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Historia de la Dermatología Latinoamericana
bajo la dirección de
Ricardo Galimberti Adrián Martín Pierini Andrea Bettina Cervini
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA LATINOAMERICANA
Historia de la Dermatología Latinoamericana, bajo la dirección de Ricardo Galimberti, Adrián Martín Pierini y Andrea Bettina Cervini. Este libro ha sido realizado por iniciativa del Comité Organizador del XXI Congreso Mundial de Dermatología, Buenos Aires, 2007. Redactado por 73 autores que representan a la comunidad dermatológica de América Latina, constituye el regalo oficial del XXI Congreso Mundial de Dermatología, realizado en Buenos Aires del 1º al 5 de octubre de 2007. La Historia de la Dermatología Latinoamericana se publica gracias a un fondo educativo irrestricto de Laboratorios Pierre Fabre Dermo-Cosmétique.
Coordinación editorial: Andrea Bettina Cervini Revisión de contenidos: Andrea Bettina Cervini, Amelia Laterza y Adrián Martín Pierini Edición técnica: Margarita Pierini Diseño de interiores: Petits Papiers, en Toulouse (Francia) Composición tipográfica, armado y corrección: Rafael Centeno Diseño de portada: Mariana Nemitz
© 2007, Éditions Privat 10, rue des Arts BP 38028 31080 Toulouse Cedex 6 ISBN: 978-2-7089-5864-7 Depósito legal: abril 2007
En tapa: Estatuillas prehispánicas con lesiones de la piel
Bajo la dirección de RICARDO GALIMBERTI , ADRIÁN MARTÍN PIERINI , ANDREA BETTINA CERVINI
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA LATINOAMERICANA
LABORATOIRES PIERRE FABRE
AUTORES DEL LIBRO HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA LATINOAMERICANA QUE ASISTIERON AL CÓCTEL REALIZADO EL DÍA 17 DE NOVIEMBRE DE 2005 EN CARTAGENA, COLOMBIA, EN EL MARCO DEL XIV CONGRESO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA (CILAD) Alfredo Abreu Daniel (Cuba); Gilberto Adame Miranda (México); Danielle Alencar-Ponte (Colombia); Claudio Arias Argudo (Ecuador); Ma. Isabel Arias Gómez (México); Eduardo Baños (El Salvador); Antonio Barrera Arenales (Colombia); Zuño Burstein Alva (Perú); Andrea Bettina Cervini (Argentina); Mauricio Coello Uriguen (Ecuador); Paulo R. Cunha (Brasil); Luis Flores-Cevallos (Perú); Elbio FloresCevallos (Perú); Ricardo Galimberti (Argentina); Pedro García Zubillaga (Argentina); Jaime Gil Jaramillo (Colombia); Flavio Gómez Vargas (Colombia); Rubén Guarda Tatín (Chile); Enrique Hernández Pérez (El Salvador); Alfredo Lander Marcano (Venezuela); Franklin Madero Izaguirre (Ecuador); Fernando Magill (Perú); Graciela Manzur (Argentina); Aldo Edgar Martínez Campos (Nicaragua); José A. Mássimo (Argentina); Jairo Mesa Cock (Colombia); Martha Miniño (República Dominicana); Isaac Neira Cuadra (Nicaragua); León Neumann Scheffer (México); Yolanda Ortiz (México); Adrián Martín Pierini (Argentina); Jaime Piquero Martín (Venezuela); Leana Quintanilla (El Salvador); Roberto Rampoldi (Uruguay); Antonio Rondón Lugo (Venezuela); Amado Saúl (México); Eduardo Silva-Lizama (Guatemala); César Iván Varela Hernández (Colombia); Mirta Vázquez (Argentina); Alberto Woscoff (Argentina)
LISTA DE AUTORES
ABREU DANIEL, ALFREDO (Cuba). Profesor Consultante. Presidente de la Sociedad Cubana de Dermatología. Jefe del Grupo Nacional de Dermatología del Ministerio de Salud Pública de Cuba. ADAME MIRANDA, GILBERTO (México). Dermatólogo. Práctica Privada. Presidente de la Academia Mexicana de Dermatología (2006-2007). ALENCAR-PONTE, DANIELLE (Colombia). Especialista en Dermatología y Clínica Médica. Diplomada en Programación Neurolingüística. Dermatóloga. Servicio Médico de la Universidad del Valle. ALMODÓVAR, PABLO I. (Puerto Rico). Catedrático Asociado; Departamento de Dermatología de la Escuela de Medicina, Universidad de Puerto Rico. AMOR GARCÍA, FRANCISCO (Uruguay). Jefe del Servicio de Dermatología. Ministerio de Salud Pública. Montevideo. ARENAS, ROBERTO (México). Presidente del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (2003-2007). ARIAS ARGUDO, CLAUDIO (Ecuador). Presidente de la Academia Ecuatoriana de Medicina. Ex Profesor de las Cátedras de Medicina Interna y Dermatología de la Universidad de Cuenca y de la Universidad Católica. ARIAS GÓMEZ, MA. ISABEL (México). Dermatóloga. Práctica Privada. BAÑOS, JULIO EDUARDO (El Salvador). Presidente de la Asociación Dermatológica de El Salvador. BARRERA ARENALES, ANTONIO (Colombia). Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología Pediátrica. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatopatología. BORES, AMALIA M. (Argentina). Médica Dermatóloga. Docente Pedagógica en Ciencias de la Salud y Carrera Docente. Orientación Dermatología e Historia de la Medicina. BORES, INÉS A. (Argentina). Médica Dermatóloga. Docente Pedagógica en Ciencias de la Salud y Carrera Docente; Orientación Dermatología e Historia de la Medicina. BURSTEIN, ZUÑO (Perú). Profesor Emérito de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Dermatología y Medicina Tropical). Académico de Número de la Academia Nacional de Medicina, Perú. Investigador Permanente del Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión, UNMSM (Dermatología Sanitaria). CÁCERES, HÉCTOR (Perú). Médico Dermatólogo Pediatra. Instituto de Salud del Niño, Lima. Profesor de Dermatología. Universidad Peruana Cayetano Heredia. Presidente de la Sociedad Latinoamericana de Dermatología Pediátrica. CAMPOS MACÍAS, PABLO (México). Departamento de Dermatología, Hospital Aranda de la Parra, León, Gto. Facultad de Medicina, Universidad de Guanajuato. CÁRDENAS UZQUIANO, FERNANDO (Bolivia) (✝). Profesor Emérito, Universidad Mayor de San Andrés.
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LISTA DE AUTORES
CERVINI, ANDREA BETTINA (Argentina). Médica Dermatóloga. Médica Asistente del Servicio de Dermatología del Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan, Buenos Aires. Docente adscripta orientación Dermatología de la Universidad de Buenos Aires. COELLO URIGUEN, MAURICIO (Ecuador). Médico Dermatólogo. Sociedad Ecuatoriana de Dermatología Núcleo del Azuay. CORREA, JULIO (Paraguay). Médico Dermatólogo. Miembro activo de la Sociedad Paraguaya de Dermatología. CUNHA, PAULO R. (Brasil). Profesor Autónomo de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo. Profesor Titular de Dermatología de la Facultad de Medicina de Jundiaí. Posdoctorado en The New York University. DE LEÓN G., SUZZETTE (Guatemala). Jefe de la Unidad de Docencia Instituto de Dermatología y Cirugía de Piel. DÍAZ ALMEIDA, JOSÉ G. (Cuba). Profesor de Mérito. Doctor en Ciencias Médicas. Jefe de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas General Calixto García. DIEZ DE MEDINA, JUAN CARLOS (Bolivia). Jefe de enseñanza e investigación de la Fundación Piel, Bolivia. FAIZAL GEAGEA, MICHEL (Colombia). Coordinador, Unidad de Dermatología, Universidad Nacional de Colombia. Profesor Asociado, Unidad de Dermatología, Universidad Nacional de Colombia. Director del Departamento de Medicina Interna de la Universidad Nacional de Colombia. FALABELLA, RAFAEL (Colombia). Profesor Emérito. Jefe del Servicio de Dermatología, Universidad del Valle, Cali. FLORES-CEVALLOS, ELBIO (Perú). Profesor de Cirugía Humana de Cabeza y Cuello, Facultad de Medicina de San Fernando, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima. Fundador y Ex Jefe del Servicio Docente y Asistencial de Cirugía de Cabeza y Cuello del Hospital General Nacional Dos de Mayo, Lima. FLORES-CEVALLOS, LUIS (Perú). Profesor de Dermatología, Facultad de Medicina de San Fernando, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima. Fundador del Servicio Asistencial y Docente de Dermatología del Hospital Edgardo Rebagliati Martins y Ex Director. GALIMBERTI, RICARDO (Argentina). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Italiano de Buenos Aires. Profesor Regular Adjunto de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Profesor Adjunto de la Escuela de Medicina del Hospital Italiano de Buenos Aires. GARCÍA ZUBILLAGA, PEDRO (Argentina). Pediatra-Dermatólogo Universitario. Docente Adscripto a Dermatología, Facultad de Medicina UBA. Dermatólogo Pediatra del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. GIL JARAMILLO, JAIME (Colombia). Profesor del Servicio de Dermatología, Universidad Libre de Cali. Dermatólogo. Instituto de Seguros Sociales de Cali. GÓMEZ VARGAS, FLAVIO (Colombia). Ex Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Profesor Titular, Servicio de Dermatología, Universidad de Antioquia. GONZÁLEZ ROJAS, Carlos Horacio (Colombia). Ex Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología Pediátrica. Ex Presidente del Colegio Iberoamericano de Criocirugía. GREENBERG CORDERO, PETER A. (Guatemala). Director Médico del Instituto de Dermatología y Cirugía de Piel. Miembro de la Academia Guatemalteca de Dermatología. GUARDA TATÍN, RUBÉN (Chile). Ex-Presidente de la Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología (1986-1990). Ex-Profesor Asociado de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. GUTIÉRREZ ALDANA, GUILLERMO (Colombia). Ex Jefe, ex Profesor Titular y Profesor Emérito del Servicio de Dermatología de la Universidad Nacional de Colombia. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.
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Historia de la Dermatología latinoamericana
HALPERT, EVELYNE (Colombia). Jefe de la Sección de Dermatología Pediátrica de la Fundación Santa Fe de Bogotá. Médica Dermatóloga de la Universidad de Antioquia y Dermatóloga Infantil del Instituto Nacional de Pediatría DIF de México. HERNÁNDEZ PÉREZ, ENRIQUE (El Salvador). Director del Centro de Dermatología y Cirugía Cosmética de San Salvador. Presidente de la Mesoamerican Academy of Cosmetic Surgery y Miembro del Grupo de Actualidades Terapéuticas Dermatológicas. ISA ISA, RAFAEL (República Dominicana). Médico dermatólogo, epidemiólogo y micólogo. Director General del IDCP–DHBD. Vicepresidente del CILAD. LANDER MARCANO, ALFREDO (Venezuela). Presidente de la Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. MADERO IZAGUIRRE, FRANKLIN (Ecuador). Médico Dermatólogo. Profesor del Posgrado de Dermatología Universidad de Guayaquil. Jefe del Servicio de Dermatología Pediátrica Hospital del Niño Dr. Francisco de Ycaza Bustamante. Dermatólogo Pediatra del Hospital de Niños Dr. Roberto Gilbert E. MADERO IZAGUIRRE, MAURO (Ecuador). Profesor Principal de Historia de la Medicina, Inmunología Básica e Inmunología Clínica, Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Profesor de Posgrado de Dermatología, Universidad de Guayaquil. Jefe del Servicio de Alergia del Hospital Dr. Teodoro Maldonado Carbo, IESS, Guayaquil. MAGILL, FERNANDO (Perú). Presidente del RADLA 2004. MANZUR, GRACIELA (Argentina). Pediatra-Neonatóloga. Dermatóloga Universitaria. Dermatóloga Pediatra del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. MARTÍNEZ CAMPOS, ALDO EDGAR (Nicaragua). Médico Dermatólogo. Profesor Titular de la Cátedra de Dermatología, Facultad de Medicina, Universidad Americana. MÁSSIMO, JOSÉ ANTONIO (Argentina). Doctor en Medicina. Pediatra-Dermatólogo Universitario. Director de la Carrera de Dermatología Pediátrica de la Facultad de Medicina UBA. Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. MESA COCK, JAIRO (Colombia). Ex Jefe del Servicio y Profesor Titular de Dermatología. Servicio de Dermatología de la Universidad de Caldas. Director de la Página Web de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. MINIÑO, MARTHA (República Dominicana). Médica Patóloga, Dermatóloga y Dermatopatóloga. Editora de la Revista Dominicana de Dermatología y en el IDCP / DHBD. MONTENEGRO LÓPEZ, GALO (Ecuador). Médico Dermatólogo. Servicio de Dermatología, Hospital Carlos Andrade Marín, Quito. NEIRA CUADRA, JORGE ISAAC (Nicaragua). Médico Dermatólogo. Profesor Auxiliar de la Cátedra de Dermatología, Facultad de Medicina, Universidad Americana. Profesor Auxiliar de la Cátedra de Posgrado de Dermatología, Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua. NEUMANN SCHEFFER, LEÓN (México). Ex Presidente Sociedad Mexicana de Cirugía Dermatológica y Oncológica. ORTIZ, YOLANDA (México). Profesora de Dermatología IPN. Jefa del Servicio del Hospital Juárez de México. PIERINI, ADRIÁN MARTÍN (Argentina). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan. Profesor Adjunto de Dermatología, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires. PIERINI, LUIS DAVID (Argentina). Ex Jefe de los Servicios de Neurología de los Hospitales Torcuato de Alvear e Ignacio Pirovano, Buenos Aires. Ex Docente de Neurología de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro Titular del Tribunal de Honor del Colegio Argentino de Neurólogos Clínicos. PIQUERO MARTÍN, JAIME (Venezuela). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Vargas de Caracas. Instituto de Biomedicina. QUINTANILLA SÁNCHEZ, LEANA (El Salvador). Secretaria de la Asociación Dermatológica de El Salvador.
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LISTA DE AUTORES
QUIÑÓNES, CÉSAR (Puerto Rico). Catedrático Asociado Ad Honorem, Departamento de Dermatología de la Escuela de Medicina Universidad de Puerto Rico. RAMPOLDI BESTARD, ROBERTO (Uruguay). Médico Dermatólogo. REYES FLORES, OSCAR (Venezuela). Miembro Honorario de la Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. RONDÓN LUGO, ANTONIO (Venezuela). Jefe de Cátedra de Dermatología de la Escuela de Medicina José M. Vargas, UCV. RUIZ MALDONADO, RAMÓN (México). Profesor Titular de Dermatología y Dermatología Pediátrica, Universidad Nacional Autónoma de México. Investigador Nacional nivel III del Sistema Nacional de Investigadores. Investigador en Ciencias Médicas “F” de los Institutos Nacionales de Salud. SAÚL, AMADO (México). Profesor de Dermatología UNAM e IPN. Consultor Técnico del Servicio Dermatología del Hospital General de México. SILVA-LIZAMA, EDUARDO (Guatemala). Jefe de la Unidad de Dermatología, Centro Médico Militar, Guatemala. Coordinador de la Cátedra de Dermatología, Facultad de Medicina, Universidad Mariano Gálvez. Miembro de la Asociación Guatemalteca de Dermatología, de la Sociedad Centroamericana de Dermatología, CILAD, de la Internacional Society of Dermatology y de la American Academy of Dermatology. TRUJILLO REINA, BENJAMÍN (Venezuela). Vicepresidente de la Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. URQUIZU DÁVILA, PABLO HUMBERTO (Guatemala). Jefe de la Unidad de Dermatología, Departamento de Medicina Interna, Hospital Roosevelt. Ex Presidente de la Asociación Guatemalteca de Dermatología. Miembro de la Sociedad Centroamericana de Dermatología, del Colegio Ibero Latinoamericano de Dermatología y de la American Academy of Dermatology. VALDIVIA BLONDET, LUIS (Perú). Profesor Principal de Dermatología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. VALLE, LIDIA E. (Argentina). Dermatóloga Universitaria. Docente Adscripta en Dermatología, UBA. Profesora Universitaria en Medicina, UCS. VARELA HERNÁNDEZ, CÉSAR IVÁN (Colombia). Profesor Ad Honorem Servicio de Dermatología, Departamento de Medicina Interna, Universidad del Valle. Presidente-Fundador de la Asociación de Historia de la Dermatología Colombiana. Ex Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica, Capítulo Valle del Cauca. VARGAS MONTIEL, HERNÁN (Venezuela). Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de Maracaibo. VÁZQUEZ, MIRTA (Argentina). Médica Pediatra del Servicio de Pediatría del Hospital Pirovano, Buenos Aires. VELÁSQUEZ BERRUECOS, JUAN PEDRO (Colombia). Ex Presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. Ex Jefe del Servicio de Dermatología de la Universidad de Antioquia. Ex Profesor Titular del Servicio de Dermatología de la Universidad de Antioquia. VIGLIOGLIA, PABLO A. (Argentina). Profesor Emérito, Universidad de Buenos Aires. VIGNALE, RAÚL (Uruguay). Profesor Emérito de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina. Jefe del Servicio de Dermatología, Ministerio de Salud Pública. WOSCOFF, ALBERTO (Argentina). Profesor Consulto Titular, Universidad de Buenos Aires.
ÍNDICE
PRÓLOGO: EL INICIO DE UN CAMINO (RICARDO GALIMBERTI, ADRIÁN MARTÍN PIERINI, ANDREA BETTINA CERVINI) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .17 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN LAS CULTURAS INDÍGENAS ARGENTINAS (LUIS DAVID PIERINI) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .19 Los grupos indígenas: botánica médica, geografía médica, patologías . . . . . . . . . . . .20 Los grupos brasilio-guaraníes y Chaco Litoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .20 Grupos del Noroeste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26 El grupo andino y de las Sierras Centrales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .27 Pampas, querandíes y puelches . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .28 Patagones o tehuelches . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .28 Extremo sur magallánico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29 Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .29 Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .30 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA ARGENTINA (PABLO A. VIGLIOGLIA, ALBERTO WOSCOFF) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31 La época colonial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31 Los albores de la Dermatología argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31 La época de Baliña y Greco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32 La época de Pierini y Quiroga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .33 La era actual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .35 La federalización de la Dermatología argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .38 La actividad internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .41 Las distintas subespecialidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .43 Revistas de la especialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .45 Libros de la especialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .45 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .47 DERMATOLOGÍA: ARTE Y CULTURA (AMALIA M. BORES, INÉS A. BORES, LIDIA E. VALLE) 49 La Dermatología en la literatura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .49 La medicina popular. Los curanderos y la magia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50 Los moldes de cera. La fotografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .54
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ÍNDICE
HISTORIA DE LA ASOCIACIÓN ARGENTINA DE DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA (JOSÉ ANTONIO MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA, GRACIELA MANZUR, MIRTA VÁZQUEZ) . . . .55 Un poco de nuestra historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .55 RESEÑA HISTÓRICA DE LA SOCIEDAD BOLIVIANA DE DERMATOLOGÍA (FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63 Antes de su fundación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .63 Desde la fundación hasta fines de 1985 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .64 Desde 1986 hasta la fecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66 LA DERMATOLOGÍA Y LOS DERMATÓLOGOS EN EL BRASIL (PAULO R. CUNHA) . . . . .69 El Brasil y la Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69 Primera etapa: las bendiciones de los payés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69 La etapa pre-científica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .69 La etapa científica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .74 Personalidades históricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .77 La Dermatología en los estados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .84 La Sociedad Brasileña de Dermatología (SBD) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .85 La historia de la RADLA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .108 Algunas enfermedades y sus tratamientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .108 Los desafíos de la Dermatología en el nuevo milenio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .110 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .111 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN COLOMBIA (CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ) (COLABORADORES: DANIELLE ALENCAR-PONTE, ANTONIO BARRERA ARENALES, MICHEL FAIZAL GEAGEA, JAIME GIL JARAMILLO, FLAVIO GÓMEZ VARGAS, CARLOS HORACIO GONZÁLEZ ROJAS, GUILLERMO GUTIÉRREZ ALDANA, JAIRO MESA COCK, JUAN PEDRO VELÁSQUEZ BERRUECOS) . . . .113 La Dermatología precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .113 La Dermatología desde el descubrimiento de América hasta la Colonia. La influencia de la Conquista y las nuevas enfermedades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .117 La Dermatología desde la Colonia hasta la actualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .118 Historia de la investigación, la infectología y las subespecialidades . . . . . . . . . . . . .126 Instituciones dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .133 Publicaciones científicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .137 Actividades científicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .139 La enseñanza de la especialidad: escuelas-servicios de Dermatología . . . . . . . . . . .139 Dermatología, arte y cultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .144 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .149 RESEÑA HISTÓRICA DE LA DERMATOLOGÍA EN CUBA (JOSÉ G. DÍAZ ALMEIDA, ALFREDO ABREU DANIEL) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .153 Período Colonial (1509-1902) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .153 Período de la República Liberal Burguesa (1902-1958) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .154 Período de la Revolución Socialista (desde 1959) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .158 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .163 BOSQUEJO HISTÓRICO DE LA DERMATOLOGÍA CHILENA (RUBÉN GUARDA TATÍN) . .165 La Dermatología como especialidad en Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .165 La enseñanza de la Dermatología en Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .170 Reseñas de algunas disciplinas dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .177 Historia de la Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología . . . . . . . . . . . . . . .181 Publicaciones dermatológicas en Chile . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .185
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Historia de la Dermatología latinoamericana
Reuniones científicas nacionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .185 La Dermatología chilena en el concierto internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .187 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .189 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA ECUATORIANA (MAURO MADERO IZAGUIRRE, FRANKLIN MADERO IZAGUIRRE, GALO MONTENEGRO LÓPEZ, MAURICIO COELLO URIGUEN, CLAUDIO ARIAS ARGUDO) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .191 I. La Dermatología en la región costa o litoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .191 Aspectos históricos: Época prehispánica. La Conquista. Época colonial. La Independencia (1820-1830). Época Republicana (1830-1900). Primera mitad del siglo XX (1900-1950). La Dermatología como especialidad (1950-2005). Fundación de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. La Dermatología ecuatoriana en el presente. Grandes dermatólogos ecuatorianos. Referencias bibliográficas II. La Dermatología en Quito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .203 III. La Dermatología en el Azuay . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .206 La Dermatología en la época prehispánica. La Dermatología en la época hispánica y pre-republicana. La Dermatología en la época republicana. Fundación oficial de la Universidad de Cuenca. Reseña histórica de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología-Núcleo del Azuay. Referencias bibliográficas LA DERMATOLOGÍA EN EL SALVADOR (JULIO EDUARDO BAÑOS, ENRIQUE HERNÁNDEZ PÉREZ, LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .221 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN GUATEMALA (EDUARDO SILVA-LIZAMA, PABLO HUMBERTO URQUIZU DÁVILA, PETER GREENBERG CORDERO, SUZETTE DE LEÓN G.) . . . . . . . . .227 La Dermatología precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .227 La Dermatología durante la Conquista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .235 La Dermatología desde la Colonia hasta la actualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .236 Sociedades dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .243 Enseñanza de la Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .244 Instituto de Dermatología y Cirugía de Piel (INDERMA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .247 La Dermatología en la literatura. La Dermatología popular, los curanderos, la magia . .249 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .259 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN MÉXICO (GILBERTO ADAME MIRANDA, MARIA ISABEL ARIAS GÓMEZ, ROBERTO ARENAS, PABLO CAMPOS MACÍAS, LEÓN NEUMANN SCHEFFER, YOLANDA ORTIZ, RAMÓN RUIZ MALDONADO, AMADO SAÚL) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .261 Época prehispánica o precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .261 Época colonial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .264 Época independiente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .267 Época contemporánea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .268 Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .270 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .271 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA EN MÉXICO (RAMÓN RUIZ MALDONADO) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .273 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA NICARAGÜENSE (ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS, JORGE ISAAC NEIRA CUADRA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .277 Desarrollo de la especialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .277 Personalidades destacadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .279 La Asociación Nicaragüense de Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .283
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ÍNDICE
El Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco Gómez Urcuyo . . . . . . . . . . . . . . .283 La actividad docente dermatológica en Nicaragua . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .284 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .286 APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN PARAGUAY (JULIO CORREA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .289 A manera de prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .289 La población de América. El hombre americano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .290 El territorio del Paraguay. Descubrimiento. Colonia. Independencia. Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .292 Los guaraníes: la medicina empírica y su aplicación a las enfermedades generales y de la piel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .294 Aspectos históricos de la medicina en el Paraguay. Relación con la Dermatología . .301 Reseña histórica de la Sociedad Paraguaya de Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . .303 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .305 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN EL PERÚ (ELBIO FLORES-CEVALLOS, LUIS FLORES-CEVALLOS, ZUÑO BURSTEIN) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .307 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .307 Primera parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .308 La Dermatología en la época precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .308 La Dermatología en la época de la Conquista y del Virreinato . . . . . . . . . . . . . . .313 La Dermatología durante los cien primeros años de la República . . . . . . . . . . . .316 Segunda parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .317 Historia de las instituciones dermatológicas en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .317 Historia de las publicaciones científicas dermatológicas en el Perú . . . . . . . . . . .320 Algunos precursores de la Dermatología en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .321 Historia de la enseñanza de la Dermatología en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .323 La Escuela Dermatológica del Prof. Aizic Cotlear en el Hospital Dos de Mayo . . .335 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .337 Tercera parte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .337 Historia de la formalización legal de la especialidad en el Perú . . . . . . . . . . . . .337 El primer programa universitario de especialización dermatológica en el Perú . .340 Aspectos históricos de los institutos de Medicina Tropical y de la investigación científica dermatológica en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .344 Breve historia de algunas enfermedades: la leishmaniasis tegumentaria en el Perú; la enfermedad de Carrión (verruga peruana); la lepra y su control en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .346 Legislación peruana para el control de las ETS. Historia de las disposiciones legales vigentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .359 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .362 APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA PERUANA (LUIS VALDIVIA BLONDET) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .365 Época precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .365 Conquista, Virreinato y primeros años de la República . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .366 La educación dermatológica en la República desde 1856 hasta nuestros días . . . . .367 Las Sociedades Científicas de la especialidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .372 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .377 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN PUERTO RICO (CÉSAR QUIÑONES, PABLO I. ALMODÓVAR) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .379
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Historia de la Dermatología latinoamericana
La medicina precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .379 De la llegada de Colón al cambio de soberanía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .380 La Dermatología académica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .381 La investigación científica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .383 La lepra en Puerto Rico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .383 Asociaciones de dermatólogos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .384 Comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .384 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN REPÚBLICA DOMINICANA (MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .385 La Dermatología precolombina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .385 La Dermatología de la Colonia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .386 La Dermatología en tiempos de la República . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .387 La Dermatología en el siglo XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .388 Desarrollo de las subespecialidades de la Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .390 Publicaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .391 La enseñanza de la Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .392 Finalizando el siglo XX y entrando al siglo XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .393 Dermatología y arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .394 Dermatología y magia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .394 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .394 LOS INDÍGENAS DEL URUGUAY Y SU RELACIÓN CON LA DERMATOLOGÍA (ROBERTO RAMPOLDI BESTARD) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .397 Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .397 Los viajes al Paranaguazú (Río de la Plata) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .400 El Uruguay indígena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .401 Prácticas curativas generales y dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .403 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .408 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN EL URUGUAY (RAÚL VIGNALE) (COLABORADOR: FRANCISCO AMOR GARCÍA) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .411 Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .411 La primera asistencia hospitalaria en la ciudad de Montevideo . . . . . . . . . . . . . . . .412 Semblanzas de las figuras más relevantes de la Dermatología del Uruguay, siglos XIX y XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .413 Hospitales con Servicios de Dermatología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .417 Hospitales dependientes del Ministerio de Salud Pública con policlínicas dermatológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .417 Hospitales no dependientes del Ministerio de Salud Pública ni de la Facultad de Medicina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .419 Historia de las publicaciones dermatológicas de los siglos XIX y XX . . . . . . . . . . . . .420 Congresos, simposios y jornadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .422 La Sociedad de Dermatología del Uruguay . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .423 Historia y evolución de la lucha contra las enfermedades de transmisión sexual en el Uruguay . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .424 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .426 HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN VENEZUELA (ALFREDO LANDER MARCANO, JAIME PIQUERO-MARTÍN, ANTONIO RONDÓN LUGO, OSCAR REYES FLORES, BENJAMÍN TRUJILLO REINA, HERNÁN VARGAS MONTIEL) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .427 Primera etapa: desde los indígenas hasta 1904. Concepción . . . . . . . . . . . . . . . . . . .427
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ÍNDICE
Segunda etapa: 1905 a 1946. Nacimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .430 Tercera etapa: desde 1946 hasta el presente. Desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .433 Subespecialidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .434 Historia de la Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica . . . .435 Historia de la Dermatología en la provincia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .438 Referencias bibliográficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .440 EL COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA (CILAD) (ROBERTO ARENAS) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .441 REUNIÓN ANUAL DE DERMATÓLOGOS LATINOAMERICANOS (RADLA) (FERNANDO MAGILL) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .445 DESARROLLO DE LA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA EN AMÉRICA LATINA (EVELYNE HALPERT, RAMÓN RUIZ MALDONADO, HÉCTOR CÁCERES) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .449 EL FUTURO DE LA DERMATOLOGÍA EN LATINOAMÉRICA (RAFAEL FALABELLA) . . . .451 EPÍLOGO (LOS
EDITORES)
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .457
ÍNDICE DE NOMBRES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .459
PRÓLOGO EL INICIO DE UN CAMINO RICARDO GALIMBERTI , ADRIÁN MARTÍN PIERINI , ANDREA BETTINA CERVINI
R
egresamos en julio de 2002 de París y en las valijas, en nuestras mentes y corazones traíamos no sólo el recuerdo de lo aprendido en el Congreso, sino la enorme alegría y responsabilidad de ser los encargados de organizar el XXI Congreso Mundial de Dermatología en Buenos Aires. Por primera vez, un país de Sudamérica iba a ser el anfitrión del evento más importante de la Dermatología Mundial. El sueño de nuestros maestros se hacía realidad. Para este logro habíamos contado con todo el apoyo de las Sociedades Dermatológicas de Latinoamérica, que continúa y se acrecienta cada día. La espléndida Historia de la Dermatología Francesa nos impactó y ahí vislumbramos el inicio de un camino. Desde el primer momento, Pierre Fabre Dermo Cosmétique apoyó la realización de este libro que hoy presentamos: Historia de la Dermatología Latinoamericana. Esta obra no hubiera sido posible sin el compromiso de las Sociedades Dermatológicas de Latinoamérica, y es nuestro deber destacar, por lo invalorable, el entusiasmo y la rapidez con que respondieron todos los coautores, quienes sin ninguna duda no sólo facilitaron nuestro trabajo sino que aumentaron nuestra responsabilidad ante semejante participación. Y si hablamos del inicio de un camino es porque creemos que esta Historia de la Dermatología Latinoamericana es, en cuanto demuestra un espíritu de colaboración sin mezquindades ni prejuicios, el acto inaugural para el más preciado de nuestros objetivos en tanto que dermatólogos de este continente: la unión de la Dermatología Latinoamericana, respetando nuestras diferencias que, en lugar de alejarnos, nos asombran y nos unen, para aprender los unos de los otros. Contamos con dos hechos favorecedores para esta unión: 1. Nuestra pasión por la Dermatología, por el estudio y el cuidado del órgano de expresión por excelencia, no solamente de los sucesos de nuestro organismo, sino y en especial de nuestra calidad de vida. 2. Nuestros orígenes comunes, ya que todos compartimos las raíces latinas, lo que nos facilita la comprensión de nuestros problemas, nuestras investigaciones, nuestros objetivos. América Latina tiene una historia muy rica desde la época precolombina, en las culturas indígenas cuyas trazas aún perduran en las costumbres de nuestros pueblos.
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RICARDO GALIMBERTI , ADRIÁN MARTÍN PIERINI , ANDREA BETTINA CERVINI
La colonización trajo la modernidad, no siempre favorecedora del bienestar del hombre, pero a la postre enriquecedora de la salud de nuestras poblaciones. La casi totalidad de las Sociedades Latinoamericanas de Dermatología se expresan en esta Historia, mediante el recuerdo de sus raíces, sus investigadores y maestros, en un esfuerzo que será valorado por las generaciones futuras. Vivimos este libro como el inicio del camino de la unidad latinoamericana. No perdamos el rumbo. Unamos esfuerzos para profundizar el conocimiento de nuestras patologías regionales. Unamos esfuerzos para realizar investigaciones en conjunto. Unamos voluntades para realizar actividades científicas compartidas que estimulen la participación de todos y que hagan más eficaz el costo de realización. Unamos capacidades en pos de objetivos que mejoren la salud de nuestra población y que lleven a optimizar integralmente su calidad de vida. Gracias a todos los colaboradores directos e indirectos y gracias a Laboratorios Pierre Fabre Dermo Cosmétique, y en especial al Sr. Jacques Fabre, a la Sra. Colette Arrighi y al Sr. Philippe Constant, por su sensibilidad y generosidad para apoyar este proyecto de la Dermatología latinoamericana. ■
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN LAS CULTURAS INDÍGENAS ARGENTINAS LUIS DAVID PIERINI
A la memoria de mi padre, Luis E. Pierini, quien se alegró de que mi especialidad estuviera relacionada con el ectodermo.
■ Introducción «Los imperios del futuro se construirán sobre el conocimiento». Albert Einstein
L
«El libro es el más sorprendente entre los múltiples instrumentos del hombre. Los otros son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista, el teléfono, una extensión de su voz; pero el libro es otra cosa; el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación. Es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres». Jorge Luis Borges
a Dermatología argentina comienza a surgir cuando arriban los conquistadores hispánicos. Ellos contagian sus males, aportan esclavos enfermos y a su vez, desarrollan enfermedades cutáneas endémicas. La medicina aborigen, con sus luces y sombras, cubrió las necesidades de importantes grupos poblacionales. Con magia, religión y empirismo, ellos crearon sistemas asistenciales que mejoraron enfermedades y epidemias crónicas. Los españoles expresaron su admiración por ciertas técnicas y modalidades de los indígenas, aprovechando muchas veces las propiedades terapéuticas de especies vegetales valiosas que luego enviaron a España. En este aspecto, es reconocida la labor desempeñada por Nicolás Monardes con su clasificación de plantas de uso farmacológico, utilizadas con gran éxito en Europa luego de la empresa colónica. Se considera a Nicolás V. Greco y a Marcial Ignacio Quiroga como los primeros historiadores de la Dermatología argentina. Ambos impulsaron el conocimiento de la especialidad, sus características docentes y sus cultores, así como el estudio de la lepra en nuestro país.
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Nicolás V. Greco, en su universal análisis crítico de 1944, refiere los avatares de la Dermatología en nuestro país, que se inicia cuando Baldomero Sommer presenta en 1884 su tesis de doctorado. Aclaremos que Sommer fue el primer catedrático que enseñó en la Argentina las enfermedades cutáneas a partir de 1892. Marcial Ignacio Quiroga, personalidad polifacética, académico de Medicina y de Historia, describió con decantada madurez la evolución de la lepra en la Argentina. Aspectos generales ■ Los grupos indígenas: botánica médica, geografía médica, patologías El vocablo aborigen deriva del latín aborigines, compuesto de ab: ‘desde’ y origo: ‘orígenes’, y éste de oriri, ‘nacer’. Por lo tanto, “desde los orígenes” se llama aborígenes a los originarios del suelo en que se vive. El aluvión inmigratorio desencadenó horribles epidemias en el seno de estas agrupaciones primitivas. Una de las primeras enfermedades que se difundieron en forma epidémica fue la viruela. Los indígenas la llamaron mal o enfermedad de los españoles, pues, según su tradición, acaso no mal fundada, no conocieron las viruelas hasta que los españoles arribaron a América. “Es indecible el horror que les tienen estos indios, y con razón, pues entrando en sus toldos, mueren tantos que sus poblaciones quedan desiertas”, escribía un cronista. Al igual que la viruela, la lepra y la tuberculosis –según tradiciones orales– eran enfermedades desconocidas antes de la Conquista. Siguiendo a Fiz Fernández, con leves modificaciones de nuestra parte, ubicamos a nuestros aborígenes en los siguientes acápites: I. Brasilio-guaraníes y grupo Chaco Litoral, integrantes del conjunto guaraní. Comprende además de los mismos guaraníes, a los guaycurúes (tobas, mocobíes o mocovíes, abipones, pilagáes), matacos, wichis y charrúas, estos últimos vinculados a los pampas. II. Grupos del Noroeste: abarcan los omahuacas, los apatamas de la Puna y los diaguitas calchaquíes, con poderosa influencia incaica. III. El grupo andino y de las Sierras Centrales está integrado por los pehuenches, los huarpes, los comechingones de Córdoba, los sanavirones del Río Dulce o del Río Negro, los tonocotés de Santiago del Estero, los lules y vilelas de Tucumán y los peri- cordilleranos, todos ellos con enculturación incaica. IV. Pampas: comprenden los querandíes, los pampas y los puelches. V. Patagones o tehuelches. VI. Extremo sur magallánico: onas, yaganes y alacalufes. Grandes naturalistas y excelentes empíricos, guiados por reconocidos herbolarios, estos aborígenes aplicaron la botánica, que formaba parte del paisaje, a las necesidades de su época. En las páginas siguientes expondremos en forma sumamente sucinta las características de estos grupos.
■ Los grupos brasilio-guaraníes y Chaco Litoral I. Brasilio-guaraníes y grupo Chaco Litoral Constituían el grupo aborigen más numeroso del país. El historiador Pedro de Angelis cree que guaraní proviene de Gua: ‘pintura’, Ra: ‘manchado’ y Ni: signo de plural. Es decir, eran los manchados de pintura o sea, aquellos que se pintan. Escribe: “Se cubren el cuerpo con pintura negra, roja y amarilla, para protegerse de los rigores del sol, a guisa de los actuales filtros y protectores solares”. Lo agreste de su hábitat hizo que España, al perder sus colonias, no hubiera llegado
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a conocer siquiera la existencia de algunas de estas tribus esparcidas en la inmensidad de la selva virgen, de modo que el exterminio casi total de muchas de ellas no se debió tanto a la acción “conquistadora” como a las desastrosas consecuencias de las epidemias que tuvieron que soportar desde la llegada de los europeos. Recordemos que la etimología del vocablo Chaco indica la multitud de naciones que pueblan esta región.
1. Guaraníes Practicaban el tatuaje*, no sólo como ornato, sino con fines curativos para pacientes con determinadas afecciones, a través de incisiones en la piel en la región dorsal y glútea. Cuando se realizaban como alivio del cansancio, luego de marchas agobiantes, tales tatuajes se nominaban como “higiénicos”. Muchas tribus practicaron este ritual ancestral. Son oportunas las expresiones del antropólogo Rubén Palavecino, quien a propósito de los naturales chaqueños dice: “El tatuaje del rostro es un hábito extremadamente difundido, que se inicia en el púber y progresa con la edad. La operación es casi siempre practicada por las viejas de la tribu, mediante el trazado de un dibujo guía. La punción de la piel se efectúa con espinas de cactus o de pescado, o con agujas de hueso, seguidas de introducción de materia colorante por fricción enérgica”. Sin embargo, el adorno masculino por excelencia fue el tembetá, de forma y materiales diversos, como por ejemplo: plomo con incrustaciones de turquesa o madera de palo borracho. Significaba valentía, coraje, agresividad y era signo distintivo de jóvenes guerreros y cazadores. BOTÁNICA MÉDICA El rico reservorio fitogeográfico tropical y subtropical fue empleado en la curación de afecciones, supeditándose su aplicación a virtudes mágicas de la flora o a la concepción teúrgica de la enfermedad. Copaiba (Copaifera officinalis) (palo de aceite): da un óleo resina que se utilizó en heridas, ulceraciones y después en enfermedades venéreas. Se considera uno de los medicamentos más antiguos del Nuevo Continente. Zarzaparrilla (Zarzaparrilla smilaxsifilítica): en cocimiento o en solución –maceración en vino–, gozó de prestigio terapéutico en afecciones dermatológicas, tales como sarna y venéreas, difundidas por los españoles. Poseía también acción sudorífica. Salvia: aplicada a la superficie cutánea, servía para ahuyentar insectos. Mangle (Conocarpus erecta o Bucia erecta): se empleaba la raíz asada en personas que habían sufrido picaduras de raya. Carqueja (Yaguareté Caá) (Baccaris chispa): indicada aún hoy en infusión teiforme para aliviar disquinesias biliares, era aplicada en ulceraciones venéreas y en pacientes portadores de lepra. Anguay, copal o benjuí (Styrax leprosus): árbol de madera incorruptible e imputrescible, utilizado para construir las primitivas iglesias. Se extraía de él un bálsamo al que se atribuían virtudes curativas, aplicado en heridas, ulceraciones y lesiones óseas. Los hechiceros payé adoptaron su aromática resina para sahumar, a modo de incienso, el lugar donde cumplían sus rituales, de ahí la denominación de iberá payé, voces guaraníes que literalmente significan “árbol de los hechiceros”. Contrahierba (Dorstenia contra hierba): se utilizaba en baños tibios y en sahumerio, para rehabilitar formas de parálisis. Era utilizada en el tratamiento del sarampión y de *
La palabra tatuaje es originaria de las islas de Oceanía, de los canacos polinesios. Tatahu deriva de ta: ‘dibujo’, y designa de un modo general las marcas y señales hechas sobre el cuerpo.
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la viruela. Se aplicaban sus hojas y raíces machacadas para curar úlceras tórpidas y picaduras de víboras. Ceibo, “chop” (Erythinia cristagalli): de gran profusión en las costas del Paraná y afluentes, los indígenas se valieron de su corteza, cogollos y brotes para preparar cocimientos y bálsamos, que aplicaban en heridas ocasionadas por garras o dientes de yaguaretés. Urucú (Bixia orellana): árbol de 2 a 5 m de altura, cuya difusión se extiende desde México hasta Chaco, siempre al oriente de la Cordillera. Especie de vistosas flores, cuyas semillas contienen dos sustancias colorantes: una amarilla, la orellina, y otra, rojo cinabrio. Esta última se usaba para proteger la piel, pues el ungüento atemperaba los rayos ultravioletas. La urucuización consistía en untarse todos los días con aquella sustancia para mantenerse libre de las proteiformes picaduras de insectos. Por su indisolubilidad, resistía la acción del baño y del sudor. Moisés Bertoni apunta en su Memoria que todo el cuerpo y la cara de los indígenas presentaban un tinte colorado especial, pálido lustroso, que les daba un aspecto extraño, pero no desagradable a la vista ni al tacto, pues se borraba toda marca o cicatriz, quedando el cutis satinado. El color rojo que exhibían hizo nacer el errado concepto de la existencia de una raza roja entre los aborígenes sudamericanos. Los indios yaguas y los guerreros xikriu, habitantes de la gran cuenca del Amazonas y Orinoco, siguen empleando el urucú, como sus antepasados, para ahuyentar los insectos y teñir su vestuario. Tabaco (Nicotiana tabacum): esta especie botánica es la primera mencionada en las referencias literarias europeas inmediatamente posteriores al Descubrimiento, que son los diarios de navegación de Cristóbal Colón. En los albores del Nuevo Mundo, el tabaco se usaba para ser fumado y aspirado a modo de rapé. Era común chupar su jugo y beber el agua de sus hojas maceradas. Existían claras relaciones entre el culto y la medicina, pues antes de ciertas ceremonias, como la iniciación de los adolescentes, se bebía jugo de tabaco y se lo aspiraba por vía nasal. Se menciona, además, su empleo en forma de aspersión y de solución tintórea para decoración cutánea. Antes de la era precolombina, se lo empleaba también como principio activo en dolores y picaduras, sarna y erisipela. La documentación disponible no nos permite aseverar que en ese período se cultivara en el actual territorio argentino. El tabaco es la única planta dañina que hemos heredado de nuestros aborígenes. GEOGRAFÍA MÉDICA Juan Carlos Boudin diría que el hombre no nace, no vive, no sufre ni muere de la misma manera en las distintas partes del mundo. La concepción, el nacimiento, la vida, la enfermedad y la muerte varían según el clima y el suelo, según las estaciones y los meses, la raza y la nacionalidad. Las crónicas registran una incidencia manifiesta de las patologías tropicales y subtropicales entre los indios guaraníes. Enteritis, enterocolitis, anquilostomiasis, disentería, paludismo, necatoriasis y otras parasitosis conforman el haber de estas infestaciones por vermes, nematelmintos y platelmintos. Artrópodos venenosos, como miriápodos, escorpiones y arañas, provocaban no pocos accidentes por su ponzoña. También los insectos transmisores y vectores de enfermedades, tales como moscas, mosquitos, pulgas y piojos, contribuyeron a mantener un significativo índice de morbilidad. Debemos recordar, además, enfermedades importadas, como la tuberculosis, la viruela y –según algunas teorías– la sífilis, provocadoras de innumerables defunciones.
2. Guaycurúes Los guaycurúes son una extensa familia que según Salvador Canals Frau era de origen
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patagónico y estaba compuesta por los tobas, mocovíes, abipones, pilagáes, payaguas y mbayes. Los dos últimos grupos desaparecieron hace mucho tiempo. Como rasgo general, los hombres, en vez de usar vestido, se pintaban el cuerpo. A)
TOBAS La medicina nativa tradicional de los tobas posee una polifacética farmacopea aplicada a heridas, fracturas, esguinces, ulceraciones, mordeduras y parasitosis. Diversas sustancias pertenecientes a los otros dos reinos de la naturaleza enriquecen el vasto anaquel farmacológico de estas primitivas poblaciones, donde el ritual, los cánticos, la monotonía de los tambores, el humo del tabaco, los conjuros e invocaciones a agentes sobrenaturales, dramatizados por el médico-brujo, crean el contexto terapéutico adecuado a las estructuras sociales de la comunidad.
B)
MOCOBÍES O MOCOVÍES Según un cronista, “curan las heridas con sólo atarlas, como también las quebraduras de los huesos, y tienen una carnadura tan sana que en breve se suelda y poco se hincha. Y aún han llegado a ver un indio, rasguñado de un tigre cuyas uñas son venenosas, sanar de ello sin producir hinchazón”. Tatuajes, adornos Como sus vecinos territoriales, los abipones se aplicaron al arte del tatuaje. En el caso de las niñas, se les hacían grabados en el busto. Según la descripción del Padre Manuel Canelas, esta operación se realizaba con ciertas espinas untadas en diversos colores, en especial el negro y el azul. “El dolor e hinchazón que padecían encerradas por cerca de un mes, sufriendo hasta parecer monstruosas, [era] para quedar, sólo a su parecer, hermosas”. Otros lugares preferentemente elegidos eran las zonas lagrimales, los ángulos externos del ojo y el entrecejo.
Medicina Aunque los pequeños, por el hecho de deambular desnudos, se hallaban acostumbrados a los embates telúricos, no pudieron evitar las picaduras de insectos, en especial mosquitos, pese a que sus mayores se ingeniaban para atenuarlos. Para esto apelaban a la grasa de ñandú o de pescado, que mezclada con resinas, se friccionaba sobre toda la superficie corporal. También se hallaban torturados por el “pique”, nombre vulgar dado en la Argentina y Paraguay a la nigua (Sarcopsylla penetrans). Este agente es una pulga de la América tropical y subtropical que ataca al hombre, penetrando debajo de la epidermis de los pies, en especial de las uñas. Sus huevecillos son de color amarillo, no salen al exterior y se desarrollan en los planos subtegumentarios. Forman pequeños abscesos, que en ocasiones exigen drenaje quirúrgico. Esta dolorosa afección, acompañada de prurito y otras dermatosis, era tratada por preparados que tenían como vehículo grasa y polvo de cantárida. Las micosis cutáneas, la sífilis, las reacciones dermatológicas de probable origen alérgico y la leishmaniasis eran tratadas con grasa fosforada, como el almizcle de yacaré. En los testimonios históricos correspondientes a diferentes períodos del nomadismo y sedentarismo mocovíes, las primeras descripciones coinciden en afirmar que por la misma selección natural existían pocas enfermedades fuera de las epidémicas. Cuando se difundían estas patologías, todos los indígenas huían; no se conocía una calamidad mayor. Así, la madre o el padre se alejaban, dejando a los niños afectados en el mayor desamparo. Sólo colocaban a la cabecera del lecho un cántaro con agua, carne asada y frutos silvestres. En el año 1745, una asoladora epidemia atacó 30 poblaciones del Paraguay y adyacencias, segando la vida de 72.000 naturales de todas las edades. En 1760, en la reducción mocoví de San Javier, provincia de Santa Fe, hubo un nuevo recrudecimiento del genio epidémico que diezmó a 800 aborígenes.
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En cuanto a la medicación –la vacunación antivariólica de Edward Jenner se difundirá como profilaxis a partir de 1796– el suministro de agua de cebada y de lino, de agua azucarada con pepitas de sandía o de melón como bebida refrescante y calabazas machacadas representaban los recursos farmacológicos de esa época. Herboristería Mencionaremos algunos especímenes: Mistol: conocido también por otras etnias, este árbol de precioso porte es muy común en los montes santafesinos y santiagueños. Posee un fruto dulce, rojo, con el cual se hace la aloja; sus hojas se emplean para el tratamiento de las heridas. Cebil: pertenece a la familia de las mimosas; sus hojas y cortezas maceradas fueron aplicadas a modo de emplasto en las lesiones mutilantes de la lepra. Guayacán: además de aliviar las enfermedades reumáticas y las algias de la gota, se empleó su resina para neutralizar las complicaciones del tercer período de la sífilis. Nuestros indígenas bebían en infusión sus hojas y cortezas como reconstituyente general. Palmera pindo o palmera grande (Coco Romango flianum): especie muy apreciada para la techumbre de los ranchos, se utiliza también en la fabricación de múltiples trebejos y sus cogollos se emplean como alimento. Esta variedad alberga un gusano blanco del tamaño de un dedo, que los naturales llaman tombú. Refiere el doctor Esteban Laureano Maradona que este verme –verme espeluznante– puesto al fuego, segrega un aceite que los indígenas utilizan para tratar las heridas. Su cuerpo así frito o ensartado es comestible, como si fuera un chicharrón. Ortica dioca (Ortiga mayor): en medicina popular y aborigen posee indicaciones para casi todos los sistemas y aparatos. Era ensalzada por su función galactagoga y diurética, así como su acción sobre el folículo piloso. Solimán o colmillo de víbora: fue empleado por los aborígenes como antiofídico. Las zonas que frecuentaron los autóctonos pertenecen a una dilatada zona de ofidismo donde pululan la víbora de coral (Elaps corallino), la serpiente de cascabel (Crotalus terrificus) y la víbora de la cruz o yarará (Lachesis alternatus), cuyas picaduras pueden ser letales. Mastuerzo: se lo empleó en cocimientos para neutralizar afecciones dermatológicas, escorbuto y diversas formas de tuberculosis pulmonares. C)
ABIPONES
Herboristería La policroma variedad botánica permitió a los naturales del Gran Chaco crear una suerte de farmacopea donde se aunaban conocimientos empíricos y de hechicería chamánica. Mencionaremos algunas variedades: Abariguay: con ella preparaban un bálsamo empleado en la curación de heridas. Creían que su aplicación bucal detenía las hemorragias y los accesos de tos. Ambay: ha sido mencionado como tratamiento antivenéreo y como elemento de fricción para la obtención del fuego. Quinoa: leguminosa que además de servir de alimento se aplicaba como cataplasma sobre la parte herida o traumatizada. Zarzaparrilla: contra mordeduras y picaduras de animales ponzoñosos. Patologías A pesar de la privilegiada contextura de los abipones, las enfermedades surgidas de la ecología regional, los insectos y parásitos, las guerras internas y exteriores, unidas a las afecciones transmitidas por el blanco, devinieron en la casi extinción de esta raza. Las epidemias también hicieron sentir sus efectos; en 1734, la viruela diezmó a 30.000 habitantes, entre adultos y niños.
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Otra plaga que hallamos mencionada la constituyó el “pique”, “bicho de pie” o “agrani”, vocablo abipón que significa “mordaza”. Estos grupos reconocieron la acción hematófaga de la vinchuca, a la que denominaban “sanguijuela con alas”, así como las complicaciones provocadas por picaduras de avispas, arácnidos y escorpiones. Símbolos de belleza La perforación de las orejas era realizada con trocitos de hueso, astillas o cuernitos de venado, introduciendo luego una hoja de palmera arrollada que por distensión agrandaba el orificio, pudiendo llegar el lóbulo hasta el hombro. El tatuaje, difundido entre las culturas americanas, mostraba su refinada expresión entre los abipones, escarificando la piel del rostro, pecho y brazos. El primitivo cincel era una espina rígida que fijaba en la dermis tinturas vegetales, hollín y cenizas. Las filigranas de este sello indeleble constituyeron un blasón de diferenciación tribal. Casi todos los pueblos de Paracuaria* se tatuaban. Los abipones reconocieron este arte con el nombre de likinranala. Preguntados sobre el significado o la causa de aquella bárbara costumbre, los aborígenes respondían que la habían heredado de sus ancestros. Aquel suplicio duraba cinco días, durante los cuales la adolescente permanecía encerrada en su choza, cubierta con una piel, privándose de algunos alimentos como la carne y el pescado. Las sesiones repetidas y cercanas encendían el rostro, con edema y tumefacción. Desde temprana edad, las niñas se depilaban cejas y pestañas, rasurándose parcialmente la cabellera como elemento de identificación tribal. D)
PILAGÁES
Adornos Peinaban el cabello, muy abundante, con peines de palillos y usaban pendientes fabricados con los mismos elementos. Nos detendremos en la perforación de las orejas: estas mutilaciones parciales se practicaban en ambos sexos, introduciendo botones de madera u hojas de palmeras arrolladas. El agujero se dilataba hasta permitir el pasaje de un disco, de cuatro o cinco centímetros. Practicaban la depilación y decoraban la piel con diversas pinturas. Casi siempre andaban descalzos. Tatuajes El taraceo estuvo muy difundido entre los pilagáes del río Pilcomayo. Este mágico y difícil arte se practicaba con agujas de cardón, frotando sobre la piel punteada diversas sustancias, entre ellas, hollín. Los niños eran tatuados con dibujos que mostraban figuras geométricas: óvalos, círculos y rombos, divididos por diámetros, diagonales y rectángulos. Las respuestas que daban acerca de las motivaciones de los diversos tatuajes eran: “es marca pilagá”, o “para que no tengan la peste” o “para adquirir inmunidad”.
3. Matacos Botánica médica Los naturalistas que se internaron en la intimidad de la espesura amazónica o arribaron a la vera de sus ríos recopilaron excepcionales observaciones fitológicas. Mencionaremos algunas especies: * Paracuaria: amplia zona de Sudamérica, donde se situaron las misiones jesuíticas; su capital era Córdoba del Tucumán.
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Palo santo (o palo bendito o guayacán): empleado en diversas afecciones por todas las tribus del nordeste. El hermano jesuita Pedro de Montenegro, reconocido cirujano y herbolario del Paraguay, resumió en su Materia Médica, escrita a principios del siglo XVIII, todas las aplicaciones de esta variedad arbórea. Conocido en Europa como importante curalotodo, se lo empleó en el tratamiento de la sífilis, en las artropatías y en los trastornos circulatorios. Sus preparaciones utilizaban la resina de la corteza; se le atribuían propiedades diuréticas, diaforéticas y catárticas. La resina, unida con grasa de avestruz o de pescado, aplicada sobre la piel ahuyentaba los mosquitos. En la actualidad, el palo santo se utiliza con el mismo fin en la composición de los espirales. Ceibo o seibo: la corteza machacada fue utilizada como cataplasma sobre las mordeduras provocadas por animales; en forma de cocimiento aún persiste en las prescripciones populares para tratamiento de úlceras, rectitis, hemorroides y vaginitis. Yetibay o jalapa: el jugo de sus flores, recién exprimidas, fue empleado en las otitis infantiles y en las erupciones herpéticas. Ayuy o laurel: árbol de madera resistente, sus frutos fueron utilizados en trastornos digestivos infantiles y en la escrofulosis; triturado con miel se aplicaba en ulceraciones crónicas. En forma de linimento se recetaba para la flogosis reumática, las neuralgias y el prurito de la sarna. Oruzuz: además de emplear la infusión en los cuadros catarrales y en las afonías, se usaba en las erisipelas a modo de sinapismo o en forma de pasta. Canchalagua: se administraba en forma de infusión, además de servir como atenuante de los dolores de los reumáticos y también en los portadores de enfermedades venéreas. Totora: sus flores se aplicaban en las quemaduras, y el cocimiento de sus raíces se utilizaba en el lavado de úlceras y tumores. Tusca: se bebía en forma de cocimiento, luego de tostar y hervir su fruto. Se indicaba su ingestión en ayunas y se la recomendaba en infecciones gonocóccicas. Tabaco: el doctor Esteban Laureano Maradona, destacado médico formoseño e investigador de la flora del Chaco central, relata en su libro A través de la selva que los indígenas, en caso de picaduras de víbora, succionan la parte afectada a manera de ventosa, previa masticación de hojas de tabaco. Además, se suele emplear en otras afecciones diversas partes de la planta, como raíces y semillas, con grasa o sin ella, con o sin resinas y con polvo de valva.
4. Wichis o wichís y charrúas La palabra wichi significa ‘hombres verdaderos’ u ‘hombres de vida plena’, es decir, que participan de las plantas, de los árboles, de los peces y de las aves. Los españoles los llamaban incorrectamente “matacos”, término que en castellano antiguo significaba “animal de poca monta” o “animal sin importancia”. A los primeros que conocieron, hacia 1623, los denominaron mataguayos. Se puede decir que es una de las comunidades más antiguas del mundo. Aún hoy, aisladas en el norte de la República Argentina, luchan por subsistir en el mundo moderno. Las enfermedades que diezmaron a estas comunidades fueron la tuberculosis, la desnutrición, el Chagas, las venéreas, el cólera y la brucelosis, todo lo cual se vio potenciado por la dieta mal balanceada, basada fundamentalmente en maíz, zapallo, carne de cabrío, pescado y frutas, pero escasas verduras.
■ Grupos del II. Grupos delNoroeste Noroeste Este grupo conocía las aguas termales. Los espejos de agua, las temperaturas propicias, el tapiz de vegas y mallines y la proliferación de ejemplares arbóreos, como el molle,
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crearon un paisaje bucólico en el que la vida de las familias nativas se deslizó sin las angustias y sobresaltos de otras etnias. América indígena tuvo en cuenta el mito universal de la fuente de Juvencio, y el conocimiento y la valoración de los efectos terapéuticos de las aguas que Pachamama (Madre tierra) brindaba generosamente a sus hijos fueron incorporados por sus habitantes protohistóricos en distintas épocas. Frecuentaron las fuentes termales, con fumarolas bullentes, manantiales cálidos, efluvios azufrados que formaban un espejo de agua cálida y vivificante. Desde el período preincaico eran conocidos en la región de Cuyo el baño de Uyurmire y el del Inca, en el templo de Wiracocha (o Viracocha). Otra fuente unida a la devoción indígena, por su riqueza legendaria y por la virtud de sus vertientes, es la que surge en el paraje La Laja. Aquí el amante huarpe Yahue, luego de matar a la dulce Tahue y al seductor de ésta, murió en los pedregales sanjuaninos como redención de aquella tragedia; después de su muerte, cual fuente de esperanza, brotarían tres milagrosos manantiales. Otros nativos de nuestro territorio concurrieron igualmente a diversos baños y fuentes. Los araucanos visitaban Copahue y Futalauquen y también conocieron Cullu-co (aguas ácidas) y Laguen-co (aguas calientes). Los indios que transitaban por la provincia de Buenos Aires conocieron la laguna de Epecuén. Según Tomás Falkner, a este lugar de tonificantes aguas concurrían desde tiempo inmemorial los jefes indios con su familia. Cuentan las tradiciones vernáculas que el cacique puelche Carhué (Corazón Puro), apasionado por Epecuén, curó de una extraña parálisis al sumergirse en la gran laguna que formaron las lágrimas de amor de su bella amada. También los diaguitas de Talacasto dejaron su pena indiana a través de las calcinadas tierras de sus antepasados en una aguada surgida del llanto incesante de un apuesto joven, que viera fenecer a su amada por el odio atávico hacia los invasores Incas. Inti-Yacu (agua del sol) llamaron los nativos mediterráneos a la actual zona de Río Hondo (Santiago del Estero), cuyos cursos surgentes afloraban como vivificantes de vertederos. Los pobladores vinculaban las bondades de Yacuru-pay (agua caliente), con los rayos flamígeros del astro sol, al cual adoraban. Alonso Ovalle, en un libro publicado en Roma en 1646, hace referencia al calor, salobridad y mineralización de las aguas de Puente del Inca, sin revelarnos la explicación científica. Su reseña es una descripción paisajista de este monumento enclavado en la precordillera, en la que el autor exalta aquella curiosa expresión de la naturaleza. Según Michel Horst von Brand, el primer análisis de aguas termales argentinas lo efectuó el físico y químico Michel Faraday, en 1827, sobre muestras tomadas en aquel lugar. Villavicencio, según testimonios de viajeros, fue visitada por el célebre naturalista Charles Darwin en 1839. Ya desde 1800, lugareños y vecinos de Mendoza acudían en busca de sus cualidades benéficas.
■ ElCentrales grupo III. El grupo andino y de las Sierras
andino y de las Sierras Centrales
Está integrado por los pehuenches, los huarpes, los comechingones de Córdoba, los sanavirones del Río Dulce o de Río Negro, los tonocotés de Santiago del Estero, los lules y vilelas de Tucumán y los araucanos peri-cordilleranos, todos ellos con enculturación incaica.
Botánica médica Canelo: (Drymis winteri) pertenece a la familia de las magnoliáceas. Tiene cerca de ocho metros de altura y suele desarrollarse en terrenos húmedos. Fue introducido en Europa por John Winter, médico del pirata inglés Francis Drake, de allí su denominación
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técnica. La corteza de este árbol se usó en infusiones y también en aplicaciones externas. Planta sagrada de los mapuches, se utilizaba en alteraciones del aparato digestivo, en las parasitosis (sarna) y reumatismo. La flor de la ceniza de este árbol, mezclada con grasa a modo de excipiente, también se utilizaba como depilatorio; por esta costumbre se atribuyó erróneamente a los jóvenes mapuches la ausencia de vello. Su acción por influjo simpático era imprescindible en todas las ceremonias mágico-evocativas. La machi cuidaba en el bosque un canelo predilecto y, según la creencia araucana referida por Ramón Pardal, si alguien descubría y cortaba esta planta, la machi languidecía y moría. Lafo (Rumex romasa): poligonácea. Muy utilizada por los araucanos chilenos, se la consideraba una de las más preciadas hierbas. Por sus múltiples cualidades farmacológicas gozaba de gran prestigio en la curación de heridas, ulceraciones tórpidas, otitis y “lepras que nacen a los niños, dejando el casco limpio”. Ñincuil (Heliantus thurífera): según Martín Gusinde, era reconocida como maravilla del campo y se le adjudicaba acción antiluética. Jarilla: entre otras aplicaciones terapéuticas, este arbusto se utilizó en forma de cataplasma, para resolver abscesos y flemones. Al finalizar la presente selección botánica hacemos un reconocimiento a los invalorables méritos que le cupieron al profesor Juan. A. Domínguez, quien realizó importantes estudios analíticos sobre la composición de fármacos vegetales, logrando desentrañar la síntesis fármaco-dinámica del vivero araucano. IV. Pampas, querandíes y puelches ■ Pampas, querandíes y puelches Se denomina pampas a un conglomerado humano de origen mixto con los que se halló Sebastián Gaboto en la desembocadura del Carcarañá, dándoles el nombre de querandíes (hombres con grasa). Frente a la viruela, en caso de ántrax o abscesos estos aborígenes provocaban su maduración aplicando cataplasmas de estiércol muy caliente. “Cuando están a término extirpan el germen por medio de una crin doblada y lo comen enseguida entre dos bocados de carne cruda, pretendiendo así conjurar toda recaída”. Los puelches guenakén, que habitaban la parte norte de la Patagonia eran, según expresó José Sánchez Labrador, “de naturaleza fortísima y de tal condición que sin medicina se restablecían muchas veces de enfermedades y heridas que para otros serían mortales”.
Herboristería Grandes naturalistas y excelentes empíricos, guiados por reconocidos herbolarios, aplicaron la botánica que formaba parte del paisaje a las necesidades de su época. Se cuenta con poca información sobre los elementos naturales que usaban los aborígenes de esta etnia para los problemas dermatológicos; solamente se sabe que usaban una variedad de yang, que aplicaban en ulceraciones y aftas bucales.
■ Patagones tehuelches V. Patagonesoo tehuelches La zona al sur del río Colorado, límite natural de las provincias de La Pampa y Río Negro –la planicie más austral de América–, es internacionalmente conocida con el nombre de Patagonia, que alude a los míticos “gigantes patagones”, descriptos en 1520 por Antonio Pigafetta, cronista de la circunnavegación de Hernando de Magallanes.
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Nacimiento y crianza Poco después del nacimiento, los recién nacidos eran untados con yeso húmedo. Según Ludwig Karsten (1926), este procedimiento tenía por finalidad proteger al niño contra los malos espíritus. El mismo autor menciona otras prácticas como la aplicación de pintura roja, aceitado y fumigaciones con tabaco, efectuadas con el mismo objeto. Al cumplir el cuarto año, se realizaba la ceremonia de la perforación de una o dos orejas, según el sexo, introduciendo cerdas de caballo en las incisiones, para evitar la cicatrización. Conocieron el carácter epidémico de las enfermedades, aunque éstas eran innominadas, y trataban de neutralizar su carácter infeccioso dispersando los toldos en los lugares donde habitaban. En general los patagones gozaban de buena salud y sus heridas curaban con rapidez; el brujo, mediante las ceremonias descritas, indicaba la preparación de brebajes, con propiedades médico-curativas. Conocían la práctica de la sangría y sabían abrir una vena con un trozo de concha o de pedernal.
Ectoparasitosis Los niños y adultos fueron portadores de pulgas y piojos, debido a la utilización de la lana de guanaco y las plumas de avestruz en su vestimenta y enseres domésticos.
VI. Extremo Sur Magallánico
■ Extremo sur magallánico
Las enfermedades venéreas sellaron un horizonte sin esperanzas tanto en los alacalufes como en los onas y los yaganes. Se supone que desconocieron las hierbas y los derivados animales y minerales para la curación de las enfermedades. La transculturación fue otro mecanismo negativo para la sobrevivencia de estas etnias, así como la despiadada exhibición a que fueron sometidos en el siglo XIX en diversas ciudades europeas.
Epílogo
Distribución de la población indígena en la Argentina a fines del siglo XX Fuente: Instituto de Cultura Popular (IncupoEndepa)
■ Epílogo
El autor coincide con los destacados genealogistas Diego Herrera Vegas y Carlos Jáuregui Rueda en que el tronco fundacional de nuestro país deriva de tres etnias: la aborigen,
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la africana y la del colonizador español. Estas etnias se unieron a través de dos generaciones y se completaron hace ciento cincuenta años con la inmigración.
■ Conclusiones Conclusiones Los tesoros de la naturaleza se brindaron con toda la generosidad de la madre tierra, y el espíritu intuitivo de los nativos se sirvió de ellos para superar sus dolencias. En esta exposición hemos seleccionado, en apretada síntesis, algunos de los elementos de su arsenal botánico. ■ Septiembre, 2005
■ Referencias bibliográficas Cantón E. Historia de la medicina en el Río de la Plata desde su descubrimiento hasta nuestros días, 1512 a 1925. Madrid: Imp. G. Hernández y Galo Sáez; 1928. Centro educativo para mapuches. La Nación. 30 jun 2002; Sec. Opinión, p.20. Codazzi Aguirre JA. La medicina de los aborígenes en la República Argentina. Actas del 1º Congreso Nacional de Historia de la Medicina Argentina. Buenos Aires; 1968. Díaz Trigo A. Antecedentes históricos y características de la medicina de los pobladores indígenas argentinos. Rev Soc Venez Hist Med. 1961;23:563-570. El Libro del Pueblo de Dios. La Biblia. 21ª ed. Madrid: Ediciones Paulinas; 1999. Fernández CA. Cuentan los mapuches. Buenos Aires: Nuevo Siglo; 1995. Fernández AF. Antropología, cultura, medicina indígena de América y arte rupestre
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HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA ARGENTINA PABLO A . VIGLIOGLIA , ALBERTO WOSCOFF
■ La época colonial
1. LA EPOCA COLONIAL
E
n 1780, poco después de creado el Virreinato del Río de la Plata, se proclama en una Real Cédula: “Informado del desarreglo y abusos con que se ejercita la Medicina, Cirugía, Farmacia y Flebotomía a ellas anexas, con especialidad en las provincias distantes de esta capital, he resuelto, por ahora, establecer y crear en ella un Tribunal de Porto, como lo hay en las ciudades de Lima y Méjico, con las mismas facultades, prerrogativas y excepciones, para que por este medio, que tanto se conforma con las leyes, se corrija y extirpe el desorden, y he venido en elegir y nombrar al Dr. D. Miguel O’Gorman, en quien concurren las partes y calidades necesarias para Protomédico y Alcalde mayor de todos los respectivos profesores...”. A partir de este momento contamos con el primer médico y decano en lo que luego sería la Argentina. En 1803 se expide “un auto contra los curanderos” y en diciembre del mismo año se otorgan los cargos de médicos y cirujanos habilitados para ejercer la profesión.
■ Los albores de la Dermatología argentina
2. Los albores de la Dermatología argentina
Tres décadas más tarde, en 1835, el Dr. Tiburcio Fonseca publica una tesis sobre “Estructura, función y vinculación en la patología general y terapéutica del órgano cutáneo”. En sus 35 páginas enfoca científicamente las enfermedades de la piel, con lo cual, al parecer, la Argentina se convierte en pionera entre los países latinoamericanos en este aspecto. En 1874, la Academia de Medicina que regía la Facultad incluye en su currículo algunas especialidades, entre ellas “Clínica de las enfermedades de piel y sífilis”, y designa en 1875 como profesores titular y adjunto a los Drs. Leopoldo Montes de Oca y L. Meléndez; posteriormente, al ser designados éstos para otra asignatura, la especialidad siguió formando parte de Patología Externa. En el Hospital de Clínicas de Buenos Aires, donde se concentraba toda la actividad docente, funcionaba un Servicio de Sifilografía y Dermatología. El 18 de marzo de 1892 el decano de la Facultad de Ciencias Médicas M. González Catán funda la cátedra de Enfermedades Venéreas y Piel, que se dictaría en el 4° año de la carrera de Medicina. El primer profesor fue Baldomero Sommer (figura 1), quien formó su cátedra en el Hospital
Figura 1. Prof. Baldomero Sommer
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San Roque (hoy Ramos Mejía) y continuó su obra docente hasta su fallecimiento en 1918. Sommer, inspirado en la escuela vienesa de Von Hebra (1816-1880) e influido por dermatólogos franceses de la jerarquía de Gaucher, Fournier, Darier, Gougerot y Civatte, enseñaba con pacientes y con moulages del Museo de Modelados de Cera, único en su género en América Latina por aquellos años. Entre los discípulos de Sommer figuran los brillantes médicos Aberastury (figura 2), Greco, Baliña, Ragusin, Jonquières, Uriburu y Fidanza (figura 3). Recordamos como anécdota a una anciana dama que concurría semanalmente a la Cátedra del Hospital de Clínicas y permanecía algunos minutos frente al retrato de Sommer. Al preguntarle una vez, en el año 2000, por su identidad, nos emocionó con su respuesta: “Soy la nieta de Sommer. Antes venía con mi madre”. Fue aquélla una época de oro de la Dermatología argentina, que incluía la sífilis y otras venéreas y también la lepra. Todo ello fructificó en 1907, con la fundación de la llamada entonces Sociedad Dermatológica Argentina, con sede en el Hospital San Roque. El primer presidente fue Sommer, acompañado por los demás miembros fundadores: M. Aberastury, P. Díaz, P. Baliña, Cisneros, Greco, Seminario, J. Uriburu, A. Giménez, Loche, E. Polito, M. Moyano, J. Farini, F. Mario, J. Arce y Almanza y N. Ragusin. En 1908 se inicia la publicación del órgano de difusión de la Sociedad, la Revista Dermatológica Argentina, luego Revista de la Asociación Argentina de Dermatología y Sifililogía, primera publicación dermatológica editada en Latinoamérica. A Sommer lo sucedieron en la cátedra Pacífico Díaz y Maximiliano Aberastury, este último autor de la ley argentina contra la lepra que lleva su nombre (1926). En 1927 la Sociedad cambia su nombre por el de Asociación Argentina de Dermatología y Sifilografía; su presidente es el Profesor Pedro Baliña, reemplazado luego por Neocle Ragusin. En 1934, un grupo de dermatólogos encabezados por Nicolás Greco, discípulo de Sommer, decidió fundar una nueva entidad que se denominó Sociedad de Dermatología, Sifilografía y Venereología y se incorporó a la Asociación Médica Argentina. La tradición oral no es pródiga al referirse a los motivos que condujeron a esta escisión –incluso es contradictoria–, pero no cabe duda, dada la jerarquía moral y científica de los directivos e integrantes de una y otra agrupación dermatológica, de que primaron principios y concepciones sobre apetencias personales. Otros miembros fundadores de esta nueva Sociedad fueron: C. Orol Arias, M. A. Mazzini (secretario), A. A. Fernández, A. Bigatti, S. Rosner, D. Biagini, L. Trepat, A. Muschietti, R. Wernicke, E. Otahz, C. Bancalari, J. R. Houler, A. Schneidewind, S. Sovin, O. Camaño, J. Capurro, E. Cortelezzi, F. de Biase, E. Solari, S. Ponce de León y E. del Vecchio. Más tarde fue denominada Sociedad Argentina de Dermatología. Desde entonces (1934) existen dos sociedades representativas de la Dermatología argentina: la Asociación Argentina de Dermatología, con su órgano oficial, Revista Argentina de Dermatología (fundada en 1908) y la Sociedad Argentina de Dermatología (desvinculada de la Asociación Médica Argentina a partir del año 2001) con su órgano oficial Dermatología Argentina (fundada en 1995). Ambas agrupaciones cuentan con sociedades filiales, secciones y adherentes en todas las provincias.
Figura 2. Prof. Maximiliano Aberastury Figura 3. Prof. Enrique Fidanza
■ La3.época y Greco La épocade de Baliña Baliña y Greco La escisión de las agrupaciones dermatológicas produjo una rivalidad científica, dando lugar en cada una de ellas a la formación de dermatólogos brillantes que signaron épocas destacables de la Dermatología argentina. La Asociación Argentina de Dermatología, instalada en la Cátedra de Dermatosifilografía de la Universidad de Buenos Aires, con sede en el Hospital Ramos Mejía, estuvo
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Historia de la Dermatología argentina
Figura 4. Prof. Luis E. Pierini Figura 5. Prof. Marcial Quiroga Figura 6. Prof. Miguel A. Mazzini Figura 7. Prof. Aarón Kaminsky
dirigida por el Prof. Pedro Baliña, titular entre los años 1925 y 1946. Allí se formaron futuros profesores titulares como Luis E. Pierini (figura 4), Marcial Quiroga (figura 5), Enrique Fidanza y Miguel A. Mazzini (figura 6), así como José M. Puente, Juan Pessano, Ceferino Orol Arias, Emilio Fernández Blanco, José L. Carrera, Ludovico Facio, Guillermo Basombrío, Fernando Noussitou y Aarón Kaminsky (figura 7). La mayoría fueron jefes de los servicios de Dermatología más acreditados de la época. En 1934 se constituye una filial en Rosario, seguida por Córdoba (1938) y Mendoza (1952). La Sociedad Argentina de Dermatología, con sede en la Asociación Médica Argentina, es dirigida por Nicolás Greco, profesor titular de Dermatología de la Universidad de La Plata y adjunto y luego honorario de la de Buenos Aires (1943). Esta época se caracterizó por el centralismo de Buenos Aires y por una marcada diferencia numérica entre los integrantes de ambas sociedades.
4. LA EPOCA DE PIERINI Y QUIROGA
■ La época de Pierini y Quiroga
Desaparecidos Baliña y Greco surgen dos discípulos del primero, que signan tres décadas de la Dermatología argentina proyectándola en el plano internacional: Marcial I. Quiroga y Luis E. Pierini. En 1946 habían publicado su libro Introducción al estudio de la dermatosifilología, cuya semiología y descripción de las lesiones elementales permanece vigente. La obra evidencia la marcada influencia de las escuelas europeas, principalmente la francesa, adonde concurrían los dermatólogos que se perfeccionaban en el exterior. Marcial I. Quiroga poseía una personalidad aristocrática y carismática. Descendiente de selectas familias de la sociedad argentina, poseía un decir fluido y entretenido. Manejaba correctamente el francés y viajaba casi anualmente a Europa, en especial a Francia. Recibió las principales distinciones. En el plano internacional, fue el primer argentino designado como miembro del Comité Internacional de Dermatología; también fue miembro honorario de numerosas Sociedades Dermatológicas, y en el plano nacional, miembro, Presidente y Presidente Honorario de la Academia Nacional de Medicina. En el plano dermatológico, fue profesor titular de la Primera Cátedra de Dermatología y jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Ramos Mejía, donde estaba su sede. La visita a su cátedra era una atracción para los dermatólogos de las provincias y los visitantes extranjeros. Su calidad académica quedó evidenciada en varios libros y trabajos científicos. Los discípulos de Quiroga fueron los maestros de la siguiente generación: Alejandro A. Cordero (figura 8) y Pedro H. Magnin (figura 9). También fueron notables profesores: Luis Ambrosetti, Enrique Jonquières, Arturo Mom, Rodolfo Corti, E. Molina Leguizamón, Narciso Vivot, Gisella Dhum, Carlos F. Guillot, H. J. Sánchez Caballero, Manuel Seoane,
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Figura 8. Prof. Alejandro Cordero Figura 9. Prof. Pedro H. Magnin Figura 10. Prof. J. E. Cardama Figura 11. Prof. Julio Martín Borda
Luis Curia, Oscar Bonafina, Nélida Franco, Antonio Raimondo, E. Blasi, Hans Botrich, Manuel Olchansky y Natan Gotlib entre otros. La mayoría fueron jefes de distintos y prestigiosos servicios de Dermatología en Buenos Aires. La Asociación Argentina de Dermatología continuó con la publicación de su Revista Argentina de Dermatología, a la vez que organizaba anualmente congresos nacionales y sostenía su biblioteca dermatológica, la más antigua del país. La Asociación estuvo presidida por M. A. Mazzini, G. Basombrio, F. Noussitou, R. Garzón (Córdoba), A. Cordero, A. Kaminsky, J. L. Carrera, F. Ambrosetti, E. Jonquières, R. N. Corti, P. Viglioglia, M. Seoane, P. Magnin, J. E. Cardama (figura 10), N. Sánchez Caballero, L. M. Baliña y C. Parra (Mendoza), M. Marini, L. Valle y J. L. lribas. Luis E. Pierini fue el maestro por antonomasia. Sencillo, humilde en su accionar, respetuoso, poseía una personalidad deslumbrante por sus conocimientos dermatológicos y su cultura general. Italiano de origen, no pudo alcanzar por esa razón la titularidad de la Primera Cátedra. Su pensamiento se expresó cabalmente en su artículo “Cincuenta años de Dermatología” (Arch Argent Dermatol. 1973; 23:1-9), donde se responde a un dilema común en las nuevas generaciones: ¿por qué elegimos la Dermatología? Pierini se desempeñó en los hospitales Fernández, Muñiz (donde elaboró su tesis de doctorado sobre “Tratamiento de la lepra” y describió la clásica prueba con histamina que lleva su nombre), y Casa Cuna (hoy Pedro de Elizalde). Fue jefe de servicio de los Hospitales Fiorito, Italiano y finalmente, a partir de 1949, del Rawson, donde alcanzó el grado de profesor titular de la Segunda Cátedra. Cabe consignar que durante veinte años trabajó con el Prof. Pedro Baliña quien lo designó Jefe de Trabajos Prácticos en el Hospital Ramos Mejía. La cátedra a su cargo fue un semillero de importantes especialistas que se enorgullecían de ser discípulos del Maestro Pierini. Entre ellos, en primer término Julio Martín Borda (figura 11), hombre de extraordinario valor científico, moral y humano, que sumaba su accionar al de Pierini en el estudio de muchas dermopatías. En su Hospital Privado de Piel realizaba ateneos mensuales a los que concurrían numerosos dermatólogos jóvenes, especialmente de las provincias. En esta institución, así como en el Hospital Rawson, se formó un buen número de especialistas latinoamericanos. En el plano nacional se destacan Abraham Man, José Casas, Raúl Rodeiro, Augusto Casalá, Santiago Mosto, Alberto Carvalho, Raúl Mazzini, lsmael Pomposiello, Gregorio Álvarez, Luis Trepat, Pacífico Díaz, Eduardo Lacentre, algunos de ellos ya desaparecidos y otros que merecen párrafo aparte. La sagacidad de Borda le permitió plantear hipótesis y relacionar cuadros clínicos que en la actualidad se aceptan mundialmente. David Grinspan descolló entre sus pares. Semiólogo de excepción, con un amplio conocimiento dermatológico, se orientó hacia la hasta entonces pobremente estudiada estomatología. Fundó y dirigió el Centro de Tumores de Piel y Estomatología del Hospital Rawson, pionero en Latinoamérica, legando sus enseñanzas en su Tratado de Estomatología que consta de seis voluminosos tomos y es un clásico en la materia.
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Historia de la Dermatología argentina
Jorge Abulafia se dedica a la dermopatología. Colabora en los principales trabajos publicados sobre la especialidad y conoce a fondo la clínica de la histopatología que describe. Su laboratorio congrega a dermatólogos latinoamericanos y argentinos que con reverente curiosidad e interés se asoman al mundo de la microscopía. En las discusiones dermatológicas es frecuente escuchar como cierre de toda polémica: “... y lo dijo Abulafia”. En 1943 se inicia una sucesión de avatares político-institucionales que durante muchas décadas paralizaron los concursos, con lo cual se vieron postergadas brillantes personalidades que en otras circunstancias hubieran alcanzado las máximas posiciones académicas. En 1978 se cierra el hospital Rawson y la pléyade de destacados dermatólogos que integraban su servicio se distribuyen en distintos hospitales municipales.
5. Comienzo de la era actual
■ La era actual
Paralelamente a los integrantes de las cátedras van surgiendo otras personalidades que marcan hitos en esta historia. Aarón Kaminsky es el padre de la cosmiatría argentina. Anecdótico, singular, de avasalladora personalidad, gozó de extraordinario prestigio popular. Jefe de los Servicios de Dermatología de los hospitales Israelita y Alvear, congregó a su alrededor a un buen número de médicos y a una legión de pacientes. Se orientó especialmente al aspecto terapéutico, dominando el arte de la fórmula magistral. Formó discípulos de la talla de su hijo Carlos, Ana Kaminsky y León Jaimovich. Los tres serían profesores titulares, además de J. Kriner, P. Bumaschny, S. Braunstein, H. A. Kaplan, B. Sevinsky y A. Aufgang. Alfredo Chouela tiene una notable trayectoria en la Sociedad de Dermatología. En cirugía dermatológica se destaca A. Segers y en alergia dermatológica, M. Asrilant. Pablo Viglioglia, formado en esta escuela, alcanzó la jefatura del Hospital Álvarez y la jerarquía de profesor titular. Dotado del privilegio de aunar a su vasto conocimiento clínico el poder leer y diagnosticar preparados histopatológicos, su amplio saber está reflejado en numerosos libros y artículos. Con sencillez y autoridad científica exponía sus clases a las que otorgaba un carácter cordial y afectuoso, integrándose fácilmente con el auditorio.* Enrique Jonquières, caracterizado por su versatilidad en leprología, trabajaba a su lado. Miguel A. Mazzini es otro importante dermatólogo de este período. También fue profesor titular. Elegante, con un aire innato de caballerosidad, modesto y afable, fue jefe del Hospital Fernández antes de asumir su cátedra en el Ramos Mejía. Su Dermatología Clínica, escrito en su primera versión con Fernández Blanco y luego de su exclusiva autoría (1977), fue la obra obligada de estudio y consulta de los dermatólogos de toda esa época. Se producen por entonces distintas circunstancias que marcarían rumbos en el futuro de la Dermatología argentina. El Dr. Raúl Fleischmajer, discípulo de Kaminsky, se traslada a Estados Unidos e inicia una trayectoria excepcional hasta alcanzar el profesorado y la jefatura de Dermatología en el Hospital Mount Sinai de Nueva York. Sus aportes sobre la fisiopatología del colágeno y en particular la esclerodermia son de relieve internacional. Visita casi anualmente la Argentina donde prodiga sus conocimientos. En los Estados Unidos comparte actividades con el Dr. León Jaimovich –discípulo de Kaminsky y luego de Pierini–, quien, una vez de regreso al país, comienza una brillante trayectoria hasta alcanzar el grado de profesor titular.
* Este párrafo ha sido redactado por el Dr. A. Woscoff.
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Arturo Mom concurre también a Estados Unidos donde inicia la investigación dermatológica; otro asiduo concurrente es el Prof. Alejandro Cordero. Así comienza la etapa de “norteamericanización” de la Dermatología argentina que, sin perder la influencia francesa, toma rumbos más amplios, en especial en fisiopatogenia y terapéutica. Pedro Horacio Magnin permanece un tiempo en Estados Unidos colaborando en la investigación con el pionero Stephen Rothman. De vuelta en la Argentina principia una destacada carrera: sucede a Quiroga y a Mazzini como profesor titular, es presidente durante varios períodos de la Asociación Argentina de Dermatología y dirige durante décadas la Revista Argentina de Dermatología. Estudioso apasionado, sus jornadas comienzan a la madrugada; escribe libros y artículos, investiga diversos tópicos, entre ellos porfirias y cáncer de piel. Organiza ateneos, jornadas y congresos y forma un núcleo cerrado de discípulos que lo siguen en su tarea. Jefe de los Hospitales Británico y Ramos Mejía –este último continúa como asiento de la Cátedra–, posee una personalidad particular, severa y exigente. Imparte sus conocimientos ayudado por una capacidad de memoria excepcional, pero demanda también una entrega casi total a los que comparten sus tareas. Sucedió a Marcial Quiroga en la Academia Nacional de Medicina. Alejandro A. Cordero continuó la serie de brillantes maestros. Trabajó con Quiroga, de cuya cátedra fue adjunto y luego jefe de servicio de los Hospitales Tornú, Rawson y Clínicas, llegando a ser profesor titular en los dos últimos. Cordero era un ser y un científico de excepción. Modesto, afable, protector, fue maestro de numerosos dermatólogos.* Viajaba de continuo a diversos países del mundo, acompañado por su culta esposa. A la mañana concurría a centros hospitalarios, por la tarde visitaba la ciudad y sus museos y al anochecer compartía la comida con los principales dermatólogos del país mientras... seguía hablando de Dermatología. En los congresos, a la manera de un aplicado alumno, anotaba en un cuadernito todo lo visto y oído que a su regreso y con gran generosidad comunicaba en sus clases. Las principales sociedades dermatológicas del mundo lo designaron miembro honorario. Como Quiroga, fue miembro de la Liga Dermatológica Internacional. Su memoria es perpetuada por todos los que lo conocimos. Las cátedras. En los años que transcurrieron entre Pierini y Quiroga no hubo concursos. Los profesores adjuntos ya designados ocupaban interinamente el cargo de titular durante un año; ello motivó que notables dermatólogos no pudieran concursar para el cargo de profesor titular. Normalizada la situación después de más de una década, llegan a ser designados profesores titulares Cordero y Magnin. Al retirarse por razones de edad (en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires el límite son los 65 años) le suceden Viglioglia y Jaimovich por un corto período. Se amplía el número de cátedras a cuatro y asumen Alberto Woscoff, Ana Kaminsky, Hugo Cabrera y Carlos Kaminsky –este último tempranamente fallecido. Ana Kaminsky, de reconocida trayectoria internacional, es designada, como antes Quiroga y Cordero, miembro de la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas, con lo cual la Argentina tiene su representante; ha sido invitada por numerosos países a dictar conferencias y es honrada en ellos como Miembro de Honor. Hugo Cabrera, formado con Gatti y Cardama, se desempeñó como jefe en el Hospital Posadas y luego en el Hospital de Clínicas donde instaló su cátedra. De amplísimos conocimientos dermatológicos, ha publicado numerosos trabajos, en muchos de los cuales ha descrito patologías inéditas en el país. Se destaca su libro Nevos, escrito en colaboración con Sandra García, y que es obra de consulta obligada en el tema. Alberto Woscoff fue profesor titular y jefe en el Hospital de Clínicas, además de profesor consultor de la Armada Argentina y jefe de servicio del Hospital Naval Pedro Mallo.
* Entre los que me cuento (AW).
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Historia de la Dermatología argentina
Previamente ejerció la jefatura del Hospital Durand. Entre su abundante producción científica cabe mencionar Orientación Dermatológica en Medicina Interna, texto de consulta y estudio para el pregrado y posgrado inmediato (con los Drs. A. Kaminsky, M. Marini y M. Allevato) y Principios de Inmunodermatología (con los Drs. P. Troielli y M. Label) completa obra de este género en español. Fundó y fue director, durante una década, de Dermatología Argentina, órgano oficial de la SAD. Llegada la hora de su retiro, la Universidad de Buenos Aires designó Profesores Eméritos a los Drs. Viglioglia y Cordero y Profesores Consultos Titulares a los Drs. Alberto Woscoff y Ana Kaminsky. En la actualidad (2004) continúa como titular el Dr. Cabrera. En las cuatro cátedras se cubre por riguroso concurso el cargo de titular, para lo cual han sido designados Mercedes Hassan en el Hospital Ramos Mejía, Edgardo Chouela en el Argerich y Mario Marini en el Británico. Los tres cuentan con calificados antecedentes y su laboriosidad e inteligencia permiten vaticinar que conservarán e incrementarán el prestigio de la Dermatología argentina.
Asociación Argentina de Dermatología (AAD) Figura 12. Prof. L. M. Baliña
Reúne a la mayoría de los integrantes de los servicios hospitalarios porteños, con una intensa actividad científica y societaria, reflejada en la Revista Argentina de Dermatología. Realiza reuniones que cuentan con una numerosa concurrencia del interior y del extranjero. Anualmente organiza el Congreso Argentino de Dermatología en diversas provincias del interior. Durante la presidencia de Magnin trasladó su tradicional sede del Hospital Ramos Mejía a una propia, con biblioteca y salón de conferencias. Sus presidentes fueron los Drs. M. A. Mazzini (1950), G. Basombrio (1952), F. Noussittou (1953), R. Garzón (p) (1955), A. Cordero (1957-58), A. Kaminsky (1959-60), J. L. Carrera (1961-62), F. Ambrosetti (1963-64), E. Jonquières (1965-66), M. I. Quiroga (1967-68), R. N. Corti (1968-71), M. A. Mazzini (1972-1975), P. Viglioglia (1976-77), M. Seoane (1978-79), P. Magnin (1980-81), J. E. Cardama(1982-83), N. Sánchez Caballero (1984-85), L. M. Baliña (1986-87) (figura 12), P. Magnin (1988-89), C. Parra (1989-1991), M. Marini (1992), P. Magnin (1993–95), L. Valle (1995-2004), J. L. Iribas (desde 2004).
Sociedad Argentina de Dermatología (SAD) Figura 13. Prof. D. Grinspan
Hasta 1973 efectuaba sesiones mensuales teóricas para graduados en la sede de la Asociación Médica Argentina. Sus adherentes no eran numerosos y la presidencia era ocupada alternadamente entre pocos profesionales. Agrupaba mayoritariamente a los discípulos de Kaminsky y Pierini. Bajo la presidencia de Abulafia (1973-74) se modifica sustancialmente la Sociedad. Una nueva y moderna organización, junto con la sucesión de reuniones y congresos, motivan la incorporación de numerosos dermatólogos. A partir de esta época ocuparon la presidencia A. Casalá (1975-76), O. Mángano (1977-78), D. Grinspan (1979-80) (figura 13), A. Cordero (1981-82), J. C. Gatti (1983-84) (figura 14), S. Stringa (1985-86), J. E. Cardama (1987-88), A. Woscoff (1989-90), H. N. Cabrera (1991-92), H. G. Crespi (1993-94), Ana Kaminsky (1995-96), A. Cordero (1997-98), C. F. Gatti (1999-2000), M. Larralde (2001-2002 ), H. Cabo (2003-2004), E. Saraceno (desde 2005). Sus congresos se efectúan cada dos años en distintas ciudades de las provincias y en Buenos Aires. En 1995 comenzó a editar su órgano oficial, Dermatología Argentina, con la dirección de Alberto Woscoff (actual Director Honorario) y a partir de 2004, de Liliana Olivares. Durante algunos años la AAD y la SAD trabajaron en conjunto, realizando reuniones comunes. La integración más significativa fue la Comisión Mixta de Enseñanza Dermato-
Figura 14. Prof. J. C. Gatti
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lógica (COMEDE). Existían anteriormente cuatro cursos de posgrado de especialización dermatológica con contenidos y exigencias disímiles; estaban a cargo de León Jaimovich (por la Sociedad) Pedro Magnin (por la Asociación), Fernando Stengel y Hugo Cabrera. Los cuatro resignaron sus cursos a favor del COMEDE, inaugurado bajo la presidencia de Mario Marini en la Asociación, Alberto Woscoff en la Sociedad y con Luis Ferreira como decano de la Facultad de Medicina. El curso, reconocido por la Universidad de Buenos Aires, tenía una duración de tres años y expedía el titulo de Especialista Universitario en Dermatología. En su dirección se alternaban anualmente un representante de la AAD y uno de la SAD. Al cabo de diez años la AAD se retiró del COMEDE, creando un curso propio. Pero la experiencia de la labor conjunta de ambas agrupaciones despertó el anhelo de una única agrupación, sobre todo entre los dermatólogos jóvenes.
■ La6.federalización la Dermatología La federalización dede la Dermatología argentina argentina Al comenzar la actividad dermatológica en la Argentina, la mayoría de los dermatólogos ejercía en la ciudad de Buenos Aires. Con el tiempo, en las provincias se ha ido desarrollando una intensa y fructífera actividad científica, con centros de gran jerarquía instalados por lo general en las cátedras de la especialidad.
La Dermatología en Córdoba Sus inicios datan del siglo XIX. En 1889 se crea la primera cátedra de la especialidad en la Argentina (anterior a la de Buenos Aires) con sede en el Hospital de Clínicas. Su primer profesor fue Hugo Stemphelman, sucedido por Manuel Freyre, Tomás Garzón, Rafael Garzón (padre), Ramón Argüello (interino), Luis Argüello Pitt, Enrique Tello y Rafael Garzón (hijo). La labor del Dr. Garzón (h), designado en 1983, es de mucho valor, lo mismo que sus publicaciones y sus contribuciones científicas a congresos y cursos, en los cuales ha dado gran proyección a la cirugía dermatológica. Ha editado varios libros para pregrado, a la vez que ha escrito artículos y libros con gran relevancia para la historia de la Dermatología argentina. En 1975 se crea la segunda cátedra con sede en el Hospital Córdoba; sus profesores fueron Ignacio Segundo Toledo y Augusto Magnani. La tercera cátedra, creada en el mismo año en el Hospital San Roque, tuvo como profesores a Pedro Guillot y luego a la Dra. Belia de Oviedo. La Universidad Católica de Córdoba fue dirigida por Ignacio Toledo y luego por Carlos Consigli. Constituye uno de los centros privados más prestigiosos del país. Tanto Carlos Consigli como su hermano Javier son notables dermatólogos y leprólogos que han efectuado importantes aportes a la especialidad. Córdoba se destaca particularmente en dos temas: la lepra y el hidroarsenicismo crónico regional endémico (HACRE). En el primer caso, hay que mencionar la existencia de un lazareto ya en el año 1621; otro es fundado en 1884; en 1939 se inaugura en San Francisco del Chañar el sanatorio J. J. Puente y el dispensario Prof. Guillermo Basombrío, modelos en su género. Se destacaron en este campo Luis Argüello Pitt y Carlos Consigli. El HACRE es descrito meticulosamente por Ramón Argüello y Enrique Tello. Este último es autor del libro HACRE, referencia obligada en el tema. Estos estudios son continuados en Salta por Roberto Biagini, quien precisa su epidemiología y la vinculación con el carcinoma visceral. La Reunión Dermatológica de Córdoba tiene más de medio siglo de existencia y ha sido presidida por los dermatólogos cordobeses más notables, entre los cuales se destacan en la actualidad Miguel A. Orozco, Luis Flores González y Alejandro Ruiz Lascano.
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La Dermatología en Rosario (Santa Fe) En el año 1922 se crea en la Universidad Nacional del Litoral la cátedra de Dermatología; su primer profesor es Enrique Fidanza, de sólo 38 años pero con una amplia experiencia adquirida en Buenos Aires y Europa. Inicia sus actividades en el Hospital Italiano y luego traslada la cátedra al tradicional Hospital Centenario de la Universidad Nacional del Litoral. Forma, entre otros, a José María Fernández, Salomón Schujman, Alberto Nudenberg, Francisco Carrillo y Amadeo Campos. Lo sucedieron en la cátedra J. M. Fernández, E. Carboni, V. Pecoraro y B. Nudenberg. En la Dermatología rosarina existieron profesionales de relieve internacional. José María Fernández queda grabado en la Dermatología mundial por ser autor de la reacción en lepra que lleva su nombre, así como por su decisiva participación en la clasificación sudamericana de la lepra (La Habana, 1948) y la utilización de la BCG en la profilaxis de la enfermedad. Salomón Schujman acompaña a J. M. Fernández en sus investigaciones sobre lepra. Fundamenta la forma polar tuberculoide y es, al decir del brasileño Rabello, “el primero que caracterizó la fisiopatogenia de la enfermedad”. Su fama trasciende las fronteras; como ejemplo baste decir que en 1957 fue invitado durante un año a dar cursos de leprología en China, donde formó discípulos que siguen sus concepciones. Alberto Nudenberg, perfeccionado en Francia y Alemania, se dedica con ahínco a la venereología. Al regresar de su etapa de formación, dirige y legisla sobre la materia, con una labor incesante e inalterable a pesar de los poderosos intereses que se movían tras la prostitución. Al promulgarse la Ley Nacional de profilaxis antivenérea se estableció que “Rosario era la ciudad mejor preparada en el país por su conocimiento de esas plagas sociales”. Vicente Pecoraro, así como J. M. Barman e I. Astore, se destacan en el estudio del pelo, anexo poco estudiado hasta entonces. El primero inventa un microscopio original y desarrolla la técnica del tricograma, empleada en la actualidad a nivel mundial. La minuciosidad de sus observaciones permanece inalterable. Bernardo Nudenberg, profesor titular desde 1983, imprime a la cátedra una nueva orientación, destinada a integrar la Dermatología como un capítulo importante de la Clínica Médica. Publica estudios sobre esclerodermia y mucinosis. Es invitado obligado de todos los congresos nacionales y asiste y participa activamente en las principales reuniones internacionales. De fina sensibilidad, escribe libros de relatos y poesía que son elogiados por la crítica literaria. Ramón Fernández Bussy, perfeccionado en Europa, se destaca en sus estudios sobre inmunología. Gravita en las sociedades dermatológicas de Buenos Aires y Rosario y es autor de diversas obras y organizador de numerosos cursos. Dirige el curso de especialistas en Dermatología de la Universidad Nacional de Rosario. Otras figuras destacadas son Augusto Mercau, Fernando Feijóo, Sebastián González del Cerro, Carlos Lurati, Ricardo Arpini, y en dermopatología, Augusto Serial y Juan Monti. La Asociación Dermatológica, filial de la Asociación Argentina de Dermatología, fue creada en 1935 y presidida entre otros por Edgard Romano Boix. Actualmente es Sección de la Sociedad Argentina de Dermatología.
La Dermatología en Mendoza Los primeros dermatólogos que ejercieron en Mendoza en los años 30 fueron Everardo Godoy y León Boaknin, a quienes se sumó en 1939 el Prof. Gerónimo López González. La labor asistencial se desarrollaba en los hospitales Central y Luis Lagomaggiore. En 1950 se funda en Mendoza la Facultad de Ciencias Médicas, dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo, y se contrata a Joao Ferreyra Márquez, de Portugal, como profesor titular de Dermatología. En 1965 es sucedido por Gerónimo López González y
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luego por Sebastián Pons, Alberto Torres Cortijo (como interino) y en 1987, por Cristóbal Parra. La escuela mendocina ha descollado por la importancia de sus contribuciones y el prestigio de sus integrantes. Gerónimo López González identificó el prurigo solar. Sebastián Pons fue, además de profesor titular, decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo; entre su prolífica producción cabe mencionar el trabajo “Manifestaciones cutáneas de la enfermedad de Chagas”. Alberto Torres Cortijo, formado en España con Gómez Orbaneja y en Buenos Aires con Pierini y Borda, se dedica con ahínco a la criocirugía. Es notable su trabajo “Acropatía úlcero-mutilante de Bureau y Barrière. Estudio de ciento cincuenta casos. Su asociación con pelagra”. En 1986 es designado profesor titular el Dr. Cristóbal Parra. Su trayectoria se distingue por la cantidad y calidad de trabajos originales, publicados por las más calificadas revistas norteamericanas y europeas. Introduce el conocimiento de la Dermatología argentina en Alemania, país donde se perfeccionó. Varios de sus trabajos se publican en alemán, idioma que habla y escribe a la perfección. Se distinguen en esta escuela Elías Bittar, Olga Bocanegra, José F. Leonforte, Emilce Rivarola, Narciso Driban y dos brillantes dermatólogas integrantes de la familia Parra: Nélida Pizzi de Parra, que se destaca en Dermatología Pediátrica, y Viviana Parra de Cantú. La histopatología estuvo a cargo de Aníbal Ortiz Medina, discípulo de Abulafia y coautor de varias publicaciones nacionales e internacionales. Además de la Facultad Nacional de Cuyo, fundada en 1950, existen dos facultades privadas: la Facultad de Ciencias Médicas del Aconcagua, fundada en 1997, y la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Mendoza, en 1998. Las asociaciones dermatológicas locales son la filial Cuyo de la Asociación Argentina de Dermatología (1958), la primera sección de la Sociedad Argentina de Dermatología y el Ateneo de Dermatología “Profesor Joao Ferreira-Marques” (1966).
La Dermatología en La Plata (Provincia de Buenos Aires) Comenzó en 1918 con el Dr. Emilio Cortelezzi quien fue el primer profesor titular de la cátedra de Dermatología, creada en 1930. Lo suceden Nicolás Greco, Ernesto L. Othaz y Alcides Conti, entre otros. Fue la época de mayor trascendencia de la Dermatología platense. Luego son nombrados profesores titulares Jorge Cueto, Juan Fuertes (interino), Flora Stoichevich y Raúl E. Balsa, quien poseía un conocimiento enciclopédico y dejó a la posteridad un voluminoso Manual de Dermatología Clínica (1998). Roberto Castelleto es un anatomopatólogo de destacada actividad. En 1973 se inicia la Sociedad de Dermatología de La Plata –luego filial de la Sociedad Argentina de Dermatología–, presidida por L. T. Mirande, Stella Maris Ingrata y Luis H. Pedemonte.
La Dermatología en Tucumán Norberto Olmos Castro y Pascual B. Arcuri incorporaron a la leprología la lectura de la leprominoreacción que lleva su nombre. En la Facultad de Medicina fue profesor titular Luis Vallejo y Vallejo, sucedido por Eudoro H. de los Ríos –a cuya escuela pertenecen la mayoría de los dermatólogos tucumanos–, quien aportó interesantes conocimientos en micosis profundas. En el estudio de las patologías regionales se destacan Ana María Lorenz, N. Cartagena, L. Iturre de Aguirre y Ben Ami Alperovich. Desde el año 1970 existe la Agrupación Dermatológica de Tucumán –filial de la Asociación Argentina de Dermatología– y la filial de la Sociedad Argentina de Dermatología.
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La Dermatología en el Nordeste En el Chaco trabajó ardua e ininterrumpidamente en el campo de la lepra Manuel Giménez (padre). Su apasionada lucha contra la epidemia está reflejada en las instituciones y dispensarios creados por su iniciativa. Fueron profesores titulares Manuel Iglesias y Félix Scappini. Cuando se crea la Universidad Nacional del Nordeste es designado Manuel Giménez (h) quien imprime a su cátedra una incesante actividad de investigación y estudio que lo destacan entre los profesores de las recientes generaciones.
Otros centros dermatológicos relevantes En Salta fueron importantes dermatólogos Andrés Cornejo y luego Roberto Biagini, quien aportó trascendentales conocimientos epidemiológicos y clínicos sobre el estudio y difusión del HACRE y la tuberculosis cutánea. En Entre Ríos el primer dermatólogo fue José Maria Roque D´Angelo (1943). En 1985 Abraham Man se convierte en la figura más notable de la Dermatología del Litoral y forma especialistas en Entre Ríos –sede del Hospital cuya Jefatura ejerce–, Corrientes y Misiones. Es uno de los más destacados representantes de la escuela de Borda. Desempeñó en varios períodos importantes cargos en la Sociedad Argentina de Dermatología de Buenos Aires. La Unidad Docente de Paraná, dependiente de la Universidad Nacional de Rosario, comienza a funcionar en 1991, siendo designado como docente responsable el Dr. Abraham F. Man y como jefes de Trabajos Prácticos los Drs. Rubén Ruberto y Diana Mauro. En diciembre de 1978 se funda la Asociación de Dermatología del Centro del Litoral, con la presidencia del Dr. Ricardo Cusanelli y la participación de profesionales de Santa Fe, este de Córdoba y Entre Ríos. Bajo la presidencia del Dr. Alejandro Campos Carlés esta Asociación se incorpora a la Sociedad Argentina de Dermatología. Entre los numerosos encuentros científicos que se realizan en la región cabe destacar la reunión anual “Prof. Dr. José M. Fernández”, integrada por Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba. Las IV Jornadas Internacionales de Dermatología Pediátrica, con sede en Paraná, fueron encabezadas por Susana Block, Diana Mauro, Analía Svartz y Carlos Cargniel. En Mar del Plata, donde la especialidad está estrechamente vinculada con la Dermatología porteña, se destacaron Raúl Rodeiro, Juan F. Caino, Carlos Cancio, Carlos de Natale. Actualmente son figuras de referencia Carlota Jaimovich, Jorge Brusco, Alfredo Amdur y Jorge Clara. El Hospital Regional de Mar del Plata tiene un elevado nivel académico y la ciudad es con frecuencia sede de Congresos nacionales e internacionales.
Actividad internacional
■ La actividad internacional
Durante muchos años fueron clásicas las Jornadas Rioplatenses de Dermatología, que agrupaban anualmente a dermatólogos de Argentina y Uruguay, alternándose como sedes cada uno de los países; se realizaron bajo el estímulo de Bartolomé Vignale en Uruguay y de Quiroga, Mazzini, Pierini y Grinspan en la Argentina. El Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) efectuó en 1963 el V Congreso Internacional, con la presidencia de Luis Pierini y la secretaría general de David Grinspan. El acontecimiento congregó a toda la Dermatología argentina e iberoamericana (figuras 15, 16, 17, 18). En 2003 Buenos Aires fue sede del XV Congreso del CILAD, en esta oportunidad con la presidencia de Ana Kaminsky y la secretaría general de Miguel A. Allevato. Asistieron
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Figura 15. V Congreso Ibero Latinoamericano de Dermatología, Buenos Aires, noviembre 1963. Acto Inaugural
más de 3.000 dermatólogos, quienes coincidieron en que fue el congreso más brillante y fructífero de los realizados hasta entonces. En 1973 Sebastião Sampaio, Pablo Viglioglia, Juan Carlos Gatti y Osvaldo Mángano fundaron la Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA); en sus comienzos y hasta el 8° Congreso, Argentina y Brasil se alternaban como sedes de la reunión anual. A partir de entonces las sedes se extendieron a los demás países, convirtiendo a la RADLA en el más significativo congreso regional, tanto por la calidad de su labor científica como por la cantidad de asistentes. En 2005 en la reunión de Buenos Aires fue presidente el Dr. Edgardo Chouela, bajo cuya decidida y ardua gestión se amplió el espectro de países intervinientes a Colombia, Venezuela, Ecuador y México; se prevé la próxima incorporación de la colectividad hispanohablante de Estados Unidos. También se efectuaron reuniones internacionales de leprología bajo la dirección de Gatti y Cardama; el Congreso Mundial de Cáncer Cutáneo con la presidencia de León Jaimovich y secretaría de Fernando Stengel; periódicamente se realizan reuniones internacionales de Dermatología Pediátrica. Estos significativos antecedentes justifican y anticipan el brillo del Congreso Mundial de Dermatología que, con la presidencia de Ricardo Galimberti y la secretaría de Adrián M. Pierini, se efectuará en Buenos Aires en el año 2007. La Asociación Argentina de Dermatología y la Sociedad Argentina de Dermatología son instituciones representativas de toda la República Argentina. En un principio la labor dermatológica estaba centralizada en Buenos Aires; más adelante, reconociéndose la capacidad y prestigio de los dermatólogos de las distintas provincias, se comienzan a establecer filiales y secciones. Las secciones de la Sociedad Argentina de Dermatología, que agrupa a más de 2.500 dermatólogos, son las de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires, Comahue, Córdoba, Corrientes, Chaco, Chubut, Jujuy, La Plata, Litoral, Mar del Plata, Mendoza, Misiones, Rosario, Salta, San Juan, Santiago del Estero y Tucumán; son delegaciones Catamarca, San Luis, Santa Cruz y Tierra del Fuego. La Sociedad Argentina de Leprología también forma parte de la SAD.
Figura 16. Asamblea Ordinaria del CILAD Figura 17. Presentación de enfermos en el Hospital Rawson Figura 18. Tema Oficial Cáncer cutáneo. Relatores: Prof. Jorge Abulafia (2º desde la derecha) y David Grispan (3º desde la derecha)
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Las distintas subespecialidades
■ Las distintas subespecialidades
Dermatopatología. En un principio ejercida sólo por Pablo Box y Eugenio Forman, amplía el número de sus especialistas a partir de la actuación de Jorge Abulafia, maestro de futuras generaciones. José G. Casas, especialista de renombre internacional, es profesor titular de Patología de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y presidente de la International Academy of Pathology, regional americana. Otros reconocidos patólogos son Roberto G. Schroh, Oscar Bianchi, Ignacio Calb, Maria Cristina Kien, Gabriel Magariños, Graciela Sánchez, Eduardo Lacentre, Alicia Kowalczuk, Javier Anaya, Alberto Carril y Oscar Sanguinetti. En Rosario, Jorge Monti y Adriana Bergero; en La Plata, Roberto Castelleto y Jorge Cueto (h). En Mendoza, Aníbal Ortiz Medina. En Salta, Susana Romero. La Sociedad Argentina de Dermopatología (SADEPA) efectúa cursos y reuniones periódicas, a las que invita a dermopatólogos del exterior. La Sociedad Argentina de Dermatología dicta el Curso Bianual de Dermatología Óptica Básica, bajo la dirección de Oscar Bianchi y Roberto Schroh. Dermatología Pediátrica. Algunas figuras sobresalientes: el Prof. Héctor Crespi, de gran seriedad y prestigio; Dagoberto Pierini (figura 19), Maestro de la especialidad; Adrián M. Pierini, Presidente del Vll Congreso Internacional de Dermatología Pediátrica; Margarita Larralde de Luna (próxima presidenta del Congreso Latinoamericano de Dermatología Pediátrica); Rita García Díaz, José A. Massimo; Silvia Pueyo, Zulema Piccone, Nélida Pizzi de Parra, Jorge Laffargue, entre otros. En diciembre de 1989 se funda la Sociedad Argentina de Dermatología Pediátrica, que luego sería la Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica (ASADEPE). En la actualidad se dicta un Curso Universitario de Dermatología Pediátrica que otorga el respectivo título, a cargo de J. A. Mássimo, M. Larralde, A. M. Pierini y L. Valle. Cirugía dermatológica. Cobra un decidido impulso con el Prof. Norberto Grinspan Bozza, fundador de la Sociedad de Cirugía Dermatológica. Cuenta con competentes cirujanos dermatológicos como Abel González (experto en cirugía de Mohs), Rafael Garzón, Horacio Costa Córdova, Daniel Ballesteros, Gilberto González Rescigno. El Curso Anual de Cirugía Dermatológica y Estética de la Sociedad Argentina de Dermatología tiene como directores a Horacio Costa Córdova, Eduardo De Carli y Lidia Inés Villalba. Estomatología. Como ya se señaló, tuvo como iniciador a David Grinspan, cuyo monumental tratado cubre todas las facetas de la especialidad. Son sus continuadores José Kriner, Samuel Blaustein, Julio Díaz, S. Belin, E. Mc Adden, Graciela Fernández Blanco y Silvina González. Cosmiatría. Iniciada en la Argentina bajo el estímulo del Prof. Aarón Kaminsky, asumió relieve internacional. Se realizan en el país frecuentes cursos de la especialidad a los que asiste un gran número de dermatólogos latinoamericanos. Entre sus figuras notables están Alejandro Cordero (h), Ana Kaminsky, Graciela Cuomo, Rosa Flom. En cada servicio de Dermatología existe una sección de dermatocosmiatría a cargo de un jefe dermatólogo y con personal técnico en cosmiatría (antes cosmetólogas). Hay sociedades de la especialidad que cuidan y mejoran los aspectos éticos de la práctica. Son clásicos los libros Cosmetología Dermatológica Práctica, de M. I. Quiroga y C. F. Guillot (1973) y Cosmiatría de P. Viglioglia y J. Rubin. Leprología. Su historia es paralela a la de la Dermatología. Según algunas teorías, la lepra fue introducida en América por los descubridores y los primeros conquistadores, quienes probablemente alistaron como soldados y navegantes a algunos enfermos. Otro factor que contribuyó a la expansión de esta enfermedad en el continente fue el comercio de esclavos negros traídos de África desde principios del siglo XVI. En la Argentina la llegada de esclavos fue más limitada, por lo cual es probable que la enfermedad ingresara en el país proveniente de zonas vecinas, como Paraguay, Brasil y Perú. En 1760 se toma conocimiento en Buenos Aires de los primeros pacientes, que son
Figura 19. Prof. Dagoberto Pierini
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retirados de la ciudad y enviados a Lima. En 1792 el protomédico Manuel Rodríguez realiza el primer reconocimiento de un foco de cuatro pacientes de lepra en Santa Fe. Debido a las guerras de la Independencia los focos se diseminan hacia el noreste, noroeste y región pampeana . En 1883 se funda la Casa de Aislamiento (actual Hospital Muñiz) donde ese mismo año ingresa el primer enfermo de lepra. La atención de estos pacientes estuvo a cargo del Prof. Aberastury y del Dr. Farini. En 1903 se realiza la primera Conferencia Nacional de la Lepra. En 1926 se vota en el Congreso la Ley de Profilaxis Antileprosa que redactara el Prof. Aberastury y defendiera con perseverancia el Prof. P. Baliña. Entre 1927 y 1929 se lleva a cabo el primer censo de enfermos de lepra, que arroja un total de 2.300 enfermos. En 1930 se funda en el Hospital Muñiz el Patronato del Enfermo de Lepra de la República Argentina. En años subsiguientes se inauguran una serie de sanatorios-colonia en Posadas (Misiones), isla del Cerrito (Corrientes) y San Francisco del Chañar (Córdoba). En 1941 se crea un sanatorio-colonia en General Rodríguez (Pcia. de Buenos Aires) y en 1948 otro en Diamante (Entre Ríos). En 1929 el Prof. Fidanza con sus discípulos J. Fernández y S. Schujman organizan el servicio de Leprología en Rosario que en 1946, durante la Segunda Conferencia Panamericana de Leprología realizada en Río de Janeiro, fue encargado de preparar la lepromina standard. Posteriormente se destacaron Eduardo Carboni y Augusto Mercau. En agosto de 1954 se reunieron en Asamblea en la sede de la Asociación Médica Argentina –en la ciudad de Buenos Aires– un grupo de 41 médicos interesados en la leprología para fundar la Sociedad Argentina de Leprología (SAL). La primera Comisión Directiva, presidida por J. M. Fernández, estaba integrada por L. Llano, E. Capurro, G. Basombrío, F. Wilkinson, S. Schujman y L. Argüello Pitt. Entre los fundadores figuraban ilustres leprólogos como P. Arcuri, L. M. Baliña, E. Carboni, J. E. Cardama, C. Consigli, J. C. Gatti, M. Giménez, E. Jonquières, R. Manzi, A. Mercau, H. Sánchez Caballero, J. Scappini, A. Serial y E. Tello, entre otros. El órgano oficial de la sociedad fue la revista Leprología, fundada en enero de 1956 y editada durante veinte años. Luego se interrumpió su edición por razones económicas. A partir de mayo de 1988, por decisión de una Asamblea Extraordinaria, la SAL pasó a ser una sección de la Sociedad Argentina de Dermatología. Los profesores J. C. Gatti y J. E. Cardama publicaron un Tratado de Leprología y L. M. Baliña el libro Temas de Leprología. En la actualidad se destacan en esta especialidad R. Valdez, G. Pizzariello, L. Olivares, A. M. San Martín y N. Vaquero. Micología. Estudiada por Pablo Negroni, que publicó diversos libros sobre la especialidad, es continuada en forma brillante por Ricardo Negroni, figura de consulta internacional. Otros micólogos de sólida formación son Ricardo Galimberti –cuyos aportes figuran en revistas extranjeras–, Vicente Madeo, Susana Carabelli y Leonardo Amante. Criocirugía. Tuvo cultores destacados como E. Turjansky y G. Stolar quienes escribieron un libro de consulta obligada. Otros pioneros fueron Alberto Torres Cortijo, Carlos Kaminsky y en la actualidad Luis Sevinsky y Eduardo Rodríguez. La Sociedad Argentina de Criocirugía efectúa reuniones periódicas en la sede de la Asociación Médica Argentina. Infecciones de Transmisión Sexual (ITS). Durante más de 20 años los países latinoamericanos fueron miembros de la Unión Latinoamericana de Enfermedades de Transmisión Sexual (ULACETS), fundada por Brasil y Argentina, la cual desarrolló una intensa labor en el control de distintas dermatosis vinculadas. Entre sus presidentes se contaron los argentinos Alberto Woscoff, Juan Carlos Flichman y Mario Ambrona. Actualmente la Unión Argentina contra las ETS (UACETS) está integrada por Ricardo Casco, Alcira Bermejo, Mario Oxilia y Luis Belli. UACETS promovió que la Organización Sanitaria Panamericana reconociera a la sífilis congénita como una de las patologías prioritarias en América. Los libros de referencia del tema son el Tratado de Venereología, de Viglioglia y colaboradores, ETS y SIDA de P. Viglioglia y A. Woscoff y Las ETS en tiempos del SIDA de M. Marini y M. Oxilia.
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En la actualidad, las ETS siguen constituyendo un grave problema sanitario en las provincias que cuentan con profesionales y servicios dedicados al tema. Fototerapia. En el equipamiento terapéutico de numerosos servicios se cuenta con aparatos de PUVA y UVB. Entre los pioneros y docentes destacados de la técnica se encuentran Edgardo Chouela, Fernando Stengel, J. Ubogui y Luis Sevinsky. Es imposible, sin exponerse a un imperdonable olvido, mencionar a todos los profesionales que estudian y se destacan en las distintas patologías. Mencionaremos a algunos como Horacio Cabo, en diabetes y piel, Esteban Saraceno en Medicina Interna y Piel, Sergio y Osvaldo Stringa, Patricia Troielli, Maria Bibiana Leroux y Cristina Pascutto en colagenopatías. La Sociedad Argentina de Dermatología y la Fundación del Cáncer de Piel, presidida por Fernando Stengel, organizan campañas anuales nacionales de control de la enfermedad, cuyos resultados son analizados y sirven de guía en otros países que emprenden la misma tarea.
Revistas de la especialidad
■ Revistas de la especialidad
Hay cuatro revistas de aparición periódica en nuestro país (figuras 20-23): • Revista Argentina de Dermatología, órgano oficial de la Asociación Argentina de Dermatología, data de 1908; sus últimos directores son P. Magnin, J. Abulafia, L. Valle, N. Gotlib y A. Palacios. • Archivos Argentinos de Dermatología, iniciada en 1951 y dirigida sucesivamente por Luis Pierini, Dagoberto Pierini, Santiago Mosto, Adrián Pierini, Fernando Stengel y Andrés Politi. • Dermatología Argentina, órgano oficial de la Sociedad Argentina de Dermatología, fundada en 1994 y dirigida por Alberto Woscoff (Director Honorario) y Liliana Olivares. • Actualizaciones terapéuticas dermatológicas, dirigida y editada por León Jaimovich y Miguel Allevato; tiene gran predicamento en Latinoamérica y cubre con criterio actualizado la faceta terapéutica de la especialidad.
Figura 20. Revista Argentina de Dermatología Figura 21. Archivos Argentinos de Dermatología Figura 22. Dermatología Argentina Figura 23. Actualizaciones Terapéuticas Dermatológicas
Libros de la especialidad
■ Libros de la especialidad
• Dermatomicosis. P. Negroni, 1942. • Micosis cutáneas y viscerales. P. Negroni, 1944, 1961.
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• Dermatología y sifilología. M. Fernández Blanco y M. A. Mazzini, 1945. • Porfirinas y porfirias. J. M. Borda, 1946. • Introducción al estudio de la dermatosifilología. L. E. Pierini y M. Quiroga, 1946. • PH cutáneo. C. F. Guillot, 1949. • Eczema. M. Quiroga y col., 1949. • Compendio de Dermatosifilografía. F. Noussitou, A. Cordero y A. M. Mom, 1949. • Tuberculosis de piel. R. Garzón, 1950. • Sarcomatosis de Kaposi. D. Grinspan, 1950. • Rosácea. P. H. Magnin, 1953. • Dermatomiositis. J. M. Borda y S. Stringa, 1955. • Dermatología Geriátrica. M. Quiroga, C. F. Guillot y A. Woscoff, 1963. • Manual de Dermatología. J. C. Gatti y J. E. Cardama (varias ediciones desde 1963 a 1989). • Historia de la lepra en la Argentina. M. I. Quiroga, 1964 • Porfirias. P. A. Viglioglia y E. F. Saraceno, 1968. • Sífilis: clínica y laboratorio. P. A. Viglioglia y E. Gaya Noya, 1968. • Dermatología infantil. A. M. Mom y A. Chouela, 1968. • Úlceras de pierna. R. Garzón (h), 1969. • Las hipodermitis. L. E. Pierini, J. Abulafia y S. Wainfeld, 1969. • Temas de Dermatología. Ts. I a V. P. H. Magnin y col. • La lepra: pasado y presente. M. Quiroga, 1974. • Polidisplasia con hipoplasia dérmica focal. P. Magnin, J. G. Casas, M. Marini y E. Garrido, 1974. • Dermatología Pediátrica en la práctica clínica. H. G. Crespi, 1978. • Tumores de piel. P. Magnin y J. G. Casas, 1978. • Porfirinas y porfirias. A. Batlle, P. Magnin y E. Wider, 1981. • Urticaria. A. Cordero y A. Woscoff, 1981. • Las disproteinemias en dermatología. B. Nudenberg, 1982. • Manifestaciones dermatológicas de enfermedades internas. P. Viglioglia, 1982. • Terapéutica dermatológica en la infancia. N. A. Vivot y col., l983. • Dermatología elemental. P. Viglioglia,1985. • El eccema infantil. A. Cordero y H. G. Crespi, 1985. • Conceptos prácticos de farmacología dermatológica externa. J. C. Gatti, J. E. Cardama, J G. Machargo y L. Olivares, 1986. • Terapéutica dermatológica actualizada. L. Jaimovich, 1986. • Mucinosis. Nuevas aproximaciones a la clínica. B. Nudenberg, 1986. • Dermatología médico-quirúrgica. R. Garzón (h), 1987. • Dermatología Pediátrica. A. Cordero y H. G. Crespi, 1987. • Tumores cutáneos de los tejidos blandos. P. Magnin y R. Schroh, 1989.
Algunos libros del último decenio • Introducción a la inmunodermatología. A. Woscoff y P. Troielli, 1994. • Dermatología neonatal y pediátrica. M. Larralde de Luna, 1995. • Citogenética en el pregrado. R Garzón (h), Savia, Bornetto, 1996. • Manifestaciones cutáneas de la diabetes. H. Cabo, 1996. • Ictiosis. Estados ictiosiformes. A. Cordero, 1997. • Manifestaciones cutáneas de las enfermedades sistémicas. A. Cordero, M. Cobreros, M. Allevato y L. Donati, 1997. • Nevos. H. Cabrera y S. García, 1998. • Manual de Dermatología Clínica. R. E. Balsa, 1998. • Dermatología infantil en la clínica pediátrica. S. Pueyo y J. A. Mássimo, 1999. • Urticaria. A. Woscoff y P. Troielli, 1999.
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• Atlas Fotográfico de Dermatología. A. Kaminsky y G. Fernández Blanco. • Dermatoscopía H. A. Cabo. • Dermatopatología. J. G. Casas, G. Magariños y G. Casas. • Temas de Dermatología. P. y M. Viglioglia. • Orientación dermatológica en Medicina Interna. A. Woscoff y A. Kaminsky, 2002. • Dermatología de Gatti Cardama, H. Cabrera y F. Gatti, 2003. • Dermatología en Medicina Interna. A. Woscoff, A. Kaminsky, M. Marini y M. Allevato, 2003. • Principios de inmunodermatología. A. Woscoff, P. Troielli y M. Label, 2004. • Dermatología en el pregrado. P. Magnin y col. (varias ediciones). • Manual básico de Dermatología. R. Garzón (4 tomos).
Maestros de la Dermatología argentina (SAD) Los siguientes profesionales fueron nombrados “Maestros de la Dermatología Argentina” por la Sociedad Argentina de Dermatología: Alejandro A. Cordero, Miguel Ángel Mazzini, David Grinspan, Pablo A. Viglioglia, Enrique D. Jonquières, Enrique E. Tello, León Jaimovich, Jorge Abulafia, Vicente Pecoraro, Sergio Stringa, Carlos Consigli, Augusto Casalá, Gerónimo López González, Osvaldo Mangano, Bernardo Nudemberg, Roberto Biagini, Alberto Carvalho, Alberto Woscoff. ■ Septiembre, 2005.
■ Referencias bibliográficas Grinspan D. Sinopsis histórica de la Dermatología argentina. Editado con motivo del 10º Congreso Argentino de Dermatología. Buenos Aires; 1990.
Man A. Referencias dermatológicas en el Litoral [comunicación personal]. Nudenberg B. Tres héroes de la lucha contra la lepra y las enfermedades venéreas en Rosario. Edición del autor; 1985. Olivares L. Historia de la lepra [comunicación personal].
Parra C, Pizzi de Parra N. Referencias dermatológicas en Mendoza [comunicación personal].
DERMATOLOGÍA: ARTE Y CULTURA AMALIA M . BORES , INÉS A . BORES , LIDIA E . VALLE
Agradecemos la dirección de este trabajo al profesor Dr. Federico Pérgola
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l concepto de cultura es muy vasto y permite interpretaciones diversas. Si adherimos a la definición de Gordon Childe1 es el conjunto de elementos materiales e inmateriales con que el hombre se desenvuelve en la sociedad2. Cada grupo humano posee pautas propias y únicas que lo caracterizan3. En la formación del médico es imprescindible la cultura de la libertad espiritual que privilegie el valor ético antropológico y en la cual tenga primacía el ser. Las humanidades médicas (Historia de la Medicina, Lingüística Médica, Antropología Médica, Sociología Médica, Ética Médica, Epistemología Médica, Comunicación Médica, Estética Médica), permiten encuadrar la concepción del hombre en lo sociocultural. A través de ellas se logra generar el espíritu crítico, la actitud de duda metódica y racional. Este antidogmatismo nos liberará de rasgos negativos como la deshumanización de la medicina y el reduccionismo biológico4. En su obra Filosofía y medicina afirma Loudet: “No es impropio hablar de clínica y filosofía. Los grandes médicos de todos los tiempos y todas las escuelas fueron médicos y filósofos de su ciencia. No contemplaron únicamente los efectos, sino que buscaron las causas, no se perdieron en el mar movedizo de los síntomas y buscaron la explicación íntima de los mismos, no fueron recetadores impresionistas, sino prácticos experimentados; no dejaron de respetar la acción curativa de la propia naturaleza y no la perturbaron con impertinencias terapéuticas; fueron clínicos prudentes antes de ser audaces innovadores”5.
1. La dermatología en la literatura
■ La Dermatología en la literatura
Puede entenderse por arte aquella obra humana que expresa simbólicamente, mediante materiales diversos, un aspecto de la realidad entendida estéticamente. Existen numerosos ejemplos de médicos dermatólogos cuya sensibilidad les inclinó al cultivo de las artes (música, pintura, literatura, escultura). No se limitaron a la práctica rutinaria de su profesión sino que, para tratar de entender plenamente la condición humana, se abocaron a lograr un saber integral. Destacaremos entre todos a Carlos Federico Guillot y Marcial Quiroga. Carlos Federico Guillot (1917-1984), brillante dermatólogo, fue miembro fundador del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología y de las Sociedades Argentinas de Gerontología y Geriatría, de Antropología e Historia.
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En Marcial Quiroga (1899-1993) encontramos otro ejemplo de personalidad polifacética. Destacado dermatólogo, fue profesor titular de la Cátedra de Clínica Dermatosifilográfica en el Hospital Ramos Mejía (1947-1965). Mereció la designación de miembro de las Academias Nacionales de Medicina y de la Historia y los doctorados honoris causa de las Universidades de Madrid y Complutense; fue nombrado Maestro Extraordinario de Dermatología por la Municipalidad de Buenos Aires en 1965 y Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires en 1977. Como historiador médico destacaremos entre sus obras: Historia de la lepra en la Argentina; La lepra. Pasado, Presente; Manuel Moreno, biografía; La Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires. Mencionaremos además su libro Paremiología Médica y otros refranes en la Argentina y la vasta miscelánea Un libro y seis lectores6, 7, 8. En las últimas décadas se ha producido el incremento del uso de la informática en la vida cotidiana; ello permite un intercambio mundial interactivo y carente de límites físicos, facilitándose así el manejo de tiempo y espacio. Como señala Marcelo Sosa Ludicissa9, en el mundo virtual de internet se puede acceder a la información de manera concurrente por distintos medios. Así, por ejemplo, al ver un artículo escrito por un autor puede accederse a información adicional; este interaccionar produce una mayor capacidad para asociar ideas permitiendo multiplicar la capacidad de aprendizaje. Según Berlim, en la actualidad “la información es esférica, dinámica, con múltiples puntos de acceso y de enlace y básicamente cada uno construye su información. El papel es reemplazado por imágenes electrónicas transmitidas por telecomunicación”. El desarrollo de una sociedad informatizada permitirá la construcción de nuevos patrones culturales.
■ La2.medicina curanderos y la magia Lamedicina popular. popular. LosLos curanderos y la magia Expresa Pérgola: “Se ignora si la palabra magia se origina en el nombre de una de las tribus medas llamada magos o bien si procede –etimológicamente así parece– de viejas voces latinas cuyo significado se vincula con la superioridad espiritual”. El autor señala tres tipos de magia: la teurgia, de forma secreta y religiosa; la magia blanca, que se aplica al bien, y la magia negra, que recibe la ayuda del demonio10. Se la interpreta como la creencia de que todo fenómeno natural, como lo es la enfermedad, se halla determinado por entidades o fuerzas invisibles y superiores, que pueden en alguna forma dominarse mediante ceremonias o ritos ejecutados por el hechicero, mago o chamán (magia blanca). El chamán es un hombre con capacidad de caer en trance extático (vuelo mágico o viaje del alma). Es vidente, curandero y maestro de vida. La formalidad del rito comprende ensalmos, conjuros, encantamientos*, gestos y danzas. Se realizan en lugares especiales de difícil acceso, como fuentes, islas, cimas de montañas, abismos. Para la concepción mágica, el medicamento es eficaz por el rito con que se administra, por el poder personal del hechicero y por el lugar en donde se lo aplica11. Esta idea de la medicina es característica de los pueblos naturales, es decir, de aquellas unidades sociales o tribus de limitados recursos técnicos12. De acuerdo con su interpretación de la realidad hay cinco mecanismos de la nosogénesis: el hechizo nocivo, la infracción de un tabú, la penetración mágica de un objeto en el cuerpo, la posesión por un espíritu maligno y la pérdida del alma.
* Ensalmos: modo supersticioso de curar con palabras mágicas y medicamentos empíricos; conjuros: imprecación o sortilegio de los hechiceros; encantamiento: acción de encantar, obrar maravillas por arte sobrenatural.
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Muchos pueblos naturales han desaparecido por las epidemias que les ocasionó el choque con otra civilización, las hambrunas, la emigración y la transculturación*. En nuestro país, los matacos habitaron el territorio del Chaco, donde aún subsisten algunos grupos. Sus hechiceros utilizaban la succión de la zona enferma y simulaban extraer el mal mediante vómitos, piedras, espinas, insectos o puntas de flecha ocultos en su boca. Se acompañaban de cantos y bailes. En la herboristería utilizaron el Yetabay o Jalapa; el jugo obtenido de sus flores se indicaba en afecciones herpéticas y en otras dermatosis. Los guaraníes pertenecientes al grupo Tupi Guaraní habitaron las islas del Paraná; su habitat se extendía hasta el Amazonas. Utilizaron la ostra, ita, concha bivalva pulverizada o molida que era espolvoreada sobre heridas o abcesos para acelerar su curación. La piel del cuervo (urubu) era aplicada sobre las heridas. Para las afecciones venéreas tenían la resina de copaiba (Copaifera officinalis o palo de aceite); la zarzaparrilla (Zarzaparrilla smilaxsifilitica) en cocimiento y maceración en vino, que tiene la propiedad de estimular el sudor, también era indicada en sarna. Con igual finalidad utilizaban la zarza blanca (Bytneria o Punttneria cartagenesis) mientras que la salvia (Saevia officinalis) era indicada en la reepitelización de úlceras. Fue muy interesante el empleo del urucú (Bixia orellana); las semillas de este árbol contienen dos colorantes: uno amarillo -la orellina- y otro rojo cinabrio, llamado bixina. Este último, que es insoluble en agua, era aplicado por los aborígenes sobre la piel combinado con grasas, resinas y ceras para repeler insectos y atemperar la acción de los rayos ultravioletas. La urucuización era resistente al baño y al sudor. En la era precolombina el tabaco (Nicotiana tabacum) se usaba en las escabiosis, erisipela y picaduras. Los mocovíes habitaron desde el Río Bermejo y las fronteras de Tucumán hasta Santa Fe. Utilizaron el cebil –perteneciente a la familia de las mimosas–, en forma de empaste para las lesiones mutilantes de la lepra. En el sur de Mendoza, Santa Fe, San Luis, Córdoba y Noroeste de Buenos Aires se ubicaron los pampas, quienes emplearon el yang en la terapéutica de las aftas bucales13. Las formas pretécnicas de la medicina nos han legado algunas prácticas que se incorporaron a la medicina popular (folk Medicina). El empirismo (es decir, el recurrir a un remedio o práctica que en casos similares fue beneficioso) y la magia se fusionaron en el empleo de algunas drogas que pasaron del mundo primitivo o natural al “civilizado”. Tales son los ejemplos de la quina, el opio y la belladona, entre otros11. El método para inducir la curación empleado por los hechiceros es la sugestión14. El chamán ocupa una distinguida situación en la esfera social; es respetado por su etnia, que cree que es conocedor del misterio de la vida y de la muerte y poseedor de la facultad de curar o de producir, a su voluntad, la enfermedad. La medicina es arte (tekne) cuando quien la ejerce conoce racionalmente qué es la enfermedad y cuál es el remedio que en cada caso se emplea. Este doble saber se refiere al conocimiento, también racional, de la “naturaleza” de la enfermedad y de la cura. El cambio de paradigma se debe a la genialidad de los médicos griegos, expresado en un texto de Alcmeon de Crotona hacia el año 500 a.C.11. A partir del descubrimiento de América se produjo el arribo de médicos europeos que se ubicaron en los centros más poblados y resultaron escasos para atender las necesidades de los pobladores que solían recurrir a los curanderos. Ésta fue una de las causas que llevó al protomédico Miguel O’Gorman a solicitar al virrey Vértiz la instauración del Protomedicato del Río de la Plata (1777). El Protomedicato era
* Transculturación: proceso de difusión o de influencia de los rasgos culturales de una sociedad, cuando entra en contacto con otra que se encuentra bastante menos evolucionada.
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una institución creada en España y se hallaba a cargo de médicos designados por el rey. La autorización, otorgada en 1780, sentó las bases de la enseñanza de la ciencia médica y farmacológica en nuestras tierras. Yankilevich señala sobre estos funcionarios: “Desempeñaban la triple función de la dirección de la enseñanza y de los problemas del gobierno en cuestiones de medicina, cirugía y farmacia. Administraban justicia, constituyendo un tribunal especial para castigar faltas y excesos cometidos por los facultativos. Perseguían a los curanderos. Fijaban los aranceles para exámenes y visitas de boticas”15. Posteriormente, el 9 de abril de 1822, durante el gobierno del General Martín Rodríguez (1820-1824) se dictó la ley de Arreglo de la Medicina. Contaba con 98 artículos que, bajo la inspiración de Rivadavia, encuadraba las atribuciones del nuevo tribunal de medicina, que reemplazaría al Protomedicato. Establecía la forma y condiciones de la asistencia médica y de la farmacia y creaba las escuelas respectivas, disponiendo en breves artículos los procedimientos judiciales de profilaxis e inspecciones sanitarias para prevenir la transmisión de las enfermedades infecciosas. Establecía las atribuciones de los médicos de policía, del puerto y de la campaña. El título IX se ocupaba de la administración de la vacuna y por el título X se creaba la Academia de Medicina. El peligro que entraña el curandero reside en que, al desconocer la medicina, recurre a arbitrariedades para convencer a su cliente de que puede curarlo, y su accionar va acompañado muchas veces de afán de lucro y mesianismo. Todavía en la actualidad, la escasez de facultativos en relación con la densidad demográfica gravita en la dificultad de erradicar el curanderismo. En cuanto a los charlatanes, Nerio Rojas los define como “todo profesional diplomado (médico, dentista o partera) que autorizado a ejercer el arte de curar, promete curación a término fijo o por medios secretos o infalibles”. El accionar de curanderos y charlatanes se ve favorecido actualmente por la difusión de anuncios en los medios de comunicación16. Magrassi y Radovich interpretan que en el éxito de los curanderos es muy importante “la relación personalizada con su paciente. Esta personalización de la interacción se debe a que el saber y el lenguaje del curador son casi siempre el saber y el lenguaje del enfermo”. Además, los factores culturales encuentran su correspondencia tanto en la enfermedad como en su tratamiento14. Al mismo tiempo, la clandestinidad les otorga un factor sugestivo que potencia su gravitación en la clientela; la persecución de que son objeto genera una corriente de simpatía en quienes los consultan. Existen ciertas condiciones que determinan la idoneidad del curandero, como día y lugar de nacimiento, herencia familiar y orden de natalidad en el seno de la familia. El haber nacido en Jueves Santo, la noche de Navidad o el día de San Judas, entre otros días del santoral cristiano, son marcas favorables. Intrigaron a Baudouin los resultados positivos que obtenían a veces los curanderos; dedujo entonces que se debían a su reputación y a las “prácticas bizarras cuya bizarría y falta de lógica dan la impresión de lo maravilloso y ponen al enfermo en el estado de emoción que facilita la autosugestión espontánea; en esas condiciones la fe cura”. Este autor analizó los efectos de la autosugestión en la curación de las verrugas vulgares17. Un trabajo con los indios apaches efectuado en el estado de Nuevo México permitió a los investigadores Boyer y Boyer concluir que esa etnia compaginaba en el adulto lo histérico y lo compulsivo. Sobre este tipo de personalidad tendría resultados favorables el hechicero, actuando sobre enfermedades predominantemente psicógenas18. En 1838 toma consistencia un concepto novedoso al publicar Max Jacobi el artículo “Nueva disquisición sobre los fundamentos de la medicina psicosomática”. En ese año aparece la obra del barón Ernesto Von Feuchtersleben titulada Psicología Médica, en la cual expresa: “El miedo causa especialmente enuresis, diarrea, poluciones, erisipela y erupciones en los labios; facilita la recepción del contagio y las miasmas; perturba las
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crisis y agrava todos los trastornos”. De esta forma se incursiona en la neuroinmunología14. Para Guerra19, la sugestión interviene en el acto médico en la curación de la enfermedad; es el proceso más importante y lo es por el acto en sí. Según Laín Entralgo11 es en sí mismo todo un sistema terapéutico; tiene valor como vehículo de catarsis. Se ha registrado el hecho de que en múltiples ocasiones se observa la mejoría del paciente en forma inmediata al interrogatorio o a las maniobras semiológicas. Por su parte Pérgola afirma que “el acto médico encierra todo un contenido ritual que desde la antigüedad equiparó al médico con dioses, santos, reyes legendarios capaces de curar con la sola imposición de manos”14. En un texto posterior este autor expresa que “la presencia del médico es medicina. Pone en marcha el pensamiento mágico de la autocuración, aspecto inherente a la relación médico-paciente. ¿Cuál es la clave? El médico clínico en su relación de mantenimiento –según la clasificación de P. Schneider– está más cerca de su paciente, corre su propio riesgo, se “funde” con él en las maniobras semiológicas clásicas: observación, palpación, percusión, auscultación. Establece un contacto y ese contacto genera el más elevado sentido de solidaridad. Cuando el paciente aprecia deshumanización en el trato, lo hace percibiendo la falta de acercamiento semiológico”3. El mismo autor señala que no debemos asustarnos al comparar médico y hechicero; y citando a Sigerist agrega que el curandero primitivo es mucho más que el antepasado del médico moderno: lo es también de la mayoría de nuestras profesiones. “Sabe más que otras gentes acerca del mundo trascendental, hasta el punto de que tiene poder sobre éste”20. Robinson21 ha dicho que el candidato a hechicero debía poseer alguna característica poco común, extraordinaria fuerza o sabiduría, ser deforme o sufrir ataques epilépticos, tener predisposición para caer en trance, ser torpe en el manejo de las armas, ser ventrílocuo, que los mayores hubiesen soñado con él o que sintiera una manifiesta inclinación a la meditación y los paseos solitarios por el bosque. A veces algún joven con aptitudes naturales, prefiriendo la ciencia a las cacerías, optaba por enrolarse como alumno de un curandero renombrado. El estudio era extenso, duro y costoso; era necesario aprender muchas artimañas, conocer muchas hierbas, infinidad de ritos y un preciso método de cabecera. El curandero no podía ser como los demás, debía ser un hombre aparte. Sus vestimentas, hábitos y pensamientos tenían que diferenciarse de la generalidad. No podía compartir la rutina de vida de sus semejantes, siempre tenía que ser un hombre misterioso. A medida que las ceremonias se volvían más complicadas y consagradas por la tradición, el hechicero se iba convirtiendo en el profeta y sacerdote de su gente.
3. Los moldes de cera. La fotografía
■ Los moldes de cera. La fotografía
El 18 de marzo de 1892 se creó la Cátedra de Enfermedades Venéreas y Piel; el primer profesor titular fue el Dr. Baldomero Sommer, formado en la escuela vienesa –donde recibió la enseñanza de Kaposi–, y luego influenciado por la escuela francesa (Gaucher, Fournier, Darier)6. Su lugar de trabajo fue el Hospital San Roque (actual Ramos Mejía). Creó el museo de modelados de cera, confeccionados por el maestro Walter S., que representaban la morfología de enfermedades cutáneas para facilitar su aprendizaje. En el inventario realizado en 1915 se registraron 116 piezas, entre las cuales se enumeran: esporotricosis, blastomicosis, picadura de araña, esclerodermia, sífilis, pitiriasis liquenoide crónica, lepra, liquen, sarcoma de Kaposi, psoriasis, granuloma venéreo. Con fines pedagógicos utilizaba láminas de atlas dermatológicos22, 23. Asimismo, Sommer recopiló fotografías que registraban enfermedades de sus pacientes6. Posteriormente, el profesor Pedro Baliña enriqueció el material iconográfico de la Primera Cátedra de Dermatología24.
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La técnica fotográfica permitió reconocer objetivamente las dermatosis. En sus inicios, las fotografías se coloreaban manualmente. Sin embargo, fue la fotografía realizada en blanco y negro, que en los comienzos se positivizaba en sepia, el gran recurso en el libro de texto dermatológico. En 1865 Squire, cirujano del Dispensario Libre del Oeste de Londres, publicó un Atlas de Dermatología y Venereología totalmente ilustrado con fotografías. Doce de ellas estaban coloreadas a mano a toda página con un breve resumen del caso. En Dermatología es cardinal el identificar las enfermedades según el aspecto externo del área afectada, por ello las ilustraciones de los libros de texto requieren gran fidelidad. En la enseñanza de la Dermatología se aplicaron todos los métodos que fueron innovadores en su tiempo, desde “el dibujo a las acuarelas hasta la fotografía en color y desde las primeras xilografías hasta la moderna impresión off set color”25. ■ Octubre, 2004
■ Referencias bibliográficas 1. Childe G. ¿Qué sucedió en la Historia? Buenos Aires: Crítica; 1965. 2. Malinowski B. Magia, ciencia y religión. Barcelona: Planeta Agostini; 1993. 3. Pérgola E. Cultura, globalización y medicina. Buenos Aires: El Guión Ediciones; 2002. 4. Kohn Loncarica A, Outomuro D. editores. Bioética hoy. Implicancias en educación, clínica, investigación y políticas de salud. Buenos Aires: Facultad de Medicina; 2003. 5. Loudet O. Filosofía y medicina. Buenos Aires: Emecé; 1977. 6. Grinspan D. Sinopsis histórica de la Dermatología Argentina. Editado con motivo del 10º Congreso Argentino de Dermatología. Buenos Aires; 1990. 7. Marcial Ignacio Quiroga. Curriculum Vítae resumido. La Prensa Médica Argentina. 1980;67: 33-35. 8. Murió ayer en ésta el Dr. Marcial Quiroga. La Nación. 23 oct 1993; p.15.
9. Oliveri N, Sosa Ludicissa M, Gamba C. Internet, telemática y salud, Buenos Aires: Ed. Panamericana; 1997. 10. Pérgola F. Brujos, magos y habladores. Jano. Medicina y Humanidades. Buenos Aires. May 1983;(27):30-40. 11. Laín Entralgo P. Historia de la Medicina. Barcelona: Salvat; 1978. 12. Pérgola F, Okner O. Historia de la Medicina. Buenos Aires: Edimed; 1986. 13. Depalma D. La Pediatría en las culturas aborígenes argentinas. Buenos Aires: Fundasap; 2000. 14. Pérgola F. Autosugestión y charlatanismo. Médicos y Medicina en la Historia. Buenos Aires. 2003;II(7). 15. Yankilevich A. Hospital y Comunidad. De la colonia a la independencia y de la constitución a la república corporativa. Buenos Aires: edición del autor; 1999. 16. García Puga A. Venturas y desventuras de los médicos en la Historia. Historia. Buenos Aires. 2002;(88):7292. 17. Baudouin C. Sugestión y autosugestión. Madrid:
Francisco Beltrán; 1922. 18. Boyer LM, Boyer RM. Un aporte mixto antropológico y psicoanalítico al folklore. Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología. Buenos Aires. 19681971;(7):68-71. 19. Guerra F. Las medicinas marginales. Madrid: Alianza; 1976. 20. Pérgola F. Brujos y cuasi médicos en los inicios argentinos. Buenos Aires: Edimed; 1986. 21. Robinson V. La Medicina en la historia. Buenos Aires: Editorial Del Tridente; 1947. 22. Greco N. Baldomero Sommer y su obra. Sem Med. Buenos Aires. 1942;(21):3-55. 23. Mazzini MA. Pasado y presente de la primera cátedra de Dermatología. 75 aniversario de su fundación 1892–1967. Rev Argent Dermatol. 1967;(3-4);146147. 24. Mazzini MA. Clase inaugural del Profesor Miguel Ángel Mazzini. Rev Argent Dermatol. 1965;49:138. 25. Ehring F. Ilustración científica en Dermatología, cinco siglos de historia. Barcelona: Edika Med; 1997.
HISTORIA DE LA ASOCIACIÓN ARGENTINA DE DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA JOSÉ ANTONIO MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ
Un poco de nuestra historia
■ Un poco de nuestra historia
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n la Argentina, la Dermatología Pediátrica es una especialidad que existe desde hace mucho tiempo, pues en los grandes e importantes hospitales dedicados a la atención de los niños con que cuenta el país, los servicios de Dermatología dieron siempre respuesta a la demanda de los pequeños pacientes con enfermedades de la piel. En ese ámbito desarrollaron su especialidad dermatólogos argentinos muy reconocidos, como Pacífico Díaz, Luis Trepat y Dagoberto Pierini, los cuales difundieron sus conocimientos dentro y fuera del país. Sin embargo, pese a lo destacado de su actividad en cantidad y en calidad, los dermatólogos que asistían niños no tenían un lugar común donde volcar sus experiencias y discutir sus problemas, sino que llevaban sus inquietudes y enseñanzas al ámbito de las dos agrupaciones dermatológicas existentes dedicadas a la Dermatología general. En ese contexto, no había ninguna posibilidad de realizar congresos o alguna otra actividad académica de alcance nacional, ni mucho menos internacional, con un programa que tratara específicamente las enfermedades cutáneas de los niños. Esto no era muy diferente a lo que ocurría en otras partes del mundo; pero a partir de la década de 1970 se inició un movimiento para nuclear a los dermatólogos especializados en niños, lo cual dio lugar finalmente al nacimiento de la Sociedad Internacional de Dermatología Pediátrica, que impulsaría los primeros congresos de la especialidad. Acompañando este movimiento, en la Argentina comenzó a germinar la idea de fundar una agrupación nacional que congregara a los especialistas en el campo pediátrico; el 29 de diciembre de 1989 un grupo de ellos, impulsados por el doctor Adrián Martín Pierini, decidió dar comienzo a las actividades que llevarían a la constitución de la Sociedad Argentina de Dermatología Pediátrica (SADEPE). En los primeros tiempos de la flamante institución se realizaron reuniones científicas dos o tres veces al año en distintos hospitales, y se comenzó a pensar en trabajar para conseguir que la Argentina pudiera ser sede de un congreso mundial de la especialidad. Finalmente, en 1994, luego de arduas gestiones, recibió su primera responsabilidad: ser
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el país organizador del VII Congreso Mundial de Dermatología Pediátrica, con la presidencia del Dr. Adrián M. Pierini. La SADEPE le dio al Congreso un adecuado marco institucional. Se fijó entonces un objetivo más ambicioso: congregar en su seno a todos los especialistas dedicados a la Dermatología Pediátrica. Una vez finalizado el congreso, con la fortaleza que le dio a la institución el éxito obtenido en su organización, con más de 900 asistentes de todo el mundo y con la proyección alcanzada dentro y fuera del país, se iniciaron las gestiones para conseguir su oficialización. Este proceso comenzó a gestarse durante una asamblea realizada en el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan, en la cual se otorgó mandato a las entonces autoridades provisorias para tramitar la creación de una entidad oficial independiente de las ya existentes. Las gestiones ante el organismo gubernamental que regula la existencia y desenvolvimiento de las asociaciones civiles culminaron felizmente el 14 de agosto de 1995, cuando en una asamblea celebrada en el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan se reunió un grupo de dermatólogos dedicados a la salud infantil, dando comienzo a las actividades científicas de la Sociedad Argentina de Dermatología Pediátrica (SADEPE). La asamblea aprobó el proyecto de estatuto de la nueva institución y designó la primera comisión directiva, que quedó integrada por los doctores Adrián Martín Pierini (presidente), Eva Golberger de Mora (vicepresidenta), Silvia Anselmi (secretaria general), Rita García Díaz (secretaria científica), Rebeca Rubinson (tesorera), Alicia Rositto y Zulema Piccone (vocales titulares) y Silvia Pueyo y Alejandro Campos Carlés (vocales suplentes). El órgano de fiscalización estuvo integrado por Amalia Campo y Jorge Savoia como revisores de cuentas titulares y Lidia Valle como revisora de cuentas suplente. La personería jurídica de la institución se obtuvo por resolución 00191 del 17 de noviembre de 1995. El 27 de abril de 1996 se realizó en el Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan una asamblea societaria que resolvió la renovación de la comisión directiva, designando a los nuevos integrantes: presidente, Jorge Savoia, vicepresidenta, Silvia Pueyo, secretario general, Alberto Lavieri, secretaria científica, María Rosa Cordisco, tesorera, Viviana Kislansky, vocales titulares José Antonio Mássimo y Adrián Martín Pierini y vocales suplentes, Zulema Picone y María Ranalletta. Se designó también el órgano de fiscalización, integrado por María del Carmen Boente y Nélida Pizzi de Parra, como revisoras de cuentas titulares, y Gisella Delfino como revisora de cuentas suplente. La siguiente gran tarea que se propuso la nueva comisión directiva fue la organización y realización de un congreso argentino de la especialidad. Dos años después de haber sido reconocida como una asociación científica individual con personería jurídica propia, la SADEPE organizó, entre el 13 y 16 de agosto de 1997, el Primer Congreso Argentino de Dermatología Pediátrica en los salones del Palais Rouge de la Ciudad de Buenos Aires, con un importante programa científico y una concurrencia numerosa, compuesta por pediatras y dermatólogos. Este Primer Congreso fue presidido por el Dr. Jorge Savoia; participaron como invitados especiales los Drs. John Harper de Gran Bretaña, Moise Levy, Neil Prose y G. Goldberg de Estados Unidos y Ramón Ruiz Maldonado de México, entre otros invitados de prestigio internacional, comenzando así un fructífero camino de eventos científicos de altísimo nivel. Al finalizar el congreso, el 16 de agosto se designó en asamblea extraordinaria la nueva Comisión Directiva, integrada por Silvia Pueyo (presidenta), Nélida Pizzi de Parra (vicepresidenta), José Antonio Mássimo (secretario general), María Rosa Cordisco (secretaria científica), Viviana Kislansky (tesorera), Zulema Piccone y Alberto Lavieri
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(vocales titulares), María Amelia García y María del Carmen Boente (vocales suplentes), María Teresa González y Carmen Margulis (revisoras de cuentas titulares) y María Elsa Giovo (revisora de cuentas suplente). La renovación de la Comisión Directiva generó nuevos proyectos, como la implementación de una actividad científica más regular durante todo el año, la ampliación del registro de socios y la compra de una sede propia. Una de las primeras tareas que puso en marcha la nueva comisión fue la de abrir una suscripción de socios y organizar una sostenida actividad científica, proyectando tres reuniones anuales en distintos hospitales, de los muchos que cuentan con servicios de Dermatología Pediátrica. En cumplimiento de ese objetivo, durante el año 1998 se realizaron tres reuniones científicas en los hospitales Prof. Dr. Juan P. Garrahan y Pedro de Elizalde, de la ciudad de Buenos Aires, y Sor María Ludovica, de La Plata. La convocatoria a incorporar nuevos socios tuvo inmediata respuesta con una importante suscripción; éste fue el fundamento para que la institución, en pleno crecimiento, pasara a llamarse Asociación Argentina de Dermatología Pediátrica (ASADEPE), asociación civil. En abril de 1998 se dio un paso importante en el desarrollo de la institución, al fundar el Dr. José Antonio Mássimo la revista Dermatología Pediátrica Argentina (DPA), órgano oficial de la ASADEPE. Esta publicación se constituyó en la primera de la especialidad en lengua española, de aparición trimestral y con un tiraje de 8.000 ejemplares. En junio del mismo año se formalizó también un convenio entre ASADEPE y la empresa productora de pañales Procter & Gamble, el cual sería la base que permitiría adquirir una propiedad destinada a ser sede social. En el mes de septiembre, la ASADEPE apoyó y avaló la iniciativa de los Drs. José Antonio Mássimo y Silvia Teresita Pueyo, para que, desde el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, fundaran la carrera de Especialista en Dermatología Pediátrica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, ocupando los cargos de director y subdirectora respectivamente. Se avanzó así decididamente hacia la consolidación de esta joven y pujante disciplina, con mucho campo de acción en la Argentina, país con una gran población infantil y con una fuerte demanda de atención para las enfermedades de la piel. En el año 1999 se realizaron tres reuniones científicas: la primera el 27 de marzo en el Hospital Privado de la Comunidad, en Mar del Plata; la segunda el 7 de agosto en el Círculo Militar de Olivos; y la tercera el 20 de noviembre en el Hospital Houssay de Vicente López, provincia de Buenos Aires. Entre el 23 y el 25 de agosto de ese año se llevó a cabo el Segundo Congreso Argentino de Dermatología Pediátrica con la Dra. Silvia Pueyo como presidenta y los doctores Joseph Morelli y Amy Nopper de Estados Unidos, como invitados extranjeros, que enriquecieron el elenco de prestigiosos invitados nacionales entre una concurrencia que superó los 600 asistentes. El 18 de septiembre de 1999 se dio otro paso trascendente en la consolidación de la institución, al adquirir una casa en Honduras 5770, en el barrio de Palermo, para instalar la sede social de la ASADEPE (figuras 1 y 2). A partir de su inauguración oficial (figuras 3 y 4) comenzaron a proyectarse numerosas actividades docentes de la especialidad para los asociados. El 25 de septiembre de ese año se renovaron las autoridades de la Comisión Directiva para el período 1999-2001, la cual quedó integrada por Silvia Teresita Pueyo (presidenta), José Antonio Mássimo (vicepresidente), María Amelia García (secretaria general), Pedro García Zubillaga (secretario científico), Antonio Pignataro (tesorero), Ricardo Kohan y Pedro Rovere (vocales titulares), Anita Rossi y Araceli Rodríguez (vocales suplentes) y, en el órgano de fiscalización, Guillermo Ilho y Carlos Lorenzano (revisores de cuentas titulares) y Jorge Díaz Saubidet (revisor de cuentas suplente) (figura 5).
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Figuras 1 y 2. Sede social de la ASADEPE. Vista interior (1) y vista exterior (2)
Con la renovación de la Comisión Directiva tomó un fuerte impulso la actividad académica al implementarse un programa científico anual regular, consistente en tres reuniones científicas y un evento de mayor convocatoria, dedicado sucesivamente una vez a la Dermatología del neonato, una vez a la Dermatología Pediátrica y una vez a la Dermatología del adolescente. Las reuniones científicas anuales salieron del ámbito de los hospitales para realizarse en salones de convenciones con mayor capacidad y se puso en marcha el programa anual de tres reuniones, con numerosos médicos ávidos por escuchar y comunicar distintas experiencias. En el año 2000 se realizaron por primera vez las reuniones científicas fuera de los hospitales. La primera tuvo lugar el 29 de abril en los salones del Palais Rouge de la ciudad de Buenos Aires, la segunda el 24 de junio en el mismo lugar y la tercera el 9 de diciembre en la ciudad de La Falda, provincia de Córdoba.
Figuras 3 y 4. Inauguración oficial de la Sede social
Entre los meses de abril y noviembre, con la inestimable ayuda de la Subcomisión de Difusión conducida por la Dra. Mirta Vázquez, se encaró un ambicioso plan para hacer conocer la institución en distintos hospitales de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, mediante la realización de cursos y talleres de la especialidad, que congregaron a más de 1.300 médicos. El 25 y 26 de agosto de 2000 tuvo lugar exitosamente el Primer Congreso Argentino de Dermatología Neonatal, bajo la presidencia de los Drs. Silvia Teresita Pueyo y José
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Antonio Mássimo, con la presencia del doctor Lawrence Schachner, de Estados Unidos (figura 6), y conocidos especialistas de nuestro medio, y con la concurrencia de más de 500 asistentes entre pediatras, dermatólogos y neonatólogos. En el año 2001 se implementó un programa que permitiría el acercamiento de la institución a la comunidad, por medio de convenios con distintas empresas comerciales que solicitaron a la ASADEPE el aval de sus productos para niños. Estos convenios permitieron organizar distintas reuniones destinadas a difundir conocimientos que hacen al cuidado de la piel, algunas dirigidas a los médicos y otras abiertas al público en general. El 31 de marzo de 2001 se realizó la primera reunión científica del año en el museo de la Reconquista de la ciudad de Tigre, provincia de Buenos Aires. El 23 de junio tuvo lugar la segunda reunión científica en los salones del Palais Rouge de la ciudad de Buenos Aires. Entre los meses de marzo y julio de 2001, siguiendo un programa diseñado por la Subcomisión de Difusión a cargo de la Dra. Mirta Vázquez, se realizó un segundo ciclo de talleres de Dermatología Pediátrica, en distintos hospitales de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, con asistencia de numerosos colegas pediatras y dermatólogos. Los días 7 y 8 de septiembre, con la presidencia del Dr. José Antonio Mássimo se realizó con pleno éxito el Primer Congreso Argentino de Dermatología del Adolescente, con las Dras. Anne Lucky y Elaine Siegfried de Estados Unidos como invitadas especiales y con la presencia de numerosos especialistas argentinos. Participaron en esta ocasión más de 600 asistentes. Finalizado el Congreso, se renovó el 25 de septiembre la Comisión Directiva para el período 2001-2003, y quedó integrada de la siguiente manera: presidente José Antonio Mássimo, vicepresidenta María Teresa Zabala, secretario general Pedro García Zubillaga, secretario científico Pedro Rovere, tesorero Carlos Lorenzano, vocales titulares Graciela Manzur y Grete Bloch, vocales suplentes Nancy Leston y Jorge Verges y como miembros del órgano de fiscalización, revisores de cuentas titulares Anita Rossi y Ana María Lorenz y revisora de cuentas suplente, María A. García. Esta nueva comisión dio un impulso decidido al equipamiento de la sede social con la incorporación de útiles y elementos para desarrollar adecuadamente su actividad científica y social. Se inauguró la biblioteca equipada con dos computadoras para hacer búsquedas bibliográficas, se instaló una tercera computadora para la realización de trabajos y se incorporó una secretaria con carácter permanente. Con el crecimiento de la actividad, aumentó rápidamente en la ASADEPE el número de asociados, pediatras y dermatólogos interesados en este nuevo movimiento de la Dermatología Pediátrica. De las tres reuniones científicas anuales establecidas, se decidió realizar dos en la ciudad de Buenos Aires y la tercera en distintos lugares del país, para llevar la especialidad a los lugares más alejados. En el mes de octubre, la ASADEPE participó activamente en el programa científico del IX Congreso Mundial de Dermatología Pediátrica realizado en Cancún, con una delegación de doce especialistas. La actividad científica del año se cerró el 1º de diciembre en el Aula Magna del Hospital Privado de la Comunidad de Mar del Plata, con una actividad científica que sirvió de lanzamiento a la Campaña de Fotoeducación en las playas.
Figura 5. Comisión Directiva (período 1999-2001): Silvia Teresita Pueyo, José Antonio Mássimo, María Amelia García, Pedro García Zubillaga, Antonio Pignataro, Ricardo Kohan, Pedro Rovere, Anita Rossi, Araceli Rodríguez, Guillermo Ilho, Carlos Lorenzano y Jorge Díaz Saubidet
Figura 6. Primer Congreso Argentino de Dermatología Neonatal (2000) Drs. José Antonio Mássimo y Lawrence Schachner
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En el año 2002 la subcomisión de Difusión y Eventos, bajo la conducción de la Dra. Mirta Vázquez, organizó una red de difusión que permitió hacer llegar las actividades de la institución y la revista DPA a los sitios más alejados de Argentina. La actividad científica de ese año comenzó el 20 de abril, fecha en que se realizó la primera reunión en los salones del Palais Rouge de la ciudad de Buenos Aires. En el mes de junio, se puso en marcha en Tucumán el plan para difundir la Dermatología Pediátrica en las provincias argentinas; los días 15 y 16 se desarrollaron las Primeras Jornadas de Dermatología Pediátrica del Noroeste Argentino, con la presencia de los más destacados especialistas del país y la concurrencia de numerosos asistentes. Entre el 29 y el 31 de agosto del año 2002, se realizó con gran éxito en los salones del Palais Rouge el Tercer Congreso Argentino de Dermatología Pediátrica, bajo la presidencia del doctor José Antonio Mássimo, y con la visita de los Drs. Ernesto Bonifazzi de Italia y Amy Nopper de Estados Unidos, en un importante marco de asistentes. Para esa fecha, se completó la construcción del segundo piso de la sede social; la inauguración oficial se realizó el día 30 de agosto, con la presencia de los invitados extranjeros y numerosas autoridades académicas del ámbito local. El año científico se cerró el día 30 de noviembre con la realización de la tercera reunión en la ciudad de Luján, provincia de Buenos Aires, con un importante programa científico y la asistencia de numerosos colegas. El 12 de abril se inauguró la actividad científica del año 2003, realizando la primera reunión en los salones del Palais Rouge de la ciudad de Buenos Aires. El 28 de junio, continuando con la iniciativa de llevar la especialidad fuera de la ciudad de Buenos Aires, se realizó la segunda reunión científica del año en el Hospital de Niños de La Plata, con una numerosa concurrencia que se trasladó desde Buenos Aires y la asistencia de una gran cantidad de colegas de la ciudad de La Plata y sus alrededores. Entre los días 11 y 13 de septiembre del año 2003 se realizó el Segundo Congreso Argentino de Dermatología Neonatal, con la presidencia del doctor José Antonio Mássimo, la presencia como invitados especiales de los doctores Carlo Gelmetti (Italia), Joseph Morelli (Estados Unidos) y Marcelo Ruvertoni (Uruguay) y una concurrencia que superó los 800 asistentes (figura 7). Al finalizar el congreso, la asamblea de los socios resolvió ratificar para un nuevo período de dos años a la Comisión Directiva, la cual quedó integrada de la siguiente manera: presidente, José Antonio Mássimo, vicepresidenta María Teresa Zabala, secretario general Pedro García Zubillaga, secretaria científica Graciela Manzur, tesorero Carlos Lorenzano, vocales titulares Grete Bloch y Nancy Leston, vocales suplentes Susana Grees y Silvina Bruey y como miembros del órgano de fiscalización, revisores de cuentas titulares Ricardo Kohan y Guillermo Ihlo y revisor de cuentas suplente Pedro Rovere. Los días 6 y 7 de diciembre de 2003 finalizó la actividad científica del año en la pintoresca ciudad de La Falda, Córdoba, con la realización de las Primeras Jornadas de Dermatología Pediátrica del Centro Argentino. Fueron disertantes invitados los profesores Drs. Ricardo Negroni y Héctor Lanfranchi, de la ciudad de Buenos Aires, Eudoro de los Ríos, de San Miguel de Tucumán, y Miguel Tregnaghi de la ciudad de Córdoba. Para la primera reunión científica del año 2004, el 27 de marzo se volvió a visitar el museo de la Reconquista de la ciudad de Tigre, en la provincia de Buenos Aires, desarrollando un atractivo programa que fue disfrutado por una nutrida concurrencia.
Figura 7. II Congreso Argentino de Dermatología Neonatal (2003)
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Figura 8. II Congreso Argentino de Dermatología del Adolescente (2004)
Desde comienzos de ese año el comité científico de la ASADEPE, bajo la conducción de la Dra. Graciela Manzur, dio un impulso grande a la actividad docente en la sede social, con el dictado de distintos cursos (Estética, Inmunología, Terapéutica, Genética, Enfermedades exantemáticas) y la instauración del Ateneo Docente mensual, con la participación de especialistas y médicos en formación pertenecientes a la residencia y la carrera de Dermatología Pediátrica de la Facultad de Medicina. En el mes de mayo, se firmó un convenio de cooperación científica entre la ASADEPE y la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica, para trabajar conjuntamente en el estudio de las enfermedades alérgicas. Los días 20, 21 y 22 de mayo del año 2004, la ASADEPE decidió incursionar en el campo de la telemedicina, apoyando una iniciativa del Dr. José Antonio Mássimo y el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Con este objetivo dio su marco institucional al primer COVIDEP (Congreso Virtual de Dermatología Pediátrica), organizado conjuntamente por los servicios de Dermatología Pediátrica de los Hospitales Gutiérrez y Garrahan con la dirección de los Drs. José Antonio Mássimo y Rita García Díaz, más la inestimable colaboración del Dr. Moise Levy desde Houston, Texas. Esta iniciativa permitió compartir pacientes y conocimientos con muchos colegas en numerosas provincias argentinas, desde Jujuy hasta Tierra del Fuego. Entre los días 7 y 10 de julio de 2004, la ASADEPE envió una delegación de cinco miembros que participó activamente en el programa científico del X Congreso Mundial de Dermatología Pediátrica, realizado en Roma. Los días 26, 27, y 28 de agosto se realizó el II Congreso Argentino de Dermatología del Adolescente, bajo la presidencia del Dr. José Antonio Mássimo y la participación como invitados especiales de los Drs. Antonio Torrelo (España), Roberto Arenas (México), Jairo Victoria (Colombia), María Isabel Herane (Chile) y Griselda de Anda (Uruguay) (figura 8). Los días 11 y 12 de diciembre, coincidiendo con la tercera reunión científica del año, se organizaron en la ciudad de Mar del Plata las Primeras Jornadas de Fotoeducación, con el apoyo del Grupo de Fotoeducación de la ciudad de Bahía Blanca, conducido por la Dra. María Isabel Caferri; se contó con la participación simultánea de especialistas de varias provincias argentinas, merced a la utilización del sistema de videoconferencia. En esa oportunidad, se realizó una asamblea extraordinaria para llevar adelante un viejo anhelo de la Comisión Directiva: ampliar el número de sus miembros con la
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JOSÉ A . MÁSSIMO, PEDRO GARCÍA ZUBILLAGA , GRACIELA MANZUR , MIRTA VÁZQUEZ
incorporación de nuevos representantes. Se agregaron así siete nuevos miembros, con el fin de dar representación a las provincias argentinas con mucha población y un número importante de asociados. Esta ampliación de la Comisión Directiva contribuyó a otorgarle un carácter nacional, con la participación de los siguientes integrantes: José Antonio Mássimo como presidente, María Teresa Zabala, de la provincia de Córdoba, vicepresidenta primera; Rita García Díaz, vicepresidenta segunda; Pedro García Zubillaga, secretario general; Graciela Manzur, secretaria científica; Carlos Hugo Escudero, secretario legal y técnico; Carlos Lorenzano, tesorero; Jorge Laffargue, pro-tesorero; como vocales titulares los doctores Grete Bloch, Nancy Leston, Alicia Carrillo, de la provincia de Jujuy, Antonio Castillo, de la provincia de Salta y Cecilia Farrero, de la provincia de San Luis; vocales suplentes los Drs. Susana Grees, María Elsa Giovo de la provincia de Córdoba y Luis Pedemonte de la ciudad de La Plata; revisores de cuentas titulares los Drs. Ricardo Kohan y Gabriel Magariños; y como revisor de cuentas suplente el Dr. Pedro Rovere. Esta breve reseña es un testimonio argentino de cómo la Dermatología Pediátrica se ha ido imponiendo paulatinamente en el mundo, siendo en la actualidad una especialidad con peso propio. Los dermatólogos pediatras argentinos sintieron la necesidad de tener una asociación que los congregara y les permitiera desarrollar una actividad científica y social acorde con sus necesidades; así nació la ASADEPE. Sus principales objetivos fueron y son intensificar la labor científica y docente y estimular la interrelación entre dermatólogos, dermatólogos pediatras, inmunólogos, alergistas y pediatras, con el fin de mejorar y elevar la calidad de atención de nuestros pacientes. Para cumplir con esos objetivos, permanentemente ha tomado nuevas responsabilidades y aceptado nuevos desafíos, concretando realizaciones, brindándole al asociado actividades docentes, cursos, soporte bibliográfico y el acceso a una red informática de la especialidad. Hasta aquí un poco de la historia de nuestra institución, que es también un poco de la historia de todos y cada uno de los muchos que ayudaron a su crecimiento. En sus diez años de existencia, la ASADEPE se ha ganado un espacio propio merced al trabajo de todos aquellos que creyeron en el camino trazado por la institución, que seguirá buscando empeñosamente el crecimiento de la Dermatología Pediátrica, para continuar escribiendo su historia que, como hoy, será también un poco de nuestra historia. Nuestros diez años de historia son el mejor aval del esfuerzo realizado, con la ética profesional, la pasión por nuestro trabajo y el compromiso con la sociedad como principales valores. ■ Septiembre, 2005
RESEÑA HISTÓRICA DE LA SOCIEDAD BOLIVIANA DE DERMATOLOGÍA FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA
A
l considerar la historia de la Sociedad Boliviana de Dermatología es necesario dividirla en tres etapas: Antes de su fundación, Desde la fundación hasta fines de 1985, Desde 1986 hasta la fecha.
I. Antes de su fundación
■ Antes de su fundación
Para referirnos a los inicios de la Historia de la Dermatología boliviana tenemos que buscar sus antecedentes en la historia misma de la medicina en nuestro país. Por ello, hemos recurrido al asesoramiento de la Sociedad Boliviana de Historia de la Medicina. En esta reseña podemos acotar algunos rasgos que, desde luego, no serán completos, incurriendo tal vez en omisiones involuntarias. Nada nace por generación espontánea, ciertamente; pero también es cierto que, a veces, los progresos se dan “en saltos”; así sucedió con la Dermatología en nuestro país. Tradicionalmente, la Dermatología se dictaba en cátedras de la especialidad en las tres facultades de Medicina del país (Sucre, La Paz y Cochabamba). Desde hace mucho tiempo han existido servicios de internación destinados a las enfermedades de la piel; en La Paz, se disponía de 40 camas para ese uso en forma exclusiva (30 para la sección varones y 10 para mujeres). Cada uno de estos servicios contaba con practicantes rentados (internos), los cuales, sin embargo, concurrían allí solamente cuando no tenían cabida en otras salas. En épocas recientes, estos servicios estuvieron dirigidos por los Drs. Jorge Suárez y Enrique Vergara. El Dr. Suárez tuvo el mérito de haber hecho posible la publicación de una Revista Médica durante más de 10 años, con artículos sobre micología, leprología y otros. En la etapa previa a la fundación de la Sociedad Boliviana de Dermatología encontramos médicos dermatólogos que mantuvieron la práctica de la especialidad; entre ellos, podemos citar a los Drs. Jorge Suárez, Alexandrowich Ferdin Humboldt, E. Vergara, A. Caro, L. Nava, L. Piérola, Hartmann, junto con los Drs. L. López Ballesteros, Norah Siles, Jaime Brianson, Fernando Cárdenas, Omar Villagomez y muy poco después el Dr. Fabio Prado.
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FERNANDO CÁRDENAS UZQUIANO, JUAN CARLOS DIEZ DE MEDINA
Las actividades científicas empezaron a realizarse en forma individual, participando en algunos eventos nacionales junto con otras Sociedades –de Pediatría, Cirugía, Ateneo de Medicina, etc. Por esta época, juega un rol importante el Dr. P. Sangüeza quien aporta su renovación y tonifica las charlas o conferencias con su participación en histopatología cutánea, complementando la presentación de casos clínicos con excelentes diapositivas de fotomicrografías. Un espacio importante para la formación de especialistas fueron las escuelas dermatológicas de Argentina, Brasil y Colombia; especialmente la primera propició vínculos efectivos con el exterior y sentó las bases para la creación de nuestra Sociedad. Se destacan en ella tres nombres importantes: los Profs. Julio Martín Borda y Jorge Abulafia y el Dr. Jaime Rubin contribuyen a la formación de nuevos especialistas; su ayuda se extiende en algunos casos hasta nuestros días, en que se cuenta también con el Prof. Juan Carlos Gatti. Ante el desarrollo alcanzado, se consideró como una imperiosa necesidad la creación de una organización científica dermatológica que agrupara al creciente número de especialistas. Es así como se decide fundar la Sociedad Boliviana de Dermatología. II. Desde la fundaciónhasta hasta fines de 1985 ■ Desde la fundación fines de 1985 La mañana del 20 de abril de 1968, en el Servicio de Dermatología, Sección Varones, del Hospital de Clínicas de La Paz, reunidos los Drs. Jorge Suárez, Enrique Vergara, Fernando Cárdenas, Ferdin Humboldt, Pastor Sangüeza, Apolinar Caro y Fabio Prado Barrientos, se funda la Sociedad Boliviana de Dermatología; en esa misma fecha se decide considerar a los Drs. Omar Villagomez, Luis F. Piérola, Luis Nava, Eduardo Saracho, Jaime Brianson y Norah Siles como co-fundadores. La Mesa Directiva quedó conformada de la siguiente manera: Presidente, Dr. Jorge Suárez; Vicepresidente, Dr. Enrique Vergara; Secretario, Dr. Fernando Cárdenas. Una semana después, el 27 de abril, se hace una nueva reunión en la que se decide redactar un reglamento; mientras tanto se adopta el de la Federación Boliviana de Dermatología. Se sugiere conformar una comisión para elaborar el proyecto de estatuto. Durante un lapso de aproximadamente tres años, la Sociedad como tal no funcionó activamente; sin embargo, en 1969 vuelve a reunirse en La Paz, esta vez con la presencia de la Dra. Norah Siles. En esta ocasión se funda la Sociedad Boliviana de Leprología (1969), cuya primera mesa directiva estuvo integrada de la siguiente manera: Presidente, Dra. Norah Siles; Vicepresidente, Dr. Fernando Cárdenas; Secretario, Dr. Omar Villagomez; Asesor, Dr. Jorge Suárez. Si bien esta Sociedad de Leprología no tuvo reuniones como tal, sus miembros jugaron un papel relevante en la Leprología Boliviana inicialmente dirigida por el Dr. Suárez. Aquí cabe una mención especial para los Drs. N. Siles y R. Amonzabel por su participación activa en congresos y presentación de trabajos, así como en la dirección de los leprosarios o Institutos de los Negros en Jorochito y Candúa. A principios de 1971, se decide reorganizar la Sociedad Boliviana de Dermatología y se renueva la mesa directiva con las siguientes autoridades: Presidente, Dr. Fernando Cárdenas; Vicepresidente, Dr. Ferdin Humboldt. A los pocos días se recibe una carta del Dr. J. Brianson en la que comunica su intención de formar una Asociación Boliviana de Dermatología; pero, al enterarse de la reorganización de la Sociedad, le brinda todo su apoyo. Se sientan entonces las bases para la realización de un congreso que sería precedido por encuentros dermatológicos; como se verá luego, esta idea será llevada a la realidad. En 1973 se vuelve a reunir la Sociedad Boliviana de Dermatología y se proyecta realizar un congreso internacional; pero frente a las dificultades económicas que implica su
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Reseña histórica de la Sociedad Boliviana de Dermatología
realización se acude a la asociación con otras organizaciones científicas, como la Sociedad de Bioquímica Clínica y la Asociación de Estudio e Investigación Odontológica, además de contar con el auspicio del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD). El Congreso se realizó entre el 13 y el 17 de julio de 1974, teniendo como sede la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz, y con la importante cooperación de las autoridades universitarias y otras instituciones. El evento, que recibió el título de “Primer Simposium Internacional de Patología Médica, Odontológica y de Bioquímica Clínica” estuvo presidido por los Drs. F. Cárdenas y C. Borja en cooperación estrecha con el Dr. Juan Guerra Mercado. Esa vez nos visitaron grandes personalidades: Julio Martín Borda, Jorge Abulafia, Sergio Stringa, Luis Belli, Gilberto González Resigno, Juan Carlos Flichman, Leopoldo Eguren, Ramón Baros y Jaime Rubin. Por razones de fuerza mayor no pudieron hacerse presentes el Prof. David Grinspan (que nos visitó posteriormente) y el Dr. Pablo Viglioglia. Se creó en esa ocasión el símbolo o logotipo de la Sociedad Boliviana de Dermatología que nos acompaña hasta ahora y que por primera vez se imprimió en un programa de lujo. Se nombró miembros de honor a los Profs. Luis F. Piérola, Luis Nava y Jorge Suárez. Las sesiones se realizaron en cuatro salas, disponiéndose además de un espacio para exposición de fármacos y cosméticos. También se dieron charlas sobre cosmetología científica. Pasado este Simposium, se acordó realizar el Primer Encuentro Nacional de Dermatología en la ciudad de Cochabamba, en 1975. Prácticamente todos los dermatólogos del país acudieron a la cita para presentar sus trabajos. Esta reunión estuvo presidida por los Drs. F. Cárdenas y J. Brianson. Como hecho digno de mención, se señala la presencia del Dr. Phillippe Desjeux, colaborador infatigable hasta nuestros días, al que se nombró Socio de la Institución. La delegación de Sucre estuvo encabezada por el Dr. F. Echeverría. El hecho más sobresaliente fue la decisión de redactar los Estatutos, tarea que por unanimidad fue encomendada a la delegación de Cochabamba, bajo la dirección del Dr. J. Brianson y en estrecha cooperación con los Drs. Q. Amaya, N. Trigo y H. Maldonado. El Segundo Encuentro de Dermatología tuvo lugar al año siguiente (1976) en la ciudad de Trinidad, teniendo como sede la Universidad Beniana, con la cooperación unánime de todos los médicos trinitarios y el decidido respaldo del Dr. J. Hurtado, para quienes va nuestro reconocimiento. En el transcurso del Encuentro, la Delegación de Cochabamba entregó puntualmente el Proyecto de Estatuto. A partir de esta fecha, en el Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas se comenzaron a celebrar reuniones anátomo-clínicas en forma más o menos regular; para ello se habilitó primero una oficina y luego un aula pequeña que, gracias al aporte de la cuota de los socios, fue adaptada para la proyección de diapositivas. En 1978 se realiza el Tercer Encuentro Nacional de Dermatología, esta vez con sede en Tarija y con la cooperación del Dr. Luis Michel y de todo el cuerpo médico de esa ciudad. Surgió la duda sobre denominarlo Tercer Encuentro o Primer Congreso y los afiches, letreros y carpetas se confeccionaron bajo el nombre de Tercer Encuentro, pero, ante la magnitud del acontecimiento, se decidió finalmente considerarlo Primer Congreso Boliviano de Dermatología. El evento se realizó bajo la dirección de los Drs. F. Cárdenas y L. Michel. Dado que la reunión adquirió el carácter de Primer Congreso Nacional y siguiendo la orientación de los Estatutos en estudio, se procedió a la renovación de la Mesa Directiva, la cual quedó conformada así: Presidente, Dr. P. Sangüeza; Vicepresidente, Dr. F. Humboldt; Secretario, Dr. F. Cárdenas; Tesorero, Dr. L. Valda. Entre las principales conclusiones, se acordó realizar dos veces por año sesiones anatomo-clínicas en Cochabamba; creación de filiales; mantener la publicación de boletines mensuales –hasta esa fecha se habían emitido dos boletines informativos y una circular–; también se presentó el ambicioso proyecto de crear una Revista Dermatológica. Se fijó como sede del II Congreso la ciudad de Sucre pero, por diversos imponderables, se cambió posteriormente a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra donde tuvo lugar
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en 1979, bajo la presidencia de los Drs. P. Sangüeza y O. Villagomez; alcanzó un gran éxito, con la concurrencia de delegaciones del país y del exterior. Tanto el III como el IV Congreso Nacional se realizaron en la Ciudad de La Paz en 1980 y 1981 respectivamente. En 1981 el Congreso Nacional coincidió con la realización del V Congreso Bolivariano de Dermatología. Ambos eventos se efectuaron en el Hotel Plaza; asistieron delegados de los países bolivarianos así como de Argentina, Brasil, Uruguay y Estados Unidos. A partir de este Congreso se adquiere el Sistema de Terapéutica PUVA, se alquila una oficina para sede de la Sociedad y se financian algunos muebles (escritorio, estantería, etc.); en este lugar se instala la Biblioteca Regional del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD). Los gestores principales de la adquisición y funcionamiento de la biblioteca mencionada fueron los Drs. Pastor Sangüeza y Jorge Abulafia; la Sociedad Boliviana de Dermatología tiene a su cargo asegurar su mantenimiento. Estos eventos fueron presididos por el Dr. P. Sangüeza. A partir de 1978 se realizaron tres sesiones anatomo-clínicas en Cochabamba, durante las cuales, además de la presentación de trabajos, se revisaron los estatutos hasta llegar a la redacción final. También se hicieron dos cursos de Actualización Dermatológica. En 1983 se realiza la última Sesión Anatomo-Clínica en Cochabamba, con el objeto de presentar un informe y fijar la sede para el V Congreso, en el que se procedería a la renovación de la Mesa Directiva. Debe recordarse aquí el hecho de que, desde 1981 y hasta promediar 1985, el país fue presa de una inflación galopante que apenas permitía continuar con las actividades científicas, con lo cual se alejaban las posibilidades de realizar congresos. A pesar de ello, la delegación de Santa Cruz asumió la gran responsabilidad de organizar el V Congreso Boliviano de Dermatología. El encomiable esfuerzo de los colegas cruceños logró llevar adelante el evento científico que se realizó en octubre de 1984, tal como estaba previsto. Se procedió entonces a la Renovación de la Mesa Directiva que quedó conformada como sigue: Presidente, Dr. Luis Valda; Vicepresidente, Dr. Guido Monasterios; Secretario, Dr. Alfredo Zeballos; Vocal, Dr. Raúl Lara. Esta joven Mesa Directiva significó un impulso de energía para la Sociedad; continúa con las realizaciones de gestiones anteriores, y en un lapso breve ha sido pródiga en la ejecución de actos y obras; el vínculo con el exterior es ahora más intenso y amplio, se dictan muchos cursos, sus miembros tienen activa participación con el Colegio Médico Nacional y Departamental, se mantiene relación constante prácticamente con todos los colegas dermatólogos del interior y en forma permanente, se propicia el acercamiento de nuevos valores jóvenes. En la sede de la Sociedad, se realizan ateneos, semanalmente y con gran regularidad, alternando la presentación de casos con sesiones administrativas y de actualización de temas; además se propicia la proyección a la comunidad a través de los medios masivos de comunicación. En el plano del equipamiento, se adquieren diversos bienes, como una máquina de escribir y un proyector; también, una casilla de correo para la Secretaría. Entre los hechos más destacables se debe reconocer el haber logrado la reagrupación efectiva de todos los colegas en el país y la aprobación de la personería jurídica de la Sociedad; esta gestión, juntamente con la Filial Sucre, ha tenido a su cargo la organización del VI Congreso Boliviano de Dermatología. III. 1986 Desde 1986 hasta fecha ■ Desde hasta lalafecha Dados todos los antecedentes señalados, podemos considerar que la Sociedad ha llegado a su mayoría de edad en menos de 20 años de existencia. La creación del posgrado marca esta culminación.
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Después de unos dos años de gestiones, en 1985 fue aprobada su creación después de cumplir los numerosos requisitos exigidos por la Comisión Nacional de Posgrado, que entre otros solicitaba: infraestructura adecuada, biblioteca, planta docente, programas inspirados en su utilidad para el país. Finalmente, el 3 de febrero de 1986 recibimos a los tres primeros residentes en Dermatología: W. Magariños, S. Calderón y M. Loredo. Con respecto a la infraestructura del Área Hospitalaria (Hospital de Clínicas), su ampliación y remodelación pudo ser posible gracias a las gestiones de una joven dermatóloga boliviana residente en Caracas, la Dra. Ana G. Miranda. En el momento actual, el Sistema de Residencia está a cargo de los Drs. Fernando Cárdenas y Luis Valda y para el próximo año participarán en la planta docente todos los integrantes de la Sociedad Boliviana de Dermatología. En términos generales, la especialización dura tres años; el primero corresponde a Medicina Interna. Como una modalidad única de este posgrado, hay que señalar que entre los requisitos se exige la formación en Dermatología Tropical. Para ello, contamos nuevamente con el apoyo de Santa Cruz, sede de dos centros asistenciales y de investigación: Jorochito y CENOTROP (Centro Nacional de Enfermedades Tropicales) de prestigio ya internacional, con una excelente planta de profesionales y que cuenta además con un órgano de publicaciones de aparición regular. Para terminar, insistimos en que la relación anterior es una apreciación muy sucinta de lo que ha sido y es la Sociedad Boliviana de Dermatología; faltan numerosos detalles y nombres de personas que a través de ella cooperaron con el país. Existen muchas proyecciones para el futuro, que podrán realizarse si seguimos constituyendo un grupo compacto, propiciando el trabajo en equipo y abriendo las puertas a la juventud en una constante motivación e incentivación. ■ Noviembre, 2004
LA DERMATOLOGÍA Y LOS DERMATÓLOGOS EN EL BRASIL PAULO R . CUNHA
El Brasil y la dermatología
■ El Brasil y la Dermatología
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xisten estudiosos que consideran que la Dermatología brasileña, en lo que se refiere a la teoría y práctica concebidas dentro del concepto de la especialización, surgió en el inicio del siglo XX, coincidiendo con una fase más dinámica de descubrimientos en las investigaciones que precedieron y acompañaron la fundación de la Sociedad Brasileña de Dermatología en 1912. Podríamos decir que son tres las etapas que delimitan nuestra historia dermatológica: 1. La etapa de las bendiciones ofrecidas por los payés, que precedieron la implantación de la enseñanza secundaria en el país; 2. La etapa pre-científica, iniciada con la fundación de las escuelas de medicina de Bahía y de Río de Janeiro; 3. La etapa científica, a partir de las investigaciones realizadas desde el inicio del siglo XX y del desarrollo de la especialidad.
■ Primera etapa: 1. Primera etapa: las bendiciones de los payés
las bendiciones de los payés
Este período duró más de doscientos años, dominados por la intuición y el puro empirismo. El tratamiento de las enfermedades consistía en el uso de pociones hechas con hojas, frutas, semillas y raíces, esencias, bálsamos y resinas disueltas, maceradas o cocidas para que los enfermos tomasen, aspirasen, friccionasen o se aplicasen en cataplasmas. Algunas de las substancias de la fitoterapia aborigen que después se incorporaron a la farmacopea mundial fueron: ipeca, jaborandi, quenopodio, copaiba y ratania; ipecacuana, quina, coca, jalapa, podófilo. Solamente a partir del Gobierno General comenzaron a instalarse en el país algunos médicos llegados desde Europa, como Jorge Valadares y Jorge Fernandes.
2. La etapa pre-científica
■ La etapa pre-científica
Esta etapa comprende la mayor parte del siglo XIX, transcurridos ya tres siglos del descubrimiento de Brasil. En el inicio sirvió de base un acontecimiento fortuito: las ventajas
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PAULO R . CUNHA
colaterales derivadas de la expulsión del suelo portugués de la Casa Real de Braganza, causada por la invasión de Napoleón. Entre los beneficios producidos por la llegada de la Familia Real al Brasil, en 1808, se puede considerar la creación de las dos primeras escuelas de cirugía del país, en Salvador y en Río de Janeiro, denominadas “Academias Médico-Quirúrgicas” (1815). Aun cuando su calidad pedagógica en los primeros años fuese discutible, los alumnos que allí se graduaron fueron ocupando paulatinamente las posiciones que hasta ese momento estaban en manos de profesionales extranjeros, otorgando a la enseñanza médica de base lusitana cierta impronta tropical. Desde 1822, independientemente de la situación política, el modelo pedagógico adoptado fue el francés. El 3 de octubre de 1832 esos establecimientos ampliaron su estructura, conservando el curso médico, el farmacéutico y el de partos.
Las primeras investigaciones La mayor parte de los primeros trabajos con alguna base científica emprendidos en Dermatología no tuvieron como escenario a ninguna de las dos facultades, pero se valieron del clima propicio a la investigación promovido por ellas. El médico Meirelles, de Pernambuco, promotor y fundador de la actual Academia Nacional de Medicina, escribió en 1827 sobre la Elephantiasis graecorum, la actual Hanseniasis. El tratamiento de la enfermedad conocida como lepra por medio de las aguas termales de Goiás, que preconizó João Maurício Faivre, fue recusado por De Simoni después de minuciosos exámenes. Ambos médicos fueron fundadores de la Academia Nacional de Medicina. A pesar de los cuestionamientos recibidos, Faivre fue designado por el Emperador Don Pedro II para tratar a los leprosos en el Hospital de los Lázaros, en São Cristovão, Río de Janeiro. En 1838, Abreu e Lima comprobó que la lepra no era hereditaria pero sí contagiosa, y que podía llegar a afectar a todas las clases sociales. Entre 1861 y 1869, el naturalista y químico T. Pecolt introdujo para el tratamiento de varias dermatosis el uso del aceite de sapucaína –Carpotroche brasiliensis– que según se comprobó posteriormente, contenía también azufre. A partir del uso de este aceite se decidió elaborar una emulsión para el tratamiento de los enfermos con escabiosis y dermatofitosis. En este período se presentaron varias tesis de doctorado relativas a la medicina de la piel; la mayoría de ellas no pasaba de meras disertaciones, sin aportar nuevas contribuciones científicas. Más de veinte trabajos fueron igualmente dedicados a la lepra, la sífilis, tumoraciones y dermatosis. Entre ellos hay que señalar varios estudios sobre las bubas –considerada la más temible enfermedad de la época colonial e imperial–, entre ellos: “Buba”, de Bernardo Clemente Pinto (1835), F. B. Fiúza (1856) y Gama Lobo (1858); “Memoria sobre la enfermedad vulgarmente llamada bubas”, de Joaquim Jerônimo Serpa (1842-44); “El origen del nombre bubas, variedad, tratamiento; extirpación”, de João Alves de Moura (1849); “Breves consideraciones sobre la buba y su diagnóstico diferencial”, de Gregorio Pereira de Miranda Pinto (1866); “Las bubas, su naturaleza y tratamiento”, de Eusébio de Martins Costa (1884). Sobre la enfermedad de origen africano denominada ainhum o Dactilosis espontanea existen otras tesis de doctorado como: “Un caso de ainhum”, de Carlos Moncorvo de Figueiredo (1875); “Ainhum. Estudio sobre la enfermedad conocida con esa denominación”, de Domingos de Almeida Martins Costa (1875), “Un caso de ainhum”, de José Pereira Guimarães (1877) y “Del ainhum”, de Antônio Pacheco Mendes (1880). El profesor Luiz Chaves de Faria publicó, en 1887 y 1904, dos trabajos de mérito: “Compendio de enfermedades cutáneas” y “Enfermedades venéreas”. Entre 1888-1899 aparecen las notables contribuciones de Adolfo Lutz (1855-1940) en el campo de la nosología tropical (figura 1). Siendo practicante en el famoso
Figura 1. Dr. Adolfo Lutz (1855-1940)
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La Dermatología y los dermatólogos en el Brasil
Dermatologium de Hamburgo, bajo la orientación del Dr. Unna, describió con el maestro alemán las formas cocoides del bacilo de Hansen (1886)1.
Bruno Chaves En 1887, el Dr. Bruno Chaves, graduado en Bahía, publicó una tesis de doctorado sobre “El mercurio y sus compuestos”, indicándolo para el tratamiento de las sífilis. Este trabajo fue publicado en el Medical and Surgical Reporter, de Filadelfia, y en los Annales de Dermatologie et Syphilographie. Como consecuencia de estos estudios, fue designado como miembro extranjero de la Societé Française de Dermatologie et Syphilographie, la cual serviría como modelo para la fundación de la Sociedad Brasileña de Dermatología. No es de extrañar que Bruno Chaves, en ese momento ya radicado en Pelotas, Río Grande do Sul, se convirtiese en uno de los cinco dermatólogos brasileños invitados a participar en el Primer Congreso Mundial de Dermatología y Sifilografía, realizado en 1889 en París, en el Hospital Saint-Louis.
El primer servicio Gradualmente el país fue perfeccionando su medicina gracias a la inclusión de las dos facultades y a los trabajos aislados de los médicos. Este proceso fue acelerado entre 1882 y 1884 por las reformas de Leôncio de Carvalho y el Vizconde de Sabóia, que modernizaron la enseñanza adaptándola a las últimas tendencias dictadas por Europa. Llamó la atención en el nuevo currículum la introducción de una asignatura que reflejaba la importancia creciente que adquirían las enfermedades de la piel en el país y en el resto del mundo. Se creó la asignatura Clínica de las Enfermedades Cutáneas y Sifilíticas, desarrollada en Bahía por Alexandre Evangelista de Castro Cerqueira y en Río de Janeiro por João Pizarro Gabizo. En Río de Janeiro el curso se creó en 1883, un año después de la fundación del primer gran Servicio Clínico de Enfermedades de la Piel en Brasil, en el Policlínico General de Río de Janeiro. Su director e iniciador, Antônio Pereira da Silva Araújo, oriundo de la Escuela Tropical de Bahía y en ese momento radicado en la capital del país, fue el primero en describir una enfermedad dermatológica y también en participar de la cirugía pionera de la especialidad en el país. “Silva Araújo fue el primer profesor libre docente de Dermatología en Brasil, ofreciendo en su Servicio de Dermatología y Sifilografía una enseñanza impregnada de las ideas de Pasteur”2. Según Joaquim Mota, “desde 1875 el Dr. José Antônio Pereira da Silva Araújo venía realizando interesantes exposiciones en las célebres Conferencias de Glória, donde disertaba con maestría sobre asuntos de parasitología y de microbiología. Creado el servicio de enfermedades de la piel de la Policlínica, comenzó a dar clases sobre la especialidad, promoviendo exitosamente cursos muy concurridos”2. Silva Araújo era un médico brillante, investigador y autor de importantes trabajos, que en los años siguientes publicaría el Atlas de las enfermedades de la piel, con coloridos dibujos y textos en francés (1883), así como conferencias sobre la Reglamentación Sanitaria de la Prostitución (1883) y la Profilaxis Pública de la Sífilis (1891). La Academia de Medicina había cumplido ya 53 años de existencia cuando se instaló en 1882 la cátedra de Dermatología, constituyéndose en el primer Servicio de Dermatología del país. En el mismo año, como informa Rubem David Azulay, Silva Araújo fue nombrado el 127º miembro titular de la entidad. “De esta forma la nueva especialidad que surgía en el país pasó a integrarse a la Academia. Su intensa actividad lo llevaría en 1889 a ocupar la Primera Secretaría, la Presidencia en 1897 y más tarde el lugar de
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Presidente Perpetuo. También le fue solicitada la creación del Museo de la Academia Nacional de Medicina”2. A mediados del siglo XX, la Academia Nacional de Medicina tendría otros dos presidentes de la especialidad, Rubem David Azulay y Jarbas Porto, que también dirigirían la Sociedad Brasileña de Dermatología.
La Escuela Tropicalista de Bahía La asignatura de Dermatología fue creada en la Facultad de Medicina de Bahía en una época en que esta escuela se disputaba con la de Río de Janeiro el primer lugar en el estudio de las enfermedades de la piel. Alexandre Cerqueira, su titular, que había sido profesor de la escuela superior y secundaria en 1865 y catedrático universitario un año después, identificó la Tinea nigra en 1891. Sus observaciones sobre el tema no fueron publicadas. A su hijo, Antônio Gentil de Castro Cerqueira Pinto, le correspondería utilizarlas en 1916 en su tesis de graduación denominada Keratomycose nigricans palmar. Allí describió la forma en que su padre obtuvo la reproducción experimental de la enfermedad, mediante la inoculación de escamas extraídas de una lesión en un voluntario. Ambos dermatólogos, padre e hijo, estaban vinculados con una escuela famosa que introdujo el estudio de la patología tropical en el país. Según F. E. Rabello, “fueron precisamente J. Adeodato, en 1888, y Juliano Moreira, en 1896, los primeros en hacer la identificación clínica del Botón de Bahía de la Leishmaniasis tegumentaria, denominada en Oriente Medio con diversos términos”2. Debemos a lo que se llamó con toda justicia la Escuela Bahiana de Medicina la aparición de un creciente interés por nuestros problemas de nosología tropical. Fue también un ciudadano de Bahía, Silva Lima (1826-1910), quien por primera vez realizó una clásica descripción de la curiosa afección denominada ainhum. Silva Lima se encontraba en una posición privilegiada para hacerlo, ya que durante mucho tiempo fue Bahía la capital del país y el gran centro de ingreso de los esclavos africanos. Se trata de una de las raras enfermedades realmente raciales, propia del negro puro o full-blood, generalmente asociada a un cierto grado de hiperqueratosis plantar. La Escuela Tropicalista de Bahía surgió y se desarrolló a pesar de las relativas dificultades de la enseñanza oficial, suministrada en la época por la Universidad de Salvador. De cualquier manera, la capital de Bahía entusiasmaba al medio especializado por su interés por la medicina cutánea. Por esa razón, los profesionales del exterior o vinculados a la facultad se reunían en grupos de estudio, con lo cual se constituyeron en los auténticos predecesores, nacionales y extranjeros, de la etapa científica de la medicina brasileña. Eran ellos: el portugués Silva Lima, el inglés John Patterson, el alemán Otto Wucherer y varios brasileños, como Maria Pires Caldas, Ludgero Ferreira, Antônio José Alves y Antônio Januário de Faria. João Francisco da Silva Lima, diplomado en la Facultad de Medicina de Salvador, donde trabajó toda la vida como investigador infatigable, enriqueció el acervo científico brasileño con valiosas contribuciones sobre temas de patología tropical, destacándose especialmente con sus trabajos sobre las bubas y el ainhum. Otto Wucherer se había establecido como clínico en la capital de Bahía en 1843 y comenzaba a examinar sistemáticamente las heces de los opilados, encontrando en ellas los huevos del Ancylostomum duodenale y determinando así la etiología de la enfermedad causada por ese parásito. Más tarde identificó las microfilarias responsables de la elefantiasis, cuyo agente, en su homenaje, recibió la denominación de Wuchereria. John Patterson, de Edimburgo, llegado a Salvador en 1842, se destacó enseguida por sus trabajos sobre la fiebre amarilla y el cholera morbus que en ese momento se propagaban en forma epidémica.
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El trabajo de mayor repercusión de Silva Araújo, otro integrante de la Escuela de Bahía, fue el Estudio del Demodex folliculorum, por el cual fue escogido para integrar la Academia Imperial de Medicina. Por esta razón se trasladó a Río de Janeiro; posteriormente sería designado para dirigir el primer Servicio de Enfermedades de la Piel del recién creado Policlínico General, donde en el futuro se destacarían otros maestros como Parreiras Horta y Ramos e Silva.
La Gazeta Médica y su exhortación a la ciencia En 1866 correspondió al grupo de Salvador la creación de la primera publicación científica brasileña, la Gazeta Médica de Bahía, bajo la dirección de Virgílio Clímaco Damazio; allí se presentaban las discusiones y conclusiones sobre los casos médicos desarrollados por aquellos pioneros de la ciencia brasileña “con la presentación de los pacientes y los datos suministrados por el microscopio y por la anatomía patológica”2. Ya en su primer año de vida, la publicación registraba importantes estudios en el campo de la Dermatología. En la edición del 10 de noviembre de 1866, su director señalaba la ausencia de médicos brasileños en un Congreso Médico de París, reflejando el ideal de la Gazeta y de su grupo de integrantes de implantar en el país una ciencia médica del más alto nivel. Veintitrés años pasarían hasta que, en agosto de 1889, en las conmemoraciones del centenario de la Revolución Francesa y en vísperas de la Proclamación de la República en nuestro país, fuese realmente considerada la exhortación efectuada por la Gazeta. En esa fecha, una delegación de cinco especialistas brasileños participó activamente en París de los trabajos del Primer Congreso Mundial de Dermatología y Sifilografía: Silva Araújo, João Pizarro Gabizo, Adolfo Lutz, Oscar de Bulhões y Bruno Chaves.
João Pizarro Gabizo La cátedra de Dermatología fue institucionalizada en Brasil en 1883 al ser nombrado J. P. Gabizo (1845-1904) para dar clases en la Clínica de Enfermedades Cutáneas y Sifilíticas de la Facultad de Medicina de Río de Janeiro. Durante casi cien años, hasta 1978, esta Clínica impartiría sus clases prácticas en la multisecular Santa Casa de Misericordia de Río de Janeiro, donde también estuvo localizada, entre 1912 y 1988, la primera sede de la Sociedad Brasileña de Dermatología (SBD). En las instalaciones de esa Clínica se realizaron, en el mismo período, las reuniones mensuales de la SBD, en las cuales varias generaciones de médicos de todas las regiones convivieron y se perfeccionaron, y donde se iniciaron las bases para la modernización de la especialidad en el país. Francisco Eduardo Rabello informa que Gabizo hizo sus prácticas en Viena, en la famosa Escuela de Ferdinand Hebra y M. Kaposi. Candidato único en la disputa por el título de profesor de la Facultad de Medicina de Río de Janeiro, Gabizo, después de desempeñarse brillantemente en los exámenes, fue designado por la institución y puesto en funciones por el gobierno imperial; supo desempeñar con talento su cargo, ya que conocía profundamente la especialidad sobre la cual discurría con gran elocuencia. Agrega Joaquim Mota: “No fue Gabizo fértil en publicaciones científicas, dejándonos apenas un trabajo sobre la reglamentación de la prostitución, una conferencia sobre la lepra y otras sobre enfermedades venéreas”2. A partir de esta época dos escuelas dermatológicas con filosofías opuestas se enfrentaron en la capital de la República: la cátedra oficial de J. P. Gabizo, que defendía las ideas de la Escuela de Viena, y la cátedra sin reconocimiento oficial de Silva Araújo, centrada en el eclecticismo racional y prudente defendido por la Escuela Francesa. Veinte años después, la influencia de las dos escuelas en la naciente especialidad se traduciría en la representación de los discípulos de ambas en la lista de los fundadores
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de la Sociedad Brasileña de Dermatología que, como veremos, es el producto directo de la tercera y última etapa de la Historia de la Dermatología Brasileña. La sociedad científica ■ La3.etapa científica La tercera etapa de la Dermatología brasileña se inició oficialmente en 1883 con la creación de la cátedra de Clínica de Enfermedades Cutáneas y Sifilíticas en las Facultades de Medicina de Río de Janeiro y de Salvador. En realidad, antes de que João Pizarro Gabizo (Río de Janeiro) y Alexandre de Castro Cerqueira (Salvador) tomasen posesión de la cátedra obtenida en concurso público, el Dr. Antônio José Pereira da Silva Araújo, originario de la Escuela Bahiana de Tropicología, ya había institucionalizado en 1882 la enseñanza libre de la Dermatología, en un curso particular dictado en la primera Clínica de Enfermedades de la Piel del país, creada en ese mismo año en la Policlínica General de Río de Janeiro. Joaquim Mota afirma que, sin lugar a dudas, hasta esa época, “salvo por algunos escritos, podría afirmarse que en Brasil se ignoraba por completo la Dermatología, de tal forma que la creación de una cátedra oficial, en realidad, marcó el inicio de estos estudios en el país”2. En el mismo año de 1883, se efectuaron los concursos públicos para elegir profesores adjuntos, cargo creado por la Reforma Sabóia. En Río de Janeiro, en la 11ª sección, que correspondía a la cátedra de enfermedades cutáneas, fue designado el Dr. Luiz da Costa Chaves Faria, quien debido al fallecimiento de Gabizo, en 1904, sería nombrado catedrático de la Clínica Dermatológica y Sifilográfica, denominación otorgada a la asignatura desde el año 1892. Como resultado de la dinámica inducida por la enseñanza de la nueva especialidad en el país, la década de 1880 se destaca por el impulso otorgado por el Instituto Oswaldo Cruz a la investigación microbiológica. En el inicio del siglo XX, la Sociedad Brasileña de Dermatología surgió para apoyar y ampliar el proceso de formación, cohesión y valorización de la categoría profesional, priorizando el estímulo a la investigación científica y favoreciendo la implantación de una escuela nacional creativa e influyente en el país, a la vez que vinculada con el exterior y respetada en ese ámbito.
Los Drs. Fernando Terra y Eduardo Rabello En 1906 se realizó el concurso para profesor sustituto de la Clínica Dermatológica, en el que obtuvieron el primer lugar, con el mismo número de puntos, Fernando Terra y Eduardo Rabello. Terra, por ser el de mayor edad y por haber sido asistente de la cátedra desde el año 1891 fue el escogido por el Gobierno de Alfonso Pena. En 1910, con el fallecimiento de Chaves Faria, ascendió como titular de la cátedra, cargo quel ejerció durante quince años más. El surgimiento de la SBD se explica también por el inicio de la investigación científica que caracterizó –principalmente en los primeros años del siglo XX– el panorama de la Dermatología naciente; este proceso fue provocado por el desarrollo de las cátedras y por la actuación del Instituto Oswaldo Cruz, que sería estimulado por la Sociedad Brasileña de Dermatología en lo que respecta a la fuerza, organización y divulgación técnica de la nueva especialidad.
El escenario inspirador A fines del siglo XIX, el estudio y la práctica de la Dermatología habían llegado en Europa a un grado elevado de desarrollo, permitiendo el debate sobre los grandes problemas de
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la patología y de la clínica entre los maestros de las diversas escuelas. Ferdinand Hebra, jefe de la Escuela de Viena, lanzó las bases definitivas de la especialidad, otorgándole la sistematización y el cuerpo de doctrina que inspiraron a los continuadores de su obra: Kaposi, Auspitz y Neuman. La Dermatología llegó al Brasil con cierta dificultad, ya que los estudios y los trabajos fueron incrementándose recién durante los años que marcaron el final del siglo XIX y el comienzo del siglo XX. Incluso algunos autores no reconocen ninguna contribución en ese sentido antes de 1900. Lo cierto es que podemos comenzar a hablar tanto de una medicina como de una Dermatología brasileña a partir de los inicios del siglo XX. El trabajo desarrollado por las dos Escuelas (Salvador y Río de Janeiro) fue la semilla que hizo germinar el espíritu científico en las primeras generaciones de médicos graduados en el país. Muchos de ellos partieron para Europa en busca de perfeccionamiento; al mismo tiempo que se actualizaban, procuraban aplicar lo que aprendían a la realidad de Brasil. Algunos autores destacan el papel de Oswaldo Cruz y del Instituto Manguinhos en este escenario, sobre todo en el desarrollo de la nueva especialidad médica relacionada con las enfermedades cutáneas. La producción académica fue dejando de ser una simple reproducción de bibliografía, característica fundamental de la fase pre-científica, para asumir el carácter de investigación y de estudio de laboratorio, contribuyendo de manera decisiva a la identificación de enfermedades anteriormente desconocidas, así como sus causas, diagnósticos y tratamientos. El Instituto Manguinhos nació bajo el nombre de “Instituto Soroterápico Federal” para preparar sueros y vacunas contra la peste. Transformado después por Oswaldo Cruz (figura 2) en el Instituto de Medicina Experimental, recibió en 1908 la denominación actual; se privilegió la investigación en Dermatología debido a la influencia que Cruz recibió de Raymond Sabouraud, el verdadero fundador de la micología médica, con quien había trabajado en París. Junto con Oswaldo Cruz, un grupo de maestros eminentes y jóvenes científicos que pasaron por Manguinhos se constituyó en la primera generación de dermatólogos brasileños, provocando un período efervescente de estudios e investigaciones científicas en el ámbito de esa especialidad. Entre ellos se destacaron: Adolfo Lutz, Adolpho Lindemberg (figura 3), Parreiras Horta, Gaspar Viana, Rocha Lima, Henrique de Beaurepaire Aragão, Arêa Leão, Armínio Fraga, Eduardo Rabello, Fernando Terra (figura 4) y Olympio da Fonseca Filho. Adolfo Lutz (1855-1940), genial investigador brasileño, descubrió en 1908 en São Paulo una nueva enfermedad, actualmente denominada paracoccidioidomicosis o Enfermedad de Lutz-Splendore-Almeida. La cumbre de esa actividad paralela y simultánea fue indudablemente la Clínica de Dermatología y Sifilografía de la Facultad Nacional de Medicina. Allí se sumaron, además del interés de Fernando Terra, la participación de Eduardo Rabello, invitado, en un gesto hidalgo del titular, para integrar el equipo de la cátedra. Como resultado, Terra y Rabello crearon un gran centro de investigación dermatológica, atrayendo a otros especialistas en parásitos y patólogos del Instituto Oswaldo Cruz que iniciaron la época de oro de la naciente especialidad. En el transcurso de cuatro años se produjeron trabajos fundamentales. En 1908, como ya se señaló, la paracoccidioidomicosis fue descubierta en São Paulo por Adolfo Lutz. Adolpho Lindemberg (1872-1944) expuso en 1909 el descubrimiento del agente etiológico de la leishmaniasis, posteriormente denominado Leishmania brasiliensis. También en 1909 describió un nuevo tipo de micetoma y su agente etiológico con el nombre de Dyscomices brasiliensis (actualmente Nocardia brasiliensis).
Figura 2. Dr. Oswaldo Cruz
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Eduardo Rabello publicó en 1910 una pequeña e histórica monografía sobre Dermatomicosis, en la cual reproducía en la práctica brasileña y con las técnicas de Sabouraud lo que el genial francés había dejado confirmado sobre la materia. En 1911 Paulo Parreiras Horta (1884-1961) publicó un trabajo sobre la piedra negra que también se tornaría un clásico, dándose al parásito de la enfermedad el nombre del eminente especialista (Piedraia Hortai). El año de 1912 fue relevante por varias razones: - Eduardo Rabello inició las investigaciones que hallaron, por primera vez en Brasil, los corpúsculos de Donovan, agente causal de la donovanosis (que en esa época era un granuloma ulceroso o venéreo); este estudio sería continuado en 1917 con una tesis clásica de Souza Aranha. - Gaspar Viana (1885-1914) descubrió el tratamiento y la cura de la Leishmaniasis tegumentaria por medio del antimonio, en la forma del antiguo tártaro emético, usado al 1% en inyecciones intravenosas. Más tarde, el mismo Viana descubriría la cura de las lesiones de la donovanosis por la aplicación del mismo compuesto. Francisco Eduardo Rabello señala respecto de estos trabajos relevantes: “No es sorprendente que en medio de esa febril y tan fértil actividad de investigación fuese creada en la misma época, en 1912, la Sociedad Brasileña de Dermatología”2.
Figura 3. Dr. Adolpho Lindemberg (centro) en su clínica de Dermatología de la Santa Casa de San Pablo
El ideal de Fernando Terra Fernando Terra (1865-1947), fluminense, tercer catedrático de la Facultad de Medicina de Río de Janeiro, autor del proyecto y primer Presidente de la Sociedad Brasileña de Dermatología, ejerció su mandato de 1912 a 1925. La consulta de los documentos de la Sociedad Brasileña de Dermatología permite afirmar que él fue verdaderamente el alma, la inspiración y la fuerza que precedió a la fundación de la SBD. Fue él quien articuló esfuerzos, invitó a la participación y escribió el borrador de los estatutos. Fue considerado como una fuerza omnipresente en la fundación y en los trabajos de los primeros trece años de la entidad; se retiró de su cargo por la única razón de que, al jubilarse en 1925 como catedrático de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de la Universidad de Brasil, prefirió mantener la tradición de que su sucesor en la cátedra fuese también el presidente de la Sociedad. Terra había nacido el 25 de diciembre de 1865 en Niterói y falleció en Juiz de Fora en 1947. Graduado en 1887 en la Facultad Nacional de Medicina, se dedicó enseguida a la Dermatología efectuando sus prácticas médicas junto al Profesor João Pizarro Gabizo en la 19º Enfermería de la Santa Casa. En los registros también consta que pasó por Manguinhos. En 1891 se convirtió en asistente de la Clínica de Dermatología y Sifilografía, y en 1906 concursó públicamente para el cargo de profesor asistente, que obtuvo por las razones que se expusieron anteriormente. Al asumir como titular en 1910, sucediendo a Chaves de Faria, tuvo la actitud generosa de llamar a Eduardo Rabello para la Clínica; con él llegó también el grupo del Instituto Oswaldo Cruz para unirse a los dermatólogos clásicos, dando lugar a una interacción válida para ambos sectores. No satisfecho con su actividad como conductor del Instituto, Fernando Terra marcó los principios de una entidad capaz de congregar a los dermatólogos y dirigirlos cada vez más hacia la actividad científica.
Figura 4. Dr. Fernando Terra (1865-1947)
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El modelo francés El modelo francés de la Sociedad de Dermatología y Sifilografía, que funcionaba desde 1889 en el Hospital Saint-Louis de París junto a la Clínica del mismo nombre, fue el escogido para regir la entidad brasileña, pero curiosamente, Terra y el grupo fundador de la SBD no incluyeron inicialmente el estudio de la sífilis en la denominación de la nueva entidad. Durante trece años, es decir, durante la gestión de Fernando Terra, la entidad se llamaría Sociedad Brasileña de Dermatología. Solamente en 1925, al asumir Eduardo Rabello la presidencia, se alteraría el estatuto para pasar a denominarse Sociedad Brasileña de Dermatología y Sifilografía (SBDS), igual que la entidad francesa, con una leve pero significativa diferencia, porque la SBDS optó por el término usado por los anglosajones, sifilografía y no por el francés, sifilología. Años después de la 2ª Guerra Mundial, con la introducción de la penicilina, la entidad retornaría en 1962 a la denominación original, después de treinta y siete años de llevar el nombre de Sociedad Brasileña de Dermatología y Sifilografía. El cambio de denominación sería implementado recién en 1965, completándose, por lo tanto, 40 años de permanencia de la segunda razón social y de la sigla SBDS.
4. Personalidades históricas
■ Personalidades históricas
Sebastião de Almeida Prado Sampaio Cuando se pide a una figura notable de la especialidad, como el paulista Luiz Henrique Camargo Paschoal, que indique quién debería figurar en el Panteón de la Dermatología, la respuesta es la siguiente: “Yo colocaría en el pedestal a Sebastião Sampaio. Ud. que va a escribir sobre la Historia de la Dermatología brasileña tiene que considerar dos épocas: antes y después de Sampaio. Él fue y continúa siendo un marco de referencia. Tremendamente inteligente y preparado, trajo de los Estados Unidos la escuela terapéutica de aliviar y curar las enfermedades, en contraposición a la postura de la escuela francesa, dominante en Brasil, mucho más preocupada por describir las enfermedades de la piel. Sampaio, un hombre muy trabajador, tenía un conocimiento médico espectacular y una postura humanística fuera de serie. Sampaio era un hombre de gran cultura. Imagínese mi suerte, yo fui su primer discípulo”2. Sebastião Sampaio (figura 5) nació en el interior del estado de São Paulo y estudió en su capital. Su preferencia inicial era la ingeniería, porque era un alumno excelente en matemática. Pero su madre, que siempre había querido tener un hijo médico, lo influenció para que ingresara en 1938 en la carrera de Medicina, en la Universidad de São Paulo (USP), donde se graduó en 1943. Ya desde su época de estudiante, Sampaio trabajó en la Liga de Lucha contra la Sífilis, en una época especialmente grave por la precaria situación financiera de la familia. Se presentó al concurso del Departamento de Profilaxis de la Lepra, y al aprobarlo fue contratado como auxiliar académico. “Cuando terminé la Facultad de Medicina, ya hacía dos años que trabajaba con enfermos de lepra y de sífilis, de modo que la Dermatología se tornó el camino natural a seguir”. Ese camino fue ampliándose de forma progresiva, a tal punto que Sebastião Sampaio pasó a constituir el tercer gran referente de la Dermatología en São Paulo (los otros dos fueron Adolpho Lindemberg y Aguiar Pupo). “La cátedra era Dermatología y Sifilografía. Al profesor Pupo también le gustaba mucho trabajar con leprosos. Cuando terminé la carrera de medicina, y como no existía todavía la práctica obligatoria, el profesor decidió que yo debería frecuentar el ambulatorio de Dermatología, y así fui aprendiendo la especialidad”.
Figura 5. Dr. Sebastião Sampaio
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Con cinco años de experiencia dermatológica, Sampaio fue docente y consiguió una beca para asistir a la Clínica Mayo en los Estados Unidos, en esa época el mayor centro médico de ese país; allí hizo sus prácticas médicas entre 1951 y 1952, y luego continuó sus estudios en Europa. En la Clínica Mayo Sampaio vio que los enfermos eran visitados todos los días y recibían una atención médica eficaz, práctica que aplicó en São Paulo a su regreso, influyendo sobre varias generaciones de dermatólogos brasileños. “Fui formando discípulos y mis discípulos formaron otros discípulos”, decía. Fue Presidente de la Asociación Médica Brasileña, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología y del Consejo Regional de Medicina y miembro del International Committee of Dermatology. Desde su cátedra en la USP Sebastião Sampaio formó discípulos que se distribuyeron en todo el Estado de São Paulo, varios estados brasileños y el exterior; la mayoría de sus discípulos mantuvo su vinculación con el maestro, a quien invitaban durante decenas de años para dar conferencias y asistir a encuentros y jornadas, además de prestigiar con su presencia diversas reuniones creadas por él mismo.
Bernardino Antônio Gomes Autor del primer libro de Dermatología en lengua portuguesa, estuvo dos veces en Brasil: en 1797 y 1817.
José Francisco da Silva Lima José Francisco da Silva Lima, portugués de Vilarinho, llegó a Salvador en 1840 y se doctoró en la Facultad de Medicina de Bahía. Junto con Wucherer y Paterson, implantaron en Bahía los primeros estudios de las enfermedades tropicales.
Adolpho Lindemberg Fluminense de Cabo Frío, se graduó en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro en 1896 y se especializó en Dermatología en París. Fue uno de los pioneros en la especialidad, creando en la Santa Casa de Misericordia el primer Servicio Dermatológico de São Paulo.
Paulo Parreiras Horta El carioca Paulo de Figueiredo Parreiras Horta nació en 1884, fue farmacéutico antes de cursar medicina en Brasil y después microbiología en París. Fue uno de los mayores micólogos brasileños.
João de Aguiar Pupo Paulista de Itatiba, graduado en 1912, en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro, fue quien más estimuló la creación del Instituto de Medicina Tropical de São Paulo.
João Ramos e Silva Graduado en 1918 en la Facultad de Medicina de la Praia Vermelha, en Río de Janeiro, Ramos e Silva adquirió notoriedad en las enfermedades venéreas y la hanseniasis. Promovió la primera reunión de dermatólogos sifilógrafos en Brasil.
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Joaquim Mota Fue uno de los mayores sifilógrafos brasileños. Se graduó en la Universidad del Brasil en 1916 y trabajó en el Instituto Oswaldo Cruz, en el Servicio Médico del Ejército y en el Departamento Nacional de Salud Pública, así como en la Inspectoría de Profilaxis de la Lepra y Enfermedades Venéreas.
Oswaldo Costa Dermatólogo de Minas Gerais, dedicó su tesis (1962) al estudio de las queratodermias palmo-plantares; efectuó su práctica médica en el Hospital Saint-Louis, en París.
Domingos Barbosa da Silva En 1955 fue designado Profesor Titular de la cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina y Cirugía de Pará. Fueron importantes sus estudios en Dermatología tropical y formó varias generaciones de especialistas.
Eduardo Rabello Nacido en Barra Mansa, Río de Janeiro, en 1876, el segundo presidente de la SBD se doctoró en 1903 en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro. Discípulo de la Escuela Francesa, Rabello frecuentó el Servicio de Curieterapia del Hospital Necker, bajo la dirección de Degrais, adquiriendo experiencia en la materia. Al retornar a Brasil fundó en 1919, junto con Fernando Terra, el Instituto de Electro-radiología de la Facultad de Río de Janeiro, que fue después incorporado a la Clínica Dermatológica. Falleció el 8 de agosto de 1940.
Francisco Eduardo Rabello Sucedió a su padre, Eduardo Rabello, en la Cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad Nacional de Medicina. Hizo contribuciones originales en las áreas de leishmaniasis tegumentaria, hanseniasis y sarcoidosis (figura 6).
Hildebrando Portugal Graduado en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro, su gran realización fue la creación del Laboratorio de Histopatología de la Clínica, en 1926.
Jorge de Oliveira Lobo Nació en Recife, en 1889. Recibió su diploma en la Facultad de Medicina de Río de Janeiro. Trabajó con Olympio da Fonseca Filho y Arêa Leão en Manguinhos y fue asistente de Eduardo Rabello. Al retornar a su tierra natal, trabajó en la Clínica Dermatológica en el Hospital de Santo Amaro, dando inicio a la Dermatología de Pernambuco. Jorge de Oliveira Lobo utilizó su nombre para identificar una enfermedad provocada por el hongo denominado Paracoccidioides loboi. También describió una nueva forma de blastomicosis, cuyas lesiones particulares fungosas tienen como nicho ecológico la Amazonia.
Figura 6. Dr. Francisco Eduardo Rabello
Glynne Leite Rocha Natural de Alagoas en Maceió, se graduó en la Facultad de Medicina de Pernambuco en 1930. Fue Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de IASERJ durante décadas.
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Demétrio Peryassú Nacido en Belém do Pará, se graduó en 1937 en la Facultad Nacional de Medicina. Varios síndromes dermatológicos fueron estudiados por él; también poseía grandes conocimientos de radioterapia y hansenología.
Anuar Auad El paulista Anuar Auad se graduó en la Facultad de Ciencias Médicas de Río de Janeiro, en 1951. Realizó vastos estudios en el área de pénfigo foliáceo, asumiendo en 1954 la dirección del Hospital de Pénfigo en Goiânia.
Antônio Carlos Pereira Júnior Natural de Minas Gerais, de Juiz de Fora, graduado en 1963 en la Facultad Nacional de Medicina de la Universidad de Brasil, efectuó sus prácticas médicas en el Hospital Saint- Louis, en París. Es coautor de un libro sobre herpes y de la clasificación de las ETS adoptada en el país y en el exterior.
Norberto Belliboni Natural de Camposapiero, Italia, llegó a Brasil en 1934. Se graduó en Medicina en 1949, en la Universidad de São Paulo. Durante diez años fue el coordinador de la asignatura de Dermatología del Curso Experimental de Medicina de la Universidad de São Paulo.
Raymundo Martins Castro Se graduó en la Facultad de Medicina de la USP; fue docente libre en la FMUSP, hizo un curso de especialización en Medicina Tropical en Alemania y fundó en 1986 el Centro de Estudios “Nicolau Maria Rossetti”.
Guilherme V. Curban Profesor Libre Docente de la FMUSP, es autor, junto con Luiz M. Bechelli, del Compendio de Dermatología, libro de consulta de la especialidad.
Carlos da Silva Lacaz Figura 7. Dr. Carlos da Silva Lacaz
Historiador de la Dermatología brasileña, Lacaz fue profesor de Micología y Microbiología en la USP y fundó en 1959 el Instituto de Medicina Tropical, siendo dos veces director de la Facultad de Medicina de la USP. Es considerado uno de los mayores micólogos del mundo (figura 7).
Clóvis Bopp Nació en Santa Maria (RS) el 17 de octubre de 1913. Fue Jefe del Servicio de Dermatología de la Universidad Federal de Rio Grande hasta 1984.
Antar Padilha-Gonçalves Graduado en 1937 en la Facultad Nacional de Medicina, profundizó
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los estudios sobre leishmaniasis y micología. Trabajó en el Servicio de Dermatología del Hospital Gaffrée Guinle y después en el laboratorio de Raimundo Aragão.
Abrahão Rotberg De proyección mundial por la doctrina de la Margen Hansen en su forma anérgica y del Factor N en la hanseniasis, Rotberg estudió en Río de Janeiro y se graduó en 1933 en la Facultad de Medicina de São Paulo. Se destacó por su contribución a los conocimientos en la hansenología.
Alexandre Mello Filho Graduado en la Escuela Paulista de Medicina, ingresó en la Clínica Dermatológica del Hospital del Servidor Público Municipal en 1948. Fue profesor en la Facultad de Ciencias Médicas de la Santa Casa de Misericordia durante 20 años.
Antonio Delfina Se graduó en 1942 en la Escuela Paulista de Medicina, dedicándose durante 45 años a la institución; es autor de diversos trabajos científicos de la especialidad.
Antônio Souza Marques Nacido en Río de Janeiro, se graduó en 1960 en la Facultad Nacional de Medicina e hizo su posgrado en el Hospital del Cáncer de Filadelfia, Estados Unidos.
Aurélio Ancona López Se graduó en 1937 en la Facultad Nacional de Medicina de Río de Janeiro. En 1945 creó el Servicio Dermatológico del Hospital del Servidor Público Municipal. En la Cruzada Pro-Infancia fundó un Centro de Educación de Dermatología.
Jarbas Porto Natural de Pernambuco de Caruaru, se graduó en la Facultad Nacional de Medicina. Asistente de Rabello y de Rubem David Azulay, Porto ingresó en el Hospital de los Servidores del Estado y realizó su posgrado en Michigan. Fue Presidente de la Academia Nacional de Medicina.
Luiz Henrique Camargo Paschoal Graduado en la USP en 1960, dirige la cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina del ABC, y es el actual Director de esa Facultad.
Luiz Marino Bechelli Graduado en la Facultad de Medicina de la USP en 1933, fue designado médico especialista del Departamento de Profilaxis de la Lepra. Fue Director Clínico del Sanatorio Cocais y docente libre de la Facultad de Medicina de la USP. Durante diez años, fue secretario del sector de Lepra de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Suiza.
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Márcio Lobo Creó el posgrado en Dermatología en la Universidad Federal de Pernambuco. Una de sus líneas de investigación fue la Donovanosis.
Nelson Guimarães Proença En 1970, el profesor Nelson Proença fundó el Anuario Dermatológico Brasileño con la intención de reunir trabajos publicados en revistas de otras áreas. Fue director de la APM y la AMB (Asociación Paulista de Medicina y Asociación Médica Brasileña) y director de la Clínica de Dermatología de la Santa Casa de São Paulo.
Neuza Dillon Graduada en la Facultad de Medicina y Cirugía de Belém do Pará, se especializó en Dermatología en la USP. En 1966 fue designada profesora en la recién creada Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas de Botucatu. Ejerció brillantemente el cargo de Profesora Titular de Dermatología en esa escuela hasta su jubilación.
Ney Romitti Graduado en 1958 en la Facultad Nacional de Medicina, hizo su práctica en Alemania, donde publicó 20 trabajos científicos. Fue Profesor Titular de la Facultad de Medicina de Santos. Posee una notable cultura general y dermatológica.
Renée Garrido Neves Graduado en 1953 en la Facultad Fluminense de Medicina, fue durante trece años asistente voluntario de João Ramos e Silva. Trabajó en el Servicio de Leprología. Asiduo participante de las reuniones de la SBD; fue el responsable de la compra de la sede de la entidad.
Maurício y Alice Casal Alchorne Mauricio nació en Pesqueira, Pernambuco; se trasladó a Recife para estudiar el ciclo secundario y la carrera de Medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de Pernambuco. Su formación dermatológica y su inicio en la carrera académica se desarrollaron en el HC/FMUSP. Desde 1994 es Profesor Titular de UNIFESP/Escuela Paulista de Medicina. En el HC conoció a la alumna Alice, de São Paulo, con quien se casó; tienen dos hijos y cuatro nietos. Alice hizo su práctica de Medicina en el HC/FMUSP y es actualmente profesora adjunta y docente libre de la UNIFESP/ Escuela Paulista de Medicina, desde 1997. Ambos ocuparon diferentes cargos en la SBD, entre ellos la Presidencia de la Regional de São Paulo (Alice y Maurício) y de la SBD (Maurício).
Rubem David Azulay Nacido en Belém do Pará, en 1917, se graduó en Medicina en la Facultad Fluminense de Medicina y en el Servicio de Dermatología del Prof. Parreiras Horta. Fue titular de la cátedra de Dermatología de varias Universidades, en cargos obtenidos por concurso público: Pará, UFF, UERJ y UFRJ. Fue también el responsable de continuar con las actividades del histórico Pabellón São Miguel, cuando la Cátedra y el Servicio de Dermatología de la UFRJ se trasladaron al Hospital Universitario, en la Ilha do Fundão.
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En los inicios de su carrera, llegó a trabajar con Eduardo Rabello. Vinculado a la SBD desde que era estudiante, frecuentó el Pabellón São Miguel (financiado en el inicio de los años 30 por la Organización Mundial de la Salud para cursos internacionales de lepra, pero inmediatamente transferido para la Clínica Dermatológica de la Universidad de Brasil). Era presidente de la SBD cuando se cumplieron 50 años de su creación, y como tal resolvió cambiar muchas cosas: “Ya existían las reuniones, pero todas se realizaban en Río de Janeiro. La gran mayoría de los socios era natural de Río. Cuando asumí la Presidencia, hice modificar los Estatutos y empecé a promover las reuniones en otros Estados, ya que entendía que la Dermatología era nacional y no solamente de Río de Janeiro”. También fue en dos oportunidades editor jefe de los Anais Brasileiros de Dermatologia, donde introdujo varias innovaciones. Fue también Presidente de la Asociación Brasileña de Leprología, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, de la Internacional Society of Dermatology y de la Academia Nacional de Medicina. Por sus méritos personales y la calidad de sus trabajos científicos fue agraciado con trece premios: medalla de oro Oswaldo Cruz, Antonio Pedro (tres veces) y Gaspar Viana, premio Jorge Lobo, varias plaquetas –tres nacionales y una de la North American Clinical Dermatological Society. Azulay es uno de los autores más destacados de la Historia de la Dermatología Brasileña.
Rui Miranda Pilar de la dermatología paranaense, fundó en 1960 el Centro de Estudios de la Lepra Souza Araújo en la Universidad Federal de Paraná y en 1990 la Fundación Pro-Hansen. En el ámbito de la Dermatología describió cinco nuevas patologías y dentro de la hansenología contribuyó al mejor conocimiento de la enfermedad.
Lucio Bakos Nacido en 1942, en Zadar –actualmente Croacia, entonces territorio italiano–, se graduó en 1966, en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS). Fue Visiting Scholar de la Cambridge University durante los años 1972-73, trabajando en el Addenbrooke’s Hospital de Cambridge, dirigido por el Dr. Arthur Rook. Es Profesor Titular de Dermatología de la UFRGS desde 1991.
Sylvio Fraga Se graduó en 1953 en la Facultad de Medicina de la antigua Universidad de Brasil. Entre 1955 y 1956 efectuó su práctica médica en Filadelfia (Estados Unidos). Hizo el curso de especialización en Dermatología y Patología en el Armed Forces Institute of Pathology, en Washington. Fue cofundador del Instituto de Dermatología de la Santa Casa.
João y Bernardo Gontijo De Minas Gerais, la familia Gontijo (el padre, João B. Gontijo Assunção y el hijo, Bernardo Gontijo) son personalidades distinguidas en la Dermatología. Joao se graduó en 1947 en la UFMG y realizó su práctica médica en París en el Hospital Saint-Louis durante los años 1948-1949. Por concurso público obtuvo el título de profesor adjunto y docente libre de la UFMG. Publicó 24 trabajos en forma individual o en colaboración, y presentó cerca de 200 ponencias en congresos y reuniones en Brasil y en el exterior. Bernardo, el hijo, se graduó en la UFMG y completó su práctica médica de Dermatología en el Hospital de Clínicas de la USP; y es actualmente profesor de la Facultad de Medicina de la UFMG. Ambos fueron miembros participantes y presidentes de la SBD.
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Mário y Márcio Rutowitsch Márcio Rutowitsch es hijo del dermatólogo Mário Rutowitsch, que fuera Presidente de la SBD en 1960. Márcio se graduó en la Universidad Federal Fluminense y es actualmente Jefe del Servicio de Dermatología del HSE.
Jorge José de Souza Filho Nacido en Florianópolis en 1937, se graduó en la Universidad Federal de Paraná en 1964 y fue admitido en 1965 como practicante con beca del Hospital de Clínicas de São Paulo. En 1967 volvió a su tierra natal y se presentó en el concurso para auxiliar de enseñanza en la UFSC, donde llegó a profesor titular en 1990. Fue uno de los fundadores de la Regional SC de la SBD y el primer Presidente de la Reunión Sur-Brasileña de Dermatología, realizada en Florianópolis en 1981. La Dermatología en estados ■ La5.Dermatología enloslos estados Estas generaciones pujantes, con sus ansias de nuevos caminos, fueron el resultado del estímulo a la investigación científica propiciado por la educación dermatológica renovada, por la llegada de nuevas especialidades a otras regiones del país y por la acción sinérgica de la SBD. Efectivamente, la Dermatología se ampliaba. En las décadas de 1920 y 1930, de acuerdo con Rabello Júnior, “la cátedra de Belo Horizonte, de Antonio Aleixo (18841943), marcaría la llegada de un nuevo centro de estudios en el país, con trabajos y publicaciones novedosas en los sectores gemelos de la venereología y de la hansenología, destacándose Orsini de Castro (1892-1970) en Dermatología y O. Diniz (1902-1966) en hansenología. Trabajos originales de gran envergadura fueron desarrollados por O. de Castro, Oswaldo Costa (Cátedra de la Universidad Federal) y Tancredo Furtado (Cátedra de la UFMG)”3. Costa fue el autor de una notable tesis sobre las acroqueratosis (1960), mientras Furtado haría lo mismo en 1955 sobre la frambesia. En Juiz de Fora se instaló igualmente un gran centro dermatológico, con Antônio Carlos Pereira y Carlos Adolfo Pereira. Entre 1922 y 1940 se publicaron importantes trabajos brasileños sobre el pénfigo foliáceo, entre ellos los de J. P. Vieira(1927) y Orsini de Castro (1940). Fundada en 1916, la Facultad de Medicina de São Paulo contó enseguida con una cátedra de Dermatología, cuyo titular fue Adolpho Lindemberg (1872-1944), autor de trabajos pioneros en leishmaniasis tegumentaria y pénfigo foliáceo. Su discípulo Nicolau Rossetti (1894-1956) fue más tarde el titular de la Cátedra de Dermatología en la Escuela Paulista de Medicina, donde tuvo como sucesor al leprólogo y dermatólogo Abrahão Rotberg, autor de trabajos notables sobre la reacción de Mitsuda, la reacción de Montenegro y las angeítis necrotizantes. Informa Rabello: En la década de 1930, J. Aguiar Pupo, discípulo predilecto de Eduardo Rabello, asumiría la cátedra de Dermatología de la Universidad de São Paulo, donde enseguida formó una gran escuela. En la línea de la tradición brasileña, Aguiar Pupo dominó con igual superioridad la hansenología, con trabajos pioneros en ese sentido. Le sucedería en 1957 Sebastião Sampaio, un joven profesor de buena formación histológica que daría gran impulso a los trabajos en el campo de la estructura y funciones de la piel, de la genética y de la patología inmune. En São Paulo se destacarían otros valores como H. Cerruti en Sorocaba, L. M. Bechelli y W. Pimenta en Ribeirão Preto, todos de la escuela de Aguiar Pupo. Una mención especial merecen los jóvenes, entre
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ellos Ney Romitti, discípulo de Ramos e Silva, Marchionini y Raimundo Martins de Castro, inicialmente profesor en Campinas, que tuvo como maestro a su ilustre padre, A. Martins de Castro (1885-1968), especialista versado en micología, histopatología y roentgenterapia2.
Mencionamos aquí solamente algunos de los dermatólogos nacionales que estudiaron con los grandes Maestros del exterior: 1. Olympio da Fonseca Filho, Nicolau Rossetti y Abílio Martins de Castro trabajaron con Raymond Sabouraud, en el Hospital Saint-Louis de París. 2. J. Luiz Miranda fue practicante en la Duke University, con N. F. Conant. 3. Eduardo Rabello frecuentó el Servicio de Curieterapia del Hospital Necker, bajo la dirección de Degrais y al volver al Brasil fundó con Fernando Terra el Instituto de Electroradiología, incluido posteriormente dentro de la Clínica Dermatológica de la Facultad Nacional de Medicina. 4. Adolfo Lutz hizo sus prácticas en Suiza con Paul Gerson Unna (1850-1929), el fundador de la Dermatología moderna. 5. Ney Romitti trabajó en Munich con Alfred Marchionini. 6. Sebastião de Almeida Sampaio efectuó sus prácticas médicas en la Clínica Mayo, en Rochester, Estados Unidos. 7. Newton Guimarães trabajó en Barcelona con Xavier Vilanova. 8. Joaquim Pereira da Mota (1894-1952) trabajó en París con Pautrier. 9. Valdir Bandeira (Recife) y René Garrido Neves (Niterói) hicieron sus prácticas médicas en Buenos Aires, en los servicios de los Profs. Julio Borda y Jorge Abulafia. 6. La Sociedad Brasileña de (SBD) ■ Dermatología La Sociedad Brasileña
de Dermatología (SBD)
La sesión de fundación de la Sociedad Brasileña de Dermatología se inició a las diez horas de la mañana del domingo 4 de febrero de 1912, en el Pabellón Miguel Couto, de la Santa Casa de Misericordia de Río de Janeiro. Estaban presentes dieciocho médicos, de los cuales sólo diez eran dermatólogos. Tres de ellos formaban parte de la Comisión Organizadora: Fernando Terra, Eduardo Rabello y Werneck Machado. Los otros fundadores eran los Drs. Moncorvo Filho, Alfredo Porto, Eduardo Magalhães, Adolfo Lutz, Víctor de Teive, Caetano de Menezes, Gaspar Viana, Leal Júnior, Oscar da Silva Araújo, Juliano Moreira, Paulo Parreiras Horta, Zopyro Goulart, Miguel Salles, Eduardo Jorge y Franco de Carvalho. La SBD es la segunda mayor entidad de la especialidad en el mundo en número de asociados. En el año 2000 fue aprobado el 5 de febrero para la conmemoración anual del Día del Dermatólogo. En los trece primeros años de actuación de la SBD predominó, al lado de la discusión científica de la mayor seriedad, el estímulo a la investigación –luego extendido a las nuevas generaciones que cursaban Medicina–, así como el conocimiento y la divulgación de las actividades dermatológicas realizadas en las demás regiones del país; el espíritu acogedor y atento de los dirigentes y la preocupación por fijar las bases para la construcción de algo definitivo para el futuro. La SBD tuvo en su historia dos gestiones prolongadas: la de Fernando Terra que duró trece años y la de Eduardo Rabello, quien la presidió por quince años sin interrupción.
Los presidentes de la SDB Los dermatólogos que ejercieron la Presidencia de la SBD fueron: Fernando Terra (1912); Eduardo Rabello (1925); Oscar Silva Araújo (1941); Joaquim Mota (1942); João
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Ramos e Silva (1944); A. F. Da Costa Jr. (1946); Hildebrando Portugal (1948); Francisco Eduardo Rabello (1950); Demétrio Peryassu (1951); Edgard Drolhe da Costa (1953); Luis Campos Mello (1955); Antar Padilha-Gonçalves (1957); Mário Rutowitsch (1959); Rubem David Azulay (1961); Glynne Leite Rocha (1963); J. Aguiar Pupo (1964); João Ramos e Silva (1965); Domingos Barbosa da Silva (1966). Antônio Carlos Pereira (1967); Rui Noronha Miranda (1968); Jorge Lobo (1969); Anuar Auad (1970); Clóvis Bopp (1971); Rubem David Azulay (1972); Tancredo Furtado (1973); Sebastião de Almeida Prado Sampaio (1974), Jarbas Anacleto Porto (1975); José Pessoa Mendes (1976); Walter Moura Cantídio (1977); João Batista Gontijo (1978); Newton Guimarães (1980); Raiymundo Martins Castro (1981); Márcio Lobo Jardim (1982); José Serrya (1983); Jorge José de Souza Filho (1984); Luiz Carlos Cucé (1985); Divino Rassi (1986); René Garrido Neves (1987); César Bernardi (1988); Luiz Henrique C. Paschoal (1989); Orcanda Andrade Patrus (1990); Antonio Carlos Pereira Junior (1991); Jesús Rodrígues Santamaría (1992); José Eduardo Costa Martins (1993); Arival Cardoso de Brito (1994); Sarita Martins (1995); Iphis Campbell (1996); Clarisse Zaitz (1997); Alberto Eduardo Cox Cardoso (1998); Maurício Mota de Avelar Alchorne (1999); Bernardo Gontijo (2000); Fernando Augusto de Almeida (2001) (figura 8), Márcio Rutowitsch (2003), Sinésio Talhari (2005). En la década del 90 tres mujeres presidieron la Sociedad Brasileña de Dermatología: Orcanda Andrade Patrus (1990-1991), Sarita Martins (1995-1996) y Clarisse Zaitz (1997-1998).
Figura 8. Comisión Directiva de la SBD (2000-01): De izq. a der. (sentados): María Lourdes Viegas, secretaria general; Fernando Augusto de Almeida, presidente; Márcio Santos Rutowitsch, vicepresidente. De pie: Macedo Paschoal, segundo secretario; Beatriz Moritz Trope, tesorera, y Paulo Rowilson, secretario
La sede de la SDB. Los Anais Brasileiros de Dermatologia. La biblioteca. El primer congreso En 1932, la SDB, junto con varios sectores de la Clínica Dermatológica y Sifilográfica, fue trasladada al Pabellón São Miguel, donde el 20 de octubre de 1933 se inauguró la biblioteca de la Clínica. A mediados del siglo XX esta biblioteca era ya considerada como la poseedora del mayor acervo de la especialidad en América Latina. En 1987 René Garrido Neves llegó a la Presidencia de la SBD con una misión: dotar a la entidad de una sede propia, la cual fue adquirida en la Av. Nilo Peçanha, dejando la antigua sede del Pabellón São Miguel. La primera edición de la revista bimestral Anais Brasileiros de Dermatologia (figura 9) tuvo como editor jefe a Eduardo Rabello, en 1925. En 1985 vuelve a surgir el boletín de Noticias SBD, sustituido en 1996 por el Diario de la Dermatología Actual, y finalmente, por el Diario de la SBD. Del 26 a 28 de septiembre de 1944 se realiza la primera de las reuniones de los especialistas brasileños en Dermatosis Sifilográficas, en el Pabellón São Miguel, de la Santa Casa de Misericordia de Río de Janeiro; a partir de 1969 estas reuniones recibieron el nombre de Congresos (figura 10).
El cincuentenario de la SDB Conmemorando el cincuentenario de la SBD en 1962, bajo la presidencia de Rubem David Azulay, se efectuó la declaración pública de reconocimiento a la expansión de la Dermatología en todo el Brasil, y así se dejó abierto el camino para que los profesionales de otros Estados pudieran ocupar la Presidencia. Otro hecho destacado de la década fue la designación de Ramos e Silva como miembro del CID (Comité Internacional de Dermatología). Posteriormente, Antar Padilha-Gonçalves, Sebastião Sampaio y Márcia Ramos e Silva fueron también designados miembros del CID. En 1971, durante el Congreso Brasileño de Dermatología realizado en Porto Alegre, bajo la presidencia de Clóvis Bopp, se amplió el radio de acción de la SBD para cuidar
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Figura 9. Anais Brasileiros de Dermatologia. Año 1940
de los intereses éticos, sociales y económicos de los dermatólogos brasileños. Bopp fue también el principal organizador de las reuniones regionales denominadas “Líneas Sur de la Dermatología Brasileña”, actualmente llamadas “Jornadas Sud-Brasileñas”, que congregan a los especialistas de Río Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná.
Figura 10. II Reunión Anual de Dermatosifilógrafos brasileños en Belo Horizonte. (1945)
El 90º aniversario de la SDB Le correspondió conmemorar el 90º aniversario de la fundación de la SBD a quien era su presidente electo en ese momento, el Prof. Fernando Augusto de Almeida, destacado especialista cuya tesis de doctorado en la USP trató sobre “Prurito de Hebra”, y es uno de los mayores conocedores de tumores cutáneos, principalmente el melanoma; es además uno de los fundadores y el primer presidente del Grupo Brasileño de Estudio del Melanoma (GBM). Bajo su dirección se impulsó el Proyecto Pro Memoria, coordinado por el Prof. Dr. Paulo Cunha (figura 11), cuya finalidad es conservar la historia de la Dermatología en Brasil a través de libros, documentos e imágenes. El primer trabajo realizado fue la edición de la Historia de la Dermatología en Brasil, un primoroso rescate de fotos y textos desde los inicios de la especialidad en el país. También se destacaron en su gestión la manera profesional de administrar y el impulso financiero dado a la SDB.
La SBD 2003/2004 En los últimos años, la Sociedad Brasileña de Dermatología centralizó las acciones institucionales y políticas apuntando a la valorización de la especialidad. Junto a la Asociación Médica Brasileña, participó activamente del movimiento nacional para la implementación de una nueva y más justa lista de honorarios médicos que está siendo utilizada en todo el país. También participó en los encuentros de repudio a la creación de nuevas escuelas de medicina y en las reuniones sobre el proyecto de Ley sobre la Práctica Médica, y envió especialistas para que integrasen la Cámara sobre Productos y Procedimientos Estéticos del Consejo Federal de Medicina. En el ámbito interno, trabajó intensamente a través de sus departamentos especializados en la creación de Manuales de Conducta para orientación sobre técnicas y procedimientos utilizados en la especialidad. Las comisiones especializadas mantuvieron la
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Figura 11. Prof. Dr. Paulo Cunha
rutina de visitar los servicios acreditados para la residencia, lo que garantiza la calidad de enseñanza de la Dermatología en el país. De gran importancia fue la tarea desarrollada por un grupo de trabajo integrado por las jefaturas de Servicios acreditados y comisiones de enseñanza, científicos y especialistas que redefinieron el programa mínimo de enseñanza de Dermatología Brasileña, enunciaron nuevas normas para la acreditación de los servicios especializados al ofrecer este programa de formación y formularon propuestas para la búsqueda del perfeccionamiento de los criterios de evaluación para obtener el título de especialista. Para conocer el escenario donde actúan los dermatólogos brasileños, así como la real situación de los especialistas en las diferentes regiones brasileñas, la Sociedad Brasileña de Dermatología concluyó una investigación que delineó el perfil de los dermatólogos en Brasil. Con base en los datos recolectados, el presidente de la SBD, Dr. Marcio Rutowitsh, realizó una serie de encuentros con los jóvenes con menos de diez años de formación para discutir las perspectivas de la profesión, impulsando así la actuación de la SBD en la defensa del mercado de trabajo. Al mismo tiempo, la SBD está promoviendo una revisión en la revista Anais Brasileiros de Dermatologia con el fin de conseguir la reorganización de la base de datos, Índex Medicus/Medline.
Figura 12. Primera mesa examinadora de acreditación del TED (28 de octubre de 1967) en Juiz de Fora. De izq. a der: Rubem D. Azulay, Rui Miranda, Sebastião Sampaio, Tancredo Furtado y Clóvis Bopp
El título de especialista en Dermatología Desde 1950, la SBD, a través de la ley nº 1.270, fue considerada de utilidad pública. Veintitrés años pasaron entre la realización de la primera reunión de los especialistas en dermatología-sifilógrafía brasileños, en 1944, y otro gran evento de la historia de la entidad, en 1967; el examen de los primeros profesionales para obtener el título de especialista en Dermatología, realizado en Juiz de Fora. Los profesores que se sometieron a ese primer examen fueron: Tancredo Furtado, Clóvis Bopp, Rubem David Azulay, Rui Noronha de Miranda y Sebastião Sampaio (delegado ante la AMB) (figura 12). En el año 2005 tuvo lugar el 39º examen del título de especialista de la SBD, bajo la presidencia del Profesor Dr. Paulo R. Cunha.
Servicios acreditados por la SDB El universo de los Servicios acreditados en todo el país por la Sociedad Brasileña de Dermatología está constituido por sesenta unidades que demuestran el buen nivel de la
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especialidad en el país, ofreciendo una amplia asistencia a millones de pacientes con enfermedades cutáneas, además de 204 vacantes anuales para la práctica médica, especialización, grado de maestría y doctorado en sus cursos de posgrado.
Unidades regionales NORTE-NORDESTE Bahía Bahía, cuna de la dermatología en el país, cuenta actualmente con dos Servicios habilitados por la SBD: el del Hospital de Clínicas (UFBA) y el del Hospital Santa Isabel de la Escuela de Bahía de Medicina y Salud Pública. La cátedra de Clínica de las Enfermedades Cutáneas y Sifilíticas fue fundada en 1884, teniendo como regente a Alexandre Evangelista de Castro Cerqueira. En 1893, pasó a denominarse Clínica Dermatológica y a partir de 1915 estuvo a cargo sucesivamente de Artur da Silva Leitão, Flaviano da Silva, Otávio Garcez de Aguiar, Newton Alves Guimarães, Neide Ferraz y Ênio Ribeiro Maynard Barreto. El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas se compone de tres salas para atención al público y una sala de cirugía ambulatoria. En la enfermería dispone de cuatro camas y de una sala anexa para reuniones. A pesar del ambiente reducido, el consultorio externo de la especialidad es el segundo en atención en el hospital, posición que podrá cambiar con la transferencia de Dermatología al Pabellón Prof. Magalhães Neto. En los últimos tres años, la aprobación de los residentes llegó casi al 100%. La investigación en el Servicio se ha focalizado principalmente en el área de enfermedades tropicales. Amazonas Por estar localizado en el Estado de Amazonas, el Instituto de Dermatología Tropical y Venereología Alfredo da Matta es el centro de referencia en enfermedades sexualmente transmisibles (ETS) y hanseniasis, trabajando desde 1955 en la educación, investigación, prevención y tratamiento de las enfermedades dermatológicas. Su jefe es el Presidente de la SBD gestión 2005/2006, Prof. Sinésio Talhari. Inicialmente destinado a la asistencia de los pacientes con lepra, el Instituto Alfredo da Matta extendió su acción sobre otras dermatosis a finales de 1970. Desde 1981 realiza en su propio laboratorio la serología para la detección de HIV. El Hospital Universitario Getúlio Vargas, de la Universidad de Amazonas también es el hospital de referencia para los servicios habilitados, bajo la coordinación del Dr. Jonas Ribas. Pará El Instituto Evandro Chagas y la Dermatología El Instituto Evandro Chagas (IEC) fue creado el 11 de noviembre de 1936, por Decreto 2346 del Gobierno del Estado de Pará. En 1942 se vinculó con el Servicio Especial de Salud Pública de la época, la Fundación Oswaldo Cruz, la Fundación Nacional de Salud, la Secretaría de Vigilancia de la Salud y el Ministerio de Salud. Los objetivos básicos del IEC se dirigen a: a) investigaciones en ciencias biológicas, medicina tropical y medio ambiente; y b) acciones de vigilancia en salud. Las investigaciones que se encuentran en desarrollo, relacionados con agentes etiológicos cuyas enfermedades presentan manifestaciones cutáneas son: – Virología: rubeola, sarampión, parvo virus B19, herpes simples (1 y 2), herpes virus 6, 7 y 8, virus de Epstein-Barr, HTLV y enterovirus (coxsackie y echo). – Arbovirología: fiebres hemorrágicas, dengue, Oropouche, Mayaro y el síndrome hemorrágico de Altamira; los tres primeros agentes están asociados a cuadros exantemáticos.
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– Bacteriología y Micología: Mycobacterium leprae y (en pequeña escala) las investigaciones que comprenden los dermatofitos. – Parasitología: leishmaniasis y agentes determinantes de “patologías exóticas” (ver la descripción más adelante). En la década de 1970 se describió una enfermedad nueva para el mundo, el síndrome hemorrágico de Altamira, esencialmente, la púrpura trombocitopénica asociada a la picadura del mosquito Simulium amazonicum o pium. El estudio, realizado por un equipo dirigido por el Dr. Francisco Pinheiro, mereció la publicación en una revista médica bien conceptuada como es The Lancet. En los primeros años de la década del 2000 se produjo la implementación de estudios de laboratorio y epidemiológicos incluyendo los herpes virus humanos tipos 7 y 8: el exantema súbito y sarcoma de Kaposi, respectivamente. Estas iniciativas estuvieron bajo la coordinación del Dr. Ronaldo Barros de Freitas. La cátedra de la Clínica Dermatológica y Sifilográfica fue creada en 1922 para el 4º año del curso médico de la entonces Facultad de Medicina y Cirugía de Pará, con el Profesor Manuel Ferreira dos Santos Bastos en la dirección de la especialidad. En 1951 fue designado Titular de la cátedra el Prof. Domingos Barbosa da Silva, confirmado en 1955; también estuvo durante varios años a cargo de la dirección del Departamento de Dermatología, en el cual se educaron varias generaciones de especialistas. El Departamento de Patología Tropical, Servicio de Dermatología de la Universidad Federal de Pará –cuyo jefe es un ex presidente de la SBD, el Dr. Arival Cardoso de Brito– desarrolla su actividad en dos turnos, en edificios localizados en las dependencias de la Fundación Santa Casa de Misericordia de Pará. Son ocho salas de ambulatorio, auditorio, mini-auditorio del posgrado, laboratorio de dermopatología, laboratorio de micología, dos salas quirúrgicas, sala para curaciones, sala de enfermería, sala de entrega de medicamentos, biblioteca, secretaría y dos salones de espera para los pacientes. El cuadro actual de profesores de Dermatología de la UFPA está constituido por 13 docentes. Se realizan investigaciones sobre diversos temas, como los tratamientos de los nuevos quimioterápicos de la enfermedad de Jorge Lobo, hanseniasis y leishmaniasis así como micosis superficiales y profundas con imidazólicos y la utilización de nuevos compuestos en ectoparasitosis. Pernambuco En Pernambuco, los servicios habilitados por la SBD corresponden al Hospital de las Clínicas de la Universidad Federal, que tiene como jefe de Servicio al Prof. Josemir Belo dos Santos; el Hospital Santo Amaro, que tiene como jefe de Servicio al Profesor Itamar Belo dos Santos, y el Hospital Universitario Oswaldo Cruz, que tiene como Jefe de Servicio al Prof. Dr. Emmanuel Rodrigues de França. Ceará Fundado en 1975, el actual Centro de Dermatología Dona Libânia, de la Secretaría de Salud del Estado de Ceará, es el centro de referencia estatal y el macro-regional en hanseniasis. Durante veinte años desarrolló actividades de control de hanseniasis y tuberculosis; actualmente realiza además actividades de asistencia, investigación y educación; reúne los sectores de hansenología, leishmaniasis, cáncer de piel, ETS, alergia cutánea, dermatología pediátrica, cirugía dermatológica, tuberculosis y otras dermatosis. Su director general es el Dr. Heitor de Sá Gonçalves, segundo secretario de la SBD en la gestión 2005-2006; la Jefa del Servicio es la Dra. Maria Araci Pontes Aires. En el año 2003 la SDB otorgó una nueva certificación al Hospital Universitario Walter Cantídio, que tiene como Jefe del Servicio al Dr. José Wilson Acioly Filho. Rio Grande do Norte El Servicio de Dermatología vinculado a la Facultad de Medicina, localizado en el
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Hospital Onofre Lopes, de la Universidad Federal de Rio Grande do Norte, bajo la coordinación del Dr. Pedro Bezerra da Trindade Neto, dispone de un área propia dentro del Hospital con seis consultorios para la atención del ambulatorio, dos salas equipadas para cirugía y criocirugía, sala de cosmiatría, un laboratorio de micología, una sala para reuniones, una unidad de fototerapia, una sala para curaciones y enfermería con seis lechos. Habilitado en 1999 por la SBD, se dicta la asignatura de Dermatología, cursos prácticos y teóricos a los alumnos del curso de medicina, del 7º período y entrenamiento teóricopráctico para médicos que estén efectuando su práctica médica en la clínica y para los alumnos del Doctorado de Medicina. El servicio admite anualmente dos vacantes de práctica autorizadas por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC). En los últimos cinco años la aprobación de los practicantes en el examen para obtener el título de especialista de la SBD llegó al 91%. En este servicio se desarrollan proyectos de investigación y trabajos científicos en el área de la genodermatosis ampollar, específicamente el pénfigo crónico familiar benigno, tema de la tesis de doctorado del Prof. Pedro Bezerra da Trindade Neto. También se realizan estudios relacionados con la epidemiología del melanoma en Rio Grande do Norte y con la citología aplicada al diagnóstico de enfermedades cutáneas, tema de la tesis del Prof. Thomas de Aquino Paulo Filho. Sergipe En Sergipe, el Hospital Universitario es el único habilitado por la SBD, y tiene como jefe de Servicio al Prof. Pedro Menezes Portugal. Alagoas A partir de la acción pionera de los jóvenes médicos Aldo de Sá Cardoso (alumno de Jorge Lobo en Recife, graduado en 1938) y Aderbal Loureiro Jatobá, la Dermatología comenzó a ser practicada como clínica privada en 1940. Años después, Jorge Duarte Quintela Cavalcanti también comenzó a ejercer la especialidad en Maceió. El 5 de marzo de 1951 se estableció la enseñanza médica en el Estado, y fue el Dr. Aldo Cardoso el escogido para ser profesor de la cátedra de Dermatología y Sifilografía. Una vez creada la Facultad, se graduaron otros dermatólogos, como Zirelli Valença –quien describió la señal de Zirelli– y Nehemias de Alencar. Con la creación de la Escuela de Ciencias Médicas de Alagoas, el 15 de marzo de 1970, la Cátedra de Dermatología fue implantada por el Prof. Aldo Cardoso, cuyo asistente, el Dr. Alberto Eduardo Cox Cardoso, fue posteriormente titular de la cátedra. Brasilia En 1980, el actual Servicio de Dermatología del Hospital Universitario de Brasilia (HUB) nació de la fusión del Servicio de Dermatología del Hospital de los Servidores de la Unión (HSU), IPASE, que posteriormente pasó para el INAMPS, y del Servicio de Dermatología del Hospital Escuela de la Unidad Integrada de Salud de Sobradinho (UISS), de la Universidad de Brasilia. En ambas instituciones, en los servicios originarios se destacan los nombres de los Drs. Iphis Campbell y Gladys Campbell (iniciadores), Roberto Doglia Azambuja, Rosicler Álvares y Carmélia Matos Reis (HSU) y la Prof. Raimunda Nonata Ribeiro Sampaio (iniciadora), así como Rosicler Aíza Álvares (UISS). En el HUB se puede citar a los Drs. Antônio de Pádua, Ana Maria Costa Pinheiro, Ribeiro de Paula y Gerson Pena –éste último investigador asociado del núcleo de investigación de la UNB y Presidente del 60º Congreso de Dermatología de la SBD (Brasilia 2005). Actualmente hay diez dermatólogos del HUB. El ambulatorio de investigación en leishmaniasis tegumentaria americana, que funcionaba desde 1975 en la UISS-UNB, creado por la Prof. Raimunda (también jefa de servicio) bajo el estímulo del Prof. Philip Davis Marsden (in memoriam) fue transferido al
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HUB manteniendo la línea de investigación. Poco tiempo después, la Prof. Rosicler y el Dr. Iphis crearon el ambulatorio de pénfigo, mientras que los de hanseniasis, criocirugía, micosis; psoriasis, envejecimiento cutáneo, dermatología pediátrica y tumores cutáneos fueron instituidos y/o coordinados por las Dras. Rosicler Álvares, Carmélia, Gladyz, Izelda y Ana. En febrero de 1999, por iniciativa de la Prof. Raimunda Nonata Ribeiro Sampaio, fue creada la Unidad de Enfermedades de Transmisión Sexual, de carácter multidisciplinario, con la participación de los servicios de Ginecología, Proctología y Urología. En total, anualmente son atendidos 14.400 pacientes con enfermedades de piel. La asignatura de Dermatología fue creada oficialmente en 1971 por la UNB, pero sólo a partir de 1974 funcionó independientemente de la Clínica Médica. Esta asignatura tiene un total de horas correspondiente a cuatro créditos. La residencia médica, creada según el modelo del HSE de Río, se inició en 1974, teniendo a la Dra. Izelda Costa como primera residente. En este servicio se han graduado hasta este momento 34 residentes y 19 practicantes. La práctica médica del actual HUB está también orientada hacia la investigación, y la presentación de una monografía al final del curso constituye un requisito para obtener el certificado. Todos los residentes presentan trabajos en los anales de los Congresos; el 90% publica uno o más trabajos científicos durante el ejercicio de la residencia. En la década de 1990, con la creación de la carrera de posgrado en Ciencias de la Salud, la Dermatología comenzó a participar en la orientación de las maestrías y doctorados, teniendo ya 8 graduados de la Maestría, ocho alumnos cursándola y uno cursando el Doctorado. Actualmente hay proyectos en curso para perfeccionar la asignatura de Dermatología, la Práctica Médica y la posgraduación stricto sensu. Goiás La cátedra de Dermatología fue iniciada en la Universidad Federal de Goiás por los Profs. Anuar Auad, Rodovalho Mendes Domenici y Vanderli Dutra, ya fallecidos. En 1967 ingresaron Divino Miguel Rassi y Paulo Cezar Borges, que se jubilaron en los años 90. En la década del 70 ingresaron Aiçar Chaul, Lia Cândida Miranda de Castro y Hugo Junqueira. En 1978 se creó la residencia en Dermatología, que fue enseguida autorizada por la SBD; ocuparon la dirección de la institución los Drs. Anuar Auad, Divino Miguel Rassi y Paulo Cezar Borges, y, desde 1997, Aiçar Chaul. Hasta el año 2002 han terminado los dos años de residencia o aprendizaje 80 médicos, la mayoría de ellos con diploma de Especialistas en Dermatología por la SBD. Del servicio de Dermatología del Hospital de las Clínicas de la Universidad Federal de Goiás salieron tres presidentes de los congresos de la Sociedad Brasileña de Dermatología: Anuar Auad (1970), Divino Miguel Rassi (1987) y Lia Cândida Miranda de Castro, los dos primeros también presidentes nacionales de la entidad, de acuerdo con las normas de la época, que no separaban las atribuciones de la SBD y del Congreso. Minas Gerais La Santa Casa de Misericordia de Belo Horizonte suministró los servicios clínicos para la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Minas Gerais, fundada en 1914. La Clínica de Dermatología era entonces conducida por Antônio Aleixo, quien en 1917 fundó la Enfermería y la Clínica de hombres, mientras Olyntho Orsini era jefe de la Clínica de mujeres. A partir de 1944, con el ambulatorio trasladado a un edificio propio, la Clínica Dermatológica pasó a ser dirigida por Josefino Aleixo, teniendo como asistentes a Oswaldo Costa y José Mariano. La Clínica Dermatológica de la Santa Casa tiene actualmente 15 asistentes –nueve de los cuales se graduaron en el mismo servicio– y 12 colaboradores, todos con TED (Título de Especialista en Dermatología). La dirección del servicio está a cargo del Dr. Jackson
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Machado Pinto. Dos de los integrantes de la Clínica hacen actualmente su práctica médica en la University of Colorado y otros en la Argentina y en Austria. Se dispone dentro del hospital de un área propia con 12 camas, 5 ambulatorios, 2 salas para pequeñas cirugías, sala de clase, sala de reuniones con biblioteca y modernos equipos. Se atiende un promedio anual de 200 pacientes internados y cerca de 16 mil pacientes externos en Dermatología General, Sanitaria, Pediátrica y Cirugía Dermatológica. En diciembre de 2001 se adquirió una unidad de fototerapia con UVA y otra de UVB 311 nm. Desde su fundación se han realizado diversos trabajos científicos en la Clínica Dermatológica, destacándose las tesis del grado de maestría y doctorado en leishmaniasis tegumentaria americana y en enfermedades ampollares, especialmente el pénfigo foliáceo endémico. Servicio de Dermatología de la UFMG Al Prof. Antonio Aleixo (1884-1943), uno de los fundadores de la Facultad de Medicina de Belo Horizonte (1911) y su primer profesor de Dermatología, le corresponde el mérito de ser considerado el creador de la escuela dermatológica de Minas Gerais. Sus principales áreas de interés científico eran: hanseniasis, pénfigo, enfermedades de transmisión sexual y micosis. Fue el primer jefe de la enfermería de Dermatología de la Santa Casa de Belo Horizonte, que hasta el día de hoy sigue siendo una referencia para los dermatólogos. Después de su fallecimiento en 1943, asumió interinamente la cátedra el docente libre Olyntho Orsini, natural de Minas Gerais, de Sabará, graduado en la Facultad de Medicina en 1917, quien había presentado su concurso en 1927 con la tesis “Contribución al estudio del pénfigo foliáceo”, donde llamó la atención sobre las lesiones en vespertilio, sin conocer el trabajo de Senear & Usher presentado anteriormente sobre el tema (1926). En 1945 fue titular de la cátedra, también como interino, otro docente libre, Oswaldo Costa, aprobado en concurso público en 1944 con la tesis “Dermatofibromas progresivos y recidivantes de Darier-Ferrand”. Al final del año 1945 se convirtió en catedrático el Prof. Olyntho Orsini (1891-1970), cuyo tema de tesis fue “Aspectos epidemiológicos y clínicos del pénfigo foliáceo en Minas Gerais”. Riguroso cumplidor de sus deberes, dirigió la cátedra y la enfermería de las mujeres de la Santa Casa con gran competencia, dedicación y responsabilidad, atrayendo la simpatía de la comunidad dermatológica. Además de ser un notable especialista en pénfigo, siempre estimuló la colaboración entre su servicio y el Departamento de Lepra del Estado de Minas Gerais, dirigido en esa época por el Dr. Orestes Diniz. Entre sus asistentes estuvieron los profesores Oswaldo Costa, José Mariano (competente hansenólogo y ex-jefe del Servicio Nacional de Lepra) y Josephino Aleixo. Este último, además de haber trabajado como docente libre en 1946 (su tema de tesis fue “Aporte al estudio de la cromomicosis”), fue profesor adjunto de la UFMG y profesor de la Facultad de Medicina de Uberaba-MG. En 1962, el Prof. Oswaldo Costa (1905-1996), nacido en São João del-Rei-MG, obtuvo la cátedra en concurso memorable con su tesis monumental sobre “Acroqueratosis (Queratodermias palmoplantares)”, una verdadera “Biblia” de 577 páginas con detalles completos sobre el tema. Con verdadera pasión por la especialidad y su enseñanza, emérito especialista en diagnósticos, muy estudioso –acostumbraba estudiar hasta la madrugada–, Oswaldo Costa conquistó una gran cantidad de pacientes para su clínica particular, fue excelente profesor, frecuentador de congresos y, principalmente, un publicador insaciable y perspicaz de cientos de trabajos científicos. Tuvo además el mérito de describir en 1954 una nueva entidad, la Acroqueratoelastoidosis, actualmente reconocida en el mundo entero. En el ámbito de la enseñanza fue fundador de la cátedra y primer profesor de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas de Minas Gerais.
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Mantuvo el equipo de asistentes del Prof. Orsini, que aumentó con la llegada del docente Tancredo Furtado, del profesor adjunto Cid Ferreira Lopes –que también fue Jefe de la Enfermería de Dermatología de la Santa Casa, organizador y primer Director de la Escuela de Salud Pública de Minas Gerais, miembro titular de la Academia de Medicina de Minas Gerais y miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina–; y del Dr. João Gontijo, que era también Jefe de la Clínica Dermatológica del Hospital Municipal. Se jubiló en 1975. Su hijo, Paulo Uchôa Costa, siguió brillantemente el ejemplo del padre, tornándose eximio dermatólogo y profesor adjunto de la Facultad de Medicina de la UFMG. El Prof. Tancredo Furtado (1923), natural de Carmo do Paranaíba-MG, fue el sucesor de Oswaldo Costa, y pronunció un bello discurso en 1975 al exponer su tesis “Tumor gránulo-celular de Abrikossoff (Schwannoma gránulo-celular)”. En 1955 había defendido el cargo de docente libre con la tesis “Manifestaciones tardías de la frambesia”. En 1963 se había presentado a concurso público para optar a la cátedra de la Facultad de Ciencias Médicas de Minas Gerais, defendiendo la tesis sobre “Queratoacantoma y procesos afines”. Desde 1975 hasta 1993, cuando se jubiló en forma compulsiva, Tancredo Furtado llevó la Dermatología de la UFMG a un elevado grado de prestigio con sus innumerables publicaciones, participación en congresos, en mesas examinadoras, orientación de tesis etc. A partir de 1975 tornó más dinámico el Servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina, al ser transferido desde la Santa Casa al Anexo de Dermatología del Hospital de las Clínicas. Inauguró la Práctica Médica en 1976 y el grado de maestría en 1977. Fue Director de la Facultad desde 1982 hasta 1986. Durante su gestión, el profesor adjunto João Gontijo Assunção se convirtió en docente libre en marzo de 1978 con la tesis “Pénfigo foliáceo en la infancia. Algunos aspectos epidemiológicos y clínicos” y ejerció el cargo de Jefe del Servicio de Dermatología durante el período comprendido entre 1982 y 1986. Tancredo Furtado fue uno de los creadores de la Reunión Triangular de Dermatología, Presidente de la Sección de Minas Gerais de la SBD y Presidente de la Nacional en 1973; miembro emérito de la Academia Mineira de Medicina, miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina y socio correspondiente u honorario de varias sociedades extranjeras de Dermatología. Toda esta fulgurante carrera profesional y universitaria se basó en una sólida formación humanística y en una esmerada carrera médica (fue uno de los dos mejores alumnos de su clase de 1946) con posgrado en los Estados Unidos: cursos y prácticas médicas en las Universidades de Kansas City, Chicago, Nueva York, Washington y Los Ángeles. La Profesora Orcanda Andrade Patrus (1941), natural de Juiz de Fora, que ejerció las funciones de profesora asistente desde el período del Prof. Oswaldo Costa, hizo el doctorado y en 1980, defendió la tesis “Antígenos de histocompatibilidad, inmunocomplejos y complemento en el pénfigo foliáceo”, con la cual llegó a ser profesora adjunta. En 1991 fue nombrada Profesora Titular en concurso público y dirigió con gran visión, competencia y desprendimiento el servicio de Dermatología, introduciendo mejoras, implantando la informatización y manteniendo el alto nivel de trabajo del equipo y el reconocido modelo de enseñanza de grupo. Después de su jubilación, asumió la dirección del Servicio el Profesor Adjunto Dr. Antonio Carlos Martins Guedes, que realizó muy buena administración, reformando y modificando el Anexo de Dermatología del Hospital de Clínicas, sin perjudicar por eso su antigua, competente y dedicada responsabilidad en la sección de Histopatología. Al finalizar su mandato, fue sustituido por el profesor adjunto Bernardo Gontijo, anteriormente director del posgrado en Dermatología y presidente de la sección de Minas Gerais. Entre 2000-2001 dirigió la SBD (nacional) con valor, dedicación, desprendimiento y competencia.
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Otros servicios habilitados en Minas son la Universidad Federal de Juiz de Fora (su Jefe es el Prof. Aloísio Gamonal) y la Universidad Federal de Uberlândia (Jefa del Servicio, la Dra. Sônia Antunes de Oliveira). Espíritu Santo El Servicio de Dermatología del Hospital Cassiano Antônio Moraes, del Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Espírito Santo, podría haber sido habilitado mucho tiempo antes por la SBD, pero la propia unidad quiso postergar la habilitación: “Era necesario que el Servicio estuviese convencido de que su aprobación vendría con la nota máxima, como debe ser todo lo que implica respeto al ejercicio de la Medicina”2. Señala la revista de la SBD: “Algunos aspectos llaman la atención en ese Servicio: la simplicidad y la armonía entre todo y entre todos, la informalidad en las relaciones de las personas y en la ejecución de las tareas; el espíritu de sacerdocio que se traduce en los proyectos y en la capacidad de ser osado. Los Profs. Carlos Cley Coelho y Délio Del Maestre (este último Jefe del Servicio) forman la dupla del magisterio integrado, dentro de un programa seleccionado de común acuerdo”2. Si bien el espacio del Servicio no es muy grande, los siete consultorios impresionan por su luminosidad, lo que también acontece en la sala de reuniones y en otra dedicada a pequeñas cirugías, así como en el almacén. Habilitado en 1999 –en la reunión del Consejo Deliberativo realizada durante el 54º Congreso Brasileño de Dermatología, en Belo Horizonte–, el servicio médico, aprobado con nota máxima, es la referencia estatal en hanseniasis, tuberculosis extra-pulmonar y leishmaniasis. Atiende un promedio de 150 personas por día, extendiendo su acción hasta los límites de Bahía, Minas Gerais y Río de Janeiro. Se han realizado allí estudios estadísticos nosológicos de las enfermedades dermatológicas, otros sobre pacientes trasplantados, psicodermatosis, afecciones cutáneas de paracoccidiodomicosis, tuberculosis extra-pulmonar, hanseniasis y leishmaniasis. También la Santa Casa de Misericordia de Vitória fue habilitada por la SBD. Tuvo como Jefe de Servicio al Prof. João Basílio de Souza Filho. SERVICIOS DE RÍO DE JANEIRO Sede del Reino y del Imperio del Brasil, en los primeros tiempos, y de la República hasta 1960, Río de Janeiro siempre fue uno de los principales núcleos de desarrollo médico del país, de la Dermatología y de sus entidades médicas, entre las cuales se destaca la SBD. “Única en Brasil en conseguir la calificación 4 en la evaluación del Ministerio de Educación, la Facultad de Medicina de la Universidad Federal de Río de Janeiro ofrece un curso de posgrado, grado de maestría y doctorado en Dermatología, que, de acuerdo con la evaluación del CAPES, viene manteniendo la clasificación “A”, desde 1986”2. Los grados de maestría y de doctorado en Dermatología de la UFRJ son los más antiguos del país. Creado en 1970 por Sylvio Fraga, el primer egresado de la Maestría fue el Prof. Carlos Cley en 1974; en ese mismo año el curso fue el primero en ser reconocido y validado por el MEC para la especialidad. En Niterói, el primero en obtener el título de maestría en la Universidad Federal Fluminense fue Sinésio Talhari, actualmente Jefe del Servicio de Dermatología del Instituto de Dermatología Alfredo da Mata. El Dr. Absalom Lima Filgueira, coordinador, señala que el posgrado en Dermatología fue creado a comienzos de los años setenta, casi en el mismo momento de la extinción de la Cátedra: “Necesitábamos formar profesores para la educación superior y el camino debía pasar por el grado de maestría y de doctorado. La principal característica del posgrado brasileño, en el área médica, es que tiene que darse en el ámbito de cada
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especialidad. No existe, o por lo menos no existía en la época, otro curso igual en el mundo, ya que en los otros países los cursos se desarrollaban en las áreas básicas: física, biología, biología molecular, química”. Dos aspectos contribuyeron al éxito del posgrado en Dermatología de la UFRJ: la transferencia al Hospital Universitario, en 1978, dejando las instalaciones seculares de la Santa Casa de Misericordia, y la vecindad con el Centro de Ciencias de la Salud que contiene el famoso Instituto de Biofísica, organismo de investigación básica de fama internacional. La integración entre las dos áreas fue gradual y total. Las asignaturas, hasta ese momento conocidas como Biofísica y Bioquímica, se tornaron asignaturas de órganos, dando origen a los laboratorios de tejido conjuntivo, de hormonas, de endocrinología y de fotobiología. El primer catedrático de Dermatología de Río de Janeiro fue João Pizarro Gabizo en la Academia Médico-Quirúrgica, que recién en 1932 recibiría la denominación de Facultad de Medicina de la Universidad de Brasil. A Gabizo lo sucedieron Luiz da Costa Chaves Faria y los ya conocidos Fernando Terra, Eduardo Rabello y Francisco Eduardo Rabello (que conservó el puesto hasta su jubilación, en 1975, por aplicación del principio del derecho adquirido). Ejercieron la dirección de Dermatología todavía en la Santa Casa (figura 13) los Profs. Sylvio Fraga y Antônio de Souza Marques. En la Ilha do Governador, después de la transferencia al Hospital Universitario, el encargado de la organización y primer Jefe de Servicio de Dermatología fue el Prof. Absalom Figueira (1978-1980), sucedido por los Profs. Rubem David Azulay (1980-1985), Antônio Carlos Pereira Junior (1986-1997) y Celso Tavares Sodré. Dotado de enfermería propia, con 14 camas, la atención del ambulatorio del Servicio se hace de manera integrada junto a los demás sectores del Hospital Universitario. De este modo, tanto los alumnos de grado como los del posgrado no pierden la visión de todos los aspectos médicos. En este último nivel de graduación, el curso es suministrado lato o stricto sensu. Lato sensu, el posgrado funciona en dos niveles: Curso de Perfeccionamiento I y Curso de Perfeccionamiento II, con seis vacantes cada uno. La cantidad de horas del curso es compatible con la especialización y el programa se superpone con la práctica médica. El interés por los cursos es tal que todos los años más de un centenar de candidatos se presenta para disputar alguna de las ocho vacantes ofrecidas.
Figura 13. Clínica de la Facultad de Medicina de la Santa Casa, Río de Janeiro, Pabellón San Miguel.
IASERJ (Instituto de Asistencia a los Servidores del Estado de Río de Janeiro) Uno de los más respetados órganos de la especialidad del país es el Servicio de Dermatología del Instituto de Asistencia a los Servidores del Estado de Río de Janeiro, que fue proyectado y organizado por su fundador, Glynne Leite Rocha, a quien suceden Manoel Sternick y Arlindo Ferraro. En 1970 fue implantada la Residencia Médica, habilitada por la SBD, que hasta el año 2001 contaba entre sus graduados con un total de 70 médicos especialistas de todo el Brasil, siete masters y dos doctores en Dermatología. En el servicio del IASERJ, que no está vinculado al sistema universitario, se gradúan dos médicos al año. Su producción científica se identifica con la del Prof. Glynne Rocha, “uno de los más firmes y eficientes pilares de la Historia de la Dermatología brasileña”, siendo necesario destacar la publicación, en los Anales Brasileños de Dermatología, de dos revistas dedicadas a los trabajos exclusivos del Servicio. En el primer año de la práctica médica, los alumnos desempeñan actividades de ambulatorio y de enfermería. En el segundo año los practicantes atienden en su propia
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clínica a los pacientes del servicio y realizan aprendizajes en unidades especializadas fuera del hospital, por ejemplo, Dermatología Pediátrica en el Hospital Jesús, hanseniasis y enfermedades infecciosas en el Fiocruz y oncología cutánea en el INCA. En forma permanente los residentes preparan casos clínicos para presentarlos en las reuniones tradicionales mensuales de la SBD-RJ, en congresos y diversas publicaciones. Se realizan anualmente los cursos de dermopatología y micología médica. Las actividades, según informa el Profesor Sérgio Quinete, jefe del Servicio, comprenden el Club de la Revista, los martes; la sesión de diapositivas, los miércoles, la reunión clínico-patológica (presentación de pacientes con discusión y proyección de láminas histopatológicas) los jueves; y la discusión de asuntos dermatológicos, los viernes, así como las pruebas de evaluación mensual. Gaffrée-Guinle El Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Gaffrée-Guinle, de la Escuela de Medicina y Cirugía, tuvo como primer titular en Dermatología al Prof. Ramos e Silva y como asistentes a los Profs. Demétrio Peryassu y Antar Padilha-Gonçalves. La base física era la Policlínica General de Río de Janeiro. En los años 60, según refiere la Prof. Gabriela Lowy, “se obtuvo una gran victoria al adquirir la Facultad el Hospital GafréeGuinle, donde pasó a ser dictada la asignatura”. La dirección de las clases de Dermatología continuó a cargo de la dupla Peryassu/Gonçalves, teniendo como colaboradores a los Drs. Aldy Barbosa Lima, Gabriela Lowy y Danilo Vicente Filgueiras, hasta el final de 1972, aun después de la realización del concurso público para profesor titular que designó a los dos; sin embargo, poco después una enfermedad provocó el fallecimiento de Demétrio Peryassu. Bajo la dirección de Antar Padilha-Gonçalves se lograron dos grandes avances: la instalación de la enfermería de Dermatología y la creación del curso de especialización en Dermatología, con autorización, apoyo y aprobación de la SBD. En esa misma época hubo una expansión física del Servicio con la creación de nuevas salas de clase y mejores comodidades para la atención del ambulatorio. Su sucesor, Prof. Aldy Barbosa Lima, creó posteriormente el Servicio de Cirugía Dermatológica. En 1998 se jubiló el segundo titular y las responsabilidades de la asignatura y del servicio de Dermatología pasaron a la Prof. Gabriela Lowy. El cuerpo docente se amplió con la integración de José Alvimar Ferreira, Carlos José Martins, Coaracy Mello y Ricardo Barbosa Lima. El Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Gafrée-Guinle patrocinó varios eventos científicos, destacándose las Reuniones Triangulares, que innovaron sus presentaciones con la exhibición de casos clínicos en video. La presencia de sus especialistas es constante en reuniones, jornadas, congresos nacionales e internacionales, con una abundante contribución científica. Hospital Antônio Pedro La historia del servicio de Dermatología del Hospital Universitario Antônio Pedro, de Niterói, de la Universidad Federal Fluminense, siempre estuvo vinculada con la enseñanza. Fue creado en la década del 30 por el Prof. Paulo de Figueiredo Parreiras Horta, catedrático de la Clínica Dermatológica y Sifilográfica de la Facultad Fluminense de Medicina, y en los comienzos se instaló en el Hospital São João Batista, en la localidad de Valonguinho. En 1953 fue transferido al Hospital Antônio Pedro por el sucesor de Horta, el Prof. Rubem David Azulay, No obstante las dificultades encontradas, Azulay desarrolló las actividades de la enseñanza de la Dermatología, culminando con la creación del curso de posgrado stricto sensu. Es interesante relatar que, al ser transferida la Facultad de Medicina de Pará a Niterói, y cuando todavía cursaba la carrera universitaria, el nordista Rubem David Azulay encaró
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como un desafío la duda que le planteó la secretaria de la Facultad fluminense: ¿conseguiría mantener las excelentes notas que traía de su tierra natal? “El primer examen le fue aplicado por el Prof. Pedro da Cunha, a quien se consideraba muy exigente; el 10 obtenido por Azulay aumentó su repercusión con la lectura de su examen ante los demás alumnos y médicos del entonces Hospital São João Batista”2. En 1971 el curso de Maestría fue pionero en el país; su primer alumno fue el Dr. Sinésio Talhari, Profesor Titular de la Universidad Federal de Amazonas. Cursaron la Maestría, realizando trabajos de investigación científica y obteniendo su título, 87 alumnos, de los cuales 58 son actualmente profesores de diferentes escuelas médicas del país y 5 realizan trabajos de investigación científica, en tanto que 19 continúan sus actividades vinculados a cursos de doctorado. Son profesores titulares, por concurso público, tres exalumnos: René Garrido Neves, Sinésio Talhari y Neide Kalil Gaspar. En 1967, creada la Residencia Médica, el primer alumno fue el Prof. Antônio Pedro Gaspar, contratado en el año siguiente como profesor de esa disciplina. En septiembre de 1977 fue reglamentada por Decreto, y en 1981 por ley, siendo a partir de ese momento regida por el Ministerio de Educación y Cultura. Hasta el año 2002 hicieron la Residencia en la UFF 80 dermatólogos, muchos de los cuales actualmente ocupan cargos en las universidades públicas y privadas brasileñas. En la década de 1970, después de la jubilación del Prof. Rubem Azulay, asumió la dirección del Servicio y la coordinación de la asignatura de Dermatología, hasta el año 1992, su exalumno el Prof. René Garrido Neves, autoridad tanto en hansenología como en oncología. Su destacada carrera lo llevó a realizar investigaciones, orientar tesis y publicar numerosos artículos en revistas y libros, además de ocupar cargos de relevancia en la UFF y UFRJ, así como la Presidencia de la Sociedad Brasileña de Dermatología, para la cual adquirió la primera sede. Durante su período fue también creado, en diciembre de 1989, el curso de posgrado latu sensu (especialización en Dermatología) que hasta el año de 2002 tenía ya 172 graduados. A partir de 1992 la dirección del servicio fue ejercida por la Prof. Neide Kalil Gaspar, quien nos dio la siguiente información: Durante el tercer año de la carrera, teniendo que realizar un trabajo sobre fármacocosméticos, buscamos a quien después sería para nosotros modelo y motivo de orgullo profesional, el Prof. Rubem David Azulay. Bajo su orientación, alegre, proficua y competente, que respondía a nuestras ansiedades científicas, trabajaríamos durante veinte años más. Nuestro servicio ocupaba medio piso de la antigua ’Policlínica de Valonguinho’ y al comienzo nos transfirieron a un espacio de tres metros cuadrados en el Hospital Antônio Pedro... De la Policlínica nos quedaron muchos recuerdos; fue un ambiente simple y tranquilo donde aprendimos a enseñar y a investigar. De allí partimos para el Fiocruz, donde investigamos aspectos esenciales de la fibra elástica en una paciente de seis años de edad con tejidos de sesenta. Ya pertenecíamos al cuerpo docente de la asignatura; como era común en la época, trabajábamos por el placer de aprender, sin ninguna remuneración, pero honrados con lo que hacíamos. Creo que actualmente en nuestro país lo que falta es la valorización del individuo por el trabajo que ejecuta. Quien tiene esa retribución sabe cuánto es capaz de hacer para superar las dificultades. Del Servicio de Dermatología del Hospital Antônio Pedro surgió la iniciativa de la unificación de la nomenclatura dermatológica, tomando como base el trabajo del Prof. Francisco Eduardo Rabello. Le correspondió al Prof. Antônio Pedro de Andrade Gaspar, en colaboración con el Prof. Neide Kalil Gaspar, reunir e identificar los diferentes y numerosos sinónimos que dificultaban el entendimiento de la Dermatología. Eran cerca de 10.000 términos. Esos autores agruparon siete mil términos en la Nómina Dermatológica, señalizando la nomenclatura sugerida por el Prof. Rabello. Este libro representó un hito fundamental para la
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Dermatología brasileña, y es utilizado en todas las universidades y servicios del país. Los Profs. Antônio Pedro y Neide ofrecieron también otros cinco libros de actualización terapéutica dentro de la especialidad, reuniendo los términos codificados por la Organización Mundial de la Salud en el CID de la Dermatología, para facilitar su uso en el país. Además, orientaron 28 trabajos de investigación científica que fueron utilizados en tesis defendidas y aprobadas en el nivel de Maestría y Doctorado”2.
Actualmente el Servicio de Dermatología permanece como sede de las actividades didácticas de los cursos de grado y posgrado de la Universidad Federal Fluminense. Por esta razón se encuentra también vinculado al Departamento de Medicina Clínica, integrado por 122 profesores. El Servicio está compuesto por trece profesores y dos médicos responsables de las actividades de la carrera de grado, incluyendo los aspectos teóricos y prácticos, internado, práctica médica, especialización y actividades asistenciales. La actuación en el área de investigación se realiza a través de los proyectos de Iniciación Científica, coordinados por las Profs. Neide Kalil Gaspar y Jane Marcy Neffá Pinto. A partir del año 1995 la Dra. Neide Kalil Gaspar ejerce el cargo de Profesora Titular de Dermatología. La parte administrativa del servicio, así como la coordinación de la cátedra, después de 2001 volvieron a ser ejercidas anualmente por los diferentes profesores, siendo electa para la gestión actual la Prof. Jane Marcy Neffá Pinto. Los demás servicios habilitados de Río de Janeiro son: Santa Casa de Misericordia (Jefe del Servicio, Rubem David Azulay), Servicio de Dermatología y Sifilografía do HSE (Jefe del Servicio, Márcio Rutowitsch), Hospital Universitario Pedro Ernesto (Jefa del Servicio, Isabel Succi), Universidad Federal de Río de Janeiro (Jefa del Servicio, Márcia Ramos e Silva), Hospital de la Lagoa-Instituto de Posgraduación Médica Carlos Chagas (Jefa del Servicio, Andrea Gurfinkel), Policlínica General de Río de Janeiro (Jefe del Servicio, Marcius Peryassú), Hospital General de Bonsucesso (Jefe del Servicio, José Anselmo Lofêgo Filho) y el Hospital Naval Marcílio Días (Jefe del Servicio, Cláudio Lerer). LA DERMATOLOGÍA PAULISTA La dermatología paulista tuvo su inicio el 3 de mayo de 1907, al crearse en la Santa Casa de Misericordia de la capital un Servicio de Enfermedades de la Piel bajo la dirección de Adolpho Lindemberg, uno de los pioneros de la especialidad en el Estado, en el país y en la SBD. El 29 de febrero de 1916 Lindemberg dio la primera clase como catedrático de Dermatología de la Facultad de Medicina y Cirugía de São Paulo. Se jubiló en 1929 y fue sucedido por el Prof. João de Aguiar Pupo; éste ejerció el cargo hasta 1960, transfiriéndolo al jubilarse al Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio, a su vez jubilado en 1989 y sucedido por el Prof. Evandro Rivitti, actual Profesor Titular. El Servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina funcionaba en la Santa Casa. Por el elevado número de pacientes, mantenía un ambulatorio excelente que ocupaba todo un piso del Pabellón de Lara y dos enfermerías, masculina y femenina, cada una con capacidad para 40 camas. En 1945, al instalarse el Hospital de las Clínicas, la cátedra se trasladó a ese lugar. Una serie de dificultades prácticamente desactivó la Dermatología de la institución multisecular, hasta que en 1975 el Prof. Nélson Proença sucedió al Prof. Humberto Cerruti como titular de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas, creándose a partir de entonces un importante núcleo de la especialidad en São Paulo. Santa Casa La base de acción de la Clínica de Dermatología de la Santa Casa de Misericordia de São Paulo, según uno de sus antiguos jefes, “es la asistencia al enfermo, de manera eficiente y calificada, la capacitación de nuevos profesionales y la investigación científica”2. El ambulatorio atiende por día a 200 personas, de las cuales 50 son pacientes nuevos, lo
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que resulta en 4.000 pacientes por mes y 40.000 por año, sin que haya filas de espera. “La inauguración reciente del Centro Quirúrgico vinculado a la Clínica, con todos los aparatos necesarios, tanto para dictar las clases como para la atención del ambulatorio y el desarrollo de los estudios y pesquisas, es una innovación en términos de Brasil”2. La producción científica sigue la tradición establecida por Lindemberg y Pupo. Los trabajos del equipo actual han obtenido el reconocimiento nacional y muchos de ellos constituyen una referencia en el ámbito internacional. La estructura básica de la Clínica de Dermatología de la Santa Casa de São Paulo se inició en la década del 70 al asumir el Prof. Nelson Proença la dirección de la clínica. Su equipo inicial contaba con los dermatólogos Fausto Alonso y Marcus Maia; con el tiempo, se asociaron Humberto Frucchi, Clarisse Zaitz, Ida Duarte, Sylvia Souto Mayor, Rosana Lazzarini, Thais Proença y Valéria Souza. Además de los profesores contratados, el servicio médico cuenta con muchos voluntarios. La clínica está dividida en varios sectores de sub-especialidades como oncología, cirugía dermatológica, medicina interna, fototerapia, micología, dermatología y pediatría. Actualmente, la profesora Ida Duarte, ex-residente de la clínica, es la responsable de su dirección que tiene como principal objetivo la atención asistencial, la enseñanza y la investigación en Dermatología. Hospital de Clínicas El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas de la USP fue el núcleo de la expansión de la especialidad paulista. En 1975, por el Decreto Nº 5837 del 12 de marzo, fue creado el Instituto de Dermatología del Hospital de Clínicas y el 24 de Junio de 1986 el Departamento de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo. El Departamento tiene un equipo de 70 profesionales: 23 funcionarios técnicos, biólogos, y administradores, 14 médicos asistentes, tres médicos comisionados, siete docentes, dos psicólogos, dos enfermeras y 19 auxiliares. En el edificio del ambulatorio, inaugurado en 1979, hay 30 salas para atender a los pacientes y servicios auxiliares. Además de la atención a consultas dermatológicas generales –donde llegan pacientes del Brasil y de toda América Latina–, hay grupos dedicados a patologías específicas bajo la responsabilidad de los profesores del cuerpo docente. En la unidad ya se graduaron 300 dermatólogos, y actualmente cuenta con 26 practicantes. En el posgrado se graduaron (hasta 1999), 30 por el curso de Maestría, 45 doctores y 17 docentes libres. Las prácticas de perfeccionamiento reciben candidatos a médico-observador, médico-colaborador, médico-investigador. El departamento también recibe médicos visitantes y realiza un curso de especialización para extranjeros. Entre 1991 y 1998 los profesionales del departamento presentaron cerca de 76 artículos científicos en publicaciones nacionales, 42 en internacionales y editaron cinco libros: Terapéutica dermatológica, de José Eduardo Costa Martins y Luiz Camargo Paschoal; Clasificación general de hongos y sistemática, de Carlos da Silva Lacaz; Manual de Dermatología, de Luíz Carlos Cucé y Cyro Festa Neto; y Dermatología, de Sebastião Sampaio y Evandro Rivitti. Seis equipos permanentes realizan investigación sistemática en las áreas de inmunodermatología, oncología cutánea, dermatosis infecciosas y parasitarias, dermatología pediátrica, cirugía dermatológica, inmunodeficiencia e inmunomodulación, histopatología, psoriasis y fotobiología. Desde 1989 la dirección del servicio médico es ejercida por el Profesor Titular Evandro Rivitti, quien se graduó en Medicina en 1965 en la USP, obtuvo el título de doctor en Dermatología y docente libre en la FMUSP; su área de especial interés es la inmunidad en Dermatología. Escuela Paulista de Medicina Nicolau Rossetti inició en 1936 las actividades en Dermatología en la Escuela Paulista de Medicina de la Universidad Federal de São Paulo y fue su primer titular, cargo en el que
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permaneció durante veinte años. Le sucedieron los Profs. Newton Alves Guimarães, Abrahão Rotberg, Antônio Francisco Defina, Raymundo Martins Castro y Maurício Mota de Avelar Alchorne; actualmente la dirección es ejercida por la Prof. Jane Tomimori Yamashita. Durante la gestión del Prof. Raymundo Martins Castro, en 1990, se desdobló la asignatura de Dermatología en Dermatología General y Dermatología Infecciosa y Parasitaria. Nueve profesores enseñan la especialidad en la Escuela Paulista de Medicina. La demanda de atención médica procede predominantemente de la población de menor poder adquisitivo, en su mayoría portadora de enfermedades infecciosas, dermatitis eczematosas y eritemato-escamosas. El ambulatorio funciona diariamente en dos turnos en el Hospital São Paulo. Existen, además, un laboratorio para exámenes micológicos y bacteriológicos, un sector quirúrgico dermatológico y otro de alergias. Entre los nuevos grupos de estudios hay que mencionar los referentes a hanseniasis, micosis y leishmaniasis, colagenosis, dermatología pediátrica, enfermedades ampollares, tumores, cosmiatría, alergia dermatológica y dermatología ocupacional. Un Servicio de ETS tiene bajo su cargo la supervisión y orientación docente, con la participación de académicos del Curso de Medicina. El elemento diferencial del Servicio es la búsqueda de calidad en la capacitación de especialistas. Además del curso de graduación para los alumnos de 3º y 4º años y de la especialización en la Residencia Médica, con seis vacantes anuales y una duración de tres años (uno en clínica médica y dos en la especialidad), el Departamento de la Escuela Paulista de Medicina ofrece un curso de posgrado strictu sensu y tres cursos de especialización: Dermatología para extranjeros, Dermatología avanzada y Dermatología de las áreas selectivas. Facultades En la década de 1950, según el Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio, fue fundada la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto y en 1963 la Facultad de Medicina de Botucatu, de la UNESP, cuya asignatura de Dermatología estuvo desde 1967 bajo la dirección de la Prof. Neuza Dillon; actualmente se encuentra bajo la dirección del Prof. Silvio Marques. Entre los años 60 y 80 se crearon numerosas escuelas médicas en otras ciudades paulistas, entre ellas las facultades de Medicina de Rio Preto, Unicamp, Santos, ABC, Santo Amaro, Jundiaí, PUCs de Campinas y Sorocaba, Taubaté, Bragança, Marília y Catanduva. Actualmente existen 19 escuelas médicas en el Estado de São Paulo; en su mayoría, los titulares de Dermatología son oriundos de la USP, como los Profs. Luíz Carlos Cucé, Luiz Henrique Camargo Paschoal, Alice Avelar Alchorne, Neuza Dillon, Nelson Proença, Maurício Alchorne y otros. Entre los profesores de otro origen cabe destacar a João Roberto Antônio, de Rio Preto, y Ney Romitti, de Santos. Los núcleos importantes de formación de dermatólogos son el Hospital del Servidor Municipal y el Hospital del Servidor Público Estatal. El primero, dirigido por el Dr. Aurélio Ancona López y después por el Dr. Alexandre de Mello, se encuentra actualmente bajo la dirección del Dr. Ival Peres Rosa; el segundo, que fue dirigido por el Dr. J. Pessoa Mendes, actualmente está bajo la dirección del Dr. J. Alexandre Sittart. El Prof. Sebastião Almeida Prado Sampaio se destaca entre los dermatólogos que más han contribuido a la formación de los nuevos especialistas. Podemos mencionar además los nombres de João Bicudo Junior, Argemiro Rodrigues de Souza, Vinicio Arruda Zamith, Estevão Almeida Neto, Norberto Beliboni, Guilherme V. Curban y, entre las instituciones, la Sección Regional de la Sociedad Brasileña de Dermatología, creada en 1970. Hospital del Servidor Público Estatal Dentro del universo de usuarios del Hospital del Servidor Público Estatal de São Paulo, que comprende 3 millones de personas, el Servicio de Dermatología atiende un promedio de 2.500 pacientes por mes. Proporciona las facilidades de un internado, con
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convenios con las Facultades de Medicina, y recibe todos los años tres practicantes. El proceso de formación requiere de la elaboración obligatoria de una monografía bajo la orientación de los preceptores. Entre los logros del Servicio se cuentan importantes trabajos publicados en el país y en el exterior, la participación en encuentros y la edición de un libro titulado Dermatología para el Clínico, ya en su 3ª edición. El Centro de Estudios Dermatológicos Dr. José Pessoa Mendes (que fue director del servicio médico hasta 1987 y Presidente de la SBD nacional y regional) contribuye activamente a fomentar la investigación científica en esa unidad autorizada por la Sociedad Brasileña de Dermatología. La dirección del servicio médico es ejercida por el Profr. Alexandre Sittart, que también forma parte de la dirección de la AMB. Hospital Heliópolis El Servicio de Dermatología del Hospital Heliópolis, de São Paulo, creado hace casi treinta años, se convirtió en un centro de referencia en el tratamiento de las micosis profundas, vasculitis, enfermedades ampollares y enfermedades graves de la piel, de difícil diagnóstico y tratamiento. La responsable de su creación fue la Dra. Alice Alchorne, quien estuvo a su cargo durante 22 años consecutivos. Actualmente, el Prof. Jacob Levites es el jefe del Servicio de Dermatología. Desde 1984, la práctica médica en Dermatología está autorizada por el MEC y por la SBD. Cuenta con una enfermería especializada con diez camas y presta asistencia continua a la comunidad local, incluyendo la región de Ipiranga y del ABC Paulista. Ha capacitado hasta la fecha a numerosos dermatólogos y está presente en todos los eventos de la especialidad. Hospital del Servidor Público Municipal La Clínica Dermatológica del HSPM fue inaugurada en 1945. A lo largo de sus casi 60 años de existencia ejercieron la dirección los Drs. Aurélio Ancona López, Alexandre Mello Filho, Ival Peres Rosa, Yassubonu Utiyama y Bogdana Victoria Kadunc. En 1972, aún bajo la dirección de Alexandre Filho, el Dr. Ival Peres Rosa introdujo la cirugía dermatológica que practicó, difundió y enseñó; así se constituyó en la primera clínica en Brasil en realizar procedimientos quirúrgicos sin el auxilio de cirujanos plásticos o generales. Los asistentes del Hospital Municipal se han destacado tanto dentro como fuera del país, publicando libros y artículos sobre el tema. Existen 5 salas quirúrgicas –una de las cuales está equipada para la realización de la cirugía de Mohs–, laboratorio de micología, centro de estudios y 10 consultorios. Se atienden 200 pacientes por día y se realizan cerca de mil intervenciones quirúrgicas por mes. El Servicio de Jundiaí Relata su actual Jefe, el Prof. Paulo Rowilson Cunha: “Los primeros años del Servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina de Jundiaí fueron maravillosos y difíciles, abriendo acciones y frentes de trabajo (residentes, laboratorios, clínica, pacientes y comunidad)”. Bajo la dirección del Prof. Fernando Augusto de Almeida, que convocó a trabajar con él a personalidades brillantes como Carlos Machado, Vítor Reis, Célia Riscalla, Agenor Silveira, todos de la Universidad de São Paulo, Benedito Corrêa (micología) y Câmara Lopes (patólogo), se dio inicio a un proyecto piloto perfecto, que tenía como objetivos claros la enseñanza, la investigación y la atención médica. El Servicio de Dermatología de la FMJ fue creciendo a partir de esos objetivos y algunos de sus primeros residentes se tornaron profesores competentes: Célia Antonia Xavier, Iza Maria Bottene, Jacqueline Calvo, Mônica Bulizani, Otávio Moraes, junto con
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nuevos miembros que se unieron al equipo, como las Profs. Lucía Helena Arruda y Dense Steiner. Al cumplir 25 años, en 2002, el Servicio celebró la capacitación de 50 residentes, en su mayoría aprobados en el TED y algunos incorporados al magisterio de la propia unidad. El Prof. Dr. Paulo R. Cunha es profesor titular de Dermatología de la Facultad de Medicina de Jundiaí. En 1988, con la tesis “Estudio del suero epidemiológico en foco del Pénfigo Foliáceo endémico (Fogo selvagem) en el Estado de São Paulo”, obtuvo el título de doctor en Dermatología en la FMUSP. Hizo el posdoctorado en la New York University. En 1997 obtuvo el título de docente libre de la Facultad de Medicina de la USP con la tesis “Estudio comparativo sobre la sensibilidad de las pruebas de inmunofluorescencia indirecta e Immunoblotting o Western Blotting para la detección de anticuerpos intercelulares en las diferentes formas y fases evolutivas de la enfermedad del Pénfigo Foliáceo o Fogo Selvagem”. Fue director de la Facultad de Medicina de Jundiaí durante los años 1996-2000. El servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina de Jundiaí se destaca en el campo de la investigación, principalmente en relación al Fogo selvagem. Sus integrantes consideran relevante haber participado en el progreso y en el prestigio nacional que el servicio consiguió. El ejemplo de Rio Preto ¿Cuántos serán los especialistas y graduados de la Maestría que puedan decir, como el Prof. Dr. João Roberto Antônio, que todos los médicos graduados que recibieron capacitación y son especialistas en Dermatología, desde el año 1971 al año 2004, fueron y son sus alumnos? El Servicio de Dermatología de São José do Rio Preto, Estado de São Paulo, se inició a partir de su designación como Profesor Regente de la Facultad de Medicina. Nacido en Catanduva y radicado en Rio Preto desde los dos años de edad, el Prof. João Roberto Antônio se graduó en la Facultad Nacional de Medicina en 1964, haciendo la residencia en Dermatología en la Santa Casa de Misericordia de Río de Janeiro, en el Servicio del Profesor Sylvio Fraga, seguida por varios cursos de perfeccionamiento en Brasil y en el exterior. Después de recibir el título de especialista en Dermatología en el curso realizado en la SBD en 1967, retornó a Rio Preto para dedicarse a la Facultad y especializarse en Dermatología; en 1971 impartió el primer curso de la especialidad en el 4º año de la carrera. Las clases prácticas se dictaban inicialmente en el ambulatorio de la Santa Casa local, pero después se transfirieron al Hospital de Base. Con el pasar de los años, varios alumnos de la institución se especializaron en Dermatología y de esta forma se formó el cuerpo docente que gradualmente alcanzó el nivel de que goza en la actualidad. Entre sus integrantes se cuentan los Drs. João Roberto Antonio, Eurides Pozetti, Vânia Rodrigues, Ana Maria Nogueira, Tânia Regina Barbon, Margareth Lima, Rosa Maria Soubhia y Carlos Alberto Antonio. Son autores de innumerables artículos científicos en revistas médicas nacionales e internacionales, realizados individualmente o en grupo, han recibido premios por trabajos presentados en congresos, han colaborado con capítulos en libros de Dermatología del país y del exterior y realizan conferencias en congresos, jornadas y cursos en Brasil y otros países. Desde el año 1974, el Servicio de Dermatología del Hospital de Base y la asignatura de Dermatología de la FAMERP realizan los Cursos de Práctica Médica y Aprendizaje para la formación de especialistas en Dermatología, según informa el Prof. João Roberto Antonio. Complejo de Hospitales Padre Bento de Guarulhos A la institución inicial, Inaugurada el 5 de julio de 1931 para atender a los pacientes portadores de hanseniasis, se anexó en 1972 el Hospital Adhemar de Barros, dando así origen al Complejo de Hospitales.
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El 23 de agosto de 1933 fue fundada la Sociedad Paulista de Leprología, con sede en el Sanatorio Padre Bento; poco después se creó la Revista de Leprología de São Paulo, que más tarde se convirtió en la Revista Brasileña de Leprología. En 1972, el Hospital Adhemar de Barros, que trataba a los enfermos del fogo selvagem, fue transferido a las instalaciones del Hospital Padre Bento. El primer jefe del Servicio de Dermatología fue el Dr. Mário Luís Macca, seguido por la Dra. Thais Romero Gatti; en 1989, el Dr. Vitor Manoel Silva dos Reis asumió como jefe del Servicio. En 1991 fue otorgada la autorización de la SBD. En 1996, al crearse el cargo, el Dr. Vitor fue designado director de Dermatología, hasta septiembre de 2000. El Servicio de Dermatología, inaugurado en 1998, lleva el nombre del Prof. Sebastião de Almeida Prado Sampaio y posee siete salas para la atención al público, un centro quirúrgico, una sala para curaciones, sala de extracción de sangre, laboratorio de micología, micoteca, laboratorios de dermopatología, archivo de láminas y auditorio, con 62 camas exclusivas para Dermatología. Su director es el Prof. Dr. Mario Cezar Pires. El ambulatorio atiende 2.500 consultas por mes y realiza 150 cirugías mensuales. Cuenta con ambulatorios de subespecialidades como enfermedades ampollares, cosmiatría, crioterapia, alergia dermatológica, dermatología pediátrica y micología. Hospital Lauro Souza Lima En 1989, en reconocimiento por sus trabajos de investigación y actividades asistenciales referentes a las áreas de la Dermatología, así como al entrenamiento del personal especializado, el Instituto Lauro Souza Lima, de Bauru, SEP, fue designado oficialmente como Centro de Investigación. Su servicio de Dermatología, creado en 1977, tuvo como fundador y primer jefe al Prof. Milton Wladimir Araújo Opromolla. Sus estudios se concentraron especialmente en hanseniasis; en esta área constituye el Centro de Referencia de la Secretaría de Salud del Estado de São Paulo y de la OMS para los países de habla portuguesa. A partir de su creación se han graduado 82 dermatólogos; actualmente se reciben doce profesionales por año en los cursos de especialización. La residencia médica se realiza en un lapso de tres años. Mantiene un convenio con la Facultad de Medicina de Botucatu, además de dos titulares en el posgrado de la USP y de la Escuela Paulista de Medicina. Trabajo pionero en Botucatu Creada en julio de 1962 con el nombre de Facultad de Ciencias Médicas y Biológicas de Botucatu y habiendo iniciado sus actividades en abril de 1963, la Facultad de Medicina local, actualmente integrada a la Universidad Estadual Paulista (UNESP), enfrentó en un inicio dificultades que, de acuerdo con las palabras del Prof. Sílvio Alencar Marques, jefe del Servicio, “forjaron el espíritu guerrero y perseverante de la Escuela en esa tradición, ajustándose a la personalidad de quien fue la pionera del Servicio de Dermatología, la Dra. Neuza Lima Dillon”. En 1966, la Dra. Dillon integró el grupo de docentes y médicos de la USP que llegó a Botucatu para impartir el curso pionero de Semiología Dermatológica a la primera clase de la Facultad. Tras radicarse en la ciudad, se tornó la responsable de la asignatura de Dermatología del Departamento de Clínica Médica. “Todo era escaso y difícil, pero la Dra. Neuza contó con la ayuda inestimable de los Profesores Sebastião Sampaio, Norberto Belliboni, Raymundo Martins Castro y Dilton Opromolla, para consolidar el curso. No dudaba en utilizar dinero de su propio bolsillo para proveer permanentemente el material y los artículos necesarios para la asignatura. Percibió de inmediato que colocar las camas de la enfermería a disposición de la Dermatología, estar presente en la graduación y pretender crear con suprema osadía la residencia en Dermatología constituían el medio de afirmarse y crecer”. Entre 1971 y la década de 1980 fueron contratados nuevos docentes como: Marta Cassoni Habermann, Sílvio Alencar Marques, Joel Carlos Lastória, Hamílton Ometto
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Stoff, Sílvia Regina Barraviera, Vidal Haddad Júnior y Maria Regina Silvares (es necesario recordar que en Botucatu los docentes cumplen el régimen de tiempo completo y dedicación exclusiva). Con la creación de la UNESP en 1976 fueron constituidos nuevos departamentos, uniéndose la Dermatología a la radiología y a las enfermedades infecciosas y parasitarias; en 1994, surgió el Departamento de Dermatología y Radioterapia, lo cual resultó ser una solución mejor, aunque continuaba sufriendo las contingencias de la prohibición de nuevas contrataciones. En 1970, con la disponibilidad de cuatro camas y una fuerte demanda de la atención ambulatoria se inició la Residencia Médica, que pasó por un proceso de consolidación lento y difícil hasta 1978, cuando comenzó a crecer; entre 1970 y 2001 se graduaron 82 residentes. Desde 1994 hasta la actualidad se ofrecen seis vacantes. En cuanto al Servicio, de las dos camas que poseía en 1968, Dermatología dispone actualmente de 16. El Ambulatorio General y Especial funciona diariamente en los dos turnos, con siete lugares para consulta, dos salas quirúrgicas y la sala de curaciones. Existen servicios de micología, documentación fotográfica, inmunología alérgica, fotobiología y telemedicina. Hospital y Maternidad Celso Piero (PUC Campinas) El Servicio de Dermatología de la PUC Campinas fue constituido en 1979 por el Prof. Dr. Walter Belda, quien estuvo a su frente hasta finales de los años 80. Los primeros asistentes contratados fueron el Dr. Antônio Francisco Bastos, Maria Elizabeth Nanni y posteriormente el Dr. João Roberto Pupo Neto. La residencia médica fue aprobada por el MEC en 1987 para dos vacantes de un año o dos vacantes de dos años en Dermatología, situación que permanece hasta el día de hoy, con el prerrequisito de dos años de clínica médica. Después de atravesar serias dificultades en el Servicio de Dermatología, la Dra. Lúcia Arruda asumió su dirección en 2002 con el propósito de reestructurarlo. Actualmente están contratadas por el Hospital Celso Piero, las Dras. Mariana Zaniboni, Sylvia Ipiranga, Márcia Mayko Kobayashi, Cláudia Valéria Braz y Valéria Pereira Santos. También prestan colaboración como médicas voluntarias la Dra. Rilde Veríssimo en el Servicio de Anatomía Patológica; la Dra. Glória Sasseron y el Dr. Antonio Bastos Filho en el ambulatorio de Dermatología, y la Prof. Magali Soares en la enseñanza de la Micología. Las reuniones del Servicio se realizan los días martes, y cada primer martes del mes concurre un profesor invitado. Servicio de Dermatología del ABC El Servicio de Dermatología del ABC fue iniciado por el Prof. Luis Henrique Camargo Paschoal, pionero en la cirugía dermatológica, y se encuentra hoy bajo la dirección del Dr. Carlos Machado Filho. Actualmente el Centro de Cirugía Dermatológica es considerado como uno de los mejores de América Latina. El Dr. Luis Henrique Camargo Paschoal y sus discípulos Carlos Machado, Mário Marques, Eliandre Palermo y Francisco Levocci, se destacan a nivel nacional en el campo de esta subespecialidad. El Prof. Francisco Macedo Paschoal también fue uno de los pioneros en la dermatoscopía clásica y digital. Además de los señalados anteriormente, São Paulo posee los siguientes servicios habilitados: el Hospital Universitario Wladimir Arruda (jefe del Servicio, Dr. Luiz Cucé); el Hospital Guilherme Álvaro; la Fundación Lusíadas (jefe del Servicio, Prof. Dr. Ney Romitti), la Universidad de São Paulo; la Facultad de Medicina de Ribeirão Preto (jefe del Servicio, Profa. Norma Foss), Unicamp (Jefe del Servicio, Dr. Elemir Macedo de Souza), la Facultad de Medicina de Marília (jefe del Servicio, Dr. Spencer Sornas) y el Hospital Universitario de Taubaté – UNITAU (jefe del Servicio, Dr. Samuel Mandelbaum)3.
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DERMATOLOGÍA
DE
PARANÁ
Curitiba En el majestuoso Hospital de Clínicas de la Universidad Federal de Paraná, que tiene 49.196 m2 de área construida, 191 consultorios, 374 ambulatorios y 635 camas distribuidos en 45 especialidades, se encuentra uno de los más prestigiosos servicios habilitados de la SBD, dirigido por el Prof. Jesús Rodrigues Santamaría, ex-presidente de la entidad nacional. Fundado en 1961, cuando era catedrático el Prof. Rui Miranda, el Servicio Dermatológico del HC tiene ya más de cuatro décadas de existencia. Funciona en dos edificios; una parte está ocupada por los servicios administrativos y en la otra se encuentran los ambulatorios y el centro quirúrgico ambulatorio para todas las especialidades. En este último, el servicio tiene también siete salas para atender al público, siete consultorios, una sala para pequeños procedimientos y una para el equipo. El promedio de atención al público es de 70 pacientes por día provenientes de Paraná, Mato Grosso y Santa Catarina. En Curitiba predominan las enfermedades de tipo europeo que corresponden a la formación étnica de la mayoría de la población, como cáncer de piel, lupus, colagenosis, psoriasis, diabetes, arteriosclerosis e insuficiencia vascular. Fuera de los muros del HC, el Servicio de Dermatología mantiene el Centro Souza Araújo, creado por Rui Noronha de Miranda, que atiende diariamente de 40 a 50 personas, actuando principalmente en Dermatología sanitaria y en onco-dermatología. El Servicio, que sirve de referencia para todo el Sistema SUS, recibe por semestre cien alumnos del curso de Medicina, además de los estudiantes del internado, los residentes de Clínica Médica que pasan un mes en Dermatología y los alumnos del internado selectivo que han escogido la especialidad para pasar los últimos ochenta días de entrenamiento en la institución. En lo que se refiere a la producción científica, el servicio del HC de Curitiba ha marcado su presencia en los Anais Brasileiros de Dermatología y en las publicaciones extranjeras, con trabajos sobre hanseniasis y pénfigo. Dermatología de Londrina Fundada en 1967, la Facultad de Medicina del Norte de Paraná, localizada en Londrina, inició tres años después la enseñanza de la Dermatología, con los Profs. Drs. José Schweinden (titular) y Lorivaldo Minelli (asistente), seguidos por sus colegas los Drs. Roberto Piraino y Roberto Schnitzler. Al final del año 1979, la Facultad de Medicina se unió a otras para constituir la Universidad Estatal de Londrina. En esa ocasión, por tener que retornar a Curitiba el titular se hizo cargo de la asignatura el Dr. Minelli, quien permanece hasta hoy. Tres años atrás, en 1976, los Drs. Minelli y Piraino habían defendido sus tesis de doctorado, obteniendo el cargo de profesores asistentes. La tesis del Dr. Minelli titulada “Geografía médica del pénfigo foliáceo sudamericano en el Estado de Paraná”, fue dirigida por el recordado Prof. Raymundo Martins Castro, mientras que la del Dr. Piraino, titulada “Poroqueratosis de Mibelli”, fue orientada por el Prof. Dr. José Kriner, de la Argentina. En 1998, el Dr. Minelli fue promovido a profesor asociado en concurso público presidido por el Prof. Dr. Sebastião de Almeida Prado Sampaio. En las décadas del 70 y 80 varios residentes se especializaron en la Clínica de Dermatología de la Universidad y, a partir de los años 90, se inició la Residencia oficializada por la Sociedad Brasileña de Dermatología, donde numerosos exalumnos obtuvieron sus respectivos diplomas de Especialistas. Hospital Universitario Evangélico de Curitiba El Servicio de Dermatología se inició en 1974 al crearse la Facultad Evangélica de Medicina. Su primer profesor titular fue el Dr. Fernando Laynes de Andrade, quien
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juntamente con el Dr. Álvaro Schiavi Jr. y la Dra. Clarisse Furtado fueron integrantes de la cátedra de Dermatología hasta 1989. Actualmente la dirección del Servicio está a cargo de la Dra. Analise Roskamp Budel. Se encuentran conectadas entre sí la red de atención de la Intendencia y la del Estado, que reciben cerca de mil pacientes por mes. Paraná posee también el Servicio de la Santa Casa de Misericordia, PUC, como servicio habilitado, que tiene como Jefe del Servicio al Dr. Luiz Carlos Pereira. Gaúchos en la Dermatología Fue el Dr. Ernst von Bassewitz, un alemán diplomado en Berlín en 1890, quien ejerció por primera vez en Rio Grande do Sul la especialidad dermatológica. Después de pasar por São Paulo, llegó en 1894 a la pampa gaúcha de Rio Grande do Sul, y trabajó en remotas localidades del litoral y de la campaña. En 1927 publicó en los Anales de Medicina de Rio Grande do Sul un informe sobre la incidencia de la lepra en la colonia germánica. El primer profesor de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de Porto Alegre, creada en 1898, fue el Dr. Modesto José de Souza, sucedido por el Dr. Rodolfo Masson y después, por concurso público, por el Dr. Ulisses de Nonohay, quien además integraría la columna revolucionaria que marchó hacia Río de Janeiro con Getúlio Vargas. En 1942 se creó en la Facultad de Medicina de Porto Alegre el Curso Equiparado de Clínica Dermatológica y Sifilográfica, dirigido por José Gerbase, oriundo de Alagoas, discípulo de Ramos e Silva. En 1946 se incorporó el Prof. Clóvis Bopp, catedrático desde 1959 con la tesis “Cromoblastomicosis: contribución para su estudio”. En 1992 el Prof. Lúcio Bakos fue nombrado profesor titular de Dermatología de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, también por medio de concurso público. Ciencias Médicas La Fundación de la Facultad Federal de Ciencias Médicas de Porto Alegre fue creada en 1960 con el nombre de Facultad Católica de Medicina, junto a la Hermandad de la Santa Casa de Misericordia. Cuatro años después, el Prof. Enio Candiota de Campos, destacado maestro y científico, fue designado primer titular de la asignatura de Dermatología, juntamente con los Profs. Achyles Hemb, Gisela Del Pino y Aída Schafranski. Después del fallecimiento del primero, asumió la titularidad el Prof. Dr. Armin Bernhard y, posteriormente, el Prof. Cláudio Bartelle. El Servicio de Dermatología de la FFFCMPA se localiza en el complejo de hospitales de la Santa Casa de Porto Alegre, donde se dicta el curso curricular y el de posgrado a los residentes y sus alumnos. Tiene como profesores a Érika Geier, Walmor Bonatto, Renan Bonamigo, Irene Menezes, Aída Schafranski, Carolina Feijó, Raquel García y otros colaboradores. El Servicio de la UFRGS El Servicio de Dermatología del Hospital de Clínicas de Porto Alegre tiene tres profesores de la UFRGS: un titular, Lúcio Bakos, y dos adjuntos: Tânia Cestari y Luiz Fernando Bopp Muller. También tiene cinco médicas dermatólogas, Ane K. Simões Pires, Isabel C. P. Kuhl, Márcia S. Zampese, Marlene L. Weissbluth y Mirian Pargendler, dos residentes y tres alumnos, además de dos alumnos del curso de Maestría y un alumno del Doctorado por año. Además de dictar estos cursos, los integrantes del Servicio se dedican a la asistencia y a la investigación (ésta muy estimulada en todos los niveles). Considerado como centro de referencia en SIDA para Rio Grande do Sul, el Servicio de Dermatología del HC de Porto Alegre dispone de un sector de dermatoscopía digital, con video-dermatoscopía y análisis de imágenes; un sector de fototerapia y fotobiología, para atender a pacientes fotosensibles. También presenta un sector de Salud Pública, ya
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que recibe médicos cedidos por la Secretaría de Salud que actúan en SIDA, ETS y Hanseniasis. La actividad se realiza en dos turnos, en días hábiles, con guardias los días feriados y los fines de semana. Por ser un hospital de referencia, el Servicio recibe numerosos pacientes para la atención de nivel terciario, concentrando patologías sistémicas y de manejo más difícil. Ambulatorio de Dermatología Sanitaria Fue creado en 1975 por el Dr. César Duílio Varejão Bernardi, discípulo del Prof. Clóvis Bopp y profesor de la asignatura de Dermatología de la Universidad Federal de RS. Bajo la dirección de la Secretaría de Salud del Estado, fundó este Servicio de capacitación de nuevos dermatólogos, teniendo como prioridad las enfermedades dermatológicas de interés sanitario, con énfasis en las sexualmente transmisibles y hanseniasis. Sin embargo, en 1987, por disposición gubernamental, el área del hospital usada para internación de los pacientes fue donada al sector ETS/SIDA para que fuese utilizada en la asistencia a los portadores de HIV, con lo cual las actividades de la residencia médica fueron provisoriamente interrumpidas. Sin embargo, en 1997 se retomó el Programa de Residencia, que al año siguiente fue aprobado por la SBD. Actualmente, el Servicio tiene el apoyo del gobierno del Estado como Centro de Capacitación en Dermatología, con capacidad para dos vacantes por año. La Dra. Cecilia Cassal Corrêa es la dermatóloga coordinadora del Servicio. Rio Grande do Sul tiene, además, los servicios habilitados de la Policlínica Santa Clara, cuyo jefe de Servicio es el Prof. Cláudio José Bartelle. Santa Catarina Santa Catarina posee la habilitación del Hospital Universitario de la Universidad Federal (Jefe del Servicio, Prof. Jorge José de Souza Filho).
■ La7.historia laRADLA RADLA (Reunión La Historiade de la (Reunión Anual deAnual los Dermatólogos Latinoamericanos del Cono Sur) de los Dermatólogos Latinoamericanos) A partir de una conversación entre los Drs. J. Gatti, P. Viglioglia, O. Mangano y S. Sampaio surgió la idea de realizar la primera Reunión de Dermatólogos Latinoamericanos del Cono Sur, la cual tuvo lugar en la Argentina en 1973. Se resolvió también que la reunión sería anual, excepto en los años que coincidiera con el Congreso Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD). En 2001, en Foz do Iguaçu, Brasil, el Prof. Júlio César Empinotti presidió la XXI RADLA, en la que participó la mayor cantidad de médicos que hasta entonces se congregara en toda la historia del evento [Nota del editor: véase en este volumen el capítulo “Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos (RADLA)”]. 8. Algunasenfermedades enfermedades y susy tratamientos ■ Algunas sus tratamientos
Lepra y enfermedades venéreas Antiguo compañero de Carlos Chagas en el Instituto Oswaldo Cruz, Eduardo Rabello recibió, alrededor del año 1920, como Inspector General de la Lepra, la misión de elaborar la primera legislación brasileña de profilaxis de las enfermedades venéreas, afecciones que hacían sufrir a los pacientes, además de las consecuencias de la enfermedad, los efectos negativos de la desinformación pública y del atraso de la mentalidad predominante. A la inmigración negra se la responsabilizó por la introducción de la lepra, como
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señala Manoel Santos, al referirse a las calamidades de Pernambuco de 1707 a 1715. Sin embargo, según su opinión, la lepra de los negros fue adquirida ya en Brasil, posiblemente traída por los portugueses que la habrían contraído en los lugares de incidencia de la enfermedad en el siglo XVI: la isla de Madera, las Azores, las posesiones marroquíes y las Indias Lusitanas. Un médico portugués, Aleixo Guerra, escribió en su Historia de la Lepra en Portugal: “No hay dudas de que los portugueses introdujeron la lepra en Brasil en el año 1500, como la habían introducido en Madera, donde era desconocida antes de su llegada”. A principio del siglo XX, esta enfermedad continuaba siendo un gravísimo problema para la salud pública: “Alrededor de 1920, todavía predominaban los preconceptos milenarios que tornaban al pobre lázaro víctima temerosa de un mal que no perdona, paria de la sociedad, sin patria y sin familia, despreciado y condenado sin piedad a un exilio perpetuo para garantizar la seguridad de sus semejantes, que en compensación por el sacrificio impuesto, lo trataban con desprecio y a veces hasta le daban una limosna que humilla y disminuye”. Eduardo Rabello, en 1933, clausuró la tesis del aislamiento en hansenología, previendo que en el futuro sería fácil estancar la enfermedad en la fase macular. En esos años se unen Río de Janeiro y São Paulo (con Emilio Ribas, Aguiar Pupo y Salles Gomes) para iniciar campañas sobre el problema, buscando no solamente de humanizar el tratamiento, sino también establecer elementos de prevención para los hijos de los hansenianos. Nelson Souza Campos pudo mostrar en 1937 los curiosos infiltrados tuberculoides precoces que denominó “lepra nodular infantil”, y que en la tesis de Rabello Junior, en 1941, fue interpretada como un lepra-infeckt. A su vez, Abrahão Rotberg demostró en 1934 el valor del pronóstico de la reacción de Mitsuda y, en 1937, la noción del factor N como responsable de las formas de resistencia de la hanseniasis. En 1940, Aguiar Pupo fue el primero en mostrar la importancia epidemiológica de las formas no características de la enfermedad. Estas ideas serían consagradas en Río de Janeiro en la Conferencia Panamericana de 1946; poco después, en La Habana, en 1948, se obtuvo el reconocimiento en el plano internacional de la noción de polaridad postulada por Rabello (Jr) desde 1938.
El Fogo selvagem El Fogo selvagem (FS) es una enfermedad endémica en ciertas regiones del Brasil con un número total de enfermos aproximadamente de 15.000, prevaleciendo entre las personas jóvenes que viven en las áreas rurales del país. En São Paulo, en la década de 1930, el aumento del número de casos llevó al gobierno estatal a crear un hospital exclusivo para esos enfermos; más tarde, se abrieron otros hospitales en Goiânia y Campo Grande. En 1970 se estimaba que había por lo menos 10 mil casos conocidos de FS en los estados endémicos del Brasil. En 1983, gracias a la visión de Sebastião Sampaio, de São Paulo, y de Luíz Díaz, de los Estados Unidos, se creó el Grupo Cooperativo Brasil-Estados Unidos para la investigación del Fogo selvagem, que produjo decenas de trabajos científicos y contribuyó a un gran adelanto en el conocimiento de la patogénesis de la enfermedad y en el desarrollo de las técnicas de diagnóstico. Durante las décadas de 1950 a 1990 la incidencia del FS disminuyó en São Paulo; el Prof. Paulo R. Cunha informó en su tesis de doctorado en la USP sobre el último foco en el Estado, localizado en los municipios de Franco da Rocha y Mairiporã. Las características epidemiológicas de la enfermedad muestran fuertes evidencias de que el FS es influenciado por factores ambientales; los esfuerzos de los investigadores están puestos en determinar el agente etiológico ambiental que produce el desencadenamiento de esa enfermedad en Brasil.
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Figuras 14 y 15. Campaña de Prevención del Cáncer de Piel (24 de noviembre de 2001)
Campaña de Prevención del Cáncer de Piel La denominada “epidemia silenciosa”, es decir, la creciente incidencia del cáncer de piel en todo el mundo, constituye también en Brasil uno de los más graves problemas de salud pública. Debido a esto, la SBD amplió en 1999 la campaña, antes regional, a la esfera nacional, con el objetivo de que la población tome conciencia de las terribles consecuencias de la enfermedad que ocasiona cien mil casos nuevos todos los años. Más de 30 mil personas son atendidas anualmente por esta campaña (figuras 14, 15). Fue creado el Programa Nacional de Control del Cáncer de Piel, bajo la coordinación del Prof. Marcus Maia, con el fin de dar información y concientizar sobre la necesidad de producir cambios en las actitudes, creencias y conductas relacionadas con los riesgos que corre la población. El programa está compuesto por cinco módulos: 1. Centro de Diagnóstico y Tratamiento; 2. Programa de educación de los profesionales del Área de la Salud; 3. Programa de educación para la protección solar; 4. Programa de educación en los medios; 5. Campaña anual para el examen de la población. En el año 2000, la SBD y la Universidad Federal de Río de Janeiro se unieron para inaugurar un servicio permanente de previsión diaria del índice de riesgo de la quemadura solar. El Índice Ultravioleta (IUV) es suministrado por medio de internet o por teléfono; también es suministrado a las capitales de los estados a través de los periódicos, radios y televisión de alcance nacional. 9. Los desafíos de de lalaDermatología para elen nuevo ■ Los desafíos Dermatología el milenio nuevo milenio La regionalización de la SBD tuvo su inicio después de la conmemoración de sus 50 años, al abrirse la participación a todos los estados brasileños. Actualmente, las regionales tienen una extraordinaria influencia en los emprendimientos de la SBD, fortaleciendo la nacionalización de la entidad, procurando la integración y actuando en las unidades como auténticas delegaciones de la entidad mayor, sin perder las características de las organizaciones locales. En el campo científico, la Dermatología dejó de ser una especialidad puramente clínica y evolucionó como especialidad clínico-quirúrgica. Así como se amplió el concepto de salud, que pasó de ser “la ausencia de enfermedades” a convertirse en sinónimo de bienestar físico, moral, social y mental, también la Dermatología agrupó novedades que
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actualmente atraen a numerosos profesionales y pacientes, con su atención concentrada especialmente en la cosmiatría. Más allá de la revolución experimentada con la llegada de los antibióticos, corticosteroides y retinoides, los desafíos de la Dermatología todavía se concentran en las enfermedades infecciosas como el SIDA, la leishmaniasis y las ETS. Bajo la óptica de la biología molecular surgirán nuevos conceptos, y estos estudios sin duda traerán extraordinarios beneficios para la dermatología brasileña y mundial. ■ Octubre, 2005
■ Referencias bibliográficas 1. Campbell I, Zaitz C, Teixeira JE, editores. História da Dermatología Brasileira. Uma
Visão Panorâmica. Rio de Janeiro: Medsi Editora Medica e Cientifica; 1999. 2. Carneiro G. História da Dermatología no Brasil, Rio de Janeiro: Ed. Sociedade Brasileira de Dermatología; 2002.
3. Forgerini E, Rossini C, editores. Mestres da Dermatología Paulista, Sao Paulo: Editora JSN; 2002.
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN COLOMBIA CÉSAR IVÁN VARELA HERNÁNDEZ COLABORADORES : DANIELLE ALENCAR - PONTE , ANTONIO BARRERA ARENALES , MICHEL FAIZAL GEAGEA , JAIME GIL JARAMILLO, FLAVIO GÓMEZ VARGAS , CARLOS HORACIO GONZÁLEZ ROJAS , GUILLERMO GUTIÉRREZ ALDANA , JAIRO MESA COCK , JUAN PEDRO VELÁSQUEZ BERRUECOS
I. La Dermatología precolombina
■ La Dermatología precolombina Jaime Gil Jaramillo-César Iván Varela Hernández
S
e estima que los primeros pobladores de Colombia llegaron en busca de nuevas tierras y mejores condiciones de vida en una etapa paleoindígena (15.000 a 10.000 a.C.) procedentes de Oceanía y Asia, por el Estrecho de Behring, aprovechando las glaciaciones; o también posiblemente, según Méndez Correa, por la Antártida y el mar Pacífico1. La baja densidad demográfica, la dispersión de los asentamientos y la ausencia de animales domésticos favorecieron la poca diseminación de las enfermedades y hay evidencias antropológicas de sano crecimiento poblacional en los chibchas2; no obstante sufrieron padecimientos genéticos, autoinmunes, traumáticos, degenerativos e infecciosos, que los llevaron al desarrollo de medidas preventivas y de algunos tratamientos, así como al descubrimiento de medicamentos. Los habitantes prehispánicos del continente americano consideraron sabiamente que el ser humano era uno más dentro del cosmos y que no podían romper el equilibrio de la naturaleza sin recibir un castigo en su salud. Nuestros indígenas clasificaron a las enfermedades en varios grupos. Los nukak del sur-oriente del país las dividían en: 1) brotes y granos asociados con “dardos mágicos” lanzados por “seres enemigos” y/o como parte de un castigo, ya fuera por la infructuosa caza o pesca o por su exceso; 2) asociadas con espíritus del bosque (EbEp) y picadura de los truenos (takuEji), muy peligrosas, podían ocasionar la muerte; 3) asociadas con el incumplimiento de normas; 4) enfermedades menores que no implicaban la muerte, como las picaduras y las pequeñas heridas3. Entre los huitotos del Putumayo la enfermedad era producto de ataques “chamanísticos” (brujos) de otras tribus. Los paeces las clasificaban según provinieran de visiones del “duende”, del “cacique” y del “arco”; en esta última incluían a los hijos con rasgos físicos de animal y los granos en la piel. Otras tribus las clasificaron en
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calientes –como la fiebre– y frías –como el reumatismo– o simplemente como accidentes (fracturas). Entre los emberas la enfermedad era producida y curada por los jais, que eran “la esencia de las cosas, considerada como una energía, como algo vital”4. Los motilones tuvieron ciertos conceptos de contagio y dieron menor valor a la brujería. Los chibchas definieron palabras relacionadas con las enfermedades de la piel, como sojusua (acné y forúnculo), sinua (caspa), gacha, bimi (úlcera), iza (úlcera, sarna y viruela)5.
Enfermedades dermatológicas autóctonas En los tiempos prehispánicos debieron existir muchas enfermedades, pero la pérdida de los tejidos blandos en los restos humanos que se conservan ha impedido su constatación. No obstante, algunas han sido categóricamente definidas. Así, el carate, causado por el Treponema caratenum, llamado puru-pururú en la región de Guainía, era frecuente en el Chocó6; según el padre Rivero, “padecían de carate que les afectaba las manos y la cara con manchas azules y blancas, de lo que se enorgullecían, hasta el punto que las mujeres jóvenes que no tuvieran carate, no eran solicitadas en matrimonio”. Las bubas (frambesía o pian), causadas por el Treponema pertenue, han sido muy bien documentadas en estudios paleontológicos por José Vicente Rodríguez Cuenca y Carlos Armando Rodríguez en restos encontrados en el Valle del Cauca6. La bartonelosis (verruga peruana) –cuyo vector es el Phlebotomus, Lutzomía colombiana– y de la cual hay evidencias arqueológicas que atestiguan su presencia en el sur del país7 (figura 1). El carbón bacteriano, llamado “maraña”, era frecuente en la península de la Guajira; según Pineda Giraldo, “el hombre se contagia cuando abre el animal y una gota de sangre cae sobre algún punto de la piel, o cuando se hace una pequeña herida al abrirlo, o cuando come la carne mal cocida del animal muerto de tal enfermedad”. El tokelao (tiña imbricada), enfermedad de la costa del Pacífico de los indios del Chocó. Las fiebres petequiales y las bubas que causaron estragos en los conquistadores al ingresar por la región del Patía desde el Perú. La sarna, las picaduras de mosquitos, abejas, avispas, garrapatas, pulgas, arácnidos y mordeduras de grandes lagartos como los caimanes, de serpientes de los géneros bothrops, Lechesis mulamuta (pudridora) y Crotalus dirussus terrificus (cascabel), y de murciélagos, especialmente Desmodus rotundos, que trasmitieron arbovirus y causaron anemias6. La nigua (Tunga penetrans) y el gusano de monte (nuche, miasis), eran totalmente desconocidos por los europeos; según Safari, “se ha calculado que los insectos de las regiones cálidas ocasionaron más víctimas entre los españoles durante la conquista que todas las flechas envenenadas de los indios. Para la nigua no conocían remedio y para librarse de los mosquitos se veían obligados, a menudo, a sepultarse en la arena”. La filariasis por Manzonella ozardi, aún presente en nuestras selvas del Vaupés2, 6. Se considera también la leishmaniasis, que dedujo José del Carmen Rodríguez Bermúdez de una escultura prehispánica encontrada en Cundinamarca. Las evidencias en coprolitos demuestran la presencia de varios parásitos intestinales como strongiloides, áscaris y tricocéfalos6. En cuanto a la sífilis venérea, mucho se ha discutido sobre su origen americano o europeo, pero hay testimonios escritos antiguos por los que se deduce su existencia en nuestras tierras en épocas prehispánicas; estudios paleontológicos recientes como los realizados por el profesor José Vicente Rodríguez Cuenca (Universidad Nacional de Colombia) y por Gonzalo Correal Urrego, quien encontró huellas en tejido óseo en los restos de Aguazuque (Cundinamarca), que datan de más de 3.000 años a.C., parecen confirmarlo6, 10. El médico español Rodrigo Ruiz de Isla, en su obra Tratado llamado fruto de todos los santos contra el mal serpentino venido de la isla Española (1509), afirma que “fue traída de Haití en las naves de Cristóbal Colón, dándose los primeros casos en Barcelona en 1493”. El mismo concepto se expresa en la Historia general y natural
Figura 1. Cerámica Jama-Coaque. Bartonelosis. Colección privada de Hugo A. Sotomayor T.
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de las Indias del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (1535): “Así pues, el llamado ‘mal francés’, ‘mal napolitano’, ‘mal serpentino’, ‘mal lazarino’ o ‘enfermedad de las cortesanas’ era en realidad la enfermedad de naturaleza americana”; y anota también el cronista en comunicación dirigida al Rey de España sobre la expansión de la sífilis en las nuevas tierras y su llegada a la Península Ibérica: “En las Indias... es muy notorio el palo santo, que los indígenas llaman guayacán... La principal virtud de este madero está en curar el mal de las bubas... del palo de él toman astillas delgadas... y sus limaduras cuécenlas en cierta cantidad de agua… y desde que ha desmenguado el agua con el cocimiento..., quítanla los dolientes y bébenla ciertos días por las mañanas en ayunas... y sanan sin ninguna duda muchos enfermos de aqueste mal. Puede Vuestra Majestad tener por cierto que aquesta enfermedad vino de las Indias a España”. Es posible que el Treponema haya sufrido mutaciones al actuar masivamente en Europa, incrementando su patogenicidad en un medio ambiente y una población virgen hasta 14932. La presencia de la tuberculosis en la América prehispánica está hoy ampliamente documentada por técnicas de ADN; se han encontrado lesiones óseas en restos de la cultura Muisca en número relativamente alto de casos, lo que hace suponer que afectó de manera importante a las comunidades6. La enfermedad de Chagas, producida por el Tripanosoma cruzi y transmitida por triatomineos, es exclusiva de América. Además de estas enfermedades, afectaron la salud de la población nativa las heridas por flechas envenenadas con hierbas (Ogendeia terstroeniflora, una Moracea y Strychnos toxicaria) y venenos de animales como ranas (Dendrobates), arañas (Migale) y serpientes. Estuvieron también presentes otras enfermedades no infecciosas como el hipotiroidismo congénito, el bocio, el labio leporino, el albinismo, el enanismo y la pilimicción (quiste dermoide de la vejiga) observada en Popayán.
Plantas medicinales y métodos terapéuticos Los indígenas clasificaron las plantas de diferentes formas, que podríamos resumir en: plantas del conocimiento (psicotrópicas), amargas (energéticas), purgantes, estimulantes, preventivas y medicinales en sentido estricto11. La herbolaria indígena aportó de manera significativa al desarrollo de la terapéutica; plantas que se consideraban sagradas y medicinales son por ejemplo el achiote (Bixa orellana), utilizado para prevenir las quemaduras solares; la chica (Bignonia chica), como repelente de insectos y preventiva de mordeduras de serpientes y murciélagos; la otoba (Miristicacea), para la sarna y el cuidado del cabello, uso que permanece aún inalterado; entre los cubeo y los macuna, el ají (Capsicum) fue utilizado como tratamiento para el acné “para mantener la cara libre de barros y de manchas; se absorbe por la nariz mediante un tubo de hojas el jugo del ají para que la piel exude la grasa natural”; para curar el nuche, ponían un parche de diaquilón con lo que moría la larva y luego la exprimían; la coca (Erythroxylon coca), que masticada (mambeo) “proporcionaba resistencia extra al organismo”; el palo santo y el guayacán usados para las bubas; el coralito cuya fruta “mojada y estregada en las lepras o manchas que brotan del cuerpo, que unos llaman empeine, otras carate y otras semejantes, muy inmundas y asquerosas, las quita y destruye y deja la carne y cutis limpio sin señal de enfermedad...”12; el tabaco fue quizás el que más influencia tuvo durante la Colonia, usado para mordeduras o heridas por flechas envenenadas, como cicatrizante, hemostático y cauterizante3, 13; la caraña (resina de palma), para las llagas purulentas o heridas recientes y las yerbas de las bubas, con cuyo polvo lograban la epitelización en las heridas; la acedera para el tabardillo y la quina para los hematomas9. Además de las plantas, los indígenas utilizaron en los tratamientos sustancias y elementos animales, como por ejemplo, una mezcla de masa de sebo, cardenillo y harina de maíz tostada o polvos de cáscaras de cangrejos y de bencenuco para curar las llagas; los
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huesos de manatí se utilizaron como hemostáticos y la miel de abejas como antiséptico local. Los dientes, colmillos y garras de animales fueron empleados como amuletos para prevenir las enfermedades. Para las picaduras de gusanos y algunos alacranes, según relata Aguado, “extraen las tripas y con el herbaje que dentro de ellas se halla, se unta la picadura”. Si no era posible encontrar el animal que había picado y el lugar afectado era “el dedo o parte semejante, métenla en el sexo de la mujer y con aquesto ataja la furia de la ponzoña”9. Algunos de los remedios usados en la actualidad ya eran utilizados por nuestros indígenas, quienes habían alcanzado cierto grado de desarrollo en medicina y terapéutica. Evidencias, aunque fragmentarias, del importante aporte de la farmacopea de las nuevas tierras están recopiladas en valiosas descripciones realizadas durante la Conquista y la Colonia. Entre ellas, las obras de Nicolás Monardes, que en 1574 publicó su tratado Primera, segunda y tercera parte de la historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias y que sirven de medicina, así como el Tratado de las drogas y medicina de las Indias, de Cristóbal de Acosta. Otros tipos de tratamientos incluyeron la hidroterapia, la termoterapia y la balneoterapia en pozos de aguas termales, las dietas, las purgas y los sahumerios. En cuanto a cirugía, los nativos realizaron drenaje de abscesos y extracción de niguas con espinas o fíbulas, así como trepanaciones craneales y craneoplastias obturadas con arcilla.
Fundamentos de la medicina indígena La medicina indígena tuvo dos fundamentos: el primero, de tipo preventivo tanto individual como colectivo, que se manifestaba de diversas maneras: en el abandono de enfermos graves para mantener la supervivencia del grupo; en el traslado de asentamientos cuando se reunían grandes cantidades de basuras y desechos en el lugar; en la actitud de prevención frente a los factores desencadenantes de enfermedades, el aislamiento de las mujeres menstruadas, la construcción de viviendas sobre árboles y el dormir en hamacas y con toldillos; el segundo, de tipo sintomático, mediante la ingestión, inhalación, masticación o untura de diversas plantas, en las dietas y sangrías, encaminadas a aliviar afecciones orales, epidérmicas y traumatismos. El extremo lo representó la costumbre del infanticidio, que se practicaba con los nacidos con defectos físicos y con algunas genodermatosis como el albinismo14. Nuestros indígenas sufrieron durante el Descubrimiento y la Conquista un grave deterioro orgánico, junto con la disminución o pérdida de sus valores espirituales ancestrales, sentimiento de inferioridad y casi la desaparición de su concepción del mundo, como consecuencia de la imposición de los drásticos, rápidos y forzados cambios culturales, que los llevaron muy cerca de su total extinción15. Estas breves pero sentidas líneas rinden homenaje y tributo perenne de admiración y respeto a nuestros indígenas, que en el pasado y el presente siguen dándonos lecciones de bonhomía, convivencia armónica y amor por todos los seres animados o inanimados que la madre naturaleza nos ha obsequiado prolijamente (figura 2).
Figura 2. Templo Solar. San Agustín 300 d. C.
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II. La Dermatología desde el descubrimiento de América hasta la Colonia. La influencia ■ La Dermatología desde el descubrimiento de la Conquista y las nuevas enfermedades de América hasta la Colonia. La influencia de
la Conquista y las nuevas enfermedades César Iván Varela Hernández-Jaime Gil Jaramillo En 1499, Alonso de Ojeda, Américo Vespucio y Juan de la Cosa tocaron tierras colombianas en Coquibacoa –hoy Cabo de la Vela, península de la Guajira– iniciándose así el período de la Conquista de nuestro territorio, que se extendió hasta el año 15501. Durante este período fue fundada Santa Fe de Bogotá (hoy Bogotá) por Don Gonzalo Jiménez de Quesada, el 6 de agosto de 1538. La llegada de los colonizadores españoles trajo un cambio radical para las poblaciones indígenas, en su forma de vida, alimentación, costumbres y creencias, amenazadas además por la imposición de una nueva religión. La alta vulnerabilidad orgánica de nuestros aborígenes estaba determinada por la malnutrición debida a su alimentación basada en carbohidratos y escasas proteínas, por las enfermedades propias de América y por la ausencia de inmunidad contra las importadas de Europa. Estos factores, sumados a la dominación de los colonizadores, causaron un enorme desastre demográfico en las comunidades aborígenes. Se estima que en el siglo XVII había desaparecido el 90% de la población nativa; no obstante, el encuentro de los dos mundos fue benéfico por el mestizaje entre los importantes aportes que nuestros indígenas hicieron a la humanidad con sus vastos conocimientos en la herbolaria y el aporte científico del otro lado del océano.
Los primeros protomédicos y médicos Álvarez Chanca fue el primer médico europeo que llegó a América en el segundo viaje de Colón y hasta las tierras del Darién en 1514. Con los conquistadores llegaron también charlatanes, empíricos y algunos protomédicos militares como el capitán Antonio Díaz Cardozo en 1538 y el soldado Martín Sánchez Ropero9, 16; también arribaron Pedro Fernández de Valenzuela, personaje popular y controvertido que escribió el Tratado de medicina y modelo de curar en estas partes de Indias; Mendo López del Campo, Lope Sanjuán de los Ríos y, como cirujano, Esteban González; en Santa Marta, en 1528 se menciona la presencia de Luis de Soria y de cuatro barberos (cirujanos); en Cartagena ejercía en 1547 Martín Rodríguez. Durante la Conquista no hubo en Colombia enseñanza de la Medicina.
Los primeros hospitales Como el descubrimiento y la colonización se iniciaron por las costas del océano Atlántico, fueron los asentamientos de esta región los primeros en poblarse y en consecuencia fue allí donde se inició la atención hospitalaria. Según Andrés Soriano Lleras, el rey Fernando el Católico ordenó en 1513 la creación de un hospital en el Darién –el Hospital de Santa María la Antigua del Darién–, trasladado en 1524 al territorio de lo que hoy es Panamá. En 1535 se inició en Cartagena la construcción del hospital San Sebastián, luego de Santa Clara, también llamado de La Caridad, que atendía a todo tipo de enfermos; en el mismo año se inició el Hospital de San Lázaro, constituyéndose en el primer Lazareto; más adelante se fundó el hospital del Espíritu Santo para enfermos incurables. En 1528 se fundó el Hospital de Santa Marta2, 16.
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Las nuevas enfermedades importadas de Europa Muchas enfermedades dermatológicas trajeron los conquistadores españoles, entre las cuales merecen destacarse la lepra y las exantemáticas, en especial la viruela y el sarampión. Por su parte, los esclavos africanos llegaban diezmados por el escorbuto, la gangrena, la viruela, el tifo y especialmente la lepra; así, el mercado y la trata de esclavos fueron también factores determinantes para la propagación y contagio de muchas enfermedades. La fiebre amarilla, según Soriano Lleras, encontró en el mosquito Aedes aegyptii el vector para trasladarse a los centros urbanos. El Aedes viajó en los barcos con los esclavos africanos, llegó a las costas del Atlántico y se internó por el río Magdalena, causando múltiples epidemias desde 15098. El tabardillo (tifus exantemático) ocasionó muchas epidemias desde el siglo XVII; esta Rikettsiosis causante de gran mortalidad llevó a los españoles a prohibir a los indígenas bañarse diariamente6. Según Pedro de Aguado, la primera de las múltiples epidemias de viruela se produjo en 1558; el virus llegó por la Española al litoral Caribe y se internó en tierra firme por el río Magdalena: “Así una negra que venía tocada de este mal contagioso de la costa del mar, según común decir ha sido causa de esta calamidad y desventura”16. Las epidemias de viruela que se presentaron posteriormente, así como las del sarampión, causaron gran mortalidad entre los indígenas, los esclavos negros y los propios españoles. Otras enfermedades dermatológicas o afines que llegaron fueron la brucelosis, la gonorrea, las micobacteriosis, el cólera, la difteria, la peste negra o bubónica y las treponematosis; rubéola, gripe y dengue; malaria, esquistosomiasis, “elefantiasis árabe” causada por la filaria Wuchereria bancrofti y la “ceguera de los ríos” por la Onchocerca volvulos6. También llegaron la pediculosis, nuevos vectores como el mosquito (Aedes aegypti), la pulga (Xenophylla cheopis) y huéspedes de zoonosis como los equinos, caprinos, bovinos, cerdos, el gato doméstico y los ratones2, 6.
■ La Dermatología desde III. La Dermatología la Colonia hasta la actualidad la Colonia hasta la desde actualidad César Iván Varela Hernández La medicina en la Colonia tuvo como marco la combinación de los conocimientos europeos con la sabiduría y la magia de los indígenas, el mestizaje de sustancias y prácticas terapéuticas con doctrinas e ingredientes psico-religiosos. Jugó un importante papel la “medicina espiritual” caracterizada por la construcción de catedrales y ermitas y por la llegada de las imágenes de las vírgenes como la de Chiquinquirá en 1598, consideradas como mediadoras ante el médico supremo, sumado a la asistencia espiritual ofrecida a indios y esclavos por clérigos misericordiosos como el apóstol de los negros, San Pedro Claver, quien murió en 1650 por la fiebre amarilla2, 3. Las enfermedades que caracterizaron la época de la Colonia fueron la viruela, el tabardillo (tifus exantemático), el sarampión, la lepra, las bubas y el escorbuto. Múltiples epidemias se presentaron por todo el territorio; las de viruela fueron las más graves, afectando a varias ciudades. En Tunja, en 1587 “fallecieron los ciudadanos y españoles como ratas acosadas por la flauta de Hamelín”. No había boticas ni cementerios civiles; habrían muerto entre 400 y 1000 de los 3000 habitantes. El Hospital Convento de San Juan de Dios tenía solamente dos camas para ricos y dos para pobres; allí atendía desde 1586 el médico empírico Pedro Juan Ruiz Delgado. Dos décadas más tarde se extendió la epidemia a todo el Reino de Nueva Granada; “los indios, atemorizados por la gran mortalidad, huyeron a los bosques y montañas dejando abandonadas las poblaciones”.
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La sífilis estuvo también muy presente en esta región, debido a la promiscuidad de los colonizadores; así puede deducirse de lo escrito por Juan Rodríguez Freyle en su obra El Carnero acerca del oidor don Luis Tello de Erazo, residente en Santa Fe y funcionario del presidente del Nuevo Reino, Diego Gómez de Mena. El oidor habría ido a morir en Sevilla “del mal francés”, después de “trocar la garnacha por las aventuras con damiselas promiscuas”. En 1630 se inició en Santa Fe la epidemia de tabardillo que se difundió en cuatro años por todo el país; aparte de las epidemias de viruela, ninguna otra se extendió tanto ni fue tan devastadora; según el historiador Groot “dio muerte a las cuatro quintas partes de los indios de la sabana”; fallecieron además arzobispos, clérigos, religiosos, alcaldes, nobles, plebeyos y esclavos. Esta epidemia fue conocida como la “peste de Santos Gil”, por el nombre del notario que hizo la mayoría de los testamentos de los nobles moribundos, quienes le donaban sus bienes ante la muerte de todos sus descendientes por la misma peste2.
Médicos, hospitales y cátedras de Medicina El primer médico titulado que llegó a Santa Fe fue Don Álvaro de Aunón en 1579, y el primer criollo graduado en España fue Don Juan López en 1584. El Hospital de San Pedro, en Santa Fe, abrió sus puertas en 1569, luego de que en 1564 el Obispo Fray Juan de los Barrios y Toledo donara una de sus casas con el propósito de fundar “un hospital en el cual vivan y se recojan y curen los pobres que a esta ciudad ocurrieren y en ella hubiere así españoles como naturales”. En 1635, el manejo del hospital fue encargado a la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Dios; se le llamó Hospital de Jesús, María y José, aunque desde entonces se le conoce como Hospital San Juan de Dios16. Durante la Colonia se crearon 25 hospitales, entre otros el de San Sebastián en Cartagena, el de Popayán en 1577, el de Honda en 1600 y en 1789 el de San Gil (Leprosario). La primera botica que existió en Santa Fe fue la de Pedro López de Buiza, en 1630. Durante los siglos XVI y XVII prácticamente no hubo enseñanza médica; los pocos médicos servían exclusivamente a la realeza y a las autoridades colonizadoras; las primeras cátedras de medicina en el Colegio Mayor de San Bartolomé en 1641 y en el Colegio Mayor del Rosario, en Santa Fe, se clausuraron por falta de alumnos, debido en parte a que “la carrera de médico era considerada indigna y apropiada sólo para personas de baja condición social”9 y además porque regía para los españoles la prohibición de estudiar fuera de su país. A comienzos del siglo XVIII, con la llegada de los Borbones a la Corona Española, renacieron los estudios médicos en España, y en consecuencia también en sus colonias; así, la cátedra de medicina se consolida en 1753 con José Vicente Román Cancino, en la Universidad de Santo Tomás, donde en 1764 se gradúa su primer médico, Juan Bautista de Vargas Uribe. En 1760 regresa de España José Celestino Mutis trayendo las ideas de la Ilustración; en función de ellas difunde la vacuna contra la viruela y la construcción de cementerios en las afueras de las ciudades, marcando los primeros pasos de la medicina de salud pública en el país; “descubre” la quina utilizada ancestralmente por los indígenas, y como educador médico forma como discípulo a Miguel de la Isla, quien sería el fundador de la primera Escuela de Medicina en Santa Fe (1802) (figura 3). Juan Gualberto Gutiérrez, médico y abogado, atendió en 1810 el asilo de virulentos de Santa Fe y a los soldados enfermos el 5 de agosto de 1819, dos días antes de la batalla del Puente de Boyacá, que dio la libertad a Colombia; estuvo a la cabecera del prócer Antonio Nariño durante su agonía, dejando consignado hasta el momento de su muerte en el diario que se conserva en la Casa Museo de Nariño en Villa de Leyva12.
Figura 3. Miguel de la Isla
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Las dificultades producidas por las guerras de Independencia en las primeras décadas del siglo XIX hicieron desaparecer casi totalmente la enseñanza médica en el país. La mala nutrición, la carencia de servicios básicos y de medidas de saneamiento determinaron una alta morbi-mortalidad en ese siglo16. Se presentaron varias epidemias de fiebre amarilla, viruela, sífilis, tuberculosis, sarampión, bartonelosis, parasitosis, fiebre tifoidea y tifus exantemático; se recomendaba: “hay que estar en contacto con el pueblo e ir vacunándose lentamente con las aguas infectadas, con las cortezas sucias de las frutas...”17. La lepra y el paludismo fueron algunos de los principales problemas del siglo. Con la República, iniciada en 1810, surge también la medicina moderna en Colombia. La historia de las facultades de medicina comienza con la de la Universidad Nacional de Colombia, en marzo de 1826, cuando el general Francisco de Paula Santander promulga la ley que organiza la Universidad Central de la República, primera manifestación gubernamental de la universidad pública. En 1864, Antonio Vargas Reyes funda en Bogotá una facultad de medicina de carácter privado, en tanto que José María Samper presenta al Congreso de la República un proyecto sobre la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia –inspirada en la de Santander– que será creada tres años después, en 1867, bajo el gobierno de Santos Acosta. A ella se le incorporan la facultad de medicina de Vargas Reyes y el Hospital San Juan de Dios18. Por esa época, algunos médicos estudian bajo la tutoría de sus maestros y otros en el exterior, particularmente en París. En 1850 se abren camino el empirismo y charlatanismo al permitirse por ley el ejercicio médico sin licencia. Los prohombres de la medicina en la época fueron Antonio Vargas Reyes (figura 4), quien describió magistralmente la fiebre amarilla y es considerado el padre de la cirugía en Colombia16, 19. Acerca de la medicina de la época, la figura más destacada en Medellín, Manuel Uribe Ángel, escribió en 1881: “Creo que matamos no pocos infelices con esa precaria y deplorable medicina. Dios nos perdone el mal por el intento”. A partir de entonces comenzaría el desarrollo de la medicina hospitalaria de la escuela francesa. A finales del siglo XIX floreció con Epifanio Combariza la cátedra de bacteriología, que sumada a la medicina de laboratorio, la micrografía y la sifilografía darían origen a la Dermatología. La enseñanza de la especialidad se inició en la Universidad Nacional en 1886 con Gabriel José Castañeda como primer profesor. En el siglo XX, el desarrollo general de los Estados Unidos de Norte América, donde se integraron las grandes mentalidades médicas modernas –la fisiopatológica, la etiopatológica y la anatomoclínica– con la investigación y la tecnología, desplazó a la influencia de la escuela francesa sobre la medicina colombiana16. Se afianzó la medicina de laboratorio, llegaron las nuevas técnicas quirúrgicas y la farmacología y así desde 1910, con José Ignacio Uribe en la Universidad Nacional de Colombia, la Dermatología adquirió carácter de verdadera especialidad18. En 1930 se creó el Ministerio de Trabajo, Higiene y Previsión con departamentos para la lucha contra la lepra, las venéreas y la tuberculosis. En 1946 se creó el Ministerio de Higiene; más tarde se fundaron las facultades de medicina en Cali, Popayán y Manizales, se iniciaron las especializaciones y las residencias médicas y se crearon las asociaciones de médicos especialistas. En las últimas décadas del siglo XX, el rápido desarrollo de la genética, la biología molecular, la inmunología, la farmacología y la tecnología sistematizada conducen a la apertura y evolución de todos los campos de investigación en Dermatología, con progresos extraordinarios.
Figura 4. Antonio Vargas Reyes
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Precursores y pioneros de la Dermatología hasta el año 1970 El conocimiento de la historia nos permite ejercer con entusiasmo y dignidad el legado de nuestros precursores y pioneros.
En el siglo XIX nos dejaron su herencia Ricardo de la Parra, autor de La elefantiasis de los griegos y su verdadera naturaleza (1838); Juan de Dios Tavera, que en su Estudio sobre la lepra recomendó su tratamiento con aceite de chalmugra (leprol); José Joaquín García describió las alteraciones sensitivas y motoras en la lepra (1842); Marcelino S. Vargas estuvo convencido de la curación de la lepra, mal del cual sufría; Federico Rivas Mejía prestó invaluables servicios en 1840 durante la epidemia de viruela; Librado Riva fue autor de un trabajo sobre La Pelagra; Abraham Aparicio publicó su obra Baños fríos en el tratamiento de la fiebre tifoidea; Evaristo García escribió Acción de la Otoba en las enfermedades de la piel y Variedad de lepra llamada Mal de San Antón; Policarpo Pizarro, venereólogo; Juan de Dios Carrasquilla, investigador de lepra y pénfigo; Andrés Posada Arango, con su obra La rana venenosa del Chocó, e Ignacio Pereira, recordado por sus publicaciones sobre enfermedades parasitarias. Gabriel José Castañeda fue el primer profesor de Dermatología en la Universidad Nacional de Colombia (1886-1898), enfocada hacia las enfermedades tropicales. El comienzo del siglo XX continuó marcado por la especial atención dedicada a la lepra y la sífilis. Se inició la era de los laboratorios que permitió la realización de investigaciones originales y el desarrollo intelectual de ilustres médicos17. En Bogotá ejercieron Pablo García Medina, el padre de la higiene en Colombia, nacido en Tunja en 1857, médico egresado de la Universidad Nacional en 1880; logró la promulgación de leyes para que los leprosarios se convirtieran en colonias de enfermos; fue el primer presidente honorario de la Oficina Sanitaria Panamericana y Secretario Perpetuo de la Academia Nacional de Medicina. Eliseo Montaña Granados (figura 5), padre de la histología en Colombia, profesor de esa cátedra en 1904, la convirtió de materia teórica en práctica con la introducción de nuevos microscopios y la microfotografía. Roberto Franco (figura 6) creó la cátedra de enfermedades tropicales en 1905 e invitó a su laboratorio a Federico Lleras Acosta. Este profesional, nacido en Bogotá donde estudió veterinaria y también bacteriología, se destacaría por sus investigaciones sobre el carbón bacteriano y su vacuna, y más adelante sobre lepra; describió la Reacción de Lleras y fundó el Instituto de Investigaciones en Lepra. En 1910, con José Ignacio Uribe en la Universidad Nacional, la Dermatología adquirió rango de especialidad. Manuel José Silva (1892-1980), dermatólogo egresado de la Universidad de París, académico, fue titular de la cátedra en la Universidad Nacional, maestro por excelencia y fundador del Museo de Cera de Dermatología en la misma Universidad. Gonzalo Reyes García estudió Dermatología en París y Viena; fue connotado profesor de la Universidad Nacional –de donde había egresado– desde 1930 hasta 1962, además de fundador de la Sociedad Colombiana de Dermatología y de la Academia Nacional de Medicina. Se destacaron también Miguel Serrano Camargo, Carlos Cortés Enciso e Ignacio Chala Hidalgo. En 1936, Alfonso Gamboa Amador inició el curso de sifilografía; en esta época se destacan también Alfredo Laverde, Tomás Henao Blanco y Guillermo Pardo Villalba (figura 7), quien siendo presidente de la Sociedad de Dermatología presidió en Bogotá el primer Congreso Nacional (1960). Hacia 1957, Fabio Londoño González se convierte en punto de referencia obligado en
Figura 5. Eliseo Montaña Figura 6. Roberto Franco
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el estudio de la lepra, la inmunología cutánea y las enfermedades relacionadas con el sol; en especial se destacan sus aportes memorables al conocimiento y tratamiento del prurigo actínico; su cultura general, amabilidad y su calidad docente y humana fueron inigualables. En sus primeros años tuvo como brillantes discípulos a Guillermo Gutiérrez Aldana, dermatólogo y oncólogo, Profesor Emérito de la Universidad Nacional, hombre de excelsas virtudes, con capacidad docente y organizativa sin igual, quien rescató y restauró el Museo de Cera de la Universidad; su estímulo para con quien escribe estas líneas es incomparable; a Víctor Manuel Zambrano; y a Mariano López, otra luminaria de nuestra historia, el primer dermatólogo egresado del Instituto Federico Lleras Acosta. Luis Alfredo Rueda Plata estudió en Barcelona y se especializó en dermatopatología con Degos y Civatte en el Hospital Saint-Louis de París; fue uno de los pioneros en el ramo al regresar a Colombia en 1963; hizo importantes aportes con sus estudios sobre los papovavirus15, 20. En Medellín (Antioquia), el primer dermatólogo fue Gustavo Uribe Escobar, quien estudió en París, Barcelona y Bruselas; en 1920 inició la cátedra en la Universidad de Antioquia, de la que fue rector, así como fundador del Instituto Profiláctico para las Enfermedades Venéreas y de la Cruz Roja. Bajo sus orientaciones se formó José Posada Trujillo (figura 8), quien lo sucedió en la cátedra en 1936 y tuvo como colaborador a Carlos Enrique Tobón; se formaron en la misma Escuela: Juvenal Gaviria, quien ejerció privadamente en esa época; Fabio Uribe Jaramillo, quien falleció mientras escribíamos este capítulo. Flavio Gómez, al informarme sobre la lamentable noticia, me escribió estas palabras: “Era el dermatólogo de mayor edad en Colombia, bueno como el agua, sencillo como el pan, suave y delicado como las cañas del Valle, humilde, caballero, sincero, buen amigo, estudioso, nunca conoció el orgullo, la ventaja ni la arrogancia”. Jorge López de Mesa e Iván Rendón Pizano se formaron en la escuela argentina y Aníbal Zapata Gutiérrez en la española. Más adelante llegaron graduados de la Universidad de Michigan: en 1955 Gonzalo Calle Vélez, jefe del Servicio de Dermatología de la Universidad de Antioquia hasta su fallecimiento, impulsor de la micología en el país; en 1959 Alonso Cortés, la biblia viviente, connotado maestro, políglota, historiador, memorista sorprendente y bueno por excelencia; y Mario Robledo Villegas, el segundo dermatopatólogo del país, quien profundizó el estudio de las micosis. Especial reconocimiento merece la micóloga Ángela Restrepo Moreno, como pionera en la década de 1960 y hasta la actualidad máxima y eximia figura de la investigación micológica. De la escuela mexicana llegaron Hugo Espinal Múnera y Libardo Agudelo Alzate seguidos por los egresados de la Universidad de Antioquia: en 1964, Enrique Saldarriaga Arango y Víctor Cárdenas Jaramillo; en 1965, Flavio Gómez Vargas, quien además estudió cirugía dermatológica en la Universidad de Río de Janeiro, constituyéndose en pionero de esta subespecialidad; en 1967, Juan Pedro Velásquez Berruecos, los dos, insignes profesores, caballeros y dilectos amigos, respecto de los cuales dejo constancia de mi profunda admiración y gratitud por su desinteresada colaboración en el desarrollo de la totalidad de este trabajo, y Jorge Mesa Restrepo15; en 1969, Myriam Mesa de Sanclemente y Stella Prada de Castañeda fueron pioneras en inmunodermatopatología. En Pasto (Nariño), en las décadas de 1920 y 1930, los médicos Efraín Solares Alava y Jorge García prestaron grandes servicios en el control de focos de lepra y la epidemia de bartonelosis; hacia 1950, José María Delgado Riascos, quien estudió en la Sorbona, trabajó allí por unos años y luego se radicó en Cali15, 21. En Cartagena (Bolívar) iniciaron la Dermatología Rubén Marrugo Ramírez, quien fue
Figura 7. Guillermo Pardo Figura 8. José Posada
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el primer director del leprosario de Caño del Oro, en Tierra Bomba, bahía de Cartagena; Moisés Pianeta Muñoz, quien estudió en la Universidad de Cartagena de la que más tarde fue decano (1946), “el modernizador de la Facultad de Medicina”; “multiespecialista y pedagogo de alma”22; Carlos Alberto Garzón Fortich, quien estudió Dermatología y leprología en Brasil y Estados Unidos, se radicó definitivamente en Cartagena en 1953, siendo el primer dermatólogo titulado, profesor de la Universidad de Cartagena, director de los lazaretos de Caño del Oro y Agua de Dios, jefe de la campaña nacional antileprosa del Ministerio de Salud, portador de la Gran Cruz de Damian de Brasil y la Gran Cruz “Jorge Bejarano” de Colombia; Nayib Ambrad Domínguez, formado en la Argentina donde en 1950 hizo cursos de endocrinología con Carlos Galli Mainini, E. B. Del Castillo y Guillermo Di Paola; en investigación endocrina fue colaborador y discípulo del premio Nobel, Bernardo Alberto Houssay; en Dermatología fue discípulo del Prof. Cordibiola y autor de la “Coloración de contraste para las reacciones de Galli Mainini”; Enrique Alonso Osorio Camacho (figura 9), estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, fue profesor de la Universidad de Cartagena (1972-1992), presidente de la Asociación Colombiana de Dermatología de la cual es actualmente Emérito y Miembro Honorario y ejerce con excelencia en Cartagena; y Diego Fernando Gómez Pérez, quien en 1960 se graduó de dermatólogo en la Argentina; docente y dirigente político15. En 1939 llegó a Cali (Valle del Cauca) Julio César Barreneche Mesa, quien estudió Dermatología y anestesiología en Suiza; también ejercían allí, aunque sin ser especialistas, Carlos Salcedo Cabal y Jaime Kelber. En 1954, Hernán Tobón Pizarro, del Skin and Cancer Hospital de Nueva York, con estudios en Buenos Aires realizados con el Prof. Luis Pierini, fue pilar de la especialidad hasta su fallecimiento en 1985; en 1956 llegó Jaime Betancourt Osorio (figura 10), gloria viva de la especialidad, quien estudió en Madrid en 1955 y perfeccionó su saber con el profesor Pierini en Buenos Aires; con el doctor Tobón fueron los primeros profesores de Dermatología de la Universidad del Valle. Además, Jaime Betancourt ha cultivado la pintura, la escultura y la poesía. Profeso por él mi mayor cariño y respeto. En 1960, Ernesto Correa Galindo, pionero dermatopatólogo formado en la Argentina bajo la tutela de Pierini, Borda y Abulafia, sentó cátedra en el Hospital San Juan de Dios; en 1965, Antonio José Torres Muñoz (figura 11), discípulo del doctor Correa, perfeccionó sus estudios en Buenos Aires con Aarón Kaminsky; es ejemplar profesor ad honorem en la Universidad del Valle; consumado lector, dotado de incomparable memoria y una vasta cultura general; en 1966 llegó Rafael Falabella, graduado por la Universidad de Iowa, quien creó en 1970 con Jaime Betancourt y Nelson Giraldo el Servicio de Dermatología de la Universidad del Valle, siendo desde entonces su Jefe; sus investigaciones han dado grandes avances al estudio y tratamiento del vitiligo. En 1967 inició su ejercicio Cecilia Moncaleano de Lasprilla (figura 12), la dama de la Dermatología vallecaucana, la primera mujer que ejerció la Dermatología en Colombia, médica egresada de la Universidad Nacional y dermatóloga por la Universidad de São Paulo, desarrolló importantísima labor en el Hospital San Juan de Dios, el dispensario de lepra y los Ferrocarriles Nacionales hasta 1991 cuando se jubiló. Ese mismo año
Figura 9. Enrique A. Osorio Figura 10. Jaime Betancourt
Figura 11. Antonio Torres Figura 12. Cecilia Moncaleano
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regresó Nelson Giraldo Restrepo, quien estudió dermatopatología en Buenos Aires con el Prof. Abulafia y fue profesor excelente en la Universidad del Valle15, 21. La historia de la Dermatología en Santander se inició con Álvaro Sabogal Rey, quien llegó a Bucaramanga en 1958, nombrado por el Ministerio de Salud para dirigir los programas de lepra en compañía de Virgilio Rodríguez. Alejandro Villalobos Fernández llegó en 1960, graduado en Buenos Aires y luego de ejercer unos años se trasladó a Estados Unidos. En 1961, luego de estudiar en España, llegó Luis Felipe Moreno, quien inició el tratamiento de las úlceras de miembros inferiores y en 1964, Jaime Acevedo Ballesteros, los dos actualmente en ejercicio. En el eje cafetero, a Manizales (Caldas) llegó en 1965 Heriberto Gómez Sierra, de la Universidad de Antioquia, fundador y titular de la cátedra en la Universidad de Caldas; lamentamos profundamente su muerte ocurrida mientras preparábamos esta obra; en 1968 tuvo en Jairo Mesa Cock su primer discípulo, quien fue luego docente durante muchas décadas y Jefe del Servicio (1980-1985); en la actualidad Mesa Cock es el pilar de la comunicación y educación dermatológica continua por Internet en el país. Bernardo Giraldo Neira estudió Dermatología en Estados Unidos, se especializó en alergias y desde 1967 ejerce en Pereira y Manizales. A Pereira (Risaralda) llegó en la misma época Adolfo Ormaza Hinestrosa, quien había estudiado en la Argentina. En Armenia (Quindío) el pionero fue Fabio Rivera. En Cúcuta (Norte de Santander) y Arauca, el maestro Pedro Miguel Román Suárez (figura 13), formado en leprología en 1966 en el Instituto Federico Lleras, fue quien inició la especialidad y durante casi cuatro décadas llevó bienestar a sus pacientes. En Barranquilla (Atlántico) los primeros fueron: Blas Retamoso, quien estudió medicina en Cartagena y se dedicó a la Dermatología; Luis López y Carmelo Castillo Porto, ya fallecidos, y Alí Tajan Calvo, gran hombre, autodidacta y poeta, actualmente en ejercicio exitoso. En el departamento del Cauca, los pioneros fueron José María Delgado Paredes (figura 14), dermatólogo de la Universidad de South Carolina y sanitarista de la Universidad de Harvard, jefe de Morfología y profesor de Dermatología de la Universidad del Cauca; Mario Ernesto González, dermatólogo de la Universidad de Buenos Aires, profesor de Dermatología en la Universidad del Cauca por más de 30 años y José Félix Zambrano Payán, entrenado en el Hospital Federico Lleras, profesor colaborador de la Universidad del Valle en lepra y leishmaniasis15. En Córdoba, el primero en llegar a Montería en la década del 60 fue Hugo Corrales Lugo, formado en el Instituto Federico Lleras, quien manejó los programas de lepra, seguido de Albio Puche. En Sincelejo (Sucre) el primero fue Hugo Corrales Medrano, quien es además médico internista. En Boyacá Antonio Morales inició el ejercicio de la especialidad a partir de 1968, cuando llegó de la Universidad de Salamanca, España; sigue en ejercicio con competencia y éxito15.
Figura 13. Pedro M. Román Figura 14. José M. Delgado
Figura 15. María Mélida Durán Merchán
MARÍA MÉLIDA DURÁN MERCHÁN He considerado pioneros a aquellos que iniciaron su ejercicio antes de 1970; aunque María Mélida Durán Merchán (figura 15) lo hizo en 1976 al graduarse en la Universidad Javeriana, quiero rendirle tributo por la gloria que dio a la Dermatología colombiana. Dijo de ella Adriana Arrunátegui Ramírez: [Era] una preciosa mujer, maestra y viajera incansable, el glamour era su sello; se movía con elegancia y delicadeza en todos los ámbitos. La Dermatología colombiana tenía en ella su más importante embajadora, siendo miembro destacado [...] de la Organización Mundial de la Salud, de la Liga Internacional de Sociedades de Dermatología [...],
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de la Internacional de Dermatología Pediátrica [...], de la Ibero Latinoamericana [...]; co-editora de la revista de la International Society of Dermatology, sociedad de la cual fue vicepresidente y secretaria ejecutiva [...]. Organizó congresos en Colombia, la India, Australia, y Egipto. Su vida fue una búsqueda constante, la excelencia era su meta y la consiguió siempre exigiéndose a sí misma. Hasta el último momento de su existencia pensó en sus compromisos con la vida y la vimos inaugurar y clausurar el XVIII Curso de Actualización para Dermatólogos de la International Society en Bogotá. En ese momento estábamos lejos de pensar que un día después, el 26 de junio de 2000, se iría para siempre. Sonreía dulce y cálidamente, era toda serenidad; nada hacía prever tan rápido desenlace.
Descripciones clínicas originales Desde la época de la Conquista encontramos en nuestro país testimonios de descripciones de enfermedades dermatológicas, así como de técnicas diagnósticas y quirúrgicas como las que a continuación referimos: Picaduras: “Cierta manera de arañas o mosquitos... que picando en la carne alzan la roncha y queda en ella gran dolor y escocimiento por tres o cuatro horas” (Padre Aguado, Sabandija, cerca de Neiva)9. Nuche (Miasis): “Pues de diaquilón un parche hecho sobre la hinchazón y carne flaca, hace la fuerza y el gusano saca: el duro torondón queda deshecho, la pena quita y el dolor aplaca” (Juan de Castellanos)9. Alteraciones sensitivas y motoras en la lepra: “La falta de sensibilidad en el Lázaro, es el verdadero síntoma de la enfermedad y lo que indica su existencia”. “El examen de los pacientes lazarinos debe hacerse sin que el enfermo lo conozca; hiriéndole con un instrumento agudo sin que lo vea y no siente la herida; mandándole coger una moneda con los dedos, sin callo y al parecer sanos y no puede cogerla, porque careciendo de la facultad de tocar, no percibe el cuerpo la moneda. Si van caminando y se les arranca un dedo del pie no lo conocen cuando no lo ven” (José Joaquín García, 1842)23. Fiebre amarilla: “La enfermedad acometía bruscamente... Los ojos se inyectaban y lagrimeaban... Una ansiedad profunda, suma postración de fuerzas, manchas en la piel, epistaxis, sangre por las encías, sudor frío, suma lentitud del pulso, hipo y al fin la muerte...” (Antonio Vargas Reyes)19. Demostración del piojo como agente etiológico del tifus y diferenciación con la fiebre tifoidea (Luis Patiño Camargo, 1922)17. Reacción de Lleras (lepra): reacción de fijación de complemento (Federico Lleras Acosta)24. Vacuna para carbón bacteriano: Federico Lleras Acosta. Positividad serológica del carate (descripta por Gustavo Uribe Escobar, Alfredo Correa Henao, José J. Escobar y Jesús Peláez Botero en Medellín). Injertos epidérmicos y su aplicación en áreas acrómicas y de granulación (Rafael Falabella, 1971)25. Coloración de contraste para la reacción de Galli Mainini y Ambrad Domínguez (Nayib Ambrad Domínguez). Fitofotodermatitis de los pies y de las piernas por la ruda después del parto (Fabio Londoño González). Contribución a la descripción de las características clínicas y denominación del prúrigo actínico (Fabio Londoño González). Manejo del prúrigo actínico con talidomida (Fabio Londoño González)26, 27. Descripción de los efectos citopáticos del virus papova en la epidermodisplasia verruciforme (Luis Alfredo Rueda Plata). Repigmentación de vitiligo segmentario por miniinjertos autólogos (Rafael Falabella, 1983)28.
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Hipomelanosis en gotas idiopática (Rafael Falabella, 1983)29. Leucodermia punctata (Rafael Falabella, 1984)30. Parámetros clínicos de anestesia tumescente en cirugía reconstructiva de cáncer de piel (Álvaro Acosta de Hart, 1997)31. Erupción eosinofílica, polimorfa y pruriginosa asociada con radioterapia (Ricardo Augusto Rueda Plata, 1999)32. Historia de investigación, la infectología y las subespecialidades ■ Historia dela la investigación, la infectología y las subespecialidades HISTORIA DE LA LEPRA Se dice que la enfermedad llegó a Colombia en el siglo XVI con los conquistadores y los esclavos africanos, y encontró en las dificultades sociales y sanitarias el medio propicio para aposentarse, propagarse y mantenerse. A partir de entonces se desarrollaron, en diferentes esferas, una serie de prácticas, como la creación del primer laboratorio, las medidas gubernamentales sanitarias, la investigación y la estadística, así como el reconocimiento del derecho del enfermo frente al prejuicio. Correspondió a Cartagena de Indias en 1610 la creación del primer lazareto, el Hospital de San Lázaro, el cual, debido a las quejas de los vecinos, sufrió varios traslados y tuvo que ser cercado con muros de piedra. Vendría más adelante la creación de los leprocomios de Caño de Loro –para otros, Caño del Oro– (1808), Contratación y Agua de Dios. Parte de su sostenimiento económico se obtuvo con impuestos al licor, los tejidos y la carne. En 1646 se registró el primer paciente con lepra en Santa Fe, Santibáñez Brochero, cura de la catedral. En el siglo XVII, la lepra abundaba en la costa caribeña y el leproso era considerado un paria al que se separaba de sus familiares sanos y de la sociedad hasta el final de sus días para enviarlo, con todas las precauciones de rigor y con sus propios muebles, al lazareto de Cartagena –convertido en cementerio de vivos. En el siglo XVII, José Celestino Mutis tuvo idea clara de la enfermedad, diferenciando los enfermos en poco o muy contagiantes. En el siglo XVIII, entró la lepra en los departamentos de Antioquia y los Santanderes; en la población de Socorro proliferó tanto en 1775 que los pobladores huyeron del lugar y las casas de los enfermos fueron apedreadas9. A finales de ese siglo el virrey Caballero y Góngora escribió: “Al instante que un paciente es declarado lazarino, se le conduce al Hospital de Cartagena, se le señala su pequeña porción de terreno y se le entrega su casa o habitación para pasar el resto de sus días... con que vienen a estar condenados estos desventurados a una cárcel perpetua”2. En el siglo XIX, José Joaquín García describió las manifestaciones sensitivas y motoras de la enfermedad; Ricardo de la Parra postuló que la lepra era contagiosa, hereditaria y curable; Evaristo García, al presentar su pieza sobre el “Mal de San Antón” en el museo Dupuytren, inició en París la polémica sobre artropatía y lesión ósea por compromiso neural. En ese siglo se utilizaron como tratamiento la estricnina, los arsenicales, la aspirina, los venenos de serpientes y el aceite de chalmugra (leprol). Gabriel José Castañeda logró, a partir de su obra La lepra en Colombia. Etiología, nosología, profilaxis y tratamiento, que se sancionara la Ley de los Lazaretos. Juan de Dios Carrasquilla (figura 16), buscando las primeras manifestaciones de la enfermedad, describió el “chancro leproso”, investigó y produjo una antitoxina que recorrió el mundo en 1890; consideró que la pulga podría ser un vector; diseñó su propio método para encontrar el bacilo en la linfa33, 34; defendió el origen infeccioso de la lepra causado por un microbio aun en contra de las teorías hereditarias35. Pablo García Medina logró que a fines del siglo XIX se promulgaran leyes para que los leprosarios se convirtieran en colonias de enfermos2.
Figura 16. Juan de Dios Carrasquilla
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En las décadas de 1920 y 1930 Federico Lleras Acosta (figura 17) realizó múltiples investigaciones sobre bacteriología y especialmente sobre lepra; describió la Reacción de Lleras –prueba de fijación de complemento con sensibilidad de 97% y especificidad de 99,7%– que se probó en más de 7.000 pacientes, pero cayó en desuso al no poderse confirmar su especificidad24. En la década de 1950 se inició el manejo de la lepra con sulfona, pero debido a la resistencia, a partir de 1981 se utiliza la poliquimioterapia. En el pasado reciente y en el presente han contribuido a la historia de la lepra importantes instituciones y prestigiosos dermatólogos como Fabio Londoño, Luis Alfredo Rueda, Mariano López, Gerzaín Rodríguez, Antonio Torres, Luis Hernando Moreno, Adriana Arrunátegui, Gustavo Corredor, Efraín Solares Alava, Jorge García, Rubén Marrugo, Carlos Garzón Fortich, Álvaro Sabogal, Pedro Miguel Román, José Félix Zambrano y Antonio Morales, entre otros. En 1998 existían 2.933 enfermos registrados en el país. No obstante las innumerables investigaciones, las medidas de saneamiento ambiental y el desarrollo tecnológico, a lo largo de los tiempos la lepra continúa siendo un flagelo para la humanidad. A las nuevas generaciones les corresponderá realizar las investigaciones genéticas y de biología molecular tendientes a lograr la erradicación del mal de los siglos.
Figura 17. Federico Lleras
HISTORIA DE LA SÍFILIS Y OTRAS TREPONEMATOSIS Es probable que las infecciones por treponemas se iniciaran en el África ecuatorial como pian; con las migraciones a las zonas secas del trópico africano, las lesiones se localizaron en partes más húmedas del cuerpo (alrededor de la boca) convirtiéndose en formas de sífilis no venérea y quizás de esta forma viajaron con los primeros migrantes al Nuevo Mundo, para pasar a ser nuevamente pian en el trópico americano. En América se ha encontrado mayor número de restos óseos con secuelas de trepanomatosis que en Europa, y se los ha interpretado como pian y sífilis venérea; llaman la atención las lesiones de Caries sicca en el cráneo, que parecen ser atribuibles exclusivamente a esta última. Quienes comparten la teoría del origen unitario de las treponematosis consideran que éstas se desarrollaron simultáneamente en varias poblaciones en el viejo y nuevo continente. La sífilis venérea, la endémica no venérea, el pian y el carate “serían cuatro síndromes dentro de un gradiente biológico causado por el Treponema pallidum”6. La sífilis endémica llevada a Europa por los españoles luego del contacto con los indígenas surgió posiblemente debido a factores como las diferencias en el estilo de vida (por ejemplo, el uso de ropa), lo que llevó a cambiar el modo de transmisión del Treponema pallidum a una forma sexual; así, el pian se convirtió en sífilis venérea, que luego regresó a América llevada por los mismos españoles. Importantes aportes al estudio del origen de las treponematosis fueron realizados por José Vicente Rodríguez, Carlos Armando Rodríguez, Gonzalo Correal Urrego y Hugo Armando Sotomayor Tribín en Bogotá, a partir del análisis de restos óseos encontrados en los departamentos de Cundinamarca y el Valle del Cauca. La presencia de la treponematosis desde los primeros años de la conquista está registrada en numerosos relatos de los cronistas de la época, y fue desde entonces motivo de estudio. La sífilis venérea se convirtió en problema sanitario desde la irrupción de los colonizadores españoles; la pobreza y la prostitución jugaron un importante papel para su diseminación. La alta incidencia de la sífilis a finales del siglo XIX e inicios del XX llevó al gobierno a reformar y fortalecer los programas de medicina y a establecer la sifilografía como cátedra en las universidades17. El carate, que llegó a ser un elemento de identidad étnica entre los nativos, luego se convirtió en un problema de salud pública, como lo fue el pian desde el siglo XVI y hasta mediados del XX. Para bien de todos, la llegada de la penicilina marcó un hito en la historia de la treponematosis y gracias a ella Gerardo López Narváez trató a los enfermos en la costa occidental del país durante 14 años hasta erradicar el pian.
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HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN, BACTERIOLOGÍA E INMUNOLOGÍA CUTÁNEA En 1760, José Celestino Mutis trajo desde España las ideas ilustradas de la época; en 1842, José Joaquín García realizó los primeros estudios de investigación sobre la lepra basado en la observación; en 1865, la cátedra de Farmacia dio sus primeros pasos en la investigación con el médico Osorio, en la Facultad de Medicina de Bogotá36; pero fue a finales del siglo XIX y comienzos del XX cuando se inició la tradición de investigación experimental y la bacteriología se convirtió en un medio de difusión del pensamiento científico. Entre 1880 y 1904, durante el período que se extiende entre los gobiernos de Rafael Núñez y Rafael Reyes, se sentaron las bases para el desarrollo científico en Colombia. Se crearon las cátedras de bacteriología, histología, microbiología y sifilografía; Epifanio Combariza y Liborio Zerda (figura 18) desempeñaron un importante papel, marcando la época de la bacteriología y la micrografía; en 1900, Francisco Tapia creó un laboratorio en la Universidad Nacional en Bogotá, que luego pasó al Hospital San Juan de Dios17. Juan de Dios Carrasquilla buscó en la serología la posibilidad de tratamiento de la lepra, para lo que usó en caballos sangre de pacientes; su suero recorrió el mundo en 1896 llevando a la creación de Instituto de Seroterapia35. Roberto Franco fundó la cátedra de enfermedades tropicales y con la ayuda del filántropo Santiago Samper montó el laboratorio del Hospital San Juan de Dios donde Jorge Martínez Santamaría y Gabriel Toro Villa hicieron importantes estudios sobre la fiebre amarilla y enfermedades tropicales. En 1904 Eliseo Montaña Granados inició la era de la histología; Laurentino Muñoz lo definió como “uno de los creadores de la Medicina Científica en Colombia”2. En 1913 se crearon el Laboratorio Bacteriológico y el del Hospital San Vicente de Paúl en Medellín. En 1917 se creó en Bogotá el Laboratorio Privado Samper Martínez, que marcó un hito con la producción de sueros inmunes y vacunas convirtiéndose en 1946 en el Instituto Nacional de Salud17; en la década de 1920, algunas universidades de Estados Unidos abrieron cátedras de Dermatología Tropical y laboratorios privados, donde fueron a entrenarse médicos colombianos que al regresar al país fortalecieron la investigación; también jugó un importante papel la creación de la cátedra de Farmacia en la Universidad Nacional en 1927 por parte de Andrés Bermúdez. Por esos años, Gustavo Uribe Escobar hizo importantes estudios en Medellín sobre la positividad serológica en el carate. En 1922 Luis Patiño Camargo, luego de exhaustiva investigación, demostró en Bogotá que el tifus y la fiebre tifoidea eran enfermedades diferentes, aislando al piojo como vector de la primera17. Federico Lleras Acosta fundó en Bogotá su propio laboratorio e inició su contribución a la investigación con los estudios para la vacuna del carbón bacteriano y los intentos para cultivar el bacilo de Hansen. Intentó tratamientos para la lepra con diferentes preparados inmunológicos y describió la reacción que lleva su nombre buscando el diagnóstico temprano mediante método específico35. Su laboratorio se convirtió en el Centro Dermatológico que lleva su nombre37 y que tendría brillantes exponentes como Fabio Londoño González, quien durante más de tres décadas fue el motor de importantes investigaciones en muchas enfermedades junto con Luis Alfredo Rueda Plata26, 27, 38, 39. A partir de la década de 1950 se inicia una nueva era de la investigación en Colombia, con figuras como Alonso Cortés (figura 19) y Gonzalo Calle Vélez en la Universidad de Antioquia, que inician investigaciones basadas en estudios prospectivos de pacientes y desarrollan importantes estudios clínico-epidemiológicos, terapéuticos, diagnósticos e histopatológicos. Un poco más adelante vendría la distinguidísima micóloga Ángela Restrepo Moreno, quien continúa hasta hoy. En Manizales, en la década de 1960, Heriberto Gómez Sierra inició la aplicación de técnicas de inmunofluorescencia. En 1969, en la Universidad de Antioquia, Gonzalo Calle Vélez creó el Laboratorio de Inmunodermatología y llamó para ello a Myriam Mesa de Sanclemente
Figura 18. Liborio Zerda
Figura 19. Alonso Cortés
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y Stella Prada de Castañeda (figura 20), quienes iniciaron el estudio e investigación de técnicas de inmunofluorescencia para enfermedades ampollosas y más adelante las de inmunoterapia tópica, inmunohistoquímica, biología molecular e inmunointervención. Desde 1999 trabajan también en el laboratorio de cultivo de tejidos y merecen reconocimiento los Drs. Mary Ann Robledo Prada, Ana María Abreu, Margarita Velásquez y Juan Carlos Wolf. En la década de 1970, en Cali, Rafael Falabella, con el apoyo de Nelson Giraldo y Carlos Escobar, inició importantes estudios sobre alteraciones pigmentarias, especialmente el vitiligo, diseñando métodos quirúrgicos de repigmentación de la piel, cultivos e implante de melanocitos. En la década de 1980 se unieron al equipo Luis Hernando Moreno, Adriana Arrunátegui, María Isabel Barona, Claudia Covelli y Lucy García21. En 1975 en la Universidad de Antioquia se creó bajo la jefatura de Alonso Cortés el Laboratorio de Dermatopatología “Gustavo Uribe Escobar”, dirigido por el dermatopatólogo Walter León Hernández. En 1976, incursiona en investigación en Bogotá María Mélida Durán, la connotada e inolvidable maestra de fina estampa, quien se llevó al cielo nuestro amor y nos dejó su legado en sus múltiples estudios sobre el prurigo actínico en comunidades indígenas15, 40, 41. En la década de 1980, Guillermo Gutiérrez Aldana inició la investigación en Dermatología oncológica42, la cual se afianzó en 1992 al crearse la subespecialidad en el Instituto Nacional de Cancerología en Bogotá. Allí, Álvaro Acosta de Hart comenzó importantes investigaciones en cirugía de cáncer y técnica tumescente31. En las mismas fechas Felipe Jaramillo Ayerbe inicia en Manizales importantes estudios sobre tumores cutáneos, que continúa en la actualidad. Notables han sido también las investigaciones en foto-quimioterapia desarrolladas a partir de los años 1980 en las universidades de Antioquia y Nueva Granada, así como las de Blanca Lilia E. Lesmes Rodríguez en Bogotá sobre etiopatogenía del acné. También en Bogotá Jaime Soto Mancipe inició en la década de 1990 la realización de relevantes estudios sobre fármacos, enfermedades tropicales y comportamiento del cáncer cutáneo43, 44. En 1993, Michel Faizal, junto con sus residentes César Burgos y Guillermo Jiménez, asociados con el Instituto de Inmunología dirigido por Manuel Elkin Patarroyo, desarrollan un método de diagnóstico de la tuberculosis cutánea basado en técnicas de biología molecular45. Más adelante, Evelyne Halpert, junto con Elizabeth García, desarrolla una línea de investigación sobre inmunopatogénesis del prurigo estrófulo causado por picadura de pulgas. El grupo de investigadores del Instituto de Ciencias de la Salud de Medellín recibe el reconocimiento de instituciones gubernamentales, a través de la distinción otorgada a Ángela Zuluaga. Desde finales del siglo XX, nuevas y brillantes figuras inician su aporte a la investigación, como Rodolfo Augusto Trujillo Méndez en Cali y Gloria Sanclemente Mesa en Medellín, entre otros. Actualmente las diferentes escuelas de Dermatología del país desarrollan innumerables líneas de investigación.
Figura 20. Stella Prada
Figura 21. Gonzalo Calle Vélez
HISTORIA DE LA MICOLOGÍA Los primeros estudios sobre micología fueron realizados por José Posada Trujillo en la Universidad de Antioquia, en la década de 1930. A la misma universidad llegó en 1954 Gonzalo Calle Vélez (figura 21), el primer gran impulsor de la micología, quien se entrenó en Ann Arbor, Michigan, y trajo al país la primera colección micológica, que sirvió de base para el estudio y la investigación. Se reforzó esta área con Ángela Restrepo Moreno, quien se inició como tecnóloga médica y llegó a convertirse en la más destacada micóloga del país con innumerables investigaciones; entre las primeras y memorables se cuentan las realizadas sobre histoplasmosis y paracoccidioidomicosis, que llevaron a innovaciones en técnicas diagnósticas, estudios clínicos epidemiológicos y terapéuticos. En 1956 se destaca el valioso aporte del médico Julio Sánchez Arbeláez. El doctor Calle logró incluir el estudio de las micosis como parte
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del programa de medicina. A partir de 1960, se inició la investigación enfocada a la histoplasmosis y la paracoccidioidomicosis, con estudios prospectivos de pacientes; el patólogo Mario Robledo Villegas jugó un papel preponderante en esta labor. Por aquella época se fusionaron los departamentos de Dermatología, Patología y Micología en la misma universidad. Desde entonces la Micología es materia de estudio e investigación en las diferentes escuelas de Dermatología del país. HISTORIA DE LA DERMATOPATOLOGÍA Alfredo Correa Henao, especializado en los Estados Unidos, el primer patólogo en Colombia, inició la cátedra en la Universidad de Antioquia y trabajó en el Instituto Profiláctico, fundado en 1924 en Medellín por Gustavo Uribe Escobar. En la década de 1950, regresó de Michigan el primer dermatopatólogo, Mario Robledo Villegas, quien ha hecho grandes aportes al estudio de las dermatomicosis; es un hombre lleno de sabiduría en su noble sencillez. En 1960 llegó a Cali Ernesto Correa Galindo, dermatopatólogo formado en la Argentina, quien dio inicio a la cátedra en el Hospital San Juan de Dios; su legado y su condición humana fueron incomparables. A su lado se formó Antonio José Torres Muñoz, quien también perfeccionó sus estudios en Buenos Aires; en 1967 llegó Nelson Giraldo Restrepo (figura 22), quien se formó al lado del profesor Abulafia en Buenos Aires; con el doctor Torres fundaron la cátedra en la Universidad del Valle en la década de 197021. En Bogotá en 1963, Luis Alfredo Rueda Plata, quien había estudiado dermatopatología con los profesores Degos y Civatte en Francia, inició su importante contribución universal en especial al estudio de los virus papova15, 20. En 1975, Alonso Cortés creó en la Universidad de Antioquia el laboratorio de dermatopatología “Gustavo Uribe Escobar”, bajo la dirección de Walter León Hernández, connotado dermatopatólogo y excelente pedagogo. Se destaca también por sus aportes el patólogo Aníbal Mesa Cock. En Bogotá, en las décadas de 1970 y 1980, Fernando García Jiménez, Jefe del Servicio de Dermatología de la Universidad Nacional, le imprime a éste un importante enfoque dermatopatológico; desde el Instituto Nacional de Salud el patólogo Gerzaín Rodríguez Toro inicia una importantísima colaboración que continúa hasta el presente. Hacia 1989, con el ingreso de Luis Fernando Palma, la subespecialidad cobra aún mayor rigor en esa Escuela con observaciones precisas, de criterio estricto, que se suman a la noble condición humanística y voluntad docente del especialista. A finales de la década de 1980 regresó a Manizales desde la Universidad de Nueva York Felipe Jaramillo Ayerbe, quien se constituyó en pilar en la región cafetera. En la década de 1990, otros dermatopatólogos llegaron a diferentes ciudades a expandir la subespecialidad: Mabel Yaneth Ávila Camacho a Bucaramanga y Ricardo Augusto Rueda Plata a Cali; este último describió la erupción polimorfa y eosinofílica asociada con radioterapia21, 32. El 22 de junio de 1996, en Bogotá, Antonio Barrera, Patricia DeCastro, Felipe Jaramillo, Leonor Molina, Luis Fernando Palma, Gerzaín Rodríguez, Luis Alfredo Rueda y Ricardo Rueda fundaron el Capítulo Colombiano de Dermatopatología y eligieron como primer presidente a Antonio Barrera Arenales (figura 23).
Figura 22. Nelson Giraldo
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA ONCOLÓGICA Desde 1934 se realizó la atención a los pacientes con cáncer en la piel en el Instituto Nacional de Radium en Bogotá: pero fue a partir de 1978 cuando Guillermo Gutiérrez Aldana (figura 24) desde la Universidad Nacional en Bogotá extendió sus conocimientos al Instituto Nacional de Cancerología, diseñó la historia clínica oncodermatológica e inició la
Figura 23. Antonio Barrera Figura 24. Guillermo Gutiérrez
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práctica y enseñanza, que se consolidaron bajo sus directrices en 1992 con la creación del posgrado en Dermatología oncológica, cuyo diseño encargó a Michel Faizal Geagea y que continuó Álvaro Acosta de Hart. En la década de 1990, Claudia Marcela Covelli Mora y Carmen Helena de la Hoz Ulloa iniciaron la atención especializada en la Universidad del Valle en Cali. Varios colegas formados en el exterior y egresados del posgrado del Instituto Nacional de Cancerología han llevado la subespecialidad a diferentes ciudades del país. HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA COLABORADOR: Antonio Barrera Arenales En las décadas de 1970 y 1980, la Dermatología pediátrica dio sus primeros pasos, siguiendo el naciente y progresivo interés mundial por profundizar en el estudio de la Dermatología infantil, con inquietos dermatólogos ligados con la docencia. Entre ellos se destacan: en Bogotá, Mariano López y Manuel Forero en el Hospital Pediátrico La Misericordia, Enrique Suárez Peláez y Jaime Soto Mancipe en la Clínica Infantil Colsubsidio y Antonio Barrera Arenales en el Hospital Infantil Universitario Lorencita Villegas de Santos; en Medellín, Evelyne Halpert Ziskiend (figura 25), dermatóloga de la Universidad de Antioquia y primera dermatóloga infantil de Colombia, graduada en el Instituto Nacional de Pediatría en México en 1981, quien creó el servicio en el Hospital Universitario San Vicente de Paúl, posteriormente a cargo de Amparo Ochoa, Martha Sierra y Gabriel Ceballos; en Cali, Guillermo González Rodríguez, Rafael Isaza Zapata y Jairo Victoria Chaparro, y en Manizales, Josefina Danies en el Hospital Infantil. En Cali, se iniciaron los Seminarios Internacionales de Dermatología Pediátrica; el primero (1989) fue coordinado por Guillermo González y Rafael Isaza. En 1992, al cierre del XIX Congreso Colombiano de Dermatología en San Andrés, bajo la presidencia de Flavio Gómez Vargas, se realizó un simposio sobre “La enseñanza de la Dermatología en Colombia”, en cuyo transcurso dijo Antonio Barrera: “La insospechada dimensión y la complejidad de la Dermatología, la diversidad de hechos patológicos, son razones que nos impulsan a considerar la urgente prioridad de incrementar, ampliar y profundizar en el estudio e investigación de la especialidad en sus diferentes tópicos, sin estar propiciando una fragmentación inútil y sin estar proponiendo algo nuevo... La conveniencia de crear e impulsar programas y servicios subespecializados en algunos de los campos de la Dermatología son tareas para un futuro próximo [así como] las consideraciones sobre dermatología pediátrica, dermatopatología, cirugía dermatológica, dermatología oncológica entre otras... como programas sub-especializados con posibilidad de realizarse en algunas escuelas de Dermatología del país”. En 1992, Antonio Barrera, Josefina Danies, Manuel Forero, Guillermo González, Evelyne Halpert, Mariano López, Amparo Ochoa, Enrique Suárez Peláez, Jaime Soto y Jairo Victoria fundaron en Bogotá la Asociación de Dermatología Pediátrica, eligiendo como primer presidente al Dr. Suárez y como secretario al Dr. Barrera. La subespecialidad continúa creciendo y expandiéndose en los diferentes servicios con la llegada de nuevos especialistas.
Figura 25. Evelyne Halpert
HISTORIA DE LA CRIOCIRUGÍA COLABORADOR: Carlos Horacio González Rojas Gilberto Castro Ron, Presidente del American College of Cryosurgery, abrió un curso de criocirugía para dermatólogos en el Instituto de Oncología Luis Razetti en Caracas al que asistieron en 1988 Carlos Horacio González Rojas y Sergio Cáceres Orozco, iniciando la criocirugía moderna en Colombia. El doctor González fundó la Unidad de Criocirugía en Armenia, dedicada a la enseñanza y práctica de la técnica, con atención, sin ánimo de lucro, a enfermos sin recursos. Bajo su orientación se entrenaron los dermatólogos
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Luis Hernando Moreno, Ángela Seidel Arango, Rafael Isaza y Danilo Álvarez Villegas, y el cirujano maxilofacial Carlos Enrique Mora. Más tarde, se unirían los dermatólogos María Bernarda Gáfaro Barrera, Yamil Alberto Duque Ossman, Joaquín Eliécer Berrio Muñoz, Gema Esther Revelo Hernández, y los odontólogos Diego Arango y Julio César Torres. El equipo incorporó más adelante a colegas de otras ciudades, como Fabio Londoño, Juan Pedro Velásquez, Gustavo Acevedo Merino y María Mélida Durán y recibió la colaboración de Gerzaín Rodríguez para la lectura de biopsias. El 3 de diciembre de 1991, en Guadalajara, México, durante el Congreso del CILAD se fundó por iniciativa de seis dermatólogos el Colegio Iberoamericano de Criocirugía (figura 26); fue elegido presidente el doctor Castro Ron, sucedido por el doctor González, quien en la segunda reunión del Colegio en Cartagena (1999), a la que asistieron 270 dermatólogos nacionales y 70 del exterior, logró dar el mayor impulso a la técnica. Muchos otros destacados colegas han contribuido a la historia de la subespecialidad, como Virginia Palacios Bernal y Luis Fernando Balcázar Romero. El 25 de enero de 1999, día gris para Colombia y para la criocirugía, un devastador terremoto arrasó con el 60% de la ciudad de Armenia y con su Unidad de Criocirugía; por aquellos días, César Iván Varela era visitante permanente los días viernes. De entre los escombros, un año más tarde renació la Unidad bajo la dirección de la excelentísima Ángela Seidel Arango, con la colaboración de todos los colegas de Armenia, ampliando su campo de acción y manteniendo la filosofía de su fundador en cuanto a la enseñanza y la atención a los más necesitados. (Nota: lamentamos profundamente el fallecimiento del doctor Castro Ron pocos días después de haber terminado de escribir este capítulo.)
Figura 26. Fundación del Colegio Iberoamericano de Criocirugía
HISTORIA DE LA CIRUGÍA DERMATOLÓGICA Los primeros pasos los dieron nuestros indígenas con sus procedimientos para curación de heridas, drenajes y extracciones. Durante la Conquista actuaron los protomédicos y barberos, y más tarde los médicos y cirujanos. En 1965 Flavio Gómez Vargas estudió cirugía dermatológica en la Universidad de Río de Janeiro y al regresar a Medellín introdujo las técnicas quirúrgicas; un poco más adelante, en 1967, Juan Pedro Velásquez Berruecos se convirtió en experto en las nuevas técnicas y en el manejo de equipos con tecnología de punta. Pionero en radiocirugía, ha diseñado y enseñado múltiples técnicas simples y efectivas de procedimientos en el consultorio. En Cali, en la década de 1970, Rafael Falabella diseñó novedosas técnicas para el manejo quirúrgico del vitiligo con miniinjertos25, 28; más adelante Carlos Escobar fundó la cátedra en la Universidad del Valle. En Montería la cirugía dermatológica se inicia en 1983 con la llegada de Adolfo Gómez Agámez, entrenado en México y formado en dermocosmiatría en la Argentina con los Drs. Cordero; lo secundaron en su labor Rómulo Vitar Zapa y Víctor Otero Marrugo. En 1992 se inicia la nueva era de la cirugía dermatológica en Bogotá con Guillermo Gutiérrez Aldana, al crearse el posgrado en Dermatología oncológica en el Instituto Nacional de Cancerología. Los primeros cirujanos dermatólogos –Michel Faizal Geagea, quien estudió en Brasil, y Álvaro Enrique Acosta Madiedo de Hart, en España– fueron los encargados de organizar y poner en marcha los programas y la aplicación de la cirugía de Mohs31, técnica quirúrgica introducida en Cali por Claudia Marcela Covelli Mora y Carmen Helena de La Hoz Ulloa. La doctora Covelli introdujo la liposucción, seguida por Pablo Alonso Tróchez Rodríguez. El Instituto de Ciencias de la Salud creó en 1994 en Medellín el primer programa de subespecialidad en cirugía dermatológica. La mayoría de los dermatólogos
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actualmente en ejercicio en el país realizan la cirugía dermatológica rutinariamente y se la enseña de manera regular en las diferentes escuelas.
Instituciones dermatológicas
■ Instituciones dermatológicas César Iván Varela Hernández
HISTORIA DE LA ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE DERMATOLOGÍA CIRUGÍA DERMATOLÓGICA; SUS CAPÍTULOS, FILIALES Y REGIONES
Y
La Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica En el Club Médico de Bogotá, el 27 de junio de 1948, a las 18:00 horas, se reunieron con el fin de crear la Sociedad Colombiana de Dermatología y Sifilografía los Drs. Manuel José Silva, Gonzalo Reyes García, Carlos Cortés Enciso, Miguel Serrano Camargo, Guillermo Pardo Villalba, Alcibíades Correal, Álvaro Medina, Tomás Henao Blanco, Gustavo Castellano M, Alberto Medina Pinzón, Alberto Caballero, Rafael López Ruiz, Luis A. Díaz y Alfredo Laverde. Designaron como Presidente a Gonzalo Reyes García (figura 27), Vicepresidente a Carlos Cortés Enciso y Secretario a Guillermo Pardo Villalba. La sociedad se creó con los propósitos de propender al desarrollo de la especialidad, la docencia, la investigación, la profilaxis de la sífilis y las enfermedades tropicales y velar por los intereses de los asociados, entre otros. Con el fin de cumplir con su verdadero carácter de nacional, el 27 de junio de 1959 Gonzalo Calle Vélez, Fabio Londoño González (figura 28) y Hernán Tobón Pizarro solicitaron a los fundadores que se suprimiera la obligatoriedad de vivir en Bogotá para pertenecer a la Sociedad, lo cual fue aprobado. Un año después, la Sociedad realizó en Bogotá su primer Congreso Nacional, del 8 al 10 de diciembre de 1960, siendo Presidente de la Junta Guillermo Pardo Villalba y Vicepresidente Carlos E. Cortés; en 1961 se obtuvo la personería jurídica; en 1998, durante la presidencia de Mercedes Flórez, cambió su razón social a Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. En 2002 Arturo C. Argote Ruiz impulsó la compra de la sede actual. Han presidido la Asociación Gonzalo Reyes García, Guillermo Pardo Villaba, José Posada Trujillo, Hernán Tobón Pizarro, Álvaro Sabogal Rey, Fabio Londoño González, Gonzalo Calle Vélez, Heriberto Gómez Sierra, Luis Alfredo Rueda Plata, Fuad Muvdi Chaín, Rafael Falabella, Adolfo Ormaza Hinestrosa, Guillermo Gutiérrez Aldana, Alfonso Rebolledo Muñoz, Enrique Alonso Osorio Camacho, Juan Guillermo Chalela Mantilla, María Mélida Durán Merchán, Mariano López López, Flavio Gómez Vargas, Juan Pedro Velásquez Berruecos, Mercedes Flórez Díaz Granados, Carlos Horacio González Rojas, Ángela Zuluaga de Cadena y Evelyne Halpert Ziskiend. A la fecha, la Asociación agrupa a 448 miembros de número, 20 honorarios, 25 correspondientes, 34 internacionales y 54 residentes de Dermatología, con un total de 581 asociados. Ha desarrollado 24 congresos nacionales, múltiples simposios y cursos nacionales
Figura 27. Flavio Gómez Vargas y Gonzalo Reyes García
Figura 28. Jaime Betancourt, Fabio Londoño, Miguel Serrano
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e internacionales. Agrupa a 10 capítulos regionales y tiene 5 filiales. Su órgano de difusión es la Revista de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. Carlos Horacio González, Ángela Zuluaga y Evelyne Halpert han consolidado los capítulos regionales y fortalecido la participación gremial con la coordinación nacional de César Iván Varela y César Burgos, con miras a los cambios en las políticas de salud impuestos por la Ley 100 de 1993. Los capítulos regionales a) Capítulo Centro, Bogotá y Distrito Capital, Cundinamarca. El primer evento realizado como capítulo fue la fundación de la Sociedad Colombiana de Dermatología y Sifilografía, pero el desarrollo de las escuelas y de la propia Sociedad Nacional no le permitió, durante muchos años, tener figuración. En 1990 se revivió el capítulo y tuvo como presidente a Antonio Barrera Arenales, seguido de Juan Guillermo Chalela Mantilla. En noviembre de 2002, por iniciativa de Evelyne Halpert se inició la etapa actual con la integración de los colegas de Cundinamarca y Boyacá y la elección como Presidente de Héctor José Castellanos Lorduy. Agrupa a 144 dermatólogos. b) Capítulo del Valle del Cauca. Fue creado en Cali en 1963 por Hernán Tobón Pizarro, Jaime Betancourt Osorio –primer Presidente– y Ernesto Correa Galindo; agrupa a 66 miembros de número, 5 honorarios y 8 aspirantes. Han sido también presidentes Rafael Falabella, Martha Helena Campo, Jairo Victoria, Luis Hernando Moreno, Myriam Jazmín Vargas, César Iván Varela Hernández (figura 29) y Rodolfo Augusto Trujillo. El doctor Varela presidió el capítulo de 1996 a 2004, realizando importante gestión administrativa y obteniendo trascendentales logros gremiales; el vicepresidente, Jaime Gil Jaramillo (figura 30), ha realizado labor pionera en la difusión de temas dermatológicos por los medios de comunicación. En 2003 se conmemoró el 40º aniversario de su fundación, oportunidad en la cual se rindió homenaje a los miembros honorarios Jaime Betancourt, Antonio Torres, Rafael Falabella, Daniel González Bermúdez y Cecilia Moncaleano y el doctor Varela presentó su libro Historia de la Dermatología Vallecaucana 1939-2003. En reconocimiento a la labor desarrollada, el Capítulo y el Dr. Torres fueron condecorados con la Orden al Mérito Vallecaucano por la gobernación departamental21.
Figura 29. César I. Varela Figura 30. Jaime Gil
Figura 31. J. Ignacio Gómez
c) Capítulo de Antioquia. La Sociedad Antioqueña de Dermatología fue creada en Medellín en 1977, inspirada por su primer Presidente Flavio Gómez Vargas, con Fabio Uribe, Juan Pedro Velásquez, Diego Jaramillo, Myriam Mesa, Beatriz Sierra, Gonzalo Gómez, Stella Prada, José Ignacio Gómez y los colegas fallecidos Iván Rendón, Jorge López, Jorge Mesa, Aníbal Zapata, Enrique Saldarriaga y Libardo Agudelo. Han presidido también la Asociación Jorge Mesa, Juan Pedro Velásquez, Diego Jaramillo y en la actualidad José Ignacio Gómez (figura 31). Cuenta con 80 miembros de número, 8 honorarios, 19 adherentes y 3 miembros adjuntos. En 2002, al cumplirse los 25 años de fundación, se brindó un reconocimiento al profesor Alonso Cortés y se hizo honor a la memoria de José Posada, Carlos E. Tobón y Gonzalo Calle. d) Capítulo del Atlántico. Fue fundado en Barranquilla en 1987 por Antonio Jaller, Álvaro Correa, Bernardo Huyke (figura 32), Jairo Fuentes, Lesbia De León Ternera, Dubys
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Historia de la Dermatología en Colombia
Charris y Amín Ariza. En 1993 afilió a dermatólogos de otros departamentos del Caribe colombiano; se ha caracterizado por su excelente organización y su lucha permanente por el bienestar laboral y social de sus miembros. Ha realizado cuatro exitosos Simposios del Caribe por iniciativa de Álvaro Correa, Esperanza Meléndez y Bernardo Huyke. e) Capítulo de Nariño. Alfonso Rebolledo Muñoz (figura 33) creó en 1977 el Servicio de Dermatología del Hospital Departamental de Nariño en Pasto, brindando docencia en el programa de pregrado de Medicina de la Universidad. En 1990 fundó con César Gregorio Arroyo Eraso el Capítulo, que agrupa a los 10 dermatólogos de la región y continúa presidido por su fundador.
Figura 32. Bernardo Huyke Figura 33. Alfonso Rebolledo
f) Capítulo de Bolívar. El 3 de marzo de 1993 fundaron el Capítulo Erick Álvarez, Nayib Ambrad, Francisco M. Camacho, Miguel Camacho Sánchez, Germán Enrique Covo, Carlos Alberto Garzón, Víctor Isaza, Gonzalo Marrugo Guardo (figura 34), Luz Marina Lara, Guillermo Alejandro Mundi, Julio César Naar y José Pretelt; como presidente se designó a Alfonso Navarro César, cargo que hoy ocupa Luis Miguel Covo Segrera. g) Capítulo de Santander. Álvaro Sabogal Rey (figura 35) fue el pionero y decano de la Dermatología regional seguido por Virgilio Rodríguez, Alejandro Villalobos, Luis Moreno y Jaime Acevedo; Andrés Torres, Juan F. Hernández y Hernando Mosquera; Evencio Saza, Miguel Zárate, Zulma Plata, Pablo Rey, Donaldo Ortiz, Miguel F. Duarte y Luz Stella Montoya; Armando Vásquez, Jairo Sabogal, Alfinger Celi y su esposa Lourdes Eid, Ricardo Flaminio Rojas, Edgar Moreno, Mabel Ávila, Carolina Chávez, Sandra O. Martínez, Martha S. Ramírez y Luisa H. Díaz. En junio de 1994 se fundó el Capítulo que presidió brillantemente hasta 2002 Luz Stella Montoya de Bayona, a quien sucedió Armando Vásquez Lobo.
Figura 34. Gonzalo Marrugo Figura 35. Álvaro Sabogal
h) Eje Cafetero-Caldas, Quindío y Risaralda. Los primeros en ejercer en Manizales fueron Heriberto Gómez Sierra, en 1965, secundado por su discípulo Jairo Mesa y por Bernardo Giraldo; más adelante ejercieron Felipe Jaramillo, Lucía Van den Enden y John Harvey Gaviria. En Pereira el pionero fue Adolfo Ormaza; en Armenia, Fabio Rivera, María Bernarda Gáfaro, Julio César Vélez, Silvia Ferrer, Rafael Isaza y Carlos Horacio González. El capítulo se constituyó el 4 de octubre de 2003 y actualmente es presidido por Germán Santacoloma Osorio. Agrupa a 32 dermatólogos y dos miembros honorarios, Adolfo Ormaza Hinestrosa (figura 36) y Jairo Mesa Cock, quien es al presente la principal figura nacional en el campo de la educación continua por medios virtuales. i) Capítulo Centro-Oriente. Fue fundado en septiembre de 2003 en Bogotá por Michel Faizal Geagea; está integrado por los colegas de los departamentos de Boyacá, Meta, Tolima, Huila y Caquetá y los municipios de Cundinamarca diferentes a Bogotá. j) Capítulo Morrosquillo-Córdoba y Sucre. Hugo Corrales Lugo fue el primero en ejercer
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en Córdoba, seguido por Albio Puche. En 1983 se inició la nueva era de la especialidad con la llegada del primer dermatólogo de escuela, Adolfo del Cristo Gómez Agámez (figura 37) quien estudió en México y Argentina y fue catedrático de la Facultad de Medicina de la Corporación Universitaria del Sinú (CUS). Más adelante llegaron Rómulo Bitar, Víctor Otero, José Joaquín Meza, Catalina Zárate y Samira Acosta. En Sucre, Hugo Corrales Medrano fue el pionero; en la actualidad ejercen Mufith Salaiman, Jorge Vargas y Gabriel Rey. El Capítulo se conformó en 2004 y es presidido por Catalina Zárate. Figura 36. Adolfo Ormaza
k) Capítulo Norte-Santandereano. Pedro Miguel Román Suárez fue el pionero e impulsó la Dermatología en la región hasta su fallecimiento en 2003. En abril de 2004 fue oficializado el Capítulo en Cúcuta por Matilde Llanos Campo, Pablo Colmenares Porras, Emiro Andrade Chaparro y Sergio Cáceres Orozco, con la presidencia de Álvaro Arévalo Durán.
Figura 37. Adolfo Gómez
l) El Departamento del Cauca. Fueron los pioneros José M. Delgado, Mario E. González y José F. Zambrano. A partir de 1983 ejercen en Popayán Edgar Ricardo Altuzarra Galindo (figura 38), dermatólogo y epidemiólogo, profesor y Jefe de Dermatología Sanitaria Departamental; desde 1992, Germán Velasco Cárdenas (figura 39), egresado de la Universidad de Barcelona y en 1999, José F. Ospina Alzate, de la Universidad de Caldas y profesor universitario. En 2002 los dermatólogos se integraron al Capítulo del Valle.
Figura 38. Edgar Altuzarra
m) Departamento de Boyacá. El pionero fue Antonio José Morales Segura (figura 40) desde 1968, quien al regresar de España inició sus actividades con dedicación y gran competencia, que continúa hasta la actualidad; desde 1986 ejerce Doris Stella León Romero (figura 41) de la Universidad Nacional, quien con su esposo, el médico historiador José Miguel Gaona, ha sido una importante colaboradora en este trabajo; Aldo Fajardo Palencia, de la Universidad del Valle, ejerce la Dermatología desde 1990.
Figura 39. Germán Velasco Figura 40. Antonio J. Morales Figura 41. Doris S. León
Quisiera destacar a todos los colegas que han ejercido y ejercen en diversas ciudades del país aportando al engrandecimiento de nuestra especialidad, pero me lo impiden lógicas razones de espacio.
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Historia de la Dermatología en Colombia
Las Filiales a) Asociación Colombiana de Dermatología Pediátrica. El 12 de diciembre de 1992 fue creada en Bogotá por Antonio Barrera, Josefina Danies, Manuel Forero, Guillermo González, Evelyne Halpert, Mariano López, Amparo Ochoa, Jaime Soto, Enrique Suárez y Jairo Victoria. Se eligió presidente a Enrique Suárez Peláez (figura 42) y secretario a Antonio Barrera Arenales. La Asociación tiene como objetivos el estudio, la enseñanza, la investigación y la promoción de nuevos servicios; actualmente es presidida por Mariela Tavera. El Primer Congreso Nacional se realizó en 1994 en Bogotá, bajo la presidencia del doctor Suárez; en total se han realizado seis congresos nacionales, tres de ellos presididos por la Dra. Halpert.
Figura 42. Enrique Suárez Figura 43. Luis A. Rueda
b) Capítulo Colombiano de Dermatopatología. Fue fundado el 22 de junio de 1996 en Bogotá por Antonio Barrera –quien fue elegido Presidente–, Patricia DeCastro, Felipe Jaramillo, Leonor Molina, Luis Fernando Palma, Gerzaín Rodríguez, Luis Alfredo Rueda Plata (figura 43) y Ricardo Rueda. Tiene entre sus objetivos promover e impulsar el estudio, la enseñanza y la investigación de la especialidad y fomentar la formación de dermatopatólogos. c) Asociación Colombiana de Dermatología Oncológica. Fue fundada en Bogotá en agosto de 2002 por Álvaro Acosta, Guillermo Gutiérrez, Xavier Rueda, Elkin Peñaranda y Guillermo Jiménez; los tres primeros fueron elegidos presidente, vicepresidente y secretario, respectivamente. A pesar de ser una asociación creada recientemente, sus gestores han desarrollado una muy importante labor educativa y de servicio a la comunidad. d) Asociación de Historia de la Dermatología Colombiana. Fue fundada el 12 de junio de 2004 por iniciativa de César Iván Varela Hernández y Michel Faizal Geagea, con Antonio Torres, Jaime Gil, Danielle Alencar-Ponte, Jairo Mesa, Juan Pedro Velásquez, Evelyne Halpert, Flavio Gómez y Jaime Soto. Se eligió como Presidente a Varela, a Faizal como Vicepresidente y AlencarPonte como Secretaria. Los principales objetivos de la institución son velar por la conservación de la memoria de los acontecimientos y las figuras de la especialidad, así como difundirlos a través de la enseñanza (figura 44).
Publicaciones científicas
■ Publicaciones científicas
Desde el siglo XVII en Colombia se realizaron numerosas publicaciones sobre temas médicos, así como sobre Dermatología, a partir del desarrollo de la especialidad en nuestro país, como puede verse en la bibliografía de este trabajo. Aquí nos limitamos a hacer una breve reseña de dos de las principales publicaciones actuales.
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Figura 44. Sentados (izq. a derecha), Jairo Mesa, César I. Varela, Danielle Alencar-Ponte. De pie, D. Jaime Soto, Juan P. Velásquez, Jaime Gil, Antonio Torres
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Revista Colombiana de Dermatología COLABORADOR: Flavio Gómez Vargas La Revista Colombiana de Dermatología es el órgano de expresión de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica, sus filiales y capítulos regionales; su contenido es básicamente de tipo científico aunque eventualmente se publican informaciones de carácter gremial o informativo. Su misión principal es la educación médica continua. La Revista nació por iniciativa de Flavio Gómez Vargas (figura 45) durante su presidencia de la Asociación (1990-1992), el cual contó con la colaboración del señor William Sánchez, directivo del laboratorio Essex Farmacéutica división de Schering Plough S.A. El doctor Gómez ofreció la edición de la revista a Carlos Enrique Escobar Restrepo (figura 46); le sucedieron Diego E. Jaramillo, Jaime Soto y Juan Jaime Atuesta; en 1998 regresó Carlos Escobar como editor; a su fallecimiento (1999) fue sucedido por María Isabel Barona y Lucy García; a partir de 2002, el editor es Luis Fernando Balcázar Romero. El primer número apareció el 1º de julio de 1999. La Revista es de aparición trimestral y tiene un tiraje de 1.000 ejemplares.
Figura 45. Flavio Gómez Figura 46. Carlos E. Escobar
La página web de la Asociación COLABORADOR: Jairo Mesa Cock Jairo Mesa Cock (figura 47), quien ha dedicado su vida a la docencia en la Universidad de Caldas en Manizales, al jubilarse en 1994 pensó que “la tecnología de las computadoras y el Internet serían unas herramientas que podrían ser utilizadas para muchos objetivos y entre los dermatólogos... con fines educativos”. Desde 1998 fue organizando una base de direcciones electrónicas de dermatólogos a quienes periódicamente enviaba resúmenes y comentarios sobre artículos de diferentes publicaciones, lo cual dio lugar al Club de Revistas. En el año 2000 Mario Linares Barrios, quien dirige el Foro Dermatológico en Cádiz, España, comenzó a hacerle difusión al Club de Revistas; en 2002, otro brillante e inquieto colega español, Paco Russo, inició en la web un espacio análogo, el Foro Bibliográfico e invitó al doctor Mesa a participar en él. La página web de la Asociación se creó en septiembre de 2001, durante la presidencia de Ángela Zuluaga de Cadena; en 2002 empezó a ser patrocinada por Laboratorios Aldoquín, gracias a su gerente Gabriel Peña. En octubre de 2002, Jairo Mesa Cock le expresó a la nueva presidenta, Evelyne Halpert, su deseo de crear una página en Internet destinada a los dermatólogos con fines educativos, tarea que inició el 1º de enero de 2003. Desde entonces ha dirigido la página con excelencia, imprimiéndole su personalidad, desarrollando innovaciones, enseñando y sembrando el sentido de pertenencia a la comunidad científica; actualmente dispone de espacios para información general, comunicados, eventos académico-científicos, asociados, lista de correos, residentes, historia, capítulos regionales, club de revistas, minicasos semanales, perlas dermatológicas, foro gremial, la Revista electrónica y proyección a la comunidad entre otros, con múltiples enlaces. La página es visitada por colegas de Iberoamérica constituyéndose en referente de unidad, información y enseñanza.
Figura 47. Jairo Mesa
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Actividades científicas
■ Actividades científicas COLABORADORA: Danielle Alencar-Ponte
La Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica, así como sus filiales, capítulos regionales, servicios y escuelas de Dermatología, han realizado múltiples eventos académicos. Por razones de espacio, se destacan aquí solamente los que han tenido carácter nacional e internacional. La Asociación ha realizado 24 congresos nacionales, el primero en Bogotá (8-10 de diciembre de 1960), el segundo en Medellín (1961), el tercero en Cali (1963), con las presidencias de Guillermo Pardo Villalba, José Posada Trujillo y Hernán Tobón Pizarro, respectivamente. Los siguientes han tenido lugar en Bucaramanga, Bogotá, Barranquilla, Manizales, Pereira, Paipa, Pasto, Cartagena, San Andrés, Santa Marta y Bogotá (2004). Se han realizado también seis congresos nacionales de Dermatología Pediátrica (desde 1994, en forma bianual); tres congresos nacionales de Cirugía Dermatológica (desde 1999, bianual). En 1979 tuvo lugar en Medellín el IX Congreso Ibero Latinoamericano, bajo la presidencia de Alonso Cortés. Algunos otros eventos realizados por escuelas y capítulos son: - diez simposios internacionales de Dermatología, Instituto de Ciencias de la Salud (CES); - un simposio internacional de Dermatitis de Contacto (Pontificia U. Bolivariana) y dos simposios internacionales (ciudad de Medellín, Universidad de Antioquia, CES y U. Pontificia Bolivariana, en Medellín); - cuatro seminarios internacionales de Dermatología pediátrica; - siete simposios de terapia dermatológica; - dos cursos de la International Society of Dermatology, U. del Valle; - 18 cursos de la International Society of Dermatology, organizados por María Mélida Durán, Bogotá; - múltiples jornadas dermatológicas de la Costa, Sociedad Bolivarense. - dos seminarios y un curso de dermatología oncológica, Escuela de Dermatología Oncológica, Instituto Nacional de Cancerología; - cuatro simposios dermatológicos del Caribe, Asociación de Dermatólogos del Atlántico. - XV Congreso Bolivariano 2000 y IV Encuentro Colombo-Venezolano, Pereira; - Ateneo dermatológico “Pedro Miguel Román Suárez”, Capítulo Norte-Santandereano; - un curso de Avances en Dermatología, un curso de Medicina Tropical y Jornadas de “Prevención del Cáncer de Piel”, Hospital Militar Central, Universidad de Nueva Granada; - cuatro cursos de actualización y talleres, Asociación Santandereana. Enseñanza de la Dermatología: escuelas-servicios de Dermatología ■ La enseñanza
de la especialidad: escuelas-servicios de Dermatología
En Colombia la enseñanza de la especialidad se ha realizado en los diferentes servicios de Dermatología, en el marco de la academia y la investigación y teniendo como base de acción los hospitales universitarios cuyo aporte ha sido fundamental para la atención dermatológica de la comunidad. Existen nueve servicios con programas de posgrado en Dermatología en diferentes universidades de Bogotá, Medellín, Manizales y Cali, un programa de subespecialidad en Dermatología oncológica en Bogotá y uno de subespecialidad en cirugía dermatológica en Medellín. Además, en muchas ciudades funcionan varios servicios de Dermatología que ofrecen educación en pregrado de medicina. Desde sus inicios en el siglo XIX, los servicios se han constituido en verdaderas escuelas de Dermatología que han acompañado el desarrollo de la especialidad: en sus primeros
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años, siguiendo los lineamientos de las escuelas europeas, en especial la francesa que dogmatizó el mundo médico, y en los inicios del siglo XX, bajo la influencia de la escuela norteamericana que continúa hasta nuestros días. Desde mediados del siglo XX han recibido también el aporte de las escuelas latinoamericanas, especialmente de la argentina, brasileña y mexicana, pues muchos dermatólogos han viajado a esos países a realizar sus entrenamientos. Esta variada influencia, sumada a la impronta personal de los ilustres colegas que han dirigido las diferentes escuelas, ha dado a cada una identidad propia. Servicio de Dermatología de la Universidad Nacional de Colombia, Bogotá La enseñanza de la Dermatología se inició en 1886. Su primer profesor, Gabriel José Castañeda, orientó la cátedra hacia la enseñanza de la patología tropical hasta 1898. Julio Escobar regentó la cátedra desde 1901 hasta 1903. Luis Cuervo Márquez continuó en ella la enseñanza, ahora bajo el nombre de Clínica de Dermatología y Sifilografía; desde 1908 participó Luis J. Uricochea y desde 1910, José Ignacio Uribe; a partir de él, la Dermatología es catalogada como especialidad. En 1927 Manuel José Silva, uno de los mayores baluartes de todas las épocas, implementó la asistencia de los estudiantes al Lazareto de Agua de Dios y creó el Museo de Cera de Dermatología. El ilustre profesor Gonzalo Reyes García ejerció la docencia desde 1930 hasta su retiro en 1961; colaboraron en ese lapso los profesores Miguel Serrano Camargo, Carlos Cortés Enciso, José Ignacio Chala Hidalgo, Alfredo Laverde, Guillermo Pardo Villalba y Tomás Henao Blanco. En 1936 se inició como profesor Alfonso Gamboa Amador, quien dictó el curso de sifilografía. Al final de la década de 1950, ingresó a la docencia Fabio Londoño González, quien en 1958 inició el programa de posgrado en el marco de las nuevas tendencias norteamericanas; se desempeñó en la jefatura hasta su retiro en 1966. Su primer residente, graduado en 1961, fue Guillermo Gutiérrez Aldana, gran entusiasta y colaborador de este texto, quien llegó a la jefatura en 1965, reemplazando a Miguel Serrano Camargo. El Dr. Gutiérrez actualizó el servicio en lo locativo, administrativo y académico; restauró el Museo de Cera y reformó el programa de posgrado en 1973; en 1978 extendió su fuerza creadora al Instituto Nacional de Cancerología, donde creó en 1992 el posgrado en oncología dermatológica, cuyo diseño encargó a Michel Faizal Geagea y que fue puesto en marcha por Álvaro Enrique Acosta Madiedo de Hart. Se dio inició así a la era de la cirugía y oncología cutánea. El segundo egresado fue Víctor Manuel Zambrano. De 1978 a 1984 desempeñó la jefatura Fernando García Jiménez, recordado por su enfoque diagnóstico y patológico. Por esa época se vinculó al Departamento de Patología Gerzaín Rodríguez Toro, en el Instituto Nacional de Salud. Víctor Manuel Zambrano continuó la jefatura hasta 1990; en esos años se vinculó Manuel Forero, quien inició la labor en Dermatología pediátrica. En 1989, se vinculó Luis Fernando Palma, patólogo de la Universidad Nacional y dermatólogo formado en México y Estados Unidos; su inigualable preparación académica y sus cualidades humanísticas lo llevaron a constituirse en un inestimable apoyo histopatológico; su ejercicio es ejemplo de saber académico y de vida. En 1992 ingresó a la docencia Héctor José Castellanos Lorduy, quien ocupó la jefatura del Servicio entre 1994 y 1998 y reformó el programa académico. Le sucedió de 1999 a 2002 José Rómulo Villamizar Betancourt, de grandes cualidades humanas y pedagógicas. En 1991 ingresó como docente Michel Faizal Geagea (figura 48), exalumno, quien estudió además cirugía dermatológica en la Universidad de San Pablo y Dermatología tropical en la Universidad de Amazonas (Brasil). Fue jefe del servicio desde 2002 y desde 2004, director del Departamento de Medicina Interna; desde su ingreso inició la práctica y la enseñanza de la cirugía dermatológica, oncológica, reconstructiva y estética, así como la cirugía de Mohs. En 1999, reinició la atención en el Sanatorio de Agua de Dios; en 2000 cofundó el Centro de Telemedicina y creó el Servicio de Teledermatología que ofrece docencia y aporta soluciones a problemas dermatológicos en la Amazonia colombo-brasileña-peruana.
Figura 48. Michel Faizal
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Historia de la Dermatología en Colombia
A finales de la década de 1990, el gobierno, con una lamentable decisión, decretó el cierre del Hospital San Juan de Dios, crisis que fue sorteada con altura por directivos, profesores y residentes; por sugerencia de Luis Fernando Palma el Servicio se trasladó a los hospitales La Victoria y Carlos Lleras; a finales de 2002, desarrolló también actividades en la Clínica Santa Rosa de Lima; en 2003 se iniciaron las labores en el Hospital La Samaritana. El Servicio ha sido baluarte en academia e investigación y muchos de sus egresados son docentes en diversas instituciones.
Figura 49. Fernando Vallejo Figura 50. Myriam Mesa
Servicio de Dermatología de la Universidad de Antioquia, Medellín La cátedra de Dermatología y Sifilografía se inició en 1920 con Gustavo Uribe Escobar, quien desempeñó su cargo por cerca de 20 años y tuvo como sucesor a su discípulo José Posada Trujillo, quien lo reemplazó en la cátedra (1936-1960) e hizo importantes aportes al estudio de la esporotricosis, teniendo a Carlos Enrique Tobón como su gran colaborador. En la década de 1950 se abre campo a la medicina norteamericana, se introduce la enseñanza de las ciencias básicas y llega el desarrollo tecnológico. En 1955 regresó de Michigan Gonzalo Calle Vélez quien impulsó la micología, trajo la primera colección de hongos e inició la investigación en esa materia; en 1959 regresó Alonso Cortés, hombre privilegiado en intelecto y corazón, maestro consumado, cuyas clases de semiología embelesaban a sus discípulos; su incansable sed de conocimiento mantiene incólume su saber. Con ellos se dio inicio en 1959 al programa de especialización en Dermatología, que en 1963 recibió la aprobación oficial. Sucedieron al Profesor Cortés en la jefatura Juan Pedro Velásquez Berruecos, Diego Elías Jaramillo y Fernando Vallejo Cadavid (figura 49). En 1959 se estableció la unión entre los servicios de Dermatología, Patología y Micología, en la que jugó un importante papel el primer dermatopatólogo, Mario Robledo Villegas, carente de orgullo y presunción por su incomparable sabiduría, quien facilitó el estudio de las micosis. La investigación micológica se reforzó de manera fundamental en la década de 1960, con la destacada micóloga e investigadora Ángela Restrepo Moreno. Sus aportes al conocimiento de esta ciencia, en especial a la paracoccidiodomicosis, son incalculables; su espíritu investigador la lleva hasta el presente a realizar los más complejos y especializados estudios en el ámbito nacional e internacional. En 1969, Gonzalo Calle, junto con Myriam Mesa de Sanclemente y Stella Prada de Castañeda, brillantes y acuciosos, introdujeron en el país la inmunofluorescencia. En 1975 se fundó el laboratorio de dermatopatología “Gustavo Uribe Escobar” dirigido por el eximio dermatopatólogo y pedagogo Walter León Hernández. La Escuela ha graduado a 63 dermatólogos. Fueron los primeros: Laureano Guerrero, Enrique Saldarriaga Arango, Mario Henao, Heriberto Gómez, Víctor Cárdenas, Fabio Rivera, Fernando García, Juan Pedro Velásquez, Jorge Mesa y Flavio Gómez Vargas –íntegro, estricto en su enseñanza y lleno de cordialidad, uno de los más destacados docentes hasta su jubilación. En 1971 se graduó la primera dermatóloga en el país, Myriam Mesa de Sanclemente (figura 50). Más de la mitad de los egresados de la Escuela han hecho carrera docente y varios se han destacado además en la función pública como senadores, gobernadores, alcaldes, rectores, embajadores y ministros. La Escuela se ha adecuado al desarrollo científico moderno, consolidando la investigación y ha tenido siempre como norte la búsqueda de la excelencia académica y su articulación con el desarrollo regional y nacional.
Figura 51. Heriberto Gómez
Servicio de Dermatología de la Universidad de Caldas, Manizales La Escuela fue fundada en 1965 en el Hospital Universitario de Caldas por Heriberto Gómez Sierra (figura 51), dermatólogo de la Universidad de Antioquia, a su regreso de Michigan, donde estudió inmunofluorescencia. El primer egresado fue Jairo Mesa Cock, en 1968, excelso docente durante muchas décadas, jefe del servicio y
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decano, invaluable colaborador de este texto. En 1967 se unió al grupo el dermatólogo y alergólogo Bernardo Giraldo Neira, quien estudió en Cleveland y Minnesota. Han sido jefes del servicio Heriberto Gómez (1965-1980 y 1986-1994), Jairo Mesa (1980-1985); desde 1994, ocupa ese cargo Felipe Jaramillo Ayerbe, egresado de la Universidad Nacional y dermatopatólogo discípulo de Bernard Ackerman; como profesor titular desde 1988, vinculó como docentes a Lucía Van den Enden, Ana María Hoyos, Martha Cecilia Bernal y Germán Santacoloma, brillantes ex alumnos, y a John Harvey Gaviria; también fue docente Josefina Danies. El Servicio, con los doctores Gómez Sierra y Mesa Cock a la cabeza, impulsó en 1965 la creación de la Federación Bolivariana de Dermatología. La Escuela, que se caracteriza por su alto nivel científico, humanístico y cultural, ha graduado a 22 dermatólogos. Centro Dermatológico Federico Lleras Acosta-Universidad Javeriana de Bogotá En la década de 1920 Federico Lleras Acosta fundó en Bogotá su laboratorio Instituto de Investigaciones en Lepra, que a partir de 1934 se llamó Laboratorio Central para Investigaciones en Lepra y a su fallecimiento, en 1938, por decreto nacional se denominó Instituto Federico Lleras Acosta. Esta institución, pionera en investigación biomédica en Colombia, desarrolló la cátedra de leprología. En 1956 se convirtió en Instituto de Investigaciones y Estudios Especiales sobre Dermatología y Lepra. El brillante discípulo Luis Patiño Camargo sucedió en 1938 en la dirección del Instituto a su maestro fundador. Desde la década de 1950, fue invaluable la participación de Fuad Muvdi Chaín. En 1957, siendo director Jorge Arenas Ramírez, Fabio Londoño llegó espontáneamente a hacer consulta de Dermatología. La enseñanza de la especialidad se inició en 1967, dirigida en un comienzo a estudiantes de pregrado de medicina de la Universidad Javeriana y ampliada luego a los del Colegio Mayor del Rosario. El 1º de agosto de 1968 se creó el posgrado en Dermatología en convenio con la Universidad Javeriana; a su fundador, Fabio Londoño González (figura 52), le correspondió el tránsito de instituto de investigación a centro asistencial. El Dr. Londoño ejerció la jefatura hasta 1989, reemplazado durante ocho meses (entre 1984 y 1985) por María Mélida Durán Merchán. En esos años, junto con la del Dr. Muvdi, fue fundamental la colaboración docente de Luis Alfredo Rueda, Rafael Uribe, Jorge Humberto Reyes y más adelante Alfonso Quintero. De 1989 a 1993, desempeñó la jefatura el ilustre profesor Mariano López, seguido por Luisa Porras de Quintana. El hoy Centro Dermatológico Federico Lleras Acosta ha sido un espacio de enseñanza para estudiantes de pregrado y posgrado de diferentes universidades. Ha formado 108 dermatólogos, a partir de su primer egresado, Mariano López López, en 1970. Varios de los egresados han sido docentes, fundadores y jefes de escuelas de Dermatología. Desde sus inicios, la escuela se ha preocupado por fomentar en sus estudiantes habilidades clínicas, terapéuticas y de investigación; a partir de 1993, se ha puesto énfasis en la formación humana integral, con conciencia de responsabilidad social, en el desarrollo de competencias pedagógicas, comunicativas, administrativas y de liderazgo.
Figura 52. Fabio Londoño
Figura 53. Rafael Falabella
Servicio de Dermatología de la Universidad del Valle, Santiago de Cali En 1956, Hernán Tobón y Jaime Betancourt iniciaron la cátedra y la enseñanza de la Dermatología en pregrado en la Universidad del Valle. En 1970, Rafael Falabella (figura 53) invitó a Jaime Betancourt Osorio y a Nelson Giraldo Restrepo a fundar el Servicio de Dermatología en el Hospital Universitario del Valle “Evaristo García”, donde iniciaron el posgrado en 1971. Hipólito González, panameño, fue el primer egresado en 1973. Más adelante se unirían como docentes Antonio Torres y Carlos Escobar, el genio de la Dermatología y de la vida, quien fue en 1975 el tercer egresado; de él se dijo que “era simplemente un hombre fuera de lo común por su simplicidad, bondad, erudición y sabiduría”21. Sin su aporte la Escuela no sería lo que es hoy. Nelson Giraldo, Antonio Torres y Ricardo Rueda han sido pilares de la investigación
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y la dermatopatología. Carlos Escobar inició la era de la cirugía dermatológica, continuada en la década de 1990 y enriquecida con la técnica de Mohs por Claudia Covelli y Carmen De La Hoz y Pablo Tróchez en cirugía dermocosmética. En 1990 Rafael Falabella creó el Fondo de Promoción y Desarrollo Dermatológico (PRODERMA) que constituye un importante sustento para el desarrollo académico, la investigación y la asistencia a pacientes; más adelante se vinculó Jairo Victoria. La Escuela cuenta con 22 profesores, en su mayoría ad honorem como Luis Hernando Moreno Macias (figura 54) –quien es además magister en microbiología y se destaca como pilar de la docencia desde hace más de dos décadas–; Martha Campo y María Isabel Barona apoyan la investigación; Adriana Arrunátegui, magnífica docente; Lucy García, investigadora y magister en microbiología; Luis Fernando Balcázar, Myriam Vargas, César Iván Varela y Doralda Castro, entre otros. El servicio, liderado por su Jefe, ha profundizado la investigación de las enfermedades del pigmento, sobre todo la del vitiligo, desarrollando técnicas quirúrgicas para su tratamiento. Cuenta con 46 egresados; amplió el programa de postgrado a cuatro años a partir de 2004. Desde su creación ocupa la jefatura Rafael Falabella, cuyo nombre lleva el Servicio a perpetuidad desde el año 2000.
Figura 54. Luis H. Moreno
Servicio de Dermatología del Hospital Militar Central de la Universidad Militar, Nueva Granada, Bogotá El Servicio se inició en 1969 como adscrito al Departamento de Medicina Interna con los profesores Alberto Medina y Luis Alfredo Rueda; hacia 1975 se vincularon Julio César Medellín y María Teresa Palacios, y en 1980 el patólogo Gerzaín Rodríguez. En 1983 fundó el Servicio el brillante y connotado maestro Juan Guillermo Chalela Mantilla (figura 55), ocupando la jefatura hasta 1991; le sucedió otra luminaria de la Dermatología nacional, Jaime Soto Mancipe (de 1992 a 1994); a continuación María Claudia Torres (entre 1995 y 2003), y desde entonces Olga Patricia Escobar Gil. El servicio ha desarrollado eventos académicos en Dermatología y enfermedades tropicales e importantes jornadas de prevención de cáncer. En investigación ha sido pionero en la terapia PUVA y el manejo de la micosis fungoide. Ha graduado 39 especialistas, siendo la primera Nancy Castro en 1984. Servicio de Dermatología del Instituto de Ciencias de la Salud (CES), Medellín La Facultad de Medicina del CES se fundó en 1978; José Ignacio Gómez, Jorge Mesa y posteriormente Diego Elías Jaramillo fueron los primeros profesores de la cátedra de pregrado en Dermatología y quienes organizaron el programa y el primer archivo fotográfico. Ángela Zuluaga de Cadena (figura 56) fue la primera profesora nombrada en propiedad en 1984, seguida por Amparo Ochoa. El programa de posgrado en Dermatología, aprobado en 1988, fue redactado por Ángela Zuluaga –desde entonces jefa y profesora titular–, Amparo Ochoa y Myriam Mesa. Integran, además, el cuerpo docente Laureano Osorio, Olga Lucía Castaño, Claudia Uribe, Sol Beatriz Jiménez, Guillermo Jiménez e Isabel Cristina Vásquez. Sus residentes han realizado rotaciones en España, Guatemala, Estados Unidos, Canadá, México, Argentina y Francia. Ha graduado 24 dermatólogos, a partir de la primera egresada, Luz Stella Abisaad, en 1991. En 1994 el servicio fue pionero al crear el programa de subespecialidad en cirugía dermatológica, siendo el primer egresado Guillermo Jiménez Calfat en 1995. Ha organizado eventos académicos y científicos, posee un excelente archivo fotográfico y ha desarrollado múltiples investigaciones con reconocimiento nacional e internacional.
Figura 55. J. Guillermo Chalela Figura 56. Ángela Zuluaga
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Servicio de Dermatología de la Universidad El Bosque, Bogotá El ilustre profesor Mariano López (figura 57), quien se desempeñaba como director del Centro Dermatológico Federico Lleras, inició en 1989 el programa en Dermatología de la Escuela Colombiana de Medicina, hoy, Universidad El Bosque, aprobado en 1992. De 1994 a 2003 fue dirigido por Juan Guillermo Chalela Mantilla, sucedido por Adriana Motta Beltrán. Ha graduado 21 dermatólogos; Eduardo Salcedo y Mónica Rivera fueron sus primeros egresados en el año 1997. Servicio de Dermatología de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín En 1995 Guillermo Jiménez Calfat, dermatólogo-oncólogo, Rodrigo Restrepo Molina, patólogo y Luz Marina Gómez Vargas (figura 58), dermatóloga de la Universidad Javeriana de Bogotá, elaboraron el proyecto para el posgrado en Dermatología que fue aprobado en 1996. Ha graduado 10 dermatólogos; la primera egresada fue Paula Alexandra Mejía en 1999. Sus residentes han hecho rotaciones en Barcelona, Londres y Buenos Aires; han participado en la organización de eventos científicos y de educación continua. Este grupo de jóvenes figuras está desde su inicio bajo la jefatura de Luz Marina Gómez Vargas, quien le imparte el dinamismo y exitoso crecimiento propios de su región.
Figura 57. Mariano López Figura 58. Luz Marina Gómez
Escuela de Dermatología Oncológica, Instituto Nacional de Cancerología de Bogotá Tuvo su origen en 1934 en el Instituto Nacional de Radium, que cambió su nombre por Instituto Nacional de Cancerología en 1953. Desde 1979 fue dirigido por el dermatólogo oncólogo Guillermo Gutiérrez Aldana, quien creó en 1992 la subespecialidad de Dermatología oncológica, encargando su diseño a Michel Faizal Geagea. En ese mismo año, Álvaro Enrique Acosta Madiedo de Hart (figura 59) asumió como jefe de la escuela. La primera egresada fue María Bernarda Durango en 1993, seguida por Guillermo Jiménez, Elkin Peñaranda, Gustavo Pérez y Ana Francisca Ramírez. Residentes de otras escuelas realizan rotaciones en el Instituto durante su último año. En 1995 la Universidad Javeriana de Bogotá comenzó a otorgar el título de especialista en Dermatología Oncológica a los egresados de la Escuela, donde se realizan exitosamente seminarios y cursos de la subespecialidad. Figura 59. Álvaro Acosta
■ Dermatología, y cultura Dermatología, artearte y cultura C ÉSAR I VÁN V ARELA H ERNÁNDEZ
Dermatología, literatura y arte Importantes escritores colombianos han hecho referencia en sus obras a enfermedades de la piel. A título de ejemplo: “Mientras llevaba el compás con sus grandes pies caminadores agrietados por el salitre” (Gabriel García Márquez en Cien años de soledad)46. Otros se han inspirado en la belleza de la piel: Busco una piel de mujer: Blanca o morena, no importa el color. Tibia, aunque la prefiero ardiente.
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Que permita todas las caricias... (Juan Jaime Atuesta en “Clasificado I”).
La medicina y en particular la Dermatología tienen en su esencia la sensibilidad hacia el arte y por ello muchos dermatólogos son cultores de sus diferentes ramas. Entre ellos se destacan: en pintura, Mary Ann Robledo, Ángela Londoño, Melba Labrada y Sergio Martínez; en dibujo, Milton Mejía; en talla en madera, Norma González; en vitral, Jaime Betancourt; en artesanía, Lucia Van den Enden y Claudia Lozada; en escultura, Jaime Betancourt y Hugo Espinal; en poesía, Jaime Betancourt, Luis Hernando Moreno, Adriana Arrunátegui, José Librado Vásquez, Martha Valbuena, Luis Arturo Gamboa, César Iván Varela y Blanca Lilia Lesmes; en composición musical, César Iván Varela; en fotografía, Juan Pedro Velásquez, Fernando Botero, Carlos Escobar, Jaime Gil, Carmen Alicia Martínez, Juan Jaime Atuesta, Xavier Rueda y Mabel Ávila (figuras 60, 61, 62, 63).
Figura 60. “Homenaje a mi padre”, óleo de Mary Ann Robledo Figura 61. Detalle de espejo de figura 60 (Mario Robledo Villegas)
Figura 62. “Ventana al África”, óleo de Sergio Martínez Figura 63. Vitral. Jaime Betancourt
Hoy miré una flor, y en sus pétalos tu rostro dibujado hoy olí una flor, y en su aroma tu aliento reflejado hoy toqué una flor, y en la suavidad de ella sentí tu piel hoy bebí de una flor, y en su néctar el aroma de tus labios hoy observé una flor, y en su brillo el reflejo de tu tierno y puro mirar hoy escuché el vaivén de una flor, y en él percibí tu dulce voz... (César Iván Varela Hernández, en “Pensamientos”). Hoy una lágrima perdí, se escapó sin que lo notara cuando pensaba en ti. Era una lágrima furtiva que ágil descendió por mi mejilla y puso en evidencia mi nostalgia... (Carlos Aníbal Niño Calero, en “A Tania”).
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... Y yo también les digo con los ojos llorosos, y dolor en mi alma, que aquí no pasa nada que sigan adelante buscando pajaritos cantando entre las ramas… (Jaime Betancourt Osorio, en “Ilusiones”). ... Violines del crepúsculo en tu hablar embriagador luceros centelleantes de garzo cual la mar el nácar de tu piel esculpido en las nubes inspiran sin igual, mi ser, mi luz, mi amor. El trino en tus labios preludia el laurel llevando nuestro viaje al vaivén de lilas cámbulos paterno es mi romance, ofrenda al gran creador. (César Iván Varela H., en “Camila”). ... Cuando tu preocupación te agobie piensa en las buenas cosas, en los bellos momentos y en las personas amadas. Busca en el fondo de tu corazón y encontrarás el camino de las estrellas. Sueña, ten esperanza y paciencia, son las tres lunas que iluminarán la noche de los imposibles... (Martha Cecilia Valbuena Mesa, en “Cuando”) Cada pueblo ha tenido como ideal de belleza, como es obvio, un tipo diferente de piel; el color níveo, ebúrneo, plateado lunar en los europeos; el dorado, mies, para los indoamericanos; el negro como ‘noche diamantina’, o de ébano para los africanos… (Jaime Gil Jaramillo, en “La piel”, ensayo). El asombro de mirarte aunque no pueda verte. Ante ti la pequeñez de mi propia materia me asombra. Quisiera conocerte, descubrir todos tus secretos. Pero creo que en ese instante mi sueño encantado se rompería en mil pedazos y perdería toda su magia… (Luis Arturo Gamboa Suárez, en “Al universo”). Cual lucero resplandeciente en lo alto del cenit, llegaste con tu brillo iluminando mi sentir, tus ojazos cual sabana en primavera, tu boca pincelada, tu piel cual la canela, tu gracia es un encanto, tu hablar es un poema. (César Iván Varela H., en “Natalia”).
La medicina popular. Los curanderos. La magia COLABORADOR: Juan Pedro Velásquez Berruecos (figura 64) Nuestra historia médica se basa en el desarrollo cultural de las sociedades aborígenes, en las cuales los mitos y las creencias se trasmitían por la información ancestral de
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generación en generación. En las culturas primitivas, la religión, la magia y tratamiento médico debían ser totalmente inseparables. El paciente y el curandero primitivos buscaban orígenes sobrenaturales para muchos sucesos, incluyendo las enfermedades, y estaban psicológicamente dispuestos a aceptar la efectividad de la magia47. Los chamanes debían ser privilegiados y respetados médicos-sacerdotes que seguían la línea de conducta de la medicina chibcha. El término tegua apareció a la llegada de los españoles, pese a tratarse de un vocablo indígena muisca. En las tierras del cacicazgo de Quemuenchatocha, en el municipio boyacense de Campohermoso, existía y existe la comunidad Teguas, donde los indios mantenían un centro para la educación, desde la adolescencia, de los futuros zaques, caciques, sacerdotes y chamanes. Con la variada flora que allí se daba, los elegidos practicaban y aprendían las propiedades terapéuticas de las plantas. Cuando los españoles tuvieron conocimiento de estas prácticas, comenzaron a llamar teguas a los curanderos, hierbateros, brujos y nativos con capacidad para curar enfermedades2. Curanderos, chamanes, teguas y “hombres medicina” han sido considerados indistintamente en los pueblos primitivos, a pesar de que cada uno de ellos tenía diferentes peculiaridades. Los chamanes, poseedores de un conocimiento milenario, utilizaban diferentes plantas psicotrópicas, algunas estimulantes como la coca o el tabaco, otras alucinógenas como el yagué, Banisteropsis caapi o el yopo, Virola sp; estas plantas sirven para producir o acelerar estados alternos de conciencia, por medio de los cuales se podía curar y establecer contacto con el mundo sobrenatural. Algunos grupos de colonos mestizos admitieron dentro de su tradición religiosa el uso de las plantas psicotrópicas y el chamanismo indígena como alternativa de curación. “Los chamanes, intérpretes de los hechos naturales, cumplen una función política, social y religiosa primordial dentro de los contextos culturales a que corresponden, en tanto brindan protección a su grupo frente a las agresiones de seres y fuerzas, e incluso frente a los ataques rituales y chamanísticos procedentes de otros grupos”3. El conocimiento, manejo y uso de las plantas y de otros elementos de origen animal y mineral constituyen parte fundamental del poder del chamán y por supuesto, de la eficacia de sus prácticas en busca de las causas de las enfermedades. Durante el Descubrimiento y en los inicios de la Colonia, la aparición de curanderos que actuaban como médicos y de barberos que lo hacían como cirujanos, fue producto de la urgencia de atención médica en las poblaciones ante la escasez de médicos titulados. El primer curandero de quien se tiene noticia fue Diego de Montes en 15359. Los curanderos fueron criticados duramente por su falta de conocimientos; no obstante jugaron en determinadas circunstancias un decoroso y/o necesario papel en la historia. Del libro La Dermatología en Francia, que nos fue obsequiado a los asistentes al último Congreso Mundial en París (2002), he recogido el siguiente párrafo que interpreta adecuadamente mi forma de pensar sobre el tema tratado: “En pocos años, la dermatología ha sufrido una evolución demasiado extraordinaria como para mantenerse en la sombra. Siglos de creencias en los que la práctica médica no se alejaba mucho de las prácticas empíricas de una medicina popular que sólo podía recurrir a los remedios naturales o a las concepciones no probadas. El desarrollo de una investigación científica y clínica rigurosa y la generación de ensayos terapéuticos fortuitos han revolucionado el progreso de las curaciones, en beneficio de la eficacia. Sin embargo, la historia de Francia nos enseña que el espíritu no siempre acepta enfermar en la razón, todo el mundo tiene derecho a creer en lo irracional. Ante lo que hoy denominamos el ‘efecto placebo’ y que podría haberse llamado hace años ‘misterio’, cada uno será libre de recurrir a las creencias, espiritualidad, imaginación o convicciones”48.
Figura 64. J. Pedro Velásquez Berruecos
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Los moldes de cera: el Museo de Cera de Dermatología de la Universidad Nacional de Colombia COLABORADOR: Michel Faizal Geagea En la década de 1930 Manuel José Silva creó en la Universidad Nacional en Bogotá el Museo de Cera de Dermatología, con el propósito de que sirviera como material de estudio en la Facultad de Medicina. Junto con otros profesores de la época, encomendaron la elaboración de las piezas en cera a los escultores Lisandro Morero Parra y al maestro G. Restrepo, quienes realizaron un entrenamiento previo en Francia, que ya poseía magníficos museos. Los maestros elaboraron más de 300 esculturas de enfermedades tropicales, infecciosas y venéreas, en escala 1:1, guardando en secreto el método del trabajo con la cera y logrando un sorprendente realismo (figura 65). Transcribo partes de una comunicación de Guillermo Gutiérrez Aldana a Michel Faizal Geagea, Jefe del Servicio de Dermatología y del Departamento de Medicina Interna, que ilustra la belleza de la obra: “El profesor Guillermo Pardo Villalba, quien presenció en muchas ocasiones la elaboración de estas piezas, me contaba que el artista practicaba una limpieza estricta con antisépticos de la época; posteriormente les aplicaba una masilla en yeso que él mismo preparaba secretamente, la dejaba secar y la retiraba cuidadosamente. En ella se vertía la parafina de un color semejante al del color del paciente. Obtenida la mascarilla la coloreaba delante del paciente con tinturas escogidas de acuerdo con las características clínicas de la lesión seleccionada, dándole un realismo verdaderamente sorprendente. Las figuras así obtenidas las colocaban y fijaban en tablillas, las rotulaban, clasificaban y llevaban a vitrinas para su exhibición y docencia”15. Las esculturas, ubicadas en los pabellones del Hospital San Juan de Dios, sirvieron durante muchos años para el deleite de profesores y estudiantes durante las clases de Dermatología; pero el modernismo, la creación de los álbumes fotográficos y más adelante las diapositivas, hicieron caer en desuso académico las piezas del Museo de Cera. En 1960, el profesor Gutiérrez Aldana lo rescató y lo trasladó al pabellón San Pedro del Hospital San Juan de Dios, pero al retirarse del servicio en 1979, el museo fue nuevamente abandonado. En 1995, ante el cierre del hospital, fue trasladado al lugar que ocupa hoy en el Museo de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, bajo los cuidados del director Emilio Quevedo y el estudiante de medicina Alaín Alexander Camacho. El doctor Faizal realiza en la actualidad con dedicación la restauración y recuperación de tan valiosa joya histórica.
Figura 65. Pieza en cera: Sífilis pápulocostrosa
Si este breve recuento histórico de la Dermatología en Colombia, desde la sabiduría milenaria de los indígenas hasta la de los contemporáneos, ha recreado sus momentos de lectura y aportado al conocimiento de nuestra especialidad en América Latina, estaremos satisfechos todos quienes hemos contribuido de una u otra forma a su desarrollo. ■ Septiembre, 2005
Agradecimientos Agradecimiento a los colegas dermatólogos Alfonso Rebolledo Muñoz, Álvaro Arévalo Durán, Álvaro Correa Sánchez, Álvaro Enrique Acosta Madiedo de Hart, Ángela Zuluaga de Cadena, Armando Vásquez Lobo,
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Blanca Lilia E. Lesmes Rodríguez, Catalina Zárate Ortiz, Doris Stella León Romero, Edgar Ricardo Altuzarra Galindo, Felipe Jaramillo Eyerbe, Fernando García Jiménez, Fernando Vallejo Cadavid, Germán Santacoloma Osorio, Germán Velasco Cárdenas, Gonzalo Marrugo Guardo, Héctor José Castellanos Lorduy, Jaime Acevedo Ballesteros, Jaime Betancourt Osorio, Jaime Soto Mancipe, José Ignacio Gómez Uribe, José Rómulo Villamizar, Luis Arturo Gamboa Suárez, Luis Felipe Moreno, Luis Hernando Moreno Macías, Luis Miguel Covo Segrera, Luisa Porras de Quintana, Luz Marina Gómez Vargas, Luz Stella Montoya de Bayona, Martha Cecilia Valbuena Mesa, Mary Ann Robledo Prada, Rafael Falabella Falabella, Ricardo Flaminio Rojas López, Sergio Martínez Lecompte, Stella Prada de Castañeda, Víctor Otero Marrugo y Ximena Sánchez Angarita.
Agradecimiento a colaboradores especiales Doctora Evelyne Halpert Ziskiend, Presidenta de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. Doctor Zoilo Cuéllar Montoya, Presidente de la Academia Nacional de Medicina de Colombia. Doctor Hugo Armando Sotomayor Tribín, Secretario de la Asociación de Historia de la Medicina Colombiana. Doctor Emilio Quevedo, Director del Centro Histórico de la Medicina, Universidad Nacional de Colombia; estudiante Alaín Alexander Camacho, Monitor. Doctor Jaime Gómez-González, Coordinador del Círculo Biográfico Médico Hispanoamericano. Señorita Diana María Martínez Renza, comunicadora social-periodista. Señora Dilia Franz Valencia, correctora gramatical final. Doctora Claudia Juliana Díaz Gómez, residente del Servicio de Dermatología. Universidad del Valle. Señora Nelly Pinzón, secretaria de la Asociación Colombiana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. Doctor José Miguel Gaona R, médico e historiador. Señor Fernando Joel Moreno, fotógrafo.
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RESENA HISTÓRICA DE LA DERMATOLOGÍA EN CUBA JOSÉ G . DÍAZ ALMEIDA , ALFREDO ABREU DANIEL
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ste trabajo presenta una cronología que abarca los siguientes períodos de la historia de Cuba: Período Colonial (1509-1902), Período de la República Liberal Burguesa (1902-1958) y Período de la Revolución Socialista (desde 1959).
Período colonial (1509-1902)
■ Período colonial (1509-1902)
La historia de las enfermedades de la piel se remonta a los albores de la civilización. En los siglos XVI y XVII ya se tenía conocimiento de numerosas enfermedades que se trataban empíricamente mediante preparaciones de sustancias de variadas naturalezas, apoyadas en plegarias religiosas e invocaciones a los dioses. Al igual que el resto de la humanidad, los primeros habitantes de Cuba (siboneyes, taínos y guanahatabeyes) padecieron de enfermedades cutáneas. Según Fray Bartolomé de las Casas y otros cronistas, los nativos cubanos que no habían sido influenciados por la cultura europea eran personas saludables; no obstante, hacen referencia a algunas enfermedades de la piel que observaron en la población, como las bubas, que los aborígenes llamaban bipas o buaynara; también mencionan las lesiones producidas por el Pulex penetrans, conocido como nigua. Gonzalo Fernández de Oviedo, citado por Pardo Castelló1, refiere que aparte de los males señalados por el Padre Las Casas, los primeros habitantes padecieron también de molestas afecciones, tales como las dermatitis venenatas causada por el látex de los árboles conocidos con el nombre de guao y manzanillo2. Las observaciones de los conquistadores resultan de extraordinario valor, ya que fueron hechas cuando los nativos aún no habían recibido la influencia de la cultura europea. Por otra parte, S. Picaza en su monografía “Estudio médico del indio cubano” expone con absoluta claridad las principales afecciones que aquejaban a nuestros aborígenes, citando la frambesia o pian y otras avitaminosis3. Gordon (1894) menciona entre las enfermedades de la piel padecidas por siboneyes y taínos una que llamaban “caracol”, que algunos autores identificaron con la pelagra. También estuvieron presentes entre nuestros pobladores el acné, las úlceras, casos de albinismo, lesiones por picaduras de insectos y otras. El 17 de enero de 1613 aparece el primer documento que indica el comienzo de la endemia leprosa en nuestro país. El Acta del Cabildo celebrado en La Habana en esa fecha
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dice literalmente: “Los Señores Regidores o vecinos de ella dijeron que a su noticia ha venido que en esta ciudad hay cuatro o seis personas tocadas del Mal de San Lázaro, que han venido de fuera, las cuales se andan paseando por las calles en gran daño o perjuicio de esta ciudad a vecinos de ella por ser enfermedad contagiosa”4. La incidencia de la lepra comienza a aumentar y aparecen nuevos enfermos entre los vecinos de la ciudad, así como entre los españoles y esclavos africanos recién llegados, lo cual preocupa a las autoridades. En actas del Cabildo posteriores al 10 de marzo de 1662 aparece el Acuerdo de “destinar un buhío” para recoger a los que padecen el contagioso Mal de San Lázaro. Ya en el siglo XVIII, se celebra en 1793 en la Sociedad Económica de Amigos del País la primera sesión científica sobre la lepra en Cuba, teniendo como conferencista al médico italiano Fernando Rivas, quien expuso su “Disertación sobre el Mal de San Lázaro”5. En 1840 comienza la publicación de las revistas médicas de La Habana donde aparecen numerosos artículos sobre Dermatología. En 1873 se produce la primera iniciativa oficial que demuestra la preocupación de las autoridades sanitarias de la época por las enfermedades venéreas: se funda el llamado Hospital de Higiene y, ante la alarma por el número de prostitutas existentes en La Habana, se dicta la primera regulación sobre la prostitución, un Reglamento Especial de Higiene Pública6. En noviembre de 1879, en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana el sabio cubano Carlos Juan Finlay participa de un profundo debate sobre el contagio y el aislamiento obligatorio de los enfermos de lepra7. Durante el siglo XIX la sifilografía se unió definitivamente a la Dermatología gracias a los insuperables trabajos de Ricard y Fournier, fundadores de la sifilografía clínica8. En las postrimerías del siglo (1899) el Dr. Raimundo G. Menocal fue nombrado profesor de Clínica Quirúrgica de la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana; en su asignatura se encontraba lo que es hoy la especialidad de Dermatología donde se incluyen la lepra y la sífilis9 (figura 1). Figura 1. Raimundo G. Menocal (1856-1917)
■ Período de la República La República Liberal Burguesa Liberal Burguesa (1902-1958) En 1901, en plena intervención norteamericana, el Prof. Raimundo G. Menocal fue nombrado responsable de la Cátedra de Dermatología y Sifilografía que se acababa de crear, al ponerse en ejecución la reforma de la enseñanza conocida con el nombre de Plan Varona. El Prof. Menocal había nacido en 1856 en San Felipe, San Antonio de las Vegas. Estudió en la Universidad de Madrid y se licenció en la Facultad de Medicina de Zaragoza en 1876, doctorándose el mismo año en la Universidad de La Habana. Su experiencia en la Dermatología estaba avalada por su desempeño en el Hospital Saint-Louis de París, junto a destacados profesores de la época gloriosa de la Dermatología francesa del siglo XIX. Colaboró con la independencia de la patria fundando el Club Revolucionario “Oscar Primelles” en la ciudad de Nueva York. Inició la docencia de Dermatología en el año 1903, impartiendo cursos complementarios de tres meses de duración para los alumnos de Medicina, en lo que podría considerarse la primera actividad docente dermatológica de que se tiene noticias en Cuba10. Hombre de gran maestría pedagógica y de vasta cultura médica, se lo considera entre los pioneros de la Dermatología latinoamericana. Desarrolló sus actividades docentes en el antiguo hospital Nuestra Señora de las Mercedes (fundado en 1886), heredero del Real Hospital de San Felipe y Santiago, conocido también como San Juan de Dios (fundado en 1598)11 (figura 2). Creó en el Hospital
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Mercedes el primer laboratorio de Micología que existió en Cuba y organizó un museo de modelados de cera donde se exhibían reproducciones de distintas enfermedades dermatológicas de gran fidelidad al original. En 1906 se inauguró en el Hospital Nº 1 (actual Hospital Universitario General Calixto García) la primera sala para la atención de los enfermos de lepra, dirigida por el Dr. Matías Duque Perdomo, primer Secretario de Sanidad y Beneficencia de Cuba, clínico y cirujano estudioso de esta enfermedad11 (figura 3). En 1907, después de impartir numerosos cursos a los alumnos de Medicina, el Prof. G. Menocal vio la necesidad de editar un texto que sirviera de ayuda para la comprensión de las enfermedades dermatológicas. Con este objetivo publicó el libro Nociones de Enfermedades de la Piel y Sífilis, seguido en 1911 por el Manual de Enfermedades de la Piel y Sífilis. Entre sus méritos estuvo el de despertar en sus alumnos el interés por las enfermedades cutáneas. Los más distinguidos fueron los Drs. Braulio Sáenz y Vicente Pardo Castelló, sus continuadores, que completaron su formación dermatológica con becas de estudio obtenidas como alumnos eminentes de la Universidad de La Habana. El Dr. Sáenz (figura 4) se graduó de doctor en Medicina en 1909 y pronto se decidió por la especialización en Dermatosifilografía, realizando estudios en Filadelfia, París, Viena y Berlín. Regresó a Cuba en 1914 y fue nombrado ayudante graduado en el Servicio de Dermatología y Sifilografía del Prof. Menocal9. El Dr. Pardo, graduado en 1914, adquirió los primeros conocimientos dermatológicos como interno del Prof. Menocal. En 1915 viajó a Estados Unidos donde trabajó con importantes dermatólogos (figura 5). El Maestro Menocal falleció en 1917; un año después, el 4 de septiembre de 1918, el Dr. Sáenz obtuvo por concurso de oposición la plaza de profesor titular. A partir de ese momento la Dermatología se individualiza como especialidad y se constituye la cátedra con sede en el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes. Por su parte, en 1924, al ponerse en vigor la Reforma Universitaria, el Dr. Pardo obtuvo la plaza de profesor auxiliar jefe de la Clínica de Dermatosifilografía. En 1925 se inaugura el Servicio de Dermatología del Hospital Calixto García, constituido por las secciones de Micología, Dermatopatología, Laboratorio Clínico, Radioterapia, Cirugía, Lepra y Sífilis, Servicio Social y otras; como jefe es designado el Prof. Pardo. Atendiendo los criterios de los Profs. Sáenz y Pardo, el decano de la Facultad de Medicina dividió el curso en dos grupos, quedando uno a cargo del Prof. Sáenz en el Hospital Mercedes y el otro con el Prof. Pardo en el Hospital Calixto García10; a partir de ese momento la docencia dermatológica comenzó a impartirse en los dos centros hospitalarios de mayor nivel del país. En 1925 fue creada, como un emprendimiento de acción social privada, la Liga de Higiene Social, que tuvo una vida efímera y fue sustituida en 1928 por la Liga Cubana de Profilaxis Social, la cual desarrolló actividades de propaganda y divulgación. En 1927 el Prof. Pardo publicó su libro Nociones de Dermatología y Sifilografía, reeditado en 1941, 1945 y 1953 con el título Dermatología y Sifilografía. En estas reediciones
Figura 2. Hospital Nuestra Señora de las Mercedes (1886) Figura 3. Hospital Nº 1, actual Hospital Universitario General Calixto García (1896)
Figura 4. Braulio Sáenz Ricard (1886-1961) Figura 5. Vicente Pardo Castelló (1892-1967)
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colaboraron destacados dermatólogos de Brasil, México, Perú y El Salvador, así como 21 autores cubanos. En 1928, como parte del crecimiento del Hospital Mercedes, se construyó el pabellón destinado al Servicio de Dermatología —dotado con todas las secciones propias de un servicio docente asistencial— y se le dio el nombre de Raimundo Menocal. En 1934 se construye la planta alta del pabellón, subvencionado por el Prof. Sáenz en memoria de su esposa e hijos desaparecidos trágicamente en el desastre marítimo del Morro Castle12.
Otros hechos relevantes de este período El 26 de febrero de 1917 fue inaugurado el Hospital San Lázaro en la localidad del Rincón o Santiago de las Vegas, después de un largo peregrinar de los enfermos por distintas instalaciones inhóspitas e inhumanas. Su primer director fue el Dr. José A. Clark, sustituido poco después por el Dr. Benjamín Primelles. En 1920 se creó el Dispensario de Profilaxis Venérea de la Secretaría de Sanidad, que fue desapareciendo paulatinamente por problemas económicos. Seguidamente se instaló una consulta para la atención de enfermedades venéreas en la Casa de Socorros del Cerro dirigida por el Dr. Matías Duque. Este Servicio, junto con los que funcionaban en el Hospital de Emergencias desde 1921, fueron el origen del Instituto Municipal de Profilaxis Venérea Joaquín Albarrán6. El 26 de junio de 1928 se funda la Sociedad Cubana de Dermatología y Sifilografía, con el objetivo de propiciar intercambios científicos mediante la presentación de casos para la discusión y la exposición de trabajos que permitieran desarrollar los vínculos entre los dermatólogos nacionales y extranjeros9. La primera comisión directiva estuvo presidida por los Profs. Sáenz y Pardo. En junio de 1929 se presentó el primer número del Boletín de la Sociedad Cubana de Dermatología y Sifilografía; la publicación desapareció en el tercer trimestre de 1930 debido a la grave situación política que estremecía al país, para reaparecer en 1946 bajo la dirección de los Drs. Ovidio de la Osa y J. R. Morales Coello. En este mismo año se funda el Instituto de Profilaxis Venérea Joaquín Albarrán, institución que reúne a destacados dermatólogos de Ciudad de La Habana y que alcanza gran relevancia en la atención a pacientes con enfermedades venéreas. Antes de la inauguración del referido Instituto, existían solamente los servicios de Dermatología de los Hospitales Mercedes y Calixto García, así como los servicios de Piel y Sífilis de los dispensarios Tamayo y de la Cruz Roja. Como se puede apreciar, los servicios estatales eran escasos e insuficientes, pues sólo existían en la Ciudad de La Habana y en capitales de provincias, con recursos muy limitados. En 1936 se funda la Liga Antileprosa de Cuba, institución de carácter privado, subvencionada en parte por el Gobierno de la provincia de La Habana. La Liga realizaba campañas de divulgación a través de la prensa escrita y radial, a lo que se agregaba una publicación que se denominó Boletín de la Liga Antileprosa de Cuba. Por el Decreto Presidencial del 5 de diciembre de 1938 se creó el Patronato para la profilaxis de la lepra, sífilis y enfermedades cutáneas (PLESC) cuya dirección fue encomendada al Prof. Pardo13. Dirigido por una Junta de Patronos, no dependía de la administración estatal. Hasta ese momento no existía un organismo oficial para la atención y control de estas enfermedades. El Patronato gestionó la adquisición de terrenos en Santiago de Cuba para la edificación de un hospital para los enfermos de lepra e inauguró dispensarios en todas las provincias del país. Al mismo tiempo, se inició en Cuba la primera Campaña Nacional contra la Lepra y la Sífilis, cuyos resultados se dieron a conocer en la 1ª Conferencia Nacional de Leprología, celebrada en Santa Clara en 194414. El 3 de agosto de 1936 tiene lugar un hecho de gran relevancia para la ciencia y en especial para la Dermatología cubana: se realiza en el Hospital Mercedes el descubrimiento
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del Treponema productor de la pinta, obtenido en la linfa de las lesiones cutáneas según una técnica personal de los Drs. José Alfonso Armenteros y Juan Grau Triana15. La trascendencia de este descubrimiento fue reconocida desde la primera comunicación por las instituciones dermatológicas de más alto nivel de América y Europa. En 1941 es identificado por primera vez en Cuba el hongo causal de la Cromomicosis por parte de investigadores de los Servicios de Dermatología de los hospitales Calixto García y Mercedes16. En 1942 se realiza un censo de lepra donde se registra la cifra de 1900 enfermos. En 1943 se funda la Revista del PLESC —Revista de Sifilografía, Leprología y Dermatología—; el primer número aparece un año más tarde. También en 1943, siendo director del Hospital San Lázaro del Rincón el Dr. Fernando Trespalacios, se aplica en ese centro el tratamiento para la lepra con sulfona (aparecida en el año 1941) en sustitución del aceite de Chaulmoogra. El 24 de febrero de 1944 se inaugura el Hospital Nacional San Luis de Jagua, en el término municipal de Alto Songo, provincia de Oriente, destinado a la atención de los enfermos de lepra; su primer director es el Dr. Miguel A. González Prendes. Los días 1 y 2 de abril se celebra en Santa Clara la 1ª Conferencia Cubana de Leprología, durante la cual el Dr. Enrique Ríos León, destacado dermatólogo de esa localidad, inaugura un dispensario del PLESC. En 1946, el Dr. Victoriano Bermúdez aplica por primera vez en Cuba, en el Servicio de Dermatología del Hospital Calixto García, el tratamiento con BAL, antídoto específico de la intoxicación por metales pesados como el arsénico y el mercurio que se aplicaban para el tratamiento de la sífilis17. En 1947 los Profs. Pardo Castelló, Francisco Tiant y Raúl Piñeiro sostuvieron en distintas publicaciones que las lesiones de los troncos nerviosos periféricos en la lepra eran una constante en cualquier forma clínica de la enfermedad, aseveración aceptada por la mayoría de los autores18. En 1948 tuvo lugar en La Habana, del 3 al 11 de abril, el V Congreso Internacional de la Lepra, organizado por la Sociedad Cubana de Dermatología en colaboración con la Asociación Internacional de la Lepra. Anteriormente, por Decreto Presidencial No. 4500 del 18 de diciembre de 1947, el Gobierno de Cuba había creado la Comisión Nacional Organizadora del V Congreso, designando a los Drs. Alberto Oteiza e Ismael Ferrer como Presidente y Secretario respectivamente18. La Asociación Internacional de la Lepra estuvo representada por su Presidente H. W. Wade y por el Dr. Ernest Muir, Vicepresidente del Congreso13. En este evento se adoptó la Clasificación Panamericana como Clasificación Internacional y se aprobó la inclusión del grupo “Incaracterístico” (denominado “Indeterminado”) propuesto por el Prof. Latapí. Esta clasificación se aplicó primero en América y posteriormente a nivel internacional19. La celebración de este importante Congreso fue recordada con la emisión de un sello conmemorativo por parte del Gobierno de la República de Cuba, puesto en circulación el día 9 de abril de 1948. Al terminar las actividades del Congreso, el 11 de abril, reunidos bajo la presidencia del Dr. Pastor Fariñas y teniendo como secretarios a los Drs. Guillermo González Pérez y Ovidio de la Osa, los dermatólogos ibero-latinoamericanos presentes decidieron fundar una organización con el fin de reunir a los especialistas de todos los países de habla española y portuguesa. Así nació el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), cuyo propósito principal fue fomentar el intercambio científico entre los dermatólogos de ambos continentes. En el acto de constitución se aprobaron los estatutos y se eligió la primera comisión, integrada por el Dr. José Aguiar Pupo de Brasil en el cargo de presidente y con tres vicepresidentes: los Drs. Braulio Sáenz Ricard de Cuba, José Gay Prieto de España y Marcial Quiroga de Argentina. Fue designado secretario el Dr. Humberto Cerruti de Brasil. El primer congreso se celebró en Río de Janeiro en el año 195020.
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El 4 de mayo de 1951 en el Salón de Actos del Servicio del Hospital Mercedes se crea la Sociedad Cubana de Leprología, que reúne a los dermatólogos dedicados principalmente a la atención de los enfermos de lepra. En mayo de 1954 se reúne en La Habana un grupo de dermatólogos dedicados al vasto campo de la Cosmetología, bajo la presidencia del Prof. Carlos Castanedo, y crean la Sociedad Cubana da Cosmetología (figura 6). Los días 26 y 27 de marzo de 1955 se celebra en La Habana la II Conferencia Nacional de Leprología, auspiciada por la Sociedad Cubana de Leprología, bajo la presidencia del Dr. Pastor Fariñas. Se expone detalladamente en este foro el alcance de la Clasificación Sudamericana de la Lepra, aprobada en el V Congreso Internacional. En 1955, el Dr. Horacio Abascal, director del Servicio de Profilaxis Venérea, publica un interesante trabajo sobre la pelagra y la frambesia, estableciendo una pauta definitiva en la cuestión filológica planteada21. En 1956 el Gobierno de la República de Cuba emite un sello conmemorativo del centenario del nacimiento del pionero de la Dermatología Latinoamericana Prof. Raimundo G. Menocal. En junio de 1958 los Drs. Guillermo Fernández Hernández-Baquero (figura 7) y Fernando Trespalacios publicaron una nota preliminar sobre el primer caso de Piedra que se observa en Cuba producido por Trichosporum beigoli22. En diciembre, los Drs. José Alfonso Armenteros y Oscar Romero dan a conocer una nueva forma clínica de la Cromomicosis a la que denominan Seudoqueloidea23.
Figura 6. Carlos Castanedo Pardo (1913-1998) Figura 7. Guillermo Fernández HernándezBaquero (1920-1987)
■ Período dedelala Revolución Socialista (desde 1959) Período Revolución Socialista El 1º de enero de 1959 tiene lugar el triunfo de la Revolución, acontecimiento histórico que dará lugar a profundas transformaciones políticas, económicas y sociales en nuestro país. La etapa anterior se había caracterizado por la ausencia de una política sanitaria, escaso desarrollo de instituciones de salud pública estatales, ausencia de atención médica a la población rural e inexistencia de un programa de formación de especialistas. El país se encontraba en una situación precaria, donde predominaban la corrupción administrativa y el abandono social, con altos índices de miseria, analfabetismo, desempleo y parasitismo, entre otros, con escasos servicios de salud y altos índices de morbimortalidad por enfermedades prevenibles, así como elevadas tasas de mortalidad infantil. El reconocimiento de la salud como un derecho del ser humano y una obligación del Estado ha dado lugar a la eliminación de todos los vicios y factores negativos que se oponían a este derecho inalienable. Las primeras medidas revolucionarias se encaminaron a llevar la atención médica de forma gratuita y accesible a todo el país y a desarrollar actividades curativas con marcado acento preventivo para disminuir y erradicar enfermedades mediante el desarrollo de un sistema nacional de salud, con la importante participación de las masas populares organizadas. En junio de 1959 fue designado Ministro de Salud Pública el Dr. Serafín Ruiz de Zárate, destacado dermatólogo de la provincia de Villa Clara24 (figura 8). En los primeros años de este período se produce un éxodo notable de médicos al exterior, por lo cual queda en el país un número limitado de dermatólogos, que asumen con honor la asistencia médica a nuestro pueblo y contribuyen a la formación de las nuevas generaciones de médicos y especialistas, ante la imperiosa necesidad de dar respuesta
Figura 8. Serafín Ruiz de Zárate (19231991)
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al desarrollo de los programas sociales y de salud que la dirección del país se propuso desde los primeros tiempos. Al ser depurados los profesores de la Cátedra de Dermatología por la Reforma Universitaria, en el segundo semestre de 1960 ingresan por concurso nuevos docentes que ya venían trabajando como adscriptos, instructores, asociados o residentes; de esta manera se van normalizando todas las actividades. En 1960 desaparece el PLESC, dando lugar a la creación de la Sección de Lepra (más tarde Departamento de Dermatología) bajo la dirección de Atención Hospitalaria del Ministerio de Salud Pública. Por Ley 723 del 22 de enero de 1960, se crea el Servicio Médico Rural, lo cual resulta de la mayor importancia para las poblaciones situadas en las zonas más apartadas del país, sobre todo en las regiones montañosas donde nunca había llegado un médico. Entre los años 1961 y 1962 el Consejo Universitario nombra profesores titulares a los Drs. Raúl Piñeiro y Guillermo Fernández Hernández-Baquero y profesores auxiliares a los Drs. Andrés Valdés Alvariño, Bartolomé Sagaró y Carlos Castanedo, más adelante promovidos a titulares. Se establece el primer Programa de Control de la Lepra dirigido por el Prof. Bartolomé Sagaró (figura 9), que se ha ido actualizando de acuerdo con los nuevos conocimientos científicos y el desarrollo del Sistema Nacional de Salud del país. En la primera mitad de la década del 60 se crean los internados obligatorios para todos los alumnos y la residencia de Dermatología; el internado se cursaba en el sexto año de la carrera y la residencia en un posgrado de dos años de duración. En 1966 se nombran los primeros Instructores de la Cátedra de Dermatología del período: Drs. José Díaz Almeida, Alfredo Abreu, José Díaz de la Rocha, Fernando Fernández y Pedro Regalado Ortiz; en 1969 son promovidos a profesores auxiliares y en 1977 a titulares. A lo largo de este proceso, la docencia de la Medicina, y con ella la de la Dermatología, se extiende a todo el país. En 1966 se inaugura la actividad docente en Santiago de Cuba y es designado Profesor el Dr. Miguel Ángel D´Alessandro, destacado dermatólogo de esa provincia. En la provincia de Camagüey es nombrado profesor el Dr. Enrique Llanos, acreditado dermatólogo camagüeyano. En la provincia de Santa Clara es nombrado profesor el Dr. Serafín Ruiz de Zárate, prestigioso especialista de la región central del país. Al inaugurarse en 1969 la docencia en la provincia de Matanzas es designada profesora la Dra. Zobeida Lovio, dotada de relevantes cualidades docentes y asistenciales. En la Provincia de Pinar del Río es designado para asumir la actividad docente el Dr. Luis Ruqué, que venía desempeñándose como dermatólogo. En la estructura administrativa del Ministerio de Salud Pública se constituyen los grupos nacionales y provinciales, integrados por profesionales de alto nivel científico y reconocido prestigio para asesorar en las diferentes especialidades médicas. El Dr. Bartolomé Sagaró es designado Jefe del Grupo Nacional de Dermatología; a partir de 1972 lo reemplaza el Dr. Alfredo Abreu, en el cargo hasta la actualidad. En esta etapa se publican más de 20 libros y monografías, entre las que destacan: Propedéutica Dermatológica del Prof. Hernández Baquero, Dermatología para estudiantes y el médico práctico, del Prof. Carlos Castanedo, Historia de la lepra en Cuba, del Prof. Miguel A. González Prendes, Histomorfología de la piel, del Dr. Darío Argüelles, Micología, del Dr. Alfonso Armenteros y el primer libro de texto oficial para los alumnos redactado por el Colectivo de la Cátedra de Dermatología. Al finalizar la primera década la especialidad está más fortalecida, con un número mayor de especialistas graduados, mejor organización de los Servicios y una cobertura asistencial que abarca todas las provincias del país.
Figura 9. Bartolomé Sagaró Delgado (1919-2001)
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En octubre de 1970 el Dr. José Arvelo, consultor de la OPS, realiza una visita de asesoría sobre “Prevención y rehabilitación de la incapacidad física en enfermos de lepra” durante la cual se imparte el I Curso Internacional de Prevención y Rehabilitación de Incapacidades de Lepra (figura 10). En el mismo año se realiza el estudio y reestructuración del Hospital Nacional “San Luis de Jagua”, con vistas a su desactivación, siguiendo los criterios modernos sobre la epidemiología de la lepra en cuanto a rehabilitación de pacientes y proscripción del internamiento obligatorio. En 1972 el Prof. Carlos Castanedo publica el libro Alergia, Dermatología y fenómenos asociados, donde expone sus propias experiencias. En 1973, el Prof. José Díaz Almeida (figura 11) realiza el primer estudio hecho en nuestro país por microscopia electrónica de la Lepra en macrófagos peritoneales de la rata. En diciembre de 1975 se celebra en Matanzas la II Jornada Provincial de Dermatología, durante la cual se constituye la Filial de la Sociedad Cubana de Dermatología en esa provincia y se clausura el II Seminario Provincial de Entrevistadoras-Encuestadoras. Del 14 al 19 de junio de 1976 se efectúa en el Hospital Clínico Quirúrgico “Ambrosio Grillo” de Santiago de Cuba un curso de adiestramiento a los dermatólogos sobre rehabilitación y prevención de incapacidades de enfermos de lepra, bajo la coordinación del Dr. José M. Pereira. A finales de 1976 se efectúa el II Seminario Nacional de Epidemiología y Control de las Enfermedades Venéreas, de gran trascendencia para la Dermatología por la temática de los talleres efectuados; participan dermatólogos y epidemiólogos de todo el país. En 1977 se pone en vigor el nuevo Programa de Control de la Lepra donde se incluye la rifampicina como droga principal para el tratamiento de la enfermedad. En 1977 el Dr. Alfredo Abreu es designado Consultor de Lepra de la Organización Mundial de la Salud (OMS), asesorando a países asiáticos y africanos en sus programas de control de la enfermedad. Posteriormente es designado miembro del Panel de Expertos de Lepra de la OMS. En 1979, durante la celebración del I Congreso Nacional de Dermatología en la ciudad de Cienfuegos, los Drs. Carlos Miyares Cao y Manuel Táboas dieron a conocer sus investigaciones sobre el estudio experimental y clínico del efecto pigmentante epidérmico del extracto placentario humano, conocido con el nombre de Melagenina para el tratamiento del vitiligo (figura 12). El 12 de mayo de 1980 se celebra la entrega de la medalla “Aniversario 250 de la Universidad de La Habana” a los profesores de Dermatología Guillermo Fernández Hernández-Baquero, Bartolomé Sagaró, José Díaz Almeida y Fernando Fernández. En junio el Dr. Alfredo Abreu es electo Presidente de la Sociedad Cubana de Dermatología. En 1982 se inaugura el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras en la Ciudad de La Habana con un Servicio de Dermatología dirigido por el Prof. Bartolomé Sagaró. El II Congreso Nacional de Dermatología se celebra en 1983 en la Provincia de Santiago de Cuba; el Dr. Abreu es reelecto Presidente de la Sociedad. En 1984 se crea un nuevo modelo de atención médica, que incorpora en todos los consultorios al médico y la enfermera de la familia; esto aporta modificaciones positivas en
Figura 10. De izquierda a derecha: Andrés Valdés Albariño, José Díaz de la Rocha, José Díaz Almeida, José de J. Arvelo, Vicente Menéndez García, Alfredo Abreu Daniel
Figura 11. José G. Díaz Almeida Figura 12. Dermatólogos asistentes a actividades científicas
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la forma, contenido y práctica de la atención médica, y en este plano la preparación dermatológica de estos profesionales tiene una gran importancia por la incidencia y prevalencia de las enfermedades cutáneas en la población. El 24 de julio de 1984 se inaugura en la localidad de Santa María del Mar la Clínica de la Psoriasis, fundada por el Prof. Baquero. Su primera directora es la Prof. Marta Cortés. En 1985 la Comisión de Grados Científicos del Ministerio de Educación Superior otorga el grado de doctor en Ciencias a los Profs. Fernández Hernández-Baquero y Bartolomé Sagaró. Posteriormente lo reciben los Profs. José Díaz Almeida, Pedro Regalado Ortiz, Julián Manzur y Rafael Grillo. En 1986 el Ministerio de Salud Pública, a través del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, pone en vigor el programa de la asignatura de Dermatología para todo el país, estableciendo como estrategia docente la actividad por estancias —una de ellas en Dermatología Pediátrica— con una duración de tres semanas. También en este año sale a la luz una nueva edición del libro de texto de la asignatura del Prof. Baquero y colaboradores. En julio la Prof. Marta Cortés obtiene la categoría de Doctora en Ciencias Médicas en el Instituto Dermatológico de Moscú, siendo la primera dermatóloga que defiende un grado científico en el extranjero. En el mismo año aparece en Cuba el primer caso de SIDA. Debe destacarse que ya en 1983 el Ministerio de Salud Pública, conociendo la importancia de la pandemia, ya había creado la Comisión Nacional con la responsabilidad de elaborar un programa para evitar la diseminación de la enfermedad en el país. En 1988 se pone en vigor un nuevo programa de control de la lepra en Cuba, con lo cual se consolida el tratamiento estandarizado de la poliquimioterapia recomendada por la OMS para la prevalencia e incidencia. En 1988 se celebra en la provincia de Camagüey el III Congreso Nacional de Dermatología al cual asisten como profesores invitados los Drs. Amado Saúl, Roberto Arenas, Lourdes Tamayo y Juan Manuel Garibay. En septiembre de 1989 tiene lugar en el Palacio de las Convenciones de La Habana el VII Congreso Latinoamericano contra las enfermedades de transmisión sexual, evento de gran importancia que permitió el intercambio científico entre cubanos y participantes de otras latitudes. Al terminar la década de 1980 el país mostraba estabilidad socioeconómica, se mantenía la cobertura dermatológica y se incrementaba el número de especialistas graduados en dermatología, formados en todas las provincias del país. Los programas de lepra y de infecciones de transmisión sexual se desarrollaban exitosamente. A partir de 1990 se agudiza en el ámbito internacional la crisis del campo socialista hasta llegar a su desaparición, lo cual significa un duro golpe para nuestro país por las graves consecuencias que provoca en todos los sectores y ramas de la economía y especialmente en la salud y la educación; todo ello se ve potenciado por el recrudecimiento del bloqueo impuesto a Cuba por el gobierno de Estados Unidos desde hace más de cuatro décadas. En los primeros años de este período de crisis económica la Dermatología se verá afectada, al igual que otras especialidades, principalmente en lo que se refiere a medicamentos y equipos; no obstante, la atención médica a la población se mantuvo al nivel alcanzado en los últimos años, lo mismo que el desarrollo de los planes de formación de médicos y especialistas en todas las Facultades del país. La Sociedad Cubana de Dermatología ya contaba con filiales en todas las provincias. En esta nueva etapa, las actividades científicas se organizaron de forma territorial y las provincias se agruparon en occidentales, centrales y orientales, alternando las sedes para la celebración de eventos. Durante el año 1990 se producen promociones de categorías docentes y se obtienen grados científicos por parte de nuestros dermatólogos; entre ellos, alcanzan el grado de
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doctor en Ciencias Médicas la Dra. Damisela López Osorio, el Prof. Ramón Daniel Simón y la Prof. Myra Guerra Castro. Del 19 de octubre al 7 de noviembre de 1991 se celebra en la ciudad de La Habana el Curso de Administración y Epidemiología del Control de ETS, cuyo propósito es capacitar y actualizar a dermatólogos y epidemiólogos en los elementos básicos –administrativos y epidemiológicos– para la elaboración y perfeccionamiento de un programa de control de las ETS. En 1993, como resultado del desarrollo del Programa de Control de la Lepra basado en la aplicación de la poliquimioterapia, el país exhibe valores inferiores a la cifra de 1 x 10 000 habitantes. En el segundo semestre de 1993 se inaugura la docencia de Dermatología para pregrado en el Hospital Clínico Quirúrgico Luis Díaz Soto de La Habana del Este para alumnos de la carrera de Medicina Militar; se nombra jefe de Servicio al Prof. Santiago Alfonso. El 31 de enero de 1994 la Dirección de Docencia del Ministerio de Salud Pública publica el nuevo Reglamento para la Residencia de Dermatología. El 7 de julio de 1995 se celebra la I Jornada Interna de Dermatología del Hospital Calixto García y IX Provincial de Dermatología en conmemoración del centenario de esa institución, auspiciadas por el Prof. Díaz Almeida y la Prof. Fernanda Pastrana, Jefa del Grupo Provincial de Dermatología de Ciudad de La Habana, con la coordinación de la Prof. Adis Abad. En las nuevas elecciones para integrar la Junta Directiva de la Sociedad Cubana de Dermatología es electo Presidente el Dr. Alfredo Abreu (figura 13), como Vicepresidente el Dr. José Díaz Almeida, Secretaria la Dra. Zobeida Lovio y Tesorera la Dra. María Antonia Díaz. En 1996 se celebra en el mes de julio la Jornada Territorial de Dermatología de Santa Clara —Jornada de Cienfuegos—, con la asistencia de dermatólogos y epidemiólogos de todas las localidades del territorio, bajo la coordinación del Dr. Roberto Seife. Los días 8 y 9 de noviembre de 1996 se realiza en Santiago de Cuba la XIII Jornada Provincial y II Territorial de Dermatología auspiciada por la Sociedad Cubana de Dermatología-Filial Santiago de Cuba y el Grupo Provincial de la Especialidad; la coordinadora es la Dra. Yolanda Columbié. El 28 de noviembre tiene lugar en la Ciudad de Camagüey la Jornada Científica “Aniversario 37 del Hospital Clínico Quirúrgico Amalia Simoní” durante la cual el Prof. José Rodríguez Machado, Jefe del Servicio de Dermatología, se refiere a la aplicación de la criocirugía introducida en su servicio desde 1991, con el gran mérito de utilizar instrumentales diseñados por su Colectivo y fabricados por la industria mecánica de la provincia. El 30 de noviembre se celebra en el Hospital Clínico Quirúrgico Miguel Enríquez de Ciudad de La Habana la I Jornada Luso-Cubano-Española del Grupo Dermatológico del Atlántico; durante el evento se realiza una interesante sesión sobre casos para diagnóstico. Del 3 al 7 de febrero de 1997 se celebra en Ciudad de La Habana la I Conferencia Internacional de Dermatología Cubano-Italiana; participan como expositores profesores cubanos e italianos. En este año el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana otorga la categoría de Profesores Consultantes a los Profs. José Díaz Almeida, Alfredo Abreu, Julián Manzur y Pedro Regalado Ortiz. Los días 2 y 3 de septiembre de 1998 se celebra en la Ciudad de La Habana, en el Hospital Miguel Enríquez, la I Jornada Luso-Cubana de Dermatología y Clínica General donde queda evidenciado el desarrollo de la Dermatología de ambos países. Los días 17 y 18 de diciembre se realiza la Jornada FOTOTER 98 auspiciada por la Universidad de La Habana, en la cual la Lic. Esperanza Furones, promotora de este procedimiento, y los Profs. José Díaz Almeida, Adis Abad, Victoria Fundora y Pedro Balaguer, dermatólogos del Hospital General Calixto García, presentan numerosos trabajos relacionados con la aplicación del Fototer en Dermatología.
Figura 13. Alfredo Abreu Daniel
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Así arribamos al año 2000 con una sustancial mejoría en la situación socioeconómica del país, que se viene produciendo en forma sostenida a partir de la segunda mitad de la década de los 90. Como principales indicadores destacamos: • Se desarrolla la educación en todos los niveles. • Se incrementa el número de especialistas graduados en Dermatología hasta alcanzar el número de 546 para una población de 11.229.688 lo que hace un promedio de 1 dermatólogo X 20.567 habitantes. • Se desarrollan los institutos superiores de Ciencias Médicas del país y se incrementa el número de facultades de Medicina hasta llegar a 22, incluyendo la Escuela LatinoAmericana de Ciencias Médicas (ELAM). • La Dermatología se encuentra presente en todos los policlínicos del país. • Un colectivo de profesores de los institutos superiores de Ciencias Médicas de La Habana, Villa Clara y Santiago de Cuba concluye el más reciente libro de texto de la asignatura para alumnos y residentes en dermatología. • Se incrementan los cursos de posgrado en Dermatología en todas las Facultades. • Continúa la capacitación y especialización de los docentes y se eleva el número de profesores con grado científico. • Se han celebrado importantes reuniones nacionales y provinciales de discusión y análisis de los programas de lepra y ETS. • La lepra deja de constituir un problema de salud pública al alcanzar una tasa de prevalencia de 0.2 x 10.000 habitantes. • La sífilis congénita está prácticamente erradicada. • En cuanto al VIH/SIDA, se perfecciona el programa de prevención y promoción con una atención integral a todos los enfermos. • Se incrementa la ayuda internacional aportada por nuestros dermatólogos. ■ Septiembre, 2005
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BOSQUEJO HISTÓRICO DE LA DERMATOLOGÍA CHILENA RUBÉN GUARDA TATÍN
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ste trabajo representa un estudio preliminar de algunos de los principales aspectos de la Dermatología en Chile, según los documentos que hemos logrado recoger y los testimonios orales de numerosas personas. Por tanto, esta reseña dista mucho de ser exhaustiva y deberá ser revisada y completada en los años venideros. Hemos dejado aquí de tratar varios temas de gran interés en virtud del apremio por escribir este bosquejo para el XXI Congreso Mundial. Entre ellos: 1) una investigación historiográfica de ciertas facetas de la Dermatología durante el Chile precolombino, colonial y republicano (incluyendo el Chile indígena diacrónico) hasta mediados del siglo XX, por ejemplo, las patologías dermatológicas prevalentes, la práctica y el ejercicio médico y paramédico, los cambios en el manejo terapéutico en cada época y los aportes individuales de figuras prominentes; 2) la evolución de las políticas de entes públicos y privados respecto de aspectos preventivos, curativos y de rehabilitación en diversas dermatosis y enfermedades de transmisión sexual (ETS); 3) un estudio del Hospital San Luis de Santiago (hoy desaparecido), incluyendo su origen, desarrollo e impacto en la Dermatovenereología chilena; 4) estudios de algunas otras disciplinas dentro de la Dermatología, incluyendo dermatopatología, dermatosis ocupacionales, oncología cutánea y patologías regionales de impacto cutáneo (por ejemplo, hidroarsenicismo crónico); y 5) el ejercicio médico privado de la Dermatología en consultorios y grandes clínicas del país, incluyendo su impacto en el control de las afecciones dermatológicas y ETS. I. La Dermatología como especialidad en Chile ■ La Dermatología
como especialidad en Chile
Primera mitad del siglo XX Tanto el desarrollo evolutivo de la Dermatología en Chile como su reconocimiento como especialidad han sido afectados por la influencia de la medicina europea, por la creación tardía y numéricamente limitada de escuelas de medicina en Chile respecto de Europa, Estados Unidos y varios países latinoamericanos, y por el especial aislamiento geográfico del país en el orbe. En las primeras décadas del siglo XX, la Dermatovenereología comenzó a insinuarse en Chile como una especialidad necesaria de la medicina debido tanto a la complejidad de las afecciones dermatológicas y venéreas como a la dificultad de los médicos generales
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e internistas para manejar estas patologías. Ello fue reforzado por el reconocimiento de la Dermatología como especialidad por parte de la medicina francesa, a la sazón rectora general del conocimiento y la práctica médica en Sudamérica. Alrededor de 1914, la Universidad de Chile (UCH) introdujo la enseñanza de la Dermatología para sus alumnos de medicina, seguida por la Universidad de Concepción, la Pontificia Universidad Católica (PUC) y otras. Dos centros de atención dermatológica lideraron no sólo la atención de pacientes dermatológicos y venéreos, sino también la docencia y la legitimación de la especialidad. Ellos fueron: el Hospital San Luis, fundado a finales del siglo XIX para la atención de enfermedades dermatológicas y venéreas, y la Clínica de Piel y Sífilis en el Hospital General San Vicente de Paul, creada a comienzos del siglo XX en una fecha no determinada. No cabe duda de que la crudeza visual de las enfermedades dermatológicas, la reticencia social ante las afecciones venéreas y la carencia de recursos terapéuticos contribuyeron al poco atractivo de la Dermatología para los médicos jóvenes. Cualquiera fuese el mecanismo para acceder a ella, fue siempre una elección secundaria en Chile. De los que finalmente la ejercieron, muchos llegaron a ella accidentalmente y, por cierto, la gran mayoría no se incluía entre los mejores egresados de las escuelas de medicina, salvo honrosas excepciones como la de Hernán Hevia Parga, el mejor alumno de la promoción 1938 de la PUC. El acceso a la especialidad tuvo entonces, por falta de competencia por los puestos de trabajo, un trámite relativamente fácil. Consistía en afiliarse, con o sin salario, a los servicios de Dermatología existentes en Santiago, Valparaíso o Concepción, para adquirir, mediante la práctica por semanas, meses o años, una formación variada que permitiera atribuirse el rol de dermatólogo. A pesar de ello, el escaso atractivo de la Dermatología creó siempre una falencia importante de especialistas en todo Chile, muy aguda sobre todo en las provincias. Era común el comentario entre los médicos no-dermatólogos de que la Dermatología era una especialidad fácil, poco seria y poco científica; esta imagen desacreditada se avivaba con la opinión extendida de que llegaban a ser dermatólogos quienes fracasaban en otras opciones. De esta manera, nunca hubo en Chile, ejerciendo en forma simultánea, más de un par de docenas de dermatólogos con preparación suficiente, casi todos en Santiago y unos pocos en Valparaíso y Concepción. La falencia mencionada, especialmente en las provincias, hizo que algunos médicos generales o urólogos, por razones humanitarias o económicas pero sin mayor preparación, atendieran a los pacientes con dermatosis y/o ETS rechazados por otros colegas, constituyéndose así en los dermatólogos de sus regiones.
Después de 1952 En 1952 la creación del Servicio Nacional de Salud (SNS) mediante la Ley 10.076 significó establecer una política de cobertura obligatoria de atención de salud para todos los habitantes del país, para lo cual se fundieron en una sola estructura todos los hospitales y policlínicos de Chile con atención comunitaria, cualquiera fuese su jerarquía. Como resultado, se puso de manifiesto en las acciones del SNS una importante falencia cuantitativa y/o cualitativa de médicos de varias especialidades, incluyendo la Dermatología, tanto para acciones preventivas (materno-infantil, tuberculosis, ETS, otras) como curativas. Las causas de esta falencia fueron, por un lado, la inequidad en la distribución de los especialistas, quienes preferían trabajar en Santiago, y por otro, la ausencia de una política de estímulos a los médicos jóvenes para obtener una diversificación de especialistas y un número mínimo suficiente para las necesidades del país. Además, el reducido número de médicos egresados determinaba una elección de especialidad basada sólo en la decisión personal de cada médico relacionada por lo general con una oferta puntual de trabajo en un centro hospitalario.
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Esto cambió radicalmente para todas las especialidades —menos para la Dermatología— cuando en 1958 se inició el sistema de médicos generales de zona: éstos son médicos recién egresados enviados a provincias (principalmente en áreas carentes de médicos) como parte de los programas nacionales de salud pública del país, con excelente remuneración durante tres a cinco años. Al término de este período ellos pueden acceder, como premio, a formarse en la especialidad y centro hospitalario de su elección, con sueldo. Sin embargo, estos médicos mostraron casi nulo interés en elegir la Dermatología por su escaso atractivo. La falencia de dermatólogos en Chile llegó a ser notoria: en 1970 había alrededor de 30 dermatólogos calificados y otra veintena no calificada. El drama de los pacientes era triple: el rechazo de sus cuerpos dañados por sus grupos comunitarios, la difícil obtención de suficiente y regular atención médica y la falta de medicinas efectivas para sus patologías debido al limitado progreso de la ciencia médica dermatológica hasta entonces. Esto conducía a la cronicidad y agravamiento de sus lesiones, con mayor rechazo aún de su grupo familiar o comunitario y, lo que resultaba más grave, una reticencia de los médicos generales a su manejo terapéutico. Sólo después de 1980 llegaría el despertar de un interés consistente por la especialidad en los médicos jóvenes.
Cambios en la preferencia por la Dermatología y reducción de la falencia de especialistas En los últimos 15 años del siglo XX y en los primeros de este siglo el interés de los médicos jóvenes por la Dermatología ha crecido notablemente. En este período, la demanda creciente ha sobrepasado los cupos de residentes en formación en los grandes centros dermatológicos. Este cambio tuvo varias causas: 1) la creación de un programa nacional de formación de posgrado rigurosamente ordenado en materias teóricas y prácticas y con el apoyo docente de los principales dermatólogos del país; 2) el ascenso espectacular del estatus científico de la Dermatología en el concierto de las especialidades médicas, debido a la notable penetración de las ciencias básicas (genética, bioquímica, inmunología, fisiología) en el conocimiento de la piel y sus patologías; 3) el significativo progreso en tratamientos efectivos (antibióticos, corticosteroides); 4) la reducida demanda de atenciones de urgencia y con ello una atención en horarios acomodables, un atractivo especial para mujeres médicas; 5) un ingreso económico estable por vía de la atención privada de pacientes, y 6) en los últimos cinco años, la considerable atracción de la cirugía dermatocosmética. Las consecuencias de este giro fueron: a) la Dermatología como una de las cinco especialidades preferidas por los médicos recién egresados de las escuelas de medicina con mejores puntajes, b) una franca reducción de la falencia de dermatólogos en el país y c) una mejoría franca en la asistencia dermatológica de los pacientes en las grandes ciudades. Sin embargo, subsiste el serio problema de una persistente inequidad en la distribución de los dermatólogos; quedan así grandes sectores de nuestro extenso país con escasa presencia de especialistas. Varias causas contribuyen a esta inequidad: no sólo la natural preferencia por la calidad de vida en los centros urbanos (especialmente Santiago) y la calidad de progreso médico en los grandes hospitales, sino también la pobreza de medios del Ministerio de Salud y los servicios de salud regionales para estimular económicamente a los egresados para hacer la especialidad o para facilitarles recursos materiales y humanos para la atención de pacientes y acciones preventivas.
La Dermatología chilena como una especialidad joven y con predominio femenino Hacia 1970 se produjo en Chile una enorme brecha generacional: por un lado, dermatólogos casi todos mayores de 50 años de edad; por otro, un tímido asomar de jóvenes
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menores de 30; y muy pocos ocupando la brecha entre ambos extremos. Dado el explosivo aumento reciente del número de jóvenes dermatólogos y el retiro o deceso de los antiguos, la inmensa mayoría es actualmente menor de 50 años y representa un capital potencial para el progreso de la Dermatología chilena. Por otra parte, mientras que antes de 1960 no había profesionales mujeres en la especialidad, en el presente, una franca mayoría de los dermatólogos son mujeres, no sólo porque suelen aventajar a los varones en las calificaciones de pregrado para así acceder a los cupos de beca/residencia (varias han sido las mejores alumnas de sus respectivas escuelas de medicina), sino además porque, como ya se señaló, el ejercicio de la especialidad es muy compatible con sus responsabilidades familiares. Muchas se han destacado en diversas áreas de la Dermatología y también en roles directivos: cuatro de los últimos seis presidentes, seis de los últimos siete vicepresidentes y los últimos ocho secretarios generales de la Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología (SCDV) fueron mujeres.
La legitimación estimativa como especialista en el pasado mediato La carencia de normas jurídicas para definir las especialidades médicas y su ejercicio es común en los países sudamericanos y ciertamente también en Chile. Cualquier médico puede atribuirse una especialidad, aun cuando cada día le resulte más difícil sostenerla ante sus pares, los pacientes y la comunidad. Hoy los derechos de los pacientes y ciertas razones jurídicas (demandas por mala práctica o errores por cualquier razón) justifican y reclaman una formación consistente y sólida en una especialidad. Como en Dermatología no hubo una formación de posgrado en becas/residencia hasta 1966 ni tampoco otro sistema nacional de acreditación confiable hasta 1991, la calificación de un médico como dermatólogo capaz e idóneo fue esencialmente sólo estimativa e informal. Su legitimación estuvo hasta entonces mediada por su antecedente de afiliación, rentada o no, a un servicio o unidad de Dermatología de hospitales públicos o universitarios, en un sistema que en Chile se ha denominado “adiestramiento en práctica”. Fueron de facto aceptados como dermatólogos calificados todos aquellos que habían trabajado por varios años en unidades de Dermatología de grandes centros hospitalarios como los hospitales San Luis, San Vicente de Paul (luego José Joaquín Aguirre), San Juan de Dios, Barros Luco, Regional de Concepción y otros, mejor aún si éstos estaban asociados a la docencia médica. Sin embargo, en algunos casos, el tiempo de permanencia en centros dermatológicos para poder autocalificarse como dermatólogo llegó a ser sólo de uno a seis meses y, en otros casos —poco frecuentes—, sólo se realizaban visitas ocasionales a esos centros. Como ya se mencionó, otros médicos se autolegitimaron como dermatólogos sólo por atender afecciones dermatológicas o ETS en provincias o barrios metropolitanos.
La acreditación formal como especialista en el pasado inmediato Varios pasos directos e indirectos han sido dados para la acreditación de un médico como especialista de Dermatología y Venereología en Chile. El primer paso lo constituyó la fundación de la Sociedad Chilena de Dermatosifilología (SCDS), después llamada Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología (SCDV) en 1938. Sus socios fueron entonces naturalmente legitimados ante sus pares y ante los miembros de la Sociedad Médica de Santiago, de la cual la SCDS fue filial al nacer. Sin embargo, ante el resto de las instituciones y la comunidad nacional, tal afiliación representó sólo una estimación por consenso (pero no normatizada) del carácter de especialista. Desconocemos los requisitos para ser socio de la SCDS (luego SCDV), durante su primera fase histórica (1938-1980) (vide infra). El segundo paso lo constituyó la iniciación del programa de formación de postítulo de especialista en Dermatología conferido por la UCH desde 1966. Sin embargo, al menos
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hasta 1990, sólo una minoría de los dermatólogos que ejercían en Chile egresaron de este programa; en los últimos años, en cambio, su número es significativo. El tercer paso fue dado por una intensa tarea de la SCDV que, en ausencia de registros de socios afiliados a la SCDV desde su fundación, comenzó en 1986 una rigurosa revisión de antecedentes, conforme a los estatutos de 1985, para una validación de médicos como dermatólogos y por ende socios de la SCDV, lo cual finalizó en noviembre de 1987 con un listado oficial de 130 socios titulares. Con ello, los socios se reconocieron formalmente como pares. El cuarto paso se dio en 1988 cuando la SCDV aceptó una invitación de la Corporación Nacional de Acreditación de Especialidades Médicas (CONACEM) –una corporación autónoma de derecho privado formada por el Colegio Médico de Chile, las diferentes sociedades de especialidades médicas chilenas y la Asociación de Facultades de Medicina de Chile (ASOFAMECH)– para iniciar un proceso formal de acreditación de médicos en Dermatología y Venereología basado en las pautas generales fijadas por CONACEM, sumándose a otras sociedades médicas que ya habían iniciado tal acreditación. Para tal efecto, se constituyó una comisión específica de cinco miembros conformada por Rubén Guarda como presidente, designado por el directorio de CONACEM, Juan Honeyman y Daniel Villalobos, designados por ASOFAMECH y Manuel Melis y Julia Oroz, designados por la SCDV. En 1990, después de varias propuestas y modificaciones, la comisión y el directorio de CONACEM acordaron el documento final de requisitos para tal acreditación en “Dermatología y Venereología”. Los problemas principales del trabajo de esta comisión fueron: 1) adecuación a la realidad nacional de una limitada formación regular de especialistas; 2) la incorporación de la palabra “Venereología” a la especialidad (dado que médicos de otras especialidades trataban pacientes con ETS); 3) la calificación como “especialidad primaria” de la Dermatología y Venereología; 4) la formulación de requisitos que permitieran la acreditación de médicos con un largo ejercicio digno e idóneo de la especialidad (sobre todo en provincias) pero sin educación formal en la misma, y al mismo tiempo impidieran la acreditación inmerecida de médicos con preparación insuficiente. En resumen, se determinó que calificarían para la acreditación: a) los profesores ordinarios acreditados de Dermatología de la Facultad de Medicina reconocida; b) los titulados de programas oficiales de postítulo de Dermatología y Venereología de las facultades acreditadas; c) los médicos que hubieran tenido un adiestramiento en práctica por 5 años en centros dermatológicos chilenos que cumplieran ciertos requisitos estipulados; y d) los médicos formados en la especialidad en facultades de medicina extranjeras con programas similares a los de las facultades de medicina chilenas. Los médicos que calificaban para los dos últimos grupos eran sometidos sólo a un examen práctico de cinco días, hasta que en 2002 se agregó un examen teórico para pre-calificar para el examen práctico. El proceso de certificación de especialistas en Dermatología y Venereología por CONACEM se inició en 1991 y sigue vigente hasta ahora. Se efectúa a través de un organismo técnico llamado Comisión de Dermatología y Venereología que analiza las postulaciones voluntarias de los médicos que desean acreditarse enviadas por el directorio de CONACEM. Esta comisión está conformada por cinco miembros: uno (el presidente) designado por el directorio de CONACEM, dos por la SCDV y dos por ASOFAMECH. Tres dermatólogos han integrado esta comisión desde su inicio hasta ahora: Rubén Guarda como presidente, Manuel Melis por la SCDV y Juan Honeyman por ASOFAMECH. Los otros dos miembros han rotado y han sido, por la SCDV, Julia Oroz y Félix Fich, y por ASOFAMECH, Daniel Villalobos, Mirtha Cifuentes y María Luisa Pérez-Cotapos. Hasta septiembre de 2004 esta comisión había acreditado a 179 médicos como especialistas en Dermatología y Venereología. Como no existe ley de especialidades en Chile, la acreditación por CONACEM es la única instancia legitimada ante las instituciones de salud privadas, las universidades y las asociaciones médicas gremiales y científicas. Sólo el Ministerio de Salud ha sido
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renuente a legitimar estas acreditaciones y a exigirlas para cubrir los cargos de especialistas en hospitales públicos, debido básicamente a una política contingente, esto es, retener la posibilidad de nombramientos médicos por razones no estrictamente técnicas. De esta forma, la legitimación de especialistas no está aún completada en Chile y no representará un instrumento verdaderamente eficaz hasta que todas las instituciones nacionales concuerden en un proceso único. La enseñanza de de lalaDermatología en Chileen Chile ■ LaII.enseñanza Dermatología
Introducción La actividad docente con relación a la Dermatología se limitó hasta 1966 sólo a la enseñanza de la disciplina a los alumnos de pregrado de las escuelas de medicina existentes y a la enseñanza de algunos tópicos seleccionados relacionados con la higiene social a alumnos de otras escuelas. No existen datos fidedignos (fechas y circunstancias) acerca del inicio de la enseñanza de la Dermatología como disciplina aislada en los estudios de pregrado. La Dermatología ha sido en Chile tradicionalmente considerada una disciplina subordinada y menos relevante en el currículo general de estudios. Hasta hoy se asignan a los alumnos sólo dos semanas a tiempo completo para actividades prácticas y curso teórico, lo que se estima insuficiente por el impacto y la prevalencia de las dermatosis en la práctica diaria de médicos generales y pediatras. Escapa a los objetivos de este compendio extenderse en la vida y el aporte de los profesores más relevantes de Chile (con algunas excepciones) como también en la mención de todos los dermatólogos que trabajaron en los servicios y cátedras vinculados a la enseñanza de pregrado y posgrado.
La enseñanza de pregrado en Santiago La UCH fue la pionera y única responsable de esta enseñanza hasta 1983. Los inicios de la incorporación de la Dermatología al currículo de estudios para los alumnos de medicina de la UCH y sus primeros profesores son aún difusos. El primer nombre de la disciplina fue “Piel y Sifilografía” y el primer profesor fue Mamerto Cádiz, médico epidemiólogo, pero se desconocen su cargo, su lugar de trabajo y sus referencias personales. Las clases se dieron al inicio exclusivamente en el Hospital San Luis hasta la creación de otra cátedra en el Hospital San Vicente de Paul. Luis Puyó Medina, formado en París, fue quien fundó –aparentemente– la primera cátedra formal, y quien imprimió a la enseñanza el sello de la Dermatología francesa, ampliamente dominante en los países de América del Sur en la primera mitad del siglo XX; sin embargo, no disponemos de datos fidedignos respecto del lugar de trabajo y el período de ejercicio del Dr. Puyó. Por otra parte, desconocemos cuándo se crearon los grados de profesor titular y profesor extraordinario de Dermatología. Si bien sabemos que en la mayor parte de la primera mitad del siglo XX funcionaron dos cátedras de pregrado (hospitales San Luis y San Vicente de Paul) con sus respectivos profesores o encargados de cátedra, desconocemos la importancia relativa de estas cátedras en términos de absorción de alumnos, presupuestos y planta docente; en 1938 coexistían un profesor titular (Luis Prunés Risetti) y un profesor extraordinario (Roberto Jaramillo Bruce), ambos prohombres de la Dermatología chilena y con rivalidad reconocida. Estos cargos aparentemente se ganaban por concurso de antecedentes y clases magistrales. En una fecha no precisada se estableció que el profesor titular debía estar en el San Vicente de Paul, mientras que los profesores extraordinarios podían estar en cualquiera de los dos hospitales.
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La enseñanza de pregrado en los hospitales San Vicente de Paul y José Joaquín Aguirre El Hospital San Vicente de Paul, en el área norte de Santiago, fue asiento de la primera cátedra de Dermatología autónoma del país en el seno de la Facultad de Medicina de la UCH. Esta cátedra estuvo a cargo de Luis Montero Rivera entre 1914 y 1938, y de Luis Prunés Risetti entre 1938 y 1954. Se desconocen otros datos del doctor Montero. El doctor Prunés (1883-1970) se formó durante tres años en el Hospital Saint-Louis de París después de la Primera Guerra Mundial, al lado de los profesores Darier, Brocq, Civatte y Sabouraud. Al volver a Chile ingresó, en la década de 1920, en el Hospital San Luis de Santiago donde llegó a ser jefe de la sección B y profesor extraordinario de Dermatología hasta que en 1938 fue llamado a asumir la jefatura y el cargo de profesor titular de la entonces llamada “Clínica Universitaria de Piel y Sífilis” del Hospital San Vicente de Paul. Esta clínica tenía dos salas de 30 camas cada una (hombres y mujeres) y un consultorio externo. El doctor Prunés es recordado como una figura ilustre de la Dermatología chilena; en 1938 lideró, junto a Roberto Jaramillo, la fundación de la Sociedad Chilena de Dermatosifilología, de la cual fue su primer presidente; introdujo en Chile los métodos diagnósticos de la sífilis (ultramicroscopía y serología) y el uso de arsenicales para su tratamiento y preconizó la importancia diagnóstica de la biopsia cutánea. Fue un humanista/moralista de alto vuelo y un admirado educador; llegó a ser presidente de la Sociedad Médica de Santiago y Ministro de Salubridad de la República, con una destacada labor en la higiene social y el control de las ETS. Falleció en 1970. En 1952, al cerrarse el Hospital San Vicente de Paul, la Clínica Universitaria de Piel y Sífilis se trasladó al recién fundado Hospital José Joaquín Aguirre de la UCH, cambiando su nombre por el de Servicio de Dermatología, que aún se conserva. Al jubilarse el Dr. Prunés en 1954, fueron nombrados dos nuevos profesores titulares de Dermatología, ambos provenientes del Hospital San Luis: Florencio Prats González en el Hospital Aguirre y Mauricio Weinstein Rudoy en una nueva cátedra creada en el Hospital San Juan de Dios. El Dr. Prats (fallecido en 1960) provenía del Hospital San Luis donde era ya jefe de la sección B y profesor extraordinario de Dermatología. El Dr. Prats editó en 1960, meses antes de fallecer, el primer texto de Dermatología chileno, el que fue multiautoral y destinado al pregrado, aunque por sus dimensiones resultó ser más un libro de consulta para dermatólogos o médicos generales. La lista de los más destacados dermatólogos docentes en los Hospitales San Vicente de Paul y Aguirre hasta 1970 incluye, además de los mencionados, a Roger Lamas, Ignacio González Díaz, Eugenio Robles, Mauricio Weinstein, Federico Pescetto, Oscar Klein, Raúl Alarcón y Marco Antonio de la Parra. En la cátedra del Hospital Aguirre (Área Norte), hubo casi siempre nueve médicos de planta hasta 1970. En la década de 1960-1970 la enseñanza de la medicina en la UCH se dividió en cinco sedes en diferentes áreas de Santiago: norte, oriente, central, sur y occidente; cada sede adquirió independencia de cátedra para Dermatología. Se presenta a continuación a los principales protagonistas de estas cátedras. Hernán Hevia Parga sucedió al Dr. Prats como profesor titular, cargo que desempeñó entre 1961 y 1969. El Dr. Hevia (1914-1997) trabajó desde sus inicios como dermatólogo en el Hospital San Vicente de Paul; previamente, en 1951, había sido nombrado profesor extraordinario. Es considerado unánimemente la gran figura de la docencia dermatológica chilena de la segunda mitad del siglo XX. Aunque no fue muy prolífico en artículos científicos clínicos o de investigación (escribió preferentemente sobre sífilis), fue el prototipo del insigne profesor médico distinguiéndose por su gran dedicación a los pacientes de hospital público y alumnos hasta el final de su carrera. Fue un infatigable lector de revistas de la Dermatología mundial, transmisor del interés bibliográfico como el mejor método
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para la actualización en Dermatología de generaciones de médicos en este rincón del mundo, notable clínico que planteaba críticos diagnósticos diferenciales, experto histopatólogo cutáneo, bondadoso consejero y estimulador de médicos jóvenes. Por sobre todo siempre enseñó: en clases de pregrado a lo largo de su carrera docente, en pasillos, consultas y reuniones clínicas, en escritos personales para cada tópico de la Dermatología de entonces dirigidos a una mejor comprensión de los alumnos; pero no toleraba la desidia de los alumnos o de los dermatólogos docentes. Después de su jubilación en 1969, siguió trabajando y enseñando a los jóvenes en el Hospital Aguirre hasta su muerte en 1997 a los 83 años, mientras se encaminaba a la reunión clínica de los martes en el hospital. Fue designado miembro honorario post mortem de la Academia Chilena de Medicina del Instituto de Chile en 1998 por su relevante aporte a la ciencia médica en Chile. Lo sucedió Oscar Klein Kohn –quien ocupó el cargo entre 1969 y 1971–, notable profesor clínico y entusiasta líder gremial (llegó a la vicepresidencia del Colegio Médico de Chile). Desde 1971 hasta 1973 fue profesor titular Marco Antonio de la Parra Enríquez, dermatólogo y microbiólogo, quien fuera un dedicado organizador de la enseñanza de pregrado. A raíz del golpe militar del 11 de septiembre de 1973 y por motivos políticos, fue injustamente separado de la jefatura de servicio por el interventor militar del Hospital Aguirre (aunque más tarde fue reincorporado con otras funciones al mismo servicio de Dermatología). A los pocos días de aquel suceso, fue designado interinamente jefe de servicio y cátedra Juan Honeyman Mauro, más tarde confirmado en estas funciones y nombrado profesor titular en 1975, jerarquía que conserva hasta ahora en actividad. Con motivo de reformas estructurales universitarias se creó en 1991 el Departamento de Dermatología de la Facultad de Medicina de la UCH para centralizar la enseñanza de pregrado y postítulo de Dermatología en los hospitales de Santiago asociados a esa universidad, separándose de las funciones asistenciales del servicio de Dermatología del Hospital Aguirre. El Dr. Honeyman fue entonces elegido director de dicho Departamento y María Elsa Maira nombrada jefe de servicio, cargos que aún conservan. Aunque se interesó poco en la enseñanza personal y directa hacia los alumnos de pregrado y postítulo, el Dr. Honeyman ha tenido un rol muy relevante en la Dermatología chilena. La coordinación de la enseñanza de pregrado estuvo a cargo de Marco Antonio de la Parra y Raquel Nahuel hasta 1983, María Elsa Maira desde 1983 y Rodrigo de la Parra desde 1987. La lista de destacados dermatólogos docentes desde 1970 en adelante, en la enseñanza tanto de pregrado como de posgrado, además de los ya mencionados incluye a René Wolf, Raquel Nahuel, Ana María Cabezas, Gonzalo Eguiguren, Rubén Guarda, Leonardo Sánchez, María Teresa Molina, Tirza Saavedra, Pilar Valdés, Iván Jara, Raúl Cabrera, Walter Gübelin, Emilia Zegpi, Hilda Rojas y Orietta Gómez.
La enseñanza de pregrado en los hospitales San Luis y del Salvador El Hospital San Luis, en el área oriental de Santiago, inició sus actividades en el cambio del siglo XIX al XX para atender pacientes de todo el país con enfermedades de la piel y venéreas; con el tiempo fue absorbiendo a los pacientes crónicos con úlceras de cualquier origen (preferentemente vasculares), grandes quemaduras y sus secuelas, paraplejias y otras patologías no relacionadas con la piel. Alrededor de 1950 era habitual un número de 300 pacientes hospitalizados, una atención ambulatoria de más de 100 pacientes diarios y una planta de 10 a 15 médicos. Poseía dos secciones llamadas A y B, cada una con su propio jefe y equipo de dermatólogos. Numerosos médicos formados en este hospital pasaron a ocupar cargos o cátedras en el Hospital San Vicente de Paul o viceversa. Fue en el Hospital San Luis donde se impartió (ad honorem) la primera enseñanza de pregrado de Dermatología en Chile. Se encargaban de la cátedra uno o ambos jefes de sección, quienes podían o no tener el grado de profesor otorgado por la UCH. Se desconoce la lista completa de jefes/encargados de cátedra, pero incluye a Mamerto Cádiz,
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Luis Puyó, Roberto Jaramillo, Florencio Prats, Gastón Ramírez y Raúl Alarcón. De esta lista, fueron profesores extraordinarios de Dermatología de la UCH Roberto Jaramillo (jefe de la sección A), Florencio Prats (jefe de la sección B) y Gastón Ramírez. El Dr. Jaramillo (1884-1951) fue una de las figuras más destacadas de la Dermatología chilena entre 1935 y 1950; se formó en Europa, en el Hospital Saint-Louis de París, entre otras instituciones, en los años previos a la Primera Guerra Mundial. Fue enemigo declarado del dogmatismo científico y pionero de la histopatología en Chile, siguiendo la línea de los célebres patólogos europeos de comienzos del siglo XX; según su propuesta se instaló el laboratorio de histopatología en el Hospital San Luis. En 1951 fue sucedido en la cátedra por Gastón Ramírez quien ocupó el cargo hasta 1968. El Dr. Ramírez (1904-1996) se formó primero en el Hospital San Luis y luego en el San Vicente de Paul donde llegó a obtener el título de profesor extraordinario en 1947 para retornar al San Luis en 1954. En el laboratorio de histopatología, el Dr. Jaramillo fue sucedido primeramente por un brillante dermatopatólogo, Luis Toro Genkel, y luego por Raúl Alarcón Casanueva. Este último ganó el concurso para la jefatura del Hospital San Luis en 1969 y durante el transcurso de su mandato se trasladó el servicio y cátedra de Dermatología al vecino Hospital del Salvador, cuando el Hospital San Luis dejó de funcionar en 1978. Durante este período se destacaron además, en la docencia, Adelaida Tolic y Fernando Oyarzún. En 1982, al jubilarse el Dr. Alarcón, fue nombrado jefe de dicho servicio Carlos Vera Mora, quien de inmediato encargó la enseñanza a Ximena Raggio, que cumplió esa función hasta 1998. Fue sucedida por Enrique Mullins hasta ahora. De esta manera, el servicio de Dermatología del Hospital del Salvador (como heredero del Hospital San Luis) es el más antiguo del país en enseñanza de pregrado y asistencia a enfermos dermatológicos y venéreos.
La enseñanza de pregrado en los hospitales de las áreas central y occidental de Santiago asociados a la Universidad de Chile En el Hospital San Borja del área central, la primera enseñanza de pregrado de Dermatología fue encargada a Hernán Hevia en la década de 1950, mientras que Florencio Prats enseñaba en el Hospital Aguirre; aquélla se interrumpió al asumir el Dr. Hevia como profesor titular en el Hospital Aguirre en 1960. En 1972 se reinstaló dicha enseñanza en el Hospital San Borja a cargo de Daniel Villalobos hasta su renuncia en 1990, con la cual terminó la instrucción en esta área. En los hospitales Barros Luco y Trudeau del área sur, la UCH nombró como primer encargado de la docencia a Ignacio González Díaz, desde fines de la década de 1950 hasta 1972; éste fue después sucedido por Jaime Ruiz (1972-1996), Alfredo Cardemil (1996-2002) y Héctor Fuenzalida (desde 2003). En el Hospital San Juan de Dios (área occidental) vinculado a la UCH, el primer profesor extraordinario fue Mauricio Weinstein, desde 1954 hasta 1970. El Dr. Weinstein se había iniciado en el Hospital San Luis para luego integrarse al Hospital San Vicente de Paul. Le sucedió Isidoro Pasmanik desde 1970 hasta su jubilación en 1990. Desde entonces no hubo profesores acreditados en este hospital, pero han servido como encargados de cátedra de pregrado sucesivamente: María Isabel Benavides (1982-1993), María Isabel Herane (1993-1998) y Emilio Sudy (desde 1999). También han sido destacados dermatólogos docentes en este hospital Ximena Ancic, Ximena Moncada y Francisco Urbina.
La enseñanza de pregrado en la Pontificia Universidad Católica de Chile La Facultad de Medicina de la PUC en Santiago delegó la enseñanza de pregrado de Dermatología para sus alumnos a la cátedra del Hospital San Vicente de Paul (luego Hospital Aguirre de la UCH) desde la incorporación de esta disciplina al currículo de pregrado (en
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fecha no conocida) por varias décadas hasta 1989. En marzo de 1954 la PUC creó la cátedra formal de Dermatología y nombró como profesor a Hernán Hevia Parga, quien enseñó en el mismo Hospital Aguirre donde trabajaba. Alrededor de 1975 la PUC formó una pequeña planta docente asociada al Hospital Aguirre para la enseñanza a sus alumnos e internos, para colaborar con el Dr. Hevia, integrándola los doctores Honeyman, Eguiguren y Guarda. En 1980 el Dr. Hevia fue nombrado primer profesor titular de Dermatología de la PUC. Luego de su jubilación en esta función en 1983, la cátedra fue encargada a Juan Honeyman Mauro, nombrado profesor titular en 1990. En 1983 la PUC creó la Unidad Docente Asociada de Dermatología con sede física autónoma, ubicada en el consultorio externo de la PUC en su campus universitario sur, con una planta propia de dermatólogos; al comienzo sólo se realizaron labores asistenciales y la primera dermatóloga contratada fue la doctora Mirtha Cifuentes; luego se encararon también funciones docentes para sus alumnos de pregrado. Otros dermatólogos docentes de la PUC han sido María Luisa Pérez-Cotapos, Montserrat Molgó, María Soledad Zegpi, Rosamary Soto, Ariel Hasson y Sergio Silva, entre otros. En el año 2000 la jefatura de servicio y de cátedra fue asumida por la Dra. Pérez-Cotapos.
La enseñanza de pregrado en universidades de provincias Mencionaremos sólo la enseñanza de pregrado de aquellas facultades de medicina de provincias pertenecientes a ASOFAMECH. En la Universidad de Concepción, el primer médico vinculado a la Dermatología fue Raúl Puga, quien tuvo labores asistenciales y al parecer colaboró en la docencia, aunque se desconocen de él mayores datos. Alrededor de 1950 fue creada la cátedra autónoma de Dermatología, nombrándose como primer profesor a Alberto Brieva Durán, quien ejerció como tal hasta 1964. Le sucedieron Juan González Martin (1964-1972), Ezio Olivari (1972-1987), Lidia Medina (1987- 2003) y Rosario Alarcón (desde 2004). La Facultad de Medicina de la Universidad Austral de Valdivia, hasta 1973, envió a sus alumnos a Santiago para cursos muy breves de Dermatología y otras especialidades médicas; en 1974 y 1975 invitó a Ignacio González Díaz de la UCH a efectuar cursos en Valdivia de cinco días anuales para enseñar algunas patologías cutáneas. Entre 1976 y 1979 fueron invitados a desarrollar el primer curso formal de Dermatología en Valdivia Daniel Villalobos (como profesor invitado y encargado de cátedra), Manuel Melis y Félix Fich (como colaboradores), dermatólogos del complejo hospitalario San Borja-Arriarán de Santiago. Ellos, paralelamente, formaron en Santiago como dermatólogas a Isabel Moreno y Mónica Hering para que más tarde asumieran responsabilidades docentes. Como consecuencia, desde 1980 hasta ahora, la cátedra ha sido encargada a la Dra. Moreno, con la colaboración de la Dra. Hering desde 1984. En la Facultad de Medicina de la Universidad de la Frontera de Temuco, Patricio Rifo ha sido el encargado de la cátedra creada en 1975, hasta la fecha. En la Universidad de Valparaíso el primer encargado de la cátedra fue Ramón Staforelli (1974-1990); le sucedieron Jorge Testart (1990-1991) y Antonio Guglielmetti desde 1992 hasta la fecha.
La enseñanza de pregrado en las nuevas escuelas de medicina de las universidades tradicionales o privadas En la Universidad de Santiago, el primer curso de Dermatología se dictó en 1998 y ha estado a cargo sucesivamente de Alfredo Cardemil y Héctor Fuenzalida. En la Universidad de los Andes –la primera universidad privada en abrir una escuela de medicina– el primer curso de Dermatología se dio en 1995; el profesor encargado de cátedra ha sido hasta hoy Walter Gübelin. En la Universidad Mayor, el primer curso de Dermatología se dio en 1991 y la encargada de cátedra ha sido Lilian Pérez. En la Universidad Católica de Concepción,
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la Dermatología no se enseña como disciplina autónoma sino como parte de un curso de medicina integrada. En la Universidad San Sebastián de Concepción, el curso de Dermatología se inició en 1998 y ha estado a cargo de Enrique Wageman desde entonces. No se mencionan otras nuevas escuelas de medicina porque son muy recientes, porque sus cursos de Dermatología son aún incipientes o por la dificultad en obtener datos.
Textos para la enseñanza de pregrado Hasta 1960 no hubo textos de Dermatología para el pregrado editados por dermatólogos chilenos, por lo que se usaban sólo las ediciones de la Dermatología francesa y las publicadas por dermatólogos españoles o argentinos. El texto de Jean Darier, reeditado luego por sus discípulos (entre ellos, Jean Civatte), fue el principal referente para los especialistas. Los alumnos solían usar apuntes informales de clases tomados de años anteriores o entregados por los propios profesores a manera de bosquejos, hasta que Florencio Prats editó en 1960 un libro multiautoral escrito por él y los colaboradores de su cátedra en el Hospital Aguirre. Sin embargo, este libro nunca pudo establecerse como texto de uso común de pregrado por ser sus contenidos más ambiciosos. Luego fue usado por muchos años un compendio de apuntes de clases, inédito, escrito por Hernán Hevia y algunos de sus colaboradores. Este compendio sirvió de base para editar hacia 1990, convenientemente actualizado, un texto de colaboración multiautoral por los profesores de la misma cátedra; actuaron como editores Juan Honeyman y Raquel Nahuel. Han aparecido también, otros dos textos multiautorales: uno en 2001, editado por María Isabel Herane y Francisco Urbina y otro en 2003 editado por María Luisa Pérez-Cotapos y Ariel Hasson de la PUC; ambos libros representan un digno aporte, aunque exceden las dimensiones de un curso de pregrado.
La enseñanza de posgrado (postítulo) Hasta la década de 1960, la enseñanza de Dermatología de posgrado a médicos con el fin expreso de formar especialistas fue hecha de manera informal e irregular en los grandes centros hospitalarios. Generalmente la especialidad se adquiría por una suerte de adiestramiento práctico resultante de la adscripción de médicos jóvenes, remunerados o no, a las tareas asistenciales en servicios y cátedras, aprendiendo la Dermatología por una observación estricta de las conductas diagnósticas y terapéuticas de los catedráticos o dermatólogos de mayor experiencia. Dermatólogos ya formados vinculados a hospitales docentes o puramente asistenciales asumieron siempre de buen grado la responsabilidad de formar a estos médicos jóvenes adscriptos voluntariamente. En 1966 la UCH inició la oferta de cupos para beca/residencia en Dermatología, de dos años de duración, para obtener el título de especialista. Representó el primer paso dado en Chile por una universidad para ofrecer estudios de posgrado en esta especialidad; el primero en cursarlo y aprobarlo fue Alan Rojas Canala (1966-1968). Los cupos de la UCH para beca/residencia en Dermatología no se cubrieron durante varios años por el ya comentado escaso interés en la especialidad; excepciones fueron las de Carlos Vera y Fernando Oyarzún. La falta de interés quedó demostrada por el bajo número (sólo 12) de médicos que cursaron este programa entre 1966 y 1980. Los centros de la UCH que tenían formación de dermatólogos fueron entonces los hospitales Aguirre, San Juan de Dios y San Luis/del Salvador. Durante estos 14 años, la formación fue aleatoria, sin un programa de pasantías definido ni cursos teóricos, e incluía atención de pacientes tanto de consultorio externo (general y ETS) como hospitalizados, con tutoría parcial de dermatólogos docentes; en este período los residentes en formación recuerdan especialmente como tutores notables a Hernán Hevia, Roger Lamas, Ignacio González Díaz, Marco Antonio de la Parra, Raúl Alarcón, Isidoro Pasmanik, Daniel Villalobos y René Wolf.
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En 1980 el Profesor Titular Juan Honeyman nombró a Rubén Guarda coordinador de la enseñanza de posgrado para rediseñar el programa de formación de especialistas de la UCH. El programa del Dr. Guarda, iniciado en abril de 1980 y con asiento en el Hospital Aguirre, estableció: 1) un sistema obligatorio de pasantías por todos los ámbitos prácticos de la Dermatología, que incluía ETS, laboratorio, histopatología, inmunodermatología y cirugía, entre otros; 2) cursos teóricos obligatorios en las materias que escapan a la práctica clínica rutinaria de la Dermatología, como fisiopatología cutánea (incluyendo genética y bioquímica), inmunología, farmacología/terapéutica, histopatología y cirugía fundamental, a fin de actualizar y elevar el nivel de la Dermatología chilena, hasta entonces de escaso prestigio para los médicos de otras especialidades; 3) evaluación rigurosa de las actividades prácticas y teóricas, con un examen final de título obligatorio; y 4) un sistema de integración de los mejores profesores de Santiago (dondequiera trabajasen) a la enseñanza de posgrado para optimizar la formación de los residentes. Este programa fue complementado desde 1983 con la integración gradual de los servicios de Dermatología de Santiago para la realización de las prácticas. Para formalizar la integración de los profesores y los servicios de Dermatología de Santiago a dicho programa, el Dr. Guarda redactó un nuevo programa de estudios con los cuatro principios enunciados más arriba; fue aprobado en 1985 en sesión solemne en la Escuela de Posgrado de la Facultad de Medicina de la UCH con la asistencia y firma de Isidoro Pasmanik, Daniel Villalobos, Juan Honeyman, Carlos Vera y Marco Antonio de la Parra, en representación de todas las áreas hospitalarias de Santiago, más el Dr. Guarda y el Director de dicha Escuela, Mauricio Parada. Como consecuencia de ello, en pocos años la formación en Dermatología pasó, de una situación de falencia, a ser una de las opciones más requeridas de especialización de los médicos jóvenes, con el ingreso de numerosos médicos con los mejores puntajes de egreso de las diversas facultades de medicina, lo que generó un crecimiento explosivo en el número de dermatólogos. Tomando en cuenta a los médicos que ingresaron a la formación en Dermatología adscritos a la Escuela de Posgrado mencionada, se pasó de 7 médicos en el sexenio 1966-1972, a 10 en el sexenio 1973-1979, y a 51 entre 1980 y 1986, cifras que siguen en alza hasta hoy. Desde 1991, la enseñanza de posgrado en la UCH pasó a depender del recién creado Departamento de Dermatología de su Facultad de Medicina. Desde 1993 el programa de formación tiene una duración de 3 años (antes, de 2 años) con materias exclusivamente dermatológicas (excluye medicina clínica general). En el año 2004 la suma de becados/residentes de la UCH en los 3 años de formación asciende a 25. El cupo anual para residentes nuevos es actualmente alrededor de diez. Han sido coordinadores del programa de posgrado Rubén Guarda (1980-1986), María Elsa Maira (1987-2001) e Iván Jara (2001 a la fecha). Se han destacado coordinando cursos teóricos y prácticos de posgrado en la UCH: Augusto Álvarez Salamanca (cirugía), Rubén Guarda, Raúl Cabrera e Iván Jara (inmunodermatología y fisiopatología cutánea), Hernán Hevia, Immo Rohmann, María Elsa Maira e Hilda Rojas (dermatopatología), Daniel Villalobos, Walter Gübelin y Orietta Gómez (ETS), Juan Honeyman (terapéutica) y Rodrigo de la Parra (laboratorio), entre otros. La PUC creó el primer cupo para beca/residencia en Dermatología en 1972, cuando fue ganado por Gonzalo Eguiguren. Éste y los siguientes cupos aislados ofrecidos por la PUC se desarrollaron en el Hospital Aguirre de la UCH, hasta que en 1993 se inició un programa propio de formación de especialistas de Dermatología, básicamente similar al de la UCH e integrado a éste en los cursos teóricos y algunas pasantías prácticas. En 2004 hay cuatro becados/residentes para los 3 años de formación. Hasta 2004 sólo la UCH y la PUC ejecutan programas de formación de especialistas en Dermatología en Chile.
Textos para la enseñanza de posgrado Hasta 1970 los principales textos de referencia fueron sucesivamente los editados por
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Jean Darier y discípulos, Florencio Prats et al. (1960) y la Encyclopédie Médico-Chirurgicale francesa. Desde entonces hasta el presente, los principales textos en Dermatología General han sido los editados por Arthur Rook et al. y Thomas Fitzpatrick et al. en sus sucesivas ediciones y, en materias especializadas, los editados por Sydney Hurwitz (Dermatología Pediátrica), Mark Dahl (Inmunodermatología), Walter Lever y Bernard Ackerman (Dermatopatología), entre otros. Esto revela el significativo cambio de influencias sobre la Dermatología chilena: desde la Dermatología francesa hacia la británica y estadounidense.
■ Reseñas de algunas III. Reseñas de algunas disciplinas dermatológicas
disciplinas dermatológicas
Dermatología Pediátrica Hasta 1950 las enfermedades dermatológicas de los niños fueron atendidas por los pediatras generales y los dermatólogos, sin mayor exploración de su amplio espectro ni dedicación a ellas como un objetivo asistencial central. Los que abrieron el camino para el desarrollo y el progreso de la Dermatología infantil fueron Ignacio González Díaz (formado como dermatólogo) y Pedro Cofré (formado como pediatra), quienes, en Santiago, se encargaron de atender la Dermatología infantil en los hospitales pediátricos Roberto del Río y Calvo Mackenna, respectivamente. En 1958, el Dr. González fue enviado por la UCH a realizar dos tareas cruciales: crear la cátedra de pregrado y la atención dermatológica en el Hospital Barros Luco (que significó posteriormente la creación del Servicio de Dermatología de dicho hospital), e iniciar la atención dermatológica en el Hospital Roberto del Río perteneciente a la UCH; fue el primer dermatólogo vinculado a un hospital pediátrico chileno. Desde esta posición, contribuyó no sólo a formar residentes becarios de pediatría general y de Dermatología, sino a echar las bases de la Dermatología infantil. La única estructura con camas y atención externa en hospitales chilenos que recibió el nombre de “Servicio de Dermatología Infantil” fue creada en el Hospital Roberto del Río en una fecha indeterminada, presumiblemente antes de 1960; sus jefes fueron sucesivamente Ignacio González, María Elsa Maira y Julia Oroz, hasta que fue suprimida en 1976. Desde 1966 y durante algunos años, Alan Rojas colaboró con el Dr. González en la tarea asistencial. Julia Oroz, quien había terminado su residencia en pediatría en 1965, se formó como dermatóloga entre 1968 y 1970 con el Dr. González en el citado hospital y con el Dr. Hevia en el Hospital Aguirre; después de trabajar un tiempo en Valdivia, regresó en 1973 para asumir la atención de Dermatología infantil en el Hospital Roberto del Río dejada vacante por el Dr. González que se jubiló en 1972. Durante ese ínterin, la atención estuvo a cargo de la pediatra María Elsa Maira, quien había trabajado con González durante el período 1970-1972. La Dra. Oroz ha sido la encargada, desde entonces, de la formación práctica y teórica en Dermatología infantil de la gran mayoría de los residentes becarios de Dermatología que le han enviado las universidades chilenas, resultando así un pilar capital en el desarrollo de este tópico por su empuje, voluntad de perfeccionamiento y capacidad de estimular a las nuevas generaciones. Desde 1976 hasta 1990 se unió a ella otro pediatra, Winston Martínez, quien en forma paralela completó su formación como dermatólogo. El Dr. Martínez fue reemplazado por Sergio Silva en 1990. En 1983 fue creado expresamente otro cargo para la atención dermatológica, ocupado en forma sucesiva por Gabriela Smoje, Paulina Grandi y Paula Castillo. Pedro Cofré, la otra figura central en el inicio de la Dermatología infantil en Chile, fue un pediatra del Hospital Calvo Mackenna (área oriental) con un gran interés en atender a niños con problemas dermatológicos. Esto lo llevó a adiestrarse paralelamente en
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Dermatología con su amigo y compañero de curso de medicina Hernán Hevia en el Hospital Aguirre entre 1959 y 1960; luego inició en el Hospital Calvo Mackenna, alrededor de 1961, el segundo consultorio externo de Dermatología en un hospital de niños chileno, en el cual atendió como único dermatólogo a tiempo completo hasta jubilarse en 1973. Le sucedió su hija Julita Cofré por algo más de un año, luego Jaime Ferrer (19761981), Mónica Jara (1981-2000) y Gabriela Smoje (desde el año 2000). En el área central, la principal figura ha sido Manuel Melis. Después de su formación de posgrado en pediatría, hizo adiestramiento en práctica en Dermatología infantil con Ignacio González Díaz y Pedro Cofré entre 1970 y 1972 y Dermatología general con Daniel Villalobos en el Hospital San Juan de Dios en 1973. En abril de 1974 asumió en el Hospital Pediátrico Arriarán, dentro del complejo hospitalario San Borja-Arriarán, cuyo jefe en Dermatología fue Daniel Villalobos desde 1974. En Chile la Dermatología infantil es hoy una disciplina a la que acceden sólo médicos que han aprobado la especialidad de Dermatología y Venereología; no se requiere ser pediatra pero sí dermatólogo. No representa aún una auténtica subespecialidad con estudios de postítulo ad hoc. No existe hasta la fecha una estructura que se llame “Servicio de Dermatología Infantil” en el organigrama de los hospitales pediátricos chilenos. En 2004 existen alrededor de 20 dermatólogos con dedicación preferente a la Dermatología infantil y una decena con dedicación exclusiva a niños. Ellos organizaron desde 1990 el grupo de trabajo de Dermatología infantil, de notable empuje y calidad, con reuniones periódicas muy exitosas, con casos clínicos y revisiones de temas de amplio impacto y atractivo para todos los dermatólogos nacionales. Éste ha sido el grupo de trabajo más exitoso de todos los creados con el apoyo de la SCDV. Después de la primera coordinadora, María Soledad Zegpi, varios han rotado en su coordinación. En el ámbito nacional y en el internacional se han destacado, entre otros, Julia Oroz, Manuel Melis, Julita Cofré, Mónica Jara, Winston Martínez, Jaime Ferrer, María Soledad Zegpi, Fanny Guerstein, Sergio Silva, Gabriela Smoje, Paulina Grandi, Lilian Pérez, Christel Bolte y Paula Castillo.
Inmunodermatología La inmunodermatología constituye una disciplina que ha instalado a la Dermatología chilena en la vanguardia de la Dermatología sudamericana en las últimas dos décadas. Sus principales impulsores fueron Juan Honeyman y Rubén Guarda. Ambos difundieron y enseñaron el enfoque inmunológico de las enfermedades dermatológicas. Sus continuadores y discípulos destacados fueron Iván Jara y Raúl Cabrera. Mientras hizo su formación de posgrado en Dermatología en Oregon (EUA) entre 1969 y 1971, el Dr. Honeyman participó en el equipo de trabajo de inmunología de la American Academy of Dermatology. Introdujo en Chile, en 1971, el moderno estudio de las enfermedades ampollares autoinmunes con técnicas de inmunofluorescencia; publicó algunos artículos relevantes sobre patologías ampollares en Archives of Dermatology y fue el primero en visualizar el impacto futuro de la inmunología en la Dermatología. Contribuyó a incorporar en 1972 al Hospital Aguirre al Dr. Guarda, quien acababa de completar su beca/residencia en medicina interna y su formación en inmunología. Este último, junto a su formación en Dermatología, se ocupó del manejo de las mesenquimopatías y las dermatosis de hipersensibilidad inmunológica. Ambos trabajaron durante años en el Departamento de Medicina Experimental de la Facultad de Medicina de la UCH y contribuyeron a difundir las bases teóricas de la inmunología aplicadas a la clínica en múltiples participaciones en cursos de posgrado, no sólo en Dermatología, sino también en especialidades próximas o lejanas, incluyendo medicina interna, pediatría, ginecología y obstetricia, neurología y cirugía general. Entre 1970 y 1975, los Drs. Honeyman y Guarda junto a Marta Velasco (hepatóloga), Ricardo Sorensen (pediatra), Mario Andreis y Sergio Aguilera (reumatólogos), Ricardo
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Sepúlveda (neumólogo), Alberto Daiber y Timoleón Anguita (hematólogos), fueron los primeros médicos clínicos en Chile en abrazar la inmunología clínica como centro de su actividad diaria. El Dr. Honeyman fue socio fundador de la Sociedad Chilena de Inmunología. El Dr. Guarda introdujo en 1980 la enseñanza teórica obligatoria de la inmunodermatología en el currículo de estudios de la formación de postítulo en Dermatología, aún vigente. Ambos se han destacado en la difusión temprana de los conceptos inmunodermatológicos en Sudamérica. Los Drs. Honeyman, Guarda, Cabrera y Jara han liderado los principales cursos y simposios sobre este tema en los principales eventos dermatológicos de Hispanoamérica en los últimos 20 años.
Venereología El Hospital San Luis fue el gran centro de referencia para la atención de pacientes con ETS, principalmente sífilis, durante la primera mitad del siglo XX; gran parte de sus 300 camas estaban ocupadas por enfermos en las diferentes etapas de la sífilis y otras ETS. Gradualmente otros hospitales en Santiago, Valparaíso y Concepción fueron tomando activo rol en el manejo ambulatorio e intrahospitalario de las ETS (entre ellos, el Hospital San Vicente de Paul). No hemos encontrado referencias bibliográficas sobre las características y las personas ligadas al manejo de las ETS antes de 1950. Sabemos que después de 1940, con la creación del Servicio de Seguro Social, se efectuaron pruebas serológicas masivas para sífilis, mostrando que el 10% de los chilenos asegurados eran positivos; ello motivó que en este hospital se iniciara el uso masivo de arsenóxido en fleboclisis, con lo cual se logró un hecho extraordinario: el descenso en las tasas de prevalencia e incidencia de sífilis antes de la llegada de la penicilina. Entre 1953 y 1970, en virtud de la masificación del uso de antibióticos y los programas de control de las enfermedades de transmisión sexual (ETS), la sífilis perdió importancia epidemiológica y clínica en Chile (como en otras partes del mundo) y dejó de ser referente obligado del diagnóstico diferencial de las afecciones cutáneas. El descuido consiguiente en dichos programas fue causal de un aumento en la incidencia de gonorrea y uretritis no gonocócicas y luego también de sífilis. Entonces la Organización Panamericana de la Salud (OPS) estimuló la reinstalación de programas de control de ETS bajo el control del Servicio Nacional de Salud y designó a Chile (específicamente al Hospital San Juan de Dios) para el desarrollo de programas pilotos de control, seguimiento epidemiológico y tratamiento de ETS; se nominó para su ejecución a Isidoro Pasmanik. Como efecto de estos programas se alcanzó en Chile la cifra de cero casos de sífilis congénita. Durante 10 años se dictaron, con el apoyo de la OPS, ULACETS, el Ministerio de Salud y el Instituto de Salud Pública de Chile, cursos internacionales de manejo de programas de control de ETS, con asistencia de jefes de programa y servicios de Dermatología de varios países latinoamericanos, dirigidos por Isidoro Pasmanik y con la colaboración de Daniel Villalobos. El doctor Villalobos colaboró en la década de 1980 en programas educacionales para el control de ETS auspiciados por el IDRC de Canadá y por la Asociación de Protección a la Familia. Cuando el Hospital San Luis desapareció en 1972, a pesar de la lucha antivenérea centrada en el Hospital San Juan de Dios, la asistencia a pacientes con ETS asociada a los hospitales resultó insuficiente y coincidió con un alza de ETS. Sin embargo, la decidida injerencia del Ministerio de Salud en el control nacional de ETS contribuyó a mejorar sustancialmente la situación. Desde 1980 hasta 1987 Daniel Villalobos estuvo como encargado nacional del control de ETS en el Ministerio de Salud; bajo su liderazgo fueron elaboradas las primeras normas nacionales de tratamiento y control de las ETS, con el apoyo de la OPS, lo que constituyó un hito para la salud pública del país. En 1987 Blanca Campos fue designada jefa del programa nacional de control de ETS del Ministerio de Salud. Las segundas normas nacionales para las ETS se elaboraron en 1990 y las terceras,
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en 2000. En la elaboración de todas estas normas participaron, además de los doctores Villalobos y Campos, Aurelio Salvo, Liliana Urra, Félix Fich, Aníbal Hurtado, Rinna Ortega y Ester Santander. Hasta la década de 1970 todos los dermatólogos estaban preparados para la atención rutinaria de ETS. Con posterioridad, aunque la preocupación por la enseñanza de ETS continúa en los alumnos de medicina y en los médicos en formación de posgrado en Dermatología, aquella dedicación universal a las ETS ha cedido terreno debido a la diversificación hacia otros campos de la Dermatología. No obstante, los encargados de la atención de ETS (no-SIDA) siguen siendo principalmente los dermatólogos, aunque en número más limitado; la atención de pacientes se ha concentrado en los llamados centros de ETS, dependencias asociadas a los 28 servicios de salud a lo largo de Chile. Estos centros de ETS son herederos modernizados de los llamados Comités de Lucha Antivenérea creados en los hospitales chilenos por Isidoro Pasmanik y otros dermatólogos en la década de 1960. Como ejemplo de la permanencia de la misión venereológica de los dermatólogos, los seis centros de ETS de los seis servicios de salud de la Región Metropolitana están a cargo de aquéllos. En un somero listado de los dermatólogos más relevantes en la atención de ETS en la segunda mitad del siglo XX se incluye, además de los ya mencionados doctores Pasmanik, Villalobos y Fich, a Horacio Espoz, Rafael Arroyave, Carmen Bruning, Aurelio Salvo, Rinna Ortega, Vesna Dragicevic, Ximena Moncada, Walter Gubelin, Orietta Gómez, Aníbal Hurtado, Ester Santander, Enrique Araya y Blanca Campos, entre otros. La Unión Latinoamericana contra las ETS (ULACETS) con el apoyo de la OPS tuvo gran relevancia en la lucha antivenérea en Chile, tanto en el apoyo a programas como a personas y en la organización de cursos internacionales en diversas ciudades de Sudamérica. La filial chilena de ULACETS tuvo un rol importante cuando apareció el SIDA pues creó el primer laboratorio para la detección de anticuerpos anti-HIV (que fue gratuito y duró un año) y el servicio de consulta telefónica. En 1995 se efectuó en Santiago el congreso ULACETS. Varios dermatólogos chilenos han participado en forma destacada en ULACETS: el Dr. Pasmanik fue fundador y vicepresidente, el Dr. Villalobos fue secretario y tesorero, el Dr. Fich fue vicepresidente desde 1995 hasta 1999 y asesoró a Hilda Abreu, dermatóloga de Uruguay, en la organización del evento más importante efectuado en Sudamérica en el área de ETS: el Congreso Mundial de ETS y SIDA (Punta del Este, Uruguay, 2003); Blanca Campos presidió el congreso ULACETS de 1995. La aparición del SIDA cambió gradual y sustancialmente las estructuras y personas vinculadas a las ETS. En 1984 los primeros casos chilenos de VIH/SIDA fueron diagnosticados por dermatólogos (Juan Honeyman, Daniel Villalobos y Félix Fich, en ese orden). Desde 1985 Chile ha participado activamente en la tarea internacional de control del SIDA. Desde entonces hasta 1990 el SIDA formó parte de las ETS incluidas en el programa nacional de control de ETS, a cargo del Dr. Villalobos y luego de Blanca Campos. Por otra parte, infectólogos y epidemiólogos han mostrado notable interés en dirigir los programas de SIDA y tratar a los pacientes. En 1990 se creó la Comisión Nacional de SIDA (CONASIDA), dependiente del Ministerio de Salud, que fue dirigida por una epidemióloga (Raquel Child), manteniéndose el programa de control de ETS no-SIDA a cargo de la Dra. Campos. Sin embargo, alrededor de 1993, CONASIDA tomó el control del programa de ETS no-SIDA y nombró al dermatólogo Aníbal Hurtado como encargado de éste. En 2003 por decisión política del Ministerio se suspendió la participación de dermatólogos en CONASIDA.
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Bosquejo histórico de la Dermatología chilena IV. de lade Sociedad Chilena de Chilena Dermatología Venereología ■ Historia Historia la Sociedad dey Dermatología
y Venereología
Fundación La Sociedad Chilena de Dermatología y Venereología (SCDV) fue fundada el 29 de marzo de 1938 con el nombre inicial de Sociedad Chilena de Dermatología y Sifilología como una filial de la Sociedad Médica de Santiago. Desde 1976 tiene su nombre actual, que quedó definitivamente estipulado en los estatutos de 1985. El acta de su fundación desapareció de los archivos de la Sociedad Médica de Santiago. Los socios fundadores, según documento ad hoc solicitado en 1987 por el Directorio de la SCDV a una comisión formada por Hernán Hevia, Eduardo Silvestre, Gastón Ramírez y Antonio Mascaró, serían los siguientes médicos: Cristián Barría Morales, Gustavo Bendeck, Raquel Bravo, Manuel Castellón, Juana Díaz Muñoz, Israel Drapkin, Rodolfo Frey Gabler, Julio González Chacón, Héctor González Rioseco, Victor Gianelli, Norberto Heins, Hernán Hevia Parga, Roberto Jaramillo Bruce, Néstor López Cortés, Antonio Mascaró Blanco, Raúl Morales Beltramí, Luis Montero Rivera, Manuel Oporto Gatica, Gonzalo Pérez de Arce, Florencio Prats González, Luis Prunés Rissetti, Gastón Ramírez Bravo, Eduardo Sylvester Rasch, Luis Toro Genkel, Bernardo Vaisman, Mauricio Weinstein Rudoy y Daniel Yáñez Garrido.
Primera fase histórica Denominamos así al período comprendido entre la fundación de la SCDV y 1980, caracterizado por una actividad en forma de sesiones científicas periódicas con el apoyo institucional de la Sociedad Médica de Santiago (sin otras funciones societarias sostenidas), basada en la buena voluntad de sus socios y carente de personería jurídica, estatutos, normas, reglamentos, sede y archivos de secretaría rescatables y por ende de datos escritos ilustrativos. Entre 1938 y 1985 la SCDV funcionó bajo el amparo de la personería jurídica de la Sociedad Médica de Santiago, de la cual era filial; se organizaban reuniones clínicas/científicas una o dos veces al mes habitualmente en el Hospital San Luis y, luego de su disolución en 1972, en el Hospital José Joaquín Aguirre. En 1976 la SCDV comenzó a celebrar las llamadas Jornadas Anuales en los meses de primavera. Al no tener sede física propia, la actividad de la SCDV se centraba en la persona misma del presidente de turno, quien trabajaba codo a codo con su secretario en su lugar de trabajo (hospital). En ocasiones el mismo presidente era su propio secretario y manejaba personalmente la información escrita y oral propia de su mandato, la cual está perdida hasta hoy. Los presidentes eran designados oralmente por los socios por razones de peso científico e influencia grupal. Desafortunadamente se desconoce la nómina completa de los presidentes de la SCDV y sus períodos de mandato en esta fase histórica; tampoco se conservan las actas de reuniones de directorios o asambleas de socios, si las hubo, ni los datos concernientes a los gestores y participantes en las actividades de la SCDV. Algunos datos que han sido recientemente recogidos por vía oral nos informan que el primer presidente de la SCDV y uno de sus principales impulsores fue Luis Prunés Rissetti, quien después fuera elegido también presidente de la Sociedad Médica de Santiago; otro gran pilar fue Roberto Jaramillo Bruce. Sabemos que fueron presidentes Daniel Yáñez Garrido (del Hospital San Luis) en 1945 (con Hernán Hevia Parga como secretario), Gastón Ramírez entre 1946 y 1947 y Hernán Hevia entre 1952 y 1953. Fuentes orales señalan que una nómina parcial de otros presidentes antes de 1958 incluye a Luis Toro Genkel, Bernardo Vaisman, Joaquín Peragallo, Ricardo Sepúlveda, Mauricio Weinstein Rudoy, Héctor González Rioseco, Manuel Castellón, Florencio Prats González, Gonzalo Pérez de Arce e Ignacio González Díaz. No se conocen la secuencia ni la duración de sus mandatos. Desde 1958 en adelante han sido presidentes los siguientes médicos: Roger Lamas Grubesich (1958-1959), Samuel Abeliuk Raschokvan
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(1960-1961), Raúl Alarcón Casanueva (1962-1963), Oscar Klein Kohn (1964-1965), Isidoro Pasmanik Guiñerman (1968-1969), Pedro Cofré (1970-1972), Daniel Villalobos Toro (1972-1974), Alan Rojas Canala (1974-1976), Oscar Klein Kohn (1976-1978) y Marco Antonio De la Parra Enríquez (1978-1980). La duración señalada de esos mandatos es sólo aproximada.
Fase de transición Entre 1980 y 1986, período en el cual fueron presidentes Julia Oroz Montiglio (19801981), Gonzalo Eguiguren Lira (1982-1983) y Carlos Vera Mora (1984-1986), la SCDV vivió un tiempo de transición caracterizado por la búsqueda de una mejor estructura y la redacción de estatutos que la independizaran jurídicamente de la Sociedad Médica de Santiago. Este proceso se inició en 1981 y terminó en 1985 con la aprobación de la personería jurídica y los estatutos de la SCDV. Además, en 1985 se creó la Revista Chilena de Dermatología, llamada inicialmente Dermatología (Chile), como el órgano oficial de la SCDV, impulsada por Carlos Vera y Juan Honeyman; los tres primeros números aparecieron durante 1985. Su editor/director desde entonces hasta la fecha ha sido el Dr. Honeyman. Durante este período se realizaron algunas sesiones científicas y se continuaron realizando las Jornadas Anuales en primavera. Como ocurriera con toda la información previa a 1986, tampoco en esta fase de transición la SCDV conservó datos escritos de sus actividades por razones similares a las de la primera fase histórica.
Segunda fase histórica Se denomina así el período (1986 en adelante) caracterizado por la preservación de una información escrita fidedigna y completa de la SCDV. En mayo de 1986 tuvo lugar la primera elección de presidente por votación democrática, con lo cual se inició la aplicación rigurosa y sistemática de los estatutos recién aprobados en 1985 con elecciones periódicas del directorio. Cuando Rubén Guarda asumió la presidencia en 1986 no le fue posible obtener documentos previos de la sociedad ni acta alguna, porque no había habido hasta entonces una continuidad de secretaría e información de un directorio a otro. En este período, los presidentes fueron: Rubén Guarda Tatín (1986-1988), el mismo reelegido (1988-1990), Juan Honeyman Mauro (1990-1992), Félix Fich Schilcrot (19921994), Tirza Saavedra Umpierrez (1994-1996), María Isabel Herane (1996-1998), Iván Jara Padilla (1998-2000), Mirtha Cifuentes Mutinelli (2000-2002), Raúl Cabrera Moraga (2002-2004) e Hilda Rojas (2004-2006). Los hitos fundamentales de esta segunda fase histórica fueron los siguientes: 1. Elecciones democráticas del presidente y su directorio cada dos años, en el mes de abril. 2. Continuidad de secretaría, archivo de documentación y administración. Su secretaria administrativa, Sandra Díaz, contratada en junio de 1986, ha sido hasta ahora un factor central en la continuidad de los sistemas. 3. Reuniones mensuales de directorio desde marzo hasta diciembre. 4. Asambleas generales de socios, habitualmente mensuales de marzo a diciembre, con presentación de temas científicos, informes del presidente en ejercicio de las acciones y acuerdos de directorio y comisiones y discusión de asuntos societarios, 5. Sede: la primera sede autónoma de la SCDV en su historia, con funciones de secretaría, documentación, sesiones de directorio y de las comisiones, fue una habitación arrendada en calle Salvador Donoso del barrio Bellavista, comuna de Providencia, entre enero y diciembre de 1987, bajo la presidencia de Rubén Guarda. Luego la SCDV compró, con el apoyo financiero de la casa Alcon, una oficina en el edificio de la Sociedad Médica de Santiago, en calle Presidente Riesco, comuna de Las Condes, adonde se
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trasladó en diciembre de 1987; esta oficina se entregó en 1994 debido al abandono forzoso que hizo la Sociedad Médica de Santiago de dicho edificio. Luego siguió un período sin sede con una dispersión del archivo y la biblioteca y un trabajo repartido en las casas u oficinas de los miembros del Comité Ejecutivo y la secretaria administrativa. Sin embargo, en 1993 y bajo la presidencia de Félix Fich, se acordó gestionar la compra de una nueva oficina-sede, la cual se materializó en diciembre de 1995, bajo la presidencia de Tirza Saavedra; se ubicó en calle La Concepción, comuna de Providencia y sirvió a la SCDV hasta su venta en 2002. En junio de 2003, la SCDV, bajo la presidencia de Raúl Cabrera, compró su tercera sede, más amplia, en calle Luis Pasteur, comuna de Vitacura, en funciones desde entonces. 6. Número de socios. Después de un proceso de varios meses, en mayo de 1987 el directorio de la SCDV terminó el primer registro oficial de socios titulares, que dio un número de 127; en septiembre de 2004 los socios titulares son 222, los cuales se califican según el cumplimiento de requisitos estatutarios de ingreso. Estas cifras deben compararse con los presumiblemente 30 socios existentes en 1970. El notable aumento en 34 años demuestra la eficacia de los planes de formación de nuevos especialistas, el renovado interés por la especialidad y el esfuerzo mancomunado de los dermatólogos chilenos en el trabajo docente directo. 7. Filiales. La longitud de Chile determina un relativo aislamiento geográfico de muchas ciudades distantes de Santiago, generando la necesidad de filiales que reúnan por cercanía a los socios de la SCDV. Al amparo de la SCDV nacieron a mediados de la década de 1980 las filiales Sur y Norte impulsadas por Patricio Rifo (Temuco) y Alex Arroyo (Antofagasta) respectivamente. Se aprobó el primer reglamento de filiales en 1988, posteriormente modificado. En la actualidad están funcionando las filiales Norte (sede Antofagasta), Quinta Región (sede Valparaíso/Viña), Bío-Bío (sede Concepción) y Sur (sede Temuco). Estas filiales han organizado numerosas reuniones científicas intrarregionales –a veces con invitados de Santiago– y varias Jornadas Nacionales Anuales. 8. Comisiones permanentes. En 1986, bajo la presidencia de Rubén Guarda, se pusieron en marcha las comisiones permanentes de trabajo para asesorar al directorio en materias estatutarias, administrativas y de relaciones internas y externas, lo que al mismo tiempo permitió ampliar la representatividad de las decisiones. Dichas comisiones se reúnen autónomamente o a petición del directorio, sus miembros duran dos años, sus funciones están sometidas a reglamentos y sus resoluciones requieren de la aprobación final del directorio. Las comisiones en funciones desde 1986 son: 1) Estatutos, Reglamentos y Admisión de Socios, 2) Ética, Disciplina y Relaciones Profesionales, 3) Aranceles y Prestaciones, 4) Científica y Educación Continua, 5) Relaciones internacionales y 6) Comité Editorial de la Revista Chilena de Dermatología. Ulteriormente se agregaron las comisiones de: 7) Biblioteca e Informática y 8) Bienestar. 9. Grupos de trabajo. Aunque antes funcionaran de manera esporádica algunos grupos de trabajo (por ejemplo, dermatosis ocupacionales y dermatitis de contacto) en 1990, bajo la presidencia de Juan Honeyman, la SCDV normatizó y estimuló la formación de estos grupos, concebidos como agrupaciones de socios con afinidad en ciertas materias científicas a fin de intercambiar experiencias y generar documentos o posiciones de la SCDV, a través de reuniones periódicas de trabajo. Los grupos con actividad más regular hasta el presente han sido los de Dermatología Pediátrica, cirugía dermatológica, acné/rosácea y láser. Otros grupos han sido los de ETS, cosmiatría, oncología cutánea, psoriasis y medicina interna. 10. Sesiones de educación continua. Con el fin de revisar y actualizar el conocimiento de temas específicos en horarios vespertinos, la SCDV efectuó desde 1986 hasta 1989 varias sesiones de educación continua para sus socios. Éstas fueron reanudadas desde 2002. 11. Congresos Chilenos de Dermatología y Venereología cada dos años.
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12. Jornadas Anuales y Jornadas de Primavera. 13. Revista Chilena de Dermatología. 14. Biblioteca e informática. En 1989 se inició la formación de una biblioteca con las principales revistas internacionales de Dermatología y algunos libros para uso de los socios. Ha funcionado en las sedes de la SCDV. En 2001 se inauguró la página web de la SCDV . 15. Becas de perfeccionamiento. En 2002, a propuesta de su presidente Raúl Cabrera, la SCDV acordó crear becas para los socios, de breve duración (mínimo cinco semanas), en centros extranjeros en materias específicas calificadas para su aplicación en Chile, con un monto fijo de U$3000, financiadas por grandes casas farmacéuticas y adjudicables por concurso de antecedentes ante un jurado ad hoc. Tres becas han sido ya adjudicadas, financiadas por las casas Galderma, GlaxoSmithKline y Stiefel, 16. CONACEM. La SCDV se incorporó a CONACEM en 1987, aprobó los requisitos para Dermatología y Venereología en 1989 y ha participado desde 1990 hasta ahora con dos representantes en la Comisión de Dermatología y Venereología de CONACEM. 17. Relaciones internacionales. La SCDV es miembro de la International League of Dermatological Societies (ILDS) y es el más importante vocero de los dermatólogos chilenos ante la American Academy of Dermatology (USA). 18. Relaciones nacionales. La SCDV está afiliada a la Sociedad Médica de Santiago, a CONACEM y a la Asociación Nacional de Sociedades Científicas Médicas. 19. Campañas hacia la comunidad. En 1997 durante la presidencia de María Isabel Herane comenzó una serie de campañas anuales de prevención de cáncer cutáneo que tuvieron un impacto importante; fueron continuadas por los directorios siguientes y apoyadas por el Ministerio de Salud y las casas farmacéuticas. 20. Nuevos estatutos. En noviembre de 1999 la Asamblea General de socios aprobó una modificación de los estatutos de 1985. Estos nuevos estatutos están en trámite final de aprobación por el Ministerio de Justicia.
Directorios conocidos de la primera fase histórica y la fase de transición (Estos registros se han conservado en forma incompleta) 1958–1960 Presidente: Roger Lamas Grubesich 1960–1962 Presidente: Samuel Abeliuk Raschokvan 1962–1964 Presidente: Raúl Alarcón Casanueva; Secretario: Samuel Abeliuk Raschokvan 1964–1966 Presidente: Oscar Klein Kohn; Secretario: Federico Pescetto 1966–1968 No se conservan registros 1968–1970 Presidente: Isidoro Pasmanik Guiñerman 1970–1972 Presidente: Pedro Cofré; Secretario: Alan Rojas Canala 1972–1974 Presidente: Daniel Villalobos Toro; Secretaria: Adelaida Tolic Rodríguez 1974–1976 Presidente: Alan Rojas Canala; Secretario: Fernando Oyarzún Carrillo 1976–1978 Presidente: Oscar Klein Kohn 1978–1980 Presidente: Marco Antonio de la Parra Enríquez; Secretario General: Jorge Abeliuk Sharager 1980–1982 Presidenta: Julia Oroz Montiglio; Secretaria General: María Elsa Maira Palma 1982–1984 Presidente: Gonzalo Eguiguren Lira; Secretario General: Leonardo Sánchez Millán 1984–1986 Presidente: Carlos Vera Mora; Secretaria General: Mónica Ross Maldonado.
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Directorios de la segunda fase histórica 1986–2004 1986–1988 Presidente: Rubén Guarda Tatin; Vicepresidente: Manuel Melis de la Vega; Secretario General: Raúl Cabrera Moraga 1988–1990 Presidente: Rubén Guarda Tatín; Vicepresidente: Félix Fich Schilcrot; Secretario General: Iván Jara Padilla 1990–1992 Presidente: Juan Honeyman Mauro; Vicepresidente: Félix Fich Schilcrot; Secretaria General: María Luisa Pérez-Cotapos Subercaseaux 1992–1994 Presidente: Félix Fich Schilcrot; Vicepresidenta: María Isabel Herane; Secretaria General: Monserrat Molgó Novell 1994–1996 Presidenta: Tirza Saavedra Umpierrez; Vicepresidenta: María Isabel Herane; Secretaria General: Pilar Valdés Arrieta 1996–1998 Presidenta: María Isabel Herane; Vicepresidenta: Mirtha Cifuentes Mutinelli; Secretaria General: Ximena Ancic Cortéz 1998–2000 Presidente: Iván Jara Padilla; Vicepresidenta: Tirza Saavedra Umpierrez; Secretaria General: Hilda Rojas Pizarro 2000–2002 Presidenta: Mirtha Cifuentes Mutinelli; Vicepresidenta: Monserrat Molgó Novell; Secretaria General: Emilia Zegpi Trueba 2002–2004 Presidente: Raúl Cabrera Moraga; Vicepresidenta: Hilda Rojas Pizarro; Secretaria General: Orietta Gómez Hanssen 2004–2006 Presidenta: Hilda Rojas Pizarro; Vicepresidente: Félix Fich Schilcrot; Secretaria General: Orietta Gómez Hanssen.
■ Publicaciones dermatológicas en Chile La primera publicación conocida de la SCDV fue el Boletín de la Sociedad Chilena de Dermatología y Sifilología (su órgano oficial) que apareció en 1945 y del cual se publicaron solamente tres números; se desconocen las razones de su desaparición. El principal responsable de este boletín fue el entonces secretario de la Sociedad, Hernán Hevia, ayudado por Florencio Prats, Mauricio Weinstein y Roger Lamas. Durante su presidencia (1972-1974) Daniel Villalobos publicó algunos boletines de la SCDV con contenidos científicos y gremiales. Carlos Vera fundó la revista Dermosur, dedicada a dermatosis de contacto y ocupacionales, que tuvo corta vida. La primera revista de Dermatología de envergadura en Chile fue impulsada por la SCDV como su órgano oficial y apareció en 1985 bajo la presidencia de Carlos Vera con el nombre de Dermatología (Chile). Juan Honeyman ha sido su director responsable desde el primer número hasta el presente. Su trabajo infatigable y minucioso, así como el de los miembros de los sucesivos comités editoriales (todos destacados socios de la SCDV), en especial Pilar Valdés, Soledad Bertoló y Félix Fich, ha permitido que esta revista haya aparecido sin interrupción hasta el presente, con dos números por año hasta 1993, luego con tres números por año y, desde 1998, con cuatro números por año. Se ha estructurado conforme a trabajos originales, clínicos o experimentales, revisiones bibliográficas, minicasos e informaciones de interés societario. Esta revista recibe con alguna frecuencia el aporte de autores extranjeros y tiene una amplia distribución nacional y en los países vecinos.
Reuniones científicas nacionales
■ Reuniones científicas nacionales
En la primera fase histórica de la SCDV, sus socios se congregaban de una a dos veces por mes en reuniones o asambleas científicas para discusión de casos y presentación
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de experiencias originales o revisiones de temas, preferentemente en el Hospital San Luis. Aunque el aporte de casos para estas reuniones provenía mayoritariamente de los médicos de los hospitales San Luis y San Vicente de Paul, también llegaban de otros hospitales de Santiago y aun de provincias (entre ellos, Valparaíso). En una memoria de directorio de 1945 consta que durante ese año hubo 16 sesiones con un total de 21 trabajos originales y 56 presentaciones de casos clínicos, todos publicados en los tres números del Boletín de la Sociedad Chilena de Dermatología y Sifilología ya mencionado. El autor más prolífico de trabajos presentados a la SCDV desde su fundación hasta 1980 fue Hernán Hevia, con alrededor de 200 ponencias. En diciembre de 1968 se efectuó en el Hospital San Luis una magna reunión de la SCDV, llamada Reunión del XXX Aniversario de la SCDV, de tres días de duración en horarios matinales y nocturnos, con presentaciones de casos y trabajos originales. Esta reunión convocó a todos los dermatólogos chilenos y precedió a otras similares organizadas por la SCDV con diversos nombres: Jornadas Chilenas de Dermatología, efectuadas en Santiago y Valparaíso en 1970, presididas por Pedro Cofré y Jornadas Nacionales de Dermatología efectuadas en Santiago en 1974 y 1975. Desde 1976 pasaron a llamarse Jornadas Anuales de Dermatología y Venereología, con sede habitual en Santiago hasta 1985. Sin embargo, desde 1990 en adelante (salvo 1999), en parte por el éxito de las llamadas Jornadas de Primavera, estas Jornadas Anuales se han efectuado en ciudades de provincias con el propósito de promover la difusión de la especialidad y la descentralización de la SCDV. Han tenido el carácter de reuniones científicas (avances en Dermatología y presentación de trabajos originales con participación de invitados extranjeros de alto nivel) y sociales, puesto que la unidad y la saludable convivencia y amistad entre los dermatólogos chilenos es tarea esencial de la SCDV. Desde 1997, reciben finalmente el nombre de Jornadas Anuales de Dermatología y Venereología Profesor Hernán Hevia Parga, en homenaje al gran profesor chileno. Entre 1986 y 1989 se efectuaron en Santiago las llamadas Jornadas de Primavera, cuatro en total (una por año). Fueron propuestas por Leonardo Sánchez y Patricio Rifo y organizadas bajo la presidencia de Rubén Guarda, con el exclusivo propósito de la presentación de trabajos y casos-problema de los dermatólogos de provincias para su discusión con los dermatólogos de Santiago, enriquecidas con un invitado extranjero por jornada. El objetivo fue el apoyo al progreso científico y el acercamiento social en el seno de la SCDV. Tuvieron notable éxito de asistencia y contribuyeron no sólo a la unificación solidaria de los dermatólogos del país, sino también —a nivel de anécdota— a la eliminación de la crónica resistencia de los socios al pago de sus cuotas. En mayo de 1986, al asumir como presidente de la SCDV, Rubén Guarda propuso fundar los Congresos Chilenos de Dermatología y Venereología como reuniones magnas periódicas de la Dermatología chilena, de tres días de duración, con sesiones de aportes seleccionados de investigación y experiencia, simposios, talleres y conferencias, con la participación de invitados extranjeros de alta calidad científica. El primer Congreso Chileno, presidido por el Dr. Guarda, se efectuó en abril de 1988 con cuatro invitados de Estados Unidos: Mark Dahl, Marcus Conant, Bijan Safai y John Hanifin. Desde entonces, se han efectuado cada dos años en Santiago en el mes de abril un total de ocho Congresos, excepto en 1992 (supresión motivada por la realización del congreso RADLA en Santiago), con la participación de numerosos y muy destacados dermatólogos de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica y una asistencia de 200 a 400 médicos. Sus presidentes han sido Rubén Guarda (1988), Daniel Villalobos (1990), Félix Fich (1994), Tirza Saavedra (1996), María Isabel Herane (1998), Iván Jara (2000), Mirtha Cifuentes (2002) y Raúl Cabrera (2004). Múltiples reuniones dermatológicas de alto nivel científico y con invitados foráneos han sido organizadas por diversas instituciones; las más tradicionales y concurridas fueron: 1) el curso/jornada anual del servicio de Dermatología del Hospital Aguirre (desde
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1988), dedicado últimamente a la terapéutica dermatológica y generalmente dirigido por Juan Honeyman; 2) el simposio/curso anual de la unidad de Dermatología de la PUC (desde 1990) con directores alternados; y 3) el curso/jornada anual de la Clínica Alemana de Santiago: el primero en 1991 dirigido por Rubén Guarda y luego, ininterrumpidamente desde 1995 hasta ahora, bajo la dirección de Raúl Cabrera.
■ La chilena Dermatología chilena en el VII. La Dermatología en el concierto internacional
concierto internacional
Presencia de los dermatólogos chilenos en las reuniones internacionales Hasta mediados de la década de 1970 los dermatólogos chilenos participaron con escasa frecuencia en instituciones y reuniones de carácter internacional. Contribuyó a ello el hecho de que Chile es el país americano más alejado de Europa y el sudamericano más alejado de Estados Unidos. Aunque hubo contactos de carácter personal con la Dermatología francesa a través de algunos profesores (por ejemplo, Puyó, Jaramillo y Prunés) y con la Dermatología argentina (por ejemplo, Prats y Brieva), los primeros contactos institucionales fructíferos fueron hechos por los médicos conectados con las ETS, principalmente Isidoro Pasmanik y Daniel Villalobos. El Dr. Pasmanik, como responsable en Chile del programa piloto de la OPS para el control de ETS desde 1960, participó en diversas acciones conjuntas con representantes de otros países latinoamericanos; fue además un viajero infatigable a múltiples congresos de Dermatología y ETS y casi siempre la única presencia chilena en ellos hasta 1975. Junto a los doctores Villalobos y Fich participó activamente en reuniones internacionales de ETS y SIDA, incluidos los congresos ULACETS. Félix Fich fue vicepresidente de ULACETS en el periodo 1995-1999. Entre 1976 y 1990, el rol de Juan Honeyman fue crucial en la inserción de los dermatólogos chilenos, tanto para asistir como para presentar ponencias en las reuniones médicas internacionales, lo que se resume como sigue: 1) desde su formación dermatológica en Oregon, fue el principal promotor de la participación de jóvenes dermatólogos en los meetings de la American Academy of Dermatology (AAD) y su afiliación a ésta; 2) fue impulsor de la afiliación de la SCDV a la International League of Dermatological Societies; 3) a partir de su primera asistencia a una RADLA en Guarujá (1976), propició la incorporación y la participación con ponencias de un gran número de dermatólogos chilenos en el principal evento anual de la Dermatología sudamericana, la Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA); 4) finalmente, efectuó igual promoción para la realización de los congresos del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD). Los dermatólogos chilenos han participado muy activamente desde 1977 como asistentes, relatores y directivos de las RADLA del Cono Sur. Juan Honeyman, Carlos Vera y Rubén Guarda han sido presidentes de la organización, y por tanto, delegados permanentes en su consejo. Como delegados renovables han participado Isidoro Pasmanik, Gonzalo Eguiguren, Julia Oroz, Leonardo Sánchez, Iván Jara, Raúl Cabrera, Félix Fich, Montserrat Molgó y Orietta Gómez. La participación de Chile en la coordinación de actividades científicas y relatorías es ya tradicional, en especial en Inmunodermatología y oncología cutánea. Algo menos numerosa ha sido la presencia chilena en CILAD y sus congresos. Juan Honeyman fue delegado nacional de CILAD por Chile desde 1975 hasta 1999, vicepresidente de área de CILAD entre 1995 y 1999 y primer vicepresidente entre 1999 y 2003. Desde 2000 Rubén Guarda es delegado nacional al CILAD por Chile, reelegido por votación en 2003. En suma, la presencia de dermatólogos chilenos es constante y a veces masiva en los meetings de la AAD, los congresos mundiales de Dermatología y Dermatología Pediátrica,
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en el CILAD, las RADLA y un variado número de eventos americanos y europeos. Esto ha contribuido a elevar y actualizar la ciencia dermatológica chilena. Juan Honeyman, Rubén Guarda, Raúl Cabrera, Iván Jara, María Isabel Herane y muchos otros han sido con frecuencia invitados a los congresos dermatológicos nacionales de diversos países latinoamericanos. El Dr. Honeyman es miembro de numerosas sociedades nacionales de Dermatología; ha sido, como antes lo fuera Pasmanik, un viajero y conferencista infatigable en reuniones médicas en muchos países. El Dr. Guarda ha sido también un constante expositor invitado en los congresos de alergia e inmunología de los países vecinos. Existe un intercambio institucional exitoso de médicos jóvenes entre la AAD y la SCDV para sus respectivos congresos, debido a las facilidades mutuas otorgadas para estadías e inscripciones.
Principales eventos dermatológicos internacionales en Chile Chile ha sido sede muy exitosa de los siguientes eventos dermatológicos internacionales: 1) RADLA del Cono Sur 1985, la primera realizada en Santiago (presidente Juan Honeyman y secretario general Gonzalo Eguiguren), con 400 médicos asistentes de los países RADLA (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Perú, Paraguay y Uruguay); 2) RADLA del Cono Sur 1992 en Santiago (presidente Carlos Vera y secretaria general Mirtha Cifuentes), con 500 médicos asistentes; 3) RADLA del Cono Sur 1997 en Santiago (presidente Rubén Guarda y secretario general Raúl Cabrera), con 950 médicos asistentes; 4) Congreso de ULACETS 1995 en Santiago (presidente Blanca Campos y presidente del comité científico Félix Fich) con 1800 participantes de 35 países. Santiago se prepara para recibir un nuevo RADLA en 2006 bajo la presidencia de Raúl Cabrera.
Otros eventos dermatológicos internacionales en Chile En la segunda mitad del siglo XX se han realizado dos ciclos de reuniones entre los dermatólogos argentinos (principalmente de Cuyo, la región argentina más vecina a Santiago) y chilenos: 1) el primer ciclo corresponde a las llamadas Reuniones Andinas de Dermatología, efectuadas una en Mendoza (1969) y otra en Santiago (1970), propuestas por Isidoro Pasmanik y Alberto Torres Cortijo (Mendoza) y organizadas por la SCDV y la Sociedad Argentina de Dermatología (filial Cuyo), con significativo éxito para la hermandad chileno-argentina; 2) la segunda serie, más prolongada, corresponde a las llamadas Jornadas Transandinas de Dermatología, que son anuales, con sedes alternas: Santiago en otoño y Cuyo en primavera, entre 1989 y 1995, propuestas inicialmente por Cristóbal Parra (Mendoza) y Rubén Guarda (Santiago) y acordadas entre el directorio de la SCDV y la filial Cuyo de la Asociación Argentina de Dermatología (Nélida Pizzi, Cristóbal Parra, José Leonforte y Elías Bittar). La SCDV encargó a su filial Quinta Región asumir la responsabilidad chilena de estas Jornadas, que tuvieron una masiva asistencia de dermatólogos cuyanos y chilenos. Otra serie de reuniones fueron las llamadas Jornadas Interandinas, efectuadas entre 1994 y 2000, que congregaron a los dermatólogos del norte chileno, los argentinos de Salta, los bolivianos de La Paz y Cochabamba y los peruanos del sur (Arequipa, Cusco y Tacna), además de varios de Santiago y Lima. Fueron impulsadas por Juan Pedro Lonza y otros dermatólogos del norte chileno y apoyadas por Juan Honeyman (Santiago), Fernando Magill y Emilio Carranza (Lima), con una importante asistencia. Las reuniones efectuadas fueron cuatro: Iquique 1994, Cusco 1996, Cochabamba 1998 y Salta 2000. ■ Octubre, 2005
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■ Referencias bibliográficas Hevia Parga H. Roberto Jaramillo: obituario. Rev Chil Dermatol. 1989;5:88-89. Klein Kohn O. Historia de la Dermatología chilena: una versión personal [monografía]. Laboratorios Vichy; 1999. Lama, R. Dr. Gastón Ramírez Bravo: nota necrológica. Rev Chil Dermatol. 1996;12:60. Maira ME, Margozzini J. Historia
del Servicio de Dermatología. En: Braghetto I, Korn O. editores. Historia del Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Hospital Clínico de la Universidad de Chile; 2002. p. 309-332. Ramírez Bravo G. El profesor Roberto Jaramillo Bruce: semblanzas. Rev Chil Dermatol. 1989;5:87. OTRAS FUENTES Comunicaciones escritas proporcionadas por los dermatólogos Daniel
Villalobos, Julia Oroz e Isabel Moreno. Comunicaciones orales de los dermatólogos Roger Lamas, Isidoro Pasmanik, Raúl Alarcón, Julita Cofré, Adelaida Tolic, Antonio Guglielmetti, Ramón Staforelli, Manuel Melis, Félix Fich, Juan Honeyman, Juan Pedro Lonza, Alfredo Cardemil, Patricio Rifo, Ximena Ancic, María Elsa Maira, Walter Gübelin.
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA ECUATORIANA MAURO MADERO IZAGUIRRE , FRANKLIN MADERO IZAGUIRRE , GALO MONTENEGRO LÓPEZ , MAURICIO COELLO URIGUEN , CLAUDIO ARIAS ARGUDO
■ I. La Dermatología en la región costa o litoral Mauro Madero Izaguirre, Franklin Madero Izaguirre
L
a región de la costa o litoral del Ecuador es la porción de territorio existente entre el Océano Pacífico por el Oeste, las estribaciones de la cordillera de los Andes por el Este, las fronteras con Colombia por el Norte y el Perú por el Sur. Esta extensión territorial de 800 km de longitud y aproximadamente 80.000 km2 de superficie es en su mayoría una llanura litoral con algunas elevaciones de escasa altura, en especial en sus partes central y norte. Por encontrarse en la zona ecuatorial, al igual que el resto del país, y estar a nivel del mar, esta región litoral presenta un clima tropical con temperaturas medias entre los 23 ºC y 26 ºC, con dos estaciones climáticas, una entre diciembre y abril —caracterizada por la presencia de lluvias copiosas y aumento de la temperatura media— y el resto del año con muy escasas precipitaciones pluviales y un clima más fresco.
Aspectos históricos Época prehispánica Entre los diferentes pueblos aborígenes que poblaron el litoral ecuatoriano antes de la llegada de los españoles, los huancavilcas son los que mayor atención recibieron de parte de los investigadores de nuestro pasado médico. Por ello nuestro artículo se fundamenta en los datos obtenidos de este pueblo constituido por numerosas tribus que poblaron la zona de lo que hoy es la Provincia del Guayas y parte de las provincias de Manabí y Los Ríos. Situados en plena zona tropical, los huancavilcas sufrieron las inclemencias del clima; sin embargo, su patología no era muy variada y eso determinó que los conquistadores españoles consideraran estas tierras como muy sanas. Su patología cutánea podría resumirse en algunas enfermedades infecciosas, afecciones parasitarias de la piel, picaduras de insectos y manifestaciones cutáneas de intoxicaciones por el uso de bebidas
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M . MADERO, F. MADERO, G . MONTENEGRO, M . COELLO, C . ARIAS
fermentadas o de envenenamientos a partir de sustancias ingeridas o usadas en sus lanzas. De acuerdo con la mayoría de los historiadores, también existió la sífilis en esta zona antes de la venida de los españoles. Sus manifestaciones externas eran mencionadas como bubas o verrugas, observadas con frecuencia no sólo entre los moradores de la zona sino también entre numerosas personas “venidas de afuera” que acudían en busca de alivio ya que la comarca estaba considerada como “de buen temperamento” para la curación de muchas enfermedades, tanto por su clima cálido y la fama de sus herbolarios como, especialmente, porque a orillas del río Guayas crecía la zarzaparrilla, planta a la que se atribuían grandes resultados terapéuticos incluso en el tratamiento de la sífilis. Cieza de León dice al respecto: “Y muchos que traían las asaduras dañadas y los cuerpos podridos, con sólo beber el agua de estas raíces quedaban sanos [...] y otros que venían agravados de las bubas y las traían metidas en el cuerpo, bebiendo de esta agua los días convenientes también sanaban. En fin, muchos fueron hinchados y otros llagados y volvieron a sus casas sanos”. Entre los parásitos de la piel estaban la nigua, que ocasionaba ulceraciones y que fue luego uno de los más crueles azotes para los españoles, y el piojo del cuerpo y de la cabeza. Esta medicina aborigen se conoce fundamentalmente a través de los relatos de los primeros españoles; los cronistas de Indias nos describen una medicina del período preconquista cuyas características eran ser instintiva, demoníaca, mágica y sacerdotal; de acuerdo con González Suárez “todo su sistema curativo se reducía a baños, bebidas y fricciones, cuya eficacia les había dado a conocer la experiencia”.
La Conquista Desde la llegada de Bartolomé Ruiz –hábil piloto español y primer europeo que pisara tierra ecuatoriana, seguido del gran conquistador Francisco Pizarro– los españoles encontraron en estas tierras patologías condicionadas por el medio tropical. Quizás la entidad morbosa que con mayor frecuencia debieron enfrentar fue el paludismo. Esta enfermedad era endémica entre las tribus de la costa ecuatoriana; los españoles sufrían aún con mayor crudeza las consecuencias de las picaduras de mosquitos infectados por el hematozoario al punto de que, de acuerdo con los cronistas, esas picaduras “llevaron a la tumba a muchos de ellos y a la mayor parte enfermaron”. En su tercer viaje por las costas del sur, Francisco Pizarro desembarcó en la bahía de San Mateo a principios de 1531. De allí siguió a las poblaciones de Coaque y Puerto Viejo, en lo que hoy es la Provincia de Manabí, donde los españoles sufrieron una de las más grandes y desconocidas pestes a la que llamaron “de verrugas”. Esta epidemia –de acuerdo con estudios realizados en el siglo XX por algunos investigadores– parece haber correspondido al pian, aunque todavía hay quienes piensan que pudo haber sido de verruga peruana. Otra enfermedad frecuente en esa época fue la viruela. Dice el mercedario Fray Pedro Ruiz Naharro, refiriéndose al mes de marzo de 1531: “En esta bahía de Quaque enfermaron algunos de nuestros españoles de achaques de viruelas y bubas, de que murieron algunos, y otros quedaron hoyosos los rostros y sumamente feos, efecto que causan las viruelas”. Poco después de su fundación, la ciudad de Guayaquil, el principal puerto ecuatoriano, contó con un hospital al que acudía mucha gente enferma desde diferentes puntos del litoral, atraídos por la fama curativa que tenía la zarzaparrilla fresca. Este hospital contaba con una botica donde se encontraban todos los remedios usados en la época; entre ellos el jabón prieto cuya preparación –enseñada por los españoles– se hacía con lejía obtenida de las cenizas de ciertas maderas y mezclada con sebo; este producto era de uso muy popular para el baño y especialmente para lavar el cabello y ayudar en el control de los piojos.
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Época colonial A principios del siglo XVII los aborígenes huancavilcas casi se habían extinguido como consecuencia, en gran parte, del descuido que tenían los colonos españoles con la salud del indio. La sanidad de los pobladores del litoral ecuatoriano se encontraba en manos de los curanderos, y la aparición de un médico titulado por estas tierras era considerada por muchos como una obra de la Divina Providencia. En el Hospital de Guayaquil la atención a los enfermos era dada generalmente por un sacerdote católico con conocimientos prácticos. Poco se sabe sobre las enfermedades que se presentaron en el siglo XVII. En las crónicas se mencionan las epidemias de sarampión y viruela como las que causaron mayores estragos en nuestra población. A comienzos del siglo XVIII Guayaquil padeció otra epidemia de viruela que causó una gran mortandad entre su población, que para el año 1708 ascendía aproximadamente a 4.000 habitantes. Hacia la segunda mitad del siglo, Guayaquil dejó de ser una ciudad abandonada por la medicina y apareció un mayor número de médicos que se hicieron cargo de la atención a los enfermos en el hospital o de manera particular. Con la presencia de los médicos se logran en esta época descripciones más técnicas de las enfermedades y empiezan a aparecer reportes más detallados de ciertos padecimientos cutáneos y de sus diferentes formas de tratamiento. Ejemplo de esto fue, en 1776, el uso de “un remedio maravilloso” usado para extirpar un parásito de la piel que fue tanto para los españoles como para los mestizos e indios una verdadera plaga: la nigua. El remedio maravilloso consistía en “untar las partes donde residen las niguas con aceite de olivas sin calentar, y muriendo ellas, se desprenden fácilmente las bolsillas que las contienen”. La nigua y los piojos han sido los parásitos presentes desde la época de los aborígenes y que a través de la conquista y la colonia han llegado hasta nuestros días. La nigua ocasiona los consabidos trastornos locales y los piojos producen incluso el tifus exantemático muchas veces mencionado en las crónicas de la colonia. Tal como ocurrió en siglos anteriores, la viruela y el sarampión fueron problemas comunes y graves también en el siglo XVIII. Es necesario decir que durante toda la colonia estas dos enfermedades fueron endémicas en nuestro litoral y de manera particular en la ciudad de Guayaquil, pero de vez en cuando adquirían el carácter de epidémicas. Así ocurrió con la nueva epidemia de viruela del año 1785. En los archivos de la conquista no se encuentran indicios de que la lepra haya existido en nuestro medio en esa época. Es probable, como se piensa en otros países de América, que nuestros aborígenes no la padecieran y que fuera importada de Europa y posiblemente también de África a través de individuos de raza negra traídos para ciertas labores. Recién en el siglo XVIII se encuentra la disposición de que los enfermos de lepra debían ser enviados al Lazareto de Cartagena de Indias, lo cual era difícil de cumplir debido a la distancia y a los malos caminos; por ello los enfermos deambulaban libremente por las calles de Guayaquil. Entonces surgió la idea de identificar a todos los enfermos de lepra que había en la ciudad y proyectar la construcción de un sitio especial donde estuvieran recluidos y aislados. En 1795, un relevamiento de las personas afectadas de lepra estableció que existían 24 enfermos en Guayaquil y se determinó que fueran enviados, unos al Lazareto de Cartagena de Indias y otros al Lazareto de Quito recientemente creado. En razón de que se presentaban nuevos casos de lepra, se hizo evidente la necesidad de un lugar de contención; en 1818 inició sus actividades el primer lazareto en el litoral ecuatoriano, establecido en la ciudad de Guayaquil.
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La Independencia (1820-1830) Durante este período, el ejercicio de la medicina mantuvo las prácticas rutinarias establecidas durante la época colonial y fueron escasos los aportes científicos; éstos eran logrados por las pocas personas que después de cursar estudios de medicina en centros más avanzados del extranjero regresaban a estas tierras. Un dato curioso y digno de citar es el mencionado por varios autores de esta época respecto al color de la piel de los habitantes de Guayaquil, en particular de sus mujeres. Basil Hall, en su libro Extractos de un diario escrito en las costas de Chile, Perú y México en los años de 1820, 1821 y 1822, se refiere a las guayaquileñas de la siguiente manera: “A menudo habíamos oído alabar el cutis claro de las guayaquileñas, pero habíamos imaginado que era una ponderación. Por eso, con sorpresa encontramos a estas señoras blancas y rubias como cualquier europea. Sus ojos, diferentes a los españoles, eran azules y su cabello claro. Esto es tanto más extraordinario cuanto que Guayaquil está situada dentro de poco más de dos grados al sud del Ecuador y quedando al nivel del mar, es excesivamente calurosa durante todo el año”. Jorge Juan y Antonio de Ulloa en su Viaje a la América Meridional también destacan el hecho de que “siendo aquel país tan cálido no sean sus naturales trigueños y que no teniendo los españoles por naturaleza el cutis tan blanco, como las naciones del Norte, sus hijos allí sean rubios”. Las razones que daba el Dr. Abel Brandín en 1826 para esta característica eran “la influencia de la humedad del clima, del modo de vivir de las mujeres, de su perfecta inacción y substracción a la luz; lo mismo que las plantas que se privan de la impresión del sol y de toda luz, y que se marchitan, pierden sus colores […] La falta de ejercicio, de movimiento, con el calor y la humedad, favorecen el desenvolvimiento del tejido celulario, lo hartan, lo impregnan de humedad, y favorecen la blancura del epidermis del cutis”. Las enfermedades más comunes en la población de Guayaquil eran por entonces el paludismo, la disentería, la viruela, la tuberculosis, el sarampión y la sífilis.
Época Republicana (1830-1900) Desde el comienzo de esta época, la que había sido provincia libre de Guayaquil y ahora era parte de la República del Ecuador mostró un sostenido progreso en todos los aspectos; y la medicina, con la llegada de algunos médicos que decidían sentar sus reales en este lugar, también mostró un notable y sostenido desarrollo. Durante las primeras décadas de la era republicana, los estudios de Medicina debían realizarse en la ciudad de Quito, única que en ese entonces tenía una Escuela de Medicina en Ecuador; por ello los médicos de nuestra región litoral eran nativos que debían viajar a otros lugares para realizar sus estudios o extranjeros que se quedaban principalmente en Guayaquil. Nada de esto fue impedimento para que los médicos guayaquileños, deseosos de lograr la superación científica, conformaran en 1835 la Junta Departamental de Medicina y muy poco después la Sociedad Médica del Guayas. La aparición de la Sociedad Médica del Guayas marcó una etapa de superación y progreso en la medicina guayaquileña, ya que durante su larga y fructífera existencia fue la encargada de dictar las normas para combatir las epidemias, defender a los profesionales médicos, nombrar las autoridades médicas de la ciudad y participar en la fundación de hospitales. Es digna de recordarse la intervención del Dr. Mariano Arcia quien, posiblemente influenciado por los relatos de las curaciones de Alibert en las aguas sulfurosas de Tívoli, pensó que nuestros leprosos podían curarse con las aguas sulfurosas de la península de Santa Elena. Para ello obtuvo los medios para la construcción de un lazareto en los mismos
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sitios donde brotan las aguas termales de Santa Elena, el cual empezó a brindar atención a los enfermos a fines de 1837. Entre 1842 y 1867 el litoral ecuatoriano y particularmente la ciudad de Guayaquil sufrieron tres epidemias de fiebre amarilla que produjeron una alta mortalidad entre sus habitantes. En diciembre de 1867 comienza a funcionar en Guayaquil la Junta Universitaria, organismo cuya función era recibir los exámenes de incorporación de quienes querían ejercer en Guayaquil o en la provincia. Diez años más tarde, en 1877, abre sus puertas la Facultad de Medicina de Guayaquil, con lo cual se inicia un nuevo y más exitoso período para la medicina local. Guayaquil se vio atacada por una nueva epidemia de fiebre amarilla en 1880. Esta enfermedad, junto con el dengue, la viruela, el sarampión, el cólera y las disenterías fueron los padecimientos más frecuentes de la región en el último cuarto del siglo XIX.
Primera mitad del siglo XX (1900-1950) A comienzos del siglo es posible observar ya una cierta inclinación a la Dermatología entre los médicos clínicos de la costa ecuatoriana y comienzan a divulgarse a través de las revistas de la época sus valiosas observaciones. Entre esas publicaciones citamos las siguientes: —José Ramón Boloña, “¿Existen la Blastomicosis y la Leishmaniasis en el Ecuador?”, Act. Trab. I Cong. Med. Ecuat. Vol II, 97, 1917. —José Darío Moral, “Leishmaniasis Americana”, Bol. Med. Cir. Año XVIII, 132, 73, 1920; y “Dermatitis Bullosa Plantaris”, Bol. Med. Cir. Año XXIII, 140, 67, 1921. —Juan Federico Heinert, “Dermatitis Vesicular Aguda”, An. Soc. Med. Quir. Guay. Vol VII, 163, 1927. —J. Insua Hilaron, “Micetos que originan dermatomicosis del hombre más comunes en Guayaquil” (Tesis Doctoral), Rev. Univ. Guay. Año IV, 1, 128, 1933. A medida que avanza el siglo va creciendo la atención hacia las afecciones de la piel. A los nombres de eminentes clínicos que presentan publicaciones sobre el tema –como Alfredo Valenzuela Valverde, Armando Pareja Coronel, José Falconí Villagómez–, se unen los de otros médicos que empiezan a mostrar una inclinación preferente por la Dermatología como José Víctor Payese Gault, con quien se inició en la Facultad de Medicina de la Universidad de Guayaquil la Cátedra de Dermatología, que en su inicio se llamó de “Urología, Enfermedades Venéreas y Dermatología”. Cuando falleció el Dr. Payese le sucedió el Dr. Gustavo Adolfo Fassio; en ese momento se separó la cátedra y comenzó a llamarse “Cátedra de Dermatología”.
La Dermatología como especialidad (1950-2005) Hasta mediados del siglo XX en el litoral ecuatoriano y específicamente en Guayaquil –ciudad que tomamos como referencia por ser la de mayor población y desarrollo médico de la región– la Dermatología era vista como una parte de la medicina interna y como tal era ejercida principalmente por los médicos clínicos. Hacia fines de los años 1940 algunos médicos clínicos empiezan a mostrar una dedicación preferente a los problemas de la piel y comienza a germinar una nueva mentalidad que va esbozando los principios de la Dermatología como especialidad. El cambio definitivo se produce a partir de dos hechos sucedidos en la década de 1950-1960. El primero fue la creación de servicios de Dermatología en nuestros hospitales; el segundo, la aparición de médicos con dedicación exclusiva en Dermatología, entre los cuales estaban los primeros especialistas graduados como dermatólogos en el extranjero, quienes aportaron nuevas ideas que tuvieron una acogida inmediata.
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El primer servicio hospitalario de atención dermatológica en la ciudad de Guayaquil se creó en 1952, en la Sala Santa Luisa del Hospital Luis Vernaza de la Junta de Beneficencia de Guayaquil; este servicio tuvo como creador y primer jefe al Dr. Enrique Uraga Peña. El Servicio de Dermatología del Hospital Vernaza incluyó poco después a los Drs. Wenceslao Ollague Loayza –titulado como dermatólogo de la Escuela Profesional de Dermatología de Madrid– y Luis Carvajal Huerta, quienes en conjunto con el Dr. Uraga Peña fueron los iniciadores de la Dermatología guayaquileña. Con estos antecedentes el momento era propicio para el desarrollo de la Dermatología y consecuentemente aumentaba el número de médicos que se dedicaban a la especialidad. Algunos se formaron en nuestras salas hospitalarias y otros tuvieron la oportunidad de estudiar en el exterior. Aparecen entonces, entre muchos otros, los Drs. Espinoza Bravo, Arcos, Lasso y Murgueytio en Quito; L. Cordero, J. Vintimilla, A. Quezada y C. Arias en Cuenca, y G. Fassio, W. Ollague y L. Carvajal en Guayaquil quienes junto a los ya citados y con la colaboración de otros colegas que también se dedicaban parcialmente a la Dermatología fueron conformando la especialidad en nuestro país.
Fundación de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología En las circunstancias mencionadas, el inicio de los años 1960 presentaba campo propicio para que todos estos profesionales se uniesen bajo un solo cuerpo colegiado que se dedicara de lleno al fomento de la investigación, difusión y enseñanza de la especialidad. La idea surgió en la ciudad de Guayaquil y los doctores Enrique Uraga Peña, Wenceslao Ollague Loayza y Luis Carvajal Huerta se encargaron de hacerla realidad: iniciaron las reuniones preliminares con diferentes profesionales médicos del país que practicaban la Dermatología u otras especialidades afines. Surgió entonces la necesidad de crear una Sociedad Ecuatoriana de Dermatología y se fijó fecha y lugar para realizar una reunión de nivel nacional en la que se llevaría a cabo la fundación de la entidad. Así, el 15 de mayo de 1963, 23 prestigiosos profesionales se reunieron en la ciudad de Guayaquil, en el local del Club Médico (figura 1) situado en el cuarto piso del edificio que todavía existe en la esquina noroeste de la intersección formada por las calles Baquerizo Moreno y Nueve de Octubre y decidieron formar la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, cuya acta de constitución transcribimos:
Figura 1. Edificio situado en la Avenida 9 de Octubre y Baquerizo Moreno (Guayaquil), en cuyo 4º piso funcionaba el Club Médico, donde se fundó la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología
ACTA DE CONSTITUCIÓN DE LA SOCIEDAD ECUATORIANA DE DERMATOLOGÍA
En la ciudad de Guayaquil a los quince días del mes de mayo de mil novecientos sesenta y tres, se reunieron en los salones del Club Médico, previa convocatoria efectuada por los doctores Enrique Uraga Peña, Luis Carvajal Huerta y Wenceslao Ollague Loayza, los doctores Edmundo Blum, Bertha Duarte de Rendón, Elena Yerovi, Silvio Torres, Germán Moreno Valero, Carlos Hidalgo González, Otto Arias, Claudio Arias, Carlos Timm, Bolívar Estrella, Francisco Parra, Roberto Jalón, Eduardo Reina, Domingo Paredes, Jorge Ramírez, Eudoro Moscoso, Jorge Bermeo, Carlos Espín, Felipe Aroca y Servio Peñaherrera; quienes después de oír la exposición que efectuara el Dr. Uraga Peña, en la que señalaba que el objetivo fundamental de la reunión era el de constituir, si así lo estimaban conveniente, una entidad que agrupara a todos los médicos que tuvieran dedicación especial a la Dermatología, Sifilografía y Leprología, con miras a incrementar el estudio de dichas ramas de la Medicina y propender por todos los medios a su mayor difusión y engrandecimiento, acordaron constituirse en Asamblea y designaron para el efecto como Director de la misma al Dr. Uraga Peña y como Secretario al Dr. Ollague Loayza, y luego de oír diversas exposiciones favorables a dicho criterio, resolvieron en definitiva la formación de la Sociedad y que luego de ser aprobados por la misma los sometieron a consideración del Poder Ejecutivo para su aprobación de conformidad con las disposiciones legales pertinentes. Dr. Servio Peñaherrera A.
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Dr. Enrique Uraga P.
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Inmediatamente después de constituida la Sociedad se procede a la elaboración de sus Estatutos, que fueron discutidos y aprobados en sesiones de Asamblea realizadas los días 19, 21 y 22 de mayo del mismo año. Dichos estatutos iniciales constaban de 79 artículos de entre los cuales citamos el primero y el último: Art. 1. Con el nombre de Sociedad Ecuatoriana de Dermatología créase una Asociación Científica de derecho privado y de carácter nacional, con sede en Guayaquil, la misma que se regirá por los siguientes Estatutos. Art. 79. La Asamblea dispone la elección de un Directorio Provisional por esta vez, hasta el mes de mayo próximo.
Figura 2. Directiva de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología en el período 1966–1967. Sentados: Dra. Elena Yerovi, Dr. Enrique Uraga, Dr. Wenceslao Ollague (Presidente) y Dr. Alfonso Coronel. De pie: Dr. Tarquino Viteri, Dr. Wilson Correa, Dr. Servio Peñaherrera y Dr. Carlos Timm Figura 3. Portada del primer número de la Revista Dermatología publicado en septiembre de 1966
La Asamblea reunida para la aprobación de los Estatutos y acatando la disposición de lo resuelto en el Art. 79 eligió el Directorio Provisional; el Dr. Enrique Uraga Peña fue elegido como primer presidente de la Sociedad. Poco después, el 31 de julio de 1963, en su primera sesión, realizada en el Paraninfo de la Universidad, el Dr. Uraga Peña, como presidente, declaró inaugurada la Sociedad. Desde el momento de su fundación, la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología tuvo su sede en Guayaquil, ciudad en la que por entonces se realizaba la mayor actividad científica dentro del campo dermatológico. Esta particularidad se mantuvo hasta el año 1986 en que una reforma estatutaria, descrita más adelante, daría a la Sociedad una integración y representación de carácter nacional. En 1965 el Dr. Uraga fue reelecto como presidente de la Sociedad para un segundo período. Durante su gestión la entidad se desarrolló de manera eficaz tanto en el nivel nacional como en sus relaciones con Sociedades Dermatológicas de América y Europa. LA
PRIMERA REVISTA DERMATOLÓGICA
El 21 de julio de 1966 es elegido presidente el Dr. Wenceslao Ollague Loayza; lo acompañan el Dr. Luis Carvajal Huerta como vicepresidente y el Dr. Servio Peñaherrera Astudillo como secretario. Esta comisión trazó un amplio plan de actividades tendiente a difundir y engrandecer la Dermatología en todo el Ecuador; en este plan se destaca la idea del Dr. Ollague de contar con una revista propia de la especialidad donde los dermatólogos pudiesen comunicar sus experiencias y de esa forma difundir la Dermatología en el país. La idea se hizo realidad en septiembre de 1966 cuando apareció el primer número de la revista Dermatología; se publicaron varios números hasta fines de 1969 cuando se suspendió su publicación por problemas económicos (figuras 2 y 3). FUNDACIÓN DEL NÚCLEO DE CUENCA En el año 1971 la directiva de turno presidida por Wenceslao Ollague L. y Servio Peñaherrera A. se reúne en Cuenca con un selecto grupo de médicos –entre los cuales se encontraban Leoncio Cordero J., Julio Sempértegui V., Enmanuel Peña U., Eudoro Moscoso S., Jaime Vintimilla A., Vicente Ruilova S., Octavio Neira P., Claudio Arias A. y Jorge Palacios A.– y proceden a la constitución del Núcleo del Azuay de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, eligiendo al mismo tiempo su primer directorio presidido por el Dr. Claudio Arias Argudo.
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LAS JORNADAS ECUATORIANAS DE DERMATOLOGÍA Un hito en la Dermatología ecuatoriana fue la realización en 1973, en la ciudad de Guayaquil, del II Congreso Bolivariano de Dermatología, evento en el que ante numerosos dermatólogos extranjeros, los especialistas ecuatorianos mostraron su capacidad de investigación al presentar sus trabajos sobre amiloidosis cutánea con una nueva clasificación, producto de una extensa casuística. Al mismo tiempo se iniciaron las I Jornadas Ecuatorianas de Dermatología, que entre 1973 y 1979 se realizaron en tres ocasiones y fueron las precursoras de los Congresos Ecuatorianos de Dermatología. FUNDACIÓN DEL NÚCLEO DE QUITO La Dermatología ecuatoriana crecía en forma sostenida. Uno de sus impulsores era el Dr. Wenceslao Ollague Loayza, quien junto a un grupo de dermatólogos guayaquileños recorría periódicamente diversas regiones del Ecuador para hacer investigaciones sobre patologías cutáneas propias de la zona y al mismo tiempo difundir los conocimientos y la especialidad. La iniciativa, mediación e intervención directa del Dr. Ollague logró reunir a un grupo de médicos dermatólogos de la ciudad de Quito para fundar la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología-Núcleo de Quito, en junio de 1978. Los fundadores fueron Raúl Murgueytio Stacey, Jorge Ruiz Espinoza, Magdalena Vanoni Martínez, Galo Montenegro López y Ernesto Caviedes López. La primera directiva del Núcleo de Quito tuvo como presidente al Dr. Raúl Murgueytio, como vicepresidente a la Dra. Magdalena Vanoni y como secretario al Dr. Galo Montenegro. LOS TRIANGULARES DE DERMATOLOGÍA Otro hecho importante en la Dermatología ecuatoriana fue ideado y realizado durante la directiva del Dr. Gonzalo Calero H.; en 1978, con el deseo de intercambiar conocimientos y experiencias y estrechar los lazos humanos entre los dermatólogos ecuatorianos, se crearon los eventos que inicialmente se llamaron Triangulares de Dermatología debido a que estaban planificados para tres reuniones anuales realizadas en forma rotativa en Guayaquil, Quito y Cuenca, con la asistencia conjunta de los especialistas de dichas ciudades. Desde su inicio los Triangulares se convirtieron en una de las reuniones más apreciadas y concurridas de los dermatólogos ecuatorianos ya que, además del intercambio y actualización de conocimientos, incluían la presentación de casos dermatológicos especiales ampliamente discutidos y comentados por los asistentes. Los Triangulares de Dermatología han mantenido hasta la actualidad el mismo espíritu y motivación con que se crearon; sin embargo, a partir de 1980, por cambios en su auspicio pasaron a denominarse Jornadas Regionales de Dermatología. Posteriormente, desde 1991 hasta el presente, son llamadas Jornadas Nacionales de Dermatología debido a que la amplia difusión de la especialidad en el país hizo que se incluyeran otras ciudades en la organización y en la participación activa. En los últimos años estas Jornadas se efectúan en años alternos para que no coincidan con los Congresos Nacionales; se han realizado ya en 34 ocasiones. CONGRESOS ECUATORIANOS DE DERMATOLOGÍA Las Jornadas Ecuatorianas de Dermatología realizadas en la década de 1970 fueron el sustento para la realización posterior de los Congresos Ecuatorianos de Dermatología que se iniciaron en la ciudad de Guayaquil, en julio de 1981 bajo la presidencia del Dr. Wilson Correa Bustamante. Desde entonces han tenido lugar 11 Congresos Nacionales que se realizan normalmente cada dos años y constituyen el evento de mayor atención y reconocimiento de los especialistas ecuatorianos. A continuación se presenta una relación cronológica de los Congresos de Dermatología realizados en el Ecuador:
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• I Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Guayaquil, 22-25 de julio de 1981. • II Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Quito, 9-12 de noviembre de 1983. • III Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Cuenca, 9-12 de octubre de 1985. • IV Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Guayaquil, 8-11 de octubre de 1987. • V Congreso Ecuatoriano de Dermatología y IX Congreso Bolivariano de Dermatología, Quito, 7-12 de octubre de 1990. • VI Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Cuenca, 12-16 de abril de 1993. • VII Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Guayaquil, 20-25 de julio de 1995. • VIII Congreso Ecuatoriano de Dermatología y I Encuentro de Dermatología del Área Bolivariana, Quito, 1-6 mayo de 1997. • IX Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Cuenca, 29 abril-3 mayo de 1999. • X Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Guayaquil, 19-22 de julio de 2001. • XI Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Quito, julio de 2003. EL
DERMATOLOGÍA EN EL ECUADOR Hasta los inicios de la década de 1980, los dermatólogos ecuatorianos tenían que capacitarse en el exterior para obtener su título de especialistas; se formaban en España, Francia, Estados Unidos, México y Brasil, entre otros países. A partir de 1982 se inicia el primer posgrado en Dermatología en la Universidad de Guayaquil, bajo la dirección de su impulsor, el Dr. Wenceslao Ollague Loayza, en la Unidad de Dermatología, Venereología y Alergia del Dispensario 31 del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social. Los primeros tres dermatólogos graduados en una Universidad ecuatoriana recibieron su título en julio de 1985. A partir de entonces las incorporaciones de dermatólogos se hacen anualmente y el número de escuelas de posgrado se ha incrementado a tres: dos en la ciudad de Guayaquil y una en Quito. POSGRADO DE
REFORMA Y APROBACIÓN DE LOS NUEVOS ESTATUTOS DE LA SOCIEDAD DE DERMATOLOGÍA Hasta el año 1986 la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, fundada en Guayaquil, había realizado una labor eficiente difundiendo de variadas maneras la Dermatología como especialidad por todos los confines del país. Con esa intención y como ya se describió, también había fomentado y participado activamente en la conformación de los Núcleos de Azuay y de Quito. Sin embargo, el marco legal con el que se desenvolvía la Sociedad determinaba que cada uno de los núcleos formados actuara de manera independiente sin la debida integración estatutaria que le diera una real representación nacional. Por estas circunstancias, los representantes de los Núcleos del país iniciaron desde 1984 una serie de reuniones destinadas a reformar los estatutos a fin de lograr que la Sociedad tuviera un verdadero carácter nacional. A fines de 1985 se había logrado ya elaborar un proyecto de reforma de los estatutos, el cual fue presentado para su aprobación legal por medio del Acuerdo Ministerial Nº 697 del 26 de mayo de 1986, firmado por el Dr. Jorge Bracho Oña, ministro de Salud de la época. Desde ese momento, la sede nacional que durante 23 años había estado exclusivamente en Guayaquil pasó a ser rotativa. Debe cambiar cada dos años al Núcleo que sea sede del Congreso; y a la vez, la Junta de dicho Núcleo es la que actúa como directiva nacional durante el período correspondiente. NUEVAS PUBLICACIONES EN DERMATOLOGIA Como ya se mencionó, la primera revista de Dermatología en Ecuador apareció en 1966; se imprimieron unos pocos números en forma un tanto irregular hasta que cesó su publicación en 1969. A partir de entonces se publicaron números especiales de
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manera muy aislada, pero el empuje del Dr. Wenceslao Ollague Loayza logró sacar a la luz una nueva revista con el nombre de Dermatología Ecuatoriana, la cual se constituyó, a partir de 1986, en el órgano oficial de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. En enero de 1992 los doctores Patricio Freire, Santiago Palacios y Luis Moncayo, miembros del Núcleo de Quito, toman la iniciativa de continuar las publicaciones de nuestros especialistas con una revista con el mismo nombre de la que publicara originalmente el Dr. Wenceslao Ollague en 1966; gracias al entusiasmo y la entrega de sus editores, esta nueva Dermatología se mantiene hasta la actualidad como órgano oficial de la Sociedad, habiéndose publicado ya más de veinte números de valioso contenido científico. FUNDACIÓN DEL PRE-NÚCLEO DE LOJA En la década de 1990 la Dermatología ecuatoriana creció de manera importante; en varias ciudades del país hay especialistas que, al mismo tiempo que participan activamente en la vida de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, comienzan a conformar grupos que aspiran a convertirse en Núcleos de la Sociedad. En la ciudad de Loja, el Dr. Jorge Bermeo Vivanco fue uno de los pioneros de la Dermatología; en 1962 estudió junto a los Profs. Ollague y Uraga en Guayaquil y en 1978 fue designado profesor de Dermatología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Loja. El Dr. Juan Jaramillo Puertas estaba a cargo del área de Dermatología del Hospital San Juan de Dios de la misma ciudad desde 1968. A partir de 1985 comienzan a llegar a Loja los primeros médicos formados y titulados como dermatólogos con el profesor Ollague en Guayaquil. La primera fue Beatriz Ojeda y luego Antonio Reyes; ambos formaron en 1994 el Pre-Núcleo de Loja, al que posteriormente fueron incorporándose otros especialistas. JORNADAS ECUATORIANO-PERUANAS DE DERMATOLOGÍA Un acontecimiento que constituyó un verdadero hito dentro de la historia de la Dermatología ecuatoriana fueron las Jornadas Ecuatoriano-Peruanas de Dermatología, un encuentro científico y de amistad entre los profesionales peruanos y ecuatorianos que no sólo representó un valioso intercambio de nivel internacional, sino que fue especialmente significativo por el momento y las circunstancias singulares de la guerra del Cenepa entre Ecuador y Perú. El promotor de estas Jornadas fue el Dr. Gonzalo Calero Hidalgo, quien las realizó en conjunto con el Dr. Luis Chiriboga Ardito, en aquel entonces presidente del Núcleo del Guayas. Las primeras Jornadas Ecuatoriano-Peruanas se realizaron entre el 28 y el 30 de mayo de 1999 en la ciudad ecuatoriana de Machala. Desde entonces y de manera alterna en distintas ciudades de Ecuador y Perú se han realizado exitosamente cuatro Jornadas, y en julio de 2005 se realizará la quinta en la ciudad de Guayaquil (figura 4). Figura 4. I Jornadas Ecuatoriano–Peruanas de Dermatología en la ciudad de Machala Ecuador, mayo de 1999
La Dermatología ecuatoriana en el presente En la actualidad, la Dermatología ecuatoriana tiene como órgano oficial a la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, con presencia en todo el territorio nacional a través de sus 119 asociados que ejercen en las principales ciudades del país. El número total de dermatólogos en el Ecuador es levemente mayor debido a que algunos especialistas, por motivos diversos, no están registrados en la Sociedad. La directiva de la Sociedad es ejercida de manera rotativa por los núcleos de Guayaquil, Quito y Cuenca en períodos de dos años. En el período actual (2003-2005) la directiva nacional de la Sociedad está en el Núcleo
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del Azuay, cuyo presidente y por ende el presidente nacional es el Dr. Víctor León Chérrez, de la ciudad de Cuenca. La enseñanza de la Dermatología como especialidad se realiza en las tres escuelas de posgrado ya mencionadas, que actualmente incorporan un promedio de diez dermatólogos por año. La hospitalización para pacientes con afecciones dermatológicas es actualmente una constante en los Servicios de Dermatología de los hospitales de las principales ciudades ecuatorianas. La atención dermatológica ambulatoria se realiza en la mayoría de los hospitales del país y también en unidades de menor nivel o en dispensarios dedicados a la especialidad. A nivel nacional, la presencia de la especialidad es constante por medio de la realización de cursos, jornadas y congresos; y nuestros dermatólogos asisten regularmente a los más importantes eventos internacionales para compartir y adquirir conocimientos. PRESIDENTES Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr. Dr.
DE LA
SOCIEDAD ECUATORIANA
DE
DERMATOLOGÍA
Enrique Uraga Peña 1964-1965 / 1965-1966 Wenceslao Ollague Loayza 1966-1967 / 1967-1968 / 1970-1971 / 1981-1983 Luis Carvajal Huerta 1968-1969 / 1969-1970 / 1973-1974 Servio Peñaherrera Astudillo 1971-1972 / 1972-1973 / 1974-1975 / 1975-1976 Gonzalo Calero Hidalgo 1976-1977 / 1977-1978 / 1993-1995 Humberto Ferretti Jurado 1978-1979 Wilson Correa Bustamante 1979-1980 / 1980-1981 Luis Chiriboga Ardito 1983-1985 José Ollague Torres 1986-1988 Carlos Carvajal Hernández 1988-1990 Franklin Encalada Córdova 1990-1992 Oswaldo Reyes Baca 1995-1997 Marcelo Merchán Manzano 1997-1999 Franklin Madero Izaguirre 1999-2001 Santiago Palacios Álvarez 2001-2003 Víctor León Chérrez 2003-2005
Grandes dermatólogos ecuatorianos Presentamos aquí una breve biografía de algunos de los más influyentes dermatólogos del país, escogidos de entre aquellos que ya no se encuentran junto a nosotros, como un homenaje a su memoria y a la obra que realizaron en beneficio de la Dermatología ecuatoriana. DR. ENRIQUE URAGA PEÑA (1902-1980) Nació en la ciudad de Guayaquil. Fundador y primer director de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, cargo que desempeñó por dos períodos para luego ser designado Presidente Honorario. Fundador del primer Servicio de Dermatología de Guayaquil. Profesor titular de Dermatología de la Universidad de Guayaquil. Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Guayaquil. Miembro de varias Sociedades Dermatológicas de América Latina (figura 5). DR. WENCESLAO OLLAGUE LOAYZA (1927–1990) Nació en la ciudad de Santa Rosa, provincia de El Oro, pero desarrolló su actividad profesional en la ciudad de Guayaquil. Considerado por muchos como el más destacado
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dermatólogo ecuatoriano, se formó en Madrid junto a Gay Prieto y Gómez Orbaneja. Fundador de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología de la que fue presidente en varias ocasiones. Ocupó las más altas dignidades en la Federación Bolivariana de Dermatología y en el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología. Fundador de la Unidad de Dermatología, Venereología y Alergia del IESS en Guayaquil, que actualmente lleva su nombre. Profesor principal de Dermatología en las Facultades de Ciencias Médicas de la Universidad de Guayaquil y Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. Autor del Manual de Dermatología. Investigador profundo, realizó numerosos trabajos científicos que dieron lugar a publicaciones en revistas nacionales y extranjeras. Su mayor mérito fue llevar a la Dermatología ecuatoriana a los más altos niveles mundiales (figura 6). DR. RAÚL MURGUEYTIO STACEY (1924-1992) Nació en la ciudad de Jipijapa, provincia de Manabí y desarrolló su labor profesional en la ciudad de Quito. Formado en los Hospitales de Baltimore, Philadelphia y New York, regresó para desempeñarse como dermatólogo de los Hospitales Baca Ortiz, Andrade Marín y de SOLCA. Profesor de Dermatología en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Quito. Fundador y primer presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, Núcleo de Quito. Miembro de la Academia Americana de Dermatología, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, de la Sociedad Ecuatoriana de Pediatría y de la Academia Ecuatoriana de Medicina (figura 7).
Figura 5. Dr. Enrique Uraga Figura 6. Dr. Wenceslao Ollague Loayza Figura 7. Dr. Raúl Murgueytio Stacey Figura 8. Dr. Servio Peñaherrera Astudillo Figura 9. Dr. Luis Carvajal Huerta Figura 10. Dr. Franklin Encalada Córdova
DR. SERVIO PEÑAHERRERA ASTUDILLO (1932-1995) Originario de Girón, Provincia del Azuay, ejerció su actividad en la ciudad de Guayaquil. Se especializó en Salud Pública y Dermatología en Brasil. Fue socio fundador de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología y presidente de la misma en cuatro ocasiones. Fue también profesor de Epidemiología y Bioestadística, profesor de pre y posgrado de Dermatología, subdecano y decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica de Guayaquil, Subsecretario Regional de Salud y autor de numerosos trabajos científicos y publicaciones médicas (figura 8). DR. LUIS CARVAJAL HUERTA (1925-2001) Nacido en Quito, realizó estudios en Dermatología en Argentina y Estados Unidos para luego ejercer la especialidad en Guayaquil. Fue Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Luis Vernaza, profesor titular de la Cátedra de Dermatología de la Universidad de Guayaquil, profesor y director del posgrado de Dermatología de la Universidad Católica de Guayaquil y presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. Fue autor de varias investigaciones originales que merecieron reconocimiento internacional (figura 9). DR. FRANKLIN ENCALADA CÓRDOVA (1944-1991) Originario de Limón, provincia del Azuay. Inició sus estudios de Dermatología junto al Prof. Wenceslao Ollague y luego fue a Argentina donde obtuvo su título de especialista en Dermatología. Desempeñó su actividad en la ciudad de Cuenca como médico dermatólogo del Hospital Vicente Corral Moscoso. Profesor principal de Dermatología de la
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Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca y presidente del Colegio de Médicos del Azuay y de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología (figura 10).
■ Referencias bibliográficas Actas de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. 1963-1986. Actas de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. Núcleo del Guayas. 1986–1998. Actas de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. Núcleo de Quito. 1978–1998. Actas de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. Núcleo del Azuay. 1971–1998. Coello Uriguen M, Arias Argudo C. Historia de la Dermatología en el Azuay. Dermatología. 1997;V(2). Correa Bustamante W. Discurso de Inauguración del 1º Congreso Ecuatoriano de Dermatología. Dermatología. En-jun 1983;V(1).
II. La Dermatología en Quito
Freire P, Moncay L. Nota Necrológica. Dr. Raúl Murgueytio Stacey. Dermatología.1992;1(2). Madero Izaguirre M. Homenaje póstumo al Dr. Servio Peñaherrera A. Discurso en la sesión inaugural del 7º Congreso Ecuatoriano de Dermatología. Dermatología. 1995;4(2-3). Madero Izaguirre M, Madero Izaguirre F. Memorias de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. Guayaquil; 2001. Madero Moreira M. Historia de la Medicina en la provincia del Guayas. Imprenta de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas. 1955. Madero Moreira M. Índice de la Bibliografía Médica Ecuatoriana. Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas. 1971.
Ollague Loayza W. Discurso de agradecimiento al recibir condecoración del Gobierno Nacional en el 1º Congreso Ecuatoriano de Dermatología. Dermatología. En-jun 1983;V(1). Ollague Torres JM. Directorio Nacional Dermatológico Ecuatoriano; 1988. Ollague Torres JM. Precursores de la Dermatología: Dr. Wenceslao Ollague Loayza. Dermatología. 1994;3(2). Saeteros de García A. 3º Congreso Ecuatoriano de Dermatología. Dermatología Ecuatoriana. Jun 1986;1(1). Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. Boletín Informativo Nº4; Sept 1999. Sociedad Ecuatoriana de Dermatología. Boletín Informativo Nº5; Ag 2000.
■ II. La Dermatología en Quito Galo Montenegro López Es importante conocer el pasado para vivir el presente y proyectarse al futuro.
En este capítulo he creído oportuno destacar algunos datos relativos al surgimiento, desarrollo y logros de esta joven Sociedad, así como también a los médicos que dieron inicio a la Dermatología en la ciudad de Quito y la proyectaron en el ámbito nacional e internacional. La historia de la Dermatología ecuatoriana y especialmente la de nuestra ciudad no es nueva. Muchas enfermedades cutáneas fueron tratadas por médicos ecuatorianos cuyos nombres sólo son conocidos por las generaciones que tuvieron el privilegio de ser tratadas por ellos. Pero en 1910 se inicia en Quito la Dermatología como rama especial de la Medicina. El pionero de esta hazaña es el Dr. Ricardo Villavicencio Ponce, quien al regresar de Europa como médico cirujano ejerce también la Dermatología, a la que dedica con entusiasmo buena parte de su tiempo. En los apuntes biográficos realizados por don Eduardo Samaniego y Álvarez1 el Dr. Villavicencio expresa textualmente: “Soy creador de la Cátedra de Dermatología. ¿Cómo se curaba antes en el hospital a los enfermos de piel? A todos con el ungüento del soldado. ¿No he formado discípulos en esta rama? Allí están los dermatólogos Espinoza Bravo, Lasso, Arcos y en sifilografía, Zambrano y Ricardo Paredes. Me intereso por los leprosos pidiendo que se mande un joven médico a los Estados Unidos de América para
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estudiar el progreso del tratamiento de esta enfermedad”. En julio de 1929 se le ratificó y amplió el nombramiento de profesor en las Cátedras de Clínicas Quirúrgicas, Ginecología, Dermatología y Sifilografía. Cabe destacar también que el Dr. Villavicencio ocupó la presidencia de la Cámara de Diputados, donde se destacó por su espíritu patriótico, muy propio de esos tiempos. Luego de una larga y fructífera labor falleció el 10 de abril de 1934. Le sucede su discípulo, el Dr. Manuel Villacís, quien desde 1948 continuó con la Cátedra de Dermatología y fue jefe de Dermatología del Hospital San Juan de Dios. Realizó varios trabajos sobre lepra, tiñas, dermatitis exfoliativa y carbunco, entre otros, los cuales se encuentran publicados en la revista del Hospital San Juan de Dios. Dedicó a su hijo Dr. Eduardo Villacís un trabajo sobre “Elefantiasis nostra”, publicado en la Gaceta Médica de Guayaquil. Falleció el 27 de diciembre de 1979 a la edad de 80 años, siendo ejemplo de trabajo y dedicación para las futuras generaciones. También podemos mencionar al Dr. Luis Rendón quien dictó clases como profesor agregado y realizó los estudios de la especialidad en los Estados Unidos. Por motivos de orden político, durante los años 1959-1960 fue suspendida la cátedra, pero se reabrió en septiembre de 1961 a cargo del Dr. Ernesto Caviedes. Posteriormente el Dr. Raúl Murgueytio, especializado en los Estados Unidos, asumió la cátedra a la cual aportó sus conocimientos. Es destacable la obra del Dr. Luis A. León, discípulo del Dr. Villavicencio, quien en 1944 fundó la cátedra de Medicina Tropical que se mantuvo como tal hasta el año 1972, cuando desapareció por razones de orden político, incluyéndosela dentro de Epidemiología. El Dr. Luis A. León aportó a la Dermatología Tropical varios trabajos; entre los más importantes están “Etiología treponémica del mal del Pinto” y varias investigaciones sobre leishmaniasis en colaboración con su hijo Renato. Realizó otros aportes en el ámbito de las micosis profundas como rinosporidiosis, coccidiodomicosis y paracoccidiodomicosis. En el Congreso Bolivariano de Dermatología realizado en Guayaquil en 1973 presentó el trabajo “Escabiosis en América”. También fue el encargado de denunciar, en 1952, la existencia de la oncocercosis en el país, en su trabajo “Sobre los simúlidos transmisores de la enfermedad”. Cabe destacar que el Dr. León fue el médico ecuatoriano que dentro de la especialidad ha editado el mayor número de trabajos: más de 150 estudios publicados en revistas extranjeras y nacionales. Los nombres de los Drs. Holger Garzón, Jorge Ruiz y Galo Montenegro –estos dos últimos realizaron sus estudios de la especialidad en Brasil– se vincularon en los últimos años con la cátedra de Dermatología. Un hecho vinculado consustancialmente con la especialidad fue la formación de nuestra Sociedad. Después de muchos intentos frustrados, en el mes de noviembre de 1977 se funda la Sociedad de Dermatología Núcleo de Quito, hecho que se hace efectivo mediante acuerdo ministerial Nº 9956, el 20 de junio de 1978, siendo ministro el Dr. Asdrúbal de la Torre. El Dr. Raúl Murgueytio fue su primer presidente y se integraron al grupo los Drs. Jorge Ruiz, Mario Sarzosa, Holger Garzón, Magdalena Vanoni y Galo Montenegro. En sus estatutos se destaca el artículo primero: “La Sociedad fue fundada para estimular el estudio de las enfermedades dermatológicas y fomentar la amistad y cooperación profesional entre sus miembros”. La comisión directiva se renueva cada dos años. Sus presidentes han sido los Drs.: Magdalena Vanoni, Jorge Ruiz, Galo Montenegro, Carlos Carvajal, Dolores Fusseu, Ramiro Campuzano, Oswaldo Reyes, Julia Villanueva, Santiago Palacios y actualmente el Dr. Eduardo Garzón. Desde su fundación, la actividad constante ha estado representada por las sesiones mensuales de sus integrantes realizadas los terceros jueves de cada mes en los hospitales donde trabajan sus socios, esto es, el Enrique Garcés del Sur, el Hospital Militar, el Hospital del IESS, el Hospital Dermatológico Gonzalo González y en algunas ocasiones el Hospital Voz
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Andes. Es importante la presentación de casos clínicos como así también las consideraciones sobre los problemas de actualidad dermatológica. Cabe mencionar que luego de conformada la Sociedad, comenzaron a realizarse los Triangulares de Dermatología con el auspicio de la casa Schering Americana; así el nombre de Mauricio Camilo Ede, en aquella época su gerente, se une a la historia de la Dermatología. Las ciudades de Guayaquil, Quito y Cuenca han recibido siempre en forma cordial a todos los socios para comentar los asuntos de mayor interés de la Dermatología y observar los casos clínicos de mayor dificultad diagnóstica. Posteriormente, los Triangulares se denominaron “Jornadas” pero continuó la misma actitud, esto es, el intercambio de sus socios y el progreso de la Sociedad. En el año 1983 se realizó en Quito el Segundo Congreso de Dermatología. Asistieron profesores nacionales y extranjeros; el tema principal que se debatió con el aporte del núcleo de Quito fue “Dermatosis principales en las regiones del Ecuador”. El tema leishmaniasis también fue abordado por el Núcleo de Quito en el primer Congreso de la especialidad realizado en Guayaquil en 1981. Durante el Tercer Congreso en Cuenca, el tema de colaboración fue: “Estudio del Epitelioma Basocelular en los hospitales de Quito”. Es importante destacar aquí la historia del Hospital Dermatológico Gonzalo González cuyo crecimiento fue paralelo al de la Dermatología en Quito. En el año 1785 los pacientes de lepra eran asilados en el Hospital de la Misericordia del Señor. En 1882 se asilaban en el hospital y manicomio San Lázaro donde recibían un aislamiento riguroso e inhumano, ya que eran perseguidos y luego abandonados a su suerte. En el año 1911 bajo la presidencia del General Eloy Alfaro los pacientes son trasladados a Pifo, a un edificio perteneciente a la comunidad de Padres Jesuitas que habían sido expulsados. En 1922, siendo presidente el Dr. Isidro Ayora, se construye el leprocomio Verde Cruz con capacidad para 150 pacientes; fue inaugurado el 2 de abril de 1927 con carácter de leprocomio nacional. Su primer director fue el Dr. Eduardo Egas, quien permaneció en estas funciones hasta 1933. El leprocomio fue construido con el objetivo de aislar a los pacientes, era un “hospital cárcel”. En la actualidad subsisten pequeñas murallas de esa época. Existían “parlatorios”, ventanas con mallas y alambres a través de los cuales hablaban los pacientes con sus familiares o dictaban sus cartas. No existía allí moneda corriente, en su lugar circulaban sellos equivalentes a papel moneda. La asistencia social ayudaba con lo que se llamaba “la masita”, una subvención diaria cuya denominación se mantiene hasta la actualidad y que proviene de un pedazo de masa para hacer pan que se les daba a los pacientes cuando permanecían en el Hospital San Lázaro. Se los mantenía incomunicados y con las puertas cerradas de por vida. A partir de 1933, se nombra Director al Dr. Luis Rendón –quien había realizado estudios de Dermatología en los Estados Unidos– el cual permaneció en su cargo por 17 años consecutivos, tocándole en suerte ser testigo de la aparición de la droga milagrosa contra la lepra: las sulfonas. Realizó las gestiones para traerla al país donde comenzó a usarse en 1947. Con el Dr. Rendón se inicia la campaña antileprosa en el Ecuador. En 1948 el Dr. Gonzalo Hernández realiza en Quito su tesis doctoral sobre “Censo de la Lepra en el Ecuador” y reemplaza al Dr. Rendón en la jefatura de la campaña; encuentra que las provincias más afectadas son: El Oro, Azuay, Loja, Imbabura, Bolívar y Carchi. En 1957 se nombra director al Dr. Gonzalo González quien había realizado su tesis doctoral en 1947 sobre el tratamiento de la lepra con la promanada. En esta época el leprocomio sufre notables cambios y transformaciones. Las antiguas barreras de recelo se derrumban. Se permite el manejo de dinero, el intercambio libre de correspondencia, desaparecen los parlatorios y el lugar va tomando la fisonomía de un verdadero hospital. Gracias a la fundación católica alemana Hardeseen se inicia la construcción de la ciudadela del enfermo de Hansen. El Dr. González permanece como director hasta 1968, año en que la muerte le sorprende prematuramente.
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A partir de esa fecha se hace cargo el Dr. Mario Sarzosa que continúa trabajando con igual entusiasmo para la rehabilitación del enfermo de Hansen. El leprocomio se transforma en Sanatorio que lleva el nombre del ilustre médico Gonzalo González. El Dr. Sarzosa dedica más de 30 años de su vida a la rehabilitación del enfermo hanseniano. En febrero de 1970 fue nombrado director el Dr. Holger Garzón quien realizó su tesis doctoral sobre “Epineurolisis de nervios periféricos”. Se preocupa de continuar la transformación del Sanatorio, da otra fisonomía a los servicios de enfermería, crea la consulta externa dermatológica y concluye la construcción de 16 casas para los enfermos de Hansen. De acuerdo con los requerimientos de la OMS, solicita y obtiene la transformación del Sanatorio en el Hospital Dermatológico Gonzalo González mediante acuerdo ministerial Nº 3131 del 14 de agosto de 1980 publicado en el registro oficial Nº 257 del 21 de agosto del mismo año, firmado por el Dr. Humberto Guillén, ministro de Salud. En las últimas dos décadas del siglo XX la Dermatología quiteña ha crecido de manera constante. Los Congresos, Jornadas y todo evento dermatológico que se realice a nivel nacional cuentan siempre con la presencia activa de sus dermatólogos. A esta participación se une también la realización en Quito de los más importantes eventos dermatológicos, como se demuestra con la organización y realización de los II, V, VIII y XI Congresos Ecuatorianos de Dermatología, este último en julio de 2003. También se han realizado dos de los antiguamente llamados Triangulares de Dermatología y más de diez Jornadas Nacionales de Dermatología. Se han organizado reuniones dermatológicas de diversa índole: cursos de Dermatología Pediátrica, cursos de Cosmiatría, cursos de actualización en Dermatología, la “Semana del lunar” –trabajo de investigación y servicio a la comunidad–, Simposio de manifestaciones cutáneas de SIDA, Simposio-Taller de Dermatología General, reunión de Aniversario del Hospital Dermatológico Gonzalo González, tertulias dermatológicas, reuniones interhospitalarias y la creación de la Fundación Ecuatoriana de Psoriasis, entre muchas otras. El Núcleo de Quito ha logrado también facilitar el intercambio científico, cultural y social de sus miembros a través de la formación de la “Casa del Dermatólogo” que abre sus puertas en noviembre de 1997 y poco después, en 1999, logra adquirir un local propio donde actualmente funciona la Sede del Núcleo. La enseñanza de la Dermatología se ha visto reforzada con el inicio de la Escuela de Posgrado en Dermatología que está adscripta a la Universidad Central y es actualmente la fuente de las futuras generaciones de dermatólogos de Quito.
■ Referencia bibliográfica 1. Samaniego y Alvarez, E: Apuntes biográficos. Boletín
de la Federación Médica del Ecuador, Quito, 1954, 58 (XII): 17.
■ III.III.La en el Azuay La Dermatología Dermatología en el Azuay Mauricio Coello Uriguen, Claudio Arias Argudo Para saber cómo se ha forjado nuestro presente, poder valorarlo y atreverse a cambiar, mejorar y proyectarse al futuro, es menester escudriñar en las profundidades de nuestro pasado sin desconocer nuestras raíces y querer ignorar la historia.
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Por lo expresado en el pensamiento inicial, y como preámbulo a la verdadera historia de la Dermatología azuaya, hemos creído necesario e indispensable realizar una retrospección rápida y sucinta de algunos hechos que han marcado nuestra historia y que pugnan por ser rescatados y por ende recordados.
La Dermatología en la época prehispánica “En la época precolombina y prehispánica la Dermatología tuvo algunas representaciones a través de la paleontología; se conocen algunos ceramios muy interesantes que representan enfermedades como la viruela”1. En el siglo XV la región interandina estuvo poblada por diversas tribus aborígenes: los quitus (pastos, quillacingas, caranquis, otavalos, panzaleos), los puruhaes (Liribamba), los cañaris (Tomebamba, Guapondélig) y los paltas, zarzas2. Guapondélig –que en idioma cañari significa “llanura grande como el cielo”– ocupaba un área territorial bendecida por la naturaleza en cuanto a su hermosura y a la generosidad de la tierra; esta superficie corresponde principalmente a las provincias de Cañar y Azuay. Desde 8000 a 6000 años a.C. los ayllus cañaris (comunidades cañaris) y antes de ellos los asentamientos nómadas de cazadores-recolectores fueron inscribiendo su autenticidad en vestigios arqueológicos (Cueva de Chobshi: Sigsig). Comunidades agroalfareras que derivaban de los primeros poblaron los valles de Guapondélig e imprimieron a la raza un destino de ceramistas, artesanos y agricultores3. La conquista inca, con Yupanqui (abuelo de Huayna Cápac), tras una larga y prolongada incursión que comenzaría en 1450, sojuzga toda la región interandina después de sangrientas batallas, lo que culmina con el sometimiento estratégico de los cañaris y la imposición de ciertas condiciones previas a la ocupación de la llanura que llamaron Tomebamba, a la cual convertirían en la segunda capital del imperio4; impusieron de esta manera su cultura cuzqueña aportando elementos quechuas a la vida nativa. El Inca Túpac-Yupanqui trajo del Cuzco a su esposa principal Mama Ocllo (1450) y aquí nació el heredero de los “Hijos del Sol”: Huayna-Cápac (1452). “Tomebamba se convirtió en el lugar y santuario de mayor categoría, luego de la mítica capital del mesiánico imperio”; fue entonces la segunda capital que pretendía emular, con largueza, el esplendor del Cuzco. Aquí se concentraron las más altas funciones militares, administrativas y religiosas; y aquí vivió por lustros el más grande de los soberanos incas: Huayna Cápac4. La medicina de los hechiceros y amautas, en esta época precolombina fue principalmente teoterápica (conjuros y amuletos), fitoterápica (antitóxica, catártica, narcótica, febrífuga), mágica y religiosa (utilización de hierbas y productos vegetales, que muy probablemente originaron muchos casos de lo que hoy conocemos como las fitodermatosis), pero también quirúrgica (curación de úlceras, momificación, trepanación, orificación dentaria, reducción craneal, tzantzas) y no carente de algunos conocimientos anatómicos y cierto discernimiento de enfermedades, epidemias y endemias2. Entre las epidemias, la viruela diezmó a la población indígena y posteriormente también a los colonizadores españoles1, 2. Según Cieza de León, en 1526 el mismo emperador del Tahuantinsuyo, Huayna Cápac, enfermó de viruela y finalmente falleció a causa de esta enfermedad5. Pero no solamente se conocía la viruela; también hubo representaciones de la enfermedad de Chagas, leishmaniasis, tuberculosis y sífilis que atacaron a la población indígena1. A la muerte de Huayna Cápac su testamento divide el reino entre sus dos hijos: Huáscar en el Sur (Cuzco) y Atahualpa (hijo de una princesa quiteña) en el Norte; de esta manera se disuelve la unidad del imperio. Alrededor de 1530–1531, a raíz de la derrota de Huáscar por Atahualpa en Huamachuco, se describe por primera vez una epidemia de tifus en el territorio del actual Ecuador. Años más tarde, en 1536, Atahualpa fue asesinado a garrotazos en Cajamarca5.
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A pesar de lo relatado, la historia registra la primera epidemia de viruela en el Ecuador recién en 15332.
La Dermatología en la época hispánica y pre-republicana Al referirnos a la época hispánica y pre-republicana, vale la pena revisar algunos aspectos de la Dermatología en la medicina tradicional. A partir de la conquista del Nuevo Mundo, España se maravilló con las referencias de plantas curativas que entusiasmaron a los médicos y a la sociedad del siglo XVI. El propio Felipe ll ordenó que se recolectaran las especies más famosas de México para llevarlas a la Península. De historia plantarum novae hispanie es una obra revolucionaria del médico Francisco Hernández6 que enumera todas las plantas conocidas por los indios que servían para curar enfermos desahuciados por los médicos. Exploradores y aventureros con mayor o menor fortuna recorrieron la ruta de Colón con los cargamentos de portentosos vegetales. Estamos así frente a la “otra medicina”, relegada con cierto desdén a colectivos marginales por ser considerada como materia de “curanderos”. La existencia de esta medicina, que arranca desde los orígenes de los pueblos, ha sido reconocida por la OMS7; su estirpe popular, apreciada como empírica, basada en cierta experiencia o conocimientos, explicables o no, no le ha impedido franquear los límites de la medicina ortodoxa y permanecer como una actividad muchas veces complementaria, como respuesta a las convicciones profundamente arraigadas en un pueblo producto del mestizaje cultural. El ámbito de estas dos “escuelas” está demarcado por la concepción aborigen de la nosología de las enfermedades. En efecto, se habla de enfermedades del campo o de la calle, y de “enfermedades de Dios”8. Las primeras tienen un origen sobrenatural; su raigambre mágico-religiosa las convierte en materia de los curanderos; mientras que las segundas son del terreno del médico. Algún criterio fundamentalista pretende que una enfermedad de la calle no la cura el médico; asimismo, si no la mejora el curandero, es terreno del médico. La suma de los conocimientos herbolarios más o menos experimentados y la concepción de que la enfermedad estaba vinculada con fenómenos cósmicos y convicciones mágico-religiosas dieron origen a una terapéutica basada en tales determinaciones; el empleo de ciertos vegetales como la ruda (Ruta graveolens), la hierba de santa María (Pyrethrum parthenium), el higo (Ficus carica) y el ajo, empleados en las “limpias” y otras maniobras, dejan ciertas dermatitis en la frente y ombligo, así como en el resto del cuerpo, siguiendo el trayecto de las yerbas sensibilizantes. Esto sucede en los procesos de tratamiento del Ojo, del Mal del Aire y del Espanto que forman parte de la patología cósmica y sobrenatural con cuadros clínicos definidos por la experiencia. Sobre el vitiligo recaían fuertes interpretaciones de “daños” (causados por el hombre); aquí la iguana tiene un papel protagónico en la fantasía y en la creencia del castigo y estigma para los ladrones de las sementeras. Vega G.6 expresa: “El ojo se da cuando el ‘ojeador’ se aficiona de alguien, a veces el pelo se le cae al ojeado...”. En el terreno de esta patología, la enigmática alopecia areata y el vitiligo armonizan con ciertos argumentos interpretativos. En 1526, y durante el gobierno de Carlos V (1520-1556), a los 24 años del descubrimiento de América y a los 13 del descubrimiento del Océano Pacífico, los españoles llegan a la costa ecuatoriana al mando del piloto Bartolomé Ruiz en Esmeraldas2. Entre 1531 y 1532 hacen su incursión al territorio de lo que hoy es el Ecuador las tropas españolas comandadas por Francisco Pizarro que venían desde Panamá; llegan por las costas de Manabí, sector de Coaque. Allí sufren su primer encuentro con la patología regional: un brote de verruga peruana que los primeros cronistas denominan bubas, confundiéndola con la sífilis; algunos autores creen que probablemente se trató de un brote de pian que contagió a muchos soldados españoles5.
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Entre los datos históricos más relevantes podemos consignar los siguientes: en 1534 se realiza la fundación española de Quito. En 1535 se registra la fundación de Guayaquil, de Portoviejo y de Lima, y una nueva epidemia de viruela en el Ecuador. En 1537 se realiza una nueva fundación de Guayaquil con 150 habitantes; ese mismo año se emite la Bula de Paulo III, condenando la esclavitud de los indios y declarando que éstos y los negros “son realmente hombres”. En esta época se proclama la Cédula Real que ordenaba fundar hospitales. En 1547 se funda la ciudad de Loja y se emiten Decretos Reales para proteger la salud de los indios. En 1555 se funda la Universidad de San Marcos de Lima. Durante el gobierno de Felipe II, Andrés Hurtado de Mendoza, Virrey del Perú y Marqués de Cañete, expidió en Lima el 15 de mayo de 1550 una Provisión para la fundación de Cuenca. Gil Ramírez Dávalos escoge el sitio de “Paucarbamba” (Tomebamba) para la nueva ciudad; así, un lunes santo, el 12 de abril de 1557 nace Cuenca a la historia con señalamiento de los términos bajo su jurisdicción, a saber: al Norte hasta el pueblo de naturales denominado Tiquizambi, al Sur hasta las ciudades de Loja y Zamora; al Oriente hasta Macas, Cuyena y Zuña, y por el Occidente hasta los términos de la Isla Puná. Se hicieron los repartos de solares y se denominó calle Santa Ana a la que pasa por la Plaza de Armas9, 10 (figuras 11 y 12). Por esa misma época se dictan Decretos Reales: que en todas las ciudades debe haber hospitales comunes y de contagiosos por separado2. En 1558 se describe una nueva epidemia general de viruela en el Ecuador, a la que se combate con zarzaparrilla y palo de guayacán. En 1564 se inaugura la Real Audiencia y Presidencia de Quito (Hernando de Santillán) y comienza el coloniaje organizado2. En 1565 se realiza la fundación del primer Hospital, el de la Santa Caridad y Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo en Quito. En 1580, 1581, 1587, 1589 y 1590 se describen nuevas epidemias de viruela y sarampión en el Ecuador; la última fue la más agresiva ya que causó alrededor de 30.000 muertes. En 1660 se funda el primer Hospital en Guayaquil, administrado por el Hermano Baltasar de Peralta, y se instala la primera botica. Se funda en Quito la primera Universidad en el país –la cuarta en América–, “San Fulgencio”, por Bula de 1596, a cargo de los religiosos augustinos; comenzó a funcionar en 16032, sin incluir en su pensum a la Medicina. En 1608, el Cabildo quiteño decide nombrar Médico de la Ciudad al Lic. Jerónimo Leyton, que no recibía salario. Al producirse numerosas muertes en Quito por una epidemia desconocida, el Cabildo decide en 1609 contratar al Dr. Meneses y pagarle “300 patacones de ocho reales cada uno”2. En 1611 y 1612 se sucedieron en Quito epidemias de tabardillo, sarampión y “esquinencia” (difteria); esta última se extiende hasta 1614; el rey de España ordena la inspección regular de los hospitales2. En 1622 se funda la segunda Universidad en el Ecuador, la Real Pontificia Universidad de San Gregorio Magno, en Quito, a cargo de los Padres Jesuitas; el rey de España recomienda la apertura de más asilos y hospitales5. Hacia 1630 se descubren las propiedades antipalúdicas de la quinina en MalacatusLoja y con ello contribuye nuestro país a la medicina mundial, constituyéndose en el tratamiento casi único del paludismo por varios siglos5. En 1645 se produjeron nuevas epidemias de viruela, alfombrilla y garrotillo (difteria) en Quito. En 1672 y 1679 ocurren epidemias de disentería en Quito. (Rescatemos de las páginas de la historia el Monasterio del Carmen, fundado en 1682) (figura 13). En 1688 se funda en Quito la Universidad de Santo Tomás de Aquino, a cargo de los religiosos dominicos; pero tampoco incluye
Figura 11. Fundadores de Cuenca: Andrés Hurtado de Mendoza, Virrey del Perú y Marqués de Cañete y Don Gil Ramírez Dávalos Figura 12. Plano original de la primitiva traza de la ciudad de Cuenca
Figura 13. Monasterio del Carmen, fundado en 1682
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Medicina5. En 1693, coincidiendo con una nueva epidemia de viruela y sarampión en el Ecuador, se instaura la primera Cátedra de Medicina en Quito, en el Convento dominico de San Fernando. En 1694 aparecen los primeros médicos graduados en Quito: el Dr. Diego de Herrera, protomédico, quien combate una nueva epidemia de viruela con cañafístola, y el Dr. Diego Cevallos. A fines del año 1692 se produjo una gran epidemia de viruela, sarampión y alfombrilla en la ciudad de Cuenca, que se prolongó hasta octubre de 1693, con una mortandad total mayor al 10% de la normal-media (que era de dos por mes); en el mes de mayo de 1693 murieron 59 personas11. En 1706, la Orden de los Bethlemitas asume la administración del Hospital de Quito al que se da el nombre de Hospital de la Santa Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo; como uno de sus primeros administradores se cita a Luis Espejo, cirujano, padre del célebre Eugenio Espejo5. En 1709 y como un hecho relacionado con nuestra especialidad llega al Ecuador el médico inglés C. Dover (1660-1741), gran conocedor de la patología tropical y propulsor de los polvos para la disentería que llevan su nombre (ipeca, opio, nitrato de potasio). Merece la pena mencionar que en 1730 el Dr. Pablo Petit introduce en Lima el tratamiento mercurial para la sífilis. El año 1747 debe ser recordado por los ecuatorianos y azuayos ya que, por un lado nace en Quito el célebre Eugenio de Santa Cruz y Espejo; y por otro, se inicia la verdadera medicina en Cuenca con la administración de su Hospital a cargo de los Betlhemitas, quienes construyen el Hospital Real, que funcionó en la ciudad hasta que en el año 1868 se trasladó al frente de la Ermita de Todos Santos5. La ciudad de Cuenca experimenta dos nuevas epidemias de gran magnitud, la primera en marzo de 1748, con fiebre, diarrea y disentería, y luego, desde octubre del mismo año hasta noviembre de 1749, de viruela, sarampión y alfombrilla. La máxima mortalidad se produjo en los meses de abril y mayo de 1749 en que murieron 44 personas por mes11. Cuando la ciudad soportaba epidemias o se producían fenómenos telúricos, ante la impotencia humana –de médicos, curanderos, yerbateros y brujos– para controlar las epidemias, el creyente pueblo de Cuenca veía en ellas el castigo divino por las supuestas costumbres licenciosas e invocaba el auxilio de la Divina Providencia por medio de intercesores para “aplacar la ira de Dios”, pedir perdón de los pecados y obtener su Divina Piedad11. En 1749, el Dr. Pedro Pazmiño, médico nacido en Quito, en el proceso de beatificación de Mariana de Jesús (santa ecuatoriana), declara que ha atendido casos de “lue venérea” (con píldoras de mercurio dulce hasta la salivación), de blenorragia, de bocio, etc., algunos de los cuales fueron curados con reliquias (Revista Museo Histórico, órgano del Museo de Historia de la ciudad de Quito, Nº 2, julio 11 de 1949). En 1750 llegan los Betlehemitas al Hospital de Guayaquil2. En 1765 se produce una epidemia de afecciones venéreas en Guayaquil “por haber llegado a la ciudad tropas forasteras, con muchas personas: hombres y mujercillas de mala vida, atacadas de mal venéreo...”, según escribe el jesuita guayaquileño don Juan Arteta5. En 1777 se gradúa de médico Eugenio Espejo (a los 20 años de edad)5; recibe de manos del Rector de la Universidad Santo Tomás de Aquino, Padre Nicolás García, el título de Doctor en Medicina, y al colocarle el anillo que simboliza el logro alcanzado el Rector, pronuncia las siguientes palabras ceremoniales: “Éste es el símbolo de tu matrimonio con la sabiduría, la que de hoy en adelante será tu esposa carísima”26. Espejo, bibliotecario público, profundiza sus estudios y adquiere vastísima erudición médica y filosófica5. En 1778 se realiza en la Gobernación de Cuenca un censo que da un total de 11.824 habitantes y señala que en el Hospital de Cuenca, cuyo Prefecto era el Hermano Matías de los Dolores (betlhemita) hay seis enfermos internados, seis sirvientes y un capellán. En 1779, el único cirujano en Cuenca, Fray Santiago de las Ánimas, hace el reconocimiento del cadáver de Juan Mariano Zabala, muerto de un balazo por el Gobernador.
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En 1782, la ciudad de Cuenca fue nuevamente afectada por una grave peste (sarampión, viruela y tifus), debido a una “excesiva falta de lluvias”. Para conseguir el socorro del cielo ante semejante calamidad se mandó a traer a la ciudad el Santo Cristo de Girón11 (figura 14). En 1785 una epidemia de sarampión y escorbuto mata a 8.000 personas; el Dr. Eugenio Espejo –quien se revela, además de higienista, como precursor de la microbiología– publica Reflexiones acerca de las viruelas y la higiene de Quito. La Corona española recomienda el aislamiento de los casos de viruela2. En 1786 se realiza en Quito la fundación del Hospital de San Lázaro para leprosos, anexo al hospicio. En 1803, se proclama la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en todas las colonias españolas; sale de La Coruña el 3 de noviembre con 22 niños vacunados en la corbeta “María Pita”, para propagar la inmunización. Finalmente, en esta rápida pero apasionante revisión de los hechos que han marcado nuestra historia, particularmente médica, debemos recordar que el 10 de agosto de 1809, siendo entonces presidente de la Real Audiencia don Manuel Urríes, Conde Ruiz de Castilla, los patriotas ecuatorianos influenciados por las ideas libertarias de aquel gran precursor Eugenio de Santa Cruz y Espejo, reunidos en la casa de doña Manuela de Cañizares y encabezados por Antonio Ante, Pío Montúfar, Quiroga, Ascázubi y don Juan de Salinas, entre otros, proclamaron el Primer Grito de la Independencia en América12, 13, consiguiendo la tan ansiada libertad.
Figura 14. Llegada del Señor de Girón a la ciudad de Cuenca
La Dermatología en la época republicana La Dermatología tuvo una mayor representatividad en la época republicana y su desarrollo fue paralelo a la creación y asistencia hospitalaria1, 2, 5. Cuando se fundó Cuenca en 1557, se pensaron espacios para la iglesia, para la plaza de armas y para hospitales; pero la construcción de estos últimos se vio demorada1. Antes de la creación oficial de la Universidad, hubo un decreto por el cual se creaba una cátedra de Medicina adscripta al hospital (figura 15). En 1868 se funda la Junta Universitaria del Azuay, que se organiza como una dependencia del Colegio Nacional creado en 1870 a cargo de los padres jesuitas, llamado “San Luis” y desde 1910 “Benigno Malo”; no disponía de local ni de profesores propios; inicialmente ocupaba el local de los padres dominicos, que más tarde negociaron y adquirieron la propiedad; el local estaba ubicado en la Plazoleta de Santo Domingo que hoy ocupa el Colegio Octavio Cordero Palacios16.
Figura 15. Primera sede de la Universidad de Cuenca
Fundación oficial de la Universidad de Cuenca En octubre de 1867, durante el gobierno del Dr. Jerónimo Carrión, los legisladores doctores Juan Bautista Vázquez y Luis Cordero Carrión logran la aprobación del decreto por el cual se crea la Universidad con sus Facultades de Jurisprudencia y Medicina en la ciudad de Cuenca; se inaugura oficialmente el 1º de enero de 18682, 14. Con la oficialización de la Universidad de Cuenca se inaugura también la Facultad de Medicina, siendo su primer Decano el Dr. Agustín Cueva Vallejo (figura 16) –nacido en Cuenca en 1820, graduado en Quito en 1843, fallecido en 18732, 15; fueron sus auspiciadores e iniciadores, además de los legisladores nombrados, los doctores Agustín Cueva, Manuel Coronel y Antonio Ortega14. Para fines del siglo XVIII ya había hospitales en Quito, Guayaquil, Cuenca, Loja y Riobamba, existían servicios de atención y de botica, pero sólo los indígenas acudían a ellos y su ingreso a los mismos era considerado como signo de desgracia. En Cuenca funciona el
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hospital desde 1747 bajo la administración de los Betlhemitas; en él ejercía como cirujano Fray Santiago de las Ánimas, quien en 1779 hizo la autopsia al “espadachín Zabala”5. El Hospital de los Bethlemitas funcionó en San Blas hasta 1872, cuando fue reemplazado por el Hospital del Ejido, llamado San Vicente de Paúl, en honor del patrono y fundador de la Orden de las Hermanas de la Caridad, las únicas enfermeras que trabajaron en él durante los 100 años de vida del hospital16 (figuras 17 y 18). El 28 de agosto de 1869, por decreto legislativo, se dispone oficialmente que el Poder Ejecutivo ponga a los hospitales de la República que cuenten con fondos suficientes a cargo de las Hermanas de la Caridad; se celebran los contratos correspondientes y se dictan todas las providencias del caso para conseguir este importante cometido; en octubre del mismo año se suscribe en París el contrato para el establecimiento oficial de las Hermanas de la Caridad en nuestro país, aprobado el 4 de diciembre por el Ministro de Relaciones Exteriores5. A partir de 1868 comienza la vida docente en la Facultad de Medicina de Cuenca, probablemente con un programa de enseñanza copiado del Plan de Materias de la Universidad de Quito; este plan de estudios estuvo reducido a cinco años en la primera etapa. La falta de medios económicos y la escasez de profesores hicieron que el plan fuera en gran parte teórico y varias cátedras dictadas por el mismo profesor. El primer Decano de la Facultad de Medicina fue su fundador el Dr. Agustín Cueva Vallejo, nacido en Cuenca el 24 de agosto de 1820; en 1838 viaja a Quito para cursar estudios de Medicina y obtiene su título doctoral. En 1856 parte a Europa donde se capacita con los grandes maestros de la época: Trusseau, Ricord, etc.; el Dr. Cueva Vallejo permanece en el decanato hasta pocos meses antes de su muerte, en 1873; fue destituido de sus cargos por ser contrario a la política de la época. Fue sucedido por el Dr. José Oramas14, 15. Por esos años (1870), se hacía referencia en la ciudad de Quito al poder curativo de la planta del condurango (bejuco del cóndor), utilizada por el Dr. Camilo Cáceres, cirujano del Hospital de Quito, quien refiere haberla empleado con éxito en el tratamiento de cáncer del muslo, de los párpados, en la sífilis y la blenorragia, así como en las úlceras escrofulosas. El 24 de agosto de 1870 el Gobernador del Azuay transcribe al Ministro una comunicación del presidente de la Conferencia San Vicente de Paúl. Con fecha 8 de agosto le informa que la conferencia, después de haberse hecho cargo de la Fábrica de la Colina de Cullca para establecer el Lazareto de mujeres, encuentra varios inconvenientes para poder cumplir con el propósito de la Municipalidad de que los leprosos no estuvieran junto con los hombres elefantiásicos en el “Jordán” (leprosario creado en Cuenca en 1816 y luego trasladado al sitio denominado el Jordán en 1844), y manifestaba las ventajas que habría en construirlo en el sitio de Machángara. Al resolverse así, en 1882 se realizó su construcción2 (figura 19). La Facultad de Medicina de Cuenca comienza a extender sus títulos con regularidad y anualmente, a partir de 1873; su primer graduado fue el Dr. Manuel Palacios quien, a pesar de haberse incorporado en Cuenca, refrendaría su título en la Universidad Central de Quito14; posteriormente egresaron Agustín Yerovi, Fidel del Castillo y Eduardo Cordero2. A raíz de la revolución liberal de 1895, la Universidad se independiza del Colegio y comienzan a funcionar las dos facultades: Jurisprudencia y Medicina; esta última se organiza con programas y profesores, y para 1910 cuenta con médicos y profesores venidos desde Europa, como los Drs. Emiliano J. Crespo y David Díaz14. La asistencia obligatoria al Hospital y al Anfiteatro comenzó probablemente en enero de 1905. El 2 de enero de 1910, el gobierno del General Eloy Alfaro dictó un decreto por el que
Figura 16. Dr. Agustín Cueva Vallejo, primer Decano de la Facultad de Medicina
Figura 17. Sector de San Blas, donde funcionó el Hospital de los Betlemitas Figura 18. Vista panorámica del Hospital San Vicente de Paúl
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se ordenaba que los profesores de la Facultad asumieran la Jefatura de las Salas en el Hospital San Vicente de Paúl; la Junta de Asistencia, acatando tal resolución, acordó que los profesores de Patología, Clínica y Quirúrgica fueran los directores de estos servicios. Se resolvió, además, nombrar internos de las ternas de los alumnos de los últimos años que envíe la Facultad. La administración férrea del Hospital estuvo a cargo del Dr. Manuel Farfán, quien en 1913 nombró médico del Hospital al Dr. Agustín Cueva Vallejo, que fuera el Decano de la Facultad de Medicina, en tanto que el Dr. Farfán fue designado como médico del Leprocomio y Contralor del Hospital. Como dato histórico anotamos que en 1911 comienza en el Hospital San Juan de Dios de Quito la enseñanza práctica de la Patología Externa y Clínica Quirúrgica, Cátedra del Dr. Ricardo Villavicencio Ponce32, catedrático de Dermatología especializado en Europa y Estados Unidos, quien entre otras distinciones fuera Decano de la Facultad y uno de los gestores de la construcción y adecuación de los nuevos hospitales de Quito. Por esa misma época, se traslada la Colonia leprosaria de Quito (hasta entonces ubicada en el Hospicio de la ciudad, que era también manicomio) a la población de Pifo. En el mismo año se crea la oficina de Profilaxis Venérea en la Capital. En Guayaquil, en cambio, se realizan las primeras aplicaciones del dioxidiamido-arsenobenzol, previo control por reacción de Wasserman2. El 11 de mayo de 1911 se organiza una sala de Cirugía para el servicio de los médicos del Hospital en la que se auguraba que podrían practicar los estudiantes, cosa que ocurrió mucho tiempo después (figura 20). A fines del siglo XIX y principios del siglo XX los alumnos conocían los órganos internos únicamente por referencias de los libros de texto; hasta entonces nunca habían hecho una disección verdadera. En 1912 se creó en el Hospital San Vicente de Paúl (figura 21) la sala “Santa Juana de Arco” destinada a las enfermedades venéreas; posteriormente se transformó en una sala de Ginecología, con el nombre de “Agustín Cueva V.” y se creó la Sala de Obstetricia “Ángel María Estrella”16. En noviembre de 1912 se realizan las primeras Reacciones de Wasserman en el Laboratorio de la Universidad de Cuenca. En octubre de 1913 se emite el Decreto Legislativo, promulgado el 6 de noviembre, por el cual se crea el Hospital de Beneficencia en la ciudad de Azoguez2. En 1916, bajo el rectorado del Dr. Honorato Vázquez, hubo algunas mejoras en edificio de la Facultad, como la adecuación del gabinete para aulas de clase; especialmente importante fue la adaptación de un pequeño local adyacente, con una “media agua” para el anfiteatro anatómico. En ese segundo decenio empezó a darse importancia a la asistencia hospitalaria; se hacían autopsias en presencia de los estudiantes con lo cual nació la verdadera Anatomía y su derivación al conocimiento de las lesiones patológicas. El verdadero despertar científico surge precisamente en este decenio, cuando llegan a Cuenca médicos formados en Europa (Alemania y Francia)14. Vale la pena rescatar, además de los profesionales nombrados, el nombre del Dr. José Humberto Ochoa Cobos, médico dedicado a labores sanitarias y a la Dermatología, quien fue enviado a Lazul, cantón Paute, a combatir una epidemia tífica de la que se contagió y murió como consecuencia de la enfermedad; en su honor una de las salas infectocontagiosas del viejo Hospital San Vicente de Paúl llevó su nombre16. En marzo de 1919, la Facultad de Medicina de Cuenca, contaba ya con las siguientes cátedras y su respectivo personal docente: Anatomía: primer curso, Dr. Ignacio Malo;
Figura 19. La Plaza de Armas de Cuenca en 1885
Figura 20. Miembros de la Facultad de Medicina de Cuenca en 1911, durante el Rectorado del Dr. Luis Cordero Figura 21. Vista interior del Hospital San Vicente de Paúl, la Capilla en primer plano
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segundo curso, Dr. Sebastián Moscoso; Filosofía: Dr. Luis Loyola; Patología: Dr. Luis Carlos Jaramillo; Terapéutica: Dr. Bernardo Yépez; Clínica: Dr. Nicolás Sojos; Cirugía: Dr. José Mogrovejo; Obstetricia: Dr. Manuel Palacios; Química: Dr. Carlos Cueva, y Farmacia: Dr. Nicanor Corral14. Como dato importante, podemos señalar que en 1920 se produce una acalorada discusión en los círculos científicos sobre la existencia del tifus exantemático en el Azuay, sospechado ya años antes por el Dr. Nicolás Sojos (Decano de la Facultad de Cuenca en 1904) y el Dr. Manuel Farfán, quien al parecer falleció con esta enfermedad a cuyo estudio se consagrara en su práctica nosocomial y privada. Sanitarios y bacteriólogos de Quito, Guayaquil y Cuenca (entre ellos el Dr. Nicanor Merchán), intervienen en el estudio bacteriológico, sin llegar a una solución definitiva. Es precisamente en ese año (1920) cuando la “viruela pastosa” (septicemia eruptiva) es bacteriológicamente identificada y descripta como entidad clínica en Guayaquil (doctores Wenceslao Pareja y J. T. Larrea), lo que más tarde se demostraría en la Comisión Técnica Norteamericana integrada por Long y Eskey. Otro dato destacable es que en 1925 se instala el primer Gabinete de Rayos X en la ciudad de Cuenca2. La Cátedra de Dermatología como tal se inicia en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca en 1929. La Asamblea Universitaria en sesión del 12 de septiembre eligió el plantel de profesores para el período 1929-1933 que estuvo en vigencia hasta 1936; su primer profesor oficial fue el Dr. José Mogrovejo Carrión, quien además dictó la Cátedra de Terapéutica y anteriormente había tenido a su cargo la Cátedra de Cirugía14; años más tarde (1967), fue designado Profesor Honorario de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca17 (figura 22). Por esa época se registra en nuestra ciudad un hecho histórico: la inauguración de la primera planta de decantación de agua potable (figura 23). Posteriormente, desde 1938 hasta 1949, la Cátedra de Dermatología estuvo incluida dentro de la de Patología Externa, correspondiéndole su dictado a los Drs. Luis A. Sojos, Víctor Barrera, José Alvear (quien patentara su “famosa pomada de Alvear“)14. En 1936, por decreto universitario, se crea la Cátedra de Patología Tropical. En mayo de 1944, tras una reorganización de la Facultad de Medicina, el Dr. Luis A. Sojos continúa a cargo de la Cátedra de Patología Externa, que incluía Dermatología, y se incorporan nuevos profesores que vale la penar mencionar: los Drs. Juan Idrovo A. (Cirugía), Leoncio Cordero J. (Histología) –prestigioso profesional que contribuiría más tarde, en gran medida, al desarrollo de la Dermatología, no sólo en el Azuay sino en el nivel nacional–, y Alberto Alvarado C. (Anatomía), entre otros14. Desde 1950, dentro del Plan de Estudios de la Facultad, la Cátedra de Dermatología se incluía en el pensum correspondiente al quinto año, con el nombre de Clínica Dermatológica, Venéreas y Sifilografía, a la que se sumaban: Clínica Terapéutica, Clínica Pediátrica y Puericultura, Técnica Quirúrgica e Higiene y Salud Pública. El Plan de Estudios iniciado en 1950 se mantuvo en lo fundamental, con variaciones frecuentes en algunas materias, hasta la realización del Primer Seminario de Educación Médica Nacional llevado a cabo en septiembre de 1967 en Guayaquil. En él se trató nuevamente y con apasionamiento la “unificación de los Planes de Estudio”, la cual se consiguió al cabo de largas discusiones; se realizaron algunas pequeñas modificaciones, pero en lo fundamental, se ha conservado hasta 1970. Debemos anotar que estas reformas no han afectado la Cátedra de Dermatología, que continúa siendo incluida dentro del pensum correspondiente al quinto año, pero éste fue ampliado14. En mayo de 1960, durante el decanato del Dr. Leoncio Cordero J. (1958–1964), la Junta de la Facultad, en vista de los méritos de los doctores Luis C. Jaramillo y José Mogrovejo Carrión, ex profesores de la Facultad –a quienes no se les había honrado
Figura 22. Dr. José Mogrovejo, primer profesor de Dermatología en la Facultad de Medicina de Cuenca
Figura 23. Inauguración de la Planta de decantación de agua potable en Cuenca, 1928
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oportunamente– resuelve nombrarlos Profesores Honorarios de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca14. En octubre de 1961 se conoce oficialmente el ofrecimiento de la Asistencia Social de dos hectáreas de terreno en el sector de El Vergel, junto al Hospital; sin embargo, recién en marzo de 1964 se informa que el Consejo Universitario ha destinado una partida presupuestaria para la construcción del Pabellón de la Facultad, junto al nuevo Hospital; en esa época se firman las escrituras de donación de los terrenos hecha por la Asistencia Social14. En mayo de 1967, durante el decanato del Dr. Timoleón Carrera Cobos (1966-1967), se coloca la primera piedra de la nueva y actual Facultad de Medicina14 (figuras 24 y 25). Por la Cátedra de Dermatología de la Universidad de Cuenca han pasado diversos profesores (clínicos) de la Facultad por encargo del Consejo Directivo como Nicolás Sojos (figura 26), Leoncio Cordero (figura 27), Jaime Vintimilla14, 32. Hasta 1960 se encontraba encargado de la Cátedra de Dermatología el Dr. Jaime Vintimilla, quien viajó a Colombia para realizar estudios de especialización en el área de Psiquiatría; en esta fecha ingresa a la Facultad el Dr. Claudio Arias Argudo (figura 28) en calidad de profesor suplente, y se le encarga la Cátedra debido a su experiencia por haber sido alumno del célebre profesor Enrique Uraga Peña (figura 29) en la Sala “Santa Luisa” del Hospital Vernaza de Guayaquil. Posteriormente, el 28 de febrero de 1962, el Dr. Arias Argudo gana el concurso promovido por la Facultad para la Cátedra de Farmacología; es designado entonces profesor agregado de Farmacología y continúa a cargo de la Cátedra de Dermatología. En noviembre de 1975 es nombrado profesor principal a tiempo completo de Clínica Interna y Dermatología18. A partir del ingreso del Dr. Claudio Arias Argudo –quien realizó un curso de Dermatología en 1964 en la República de Uruguay con el auspicio de la Universidad de Montevideo y posteriormente, en el año de 1976, un curso superior de Avanzados en Dermatología en Viena19–, la Facultad cuenta con un profesor especializado, con el consiguiente beneficio para la formación científica en dicha disciplina. A partir de 1966 comienza a impartirse una Dermatología práctica, con revisión de pacientes en la consulta externa de Dermatología del Hospital San Vicente de Paúl; y luego de inaugurado el nuevo Hospital Vicente Corral Moscoso (1977) (figura 30) el Dr. Arias se hace cargo, por el lapso de un año, de la consulta externa de Dermatología19. Recordemos también que el Dr. Arias Argudo, antes de ausentarse del país, ocupó el Decanato de la Facultad de Medicina entre 1976 y 197814. Otro hecho importante en la vida del Dr. Arias es que en 1991, durante la presidencia del Dr. José Andino Vélez, el Colegio de Médicos del Azuay tuvo el acierto de concederle la Presea “Timoleón Carrera Cobos”, en virtud de sus méritos académicos, gremiales y sociales18. También fue el primer presidente del Núcleo azuayo de la Sociedad de Dermatología desde su fundación en 1971 hasta octubre de 1985, fecha en la que también se desempeñó como presidente del III Congreso de Dermatología. Finalmente, el VI Congreso Ecuatoriano realizado en Cuenca en abril de 1993, fue también presidido por el Dr. Claudio Arias24, 32. En 1977, durante el decanato del Dr. Vicente Ruilova S., se produce una gran crisis en la Facultad, con la renuncia de 53 profesores principales por desavenencias políticoadministrativas con las nuevas autoridades. A partir de esa fecha, se hace cargo de la Cátedra el Dr. Alberto Quezada R. hasta el año 1979. En ese año asume la Cátedra Principal de Dermatología el Dr. Franklin Encalada Córdova, quien luego de su incorporación
Figura 24. La antigua Facultad de Medicina, contigua al Hospital San Vicente de Paúl Figura 25. Fachada frontal de la actual Facultad de Medicina de la Universidad de Cuenca
Figura 26. Dr. Nicolás Sojos Figura 27. Dr. Leoncio Cordero
Figura 28. Dr. Claudio Arias Figura 29. Prof. Enrique Uraga Peña
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a la Facultad de Ciencias Médicas en 1973 hizo su entrenamiento dermatológico en la ciudad de Guayaquil bajo la tutela de los recordados profesores Wenceslao Ollague y Servio Peñaherrera, por el lapso de dos años; luego partió a la Argentina a realizar su especialización en el Hospital de Clínicas José de San Martín. Permaneció en la Cátedra hasta el año 1991 en el que falleció prematuramente, dejando un vacío en la Facultad de Medicina, en la Sociedad de Dermatología, que contribuyera a formar, y en la sociedad toda. El Dr. Encalada Córdova prestó sus servicios en el Departamento de Profilaxis Venérea de la Jefatura Provincial de Salud del Azuay, y como médico asociado en la consulta externa de Dermatología desde 1978 hasta 1983; a partir de ese año se desempeñó como jefe y médico tratante de Dermatología del Hospital Regional y Docente Vicente Corral Moscoso de la ciudad. El Dr. Franklin Encalada fue elegido en 1990 como presidente del núcleo, presidente nacional y presidente del VI Congreso Ecuatoriano de Dermatología realizado en Cuenca en abril de 1993. Por otro lado, el Dr. Encalada ocupó la presidencia del Colegio de Médicos del Azuay durante el período 1988-1990. Luego de su prematuro deceso en agosto de 1991, el núcleo del Azuay, durante las Jornadas nacionales realizadas en la ciudad de Guayaquil el 30 de agosto del mismo año, ratifica las resoluciones tomadas por el núcleo anfitrión del Congreso Nacional, y asume la presidencia nacional y del Núcleo el Dr. Mauricio Coello Uriguen, que a la fecha ocupaba la vicepresidencia; elige al Dr. Iván Zéas Domínguez como vicepresidente nacional y al Dr. Claudio Arias Argudo como presidente del VI Congreso Ecuatoriano; se acuerda realizar el Congreso en homenaje a la memoria del Dr. Franklin Encalada Córdova24, 32. El Consejo Directivo de la Facultad encarga la Cátedra a uno de sus discípulos, el Dr. Iván Zéas Domínguez, quien se desempeña en ella hasta la actualidad. Desde 1991, el Dr. Marcelo Merchán M., luego de haber ganado el concurso de oposición y méritos promovido por la Dirección de Salud del Azuay para llenar la vacante dejada por el Dr. Encalada, se desempeña como Médico Tratante del Servicio de Dermatología del Hospital Vicente Corral Moscoso, hasta el presente. Recordemos que Cuenca es una ciudad universitaria; este trabajo estaría incompleto si no mencionáramos que en nuestra ciudad funcionan, además de la Universidad de Cuenca, la Universidad Católica, la Universidad del Azuay (1990), antes Pontificia Universidad Católica del Ecuador20, la Universidad Técnica Salesiana, la UNITA, la Universidad del Pacífico, entre otras, cada una de las cuales tiene su propia y valiosa historia y ha contribuido en gran medida al desarrollo y progreso de Cuenca en el ámbito nacional e internacional. Dos de ellas cuentan con Facultad de Medicina: desde 1977 la Universidad Católica –donde el Dr. Claudio Arias tuvo a su cargo la Cátedra de Dermatología y actualmente es titular el Dr. Teodoro Espinosa–, y la Universidad del Azuay, que acaba de crear su Facultad de Medicina en 2004 y se encuentra dando sus primeros pasos dentro del quehacer formativo profesional.
Figura 30. Frente del Hospital Regional y Docente Vicente Corral Moscoso
Reseña histórica de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología-Núcleo del Azuay En lo que respecta a la historia de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología-Núcleo del Azuay, valdría la pena dedicarle un tratamiento similar, que sería motivo de otro trabajo; por el momento nos limitamos a decir que el Núcleo del Azuay fue creado el 5 de febrero de 1971 durante la presidencia del recordado maestro de la Dermatología ecuatoriana, el Prof. Wenceslao Ollague Loayza. Para su creación se contó con el auspicio y participación de la Sociedad de Patología del Azuay21, 32 (figura 31). El Núcleo se inicia con el aval de la Sociedad Nacional, creada el 15 de mayo de 1963 en la ciudad de Guayaquil, siendo su primer presidente el insigne maestro profesor Enrique
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Uraga Peña. Un hecho importante para rescatar es que para la fecha de constitución, la Dermatología azuaya tuvo su representación, dentro de la nómina de Miembros Fundadores en la persona de los Drs. Claudio Arias Argudo y el malogrado médico, propulsor de la leprología en Cuenca, Eudoro Moscoso Serrano22. Los primeros estatutos fueron oficializados el 14 de junio de 1978, con el Acuerdo Ministerial Nº 9958; posteriormente, durante el ejercicio del Dr. Jorge Bracho Oña en el Ministerio de Salud Pública, son aprobados en forma definitiva los Estatutos Reformados de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología con fecha 26 de mayo de 1986, Acuerdo Ministerial Nº 68723, 32. El Dr. Claudio Arias fue electo primer presidente del Núcleo azuayo de la Sociedad; permaneció en esas funciones hasta el año 1985, fecha en la que fue ratificado como presidente del Núcleo y presidente del III Congreso Ecuatoriano de Dermatología, celebrado en Cuenca en octubre de 198521 (figuras 32 y 33). Estatutariamente, la sede nacional se encontraba en la ciudad de Guayaquil, pero a raíz de la aprobación de los nuevos Estatutos (1986) se convirtió en rotativa, pasando al núcleo sede del Congreso Nacional23, 32. A partir de 1986, los directorios del Núcleo del Azuay se han ido renovando bienalmente; hasta la fecha han ocupado la presidencia los Drs. Franklin Encalada C., Mauricio Coello U., Marcelo Merchán M., Iván Zéas D., Edgar Reinoso M., Teodoro Espinosa P., y Víctor León Ch.24. El Núcleo del Azuay ha participado en todas las actividades programadas y auspiciadas por la Sociedad Nacional, comenzando con las I Jornadas Regionales (Triangulares) realizadas en Guayaquil (25-28 de julio de 1973); las II Jornadas Regionales, Guayaquil (abril de 1976); las III Jornadas Regionales, Cuenca (17-19 de mayo de 1979), coincidiendo con el IX Congreso Médico Nacional31 (figura 34), hasta culminar con la IV Jornada Regional, Loja (25-28 de mayo de 1983)21, 22, 24. Posteriormente, a partir de 198032, los Triangulares de Dermatología pasarían a denominarse Jornadas Nacionales, que se vienen realizando con éxito cada tres a cuatro meses, en forma alternativa, y ahora reglamentada, en las ciudades de Quito, Guayaquil, Cuenca, a las que se ha sumado últimamente la ciudad de Loja (Prenúcleo de Loja)22, 24, 25. El Azuay, y particularmente Cuenca, han tenido, asimismo, una cumplida participación en el principal evento de la Dermatología Nacional, el Congreso Ecuatoriano de la especialidad, que ha contado con el aval del CILAD. Hasta la fecha se han realizado exitosamente 11 Congresos Nacionales a partir del I Congreso Ecuatoriano (Guayaquil, julio de 1981), siendo presidente nacional y del Congreso el Dr. Wilson Correa B.28; el II Congreso Ecuatoriano, durante la presidencia nacional del Dr. Wenceslao Ollague L., se realizó en Quito, en noviembre de 1983, con la presidencia del Dr. Holger Garzón V.; el III Congreso Ecuatoriano se realizó en Cuenca, del 9 al 12 de octubre de 1985, correspondiéndole la presidencia nacional al Dr. Luis Chiriboga A., y al Dr. Claudio Arias A. la presidencia del Congreso; el tema central fue “Tumores de Piel”. El IV Congreso Ecuatoriano (Guayaquil, julio de 1987), se realizó bajo la presidencia nacional y del Congreso del Dr. José Ollague. Quito fue sede del V Congreso Ecuatoriano y lX Congreso Bolivariano de Dermatología en octubre de 1990, siendo presidente del mismo y nacional el Dr. Carlos Carvajal H. El VI Congreso Ecuatoriano se realizó en Cuenca del 12 al 16 de abril de 1993, siendo inicialmente presidente nacional el Dr. Franklin Encalada (1991) y luego el Dr. Mauricio Coello. A partir de este Congreso, presidido por el Dr. Claudio Arias, fueron abolidos los temas oficiales. En Guayaquil, del 20 al 25 de julio de 1995, se realizó el VII Congreso Ecuatoriano, bajo la presidencia del Dr. Gonzalo Calero H.; el VIII
Figura 31. Reportaje sobre la constitución de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología Núcleo del Azuay. Diario El Mercurio Figura 32. Asistentes al III Congreso Ecuatoriano de Dermatología, Cuenca 1985 Figura 33. Organizadores del evento: Dr. Claudio Arias, Presidente del Congreso, Dr. Rolendio Palacios, Dr. Iván Zéas, Dr. Franklin Encalada, Dr. Mauricio Coello y los Profs. Raúl Vignale (Uruguay) y Miguel Armijo (España)
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Congreso Ecuatoriano se desarrolló en Quito del 20 al 25 de julio de 1997, su presidente fue el Dr. Oswaldo Reyes; el IX Congreso Ecuatoriano se efectuó en Cuenca, del 29 de abril al 3 de mayo de 1999, siendo presidente nacional y del Congreso el Dr. Marcelo Merchán M. En Guayaquil, del 19 al 22 de julio de 2001 se celebró el X Congreso Ecuatoriano y XVI Congreso Bolivariano de Dermatología, ambos presididos por el Dr. Franklin Madero24, 32; finalmente, el XI Congreso Ecuatoriano, se realizó en Quito del 24 al 26 de julio del 2003, presidido por el Dr. Santiago Palacios24. Actualmente (hasta la fecha de escribir este trabajo, septiembre de 2004) Cuenca se encuentra organizando, por un lado, el II Congreso Latinoamericano de Fotobiología y de Fotomedicina, a realizarse en nuestra ciudad los días 26 y 27 de noviembre de 2004 con la participación de los más destacados líderes de la materia a nivel mundial24, 27, y por otro, el XII Congreso Ecuatoriano de la especialidad, evento planificado para marzo del 2006, bajo la presidencia nacional del Dr. Víctor León Ch.24 El Núcleo del Azuay, responsable de organizar el III, VI y IX Congreso Ecuatoriano de Dermatología, tuvo el acierto de invitar y el privilegio de contar con profesores extranjeros de la talla internacional de: Raúl Vignale (Uruguay), Miguel Armijo (España) y Enrique Hernández P. (El Salvador), en 1985; Hugo Néstor Cabrera (Argentina), Lourdes Tamayo (México), Ramón Ruiz Maldonado (México), Sandra García (Argentina), Eduardo Civila (Uruguay), en 1993; y Donald V. Belsito (USA), Alejandro Guinzburg (Israel), Fernando Stengel (Argentina), Juliana Forster (Argentina), Roberto Arenas (México), Alejandro Bonifaz (México), Héctor Cáceres (Perú), Marcelo Nacucchio (Argentina) y Jorge Peniche (México) en 1999. Con su presencia y participación, estos profesionales dieron brillo y realce a los eventos que organizó nuestro núcleo, y de sus sabios conocimientos y enseñanzas se beneficiaron todos los asistentes24, 30. El Núcleo del Azuay, como organizador de los eventos antes mencionados, en su nombre y con el patrocinio de las directivas nacionales de turno, en virtud de los méritos y servicios prestados por los ilustres visitantes, en justicia y estatutariamente concedió a cada uno de ellos la distinción de “Miembros Correspondientes” de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología24. Dentro del campo local y provincial, el Núcleo de Azuay se caracteriza por ser un grupo de trabajo fraterno y muy activo que desde su inicio ha organizado diversas actividades científicas, sociales y culturales; se realizan reuniones semanales los días jueves para la revisión de pacientes y casos clínicos, en un inicio en el Hospital del IESS (Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social), por las tardes y luego por las mañanas en el Regional Vicente Corral Moscoso; por las noches se llevan a cabo las sesiones del Núcleo. Por otro lado, se ha institucionalizado el llamado Curso Anual de Educación Dermatológica Continuada que con mucho esmero y dedicación ha sido realizado, en su momento, por las directivas de turno24. Se han planificado y organizado diversos seminarios, mesas redondas, cursillos, seminarios viajeros a diversas zonas del sur, con conferencias y atención de pacientes, etc., hechos que motivaron que el Colegio de Médicos del Azuay concediera el honor de otorgarle a nuestra Sociedad la Presea “Franklin Encalada Córdova” (antes Colegio de Médicos del Azuay), período 1992, que premia la labor científico-gremial y social de las diferentes Sociedades adscriptas a dicho Colegio Médico Provincial24 (figura 35). Dentro de este breve resumen de nuestra sociedad, hay hechos que merecen ser rescatados, como la presentación y publicación del “Primer caso de lobomicosis en el Ecuador” en 1985 por los doctores Iván Zéas D., Franklin Encalada C. y Mauricio Coello U., miembros de nuestro núcleo29, 33. Desde 1968, el núcleo azuayo, encabezado por los Drs. Claudio Arias y Franklin Encalada, participa en la descripción de una variedad de leishmaniasis que por sus características –edad (la mayoría niños), localización (zonas expuestas: la cara), tipo de lesiones (pequeñas, redondeadas) y la zona geográfica (austro: provincias de Azuay y Cañar, entre 2400 y 2500 msnm)–, se denominaría más tarde “Leishmaniasis urbana de altura”. Esta enfermedad alcanzó su máxima frecuencia
Figura 34. Afiche promocional de las III Jornadas Ecuatorianas de Dermatología en Cuenca, mayo de 1979
Figura 35. Presea “Franklin Encalada Córdova”, otorgada a la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología Núcleo del Azuay. Cuenca, 1992
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hacia los años 1978-1980, coincidiendo con una época de sequía; el trabajo fue presentado en el II Congreso Ecuatoriano de Dermatología en Quito en 198219. Otro evento importante que vale la pena recordar es el 1º Encuentro Internacional de Dermatología realizado en Cuenca el 13 de febrero de 1999, bajo la presidencia del Dr. Marcelo Merchán, con la presencia y participación de los Profs. Luis Díaz (Medical College of Wisconsin), Thomas Lewley (Atlanta, Georgia), Richard Edelson (Universidad de Yale) y Evandro Riviti (São Paulo, Brasil), y tuvo una masiva participación local y nacional24, 32. Asimismo, el núcleo del Azuay, presidido por el Dr. Edgar Reinoso, organizó en Cuenca del 5 al 7 de abril de 2001 el Curso Internacional de Dermatología del Adolescente, que tuvo una gran acogida y participación tanto de médicos generales como de especialistas en el nivel nacional24. Los miembros del núcleo del Azuay, y particularmente los Drs. Marcelo Merchán y Víctor León, con la finalidad de contribuir al desarrollo científico y formación de la clase médica en general participaron en la elaboración y difusión de los llamados Cuadernos de Dermatología, como un programa de Educación Médica continuada en Dermatología General y Pediatría; estas publicaciones circularon a partir del año 2001. Siguiendo con esta motivación, Osvaldo Muñoz, Marcelo Merchán, Mauricio Coello, Víctor León y Teodoro Espinosa, con el aval de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología y el auspicio del Departamento de Cultura de la Universidad de Cuenca publicaron en el año 2002 un libro denominado Prevención de las enfermedades de la Piel, dirigido a la educación y formación no sólo de la clase médica sino del público en general, en virtud de su lenguaje fácil y comprensible34. Finalmente, debemos anotar que, en el aspecto gremial, el Núcleo del Azuay ha aportado para la Dermatología nacional entre otros aspectos: la elaboración, discusión y aprobación definitiva del Reglamento de las Jornadas Nacionales24, 32; la discusión y aprobación del Reglamento de Publicaciones de la Revista Dermatología; la elaboración y discusión de los Reglamentos para los Estatutos de la Sociedad Ecuatoriana, que una vez aprobados, contribuirán a normar y regular la actividad tanto en el nivel local como nacional24. El Núcleo del Azuay cuenta con un local propio, adquirido en 1993, donde funciona la sede y donde año tras año se vienen incrementado la biblioteca y la diapoteca24. Los hechos sintetizados en los párrafos anteriores hablan por sí mismos de la unidad y mística de trabajo que caracteriza a quienes tenemos el orgullo de formar el Núcleo Azuayo de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología, considerada como “una de las sociedades más unidas del país; con discrepancias que unen porque afinan ideas, con tensiones que en algún momento pudieron haber tenido características hasta cierto punto personales (sobre todo en lo nacional), pero que ya se han limado; han desaparecido las aristas y estamos en la época de comenzar un nuevo trabajo, bajo la inspiración y la atenta mirada de los grandes maestros de la Dermatología ecuatoriana”27. A la fecha de terminar estas notas, la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología Núcleo del Azuay cuenta con un total de 23 miembros activos: Claudio Arias A., Iván Zéas D., Víctor León Ch., Mauricio Coello U., Marcelo Merchán M., Edgar Reinoso M., Hernán Villacís O., Juan Ambrosi O., Teodoro Espinosa P., Norma Sigüenza C., Patricia Bermeo M., José Verdesoto G., Mauro Manzano, Bolívar Granizo H., Jaime Abad (dermatólogos); Osvaldo Muñoz A. (epidemiólogo), Plínio Padilla G. (infectólogo-micólogo), Rolendio Palacios P., José Tobar C., Hernán Urgilés (inmunólogos), Gustavo Moreno A. (cirujano oncólogo), Claudio Galarza M. (reumatólogo) y Xavier Ochoa M. (infectólogo)24 (figura 36). ■
Figura 36. Miembros Activos de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología Núcleo del Azuay. Cuenca, 2003. De izquierda a derecha: Mauro Manzano, José Verdesoto, Plinio Padilla, Osvaldo Muñoz, Marcelo Merchán, Juan Ambrosi, Teodoro Espinosa, José Tobar, Mauricio Coello, Claudio Arias, Iván Zéas, Edgar Reinoso y Xavier Encalada. Atrás y en el mismo orden: Bolívar Granizo y Víctor León, Presidente Nacional de la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología (2004)
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LA DERMATOLOGÍA EN EL SALVADOR JULIO EDUARDO BAÑOS , ENRIQUE HERNÁNDEZ PÉREZ , LEANA QUINTANILLA SÁNCHEZ
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os orígenes de la Dermatología en El Salvador –como en cualquier otro país– son difíciles de precisar, pues los médicos se dedicaban al ejercicio integral de la medicina sin especializarse en ninguna rama en particular1. En El Salvador prehispánico –región llamada Cuscatlán en lengua aborigen– el curandero (tepahtiani) usaba medicamentos, habitualmente plantas (tepahtelizte), para curar las enfermedades de la piel2. Basándose en estatuillas de barro de la época precolombina, el Dr. Oswaldo Ramírez Cienfuegos determinó la existencia de numerosas entidades dermatológicas como sífilis congénita, escleromas nasales, onicomicosis y neurofibromatosis, e investigó los métodos terapéuticos utilizados3. Entre las plantas más usadas pueden citarse: el chichipince (Hamelia patents Jacq.), de efecto astringente y secante, la quina (Cinchona succirubra Pav.), de efecto cicatrizante en heridas, y el paraíso (Melia azedarach L.). El Dr. Ramírez observa que aún se conserva el uso de muchos de esos medicamentos arcaicos entre las poblaciones rurales. En el año 1930 se nombra a Salomón Meléndez, médico general, como jefe del Lazareto, el Servicio encargado de las enfermedades de la piel del Centro Médico Nacional del Hospital Rosales4. A partir de 1933 comienzan a llegar al país los primeros médicos especializados en enfermedades de la piel y en sífilis, enfermedad muy importante en esa época. El primero fue Esteban Reyes, quien había realizado sus estudios de posgrado en California. Comenzó dando conferencias en el Hospital Rosales y en noviembre de 1935 fundó el consultorio de Dermatología y Sifilología, uno de los primeros de Centroamérica. A él se debe también la creación de la Sociedad Dermatológica de El Salvador en 1951, formalizándose su fundación en 1957. En ese año promueve el desarrollo del Primer Congreso Centroamericano de Dermatología, realizado en San Salvador del 5 al 8 de diciembre, al cual asistieron como profesores invitados especiales el Dr. Pardo Castelló de Cuba y el Dr. Fernando Latapí de México; pero Reyes, Presidente del Congreso, no pudo ver concluida su obra, pues falleció en junio de ese año. Durante este Congreso, que reunió a muchos de los dermatólogos de Centroamérica, se decidió, en una reunión a orillas del lago de Coatepeque, la fundación de la Sociedad Centroamericana de Dermatología, que se rubricó con un acta que se llamó “Declaración de Coatepeque”. Una de las enfermedades que más estudió el Dr. Reyes fue el rinoescleroma, sobre el cual realizó varios trabajos; también dejó importantes aportaciones sobre xeroderma pigmentoso, escarlatina, psoriasis y tuberculosis cutánea. En 1936 regresó al país el Dr. Arturo Romero después de realizar estudios de posgrado
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en Francia; presentó interesantes trabajos sobre sífilis durante el V Congreso Médico celebrado en San Salvador, en 1938. Idealista en sumo grado, participó activamente en la política nacional contra el general Maximiliano Hernández Martínez, por lo que tuvo que abandonar el país en 1944. Falleció junto con su esposa en un accidente de tránsito en el vecino país de Honduras. En 1938 regresó Eduardo Barrientos después de realizar estudios de Medicina y Dermatología en Suiza, y ese mismo año comienza a trabajar con Esteban Reyes5. Describió los primeros casos de Mal del Pinto. Un año más tarde fue nombrado Director del Hospital de Asistencia Social y Jefe de la clínica nocturna de la Dirección General de Sanidad6. Posteriormente ocupó la jefatura del Departamento de Dermatología del Hospital Rosales y del Instituto Salvadoreño del Seguro Social hasta su retiro en 1978. Juan José Rodríguez se doctoró en medicina en 1941; fue nombrado jefe del consultorio de Dermatología del Hospital San Rafael de la ciudad de Santa Tecla (12 km al occidente de la capital); en 1942 realizó estudios de Dermatología en Columbia, Nueva York7. A su regreso, en 1947, se le encargó dirigir la construcción de las unidades de radioterapia cutánea –en la cual se había especializado– y las de bacteriología, micología y pequeña cirugía, con lo que se expandió el servicio7. Publicó trabajos sobre dos casos de prurigo nodular de Hyde, dermatitis por herbicidas, pénfigo en El Salvador, esporotricosis fija e incidencia de tumores malignos en el Hospital Rosales8. En 1951 fue nombrado profesor titular de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador. Se desempeñó como Jefe del consultorio externo de Dermatología del Hospital de Niños Benjamín Bloom. Fue miembro activo de la Academia Americana de Dermatología de la cual llegó a ser miembro honorario, y socio de la Sociedad Internacional de Dermatología Pediátrica. Antonio Carranza Amaya obtuvo su doctorado en medicina en 1947 con la tesis titulada “Lepra en El Salvador”9 y desde entonces comenzó a trabajar en el consultorio externo de Dermatología; más tarde tuvo a su cargo los hansenianos hospitalizados en el Hospital Rosales y continuó interesándose por esa enfermedad. Realizó estudios de posgrado en el Instituto Skin and Cancer de la Universidad de Nueva York y a su regreso fue el encargado de la campaña de lucha contra la lepra. Otros trabajos publicados: “Epidemiología y morbilidad de la lepra en la República de El Salvador,” “La lepra como causa de incapacidad en El Salvador”, “Linfomas malignos” y “Miasis furunculoide en El Salvador”. El Dr. Oswaldo Ramírez Cienfuegos realizó estudios de posgrado en Dermatología en París y Madrid, donde se relacionó con grandes dermatólogos, y regresó al país en 1950. Fue siempre un investigador muy entusiasta; publicó gran cantidad de artículos sobre temas dermatológicos, lo cual lo convirtió en uno de los especialistas salvadoreños más reconocidos internacionalmente. En diciembre de 1957, durante el Primer Congreso Centroamericano de Dermatología presentó los resultados de sus estudios sobre una entidad nosológica que llamó “Dermatitis Cenicienta”, llamada también “Enfermedad de O. Ramírez” y conocida en la literatura anglosajona como “Eritema Discrómico Perstans”. Su presentación para explicar la etiología de la enfermedad fue notable. Fue uno de los organizadores de ese Primer Congreso Centroamericano y uno de los más entusiastas promotores de la formación de la Sociedad Centroamericana de Dermatología que, como se mencionó, se fundó durante ese cónclave. Se interesó mucho por las enfermedades cutáneas padecidas por los habitantes del país en la época prehispánica; durante el V Congreso del CILAD (1963), presentó un trabajo con el título “Dermatología en barro en El Salvador”3. Fue Vicepresidente del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) y Presidente del VIII Congreso realizado en San Salvador en el año de 1975. Ocupó cargos en la administración y fue Viceministro de Salud Pública y Asistencia Social. El Dr. José Llerena Gamboa realizó estudios de posgrado en la Universidad de Stanford,
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La Dermatología en El Salvador
California, y luego en el Centro Dermatológico Pascua de México DF, cuyo director era Fernando Latapí. Se interesó mucho por la micología y a su regreso, en 1956, se preocupó por equipar lo mejor posible el laboratorio de micología del Hospital Rosales y por planificar el estudio de las enfermedades de los hongos en el país10. Entre sus trabajos en ese campo se encuentran: “Contribución al estudio de las micosis profundas en El Salvador”11, “Cuatro casos de micetoma causados por hongos diferentes”, “Heat treatment of sporotricosis and chromoblastomycosis” y “La esporotricosis en El Salvador”12. Fue médico del consultorio externo de Dermatología del Hospital Rosales y profesor auxiliar de micología de la Facultad de Medicina4. El Dr. Enrique Hernández Pérez regresó al país en 1970, después de haber realizado amplios estudios de Dermatología, Dermatopatología y cursos de cirugía dermatológica y cosmética. Comenzó sus estudios de posgrado en el Instituto Dermatológico Pascua, con el Prof. Fernando Latapí, quien lo envió a hacer una rotación completa al servicio de Cirugía Plástica del Hospital General de México bajo la dirección del Prof. Fernando Ortiz Monasterio. En San Pablo, Brasil, su jefe, el Prof. Sebastião Sampaio, lo indujo también a que continuara su formación en cirugía dermatológica. Durante los dos años que pasó en esa ciudad, se interesó mucho por la Dermatopatología y siendo aún residente, tuvo a su cargo todas las biopsias del servicio; una vez por semana presentaba los casos a sus jefes, los Drs. Thales de Brito y Cecy Barros. En Buenos Aires tuvo como profesor principal al Dr. Aarón Kaminsky, un extraordinario maestro en diagnóstico y terapéutica, con quien inició sus estudios de la cosmética médica; de él aprendió el uso correcto de la cosmiatría. Recibió capacitación del Dr. Julio Martín Borda, especialmente en clínica, y durante ese periodo profundizó sus estudios en Dermatopatología bajo la dirección del Dr. Jorge Abulafia. Continuó sus estudios en los Estados Unidos: en Dermatopatología, bajo la dirección de Walter Lever en Boston y con Bernard Ackerman en Nueva York; en cirugía cosmética trabajó bajo la supervisión de los doctores Richard Webster en Brooklin, Gerry Fenno en Houston, Howar Tobin en Abilene, Julius Newman en Philadelfia y Sam Stegman en California. A su regreso a El Salvador fue profesor titular y jefe de la Unidad Docente de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador y Jefe de la Sección de Dermatopatología del Departamento de Patología del Hospital Rosales del cual era director el Dr. Francisco Velásquez. Ocupó esos cargos hasta su retiro en 1987 para dedicarse sólo a la práctica privada13. Desde que inició su trabajo en el país, transmitió a sus colegas su interés por la cirugía dermatológica, disciplina a la cual se le daba poca importancia en esa época. Las primeras operaciones las practicó en la sala de Pequeña Cirugía del Departamento de Dermatología del Hospital Rosales; aunque el sitio no era el más apropiado, se practicaba en él todo tipo de cirugías de cáncer de piel incluyendo cirugía de Mohs. Bajo su dirección se iniciaron las residencias en Dermatología; los siete dermatólogos que se formaron con él tuvieron que prepararse muy especialmente no sólo en clínica sino también en cirugía y patología. Varios años después comenzó a trabajar en el Hospital Santa Teresa de la ciudad de Zacatecoluca, población localizada en el Departamento de la Paz, unos 50 km al oriente de la capital, y allí pasaba los días sábados casi completos con sus residentes extranjeros, practicando diferentes tipos de procedimientos principalmente cosméticos, como liposucciones, ritidectomías, blefaroplastías y transplantes de pelo. Sus aportes más importantes en cirugía cosmética fueron: la realización de más de 8.000 casos de liposucción a partir de 1981, la clasificación por volúmenes de la liposucción, la definición de lipoescultura y la forma de calcular el volumen que se debe infiltrar de solución de Klein para hacer una liposucción.
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La trayectoria del Dr. Hernández Pérez en el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología fue muy importante; comenzó como delegado nacional por El Salvador en 1970, fue elegido vicepresidente por dos períodos consecutivos, de 1984 a 1992, y posteriormente nombrado presidente del CILAD durante el período 1992 a 1996. Hasta el presente ha publicado más de 200 trabajos científicos tanto en español como en inglés; escribió dos libros: Clínica Dermatológica y Cirugía Dermatológica Práctica, ambos con varias ediciones. Además, ha colaborado con varios capítulos en libros internacionales y es editor de varias revistas científicas internacionales. En los últimos años su interés principal se ha orientado a la cirugía dermatológica. Sus cargos actuales son: director del Centro de Dermatología y Cirugía Cosmética de San Salvador; jefe del Servicio de Dermatología y Cirugía Cosmética del Hospital Nacional Santa Teresa; certificador y examinador por el American Board of Cosmetic Surgery; Presidente de la Meso-American Academy of Cosmetic Surgery; miembro del Grupo Internacional de Terapéutica Dermatológica; Director del Programa de Cirugía Cosmética aprobado por el CILAD y por la American Academy of Cosmetic Surgery. Es invitado frecuentemente como conferencista a diferentes países de Latinoamérica y Europa. Alrededor de 1970 llegan también al país los Drs. Enrique Flores Díaz y Fernando Adolfo Cruz Argumedo, después de haber realizado estudios de Dermatología en el Centro Dermatológico Pascua. El Dr. Flores Díaz se formó en la Universidad de Stanford; fue profesor auxiliar de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina y dermatólogo del Hospital de Niños Benjamín Bloom; junto con Juan José Rodríguez dieron impulso a la Dermatología Pediátrica. El Dr. Cruz realizó otros estudios en el Hospital Saint-Louis de París y a su regreso se incorporó como profesor auxiliar de la cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador. Entre los dermatólogos que se formaron bajo la dirección del Dr. Hernández Pérez merece destacarse a Julio Eduardo Baños, quien después de haber realizado los tres años de posgrado en Dermatología, se trasladó a México DF en 1979. Allí realizó la subespecialidad de Dermatología Pediátrica bajo la tutoría del Dr. Ramón Ruiz Maldonado, Jefe del Servicio de Dermatología del Instituto Nacional de Pediatría DIF (antiguo IMAN) de esa ciudad. A su regreso completó sus estudios en Criocirugía con el recordado Dr. Gilberto Castro Ron en el Instituto Oncológico Luis Razzeti de Caracas. Trabajó como profesor auxiliar de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador, y colaboró con los Drs. Hernández Pérez (jefe), Enrique Flores Díaz y Adolfo Cruz en el dictado de los cursos de pregrado de la Facultad de Medicina, y los de posgrado en la Residencia de Dermatología; comenzó la práctica de la criocirugía en el Hospital Rosales y en el Hospital de Niños Benjamín Bloom, donde fue médico del consultorio externo y dermatólogo consultante de todo el hospital. Se desempeñó como jefe del Servicio de Dermatología del Instituto Salvadoreño del Seguro Social. Fue Presidente en varias ocasiones de la Sociedad (ahora Asociación) Dermatológica de El Salvador. Participó como delegado nacional del CILAD y fue vicepresidente del CILAD por Centroamérica en dos períodos, de 1996 a 2003. Actualmente trabajan activamente en El Salvador 40 dermatólogos graduados en diferentes países de Latinoamérica. ■ Octubre, 2005
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La Dermatología en El Salvador
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HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN GUATEMALA EDUARDO SILVA - LIZAMA , PABLO HUMBERTO URQUIZU DÁVILA , PETER GREENBERG CORDERO, SUZZETTE DE LEÓN G .
E
n el prólogo del libro Las Ciencias Médicas en Guatemala escribe el brillante médico e historiador Carlos Martínez Durán: La Historia no es el cuerpo mustio del pasado, ni el acopio metódico de minuciosas investigaciones efectuadas en los archivos. No es el texto muerto del infolio, ni la interpretación de lo que amenos o severos cronistas nos transmitieron. La Historia es la vida misma, siempre variable y caprichosa, ajena al molde del frío sistema y al cálculo de ciencia exacta. Nunca será Clío la misma Musa. Cada tiempo le impone nuevos ojos y nuevas vestiduras, cada época le infunde nueva vitalidad, y es precisamente por su estrecho connubio con la vida que la Historia es ciencia tan hondamente humana y social.
En su Historia de Guatemala, Francis Polo Sifontes define la Historia como “una relación escrita de los hechos de la vida del hombre desde el pasado hasta el presente, más el estudio del significado de tales hechos para el hombre mismo”. También allí se refiere a la cultura como “la conducta o comportamiento aprendido y posteriormente manifestado por los miembros de una sociedad”. Estos dos conceptos están relacionados con la Dermatología como parte de la cultura médica de nuestro país. Por lo tanto, es nuestra obligación como dermatólogos no sólo ser expertos en enfermedades cutáneas sino también investigadores de su historia, especialmente en nuestro país, ya que tendrá características propias que nos permitirán aportar nuestro conocimiento a la Dermatología mundial.
1. Dermatología precolombina (fotos 1-17)
■ La Dermatología precolombina Pablo Humberto Urquizu Dávila
Los mayas Los mayas poseían la cultura más avanzada del mundo descubierto por Colón; merecen ser designados como “los griegos de América”. La admiración por las construcciones que quedaron como testimonio de aquel pueblo fantástico provocó, desde el inicio del
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Figuras: 1. Anciana con niño 2. Calvicie 3. Deformidad en nariz
siglo XIX, que viajeros y estudiosos de diferentes partes del mundo vinieran a estas regiones selváticas a visitar sus centros ceremoniales. La subárea maya tuvo una extensión de unos 325.000 km, o sea, un territorio equivalente al triple del que ocupa actualmente la República de Guatemala. Los mayas habitaron lo que hoy corresponde a los estados mexicanos de Chiapas, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo, la República de Guatemala, Belice y el occidente de la República de Honduras. Sus orígenes se pierden en el tiempo; algunos historiadores mayistas creen que fue una cultura que se desarrolló in situ y aunque ellos mismos principiaban su meticulosa cuenta del tiempo en una época tan remota como el año 3113 a. C., los expertos no han encontrado evidencias de su cultura que puedan ser fechadas antes del año 2000 a. C. La vida de este pueblo giraba en torno al cultivo del maíz que fue su sustento básico. Fundaron sus principales centros ceremoniales en lugares secos y alejados de un río o lago, como Tikal y Uaxactun; pero en otros casos los establecieron junto a una fuente de agua, como Copan o Yaxhá. PERÍODO PRECLÁSICO (2000 A.C.-300 D.C.) Se le llama también “período formativo” porque durante este tiempo se sentaron las bases de esta cultura. Su considerable duración -2300 años- fue tiempo suficiente para alcanzar el esplendor del siguiente período que fue el clímax de esta civilización extraordinaria. Durante este período se organizaban en núcleos agrícolas en forma de aldeas. La economía estaba basada en la agricultura, la religión estaba representada por el culto a la tierra y los fenómenos naturales, y la arquitectura era de tipo ceremonial y religiosa. PERÍODO CLÁSICO (300-900 D.C.) En el transcurso de estos 600 años los mayas alcanzaron su máximo desarrollo cultural y esplendor. El gobierno era teocrático, es decir, estaba ejercido por sacerdotes, que además tenían mando militar y sucesión hereditaria. El gobernante se llamaba Halac Uinic y era auxiliado por los caciques menores, el sacerdocio, la nobleza, el pueblo y los esclavos. Durante este período se intensificó la agricultura; el excedente era vendido o cambiado por otros productos, lo que provocó un aumento importante en el comercio regional. El desarrollo de las ciencias estuvo vinculado con la religión. Se destacaron en astronomía y a través de sus observatorios estudiaban los movimientos del sol; aún en la actualidad es reconocida la exactitud del calendario maya. Demostraron su conocimiento de las matemáticas y la ingeniería en la construcción de sus grandes edificios, canales de riego, acequias para la conducción del agua de lluvia, así como en la movilización de las enormes piedras y materiales para la edificación. La medicina alcanzó un importante desarrollo en el uso de hierbas y plantas medicinales; se practicaba la odontología y se realizaban verdaderas prótesis dentarias. La arquitectura,
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sobre todo la religiosa, fue notable durante este período con una proliferación de centros ceremoniales, calzadas y juegos de pelota.
Figuras: 4. Deformidad en cara 5. Deformidad facial 6. Deformidades faciales
PERÍODO POSCLÁSICO (900-1500 D.C.) El paso a este período fue traumático. Se cree que hacia el año 900 d.C. hubo una sequía prolongada que afectó durante años al territorio de Mesoamérica (esto ha sido deducido de los estudios científicos de la paleobotánica). El pueblo maya reclamó ante sus sacerdotes, especialmente los dedicados al culto de Chac, señor de la lluvia, pero los esfuerzos de éstos resultaron inútiles; el pueblo se rebeló entonces y tras sangrientas revueltas, los sacerdotes desaparecieron. Sólo la clase sacerdotal sabía leer y escribir y guardaba celosamente los conocimientos sobre astronomía y agricultura, por lo cual los centros mayas comenzaron a decaer. Al mismo tiempo se produjo una invasión de los toltecas desde el noroeste; estos conquistadores provenían de Tula, ciudad localizada en el altiplano central de México, y su lengua era el náhuatl. Los toltecas se apoderaron de los centros mayas. Las crónicas indígenas, como el Memorial de Tecpán o el Popol Vuh, asientan en sus páginas cómo los cakchiqueles y quichés, vinieron de Tula, al oriente, cruzando el mar, trayendo dioses toltecas como Tohil, Avilix y Jacavitz, pero escribían en su lengua mayense y utilizaban el viejo calendario maya con su sistema vigesimal. El posclásico se caracterizó por ser un período de guerra, de continuas rivalidades; como consecuencia surgieron los señoríos indígenas que encontraron los españoles a su llegada y cuyos odios supo aprovechar para sus fines de conquista el adelantado don Pedro de Alvarado1, 9. LA
MEDICINA MAYA
Tres fuentes son importantes para el estudio de la medicina maya: 1) El rico material artístico en el que quedaron representadas las enfermedades más importantes. 2) Los códices mayas, el Popol Vuh y los escritos indígenas. 3) Los viejos cronistas que fueron testigos de sus tradiciones y costumbres. Es posible que las enfermedades puedan explicar también, de algún modo, la decadencia de esta civilización que nada tuvo que envidiarle a la egipcia y a la mesopotámica. LA
MITOLOGÍA MAYA
Los mayas dieron a la medicina un carácter sagrado cuya liturgia era conocida por la casta sacerdotal como una ciencia misteriosa transmitida de padres a hijos. Los indígenas actuales saben muy poco de estos secretos, si bien en Yucatán quedan herbolarios y en Guatemala brujos o curanderos que son los últimos representantes de esa casta de médicos indígenas. Las deidades médicas eran numerosas y variadas, y competían en poder y grandeza.
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Se creía que las enfermedades podían ser causadas por espíritus o seres con poderes sobrenaturales; también podían ser el resultado de causas naturales como accidentes, deficiencias o excesos. Si se descubría el origen se podía dar el tratamiento; por ejemplo, la enfermedad producto de la ofensa a los dioses requería confesar el pecado y realizar penitencia; si provenía de brujería se actuaba contra ésta y si era por causas naturales se daban medicamentos apropiados. Si la enfermedad era pasajera se trataba por el mismo enfermo en casa, pero si era crónica se consideraba como castigo de los dioses. Los antiguos mesoamericanos reconocían desigualdades entre las personas; los hombres eran considerados K´an (agresivos, seguros, irascibles) y las mujeres nakanik (apacibles, dóciles, sumisas). La edad era otro factor de diferenciación: los ancianos eran considerados más sabios y más consistentes en sus fuerzas que los jóvenes; esto se menciona en el Memorial de Sololá, en el Popol Vuh y en el Título de los Señores de Totonicapán donde las deidades son ancianas. También creían que la debilidad temporal provenía de cometer un pecado, experimentar emociones fuertes o sentir envidia; se pensaba que el trabajo excesivo, el exponerse al frío o al calor y a ciertos alimentos perturbaba el equilibrio de una persona. En estos textos es posible encontrar una expresión de la teoría del equilibrio y su relación con la enfermedad. En las tierras altas de Guatemala se creía que un cuerpo fuerte está más protegido de la enfermedad que uno débil: esta fortaleza tiene relación con la condición de la sangre que puede ser fuerte o débil, fría o caliente; se creía que la sangre no se podía regenerar y que cualquier pérdida producía debilidad. Los niños, las mujeres y algunos ancianos eran considerados más débiles. Se pensaba que los ancianos eran más fuertes y más potentes que los jóvenes, especialmente si eran brujos, curanderos o lideres. Para mantener el cuerpo en equilibrio era necesario tener armonía con la naturaleza, con la sociedad y con los dioses. La confesión y el sacrificio eran los medios más importantes para lograrlo2, 5. La medicina maya tuvo su trinidad formada por la diosa Ixchel y por los dioses Citobolontun e Itzamna. Estos dos trabajaron para descubrir las virtudes medicinales de las plantas heredando todos sus conocimientos a los H-Menes, familia hipocrática iniciada en el arte de curar. Itzamná: dios y hombre a la vez, era el padre de la medicina y sus fiestas se celebraban en el mes de Zip, o sea, el mes del pecado. El día 8 era el principal y ante el dios se volcaban las hierbas medicinales que recibían el soplo de la divinidad; se realizaban danzas y se utilizaba el incienso para pedir a Ahau Chamahez la salud. El pueblo desfilaba y esperaba la bendición. Ixchel: la mujer arco iris, abogada de la maternidad, recibía las ofrendas florales de las mujeres que deseaban la fertilidad. Citobolontun: el varón compañero, daba sus dones salutíferos. Zuhuykak e Ixtliton: daban la salud a niñas y niños. Kinich-ahau: el rostro del sol, quemaba al demonio de las enfermedades; era el dios de la fototerapia y termoterapia. Kukulcan: dios omnipotente que curaba las fiebres. Tzapotla-tenan: era la abuela de la terapéutica tópica ya que había descubierto del
Figuras: 7. Destrucción nasal 8. Dolor de muelas 9. Edema de miembros inferiores
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oxitl (trementina) la resina que sanaba las bubas y llagas cutáneas. Temazcaltec: abuela de los baños, aconsejaba los baños de vapor. Yun-cimil: señor de la muerte, se paseaba junto con la lechuza alrededor del agonizante, aunque a veces se retiraba sin llevarse el alma del paciente. Es indudable que la mitología médica fue consecuencia de las enfermedades que sufrieron los mayas4, 5 (figuras 1-17). LA
Figuras: 10. Hongos ceremoniales 11. Arrugas
POPOL VUH El Popol Vuh contiene las historias de los indios quichés acerca de la formación del mundo, de sus dioses, héroes y hombres, es decir, trata de mitología, religión y genealogía. Fray Francisco Ximénez nació en Ecija, provincia de Andalucía, en 1666; llegó a Guatemala en 1688, era fraile de la orden de Santo Domingo y le fue encomendada la tarea de escribir la crónica de su provincia. Mientras estuvo en Chichicastenango, los indios le mostraron el manuscrito de los quichés; Fray Francisco copió el original y lo tradujo al español; esta copia está depositada en la Newberry Library de Chicago4, 10. En el Popol Vuh se citan algunas deidades mayas que eran responsables de las enfermedades. Los señores de Xibalba (el inframundo) podían causar enfermedad. Xik´iri (nariz voladora) y Kuchuna Kiq´ (jefe sangre) eran dos de estos señores cuyo trabajo era producir “sangre para enfermar a la gente”. En muchos lugares se percibía la sangre como un medio para recibir un daño externo. Los señores de Xibalbá hacían que la gente se enfermara afectando su sangre. En el Popol Vuh se menciona al señor Ahal puh (hacedor de pus) quien producía infecciones. El Ahal gana Q´ama (hacedor de cólera) tenía el poder de “hacer que la gente se hinchara”. La bilis producía ictericia en la cara. Los señores Chamiabaq (bastón hueso) y Chamiaholom (bastón calavera) convertían a la gente en huesos y calaveras. Los señores Ahalmez (hacedor de suciedad) y Ahaltokob (hacedor de llagas) eran peligrosos en tiempo de pobreza. El Ahalxic (señor gavilán) y el Patan (señor trampa) causaban la muerte en los caminos. Los cakchiqueles tenían un dios llamado Ahal Xic, que provocaba la muerte repentina. Itzamná, dios de la medicina e Ixchel, la diosa luna, eran invocados en la fiesta de los curanderos y brujos durante el mes Zip. Itzamná era conocido porque curaba a los enfermos y resucitaba a los muertos. Ixchel era la diosa de la procreación, del alumbramiento, de la medicina y de las enfermedades que formaban pústula. La sífilis era una de las enfermedades asignadas a Ixchel por las asociaciones eróticas con esta deidad10. MEDICINA EN EL
CONOCIMIENTOS ANATÓMICOS Y QUIRÚRGICOS DE LOS MAYAS Los instrumentos quirúrgicos eran de obsidiana; estos cuchillos les servían para abrir abscesos y realizar otras cirugías menores. Los conocimientos anatómicos provenían de los sacrificios humanos y animales. El corazón era bien conocido. Inicialmente los mayas no practicaban sacrificios humanos; esta terrible costumbre derivó de su contacto con los aztecas y corresponde a una época muy tardía de su historia, como demuestran algunos estudios realizados en las ciudades indígenas del posclásico como la ciudad de Iximché. Los mayas-quichés consideraron la enfermedad de etiología distinta de lo sagrado y su observación los guió hacia un conocimiento más exacto. El frío y la humedad eran
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reconocidos como agentes causales de reumatismo; el viento producía algunas enfermedades. El régimen alimenticio de los indios era sabio y saludable y las costumbres sexuales eran moderadas. Conocían el papel del contagio en las epidemias; se valían de prácticas de hechicería para averiguar si una enfermedad era curable. Conocían la blenorragia, las bubas, la impotencia sexual y las enfermedades eruptivas. Describieron el tifus exantemático usando palabras compuestas como Zahualt (erupción); también conocían la leshmaniasis, el rinofima y el Ulcus rodens. Su vida guerrera les proporcionó un conocimiento especial de las heridas; las clasificaron en forma topográfica tomando en cuenta la profundidad, la causa que las producía y sus complicaciones. Cada enfermedad era tratada con hierbas y el tratamiento era realizado por especialistas. Existían especialistas en mordeduras debido a la gran cantidad de serpientes e insectos. Se conocían las articulaciones del cuerpo que a veces era representado en figurillas; un pasaje en el Popol Vuh se refiere a la reparación de huesos. Fray Bartolomé de las Casas mencionó a los herbolarios, llamados quamanel, que significa “el que cura”. Los médicos probablemente realizaban algún tipo de investigación básica de prueba-error observando el efecto de las plantas en las diferentes patologías.
Figuras: 12. Labio leporino 13. Rinofima 14. Tumor abdominal
Durante el momento del parto, la embarazada confesaba sus pecados, la comadrona se extraía sangre y la rociaba mientras hacía invocaciones y ejecutaba una ceremonia para facilitar el parto. La cirugía no estaba tan desarrollada como la medicina herbolaria; sin embargo, los cirujanos fueron capaces de realizar extracciones y mutilaciones dentales, hacer prótesis, extraer cuerpos extraños, drenar abscesos, curar heridas, hacer sangrías, circuncisiones, trepanaciones craneales y curaciones oculares. Según los cronistas, el arsenal terapéutico de los indios era eficaz, superior al de los médicos y cirujanos que llegaron en el siglo XVI. Existían purgantes, diuréticos, coagulantes, eméticos, sedantes, etcétera. Las principales costumbres higiénicas eran la dieta y los baños. La alimentación era balanceada con el maíz como alimento principal; también utilizaban las legumbres y la carne de venado, así como el pescado. Hacían bebidas fermentadas basándose en frutas como el jocote. Los mayas usaban el baño de vapor. Los baños temascal constituían ritos especiales. Los casados se bañaban juntos, las embarazadas se bañaban en los últimos meses del embarazo y los solteros se bañaban solos. Los temascales medían poco más de un metro de altura y tenían paredes de piedra y piso de madera cubierto de barro. Adentro había piedras que se calentaban y luego se mojaban con agua produciendo vapor. Su protectora era la diosa Temazcalteci.
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Se utilizaban también las aguas medicinales, por ejemplo, las sulfurosas, para curar calambres, dolores del cuerpo, infecciones intestinales y reumatismo; creían que las aguas termales tenían poderes curativos. En la Europa del siglo XVI no era costumbre bañarse con frecuencia. El capitán Juan de Estrada (1579) menciona que “ellos tenían la costumbre de bañarse en los ríos y lo siguen haciendo”. El cronista español Fuentes y Guzmán relataba que los indígenas usaban el baño para tratar las fiebres, tumores, sífilis y otros males4, 5 (Tabla 1). Tabla 1. Nombre anatómico de la piel y sus anexos y de algunas enfermedades de la piel en idioma maya4 Piel Boca Labio Lengua Paladar Saliva Encías Cabello Uña Calva y caspa Sudor Urticaria Vitiligo Viruela Ampollas Absceso Bubas
LA
Oth, Othiel Chii Boxel chii Ak Mabcaan Tub Chuncó Tzotz Ichac Thab Zackeluc Zob Zac Halay Kak Popol, choolax Bocan, chuchum Zob
Cáncer Dolor Enfermedad Fiebre Lepra Úlcera por traumatismo Úlcera con exudado Úlcera incurable Mal de la boca Muerte Medicamento Perleche, boquera Miliaria Sarampión Sarna Tiña Ungüento
Cunuz Yail Kohanil Chacauil Naycan Cuinpaharil Pomactel Taacan Chacnich Cimil Cac Xaya kohi Uzan Uzankak Uech Zock Nabzah
ESTÉTICA
Las deformaciones cefálicas se han practicado en forma universal en determinados períodos culturales; obedecen a razones estéticas ligadas a costumbres mágicas y religiosas. Esta práctica no debe relacionarse con un menor desarrollo cultural; a finales del siglo XIX se realizaba todavía en el sur de Francia. Estas deformaciones, que desde el punto de vista médico eran inocuas, se lograban por medio de aparatos especiales. Los códices mayas muestran a Hunahpú y otros dioses con la cabeza alargada, dado que el ideal estético era una frente aplanada4, 5. LAS EPIDEMIAS EN EL PERÍODO PRECOLOMBINO En el siglo VII de la era cristiana fue destruido el imperio maya; algunos creen que fue debido a la fiebre amarilla, pero no hay pruebas contundentes que apoyen esta hipótesis ya que estudios más recientes han demostrado que esta enfermedad fue importada de África en 1647. La viruela era desconocida en América y fue traída por un grumete de Pánfilo de Narváez en 1520. Las epidemias de tipo exantemático fueron frecuentes en América antes de la llegada de los españoles; eran endémicas en México y de allí pasaron a Guatemala; en lengua azteca eran llamadas Matlatza hualt. El paludismo, en formas benignas, existió en Yucatán y en algunas regiones de Guatemala. El Memorial de Sololá, un manuscrito del siglo XVI conocido como Anales de los Cakchiqueles o Memorial de Tecpán Atitlán, describe la historia de la nación cakchiquel que se desarrolla en la ciudad de Iximché. En este Memorial se describe una epidemia en 1523 –un año antes de la llegada de los españoles– que produjo muchas muertes en la población indígena. El nombre indígena para esta epidemia fue chaac, que quiere decir “peste con erupción cutánea o con llagas”; según algunos autores podría haber sido sarampión, pero otros creen que fue tifus
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exantemático. De acuerdo con los síntomas descritos en el Memorial, no se puede hacer un diagnóstico exacto pero podemos inferir que los cakchiqueles tuvieron conocimientos dermatológicos debido a estas epidemias; también tenían experiencia en cirugía menor dermatológica y en el manejo de heridas. El Memorial refiere lo siguiente: Luego comenzó el ataque a la ciudad en el extremo del puente, lugar que había escogido Chucuybatzin para la guerra y para llevar a los Tucuchés a la revuelta. Cuatro mujeres se habían armado de cotas de algodón y de arcos, disfrazándose para la guerra como cuatro jóvenes guerreros. Las flechas lanzadas por estos combatientes penetraron en la estera de Chucuybatzin, fue espantosa la gran revolución que hicieron los Señores antiguamente.
Iximché, la capital del reino cakchiquel, tuvo una historia breve y tormentosa. Los cakchiqueles eran aliados de los quichés, la corte estaba en Chiavar y el rey era Quikab. Pero el rey quiché fue derrocado por sus hijos y él mismo aconsejó a los cakchiqueles que huyeran y que fundaran Iximché en la cumbre del monte Ratzamut. Los reyes Juntoh y Vukubatzm construyeron la ciudad en 1470. Desde entonces fueron enemigos de los quichés, lo cual fue aprovechado por el conquistador Pedro de Alvarado emulando la táctica que usó Hernán Cortés en la conquista de México. Los primeros historiadores españoles en llegar a Iximché fueron Bernal Díaz del Castillo y Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán. Bernal Díaz pasó por Iximché en agosto de 1526 y tuvo que abrirse camino con las armas, ya que escuadrones guatemaltecos escondidos en el barranco estaban emboscando a los españoles. Bernal pernoctó en lo que llama Guatemala la Vieja, a que la describe así: “Y estaban los aposentos y tan buenos y de tan ricos edificios en fin como de caciques que mandaban todas las provincias comarcanas”. Esta descripción es un verdadero elogio pues el soldado cronista ya había sido testigo de la magnificencia de la corte azteca6. La descripción que hace don Antonio de Fuentes y Guzmán en la Recordación Florida, libro XV, capítulo V, es vívida y detallada. Hay un pasaje que vale la pena transcribir: Hacia la parte norte del palacio, donde en un lugar muy decente y adornado estaba en una como ermita o adoratorio un oráculo del demonio que era una piedra negra y transparente como vidrio, pero de mejor y más preciosa materia que la piedra Chay, en cuya diafanidad les confirmaba la sentencia, luego se ejecutaba allí en aquel tribunal sobre aquella peana donde también se le había dado tormento al reo y si en contrario se representaba o no se figuraba en lo diáfano de la piedra alguna cosa, quedaba libre. Y este oráculo era también consultado en todos los movimientos militares que se ofrecían ejecutándose o no la guerra según el aspecto o representación del oráculo.
Esto hace suponer que también podrían haber consultado a este oráculo si algún gobernante o principal sufría alguna enfermedad o dermatosis que no pudiera ser curada por los médicos o sacerdotes. Aquí vale la pena hacer un breve análisis del nombre Guatemala4. Los primeros documentos históricos en los que aparece son las cartas de relación que Pedro de Alvarado envió a Hernán Cortés en 1524; el conquistador relata su viaje desde Soconusco, y la palabra Guatemala aparece tres veces. En la segunda carta refiere que salió de Utatlán, la capital del reino quiché, y que en dos días llegó a Guatemala, o sea, Iximché. Por su parte, Hernán Cortés menciona a la
Figuras: 15. Tumor en ala nasal 16. Tumor en ojo 17. Deformidad nasal
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ciudad de Guatemala en su carta de relación al rey Carlos V fechada en México el 15 de octubre de 1524. En las tres cartas citadas el nombre de Guatemala se escribe de la misma manera que ahora; seguramente es la castellanización del vocablo Quauthtemalan de origen náhuatl, que era como conocían la ciudad cakchiquel los indios mexicanos. En algunas actas del cabildo de Santiago aparece la palabra Guatemala identificando originalmente la ciudad cakchiquel de Iximché, pero desde el 27 de julio de 1525 designó la Provincia de Guatemala, convirtiéndose después en la denominación de la Audiencia y el Reino que incluyó dentro de sus límites la región que va desde Chiapas hasta Costa Rica7. Desde 1847 el nombre Guatemala designó sólo a la República, el Departamento y la Capital. Si las denominaciones de origen mexicano que tienen muchos poblados son sólo traducciones libres de los nombres originales quichés, tzutujiles o cakchiqueles, y si se sabe por las declaraciones de los principales de Santiago Atitlán, hechas en 1583, que en lengua de los naturales la ciudad se llamaba Cakchiquil –que en mexicano se traduce como Cuautemala– es posible concluir que el significado etimológico de la palabra Guatemala es el mismo que el del término cakchiquel8. En el Memorial de Sololá se asienta: “Cuando llegamos a las puertas de Tulán fuimos a recibir un palo rojo que era nuestro oráculo, por eso se nos dio el nombre de cakchiqueles, es decir, los hombres del palo rojo”. El Popol Vuh dice lo siguiente: “Enseguida dieron su nombre a los cakchiqueles, Gagchequelab fue su nombre”; lo que significa los del árbol rojo o de fuego. Por lo tanto la palabra cakchiquel se tradujo al mexicano como Cuauhtemallan y se castellanizó como Guatemala, que podría significar: el lugar de los hombres del árbol o palo rojo o de fuego. 2. La Dermatología durante la Conquista ■ La
Dermatología durante la Conquista
El día 6 de diciembre de 1523 Pedro de Alvarado salió de Tenochtitlán, la capital del imperio azteca recién conquistada por Hernán Cortés, con la misión de someter Utatlán y Cuauthemallan a la corona española. Iban ciento veinte hombres a caballo, trescientos hombres a pie, ciento treinta ballesteros y escopeteros, cuatro tiros de artillería con mucha pólvora y municiones y una fuerza auxiliar de guerreros mexicanos, culhuas y tlaxcaltecas. Las enfermedades que sufrieron los conquistadores fueron innumerables. Algunas eran propias de los lugares que sometían, otras eran traídas por ellos del viejo continente, y como armas biológicas se sumaban a los caballos, espadas, cañones, lanzas, mosquetes y ballestas para aterrorizar y sojuzgar a los indígenas. Curiosamente, para curar las heridas de guerra usaban la grasa de un indio muerto, además de plantas medicinales cuyo uso aprendieron en América, dado que los europeos no tenían los conocimientos de los médicos indígenas. Bernal Díaz del Castillo, el famoso cronista, nos cuenta sobre las enfermedades sufridas por los conquistadores: “Desde ha tres o cuatro meses que estábamos poblando, dio pestilencia, de la cual murieron muchos soldados, y demás desto todos los más adolecíamos y se nos hacían unas malas llagas en las piernas”. Podemos deducir que sufrieron una epidemia, y las “malas llagas en las piernas” es probable que fuera ectima. Deben haber sufrido múltiples picaduras de insectos como zancudos, moscas, tábanos y garrapatas y tal vez piojos. Las plagas de mosquitos son mencionadas por los cronistas Bernal Díaz del Castillo, Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán y Fray Francisco Ximénez. Otras dermatosis muy frecuentes padecidas por los conquistadores eran las úlceras simples o llagas, consecuencia de picaduras sobreinfectadas, y las bubas; en éstas se han englobado muchas enfermedades como la sífilis, el pian, adenitis simples y pequeños abscesos en la piel.
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El relato de Bernal Díaz no parece referirse a sífilis ni pian sino a abscesos múltiples y adenitis secundarias de picaduras y lesiones de rascado; popularmente se decía que “tenían mal humor” si se infectaba una herida, o que tenían “incordios” o “bubones” si había adenitis. Bernal Díaz, probablemente, se refiere a la piodermitis. Existía un curioso método de tratamiento usado por los médicos españoles de aquella época; según refiere una crónica, “los médicos mandaron que [el enfermo] mamase a una mujer de Castilla”. Sabemos que la leche de mujer contiene anticuerpos y esto pudo ayudar al paciente. Los conquistadores sufrieron también escabiosis, miasis, pediculosis y filariasis. En la Recordación Florida se hace referencia a estas plagas y especialmente a la miasis nasal y cutánea, como así también a la oncocercosis que podría ser causada por Oncocerca valvulus var. Acutiens y una especie de filaria de Medina3, 7.
■ La Dermatología desde la Colonia LA actualidad DERMATOLOGÍA DESDE LA COLONIA HASTA LA ACTUALIDAD (fotos 18-29) hasta3. la Eduardo Silva-Lizama
La Dermatología en los siglos XVI, XVII y XVIII Las descripciones de las enfermedades de la piel durante este período son muy escasas, por lo que mencionaremos algunos aspectos relevantes de la historia de la medicina y su relación con la Dermatología. Durante los siglos XVI y XVII la ciencia médica y la cultura se desarrollaron bajo la influencia de métodos terapéuticos a base de hierbas, música, agua, batallas, ritos espirituales simbólicos y el cuidado de la colectividad hacia el enfermo. En Guatemala eran conocidas las enfermedades de la piel, y prueba de ello fue el interés de las autoridades médicas y gubernamentales para crear hospitales, lo cual se llevó a cabo en los años 1527, 1543 y 1776. En la mayoría de ellos se atendían todas las enfermedades; había también un número menor de asilos y hospicios creados para la atención de las epidemias que castigaban al país periódicamente, como el Hospital San Lázaro, fundado por el Marqués Lorenzana en 1638 para el tratamiento de las enfermedades de la piel y la lepra. Todos los historiadores de la medicina y de la cultura en general han afirmado que los siglos XV, XVI y XVII fueron para España un verdadero renacimiento científico y que en ese tiempo la medicina y la cirugía llegaron a su apogeo para decaer notablemente en el siglo XVIII, que fue pobre en calidad y en número de hombres de ciencia verdaderos. Ese apogeo y florecimiento de la medicina española llegó muy tarde a Guatemala, pues tanto en el siglo XVI como en el XVII, la ciudad carecía de un ambiente apropiado para ello ya que tenía mayores preocupaciones en el campo de la política colonizadora, llena de asperezas, y en la pacificación y cristianización de los gentiles. La medicina se ejercía como un vulgar empirismo, no había dónde enseñar y los hospitales eran simples asilos de enfermos, consolados por la religión más que por la medicina curativa. Se ignoraba la ciencia española, que comenzó a conocerse hacia el final del siglo XVII. La cultura médica española se proyectó en Guatemala hacia el siglo XVIII, con gran retraso, cuando la Península Ibérica estaba ya en decadencia. Las grandes ideas fisiológicas, los progresos de la cirugía científica, el auge de la anatomía, desarrollados durante todo el siglo XVI y comienzos del XVII, llegaron a Guatemala en las postrimerías del siglo XVIII. En el siglo XVI, los enfermos de cuerpo y espíritu deambulaban por la ciudad, no había ningún médico y sólo los sacerdotes y la religión podían curar, implorando los favores y misericordias de Dios. Entre aquellos sufrimientos inacabables paseaba su hábito blanco
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Historia de la Dermatología en Guatemala
Fray Matías de Paz, ángel de esperanza y salvación, que corría de un extremo a otro llevando hierbas milagrosas y pociones cordiales; él fundó el hospital de San Alejo o de los Indios (figura 18). El obispo Francisco Marroquín no sólo fue el fundador de la iglesia y la escuela guatemaltecas, sino también del Hospital Real de Santiago (figuras 19-20) y representó así a la Medicina en lo que ésta tiene de piedad y de consuelo. En la última década del siglo XVI, don Juan de los Reyes, uno de nuestros primeros cirujanos titulados, tomó la pluma y usándola a manera de cuchillo o cauterio, obligó al tranquilo gobernador a volver por los fueros de la salud pública. Nada se sabe de las técnicas quirúrgicas de don Juan, ni mucho menos del nombre de las personas salvadas por su bisturí, pero se conocen perfectamente sus enérgicas gestiones para luchar contra el empirismo; su actuación en ese sentido lo consagra como el primer defensor del profesional guatemalteco, el primer cirujano que, comprendiendo su alta misión social, defendió el tesoro de la salud y abrió los ojos a los gobernantes ajenos a estos problemas vitales. Pidió al Alcalde don Diego de Paz Quiñónez “que se exija a los barberos que hacen de cirujanos la exhibición inmediata de sus títulos; y si no lo hicieren se les condene en forma grave, pues el vecindario peligraba en sus manos; y no sólo los barberos curaban, sino que también lo hacían los hijos y los criados”. El Memorial de Tecpán Atitlán nos deja la mejor descripción de las pestes que asolaron la población durante el siglo XVI:
Figura 18. Hospital de Indios San Alejo
En verdad fue terrible cuando el Gran Señor de Dios nos mandó esta muerte. Muchas familias doblegaron la cabeza ante ella. A la gente le sobrecogía un frío, y enseguida venía la fiebre, por la nariz salía sangre, había tos y se inflamaba la garganta, tanto en la peste mayor como en la menor. Todos se vieron atacados. Siete días después de la Pascua aumentó la peste, siendo increíble el número de gente que sucumbió, entre hombres, mujeres y niños.
Esta epidemia fue llamada chaac en lengua cakchiquel, que quiere decir enfermedad o peste con erupción cutánea, exantema o llagas. Esta misma palabra tiene derivados y todos ellos se refieren a manifestaciones sarnosas, quemaduras, enconos de llagas, etc. (en lengua maya existe la palabra chac, que quiere decir rojo); esa peste con exantemas o llagas podría corresponder a sarampión y tifus exantemático. En el siglo XVII llegan a Guatemala numerosos médicos y cirujanos desde Nueva España y lejanas ciudades de la península hispánica. El florecimiento de la metrópoli colonial de la América Central despierta ambiciones y por ello muchos médicos emprenden el viaje esperando asegurar su porvenir. Cronológicamente por orden de llegada son: Juan de León (1600), Joseph Adalid Bohórquez (¿), Cristóbal Tartajo (1624), Pedro Ramírez Delgado (1627), Enrique de Sosa (1630), Alonso Aragón (1633), Mauricio López de Lozada (1640), Juan de Cabrera (1640), Andrés Sánchez de Miranda (1648) y Bartolomé Sánchez Parejo (1649). En abril de 1769 la ciudad fue azotada por una epidemia de sarampión maligno que hizo gran estrago principalmente entre los indios. El catedrático de Prima de Medicina, Dr. Ávalos y Porres, y el médico francés Desplanquez fueron los encargados de formular recetas curativas, la dieta y demás medidas contra esta epidemia. En el mes de junio de 1773, un violento terremoto destruyó la ciudad de Santiago de los Caballeros de Goathemala. La ruina no fue total, pero el capitán general don Martín
Figuras 19 y 20. Hospital de Santiago
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Mayorga y algunos moradores temerosos y afligidos abandonaron la ciudad en forma precipitada e imprudente. La ciudad arruinada era un caos y para colmo de males, una peste de tabardillo o tifus exantemático, que duró cerca de un año, mató a cuatro mil personas, haciendo mucho más daño que los terremotos. Comenzó a fines de 1773, se exacerbó en marzo de 1774 y terminó en el mes de junio de ese mismo año. La epidemia fue originada por el éxodo de los indios y obreros hacia los pueblos altos, lugares donde el tifus era endémico. La fuga precipitada los obligó a regresar pronto a la ciudad derruida, a la cual llegaron semidesnudos y hambrientos, llevando los gérmenes de la enfermedad. La mala alimentación, el hacinamiento y la promiscuidad, contribuyeron rápidamente a la propagación de la peste petequial. La gente pobre y los indios fueron, como siempre, las principales víctimas. Se puede afirmar que estas epidemias o pestes fueron las primeras que se estudiaron científicamente y fueron objeto de magníficas descripciones clínicas; durante estos años trágicos se fundó la Sanidad Pública, surgida de las circunstancias del momento. En el año 1780 Guatemala sufrió una de las más terribles epidemias de viruela. Todas las circunstancias eran propicias para el desarrollo de la peste. Los hospitales estaban en construcción y faltaban lugares de aislamiento, y a estas dificultades materiales se sumaban las espirituales del pueblo fatigado y agobiado por toda clase de penalidades. Se fundó el hospital de Viruelas o San José. La epidemia del año 1780 permitió al doctor José Felipe Flores mostrar sus cualidades de innovador. El fiscal del ayuntamiento lo dejó en absoluta libertad para emplear la inoculación, según conciencia y previa aceptación del enfermo. La técnica era la siguiente: ponía dos vejigatorios del tamaño de un real en cada brazo y esperaba que éstos levantaran ampollas, luego colocaba sobre la piel ulcerada algodón empapado en la serosidad de una viruela madura, manteniendo esta curación durante veinticuatro horas. Según los historiadores, la inoculación dio magníficos resultados, como lo demostró la estadística comparada; casi ninguno de los inoculados tuvo formas malignas, y el control riguroso sólo registró la muerte de una niña de 13 años. En los barrios donde no se practicó, la mortalidad alcanzó cifras muy grandes. Las pruebas fueron concluyentes y quedó demostrado el beneficio de la inoculación. Este método fue usado por los turcos, persas y chinos, quienes observaron que la viruela inoculada era siempre menos grave que la desarrollada por contagio. Esta observación preparó el descubrimiento de la vacuna, adelantándose un siglo a las ideas de Pasteur sobre los virus atenuados. En el siglo XVIII se inician las construcciones de los principales hospitales del país; a partir de entonces cambia gradualmente el concepto de la medicina11, 12, 13. LA DERMATOLOGÍA
EN EL
HOSPITAL GENERAL SAN JUAN
DE
DIOS
El Hospital General San Juan de Dios fue inaugurado en 1778. Durante estos años, en el departamento de Medicina de Hombres se instaló una clínica de enfermedades urogenitales y de sífilis. Bajo la dirección de don Rafael Angulo y Urruela, se recluyeron los pacientes de lepra y enfermos crónicos de la piel de 1778 a 1875. En 1810 el doctor Narciso Esparragoza y Gallardo escribió su libro sobre varios temas como prurito, exantemas y úlceras de la piel. En 1861 el doctor Mariano Padilla publicó un ensayo sobre el origen de la enfermedad venérea. En 1863, los facultativos del Hospital General comenzaron a confeccionar un informe o memoria de las actividades que se llevaban a cabo en cada uno de los servicios; el Dr. Francisco Abella mencionó numerosos diagnósticos de enfermedades de la piel, enfermedades de las uñas y escrófulas. El Dr. Eligio Baca presentó su informe en 1864 y entre los numerosos diagnósticos hizo referencia a ectima, impétigo, eczema, sarna y elefantiasis de los griegos. La implantación de injerto cutáneo secundario a la extirpación de un epitelioma basocelular nasal, la operación de uña encarnada y de rinoescleroma, se encuentran mencionadas
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Historia de la Dermatología en Guatemala
en la memoria hospitalaria del año 1900 entre la numerosa lista de intervenciones quirúrgicas practicadas por el Dr. Juan José Ortega24, 25, 26. Los primeros especialistas en Dermatología se incorporaron al Hospital General, marcando una nueva etapa de la especialidad. En 1945 el Dr. Fernando Cordero fue nombrado jefe de servicios internos de Dermatología; el Dr. Luis Gálvez Molina ocupó la jefatura de la consulta externa en 1946; el Dr. Arturo García Valdez fue jefe del servicio de Dermatología de hombres en 1956. Posteriormente se incorporaron al servicio los Drs. Jorge Close de León (1958), Eduardo Silva Martínez (1963), Leonel Linares (l972), Carlos Cordero (1978), Salvador Porres (1986) y Edgar Pérez Chavarría con la subespecialidad de Dermatología Pediátrica en 1988. La jefatura del Servicio la ocupa desde 1980 el Dr. Leonel Linares. El Hospital General San Juan de Dios, uno de los más antiguos del país, es el hospital escuela donde se forman los estudiantes de la Facultad de Medicina, quienes rotan por los diferentes servicios. La consulta al servicio de Dermatología es voluminosa, con pacientes de escasos recursos provenientes de diferentes partes del país. La Dermatología como especialidad se inició en este Hospital y fue reconocida como tal durante la década de 194012, 13. LA DERMATOLOGÍA
EN EL
CENTRO MÉDICO MILITAR
Con fecha 9 de octubre de 1880, el General Justo Rufino Barrios acuerda la creación del Hospital Militar “considerando que es un deber del gobierno auxiliar de manera eficaz a los individuos del ejército que pierden la salud como consecuencia del servicio; que siguiendo los buenos preceptos administrativos es necesaria la creación de un establecimiento en donde bajo una inspección facultativa adecuada, puedan encontrar los militares una buena asistencia profesional”. La noticia fue publicada en El Guatemalteco, periódico oficial de esa época, el jueves 14 de ese mismo mes, en su número 310. La inauguración oficial se realizó el 16 de marzo de 188114. A los diez meses y medio de la apertura, es decir, el 31 de enero de 1882, se aprueba el primer reglamento del Hospital Militar, elaborado por el Dr. Joaquín Yela, inspector médico, y por el Dr. Francisco Abella, cirujano del establecimiento; allí se dice: “Habrá un médico y cirujano, que deberá pertenecer a la facultad de Medicina de la República, nombrado por el gobierno a propuesta del director. El médico nombrado será el responsable de la atención de los pacientes, en colaboración con los practicantes de Medicina y Cirugía, que tendrán que ser por lo menos del cuarto año de estudio”. Cabe recordar que en aquella época no existían especialistas; el médico y cirujano atendía a todos los pacientes en general, incluso aquéllos con enfermedades de la piel. Los pacientes que padecían enfermedades venéreas pagarían cincuenta centavos por estancia y en caso de reincidencia, dos terceras partes de su sueldo. En 1913 se construyeron dos pabellones para los enfermos de piel y venéreas; en 1914, el Comandante Dr. Antonio Macal se hizo cargo de las salas de jefes y oficiales, cirugía, enfermedades de la piel y venéreas. En 1915 se declaró de urgente necesidad mejorar las condiciones higiénicas y sanitarias de las salas de los pacientes con enfermedades de la piel, debido a sus frecuentes fugas del hospital. El 25 de diciembre de 1917 el edificio del Hospital Militar sufrió grandes daños como consecuencia del terremoto que asoló la ciudad de Guatemala; la torre del edificio se desplomó al día siguiente. La situación precaria del hospital se prolongó durante todo el año 1919, era prácticamente imposible atender a los enfermos de los cuerpos militares. Por ello, a mediados de noviembre de 1920 el gobierno ordenó que el Hospital Militar fuera trasladado al edificio que ocupaba el Asilo Maternidad Joaquina; los enfermos fueron trasladados a partir del día 6 de diciembre. En 1924 el Dr. Carlos Padilla y Padilla, director técnico, se hizo cargo de las salas de
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cirugía, enfermedades de la piel y sala de emergencias. A partir del 5 de diciembre, por disposición del presidente de la República, general José María Orellana, se estableció una sala de consulta gratuita para atender la salud de los vecinos de la localidad. El 21 de julio de 1929 los doctores Ramiro Gálvez Asteguieta y Enrique Echeverría quedaron a cargo de las salas de jefes y oficiales, medicina, enfermedades de la piel y venéreas. El 14 de febrero de 1935 se inauguró la biblioteca del establecimiento. En ese mismo año se organizaron ciclos de conferencias mensuales: en el mes de julio se presentó la conferencia “Pian”, dictada por el Dr. Guillermo Sánchez, y en el mes de diciembre la conferencia “Métodos serológicos para la investigación de la sífilis”, dictada por el profesor E. Jacobsthal. En el mensaje presidencial a la Asamblea Nacional Legislativa presentado por el general Jorge Ubico el 1º de marzo de 1939, se dice: “El Hospital Militar ha desempeñado satisfactoriamente su cometido, siendo de reconocerse la actividad y eficiencia del personal que presta sus servicios en dicho establecimiento”. Se hicieron mejoras al edificio, se compraron útiles, mobiliario, instrumentos y medicinas; el hospital era considerado como uno de los mejores del país. En el año 1943 una de las enfermedades predominantes atendidas en el hospital fue la blenorragia. En 1945 se hizo cargo del servicio de Dermatología y Venereología el Dr. Fernando Cordero, seguido en 1946 por el Dr. Luis Gálvez Molina; contaba con un practicante, dos enfermeros y una o dos personas de servicio. En 1968 el Dr. Eduardo Silva Martínez quedó al frente del Servicio de Dermatología. En 1970 se nombró médico asistente al Dr. Neftalí Villanueva, discípulo del Dr. Silva Martínez. Se reorganizó el servicio contando con un jefe, un subjefe, servicios de internación y consulta externa. El 16 de junio de 1975 el Rector de la Universidad Estatal, el Ministro de la Defensa Nacional, el Decano de la Facultad de Ciencias Médicas y el Director del Hospital Militar firmaron el convenio para convertirlo en Hospital Escuela, con el reconocimiento académico de la Junta Directiva de la Facultad. El programa estaba dirigido a los practicantes externos e internos. Las actividades se programaron de febrero a julio y se dividieron en seis “módulos” científicos y académicos que se realizaban mensualmente. Cada módulo se desarrolló en torno a un tema principal con subtemas orientados a especialidades médicas relacionadas. En el mes de julio se desarrolló el módulo Dermatología, cuyos principales objetivos fueron: capacitar mejor al estudiante de medicina, cubrir el currículum de estudios de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala e interesar a los especialistas de Dermatología en actividades docentes11. En 1977 se incorporaron al Servicio de Dermatología los dermatólogos Antonio Wong Galdamez, y Miguel Eduardo Robles Soto, ambos con estudios de posgrado en México. En esa época el Servicio contaba con médicos calificados y reconocidos por universidades nacionales y extranjeras, marcando una nueva etapa de progreso de la especialidad. Se organizaron jornadas departamentales que tenían como objetivo las visitas a las áreas endémicas de leishmaniasis cutánea. Uno de los médicos que contribuyó en gran manera con el servicio de Dermatología fue Arturo García Valdez, eminente dermatólogo que prestó sus servicios profesionales desde 1970 hasta 1989. En esta época el servicio contaba con jefe, subjefe, tres dermatólogos en consulta externa y un dermatólogo para servicios internos. En 1978 se crea la Clínica de Dermatología Pediátrica. En ese mismo año, el Ministerio de la Defensa, deseoso de tener personal médico especializado, concede becas para capacitarse en el extranjero a los médicos del Hospital Militar; por tal motivo, en marzo de 1981 el Dr. Eduardo Silva-Lizama fue enviado al Instituto Dermatológico de Guadalajara, incorporándose al servicio en 198313.
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Historia de la Dermatología en Guatemala
En 1986 el Dr. Thomas Navin, de la división de Enfermedades Parasitarias del Center for Disease Control, Atlanta, Estados Unidos, y el Dr. Byron Arana, del Centro de Investigaciones de Enfermedades Tropicales de la Universidad Del Valle de Guatemala, colaboraron con el Servicio en el estudio de la leishmaniasis cutánea. Esto último hizo que el Servicio de Dermatología se convirtiera en uno de los centros más importantes de referencia y estudio de las parasitosis cutáneas, particularmente de leishmaniasis cutánea, en Guatemala12. Desde 1989 hasta 1990 el Dr. Neftalí Villanueva Valdez ocupó la jefatura del Servicio de Dermatología; en 1989 se incorporaron los dermatólogos Edgar Cifre Recinos y Carlos Villanueva Ochoa, este último como encargado de la subespecialidad de Cirugía Dermatológica. Desde 1990 ocupa la jefatura del Servicio el Dr. Antonio Wong Galdamez; en 1991 se incorporan los Drs. Ricardo Garzona Barillas y Manolo Gutiérrez. Desde 1920 funcionaban las instalaciones del Hospital Militar, cuya construcción en su mayor parte era de bajareque. Sin embargo, mediante constantes inversiones había logrado mantenerse relativamente en buen estado. La preocupación por contar con un nuevo hospital data de 1945, pero por diversas circunstancias, especialmente de índole económica, los proyectos no pudieron llevarse a cabo hasta el año 1991. Fue entonces cuando se trasladó el Hospital Militar a su nuevo y moderno edificio, cambiando su nombre por el de “Centro Médico Militar”11. El Estado Mayor de la Defensa Nacional otorgó becas para realizar estudios de Dermatología en el exterior a los doctores Manolo Valladares y Horacio Antulio Paredes. Valladares fue al Hospital Militar de México DF y regresó en 1994; Paredes fue al Instituto Dermatológico de Guadalajara, México y se incorporó al servicio en 1996 con la subespecialidad de Cirugía Dermatológica. Posteriormente, en el año 2004, el Dr. Paredes es nombrado Director General del Centro Médico Militar. El 30 de junio del 2004 asume como jefe de la sección de Dermatología el Dr. Eduardo Silva-Lizama y se integran a la Unidad de Dermatología Médico Quirúrgica los doctores Ricardo Garzona Barillas, Edgar Manolo Valladares e Isabel de Orellana. El Centro Médico Militar brinda atención médica principalmente al personal del ejército; recientemente ha extendido sus servicios a la población civil. LA DERMATOLOGÍA
EN EL INSTITUTO
GUATEMALTECO
DE
SEGURIDAD SOCIAL (IGSS)
Los ideales que inspiraron la revolución de octubre de 1944 llegaron a dos grandes realizaciones de beneficio social: el Código del Trabajo y la creación del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS). La Seguridad Social surgió en las estructuras guatemaltecas a través de la Constitución de la República promulgada en el año de 1945, como producto inmediato del movimiento popular de 1944, y se hizo realidad por Decreto Nº 295 del Congreso de la República el 30 de octubre de 194614-22. La Policlínica fue inaugurada el 26 de enero de 1963. En 1968 los Drs. Aparicio González y Guillermo Fortín Gularte se hicieron cargo de la atención de los pacientes con enfermedades de la piel y venéreas; los siguieron en 1972 Eduardo Silva Martínez y Francisco Rolando Vásquez Blanco, quien pasó posteriormente al Hospital General de Enfermedad Común22. En 1975 se incorporó al servicio Jorge Close de León; posteriormente, en 1976, fue nombrado Romeo Augusto Moraga Miranda; en ese mismo año Rubén Mayorga Peralta se hizo cargo del laboratorio de Micología, su labor fue continuada por Heidi Logemann. En 1977 fueron nombrados Concha Marina González de Méndez y Miguel Eduardo Robles Soto; Ramiro Paz y Paz se incorporó en 1978. Durante la década de 1980 se sumaron Haroldo Soto Sandoval (1980), Álvaro Castellanos de la Roca (1983) y Eduardo Silva-Lizama (1986). En 1992 fueron nombrados Ricardo Augusto Garzona Barillas, Marco Vinicio Solórzano de la Cerda y José Higueros. En 1997 ingresaron Lorena Bay y Guillermo Letona. En esta Unidad se encuentra el mayor número de dermatólogos, cinco en la jornada
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matutina y cinco en la jornada vespertina. Se atiende un promedio de 150 a 200 pacientes diarios. El Hospital General de Enfermedad Común se inauguró el 7 de agosto de 1967. Destinado a ofrecer medicina integral, cuenta con 333 camas y 110 cunas, distribuidas en tres departamentos clínicos de Medicina, Cirugía y Pediatría. Cada uno de estos departamentos cuenta con un jefe, jefes de servicio, médicos especialistas, jefe de residentes y residentes. En 1962, cinco años antes de la inauguración oficial, el Dr. Luis Gálvez Molina inició el Servicio de Dermatología, seguido en 1972 por el Dr. Francisco Rolando Vásquez Blanco; durante este período el Dr. Víctor Fernández, jefe del laboratorio de patología se interesó en el estudio y análisis histopatológico de las enfermedades de la piel. En 1983 se incorporaron los dermatólogos Patricia Chang y Eduardo Silva-Lizama, quien pasó posteriormente a la Policlínica. En 1990 se nombró a la Dra. María del Socorro Obregón de León. Desde 1978 la Dra. Olga Marina Rosales de Martínez se hizo cargo del Servicio de Dermatología Pediátrica. En este hospital la Dermatología forma parte de los Departamentos de Medicina Interna y Pediatría, se atienden pacientes de consulta externa y de internación. La gerencia del IGSS creó las Unidades Periféricas para extender su programa de atención a los sectores aledaños de la ciudad de mayor población. La Unidad Periférica de la Zona 6 se inició con ocho clínicas, servicios de emergencia y una pequeña sala de operaciones; las instalaciones eran insuficientes para atender la alta demanda de pacientes. En su lugar, en 1984 se inauguró el Hospital General “Dr. Juan José Arévalo” con la Dra. Noemí Quiñónez como responsable del servicio de Dermatología hasta 1996; desde 1989 ocupa el cargo de dermatólogo el Dr. Gerardo Bran Quintana. En 1994, la Unidad Periférica de la Zona 5 inaugura sus modernas instalaciones y el Dr. Sergio Iván Cobar queda al frente del servicio de Dermatología. En el Centro de Atención Médica Integral para Pensionados (CAMIP) la atención de pacientes con enfermedades de la piel está a cargo de la Dra. Milagros Santos desde 1995; el Centro atiende también a los pacientes del Hospital de Rehabilitación. El IGSS es una de las instituciones más grandes del país; sus programas de atención se han extendido al interior de la República, desde donde son derivados aquellos pacientes que a criterio del médico necesitan atención dermatológica especializada19-25. LA DERMATOLOGÍA
EN EL
HOSPITAL ROOSEVELT
Durante el mes de enero de 1942 se celebró en Río de Janeiro la III Reunión de los Ministros de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas. Por medio de la Resolución Nº 30 se creó la Agencia del Gobierno de los Estados Unidos de Norte América, denominada “Instituto de Asuntos Interamericanos”, con los objetivos primordiales de fomentar el bienestar general y afianzar las relaciones amistosas entre los países de América. El 14 de agosto de 1942, el Instituto de Asuntos Interamericanos celebró con el gobierno de Guatemala –por medio de su subsidiaria, el Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública (SCISP)–, un contrato por el cual se comprometía a construir un hospital, además de desarrollar algunos otros trabajos de salud. El 15 de diciembre de 1955 se inauguró oficialmente el Hospital Roosevelt con la apertura del Departamento de Maternidad. Posteriormente se inauguraron el Departamento de Pediatría (1957) y el Departamento de Medicina y Cirugía (1959). Las consultas dermatológicas atendidas por el Dr. Eduardo Tschen fueron aumentando progresivamente, hasta que en 1960 se fundó la Unidad de Dermatología y Alergia. Posteriormente se incorporaron los Drs. Francisco Saravia (1969), Rolando Vásquez (1970), quien ocupó la jefatura en 1985, Edwin García (1981) y María del Socorro Obregón (1990). El Dr. Neftalí Villanueva fue jefe de la Unidad de 1988 a 1995, seguido por el Dr.
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Historia de la Dermatología en Guatemala
Pablo Urquizu en 1996. La Unidad de Dermatología del Hospital Roosevelt lleva el nombre “Dr. Eduardo Tschen”, en honor a su infatigable y meritoria labor. Desde 1990 colaboran con la unidad los dermatólogos Carlos Villanueva en la sección de cirugía y Manuel Antonio Samayoa en histopatología. La Unidad de Dermatología y Alergia “Dr. Eduardo Tschen” cuenta actualmente con servicios de consulta externa, internación, cirugía e histopatología; se atiende una alta demanda de pacientes provenientes de toda la República, la mayoría de escasos recursos17, 18. LA DERMATOLOGÍA
EN LOS
HOSPITALES DEPARTAMENTALES
La Dermatología es una especialidad relativamente joven; sin embargo, se ha extendido hacia los diferentes departamentos de la República27. Pueden mencionarse los siguientes profesionales: – El Dr. Arsenio Champet presta sus servicios profesionales en el Hospital General de Quetzaltenango desde 1977. – El Dr. Luis Mont es dermatólogo del Hospital Militar de Huehuetenango desde 1978. – El Dr. Álvaro Castellanos de La Roca es dermatólogo del Hospital Nacional de Escuintla desde 1983. – La Dra. Marlene Rosado colabora atendiendo a los pacientes con enfermedades de la piel en el Hospital Santa Elena, Petén, desde 1989. – El Dr. Manuel Antonio Samayoa ocupa la plaza de dermatólogo en el Hospital General de Antigua Guatemala, departamento de Sacatepequez, desde 1990. – El Dr. Guillermo Letona atiende la clínica de Dermatología del Departamento de Jutiapa desde 1990.
Sociedades dermatológicas
■ Sociedades dermatológicas
Dos grupos de dermatólogos existen en el país desde 1962, ambos con personería jurídica y reconocidos por el Colegio de Médicos y Cirujanos de Guatemala. • La Asociación Guatemalteca de Dermatología fue fundada en el año 1957 por los Drs. Jorge Close de León, Arturo García Valdez, Aparicio González, Eduardo Tschen y Fernando Cordero. (Cuadro 1.) Cuadro 1. Presidentes de la Asociación Guatemalteca de Dermatología 1957 1959 1961 1964 1968 1970 1972 1976 1979 1981 1983
Dr. Jorge Close de León Dr. Arturo García Valdez Dr. Jorge Close de León Dr. Arturo García Valdez Dr. Aparicio González Dr. Eduardo Tschen Dr. Arturo García Valdez Dr. Rolando Vásquez Blanco Dr. Neftalí Gonzalo Villanueva Dr. Jorge Close de León Dr. Eduardo Tschen
1985 1987 1989 1991 1993 1995 1997 1999 2001 2003
Dr. Miguel Eduardo Robles Soto Dr. Antonio Wong Galdamez Dr. Eduardo Silva-Lizama Dra. Patricia Chang de Chang Dra. Olga Marina Rosales de Martínez Dr. Carlos Villanueva Ochoa Dr. Pablo Humberto Urquizu Dávila Dr. Gerardo Bran Quintana Dr. Manuel Antonio Samayoa Dra. María del Socorro Obregón
• La Academia Guatemalteca de Dermatología, Sifilología y Leprología fue fundada en el año 1962 por los Drs. Fernando Cordero, Mariano Castillo, Juan M. Funes y Guillermo Reyes Durán. (Cuadro 2.) En el año 2000 se fundó la Asociación de Dermatología Pediátrica cuya Junta Directiva estaba integrada por Edgar Pérez Chavarría (presidente), Aída Pacheco (secretaria), Lorena Bay de García (tesorera), Olga Marina Rosales de Martínez y Armando León (vocales).
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Cuadro 2. Presidentes de la Academia Guatemalteca de Dermatología, Sifilología y Leprología 1962 1966 1969 1972 1974 1979 1984
Dr. Mariano Castillo Dr. Marco A. Cabrera Dr. Carlos G. Quezada Dr. Guillermo Fortin Gularte Dr. Lionel Linares Dra. Carmen C. de Mansilla Dr. Carlos Cordero
1988 1992 1994 1997 1999 2002
Dr. Lionel Linares Dr. Edgar Pérez Chavarría Dr. Juan José Mansilla Arévalo Dr. Guillermo Letona Dr. Lorena Bay Dra. Milagros Santos
En el Colegio de Médicos y Cirujanos de Guatemala están registradas 35 especialidades integradas por 1861 profesionales, de los cuales 51 corresponden a dermatólogos, lo que equivale al 2.74% de los especialistas. El 6 de octubre de 1994 se funda el Comité Coordinador de la Dermatología Guatemalteca, constituido por tres representantes de cada una de las agrupaciones dermatológicas del país reconocidas jurídicamente (Academia Guatemalteca de Dermatología y Asociación Guatemalteca de Dermatología), cuyo propósito es unificar conceptos y fijar posiciones ante situaciones que afecten los intereses de la Dermatología guatemalteca. Los objetivos del Comité son: a) trabajar por el progreso y significación de la especialidad; b) coordinar las actividades científicas; c) velar por la defensa gremial; d) fomentar el espíritu de unidad y solidaridad entre los miembros; e) respetar y defender los estatutos e individualidad; f) velar por el cumplimiento de las normas que rigen la ética profesional. La primera junta directiva (1994-1997) estuvo formada por: Eduardo Silva-Lizama (presidente), Leonel Linares (secretario-tesorero), Juan José Mansilla (presidente de la Academia Guatemalteca de Dermatología), Carlos Villanueva Ochoa (presidente de la Asociación Guatemalteca de Dermatología), Anabella de Chang y Manuel Antonio Samayoa (vocales). Durante el período 1997-1999 la junta directiva estuvo integrada por: Juan José Mansilla (presidente), Carlos Villanueva Ochoa (secretario-tesorero), Edgar Pérez, Salvador Porres, Anabella de Chang y Manuel Antonio Samayoa (vocales). El Comité realiza múltiples actividades, entre ellas, la organización de un Congreso cada dos años. El primero se realizó en el mes de julio de 1997 en la ciudad de Guatemala, bajo el nombre de “Dermatología 97”27. El 3 de octubre de 2004, por iniciativa del Dr. Pablo Urquizu, se organizó en la Ciudad de Guatemala una jornada denominada “Detectando el cáncer de piel”, con un total de 2800 consultas realizadas en diferentes puntos de la capital. En la jornada participaron entidades gubernamentales –como la Municipalidad de Guatemala– y entidades privadas, y se contó con la colaboración de los Drs. Jorge Palmieri, Carlos David, Romeo Moraga, Álvaro Castellanos, Eduardo Silva-Lizama, María del Socorro Obregón, Telma Meda, Concha Marina de Méndez, Vilma García, Beatriz de Silva, Patricia Chang, Miguel Eduardo Robles Soto, Carol Durán, Azucena Hernández, Gerardo Bran, Antonio Wong, Marco Vinicio Solórzano, Neftalí Villanueva, Arturo García Valdez, Sergio Cobar, Edith Tobías y Carlos Villanueva.
■ Enseñanza la Dermatología Enseñanza dede la Dermatología La preparación médica se divide en dos partes: el curso básico de Dermatología y el entrenamiento de Dermatología. El primero de ellos está dirigido a estudiantes de las facultades de Medicina de la Universidad de San Carlos de Guatemala y a las Universidades privadas Francisco Marroquín y Mariano Gálvez. Los hospitales que tienen actividad docente son el Hospital General San Juan de Dios, el Hospital Roosevelt, el Centro Médico Militar, Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, y el Instituto de Dermatología y Cirugía de Piel (INDERMA). El entrenamiento en Dermatología se realiza en el Instituto de Dermatología y Cirugía
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Historia de la Dermatología en Guatemala
de Piel (INDERMA). El curso de especialización tiene una duración de 3 años, incluye la preparación académica del dermatólogo sobre enfermedades de transmisión sexual, histopatología, inmunología, micología, cirugía, flebología, pediatría, pruebas diagnósticas y terapéuticas. Las Dras. Patricia Chang y María del Socorro Obregón realizan actividad docente los días lunes en el Hospital General del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social; se discuten temas dermatológicos con especial énfasis en Histopatología, en colaboración con el laboratorio de Patología. Esta actividad fue iniciada por Rolando Vásquez (dermatólogo) y Víctor Fernández (patólogo) en el año 1981. En el Centro Médico Militar, la Unidad de Dermatología, junto con el Departamento de Medicina Interna realizan una vez al mes su actividad académica denominada “Clínica Dermatológica”, con un programa anual que incluye temas sobre anatomía y fisiología de la piel, venereología, manifestaciones cutáneas de enfermedades sistémicas, Dermatología infecciosa (virosis, bacterias, micobacterias, hongos), oncología, dermatosis reaccionales y dermatosis ampollosas. Los temas son dictados por el residente de Medicina Interna y supervisados por un dermatólogo, con la participación de estudiantes de Medicina de la Universidad Mariano Gálvez, residentes de Medicina Interna, médicos internistas y especialistas de Medicina Interna. Se realiza una evaluación al finalizar cada módulo. Estas reuniones constituyen una proyección de la Unidad de Dermatología como complemento de la formación del médico internista y del estudiante de medicina. Desde el año 2000 se publica, en forma semestral, el boletín Clínica Dermatológica, en el cual se incluyen diversos temas y casos clínicos. A) DOCENCIA EN EL SERVICIO DE DERMATOLOGÍA HOSPITAL GENERAL DE ENFERMEDADES IGSS Facultad de Medicina. Universidad de San Carlos de Guatemala (figuras 21-22) Posgrado de Medicina Interna: 1. Correlación clínico patológica todos los martes. 2. Clases posgrado de Medicina Interna dos veces por mes (segundo y cuarto martes). 3. Supervisión de las clases de Dermatología impartidas por residentes de medicina interna. 4. Revisión de trabajos para publicar de los residentes de medicina interna. 5. Estudiantes electivos del quinto año de medicina (2 meses). 6. Presentación en cada sesión de los casos interesantes del mes. 7. Elaboración de 10 preguntas escritas para examen de los residentes cada mes. 8. Presentación de 5 a 10 fotos clínicas para examen de los residentes cada mes.
Unidad de Dermatología 2004. Hospital General de Enfermedades IGSS. Departamento de Medicina Unidad de Emergencias Anatomía, fisiología y cómo se estudia un enfermo de piel. Reacciones cutáneas medicamentosas: Urticaria, eritema fijo a drogas, eritema multiforme, síndrome de Steven-Johnson, Síndrome de Lyell, reacciones de fotosensibilidad. Dermatosis reaccionales: Dermatitis atópica niños y adultos (neurodermatitis, liquen simple crónico, liquen simple de Vidal). Dermatitis por contacto (incluye también fototoxicidad). Dermatitis microbiana o numular. Dermatitis seborreica, eritrodermia.
Figuras 21 y 22. Universidad de San Carlos
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Unidad de Cardiología Enfermedades bulosas: Dermatitis herpetiforme, dishidrosis, herpes gestacional, pénfigo y sus variedades, penfigoide y sus variedades. Discromías o alteraciones de la pigmentación: Vitiligo, albinismo, dermatitis solar hipocromiante, melasma, dermatosis cenicienta, argiria, lentigo senil. Acné, rosácea, y reacción acneiforme. Unidad de Oncología Tumores Benignos: Fibromas: duro y blando Hemangiomas: nevos rubíes, hemangioma plano, hemangiomas capilares inmaduros, hemangiomas cavernosos. Mancha mongólica, nevo azul, nevo de Ota. Nevos Nevocíticos: nevo de unión, compuesto, intradérmico, gigante congénito, de Becker. Queratosis seborreica. Tumores malignos: Lesiones precancerosas: Queratosis actínicas, arsenicales, enfermedad de Bowen, leucoplasia, cuerno cutáneo, radiodermitis, úlceras crónicas. Cáncer: Basocelular, espinocelular, melanoma, enfermedad de Paget, sarcoma de Kaposi, dermatofibrosarcoma. Unidad de Neurología Facomatosis Enfermedad de Von Recklinghausen, E. Pringle, S. Sturge-Weber Enfermedades Psicocutáneas Escoriaciones neuróticas, prurigo nodular de Hyde, dermatitis facticia, fobias, delirio de parásitos, tricotilomanía, prurito psicógeno, alopecia areata, onicofagia. Unidad de Hematología Manifestaciones cutáneas de leucemias y linfomas. Dermatosis inflamatorias, Psoriasis, parapsoriasis en placas, prurigo solar, pitiriasis rosada de Gibert. Unidad de Gastroenterología Manifestaciones cutáneas de enfermedad hepato-biliar, amiloidosis cutánea, porfirias. Histiocitosis. Unidad de Endocrinología Acantosis nigricans, xantomas, pelagra, y manifestaciones cutáneas por diabetes mellitus, gota. Unidad de Reumatología LED, LES, LE subcutáneo, dermatomiositis, esclerodermia localizada y sistémica. Corticodermias. Unidad de Enfermedades Infecciosas Infecciones bacterianas por estafilococo y estreptococo: impétigo vulgar, ectima,
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erisipela, foliculitis, forunculosis, granuloma piógeno, hidrosadenitis, enfermedad de Von Rittershein. Otras infecciones bacterianas: eritrasma, queratolisis plantar, lepra, tuberculosis cutánea, micobacterias atípicas. Parasitosis cutáneas: leishmaniasis, larva migrans, escabiosis, sarna noruega, oncocercosis, amebiasis cutáneas. Infecciones virales: Infección por papiloma virus humano, herpes simple, zoster, molusco contagioso. Infecciones por hongos Micosis superficiales: pitiriasis versicolor, candidiasis y tiñas. Micosis profundas: actinomicosis, cromoblastomicosis, esporotricosis, micetomas. Micosis sistémicas: coccidioidomicosis, histoplasmosis, paracoccidioidomicosis y blastomicosis. Micosis oportunistas: candidiasis, criptococosis, zigomicosis y aspergilosis. B)
PROGRAMA
DE
DOCENCIA. POSGRADO
DE
MEDICINA INTERNA
Unidad de Dermatología, Departamento de Medicina Interna. Centro Médico Militar. Facultad de Medicina, Universidad Mariano Gálvez Temas; 1. Anatomía, histología y fisiología de la piel; 2. Semiología dermatológica; 3. Manifestaciones cutáneas de enfermedades sistémicas; 4. Enfermedades de transmisión sexual; 5. Dermatología infecciosa; 6. Oncología dermatológica; 7. Dermatosis eritematoescamosas; 8. Dermatosis ampollosas; 9. Dermatosis reaccionales; 10. Acné, dermatitis seborreica.
■ Instituto de Dermatología Instituto de Dermatología y Cirugía de Piel (INDERMA)y
Figuras 23 y 24. Hospital Belén
Cirugía de Piel (INDERMA)
Peter Greenberg Cordero, Suzzette de León G.
Breve historia del asilo La Piedad en la nueva Guatemala de la Asunción: el Hospital Nacional Ramiro Gálvez y sus directores El 29 de julio de 1773 tuvo lugar el terremoto de Santa Marta que destruyó la ciudad de Santiago de los Caballeros junto con muchos pueblos vecinos. Fue el destacado Arzobispo don Pedro Cortés y Larraz quien se interesó por brindar ayuda a los enfermos que convalecían en los hospitales (figuras 23, 24, 25) y se preocupó por el estado de los leprosos recluidos en el Hospital de San Lázaro. En 1875, don Rafael Angulo y Urruela estableció un pequeño lazareto en el ex convento de Santo Domingo; pero como la lepra era considerada en esa época una enfermedad de alto contagio, los vecinos protestaron y solicitaron al gobierno que los enfermos fuesen trasladados a otro lugar. El 23 de diciembre de 1881, la jefatura política del departamento de Guatemala designó un lugar denominado “Jocotales o las Piedrecitas”, a siete kilómetros del centro de la ciudad y con una extensión de 100 manzanas como el lugar adecuado para la construcción de un lazareto, el cual fue inscripto con el nombre de “Lazareto de las Piedrecitas” o “Lazareto de Elefancíacos”. Rafael Angulo y Urruela fue el fundador y primer director del Lazareto; desarrolló una gran labor administrativa, costeó los gastos y edificó una pequeña capilla. Este centro asistencial cumplió su cometido aun en épocas y circunstancias difíciles, como las producidas en 1917-1918 que lo destruyeron completamente. En el año 1920
Figura 25. Hospital San Pedro
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fue reconstruido por Rafael Mauricio y José Ruiz Angulo, quienes cumplían funciones como directores del Hospital General. Por acuerdo gubernativo de fecha 8 de noviembre de 1960 y en reconocimiento a la labor efectuada por uno de sus directores, el extinto Dr. Ramiro Gálvez Azteguieta, quien trabajó en el asilo durante más de 15 años, se cambió el nombre de Asilo La Piedad por Hospital Nacional Ramiro Gálvez (Tabla 2) (figuras 26, 27, 28).
Figuras 26, 27 y 28. Vistas del Hospital Nacional Ramiro Gálvez
Tabla 2. Directores del Hospital Nacional Ramiro Gálvez Asteguieta NOMBRE DEL DIRECTOR
FECHA EN QUE TOMÓ POSESIÓN DEL CARGO
NOMBRE DEL DIRECTOR
FECHA EN QUE TOMÓ POSESIÓN DEL CARGO
Dr. José Manuel Valdés Dr. José Urrutia Dr. Domingo Álvarez Dr. Rafael Mauricio Dr. Salvador Ortiz Dr. Ramiro Gálvez
26n–nn9n–n1877 23n–nn2n–n1884 30n–nn4n–n1887 14n–n12n–n1895 23n–n11n–n1901 20n–n11n–n1925
Prof. Dr. Fernando A. Cordero C. Dr. Mariano Castillo Dr. Eduardo Silva Martínez Dr. Carlos N. Cordero A. Dr. Peter A. Greenberg Cordero
18n–nn3n–n1941 29n–nn5n–n1948 25n–n11n–n1955 12n–n12n–n1984 27n–nn3n–n2003
En 1972 el Presidente encomendó al profesor Dr. Fernando A. Cordero C. (figura 29) la reorganización del Hospital Ramiro Gálvez (leprocomio) debido a que se encontraba en estado calamitoso y con muy mala atención a los asilados. En el mal llamado hospital había 80 enfermos: 15 pacientes mutilados por lepra, 8 en buenas condiciones físicas que eran tratados como hansenianos ambulatorios, 52 enfermos crónicos no leprosos con varias dolencias; además, había dos mendigos, un paciente con deficiencia mental y dos alcohólicos que ayudaban en el cuidado de los enfermos y pedían limosna para sufragar sus gastos. El 9 de marzo de 1973 nace el Patronato de Acción Contra la Lepra, una asociación no lucrativa ni religiosa, apolítica y de beneficencia, cuyo objetivo principal es la lucha contra la lepra y enfermedades dermatológicas afines en Guatemala. En 1975 el Patronato de Acción Contra la Lepra crea en INDERMA un curso de posgrado para el estudio y divulgación de la Dermatología, a cargo del profesor doctor Fernando A. Cordero C.; éste fue su fundador y director en funciones de Leprología entre los médicos jóvenes de Guatemala. Con la ayuda de la Academia Guatemalteca de Dermatología, Sifilología y Leprología, se programan y se acuerdan las bases para esa actividad académica; se destaca la asistencia de los estudiantes al Instituto de Dermatología y a su hospital por las mañanas y durante cuatro horas diarias con el objeto de seguir el programa de estudios previamente trazado (figuras 30, 31, 32). A través del programa de posgrado llamado “Profesor Carlos N. Cordero A.” se han graduado 67 dermatólogos especializados en Dermatología y Cirugía de Piel, de los cuales 27 son originarios de Centro y Sur América (Tabla 3).
Figura 29. Dr. Fernando A. Cordero C.
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Historia de la Dermatología en Guatemala
Figuras 30, 31 y 32. Instituto de Dermatología y Cirugía de la Piel: Corredor del servicio de internación de hombres; Servicio de consulta externa; Unidad de Informática y biblioteca
UNIDAD DE DOCENCIA (figuras 33, 34, 35) Nuestra visión: Estar dentro del liderazgo de formación profesional a nivel nacional e internacional. Objetivos: Fomentar la investigación y actualización de problemas dermatológicos. Contribuir a la superación médico científica del profesional. Posgrado en Dermatología 1. Nombre exacto del título que se otorgará: Maestría. 2. Nombre del director del programa: Dr. Peter A. Greenberg Cordero, Dra. Suzzette de León. 3. Promesa de venta: Atención a más de 50.000 pacientes; contamos con hospital para internación y consulta externa; laboratorio multidisciplinario que incluye dermatopatología; formación sólida en el área médico-quirúrgica en Dermatología. 4. Dirigido a: médicos y cirujanos nacionales y extranjeros. 5. Por qué un alumno debe optar por esta maestría y no por otra: Es la única escuela en formación de especialistas en Dermatología a nivel centroamericano, con 25 años de experiencia; atención a más de 50.000 pacientes al año; hospital con 50 camas; consulta externa en esta capital; consulta externa en Zacapa (Programa Rural). 6. Programación Académica: Unidades longitudinales (duración 3 años); Unidades transversales (3 a 4 meses) 7. Duración de la Maestría: a) 3 años, 15 unidades longitudinales, 12 unidades transversales; b) Horario de clases: cada mes examen de unidades longitudinales; al terminar el curso en unidades transversales; 10 días hábiles de vacaciones cada año. 5. La Dermatología ■ en la Dermatología los curanderos, la magia Laliteratura. Dermatología enpopular, la literatura. La Dermatología
popular, los curanderos, la magia Eduardo Silva-Lizama
La Dermatología en la literatura EL
MANUEL FERNÁNDEZ Don Juan Vásquez de Molina fue un noble señor descendiente de conquistadores y un hábil cirujano. Su fama data de la última década del siglo XVI ya que su nombre aparece en antiguos documentos en el año 1597. A uno de ellos nos referiremos: En el recamado lecho, don Manuel Fernández se retorcía víctima de un cólico intensísimo en el bajo vientre. Presuroso nuestro médico recurre a los medicamentos carminativos y a los tópicos suavizantes en la dolorida piel abdominal. El desgraciado enfermo no se alivia y la ampolleta está contando las horas de su vida. Vásquez de Molina comprende la situación y palpando el vientre lo siente apostemado. En un segundo prepara sus instrumentos y abre con afilada hoja la piel tumefacta y la postema que abultaba el RECAMADO LECHO DE DON
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Tabla 3. Lista de especialistas graduados en INDERMA Código n1 n2 n3 n4 n5 n6 n7 n8 n9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66
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Nombre Dra. Carmen C. de Mansilla Dr. Carlos N. Cordero A. Dr. Guillermo Asencio Dra. Miriam Quiñónez Dr. Marco Tulio González Dr. Efraín Pérez Alvisurez Dr. Augusto E. Perera Dr. Jorge Ramírez Dra. Estela de Jeni Dr. Rolando Falla Sántizo Dr. Juan José Mansilla A. Dr. Edgar L. Pérez Ch. Dr. Narciso A. Vargas Dr. Carlos Cruz Palacios Dr. José Guillermo Higueros Dra. Anabella Ch. de Chang Dr. César A. Navarro Dra. Pura A. Martínez Dr. Walter E. Morales F. Dr. Guillermo Letona Dra. Anabella Orellana Dra. Milagros Santos Dr. Gustavo A. Coronado Dr. Edgar E. Chen Lau Dra. Sol Beatriz Jiménez Dr. Alejandro Enríquez Dra. Edith Lorena Bay Dr. Edgardo Sandoval Dr. Manuel F. García N. Dra. Claudia Cifuentes Dr. Fredy Barillas Dr. Byron Villagrán Dr. Wilmar Polo Vega Dra. Telma Meda Álvarez Dra. María del Pilar Manrique Dra. Julitta Bradley Dra. Ana Cristina Guzmán Dra. Rita María Restrepo Dra. Maritza de Kummerfedt Dra. Sonia Maritza Cardona Dr. Lubeth H. Hernández Dra. Raquel Meneses Dra. Carmen Y. Choc M. Dr. Peter A. Greenberg Cordero Dra. Marleny O. Vargas T. Dra. Regina Echeverría Dra. Clara Lucía Espinal Dr. Jorge L. Ortiz Dra. Leticia Ovando Z. Dr. Herman Schaffer Dra. Eli Yolani Santos V. Dr. Juan Carlos Argüello Dr. Juan José Rejopachí Dr. Elmer Saturnino Dra. Carla P. Aguilar Dra. Jeannie M. Sánchez Dr. José Antonio Tabush Dra. Karla Santacruz Dra. Carolina Rivas A. Dra. Edith Tobías Achtmann Dra. Claudia Lissette Guerrero Dr. David E. Zepeda Dra. Elizabeth Chu Chang Dra. Deify Rodríguez Dra. Carolina Durán Dra. Miriam Hernández
Año de Egreso 1976 1977 1980
1981 1982 1983 1984
1985 1987 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1997 1998
1999 2000
2001
2002 2003 2004
Nacionalidad Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Costa Rica Guatemala Ecuador Guatemala Guatemala Guatemala Nicaragua Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Guatemala Colombia El Salvador Guatemala El Salvador Guatemala Honduras Guatemala Guatemala Colombia Guatemala Guatemala Belice Colombia Colombia Guatemala Honduras Guatemala Colombia Guatemala Guatemala Honduras Guatemala Colombia Guatemala Honduras Nicaragua Honduras El Salvador Guatemala Guatemala Honduras El Salvador Costa Rica El Salvador Honduras Guatemala El Salvador El Salvador Honduras Guatemala Guatemala Guatemala
Historia de la Dermatología en Guatemala
Figuras 33, 34 y 35. Instituto de Dermatología y Cirugía de la Piel: vista frontal; Unidad de Informática y biblioteca y Unidad de docencia y posgrado en Dermatología
flanco derecho. Materias pestilentes salieron desde lo más hondo y la postema quedó evacuada. Rápido alivio transformó la cara agonizante del enfermo y una gran admiración surgió de todos los presentes. El cirujano Vásquez de Molina con gran habilidad e intuición salvó al paciente, quien por el espacio de trece meses vivió con una fístula que no le impidió la vida activa y cotidiana. ¿Por qué esta observación se ha conservado en los archivos? Ocurrió que Don Manuel Fernández murió por ulteriores infecciones de la fístula y la familia se negó a pagarle sus honorarios a Vásquez de Molina. Don Juan cobraba 500 pesos por su urgente intervención y los herederos del difunto portugués no querían pagar nada, lo cual motivó el proceso y la demanda que quedaron registrados en los documentos de la época28, 29, 30. SANTO HERMANO PEDRO DE SAN JOSÉ DE BETHENCOURT Los escritos sobre Dermatología en la literatura guatemalteca son escasos; sin embargo, no podemos pasar por alto la vida, obra y milagros del Santo Hermano Pedro de Bethencourt, quien iluminó con sus virtudes la pobreza científica de la medicina guatemalteca del siglo XVII. En un libro sobre la historia médica de Guatemala y la historia de las enfermedades de la piel no puede faltar el Hermano Pedro porque la medicina es ciencia amorosa y arte caritativo, es hondamente humana y social, y la medicina hospitalaria no termina con la curación sino que se prolonga en la convalecencia. En la noble y muy leal ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala florecieron durante quince años las virtudes del venerable Santo Hermano, quien llegó de las Islas Afortunadas trayendo de ellas la fortuna de un espíritu heroico y la primavera de cien milagros. Designio divino fue la salida de Pedro de Bethencourt, y en los mares, nuestra ciudad de Santiago se le apareció como una estrella que guiaba e iluminaba. La estrellaguía lo llevó al Bethlem de sus sueños, para que en él quemara la mirra de sus virtudes y el incienso de su alma devota y humilde. Rey mago de la pobreza y del sacrificio llegó al “Goathemala” como un regalo de Dios. Corría el año de 1650 y Pedro iba acercándose a la mitad del camino de su vida, cuando en la mansedumbre de la tarde oyó la voz de San Agustín que decía: “Ama y haz lo que quieras”. Las florecillas y los corderos eran presentes vivos de la humildad, y a lo lejos, el mar daba una lección de constancia e invitaba a los hombres a los peligros de largos viajes. Pedro no desoyó la voz de la naturaleza, que era la voz de Dios, y aceptando los consejos de una tía que vivía en Ultramar emprendió su viaje hacia las Indias. En la Isla de Cuba, feliz término de su trayectoria, escuchó por primera vez el nombre de Goathemala, y fue oírlo y adivinar que esa ciudad sería la tierra de promisión de sus virtudes y sacrificios. La palabra fue al instante magia y secreto y la rectitud de una decisión inmediata trajo a Pedro a la ciudad de Santiago de Goathemala, donde entró felizmente, ya animado con la luz de los cielos, el 18 de febrero de 1651. Ese día fue venturoso y aciago a la vez. La tierra se estremeció violentamente en alardes de materialidad y de castigo, y cuando los moradores volvían en sí asustados y contritos, vieron a Pedro de Bethencourt besando la tierra que ese día lo recibía y entonando las proféticas palabras: “Allí he de vivir y morir”. Sobre la tierra
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trepidante se elevó la dulzura de una plegaria formada de versos amorosos y divinos y el minuto trágico se transformó en hora espiritual. El forastero de las Islas Afortunadas fue desde ese instante el Hermano Pedro, quien al entrar en la ciudad llevaba en sus manos inmortales un haz de milagros y una campana sonora que a todos invitaba a la perfección espiritual. Las vigilias del estudio han empezado su tormento. La memoria es dura y resistente. Toda la constancia y paciencia del alumno ejemplar es inútil. Triunfan las burlas de los compañeros de clases y cuando decide subir a la cátedra, seguro de su aprendizaje, el silencio sella sus labios, mientras la clase entera desborda en injurias y sátiras. Pedro de Bethencourt ha sufrido la primera prueba; y cuando la voz material ha callado, una voz purísima le habla a su alma y le señala el milagro de su destino. El catedrático no comprende, la escuela nada sabe, mas Pedro, iluminado por luz celestial es ya “catedrático de prima en la universidad de las virtudes”, maestro inimitable en la escuela de la caridad, alumno de las más severas disciplinas materiales y espirituales, bachiller nemine discrepante en las ciencias difíciles de la humildad y la pobreza, doctor genial en la rara y especialísima ciencia del amor al prójimo. Pedro de Bethencourt ha abandonado el oscuro traje de estudiante y ha colocado sobre su cuerpo el sayal bendito de hermano tercero, que en buena hora le regaló el piadoso Esteban de Salazar, en un día inolvidable del año 1655. Ya vestido con el hábito de tercero, comenzó Pedro su maravillosa y ejemplar vida. De la tosca estameña salían hilos de oro, y donde posaba los pies descalzos brotaban rosas. En su cabeza siempre descubierta, el cielo escribía su mejor poema, de las cuentas del rosario tosco se deslizaban mil perdones e innumerables indulgencias. La siniestra mano era vaso de consuelo y caricia todopoderosa y de su diestra pendía la inmortal campanilla, cuyos toques argentinos anunciaban el cielo para los hombres pacíficos y bondadosos y la salvación para todos aquellos que buscaran los caminos del arrepentimiento. En la ciudad de las perpetuas rosas, cuando la penumbra desdibuja los contornos, se oye cotidianamente la voz del Santo Hermano Pedro que a todos dice: “Acordaos hermanos que un alma tenemos y si la perdemos no la recobramos”. Pedro de Bethencourt ha comenzado sus milagros y en la muy noble y leal ciudad de Santiago de los Caballeros de Goathemala ha descendido la primavera eterna y todo el valle predilecto se ha transformado en rosaledas de amor. En la escala de las virtudes, el Santo Hermano Pedro dio su primer paso imitando a Cristo y siguiendo el magisterio de Francisco de Asís y con ellos dijo: “Dejad que los niños vengan a mí”. Una mañana recorrió veintisiete iglesias acompañado del pobre inválido Marquitos, y habiendo llegado por último a la de la Santa Cruz, contempló desde allí el futuro sitio que sería hospital, iglesia y escuela. En una pequeña y pobre casita cercada de altas ortigas y situada en punto intermedio al Calvario y a la Santa Cruz, congregó el Hermano Pedro a los niños pobres que necesitaban consuelo y enseñanza cristiana. La belleza de sus lecciones y la ternura con que solía tratarlos se propagó más allá de los vecinos, y así, desde los más remotos lugares afluían millares de niños atraídos por el amor del discípulo de Cristo, del hermano Francisco de Asís. La casita humilde nació como escuela y se alegró con risas infantiles. En ella vivía una anciana enferma llamada María Esquivel, “venerable por la virtud, ejemplar por la penitencia, y prodigiosa por el sufrimiento”. La enfermedad larga y penosa le había llagado todo el cuerpo y cualquier movimiento era un martirio. Una vez terminada la enseñanza, el Hermano Pedro acudía a consolarla con su devotísima conversación y para no hacerle daño en la curación de sus llagas, se las lamía cuidadosamente, quitándole toda la podre. Este acto heroico lo repitió muchas veces en los hospitales, donde concurría diariamente. En el Hospital de San Alejo había un indio con la pierna llena de podre, y el cirujano que lo curaba, no atreviéndose a tocarlo, pidió a un perrillo que limpiase la llaga pestilente. El Hermano Pedro se encontraba presente y al oír al cirujano, se hincó y se puso a lamer la podre, dejando limpia y enjuta la pierna enferma. En su visita diaria al Hospital Real de Santiago repetía a menudo esta heroica curación, que
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Historia de la Dermatología en Guatemala
don Melchor de Mencos y don Joseph de Estrada amaban relatar con justo asombro. Durante los quince años que Pedro de Bethencourt vivió en Goathemala, un ambiente de milagro le circundaba y nadie dudaba de su santidad. El 25 de abril del año 1667, a las dos de la tarde, a los 48 años de edad, murió el Hermano Pedro para las miserias de la tierra y nació para la gloria eterna de Dios. En el año 2002, su Santidad Juan Pablo II visitó Guatemala con motivo de la canonización del Santo Hermano Pedro de Bethencourt, ahora venerado en los altares de las iglesias guatemaltecas28, 29, 30. LA
OIDOR DECANO Uno de los hechos interesantes de la medicina colonial durante la primera mitad del siglo XVIII fue la enfermedad quirúrgica que padeció el Oidor don Tomás de Arana, hombre de muchos títulos y bondades. La enfermedad duró por largo tiempo, entre 1729 y 1744. Durante este periodo fue sometido a las más diversas curaciones; todos los bachilleres en medicina intervinieron en su curación. Como se trataba de un hombre respetado y querido, abundaron los informes que nos permiten conocer muchos detalles sobre los conocimientos, diagnósticos, pronósticos y terapéuticos de nuestros galenos coloniales. Don Tomás de Arana conquistó al pueblo por su actitud bondadosa y consoladora, en ocasión de los terremotos del año 1717. Don Cristóbal de Hincapié alabó en sus versos la conducta humanitaria del Oidor, quien diariamente visitaba los hogares destruidos y prodigaba a manos llenas toda clase de caridades. Desde el año 1729, el Oidor Arana comenzó a sufrir de un grave mal en la boca que trastornó por completo su vida y su carácter. El hombre afable, amplio y bondadoso se transformó; toda clase de acritudes y susceptibilidades derivaron de la enfermedad dolorosa y maligna. Desgraciadamente, la paz privada del Oidor estaba destruida; y las fístulas bucales le estaban haciendo más daño que todas las rencillas de los negocios públicos. Don Manuel de Arteaga y Carranza, protocirujano de los hospitales y disector de anatomía en la Real Universidad de San Carlos, era en aquellos tiempos el más notable cirujano de la ciudad de Santiago, y por lo tanto fue el primero que intervino en la curación del Oidor Decano. La observación minuciosa de la enfermedad aparece en un informe que el cirujano rindió a la Real Audiencia: CURIOSA ENFERMEDAD DEL
Desde el año 1729 comencé a curar al Oidor D. Tomás Ignacio de Arana de un lúpulo cancroso del labio inferior de la boca, hacia el lado izquierdo, con gravísimo dolor y erisipela de toda la circunferencia. No pude evitar que se ulcerara y luego no curó con ningún tópico. Por tal motivo fue llamado el Dr. José Medina, quien recetó purgas y sangría, las cuales no lo mejoraron por su naturaleza cálida y adusta. La curación duró hasta el año 1732 en que le acaeció un tabardillo, que se vio de muerte, y del cual le curó el Dr. Medina. Las evacuaciones y el gran calor de las calenturas disecaron la úlcera de la boca y quedó a su merced padeciendo de otras enfermedades que le curó el Dr. Ávalos y Porres. Así hasta el año 1738. A fines de este año le vino una destilación reumática que le formó varios tumorcillos escirrosos, que degeneraron en úlceras tan malignas que le mortificaron muchísimo, una de ellas le perforó el labio inferior de afuera adentro y se extendió a las muelas, destruyendo parte de la mandíbula, al nivel de la muela cordal, luego se le inflamó el masetero y no podía abrir la boca. Cuando ésta comenzó a cicatrizar, los otros tumorcillos se ulceraron, llegando hasta la oreja y el ojo del mismo lado. De nada sirvieron los tratamientos; entonces pasó por aquí el Dr. Santiago Estebanson, quien le recetó mercurio, lo que exasperó el mal en tal forma que estuvo a punto de perder la vida, si no fuera por
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milagro de Nuestro Señor de los Dolores del Cerro. No sanó enteramente y se le hicieron varias fuentes con lo cual divirtieron las úlceras. Luego le aparecieron en el brazo derecho cinco úlceras iguales a las de la cara, muy inflamadas y erisipelatosas. Los maestros Justo González y Pedro Zúñiga lo asistieron diariamente, y se ha puesto tan grave, que el día que fue a una función en la Capilla Real, se inflamaron mucho los tumores. El tumor mayor puede hacerse tan grande, que destruirá la cara. La úlcera es incurable de las Noli Me Tángere (26 de junio de 1744).
Don Manuel de Ávalos y Porres también informó sobre la enfermedad del Oidor, diagnosticando un tumor cancroso del carrillo, ulcerado por dentro y por fuera. Diagnosticó otras enfermedades, tales como hemorragias, afectos asmáticos y cólicos. El tumor es incurable, agregó el informe, y sólo los baños frecuentes, la dietética y el reposo podrán mejorarlo. Se piensa que dicho padecimiento pudo ser un tumor maligno, lupus u osteomielitis. El Oidor Decano don Tomás de Arana, decepcionado de su incurabilidad material, quiso curarse el alma y pidió licencia al Capitán General Rivera y Santa Cruz para retirarse al Convento de San Francisco, donde deseaba terminar sus días. Allí, en una celda purificó su alma, mientras las malignas úlceras “se divertían haciendo nuevas fuentes”. Así murió el Oidor don Tomás de Arana, hombre respetable, digno y caritativo, amado y sentido por todos28, 29, 30. EL
DESPLANQUEZ Don Francisco Desplanquez tenía 32 años, era graduado en la Facultad de Medicina de Montpellier y poseía un físico desagradable a juzgar por las descripciones que de él hicieron en el Real Protomedicato de México. Era natural de Normandía, de estatura muy baja, rubio, de ojos azules, con el rostro “carihoyoso de viruelas”, y adornado por tres lunares en triángulo, en el lado siniestro, y tres en línea recta, en el diestro. Con tan bellas cualidades faciales huyó de su patria en plena juventud, recorriendo las Antillas, México, Guatemala y Sonsonate. Esta ciudad era el término de su viaje terrestre. Desplanquez estuvo una noche en Guatemala, continuando luego su viaje a Sonsonate adonde llegó una mañana del mes de junio de 1768. Como era domingo, en la Plaza Mayor triunfaba la alegría pueblerina. Desplanquez, que era muy buen dibujante, hizo un boceto de la plaza y de la iglesia. Don Ildefonso Ignacio de Domezin, alcalde de Sonsonete, lo vio dibujando; la gente curiosa, intrigada por el físico horrible del desconocido forastero, anticipó juicios sospechosos, y bien pronto se levantó una ola de indignación contra el inocente médico viajero. En menos de una hora, Desplanquez fue despojado de sus papeles, maltratado terriblemente y apresado en el cepo, con grillos y cadenas. Inmediatamente se revisaron los papeles y cartas, escritos en idioma extraño, y ninguno dudó de que aquel forastero “picado de viruelas”, era un espía inglés pagado para levantar planos de las costas, y el dibujo de la plaza, un boceto para levantar una fortificación. El caso era gravísimo, quizás fuera necesaria la pena de muerte; en todo caso, el alcalde de Sonsonate no podía juzgarle, haciéndose necesario el envío del reo a Guatemala, donde podría ser condenado. Inútiles fueron las protestas de Desplanquez, quien juraba ser francés y aseguraba que sus papeles eran relatos de viajes. En Sonsonate ninguno sabía idiomas extranjeros. Por lo tanto, era imprescindible el viaje de regreso a Guatemala y la fragata que le conduciría al Perú tenía que cancelar los pasajes. Adiós sueños de riqueza y anhelos de peregrino, pensaba don Francisco Desplanquez, mientras humildemente emprendía el retorno, debidamente custodiado. El 5 de septiembre de 1768, don Pedro Salazar Natera y Mendoza, Capitán General de Guatemala, ordenó apresar al sospechoso Desplanquez y a su compañero el cirujano Thomas. El alcalde Felipe Rubio Morales ejecutó la orden metiendo en la cárcel a los reos, los cuales fueron acompañados por ocho dragones y colocados en el lugar más seguro de la
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prisión, que era el llamado “de la capilla”. El alcalde Rubio Morales, el administrador del correo, Joseph de Garayales, y todas las autoridades juzgaron como reservados y sospechosos los inocentes papeles de Desplanquez. El fantasma de los piratas ingleses y la intromisión de espías agigantaban la responsabilidad del médico francés. Urgían las traducciones y los interrogatorios. Las autoridades sencillas y desocupadas vieron en aquel viaje un formidable plan de invasión, esperando encontrar en los misteriosos papeles todas las claves de los maravillosos proyectos. Grande fue la decepción cuando se enteraron de su contenido. Como no se encontró en toda la ciudad quien conociera la lengua francesa, el propio Desplanquez tuvo que traducirlos, bajo severo juramento. Los misteriosos papeles (conservados actualmente en el archivo de gobierno), contenían materias diversas. Uno de ellos hablaba minuciosamente sobre la geografía e historia del Perú, en base a un libro de viajes; tales descripciones eran muy útiles para el doctor Desplanquez, quien partía a ese país en busca de fortuna. Otro contenía una descripción del diamante y de otras piedras preciosas, seguida de una curiosa técnica para blanquear los calzones de seda. Otros papeles se referían a historias de animales y plantas, en relación con la terapéutica. Allí se relataban curaciones, como el infalible remedio para la rabia, que consistía en tomar una onza de estiércol de oca en vino blanco. Una lista completa de remedios seguía a continuación: el zumo de chiridono botaba los dientes sin dolor, en veinticuatro horas; el tlanchinoli curaba el mal venéreo en pocos días y privaba de la razón a los enfermos por el tiempo de veinticuatro horas. El genipa ponía el cutis tan negro que era posible vender blancos por negros. Con tan magníficos y eficaces remedios era de esperarse el buen éxito del médico Desplanquez, quien desgraciadamente tuvo que dejar en el juzgado las recetas infalibles. El castillo imaginario se desplomó, pues las autoridades avergonzadas tuvieron que pedir excusas al inocente Desplanquez. En diciembre de 1768, el fiscal Romaña pidió la libertad del médico francés, a quien le quedó prohibido internarse en provincias o vagar por América. Desplanquez, una vez libre y desagraviado, participó en la lucha contra las epidemias formulando buenas recetas para la de sarampión del año 1769 y para la del tifo del año 1774. Cuando se inició la traslación de la ciudad al valle de la Ermita, nuestro médico del rostro horrible vivió algunos años en la Nueva Guatemala, de la cual desapareció sin dejar registro. Así terminó la historia del médico Desplanquez, soltero repugnante de rostro, quien encontró fortuna y provecho en la ciudad que antes le condenara a prisión severa29. EL
DR. IMERY En 1795, el doctor Marcos Imeria o Imery, médico irlandés, fue encarcelado por “cargos de no poca monta y entidad”. Marcos Imeria residía en San Miguel, y allí fue apresado por orden del capitán general Domás y Valle. El alcalde de ese pueblo cumplió inmediatamente la orden y le tomó declaración al profesor de medicina Imery, quien dijo ser católico, originario de Irlanda, e ignorar por completo las causas de su prisión. Supo que era objeto de “calumnia de infidelidad”, inventada por alguno de sus clientes, cosa muy frecuente en la profesión. Estaba muy enfermo y no podía abandonar a sus pacientes; era necesaria, por lo tanto, la libertad bajo fianza o bien el traslado a su casa, la cual sería reconocida como cárcel. El alcalde Becerril pidió un informe médico, el cual fue dado por el facultativo Juan Santos Antequera, quien declaró ser cierta la enfermedad. En mayo de 1796, Imery fue trasladado a su casa. Rápidamente se extendió la noticia de su prisión por toda la provincia, recibida con general descontento, pues todo el pueblo estaba en tratamiento médico y corría el riesgo de perder la vida si faltaba el auxilio del eminente profesor irlandés. El ayuntamiento protestó enérgicamente por la prisión de Imery y pidió que no fuera enviado a Guatemala, pues su presencia era indispensable en la ciudad, donde no había quien hiciera el humilde oficio de sangrador. El cura García Ramos se unió a las ESCÁNDALO DEL
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protestas y anunció que seguiría a Imery por doquiera, pues estaba padeciendo de una grave dolencia que había mejorado notablemente gracias a los magníficos cuidados del médico. El ayuntamiento consideró el caso de suma gravedad para la salud pública. Toda la provincia de San Miguel estaba infestada del mal venéreo, el cual evolucionaba a formas malignas debido al clima. Fue tanta la gravedad del mal, que en las calles sólo se veían “hombres llagosos”. La casa del médico Imery era un verdadero hospital de venéreos. La desgracia y la muerte caerían sobre el pueblo si lo dejaban sin auxilio médico. La peste luética favoreció a don Marcos Imery en todos los sentidos, le dio la libertad y grandes ganancias. Los vecinos llagados pudieron más que la justicia acusadora; de nada sirvieron los malos informes que dirigió a Domás y Valle el vecino Lorenzo Moreno, quien afirmaba en el memorial delator las faltas de Imery, empírico sin conciencia, que a ninguno curaba y a todos explotaba. A pesar de todo, el cirujano y médico irlandés Marcos Imery continuó curando sifilíticos; el gobierno de Guatemala olvidó todas las circunstancias del proceso. Finalmente, Imery, rico, estimado, libre de la sífilis, emprendió viaje a León con la esperanza de encontrar allí nueva clientela, nueva lúes y novísimas monedas29, 30.
La Dermatología popular MEDICAMENTOS DE USO LOCAL El antiquísimo ungüento del soldado, también conocido como ungüento napolitano, a base de mercurio simple (1 oz), manteca de cerdo (15 oz.) y negro de humo para colorear se prescribía para el tratamiento local de la sífilis o mal gálico; como medicamentos antiluéticos se usaban el aceite gris con mercurio purificado (40 g), grasa de lana (26 g) y aceite de vaselina (60 g) para uso intramuscular –fórmula que más tarde fue substituida por el biyoduro de mercurio al 1% o por el uso por vía oral–, la solución de Van Swieten o las píldoras de Ricord. Como pomadas antisépticas y contra la piodermitis se usaba la pomada amarilla, a base de óxido amarillo de mercurio (2 g), óxido de zinc (5 g), resorcina y ácido salicílicico (5 g), bálsamo del Perú (6 g), y manteca (35 g), la pomada de reclus con ácido fénico y salicílico (1 g), resorcina (2 g), alcanfor porfirizado y antipirina (5 g), bálsamo del Perú (6 g), y vaselina de Chesebrough (81 g) y la de whitfield, con ácido salicílico (2 g), ácido benzoico (4 g), y manteca (24 g), fórmula que también se usaba en las micosis superficiales. Para el tratamiento de la sarna y otras parasitosis se utilizaban la pomada de precipitado blanco con protocloruro de mercurio y la de regente con óxido rojo de mercurio y acetato de plomo (10 g) y manteca de cerdo (120 g). La pomada roja o colorada, como se conoce vulgarmente, con tártaro emético (3 g), óxido rojo de mercurio (1 g), y manteca (30 g) se usó con resultados satisfactorios en el tratamiento de la oreja de chiclero o leishmaniasis americana. La pomada Chalmugra con aceite de chalmugra (85 g), azufre lavado (5 g), alcanfor (5 g), y brea de Noruega (5 g), era usada como una modalidad terapéutica en el tratamiento de la lepra y como antipruriginosa; más tarde y como antipruriginosa fue substituida por una nueva fórmula con mentol (1 g), alcanfor e hidrato de cloral (5 g), lanolina (35 g), aceite de coco (50 g), vehículo que con el correr de los años se ha modificado favorablemente. Los tratamientos más usados y relativamente inocuos eran los baños de inmersión, las aguas, soluciones y compresas húmedas, los jabones, emplastos y cremas. Los más populares en diferentes épocas fueron: las soluciones o aguas de flores de tilo, de manzanilla, de hojas de palo jiote, del pito y del chipilin, para el tratamiento de los eczemas; la de calaguala, para curar soriasis y sífilis; la de canutillo, para la mordedura de serpientes y heridas por flecha y espadas; la cocción de hierba del cáncer, para el rezumante; el zumo de fruta de anona sola o mezclado con plátano, para tratar la gonorrea; de vinagre claro,
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alcanfor y agua de laurel cerezo (10 g) más aceite de oliva (50 g) como antipruriginoso; por su acción antiséptica y microbicida, el agua de Alibour con sulfato de cobre y zinc en 300 g de agua de alcanfor; el licor de labarraque con hipoclorito de sosa; el agua blanca con subacetato de plomo; y el cocimiento de quina, que también se distinguía por ser astringente; el bálsamo del comendador como cicatrizante de las heridas de guerra; el bálsamo del Perú en unturas, como descongestionante y el bálsamo tranquilo como calmante y emoliente. El emplasto de mostaza negra de Zacapa, sola o con pimienta roja de Palín era de uso muy popular por su acción terapéutica rubefaciente y excitante. Con el correr de los años y en forma progresiva estos medicamentos se fueron sustituyendo por otros menos agresivos y con escasas reacciones colaterales, como la solución citofílica y cicatrizante, con cloruro de magnesio seco (12.10 g), cloruro de magnesio cristalizado (25.85 g) en 1.000 cm3 de agua o agua ictiolada al 10%, con propiedad descongestionante en el tratamiento de las dermatitis esquematizadas y linfangitis; las soluciones de Dakin con carbonato ácido de sodio (15 g), solución alcalina de hipoclorito de sodio (750 cm3) y agua destilada (csp 1.000 cm3); de Burrows con alumbre de 1 g, subacetato de plomo (5 g) y agua (100 cm3 ); así como la solución de nitrato de plata al 1 al 10% o colargol (plata coloidal) al 10%, algunas de ellas aún se utilizan. El glicerolado de almidón, solo o como vehículo de otros medicamentos, como el glicerolado tártrico o el cádico con aceite de cada 5 g, aceite de enebro (15 g), extracto de Panamá csp. Glicerolado de almidón (85 g), y esencia de clavos csp. prescrita para el tratamiento de la soriasis; el glicerolado de estearatos o diadermia para la xerosis diseminada de los viejos o heridas atónicas, el polvo graso con talco (80 g), estearato de magnesia y aceite de coco (10 g); la pomada de colaregol al 10% y el aceite gomenolado al 15% como cicatrizante. Con propiedades queratolítica y antiséptica así como limpiadora, se utilizaba la pomada jabonosa con jabón amigdalino y manteca de cerdo (110 g), azufre sublimado (4 g), ácido salicílico (1 g), aceite de almendras (20 g), y esencia de geranio (4 gotas). En las dermatomicosis se recomendaban la tintura de yodo sola o con acetona al 2%, o con cloroformo al 6%, el timol alcanforado al 5% o con guayacol cristalizado (50 g), en aceite de oliva y manteca (25 g)32, 33.
La magia en Dermatología. Los curanderos Un chamán es el brujo de los brujos, el hechicero. Es el que trabaja las siete potencias que van desde la magia blanca hasta la negra. El trabajo negro se realiza cuando le han hecho daño a alguien y los médicos ya no pueden hacer nada por él. El chamán es el último recurso. Las ceremonias se efectúan por la noche en cementerios, cuevas o puentes, donde, según los chamanes, es común ver a la muerte y a Satanás. La existencia de chamanes, brujos, hechiceros, zajorines y curanderos es parte de la historia y cultura de Guatemala. Para algunos, estos personajes son solamente charlatanes que se aprovechan de los crédulos, mientras que para otros constituyen una oportunidad de encontrar solución a sus problemas cotidianos. Los más radicales en la oposición son los religiosos, quienes condenan estas prácticas como satánicas. Los brujos o chamanes están distribuidos en el país en un total de siete, localizándose en Samayac, San Lucas Toliman, Zunil, Quetzaltenango, San Jorge, La Laguna y San Andrés Itzapa. En esta multivariedad de maneras de enfrentar el fenómeno salud-enfermedad, los actores principales tienen las siguientes particularidades: • Naturópatas. Nivel intermedio, técnico o más. Con tres años de estudio sistematizado o más. Son los denominados N.D. • Alópatas empíricos. Con estudios académicos sistematizados, sin graduarse. • Naturistas. Sin nivel académico, con un grado de estudios de primaria. • Curanderos familiares. A veces sin grado de escolaridad; simplemente por comunicación tradicional.
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• Merolicos esporádicos con o sin estudios. Aparecen y desaparecen en las calles, parques y autobuses anunciando milagros y ungüentos mágicos. • Médicos tradicionales comunitarios: espiritistas, brujos, chamanes. Sin nivel académico. Su formación es producto de la reproducción del conocimiento en forma oral; aunque existen muchos charlatanes hay también personajes con aptitudes excepcionales. • Autopoblación: variabilidad de estudios con multiformas de autoconsumo. Los trabajos ocultos: son variados y dependen de la petición del cliente. En primer lugar se tiene que seleccionar el lugar donde se practicará la ceremonia, después se buscan los materiales que se utilizarán en el ritual, que van desde hierbas, candelas, inciensos, hasta animales como sapos, culebras, gallinas y gatos. Por ejemplo: si alguien le hace daño a una persona con un trabajo oculto, se debe buscar en la bola de cristal o en las cartas del tarot qué fue lo que le hicieron para poder realizar un trabajo superior y así efectuar la curación. Si le hicieron daño con un sapo, se tiene que buscar un animal superior, como la serpiente, porque ésta se come al sapo. Según el chamán, los sapos sirven para curar o hacer daño. Se cuenta que hay mucha gente que se hincha de la cara, los párpados y la boca y es porque la han trabajado con un sapo. Para esto cosen con hilo algunas partes de este animal (como la boca, las manos, el hígado o las patas); a esto se le llama amarres; cada animal tiene una función específica, pero cuando se los utiliza hay que pedirle primero permiso a su espíritu. El chamán o brujo es muy respetado en las comunidades indígenas, porque lo consideran con poder no sólo para curar las enfermedades sino también para producirlas, como se dice vulgarmente, para brujear, chimancar, o hacer mal. Cuando alguien se enferma, llaman al chamán, quien da un vistazo al enfermo y procede a la primera operación, o sea, a la copaleada. La copaleada consiste en lo siguiente: en un tiesto, que es propiedad del chamán, echa éste un poco de capatl (goma-resina extraída de un árbol, de color negro sucio y de olor agradable), enseguida pincha una de las venas que se encuentran por debajo de las alas del chompipe más gordo que exista en la casa del enfermo y que se ha escogido de antemano, recibe la sangre que vierte en ese mismo tiesto y lo mezcla con el capatl; cuando el capatl se ha mezclado bien con la sangre, le da fuego, produciendo así una columna de humo que se eleva hasta el techo del rancho, con la mayor regularidad y con un efecto de vista admirable. Esta columna de humo, según las creencias, llega hasta el cielo para pedir a Dios que devuelva la salud al enfermo o más bien para preguntarle qué fue lo que partió hacia las alturas, como correspondencia privada del chamán; pero como San Pedro no tiene tiempo para ocuparse de eso, veamos cómo fabrica la respuesta el chamán, y de qué modo engaña a su clientela. Cuando la quemada del copatl ha terminado, el chamán se retira al monte para esperar la contestación; allí sigue la segunda operación, o sea, la jugada de los pilolles. Éstas son unas frutitas que caen de ciertos árboles al comenzar el invierno, cuya forma se asemeja a la del frijol negro, sólo que están aplastados en las extremidades y son de un color rojo muy bonito. Una vez en el monte, el chamán extiende un pedazo de lienzo o género sobre el suelo, saca varios puñados de pilolles del cazo que los contiene y dejando cada puñado a cierta distancia del otro procede a contarlos: si el resultado en todos los puñados o por lo menos en la gran mayoría, da nones, el enfermo muere; si el resultado da pares, el enfermo cura29, 30, 31. ■ Septiembre, 2005
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Agradecimientos Señor Viceministro de Cultura Enrique Matheu Recinos, Gobierno de la República de Guatemala. Lic. Fernando Moscoso, Director del Museo Nacional de Arqueología y Etnología de Guatemala. Señor Rodolfo Yaquian, restaurador de bienes muebles del Museo Nacional de Arqueología y Etnología de Guatemala. Dr. Jorge Prado, ciudad de Guatemala.
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HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN MÉXICO GILBERTO ADAME MIRANDA, MARÍA ISABEL ARIAS GÓMEZ, ROBERTO ARENAS, PABLO CAMPOS MACÍAS, LEÓN NEUMANN SCHEFFER, YOLANDA ORTIZ, RAMÓN RUIZ MALDONADO, AMADO SAÚL
M
éxico es un país situado en la parte central del continente americano; geográficamente forma parte de Norteamérica y desde el punto de vista histórico-social es parte de Latinoamérica. En el territorio de lo que hoy es México surgió y se desarrolló la civilización mesoamericana. Al llegar los españoles, a principios del siglo XVI, quedaron asombrados ante la presencia de pueblos indígenas poseedores de una alta civilización, con una estructura político-social bien definida y un acervo importante de conocimientos en diferentes áreas, incluyendo la medicina (figura 1).
Época prehispánica o precolombina
Figura 1. Médico indígena. Uso de la herbolaria. Mural del Instituto Nacional de Cardiologia
■ Época prehispánica o precolombina
Medicina Como en todos los pueblos primitivos, la medicina indígena se confundía con la magia y el conocimiento se confundía con la superstición. El sacerdote y el hechicero eran los únicos que luchaban contra la enfermedad, el primero aplacando la cólera de los dioses y el segundo conjurando la acción de los astros y los espíritus malignos1. Los pueblos mesoamericanos habían aprendido a diferenciar enfermedades, identificándolas con nombres específicos, y contaban con diferentes procedimientos terapéuticos. Una de las áreas más desarrolladas era la botánica; la herbolaria hizo aportaciones invaluables a la medicina europea (figura 2). Ignacio Chávez señala: “Nunca la farmacología recibió un aporte –ni volverá a recibirlo jamás– tan grande, tan rico y tan insustituible como el que
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ADAME , ARIAS , ARENAS , CAMPOS , NEUMANN , ORTIZ , RUIZ MALDONADO, SAÚL
hizo la flora americana sobre la medicina europea del siglo XVI. Sería menester que se descubriera un nuevo mundo para que el actual pudiera recibir un aporte de cosas desconocidas tan grande como aquella vez”1. Dentro de la práctica médica, algunos personajes se especializaban en hacer sangrías, otros en efectuar procedimientos quirúrgicos (como suturar heridas, drenar abscesos, reducir luxaciones, coaptar fracturas, elaborar férulas y vendajes, hacer trepanaciones craneales), procedimientos que frecuentemente se realizaban bajo la acción de drogas alucinógenas (figura 3), bien identificadas por los indígenas, para poder mitigar el dolor. En el área de la obstetricia se hacía un seguimiento adecuado del embarazo, practicándose versiones externas y en caso necesario embriotomías1, 2. Para las diferentes culturas mesoamericanas, la enfermedad era consecuencia del castigo o venganza de los dioses, o bien de algunos fenómenos naturales (cometas, eclipses). Por eso, en el tratamiento de los enfermos intervenían ofrendas a los dioses, sacrificios humanos, invocaciones a los astros3. Figura 2. Aplicación de plantas medicinales a través de enemas Figura 3. Códice magliabechiano. Ingestión de hongos enteógenos. Detrás del indígena que los ingiere aparece el dios Mictlantecuhtli
Dermatología En esta época las enfermedades de la piel ya eran conocidas y tratadas. Entre los dioses mexicas o aztecas se encontraba Xipe-Totec, ”Nuestro señor desollado”, divinidad titular de la medicina, procedente de Tzapotlán, dios de la primavera, de las flores y enfermedades de la piel, cuya venganza era mandar a los hombres enfermedades como el mal de ojo, la sarna y la postema4. La piel era llamada en lengua náhuatl Euatl o Ehuatl, de la raíz yotl que significa ´vida´ (códice Cruz-Badiano). En maya la piel se denomina box, kukultik, k’ewel y sol. Box es la corteza o cáscara dura de alguna fruta como la jícara. Kukultik es la piel humana, k´ewel es el cuero piel o pellejo desollado, curtido o por curtir de los animales, sol es la costra o postilla de llaga o sarna, cuero de culebra o lagartija, escama de pescado y corteza de árbol5. El erudito Alfredo López Austin encuentra en los códices Matritense y Florentino las denominaciones asignadas en náhuatl para las diferentes regiones de la piel (Cuadro 1). Cuadro 1. Denominaciones en náhuatl para las diferentes regiones de la piel según los códices Matritense y Florentino Tehuayo Topanehuayo Itic paniehuayo Cuaehuatl Ixehuatl Quechehuayo Maehuatl Cemixtli Mapilli
Nuestra piel Nuestra piel superficial Tejido subcutáneo inmediato a la piel Piel cabelluda Piel de la cara Piel del cuello Piel del brazo y de la mano Piel de la cara palmar de los dedos
Cuitlapanehuayo Itiehuatl Quezehuatl Tzintamalehuayo Tepulehuayotl Xipinehuatl Tlancuaehuatl Metzehuatl Cotzehuatl Xocpalehuatl
Piel de la espalda Piel del abdomen Piel de la cadera Piel de las nalgas Piel del pene Cutícula del prepucio Piel de la rodilla Piel de la pierna Piel de la pantorrilla Piel del pie
Tezcatlipoca, dios creador del cielo y de la tierra, adversario de Quetzalcóatl, deidad de la medicina, al que se le rendía culto en Texcoco, castigaba a los lascivos enviándoles las enfermedades venéreas. Entre los dioses menores relacionados con la piel estaba
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Nanahuatl, dios de los leprosos. Los aztecas, con su necesidad imperiosa de atender a sus heridos de guerra y con los recursos de una abundante flora medicinal, desarrollaron un arte médico quirúrgico; aplicaban remedios calientes o realizaban sangrías en los sitios infectados e inflamados. Con sus bisturíes de obsidiana abrían abscesos y flemones para evacuar el pus, curaban úlceras y quemaduras y suturaban las heridas usando el cabello como hilo. Utilizaban suturas por puntos separados en nariz y en labios usando cabellos muy limpios y aplicándoles tópicos especiales. Los indígenas suministraban medicinas por vía bucal o aplicadas sobre la piel y empleaban medios físicos terapéuticos como el baño, el calor o la humedad. Entre sus medicamentos para curar las heridas infectadas estaban los emplastos hechos con tortilla de maíz afectado de fungosis, aprovechando las propiedades curativas de estos hongos4. Los aztecas tuvieron conocimiento de las enfermedades venéreas y las denominaron con el término cihuatlaueliloc, que significa ´resultante de las relaciones con mujeres´; describieron también la blenorragia, los chancros y los bubones. La sífilis fue ampliamente conocida; en su etapa terciaria era tratada con baños de vapor (temazcalli). Utilizaron también la piroterapia y las sales mercuriales (inhalación de vapores sulfurosos y mercuriales), además de una papilla de maíz, michihuautli, o una infusión de raíz de adelfa, quautepatli6. Probablemente la dermatosis se decía zahuatl, la urticaria, chincual y la psoriasis, xiotl. Entre los mayas, la medicina mágica, las deidades médicas y el concepto de enfermedad como castigo de los dioses aparecen en el Popol-Vuh, donde se mencionan curaciones dermatológicas y algunas cirugías rituales7. Entre los mayas no se han encontrado huesos con evidencias de sífilis. Las mujeres se colocaban una piedra ámbar en un agujero hecho en la nariz, en el tabique que divide las fosas nasales, se horadaban las orejas para colocar aretes y se labraban el cuerpo de la cintura para arriba, excepto los senos. Los dioses mayas de la medicina fueron: Ixchel, Citboltún y Zamná. Los dos primeros fundaron la profesión de los médicos o Ahmen que significa “aquel que entiende”. El cacao, en la herbolaria prehispánica, también era muy importante desde el punto de vista medicinal, gracias a sus propiedades energéticas. En el ritual maya, la mazorca y la bebida del cacao simbolizaban el corazón y la sangre, elementos necesarios para conservar el equilibrio cósmico. Según la mitología maya el cacao tuvo un origen divino: Xmucane, uno de los dioses creadores, inventó nueve bebidas que alimentaron y formaron a los hombres; tres de ellas se elaboraban del maíz y el cacao. Los mexicas remitían el origen mítico del cacao al dios Quetzalcóatl, quien lo había traído a la tierra para cultivarlo en su jardín divino de la ciudad de Tula8. Desde el punto de vista medicinal, el cacao se utilizaba para enfermos del hígado, en tísicos y extenuados. En Dermatología, se utilizaba el aceite de cacao en grietas y heridas de la piel. La manteca de cacao tenía aplicaciones medicinales y cosméticas en el cuidado del cutis. Los indígenas centroamericanos acostumbraban mezclarla con achiote y untársela en el rostro para producir un vivo color rojo para sus festividades pensando “aquel que va más embarrado va más galán”; al mismo tiempo, esto les procuraba una protección solar8. La consecuencia que tuvo en la medicina europea la incorporación de medios curativos americanos fue extraordinaria. Entre los medicamentos aportados por América están el guayaco, la ipecacuana, la coca, la quina, el barbasco, la zarzaparrilla, el curare, el mate y el tabaco. Los navíos de Indias llegaban a Sevilla cargados de raíces, hierbas y plantas; se crearon allí jardines botánicos particulares. El estudio de la aportación médica americana fue realizado por Nicolás Monardes, con éxito universal. En su obra, Sahagún dedica un apartado a la medicina indígena de México; se destaca también la labor de Francisco Hernández, el primer médico que exploró las medicinas de América. Thierry de Héry escribió en 1552 un tratado –La Méthode Curatoire de la Maladie Vénérienne– e hizo
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fortuna tratando pacientes sifilíticos con la aplicación tópica de ungüento mercurial y la ingestión de té de guayaco proveniente de América9. Época colonial colonial ■ Época
Medicina La Nueva España se inicia en 1521 con la toma de Tenochtitlan, capital del Imperio Azteca, y termina oficialmente en 1821 cuando Don Agustín de Iturbide declara al país independiente de la corona española10. Antes de la llegada de los españoles no existía la noción de país; lo que hoy es México estaba habitado por diversos grupos étnicos distribuidos en un vasto territorio desde Estados Unidos hasta Sudamérica, que poseían diversas culturas y lenguas y mantenían continuas guerras por la supremacía. El 13 de agosto de 1521 Hernán Cortés y un grupo de sus soldados, apoyados por trece bergantines, tomaron la ciudad lacustre de Tenochtitlan destruyéndola piedra por piedra y llenando los canales con cientos de cadáveres que la hicieron inhabitable por mucho tiempo. Esto obligó a los españoles a refugiarse en la vecina Coyoacán. Veinte años después se inicia la traza de la nueva ciudad siguiendo los planos de las urbes europeas y usando las piedras de los templos aztecas. La ciudad se convertiría en la capital del Reino de la Nueva España, mientras los españoles proseguían su aventura hacia el norte hasta California y Texas. Ellos trajeron su cultura, su lenguaje y su religión, pero también trajeron enfermedades como la viruela y el sarampión y se llevaron otras como la sífilis10. Así, menos de 50 años después de la llegada de los conquistadores, la población indígena se habría reducido de 25 a 3 millones, debido tanto a estas epidemias como a las guerras y a los maltratos padecidos. Gran parte de los españoles, al observar el extraño ritual con que a menudo se implantaban los tratamientos médicos, sólo vieron en ellos magia y superstición, medicina de pueblos primitivos y ausencia de todo conocimiento positivo. No fueron capaces de percibir el valor de su experiencia, la riqueza de su farmacología y de sus intentos de clasificación, la intuición maravillosa de pueblos que no recibieron influencias de otras razas o civilizaciones y que tuvieron que elaborar la propia, aislada y lentamente, confiando sólo en la comprobación secular y la confirmación de sus ideas. Para imponer la religión cristiana y arrancar de raíz la herejía de los naturales, el conquistador destruyó sus templos, derribó sus ídolos y llegó hasta a quemar sus códices, con lo cual mutiló su historia. Se perdió así gran parte de lo que la raza indígena había acumulado pacientemente a través de los siglos1. Apenas establecidos en la Nueva España, los españoles instituyen el Protomedicato, una institución encargada de vigilar la buena práctica médica y el funcionamiento de las boticas. La necesidad de crear centros educativos para la preparación de los habitantes de las tierras conquistadas hace que el 21 de septiembre de 1551 se cree por Real Cédula la Real y Pontificia Universidad de México, que inicia sus funciones dos años después. Ese mismo año (1553) se empieza a admitir a los primeros médicos llegados al país, entre ellos, el Dr. Pedro López. Simultáneamente, la carencia de médicos lleva a incluir los estudios de medicina dentro de sus programas académicos. Los programas de medicina, en forma similar a los establecidos en las universidades europeas, están constituidos por cuatro materias: “Prima de medicina”, “Vísperas de medicina”, “Anatomía y cirugía” y “Método y práctica de la medicina”, teniendo como principios básicos los conceptos enunciados por Hipócrates y Galeno. No puede dejarse de reconocer que, como afirma Ignacio Chávez, es en los siglos XV y XVI –los siglos de oro de la medicina española–, cuando se crean las siete universidades más antiguas y mejores del mundo, bajo la influencia árabe de Avicena, y es en este mismo período cuando nace también la universidad en la Nueva España.
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En 1535 los franciscanos fundan en Tlatelolco el convento de Santiago Apóstol y el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco; allí se escribe hacia 1552 el Códice de la CruzBadiano, el código médico más antiguo de América, que rescata los principales esquemas terapéuticos de la herbolaria indígena (figura 4). El sabio indio Martín de la Cruz, originario de Xochimilco, compone el Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis, un tratado amplísimo sobre hierbas medicinales empleadas por los indios en el siglo XVI, con la colaboración de Juan Badiano, quien lo traduce al latín. La transmisión de sus conocimientos terapéuticos tuvo una gran trascendencia cuatro siglos después. Su libro, probablemente redactado en náhuatl, es el primer escrito conocido sobre medicina indígena mexicana; el manuscrito contiene información sobre 215 plantas, de las cuales 185 están ilustradas. En 1558 Fray Bernardino de Sahagún redacta su Historia General de las cosas de la Nueva España, donde describe la vida y costumbres de los pueblos mesoamericanos antes de la conquista, incluyendo algunas de las formas de práctica médica14. En 1570 se publica el primer libro de medicina editado en América: Opera Medicinales, del Dr. Francisco Bravo. En 1577 se publican los 17 tomos de la obra de Francisco Hernández De Historia Plantorum Novae Hispania. La enseñanza de la medicina iniciada por la Real y Pontificia Universidad de México tuvo muchos avatares y recorrió numerosas sedes, hasta que en 1854 se instaló en el antiguo edificio de la Inquisición donde permaneció durante cien años. En 1825 se establece la primera Academia de Medicina y en 1862 la que existe hasta nuestros días. En su órgano de difusión, La Gaceta Médica, se publicaron numerosos artículos sobre piel: “Estudio sobre la lepra”, de Reyes, “Psoriasis curada por la vacuna”, de Bandera, “Niguas”, de Andrade, “Leucopatía acrónica”, de Gayón, “Cuerno de la piel”, de Ortega, entre otros.
Figura 4. Códice de la Cruz-Badiano. Tlalquequetzal, planta usada para la “comezón o mancha de la cara”
Dermatología En el Códice Badiano aparecen palabras como xiotl (jiote), empeines y otras. Se habla del achiote, o pimiento de Tabasco o bixa orellana como tratamiento de la lepra12. Esta obra, como se expuso anteriormente, es considerada el primer libro de medicina de la colonia, dedicado a la terapéutica herbolaria; en el texto aparecen numerosas enfermedades de la piel y sus remedios, con magníficas ilustraciones en color. Después de la conquista, en los códices aparecen mencionadas la viruela o hueyzahuatl, el sarampión, tepitonzahuatl y el tifo o tabardillo, matlatzahuatl. También se mencionan los nevos o lunares, tlaciuztli y el prurito, cuecuetzoquiliztli, las pápulas pruriginosas, tatapaliuiztli, las efélides, ixticeuac, y la pitiriasis, quatequizquitl, así como Tunga o nigua, qualocatl, la sarna, ezcazahuatl, la tiña, quiayincayotl, y la pediculosis, ixocuili. Los mexicas conocían el mal del pinto. Hernán Cortés escribió con gran admiración a Carlos V en una de sus Cartas de relación: “En este país de ventura hay rarezas en el color de sus habitantes, presentando variedades en el mismo individuo”4, 13. Se discute si existía la lepra en América antes de la llegada de los españoles; la presencia de figurillas que parecen representar una facies leonina y algunas crónicas que hablan de un hospital donde los aztecas secuestraban a los pacientes de lepra parecen apoyar la hipótesis de la existencia de la enfermedad en tiempos prehispánicos16. Pero, por otro lado, ni Cortés en sus Cartas de relación a Carlos V ni Bernal Díaz del Castillo la mencionan, a pesar de que era una enfermedad muy conocida por muchos de los españoles procedentes de Andalucía, donde era endémica; en cambio, sí mencionan la existencia del mal del pinto y del albinismo. Al reconocer la enfermedad entre sus propios soldados, Cortés estableció el primer leprocomio de América (Hospital de San Lázaro), en una zona llamada Tlaxpana. A pesar de ser un edificio pequeño atendió a un buen
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número de enfermos españoles, pero tuvo corta vida (de 1521 a 1528), ya que fue clausurada a instancias de Nuño de Guzmán, quien adujo que por ahí pasaba el agua que venía del acueducto de Chapultepec con peligro de contagio para la población. El hecho es que Guzmán se quedó con esos magníficos terrenos16. A los primeros hospitales creados por los españoles seguramente asistirían enfermos de la piel: bubas, sarna, lepra, fuego sacro (zoster), psoriasis, tiñas, tuberculosis, mal del pinto, enfermedades que, como ya se ha mencionado, se presentaban en la población indígena. Es claro que no existía la Dermatología como tal, porque, como es bien sabido, ésta nació en Inglaterra y Francia a fines del siglo XVIII15. Con Cortés llegaron dos protomédicos –Pedro López (1527-1597) “el Viejo” y Cristóbal de Ojeda– que atendieron a los numerosos enfermos víctimas de las epidemias de viruela y tifo. El primero había nacido en Duelas, Castilla, y a los 30 años llegó a la muy Noble y Leal Ciudad de México. Fue uno de los primeros médicos borlado de doctor por la Real y Pontificia Universidad de México; fue un gran benefactor y fundó dos hospitales; el de los Desamparados, que llegaría con el tiempo a ser el Hospital de la Mujer y el segundo hospital de San Lázaro para los enfermos de lepra. López sostuvo de su propio peculio estos hospitales y después de su muerte, en 1597, sus descendientes continuaron su obra. Este segundo hospital de San Lázaro duró tres siglos (1572-1862). Fue construido a las orillas del Lago de Texcoco, en un lugar conocido como Las Atarazanas, el arsenal donde Cortés guardó sus trece bergantines después de la conquista de la ciudad. No está claro si este sitio estaba en la calle de Ixtapalapa –hoy Pino Suárez– o por el rumbo de la Merced, al oriente de la ciudad, en el barrio que recibió por ello el nombre de San Lázaro. Este hospital tuvo larga vida y fue demolido cuando se encontraba en lamentables ruinas, permaneciendo en pie sólo su iglesia adjunta dedicada a San Roque, también derribada después en aras de la modernidad15, 16 (figura 5). Los enfermos fueron trasladados al Hospital de San Pablo, llamado Hospital Juárez desde 1872. Esta institución experimentó una vida azarosa; manejada por la orden de los Juaninos, siempre padeció carencia de medicamentos y de material de curación, y los enfermos enviados allí vegetaban en condiciones deplorables (figura 6). Las autoridades jamás tuvieron interés en este hospital que fue muriendo lentamente, como los enfermos que ahí vivían. Fueron sus directores importantes médicos, como el Dr. Ladislao de la Pascua (figura 7) (de 1833 a 1842), durante cuya gestión ingresaron 205 enfermos. De la Pascua fue el primero en llamar la atención sobre la enfermedad denominada la forma “manchada”, hoy conocida como lepra lepromatosa difusa de Lucio y Latapí; publicó también el primer artículo sobre lepra en el periódico de la Sociedad Filoiátrica. Desde 1843 y hasta su demolición en 1862, el hospital estuvo bajo la dirección del Dr. Rafael Lucio quien completó las observaciones del Dr. De la Pascua sobre la forma manchada.
Figura 5. Fachada de la Iglesia anexa al segundo Hospital de San Lázaro Figura 6. Estado que presentaban los pacientes de lepra en el Hospital de San Lázaro
Figura 7. Dr. Ladislao de la Pascua (1815-1891)
Los primeros hospitales La España que conquistó América estaba impregnada aún de un espíritu medieval, con un proyecto social fundado en el espíritu de las Cruzadas y un pobre desarrollo en el área de la salud. Las grandes epidemias que sacudían el Viejo Mundo obligaban a la construcción de centros hospitalarios, cuyo funcionamiento respondía más al de los albergues para pobres y desvalidos que al de las clínicas médicas; el hospital era una obra
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de piedad, más orientado al acompañamiento espiritual del enfermo que a tratar de aliviar sus males11. La evangelización corrió paralela a la conquista militar y se construyeron monasterios que, a la usanza medieval, funcionaban también como dispensarios y enfermerías; por ello, es posible afirmar que el número de estos centros era grande a fines del siglo XVI, época en que las grandes epidemias se diseminaron por toda Mesoamérica, con un alto grado de mortalidad entre los pueblos indígenas. Ésta es la medicina que arribó del “Viejo” al “Nuevo Mundo” y éste fue el espíritu de sus centros hospitalarios. Hernán Cortés y los religiosos que vinieron con él se dieron a la tarea de atender a enfermos y menesterosos. En 1524, en el sitio llamado Huitzillan (lugar de colibríes) donde en 1519 se había encontrado con Moctezuma a su arribo a la gran Tenochtitlán, Cortés construye el hospital de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, posteriormente conocido como Hospital de Jesús, que aún funciona, siendo la institución hospitalaria más antigua de América (figura 8). También en esta época se fundan el Hospital de Santa Fe (1531), el Hospital del Amor de Dios u Hospital de las Bubas (sífilis) en 1540, el Hospital de los Indios, el de San Cosme y San Damián y el Hospital de San Hipólito para enfermos mentales15. En 1779 se funda el Hospital de San Andrés, el primero que recibió toda clase de enfermos, inclusive de piel (figura 9). Fue un hospital dedicado a la enseñanza; allí tuvieron sus cátedras eminentes médicos como Jiménez, Carpio, Del Río y muchos más. Existió hasta 1905 cuando se abrió el actual Hospital General de México.
Época Independiente
■ Época independiente
Medicina En el siglo XIX se producen tres acontecimientos que marcarán para siempre al país y a sus habitantes. Primero, la Guerra de Independencia, iniciada en 1810 y terminada en 1821. Segundo, la injusta guerra con Estados Unidos en 1847 que concluyó cercenándole al país más de la mitad de su territorio. Y tercero, la invasión francesa en 1862 que impuso a un príncipe austríaco en el trono de México. Estos sucesos marcaron profundos cambios en la vida de los habitantes del naciente México, entre los cuales estuvieron incluidos la medicina y su enseñanza. En 1833 es clausurada la Real Universidad y se crea el Establecimiento de Ciencias Médicas, origen de lo que será la Escuela Nacional de Medicina con sede –a partir de 1854– en el Palacio de Santo Domingo, residencia de la Santa Inquisición durante la época de la colonia. El siglo XIX es en Europa una época de grandes avances en el área de la medicina, avances que rápidamente llegan a México, obligando a la reestructuración de los programas académicos y de la práctica médica. Se fundan escuelas de medicina en diversos sitios del país, hasta llegar a ocho al término del siglo XIX, y se inicia la construcción de centros hospitalarios en donde se imparte la asistencia médica, se practica la docencia y se incentiva la investigación. En 1841 se funda el Consejo Superior de Salubridad, organismo encargado de vigilar la buena práctica médica, la salubridad e higiene públicas y las campañas de vacunación;
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Figura 8. Hospital de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, ahora Hospital de Jesús, fundado por Hernán Cortés Figura 9. Hospital de San Andrés en la Ciudad de México
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la institución, junto con la Beneficencia Pública (fundada en 1861), serán la base para la formación de la Secretaría de Salud en 1983. En 1873 queda constituida la Academia Mexicana de Medicina, que a partir de 1912 es designada como órgano consultivo del gobierno de la República. En 1891 el Dr. Eduardo Liceaga, a petición del presidente Porfirio Díaz, elabora el primer Código Sanitario.
Figura 10. Dr. Rafael Lucio (1819-1886) Figura 11. Dr. Ricardo E. Cicero (1869-1935) Figura 12. Dr. Jesús González Urueña (1868-1957)
Figura 13. La forma clínica de lepra que describió Lucio
Dermatología En los inicios del México independiente, después de 1821,se esbozan las primeras señales de una naciente Dermatología y se realizan las primeras publicaciones especializadas. Los nombres de Ladislao de la Pascua, Rafael Lucio, Ricardo Cicero, Eugenio Latapí y más tarde, ya en el siglo XX, los de Jesús González Urueña y Salvador González Herrejón aparecen ligados a la enseñanza de algunos temas de Dermatología. (figuras 10, 11 y 12). Lucio, por ejemplo, daba sus clases en el Hospital de San Andrés incluyendo temas como lupus eritematoso, lepra, sífilis, escabiasis, tunguiasis. Presentó en las sesiones de la Academia de Medicina de diciembre de 1851 y enero de 1852 su Opúsculo sobre el Mal de San Lázaro o Elefantiasis de los Griegos, en el cual resume todo lo observado, en sus diecinueve años como director del segundo Hospital de San Lázaro, sobre la variedad que hoy lleva su nombre (figura 13). Sin embargo, en esta primera época del México independiente, la Dermatología no atraía mucho interés; Soriano señala que en 1888 sólo dos de los 232 médicos recibidos en los últimos seis años, atendían enfermos de la piel17,18. Con los médicos antes señalados que nacieron en el siglo XIX y algunos otros que trabajaron hasta los inicios del siglo XX, surge la Dermatología en México que se consolida como especialidad el día 5 de febrero de 1905 cuando se inaugura el Hospital General de México y se abre un pabellón para los enfermos de la piel. Época contemporánea contemporánea ■ Época Las bases de la llamada Escuela Mexicana de Dermatología fueron sentadas por González Herrejón y Fernando Latapí. La enseñanza de la Dermatología se inició a principios del siglo XX en el Hospital General de México y en el Centro Dermatológico Pascua; más tarde nació la enseñanza de posgrado en estas instituciones y en el Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales; más adelante, en el Instituto Mexicano del Seguro Social, en el Hospital General Dr. Manuel Gea González y –en el interior del país– en el Instituto de Dermatología de Jalisco, Hospital Universitario de Monterrey, Universidad de San Luís Potosí y posteriormente en otras instituciones públicas. Existen hoy dos agrupaciones dermatológicas: la Sociedad Mexicana de Dermatología (1936) y la Academia Mexicana de Dermatología (1952); ambas pertenecen a la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas y tuvieron a su cargo la organización del XI Congreso Internacional de Dermatología celebrado en México en 1977. Dermatología. Revista Mexicana nació en 1956 y en 1987 inició una nueva época como órgano oficial de las dos agrupaciones. Desde 1975 existe un Consejo Mexicano de Dermatología y actualmente es indispensable la recertificación.
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La especialidad en México tiene ya casi un siglo de existencia. Algunos de los primeros dermatólogos de América Latina se formaron en nuestro país; la influencia fue inicialmente europea, pero las nuevas generaciones están más vinculadas con la Dermatología norteamericana. Actualmente hay en el país alrededor de 2000 dermatólogos. México es considerado un país tropical y se observan en él muchas de las llamadas enfermedades tropicales. Los problemas dermatológicos básicos son las micosis (micetoma, esporotricosis, cromoblastomicosis, coccidioidomicosis, histoplasmosis), parasitosis (leishmaniasis, úlcera de los chicleros, oncocercosis), micobacteriosis (lepra, tuberculosis), treponematosis y piodermias, pero también se encuentran enfermedades relacionadas con la nutrición (pelagra) o con el medio ambiente (prurigo solar).
Cirugía dermatológica Es difícil determinar en qué momento nació la Cirugía Dermatológica en México. Quizá fue el Dr. Julio César Liparoli, de Guadalajara, Jalisco, el primer dermatólogo que se anunció como especialista en “Cirugía Dermatológica” en la consulta privada. En el Hospital General de la Ciudad de México, el pionero en este campo ha sido el Dr. Jorge Peniche, quien organizó la primera Clínica de Tumores de Piel a fines de la década de los 50, con la colaboración de un cirujano plástico y un radioterapeuta. Así nació la Unidad de Dermato-Oncología y Cirugía Dermatológica del Servicio de Dermatología de ese hospital. En 1976 se inició el primer curso de Dermato-Oncología y Cirugía Dermatológica con duración de un año. Actualmente esta subespecialidad está avalada por la Universidad Nacional Autónoma de México y se imparte en tres instituciones: el Hospital General de México, el Hospital Dr. Manuel Gea González y el Centro Dermatológico Pascua. En éste último, en la década de 1960 los procedimientos quirúrgicos –aún muy limitados– estuvieron a cargo de la Dra. Yolanda Ortiz. En 1967 se estableció la llamada preconsulta de tumores; el manejo quirúrgico fue realizado al principio por un cirujano plástico y después por dermatólogos; en 1978 el Centro cambia de domicilio y en éste se establece el Servicio de Cirugía Dermatológica; finalmente en 1982 se establece la Clínica de Tumores Malignos. En 1988 comienza la residencia en la Clínica de Tumores y en el Servicio de Cirugía Dermatológica. Desde entonces más de 30 dermatólogos han completado el entrenamiento. En el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, el Servicio de Dermatología fue establecido en 1961 por el Dr. Aquiles Calles; en 1986 se inicia la residencia médica en Dermatología con un programa de cirugía dermatológica y rotación en cirugía plástica. El Hospital General del Centro Médico Nacional del Seguro Social existió desde 1963 hasta su desaparición en el año 1985, cuando fue destruido por el gran terremoto. La cirugía dermatológica era realizada por el Dr. José Luis Jiménez Castilla; en 1968 participaba un cirujano plástico y había rotaciones en la especialidad; los casos avanzados se enviaban al Hospital de Oncología a interconsultas con el Dr. Charles Meurehg; actualmente este servicio está a cargo de un dermatólogo. El Dr. León Neumann se formó en el extinto Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales (1966-67), donde prácticamente no se hacía cirugía dermatológica. Asistió durante varios meses a una clínica privada en Nueva Orleáns para aprender las técnicas de dermoabrasión y transplante de pelo en 1967, y probablemente tuvo a su cargo el primer transplante de pelo que se realizó en México. Al Hospital General Dr. Manuel Gea González se incorporaron dos dermatólogas entrenadas en España, la Dra. Judith Domínguez Cherit (1987) y la Dra. Josefina Carbajosa (1991). En 1996 se incorporó la Dra. Leticia Boeta, entrenada en Estados Unidos en la Cirugía de Mohs. En el Instituto de Enfermedades de la Nutrición se inició en 1982 la Cirugía Dermatológica con el ingreso de la Dra. Rocío Orozco Topete, quien realizaba los
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procedimientos quirúrgicos elementales; en 1997 se incorporó al servicio la Dra. Josefina Carbajosa, quien introdujo la cirugía de Mohs, la anestesia tumescente, la cirugía de uñas y la cirugía dermatológica de genitales, entre otras. Esta subespecialidad también se realiza en el Hospital Central Militar con la asesoría del Dr. Clemente Moreno Collado, en el Instituto Dermatológico de Jalisco bajo la dirección del cirujano plástico Julio Barba Gómez y en el Hospital Juárez con las Dras. Ortiz y Boeta. El servicio de Dermatología del Hospital Universitario de Monterrey (Nuevo León) está dirigido por el Dr. Jorge Ocampo Candiani quien se formó como cirujano dermatólogo en las Universidades de Barcelona y Alabama. La historia de la cirugía dermatológica en este servicio se inicia con el Dr. Oliverio Welsh, quien introdujo la criocirugía cuando era su director. En 1983 se incorpora al servicio el Dr. Sergio Ramos Arizpe, quien hizo cirugía dermatológica en Alemania y dio impulso a la cirugía oncológica. Se imparte un diplomado en cirugía dermatológica para dermatólogos certificados, con duración de un año, avalado por la subdirección de posgrado de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León. En 1983, León Neumann organizó en colaboración con Oliverio Welsh y bajo el patrocinio de la Sociedad Internacional de Cirugía Dermatológica el Primer Curso Teórico Práctico de Cirugía Dermatológica, con práctica en patas de cochino. En 1994 nace la Sociedad Mexicana de Cirugía Dermatológica y Oncológica, la cual está afiliada a la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas. Sus congresos se llevan a cabo cada dos años. La Sociedad cuenta con un órgano de difusión oficial bajo el título Cosmética, Médica y Quirúrgica, que dirigen actualmente los Drs. Jorge Ocampo Candiani y José Gerardo Silva Siwady.
■ Conclusión Conclusión El fenómeno de globalización mundial toca todos los ámbitos del acontecer humano, incluyendo el ámbito de la medicina. La información médica generada en cualquier parte del mundo es recibida el mismo día; los avances tecnológicos, quirúrgicos y farmacológicos son rápidamente difundidos por grandes transnacionales. México inicia el siglo XXI con la presencia de grandes instituciones privadas y públicas, con una práctica médica que responde a los grandes avances de la medicina contemporánea, pero también con grandes retos por cumplir, sobre todo en el terreno social. ■ Octubre, 2004
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HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA EN MÉXICO RAMÓN RUIZ MALDONADO
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n México, como en la mayoría de los países, desde el siglo XIX se atendían en los servicios de Dermatología general —y siguen atendiéndose sin distinción— adultos y niños. Por otro lado, en los hospitales pediátricos los pacientes dermatológicos eran atendidos por los pediatras, los cuales, en general, tienen una escasa preparación dermatológica. En la segunda mitad del siglo XX, la mayoría de los hospitales pediátricos optaron por tener un dermatólogo general como consultante externo, situación que prevalece en la mayoría de los casos. Desde los años sesenta del siglo pasado, el Hospital Infantil de México, institución emblemática de la Pediatría latinoamericana, contó con un servicio de Alergia y Dermatología, cuyo jefe fue el médico alergista Dr. Luis Gómez Orozco; como dermatólogo consultor, el Dr. Roberto Núñez Andrade concurría durante dos horas diarias, pero no realizaba docencia ni investigación. En esa época, en el Servicio de Dermatología del Hospital General de México el Dr. Mario Magaña Lozano veía a los pacientes pediátricos y realizaba las interconsultas solicitadas por el Servicio de Pediatría del mismo hospital. Hacia fines de 1969, después de haber hecho estudios de posgrado en Dermatología y Dermatopatología, regresé de Europa y trabajé como encargado del laboratorio de Dermatopatología, en la institución donde años antes había hecho la especialidad en Dermatología, el Centro Dermatológico Dr. Ladislao de la Pascua, entonces dirigido por el Prof. Fernando Latapí, quien también era jefe del Servicio de Dermatología del Hospital General de México. En ese mismo año conocí al Dr. Rigoberto Aguilar Pico, quien acababa de ser designado director del Hospital Infantil de México, y me comentó que el Dr. Núñez Andrade estaba por retirarse, invitándome a ocupar su puesto. En esos tiempos de fines del sexenio del Presidente Díaz Ordaz corría la voz de que en el sur de la Ciudad de México se estaba construyendo un nuevo centro hospitalario que remplazaría al Hospital Infantil de México. El director del nuevo hospital sería el Dr. Lázaro Benavides Vázquez, quien ya estaba entrevistando a quienes formarían su equipo. Al finalizar mi primer año de trabajo en el Hospital Infantil, entregué un informe de mis actividades y poco después fui invitado a entrevistarme con el Dr. Benavides. Me ofreció la jefatura del Servicio de Alergia y Dermatología en el nuevo hospital, que fue inaugurado el 6 de noviembre de 1970 por el
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presidente saliente, Lic. Gustavo Díaz Ordaz y su señora esposa, Presidenta del Patronato del Instituto Nacional de Protección a la Infancia (INPI). El INPI sería remplazado en el nuevo sexenio por la Institución Mexicana de Asistencia a la Niñez (IMAN), cuya presidenta sería Doña María Esther Zuno de Echeverría. El nombre del Servicio de Alergia y Dermatología había sido heredado del Hospital Infantil de México, que tenía como jefe a un médico alergista. En el nuevo hospital de la IMAN el jefe era yo, y consideré que lo adecuado era separar los dos servicios, lo que ocurrió un año más tarde. En diciembre de 1971, como todos los años, se celebraba en Chicago la reunión anual de la Academia Americana de Dermatología. Allí conocí a la Dra. Lourdes Tamayo Sánchez, quien había hecho su tesis doctoral sobre “La etiología del edema en la desnutrición crónica del niño”, en el Hospital Infantil de México bajo la dirección del reconocido maestro de la Pediatría, Dr. Joaquín Cravioto, y hacía poco tiempo había terminado la especialización en Dermatología en el Instituto Nacional de Enfermedades Tropicales, bajo la dirección del Prof. Dr. Antonio González Ochoa. En aquellos años estaba en su apogeo la pugna –que venía de tiempo atrás– entre el “grupo de tropicales” y el “grupo del Pascua y del Hospital General”, liderados respectivamente por González Ochoa y Latapí. Como consecuencia de esa lamentable situación, prácticamente no había contacto entre los alumnos y ex alumnos de los dos profesores. A pesar de ello, y en base a las buenas referencias que había recibido sobre la Dra. Tamayo, la invité a trabajar como médico adscrito en el Servicio de Dermatología; afortunadamente aceptó y la fructífera colaboración entre ambos ha durado 33 años, desde abril de 1971. En 1989, después de casi veinte años como jefe de servicio y con el fin de obtener una plaza de investigador para el Servicio, dejé la jefatura a la Dra. Tamayo, quien a su vez renunció en 2002 por motivos de salud y fue sustituida en la jefatura por la Dra. Carola Durán Mckinster, una brillante alumna nuestra. Sin duda bajo la influencia del optimismo y la energía creadora que existía en la mayoría de quienes iniciamos el nuevo hospital de la IMAN –incluidos el Director General de la Institución, Dr. Alger León Moreno, y la Presidenta del Patronato, Sra. María Esther Zuno de Echeverría, esposa del Presidente de la República en turno–, en octubre de 1973 organizamos el Primer Simposio Internacional de Dermatología Pediátrica, que tuvo lugar en el flamante auditorio del Hospital de la IMAN con la asistencia de médicos llegados de 26 diferentes países; entre ellos estaban los pioneros de la Dermatología Pediátrica en sus respectivos países: Martín Beare de Irlanda, Ferdinando Gianotti de Italia, Gabriela Lowy de Brasil, José María Mascaró de España, Edmund Moynahan de Inglaterra, Dagoberto Pierini de Argentina, Lawrence Solomon, Sydney Hurwitz, Alvin Jacobs, Samuel Weinberg y Guinter Kahn de los Estados Unidos, Eva Torok de Hungría y Kazuya Yamamoto de Japón. Durante el Simposio, en una cena que se ofreció a los profesores extranjeros, propuse la formación de la Sociedad Internacional de Dermatología Pediátrica, iniciativa que fue entusiastamente aceptada. Bajo los auspicios de esta Sociedad se han celebrado diez congresos, el primero en la Ciudad de México, en octubre de 1976. A los ocho primeros se los llamó internacionales; a partir del noveno, que se celebró en Cancún en 2001, se aceptó mi sugerencia para que se los denominara mundiales. En 1996, a propuesta del Dr. Alejandro García Vargas del Instituto Dermatológico de la Ciudad de Guadalajara (México), se fundó el Colegio Mexicano de Dermatología Pediátrica, siendo yo su primer presidente. El Colegio ha organizado bianualmente el Congreso Mexicano de Dermatología Pediátrica. El primero tuvo lugar en la Ciudad de México, en 1997, bajo mi presidencia; el segundo en Puerto Vallarta (Jalisco), presidido por el Dr. García Vargas; el tercero en la Ciudad de Chihuahua, presidido por la Dra. María de Lourdes Trevizo de Moreno; y el cuarto en la ciudad de Puebla, presidido por el Dr. Javier Gil Beristain. El próximo se realizará en la ciudad de Querétaro en 2006, presidido por la Dra. Margarita Royo de Garfias.
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Historia de la Dermatología pediátrica en México
La Dermatología Pediátrica ejerce gran atracción en el médico general, el dermatólogo general y el pediatra, razón por la cual en prácticamente todos los eventos dermatológicos y pediátricos hay cursos o simposios de esta especialidad. En 1973 se organizó en el Servicio de Dermatología del ahora Instituto Nacional de Pediatría la residencia de especialización en Dermatología Pediátrica, de dos años de duración para los pediatras y de uno para los dermatólogos generales, con mi participación como Profesor Titular y la Dra. Tamayo como Profesora Adjunta. Los residentes cumplen una jornada de 8 horas. Pronto nos dimos cuenta de que el entrenamiento para pediatras era insuficiente, por lo que a partir de 1986 se aumentó el tiempo de residencia a tres años. Se han formado, hasta el año 2004, 83 especialistas en Dermatología Pediátrica, procedentes de México y de toda América Latina. El curso de especialización, que en su inicio era reconocido por el Instituto y por la Secretaría de Salud, desde 1989 es reconocido también por la Universidad Nacional Autónoma de México. Cabe señalar que nuestro curso de especialización fue el primero y por muchos años el único a nivel mundial. Muchos de los dermatólogos pediatras formados en él ocupan puestos relevantes en instituciones mexicanas y extranjeras. Los médicos adscritos al Servicio que han contribuido significativamente a sus logros son: la Dra. Amelia M. Laterza, de nacionalidad argentina, quien fue médico adscrito de 1979 a 1989; la Dra. Carola Durán Mckinster, adscrita de 1989 al 2002 y actual jefa del Servicio; la Dra María de la Luz Orozco Covarrubias, quien ha estado en el Servicio desde 1992 y la Dra. Marimar Sáez de Ocaríz que ingresó al Servicio en 2002. La producción científica del Servicio se eleva a 288 artículos –de los cuales 190 fueron publicados en revistas internacionales indexadas–, y cinco libros sobre Dermatología Pediátrica. Algunos de los dermatólogos pediatras mexicanos egresados del Servicio de Dermatología del Instituto Nacional de Pediatría y actualmente a cargo de servicios de Dermatología en sus respectivas ciudades son: la Dra. Teresa Sánchez Gómez, en el Hospital Pediátrico de León (Guanajuato); la Dra. Carolina Palacios López, en el Servicio de Dermatología del Hospital General de México; la Dra. Angélica Berrón Ruiz, en el Instituto de Perinatología de México; la Dra. María E. Moreno Aguilar, en el Hospital del Niño Poblano; la Dra. Lourdes Trevizo de Moreno, en el Hospital Pediátrico de Chihuahua y el Dr. Alejandro García Vargas, en el Instituto Dermatológico de Guadalajara Otros dermatólogos que ejercen la Dermatología Pediátrica en importantes hospitales del Distrito Federal son: la Dra. Guadalupe Ibarra, quien me sustituyó en el Hospital Infantil de México y a su vez fue sustituida por su alumno el Dr. Carlos Mena Cedillos; el Dr. Mario Magaña García en el Hospital Pediátrico del Hospital General de México, autor del libro Dermatología pediátrica, publicado en 2000; el Dr. Gregorio Podoswa, a quien sucedió su alumno, el Dr. Edmundo Velázquez Arellano en el Hospital Pediátrico del Centro Médico; la Dra. Norma Violante en el Hospital de la Raza, ambos del Instituto Mexicano del Seguro Social; las Dras. Angélica Beirana y Enriqueta Morales en el Centro Dermatológico Pascua. Los médicos que en los primeros tiempos nos dedicamos a la Dermatología Pediátrica veníamos de la Dermatología general; en forma autodidacta, por el contacto cotidiano con la Pediatría y con los niños, nos hicimos dermatólogos pediatras. No deja de ser paradójico que quienes iniciamos la especialidad y su enseñanza no contemos con el diploma que todos nuestros alumnos poseen.
Dr. Ramón Ruiz Maldonado
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He tratado de ser objetivo al escribir esta reseña histórica; estoy consciente de que más que eso parece una autobiografía y en realidad lo es. He sido actor en este escenario donde se gestó la Dermatología Pediátrica durante 35 años. Si he omitido algún nombre, algún dato, ha sido por un descuido involuntario y de antemano pido disculpas. Ha sido, sin duda, una tarea de equipo, de los médicos del Servicio, de los médicos de otras especialidades, de las autoridades, pero sobre todo ha sido un acto de amor por lo que hacemos. No somos la excepción: en el Instituto Nacional de Pediatría disfrutar, amar lo que hacemos, es más bien la regla. ■ Noviembre, 2004
■ Referencia bibliográfica Ruiz-Maldonado, R. Pediatric Dermatology Accomplishments and challenges for the 21st Century. Arch Dermatol. 2000; 136:84.
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA NICARAGÜENSE ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA
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frecer una reseña sobre la historia de la Dermatología en Nicaragua es una tarea compleja debido a que existe muy poca información escrita, por lo que los datos que hemos recogido provienen fundamentalmente de entrevistas a los pocos “actores” de épocas pasadas que aún viven. Durante el terremoto devastador que destruyó la ciudad de Managua, en el año 1972, se perdió gran parte de los archivos que contenían información muy valiosa. A pesar de ello, a través de las actas de la actual Asociación Nicaragüense de Dermatología hemos podido conocer un poco sobre lo que ha pasado en el desarrollo evolutivo de la Dermatología nicaragüense. Históricamente ha sido la especialidad médica con menor membresía y las proyecciones para el futuro no hacen prever cambios en esta tendencia. Actualmente somos 42 médicos dermatólogos, con predominio del sexo femenino (55%), para una población de 5.500.000 habitantes, lo cual da una relación de 1 dermatólogo cada 130.952. habitantes. El 45% de los especialistas se encuentran en la ciudad de Managua, capital de Nicaragua, y el resto en distintos departamentos; pero hay zonas importantes del país que carecen de dermatólogos, como los departamentos de Nueva Segovia, Madriz, Rivas, Chontales, Jinotega, Matagalpa, RAAN, RAAS y Río San Juan1, los cuales concentran el 35% de la población del país2. Los departamentos con mayor número de dermatólogos son Managua y León. No hemos encontrado antecedentes serios sobre la práctica de la Dermatología por parte de los curanderos, pero podemos afirmar que éstos se han dedicado a tratar las úlceras varicosas con café molido y hojas de plantas medicinales conocidas con nombres populares y no científicos. El vitiligo, al que se suele relacionar con brujerías o hechizos realizados sobre las personas que lo padecen, es tratado con achiote y plantas medicinales. Los curanderos y brujos no están permitidos por las leyes de Nicaragua, pero debido a que no existe ningún control sobre ellos, continúan realizando sus prácticas en forma habitual.
Desarrollo de la especialidad
■ Desarrollo de la especialidad
Los primeros datos que se tienen sobre la historia de la Dermatología en Nicaragua están relacionados con la lepra. En 1893 el entonces presidente de la República, General José Santos Zelaya, por temor
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a que el mal se propagara en todo el país, ordenó que todo enfermo de lepra fuera recluido en la isla de Aserraderos (isla del Cardón) en el puerto de Corinto, sobre el Océano Pacífico, Departamento de Chinandega. En 1902 se fundó allí el primer leprosario, donde los pacientes internados se transformaron en verdaderos prisioneros, ya que no se les permitía salir. Los enfermos eran transportados en vagones especiales del ferrocarril, pintados de amarillo y con el número 79 como inscripción, además de letreros que indicaban el tipo de personas que viajaban en ellos. En 1930, los enfermos se escaparon de la isla Aserraderos, y la mayoría se instaló en el municipio de El Viejo, Departamento de Chinandega, convertido así en el principal foco leprógeno del país en ese momento. Otro grupo se instaló en el Departamento de León. En 1932 se funda en la ciudad de Managua el primer Leprocomio Nacional con el nombre de San Lázaro, en los terrenos que ocupa actualmente el Centro Dermatológico Nacional Dr. Francisco José Gómez Urcuyo, que los antiguos pobladores de Managua siguen denominando “Leprocomio”. Esos terrenos fueron donados por Don Alfonso Pérez Alonso y Don Juan de Dios Matus; este último, por su amor a los pacientes hansenianos fue llamado “Juan de la lepra”. En sus inicios el establecimiento albergaba 38 pacientes. En 1934 se nombra director del leprocomio San Lázaro al Dr. Roberto Espinosa Sotomayor, el cual, a pesar de no ser dermatólogo, combinaba sus actividades administrativas con la atención dermatológica de los pacientes hansenianos3. En 1943 se crea el Patronato contra la Lepra y se nombra como director al primer médico especializado en Dermatología, el Dr. Carlos Irigoyen (figura 1), graduado en México, fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y de la Sociedad Centroamericana de Dermatología. En 1963, en calidad de Secretario General de la Sociedad Centroamericana de Dermatología, organizó el IV Congreso Centroamericano de Dermatología4. Posteriormente se hace cargo de la dirección médica del leprosario San Lázaro el Dr. Armando Morales Ettienne, dermatólogo graduado en Argentina, el cual fue miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y de la Sociedad Centroamericana de Dermatología5. Durante los años posteriores regresa al país un importante grupo de dermatólogos nicaragüenses, que mencionamos a continuación: • Dr. Jorge García Esquivel, graduado en México. • Dr. Alcides Delgadillo, miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología. • Dr. Ernaldo Ávalos, graduado en Argentina, miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología. • Dr. Carlos Delgado, graduado en Francia, miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología6. • Dr. Oscar Martínez Campos, graduado en Argentina, cirujano plástico y dermatólogo; fue presidente de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y secretario adjunto ante la Sociedad Centroamericana de Dermatología. Asimismo fue Ministro del Seguro Social en el año 1997 y actualmente es diputado por Nicaragua ante el Parlamento Centroamericano. Ha participado como profesor invitado en numerosos congresos nacionales. • Dra. Josefa Pineda, graduada en Argentina. • Dr. Sergio Delgado, graduado en Puerto Rico. • Dra. Leonor Corea, graduada en Francia. • Dr. Francisco José Gómez Urcuyo, graduado en México y España, quien regresó a Nicaragua en el año 1975 (figura 2). • Dr. Ángel Martínez Jiménez, quien regresó a nuestro país en 1977, luego de graduarse en Brasil. Fue director y subdirector docente del Centro Nacional de Dermatología, cofundador de las cátedras de posgrado y pregrado de Dermatología en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (León y Managua respectivamente). En 1991, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, le realizó un reconocimiento por
Figura 1. Dr. Carlos Irigoyen, primer dermatólogo nicaragüense
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sus 10 años como docente de la institución. Ha participado como profesor Invitado en numerosos congresos nacionales. • Dr. Juan José Guadamuz, graduado en México, fue profesor titular de la cátedra de Dermatología (pregrado) de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, León. • Dr. Orlando Sarria Berríos, graduado en México. • Dr. Aldo Edgar Martínez Campos, regresó a Nicaragua en 1977, luego de graduarse en Argentina. • Dr. Federico Prado Rocha, graduado en Francia, regresó a nuestro país en 1979. Fue cofundador de las cátedras de posgrado y pregrado de Dermatología de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (León y Managua respectivamente). También fue cofundador del Hospital Dermatológico Nacional. En 1991, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, le realizó un reconocimiento por sus 8 años como docente en la institución. Durante los años 1997-98 fue Viceministro de Salud. Ha participado como profesor invitado en diversos congresos nacionales. • Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina, quien regresó a Nicaragua en 1980, luego de graduarse en Uruguay. • Dra. Marlene Parra García, quien regresó en 1985, graduada en México con la subespecialidad en Dermatología pediátrica, constituyéndose en la primera dermatóloga pediatra del país. Desde 1996 a 1999 fue coordinadora del curso de posgrado de Dermatología en el Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco José Gómez Urcuyo. Desde 1992 es profesora titular de la cátedra de pregrado de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua. Ha participado como profesora invitada en numerosos congresos nacionales. Todos estos dermatólogos, así como otros que no han sido mencionados aquí, han trabajado en forma responsable y con amor por la Dermatología nicaragüense. Pero consideramos necesario hacer un reconocimiento especial a algunos de ellos que se han destacado a lo largo de los años por su especial dedicación y entrega.
Personalidades destacadas
■ Personalidades destacadas
Dr. Jorge García Esquivel Se destacó por su trabajo como director médico del Leprocomio (1951-1970), cuyo nombre se cambió bajo su gestión por el de “Sanatorio San Lázaro”. Introdujo en Nicaragua el primer tratamiento efectivo contra la lepra, las sulfonas (DDS). Inició el primer tratamiento de estudio de campo para tratar a los pacientes ambulatorios y con el apoyo del Dr. Rodolfo Matus, cirujano plástico, realizó las primeras cirugías reconstructivas de los pacientes que lo necesitaban. Fue el primer especialista nicaragüense que dio a conocer sus experiencias dermatológicas en congresos nacionales e internacionales. Fue miembro fundador de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y Secretario General de la Sociedad Centroamericana de Dermatología; como tal organizó en 1976 el X Congreso Centroamericano de Dermatología. También fue en varias ocasiones presidente de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología.
Figura 2. Francisco José Gómez Urcuyo
Dr. Francisco José Gómez Urcuyo (1943-1995) Fue uno de los dermatólogos más sobresalientes que ha tenido Nicaragua y su ausencia prematura fue una pérdida irreparable. Gran parte de su vida como médico dermatólogo la dedicó a los enfermos de lepra, con capacidad científica y mística, con amor y
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dedicación. Fue director del Sanatorio San Lázaro desde 1976 hasta 1981; cofundador e impulsor de la fundación del Hospital Dermatológico Nacional que actualmente lleva su nombre en un justo homenaje a su memoria, por la ardua tarea que inició el 1º de febrero de 1978. A partir de ese momento el hospital experimentó una transformación importante en sus estructuras físicas y médicas, produciéndose una mejoría en las condiciones higiénicas y ambientales de los enfermos internados. Por primera vez los pacientes dermatológicos tuvieron su propio hospital, donde eran internados para recibir sus tratamientos médicos. Bajo su administración, los pacientes con el mal de Hansen recibieron en forma institucionalizada los tratamientos de rifampicina, clofazimine y DDS (figura 3). Fue también cofundador de la Sociedad Amigos de los Leprosos, a través de la cual se logró construir la Ciudadela Adilia de Eva, formada por 17 casas higiénicas, independientes unas de otras, para que los pacientes tuvieran un techo modesto pero digno con la privacidad que cada familia tiene en su hogar. Actualmente viven en esta ciudadela 17 pacientes ya curados, pero que siguen recibiendo atención médica, alimentos y todos los elementos necesarios para su cuidado. Todos son ancianos, y viven acompañados de hijos y nietos, constituyendo así una población de 41 personas. Estas construcciones se hicieron en los terrenos del mismo hospital y están separadas de las que ocupan los pacientes hospitalizados por otras patologías. Hay que destacar que en la construcción de estas viviendas, el gobierno de turno no invirtió ni un centavo. Los pacientes solteros viven en pabellones separados para varones y mujeres. La ciudadela lleva el nombre de Doña Adilia de Eva en honor a esta honorable matrona que trabajó esforzadamente en su construcción y que sentía especial devoción y amor por los enfermos con lepra. El Dr. Gómez Urcuyo creó el Departamento de Promoción y Bienestar Social para tratar a los enfermos hansenianos en forma multidisciplinaria. A través de su acción, se logró integrar a algunos pacientes mutilados a su vida familiar; se fundaron talleres de carpintería y se dio capacitación para que aprendieran los oficios de carpintería y ebanistería, con gran éxito, ya que algunos pacientes, a pesar de sus mutilaciones, se hicieron productivos y más útiles a sus familias. En 1980, Gómez Urcuyo participó en un estudio de campo para determinar nuevos casos de lepra en los departamentos de Chinandega y Managua. Fue profesor invitado en varios congresos nacionales y del extranjero donde expuso sus trabajos y experiencias personales. En 1980 fundó la cátedra de Dermatología de pregrado de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua). Fue cofundador de la cátedra de posgrado de Dermatología de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (León y Managua). En dos oportunidades fue Secretario Adjunto por Nicaragua ante la Sociedad Centroamericana de Dermatología. En 1991 se le realizó un reconocimiento por sus 10 años de labor docente en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua). En 1994, la Sociedad Hondureña de Dermatología, en reconocimiento a sus méritos, lo designó Miembro de Honor. Uno de los pacientes hansenianos más antiguos del Centro Nacional de Dermatología, Don Pedro Delgadillo7, en una demostración de afecto, respeto y agradecimiento, le dedicó el siguiente poema:
Figura 3. De izq. a der.: Hermann Schäffer, Aldo Edgar Martínez Campos, Francisco José Gómez Urcuyo, en el homenaje de la Asociación Nicaragüense de Dermatología al Dr. Gómez Urcuyo
Mi doctor es un joven nica, es un aventurero. De los empleados, al llegar al trabajo es el primero. Es el investigador de mi médula y mi piel marchita, es el reparador de mi sangre, que cuando me enfado, se irrita. Su nombre, como su firma entre colegas es respetada. Cuando paso consulta y no me receta nada
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me callo por respeto, porque lo quiero. Como él afirma, mi gran deseo es que sobre el sendero donde Él camine no haya abrojos ni cadenas y que su hermosa y sensible faena Dios la bendiga donde la destine.
El Dr. Francisco José Gómez Urcuyo es considerado el médico que más amor y dedicación tuvo para los pacientes hansenianos. Podemos constatarlo en uno de sus poemas, que las autoridades del Ministerio de Salud seleccionaron y grabaron en una placa de bronce que fue develada durante una ceremonia solemne en el Centro Nacional de Dermatología que actualmente lleva su nombre8: Señor: son mis leprosos la luz de mi vida. Ellos llenan de ternura mi profesión y nicaraguanidad. Ayúdame a llevarles alivio a sus heridas, entereza ante la humillación, comprensión en su soledad.
Dr. Aldo Edgar Martínez Campos (1937) Dermatólogo y especialista en Medicina del Trabajo (figura 4). En 1980 fue cofundador de la cátedra de pregrado de Dermatología de la Facultad de Medicina, Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. Durante el mismo año participó en un estudio de campo para detectar nuevos casos de lepra en los Departamentos de Chinandega y Managua. En 1982, fue seleccionado por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, de León y de Managua y la Dirección Superior del Ministerio de Salud, como Jefe Nacional de Enseñanza de la Especialidad de Dermatología a nivel de posgrado9. En su calidad de fundador y jefe de la cátedra elaboró junto al Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina los planes y programas de la especialidad, actualmente vigentes, con modificaciones hechas por los mismos autores en años posteriores. Actualmente, de los 42 dermatólogos que trabajan en Nicaragua, 36 son graduados en el país10. En la fundación de la cátedra de Dermatología estuvo acompañado por los Drs. Hermann Allan Schaffer Urbina, Francisco José Gómez Urcuyo, Federico Prado Rocha y Ángel Martínez Jiménez. Posteriormente se incorporaron el Dr. Hugo Argüello Martínez, médico patólogo, la Lic. Dalia Torres Flores (figura 5), bióloga y tecnóloga médica, con cursos de posgrado en Micología realizados en Costa Rica y Argentina, y la Dra. Marlene Parra García. En dos oportunidades Martínez Campos fue presidente de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y secretario adjunto por Nicaragua ante la Sociedad Centroamericana de Dermatología. En dos oportunidades ha sido presidente de la Asociación Médica Nicaragüense; actualmente es presidente honorario de la Asociación Nicaragüense de Dermatología y miembro perpetuo de la Junta Directiva de la Asociación Médica Nicaragüense6, 11. Ha sido profesor invitado en congresos nacionales e internacionales donde ha dado a conocer sus trabajos y experiencias personales. Se puede afirmar categóricamente que, junto con los Drs. Hermann Allan Schaffer Urbina y Francisco José Gómez Urcuyo, es uno de los pilares de la actual Dermatología nicaragüense.
Figura 4. Aldo Edgar Martínez Campos
Figura 5. Francisco José Gómez Urcuyo y Dalia Torres Flores
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En 1985 el Ministerio de Salud, en reconocimiento a su labor docente, lo seleccionó como miembro del Grupo Nacional de Medicina por la especialidad de Dermatología. En 1986, el Ministerio de Salud y el Consejo Nacional de la Educación Superior de Nicaragua le realizaron un homenaje como Profesor Destacado en el curso de posgrado en Dermatología. En 1986, desde la Dirección Superior del Ministerio de Salud se plantea el objetivo de descentralizar la Dermatología nacional; Martínez Campos es seleccionado para fundar la Unidad Docente Asistencial de Dermatología en el Policlínico Oriental, lugar donde realizaban sus prácticas docentes y asistenciales los médicos residentes de dermatología durante seis meses al año. En 1991 la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, Managua, le hizo un reconocimiento por sus 10 años como docente en la institución. En 1994, fue cofundador de la Facultad de Medicina de la Universidad Americana –primera facultad privada de medicina en Nicaragua–; allí fue coautor de los planes y programas de estudios y fundó las cátedras de Medicina del Trabajo y de Dermatología, siendo actualmente Profesor Titular de ésta última. Fue miembro del Consejo Facultativo y fundador y director del Departamento de Posgrado de esta misma Universidad, cargos a los que renunció en 1999. En 1996 organizó, en su calidad de Secretario General de la Sociedad Centroamericana de Dermatología, el XX Congreso Centroamericano de Dermatología, en la ciudad de Managua. En 1997 fue nombrado Director General de Docencia e Investigación del Ministerio de Salud. Durante ese mismo año, la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua), organizó un acto en reconocimiento a su invaluable labor en el desarrollo de los cursos de posgrado de Dermatología. Fue subdirector docente del Hospital Dermatológico Nacional. En el año 2001, la Facultad de Medicina de la Universidad Americana, en reconocimiento a su labor docente, le otorgó el Diploma de Honor al Mérito. Actualmente continúa su actividad como profesor titular de la Cátedra de Dermatología de esa Universidad. También sigue participando como expositor en congresos médicos nacionales y extranjeros.
Figura 6. Hermann Allan Schäffer Urbina Figura 7. De izq. a der.: Erasmo Aguilar, Hermann Schäffer Urbina, Berthalina Cuevas, Federico Prado y Aldo Edgar Martínez Campos
Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina (1945-1998) En 1980, fue cofundador de la cátedra de Dermatología de pregrado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua). Durante ese mismo año participó en un estudio de campo para la detección de nuevos casos de lepra en los departamentos de Chinandega y Managua (figura 6). Su participación fue fundamental en la construcción y desarrollo de la cátedra de posgrado de Dermatología, donde participó en forma activa y eficiente en la elaboración de los programas y planes de estudio de la especialidad. Como docente tenía el arte de saber trasmitir sus conocimientos, lo que hizo que fuera un profesional muy respetado entre la comunidad médica de Nicaragua. Fue subdirector docente del actual Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco José Gómez Urcuyo, labor que desarrolló con gran eficiencia, lo que contribuyó a una mejor capacitación de los residentes12 (figura 7). Fue profesor invitado en numerosos congresos nacionales e internacionales, donde expuso sus trabajos y experiencias personales. Fue presidente de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología y en dos oportunidades secretario adjunto por Nicaragua ante la Sociedad Centroamericana de Dermatología6. En 1991 la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua le otorgó un reconocimiento por su destacada labor como docente durante 10 años en la institución. En 1999 el Ministerio de Salud, en ceremonia solemne, develó una placa de
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mármol en el Auditorio del Centro Nacional de Dermatología para recordar su obra como docente y su ejemplo de vida. Fue uno de los dermatólogos más importantes que ha tenido Nicaragua, y su ausencia es sentida por todos. La Asociación Nicaragüense Dermatología ■deLa Asociación
Nicaragüense de Dermatología
En 1957 se inician las gestiones para su fundación, que se llevará finalmente a cabo el 4 de mayo de 1961, en la Declaración de Managua, con el nombre de Sociedad Nicaragüense de Dermatología y Sifilogía. Posteriormente, por razones legales, debió cambiar su nombre inicial por el de Asociación Nicaragüense de Dermatología. Sus fundadores fueron los Drs. Carlos Irigoyen, Alcides Delgadillo, Armando Morales Ettienne, Jorge García Esquivel, Ernaldo Ávalos Vega y Carlos Delgado González, todos ya fallecidos5. La Asociación Nicaragüense de Dermatología agrupa a la gran mayoría de los dermatólogos del país. Hasta el presente ha organizado XIX Congresos Nacionales de Dermatología6 enfocados hacia las siguientes especialidades: Dermatología, Medicina Interna, Pediatría, Cirugía Plástica y Medicina General; en algunos congresos se han presentado temas dirigidos a la atención primaria, a la formación de residentes y estudiantes de medicina. También ha organizado a través de sus miembros directivos, tres congresos centroamericanos. A través de la Asociación se han realizado acuerdos con la Facultad de Medicina de la Universidad Americana para llevar a cabo programas de Educación Médica Continua en Dermatología y Cursos de Actualización Dermatológica. El 6 de octubre de 1998, durante la Asamblea General de la Asociación Nicaragüense de Dermatología, se crea la beca de estudio “Dr. Hermann Allan Schaffer Urbina” en memoria de este eminente dermatólogo nicaragüense; la beca consiste en $US 200 mensuales y está dirigida a los médicos jóvenes, con excelente promedio durante su carrera, que deseen estudiar Dermatología. El primer médico que obtuvo esa distinción fue el Dr. Hermann Allan Schaffer Suárez, quien realizó sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Marroquín, Guatemala. La Asociación cuenta también con un fondo de ayuda mutua y un seguro colectivo de vida para los dermatólogos miembros de la Asociación que lo necesiten en caso de enfermedad o muerte6.
■ El Centro Nacional de Dermatología Gómez Urcuyo
Centro Nacional de Dermatología “Dr. Francisco José Gómez Urcuyo” Dr. Francisco
El 20 de febrero de 1995, a 25 días de la muerte del ilustre dermatólogo, el Ministerio de Salud –a petición de la Asociación Médica Nicaragüense y de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología–, en ceremonia solemne le dio su nombre a la institución que fundara el Dr. Gómez Urcuyo el 1º de febrero de 1978 (figura 8), con la colaboración del Dr. Ángel Martínez Jiménez, a cargo de los pacientes hansenianos, el Dr. Aldo Edgar Martínez Campos, como sub-director docente, el Dr. Federico Prado Rocha, como jefe de la consulta externa, el Dr. Claudio Galo Sandino, microbiólogo clínico, como jefe y fundador del actual laboratorio del hospital. Posteriormente se incorporaron los Drs. Hermann Schaffer Urbina, como jefe de pacientes hospitalizados, Josefa Pineda, Leonor Corea, Hugo Argüello, médico patólogo, discípulo del Prof. Akerman, Marlene Parra García y la Lic. Dalia Torres Flores12. En el presente es hospital escuela, con un promedio de atención de 300 pacientes por
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Figura 8. Develación de la placa de bronce en homenaje al Dr. Gómez Urcuyo en el Centro Nacional de Dermatología. De izq. a der.: Sra. Inés Hurtado vda. de Gómez Urcuyo, Sra. Sara Urcuyo, madre del Dr. Gómez Urcuyo y Lic. Martha Palacios, Ministra de Salud 1995
ALDO EDGAR MARTÍNEZ CAMPOS , JORGE ISAAC NEIRA CUADRA
día, y se lo considera la cuna de la actual dermatología nicaragüense13. En él se han graduado 47 dermatólogos nicaragüenses y dos extranjeros. El primer dermatólogo graduado en Nicaragua fue el Dr. Alfonso Bendaña Hurtado, el 25 de noviembre de 198510. Actualmente hay 14 residentes de Dermatología; se da atención especializada en forma integral a todos los pacientes dermatológicos y la docencia es impartida en su gran mayoría por dermatólogos graduados en Nicaragua. Además trabajan y colaboran con la actividad docente médicos internistas y cirujanos plásticos. El Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco José Gómez Urcuyo trabaja en coordinación con el Hospital Antonio Lenin Fonseca, centro de 300 camas que le da apoyo médico para resolver los casos de los pacientes que necesiten atenciones especializadas. En años posteriores a la gestión del Dr. Gómez Urcuyo se han realizado remodelaciones que es justo recordar, entre ellas las modificaciones en la sección de los consultorios externos llevadas a cabo por el entonces Director del centro, el Dr. Juan José Cabrera, en el año 1983.
■ LaLaactividad docente dermatológica en Nicaragua actividad docente dermatológica en Nicaragua Podemos afirmar en forma categórica que la fundación de la cátedra de posgrado de Dermatología en 1982 marcó un salto cualitativo y cuantitativo de la especialidad en nuestro país. Fue una decisión acertada y sabia formar especialistas en Nicaragua. Se juntaron en la cátedra corrientes de enseñanza de las escuelas de Argentina, Uruguay, México, España, Francia y Brasil, lo que dio como resultado una sólida formación de los nuevos dermatólogos nicaragüenses. Hay que destacar que la cátedra sigue funcionando bajo la responsabilidad docente de los dermatólogos formados en Nicaragua, en su inmensa mayoría. Actualmente hay en Nicaragua tres Facultades de Medicina que imparten docencia dermatológica: dos en Managua y una en la ciudad de León. En la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma (Managua), hay una cátedra a nivel de pregrado, cuya profesora titular es la Dra. Marlene Parra García. La cátedra de posgrado actualmente no tiene profesor titular y funciona bajo la responsabilidad del Dr. Erasmo Aguilar Díaz, graduado en Nicaragua. Actualmente hay 14 médicos residentes de Dermatología haciendo la especialidad, con un programa de tres años. Para optar al título de especialista tienen que realizar un trabajo de investigación y hacer su defensa. En su gran mayoría, los médicos residentes son becados por el Ministerio de Salud, pero hay unos pocos que estudian con fondos propios. El ingreso se hace por medio de un examen de admisión; a partir del puntaje obtenido, sumado al de las calificaciones del pregrado y al currículum, se hace la selección de los mejores. El número de ingresantes lo determinan cada año las autoridades del Ministerio de Salud en conjunto con la Facultad de Medicina. La Facultad de Medicina de la Universidad Americana sólo tiene docencia a nivel de pregrado; su profesor titular es el Dr. Aldo Edgar Martínez Campos (figura 9). Estas tres cátedras se imparten en el Centro Nacional de Dermatología Dr. Francisco José Gómez Urcuyo, que está calificado como Hospital Escuela. La Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (León) tiene como profesora titular del pregrado a la Dra. Nubia Pacheco Solís. Las clases se imparten en el Hospital Escuela Oscar Danilo Rosales, que es un hospital general. En esta facultad no existen estudios de Posgrado en Dermatología. De las nuevas generaciones (figuras 10, 11, 12) –todos graduados del posgrado de Dermatología en Nicaragua desde 1982, con excepción del Dr. Hermann Allan Schaffer Suárez–, podemos destacar los siguientes especialistas:
Figura 9. Aldo Edgar Martínez Campos, impartiendo cátedra en el Centro Dermatológico
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Historia de la Dermatología nicaragüense
Figura 10. De izq. a der.: Alejandro Varel, Federico Prado, Sonia Rivas, María Eugenia Medina, Gladis Rosales, Aldo Edgar Martínez Campos, Hermann Schaffer Urbina y Ángel Martínez Figura 11. De izq. a der.: Jorge Isaac Neira Cuadra, Hermann Allan Schäffer Urbina, Lesbia Altamirano, Aldo Edgar Martínez Campos, Eréndira Rizo y José Miguel Gutiérrez
Dra. María Eugenia Medina Zepeda: fue coordinadora del posgrado de Dermatología en la Unidad Docente Asistencial del Policlínico Oriental (1988-1994) y en el Centro Nacional de Dermatología “Dr. Francisco José Gómez Urcuyo”, desde 1996 hasta 2002, fecha en que renuncia. En 1989 participó en un estudio de campo para la detección de nuevos casos de lepra en San Francisco Libre, Managua y en Chinandega. Ha participado en congresos extranjeros como expositora y en congresos nacionales como profesora invitada, dando a conocer sus experiencias y trabajos. Dra. Luz Cantillo: fue Directora del Centro Nacional de Dermatología “Dr. Francisco José Gómez Urcuyo” durante el período comprendido entre 1994 y 1997, realizando remodelaciones en la consulta externa y en el auditorio del hospital. Participó en el trabajo de campo en el Municipio de San Francisco Libre, Dpto. de Managua, donde se encontró un foco leprógeno y varios casos de lepra nodular infantil. También participó en el trabajo de campo realizado en el año 1996 en las comunidades de El Zapote, Real de la Cruz y Sabana Larga, en el Departamento de Matagalpa, donde se encontró que los pozos que abastecían el agua potable estaban contaminados con arsénico, habiéndose detectado 111 personas con Hidroarsenicismo crónico regional y endémico (HACRE). Ha participado en congresos extranjeros como expositora y como profesora invitada en congresos nacionales, donde ha dado a conocer sus experiencias y trabajos. Actualmente es docente de la cátedra de pregrado de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua). Dra. Alina Gómez: coordinó el trabajo de campo realizado en el Municipio de San Francisco Libre, Departamento de Managua, donde se encuentra un foco leprógeno y participó con la Dra. Luz Cantillo en el trabajo de campo donde se detectaron 111 pacientes con HACRE. En el XXII Congreso Centroamericano de Dermatología, realizado en la ciudad de Panamá, ganó el primer premio en la exposición de carteles con los resúmenes de los casos de arsénico. Ha participado como expositora en congresos extranjeros y como profesora invitada en congresos nacionales, donde ha dado a conocer sus experiencias y trabajos. Durante un año fue docente de las cátedras de pre y posgrado de Dermatología. Dr. Leónidas Pacheco Mora: fue presidente de la Asociación Nicaragüense de Dermatología, durante los años 1996-1998. Tuvo a su cargo la organización de dos congresos
Figura 12. De izq. a der.: Aldo Edgar Martínez Campos, Berthalina Cuevas, Federico Prado, Alejandro Varel, María Eugenia Medina, Erasmo Aguilar, María Luisa Álvarez, María Mercedes Palma, Hermann Schäffer Urbina
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nacionales de la especialidad. Ha participado como profesor invitado en diversos congresos nacionales. Dr. José Miguel Gutiérrez Arostegui: fue presidente de la Asociación Nicaragüense de Dermatología en el período comprendido entre los años 1998-2000 y como tal organizó dos congresos nacionales de la especialidad. Fue director del Centro Nacional de Dermatología durante los años 1997-1998. Dra. María Luisa Álvarez Ortiz: fue presidenta de la Asociación Nicaragüense de Dermatología en el período comprendido entre los años 2000-2002; en ese lapso organizó dos Congresos Nacionales de Dermatología. Ha participado como profesora invitada en congresos nacionales y como expositora en congresos extranjeros. Dr. Erasmo Aguilar Díaz: desde el año 2002 es el coordinador del posgrado de Dermatología. Ha participado como profesor invitado en congresos nacionales. Participó en el trabajo de campo en el Departamento de Matagalpa, donde se encontraron 111 pacientes con HACRE. Dra. Sonia Rivas Serrano: actual presidenta de la Asociación Nicaragüense de Dermatología, desde el año 2002. Ha organizado dos congresos nacionales de la especialidad y ha participado como profesora invitada en numerosos congresos nacionales. Dr. Hermann Allan Schaffer Suárez: es profesor auxiliar de la cátedra de pregrado de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Americana. Dr. Jorge Neira Cuadra: actualmente es director del Centro Nacional de Dermatología, al cual le ha hecho mejoras estructurales. Es profesor auxiliar del pregrado de la Facultad de Medicina de la Universidad Americana y profesor auxiliar de la cátedra de posgrado de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Managua). Por su capacidad y dedicación, se ha convertido en un sólido pilar en la enseñanza y desarrollo de la cátedra de posgrado. Ha participado como profesor invitado en congresos nacionales y como expositor en congresos internacionales. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la Dermatología nicaragüense, a pesar de ser una especialidad con poca membresía, actualmente ocupa un lugar de honor en la medicina de nuestro país por el prestigio y capacidad científica que le dieron en el pasado sus fundadores, los cuales legaron una hermosa obra que las actuales generaciones de dermatólogos están fortaleciendo y enriqueciendo con su trabajo arduo y constante. Estamos plenamente convencidos de que el presente y el futuro de la dermatología de Nicaragua está en buenas manos y que nos espera un futuro muy promisorio. ■ Octubre, 2004
■ Referencias bibliográficas 1. Ministerio de Salud. Dirección de Docencia e Investigación. Recursos Humanos. Libro de Registros. 1984 a 2004. 2. Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Dirección de Estadísticas Sociodemográficas.
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Población total por área de residencia y sexo. Dpto. de Proyección; 2004. 3. Gómez Urcuyo F. Pasado, presente y futuro de la lepra en Nicaragua. Trabajo presentado en el 11º Congreso Internacional de Lepra. México. 13-18 nov 1978. 4. Vázquez Blanco R. Historia de los Congresos Centroamericanos de
Dermatología. 23º Congreso Centroamericano de Dermatología; 2002. 5. Libro de Actas de la Sociedad Nicaragüense de Dermatología. Año 1973. 6. Libro de Actas de la Asociación Nicaragüense de Dermatología. Año 1990. 7. Delgadillo P. Historia de la lepra en Nicaragua. Managua: Mercurio.
Historia de la Dermatología nicaragüense 8. Gómez Urcuyo FJ. Libro de Poemas (inédito). 9. Ministerio de Salud. Dirección de Docencia e Investigación. Recursos Humanos. Libro de Registros. 1984 a 2004. 10. Libro de Actas de Examen de Posgrado de Dermatología. Managua: Facultad de Medicina. Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua. 1984-2004. 11. Libro de Actas de la Asociación Médica Nicaragüense. 1990-2004. 12. Centro Nacional de Dermatología Francisco José Gómez Urcuyo. Libro de Archivos de Recursos Humanos. 1982-2004.
13. Centro Nacional de Dermatología Francisco José Gómez Urcuyo. Libro del Departamento de Estadísticas; 2004.
APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN PARAGUAY JULIO CORREA
A manera de prólogo
■ A manera de prólogo
N
uestro continente, versátil y misterioso por donde se lo mire, guarda en su interior infinidad de manifestaciones que a través de las razas nativas que la poblaron y que la pueblan constituyen el riquísimo legado del desarrollo de la medicina en todas las latitudes de las Américas, con expresiones testimoniales conservadas en esculturas, cerámicas e inscripciones que muestran, entre otras, las enfermedades relacionadas a la piel. Sin duda, las contribuciones de los autores mexicanos, colombianos, peruanos, chilenos, argentinos, entre otros tantos países de la confraternidad latinoamericana, ratificarán este concepto con lujo de detalles. He preferido denominar a este trabajo simplemente “Apuntes sobre la Historia de la Dermatología en el Paraguay” debido a la dimensión del tema que abarca años de desarrollo de numerosas civilizaciones, principalmente durante la era pre-colombina y en especial de la raza tupí-guaraní; aquellos habitantes de una gran parte del territorio sudamericano, lamentablemente dejaron escasos testimonios, a través de sus manifestaciones artesanales, de los extraordinarios conocimientos que tenían sobre las propiedades curativas de las plantas. Sin embargo, afortunadamente, algunos datos fueron recogidos por diligentes observadores como fueron los conquistadores, los jesuitas, los propios nativos escolarizados y numerosos estudiosos y académicos que llegaron a estas tierras y que en notables trabajos de investigación dieron fe del extraordinario desarrollo cognoscitivo de los naturales del continente. El Paraguay, país mediterráneo de riquísima y sorprendente historia, antes de la conquista ocupaba territorios que comprendían gran parte de lo que hoy son Brasil y Argentina, con límites con el Perú y Bolivia; pero fue desmembrándose, durante la Colonia, por los enfrentamientos entre portugueses y españoles; en el primer caso, principalmente por el empuje de los bandeirantes, malocas paulistas, movidos por sus intereses por esclavizar mano de obra barata; en el segundo, por la desatención hacia esos extensos territorios. Y en la época independiente, la cruenta guerra que soportó el Paraguay
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–llamada de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay)– entre los años 1865-1870, mutiló aún más el territorio y aniquiló a gran parte de la población, sumiendo a los sobrevivientes en la desolación y la miseria como consecuencia de las balas, el hambre y las innumerables pestes en los campos de batalla. Durante la reconstrucción de la patria después del nefasto quinquenio se producen los primeros acontecimientos que marcan los inicios de la historia dermatológica en el Paraguay. Los numerosos documentos que hemos consultado sobre el período constituyen un conglomerado interesante de informaciones referidas a lo más notable sobre las enfermedades de la piel en nuestro país, los mecanismos para combatirlas y sus resultados, aportadas por destacados componentes de estas comunidades. El objetivo de esta introducción es despertar el interés de los que vienen llegando para que su aporte contribuya a enriquecer aún más la historia de la Dermatología en el Paraguay. Mi gratitud y reconocimiento a los que colaboraron con este modesto trabajo.
■ LaI.población deAmérica. América. El hombre La población de El hombre americanoamericano En América no se han hallado fósiles de homínidos; el amerindio no es autóctono, sino que llegó de Asia en el Paleolítico superior y en el temprano Neolítico. La aparición del hombre en América se hizo en época relativamente reciente, más tarde que en Europa, hace no más de 30.000 años (35 a 40.000 según Bates), conforme a los hallazgos arqueológicos y estudios realizados. Los pobladores de América vinieron desde Asia por tierra, en oleadas sucesivas, a través del estrecho de Behring. Eran hombres de tipo mongoloide, aún poco diferenciados (con caracteres no muy acentuados de las razas mongólicas y amarillas), dolicocéfalos, provenientes de tribus primitivas paleoasiáticas del Norte de Asia1. Existen también otras teorías de diversos autores, citados por González Torres, para explicar la presencia del hombre americano en el continente. Paul Rivet, del Museo del Hombre y del Museo de Historia Natural de París, señala cuatro corrientes migratorias: 1. Mongoloide (la principal teoría): llegaron desde el Asia por el estrecho de Behring. 2. Llegaron en embarcaciones desde Polinesia, Melanesia, Oceanía, islas del Pacífico, pasando por la isla de Pascua; se plantean ciertas dudas sobre la posibilidad de tamaña travesía hace treinta mil años. 3. Cruzaron por zonas del Pacífico más al Norte, alcanzando diversas alturas de la costa americana. 4. Migración del hombre australiano a través de la Antártida para llegar al extremo meridional de América; antecesores de los patagones y fueguinos, con elementos culturales comunes con australianos. Existen también otras teorías, algunas fantásticas. Las principales fuentes de datos prehistóricos en América son los montículos y sambaquíes y restos hallados en cuevas y cavernas. Los fósiles humanos más antiguos encontrados en nuestro continente, medidos por el carbono 14 son (siempre siguiendo a González Torres): – Isla de Rosas, costa californiana, 38.000 años. – De Lewisville, Texas, 37.000 años. – De Sandia Cave, 26.000 años. – De Tule Springs, Nevada, 22.000 años. – De Chile, 10.000 años. – De Folsom (hogueras de hombres de Folsom) 9.889 años. – De Lagoa Santa, Brasil, 6.000 años.
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Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
Los caracteres antropológicos del hombre del Paleolítico superior son: dolicocefalia (cabeza alargada, con la bóveda craneana elevada, paredes delgadas), cara larga y estrecha, nariz mediana, arcos superciliares acentuados, cabellos lisos. Se los llamaba australoides porque aún existen individuos y pueblos con la misma característica antropológica en Australia. Están representados hoy por los algonquinos y shoshones de América del Norte; y por los gé, kaingua, siriones, tobas y tehuelches, entre otros, en América del Sur. Los hombres del Paleolítico superior aparecieron en el Paraguay hace 6.000 años. Según Canals Frau, los pobladores del Paleolítico superior de América del Sur forman tres grupos raciales, todos dolicoides: los antepasados de los huárpidos (altos, delgados, pilosos: huarpes de Cuyo, siriones del oriente boliviano), que bajaron por México, Centro América, Colombia, zonas interandinas; los lágidos (bajos, fuertes, pilosos: kainguá, gé, entre otros), que alcanzaron Venezuela, la cuenca del Orinoco hasta Brasil Central y Oriental, Paraguay y NE argentino. Los patagónidos (altos, robustos, poco pilosos); los tehuelches de la Patagonia, que habitaban desde Tierra del Fuego hasta el centro del Brasil. En el Neolítico, vinieron otras oleadas migratorias que ocuparon Alaska, el norte de América del Norte hasta el Este (esquimales) y luego migraron al sur (5500 a 5000 a. C.); se afirma que también vinieron de la Polinesia. Eran braquicéfalos (cráneo más corto y ancho), sedentarios, agricultores, pastores y ganaderos. Usaban herramientas y armas de piedra pulida, huesos, astas, marfil. Conocieron y perfeccionaron la cerámica, alfarería, hilado, tejido; tenían organización social, vivían en aldeas. Desarrollaron las artes y la religión. Eran buenos navegantes y perfeccionaron sus embarcaciones. Los actuales representantes de estos grupos son los muscogui y sudástidos en el SE de los Estados Unidos; los apaches en el norte de México; los esquimales: amazónidos, arawakos, brasílidos, caribes, guaraní-tupí. En el Paraguay aparecieron hace unos 3.000 años a.C. tribus de cultura neolítica. Vivían en la selva, en nuestra región Oriental, en grandes casas comunales y agrupamientos aldeanos. Las razas amerindias se han clasificado desde diferentes puntos de vista: por áreas geográficas, familias lingüísticas, áreas culturales, etc. En la época del descubrimiento de América había en el continente cuatro subgrupos, conforme acepta la mayoría de los antropólogos: 1. Indios norpacíficos en Alaska y Oeste de las Montañas Rocosas, a lo largo del Pacífico Norte hasta California; entre ellos, los apaches, principalmente, que bajaron hasta México. 2. Indios subpacíficos o del Pacífico sur, desde México, América central, por los Andes hasta la Patagonia. Son los neo-amerindios, aztecas, mayas, incas, araucanos en Chile, pampeanos y patagones en las praderas del este de los Andes, Chaco austral, Pampa y Patagonia. 3. Indios noratlánticos, en las llanuras de América del Norte, al oeste de las Montañas Rocosas, cuyos principales representantes eran los pieles rojas, bastante alejados del mongol, con 1,70 m en promedio de estatura. 4. Indios subatlánticos o del Atlántico Sur, en selvas de América del Sur al este de los Andes, hasta la costa atlántica; de ligero aspecto mongoloide, mesocéfalos, de baja estatura (1,55 a 1,60 m); divididos en numerosas naciones, parcialidades o tribus. En las Antillas estaban los caribes. Existían también otras razas que no incluiremos aquí para detenernos más en el análisis y comentario de las naciones que componían las grandes áreas de la América del Sur donde se dieron a conocer las grandes civilizaciones de las cuales descendemos. Para ser más puntuales, citaremos a la referente obligada de la antropología paraguaya, Branislava Susnik, quien realizó una síntesis de las características raciales y socioculturales y de las migraciones de los pobladores prehistóricos del Paraguay, agrupándolas en tres tipos:
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1. El pámpido: habitó hace 5-6 mil años a.C. en Chaco y la Pampa; de características físicas y culturales paleolíticas. Los actuales descendientes serían los makã y los mbajáguaikurú. 2. El lágido (por los fósiles encontrados en Lagoa Santa, Minas, Brasil), habitó hace 5-6 mil años a.C. en la región oriental del Paraguay, estados de Paraná, Santa Catarina y Rio Grande do Sul en Brasil, y Misiones, Argentina. 3. El amazónico: 3000 años a. C. cruzó el istmo de Panamá, llanos de Colombia y Venezuela hasta el Amazonas, bajó por los afluentes (Madeira, Tapajos, Xingú, Araguaica, Tocantins) y llegó al Paraguay hacia el año 500 a. C. Son los paleoamazónidos o ava-amazónidos, que alcanzando las nacientes del Río Paraguay se dispersaron por afluentes hasta el Paraná y costa Atlántica. De tipo racial proto-malayo mongoloide, braquicéfalos, baja estatura, cultura neolítica. Los guarani-tupí son racialmente amazónicos, como también lo son los jíbaro pano, hacia occidente, hacia los Andes y los arawak, caribes, entre otros. Entre los migrantes avá-amazónidos se distinguen dos ramales importantes: 1. Los protomby’á, que entraron en contacto con los kaingang y les impusieron su lengua avá ñe’e. Poblaron la zona del río Paraguay y afluentes. Estaban organizados en grupos de un solo linaje en una casa comunal. 2. Los protocarios, de asentamiento más reciente (menos de 500 años a.C.) en el mismo territorio, se impusieron a los anteriores, fusionándose con ellos. De cultura neolítica, agrupados en aldeas (tekoja), en multilinajes (ñandurá), con un jefe (mburuvichá); eran agricultores. Practicaban la poligamia y el rapto de mozas con fines de alianza, de parentesco político (tovajá) y de ayuda mutua. Los dos grupos, protomby’a y protocarios, se fusionaron bajo el dominio de los segundos, para constituir la gran nación guaraní. Varias parcialidades, que constituían la nación guaraní, fueron contactadas por los descubridores, conquistadores, colonizadores y misioneros españoles y portugueses. Citaremos algunas de las principales, siguiendo a Bertoni y Susnik, con especial referencia a la Provincia del Paraguay: Kario, Tobati, Guaraní, Guarambaré, Iratí, Paranae o Paranaygua, los Yguazu, Akaray, Monday, Guyrae, Jakui-Tape, Tape, Tarumá. Todos ellos ocupaban territorios definidos, delimitados por ríos, serranías, lagunas y bosques. Eran agricultores, siempre comandados por caciques cuyos nombres se constituyeron en leyenda por la férrea defensa de sus territorios frente a la pretensión extranjera. Se citan otras parcialidades que incluyen a los guaraní-tupí, los cuales se habían diseminado por los territorios actuales de Brasil, Bolivia, Argentina, entre otros. En territorio paraguayo, en el Chaco, Región Occidental, mencionamos las parcialidades que viven allí actualmente: Ayoreos, Chamacocos, Tapieté, Chiriguanos, Guaná, Toba, Sanapaná, Anguite, Lengua, Choroti, Nivaclé, Makã, Toba-lengua. En la Región Oriental, los Pa’i-Tavyterã, Ava-Chiripa, Ache-Guayaki, Mbyá-Guaraní. Territorio deldel Paraguay: Descubrimiento. Colonia. Independencia. Guerra de la Triple ■ El II.territorio Paraguay. Descubrimiento. Colonia. Alianza (1865-1870) Independencia. Guerra de la Triple Alianza (1865-1870) En el siglo XVI, el primer gobierno instalado por los españoles en las regiones del Paraná fue el de Asunción del Paraguay, adonde se trasladan los pobladores de Buenos Aires en 1541. Por la rápida extensión de la conquista, la gobernación del Paraguay comprendía los inmensos territorios que hoy forman las Repúblicas de Argentina, Paraguay, Uruguay y algunas Provincias del Brasil, ocupadas entonces por los españoles. Teniendo presente esa organización de nuestras antiguas casas en aquellos vastísimos países, se comprende fácilmente que con el nombre de Paraguay se designaban por regla general los territorios situados desde el Perú y el centro de Bolivia al norte, hasta el extremo meridional de América del Sur, y desde los Andes hasta el
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Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
Océano Atlántico; como en todo ese país la principal gobernación era entonces la de Paraguay –puesto que la de Tucumán era inferior y la de Buenos Aires no se fundó hasta 1617–, los Jesuitas, al constituir una provincia religiosa en aquellas regiones en el año 1607, tomaron para sí la denominación civil que entonces prevalecía en el territorio ocupado por ellos. Empezó pues a llamarse “Provincia de Paraguay” (Paraquaria en latín) y con ese nombre perseveró hasta que fue expulsada la Compañía por Carlos III2.
Estas afirmaciones corresponden a la monumental obra dedicada a la historia de la Compañía de Jesús del Padre Antonio Astrain S. J. Del análisis meduloso que realiza el investigador Luis T. González sobre las causas y consecuencias de la mediterraneidad del Paraguay (figura 1), situación a la que fue destinado por muchos desaciertos de gobernantes de turno y elementos extraños a las autoridades españolas, rescatamos lo siguiente: La provincia gigante de las Indias inicia la decadencia con las primeras mutilaciones territoriales. Cuatro desmembraciones graves sufrió el Paraguay. En virtud de ello no sólo perdió extensas zonas territoriales, sino que le fueron cercenadas parcialidades vitales para su existencia. La segregación amazónica y de la zona de Cuyo, por ejemplo, con ser importantes por su vastedad y riquezas, no influyeron en la continuidad de la nación. En cambio, el cercenamiento del litoral atlántico y de las Provincias del Sur fueron casos de verdadera conmoción orgánica para la provincia, cuyos efectos sufrimos hasta el presente3.
Figura 1. Mapa colonial de los límites de la antigua Provincia del Paraguay
Los acontecimientos que mencionaremos a continuación explican en forma fehaciente las causas que han llevado al Paraguay a su enclaustramiento geofísico, si así podemos llamarlo, situación que ha determinado la acertada expresión de la relevante figura literaria del Paraguay, Augusto Roa Bastos: “una isla rodeada de tierra”; así sintetiza las dificultades del derrotero angustiante de su tránsito interminable hacia el horizonte de su consagración definitiva, desde el punto de visto económico, político y social. En el vasto y criterioso trabajo del arquitecto e historiador Jorge Rubiani sobre la guerra de la Triple Alianza encontramos las siguientes aseveraciones: La desmesurada extensión de la Provincia no generó ningún problema en tanto su población se concentraba en el cerco marcado por la solitaria presencia de Asunción. Pero apenas comenzaban a surgir nuevas ciudades, obligados por la necesidad de dar coberturas al territorio y poner corte a la obstinada presencia portuguesa sobre los límites de éste, se manifestaron los inconvenientes. En 1562 se produjo la primera desmembración, la de Santa Cruz de la Sierra. Fue una consumación “ladina” de Ñuflo de Chávez, agraciado con el histórico desconocimiento de las autoridades sobre las peculiaridades de los territorios bajo su mando. Detalle que –en perjuicio del Paraguay- se repetiría algunas veces más. Cuando el Rey Felipe III firmó la desdichada Cédula Real del 16 de diciembre de 1616, el destino del Paraguay quedó a merced de sus vecinos del Sur. Por disposiciones, providencias y dictámenes de quienes manejaban a tientas el destino de las Colonias, lo que restaba de la antigua Provincia Gigante de las Indias se dividió en dos: la del Río de la Plata, que se quedaba con Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Concepción del Bermejo y la nueva Provincia del Guairá, integrada por Villa Rica, Ciudad Real, Xerez, a las cuales se agregó, casi subrepticiamente, nada menos que la ciudad de Asunción. El Paraguay quedaba así envuelto para siempre en la asfixiante atmósfera mediterránea. Pero si en aquella cédula no se especificaban divisiones geográficas sino
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de gobierno, tampoco se manifestaban límites precisos, aunque quedaba establecido que la línea divisoria entre las dos provincias eran “el río Bermejo y el Paraná central”. No iba a ser ése, sin embargo, el último golpe destinado a afectar la integridad territorial de la Provincia. Por el Tratado de Madrid, firmado con Portugal más de un siglo después, España abandonaba los territorios que ya había perdido de hecho: los que habían quedado bajo el amparo de la demarcación establecida en el Tratado de Tordesillas en 1594. El nuevo tratado entrega a Portugal no sólo extensos territorios del Paraguay (…), sino también siete pueblos de las Misiones Jesuíticas4.
Se cita también el Tratado de San Ildefonso del año 1777 en relación con la demarcación de límites, siempre favorables a la corte de Lisboa, por la falta de cooperación de la Corona española y por las actitudes ocupacionales de los portugueses. En la considerada séptima sustracción territorial sufrida por la provincia y con la promulgación de la Ordenanza del 17 de enero de 1782 se instituía Asunción como capital de la Intendencia del Paraguay. Por este documento fueron fijados los límites, coincidentes con los del distrito del Obispado. Los mismos eran los acordados en los Tratados de 1750 y 1777. En relación con la divisoria entre el Paraguay y las Provincias del Sur establecían la siguiente línea: el río Bermejo, río Paraná, Yberá, Mirinay, Uruguay e Ibycui, hasta el nacimiento de éste en el nudo grande de la sierra Santa Ana y una línea que de allí parte hasta frente a la desembocadura del Pepiry Guazu en el Uruguay. Pero en 1803, el Rey Carlos III elevó a la categoría de gobernación independiente los 30 pueblos de las antiguas misiones del Paraguay. Dos años después, el mismo Monarca adscribe dichos pueblos a sus territorios originales y designa a Don Bernardo de Velazco como “Gobernador militar y político e Intendente de la Provincia del Paraguay y de los 30 pueblos de las Misiones de los indios Guaraníes y Tapes del Paraná, Uruguay y Paraguay4. Bernardo de Velazco fue el último Gobernador español; durante su mandato se produjo el movimiento libertador del 14 y 15 de mayo de 1811, fecha en que el Paraguay logra su independencia de la Madre Patria. Respecto de los acontecimientos diplomáticos ocurridos en la posguerra de la Triple Alianza, que establecieron definitivamente los actuales límites de la República del Paraguay, mencionaremos los hechos más notorios suscitados en un marco difícil de negociaciones, ante las desavenencias entre el Brasil y Argentina por la colisión de intereses en pugna, y que tuvieron como terreno de negociación los términos del Tratado de la Triple Alianza. El Brasil conviene en fijar el Río Apa como límite entre el Paraguay y Brasil, lo que significaba la cesión de territorio paraguayo. Esta pretensión quedó firme en el Tratado de enero de 1872, firmado entre el Barón de Cotegipe y Carlos Loizaga, representante paraguayo. El 20 de mayo de 1875 se firmó un tratado de límites por el representante paraguayo Jaime Sosa y el representante argentino Carlos Tejedor, cediendo el Paraguay su territorio hasta el río Verde, en el Chaco Occidental. Este tratado no fue aprobado por el gobierno del Presidente Juan B. Gill. Se realizaron nuevas negociaciones que concluyeron con el acuerdo suscripto por el paraguayo Facundo Machain y el argentino Bernardo de Irigoyen, ampliando su territorio los argentinos hasta el río Pilcomayo. Como medida salomónica, se llevó a arbitraje la franja aludida entre el río Pilcomayo y el río Verde; el árbitro elegido fue el Presidente de los Estados Unidos, Rutherford B. Hayes, que falló a favor del Paraguay5. III. guaraníes: Los guaraníes: la la medicina empírica y su aplicación a las enfermedades generales y ■ Los medicina empírica y su aplicación la piel a lasdeenfermedades generales y de la piel Hemos visto la extensión del territorio que ocupaban los guaraní-tupí, repartidos en varias naciones y con nombres definidos que manifiestan múltiples expresiones de
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organización social, política, económica, administrativa y de costumbres. Estos habitantes de la tierra tuvieron que enfrentar situaciones difíciles como consecuencia de la actitud de conquista y dominación por parte de españoles y portugueses, principalmente. Pueblos enteros que vivían identificados con la naturaleza indómita que los rodeaba, de carácter pacífico, que trabajaban la tierra, que vivían de la caza de los montes, que dominaban los ríos y arroyos, domesticaban animales salvajes, vivían en comunidades numerosas y pequeñas, con sus creencias religiosas definidas, también debían convertirse en guerreros, defendiendo con celo el territorio donde habitaban. El mestizaje fue incontenible. Se fusionaron los atributos de las razas de América y Europa conservando las virtudes de cada linaje, que constituyen hoy día reflejos constantes de un período refulgente de nuestros ancestros. Moisés S. Bertoni, sabio suizo de vida y obra paraguaya, en su libro La civilización guaraní, cita a Carlos Cuervo Márquez para dar una semblanza de la raza: El indomable valor, la energía y el tesón con que defendían la libertad y su independencia; la desesperada guerra a muerte con que trataron de resistir la invasión europea, cuando se convencieron de que se presentaban como conquistadores para despojarlos de sus propiedades, arrancarlos de sus hogares y reducirlos a la más dura esclavitud; la ferocidad con que en sus represalias respondieron a la crueldad implacable y a la inaudita perfidia de los europeos hicieron que muy pronto el nombre “caribe” fuera sinónimo de valiente, de sanguinario y de cruel y que los individuos de esta raza fueran considerados como bestias feroces, cuya destrucción era permitida y cuya esclavitud era decretada.6
La determinación y las diferentes estrategias usadas por cada pueblo fueron el resultado de la realidad del momento, que había que saber administrar para preservar con dignidad la raza amenazada. El mejor conocedor moderno de la raza que fue la más civilizada de toda la parte occidental de nuestra América no exageró al decir de los guaraníes: “Fue uno de los mayores y más notables pueblos de la tierra” (General Couto de Magalhaes, O Selvagem, citado por Bertoni). La extraordinaria longevidad de los guaraníes se debía al extremo cuidado por la práctica de la higiene. La vida ordinaria de nuestros karaivés era de 150 años o más. El aseo del cuerpo era costumbre generalizada; se bañaban en los ríos por más frío que hiciera. Los chiriguanos se limpiaban la cabeza mediante las semillas machacadas de ñandihra. Cuidaban también mucho de sus uñas y no menos de los pies. Ninguna parcialidad guaraní andaba totalmente desnuda; pero la desnudez relativa fue, en cambio, muy general. La cuestión de la vestimenta nos lleva a hablar de la urucuización; esta operación diaria era obligatoria entre los karaives y los guaraníes del Norte y parte del NE, sus descendientes directos. El urukú o bixa orellana es un árbol geotrópico común, que cultivado por los indios llega hasta regiones serranas; produce una materia colorante que se forma en torno de las semillas. En Antillas y en todo el Norte de este continente se emplea como azafrán en muchas comidas. Cada mañana, después del primer baño y antes de secarse al fuego, todo varón karaivé se hacía frotar el cuerpo con un ungüento hecho de aquella materia, empastada con un aceite generalmente de palma. Como resultado todo el cuerpo, inclusive el rostro, presentaba un tinte colorado pálido especial, bastante lustroso, extraño pero no desagradable a la vista ni al tacto, pues toda mancha de la piel o cicatriz quedaba borrada y el cutis muy finamente satinado, a la vez que más blando y fuerte. Esa operación les proporcionaba una defensa contra los malos efectos de la lluvia, contra los ardores del sol y el frío en ciertas noches y por último, les preservaba de la picadura de insectos. La urucuización debía oponerse también a una transpiración excesiva que pudiese ser causa de debilidad y, al renovarse cada día, mediante un enérgico lavado, debía llevar toda impureza de la piel. Tan repetida fricción aceitosa debía detener también el
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endurecimiento senil, tanto el superficial y venoso como el interno, a consecuencia de los ejercicios que hasta una extraordinaria edad les permitía la soltura del cuerpo. De un extremo a otro del dominio karaivé-guaraní, la escarificación constituía una práctica general y característica. Lo fue en todo tiempo, y se ha conservado siquiera parcialmente en todas las entidades libres actuales. Es necesario tener presente que tenía varios fines, con varios procedimientos y un ritual especial para cada uno de los objetos que se proponía. Éstos fueron por lo menos seis: tres curativos, dos místicos y uno de orden higiénico para remediar el excesivo cansancio. La escarificación se hacía mediante diente de akutí, de pedernal, o costados de tacuarembó o de hojas cortantes, aguijones de palmeras, espinas de pescado o semejantes, de acuerdo con las regiones. Según fueran más o menos profundas las incisiones se dividían en tugwihkih y tugwihka; en la primera, la sangre mana lo suficiente para mojar toda la zona afectada; con la segunda, la sangre corre abundantemente o chorrea. La primera forma basta generalmente para remediar el cansancio y puede repetirse a menudo. La segunda deja mal durante una o dos semanas, y a veces el paciente debe permanecer durante varios días en cama, boca para abajo. La parte generalmente afectada es la posterior, desde las espaldas hasta las nalgas y en algún caso, las pantorrillas. Sólo en caso de enfermedad se aplica donde el mal está, como se hacía con las sanguijuelas y las ventosas escarificadas. Con la escarificación se efectúa evidentemente una descongestión local. En cuanto a saber cómo la descongestión puede eliminar el cansancio, no parece que haya otra explicación sino que con la sangre y la linfa se expelen también las toxinas y ciertos residuos que se van formando en los músculos sometidos a un trabajo excesivo. Al ser admitido a la mayoría de edad, el varón debía someterse previamente a uno de los tratamientos más rigurosos, que debía aquilatar su resistencia a los sufrimientos; con este fin se lo curaba rápida pero muy dolorosamente. Al nacer cada hijo varón, el padre se hacía otra escarificación, más rigurosa cuando se trataba del primogénito. En algunas colectividades –quizás en todas–, debía recogerse sangre para marcar con ella al recién nacido y comunicarle de esa manera una parte del espíritu del padre, pues se consideraba que en la sangre esencialmente está la vida y en el corazón, el alma. La escarificación expiatoria revestía formas diferentes y era de distinta intensidad, según la falta a expiar, el error que purgar, el peligro metapsíquico que evitar u otros motivos de este orden. Conviene destacar que las escarificaciones constituían al mismo tiempo extensos revulsivos y como eran bastante frecuentes, debían influir en la conservación de la salud general del cuerpo, aun cuando no fueran curativas. Cuando no se activa la cicatrización por medios artificiales, la revulsión resulta aún más poderosa, pues en este caso las heridas sanan más lentamente y siempre con alguna supuración. En algunas regiones parece haber sido éste el caso más común, a juzgar por las numerosas señales indelebles que los habitantes presentaban. Pero se sabía y aún se sabe cómo curar tales heridas de manera que casi no quede cicatriz. Ciertas sustancias eran empleadas como desinfectantes. Por ejemplo, el jugo del fruto del ñandihpa-guazú o genipapo (Genipa americana) era empleado con frecuencia como desinfectante de la piel en ciertas enfermedades, al punto de pintarse a veces con él todo el cuerpo, costumbre que se ha conservado. El decoctado de Paraih, llamado también palo amargo (Picrasma palo-amargo) así como el de otras especies simarubáceas (Simaruba, Quassia, Simaba) era muy usado para desinfección de la piel y preservación contra la picadura de los insectos y mosquitos, siendo todavía de uso general la primera especie, que parece ser la más activa y llega hasta el Sudeste del Paraguay. El agua hervida era también considerada acertadamente como medio para conservar la asepsia y desinfectaban con ella las superficies enfermas; el Barón Nordenskiold alaba mucho su empleo entre los guaraníes. Cabe destacar que entre los guaraníes el arte de curar era practicado por el payé, un indígena reconocido en la comunidad, observador inteligente que disponía de un
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arsenal terapéutico formado por innumerables plantas de la selva, cuyas virtudes conocían. Según Moisés S. Bertoni, el vocablo payé ha dado lugar a cierta confusión. Su acepción no es idéntica en todos los países ni parece que lo fuera tampoco antiguamente. No puede ser tomado como sinónimo de “hechicero”, porque ningún pueblo guaraní fue fetichista ni usó fetiches. El payé siempre es médico, pero no lo es esencialmente; y emplea sobre todo la sugestión y el magnetismo (que no es “curar con palabras” como algunos creen, y que es una costumbre supersticiosa de origen europeo): “El tuvichava, llamado erróneamente “cacique”, también suele ser médico; el kurupaih-voñanga también, pero más bien espiritista o evocador de espíritus”6. Con respecto de las enfermedades, ciertos abscesos merecen nuestra atención. Uno especialmente, el divieso o Miã, tiene a veces carácter epidémico y ataca a todos, mientras los nacidos comunes persiguen más a los de raza blanca y no aclimatados. Nadie ha visto un caso de escrófula, que yo sepa, entre los indios de raza guaraní, que viven sin contacto con los cristianos (tekokatu). Es notable lo poco que los escritores antiguos se ocuparon de la mayor parte de las enfermedades parasitarias. La leishmaniasis era mal interpretada, llamándosela con el nombre de la sífilis en España, esto es, bubas, y como algunas naciones guaraníes la llamasen “piã”, nombre que otros daban a una enfermedad que fue confundida con la sífilis, la confusión fue general. Conocían perfectamente el paludismo, con sus manifestaciones generales y la periodicidad de las crisis, conforme la variedad de parásitos. En relación con la lepra, Bertoni habla detalladamente del tratamiento empírico, pero no describe las clásicas lesiones de estos enfermos. Los guaraníes combatían esta afección, traída por los europeos a América, con el método de la sudación a chorro. El procedimiento paraguayo para curar la lepra parece ser idéntico a lo que Rochefort vio en las Antillas. Es necesario construir un horno de tal capacidad que la persona pueda caber en él cómodamente sentada. El horno se hace de barro ordinario. Enseguida de construirlo y cuando el barro está mojado (no se debe dejar secar), se le pone fuego liviano, no para quemarlo sino para calentarlo; esto puede hacerse con hojarasca o paja. Apagado oportunamente el fuego y tanteado el calor interno, para ver si el paciente podrá soportarlo, se encierra a éste completamente en el horno y se tapa con barro amasado dejando dos agujeros o una abertura, para mirar y respirar. La enorme tensión del vapor, determinada por la saturación de humedad y alta temperatura, no demora en producir una transpiración tan abundante que otra igual no puede haber. El sudor corre todo el cuerpo y luego por el fondo del horno. Creo que la operación poco debe pasar de media a una hora lo más. Entonces se abre y el enfermo sale. Éste es un momento crítico y peligroso. Inmediatamente los enfermeros deben cubrir al enfermo con ponchos y mantas de lana y al mismo tiempo enjugar todo el cuerpo. Es indispensable obrar rápido y que el sudor sea secado sin que el cuerpo se enfríe ni reciba corriente de aire, por poco que sea. Se seca refregando enérgicamente con tejidos de algodón. Hecho esto, se envuelve completamente al paciente, si es posible con ropa de lana, se le cubre bien y se acuesta en un cuarto cerrado, en el que debe pasar el resto del día. Al día siguiente puede levantarse pero no salir, si el tiempo no es caluroso y hay algún viento. Es indispensable que la vuelta a la temperatura normal y por fin a la vida libre, sea lenta y gradual. Que resulte eficaz y definitivo, es lo que actualmente no se puede afirmar. Agrego que es general la idea de que la lepra es una alteración de la sangre6.
La sífilis, esta enfermedad universal, de versatilidad signológica sorprendente, también es motivo de análisis por los autores paraguayos de la época y principalmente por Moisés S. Bertoni, a quien seguimos en este capítulo. En la excelente obra sobre la
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Historia de la Dermatología en el Perú, de los Drs. Luis y Elbio Flores Cevallos, se reafirma el origen americano de la sífilis, con documentaciones testimoniales de huacos precolombinos. Bertoni, en cambio, asegura la ausencia de la enfermedad antes de la llegada de los españoles, destacando lo contradictorio y extraño de que se diese por americana una enfermedad que no tenían los pueblos americanos y cuya propagación se realizó en Europa con enorme rapidez, mientras que en América no se desarrolló en miles de años. Subraya también el hecho de que los indígenas americanos no tuvieran un nombre para designar esta enfermedad y que hasta la fecha no lo tienen los indígenas de las tribus que permanecieron sin contacto carnal con los europeos. Todos los autores citados por Bertoni (Juan de Léry, Thevet, Guillermo Piso) destacan la enfermedad denominada piã o pian, que se caracteriza por presentar bubones generalizados, que a veces se ven incluso en niños. Como remedio, según indica Rochefort, se utiliza la corteza amarga del árbol Chipihú, con el nácar raspado de un nambí (concha), el jugo de ciertos ihsipós rastreros o yhvihmbi; y externamente, ciertos ungüentos y linimentos, que tienen un poder notable para la limpieza de las pústulas que se presentan generalmente sobre el cuerpo de los tienen el pian. Y agrega: Componen estos remedios mediante la ceniza de juncos o pirí quemados, con la cual mezclan el agua que segrega y que recogen de las hojas del caulinares del babirier; emplean también con el mismo fin el jugo del fruto del genipa y aplican sobre los botones la pulpa machacada de este fruto, que tiene el poder de atraer todo el pus de las llagas y cerrar los labios de las úlceras6.
Los guaraníes conocían diversos procedimientos para aplicar a las afecciones varias que se producían en la piel. La succión, que en guaraní es suvá, era muy conocida: Por lo demás los guaraníes conocieron desde muy antiguo la ventosa verdadera. La ventosa guaraní no era de vidrio, sustancia ignorada en América, sino que se hacía cortando convenientemente una calabaza o porongo (Lagenaria vulgaris) de manera de formar un embudo o cornete, que se aplicaba como nuestras ventosas, pero extrayendo el aire por aspiración por la parte angosta debidamente agujereada. Un buen suvandára (así llaman al operador) produce rubefacciones y levantamientos que no pueden dejar de tener su efecto sobre ciertas dolencias6.
El calor del fuego y los rayos solares son aprovechados por el médico o payé. Según Bertoni, que cita a Couto de Magalhaes: emplean también el fuego como agente terapéutico en caso de animales ponzoñosos como víboras o rayas. No cauterizan las heridas y las llagas como nosotros, sino que arriman al fuego el miembro herido y resisten hasta que ya no pueden soportar el calor; lo alejan entonces y pronto lo arriman otra vez y así repiten hasta que al calor suceda una especie de torpor, quedando el dolor adormecido6.
Es importante destacar que, por el celo que ponían en el aseo y por su disciplina en la alimentación, los indígenas presentaban muy pocas dermatosis. Guillermo Piso, citado por Bertoni, indica sólo dos: el empeine y el sarpullido. Para el empeine (en guaraní uñé, denominación que persiste hasta nuestros días y es utilizada por nuestros compatriotas de los hospitales públicos para designar a la dermatofitosis), se utiliza una hierba de aspecto gramináceo y modesto, llamada yupikaih; se usa machacada. También se emplea la vaina de una leguminosa, el Phaseolus caracalla, y en casos muy rebeldes la cáscara de sevipira, árbol brasileño de acción muy intensa. La sudamina o sarpullido se puede detener por el decocto de raíces de Yuripe
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(Iuripeva) con limones. Una de las especies de es muy parecida al Solanum robustum (Yaguarete-pó), con notable efecto sobre llagas y úlceras en general. Bajo los rótulos de úlceras y bubas se encuentran menciones entre antiguos autores sobre la leishmaniasis. Para la curación de las úlceras se usaban los ka’ã-tai, Polygonum acre y especies afines y la leche del guapoih (Picus). Una de las molestias más generales en ambas Américas es seguramente la ura (Dermatobia hominis) o mejor dicho, la larva de esta mosca, distinguida del animal adulto con el nombre de Mberuasó, siendo ambos nombres guaraníes. Para preservar de la ura no son siempre eficaces los insectífugos; sin embargo, conociendo las condiciones atmosféricas y la hora peligrosa y aromatizándose con ciertas plantas los indios generalmente la evitan, mediante el uso del aceite de Chupad y el decocto del Paraih y en el NE, a través de bálsamos diversos y el cocimiento del Tarokih, una Cassia de notables propiedades. En el caso frecuente de ser atacados, nunca practican corte alguno; cuando es pequeña, la extraen previa narcotización con tabaco o la asfixian mediante cáscara contusa de Ihvaika (Ocotea), u otra sustancia de análogo efecto, sacando luego la larva por presión. Se mencionan insectífugos como el Paraih (Picrasma palo-amargo), el Paraihva del NE (Simaruba versicolor) y los del Norte (Simaruba, Simaba, Quassia). Otro insectífugo poderoso es el Gwembé, designándose con este nombre dos o tres especies muy afines de grandes Philodendron, llamados también Embe, Aimbe, Guembepi (Ph. bipinnatifidum, Ph. lundii, Ph. lubium y tal vez otra), los mejores medios de defensa contra piques o niguas (Tunga penetrans). Para el ofidismo, los remedios usados por los guaraníes corresponden a cuatro categorías diferentes, aunque algunos podían pertenecer a dos o tres categorías a la vez. La primera propendía a la eliminación del veneno, la segunda a su neutralización, la tercera a sostener la vitalidad y la cuarta a prevenir los accidentes secundarios y la infección general. Se citan: la aplicación de barro a las mordeduras ponzoñosas, las ventosas escarificadas, la cauterización, pero no el escaldamiento. El más generalizado era el procedimiento sudorífico. La neutralización se intentaba de muchas maneras, como por medio del Yahape (Kullinga adorata), la ciperácea que en Paraguay lleva el calificativo de Kaapi-Kati-payé; tal vez la acción era más carminativa. Neutralizantes más efectivos eran el tabaco, en aplicación de hoja calentada a sudar; el Caapiã (Dorstenia) en aplicación externa el jugo o interna, la infusión a frío de la raíz contusa; los cataplasmas con mandioca (la raíz cruda y rallada). Es necesario mencionar también la saliva de persona en ayunas aplicada a la herida, manteniéndola húmeda. Como desinfectante se usaba la esencia del incienso (Myrocarpus frondosus); la piel del fruto del Guavira (Campomanesia guavira y especies afines); entre los mejores, está el Ihsihpo Kati o Milhombres (Aristolochia brasiliensis, Ar. Triangularis), que sostiene las fuerzas, combatiendo la paralización. El Yahape verdadero (Kyllinga), fuerte carminativo, está en el mismo caso. Los guaraníes tenían conocimiento de la inmunización por inoculación previa. Se hacían morder por especies de menor ponzoña, como la culebra ñakanina, con el fin de que las eventuales mordeduras de víboras más peligrosas no les resultasen mortales6.
El manejo de las heridas; gangrena, desinfección Los guaraníes, que vivían integrados a la naturaleza y que iban a la guerra en circunstancias específicas, sufrían todo tipo de lesiones de piel. El vendaje se hacía con tejidos de algodón. El lavado de heridas nuevas era practicado en pocos casos y, según el país o páramo, con agua hervida. A veces se hacía con ciertos aceites como el de karaiva, destilado por un árbol del Nordeste, que a la vez sirve contra los tumores en general. La medicación más empleada era la esencia del myrocarpus, es decir, la resina de
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incienso, obtenida por cocimiento o infusión en agua caliente o fría del Myrocarpus frondosus o las especies afines llamadas Kavureih o Kavureihva. Entre las más usadas estaba también el Mboichini-Ka’a, llamado por muchos “yerba santa” (Baccharis vulneraria Backer) cuyas hojas verdes se aplican sobre las heridas. Conocían lo necesario para la aplicación de la medicación tópica conforme las lesiones se presentaban en diferentes regiones anatómicas. Para la cabeza, en caso de contusión o corte, destinaban como remedio insuperable el aceite de Chupad. Se colocaba al herido en hamaca de manera que la cabeza permaneciera mucho más alta que el cuerpo. Para los ojos, el jugo de Kupaihra, por decocto, mezclándolo con albúmina de la clara de los huevos de las aves. Para las lesiones de pies, el chupad agregado al bálsamo o resina de incienso. Las resinas óleo-esenciales de varias especies de Icica, Myrocarpus, Myroxylon, Protium y otras especies parecidas substituían al incienso y al chupad donde estos árboles escaseaban. Apelaban a estas oleorresinas para que las heridas no dejasen cicatrices. El procedimiento se empleaba también para eliminar rastros de las escarificaciones. Otras plantas conseguían borrar las cicatrices. Al hablar del Kurupaih del NE un observador expresa: “Los indios se sirven de la leche de este árbol para curar las heridas frescas y viejas… y dicen que las heridas a las que se aplica esta leche no dejan ninguna señal de cicatriz”. Para las heridas contusas con formación de hematomas, aparte del aceite de Kupaih usaban un cocimiento de la raíz de la Boehmeria caudata, urticácea muy común. Para las heridas gangrenosas era muy usado el tabaco, aunque más poderosas eran las aristoloquias ya citadas. El Ka’átai (Poligonum acre) era usado por los indios del Norte. También se usaban para las ulceraciones, además de la medicación específica como los akapu, grupo de especies de Andira, el Avaramo, la Mimosa unguiscati, según Mello Moraes, el Sihpakarihó (Davilla rugosa y D. brasilian), la manipuera, masa de mandioca rallada con su jugo, los Guapoih (Picus), el Penaihva, especie de manzanillo de las Antillas y Amazonas (Hippomane) y muchas otras plantas. Los indígenas curaban la ulceración cancerosa por medio de la savia del árbol penaihva. Después de secarla, la rodean con una pasta hecha de uruku con barro, para que no se derrame la leche vertida en la úlcera. Los tejidos mortificados se ennegrecen, se separan de la parte sana, y a la herida limpia ya, se le cura con aceite del Kupaih y plantas emolientes. Conocían los métodos de asepsia y desinfección. Mello Moraes habla de una planta aromática llamada Tarerokih, con la cual los indios se perfumaban cuando caían enfermos porque creían que poseía propiedades antipútridas. Para el mismo fin se empleaban las flores del Guavira (Campomanesia) y cocimientos de hojas de Taperihua (Cassia), de la cáscara de Kavureih (Myrocarpus), del derma del Ihsihpo-Kati-paye (Aristolochia). Por último debemos destacar que los guaraníes pintaban su cuerpo por razones varias: identificación tribal, ornamentación, carácter guerrero, religión, significación mágica, recordación mítica, iniciación, ceremonial, festiva, danzas o juegos, protección o atracción, ahuyentar espíritus malos, infundir miedo, al llegar la pubertad (rojo o azul), durante la menstruación (negro o azul), en moribundos, durante el luto (aunque no siempre), en el casamiento. La viuda, al terminar el luto (período de abstinencia sexual), se pintaba el rostro de rojo. Los tatuajes, aunque entre los guaraníes no eran frecuentes, se realizaban con las mismas pinturas, utilizando materiales como espinas de tunas o huesos puntiagudos. El tatuaje era practicado en forma progresiva; se iniciaba generalmente en edad joven, se intensificaba en la pubertad y en la edad adulta se aplicaban los tatuajes definitivos. En cuanto a los adornos, algunos eran usados toda la vida y otros según las ocasiones de carácter religioso, conforme las etnias, sexo y edad, entre otros factores. Actualmente entre los Mby’á, Pañ y Chiripá, los varones hasta el día de su matrimonio gustan de colocar detrás de las orejas flores de lindos colores chillones o la fuertemente
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perfumada hoja de caraguatá moroti. Los Mby’a llevan en el labio inferior el tembetá, que en otros tiempos debe haber consistido en una piedra y hoy casi siempre es un bastoncillo de Tacuarembó, huesos de tibia de aves del tamaño de una gallina, con o sin incrustaciones. También la resina del Hyary, Mbary o Tembetary se usa para confeccionar estos objetos. La técnica para la confección consiste en colocar una cañita fina de bambú contra el tronco herido de uno de esos árboles a fin de recibir la goteante resina líquida. Después de unos días, el cañito está lleno y la resina se endureció, de modo que puede ser liberado de la forma que lo envuelve. Los adornos para las orejas sólo eran usados por las mujeres7. IV. Aspectos históricos de la medicina en el Paraguay. con laen Dermatología ■ Aspectos históricos de la Relación medicina el Paraguay.
Relación con la Dermatología Tras la llegada de los primeros conquistadores se suceden diversos hechos: la colisión de culturas –por decirlo de alguna manera–, las leyendas de pueblos muy ricos que despertaban la codicia de muchos navegantes que acompañaban a quienes venían a posesionarse de las tierras en nombre de la Corona, los tratados entre la Corte Española y Portuguesa sobre definiciones territoriales, la presencia de los Jesuitas en las reducciones del Paraguay, Argentina y Brasil, que duró doscientos años, hasta su expulsión por el Rey Carlos III, a mediados del siglo XVIII. Todos estos acontecimientos conformaron un marco social donde se fueron instalando en forma progresiva instituciones dedicadas a la salud, improvisadas y rudimentarias al principio, con actores ocasionales que fungían de médicos y afines, sin formación académica pero que constituían un último refugio para mitigar en algo las enfermedades leves o severas. Del trabajo del Dr. Guillermo Vidal encontrado en los Anales de la Facultad de Ciencias Médicas, extraemos lo siguiente: Con los conquistadores llegan al Paraguay los primeros galenos europeos. Esto aconteció en el siglo XVI. En las capitulaciones que los Adelantados fijaban con el Rey solía haber una cláusula por la que se obligaban a traer consigo médicos y cirujanos, boticarios y medicinas, con las que se atendería gratuitamente a los enfermos durante la travesía o en tierras conquistadas. En un comienzo fueron los cirujanos. Y no los titulados, sino simples barberos que lo mismo sabían sangrar que afeitar, sacar muelas que poner ventosas. Más tarde, ya en las postrimerías del siglo XVI, principiaron a ejercer médicos cirujanos graduados, pero éstos fueron los menos. El Río de la Plata, que a despecho de su nombre no tenía plata ni cosa parecida, ofrecía poco atractivo a los doctores de Medicina y Cirugía. Lo que hoy denominamos disentería, viruela, paludismo y avitaminosis, que fueron probablemente las afecciones médicas más comunes de la época, se trataban sobre todo con purgantes, sangrías y ventosas. Su labor habitual consistía en entablillar huesos fracturados, reducir dislocaciones, drenar abscesos, cauterizar heridas y amputar miembros gangrenosos. Sus remedios predilectos eran la purga y la sangría, verdaderas panaceas universales. También recurrían en ocasiones al polvo de unicornio, al milagroso bezoar o a los mil y un brebajes en los que nunca faltaba el vino y el aceite, puestos en boga en la medicina del Renacimiento. […] Junto a estos artesanos, vinieron también a las Américas muchas enfermedades. El Paraguay sufrió en los siglos XVI, XVII y XVIII devastadoras epidemias de viruela, sarampión y otras infecciones importadas que arrasaron pueblos enteros. Los indígenas, menos inmunizados que los europeos, perecían a millares. Tras el empuje creador de la conquista, cayó el Paraguay en un
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letargo secular. Los malos gobernantes, las sucesivas e ininterrumpidas migraciones colonizadoras y la fatalidad geográfica malograron el promisorio ascenso de sus primeros años. Debe destacarse la presencia de curanderos que manejaban productos vegetales. Además, la exaltación religiosa que reinó durante la Colonia hizo que se despreciara un tanto la Medicina8.
Coinciden González Torres y Guillermo Vidal en situar en el año 1541 la creación del Hospital de Españoles y Naturales, ya que en esa fecha se constituyó Asunción en ciudad. Una Cédula Real mandaba a los Virreyes, Audiencia y Gobernadores que fundasen hospitales en los pueblos de españoles e indios. En la época de la Colonia se construyeron dos hospitales en Asunción. El primero, el Hospital San Bartolomé, fue erigido hacia 1603 por el franciscano obispo Fray Martín Ignacio de Loyola. El segundo fue fundado y organizado por el médico paraguayo Dr. José Dávalos y Peralta, que había estudiado medicina en la Universidad de San Marcos, de Lima. Hacia 1695 funda el hospital donde trabaja hasta su muerte en 17319. Hacia el año 1760, se construyó otro hospital en los terrenos que más tarde llamaron Potrero, a orillas del arroyo Jardín, por decisión de la Corte, que se opuso tenazmente a las pretensiones del cabildo y del obispo en el sentido de invertir las rentas del Hospital en la creación de una Universidad o Convictorio dirigido por los Jesuitas8. Los últimos años de la Colonia fueron, en cambio, muy provechosos para la sanidad nacional. La prosperidad económica atrajo a varios médicos europeos; otros llegaron con las partidas demarcadoras de los límites hispanolusitanos. Cirujanos con título universitario, introdujeron en el Paraguay las modernas ideas sobre la anatomía, patología y diagnóstico clínico; individualizaron el tétanos infantil, los exantemas agudos, las calenturas intermitentes, la sífilis, la tuberculosis pulmonar, la conjuntivitis epidémica, las disenterías y el tabardillo. Fueron también los primeros en usar el fórceps y hacer atrevidas intervenciones quirúrgicas. En estos años se regulariza el ejercicio de la medicina. El Congreso de 1844 dispuso la contratación de profesores extranjeros y el envío de jóvenes paraguayos al exterior para estudiar medicina, cirugía y obstetricia. Estos médicos contratados por el Estado, ingleses en su mayoría, constituyeron la sanidad militar y en 1858 formaron una Escuela de Cirugía que funcionaba en el Hospital Potrero. La guerra de 1865-1870 dio al traste con esta primera escuela médica oficial; todos sus integrantes pasaron a cuadros del ejército8. A partir de 1870 la medicina se vivifica con el aporte de numerosos médicos europeos que vienen al heroico Paraguay más en busca de aventuras que de fortuna. El Estado, carente de recursos, no puede realizar obras sociales, y se limita a bosquejar una nueva organización sanitaria. El Consejo de Medicina e Higiene Pública, el Conservatorio de Vacunas, el Hospital de Caridad y otras instituciones afines son fundadas en este tiempo con mayor caudal de propósitos loables que de medios económicos de subsistencia. El año 1890 marca una nueva etapa, con dos hechos trascendentales: la aparición de los primeros médicos paraguayos y la fundación de la Universidad Nacional de Asunción. Los primeros médicos paraguayos se graduaron en Buenos Aires y Montevideo; de retorno a la patria, gracias al apoyo prestado por varios profesores españoles, hicieron posible la apertura de una Facultad de Medicina. Esta primera Facultad tuvo una existencia efímera pues se disolvió a mediados de 1891, por falta de alumnos; se reactivó en 1898 para dar años después la primera promoción de facultativos nacionales. Y así entramos en el siglo XX, en el que la Medicina progresa rápidamente hasta lograr la posición actual. El Hospital de Caridad, inaugurado en 1894, se nacionaliza en 1925 y en 1927 pasa a ser dependencia de la Facultad de Ciencias Médicas. Ésta, clausurada en 1912 y abierta por tercera vez en 1918, se reorganiza y perfecciona con la colaboración de ilustres profesores contratados en Europa. Puede fijarse en 1927 el punto
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Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
de partida de la fase académica de nuestra Medicina. La contratación de maestros por parte del hospital inicia en esta fecha un período fructífero que llega hasta el presente8.
■ Reseña histórica de la Sociedad Paraguaya de Dermatología Vamos a referirnos aquí a los acontecimientos que cimentaron las primeras estructuras de organización y funcionamiento de la Sociedad Paraguaya de Dermatología (figura 2). Cabe mencionar, para regresar al fondo de las edades, como quien dice, a los médicos de aquella gallarda juventud que se dispusieron fundar la Sociedad de Dermatología, Sifilología y Leprología del Paraguay, como se denominó al principio. En este apartado reproducimos el Acta fundacional de la Sociedad (figura 3) y recordamos la nómina de los que suscribieron el documento, haciendo la salvedad de que puede haber omisiones involuntarias por falta de documentos. Sus socios fundadores fueron los Drs. Amelia Aguirre, Roque Ávila, Atilio Báez Giangreco, Francisco Benza, Guillermo Brañas, Virgilio Caballero Garay, Arquímedes Canese, José Esculies, Manuel Jiménez, Tomás González, Miguel González Oddone, Domingo Masi, Desiderio Meza, Francisco Millares, Alberto Miquel, Domingo Pessolani, Federico Ríos, Eduardo Rodríguez, Juan Servín, Ricardo Ugarriza, David Zaidestein. Corría el año 1946. El 10 de noviembre de 1947, en asamblea, se consagra definitivamente el Estatuto que rige hoy día la Sociedad Paraguaya de Dermatología, reemplazando la denominación anterior y determinando los objetivos, obligaciones societarias, rangos de membresía, asambleas y comisiones directivas, entre otros, y definiendo los lineamientos definitivos que dan vigencia y dinámica a la institución que nuclea a los dermatólogos del Paraguay10. Durante la jefatura de la Prof. Dra. Hermelinda Palacios de Bordón (1986) se re-fundó la Sociedad Paraguaya de Dermatología. Hay que destacar que en forma modesta pero sostenida y firme, con el aporte de varios médicos jóvenes que fueron a especializarse en prestigiosas escuelas tanto en América como en el Viejo Mundo, se ha conseguido ubicar a la Sociedad Paraguaya de Dermatología como parte integrante de famosas sociedades como RADLA, CILAD, ATD, entre otras, contribuyendo con aportes científicos como trabajos de investigación, casos clínicos relevantes, integrando comisiones auxiliares y también organizando congresos de la especialidad. Remitiéndonos a los documentos que hemos revisado, muy poco hemos encontrado referente a las comisiones directivas anteriores a 1986; es muy probable que se hayan extraviado por carecer de una secretaría permanente, situación que fue subsanada en el año 1998 bajo la presidencia de la Dra. Gloria Galeano de Valdovinos. A pesar de estas carencias, es posible afirmar que a partir de 1986 se sucedieron dinámicas y laboriosas autoridades que dieron solidez definitiva a las actividades científicas, contando con la participación de los ya numerosos socios de la Sociedad. Se elaboraron calendarios de encuentros mensuales como ser cursos, conferencias, presentación de casos, mesas redondas, presentación de trabajos para la incorporación de socios y jornadas con invitados extranjeros de relevancia –grandes maestros como los Drs. Adrián M. Pierini, León Jaimovich, Rita García Díaz, Alejandro Cordero, Alberto Woscoff, Jorge Abulafia, José A. Mássimo, Evandro Rivitti, Joel Bomfard, Walter Balda, Hugo Cabrera, Sebastiao Sampaio, María A. Vitale, Galo Montenegro, Raúl Vignale, Mario Marini. Luego de extenuantes horas de trabajo por las reuniones cotidianas, con total dedicación y empeño, se llegó a la realización del I Congreso Paraguayo de Dermatología, los días 13 al 16 de octubre de 1995, con la presencia de ilustres exponentes de la Dermatología Latinoamericana como Ramón Ruiz Maldonado y Roberto Arenas (México), Jorge
Figura 2. Logotipo de la Sociedad Paraguaya de Dermatología
Figura 3. Acta fundacional de la Sociedad de Dermatología, Sifilología y Leprología del Paraguay
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JULIO CORREA
Abulafia, Alberto Woscoff, Hugo Cabrera, Margarita Larralde, David Grinspan, Manuel Jiménez y José A. Mássimo (Argentina), Juan Honeyman (Chile), Clarisse Zaits y Silvio Alencar (Brasil). Los temas oficiales fueron Terapéutica en Dermatología y Cáncer y Pre cáncer de piel. Concurrieron 413 personas entre colegas nacionales y extranjeros, dermatólogos en su mayoría, como era de esperarse, que asistieron a cursos pre congreso, conferencias magistrales, simposios, temas libres, mini casos y una sesión de Histopatología, entre otros temas que incluyeron todo el espectro de las afecciones dermatológicas. A finales del año 1996, estando como Delegada RADLA por Paraguay la Dra. Oilda Knopfelmacher, se ofreció al Paraguay ser la sede para la realización del próximo Congreso RADLA –el primero en nuestro país–, el cual se llevó a cabo en 1998. El II Congreso Paraguayo de Dermatología y II Jornadas Paraguayas-Paranaenses de Dermatología se realizó del 26 al 28 de agosto de 2000, con más aplomo y contundencia por la experiencia adquirida en el primer evento: El tema oficial fue “Terapéutica Dermatológica. Qué hay de nuevo”, acompañado de cursos, simposios y conferencias, con la presencia de ilustres invitados como Amy Nopper (USA), Roberto Arenas y Yolanda Ortiz (México), Fausto Forim Alonso, Julio C. Empinotti, Sebastiao Sampaio (Brasil), Manuel Giménez, León Jaimovich, Héctor Lanfranchi y Mario Marini (Argentina). El III Congreso Paraguayo de Dermatología se llevó a cabo los días 20 al 22 de septiembre de 2002, con la misma predisposición y entusiasmo que los anteriores, retomando los temarios ya mencionados con el agregado de algunas novedades y con la ilustre presencia de invitados como Guadalupe Chávez, Roberto Arenas, Roberto Estrada y Josefina Carbajosa (México), Héctor Cáceres (Perú), Manuel Zamora, Martín Sangüeza y Juan C. Diez de Medina (Bolivia), Margarita Larralde (Argentina), Antonio Rondón (Venezuela), Raúl Cabrera (Chile), Marcello Menta (Brasil). El 25 y 26 de julio de 2003 se concretaron las I Jornadas de ATD en Paraguay, con la inestimable colaboración de Miguel Allevato, Juan C. Diez de Medina, Jaime Piquero, Martín Sangüeza, Néstor Macedo, impulsadas por la Sociedad Paraguaya de Dermatología con el apoyo de otras instituciones, y a las que asistieron una buena cantidad de colegas dermatólogos e interesados en general sobre estos aspectos de la especialidad, a través de conferencias, sesiones interactivas y reuniones. El IV Congreso Paraguayo de Dermatología y I Curso CILAD para médicos generales, clínicos y pediatras se desarrolló del 24 al 26 de septiembre de 2004, con los auspicios de la Sociedad Paraguaya de Pediatría, el Servicio de Dermatología del Hospital Nacional, el Departamento de Lepra del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, la Cátedra de Dermatología-Facultad de Ciencias Médicas-Universidad Nacional de Itapúa, el Servicio de Dermatología-Hospital Central del Instituto de Previsión Social y del Departamento de Medicina Interna-Hospital Central del Instituto de Previsión Social. Se contó con la presencia como invitados extranjeros Carlos F. Gatti y Adrián M. Pierini (Argentina), Juan C. Diez de Medina y Martín Sangüeza (Bolivia), Roberto Arenas (México), Ricardo Pérez Alfonso, Elda Giansante (Venezuela); el temario incluyó, como en los eventos anteriores, todo el espectro de las afecciones dermatológicas en general. Todos los eventos tuvieron lugar en la capital de la República, Asunción. Nobleza obliga a mencionar la participación de eminentes profesionales paraguayos, como profesores, instructores de la docencia, colegas pertenecientes a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional y a conocidos hospitales públicos del Paraguay, así como especialistas de otras disciplinas como hematólogos, infectólogos, internistas, pediatras y otras especialidades de las Ciencias Médicas, sin cuya participación desinteresada hubiera sido imposible la realización de los eventos. Sin citar nombres, por temor a olvidos injustificados, va nuestra sincera gratitud a todos ellos. Como conclusión, podemos afirmar que las actividades realizadas por los dermatólogos del Paraguay, en su nueva faceta de afianzamiento y proyección definitiva en
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Apuntes sobre la historia de la Dermatología en Paraguay
el fascinante mundo de las ciencias, tienen como destino final la aplicación de los conocimientos a los enfermos que solicitan la sincera ayuda para el alivio de las patologías a nivel del tegumento, y por ello acuden a la consulta en el templo del trabajo, el consultorio del dermatólogo. ■ Septiembre, 2005
■ Referencias bibliográficas 1. González Torres D. Cultura guaraní. Asunción: Litocolor. 1993:61-97. 2. Ruiz Nestoza J. Diario ABC Color. Asunción. 22 febr 2004; Suplemento Cultural, pp. 2-6. 3. González LJ. Paraguay: prisionero geo-político. Buenos Aires: Nogal; 1967:17-18. 4. Rubiani J. La Guerra de la Triple Alianza. Tomo I. Asunción: Azote-Diario ABC Color. 2002:10-16. 5. Ferreira R, Campos Caballero H. Escarbando la historia. Diario Última Hora. 7 jul 2005; Sección Política, p. 8. 6. Bertoni MS. La civilización guaraní. Parte III: Conocimientos. Puerto Bertoni, Alto Paraná: Imprenta y Ed. Ex Sylvis; 1927. 7. Müller F. Etnografía de los Guaraní del Alto Paraná. Rosario (Argentina): Escuela de Artes Gráficas del Colegio Salesiano San José. Asunción: Museo Etnográfico Andrés Barbero. 1989:89-92. 8. Vidal G. Historia de la Medicina en el Paraguay. Anales de la Facultad de Ciencias Médicas. Asunción. 1945;5(21):148-150. 9. González Torres D. Cap. 1. Hospitales. En: Historia de la Medicina en Paraguay. Temas médicos. Asunción: Imprenta Nacional. 1964:7-8.
10. Estatuto de la Sociedad Paraguaya de Dermatología, 50º Aniversario 1946-1996.
Bibliografía complementaria Bolla de Lezcano L. Reseña histórica de la Cátedra de Dermatología de la Facultad de Ciencias Médicas.[Comunicación personal]. Cadogan L. Apuntes de medicina popular guaireña. Asunción: Publicación del Centro de Estudios Antropológicos del Paraguay (CEAP). Imprenta Nacional; 1957. Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública. Informe de la Dirección General correspondiente a los meses de agosto a diciembre de 1917. Asunción: Talleres Gráficos del Estado. Museo Etnográfico Andrés Barbero; 1918:86-95. Franco V. La sanidad en la Guerra de la Triple Alianza. Asunción: Círculo Paraguayo de Médicos; 1976:78-81. Furlong G. Historia social y cultural del Río de la Plata 1536-1810. El transplante social. Buenos Aires: Tipográfica Editora Argentina. Asunción: Museo Etnográfico Andrés Barbero. González Torres, D, Aspectos sanitarios de la Guerra de la Triple Alianza, Capítulo IIILas Epidemias, Asunción, 1968, 60-93. Meliá B, Nagel LM. Guaraníes y
Jesuitas en tiempos de las misiones. Asunción: CEPAG (Centro de Estudios Paraguayos Antonio Guasch); 1995. Revista Médica del Paraguay. Círculo Paraguayo de Médicos. En-may 1964;VI(1):30-3. Sánchez Labrador J. La Medicina en el Paraguay natural 17711776. Exposición comentada del texto original por el Dr. Aníbal Ruiz M., profesor titular de la Historia de la Medicina de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Tucumán (República Argentina): Talleres ETA. Asunción: Museo Etnográfico Andrés Barbero. 1968:78-88. Susnik B. Los aborígenes del Paraguay. Cultura Material. Asunción: Museo Etnográfico Andrés Barbero. 1982;IV: 126-147.
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN EL PERÚ ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
INTRODUCCIÓN
■ Introducción Luis Flores-Cevallos
E
l Perú es un país privilegiado, dotado de una gran riqueza natural –flora y fauna–, que influye enormemente en la patología humana y por ende en la dermatológica. Posee además un pasado histórico cultural milenario. Considero necesario exponer aquí algunas informaciones útiles para conocer el ambiente en que se desarrollan los acontecimientos históricos, así como la patología dermatológica tropical. El Perú se encuentra ubicado en la zona subtropical de la América del Sur, atravesado por la cordillera de los Andes de Norte a Sur y bordeado por el Océano Pacífico con la corriente marítima fría de Humboldt que se moviliza de Sur a Norte, condiciones que hacen del país un emporio de riquezas naturales con variadas manifestaciones en su biología. La Costa. Corresponde a la parte occidental, de clima desértico bastante estable, cubierta frecuentemente por neblina espesa y esporádicas lluvias. Abarca desde el litoral hasta los 500 m de altura, con una longitud de 2.070 km que no es propicia para la existencia de vectores transmisores de enfermedades dermatológicas tropicales. La Sierra. Es la parte central, constituida por los valles interandinos, con una altitud entre 500 y 4.000 m sobre el nivel del mar. Tiene una anchura de 150 km al norte y de 300 km al sur. Su clima es variado y sus temperaturas extremas oscilan entre 5 y 26 °C. Desde los 4.500 m de altura aparecen las nieves perpetuas. En los valles se presentan diferentes climas en una misma estación del año, a corta distancia, con variantes de flora, fauna y patología. Entre los 1.200 y 2.800 m de altitud se halla el ecosistema propicio para el hábitat de vectores transmisores de leishmaniasis cutánea benigna, llamada uta, y verruga peruana (Bartonelosis). La Selva. Es la parte oriental con una altitud por debajo de 1.000 m sobre el nivel del mar, es la región más extensa. Se halla surcada por numerosos ríos y posee una frondosa vegetación tropical y abundantes precipitaciones pluviales, que influyen en su clima húmedo y sumamente caluroso, propicio para el hábitat de vectores transmisores de enfermedades dermatológicas tropicales como la leishmaniasis muco-cutánea, llamada espundia.
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ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
Primera parte ■ Primera parte Elbio Flores-Cevallos
La Dermatología en la época precolombina LA DERMATOLOGÍA EN LAS CULTURAS PREINCAICAS: CERAMIOS, HUACOS RETRATO La historia de la Dermatología en el Perú se inicia en tiempos muy remotos. Las culturas preincaicas que se desarrollaron en la costa, sierra y norte del Perú, desde el siglo I d.C. hasta su conquista por los incas nos han dejado ilustrados gráficamente, en la iconografía de sus ceramios, los conocimientos que tenían sobre las diferentes enfermedades dermatológicas. A comienzos del siglo XII de nuestra era estas culturas fueron conquistadas poco a poco por los quechuas, que se localizaron en los alrededores del lago Titicaca, el más alto del mundo, en la meseta del Collao y que 100 años antes de la llegada de los españoles habían alcanzado su máximo desarrollo. Así como los romanos en sus conquistas asimilaron la cultura griega, los incas asimilaron las culturas de las civilizaciones que les precedieron. De todos los pueblos que existían en América del Sur, antes de la llegada de los españoles, el imperio de los incas era uno de los más desarrollados. Hemos hecho un estudio minucioso de los diferentes ceramios de las culturas Moche, Chimú, Vicús, Chancay y otras que se encuentran diseminadas en los diferentes museos de Lima y de todo el Perú. En estos ceramios, verdaderos libros de Dermatología, encontramos graficados con bastante realidad y objetividad tanto al médico de la cultura Mochica, como numerosas enfermedades de la piel y actos operatorios; ceramios que nos muestran muy claramente la verruga peruana, la sífilis, la leishmaniasis (uta), enfermedades pustulosas de la cara, enfermedades pruriginosas, tumores, amputación de extremidades y otros. A estos ceramios los llamamos “huaco retrato de patología dermatológica clínica” y tienen un gran valor histórico, comparable a los moldes hechos 1.000 años después en el Hospital Saint-Louis de París donde se inició la Dermatología como especialidad. Para la historia de la Dermatología del Perú durante la época de la Conquista, la Colonia y los primeros 100 años de la República hemos revisado cuidadosamente la Historia de la Conquista del Perú de Prescott y la Historia de la Medicina Peruana de J.B. Lastres, entre otros. Desde muchos años antes de iniciada la conquista del Perú, los españoles habían introducido en América las enfermedades virales como viruela, sarampión, gripe y otras. Según los cronistas, el Inca Huayna Cápac, después de haber conquistado con su ejército el Reino de Quito, en 1526, sufrió la viruela que terminó con su vida y la de más de 200.000 indios del imperio. Otro hubiese sido el destino del Perú si este valeroso y experimentado Inca no hubiese fallecido de esta enfermedad. La viruela, podemos decir, cambió el destino del Perú; el Inca, con todo su ejército unido, jamás hubiese sido derrotado por un puñado de menos de 200 españoles. De acuerdo con los estudios arqueológicos realizados durante el siglo XX, los primeros pobladores del Perú llegaron en grupos hace más de 10.000 años dejando sus restos en cuevas (pinturas rupestres de Tacna) o en otros sitios de la costa; vivían básicamente de la caza y de la recolección; domesticaron los camélidos silvestres, seleccionaron numerosas plantas para su alimentación (pallares, frijoles, maíz, papa, etc.) así como muchas otras plantas medicinales para el tratamiento de sus enfermedades. Hacia el año 3000 a.C. aparece en la costa la arquitectura monumental: edificaciones públicas en forma de U, grandes plataformas y pozos hundidos. La población vivía alrededor de estas construcciones, en casas simples, algunas de ellas subterráneas. Con el correr de los siglos se desarrollaron numerosas culturas, tanto en la costa como en la región de la sierra del Perú, siguiendo el patrón establecido. La cerámica aparece en las
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Historia de la Dermatología en el Perú
culturas de la costa Norte alrededor del año 1800 a.C. y en la sierra Norte hacia el 1000 a.C.1. Las culturas preincaicas a través de sus ceramios antropomorfos, huaco retrato, que son verdaderos ideogramas, nos muestran gráficamente con una iconografía muy fina y real no solamente las manifestaciones externas de la diferente patología dermatológica, sino también la iconografía de otras especialidades médicas como la obstetricia, traumatología, cirugía, oncología y teratología; y nos dan a conocer también representaciones sobre la actividad sexual así como sus conocimientos de arquitectura, música, sus creencias mágico religiosas, sus sentimientos de alegría, dolor y preocupaciones. LAS ENFERMEDADES DERMATOLÓGICAS EN EL INCANATO Desde comienzos del siglo XII hasta la llegada de los españoles en 1532 se desarrolló el imperio de los Incas o Tahuantinsuyo. Las culturas antiguas preincaicas que habían florecido a través de los años en la costa y valles andinos e interandinos fueron conquistadas, según la leyenda, por los quechuas que se originaron en la meseta del Collao en los alrededores del lago Titicaca. En el momento de la Conquista, el Tahuantinsuyo ocupaba por el norte parte de la actual Colombia y Ecuador, todo Perú y Bolivia; por el sur llegaba hasta el río Bío Bío, en el centro de Chile, y la región del Tucumán argentino (provincias de Santiago del Estero, Salta, Jujuy y La Rioja); por el Oeste tenía como límite el Océano Pacífico y por el Este la selva amazónica habitada por tribus salvajes. Al producirse la conquista española hacía menos de 100 años que habían llegado a su máximo esplendor. A mediados del siglo XV el Inca Tupac Yupanqui había extendido por el sur el límite del imperio hasta el río Bío Bío, y su sucesor Huayna Capac lo extendió a comienzos del siglo XVI hasta el reino de Quito en el actual Ecuador. A su muerte, el imperio quedó dividido entre sus dos hijos: el reino de Quito para Atahualpa y el de Cuzco para Huáscar. Esta división fue fatal; muy pronto los hermanos entraron en una feroz guerra fratricida en la que participaron todas las tribus del imperio, en uno u otro bando. Pocos meses antes de la derrota de Huáscar, Francisco Pizarro había iniciado la conquista del Imperio Incaico y fácilmente, sin mayor batalla, tomó prisionero por sorpresa al Inca Atahualpa en Cajamarca el 15 de noviembre de 1532; posteriormente lo ejecutó y en el lapso de meses conquistó –con la ayuda de numerosas tribus indias que combatían a su lado–, la ciudad del Cuzco, capital del imperio. La ciudad sagrada del Cuzco, Ombligo del Mundo, era, de acuerdo con los cronistas, una ciudad muy populosa e impresionante, una maravilla del mundo, construida de piedras ensambladas de manera fabulosa, y unida por numerosos caminos a las diferentes ciudades del imperio, por el norte hasta Quito y por el sur hasta Chile2. El gobierno de los Incas era despótico pero benevolente, con clases sociales bien definidas. El Inca era considerado como un Dios, hijo del Sol; por debajo de él se encontraban sus familiares. Poseía numerosas concubinas y llegaba a tener de 100 a 200 hijos que constituían la nobleza. Ésta formaba parte de la oficialidad del ejército, ocupaba altos puestos de la jerarquía religiosa, y la constituían los nobles orejones, los sabios o amautas; muy por debajo de ellos se encontraba el pueblo que era el que verdaderamente trabajaba. En el Imperio Incaico no había pobreza, no había mendigos, no había dinero, no había hambre, todos tenían trabajo, no había propiedad privada. En el Imperio de los Incas el Sistema Médico se encontraba bien organizado. De acuerdo con las clases sociales existían diversas clases de médicos: los llamados Ambicamayo se ocupaban solamente de la salud del Inca, su familia y la nobleza; los Camascas o soncoyoc eran prácticos para ejecutar la medicina en el hombre del pueblo o runa; el Hampi-camayoc era el médico en el sentido estricto de la palabra. Además existían magos, hechiceros, curanderos y adivinos.
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Figura 1. Ceramio de la cultura Mochica del Museo Víctor Larco Herrera de Lima: se muestra a un paciente con las nalgas expuestas, con la piel llena de lesiones de condilomas planos de sífilis Figura 2. Ceramio de la cultura Chimú del mismo museo: se muestra a un paciente del sexo masculino mostrando numerosos papilomas en la piel del pene y abdomen, característicos de sífilis secundaria
Los Hacarícuc o Cuyricuc eran los adivinos que miraban los cuyes y abriéndoles con una uña, obtenían según el estado de las vísceras el diagnóstico de la enfermedad. Los Calparicuqui, que veían el futuro y la ventura examinando el cadáver de las llamas y soplando los bofes, hacían sus diagnósticos. Muchos otros adivinos utilizaban las hojas de coca: “Las toman enteras, las extienden en el suelo sobre una manta, musitan algunas palabras, echan el aliento sobre las hojas y las arrojan al aire. Observan cómo ellas caen sobre la manta y según esto será el diagnóstico y pronóstico”; este rito todavía se hace actualmente en algunos pueblos de la serranía del Perú3. Existían numerosos oráculos en los lugares donde tenían ídolos o totems. El más famoso fue el de Pachacámac cerca de Lima. Acudían a estos oráculos para pedir ayuda en la curación de sus enfermedades, rogar por la salud del Inca, etc., como los antiguos griegos lo hacían en el oráculo de Delfos. El esplendor de la medicina incaica se produjo en el gobierno del Inca Pachacútec, quien dio una legislación muy avanzada. Las enfermedades dermatológicas que se presentaron en el Imperio de los Incas fueron las mismas que se presentaron en los diferentes pueblos que los conquistaron.
Figura 3. Ceramio de la cultura Chimú de la colección del Dr. Hugo Vizcarra. Toda la piel del cuerpo presenta una serie de nodulaciones, excrecencias pequeñas y grandes mulares
ENFERMEDADES
DERMATOLÓGICAS EN LA ÉPOCA PRECOLOMBINA
Sífilis La sífilis fue una de las enfermedades dermatológicas más extendidas en las diferentes civilizaciones del antiguo Perú. Los ceramios de la cultura Moche-Chimú, en particular, nos muestran gráficamente huacos con evidentes lesiones sifilíticas (figuras 1 y 2). El arqueólogo peruano Julio C. Tello junto con Hunter Williams encontraron típicas lesiones de la sífilis en sus estudios de osteopatología realizados en 1929. La sífilis en el Incanato alcanzaba no solamente al pueblo, sino también a las clases sociales más altas del Imperio. George E. Eaton, médico osteólogo norteamericano miembro de la expedición de Hiram Bingham que descubrió Machupicchu en 1911, encontró en un cementerio de la zona, en una “ubicación muy espectacular”, la sepultura de la suprema sacerdotisa o Mamacona, priora del convento de las mujeres vírgenes escogidas, encargadas de tejer hermosas telas y de hacer la chicha para el Inca y la nobleza. En el examen osteopatológico encontró que “por desgracia sufría de sífilis”. Esta dama había sido enterrada en un hermoso lugar, con gran riqueza material que evidenciaba su importancia2.
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Los antiguos peruanos trataban a la sífilis (huanthi, voz quechua-aymará que significa ´úlcera´), con zarzaparrilla y palo de guayacán o palo de los indios. El zumo de la zarza bebiéndola cuando es fresca es cosa aprobada; ni por maravilla deja alguno de sanar3. De acuerdo con los cronistas, la sífilis fue llevada a Europa por los conquistadores en el primer viaje de regreso a España. La sífilis apareció por primera vez en Europa, en Nápoles, en 1494, y por ello fue llamada “la enfermedad de los napolitanos”. Aparece como una epidemia misteriosa y desconocida, de propagación rápida, para la cual no se conocía ningún tratamiento, y que producía gran malestar en la población y sus familias. Su nombre se registra en la literatura por primera vez en 1530; un médico de Verona, Girolano Fracastore, escribe un poema pastoril y le pone a la temible enfermedad el nombre del pastor. Durante mucho tiempo se tuvo la convicción de que la sífilis era originaria de América; sin embargo, estudios recientes de arqueólogos ingleses han encontrado en una abadía de religiosos agustinos, en el Puerto de Hull, al Noroeste de Inglaterra, en la cripta donde se enterraban los sacerdotes, nobles y comerciantes ricos, que las dos terceras partes de los esqueletos presentaban lesiones típicas de sífilis; estos investigadores hicieron estudios arqueológicos en restos óseos en diferentes cementerios romanos de la Edad Media, encontrando lesiones de sífilis hereditaria en niños, con los clásicos dientes en sierra de Hutchinson; concluyeron que la sífilis existía en Europa antes del descubrimiento de América. Verruga peruana Las culturas preincaicas Moche, Chimú, Vicús y Chancay florecieron en la costa norte del Perú entre los siglos I a.C. y XIII d.C., en los actuales departamentos de Piura, Lambayeque, La Libertad y Lima. En sus numerosos ceramios (huacos-retrato) nos han dejado graficadas las lesiones externas de la piel que producen las enfermedades dermatológicas, entre ellas la verruga peruana. El ceramio de la figura 3 muestra indudablemente las lesiones típicas de la piel de la verruga peruana en su fase verrucosa y constituye el verdadero libro sobre esta enfermedad que nos han dejado las antiguas culturas peruanas.
Figura 4. Ceramio mochica (leishmaniasis)
Leishmaniasis Las culturas Moche-Chimú nos han dejado ceramios con pruebas gráficas de que la verruga peruana y la leishmaniasis tegumentaria estuvieron asociadas a mitos legendarios del culto a la papa. Algunos huacos Mochicas presentan papas de cuyas yemas, simulando vulvas, brotan rostros de verrucosos y utosos. Otros ceramios representan escenas de la siembra y cosecha de la papa en los cuales la cara humanizada de la papa presenta mutilaciones de uta y nódulos verrucosos (figura 4). La leishmaniasis cutánea, variedad uta, es endémica en las quebradas de los valles andinos, conjuntamente con la verruga peruana. Pedro Weiss ha hecho un minucioso estudio de estos ceramios que representan a la papa con lesiones de uta y verruga y están vinculados con los órganos sexuales, con lo cual los antiguos peruanos marcaban la correlación que existía entre la uta y la verruga, la fecundidad de las tierras de los valles andinos y la fertilidad de las mujeres. Los indígenas utilizaban resinas para curar la leishmaniasis3. Enfermedades pustulosas de la cara El ceramio de la cultura Mochica (figura 5) muestra la cabeza de un enfermo con
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cicatrices lenticulares profundas en la cara, en la nariz, mejillas, mentón, orejas y muy pocas en la frente. Tiene en el lóbulo de cada oreja dos grandes perforaciones, lo que posiblemente nos indica que se trataba de un orejón que presentó una enfermedad pustulosa de la cara –quizás un acné pustulado grave–, que le ha dejado estas cicatrices puntiformes profundas. Micosis profundas La figura 6, ceramio de la cultura Vicús (300-800 d.C.) del Museo del Banco de Reserva del Perú, muestra un pie edematoso, con nodulaciones localizadas, mayormente en la parte posterior externa de la piel del pie y talón. Estas lesiones son similares a las que se observan en la figura 7 (paciente del Hospital Dos de Mayo de Lima, diagnosticado como Micetoma por el estudio micológico) (cortesía del Dr. O. Romero). Enfermedades pruriginosas de la piel La figura 8, ceramio de la cultura Mochica, muestra a un hombre desnudo, la cabeza cubierta con un gorro, con expresión de fastidio, con la mano derecha se está rascando la espalda. Tiene en la piel del abdomen y piernas lesiones papulares planas. Posiblemente se trata de una urticaria.
Figura 5. Ceramio mochica (acné pustuloso)
Figura 6. Ceramio Vicús (Micetoma) Figura 7. Micetoma de pie Figura 8. Ceramio Mochica (¿urticaria?)
Pinta o cara La pinta o cara, según Lastres, era conocida por los antiguos peruanos con el nombre de ahoberados de prieto y blanco. En las crónicas del Inca Garcilaso de la Vega se menciona que los hechiceros de la antigüedad criaban sapos a solicitud de los agraviados, alimentándolos con maíz de diferentes colores, según la calidad de las manchas que querían producir en la piel de sus enemigos, de los amantes infieles, etcétera3. Tuberculosis Hemos realizado nuestros estudios en pacientes durante los años 1940-1960, en los Servicios de Dermatología del pabellón 8–II del Hospital Nacional Arzobispo Loayza de Lima y del Policlínico Obrero del Seguro Social del Callao, encontrando que el 0,01% de pacientes que concurrían por afecciones de la piel eran portadores de tuberculosis cutánea. Llegamos a las siguientes conclusiones: 1. La tuberculosis cutánea es una enfermedad milenaria en el Perú.
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2. Su aparición está relacionada con el subdesarrollo, el medio ambiental, la tugurización y la pobreza. 3. Existen numerosas investigaciones sobre el tema, tanto en el Perú como en el extranjero; la primera realizada en el Perú corresponde al Dr. Luis Flores-Cevallos. 4. Existen formas de prevención (vacuna) y tratamiento favorable.
La Dermatología en la época de la Conquista y del Virreinato La medicina que los españoles introdujeron en el Nuevo Mundo fue la medicina dominada por la Teología Escolástica de la Edad Media y los conceptos filosóficos de Aristóteles, dice Unanue3. Las universidades en el siglo XVI en España estaban sometidas a la intolerancia religiosa de la Inquisición. Las ideas renacentistas en general, como las de Vesalio, que revolucionó la Anatomía con la disección de cadáveres, encontraron mucha resistencia. La conquista del Imperio de los Incas se inició por el año de 1526 con la firma del documento entre Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el sacerdote Hernando de Luque para conquistar un país fabuloso, allende las costas del Mar del Sur, al que llamaban “Biru”. En 1531, en su tercer y último viaje hacia el sur, los conquistadores tuvieron que hacer un alto en la apacible bahía de Las Esmeraldas, en Coaque (Ecuador). “Una desconocida y temible enfermedad llamada Berrugas”, atacó a un gran número de ellos, produciendo consternación y quebranto. El Inca Garcilaso cuenta que apareció repentinamente una enfermedad “extraña, abominable”, que consistía en multitud de verrugas que aparecían en la piel de todo el cuerpo, muchas de ellas crecían desmesuradamente y se ponían como “brevas”, y sangraban mucho, afectando el rostro, pues muchas “colgaban de la frente, otras de las cejas, otras del pico de la nariz, de las barbas y orejas”. Fueron muchos los afectados por la epidemia, con verrugas grandes y sangrantes como “huevos”, y con otros síntomas de intoxicación, delirio y parálisis. Como era una enfermedad nueva para los españoles, apunta Gómara, “no sabían qué hacerse”3, 4, 5, 6. Siete meses duró ese vía crucis de los españoles. Muchos sucumbieron bajo los efectos de esta extraña dolencia, que se iniciaba en forma brusca “pues se acostaban sanos y amanecían muy enfermos”. Ésta es una de las primeras enfermedades dermatológicas sistémicas que en su fase eruptiva fue descrita magistralmente por el cronista español Miguel de Estete, quien afirma que “el pueblo de Coaque es la costa más enferma que hay debajo del cielo”3. Los españoles no dieron ninguna importancia a los conocimientos médicos de los Incas. Narra Garcilaso de la Vega, en su Historia General del Perú, que el Inca Atahualpa enfermó estando prisionero; según refiere el Padre Blas Valera ”en prisión estuvo el Inca desahuciado de la vida, de una gran melancolía que le dio al verse en cadenas y solo, que no dejaban entrar indio alguno donde él estaba, sino un muchacho sobrino suyo que le servía. Entonces los españoles lo sacaron de la prisión y llamaron a los indios principales que había, los cuales trajeron grandes herbolarios que lo curaron, y que para certificarse de la calentura le tomaron pulso de la nariz, a la junta de las cejas, que le dieron a beber zumo de yerbas de gran virtud. Llama payco a las unas, y no nombra otra. Dice que la bebida le provocó gran sudor y un sueño profundo y largo, con que se le quitó la calentura y recordó sin ella; y que le hicieron otro medicamento, y que en pocos días volvió en sí, y que entonces lo volvieron a prisión”3, 4, 5, 6. Apenas fundada Lima en 1535, se hizo sentir la necesidad de centros hospitalarios en donde se atendieran los numerosos enfermos españoles e indios. El 16 de marzo de 1538 se edificó el primer Hospital en la Rinconada de Santo Domingo y nació el Beaterio de Camilas para las mujeres atacadas del mal del “cancro”. Hacia 1549 se dio comienzo a la edificación del Hospital de Santa Ana, destinado a la “curación de los miserables indios que morían como bestias en los campos y en las calles”, según dice Córdova y Urrutia;
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fallecían sobre todo por enfermedades. infecciosas. En 1556 se funda el Hospital de San Andrés para atención de los españoles3. Por Real Cédula fechada de 1501 se introdujeron en América los esclavos africanos; los que viajaban de Panamá traían muchas enfermedades, como la viruela, la lepra, sarampión y tabardillo; vivían en medio de la corrupción y enfermedades3. La lepra infectó el suelo americano y por ello en 1546 se vio la necesidad, a iniciativa de Antón Sánchez, de fundar un hospital que se llamó el Hospital de San Lázaro y que muy pronto fue ocupado por numerosos pacientes; los esclavos africanos eran muy propensos a la lepra y viruela. Al poco tiempo de terminada la Conquista se fundaron otros hospitales en Lima y en diferentes ciudades del Perú como: Cuzco, Trujillo, Huamanga y Arequipa. En la fundación de estos hospitales la iniciativa provenía de los religiosos y hermandades de la caridad. El Real Tribunal del Protomedicato fue creado en el Perú por el Rey Felipe II para el control de la profesión médica; fue inaugurado en 1570 en época del Virrey Toledo. Durante el Virreinato se produjeron numerosas epidemias, especialmente las virales. La musa popular destacaba la presencia de estos huéspedes indeseables: Sarampión toca la puerta Viruela dice: ¿Quién es? y Escarlatina contesta: “Aquí estamos los tres”.
Eran muy frecuentes las epidemias de viruela, sarampión, verruga, tifus exantemático y gripe que atacaban preferentemente a la población indígena. La tuberculosis fue una enfermedad muy difundida durante la Colonia y República. Santa Rosa de Lima, patrona de Hispanoamérica y Filipinas, murió de tuberculosis el 24 de agosto de 1617 a la temprana edad de 31 años. Simón Bolívar, después de su campaña libertadora del Perú se retiró a la isla de Santa Marta y falleció del mismo mal. La viruela continuó produciendo constantes epidemias durante toda la colonia y primeros años de la República. Una de las peores, que alarmó a todo el Perú, se produjo en abril de 1584. Se inició en el Cuzco, como una dolencia que unos denominaban sarampión, otros tabardillo o paperas. No era fácil precisar el tipo de enfermedad por “el atraso en que yacía la medicina, pero posteriormente los síntomas mostraron que probablemente se trataba de la viruela”. Esta enfermedad atacaba ”casi exclusivamente a los indios quienes morían por millares y especialmente los jóvenes”7. Esta epidemia se extendió hasta 1590. En las historias provenientes de las diferentes provincias del Perú se la consideró similar por sus estragos a la peste en Florencia, descrita por Alejandro Manzoni. Los cadáveres permanecían a veces insepultos o bien se abrían zanjas en las mismas calles para ahorrarse su traslado. La población peruana disminuyó notablemente de la cifra de 10.000.000 de habitantes que, según se considera, tenía el Imperio de los Incas al momento de la Conquista. El censo hecho por el Virrey Gil de Taboada y Lemos entre los años 1792-1795 arrojaba una población de 1.400.000 habitantes en la circunscripción del Virreinato peruano. La causa de esta tremenda despoblación se explica no solamente por la gran mortandad producida por las enfermedades virales traídas por los conquistadores sino también por las pésimas condiciones en que vivían y trabajaban los indios7. Durante toda la época de la Colonia y primeros años de la República no existió ningún intento por representar gráficamente las diferentes enfermedades con lesiones visibles en la piel, como lo hicieron los antiguos peruanos. Los trabajos médicos fueron muy escasos, todos eran tamizados por el Tribunal de la Santa Inquisición que se instaló en Lima durante el gobierno del Virrey Toledo en 1570 y duró prácticamente hasta 1821, año de la
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independencia del Perú. Los círculos médicos del Virreinato más grande de Sudamérica no se interesaron mayormente por las enfermedades dermatológicas. En 1818 el Protomédico Melchor de Amusgo, Clérigo Presbítero, publicó “un discurso del sarampión o acerca del sarampión” que fue muy elogiado por los médicos de su época. En esos tiempos existía, como lo ha probado Lastres, una sólida ligazón entre la medicina y la religión. En 1630 el Protomédico Pedro Gago de Vadillo, español, publica lo que sería el primer libro peruano sobre cirugía, Luz de la Verdadera Cirugía, donde menciona por primera vez a la verruga. Recordemos que en ese entonces, al igual que en Europa, los cirujanos eran los que se dedicaban a cuidar los trastornos externos, superficiales o cutáneos. En 1693 el Protomédico Presbítero Vargas Machuca publica un Discurso sobre el sarampión muy elogiado por Unanue. En 1694, Francisco Bermejo y Roldán, Catedrático de Prima de Medicina, publicó un libro sobre el sarampión, enfermedad que se presentaba en forma epidémica y con complicaciones graves; se creía era producido por los aires pestilentes como medio de contagio, y que en él se encontraban alterados los humores y la sangre. Para su tratamiento Bermejo recomendaba mejorar el aire con romero y para mejorar los humores prescribía sangrías y purgas. Es el estudio más completo sobre el sarampión. Entre 1732 y 1743 Pedro Peralta publicó un Calendario anual sobre climas y enfermedades, donde decía que el otoño sería una fructífera estación más enferma que sana, con amenazas de viruela y sarampión. Por recomendación del Protomédico Peruano Hipólito Unanue se inauguró el Real Anfiteatro Anatómico en el Hospital San Andrés el 21 de noviembre de 1792, para mejorar la enseñanza de la Medicina, siguiendo al anatomista Vesalio; allí estableció las Conferencias Clínicas, donde él dictaría la conferencia sobre “Calenturas” y el Protomédico José M. Dávalos sobre “Viruela”. En el discurso de inauguración del anfiteatro afirmó Unanue que “las fiebres eruptivas son un astro maligno del Perú, que está lleno de pestilencias y de epidemias, complicado con la presencia de charlatanes y empíricos que practican la medicina y producen un cuadro desolador. La enseñanza de la anatomía va a redimir al Perú, restaurándola en una ciencia benéfica y sanos médicos ilustrados”3. En 1634, en época del Virrey Conde de Chinchón, mejoró la enseñanza de la medicina y se descubrieron las bondades medicinales de la corteza de la quina para curar las fiebres intermitentes de las tercianas y cuartanas; fue llevada a Europa en 1635. En 1802 se presentó una grave epidemia de viruela en Lima. Un barco español que iba a las Filipinas llegó al Callao portando algunos frascos de vidrio que contenían la vacuna; Unanue aprovechó esta oportunidad para iniciar en el Perú la vacunación contra esta temible enfermedad. El Rey de España, pocos años después, envió una expedición filantrópica que llegó a Lima en 1806 portando la vacuna; pero ya un año antes, en 1805 habían llegado de Buenos Aires nueve tubos de vidrio con la vacuna, con lo cual se continuó con la vacunación iniciada por Unanue, no sin alguna resistencia por parte de la población. Pocos meses después llegó Salvani con la mencionada expedición filantrópica. Así, con la eficaz colaboración de Hipólito Unanue, se extendió la vacunación contra la viruela en toda la Colonia. También a iniciativa de Unanue durante el Virreinato de Abascal se fundó el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando que entró en funciones el 13 de agosto de 1808 con un programa de estudios acorde con los avances médicos de su tiempo en que la “teoría se acompaña de la práctica para que, unidas a una sana moral, sean los caminos para llegar a ser buen médico”3. La Colonia concluye con los aportes de este sabio peruano; es entonces cuando el médico recién comienza a poseer una técnica científica, sensibilidad profesional y amplitud filosófica.
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La Dermatología durante los cien primeros años de la República Con la proclamación de la Independencia, el 28 de julio de 1821, no cambió la práctica de la medicina, sino que continuó con los métodos de la medicina colonial. En los primeros años de la República las continuas guerras civiles impidieron todo avance. Hipólito Unanue, padre de la medicina peruana que había ocupado importantes cargos durante la Colonia, continuó laborando y aportando sus conocimientos después de la proclamación de la independencia. El continuador de Unanue, Cayetano Heredia, reformó el Plan de Estudios Médicos y creó la actual Facultad de Medicina. El 30 de diciembre de 1848 marcó el fin del Protomedicato que cedió sus derechos a la nueva Facultad de Medicina, creada el 9 de septiembre de 1856, estableciéndose concursos de méritos para ocupar los cargos de las diferentes cátedras y obtener los mejores médicos para emprender la reforma de la enseñanza de la medicina peruana. Luego se enviaron a las universidades de Europa, especialmente a Francia, a numerosos jóvenes que más tarde ocuparían las diferentes cátedras. El Decano de la Facultad de Medicina, Cayetano Heredia, establece los nuevos reglamentos con un currículo pedagógico moderno, creando nuevas cátedras y dando más importancia a la práctica hospitalaria; funda el Museo de Historia Natural y un Herbario con 1820 plantas, además de una bella colección de minerales y especies geológicas. Heredia se rodea de prestigiosos colaboradores como José Elboli (italiano), iniciador de los estudios de Química; Antonio Raimondi (italiano) gran explorador que describe físicamente al Perú; Rafael Benavides, catedrático de Física Médica e Higiene. En 1851 apareció en Lima una nueva epidemia, la de la fiebre amarilla, que motivó la creación de un nuevo Hospital para reemplazar el vetusto Hospital de San Andrés por un nosocomio moderno que estuviera a tono con el adelanto urbano y científico. El nuevo Hospital Dos de Mayo se inauguró el 28 de febrero de 1875 como uno de los mejores de Sudamérica, equipado con los últimos avances tecnológicos de la época. En 1870, durante la construcción del ferrocarril de la Sierra Central se presentó una gran epidemia de verruga peruana entre los trabajadores, que atacaba especialmente a los que procedían de otras regiones del Perú y del extranjero. El triste epílogo de esta gran obra de ingeniería fue que cada durmiente de la vía férrea costó una vida. En 1879 la guerra con Chile produjo la paralización total del Perú, en el ámbito económico, cultural y social. Las bibliotecas fueron saqueadas por el ejército invasor, el Hospital Dos de Mayo fue ocupado, la Facultad de Medicina y otras instituciones dejaron de funcionar. Concluida esta guerra se reabre el Hospital Dos de Mayo donde se hacían las prácticas hospitalarias y se discutía ampliamente acerca de la fiebre de la Oroya y de la verruga como entidades diferentes. Surge en este ambiente la figura de Daniel Alcides Carrión, estudiante del cuarto año de Medicina, quien imbuido de los nuevos conocimientos médicos y filosóficos de su tiempo decide someterse voluntariamente al sacrificio. El 27 de agosto de 1885 se hace practicar cuatro inoculaciones –dos en cada brazo–, del botón verrucoso de un enfermo ya convaleciente que estaba internado en una sala del Hospital Dos de Mayo. Días después desarrolla los síntomas de la enfermedad: fuertes escalofríos, fiebre alta, cefalalgia gravativa, dolores musculares, calambres e insomnio, para presentar alteraciones del sensorio, intranquilidad y delirio. Los primeros días está lúcido y describe los síntomas de la enfermedad. Consigna en la historia clínica: “Pero ahora me encuentro firmemente convencido de que estoy atacado de la fiebre de que murió mi amigo Orihuela. He aquí la prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga eruptiva reconocen el mismo origen, como una vez le oí decir al Dr. Alarco”. Con su sacrificio Carrión resolvió definitivamente el problema nosográfico de la verruga peruana. Antes de perder el conocimiento nos dejó su mensaje eterno: “Aún no he muerto, amigos míos, ahora les toca a Uds. terminar la obra comenzada, siguiendo el camino que les he trazado”3.
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Después de la muerte de Carrión comienza la búsqueda incesante de nuestros investigadores, entre quienes destaca Alberto Barton quien descubrió en 1905 el germen que causaba la verruga peruana. En la Facultad de Medicina de San Fernando se aprobó en 1887 un nuevo Plan de Estudios y en años sucesivos se crearon nuevas Cátedras. En 1903 se creó un nuevo local para la Facultad de Medicina, el que ocupa actualmente. La literatura médica continuó siendo muy pobre durante los primeros años de la República. En 1884 Pablo Patrón publicó en la Gaceta Médica de Lima un trabajo titulado “Breve tratado de la enfermedad venérea o Morbo Gálico” dedicado al médico francés de la escuela de París, Pablo Petit, el primero que introdujo en el Perú el uso de los mercuriales para el tratamiento de esta temible enfermedad. Este médico francés radicado en Lima criticaba muy severamente a sus colegas que continuaban con el tratamiento basado en purgas, sangrías, enemas, hierbas como la zarza y ungüentos mercuriales, que lo único que hacían era acelerar la muerte del paciente, llenando de dinero los bolsillos de los galenos. En 1918, Hermilio Valdizán fundó la revista Anales de la Facultad de Medicina de San Fernando para publicar exclusivamente trabajos de investigación médica y evitar los artículos sobre ceremonias pomposas y otros temas que nada tenían que ver con la Medicina. En esta revista se comenzaron a publicar los trabajos de investigación de Barton –descubridor del germen de la verruga–, Pedro Weiss, Tello, Monge y muchos otros investigadores. En la década de 1920 los profesores de la Facultad de Medicina de San Fernando, continuando con el ejemplo de Cayetano Heredia, estimularon y ayudaron a numerosos médicos jóvenes para estudiar en las universidades europeas diferentes especialidades, a fin de ocupar las cátedras nuevas que se iban creando. Continuando con esta práctica, Aurelio Loret de Mola viajó a París para hacer la especialidad de Dermatología, cátedra que ocupó a su regreso al Perú.
Segunda parte
■ Segunda parte Luis Flores-Cevallos
Historia de las instituciones dermatológicas en el Perú SOCIEDAD PERUANA DE DERMATOLOGÍA A fines de la década de 1930 llegaron de visita al Perú el profesor principal de la cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, Luis Pierini, y el Prof. Basombrío, dermatólogo peruano radicado en la Argentina, y se entrevistaron con el Prof. Aurelio Loret de Mola con la finalidad de estimular la fundación de la Sociedad Peruana de Dermatología. No se logró el objetivo porque en ese entonces solamente había siete dermatólogos, pero se recomendó formar más especialistas en el país y enviar a los más destacados a terminar de formarse en el extranjero. El 15 de mayo de 1964 los dermatólogos peruanos se reunieron en asamblea extraordinaria con la finalidad de fundar la Sociedad Peruana de Dermatología, aprobando sus estatutos elaborados por una comisión integrada por los siguientes dermatólogos: Aizic Cotlear, Juan Manrique, Amaro Urrelo, Guillermo Arana, Luis Cavero, José San Martín. El estatuto contaba con 11 capítulos y 30 artículos8. Algunos de los fundadores de la Sociedad Peruana de Dermatología fueron: Amaro Urrelo, Marcial Ayaipoma, Juan Manrique, Zuño Burstein, Wenceslao Castillo. La sociedad se formó con la finalidad de agrupar a los dermatólogos y a los médicos de especialidades afines; propiciar la investigación; relacionarse con las organizaciones de la misma naturaleza, nacionales y extranjeras;
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calificar como especialistas en dermatología a los médicos que reunieran las condiciones éticas, de entrenamiento e idoneidad, requeridas por los reglamentos correspondientes; hasta que se constituyera el Colegio Médico, asumir las funciones éticas y deontológicos de la especialidad; y colaborar con las entidades oficiales y privadas en la solución de los problemas técnicos de su competencia. La duración de la Junta Directiva se estableció por un año. En 1971, siendo Presidente de la Sociedad el Dr. Luis Flores-Cevallos, se nombró una comisión para modificar el Estatuto adecuándolo a las exigencias del Colegio Médico del Perú. El Estatuto se ha modificado en varias ocasiones en aspectos secundarios9; desde la última reforma (1996) la Junta Directiva es elegida cada dos años. La Sociedad Peruana de Dermatología programa reuniones clínico-patológicas mensuales, jornadas, congresos cada dos años, y muchas otras actividades científicas que se realizan en Lima y Provincias. El 1° de septiembre de 2004 la SPD celebró sus 40 años de fundación y en una ceremonia por las Bodas de Rubí la Junta Directiva, presidida por el Dr. Nicolás Tapia Dueñas y teniendo como Secretario al Dr. Luis Valdivia Blondet, distinguió con la medalla de honor a los fundadores y ex presidentes. Terminada la ceremonia central, el Decano del Colegio Médico del Perú inauguró el X Congreso Peruano de Dermatología. La Sociedad Peruana de Dermatología actualmente cuenta con un boletín informativo y una revista científica, Dermatología Peruana. En 1967, durante el XIV Congreso Mundial de Dermatología realizado en Munich (Alemania), el Dr. Luis Flores-Cevallos14 aprovechando su amistad con el Profesor Robert Degos, del Hospital Saint-Louis y Presidente de la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas (LISD), le manifestó el deseo de que la SPD se inscribiera en la LISD, objetivo que logró después de realizar los trámites necesarios, pagando con su peculio las cotizaciones de 21 dermatólogos. En 1969 se eligió Presidente de la SPD al Dr. Luis Flores-Cevallos, quien fundó y organizó las sedes y sus Juntas Directivas de las Provincias. Sede Central, en la Ciudad de Lima: Presidente Luis Flores-Cevallos, Vice-Presidente Zuño Burstein, Secretario General Wenceslao Castillo, Secretario de Acción Científica Luis Romero, Secretario de Economía Oscar Romero, Secretario de Acción Gremial y Deontología Pedro Navarro, Secretaria de Biblioteca y Actas María Elena Ruiz. Sede Región del Sur, Ciudad de Arequipa: Marcial Ríos, Luis Suárez, Raúl Hurtado, Víctor Delgado. Sede Región del Norte, Ciudad de Trujillo: Luis Tincopa. Ese mismo año organiza en Arequipa la Primera Jornada Peruana de Dermatología que se realizó del 21 al 24 de Mayo de 1970; participaron, además de dermatólogos, profesionales de especialidades afines y paramédicos. Los Anales de estas jornadas se publicaron en un número especial de la Revista de la SPD Vol. 4 Nº 1 Junio 1970. El 1° de septiembre de 1971 la Sociedad Peruana de Dermatología reeligió como Presidente a Luis Flores-Cevallos; la Junta Directiva estuvo además integrada por Wenceslao Castillo, Raúl Gallarday, Luis Romero, Oscar Romero, Pedro Navarro y María Elena Ruiz. Hacía pocos años que la SPD había comenzado a realizar en los diferentes hospitales de Lima y Callao simposios, mesas redondas, conferencias y cursillos, así como jornadas en Lima y provincias (Arequipa y Trujillo), todo lo cual justificaba la realización del I Congreso Peruano de Dermatología. La organización de este primer Congreso fue una tarea difícil pero compensada por el gran interés despertado y por la cooperación de prestigiosos dermatólogos procedentes de diferentes países del mundo. El Primer Curso Internacional de Dermatología y el Primer Congreso Peruano de la Sociedad Peruana de Dermatología se realizaron en el Hospital Edgardo Rebagliati Martins del 1 al 7 de diciembre de 1971. Asistieron al Congreso 30 dermatólogos extranjeros, 10 acompañantes y 150 dermatólogos nacionales.
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De Argentina asistieron y participaron en el desarrollo del curso, conferencias, simposios, foros, mesas redondas y otros, los Profs. Jorge Abulafia, Julio Borda, Raúl Balsa, Juan Fuertes Álvarez, David Grinspan, Ana Kaminsky, Carlos Kaminsky, Pablo Negroni, Lázaro Sehtman, Juan Serra-Estivell, Sergio Stringa, Domingo Mantella y Miguel Dekmak. De Bolivia: Fernando Cárdenas. De Brasil: Gisela Del Pino. De Colombia: Luis Rueda Pinto. De Costa Rica: Elfrem Solano. De Ecuador: Wenceslao Ollague. De España: José Mercadal Peyrí y José M. Mascaró. De Japón: Ito Kasuke. De México: Francisco Arellano y Luciano Domínguez. De Portugal: Francisco Da Cruz Sobral, María Fernanda Melada y Aureliano Da Fonseca. De la República Dominicana: Miguel Contreras. Las actas del Congreso fueron publicadas en un número especial de la Revista de la Sociedad Peruana de Dermatología (1971). Durante sus 40 años de existencia, la Sociedad Peruana de Dermatología ha renovado periódicamente sus juntas directivas; en el período de 2003-2004 está presidida por el Dr. Nicolás Tapia y ha sido elegida la Dra. Eva Tejada para el próximo bienio. COMITÉ CENTRAL PERUANO DEL COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA (CCP-CILAD). COMITÉ NACIONAL PERUANO DEL COLEGIO IBEROAMERICANO DE DERMATOLOGÍA En 1979 la asamblea del CILAD eligió a Luis Flores-Cevallos por un período de cuatro años como Delegado Peruano y lo reeligió en 1983 por cuatro años más. El Presidente del CILAD, Jorge Abulafia, deseaba que se trabajara en coordinación con el presidente de la Sociedad Peruana de Dermatología, pero a pesar de las gestiones realizadas, no se pudo llegar a ningún acuerdo para organizar un plan de trabajo conjunto. Por este motivo, para recuperar los años perdidos Luis Flores optó el año 1984 por formar el Comité Central Peruano de CILAD (CCP-CILAD) que cambió su nombre por el de “Comité Nacional Peruano del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología”10. Sus colaboradores fueron los Drs. Zuño Burstein y Víctor Meth como Secretarios de Promoción y Prensa; Wenceslao Castillo Secretario General; Elda Canadell Tesorera. El comité fue un semillero que permitió salir del marasmo en que había caído la Sociedad Peruana de Dermatología. Se programaron Reuniones Clínico-patológicas; el Dr. Zuño Burstein inició en octubre de 1986 con el Dr. Víctor Meth la edición del Boletín Folia Dermatológica Peruana, órgano oficial de la institución, de gran contenido informativo, científico e institucional, de circulación nacional e internacional. El Comité Nacional Peruano del CILAD se preocupó también por el cumplimiento de sus obligaciones administrativas, con el pago de sus cuotas societarias a las Instituciones tutelares del CILAD y LIDS que habían sido desatendidas y estaban a punto de expulsar al Perú; asimismo, el Comité se preocupó de que los dermatólogos peruanos estuvieran presentes en eventos Internacionales; así se participó en el XVIII Congreso Mundial de Dermatología celebrado en Berlín en 1987 y en el XI Congreso del CILAD celebrado en Madrid el mismo año. COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA DEL PERÚ (CILAD- PERU) Siendo Presidente del CILAD Enrique Hernández Pérez, en el XII Congreso celebrado en Guadalajara, México, en 1991, la Asamblea del CILAD eligió como nuevo Delegado Nacional Peruano al Dr. Zuño Burstein, quien en cumplimiento a sus obligaciones y de conformidad con el nuevo Presidente reconstituyó el Comité Nacional Peruano del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, que funcionó como tal hasta el 7 de septiembre de 1994, fecha en la que se fundó con esa base el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología del Perú (CILAD-PERU). CILAD-PERU fue reconocido como una nueva Institución médica científica dermatológica el 9 de marzo de 1995, por el Ministerio de Salud Pública y el Colegio Médico del Perú y registrada como tal en los Registros Públicos de Lima11. Esta institución, que desplegó una gran actividad científica, continuó la publicación de la Folia Dermatológica Peruana.
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CÍRCULO DERMATOLÓGICO DEL PERÚ (CIDERM-PERÚ) El 5 de Mayo de 1999 CILAD-PERU cambió su denominación por CIDERM-PERÚ (Círculo Dermatológico del Perú)12, conservando sus estatutos, y se afilió a la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas (LIDS) con esta nueva denominación. De este modo, en la actualidad figuran la Sociedad Peruana de Dermatología y el Círculo Dermatológico del Perú (CIDERM-PERÚ) como las instituciones peruanas vigentes reconocidas y registradas en la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas. Durante su existencia como CILAD-PERÚ y posteriormente CIDERM-PERÚ, las juntas directivas de esta institución han sido presididas sucesivamente por los Drs. Zuño Burstein, Francisco Bravo y actualmente Rafael Gamarra. El CIDERM-PERÚ estimula constantemente a los dermatólogos peruanos para participar en eventos científicos nacionales e internacionales que los mantienen al día en los avances de la especialidad y además gestiona y otorga becas preferentemente a los dermatólogos jóvenes para facilitar su asistencia. El CIDERM-PERÚ ha continuado con las reuniones clínico patológicas periódicas y cursos teórico-prácticos con expertos internacionales invitados, video conferencias, simposios y cursos de especialización dermatológica con profesores nacionales y extranjeros. También realiza anualmente, desde hace diez años, una importante actividad de proyección a la comunidad denominada el “Día del lunar”, campaña a nivel nacional de educación, prevención y diagnóstico precoz de cáncer de piel y melanoma. Esta actividad oficializada por el Ministerio de Salud es apoyada por los servicios médicos de la Seguridad Social y las Sanidades de las Fuerzas Armadas y Policiales, así como por los gobiernos locales, y cuenta con la colaboración económica de laboratorios farmacéuticos, sensibilizados en esta materia. El CIDERM-PERÚ participa institucionalmente en los congresos y actividades del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) y en la Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos (RADLA), teniendo incorporados en su Directiva a sus delegados nacionales. Por primera vez en la historia de la RADLA, su XXIII reunión se realizó con gran éxito del 1º al 4 de mayo del 2004 en la Ciudad de Lima, bajo la presidencia ejecutiva del Dr. Fernando Magill, directivo del CIDERM-PERÚ y delegado nacional del CILAD, habiendo sido distinguido como Presidente Honorario de esa reunión el Dr. Zuño Burstein. El CIDERM-PERÚ cuenta con la revista Folia Dermatológica Peruana como su órgano de difusión científica y tiene subdelegaturas regionales en el norte y sur del país.
Historia de las publicaciones científicas dermatológicas en el Perú Mencionaremos algunas de las primeras publicaciones realizadas en la especialidad, como antecedentes de las actuales. En 1953 el Dr. Luis Flores-Cevallos editó el Primer Boletín de la Cátedra de Dermatología y Sifilografía, en el que se daba a conocer la presentación mensual de casos clínico-patológicos de las Cátedras de Dermatología y Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor De San Marcos. Juan Manrique Ávila, Presidente de la SPD, editó el primer número de la Revista de la Sociedad Peruana de Dermatología con trabajos originales y diferentes actividades científicas de la SPD; la revista, de circulación nacional e internacional, continuó publicándose regularmente hasta diciembre de 1971. El Dr. Luis Flores Cevallos editó los Anales de la Primera Jornada de Dermatología, realizada en la ciudad de Arequipa, en un número especial de la revista de la Sociedad Peruana de Dermatología (1970). En 1971 publicó en otro número especial los Anales
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Historia de la Dermatología en el Perú
del Primer Curso Internacional de Dermatología y del Primer Congreso Peruano de Dermatología. REVISTA DE LA SOCIEDAD PERUANA DE DERMATOLOGÍA Y DERMATOLOGÍA PERUANA La Revista de la Sociedad Peruana de Dermatología, órgano de difusión oficial de la Sociedad, fue fundada en 1965 durante la presidencia del Dr. Juan Manrique. Se comenzó a publicar semestralmente, enviándola gratuitamente a los médicos dermatólogos asociados y a instituciones nacionales e internacionales (bibliotecas). La revista apareció regularmente hasta 1971; 25 años después, bajo la presidencia de la Junta Directiva del Dr. Luis Valdivia Blondet se reinició su publicación a fines de 1996 con el nombre de Dermatología Peruana, con la finalidad de volver a poner al alcance de todos los dermatólogos peruanos y de la comunidad médica en general, los trabajos científicos, experiencias profesionales e información actualizada de los últimos adelantos de la especialidad. Actualmente la revista se edita en un volumen anual dividido en tres números; está indizada en LILACS, LIPECS y tiene el número de registro ISSN1028-7175, siendo su actual editor el Dr. Arturo Saetone. FOLIA DERMATOLÓGICA PERUANA En octubre de 1986 se inicia la publicación de la Folia Dermatológica Peruana como órgano de difusión del Comité Central Peruano del CILAD; posteriormente se transforma en una revista que se publica regularmente hasta la actualidad con trabajos originales e información institucional, de distribución nacional e internacional; se encuentra indizada en las bases de datos nacionales e internacionales (LIPECS, LILACS y SCIELO). Actualmente es el órgano oficial de difusión científica del Círculo Dermatológico del Perú (CIDERM Perú). Cuenta con el número de registro ISSN1029-1733. Figura como Director Fundador el Dr. Zuño Burstein y Director Ejecutivo actual (año 2004) el Dr. Rafael Gamarra, Presidente del CIDERM-PERÚ. REVISTA DERMA SUR Editada por la filial sur de la Sociedad Peruana de Dermatología; el primer número apareció en septiembre del año 2004, publicado por la Junta Directiva presidida por la Dra. Lilia Zapata. REVISTA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA LATINOAMERICANA El primer número apareció en Lima en octubre del año 2003; es el órgano oficial de la Sociedad Latino Americana de Dermatología Pediátrica y tiene como editores principales a los dermatólogos peruanos Dra. Rosalía Ballona, Dr. Héctor Cáceres y Dr. José Catacora; cuenta con la colaboración de destacados líderes de la especialidad y se propone mantener una periodicidad regular de cuatro números al año para ser distribuidos en toda Latinoamérica.
Algunos precursores de la Dermatología en el Perú Cuando la especialidad aún no estaba reconocida, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos había muchos profesionales médicos que con entrenamiento en el extranjero o como autodidactas, se dedicaban en mayor o menor medida al estudio y a la práctica de la Dermatología en el Perú. Debemos resaltar el mérito de nuestros antecesores a quienes consideramos como “precursores”. A los que más adelante demostraron interés y dedicación por la práctica y enseñanza dermatológica los consideramos “pioneros”; y llamamos “continuadores” a los especialistas que siguieron su ejemplo. Entre los “precursores” merecen recordarse algunos nombres de médicos y de grupos profesionales cuya actividad ha sido visible en la Historia de la Dermatología Peruana.
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FELIPE MERKEL (1873-1941)13 Médico nacido en Kronstad, Austria, el año 1873. Hizo sus estudios escolares en el prestigioso Colegio Nuestra Señora de Guadalupe de Lima y se diplomó de médico el año 1903 en la UNMSM con un trabajo académico sobre “La tuberculosis en el Ejército Nacional”, premiado por la Facultad de Ciencias Médicas. Hizo sus estudios de especialización en París, Berlín y Viena, graduándose de doctor en Medicina en 1908 con una tesis sobre “La reglamentación de la prostitución en Lima”. Se dedicó prioritariamente en su vida profesional a la Dermatología y Sifilografía; fue nombrado Presidente del Comité Peruano del X Congreso Mundial de Dermatología. Se lo considera el primer especialista en Dermatología y Sifilografía del Perú. En 1913 se reunió en Lima el V Congreso Médico Latinoamericano donde Merkel expuso un importante trabajo sobre la uta. Se dedicó al estudio de la sífilis y difundió el uso del salvarsán en la terapia antisifilítica presentando trabajos sobre “Salvarsanoterapia de la sífilis: 12 años de práctica del salvarsán” (1922) y sobre el tratamiento de la sífilis (1937). Fue designado en 1910 miembro titular de la Academia Nacional de Medicina de Lima y recibió numerosos homenajes por su actividad profesional y su austero sentido de la ética hipocrática. MAXIME KUCZYNSKI-GODARD (1890-1967)14 Médico inmigrante alemán, nacido en 1890, que contribuyó en forma muy destacada al estudio de la lepra en la Amazonía peruana. Estudió medicina en Berlín donde llegó a ser Profesor de Patología; realizó numerosas misiones médicas en diferentes partes del mundo. En 1933, a causa de las leyes raciales de los nazis renunció a su cátedra y emigró a Francia, primero, y después a Venezuela. En 1936 llegó al Perú donde trabajó febrilmente; al comienzo con Carlos Enrique Paz Soldán en el Instituto de Medicina Social de la UNMSM y posteriormente en el Ministerio de Salud; se le asignaron importantes responsabilidades sanitarias en la Selva y posteriormente en la Sierra donde realizó y publicó numerosos trabajos científicos, entre los que figura su autoinoculación experimental de verruga peruana, reproduciendo la experiencia de Carrión; ese trabajo le valió la designación de miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina. En 1940 el gobierno del Perú creó la supervisión de Sanidad de Loreto y San Martín que prontamente se elevó a la condición de supervisión del Nororiente a cargo de Maxime Kuczynski, quien después de fundar en 1940 un dispensario antileproso en Iquitos, reconstruyó el asilo de San Pablo como colonia agrícola, obteniendo notables avances; también acometió la exploración de varios ríos, especialmente el Ucayali, realizando valiosas encuestas leprológicas. A él se le debe en Sudamérica la observación de los primeros casos de lepra entre los selváticos genuinos, que realizó entre las tribus Camo y Cocama17.
GRUPOS PROFESIONALES Otras áreas especializadas de la Medicina que han contribuido al conocimiento y desarrollo de la Dermatología en el Perú han sido las relacionadas con alergia e inmunología. Destacan en esta área personalidades médicas, algunas de las cuales constituyeron verdaderas escuelas formadoras de esta especialidad, como la liderada por el Dr. Emilio Ciuffardi en el Hospital de Policía; fue además fundador de la Sociedad Peruana de Inmunopatología y Alergia. Juntamente con el Dr. Pedro Vargas Morales, fundador de la Sociedad de Asma Bronquial –ambos fallecidos–, y sus continuadores han contribuido al conocimiento de las enfermedades dermatológicas alérgicas. En esta área hay que mencionar el servicio altamente calificado de Dermatología y Alergia del Hospital Central del Empleado, con el Dr. Luis Flores7 como Jefe del servicio, así como la Escuela Alergológica del Dr. Betteta con base en el Hospital 2 de Mayo y el Instituto Especializado de
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Inmunología y Alergia de sus seguidores, grupo vinculado con el Dr. José Zegarra Pupi. Cabe mencionar también la contribución del Servicio de Alergia del Hospital del Niño, a cargo del Dr. Enrique Drassinower. Todas estas personalidades, ya fallecidas, han dejado seguidores que actualmente continúan vinculados con la Dermatología.
Historia de la enseñanza de la Dermatología en el Perú La enseñanza universitaria formal de la Dermatología se inicia en el Perú a mediados del siglo XX. Los Drs. Aurelio Loret de Mola y Pablo Arana (1930), Arturo Salas (1941), Marcial Ayaipoma (1942), Amaro Urello y Víctor Gonzáles (1943) y el Dr. Luis Flores (1947) conformaron el plantel de la primera cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de San Fernando en el Hospital Arzobispo Loayza. PROFESORES
PIONEROS
Aurelio Loret de Mola (1896-1968)15 Médico dermatólogo, especializado en Francia, pionero en la enseñanza de la Dermatología Clínica en el Perú (figura 9). Nació en Lima en 1896; siguió cursos prácticos completos de Dermatología y Venereología con el Prof. Jeanselme en la Clínica de Enfermedades Cutáneas y Sifilíticas del Hospital Saint-Louis. Además estudió con Touraine, Norié, Chevallier, Riccard, Ferrand, Flurin y otros maestros de la Dermatología francesa. A su regreso al Perú, se convirtió en uno de los fundadores del Hospital Arzobispo Loayza, donde, desde 1927, desempeñó la jefatura del consultorio de Dermatología y Sifilografía en reemplazo del Dr. Eleodoro Camacho. Fue Profesor Interino en la Cátedra de Enfermedades de la Piel y Sífilis en la Facultad de Medicina de San Fernando y desde 1933 fue nombrado catedrático en reemplazo del Prof. Pedro Weiss. Fue en ese centro de estudios donde en 1936 se graduó como Doctor en Medicina, sustentando un importante trabajo de investigación sobre “Reacciones inflamatorias de la piel y procedimientos de desensibilización”. Como profesor Principal Titular de Dermatología y Sifilografía, en 1937 y luego como Catedrático Principal titular de la especialidad en la Facultad de Medicina de San Fernando, en 1940, representó al Perú en numerosos congresos en América y Europa, efectuando en ellos aportes notables. Al crearse en 1961 la Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas “Cayetano Heredia”, asumió el cargo de Profesor Principal e instauró la cátedra de Dermatología de esa Universidad, donde en 1967 fue distinguido como Profesor Emérito. Diversas Academias de Medicina y múltiples Colegios y Sociedades de Dermatología, Sifilografía, Venereología y Leprología de América y Europa incorporaron al doctor Loret de Mola como miembro titular. Fue también reconocido y galardonado por instituciones médicas de Alemania, Argentina, Brasil, Canadá, España, Estados Unidos, Francia y Venezuela, entre otras. Publicó diversos artículos en revistas médicas nacionales y extranjeras, así como importantes y extensos trabajos de investigación en la especialidad de Dermatología, entre ellos: “Sobre el tratamiento de la peste bubónica” (1923); “Contribución al tratamiento de la blenorragia” (1928); “Reacciones inflamatorias de la piel y procedimientos de desensibilización” (1936); “Mi experiencia de 25 años sobre el tratamiento de sífilis” (1953); numerosos artículos sobre “Terapéutica del eczema” (entre 1926 y 1940) y diversos trabajos sobre “Temas de Dermatología y Sifilografía” (entre 1930 y 1960). Falleció el 17 de noviembre de 1968.
Figura. 9 Dr. Aurelio Loret de Mola
Pedro Weiss (1893-1985)15 Médico polifacético (figura 10), especializado en Francia, Alemania y Austria en el
Figura 10. Dr. Pedro Weiss
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campo de la anatomía patológica y la Dermatología, pionero en el diagnóstico etiológico y la enseñanza de la histopatología y micología de las enfermedades de la piel en el Perú. Nació en 1893 en Lima, estudió y se graduó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, doctorándose en Medicina en 1927. En 1930, a su regreso de Europa, se le nombra Profesor Principal en la cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Universidad Mayor de San Marcos, en reemplazo del Prof. Belisario Sosa Artola quien había renunciado. En 1935 fue nombrado Catedrático Principal de Anatomía Patológica, desplegando una fructífera labor como patólogo, arqueólogo, paleopatólogo y dermatólogo. En su labor asistencial fundó y dirigió los servicios de Laboratorio de los hospitales Dos de Mayo y Hospital del Niño y del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad de San Marcos. Fue uno de los fundadores de la Universidad Cayetano Heredia; se desempeñó como Jefe del Servicio de Laboratorio del Hospital Arzobispo Loayza; del Departamento de Antropología Física en el Museo Nacional de Antropología y Arqueología y del Seminario de Antropología Física de la Universidad de San Marcos. Realizó su labor docente como Profesor Principal titular en la Cátedra de Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de San Fernando y como Profesor Principal titular del Seminario de Antropología Física en la Facultad de Ciencias. Su contribución científica en el campo de la investigación es muy amplia y son numerosas e importantes las publicaciones hechas por él tanto en el campo médico como en el de la Antropología. Entre los trabajos publicados sobre procesos dermatológicos citamos: “Contribución al estudio de la verruga peruana” (1933); “Sobre un caso de Linfogranulomatosis Micótica por Paracoccidioides brasilensis” (1937); “Nuevos Casos de Linfogranulomatosis Micótica encontrados en Lima” (1949); “Epidemiología de las enfermedades transmitidas por Phlebotomos en los Andes Peruanos, uta, verruga peruana” (1953) y “La asociación de la uta y verruga peruana en mitos de la papa figurados en la cerámica mochica” (1961), entre muchos otros. Algunas de las instituciones científicas a las que perteneció son: el CILAD, del cual fue Miembro Honorario; la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía; la Sociedad Latinoamericana de Dermatología; la Sociedad Brasilera de Dermatología. Se destacó su participación en el primer Congreso Peruano de Dermatología, entre otras, habiendo sido incorporado como Miembro Honorario de la Sociedad Peruana de Dermatología el 27 de mayo de 1967. Entre las distinciones que recibió a lo largo de su carrera profesional están la Orden “Hipólito Unanue”, con el grado de Gran Oficial, la Orden “Daniel A. Carrión” y la Medalla de Honor del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Hugo Pesce (1900-1969)15 Médico, leprólogo tropicalista, Doctor en Medicina, con estudios de posgrado en Italia, fue pionero en la enseñanza de la Dermatología Tropical en el Perú. Nació en la Ciudad de Tarma-Perú en el año 1900 (figura 11). Se graduó de médico en la Facultad de Medicina de Génova, Italia, en 1927. Hasta 1931 trabajó como médico general, colaboró en el Hospital Arzobispo Loayza con el Doctor Carlos Monge y participó en el equipo que realizó los primeros estudios de Biología Andina en Morococha, en 1927. En 1931 tuvo su primer contacto con la Medicina Tropical, pues trabajó como médico en la colonia de Satipo (selva del Perú). Fruto de su estadía fue su primer trabajo de la especialidad: “Geografía sanitaria en la Región de Satipo”. Nuevamente en Lima, trabajó en la Clínica Médica del Hospital Arzobispo Loayza hasta 1935, en que fue nombrado Comisionado Sanitario de la Región; ese mismo año fundó el Servicio Antileproso de Apurímac (SALA), entidad predecesora del Servicio Nacional Antileproso que creó a su regreso a Lima en 1944. Este servicio fue después Departamento y luego División de Lepra de la Dirección de Normas y Supervisión del Ministerio de Salud.
Figura 11. Dr. Hugo Pesce
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Describió en 1937 el primer caso de Lepra Tuberculoide en Apurímac. En 1945 ingresó a la cátedra de Enfermedades Infecciosas, Tropicales y Parasitarias que dirigía el doctor Oswaldo Hercelles en la Facultad de Medicina de San Fernando. Trabajó en la clasificación mundial de la lepra de la que fue coautor con los doctores Fernández y Schujman de Argentina y con Souza Campos de Brasil. Fue creador y líder de la Escuela Leprológica Peruana. En la Facultad de San Fernando contribuyó decisivamente a su reconstrucción académica en 1961 ocupando como Profesor Principal concursado la Jefatura de la Cátedra de Enfermedades Infecciosas y Tropicales, que desempeñó por 14 años consecutivos hasta el 15 de mayo de 1967, fecha en la que pasó a la condición de Profesor Emérito. Además de sus estudios sobre lepra, estudió y recopiló exhaustivamente datos sobre el tifus exantemático y el recurrente –de los que tenía amplia experiencia por su estadía en la sierra– así como sobre las micosis profundas, en especial la “Blastomicosis Sudamericana” y la “Histoplasmosis”. Fue gestor del Instituto de Medicina Tropical “Daniel A. Carrión” de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. La talla intelectual del Dr. Hugo Pesce desborda la actividad médica; se destacó como gran conferencista, literato y filósofo, manejando con extraordinaria habilidad el materialismo dialéctico para el análisis de un cuantioso acervo intelectual que su privilegiada mente enciclopédica logró atesorar, transformándose en consultor obligado de los estudiosos de la realidad peruana. Hugo Pesce, maestro e investigador, falleció repentinamente el 26 de julio de 1969 a los 69 años de edad en plena producción intelectual, después de haber ejecutado una gigantesca, tesonera e impecable labor universitaria. Marcial Ayaipoma (1908-1998)15 Médico dermatólogo, nacido en 1908 en el Departamento de Huancavelica (figura 12). Seguidor de la Escuela Francesa, fue convocado en 1942 por el Prof. Aurelio Loret de Mola, quien tenía a su cargo la Cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos. Posteriormente, fue designado por concurso como Catedrático Asociado de Dermatología. Más tarde, completaron el equipo dermatológico de profesores los Drs. Víctor Meth y Elda Canadell y como ayudantes Guillermo Arana y Jaime Flores. En 1961 surgió un serio problema entre la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos y el Consejo Universitario al rechazar la Facultad la intervención del Tercio Estudiantil en su gobierno. Como consecuencia, los profesores de la Facultad renunciaron colectivamente. Meses después estos profesores, entre los cuales estaba Ayaipoma, fundaron la Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas Cayetano Heredia, que tuvo su primera sede en el local que anteriormente ocupaba el Colegio Belén, en el Jirón de la Unión, del Cercado de Lima. El Dr. Ayaipoma continuó enseñando como Catedrático Asociado en la cátedra de Dermatología de la nueva Universidad, que funcionaba también en el Hospital Arzobispo Loayza. En 1970 renunció irrevocablemente a la cátedra y con él todo el cuerpo docente, a excepción del doctor Víctor Gonzáles Pinillos. Pero aun alejado de la actividad docente continuó realizando importantes servicios médicos para la comunidad, en su condición de secretario vitalicio de su promoción. El Dr. Ayaipoma fue miembro activo del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) y también miembro fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología.
Figura 12. Dr. Marcial Ayaipoma
Víctor Gonzáles Pinillos (1914-1985)15 Médico Dermatólogo de amplia experiencia (figura 13). Nació en Trujillo en 1914; con formación en la Escuela Francesa, fiel colaborador del Prof. Loret de Mola, a través de la práctica se especializó en Dermatología, actividad a la que se dedicó hasta el momento de su fallecimiento, en 1985.
Figura 13. Dr. Víctor Gonzáles Pinillos
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Durante gran parte de su carrera profesional se dedicó a prestar servicios en la Administración Pública, pues consideraba que una de sus prioridades era contribuir directamente, con su esfuerzo y su dedicación, a mejorar los servicios de Salud Pública en el país. El Ministerio de Salud lo destacó a la zona de selva, donde cumplió tareas entre los años 1942 y 1944, resolviendo problemas referentes a las diversas patologías dermatológicas. En 1945 ingresó a prestar sus servicios en el campo de la Seguridad Social, en el Policlínico Nº 1 y en el ex Hospital Obrero, hoy Hospital Guillermo Almenara, centros médicos donde permaneció hasta 1983 desempeñándose como Jefe del Servicio de Dermatología. Un año después ingresó al Hospital Arzobispo Loayza, donde también se desempeñó como Jefe del Consultorio de Dermatología hasta 1961. Entre los años 1970 y mediados de los 80, el Dr. Gonzáles Pinillos tuvo a su cargo, en el Hospital “Arzobispo Loayza”, el mayor y más activo Servicio de Dermatología del país, integrado por 14 especialistas, cada uno de los cuales atendía diariamente un promedio de 40 pacientes. En 1977 obtuvo su doctorado en Medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se había desempeñado como profesor en la cátedra de Dermatología entre los años 1942 y 1960. Fundador de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, fue Profesor Principal en la cátedra de Dermatología, hasta el año 1979. Luis Flores-Cevallos15 Médico Dermatólogo especializado en Francia; Doctor en Medicina. Nació en la Ciudad de Ayabaca, Departamento de Piura, en el año 1917 (figura 14). El Prof. Loret de Mola lo incentivó a viajar al extranjero y le sugirió el Hospital SaintLouis de París como el mejor centro de estudios en Dermatología. En 1950 se matriculó en los cursos de Histopatología Dermatológica, con el Prof. B. Duperrat; en Dermatología Clínica con los Profs. L. Gougerot y R. Degos; en Alergia Dermatológica y Citología con el Prof. Tzanc. Un aspecto digno de mencionar es la solicitud del Prof. Duperrat para que colaborara con él, elaborando el capítulo “Leishmaniasis y Verruga Peruana” del importante libro que el científico estaba escribiendo. En 1952 regresó al Perú y decidió aplicar los conocimientos adquiridos en Francia en la Cátedra de Dermatología en la Universidad de Mayor de San Marcos y en el Servicio de Dermatología del Policlínico Obrero del Callao. En sus 11 años de trabajo en estas instituciones, como Jefe Instructor de Clínica y Profesor Auxiliar, organizó las reuniones clínicas mensuales, simposios anuales en Lima y provincias; preparó el Syllabus de enseñanza de Pregrado; realizó la publicación de trabajos y folletos sobre reuniones clínicas, instauró programas de intercambio cultural con el extranjero y la asistencia en grupos a congresos mundiales, entre otras labores, sin dejar de dictar, por las mañanas, sus clases teóricas y prácticas. En 1973 obtuvo el título de Doctor en Medicina. En el Hospital del Empleado se dedicó a la organización del Servicio de Dermatología, luego creó el Servicio de Alergia, estableció las Reuniones Clínicas Interhospitalarias y el intercambio cultural con el extranjero; preparó los Manuales de Organización y Funciones, Normas y Procedimientos del Servicio. Posteriormente asumió responsabilidades administrativas de gran importancia en el Hospital del Empleado, llegando a ocupar su Dirección hasta 1986, fecha en que renunció para proseguir su infatigable labor en otros campos de la medicina. Organizó y ejecutó la I Jornada Peruana de Dermatología, en el Hospital Regional del Empleado en la ciudad de Arequipa. Inició la preparación del I Congreso Peruano de Dermatología y el I Curso Internacional de Posgrado de Dermatología. Reelecto Presidente de la Sociedad Peruana de Dermatología en el año 1971, su primera gestión fue la inscripción de la Sociedad en el Registro Nacional de Instituciones Médicas del Colegio Médico del Perú; actualizó el Estatuto y el Reglamento; a sus 20 socios
Figura 14. Dr. Luis Flores-Cevallos
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fundadores sumó 30 honorarios extranjeros, 145 titulares, 1 honorario nacional, 10 correspondientes extranjeros, 10 miembros asociados y 16 adjuntos. Entre sus principales publicaciones científicas cabe destacar su contribución en el libro de Duperrat, ya mencionado, con el capítulo “Leishmaniasis y verruga peruana”; los trabajos sobre “Distribución de algunas dermatosis según las diferentes zonas del clima del Perú”; “Incidentes generales de intolerancia a medicamentos”; “Manifestaciones cutáneas de Avitaminosis B”; “Normas generales de Terapéutica Dermatológica”; “Reticulosis Cutánea, Micosis Fungoide, enfermedad de Hodgkin, enfermedad de Kaposi, Mastocitosis”; “Concepto actual sobre Sífilis” (1968); “Tratamiento del vitíligo con Trisolaren”; “Pénfigo seborreico, su tratamiento con Murranil”; “El cuidado de los alimentos en la prevención de enfermedades”. Además ha publicado libros sobre la Tuberculosis Cutánea y la Historia de la Dermatología del Perú. Es miembro honorario de diferentes Sociedades Dermatológicas Extranjeras. En el año 1971 fue nombrado por el Colegio Médico del Perú como Presidente del Comité de Calificación de Dermatólogos de la Modalidad No Escolarizada. Es elegido en 1979 y reelegido en 1983 Delegado Peruano del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología. En 1984 funda el Comité Central Peruano del CILAD, siendo designado Presidente. En el año de 1985 es elegido Miembro Honorario del CILAD y en 1989 Presidente Honorario del CILAD-PERÚ. Al cumplirse los 40 años (Bodas de Rubí) de la Fundación de la Sociedad Peruana de Dermatología se le distinguió con la Medalla de Honor como ex Presidente. Con motivo de la celebración del 38º aniversario del Hospital del Empleado (hoy Hospital Edgardo Rebagliati Martins) fue distinguido con Medalla de Honor por su destacada labor durante 40 años. En 1996, el Colegio Médico del Perú, en ceremonia central, le hizo entrega de una Medalla de Orden por servicios distinguidos en el campo de la Dermatología. En el año 2003, en el XV Congreso del CILAD, en Buenos Aires, se le otorgó el premio por su colaboración en el desarrollo de la Dermatología en el Perú, reconocimiento hecho por el Presidente de la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas (LIDS). PROFESORES
CONTINUADORES
Juan Manrique15 Médico Dermatólogo graduado en la Universidad de Chile (figura 15). Nació en Ilo, Departamento de Moquegua, en el año 1914. Realizó su entrenamiento en el Hospital San Vicente en Santiago de Chile, en el Servicio de Dermatología del Prof. Arturo Parodi, discípulo del profesor alemán Jadassohn. En 1944 ingresa a la Cátedra de Dermatología de la Universidad de Chile. A su regreso al Perú en 1947 ingresa a trabajar en el Hospital Obrero de Lima hasta 1984. En ese Hospital ejerce la Jefatura del Servicio de Dermatología y luego la Jefatura del Departamento de Medicina Especializada hasta su retiro. Asimismo, es nombrado Médico Dermatólogo Consultor en los Hospitales Militar y de Aeronáutica. En 1960 ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en calidad de profesor en la Cátedra de Dermatología. En 1972, se le pide que abra la Cátedra de la especialidad de Dermatología de la Universidad Nacional Federico Villarreal, en la cual se desempeña como Profesor Principal. En 1990 es declarado Profesor Emérito de la Universidad de Chile y un año después le otorgan el título de Doctor Honoris Causa. A lo largo de su vida profesional, este distinguido especialista ha cumplido una amplia y proficua labor en el campo de la docencia universitaria: ha dictado cursos de Extensión y cursos de Posgrado, ha realizado asesorías de tesis de Pregrado y Posgrado, ha sido jurado de tesis de Pre y Posgrado y ha participado en diversas comisiones académicas.
Figura 15. Dr. Juan Manrique
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Entre los más importantes trabajos de investigación que ha publicado se cuentan dos Manuales de Dermatología que sirven de guía para los estudiantes de Pregrado de la Universidad Nacional Federico Villarreal. Ha participado en diversos Congresos de su especialidad tanto a nivel nacional como internacional, actuando como organizador y conferencista. Entre las múltiples distinciones recibidas, tiene los reconocimientos del Colegio Médico del Perú, del ex Hospital Obrero, hoy Hospital Guillermo Almenara, del Hospital Militar, del Hospital de Aeronáutica, de la Sociedad Peruana de Dermatología, de la Sociedad Bolivariana de Dermatología y de la Sociedad Chilena de Dermatología. Es miembro de diversas Sociedades Científicas del Perú y del extranjero y ha ejercido los cargos de Presidente de la Sociedad Peruana de Dermatología y de la Federación Bolivariana de Dermatología. José Neyra15 Médico, Doctor en Medicina, especialista en Medicina Tropical, Leprología, Tisiología y Medicina Sanitaria. Nació en Lima en 1920; realizó sus estudios de Posgrado en Francia; es autor de diversos estudios sobre Epidemiología de la Lepra en el Perú (figura 16). Trabajó durante treinta y dos años en el Ministerio de Salud, llegando a ocupar el cargo de Viceministro en 1978. Ha dedicado gran parte de su tiempo a la actividad docente, ejerciendo como Profesor durante cuarenta años en la Facultad de Medicina de San Fernando, donde llegó a la categoría de Profesor Principal en la especialidad de Enfermedades Tropicales. Al retirarse como catedrático de ese centro de estudios se le otorgó el título de Profesor Emérito, como reconocimiento a su importante y dedicada labor en beneficio de las nuevas generaciones de médicos. Entre los años 1951 y 1953 estuvo en Francia realizando estudios sobre Tuberculosis, Lepra y BCG. Años después volvió a ese país para seguir estudios sobre Tuberculosis y en 1970 viajó a Italia con el mismo objetivo. Entre las más importantes distinciones recibidas a lo largo de su carrera se encuentran las condecoraciones de la Orden de “Hipólito Unanue” y la Orden de “Daniel A. Carrión”, en el grado de Gran Oficial. En dos oportunidades se ha desempeñado como Secretario de la Facultad de Medicina de San Fernando y ha sido Secretario de la Federación Médica Peruana y del Consejo Regional III del Colegio Médico del Perú. Fue incorporado como Miembro Asociado de la Academia Nacional de Medicina en 1991 y se le nombró Miembro Titular en 1994. Es Miembro Honorario de la Academia Peruana de Salud, desde la fundación de esa institución, en diciembre de 1993. En los años 1994 y 1995, ejerció el cargo de Decano del Colegio Médico del Perú. En los años 1995 a 1998 fue representante de los Colegios Profesionales del Perú ante el Consejo Nacional de la Magistratura. El Dr. Neyra ha realizado diversos trabajos de investigación: “Las Correlaciones Inmunológicas de la Lepra con la Tuberculosis. Su aplicación práctica”; “La Vacunación BCG en la Profilaxis de la Lepra”, que fue su tesis de Bachiller en Medicina (1950) y otros como “Inmunología de la Lepra”, “La Vacunación BCG en la profilaxis de la Lepra. Plan de trabajo en el Nor-Oriente”, “Clima y tuberculosis. Aspectos históricos”, “El antagonismo de la Lepra en la Tuberculosis. Consideraciones Epidemiológicas en el Perú”, “La Tuberculosis en los sujetos de más de 50 años”, “La fiebre amarilla en el Perú” y “La peste en el Perú”, “La verruga peruana en el Departamento de Ancash”; hay que destacar la publicación de su libro Imágenes Históricas de la Medicina Peruana (1999).
Figura 16. Dr. José Neyra
Figura 17. Dr. Aizic Cotlear
Aizic Cotlear15 Médico Dermatólogo, Doctor en Medicina; nacido en Lima el año 1927 (figura 17). Realizó la residencia en Dermatología en la New York University, Bellevue Medical Center, Skin and Cancer Unit, donde siguió estudios hasta el año 1955.
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Ha tenido una intensa actividad en el campo de Leprología entre los años 1957 y 1976. Durante ese tiempo cumplió tareas como Médico Jefe del Servicio Nacional Antileproso del Ministerio de Salud Pública. Entre los años 1958 y 1970 ha sido Consultor del Instituto de Salud Ocupacional. Simultáneamente, ha cumplido una importante labor asistencial en Dermatología, desempeñándose como Médico Jefe del Servicio Académico Asistencial de Dermatología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en la sede del Hospital Dos de Mayo, entre los años 1962 y 1983. En 1968 fue elegido Jefe del Departamento de Medicina de la Facultad de Medicina de San Fernando, cargo que desempeñó hasta 1969. Posteriormente fue nombrado Director del Programa Académico de Perfeccionamiento de la UNMSM, labor que cumplió hasta 1971. Algunos de sus más destacados trabajos de investigación han sido, en el campo de la Leprología, “Preparación del suero citotóxico antireticular y su aplicación en la lepra” y en Dermatología Ocupacional: “Arsénico y dermatosis ocupacionales”. Sus publicaciones le valieron distinciones especiales, entre ellas ser nombrado Consultor en Lepra de los Institutos Nacionales de Salud y ser incorporado como Miembro de la New York Academy of Sciences. Es miembro de diversas e importantes instituciones científicas y sociedades profesionales del Perú y del extranjero, entre ellas la American Academy of Dermatology; es miembro activo de la New York Academy of Sciences. Entre otros congresos, ha concurrido anualmente, desde 1970, a las reuniones de la American Academy of Dermatology, institución de la cual es miembro vitalicio. Zuño Burstein15 Médico Doctor en Medicina, especialista en Dermatología y Medicina Tropical, con estudios de Posgrado en Alemania e Israel. Nació en la Ciudad de Chiclayo, Departamento de Lambayeque, el año 1930. En la Facultad de Medicina de la UNMSM obtuvo el título de Bachiller en Medicina y posteriormente el de Médico Cirujano, en el año 1957 (figura 18). Entre los años 1958 y 1960 siguió estudios de especialización en Dermatología y Medicina Tropical en el Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo, Alemania, y en la Clínica Dermatológica Universitaria de esa ciudad. Posteriormente siguió especializándose en la Facultad de Medicina de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Realizó esta capacitación mediante una beca otorgada por el gobierno alemán en mérito a un convenio entre el gobierno peruano y alemán para constituir en el Perú un Instituto de Medicina Tropical. A su regreso a la Facultad de Medicina de San Marcos obtuvo en 1962, como Jefe Instructor en la Cátedra de Enfermedades Infecciosas Tropicales y Parasitarias, el cargo de profesor auxiliar en la Cátedra de Dermatología y Sifilografía, encomendándosele el traslado, organización y coordinación de la Cátedra que había sido ubicada en el Hospital 2 de Mayo. Posteriormente fue nombrado Profesor Principal en la Cátedra de Dermatología y en la de Medicina Tropical, desempeñando el cargo de Jefe de Consultorios Externos y Unidades Periféricas, así como el de los programas especiales del ya constituido Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la UNMSM, donde llegó a ser Director Interino y más adelante Jefe del Servicio de Lepra y Dermatología Sanitaria en convenio con el Ministerio de Salud. En su actividad académico-administrativa fue miembro de la comisión reorganizadora y posteriormente Director Universitario de Servicios Académicos y Registro Central y luego Director Universitario de Planificación de la UNMSM. Fue nombrado Profesor Emérito de ese Centro de Estudios en 1976; actualmente continúa desempeñando la docencia en el posgrado. Ocupó el cargo de Jefe del Departamento de Lepra y Micología Médica y luego del Departamento de Dermatología Sanitaria en los Institutos Nacionales de Salud.
Figura 18. Dr. Zuño Burstein
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Es Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina; desde el año 2001. Pertenece a importantes instituciones científicas internacionales, entre ellas el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), del que fue Delegado Nacional en el Perú; a la American Academy of Dermatology, a la Sociedad Internacional de Dermatología, a la Academia Europea de Dermatología y Venereología, a la Unión Latinoamericana contra las Enfermedades de Transmisión Sexual (ULACETS) y otras. Es Miembro Honorario Internacional de las Sociedades Argentinas de Dermatología y Leprología. Entre las instituciones científicas nacionales a las que pertenece están el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD-PERÚ) (actualmente CIDERM-PERU) del cual fue Fundador y Presidente; la Unión Peruana contra las Enfermedades de Transmisión Sexual (UPCETS), que también preside actualmente; a la Sociedad de Dermatología, Sociedad de Inmunopatología y Alergia y otras. Desempeñó el cargo de Primer Secretario de la Federación Médica Peruana en el año 1966; en 1969 fue nombrado miembro de la comisión redactora de los Estatutos y Reglamento del Colegio Médico del Perú en representación de los Programas Académicos de Medicina. Es Director Fundador de la Revista Folia Dermatológica. Entre sus más importantes trabajos de investigación y publicaciones se pueden citar: “Flagelados en el látex de la Jatropha macranta (huanarpo hembra); comunicación preliminar”; “Contribución al estudio de la verruga peruana y de la uta. Investigaciones en el Cnidosculos basiacantha y Jatropha macrantha (huanarpos) como posible reservorio” (Tesis de Bachiller en Medicina, Universidad de San Marcos); “Contribución al estudio de las micosis profundas en el Perú; acerca de tres casos de Sporotrichosis”, “Estudio actual del conocimiento de la Leishmaniasis Tegumentaria en el Perú”, “Sarna Noruega en el Perú”, “Nuestra experiencia clínica en Leishmaniasis Tegumentaria en el Perú; intento de agrupar las formas clínicas con un criterio clínico epidemiológico”, “Nuevas contribuciones al conocimiento de la Esporotricosis en el Perú; formas clínicas poco frecuentes”, “Candidiasis Granulomatosa”, “Anatomía patológica de la Blastomicosis Sudamericana en el Perú (aspectos histopatológicos)”, “Una forma clínica poco usual de Actinomicosis”,“A propósito de un caso de Micetoma maduromicótico a madurella mycetomi”. Otros trabajos publicados en revistas científicas son: “Dermatosis Cenicienta (eritema discrómico pertans) en el Perú: a propósito de un caso estudiado”, “Aporte al diagnóstico de las micosis humanas en el Perú (nuestra contribución en 8 años de labor)” (Tesis de Doctorado), “Blastomicosis Sudamericana en el Perú”, “Esporotricosis y mycetomas en el Perú”, “Contribución al conocimiento de las micosis superficiales en el Perú”; “La Lepra indiferenciada en el Perú”; “Quiebre del Programa de Control de la Lepra en el Perú por la descentralización e incorporación a los programas generales de salud”; “Flora micótica genital en gestantes de nuestro medio (Perú)”; “Estado actual del control de las enfermedades venéreas en el Perú”, “Verruga du Perou” (Enciclopedia Medico-Chirurgica, París); “La necesidad de evaluar los cosméticos”, “Tratamiento de la Psoriasis severa con Ciclosporina A” y otros. Fue declarado Presidente Honorario de la XXIII Reunión Anual de Dermatólogos Ibero-Latinoamericanos del Cono Sur (RADLA), celebrada del 1º al 4 de mayo de 2004 en Lima. Ha sido distinguido por el Colegio Médico del Perú por sus aportes a la medicina peruana y su gran prestigio profesional. La Sociedad Peruana de Dermatología le otorgó Medalla de Honor, en septiembre de 2004, como Miembro Fundador y Ex Presidente. Dante Mendoza15 Dermatólogo y dermatopatólogo; nació en el Departamento de Junín, Perú, el año 1934 (figura 19). Hizo su Posgrado en el Servicio de Dermatología con el Prof. Robert Degos y en Dermatopatología con el Prof. Jean Civatte, en el Hospital Saint-Louis de París.
Figura 19. Dr. Dante Mendoza
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Posteriormente, el 20 de septiembre de 1974, obtiene el título de Especialista en Dermatología, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Allí inicia su carrera docente, ingresando, por concurso, como Jefe de Prácticas, en julio de 1962; obtiene la máxima categoría de Profesor Principal, en enero de 1981. En 1993, es nombrado Jefe del Curso de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos. Entre sus más importantes trabajos están: “Donovanosis en el Hospital Dos de Mayo”, “Sarcoma de Kaposi, desde 1991 a 1993 en el Hospital Dos de Mayo” y “Necrobiosis Lipoídica en el Hospital Nacional Dos de Mayo, años 1992-1993”. Es miembro Fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología y pertenece al Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología. Actualmente (2004) se desempeña como Presidente del Comité de la Especialidad de Dermatología de la Unidad de Posgrado de la Facultad de Medicina en la Universidad de San Marcos. Wenceslao Castillo15 Médico dermatólogo. Nació en Lima en 1929, obtuvo el título de Médico Cirujano en la UNMSM en el año de 1956 (figura 20). En 1961 ingresó como profesor a la Universidad de San Marcos, donde actualmente, se desempeña como Profesor Principal de Dermatología de la Facultad de Medicina de San Fernando y es Jefe del Servicio de Dermatología del Complejo Hospitalario Daniel Alcides A. Carrión-Callao. La tarea más importante que ha desarrollado el Dr. Castillo a lo largo de su carrera profesional es la investigación. Su trabajo “Candidiasis Mucocutánea Crónica, estudio inmunológico y tratamiento específico con factor de transferencia”, realizado en conjunto con el Dr. Raúl Patruco le valió el Segundo Premio del prestigioso Instituto “Hipólito Unanue” el año 1979 y una Mención Honrosa en el Premio “Roussell”. En 1982 el “Estudio de los parámetros Inmunológicos en Enfermedades Infecciosas y Tropicales que constituyen problema de salud en el Perú” realizado por ambos especialistas obtuvo Mención Honrosa del Premio “Hipólito Unanue”. Otro hito notable en la carrera de investigador del Dr. Castillo fue el descubrimiento de los primeros casos de SIDA en el Perú, que efectuó junto con el doctor Patruco. Otro de sus motivos de investigación ha sido la enfermedad de Lyme, cuyos primeros casos comunicó. Otros importantes trabajos científicos realizados y publicados por el Dr. Castillo son “Dermatitis Atópica”. “Genética y dermatología”, “Dermatitis de contacto”, “La niñez y el SIDA”, “Clasificación de las enfermedades de Transmisión Sexual”, “Herpes I y Herpes II”, “Inmunología del SIDA” y “El Eosinófilo”. Es miembro de numerosas sociedades médicas entre las que se cuentan la Sociedad Peruana de Dermatología (SPD); la Sociedad Peruana de Inmunología y Alergia; la Sociedad Ecuatoriana de Dermatología; la Sociedad Paraguaya de Alergia; la Sociedad Bolivariana de Dermatología; la Sociedad Latinoamericana de Alergistas; la Sociedad Peruana de Genética Médica; la Unión Peruana y la Unión Latinoamericana contra las Enfermedades de Transmisión Sexual. El Dr. Castillo ha sido varias veces Presidente de la Sociedad Peruana de Inmunología y Alergia.
Figura 20. Dr. Wenceslao Castillo
Oscar Romero16 Médico dermatólogo, nació en la ciudad de Lima en 1929. Se recibió de médico en 1961 en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el título de Especialista en Dermatología en 1977. Hizo sus estudios especializados en la Facultad de Medicina de la Universidad de San Paulo entre los años 1961 y 1962 en las ramas de Microbiología y Medicina Tropical; en el Hospital Das Clínicas de la misma Universidad realizó estudios de posgrado de Dermatología entre 1963 y 1965. Ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
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en el año 1955 como ayudante de prácticas en el Laboratorio de las Clínicas; hizo su carrera docente inicialmente en la Cátedra de Enfermedades Infecciosas, Tropicales y Parasitorias con el Profesor Hugo Pesce y posteriormente en la Cátedra de Dermatología con el Profesor Aizic Cotlear, llegando a ser Jefe de la Cátedra de Medicina Tropical el año 1977 y de la Cátedra de Dermatología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos el año 1980 a 1993, en su condición de Profesor Principal de Dermatología y Medicina Tropical completando 44 años de servicios docentes. Fue Jefe del Servicio Académico Asistencial de Dermatología y Jefe de la Sección de Educación Médica Continua de la misma Universidad. Fue Tutor y Profesor responsable de la especialidad de Dermatología de la Unidad de posgrado de la Facultad de Medicina. En su labor médico asistencial ingresó en 1966 al Ministerio de Salud Pública, por concurso, ocupando la plaza de Médico Venereólogo en el Centro de Salud de Ate Vitarte; en 1968 ocupó por concurso la plaza de Médico Dermatólogo en el Hospital Nacional 2 de Mayo, donde llegó a ser Jefe del Servicio de Dermatología (1995-1999), completando 37 años de servicios prestados a la Salud Pública (Ministerio de Salud). Ha sido ponente en numerosos certámenes de Dermatología y Dermatología Tropical realizados por las Sociedades Médicas y Congresos Nacionales e Internacionales. Entre sus trabajos publicados se destacan los siguientes títulos: “Enfermedad de Jorge Lobo, primer caso diagnosticado en el Perú”, “Leishmaniasis Cutánea, formas esporotricoides”, “Enfermedades Venéreas, Sífilis”, “Blastomicosis Sudamericana en el Perú”, “Donovanosis en el Hospital 2 de Mayo”, “Necrobiosis Lipoídica en el Hospital 2 de Mayo”, “Sarcoma de Kaposi desde 1991 a 1993 en el Hospital 2 de Mayo” y numerosos manuales de clases teóricas para Dermatología. Entre las distinciones otorgadas al Dr. Romero se mencionan la medalla por 25 años de servicios en el Hospital 2 de Mayo, medalla por los 40 años en la docencia médica en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Distinción Honorífica y Medalla al Mérito por destacada labor científica y profesional en prestigio de la Orden otorgada por el Colegio Médico del Perú en Octubre de 1999. Pertenece a la Sociedad Peruana de Dermatología que le ha concedido el año 2004 el Título Honorífico de “Maestro de la Dermatología Nacional”. Es miembro del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD). Elda Canadell15 Nació en 1934 en Buenos Aires y se graduó de Médica en 1958 en la Facultad de Medicina de la UBA. Hizo su entrenamiento dermatológico en la Cátedra en el Hospital Ramos Mejía con el Dr. Marcial Quiroga. Obtuvo la nacionalidad peruana por matrimonio revalidando su título profesional de Médico Cirujano en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y posteriormente obtuvo el título de Especialista en Dermatología, siendo una de las iniciadoras y exponentes de la Dermatología Cosmiátrica en el Perú (figura 21). Gracias a los certificados otorgados por el Prof. Quiroga, fue aceptada en la Cátedra del Prof. Aurelio Loret de Mola y se desempeñó como Jefa de Prácticas, siendo la primera dermatóloga en ejercer la docencia. En 1962 integra el grupo de profesores fundadores de la Universidad Peruana Cayetano Heredia e inicia sus labores como docente en la Facultad de Medicina de ese centro de estudios. En 1972 es invitada a formar parte del plantel de catedráticos de la Universidad de San Marcos, como Profesora Auxiliar y más tarde como Asociada, en la cátedra del Profesor Aizic Cotlear. La doctora Canadell, con gran vocación por la docencia, es tutora de Residentes de Pediatría en la especialidad de Dermatología, en el Departamento de Pediatría del Área Hospitalaria Nº 6 del Callao y en el Hospital del Niño, por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad Federico Villarreal.
Figura 21. Dra. Elda Canadell
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Ha participado en numerosos cursos y congresos nacionales e internacionales, entre ellos los organizados por la Sociedad Peruana de Dermatología de Lima y de su sede en Arequipa, por la Asociación Médica Femenina del Perú y por la Sociedad Peruana de Patólogos. Ha participado, igualmente, en los certámenes médicos de la Alianza Panamericana de Médicas: en los de la Asociación Peruana de Química Cosmética; en el Primer Congreso Médico Argentino y en varios Simposios y Seminarios del CILAD-PERÚ. Desde 1963 es miembro activo del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD). Fue igualmente una de las fundadoras de la Sociedad Peruana de Dermatología del Perú. Es autora de diversos artículos aparecidos en diarios y revistas especializados y de algunos capítulos del libro Actualizaciones en Terapéutica, así como del Manual de Dermatología, ambos publicados por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Alejandro Morales17 Médico dermatólogo, nacido en Trujillo, Perú, en el año 1933. En 1959 obtuvo el título de médico cirujano en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Hizo sus estudios de posgrado especializado en el Hospital Henry Ford (Detroit) haciendo el internado y la residencia en Medicina Interna entre 1959 y 1961 y una residencia en Dermatología en el mismo Hospital de 1961 a 1964. Hizo estudios de Dermatopatología con el Dr. G. Pinkus (Michigan) de 1964 a 1965. El Dr. Morales es Fellow de la Academia Americana de Dermatología desde 1965 y de la Academia Americana de Dermatopatología desde 1976, habiendo sido certificado con el American Board de Dermatología y con el American Board de Dermatopatología. Se integró a la Escuela Dermatológica del Prof. Cotlear de la Facultad de Medicina de la UNMSM como Profesor Asociado de Dermatología desde el año 1965 a 1971, habiendo sido miembro del comité de especialización en Dermatología de esta Universidad el año 1974. Fue Profesor Asociado de Clínica en la Universidad de Michigan en los años 1978, 1980, 1982 y 1984. En su labor asistencial fue Asociado en el Departamento de Dermatología en el Hospital Henry Ford, Detroit, del año 1975 a 1980 y Vice-Chairman del mismo Departamento del año 1981 a 1984. Ha sido Secretario de la Michigan Dermatology Society del año 1978 a 1981 y Presidente de esta institución del año 1981 a 1983. Perteneció al Departamento de Dermatología de la Clínica Anglo Americana en Lima de 1965 a 1974; desde 1984 a la fecha (2004) es Director del “Instituto Dermatológico”. Es autor de 15 publicaciones en revistas médicas nacionales y extranjeras como JAMA, Archivos de Dermatología, Journal of the American Academy of Dermatology y otras, sobre temas como “Ototoxicidad de la Kanamicina”, “Xantomatosis hipercolesterolémica familiar esencial”, “Calcificaciones subcutáneas en úlceras de piernas”, “Epitelioma de Jadassohn”, “Queratoacantomas múltiples de piel y conjuntivales”, “Penfigo benigno familiar crónico”, “Displasia ectodérmica anhidrótica hereditaria”, “Sindrome de Reiter con queratodermia”, “Principios de fotobiología y fotosensibilidad”, “Minociclina y pigmentación cutánea generalizada”, “Sindrome de Torres: reporte de dos casos” entre otros. Ha colaborado en capítulos de libros como el Current Therapy de Conn con el tema “Tratamiento de la escabiosis” y otros. Ha dictado numerosas conferencias en instituciones nacionales y extranjeras sobre diversos temas de la Dermatología. Es miembro de la Sociedad Peruana de Dermatología, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, del American Medical Association, del American Venereal Disease Association, de la International Society of Tropical Dermatology, de la International Society of Pediatric Dermatology entre otras.
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Pedro Navarro18 Médico dermatólogo, Doctor en Medicina, nacido en la Provincia Constitucional del Callao en 1931. Al egresar de la Facultad de Medicina de San Fernando en 1958 con el título de Médico Cirujano, ingresa a la Sanidad Militar donde labora inicialmente; más tarde entra en el Hospital Central del Empleado, donde se lo asigna al Servicio de Dermatología. En los años siguientes hasta 1963 se capacita por cortos períodos en el extranjero; en 1964 obtiene una vacante en la Cátedra del Prof. Luis Pierini en Buenos Aires; en la misma ciudad se capacita también en Dermatopatología con el Prof. Jorge Abulafia; en agosto y septiembre de 1967 asiste al Servicio del Prof. Duperrat del Hospital Saint-Louis de París. Obtiene el título de Especialista en Dermatología en la UNMSM el año 1976 y el grado Académico de Doctor en Medicina en 1978 en la misma Universidad. Ingresa a la docencia universitaria el año 1977 como Profesor de Dermatología, actividad que ejerce hasta la actualidad en condición de Profesor Principal siendo miembro del Comité de la Especialidad en Dermatología de la Unidad de Posgrado de la UNMSM desde hace varios lustros. También es docente en la Universidad Ricardo Palma desde el año 2001 en la enseñanza de Dermatología. En el área asistencial llegó a ser Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Edgardo Rebagliati (antes Hospital Central del Empleado) cargo que desempeñó hasta el año 2001. Con múltiples estudios y capacitación académica y profesional ha participado en congresos y certámenes de la especialidad desde 1963 y es autor de numerosas publicaciones en revistas y libros. Es miembro fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología, Miembro de la American Academy of Dermatology, del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, del Círculo Dermatológico del Perú, de la International Society of Dermatology, de la Federación Bolivariana de Dermatología, del Instituto de Investigaciones Leprológicas de Argentina, de la Sociedad de Patología Oral y de la New York Academy of Sciences. Al crearse el Colegio Médico del Perú en 1970 tuvo participación activa en la inscripción definitiva de la Sociedad Peruana de Dermatología en el registro nacional de Instituciones Médico Científicas. José San Martín19 Médico dermatólogo, nacido en Bellavista (Callao) en 1931. Se recibió de Médico en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos el año 1958 y de especialista el año 1974 en la misma Universidad. Hizo estudios de especialización en el Departamento de Dermatología del US Naval Hospital Philadelphia, Pensylvania. En 1964 ingresó a la docencia universitaria en la Escuela Dermatológica del Profesor Cotlear en el Hospital 2 de Mayo, permaneciendo en la docencia hasta 1979. Desde el año 1974 integró el Comité de Especialidad de Dermatología de la Facultad de Medicina de San Fernando, encargado de calificar como Especialista en Dermatología a nombre de la Nación, a los médicos que acreditaban la capacitación exigida para optar ese título profesional, que por primera vez se otorgaba en el país. Fue profesor invitado en el programa de Residentado de Dermatología de la UNMSM hasta el año 1980, también en la Universidad Peruana Cayetano Heredia en el dictado del curso de Dermatología desde el año 1991 hasta la actualidad (2004). Tiene numerosas publicaciones en revistas nacionales sobre tópicos diversos de la especialidad, entre ellos: “Nuestra experiencia en la histopatología de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú” presentado en el 1º Congreso de Microbiología y Parasitología del Perú (1964), con el Dr. Burstein y publicado en sus Anales. Ha desplegado sus grandes dotes de conferencista participando en forma permanente
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en el dictado de cursos, exposiciones, mesas redondas y conferencias auspiciadas por las diferentes instituciones médico- científicas del país. Es miembro fundador de la Sociedad Peruana de Dermatología habiendo ejercido los cargos de: Secretario de Acción científica, Secretario General, Vicepresidente y Presidente Interino. Es también miembro honorario de la Asociación de Dermatología Sur Peruana y miembro de la American Academy of Dermatology. Hugo Monroy15 Médico dermatólogo; nació en 1941 en la provincia de Pisco, departamento de Ica (figura 22). A los 15 años viajó a la ciudad de Córdoba, Argentina, graduándose como Médico Cirujano en esa ciudad en 1965. Recibió sus primeras enseñanzas en Dermatología de los Profs. Luis Argüello, Enrique Tello y José María Fernández, famoso leprólogo. Ingresó tempranamente por concurso de méritos a la cátedra de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba. Actualmente realiza labor docente en el Servicio de Dermatología como profesor titular en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de San Marcos, tanto con alumnos de Pregrado como de Posgrado. También colabora con el Posgrado en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Federico Villarreal, donde es tutor de Residentes de la especialidad. Figura 22. Dr. Hugo Monroy
La Escuela Dermatológica del Prof. Aizic Cotlear en el Hospital Dos de Mayo Luis Flores-Cevallos y Zuño Burstein La Escuela Dermatológica del Profesor Aurelio Loret de Mola de la Facultad de Medicina de “San Fernando”, con sede en el Hospital Arzobispo Loayza, tuvo vigencia desde su creación en 1933 hasta 1960, año en que se produce la renuncia colectiva de todos sus integrantes a su Universidad de origen. Un año después, el Dr. Loret de Mola instauró la Cátedra de Dermatología en la recientemente creada Universidad Peruana Cayetano Heredia acompañado de sus antiguos docentes. Al jubilarse poco tiempo después, encargó la jefatura de la Cátedra al Dr. Marcial Ayaipoma, quien renunció en 1970 a esa Universidad y con él todo el cuerpo docente, a excepción del Dr. Víctor Gonzáles Pinillos que permaneció en el Hospital Loayza como Jefe de Dermatología. En el Hospital del Rimac, sede de la Universidad Cayetano Heredia, asume la Jefatura del Servicio Hospitalario y la Jefatura de la Cátedra el Dr. Guillermo Arana; así queda definitivamente disuelta la Escuela Dermatológica del Prof. Aurelio Loret de Mola. Mientras tanto en el Hospital 2 de Mayo, en aquel entonces otra gran sede docente de la Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM, se realiza en 1961, por disposición de la autoridad universitaria la reubicación y reconstitución de su Cátedra de Dermatología y Sifilografía cuya coordinación y ejecución se encomendó al Dr. Zuño Burstein, Profesor Auxiliar de Dermatología y de Medicina Tropical de esa Universidad. La jefatura de esta Cátedra fue asumida desde el año 1962 por el Dr. Aizic Cotlear en su condición de Profesor Asociado concursado. Transcribimos parte del informe que el profesor Cotlear presentara a la autoridad universitaria, en su condición de Coordinador de la Sección de Dermatología y Jefe Interino del Departamento de Medicina Humana de la UNMSM con fecha 8 de octubre de 196920: Cuando se produjo en 1961 la renuncia masiva de los profesores de la entonces Facultad de Medicina de la UNMSM la Cátedra de Dermatología tenía su sede en el Hospital Loayza. Fue a raíz de dicha crisis que hubo de trasladar las pertenencias de la
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Universidad a una sede provisional que se habilitó en varias pequeñas habitaciones de la Sala “San Lázaro” del Hospital 2 de Mayo. […] En esos ambientes inapropiados y estrechos se desenvolvieron las actividades de la Cátedra durante seis años, fecha en que se obtuvo de las autoridades de la Facultad [la asignación de nuevos] ambientes […]. Al adquirir un ambiente adecuado, logramos que se modificara de acuerdo a las necesidades propias de la especialidad con ambientes, gabinetes y laboratorios auxiliares[…] Actualmente la Sección Dermatología cuenta con un ala donde están habilitados cuatro consultorios docentes, un tópico, un gabinete de fotografía, un laboratorio de diagnóstico e investigación micológico y parasitológico para fines dermatológicos y un laboratorio de histopatología. Cuenta además con una biblioteca, archivo de casuística, local de seminario y proyecciones con Jefatura y Secretaría para la Sección. […] Trabajan en el ala clínica durante todo el año seis docentes atendiendo la consulta especializada con que se constituye la casuística para la enseñanza y la investigación, mientras que el laboratorio tiene un Jefe que es docente del Departamento. [...] El archivo de historias clínicas, de fotografías (en color y blanco-negro), histopatología y micología cuenta con centenares de casos, lo que da categoría científica a nuestro centro. El laboratorio de Micología Dermatológica es el único centro especializado de su clase en todo el país y de allí han salido trabajos de investigación de muy alta calidad. […] El Servicio de Dermatología sirve también como centro de entrenamiento, no solamente para personal de nuestra Universidad sino que por convenios especiales se ha entrenado también a personas de otras universidades nacionales que así lo han requerido.[…] El personal que trabaja permanentemente en el servicio está constituido por: Dr. Aizic Cotlear, Jefe de la Sección Dermatología, Dr. Zuño Burstein, Jefe de Laboratorio de Diagnóstico e Investigaciones; los profesores auxiliares Oscar Romero, Abelardo Tejada y los jefes instructores Drs. Dante Mendoza, Julio Bonilla y Juan Meza.
Este grupo que trabajaba permanentemente cumpliendo funciones específicas pasó a constituirse en el Servicio Académico Asistencial de Dermatología de la UNMSM, base docente asistencial de la enseñanza dermatológica, a la cual se agregaron transitoria o prolongadamente calificados profesionales comprometidos con la labor docente, asistencial y de investigación; entre ellos se destacan los Profs. José San Martín, Alejandro Morales, Wenceslao Castillo, Pedro Navarro, Juan Manrique, Elda Canadel, Raúl Gallarday. Hay que reconocer la encomiable labor docente asistencial del Dr. Humberto Ugaz, médico dermatólogo, chiclayano nacido en 1929 y prematuramente desaparecido en 1979, quien con su ingenio y gran capacidad se destacó como uno de los más vigorosos impulsores de este grupo dermatológico; también la contribución de médicos cirujanos como los Drs. Rafael Rabinovich y Elbio Flores que cumplieron una importante labor de apoyo a la docencia y asistencia. Se señala la contribución temporal de los Drs. Aníbal Manrique, César Rojas (dermatólogo pediatra), Enrique Sifuentes (venereólogo), David Carrizales y también la identificación y colaboración docente asistencial de la Dra. Tarcila Rey Sánchez integrada por largo tiempo a esta Escuela Dermatológica. La enseñanza dermatológica en el pregrado, pero sobre todo en el entrenamiento de los residentes de la especialidad, ha contado desde el comienzo con la colaboración de los servicios altamente especializados de los más importantes centros hospitalarios. Por último hay que destacar que la importante labor docente que en su momento era responsabilidad casi absoluta de esta moderna Escuela Dermatológica Universitaria, con sede en el Hospital Dos de Mayo, ha ido descentralizándose, posteriormente, adquiriendo gran labor complementaria formativa la desarrollada por las sociedades médico científicas de la especialidad, representadas por el Círculo Dermatológico del Perú (CIDERM-PERU) y la Sociedad Peruana de Dermatología que juegan un papel de enorme significación en la formación dermatológica peruana. Actualmente está surgiendo un importante núcleo de desarrollo de docencia, entrenamiento e investigación dermatológica en la Universidad Peruana Cayetano Heredia,
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liderado por dos jóvenes valores de la Dermatología peruana, los Drs. Francisco Bravo y Manuel del Solar.
■ Referencias bibliográficas (partes I y II) 1. Shady Solís R. Supe, la civilización más antigua de América. Lima: INC; 2004. 2. Prescott WH. Conquista del Perú I y II. New York: The Publishers Plate Renting Company; 1858. 3. Lastres JB. Historia de la Medicina Peruana. Tomos I, II, III. Lima: Imprenta Santa María; 1951. 4. Lorenzi R, Rothchild B, Mays S. Syphilis-History. Discovery Channel. 12 abr 2004. Disponible en: http://dsc.Discovery.com. 5. García UC. Historiografía de la enfermedad de Carrión. Ideas e imágenes de la enfermedad de Carrión. Folia Dermatol Peru.. 1998;9(4):45–56. 6. Garcilaso de la Vega. Historia
Tercera parte
general del Perú. Primera Parte. Lima: Librería Internacional del Perú; 1959. 7. Roel V. Historia social y económica de la colonia. Lima: Labor; 1970. 8. Estatutos de la Sociedad Peruana de Dermatología aprobados en la Asamblea Extraordinaria del 15 de mayo de 1964 [información del archivo del Dr. Zuño Burstein]. 9. Valdivia L. Evaluación del Estatuto de la Sociedad Peruana de Dermatología. Dermatología Peruana. 1999;9(1):67–68. 10. Nota Editorial. Folia Dermatol Peru. 1988;1(1):1. 11. Nota Editorial. Folia Dermatol Peru. 1994;5(3):1. 12. Comunicado. Folia Dermatol Peru. 1999;10(2-3):8. 13. Paz Soldán CE. Decanos, maestros y médicos de la Facultad de Medicina de Lima.
Lima: Biblioteca de Cultura Sanitaria. Inst. de Medicina Social; 1957:269-273. 14. Flores L. Historia de la Dermatología en el Perú. Lima: Concytec; 1999. 15. Burstein Z. Maxime KuczynskiGodard, un pionero de la Salud Pública. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública. 2003;20(4):231. 16. Romero O. [Comunicación personal]. 17. Morales A. [Comunicación personal]. 18. Navarro P. [Comunicación personal]. 19. San Martín J. [Comunicación personal]. 20. Cotlear A. Carta dirigida al Dr. Z. Burstein, Director Universitario de Servicios Académicos Asistenciales de la UNMSM. 2 oct 1967.
■ Tercera parte Zuño Burstein
Historia de la formalización legal de la especialidad en el Perú ANTECEDENTES En el Estatuto universitario del año 1928, expedido por mandato de la Ley Nº 6041, ya se consideraban los estudios pertinentes para obtener el título de especialista. Esta prerrogativa sólo se concedió a las Facultades de Medicina y de Derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos de Lima (UNMSM). Esta disposición se repite en las siguientes leyes y estatutos universitarios, pero desaparece en el texto de la Ley 13417 del año 1963. Por esta razón, para poder preparar a sus especialistas, la UNMSM se apresura a constituir su Escuela de Graduados, encargada de organizar y orientar la educación continua de éstos, concediendo especial énfasis a los cursos de actualización y estableciendo el sistema de Residencia para formar especialistas en las distintas ramas de la actividad médica; pero no otorga el título de especialista, sino un Diploma en el que se consigna que un Médico-Cirujano “ha cumplido satisfactoriamente con el Programa de Residencia en la especialidad de …..”, con las fechas de iniciación y término. Este Diploma lo firmaban el Decano de la Facultad de Medicina y el Director de la Escuela de Graduados.
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PROGRAMAS DE POSGRADO El Estatuto General de la Universidad Peruana del año 1972, promulgado por Decreto Ley Nº 17437, establece que los programas de posgrado simples (cursos de actualización y/o refresco) y los programas de residencias corresponden al ciclo de Segunda Especialización (el de Primera Especialización culmina con la obtención del titulo de médico-cirujano) y estarán comprendidos en la Dirección de Programas Académicos de Medicina Humana. TÍTULO DE ESPECIALISTA Por Resolución Nº 1226-73, del 18 de enero de 1973, el Consejo Nacional de la Universidad Peruana (CONUP) autorizó a la UNMSM a implementar su Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana y a otorgar el título de Especialista, que por primera vez se otorgaba en el Perú a nombre de la Nación, siguiendo la modalidad escolarizada, al terminar un riguroso programa de residentado y capacitación especializada. Antes de la existencia de este programa, los profesionales médicos se hacían especialistas mediante el proceso de autoeducación, interaprendizaje o estudios realizados en forma independiente bajo la modalidad no escolarizada. El CONUP, por Resolución Nº 1556-74 CONUP, del 6 de febrero de 1974, considerando que era conveniente otorgar los títulos por la modalidad no escolarizada para regularizar la situación de muchos profesionales, que el otorgamiento de títulos está amparado por el Art. 62 del Decreto Ley Nº 19326 y que, además, ninguna otra institución pública o privada puede arrogarse esta función que corresponde exclusivamente a la Universidad Peruana, la cual explícitamente se halla autorizada por Ley para otorgar los títulos de especialización, resuelve: autorizar al Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para otorgar el título de “Médico-Cirujano Especialista en…”, a nombre de la nación peruana, en la modalidad no escolarizada1. INTERVENCIÓN DEL COLEGIO MÉDICO DEL PERÚ El año 1969, por Ley Nº 15173, coordinada con el Decreto Ley Nº 17239, se crea el Colegio Médico del Perú (CMP) con la finalidad de velar para que el ejercicio de la profesión médica se cumpla, de acuerdo con las normas deontológicas contenidas en el Código de Ética Profesional que el mismo Colegio dicta, acogiéndose a principios internacionales al respecto. Intervinieron como miembros de la Comisión Redactora del Estatuto y del Reglamento del CMP, como representantes de los Programas Académicos de Medicina, los Drs. Elmer Alegría y Zuño Burstein. De acuerdo con este dispositivo legal, sus estatutos y reglamentos, se estableció la colegiación como requisito indispensable para el ejercicio de la profesión médica en el Perú. Para la inscripción de los médicos en el CMP es necesaria la presentación del título profesional de Médico-Cirujano, otorgado por una de las facultades de medicina del país o revalidado por alguna de las universidades nacionales. En el caso de títulos profesionales otorgados en el extranjero son exonerados de reválida cuando existe y está en vigencia un convenio internacional de reciprocidad. Para el cumplimiento de estos fines, el CMP creó los Registros Nacionales de Matrícula de los Médico-Cirujanos, el de los Especialistas y el de las Sociedades Médico Científicas reconocidas por él, conformando en su estructura orgánica comités competentes para tal objeto. El primer Comité de Especialistas en Dermatología se instaló el 20 de diciembre de 1971, presidido por el Dr. Luis Flores e integrado por los doctores Aizic Cotlear y Guillermo Arana. Poco tiempo después de creado, el CMP comenzó a otorgar, en ceremonias públicas, títulos de especialistas por la modalidad no escolarizada a médicos-cirujanos calificados por él.
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REACCIÓN DE LA UNIVERSIDAD PERUANA Y ORDENAMIENTO LEGAL El 22 de noviembre de 1972, el Consejo Ejecutivo de la UNMSM designó una Comisión compuesta por los Drs. Zuño Burstein (Director Universitario de Planificación), Andrés Rotta (Director del Programa Académico de Medicina Humana) y Elmer Alegría (en representación de la Escuela de Graduados de Medicina) para que formularan ante el CONUP la modificación para la suspensión de las atribuciones que ilegalmente estaba asumiendo el CMP al otorgar títulos de especialización a nombre de la nación y, además, para proponer soluciones a diversos problemas del Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana de la UNMSM. Este asunto se resolvió quedando establecido hasta la actualidad que los títulos profesionales de especialistas, tanto en la modalidad escolarizada (programas de residentado con exigente programación para cada especialidad), como en la modalidad no escolarizada (con rigurosa calificación curricular de los postulantes) sólo podían ser otorgados por las universidades nacionales y privadas que fueran autorizadas para esa misión, una vez aprobados sus programas y reglamentos después de una exhaustiva evaluación por el CONUP. El CMP quedó con la atribución legal de registrar automáticamente los títulos de especialistas otorgados por las universidades, autorizar el ejercicio profesional bajo condiciones especiales a quienes no lo tuvieran y vigilar, como le corresponde, el cumplimiento de los aspectos relacionados con la ética y deontología médicas. SITUACIÓN ACTUAL DEL EJERCICIO PROFESIONAL COMO ESPECIALISTA EN DERMATOLOGÍA En la actualidad, y desde la creación del CMP, para ejercer como médico especialista en Dermatología en el Perú se requiere obtener el registro numerado de su condición de médico-cirujano, además de reunir los requisitos para obtener el registro, igualmente numerado, de médico-cirujano especialista en Dermatología, que se logra presentando el título universitario que lo acredita como tal. Hasta el año 1989 se pudo obtener la autorización del Comité de Calificación de Especialistas en Dermatología del CMP para ser registrado por la modalidad no escolarizada en el registro correspondiente para el ejercicio especializado; esta atribución fue definitivamente suspendida a partir del año 1990. PROGRAMA UNIVERSITARIO DE SEGUNDA ESPECIALIZACIÓN EN MEDICINA (DERMATOLOGÍA) Con fecha 30 de enero de 1975, por Resolución Directoral Nº 001-75 de la Dirección Universitaria de Planificación de la UNMSM, se nombró una comisión presidida por el Dr. Zuño Burstein (ex Director Universitario de Planificación) e integrada por los Drs. Elmer Alegría y Vitaliano Manrique, éste último en su condición de Director de los Programas Académicos de Medicina Humana. La comisión tenía por objeto evaluar y controlar la adecuada puesta en marcha del Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana, gestionar el otorgamiento de las facilidades de planta física, recursos humanos, normas de organización académico administrativas, flujo documental, disposiciones económicas y de registro, requerimientos de coordinación académica y evaluación pedagógica, ajustándose a las normas y procedimientos para la obtención del título de especialista por la modalidad escolarizada y no escolarizada, publicados por la UNMSM el año 1974 en las “Disposiciones legales y organización del Programa de Segunda Especialización”, con las “Normas y procedimientos para la obtención del título de especialista por la modalidad escolarizada y no escolarizada”, que ya se encontraban en marcha, autorizadas por Resolución del CONUP Nº 1556-74CONUP, del 6 de febrero de 19741. Desde aquel entonces, se regularizaron progresivamente todos los programas de especialización existentes en la actualidad, entre ellos el de Dermatología (1974).
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El primer programa universitario de especialización dermatológica en el Perú ANTECEDENTES HISTÓRICOS El aprendizaje y el adiestramiento de los médicos que practican la Dermatología en el Perú tuvieron diferentes vertientes formativas. Los centros asistenciales hospitalarios y servicios de salud pública (beneficencias públicas, Ministerio de Salud, seguridad social, Fuerzas Armadas y policiales y gobiernos locales) y privados (clínicas particulares) comprometían, en un principio directamente y luego por concurso, a médicos que habían adquirido experiencia en enfermedades de la piel y venéreas, ya sea por autoeducación, al lado de profesionales con conocimientos prácticos de la materia y por ser jefes de servicios encargados de estas dolencias, o por haber hecho cursos o estadías de la especialidad en el extranjero. Hay que destacar la contribución que hicieron, desde su fundación, dos grandes centros hospitalarios de la Beneficencia Pública de Lima: el Hospital Dos de Mayo (hospital de hombres) y el Hospital Arzobispo Loayza (hospital de mujeres); allí la Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM no sólo contaba con personal profesional altamente calificado que desempeñaba cargos asistenciales, siendo simultáneamente profesores de la universidad, sino que también tenía instalaciones docentes y de investigación de su propiedad, constituyéndose, así, en centros asistenciales docentes y de investigación que han jugado –y lo siguen haciendo– un importantísimo rol en la formación universitaria de médicos cirujanos, investigadores médicos y, posteriormente, de especialistas en las diferentes ramas de la medicina. En el Hospital Arzobispo Loayza, gran centro asistencial de la Beneficencia Pública de Lima, que pasó después al Ministerio de Salud, el consultorio de Dermatología y Sifilografía, a cargo del Dr. Eleodoro Camacho en 1926, fue ocupado en 1927 por el Dr. Aurelio Loret de Mola, quien ejerció su jefatura en la década del 30, ostentando, además, la condición de Catedrático Principal en la Cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM. El Dr. Pablo Arana fue nombrado Profesor Auxiliar, dando inicio a la primera Escuela Dermatológica peruana en ese hospital, la cual desempeñó un rol muy importante en la enseñanza de pregrado de la especialidad y en la capacitación especializada por la modalidad no escolarizada de muchos médicos. Esta estructura docente asistencial tuvo estrecha vinculación con la del Dr. Pedro Weiss quien, por el año 1926, ejerció la subjefatura del Instituto de Anatomía Patológica del Hospital Loayza, dirigido por el Dr. Mackehenie y posteriormente fue, en su condición de Catedrático Principal de Anatomía Patológica de la UNMSM, fundador de la importante Escuela Peruana de Patólogos, con interés especial en la Dermatopatología, Micología médica, Medicina Tropical y Antropología; esta vinculación inauguró un amplio espectro en los conocimientos sobre el tema y fue de gran importancia para un adecuado enfoque de la especialidad y de la docencia dermatológica. La interrelación entre estas dos grandes escuelas médicas –la Dermatológica de Loret de Mola y la Patológica de Pedro Weiss–, quedó largamente establecida; puede mencionarse, como una de sus evidencias, la actividad del médico dermatólogo Dr. Víctor Meth, quien perteneció a ambos grupos desempeñando la docencia en la antigua Cátedra de Dermatología, la Jefatura del Servicio Hospitalario de Dermatología y actuando, al mismo tiempo, como dermatopatólogo en el Departamento de Patología del Hospital Loayza. En 1961, como se ha señalado en páginas anteriores, se produjo la renuncia masiva de los profesores de la Facultad de Medicina de San Fernando. Ante esta emergencia, el gobierno universitario dispuso el traslado de todos los bienes físicos y docentes de esta cátedra al Hospital Dos de Mayo de Lima, y decretó su reorganización, encargando la ejecución de esa delicada misión al Dr. Zuño Burstein, Profesor Auxiliar de la Cátedra de
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Medicina Tropical de la UNMSM, quien, como ya se expuso anteriormente, acababa de regresar de capacitarse en Alemania e Israel. La cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina de la UNMSM quedó así instalada físicamente en el Hospital Dos de Mayo de Lima, iniciando, ya reorganizada, una nueva vida institucional. El Hospital Dos de Mayo de Lima fue inaugurado el 28 de febrero de 1875 como uno de los centros asistenciales hospitalarios más grandes y modernos de su época, contando con un plantel de profesionales que, al mismo tiempo que desempeñaban su actividad asistencial, eran profesores de la Facultad de Medicina de la UNMSM. Este gran centro hospitalario ha jugado un importante rol en la historia de la medicina peruana, no sólo porque en él se recogía la patología de todas las regiones del Perú (por ser un centro referencial y de concentración asistencial a nivel nacional) sino también porque en él se formaban todos los médicos peruanos, dando acogida a numerosos equipos docentes y de investigación universitaria, al comienzo sólo de la UNMSM y posteriormente, de otras universidades. En este hospital, desde el año 1950, el Dr. Zuño Burstein trabajó inicialmente en calidad de practicante, luego como asistente del Departamento de Patología y, a partir del año 1957, como asistente en el Servicio de Dermatología en la sala “San Lázaro”, cuyo jefe era el Dr. Arturo Salas, profesor de la cátedra de Dermatología del Dr. Loret de Mola y, además, Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital de Policía, entre otros cargos. Trabajaban, además, en ese Servicio, como asistentes libres, los Drs. Oscar Romero y Abelardo Tejada; éste último pasó posteriormente al Instituto de Medicina Tropical de la UNMSM, donde actualmente es Director; también concurrían los Drs. Marcial Ríos y Luis Romero, miembros de la cátedra de Dermatología y Sifilografía del Dr. Loret de Mola. En aquel entonces, el jefe del Laboratorio Central del Hospital era el Dr. Félix Castillo, el Laboratorio de Microbiología estaba a cargo del Dr. Julio Morales Saravia, y el Dr. Rafael Acosta se encargaba de los diagnósticos e investigaciones micológicas. El Departamento de Patología, unidad docente asistencial universitaria, creada por el Dr. Pedro Weiss, tenía como jefe al Dr. Oscar Arteaga; allí trabajaban destacados profesionales como el Dr. Hugo Lumbreras (tropicalista, fundador posteriormente del Instituto de Medicina Tropical Alexander Von Humboldt), entre otros, y en él se estudiaba intensamente la patología dermatológica tropical (verruga peruana, leishmaniasis, lepra, micosis profundas y otras). El Laboratorio de las Clínicas, de ámbito universitario, a cargo del Dr. Vitaliano Manrique, daba apoyo a la labor docente. Así, se completaba una estructura de apoyo al diagnóstico y a la investigación integral de la patología nacional en el Hospital Dos de Mayo. Desde el 1º de enero de 1962 se agregó al hospital, como una dependencia de la cátedra de Medicina Tropical de la UNMSM, el Laboratorio de Investigación de Protozoología y Micología, a cargo del Dr. Zuño Burstein, Profesor Auxiliar de Medicina Tropical y Dermatología de la UNMSM. Con esta base hospitalaria se instala e inicia la actividad docente universitaria para los estudiantes de Medicina a comienzos del año 1962, bajo la coordinación del Dr. Zuño Burstein, en la nueva cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Facultad de Medicina San Fernando de la UNMSM en el Hospital Dos de Mayo, contratándose como profesor encargado al Dr. Clement Counter (dermatólogo norteamericano) y comprometiendo a un plantel docente formado por los Drs. Abelardo Indacochea, Zuño Burstein, Raúl Gallarday, César Rojas, Juan Manrique y Humberto Benavides como profesores auxiliares; Enrique Sifuentes, Wenceslao Castillo, Pedro Ortiz, Carlos Regalado y Juan Meza como jefes instructores; y Julio Bonilla, Humberto Ugaz y Dante Mendoza como colaboradores. Como profesores invitados estuvieron los Drs. Luis Castro Mendívil, Hugo Pesce, Julio Bedoya, Wilfredo Gardini, Oscar Romero y Félix Castillo. Se inició así una nueva etapa con carácter multidisciplinario, incorporando venereología, alergia, dermatología
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pediátrica, anatomía patológica, micología, terapéutica física, radioterapia y otros procedimientos físicos de acuerdo con la orientación especializada de los docentes incorporados, que permitieron la modernización de la docencia y el ejercicio profesional. A fines de ese mismo año (1962) fue incorporado por concurso a la docencia, en condición de Catedrático Asociado, el Dr. Aizic Cotlear, quien constituyó y lideró por muchos años la moderna Escuela Dermatológica de la Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM, en el Hospital Dos de Mayo, la cual tuvo la responsabilidad de otorgar los primeros títulos de Especialista en Dermatología por la modalidad no escolarizada y de poner en marcha el Programa de Segunda Especialización para la formación profesional de dermatólogos por la modalidad escolarizada. Incorporó, para tal fin, el área de cirugía dermatológica con el Dr. Rafael Rabinovich y, posteriormente, al Dr. Elbio Flores y a distinguidos dermatólogos clínicos como docentes, los Drs. José San Martín, Alejandro Morales, Tarcila Rey Sánchez y Elda Canadell, entre otros, comprometiendo, además, las sedes hospitalarias del Ministerio de Salud, de la Seguridad Social y de las Fuerzas Armadas y Policiales para la actividad docente. El 8 de octubre de 1969, el Dr. Aizic Cotlear, coordinador de la sección de Dermatología y jefe interino del Departamento de Medicina Humana de la UNMSM, dirigió una comunicación al Director Universitario de Servicios Académicos y Registro Central de dicha universidad, informando sobre la situación de esta estructura docente asistencial en el Hospital Dos de Mayo, comunicando el alto grado de organización y capacidad de prestación de servicios comunitarios, formación de personal especializado, investigaciones en marcha, durante los años 1961 a 1969 solicitando el apoyo del gobierno universitario para seguir desempeñando sus funciones2. La respuesta universitaria para resolver éste y otros casos fue la creación de los Servicios Académicos Asistenciales en diferentes áreas y, en particular, la creación del Servicio Académico Asistencial de Dermatología, con sede central en el Hospital Dos de Mayo, que ha sido y sigue siendo el centro formativo universitario más importante del Perú en Dermatología. El Servicio Académico Asistencial de Dermatología de la UNMSM fue reconocido por los organismos de gobierno de la universidad por Resolución Directoral Nº 303/DSA/70, el 2 de febrero de 1970. La nómina de profesionales de este servicio fue: Jefe del Servicio, Dr. Aizic Cotlear, Profesor Principal; Jefe del Laboratorio de Diagnóstico, Dr. Zuño Burstein, Profesor Asociado; los Drs. Oscar Romero y Abelardo Tejada, Profesores Auxiliares y Dante Mendoza, Julio Bonilla, Juan Meza y David Carrizales, Asistentes del Servicio. HISTORIA DE LA ORGANIZACIÓN DEL PROGRAMA UNIVERSITARIO DE SEGUNDA ESPECIALIZACIÓN EN DERMATOLOGÍA El Programa de Segunda Especialización comprende, desde su creación en el año 1973 (Resolución Rectoral Nº 38145-UNMSM y Res. CONUP Nº 1226-73) la enseñanza y las actividades dentro de las ciencias médicas básicas y clínicas. Su currículo abarca, fundamentalmente, prácticas profesionales intensivas, asignaturas del más alto nivel y de actualidad, actividades no cognoscitivas y actividades de consejería y orientación. Su duración no debe ser menor de seis semestres, con un total de 120 créditos. Para matricularse es requisito indispensable poseer el título profesional de Médico Cirujano y el ingreso es por un estricto concurso de méritos. En la actualidad, las vacantes para Dermatolología, que tienen una gran demanda, son restringidas; en la UNMSM –la primera que estableció este Programa de Especialización– son 13; en la Universidad Particular Cayetano Heredia –la última en ser autorizada– se ha creado una vacante por año. En cuanto a los ambientes y equipos que utiliza el Programa de Segunda Especialización de la UNMSM hay que mencionar que, con fecha 13 de abril de 1971, se expidió el Decreto Supremo 0055-71SA, por el que se dispone que los centros asistenciales del Sector Salud y Trabajo presten facilidades para la docencia médica universitaria; se estableció
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que el Residentado de Especialización se efectuaría en los centros asistenciales acreditados previa evaluación. La UNMSM firmó convenios con todos los hospitales y centros de salud de Lima para dar cumplimiento a ese Decreto; además, cuenta con sus propias instalaciones –como el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión– y con las ubicadas desde tiempo atrás en diferentes hospitales de Lima, donde se constituyeron, desde el año 1970, a iniciativa del Dr. Zuño Burstein, durante su gestión como miembro de la Junta de Gobierno Reorganizadora de la UNMSM y, posteriormente, como Director Universitario, los denominados Servicios Académico Asistenciales de la UNMSM. Estos Servicios constituyen, hasta la actualidad, centros académicos destinados a la docencia, investigación, práctica profesional de los estudiantes y al servicio asistencial a la comunidad, que, consecuentemente, generan producción de bienes y servicios. Entre los diez Servicios Académico Asistenciales de la UNMSM, ubicados en los hospitales Dos de Mayo, Arzobispo Loayza, Víctor Larco Herrera (hospital para enfermos mentales), Materno Infantil de San Bartolomé y en el Complejo Hospitalario Daniel A. Carrión del Callao, hay que destacar, en la historia de la Dermatología peruana, el Servicio Académico Asistencial de Dermatología de la UNMSM, ubicado en el Hospital Dos de Mayo, cuyo jefe era el Dr. Aizic Cotlear. Se constituyó en el núcleo de atracción dermatológico, docente y asistencial más importante del país y justificó con creces su reconocimiento por la autoridad universitaria competente para acreditarlo como la sede central del primer Programa de Especialización por la modalidad escolarizada de Dermatología del Perú. Las instituciones de salud estatales y paraestatales que solicitan la preparación de los médicos especialistas que necesitan, tienen que crear las plazas, encargándose de la cobertura económica y deben coordinar con la Universidad la convocatoria a concurso, ajustándose a lo estipulado en el Reglamento Universitario del Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana. PRIMEROS COMITÉS DE ESPECIALIZACIÓN EN DERMATOLOGÍA Y EN MEDICINA TROPICAL El 15 de marzo de 1974 son aprobados por la Dirección de los Programas Académicos de Medicina Humana de la UNMSM, 27 Comités de Especialización en Medicina Humana, entre los que se encuentran el Comité de Dermatología –presidido en su inicio por el profesor Dr. Aizic Cotlear e integrado por los Drs. Dante Mendoza, José San Martín y Alejandro Morales– y el de Medicina Tropical, presidido por el Prof. Dr. Zuño Burstein; estos dos comités establecieron una estrecha relación docente y de servicios. En la actualidad preside el Comité de Dermatología el Prof. Dr. Dante Mendoza y el de Medicina Tropical es encabezado por el Prof. Dr. Abelardo Tejada. A través de su Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana, la UNMSM publicó en los diarios de circulación nacional, con fechas 3 de marzo de 1974 y 16 de abril de 1975, las disposiciones, trámites y requisitos para la obtención de los títulos de especialistas en Medicina Humana por la modalidad no escolarizada, para 28 especialidades, entre las que se mencionan la de Médico Cirujano especialista en Dermatología y la de Médico Cirujano especialista en Medicina Tropical. El 22 de abril de 1974 la UNMSM, con sus Programas Académicos de Medicina Humana y el Programa de Segunda Especialización, asumiendo públicamente sus derechos y obligaciones establecidos por ley y en vías de regularización, hace entrega de los títulos de especialistas en las diversas ramas de la medicina mediante la modalidad escolarizada. Esta entrega de títulos (a los que habían culminado satisfactoriamente su entrenamiento en la ex Escuela de Graduados) se realizó en sesión pública solemne en el Palacio Municipal de Lima, por invitación del Rector de la UNMSM y del Presidente del CONUP, contando con la presencia del Ministro de Educación y del Alcalde del Concejo Provincial de Lima. Con este acto se hizo pública reafirmación de que en el Perú el único organismo autorizado para otorgar Títulos Profesionales de Especialistas a nombre de la Nación es la Universidad Peruana.
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Aspectos históricos de los institutos de Medicina Tropical y de la investigación científica dermatológica en el Perú La historia de la Dermatología en el Perú ha estado muy estrechamente ligada al desarrollo de la Medicina Tropical como especialidad, tanto en los aspectos docentes y de investigación de la realidad médica peruana, como en la práctica profesional. El importante campo de la Dermatología Sanitaria Tropical, que comprende el estudio de patologías compartidas por estas dos especialidades –como la verruga peruana, la leishmaniasis, las micosis profundas, la lepra, las enfermedades de transmisión sexual, SIDA, etc.–, obliga a hacer, aunque sea brevemente, una reseña de la historia de los centros de investigación que existen en el Perú relacionados con el quehacer dermatológico. INSTITUTO DE MEDICINA TROPICAL DANIEL A. CARRIÓN DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS (UNMSM) A mediados de la década de 1950 se congregó un grupo de jóvenes profesionales, provenientes de la cátedra de Medicina Tropical de la Facultad de Medicina de San Fernando de la UNMSM –que dirigía el profesor Dr. Hugo Pesce– y de otras instituciones académico-científicas. Fueron acogidos por el Prof. Dr. Enrique Encinas en su Laboratorio de Investigaciones Neuropatológicas del Hospital Víctor Larco Herrera, con la autorización y complacencia de su Director, Dr. Juan Francisco Valega. Entre ellos se encontraba el Dr. Hugo Lumbreras, quien fuera enviado por el Prof. Encinas con la beca “Alexander Von Humboldt” al Instituto de Medicina Tropical de Hamburgo; desde ahí gestionó, en coordinación con el Dr. Zuño Burstein en Lima, el viaje a esta ciudad del profesor Dr. Ernst Georg Nauck, Director de dicho Instituto, comisionado por el gobierno alemán para dictaminar sobre la procedencia de la ayuda alemana –mediante un convenio con el gobierno peruano– para la creación de un Instituto de Medicina Tropical en Lima, en el campus de la UNMSM. Integraban ese grupo promotor –que hizo realidad en 1963 la creación del Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la UNMSM– la doctora Olga Palacios, médica viróloga –posteriormente la directora de ese centro por largo tiempo–; el Dr. Zuño Burstein, médico dermatólogo tropicalista, nombrado luego profesor emérito de la UNMSM; el Dr. Hugo Lumbreras, médico tropicalista, quien creó y dirigió hasta su fallecimiento el Instituto de Medicina Tropical “Alexander Von Humboldt” de la Universidad Privada Cayetano Heredia; el Dr. Abelardo Tejada, médico tropicalista, que en 2003 fue elegido director del Instituto de la UNMSM; el Dr. Oscar Romero, médico dermatólogo tropicalista, que fuera después profesor principal y jefe de la cátedra de Dermatología de la UNMSM; el Dr. César Náquira, médico microbiólogo, que en el año 2004 fue nombrado director del Instituto Nacional de Salud del Perú, y otros profesionales de destacada figuración. En la actualidad, el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión es un centro de investigación, docencia y capacitación de personal de salud, otorga servicios especializados de proyección a la comunidad y tiene, además de laboratorios de diagnóstico para bacteriología, parasitología, entomología, micología, virología e histopatología, unidades especializadas para la investigación de toxoplasmosis, bartonellosis, leishmaniasis y lepra, entre otros. Cuenta, además, con un servicio de Dermatología Sanitaria atendido por cinco médicos dermatólogos. El Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión es un centro de referencia nacional y de prestigio internacional, al que llegan para recibir entrenamiento en Medicina Tropical profesionales del extranjero y de diferentes partes del país, así como residentes de Infectología y Medicina Tropical, de Medicina Interna, de Dermatología y de Patología Clínica, no sólo de la UNMSM sino también de otras universidades. Mantiene relación con diferentes universidades del país y del extranjero, con la Oficina Sanitaria Panamericana OMS, con el Instituto de Medicina Tropical de la Armada
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Americana (NAMRED) y tiene convenios con el Ministerio de Salud para desarrollar programas de control de malaria, enfermedades metaxénicas, hidatidosis, lepra y otras afecciones de la Dermatología Sanitaria. Cuenta con un moderno local de cuatro pisos, ubicado en la ciudad universitaria de San Marcos. Tiene 40 laboratorios, 20 oficinas, consultorios externos, aulas de prácticas para los alumnos de pre y posgrado, un auditorio, la biblioteca especializada “Hugo Pesce” y un local para animales de experimentación (figura 23). El Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión edita una publicación, la Revista Peruana de Medicina Tropical, que es su órgano oficial de difusión científica.
Figura 23. Fachada del Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión
INSTITUTO DE MEDICINA TROPICAL ALEXANDER VON HUMBOLDT DE LA UNIVERSIDAD PERUANA CAYETANO HEREDIA (UPCH) En 1968, la UPCH, universidad privada, aprobó la creación de un nuevo instituto de medicina tropical en Lima, con el nombre de Instituto de Medicina Tropical Alexander Von Humboldt, y designó al Dr. Hugo Lumbreras para su organización. Este nuevo centro de investigación, que adquirió rápidamente prestigio nacional e internacional, asumió la responsabilidad de realizar investigación, docencia y servicio asistencial comunitario en enfermedades infecciosas y tropicales. Las tareas más notables que ha desarrollado están relacionadas con leishmaniasis, enfermedad de Chagas, enfermedades entéricas, parasitosis intestinales, micología médica, VIH/SIDA, infecciones por HTLV-1, hanseniasis y otras enfermedades de origen viral y bacteriano. Prestigiosos médicos infectólogos forman parte de este instituto, entre ellos su actual Director, el Dr. Eduardo Gotuzzo, experto en ETS/SIDA, el Dr. Alejandro Llanos, investigador en leishmaniasis, el Dr. Pedro Legua, estudioso de hansenología, el Dr. Humberto Guerra, ex director y destacado microbiólogo, y el Dr. Humberto Álvarez, reconocido parasitólogo. OTROS CENTROS DE INVESTIGACIÓN Un tercer Instituto de Enfermedades Infecciosas y Tropicales ha sido creado recientemente por el Dr. Hernán Miranda, médico microbiólogo, tropicalista, en la ciudad de Trujillo, al norte del país, donde se estudia la leishmaniasis tegumentaria y las micosis, entre otras afecciones incluidas en el área de la Dermatología tropical. INSTITUTO NACIONAL DE SALUD Este centro es el brazo científico del Ministerio de Salud. Creado en el año 1896, ha cumplido históricamente, dentro del amplio campo de su competencia, un rol muy importante en el diagnóstico e investigación de enfermedades correspondientes a la Dermatología Sanitaria, como la verruga peruana, la leishmaniasis tegumentaria, la lepra y micosis, entre otras, habiendo jugado un papel trascendente, mediante la producción de biológicos y vacunas, en la erradicación de la viruela en el Perú (figura 24). Los investigadores que a través de la historia institucional han contribuido en forma destacada al estudio de distintos temas son, entre otros: Telémaco Batisttini, en verruga peruana; Arístides Herrer, en leishmaniasis y enfermedad de Carrión; Carlos Carrillo, en viruela; Oscar Miró Quesada, en neoplasias; Oswaldo Meneses, en animales ponzoñosos (víboras, arañas); René Solís, en ETS; José Gonzales Mugaburu, en parasitología; Zuño Burstein en lepra y micología.
Figura 24. Vista del local central del Instituto Nacional de Salud
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El Instituto Nacional de Salud edita, desde el año 1942, una de las publicaciones científicas más importantes del Perú, la Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública, como su órgano de difusión científica, cuyos primeros editores fueron los doctores Telémaco Batisttini y Carlos Gutiérrez Noriega, y, actualmente, está dirigida por el Dr. Zuño Burstein, indizada en LIPECS, LILACS y SCIELO. Cuenta con un comité editorial y un consejo consultivo de la más alta calidad científica. El Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud ha firmado, hace 20 años, un convenio con el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la UNMSM, para estudio, capacitación de personal y atención asistencial en lepra y Dermatología Sanitaria.
Breve historia de algunas enfermedades LA
LEISHMANIASIS TEGUMENTARIA EN EL
PERÚ. CONTRIBUCIÓN
PERUANA
A SU CONOCIMIENTO Y LEGISLACIÓN
El Perú goza del privilegio –afortunado desde el punto de vista científico, pero desafortunado en el aspecto sanitario– de contar en su amplio territorio con áreas endémicas de leishmaniasis tegumentaria en las que se reproducen las más diversas modalidades clínicas del proceso; tal particularidad no es observable en otras regiones del mundo donde habitualmente predomina una determinada modalidad clínica para extensas áreas territoriales; tal es el caso del Botón de Oriente (leishmaniasis cutánea pura) en el viejo mundo. En nuestro país, en cambio, que cuenta con condiciones ecológicas tan variadas, se presentan manifestaciones clínicas que nosotros vinculamos estrechamente con su procedencia territorial. Así, se habla de uta para la leishmaniasis andina y de espundia para la de procedencia selvática, atribuyéndosele a cada una caracteres clínicos más o menos específicos. Clásicamente y desde temprana época se ha considerado en el Perú la existencia de dos tipos o formas clínicas de leishmaniasis tegumentaria. Palma en 19083, Escomel4, Arce5 y Monge6 en 1914, Weiss en 19247 y otros investigadores peruanos aceptaban la diferenciación entre uta y espundia aun sin conocer la etiología de ambos cuadros clínicos. Pero fueron fundamentalmente Escomel en 19428 y Weiss en 19439, habiéndose conocido la etiología leishmaniásica de ambos procesos, quienes establecieron dos formas clínicas perfectamente identificables de leishmaniasis en el Perú: un primer tipo benigno, comparable con el Botón de Oriente, que afecta preferentemente a los niños, que cura espontáneamente, dejando a la persona vacunada para el resto de su vida, que raramente da lesiones mucosas y sólo por continuidad y es exclusiva de las regiones andinas; es denominada uta o leishmaniasis andina peruana; el segundo tipo, forma grave, preferentemente de hombres adultos, con compromiso constante y metastásico de mucosas respiratorias, de localización territorial selvática, corresponde a la espundia o leishmaniasis selvática americana. Este criterio fue aceptado en 1950 por la Comisión de Nomenclatura de la Sociedad Brasileña de Dermatología y Sifilografía y por la Sociedad Iberoamericana de Dermatología en su reunión de Río de Janeiro. Sin embargo, del análisis de las casuísticas de varios investigadores peruanos, como Cornejo Ubillus10, comprobamos que se describen formas clínicas de leishmaniasis en áreas que no corresponden a su distribución geográfica clásica. El mismo Weiss, en 195311, pone en duda su creencia primitiva de que en los Andes se presentaba sólo la forma uta por verificaciones posteriores de la existencia de algunos focos andinos, aunque raros, de espundia, así como focos selváticos de uta. Estos hechos, dice Weiss, parecen eliminar la posibilidad de diferencias esenciales entre una y otra forma clásica; pero, sin embargo, las diferencias estadísticas regionales y aún locales, llegan a ser tan acentuadas que no pueden dejarse de lado.
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Dejando de lado consideraciones para explicar las diferentes modalidades clínicas que giran en torno a factores parasitológicos –como la diferenciación serológica de distintas cepas productoras de leishmaniasis tegumentaria, condiciones inmunoalérgicas del huésped, el rol que juegan los reservorios y aún los vectores, entre otras– y, en base a su experiencia en el Hospital Dos de Mayo, habiendo estudiado 158 casos de leishmaniasis tegumentaria de los más diversos lugares del país, Burstein12 planteó en el 7º Congreso Internacional de Medicina Tropical y Malaria, realizado en 1963, en Río de Janeiro, la siguiente clasificación para las leishmaniasis tegumentarias que se dan en el Perú: 1. Leishmaniasis andina cutánea (equivalente a la clásica uta). 2. Leishmaniasis andina cutáneo mucosa. 3. Leishmaniasis selvática cutánea. 4. Leishmaniasis selvática cutáneo mucosa (equivalente a la clásica espundia). Este criterio fue aceptado en el Primer Congreso Peruano de Microbiología y Parasitología de 196413 y se basa en conceptos clínico-epidemiológicos evolutivos14,15 (figuras 25, 26, 27). Es indispensable acompañar estas denominaciones con la calificación evolutiva del proceso para darle un sentido dinámico a la clasificación, habiéndose adoptado para tal efecto el criterio de Dostrowsky16 que, utilizado para la leishmaniasis cutánea (Botón de Oriente), la considera reciente (o precoz) si el proceso es menor de un año y tardía si es de más de un año de evolución. El nombre de uta, como lo refiere Llanos17, deriva de la palabra quechua hutu, que significa roer, picar, pudrir. Los españoles la llamaban “llaga” en la vertiente del Huallaga y también “mal de los Andes”. Otras expresiones idiomáticas quechuas o aymaras se refieren a esta patología con el nombre de quecpo, debido a la creencia, en Abancay, de que la quemadura de la cara por el sol o el frío daba lesiones que iniciaban la enfermedad. El término tiac-araña se debe a la suposición de que estos artrópodos caseros lamían en la noche la piel de la cara y las manos donde habían quedado residuos de miel y allí se iniciaba la leishmaniasis. Otros términos utilizados regionalmente son jucuya, kjapa y anti-honcoy, entre otros18; pero, posteriormente, predominó la tendencia a denominar uta a la leishmaniasis del norte del país y espundia a la que se presenta en el sur del Perú.
Figura 25. Leishmaniasis andina
Figura 26. Leishmaniasis selvática
Antigüedad de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú En el Perú, todos los investigadores que se ocupan actualmente de la leishmaniasis tegumentaria la consideran una dolencia cuya antigüedad precede a la llegada de los españoles; la evidencia, para la mayor parte de ellos, son las lesiones mutilantes que se representan en ciertos huacos antropomorfos peruanos de la era precolombina. La identificación etiológica de estas representaciones ha sido motivo de numerosas discusiones y el primero que las relacionó con la uta fue el historiador naturalista español Marcos Jiménez de la Espada, citado por Tamayo en 190519, quien recoge y hace suyo este planteamiento. Urcia en 191320, al hacer el análisis histórico de la
Figura 27. Leishmaniasis selvática cutáneo mucosa tardía
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uta, sostiene su antigüedad precolombina basándose en las representaciones de los huacos y en las referencias, muy precoces, a esta enfermedad de los españoles; cita a Pedro Pizarro que en 1571 se refiere al “mal incurable de las narices”; y al Dr. Cosme Bueno que habla de “una llaga corrosiva especialmente en la cara de dificilísima curación, originada por un insecto, que se llama uta”. Weiss, en 19439, sostiene la gran antigüedad de la leishmaniasis tegumentaria en nuestro territorio basándose, además de los argumentos anteriores, en la benignidad de la uta (tendencia a la curación espontánea en alrededor de un año). Herrer, en 195621 dice: “Sin negar la gran antigüedad de esta enfermedad en América nosotros creemos que es difícil probarlo y el principal argumento invocado hasta ahora en su favor, cual es el de los huacos antropomorfos con mutilaciones en los labios y la nariz, presenta objeciones bastante serias”. Entre estas objeciones señala que no es exacto afirmar que los huacos proceden de lugares cercanos a focos de uta; que algunos presentan mutiladas las extremidades con forma y aspecto diferente a las lesiones utosas; que conservan íntegro y a veces engrosado el tabique nasal, contrariamente a lo que sucede en la leishmaniasis; que no muestran lesiones en pabellones auriculares, hecho que se presenta en la enfermedad y que no habría pasado desapercibido a los alfareros precolombinos. En cambio, este investigador ofrece consideraciones basadas en la distribución geográfica de la uta, que podrían indicar su notable antigüedad. Como vemos, los argumentos utilizados pueden ser discutibles, pero es evidente que todos están de acuerdo en admitir la gran antigüedad de la leishmaniasis en el Perú. Historia de la identificación etiológica de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú Como precursor de la identificación etiológica de la leishmaniasis tegumentaria en nuestro medio podemos mencionar al Dr. José Julián Bravo, citado por Weiss9, quien, en 1852, identificó la uta con el Botón de Alepo. Pero, de acuerdo con Urcia20, bajo la influencia de Smith Archibald se catalogan estas lesiones como formas de tuberculosis cutánea. Esta teoría lúpica estará vigente hasta 1908, cuando Palma22 demuestra que la tuberculosis no interviene en su determinación. Sin embargo, en 1911, Escomel23 comunica el hallazgo de leishmanias en su forma flagelada en un caso de espundia. Laveran y Nattan Larrere encuentran leishmanias en material de casos de espundia enviados por Escomel. En 1912, Wenyon24, con hallazgos similares, llega a la conclusión de que la espundia es una leishmaniasis. En 1913, Vélez y Monge25 demuestran la etiología leishmaniásica de procesos ulcerosos del Valle de Convención (Cuzco). Simultáneamente, ese mismo año, Gastiaburú y Rebagliati26 encuentran leishmanias en casos de uta. Por último, la Comisión de la Universidad de Harvard concluye, en el mismo año, en un informe publicado por Strong, en 191427 que la uta es una leishmaniasis, habiéndose obtenido la forma flagelada y que las inoculaciones en animales fueron positivas. Así concluye el problema de la identificación etiológica de las leishmaniasis tegumentarias en el Perú, tanto en su variedad cutánea pura (uta) como en su forma cutáneo mucosa (espundia). Algunas consideraciones en torno a la ecología, la epidemiología y a la historia del estudio de vectores, reservorios y tratamiento de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú Numerosos investigadores han contribuido al conocimiento de la distribución geográfica de esta dolencia en el Perú; entre ellos hay que destacar, en orden de antigüedad: Raimondi en 188528, Pagaza en 190429, Escomel en 191130, Urcia en 191320, Weiss, Rojas y Guzmán-Barrón en 192431, Marroquín en 195032, Cornejo Ubillus en 195110; numerosas comunicaciones de Herrer A. del Instituto Nacional de Salud, desde el año 195133, Kuczynski-Godard en 194534, Acurio y Valdieso en 196435, Burstein en
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196413, numerosos trabajos de Tejada publicados desde el año 197036 y muchos otros estudios más recientes de diferentes investigadores. En cuanto a las especies vectoras de la leishmaniasis tegumentaria en el Perú, todavía no se han completado con evidencias experimentales decisivas los estudios que permitan afirmar cuáles son las especies de phlebotomus (lutzomyias) que sirven de vectores a la leishmania. En 1943, Pesce y Pardo37 encuentran, en la provincia de Andahuaylas –coincidiendo con la zona endémica utógena– dos especies de phlebotomus que fueron clasificados por Hertig como Ph. Battistini (Hertig, 1943). En 1951, al estudiar la relación entre leishmaniasis tegumentaria y phlebotomus, Herrer38 considera que en la vertiente occidental de los Andes el ph. verrucorum y el ph. peruensis eran los que mostraban más estrecha relación con la distribución geográfica de incidencia de la uta. Este investigador nos comunicó personalmente que “en lo que concierne a la transmisión natural de la leishmaniasis tegumentaria existe notable confusión. Con frecuencia, por ejemplo, se indican como vectores a especies de lutzomyias únicamente porque se ha puesto de manifiesto en ellas la presencia de promastigotes (leptomonas), sin identificar debidamente el flagelado en cuestión”. Coincidiendo con esta opinión, Laison y Show39 señalan que se ha observado una gran cantidad de infecciones naturales de flagelados entre flebotomos capturados en la naturaleza, pero solo en un pequeño número de ellos se han identificado los parásitos positivamente como leishmanias. Estos autores, en un análisis crítico riguroso y muy minucioso del problema, señalan, además, que la presencia de infección en lutzomyias que las transmiten entre roedores silvestres que no son antropofílicos, no juega rol alguno como transmisores para el hombre y que se necesita que intervengan en la cadena epidemiológica de la leishmaniasis humana especies de phlebotomus antropofílicos. El estudio de la presencia y distribución de lutzomyias en general y de las que jugarían un rol como vectores para la leishmaniasis tegumentaria ha sido hecho y publicado en el país y en el extranjero por Herrer y, posteriormente, por los biólogos Drs. Bertha Llanos y Abraham Cáceres, del Instituto Nacional de Salud y del Instituto de Medicina Tropical “Daniel A. Carrión” de la UNMSM, donde el Dr. Abelardo Tejada –su actual director– ha contribuido con numerosas investigaciones al respecto. En el Perú todavía no se han llegado a detectar con precisión los reservorios del parásito que den explicación satisfactoria de esta endemia que se mantiene desde épocas remotas. Ugaz, en 188640, al hacer un estudio de la uta (llamada lupus en ese entonces) en el Perú, pone en evidencia que una de las ideas más difundidas entre los pobladores de las zonas utógenas –constatada en los pueblos de Cajamarca, Huamachuco, Ancash, Cerro de Pasco, Valle del Rimac y Ayacucho– era la de conferir un rol importante en la producción del mal ulceroso a mosquitos que picaban a la caída de la tarde, que se habían alimentado con “jugo de animales en putrefacción, especialmente víboras” y lo inoculaban a sus víctimas; o a la inoculación del jugo resinoso de huarango (Acacia puntata), tomado por mosquillas de alas blancas que viven a su sombra (Cajamarca). En el Cuzco estaba difundida la creencia de la producción de la enfermedad por la “lamedura de araña”. En Cajamarca, igualmente, se atribuía un papel importante a “la antimonia que se levanta del suelo seco y caliente de las quebradas con las primeras lluvias de la cuaresma”. También se culpó de la enfermedad a las aguas de mala calidad (La Libertad). Urcia, en 191320 recoge la referencia del Dr. Barranca, en la que consigna la creencia de que “el indio cuando al beber se moja la punta de la nariz, adquiere la enfermedad”. Urcia relata la creencia muy generalizada de la existencia de animales o plantas que directa o indirectamente, por picadura o por contagio, inoculan el germen de la uta; él se inclina a creer que el agua estancada puede contener los gérmenes productores, o los huevecillos y larvas de los insectos; describe con detalle como vector a un insecto –refiriéndose, evidentemente, al Phlebotomus– al que “se le pretende llamar titira, cuando su nombre es el de uta”.
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En el año 1914, Antúnez41 señala la presencia invariable de un arbusto llamado “mito” en los sitios peligrosos conocidos de infección de uta y dice: “la uta aparece a manera de epidemia únicamente en los meses de febrero, marzo y abril, justamente durante la época de fructificación del mito, desapareciendo con el agotamiento de los frutos. Se ceba la uta en el individuo afecto a comer el fruto al pie de los arbustos o en los que viven en sus cercanías inmediatas. No es necesario aproximarse a comer el fruto, pero sí permanecer hasta un radio de unos dos kilómetros de la zona de los mitos en la época peligrosa”; atribuye la enfermedad a un “mosquito de cabeza blanca que gusta del fruto del mito”. En 1930, Maldonado42 dice textualmente: En Surco, importante foco de verruga y de uta, he tenido la ocasión de constatar en la flora espontánea, como elemento característico, la J. macrantha Mull Arg., planta de la familia de las Euphorbiaceas, conocida con el nombre vulgar de Huanarpo hembra […] La existencia de esta planta permite sospechar que ella puede tener algún papel en la etiología de la leishmaniasis del dermis, conocida con el nombre vulgar de uta, dado que se han encontrado en el látex de muchas Euphorbiaceas protozoos parásitos que, tal vez, puedan considerarse como estados evolutivos del agente de esta clase de úlcera. Como el valle de Surco es foco verrucógeno, cabe asegurar la existencia de Phlebotomus en él, conocidos con el nombre vulgar de titiras, una de cuyas especies puede ser vector de la uta, pudiendo ser el huanarpo hembra el reservorio de tan desagradable dolencia.
En 1934, Sal y Rosas43 recoge el planteamiento fitogenético de la uta, señalando nuevamente al mito (Carica candicans), planta lactescente de la familia de las euphorbiáceas, como elemento constante en toda el área endémica, desapareciendo en el mismo punto en que cesa el radio de influencia patológica de la uta. Llega a afirmar, inclusive, que es tan constante la concomitancia de mito y uta que su ausencia “marca claramente el límite de la faja utosa, signo muy preciso para delimitar en los lugares despoblados, la sección endémica de la endemia”. Al mito lo acompaña el huanarpo (Jatropha macrantha), refiere la experiencia popular, en el sentido de que donde hay mito hay uta. Sal y Rosas supone que parte del ciclo evolutivo de la leishmania se hace en la planta y sostiene la siguiente “fórmula de la utogénesis”: 1. Flora xerófila y lactescente cuya función es la de reservorio del virus; 2. Un vector alado y hematófago, el Phlebotomus, y 3. El hombre. Concluye este problema proponiendo la sistemática destrucción de la flora xerófila lactescente. Este planteamiento es nuevamente puesto en discusión por Burstein, quien en 1956 y 1957 comunica el hallazgo de phytomonas en el látex de la Jatropha macrantha Mull Arg., euphorbiácea cuya distribución geográfica coincide con la de la leishmaniasis tegumentaria andina cutánea pura (uta), en el valle del Rimac. Estas phytomonas fueron aisladas del látex en su fase flagelada (leptomonas) y cultivadas en medios conteniendo sangre humana, reproduciendo en ellas la fase de leishmania. Burstein demuestra, además, la factibilidad de recuperar por un tiempo relativamente largo leishmanias patógenas para el hombre y otros gérmenes incorporados in vitro al látex de estas euphorbiáceas, conocidas regionalmente con el nombre de huanarpos, demostrando con ello que estas plantas pueden ser reservorios de leishmanias patógenas y de otros microorganismos en las zonas endémicas44, 45. La búsqueda de animales naturalmente infectados, que puedan desempeñar el papel de reservorios, parece iniciarse en 1924 con los trabajos de la comisión nombrada por la Dirección de Salubridad del Ministerio de Salud para estudiar la región de Madre de Dios, integrada por los doctores Pedro Weiss, H. Rojas y Alberto Guzmán Barrón31, los que examinaron 750 animales, entre los que se encontraban monos, roedores, etc., sin encontrar evidencias de infección. El primero que refiere el hallazgo de la infección natural de animales en nuestro medio es Herrer, quien en una comunicación preliminar en
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el año 194846 y después en 195147, da cuenta de sus investigaciones en ese sentido, practicadas desde el año 1941 en las localidades utosas del valle del Rimac. Examinó perros, gatos, burros, caballos, roedores del género Phyllotis y Orysomis, zorros y una especie de marsupial conocido como muca, obteniendo la evidencia parasitológica de infección leishmaniásica en 46 de los 513 perros examinados. Hace notar que la incidencia de la infección guarda marcado paralelismo con el de la uta en el hombre, observando coexistencia de lesiones en perros y hombres; los animales infectados, con excepción de un solo caso, habían tenido un tiempo relativamente corto de permanencia en las localidades utógenas. La demostración por este mismo investigador de la gran sensibilidad del zorro a la infección leishmaniásica experimental -aunque no se ha relatado su infección natural, ni en los otros animales examinados en ese entonces-, le hace sospechar su posible papel como reservorio. Marroquín, en 195032, considera como reservorio al hombre con infección activa, convaleciente o al portador sano, basándose en la concepción de Weiss9 de que el germen puede permanecer por largo tiempo en la piel, manifestándose la enfermedad ante la presencia de un traumatismo. La posibilidad de que el hombre sea un reservorio decisivo para explicar la endemia es muy cuestionable, como lo es también el perro que acompaña siempre al hombre. Herrer, al ocuparse de la epidemiología de la uta, en 195133 dice: “existen parajes deshabitados por el hombre y carentes de todo cultivo donde, sin embargo, se contrae la enfermedad. Este fenómeno es tan frecuente que los ganaderos lo conocen bien, llegando a designar a tales localidades con nombres tan expresivos como “llagay-puquio”, “llagay-cueva”, “llagay-pampa”, etc., o sea, manantiales, cuevas y planicies donde se adquiere la úlcera leishmaniásica. Esta característica, sin duda, está ligada a la presencia de algún animal silvestre que actúa de reservorio”. Numerosos investigadores en varios países refirieron la presencia de leishmanias en una gran cantidad de mamíferos silvestres; se consideró entonces, en un primer momento, a la leishmaniasis como una zoonosis para llegar después a demostrarse que, en muchos casos, los focos de leishmaniasis de animales no tenían relación con el hombre si los vectores que la transmitían entre esos huéspedes no eran antropofílicos. La transmisión es frecuentemente ocasional si el hombre accidentalmente y como intruso irrumpe en un foco de leishmaniasis animal, lo que ha llevado a Laison y Show39 a afirmar que “el hombre debería considerarse como un huésped accidental que no desempeña ningún papel importante en la conservación de los parásitos en la naturaleza”. El problema del tratamiento de la población leishmaniásica en el Perú, sobre todo en las formas malignas cutáneo mucosas, es desalentador, no sólo por la limitación de los agentes terapéuticos de que disponemos, sino, sobre todo, por la situación socioeconómica de los portadores de esta dolencia que afecta a los sectores menos favorecidos de la población y cuyas lesiones mutilantes y deformantes provocan su marginamiento social. Uno de los primeros recursos terapéuticos farmacológicos para la leishmaniasis tegumentaria, introducido en Brasil por Viana en 1912, fue el tártaro emético, el que en 1915 fue utilizado por primera vez en el Perú por Julián Arce. En 1916, Escomel48 publica sus experiencias con esta droga, que siguió siendo utilizada con resultados que, para los casos cutáneos, eran favorables, pero sólo de acción paliativa o totalmente ineficaz en las formas cutáneo mucosas. El marcado efecto tóxico del tártaro emético obligó al cambio de este medicamento por otros antimoniales inicialmente trivalentes, de uso intramuscular, el Neo-Antimosan (“Repodral”, “Fuadina”) y, posteriormente, pentavalentes, el “Neoestibosan” y el “Solustibosan”, retirados por sus fabricantes por no convenir a sus intereses; quedó sólo el “Glucantime”, empleado en forma intramuscular o endovenosa con resultados curativos en las fases iniciales o formas cutáneas puras de la enfermedad, pero de respuesta irregular en las cutáneo mucosas.
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La Anfotericina B (“Fungisone”), de uso endovenoso, utilizado en el Perú inicialmente por Zegarra Araujo, en 196649 ofrece, a pesar de su marcada nefrotoxicidad, ventajas terapéuticas en las formas cutáneo mucosas (espundia) de leishmaniasis peruana. El uso de plantas medicinales utilizadas por los antiguos peruanos en esta enfermedad está siendo estudiado actualmente en el intento de encontrar mediante extractos los principios activos que puedan ser útiles terapéuticamente en la leishmaniasis cutánea. Estas investigaciones se están realizando desde el año 2003, mediante un convenio entre Perú y Japón, por un grupo de investigadores peruanos y japoneses liderados, en la parte peruana, por el Dr. Fernando Cabieses (Rector de la Universidad Científica del Sur, Lima) y el Dr. Zuño Burstein (Universidad Nacional Mayor de San Marcos UNMSM), con la participación del Instituto de Medicina Tropical “Daniel A. Carrión” de la UNMSM con su Director, Dr. Abelardo Tejada y la Dra. Olga Palacios y de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UNMSM, con las doctoras Bertha Pareja y Diana Flores. En la legislación peruana relativa a la salud (Decreto Supremo Nº 007-75-TR, del 26 de agosto de 1975) se consigna la leishmaniasis muco-cutánea sudamericana (uta y espundia) como enfermedad profesional en los trabajadores migrantes a las zonas endémicas de leishmaniasis. Por Resolución Suprema Nº 063-75-TR, del 11 de setiembre de 1975, se nombró una comisión encargada de elaborar el Reglamento de Condiciones de Higiene y Seguridad para los centros de trabajo de zonas endémicas de leishmaniasis, a efectos de proteger a los citados trabajadores. Esta comisión estaba compuesta, entre otros integrantes, por los doctores Arístides Herrer y Zuño Burstein, en representación del Instituto Nacional de Salud. Por Resolución Suprema Nº 026-76-TR, del 21 de octubre de 197650 se aprobó el Reglamento de Condiciones de Higiene y Seguridad, que consta de cinco títulos y 52 artículos. La Resolución, con la rúbrica del Presidente de la República, refrendada por los Ministros de Trabajo y de Salud, comprende generalidades, objetivos, obligaciones de las empresas, obligaciones de los trabajadores, medidas de protección colectivas e individuales (pormenorizando detalles sobre campamentos permanentes y provisionales instalados en zonas endémicas), exámenes médicos, diagnóstico de casos sospechosos, notificación, registro y tratamiento, señalándose en este capítulo que en todos los casos diagnosticados de leishmaniasis se establecerá la notificación obligatoria en armonía con las disposiciones del Sistema Nacional de Notificaciones de Enfermedades Transmisibles para su registro y que los casos positivos de leishmaniasis adquiridos en los centros de trabajo serán asumidos por el Seguro Social del Perú, de acuerdo con las normas legales vigentes para su tratamiento y demás fines. Por último, se establecen las sanciones a que se harán acreedores las empresas o empleados que incumplan este Reglamento.
LA ENFERMEDAD DE CARRIÓN (VERRUGA PERUANA) Generalidades Daniel A. Carrión, estudiante de medicina, quien realizó un heroico sacrificio al inocularse voluntariamente material de un botón verrucoso y fallecer del proceso sistémico en el año 1885, consolidó el concepto de unidad entre la fase febril anémica (“Fiebre de La Oroya”) y el período eruptivo (“verruga peruana”) de esta afección, consideradas por los dualistas como dos enfermedades diferentes. La enfermedad de Carrión o verruga peruana es una bartonellosis humana, proceso infeccioso general, bacteriano, no contagioso, producido por la Bartonella bacilliformis, transmitida por vector alado (Phlebotomus verrucarum). Es una enfermedad endémica, con carácter regional en áreas bien circunscritas de ciertas regiones andinas del Perú y algunos focos en Ecuador y Colombia. Clínicamente, presenta un primer estadio que, por causas diversas, puede cursar inaparente, casi sin síntomas, pero con frecuencia da lugar
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a la fase febril anémica, de gran gravedad, que conduce a la muerte por anemia severa y cuadro tóxico-infeccioso, cuadro denominado antiguamente “Fiebre de La Oroya”. Si se sobrevive a este estadio, después de un período de duración variable, se presenta el segundo proceso eruptivo, caracterizado por un brote verrucoso (angiomatoso) de magnitud diversa, con lesiones de diferente tamaño y profundidad, cuya localización, además de la tegumentaria, puede comprometer órganos internos. La involución espontánea conduce a un estado de inmunidad permanente al proceso. El pronóstico es malo si es dejado a su evolución espontánea en la forma severa del período febril anémico y habitualmente bueno, aún en las formas de gran brote, en el período eruptivo. La muerte en el primer estadío se produce por la severa anemia o por la complicación salmonelósica frecuente al inicio del período intercalar. La enfermedad responde favorablemente a los antibióticos antibacterianos y no existe vacuna contra ella. Ofrece riesgo epidémico cuando se moviliza la población no inmune a las regiones endémicas, no existiendo propagación del proceso fuera del área endémica (figuras 28, 29, 30). Figura 28. Verruga peruana, parte I Figura 29. Verruga peruana, parte II Figura 30. Verruga peruana, período eruptivo
Historia La verruga peruana es una enfermedad autóctona americana, más propiamente peruana, cuya antigüedad precolombina es incuestionable. Las expresiones demostrativas en la cerámica mochica51, los relatos de los cronistas de Indias y otras evidencias hacen pensar a Lastres52 que la verruga ha existido siempre, hablando geográficamente, en los mismos lugares en donde hoy reina, principalmente en las quebradas, siendo conocida por el indígena con la voz quechua de sirki. El interés científico por su estudio se despertó, principalmente, a partir del año 1870, a raíz de la construcción del ferrocarril de Lima a La Oroya, a través de los Andes. En el tramo que pasa por la zona verrucógena del valle del Rimac se produjo una grave epidemia, la cual –según se afirma- ocasionó la muerte de siete mil trabajadores y de los cien ingenieros británicos y norteamericanos que construyeron el ferrocarril; todos contrajeron la enfermedad y murió la mitad. La vinculación nosográfica de las manifestaciones graves de esta epidemia, denominada “Fiebre de La Oroya”, con el brote cutáneo que se presentaba en los sobrevivientes, conocido como “verruga peruana”, se estableció progresivamente, contando para ello con el sacrificio heroico de Daniel A. Carrión. La comunidad científica mundial se interesó por esta misteriosa y rara afección que fue estudiada exhaustivamente en sus aspectos clínicos, epidemiológicos, etiopatogénicos, experimentales y terapéuticos por numerosos investigadores peruanos y extranjeros. Así, en 1898, Odriozola53 publica una monografía que se consideró como una de las mejores contribuciones al estudio clínico de la enfermedad. En 1905, Barton54 descubrió
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el microorganismo causal. Strong55, quien presidía la comisión de la Universidad de Harvard que vino al Perú a estudiar esta afección, creó en 1913 el género Bartonella, designando con el nombre de Bartonella bacilliformis, en honor a su descubridor, al microorganismo descubierto por Barton. En 1913, Townsend Ch.56 descubrió y denominó como Phlebotomus verrucarum al insecto transmisor de la enfermedad. El escenario, panorama epidemiológico y medidas de control de la enfermedad de Carrión han sido estudiados por numerosos investigadores, como Maldonado A., Hertig M., Herrer A., Rebagliati R. y Gorbitz G., entre otros. Fuera del Perú hay que mencionar a Patiño Camargo quien en 193957 estudió un foco endémico en el Departamento de Marino, en la frontera con el Ecuador; y a Montalbán y Moral, en 1940, que, en coordinación con Hertig, estudiaron el foco endémico ecuatoriano de la provincia de Loja, cerca de la frontera peruana. Luego del trabajo de Odriozola, se han hecho numerosos aportes al conocimiento de la etiopatogenia de las manifestaciones clínico patológicas de esta enfermedad, su evolución y su terapia; por ejemplo los trabajos de Arce, Escomel, Strong, Hurtado, Monge, Mackehenie, Weiss, Urteaga, Gastiaburú, Reynafarje y otros. El estudio bacteriológico, después de Barton y Strong, tanto en sus aspectos morfológicos como cultural, ha sido desarrollado por Battistini, Hercelles, Aldana y Colichón; y en la ultraestructura con microscopía electrónica por Peters y Wiegand, Pérez Alva, Cuadra y Takano. Los estudios inmunológicos, como los realizados por Calderón Howe, han proseguido, aunque muy esporádicamente, en los aspectos de la inmunidad humoral como la celular en el Hospital Dos de Mayo por Larrea y Contreras, y en el Instituto de Medicina Tropical Daniel A. Carrión de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos por Colichón A. Pese a esta cantidad de investigaciones e investigadores que han resuelto, en gran medida, los aspectos prácticos de la enfermedad relacionados con la salud pública -haciéndola una afección controlable epidemiológica y terapéuticamente por el conocimiento más o menos preciso de su ecología, de su distribución geográfica, del vector que la transmite, de sus características clínicas y procedimiento de diagnóstico, así como de su tratamiento etiológico-, quedan, desde el punto de vista científico, muchas lagunas que sólo una perseverante investigación podrá clarificar. Se desconoce, por ejemplo, a ciencia cierta cuál es el reservorio, permanece en el misterio si su existencia o ciclo normal en la naturaleza requiere necesariamente del hombre en las zonas endémicas; es decir, si es una enfermedad humana o se trata, como en el caso de la leishmaniasis (con la que tiene muchos aspectos comunes como su distribución geográfica, en muchos casos coincidente y los mismos vectores) de una zoonosis o de una fitoparasitosis que, accidentalmente, pasa al hombre cuanto éste irrumpe en su nicho ecológico, quebrantando los ecosistemas y haciendo un ciclo vicariante. No se cuenta con un animal que reproduzca en el laboratorio la historia natural de la enfermedad, tal como se da en el hombre, lo cual permitiría su estudio integral en un modelo experimental. Se desconoce por qué, siendo una infección bacteriana general, no es inoculable ni al hombre ni a los animales de laboratorio utilizando sangre parasitada en el momento más virulento del germen para que se produzca, como sería de esperar, la misma manifestación patológica. Está, todavía, en estudio con la tecnología actual el comportamiento inmunológico del huésped y no se cuenta con un procedimiento de inmunización activa para proteger a la población expuesta a la posible adquisición del proceso.
LA LEPRA Y SU CONTROL EN EL PERÚ Introducción La lepra no existía en América antes de la llegada de los conquistadores europeos. Los españoles trajeron esta enfermedad a América Central, América del Sur y, en Norteamérica, a México y parte de los Estados Unidos. El primer lazareto se fundó en 1520
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en Santo Domingo y, posteriormente, se establecieron en toda la América colonial. En Brasil, los portugueses introdujeron la enfermedad en 1496; los grandes contingentes de esclavos africanos fueron un factor muy importante en la América portuguesa, Caribe y América Central. En Norteamérica, además de los focos traídos por los españoles, se sumaron los procedentes de Francia, Noruega y China, principalmente. Historia de la lepra en el Perú La historia de la lepra en el Perú ha sido exhaustivamente estudiada por el Dr. Hugo Pesce y publicada en su tesis de doctorado el año 1961, con el nombre de “La epidemiología de la lepra en el Perú”58. En este monumental trabajo, que debe servir de valiosa fuente informativa para todo médico y sanitario peruano, se afirma que la lepra se desarrolló de manera independiente en las tres grandes regiones de nuestro país (costa, sierra y amazonía). En la costa tiene una historia remota y pobre, en la amazonía una historia reciente y explosiva y en la sierra un curso escaso y solapado. La lepra fue llevada a la costa peruana por los colonizadores procedentes de España, donde existía una endemia apreciable, con unos 3000 leprosos y decenas de leprocomios. Por ello, 28 años después de la fundación de Lima, se hizo necesario un leprocomio, y en 1563 se fundó el Hospital de San Lázaro, en el barrio de Pescadores, en la margen derecha del río Rímac, donde se brindó asistencia a los leprosos durante la época colonial. Según Pesce, la lepra en nuestra Amazonía apareció manifiestamente en el siglo XX. Respecto a su procedencia, la tesis más antigua refiere su origen en Brasil, en tanto otra tesis postula su origen ecuatoriano. La investigación de Ponce de León tuvo el mérito de demostrar que la infección leprosa de algunos sectores de la selva alta se procesó anteriormente a la de la selva baja y que ella ha tenido, muy probablemente, origen ecuatoriano no muy remoto y de muy escaso volumen. Pesce dice que “no es dable comparar la peligrosidad de la fuente pequeñísima de la selva alta con la fuente brasileña, que debía asumir el carácter de marejada, dada la vis a tergo que la impelía y, dada la circunstancia propicia de la migración masiva de 15 a 20 mil peruanos y algunos cientos de brasileños con motivo del auge del caucho, que duró nada menos que 20 años”. La selva baja sucumbió rápidamente a partir de 1910, cuando se hizo evidente el impacto de los focos brasileños masivos, probablemente explicado por las diferentes condiciones ambientales y porque el habitante de la selva alta estaba expuesto en mucha menor medida a la desnutrición, la hipoproteinemia, las helmintiasis intestinales agresivas, con el estado anémico derivado y la consiguiente baja del nivel de la inmunidad fisiológica general. De 1901 a 1905 comenzaron a denunciarse casos de lepra en ciertos lugares de la Amazonia y el 17 de marzo de 1905 se emitió una Resolución Suprema autorizando la construcción de un lazareto en Iquitos para los leprosos del departamento de Loreto. La Prefectura mandó construir, entre 1906 y 1907, un asilo de emergencias para leprosos en la Isla Padre, frente a la ciudad de Iquitos. A fines de 1917 se habilitó en esa ciudad el segundo lazareto y por ley N° 5020, del 28 de enero de 1925, se dispuso la creación de una leprosería en San Pablo, en el río Amazonas, hacia la frontera con Brasil, que comenzó a funcionar el 15 de mayo de 1926. En 1940, el gobierno creó la Supervisión de Sanidad de Loreto y San Martín que, prontamente, se elevó a la condición de Supervisión del Nororiente, a cargo de Maxime Kuczynski, quien, después de fundar en 1941 un Dispensario Antileproso en Iquitos, reconstruyó el asilo de San Pablo, como colonia agrícola, obteniendo un notable avance en la exploración de varios ríos, especialmente el Ucayali, realizando valiosas encuestas leprológicas. En 1944, con la creación del Servicio Nacional Antileproso, se constituyó, a los pocos meses, el Servicio Antileproso del Nororiente, asumiendo las funciones de supervisión en la zona. Hugo Pesce afirmó que el foco de lepra infantil de Loreto era uno de los más severos del mundo. Todos los datos recogidos sobre las formas clínicas de lepra infantil en esa
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zona revelaron un proceso caracterizado por la ausencia de signos apreciables de defensa por parte de la población, lo que equivalía a decir que se trataba de una endemia bastante reciente, severa y con caracteres de desarrollo. Pesce refirió que los primeros casos de lepra entre los selváticos genuinos observados en Sudamérica fueron reportados por Maxime Kuczynski (tribus Cambo y Cocama) y por él mismo (tribu Piro). Los sucesivos casos fueron objeto de estudio, en 1953, por H. Pesce y R. Montoya. Todos los casos fueron formas sumamente malignas, lo que indica el gravísimo y perdurable peligro al que estaría expuesta toda la población del Nororiente si penetrase la lepra en el seno de las tribus selvícolas, cuyo número de componentes ha sido estimado en 141 mil habitantes, alejados de toda posibilidad de control sanitario. Historia del control de la lepra en el Perú En Andahuaylas, Hugo Pesce detectó los primeros casos de lepra andina y fundó, en 1937, el Servicio Antileproso de Apurímac. Asimismo, el 1 de enero de 1944, creó la Campaña Nacional Antileprosa, como organismo sanitario encargado oficialmente de la lucha contra esta enfermedad en el nivel nacional. Nació así, en torno a este maestro, la escuela leprológica peruana, constituyéndose el mismo año el Servicio Antileproso del Nororiente. El rasgo estructural de la campaña antileprosa que en 1954 pasó a denominarse Servicio Nacional Antileproso, estaba dado por ser un organismo unitario, con una jefatura y diversos servicios periféricos. La jefatura, denominada Departamento de Lepra, tenía funciones directivas, normativas y de control, con secciones especializadas. Los servicios periféricos tenían a su cargo la ejecución de la campaña antileprosa en el territorio de su jurisdicción; así, en cada región leprógena se construyeron unidades funcionales, denominadas Servicios Antileprosos Regionales, con su propia organización. Esta organización, metódicamente planeada y puesta en marcha, permitió, en un corto plazo, realizar un diagnóstico de la realidad leprológica peruana y obtener un beneficio efectivo para los pacientes y el país. Desgraciadamente, el 14 de enero de 1963, el Departamento de Lepra, transformado previamente en División de Lepra, fue disuelto por el gobierno de aquel entonces, desarticulándose la estructura tan meticulosamente montada, pasando sus diferentes elementos constitutivos a otros organismos, y desde 1965 los niveles periféricos fueron integrados a otros servicios de salud de cada zona del país. La desarticulación y deterioro de las acciones de salud relacionadas con la enfermedad de Hansen en los diferentes niveles de responsabilidad, tanto técnico-normativas centrales, como ejecutivas periféricas de base, así como en investigación, capacitación de personal y otros, sensibilizó al ministro teniente general FAP, M. Campodónico, que ocupaba en 1977 la cartera de Salud Pública, para disponer la actualización del Programa de Control de la Enfermedad de Hansen, considerando que el diagnóstico, el tratamiento y la investigación en dermatoleprología era una responsabilidad multiinstitucional de trascendencia nacional, acogiendo las recomendaciones del Seminario Regional de Hanseniasis, realizado en setiembre de 1971 en la ciudad de Pucallpa. Desgraciadamente, cambios sucesivos de autoridades y otros factores imponderables postergaron largamente la ejecución de las medidas dispuestas. Entretanto, el esfuerzo unipersonal y pionero del Dr. Víctor Noria, a cargo de la Unidad de Lepra, organismo técnico-normativo del nivel central del Ministerio de Salud, era el único que mantenía con absoluta responsabilidad la conducción de un programa en base a los proyectos, las ideas propias y a su gran experiencia como epidemiólogo y leprólogo clínico. En 1980 Zuño Burstein publicó un trabajo sobre la “Quiebra del Programa de Control de la Lepra en el Perú por la descentralización e integración a los programas generales de salud”59, haciendo un detallado análisis de la organización sanitaria del control de la lepra, concluyendo que en el Perú, existía un serio quebrantamiento de las acciones sanitarias de control de esta afección provocado, en gran medida, por una inadecuada,
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inoportuna y prematura política de descentralización e integración a los programas generales de salud, no adecuados a la realidad nacional. Además, señaló que era indispensable poner en vigencia un bien articulado Programa de Control de la Enfermedad de Hansen, adecuadamente financiado, ya que era un problema sanitario de particular gravedad en zonas endémicas, con repercusión nacional. En 1963, con la desaparición del Servicio Nacional Antileproso y su Departamento de Lepra, el diagnóstico especializado de laboratorio, la preparación de lepromina, la realización de investigaciones especiales y la capacitación del personal profesional y técnico quedó, teóricamente, en manos del Departamento de Lepra y Micología Médica, ubicado en la estructura organizativa de los Institutos Nacionales de Salud, organismo descentralizado del Ministerio de Salud. Este Departamento derivaba del Laboratorio Central de Lepra, parte constitutiva de la Sección de Leprología del desaparecido Departamento de Lepra, organismo de comando del Servicio Nacional Antileproso, ubicado a nivel del organismo central del Ministerio de Salud. Al desaparecer el Servicio Nacional y su Departamento de Lepra, el Laboratorio fue incorporado al Instituto de Salud Pública, conservando teóricamente su función y estructura establecidos desde 1944. Sobre la base de esta estructura, el Ministerio de Salud tiene vigente, desde 1975, un convenio –ratificado sucesivamente– con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, a través de su Instituto de Medicina Tropical “Daniel A. Carrión”, para realizar una labor conjunta de investigación, servicio a la comunidad y capacitación de personal, en relación con la hanseniasis y otras afecciones, que son objeto de la dermatología sanitaria. En una comunicación publicada en 1972, con el título “Nuestro aporte al diagnóstico de la Lepra en el Perú”60, Burstein refirió que, de 2366 biopsias enviadas desde 1944 hasta 1971 para el diagnóstico de lepra, al Departamento de Lepra y Micología Médica del Instituto Nacional de Salud a su cargo, 1119 (47.3%) correspondieron a lepra lepromatosa, 619 (26.2%) a lepra indiferenciada, 233 (9.4%) a lepra tuberculoide y 18 (0.8%) a lepra dimórfica. Valiéndose de las biopsias seriadas a través del tiempo, se estudiaron los virajes histopatológicos de estos pacientes y se estableció la concordancia entre el diagnóstico clínico y la verificación histopatológica. No se han hecho estudios ulteriores similares a éste. En 1980 el Dr. Samsaricq, jefe del Programa de Lepra de la Organización Mundial de la Salud (OMS), visitó el Perú, recomendando la conformación de una comisión permanente que se ocupara del Programa de Control de Hanseniasis, promoviendo, evaluando y recomendando nuevas acciones, además de la creación de un comité científico nacional para promover y evaluar las investigaciones sobre la enfermedad. Hasta 1985, la Dirección de Epidemiología consideró, dentro de su estructura programática, el control de la tuberculosis y la lepra en forma integrada en la Dirección Técnica de Coordinación de Programas Especiales, a pesar de que la OMS consideraba el control de estas enfermedades en forma independiente. Por ello, en 1987, se expide el D.S. N° 017-87-SA que aprobó únicamente el Programa de Control de la Tuberculosis, desvinculándose, en consecuencia, del de Lepra. En enero de 1988, se resolvió aprobar el Programa Nacional de Control de la Hanseniasis como integrante de los programas especiales de salud, designándose al Dr. Augusto Reátegui como director general del mismo61. El Decreto Supremo N° 003-88SA (22 de enero de 1988), estableció que “el Perú, como país miembro de la Organización Mundial de la Salud, ha adoptado el compromiso de la 40ª Asamblea Mundial de la Salud, del 15 de mayo de 1987, para organizar programas activos hacia la eliminación de la lepra, como parte de su objetivo de salud para todos en el año 2000”. En octubre de 1988, se aprobaron las Normas y Procedimientos para el Control de la Hanseniasis en el Perú, de aplicación obligatoria en todo el territorio nacional en sus componentes técnico, administrativo, educativo, social y de investigación. En 1992 se aprobó el documento normativo, denominado “Doctrinas, Normas y Procedimientos para el Control y Eliminación de la Lepra en el Perú”.
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En nuestro país existía hasta el año 2000, en el Ministerio de Salud, una estructura técnico administrativa denominada Dirección del Programa Nacional de Control de Enfermedades Transmisibles, en la que se incluía el Programa de Control de Tuberculosis y Lepra, y que contaba con la colaboración comprometida eventual de un Comité Asesor formado por médicos tropicalistas, leprólogos y dermatólogos. Actualmente (2004), la reestructuración administrativa del Ministerio de Salud ha hecho desaparecer los programas nacionales específicos de control de enfermedades, incluyendo el de Lepra. En su lugar se han constituido, en una Dirección General de Salud de las Personas, seis estructuras administrativas denominadas Estrategias de Salud y una de ellas se ocupa del Control de Tuberculosis y Lepra. Política del programa de control de la lepra y perspectivas futuras El marco doctrinario adoptado en el año 2000 por el Programa Nacional de Control de la Lepra en el Perú62 se basa en el principio de que “las enfermedades transmisibles, entre ellas la lepra, están ligadas a factores culturales, sociales y económicos de compleja solución” y en que “los programas de control son de alcance nacional, permanentes y continuos; usan tecnologías apropiadas, realimentan y hacen más eficiente su operación mediante el monitoreo y evaluación y en su versión actual han adoptado la estrategia de incorporar e integrar sus actividades a la atención general de salud, desapareciendo, por lo tanto, por ineficientes, los programas verticales con ejecución especializada de sus actividades al margen de los servicios de salud”. Con este marco el programa actual considera que “la lucha por el control de la lepra se inscribe y articula en el reconocimiento de la dignidad de las personas, sus derechos universales y la búsqueda de la liberación de sus capacidades para alcanzar la realización plena”, concluyendo que esta nueva doctrina se basa en una concepción moderna que “tiene un sustento bioético en el desarrollo de los principios de equidad, subsidiaridad, universalidad, solidaridad y autonomía, desarrollados a través de una interacción en el campo médico, educativo y social”. El programa se sustenta doctrinariamente en que la lepra en el Perú es factible de ser controlada y eliminada mediante determinados ejes de gestión. La OMS define que la lepra es eliminada como problema de salud pública cuando la tasa de prevalencia es menos de un caso por cada 10000 habitantes; sin embargo, esta situación no ocurre en determinadas regiones identificadas y estratificadas del país. Por ello, para lograr el control y eliminación de esta enfermedad es necesario fortalecer el desaDepartamentos Población Total de casos Tasa de prevalencia Casos nuevos Tasa de detección rrollo de una serie de actividades, basadas en la endémicos 1989 x 10.000 hab. x 10.000 hab. 1. Loreto 889.471 83 0.9 29 0.3 difusión de los siguientes principios: la lepra se 2. Ucayali 424.410 60 1.4 14 0.3 cura, el paciente se trata en su domicilio y no 3. Amazonas 143.981 0 0 0 0 4. Apurímac 243.852 1 0.04 0 0 requiere aislamiento, ni reclusión en leproso5. Huánuco 776.727 2 0.02 0 0 rios; la lepra diagnosticada precozmente no 6. San Martín 743.668 3 0.04 0 0 produce necesariamente deformidades o incaLima Norte (Hospital Nacional pacidades; luego de iniciada la poliquimioteraCayetano Heredia) 15* 0 0 Lima Sur pia (PQT) el enfermo de lepra no contagia y, si (Hospital de Apoyo María Auxiliadora) 1* el enfermo no recibe tratamiento, sufre deforTotal de casos 3.218.109 165 0.5 43 0.1 maciones de las manos y pies que permanecen * Casos procedentes de las zonas endémicas como secuela para toda la vida a pesar del traFuente: Programa Nacional de Control de Enfermedades Transmisibles - Control de Lepra - MINSA tamiento posterior. Figura 31. Tasas de prevalencia y detección de lepra en el Perú, 2000
Epidemiología de la lepra en el Perú El comportamiento epidemiológico de la lepra en el Perú se circunscribe a las zonas endémicas, donde viven 3,218,109 personas, de ellos 1,255,062 son menores de 15 años. Según las tasas de prevalencia de lepra correspondientes al año 2000 y teniendo en cuenta las publicaciones de la OMS, podemos concluir que la lepra en el Perú constituye
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un problema de salud pública, fundamental- Años 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 Total mente en el departamento de Ucayali, lugar Multi-bacilar 1.205 672 220 245 202 195 227 237 221 151 126 3.701 con una prevalencia de la enfermedad que 37 25 45 29 39 1.386 supera la tasa de 1 x 10000 habitantes. Esta Pauci-bacilar 649 362 57 59 39 45 Total 1.854 1.034 27 304 241 240 264 262 266 180 165 5.087 información nos permite priorizar las actividades del control de la enfermedad, buscan- C.N* 79 90 90 63 107 63 43 535 do el compromiso de las autoridades locales y D-OMS** 17 12 10 4 6 7 6 62 comunidad en general para desarrollar acCasos nuevos. ciones coordinadas que permitan diagnosti- ** Discapacitados según grado 1 y 2 de la OMS. Fuente: Programa Nacional de Control de Enfermedades Transmisibles - Control de Lepra - MINSA. car y tratar precozmente todos los nuevos casos de lepra, logrando prevenir las discapacidades y disminuir efectivamente el impacto social de esta enfermedad (figuras 31, 32, 33).
Figura 32. Casos de lepra notificados en el Perú, 1990-2000
Legislación peruana para el control de las ETS. Historia de las disposiciones legales vigentes LEGISLACIÓN PARA EL CONTROL DE LAS ENFERMEDADES VENÉREAS63, 64 La primera referencia oficial al respecto la encontramos en la Resolución Suprema del 1º de julio de 1910 en la que, considerando “que es deber del Estado atender a la profilaxia en las enfermedades venéreas que, además de los daños que ocasionan a los individuos que las contraen, atacan también a los intereses de la sociedad y a los de la raza”; “que la experiencia universal ha probado la ineficacia de la reglamentación policial de la prostitución en la profilaxia de esas enfermedades”, “que la experiencia ha probado, también, que las medidas más eficaces en ese sentido son las que se refieren a la inspección y vigilancia sanitaria de las mujeres públicas y casas de tolerancia y al tratamiento médico gratuito en dispensarios adecuados de los enfermos de afecciones venéreas”, resuelve: encargar a la Dirección de Salubridad Pública la organización y funcionamiento del Servicio Sanitario de la Prostitución, procediendo a instalar en la ciudad de Lima y Callao y después en el resto de la República, los dispensarios de salubridad destinados a las enfermedades venéreas; otorga la gratuidad para el examen médico y tratamiento que se lleven a cabo en los dispensarios y obliga a la policía a hacer cumplir las disposiciones sanitarias que se expidan para el funcionamiento de ese servicio y en lo relativo a la conservación de la moral y el orden público. Acogiendo esa disposición legal, en el Reglamento interno de la Asistencia Pública de Lima, aprobado por Resolución Suprema del 30 de junio de 1923, se establece la Sección de Profilaxia Antivenérea, con las obligaciones de vigilar sanitariamente a las mujeres sujetas a ese control, abrir un “Registro de Meretrices” y otorgar a las solicitantes una “Libreta Sanitaria” que las autoriza al ejercicio legal de la prostitución. Se señala el control policial y sanciones para la prostitución clandestina y omisiones al control sanitario periódico. Por su lado, las Fuerzas Armadas establecen por decretos supremos las normas de profilaxia y control de enfermedades venéreas para sus miembros; así, en abril de 1923 se decretan las disposiciones pertinentes para la Policía y Gendarmería de la República y, en noviembre de 1928, para la Armada Nacional.
Figura 33. Tasa de prevalencia de lepra x 10.000 habitantes en el Perú, 1990-2000
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En setiembre de 1926, por decreto supremo, se crea la Liga Nacional Antivenérea como institución de sanidad y beneficencia, dedicada a la acción y a la propaganda antivenéreas. Esta creación se produce acogiendo las recomendaciones de la Primera Conferencia Nacional Antivenérea, celebrada en Lima del 30 de agosto al 5 de setiembre de 1926 que, además, recomienda, entre otras cosas, que se inicie la educación sexual desde la segunda enseñanza, que se unifiquen los métodos o procedimientos curativos, que se estimule el desarrollo de la especialidad venereológica y que se introduzca el certificado médico prenupcial. Declara que, mientras subsistan las condiciones sociales reinantes, la reglamentación de la prostitución es necesaria. Recomienda una serie de medidas de protección para los hijos menores de edad y para las jóvenes abandonadas, sugiriendo que se establezca la edad de 18 años como mínima para el ejercicio de la prostitución y acuerda, también, solicitar que se establezca legalmente la declaración numérica obligatoria para las enfermedades venéreas. Con fecha 6 de mayo de 1927 se aprueban, por Resolución Suprema, los Estatutos de la Liga Nacional Antivenérea, cuyo objeto era recoger y canalizar las orientaciones trazadas por la Primera Conferencia Nacional Antivenérea; pero, en su constitución se señala tal complejidad de miembros –desde el Presidente de la República, ministros de Estado, presidentes de la Corte Suprema de Justicia y de las Cámaras Legislativas, hasta representantes de un sinnúmero de instituciones– que nunca llegó a funcionar. El Gobierno interviene, nuevamente, en enero de 1941, creando por decreto supremo el Servicio Nacional Antivenéreo, dependiente de la Dirección General de Salubridad; se le encarga la ejecución de los trabajos de prevención y de asistencia médico social concernientes a las enfermedades venéreas y como organismos de orientación y de estudio técnico de los problemas inherentes a esas enfermedades, con la obligación de centralizar la estadística general de las enfermedades venéreas y ejercer la supervigilancia y control técnico de los servicios venereológicos que existan a cargo de otras entidades. El mismo año e igualmente por Decreto Supremo, se declara obligatoria la asistencia médica de toda persona que padezca de cualesquiera de las siguientes enfermedades en período de contagio: sífilis, gonorrea, chancro blando y linfogranuloma venéreo; estableciéndose para los omisos severas sanciones, incluso con intervención policial si es necesario y se prohíbe el expendio libre de drogas, específicos y medicina general destinados al tratamiento de enfermedades venéreas. Se establecen, asimismo, las obligaciones médicas al respecto. El control actual del ejercicio de la prostitución en el Perú está señalado en el Reglamento vigente de Licencias Especiales de Policía, aprobado por Decreto Supremo de diciembre de 1946, en el que se establecen los requisitos para el funcionamiento de las casas de tolerancia, de cita, prostíbulos y lenocinios y la obligatoriedad para las mujeres que ejerzan la prostitución de encontrarse provistas del certificado de buena salud otorgado por el Servicio Antivenéreo y la licencia personal expedida mensualmente por la Recaudación. Los conductores de estas casas están obligados a hacerlas reconocer semanalmente por el Servicio Nacional Antivenéreo. La policía debe vigilar su cumplimiento y remitir para su curación a las mujeres que adolezcan de enfermedad contagiosa. Las infracciones de estas disposiciones generarán multas previstas en ese Reglamento. Debido a una reorganización ministerial, desaparece el Servicio Nacional Antivenéreo y es sustituido por el Departamento de Venereología que, por mandato de la Resolución Suprema del 19 de mayo de 1952, adecúa su funcionamiento con el objeto de modernizar los métodos de lucha antivenérea en el país y, en arreglo al principio de descentralización administrativa de los servicios sanitarios ejecutivos periféricos, se hace cargo, fundamentalmente, del planeamiento de la campaña antivenérea. Elabora, así, un Plan General de Trabajo, que tiene como funciones: trazar el plan nacional de lucha antivenérea, dictar normas técnicas para la ejecución de las campañas antivenéreas que deberán realizar los servicios sanitarios locales, supervisar o fiscalizar el cumplimiento
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de los programas locales, constituir el organismo consultor para todos los programas locales, constituir el organismo consultor para todos los programas antivenéreos del Ministerio del ramo y coordinar su acción con otros departamentos del mismo, de otras entidades y de otros sectores. Elabora, también, un detallado plan de campaña antivenérea nacional. Posteriormente, el Departamento de Venereología desaparece como estructura y es incorporado como un programa de la División de Epidemiología del Ministerio de Salud, el que, a su vez, es ulteriormente integrado a la Dirección de Erradicación y Control de Enfermedades Transmisibles. Ahí se centralizan las funciones de vigilancia epidemiológica, programación y normas técnicas de control generales y específicas a nivel nacional. Las enfermedades venéreas están sometidas al Sistema Nacional de Notificación de Enfermedades Transmisibles, consideradas en el grupo de “enfermedades de acción sanitaria”, con obligatoriedad de notificación dentro de los siete días de conocido el caso. En nuestro país se atienden enfermos de SIDA desde 1983; los primeros fueron pacientes, en general homosexuales, que venían con diagnóstico certero desde los Estados Unidos (en su condición de peruanos-norteamericanos). Muchos estaban desahuciados o se sentían discriminados y buscaron un mejor trato en el Perú. Inmediatamente, los especialistas que asistían a estos enfermos comenzaron a derivarlos –para control inmunológico– al Dr. Raúl Patrucco Puig, prematuramente desaparecido en 1987, que inició los estudios y la recopilación completa de los casos. En los primeros años, casi la totalidad de los pacientes fueron homosexuales y venían del extranjero (principalmente de los Estados Unidos). Más tarde aparecen casos de homosexuales peruanos que no habían viajado al extranjero pero habían tenido relaciones con turistas. También hay casos de contagio a través de transfusiones de sangre. En este período no fueron reportados casos en provincias. Al inicio de la epidemia en el Perú, pocas personas tomaron el problema del SIDA con la seriedad que merecía. El 25 de noviembre de 1985, se nombra por Resolución viceministerial 005-85SA/DVM, la primera Comisión Oficial que estudiaría la incidencia del SIDA en el Perú. Sus miembros fueron los Drs. Gottardo Agüero (coordinador) y Raúl Patrucco y como delegados del Colegio Médico del Perú los Drs. César Delgado Sayán y Aníbal Escalante. Al poco tiempo, esta comisión toma contacto y coordina con el NAMRID (Instituto de Investigación de Enfermedades de la Marina de los Estados Unidos), que había manifestado su intención de hacer un estudio de seroprevalencia de anticuerpos contra el VIH en 40,000 personas en el Perú. El 19 de febrero de 1987, mediante la Resolución viceministerial 020-87SA/DVM, se amplía la comisión anterior con los Drs. Santos Hinostroza, Eduardo Gotuzzo, Enrique Fernández, Alejandro Padrón y Oscar Frisancho El 2 de abril de 1987 se expide la R.S. 011-87-SA, que crea el Programa Nacional Multisectorial para Prevención y Control del SIDA y la R.S. 013-87SA, que crea la Comisión Técnica de Certificación, Calificación y Registro de los casos de SIDA (CTCCR). El 7 de abril, por Resolución Ministerial 238-87-SA/DM, se designa la nómina de los profesionales que la integran: Drs. Raúl Patrucco (presidente), Eduardo Gotuzzo, Alejandro Padrón, Santos Hinostroza, José Gálvez Brandon, Oscar Misad, Aníbal Escalante, Guillermo Contreras y Miguel Campos. El 1 de junio de 1987, el Dr. Gottardo Agüero fue nombrado, por R.M. 373-87-SA/DM, como director del Programa Nacional Multisectorial para prevención y control del SIDA y el 9 de junio del mismo año, por R.M. 196-SA7P, se lo designa como director general del Programa. Debido a la prematura desaparición del Dr. Raúl Patrucco, una Resolución Ministerial del 21 de agosto de 1987 nombró en su reemplazo como presidente de la CTCCR al Dr. Aníbal Escalante y por RVM 428-87-SA/DM del 10 de julio del mismo año se designó nuevo miembro de la comisión al Dr. Alberto Yuén.
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En diciembre de 1987 se publica un Anteproyecto de Bancos de Sangre y el 21 de noviembre de 1988 se establece, por Decreto Supremo 031-88-SA, la obligatoriedad de practicar pruebas de despistaje de SIDA, hepatitis B y sífilis, previas a todas las transfusiones de sangre. El 1 de diciembre de 1988 se crea, por Decreto Supremo 033-88-SA, el Programa Especial de Control del SIDA (PECOS), siendo éste el resultado de la fusión del Programa Nacional Multisectorial de Control y Prevención del SIDA y de la Comisión Técnica de Certificación, Calificación y Registro. Por Resolución Ministerial 483-88-SA/DM, del 27 de diciembre de 1988, se designa a los directores del Programa Especial de Control del SIDA (PECOS) y se nomina a los miembros del Comité Técnico Consultivo. El PECOS tiene entre sus objetivos: la prevención y control de la transmisión del VIH y disminución de la morbimortalidad asociada. Sus recursos económicos son: el presupuesto nacional de la República y el Plan de Emergencia, con apoyo de la Organización Panamericana de la Salud y de las agencias internacionales de desarrollo (AID, John Hopkins University, Population Council) y de organizaciones no gubernamentales, como Generación y Germinal, AIDSCOM, etc. La responsabilidad política del PECOS corresponde al Ministerio de Salud y funciona integrado al Instituto Nacional de Salud. El 23 de julio de 1990 se promulgó la Ley Nº 25275, que es el dispositivo de más alto nivel relacionado con el SIDA en el Perú. Posteriormente, se crea y ubica en el organismo central del Ministerio de Salud el Programa Nacional de Control de ETS/SIDA, que va cambiando de ubicación hasta quedar actualmente (2004) en la Dirección General de Salud de las Personas, como una de las seis denominadas Estrategias Sanitarias de esta Dirección General. La Unión Peruana contra las Enfermedades de Transmisión Sexual (UPCETS), fundada en Lima el 14 de junio de 1982, filial de la Unión Latinoamericana contra las Enfermedades de Transmisión Sexual (ULACETS), presidida inicialmente por el Dr. Gottardo Agüero y, posteriormente, por el Dr. Zuño Burstein, ha jugado un rol importante catalizador y orientador durante su vigencia en las primeras etapas de la toma de conciencia de la importancia del control de las ETS/SIDA, habiendo realizado, entre otras muchas actividades, el primer taller sobre SIDA en el Perú, con participación multisectorial64. La UPCETS desarrolló sus actividades en estrecha relación con el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, filial Perú (CILAD-PERÚ) durante toda su vigencia. ■ Septiembre, 2005 (La revisión del texto estuvo a cargo de la Dra. Tarcila Rey Sánchez.)
■ Referencias bibliográficas (parte III) 1. Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Dirección de Programas Académicos de Medicina Humana. Disposiciones legales y organización del Programa
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ELBIO FLORES - CEVALLOS , LUIS FLORES - CEVALLOS , ZUÑO BURSTEIN
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APUNTES SOBRE LA HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA PERUANA LUIS VALDIVIA BLONDET
1. Época precolombina
■ Época precolombina
N
o existen evidencias de que las civilizaciones preincaicas e incaica contaran con escritura; pero se conocen algunas enfermedades padecidas por las poblaciones de esa época a través de huacos antropomorfos pertenecientes a las culturas Moche, Huari, Lambayeque, Chimú y Mochica, todas ellas preincaicas, que permiten deducir la representación de patologías como la uta (figura 1), la verruga peruana (figura 2), el albinismo (figura 3), la parálisis facial (figura 4), la elefantiasis (figura 5), el hipotiroidismo con leishmaniasis (figura 6), la sífilis congénita “nariz en silla de montar” (figura 7), el labio leporino (figura 8), y otras. Asimismo persisten palabras quechuas (incas) que se utilizan para nombrar diferentes patologías tales como sirki y ticti para la verruga peruana y ccara para la pinta. El estudio de lesiones óseas en momias de la cultura Paracas hace suponer que el origen de la sífilis es americano; también se sabe que practicaban trepanaciones e injertos óseos (figura 9). Las creencias de estos pueblos contenían conceptos mágicos religiosos no muy distintos de los conceptos europeos de aquella época; interpretaban que la causa de la enfermedad era un castigo divino al pecado y se protegían con la magia u ocultismo y con un arsenal terapéutico mucho más amplio que el europeo; tanto es así que Felipe II, rey de España, envió a Francisco Hernández a estudiar los medicamentos americanos. Tal confianza tenía Hernán Cortés, conquistador de México, en la medicina y en los curadores americanos que escribió a Carlos V solicitándole que evitara que vinieran médicos europeos a América pues los creía innecesarios. Se conocía con el nombre de hampi camayoc (hampi: medicina; camayoc: el que practica) al médico indígena que trataba al Inca y a la nobleza, y como camasca al médico del pueblo. La mayoría de las medicinas provenían del reino vegetal; algunas de ellas han llegado hasta nuestros días: quina o cascarilla (para la fiebre y tercianas), palo santo (para
Figura 1. Cultura Moche. Huaco representando la uta
Figura 2. Cultura Moche. Representación de la verruga peruana
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LUIS VALDIVIA BLONDET
Figura 3. Cultura Moche. Representación de un albino Figura 4. Cultura Mochica. Representación de parálisis facial Figura 5. Cultura Lambayeque. Vasos representando elefantiasis Figura 6. Cultura Mochica. Representación de hipotiroidismo con leishmaniasis (uta) Figura 7. Cultura Moche. Sífilis congénita: nariz en silla de montar Figura 8. Cultura Moche. Labio leporino Figura 9. Cultura Paracas. Trepanaciones e injertos óseos
las manchas de la cara), molle (para el dolor de cabeza), la piña y el tamarindo (purgantes), el guayaco (antidiarreico), la uchangana (abortivo), el guayruro (para males del corazón), el vanargo (afrodisíaco), la isaña (para reprimir el apetito sexual), entre otros. 2. Conquista, Virreinato Virreinato y primeros años de la República ■ Conquista, y primeros años de la República Las patologías de la época de la conquista española se conocen a través de los escritos de los cronistas antes que por los que practicaban las curaciones. La educación médica durante el Virreinato correspondió a la de las universidades medievales; hasta el siglo XVII no se enseñaron las nacientes ciencias naturales y la medicina. Así, en la Real y Pontificia Universidad de San Marcos, creada el 12 de mayo de 1551 (figura 10), sólo se estudió Teología, Artes y Leyes hasta 1638. En ese año, por Real Cédula de Felipe IV, se inició la enseñanza formal de la Medicina con las cátedras de Prima y de Vísperas; posteriormente, en 1691, se amplió con la cátedra de Galeno o del Método, y en 1711 con la de Anatomía, que funcionó irregularmente hasta 1752 cuando el Rey confirmó su creación. La práctica médica era muy limitada y se realizaba en los domicilios; los hospitales eran más bien “casas de misericordia”. La función del hospital era ayudar al “buen morir” cristiano; la asistencia médica era secundaria y los médicos y cirujanos recibían sueldos simbólicos. Existían limitaciones para los que querían seguir medicina; sólo podían estudiar los “nacidos sin nota de infamia”, es decir, no podían hacerlo los mestizos, zambos, mulatos o cuarterones. A esto se sumaba la poca estima que la élite criolla tenía por la carrera médica. Por tales razones en ese período hubo escasos médicos que practicaban un poco de todo. Lo mismo sucedió al final de la Colonia e inicios de la República oligárquica cuando las ideas religiosas y las trabas sociales originaban una escasa demanda de médicos; en Lima, por ejemplo, en 1830 ejercían 24 médicos y diez años después sólo había dos médicos más. Hasta la segunda mitad del siglo XX la enseñanza de la medicina se centraba fundamentalmente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en su Facultad de Medicina de San Fernando.
Figura 10. Escudo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
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Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
3. La educación dermatológica República desde 1856 ■ en Lalaeducación dermatológica
en la República desde 1856 hasta nuestros días
La educación en pregrado Durante la República oligárquica (1856-1933) la Universidad Nacional Mayor de San Marcos reorientó la educación médica bajo la influencia de la Escuela Clínica de París. En 1856 el Dr. Cayetano Heredia crea la Facultad de Medicina en un local ubicado en la Plaza Santa Ana. Como antecedente de esta Facultad puede citarse el Colegio de Medicina de San Fernando, fundado por Hipólito Unanue Pavón (1755-1833), que lleva ese nombre en honor al Virrey Fernando de Abascal quien auspiciaba su funcionamiento. El 18 de julio de 1808 se funda el Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando que hasta 1821 funcionó al lado del Real Hospital San Andrés; entre 1821 y 1856 fue llamado Colegio Independencia. Desde 1856 hasta la fecha funciona con el nombre de Facultad de Medicina de San Fernando (figura 11). El 6 de septiembre de 1903 se inaugura su actual local dentro del perímetro del Jardín Botánico, en la Avenida Grau (figura 12). El 5 de enero de 1855 se crea la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; su primer decano fue el sabio Antonio Raymondi. La Facultad inicia sus actividades en 1866 para preparar profesores para la instrucción secundaria como paso obligado para ingresar a la Facultad de Medicina de San Fernando. Esto constituye el antecedente histórico de la integración de las premédicas en el currículo de formación en pregrado del médico peruano. Los registros de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos muestran que en 1887, dentro del Programa de Educación del Médico existía el Curso de Dermatología y Sifilografía a cargo del Dr. Julián Arce, quien estuvo hasta 1911, año en que lo sucedió el Dr. Belisario Sosa, reemplazado en 1926 por el Dr. Pedro Weiss Harvey. Desde 1937 el Dr. Aurelio Loret de Mola –graduado en Francia– ocupa la Cátedra de Dermatología, tiene como profesor auxiliar al Dr. Pablo Arana, e inicia una etapa de modernización de la Dermatología según los conceptos de esa época. En el año 1950 la cátedra estaba integrada por los Drs. Aurelio Loret de Mola como catedrático principal, Arturo Salas como profesor asociado y Marcial Ayaipoma, Amaro Urrelo, Víctor Gonzáles y Luis Flores como profesores auxiliares. En 1961, como consecuencia de la aprobación de la autonomía universitaria (la Ley Universitaria N° 13417 del 8 de abril de 1960 en su artículo 34 otorgaba a la Facultad de Medicina privilegios especiales en relación con la participación estudiantil en el gobierno de la facultad), se produjo la renuncia colectiva de 497 docentes que no estaban de acuerdo con el cogobierno. Muchos de ellos se reintegraron posteriormente a la Facultad de Medicina; otros –entre los cuales estaba el dermatólogo Dr. Aurelio Loret de Mola, en ese entonces Jefe de Cátedra de Dermatología– se apartaron definitivamente de San Marcos. Lo siguieron otros profesores dermatólogos que trabajaban con él. Este hecho se conoce como “el cisma” y determinó la fundación de la Universidad de Medicina y Ciencias Biológicas Cayetano Heredia, marcando el inicio de la proliferación de universidades y facultades de medicina en el país. Hasta esa fecha existían sólo dos universidades con Facultad de Medicina: San Marcos y la Universidad Nacional de Trujillo, la cual enseñaba sólo los cursos de premédicas; sus alumnos debían continuar la carrera en la Facultad de Medicina de San Marcos. El rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos nombra una junta transitoria
Figura 11. Escudo de la Facultad de Medicina de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos Figura 12. Fachada principal de la Facultad de Medicina de San Fernando
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LUIS VALDIVIA BLONDET
de gobierno de la Facultad de Medicina, que elige como decano al Dr. Alberto Cuba Caparó. Se contrata al Dr. Clement Countar, dermatólogo norteamericano, para la reorganización del Servicio Docente en la especialidad. En 1962 ocupa la cátedra el Dr. Aizic Cotlear quien permanece hasta 1980; le sucede el Dr. Oscar Romero Rivas hasta el año 1993, cuando la cátedra de Dermatología pasa a ser un capítulo dentro del curso de medicina interna; su jefe hasta la fecha es el Dr. Dante Mendoza Rodríguez. El desarrollo de la Dermatología hasta la segunda mitad del siglo XX estuvo focalizado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A partir de 1960 se crean nuevas universidades en Lima y en el resto del país, muchas de ellas con Facultad de Medicina. En 1966 había Facultades de Medicina en cinco universidades: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad Peruana Cayetano Heredia, Universidad Nacional de Trujillo, Universidad Nacional San Agustín de Arequipa y Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica. Actualmente, tan sólo en Lima existen programas de medicina en ocho universidades: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad Peruana Cayetano Heredia, Universidad Particular San Martín Porras, Universidad Nacional Federico Villarreal, Universidad Ricardo Palma, Universidad Científica del Sur, Universidad San Juan Bautista, Universidad Norbert Wiener. La Universidad Peruana de Ciencias Médicas y Biológicas Cayetano Heredia fue creada por los Drs. Alberto Hurtado y Aurelio Loret de Mola en 1962. El primero ocupó el rectorado y el segundo, la jefatura de la Cátedra de Dermatología. El 17 de mayo del mismo año se fundó la Universidad Particular San Martín de Porras; su primer rector fue el RP Víctor Sánchez Valer; su Facultad de Medicina y Odontología se inició el 6 de julio de 1983. En 1984 la Facultad de Medicina se independiza, y los conocimientos de Dermatología se imparten como un capítulo de la asignatura de medicina interna; en el año 2002 se constituye como curso, a cargo del Dr. Julio Bonilla Espinoza. La Universidad Nacional Federico Villarreal se funda el 18 de setiembre de 1965. La Facultad de Medicina se crea por resolución del rector Nº 1348 del 12 de abril de 1966 y Ley 14692 del 18 de octubre del mismo año. Su hospital base es el Hospital Hipólito Unanue (antes Hospital del Tórax de Bravo Chico). Su primer decano fue el Dr. César Reynafarje Hurtado y el primer jefe de cátedra de Dermatología, el Dr. Juan Manrique Ávila. En el Sur del Perú la educación en Medicina se inició en 1827 en Arequipa, en el Colegio de la Independencia en coordinación con la Universidad de San Agustín. Su primer rector fue el Dr. José Fernández Dávila. La Facultad de Medicina funcionó con altibajos hasta su cierre en 1876; se reabrió en 1958, y la enseñanza de Dermatología dentro de la misma comenzó en 1960; su primer profesor fue el Dr. Marcial Ríos Flores, y tuvo como sede hospitalaria docente el Hospital Honorio Delgado (antes Hospital General). Han sido docentes de la especialidad los Drs. Víctor Delgado Fernández y Luis Suárez Eliot; el actual jefe del servicio es el Dr. Raúl Hurtado Paredes, con quien se ha iniciado la formación de posgrado en Dermatología. En 1967 se fundó la Universidad Católica Santa María que cuenta con Facultad de Medicina; como profesores de Dermatología se desempeñó inicialmente el Dr. Marcial Ríos Flores, luego el Dr. René Portugal Gallegos, la Dra. Lilia Zapata Cárcamo y actualmente el Dr. Fredy Mostajo Quiroz. La práctica clínica de los alumnos de ambas universidades se realiza en los hospitales Goyeneche y Honorio Delgado, ambos de Salud Pública, y en el Hospital del Seguro Social. La Universidad San Antonio Abad del Cuzco fue creada por el Papa Inocencio XII el 1º de marzo de 1692. La Facultad de Medicina fue creada por el Consejo Ejecutivo el 25 de agosto de 1977 y aprobada por el Consejo Regional de la Universidad Peruana en la
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Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
ciudad de Arequipa el 30 de agosto de 1977. Finalmente, el 2 de diciembre de 1977, el Consejo Nacional de la Universidad Peruana autorizó su funcionamiento iniciado a partir del año 1980. El capítulo de Dermatología en pregrado actualmente es impartido por el Dr. Roy García Cuadros. En el Norte funciona la Universidad Nacional de Trujillo, fundada el 10 de mayo de 1824 por Simón Bolívar y Faustino Sánchez Carrión. Es la cuarta Universidad en antigüedad en el Perú, después de San Marcos, San Cristóbal de Huamanga y San Antonio Abad del Cuzco. La Facultad de Medicina se inauguró el 29 de diciembre de 1957. El dictado del curso de Dermatología se inició en 1964 teniendo como sede de consulta externa el Hospital de Belén. En 1969 se abrió la consulta externa de Dermatología en el Hospital Regional Docente. Los primeros profesores de pregrado en Dermatología fueron los Drs. Ángel Morgan Zavaleta en el Hospital Belén y Luis Tincopa Montoya en el Hospital Regional. La actividad de posgrado está a cargo el Dr. Luis Tincopa Montoya quien a su retiro en enero de 2000 fue nombrado Profesor Emérito; tiene a cargo la coordinación de la residencia con la colaboración de los Drs. Jenny Valverde López y Percy Rojas Plasencia como tutores. El Hospital Víctor Lazarte Echegaray del Seguro Social se constituye como Hospital Docente desde 1974. El Dr. Víctor Che León actúa como dermatólogo asistente y posteriormente se le suma el Dr. Oscar Tincopa Wong (1982); ambos ejercieron la función hasta el año 2003. En la actualidad está a cargo de la especialidad el Dr. Hernán Padilla Corcuera. El posgrado de Dermatología se inicia en la Universidad Nacional de Trujillo el 1º de junio de 1991, y tiene como sede el Hospital Regional Docente de Trujillo. La residencia estuvo a cargo del Dr. Luis Tincopa Montoya hasta su cese ocurrido en el año 2000. La Universidad Privada Antenor Orrego fue creada el 26 de julio de 1988, y su Facultad de Medicina inició sus actividades en 1996. La asignatura de Dermatología comienza a partir del año 2000. Sus primeros profesores fueron los Drs. Oscar Tincopa Wong en el Hospital Víctor Lazarte Echegaray del Seguro Social, Ángel Morgan Zavaleta en el Hospital de Belén, y Hernán Padilla Corcuera en el Policlínico Albretch del Seguro Social. Desde julio de 2003 hasta la fecha los responsables son los Drs. José Azcurra Valle en el Policlínico Albretch del Seguro Social, Hernán Padilla Corcuera en el Hospital Víctor Lazarte Echegaray del Seguro Social, y Ángel Morgan Zavaleta en el Hospital de Belén. La Universidad César Vallejo se funda en el año de 1991; su Facultad de Medicina comienza sus actividades en el año 2000. En Chiclayo, capital del departamento de Lambayeque, fue fundada la Universidad Pedro Ruiz Gallo el 17 de marzo de 1970; la Facultad de Medicina inició sus actividades en 1982 y la asignatura de Dermatología comenzó a desarrollarse en 1988. El primer profesor del curso fue el Dr. José Ruiz Agüero, en el Hospital Nacional Almanzor Aguinaga del Seguro Social del Perú. En la actualidad la Dra. Rosa Rodríguez Barboza se desempeña como coordinadora del curso de Dermatología y el Dr. Enrique Arias Paredes como profesor auxiliar. La Universidad Particular de Chiclayo se funda el 31 de mayo de 1993 y su Facultad de Medicina en 1998; la asignatura de Dermatología se dicta desde julio de 2003. La primera profesora del curso fue la Dra. Aurora Cárdenas Silva; actualmente está a cargo del Dr. Hernán Agip Díaz. En Piura, capital del departamento homónimo, funciona la Universidad Nacional de Piura fundada el 18 de agosto de 1961. El 28 de febrero de 1979 se inaugura la Facultad de Medicina en la cual la enseñanza de la Dermatología se desarrolla como un capítulo dentro del curso de Medicina Interna; su sede docente hospitalaria es el Hospital Regional del Seguro Social. Actúan como docentes los Drs. Rubén Torres Correa y Asterio Albines Bernal.
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La formación universitaria de posgrado en Dermatología En las décadas de 1960 y 1970, ante la masificación de la medicina, se hace necesaria la formación de la residencia médica. Anteriormente era suficiente el entrenamiento obtenido con años de trabajo en servicios hospitalarios calificados de la especialidad. Así se formaron algunos de los pioneros de la Dermatología en el Perú, bajo la dirección de profesores nacionales o en centros del extranjero (Argentina, Brasil, España, Francia, Alemania Oriental y Estados Unidos). El 4 de febrero de 1981 se crea la residencia en Dermatología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. El 7 de abril de 1981 se designa el primer Comité de la especialidad en la Unidad de Posgrado, presidido por el Dr. David Carrizales Ulloa, profesor principal. Su actual presidente es el profesor Dr. Dante Mendoza Rodríguez. Posteriormente se crean otros programas de residencia en Dermatología en otras universidades ya descriptas. En 1996, en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, se establece el Primer Plan Curricular de la Especialidad vigente hasta hoy (figura 13), gran avance en la estructuración del currículo de formación del dermatólogo en el país.
Figura 13. Carátula del primer Plan Curricular de Dermatología. La imagen corresponde al patio principal de la Facultad de Medicina de San Fernando
Las sedes hospitalarias docentes Desde la creación de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, en 1856, se estableció la función docente de los hospitales, por lo cual éstos tuvieron que añadir a sus objetivos la formación docente universitaria. Así se originaron las llamadas Sedes Docentes Hospitalarias, hospitales donde se da instrucción adecuada en pre y posgrado. Debido a su historia, cabe mencionar especialmente algunos de estos hospitales de Lima y de Callao. El actual Hospital Arzobispo Loayza, ubicado en la Av. Alfonso Ugarte, fue inaugurado el 10 de diciembre de 1924 con el nombre del hospital al cual reemplazaba –el antiguo Hospital de Santa Ana–, ubicado en la Plaza Italia de Lima, y conservando su misión, es decir, la atención de patologías de la mujer. Fue rebautizado como Hospital Arzobispo Loayza el 27 de marzo de 1954 (figura 14). Su primer director fue el Dr. Juvenal Denegri. Las Hermanas de la Caridad congregantes de San Vicente de Paúl se encargan de la administración del hospital; la Reverenda Madre Superiora Larrabure y Correa, de grande y abnegada labor, llegó a ostentar el cargo de directora de la Escuela de Enfermeras del hospital en 1939. En este hospital se atendió hasta sus últimos días el sabio médico y gran arqueólogo Dr. Julio C. Tello, quien falleció el 3 de junio de 1947. El corazón de Tello permanece en el Museo del hospital donde recibe el respeto de los trabajadores de salud. En el pabellón de enfermedades infectocontagiosas y de la piel se inicia el Servicio de Dermatología con el Dr. Guillermo Fernández Dávila M. a quien se le une el Dr. Víctor Gonzáles Pinillo hasta 1937; luego ocupa la jefatura el Dr. Aurelio Loret de Mola; posteriormente le suceden el Dr. Marcial Ayaipoma Vidalón, el Dr. Víctor Meth Tuesta y el Dr. Aldo Ayaipoma Nicolini hasta la actualidad. En su servicio discurren eminentes dermatólogos entre los que se destacan Aurelio Loret de Mola y Luis Flores Cevallos, ambos de la Escuela Francesa, que modernizaron la Dermatología peruana. El Hospital Dos de Mayo –inaugurado el 28 de febrero de 1875 en reemplazo del Hospital San Andrés (1557-1875) para la atención de patología en varones– fue, en su época, el hospital de Sudamérica con mejor estructura física (figura 15). Su primer director fue el Sr. Juan José Moreyra; las Hermanas de San Vicente de Paúl ejercieron las funciones administrativas. La Superiora Sor Elena Regnier dejó en sus notas al director parte de la historia de la ocupación del hospital por las tropas chilenas y
Figura 14. Frente principal del Hospital Arzobispo Loayza
Figura 15. Frente principal del Hospital Dos de Mayo
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Apuntes sobre la historia de la Dermatología peruana
su posterior abandono, así como su opinión sobre el sacrificio de Daniel Alcides Carrión (figura 16). En este hospital se desarrollaron los principales hechos de la historia de la medicina y Dermatología del Perú durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX; basta mencionar a Daniel Alcides Carrión. Allí se instauró el Día de la Medicina (5 de octubre de 1930), y la Asociación Médica Peruana Daniel Alcides Carrión. Remodelado en 1967 con apoyo de la fundación Kayser, pasó a ser hospital general, es decir, con atención para hombres, mujeres y niños. En 1935 se registra el funcionamiento del Servicio de Enfermedades de la Piel en el pabellón de San Lázaro dirigido por el dermatólogo ítalo peruano Alfieri Valdettaro y por el Dr. Pablo Nagaro. En 1942 el servicio es trasladado a un local construido para laboratorio clínico situado entre la morgue y el pabellón de niños, y en 1945 se ubica en éste último con el Dr. Alfredo Parodi Bacigalupo como jefe de servicio de San Lázaro y San Camilo. El primer jefe del departamento de Dermatología fue el Dr. Arturo Salas Brousset. Le siguieron los Drs. Enrique Franciscolo Castagnino, Julio Bonilla Espinoza, Oscar Romero Rivas, Victoria Morante Sotelo y Carlos Galarza Manyari. El Hospital de Policía fue inaugurado el 30 de octubre de 1942, con 250 camas; dentro de la clínica de oficiales funcionaba el consultorio de Dermatología a cargo del Dr. Luis García Arrese, quien fue sucedido por los médicos dermatólogos Arturo Salas Brousset, Carlos Rizo Patrón Tassara, Oswaldo Paredes Reynoso, Emilio Carranza Cordiviola, Alberto Torero, Manuel Balaguer Rosas y Guido Paredes Llerena. El primer director del Hospital fue el Teniente Coronel de Sanidad Juan José Mostajo Vargas. El Hospital Obrero (hoy Hospital Guillermo Almenara) fue inaugurado el 12 de agosto de 1936 e inició sus actividades el 10 de febrero de 1941. El Servicio de Dermatología contaba con 14 camas y su primer jefe fue el Dr. Pablo Arana Iturri; lo sucedieron los Drs. Juan Manrique Ávila, Adrián Casafranca Lovatón, Luis Rioja Ugaz y José Catacora Cama. El Hospital Militar Central, inaugurado el 31 de diciembre de 1957, recibe al personal del antiguo Hospital Militar San Bartolomé, en el cual funcionaba el Servicio de Dermatología, Sifilología y Enfermedades Infectocontagiosas desde 1952. Su primer jefe fue el Teniente Coronel de Sanidad Luis Castro Mendivil, hasta 1962. Su primer médico dermatólogo fue el Teniente Coronel de Sanidad Raúl Gallarday Vásquez, formado en Argentina, quien fue jefe del Servicio de Dermatología desde 1962 hasta 1977. Lo sucedieron en la jefatura los Drs. Coronel de Sanidad Médico Julio Saldaña Patiño, Alejandro Rosé Gonzáles y Leonardo Sánchez Saldaña. El Dr. David Carrizales Ulloa de la Escuela Francesa (París) trabajó como médico asesor docente, y tuvo mucha influencia en el desarrollo de la Escuela Dermatológica del Hospital Militar. En 1968 el servicio tomó el nombre de “Departamento de Dermatología”. El Hospital Central de Aeronáutica (Fuerza Aérea del Perú) (figura 17) fue inaugurado el 8 de julio de 1969 contando con un Servicio de Dermatología dirigido por el Coronel FAP Médico Dermatólogo Luis Cavero Ortiz; posteriormente se integran los Drs. Luis Valdivia Blondet, Manuel Palomino Yamamoto y Rafael Gamarra. A partir del año 1984 empieza a funcionar el Servicio de Dermatología como sede hospitalaria docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En su jefatura se sucedieron: el Coronel FAP Médico Dermatólogo Dr. Luis Valdivia Blondet, que alcanzó el grado de General, el Coronel FAP Médico Dermatólogo Dr. Manuel Palomino Yamamoto, el Coronel FAP Médico Rafael Gamarra Gálvez, los Comandantes FAP Médicos Bruno Ciriani Anchorena y Lizandro Obregón Sevillano. Históricamente éste fue el primer servicio dermatológico del país reconocido como médico-quirúrgico por su Institución. Fue modelo de organización moderna de un Servicio de Dermatología médico-quirúrgico contando en sus instalaciones con secciones de radioterapia, fototerapia, alergia, microscopía, sala de fotografía, quirófano ambulatorio y consultorios externos. El Hospital Nacional Daniel Alcides Carrión estuvo constituido por el “Sector Carrión”
Figura 16. Daniel Alcides Carrión García, Héroe Nacional
Figura 17. Hospital Central de Aeronáutica
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y el “Sector San Juan”, construidos por la Beneficencia Pública del Callao, y fueron inaugurados el primero en 1941 y el segundo en 1968. El 15 de octubre de 1971 se procede a su unificación bajo el nombre de Complejo Hospitalario “Daniel A. Carrión”, relevando el nombre del mártir de la medicina peruana y héroe nacional. El primer jefe del Servicio de Dermatología fue el Dr. Wenceslao Castillo Rivadeneyra hasta 1999, año en que se retira por cumplirse su tiempo de servicio; fue sucedido por la Dra. Zaida Gutiérrez Ylave. El Hospital Central del Empleado del Instituto Peruano de Seguridad Social –Hospital Edgardo Rebagliati Martins–, fue fundado el 2 de noviembre de 1958; el primer jefe del Servicio de Dermatología fue el Dr. Luis Flores-Cevallos, lo sucedieron los Drs. Pedro Navarro Huamán, Enrique Yoshiyama Tanaka y Gadwyn Sánchez Félix. El Centro Médico Naval, fundado en 1956, cuenta desde su inicio con Servicio de Dermatología; por su jefatura han pasado los Drs. José San Martín Razzeto, Humberto Costa Alfaro, Octavio Small Arana, Hugo Condori Di Burga y Gustavo Beltrán Grados. El Instituto de Salud del Niño –Hospital del Niño– fue inaugurado el 1° de noviembre de 1929 por Augusto B. Leguía, presidente de la República, con el nombre de Hospital de Niños “Julia Swayne de Leguía”. El primer director del Hospital fue el Dr. Carlos Krumdieck. En enero de 1930 comenzaron a funcionar los consultorios externos con siete pacientes el primer día, y en abril se abrieron las primeras 20 camas de hospitalización. Actualmente es el centro referencial de patología infantil. El servicio de Dermatología pediátrica está a cargo de la Dra. Rosalía Ballona Chambergo. El Hospital Alberto Sabogal Sologuren fue fundado en 1942. En 1974 cambia de nombre por el de Hospital Zonal N° 1 IPSS. El 12 de febrero de 1982 se inaugura el nuevo local hospitalario en Bellavista, y en 1991 cambia de nivel bajo la denominación de Hospital Regional III. El Consultorio de Dermatología se crea en 1950 con el Dr. Luis Flores-Cevallos, quien en 1961 se traslada al Servicio de Dermatología del Hospital Edgardo Rebagliati. El mismo año ingresa el Dr. Juan Meza Balbuena, conformándose el staff de la siguiente forma: Dr. Juan Meza Balbuena (médico jefe), Dra. Emma Ávila Del Carpio, Dra. Gloria Baquerizo y Dr. Rogelio Pinto Salas. En 1984 el equipo médico estaba constituido por los Drs. Humberto Gonzáles Garay (médico jefe), Gloria Baquerizo, Emma Ávila Del Carpio, Rogelio Pinto Salas, Humberto Costa Alfaro, Herbert Tirado, Carlos Guerra Carbajal, Daniel Valverde Bejarano y José Salazar Zumarán. Desde 1980 el Dr. Gonzáles Garay fue jefe del servicio hasta su jubilación en 1992, fecha en que la Dra. Emma Ávila Del Carpio asumió dicho cargo. En 1994 acepta la Jefatura el Dr. Rogelio Pinto Salas quien se mantiene hasta la fecha. En el mes de junio de 2000 se inicia la residencia de Dermatología con el ingreso del Dr. Ferdinando de Amat Loza. El Hospital María Auxiliadora, fundado en agosto de 1986, inicia su funcionamiento contando con un Servicio de Dermatología cuya jefatura ejerce desde su inicio el Dr. César Pérez del Arca. Es sede docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en pregrado desde 1986 y en la formación de residentes en Dermatología desde mayo de 2000. LasSociedades Sociedades Científicas de la especialidad ■ Las Científicas de la especialidad El Colegio Médico del Perú, en uso de sus funciones, clasifica a las Sociedades Científicas en: Principales –que llevan la representación de la especialidad por el país– y Especiales –filiales de Sociedades Científicas Internacionales– (Reglamento de Sociedades Médico Científicas del Colegio Médico del Perú 1999, Artículo 7).
La Sociedad Peruana de Dermatología El 15 de febrero de 1951, en el Salón de Conferencias del Hospital Arzobispo Loayza,
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se funda la Sociedad Peruana de Dermatología y Sifilología en sesión solemne presidida por el Dr. Aurelio Loret de Mola con la asistencia de los Drs. Ricardo Pazos Varela (Facultad de Medicina), Gilberto Morey (presidente de la Federación Médica Peruana), Oswaldo Hercelles (vicepresidente de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima), Guillermo Basombrío (presidente de la Sociedad Dermatológica de Argentina), Juan Machiavello (director del Hospital Arzobispo Loayza); Víctor Eguiguren (médico jefe del Servicio antivenéreo). La primera Junta Directiva transitoria estaba formada por: Presidente, Profesor Dr. Aurelio Loret de Mola; Secretario, Dr. Amaro Urrelo; Tesorero, Dr. Marcial Ayaipoma V.; Vocales, doctores Pedro Weiss, Hugo Pesce, Pablo Arana y Arturo Salas Brouset. La Sociedad se extinguió por razones no conocidas. El 1º de septiembre de 1964 un grupo de 22 médicos dermatólogos reunidos en el local de la Asociación Médica Daniel Alcides Carrión decidió conformar una asociación a la que llamaron Sociedad Peruana de Dermatología; redactaron y suscribieron el Acta de Fundación y nombraron la Comisión organizadora presidida por el Dr. Aizic Cotlear. Los miembros fundadores fueron los siguientes médicos dermatólogos: Guillermo Arana Zapatero, Marcial Ayaipoma Vidalón, Zuño Burstein Alva, Antonio Caldas Rodríguez, Elda Canadell de Puertas, Wenceslao Castillo Rivadeneyra, Luis Cavero Ortiz, Aizic Cotlear Dolberg, Carlos Echegaray, Enrique Franciscolo Castagnino, Raúl Gallarday Vásquez, Rafael Gonzáles Will, Juan Manrique Ávila, Oswaldo Paredes Reynoso, Carlos Regalado, César Rojas Miranda, María Elena Ruiz Soto, José San Martín Razzeto, Enrique Sifuentes, Nicolás Tapia Dueñas, Amaro Urrelo Novoa, Alfredo Yong Laos. La Comisión convocó a elecciones dos meses después. La primera Junta Directiva de la Sociedad estuvo presidida por el Dr. Amaro Urrelo Novoa; le suceden en períodos de gobierno –que inicialmente eran de un año y a partir de 1975 se prolongaron a dos– catorce presidentes que con sus respectivas Juntas Directivas condujeron la Sociedad hasta el año 2004. Los presidentes de la Sociedad Peruana de Dermatología han sido los siguientes: 1965–1966: Dr. Amado Urrelo Novoa (reelecto). 1967: Dr. Juan Manrique Ávila. 1968–1969: Dr. Aizic Cotlear Dolberg (reelecto). 1970–1971: Dr. Luis Flores-Cevallos (reelecto). 1972–1973: Dr. Wenceslao Castillo Rivadeneyra (reelecto). 1974: Dr. Zuño Burstein Alva. 1975–1976: Dr. Raúl Gallarday Vásquez. 1977–1978: Dr. Antonio Caldas Rodríguez. 1979–1980: Dr. Humberto Gonzáles Garay. 1981–1982: Dr. David Carrizales Ulloa. 1983–1984: Dr. Manuel Palomino Yamamoto. 1985–1986: Dr. David Carrizales Ulloa. 1987–1988: Dr. Luis Valdivia Blondet. 1989–1990: Dr. José Salazar Zumarán. 1991–1992: Dr. Julio Saldaña Patiño. 1993–1994: Dr. David Carrizales Ulloa. 1995–1996: Dr. Luis Valdivia Blondet. 1997–1998: Dr. Héctor Cáceres Ríos. 1999–2000: Dr. Leonardo Sánchez Saldaña. 2001–2002: Dr. Gadwyn Sánchez Félix. 2003–2004: Dr. Nicolás Tapia Dueñas. La primera solicitud de incorporación se registró, según consta en actas, el 17 de marzo de 1965, y el postulante fue el Dr. José Ruiz Agüero. En 2004 hay 245 socios sin
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contar los Miembros Honorarios y Miembros Correspondientes. Durante la gestión de la primera junta directiva se aprueba el símbolo de la Sociedad, un huaco retrato de la cultura Mochica (figura 18) que representa a un noble enfermo de uta, enfermedad propia de nuestro país y de gran arraigo dermatológico; en la misma fecha se aprueba el modelo del Diploma Societario. El primer Estatuto fue aprobado el 1° de octubre de 1964. Se hicieron diversas modificaciones en Asambleas Estatutarias, la última, el 25 de noviembre de 1996, la cual está vigente hasta la fecha. En los inicios de la Sociedad Peruana de Dermatología aún no existía el Colegio Médico del Perú, y era la Federación Médica Peruana la que regulaba la profesión médica en el aspecto gremial y ético a nivel nacional. La Sociedad fue aceptada como órgano de base el 19 de septiembre de 1965. La Federación Médica Peruana se mantiene vigente como organización gremial nacional y de ella han salido grandes líderes de la Medicina como los Drs. Max Cárdenas, Julio Castro Gómez y el actual Decano Nacional del Colegio Médico del Perú, Dr. Isaías Peñaloza Rodríguez. Los estatutos del Colegio Médico del Perú se aprueban el 1º de julio de 1969, y en enero de 1970 inicia sus funciones la primera junta directiva. Esta institución tiene fines científicos, éticos y deontológicos (no gremiales) a nivel nacional y se apoya en las sociedades científicas nacionales para el ejercicio de estas funciones. Tras cumplir todas las normativas y exigencias para su inscripción en el Registro de Instituciones Médico Científicas, la Sociedad fue reconocida como tal por Resolución del Consejo Nacional CMP-CN-146 el 28 de diciembre de 1973. Con el transcurrir del tiempo surgen nuevas subespecialidades que agrupan médicos dedicados al estudio de un segmento de su especialidad básica. Como resultado de esto y con afán equivocado de protagonismo proliferan nuevas sociedades que compiten con las sociedades matrices originando desorden, lo cual dificulta la supervisión de sus actividades por parte del Colegio. Es por ello que el Colegio Médico nombra un comité para el estudio y reglamentación de las sociedades científicas; la SPD se inscribe como Sociedad Científica Principal en el Registro Nacional de Instituciones Médico Científicas en el folio Nº 005 del Registro de Sociedades Médicas Principales por Resolución del Consejo Nacional Nº 1680 del 12 de mayo de 1999 (figura 19). Su relación con el Colegio Médico del Perú siempre ha sido leal y mereció un Diploma de Honor el 5 de octubre de 1988. El 18 de agosto de 1972 se funda la Asociación Dermatológica Sur Peruana en la ciudad de Arequipa, reconocida como filial de la Sociedad el 29 de diciembre de 1972; posteriormente queda inactiva hasta 1995 cuando, en coordinación con los dermatólogos de la región sur (Arequipa, Cuzco y Tacna) se forma la Filial Sur de la Sociedad Peruana de Dermatología con sede en Arequipa, siendo su primer presidente el Dr. Víctor Delgado Fernández. La inquietud por formar la Filial Norte, surgida en 1979, se concretó el 15 de agosto de 1987; su primer presidente fue el Dr. Luis Tincopa Montoya. Afortunadamente, los miembros de la Sociedad que cultivan subespecialidades deponiendo intereses personales y comprendiendo que la división debilita la representatividad de su sociedad principal y por tanto su fuerza, han conformado varios capítulos. El primero fue el Capítulo de Dermatología Pediátrica (1995), cuyo primer presidente fue el Dr. Héctor Cáceres Ríos; en la actualidad desempeña ese cargo la Dra. Rosalía Bayona Chambergo. El Capítulo de Cirugía Dermatológica se formó el 8 de marzo de 1996 siendo su primer presidente el Dr. Luis Valdivia Blondet y el actual, el Dr. Lizandro Obregón Sevillano; es mérito de este capítulo haber diseñado y puesto en práctica por primera vez en el país las campañas de prevención, diagnóstico y tratamiento del cáncer cutáneo en áreas socioeconómicamente bajas. Su entusiasmo despertó el interés de la Cátedra de Dermatología de la Universidad Mayor de San Marcos para iniciar el dictado del Curso de Cirugía Dermatológica en la formación de posgrado.
Figura 18. Logo de la Sociedad Peruana de Dermatología
Figura 19. Diploma de Reconocimiento como Sociedad Científica Principal
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El 28 de agosto de 2002 se funda el Capítulo de Fotobiología; su primer presidente fue el Dr. Luis Valdivia Blondet y el actual es el Dr. Gustavo Beltrán Grados. De más reciente creación son el Capítulo de Docencia, presidido por el Dr. Manuel Palomino Yamamoto; el Capítulo de Histopatología Cutánea, presidido por el Dr. Gadwyn Sánchez Félix y el Capítulo de Dermatología Geriátrica, presidido por el Dr. Arturo Saettone León. En lo referente a las publicaciones, la Sociedad cuenta con la revista Dermatología Peruana cuyo antecedente histórico es la Revista de la Sociedad Peruana de Dermatología; su primer número apareció en junio de 1967 bajo la presidencia del Dr. Juan Manrique Ávila, la editora fue la Sra. Beatriz de Marcenaro y dejó de publicarse en 1972. La Revista Dermatología Peruana inicia su publicación en 1996 con el Volumen N° 6 (figura 20) –continuando la numeración de la Revista de la Sociedad Peruana de Dermatología– durante la presidencia del Dr. Luis Valdivia Blondet, que fue el editor de la publicación hasta el año 2001 cuando lo sucede el Dr. Arturo Saettone León. Periódicamente se publica el Boletín de la Sociedad Peruana de Dermatología, que es fundamentalmente de carácter gremial y social. También se han publicado los siguientes libros: Infectología y Piel y Actualización en Dermatología, por los Drs. Leonardo Sánchez Saldaña y Jorge Candiotti Vera (2000); Dermatosis profesionales, por el Dr. Luis Valdivia Blondet, y Temas de Enfermedades Transmisibles Sexualmente, por el Dr. Oscar Tincopa Wong. La Sociedad Peruana de Dermatología, como Sociedad Científica Principal del país, es la autorizada para realizar los congresos nacionales e internacionales de la especialidad, habiendo concretado hasta la fecha 10 congresos nacionales: el I Congreso Nacional en el año 1970 realizado en el Hospital del Empleado en Lima; el II Congreso Peruano de Dermatología y el IV Congreso Bolivariano de Dermatología, del 23 al 26 de julio de 1979 en el Hospital Militar Central, bajo la presidencia del Dr. Juan Manrique Ávila; el III Congreso Peruano de Dermatología al que asistieron como profesores invitados los Drs. Arturo Tapia (Panamá), Jorge Abulafia (Argentina) y Emilio Quintanilla (España), realizado en el Hospital Militar Central del 12 al 15 de noviembre bajo la dirección del Dr. David Carrizales Ulloa; el IV Congreso Peruano de Dermatología efectuado en 1988 en el Hospital Militar Central bajo la presidencia del Dr. Luis Valdivia Blondet; el V Congreso Peruano de Dermatología del 21 al 26 de octubre de 1990 en el Hospital Alberto Sabogal bajo la presidencia del Dr. José Salazar Zumarán; el VI Congreso Peruano de Dermatología desarrollado en el Círculo Militar del Perú del 8 al 10 de noviembre de 1996 bajo la presidencia del Dr. Luis Valdivia Blondet, que marca el inicio de los congresos nacionales como megaeventos; el VII Congreso Peruano de Dermatología realizado del 24 al 27 de septiembre de 1998 con la dirección del Dr. Leonardo Sánchez Saldaña; el VIII Congreso de Dermatología realizado del 30 de agosto al 3 de septiembre de 2000 en Arequipa, con la presidencia del Dr. Héctor Cáceres Ríos; el IX Congreso Peruano de Dermatología, XVII Congreso Bolivariano de Dermatología y I Congreso Latinoamericano de Fotobiología efectuado del 28 de agosto al 1° de septiembre de 2002 en Lima, bajo la jefatura del Dr. Gadwyn Sánchez Félix; el X Congreso Peruano de Dermatología realizado del 1° al 5 de septiembre de 2004, con la presidencia del Dr. Nicolás Tapia Dueñas. En el año 2003 la Sociedad auspició el III Congreso Latinoamericano de Dermatología Pediátrica, evento que organizó en coordinación con la Sociedad Latinoamericana de Dermatología Pediátrica. En la actividad gremial su primera prueba de fuego como organización en defensa de sus asociados tuvo lugar en julio de 1971. Varios profesores de la Cátedra de Dermatología y miembros de la sociedad fueron víctimas de un abuso de poder de las autoridades de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos, al no ser ratificados en sus cargos docentes, sin que mediara proceso previo que diera derecho a defensa a los afectados. En ese momento la Sociedad no supo defender a sus asociados: en Asamblea de Junta Directiva en 1971 declaró que no intervendría por “no ser competencia de la
Figura 20. Portada de la revista de la Sociedad Peruana de Dermatología
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Sociedad Peruana de Dermatología”. Actualmente, aprendida la lección, puede decir con orgullo que en múltiples ocasiones ha salido con éxito en defensa de sus agremiados y de la profesión incluso en períodos políticos de la vida nacional en que las garantías individuales estaban suspendidas, con los riesgos que ello implica. En el aspecto docente esta Sociedad ha cumplido permanentemente su actividad educadora a través de la organización de cursos de actualización, jornadas y mesas redondas dirigidas al especialista y al médico general. Siempre luchó por la creación del Residentado Médico Escolarizado, objetivo que logró el 4 de febrero de 1981. Con Resolución Rectoral Nº 63772 del 7 de abril de 1981 se designaron los primeros Comités de Especialidades para el Programa de Segunda Especialización en Medicina Humana; el de Dermatología fue integrado por los Drs. David Carrizales Ulloa (presidente), Víctor Meth Tuesta, Iram La Torre Tuesta, Wenceslao Castillo Rivadeneyra y Oscar Romero Rivas. En la relación con las Sociedades Científicas Nacionales e Internacionales se mantiene una actitud positiva y ética. La Sociedad pertenece a la Federación Bolivariana de Dermatología desde 1966 y a la Liga Mundial de Sociedades Dermatológicas desde 1965. Mantiene siempre la doctrina emanada del Colegio Médico del Perú en el sentido de que las Sociedades Científicas Internacionales no tienen preeminencia sobre las nacionales. El 1º de septiembre de 1999 se concretó el anhelo de contar con un local propio, un lugar donde todos los dermatólogos se reúnen y trabajan en la misión de engrandecer la especialidad y no dividirla.
CILAD- Perú CILAD-Perú es una asociación formada en 1964 por el delegado nacional del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD, actualmente llamada CIDERM, Círculo Dermatológico del Perú), que figura como tal en el Registro Especial de Filiales de Instituciones Médicas Científicas Internacionales. Tiene actividad científica duplicadora de la desarrollada por la Sociedad Peruana de Dermatología y edita la revista Folia Dermatológica.
■ Epílogo Epílogo Si bien hay manifestaciones del conocimiento de patologías cutáneas desde la época precolombina, la historia moderna de la Dermatología peruana comienza en el siglo XIX –época en que se inicia la especialidad como tal en el mundo– y su evolución histórica gira en torno a dos ejes fundamentales: la Facultad de Medicina de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Sociedad Peruana de Dermatología. ■ Septiembre, 2005
Agradecimientos Al Dr. Nicolás Tapia Dueñas, quien nos proporcionó sus fotografías de huacos para esta obra. A Julio Bonilla Espinoza, Oscar Romero Pridat y Carlos Galarza Manyari, quienes nos proporcionaron información sobre la historia del Hospital Dos de Mayo. A la Dra. Gladys Vidarte Orrego por su colaboración para conseguir información sobre la historia del Hospital Arzobispo Loayza. Al Dr. Oscar Tincopa Wong que colaboró en la información sobre la historia dermatológica del Norte del Perú.
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A los doctores Víctor Delgado Fernández y Marcial Ríos Flores por la información sobre la Dermatología en el Sur del Perú. Y a todos aquellos que hicieron posible la realización de esta obra.
■ Referencias bibliográficas Arias Schereiber J. La Facultad de Medicina de Arequipa en el siglo XIX. Lima: Editorial Universitaria; 1973. Arquiola E. La materia médica en el mundo moderno. Historia del medicamento. Madrid: Dira; 1985. Bustíos Romaní C. Notas sobre la historia de la educación médica en el Perú. Primera Parte: 1568-1933. Acta Médica Peruana. 2003;XX(2):94-108. Cabieses F. Dioses y enfermedades. Lima: Ortegraf; 1974.
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HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN PUERTO RICO CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR
I. La Medicina precolombina
■ La medicina precolombina
E
l archipiélago de las Antillas sirve de marco al Mar Caribe. Se acerca a la península de la Florida por las islas Lucayas, a las costas de Venezuela por las islas de Sotavento y Trinidad y a la península de Yucatán por la isla de Cuba. Casi en el medio de esta cadena de islas se encuentra Puerto Rico, la más pequeña de las Antillas Mayores. Afirman los científicos que lo que es hoy el mar Caribe fue anteriormente una gran extensión de tierra: la Tierra Antillana. Durante los períodos jurásico y cretáceo hubo una serie de movimientos sísmicos que afectaron toda la tierra. Las erupciones volcánicas hicieron que la plataforma antillana se hundiera y bajase de nivel permitiendo que el mar la cubriese. Puerto Rico, al igual que las otras Antillas Mayores, representa la cumbre de grandes montañas, mientras que las Antillas Menores son de origen volcánico. La población original de las Antillas se asentó inicialmente en la parte occidental de Cuba, adonde llegaron de Yucatán. Su desarrollo cultural era muy primitivo: no tenían casas ni producían cerámica; tampoco conocían la agricultura y vivían de la caza y de la pesca. Cuando llegó Cristóbal Colón en su segundo viaje, la isla de Puerto Rico estaba poblada por los taínos, que habían desplazado a los habitantes originales y que, según se desprende de estudios de su lenguaje y su cerámica, vinieron del valle del Orinoco en Venezuela. Las corrientes marítimas provenientes de África por el Océano Atlántico sur se desvían hacia el norte al nivel de las Guayanas, especialmente en el verano cuando crece el río Orinoco, lo cual puede haber facilitado su llegada a las islas de Barlovento. El lado caribeño de las islas podía protegerlas de los vientos que provenían del Atlántico. Muchas de estas islas están virtualmente conectadas, lo que facilitaría la navegación de una a otra. (Hay que recordar que aquellos grupos no conocían las velas y que su travesía se realizaba en canoas). Los taínos arribaron a Puerto Rico hacia el año 400 a.C. A la llegada de Colón, sus pobladores estaban amenazados por los indios caribes, que ya habían conquistado las Antillas Menores. En los dos milenios en que los taínos habían habitado la Isla ya tenían establecida su cultura, no tan adelantada como las de Centro y Sur América, pero sí al nivel de la de Norte América. Vivían en comunidades, tenían casas con mobiliario para dormir y cocinar, hacían cerámica, trabajaban la piedra y textiles que teñían de diferentes colores.
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Las mujeres se adornaban con aretes y collares de piedrecillas y se cortaban el cabello. Los taínos se dividían socialmente en tres clases: los nitaínos (jefes), los naborias (obreros), y los bohiques, que eran médicos y sacerdotes. Creían en un dios del bien a quien llamaban Yukiyú, un ser inmortal que no tenía principio, aunque tenía una madre llamada Alabex. Había también un dios del mal llamado Juracán, que era el responsable de las tormentas, los temblores de tierra y las malas cosechas. Creían en una vida después de la muerte, por lo que enterraban cuidadosamente a sus muertos en posición acuclillada, con las rodillas a nivel del pecho y la cabeza inclinada. En las tumbas colocaban vasijas llenas de comida y de agua para usar en su viaje. Los bohiques estaban a cargo de las ceremonias religiosas y del cuidado de los enfermos. Tenían conocimiento de las propiedades curativas de las plantas; usaban el manzanillo (Hippomane) y el tua-tua (Jatrophagossyfolia) como purgantes y el pajuil (Anacardium occidentale) para enfermedades respiratorias. Conocían el arte de sangrar, de castrar y de atender fracturas inmovilizádolas con yagua húmeda (el tejido fibroso que rodea la parte superior y más tierna del tronco de la palma). También utilizaban el masaje en sus tratamientos. El indio antillano tenía buenos hábitos de limpieza. Al levantarse por la mañana solía bañarse en el río o quebrada y después, ayudado por su compañera, se pintaba con achiote (Bixa orellana), para protegerse de los rayos del sol y de los mosquitos. Dellegada la llegada de al cambio de soberanía ■ De2.la deColón Colón al cambio de soberanía El 19 de noviembre de 1493, en su segundo viaje, Don Cristóbal Colón descubre Puerto Rico; realiza una escala para abastecerse de agua y zarpa tres días más tarde, para no regresar. En 1508, Don Juan Ponce de León comienza la colonización. Los españoles trataron severamente a la población; se sirvieron del trabajo forzado de los indígenas para la explotación de las minas, la construcción de casas y la agricultura. Estos cambios en su forma de vida les causaron muchas bajas. Otros indígenas murieron por una epidemia de viruelas –enfermedad que no existía en América–, seguida de una epidemia de sífilis (mal gálico) y otras enfermedades procedentes de Africa y de Europa. Los taínos usaron el guayacán (guaiacum officinale) para combatir la sífilis. Debido a la merma en la población indígena, se empezaron a importar esclavos africanos. Un censo de 1530 manifestaba una población de 369 blancos, 1.148 indios (de una población original de más de 30.000) y 1. 523 negros africanos esclavos. Hacia 1787 la población se había incrementado a 103.051, pero sólo quedaban 2.302 indios de raza pura, descendientes de los que lograron esconderse de los conquistadores refugiándose en lo más áspero de la sierra cerca del pueblo de Maricao, en un lugar conocido como “La Indiera”. Poco se ha escrito sobre la medicina de esta época, pero se sabe que para el año 1803 apareció otra vez la viruela en el país y fue tratada por el Dr. Francisco Oller, quien, utilizando la vaccinia, logró contener la epidemia. No fue igual la suerte corrida con la epidemia de cólera producida en 1855 durante la cual se estima que murieron cerca de 30.000 personas, incluyendo la tercera parte de los esclavos. Los pocos facultativos existentes estaban asignados a los sectores militares. No existían facilidades hospitalarias para la población y sólo la clase alta tenía acceso a los médicos. El 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París que dio fin a la Guerra Hispanoamericana y cerró una etapa de cuatro siglos durante los cuales ni la salud ni la educación se atendieron adecuadamente en la Isla.
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Historia de la Dermatología en Puerto Rico
3. La Dermatología académica
■ La Dermatología académica
Los adelantos en la comunicación, las facilidades de transporte y nuestra localización geográfica han permitido que la Dermatología en Puerto Rico se haya beneficiado de las escuelas de pensamiento de España, Norteamérica (con sus influencias recibidas de Francia, Alemania e Inglaterra), de México, de varios países de Sudamérica y desde luego, de las otras islas caribeñas. El padre de la Dermatología puertorriqueña fue el Dr. Arturo L. Carrión (figura 1) . Luego de graduarse como médico en el año 1919 en la Universidad de La Habana prosiguió estudios especializados en Dermatología en el Skin and Cancer Hospital de Nueva York, para luego regresar a Puerto Rico. Dirigió el Servicio de Prevención de la Plaga entre los años 1923-1931. Desde 1926 realizó labor de investigación y enseñó en la Escuela de Medicina Tropical, entonces bajo la égida de la Universidad de Columbia (Estados Unidos). El Dr. Carrión dedicó su vida al estudio de los hongos, siendo considerado una autoridad a nivel mundial. En 1936, el Dr. Alfredo L. Bou abre la primera práctica privada dedicada exclusivamente a pacientes dermatológicos. En 1941 regresa a Puerto Rico el doctor Elí Rojas, quien se había especializado en la Universidad de Pennsylvania. Durante la Segunda Guerra Mundial llegó al país un excelente grupo de dermatólogos precedidos por el doctor Honorato Estella Entralgo, médico español que se radicó en Puerto Rico en 1943 y estuvo a cargo del Leprocomio Insular hasta su muerte en 1965. El Dr. Luis Maduro fue el primero en establecerse en Ponce, rompiendo la tendencia de que los especialistas se establecieran únicamente en la ciudad capital, San Juan. Otro dermatólogo distinguido fue el Dr. Héctor Torres, quien había sido maestro y farmacéutico; luego estudió Medicina, se hizo dermatólogo y más tarde estudió Leyes. Los Drs. Víctor Montilla y Jesús Quiñones, luego de adiestrarse en Estados Unidos, se establecieron en Puerto Rico. Durante la posguerra, llegó para servir de consultor en el Hospital de Veteranos el Dr. Víctor M. Rivera, quien se había graduado en la Universidad de Loyola en Nueva Orleans, Louisiana, y se había especializado en Dermatología en el Skin and Cancer Hospital de Nueva York. En 1950 se fundó la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico (figura 2) y el Dr. Rivera fue designado para dirigir la sección de Dermatología del departamento de Medicina Interna, cargo que ocupó hasta 1965. Integraban esa Facultad los Drs. José Correa, Jesús Quiñones y Honorato Estella Entralgo. Durante la década del cincuenta, llegan de Estados Unidos, especializados en Dermatología, los Drs. Emilio Trilla –considerado el primer cirujano dermatológico– y el Dr. Francisco Barnés. El Dr. Lawrence Fleisher llegó a Puerto Rico mientras servía en el ejército de Estados Unidos; su trabajo en el laboratorio de investigaciones de enfermedades tropicales lo motivó a estudiar Medicina y en 1956 se graduó en nuestra escuela. Regresó a Estados Unidos para hacer su especialidad y al volver al país en 1960 pasó a formar parte del Departamento de Dermatología donde realizó importantes contribuciones hasta su retiro en 2002. Otra figura clave en la historia de la dermatología académica es el Dr. Víctor M. Torres. Estudió medicina en la Universidad de Columbia en Nueva York donde se graduó en 1951 y donde posteriormente se especializó en Dermatología (1954-1957). En 1964 vuelve al Columbia-Presbyterian Medical Center y se adiestra en dermatopatología. A su regreso a Puerto Rico (1965) ocupa la dirección de la sección de Dermatología del Departamento de Medicina y desde 1966 se dedica a establecer un programa de adiestramiento.
Figura 1. Dr. Arturo L. Carrión
Figura 2. Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico
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CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR
Listado de dermatólogos egresados del Programa de Dermatología de la Universidad de Puerto Rico 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975 1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004
Ramón Piñeiro, Eduardo Hernández, Luis G. Ortiz Jorge L. Sánchez, Gloria de la Vega, Rafael E. Martín Hiram Ruiz Arroyo, Juan A Mújica, Ana L. Colón Edil González, Francille Escalona, Ernesto González David Latoni, Neville Pereyo, Rubén Vallejo Pedro Carranza, Angel L. Rivera, Héctor A. Hernández Álvarez Cándido Torres, Juan López Berrios, Nilda Villavicencio Ana J. Díaz, Reinaldo Rosario, Jerry C. Charneco Aníbal Rivera, Félix Graulau, Magaly Peña María A. Padilla, Pablo I. Almodóvar Miguel Vázquez, José R. González, Armando J. Guardiola José Méndez Coll, Roberto E. Alfonso, Roberto Dávila de Pedro Francisco Ramos Caro, José A. Hernández, Isabel M. Banuchi María L. Betancourt, Maria I. Martínez Luz D. Figueroa, Edgardo Rodríguez, Roberto Palacio Maritza Pérez, Julio Hernández, Antonio Riutort Héctor Maldonado, Coty Benmaman María Ibáñez, Blas A. Reyes, Félix Rodríguez Sheila M. Torres, Carmen L. Cruz, Oliva Benmaman Alma Cruz, Francis Caban Aída Lugo Somolinos, Aída L. Quintero, Jaime Villa Luis J. Ortiz, Scott Ross, David G. Latoni Maldonado María Pico, Gerardo Lugo Rafael F. Martín García, Elba Rubianes Kevin Chun, Rubén Vallejo Rivera, Loyda Torres Jorge E. Torres, Carmen M. San Miguel Rocío Mandry, Doris N. Molina Norma Alonso, Isaac Pérez, Francisco Colón Adelle T. Quintana, Lizette Chabrier Hiram A. Ruiz Santiago, Ricardo J. Rodríguez, Virnalisis González Pedro J. Vendrell, Damaris Torres José A. Rabelo, Nedil Aldarondo Nydia del R. Camacho, Áurea Delgado Lymarie I. Águila, Lillian Montalvo Aivlys Pérez Christine Muñoz, Alexander Lugo-Janer, Julio E. Sánchez
Sus primeros egresados (1969) fueron los Drs. Ramón Piñeiro, Eduardo Hernández y Luis Guillermo Ortiz. La Dra. Gloria de la Vega fue la primera dermatóloga, integrando el segundo grupo egresado del Programa de Dermatología. Al surgir la oportunidad de adiestramiento en Puerto Rico, disminuyó el número de puertorriqueños que iban a Estados Unidos para hacer su especialización. Hasta el presente se han adiestrado en nuestra institución unos 90 dermatólogos. Durante la década de los sesenta comenzaron su práctica los Drs. Armando Silva, Pedro Lázaro, Héctor Hernández López, Héctor Cardona y César A. Quiñones, quien hizo una maestría en fisiología de la piel. En los setenta llegaron los Drs. Rafael Pasarell, Raúl Morales, María del P. Millán, Aurea Ramírez y Fernando Calero, todos adiestrados fuera de Puerto Rico. El Dr. Jorge L. Sánchez, quien hizo su residencia en nuestro programa en 1970, se especializó en dermatopatología con el Dr. Bernard Ackerman en la New York University y pasó a ser el jefe de la Sección de Dermatología en 1973. En 1980 y gracias a su esfuerzo, la sección se convirtió en el Departamento de Dermatología. El Dr. Jorge L. Sánchez también llegó a ocupar los cargos de Director Ejecutivo del Hospital Universitario de Adultos, Rector del Recinto de Ciencias Médicas y Presidente Interino de la Universidad de Puerto Rico. En la década de los 80 regresaron a Puerto Rico el Dr. Néstor P. Sánchez (1981) y el Dr. Rafael Vélez Torres (1985) quien fue el último dermatólogo puertorriqueño que se especializó en Estados Unidos. Los Drs. Oteyza (de Cuba) y Porres (de España) se establecieron temporariamente en Puerto Rico, pero con posterioridad se trasladaron a Estados Unidos.
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Historia de la Dermatología en Puerto Rico
Al comenzar 2005, la jefatura del Departamento de Dermatología ha pasado al Dr. Néstor P. Sánchez, quien también es dermatopatólogo. La Facultad incluye actualmente a los Drs. Néstor P. Sánchez, Jorge L. Sánchez, Pablo I. Almodóvar, Miguel Vázquez Botet, José R. González, Luz D. Figueroa, Aída Lugo-Somolinos, Aivlys Pérez, Rafael F. Martín, Francisco Colón, Hiram Ruiz Santiago, Alma Cruz e Hiram Ruiz Arroyo. Las vacantes para la residencia son muy requeridas, lo que nos ha permitido escoger excelentes candidatos, muchos con otra especialidad ya aprobada, como pediatría, medicina familiar, medicina interna y anestesiología. En la actualidad tenemos dermatólogos subespecializados en fototerapia, inmunodermatología, dermatopatología, dermatología pediátrica, cirugía cosmética, cirugía de Mohs y tratamiento con láser. De esta forma nuestra especialidad se sitúa en una posición prominente dentro de la Medicina y le garantiza un sitial dentro del campo de la salud en nuestra Isla y a nivel internacional. Actualmente hay 65 dermatólogos en práctica activa en Puerto Rico, más de una tercera parte son mujeres. Hay aproximadamente un dermatólogo por cada 60.000 habitantes y los servicios están distribuidos en toda la isla.
4. La investigación científica
■ La investigación científica
La investigación científica comenzó con el Dr. Arturo Carrión, quien publicó cerca de 200 artículos en el transcurso de su vida. Le siguieron otros especialistas que han aportado muchos trabajos de investigación publicados a nivel internacional. El Departamento de Dermatología ha sido un gran estímulo para la investigación y producción de trabajos científicos; cada año se publican entre cinco y diez trabajos científicos en las principales revistas dermatológicas a nivel mundial.
5. La lepra en Puerto Rico
■ La lepra en Puerto Rico
Muy poco se conoce de las enfermedades y epidemias que ocurrieron durante los cuatro siglos de dominación española. Es sabido que el diputado de Puerto Rico ante las Cortes españolas luchó sin éxito por que se estableciera un leprocomio para los muchos pacientes de esta enfermedad que ambulaban por la Isla (figura 3). Se cree que la lepra llegó a la Isla con la introducción de esclavos de África; su existencia es conocida por los documentos de compra-venta en que se especificaba que se devolvería el dinero al dueño si el esclavo comprado desarrollaba la enfermedad. En 1898, con el cambio de soberanía, se lleva a cabo el primer intento de aislar a los pacientes de lepra, creándose un albergue en la parte posterior de la prisión de San Juan. En 1902 se establece el primer leprocomio en Isla de Cabras, un islote situado frente al puerto de San Juan; el lugar, aislado por el mar, había sido durante muchos años la estación de cuarentena. En 1926 se trasladó a los pacientes a un lugar cercano a la ciudad de San Juan, con mayores facilidades para los tratamientos. El Leprocomio Insular sirvió de lugar de aislamiento en la era pre-tratamiento a los pacientes con la enfermedad. Entre 1943 y 1965 el doctor Honorato Estella dirigió la institución y logró que se aprobara una legislación para atemperar las leyes, dado que ya existía tratamiento efectivo. En 1966 la dirección del Leprocomio pasa a la sección de Dermatología del Departamento de Medicina de la Escuela de Medicina. En ese momento se cambia el nombre de la institución por el de Centro Dermatológico, con el cual se mantiene en funciones hasta 1977 en que finalmente se cierra dado que, al igual que en todos los lugares donde existían leprocomios, con el advenimiento de las terapias múltiples ya no era necesario
Figura 3. Ruinas del leprosario
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CÉSAR QUIÑONES , PABLO I . ALMODÓVAR
mantenerlos en funcionamiento. En 1984 se establece la clínica de Dermatología Tropical; desde entonces los pacientes de lepra reciben su tratamiento y seguimiento en clínicas del Departamento de Dermatología. El doctor Pablo I. Almodóvar ha sido el médico primario y director de este Departamento bajo el Programa de Lepra auspiciado por U.S. Public Health Service durante los últimos 20 años.
■ Asociaciones dedermatólogos dermatólogos 6. Asociaciones de La primera asociación de dermatólogos se constituyó con la formación de la Sección de Dermatología de la Asociación Médica de Puerto Rico a principios de los años cincuenta. Esta sección agrupó durante dos décadas a la mayoría de los dermatólogos que ejercían su especialidad en Puerto Rico. En 1971 se formó una nueva organización, la Sociedad Dermatológica de Puerto Rico. Esta entidad, independiente de la Sección de Dermatología, poco a poco pasó a ser la mayor agrupación de dermatólogos. Desde 1971 la Sociedad ha celebrado cada verano una convención a la cual asisten prácticamente todos los dermatólogos de Puerto Rico y muchos residentes en Estados Unidos. También se celebra una mini-convención en el mes de noviembre. De esta forma los dermatólogos en actividad acumulan gran parte de los créditos que son necesarios para su re-certificación cada tres años. Estas actividades se caracterizan por su excelencia científica y social y en ellas participan conferenciantes invitados, tanto norteamericanos como europeos, centro y suramericanos y caribeños. El éxito de la Sociedad Dermatológica de Puerto Rico se debe en gran parte al compromiso del Departamento de Dermatología de la Escuela de Medicina con la parte académica y científica de las convenciones. La mayoría de los dermatólogos son miembros de la Academia Americana de Dermatología y muchos de ellos asisten a las convenciones anuales. Un gran número de dermatólogos pertenece a otras sociedades profesionales, entre ellas el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), agrupaciones de dermatopatología, cosmetología, cirugía cosmética, cirugía de Mohs, dermatología pediátrica y la Asociación de Profesores de Dermatología.
■ Comunicación 7. Comunicación En los años 1977-1979, el Dr. César A. Quiñones publicaba una carta circular bajo el título News from... que se distribuía entre los dermatólogos y otros especialistas interesados en nuestro campo; en ella se discutían noticias, se intercambiaba información, se comparaban costos de medicamentos, etc. Con los adelantos en tecnología el doctor Quiñones estableció, en agosto de 2000, una página en Internet llamada notimed.com, que concluyó en 2004 cuando la Sociedad Dermatológica de Puerto Rico, bajo la dirección del Dr. José Rabelo creó oficialmente nuestro portal en Internet: . El evento más significativo en la corta vida de la Dermatología en Puerto Rico fue la celebración del XVIII Congreso del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD) en agosto de 1995. Asistieron unos mil dermatólogos que pasaron unos días memorables de intercambio científico y social, a la vez que conocieron Puerto Rico. Durante este congreso del CILAD se celebró también la primera convención de la Sociedad Latino Americana de Dermatopatología, asociación formada en Porto Alegre, Brasil, en 1994. ■ Enero, 2005
HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN REPÚBLICA DOMINICANA ISLA DE SANTO DOMINGO: DONDE TODO COMENZÓ MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA
L
a Isla de Santo Domingo es la cuna de la Dermatología en América. La tierra que más amó Cristóbal Colón fue el lugar donde se realizaron los primeros asentamientos europeos y por ende, allí se inició la historia de la Medicina y de la Dermatología poscolonial.
La Dermatología precolombina
■ La Dermatología precolombina
En el momento del Descubrimiento la isla estaba habitada por varias razas indígenas, con predominio de los arahuacos (taínos) y siboneyes, quienes se encontraban en un período de desarrollo correspondiente al neolítico temprano1. En las diferentes crónicas los europeos describen a la población indígena como de aspecto saludable y rara hermosura, mencionando en especial la calidad y belleza de su piel y el lustre de sus cabelleras2. La relación de los indígenas con la medicina era animista; no concebían a la enfermedad como algo natural, sino sobrenatural, por lo cual la medicina era ejecutada con prácticas mágicas por el bohutí3, quien a su vez acudía e invocaba a los zemíes en búsqueda de ayuda. Las patologías predominantes en la isla eran las características de los climas tropicales, junto con otras enfermedades de distribución universal. En su Historia General de las Indias Fray Bartolomé de las Casas habla de enfermedades no conocidas por los colonos españoles, quienes se infectaron al poco tiempo de llegar. Entre ellas menciona las bubas, la úlcera fagedénica o rámpano o úlcera tropical2; el paludismo, causante de la primera epidemia registrada en el Nuevo Mundo; la nigua, mal que aquejó grandemente a los europeos en las plantaciones; las micosis tropicales, la gusarola, elefantiasis, anquilostomiasis, tuberculosis, fiebre amarilla y sífilis – aunque el origen de estas dos últimas es muy discutido3.Eran comunes la desnutrición, el raquitismo, el asma, la fiebre tifoidea y la disentería, entre otras4. Los españoles a su vez trajeron la lepra, la viruela que diezmó a la población indígena, la gonorrea y las fiebres eruptivas.
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Figura 1. Catedral Primada de América y Monumento a Cristóbal Colón, donde una vez reposaron los restos del Almirante Figura 2. Ruinas del Hospital San Nicolás de Bari. Fue el primer hospital del Nuevo Mundo, construido en 1509
La medicina indígena era empírica y de transmisión oral, tradicional y secreta. Al no existir registros escritos de esta civilización, excepto los que redactaron los europeos, se desconocen muchos datos. En la isla existía una flora muy escasa, pero sus habitantes sabían aprovecharla. En la ceremonia de la Cohoba (en la que empleaban el D. stramonium) el bohutí o hechicero podía inducir en su paciente un estado de sopor. Otra práctica era la del sahumerio o aspiración de tabaco, utilizada también ocasionalmente por los españoles por el efecto de estupor que provocaba y que les permitía aliviar el dolor de las úlceras5, 6, 7, 8. Entre las primeras patologías cutáneas que se registran, además de las bubas –dolorosas lesiones ulcerativas–, se encuentran unas lesiones denominadas caracol, que de acuerdo a las narraciones, bien pudieran corresponder a tiñas o dermatofitosis del cuerpo5. Las bubas eran tratadas con una infusión de guayacán o palo santo; las piernas con trastornos circulatorios eran sumergidas en una infusión de fruta de Jobo que las refrescaba y brindaba tensión; las frutas del arbolillo del manzanillo eran usadas para los ataques agudos de gota, como incluso llegó a experimentar el propio Colón7. En las heridas se aplicaban yagrumo o yoruba en forma de cataplasmas o bien se chupaban nódulos, excrecencias y humores; otras sustancias utilizadas eran la bija (ajiaco o azafrán) aplicada en forma de ungüento oleoso, con el que se pintaban el cuerpo y que les servía a la vez como parte de la vestimenta y para ahuyentar los mosquitos; las hojas de guao, además de ser un poderoso veneno, también eran usadas como blanqueadoras del cutis de la cara y el bálsamo era empleado como hemostático de heridas y úlceras. Para combatir el paludismo, no desconocían el uso de una planta con derivados de la quina que todavía se emplea en ciertas regiones de las montañas de nuestra Cordillera Central8, 9. Dermatología en laen Colonia ■ LaLaDermatología la Colonia La población indígena, debido a las plagas y a las vicisitudes de la esclavitud, prontamente disminuyó su número; otro tanto, pero en menor cuantía, aconteció con los españoles, atacados por males desconocidos para ellos, como la primera epidemia de paludismo de la cual no se libró el Almirante Colón, que padeció tres ataques del mal2, 3, 4. En 1493 se construyó en el norte de la isla, en la actual provincia de Puerto Plata, el asentamiento de La Isabela, dotado de las primeras construcciones coloniales del Nuevo Mundo: fortaleza, iglesia, caminos, cabildo y hospital. Este último era atendido por el Maestre Juan, cirujano no médico. Allí inició sus labores el primer médico enviado y pagado por los Reyes Católicos, el doctor Diego Alvarez Chanca10 quien, llegado en el segundo viaje de Colón, atendió la primera epidemia de paludismo y diagnosticó también unas supuestas úlceras del cacique Guacanagarix, correspondientes a lo que llamaríamos una dermatosis facticia2, 4. En 1495 se registra la primera epidemia de fiebre amarilla11; ya desde 1494 las epidemias de viruela azotaban a la población indígena, con lo cual para 1518 tan sólo quedaban quince mil indígenas en la isla, según el historiador Ulloa Cisneros2. En 1502 se funda la ciudad de Santo Domingo y con ella la primera catedral (figura 1) y el primer hospital, San Nicolás de Bari, que poseía una veintena de camas y una leprosería y se encontraba “apestado de bubas”2, 3 (figura 2). Posteriormente, en 1511 se abre el hospital de San Lázaro, primer leprocomio del Nuevo Mundo (figuras 3 y 4).
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Historia de la Dermatología en República Dominicana Figura 3. Antiguo Hospital San Lázaro. Dibujo de lo que fue el primer leprocomio en América Figura 4. Antiguo Hospital San Lázaro. Actuales condiciones de la primera leprosería del Nuevo Mundo
En el año 1500 llega el primer cirujano, el Maestre Alonso; en 1533 se realiza la primera autopsia del Nuevo Mundo en unas gemelas siamesas, practicada por el cirujano Juan Camacho, quien en su descripción hace especial énfasis en la piel4. En 1519 se instala el primer Protomedicato en América, el cual regularía el ejercicio de la medicina; en 1562 por la bula “Apostolatus Culmine” se crea la primera Universidad del Nuevo Mundo, Santo Tomás de Aquino, hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). En 1582 se inaugura el primer Asilo de Niños, el cual, según refiere el doctor Pedro López, era frecuentemente atacado por epidemias de sarnas y salpullidos2. Con el arribo de los esclavos oriundos de diferentes partes de África llegan nuevas enfermedades; así en la isla se encuentran en esta época, según los cronistas, filariasis, gusarolas, viruela, lepra, disentería, fiebre amarilla, sarna, bubas, chancros, llagas y úlceras varicosas. En el siglo XVIII se describen enfermedades cutáneas como la filaria, pian, blenorragia, viruelas negras, sarampión, gusarola, verola (pinta), niguas, úlceras y varios tipos de chancros9, 11, 12. Las bubas son una de las primeras patologías descritas en la isla. En 1730, Damier Chevalier describe unas lesiones de piel que bien pudieran corresponder a la lepra, afirmando que “son consecuencia de la viruela (sífilis)”; en 1747 publica un tratado sobre las afecciones de la isla, en el cual señala a la lepra como una patología común en la población negra y blanca, considerándola como una sífilis modificada2, 12. Como la de los indígenas, la medicina de los esclavos negros era también animista y empírica, basada en el uso de cataplasmas y zumos junto a ritos mágicos interpretados por el bokor12. En 1804 Emmanuel Chopitre –médico francés radicado en la parte francesa de la Hispaniola– hace una de las primeras descripciones de la lepra en América considerándola también como una forma de sífilis. Este autor describió en París lo que hoy conocemos como facies leonina, así como algunas secuelas de la enfermedad; también describió el pian o bubas en tres formas clínicas –forma a pequeños pianes, pianes rojos y pianes grandes12, 13. Otro médico francés, Charlevoix, definió la lepra como una patología no propia de estas tierras sino proveniente de Europa, que era frecuente en las ciudades y rara en los campos13.
Dermatología La Dermatología en tiempos■ de La la República
en tiempos de la República
Desde 1845 existía orden de encierro en el Hospital San Nicolás de Bari para los pacientes de lepra. En 1881 se funda la primera Asociación Médica; en estos años los médicos aún eran clínicos generales o cirujanos; no se conoce una especialización, que sólo empieza a visualizarse en 1852 después de la apertura de dos colegios de medicina, en Santo Domingo y Santiago14.
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■ LaElDermatología en el siglo XX siglo XX Hacia 1904 se quiso construir un lazareto en la pequeña isla Catalina, en el sureste del país, pero ese proyecto se abandonó. Los trabajos se realizaron en Nigua, al suroeste de la ciudad y concluyeron en 191115. El director fue el doctor Fernando Arturo Defilló, primer leprólogo en nuestro país, en los períodos 1912-1922, 1922-192616. El Dr. José Antonio Miniño Bhäer dirigió el leprocomio en 192817; su último director fue el Dr. Mario Fernández, ya que actualmente es un asilo de ancianos. Desde 1912 la primera médica dominicana, Evangelina Rodríguez, graduada en Francia, trabajó en gineco-obstetricia y urología y trató Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS), en prostitutas en su natal San Pedro de Macorís, haciendo las primeras descripciones sistemáticas de estas patologías. El Dr. Guillermo Herrera, brillante leprólogo, con estudios en Francia, pasó a ocupar la dirección de la leprosería en Nigua a partir de 1942, permaneciendo allí hasta mediados de 1980. Fue el primero en usar las sulfonas en pacientes de lepra y publicó varios artículos en República Dominicana y en el extranjero sobre “Lesiones liquenoides en lepra” y “Tratamiento de la lepra con sulfonas”18.
Figura 5. Dr. Felipe Pimentel Imbert. Considerado el primer dermatólogo dominicano, fue, además, el primer micólogo y primer presidente de la Sociedad Dominicana de Dermatología en 1949 Figura 6. Dr. Huberto Bogaert Díaz (2000), mientras dirigía una de las sesiones clínicas del IDCP (Dirección IDCPDHBD)
Los primeros dermatólogos y la primera Sociedad de Dermatología En la década del 40 hay que señalar en el país la existencia de los primeros dermatólogos especializados, los cuales habían estudiado en tierras extranjeras: Víctor Manuel Soñé Uribe estudió en Bruselas y ejerció como dermatólogo y venereólogo; Manuel Felipe Pimentel Imbert (figura 5) hizo estudios de Dermatología y micología en Puerto Rico, ejerciendo en las dos áreas; se dedicó a la enseñanza médica como micólogo y bacteriólogo, y como dermatólogo trabajó en forma privada; también hay que mencionar a Héctor Purcell Peña y a Miguel Ortega19, 20. El 8 de junio de 1949 se fundó la Sociedad Dominicana de Dermatología y Sifilografía (SDDS); fue su primer presidente el Dr. Pimentel Imbert y vicepresidente, el Dr. Héctor Purcell Peña, venereólogo; otros integrantes fueron Juan Mella, Miguel Ortega, Víctor Soñé Uribe, dermatólogos venereólogos, Guillermo Herrera, leprólogo, Julio Senior, Guillermo de los Santos, médicos generales; José de Jesús Ravelo de la Fuente, médico laboratorista y como presidente honorífico, Fernando Defilló. Sin embargo, el régimen político imperante no permitió las actividades científicas del gremio médico, por lo que la sociedad permaneció prácticamente inactiva hasta 1962. En esa fecha se elige una nueva directiva y se proclaman nuevos estatutos, con una comisión integrada por Pimentel Imbert, Herrera, Purcell, Soñé, junto a Miguel Contreras y Huberto Bogaert Díaz (figura 6); Asistieron, además, Rafael Rodríguez Castellanos, Félix Benzo, Gilberto Baltasar Robiou, José Ruso, Rafael Fernández Báez y Rafael Díaz. Se estableció que la sociedad estaría compuesta por los especialistas en Dermatología, Venereología y Leprología, tendría su revista, celebraría congresos, simposios, cursos y todas las actividades científicas pertinentes; sus miembros podrían disfrutar de viajes y becas de estudios. También se autorizó a modificar el nombre de la asociación por el que lleva actualmente, Sociedad Dominicana de Dermatología (SDD)20, 21.
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Historia de la Dermatología en República Dominicana
Figura 7. Fundadores del Instituto Dermatológico Dominicano (1966). De derecha a izquierda, Antonio Coiscou, Eladio de los Santos, Huberto Bogaert Díaz, Sócrates Parra, Ernesto Benzo, Mario Fernández
El origen del Instituto Dermatológico Dominicano. Sus logros En 1963, con el objeto de cooperar en todo el país en la lucha contra esta enfermedad, se fundó el Patronato de Lucha Contra la Lepra, que daría lugar al futuro Instituto Dermatológico Dominicano. Durante el período 1963-1965 el Patronato realizó una intensa campaña informativa en todos los medios, con la colaboración activa de la SDD; en 1964 obtuvo un solar destinado a la creación de un centro, cuya construcción se inició en 196522. El 3 de febrero de 1966 se abrieron las puertas del Instituto Dermatológico Dominicano (IDD) (figura 7), entidad privada, con la asesoría del profesor Fernando Latapí –del Centro Dermatológico Pascua de México–, y de su asistente Amado Saúl. El Instituto se inició en un local muy pequeño en las afueras de la ciudad con un reducido grupo de médicos: Huberto Bogaert Díaz y Sócrates Parra, graduados en los Estados Unidos; Ernesto Benzo y Colón Kuret, médicos generales con conocimientos en Dermatología; Mario Fernández, Antonio Coiscou Weber y Eladio de los Santos (figuras 8 y 9), dermatólogos, recién llegados del Centro Dermatológico Pascua23.
Figura 8. El Dr. Antonio Coiscou impartiendo consulta (1967) Figura 9. El doctor Eladio de los Santos dictando clases a los estudiantes de la Universidad Autónoma de Santo Domingo en el IDD
El creador de este proyecto, hoy eje central de la Dermatología en República Dominicana, fue el doctor Huberto Bogaert, quien luchó con tesón para crear y mantener el Centro con vida. Antes de 1966 no existía un programa organizado de alcance nacional para control de la lepra; apenas había tres consultorios en los hospitales, con seis especialistas en todo el país, cinco de ellos en Santo Domingo y uno en Santiago. En ese año la Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) reforzó el programa de docencia, volviéndola eminentemente práctica e incluyendo la dermatología en su programa de Medicina Interna. En esa fecha también se realizó un Simposio de Sífilis y otro de Lepra para médicos generales23, 24. En 1967 el IDD firmó un convenio con la UASD para la realización de cursos de posgrado en Dermatología y para mejorar la enseñanza en micología. Al siguiente año se graduaron en el IDD los primeros dermatólogos que habían realizado el curso de un año: Idalina Sánchez, Maritza Santiago y Rosa Francia Rojas. En 1969 se inició el primer programa de adiestramiento para auxiliares médicos dermato-leprólogos, quienes fueron incorporados activamente al Programa de Control de Lepra y contribuyeron grandemente en la lucha contra esta enfermedad; a la par han
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detectado casos de otras patologías como micosis profundas, leishmaniasis, cáncer y otras afecciones cutáneas de interés médico–social25. Este programa se ha mantenido como uno de los modelos de salud más exitosos con que cuenta la República Dominicana. Han contribuido a ello, junto a la dirección del IDD, los Drs. Juan Antonio Bodden y Zino Castellazzi, proveniente de Venezuela, y las Dras. Dennis Martínez –con una participación destacada durante varios años en la dirección del programa– y Miriam Hilario. En Santiago han marcado las pautas de la medicina cutánea los doctores Rafael Díaz y José Canaán, en tanto que en San Francisco de Macorís se destaca Román Brache.
Figura 10. Grupo de participantes al I Congreso de Sífilis y Lepra que tuvo lugar en el IDD (1970)
La Dermatología después de los 70 Los días 30 y 31 de agosto y 1° de septiembre de 1970 se realizó un primer congreso nacional, que tuvo como temas centrales Lepra y Sífilis. Hasta la fecha el Instituto Dermatológico y de Cirugía de la Piel (IDCP) ha realizado nueve jornadas dermatológicas; la SDD lleva once, que se alternan cada dos años26 (figura 10). Las micosis superficiales y profundas fueron primeramente estudiadas por Pimentel Imbert, quien ejerció de forma privada, y luego por Rafael Coiscou y Rafael Isa y las bioanalistas Ana Cecilia Cruz y Bertina Gil en el IDD, quienes controlaron miles de casos de micosis de todo tipo23, 27. En el Instituto Dermatológico se han estudiado las grandes dermatosis que afectan al pueblo dominicano, infecciones de la piel bacterianas y virales; tuberculosis cutánea, enfermedades ampollares crónicas, colagenosis y diferentes parasitosis. Entre estas últimas se han descubierto 40 casos de leishmaniasis en el período 1974-1998, todos de la variedad anérgica, causados por un parásito del grupo L mexicana; fueron estudiados en profundidad por la Lic. Margarita Quiñones (figura 11), quien en 1978 introdujo en el país las técnicas de inmunofluorescencia para el diagnóstico de toxoplasmosis, sífilis y las colagenopatías28. El IDD (hoy IDCP) (figura 12) cuenta con unidades dermatológicas en San Pedro de Macorís, para la región este, Santiago para el Cibao o región central del país , Puerto Plata para la zona norte, San Cristóbal para la región sur, Barahona para la región suroeste, La Romana e Higuey en el Este29. En 1975 se crean los servicios especializados en Cosmiatría, Criocirugía, Dermatología Pediátrica, Dermatosis Ocupacionales y Medicina Interna. Éste último se inició con el Dr. Alfredo Staffeld, luego el departamento se dividió en dos: Medicina Interna aplicada a la Dermatología, dirigida hasta hoy por Juan Pablo Guzmán, y consulta de cardiologíanefrología, en la actualidad a cargo de Francisco Bonnet30. En 1984 el IDD abrió el Centro de Enfermedades de Transmisión Sexual (CETS), ampliando el campo del quehacer dermatológico, bajo la dirección de Claudio Vólquez; poco tiempo después empiezan a funcionar los departamentos ETS en las unidades de Santiago y Puerto Plata. En el período 1984-1998 se estudian las principales ETS que afectan al pueblo dominicano. En la actualidad, el centro lleva a cabo los estudios preliminares de la vacuna contra el VIH31.
Figura 11. Lic. Margarita Rosado de Quiñones, en el antiguo laboratorio del IDD, mientras prepara una prueba para diagnóstico de leishmaniasis
Desarrollo dede las las subespecialidades de la Dermatología ■ Desarrollo subespecialidades de la Dermatología En 1992 se inició la residencia de Cirugía Dermatológica en el IDD de manera formal. Los primeros cirujanos dermatólogos de nuestro país –Luisa González y Emma Guzmán–
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Historia de la Dermatología en República Dominicana
realizaron su entrenamiento en el departamento de cirugía plástica que existió en el instituto en el período 1972-1992. Ulteriormente se entrenaron en México y San Salvador los doctores Antonio Giraldes, Ana Cruz y Kirshe Fernández. Hoy el Instituto Dermatológico cuenta con una residencia oficial de Cirugía Dermatológica de dos años de duración, que ha adquirido un notable desarrollo32, 33. El área cosmética se desarrolló en los años 70, cuando jóvenes especialistas viajaron a la Argentina para entrenarse con Alejandro Cordero; entre ellos, Ana Josefa Marte, Margarita Cotes, Doraida Jones. Esto permitió abrir un departamento de la subespecialidad en el IDD, siendo una de las áreas favoritas de especialización para los dermatólogos. El campo de la criocirugía se inicia en el IDD en los años 70 con Rosa Francia Rojas, quien ejerce de forma privada e institucional. En el IDD este departamento es dirigido desde 1986 por Silvia Marte, pediatra, cirujana dermatóloga y especialista en criocirugía. En el ámbito privado también se ha destacado el trabajo de Edgardo Jorge Job, quien se entrenó en Japón32, 34. La flebología deja de ser exclusiva de los cirujanos. Eida Espaillat, seguida por Carmen Yris Taveras, crea las bases de la Flebología dermatológica, junto a Chantal Uttendale de Bélgica y luego con Daniela Guerrero, Cesarina Liviano y Víctor Pou. La estomatología ha estado a cargo del Dr. Adolfo Arthur Nouel, odontólogo y estomatólogo, quien se entrenó en la Argentina con el Prof. Grinspan e inició junto con el Dr. Fernando Jacobo Armach el Departamento de Estomatología en el IDD. Inicialmente las biopsias de piel eran interpretadas por patólogos generales, a tal punto que en 1965 la SDD integró a tres de ellos Rafael Alfau Cambiaso, Alcides Hernández Guante y Michelle Khoury Este último estudió en Francia con el Prof. Civatte y fue el primer dermatopatólogo del IDD, siendo sucedido por Nilda Fernández y Antonio Torres, quienes se desempeñan en el ámbito privado. Actualmente este departamento es dirigido por Fernanda Nanita Estévez, quien se entrenó en la Argentina con el Prof. Abulafia y trabaja en colaboración estrecha con la dermatopatóloga Raysa Acosta y la patóloga general, Nerys Ramírez. Hoy en día existen seis dermatopatólogos en el país. La Dermatología ocupacional tiene sus orígenes en los años 80, cuando Idalina Sánchez se entrena con el profesor español Conde Zalazar (1983) y crea el departamento en el IDD; la sucede en el cargo Elfida Sánchez, quien también se entrenó con Conde en 1992.
Figura 12. Vista frontal del Instituto Dermatológico y Cirugía de Piel Dr. Huberto Bogaert Díaz, el centro de atención más importante de República Dominicana
Otras instituciones En enero de 1988 se crea una segunda institución de medicina cutánea, la Clínica Dermatológica Herrera, fundada por Idalina Sánchez, Eida Espaillat, Rosa Francia Rojas y Mariselda Fernández. Hoy el centro posee un amplio local y departamentos como Dermatología ocupacional, cosmiatría, cirugía menor, criocirugía, laboratorio y farmacia y, al igual que el IDCP, está dedicado a prestar servicios a una población de recursos limitados34, 35, 36. En la actualidad existen otras clínicas dermatológicas privadas, mayormente orientadas a la cosmética.
Publicaciones
■ Publicaciones
PRIMERA PUBLICACIÓN DE DERMATOLOGÍA En 1967 el IDD lanzó la primera publicación dermatológica, la Revista Dominicana de Dermatología, RDD, órgano oficial del IDD, vigente en la actualidad; tiene una tirada
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semestral y recibe aportaciones de los médicos residentes, especialistas nacionales y del extranjero. OTRAS PUBLICACIONES En 1978 fue editado el primer texto de medicina cutánea dominicana, con el doctor Bogaert como editor; es el libro oficial de la enseñanza de Dermatología en las principales universidades del país. Esta publicación se mantiene vigente con tiradas cada dos años y posee ya ocho ediciones. Mas adelante, en 1992, el doctor Bogaert junto a Castellazzi publicó un Manual de Lepra. En 1993 se crea la segunda publicación dermatológica del IDD, la Carta Dermatológica Clínico-Quirúrgica, un documento de aparición cuatrimestral dirigido básicamente al médico general y distribuido en forma gratuita en los principales centros asistenciales del país. En 1994 ve la luz el boletín oficial de la SDD, Perlas Dermatológicas, bajo la dirección de Nilda Fernández, con una aparición trimestral. De este modo, actualmente la República Dominicana cuenta con tres publicaciones de medicina cutánea35. enseñanza de de la Dermatología ■ LaLaenseñanza la Dermatología La residencia en Dermatología, iniciada en 1967 con un año de duración, se amplió a dos años en 1974 y más adelante a tres, al incluir un año previo de Medicina Interna a realizarse en un hospital universitario; en 1987 se amplió a cuatro años. Durante este tiempo el IDD preparó a numerosos especialistas en Dermatología; otros llegaron formados en diferentes países, como Brasil, España, Estados Unidos y México, para incorporarse al trabajo dermatológico en la ciudad de Santo Domingo y otras ciudades del interior. En la actualidad existen alrededor de 150 dermatólogos acreditados en el país, entre ellos, más de cien egresados del IDCP; esta residencia ha alcanzado renombre internacional, a tal punto que acuden muchos extranjeros de países como Guatemala, España, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, México, Colombia, Chile, Irán, Estados Unidos, Puerto Rico, entre otros. La residencia del IDCP también mantiene intercambios con diferentes universidades de los Estados Unidos, como la de Iowa University Hospital, New York Hospital, Washington University, STD Training Center of Washington, University of Miami, Hospital Cleveland, Hospital Jackson Memorial, además del Hospital Dr. Gea González y el Instituto de Dermatología Dr. Barba Rubio de México36, 37. Parte del personal médico de la marina estadounidense visita periódicamente el IDCP, donde reciben entrenamiento en enfermedades tropicales e ITS.
Programas Programa de Lucha Contra la Lepra En el año de 1972 el IDD comienza a recibir del gobierno una modesta subvención económica a partir de un acuerdo firmado con la Secretaría de Estado de Salud Pública y Asistencia Social. Mediante este acuerdo la Secretaría delegó sobre el IDD la facultad de programar, dirigir y ejecutar el Programa de Control de Lepra, con el asesoramiento del doctor O. Hasselblad de la Asociación Americana de Lucha contra la Lepra; el programa se inició en 1973 y en la actualidad recibe ayuda de diferentes instituciones internacionales, como la Lucha Contra la Lepra de Canadá y la Real Orden de Malta. Su desarrollo ha permitido erradicar la lepra como problema de salud pública antes de la fecha prevista (1999); actualmente la tasa de prevalencia se mantiene en 0.4 por 10 mil habitantes, por lo que es considerado uno de los programas modelo de América Latina.
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Historia de la Dermatología en República Dominicana
Proyecto de intervención de micosis subcutáneas Iniciado por Cosicou en la década del 70 y formalizado por Rafael Isa a finales de los 80, cristaliza en el año 2000, gracias al Gobierno Español, a través de la Fundación Humanismo y Democracia que permite la atención especializada, intervención y administración gratuita de medicamentos a pacientes con micosis subcutáneas discapacitantes como cromoblastomicosis, micetoma, esporotricosis, rinoconidiobolomicosis, feohifomicosis, botriomicosis; este último programa tiene como Investigador Principal a la Dra. Martha Miniño, bajo la Dirección General del Dr. Isa38, 39. Atención Primaria en Dermatología Este programa, parte fundamental del IDCP, del Programa de Lucha contra la Lepra y del Proyecto para el Control de las Micosis Subcutáneas, fue concebido y desarrollado a principios de los años 70 por el doctor Bogaert. El programa brinda atención médica en el lugar de residencia –zonas urbano marginales y rurales–, a los aquejados de dolencias cutáneas de fácil abordaje y sin complicaciones, refiriendo las de mayor envergadura a un segundo o tercer nivel de atención. Permite realizar exámenes poblacionales periódicos en el ámbito nacional, rastreo de determinadas enfermedades y entrega gratuita de medicamentos elaborados por el IDCP, así como un seguimiento de esos casos y educación comunitaria38, 40). Está básicamente a cargo del personal no médico –los auxiliares médicos en lepra–, junto a médicos especialistas y médicos residentes en formación. Otros programas El IDCP-DHBD (Dr. Huberto Bogaert Díaz) ha desarrollado otros programas como el de control, prevención y tratamiento de filariasis y miasis cutánea, vacuna contra VIH, Programa de Intervención en ITS para la prevención del VIH, Programa de Género y Salud, financiados y dirigidos por diversas instituciones extranjeras.
Productos dermatológicos elaborados en República Dominicana Inicialmente los dermatólogos dependían de los productos extranjeros, pero al nacer el IDD se creó también un laboratorio de medicamentos de fórmulas magistrales, que son la base de los medicamentos empleados en el programa de Atención Primaria en Dermatología; se venden a módicos precios a los pacientes que acuden a las consultas de cualquiera de las unidades del IDCP y son distribuidos de forma gratuita en los trabajos de campo. Más adelante, con el advenimiento de la cosmiatría, a inicios de los 80 se incorporan formulaciones y preparados cosmiátricos y cosméticos. Actualmente el laboratorio de Producción del IDCP posee numerosas fórmulas que incluyen mascarillas, peelings, material de cabina, antibióticos, productos cosmecéuticos y todo un arsenal en este campo41, 42. En la década del 80 la doctora Ana Josefa Díaz y su esposo, Ramón Marte, ingeniero químico, abrieron su laboratorio ANACEL, que fue uno de los primeros en fabricar productos de índole cosmética en nuestro país. Existen otros laboratorios como el que posee el Centro Dermatológico Herrera, que también elabora fórmulas magistrales y cosmecéuticos. Finalizando el siglo XX y ■ entrando al siglo XXI Finalizando el
siglo XX y entrando al siglo XXI
El IDD, como ya se señaló, cambió su nombre en 1995 por el de Instituto Dermatológico y Cirugía de Piel (IDCP); en 2002, tras el fallecimiento del doctor Bogaert, tomó el nombre de IDCP- Doctor Huberto Bogaert Díaz, IDCP-DHBD43. La Dermatología está cada vez más centrada en los aspectos cosméticos y quirúrgicos,
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por lo que la residencia de esta especialidad se ha convertido en una de las más solicitadas y surgen nuevas subespecialidades dentro del área, como implante capilar, laserterapia, etcétera. Dermatología y arte ■ Dermatología y arte Hasta el momento, sólo dos dermatólogos se han destacado dentro de las artes plásticas: Thimo Pimentel, hijo de Pimentel Imbert, es pintor, escultor y grabador y sus obras han sido expuestas en diversos puntos de Latinoamérica. Luisa González de Bogaert también es pintora y escultora, actividades que comparte con la escritura de cuentos y ensayos. Por su parte, Martha Miniño es escritora y periodista, además de crítica de arte. Dermatología y magia ■ Dermatología y magia El vudú está muy arraigado en la cultura dominicana, y en sus rituales los brujos o bocós preparan diversas infusiones y baños para los maleficios o enviaciones, empleando pócimas y fórmulas transmitidas por tradición oral desde los tiempos de los predecesores negros44. Sin embargo, el pueblo en su mayoría prefiere acudir al médico en cuanto a las afecciones de piel se refiere. ■ Septiembre, 2005
Anexo Hospitales y Enfermerías de Santo Domingo Lugar
Nombre
Año
Fuerte La Navidad La Isabela Fuerte Magdalena Asunción La Vega Región del Cibao Santo Domingo Santo Domingo Santo Domingo Santo Domingo Asunción de la Vega
Enfermería La Isabela Enfermería Asunción La Buenaventura San Nicolás de Bari San Andrés San Lázaro Hospital Los Indios San Sebastián
1492 1493* 1494 1495 1496 1502-9** 1503-11** 1512-18** 1511*** 1562
* Poseía su propia botica. ** Inicio y finalización de obras. *** Iniciado, nunca realizado. Fuente: F. Moscoso Puello, Apuntes para la historia de la Medicina de la Isla de Santo Domingo, Vol. I, Universidad Central del Este, 1982.
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MARTHA MINIÑO, RAFAEL ISA ISA
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artísticos del Maestro. Serie Arte y Sociedad. Publicaciones de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. 1999;(38):13-22.
LOS INDÍGENAS DEL URUGUAY Y SU RELACIÓN CON LA DERMATOLOGÍA ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
■ Introducción
Introducción El Uruguay y el Plata vivían su salvaje primavera... ...Es la raza charrúa de la que el nombre apenas han guardado las ondas y los bosques para que evoque el alma de un poema nombre que aún reproduce la tempestad lejana, que se acerca formando los fanales del relámpago con las pesadas nubes cenicientas. Es la raza indomable que alentó en esta tierra, patria de los amores y las glorias, que al Uruguay y al Plata se recuesta; la Patria, cuyo nombre es canción en el arpa del poeta, grito en el corazón, luz en la aurora, fuego en la mente y en el cielo estrella... ...Cayó la flor al río. Los temblorosos círculos concéntricos balancearon los verdes camalotes y en el silencio del juncal murieron... (J. Zorrilla de San Martín, Tabaré1)
Así como esos círculos concéntricos que mueren en los brazos del juncal, se pretendió aniquilar a una raza; la conquista fue exitosa y la colonización total: política, cultural y religiosa.
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ROBERTO RAMPOLDI BESTARD
Compartimos el concepto que nos trasmite INDIA (Integración Nacional de los Descendientes de Indígenas Americanos): “Arrancaron nuestras hojas, quitaron nuestras ramas, cortaron nuestro tronco, pero no pudieron tocar nuestra raíz y desde allí retoña nuestra fuerza”. Una vez realizado el Descubrimiento, fue necesario para los españoles dilucidar si los indios eran seres humanos, con el propósito de evangelizarlos. En 1537 el Papa Paulo III reconoció en una Bula su condición humana2. En toda América los indígenas sufrieron la codicia de los conquistadores, que comenzó con Colón y su desenfrenado deseo de obtener oro: “El oro es excelentísimo; del oro se hace tesoro, y con él, quien lo tiene hace cuanto quiere el mundo, y llega a que echa las ánimas al Paraíso”3. En 1495 Colón dirigió en persona una campaña militar contra los indígenas de Dominicana; 500 de ellos fueron llevados como esclavos a España, pero debido a las protestas de los teólogos la esclavitud fue prohibida. Mejor dicho, como dice Eduardo Galeano, fue “bendecida”, dado que la práctica habitual luego de cada sometimiento era leer ante escribano público un extenso y retórico requerimiento que exhortaba a los indígenas a convertirse a la “santa fe” y si no lo hacían eran esclavizados4. Américo Vespucio, a quien le debemos el nombre América por sus trabajos cartográficos, registra con frialdad las crueldades cometidas con los indios antillanos. Como antes hiciera Colón, manifiesta que los indígenas eran “tímidos y tontos y podían hacer con ellos lo que quisieran”5. Según el análisis de Galeano, las civilizaciones que llegaban a estas tierras vivían la explosión creadora del Renacimiento. América aparece como una invención más, incorporada –junto con la pólvora, la imprenta, el papel y la brújula– al bullente surgimiento de la Edad Moderna, con un gran desnivel en el desarrollo de ambos mundos, lo que explica en gran medida la facilidad con que sucumbieron las civilizaciones nativas4. Desde el nacimiento mismo de nuestra Nación (1830) la Historia Oficial se encargó de aclarar que “Uruguay era un país sin indios”, lo cual alentaba una fuerte presencia inmigrante, cuya última gran oleada de europeos llegó en los años 20 del siglo pasado, en busca de paz y bienestar6, 7. El Estado Oriental de 1830 fue un proyecto liberal y por ello inicialmente antiartiguista, contrario al concepto de Patria Grande Federal y de integración americana que había proclamado nuestro Prócer José Gervasio Artigas Pasqual. Artigas luchó por los derechos de los indios con los cuales convivió durante muchos años; ellos fueron sus compañeros en la lucha armada por la independencia, componían su guardia personal y serían sus fieles amigos hasta los últimos días de su vida en el exilio del Paraguay. El Estado naciente trató de demostrar que los charrúas eran escasos en número; además se los calumniaba permanentemente calificándolos de brutos e incorregibles. “Eran tiempos de preconceptos sutilmente racistas, con tantos prejuicios inculcados que Zorrilla de San Martín, el brillante autor de la Leyenda Patria, tuvo que crear un personaje mestizo para poner sentimientos humanos en el personaje de Tabaré. Personalmente sólo rescato la belleza de su poesía; discrepo con el argumento” afirma Abella6. Barran sostiene que fueron las clases dominantes del país quienes crearon el mito del Uruguay europeo y blanco. El estuario del Plata tuvo una colonización tardía, ya que no había tesoros y en el Río de la Plata no se encontró la entrada hacia las “tierras de los metales”. Se poblaron estas regiones debido a tres motivos fundamentales: la calidad de sus praderas, el puerto natural de Montevideo y su condición de territorio fronterizo entre España y Portugal. La persecución y etnocidio de los charrúas comenzaría mucho antes de 1830, concretamente a partir de 1610 con las hostilidades de los bandeirantes. De allí en más la carencia de refugios selváticos profundos condicionó la forma de vida de los aborígenes, llevándoles a ser aún más nómades6.
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Los indígenas del Uruguay y su relación con la Dermatología
Cuenta la leyenda indígena que la primera muchacha charrúa que murió defendiendo su pueblo de los bandeiras fue enterrada en la ladera de un cerro, y que su compañero se mantuvo muchos días junto a su tumba hasta que, en un combate posterior, también recibió la muerte y fue enterrado junto a su amada. Al tiempo, el cuerpo de la muchacha brotó de la tierra convertido en un ceibo de flores rojas; sobre sus ramas se posaba un pájaro de plumaje rojo, vigilando el horizonte: era el corazón de su compañero. El churrinche libertario recuerda al pueblo charrúa que no debe aceptar jamás la esclavitud y la flor del ceibo rojo constituye hoy nuestra flor nacional8. Los bandeirantes fueron grupos armados creados en San Pablo como una empresa altamente organizada que reclutaba indios para venderlos en las plantaciones de azúcar y en las haciendas de la región. San Pablo había sido fundado en 1543 al margen mismo de la línea demarcatoria del Tratado de Tordesillas, firmado entre España y Portugal para delimitar la expansión territorial portuguesa en América9. Las matanzas y persecuciones contra los charrúas continuaron durante más de dos siglos. En la Batalla del Yí (1703) las fuerzas aliadas de tapes y españoles mataron a 300 charrúas. En 1751, el Gobernador Joaquín de Viana dio orden de “pasarlos a cuchillo”. En 1797 se crea el Cuerpo de Blandengues con el propósito de “llevar una guerra sin cuartel para los infieles”; y podrían enumerarse muchos otros episodios más10. El 18 de abril de 1831 el General Rivera, primer Presidente de la República, mató salvajemente en una emboscada en el arroyo Salsipuedes a los integrantes de las últimas tribus charrúas. Aquellos mismos que habían sido sus fieles soldados fueron reunidos en ese paraje, so pretexto de promover un Tratado de Paz que terminó en una traición. En un documento dirigido al General Laguna, a quien se encomendara reunir a los charrúas, le escribe el Presidente Rivera: “Infunda la mayor confianza a aquellos y asegúreles la buena disposición y amistad del Presidente hacia ellos...” El motivo invocado por el Gobierno era que los charrúas ocupaban tierras que estaban adjudicadas (cuando ellos las habitaban desde hacía 3.500 años), y que Rivera quería “pacificar la campaña”. El grupo armado de Salsipuedes estaba conformado por guaraníes provenientes del Paraguay, batallones de argentinos y brasileños dirigidos por hacendados y el Ejército Nacional al mando del Presidente Rivera y su sobrino Bernabé Rivera. Éste último, tiempo después, fue ejecutado por un grupo de charrúas al mando del Cacique Sepé, quien había prometido vengarse del “traidor don Frutos Rivera”11, 12, 13. Cuando nos referimos al etnocidio practicado con los charrúas, no debemos olvidar que fue largamente discutido y planificado: antes de decidir la “Operación Salsipuedes” se había pensado enviarlos a la Patagonia o expulsarlos hacia el Brasil. En 1831 José Ellauri, Ministro de Guerra, firmaba un decreto que permitía embarcar a los charrúas “sin permitirles bajar a puerto”. El charrúa Ramón Mataojo, enviado a Francia, figura como internado en el hospital de Toulon del 22 al 29 de abril de 1832, y murió en el barco de regreso el 21 de septiembre11. En los mismos años eran desterrados hacia las Islas Malvinas varios charrúas, quienes, al mando del entrerriano Antonio Rivero, atacaron el 26 de agosto de 1833 el establecimiento de Luis Vernet, en Puerto Soledad. Algunos fueron apresados y deportados a Valparaíso; otros murieron en combate. Yacen en Malvinas charrúas que pelearon defendiendo la soberanía argentina y americana de las islas en 1833. En 1982 cuando las ocupan tropas argentinas, denominan al lugar Capitán Rivero en recuerdo de las acciones de este indígena entrerriano; luego lo designan como Puerto Argentino y hoy se llama nuevamente Port Stanley11, 13). El 25 de febrero de 1833 fueron llevados a Francia cuatro sobrevivientes de Salsipuedes: Vaimaca Pirú y Tacuabé –quienes habían luchado por la independencia con Artigas y Rivera–, Guyunusa y Senaqué, médico-chamán. La Historia Oficial nos dijo que eran los cuatro últimos charrúas, pero no fue así: luego de la matanza, niños y mujeres fueron distribuidos entre las familias montevideanas,
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muchos hombres huyeron y muchos otros se refugiaron en lugares donde no los pudieron hallar, inclusive del otro lado de la frontera. El empresario François de Curel los llevó a Francia con el propósito de presentarlos ante el Rey y las Sociedades Científicas. Fueron mostrados en público, en una inhumana exhibición circense; entre las personas famosas que acudieron a presenciar el espectáculo se encontraba Chopin. A los pocos meses murió Senaqué, luego Vaimaca y después falleció Guyunusa de tuberculosis. Pero antes de morir dio a luz un hijo de Tacuabé, quien huyó con el niño y se perdió en Francia sin dejar rastro. Nada más se supo de ellos11, 12, 13, 14, 15. No sucede en nuestro territorio lo que acontece en el resto de América, donde hoy existen comunidades indígenas. Desde hace ya más de cien años en Uruguay no hay indios autóctonos, pero sí están sus descendientes, que en la actualidad se agrupan en diversas instituciones con variados objetivos. Desde hace casi 20 años investigan sobre sus antepasados, realizan conferencias y eventos culturales, recuperan símbolos y palabras guardadas durante mucho tiempo, para incluso cantarlas. Hasta 1991 los primeros censos relevaban 120 familias (360 individuos) descendientes. Datos más recientes recogen cifras de hasta medio millón de individuos16. Los estudios de Antropología Biológica comenzados en 1985 por los Drs. Mañé Garzón y Nora Sans continúan hoy en distintos puntos del territorio. Las investigaciones realizadas por la Dra. Sans en el Departamento de Tacuarembó muestran que más de un 20% de los genes de la población tiene origen indígena. Un 59% de esa población desciende por vía materna de indígenas, lo que demuestra que en Uruguay como en América Latina se dio la unión de mujeres nativas con europeos. Las cifras se repiten aunque en forma algo menor en otros puntos del territorio11. Estos estudios certifican que se conserva una importante cuota de sangre americana en nuestros pobladores: los integrantes de esta Nación no somos, por tanto, sólo inmigrantes europeos o descendientes de esos inmigrantes17. Los viajes Paranáguazú (Río(Río de la de Plata) ■ Los viajes alalParanaguazú la Plata) Todos los registros escritos sobre el Uruguay indígena provienen de la época de la conquista y los siglos posteriores a ella. Al no conocerse la escritura en los pueblos aborígenes, para su estudio fue necesario recurrir a las crónicas de los visitantes y a las investigaciones arqueológicas, antropológicas y filológicas. Muchas veces los relatos pertenecen a personas poco informadas, con intereses ajenos a la etnografía, pero, aún así, resultan muy valiosos. Paranaguazú (‘río ancho como mar’) llamaban los indígenas al Río de la Plata; este nombre obedece a una interpretación errónea, dado que se pensaba que los nuestros eran territorios ricos en metales; pero la denominación se perpetuó en el tiempo. Antes de ser la temida “tumba de los navegantes”, como lo demuestran los múltiples naufragios causados por los temibles vientos pamperos y por los bancos de arena de su lecho, el Río de la Plata fue el sepulcro de las ilusiones. Por su amplia escotadura resultó imposible llegar a las entrañas argentíferas de América, donde se hallaba la legendaria Sierra de la Plata, actualmente Potosí18. En 1502 Américo Vespucio llegó al Paranaguazú y lo denominó Río Jordán19. En 1516 la expedición de Juan Díaz de Solís inició una serie de navegaciones que España y Portugal emprenden en celosa competencia para buscar el paso al Pacífico y descubrir los pasajes a las tierras de tesoros. Antes de Solís habían llegado otros marinos; así lo demuestran el nombre de la Isla de Flores, sobre el Río de la Plata, y el mapa de 1515, realizado por el cartógrafo Schöner, donde aparece un estrecho que teóricamente comunicaba los mares del sur20.
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Solís denominó Mar Dulce al Río de la Plata, donde recibiría la muerte de manos de los indígenas que habitaban las costas de la actual Colonia, y que luego se lo comieron. Estos indios no eran charrúas, sino guaraníes que practicaban la antropofagia sólo como una práctica ritual, ya que la fuente de proteínas en estos territorios era muy abundante, como lo señalan los relatos de los viajeros al describir la fauna y flora de la región. La antropofagia ritual era practicada por los grupos amazónicos pero no por los patagónicos20, 21. A partir de la llegada de Solís poseemos crónicas que relatan el modo de vida y costumbres de los charrúas; aquí citaremos las más importantes. En 1520 Fernando de Magallanes navega el Río de Solís, nombre que se le da en honor al marino muerto. A partir de este viaje está registrado el nombre de Monte Vidi que posteriormente –según una de las teorías sobre el nombre de la ciudad– designaría a nuestra capital, Montevideo, aludiendo al cerro que se encuentra en la bahía. (En 1502 Vespucio lo había denominado Pinnaculum Detentio, es decir, de la detención o de la tentación, según se traduzca). Magallanes navega por el Río Uruguay, donde los indígenas lo aprovisionan de víveres. Al no encontrar la ruta de los tesoros, sigue hasta el sur y por el estrecho que hoy lleva su nombre alcanza el Pacífico18. En 1527 llega Sebastián Gaboto, quien funda la primera población en Uruguay a orillas del río San Salvador, y, tal como lo atestiguan los relatos, tiene contacto con los indígenas. Diego García deja en sus memorias (1526-1530) uno de los documentos más valiosos para identificar a la Nación Charrúa. En su diario de navegación (1530) Lope de Souza ofrece testimonios muy interesantes sobre su contacto con los charrúas, describiendo, además, los parajes, fauna y flora de la región. En 1536 Pedro de Mendoza investiga la desembocadura del Uruguay y el Paraná. En la costa suroeste, junto al Riachuelo, funda una población que denomina Santa María de los Buenos Aires. Un soldado de su expedición, Ulrico Schmidel, escribió un extenso relato luego de casi veinte años de permanencia en estos territorios. A Martín del Barco Centenera, llegado con el Adelantado Ortiz de Zárate (1573), le debemos un poema –conocido en forma póstuma– que denominó Argentina y conquista del Río de la Plata. En este caso, “Argentina” alude a los territorios que abarcaban todas las zonas del Plata, que habían alcanzado notoriedad, como mencionamos antes, por la noticia errónea de que existía plata en la región. Etimológicamente la palabra argentina proviene de argentum (plata). Fue tan poderosa la influencia de este título que no sólo cambió la denominación del Río de Solís por Río de la Plata, sino que perduró para dar nombre a la hermana Nación, la República Argentina18, 22.
El Uruguay indígena
■ El Uruguay indígena
En América no se han hallado fósiles de homínidos, ya que el amerindio no es originario de América. Distintos investigadores sostienen que llegó de Asia, arribando desde Siberia, en distintas etapas, a través del estrecho de Behring. De acuerdo con Bates, su aparición en América se produjo antes que en Europa, según los hallazgos arqueológicos hace de 35 a 40 mil años atrás. Eran seres de tipo mongoloide, que después fueron adquiriendo características diferenciadas según los factores ambientales. Otras teorías sostienen que también pudieron llegar a través del Océano Pacífico y de la Antártica. En nuestro territorio la existencia del hombre data aproximadamente de 10.000 años atrás. Este descubrimiento fue realizado por el arqueólogo Tadei, quien encontró en 1955 al norte de nuestro territorio extensos yacimientos-talleres de la que Daniel Vidart denominó “cultura catalanense”. Habitaron la zona, sin desplazarse mucho por ser un área rica en flora y fauna. Estos grupos, que constituyen nuestra prehistoria, eran recolectores y cazadores inferiores.
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Posteriormente hubo otras incursiones de distintas culturas hasta que, hace aproximadamente 3.500 años, habrían llegado los charrúas provenientes de la Patagonia12, 21, 23, 24, 25. De acuerdo con las investigaciones, en los años del Descubrimiento de América el Uruguay estaba poblado por algunos miles de indígenas –charrúas, chanáes, guenoas, minuanes, yaros, bohanes, guaraníes y arachanes– y su territorio se extendía a Brasil y Argentina. Describiremos brevemente su procedencia y las diferencias entre las diversas tribus. Charrúas, guenoas, chanáes y minuanes constituían la macro etnia charrúa con un origen y una raíz lingüística similar. Ocupaban los territorios de la costa del Plata, el centro y norte del Uruguay. Los minuanes se extendían hasta Río Grande y los charrúas y chanaes, hasta la Mesopotamia argentina. Los charrúas eran racialmente patagónicos (Chonick), rama americana característica de las llanuras con grandes analogías con muchas costumbres de los tehuelches, incluyendo el idioma. De acuerdo con Serafín Cordero, la llegada de los charrúas estaría determinada por el elemento individualizador del Neolítico, el arco y la flecha. Además de la teoría que sostiene que el hombre americano llegó al continente a través el estrecho de Behring (mongoles), hay otra muy aceptada, desarrollada por Rivet11 quien sostiene que la raza patagónica es de origen australiano; existen unas 70 palabras similares entre las lenguas tehuelches y australianas. Goebner y Schmidt encontraron ciertas similitudes etnográficas entre los indios de la Tierra del Fuego y los de Australia: la altura y color de piel de los patagónicos son similares a las de los australianos y no a los mongoles. Lo que no explica Rivet claramente es la forma en que llegaron, por la distancia que los separa a través del océano26. Los yaros y bohanes son tribus que llegaron a nuestro territorio antes que los charrúas, hace aproximadamente 6.000 años, deslizándose a través de la cuenca del Amazonas por los torrentes, bajando de la Cordillera de los Andes. Llegaron por los ríos Paraná y Uruguay y se establecieron en nuestro territorio y en la Mesopotamia argentina. Los testimonios de Sepp (1691) describen sus rasgos antropológicos y sus costumbres; Félix de Azara constata que su lengua es totalmente diferente al resto de los indígenas de la región25, 26, 27. Después del establecimiento de los charrúas provenientes de la Patagonia, hace aproximadamente 2.000 años se produjo una incursión de razas tropicales –guaraníes y tupí-guaraníes– pertenecientes a la familia Caribe, palabra etimológicamente relacionada con caníbal. Ocuparon extensos territorios desde las Guayanas al Plata. En nuestra región los guaraníes se instalaron en la costa del Uruguay y en sus islas y los tupí-guaraní al noroeste del Uruguay (arachanes). Antes de la conquista, la expansión guaraní se produjo rodeando el territorio ocupado por los charrúas; el trueque de mercancías y las intercomunicaciones eran corrientes entre ambos grupos. La influencia de su lengua y su cultura fue penetrando lentamente en las tribus charrúas que se establecían en las fronteras tribales; así, muchos de los nombres de los caciques charrúas que nos llegan en los relatos de cronistas y viajeros ya estaban guaranizados antes de la conquista. Esta situación se vio incrementada después del Descubrimiento y sus tribus fueron desplazadas tierra adentro, aumentando así los lazos con los guaraníes-tapes. Después del Descubrimiento los tupí-guaraní invadieron totalmente nuestro territorio. Su influencia cultural durante 200 años dejó como resultado la desaparición de la lengua charrúa; los misioneros jesuitas, que utilizaban el idioma guaraní para imponer su religión, contribuyeron a consolidar este predominio. Los investigadores rescataron del olvido poco más de 70 palabras de la lengua charrúa. En 1831, luego de la celada de Salsipuedes, los sobrevivientes fueron entregados como esclavos; entre las prohibiciones fijadas por el nuevo Gobierno estaba la de utilizar su idioma28, muy lejos del ideario artiguista. Artigas había vivido varios años a partir de 1779 entre los charrúas, y a lo largo de
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su actuación bregó siempre por los derechos de los indios y de los humildes, ganándose el calificativo de “Protector de los Pueblos Libres” y “Padre de los Pobres”29. Se rescatan de su pensamiento como Jefe de los Orientales en diversos documentos (Reglamento de Tierras, Congreso de Abril, Instrucciones del año XIII)30, los nobles principios de Solidaridad, Igualdad y Libertad, tan necesarios en las sociedades antiguas como en las globalizadas. Las incursiones de los guaraníes misioneros durante varios siglos dejaron notorias huellas en nuestra cultura y costumbres, como demuestran la toponimia de la mayoría de nuestros ríos, accidentes geográficos en general, flora y fauna. Es probable que los charrúas los nombraran de manera diferente, pero la falta de población fija, que es el sostén fundamental de los arraigos, provocó el olvido de aquellos nombres originales. Las incursiones de pobladores guaraníes posteriores a la Conquista empezaron a partir de 1612, huyendo de los ataques de los bandeirantes. Las “vaquerías” consistían en el arreo de ganado de la Banda Oriental hacia las Misiones, y durante las cuales muchos indios se quedaban en nuestro territorio. Las campañas militares españolas que contaban con soldados guaraníes, así como la lucha contra los portugueses en Colonia de Sacramento (1680), o posteriormente en la Batalla del Yi, trajeron miles de individuos que también se asentaron en nuestro territorio. La expulsión de los Jesuitas de las Misiones (1767) provocó la emigración de quince mil guaraníes hacia el sur, proceso que continuó en los años posteriores. Más adelante, los guaraníes que integraron el ejército de Artigas retornaron del Paraguay tras su derrota militar; otros integraron el ejército de Rivera, muchos ingresaron cuando Rivera reconquistó las Misiones Orientales Desde la época colonial hasta 1851 están documentados en actas de bautismos y defunciones 30.000 pobladores guaraníes. Este caudal humano forma la base de la sociedad rural uruguaya; algunos se mantuvieron al margen de la sociedad hispánica, con una vida nómada y errante, aunque más tarde se irían incorporando a las poblaciones sedentarias; la mayoría integró la sociedad de la época. Todos ellos nos dejaron su cultura, sus costumbres y sus tradiciones, que tuvieron notable incidencia en la formación de nuestra sociedad31. Prácticas curativas generales y dermatológicas ■ Prácticas curativas
generales y dermatológicas
Vamos a referirnos ahora a los recursos tradicionales que los charrúas y guaraníes empleaban como métodos de curación. Abella sostiene que, antes de la llegada de Colón, todos los pueblos de América estaban en contacto. Hay numerosas pruebas del trueque tradicional entre todas las comunidades, incluyendo las andinas, guaraníes, indios pampas y de las llanuras. Las señales de humo constituían una forma de comunicarse18. Está comprobado, además, que los indígenas eran hábiles canoeros, y la hidrografía americana fue propicia para las vías de comunicación. La canoa era un método corriente y eficaz de transporte y comunicación entre los indígenas de la zona, y la flora indígena ofrece materia prima apropiada para su construcción: árboles como el timbó y el angico para las canoas y el tacuaruzú (caña tacuara) para las balsas21. La similitud de los recursos para curar entre los charrúas y guaraníes nos permite tratar el tema en conjunto. En primer lugar, un doble fenómeno que caracteriza a ambos grupos: por un lado el curandero, el sacerdote y el hechicero estaban relacionados entre sí; por otro, existía el conocimiento de las plantas curativas. En América coexistieron pueblos muy diferentes en su nivel social, político, económico y religioso, pero compartían una tradición mágico-religiosa y tenían similares conceptos de las enfermedades, las mismas bases teóricas e iguales prácticas curativas. Desde tiempos inmemoriales, el hombre trató de comprender el mundo que lo rodeaba,
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equilibrando lo empírico y lo mágico. El curandero era el amo de la vida y la muerte. De esta forma, la causa y el origen de las enfermedades fueron consideradas fenómenos mágicos que manejaban los espíritus, cuyos representantes en la tierra eran los chamanes, hechiceros o curanderos, quienes actuaban como intérpretes de lo desconocido y por lo tanto dominaban la naturaleza mágica del mundo. Ideas y prácticas de contenido chamánico han sido reiteradamente descritas en muchos pueblos indígenas americanos. Constituyen supervivencias de sistemas de creencias muy antiguas, originarias de la región neosiberiana de Asia, que llegaron con los pobladores que emigraron de aquel continente. Pi Ugarte sostiene que pese al tiempo de desarrollo y al amplio espacio de dispersión las creencias presentan elementos comunes de fuerte arraigo, que sustentan ceremoniales de gran similitud32. Abella ofrece un interesante relato de una experiencia que confirma lo dicho. Se entregaron pinturas a los integrantes de las etnias guaraníes pay tavyterá y aua chiripá y se les solicitó que dibujaran hierbas medicinales de la selva. Detrás de ellas dibujaron los espíritus protectores correspondientes sin ojos; los ojos, afirmaban, se los prestan a la persona que se acerca y le dan energía. En nuestro país, en la localidad de Durazno se descubrieron pictogramas en forma humana que también carecían de ojos. Los conocimientos del chamán sobre los espectros de la naturaleza y las propiedades curativas de las plantas les conferían autoridad, a la vez que obligación de dar respuestas. Los chamanes eran el brazo ejecutor de la magia. La condición de chamán no era obtenida por cualquiera a voluntad, sólo podía acceder quien hubiera nacido con ciertas habilidades, como una señal de que sus poderes pertenecen y proceden del mundo sobrenatural. El chamán busca varios medios de comunicación con lo divino; en este sentido, el mundo onírico es de gran importancia. Se realizan ceremonias destinadas a ponerse en contacto con los espíritus, que llevan al chamán a un estado de trance o éxtasis, garantizando la entrada a otro mundo para curar al paciente, o para contrarrestar un daño producido por otro chamán. El chamán también podía crear enfermedades o malos espíritus33. Los guaraníes llamaban al chamán payé, ñanderú o pai21. Uno de los chamanes charrúas cuyo nombre se conserva fue el Cacique Senaqué, quien fuera llevado a París en 1831. En 1753, el Padre Marimón relata prácticas realizadas por los guenoas y minuanes: “En el cerro Ybiti María se gradúan los hechiceros, los infieles guenoas allí se juntan, hacen su aljaba, se punzan, se taladran el cuerpo y hacen mil diabluras, hasta que se les aparece allí encima del cerro el demonio en forma visible”27. Las capacidades de sanar de los chamanes están destinadas a expulsar la entidad nociva que afecta al paciente, a la que trata de neutralizar para que no produzca mayor daño. Esto determina el triunfo o la derrota del chamán: el enfrentamiento entre los buenos y malos espíritus, verdaderos protagonistas del enfrentamiento salud-enfermedad, vida-muerte. En cuanto al concepto de enfermedad, los indígenas la relacionaban con tres causas principales: a) causadas por personas vivas, malvadas (especialmente por otros chamanes); b) procedentes de la lucha interna entre el “alma animal”(negativa) y el “alma divina” (positiva) del propio individuo; c) producidas por “espíritus” y seres sobrenaturales de la naturaleza. Cualquier acción para sanar a la víctima requería la terapia del chamán33. El procedimiento de captura del alma huyente del paciente y el manejo concreto aplicado a su cuerpo como la succión o “chupado” de la piel a nivel del estómago para extraerles sustancias que lo estaban perjudicando (proyectiles místicos, piedras, espinas, insectos, etc.) eran prácticas corrientes. El soplo, las friegas, el calentamiento o quemado, eran también característicos de muchos pueblos indígenas americanos, incluyendo a los guaraníes y patagónicos. Las técnicas de éxtasis, ayunos y mortificaciones diversas eran comunes a otras etnias de América, inclusive entre los indígenas de las praderas de Norteamérica32.
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Félix de Azara (1796) dice sobre los charrúas: “Sus médicos a toda especie de enfermedades aplican el mismo remedio, que es chupar con mucha fuerza el estómago del paciente, persuadiendo que así se extraen los males para que los gratifiquen”. Sobre los minuanes agrega: “Curan a sus enfermos chupándoles el estómago como los charrúas”26. El método de chupado, decía el jesuita austríaco Dobrizhoffer, se extendía a “una úlcera o herida sangrienta obteniendo un real provecho... en picaduras de serpiente”, y afirmaba que era un método común en toda América34. En 1812 el Coronel Díaz contaba que entre los charrúas estaba permitido que las mujeres curaran: mencionaba la existencia de “indias que hacían entre ellos oficio de médico”34. Las friegas consistían en engrasar al paciente con grasa de ñandú, aguará tigre, tatú, iguana o pescado y luego frotar con un cuero el cuerpo; también se les frotaba con ceniza caliente. Acompañaban a veces las ceremonias con hierbas humeantes alrededor del paciente22. El Dr. Schiaffino nos dice que las sangrías eran no sólo de uso, sino de abuso general entre las razas charrúas; las empleaban no sólo para aliviarse de sus males sino también para aligerarse, facilitando sus correrías o para sus fiestas solemnes y funerarias. Los guaraníes sangraban las venas de la cabeza, del codo o de la pantorrilla, según pretendieran curar cefaleas, fiebres u otros males. Los baños figuraban entre los métodos terapéuticos preferidos; los charrúas los preferían fríos y los guaraníes, calientes. Nuestros ríos gozaban fama de poseer poderes curativos. En su obra Historia de la Conquista, Lozano, siguiendo una fuente indígena, le atribuye al Hum (Río Negro) poderes curativos “por correr desde su origen por terrenos muy abundantes en zarzaparrilla”. En su investigación sobre los descendientes de Artigas N. Caula menciona que el 21 de mayo de 1802 el Rey Carlos IV de España concedió a Santo Domingo de Soriano el Título de “muy noble valerosa y leal Villa y Puerto de la Salud del Río Negro”, por el poder curativo de sus aguas; éstas fueron analizadas en París en 1877 por el químico Hill quien concluyó en el informe: “Las aguas del Río Negro pertenecen al grupo especial de los sulfidro-sulfuradas y están acreditadas para la curación de las enfermedades de la piel, de las vísceras abdominales, obstrucción intestinal y virus sifilítico”. En esa época muchas familias importantes de Buenos Aires concurrían a estas aguas cumpliendo prescripciones médicas. Por su parte, Schiaffino relata que en la práctica de alinear fracturas y luxaciones se utilizaban procedimientos análogos en todo el continente; en el museo de La Plata (Argentina) se encuentran huesos perfectamente consolidados. Según la región geográfica se utilizaban distintas plantas; los guaraníes empleaban el Caapitá Guazú, y en nuestras latitudes posiblemente el algarrobo y el molle34. No todo fue mágico o simbólico en la medicina aborigen; paralelamente existió algún tipo de investigación metódica de muchos cientos de años, capaz de descubrir las virtudes curativas de plantas y flores, así como relaciones, causas y efectos, que han perdurado hasta nuestros días en la tradición oral. El Padre Furlong dice que “entre la medicina americana y la europea no hubo choque, sino más bien un abrazo”. En muchos relatos de la conquista –Gonzalo Fernández de Oviedo, Alonso de Zurita, Cieza de León, el Inca Garcilaso, entre otros autores– se encuentran numerosas anotaciones sobre la botánica y medicina indígena35. En 1522 Hernán Cortés, luego de haber sido curado por médicos aztecas, le escribe al emperador: “No se deje pasar médicos a Nueva España, bastando los naturales”36. En 1570, Felipe II expresa en una de las Leyes de Indias (tomo V, título 6), sus deseos de que se enviara a España una recopilación de los conocimientos de los indígenas sobre plantas, hierbas y semillas medicinales así como la forma de prepararlos, ingerirlos, aplicarlos y cultivarlos. Él mismo, junto con el Consejo de Indias, envió en una de las múltiples
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expediciones a su propio médico, Francisco Hernández, acompañado por dos dibujantes mexicanos que se encargaron de registrar 3.000 plantas con 2.000 ilustraciones. El 24 de abril de 1793 se le otorga al Dr. Antonio Lamella, residente en Montevideo, una pensión para dedicarse a los estudios botánicos, “por las muchas plantas medicinales que hay en la región”37. La expedición del naturalista Malaspina (1779) registra más de 500 plantas en el sureste de nuestro país, 50 de las cuales eran desconocidas para los europeos38. Dom Pernetty –conocido como el “Abate curioso”–, viajó junto al Capitán Bougainville (1767) y describió minuciosamente plantas medicinales cultivadas en un jardín que pertenecía a la residencia de un oficial español (mio-mio, zarza, yerba meona, paico carqueja, guaycurú, charrúa, higuerita, calaguala). En sus crónicas hace referencia a un Tratado Médico sobre la flora americana publicado por Nicolás Monardes en el siglo XVI, en el cual se informaba sobre “una mezcla triturada de caparazón de tatú con un cocimiento en salvia, que cura enfermedades venéreas y hace brotar espinas clavadas de cualquier lado”39. La Biogeografía es la ciencia que establece y estudia las distintas áreas ecológicas con determinadas características, lo que ha permitido realizar clasificaciones territoriales mundiales40. Estas áreas, llamadas fitogeográficas, no coinciden con las fronteras políticas de América; se las denomina provincias fitogeográficas41. La Provincia Uruguayense se extiende hacia la Mesopotamia argentina y hacia Río Grande do Sul; no se corresponde con la zona paranaense. Nuestra zona es subsidiaria de una zona subtropical húmeda, con selvas empobrecidas si se las compara con las zonas ubicadas más al norte (Provincia Paranaense). Nuestras plantas comparten características con los países vecinos, en una misma área fitogeográfica. Muchas plantas, de gran capacidad de adaptación, son compartidas por varias de estas áreas. En su exilio en Paraguay, Artigas, según relata A. Ribeiro, curaba las úlceras de sus piernas con tapacué (Acanthospermum australe), conocida en nuestro territorio como Agarrabicho o Yerba de la Oveja. El mismo autor menciona el conocimiento de Artigas sobre las plantas medicinales42. Por su parte, Caula cita al escritor paraguayo Roa Bastos para referirse al pedido que el Dictador Gaspar de Francia le hiciera “al viejo Artigas que cura con yuyos”, para que le enviara desde Caraguatay un preparado herbóreo a fin de aliviar sus enfermedades; éstos y otros conocimientos los había adquirido por su estrecha vinculación con las costumbres de los charrúas42. Sin duda nuestro Prócer, en las batallas por la Independencia, debe de haber recurrido infinidad de veces, junto con sus indios, a esas “ farmacias de camino” que menciona Abella en sus trabajos6. LAS
FARMACIAS DE CAMINO
La mayoría de las crónicas coinciden en destacar la buena salud de los charrúas: “Una tal constitución corporal y una salud tan sólida que la mayor parte de los europeos envidiarían”, afirma Dobrizhoffer34. Azara (1786) escribía: “No he notado ni que padezcan enfermedad particular ni la de gálico y creo que viven más años que nosotros”38. Los charrúas alcanzaban una extremada vejez con menos deterioro corporal que los europeos; su cabello jamás emblanquecía por completo. Su piel era de color oscuro, bruno oliva, como los describe D’Orbigny en 1829. El Dr. Fleurens hizo en 1833 un estudio anatómico de la piel de los charrúas llevados a París, manifestando que era semejante a la de los negros; aclaraba que se refería a la identidad en la estructura histológica y no en el color y agregaba: “El bulbo piloso es normal, ligeramente más pequeño que el de los europeos, presenta en su parte superior un grueso cúmulo de pigmento, la parte inferior está menos pigmentada... el tallo es más fino que el de los europeos”11, 22.
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Se untaban la piel con grasa animal y “luego se ponían al sol para que les penetrara” relata el Coronel Díaz (1812) en la Historia de las Repúblicas del Plata. La grasa de tigre era utilizada para curar muchas de las enfermedades de la piel: “Era una medicación que no fallaba en los gusanos” ya que, según se suponía, éstos abandonaban las cavidades por el olor nauseabundo que despedía la sustancia. También utilizaban otras grasas, debido al contacto continuo con el agua y a veces las mezclaban con hierbas que les servían como repelente de insectos22, 34. Los charrúas se practicaban múltiples incisiones en la piel, ya fuera por mortificaciones funerarias o como forma de señalar el número de enemigos muertos. La dieta de los aborígenes era rica en proteínas debido al consumo de venado, ñandú, mulita, perdiz, pava de monte, pescado y moluscos; completaban la dieta frutos como butiá arazá, mburucuyá, cogollo de ceibo y abundante miel de lechiguana, camoatí y camoatá43. El monte indígena era un “supermercado” que aprovechaban doblemente: el monte frutal y melífero, fuente de proteínas, proveedor de bebida y el monte como farmacia, con 48 especies de plantas medicinales conocidas44. Los indígenas de toda América tuvieron una relación “religiosa” con los árboles nativos. En nuestra región los charrúas y guaraníes veneraban el higuerón, el ombú y la aruera, considerando que cada especie tenía un espíritu guardián. Respetaban y preservaban las leyendas sobre los árboles sagrados, plantas mágicas o diabólicas y hierbas medicinales o alucinógenas, que transmitían a sus descendientes. Gonzalo Abella refiere las palabras de un vecino de la ciudad de Artigas: “Mi abuela charrúa me decía cosas y me pedía que no olvidara... después me llevaba al campo y me hacía saludar a ciertos árboles y yo debía recordar que eran sagrados”6. Descendientes charrúas que hoy viven en Entre Ríos, Argentina, hablan del algarrobo blanco como un “árbol sagrado por sus dones”45. En la flora autóctona uruguaya fueron reconocidas más de 170 especies de plantas con valor medicinal, de las cuales más de 40 tienen aplicación en el tratamiento de afecciones de piel. En la recopilación consultada, que recoge una larga tradición oral, figura su aplicación en múltiples lesiones de piel –heridas, “llagas”, úlceras, erupciones, inflamaciones de piel y mucosas, tiñas, sarna, forunculosis y “granos”, “callos” y verrugas “llagas sifilíticas”–, como cicatrizante, astringente, etcétera. Algunas de las más importantes eran: abrojo, acacia mansa, agarrabicho, ajenjo, altamisa, lengua de gato, anacahuita, angico, araza bardana, mburucuyá, calaguala, centáurea, caraguatá, carqueja, ceibo, barraco, cipo, cula, curupí, charrúa, espina amarilla, espinillo, guaycurú, higuerón, huevo de gallo, malva, mio-mio, ortiga, palan-palán, paja brava, pata de vaca, sauce, sauco, yerba carnicera, zarzaparrilla45, 46. Las hierbas medicinales se preparaban según los tradicionales métodos de infusión, cocimiento y maceración, ya fuera del tallo, hojas, flores, corteza o raíz, aplicándose en la zona a tratar. La medicina popular desarrollada por charrúas y guaraníes misioneros tuvo gran difusión y arraigo en la Banda Oriental. Se practicó con tal intensidad que durante muchos años fue utilizada no sólo por curanderos sino por la mayoría de la población rural, así como por muchos otros sectores de la sociedad. Fue incorporada también por la comunidad afro; de este modo, el negro yuyero y la negra curandera son personajes característicos, representados hoy en las comparsas de candombe en Carnaval, como ocurre con el simpático “negro gramillero”16. En la Mesopotamia argentina hubo charrúas; actualmente se encuentran sus descendientes. Una página web editada por la Asociación Pueblo Jaguar, ubicada en Villaguay (Entre Ríos-Argentina), publica bajo el título “Jardín etnobotánico del pueblo charrúa” una lista de plantas medicinales con sus aplicaciones. Don Santos Mornico es el yuyero charrúa que protagoniza la página: “En el espíritu de nuestros yuyeros y curadores se refugian nuestros saberes y prácticas, su trabajo perdura en tanto el monte perdure. Las
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tradiciones están vivas si se transmiten a las nuevas generaciones, hoy tal como siempre, y su eficacia alienta a conservar, recuperar y proteger un conocimiento tradicional en beneficio de la Humanidad”45. Barrán sostiene que entre la medicina académica y la medicina popular no hubo un abismo sino una idea de continuidad, sobre todo hasta los años 1875-188047. Es común entre los residentes del Interior de nuestro país que aun hoy empleen las plantas medicinales para muchas afecciones, independientemente de que reconozcan y respeten la medicina académica. Las “farmacias de camino” existen todavía. En el verano de 2003 participamos de una excursión a la Sierra de Carapé guiados por un lugareño, Don Tomás. Un desafortunado excursionista presentó una gastroenterocolitis aguda intensa; entonces nuestro guía se alejó unos metros del camino y al regresar le ofreció tallo y hojas de un yuyo “Santa María” para beberlo en infusión, con muy buenos resultados. Llegamos después al monte centenario de coronillas que estábamos buscando. Allí Don Tomás nos habló de muchas hierbas curativas existentes en los alrededores; de su abuelo y de su tío, nos dijo, había aprendido todo lo relacionado con las plantas medicinales y sus propiedades. Yo lo escuchaba reposando en el suelo; pero él me aconsejó que no me quedara allí, porque “la primavera me iba a atacar el rascado”. El retorno a Montevideo fue pruriginoso. A la noche supe por qué a aquellos yuyos los llamaban “primavera”: estaba lleno de “brotes”. ■ Septiembre, 2005
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HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN EL URUGUAY RAÚL VIGNALE COLABORADOR : FRANCISCO AMOR GARCÍA
rólogo
■ Prólogo
L
a realización de una Historia de la Dermatología Latinoamericana implica al mismo tiempo la necesidad de estudiarla y de escribirla para los dermatólogos que tienen más años y que han vivido lo suficiente para recordar los conceptos y los momentos que se transmitieron de generación en generación. Implica rescatar en forma anecdótica y biográfica el acervo de un pasado científico nacional de enorme riqueza y profundidad, frente al constante fluir de los avances de una ciencia cada más amplia y compleja por la cantidad de conocimientos que nos aportan las nuevas formas y técnicas de la información. La vorágine en que se debate la actividad del hombre actual altera su escala de valores. Eso nos lleva muchas veces a relegar y a no jerarquizar ese pasado laborioso, constante, perseverante y talentoso, de real originalidad, sin detenernos en lo más importante y perceptible, como fueron las grandes figuras de nuestra medicina nacional –en especial, de la dermatosifilografía– de los siglos XVIII, XIX y XX. Es por ello que se nos hace imprescindible evocar las raíces que gestaron el pensamiento actual. La amplia gestión de aquel selecto y brillante grupo de médicos ha quedado plasmada no sólo en su labor profesional médica pública, sino también y fundamentalmente en las publicaciones científicas que nos han legado como pruebas y testimonios de ese quehacer constante y que forman la base concreta de la conciencia médica de nuestra cultura. Hemos emprendido este trabajo con el papel de coordinadores a fin de publicar con entusiasmo –pero también enfrentando todas las dificultades de la carencia de fuentes de información–la historia de la Dermatología y Sifilografía en el Uruguay, de la manera más completa posible, sobre la base de la documentación conservada en las bibliotecas de la Facultad de Medicina. En sus archivos, así como en los del Ministerio de Salud Pública, se encuentran los primeros documentos y revistas que se publicaron en el Río de la Plata. Es absolutamente imprescindible agradecer el notable y fundamental apoyo que nos brindaron en todo momento y en forma personal el Dr. Fernando Mañé Garzón, profesor y director del Departamento de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina, así como sus colaboradores, autores de numerosos artículos referentes a un largo período que incluye los siglos XVII, XVIII y XIX. Colaboran en forma por demás desinteresada
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–sin la cual sería imposible esta breve publicación– los siguientes autores, todos ellos destacados por sus amplios y extensos conocimientos en Dermatología, proveniente en especial de su larga labor hospitalaria: Profs. Drs. Juan Francisco Tost, Eustaquio Montero, Esther Casella de Vilaboa, Ana Cassinelli, Probo Pereira, Moris Margounato, Néstor Macedo y Griselda de Anda y Drs. Carmen Riveiro y Francisco Amor García. El Uruguay es un pequeño país situado entre Argentina y Brasil que extiende sus costas sobre el Río de la Plata y el Atlántico y cuenta con una población de unos tres millones de habitantes. Tiene una sola Facultad de Medicina radicada en la capital, Montevideo, donde han hecho sus estudios todos los médicos uruguayos; está situada en parte en un antiguo edificio donde se desarrollan las materias básicas y en parte en el Hospital Universitario Manuel Quintela para las Clínicas. La enseñanza se realiza también en hospitales del Ministerio de Salud Pública, como el Maciel, Pereyra Rossell, Pasteur e Instituto de Higiene. Dado el fuerte incremento de estudiantes de medicina en estos últimos años se habilitó la enseñanza de algunas materias clínicas en los hospitales de la capital de algunos departamentos del interior de la República.
■ La1.primera hospitalaria La primeraasistencia asistencia hospitalaria en la ciudad de Montevideo en la ciudad de Montevideo Cuando Bruno Mauricio de Zabala funda en 1726 la Ciudad de Montevideo, se hace necesario el cuidado sanitario de los primeros pobladores. En ese momento la ciudad contaba con 400 habitantes en el centro y 4.000 en sus alrededores. Empieza así la primera época sanitaria. Los enfermos graves se trasladaban a Buenos Aires, ciudad con la que había un contacto casi diario, creándose lo que se llamó la Medicina del Río de la Plata. Se atendía en casas particulares; para la atención de los presos y soldados se llamaba a los médicos del Presidio. En 1760 se instaló en Maldonado un pequeño Hogar-Casa llamado Hospital Real para prestar servicios médicos a algunos pacientes alejados de la Capital. Poco después, cerca del puerto de Montevideo, se fundó en un pequeño local un Hospital que se llamó De la Marina. En 1775 se creó la Hermandad de Caridad de San José con Francisco Maciel y Mateo Vidal entre los principales fundadores, junto con un pequeño grupo de notables pertenecientes al Cabildo. Entre 1775 y 1789 se creó el Hospital de Caridad1-13 (figura 1), dada la cantidad de enfermos y para su mayor comodidad y mejor atención; en 1791 se extendió a un lugar cercano para ser ampliado. Finalmente el 24 de abril de 1825 se puso la piedra fundamental del nuevo y definitivo Hospital que se llamó Maciel en honor al primer fundador9-16. En síntesis, el Hospital de Caridad funcionó desde 1788 hasta 1825, con sucesivas ampliaciones. Los primeros médicos se formaron en Buenos Aires donde ya existía una Facultad de Medicina. Aquellos primeros años fueron nefastos para la población, pues a los enfermos de origen local se sumaban los numerosos heridos en las guerras entre orientales, españoles y portugueses por las continuas invasiones ocurridas principalmente entre los años 1813 a 1816. Posteriormente, Dámaso Antonio Larrañaga, Vicario de la Iglesia Matriz, y Pintos de Araujo Correa ampliaron esos lugares para dar mayor asistencia hospitalaria creando la Casa Cuna para niños abandonados y enfermos.
Figura 1. Primer Hospital de Caridad (1788). Museo del Hospital Maciel
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Entre 1825 y 1881 se desarrolla la Segunda Época, en la cual el Hospital Maciel funciona ya en forma definitiva según los mejores parámetros de esos tiempos (figura 2). El 17 de junio de 1888 se celebra el primer Centenario del Hospital de Caridad. En el correr de esos años se fundaron otros hospitales que ayudaron a mantener el cuidado sanitario de la población, la cual crecía en forma muy rápida debido al fuerte aumento de inmigrantes procedentes de distintos países de Europa. La primera Facultad de Medicina, fundada en 1875 cerca del Hospital Maciel, se trasladó en 1908 a su lugar definitivo en la Avenida General Flores. José Brito Foresti egresó de la Facultad de Medicina en 1890; en 1897 creó y dirigió en el Hospital Maciel la primera Policlínica de Piel y Sífilis –luego denominada Clínica Dermosifilopática (1908)12-16– en un hecho histórico que marca la fundación de la Dermatología Uruguaya. En 1994 la Clínica se trasladó al Hospital Universitario de Clínicas “Dr. Manuel Quintela” donde funciona en el momento actual. Durante todo ese largo período numerosas generaciones de médicos dermatólogos se formaron bajo la dirección de los Maestros. Así se fundó la Medicina Dermatológica Nacional, cuya historia se describe en los capítulos siguientes. . Semblanzas de las figuras más ■ relevantes de la Dermatología del Uruguay. Siglos XIX y Semblanzas de las figuras más relevantes XX de la Dermatología del Uruguay, siglos XIX y XX
Figura 2. Hospital de Caridad (1857), actualmente Monumento Nacional. Se observa la ampliación del antiguo recinto, con dos pisos con salas para mujeres y hombres. En un ángulo del edificio, la primera Capilla de Montevideo
José Brito Foresti Raúl A. Vignale, Francisco Amor García Nació en Montevideo el 24 de octubre de 1870; egresó de la Facultad de Medicina en el año 1890 (figura 3). Su tesis de doctorado (1894) se titula “Algo sobre desinfección pública”, y en ella se pone de manifiesto su preocupación por los problemas sanitarios, así como la influencia de los nuevos conceptos de Luis Pasteur. Ese mismo año se traslada a Paris donde permanece tres años en el Hospital Saint-Louis como asistente junto a los grandes maestros como Besnier, Fournier, Hallopeau y Gaucher, entre otras figuras; luego realizó otros viajes a Europa. En enero de 1897 fue designado por méritos y oposición Jefe de la Primera Policlínica Dermosifilopática en el Hospital Maciel donde por más de 40 años realizó labor asistencial y docente, complementándola en el Pabellón Ricord, lugar de internación de los pacientes. El 21 de marzo de 1908 por concurso de oposición fue designado Profesor Titular de la Clínica Dermosifilopática de la Facultad de Medicina, cargo que ejerció hasta 1939, cuando falleció a los 68 años. Son innumerables sus méritos y publicaciones. Fue primer Presidente de la Sociedad Uruguaya de Dermatología fundada en 1918, y luego Miembro Honorario, Presidente de numerosos congresos, reuniones científicas y una infinita cantidad de otras actividades de la especialidad. El 30 de julio de 1960, la Sociedad de Dermatología del Uruguay, que presidía el Prof. Dr. Bartolomé Vignale, actuando como Secretario el Dr. Carlos María Fosatti, elevó a la Junta Departamental de Montevideo la solicitud de que una calle llevara su nombre, lo cual se aprobó en 1969. Sus discípulos más renombrados fueron Bartolomé Vignale, Aquiles Amoretti, José
Figura 3. José Brito Foresti, primer Catedrático de la Clínica Dermosofilopática de la Facultad de Medicina en el Hospital Maciel
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María Tiscornia y Héctor Santomé, que fueron años después Profesores Agregados y Titulares de la Facultad.
Prof. Dr. Bartolomé Vignale Raúl A. Vignale, Francisco Amor García Nació en Montevideo el 3 de febrero de 1892 en el seno de una familia de inmigrantes genoveses (figura 4). Ingresó en la Facultad de Medicina en 1911 y egresó en 1916. Hizo toda la carrera docente en la Facultad de Medicina por concursos de méritos o de oposición. Entre 1919 y 1922 fue Jefe de Clínica Dermosifiliopática, en 1928 Profesor Agregado y en 1947 Profesor Titular hasta 1965 en que cesó por jubilación, siendo designado luego Profesor Emérito por el Consejo de la Facultad. Su formación se realizó básicamente junto al Prof. Dr. Brito Foresti. En numerosas oportunidades viajó a especializarse a París en el Hospital Saint-Louis y luego a Italia y España con los principales maestros de los distintos servicios. Ejerció los primeros años en el Hospital Maciel, para luego trasladarse en 1954 al Hospital de Clínicas. Sus enormes méritos, las numerosas publicaciones en revistas médicas y de la especialidad, hacen de Vignale uno de los maestros de la Dermatología. Fue también Presidente de varios congresos y reuniones científicas. Se destacó como persona exquisita y extraordinaria por sus excelentes cualidades humanas, calidad y respeto con sus compañeros y excelente buen humor. Fue coeditor de la Revista Uruguaya de Dermatología junto al Prof. May y delegado de los profesores en el Consejo de la Facultad, entre otros méritos. Tuvo la feliz idea de crear, junto a su Profesor, la Seccional de Dermatología y Sifilografía de la Sociedad Médica del Uruguay y en 1956 las famosas Jornadas Rioplatenses de Dermatología, que tenían lugar cada dos años, alternándose Montevideo y Buenos Aires como sedes.
Figura 4. Bartolomé Vignale, sucesor de José Brito Foresti en la Cátedra de Clínica Dermosifilopática de la Facultad de Medicina en el Hospital Maciel
Prof. Dr. Aquiles Amoretti Sucedió al Prof. Bartolomé Vignale en la Clínica Dermosifilopática de la Facultad de Medicina como Profesor Titular en 1959 hasta 1969. Efectuó toda su carrera docente en la Facultad de Medicina luego de concursar como Jefe de Clínica, Asistente y Profesor Agregado. Además, efectuó por concursos de oposición y méritos su carrera en el Ministerio de Salud Pública. Se inició como médico dermovenereólogo en los Dispensarios Antisifilíticos y de las Enfermedades Venéreas, luego denominados de Higiene Sexual, para acceder después por concurso al cargo de jefe del Servicio de Piel del Hospital Pasteur; ocupó este cargo por muchos años, sucediendo al Dr. Pedro Raúl Alonso, fundador del Servicio. Fue el médico clínico por excelencia, gran semiólogo, ejemplo de la influencia de la Escuela Francesa y de los profesores que lo precedieron como J. May y B. Vignale. Su insistencia en el diagnóstico clínico llegó hasta sostener que la histopatología ayudaba en el diagnóstico, pero que al final, en casos de muchas dudas, predominaba el examen clínico. Fue el continuador de las Jornadas Rioplatenses, Presidente de la Sociedad Uruguaya de Dermatología y de numerosos congresos. Publicó en Anales de la Facultad de Medicina una infinidad de trabajos, muchos de ellos en colaboración con R. Vignale, todos con casos clínicos inéditos que merecieron diversas distinciones, especialmente en la Argentina y Brasil.
Prof. Dr. Raúl Vignale Raúl Vignale, Francisco Amor García Nació el 26 de noviembre de 1924, hijo menor de Bartolomé Vignale y Beatriz Maragliano.
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Inició su carrera docente siendo estudiante como ayudante de clase del Departamento de Histología y Embriología bajo la dirección de Washington Buño, y luego por concurso de oposición como Ayudante de Clase de Fisiopatología y Medicina con los Profs. Drs. José P. Migliaro, F. Herrera Ramos y Manlio Ferrari. Después de recibirse en 1954 con una tesis de doctorado sobre el ”Tumor de Malherbe“ con nota de sobresaliente, obtuvo por concursos de méritos y oposición todos los cargos en la Facultad de Medicina hasta llegar a Profesor Titular en 1969. Años después lo sucedería el Prof. Dr. Probo (1988). Con aquella tesis ganó una beca al obtener el “Premio Artigas”, el máximo galardón que un estudiante obtuviera en esa época. Solicitó por esa beca una estadía en Nueva York con Alfred Hopf, pero debido a la enfermedad de su Señor Padre, para estar cerca de él, optó por trasladarse a Buenos Aires por espacio de cinco años (1958-1962) para especializarse con los Profs. Luis E. Pierini, David Grinspan, Julio M. Borda, Jorge Abulafia, R. Mazzini, Pomposiello y Jonquières en el Hospital Rawson; con Marcial Quiroga, M. A. Mazzini y Magnin en el Hospital Ramos Mejía y con Dagoberto Pierini en la Casa CunaHospital de Niños Pedro de Elizalde. Fue sobre todo en el Rawson –donde ejercía como dermatopatólogo el Dr. Jorge Abulafia, verdadero Maestro de esta especialidad– donde se formó Raúl Vignale. A su lado, en forma diaria, desde las 7 de la mañana hasta las 18 horas, consolidó sus conocimientos clínicos y anatomopatológicos cultivando amistades que hasta ahora conserva en su memoria. Durante muchos años desarrolló aquella subespecialidad, viajando mensualmente, hasta el momento actual, para asistir a los Servicios de Dermopatología de distintos hospitales. Vignale aplicó, además, la inmunología a la Clínica como elemento fundamental para explicar la fisiopatología de las enfermedades. En el Servicio de la Clínica Dermosifilopática del Hospital Maciel ejerció esa especialidad como anatomopatólogo junto al Prof. Dr. Luis Torres de la Llosa, para seguir luego en el Hospital de Clínicas Dr. Manuel Quintela. Es de destacar que la Anatomía Patológica siempre se efectuó en el propio Servicio, desde los tiempos remotos del Hospital Maciel y luego en el Hospital de Clínicas. En el Ministerio de Salud Pública realizó su primer concurso de oposición como Dermatólogo del SAYPA (Servicio y Asistencia y Preservación Antituberculosa) donde se desempeñó por espacio de cuatro años atendiendo a los pacientes con tuberculosis que presentaban lesiones de piel, y que tenían el alta del Hospital de Internación Saint-Bois. Años después tuvo que realizar un nuevo concurso de oposición para el cargo de Médico Dermovenereólogo y de Higiene Sexual, que ejerció en los Dispensarios Antisifilíticos y de Enfermedades Venéreas. Posteriormente pasó por concurso de méritos a ser Médico Jefe de la Policlínica Dermatológica del Hospital Pereyra Rossell, que inauguró el Servicio con su cargo recién creado; allí cesó sus funciones en 1969, cuando fue nombrado Profesor Titular de la Clínica Dermasifilopática en el Hospital de Clínicas. En el Ministerio de Salud Pública, en el Instituto de Oncología estuvo en la Policlínica Dermatológica junto al Dr. José Espasandin y los nuevos Adjuntos de la Clínica de la Facultad. En síntesis, efectuó toda su carrera en el Ministerio de Salud Pública, donde llegó a Jefe, y en la Facultad como Profesor Titular. Fue ayudante de Anatomía Patológica en el Ministerio de Salud Pública por muchos años en la Posta Central del Hospital Pereyra Rosell que dirigía el Prof. Matteo. Recibió numerosos premios, honores y distinciones de diversas Academias Internacionales de Dermatología; entre ellos, la distinción otorgada por la Comisión Directiva del CILAD en Málaga como uno de los principales dermatólogos de Iberolatinoamérica; posteriormente en el Aula Magna de la Facultad de Medicina el Comité Internacional de Ligas de Sociedades de Dermatología le otorgó el “Certificado de Apreciación” por sus extraordinarios méritos en docencia, investigación y cooperación internacional en el campo de la Dermatología. Para este último evento, fue expresamente al Uruguay la Prof. Ana Kaminsky de Buenos Aires como delegada del Comité Internacional con sede en los Estados Unidos. Fue además fundador, Secretario y Presidente de ULACETS (Unión Latinoamericana contra Enfermedades de Transmision Sexual) y
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Presidente de varios Congreso Internacionales junto con otros distinguidos profesionales del Uruguay y Latinoamérica.
Prof. Dr. Probo Pereira da Silva Es un deber ineludible mencionar a este ilustre Profesor Titular de la Clínica Dermatológica, de exquisita personalidad, respetuoso de sus deberes y obligaciones. Tuvo la gran virtud de seguir haciendo crecer la Dermatología en el Uruguay y países vecinos. Creó el Departamento de Cirugía Dermatológica y la Sección Dermatitis de Contacto que dirige actualmente la Prof. Dra. Selva Alé. Dedicó su vida a la enseñanza, creando grupos de trabajo que en el momento actual dan excelentes frutos en su labor asistencial y docente. Dado su gran interés en la Cirugía Dermatológica envió a numerosos jóvenes a Buenos Aires y a Córdoba para especializarse en esta rama de la Dermatología. Pensaba en el futuro, en lo que debía ser la Dermatología en los próximos años, méritos por demás suficientes para galardonarlo como creador de los distintos aspectos de la dermatología moderna. En varias oportunidades fue Directivo de ULACETS, Secretario y Presidente de la Sociedad Uruguaya de Dermatología y Presidente de varios Congresos de la especialidad. No queremos terminar esta breve síntesis sin mencionar a numerosos médicos que dieron su vida a nuestra especialidad, escalando por concursos de oposición todos los cargos hasta llegar a médicos jefes en el Ministerio de Salud Pública y en la Facultad de Medicina. Nos referimos a Juan F. Tost, Cándido Prego, Pablo Klestorny Blanco, Héctor Abreu, José M. Infantozzi, Carmen Riveiro, Esther Casella de Vilaboa, Eustaquio Montero, Luis Torres de la Llosa, Ana Cassinelli y tantos otros que se destacaron como extraordinarios docentes en la semiología cuidadosa y metódica, en la ardua tarea diaria hospitalaria, personas exquisitas en el trato diario, respetuosos de las opiniones de sus colegas, a los que recordamos con enorme cariño y respeto. Es imposible nombrarlos a todos, pero son los que han ayudado al quehacer de la Dermatología dejando sus profundas e imborrables huellas para que los más jóvenes aprendieran de sus enseñanzas. Sus excelentes virtudes tuvieron la finalidad grandiosa y altruista que reconocemos todos nosotros en muchos colegas, a los que es necesario recordar como paso previo al eterno descanso. Ahora ya estamos en la era moderna, entre 1985 y 2004, con las nuevas generaciones de dermatólogos, que han aprendido de los mayores y que asumen la obligación de enseñar y transmitir los conocimientos que pasan de generación en generación. Son los adjuntos de Clínica, los asistentes, los profesores agregados: Drs. Néstor Macedo, Miguel Martínez y Selva Ale y la actual profesora titular Dra. Griselda de Anda, verdadero motor, genial e incansable trabajadora, que durante días y días a lo largo de muchísimos años dedicó su vida a la docencia, asistencia e investigación. Profesora y Maestra en Dermatología Clínica y en Dermopatología, creó, además, secciones para asistencia especializada como son la Dermatología Pediátrica y úlceras de piernas, continuando con Cirugía y Dermatitis de Contacto. Se destacó por sus continuos viajes al exterior para seguir aprendiendo, principalmente a los meetings anuales de la Academia de Dermatología de los Estados Unidos. Su extensa producción científica abarca innumerables artículos publicados en diversas revistas nacionales y extranjeras y una enorme cantidad de participaciones en congresos, simposios y reuniones científicas en el Uruguay y diversos países latinoamericanos, de los Estados Unidos y de Europa. La Profesora de Anda con extraordinario entusiasmo y dedicación ha hecho que la Dermatología uruguaya se elevara al nivel internacional en estos últimos veinte años. Lo mismo podemos decir de sus extraordinarios colaboradores, Drs. Macedo, Alé y Martínez, así como los más jóvenes, que han presentado en forma continua innumerables
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artículos y libros, obteniendo cantidad de Premios Internaciones. Se puede asegurar que una infinidad de discípulos han nacido al lado de la Profesora de Anda. Es la tercera etapa gloriosa de la Dermatología en el Uruguay. Hospitales con servicios de Dermatología ■ Hospitales
con servicios de Dermatología
Hospitales dependientes del Ministerio de Salud Pública con policlínicas dermatológicas HOSPITAL MACIEL Constituye toda una gloria de la Medicina Uruguaya a lo largo de varios siglos1-16.Desde su iniciación funcionaba como Hospital del Ministerio de Salud Pública, pero se dividían las actividades. Estaban los médicos de la Facultad de Medicina como José Brito Foresti, Bartolomé Vignale, José María Tiscornia Denis, Héctor Santomé, Antonio Blanco y Juan F.Tost (figuras 5 y 6). Destacamos las figuras de extraordinarios médicos de la Facultad de Medicina y del Ministerio de Salud Pública, como José May, Cándido Prego, Héctor Abreu, Eustaquio Montero, Blanco, Esther Casella de Vilaboa y Ana Cassinelli. Pasaron por esos Servicios excelentes médicos que es obligación nombrar: Levy, Rampoldi, Dos Santos, Susana Dorce, Diab, Macedo, Bruno, Mocobocki y Conti. El Maciel es, desde hace pocos años, uno de los principales hospitales de referencia para todo el Uruguay. Bajo la dirección de la Dra. Ana Cassinelli y Diab tiene una relación muy fluida con el Servicio de Hemato-oncología y de Transplantados de Médula Ósea, con el Servicio de Cirugía Torácica y especialmente con el único Centro de Terapia Gravitacional del país y con el de la Unidad de Medicina Psico-Social (única en Salud Pública). Su planta física se amplió en 1999 y cuenta con todos los elementos modernos para una mejor asistencia de los pacientes. El último y fundamental logro de la Dra. Cassinelli fue incluir en el vademécum del hospital medicación especifica para Dermatología que sólo pueden indicar los especialistas, lo cual permite mantener una cantidad relativamente estable de medicación. Queremos destacar muy especialmente la intensa, sacrificada y extraordinaria labor de Cassinelli que ha puesto su servicio entre los mejores de América. HOSPITAL FERMÍN FERREIRA Se creó a fines del siglo XIX para la interacción y tratamiento de pacientes con tuberculosis. Separados del núcleo principal del edificio existían dos pabellones con enfermos de lepra; era el primitivo leprosario dirigido por largos años por Ernesto Stirling, hombre que dedicó toda su vida con cariño, entusiasmo y entrega al cuidado de los enfermos. Al cerrarse este hospital los pacientes pasaron a ser atendidos en un edificio especialmente diseñado en las afueras de Montevideo, el Instituto Hanseniano. Contaba con cuatro salas –dos de mujeres y dos de hombres–, seis casas independientes del núcleo central para los pacientes que vivían en parejas y oficinas para la Dirección y Administración. Esta parte estaba dirigida el Dr. Víctor Rosen y la sección de los enfermos por los Drs. Moris Margounato y Nieves Varela. Poseía todo lo indispensable en cuanto a material y drogas y contaba, además, con la asistencia de odontólogos, neurólogos, cirujanos y fisioterapeutas. La campaña y el control de la lucha contra la enfermedad de Hansen en todo el país estaba a cargo del Dr. Vázquez.
Figura 5. En el patio del Hospital Maciel (1926). De izquierda a derecha: Demaestri (bedel), B. Vignale y Brito Foresti; más atrás, Santomé, Klestorny, médicos adjuntos y enfermera
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HOSPITAL PEREIRA ROSSELL Es un enorme edificio dividido en numerosos pabellones para las Clínicas Ginecológicas y un Pabellón Central para las Clínicas Pediátricas. En uno de los Servicios, que dirigía el Prof. Dr. Euclides Peluffo, el Dr. Raúl Vignale concurría en 1962 a su solicitud para examinar a los niños con lesiones de piel y hacer docencia. En el año 1964, el Ministerio de Salud Pública creó la Policlínica Dermatológica que ocupó como Jefe de Servicio el mismo Vignale por concurso de méritos. Un año después el Dr. Walter Tena, que se desempeñaba como Médico Dermovenerólogo en el Dispensario Nº 1, pasó a ocupar el cargo de ayudante de Clínica. Dicho cargo fue dejado por Vignale para concursar para Profesor de Clínica Dermosifilopática en el Hospital de Clínicas en 1969, sucediendo al Prof. Dr. Aquiles Amoretti. En el momento actual la Policlínica Dermatológica del Pereira Rossell continúa trabajando con real eficacia, con sacrificio, en horas de la mañana y de la tarde, atendiendo enfermos de Policlínica y de Sala, dirigida por distinguidos médicos como los Drs. Pazos, Valls, Viña, Pous y Salmentón, siempre actuando como Jefe el Dr. Tena. Es de estricta justicia destacar que la Prof. Dra. Griselda de Anda, Profesora de Clínica Dermatológica de la Facultad de Medicina, concurre asiduamente en forma honoraria para colaborar con sus actividades en una eficaz labor científica. Además, como pasa siempre en estos casos, se efectúa labor docente en las tres Clínicas Pediátricas y Ginecológicas. Es un centro de referencia para todo el Uruguay. En este Hospital funciona el Centro Especializado en el Tratamiento de las Enfermedades de la Piel (CETEP) dependiente del Ministerio de Salud Pública. Su jefe es el Prof. Agregado Néstor Macedo, quien se desempeña junto a las Dras. Bessonart. Piñeyro, Tcheckmedyian, Delucchi, Méndez, Kleist, Moriyama, Labat y Casanova. Atiende a personas mayores y niños, y tiene un archivo que es modelo en el Uruguay. Posee la más alta tecnología para los distintos tratamientos que se emplean: fotoquimioterapia, crioterapia, ecógrafo, quirófano para pequeñas intervenciones. La Policlínica “Úlceras de pierna” es un ejemplo de conocimiento con resultados excelentes. Los últimos martes de cada mes se reúnen en Ateneos a los que se invita a los colegas de los distintos hospitales y todos los miércoles hay discusión de casos clínicos. De esa manera, se ha formado un excelente grupo cuyo futuro es por demás promisorio. Es otro ejemplo del extraordinario valor científico asistencial de la Dermatología uruguaya junto con otros Servicios de distintos hospitales.
Figura 6. En el patio del Hospital Maciel (1956): sentados de izquierda a derecha: Badhou, B. Vignale, practicantes, Infantozzi, Abreu, Santomé y Tiscornia; de pie: Ferro (enfermero), médicos adjuntos, Amoretti, enfermeras y Sanjinés
HOSPITAL PASTEUR Fundado e inaugurado a fines del siglo XVIII, contaba desde su inicio con una Policlínica Dermatológica; en ella se inició como Jefe de Servicio el Prof. Dr. Héctor Raúl Alonso, quien se desempeñó allí por muchos años; lo sucedieron Aquiles Amoretti, Eustaquio Montero, Moris Margounato, Ana Urruty y Ana Miralles, acompañados por numerosos colaboradores. Actualmente funciona en horas de la mañana y de la tarde. El Dispensario de Piel y de Higiene Sexual adjunto a dicho Servicio estaba hace muchos años bajo la dirección del Prof. Dr. Juan F Tost; luego pasó a depender de la Policlínica de Piel. Queremos destacar la extraordinaria labor y el enorme e incansable trabajo de todos ellos y de sus colaboradores, dada su jerarquía científica y su extensa y proficua labor hospitalaria, examinando tanto a los pacientes de Policlínica como los de Sala. No queremos terminar sin nombrar a los médicos ayudantes Munch, Civila, Ponasso y Vareika.
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HOSPITAL DE CLÍNICAS “DR. MANUEL QUINTELA” Funciona allí actualmente, como ya señalamos, la Clínica Dermatológica de la Facultad de Medicina bajo la dirección de la Prof. Griselda de Anda. En el año 1957 se tomó una fotografía al Prof. Aquiles Amoretti y sus colaboradores cuando éste ejercía el cargo de Profesor Titular de la Clínica (figura 7). Destacamos la importancia de este Centro como referencia para todos los dermatólogos del país.
Hospitales no dependientes del Ministerio de Salud Pública ni de la Facultad de Medicina HOSPITAL POLICIAL Se fundó en 1980 para la atención del personal policial y de sus familiares; allí se inició como Jefe de Servicio el Dr. Eustaquio Montero. De extraordinaria concepción hospitalaria, posee todos los recursos que son imprescindibles para una excepcional atención médica. Montero, que ha dedicado su vida a la Dermatología y la Dermopatología, hizo sus primeros estudios en Philadelphia (EEUU) para luego, con la especialización en ambas ramas, y gracias a su enorme entusiasmo, dedicación y sacrificio alcanzar el máximo nivel en materia científica y asistencial. Su Policlínica de Piel es un ejemplo que deben seguir todos los jóvenes dermatólogos en la atención de los pacientes. Allí trabaja juntamente con los Drs. Arévalo, Cateura y Tcheckmedyian, con una excelente atención médica. Se realiza todo tipo de procedimientos médicos y quirúrgicos, así como los exámenes anatomo-patológicos informados por el propio Dr. Montero. Un ejemplo de la Dermatología moderna.
Figura 7. En el Hospital de Clínicas con todo el personal docente y enfermeras (1957). De izquierda a derecha, sentados: Tost, Prego, Tiscornia, B. Vignale, Amoretti, Sanjinés y Abreu; parados: Ramos (enfermera), Aronovich (archivera), Klestorny, Torres de la Llosa, R. Vignale, Blanco, García (enfermera)
HOSPITAL MILITAR Al igual que en el caso del Hospital Policial, fue construido para el Personal Militar un enorme, múltiple y complejo edificio para internaciones y Policlínicas. Se creó en primera instancia como un pequeño hospital para las urgencias, para luego constituirse en uno de los más importantes de América. Su primer Jefe fue el Prof. Agreg. Luis Torres de la Llosa quien, junto con el Dr. Rotkier, hicieron de esta Policlínica un lugar completo con un excelente archivo muy bien documentado de fotografías y preparados histológicos. Actualmente dirige el servicio el Dr. Della Santa a quien acompañan los Drs. Santurión, Bazzano, Costa, Iglesias, Lacuesta, Machado, Téllez y Vainsencher. PEDRO VISCA Fue un Hospital de Pediatría que contaba con un gran número de Policlínicas, entre ellas la Dermatológica Desde sus inicios hasta su cierre definitivo ejerció la Dirección de este Servicio el Prof. Agregado José María Tiscornia Denis, extraordinario docente. Sólo él podía hacer ese trabajo con tanto entusiasmo efectuando la incansable labor de todas las mañanas, solo o acompañado a veces de algún alumno del Posgrado de la especialidad. Como hecho que queremos jerarquizar debido a su exquisita personalidad, además de su trabajo asistencial ejercía la docencia explicando a los familiares de los enfermos cómo emplear el tratamiento correspondiente y dando continuos consejos, como un
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verdadero padre, sobre cómo educar a un niño para que alcanzara un futuro seguro y promisorio. Sólo en él se encuentra esa extraordinaria virtud. INSTITUTO DE HIGIENE En él funcionan Servicios de la Facultad de Medicina y del Ministerio de Salud Publica. Está situado al lado del Hospital de Clínicas y forma un complejo edificio con dos entradas independientes. En una parte funciona el propio Instituto, donde tienen su sede las Cátedras de Parasitología, Bacteriología, Inmunología Parasitaria e Higiene y Medicina Preventiva y parte del Laboratorio de Inmunología de la Facultad de Química. En la otra parte funciona el Hospital de Higiene con la Cátedra de Enfermedades Infecciones con Policlínica para pacientes externos y salas de internación especialmente dispuestas para los pacientes con SIDA. Es común la atención de estos enfermos por varios especialistas –infectólogos, internistas y dermatólogos. La medicación antirretroviral es proporcionada gratuitamente por el Ministerio de Salud Pública, aunque los enfermos no tengan el correspondiente Carné de Asistencia que otorga el Ministerio; de este modo, cualquier enfermo siempre tiene atención médica, hecho fundamental para lograr su mejoría y curación. Queremos destacar la actuación de la Dra. Liliana Calandria, Profesora Adjunta de la Facultad de Medicina en el Hospital de Clínicas y actualmente Jefa del Servicio para pacientes con SIDA, así como la de los infectólogos y sus demás colaboradores. Esta brillante actuación es reconocida a nivel nacional e internacional; es Presidenta de URUSIDA (Sociedad Uruguaya de SIDA) y Secretaria y Presidenta de numerosos Congresos Nacionales y extranjeros sobre el tema SIDA; también es consultante principal en los principales Centros para el diagnóstico y tratamiento en América, Europa y Estados Unidos. DISPENSARIO DE PROFILAXIS DE ENFERMEDADES DE TRANSMISIÓN SEXUAL Su lugar de trabajo se encuentra al lado de los anexos del Hospital Maciel. Se fundó para la atención de las prostitutas y homosexuales; el Servicio funciona en horas de la mañana para las primeras y para homosexuales en la tarde. Por allí pasaron como Jefes distintos médicos: Riveiro, Vilaboa, Dos Santos, Boggio, Canetti y Nicola. El Dispensario está en relación constante con la Sección Asistencia y Profilaxis Venéreas del Ministerio y con la Policía, que guarda también los registros de los pacientes, cuyo control se realiza actualmente en forma mensual. 5. Historia de las las publicaciones médicasdermatológicas dermatológicas de los siglos XIX y XX ■ Historia de publicaciones de los siglos XIX y XX Presentamos aquí un panorama general de las primeras publicaciones de los siglos XIX y principios del XX, época en la cual se inicia una nueva especialidad en el Uruguay apenas un siglo después de fundada su ciudad capital, Montevideo, en 1726. En una necesaria selección, mencionaremos solamente las publicaciones pioneras de los primeros profesores de la especialidad, así como, en años posteriores, las de los profesores a cargo de los Servicios, por la Facultad de Medicina y por el Ministerio de Salud Pública. En la década de 1850 aparecen los primeros trabajos sobre pacientes con afecciones de patología dermatológica en la publicación La Facultad de Medicina(revista quincenal); años más tarde, el Prof. Dr. José Brito Foresti presenta allí casos de la clínica dermosifilopática del Hospital de Caridad; también hay trabajos sobre el tema en los Anales de Medicina Montevideana (1852-1932). En 1898 inicia su publicación la Revista Médica del Uruguay (1898-1932), de carácter mensual, que fue durante muchos años la única y la piedra fundamental de las que aparecieron a principios del siglo XX. El comité de redacción estaba integrado por diversas
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personalidades médicas, entre ellas José Brito Foresti como secretario de redacción. Entre 1898 y 1926 Brito Foresti y sus colegas publican un total de 71 artículos, muchos de ellos con afecciones descritas por primera vez en conjunto con B. Vignale y colaboradores. Bartolomé Vignale presentó publicaciones en la misma Revista, que era el órgano oficial de la Organización Médica del Uruguay creada en esos años; entre 1919 y 1926 aparecieron 41 artículos de su autoría. En 1917 se publican los primeros artículos del Dr. José May, quien en total participó con 91. Corresponde mencionar a los médicos dermatólogos que colaboraban en todas estas publicaciones: Juan A. Rodríguez, J. F. Canessa, Raúl del Campo, J. Canabal, R. Scaltriti, J. Rosende, J. de Salterain, A. Prunell; también colaboraron médicos de otras especialidades, los grandes Maestros de nuestra medicina nacional. En 1916 aparecen los Anales de la Facultad de Medicina órgano oficial, donde se presentan miles de trabajos de los distintos médicos tanto de la Facultad como del Ministerio de Salud Pública, de Montevideo como del interior, abarcando todas las especialidades. Posteriormente, entre 1955 y 1965 y ya inaugurado el Hospital de Clínicas Dr. Manuel Quintela con la Clínica Dermasifilopática en funcionamiento, colaboran con sus artículos los profesores y médicos del Servicio, entre ellos, Aquiles Amoretti, José María Tiscornia Denis, Héctor Santomé, Raúl Vignale, Luis Torres de la Llosa, Antonio Blanco, Pablo Klestorny, Cándido Prego e innumerables colegas de la especialidad. En 1966 concluye la primera etapa de los Anales; la segunda se extiende desde 1978 hasta 1981. También hay que mencionar los Archivos de Medicina, Cirugía y especialidades del Uruguay (1936-38/40-53), si bien ofrece escasos artículos de nuestra especialidad. Por los mismos años se crea otra publicación, en este caso exclusiva de nuestra especialidad, la Revista Uruguaya de Dermatología y Sifilografía iniciada con un volumen doble17, 18 el 18 de marzo de 1936 y cuya trayectoria se extiende hasta 1953. Su primer Director fue el Prof. Dr. José May; como redactores adjuntos estaban los Drs. Gloria Alonso de May, Roberto Riveiro Rivera y Carlos Galfetti Urioste. El Prof. Dr. José May era médico por concurso en el Ministerio de Salud Pública y se desempeñaba como Jefe del Servicio de Dermatología y Sifilografía del Hospital Maciel. Dedicó el primer número de la publicación al Dr. José Brito Foresti, cuya fotografía aparece en la primera página. Entre los colaboradores estaban los Drs. Radamés Costa, Julián Rosende, Mario Taglioreti, Nicolás Tiscornia y Enrique Apolo, Luis Gastaldi, Juan Carlos del Campo, Ángel Cuervo, Héctor Ardao, Rafael Turcio, Miguel Rubino, Héctor Santomé, Carlos Bordes y otros. Un tema especialmente destacado en esta publicación fue el problema de la lepra; hay una información detallada sobre las sesiones de la Cámara de Diputados en que se presentó la Ley de lucha contra la lepra en el Uruguay, que posteriormente se aprobó y luego se completó con el Proyecto de ordenanza de la lucha contra la lepra y el Plan de lucha contra la lepra. El proyecto de ley se había presentado por primera vez en el II Congreso Sudamericano de Dermatología y Sifilografía realizado en 1921 en Montevideo. Entre otras cuestiones a destacar, mencionamos el artículo Le traitement de la fièvre jaune, redactado originalmente en francés dado que, en esa época, al final de cada Reunión de la Clínica se hacía en ese idioma un resumen escrito de los casos presentados para publicarlos en la revista. También es digno de mencionar que en varias oportunidades estuvieron presentes distinguidas personalidades de Francia como Gastón Milian, H. Gougerot, R. Burnier y Lucien Périn del Hospital Saint- Louis de Paris, cumbre gloriosa de la Dermatología y Sifilografía de esa época. Destacamos, además, las extraordinarias publicaciones sobre la Enfermedad de Nicolás y Favre, reproducidas en numerosos artículos y libros en francés. Corresponde señalar también que el Prof. Dr. José May fue el creador de los moulages de cera que Von Rommel, un exiliado que vivía en Montevideo, efectuaba con tal precisión que eran la fiel reproducción de la afección del paciente. Fue ese extraordinario Museo el primero creado en Latinoamérica, a semejanza del que existía en el Hospital Saint-Louis.
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En abril de 1947 apareció la Revista de la Cátedra de la Clínica Dermosifilopática de la Facultad de Medicina. Hospital Maciel19. Su director responsable era el Prof. Dr. Bartolomé Vignale y secretarios de redacción los Drs. Carlos María Infantozzi y Pablo Klestorny, jefes de Clínica. Klestorny era también el fotógrafo de la Clínica donde se documentaba a todos los enfermos. En la revista se publicaban los casos clínicos más importantes del mes, incluyendo las discusiones que se suscitaban en la Cátedra. Su trayectoria concluye en octubre de 1949, cuando deja de aparecer por motivos económicos. Entre 1989 y 1991 se publica Dermatología Uruguaya, órgano oficial de la Sociedad Uruguaya de Dermatología, bajo la dirección del Prof. Dr. Probo Pereira. Destacamos como hecho inédito e histórico en la Facultad de Medicina la gran exposición realizada en 1940 en el Aula Magna de unas 500 fotografías de pacientes con distintas afecciones cutáneas, pertenecientes a la Clínica Dermosifilopática. La exposición se llevó a cabo gracias a la extensa y proficua labor del Prof. Vignale y especialmente del Dr. Pablo Klestorny –incansable colaborador, silencioso pero de excelentes relaciones humanas y por demás talentoso–; a lo largo de cuatro meses fue visitada por numerosos médicos y por miles de estudiantes de medicina. Todo lo relatado es una breve síntesis de la historia de los inicios de nuestra especialidad, creada por nuestros próceres, verdaderos prohombres y maestros, los Profs. Dres Brito Foresti, José May y Bartolomé Vignale. Recordaremos que todos completaron su formación principalmente en Francia; y también debemos destacar las excelentes relaciones que tenían con el selecto grupo de dermatólogos argentinos – como Pedro L. Baliña, Pablo Bosq, Fidanza, Schujman, J. Fernández y Carrillo–con quienes en numerosas oportunidades intercambiaban conocimientos en las sedes de cada país para preparar las reuniones de las respectivas Clínicas14, 15, 16.
■ Congresos, y jornadas 6. Congresos, simposios simposios y jornadas Muy brevemente presentamos una síntesis de las principales reuniones científicas del siglo XX en nuestro país. En 1918 se realizaron en Montevideo los primeros Congresos Rioplatenses, en el mismo año en que se efectuó el II Congreso Sudamericano en Río de Janeiro. En 1938, las Primeras Jornadas Médicas Uruguayas, Sección Dermatología y Sifilografia, constituyeron un hecho fundamental en la Historia de la Dermatología Uruguaya dado su altísimo nivel científico internacional. Junto con los Drs. May y Vignale, que eran los Presidentes, participaron destacados colegas de Argentina – Fidanza, Contardi y Schujman (Rosario), Garzón y Mocola (Córdoba), Puente, Carrillo, Orol Arias, Gómez, Mazzini, Gomis, Picerna, Costané Decoud, Cordiviola, Braseras, Kaminsky, Castex, Borda, Quiroga, Pierini, Abulafia y Sánchez Basso– ; de Brasil –Paulo Vieira, de Souza Campos, Lindemberg, da Fonseca Bicudo, Póvoa y Berardinelli–; de Paraguay – Boggini y Ugarriza–; de Chile –Macchiavello y Coutts– y de Francia –Rabut. Durante los años posteriores se suceden numerosas Reuniones y Congresos en los cuales participan todos los dermatólogos, no sólo de Montevideo sino también del interior, lo que marcó un notable avance científico en la época. En diciembre de 1956 se realizan las Primeras Jornadas Rioplatenses de Dermatología, promovidas por Bartolomé Vignale y en mérito a su particular amistad con Quiroga, Garzón, Pierini, Mazzini, Kaminsky y otros. Tuvieron un éxito extraordinario, por lo que se repitieron cada dos años, realizándose alternativamente en ambos países del Plata. La décima reunión, en 1970, se realizó en el Balneario Solís y fue presidida por el Dr. Eustaquio Montero. Estas reuniones se suspenderán posteriormente para dar lugar a la RADLA (figura 8). La RADLA (Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos) ha tenido con el correr
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Figura 8. Jornada Rioplatense de Dermatología en la cual se homenajeó al Dr. B. Vignale con motivo de su retiro como Profesor de Clínica. Entre los presentes: Prof. Dr X. Vilanova (Barcelona), Kaminsky, Tost, Fosatti y colegas argentinos
de los años un éxito extraordinario, con alcance internacional. La sede se alterna entre Uruguay, Argentina, Brasil, Chile y Paraguay, a los que se han sumado últimamente Bolivia y Perú. Destacamos la importancia de este evento fundamentalmente por la unión de los dermatólogos del Cono Sur, a los cuales posiblemente en el futuro se incorporen los de otros países, como Ecuador, Colombia y Venezuela. El Colegio Ibero-Latinoamericano, autoridad máxima dermatológica en la región, reconocida mundialmente, constituye la más importante reunión de los dermatólogos de España, Portugal y Latinoamérica. Este encuentro, que se realiza cada cuatro años, representa la verdadera unión científica dermatológica, de amistad y compañerismo entre Europa y América. La Sociedad Uruguaya de Dermatología, con un pasado histórico lleno de glorias, es la institución fundamental que reúne a todos los dermatólogos del Uruguay. Desde hace muchos años realiza su Congreso bianual. En octubre de 2005 se realizará el X Congreso Uruguayo de Dermatología junto con la X Reunión Internacional de Terapéutica Dermatológica y las VI Jornadas de Actualización de Terapéuticas Dermatológicas del CETEP. En estos congresos se reúnen todos los dermatólogos del país para exponer sus experiencias; siempre se invita a distinguidos profesionales de distintos países de América Latina, Europa y Estados Unidos. La Sociedad de Dermatología del Interior, con su activa Comisión Directiva, también realiza cada dos años su congreso en la Capital de un Departamento. La Sociedad de Dermatología del ■Uruguay La Sociedad
de Dermatología del Uruguay
La Sociedad de Dermatología del Uruguay, vinculada siempre y estrechamente a todos los médicos dermatólogos y venereólogos de los Hospitales Maciel, Pereira Rossell, Pasteur y Pedro Visca, Instituto de Higiene Militar y Policial y Dispensarios de Dermatología y de Higiene Sexual, se creó el 15 de mayo de 1918 como Seccional de Dermatología y Sifilografía de la Sociedad Médica del Uruguay. Era una necesidad imprescindible, pues sustituía a los antiguos Ateneos que se realizaban por separado en cada Centro Hospitalario. El 1º de septiembre de 1927, el Prof. Dr. José May propone crear el reglamento de la Sociedad Uruguaya; para redactarlo se designó una comisión integrada por los Profs. José Brito Foresti, Bartolomé Vignale y Máximo Halty. La Sociedad funcionó de manera irregular en el Hospital Maciel. Recién en 1956 resurge la actividad dirigida por Bartolomé Vignale, con la participación de prestigiosos dermatólogos que representaban a los distintos Servicios. Fue la primera vez que todos los dermatólogos se unieron, hecho significativo en la historia de la Sociedad. Se redactó una nueva reglamentación y se formó una Comisión Directiva de dos años de duración, cuyos integrantes se renovaban a través de elecciones periódicas. Se fijó como día de reunión el último sábado de cada mes, fecha que hasta el momento se cumple con regularidad. En los inicios de la Sociedad participaban los ilustres Drs. Rafael Turcio, Cándido Prego, Ernesto Cacciatore, Luis A Torres de la Llosa, Héctor Abreu, Arturo Prunell, Arnaldo Lombardi, Manuel Terán, Radamés Costa, Angel Sanjinés, Juan F Tost, Antonio Blanco,
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Leocadio Alvarez. Se presentaban y se discutían los casos clínicos de cada Servicio, y muy a menudo los más interesantes se publicaban en las revistas de la época. Durante doce años, en el Período de Facto –de guerra interna– no se permitieron reuniones de ningún tipo, por lo cual la Sociedad suspendió sus sesiones. En 1984 reinicia sus actividades con nuevo ímpetu y entusiasmo, lo cual lleva a desarrollar reuniones mensuales y a renovar las Comisiones Directivas cada dos años en ocasión de los Congresos Nacionales. Otro hecho a destacar es que, debido a la cantidad de dermatólogos que ejercen su profesión en los distintos departamentos de la República, se creó la Sociedad de Dermatología del Interior. Desde hace seis años, la Sociedad Uruguaya de Dermatología tiene local propio, una secretaria permanente, un archivo donde se guardan las Actas desde sus inicios hasta los últimos años, computadoras para que los jóvenes puedan buscar bibliografía y una biblioteca con las últimas revistas internacionales suscriptas recientemente. Estos resultados se obtuvieron después de una ardua, tenaz y persistente labor de las Comisiones Directivas con la eficaz colaboración de los laboratorios. Como ya señalamos, durante tres años se publicó la revista Dermatología Uruguaya, órgano oficial de la Sociedad, que cesó por problemas económicos. Por último, hay que destacar que los sucesivos Presidentes y Comisiones Directivas han trabajado en forma intensa por muchos años con singular interés y dedicación, logrando un sitial internacional. La mayoría de los dermatólogos uruguayos actualmente publican innumerables trabajos científicos en diversas revistas extranjeras como: Archivos Argentinos de Dermatología, Revista de la Asociación Argentina de Dermatología, Revista Chilena de Dermatología, Anais Brasileiros de Dermatología, Actas Dermosifilográficas de España, así como en varias publicaciones de los Estados Unidos. Felicitaciones a todos ellos. En estos últimos períodos con Macedo y actualmente con de Anda, realizan las reuniones mensuales y especialmente Cursos Intensivos sobre distintos aspectos de la Dermatología Moderna como la Medicina Estética y Quirúrgica de gran provecho para las futuras generaciones.
■ Historia evolución la contra luchalascontra las enfermedades Historia yyevolución de lade lucha enfermedades de transmisión sexual en el Uruguay de transmisión sexual en el Uruguay En los primeros tiempos de la vida montevideana, la asistencia de enfermos se realizaba basándose fundamentalmente en la caridad cristiana. Pero con el correr de los años, esas ideas fueron cambiando, por lo cual se estableció la obligación por parte del Estado de atender a las personas que, carentes de recursos, necesitaban ayuda médica; así es como se crearon varios centros hospitalarios. Uno de los problemas sanitarios más importantes de la población eran las enfermedades venéreas, actualmente llamadas Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS). El gran número de pacientes afectados llevó al Gobierno, a través de las autoridades de Salud Pública y por disposición del Consejo Nacional de Higiene, a fundar el 23 de mayo de 1917 el Instituto Profiláctico de la Sífilis en aras de la profilaxis y tratamiento de esos enfermos y para proteger la salud de la población. Su primer director fue el Dr. Juan A. Rodríguez, a quien sucedió el Dr. Manuel Terán hasta 1949, fecha en que asumió el Prof. Dr. José May. Es necesario destacar que se trata del primer edificio en América dedicado exclusivamente a esta enfermedad. El Ministerio de Salud Pública, creado en 1933, incorporó el Instituto Profiláctico de la Sífilis como Sección de Asistencia y Profilaxis Venérea. Allí destacamos por su extensa, sacrificada y proficua labor los nombres de los Drs. Mario Taglioreti, Arnaldo Lombardi, Rubén Cusmanich, Pablo Klestorny, Héctor Abreu y Francisco Amor García. Los médicos encargados de esa lucha en las Clínicas Hospitalarias fueron el Prof. Dr. José Brito Foresti y
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Joaquín Canabal en el Hospital Maciel; en la conducción del Sifilicomio Nacional estaba el Dr. Germán Segura y los médicos del Hospital Militar. Los pacientes, según su sintomatología, eran tratados en conjunto con otros especialistas; se los internaba en el Pabellón Ricord. Hasta el año 1906, la mayoría de las prostitutas sifilíticas inscriptas en los registros policiales eran hospitalizadas en la Clínica Ginecológica del Prof. Dr. Enrique Puey, por disposición de la Inspección Médica de la Prostitución dependiente del Consejo Nacional de Higiene, y en el Pabellón Dr. Germán Segura, donde se estableció el Sifilicomio (Servicio Hospitalario de Enfermedades Venéreas) bajo la dirección del Dr. Juan A. Rodríguez. Los enfermos pertenecientes al Ejército y las Policías se internaban en el Hospital Militar. El Instituto era el encargado de realizar todo lo relacionado con las reacciones de laboratorio –Wasserman y LCR–; elaborar las normas para los distintos tratamientos y supervisar la prevención; y controlar los dispensarios antisifilíticos creados desde varios años atrás y las estadísticas correspondientes a cada Departamento. Se realizaban los concursos para médicos que en un momento determinado fueron llamados “médicos dermatólogos y de higiene sexual”. En el Instituto trabajaron Alberto Scaltriti y Ángel Canabal, junto con dermatólogos de distintos hospitales y dispensarios. Desde su fundación en 1917 este Instituto fue un ejemplo y un lugar de referencia para toda Latinoamérica; sus informes fueron los primeros en publicarse siguiendo las normas de los trabajos de la escuela europea, especialmente la francesa. Años después, el Instituto tuvo a su cargo el control de todas las enfermedades venéreas, no solamente la sífilis. Esta grandiosa obra plantó cimientos que fueron fundamentales para las generaciones posteriores por la seriedad con que siempre se trabajó, por los resultados de sus exámenes de laboratorios, la originalidad de sus investigaciones y el control de todo lo relacionado con estas enfermedades20.
Unión Latinoamericana contra las Enfermedades de Transmisión Sexual (ULACETS) Por iniciativa de un grupo de dermatólogos de Centroamérica, durante un Congreso del CILAD se propuso la creación de esta nueva entidad. En los años 1974-1976 se formó una Comisión Directiva y se redactaron los reglamentos. La importancia de esta Institución, de renombre mundial, fue reconocida por la OPS-OMS que nos designó como asesores para estas ETS. Se realizaron numerosos congresos en distintos países de Latinoamérica, con una periodicidad de dos años; tres de ellos se efectuaron en Montevideo, bajo la dirección de Raúl Vignale, Probo Pereira e Hilda Abreu. Cada tres meses se editaba un Boletín en conjunto con el Prof. Walter Belda de Brasil, alma mater de la institución, y personalidades como Woscoff. Flichman, Vignale y otros colegas de Latinoamérica, que durante muchos años trabajaron en forma intensa y sacrificada. En el Boletín se presentaban las nuevas adquisiciones científicas médicas, así como comentarios sobre los Congresos. Fue la primera época de gloria de ULACETS. Hace unos años, el advenimiento del SIDA produjo una división, quedando ULACETS por un lado y la Unión Latinoamericana contra el SIDA por otro. En el Congreso del CILAD-2004 en Buenos Aires se formó una nueva Comisión Directiva de ULACETS bajo la dirección del Dr. Parizzi e Hilda Abreu; empezaron las reuniones y se fijaron las sedes de los próximos Congresos. Ésta será la segunda etapa gloriosa de ULACETS-UPICETS. ■ Septiembre, 2005
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HISTORIA DE LA DERMATOLOGÍA EN VENEZUELA CONCEPCIÓN, NACIMIENTO Y DESARROLLO ALFREDO LANDER MARCANO, JAIME PIQUERO - MARTÍN , ANTONIO RONDÓN LUGO, OSCAR REYES FLORES , BENJAMÍN TRUJILLO REINA , HERNÁN VARGAS MONTIEL
“Mientras más ahondemos en el pasado, más lejos llegaremos en el porvenir”. Winston Churchill
Primera Desde etapa: los indíg:nas hasta los 1904.indígenas Concepción ■ etapa. Primera desde
hasta 1904. Concepción
Época indígena El conocimiento de las enfermedades de la piel (figura 1) de los indígenas de Venezuela antes del arribo de Cristóbal Colón en su tercer viaje al nuevo continente se basa en escritos “médicos” procedentes principalmente de los religiosos llegados con los descubridores y especialmente con los colonizadores; cabe recordar que se trataba de personas ajenas a la medicina, con poco conocimiento de las enfermedades y por lo general muy prejuiciosas1. La acepción de medicina precolombina es inexacta, ya que cuando Colón llegó al continente americano no existía en él una sola medicina sino tantas como pueblos habitaban el territorio2. En Venezuela, arawakos y caribes se disputaron la supremacía social, antropológica, médica y bélica3. En su mayoría los indios eran personas físicamente fuertes y sanas, con buena dentadura y resistentes para los trabajos físicos. Las
Figura 1. Mi piel, la piel. Autor Gabriel Bracho (muralista venezolano). Obra expuesta en el Auditorio del Instituto de Biomedicina, Caracas
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A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
enfermedades de la piel eran poco frecuentes, posiblemente debido a que se bañaban con asiduidad y aplicaban sobre su piel una tintura a base de onoto, la cual se usaba con fines estéticos y como signo de identidad. En la actualidad, a esta tintura se le reconoce cierta protección contra las picaduras de insectos. Entre los aborígenes y pueblos primitivos las enfermedades no eran consideradas como producto de la acción de un agente invisible e intangible, sino más bien debidas a la influencia ejercida por un enemigo o el resultado de la acción de un espíritu maligno o de algo sobrenatural relacionado con creencias religiosas. Seguramente por estos motivos existieron personajes, reconocidos entre ellos, capaces de librarlos de las enfermedades con curiosos y primitivos métodos como exorcismo, encantamiento, rezos, emanación de humo, ingesta de brebajes, danzas, gestos, juegos de manos y trucos de magia, todos ellos utilizados para invocar la ayuda de los espíritus, amedrentarlos o lograr su expulsión del cuerpo del enfermo. Estos métodos eran aplicados a las enfermedades en general, y seguramente las patologías dermatológicas no escapaban a ellos1. Los pueblos originarios sufrieron diversas enfermedades de la piel; las más comunes fueron: carate (carare, pinta), impétigo y otras infecciones como sarcopsilosis (nigua o pique), pediculosis (piojos), escabiosis (sarna), miasis, leishmaniasis (mal de los Andes o UTA); intoxicaciones y picaduras de insectos y mordeduras de reptiles. Con relación a la sífilis, algunos autores afirman que la enfermedad fue llevada a Europa con el regreso de los descubridores y conquistadores, mientras otros autores opinan lo contrario. Los indígenas utilizaban numerosas preparaciones de origen animal, vegetal y mineral como tratamiento para las afecciones cutáneas. Emplearon raíces, tallos, flores, resinas, extractos y polvos de diversas plantas, incluyendo el anaco o guayacán, el cual fue utilizado posteriormente como tratamiento específico para la sífilis por la medicina española y de otros países del mundo. Usaban diferentes bálsamos para la curación de las heridas, además de numerosas hierbas y plantas: barro macho, mangle colorado, maguey, merey, pringamosa, zarzaparrilla, vera, etc. Como queratolítico utilizaban la higuera y como cáustico, la cantárida. El onoto, conocido con otros nombres (achote, bija o bijo, corteza de bijo, urucú, rucú, achioti, azafrán), de acuerdo a las tribus y a las regiones, era utilizado frecuentemente como protector solar y contra las picaduras de insectos. Las tribus del occidente usaban la coca (Erythroxylon coca o peruvianum), masticaban las hojas mezcladas con cal. También usaban extractos de plantas del género Datura (solanáceas) ricas en alcaloides, atropina hiosciamina y hioscina o escopolamina para embriagarse, junto con chicha u otras bebidas para potenciar sus efectos. La denominada hierba mora, yerba mora o yocoyoco (Solanum niarum) era frecuentemente utilizada para curar las afecciones de la piel con “bombitas” (vesículas), infecciones herpéticas, impétigo, sarna y úlceras (llagas). Su uso se ha prolongado hasta la actualidad. El manzanillo o manzanilla o camomila (Rhus striata, Hippomane mancínela) también fue empleado en afecciones cutáneas similares a las tratadas con yerba mora. Actualmente se sabe que ambas plantas deben sus efectos beneficiosos al contenido de ácido tánico, que les confiere un efecto astringente. La tusilla (dorstenia contrahierba) era usada para afecciones pruriginosas tales como urticaria, así como para afecciones localizadas en el área genital. El curare –extracto vegetal obtenido de diversas especies de género Strychuos que crecen abundantemente a orillas del río Orinoco– es un potente paralizador del músculo estriado. Posiblemente lo usaban para tratar las contracturas musculares y el tétanos, aunque su principal uso fue como arma contra los conquistadores, colocándolo en la punta de las flechas para producir la muerte en el enemigo por parálisis respiratoria. También conocían algunas hierbas que, trituradas y colocadas sobre las heridas provocadas por flechas envenenadas, impedían la acción del veneno1, 3, 4.
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Historia de la Dermatología en Venezuela
Época colonial La época colonial comienza el 19 de agosto de 1498 con el descubrimiento de la región llamada posteriormente Venezuela. En su tercer viaje Cristóbal Colón desembarcó en las costas orientales, al sur de la península de Paria, en el puerto que él llamó Macuro —hoy Puerto Cristóbal Colón en el estado de Sucre. Esta larga etapa comprende desde el final del siglo XV hasta el 5 de julio de 1810, día en que fue decretada la independencia de Venezuela y proclamada la República. Con la llegada a América de los conquistadores y colonizadores europeos, especialmente españoles, comienza una complicada y difícil situación social, ambiental y cultural. Se trata del encuentro de seres humanos con origen, costumbres, idiomas, conocimientos y recursos muy diferentes, que conlleva un gran problema etnológico y de transculturación. Con los conquistadores llegaron los primeros profesionales de la medicina. De acuerdo con la reglamentación de los Reyes Católicos, las embarcaciones debían llevar personal para los servicios sanitarios. De esta forma se entrelazan médicos y curanderos, varios famosos y renombrados, algunos venidos de España y otros oriundos de la comarca. Para 1585 las enfermedades más frecuentes eran la viruela, el sarampión, la disentería, las calenturas, los romadizos (rinitis), el paludismo, las úlceras y las bubas traídas por los africanos las cuales eran tratadas por los indígenas con el guayaco. La primera epidemia de viruela o cumaragua tuvo lugar en 1580, proveniente de esclavos negros oriundos de Guinea; ellos también trajeron el sarampión y el paludismo. La cultura aborigen se desmembraba, pero no ocurría lo mismo con la medicina indígena, ya que por falta de médicos y por el mismo atraso del arte de curar en la Península Ibérica, los invasores se veían obligados a plegarse al criterio y costumbres de los nativos y a someterse a la medicina indígena ofrecida por los curanderos y piaches. Esta situación se ve reflejada en una carta enviada por Cortés a Carlos V en la que le recomienda “que no permitiera pasar médicos españoles a México porque la destreza y los conocimientos de los médicos aztecas los hacía innecesarios“1-5.
Época republicana Lograda en 1810 la independencia de Venezuela del reino español comienza el desarrollo de la medicina en la República. Algunos médicos de la época empezaron a interesarse por las enfermedades de la piel. Entre ellos podemos citar al Dr. José María Vargas, quien en 1826 comienza sus clases de Anatomía y realiza las primeras observaciones histológicas en Venezuela con su microscopio, traído por él de Europa. En 1827 fue elegido como primer Rector de la Universidad Central de Venezuela, creándose la Facultad de Medicina el 23 de junio de ese año, por decreto del Libertador Simón Bolívar. Posteriormente José María Vargas llegó a ser el primer presidente civil de Venezuela. Durante esa época comienzan a aparecer diversos trabajos relacionados con la Dermatología. Entre ellos cabe mencionar: – “Afecciones cutáneas de los niños”, publicado por José Félix Rivas Alas. – “Gangrena”, publicado por A. F. Delgado. – “Enfermedades venéreas”, publicado por C. Arvelo, M. Porras y M. M. Ponte. – “Tiñas”, publicado por D. Armas. – “Lepra”, publicado por R. Lares Baralt, L. D. Beauperthuy y A. Dominici. El Dr. Louis Daniel Beauperthuy ejerció durante la década de 1850 y escribió sobre la lepra demostrando amplios conocimientos en las enfermedades tropicales. Aún no existían especialidades, pero ya se perfilaban la obstetricia, la oftalmología y la medicina legal. En todo ese período los doctores, licenciados en medicina, cirujanos,
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algebristas, barberos cirujanos, barberos sangradores, boticarios, curanderos, enfermeras y parteras constituían la amplia gama de personas que ejercían la medicina. Los honorarios eran fijados por anualidades. Si bien los primeros hospitales fueron el Hospital de San Pablo (1602) –desaparecido en el siglo XIX–, el Hospital Real de San Lázaro –nosocomio del siglo XVIII– y el Hospital Militar de Caracas –siglo XVIII–, la creación de un hospital destinado a la atención de los enfermos del país se produce dos siglos más tarde por obra del Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, presidente de la República (1888-1890); fue inaugurado el 1° de enero de 1891 por el Dr. Raimundo Andueza Palacios, sucesor de Rojas Paúl. Se le dio el nombre de “Hospital Vargas” y fue cuna de la Dermatología en Venezuela, ya como disciplina médica especializada. En 1882, el Dr. Nicanor Guardia (h) fue el primer médico que ejerció en nuestro país la especialidad de Dermatología, después de especializarse en París1, 4, 5. En 1903 el Dr. Manuel Pérez Díaz estableció el primer Servicio de Dermatología en el Hospital Vargas.
■ Segunda etapa: 1905 a Nacimiento 1946. Nacimiento Segunda etapa. 1905 a 1946. Hitos históricos 1903. El profesor Manuel Pérez Díaz, jefe del Servicio de Medicina del Hospital Vargas, logra que se pida a París una colección de modelos de cera de enfermedades de la piel; así se organiza un Museo en el Servicio de Dermatología. 1903. Primer Servicio de Dermatología en el Hospital Vargas de Caracas. 1906. Se inaugura la Leprosería de Cabo Blanco en el Distrito Federal 1908. Se crea la Cátedra de Clínica Dermatológica en la Facultad de Medicina de Caracas designándose al Dr. Manuel Pérez Díaz como su primer profesor. 1910. La Cátedra se hace obligatoria para los estudiantes del sexto año. 1917. Los doctores Juan Iturbe y Eudoro González publican en la Gaceta Médica de Caracas el primer caso de leishmaniasis cutánea en Venezuela. 1920. Se publica el primer caso de Blastomicosis humana observado en Venezuela. 1921. El Dr. Luis Razetti presenta un proyecto de Ley de Defensa antivenérea en el III Congreso Venezolano de Medicina, realizado en Valencia. 1926. El Ministerio de Sanidad y Asistencia Social crea el primer Dispensario antivenéreo. 1936. Se funda la Sociedad Venezolana de Sifilografía y Leprología, actualmente denominada Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica. 1936. Se crea el Servicio de Dermatología en Mérida, Hospital Los Andes. 1936. Aparece el libro Dermosifilografía Venezolana, escrito por el profesor Dr. Miguel Jiménez Rivero, primer texto de Dermatología publicado en Venezuela. 1938. Se crea la División de Venereología. 1938. El Dr. Pablo Guerra aplica por primera vez pruebas alérgicas y pruebas de parche creadas por él. 1938. El Dr. Pablo Guerra es designado profesor de la Cátedra Clínica en la cual implanta cambios radicales complementarios. Los diagnósticos son confirmados por exámenes directos en microscopio, cultivos histopatológicos y pruebas inmunológicas. 1938. Llega a Caracas el profesor José Sánchez Covisa, titular de la Cátedra de Madrid; es nombrado asesor de la Cátedra de Clínica Dermatológica, destacándose en su labor docente. 1939. Se funda el Dispensario Escuela de Caracas, el cual contribuye a formar el primer grupo de médicos venereólogos del país. 1939. El Dr. Humberto Campins funda el Servicio de Dermatología en Barquisimeto, Hospital Antonio María Pineda.
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Historia de la Dermatología en Venezuela
1941. Se declara obligatorio el tratamiento de las enfermedades venéreas. 1941. Los Drs. Arminio Martínez Niochett y Adolfo Pons descubren y reportan el primer caso de kala-azar en Venezuela en un paciente del estado de Guarico. 1945. El Dr. Martín Vegas ocupa la Jefatura de la Cátedra de Dermatología del Hospital Vargas de Caracas. 1945. Se funda el Hospital Militar y Naval Antonio José de Sucre, en Caracas. 1945. El Dr. Francisco Scannone funda el Servicio de Enfermedades de la Piel en el Instituto Oncológico Luis Razetti, en Caracas. 1947. Se crea el Instituto de Medicina Tropical de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela con el objeto de estudiar las enfermedades dominantes en el medio rural. 1948. Se constituye el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), en la ciudad de La Habana, Cuba4, 5.
Breve biografía de nuestros próceres Dr. Manuel Pérez Díaz (1872-1931) (figura 2). Nació en Caracas el 30 de abril de 1872, se graduó de médico en 1895 en la Universidad Central de Venezuela. En el mismo año fue becado para realizar sus estudios de Dermatología en el Hospital Saint-Louis de París. Fue miembro fundador de la Academia Nacional de Medicina en 1904. Desde 1910 hasta su muerte, fue Jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Vargas. Ejerció también el cargo de Inspector General de las Leproserías de la República. Entre sus trabajos se destacan: Dermatitis herpetiforme de Duhring, Pénfigo vulgar, sarcomatosis cutáneas, Sarcoma de la piel. El primer tercio del siglo XX está marcado por su liderazgo dentro de la Dermatología venezolana4-8. Murió en Caracas el 17 de marzo de 1931. Dr. Miguel Jiménez Rivero (1822-1938). Sucesor del Dr. Pérez Díaz, médico con dilatada labor docente y académica, realizó su doctorado en la Universidad de Caracas y en Roma. Fue designado profesor de la Cátedra de Dermatología en 1929. Publicó el primer libro sobre la especialidad en Venezuela, con el título de Dermosifilografía Venezolana. Murió en Caracas el 7 de diciembre de 19384, 5, 7, 8. Dr. Pablo Guerra (1903-1944). Nació en Caracas el 3 de mayo de 1903; estudió Dermatología en París donde presentó una excelente tesis titulada “Papel de las levaduras en Dermatología”, que fue premiada. Regresó a Venezuela en 1937 donde revalidó su título de doctorado en la Universidad Central de Venezuela. Publicó numerosos trabajos relacionados con la especialidad, solo o en colaboración con otros médicos entre los que se destacan: Martín Vegas, J. A. O’ Daly, Gil Yépez y José Sánchez Covisa. Trabajó en los Servicios de Dermatología y Anatomía Patológica del Hospital Vargas y de Dermatología del Hospital de Niños de Caracas. Fundó el Servicio de Alergología y junto con el Dr. Carlos J. Alarcón estableció un servicio para el tratamiento de las úlceras de piernas; fundó también el laboratorio de Micología. En 1939 fue nombrado profesor de la Cátedra de Dermatología y Sifilografía de la Universidad Central de Venezuela tras la muerte del profesor Jiménez Rivero. En 1943 fue uno de los organizadores de las Primeras Jornadas Venezolanas de Dermatología y Venereología. En la organización de estas Jornadas se destacaron, entre otros, los Drs. Juan Iturbe, Martín Vegas, Félix Lairet, Armando Castillo Plaza, Abel Mejías, José Sánchez Covisa e Ildemaro Lovera4, 5, 8. Murió repentinamente en la ciudad de Caracas el 6 de febrero de 1944, mientras estaba en plena producción científica. Profesor Dr. José Sánchez Covisa (1881-1944). Nació en Hueste (España) en 1881. Doctorado en Ciencias Médicas en la Universidad de Madrid en 1903, fue profesor titular
Figura 2. Dr. Manuel Pérez Díaz
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de la Cátedra de Dermatología y Sifilografía en esa Universidad, decano de la Facultad de Medicina, miembro de la Academia Nacional, presidente del Colegio de Médicos y presidente de la Academia Española de Dermatología. Por razones políticas llegó en 1938 a Venezuela, escogiéndola como patria adoptiva. Ocupó el cargo de asesor técnico de la División de Venereología del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social; fue vicepresidente de las Primeras Jornadas de Dermatología, director ad honorem de la Cátedra de Clínica Dermatológica y Sifilografía de la Universidad Central de Venezuela. En España publicó numerosos textos de Dermatología y artículos sobre la especialidad, los cuales también tuvieron amplia difusión en Venezuela4, 5, 8. Dr. Martín Vegas (1897-1991) (figura 3). Nació en Caracas el 23 de marzo de 1897. Se graduó como médico cirujano en la Universidad Central de Venezuela el 20 de junio de 1920. Cinco años más tarde obtuvo el título de Doctor en Ciencias Médicas. En 1922 viajó a Francia donde estudió Dermatología y Sifilografía en el Hospital Saint-Louis de París y Microbiología en el Instituto Pasteur. Creó la primera consulta de Dermatología de la Cruz Roja Venezolana, cuyo director fue posteriormente el Dr. Ildemaro Lovera. Fue jefe de la Leprosería de Cabo Blanco. Incorporado a la Academia Nacional de Medicina, en 1944 sucede al Dr. Pablo Guerra en la Cátedra de Dermatología de la Universidad Central de Venezuela y en el Servicio correspondiente del Hospital Vargas. Publicó numerosos trabajos sobre la especialidad y asistió a un considerable número de reuniones y congresos científicos. En el segundo tercio del siglo XX el Dr. Martín Vegas tomó el liderazgo que sustentaba el Dr. Pérez Díaz4, 5, 7, 8, 9, 10, 11. Murió en la ciudad de Caracas en el año 1991. Su memoria se mantiene viva con la creación del Premio y Conferencia “Dr. Martín Vegas”, iniciativa del Dr. Francisco Kerdel Vegas cuando era presidente de la Sociedad Venezolana de Dermatología en 1964. Dr. Jacinto Convit (1913- ) (figura 4). Nació el 11 de septiembre de 1913. En 1937, mientras era estudiante de la carrera de medicina, comenzó a trabajar en la leprosería de Cabo Blanco y luego continuó como médico residente. Allí se inició su apostolado en beneficio de los más necesitados. Realizó estudios de posgrado en Dermatología en el Skin and Cancer Unit de la Universidad de Columbia (Nueva York) y luego en Epidemiología en la Western Reserve University (Cleveland, Ohio). En 1948 funda con otros colegas de España y de Latinoamérica el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD). Fue dermatólogo del Hospital Vargas desde 1948, luego jefe de Servicio y de la Cátedra de Dermatología, fundador del Instituto Nacional de Dermatología —luego denominado Instituto de Biomedicina—; creador de la Asociación para la Investigación Dermatológica y del Instituto de Biomedicina como centro de investigación biomédica, no sólo en afecciones dermatológicas. Fue impulsor del espectro clínico-histopatológico e inmunológico de las enfermedades dermatológicas, en especial lepra y leishmaniasis, así como de su manejo y prevención con inmunoprofilaxis e inmunoterapia. Más de 300 publicaciones en revistas internacionales hablan de la dedicación del Dr. Jacinto Convit a la investigación y a la solución de los problemas de salud de Venezuela. El Dr. Jacinto Convit es una figura prominente dentro de la Dermatología venezolana actual4, 5, 7, 8, 12.
Figura 3. Dr. Martín Vegas Figura 4. Dr. Jacinto Convit
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Historia de la Dermatología en Venezuela Tercera etapa. Desde 1946 hasta el presente.■ Desarrollo Tercera
etapa: desde 1946 hasta el presente. Desarrollo
En el año 1955 el Dr. Carlos Julio Alarcón fue nombrado profesor titular y jefe de la Cátedra de Dermatología y Sifilografía del Hospital Vargas, acompañado por los doctores Jacinto Convit, Juan Di Prisco, Luis A. Velutini, Rafael Medina, Imelda Aasen Campos, Dante Borelli, César Lizardo, Armando Salas, Jacobo Obadía Serfaty y Oscar Reyes Flores, quien asistía como instructor ad honorem. En 1958 se crea el Servicio y Cátedra de Dermatología del Hospital Universitario de Caracas, inaugurado en 1956 en la Ciudad Universitaria de Caracas (figura 5). Hasta ese momento el Servicio y la Cátedra de Dermatología habían estado dirigidos en forma sucesiva por: Manuel Pérez Díaz, Pablo Guerra, Martín Vegas y Carlos Julio Alarcón. Al fundarse el Servicio y la Cátedra en el Hospital Universitario “Luis Razetti” de la Ciudad Universitaria, el Dr. Carlos Julio Alarcón asume como jefe, con los siguientes colaboradores: Juan Di Prisco, Luis A. Velutini, Imelda Campos, César Lizardo, Dante Borelli, Jacobo Obadía, Oscar Reyes Flores, Eduardo Estrada y Luis Gómez Carrasquero. Desde su fundación el Servicio y Cátedra del Hospital Universitario han sido dirigidos sucesivamente por: Carlos Julio Alarcón, Juan Di Prisco, Oscar Reyes Flores, José Rafael Sardi, Homagdy Rodríguez de Arévalo, Adriana Calebotta, Omaira Castellanos de Camejo, Zulay Torres y Francisco González Otero. En el antiguo Servicio y Cátedra del Hospital Vargas quedaron los doctores Jacinto Convit –como médico jefe–, Armando Salas, Mariano Medina, Francisco Kerdel Vegas y José Manuel Soto. El 29 de noviembre de 1971 el Servicio se trasladó a una nueva edificación ubicada al lado del Hospital Vargas, con el nombre de Instituto Nacional de Dermatología, posteriormente denominado Instituto de Biomedicina (22 de octubre de 1984) (figura 6). Esta institución fue concebida y realizada gracias al esfuerzo y tenacidad de los doctores Jacinto Convit y Francisco Kerdel Vegas; en ella funcionan, además de diversos laboratorios de investigación, las consultas de Dermatología general y especializada (leprología, micología, dermatología pediátrica, leishmaniasis, alergia, patología de la vulva, estomatología, lupus, patología de los miembros inferiores, psoriasis, patología quirúrgica), los laboratorios de inmunología, histoquímica, dermatopatología, biblioteca, oficinas de archivos, estadísticas y administración. También funcionan tres posgrados universitarios: Dermatología, Dermatopatología microbiológica y la Maestría de Epidemiología Tropical. Desde su inauguración, el Instituto de Biomedicina ha sido dirigido por el Dr. Jacinto Convit; se encuentra adscripto el Servicio de Dermatología del Hospital Vargas de Caracas el cual ha sido dirigido sucesivamente por Jacinto Convit, José Manuel Soto, Antonio Rondón Lugo y Jaime Piquero Martín. La cátedra de Dermatología de la Escuela de Medicina ha sido dirigida sucesivamente por Jacinto Convit, Eva Koves, Mauricio Goihman y Antonio Rondón Lugo. En 1962 por iniciativa de las dos cátedras se elaboran los proyectos para iniciar los cursos de posgrado de Dermatología. En el Instituto de Biomedicina los directores del posgrado fueron Jacinto Convit, José Manuel Soto y Antonio Rondón Lugo. El primer curso comenzó en 1964 con una duración de dos años, extendiéndose posteriormente a tres años. A los dos posgrados iniciales en Caracas (Hospital Vargas y Hospital Universitario Luis Razetti) se le suma más tarde el Servicio de Dermatología del Hospital Militar de Caracas, inicialmente dirigido por Hugo Naranjo A. y sucesivamente por los Drs. Glenda Cortez de Castro, Carlos De La Cabada y Fátima Ferreira.
Figura 5. Hospital Universitario de Caracas
Figura 6. Instituto de Biomedicina
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Otros Centros Asistenciales hospitalarios han mantenido una intensa actividad asistencial y docente, tales como el Hospital de Niños de Caracas, el Centro de Dermatología y Alergia del Seguro Social y el Hospital Luis Razetti4, 5.
Enfermedades de transmisión sexual En el mes de julio de 1938 se crea la División de Venereología (dentro del entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social), la cual tenía a su cargo servicios antivenéreos y dispensarios ubicados en diversas ciudades del país dotados de material de laboratorio y de medicinas para el diagnóstico y el tratamiento. La lucha contra estas enfermedades fue dirigida por R. Sánchez Peláez, Carlos Julio Alarcón, Rafael Medina, Cornelio Arévalo Morales y Mari Carmen Ferreiro. Las enfermedades de transmisión sexual son atendidas en consultas dedicadas a estas afecciones, que habitualmente funcionan anexas a la consulta de Dermatología general. En la actualidad, además de la asistencia médica, la División de Venereología ofrece información médica a través de conferencias, reuniones científicas, pasantías, entrenamientos y cursos4.
■ Subespecialidades Subespecialidades MICOLOGÍA Los centros para asistencia, diagnóstico y tratamiento están ubicados en la ciudad de Caracas, en los laboratorios de Micología de los Servicios de Dermatología de los hospitales y consultas especializadas, atendidos por especialistas en la materia. La especialidad fue iniciada en forma organizada por los Drs. Dante Borelli y María Bastardo de Albornoz, fundadora del laboratorio de Micología del Instituto de Biomedicina. Actualmente este laboratorio es dirigido por la Lic. Mireya Mendoza y la Dra. Elsy Cavallera. El Dr. Dante Borelli fundó el laboratorio y consulta del Hospital Universitario de Caracas, el cual ha sido dirigido en forma sucesiva por las Dras. Homagdy Rodríguez de Arévalo y Ángela Ruiz. La Dra. Carmen Marcano dirigió durante muchos años el Instituto de Medicina Tropical conjuntamente con el Dr. Dante Borelli. Asimismo existen numerosos centros de referencia en diversas ciudades del interior del país dirigidos por especialistas en la materia y coordinados por la Dra. María Cecilia Albornoz con la valiosa colaboración del Dr. Tulio Briceño Maaz (dermatólogo e historiador)4. Éstos son: Ciudad Bolívar, Julman Cermeño y Ismery Cabello; Valencia, Rosa O. de Briceño; Coro, Francisco Yegres; Barquisimeto, Segundo Barroeta, Ramón Zamora y Carolina Rojas; Maturín, Sara Rodulfo; Cumaná, Anabella Smitter de Sanabria; Trujillo, José V. Scorza; Maracaibo, Hernán Vargas Montiel. SERVICIOS DE LEPROLOGÍA Y DERMATOLOGÍA SANITARIA La asistencia, consulta, diagnóstico y tratamiento se centran en el Instituto de Biomedicina y en los Dispensarios de Dermatología Sanitaria, ubicados en las Unidades Sanitarias de las capitales de los distintos estados. La Dra. Nacarid Aranzazu dirige el Servicio Central del Ministerio de Salud desde hace 30 años. El tratamiento y control de estas afecciones se realiza gratuitamente tanto para los pacientes como para el grupo familiar. En caso de ser necesaria la internación, ésta se realiza en los Servicios de Dermatología de los diversos hospitales. DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA Esta subespecialidad se inicia por inquietud de la Dra. Eva Koves, quien comienza su
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consulta en el Instituto de Biomedicina. Posteriormente el Dr. Luis A. González A. establece una consulta para problemas dermatológicos infantiles en el Hospital Pérez Carreño, seguido por la Dra. Esther Wackzol en el Hospital de Niños J. M. de los Ríos en la ciudad de Caracas. El Dr. Francisco González funda la consulta de Dermatología Pediátrica en el Servicio de Dermatología del Hospital Universitario de Caracas. INMUNOLOGÍA El Dr. Mauricio Goihman introduce el desarrollo de la inmunología dentro de la Dermatología y realiza valiosos trabajos de investigación en el Instituto de Biomedicina, paralelamente a los doctores Marian Ulrich, María Cristina di Prisco y Nieves González y J. F. Tapia en sus respectivos laboratorios. También realizó los primeros cursos de inmunología para los cursos de posgrado de la especialidad, los cuales han sido continuados por el Dr. J. F. Tapia. INFORMACIÓN DERMATOLÓGICA La biblioteca del Instituto de Biomedicina, la revista Dermatología Venezolana y desde 1998 la publicación por Internet Piel Latinoamericana dirigida por Rolando Hernández, J. F. Tapia y Jaime Piquero-Martín dan fe de la labor educativa que la Dermatología venezolana ha promovido para el desarrollo profesional de la especialidad. Historia de la Sociedad Venezolanade de la Dermatología y Cirugía Dermatológica ■ Historia Sociedad Venezolana de
Dermatología y Cirugía Dermatológica
La historia de la Sociedad siempre estuvo muy unida a la historia de la medicina y de las instituciones hospitalarias y académicas. La Academia Nacional de Medicina fue fundada el 11 de junio de 1904 durante el gobierno del general Cipriano Castro. El 14 de noviembre de 1936, según consta en el acta inicial, un grupo de médicos dermatólogos decidió unir esfuerzos para “fomentar la solución adecuada a nuestros problemas de sífilis y lepra”. Los Drs. A. Marcucci Delgado, Tomás Rodríguez, Manuel Murillo, J. M. López Olivares, Federico Lizarraga, José Mejía, César Ávila Chacín, Domingo A. Calatrava y Rafael Campo Moreno decidieron fundar la Sociedad Venezolana de Sifilografía y Leprología y nombraron presidente al Dr. Martín Vegas. Lo acompañaron Rafael Campo Moreno como secretario y Tomás Rodríguez como bibliotecario. Los primeros esfuerzos de la Sociedad se centraron en la organización de los dispensarios de salud existentes, con el fin de lograr mayor contundencia en la lucha contra las enfermedades venéreas en general y contra la sífilis y la lepra en particular. El diseño, la organización y la creación de fichas clínicas únicas para todos los dispensarios fue una labor titánica que contó con el esfuerzo de todos los médicos que trabajaban en los dispensarios, dirigidos por la recién creada Sociedad y con la colaboración determinante de las autoridades sanitarias. Durante los primeros años las actividades giraban alrededor de temas de Dermatología general, venereología y leprología. Las reuniones de la incipiente Sociedad se realizaban en los dispensarios antivenéreos. En el año 1937 se promovió la realización de la “Semana Antivenérea” que se llevó a cabo durante la primera semana de septiembre. Previamente los miembros de la Sociedad hicieron una campaña informativa usando espacios periodísticos cedidos para tal fin, además de folletos impresos y publicidades en sitios visibles. Se logró modificar con éxito la campaña antivenérea que efectuaba el Ministerio de Sanidad. Durante ese año continuó el debate iniciado previamente a la Semana Antivenérea, respecto al tratamiento recomendado para la sífilis. Se resuelve finalmente realizar el Día Antivenéreo el 4 de septiembre. Durante el año 1938 Domingo Calatrava fue nombrado vicepresidente de la Sociedad, Rafael Campo Moreno continuó como secretario y Rafael Domínguez Sisco asumió como bibliotecario.
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Presidentes de la Sociedad Venezolana de Dematología y Cirugía Dermatológica desde su fundación hasta el año 20044, 8 1936: Martín Vegas 1945: Rafael Campo Moreno 1946: Leopoldo Briceño Iragorry 1947: Martín Vegas 1949: Jacinto Convit 1951: Carlos Julio Alarcón 1952: Martín Vegas 1954: Rafael Medina 1955: Juan Di Prisco 1956: Francisco Scannone 1957: Luis Alberto Velutini 1958: Martín Vegas 1959: Oscar Reyes Flores (6 meses) 1960: Porfirio Irazabal (6 meses) 1960: Luis Alberto Velutini 1962: Porfirio Irazabal 1964: Mariano Medina Febres 1966: Juan Di Prisco 1968: Eduardo Estrada
1970: Francisco Kerdel Vegas 1972: Jacobo Obadia Serfaty 1974: Mauricio Goihman 1976: José Manuel Soto 1978: Cruz Graterol Roque 1980: Jorge Hómez Chacón 1982: Eva Koves de Amini 1984: Antonio Rondón Lugo 1986: Antonio Rondón Lugo 1988: Maria Antonieta Mejías 1990: Jaime Piquero Martín 1992: Cornelio Arévalo Morles 1994: Antonio Rondón Lugo 1996: Ricardo Pérez Alfonso 1998: Hernán Vargas Montiel 2000: Francisco González Otero 2002: Alfredo Lander Marcano 2004: Benjamín Trujillo
En el año 1944 la Sociedad Venezolana de Sifilografía y Leprología comienza a publicar sus trabajos en la Revista de la Policlínica Caracas, en la sección destinada a la Sociedad Venezolana de Dermatología. La actividad académica desplegada permanentemente por los miembros fundadores en las reuniones de la Sociedad sobrepasó los límites de la lucha antivenérea y antileprosa. Por este motivo el día 7 de julio de 1945 se reunieron en la Ciudad de Caracas los Drs. Martín Vegas, Juan Di Prisco (figura 7), Francisco Scannone (figura 8), Antonio Araujo, Leopoldo Briceño Iragorry, Mariano Medina Febres, A. Chávez, Rafael Campo Moreno, Juan Iturbe, Armando Salas, José Lucio González, Carmelo Lauria, Luis Rodríguez Santana, Jacinto Convit, Tomás Genatios, Ildemaro Lovera y Carlos Julio Alarcón para registrar la Sociedad fundada en 1936 bajo el nuevo nombre de Sociedad Venezolana de Dermatología y Venereología. Su Junta Directiva estaba compuesta por cinco miembros elegidos en la forma pautada por sus estatutos: durante un año desempeñarían las funciones de presidente, secretario de actas, secretario de correspondencia y publicaciones, tesorero y bibliotecario. Comenzaba de esta manera la actividad académica propiamente dicha de la Dermatología, con lo cual se verían cristalizados, varios años después, los sueños de los miembros fundadores con la creación de los estudios de posgrado de Dermatología en los Hospitales Vargas y Universitario y posteriormente en el Hospital Militar de Caracas. El 8 de noviembre de ese mismo año, por primera vez en la historia de las sociedades de especialidades médicas, se funda un capítulo oficial en el interior del país en el estado de Zulia y el doctor Jorge Hómez Chapín, distinguido dermatólogo, es elegido como presidente. En junio de 1948 se nombran los primeros miembros honorarios de la Sociedad, los cuales son postulados y seleccionados por sus méritos. Este honor correspondió a cuatro profesores cubanos, trece profesores de Estados Unidos, un profesor de Francia, cuatro de Argentina, tres de Brasil y uno de Venezuela, el Dr. Juan Larralde. El 24 de abril de 1950, por invitación del Ministerio de Sanidad se designa a dos miembros de la Sociedad, los Drs. Martín Vegas y Rafael Medina, como integrantes del Comité de Expertos en Enfermedades Venéreas de la Organización Mundial de la Salud. En marzo de 1956 se nombra al Dr. Rafael Medina, miembro prominente de la Sociedad, Secretario Local del Congreso Internacional de Dermatología, efectuado en Estocolmo. Durante el mismo año, el 14 de noviembre, se crea el Premio Martín Vegas en
Figura 7. Dr. Juan Di Prisco Figura 8. Dr. Francisco Scannone
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Historia de la Dermatología en Venezuela
conmemoración de los veinte años de la fundación de la Sociedad y se establece que ese día se constituya en la fecha de celebración del aniversario de la Sociedad; por este motivo se realizan los Congresos y Reuniones Anuales en esta época. El Congreso Internacional de Dermatología pide a la Sociedad que designe un delegado de Venezuela, responsabilidad que recae en el Dr. Francisco Scannone. En el mes de diciembre de 1958 se funda la Revista Dermatología Venezolana, órgano oficial de la Sociedad. Desde su creación la Sociedad había cambiado de nombre en tres oportunidades. El día 7 de enero de 1970 decide acogerse a una nueva denominación: Sociedad Venezolana de Dermatología, lo cual se expresa en una comunicación a la Junta Directiva de la Federación Médica Venezolana, “pues en esta forma genérica se sobreentiende que la Venereología, Leprología, Micología, Alergología, Histopatología Dermatológica, Oncología Dermatológica, Microbiología Dermatológica, Cirugía Dermatológica, Radioterapia superficial, Cosmetología, así como todas las ramas que puedan derivarse en el futuro, relacionadas con las enfermedades de la piel y de sus anexos, completan el contexto de esta especialidad”. El 28 de febrero de 1972 el Dr. Kerdel Vegas propone la creación de una Conferencia Anual como justo y permanente reconocimiento al Dr. Martín Vegas; desde entonces, esta Conferencia es punto central del Congreso y Reunión Anual. En 1973 se acuerda con la Academia Americana de Dermatología el dictado de cursos de actualización en Venezuela, los cuales se realizan exitosamente gracias a la gestión de Francisco Kerdel Vegas y Mauricio Goihman Yahr. A partir de 1973 comienza la etapa de consolidación de la Sociedad de Dermatología. Además de las reuniones anuales y mensuales, la Sociedad reestablece los Congresos Venezolanos de Dermatología. El segundo Congreso se realiza bajo la presidencia del Dr. Obadía Serfaty, el tercero en 1978 lo dirige su presidente, el Dr. Cruz Graterol Roque, y el cuarto Congreso, el Dr. Antonio Rondón Lugo. En el transcurso de su existencia, la SVD ha efectuado: el VII Congreso Ibero-Latinoamericano de Dermatología en 1971, seis Congresos Venezolanos de Dermatología y 39 Reuniones Anuales, así como el otorgamiento de los premios: Dr. Martín Vegas, Dr. César Lizardo, Dr. Jacinto Convit; los Foros Dr. Juan Di Prisco y Dr. José M. Soto, y los Premios a Carteles Dr. Víctor Suprani. Además de la revista Dermatología Venezolana, a finales de los años 1960 comienza a publicarse un Boletín mensual de la Sociedad, en donde se presentan los casos clínicos de las reuniones mensuales y la información administrativa de la Sociedad. Este Boletín se reactiva durante la presidencia del Dr. Jaime Piquero-Martín (1990-1992) y a esta segunda publicación se le suma un Servicio de Información Dermatológica con información científica; además se incorporan monografías como suplementos de la revista Dermatología Venezolana. En los tres períodos que el Dr. Antonio Rondón Lugo ejerció la presidencia de la Sociedad de Dermatología se logró integrar y agrupar a todos los dermatólogos en la asociación. Se creó la figura de miembro activo para los dermatólogos egresados de los cursos de posgrados que no podían ingresar por la rigidez de las normas; también comenzaron a realizarse los cursos de Educación Médica Continua para dermatólogos, médicos generales y para la comunidad. Además se integraron los dermatólogos del interior del país a través de la creación de la Filial Occidente y posteriormente de la Filial Oriente fundada en Clarines, Edo. Anzoátegui. Finalmente en julio de 2001 la Sociedad crea la Filial Suroriental cuyo primer coordinador fue el Dr. Alfredo Lander Marcano. Durante la presidencia del Dr. Francisco González Otero la Sociedad Venezolana de Dermatología cambia su denominación al título que tiene actualmente: Sociedad Venezolana de Dermatología y Cirugía Dermatológica.
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A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
LA
DERMATOLOGÍA VENEZOLANA Las investigaciones realizadas en diferentes centros han motivado numerosas publicaciones en revistas internacionales y en la revista Dermatología Venezolana, órgano de publicación de la Sociedad Venezolana de Dermatología, como así también numerosos trabajos relacionados con casos clínicos, revisiones, casuística, comentarios, etcétera. La publicación de esta revista se inició en el mes de diciembre de 1957 bajo la dirección del Dr. Luis A. Velutini y desde esa fecha se ha mantenido con una frecuencia de 3 a 4 números por año. Los editores de la revista han sido: Luis A. Velutini, Rafael Medina, Jaime PiqueroMartín, Antonio Rondón Lugo, Oscar Reyes, Mauricio Goihman, Félix J. Tapia, Margarita Oliver. REVISTA
Historia de Dermatología en la provincia ■ Historia dela la Dermatología en la provincia Hasta 1956 la Sociedad “había estado encerrada en los muros del Hospital Vargas”, según refiere Francisco Scannone, su presidente en ese entonces; por unanimidad se decide efectuar reuniones mensuales científicas o visitas a centros especiales como el Leprocomio de Cabo Blanco, situado en el litoral del Distrito Federal. El 22 de marzo de 1956, durante la Asamblea General Extraordinaria de la Sociedad, se establece la posibilidad de crear capítulos en las ciudades del interior; y el 14 de julio por primera vez se lleva a cabo una reunión en el Leprocomio de Cabo Blanco con invitados de otras sociedades y dermatólogos del interior del país, para tratar como único tema la lepra. ZULIA (OCCIDENTE) El 8 de noviembre de ese mismo año, por primera vez en la historia de las sociedades de especialidades médicas, se funda un Capítulo Oficial en el interior del país, en el estado de Zulia, y asume su presidencia Jorge Hómez Chacín. Con este acontecimiento se inicia la apertura de la Sociedad desde la capital hacia el interior promoviéndose de esta manera el desarrollo de la Dermatología en todo el país. En el estado de Zulia y específicamente en Maracaibo, la Dermatología había comenzado como especialidad médica en la década de 1940 con el Dr. Fernández Vautrai en el antiguo Puesto de Socorro del Hospital Central Dr. Urquinaona. En 1948 se encargó de la consulta el Dr. Jorge Hómez Chacín, quien había concluido sus estudios de posgrado en Parasitología, Medicina Tropical y Dermatología efectuados en la Universidad de París y en el Hospital Saint-Louis de París. Un año más tarde el Dr. Pedro Lapenta fue nombrado encargado de la Leprosería de la Isla de la Providencia en el Lago de Maracaibo; ejerció además en los hospitales Chiquinquirá y Hospital de Niños de Maracaibo hasta 1953 cuando fue nombrado jefe médico del Sanatorio Antileproso de Cabo Blanco en Maiquetía y médico director (1962 a 1965), trasladándose a la ciudad de Maracay. Posteriormente se les unen los doctores Nectario Durango Nazariego, Humberto Rincón Bracho y Humberto Bojana, seguidos por Hernán Vargas Montiel y César Barroso Tobila. En el Hospital Universitario, Nectario Durango Nazariego y Humberto Rincón Bracho iniciaron la consulta de Dermatología en 1960. Posteriormente se forma un servicio de Dermatología de excelencia con un grupo de especialistas liderados por Hernán Vargas Montiel, Anairma Durango Michailos y Elizabeth Guadagnini. En la actualidad existe el proyecto de un Servicio de Dermatología del SAHUM (Servicio Autónomo del Hospital Universitario de Maracaibo). En el año 1991 el grupo del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario decide iniciar una actividad de Educación Médica Continua por lo cual se implementa el
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Historia de la Dermatología en Venezuela
“Curso de Dermatología al Día” y posteriormente el “Curso de Dermatología Itinerante” el cual se extiende a los estados del occidente del país como Falcón, Lara, Mérida, Táchira, Trujillo y Zulia. Esta interrelación trajo como consecuencia que el 25 de junio de 1996 se efectuara, a petición de Antonio Rondón Lugo, para entonces presidente de la Sociedad Venezolana de Dermatología, la reactivación del Capítulo (denominado ya como Filial, por el cambio de estatutos) Centro-Occidental de la Sociedad Venezolana de Dermatología, lo cual facilitó el intercambio científico entre los dermatólogos de las diferentes regiones. BOLÍVAR (SUR DEL PAÍS) La Dermatología nacional se extiende hacia Ciudad Bolívar con el Dr. Francisco Battistini, quien en 1949, después de su regreso de Francia, funda la primera consulta externa de Dermatología en el estado de Bolívar. En 1960 se inicia la enseñanza de pregrado y recién en 1975 la Residencia de Posgrado en Dermatología. Posteriormente ingresan al servicio el Dr. Florencio García Morales y, a su regreso del Hospital SaintLouis de París, la Dra. Ana María Battistini de Brun, quien continúa en la dirección del posgrado iniciado por su padre. Por su parte, el Dr. Oscar Perfetti regresa de Inglaterra con una sólida preparación y en pocos años realiza una labor encomiable en Puerto Ordaz13. Otra distinguida dermatóloga que ha ayudado en la consolidación de la Dermatología en la región es la Dra. Ismery Cabello. CARABOBO (CENTRO) La Dermatología en la ciudad de Valencia, estado de Carabobo, se inicia en la década de 1950 con el Dr. Fernando Aguilera a su regreso de Argentina y Francia luego de finalizar sus estudios; años después se le unirían Omar Miret Ortega y Raúl Fachín Viso una vez terminados sus posgrados en el Hospital Vargas, en Londres y en Estados Unidos. Posteriormente ingresa el Dr. Marco Tulio Mérida; en 1976 se inician las primeras residencias programadas que fueron la base del posgrado en Dermatología a principios de 1985. Son destacados también los dermatólogos: Carlos Fachín, Marlene Mendoza, Olga Morella Herrera, Rosa Oliveros, Ilse Angulo. ARAGUA (CENTRO) La Dermatología en el estado de Aragua se inicia en 1965 con el Dr. Pedro Lapenta después de su paso por los leprocomios de Isla de Providencia y Cabo Blanco, secundado por Jorge Alvarado, Willian Vázquez, R. Otamendi, Lilian de Cequeda, Maritza Maya y Luis Felipe Guada.
LARA (CENTRO OCCIDENTAL) En Barquisimeto, el primer Servicio fue fundado por el Dr. Humberto Campins en el año 1939 en el viejo Hospital Antonio María Pineda, pasando luego al Hospital Central Antonio María Pineda; en 1950 ingresa como adjunto el Dr. Carlos Zapata. En el año 1954, después de su regreso del Skin and Cancer, ingresa al Servicio el Dr. J. J. Henríquez, permaneciendo en esa ciudad hasta el año 1966 cuando se traslada a Caracas. En 1958 es nombrado jefe interino del Servicio el Dr. Cruz A. Graterol Roque y en 1963 se incorpora al Servicio el Dr. Segundo Barroeta después de su regreso del curso de posgrado en Buenos Aires; desde el año 1970 fue jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Antonio María Pineda hasta su jubilación en el año 2004; asumió en su reemplazo la Dra. María Herminia Araujo. Los Drs. María Antonieta Mejías y Segundo Barroeta han sido los líderes de la Dermatología del estado de Lara. En el año 1971 se inicia la enseñanza de posgrado bajo la
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A . LANDER , J . PIQUERO, A . RONDÓN , O. REYES , B . TRUJILLO, H . VARGAS
dirección del Dr. Segundo Barroeta como residencia programada asistencial hasta el año 1987 cuando se transforma en curso de posgrado universitario. MÉRIDA (SUR OCCIDENTAL) El Hospital de Los Andes y el Dispensario Antivenéreo y de la Investigación de la Lepra de la Unidad Sanitaria desde su fundación en 1936, fueron las instituciones que se ocuparon inicialmente de las enfermedades dermatovenereológicas en esta región. La jefatura del Servicio de Dermatología y Venéreas estaba a cargo del profesor Pedro Guerra Fonseca en conjunto con J. M. Luengo Vale y Francisco Fonseca. Hay que destacar en la actualidad a los Drs. Graterol y Luis Soucre como impulsores de la Dermatología en el estado. TÁCHIRA (SUR OCCIDENTAL) La práctica dermatológica se inicia en San Cristóbal con el Dr. Francisco Cárdenas Becerra. Más tarde, durante la década de 1950, el Dr. Adolfo Vivas Arellano, después de realizar el curso de posgrado en Dermatología en la ciudad de Río de Janeiro, ejerce la especialidad en el Hospital Central de San Cristóbal; con el transcurso de los años ingresa el Dr. Orlando Ramírez a quien se le encarga la organización del Servicio de Dermatología de dicho Hospital. BARINAS (REGIÓN CENTRAL) Cabe destacar como líder de la Dermatología venezolana en la provincia al Dr. Rolando Hernández Pérez4. ■ Septiembre, 2005
■ Referencias bibliográficas 1. Archila R. Historia de la Medicina en Venezuela, Caracas: Tipografía Vargas; 1961. 2. Diepgen P. Historia de la Medicina. 2ª ed. Madrid: Labor; 1932. 3. Sarmiento F, Sáenz Astort JA. Arte y Medicina. Caracas: Publicaciones Ediprosal; 2003. 4. Scannone F. Historia de la Dermatología en Venezuela, Caracas: Cromotip; 1990.
5. Briceño Maaz T. Datos para la historia de la Dermatología en Venezuela. Derm Ven. 1978;16:29-40. 6. Lizardo C. Doctor Manuel Pérez Díaz. Derm Ven. 1958;1: 212-214. 7. Briceño Maaz T. Esbozo histórico de la Dermatología en el Hospital Vargas de Caracas. Derm Ven. 1991;29:23-24. 8. Rondón Lugo AJ, Sáenz Astort JA. Aproximación histórica a la Dermatología venezolana. Caracas: Producción Excelsior; 2001. 9. Lapenta P, Obadya SJ. Datos
biográficos del Dr. Martín Vegas. Derm Ven. 1957;1:2326. 10. Piquero Martín J. Homenaje a Martín Vegas. Derm Ven. 1991;29:25. 11. Rondon Lugo AJ. Homenaje a Martín Vegas. Derm Ven. 1991;29:26. 12. Ávila Bello JL. Revista de la Facultad de Medicina. Gente de Ciencia. 1987;10:113-115. 13. Piquero Martín J. Oscar Perfetti: un profesional idóneo. Derm Ven. 1991;29:68.
EL COLEGIO IBEROLATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA (CILAD) ROBERTO ARENAS
T
erminada la Guerra Civil española (1936-1939) dos insignes dermatólogos, Don Enrique Álvarez Sáinz de Aja (España) y el Dr. Pedro Baliña (Argentina) ante la interrupción de los congresos internacionales se propusieron agrupar a los especialistas portugueses, españoles y latinoamericanos. Pensando en raíces y denominadores comunes, en 1947, con motivo de un aniversario de la Sociedad Argentina se sentaron en Buenos Aires las bases de una nueva institución1. El Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología fue fundado en La Habana el 11 de abril de 1948, en una de las aulas de la Escuela Municipal “Rodríguez Valdés”; se firmó el acta respectiva con dermato-leprólogos de España, Sudamérica, Cuba y México1, 2, 3. El primer Congreso se realizó en Río de Janeiro en el año 1950, bajo la presidencia de João de Aguilar-Pupo, con Antar Padilha Gonçalvez como Secretario General. Los primeros estatutos fueron aprobados en Lisboa en 1961; según el artículo 2, la institución tiene por finalidad fomentar el intercambio científico, los vínculos fraternales y el contacto intelectual, para propiciar el progreso de los médicos dermatólogos de habla hispana y portuguesa. El Colegio agrupa a los 22 países de Ibero-Latinoamérica y es una de las mayores sociedades dermatológicas del mundo4 (figura 1). El CILAD tiene la representatividad de sus colegiados ante la Liga Internacional de Sociedades Dermatológicas. Para comunicación inmediata hay una dirección electrónica: . PRESIDENTES DEL COLEGIO IBERO-LATINOAMERICANO DE DERMATOLOGÍA A TRAVÉS 1948-1950 João de Aguiar Pupo (Brasil). 1950-1953 José Gay Prieto (España). 1953-1956 Fernando Latapí (México). 1957-1959 Augusto Salazar-Leite (Portugal). 1959-1963 Luis E. Pierini (Argentina). 1964-1967 Xavier Vilanova (España) y Juvenal Estévez (Portugal). 1967-1971 Antar Padilha Gonçalves (Brasil). 1972-1975 David Grinspan (Argentina). 1976-1979 Rubem David Azulay (Brasil). 1980-1983 Jorge Abulafia (Argentina).
Figura 1. Logotipo del Colegio IberoLatinoamericano de Dermatología
DE SU HISTORIA
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ROBERTO ARENAS
1984-1987 1988-1991 1992-1995 1996-1999 2000-2003 2003-2007
Jorge Abulafia (Argentina). Sebastião Sampaio (Brasil). Enrique Hernández Pérez (El Salvador). Ana Kaminsky (Argentina). Francisco Camacho Martínez (España). Roberto Arenas (México).
PRESIDENTES DE LOS CONGRESOS 1. Río de Janeiro (1950), João de Aguiar Pupo. 2. Madrid (1953), José Gay Prieto. 3. México D.F (1956), Fernando Latapí. 4. Lisboa (1959), Augusto Salazar-Leite. 5. Buenos Aires y Mar del Plata (1963), Luis E. Pierini. 6. Barcelona (1967), José Mercadal-Peyrí. 7. Caracas (1971), Martín Vegas. 8. San Salvador (1975), Oswaldo Ramírez. 9. Medellín (1979), Alonso Cortés. 10. Río de Janeiro (1983), Rubem D. Azulay. 11. Madrid (1987), Antonio García-Pérez y Antonio Ledo. 12. Guadalajara (1991), José Barba Rubio. 13. San Juan de Puerto Rico (1995), Jorge L. Sánchez. 14. Málaga (1999), Miguel Armijo y Enrique Herrera-Ceballos. 15. Buenos Aires (2003), Ana Kaminsky. 16. Cartagena (2005) Rafael Falabella. En el Congreso de Lisboa en 1959 nació la revista que es el órgano oficial del Colegio: Dermatología Ibero-Latino-Americana (DILA) a cargo de Augusto Salazar Leite y Francisco Da Cruz Sobral, Secretario General Vitalicio del Colegio, bajo cuya dirección la revista cumplió 14 años. En 1966 en forma independiente nació Medicina Cutánea (Joaquín Piñol Aguadé). En 1973 ambas revistas se fusionaron y dieron lugar a Medicina Cutánea Ibero-Latino-Americana (Med Cutan Iber Lat Am)5. El Prof. José Ma. Mascaró se inició en la redacción en 1967 y permaneció al frente durante 28 años6; siguieron el Prof. Mario Lecha y como director adjunto Carlos Ferrándiz Foraster, reemplazado luego por Juan Ferrando; colaboran en la redacción Ramón Grimalt y José M. Mascaró Galy. Durante mucho tiempo la labor secretarial y la coordinación editorial han estado en manos de Carmen Marcos. En 2004 en el volumen 32 se incorporaron como editores asociados Alberto Woscoff y Jayme de Oliveira Filho. Medicina Cutánea Ibero-Latino-Americana es el órgano oficial del CILAD; su periodicidad es bimestral y aparece en tres idiomas: castellano, portugués e inglés; se edita en color y tiene una versión en línea en su página web: . En 2004 aparecieron además un Boletín (InfoCILAD) y una dirección institucional: . A lo largo del tiempo Medicina Cutánea se ha modernizado en formato y contenido. En la actualidad cuenta con las siguientes secciones: Editorial, Originales, Casos clínicos, Secciones especializadas, Simposio satélite, Historia de la Dermatología Ibero-Latino-americana, Información, Cartas al Director (a cargo de Mauricio Goihman), Actualidades terapéuticas (León Jaimovich) y Educación médica continuada (iniciada en 1996 con Rafael Falabella). ■ Septiembre, 2004
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El Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD)
■ Referencias bibliográficas 1. Latapí F. Veinticinco años del Colegio IberoLatinoamericano de Dermatología. Editorial. Dermatología Rev Mex. 1972;16(3):291-3. 2. Saúl A. Ecos de Portugal. Dermatología Rev Mex. 1959;3(3):201-9.
3. Cañizares O. La dermatología en la América Latina. Dermatología Rev Mex. 1960;4(3-4):185-95. 4. Kaminsky A. Bienvenida. Programa 15º Congreso Ibero Latinoamericano de Dermatología. Buenos Aires. 21-25 oct 2003. 5. Salazar-Leite A, da Cruz Sobral F. Final de um mandato. Dermatol Iber Lat Am. 1972;4:441-42.
6. Mascaró JM. Informe del director de Medicina Cutánea Ibero-Latinoamericana. Med Cut ILA. 1995;23:351-54.
REUNIÓN ANUAL DE DERMATÓLOGOS LATINOAMERICANOS (RADLA) FERNANDO MAGILL
E
l 27 de octubre de 1972, con ocasión del Congreso Argentino de Dermatología realizado en la ciudad de Buenos Aires, en Asamblea convocada por el Prof. Pablo Viglioglia, Presidente del Congreso, se decidió fundar la Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos conforme a lo estipulado en la Declaración suscrita por los representantes de los dermatólogos de 13 países latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay, Perú, Santo Domingo, Venezuela y Uruguay1, 2. Se acordó que su realización fuera anual y que se constituyera en una reunión de intercambio científico, enseñanza y confraternidad, cuya finalidad principal es la actualización y capacitación permanente en los diversos campos de la Dermatología. La historia de la RADLA se remonta, según el Dr. Clovis Bopp1, a la conjunción de diversas iniciativas surgidas anteriormente; en primer lugar, en el marco de una reunión organizada por el Prof. Alejandro Cordero en Buenos Aires, en la que participaron dermatólogos argentinos y brasileños, así como también en los grupos formados con ocasión del VII Congreso Ibero-Latinoamericano (Caracas, diciembre de 1971) y del XXIX Congreso Brasileño de Dermatología (Nueva Friburgo, 12 a 21 de octubre de 1972). Afirma el Dr. Sebastião Sampaio3 que durante el Congreso del CILAD realizado en Caracas en 1971, los Drs. Juan Carlos Gatti, Pablo Viglioglia, Osvaldo Mangano y el mismo Sampaio sugirieron la realización de una reunión anual de dermatólogos argentinos y brasileños, idea que contó con el apoyo del Dr. Tancredo A. Furtado. Un año después, durante el Congreso Brasileño de Nueva Friburgo en octubre de 1972, el tema fue nuevamente planteado por los dermatólogos antes citados, a los que se sumó entusiastamente el Dr. Rubem Azulay, Presidente del Congreso. En esta ocasión, la propuesta se amplió a una reunión anual de dermatólogos latinoamericanos. Una semana más tarde nacía la RADLA. Se determinó que la primera tuviera lugar en Buenos Aires del 1 al 4 de noviembre de 1973. Esta primera reunión estuvo bajo la presidencia del Prof. Pablo Viglioglia, siendo Vicepresidente el Prof. Jorge Abulafia y Secretario General el Prof. Juan C. Gatti. Se contó con la asistencia de cerca de 300 dermatólogos. Según el Estatuto vigente, la Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos (RADLA) se crea debido a la creciente importancia y responsabilidad médico-social de la Dermatología en Latinoamérica; se realiza cada año con sedes rotativas en los diversos
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FERNANDO MAGILL
RADLA en el tiempo
RADLA
Sede
Año
Presidente
Secretario General
I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII XIII XIV XV XVI XVII XVIII XIX XX XXI XXII XXIII XXIV XXV
Argentina (Buenos Aires) Brasil (Río de Janeiro) Argentina (Buenos Aires) Brasil (Guarujá) Argentina (Buenos Aires) Brasil (Río de Janeiro) Argentina (Buenos Aires) Uruguay (Montevideo) Chile (Santiago) Argentina (Buenos Aires) Brasil (San Pablo) Uruguay (Montevideo) Brasil (Río de Janeiro) Chile (Santiago) Argentina (Buenos Aires) Brasil (Porto Alegre) Uruguay (Montevideo) Chile (Santiago) Paraguay (Asunción) Argentina (Mar del Plata) Brasil (Foz de Iguazú) Bolivia (Santa Cruz) Perú (Lima) Argentina (Buenos Aires) Chile (Santiago)
1973 1974 1977 1978 1980 1981 1982 1984 1985 1986 1988 1989 1990 1992 1993 1994 1996 1997 1998 2000 2001 2002 2004 2005 2006
P. Viglioglia R. D. Azulay A. Casalá S. Sampaio J. C. Gatti (+) R. D. Azulay A. Woscoff R. Vignale J. Honeyman O. Mangano (+) E. Rivitti P. Pereyra A. C. Pereira Jr. (+) C. Vera Mora (+) L. Jaimovich C. Bernardi N. Macedo R. Guarda V. Caligaris H. Cabrera J.C. Empinotti J. M. Zamora Fernando Magill Edgardo Chouela Raúl Cabrera
J. C. Gatti (+) A. P. Mesquita O. Mangano (+) J. Costa Martins J. E. Cardama (+) J. Servia E. Chouela P. Pereyra G. Eguiguren R. Galimberti F. Forim Alonso (+) N. Macedo J. Ricart M. Cifuentes H. Cabo H. Ponzio C. Carmona R. Cabrera A. Guzmán P. D. Giovanna J. Santamaría M. E. González Gadwyn Sánchez Fernando Stengel Félix Fich
Consejo de Delegados RADLA 2004
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Reunión Anual de Dermatólogos Latinoamericanos (RADLA) RADLA. Delegados permanentes y renovables en el tiempo Argentina
Dr. Pablo Viglolia (P) Dr. Augusto Casalá (P) Dr. León Jaimovich (P) Dr. Alberto Woscoff (P) Dr. Hugo Cabrera (P) Dra. María Luisa Gómez (R) Dra. Liliana Olivares (R)
Ecuador
Dr. José María Ollague (R) Dr. Gonzalo Calero (R)
México
Dra. Patricia Mercadillo (R) Dr. Gilberto Adame (R)
Bolivia
Dr. Juan Manuel Zamora (P) Dr. Jorge Vargas (R) Dra. María Isabel Méndez (R)
Paraguay
Dra. Luz María Flores de Lacarruba (R) Dra. Graciela Gorostiaga (R)
Brasil
Dr. Rubem David Azulay (P) Dr. Sebastián Sampaio (P) Dr. Evandro Rivitti (P) Dr. Cesar Bernardi (P) Dr. Julio Cesar Empinotti (P) Dr. Joao Roberto Antonio (R) Dr. José Antonio Sánchez (R)
Perú
Dr. Fernando Magill (P) Dr. Francisco Bravo (R) Dr. Manuel del Solar (R)
Uruguay
Dr. Raúl Vignale (P) Dr. Probo Pereyra (P) Dr. Néstor Macedo (P) Dra. Daniella Bravo (R) Dr. Carlos Bazzano (R)
Venezuela
Dr. Francisco Gonzáles (R) Dr. Rolando Hernández (R)
Colombia
Chile
Dr. Bernardo Huyke (R) Dr. Luis Hernando Moreno (R)
Dr. Juan Honeyman (P) Dr. Rubén Guarda (P) Dra. María Isabel Herane (R) Dra. Pilar Valdés (R)
países que la conforman, para el intercambio científico, la enseñanza y la confraternidad de todos los dermatólogos de la región. Consta de un Programa Científico intenso de dos días de duración, precedido de dos días de cursos de actualización de la especialidad. La RADLA es dirigida por un Consejo de Delegados elegidos democráticamente por los asistentes, y sus miembros se dividen en dos categorías: permanentes y renovables. A la fecha se han realizado ya 24 reuniones; las dos últimas se llevaron a cabo con gran éxito en Lima y en Buenos Aires. En 2006 se realizará la próxima en Santiago de Chile. En acuerdo tomado en la última reunión del Consejo de Delegados en Lima se decidió por unanimidad no realizar la RADLA en el año 2007 por llevarse a cabo en Argentina el Congreso Mundial de Dermatología. ■ Septiembre, 2005
■ Referencias bibliográficas 1. Bopp C. Preámbulo histórico de la RADLA: Programa de la 5ª RADLA. Buenos Aires, 3 al 6 mayo de 1986.
2. Burstein Z. Informe sobre la participación peruana en la 1ª RADLA. Comunicación dirigida al Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, 8 de enero de 1974. 3. Sampaio S. Historia de la
RADLA. ¿Cómo nació la RADLA? Programa de la 21ª RADLA. Foz de Iguazú, 5 al 8 de mayo de 2001.
DESARROLLO DE LA DERMATOLOGÍA PEDIÁTRICA EN AMÉRICA LATINA EVELYNE HALPERT, RAMÓN RUIZ MALDONADO, HÉCTOR CÁCERES
L
a Dermatología Pediátrica se configuró como especialidad en la segunda mitad del siglo XX aunque anteriormente varios dermatólogos y pediatras habían trabajado ya en esa área de la Dermatología en Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. En octubre de 1972, los Drs. Ramón Ruiz Maldonado y Lourdes Tamayo organizaron el Primer Simposio Internacional de Dermatología Pediátrica en la ciudad de México; durante su transcurso se fundó la Sociedad Internacional de Dermatología Pediátrica y nació oficialmente la especialidad en el nivel mundial. Han participado en ella algunos de los más destacados especialistas de todo el mundo: Martín Bear, de Irlanda; Ferdinando Gianotti, de Italia; Joan E. Hodgman, Coleman Jacobson, Guinther Kahn, Andrew M. Margileth y Lawrence M. Solomon, de Estados Unidos; Edmundo J Moynahan, de Inglaterra; Dagoberto O. Pierini, de Argentina; Ramón Ruiz Maldonado, de México; Eva Torok, de Hungría, y Kasuya Yamamoto, de Japón. Desde aquella fecha se han realizado diez congresos mundiales y se han creado diversas sociedades regionales de la especialidad en Estados Unidos, Europa, Japón y Latinoamérica. En 1973 los doctores Ramón Ruiz Maldonado y Lourdes Tamayo crearon y consolidaron en México una escuela de formación en Dermatología Pediátrica de la cual han egresado más de 80 especialistas de América Latina, Europa, Estados Unidos y otros países. La especialidad, oficialmente reconocida, tiene una duración de tres años para los pediatras y de un año para los dermatólogos ya graduados. Posteriormente, el doctor Dagoberto O. Pierini inició el programa de formación de Dermatología Pediátrica en la Argentina, donde existen actualmente dos escuelas de la especialidad dirigidas por la Dra. Margarita Larralde y el Dr. Adrián Martín Pierini, respectivamente. En Venezuela funcionó durante varios años un programa dirigido por Luis Alfredo González Aveledo. Actualmente los Drs. Magalis Herrera Navarro y Leopoldo Díaz-Landaeta dirigen un programa de Especialización en Dermatología Pediátrica en el Hospital de Especialidades Pediátricas de Maracaibo. El surgimiento de la Dermatología Pediátrica como una especialidad bien definida propició un gran adelanto en la investigación, diagnóstico, tratamiento y epidemiología de las enfermedades dermatológicas de la infancia. Su desarrollo ha permitido notables avances en áreas como la fisiología neonatal, el diagnóstico prenatal, los trastornos de la
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queratinización y el conocimiento y manejo de patologías como las epidermolisis ampollares, los tumores vasculares y la dermatitis atópica, entre otras. Durante el VI Congreso Peruano de Dermatología, realizado en Lima en noviembre de 1996, se decidió fundar la Sociedad Latinoamericana de Dermatología Pediátrica (SLADP). Entre sus fundadores se encuentran distinguidos especialistas de diversos países latinoamericanos tales como Ramón Ruiz Maldonado, de México; Evelyne Halpert, de Colombia; Héctor Cáceres y Leonardo Sánchez, de Perú; Luis Alfredo González Aveledo, de Venezuela; Margarita Larralde, de Argentina; Susana Giraldi, de Brasil y Danny Suquilandia, de Ecuador. El primer presidente de la sociedad fue Ramón Ruiz Maldonado; la constitución legal de la SLADP se logró en la ciudad de México mediante escritura Nº 64.954, Libro 1059 del año 1996. El primer congreso de la Sociedad Latinoamericana de Dermatología Pediátrica se realizó en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, Colombia, en octubre de 1997, organizado por Evelyne Halpert. Allí tuvo lugar la primera asamblea general y se designó la primera junta directiva: Presidente, Dr. Ramón Ruiz Maldonado; Vicepresidenta, Dra. Evelyne Halpert; Secretaria, Dra. Carola Durán; Secretaria de Acción Científica, Dra. Margarita Larralde; Secretario de Acción Gremial, Dr. Héctor Cáceres Ríos; Secretario de Prensa y Propaganda, Dr. Luis Alfredo González Aveledo. El segundo Congreso Latinoamericano de Dermatología Pediátrica, organizado por Luis Alfredo González Aveledo, se llevó a cabo del 14 al 17 de junio de 2000 en la ciudad de Caracas. Allí se nombró una nueva junta directiva presidida por la doctora Evelyne Halpert. Con motivo del IX Congreso Mundial de Dermatología Pediátrica realizado en Cancún en el mes de octubre de 2001 la SLADP organizó exitosamente el curso pre-congreso denominado “Del neonato al adolescente”, que contó con la participación de muchos de los actuales líderes de la Dermatología Pediátrica en el continente. El tercer Congreso Latinoamericano de Dermatología Pediátrica se llevó a cabo en Lima en mayo de 2003, bajo la dirección de Héctor Cáceres. El evento, que contó con un novedoso programa interactivo, convocó a la mayoría de los especialistas de Latinoamérica y sirvió de marco para la renovación de la junta directiva y la elección del Dr. Cáceres como presidente. Actualmente la SLADP está integrada por 15 países con sus respectivos delegados permanentes y está afiliada a la Liga Internacional de Sociedades de Dermatología. Cada grupo ha organizado en su país diferentes eventos dentro del campo de la Dermatología Pediátrica. Durante los últimos años la SLADP ha crecido de manera significativa, conformando en la actualidad una sólida institución de más de 200 socios, dedicada a apoyar el desarrollo de la Dermatología en Latinoamérica. En varios países de la región se han publicado libros acerca de la especialidad, y algunos dermatólogos pediatras latinoamericanos han participado en la edición de importantes obras en Estados Unidos y Europa. Recientemente se creó la Revista de Dermatología Pediátrica Latinoamericana, impulsada por el Dr. Héctor Cáceres y su grupo de trabajo, que se publica cuatrimestralmente y cuenta con una versión on line de libre acceso . ■ Septiembre, 2005
■ Referencias bibliográficas Ruiz Maldonado R. Pediatric Dermatology:
Accomplishments and challenges for the 21st Century. Arch Dermatol. 2000;136:84. Ruiz Maldonado R. Pediatric Dermatology in Mexico. In:
Oranje AP, Kunz B. Symposium on training demands in Pediatric Dermatology 2001. Ped Dermatol. 2002;19:166-168.
EL FUTURO DE LA DERMATOLOGÍA EN LATINOAMÉRICA RAFAEL FALABELLA
pasado y el ■ ElElpasado y futuro el futuro
C
uando miramos hacia el pasado nos topamos con la Historia y con frecuencia encontramos diferentes versiones sobre un mismo acontecimiento; pero cuando miramos hacia el futuro es difícil anticipar lo que va a ocurrir, pues la Historia suele desviar su curso de acuerdo con nuevos acontecimientos que van trazando un camino a quienes la protagonizan. Sin embargo, basados en hechos reales del presente, es posible lograr una aproximada visión del acontecer venidero en los albores del siglo XXI y un poco más allá... realidad que sólo verán aquéllos que estarán presentes en los años por venir. La sociedad la Dermatología la región latinoamericana ■ Lay sociedad y laen Dermatología en la
región latinoamericana
Latinoamérica comprende una importante región del planeta que congrega unos 400 millones de habitantes, herederos de las culturas hispana y portuguesa. Por diferentes razones históricas y socio-políticas, nuestros países se encuentran en un estado de desarrollo que varía según la región geográfica y aun dentro de un mismo país. Con similares raíces ancestrales, el latinoamericano se caracteriza por su informalidad, fuertes ataduras familiares y espíritu alegre, pero con incansable ánimo para el trabajo y la superación. Nuestro futuro está ligado a la unión de las naciones que la componen, y más particularmente con el fenómeno de la globalización, que encuentra un buen ejemplo en el Tratado de Libre Comercio (TLC) que se hace cada día más real1. Así como existen bloques socioeconómicos muy fuertes entre otros países, nuestra región inexorablemente tendrá características semejantes con el devenir de los años, lo cual producirá importantes repercusiones en el campo científico, incluyendo la Dermatología. El problema fundamental es la capacidad con la cual podamos asumir este reto. Se afirma que en la actualidad no existe la preparación suficiente para competir con el mundo desarrollado, puesto que sus integrantes ya solucionaron sus problemas básicos y, por el contrario, varios de nuestros países apenas comienzan a experimentar cambios importantes en su desarrollo. Con esto, corremos el riesgo de ser arrasados por una competitividad mucho más eficiente que puede generar desempleo, mayor pobreza, costos
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más altos para el sector de la salud y limitaciones para el acceso al especialista o a los medicamentos modernos por su excesivo costo, como ya empezamos a experimentar. Así vemos como ejemplo que una sola de las múltiples dosis de tratamiento con medicamentos diseñados con técnicas biomoleculares para la psoriasis2 puede costar de dos a cuatro veces –o más– el salario mensual de un obrero. Por otra parte, se insiste en la propiedad intelectual de las patentes de los nuevos fármacos para ser aplicadas en los países que firmen los tratados de libre comercio, pero a la vez sus habitantes no tienen acceso a ellos por su costo. Saber hasta dónde seguirán creciendo en el futuro el hierbalismo y la fitoterapia, tan de moda en nuestros días como complemento o sustitución de la nueva generación de terapias dermatológicas sofisticadas3 dependerá de cuán asequibles sean estos medicamentos para un público que no puede obtenerlos, entre otras razones, porque con frecuencia no son cubiertos por los planes de salud.
■ UnUnmundo moderno más quecomunicado nunca comunicado mundo moderno más que nunca por la tecnología por la tecnología El desarrollo de nuevos sistemas de comunicación, la informática y la rápida transmisión de datos hacen posibles las teleconferencias con video y sonido; esta tarea será rutinaria en un futuro no muy lejano, pero actualmente, aunque el método ha sido probado con gran éxito, su costo pone en cuestión sus beneficios4. Sin embargo, no se pueden desconocer otras ventajas como la disminución de pacientes referidos, la satisfacción del enfermo y el aumento de los conocimientos de los médicos generales involucrados en el proceso5. A los grandes centros dermatológicos corresponderá en el futuro, como parte de su labor, atender las consultas de ciudades más pequeñas y de algunos centros rurales. Será entonces posible visualizar lesiones a muchos kilómetros de distancia, proponer conductas a seguir, ordenar exámenes complementarios y sugerir tratamientos; en fin, los pacientes recibirán el beneficio de las opiniones de los expertos a los que rara vez tienen ahora acceso, ahorrando tiempo y dinero6. También será posible reclutar pacientes para que colaboren voluntariamente en proyectos de investigación dermatológica, en especial en dermatosis poco frecuentes. educación dermatológica y las escuelas posgrado de posgrado ■ LaLaeducación dermatológica y lasdeescuelas La tecnología de las comunicaciones estará cada vez más presente en la educación médica y la creciente interacción entre países hará necesaria la unificación de los programas educativos de pregrado y posgrado, controlados por organismos educacionales de carácter internacional con el objeto de reglamentar el currículo de los programas. Debido a esta creciente interacción de los habitantes de Latinoamérica entre sí y con los de otros países fuera de la región, llegará el día en que se hagan realidad los exámenes de homologación para que los títulos sean válidos, si no en todos, muy posiblemente en la mayoría de los países latinoamericanos, generándose así un nivel de calidad similar en el cuidado dermatológico en todo el continente americano. Como consecuencia de esta interacción, serán más frecuentes las pasantías de profesores visitantes, con lo cual se dará un impulso mayor a la enseñanza e investigación dermatológicas y a la creación de doctorados en ciencias básicas, haciendo posible la formación de recursos humanos más versátiles y preparados para resolver los problemas de Latinoamérica. Muy posiblemente el acceso del paciente dermatológico al especialista será más rápido y oportuno, reduciendo la morbilidad y aun la mortalidad. Actualmente, bajo el modelo de los planes generales de salud, se niegan o se retrasan injustificadamente las interconsultas para los pacientes que las ameritan, con el
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El futuro de la Dermatología en Latinoamérica
consiguiente encarecimiento de los servicios médicos y las complicaciones producidas por problemas de diagnóstico o terapia. Uno de los puntos más relevantes en el diseño de programas de Dermatología deberá ser la maximización de los recursos disponibles para los currículos de pregrado, aprovechando la infraestructura administrativa, docente, investigativa y asistencial de los programas de posgrado. Los currículos deberán incluir y poner el énfasis en los problemas clínicos más importantes que el estudiante encontrará en su práctica diaria, pues los contenidos extensos estudiados en los cursos anteriores facilitan el aprendizaje de memoria mas no la comprensión del problema médico7. Como consecuencia de las nuevas tecnologías, en el futuro las infecciones y parasitosis cutáneas tendrán una solución definitiva con la prevención adecuada, con las nuevas vacunas y medicamentos. A la vez, hay que prever el incremento en las dermatosis del paciente geriátrico, ocasionado por la mayor longevidad así como por el aumento de la población mayor de 80 años8.
La Dermatología en Latinoamérica
■ La Dermatología en Latinoamérica
La proliferación de escuelas de Dermatología hará que a mediano plazo exista una sobreoferta de especialistas —como ya empieza a ocurrir en algunos países—, lo cual tendrá distintas consecuencias: por un lado, obligará a establecer normas para restringir la formación de un excesivo número de dermatólogos; a la vez, el cuidado dermatológico llegará a un mayor número de personas. Sin embargo, también se observa en la mayoría de países una tendencia a la concentración de especialistas en los grandes centros urbanos, lo cual trae aparejada una desproporcionada distribución, para la cual deberá buscarse una solución adecuada9. De la misma manera, aquellas tecnologías propias de los países del mundo más desarrollado entrarán también a formar parte de la rutina en los países latinoamericanos, fenómeno que irá de la mano con el desarrollo socio-económico. Sin embargo no podemos dejar de lado la influencia de los movimientos políticos del futuro y las consecuencias inherentes a su afán por llevar más bienestar y mejorar los servicios de salud en cada país para que toda la población tenga acceso a un adecuado régimen de salubridad y de pensiones, pero que podría conducir al desarrollo de simples negocios de salud. Riesgos que afronta la Dermatología en Latinoamérica ■ Riesgos que afronta la Dermatología
en Latinoamérica
Es posible prever que los tratados de libre comercio ocasionarán modificaciones fundamentales en los ingresos de los latinoamericanos, dependiendo de su aporte para hacer viable la economía de su respectivo país. Si la región trabaja como un bloque económico sólido, con ideas coherentes y con acciones en conjunto, sin destruir competitivamente a nuestros vecinos, se fortalecerán las alianzas para robustecer nuestras economías, generando más empleo y mejores bienes de consumo que elevarán el nivel de vida de nuestros coterráneos. Pero si el reto se asume con desorden, ofreciendo ventajas exageradas a cambio de beneficios inferiores, anularemos las posibilidades de un desarrollo armónico con beneficios para las partes involucradas. En este contexto se encuentra la prestación de servicios, tema en el que se mueven con mayor destreza los países más industrializados por su profundo conocimiento del área y por los volúmenes que manejan, ajustando costos de operación para ser altamente competitivos. Lo sucedido con la tecnología de las comunicaciones podría reproducirse con la tecnología de la salud, la cual podría convertirse en un negocio más al que accederían los más poderosos y los que poseen más experiencia en los negocios internacionales
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RAFAEL FALABELLA
de la salud. La Dermatología también entra en este grupo. Así, es muy posible que tengamos multinacionales extranjeras manejando nuestra salud bajo las condiciones que nos quieran imponer. Otro de los riesgos de la Dermatología en nuestros países es la proliferación de dermatólogos dedicados a la cosmética y estética cutáneas. La falta de oportunidades en el área médica, el “exceso” de dermatólogos –debido a la incapacidad de nuestras economías para absorberlos–, y otros factores no menos importantes, harán que aquellos que tienen destreza en procedimientos cosméticos busquen soluciones de trabajo en esas disciplinas altamente atractivas; ya en la actualidad, la demanda de servicios de embellecimiento corporal, facial y capilar ocupa a un importante número de dermatólogos. Esto nos obliga a pensar que durante la etapa de estudios deberá ofrecerse un panorama sobre esta situación para lograr un balance que permita a los dermatólogos actuar razonablemente dentro del escenario de la cosmetología y estética sin abandonar la Dermatología como ciencia fundamental de su actividad diaria. De lo contrario nuestra especialidad se convertirá en algo insignificante y superficial, como una actividad no médica, sin importancia, que gradualmente cederá su campo de acción a otras especialidades; así se correría el riesgo de desaparecer completamente del escenario médico, por más que en la actualidad sea una ciencia profunda cuyos descubrimientos no han sido alcanzados aún por otras especialidades10, como sucede por ejemplo con el uso de anticuerpos humanizados construidos por manipulación de la biología molecular para el tratamiento de la psoriasis11 o el trasplante de piel cultivada en la terapia de la epidermolisis ampollosa12. Durante los últimos 20 años hemos tenido un notable desarrollo en el área de la cirugía dermatológica, lo cual ha creado agudas controversias sobre nuestro rol como cirujanos de la piel; mientras unos opinan que la nuestra es una especialidad de carácter médico, los pacientes buscan al dermatólogo para lograr sus servicios quirúrgicos con la convicción de que este especialista conoce exhaustivamente el tegumento y que hará un estupendo trabajo en el área quirúrgica. Sin entrar en polémicas innecesarias, es un hecho que la Dermatología ya está incluida dentro de las especialidades médico-quirúrgicas y se enseña en todos los servicios de Dermatología con diferencias importantes según las escuelas. El futuro de esta disciplina dependerá del grado de tecnificación que se le quiera impartir, pero deberá incorporar a su currículo modernas técnicas de biología molecular que permitan implementar terapias médico-quirúrgicas para el tratamiento de diversas dermatosis; así, podríamos anticipar el uso de piel autóloga cultivada con todos sus componentes para sustituir cicatrices deformantes por quemaduras, o corregir los nevus congénitos pigmentados gigantes, reemplazando las zonas de piel afectada por piel diseñada por expertos y obtenida por medio de los cultivos in vitro.
■ LaLainvestigación, motor del desarrollo; investigación, motor del desarrollo; su rol en la Dermatología su rol en la Dermatología En un mundo más desarrollado tecnológicamente, la investigación ha tenido cambios radicales en los últimos 50 años, pasando del dermatólogo clínico al doctor de tiempo completo en ciencias básicas, de los pequeños a los grandes laboratorios de investigación, a la importancia otorgada a la comprensión de los procesos básicos de la piel normal y afectada, y, finalmente, de la observación clínica, histología e inmunología a los cultivos celulares, la biología molecular, genética, genómica y proteómica13. Al mismo tiempo, el reducido interés de las nuevas generaciones por la investigación y la medicina académica producen gran preocupación por el futuro de la especialidad y se hacen esfuerzos por identificar los factores involucrados en este fenómeno14. Una encuesta
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El futuro de la Dermatología en Latinoamérica
realizada en un grupo de dermatólogos acerca de su actitud hacia la cosmetología dio como resultado un inusitado interés por esta disciplina y una clara tendencia de los más jóvenes a dedicarse a labores prácticas y no académicas15. Estas tendencias no resultan totalmente ajenas en Latinoamérica. Con el despertar de nuestros países es posible esperar que mejore el aporte de los recursos para la investigación de los problemas más importantes, como el control total de la lepra o la erradicación de la leishmaniasis, que afectan a innumerables pacientes. Sin embargo, la supervivencia de la Dermatología como especialidad también dependerá en buena parte de la creación de programas de maestría y doctorado que realicen una alianza estratégica entre las escuelas de posgrado y las instituciones dedicadas a la investigación que manejan estas tecnologías y que ya son una realidad en diversos países de Latinoamérica. El siglo XXI, una nueva era■deEl oportunidades siglo XXI,
una nueva era de oportunidades
Para lograr una mejor distribución de los dermatólogos en un determinado país, la conformación de equipos rotatorios para trabajar en áreas carentes de especialistas, organizados por los centros médicos de las grandes ciudades por períodos de uno, dos o más meses, en núcleos rurales distantes, podría ofrecer una oportunidad de empleo y contribuir a la solución de la inequitativa distribución geográfica de especialistas. Con el mejoramiento de la tecnología de la información y de las nuevas versiones de computadoras, la imagen del antiguo dermatólogo con su lupa será gradualmente reemplazada por modernas tecnologías de examen y diagnóstico, inicialmente en grandes centros hospitalarios y posteriormente en lugares más apartados16. La teledermatología será uno de los grandes retos del futuro. La implementación de nuevas tecnologías solucionará las dificultades del excesivo costo actual, hasta el punto de que podría ser más económico utilizar los métodos de imagen por tele-video que recorrer grandes distancias para obtener el mismo servicio de consulta dermatológica. No obstante, es evidente que el éxito de estos programas dependerá del costo y montaje de los sistemas, de la disponibilidad de tiempo del dermatólogo, del fácil acceso a Internet, de las facilidades administrativas y de los métodos de pago o reembolso a los especialistas por su labor médica17. En otro aspecto, los avances en sistematización harán imprescindible un mejoramiento de las denominaciones referidas a las enfermedades cutáneas18; Latinoamérica debe prepararse para contribuir con este diccionario de términos dermatológicos y diagnósticos, conservando su histórica presencia a nivel internacional. En estudios previos se ha demostrado la significativa adquisición de saberes y habilidades de los estudiantes que optan por la rotación electiva en Dermatología, así como su capacidad para retener por varios meses el conocimiento adquirido19, lo cual es reforzado con experiencias posteriores. Es ésta una oportunidad para los nuevos médicos del futuro, quienes por el simple hecho de tomar esta materia electiva, ya tienen una predisposición para obtener conocimientos dermatológicos adicionales, lo cual sugiere que se debe estimular esta metodología para mejorar el aprendizaje. También será importante el fortalecimiento académico de los posgrados en Dermatología a través de la creación de subespecialidades que ofrezcan alternativas diferentes a los futuros dermatólogos de Latinoamérica, acordes con las necesidades académicas y sociales de cada país. ■ Octubre, 2004
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RAFAEL FALABELLA
■ Referencias bibliográficas 1.Silversides A. New free trade agreement could make generic drugs less accessible in the Americas. CMAJ. 2004;170:935. 2. Gade JN. Clinical update on alefacept: consideration for use in patients with psoriasis. J Manag Care Pharm. 2004;10:S33-7. 3. Dattner AM. From medical hierbalism to phytotherapy in dermatology: back to the future, Dermatol Ther. 2003; 16:106-13. 4. Whited JD. Teledermatology. Current status and future directions. Am J Clin Dermatol. 2001;2:59-64. 5. Eedy DJ, Wootton R. Teledermatology: a review. Br J Dermatol. 2001;144:697707. 6. Duker I, Eisner P. Dermatology in telemedicine. Possibilities and limits. Hautarzt. 2002;53:11-7. 7. Burge SM. Curriculum planning in dermatology. Clin Exp
Dermatol. 2004;29:100-4. 8. Smith ES, Fleischer Jr AB, Feldman SR. Demographics and skin disease. Clin Geriatr Med. 2001;17:631-41. 9. Resnek Jr J. Too few or too many dermatologists? Difficulties in assessing optimal working size. Arch Dermatol. 2001;137:1303-7. 10. Klaus W. Quo vadis dermatology: A scenario for the future. J Am Acad Dermatol. 2003;48:605-8. 11. Gade JN. Clinical update on alefacept: consideration for use in patients with psoriasis. J Manag Care Pharm. 2004;10:S33-7. 12. Fivenson DP, Scherschun L, Choucair M, et al. Graftskin therapy in epidermolysis bullosa. J Am Acad Dermatol. 2003;48:886-92. 13. Moshell AN. The changing face of cutaneous biology as seen from the National Institutes of Health, J Investig Dermatol Symp Proc. 2002;7:4-5. 14. Rubenstein DS, Blauvelt A, Chen SC, Darling TN. The future of academic
dermatology in the United States: report on the resident retreat for future physicianscientists. 2001 Jun 15-17. J Am Acad Dermatol. 2002;47:300-3. 15. Marcoux D, Gratton D. The changing face of Canadian Dermatology. J Cutan Med Surg. 2002;6:430-3. 16. Dill SW, Digiovanna JJ. Changing paradigms in Dermatology: information technology. Clin Dermatol. 2003;21:375-82. 17. Oakley A, Rademaker M, Duffill M. Teledermatology in the Waikato region of New Zealand. J Telemed Telecare. 2001;7 Suppl 2:59-61. 18. DeVries DT, Papier A, Byrnes J, Goldsmith LA. Medical and Dermatology dictionaries: an examination of unstructured definitions and proposals for the future. J Am Acad Dermatol. 2004;50:144-7. 19. Enk CD, Gilead L, Smolovich I, Cohen R. Diagnostic performance and retention of acquired skills after elective dermatology. Int J Dermatol. 2003;42:812-5.
EPÍLOGO
LOS EDITORES
T
oda obra que se completa significa la culminación de un esfuerzo. Sin embargo, al releer lo que nuestros queridos colegas dermatólogos latinoamericanos han escrito, al repasar los caminos recorridos por nuestros antecesores en el cuidado de la piel de sus coetáneos, al apreciar las extraordinarias figuras que este continente aportó a la Dermatología mundial, no podemos menos que imaginar que esto no es el fin sino, como decíamos en el Prólogo de este mismo libro, el comienzo de un camino. La unidad latinoamericana no es una utopía sino una necesidad, como bien lo plantea Rafael Falabella al reflexionar sobre el futuro de nuestra Dermatología Latinoamericana. Compartimos, dentro de nuestras diferencias, innumerables caracteres y costumbres, fruto de la amalgama entre aborígenes, conquistadores e inmigrantes llegados desde fines del siglo XIX. Compartimos también incontables problemas como la superpoblación médica en las grandes ciudades y su déficit en la periferia, las diferencias en la posibilidad del acceso a los especialistas y medios de diagnóstico y tratamiento entre los sectores sociales de un mismo país y subregión. Pero compartimos, asimismo, la capacidad creadora de nuestros dermatólogos, demostrada en su adaptación día a día a las deficiencias de los sistemas de salud, y en su desarrollo individual cuando se desempeñan en medios más favorables. Compartimos también el idioma, que nos facilita nuestra comunicación y nos permite, a la vez, diferenciarnos con nuestros regionalismos. Con estos elementos, con estas habilidades y con la capacidad de encarar tareas en conjunto como las que han significado este libro y este XXI Congreso Mundial de Dermatología, no podemos negar que vemos llegada la hora de concretar la Unidad de la Dermatología Latinoamericana. Solamente es cuestión de aunar voluntades, declinar apetencias personales y encarar un nuevo proyecto para las generaciones futuras. Los beneficiarios de esta realización serán los jóvenes dermatólogos de esta región y en especial toda la población que depende de sus conocimientos y desarrollo científico. No queremos finalizar esta Historia de la Dermatología Latinoamericana sin pedir disculpas a todos aquellos que han sido omitidos o erróneamente mencionados. Las Sociedades Dermatológicas de toda Latinoamérica, con excepciones ínfimas, han designado a quienes consideraban más idóneos para escribir la historia de cada país. El material que nos enviaron fue revisado por los cuerpos técnicos adecuados, y una vez corregido reenviado a los autores para su conformidad final. A su vez, los editores revisamos todo
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LOS EDITORES
el material a fin de evitar errores flagrantes, pero toda nuestra buena voluntad puede haber dejado pasar algún defecto u omisión; por ellos les pedimos nuevamente disculpas a nuestros lectores y colegas. Juntos, ya iniciamos la recorrida del comienzo del camino. ■
ÍNDICE DE NOMBRES
A
Acosta, Santos, 120
Alé, Selva, 416
Aasen Campos, Imelda, 433
Alegría, Elmer, 338, 339
Abad, Adis, 162
Acosta Madiedo de Hart, Álvaro Enrique, 126, 129, 131, 132, 137, 140, 144, 148, 150
Abad, Jaime, 219
Acurio, B. 348, 363
Abascal, Horacio, 158, 164
Adame, Gilberto, 7, 13, 261, 271, 447
Abeliuk Raschokvan, Samuel, 182, 184
Adeodato, J., 72
Aleixo, Antonio, 84, 92, 93 Aleixo, Josephino, 92, 93 Alencar, Nehemías de, 91 Alencar-Ponte, Danielle, 7, 12, 113, 137, 139 Alfau Cambiaso, Rafael, 391
Abeliuk Sharager, Jorge, 184
Agip Díaz, Hernán, 369
Abella, Francisco, 238, 239
Agudelo Alzate, Libardo, 122
Aberastury, Maximiliano, 32, 44
Agüero, Gottardo, 361, 362
Abisaad, Luz Stella, 143
Allevato, Miguel Ángel, 37, 41, 45, 46, 47, 304
Aguiar, Otávio Garcez de, 89
Abreu, Ana María, 129
Almeida Neto, Estevão, 101
Aguiar Pupo, João de, 77, 78, 84, 86, 99, 100, 109, 157, 441, 442
Almeida, Fernando Augusto de, 86, 87, 102
Aguilar Díaz, Erasmo, 282, 284, 285, 286
Almodóvar, Pablo I., 7, 15, 379, 382, 383, 384
Abreu Daniel, Alfredo, 7, 12, 153, 159, 160, 162
Aguilar Pico, Rigoberto, 273
Alonso de May, Gloria, 421
Aguilera, Fernando, 439
Abreu e Lima, 70
Alonso, Fausto, 100
Aguilera, Sergio, 178
Abulafia, Jorge, 35, 37, 40, 42, 43, 45, 46, 47, 64, 65, 66, 85, 123, 124, 130, 223, 303, 304, 319, 334, 375, 391, 415, 422, 441, 442, 445
Alonso, Héctor Raúl, 418
Aguirre de González, Amelia, 303, 305
Alonso, Pedro Raúl, 414
Abreu, Héctor, 416, 417, 418, 419, 423, 424 Abreu, Hilda, 180, 425
Acevedo Ballesteros, Jaime, 124, 149 Acevedo Merino, Gustavo, 132 Acioly Filho, José Wilson, 90
Aires, Maria Araci Pontes, 90 Alarcón, Carlos Julio, 431, 433, 434, 436 Alarcón, Rosario, 174 Alarcón Casanueva, Raúl, 171, 173, 175, 182, 184, 189
Alfonso, Santiago, 162
Alperovich, Ben Ami, 40 Altuzarra Galindo, Edgar Ricardo, 136, 149 Alvarado, Jorge, 439 Alvarado C., Alberto, 214 Álvares, Rosicler Aíza, 91, 92
Albines Bernal, Asterio, 369
Álvarez, Domingo, 248
Ackerman, Bernard, 142, 177, 223, 382
Albornoz, María Cecilia, 434
Álvarez, Erick, 135
Acosta, Rafael, 341
Alchorne, Alice Avelar, 82, 101, 102
Álvarez, Gregorio, 34
Acosta, Raysa, 391
Alchorne, Maurício Mota de Avelar, 82, 86, 101
Álvarez, Humberto, 345
Acosta, Samira, 136
Alvarez, Leocadio, 424
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ÍNDICE DE NOMBRES
Álvarez Ortiz, María Luisa, 285, 286
Araujo, María Herminia, 439
Aufgang, Abraham, 35
Álvarez Sáinz de Aja, Enrique, 441
Aunón, Álvaro de, 119
Alvarez Salamanca, Augusto, 176
Araújo, José Antônio Pereira da Silva, 71, 73, 74
Álvarez Villegas, Danilo, 132
Araújo, Oscar da Silva, 85
Alvear, José, 214
Araya, Enrique, 180
Ávalos y Porres, Manuel de, 237, 253, 254
Alves, Antônio José, 72
Arce y Almanza, J., 32
Amante, Leonardo, 44
Arce, Julián, 346, 351, 354, 363, 367
Amat Loza, Ferdinando de, 372
Ávila Camacho, Mabel Yaneth, 130, 135, 145 Ávila Chacín, César, 435
Arcia, Mariano, 194
Ávila Del Carpio, Emma, 372
Arcos, 196, 203
Ávila, Roque, 303
Arcuri, Pascual B., 40, 44
Ayaipoma Nicolini, Aldo, 370
Ardao, Héctor, 421 Arellano, Francisco, 319
Ayaipoma Vidalón, Marcial, 317, 323, 325, 335, 367, 370, 373
Arenas Ramírez, Jorge, 142
Ayora, Isidro, 205
Arenas, Roberto, 7, 13, 16, 61, 161, 218, 261, 304, 441, 442
Azambuja, Roberto Doglia, 91
Amonzabel, R., 64 Amor García, Francisco, 7, 15, 411, 412, 413, 414, 424
Arévalo Durán, Álvaro, 136, 148
Amoretti, Aquiles, 413, 414, 418, 419, 421
Argote Ruiz, Arturo C., 133
Azulay, Rubem David, 71, 72, 81, 82, 83, 86, 88, 96, 97, 98, 99, 441, 442, 445, 446, 447
Amaya, Q., 65 Ambrona, Mario, 44 Ambrosetti, Félix, 34, 37 Ambrosetti, Luis, 33 Ambrosi O., Juan, 219 Amdur, Alfred, 41
Arévalo Morales, Cornelio, 434
Azcurra Valle, José, 369
Anaya, Javier, 43
Argüelles, Darío, 159, 163
Ancic Cortéz, Ximena, 173, 185, 189
Argüello Martínez, Hugo, 281, 283
Anda, Griselda de, 61, 412, 416, 417, 418, 419, 424
Argüello, Ramón, 38
Andino Vélez, José, 215 Andrade, Fernando Laynes de, 106
Arias Argudo, Claudio, 7, 13, 191, 196, 197, 203, 206, 215, 216, 217, 218, 219, 220
Andreis, Mario, 178
Arias Gómez, M. Isabel, 7, 261
Andueza Palacios, Raimundo, 430
Arias Paredes, Enrique, 369
Balcázar Romero, Luis Fernando, 132, 138, 143
Anguita, Timoleón, 179
Ariza, Amín, 135
Balda, Walter, 303
Angulo y Urruela, Rafael, 238, 247
Armach, Fernando Jacobo, 391
Baliña, Luis M., 34, 37, 44
Angulo, Ilse, 439
Armenteros, José Alfonso, 157, 158, 159, 163, 164
Baliña, Pedro L., 11, 32, 33, 34, 44, 53, 422, 441
Armijo, Miguel, 217, 218, 442
Ballesteros, Daniel, 43
Aroca, Felipe, 196
Balsa, Raúl E., 40, 46, 319
Arpini, Ricardo, 39
Bancalari, C., 32
Arroyave, Rafael, 180
Bandeira, Valdir, 85
Antúnez, D., 350, 364
Arroyo, Alex, 183
Aparicio, Abraham, 121
Arroyo Eraso, César Gregorio, 135
Baños, Julio Eduardo, 7, 13, 221, 224
Apolo, Enrique, 421
Arruda, Lucía Helena, 103, 105
Aragão, Henrique de Beaurepaire, 75
Arrunátegui, Adriana, 124, 127, 129, 143, 145
Aragão, Raimundo, 81
Arteaga, Oscar, 341
Barbon, Tânia Regina, 103
Aragón, Alonso, 237
Arteta, Juan, 210
Barman, Julio M., 39
Arana Iturri, Pablo, 323, 340, 367, 371, 373
Arvelo, José, 160
Barnés, Francisco, 381
Asrilant, M., 35
Barona, María Isabel, 129, 138, 143
Arana Zapatero, Guillermo, 317, 325, 335, 338, 373
Assunção, João Batista Gontijo, 83, 86, 94
Baros, Ramón, 65
Arana, Byron, 241
Astore, Ignacio, 39
Barraviera, Sílvia Regina, 105
Arango, Diego, 132
Atuesta, Juan Jaime, 138, 145
Barreneche Mesa, Julio César, 123
Aranzazu, Nacarid, 434
Auad, Anuar, 80, 86, 92
Barrera, Víctor, 214
Andrade Chaparro, Emiro, 136
Anselmi, Silvia, 56 Ante, Antonio, 211 Antonio, Carlos Alberto, 103 Antônio, João Roberto, 101, 103, 447
460
Ávalos Vega, Arnaldo, 278, 283
Argüello Pitt, Luis, 38, 44, 335 Arias, Otto, 196
B Baca, Eligio, 238 Badiano, Juan, 265, 271 Báez Giangreco, Atilio, 303 Bakos, Lúcio, 83, 107 Balaguer Rosas, Manuel, 371 Balaguer, Pedro, 162
Baquerizo, Gloria, 372 Barba Gómez, Julio, 270 Barba Rubio, José, 442
Barranca, 349
Historia de la Dermatología latinoamericana Borda, Julio Martín, 34, 40, 41, 46, 64, 65, 85, 123, 223, 319, 415, 422
Barrera Arenales, Antonio, 7, 12, 113, 130, 131, 134, 137, 150,
Bermeo Vivanco, Jorge, 196, 200
Barreto, Enio Ribeiro Maynard, 89
Bermúdez, Victoriano, 157
Barría Morales, Cristián, 181 Barrientos, Eduardo, 222, 225
Bernardi, César Duílio Varejão, 86, 108, 446, 447
Barroeta, Segundo, 434, 439, 440
Bernhard, Armin, 107
Borges, Paulo Cezar, 92
Barros, Cecy, 223
Berrio Muñoz, Joaquín Eliécer, 132
Borja, C., 65
Barroso Tobila, César, 438
Berrón Ruiz, Angélica, 275
Bosq, Pablo, 422
Bartelle, Cláudio José, 107, 108
Bertoló, Soledad, 185
Botero, Fernando, 145
Barton, Alberto, 317, 353, 354, 364
Bessonart, 418
Botrich, Hans, 34
Basombrio, Guillermo, 33, 34, 37, 38, 44, 317, 373
Betancourt Osorio, Jaime, 123, 133, 134, 142, 145, 146, 149
Bottene, Iza Maria, 102
Bassewitz, Ernst von, 107
Biagini, Dante, 32
Box, Pablo, 43
Bastardo de Albornoz, María, 434
Biagini, Roberto, 38, 41, 47
Brache, Román, 390, 395
Bastos, Antonio Francisco, 105
Bianchi, Oscar, 43
Bracho Oña, Jorge, 199, 217
Bastos Filho, Antonio, 105
Biase, F. de, 32
Bastos, Manuel Ferreira dos Santos, 90
Bicudo Junior, João, 101
Bran Quintana, Gerardo, 242, 243, 244
Bigatti, A, 32
Brañas, Guillermo, 303
Batisttini, Telémaco, 345, 346
Bingham, Hiram, 310
Braseras, 422
Battistini de Brun, Ana María, 439
Bitar Zapa, Rómulo, 136
Braunstein, Samuel, 35
Battistini, Francisco, 439
Bittar, Elías, 40, 188
Bravo, Daniella, 447
Baudouin C., 52, 54
Blanco, Antonio, 417, 419, 421, 423
Bravo, Francisco, 265, 320, 337, 447
Bay de García, Lorena, 241, 243, 244, 250
Bermúdez, Andrés, 128
Bordes, Carlos, 421 Borelli, Dante, 433, 434
Bou, Alfredo L., 381
Blasi, E., 34
Bravo, José Julián, 348
Bayona Chambergo, Rosalía, 374
Blaustein, Samuel, 43
Bravo, Raquel, 181
Bazzano, Carlos, 419, 447
Bloch, Grete, 59, 60, 62
Braz, Cláudia Valéria, 105
Beare, Martín, 274
Block, Susana, 41
Brianson, Jaime, 63, 64, 65
Beauperthuy, Louis Daniel, 429
Blum, Edmundo, 196
Briceño Iragorry, Leopoldo, 436
Bechelli, Luiz Marino, 80, 81, 84
Boaknin, León, 39
Briceño Maaz, Tulio, 434, 440
Bedoya, Julio, 341
Bocanegra, Olga, 40
Brieva Durán, Alberto, 174, 187
Beirana, Angélica, 275
Bodden, Juan Antonio, 390
Brito, Arival Cardoso de, 86, 90
Belda, Walter, 105, 425
Boente, María del Carmen, 55, 57
Brito, Thales de, 223
Belin, Simón, 43
Boeta, Leticia, 269, 270
Belli, Luis, 44, 65 Belliboni, Norberto, 80, 104
Bogaert Díaz, Huberto, 388, 389, 391, 392, 393, 395
Brito Foresti, José, 413, 414, 417, 420, 421, 422, 423, 424
Belsito, Donald V., 218
Boggini, 422
Bruning, Carmen, 180
Beltrán Grados, Gustavo, 372, 375
Bohórquez, Joseph Adalid, 237
Brusco, Jorge, 41
Benavides, Humberto, 341
Bojana, Humberto, 438
Budel, Analise Roskamp, 107
Benavides, María Isabel, 173
Bolte, Christel, 178
Bueno, Cosme, 348
Benavides, Rafael, 316
Bomfard, Joel, 303
Bulhões, Oscar de, 73
Benavides Vázquez, Lázaro, 273
Bonafina, Oscar, 34
Bulizani, Mônica, 102
Bendaña Hurtado, Alfonso, 284
Bonamigo, Renan, 107
Bumaschny, P., 35
Bendeck, Gustavo, 181
Bonatto, Walmor, 107
Buño, Washington, 415, 426
Benza, Francisco, 303
Bonifaz, Alejandro, 218
Burgos, César, 129, 134, 150
Benzo, Ernesto, 389
Bonifazzi, Ernesto, 60
Burnier, R., 421
Benzo, Félix, 388 Bergero Adriana, 43
Bonilla Espinoza, Julio, 336, 341, 342, 368, 371, 376
Bermejo, Alcira, 44
Bonnet, Francisco, 390
Bermejo y Roldán, Francisco, 315
Bopp, Clóvis, 80, 86, 87, 88, 107, 108, 445, 447
Burstein Alva, Zuño, 7, 14, 307, 317, 318, 319, 320, 321, 329, 334, 335, 336, 337, 338, 339, 340, 341, 342, 343, 344, 345, 346, 347, 348, 350, 352, 356, 357, 362, 363, 364, 373, 447
Bermeo M., Patricia, 219
Bruey, Silvina, 60
461
ÍNDICE DE NOMBRES
C
Campo Amalia, 56
Carrera, José Luis, 33, 34, 37
Cabada, Carlos de la, 433
Campo, Juan Carlos del, 421
Carrera Cobos, Timoleón, 215
Caballero, Alberto, 133
Campo, Martha Helena, 134, 143
Carril, Alberto, 43
Caballero Garay, Virgilio, 303
Campo, Raúl del, 421
Carrillo, Alicia, 62
Cabello, Ismery, 434, 439
Campo Moreno, Rafael, 435, 436
Carrillo, Carlos, 345
Cabezas, Ana María, 172
Campos, Amadeo, 39
Carrillo, Francisco, 39, 422
Cabieses, Fernando, 352, 377
Campos, Blanca, 179, 180, 188
Carrión, Arturo L., 381, 383
Cabo, Horacio, 37, 46, 47, 446
Campos, Enio Candiota de, 107
Cabrera, Hugo Néstor, 36, 37, 38, 46, 47, 218, 303, 304, 446, 447
Campos, Miguel, 361
Carrión, Daniel Alcides, 316, 317, 322, 352, 353, 371
Cabrera, Juan José, 284
Campos Carlés, Alejandro, 41, 56
Carrizales Ulloa, David, 336, 342, 370, 371, 373, 375, 376
Cabrera, Marco A., 244
Campuzano, Ramiro, 204
Cartagena, N., 40
Cabrera Moraga, Raúl, 172, 176, 178, 179, 182, 183, 184, 185, 186, 187, 188, 304, 446
Canaán, José, 390
Carvajal Hernández, Carlos, 201, 204, 217
Canabal, Ángel, 425
Carrión, Jerónimo, 211
Canabal, Joaquín, 421, 425
Carvajal Huerta, Luis, 196, 197, 201, 202
Cáceres, Abraham, 349,
Canadell de Puertas, Elda, 319, 325, 332, 342, 373
Carvalho, Alberto, 34, 47
Cáceres, Camilo, 212
Cancio, Carlos, 41
Cáceres, Héctor, 7,16, 218, 304, 321, 373, 374, 375, 449, 450
Candiotti Vera, Jorge, 375
Cacciatore, Ernesto, 423
Canese, Arquímedes, 303
Carvalho, Franco de, 85 Carvalho, Leôncio de, 71 Casafranca Lovatón, Adrián, 371
Canessa, J. F., 421
Casalá, Augusto, 34, 37, 47, 446, 447
Cantídio, Walter Moura, 86
Casanova, 418
Cantillo, Luz, 285
Casas, José G., 34, 43, 46, 47
Capurro, E., 44
Casco, Ricardo, 44
Capurro, J., 32 Carabelli, Susana, 44
Casella de Vilaboa, Esther, 412, 416, 417
Carbajosa, Josefina, 269, 270, 304
Cassinelli, Ana, 412, 416, 417
Carboni, Eduardo, 39, 44
Castanedo, Carlos, 158, 159, 160
Calebotta, Adriana, 433
Cardama, José E., 34, 36, 37, 42, 44, 46, 446
Castañeda, Gabriel José, 120, 121, 126, 140
Calero, Fernando, 382
Cardemil, Alfredo, 173, 174, 189
Castaño, Olga Lucía, 143
Calero Hidalgo, Gonzalo, 198, 200, 201, 217, 447
Cárdenas, Max, 374
Castellano M., Gustavo, 133
Cárdenas Becerra, Francisco, 440
Castellanos de Camejo, Omaira, 433
Cáceres Orozco, Sergio, 131, 136 Cádiz, Mamerto, 170, 172 Caferri, María Isabel, 61 Caino, Juan F., 41 Calandria, Liliana, 420 Calatrava, Domingo A., 435 Calb, Ignacio, 43 Caldas Rodríguez, Antonio, 373 Calderón, S., 67
Caligaris, V., 446 Calle Vélez, Gonzalo, 122, 128, 129, 133, 134, 141
Cárdenas Jaramillo, Víctor, 122, 141 Cárdenas Silva, Aurora, 369
Castellanos de La Roca, Álvaro, 241, 243, 244
Calvo, Jacqueline, 102
Cárdenas Uzquiano, Fernando, 7, 12, 63, 64, 65, 67, 319
Castellanos Lorduy, Héctor José, 134, 140, 149
Camacho, Alaín Alexander, 148, 149
Cardona, Héctor, 382
Castellazzi, Zino, 390, 392, 395
Cardoso, Aldo de Sá, 91
Castelleto, Roberto, 40, 43
Cargniel, Carlos, 41
Castellón, Manuel, 181
Carmona, C., 446
Castillo, Antonio, 62
Caro, Apolinar, 63, 64
Castillo, E. B. del, 123
Carpio, 267
Castillo, Félix, 341
Carranza Amaya, Antonio, 222, 225
Castillo, Fidel del, 212
Carranza Cordiviola, Emilio, 188, 371,
Castillo, Mariano, 243, 244, 248
Carrasquilla, Juan de Dios, 121, 126, 128, 150
Castillo Plaza, Armando, 431
Calles, Aquiles, 269
Camacho, Eleodoro, 323, 340 Camacho, Francisco M., 135 Camacho, Juan, 387 Camacho Martínez, Francisco, 442 Camacho Sánchez, Miguel, 135 Camaño, O., 32 Campbell, Gladis, 91 Campbell, Iphis, 86, 91, 111 Campins, Humberto, 430, 439
462
Campos, Nelson de Souza, 109, 325, 422
Castillo, Paula, 177, 178 Castillo Porto, Carmelo, 124
Historia de la Dermatología latinoamericana Castillo Rivadeneyra, Wenceslao, 317, 318, 319, 331, 336, 341, 372, 373, 376
Cifre Recinos, Edgar, 241
Cornejo Ubillus, J., 346, 348, 363
Cifuentes Mutinelli, Mirtha, 169, 174, 182, 185, 186, 188, 446
Coronel, Manuel, 211
Castro, Abílio Martins de, 85
Ciriani Anchorena, Bruno, 371
Castro, Doralda, 143
Corrales Lugo, Hugo, 124, 135
Cisneros, Eudoro, 32
Castro, Lia Cândida Miranda de, 92
Corrales Medrano, Hugo, 124, 136
Ciuffardi, Emilio, 322
Castro, Nancy, 143
Correa, Álvaro, 134, 135, 148
Civatte, Jean, 32, 122, 130, 171, 175, 330, 391
Corrêa, Benedito, 102
Castro, Raymundo Martins, 80, 85, 86, 101, 104, 106
Civila, Eduardo, 218, 418
Corral, Nicanor, 214
Corrêa, Cecilia Cassal, 108 Correa, José, 381
Castro Gómez, Julio, 374
Clara, Jorge, 41
Castro Mendivil, Luis, 341, 371
Clark, José A., 156
Castro Ron, Gilberto, 131, 132, 224
Close de León, Jorge, 239, 241, 243
Catacora Cama, José, 321, 371
Cobar, Sergio Iván, 242, 244
Correa Galindo, Ernesto, 123, 130, 134
Cateura, 419
Coelho, Carlos Cley, 95
Correa Henao, Alfredo, 125, 130
Cavalcanti, Jorge Duarte Quintela, 91
Correal, Alcibíades, 133
Cavallera, Elsy, 434
Coello Uriguen, Mauricio, 8, 13, 191, 203, 206, 216, 217, 218, 219, 220
Cavero Ortiz, Luis, 317, 371, 373
Cofré, Julita, 178, 189
Caviedes López, Ernesto, 198, 204 Ceballos, Gabriel, 131
Cofré, Pedro, 177, 178, 182, 184, 186
Celi, Alfinger, 135
Coiscou, Rafael, 390
Cequeda, Lilian de, 439
Coiscou Weber, Antonio, 389, 395
Cermeño, Julman, 434
Colichón A., 354
Cortés Enciso, Carlos, 121, 133, 140
Cerqueira, Alexandre Evangelista de Castro, 71, 72, 74, 89
Colmenares Porras, Pablo, 136
Cortez de Castro, Glenda, 433
Colón, Francisco, 382, 383
Corti, Rodolfo N., 33, 34, 37
Cerruti, Humberto, 84, 99, 157
Columbié, Yolanda, 162
Costa, Izelda, 92
Cervini, Andrea Bettina, 8, 11, 17
Combariza, Epifanio, 120, 128
Costa, Oswaldo, 79, 84, 92, 93, 94
Cestari, Tânia, 107
Conant, Marcus, 186
Costa, Paulo Uchôa, 94
Cevallos, Diego, 210
Condori Di Burga, Hugo, 372
Costa, Radamés, 419, 421, 423
Chagas, Carlos, 108
Consigli, Carlos, 38, 44, 47
Costa Alfaro, Humberto, 372
Chaín, Fuad Muvdi, 133, 142
Consigli, Javier, 38
Costa Córdova, Horacio, 43
Chala Hidalgo, José Ignacio, 121, 140
Contardi, 422
Costa Jr., A. F. da, 86
Conti, Alcides, 40
Chalela Mantilla, Juan Guillermo, 133, 134, 143, 144
Conti, 417
Costa Martins, José Eduardo, 86, 100, 446
Contreras, Guillermo, 354, 361
Costa, Edgard Drohle da, 86
Contreras, Miguel, 319, 388
Costané Decoud, 422
Convit, Jacinto, 432, 433, 436, 437
Cotes, Margarita, 391
Charris, Dubys, 135
Cordero, Alejandro A., 33, 34, 36, 37, 46, 47, 132, 303, 391, 445
Chaul, Aiçar, 92
Cordero, Alejandro (h), 37, 43
Cotlear Dolberg, Aizic, 317, 328, 332, 333, 334, 335, 336, 337, 338, 342, 343, 362, 368, 373
Chaves, Bruno, 71, 73
Cordero, Eduardo, 212
Countar, Clement, 368
Chávez, A., 436
Cordero A., Carlos N., 239, 244, 250
Coutts, 422
Chávez, Carolina, 135 Chávez, Guadalupe, 304
Cordero C., Fernando A., 239, 240, 243, 248, 259
Covelli Mora, Claudia Marcela, 129, 131, 132, 143
Child, Raquel, 180
Cordero Carrión, Luis, 211, 213
Covo, Germán Enrique, 135
Chiriboga Ardito, Luis, 200, 201, 217
Cordero J., Leoncio, 196, 197, 214, 215, 220
Covo Segrera, Luis Miguel, 135, 149
Chopitre, Emmanuel, 387, 395
Cordisco, María Rosa, 56
Crespi, Héctor G., 37, 43, 46
Chouela, Alfredo, 35, 46
Cordiviola, 422
Crespo, Emiliano J., 212
Chouela, Edgardo, 37, 42, 45, 446
Corea, Leonor, 278, 283
Cicero, Ricardo, 268
Cornejo, Andrés, 41
Cox Cardoso, Alberto Eduardo, 86, 91
Champet, Arsenio, 243 Chang, Anabella de, 244, 250 Chang, Patricia, 242, 243, 244, 245
Correa Bustamante, Wilson, 197, 198, 201, 203, 217
Correal Urrego, Gonzalo, 114, 127 Corredor, Gustavo, 127 Cortelezzi, Emilio, 32, 40 Cortés, Alonso, 122, 128, 129, 130, 134, 139, 141, 442 Cortés, Marta, 161
Cravioto, Joaquín, 274
463
ÍNDICE DE NOMBRES
Cruz, Alma, 383
Delgadillo, Alcides, 278, 283
Dostrowsky, A., 347, 363
Cruz, Ana Cecilia, 390, 391
Delgado, Sergio, 278
Dover, C., 210
Cruz, Martín de la, 265
Delgado Fernández, Víctor, 318, 368, 374, 377
Dragicevic, Vesna, 180
Delgado González, Carlos, 278, 283
Drassinower, Enrique, 323 Driban, Nelson, 40
Cuadra, 354
Delgado Paredes, José María, 124, 136
Cuba Caparó, Alberto, 368
Delgado Riascos, José María, 122
Cucé, Luiz Carlos, 86, 100, 101, 105
Delgado Sayán, César, 361
Cuervo, Ángel, 421
Della Giovanna, P., 446
Cuervo Márquez, Luis, 140
Della Santa, 419
Cueto, Jorge, 40
Delucchi, 418
Cueto, Jorge (h), 43
De León G., Suzzette de, 8, 13, 227, 247, 249
Cruz, Oswaldo, 75 Cruz Argumedo, Fernando Adolfo, 224
Cueva, Carlos, 214 Cueva Vallejo, Agustín, 211, 212, 213
Desjeux, Phillippe, 65
Duarte de Rendón, Bertha, 196 Duarte, Ida, 100 Duarte, Miguel F., 135 Dhum, Gisella, 33 Duperrat, B., 326, 327, 334 Duque Ossman, Yamil Alberto, 132 Duque Perdomo, Matías, 155, 156 Durán Mckinster, Carola, 244, 274, 275, 450
Cunha, Paulo Rowilson, 8, 12, 69, 87, 88, 102, 103, 109
Di Paola, Guillermo, 123
Durán Merchán, María Mélida, 124, 129, 132, 133, 139, 142
Di Prisco, Juan, 433, 436, 437
Durango, María Bernarda, 144
Cunha, Pedro da, 98
Di Prisco, María Cristina, 435
Durango Michailos, Anairma, 438
Cuomo, Graciela, 43
Diab, 417
Durango Nazariego, Nectario, 438
Curban, Guilherme V., 80, 101
Díaz, David, 212
Dutra, Vanderli, 92
Curia, Luis, 34
Díaz, Julio, 43
Cusanelli, Ricardo, 41
Díaz, Luis A., 109, 133, 219
E
Cusmanich, Rubén, 424
Díaz, Luisa H., 135
Eaton, George E., 310
Díaz, María Antonia, 162
D
Echegaray, Carlos, 373
Díaz, Pacífico, 32, 34, 55
Echeverría, Enrique, 240
D´Alessandro, Miguel Ángel, 159
Díaz, Rafael, 388, 390
Echeverría, F., 65
D’Angelo, José María Roque, 41
Díaz, Sandra, 182
Edelson, Richard, 219
Dahl, Mark, 177, 186
Egas, Eduardo, 205
Daiber, Alberto, 179
Díaz Almeida, José G., 8, 12, 153, 159, 160, 161,162
Damazio, Virgílio Clímaco, 73
Díaz Cardozo, Antonio, 117
Danies, Josefina, 131, 137 142
Díaz de la Rocha, José, 159, 160
Eguiguren Lira, Gonzalo, 172, 174, 176, 182, 184, 187
Darier, Jean, 32, 53, 171, 175, 177
Díaz de Marte, Ana Josefa, 391, 393
Eguren, Leopoldo, 65
Dávalos, José M., 315 Dávalos y Peralta, José, 302 David, Carlos, 244 De Anda, Griselda, 61, 412, 416, 417, 418, 419, 424 De Carli, Eduardo, 43 De los Ríos, Eudoro H., 40, 60 De Simoni, 70 DeCastro, Patricia, 130, 137 Defilló, Fernando Arturo, 388 Degos, Robert, 122, 130, 318, 326, 330 Dekmak, Miguel, 319 Del Pino, Gisela, 107, 319 Del Río, 267 Defina, Antônio Francisco, 101 Delfino, Gisella, 56
464
Denegri, Juvenal, 370
Drapkin, Israel, 181
Díaz Gómez, Claudia Juliana, 149 Díaz Muñoz, Juana, 181 Díaz Saubidet Jorge, 57, 59 Díaz-Landaeta, Leopoldo, 449 Diez de Medina, Juan Carlos, 8, 12, 63, 304 Dillon, Neuza Lima, 82, 101, 104
Eguiguren, Víctor, 373
Eid, Lourdes, 135 Elboli, José, 316 Empinotti, Júlio César, 108, 304, 446, 447 Encalada Córdova, Franklin, 201, 202, 215, 216, 217, 218, 220 Encinas, Enrique, 344
Diniz, Orestes, 84, 93
Estella Entralgo, Honorato, 381, 383
Domenici, Rodovalho Mendes, 92
Escalante, Aníbal, 361
Domínguez, Juan A., 28
Escobar, José J., 125
Domínguez, Luciano, 319
Escobar, Julio, 140
Domínguez, Nayib Ambrad, 123, 125
Escobar Gil, Olga Patricia, 143
Domínguez Cherit, Judith, 269 Domínguez Sisco, Rafael, 435 Dorce, Susana, 417
Escobar Restrepo, Carlos Enrique, 129, 132, 138, 142, 143, 145 Escomel, E., 346, 348, 351, 354, 363 Escudero, Carlos Hugo, 62
Historia de la Dermatología latinoamericana Fernández, José María, 39, 44, 325, 335, 422
Flores, Diana, 352
Esparragoza y Gallardo, Narciso, 238
Fernández, Kirshe, 391
Flores, José Felipe, 238
Fernández, Mario, 388, 389
Flores de Lacarruba, Luz María, 447
Espasandin, José, 415
Fernández, Mariselda, 391
Espejo, Luis, 210
Fernández, Nilda, 391, 392
Flores-Cevallos, Elbio, 8, 14, 298, 307, 308, 336, 342
Espín, Carlos, 196
Fernández, Víctor, 242, 245
Espinal Múnera, Hugo, 122, 145
Fernández Báez, Rafael, 388
Espinosa, Teodoro, 216, 217, 219 Espinosa Sotomayor, Roberto, 278
Fernández Blanco, Emilio, 33, 35, 46
Espinoza Bravo, 196, 203
Fernández Blanco, Graciela,43, 47
Espoz, Horacio, 180
Fernández Bussy, Ramón, 39
Estebanson, Santiago, 253
Fernández Dávila M., Guillermo, 370
Esculies, José, 303 Espaillat, Eida, 391
Estete, Miguel de, 313 Estévez, Fernanda Nanita, 391 Estévez, Juvenal, 441 Estrada, Eduardo, 433, 436
Fernández Dávila, José, 368 Fernández de Valenzuela, Pedro, 117
Flores, Jaime, 325
Flores-Cevallos, Luis, 8, 14, 298, 307, 313, 317, 318, 319, 320, 322, 323, 326, 335, 338, 367, 370, 372, 373 Flores Díaz, Enrique, 224 Flores González, Luis, 38 Flórez Díaz Granados, Mercedes, 133 Fonseca, Aureliano da, 319 Fonseca, Francisco, 440 Fonseca, Tiburcio, 31 Fonseca Filho, Olympio da, 75, 79, 85
Estrella, Bolívar, 196
Fernández Hernández-Baquero, Guillermo, 158, 159, 160, 161, 164
Eva, Adilia de, 280
Fernández Vautrai, 438
Forim Alonso, Fausto, 304, 446
Ferrándiz Foraster, Carlos, 442
Forman, Eugenio, 43
F
Ferrando, Juan, 442
Fortín Gularte, Guillermo, 241, 259
Fachín Viso, Raúl, 439
Ferrari, Manlio, 415
Forster, Juliana, 218
Fachín, Carlos, 439
Ferraro, Arlindo, 96
Fosatti, Carlos María, 413, 423
Facio, Ludovico, 33
Ferraz, Neide, 89
Foss, Norma, 105
Faivre, João Mauricio, 70
Ferreira, Fátima, 433
Fracastore, Girolano, 311
Faizal Geagea, Michel, 8, 12, 113, 129, 131, 132, 135, 137, 140, 144, 148, 150
Ferreira, José Alvimar, 97
Fraga, Armiño, 75
Ferreira, Ludgero, 72
Fraga, Sylvio, 83, 95, 96, 103
Ferreira, Luis, 38
França, Emmanuel Rodrigues de, 90
Fajardo Palencia, Aldo, 136
Ferreira-Marques, João, 40
Francia Rojas, Rosa, 389, 391
Falabella, Rafael, 8, 16, 123, 125, 126, 129, 132, 133, 134, 142, 143, 149, 150, 442, 451, 457
Ferreiro, Mari Carmen, 434 Ferrer, Ismael, 157
Franciscolo Castagnino, Enrique, 371, 373
Falconí Villagómez, José, 195
Ferrer, Jaime, 178
Franco, Nélida, 34
Faraday, Michel, 27
Ferrer, Silvia, 135
Franco, Roberto, 121, 128
Farfán, Manuel, 213, 214
Ferretti Jurado, Humberto, 201
Freire, Patricio, 200
Faria, Antônio Januário de, 72
Festa Neto, Cyro, 100
Freitas, Ronaldo Barros de, 90
Faria, Luiz da Costa Chaves, 70, 74, 76, 96
Fich Schilcrot, Félix, 169, 174, 180, 182, 183, 185, 186, 187, 188, 189, 446
Frey Gabler, Rodolfo, 181
Fariñas, Pastor, 157, 158, 163
Fidanza, Enrique, 32, 33, 39, 44, 422
Frucchi, Humberto, 100
Farrero, Cecilia, 62
Figueira, Absalom Lima, 96
Fassio, Gustavo Adolfo, 195, 196
Filgueiras, Danilo Vicente, 97
Feijó, Carolina, 107
Figueroa, Luz D., 383
Feijóo, Fernando, 39
Finlay, Carlos Juan, 154
Fenno, Gerry, 223
Fleischmajer, Raúl, 35
Fernandes, Jorge, 69
Fleisher, Lawrence, 381
Fernández, Arturo A., 32
Fleurens, 406
Fernández, Enrique, 361
Flichman, Juan Carlos, 44, 65, 425
Fernández, Fernando, 159, 160
Furtado, Tancredo A., 84, 86, 88, 94, 445
Flom, Rosa Etlis de, 43
Fusseu, Dolores, 204
Estrada, Roberto, 304
Farini, J., 32, 44
Forero, Manuel, 131, 137, 140
Freyre, Manuel, 38 Frisancho, Oscar, 361 Fuentes, Jairo, 134 Fuenzalida, Héctor, 173, 174 Fuertes Álvarez, Juan, 40, 319 Fundora, Victoria, 162 Funes, Juan M., 243 Furones, Esperanza, 162 Furtado, Clarisse, 107
465
ÍNDICE DE NOMBRES
G
Gardini, Wilfredo, 341
Golberger de Mora, Eva, 56
Gabizo, João Pizarro, 71, 73, 74, 76, 96
Garibay, Juan Manuel, 161
Goldberg, G., 56
Garrido, Elena, 46
Gomes, Bernardino Antônio, 78
Gáfaro Barrera, María Bernarda, 132, 135
Garzón, Eduardo, 204
Gómez, Alina, 285
Garzón, Holger, 204, 206, 217
Gómez, Gonzalo, 134
Gago de Vadillo, Pedro, 315
Gómez, María Luisa, 447
Galarza M., Claudio, 219
Garzón, Rafael, 34, 37, 38, 43, 46, 47, 422
Galarza Manyari, Carlos, 371, 376
Garzón, Rafael (h), 38, 46
Gómez Carrasquero, Luis, 433
Galeano de Valdovinos, Gloria, 303
Garzón, Tomás, 38
Galfetti Urioste, Carlos, 421
Garzón Fortich, Carlos Alberto, 123, 127, 135
Gómez Hanssen, Orietta, 172, 176, 180, 185, 187
Galimberti, Ricardo, 8, 11, 17, 42, 44, 446 Gallarday Vásquez, Raúl, 318, 336, 341, 371, 373 Galli Mainini, Carlos, 123
Gaspar, Antônio Pedro de Andrade, 98
Gálvez Azteguieta, Ramiro, 240, 248
Gaspar, Neide Kalil, 98, 99
Gálvez Brandon, José, 361
Gastaldi, Luis, 421
Gálvez Molina, Luis, 240, 242
Gastiaburú, Julio, 348, 354
Gamarra Gálvez, Rafael, 320, 321, 371
Gatti, Carlos Fernando, 37, 47, 304
Gamboa Amador, Alfonso, 121, 140
466
Garzona Barillas, Ricardo Augusto, 241
Gatti, Juan Carlos, 36, 37, 42, 44, 46, 64, 108, 445, 446
Gómez Agámez, Adolfo, 132, 136
Gómez Orbaneja, José, 40, 202 Gómez Orozco, Luis, 273 Gómez Pérez, Diego Fernando, 123 Gómez Sierra, Heriberto, 124, 128, 133, 135, 141, 142 Gómez Urcuyo, Francisco José, 278, 279, 280, 281, 282, 283, 284, 286, 287 Gómez Uribe, José Ignacio, 134, 143, 149 Gómez Vargas, Flavio, 8, 12, 113, 122, 131, 132, 133, 134, 137, 138, 141
Gamboa Suárez, Luis Arturo, 145, 146, 149
Gatti, Thais Romero, 104
Gamonal, Aloísio, 95
Gaviria, Juvenal, 122
Gómez Vargas, Luz Marina, 144, 149
Gaona, José Miguel, 136, 149
Gomis, 422
García, Edwin, 242
Gay Prieto, José, 157, 202, 441, 442
García, Elizabeth, 129
Geier, Érika, 107
García, Evaristo, 121, 126
Gelmetti, Carlo, 60
García, Jorge, 122, 127
Genatios, Tomás, 436
García, José Joaquín, 121, 125, 126, 128
Gerbase, José, 107 Gerson Pena, 91
Gonzáles Garay, Humberto, 372, 373
García, Lucy, 129, 138, 143
Gianelli, Víctor, 181
Gonzales Mugaburu, José, 345
García, María Amelia, 57, 59
Gianotti, Ferdinando, 274, 449
García, Raquel, 107
Giansante, Elda, 304
Gonzáles Pinillos, Víctor, 323, 325, 326, 367, 370, 335
García, Sandra, 36, 46, 218
González, Abel, 43
García, Vilma, 244
Gil Jaramillo, Jaime, 8, 12, 113, 117, 134, 146
García Arrese, Luis, 371
Gil, Bertina, 390
González, Esteban, 117
García Cuadros, Roy, 369
Gill, Juan B., 294
González, Eudoro, 430
García Díaz, Rita, 43, 56, 61, 62, 303
Giménez, A., 32
González, Gonzalo, 205, 206
García Esquivel, Jorge, 278, 279, 283
Giménez, Manuel, 41, 44, 304
González, Hipólito, 142
Giménez, Manuel (h), 41
González, José Lucio, 436
García Jiménez, Fernando, 130, 140, 141, 149
Giovo, María Elsa, 57, 62
González, José R., 383
Giraldes, Antonio, 391
García Medina, Pablo, 121, 126
González, Justo, 254
Giraldi, Susana, 450
García Morales, Florencio, 439
González, María Teresa, 57
García Pérez, Antonio, 442
Giraldo Neira, Bernardo, 124, 135, 142
González, Mario Ernesto, 124, 136, 446
García Valdez, Arturo, 239, 240, 243, 244
Giraldo Restrepo, Nelson, 123, 124, 129, 130, 142
González, Nieves, 435
García Vargas, Alejandro, 274, 275
Godoy, Everardo, 39
García Zubillaga, Pedro, 12, 55, 57, 59, 60, 62
Goihman Yahr, Mauricio, 433, 435, 436, 437, 438, 442
Gaviria, John Harvey, 135, 142
Gonçalves, Heitor de Sá, 90 Gontijo, Bernardo, 83, 86, 94 Gonzáles Will, Rafael, 373 Gonzáles, Francisco, 447
González, Aparicio, 241, 243
González, Norma, 145 González, Silvina, 43 González, Tomás, 303
Historia de la Dermatología latinoamericana Guadamuz, Juan José, 279
Hassan, Mercedes, 37
Guarda Tatin, Rubén, 8, 12, 165, 169, 172, 174, 176, 178, 179, 182, 183, 185, 186, 187, 188, 446, 447
Hasselblad, O., 392
Guardia, Nicanor (h), 430
Hebra, Ferdinand, 32, 73, 75
Gubelin, Walter, 172, 174, 176, 180, 189
Heins, Norberto, 181
Guedes, Antonio Martins, 94
Henao, Mario, 141
González del Cerro, Sebastián, 39
Guerra, Humberto, 345
González Díaz, Ignacio, 171, 173, 174, 175, 177, 178, 181
Guerra, Pablo, 430, 431, 432, 433
Henao Blanco, Tomás, 121, 133, 140
Guerra Carbajal, Carlos, 372
Henríquez, J. J., 439
González Herrejón, Salvador, 268
Guerra Castro, Myra, 162
González Martin, Juan, 174
Guerra Fonseca, Pedro, 440
Herane, María Isabel, 61, 173, 175, 182, 184, 185, 186, 188, 447
González Ochoa, Antonio, 274
Guerra Mercado, Juan, 65
González Oddone, Miguel, 303
Guerrero, Daniela, 391
González Otero, Francisco, 433, 435, 436, 437
Guerrero, Laureano, 141
González Pérez, Guillermo, 157
Guglielmetti, Antonio, 174, 189
González Prendes, Miguel A., 157, 159, 163
Guillén, Humberto, 206
Hernández, Francisco, 208, 263, 265, 365, 406
González Rescigno, Gilberto, 43, 65
Guillot, Carlos Federico, 33, 43, 46, 49
Hernández, Gonzalo, 205
González Rioseco, Héctor, 181
Guillot, Pedro, 38
González Rodríguez, Guillermo, 131, 137
Guimarães, Newton Alves, 85, 86, 89, 101
González Rojas, Carlos Horacio, 8, 12, 113, 131, 132, 133, 134, 135
Guinzburg, Alejandro, 218
González Urueña, Jesús, 268
Gutiérrez, Juan Gualberto, 119
Gorbitz, G., 354
Gutiérrez, Manolo, 241
Gorostiaga, Graciela, 447
Gutiérrez Aldana, Guillermo, 8, 12, 113, 122, 129, 130, 132, 133, 137, 140, 144, 148, 150
González Aveledo, Luis Alfredo, 435, 449, 450 González Bermúdez, Daniel, 134 González Catán, M., 31 González Chacón, Julio, 181 González de Bogaert, Luisa, 390, 394 González de Méndez, Concha Marina, 241
Gotlib, Natan, 34, 45 Gotuzzo, Eduardo, 345, 361
Guerstein, Fanny, 178
Gurfinkel, Andrea, 99
Hasson, Ariel, 174, 175 Hayes, Rutherford B., 294
Hemb, Achyles, 107
Hercelles, Oswaldo, 325, 354, 373 Heredia, Cayetano, 316, 317, 367 Hering, Mónica, 174 Hernández, Azucena, 244 Hernández, Eduardo, 382
Hernández, Juan F., 135 Hernández, Walter León, 129, 130, 141 Hernández Guante, Alcides, 391 Hernández López, Héctor, 382 Hernández Pérez, Enrique, 9, 13, 218, 221, 223, 224, 225, 319, 442, Hernández Pérez, Rolando, 435, 440, 447 Herrer, Arístides, 345, 348, 349, 350, 351, 352, 354, 363
Gougerot, Henri, 32, 326, 421
Gutiérrez Arostegui, José Miguel, 285, 286
Goulart, Zopyro, 85
Gutiérrez Noriega, Carlos, 346
Herrera-Ceballos, Enrique, 442
Grandi, Paulina, 177, 178
Gutiérrez Ylave, Zaida, 372
Herrera Navarro, Magalis, 449
Granizo H., Bolívar, 219
Guzmán, A., 446
Herrera Ramos, F., 415
Graterol Roque, Cruz A., 436, 437, 439, 440
Guzmán, Emma, 390
Hertig, M., 349, 354
Guzmán, Juan Pablo, 390
Grau Triana, Juan, 157
Héry, Thierry de, 263
Guzmán Barrón, Alberto, 348, 350, 363
Hevia Parga, Hernán, 166, 171, 173, 174, 175, 176, 177, 178, 181, 185, 186, 189
H
Hidalgo González, Carlos, 196
Habermann, Marta Cassoni, 104
Higueros, José, 241
Haddad Júnior, Vidal, 105
Hilario, Miriam, 390
Halpert Ziskiend, Evelyne, 9, 16, 129, 131, 133, 134, 137, 138, 149, 449, 450
Hinostroza, Santos, 361
Greco Nicolás V., 19, 20, 30, 32, 33, 40, 54 Greenberg Cordero, Peter A., 8, 13, 227, 247, 248, 249, 250 Grees, Susana, 60, 62 Grillo, Rafael, 161 Grimalt, Ramón, 442 Grinspan, David, 34, 37, 41, 43, 46, 47, 65, 304, 319, 391, 415, 441
Halty, Máximo, 423
Grinspan Bozza, Norberto, 43
Hanifin, John, 186
Guada, Luis Felipe, 439
Harper, John, 56
Guadagnini, Elizabeth, 438
Hartmann, 63
Herrera, Guillermo, 388
Hodgman, Joan E., 449 Hómez Chacín, Jorge, 436, 438 Honeyman Mauro, Juan, 169, 172, 174, 175, 176, 178, 179, 180, 182, 183, 185, 186, 187, 188, 189, 304, 446, 447
467
ÍNDICE DE NOMBRES
Hopf, Alfred, 415
Jalón, Roberto, 196
Koves de Amini, Eva, 433, 434, 436
Horta, Paulo de Figueiredo Parreiras, 73, 75, 76, 78, 82, 85, 97
Jara, Mónica, 178
Kowalczuk, Alicia, 43
Jara Padilla, Iván, 172, 176, 178, 179, 182, 185, 186, 187, 188
Kriner, José, 35, 43, 106
Jaramillo, Diego Elías, 134, 138, 141, 143
Kuczynski-Godard, Maxime, 322, 348, 355, 356, 363
Jaramillo, Luis Carlos, 214
Kuhl, Isabel C. P., 107
Jaramillo Ayerbe, Felipe, 129, 130, 135, 137, 142, 149
Kuret, Colón, 389
Hurtado, Alberto, 368
Jaramillo Bruce, Roberto, 170, 171, 173, 181, 187
L
Hurtado, Aníbal, 180
Jaramillo Puertas, Juan, 200
Labat, 418
Hurtado, J., 65
Jardim, Márcio Lobo, 86
Labrada, Melba, 145
Hurtado Paredes, Raúl, 318, 354, 368
Jatobá, Aderbal Loureiro, 91
Lacaz, Carlos da Silva, 80, 100
Jiménez, Manuel, 303, 304
Lacentre, Eduardo, 34, 43
Hurwitz, Sydney, 177, 274
Jiménez, Sol Beatriz, 143
Lacuesta, 419
Huyke, Bernardo, 134, 135, 447
Jiménez Calfat, Guillermo, 129, 137, 143, 144, 150
Laffargue, Jorge, 43, 62
I
Jiménez Castilla, José Luis, 267, 269
Lamas Grubesich, Roger, 171, 175, 182, 184, 185, 189
Jiménez Rivero, Miguel, 430, 431
Lamella, Antonio, 406
Job, Edgardo Jorge, 391
Lander Marcano, Alfredo, 9, 16, 427, 436, 437
Houler, J. R., 32 Houssay, Bernardo Alberto, 123 Howe, Calderón, 354 Hoz Ulloa, Carmen Helena de la, 131, 132, 143 Humboldt, Alexandrowich Ferdin, 63, 64, 65
Ibarra, Guadalupe, 275 Idrovo A., Juan, 214 Iglesias, Manuel, 41, 419 Ilho, Guillermo, 57, 59
Jones, Doraida, 391
Lairet, Félix, 431
Jonquières, Enrique D., 32, 33, 34, 35, 37, 44, 47, 415
Lanfranchi, Héctor, 60, 304
Imery, Marcos, 255, 256 Indacochea, Abelardo, 341
Jorge, Eduardo, 85
Lara, Luz Marina, 135
Infantozzi, Carlos María, 422
Junqueira, Hugo, 92
Lara, Raúl, 66
Infantozzi, José M., 416, 418
Lapenta, Pedro, 438, 439, 440
Larralde, Juan, 436
Ingrata, Stella Maris, 40
K
Ipiranga, Sylvia, 105
Kadunc, Bogdana Victoria, 102
Larralde de Luna, Margarita, 37, 43, 46, 304, 449, 450
Irazabal, Porfirio, 436
Kahn, Guinter, 274, 449
Larrañaga, Dámaso Antonio, 412
Iribas, José Luis, 37
Kaminsky, Ana, 35, 36, 37, 41, 43, 319, 415, 442
Larrea, J. T., 214, 354
Irigoyen, Carlos, 278, 283 Isa Isa, Rafael, 9, 15, 385, 390, 393, 395
Kaminsky, Carlos, 36, 44, 319
Lasso, 196, 203
Kaminsky, Aarón, 33, 34, 35, 37, 43, 47, 123, 223, 422, 423
Lastória, Joel Carlos, 104
Isaza Zapata, Rafael, 131, 132, 135 Isaza, Víctor, 135
Kaplan, H. A., 35
Isla, Miguel de la, 119
Kasuke, Ito, 319
Iturbe, Juan, 430, 431, 436
Kelber, Jaime, 123
Latapí, Fernando, 157, 221, 223, 268, 271, 273, 274, 389, 441, 442, 443
Iturre de Aguirre, Lucía, 40
Kerdel Vegas, Francisco, 432, 433, 436, 437
Laterza, Amelia M., 275
J
Khoury, Michelle, 391
Lauria, Carmelo, 436
Jacobs, Alvin, 274
Kien, María Cristina, 43
Laveran, C., 348
Jacobson, Coleman, 449
Kislansky, Viviana, 56
Laverde, Alfredo, 121, 133, 140
Jacobsthal, E., 240
Klein Kohn, Oscar, 171, 172, 182, 184, 189
Lavieri, Alberto, 56
Kleist, 418
Lazzarini, Rosana, 100
Klestorny Blanco, Pablo, 416, 417, 419, 421, 422
Leão, Arêa, 75, 79
Jadassohn, 327 Jaimovich, Carlota, 41 Jaimovich, León, 35, 36, 38, 42, 45, 46, 47, 303, 304, 442, 446, 447 Jaller, Antonio, 134
Knopfelmacher, Oilda, 304 Kobayashi, Márcia Mayko, 105 Kohan, Ricardo, 57, 59, 60, 62
468
Krumdieck, Carlos, 372
Larrere, N., 448
Latapí, Eugenio, 268
La Torre Tuesta, Iram, 376
Lázaro, Pedro, 382
Lecha, Mario, 442 Ledo, Antonio, 442 Legua, Pedro, 345
Historia de la Dermatología latinoamericana Leitão, Artur da Silva, 89
Lombardi, Arnaldo, 423, 424
León, Armando, 243
Londoño, Ángela, 145
León, Juan de, 237
Londoño González, Fabio, 121, 125, 127, 128, 132, 133, 140, 142, 150
Machado, Werneck, 85
Lonza, Juan Pedro, 188, 189
Madeo, Vicente, 44
León Romero, Doris Stella, 136, 149
Lopes, Cid Ferreira, 94
Madero Izaguirre, Franklin, 9, 13, 191, 201, 203, 218, 220
León Ternera, Lesbia de, 134
López, Luis, 124
Leonforte, José F., 40, 188
López, Juan, 119
Madero Izaguirre, Mauro, 9, 13, 191, 203, 220
Lerer, Cláudio, 99
López, Pedro, 264, 266, 387
Maduro, Luis, 381
Leroux, María Bibiana, 45
López Ballesteros, L., 63
Maestre Alonso, 387
Lesmes Rodríguez, Blanca Lilia E., 129, 145, 149
López Cortés, Néstor, 181
Maestre Juan, 386
López de Buiza, Pedro, 119
Maestre, Délio del, 94
Leston, Nancy, 59, 60, 62
López de Lozada, Mauricio, 237
Magalhães Neto, Eduardo, 85, 89
Letona, Guillermo, 241, 243, 244, 250
López de Mesa, Jorge, 122, 134
Magaña García, Mario, 275
López del Campo, Mendo, 117
Magaña Lozano, Mario, 273
López González, Gerónimo, 39, 40, 47
Magariños, Gabriel, 43, 47, 62
Levy, Moise, 56, 61, 417
López López, Mariano, 122, 127, 131, 133, 137, 142, 144
Magill, Fernando, 9, 16, 188, 320, 445, 446, 447
Lewley, Thomas, 219
López Narváez, Gerardo, 127
Magnani, Augusto, 38
Leyton, Jerónimo, 209
López Olivares, J. M., 435
Librado Vásquez, José, 145
López Osorio, Damisela, 162
Magnin, Pedro Horacio, 33, 34, 36, 37, 38, 45, 46, 47, 415
Liceaga, Eduardo, 268
López Ruiz, Rafael, 133
Maia, Marcus, 100, 110
Lima, Aldy Barbosa, 97
Loredo, M., 67
Lima, João Francisco da Silva, 72, 78
Lorenz, Ana María, 40, 59
Maira Palma, María Elsa, 172, 176, 177, 184, 189
Lima, Margareth, 103 Linares Barrios, Mario, 138
Loret de Mola, Aurelio, 317, 323, 325, 326, 332, 335, 340, 341, 367, 368, 370, 373
Linares, Lionel, 239, 244
Lovera, Ildemaro, 431, 432, 436
Mandelbaum, Samuel, 105
Lindemberg, Adolpho, 75, 76, 77, 78, 84, 99, 100, 422
Lovio, Zobeida, 159, 162 Lowy, Gabriela, 97, 274
Mangano, Osvaldo, 47, 108, 445, 446
Liparoli, Julio César, 269
Loyola, Luis, 214
Manrique, Aníbal, 336
Liviano, Cesarían, 391
Lozada, Claudia, 145
Manrique, Vitaliano, 339, 341
Lizardo, Cesarina, 433, 437, 440
Lucio, Rafael, 266, 268
Lizarraga, Federico, 435
Lucky, Anne, 59
Manrique Ávila, Juan, 317, 320, 321, 327, 336, 341, 368, 371, 373, 375
Llano, L., 44
Luengo Vale, J. M., 440
Llanos, Alejandro, 345
Lugo-Somolinos, Aída, 383
Mansilla Arévalo, Juan José, 244, 250
Llanos, Bertha, 349
Lumbreras, Hugo, 341, 344, 345
Mansilla, Carmen C. de, 244, 250
Llanos, Enrique, 159
Lurati, Carlos, 39
Mantella, Domingo, 319
Llanos Campo, Matilde, 136
Lutz, Adolfo, 70, 73, 75, 85
Manzano, Mauro, 219
León, Luis A., 204 León Chérrez, Víctor, 201, 217, 218, 219, 220, 369
Lever, Walter, 177, 223 Levites, Jacob, 102 Levocci, Francisco, 105
Lima, Ricardo Barbosa, 97
Lleras Acosta, Federico, 121, 122, 125, 127, 128, 142, 150
López, Aurélio Ancona, 81, 101, 102
Lorenzano, Carlos, 57, 59, 60, 62
Machado Filho, Carlos, 102, 105, 419 Machiavello, Juan, 373 Maciel, Francisco, 412
Magariños, W., 67
Maldonado, A., 354, 364 Maldonado, H., 65 Malo, Ignacio, 213 Man, Abraham F., 34, 41
Manzi, Ricardo, 44
M
Llerena Gamboa, José, 222, 225
Macal, Antonio, 239
Manzur, Graciela, 9, 12, 55, 59, 60, 61, 62
Lobo, Jorge de Oliveira, 79, 86, 91
Macca, Mário Luís, 104
Manzur, Julián, 161, 162
Lofêgo Filho, José Anselmo, 99 Logemann, Heidi, 241
Macedo, Néstor, 304, 412, 416, 417, 418, 424, 446, 447
Mañé Garzón, Fernando, 400, 411, 426
Loizaga, Carlos, 294
Mackehenie, Daniel, 340, 354
Maradona, Esteban Laureano, 24, 26, 30
469
ÍNDICE DE NOMBRES
Maragliano, Beatriz, 414
Matteo, 415
Menezes, Caetano de, 85
Marcano, Carmen, 434
Matus, Juan de Dios, 278
Menezes, Irene, 107
Marcenaro, Beatriz de, 375
Matus, Rodolfo, 279
Marchionini, Alfred, 85
Mauricio, Rafael, 248
Menocal, Raimundo G., 154, 155, 156, 158
Marcos, Carmen, 442
Mauro, Diana, 41
Menta, Marcello, 304
Marcucci Delgado, A., 435
Mercadal Peyrí, José, 319, 442
Margileth, Andrew M., 449
May, José, 414, 417, 421, 422, 423, 424, 426
Margounato, Moris, 412, 417, 418
Maya, Maritza, 439
Mercau, Augusto, 39, 44
Margulis, Carmen, 57
Mayor, Sylvia Souto, 100
Merchán, Nicanor, 214
Mariano, José, 92, 93
Mayorga Peralta, Rubén, 241
Marini, Mario, 34, 37, 38, 45, 46, 47, 303, 304
Mazzini, Miguel Ángel, 32, 33, 34, 35, 36, 37, 41, 46, 47, 54, 415, 422
Merchán Manzano, Marcelo, 201, 216, 217, 218, 219, 220
Mario, F., 32 Marques, Antônio de Souza, 81, 96 Marques, Mário, 105 Marques, Sílvio Alencar, 101, 104, 304
Mérida, Marco Tulio, 439 Merkel, Felipe, 322
Mc Adden, E., 43
Mesa de Sanclemente, Myriam, 122, 128, 134, 141, 143
Meda, Telma, 244
Mesa Cock, Aníbal, 130
Medellín, Julio César, 143
Mesa Cock, Jairo, 9, 12, 113, 124, 135, 137, 138, 141, 142
Marroquín, J., 348, 351, 363
Medina, Álvaro, 133
Marrugo Guardo, Gonzalo, 135, 149
Medina, Lidia, 174
Marrugo Ramírez, Rubén, 122, 127
Medina, José, 253
Marsden, Philip Davis, 91
Medina, Rafael, 433, 434, 436, 438
Marte, Ramón, 393
Medina Febres, Mariano, 433, 436
Meth Tuesta, Víctor, 319, 325, 340, 370, 376
Marte, Silvia, 391
Medina Pinzón, Alberto, 133, 143
Meurehg, Charles, 269
Martín, Rafael F., 383
Medina Zepeda, María Eugenia, 285
Meza, Desiderio, 303
Martínez, Carmen Alicia, 145 Martínez, Dennis, 390
Meirelles, 70
Mesa Restrepo, Jorge, 122, 134, 141, 143 Mesquita, P., 446
Meza, José Joaquín, 136
Mejía, José, 435
Meza Balbuena, Juan, 336, 341, 342, 372
Mejía, Milton, 145
Michel, Luis, 65
Mejía, Paula Alexandra, 144
Migliaro, José P., 415
Mejías, Abel, 431
Milian, Gastón, 421
Mejías, María Antonieta, 436, 439
Millán, María del P., 382
Melada, María Fernanda, 319
Millares, Francisco, 303
Meléndez, Esperanza, 135
Minelli, Lorivaldo, 106
Martínez Campos, Oscar, 278
Meléndez, L., 31
Martínez Jiménez, Ángel, 278, 281, 283, 285
Meléndez, Salomón, 221
Miniño, Martha, 9, 15, 385, 393, 394, 395, 396
Melis de la Vega, Manuel, 169, 174, 178, 185, 189
Miniño Bhäer, José Antonio, 388
Martínez Niochett, Armiño, 431 Martínez Santamaría, Jorge, 128
Mella, Juan, 388
Miralles, Ana, 418
Martins, Carlos José, 97
Mello Filho, Alexandre, 81, 101, 102
Miranda, Ana G., 67
Martínez, Miguel, 416 Martínez, Sandra O., 135 Martínez, Sergio, 145, 149 Martínez, Winston, 177, 178 Martínez Campos, Aldo Edgar, 9, 13, 277, 279, 280, 281, 282, 283, 284, 285
Martins, José Eduardo Costa, 86, 100, 446
Mello, Coaracy, 97
Miquel, Alberto, 303
Miranda, Hernán, 345 Miranda, J. Luiz, 85
Martins, Sarita, 86
Mello, Luis Campos, 86
Mascaró Blanco, Antonio, 181
Mena Cedillos, Carlos, 275
Miranda, Rui Noronha de, 83, 86, 88,106
Mascaró Galy, José Manuel, 442
Mendes, José Pessoa, 86, 101, 102
Mirande, Luis T., 40
Mascaró, José María, 274, 319, 442, 443
Méndez, María Isabel, 418, 447
Miret Ortega, Omar, 439
Mendoza, Marlene, 439
Masi, Domingo, 303
Miró Quesada, Oscar, 345
Mendoza, Mireya, 434
Mássimo, José Antonio, 8, 12, 43, 46, 55, 56, 57, 59, 60, 61, 62, 303, 304
Misad, Oscar, 361
Mendoza Rodríguez, Dante, 330, 336, 341, 342, 343, 368, 370
Miyares Cao, Carlos, 160
Masson, Rodolfo, 107
470
Mazzini, Raúl, 34
Mercadillo, Patricia, 447
Meneses, Oswaldo, 345
Mocobocki, 417 Mocola, 422
Historia de la Dermatología latinoamericana Mogrovejo Carrión, José, 214
Morella Herrera, Olga, 439
Navarro César, Alfonso, 135
Molgó Novell, Monserrat, 174, 185, 187
Morelli, Joseph, 57, 60 Moreno, Alger León, 274
Navarro Huamán, Pedro, 318, 334, 336, 337, 372
Molina, Leonor, 130, 137
Moreno, Edgar, 135
Navin, Thomas, 241
Molina, María Teresa, 172
Moreno, Isabel, 174, 189
Negroni, Pablo, 44, 45, 319
Molina Leguizamón, Eduardo, 33
Moreno, Luis Felipe, 124, 149
Negroni, Ricardo, 44, 60
Mom, Arturo, 33, 36, 46
Moreno A., Gustavo, 219
Monardes, Nicolás, 19, 116, 263, 406
Moreno Aguilar, María E., 275
Neira Cuadra, Jorge Isaac, 9, 13, 277, 285, 286
Monasterios, Guido, 66 Moncada, Ximena, 173, 180 Moncaleano de Lasprilla, Cecilia, 123, 134
Moreno Collado, Clemente, 270 Moreno Macías, Luis Hernando, 127, 129, 132, 134, 135, 143, 145, 149, 447
Neira P., Octavio, 197 Neumann Scheffer, León, 9, 13, 261, 269, 270 Neves, René Garrido, 82, 85, 86, 98
Moreno Valero, Germán, 196
Newman, Julios, 223
Moncayo, Luis, 200
Morero Parra, Lisandro, 148
Neyra, José, 328
Monge, Carlos, 317, 324, 346, 348, 354, 363
Morey, Gilberto, 373
Nogueira, Ana Maria, 103
Moreyra, Juan José, 370
Nonohay, Ulisses de, 107
Morgan Zavaleta, Ángel, 369
Nopper, Amy, 57, 60, 304
Moriyama, 418
Nordenskiold, Barón, 296
Moscoso, Sebastián, 214
Noria, Víctor, 356
Moscoso Serrano, Eudoro, 196, 197, 217
Nouel, Adolfo Arthur, 391
Montaña Granados, Eliseo, 121, 128 Montenegro López, Galo, 9, 13, 191, 198, 203, 204, 220, 303
Mosquera, Hernando, 135
Noussitou, Fernando, 33, 34, 37, 46
Mostajo Quiroz, Fredy, 368
Nudenberg, Alberto, 39
Montero, Eustaquio, 412, 416, 417, 418, 419
Mostajo Vargas, Juan José, 371
Nudenberg, Bernardo, 39, 46, 47
Montero Rivera, Luis, 171, 181
Mosto, Santiago, 34, 45
Núñez Andrade, Roberto, 273
Montes, Diego de, 147
Mota, Joaquim, 71, 73, 74, 79, 85
Montes de Oca, Leopoldo, 31
Motta Beltrán, Adriana, 144
O
Monti, Jorge, 43
Moyano, M., 32
Oliveros de Briceño, Rosa, 434, 439
Monti, Juan, 39
Moynahan, Edmundo J., 274, 449
O’ Daly, J. A., 431
Montilla, Víctor, 381
Muir, Ernest, 157
Obadía Serfaty, Jacobo, 433, 436, 437
Montoya de Bayona, Luz Stella, 135, 149
Muller, Luiz Fernando Bopp, 107
Montoya, R., 356
Mundi, Guillermo Alejandro, 135
Mora, Carlos Enrique, 132
Muñoz A., Osvaldo, 219
Obregón Sevillano, Lisandro, 371, 374
Moraes, Otávio, 102
Murgueytio Stacey, Raúl, 196, 198, 202, 204
Ocampo Candiani, Jorge, 270
Monroy, Hugo, 335 Mont, Luis, 243 Montalbán, 354 Moral, 354
Moraga Miranda, Romeo Augusto, 241, 244
Mullins, Enrique, 173
Murillo, Manuel, 435
Obregón de León, María del Socorro, 242, 243, 244, 245
Ochoa, Amparo, 131, 137, 143 Ochoa Cobos, José Humberto, 213
Morales, Alejandro, 333, 336, 337, 342, 343
Muschietti, A., 32
Morales, Enriqueta, 275
N
Morales, Raúl, 382
Naar, Julio César, 135
Morales Beltramí, Raúl, 181
Olchansky, Manuel, 34
Nacucchio, Marcelo, 218
Morales Coello, J. R., 156
Nagaro, Pablo, 371
Olivares, Liliana, 37, 44, 45, 46, 47, 447
Morales Ettienne, Armando, 278, 283
Nahuel, Raquel, 172, 175
Olivari, Ezio, 174
Nanni, María Elizabeth, 105
Oliveira Filho, Jayme de, 442
Náquira, César, 344
Oliveira, Sônia Antunes de, 95
Naranjo A., Hugo, 433
Oliver, Margarita, 438
Morante Sotelo, Victoria, 371
Natale, Carlos de, 41
Moreira, Juliano, 72, 85
Nauck, Ernst Georg, 344
Ollague Loayza, Wenceslao, 196, 197, 198, 199, 200, 201, 202, 203, 216, 217, 319
Morales Saravia, Julio, 341 Morales Segura, Antonio José, 124, 127, 136
Nava, Luis, 63, 64, 65
Ochoa M., Xavier, 219 Odriozola, E., 353, 354, 364 Ojeda, Beatriz, 200
471
ÍNDICE DE NOMBRES
Ollague Torres, José María, 201, 203, 217, 447
Padilla, Mariano, 238 Padilla Corcuera, Hernán, 369
Parra García, Marlene, 279, 281, 283, 284
Oller, Francisco, 380
Padilla G., Plínio, 219
Pasarell, Rafael, 382
Olmos Castro, Norberto, 40
Padilla y Padilla, Carlos, 239
Oporto Gatica, Manuel, 181
Padrón, Alejandro, 361
Paschoal, Francisco Macedo, 86, 105
Opromolla, Milton Wladimir Araújo, 104
Pádua, Antonio de, 91
Oramas, José, 212 Orellana, Isabel de, 241 Orol Arias, Ceferino, 32, 33, 422 Ormaza Hinestrosa, Adolfo, 124, 133, 135, 136 Oroz Montiglio, Julia, 169, 177, 178, 182, 184, 187, 189 Orozco, Miguel A., 38 Orozco Covarrubias, María de la Luz, 275
Palacios, Alberto, 45
Pascua, Ladislao de la, 266, 268, 273
Palacios, Manuel, 212, 214
Pascutto, Cristina, 45
Palacios, María Teresa, 143
Pasmanik Guiñerman, Isidoro, 173, 175, 176, 179, 180, 182, 184, 187, 188, 189
Palacios, Olga, 344, 352 Palacios A., Jorge, 197 Palacios Álvarez, Santiago, 200, 201, 204, 218 Palacios Bernal, Virginia, 132
Pastrana, Fernanda, 162 Patiño Camargo, Luis, 125, 128, 142, 150, 354, 364 Patrón, Pablo, 317
Orozco Topete, Rocío, 269
Palacios de Bordón, Hermelinda, 303
Orsini, Olyntho, 92, 93, 94
Palacios López, Carolina, 275
Patrus, Orcanda Andrade, 86, 94
Ortega, Antonio, 211
Palacios P., Rolendio, 217, 219
Patterson, John, 72
Ortega, Juan José, 239
Palermo, Eliandre, 105
Paula, Ribeiro de, 91
Ortega, Miguel, 388, 395
Palma, Luis Fernando, 130, 137, 140, 141
Paulo Filho, Thomas de Aquino, 91
Palma, R., 346, 348, 362, 363 Palmieri, Jorge, 244
Paz Soldán, Carlos Enrique, 322, 337
Parada, Mauricio, 176
Paz y Paz, Ramiro, 241
Pardo Castelló, Vicente, 153, 155, 156, 157, 163, 164, 221
Pazmiño, Pedro, 210
Ortiz, Salvador, 248 Ortiz, Yolanda, 9, 13, 261, 269, 270, 271, 304
Pardo Villalba, Guillermo, 121, 122, 133, 139, 140, 148
Pecolt, T., 70
Ortiz Medina, Aníbal, 40, 43
Paredes, Domingo, 196
Ortiz Monasterio, Fernando, 223
Pedemonte, Luis H., 40, 62
Paredes, Horacio Antulio, 241
Osa, Ovidio de la, 156, 157
Peluffo, Euclides, 418
Paredes, Ricardo, 203
Osorio, Laureano, 143
Peniche, Jorge, 218, 269
Paredes Llerena, Guido, 371
Osorio Camacho, Enrique Alonso, 123, 133
Peña U., Enmanuel, 197
Paredes Reynoso, Oswaldo, 371, 373
Ospina Alzate, José F., 136
Peñaherrera Astudillo, Servio, 196, 197, 201, 202, 216
Pareja, Bertha, 352
Otamendi, R., 439
Peñaloza Rodríguez, Isaías, 374
Pareja, Wenceslao, 214
Oteiza, Alberto, 157
Peñaranda, Elkin, 137, 144
Pareja Coronel, Armando, 195
Otero Marrugo, Víctor, 132, 136, 149
Peragallo, Joaquín, 181
Pargendler, Mirian, 107
Othaz, Ernesto L., 40
Peralta, Pedro, 315
Parizzi, 425
Oviedo, Belia de, 38
Pereira, Carlos Adolfo, 84
Parodi, Arturo, 327
Oxilia, Mario, 44, 45
Pereira, Ignacio, 121
Parodi Bacigalupo, Alfredo, 371
Oyarzún Carrillo, Fernando, 173, 175, 184
Pereira, José M., 160
Parra, Cristóbal, 34, 37, 40, 47, 188
Pereira, Luiz Carlos, 107
Parra, Francisco, 196
Pereira Junior, Antônio Carlos, 80, 84, 86, 96, 446
Ortega, Rinna, 180 Ortiz, Donaldo, 135 Ortiz, Luis Guillermo, 382 Ortiz, Pedro, 341
P Pacheco, Aída, 243 Pacheco Mora, Leónidas, 285 Pacheco Solís, Nubia, 284 Padilha-Gonçalves, Antar, 80, 86, 97, 441
472
Pagaza, M., 348, 363
Paschoal, Luiz Henrique Camargo, 77, 81, 86, 100, 101, 105
Parra, Ricardo de la, 121, 126 Parra, Rodrigo de la, 172, 176
Patrucco Puig, Raúl, 331, 361
Payese Gault, José Víctor, 195
Pazos Varela, Ricardo, 373, 418 Pecoraro, Vicente, 39, 47
Parra, Sócrates, 389
Pereira da Silva, Probo, 412, 416, 422, 425
Parra de Cantú, Viviana, 40
Pérez, Aivlys, 383
Parra Enríquez, Marco Antonio de la, 171, 172, 175, 176, 182, 184
Pérez, Gustavo, 144 Pérez, Lilian, 174, 178
Historia de la Dermatología latinoamericana Pérez Alfonso, Ricardo, 304, 436
Piraino, Roberto, 106
Puente, José M., 33, 422
Pérez Alonso, Alfonso, 278
Pires, Ane K. Simões, 107
Puey, Enrique, 425
Pérez Alva, 354
Pires, Mario Cezar, 104
Pérez Chavarría, Edgar, 239, 243, 244
Pires Caldas, María, 72
Pueyo, Silvia Teresita, 43, 46, 56, 57, 58, 59
Pizarro, Pedro, 348
Puga, Raúl, 174
Pérez de Arce, Gonzalo, 181
Pizarro, Policarpo, 121
Pupo Neto, João Roberto, 105
Pérez del Arca, César, 372
Pizzariello, Graciela, 44
Purcell Peña, Héctor, 388
Pérez Díaz, Manuel, 430, 431, 432, 433
Pizzi de Parra, Nélida, 40, 43, 47, 56, 188
Puyó Medina, Luis, 170, 173, 187
Pérez-Cotapos Subercaseaux, María Luisa, 169, 174, 175, 185
Plata, Zulma, 135
Q
Podoswa, Gregorio, 275
Quevedo, Emilio, 148, 149
Perfetti, Oscar, 439
Politi, Andrés, 45
Quezada R., Alberto, 196, 215, 220
Périn, Lucien, 421
Polito, E., 32
Quezada, Carlos G., 244
Peryassú, Demetrio, 80, 86, 97
Pomposiello, Ismael, 34, 415
Quinete, Sergio, 97
Peryassú, Marcius, 99
Ponce de León, S., 32
Quintanilla, Emilio, 375
Pesce, Hugo, 324, 325, 332, 341, 344, 349, 355, 356, 363, 364, 373
Pons, Adolfo, 431
Quintero, Alfonso, 142
Pons, Sebastián, 40 Ponzio, H., 446
Quiñones, César A., 10, 15, 379, 382, 384
Pescetto, Federico, 171, 184
Porras de Quintana, Luisa, 142, 149
Quiñones, Jesús, 381
Pessano, Juan, 33
Porres, Salvador, 239, 244
Quiñones, Margarita, 390
Pessolani, Domingo, 303
Porto, Jarbas Anacleto, 72, 81, 86
Quiñónez, Noemí, 242
Petit, Pablo, 210, 317
Porto, Alfredo, 85
Pianeta Muñoz, Moisés, 123
Portugal Gallegos, René, 368
Piccone, Zulema, 43, 56
Quiroga, Marcial Ignacio, 19, 20, 33, 36, 37, 41, 43, 46, 49, 50, 54, 157, 332, 415, 422
Portugal, Hildebrando, 79, 86
Pierini, Adrián Martín, 9, 11, 17, 42, 43, 45, 55, 56, 303, 304, 449
Portugal, Pedro Menezes, 91
Pierini, Dagoberto, 43, 45, 55, 274, 415, 449
Posada Arango, Andrés, 121 Posada Trujillo, José, 122, 129, 133, 134, 139, 141
R Rabello, Eduardo, 74, 75, 76, 77, 79, 81, 83, 86, 96, 108, 109
Pou, Víctor, 391
Rabello, Francisco Eduardo, 72, 73, 79, 84, 85, 96, 98, 109
Pous, 418
Rabelo, José, 384
Piérola, Luis F., 63, 64, 65
Póvoa, 422
Rabinovich, Rafael, 336, 342
Pignataro Antonio, 57, 59
Pozetti, Eurides, 103
Raggio, Ximena, 173
Pimenta, W., 84
Prada de Castañeda, Stella, 122, 129, 134, 141, 149
Ragusin, Neocle, 32
Pierini, Luis E., 33, 34, 35, 36, 37, 40, 41, 45, 46, 123, 317, 334, 415, 422, 441, 442
Pimentel, Thimo, 394 Pimentel Imbert, Manuel Felipe, 388, 390, 394 Pineda, Josefa, 278, 283
Prado Barrientos, Fabio, 63, 64 Prado Rocha, Federico, 279, 281, 282, 283, 285
Raimondo, Antonio, 34 Ramírez, Ana Francisca, 144 Ramírez, Aurea, 382
Prats González, Florencio, 171, 173, 175, 177, 181, 185, 187
Ramírez, Jorge, 196 Ramírez, Nerys, 391
Pinkus, G., 333
Prego, Cándido, 416, 417, 419, 421, 423
Pinto, Antônio Gentil de Castro Cerqueira, 72
Pretelt, José, 135 Primelles, Benjamín, 156
Ramírez Bravo, Gastón, 173, 181, 189
Pinto, Jane Macy Neffá, 99
Proença, Nelson Guimarães, 82,, 99, 100, 101
Ramírez Cienfuegos, Oswaldo, 221, 222, 225, 442
Pinto Salas, Rogelio, 372
Proença, Thais, 100
Ramírez Dávalos, Gil, 209
Piñeiro, Ramón, 382
Prose, Neil, 56
Ramírez Delgado, Pedro, 237
Piñeiro, Raúl, 157, 159, 164
Prunell, Arturo, 421, 423
Ramos Arizpe, Sergio, 270
Piñol Aguadé, Joaquín, 442
Prunés Risetti, Luis, 170, 171, 181, 187
Ramos e Silva, Márcia, 86, 99
Pinheiro, Ana Maria Costa, 91 Pinheiro, Francisco, 90
Pinto, Jackson Machado, 93
Piquero-Martín, Jaime, 9, 16, 304, 427, 433, 435, 437, 438, 440
Puche, Albio, 124, 136
Ramírez, Martha S., 135 Ramírez, Orlando, 440
Ramos e Silva, João, 73, 78, 82, 85, 86, 97, 107
473
ÍNDICE DE NOMBRES
Rampoldi Bestard, Roberto, 10, 15, 397, 417
Ríos León, Enrique, 157 Riscalla, Célia, 102
Rodríguez Toro, Gerzaín, 127, 130, 132, 137, 140, 143
Ranalletta, María, 56
Riva, Librado, 121
Rodulfo, Sara, 434
Rassi, Divino Miguel, 86, 92
Rivarola, Emilce, 40
Rohmann, Immo, 176
Ravelo de la Fuente, José de Jesús, 388
Rivas, Fernando, 154
Rojas, Carolina, 434
Rivas Mejía, Federico, 121
Rojas, Elí, 381
Rivas Serrano, Sonia, 285, 286
Rojas, H., 348, 350, 363
Riveiro, Carmen, 412, 416
Rojas López, Ricardo Flaminio, 135, 149
Razetti, Luis, 430 Reátegui, Augusto, 357 Rebagliati, R., 348, 354, 363 Rebolledo Muñoz, Alfonso, 133, 135, 148
Rivera, Fabio, 124, 135, 141
Rojas Canala, Alan, 175, 177, 182, 184
Regalado, Carlos, 341, 373
Rivera, Mónica, 144
Regalado Ortiz, Pedro, 159, 161, 162
Rivera, Víctor M., 381
Rojas Miranda, César, 336, 341, 348, 373 Rojas Paúl, Juan Pablo, 430
Reina, Eduardo, 196
Rivitti, Evandro, 99, 100, 303, 446, 447
Reinoso M., Edgar, 217, 219
Rizo Patrón Tassara, Carlos, 371
Rojas Pizarro, Hilda, 172, 176, 182, 185
Reis, Carmélia Matos, 91
Robiou, Gilberto Baltasar, 388
Rojas Plasencia, Percy, 369
Reis, Vitor Manoel Silva dos, 102, 104
Robledo Prada, Mary Ann, 129, 145, 149
Román Cancino, José Vicente, 119
Rendón, Luis, 204, 205
Robledo Villegas, Mario, 122, 130, 141
Rendón Pizano, Iván, 122, 134 Restrepo Molina, Rodrigo, 144 Restrepo Moreno, Ángela, 122, 128, 129, 141
Román Suárez, Pedro Miguel, 124, 127, 136 Romano Boix, Edgard, 39
Robles, Eugenio, 171
Romero, Arturo, 221
Robles Soto, Miguel Eduardo, 240, 241, 243, 244
Romero, Luis, 318, 341
Rocha Lima, 75
Romero, Oscar, 158, 312, 318, 331, 332, 336, 337, 341, 342, 344, 364, 368, 371, 376
Rodeiro, Raúl, 34, 41
Romero, Susana, 43
Rey, Gabriel, 136
Rodrigues, Vânia, 103
Romitti, Ney, 82, 85, 101, 105
Rey, Pablo, 135
Rodríguez, Araceli, 57, 59
Rey Sánchez, Tarcila, 336, 342
Rodríguez, Carlos Armando, 114, 127
Rondón Lugo, Antonio, 10, 16, 304, 427, 433, 436, 437, 438, 439, 440
Rodríguez, Eduardo, 44, 303
Rosa, Ival Peres, 101, 102
Rodríguez, Evangelina, 388
Rosado, Marlene, 243
Reyes, Juan de los, 237
Rodríguez de Arévalo, Homagdy, 433, 434
Rosales de Martínez, Olga Marina, 242, 243
Reyes Baca, Oswaldo, 201, 204, 218
Rodríguez, Juan A., 421, 424, 425
Rosé Gonzáles, Alejandro, 371 Rosen, Víctor, 417
Reyes Durán, Guillermo, 243
Rodríguez, Juan José, 222, 224, 225
Reyes Flores, Oscar, 10, 16, 427, 433, 436, 438
Rodríguez, Manuel, 44
Rositto, Alicia, 56
Reyes García, Gonzalo, 121, 133, 140
Rodríguez, Martín, 117
Rosner, Simón, 32
Rodríguez, Tomás, 435
Ross Maldonado, Mónica, 184
Reynafarje Hurtado, César, 354, 368
Rodríguez, Virgilio, 124, 135
Rossetti, Nicolau, 84, 85, 100
Rodríguez Barboza, Rosa, 369
Rossi, Anita, 57, 59
Ribas, Emilio, 109
Rotberg, Abrahão, 81, 84, 101, 109
Ribas, Jonas, 89
Rodríguez Bermúdez, José del Carmen, 114
Ricart, J., 446
Rodríguez Castellanos, Rafael, 388
Rotkier, 419
Rifo, Patricio, 174, 183, 186, 189
Rodríguez Cuenca, José Vicente, 114, 127, 149
Rotta, Andrés, 339
Retamoso, Blas, 124 Revelo Hernández, Gema Esther, 132
Reyes, Antonio, 200 Reyes, Esteban, 221, 222 Reyes, Jorge Humberto, 142
Rincón Bracho, Humberto, 438 Rioja Ugaz, Luis, 371
474
Riveiro Rivera, Roberto, 420, 421
Rocha, Glynne Leite, 79, 86, 96
Rodríguez Machado, José, 162
Ríos, Federico, 303
Rodríguez Santamaría, Jesús, 86, 106, 446
Ríos Flores, Marcial, 318, 341, 368, 377
Rodríguez Santana, Luis, 436
Rosende, Julián, 421
Rothman, Stephen, 36
Rovere, Pedro, 57, 59, 60, 62 Royo de Garfias, Margarita, 274 Ruberto, Rubén, 41 Rubin, Jaime, 43, 64, 65
Historia de la Dermatología latinoamericana Salazar-Leite, Augusto, 441, 442, 443
Sandino, Claudio Galo, 283
Rubinson, Rebeca, 56 Rueda Pinto, Luis, 319
Salcedo, Eduardo, 144
Sangüeza, Pastor, 64, 65, 66
Rueda Plata, Luis Alfredo, 122, 125, 127, 128, 130, 133, 137, 142, 143, 150
Salcedo Cabal, Carlos, 123
Sanguinetti, Oscar, 43
Saldaña Patiño, Julio, 371, 373
Sanjinés, Ángel, 418, 419, 423
Saldarriaga Arango, Enrique, 122, 134, 141
Sanjuán de los Ríos, Lope, 117
Rubino, Miguel, 421
Rueda Plata, Ricardo Augusto, 126, 130, 137, 142, 150
Salles Gomes, Miguel, 85, 109
Sangüeza, Martín, 304
Sans, Nora, 400
Rueda, Xavier, 137, 145
Salterain, J. de, 421
Ruilova S., Vicente, 197, 215
Santacoloma Osorio, Germán, 135, 142, 149
Salvo, Aurelio, 180
Ruiz, Ángela, 434
Santander, Ester, 180
Samayoa, Manuel Antonio, 243, 244
Santiago, Maritza, 389
Ruiz, Jaime, 173 Ruiz Agüero, José, 369, 373 Ruiz Angulo, José, 248
Sampaio, Raimunda Nonata Ribeiro, 91, 92
Ruiz Espinoza, Jorge, 198, 204
Sampaio, Sebastião de Almeida Prado, 42, 77, 78, 84, 85, 86, 88, 99, 100, 101, 104, 106, 108, 109, 223, 303, 304, 442, 445, 446, 447
Ruiz Lascano, Alejandro, 38
Samper, José María, 120
Ruiz Maldonado, Ramón, 10, 13, 16, 56, 218, 224, 261, 275, 276, 304, 449, 450
San Martín, A. M., 44
Ruiz Santiago, Hiram, 383
Sánchez, Antón, 314
Ruiz Soto, María Elena, 318, 373
Sánchez, Elfida, 391
Ruqué, Luis, 159
Sánchez, Graciela, 43
Ruso, José, 388
Sánchez, Guillermo, 240
Russo, Paco, 138
Sánchez, Idalina, 389, 391
Rutowitsch, Márcio Santos, 84, 86, 99
Sánchez, Jorge L., 382, 383, 442
Rutowitsch, Mário, 84, 86
Sánchez, Néstor P., 382, 383
Ruvertoni, Marcelo, 60
Sánchez, William, 138
Ruiz Arroyo, Hiram, 383 Ruiz de Zárate, Serafín, 158, 159 Ruiz Delgado, Pedro Juan, 118
S Saavedra Umpierrez, Tirza, 172, 182, 183, 185, 186
San Martín Razzeto, José, 317, 334, 336, 337, 342, 343, 372, 373
Sánchez, José Antonio, 447
Sánchez Angarita, Ximena, 149 Sánchez Arbeláez, Julio, 129 Sánchez Basso, 422
Sabogal, Jairo, 135
Sánchez Caballero, Héctor J., 33, 44
Sabogal Rey, Álvaro, 124, 127, 133, 135
Sánchez Caballero, N., 34, 37
Sabouraud, Raymond, 75, 76, 85, 171
Sánchez Carrión, Faustino, 369 Sánchez Covisa, José, 430, 431
Santomé, Héctor, 414, 417, 418, 421 Santos, Eladio de los, 389 Santos, Guillermo de los, 388 Santos, Itamar Belo dos, 90 Santos, Josemir Belo dos, 90 Santos, Milagros, 242, 244 Santos, Valéria Pereira, 105 Santurión, 419 Saraceno, Esteban, 37, 45, 46 Saracho, Eduardo, 64 Saravia, Francisco, 242 Sardi, José Rafael, 433 Sarria Berríos, Orlando, 279 Sarzosa, Mario, 204, 206 Sasseron, Glória, 105 Saúl, Amado, 10, 13, 161, 261, 271, 389, 443 Savoia, Jorge, 56 Saza, Evencio, 135 Scaltriti, Alberto, 425 Scaltriti, R., 421 Scannone, Francisco, 431, 436, 437, 438, 440 Scappini, Félix, 41 Scappini, J., 44 Schachner, Lawrence, 59
Sánchez de Miranda, Andrés, 237
Schaffer Suárez, Hermann Allan, 283, 284, 286
Sáez de Ocaríz, Marimar, 275
Sánchez Félix, Gadwyn, 372, 373, 375, 446
Schaffer Urbina, Hermann Allan, 279, 281, 282, 283, 285
Safai, Bijan, 186
Sánchez Gómez, Teresa, 275
Schafranski, Aída, 107
Sagaró, Bartolomé, 159, 160, 161
Schiavi, Álvaro Jr., 107
Sal y Rosas, F., 350, 364
Sánchez Millán, Leonardo, 172, 184, 186, 187, 450
Salaiman, Mufith, 136
Sánchez Parejo, Bartolomé, 237
Salas, Armando, 433, 436
Sánchez Peláez, R., 434
Salas Brousset, Arturo, 323, 341, 367, 371, 373
Sánchez Ropero, Martín, 117
Sáenz Ricard, Braulio, 155, 156, 157 Saettone León, Arturo, 375
Salazar Zumarán, José, 372, 373, 375
Sánchez Saldaña, Leonardo, 371, 373, 375
Schneider, P., 53 Schneidewind, A., 32 Schnitzler, Roberto, 106 Schroh, Roberto G., 43, 46 Schujman, Salomón, 39, 44, 325, 422
Sanclemente Mesa, Gloria, 129
475
ÍNDICE DE NOMBRES
Stringa, Osvaldo, 45
Scorza, José V., 434
Sobral, Francisco da Cruz, 319, 442, 443
Segers, Alfredo, 35
Sodré, Celso Tavares, 96
Stringa, Sergio, 37, 45, 46, 47, 65, 319
Segura, Germán, 425
Sojos, Nicolás, 214, 215
Strong, R., 348, 354, 363, 364
Sehtman, Lázaro, 319
Sojos, Luis A., 214
Suárez, Jorge, 63, 64, 65
Seidel Arango, Ángela, 132
Solano, Elfrem, 319
Suárez Eliot, Luis, 318, 368
Seife, Roberto, 162
Solar, Manuel del, 337, 447
Suárez Peláez, Enrique, 131, 137
Seminario, Carlos M., 32
Solares Alava, Efraín, 122, 127
Succi, Isabel, 99
Sempértegui V., Julio, 197
Solari, E., 32
Sudy, Emilio, 173
Seoane, Manuel, 33, 34, 37
Solís, René, 345
Suquilandia, Danny, 450
Sepúlveda, Ricardo, 179, 181
Solomon, Lawrence M., 274, 449
Svartz, Analía, 41
Serial, Augusto, 39, 44
Solórzano de la Cerda, Marco Vinicio, 241, 244
Sylvester Rasch, Eduardo, 181
Sommer, Baldomero, 20, 31, 32, 53
T
Soñé Uribe, Víctor Manuel, 388, 395
Táboas, Manuel, 160
Schweinden, José, 106
Serra-Estivell, Juan, 319 Serrano Camargo, Miguel, 121, 133, 140 Serrya, José, 86 Servia, J., 446 Servín, Juan, 303 Sevinsky, Bernardo, 35
Sorensen, Ricardo, 178 Sornas, Spencer, 105 Sosa, Jaime, 294
Taglioreti, Mario, 421, 424 Tajan Calvo, Alí, 124 Talhari, Sinésio, 86, 89, 95, 98
Sosa, Enrique de, 237
Tamayo Sánchez, Lourdes, 161, 218, 274, 275, 449
Sosa Artola, Belisario, 324, 367
Tapia, Arturo, 375
Soto, José Manuel, 433, 436, 437
Tapia, Félix J., 435, 438
Soto, Rosamary, 174
Tapia, Francisco, 128
Sifuentes, Enrique, 336, 341, 373
Soto Mancipe, Jaime, 129, 131, 137, 138, 143, 149
Sigüenza C., Norma, 219
Tapia Dueñas, Nicolás, 318, 319, 373, 375, 376, 377
Soto Sandoval, Haroldo, 241
Siles, Norah, 63, 64
Tartajo, Cristóbal, 237
Silva, Armando, 382
Sotomayor Tribín, Hugo Armando, 114, 127, 149
Tavera, Juan de Dios, 121
Silva, Beatriz de, 244
Soubhia, Rosa Maria, 103
Silva, Domingos Barbosa da, 79, 86, 90
Soucre, Luis, 440
Silva, Flaviano da, 89
Souza, Elemir Macedo de, 105
Silva, Manuel José, 121, 133, 140, 148
Souza, Modesto José de, 107
Tejada, Abelardo, 336, 341, 342, 343, 344, 349, 352, 363
Souza, Valeria, 100
Tejada, Eva, 319
Souza Filho, João Basílio de, 95
Tello, Enrique E., 38, 44, 47, 317, 335
Sevinsky, Luis, 44, 45 Siegfried, Elaine, 59 Sierra, Beatriz, 134 Sierra, Martha, 131
Silva, Sergio, 174, 177, 178 Silva-Lizama, Eduardo, 10, 227, 236, 240, 241, 242, 243, 244, 249, 259
Souza, Argemiro Rodrigues de, 101
Souza Filho, Jorge José de, 84, 86, 108
Tavera, Mariela, 137 Taveras, Carmen Yris, 391 Tcheckmedyian, 418, 419 Teive, Víctor de, 85
Tello, Julio C., 310, 370
Silva Martínez, Eduardo, 239, 240, 241, 248, 259
Sovin, S., 32
Tena, Walter, 418
Staffeld, Alfredo, 390
Terán, Manuel, 423, 424
Silva Siwady, José Gerardo, 270
Staforelli, Ramón, 174, 189
Silvares, Maria Regina, 105
Stegman, Sam, 223
Terra, Fernando, 74, 75, 76, 77, 79, 85, 96
Silveira, Agenor, 102
Steiner, Dense, 103
Testart, Jorge, 174
Silvestre, Eduardo, 181
Stemphelman, Hugo, 38
Tiant, Francisco, 157
Simón, Ramón Daniel, 162
Timm, Carlos, 196, 197
Sittart, Alexandre, 101, 102
Stengel, Fernando, 38, 42, 45, 218, 446
Small Arana, Octavio, 372
Sternick, Manoel, 96
Tincopa Montoya, Luis, 318, 369, 374
Smith, Archibald, 348
Stirling, Ernesto, 417
Tincopa Wong, Oscar, 369, 375, 376
Smitter de Sanabria, Anabella, 434
Stoff, Hamilton Ometto, 105
Tirado, Herbert, 372
Smoje, Gabriela, 177, 178
Stoichevich, Flora, 40
Soares, Magali, 105
Stolar, Esther, 44
Tiscornia Denis, José María, 414, 417, 418, 419, 421 Tiscornia, Nicolás, 421
476
Historia de la Dermatología latinoamericana Tobar C., José, 219
Turcio, Rafael, 421, 423
Valega, Juan Francisco, 344
Tobías, Edith, 244
Turjansky, Eliécer, 44
Valença, Zirelli, 91 Valenzuela Valverde, Alfredo, 195
Tobin, Howar, 223 Tobón Pizarro, Hernán, 123, 133, 134, 139, 142
U
Valladares, Edgar Manolo, 241
Ubogui, J., 45
Valle, Lidia, 10, 34, 37, 43, 45, 56
Tobón, Carlos Enrique, 122, 134, 141
Ugarriza, Ricardo, 303, 422 Ugaz, Humberto, 336, 341
Vallejo Cadavid, Fernando, 141, 149
Ulrich, Marian, 435
Vallejo y Vallejo, Luis, 40
Unna, Paul Gerson, 71, 85
Valverde Bejarano, Daniel, 372
Uraga Peña, Enrique, 196, 197, 200, 201, 202, 215, 217
Valverde López, Jenny, 369
Urbina, Francisco, 173, 175 Urcia, J., 347, 348, 349, 363
Vanoni Martínez, Magdalena, 198, 204
Urgilés, Hernán, 219
Vaquero, Noemí, 44
Uribe Ángel, Manuel, 120
Varela, Nieves, 417
Uribe, Claudia,, 143 Uribe, José Ignacio, 120, 121, 140
Varela Hernández, César Iván, 10, 12, 113, 117, 118, 132, 133, 134, 137, 143, 145, 146, 150
Uribe, Rafael, 142
Vargas, Jorge, 136, 447
Torres, Julio César, 132
Uribe Escobar, Gustavo, 122, 125, 128, 130, 141
Vargas, José María, 429
Torres, María Claudia, 143
Uribe Jaramillo, Fabio, 122, 134
Torres, Silvio, 196
Uriburu, J., 32
Torres, Víctor M., 381
Uricochea, Luis J., 140
Torres, Zulay, 433
Vargas Montiel, Hernán, 10, 16, 427, 434, 436
Torres Correa, Rubén, 369
Urquizu Dávila, Pablo Humberto, 10, 13, 227, 243, 244
Vargas Morales, Pedro, 322
Torres Cortijo, Alberto, 40, 44, 188
Urra, Liliana, 180
Torres de la Llosa, Luis, 415, 416, 419, 421, 423
Urrelo Novoa, Amaro, 317, 367, 373
Torres Flores, Dalia, 281, 283
Urrutia, José, 248
Torres Muñoz, Antonio José, 123, 127, 130, 134, 137, 142
Urruty, Ana, 418
Tost, Juan Francisco, 412, 416, 417, 418, 419, 423
Utiyama, Yassubonu, 102
Toledo, Ignacio Segundo, 38 Tolic Rodríguez, Adelaida, 173, 184, 189 Torero, Alberto, 371 Toro Genkel, Luis, 173, 181 Toro Villa, Gabriel, 128 Torok, Eva, 274, 449 Torre, Asdrúbal de la, 204 Torrelo, Antonio, 61 Torres, Andrés, 135 Torres, Antonio, 391 Torres, Héctor, 381
Tregnaghi, Miguel, 60
Urteaga, 354 Uttendale, Chantal, 391
Van den Enden, Lucía, 135, 142, 145
Vargas, Marcelino S., 121 Vargas, Myriam Jazmín, 134, 143
Vargas Reyes, Antonio, 120, 125 Vargas Uribe, Juan Bautista de, 119 Vásquez, Isabel Cristina, 143 Vásquez Blanco, Francisco Rolando, 241, 242, 243, 245 Vásquez de Molina, Juan, 249, 251 Vásquez Lobo, Armando, 135, 148 Vázquez, Honorato, 213 Vázquez, Juan Bautista, 211
V
Vázquez, Mirta, 10, 12, 55, 58, 59, 60
Vainsencher, 419
Vázquez, William, 439
Vaisman, Bernardo, 181
Vázquez Botet, Miguel, 383
Trigo, N., 65
Valadares, Jorge, 69
Vecchio, E. del, 32
Trilla, Emilio, 381
Valbuena Mesa, Martha Cecilia, 145, 146, 149
Vega, Gloria de la, 382
Trepat, Luis, 32, 34, 55 Trespalacios, Fernando, 157, 158 Trevizo de Moreno, María de Lourdes, 274, 275
Valda, Luis, 65, 66, 67
Vegas, Martín, 431, 432, 433, 435, 436, 437, 442
Tróchez Rodríguez, Pablo Alonso, 132, 143
Valdés Alvariño, Andrés, 159, 160
Velasco, Marta, 178
Valdés Arrieta, Pilar, 172, 185, 447
Velasco Cárdenas, Germán, 136, 149
Troielli, Patricia, 37, 45, 46, 47
Valdés, José Manuel, 248
Velásquez, Francisco, 223
Trope, Beatriz Moritz, 86
Valdettaro, Alfieri, 371
Velásquez, Margarita, 129
Trujillo Méndez, Rodolfo Augusto, 129, 134
Valdez, Raúl, 44
Trujillo Reina, Benjamín, 10, 16, 427, 436
Valdivia Blondet, Luis, 10, 14, 318, 321, 365, 371, 373, 374, 375
Velásquez Berruecos, Juan Pedro, 10, 12, 113, 122, 132, 133, 134, 137, 141, 145, 146, 147
Tschen, Eduardo, 242, 243, 259
Valdizán, Hermilio, 317
Trindade Neto, Pedro Bezerra da, 91
Valdieso, N., 348, 363
Velázquez Arellano, Edmundo, 275 Vélez, Julio César, 135
477
ÍNDICE DE NOMBRES
Vélez, L., 348, 363
Vintimilla A., Jaime, 196, 197, 215
Yegres, Francisco, 434
Vélez Torres, Rafael, 382
Violante, Norma, 275
Yela, Joaquín, 239
Velutini, Luis Alberto, 433, 436, 438
Vitale, María A., 303
Yépez, Bernardo, 214
Vivas Arellano, Adolfo, 440
Yépez, Gil, 431
Vera Mora, Carlos, 173, 175, 176, 182,184, 185, 187, 188, 446
Vivot, Narciso, 33, 46
Yerovi, Agustín, 212
Vólquez, Claudio, 390
Yerovi, Elena, 196, 197
Verdesoto G., José, 219 Vergara, Enrique, 63, 64 Verges, Jorge, 59 Veríssimo, Rilde, 105 Viana, Gaspar, 75, 76, 83, 85, 351
Yong Laos, Alfredo, 373
W
Yoshiyama Tanaka, Enrique, 372
Wackzol, Esther, 435
Yuén, Alberto, 361
Wade, H. W., 157 Wageman, Enrique, 175
Z
Webster, Richard, 223
Zabala, María Teresa, 59, 60, 62
Vidal, Guillermo, 301, 302, 305
Weinberg, Samuel, 274
Zaidestein, David, 303
Vidal, Mateo, 412
Weinstein Rudoy, Mauricio, 171, 173, 181, 185
Zaitz, Clarisse, 86, 100, 101, 304
Victoria Chaparro, Jairo, 61, 131, 134, 137, 143
Viegas, María Lourdes, 86 Vieira, Paulo, 84, 422 Viglioglia, Pablo A., 10,, 11, 31, 34, 35, 36, 37, 42, 43, 45, 46, 47, 65, 108, 445, 446 Vignale, Bartolomé, 41, 413, 414, 417, 418, 419, 421, 422, 423, 426 Vignale, Raúl, 10, 15, 217, 218, 303, 411, 413, 414, 415, 418, 419, 421, 425, 446, 447 Vilanova, Xavier, 85, 423, 441 Villacís, Eduardo, 204 Villacís, Manuel, 204 Villacís O., Hernán, 219 Villagomez, Omar, 63, 64, 66 Villalba, Lidia Inés, 43 Villalobos Fernández, Alejandro, 124, 135 Villalobos Toro, Daniel, 169, 173, 174, 175, 176, 178, 179, 180, 182, 184, 185, 186, 187, 189 Villamizar Betancourt, José Rómulo, 140, 149 Villanueva Ochoa, Carlos, 241, 243, 244
Weiss Harvey, Pedro, 311, 317, 323, 340, 341, 346, 348, 350, 351, 354, 363, 364, 367, 373
Zambrano Payán, José Félix, 124, 127, 136 Zambrano, Víctor Manuel, 122, 140, 150, 203
Weissbluth, Marlene L., 107
Zamith, Vinicio Arruda, 101
Welsh, Oliverio, 270 Wenyon, Ch., 348, 363
Zamora, Juan Manuel, 304, 446, 447
Wernicke, R., 32
Zamora, Ramón, 434
Wilkinson, Félix, 44
Zampese, Márcia S., 107
Williams, Hunter, 310
Zaniboni, Mariana, 105
Winter, John, 27
Zapata, Carlos, 439
Wolf, Juan Carlos, 129
Zapata Cárcamo, Lilia, 321, 368
Wolf, René, 172, 175
Zapata Gutiérrez, Aníbal, 122, 134
Wong Galdamez, Antonio, 240, 241, 243, 244
Zárate Ortiz, Catalina, 136, 149
Woscoff, Alberto, 10, 11, 31, 35, 36, 37, 38, 44, 45, 46, 47, 303, 304, 425, 442, 446, 447
Zéas Domínguez, Iván, 216, 217, 218, 219
Wucherer, Otto, 72, 78
X Xavier, Célia Antonia, 102
Y
Zárate, Miguel, 135
Zeballos, Alfredo, 66 Zegarra Araujo, N., 352, 364 Zegarra Pupi, José, 323 Zegpi, María Soledad, 174, 178 Zegpi Trueba, Emilia, 172, 185 Zerda, Liborio, 128
Yamamoto, Kasuya, 274, 449
Zuluaga de Cadena, Ángela, 129, 133, 134, 138, 143, 148
Villanueva Valdez, Neftalí, 240, 241, 242, 243, 244
Yamamoto, Manuel Palomino, 371, 373, 375
Zúñiga, Pedro, 254
Villanueva, Julia, 204
Yamashita, Jane Tomimori, 101
Villavicencio Ponce, Ricardo, 203, 204, 213
Yáñez Garrido, Daniel, 181
Historia de la Dermatología latinoamericana Mapa de América
Esta obra se terminó de imprimir en abril de 2007 en la imprenta Art & Caractère, Lavaur (81). Impreso en Francia.
Historia de la Dermatología Latinoamericana Bajo la dirección de
RICARDO GALIMBERTI, ADRIÁN MARTÍN PIERINI Y ANDREA BETTINA CERVINI Este libro ha sido realizado por iniciativa del Comité Organizador del XXI Congreso Mundial de Dermatología. Redactado por 73 autores que representan a la comunidad dermatológica de América Latina, constituye el regalo oficial del XXI Congreso Mundial de Dermatología, celebrado en la ciudad de Buenos Aires del 1º al 5 de octubre de 2007. La Historia de la Dermatología Latinoamericana se publica gracias a un fondo educativo irrestricto de Laboratorios Pierre Fabre Dermo-Cosmétique.
EAU THERMALE AVÈNE • DUCRAY • A-DERMA • PIERRE FABRE DERMATOLOGIE
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