Historia de las ideas políticas en la República Dominicana [3 ed.]


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INDICE
Capítulo I -- DEL COLONIALISMO AL LIBERALISMO INDEPENDENTISTA
Capitulo II --DEL NEOCOLONIALISMO ANEXIONISTA AL PENSAMIENTO DE LOS RESTAURADORES
Capítulo III PENSAMIENTO POLITICO DE PRINCIPIO DE SIGLO
Capítulo IV -- LA IDEOLOGIA
CapItulo V LAS IDEAS POLITICAS EN LA ACTUALIDAD
Capitulo VI -- EL MARXISMO DOMINICANO LOS ORIGENES
CAPITULO VII -- :EL MARXISMO DOMINICANO II
Capítulo VIII-- EL MARXISMO DOMINICANO III
Capítulo IX -- EL PENSAMIENTO POLITICO DE LA ACTUALIDAD II
Capítulo X -- EL PENSAMIENTO POLITICO DE LA ACTUALIDAD III
Capítulo XI -- LAS IDEAS POLITICAS DE PEÑA GOMEZ y EL PRO
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Historia de las ideas políticas en la República Dominicana [3 ed.]

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Franklin J. Franco

3ra. Edición

HISTORIA DE LAS IDEAS POLITICAS

en"la REPUBLICA DOMINICANA

(CONTRIBUCION A SU ESTUDIO)

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Editora Nacional Apartado 559 Santo Domingo REPUBLlCA DOMINICANA

3ra. Edición Dibujo portada:

Alberto Bass Composlclóm

Alejandro Lora Dlagra.maclón:.

Rafaela Concepción de Calderón' Director técnlcOl

Miguel Angel Cuesta Bonnet

INTRODUCCION

Hace aproximadamente un año, invitado por el Departamento de Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, participé en un curso de postgrado expon1endo sobre el pensamiento político dominicano desde la })limera Ocupación Militar Norteamericana de 1916, hasta el advemmiento de la Era de Trujillo. En esa oportunidad, y mientras estudiaba, descubn' dos cosas: lo poco que conoc{a sobre la historia de las i'deas políticas en la República Dominicana, y la importancia del tema. En verdad, la historia del pensamiento político dominicano ha sido poco estudiada en nuestro paú. Salvo algunos art{culos sueltos aparecidos en la prensa local y el trabajo pionero del doctor Francisco Avelind Historia de las Ideas Políticas en Santo Domingo, muy poco se ha hecho en este campo. La explicación del fenómeno la encontramos en los propios programas de los departamentos y escuelas de sociología, ciencias políticas, jurídicas, económicas y de pedagog{a de nuestras universidades, para no hablar de esa nulidad que se conoce con el nombre de Educación Primaria y Secundaria. Dichos programas, elaborados copiando orientaciones aplicadas en Europa y Norteamérica, enseñan mucho sobre cuestiones de ambos continentes o sobre teorías generales, pero muy poco sobre la República Dominicana.

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Los resultados obtenidos son para nuestro pueblo verdaderarncnte desastrosos: nuestros graduados salen de los centros acadérnicos, verdaderos erúditos a la violeta en teorías y problema5; ex'tranjeros, pero ignorando por completo los aspectos fundarnentales de la realidad histórica, po[{tica, económica y social dominicarla. A decir verdad, en los últimos años se ha avanzado un poco en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde queda aún nlllcho por hacer en este aspecto. Todav{a queda allí, para traer sólo un ejemplo) todo un programa de cuatro anos ele licenciatura en sociolog{a que apenas toca la historia de nuestro pueblo. Entiendo perfectamente qu,e el estudio que presento a la consideración de los lectores ,incluso por las propias limitaciolles clue he heredado de la enseñanza recibida-: no llenará de ningu na rnarzera el vac{o existente en esta temática. Por lo dernás, no ha sido esa la intención. Lo he escrito para provocar i'nterés y, naturalmente, la necesaria discusión que ayude a que la llUelhl generación de intelectuales que va surf!Jelldo se !7TeOCUpe sobre la cuestión y salga de alU alguien con mayor preparación y tiempo que pueda concluir un estudio exhaustivo y definitivo. Cuando inicié la elaboración de este libro, cre{ que con un trabajo que no sobrepasara las docientas cuartillas iba a poder 10,Rrar un resumen más o menos completo. Ha resultado todo lo co'ntrario: mientras más le{a, más elementos novedosos encoiltraba y en tanto el horizonte del tema se me extendta al illfinito. rllo 1I1e obligó,rlo sólo a reelaborar mis esquemas iniciales, silla tambié'rl a dividirlos en dos e'ntregas. Con/to en que (,Jl el ano venidero, si la situaciór¡ política del paú me lo p,ermire, robándole tiempo a mis obligaciones partidarias, pueda culrninarlo entregando entonces el segundo volumen. I\Jr últirno, quisiera pedirle a mis lectores un favor, cosa

HISTOItIA DE LAS IDEAS POLlTICAS

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poco común· para ser metida así de sopetón en una cuestión tan fonnal.como debe ser una introducción: quisiera solicitarles me hagan llegar sus observaciones, sus críticas y sugerencias. De esa manera, ustedes pueden contribuir en mucho a mejorar este humilde intento de Historia de las Ideas Pol{ticas en la República Dominicana.

Capítulo I DEL COLONIALISMO AL LIBERALISMO INDEPENDENTISTA

1.- La influencia en Santo Domingo español de la revolución francesa y las luchas antiesclavistas e independentistas del Santo Domingo francés. 2.- La Constitución haitiana de 1801. 3.- Las insurrecciones antiesclavistas en el Santo Domingo español. 4.- Colonialistas e independentistas en el marco de la Reconquista. 5.- La influencia de la Constitución española de Cádiz. 6.- La lucha de los pueblos suramericanos. 7.- La inquietud política durante el período de la "España Boba". Los ideales políticos de Núñez de Cáceres y la filosofía de Rousseau del "derecho natural". 8.- La Constitución haitiana de 1816 durante el régimen de Boyer. 9.- La aparición del pensamiento liberal: Juan Pablo Duarte. 10.- Los ideales duartianos. 11.- La influencia de la declaración americana de 1776 en la Manifestación de enero de

1844.

Al empuje e influencia de la revolución francesa, cuya primera consecuencia en América Latina fue la sublevación de los esclavos de la parte occidental de la isla, colonia fran-

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cesa, que culminó más luego con la proclamación en enero de 1804 de la República de Haití, los habitantes de la zona española entraron en contacto con el liberalismo europeo, y consecuentemente con los ideales independentistas y republicanos. Dato importante y significativo es el siguiente: en el Santo Domingo español, tales ideas prendieron sobre todo en las clases explotadas, compuesta por esclavos, negros y mulatos libres, y en los -sectores integrados por pequeños propietarios y comerciantes medios de ganados y fruto~; estos últimos de la zona fronteriza domínico-haitiana, pafa quienes la abolición de la esclavitud, y la posterior autonomía proclamada por la Constitución de Toussaint en 1801, abría perspectivas y alientos nunca antes vistos. Las clases elevadas, compuestas por los grandes comerciantes, ganaderos (hateros), el reducido número' de grandes comerciantes que manejaba las importaciones y las exportaciones, así como el corte de madera, la burocracia civil y militar, la iglesia y otros, fueron impermeables a tales influencias, y más que ello, actuaron contra ella. La primera acción concreta de los esclavos de la parte española que registra de manera categórica la influencia en nuestro medio de los acontecimientos 'que venían registrándose en la colonia francesa, fue la insurrección ocurrida en octubre de 1796, en Boca-Nigua, en la hacienda dE; Don Juan de Oyarzabal, donde laboraban unos 200 esclavos, y situada a "cinco leguas" de la ciudad de Santo Domingo. Los planes de los esclavos insurrectos, que fueron descubiertos y sometidos a la bárbara justicia colonial española, envolvían la toma de la ciudad capital y "entablar un gobierno como el de Guarico y demás partes francesas" (Carta de Gobernador García ál Príncipe de la Paz. Santo Domingo, 13

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de diciembre de 1796. Vé.ase Gustavo Adolfo Mejía, Historia de Santo Domiugo, Vol. VI, págs. 593-595, nota No. 10). Para esta fecha, la parte española de la isla de Santo Domingo, a consecuencia del Tratado de Paz de Basilea, finnado entre Francia y España, había sido cedida por la segunda a la primera; pero esta última no _pudo tomar posesión de dicha zona, debido a la situación de intranquilidad que se registraba en la zona oeste, donde los colonialistas realistas franceses unidos a las tropas de la annada inglesa del Caribe desataron la agresión contra la República, como reacción a las medidas abolicionistas tomadas por los representantes del gobierno republicano francés. A consecuencia de las intensas luchas antiescIavistas que ~c ven í3n registrando en la colonia francesa desd e hacía varios afios, la libertad de los esclavos en las colonias fue decretada por la Convención Nacional de la República Francesa, el 4 de febrero de 1794, Y la noticia sobre el particular se conoció por primera vez en Jacmel, el 8 de junio de ese mismo año. El decreto establecía, acorde con la Declaración Universal de los Derechos del Hombre:

"La Convención Nacional declara la esclavitud abolida en todas las colonias. Declara en consecuencia que todos los hombres, sin distinción de color, domiciliados en las colonias, son ciudadanos franceses y gozan de todos los derechos garantizados por la constitución". Toussaint hizo efectiva la ocupación de la parte española cedida a Francia por el Tratado de Basilea, en enero de 1801, e inmediatamente convocó una "Comisión Constitucional" compuesta de diez miembros que se reunió en Puerto Príncipe en mayo de ese mismo año, y concluyó sus trabajos el 9 de mayo, la que redactó la primera constitución latinoamericana.

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Por la parte del Santo Domingo español, ahora integrado a Francia, estaban Juan Mancebo y Francisco Morillas (fallecido poco después de su elección), quienes representaban el departamento de Engafío; y Carlos Rodríguez y Andrés Muñoz, por el de Samaná. Los haitianos fueron Etienne Víart y Julien Raymond por el departamento Norte; Bernardo Borgella -Presidente de la Comisión- y Lacourt, por el departamento Oeste; Gastón Nogéreé-,y\ Collet, por el Sur. (Las Constituciones de Hait{) pág. 16.) Ediciones Cultura H is pánica, Madrid, 1968.) La Constitución haitiana de 1801 se inspira, en líneas generales, en la Constitución francesa de 1791; es el primer texto constitucional en el mundo que se pronuncia por la igualdad racial y que incluye una solemne declara_ción antiesclavista: "La servidumbre queda abolida para siempre: todos sus habitantes nacen, viven y mueren libres y franceses", se estableció en su artículo 3. Aunque Toussaint no proclamó la autonomía, la soberanía francesa sobre su colonia pasó a ser nominal, aun cuando hay que señalar que la vigencia de la Constitución fue corta, pues los cambios originales en Francia con la llegada al poder de Napoleón Bonaparte, liquidaron las veleidades independentistas. En lo que a las partes españolas se refiere, la ocupación de Toussaint y la Constitución promulgada tuvo una profunda repercusión, posibilitó la modificación -por breve tiempode las relaciones sociales, políticas y económicas. Además de abolir la esclavitud, la Constitución establece en su artícl1lo cuarto: "Toda persona, cualquiera que sea su color, será admitida a todos los empleos", agregando en la misma dirección que "no existe otra distinción que la de las virtudes y los talentos, ni otra preeminencia que la otorgada

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por la ley por razones del ejercicio de Una función pública". En el artículo 12 se establece: "La Constitución garantiza la libertad y la seguridad individuales. Nadie podrá ser detenido sino en virtud de orden expresa, emanada de un funcionario en los lugares designados al efecto". El contenido liberal de dicho documento explica por sí mismo la gran simpatía que en las clases populares conquistó en breve tiempo el régimen de Toussaint en la zona española. Con instruc:;ciones precisas. de Napoleón para reestablecer la esclavitud, la armada francesa, al maudo del general Leclert, llegó a Samaná a principios de 1801, y ya en febrero 25 de ese mismo año ocupó la ciudad de Santo Domingo y al cabo de poco tiempo todo el territorio antiguamente español, desde donde fue organizada la invasión de la zona Oeste, para someter a los negros insurrectos haitianos al "orden", propósito en que fracasaron, pues, como se sabe, las tropas francesas fueron finalmente derrotadas en el Oeste, y los antiguos esclavos proclamaron en 1804: su independencia. Restablecido, sin embargo, en la antigua zona española el dominio esclavista francés, las clases populares, y sobre todo la gente de color, antiguos esclavos, ahora de nuevo sometidos a la esclavitud, los negros libertos, los mulatos y pequeños propietarios criollos, que disfrutaron aunque por breve tiempo las bondades de las libertades y la igualdad racial decretados por la Constitución de 1801, intentaron levantarse en armas en varias oportunidades, para seguir el ejemplo haitiano. El primero de estos hechos', en este segundo momento que estudiamos, ocurrió el 6 de septiembre de 1803; y un testigo de la época, miembro del ejército francés, señala que el propósito era "declarar en seguida su independencia" (Gil-

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bert Guillennin, Diario Histórico, pág. 10. Academia Dominicana de la Historia, Santo Domingo, 1938). Desafortunadamente, tal y como aconteció con muchas acciones patrióticas de esta naturaleza ocurridas durante esta época, y con anterioridad, la historia escrita de nuestro pueblo no recoge siquiera el nombre de los conjurados, quienes fueron ajusticiados; tampoco nos ofrece indicios documentales de la orientación doctrinariad~ dichos movimientos. Cinco años después de este último acontecimiento de matiz independentista se inició en la región Sur otro movimiento de la misma característica, dirigido por Ciriaco Ramírez y Cristóbal Huber Franco. El 5 de octubre de 1808, luego de recibir ayuda en dinero y pertrechos militares del presidente Petión, de Haití, con la intención de expulsar a los franceses y proclamar la independencia nacional, Ciriaco RamÍrez y Huber Franco. iniciaron en el Sur la resistencia contra los nuevos ocupantes. El día 10 de este mismo mes, este último derrotó las tropas del coronel Aussenac, en Malpaso, actualmente Jimaní, cerca de Barahona .. Sin embargo, la situación internacional, es decir, los cambios en la correlación de fuerzas que venían ocurriendo en Europa, y que repercutieron en la isla, afectó seriamente sus propósitos. En tales momentos se inició la resistencia de España contra la invasión de las tropas napoleónicas a su territorio, y este hecho originó la alianza de Inglaterra y España; y ambas monarquías, si bien favorecieron la lucha de los habitantes de la antigua parte española contra los franceses, condicionaron la ayuda que prestaron a los insurrectos a la absoluta fidelidad de la monarquía española, es decir, al retorno del dominio de España sobre su antigua colonia. Esto explica el ;;lpoyo que recibiera Juan Sánchez Ramírez de parte de la flota naval inglesa situada en el Caribe, y \

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del Gobernador de Puerto Rico, Don Toribio Montés. El primero de noviembre de 1808, una expedición compuesta por veteranos españoles y criollos que desde 1801 vivían en Puerto Rico, convocada por la fragata inglesa Franchise, invadió por la zona Este a Santo Domingo. Con esos refuerzos, y el contingente que le esperaba, encabezado por Sánchez Ram írez, fue derrotado a los pocos días el general francés Ferrand, en Palo Hincado, hecho que motivó su suicidio (Revoluciones y Conflictos en el Caribe. José Luciano Franco. Academia de Ciencias. La Habana, Cuba, 1965, pág. 84). Este triunfo de Sánchez Ramírez sobre las fuerzas francesas, y el apoyo que recibió de ingleses y españoles, fue determinante para lograr que éste impusiera su jefatura al movimiento de resistencia contra Francia, hecho que se consumó en la asamblea de diputados de las distintas jurisdicciones declarada en Bondillo, el 13 de diciembre de 1808, donde Ciriaco RamÍrez y su grupo de ideas independentistas fueron aplastados y enviados en calidad de detenidos a Puerto Rico. La asamblea decidió la continuidad de la guerra contra los franceses, reconociendo la dominación española sobre la parte Este de la isla, y a Don Fernando VII -prisionero de los franceses- como legítimo rey de España. Para julio de 1809, con la asistencia del bloqueo de la ciudad capital de "parte de las fuerzas inglesas, las fuerzas francesas capitularon y España restableció su dominio colonial en esta zona. Pero muy tempranamente el nuevo gobernador de facto, JuanSánchez Ramírez, vio resurgir los ideales de independencia, ahora también impulsados por la lucha que contra la dominación española se desataron en todo el continente americano. En junio de 1810, Sánchez Ramírez, acosado por la propaganda libertaria llegada a la isla procedente de Venezuela,

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se vio en la obligación de tomar medidas represivas ex tremas, mediante una ordenanza que establecía: ')

"Los vecinos de Caracas, olvidados de aquel juramento que todos los pueblos de la Dominación española han consagrado a favor de nuestro Católico y legítimo Monarca el Señor Don Fernando VII, se han separado de unas máximas tan justas como características del Corazón español, desobedeciendo, en consecuencia, el Consejo de Regencia Nacional que todos los pueblos de España e Indias, y aun las Naciones extranjeras aliadas, tienen reconocido. Esta falta de respeto, fundada en principios nada sólidos, acarrea las consecuencias más fatales y dignas de compasión; así es que Caracas se ha separado de las riendas de un Gobierno sabio y recto, para instalar otro que nadie reconoce ni obedece. Los Gobiernos inmediatos, lejos de coadyuvar con unas ideas tan bajas en una época en que más necesita el Soberano de los auxilios y recursos del vasallo, han despreciado, como deben, tal sistema, y el de Maracaibo ha dirigido a Puerto Rico presos tres de los insurgentes que de Caracas enviaron allí. Ellos son en toda la Provincia de Venezuela los que han infundadamente levantado la voz de desobediencia, sin arreglarse los unos con las operaciones de los otros, ni estar seguros de lo que de ben hacer. Con este motivo no ha quedado a los insurgentes otro recurso que el de propagar papeles sediciosos para corromper el buen orden cimentado a las demás Provincias de América y exponerlas a entrar en su despreciable lid; Y aunque la acendrada lealtad y patriotismo tan acreditado del pueblo dominicano en todas épocas, máxima en la presente. hace honor a . cada individuo en particular, de que tiene el Goh;t'rno pruebas nada equívocas, no dan motivo ni sospecha para que tome las providencias convenientes :1 fin de

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impedir la introducción en la Parte Espafíola de esta Isla de dichos papeles y de las personas que puedan conducirlos. seguro de que los mismos naturales, en obsequio del amor a su Soberano, no darían lugar a su propagación sin que nada uno se interesase en el soberano castigo que les corresponde aplicar a unos hombres tan criminales: con tudo. por honor del encargo que se me ha confiado y porq ue soy sólo el responsable, debo tomar las medidas oporiunas que nos liberten de la introducción de una tan baja semilla y poder aplicar con justicia y rigor la pena que merezca el que faltare a x cualquiera de los artículos siguientes: 1.-- Los Comandantes de Anl1as, Subdelegados de Real Hacienda y demi." justicias de Jos puertos del mar, no pennitirán la introducción de pasajero alguno sin que traiga el correspondien te pasaporte; y aun éstos, al segundo día de su arribo, deben salir a presentarse en esta Capitanía General, enviando al Gobierno una relación exacta de lo que se le haya tenido por conveníente preguntar. (Y) con lo que haya contestado el que no trajere pasaporte, sea nacional o extranjero, se remitirá inmediatamente arrestado con toda precaución. 2.-- Deben celar con todo rigor no haya en sus partidos vecino introducido que no sea natural sin la correspondiente licencia de este Gobierno; y los que no la tengan, siendo solteros, deben ocurrir por ella, trayendo un infonne de su conducta y tiempo de vecindamiento. 3.- Todo papel que sea o pueda ser en perjuicio del Estado, esté escrito en cualquier idioma, debe ser presentado en el acto por quienquiera que lo tenga, exponiendo el cómo lo hubo y de quién, para tomarse las medidas que sean necesarias; lo mismo deben entenderse su presentación a las justicias o autoridades constituidas el que lo adquiriere por algún motivo en lo adelante.

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4.- No se admitirá en lo sucesivo en ningún partido, como está prevenido, individuo que no vaya con su correspondiente pasaporte, bajo las peJlas establecidas en diferentes órdenes y circulares y lo dispuesto últimamente en el bando de buen gobierno; y los que no sean naturales de la Isla deben tenerlo con los pases de los pueblos por donde haya transitado, y el que así lo hiciere será arrestado y conducido a esta capital, lo mismo que cualquiera individuo que parezca sospechoso y pueda tener in teligencia con los de Caracas. 5.- Todo el vecino que tuviere alojado sin conocimiento de las justicias individuo alguno en su casa, incurrirá en la pena del débito en que esté incurso dicho individuo alojado en su casa, (e) incurrirá en la pena de cincuenta pesos aplicada en la forma ordina· ria. Circulará esta orden en la forma acostumbrada haciéndose publicar por tres distintas ocasiones parél que llegue a noticia de todos y nadie alegue ignorancia en unos asuntos de tanta gravedad; y el último lél devolverá a este Gobierno con las notas correspondientes", No obstante las drásticas medidas tomad3S por las au dades contra quienes propagaban ideas en favor de la i pendencia, la agitación soterrada continuó~ y al poco tic fueron descubiertas nuevas conspiraciones. La primera ocurrida a principio de 181 O ~st uvo diri por un cubano nombrado Don Fermín, quien fue deknl¡ encerrado durante diez mIos en la Torre del Homenaje. Poco después en ese mismo año de 1810 fue descubi otra de mayor magnitud. En ella estaban envueltos algl miembros de un bat.:! Uón de italianos que llegó al país d u te la ocupación francesa, y que pennanecieron en nue

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resulta de la causa particular iniciada en la vista de Azua; contra él y Ciriaco RamÍrez que no puede en el día continuarse por no haberse remitido de la Capitanía General de Puerto Rico lo que sobre ella se ha obrado (a pesar de haberlo ofrecido en su oficio de trece de julio último y habérsele requerido por otro de veinte y dos del mismo). Como de la presente que debe progresar contra los demás reos indiciados; a cuyo efecto executada la sentencia contra los cuatro reos, referidos que traheran los autos, para proveer, y se remitirá inmediatamente a su destino Uber, por que las circunstancias del día hacen peligrosa su residencia en esta ciudad e Isla, a la que no podría volver, cumplido el término de su condena so pena de la vida" (La· Universidad de Santo DominRo y Duarte) págs. 15 y·16, José Anlbal Sánchez Femández, 1980).

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La invasión de Napoleón Bonaparte a la Península Ibérica, en 1808; la prisión del monarca Fernando VII y la proclamación de José Napoleón, hermano del Emperador, como nuevo monarca de· España, dio origen a una profunda guerra de liberación nacional de marcado carácter popular y liberal, que tuvo una gran repercusión en toda América. Ambos acontecimientos -la invasión napoleónica y la insurrección del pueblo español-contra los franceses-- contribuyeron enormemente a acelerar también la lucha independen tista la tin oam ericana. En el plano de las ideas políticas, para España tales acontecimientos al tiempo que quebraron ---:aunque por breve tiempo- las bases del zbsolutismo, permitieron el desenvolvimiento del hberabsmo que, convertido en la ideología de los principales núcleos ilustrados de la resistencia, finalmente quedó plasmado en las Cortes Generales (parlamento) convocados de manera extraordinaria en 1809, en plena situación de guerra, que finalmente promulgó en julio de 1912 la Constitución de Cádiz. Las Cortes, con el propósito de detener la lucha de los pueblos iberoamericanos por su emancipación, concedió a los cliollos blancos de la colonia los mismos derechos políticos que a los peninsulares, proclamó una amnistía general sin excepción y prohibió el comercio de esclavos, pero no la esclavitud. La Constitución abordó de manera tímida el problema de los negros libertos y el de los mulatos, que en muchos pueblos latinoamericanos -sobre todo en las grandes Antillasconstituía el principal caldo de cultivo para el desarrollo de las ideas independentistas. En su artículo 22, la Constitución de Cádiz establecía:

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"A los españoles que por cualquiera línea son habidos y reputados como originarios del Africa, les queda abierta la puerta de la virtud y el merecimiento para ser ciudadanos; en su consecuencia, las Cortes concederán carta de ciudadano a los que hicieren servicios calificativos a la patria, o a los que se distingan por su talento, aplicación y conducta, con la condición de que sean hijos legítimos de matrimonio de padres ingenuos; de que estén casados con mujer ingenua, y avecinados en los dominios de las Españas, y de que ejerzan alguna profesión, oficio o industria útil con un capital propio. Pero las buenas nuevas derivadas del atormentado proceso de liberalización proveniente de España no frenaron en ninguno de los pueblos de América la lucha por su libertad, y aquí en Santo Domingo, en agosto de 1812, apenas un mes después de haber sido publicada, con todas las solemnidades que indicaban las Cortes, la Constitución española, estalló uno de los más importantes movimientos revolucionarios antiesclavistas e independentistas del período que nuestra historia conoce con el nombre de "España Boba". El movimiento envolvía a negros esclavos, negros libertos, mulatos de diferentes oficios, y tuvo como escenario los alrededores de la ciudad de Santo Domingo, pero con importantes ramificaciones en el Este del país. Según el historiador José Gabriel García, el "pretexto tomado para esta obra inicua era que el gobierno tenía usurpada la libertad que las Cortes Generales habían concedido a todos los esclavos" (José Gabriel García. Historia de Santo Domingo, Vol. II, pág. 40, Publicaciones "Ahora", 1968). Delatado el movimiento prácticamente en su embrión, es decir, al momento de iniciarse la primera acción en una hacienda de Mendoza, los principales dirigentes de la insurrección cayeron prisioneros y remitidos de inmediato a la

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jüsticia colonial, de cuyo tribunal fonnaba parte Don José Núñez de Cáceres. El historiador García recoge las informaciones de la sentencia y señala que: "Fueron condenados a subir al patIbulo Pedro de Seda, Pedro Henríquez y Marcos, cuya cabeza debía cortársele para fijar la del primero en el camino de M,ontegrande, la del segundo en Mojarra y la del tercero a la entrada del enjaguador; José María Osorio, Dionisio y Domingo debían presenciar el suplicio, para ir después a sufrir los dos últimos cien azotes de la picota y un año de presidio en la hacienda de su amo, con grillete y ramal al pie, perdonándoles la vida porque no obstante que fueron de los convocados y supieron con mucha antelación los designios de Leocadio, luego que percibieron que la ronda lo buscaban huyeron a la capital y declararon lo que sabían a sus amos, quien los entregó al brazo de la justicia. A María de Jesús, en cuyo bohío cenaron Leocadio y Osorio la noche del suceso de Mendoza, quedándose el primero a dormir hasta el anochecer, se le mandaba a dar cincuenta azotes en la reja de la cárcel, con la obligación de parte de su amo de sacarla inmediatamente de la isla". El proceso de liberalización iniciado en España al ritmo del crecimiento de la lucha de su pueblo contra los franceses y por su independencia, proceso que no se dejó sentir en sus colonias plenamente, tuvo, como expresamos con anterioridad, corta vida. Derrotados los franceses con la valiosa asistencia de Inglaterra, en diciembre de 1813 se firma el Tratado de Valencay, por medio del cual el Emperador de Francia reconocía a Fernando VII como rey de España. Era el retorno de la inquisición y el absolutismo. En mayo 4 de 1814, Fernando firmó un decreto por me-

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dio del cual derogó no sólo la Constitución, sino toda la labor legislativa de la Corte; y en nuestra colonia, según García, "volvieron de inmediato a imperar en toda su plenitud las viejas prácticas coloniales, perdiendo los ayuntamientos muchas de sus atribuciones, quedando suprimidas la diputación provincial, abolida la representación que tenía la Provincia en las Cortes". Más adelante agrega que también desapareció "otra conquista que se había hecho en el sentido de la igualdad racial, como la admisión en las matrículas y grados de la Universidad de los que tuvieran en sus venas mezcla de sangre africana" (García, obra citada, Vol. II, pág. 51). Todo este torbellino de conflictos internos y externos ocurría en medio de una situación de verdadero desastre económico que se iría profundizando en la medida en que arreciaban las luchas de las fuerzas sociales sobre las que descansaba la actividad productiva en la colonia de Santo Domingo: los esclavos negros, los libertos y los mulatos. En tal coyuntura histórica, matizada ahora por el constante asedio a nuestras costas de varias escuadras independentistas suramericanas, surgieron tres bandQs políticos, cada uno de los cuales representaba fuerzas sociales diferentes. Primero, el que propugnaba por la unidad de la media isla con la República de Haití, integrado por ex-esclavos, negros libertos, mulatos y pequeños y medianos propietarios y comerciantes de la zona fronteriza y del Cibao. Segundo, un bando tímidamente independentista, pero esclavista, donde estaban integrados, junto a negros y mulatos libres, sectores de la alta burocracia civil y militar inconformes con la situación de abandono en que se encontraba la colonia, necesitada de urgente ayuda de una metrópolis desarticulada por la lucha em·ancipadora iberoamericana. y por último, un tercer bando decididamente independentista y antiesclavista, compuesto por negros esclavos, ne-

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gros libres, mulatos y comerciantes pequeños y medianos y propietarios de tierras de la zona central y fronteriza. Tal era la situación cuando en 1820 un movimiento militar en España obligó a Fernando VII a jurar y hacer cumplir la Constitución de Cádiz de 1812. La noticia, llegada a la colonia en marzo de ese mismo año, introdujo nuevos bríos a las luchas sociales. Negros y mulatos libres, y otros sectores populares, exigían a viva voz el establecimiento de un nuevo orden de libertad. La agitación alcanzó niveles tales, que el Gobernador Kindelan se vio en la necesidad de hacer un pronunciamiento público para explicar la situación y apla.car los ánimos:

"FIDELISIMOS NATURALES y HABITANTES DE LA ESPAÑOLA El Gobierno, siempre ancioso y siempre desvelado en aseguraros los incomprabJes bienes de una tranquilidad sólida, y de un reposo interior que a todos deje gozar de los derechos de Ciudadanos libres, no ha querido interrumpir las solemnes fiestas con que habéis celebrado la promulgación y jura de la Constitución política de la Monarquía Española, trayéndolos a la memoria amargos y lastimosos recuerdos que pudieran acibarar vuestra alegría ... Pero habiendo ya pasado los momentos de placer y regodjo, no estará de más proponeros una lección de grandísima importancia para que caminéis sin tropiezos por la nueva senda del orden Constitucional. El gobierno ha llegado a entender, con sumo dolor, Que no faltan espíritus inquietos y revoltosos que, dando a la libertad civil y a la igualdad una interpretaclón errónea, propagan entre los incautos ideas peligrosas, que si no se a tajan a tiempo pueden llegar a producir espinales y abrojos, en lugar de los frutos

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sazonados y preciosos que deben recogerse de la fiel observancia de la Carta Constitucional. Sabéis muy bien que nuestra población se compone de gentes de varios colores y condiciones; hay blancos, hay pardos, hay morenos, y en estas dos últimas clases hay libres y esclavos. Los genios perturbadores, aprovechándose de esta variedad, han comenzado a sembrarla cizaña a la sombra de los derechos de la libertad, igualdad e independencia que la Constitución asegura a todos los ciudadanos españoles, y por error o malicia persuaden a los menos instruidos que ya se acabó toda diferencia entre blancos, pardos y morenos, entre libres y esclavos. Esta es una inteligencia no lo solamente absurda, sino' tan arriesgada que los mismos que pueden acariciarla en sus corazones, acaso vendrán a ser las primeras víctimas desgraciadas del extravío de su razón. Penetraos de la gravedad y tamaño del peligro, y para atajarlo oportunamente recibid con docilidad la verdadera y legítima explicación de lo que importan y valen esos derechos de libertad, igualdad e independencia. La libertad civil del ciudadano no es una facultad de hacer lo que se le antoje, pues éste sería un libertinaje, no un derecho, a vuestra razón por sí sola, y aunque esté un poco adelantada, podrá deciros allá en vuestro interior, si los hombres pudieran reunirse nunca en sociedades para vivir sin ley ni freno, que modere el desordenado apetito de sus pasiones. Este derecho de libertad no consiste, ni puede consistir, en otra cosa que en poder hacer todo aquello que se debe querer, y en que nadie tenga facultad de obligarnos a hacer lo que se debe querer. Y, ¿qué es lo que debemos querer? ¿Qué es lo que no debemos querer? Debemos querer todo lo que es justo y benéfico, todo lo conducente a la conservación del orden social, a la seguridad de las personas, honra y bienes de nues-

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tros conciudadanos, al aumento y participación de la común felicidad, y no debemos querer cosa alguna que directa o indirectamente destruya, o embarace el goce de todas estas ventajas que nos prometemos en la vida civil. Si se necesita todavía de más sencilla explicación, puede decirse que la libertad civil es el derecho que tienen los ciudadanos de hacer cuanto no sea contrario a las leyes establecidas; y como en los estados libres, cual lo es en el día la nación española, nadie tiene facultad de hacer leyes sino la misma nación representada por sus Diputados; de aquÍ es que si algún individuo de ella pudiera, o se atreviera a ir contra la observancia de estas leyes establecidas, obraría directamente contra la su propia voluntad. Y, ¿qué es la igualdad de los ciudadanos? El derecho que tienen a que sea la ley para todos, a que no haya privilegios benéficos para unos y gravosos para otros: esta igualdad no consiste que todos manden, y que nadie obedezca: lo que exige es que nadie obedezca, no mande sino a sus iguales. La independencia, propiamente hablando, es de las naciones, y consiste en que cada una, sea grande, sea pequeña, pueda gobernarse por sí misma del mejor modo que le convenga, sin sujección a otra, ni re-cibir sus leyes; pero si se quiere aplicar al ciudadano, aunque con menos propiedad, entonces puede decirse que la independencia es un derecho que tiene un ciudadano la voluntad general de la nación. En una palabra, la independencia redime al ciudadano español del capricho de un déspota, y de la ciega obediencia a la absoluta voluntad de un tirano. Pero si estas explicaciones no fueran conformes a la letra y espíritu de la Constitución, poco habría qU(' prometerse a vuestro convencimiento, y así es necesario haceros ver que todas están sacadas de la sabiduría de sus artículos.

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El hombre ha buscado en la sociedad la seguridad de sus derechos, que no podía prometerse, ni esperar en el estado de la naturaleza: y en este sentido dice el arto 4to. que lá Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen. De donde aparece con evidencia que, siendo esta libertad un derecho de todos, ninguno en particular puede violar la de los demás, porque todos naturalmente han de ser más poderosos que él para castigar su atentado. El arto 70. declara 'que todo español está obligado a ser fiel a la Constitución, obedecer las leyes y respetar las au toridades establecidas'. Luego hay leyes que ponen justo límite a la libertad inmoderada: luego hay una diferencia esencial entre las autoridades y los simples ciudadanos. Las autoridades están puestas para guardar las leyes, y los Ciudadanos deben respetar a esas autoridades y cooperar de mutuo acuerdo con ellas al más exacto desempeño de sus funciones. Hay una diferencia reconocida por la Constitución, entre los españoles, porque unos son libres, otros libertos, y otros Ciudadanos en el libre uso y ejercicio de sus derecho~; y según el art. 23 sólo los que sean Ciudadanos podrán obtener empleos municipales, y elegir para ellos en los casos (sic) señalados por la ley y ved como aquí sin destruir el principio de igualdad hay unos españoles capaces de aspirar a los cargos de república, y otros destituidos de esa prerrogativa. La servidumbre personal, o esclavitud, aparece con bastante claridad en el cuarto miembro del artículo 50. cuando dice 'que son españoles los libertos desde que adquieren la libertad en las Españas', y todos saben que libertos son aquellos que salen o se redimen de la esclavitud por cualquiera de los medios legítimos. Los hombres libres y los libertos, sean par-

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dos, sean morenos, son españoles, pero no Ciudadanos, mientras no obtengan de las Cortes la carta de tal, por las causas y en los términos que expresa el artículo 22, y los esclavos no son españoles ni son Ciudadanos. Sin embargo de estas distinciones todavía concurren todos en un punto de igualdad, que es de los beneficios más insignes que derrama en común la Carta Constitucional. Esta igualdad es ante la ley, pues una misma será en lo sucesivo para el libre, que para el pardo, o moreno, que para el rico, para el pobre, y en los delitos no se castigará a unos con esta pena ni a otros con aquella. El objeto del gobierno, en haceros esta explicación, es evitar que vuelva a representarse la desgraciada escena del 29 de agosto del año pasado de mil ochocientos doce, en que José Leocadio, Pedro de Seda, Pedro Henríquez y otros muchos libres y esclavos seducidos por los malos, o alucinados de las mismas falsas ideas de libertad, y de igualdad, se atrevieron a perturbar el sosiego público. Acordáos del pronto y ejemplar castigo que se egecutó en todos ellos, condenados a perder la vida en un patíbulo para ejemplo de otros facciosos. N o hay duda que los beneficios de la Carta Constitucional van a ser copiosos, y del más alto precio para todos en común; pero no por esto deja el esclavo de serlo, ni el hombre de color se pone de repente al nivel del ciudadano blanco. Todos permanecen sugetos a las leyes y deberes de su estado, clase y condición, y el que propagare especies, o doctrinas contrarias a la verdadera inteligencia de estos principios, entienda desde ahora que será perseguido y castigado egecutivamente como sedicioso y perturbador de la quietud pública. Mucho siente el gobierno usar de este lenguaje, pero sus obligaciones y el deseo de evitaros las funes-

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tas resultas que pueden acarrear una torcina inteligencia de los derechos de libertad e igualdad, lo han puesto en la necesidad inevitable de daros esta útil lección. El que abusa de estos derechos en daño de sus conciudadanos es el primero que los pierde, y el mejor modo de conservarlos ilesos es acreditar con la conducta que sois dignos de merecerlos. Santo Domingo, 10 de Junio de 1820 Sebastián Kindelan". En medio de este vórtice que a diario originaba rumores sobre insurrecciones y conspiraciones contra el orden colonial, hecho que mantenía en permanente estado de alerta a las autoridades españolas, importante es señalar las correrías en el Sur y en la zona fronteriza de agentes del régimen de Boyer, que atizaban los sentimientos en favor de la unidad con Haití. Uno de los principales actores de tales pretensiones lo fue un antiguo miembro del ejército haitiano que mantenía relaciones comerciales en aquellas zonas: Dezir Dalmassi, quien propagaba a su vez la inminencia de 1a entrada a nuestro territorio de las fuerzas haitianas. Ello movió al gobernador colonial Kindelan a pedir explicaciones a Boyer, quien en carta fechada 20 de diciembre de 1820, después de dar seguridades de que no tenía intenciones de invadir la parte española, agregaba que "si yo hubiera querido dar oídos a sordas insinuaciones y reclamos, y direlo de una vez a empresas dirigidas a perturbar la parte española, hace tiempo que sin duda lo habría oído, porque V.E. tienen demasiada experiencia por estar cierto de que tanto ahí como en todas partes hay sugetos que gustan de la libertad y las innovaciones" (Doc. Par. la Hist. de Sto. Dgo. Recopilación del Dr. Máximo Coiscou Henríquez. Pág. 189. Imp. Rivadeneyva. Madrid, 1979).

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Para las autoridades españolas, la cuestión de Santo Domingo y la unidad o independencia de la zona Norte constituía una cuestión fundamental que podía afectar seriamente el orden esclavista mantenido en sus posesiones. En la propia memoria que el Gobernador Sebastián Kindelan preparó a su sucesor, Don Pascual Real, en mayo de 1821, se expresa esa tajante preocupación: " ¿Quién es capaz de preveer, y mucho menos de atajar las consecuencias que resultarían a la esclavitud tan numerosa de la isla de Cuba, si los negros y los mulatos de la colonia vecina llegasen a extender su dimensión sobre la parte española? De Puerto Rico, aunque no es muy crecido el número de esclavos, son repetidas las fugas de diversos puntos de su costa en canoas y piraguas con dirección a la colonia Ca Haití, F.J.F.) tanto por el Norte, como por el Sur, y lo que sucede es que bien por impericia, bien por falta de víveres, aguados, tal vez por algún accidente del Mar, arriban a nuestras costas ... " (Doc. Históricos, recopilación de COiscou, pág. 251). En el mismo documento Kindelan da cuenta de las últimas novedades ocurridas, y señala que para el 19 de marzo, día de San José, en ocasión de un nuevo aniversario de la publicación de la Constitución de Cádiz, se rUmoró por toda la ciudad de Santo Domingo la proclamación de la independencia ese día. y en la misma dirección el nuevo gobernador, Don Pascual Real, en carta del 15 de noviembre de 1821, señala que el "ejemplo de Venezuela, y los últimos acontecimientos de aquel país, influyen de tal modo en las demás posesiones españolas de este archipiélago, que es de temer, y no será extraño, quieran practicar y seguir estos

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naturales la misma conducta de aquéllos" (Doc. para la Historia de Santo Domingo. Coiscou, pág. 275). En la zona fronteriza donde el ambiente de agitación por la cercan ía con Haití, era más propicio, tanto para los que propugnaban por la unidad con la zona Oeste, como para aquellos que defendían la idea de la independencia, a mediados de 1821, circuló el primer manifiesto donde se llama a la independencia de la República Dominicana. Lo firma un oficial del ejército haitiano, y el texto es el siguiente:

"Valerosos Dominicanos: Honrado con la confianza de la Junta Nacional del Gobierno de la República, qué júbilo para un rancio soldado de la libertad hallarse en medio de vosotros! Qué glorioso sería para él la ocurrencia de guiaros contra un enemigo que en algo correspondiera al noble fuego que os anima! Pero, ¿cuáles son nuestros enemigos? ¿El ético gobierno de la España que no tiene una gota de sangre que derramar? ¿Serán, acaso, algunos perversos o traidores que todavía por su mala fortuna están mezclados entre vosotros? ¿N o reparáis, amigos, cómo de antemano están preparándose ya para huir? Huyan pues enhorabuena para nunca jamás volver a parecer; éste es el mejor partido que les queda. Pero si algunos de ellos son tan atrevidos, que quieran levantar la cabeza, vosotros les veréis entregarse en vuestro poder implorando perdón de vuestra generosidad. El ruido sólo de nuestras armas bastará a esto. A las armas, pues, hermanos, a las armas; cualquier instrumento sirve de arma a un republicano: a las armas, y obtendréis la libertad y la paz interior; guerra a muerte contra el gobierno Español y sus secuaces: hostilicémosles, lo posible hasta que reconozcan nuestra independencia. Viva la Religión! Viva la

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libertad! Viva la libertad! Viva la República cana!

Domini~

Quartel general de Montechristo a de 1821, primero de la independencia, El C oroneI Comandante de la División Norte. Carlos Arrieu" (La Universidad A utónoma de Santo Domingo y Duarte. José A. Sánchez Fernández, pág. 24).

Según señala un general del ejército de Boyer en sus-memorias, J.B. Inginac (citado por Ardouin, Estudes Sur ¡'Historie d'Haiti, 1860, París), este oficial Arrieu, o Harrieux, firmante del documento antes copiado, había estado involucrado en actividades de reclutamiento de jóvenes lu~ chadores dominicanos independentistas en la parte cercana a Montecristi. Como se desprende, la situación de inconfonnidad contra el tutelaje español había alcanzado grados extr:emos en todo el país. ' . En noviembre 8 de ese mismo año de 1821, el jefe de avanzada en BeBer, Don Andrés Amarantes, arrió el pabellón español y se pronunció por la independencia. El. 15 de ese mismo mes, en los pueblos de Dajabón y Montecristi se pronunciaron por la unidad con la República de Haití. La noticia llegó prontamente a la ciudad capital, donde Núñez de Cáceres y su grupo, representantes del bando de los burócratas españoles y criollos blancos, de los comerciantes y terratenientes que aspiraban a la separación, contrarios por tanto a la unidad con Haití, comprendieron la inminente necesidad de pronunciarse por la "independencia" bajo la protección de la Gran Colombia. La proclamación se efectuó el 30 de noviembre. El documento elaborado por el licenciado José Núñez de

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Cáceres, principal dirigente del grupo esclavista que desafió al poder español y produjo el golpe de Estado que separó la colonia de la dominación ,española, es una curiosa pieza que puede ser dirigida como un memorial de agravios, cimentada en consideraciones económicas liberales, y en principios políticos y filosóficos que permiten establecer la influencia de los postulados del Contrato Social, de Rousseau. Ello demuestra a las claras que los trabajos de los filósofos franceses del siglo XVIII eran conocidos por la élite intelectual de la colonia de Santo Domingo. Veamos. La Declaratoria de Independencia del Pueblo Dominicano (diciembre 1, 1821), comienza explicando con lamentos la .situación de abandono en que España mantuvo a su primera colonia americana durante más de tres siglos de dominación, a pesar de la fidelidad de sus habitantes y el heroísmo derrochado por sus mejores hijos para mantener, por encima de las vicisitudes, los vínculos con su metrópolis. Observemos este párrafo por ej em plo : "Si Santo Domingo hubiera cometido desde su descubrimiento alguna enorrne culpa, o contraído un grave reato para merecer la indignación y la ojeriza de la España, parece que con el arrojo y feliz éxito de la reconquista tenía derecho a esperar un general olvido de su demérito, y las más afectuosas demostraciones de gratitud. Sin embargo, salgan a la palestra los héroes de ese grado de lealtad nunCa visto en losanales de los pueblos fieles, las viudas, los hijos, los padres de los que murieron peleando por ser súbditos de una nación que los ced..: y acosa de su gremio,como a una manada de carneros, o han muerto de necesidad, o están sujetos al mezquino socorro de dos o tres reales diarios de vellón, los que en la campaña ocuparon los

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primeros puestos por su valor y habilidad, apenas se entra en la plaza, descienden a los grados inferiores, o se quedan sin nada. D. Manuel Caravajal, el bravo defensor de Manganagua, el segundo de D. Juan Sánchez, y que se duda no sin fundamento si trabajó más que él, o si se espuso con más frecuencia a los peligros de la guerra, está por recibir una expresión de que sus servicios han sido gratos. Con el mismo dolor murió Don Pedro V ásquez, otro campeón de los que más se esforzaron y combatieron por el logro de la reconquista, y al cabo de doce años sale didendo el editor de la Miscelánea del día 11 de noviembre último 'que para satisfacción de aquellos a quienes pueda interesar, se halla autorizado por el Gefe político para publicar, que en oficio del 7 de julio de este año, que le ha sido dirigido por el Ministerio de la Gobernación de Ultramar, entre otras cosas le dice S.E., que el Rey le ha mandado a avisar al Ministro de la Guerra lo conveniente para que se despachen los grados y condecoraciones concedidas a estos naturales por la reconquista'. No es ya tiempo de que se nos quiera adormecer y arrullar, como a niños, con estas vanas esperanzas. Las mismas ofertas se han hecho y repetido en diferentes ocasiones, y estamos por ver su cumplimiento. Es menester que se nos repute y tenga todavía en la clase de unos seres imbéciles y faltos de racionalidad, como se creía a los principios del descubrimiento de América, para que el Ministerio de Ultramar, el Gefe político y el Redactor de la Miscelánea se figuren que con esa gota de agua fría puede apagarse el furioso volcán de la indignación que ruge y brama reconcentrado en el corazón de los naturales. Para despachar patentes de grados superiores a los Europeos, conferirles los primeros puestos militares, destinar a esta plaza oficiales ociosos sin cuerpos ni

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compañías, organizar los dispendiosos ramos de artillería y de ingenieros, recargar sueldos sobre las exhaustas rentas de esta Provincia, para éstas y otras medidas que de día en día la llevan rápidamente a su esterminio, si han tenido sobrado lugar los ministros, y no se ha necesitado de reiterar las órdenes del Rey; más doce largos años no han podido con tanta urgencia, y de que hay tan absoluta falta, y menos para recompensar los sacrificios de los valientes y liberales, que derramaron su sangre, y dieron sus bienes para rescatar el suelo patrio de la dominación francesa, y presentarlo como una fresca víctima a la España en testimonio de la más firme y tenaz adhesión". En lo que respecta al problema económico el documento establece:

"Nos dedicaremos al fomento de la agricultura, de las artes y el comercio, como las únicas y verdaderas fuentes de la riqueza de los pueblos; arreglaremos nuestras rentas sobre el dogma fundamental de no gastar más de lo que tenemos y es compatible con la riqueza territorial; vendrán a nuestros puertos todas las naciones en estado de proveer a nuestras hecesidades y de dar estimación y salida a los fru tos del país; en lugar que la España, a más de carecer de los principales artículos de nuestro consumo, nunca ha sabido negociar de otro modo que a beneficio de la esclusiva y con las sordideces del monopolio, que como hijo legítimo, nace y se deriva de aquel absurdo principio. Todo, en fin, lo tendremos en casa y nada saldremos a buscar a mil y trescientas leguas de distancia, donde no se ven nuestras necesidades, ni puede haber interés en remediarlas al tamaño de la urgencia". En cuanto a la influencia filosófica roussoniana, importante resulta examinar el siguiente párrafo de la declaración:

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"Sabemos con evidente certeza que los honlbres renunciaron a la independencia del estado natural para en trar en una sociedad civil que les afiance de un modo estable y pemlanente la vida, la propiedad y la libertad, que son los tres principales bienes en que consiste la felicidad de las naciones. Para gozar de estos derechos se instituyen y forman los gobiernos, derivando sus justos poderes del consentimiento de los asociados; de donde se sigue, que si el gobierno no corresponde a estos esenciales fines, si lejos de mirar por la conservación de la sociedad, se convierte en opresivo, toca a las facultades del pueblo alterar, o abolir su forma y adoptar otra nueva que le parezca má~ conduncente a su seguridad y futuro bien. En hora buena, que los gobiernos, fundados de largo tiempo. no se canlbien por ligeros J110tiVOS y causas transeúntes. La prudencia dicta que se sufran los males, mientras sean soportables: pero cuando tocan en el último ápice, cuando la misma experiencia demuestra que el designio e,:; redu