Historia De La Filosofia 32

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SE R IE HISTO RIA DE LA FILO SO FIA

3a EL ESTRUCTURALISMO: DE LÉVI-STRAUSS A DERRIDA ANTONIO BOLIVAR BOTIA Catedrático del IB «La Salle» de Granada

PROLOGO DE PEDRO CEREZO GALAN Catedrático de Historia de la Filosofía de la Universidad de Granada

© E D IC IO N E S P E D A G Ó G IC A S G alileo, 26 Telcf./Fax: 91 448 06 16 ISBN: 84-411 -0006-3 D e p ó sito legal: M. 4.269-2001 Impresión: K F C A , s . A . Parque Industrial «Las M onjas», Torrejón de A rd o7. - 28850 M adrid Printed in Spain

Indice

Prólogo de Pedro Cerezo G a lá n ................................

9

Introducción ....................................................................

21

Cuadro cronológico com p arad o................................

24

1. El estructuralismo: presentación .....................

31

1.1. 1.2. 1.3. 1.4. 1.5.

El m ovim iento estru ctu ralista, ¿recam ­ bio del ex isten cialism o ?.............................. Las estru c tu ras, ¿em píricas o teóricas? El m odelo lingüístico ................................. La disputa del hum anism o ...................... La h isto ria en el e x ilio ...............................

2. Lévi-Strauss: la antropología estru ctu ral........ 2.1. Mis tres am antes ......................................... 2.2. C ontra las escuelas h isto ricista y funcion a l i s t a ................................................................ 2.3. ¿Un nuevo discurso del m é to d o ? ............ 2.4. ¿D isolución del s u je to ? ..............................

31 35 38 41 44 48 48 52 56 60

3.

La p u esta en p ráctica del m étodo ................... 3.1. 3.2.

Las estru c tu ras de parentesco ............. Prohibición del incesto: ¿naturaleza o c u l t u r a ? ........................................................... 3.3. La estru c tu ra de los m itos ................... 3.4. El inconsciente estru c tu ral ...................

64 64 68 73 79

4 . Jacques Lacan: el estructuralism o psicoanalí-

t i c o ..............................................................................

82

4.1. Del surrealism o a la escuela freudiana ... 4.2. El inconsciente com o lenguaje ............. 4.3. Del pequeño anim al hum ano al sujeto p arlante a d u l t o ............................................ 4.4. Escisión y alienación del sujeto ............ 4.5. Pienso donde no soy, soy donde no pien­ so ......................................................................

82 87 93 98 101

5. L. A lthusser: lectu ra de M arx ..........................

105

5.1. La intervención althusseriana .............. 5.2. M arx joven/M arx m aduro: ¿dos Marx? 5.3. La ru p tu ra epistem ológica y la dialéctica m a te r ia lis ta .................................................... 5.4. Tesis an tih u m an ista del m arxism o ......

105 109

6. Conocim iento y filosofía en A lth u s s e r.............

117

6.1. Teoría del conocim iento científico ...... 6.2. C oncepto de Filosofía .............................. 6.3. La escuela althusseriana: repercusión de su o b r a ...........................................................

117 120 122

7. Michel Foucault: arqueología del saber ........

125

7.1. 7.2. 7.3. 7.4. 7.5.

P ensar lo im p e n s a d o .................................. Una arqueología del s a b e r ....................... El loco y el m édico nos d e f in e n ............ Las palab ras y las cosas ......................... El sueño a n tro p o ló g ic o .............................

111 113

125 128 131 135 139

8. Saber y p o d e r ........................................................ 8.1. 8.2. 8.3. 8.4.

La pregunta p or el p o d e r ........................ Las prisiones: vigilar y c a s ti g a r ............ ¿E stá la sexualidad reprim ida? ............ ¿Ficción o h i s t o r i a ? ...................................

9. Más allá del estructuralismo: el postestructu­ ralismo ....................................................................... 9.1. E n los m árgenes del estru ctu ralism o : al­ gunas n o t a s 9.2. Por un pensam iento nóm ada: Guilles De­ leuze ................................................................. 9.3. D iferencia y R e p e tic ió n ............................ 9.4. N ietzsche contra la d ia lé c tic a ................. 9.5. Un análisis político del deseo: capitalis­ m o y e s q u iz o fre n ia ..................................... 10. Jacques D errid a ..................................................... 10.1. P ensar desde la diferencia y la alteridad. 10.2. C rítica del concepto e stru c tu ra lista de s i g n o ................................................................ 10.3. C ontra la m etafísica logocéntrica: privi­ legio de la grafía sobre la foné ............. 10.4. El discurso absoluto se h a realizado: sólo queda d e s c o n s tru ir lo ........................

142 142 144 148 151

154 154 159 162 165 168 173 173 178 182 187

A p én d ice............................................................................

193

1. Texto com entado ........................................... 2. Textos y guiones p ara su a n á lis is ................

195 205

G lo sa rio ..............................................................................

210

B ib liografía.......................................................................

214

Prólogo

E n densas y ajustadas páginas, el profesor A. Bolívar Botía ha acertado a presentarnos, clara y ordenada­ m ente, el panoram a teórico del estructuralism o, uno de los parajes inás abigarrados y proteicos del pensa­ m iento contem poráneo. ¿E structuralism o o estructuraliSias, com o prefieren otros? C iertam ente, el m ovim ien­ to estructuralista se nos ofrece tan diverso y plural, tan ram ificado y libre en sus desarrollos com o lo fue el existencialism o, del que, en buena parte, es una ré­ plica; pero esto no im pide un cierto «aire de familia» 3P hasta vínculos orgánicos que Antonio Bolívar ha lo­ grado descubrir y explicitar a lo largo de su exposición. El parentesco se debe, en últim a instancia, a su inspi­ ración originaria en el análisis estructural en lingüís­ tica. Si cabe hablar, pues, de estructuralism o en singu­ la r lo es en f u n c i ó n del m étodo más que de las prem i­ s a s y c o n s e c u e tw ia s :. Como ha observado Jéan Piaget, «al ü & ítr a r S é s o b r é los caracteres positivos de fe idea de. e s t r u c t u r a , s e encuentran al m enos dos aspectos co­ m u n a s a to d o s l o i estructuralism os: de una parte, un id e a l o e s p e r a n z a d e inteligibilidad intrínseca, fundada sobré #1 p o s t u l a d o de que una estructura se basta a si

m ism a y no requiere, para ser captada, el recurso a elem entos extraños a su naturaleza; de otra parte, reali­ zaciones en la m edida en que se han llegado a alcanzar efectivam ente ciertos caracteres generales y aparente­ m en te necesarios que ellas presentan, pese a su varie­ dad» (Le S tru ctu ralism e, PUF, pág. 6). Sólo derivada­ m ente — y com o en una reflexión de segundo grado—, el estructuralism o designa tam bién una serie de pre­ supuestos, ya sean ideológicos — antihum anism o y antihistoricism o— o filosóficos -—una m etafísica del incons­ ciente trascendental—> tal com o se han explicitado en algunos autores. Otro m érito indudable del profesor Bolívar Botía re­ side en la presentación del estructuralism o com o pro­ ducto de la convergencia entre las filosofías de la sos­ pecha —Marx, Freud, N ietzsche— con su intento desmitificador de la gran tradición hum anista, y la extensión del m étodo de la lingüística estructural —Saussure— a la totalidad de las ciencias hum anas. M ientras el prim er fa cto r ha actuado de una m anera orientadora y crítica, dem arcando el nuevo espacio teórico y asegurándolo fren te a las filosofías clásicas de la reflexión, el segundo le ha proporcionado al estructuralism o su identidad metodológica, al dotarle de un m odelo de inteligibili­ dad. Sería, por tanto, un error entender este m ovim ien­ to com o m eram ente reactivo al existencialism o, jugando a ser su reverso, tal com o se ha hecho habitual en ciertos planteam ientos tópicos e inerciales. Es innega­ ble que el estructuralism o se ha opuesto al discurso, tantas veces ebrio e incontinente, de los análisis existencialistas, e incluso a sus prem isas teóricas, tributa­ rias del cogito o bien del lugar prerreflexivo de la vida hum ana; pero ésta ha sido una consecuencia de la pro­ pia m etodología e stru c tu ralista y no puede ponerse en p rim er plano sin deform ar la imagen del m ovim iento. La m otivación originaria del estructuralism o surgió de la necesidad de hallar un nuevo m odelo de inteligibili­ dad m ás diam antino, es decir, más duro y transparente, a la vez, que el craso positivism o y el autoinspeccionism o de las vivencias, que se habían hecho dom inantes en las ciencias hum anas. El nuevo orden de inteligibili­ dad descansa en la idea de estru ctu ra, opuesta tanto

a la razón analítica com o a la razón histórica. JJna y otra, aunque por diversos m otivos, constituyen dos tipos de racionalidad sintética que construye lo com ­ plejo a partir de elem entos sim ples, ya se trate de he­ chos últim os o de significaciones antecedentes. La razón estructural, en cam bio, no es el paso de lo com plejo a lo sim ple o viceversa, sino «-la sustitución de una com ­ plejidad m enos inteligible por otra m ás inteligible», es decir, la integración y absorción de la diversidad feno­ ménica caótica y dispersa, tal com o la ofrece la expe­ riencia inm ediata, en un sistem a dinám ico de correla­ ciones y transform aciones. La estructura es, pues, un m odelo teórico capaz de dar cuenta del carácter siste­ m ático y herm ético — totalidad, autorreglaje y cierre o clausura— de un grupo de operaciones. N o es, por tanto, ni hecho ni concepto, sino código com binatorio de funciones simbólicas. Se explica así el éxito de este nuevo co n structivism o m atem ático en el cam po de la lingüística (Saussure) y, ju n ta m en te con ello, la tenden­ cia a extenderlo a la totalidad del m undo hum ano — re­ laciones sociales, económ icas y culturales—, en tanto que todo él está constituido por funciones simbólicas. Surgió así un nuevo m étodo de análisis, inspirado en el co n structivism o transitivo/reflexivo del «grupo» m a­ tem ático y aplicado brillantem ente por Lévi-Strauss al cam po de la etnología, haciendo concebir fundadas es­ peranzas en su extensión al resto de las ciencias hum a­ nas. Es cierto que ya el racionalismo clásico había form ulado el ideal de una m athesis universalis — ciencia del orden y la medida, com o la caracterizó Descartes— capaz de aportar la ley de construcción de cualquier obje­ tividad, así com o su lugar de inserción o aparición en el conjunto del saber; pero, en este caso, la construcción/ síntesis se lleva a cabo a partir de elem entos últim os — las nociones absolutas o sim ples del cartesianism o— que gozan de una prioridad epistem ológica dentro del sis­ tema, pues constituyen las evidencias prim eras de la m en te y funcionan com o sus in stru m en to s innatos en orden a alcanzar cualquier otra verdad. La primorclialidad de estas nociones hace gravitar toda la epistem e clásica, de un lado sobre el concepto de significado — representación objetiva traslúcida para la razón—;

del otro, sobre el sujeto en tanto que función consti­ tuyente que, a partir de sus instrum entos innatos, actúa com o el principio constructivo de cualquier objetividad. Como aseguró K ant, se conoce en cuanto se construye, y se construye en cuanto se proyectan sobre el dato am orfo determ inadas funciones de significación u obje­ tivación. E l constructivism o estructuralista presenta, en cambio, un cuño m u y diferente. No se plantea proble­ mas de génesis sino de estru ctu ra; es decir, no le inte­ resa la constitución de lo com plejo, en el sentido tras­ cendental del térm ino, sino la fijación del m odelo estructural, que perm ita form alizar y construir un de­ term inado grupo de operaciones. O dicho en otros tér­ m inos, com prender no es captar el sentido o m edida interna inteligible de un producto objetivo a partir de las nociones absolutas — ya sean éstas ideas innatas o funciones co n stitu yentes—, sino localizar o identificar una operación com o estado interno de un sistem a, sur­ gido según un determ inado código estructural. Los pro­ blem as relativos al significado se vuelven, por tanto, irrelevantes, así com o los de la verdad en el sentido ontológico del térm ino, para dar prim acía a las confi­ guraciones de los signos y a sus interrelaciones dinám i­ cas dentro del sistem a. La epistem ología racionalista de las nociones absolutas, que im plica una primacía de los elem entos atóm icos, es sustituida por la nueva perspectiva de la totalidad estructural. «La lingüística nos pone en presencia de un ser dialéctico y totalizante, pero exterior (o inferior) a la conciencia y a la volun­ tad. Totalización no reflexiva, la lengua es una razón hum ana con unas razones que el hom bre no conoce» (Lévi-Strauss: El pensam iento salvaje, FCE, pág. 365). Se ha podido hablar, por tanto, de un novum organum estructuralista opuesto al cartesiano, cuyo funda­ m ento era, com o se sabe, la autotransparencia del co­ gito en cuanto origen de la significación. Ahora, en cam ­ bio, com o ha puesto de m anifiesto Lévi-Strauss al dar cuenta de su propia práctica metodológica, la conscien­ te/vivid o — el m undo de la representación inm ediata— es lo que tiene que ser puesto entre paréntesis, condi­ ción para acceder al nuevo nivel de lo real inconsciente o prerreflexivo, donde funciona el discurso anónim o de

la estructura. De lo patente y m anifiesto, tal com o apa­ rece a la sim ple inspección reflexiva, es preciso ir a lo laten te/estru ctu ra l, com o el orden de la constructividad form al/m a tem á tica , capaz de dar cuenta de la m ultipli­ cidad y diversidad de los fenóm enos de superficie. Ca­ bría añadir una segunda regla m etodológica por la cual el acontecim iento debe ser suspendido, en cuanto factum portador de un sentido o valor, para reemplazarlo por la productividad de la estructura, que es la m atriz de nuevas situaciones internas al sistem a. En definitiva, la historia como conexión orgátiica de acontecim ientos según la ley de una teleología inm anente, es sustituida por el sistem a com o agrupam iento de operaciones y transform aciones de sus propios estados según el có­ digo estructural. Como ha escrito Lévi-Strauss, «lejos, pues, de que la búsqueda de la inteligibilidad culm ine en la historia com o punto de llegada, es la historia la que sirve de pu n to de partida para toda búsqueda de inteligibilidad» (op. cit., pág. 380). La historia es así integrada, o m ejor, digerida por la capacidad eventofágica del sistem a. Tanto su contingencia com o su nece­ sidad racional — según la perspectiva existencial o ra­ cionalista que se adopte ante ella—, son neutralizadas en su valor específico propio por la persistencia y reproducción funcional del sistem a. «La estructura retroacciona siem pre fren te al acontecim iento — ha escri­ to a este respecto Pedro Gómez—, bien suprim iendo — m ientras puede— sus contingencias, a fin de preser­ var el sistem a, o bien adaptándose a la nueva situación, es decir, integrando la historia» (La A ntropología es­ tru c tu ra l de C.L.S., Tecnos, pág. 67). E n esta m ism a dirección, La Arqueología del saber, de Michel Foucault ha surgido con la pretensión de un antidiscurso del m étodo cartesiano. Frente a las regularidades discursivas de la ratio clásica, fundadas en la coherencia intencional de una libertad lúcida, autoconsciente, Foucault descubre sistem as de disper­ sión, fraturas de los espacios unívocos, pliegues y re­ pliegues de una tectónica del saber que no se ajusta a la explotación racionalista del espacio epistém ico clá­ sico; un juego, en fin, de diferencias, que pone en entre­ dicho aquella pasión de identidad y m ism idad con que

el discurso racionalista organizaba toda diversidad y reprim ía todo disentim iento. E l «sueño de los orígenes», com o el de las «recapitu­ laciones», cae por tierra para dejar al descubierto una fin itu d intrascendible que no puede determ inarse ni autocom prenderse por la contraposición al infinito, sino por la im posibilidad de asistir a su propio nacim iento. He aquí el rasgo específico de nuestra cultura. Con pa­ labras de Foucault, «la cultura m oderna puede pensar al hom bre porque piensa lo fin ito a partir de él m ism o. Se com prende, en estas condiciones, que el pensa­ m ien to clásico y todos aquellos que lo precedieron hayan podido hablar del espíritu y del cuerpo, del ser hum ano, de su lugar tan lim itado en el universo y de todos los lim ites que m iden su conocim iento o su libertad, pero que ninguno de ellos haya conocido ja­ m ás al h om bre tal com o se da al saber m oderno. El hum anism o del R enacim iento y el racionalismo de los clásicos han podido dar m uy bien un lugar de privilegio a los hum anos en el orden del m undo, pero no han podido pensar al hom bre» (Las palabras y las cosas, Siglo X X I, pág. 309). Y es que los supuestos de la metodología estructuralista conducen a la negación del sujeto, el punto focal de la epistem e clásica en cuanto dispensador del sen­ tido de la realidad. E sto es lo que se ha llamado, rem e­ dando una expresión nietzscheana referente a Dios, la m u erte del hom bre; expresiones ligadas entre sí, porque am bas denuncian e intentan superar, a la vez, el vínculo de la ontoteología con la antropología filosófica clási­ ca; al fin y al cabo, el m ito ilustrado del hom bre, com o libertad soberana, no es más que el últim o ídolo, que ha venido a ocupar el lugar fundam ental que la m eta ­ física ontoteológica le asignaba a Dios. «N ietzsche en­ contró — según Foucault— el pu n to en que Dios y el hom bre se pertenecen el uno al otro, en el que la m uer­ te del segundo es sinónim o de la desaparición del pri­ m ero y en el que la prom esa del superhom bre significa prim ero y antes que nada la inm inencia de la m uerte del hom bre... S i el descubrim iento del reto rn o es m uy bien el fin de la filosofía, el fin del hom bre es el re­ torno al com ienzo de la filosofía. A ctualm ente sólo se

puede pensar en el vacío del hom bre desaparecido. Pues este vacío no profundiza una carencia, no pres­ cribe una laguna que haya que llenar. N o es nada más, ni nada menos, que el despliegue de un espacio en el que por fin es posible pensar de nuevo» (op. cit., pági­ nas 332-333). Y en el m ism o sentido había escrito LéviStrauss, en polém ica con Sartre: «A ceptam os el califi­ cativo de estetas, por cuanto creem os que el fin últim o de las ciencias hum anas no es co n stitu ir al hom bre, sino disolverlo» (op. cit., pág. 357). En verdad, se trata de un antihum anism o metodológico, com o com enta B o­ lívar Botía, pues lo que hay que disolver es el m ito de la esencia hum ana, razón/libertad, com o principio expli­ cativo. Es este lugar de la autotransparencia y el ori­ gen el que se ha tornado problem ático, según Foucault, a partir del descubrim iento, en el siglo X V III, de las tres dim ensiones em píricas — la vida, el tra b a jo y el lenguaje— que lo constituyen y atraviesan, cada una con su propia legalidad anónim a que escapa al control de la libertad. La epistem e clásica sufrió así una cur­ vatura, se vio forzada al reconocim iento de la finitud; y en este pliegue del saber surgió en el espacio teórico kantiano, según Foucault, la figura del «h o m b re» com o un «doble em pírico/trascendental» em peñado en tom ar conciencia de aquellas em piricidades que lo determ inan con anterioridad a toda reflexión. Las ciencias hum anas trabajan y se m ueven, al decir de Foucault, dentro de la m ism a am bigüedad: «Son un análisis que se extiende entre aquello que el hom bre es en su positividad — ser vivo, trabajador, parlante— y aquello que perm ite a este m ism o ser saber — o tratar de saber— lo que es la vida, en qué consisten la esencia del trabajo y sus leyes, y de qué m anera puede hablar» (op. cit., pági­ na 343). Pero es ésta una figura frágil, problem ática e inestable en su constitución, reciente, surgida en los intersticios de la ruptura de dos espacios epistém icos, y condenada por las m ism as condiciones de su surgi­ m iento a una pronta desaparición. «El hom bre —con­ cluye Foucault— es una invención cuya fecha reciente m uestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensam iento. Y quizá tam bién su próxim o fin» (op. cit., pág. 375). El rechazo del «h o m b re» com o principio teó­

rico se debe, pues, en últim a instancia, al peligro de una antropologización del saber, ya denunciado en toda su radicalidad por M artin Heidegger com o la tendencia al so m etim ien to de la verdad objetiva a la economía de la utilidad y la felicidad humanas. «De acuerdo con esta posición fu n d a m ental — precisa M artin Heidegger— nada es conocido y com prendido hasta no ser aclarado antropológicam ente» ("Kant y el Problem a de la M eta­ física, FCE, pág. 175). Y en la m ism a dirección prosigue M. Foucault: «La antropologización es en nuestros días el gran peligro interior del saber. Se cree con facilidad que el hom bre se ha liberado de sí m ism o desde que descubrió que no estaba ni en el centro de la creación, ni en el pu n to m edio del espacio, ni aun quizá en la cim a y el fin ú ltim o de la vida; pero si el hom bre no es ya soberano en el reino del m undo, sino que reina en el centro del ser, las ciencias hum anas son interm e­ diarios peligrosos en el espacio del saber. Pero, a decir verdad, esta postura m ism a las entrega a una inesta­ bilidad esencial» (op. cit., pág. 338). Lévi-Strauss no com parte esta visión de las ciencias hum anas com o interm ediarias en situación equívoca e inestable, pero, en todo caso, les asigna la función de proceder a la disolución del hom bre, en el sentido del hum anism o clásico, com o condición indispensable para proceder a su reconstrucción em pírica en las funciones sim bó­ licas que lo constituyen, y en los códigos que rigen su operatividad. Es, pues, la destrucción del m ito de una libertad/razón soberana, tal com o lo pensó el pensa­ m iento burgués, según Althusser, lo que puede despe­ jar el cam ino para un saber objetivo del hombre. E l a n tihum anism o epistem ológico es tam bién un antihistoricism o. Perdida la form a de la epistem e clásica o del discurso de la representación y el orden taxonó­ mico, la historia se había presentado com o el m edio privilegiado de reordenación teleológica de una praxis de libertad hacia su definitivo cum plim iento. E l tiem po histórico se tornaba así hom ogéneo en su constitución y progresivo en su orientación y transcurso. Su destino no era otro que instaurar el espacio final de una liber­ tad que se autocom prende a sí m ism a, a partir de su reflexión histórica, com o realización definitiva de la

razón o racionalización exhaustiva de la realidad. E ste gran sueño hegeliano fue la versión últim a del hum a­ nismo. A partir de su quiebra y de su denuncia, por decirlo en térm inos foucaultianos, «el historicism o y la analítica de la fin itu d se enfrentan uno a otra... Ser fin ito será sencillam ente estar preso por las leyes de una perspectiva que perm ite a la vez una cierta apre­ hensión del tipo de la percepción o de la com prensión, e im pide que ésta sea alguna vez intelección universal y d efin itiva » (op. cit., pág. 361). A limine, según LéviStrauss, la historia se convierte en una m era propedéu­ tica de las ciencias hum anas y les sum inistra los regis­ tros de entrada hacia una búsqueda de estructuras inte­ ligibles donde pueden ser subsum idos y neutralizados los acontecim ientos. Llevado, pues, a su térm ino, el estructuralism o qua filosofía desem boca en el descubrim iento de un trascendentalism o del inconsciente, del discurso anónim o de las estructuras y del constructivism o de los sistem as, que viene a su stitu ir al trascendentalism o autoconsciente del cogito. La disolución del m ito del hom bre lleva al enraizam iento de las funciones sim bólicas en una lógica del inconsciente estructural que pertenece ya al orden de la naturaleza. Dicho en otros térm inos, «las verdades captadas a través del hom bre son del m undo y son im portantes por eso m ism o » (Lévi-Strauss, op. cit., pág. 359), es decir, im portan en cuanto revelación del funcionam iento de lo real en cuanto tal. Más explí­ citam ente aún, «los enunciados de la m atem ática refle­ jan, por lo menos, el funcionam iento libre del espíritu, es decir, la actividad de las células de la corteza cere­ bral, relativam ente liberadas de toda constricción exte­ rior y obedeciendo sólo a sus propias leyes. Como la m ente tam bién es una cosa, el funcionam iento de esta cosa nos instruye acerca de la naturaleza de las cosas; aun la reflexión pura se resum e en una interiorización del co sm o s» (Lévi-Strauss, ibídem ). Se ha cerrado, pues, el círculo. La m uerte del hom bre conduce a insti­ tuir, fren te al sujeto, la estructura com o el últim o p rin ­ cipio m etafísico. Todo lo real se hace entonces trans­ parente; no a partir y en función del hom bre, sino en cuanto éste m ism o ha sido disuelto en la trama obje-

Uva de la naturaleza. El estructuralism o resulta ser así una filosofía antirreflexiva, en el sentido de oponer al cogito com o lugar del origen, ese otro lugar anónim o de un inconsciente estru c tu ral que pertenece al orden de la m era naturaleza. Pero es este reduccionism o últim o lo verdaderam ente sospechoso. La reducción del universo hum ano a la tram a estructural de los sistem as svnbólicos no puede, en m odo alguno, elim inar la instancia del «sujeto», no ya com o m ero usuario de los sistem as que en él actúan, sino com o el acto intencional que, a través y por m edio de los sistem as, establece la referencia a la realidad. E l descubrim iento de los sistem as operativos puede destruir, es verdad, el trascendentalism o del cogito com o su jeto ú ltim o de constitución, pero no encubrir aquella otra dim ensión del sujeto —parlante, viviente o trabajador— que, dentro de los sistem as lleva a cabo su inserción en la realidad y, con ello, la verificación de la función simbólica. La fenom enología de la parole (habla) nos ha enseñado a corregir el rígido predom i­ nio estructuralista de la langue (lengua). Quien habla no se lim ita a poner en m archa un sistem a sim bólico que se expresa anónim am ente en él, sino que produce un enunciado de realidad, esto es, significa algo para sí m ism o y para el otro; y sólo entonces hay propia­ m en te función y actuación simbólica. E ste nuevo nivel del discurso o del enunciado perm ite, com o ha m os­ trado Paul Ricoeur, una síntesis de la estructura y el acontecim iento. «La nueva unidad no es de ninguna m anera semiológica — si se entiende por esto todo lo que concierne a las relaciones de dependencia interna entre los signos o com ponentes de signos. E sta gran unidad es propiam ente sem ántica, si se tom a esta pala­ bra en su sentido fuerte, que no es solam ente el de sig­ nificar en general, sino el de decir alguna cosa, el de reenviar del signo a la cosa» (Le conflict des interprétations, Du Seuil, pág. 87). Gracias al enunciado, el sujeto se inscribe en el sis­ tem a en actos de selección y prolación significativa por los cuales se establece la referencia a la realidad. «Así la palabra (le m ot) —concluye Paul Ricoeur— es como un intercam biador entre el sistem a y el acto, entre la

estructura y el acontecim iento: de un lado, depende de la estructura com o un valor diferencial, pero no es en­ tonces m ás que una virtualidad sem ántica; del otro, depende del acto y del acontecim iento en el hecho de que su actualidad sem ántica es contem poránea de la actualidad desapareciente del enunciado» (op. cit., pá­ gina 93). Por otra parte, una profundización de las relaciones entre razón estructural y razón dialéctica perm ite tam ­ bién superar la antinom ia entre ambas. Como ha m os­ trado Jean Piaget, la razón dialéctica sería algo más que esa razón audaz y aventurera que, al decir de LéviStrauss, lanza p uentes sobre lo desconocido en función de exploración perm anente; se nos m ostraría com o «un paso inevitable del pensam iento, en cuanto que éste busca apartarse de falsos a b so lu to s» (op. cit., pág. 104). Su eficacia se haría sentir, por tanto, en el seno m ism o de la razón estructural, obligándola a su transform a­ ción. Pues, com o precisa Piaget, «en el dom inio de las estructuras lógico/ m atem áticas, ha llegado a ser casi un m étodo que, una vez dada una estructura, hay que proceder a construir, por un sistem a de negaciones, los sistem as com plem entarios o diferenciales que se podrán integrar de inm ediato en una estructura com pleja to­ tal» (ibídem ). E n esta m ism a dirección, deja de tener sentido la contraposición a todo trance entre estructura y génesis o entre sistem a e historia, com o si se tratara de un desafío en el que cada antagonista tiene que afirm arse a costa del so m etim ien to del otro. N o se trata, en efecto, de subordinar la estru ctu ra a la his­ toria o la historia a la estructura, sino de descubrir su com plem entariedad, que lleva tanto a identificar aque­ llos acontecim ientos que afectan a las estructuras, fo r­ zándolas a su transform ación, com o al tránsito de una estructura a otra según leyes internas al propio sistem a. E n definitiva, el estructuralism o ha servido para li­ brarnos de los p rejuicios h u m a n ista s y c o n stitu ir así la tram a o b jetiva de las ciencias hum anas; pero supera su propia capacidad teórica si intenta erigirse en un saber últim o, m etafísico, acerca de lo real en cuanto tal, in­ cluyendo en ello al hom bre com o un ente m ás de la naturaleza. S em eja n te p retensión sólo puede conducir

a un nuevo sueño dogm ático que ya no será antropoló­ gico, sino, inversam ente, cosmológico. La liberación del peligro de la antropologización del saber no equivale, en m odo alguno, a la entrega al culto de la m atem atización del m ism o, incluso de su autom atización, susti­ tuyendo un viejo trascendentalism o — el de la concien­ cia— por otro no m enos unilateral — el de la estructura inconsciente. La suerte del hom bre se juega, por el contrario, en el espacio teórico/práctico interm edio donde sea posible regañar el sujeto, la acción significa­ tiva, sin perder de vista su anclaje en los sistem as de operación. Un intento así, denunciadas am bas unilateralidades, es ju sta m en te lo que está por pensar. P edro Cerezo Galán

Introducción

Hace sólo una década el discurso sobre el estru c tu ­ ralism o no necesitaba presentación, era la llam ada m oda intelectual parisina, y com o tal estaba justificado de an­ tem ano. Hoy supongo que p a ra las jóvenes generaciones sus libros de cabecera no serán las obras de A lthusser, Foucault o Lacan. Este es el peligro de lo que se con­ vierte en m oda: repentino éxito y consum o, y vida p asa­ jera. En estas condiciones se puede hacer hoy un estu ­ dio m ás objetivo de lo que significó filosóficam ente el m ovim iento estru ctu ralista, evaluar los logros de su proyecto, sus lim itaciones; al tiem po que re te n er las aportaciones m etodológicas y teóricas válidas aún p ara n u estro presente. Además, nos h a parecido interesante com pletar el estudio sistem ático con los últim os desa­ rrollos del estru ctu ralism o (post-estructuralism o), cifra­ do en este caso en Deleuze y D errida, cuyos pensam ien­ tos delim itan lo que se ha dado en llam ar n u estra con­ dición posm oderna. Dado que los diferentes autores estru c tu ralista s clási­ cos m antienen un concepto sensiblem ente diferente de e stru c tu ra y m etodología de trabajo, por ser divergentes sus respectivos cam pos de estudio (etnología, psicoaná­

lisis, m arxism o y arqueología del saber), en este estudio sistem ático del estru cturalism o ha parecido m ejor —tras un capítulo in tro d u cto rio de descripción general— es­ tu d ia r los principales representantes individualm ente, lo que no ob sta p a ra que en el texto se señalen las rela­ ciones m utuas o el lector pueda sacar las suyas. El orden de exposición no es arb itra rio : indica una p re­ cedencia tem poral de los respectivos autores y, sobre todo, según las relaciones que guardan entre sí sus obras. He aspirado a exponer brevem ente, en un lenguaje m ínim am ente asequible, no sólo la m etodología estructu ralista de cada au tor, sino tam bién muy especialm ente a b o sq u ejar los puntos clave de cada uno. El hab er tenido que tra ta r —p ara describir un panoram a m íni­ m o— en breve espacio siete autores, me ba obligado a d ar esquem as o resúm enes (todo resum en traiciona una obra) no trivializados de sus obras. Lo único que qui­ siera es que la lectu ra de este libro sirviera p ara in citar la lectu ra de las obras que se describen. Tenem os la v en taja de que todas las im portantes están traducidas en editoriales accesibles.

CUADRO CRONOLOGICO COMPARADO (Ver págs. 24-29)

FILOSOFIA EN FRANCIA

ACONTECIMIENTOS HISTORICO-POLITICOSOCIOLOGICOS

ACONTECIMIENTOS CULTURALES. LITERATURAARTE-FILOSOFIA-CULTURA

1958-59.— L é v i - S t r a u s s : A ntropología estructural. In g resa en el Co­ llége de France. — A l t h u s s e r : M ontesquieu, la política y la historia.

—Comienza la g u erra franco-ar­ gelina. —L anzam iento del p rim e r saté­ lite am ericano. —G ana las elecciones el general

—Irru m p e en Cannes la nueva ola del cine francés. — H j e m e l e v : E nsayos lingüísticos. — P o p p e r : Lógica del descubri­ m iento científico.

D

e

G

a u l l e

.

—T riunfo de la revolución cu­ b ana. —Indep en d en cia de Guinea. —J. K e n n e d y , presiden te de E s­ tad o s Unidos. —In d ependencia del Congo.

— F

e l l i n i

:

La dolce vita.

—Prim eros vuelos o rb itales tri­ pulados. —D esem barco fallido de EE.UU. en Cuba. —Independencia de diecisiete paí­ ses africanos (área francesa).

— B

u ñ u e l

:

— R

e s n a i s

Viridiana. E l año pasado en Ma-

1962.—D e l e u z e : N ietzsche y la filoso­ fía. — L é v i -St r a u s s : E l pensam iento salvaje y E l totem ism o , hoy.

—D escolonización e independen­ cia de Argelia. —A p ertura del Concilio V atica­ no II. —Crisis de los m isiles en Cuba.

— C

1963.—F o u c a u l t : El nacim iento de la clínica. — R . B a r t h e s : Sobre Racine. — D e l e u z e : La filosofía crítica de K ant. — K l o s o w s k i : Tan fu n esto deseo. — S a r t r e : Las palabras. — R . J a k o b s o n : E nsayos de lin­ güística general.

—A sesinato del p resid en te

1960.—S a r t r e : Crítica de la razón dia­ léctica. — M e r l e a u - P o n t y : Signos. — R t c o e u r : F initud y culpabili­ dad. — S i m o n e d e B e a u v o i r : La forcé de L ’Age. F undación de la re­ v i s t a Tel Quel. —M uere en accidente A l b e r t CaMUS. a r t i n e t : E lem en tos de Lin­ güistica general.

— M

1961.—F

o u c a u l t

— K.

A

:

x e l o s

H istoria de la locura. M arx, pensador de

:

la técnica. — A

l t h u s s e r

:

—M uerte de

1964.—M e r l e a u - P o invisible.

Sobre el joven Marx. M

e r l e a u

n t y

:

-Po

n t y

.

Lo visible y lo

n e d y

.

K

e n

­

:

rieband.

a r p e n t i e r

:

E l siglo de las lu­

ces. o r i n : E l espíritu del tiem ­ po y E l cine o el hom bre im a­ ginario. —T raducción al fran cés de la Guerra de guerrillas, del C h e G u e v a r a , y Guerra revolucio­ naria, de M a o .

— E. M

— C

o r t á z a r

— P

o p p e r

:

Rayuela. C onjeturas y refuta­ :

ciones. u k á c s : E stética. —M a r c u s e : E ros y civilización (se traduce) y E l m arxism o sovié­ tico. —V a r g a s L l o s a : La ciudad y los perros.

— L

a r t r e rechaza el Prem io No­ bel de L iteratu ra.

— S

FILOSOFIA EN FRANCIA

ACONTECIMIENTOS HISTORICO-POLITICOSOCIOLOGICOS

ACONTECIMIENTOS CULTURALES. LITERATURAARTE-FILOSOFI A-CULTURA —M arcuse: E l hom bre u nidim en­ sional. — B e r t o l u c c i : Prim a della revoluzione.

-L é v i-S tra u s s : Mitológicas. — R. B a r t h e s : E lem en to s de se­ m iología y E nsayos críticos. — D e l e u z e : P roust y los signos. — S a rtre : Situaciones IV-VI. — R i c o e u r : H istoria y verdad. — L a c a n com ienza a d ar clases en la E scuela N orm al Superior. —F undación de la E scuela F reu ­ diana de París. 1965.—

l t h u s s e r : La revolución teóri­ ca de Marx y Para leer «El ca­ pital». — R i c o e u r : Freud, una interpre­ tación de la cultura. — C a n g u i l h e m : C onocim iento de la vida. — M a r t i n e t : La lingüística sincró­ nica.

A

1966.—F o u cau lt: cosas.

Las palabras y las

— P

—Comienzo de la revolución cul­ tu ra l en China.

— L

o u l a n t z a s : Poder político y clases sociales. R . B a r t h e s : Crítica y verdad.

— P —

i a g e t : Sabiduría e ilusiones de la filosofía. — C h o m s k y : Aspectos de la teoría de la sintaxis.

—Comienzo de la g u erra del Vietnara con la intervención am e­ ricana. —Federación de izquierdas en F rancia con p ro g ram a com ún y F. M i t t e r r a n d como candidato.

L

e z a m a

i m a

:

Paradiso.

e n v e n i s t e : Problem as de lin­ güística general. — G r e i m a s : Sem ántica estru ctu ­ ral. — A d o r n o : Dialéctica negativa. — C h o m s k y : La lingüística carte­ siana.

— B

1961.—D e r r i d a : De la gramatología, La voz y el fenóm eno, La escri­ tura y la diferencia. — R . B a r t h e s : Sistem a de la moda. — L é v i - S t r a u s s : M itológicas II. — L . A l t h u s s e r : Cursos de filoso­ fía para científicos.

—Surge la N ational C onference fo r New Politics de la i z q u i e r ­ da norteam ericana.

— M

a r c u s e

— G

a r c í a

1968.— Tel Quel, F o u c a u l t y D e r r i d a : Teoría de conjunto. — D e r r i d a : La farm acia de Platón. — L é v i - S t r a u s s : E l origen de los m odales en la m esa (M. III).

—M ovim iento estu d ian til y polí­ tico del «Mayo francés». —V ictoria del gaullism o en ju ­ nio. —Invasión de C hecoslovaquia p or tro p as del Pacto de V arsovia.

—Creación de la U niversidad de Vincennes (París). — P i a g e t : E l estructuralism o. — B o u d o n : Para qué sirve la no­ ción de estructura. — H o r k h e i m e r : Teoría crítica. — R i c h t a : La civilización en la en­ crucijada. —S. K u b r i c k : 2001, una odisea del espacio.

1969.—F o u c a u l t : Arqueología del sa­ ber.

—Caída del general

—El grupo II M anifestó es exclui­ do del PCI.

D

e

G

a u l l e

.

M

:

E l final de la utopía. : Cien años de

á r q u e z

soledad.

IV

00

ACONTECIMIENTOS HISTORICO-POLITICOSOCIOLOGICOS

ACONTECIMIENTOS CULTURALES. LITERATURAARTE-FILOSOFIA-CULTURA

: D iferencia y repeti­ Lógica del sentido. K r i s t e v a : Sém eiotiké. H a r n e c k e r : C onceptos elem en­ tales del m aterialism o histórico.

—P ompidou, nuevo p resid en te francés. —Llegada del h o m b re a la Luna. —R. N i x o n es elegido p resid en te en EE.UU.

—M uere K . J a s p e r s y A d o r x o . —V isc o n ti: La caída de los dio­ ses. —F e llin i: Satyricon.

1970-72.—B arth es: S /Z . Dos volúm enes en hom enaje a L évi-S trauss (Pouillon y M iranda). —L évi-Strauss: E l h o m b re des­ m ido (M. IV). — D e r r i d a (1972.): La disem ina­ ción, Márgenes de la Filoso­ fía y Posiciones. — D e l e u z e - G u a t t a r i : E l Antiedipo.

—T riunfo en Chile de la candi­ d a tu ra socialista de S a l v a d o r —La R epública P o p u lar China in­ gresa en la ONU.

—M o n o d : E l azar y la necesidad. —B o u r d i e u - P a s s e r o n : La repro­ ducción. —M uere B. R u s s e l l . —V isc o n ti (1971): M uerte en Venecia. —B e rto lu c c i: La estrategia de la araña.

—D erro ta n o rteam erican a en Viet­ nam . —Revolución «de los claveles» en Portugal.

—Vargas L losa: Pantaleón y las visitadoras. —M uere M. H o r k h e i m e r .

FILOSOFIA EN FRANCIA

— D

e l e u z e

ción — —

y

1973-74.— D e r r i d a : Arqueología de lo frívolo. — A l t h u s s e r : R espuesta a John Lewis.

— R. B

a r t h e s

:

E l placer del tex­

to. év i - S t r a u s s : Antropología estructural dos. — D e r r i d a : Glas. — A l t h u s s e r : E lem en to s de au­ tocrítica.

1975-84.— 1980: M uerte de R. Je

a n

-Pa

u l

S

a r t r e

B

a r t h e s

.

t h u s s e r , en u n ataq u e de locura, asesina a su m ujer. —1981: M uerte de J. L a c a n . —1984: M uerte de M. F o u c a u l t .

— -Al

k> \o

l l e n d e

.

—Golpe de E stad o en Chile p o r P

— L

y

A

i n o c h e t

.

—Se cu ad ru p lica el precio del pe­ tróleo. — G i s c a r ü , en u n bloque conserservador, gana las elecciones en Francia. —D im isión de N i x o n (asunto VJatergate). —1975: M uere el general F r a n c o . —Fin de la g u erra del V ietnam . —1976: Golpe de E stad o en Ar­ gentina. —1977: P rim eras elecciones en E s­ paña. —1979: Invasión de A fganistán p o r la URSS. —Golpe de E stad o en T urquía. —1981: M i t t e r r a n d , socialista, p re­ sidente francés. —1982: Conflicto en tre In g la terra y A rgentina en las islas Mal­ vinas. —El PSOE gana las elecciones en E spaña.

—1974: L é v i - S t r a u s s ingresa en la Academia Francesa. —1975: G a r c í a - M á r q u e z : El oto­ ño del patriarca.

— 1975: M uerte de M. H eidegger . — 1979: M uerte de H . M arcu se . — 1980: M uerte de J. P iaget .

El estructuralismo: presentación

1.1. El movimiento estructuralista, ¿recambio del existencialismo ? Casi ningún au to r de los que vam os a estu d iar a c o n ­ tinuación, exceptuando quizá a Lévi-Strauss y Lacan, se h a sentido cóm odo con el calificativo com ún de estru c ­ turalista. Es, m ás bien, p o r necesidad clasificatoria y p o r la com odidad de ag ru p ar en un rótulo com ún a c ti­ vidades diversas, p o r lo que se les aplica el califica­ tivo. O m ejor, a veces es la ley del m ercado c u ltu ra l, que necesita fab ricar m odelos (idola fori, decía B acon) que exportar, quien im pone los rótulos. E sta d ificu ltad inicial se debe a la d isparidad de cam pos a que h a n dedicado sus análisis los autores llam ados estru ctu ra listas: un Lévi-Strauss tra b a ja en antropología y e tn o ­ logía *, Lacan en psicoanálisis *, A lthusser propone u n a * Los asteriscos hacen referen cia a térm in o s cuya ex p licació n h a lla rá el lector en el Glosario que aparece al final del lib ro , página 210.

nueva lectu ra de Marx, Foucault tra b a ja en la epis­ tem e * del sab er y las relaciones de poder, R. B arthes en crítica literaria, etc. En cualquier caso, com o vam os a m o stra r aquí, es necesario reconocer que hay algo en com ún, dejando al m argen por ahora los intereses p ar­ ticulares, sus respectivos objetos de estudio o sus dia­ lectos (B arthes diría idiolecto) específicos, en el m odo de tra ta r y analizar sus cam pos de estudio, que les da un aire de familia. E l m ovim iento estru c tu ralista no ha tenido prim a­ riam ente u n a vocación de pensam iento filosófico, por lo que no resu lta del todo justificable apropiárselo para el terren o filosófico. Los filósofos (Foucault, A lthusser, D errida) rechazan el calificativo de estru c tu ralista s, y los científicos que tra b a ja n en un dom inio concreto (Lévi-Strauss, lingüistas, Lacan) rechazan ser filósofos. P retende ser sólo m étodo, y aún m étodo científico; pero, a m edida que uno pen etra en el discurso * de cualquiera de los autores aquí considerados, queda claro que hay al m enos un efecto del estructuralism o en el discurso filosófico. P or o tra parte, en cuanto el m étodo estru c tu ral tiende a convertirse en una explicación total de la realidad (por ejem plo, en Pensam iento salvaje de Lévi-Strauss o en Palabras y cosas de Foucault) se con­ vierte en filosofía. Aunque es necesario deslindar am bos aspectos (m étodo y explicación del m undo), sin confun­ d ir la posible v irtualidad del m étodo en determ inados ám bitos con los supuestos filosóficos que conlleve, afir­ m am os que el m étodo no es neutral, com portando unas nociones que sobrepasan el ángulo propiam ente cien­ tífico. La filosofía francesa, h asta que surge el e stru c tu ra ­ lismo, estuvo dom inada (1930-60), como ha subrayado ju stam en te Descombes (1982, pp. 27-72), por la genera­ ción de las «3 H» (Hegel, H usserl y Heidegger). • La introducción de Hegel en el ambiente francés por Kojéve en los años treinta —lo explica en la Escuela Prácti­ ca de Altos Estudios—■, completado en la década siguiente por Hyppolite (traducción e interpretación de la F e n o m e ­ n o lo g ía d e l e s p ír itu ), constituye un acontecimiento de pri­ mer orden.

• La lectura de Hegel en clave antropológica promoverá un interés por La dialéctica * y estará en la base del exis­ tencialismo humanista francés (J.-P. Sartre). • Husserl y Heidegger, por su parte, estarían presentes en el existencialismo del prim er Sartre y, sobre todo, en la fenomenología * de Merleau-Ponty. E ste p anoram a cam biará radicalm ente a com ienzos del sesenta (S artre en 1960 publica la Crítica de la razón dialéctica y M erleau-Ponty m uere en 1961), con la irru p ­ ción del m ovim iento estru c tu ralista , que se va a caracte­ rizar, en principio, p o r ser al tiem po antihegeliano, dialéctica y M erleau-Ponty m uere en 1961), con la irrupmenológico, y p or la adopción, en una nueva in terp re­ tación, de los llam ados m aestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud. E stas circunstancias hacen que se haya visto en el estru ctu ralism o una filosofía de recam bio, en el auge del capitalism o, de la trasnochada filosofía existencialista, hecho discutible. Es cierto que el estru ctu ralism o coin­ cide con el desarrollo del neocapitalism o en los años sesenta y p articip a del optim ism o general reinante, p ara el que resu ltab a poco concorde los análisis existencialistas, con su tin te pesim ista, de la condición hum ana; que se necesitaba un recam bio a la fenom enología o exis­ tencialism o (cosa que ya S artre había hecho con su orientación al m arxism o en 1960); pero ello no hace del estru ctu ralism o el portavoz ni la ideología de la tec­ nocracia y burocracia, com o algunos —yendo m ás lejos de lo que las determ inaciones históricas m arxistas p er­ m iten—■ han querido ver: que a una nueva etapa del desarrollo de las fuerzas productivas (neocapitalism o) corresponda u na nueva ideología (estructuralism o). Así, H. Lefébvre, m arxista reconocido, afirm aba que el es­ tru ctu ralism o expresa: el ascenso de la tecnocracia y el interés de la nueva burguesía por la consolidación del sistem a. Cronológicam ente, en el contexto francés, el estru c­ turalism o sucede al existencialism o, lo que m otivó que las viejas proclam as existencialistas (estam os condena­ dos a ser libres, la vida com o proyecto, el hom bre hace la historia) fueran sustituidas p o r las nuevas estructu-

ralistas (la lib ertad es una ilusión, el sujeto está som e­ tido a la estru c tu ra, la historia no explica los hechos), dando así un cierto aire de m oda intelectual parisién. Sin duda contribuyó a fo rja r esta im agen la célebre polém ica m antenida p o r Lévi-Strauss en 1962 con Sartre; el p rim ero veía en la valoración del sujeto y de la h isto ria p o r el existencialism o el último refugio de un humanismo * trascendental para hacernos recuperar la ilusión de la libertad. (L é v i -S t r a u s s :

1964,

p.

380)

Pensando que el existencialism o corre dem asiado el riesgo de llegar a ser una suerte de m etafísica para m odistillas. S a rtre respondió acusando al estructuralism o de: una nueva ideología, la últim a barrera que la burguesía pue­ de aún levantar contra Marx. ¡Es curioso! Las m ism as críticas que en otro tiem po se dirigían, p o r p arte del m arxism o, al existencialis­ mo, son ah ora las que dirige S artre al estructuralism o. Añadía adem ás que lo im p o rtan te no es lo que se ha hecho del hom bre, sino aquello que él hace con lo que se ha hecho de él. E n cualquier caso, los dados están echados, y la suerte co rre irrem ediablem ente del lado estru ctu ralista. Como ha dicho Foucault: De repente y sin razón manifiesta se cayó en la cuenta de que nos habíamos alejado demasiado de la generación anterior, de la generación de Sartre y Merleau-Ponty, que haba sido la norma de nuestro pensamiento y el modelo de nuestra vida... Había­ mos tenido a la generación de Sartre por una gene­ ración valiente y generosa, que había optado apasio­ nadamente por la vida, la política y la existencia... Nosotros en cambio, hemos descubierto algo diferen­ te, una pasión distinta: la pasión por el concepto y por lo que yo llamaría el sistema *. E sta nueva generación, que alcanza su acm é (m adu­ rez) en los años sesenta, se im pondrá com o una nueva

m etodología en el cam po de las ciencias hum anas: fren te al prim ado del sujeto y de la h istoria (que m an­ tienen co n ju n tam en te la fenom enología y el existencialism o), la prim acía de la estructura* y el sistem a. Ya hem os ap u n tado que el estru ctu ralism o no p re­ senta un carác te r de unidad ni en cuanto a sus objetos de estudio ni, p o r esto precisam ente, en sus m étodos de trab ajo , m ás bien se dan algunos supuestos m etodo­ lógicos com unes y un m odo de p lan tea r los problem as con un cierto grado de sim ilitud, p o r lo que re su lta di­ fícil d ar características generales válidas p a ra todos. Más allá de sus respectivos objetos de estudio (etnolo­ gía, psicoanálisis, h istoria o m arxism o), se tra ta de un m étodo de co m p render las realidades hum anas social­ m ente constituidas, intentando realizar ciencia no en el sentido clásico —hipótesis, descubrim iento de hechos, confirm ación y predicción—, hacer ciencia aquí es, en gran p arte, volver a leer, desde unos supuestos d istin ­ tos, los m itos (Lévi-Strauss), Marx (Althusser), Freud (Lacan), H istoria del saber (Foucault), N ietzsche (De­ leuze) o la F.a occidental (D errida). Si cupiera tom ar a uno de los autores, como p rototipo de la co rriente, sin duda sería Lévi-Strauss, pero esto no sería válido p ara los restan tes; p o r eso quizá la m ejor definición consista en describirlo como una p ráctica o una actividad, com o quiere uno de los im plicados: El estructuralismo no es una escuela ni un movi­ miento, no existe razón alguna para restringirlo a priori* al pensamiento científico... puede decirse, pues, que, en relación con todos sus usuarios, el es­ tructuralismo es esencialmente una actividad, es de­ cir, la sucesión regulada de un cierto número de ope­ raciones mentales. ( B a r t h e s : 1973, Ensayos Críticos, p. 256)

1.2. Las estructuras ¿empíricas o teóricas? El térm ino estru c tu ra es an terio r al m ovim iento cstru ctu ra lista, y era em pleado en otros cam pos (m atem á­

ticas, arq u ite ctu ra, biología, psicología o sociología), ¿h ab ría entonces estru c tu ralista s sin saberlo? En un sentido trivial de estructura sí, pero en tal caso el té r­ m ino no viene a significar nada relevante. La noción tr a ­ dicional de estru c tu ra recogida en cualquier dicciona­ rio significa disposición intei'na que guardan en tre sí un conjunto de elem entos que form an una totalidad y no m era yuxtaposición o sum a. La estructura es lo que revela el análisis interno de una totalidad: los elementos, las relaciones entre estos elementos y la disposición, el sistema, de estas relaciones entre sí. ( P o u i l l o n : 1969, p. 2) La estru c tu ra se identifica así con el arm azón, plan con el que se construye algo, organización y disposición in tern a de unos elem entos, y adem ás se considera una realidad em pírica. E stru ctu ra s de este tipo se pueden e n c o n trar h asta en los objetos m ateriales. Pero en tal caso poca novedad a p o rta el estructuralism o, p ara tal viaje no se necesitan estas alforjas. E n este p rim e r nivel se puede definir el e stru c tu ra ­ lism o p o r oposición al atom ism o, en la m edida que el p rim ero re salta el ca rác te r de totalidad e .in terd ep en ­ dencia de los elem entos que lo form an. P ara el atom is­ mo, en cam bio, se concibe toda realidad com puesta de elem entos que pueden aislarse, descom ponerse, ya que el todo es una sum a o yuxtaposición de sus com ponen­ tes. P ara el estru cturalism o, p o r el contrario, los ele­ m entos form an un todo en v irtud de sus relaciones m u­ tuas, buscando las relaciones entre térm inos que tienen un valor de posición en el conjunto, siendo esta articu lación la que los hace significativos. Como señala Piaget, que no puede considerarse e stru c tu ralista en sen­ tido estricto, el carácter de totalidad propio de las estructuras es esencial, pues la única oposición en la que todos los estructuralistas están de acuerdo es en la de estruc­ turas y agregados... Una estructura está, ciertamente, formada de elementos, pero éstos están subordinados a leyes que caracterizan el sistema como tal; y estas

leyes, llamadas de composición, no se reducen a aso­ ciaciones acumulativas, sino que confieren al todo en tanto que tal propiedades de conjunto distintas de las de los elementos. ( P ia g o t )

Además, los fenóm enos estru c tu rales presen tan , al igual que la lengua, un carác te r sistem ático en la m e­ dida en que p resen tan unas leyes internas de com po­ sición, que p erm iten el funcionam iento del sistem a como una red de relaciones que vinculan los elem entos en tre sí. E sto posibilita que, p o r ejem plo, pese a la di­ versidad de sistem as lingüísticos, sean com parables sig­ nificativam ente en tre sí, en v irtu d de las reglas internas que m antienen, p o r p re sen tar un grado de recurrencia: contenidos variables, form as invariantes que se repiten, al tiem po que reglas de transform ación que perm iten explicar las variantes posibles. Una e stru c tu ra es diná­ mica, y au to r regulativa: las transform aciones tienden a la conservación y equilibrio del sistem a, el cual tiene prim acía sobre los elem entos, en el sentido de que es el conocim iento del sistem a el que perm ite el recono­ cim iento de los elem entos. La novedad del concepto de e stru c tu ra en el e stru c­ tu ralism o com ienza cuando, al igual que en los fenóm e­ nos lingüísticos, se postula un m odelo teórico * en con­ ju n to s que h asta entonces no eran evidentes, por no ser aprehensible em píricam ente su ca rác te r estru c tu ral. Así una lengua* está form ada p o r sonidos que no se vuelven significativos inform ativam ente, com o m ostró la fonología *, m ás que en la m edida en que se diferen­ cian perceptivam ente de otros d en tro de una cadena. Tales rasgos distintivos, en función de sus diferencias, form an un sistem a de oposiciones que m arca la e stru c­ tu ra fonológica de una lengua. Ahora bien, el sistem a no se sitúa a nivel m aterial (fonética: sonidos). Por eso una e stru c tu ra se ordena, m ás que a nivel de parecidos, en función de diferencias, que se tra ta n de o rd en ar en base a un m odelo teórico postulado p ara explicarlas. La e stru c tu ra es un sim ulacro —com o señala B ar­ thes— de los hechos estudiados, no a rb itra rio s en cuan­ to m u estre su valor explicativo y relaciones observa­

bles. Las estru c tu ras no son, en últim a instancia, rea­ lidades em píricas observables sino —m etodológicam ente h ablando— principios explicativos. El método consiste en reconocer entre los conjun­ tos organizados, que se comparan precisamente para verificar las hipótesis, diferencias que no son simple alteridad, sino que indiquen la relación común según la cual se definen. Consiste, en segundo lugar, en or­ denarlos en el eje (o ejes) semántico así precisado, de tal suerte que los conjuntos considerados aparez­ can como variantes entre sí y el conjunto de estos conjuntos como el producto de un arte combinatoria. (P

o u il l o n :

1969, p . 7 )

T ras las relaciones observables externam ente, ap aren ­ tes y tangibles, el estru ctu ralism o descubre que se oculta u n a lógica interna, estructura, que explica por qué son esas variantes las que aparecen a la observa­ ción. La e stru c tu ra no se establece p o r inducción, sino postulando, p o r debajo de ciertas m anifestaciones su­ perficiales, estru c tu ra s profundas, siendo las p rim eras sim plem ente una m anifestación de las segundas. Así Lévi-Strauss (ver infra ap. 3.1) ha podido dilucidar unas estru c tu ra s com unes de parentesco que explican la di­ versidad de sistem as que aparecen según los lugares y grupos sociales; estru c tu ras que se localizan en un nivel inconsciente *. Sin em bargo, no todos los autores m antienen un m is­ m o concepto de estru c tu ra: p ara Lévi-Strauss, en quien nos hem os fijado principalm ente, es un m odelo teórico; p a ra Lacan no, porque la m ism a e stru c tu ra d eterm ina efectos reales, p o r ejem plo, constitución del sujeto (ver infra cap. 4); A lthusser se m ueve a nivel de estru c tu ras sociales o económ icas m arxistas, etc. E n lo que h abría acaso u n a coincidencia general sería en to m ar la lingüís­ tica e stru c tu ra l com o m odelo de análisis.

1.3. El modelo lingüístico El estru ctu ralism o se define m ejor por el presu p u es­ to com ún del que Lévi-Strauss, iniciador de la corrien­

te, p arte: la lengua es el m odelo e stru c tu ra l de las cien­ cias hum anas (ver infra, ap. 2.3 y Apéndice —C om enta­ rio de texto). Los m étodos de la lingüística estru c tu ­ ral se consideran aplicables al análisis de o tro s ám bitos de la cu ltu ra, en cuanto que todos ellos pueden in te r­ p re ta rse com o sistem as de signos*. Y en este sentido se pueden ag rupar, coherentem ente, dentro de la corrien­ te, todas aquellas ciencias (ciencias estructurales, po­ dríam os llam arlas) que tra ta n los hechos sociales y an ­ tropológicos com o signos, i. e. com o significantes * que esconden un significado * a dilucidar. L a cultura posee una arquitectura similar a la del le n g u a je *. U na y otra se edifican por medio de opo­

siciones y correlaciones, es decir, de relaciones lógi­ cas, de tal manera que el lenguaje puede ser consi­ derado como el cimiento destinado a recibir las es­ tructuras que corresponden a la cultura en sus dis­ tintos aspectos, estructuras más complejas a veces pero del mismo tipo que las del lenguaje. ( L é v i -S t r a u s s :

1968, p . 63)

La lingüística m oderna com ienza, con el nuevo enfo­ que y m etodología que inaugura F erdinand de Saussure, en la p rim era década de este siglo. P ostum am ente unos discípulos recogieron su enseñanza oral en el libro titu ­ lado Curso de lingüística general (publicado en 1916). La p ráctica dom inante en los análisis lingüísticos en el xix, en la que se form ó S aussure, era el com parativismo. C onsistía en co m parar los elem entos actuales de las lenguas en función de un estado histórico an terio r de u na lengua originaria de la que derivarían las ac tu a­ les (el descubrim iento del sánscrito, lengua de la India antigua, con la que la m ayoría de lenguas europeas estarían em p aren tadas, indujo a pen sar en u n a lengua m adre com ún, el indoeuropeo, con el que g u ard arían unas relaciones de parentesco). Todo se cifra en com ­ p a ra r los elem entos gram aticales con los originarios, re co n stru ir y explicar los cam bios. La com unicación y uso de la lengua por los hablantes, causa de los cam ­ bios introducidos, lo sería tam bién de la degeneración. La novedad de S aussure consiste en p lan tea r que la

lengua debe considerarse com o un sistem a, entendiendo p o r tal que un elem ento lingüístico no tiene realidad in­ dependientem ente de su relación con los otros que for­ m an el conjunto: la lengua es un sistem a que no conoce m ás que su propio orden. El carácter sistem ático de la lengua im plica, frente a los com parativistas, que hay que co n sid erarla en su estado actual, presente o pasa­ do, donde el facto r tiem po (historia) queda postergado, otorgando p rio rid ad al plano sincrónico (estudio de la e stru c tu ra de una lengua en un m om ento determ inado). De aquí se sigue el rechazo de la explicación h istórica p o r p a rte del estructuralism o. La lengua, en segundo lugar, es un sistem a de valores constituido p o r m eras diferencias. Es decir, el sistem a viene dado a p a rtir de oposiciones que form an e stru c­ tu ras. Veamos: un signo lingüístico, cuya función es significar, consiste en un significante (imagen acústica) y u n significado (concepto), am bos form an la significa­ ción (ver infra, ap. 4.2), y son inseparables. Además cada signo, y cada uno de sus elem entos, tienen un va­ lor, su posición de interdependencia que ocupan dentro del sistem a de la lengua. Un signo se define p o r las diferencias que m antiene con los restan tes signos de la lengua o código. Todos los signos en u n a lengua son diacríticos (m arcan diferen­ cias con los restan tes). De aquí se sigue que las e stru c­ tu ra s estarán m ontadas prim ariam ente a nivel de dife­ rencias/oposiciones y sólo com plem entariam ente sobre las sim ilitudes. Al d elim itar el objeto de la ciencia lingüística (la len­ gua —-langue en francés—, sistem a o código com ún im ­ personal, frente a la —palabra (parole), m ateria o uso personal que cada h ablante hace del código—), Saussu­ re subrayó tam bién que la lengua es una form a* y no una sustancia, ya que el valor de un signo no viene dado en sí m ism o (sustancia), sino p o r las relaciones que guarda con los restantes. La lengua como sistem a de signos es com parable a otros sistem as como la escritura, alfabeto de sordom udos, señales m ilitares, re­ glas de u rbanidad, ritos sim bólicos, etc. C abría entonces concebir una ciencia general de los signos, llam ada semiología (posteriorm ente llam ada tam ­

bién sem iótica), de la que la lingüística form a parte. Ello ha dado lugar a todo un proyecto sem iológico en el cam po de los diversos sistem as de signos cuyos m á­ ximos rep resen tan tes son R. B arthes, A. J. G reim as, Julia K risteva y U m berto Eco.

1.4. La disputa del humanismo La exclusión del sujeto representa una necesidad, diríamos de orden metodológico: excluir el punto de vista del árbitro que inspecciona el mito desde fuera y, por este hecho, es propenso a encontrarle causas desde fuera. ( L é v i -S t r a u s s : M. IV) Sólo se puede conocer algo acerca del hombre a condición de reducir a cenizas el mito filosófico (teó­ rico) del hombre. (A l t h u s s e r : 1968, p . 190)

Quizá uno de los aspectos m ás provocativos del es­ tructu ralism o , en el plano filosófico, han sido sus p ro ­ clam as e invectivas sobre el papel del sujeto y el re­ chazo del hum anism o. En ellas hay que ver u n a doble actitud: a) Metodológica o epistemológica: dar una prim acía me­ todológica a las estructuras *, sistemas * o códigos implica que el sujeto deje de representar el papel central de la verdad; b) Como consecuencia, oponerse al modo de explicación de las filosofías humanistas (fenomenología* y existencialismo) que habían dominado el panoram a fran­ cés. E sto lo realiza cada uno de los autores desde u n a óptica p articu lar: • Para Lévi-Strauss se trata de una visión pesimista del fu­ turo del hombre, apoyada en una base antropológico-etnológica, y en una disolución del sujeto en la estructura *. • En Althusser se trata de cortar de raíz todos aquellos ele­ mentos hegeliano-humanizantes del marxismo, en un in­ tento de constituirlo como ciencia.

• F o u c a u lt, p o r su p a r te , in t e n ta m o s tr a r , a n iv e l d e a r ­ q u e o lo g ía h is tó r ic a d e la c u ltu r a o c c id e n ta l, c ó m o el te m a d el h o m b r e e s r e la tiv a m e n te r e c ie n te e n el c a m p o del s a b e r, m o n ta d o en u n a s b a s e s ta n frá g ile s q u e p re s a g ia n q u iz á su p ró x im o fin. • J. L a c a n , d e s d e u n a r e in te r p r e ta c ió n e s t r u c tu r a li s ta d el p s ic o a n á lis is , d e s c u b r e q u e el y o d e s a p a r e c e e n u n in c o n s ­ c ie n te a r tic u la d o e n fo r m a d e le n g u a je .

Desde cam pos opuestos o diversos, con una m etodo­ logía que co m parte algunos presupuestos com unes, se llega a u na posición sim ilar: negación del papel del su­ jeto en la explicación de los hechos sociales. Es nece­ sario, sin em bargo, descifrar qué significa tal postura. En p rim er lugar, p ara evitar equívocos, no se tra ta de ninguna m uerte del hom bre o conjura contra el sujeto real (el h om bre concreto), lo que sería absurdo. Nos situam os a nivel de m étodo: adoptado el punto de vista de la p rim acía del código, estru c tu ra o sistem a, el sujeto queda excluido com o factor explicativo, p ara p asa r a ser u n sim ple nudo en la red de la estru ctu ra, un ele­ m ento a eclipsar, a d escentrar. ¿Cómo explicar un m ito? Se puede, sin duda, acudir a la conciencia m ítica, a fin de que el sujeto nos des­ crib a la experiencia que vive, esperando extraer de ella la verdad del tem a (así hacía la Fenom enología), pero cabe —com o hace Lévi-Strauss— estu d iar los sistem as m íticos en sí m ism os, al m argen de la descripción que nos ap o rte el sujeto (consciencia), pensando que el hom ­ bre está som etido a los sistem as significantes. Si el estru ctu ralism o se apoya en m odelos lingüís­ ticos es p o rque traslad a el centro del pensam iento de los sujetos al discurso, que se im pone (poder del signi­ ficante) a los m ism os sujetos y los constituye. Por eso se debe h ab lar de antisubjetivism o teórico o epistem o­ lógico, m ás que de antihum anism o. Lo que sucede es que habiendo sido consecuencia de unos principios m etodológicos, una vez postulados, se han trata d o de fu n d am entar filosóficam ente, oponiéndo­ los a toda la filosofía a n terio r —filosofías de la subjetivi­ dad * o del cogito *— caracterizadas por su carácter hu­ m anista *, y sólo en esa m edida cabe h ablar de antihu­ m anism o. Los estru c tu ralista s denuncian el espejism o

engendrado por la confusión de la conciencia y del su ­ jeto, que ha dado lugar a los abusos del hum anism o, y el falso rum bo que ha seguido la filosofía m oderna des­ de Desear tes. La razón e stru c tu ra lista supone u n replan­ team iento radical del problem a del sujeto que, com o es sabido, ha constituido la referencia cen tral de la filoso­ fía poscartesiana. En general, esta crítica se hace a todo lo que ha significado la conciencia, tra ta n d o de descu­ b rir un inconsciente estructural (ver ap. 3.4). Pero la elim inación del factor sujeto p ara co n stitu ir una filoso­ fía m ás científica no deja de ser una tesis m etafísica y /o ideológica, y en cuanto tal som etible a crítica. E n tre las filosofías anteriores a que se opone el es­ tru ctu ra lism o estarían, com o ya hem os apuntado, todas aquellas que tra ta n de bu scar una subjetividad trasc en ­ dental. En p rim er lugar, y por proxim idad tem poral y geo­ gráfica, la fenom enología y el existencialism o, en cuanto p a ra la p rim era la conciencia cobraba una significación fund am en tan te, y el existencialism o re p resen ta b a un análisis h u m an ista de la situación hum ana. En segundo lugar, estarían todos los intentos de fu n d a r una antropología filosófica, que se dan desde com ienzos de siglo; intentos desde cam pos m uy dis­ pares, com o puede ser el hum anism o cristiano, la an ­ tropología fénom enológica o el hum anism o socialista. La tesis an tih u m an ista del estru ctu ralism o se. postula sólo com o referencia crítica a tales proyectos, y ello com o un presu p u esto m etodológico. A c tu a lm e n te só lo se p u e d e p e n s a r en el va c ío d e l h o m b r e d e sa p a re c id o . P u e s e s te va c ío n o p r o fu n d iz a u n a c a ren cia ; no p r e s c r ib e u n a laguna, q u e h a y a q u e llen a r. N o es n a d a m á s, n i n a d a m e n o s, q u e el d e s ­ p lie g u e de u n e sp a c io en el q u e, p o r f i n , es p o s ib le p e n s a r d e n u evo .

(l'oi c.m i.i: 1968, pp. 332-333) P ensar desde el vacío del actor: el sujeto hum ano ha sido descentrado. D iferenciando, repetim os, am bos planos (práctica m e­ todológica y oposición a las filosofías de la subjetividad),

la tesis an tisu b jetiv ista m ás que pertenecer a la lógica in tern a del sistem a estru ctu ralista, se sitúa, m ás bien, en el plano que podem os llam ar de las ideas o refle­ xiones que el científico hace sobre su propia obra, y que p o r ten er un alcance m ayor son propiam ente filosó­ ficas.

1.5. La historia en el exilio El m étodo estru c tu ral aplicado a la histo ria dará p rio ­ rid ad al pu n to de vista sincrónico * sobre el diacrónico *, lo que no significa negar la explicación histórica, pero sí desplazarla p ara colocarla fuera de la estru ctu ra, exiliarla, p o r to m ar una expresión de E. Ipola. La ex­ plicación h istó rica sería u n a proyección del sujeto que in v en taría u na h istoria continua con un final (teleológica). Lo que hace posible la historia es que un subconjunto de acontecimientos, para un período dado, tiene aproximadamente la misma significación para un con­ tingente de individuos que no han vivido necesaria­ mente esos acontecimientos, que pueden inclusive con­ siderarlos a varios siglos de distancia. Así pues, la his­ toria nunca es la historia, sino la historia-para. ( L é v i- S t r a u s s :

1964, p. 373)

Es un eri'or, del que fue víctim a S artre, considerar que Lévi-Strauss rechaza la historia; lo que rechaza es la im agen histórica del progreso desde las p au tas de valor de la civilización occidental como universalm ente válidas. E n cualquier caso el punto de vista estru ctu ral im plica excluir la explicación histórica: Yo no pretendo recusar la noción de progreso, ni poner en duda la importancia de las interpretaciones dinámicas. Pero no me parece que la pretensión de realizar solidariamente el estudio de los procesos y las estructuras procede, al menos en antropología, de una filosofía ingenua...; las estructuras sólo aparecen a la observación practicada desde fuera, y, en contra­

partida, ésta no puede captar los procesos que se re­ fieren a la manera particular en la que una tempora­ lidad es vivida por él sujeto. Lo que equivale a decir que sálo léxiste prócéso para el individuo implicado en Sú propio dJeveídr histórico o, más exactamente, en el del grupo al que pertenece. ( L Í v i -S t r a u s s : 1964, p . 44 )

Foucault, p or su parte, pretende liberarse de los pre­ juicios antropológicos, com o serían las historias con un final, hechas desde una mirada etnocéntrica *, No hay validez p ara él en una concepción evolutiva, progresiva, es decir, una historia; en su planteam iento arqueológico (ver cap. VII) lo que hay es una sucesión de órdenes estáticos d en tro de las discontinuidades: No se tratará de conocimientos descritos en su pro­ greso hacia una objetividad en la que, al fin, podría reconocerse nuestra ciencia actual. ( F o ú é A Ü L T : 1968,

p.

7)

Parece que hace historia, pero la única h isto ria que hace es ahistóríca: condiciones de posibilidad de los co­ nocim ientos. No hay histo ria continua (evolución, in­ fluencia o progreso) ni sujeto fundador. La h isto ria resu lta ser un epifenóm eno de la epistem e * (ver infra, ap. 7.2), totalid ad ahistórica de condiciones de posibilidad que hace posible un saber determ inado: En una cultura y en un momento dado sólo hay siempre tina episteme, que define las condiciones de posibilidad de todo saber, ya sé manifiéste en una teo­ ría o quede silencio sámente investida en una práctica. (F

ú u Ca u l t :

1968, p . 166)

Así la h isto ria del saber desde el R enacim iento a hoy se reduce á tre s órdenes i ver ap. 7.4) estáticos, no p ro ­ gresivos o acum ulativos. E n tre sistem a y sistem a hay ru p tu ras; no aparece el acontecim iento com o categoría histórica, la h isto ria no es m ás que la realización de lo que ya estab a determ inado que p asara por la epistem e, s® som ete a las posibilidades que le perm ite él sistem a.

la estru c tu ra. L iberar el discurso * histórico de toda sujeción antropológica significa entender que la historia continua es el correlato de la conciencia: la garantía de que podrá recuperar lo que se le es­ capa; la promesa de que algún día podrá apropiarse nuevamente de todas esas cosas que ahora la some­ ten, podrá restaurar s u dominio sobre ellas y encon­ trar allí lo que habría que llamar su morada. (V a rio s :

1970,

Análisis de Michel Foucault,

p . 225)

A lthusser, p o r su parte, en su lectura de M arx ha de­ fendido ard ien tem en te que el m arxism o no es un his­ toricism o ( A l t h u s s e r : 1 9 6 9 , pp. 1 3 0 y ss.) que suponga que los hechos llevan en sí su propia inteligibilidad, que su m odo de p resentación equivalga a su funciona­ m iento efectivo, insertándolos en la historia. Igualm ente se h a opuesto a una concepción histórica hegeliana, aje­ na al m arxism o, en la que la historia sea un continuo hom ogéneo, sin falla, un tiem po de base sobre el que se dan los fenóm enos políticos, económ icos, etc., g ra­ cias a esta continuidad postulada previam ente. El tiem ­ po h istórico m arxista, según A lthusser, no es hom ogé­ neo ni legible a una m irada, es com pleto porque los he­ chos no se suceden de form a lineal, sino dialéctica y sobredeterm inada. Propone por ello una historia dife­ rencial p a ra cada instancia, una h isto ria con sus p ro ­ pias articulaciones, ru p tu ra s, con su propio tiem po ( C r u z : 1 9 7 7 , pp. 1 5 8 y ss.).

' ■3 C la u d e Lévi-Strauss.

Lévi-Strauss: la antropología estructural

2.1. Mis tres amantes Claude Lévi-Strauss destaca p o r ser el p rim ero que extiende el análisis * estru c tu ral, procedente de la lin­ güística (Saussure, T rubetzkoy y Jakobson), a un cam ­ po no lingüístico: los productos culturales (sistem as de parentesco, m itos, sistem as culturales), fundando así la llam ada antropología estru c tu ral. En 1934 Lévi-Strauss, joven pro feso r de filosofía en un liceo francés, m archa casualm ente (una llamada telefónica) a B rasil com o p ro ­ feso r de Sociología, detalle m ínim o y antiguo, se alza com o una m ontaña —recuerda en su obra autobiográfica T ristes trópicos— , p orque le va a proporcionar la opor­ tu n id ad de e stu d iar la vida de los indios de la Amazonia y decidir su orientación profesional. Ib a e n b u sc a d e u n a so c ie d a d re d u c id a a su m á s s im p le e x p re s ió n . A sí era la d e lo s n a m b ik w a r a , h a sta el p u n to d e q u e n o e n c o n tr é en ella m á s q u e h o m b re s.

H om bres alejados lo m ás posible del desarrollo, in­ fluencias y civilización occidentales, que nos puedan p er­ m itir, com o quería su antecesor y m aestro R ousseau (en su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hom bres), identificar un estado que no existe ya, que quizá nunca existió, y que probablem ente nunca exis­ tirá, pero del que necesitam os tener nociones exactas para juzgar con precisión nuestro estado presente. Soy un etnólogo * que ha trabajado en el terreno y que, tras haber expuesto el resultado de sus observa­ ciones, ha emprendido la tarea de remontar hasta los principios de su ciencia a partir de sus propias ob­ servaciones y de las de sus colegas. ( L é v i - S t r a u s s : 1968, p. 305) Los estudios y obras de Lévi-Strauss, que reflejan una continuidad fundam ental de m étodo y objetivos, pode­ mos agruparlos de la siguiente form a ( G ó m e z G a r c í a , 1981, pp. 27-28): a) Un prim er período de estudios sobre el terreno, cen­ trado en la aplicación del método estructural al aná­ lisis del parentesco y sistemas de organización social: Las estructuras elementales del parentesco y Tristes trópicos. b) Un período intermedio de reflexión metodológica y polémica con otros autores o escuelas: El totemismo en la actualidad, El pensamiento salvaje y Antropolo­ gía estructural I y II. c) Un último período en el que el análisis estructural lo aplica a los mitos indoamericanos: los cuatro volúme­ nes de Mitológicas. E n T ristes trópicos nos dice que, como m aestros, ha tenido tres am antes: la geología, el psicoanálisis y el m arxism o. ¿Qué aportación rep resen taro n en la inves­ tigación antropológica de Lévi-Strauss? Las tres demuestran que comprender consiste en reducir un tipo de realidad a otro; que la realidad verdadera no es nunca la más manifiesta, y que la naturaleza de lo verdadero ya se trasluce en el cui­ dado que pone en sustraerse. ( L é v i -S t r a u s s : 1970, pp. 43-46)

R educir lo m anifiesto a un m odelo * o e stru c tu ra que lo vuelva inteligible (in fraestru c tu ra en el m arxism o, estratificación en geología, inconsciente en psicoanáli­ sis *) serían los principios de estas ciencias. Veamos cada una: • Geología Una interna curiosidad desde la infancia me impulsó ha­ cia la geología, porque más allá de las especulaciones agrícolas, de los accidentes geográficos, de los avatares de la historia y de la prehistoria, el sentido augusto entre todos, ¿no es el que precede, rige y, en amplia medida, explica los otros? Bajo un inmenso desorden aparente y de una variedad de formas hay un sentido fundamental, sin duda oscuro, pero del que todos los otros son tras­ posición parcial o deformada. El modo de pensar geoló­ gico implica considerar una estructura (estratificación) que explique la multiplicidad de formas que aparecen en la superficie. Esta va a ser la línea de investigación apli­ cada por Lévi-Strauss al análisis * de los sistemas cultu­ rales. Por otra parte, en los hechos geológicos el espacio y el tiempo se confunden, la diversidad viviente del ins­ tante yuxtapone y perpetúa las edades..., los siglos y los lugares se responden y hablan lenguajes finalmente con­ cillados. Integrar el acontecimiento histórico (diacronía)* en el sistema o estructura (sincronía)*, uno de los obje­ tivos de Lévi-Strauss, se encuentra ya realizado en la geo­ logía, donde un estado actual (lugar) incluye las vicisitu­ des históricas. • Psicoanálisis La obra de Freud me revelaba precisamente que las con­ ductas en apariencia más afectivas, las operaciones me­ nos racionales, las manifestaciones prelógicas, son, al mis­ mo tiempo, las más significantes pues por encima de lo racional existía una categoría más importante y más váli­ da, la del significante, que es la manera de ser más eleva­ da de lo racional. El inconsciente psicoanalítico deja de ten er un carác­ ter pulsional (im pulsos instintivos) y de p erten ecer a un individuo p articu lar, p ara ten er un carácter estru c tu ­ ral: form a que estru c tu ra toda la vida social. Con ello

se acerca m ás a K ant —com o puso de m anifiesto Ricoeur—, como sistem a categorial a priori * de toda realidad, sólo que en este caso sin referencia a un su jeto hablante, que se encuentra som etido al m ism o inconsciente estru ctu ral. • Marxismo Marx me enseñó que la ciencia social ya no se construye en el plano de los acontecimientos, así como tampoco la física se edifica sobre los datos de la sensibilidad; la fina­ lidad es construir un modelo, estudiar sus propiedades y las diferentes maneras como reacciona en el laboratorio, para aplicar seguidamente esas observaciones a la inter­ pretación de lo que ocurre empíricamente y que puede hallarse muy alejado de las previsiones ( L é v i - S t r a u s s : 1970, p p . 4 5 -4 6 ).

Así pues, la terc er am ante, que conoció hacia los diecisiete años, le aporta la idea de co n stru ir m odelos de las estru c tu ras sociales como tarea del etnólogo, m o­ delos que no se descubren p o r vía em pírica, pero que sirven p ara explicar ésta, una especie de superracionalism o dirigido a integrar lo sensible en lo racional sin sacrificar sus propiedades.

2 .2 . Contra las escuelas historicista y funcionalista Con esta form ación inicial y la aportación decisiva de la lingüística —que verem os en el ap artad o siguiente—, se en fren ta Lévi-Strauss a la tarea de describir y ex­ plicar las sociedades prim itivas (¿prim itivas?, ¿no de­ n o ta la p alab ra m ism a un etnocentrism o e im perialis­ m o de la civilización occidental?), con la co n trad icto ria obligación de estu d iar las civilizaciones ajenas com o si perteneciera a ellas y la suya propia com o si no p erte­ neciera a ella. Investigación que funciona en un triple plano ascendente:

• Como etnógrafo, observar sobre el terreno, recoger datos y documentación de la vida de los pueblos salvajes o exó­ ticos. • Como etnólogo, reelaborar de manera comparativa los conocimientos aportados por la etnografía y formular hipótesis que puedan ser sometidas a contrastación em­ pírica. • Como antropólogo, reflexionar de modo general y filosó­ fico sobre el fenómeno y condición humana. La novedad m etodológica de Lévi-Strauss hay que verla en contraposición con las escuelas dom inantes a m ediados de siglo: historicism o (difusionism o y evolu­ cionism o eran sus variantes) y funcionalism o. Las p ri­ m eras suponen que existe una continuidad en el espacio y tiem po en tre las diversas culturas. Aplicando los m é­ todos com parativos e histórico, el difusionism o entien­ de que los p roductos culturales se han difundido por contactos y p réstam os culturales de un grupo o lugar a otro, y de esta form a serían explicables. Pero LéviS trauss, p o r el contrario, piensa que esto únicam ente es posible forzando la historia h asta el extrem o de p ro ­ b a r la existencia de contactos culturales, cuando un sis­ tem a de relaciones culturales concreto goza de una auto­ nom ía h istó rica que lo hace explicable en relación con una estru c tu ra inconsciente o modelo. Más peligroso aún, p o r el papel dom inante que goza, es el evolucionism o (L. Morgan, antropólogo del xix, es un ilu stre rep resentante), que desde unos estadios evolutivos entiende que n u estra sociedad occidental ocupa el estadio final m ás avanzado de la hum anidad, no siendo las o tras (salvajes o prim itivas) m ás que su­ pervivencias en la escala evolutiva. E sta concepción plan tea —a juicio de Lévi-Strauss— varios problem as: ¿E n base a qué datos o docum entos históricos estable­ cer la evolución cultural?, y sobre todo ¿qué criterio elegir? Pero, adem ás, culturalm ente no se justifica: Un hacha no engendra otra hacha, uno no ha na­ cido del otro sino que cada uno de ellos ha nacido de u n sistema de representaciones. ( L é v i -S t r a u s s :

1968, p. 4)

Es u n a transposición a las ciencias hum anas de una in terp retació n sólo válida en el m undo biológico. No es la diacronía la que da cuenta de la sincronía, es el estudio del sistem a o e stru c tu ra (sincrónico) el que ex­ plica la historia. R echazar la in terpretación evolucio­ n ista es, p o r o tra parte, revalorizar el pensam iento salvaje, indicar que sólo puede com prenderse en sí m is­ mo, sin categorías valorativas heredadas de una civili­ zación concreta (occidental), al tiem po que supone una crítica de sus com ponentes ideológicos (justificación de la explotación colonial en función de la superioridad, en u n a escala de progreso, de la civilización europea). Más cerca está Lévi-Strauss del f u n c i o n a l i s m o , orien­ tación pred o m in an te en la antropología anglosajona (M alinowski y Radcliffe-Brown son los m ás ilu stres re­ presen tan tes), en la m edida en que am bos coinciden en ab an d o n ar la perspectiva histórica como p rim aria p ara dedicarse al estudio sincrónico de cada sociedad. El fun­ cionalism o hace un análisis m inucioso de las costum ­ bres, instituciones o sistem as de intercam bio social, p a ra ver qué funciones cum plen en la vida y organiza­ ción de u na población, lo que les lleva a h ab lar de es­ tru c tu ra s sociales (por ejem plo, Radcliffe-Brown), pero entendidas éstas en un sentido n atu ra lista y em pírico (e stru ctu ra com o orden de los hechos). El objeto del análisis funcional es la e x p lic a c ió n d e lo s h e c h o s a n tr o p o ló g ic o s a to d o s lo s n iv e le s de d esa rro llo , p o r su fu n c ió n , p o r el p a p e l q u e d e s e m p e ñ a n en el s is te m a * to ta l d e la c u ltu ra , p o r la fo r m a e n q u e e s tá n u n id o s u n o s a o tr o s en el in te r io r de e s te s is te m a , y p o r la m a n e ra en q u e e ste s is te m a se re la cio n a c o n el m e d io físic o . (M

a l in o w s k i)

Las reservas críticas que Lévi-Strauss form ula al fun­ cionalism o, según el cuadro siguiente, son que al concen­ tra rse sólo en el estudio de una sociedad p artic u la r sus análisis pierd en validez, ya que no perm iten expli­ car las sem ejanzas o diferencias en tre sociedades por m edio de leyes o principios generales, llegando sólo a generalizaciones inductivas. Lévi-Strauss, p o r el contra-

FUNCIONALISMO ( M

a l i n o w s k i

)

ESTRUCTURALISMO (Lk

v i

-St

r a u s s

)

— E stu d io particular, de una cu ltu ra d eterm inada (for­ m as y contenido v aria­ bles).

— T o d as las sociedades tíúnen la m ism a m entalidad (form as invariables: in­ consciente estru ctu ra l), ex­ p resad as en diversos con­ tenidos.

— Función: relaciones en tre hechos observables y sa­ car conclusiones inductiva­ m ente.

— Función: d escu b rir las re­ laciones estru ctu ra le s en u n a sociedad.

— Cada c u ltu ra form a una u nidad p articu lar.

— T odas las c u ltu ras están estru c tu ra lm e n te relacio­ nadas.

— E stru c tu ra social: expresa las e stru c tu ra s orgánicas (naturalism o) que coinci­ den con las relaciones so­ ciales concretas (em piris­ mo).

mu E stru c tu ra : tiene u n ca­ rá c te r sim bólico (no n a tu ­ ral), no fáctico y es un m odelo teórico (no em pí­ rico) .

rio, p arte de que existen u n as form as invariantes equi­ valentes a un inconsciente e stru c tu ra l (ver ap. 3.4) que Se expresan en diversos contenidos. La tarea del etnólogo consiste en descubrir las rela­ ciones estru c tu rales com unes y las transform aciones que se efectúan en cada sociedad. Un grupo social concreto form a p arte de un grupo cu ltu ral m ás am plio, por lo que en últim o extrem o todas las cu ltu ras están estru c­ tu ralm en te relacionadas, y es esta tesis (no la inducción o com paración) la que perm ite establecer principios ge­ nerales. Por últim o, p ara Lévi-Strauss la noción de es­ tru c tu ra no es del orden de la observación em pírica (como en Radcliffe-Brown), sino u n m odelo teórico ela­ borado p o r el etnólogo p ara explicar las relaciones em ­ píricas,. y los sistem as cu ltu rales tam poco tienen un ca­ rá c te r n atu ra l como, si fueran e stru c tu ra s orgánicas, sino qüe p ertenecen al orden sim bólico, de ahí que se pue­ dan analizar con los m étodos lingüísticos. E sta noción de: e stru c tu ra ha sido acusada de form a­

lista, ¿lo es verdaderam ente? Se entiende como form a­ lism o la m etodología que separa form a de contenido, im poniendo esquem as previos desde fuera al objeto que se analiza. Lévi-Strauss defiende que no se pueden diso­ ciar am bos aspectos, ni la form a está fuera del conte­ nido sino d en tro de él. Así, en el análisis de un m ito no pretendem os im poner desde fuera una e stru c tu ra form al, ésta se detecta a p a rtir de su análisis interno com o su p ro p ia lógica subyacente. En polém ica con el fo rm alista ruso Propp, asegura que: para el estructuralismo no está lo abstracto por un lado, y por el otro lo concreto. Forma * y contenido son de igual naturaleza; el contenido extrae su reali­ dad de su estructura, y lo que se llama forma es la «constitución en estructura» de las estructuras loca­ les en que consiste el contenido. ( L é v i -S t r a u s s :

1979, p . 128)

El error del formalismo se explica por su descono­ cimiento de la complementariedad entre significante y significado, que es reconocida desde Saussure en todo sistema lingüístico. (Idem, p. 137) Pero con esto últim o entram os en la m etodología p ro piam ente e stru c tu ralista de Lévi-Strauss.

2.3. ¿Un nuevo discurso del método? Nuestro método se reduce a postular una analogía de estructura entre diversos órdenes de hechos so­ ciales y el lenguaje, que constituye el hecho social por excelencia. ( L é v i -S t r a u s s : 1979, p . 67) Ya en 1945 en un tem prano artículo (cfr. El análisis estructural en lingüística y en antropología, vid. infra en el Apéndice el C om entario de texto) Lévi-Strauss ex­ ponía las g landes líneas de su m étodo, que en años pos­ terio res iba a ejem plificar en el análisis del parentesco (1949) o los m itos (1964-71). Consiste éste en in te rp re ta r

los hechos sociales como form as de com unicación sim ­ bólica y, p o r tanto, en aplicarles el m odelo lingüísticofonológico que tantos resultados h abía dado h asta el m om ento, haciendo de la lingüística la ciencia social m ás avanzada. Fascinado por el desarrollo de la lingüística que, b ajo los im pulsos y líneas d irectrices de S aussure y de las escuelas de Moscú y P raga (Trubetzkoy y Jakobson, a quien conoció estos años en Nueva York), ha logrado convertirse en ciencia, es necesario to m ar como m odelo la lingüística e stru c tu ral p ara d ar un estatu to propio de ciencia a la sociología y antropología. Punto clave de la nueva lingüística, com o ya hem os señalado, es que la lengua form a un sistem a en el que cada elem ento o sonido (en el caso de la fonología) adquiere su significado p o r referencia al sistem a y p o r las relaciones que, form ando una estru c tu ra, m antiene con los restan tes elem entos, no im portando tan to sus cam bios histórico como su estado actual (sincrónico); de acuerdo con ello adquiere un relevante papel la no­ ción de estru c tu ra /siste m a en la explicación de los he­ chos sociales. P ara Lévi-Strauss la e stru c tu ra es un m odelo de in­ teligibilidad de los hechos, que no se identifica con ninguna realidad em pírica u objeto; m ás bien es un m odelo teórico que explica la form a y m odo en que es­ tán relacionadas las p artes form ando un todo, siendo estas relaciones las que dan valor y significación a cada elem ento. Hay que distinguir claram ente entre relaciones socia­ les em píricas, según el m aterial etnográfico recogido acerca de los pueblos salvajes, y la e stru c tu ra com o m odelo co n stru id o a p a rtir de tales datos, reorganizán­ dolos y rein terp retán d o lo s com o un sistem a. E sta es la clave de la m etodología e stru c tu ra lista de Lévi-Strauss: diseño de m odelos estru ctu rales o sistem áticos que ap o r­ ten una inteligibilidad a las realidades em píricas o bser­ vables. Existe, pues, un doble plano: a) Empírico: funcionamiento real de una sociedad. b) Estructural: modelo teórico construido que lo explique. Como justam ente interpreta Gómez García:

El método, en su aplicación, pone la observación directa de los hechos como punto de partida obligado para cualquier conocimiento. Y concibe el conocimien­ to como construcción de modelos * teóricos que den cuenta de los hechos observados. De modo que los modelos * garantizan su verificabilidad por el recurso a la observación, sea de hechos concretos conocidos o de los que puedan conocerse en otras latitudes. ( G ó m e z G a r c ía : 1981, p. 332) E lab o rar un análisis estru c tu ral significa, como p ri­ m er paso: • Tomar un campo significativo parcial como objeto de análisis, que forma un todo coherentemente organizado. • M ostrar luego los principios de interrelación entre los ele­ mentos. • Diseñar después un modelo teórico que explica tales rela­ ciones en forma de estructura. • Finalmente, poner de manifiesto las estructuras incons­ cientes * que lo hacen posible. En sum a, definir un método que permitiría demostrar que ele­ mentos en apariencia dispares no son necesariamente tales y que detrás de la diversidad desconcertante de los hechos que se ofrecen a la observación empírica pueden encontrarse algunas propiedades invariantes diferentemente combinadas. ( L é v i -S t r a u s s : 1979, pp. 78-79) METODO ESTRUCTURAL: ETAPAS O FASES Hipótesis de trabajo: los hechos sociales están articu­ lados como un lenguaje. a) Observación y descripción de los hechos. Aislados unos sistemas significativos (algún aspecto de la vida social), recoger, como tarea del etnógrafo, detenidamente todo el material disponible, pues los hechos deben ser observados y descritos con exactitud, estudiados en sí mismos y también en relación con el conjunto. ( L é v i -S t r a u s s : 1968, p. 252)

b) C o n str u c c ió n de m o d e lo s r: A partir de la descrip­ ción etnográfica, c o n c e b ir m u c h o s m o d e lo s d ife r e n ­ te s p a ra d e s c r ib ir y e x p lic a r u n g ru p o d e fe n ó m e ­ n o s ; el m e jo r se rá s ie m p r e el m o d e lo q u e , s ie n d o el, m á s s im p le , n o u tilic e o tr o s h e c h o s fu e r a d e los c o n s id e r a d o s y d é c u e n ta d e to d o s. c:)

E x p e r im e n ta c ió n so b r e lo s m o d e lo s: C o n ju n to d e p r o c e d im ie n to s q u e p e r m ita n s a b e r c ó m o rea cc io ­ na u n m o d e lo s o m e tid o a m o d ific a c io n e s o c o m ­ p a r a r d o s m o d e lo s d e l m is m o tip o o d e tip o s d ife ­ r e n te s e n tr e sí. Contrastar el modelo general con el sistema investigado, d e d u c ie n d o consecuencias

contrastables con los hechos concretos. d) In té r c o m p a r a r y fo r m u l a r la s e s tr u c tu r a s d e cada s is te m a para generalizar, tanto como sea posible, los modelos * que marquen los principios invarian­ tes del sistema considerado, de los que todos los casos concretos serán variantes transformacionales. Como último paso llegar a dilucidar las e s tr u c ­ tu r a s m e n ta le s que como matriz generadora la ha­ cen posible, y que expresan la e s tr u c tu r a d e las e s tr u c tu r a s u o rd e n d e ó rd e n e s. Sin duda —en la construcción de m odelos operam os una reducción o sim plificación de la realidad—, no nos im p o rtan todas las variables o elem entos, sino sólo los relevantes p a ra el m odelo considerado; pero ello no es un obstáculo en la explicación: toda la ciencia m oderna, desde Galileo, consiste en reducir lo com plejo a lo simple. No se p reten de que todo sea abarcable p o r el análisis estru c tu ral. Lévi-Strauss lo ha subrayado varias veces con m otivo de algunas críticas, pues c o m o p a sa co n el m ic r o s c o p io ó p tic o , in c a p a z d e re­ v e la r al o b s e r v a d o r la e s tr u c tu r a ú ltim a d e la m a te ria , s o la m e n te q u e d a e le g ir e n tr e d ife r e n te s a u m e n to s : c a d a u n o pone, de m a n ifie s to u n n iv e l d e o rg a n iza c ió n c u y a v e rd a d es re la tiv a n a d a m á s, y m ie n tr a s sg la a d o p te e x c lu y e la p e rc e p c ió n d e o tr o s n iv e le s . ( L é v i -S t r a u s s : 1968, b ,

p.

73)

Nos queda, p or últim o, destacar q u é el m odelo es­ tru c tu ra l no sólo tiene que d a r cuenta del estado sin­

crónico-m om entáneo de una estru c tu ra, sino que tam ­ bién tiene que d ar cuenta de sus transform aciones. Para Lévi-Strauss en tre dos posibilidades com binatorias ex­ trem as, una inversión de la otra, se intercalan un c o n ­ ju n to de posibilidades interm edias y todas ju n tas for­ m an un grupo de transform ación. E sta transform ación se entiende no en el sentido de un tiem po histórico de­ term inado, sino en el in terio r del m odelo considerado. Se puede co n siderar que el pensam iento m oderno queda tópicam ente reflejado en el Discurso del m étodo de D escartes, donde se proclam a la prim acía del yo su jeto como instancia fundam ental a cuyo juicio se som ete cualquier o tra realidad. En la m edida que el e stru ctu ralism o de Lévi-Strauss proclam a, co n tra ria­ m ente, la prim acía de la e stru c tu ra en la constitución de cualquier hecho —incluido el m ism o sujeto cons­ ciente— propugna el estudio inm anente (interno, sin­ crónico) de los hechos sociales, no perm itiendo la in ter­ vención de o tras instancias trascendentes (conciencia o sujeto); un nuevo m étodo (novum organom) que da al tra s te con los postulados cartesianos y m ás concreta­ m ente con las corrientes filosóficas consideradas sus últim os rep resen tan tes en suelo francés: fenom enolo­ gía y existencialism o. Pero tam bién, sin tan largo al­ cance, cabe considerarlo sim plem ente com o el m étodo de un discurso: el discurso de la antropología estru c tu ­ ral. Así lo concibe Lévi-Strauss: una reflexión m etodo­ lógica sobre u na p ráctica discursiva.

2.4. ¿Disolución del sujeto? Creemos que el fin último de las ciencias humanas no es constituir al hombre, sino disolverlo. Reintegrar la cultura en la naturaleza y, finalmente, la vida en el conjunto de sus condiciones fisicoquímicas. ( L é v i -S t r a u s s : 1964, pp. 357-358) El p u n to de vista adoptado por el estructu ralism o cen trad o p rim ariam en te en las estru c tu ras conduce a un eclipse de la subjetividad. La estru ctu ra, como hem os señalado, sustituye la ilusión de la conciencia y la liber­

tad p ropias de una filosofía del cogito *. El su jeto queda al m argen, no interviene en la explicación científica. P reten d er explicar o bjetivam ente las ciencias sociales im plica que el su jeto no sea el centro de referencia. Es necesario en ten der (ver ap. 1.4) que no estam os an te ningún desprecio del sujeto hum ano real, ético o práctico; estam os sim plem ente ante un antisubjetivism o teórico o epistem ológico. Cabe h ab lar entonces p arad ó ­ jicam ente, como defiende Pedro Gómez (1981, 207), en un plano práctico-m oral, de un hum anism o ético-político, si este térm ino tan m anoseado guarda aún algún sentido. ¿Cuáles serían sus principios? F ren te al hum anism o clásico (renacentista), re strin ­ gido a la cu ltu ra clásica y al área m ed iterrán ea y frente al hum anism o burgués del xvm -xix, ligado a intereses económ icos, Lévi-Strauss propone un hum anism o etno­ lógico o dem ocrático, que supera las fronteras, al inte­ resarse p o r las sociedades mal llam adas prim itivas, p ara convertirse en universalista: Buscando su inspiración en el seno de las sociedades más humildes y desdeñadas, proclama que fiada de humano podría ser ajeno al hombre y funda así un humanismo * democrático que se opone a los que lo precedieron: creados para privilegiados, a partir de civilizaciones privilegiadas. Y movilizando métodos y técnicas tomadas de todas las ciencias para que sir­ van al conocimiento del hombre, invoca la reconcilia­ ción del hombre y de la naturaleza, en un humanis­ mo * generalizado. ( L é v i -S t r a u s s : 1979, p . 259) Todas las cu ltu ras tienen los m ism os derechos (hu­ m anism o dem ocrático) y en interdependencia con la na­ turaleza (hum anism o generalizado o ecológico). Un h u ­ m anism o de este tipo com porta unos principios m ora­ les: respeto por toda form a de vida y de cultura, p re­ servación de la diversidad cultural, lo que im plica al tiem po una tran sform ación de la propia sociedad. Mi solución es constructiva, porque funda sobre los mismos principios dos actitudes en apariencia con­ tradictorias: el respeto hacia sociedades muy dife­

rentes de la nuestra, y la participación activa en los esfuerzos de transformación de nuestra propia so­ ciedad. ( L é v i - S t r a u s s : 1968, p. 303) A prender de la lección que nos proporcionan los m itos y la cu ltu ra salvaje significa que un humanismo bien ordenado no comienza por uno mismo, sino que coloca al mundo antes que la vida, la vida antes que el hombre, el respeto a los otros antes que el amor propio; y que incluso una perma­ nencia de uno o dos millones de años sobre esta tie­ rra, en vista de que de todas maneras tendrá un fin, no podría servir de excusa a ninguna especie, así fuese la nuestra, para apropiársela como una cosa y condu­ cirse hacia ella sin pudor ni discreción. ( L é v i - S t r a u s s : 1970, p . 4 4 4 )

Desde su óptica de etnógrafo que ha estudiado las civilizaciones salvajes, el progreso y la supuesta supe­ rio rid ad de la civilización occidental se relativiza y m u estra su am bivalencia, en m uchos casos (destrucción ecológica) un antiprogreso. En cualquier caso, el criterio de la civilización occidental no es el único; llegam os a llam ar salvaje al que no com parte n u estra civilización, y p rim itivo al que no sigue nuestras pautas culturales, pero esto es un etnocentrism o que no reconoce la p lu ra­ lidad y la diversidad cultural. Desde u n a nostalgia trágica y descorazonadora —finitu d de la vida h u m ana en la tierra y de las estru ctu ras sociales— contem pla la sociedad como una m áquina que fab rica orden, pero al m ism o tiem po que trabaja en la desintegración de un orden original, y que precipita una m ateria poderosam ente organizada hacia una inercia cada vez m ayor que un día será definiva. El hom bre no ha hecho otra cosa que disociar alegrem ente millo­ nes de estructuras para reducirlas a un estado donde ya no son suceptibles de integración. El segundo principio de la term inodinám ica (ley de la entropía) se aplicaría tam bién a la cu ltu ra hum ana, y entonces la civilización m oderna y su progreso, de la que tan orgullosos estam os, aparece com o un m ecanis­

m o prodigiosam ente com plejo en el que estaríam os ten­ tados de ver la oportunidad que tiene nuestro universo de sobrevivir, si su función no fuera la de fabricar lo que los físicos llaman entropía, es decir, inercia, con lo que el m undo com enzó sin el hom bre y acabará sin él. Desde estas coordenadas es posible en ten d er el su­ puesto antihum ano y la disolución del sujeto de LéviS trauss. Así, en el capítulo final de El pensam iento sal­ vaje titulado Historia y dialéctica, en que tra ta de la fam osa discusión con S artre, ataca lo que llam a la m ística de la historia que postula una equivalencia en­ tre la noción de h isto ria y la de hum anidad, pensando que la diacronía funda un tipo de inteligibilidad no sola­ m ente su p erio r a la sincronía sino de un orden m ás específicam ente hum ano. En ello ve Lévi-Strauss el ú ltim o refugio de un hum anism o trascendental. Y en las páginas finales del tom o IV de la serie Mitológicas critica a todos aquellos filósofos que, trata n d o de salvar la libertad, espontaneidad y creatividad del sujeto, si­ guen prisioneros del viejo hum anism o que busca siem ­ p re p or todos los m edios e n c o n trar un refugio donde la identidad personal, pobre tesoro, esté protegida. El es­ tru ctu ralism o , arg u m enta Lévi-Strauss, tra ta de buscar una racionalidad sin sujeto, liberando al hom bre de las falsas ilusiones hum anistas, al poner de m anifiesto que den tro de la e stru c tu ra no corresponde al hom bre elegir.

La puesta en práctica del método

3.1. Las estructuras de parentesco La p rim era gran puesta en práctica del m étodo estru c­ tu ral la lleva a cabo Lévi-Strauss en Las estructuras elem entales del parentesco en 1949. E xisten u n a diver­ sidad de sistem as de parentesco según los lugares y grupos sociales, pero para hacerlos inteligibles han de reducirse a un núm ero lim itado de m odelos, a su vez red u ctib le a una estructura general que explica, por transform aciones o p ortunas y regladas, cada una de las form as p articu lares que adopta en una sociedad. Y ello es posible porque: debido a su carácter de sistema de símbolos, los sis­ temas de parentesco ofrecen al antropólogo un terre­ no privilegiado en el que sus esfuerzos pueden casi alcanzar (insistimos en este casi) los de la ciencia social más desarrollada, es decir, la lingüística. Pero la condición de este acercamiento, del que puede espe­ rarse un mejor conocimiento del hombre, consiste en no olvidar nunca que, tanto en el estudio sociológico

como en el estudio lingüístico, nos hallamos en pleno simbolismo. ( L é v j - S t r a u s s : 1968, p p . 49-50)

P artiendo del postulado general, que será preciso de­ m o strar, de que los fenóm enos de parentesco y los lin­ güísticos p resen tan una hom ología estru c tu ral, se tra ta deí considerar las relaciones de parentesco (entre los sexos) com o un m odo de com unicación social. La ap o r­ tación original de Lévi-Strauss consiste en explicar tales relaciones según los principios que rigen en los sistem as lingüísticos (más co n cretam ente según la fonología * de Jakobson). Y el punto final de llegada será co n stru ir un m odelo * básico axiom atizable a p a rtir del cual se pueda explicar cualquier relación de parentesco. La re ­ curren cia u hom ología en todos los lugares indicaría que expresan- leyes generales —a nivel inconsciente— del esp íritu hum ano. La fonología no se interesa por los sonidos aislados, sino únicam ente en cuanto indican rasgos distintivos (parejas opuestas) binarios o diferencias significativas entre sonidos. No estudia los térm inos com o entidades independientes, sino en cuanto sus relaciones form an un sistem a, fijando su atención en d escu b rir la e stru c tu ra inconsciente que hace posible los fenóm enos lingüísti­ cos conscientes (vid. en el Apéndice el C om entario de Texto). De m odo parecido los térm inos de parentesco (padre, m adre, hijo, tío, sobrino, prim o, etc.) no adquie­ ren significación m ás que a condición de integrarse en sistem as (reglas m atrim oniales, relaciones de p aren ­ tesco). No o bstante, la hom ología de p artid a no es total. En el lenguaje se conocía su función (com unicación), pero se ignoraba el sistem a, que la fonología ha revelado (rasgos distintivos). Inversam ente en los térm inos de parentesco, ap a rte de ser palabras que form an p arte del vocabulario de una lengua, funcionan com o un sis­ tem a, desconociéndose su función; en cam bio, en cuanto a las actitudes (sistem a de conductas p re scritas en una cu ltu ra p ara las relaciones en tre parientes: respeto o

fam iliaridad, derecho o deber, afecto u hostilidad, etc.) se p resen ta la m ism a situación que el lenguaje: conoce­ mos la función (asegurar la cohesión y el equilibrio del grupo), pero desconocem os el sistem a. Hay, pues, relación en tre los dos sistem as (fonológico y p aren tes­ co), pero uno no es reflejo del otro. Con estas salveda­ des cabe aplicar el m odelo lingüístico. Igual que del posible m aterial fonético (diversidad de sonidos) la lengua sólo retiene un núm ero escaso que resu lta p ertin en te form ando un sistem a, de la diversi­ dad de actitu d es cada grupo social selecciona un n ú ­ m ero determ inado, alguno de los cuales perm anece idéntico en las cu ltu ras m ás diversas, com binándolos y form ando e stru c tu ra s diversificadas. Cabe, entonces, u n a vez inventariado, restablecer los elem entos que fal­ tan y p reg u n tarse por la razón selectiva y sus leyes co m binatorias p ara conocer el sistem a. Un ejem plo: en algunas sociedades la relación tío m a tern o /so b rin o (llam ada avunculado) p resen ta un do­ ble sistem a de actitudes (parecido a los pares de oposi­ ciones de la fonología). Donde la relación en tre p ad re e hijo es fam iliar, la relación entre tío m aterno y sobrino es rigurosa; y allí donde el padre aparece com o la au to ­ ridad, el tío es trata d o con libertad. Según Lévi-Strauss, siguiendo a Radcliffe-Brown, la función del sistem a de p arentesco no puede explicarse recurriendo a buscar un origen histórico, se ha de buscar sincrónicam ente (rela­ ción en el in terio r del sistem a). Tenem os entonces una correlación en tre cu atro pares de oposiciones: las re la­ ciones p a d re /h ijo , tío m atern o /h ijo de la herm ana, h er­ m an o /h erm a n a y m arid o /m u jer, apareciendo así una es­ tru c tu ra en cu atro térm inos (herm ano, herm ana, padre, hijo) unidos en tre sí p o r dos pares de oposiciones co­ rrelativ as (ver esquem a en página siguiente). Es la e stru c tu ra m ás sim ple de parentesco que puede concebirse, p o rque para que exista una estructura de parentesco es ne­ cesario que se hallen presentes los tres tipos de rela­ ciones familiares dadas siempre en la sociedad huma­ na, es decir, una relación de consanguinidad, una de

alianza y una de afiliación; dicho de otra manera, una relación de hermano a hermana, una relación de es­ poso a esposa y una relación de progenitor a hijo (...). No es necesario, pues, explicar cómo el tío materno hace su aparición en la estructura de parentesco: no aparece, sino que está inmediatamente dado: es la condición de esa estructura. ( L é v i -S t r a u s s : 1968, p . 4 5 )

El papel del tío m aterno se explica en últim o térm i­ no p o r la existencia universal de la prohibición del in­ cesto: el sobrino tiene que o b ten er la m u jer de otro hom bre, que se la cede en calidad de h ija o herm ana de él, debiendo dirigirse —p o r tan to — fuera de la fam i­ lia natu ral. E n su base está el intercam bio de m ujeres (función), que m antiene dinám icam ente la estru c tu ra (sistem a). Las n orm as de m atrim onio y el sistem a de p arentesco ad quieren su funcionalidad al considerarlos com o una especie de lenguaje. Ambos sistem as (lengua­ je n atu ra l y parentesco) form an un conjunto de o p era­ ciones destinadas a asegurar, entre individuos o grupos, cierto tipo de com unicación.

3.2. Prohibición del incesto: ¿naturaleza o cultura? E n la base de las estru c tu ras de parentesco está una regla especial: la prohibición del incesto. Por un lado esta regla, en su contenido concreto, varía según las so­ ciedades (carácter cu ltu ral de los com portam ientos re­ glados); pero, p o r otro, es universal, y en este sentido p articip a del ca rác te r de las leyes naturales. En todas partes donde se presente la regla sabemos con certeza que estamos en el estadio de la cultura. Simétricamente, es fácil reconocer en lo universal el criterio de la naturaleza, puesto que lo constante en todos los hombres escapa necesariamente al dominio de las costumbres, de las técnicas y de las institucio­ nes por las que sus grupos se distinguen y oponen... Sostenemos, pues, que todo lo que es universal en el hombre corresponde al orden de la naturaleza y se

caracteriza por la espontaneidad, mientras que todo lo que está sujeto a una norma pertenece a la cultura y presenta los atributos de lo relativo y de lo particu­ lar. Nos encontramos entonces con un hecho, o más bien con un conjunto de hechos que, a la luz de las defunciones precedentes, no está lejos de presentarse como un escándalo: nos referimos a este conjunto complejo de creencias, costumbres, estipulaciones e instituciones que se designa con el nombre de prohi­ bición del incesto. La prohibición del incesto presenta, sin el menor equívoco y reunidos de modo indisolu­ ble, los dos caracteres en los que reconocimos los atri­ butos contradictorios de dos órdenes excluyentes: cons­ tituye una regla, pero una regla que es la única entre todas las reglas sociales, que posee al mismo tiempo un carácter universal. (L

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1969, p p . 41-42)

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