formaciones no nos encontramos realmente con colectivos primarios, sino con extensiones de los nomina actionis, nomina qualitatis o de las denominaciones de estatuto49. Esta última
49 Cuestión en la que incide Rio-Torto, quien no suscribe la dependencia de los sustantivos en -aria de aquellos agentivos en -eiro: “alguns destes nomes que têm en comum um conteúdo locativo e de actividade não excluem de todo os semas de quantidade, uma vez que o local onde se exerce uma actividade relacionada como determinada matéria ou produto pressupõe a existência desta/e em grande quantidade. Mas a associação de um conteúdo gramatical quantitativo a estes locativos é não só assistemática, eventual e convencional, como não afecta os que são necessariamente construídos com base en nomes [+HUMANO] (coudeleria, ourivesaria). Em “a ourivesaria portuguesa é famosa”, Nd equivale, não a conjunto de Nb, mas a ‘arte de traballar ouro’ ou, por metonímia, ‘conjunto de artefactos em ouro, de peças de
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aseveración cobra mayor relevancia en voces como achinería (‘conjunto de mercaderías que venden los buhoneros; buhonería’) y alfarería (‘conjunto de objetos de barro cocido’), que habrán de interpretarse como extensiones de nombres de actividad, formados, a excepción del primero, mediante la adjunción del sufijo ía a una base sustantiva sufijada en -ero50. abejería. f. […] 2. CONJUNTO de abejas. 1623 PERCIV. (TL) (DH, s. v.). acemilería, açemilería, azemilería, azemelería. (De acémila.) f. CONJUNTO de acémilas, recua. 1511 CoDoIn Amér. Ocean. XXXII (1879) 139: Yo vos Mando [...] paguedes [...] los ochuscientos e ochenta mil maravedy´s rrestantes, para el gasto de la despensa e casa e caballerías e andas e azemelería. 1547 FDZOVIEDO Libro Cám. Real (1870) 178: Ay aluardero que sirue la azemilería e caualleriza […] (DH, s. v.). achaquería. (De achaque acep. 1.a b.) f. CONJUNTO de recursos económicos, principalmente multas o achaques, del antiguo Concejo de la Mesta. 1885 Dicc. Encicl. Agric. I s/v achaque 251b: La parte que el Concejo debía percibir se llamó derecho de achaquería. Ibíd.: El Real decreto de 3 de Marzo de 1877 fija [...] la cuestión de achaquería o de recursos de la Corporación. c1920 Enciclop. Espasa XXXIV 1088a: La parte que la Mesta debía percibir se llamó derecho de achaquería. 1939 Dicc. Agric. Matons s/v achaque: El R. D. de 3 de Marzo de 1877 determina la achaquería o recursos de dicha corporación [la Asociación general de Ganaderos del Reino] (DH, s. v.). achinería.51 (De achín ‘buhonero’.) f. Guat., Hond. y Nicar. CONJUNTO de mercaderías que venden los buhoneros; buhonería. 1897 MEMBREÑO Hondureñismos s/v achín. 1925 MALARET: ~: Guatem. 1939 CASTELLÓN Dicc. Nicar. 1942 SANTAMARÍA: ~: En Centro América. 1946 MALARET: ~: Guat. y Hond. 1948 VALLE, A. Dicc. Nicar. 1951 MALARET Correcc. Dicc. y Lex.: ~: [...] En Nicar. ] (DH, s. v.) agujetería, agujetery´a. […] 1. f. Oficio o arte del agujetero. […] b) CONJUNTO de objetos fabricados por el agujetero. 1562 Ordenanzas Toledo (1858) 25: Otrosí ordenan e mandan que la agujetería que se hiziere de cuero e de cabrito [...] sea como se vsa en estos Reynos. E que la agujetería que se ficiere de cabrito sea todo cabrito, e la que sea de cordero sea toda de cordero (DH, s. v.).
ourivesaria’. Ainda assim, a presença de um semantismo de quantidade de Xb em alguns nomes locativos/de actividade abona igualmente em favor da sua origem em N1” (1998: 196). 50 Los restantes vocablos inventariados a continuación, incluido achinería, se consideran, por lo tanto, derivados de -ería. 51 Según el DH (s. v.), tanto este vocablo como el nombre de agente achinero solo parecen mostrar documentación lexicográfica.
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alambrería. f. CONJUNTO de alambres. 1853 Supl. Dicc. Nac. Domínguez. 1895 ZEROLO Dicc. Encicl. 1901 TORO Y GÓMEZ Nuevo Dicc. 1917 ALEMANY Dicc. 1943 CELA Pabellón 143: Las golondrinas, que raudas cruzaban la alegre alambreria del telégrafo, han volado hacia el Sur, y los murciélagos que nacían noche a noche [...] se han dormido para siempre como ensimismados faquires […] (DH, s. v.). albardería, aluardería. f. […] 3. ABUNDANCIA o EXCESO de albardas. Se emplea hablando jocosamente de vestidos, atuendos, etc. Cf. albarda acep. 4.a. 1557 Viaje Turquía (NBAE II) 130b: –En la cabeza lo primero traen un vonetico delgado [...]; sobre aquel, uno de seda grueso [...], en el qual rebuelven la toca que llaman turbante. –¿Cómo pueden traer acuestas esa albarderia? (DH, s. v.). alcucería. f. CONJUNTO de alcuzas. 1620 GÓNGORA Carta (1921 III) 176: Seruíle con mi casa, que hámela hecho oficina de platero, [...] i la puerta trasera establo de la alcucería de su cortijo. 1853 Supl. Dicc. Nac. Domínguez, &. [Nuevo Supl. Dicc. Nac. Domínguez 1869, por errata, escribe alcuzería] [alcucero, como sustantivo, es posterior: como ‘el encargado de preparar las comidas’ es de 1636] (DH, s. v.). aldeanería. […] 2. GENTE de aldea. Cf. aldeanía acep. 2.a. 1913 UNAMUNO Espejo de la muerte 50: Era una tienda de género para la aldeanería. 1943 IRIBARREN Batiburrillo navarro 156: No creo que haya fundamento para tamañas pullas contra la pintoresca aldeanería que va a Pamplona a vender sus verduras (DH, s. v.). alfarería, alfaharería. (De alfarero o alfaharero + -ia.) f. […] 3. CONJUNTO de objetos de barro cocido. 1877 CLAIRAC Dicc. Arquit. 1888 MÉLIDA VTérm. Arte: ~: Producto de la industria del alfarero; y también vasos de arcilla comunes y groseros cocidos al horno. 1969 BASSEGODA Dicc. técn. Barbier: ~: Tubos de barro cocido (DH, s. v.). alfabetería. f. AMONTONAMIENTO de letras. 1943 REGA MOLINA, H. Flecha pintada 123 (Ragucci Neologismos 1947, 193): [Las lágrimas] tiemblan en la resignación del lector encadenado a doscientas cincuenta páginas de alfabeterías [Ragucci comenta esta palabra: Voz de matiz despectivo, por el estilo de gramatiquería] (DH, s. v.). alfarjería. f. CONJUNTO de las piezas de madera que componen el alfarje. 1927 NOEL, E. Siete Cucas 19: El blanco de los ojos [...] vuelto hacia la alfarjería de la techumbre […]. alhamería. f. CONJUNTO de alhames o telas de lino o seda. 1471 Córdoba (Fray L. Sáez Demostr. monedas 1805, 527): C o s a s d e a l h a m e r í a : Dose piesas de alhame de lino. [...] Dies piesas de alhames de seda. 1853 Dicc. Encicl. Gaspar y Roig: ~: ant. ropa, telas para vestidos; decíase principalmente por los velos y túnicas de las mujeres. 1878 FDZPARREÑO, R. Dicc. Mercantil. → 1853 Dicc. Encicl. Gaspar y Roig, &. (DH, s. v.).
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almadrabería. 52 f. CONJUNTO de personas que trabajan en una almadraba. 1953 SERNA, V. Nuevo viaje (1960) 130: Por esta costa [andaluza] no hay más duque que el de Medinasidonia, cuyo nombre entre la alma[d]ra[b]ería aún suena majestuosamente [en el texto, por errata, almabradería]. alpargatería, apargatería. f. […] 3. ALPARGATAS, consideradas como mercancía. 1907 Leyes sociales parte 1.a (1951) 249a: Se puede vender en Teruel cordelería, alpargatería y calzado basto del 10 de Jul[io] al 15 Ag[osto] de cada año en las mañanas del domingo (DH, s. v.). analfabetería. f. CONJUNTO de los analfabetos. 1920 El Debate 31 marzo 1b: Hemos apelado al testimonio de los socialistas belgas, para que los... “espíritus fuertes”, los que todo lo hacen problema de clericalismo o anticlericalismo, la analfabetería liberalizante y laica española, no puedan hablar de reacción (DH, s. v.). anaquelería. f. CONJUNTO de anaqueles. […] 1817 Ac. Supl. 1862 BÉCQUER Artíc. (1871 II) 142: Después de haber pasado [...] una revista minuciosa a todos los objetos de arte y de lujo expuestos al público detrás de los iluminados cristales de las anaquelerías. 1906 GALDÓS Prim 292: De doble fondo eran algunas anaquelerías, y entre tabiques había huecos atestados de extraños paquetes […] (DH, s. v.). ancianería. f. CONJUNTO de ancianos. 1959 HALCÓN, M. Mujer fría (1971) 887: Al cabo de los días que llevo aquí percibo en esta ancianería selecta una modalidad aleccionadora. Están contentos con su vejez. Se presencian la vejez unos a otros como un espectáculo (DH, s. v.). andenería. f. Argent., Bol., Perú y Venez. CONJUNTO de andenes o bancales en las laderas de un monte […]. 1864 ARONA Cuadros peruanos 3.a parte (1867) 193: Y rota la andenería, / No verá el cerro su falda / Con la alfombra de esmeralda / Que un tiempo arrastrar
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Este vocablo ofrece un único testimonio, por lo que parece que nos hallamos ante una creación ocasional que, en todo caso, podría explicarse como un derivado de almadrabero más el sufijo -ía, cuyo significado primario sería el de actividad u ocupación, valor que, mediante un proceso de metonimia, daría origen al colectivo (que en este caso designaría el conjunto de personas que realizan esta actividad); no obstante, esa única documentación pone en cuarentena la extensión y aun la existencia misma de la voz. Almadrabero (‘persona que trabaja en la almadraba o pesca del atún’), en cambio, disfruta de una extensa trayectoria lexicográfica (pues ya la atestigua Oudin en su Tesoro) y, como muestra el DH (s. v.), se registra en otros textos de diverso cuño: “1948 LUNA, J. C. Peces 379: Estas fechas, seguramente observadas y anotadas por los almadraberos, sin más alcance que el de su resultado industrial, ni siquiera son aproximadamente exactas. 1963 Vocab. ocupaciones. 1966 GOYTISOLO, J. Señas de identidad (1976) 194: Los almadraberos copejeaban sin cesar con sus salabres y, al emerger el fondo de la sacada, la agonia de los pescados moribundos cubrió las voces guturales de los hombres y las órdenes del arráez. 1968 ABC 10 dic. 45c: A los diecinueve años de edad se hizo almadrabero, cuya actividad alternó con la de palangrero”.
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solía. 1942 STORNI, J. S. Bromatología indígena 84 (Malaret Amer. Copla popular 1947 s/v): Estudió los silos de piedra empotrados en las laderas de la andenería […] (DH, s. v.). animalería. f. […] 2. Colomb. CONJUNTO de animales. Cf. animalada acep. 2.a, animalaje y animalero. 1935-36 CARRASQUILLA, T. Hace tiempos (1952) 706a: Y no tan solamente sirve la cacería pa comer, síno también pa uno librase de la animalería fiera que hay en esos montes. 1959 LOZANO CABALLERO, A. Vocab. pop. Colomb. [cita a Carrasquilla] (DH, s. v.). antiguallería. f. CONJUNTO de antiguallas o cosas antiguas. Cf. antigualla acep. 3.ª. 1905 PARDO BAZÁN Quimera 394: Proscribiendo la mescolanza de antiguallerías, ya tan trillada o más que los salones amueblados por tapicero, Marbley había arreglado su estudio solo con mobiliario, telas y obras de arte de un mismo periodo (DH, s. v.). apachería. f. CONJUNTO de los apaches. Cf. apache, acep. 1. 1718 Nueva Vizcaya (LHA 18 s/v): Las finanzas belicosas que […] ejecutan contra la hostilidad de la apachería nuestros pimas. 1793 Méj. (Ibid.): Inducir a todos estos indicios a que […] hiciese[n] la guerra a los lipanes y demás parcialidades de la apachería. 1987 CASTAÑEDA, P. (ABC 16 abril 50.ª): La evangelización de Nuevo México, Texas y Florida constituye una página brillante de apostolado franciscano, que pagaron un fuerte tributo de sangre al internarse con osadía inaudita en el mismo corazón de la apachería […] (DH, s. v.). badulaquería. […]. 2. CONJUNTO de badulaques. 1909 UNAMUNO Por tierras (1944) 191: Tenía ya la pluma en la mano para deciros algo de la ridícula agitación en contra de España que provocó entre la badulaquería internacional el fusilamiento del desdichado Ferrer (DH, s. v.).
3.4. ‘ACTO PROPIO DE’ Por último, un puñado de vocablos se encuadran en el paradigma de los nombres denominales que expresan el ‘acto propio de Nb’, el ‘evento o actitud típico de Nb’, paradigma que, en el español actual, protagonizan los derivados de -ada y ería; como indica Rio-Torto, en la base se halla un nombre que “designa um tipo particular de ser humano […] e/ou as propiedades que, num dado universo cultural, são encaradas como deles definitórias ou caracterizantes” (1998: 127)53. En
53 Véase también Correia (1998). Rio-Torto, que aduce como ejemplos de esta regla los sustantivos palhaçada, quixotada y fanfarronada, admite “a afinidade entre estes produtos e os derivados em -aria (selvajaria) e em -ice (velhaquice), aquí encarados como produtos da RFP ESSIV que, por efeito de metonímia, significan não só ‘o facto de ser x’, mas também ‘accão, atitude que decorre do facto de ser x’. No sistema global de formação de palavras, os
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este sentido, conviene tener presente que en animalería el sustantivo base se recategoriza como nombre de persona (así, animalada se define como “hecho o dicho propio de un animal’. Cf. animal2 acep. 3a a.”, que, a su vez, es la “persona que en sus modales o en su comportamiento muestra torpeza, ignorancia, o primacía de los instintos”). Alternan, en los sustantivos de este paradigma, las definiciones sinonímicas con las de índole morfo-semántica, encabezadas por el sustantivo acción; en alcahotería y alcahuetería las fórmulas empleadas parecen apuntar hacia un imposible carácter deverbal del sustantivo, difícil de justificar y contradictorio, además, con la etimología propuesta para alcahuetería: adulonería. (De adulón.) f. ADULACIÓN servil. 1910 PAYRÓ, R. J. Avent. nieto JMoreira (1919) 187: Otros lo harían por adulonería, por espíritu de intriga o por maldad. Ibíd. 336: No hubiera sido tan iluso si aquellos que lo rodeaban hubiesen tenido [...] un poco menos de adulonería. 1910 GARZÓN Dicc. Argent. 1916 GÁLVEZ, M. Mal metafísico (1943) 95: Un muchacho célebre por su adulonería a los profesores […] (DH, s. v.). albardanería. f. CHOCARRERIA, TRUHANERÍA. Cf. albardanía acep. 1.a a. a1376-1415 Crón. Alfonso XI (1551) 166c: El vizconde, su hermano, dezia muchas albardanerias con que rey´an los omes, &1 fazia las sin vergüença &1 siempre a su pro […] (DH, s. v.). alguacilería, alguazilería. f. ACCIÓN o TRETA de alguacil. 1614 FDZAVELLANEDA Quij. 24 fol. 177v: ¡Oh, sandio y descomunal Alguazil!, por el orden de Cauallería que mi amo ha recebido, que, si no fuera porque tengo miedo de ti [...], te hiziera que pagaras con la primer pedrada todas las Alguazilerías que hasta aquí has hecho. 1939-1970 Ac. (DH, s. v.). alcahotería, alcaotería, alcagotería. f. ACCIÓN y EFECTO de alcahuetear o inducir a una persona a relaciones amorosas, generalmente ilícitas, alcahuetería. Cf. alcahotar. c1196 FSoria (ms. s. XIV ed. 1919) 212,1: Toda mugier que por alcaoteria [fuere] a mugier casada o a desposada, sil’ fuere sabido por pesquisa [...], sea metida con todos sus bienes en poder del marido […]. 2. ENGAÑO, MENTIRA. 1490 PALENCIA Vocab. 264b: Assí que manticulatio [...] quiere dezir engaño o alcagotería. c1513 CORTEGANA Asno Oro Apuleyo (1543, NBAE XXI) 46b: ¿Y aún veys cómo en el alcahotería de su vientre inchado nos conmueue a misericordia? ¿Piensas hazerme ahuela bien dichosa con lo que saliere de esta tu preñez? (DH, s. v.).
nomes de atitude de um e de outro tipo são certamente confinantes” (1998: 127). Véase también Rio-Torto (1987: 160).
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alcahuetería, alcauetería, alcagüetería, alcautería; alcohetaría.54 (De alcahuete1 + -ería.) […] 1. f. ACCIÓN de alcahuetear o inducir a una persona a relaciones amorosas, generalmente ilícitas; rufianería. 1253 Libro engaños (1904) 42,620: ¡Ay, don putero malo! [...], agora veo que guardáys las malas mugeres &1 las malas alcauetas [...]; dixe a esta vieja que saliese a ti, por tal que te prouase si vsauas las malas mugeres, &1 veo que ay´na seguiste la alcauetería […]. 3. MEDIO hábil y artero para conseguir algo o para engañar y seducir. 1525 FDZMADRID, A. Trad. Enquiridion Erasmo (1932) 188: Con aquellas primeras amonestaciones del espíritu y, por otra parte, con estotras alcagüeterías de la carne y de la sangre y del mundo, está el ánima en dubda. 1841-42? SEGURA, M. A. Artículos (1885) 68: –¿Es verdad que tomaron también allí a todos los penitentes? –Toma si es verdad, y no podían haber hecho cosa mejor, porque con la alcahuetería de pedir para Nuestramo, los tales penitentes no son sino unos ganzos […] (DH, s. v.). animalería. f. Sev. ANIMALADA. Cf. animalada acep. 1.a. c1918 céd. Ac.: Animalada: [...] También se dice animalería. “Déjate ya de animalerías” [Osuna] […] (DH, s. v.) aparatería.55 f. Chile. ACCIÓN propia del aparatero (DECH 1984). 1931 MCINNES Checa (DECH 1984 s/v): Pienso yo para mis adentros al observar tanta farsa, tanta aparatería (DH, s. v.). babosería. f. ACCIÓN o COMPORTAMIENTO propios de la persona babosa. Cf. baboso aceps. 13, 14 a y c, 15 a y 16. 1903 UNAMUNO Libros (1960) 303: Habla de ellas [de las mujeres] con la sobriedad serena y viril de un hombre que las respeta; sin baboserías. 1958 GMZSERNA Automoribundia 164: Yo creo que esa babosería adolescente ofendería hasta a Dios si no fuese que Él representa la infinita condescendencia y la infinita paciencia […] (DH, s. v.).
54 Las tres acepciones consignadas en el DH pueden acogerse al paraguas definitorio propuesto, puesto que, en buena medida, se pueden entender como interpretaciones contextuales del vocablo. 55 En efecto, en este caso nos hallamos ante un derivado de aparatero, vocablo atestiguado en varios diccionarios, según el DH (s. v.): “1846 MILANÉS, J. J. Leyendas (Dihigo Léx. cubano 1928 I 244 s/v): Agárralo, aparatero. [Dihigo: “el que pondera, exagera o abulta alguna cosa.” […] 1846-47 DOMÍNGUEZ: ~: prov. de Ar. El que ostenta o afecta aparatos ridículos. 1859 BORAO DArag.: ~: El que pondera con exceso la importancia de una cosa; en ocasiones es sinónimo de aparatoso”. En consecuencia, nos hallaríamos en primera instancia ante un nombre de cualidad que, tras un proceso metonímico, designa la ‘acción o actitud que resulta del hecho de ser X’. Idéntica interpretación ha de recibir bafanería, voz de exiguo curso lexicográfico, tomada de bafanero (‘hablador sin substancia y exagerador mentiroso de cualquier cosa’; DH, s. v.).
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badulaquería. f. Bol., Colomb. y Ecuad. BADULACADA. 1880 CEVALLOS Errores: ~: Bellaquería, embuste, informalidad. 1922 SUNDHEIM VCosteño (Colom.]: ~: Bacinada: acción indigna y despreciable. 1966 MORÍNIGO DAmer. [Ecuad.] 1982 MÑZREYES DBoliv […] (DH, s. v.). bacanería.56 f. Argent. y Colomb. ELEGANCIA propia del bacán […]. 1938 ORDÓÑEZ PERALTA, R. (Wagner, M. L. Caló bogotano 1950, 187 s/v bacán): ~elegancia de las personas encopetadas […] (DH, s. v.). bafanería. f. Arag. Fanfarronería, ponderación vana y sin sustancia de cualquiera cosa (Ac. 1726.) Cf. cat. bafaneria (DCVB). 1726 Ac.: ~: […] Es usado en Aragón […] (DH, s. v.).
4. Final Este corto viaje por la senda del DH nos ha permitido comprobar, en palabras de Pena Seijas, el modo en que “dos o más tipos de significado correspondientes a los distintos paradigmas descritos (o a otros paradigmas también denominales) coexisten en una misma forma sufijal o, si se prefiere, en un mismo nombre denominal” (2007: 886): lugar y conjunto (abejería, alfarería, agujetería), actividad y lugar (aceitería, albardería), actividad, lugar y conjunto (agujetería, alfabetería), oficio y acto propio de (alcahuetería)57… Como ha mostrado RioTorto con respecto al -aria portugués, este entrelazamiento de distintos significados no es ajeno a la propia etimología del sufijo58.
56 La paráfrasis que acompaña a este sustantivo quiebra la homogeneidad de las definiciones de este grupo; el vocablo remite en el DH a las acepciones 2a (“Amér. Persona adinerada, de buena presencia y posición influyente, que lleva una vida fácil y placentera. Ú. t. c. s.”) y 3b (“Bol., Colomb. y R. de la Plata. Dicho de pers.: Elegante, emperifollado. Ú. t. c. s.”) de bacán2. 57 Para la trascendencia de este asunto en la definición de paradigma derivativo, puede consultarse Pena Seijas (2007). 58 En efecto, “segundo alguns, este sufixo terá tido origem na junção de -ia, presente em “nomina qualitatis” do tipo ousadia ou valentia, a bases nominais que representavam “nomina agentis” sufixados en -eiro, produzindo nomes que designariam ‘local de actividade relacionada com Nb’. A grande productividade deste processo terá dado azo a uma posterior autonomização de -aria (< eiria), que passou então a anexar-se a bases que designam não só ou não necesariamente um agente, mas um referente concreto [-VIVO] a partir do qual se desenvolve uma dada actividade. Assim se justificariam, pois, as actuais posibilidades combinatórias do sufixo, e assim melhor se compreende a oscilação na interpretação de alguns derivados en -aria, tais como livraria, que tanto designa ‘actividade do livreiro’, ‘local onde se exerce a actividade de livreiro’, como ‘local onde se exerce a actividade de venda de livros’ ou ‘local onde existe grande quantidade de livros; grande quantidade de livros; biblioteca’” (1998: 190-191).
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Es indudable que, en este tipo de vocablos, la morfología léxica posee algunas herramientas teóricas y metodológicas apropiadas para contribuir a cimentar, en el ámbito de los repertorios lexicográficos, un sistema de definiciones homogéneo y coherente. En este sentido, la definición morfo-semántica se revela como una primera armazón provechosa para contribuir a establecer un sistema de definiciones homogéneo y coherente; la utilidad de este tipo definitorio se incrementa en un diccionario histórico, en que la competencia del usuario dista mucho de aproximarse a la del hablante que consulta un diccionario general monolingüe de orientación no diacrónica. Por último, la lectura de estos artículos integrados en un producto lexicográfico tan refinado como el DH conduce a suscribir, una vez más, la necesidad de elevar el edificio del diccionario sobre los recios pilares que nos brindan las disciplinas lingüísticas y la Filología. Referencias bibliográficas ANAYA REVUELTA, Inmaculada/RIFÓN, Antonio (2007): “Separación de acepciones y subacepciones en los sustantivos deverbales del español: el caso del sufijo -ura”, en: Campos Souto, Mar et al. (eds.): Reflexiones sobre el diccionario. A Coruña: Universidade da Coruña, 95-105. BELTRAMI, Pietro (2006): Norme per la redazione del tesoro della lingua italiana delle origini. . COOPER, Frederic Taber (1975): Word Formation in the Roman Sermo Plebeius. Hildesheim/New York: Georg Olms. CORBIN, Danielle (1987): Morphologie dérivationnelle et structuration du lexique. Tübingen: Max Niemeyer. CORREIA, Margarita (1998): “A denominação da qualidade em português-aspectos morfossemânticos”, en: Actas do VII Encontro da AULP (Macau, Abril de 1998). . — (1999): “Para o estudo da denominação dos conjuntos em português: aspectos morfosemânticos dos nomes dos colectivos», en: Filologia e Lingüística Portuguesa 3, 921, . DECH = COROMINAS, Joan/PASCUAL RODRÍGUEZ, José Antonio (1980-1991): Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Madrid: Gredos. DECLC = COROMINES, Joan (1991-1995): Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana. Barcelona: Curial. DELF = BLOCH, Oscar/WARTBURG, Walter von (1975): Dictionnaire étimologique de la langue française. Paris: Presses Universitaires de France. DH = REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1960-1996): Diccionario histórico de la lengua española. Madrid: Espasa-Calpe. FELÍU ARQUIOLA, Elena/TORRES MARTÍNEZ, Marta (2004-2005): “Verbos transitivos que presentan una variante transitiva no pronominal con interpretación de propiedad y su tratamiento lexicográfico”, en: Revista de Lexicografía 11, 39-67.
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DIACRONÍA DE LOS VERBOS PSICOLÓGICOS: U N A P R O P U E S TA D E E N T R A D A L É X I C A MONTSERRAT BATLLORI DILLET Universitat de Girona
1. Introducción Esta investigación nace con el propósito de esbozar una propuesta de entrada léxica correspondiente a los verbos denominados psicológicos –o de afección psíquica, según Gutiérrez Ordóñez (1999: §30.5.2.5)– que recoja los avatares de su evolución desde los orígenes. Para ello es necesario poder aportar una explicación que dé cuenta de los cambios a que se han visto sometidos y establecer la motivación de dichos cambios. A fin de acotar el objeto de estudio, en este trabajo examinaremos únicamente la evolución del verbo apetecer (< APPE˘TO ~ ˘ TO). ADPE Se han identificado tres grupos de verbos psicológicos en las lenguas románicas (cf. Belletti/Rizzi 1987) que se corresponden con los esquemas de (1) a (3): (1)
EXPERIMENTADOR(nominativo)
verbo TEMA/CAUSA(acusativo) Sujeto = EXP
a. Juan teme a María. → Juan la teme. b. Ana y Juan temen los rayos. → Ana y Juan los temen. (2)
TEMA/CAUSA(nominativo)
verbo EXPERIMENTADOR(acusativo) Objeto Directo = EXP a. La delincuencia preocupa a Elena. → La delincuencia la preocupa. b. Los niños preocupan a María. → Los niños la preocupan.
(3)
EXPERIMENTADOR(dativo)
verbo TEMA(nominativo) Dativo = EXP
a. A Pepe le gusta el café. / A María le gusta el chocolate. b. A Gustavo le gustan las novelas de suspense.
Nótese que en realidad los verbos que se apartan de manera clara del esquema verbal transitivo son los del grupo (3). Una de sus propiedades radica en que el sujeto formal –con papel temático TEMA/CAUSA– no coincide con el sujeto lógico –con papel temático EXPERIMENTADOR–. Podríamos decir, pues, que se
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trata de construcciones de indeterminación formal del experimentador de la acción. En este sentido, este tipo de construcciones presenta cierto grado de impersonalización y, por ello, estos verbos se han agrupado en ocasiones con los impersonales. Concretamente, Alcina y Blecua (1975: 895) los denominan pseudo-impersonales, por el carácter inanimado del sujeto formal. Por su parte, Gutiérrez Ordóñez (1999) clasifica las estructuras de (3) como construcciones biactanciales intransitivas y añade que se caracterizan por la ausencia de voluntariedad por parte del sujeto lógico o EXPERIMENTADOR. Con esto en mente, dedicaremos el apartado 2 a la descripción de las características sintácticas y semánticas de los antecedentes latinos de estos verbos. La sección 3 se centrará en la identificación y descripción de las particularidades evolutivas de las redes temáticas de los verbos psicológicos en español. El cuarto apartado se dedicará al estudio empírico y explicativo de la evolución del verbo apetecer, a partir del cual se presentará una propuesta de entrada léxica. A continuación, en el apartado 5, se revisará la evolución de los verbos psicológicos en inglés antiguo, medio y moderno. La descripción del inglés nos ayudará a comprender por qué estos verbos cambiaron, cómo cambiaron en cada lengua y por qué el inglés y el español presentan diferencias remarcables en la adopción del patrón latino (epígrafe 6). Finalmente, la sección 7 recoge las conclusiones del presente estudio.
2. Características sintácticas y semánticas de los antecedentes latinos El latín clásico contaba con una serie de verbos transitivos de emoción y experiencia. Otros, a pesar de ser aparentemente intransitivos, se construían con un acusativo y podían usarse en pasiva. La similitud de significado con los verbos transitivos hacía que algunos intransitivos se utilizaran transitivamente, sobre todo en poesía, véase (4) –cf. Allen/Greenough (1979 [1888-1903]: § 388). Además, dentro del grupo de verbos de emoción y experiencia también existía el patrón impersonal. De acuerdo con estos autores (ibid.: § 208b), en los verbos de emoción el sujeto pasa a enunciarse como objeto por el hecho de verse afectado por la emoción expresada por el verbo1. Tal como mencionan Valentí Fiol (1979 [1945]: 38 y 47-48), Ernout/Thomas (1953: 209-210), Woodcock (1959: 1967) y Allen/Greenough (1979 [1888-1903]: 221, § 354), los impersonales de la segunda conjugación, paenitet ‘arrepentirse’, miseret ‘compadecerse’, taedet ‘asquear,
1 “Impersonal verbs [...]. Verbs of feeling, where the person who is the proper subject becomes de object, as being himself affected by the feeling expressed in the verb.”
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desagradar, hastiar’, piget ‘apenarse, estar afligido, lamentarse’, pudet ‘avergonzarse’, etc. se construían con el EXPERIMENTADOR en acusativo y el TEMA/CAUSA en genitivo, como se ve en (5). (4) a. Absentis Ariovisti crudelitatem … horruerunt “Temieron la crueldad de Ariovisto que estaba ausente” (Cés., Gall., I, 32; Valentí Fiol 1979 [1945]: 38) b. meum casum luctumque doluerunt “Ellos se dolieron de mi desastre y de mi pena” (Sest. 145; Allen/Greenough 1979 [1888-1903]: 241, § 388) c. gemens ignominiam – cf. doleo “quejarse de la deshonra” (Georg. III. 226; Allen/Greenough 1979 [1888-1903]: 241, § 388) d. comptos arsit crinis “ella ardió de amor por sus tocados rizos” (Hor. Od. IV 9.13; Allen y Greenough 1979 [1888-1903]: 241, § 388) (5) a. me civitatis forum piget taedetque “me afligen y me disgustan las costumbres de la ciudad” (Sal., Iug., 4; Valentí Fiol 1979 [1945]: 38) b. me non solum piget stultitiae meae sed etiam pudet “No solo me aflige mi estupidez, sino que me avergüenzo de ella” (Cic. de Dom. 29; Woodcock 1959: 167) c. sunt homines quos libidinis infamiaeque suae neque pudeat neque taedat “Hay hombres que ni se avergüenzan ni se hastían de su libertinaje e infamia” (Cic. Verr. I, 1, 35; Woodcock 1959: 167) d. nunquam primi consilii deum paenitet “Dios nunca se arrepiente de su primer designio” (Sen. Benef. 6, 23, 1; Woodcock 1959: 167) e. eorum nos miseret “nosotros nos compadecemos de ellos” (Cic., Mil. 92; Woodcock 1959: 167) f. me miseret parietum ipsorum “compadezco las propias paredes” (Phil. II. 69; Allen y Greenough 1979 [1888-1903]: 221)
Según Woodcock (1959: 167) y Allen/Greenough (1979 [1888-1903]: 120), todos estos verbos, excepto paenitet, tenían una forma de perfecto deponente o pasiva impersonal (puditum est, pertaesum est, miseritum est, etc.) además de la forma activa de perfecto (puduit, taeduit, miseruit, etc.). Algunos intransitivos de la segunda conjugación que se construían con un complemento en dativo podían utilizarse también como impersonales, como se
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ilustra en (6): placere ‘agradar, deleitar, gustar’, displicere ‘desagradar, disgustar’, favere ‘favorecer, proteger’, nocere ‘dañar, perjudicar’, invidere ‘envidiar’, etc. (6) a. placuit [sujeto castra defendere] exercitui “defender el campamento complació al ejercito” (Pinkster 1990: 23) b. Nec enim Herculi nocere Deianira voluit, cum ei tunicam sanguine Centauro tinctam dedit. “Deianira no quiso dañar a Hércules cuando le dio la túnica manchada de sangre del Centauro.” (Cic., Nat. Deor., 3, 28; Valentí Fiol 1979 [1945]: 47) c. mihi dolet cum ego uapulo “Me duele cuando golpeo a alguien” (Plauto, Epid. 147; Elvira 2006: 51) d. invidit mihi “me envidia” Valentí Fiol 1979 [1945]: 48)
También en este caso, hay una estrecha relación entre el verbo activo, el uso impersonal y la versión pasiva. (7) mihi invidetur “se me envidia / me envidian” (Valentí Fiol (1979 [1945]: 48)
Además, estos verbos se agrupaban con los impersonales que se construían con sujeto oracional (cf. Allen/Greenough 1979 [1888-1903]: § 208b): oportet ‘deber, ser conveniente’ y decet ‘convenir, ser apropiado’, por ejemplo, se construían con una oración de infinitivo, como sujeto, y el acusativo de la cosa afectada, como en (8). (8) a. venditorem dicere vitia oportet “el vendedor debe decir los defectos” (Cic. Off. 3. 51; Vox-Spes) b. oratorem irasci minime decet “no es conveniente que un orador se enfade” (Vox-Spes)
Concretamente, el sujeto podía ser un infinitivo, una oración de infinitivo con sujeto acusativo o una subordinada introducida por quod con el verbo en indicativo, o una interrogativa indirecta, como en el caso de iuvat ‘complacer’ o delectat ‘deleitar, distraer’, etc.
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Los modales, como libet ‘gustar, agradar, placer’ o licet ‘estar permitido, poderse’, expresaban el EXPERIMENTADOR o persona afectada en dativo y el sujeto podía ser un infinitivo o un acusativo + infinitivo2 –cf. Pinkster (1990: 23) y Woodcock (1959: 166-171)–, tal como se ejemplifica en (9). (9) a. licet [sujeto abire] mihi “me es permitido partir” (Pinkster 1990: 23) b. licet [sujeto me isto tanto bono uti] mihi “me es permitido que yo use esto tan bueno” (Pinkster 1990: 23) c. libet mihi ire “me gusta ir ” (Woodcock 1959: 169)
Nótese que licet también posee una forma pasiva de perfecto, tal como ocurría con miseret, taedet, piget, etc, véase (10). (10) licitum est [sujeto abire] mihi “me es permitido partir” (Pinkster 1990: 23)
En la misma línea, algunos impersonales de emoción (miseret, paenitet, piget y pudet, entre ellos) siguen este patrón y se construyen con sujetos oracionales ya en la época clásica, como muestra (11) –cf. Allen/Greenough (1979 [18881903]: 221, § 354c). (11) a. neque me vixisse paenitet “Tampoco me arrepiento de haber vivido” (Cic. de Sen., 84; Woodcock 1959: 168) b. ait se paenitere quod animum tuum offenderit “dice que se arrepiente de que te ofendiera” (Cic. Att., 11, 13, 2; Woodcock 1959: 168) c. pudet me mentiri “me avergüenza mentir” (Woodcock 1959: 167)
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El hecho de construirse con acusativo o dativo implica diferencias semánticas: licet [me ire] “el hecho de que yo me vaya es permitido”, licet mihi [ire] “A mí, me es permitido irme”. En época tardía pueden tener id como sujeto: id quod mihi maxime libet “lo que más me gusta a mí” [Vox-Spes].
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Sin embargo, hay otros que solo se atestiguan con oraciones de infinitivo en función de sujeto en época tardía. (12) Taedet iam audire eadem millens “Me aflige oir mil veces lo mismo” (Ter., Phorm., 487; Woodcock 1959: 168)
De acuerdo con Woodcock (1959: 167) en latín vulgar surge cierta tendencia a suprimir las configuraciones impersonales y, por consiguiente, estos verbos dejan de construirse en tercera persona del singular y se desarrolla la concordancia formal del verbo con el argumento que expresa el TEMA/CAUSA de la emoción o experiencia, como en (13). (13) a. non te haec pudent? “¿No te avergüenzan estas cosas?” (Ter. Ad. 754; Woodcock 1959: 167) b. quem saeua pudebunt... “¿A quién avergonzará la crueldad? (Luc. 8, 495; Elvira 2006: 51)
En el transcurso de la Edad Media se irá desarrollando un patrón en español al que se sumarán, a partir del siglo XV, algunos verbos transitivos de los inicios que pasarán a funcionar como psicológicos; bastará con mencionar dos ejemplos: • gustar (< GUSTO¯ , -ARE, -AUI, -ATUM), verbo transitivo latino de la primera conjugación, ‘gustar, probar, comer un bocado’. Téngase en cuenta que este verbo en latín presentaba también la acepción, con sentido figurado, ‘conocer o experimentar algo’ (cf. OLD: 778; “to have some knowledge or experience of”). • apetecer (< APPE˘ TO o ADPE˘ TO, -IS, -˘I I, o -¯IVI, -¯ITUM, -E˘ RE), verbo transitivo latino de la 3.ª conjugación. ‘Extender la mano, querer coger, alı˘quem manı˘bus, Cic.; dirigirse, encaminarse, desear llegar, Euro¯pam, Cic.; acometer, herir, hume˘rum gladı˘o, Caes.; desear ardientemente, alı˘quid, Cic.; apetecer, familiarita¯tes adolescentı˘um, Sall.; codiciar, alie¯num, Phaed.’ (cf. NDLEE, sv. appe˘to ó adpe˘ to). (14) qui numquam … uitae gustauit amorem (Lucr. 5, 179; OLD) “el que nunca ha experimentado el amor” (15) bonum appetere (Vox-Spes) “apetecer el bien”
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3. Los verbos psicológicos o de afección psíquica en español medieval En español medieval son frecuentes, por ejemplo, los usos impersonales de pesar y plazer. Estos verbos no regían genitivo en latín para expresar el origen del sentimiento -como se ha podido observar en (6a)– y, a pesar de ello, a lo largo de la Edad Media se atestiguan con un complemento preposicional, como muestran los ejemplos de (16) a (18), o en ocasiones con una subordinada, en (17e). (16) a. b. c. d.
A muchos plaze de tod esta cort (Çid: v. 3427) Mucho pesa alos de Teca & alos de Teruel non plaze (Çid: v. 625) Fiera cosa les pesa desto que les cuntio (Çid: v. 2310) Delo que auos pesa ami duele el coraçon (Çid: v. 3031)
(17) a. b. c. d. e.
alegróse et dixo : –Sabe que me plaze dello (Calila: 136) Et plóguela a el[la] desto que l’ dixo (Calila: 184) et plázele con lo que Dios faze (Calila: 113) a mí pesa mucho de lo que fize (Calila: 180) mas es acaesçido tanto de mal, que me non plaze porque estás así (Calila: 269)
(18) a. no le plaze a ella con su muerte (Celestina: 293) b. ya me pesa por dexar la compañía de mi padre (Celestina: 331)
El estudio cuantitativo de C. Melis (1993: 315) demuestra, con todo tipo de detalle, que los complementos preposicionales que admiten este tipo de verbos se acomodan al continuum semántico que se ilustra en (19). (19) EMOTION + Experiencer
DE Origin Cause
POR Cause (Instrument)
CON Instrument
EN Domain
A Target
[Chantal Melis 1993: 315]
La extensión de la construcción con EXPERIMENTADOR expresado mediante un tópico dativo y TEMA/CAUSA en nominativo hará que estos verbos dejen de ser
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impersonales y pasen a adoptar la estructura biactancial intransitiva prototípica de los verbos psicológicos, en la cual el verbo subcategoriza un sujeto y un complemento en dativo. Este tipo de construcciones se documentan ya en la obra de Alfonso X, véase (20). Estoy de acuerdo con Elvira (2006: 52 y 64) en que probablemente nos encontramos ante “la extensión de un mismo régimen a verbos que comparten propiedades semánticas o aspectuales”, lo cual marcará las pautas de su evolución hacia una “configuración argumental biactancial con valor aspectual estativo”. (20) a. E no enlo demas si aquel quela resçibe la promission se callo quando el otro respondio ala pregunta. Mas si respondiesse que le plazia la promision entonçe vale todo (CE. Siete Partidas: fol. 307r). b. Don Rodrigo mucho me plaze lo que uos queredes (CE. General Estoria: fol. 86r). c. aquello de que los acusaren mucho me plaze que lo fagan (CE. General Estoria: fol. 91r).
En la misma línea, muchos verbos transitivos abandonaron su antiguo régimen –por ejemplo, (a)bastar tr. > bastar: le basta con venir– y otros se acomodaron a un doble patrón que les permitiría funcionar como transitivos y como psicológicos o intransitivos biactanciales con las consiguientes diferencias en lo relativo a la selección argumental –es el caso de asustar: A Juan le asustan los gritos vs. Andrés lo asusta con sus gritos–. Para más información sobre este tema, véanse Elvira (2006: 56-60) y Gutiérrez Ordóñez (1999: 1878-1883). En lo referente a gustar, son muchos los autores que han documentado su uso transitivo –cf. el DECH de Corominas/Pascual (s. v. gusto), L. Melis (1998) y Elvira (2006), entre otros. Con anterioridad al siglo XVI, significaba ‘degustar’ y se construía con sujeto animado o metafórico. En lo referente al argumento interno, podía ser un objeto directo o un objeto preposicional, como se deduce de los ejemplos de (21). (21) a. et por buena fe yo ove gostado la dulçor et ove sabor della (Calila: 157). b. que mi cuerpo non goste más pesares (CORDE: Corbacho, 125). c. e gostaron las uertudes del sieglo auenidero (CORDE: a 1260. Anónimo, El Nuevo Testamento según el manuscrito escurialense I-j-6). d. este vaso de amargura cruelmente lo gostaron (CORDE: 1394 – a 1435 Pérez de Guzmán, Ferrand, Poesías [Cancionero de Baena]). e. muchos desdeña e desecha que del su dulçor nunca gostaron (CORDE: a 1435 Sánchez Calavera, Fernán Poesías [Cancionero de Baena]). f. El que gostó del dulçor de alguna obra, sufre el amargor de las sus carreras, e el que falló la pro de algunt saber, pugna de crescer en él. (Bocados de Oro [Bonn, 111]; Cuervo, DCRLC: s. v. gustar).
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Elvira (2006: 59) encuentra ejemplos de la construcción biactancial intransitiva, en el Corpus del español (CE) de Davies, que son de mediados del siglo XVI, como se ve en (22). Por tanto, de acuerdo con los estudios que se han realizado sobre gustar, podemos afirmar que a partir del siglo XVI aumentará el uso de la estructura estativa y disminuirán los demás, hasta el punto de que la estructura transitiva y el significado de ‘degustar’ llegarán prácticamente a desaparecer. (22) a. pues aunque conozco muy bien la gran estima en que me tienes, me gusta que, aunque solo sea por carta, me lo digas (CE: J. Ginés de Sepúlveda, Epistolario – 1532). b. Me gusta ver cómo voy haciendo fruto en vos (CE: J. Jiménez de Urrea, Diálogo de la verdadera honra militar – 1542).
En la actualidad, el verbo gustar significa ‘agradar, parecer bien’ (DRAE 2003)3, ‘causar agrado o placer [a alguien (ci)]’ (DEA). El cambio que ha sufrido ha hecho que su uso común corresponda a construcciones con EXPERIMENTADOR dativo y sujeto TEMA/CAUSA, o bien a estructuras con régimen preposicional –siendo estas últimas mucho menos frecuentes y, en cierto sentido, más marcadas, como muestra (23)–. Para más detalles en torno al cambio sufrido por gustar, véase L. Melis (1998). (23) a. Me gusta el café. b. María gusta de tomarse un café cada mañana.
Aunque los diccionarios sigan manteniendo la acepción de ‘degustar’, muchos hablantes la descartan totalmente. Respecto a agradar, verbo de formación romance cuya evolución muestra cierto paralelismo con gustar, el Diccionario histórico menciona, en primer lugar, las diferentes acepciones de la forma pronominal con complemento preposicional: (24) a. Agradós Ezechias con estos mensageros (Fazienda: 43). b. dáualas a algún su capellan o algún su clérigo de que se agradaua (GConq Ultramar; Dicc. Hist.: 1008).
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“gustar. (Del lat. gusta¯ re). 1. tr. Sentir y percibir el sabor de las cosas. 2. tr. experimentar (|| probar). 3. intr. Agradar, parecer bien. 4. intr. Dicho de una persona: Resultar atractiva a otra. 5. intr. Desear, querer y tener complacencia en algo. Gustar DE correr, DE jugar (DRAE 2003).
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Comenta, posteriormente, que la acepción intransitiva ‘gustar’ se halla ya en la Gran Conquista de Ultramar (en 1295), a pesar de que, como se deduce también de los datos del CORDE, la mayoría de los ejemplos corresponden al siglo XV y siguientes: (25) a. ni les agradó lo que dezían los hombres buenos (GConq Ultramar; Dicc. Hist.: 1008). c. el mj fillo caro leal muyto me agrada (CORDE: 1400 – 1425. Anónimo Libro del Tesoro. Girona, Catedral 20a5). d. Ca merced me agrada & non sacrifiçio (CORDE: c. 1400. Anónimo Biblia romanceada. Real Academia de la Historia, 87). e. A mí me agrada mas que se junte con lo que prezede (CORDE: 1557. Valdés, Juan de, Comentario o declaración familiar y compendiosa...) f. A mí me agrada mas lo que he traduzido (CORDE: 1557. Valdés, Juan de, Comentario o declaración familiar y compendiosa...).
De hecho, según el Diccionario histórico este uso no se refleja en la lexicografía española hasta 1853, en el Diccionario nacional de Domínguez y el Diccionario enciclopédico de Gaspar y Roig. 4. El verbo apetecer Para esbozar la historia de este verbo se ha procedido de manera similar a como se hizo en la entrada léxica correspondiente a agradar en el Diccionario histórico de la lengua española (cf. Dicc. Hist.: 1007-1009). Se ha examinado la información del verbo apetecer que aparece en la lexicografía española. Para ello, se ha recurrido a los diccionarios recogidos en el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española. En la Tabla 1 se reproduce la documentación de los diccionarios bilingües del siglo XV al siglo XVIII, que simplemente permite atestiguar su presencia desde el periodo preclásico. La Tabla 2 incluye las entradas de dicho lexema en los diccionarios monolingües de los siglos XVI al XVIII. Interesan particularmente los datos de la Tabla 3, correspondientes a las distintas ediciones de los diccionarios académicos, porque ponen de manifiesto que hasta el Diccionario histórico de 1933 solo se recoge la acepción transitiva. Sin embargo, la edición de 1927 incluía ya el siguiente comentario: “Usado por gustar, en frases como ese manjar no me apetece, es barbarismo”. A partir del Diccionario usual de 1936, el uso intransitivo se incluye en todos los diccionarios académicos hasta la actualidad como la segunda acepción. Únicamente en el Diccionario panhispánico de dudas la acepción intransitiva se incluye ya en primer lugar y se añade, además, la forma pronominal como marcada diatópicamente.
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TABLA 1 Apetecer en los diccionarios bilingües del XV al XVIII 1495 Nebrija
Apetecer lo onesto.expeto.is. Apetecer como quiera. appeto.is.
1505 Alcalá
Apetecer Apetecer
1516 Nebrija
Apetecer lo honesto. expeto.is. Apetecer como quiera. appeto.is.
1570 Casas
—————————————
1591 Percival
Apetecer, to desire, Appetere, cupere
1604 Palet
Apetecer, desirer, envier
1607 Oudin
—————————————
1609 Vittori
—————————————
1617 Minsheu
Apetecer, Apetescer. L. Appetere. A. To desire, to couet. p. 137.n.3144.
1620 Franciosini
Apetecèr. [desiderare. bramare.
1670 Mez de Braidenbach
Apetecer. Berlangen / begehren.
1679 Henríquez
Apetecer, appeto, expeto, cupio, sitio.
1705 Sobrino
Apetecer, Desirer, Souhaiter.
1706 Stevens
Apetecer, to have an appetite, or desire for a thing, to covet, or long for. From the Latin Appeto.
1721 Bluteau
Apetecer. Appetecer.
Natlu˘b Nadmanı˘
tala˘bt admane˘it
atlu˘b. admanı˘.
TABLA 2 Apetecer en los diccionarios monolingües del XVI al XVIII 1585 López Tamarid
—————————————
1611 Covarrubias
APETECER, es dessear vna cosa, del verbo Appeto tis.
1611 Rosal
Apetecer del lat. Appetere.
1729 Ayala Manrique
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1786 Terreros y Pando
APETECER, desear algo. Fr. Appeter, ambitionner. Lat. Appetere, desiderare. It. Desiderare.
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TABLA 3 Apetecer en los diccionarios académicos 1726 Diccionario de Autoridades
APETECER. v. a. Desear una cosa, y gustar mucho de ella: lo que no solo se entiende de las cosas corporales, como las viandas, el alimento &c. sino tambien se extiende a lo que el ánimo deséa, como las honras, las dignidades, &c. Viene del Lat. Appetere. Tiene la anomalía de los acabádos en ecer, que en los presentes recibe z: como yo apetezco, yo apetezca, &c. Lat. Appetere. Desiderare. CERV. QUIX. Tom. I. cap. 27. La necessidad naturál me dá à conocer el mantenimiento, y despierta en mi el deséo de apetecerlo, y la voluntád de tomarlo. ACOST. Hist. Ind. Lib. 3. cap. 23. Naturalmente apetécen los hombres saber la causa de tal novedád. SAAV. Empr. 31. Un ánimo grande apetéce lo mas alto: el flaco se encóge y se juzga indigno de qualquier honór.
1770 Diccionario de Autoridades
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa, ó desearla. Appetere. Saav. empr. 31. Un ánimo grande apetece lo mas alto.
1770 Diccionario de Autoridades
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa, ó desearla. Appetere. Saav. empr. 31. Un ánimo grande apetece lo mas alto.
1780 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa, ó desearla. Appetere.
1783 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa, ó desearla. Appetere.
1791 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa, ó desearla. Appetere.
1803 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa, ó desearla. Appetere.
1817 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla. Appetere, desiderare.
1822 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla. Appetere, desiderare.
1832 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla. Appetere, desiderare.
1837 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla. Appetere, desiderare.
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TABLA 3 (Cont.) 1843 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla. Appetere, desiderare.
1852 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla. Appetere, desiderare.
1869 Usual
APETECER. v. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla.
1884 Usual
Apetecer. (Del lat. appe¯te˘re; de ad, á, y pete˘re, desear con ansia.) a. Tener gana de alguna cosa, ó desearla.
1899 Usual
Apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, á, y pete˘re, desear con ansia.) a. Tener gana de alguna cosa, ó desearla.
1914 Usual
Apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, á, y pete˘re, desear con ansia.) a. Tener gana de alguna cosa, o desearla.
1925 Usual
APETECER. (Del lat. appete˘re; de ad, á, y pete˘re, desear con ansia.) a. Tener gana de alguna cosa, o desearla.
1927 Manual
APETECER. tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. ¶ *Usado por gustar, en frases como ese manjar no me apetece, es barbarismo. ¶ IRREG. Se conjuga como agradecer.
1933 Histórico
APETECER. (Del lat. appete˘re; de ad, a, y pete˘re, desear con ansia.) tr. Tener gana de alguna cosa o desearla. ¶ “La necesidad natural me da a conocer el mantenimiento, y despierta en mí el deseo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo” Cervantes, Quij., 1. 27. ¶ “Apeteció para sí aquella excelencia y de apetecerla vino a no sujetarse a la orden y decreto de Dios” Fr. L. de León. Nombres, ed. Riv., t. 37. p. 99. ¶ “Ella arrebata al alma sobre sí misma, la hace apetecer los bienes del cielo” Angeles, Obr. Mist., ed. NBdeAE, t. 24, p. 200. ¶ “Y no le apetecen las batiojas ni los plateros para sus dorados” García Caballero, Arte de ensayar, ed. 1713, p. 416. ¶ “Pues todas ellas me han dado cuantas seguridades puedo apetecer” L. Moratín, El sí de las niñas, act. 1, esc. 1, Obr., t. 2, p. 421, col. 2. ¶ “Don Crispín es un buen sujeto; pero no es lo que yo apetezco para marido” Hartzenbusch. Cuentos y Fábulas, ed. 1862, t. 2, p. 50.
1936 Usual
Apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, a, y pete˘re, desear con ansia.) tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. ¶ 2. intr. Gustar, agradar una cosa.
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TABLA 3 (Cont.) 1939 Usual
Apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, a, y pete˘re, desear con ansia.) tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. ¶ 2. intr. Gustar, agradar una cosa.
1947 Usual
Apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, a, y pete˘re, desear con ansia.) tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. ¶ 2. intr. Gustar, agradar una cosa.
1950 Manual
APETECER. tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. ¶ intr. Causar apetito o deseo. ¶ IRREG. Se conjuga como agradecer.
1956 Usual
Apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, a, y pete˘re, desear con ansia.) tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. En algunas partes, ú. t. c. r. ¶ 2. intr. Gustar, agradar una cosa.
1970 Usual
apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, a, y pete˘re, desear con ansia.) tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. En algunas partes, ú. t. c. prnl. ¶ 2. intr. Gustar, agradar una cosa.
1983 Manual
apetecer. tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. En algunas partes, ú. t. c. prnl. || intr. Gustar, agradar una cosa. ¶ IRREG. Se conjuga como agradecer.
1984 Usual
apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, a, y pete˘re, desear con ansia.) tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. En algunas partes, ú. t. c. prnl. ¶ 2. intr. Gustar, agradar una cosa.
1989 Manual
apetecer. tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. En algunas partes, ú. t. c. prnl. | intr. Gustar, agradar una cosa. ¶ IRREG. Se conjuga como agradecer.
1992 Usual
apetecer. (Del lat. appete˘re; de ad, a, y pete˘re, desear con ansia.) tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. En algunas partes, ú. t. c. prnl. || 2. intr. Gustar, agradar una cosa.
1995 versión informatizada de la vigésima primera edición
apetecer. Del lat. appetere. 1. tr. Tener gana de alguna cosa, o desearla. En algunas partes, ú. t. c. prnl. 2. intr. Gustar, agradar una cosa.
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TABLA 3 (Cont.) 2003 vigésima segunda edición informatizada
apetecer . (Del_lat._appetere). 1. tr. Tener gana de algo, o desearlo. U. t. c. prnl. 2. intr. Dicho de una cosa: Gustar, agradar. MORF. conjug. c. agradecer.
Diccionario panhispánico de dudas ©2005
apetecer. 1. Verbo irregular: se conjuga como agradecer (→ APÉNDICE 1, n.º 18). 2. Como intransitivo, dicho de algo, ‘ser deseado por alguien’. La persona que siente el deseo se expresa mediante un complemento indirecto: «¿LE apetecen unas rodajitas de percebitos a la vinagreta?» (Ussía Tratado II [Esp. 1994]). En Andalucía, se usa a menudo como pronominal: «¿Y sabes lo que se me apetece? Un vasito de té moruno» (Vázquez Narboni [Esp. 1976]). 3. Como transitivo, ‘desear’: «Perdóneme, pero no apetezco absolutamente nada» (Plaza Cerrazón [Ur. 1980]); este uso es hoy poco frecuente y ha quedado prácticamente relegado a la lengua literaria.
La Tabla 4 muestra la información de los diccionarios generales de los siglos y XX. Nótese que en Zerolo (1895), además del valor transitivo, se incluye una segunda acepción considerada como rara, ‘causar o producir apetito’, con un ejemplo de Cervantes: poco me apetece. Finalmente, en la Tabla 5 se recogen la información del DECH de Corominas y Pascual Rodríguez, del DCRLC de Cuervo, del DUE de María Moliner, del Diccionario Salamanca y del DEA. En relación al DECH, los datos del CORDE permiten adelantar la documentación, lo cual no supone ninguna sorpresa. Cuervo, por su parte, incluye la acepción intransitiva en el apartado δ con ejemplos de Cervantes y recoge también los usos pasivos ser apetecido y apetecerse en α α. El DUE menciona tanto el uso transitivo, como el intransitivo y añade que el primero es más frecuente en frases negativas, lo cual se ejemplifica también en el Diccionario Salamanca sin ningún comentario al respecto. Finalmente, tanto la entrada del Diccionario Salamanca, como la del DEA marcan ya como primera acepción la biactancial intransitiva. Por consiguiente, en la historia lexicográfica de apetecer podemos observar que ha habido un cambio régimen y un cambio en la frecuencia de las acepciones verbales. XIX
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TABLA 4 Apetecer en los diccionarios generales de los siglos XIX y XX 1825 Núñez Taboada
APETECER, v. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla.
1846 Salvá
APETECER. a. Tener gana de alguna cosa ó desearla. Appetere, desiderare.
1852 Castro y Rossi
APETECER. v. a. Tener vehementes deseos de una cosa. Tambien se usa como tener el deseo solamente. «Apetecia soledad y silencios.» YEPES, Vida de Santa Teresa.
1786 Terreros y Pando
APETECER, desear algo. Fr. Appeter, ambitionner. Lat. Appetere, desiderare. It. Desiderare.
1853 Domínguez
Apetecer, v. a. Desear, tener gana ó apetito de alguna cosa, anhelarla, ansiarla, codiciarla, segun la mayor ó menor vehemencia del apetecimiento.
1853 Gáspar y Roig
APETECER: v. a.: tener apetito de alguna cosa, desearla ardientemente.
1895 Zerolo
*APETECER. [Del lat. appe¯te˘ re; de ad, á, y pete˘ re, desear con ansia.] a. 1. Tener gana de alguna cosa, ó desearla. “Era el único galardón que apetecía” (PEREDA). La mujer siempre apetece Aquello que se le va (LOPE). – 2. † Causar ó producir apetito. En esta acepción es raro. De su causa eres juez Basta, poco me apetece (CERV.). OBSERV. Tiene la misma irregularidad que ABORRECER.
1901 Toro y Gómez
Apetecer. a. Tener gana de una cosa. || OBSERV. Tiene la misma irreg. que agradecer.
1902 Pagés
APETECER (del lat. appete˘ re; de ad, a, y pete˘ re, desear con ansia.): a. Tener gana de alguna cosa, o desearla. La que goza del tierno caballero, Apetece los duros ganapanes Y á cansar un gañán se atreve entero (QUEVEDO). Tenían siempre á la mano diferentes géneros de bebidas, y él (Motezuma) señalaba las que apetecía; etc. (ANTONIO DE SOLÍS). … yo me tendré por muy dichoso y habré logrado cuanto apetezco (JOVELLANOS).
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TABLA 4 (Cont.) 1917 Alemany y Bolufer
APETECER. (Del lat. appe¯ te˘ re; de ad, a, y pete˘ re, desear con ansia.) v. a. Tener gana de alguna cosa, o desearla.
1918 Rodríguez Navas
Apetecer, a. Desear alguna cosa. = Apetecido, apeteciendo. – Del lat. appete˘ re; de ad, a, y peto, desear con ansia.
TABLA 5 Apetecer en Cuervo, el DECH, el DUE, el Diccionario Salamanca y el DEA DECH. Corominas y Pascual Rodríguez
Apetecer [h. 1580, Fr. L. de León, Cuervo, Dicc. I, 535] del lat. appetere íd.
DCRLC. Cuervo
APETECER. v. Desear para sí, tener gana, tanto tratándose de lo físico como de lo moral (trans.). – α ) “La necesidad natural me da á conocer el mantenimiento, y despierta en mí el deseo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo” Cerv. Quij. 1. 27 (R. 1. 3241). “El consejo que ahora me has dado le apetezco y recibo de bonísima gana” Id. ib. 2. 9. (R. 1. 4221). “No se juzgue por vana la fama que resulta después de la vida, que, pues la apetece el ánimo, conoce que la podrá gozar entonces.» Saav. Emp. 15 (R. 25. 432). «Un ánimo grande apetece lo más alto” Id. ib. 31 (R. 25. 811. Trad. de Tácito, Ann. 4. 38; Coloma dice: “Los más excelentes entre los mortales apetecieron siempre altísimas cosas”). “Empeñar su honra en el cuidado ajeno parece que no puede apetecerlo la ambición más ciega” Coloma, Guerras de los Est. Bajos, 3 (R. 28. 261). “La ceguedad de nuestra miseria, movida del deseo y no conociendo el bien á que se endereza el deseo, y engañada de otras cosas que tienen apariencia de aquello que se desea, por apetecer la vida, sigue la muerte” León, Nomb. 1, Pastor (R. 37. 902). “Apeteció para sí aquella excelencia y de apetecerla vino á no sujetarse á la orden y decreto de Dios”. Id. ib. 1, Monte (R. 37. 991). “La mujer siempre apetece Aquello que se le va, Porque lo que en casa está, Como á seguro, aborrece” Lope, La noche toledana 1. 3 (R. 24. 2041). “Los que aborrecidos son De la dama que apetecen, No sienten la desazón Porque
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TABLA 5 Apetecer en Cuervo, el DECH, el DUE, el Diccionario Salamanca y el DEA DECH. Corominas y Pascual Rodríguez
Apetecer [h. 1580, Fr. L. de León, Cuervo, Dicc. I, 535] del lat. appetere íd.
DCRLC. Cuervo
APETECER. v. Desear para sí, tener gana, tanto tratándose de lo físico como de lo moral (trans.). – α ) “La necesidad natural me da á conocer el mantenimiento, y despierta en mí el deseo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo” Cerv. Quij. 1. 27 (R. 1. 3241). “El consejo que ahora me has dado le apetezco y recibo de bonísima gana” Id. ib. 2. 9. (R. 1. 4221). “No se juzgue por vana la fama que resulta después de la vida, que, pues la apetece el ánimo, conoce que la podrá gozar entonces.» Saav. Emp. 15 (R. 25. 432). «Un ánimo grande apetece lo más alto” Id. ib. 31 (R. 25. 811. Trad. de Tácito, Ann. 4. 38; Coloma dice: “Los más excelentes entre los mortales apetecieron siempre altísimas cosas”). “Empeñar su honra en el cuidado ajeno parece que no puede apetecerlo la ambición más ciega” Coloma, Guerras de los Est. Bajos, 3 (R. 28. 261). “La ceguedad de nuestra miseria, movida del deseo y no conociendo el bien á que se endereza el deseo, y engañada de otras cosas que tienen apariencia de aquello que se desea, por apetecer la vida, sigue la muerte” León, Nomb. 1, Pastor (R. 37. 902). “Apeteció para sí aquella excelencia y de apetecerla vino á no sujetarse á la orden y decreto de Dios”. Id. ib. 1, Monte (R. 37. 991). “La mujer siempre apetece Aquello que se le va, Porque lo que en casa está, Como á seguro, aborrece” Lope, La noche toledana 1. 3 (R. 24. 2041). “Los que aborrecidos son De la dama que apetecen, No sienten la desazón Porque causa su pasión, Sino porque ellos padecen.” Mto. El desdén con el desdén, 2. 2 (R. 39. 91). “El hombre no solo apetece vehementemente su bien, sino de tal manera le apetece, que no contentándose con una porción de él, por muy grande que sea, pasa continuamente de deseo en deseo” Jovell. Trat. de enseñ. Mor. relig. (R. 46. 2612). “Otros eruditos italianos que residían en Madrid, apetecieron su amistad” Mor. Vida de N. Moratín (R. 2. IX).
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TABLA 5 (Cont.) DCRLC. Cuervo (Cont.)
– α α ) Pas. “¿Qué te parece de la vida de este hombre? ¿No es de las pocas que pueden ser apetecidas?” Cadalso, Cart. marr. 69 (2. 291). “Por esta causa sola, omitiendo otras varias, ningún género de verso he creído preferible al de silva, que, en mi opinión, reúne cuantas ventajas pueden apetecerse para el intento” T. Iriarte, Mús. pról. (1. 150). – β β ) Part. “Estos inocentes y fáciles placeres, tan ardientemente apetecidos como sencillamente gozados por todo un pueblo alegre y laborioso, le fueron al fin robados” Jovell. Descr. del castillo de Bellver (R. 46. 4011). – β ) Como, según el uso común, este verbo vale desear para sí, disuena su empleo con un dativo; así se echa de ver en este lugar de Jovellanos: “A vosotros, oh ingenios peregrinos –- Desde la playa del ecuóreo Betis Jovino el gijonense os apetece Muy colmada salud” Poes. A sus amigos de Salam. (R. 46. 371). – γ ) Se ha usado con contra para traducir el “caro concupiscit adversus spiritum” S. Pablo, Gal. 5. 17: “La carne codicia contra el espíritu” Scío. “En tanto que estamos aprisionados en este cuerpo frágil, mientras tenemos este tesoro en vasos de barro, el espíritu pelea contra la carne y la carne apetece contra el espíritu” Muñoz, Vida de Gran. 2. 9 (111). – δ ) En el siguiente lugar de Cerv. parece significar: Causar apetito, provocar el apetito: “Este primo no me agrada, Dulce amiga Dorotea: Plegue á Dios que por bien sea Su venida no esperada. – Como le ves mal vestido, No te parece galán. – Las galas no siempre dan Aire y brío, ni el vestido. Desmayado me parece, Aunque atrevido tal vez. – De su causa eres jüez. – Basta; poco me apetece” La entretenida, 2 (Com. 2. 208). Etim. Port. appetecer, appetir; cat. apetéixer, apetir; it. appetere, appetire (pres. appetisco); del lat. appetere, comp. de ad, á, y petere, pedir, es decir, pedir para sí, como apprendere, tomar para sí. Nuestro verbo es forma inceptiva, como ofrecer, padecer, etc. Conjug. Tiene estas formas irregulares: apetezco; apetezc-a, as, a, amos, áis, an.
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TABLA 5 (Cont.) DUE. María Moliner
apetecer. (Del latín ‘appétere’, derivado de ‘pétere’; v. ‘PEDIR’. Conjug. como ‘agradecer’.) 1 (pulido), *Desear ↓algo: ‘Apetezco la llegada del verano’. •Particularmente, desear tener cierta ↓cosa que proporciona bienestar o cierta situación buena: ‘Apetece una casa propia [el cargo de director]’. Es más frecuente en frases negativas: ‘No apetece honores ni riquezas. Solo apetezco tranquilidad’. 2 Inspirar una cosa a alguien ganas de comerla o deseo de tenerla o hacerla: ‘Me apetece un café bien caliente. Le apetece todo lo que ve. No me apaetece escribir ahora’…
Diccionario Salamanca. 1996. Juan Gutiérrez Cuadrado
v. intr. / tr. Hacerse deseable para [una persona]: No apetecía riquezas. No me apetece el helado ahora. ¿Qué te apetece hacer? → 5
DEA. 1999. Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos
apetecer (conjug. 11) A intr. 1 Ser [una cosa] deseada [por alguien (ci)], o sentir [alguien (ci) deseos [de algo (suj)] Tb (pop) pr. Frec en constrs interrogativas de ofrecimiento cortés. | R. M FFuentes Nar 10.76, 31: Beben lo que les apetece y dejan la vasija en el lugar más visible de la plaza. Torrente Isla 281: Que inventase otra clase de entierro, todo lo suntuoso que se le apeteciera, .. pero que no rozase en absoluto la vida oficial. CBonald Ágata 163: ¿Quieren tomar algo?, ¿se les apetece un refresco? B tr 2 (lit o E) Desear. Tb fig y abs. | L. Guizamonde Van 20.12.70, 13: Obtendrá los resultados apetecidos. MPuelles Persona 55: A diferencia de los animales, que únicamente atienden a su respectivo bien particular, toda persona humana tiene capacidad para apetecer el bien común. Moraza SYa 16.6.74, 55: Estudiaban los líquidos que tenían propiedades capaces de captar el oxígeno del aire y mantenerlo hasta su cesión a otras sustancias que lo apetecieran. Gambra Filosofía 154: De aquí que la finalidad no sea solo un modo de apetecer y de obrar los seres dotados de conocimiento.
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A continuación, antes de proponer la entrada léxica histórica correspondiente a apetecer, incluimos un estudio cuantitativo, a partir de los datos extraídos del CORDE y del CREA, de apetecer en presente de indicativo (tanto en estructuras transitivas –correspondientes a las distintas personas verbales: apetezco, apeteces, etc.– como en construcciones intransitivas biactanciales). Se ha seleccionado este tiempo verbal porque se trata del tiempo más característico del lenguaje oral, lo cual comporta ciertas garantías de que los ejemplos encontrados no responden totalmente a aspectos estilísticos o retóricos. Los resultados del CORDE en lo referente a la primera persona del singular del presente de indicativo (apetezco), muestran que la distribución por siglos de los usos transitivos de esta forma verbal en España es la que se muestra en la Tabla 6. TABLA 6 Formas personales del presente (1.ª y 2.ª persona del singular y del plural) XV
2
CORDE/CREA
XVI
XVII
XVIII
XIX
XX
6
44
21
42
12
apetezco
2
21
7
7
5
apeteces
9
7
4
17
10
2
2
apetecemos apetecéis
Se atestiguan 6 casos en el siglo XVI, 44 en el XVII, 21 en el XVIII y 42 en el –véanse (26), (27), (28) y (29), respectivamente–. En el siglo XX se hallan 12 ejemplos de los cuales 7 son del CORDE –(30a)–, y 5 del CREA –(30b): XIX
(26) a. A tu servicio me ofrezco, qu’el manjar que yo apetezco tú sola le puedes dar (CORDE: c. 1570 – 1578, Anónimo, Farsa del sacramento de Adán, 23. religioso). b. Ya, como estoy sin esos temores, no lo apetezco tanto, sino algún poco (CORDE: 1581, Santa Teresa de Jesús [Teresa de Cepeda], Carta al P. Jerónimo Gracián. Ávila, 26 de octubre de 1581, 19. Cartas y relaciones). (27) me falta aliento… nada apetezco sino el beber (CORDE: 1669, León Merchante, Juan Manuel de, Carta 39 (La picaresca). 19. Cartas y relaciones). (28) y no siempre me queda el sosiego interior que apetezco (CORDE: 1765, Treviño, Francisco de, Carta a Rodríguez Campomanes [Epistolario de Pedro Rodríguez] 19. Cartas y relaciones).
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(29) á unirme con mi familia, única cosa que apetezco, pues mandos bastantes he tenido, (CORDE: 1820, VV.AA., Diario de Barcelona, 1 de abril de 1820 18. Prensa Impr. de Brusi [Barcelona], 1820). (30) a. Pues persuádeme. He de agradecértelo. No apetezco otra cosa que pensar bien de la gente (CORDE: 1926, Pérez de Ayala, Ramón, Tigre Juan, 12. Relato extenso, novela…). b. 1990. y que no apetezco estar en las páginas de los periódicos (CREA: 1990 PRENSA, Cambio 16, nº 970, 25/06/1990: JOSÉ BONO ESPAÑA 03. Política).
En cuanto a la segunda persona del singular del presente de indicativo (apeteces) en España, se encuentran dos ejemplos del siglo XVI, 21 del siglo XVII, siete del siglo XVIII, siete del siglo XIX y dos del siglo XX en el CORDE. En el CREA se hallan únicamente tres casos en el siglo XX. La primera persona del plural (apetecemos) se usa también desde el siglo XV al XX. De los 49 datos documentados, dos corresponden al siglo XV –(31)–, nueve al XVI, siete al XVII, cuatro al XVIII, 17 al XIX y 10 al XX. De estos últimos, nueve son del CORDE y uno del CREA –(32). (31) a. mas a vn deseamos o apeteçemos ser nobles politica mente (CORDE: 1477 – 1485 Mejía, Fernando. Libro intitulado nobiliario vero, 19. Heráldica y genealogía). b. natural mente deseamos & apeteçemos nobleza (CORDE: 1477 – 1485 Mejía, Fernando. Libro intitulado nobiliario vero, 19. Heráldica y genealogía). (32) para aproximarse a ese orden territorial que apetecemos (CREA: 1977 PRENSA El País, 03/08/1977: Ordenación del territorio, urbanismo y... Diario El País, S.A. [Madrid], 1977].
La forma personal menos utilizada en España es la segunda persona del plural (apetecéis), puesto que únicamente se registran cuatro casos en el CORDE (dos del siglo XVI y dos del XIX) y ninguno en el CREA, como muestra (33). (33) ¡Pobres y ricos!, sed virtuosos si apetecéis ser felices, no abandonéis jamás la virtud (CORDE: 1850 Ayguals de Izco, Wenceslao, La Bruja de Madrid, 12. Relato extenso...).
Esta aproximación a los datos nos permite afirmar que las primeras personas (tanto del singular como del plural) son las que presentan mayor frecuencia en la acepción transitiva. Por otra parte, resulta interesante observar que este uso transitivo puede pasivizarse mediante construcciones pasivas reflejas, como se ilustra en (34). (34) a. ... frialdad y humidad, la qual de tal manera se apetece, maiormente en regiones y tierras calientes (CORDE: 1569. Toro, Luis de, Discurso o consyderaciones sobre la materia de enfriar la bebida, 15. Medicina).
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b. Demuestra asimismo cómo unas cosas se apetecen y desean por sí mismas (CORDE: 1577 Abril, Pedro Simón. Traducción de La ética de Aristóteles. 15. Filosofía).
En relación a la tercera persona del singular, el uso transitivo se atestigua a partir del siglo XV, como muestra (35). (35) a. mas el tiempo que apeteçe apetitos muy estrannos (CORDE: c. 1407 – 1463, Carvajal, Sin título (Cancionero de Estúñiga), 21. en obras colectivas). b. Yo contigo voluntariosa yré, que aquesto apeteçe mi deseo (CORDE: c. 1450, Anónimo, Traducción de la Teseida de Boccaccio, 12. Relato extenso, novela...). c. por el qual defeto dessea y apetece a ti y a otro menor que tú (1499-1507. Celestina: 102). d. la natura huye lo triste y apetece lo delectable (1499-1507. Celestina: 126). e. dize: ansí como la materia apetece a la forma (1499-1507. Celestina: 102).
De los 741 casos de apetece que documentamos en el CORDE, 261 corresponden a configuraciones biactanciales intransitivas, 39 a pasivas reflejas y 441 a construcciones transitivas. En el CREA la proporción se invierte, puesto que de 871 ejemplos, 533 son usos intransitivos, tres pasivas reflejas y solo 335 mantienen el valor transitivo. Además, se observa que el siglo que marca la inflexión en el cambio de frecuencia es el siglo XX, véase la Tabla 7 y el gráfico correspondiente. TABLA 7 Transitividad versus intransitividad biactanciales intransitivas
pasivas reflejas
transitivas
CORDE
261
39
441
CREA
533
3
335
600 500 400 300 200 CORDE
100
CREA
0 intr.
pas.
tr.
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Finalmente, cabe mencionar también dos usos muy minoritarios: el pronominal –del cual solo hallamos cinco ejemplos en el CORDE, véanse (36a) y (36b)–, y el intransitivo monoactancial (36c). (36) a. De cosa que se me ofrece, padre, no se me apetece, que solo tengo deseo de un manjar (CORDE: c. 1570 – 1578. Anónimo, Farsa del sacramento de Adán. 23. religioso). b. ¿Se le apetece? –No, gracias –contestó el cabo (CORDE: 1962. Caballero Bonald, José Manuel. Dos días de setiembre. 12. Relato extenso...). c. Así en el matrimonio: los mancebos apetecen libres, condenan sujetos (CORDE: 1617. Suárez de Figueroa, Cristóbal. El pasajero. 12. Relato extenso...).
Después de examinar los datos que hemos comentado se refuerza la hipótesis según la cual los verbos con valor semántico similar muestran una tendencia clara a seguir un patrón sintáctico determinado, concretamente el patrón almacenado con mayor fuerza (compárese con la noción de fuerza léxica de Bybee). En esta línea, Elvira comenta que el reconocimiento de la estructura argumental del verbo en la gramática infantil y el desarrollo ontogenético de los diferentes esquemas constructivos surgen y se consolidan a través de un lento proceso de generalización, en el que determinados contextos, construcciones y piezas léxicas juegan un papel esencial […]. Poco a poco […] los niños van utilizando sus capacidades cognitivas de generalización y abstracción para acceder a esquemas más generales y productivos (2006: 46-47).
Por otra parte, en el establecimiento de este patrón parecen jugar un papel importante tanto la jerarquía temática, véase (37), como el hecho de que el argumento cuyo papel temático es el más alto de la jerarquía ocupa la posición preverbal (de ahí la topicalización de los dativos), lo cual se observa ya en la topicalización de sujetos en el paso del clásico al vulgar. (37)
AGENTE
> EXPERIMENTADOR > TEMA/PACIENTE > LUGAR
Así las cosas, la microestructura del artículo, que se ilustra en (38), debería constar de la definición categorial y de las distintas acepciones en cada una de las cuales se especificaría la matriz morfosintáctica relativa a los usos gramaticales.
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(38) APETECER. V. 1. Primera acepción:
apetece
EXPERIMENTADOR
nominativo
[algo] TEMA
_______________
{ acusativo/}
• grandes zarzales llenos del negro fruto que tanto apetecen los chicos; había grupos de guinderos (CORDE: 1878 Pérez Galdós, Benito Marianela ESPAÑA 12.Relato extenso novela y otr Joaquín Casalduero, Cátedra [Madrid], 1997). • y que no apetezco estar en las páginas de los periódicos (CREA: 1990 PRENSA, Cambio 16, nº 970, 25/06/1990: JOSÉ BONO ESPAÑA 03.Política). 1.1. Usos impersonales de la primera acepción: 1.1.1. Pasiva refleja: pron. se pron. se
apetece apetecen
SE PASIVO REFLEJO
TEMA
se
____________
[algo] [algunas cosas/personas] { nom./}
• como que nada se apetece tanto, por los que miran como agravio (CORDE: 1763 Anónimo Reglamento de pesca y navegación, 27 de agosto de 1763 ESPAÑA 15.Agricultura, ganadería, pes Jesú Izco, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación [Madrid], 1987). 1.1.2. Construcción con sujeto lógico arbitrario: apetece EXPERIMENTADOR
[PRO arb]
[algo] TEMA
________________
{ nom./}
• En verano apetece un baño. • En verano apetecen los helados. • En verano apetece que llueva de vez en cuando. 2. Segunda acepción:
apetece
EXPERIMENTADOR
{/}dativo
[algo] TEMA
_________________
{ nominativo/}
• Mató; porque sin duda al que mal hace la luz no le apetece ni le aplace (CORDE: 1588 Virués, Cristóbal de Historia del Monserrate ESPAÑA 22.Épico Cayetano Rosell, Rivadeneyra [Madrid], 1851).
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5. Los verbos de afección psíquica del inglés Estos verbos han recibido especial atención en la lingüística histórica del inglés, véase el exhaustivo capítulo que les dedica Denison (1993). Tal como ocurría en latín, en inglés antiguo el EXPERIMENTADOR aparece en dativo y el TEMA/CAUSA en genitivo, véanse los ejemplos de (39). (39) a. him ofhreow pæs mannes [Ælfric, C Hom. I 8.192.16; Denison (1993: 63)]. ‘leDATIVO apenó/entristeció el hombreGENITIVO’ “el hombre le entristeció” b. za ofhreow ðam munece zæs hreoflian mægenleast (Ælfric, C Hom. I 23.336.10; Denison 1993: 63). ‘entonces apenó al monjeDATIVO la leproso debilidadGENITIVO’ “entonces apenó/entristeció al monje la debilidad del leproso” c. Mæg zæs zonne ofzyncan ðeodne (Heaðobeardna … zonne …) (Beo 2032; Denison 1993: 70). ‘podría estoGENITIVO entonces disgustar señorDATIVO …’ “Esto podría disgustar al señor…”
Asimismo, también se documentan enunciados en que el TEMA/CAUSA es expresado mediante una subordinada, como los que se ilustran en (40). (40) a. me sceamað zearle zæt ic hit secge ðe (Ælfric, Let 7 24; Denison 1993: 64). ‘meDATIVO avergüenza profundamente que yo ello digo te’ “me avergüenza profundamente decírtelo” b. me sylfum zynceð, zæt ic na ne ongyte … (GD [C] 174. 18; Denison 1993: 71). ‘mi mismoDATIVO parece que yo nada no comprendo’ “me parece que no comprendo nada” c. oflicode me ðearle zæt ic eft to ðam lichaman sceolde … (Ælfric, C Hom. II 21.202.97; Denison 1993: 71). a el cuerpo ‘disgustó meDATIVO profundamente que you atrás debiera…’ “me disgustó profundamente que tuviera que volver al cuerpo …”
Por otra parte, algunos verbos subcategorizaban un TEMA en nominativo. Según Allen (1986) el nominativo era el caso por defecto en inglés antiguo y, por tanto, los sintagmas nominales pospuestos adquirían nominativo por defecto aunque fueran objetos. (41) a. Hu him se sige gelicade (Or 84, 32; Denison 1993: 72). ‘como leDATIVO la victoriaNOMINATIVO complugo’ “como le complugo la victoria”
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b. Me zin modsefa licað leng swa wel (Beo 1853; Denison 1993: 84). ‘meDATIVO tu disposiciónNOMINATIVO complugo largo tan bien’ “tu disposición me complugo por mucho tiempo”
Allen (1986) demuestra que los EXPERIMENTADORES dativos del inglés antiguo presentan un comportamiento sintáctico más cercano a los sujetos canónicos que a los objetos (sobre todo en lo referente a los aspectos relacionados con el control del sujeto elidido en el segundo miembro de las coordinaciones). En la misma línea, Seefranz-Montag4 considera que el EXPERIMENTADOR dativo ya había desarrollado ciertas propiedades características del sujeto mucho antes de perder el caso dativo y añade que el cambio de orden de palabras sufrido por el inglés medio hizo que los verbos impersonales optasen por una de las tres evoluciones siguientes: i) tematización del EXPERIMENTADOR dativo; ii) introducción de un sujeto expletivo it; o iii) reanálisis de los objetos oblicuos tematizados como sujetos nominativos. Así las cosas, en inglés medio se pierde el caso morfológico y todos los objetos pasan a recibir caso estructural objetivo. (42) a. For certes, lord, so wel us liketh yow / And al youre werk (c. 1395. Chaucer, CT. Cl. IV. 106; Denison 1993: 70). ‘Por cierto, señor, tan bien nosOBJ gusta3PS.SING vosOBJ y todo vuestro trabajo’ “Ciertamente, señor, nos gustáis mucho vos y vuestras obras” b. For certainly, lord, we like you and all your works so much (inglés moderno). (43) He easkeð ham ef ham biluueð to heren him ane hwile (c. 1225 [c. 1200?] SWard 242; Denison 1993: 71). ‘El pregunta les si lesOBJ gusta escuchar le un instante’ “El les pregunta si les gusta/complace escucharle un rato’ (44) But the houses did not like us, and so that design at present is stopped (1661 Pepys, Diary II 114.14 [4 Jun]; Denison 1993: 91).
Allen documenta casos de like con EXPERIMENTADOR nominativo a partir del siglo XIV y observa que esta construcción será dominante ya en el XV. En la época de Shakespeare la entrada léxica de dicho verbo se caracteriza ya por asignar la función de sujeto únicamente al EXPERIMENTADOR. Sin embargo, Denison observa que el EXPERIMENTADOR objeto todavía se atestigua en el siglo XVII, en Pepys, lo cual demuestra que esta construcción perdura hasta fechas posteriores a la indicada por Allen. 4
Cf. Denison (1993: 87-87) en lo referente a su propuesta.
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Allen (1995) y Roberts (2007) atribuyen los cambios en este tipo de verbos a la modificación de sus propiedades léxicas y a la difusión léxica de la innovación que tuvo lugar a lo largo de varios siglos, lo cual se corresponde con lo que hemos visto anteriormente para el español. Según Roberts (2007: 157-160), el cambio sufrido por estos verbos en inglés debe relacionarse con el cambio paramétrico relativo a Sv. Los verbos inacusativos y también los psicológicos tienen una proyección Sv defectiva o inactiva. Según dicho autor, primero se dio un cambio paramétrico en lo referente a las propiedades de la proyección Sv en las pasivas con sujeto META (him was given a book, inglés antiguo > he was given a book, inglés moderno). Esto permitió el posterior reanálisis de los verbos psicológicos y, con ello, la introducción de una proyección Sv activo en su estructura.5 Aquí radica la diferencia entre el cambio sufrido por estos verbos en inglés y el que han experimentado los verbos españoles. En inglés, se trata de una interacción entre dos cambios que, en principio, son independientes: un cambio paramétrico (el cambio de rasgos de v*) y una serie de cambios difundidos en el léxico a lo largo de un periodo considerable que afectan a las entradas léxicas de los verbos psicológicos. En el caso del inglés podríamos pensar que se trata de una gramaticalización por cuestiones de economía consistente en reducción de rasgos temáticos que conlleva la simplificación de la estructura argumental (cf. Gelderen 2007). (45) [STPO himDATIVO [T ] [SV (him) [V licodon] peranNOMINATIVO]] > [STPO heNOMINATIVO [T ] [Sv* (heNOMINATIVO) v* [SV [V likes] pearsACUSATIVO]]]
En inglés pasamos de tener una estructura como (46) a tener una estructura como (47) y un posterior reanálisis de los verbos psicológicos para pasar a acomodarse a la estructura de (47). Curiosamente, White et al. (1999) muestran que los errores que se cometen tradicionalmente en la adquisición del inglés como segunda lengua tienen que ver con la proyección del experimentador como sujeto (*John frightens exams). Consideran que ello está directamente relacionado con la jerarquía temática, puesto que el TEMA se expresa como argumento interno y el EXPERIMENTADOR como dativo; véase su conclusión (48).
“v* is associated with ϕ-features in systems where the complements of the verb do not show morphological distinctions. Where morphological case distinctions are found, v acts essentially as in intransitives, lacking these ϕ-features since the internal argument has an interpretable Case feature which does not require valuing.” 5
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(46) SAplicativo Aplicativo’
EXPi
Aplicativo
Sv
v asp estativo
SV
SV
V
TEMA
EXPi
(sujeto formal)
(47) Sv v’
EXP
v activo
SV
V
TEMA
(objeto formal)
(48) In conclusion, L2 learners appear to be sensitive to argument structure properties of psych verbs. The linking of Experiencer and Theme arguments to syntactic positions is not arbitrary in interlanguage grammars. It appears that L2 learners are still guided by UTAH and the Thematic hierarchy, rather than properties of L1 grammar or the L2 input alone.
6. Cambios en los verbos de afección psíquica del español En español, en contraste con lo que acabamos de ver, el patrón latino se generaliza y, por consiguiente, se da el proceso contrario: se pasa de la transitividad a la adopción de la estructura biactancial intransitiva. Parece razonable pensar que las construcciones de indeterminación del agente (pasivas reflejas, enunciados con sujeto arbitrario, etc.) pueden haber supuesto un eslabón entre ambas estructuras. La diferencia entre el EXPERIMENTADOR de las dos configuraciones ilustradas anteriormente radica en la distinción de voluntariedad que comenta Gutié-
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rrez Ordóñez (1999). El de (46) implica involuntariedad, mientras que el de (47) conlleva voluntariedad. Por tanto, el cambio que se produce en español es un reanálisis a partir de los usos en que se indetermina el agente del verbo transitivo. Gustar y agradar cuentan ya con una estructura como la de (47) –porque en la lengua general carecen de la acepción transitiva–; apetecer, en cambio, se halla a medio camino. Algunos hablantes admiten ambas acepciones (transitiva e intransitiva), otros han consolidado ya el paso de apetecer al grupo de verbos psicológicos de gustar y agradar. En el caso de gustar los ejemplos de (49) son gramaticales, pero los de (50) son agramaticales. Ello indica que estas construcciones no responden ya a un recurso de impersonalización o indeterminación del EXPERIMENTADOR del verbo transitivo, sino que son definitivamente impersonales. Nótese, además, como muestra (51), que la pasiva refleja no es posible en estos casos. (49) a. en Sevilla solo gustan los toreros andaluces (CREA: 1988 PRENSA El País, 02/10/1988: LA MAESTRANZA ESPAÑA). b. y en Andalucía gustan los “gurumelos” un agaricus de tamaño grande (CREA: 1992 Domingo, Xavier El sabor de España ESPAÑA 05. Gastronomía, cocina Tusquets [Barcelona], 1992). c. Cada vez gustan más las mujeres con un look agresivo (CREA: 2002 Giménez Bartlett, Alicia La deuda de Eva. Del pecado de ser feas y el deber de ser...). d. Se había ido totalmente el malhumor. –¿No gusta un higo? –me dijo–. Nada como los higos... (CREA: 1986 Aguilar Camín, Héctor Morir en el Golfo MÉXICO 07. Novela Ediciones Océano [México D.F.], 1986). (50) a. b. c. d.
*En Sevilla los aficionados al toreo gustan los toreros andaluces. *En Andalucía los niños gustan los “gurumelos”. *Cada vez los hombres gustan más las mujeres con un look agresivo. *Juan no gusta un higo.
(51) a. b. c. d.
*En Sevilla se gustan los toreros andaluces. *En Andalucía de gustan los “gurumelos”. *Cada vez se gustan más las mujeres con un look agresivo. *¿No se gusta un higo?
En cambio, con apetecer los hablantes que no lo han reanalizado totalmente admiten (52), (53) y (54): (52) a. En verano apetecen los helados. b. En verano apetece que llueva de vez en cuando.
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c. Además hace calor y apetece un baño (CREA: 2001 Silva, Lorenzo Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos). d. Llega el buen tiempo y quizá apetece un revolcón al aire libre (CREA: 2003 PRENSA, El País. El País de las Tentaciones, 09/05/2003). (53) a. En verano los niños apetecen los helados. b. En verano mi marido apetece que llueva de vez en cuando y yo, en cambio, desearía que no lloviera nunca. c. En verano María apetece un baño cada tarde. (54) a. En verano se apetecen los helados. b. En verano se apetece que llueva de vez en cuando. c. En verano se apetece un baño.
7. Conclusión Hemos podido observar que, ya desde el latín clásico, los verbos de afección psíquica tienden a homogeneizar su comportamiento sintáctico. El español, a diferencia de lo que ocurre en inglés, no favorece en ningún momento el reanálisis de los verbos psicológicos como transitivos. Por el contrario, algunos verbos transitivos de emoción y experiencia de los orígenes (por ejemplo, gustar) muestran una clara tendencia a adoptar estructuras biactanciales intransitivas a partir del XV. Parece evidente también que el eslabón que permite este cambio se halla en las construcciones impersonales (pasivas reflejas, construcciones con sujeto arbitrario, etc.). Queda mucho por estudiar, puesto que en el caso de los psicológicos cada verbo es un mundo anclado a su propia historia evolutiva y no constituyen un grupo totalmente homogéneo en lo referente al grado de reanálisis y/o gramaticalización, como muestra el contraste entre gustar y apetecer. Esta primera aproximación permite suponer, sin embargo, que estos verbos presentan distintos estadios de un mismo proceso y siguen un mismo itinerario de reanálisis y/o gramaticalización, por lo que podrían constituir un ciclo de reanálisis y/o gramaticalización.
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SOBRE LOS AUTORES
SANTIAGO ALCOBA es catedrático de Lengua Española de la Universidad Autónoma de Barcelona. Es autor de numerosos textos de investigación en libros o artículos de revistas de su especialidad, sobre fonología (sílaba y acento), el léxico (productividad, rendimiento y restricciones de uso) o la morfología del español (conjugación y Temas del Verbo español, afijación y productividad o rendimiento), y sobre la lengua de la información (libros de estilo, lengua de la información digital, cortesía y publicidad). Sus últimas publicaciones se refieren, por un lado, a las condiciones, estructura y funciones de las palabras ‘archisílabas’, y a la naturaleza de los verbos vocálicos españoles, en el ámbito de la morfología, y, por otro lado, al estudio de las manifestaciones de la cortesía lingüística y el ‘poder’ en la argumentación de las cuñas publicitarias. MONTSERRAT BATLLORI DILLET es profesora titular de lengua española (diacronía) e investigadora del grupo de lingüística diacrónica y gramática comparada de la Universidad de Girona. Sus áreas de interés incluyen distintos ámbitos de la gramática histórica (sintaxis, morfología, fonética y fonología históricas) y del cambio lingüístico (relación entre cambio lingüístico y adquisición, por ejemplo). En lo referente a la sintaxis histórica, se ha centrado básicamente en el estudio del sintagma nominal, el sintagma verbal, los conectores discursivos y el orden de palabras (pronombres átonos, negación y partículas de polaridad enfática). Entre sus publicaciones recientes, que mayoritariamente recogen el trabajo en colaboración con otros investigadores, cabe mencionar: “Evolución y adquisición fonológica de la fricativa labiodental sonora en español”, con B. Blecua y A. Rost; “En torno a la polaridad enfática en español y en catalán: un estudio diacrónico y comparativo”, con M. L. Hernanz; “Universales lingüísticos e itinerarios del cambio: la formación de nexos complejos románicos”, con A. Suñer; “Relation between changes: the location and possessive grammaticalization path in Spanish”, con M. E. Castillo y F. Roca; “Grammaticalization of SER and ESTAR in Romance”, con F. Roca; “Grammatical Change: Origins, Nature, Outcomes, OUP”; “Sentential Focus and Polarity: Asymmetries between Spanish and Catalan”, con M. L. Hernanz. MAR CAMPOS SOUTO es profesora titular de Lengua Española en la Facultad de Humanidades de Lugo (Universidad de Santiago de Compostela). Ha publicado diferentes estudios sobre lexicografía, morfología del español y edición de textos.
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SOBRE LOS AUTORES
Es secretaria de la Revista de Lexicografía desde su fundación y codirectora de su colección de anexos. Entre sus trabajos pueden citarse los libros El “Memorial de virtudes”: la traducción castellana del “Memoriale virtudum” de Alfonso de Cartagena (2004) y Las Papeletas de voces castellanas de Luis de Usoz y Río (2010), así como los artículos “Morfología genética y etimología: los cruces léxicos” (2008) y “Hacia la ordenación morfológica de NDHE: primer esbozo” (2007). GLORIA CLAVERÍA NADAL es doctora en Filología Hispánica y catedrática de Lengua Española de la Universitat Autònoma de Barcelona. Es especialista en el estudio histórico de la lengua, ámbito en el que ha publicado múltiples estudios en torno a la lexicología y la lexicografía. Destacan especialmente sus contribuciones al estudio de los cultismos; la lengua alfonsí; el Diccionario crítico y etimológico de la lengua española, de Joan Coromines y José A. Pascual; la lexicografía académica y el análisis crítico de aspectos de la historia del léxico. Es directora del proyecto “Portal de léxico hispánico” y del Grupo de Investigación “Lexicografía y Diacronía”, y miembro del Seminario de Filología e Informática de la Universitat Autònoma de Barcelona. MARGARITA FREIXAS ALÁS, es doctora en Filologia Hispánica y profesora de Lengua Española en la Universitat Autònoma de Barcelona. Es especialista en el análisis histórico de la lengua española. Ha publicado varios trabajos sobre metalexicografía, cuestiones de lingüística histórica, análisis de la lengua literaria y estudio de la lengua de los medios de comunicación. Destacan sus aportaciones sobre los orígenes de la lexicografía académica en español, tema sobre el que acaba de publicar una monografía (Planta y método del “Diccionario de Autoridades”. Orígenes de la técnica lexicográfica de Real Academia Española). Es miembro del Seminario de Filología e Informática de la Universitat Autònoma de Barcelona. CECILIO GARRIGA ESCRIBANO es profesor titular de la Universitat Autònoma de Barcelona. Su actividad investigadora está centrada en el estudio de la lengua española, la historia de la lengua, la historia de la ciencia, la lexicografía y la morfología. Entre sus publicaciones más recientes destacan “Molécula en el Diccionario Histórico”, “Las marcas de uso en un diccionario histórico”, “La teoría lexicográfica de la Academia en los siglos XVIII y XIX a través de las Reglas”, “La técnica lexicográfica española del siglo XIX: el Diccionario Nacional de R. J. Domínguez y la lengua de la ciencia y de la técnica” y “Lengua, ideología y diccionario, a propósito del español moderno de la ciencia y de la técnica”. ÁNGELES LÍBANO ZUMALACÁRREGUI es catedrática de Lengua Española en la Universidad del País Vasco. Su actividad investigadora se ha desarrollado en el
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SOBRE LOS AUTORES
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campo de la historia de la lengua, lexicología y lexicografía diacrónica, dialectología y onomástica. Ha participado y participa en diversos proyectos de investigación en el área del medievalismo que han dado lugar a publicaciones como Léxico del comercio medieval en Aragón, Toponimia medieval del País Vasco y Onomástica e Historia y Lengua y organización social del espacio: espacios lingüísticos en el norte peninsular en los siglos IX a XIII. En la actualidad se ha venido ocupando del romance primitivo en el País Vasco y ha publicado diversos estudios monográficos sobre las fuentes medievales, su estructura y particularización léxica o la conformación de su vocabulario. MARÍA JESÚS MANCHO DUQUE, doctora en Filología Románica, es catedrática de Lengua Española en el Departamento de Lengua Española de la Universidad de Salamanca desde 1993 y directora del Centro de Investigaciones Lingüísticas (CILUS) de la universidad salmantina desde el año 2006. Su actividad investigadora está centrada primordialmente en el nivel léxico del español, de modo particular en registros especializados del Siglo de Oro. Dentro de este periodo ha trabajado en el ámbito de la mística y en el de la ciencia y de la técnica renacentistas, temas sobre los que ha sacado a la luz diversos trabajos. Entre los más recientes, destacan Pórtico a la ciencia y la técnica del Renacimiento; las ediciones de Juan de Jarava, Historia de las yervas y plantas y de Francisco Sánchez de las Brozas (trad.), Declaración y uso del relox español de Hugo Helt Frisio; La ciencia y la Técnica en la época de Cervantes, en colaboración con M. Becedas y C. Flórez; el CD La ciencia y la técnica en la época de Cervantes: textos e imágenes, junto a M. Quirós; y la edición, junto a R. Verdonk, de la monografía Aspectos de la neología en el Siglo de Oro. Lengua general y lenguajes especializados. Dirige desde el año 2000 el Diccionario de la Ciencia y de la Técnica del Renacimiento (DICTER), que en formato electrónico se presenta en el Repositorio Gredos y en la página de Ediciones de la Universidad de Salamanca y será accesible en la Red a partir de 2012. JOSEP MARTINES es profesor titular del Departament de Filologia Catalana de la Universitat d’Alacant y miembro numerario del Institut d’Estudis Catalans (Secció Filològica). Su investigación está centrada en el estudio de la semántica, la lexicología y la sintaxis diacrónica, la lexicografía, toponimia y el contacto de lenguas. Sus publicaciones más recientes son L’anomenat “lo neutre”. L’expressió de l’abstracció en català: una aproximació diacrònica, “Punxar i família, mossarabismes del català?”, “L’article definit masculí abstracte en les codes de les oracions comparatives de desigualtat en català antic” y El valencià del segle XIX: el lèxic. L’aportació del “Diccionari valenciano” de Josep Pla i Costa.
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SOBRE LOS AUTORES
MAR MASSANELL I MESSALLES es profesora lectora de la Universitat Autònoma de Barcelona. Es especialista en lingüística histórica y en edición de textos, geolingüística y dialectología. Entre sus publicaciones recientes destacan “El col·loquial mediatitzat nord-occidental”, “Beneficios de los corpus informatizados para la investigación diacrónica: el caso del CICA para la GCA y los auxiliares de perfecto”, “La planificació lingüística com a origen de fractures geolectals: el cas del nord-occidental a la Franja de Ponent”, “Es cap me va entorn, Tenc un rodament de cap, Estic emmolinat... L’expressió del vertigen en la llengua catalana a partir de l’anàlisi sintacticosemàntica del primer mapa de l’ALDC” y “La preferència per la posposició dels subjectes definits en les construccions inacusatives: un tret desapercebut del català nord-occidental”. JOSÉ RAMÓN MORALA RODRÍGUEZ es catedrático de Lengua Española en la Universidad de León. Sus líneas de investigación son la historia de la lengua española, la lexicografía histórica y la dialectología. Entre sus publicaciones más recientes destacan R. Menéndez Pidal y “El dialecto leonés” (1906-2006), “Inventarios de bienes y lexicografía histórica”, “Léxico con denominaciones de origen en inventarios del Siglo de Oro” y “El léxico de Nebrija y la geografía lingüística” en José Carlos Herreras y José Carlos de Hoyos (eds.), Lexicographie et métalexicographie en Langue espagnole. MARTA PRAT SABATER es doctora en Filología Hispánica y profesora agregada de Lengua Española en la Universitat Autònoma de Barcelona. Es miembro del Seminario de Filología e Informática y especialista en el análisis histórico de la lengua. Destacan sus contribuciones en torno al estudio del préstamo lingüístico, en concreto, entre español y catalán. Ha publicado también trabajos relacionados con la lexicología, la lexicografía, la morfología léxica y, más recientemente, vinculados con el ámbito de la publicidad. Destacan, desde el punto de vista docente, sus aportaciones sobre estrategias didácticas para el aprendizaje del uso de la lengua con especial atención a la incorporación de neologismos. JOAN TORRUELLA CASAÑAS es doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Autónoma de Barcelona, Master in Philosophy por la Universidad de Manchester y máster en Lexicografía por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Actualmente es Research Professor en la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA) y miembro del Seminario de Filología e Informática de la Universitat Autònoma de Barcelona. Trabaja en temas relacionados con las nuevas tecnologías aplicadas a la filología, en la aplicación de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), y dirige, junto a Manual Pérez Saldanya y Josep Martines, el proyecto del “Corpus Informatitzat del Català Antic” (CICA).
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