Historia de España musulmana
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ANWAR D. CHEJNE

_ HISTORIA DI ESPANA MUSULMANA

Título original:

Mus/in Spain. lts History a11d Culture Traducción de Pilar Vila

Reservados 1 1• La abolición del califato no resolvió ningún problema, sino que confirmó la realidad política de la mult1pltcidad de estados existentes en 1031. A la caida de los 'amiríes en 1009 . los jefes beréberes se hicieron fuerte en algunos puntos de al-Anda]us y adoptaron una postura de independencia, y lo mismo ocurrió con los caudillos 'arniríes. árabes y eslavos. Todos estos lideres pertenecían a alguna familia o tribu (de ahi su denominación de Tawii 'if, singular Tii 'ifa/1 'taifas' en español) que incluía a sus clientes y soldados mercenarios, y, aunque algunos de ellos fueron al principio gobernadores, otros habían sido recompensados por sus servicios con ciertos territorios. Por ejemplo, en 1013 el califa Sulayman distri­ buyó las mejores provincias entre sus seguidores beréberes 2• y al mismo tiempo los 'amiríes, sus clientes y otros gmpos se establecieron en varios sectores de al, Andalus. No había fronteras fijas, muchas de las ciudades cambiaron de dueño con frecuencia, y podían distinguirse fáci]mente unos veinte o más estados 3 • lbn al­ Jatib hace mención de otros estados que se formaron como consecuencia de una herencia, como por ejemplo hizo uno de los jefes Hüd de Zaragoza, que dividió su territorio entre sus cinco hijos, los cuales trataron de gobernar con autonomía, y esto mismo ocurrió en otros muchos casos. 1 Sobre Mulük al-Tawa'if. véase lbn 'ldhiiñ, Boyan. vol. 3, pág�. 155 y sig,.. al-Marrákushi. Mu'c:hib. páginas 111 y s1gs.; Abdallah, Mudhakkira1 Emir ºAbdallah, ed. E. Lévi-Proven�al, Cairo, 1955; al­ l;limyari. Ki1üb al-raw>, Mélanges de la Casa de Velúzque=. 6 (1970), 210-246, y su «Combien de morisques ont été expulsés du royaume de Gre­ nade», Méla11ges de la Casad,• Velá=q111•z. 8 (1971). 397-399. "º Sobre la eirugración de moriscos, véase M. Epalza, «Recherches récentes sur les émigrations des "moriscos" en Tunisie». Ca/riers de Twusie, XVIII (1970). 139- l49. y M. Epa Iza y R. Petit, Ét11des sur les moriscos a11dalm 1•11 Tu nisie. Madrid-Túnez, 1974.

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y en su nueva posición de conversos se vieron relegados al ostracismo y carentes de una vida comunal propia en la que pudieran conservar. al menos. algunas de sus costumbres. Aunque dichas prohibiciones fueron acompañadas a veces de una ligera tolerancia, los moriscos no contaban con una organización central que les hubiese permitido modificar el curso de los acontecimientos. hallándose indefensos y siendo designados. como cristianos nuevos, con el peyorativo de «moriscos». que no significaba más que cristianos a medias en los que no se podía confiar en cuanto entidad individual o religiosa. Esta fue la tragedia del morisco. considerado ÍI!deseable en su propia tierra. y olvidado por sus correligionarios del norte de Africa y de Oriente. por los cuales esperaba ser ayudado. Despreciados y suspectos. los moriscos permanecieron sujetos a constantes medidas represivas. y a acusaciones que a veces rayaban en lo absurdo. lejos de toda norma cristiana. Una de ellas fue que el morisco era cristiano en apariencia. pero musulmán de corazón. para demostrar lo cual se daban «pruebas>> de que invocaba a Allah. oraba varias veces al día. observaba el ayuno del Ramadán. y practicaba ciertos ritos no conformes con el cristianismo. En caso de no poder demostrar esto. se buscaban otras acusaciones. entre ellas que el acusado solla comer carne los viernes. lavaba o usaba ropa limpia en ese día. no comia tocino. o que su mujer cocinaba con aceite en vez de con manteca o tocino como los cris­ tianos viejos, etc. 71• Dado lo injusto de su trato por parte de los cristianos viejos, y debido a la sensibilización hacia las minorías marginadas. los moriscos han suscitado recientemente gran interés entre los eruditos. plasmado en numerosos artículos, monografías y libros. estudios que revelan casi sin excepción que la tensión reli­ giosa llegó a su apogeo bajo la Inquisición. que actuó obsesionada por los moriscos y todo lo relacionado con ellos, ya fuese real o imaginario. Los procesos de Gua­ dix 71• Toledo 73. Cuenca 74• y otros. prueban y amplían los muchos aspectos ya indicados por Mármol Carvajal 75• Ginés Pérez 76, y Dánvila y Collado 77• auto­ res 711 que. a pesar de tratar de diferentes regiones. revelan una gran consistencia en lo referente a la poLitica seguida por los cristianos viejos con los moriscos. polí­ tica establecida y llevada a cabo por la Inquisición. y encaminada al exterminio de una minoría pobre y desorganizada. aunque fuertemente arraigada en su suelo nativo, y cuyo origen se encuentra en las vicisitudes y acontecimientos históri­ cos sobre los que no tuvieron ningún control. El hecho de que los moriscos tuviesen sus propias costumbres y creencias por un accidente histórico que duró varios siglos. durante los cuales existió una in­ teracción íntima entre todos los habitantes de la península, no les diferenciaba radicalmente y en su sentido étnico de los cristianos viejos que se arrogaban la limpieza de sangre. que no era sino un puro y simple racismo. un mito sin justi­ ficación real. ya que étnicamente. estaban tan mezclados como los moriscos. con 71 Para más detalles. véase M. García-Arenal, /11quisic:ión y moriscos. Lo.1· procesos dd Tribunal de Cuenca, Madrid, 1978, 46-61. 2 ' Cfr. Al Gallego Burin y A. Gómez Sandoval. Los moriscos del reino de Granado según el sínodo ele Guadü de 1554. Ed. de D. Cabanelas, Granada. 1968. '3 Cfr. S. Cirac Estopoñón. Lo.1 proceso.1 de hl!cl1icerío l!n la l111¡ui.virití11 di! Castilla la N11ern.-Tribu­ nales d1· Toledo ¡• Cuenca, Madrid. 1942; P. Dresscndocrfcr. Islam 111//('r der fnq11isitio11. Dil! Morisco Process1' in Tolédo. 1575-1610, Wiesbaden, 197 l. 74 M. Garcia-Arenal. Jnquisició11 r moriscos. Los procesos d('/ Tribunal de Cuenca. Madrid, 1978 . .,, L de Mármol Carvajal. Historia de la rebelión 1· castigo de los moriscos del rl'ino de Granada. . BAE. XXI, Madrid, 1946. 1• Guerras ciriles de Gra110da, Madrid, 1913. 77 M. Danvila y Collado. La expulsión de los moriscos c•spwioles, Madnd. 1889. 78 Véase nota 69 para más datos bibliográficos.

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los cuales compartían hábitos de índole lingüística. sociológica y síquica, depen­ diendo mutuamente en materia de agricultura, construcción. industria y demás servicios. Prevaleció, no obstante, una aberración basada en el fanatismo religio­ so y el crudo racismo. llevando al equivalente de la deshumanización de una mi­ noría desprovista del poder material y la organización necesaria para su super­ vivencia. Esta actitud de los cristianos viejos y de la Inquisición no fue aislada, ya que la reciente historia del mundo occidental ha mostrado que las pretensiones de pureza. y selección han sido. y son aún. una doctrina palpitante y harto corriente para apoderarse de tierras y bienes. aunque eUo signifique el exterminio de todo un pueblo.

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CAPÍTULO VH SOCIEDAD Y ADMINISTRACIÓN La división de la sociedad andaluza en grupos étnicos y religiosos perjudicó a la integración social. y en consecuencia permaneció heterogénea. discordante. y a menudo afectada por graves dificultades en las que la religión y/o el agrupa­ miento étnico fueron las principales razones divisorias. En teoría. el Islam reconocía la igualdad de lodos sus seguidores, sin consi­ derar su origen étnico o posición social, pero en la práctica eran corrientes las distinciones, basadas principalmenle en factores económicos y políticos. Los mu­ ladíes. beréberes y otros grupos fueron conscientes de que no recibían lo que le­ gítimamente ordenaban las enseñanzas del Islam. y se levantaron a menudo abier­ tamente contra las clases gobernantes. Debe señalarse sin embargo. que la sociedad andaluza era abierta y ílexible. y un hombre de origen humilde podía avanzar en la escala social y ocupar cual­ quier alto cargo. a excepción de él de gobernante supremo. Además. los diversos grupos estaban unidos por la lengua y la cuhura -los dos elementos principales para una identidad nacional-. pero esto no evitó la desigualdad social. la tensión y las continuas revueltas en cuanto se hacia un vacío político. A esta inquietud también contribuyeron factores económicos y sociales. y en relación con esto. se pueden distinguir los siguientes grupos de acuerdo con su posición en la pirá­ mide social 1: la nobleza (al:íii$$Oh). las masas (a/-·a,nmal,) y los esclavos. A partir de 711 basta 103 l. se mantuvo en la cumbre de la pirámide social una élite árabe. cuya sangre se había mezclado debido a los matrimonios mixtos. Este grupo representaba a la cLinastía de la cual provenían el gobernante supremo y otros altos funcionarios. Conocidos como Qurayshíes u Omeyas, recibían abun­ dantes pensiones (rizq) y extensos territorios (qa¡ii'i'). Durante el emirato, cinco familias principales ocuparon importantes puestos como gobernadores de las pro­ vincias, jefes del ejército, jueces. visires y demás. pero con el transcurso del tiem­ po. muchos de estos puestos fueron ocupados por no árabes que. a fuerza de ha­ bilidad y riqueza. lograron avanzar en la escala social y llegaron a formar parte integral de la nobleza (ah/ a/-jii.r$ah). En general. residían en las ciudades y re­ cibían sus rentas de la corte y de sus dominios. A la caída de la dinastía Omeya, esta aristocracia árabe se vio rápidamente reemplazada por cierto número de aristócratas menores: beréberes. �aqaliba. y demás. que se hicieron dueños de pequeñas posesiones. Después del siglo x1. los 1 Levi-Provenr;al. H,sroirl!. vol. 3. págs. 188 y sigs.

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beréberes se convirtieron en el elemento predominante en la sociedad. pero pronto perdieron su importante posición ante los cristianos. los cuales lograron controlar por completo el destino de al-Andalus. Las masas constituían el grueso de la población. e incluían las clases media y baja. Eran el soporte de la sociedad. y de ellas eran los ofícios. el comercio. la agri­ cultura y todos los puestos civiles de menor importancia. Las constituían elementos heterogéneos: árabes. berébcres. mozárabes y judíos (los dos últimos grupos ha­ bitaban sus propios barrios. pero se movían libremente para sus negocios y con­ tactos sociales). Una sección próspera o clase media habitaba en moradas con­ fortables. mientras otros simplemente subsistían. Ibn 'Abdün .z e Jbn al-Ra'üf 3 nos dan una idea de los múltiples empleados públicos. comerciantes y artesanos de Sevilla durante los siglos XJ y x11. Había guardianes. porteros. encargados de las mezquitas y edificios públicos. barrenderos. basureros. panaderos, perfumistas. comerciantes en granos. carniceros, pescadores y vendedores de higos, aceite. perfume. tela. leche. queso. carne. fruta y verduras, cueros. pieles y otros produc­ tos. Además. lbn 'Abdün e lbn al-Ra'üf mencionan una serie de reglas que re­ gulaban las funciones de cada grupo y la calidad de cada producto. Ante la escasez de información que tenernos. no se puede estar seguro de la composición de la población rural 4• aunque se supone que era más homogénea que la de las ciudades. y agrupada por razones étnicas o religiosas. Aunque muchas gentes poseían sus propias tierras. el resto trabajaba para dueños ausentes sobre una base de reparto de cosechas que puede haber sido entre el 25 �,0 y el 50 %- Las continuas revueltas y la inestabilidad del campo hacía insegura su vida, situa­ ción que debió impulsar a muchos a establecerse en las grandes ciudades. donde encontraban pequeños trabajos. Esto puede explicar en parte las frecuentes epi­ demias de hambre y dificultades económicas en al-Andalus. En la antigüedad y el medioevo. la esclavitud era un negocio corriente y prós­ pero. y el Islam toleraba la institución. aunque la manumisión era considerada como un acto agradable a Dios. En al-Andalus existían muchos mercados de es­ clavos. y un gran número de gente prosperaba gracias a su comercio. Los escla­ vos eran a menudo víctimas de la guerra. pero también los procuraban en toda la región mediterránea los mercaderes especializados que conocían la demanda de mano de obra, e incluían negros del Sudán y otros puntos de África, y cristia­ nos de España y otros lugares de la Europa occidental y oriental. La aristocracia y las gentes adineradas tenían un gran número de esclavos de ambos sexos. a los que empleaban en las tareas domésticas. trabajos caseros y de­ más. Por ejemplo, algunos varones �qalibab eran castrados para servir de eunucos en los harenes de los califas, y otros servían de guardias de palacio. Las mujeres �­ qalibah de piel blanca y ojos a7Ules eran muy apreciadas como concubinas, y el precio podía ser muy alto, dependiendo del talento de las muchachas para cantar o bailar y también de su físico. Una mujer tenía más probabilidades de ser liber­ tada. sobre todo después de tener hijos, en cuyo caso recibían el nombre de «la madre del hijo» ( umm a/-u:alad).

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Tbn 'Abdün, Risiilat /bn · Abdiin fi-1-qa> 24• Tuvo contacto con los principales tradicio­ nistas. juristas. gramáticos. hombres de letras y poetas. cuyas ideas propagó por el Occidente. Al igual que otros nativos del Este. estos hombres influyeron no sólo a través de sus artes particulares. sino también a través de sus enseñanzas y de la introducción de obras literarias. manierismos. modas y costumbres. La ascendencia de las modas islámicas dél Este se ,io reforzada por el gran nú­ mero de andalucei. que viajaron a él, buscando. además de La Meca y Medina. los centros culturales de Küfah. Ba�rah. Bagdad. Alejandría. y otros. y así entraron en contacto con las múltiples ideas e ideologías del Este, y trajeron consigo im­ portantes obras literarias de religión. estudios coránicos. tradiciones proféticas. jurisprudencia. lengua. literatura (adab), historia y ciencias. Apenas hubo obra importante en Oriente que no conociesen los andaluces cuyas biblio1ecas estaban repletas de libros orientales de todo tipo. y los principales autores del Este eran nombres familiares en los círculos culturales de aJ-Andalus. Era fácil encontrar colecciones de poesía preislámica e islámica. entre las cuales estaban el \1 u/ac,l­ (la/iyál. el A$nw'iyá1, el flamásah y las colecciones de Abü Nuwas (m. 810), Abü-l­ 'Atfil1iyah (m. 828). al-Mulanabbi (m. 965) y Abü 'AJa' al-Ma'arñ (m. 1057). En adab estaban las obras de al-Chabíi (m. 869) e lbn Qutaybah (m. 885); en gra­ mática y lexicografia el Kiráb de Stbawayhi (m. aprox. 800). el Kitiib al-'ayn de al-Ja!TI. el Fa:{ih de Tha'lab (m. 904) y al-Kiimil de al-Mubarrad (m. aprox. 897); en estudios de religión las varias versiones de las Tradiciones Proféticas. las siete lecturas del Corán. los códigos de la ley. en especial el 1\llu1mua· de Malik lbn Anas, y comentarios coránicos. También había obras de historia y otras que tra­ taban de filoso tia y ciencias naturales 25. Entre los principales andaluces que viajaron al Este estuvo YaJ:¡ya Ibn Yabya 26, uno de los eruditos religiosos más influyentes de su época. Tras haber sido educado en Córdoba. Yal)ya marchó a Medina y estudió leyes con Malik Ibn Anas. vol­ viendo a al-Andalus lleno de entusiasmo por la doctrina jurídica de su maestro, 20 Publicado en dos volü-mene:,, Cairo, 1926. lbn Jayr, Fohrasal1, pag. 323. la califica de «única» y al-Zubaydi, Toboqiit, la considera como la obra más importante en su campo. 21 El estudio del Amá!T, con su conuapartida onental o/-Komil de al-Mubarrad. sería interesante y provechoso. 12 Al-Maqqañ, vol. 4, págs. 126 y sigs. y 136 y sigs., donde enumera a los can1antes Fac;II, Qamar y al-'Achfá' Cfr. Péres, La p0ésie a11dalouse. págs. 40-41. 23 Sobre Zaír al-Bagdadí. véase al-Maqqañ, Nofl., al-fib. vol. 4. pag. 108. N Véase ibúl.• pág. 130. 25 Véase Péres. Poésie andalomc, p:igs. 41 y s1gs. También lbn Jayr. Fal,rasa!,, que da una enorme lisia de obras escritas por autores occidentales. 26 Sobre Yai}ya, véase al-Maqqañ. Nafl.1 al-¡ib, vol. 2, págs. 214 y sigs.

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y es probable que fuese uno de los responsables de haber convencido a la corte para que se adoptase la doctrina mfilikí como sistema legal en al-Andalus. donde tuvo gran influencia en la vida religiosa. La ley malilá garantizaba la unidad de dogma en el país y, al mismo tiempo. tenía gran influencia en los asuntos de estado y en la vida intelectual a través de los eruditos religiosos ('u/ama') y los juristas (fuqaha'). La temprana defensa del miilik.ismo hecha por YaJ:¡yii estuvo apoyada por otros importantes eruditos que habían visitado el Este, entre ellos Ibn l:labib (m. 845) 27 • llamado «el erudito de al-Andalus» y que se distinguió en la jurispru­ dencia. tradiciones proféticas, estudios lingüísticos, literatura y poesía. Qasim lbn Tbabit (m. 915) 28 y su padre introdujeron cierto número de ciencias ('ilman. kathT­ ra11) en al-Andalus, y también se dice que introdujeron el famoso diccionario Kita al-'ayn de al-Jalíl Tbn A):lmad. Qasim lbn A$bagb (m. 862) 29 viajó al Este y conoci_ó a los hombres más importantes de la época, profundizó en las obras de lbn Qutaybah, al-Mubarrad. Tba'lab e Jbn al-Chahm y contó con gran nú­ mero de discípulos. Finalmente, Ibn 'Abdün 30 y Abü Bakr Ibn Zuhr 31 recibieron instrucción para la administración de hospitales y fueron directores de éstos en el Este y al-Andalus. Si la dependencia cultural del Este disminuyó a partir del siglo x, es porque los andaluces habían asimilado para entonces su saber y posiblemente eran su­ periores a sus equivalentes orientales. los cuales, en efecto. comenzaron a inspirarse en la cultura andaluza. Este proceso continuó casi sin interrupción. alcanzando su culminación con lbn Malik (m. 1274), autor de la famosa gramática en verso Alfiyyah. el poeta y gramático Abü l:layyan (m. 1344); y los grandes pensadores lbn al-Jaµb e lbn Jaldün (m. 1406). Sin embargo, los antiguos maestros orien­ tales no fueron nunca olvidados en al-Andalus. Esta interdependencia puede apreciarse en el Fahrasah, obra del siglo xu es­ crita por lbn Jayr (m. 575/1180) y que contiene unos 1.045 títulos de varias mate­ rias y revela mucho acerca de la educación de un erudito. [bn Jayr viajó por todo al-Andalus en busca de conocimientos y aprendió de los principales eruditos de Córdoba. Almería. Málaga. Algeci.ras y otras ciudades. Su educación comprendió estudios coránicos, de las tradiciones proféticas, el Muu·aua' de Miilik. biografías. genealogía, las raíces (u$ul) de la jurisprudencia, visión, ascetismo. gramática, lexicograíla. letras y poesía y, aún más importante, indicó cómo habían sido in­ troducidos algunos libros del Este en al-Andalus y quiénes los habían estudiado ya en el siglo xn. Cada v,a. que mencionaba un libro, siguiendo el método empleado al describir las tradiciones proféticas. indicaba si lo había estudiado oral o tex­ tualmente (udlman aw mushafahatan). bajo quién, quién más y con quién, etc.. hasta remontar esta cadena de transmisión al autor de la obra.

Los mérilos de al-Andalus Aunque al principio los eruditos orientales consideraran a los andaluces como inferiores e improductivos y a pesar de que éstos dependieron conscientemente de aquéllos. al fin se percibió con claridad que al-Andalus tenía, después de todo, importantes méritos (far/a 'i/), y, a partir del siglo x1, los autores comenza�on a 21 28 29 3" 31

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/bid.• [bid., lbíd., /bid., lbíd.,

págs. 217-220. pág. 255. pág. 254. vol. 3, pág. 13. págs. 13 y sigs.

enumerarlos junto con sus maravillas, describiéndolos con entusiasmo. Las ma­ ravillas comprendían su topografia, montañas, ríos. valles. recursos, frutas. ver­ duras. arroyos y arboledas, sus gentes y su carácter. cualidades, religión, costum­ bres. y sobre Lodo sus literatos, sus ciudades y palacios. paseos. jardines, puentes, calles, baños, mezquitas, dominios, y demás. lbn al-Jatib 32 y al-Maqqari 33 nos dan abundantes detalles sobre las opiniones de al-Andalus que tenían sus predecesores. al cual consideraban un paraíso terre­ nal, dotado por Dios de un cielo despejado. un hermoso mar lleno de peces, frutos deliciosos y maduros y bellas mujeres; si Dios le hubiese concedido un buen go­ bierno hubiera sido el propio paraíso. Jbn al-Jaµb, que fue visir de los Na�ríes, habla de la Granada del siglo x1v como «la madre del reino» (umm al-mi.yr), debido a su inexpugnable posición, su aire puro. su abundancia de agua, y su gran riqueza, y señala exagerando: «es el eje de al-Andalus. la morada de la realeza. solaz de príncipes... Es hoy en día la ca­ pital del mundo (país). la más alta morada. la capital de los gobernantes. la cúplila de la justicia y la beneficencia. Ninguna otra ciudad puede comparársele ni en su exterior ni en su interior. y ningún país hay como él en cuanto a cantidad de edi­ ficios y excelencia de posición» 34• AI-Maqqari 35 dedica amplio espacio a las principales ciudades de al-Andalus y describe las características por las que eran famosas. Será suficiente mencionar los puntos principales de su detallada descripción de Córdoba. derivada de autores antiguos, y que trata de su posición, extensión, barrios, palacios, puertas, lugares de reposo (muntazihiit). jardines. mezquitas. baños públicos. tiendas. casas. ca­ nales. puentes y mansiones 36. Córdoba fue famosa por muchas cosas: la mezquita omeya. el palacio al-Zahra' construido por 'Abd al-RaJ:i_man III, el de al-Záhirah levantado por Ibn Abi 'Amir. y por sus ciencias -la mayor de las virtudes 37• «No hay ciudad en el mundo igual a ella, ni siquiera la famosa ciudad de Bagdad», dice al-Maqqari y añade citando a al-I:Iicbaii 38, «Su posición en al-Andalus es como la de la cabeza en el cuerpo y pecho del ,Ieón» 39 . Y, seiún Ibn Sa'id 40 , Posee más libros que ninguna otra ciudad de al-Andalus, y sus habitantes prestan más atención a las bibliotecas (iazá'in al-kutub). Esto fue para ellos medida (álat) de prestigio y hegemonía. hasta el punto que si un caudillo no poseía ninguna edu­ cación (ma·rijah), trataba de tener una biblioteca en su casa con una cuidada selec­ ción, no sólo para que se dijese que era dueño de una biblioteca, sino también que tal y tal libro no se encontraba en ninguna otra parte ... 41.

Al-Maqqar1 relata una historia relacionada con libros y bibliotecas, que revela el gusto y las modas entre las gentes acomodadas de al-Andalus. 31 Al-l!Já/ah, vol. l. págs. 122 y sigs. 33 AI-Maqqari dedica la mayor parte del vol. 2 de su NaflJ al-¡ib a las opiniones de sus predecesores sobre las maravillas de al-Andalus. JA AI-JIJá¡ah. vol. l. págs . 1 O l y sigs. 35 Na/1.1 al-(ib. vol. 2, págs. 7 y sigs. 30 lbíd., págs. 10 y sigs. 7 J lbíd., pág. 4. JS Al-(:lichiir1 (m. 1155), poeta y autor del tratado histórico Kitüb al-mus/11b Ji gari'i'ib ah/ al-Magrib. que es una de las fuentes principales de lbn Sa'id al-Magribi y de al-Maqqañ. 39 AI-Maqqañ, Naft.1 al-¡ib, vol. 2. pág. 9. ""º Es Jbn Sa'id al-Magrib1 (m. c. 1274), autor de la historia al-Mugrib fi (111/á al-Magrib. Se dice que una continuación de al-Mushib de al-l;lichiiri estaba formada por 15 volúmenes. Cfr. Nykl. Híspano Arabic Poetry, pág. 361. 41 AI-Maqqari, Naft.1 al-¡ib, vol. 2, págs. 10-1 l.

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Al- f:ia9ranii dijo, «Estuve una vez en Córdoba y pasé algún tiempo en el mercado de libros en busca de uno que me interesaba, hasta que lo encontré. Su escritura era clara y tenía un buen comentario. Me puse muy contento. Empecé a ofrecer altos precios por él en la subasta, pero el subastador siempre volvía con uno más alto, hasta el punto en que llegó al límite. Entonces Je dije: «Dime quién está pujando por este libro hasta el punto que el precio es más de Jo que vale». Entonces me señaló un hombre que Llevaba vestiduras de líder (riyiisah). Me acerqué a él y le dije: «Dios bendiga a nuestro señor y erudito, si tenéis interés por este libro os lo dejaré pues la puja entre nosotros ha llegado a su extremo». El me contestó: «No soy un erudito (faq,/1) y no sé de qué trata el libro. Pero he comenzado una biblioteca a la cual he ido añac!iendo piezas que no tienen las de los jefes de la ciudad, y queda en ella el sitio justo para este libro. Así, cuando lo vi claramente escrito y hermosamente en­ cuadernado me gustó y no me importa cuánto ofrezco por él.1> Al-l:fal /bid .. pág. l l. � !bid.. pág. 10. 45 Far{1a1 ai-an/iis parece ser una de las fuentes principales de al-Maqqañ. 46 Al-Maqqar1, Nafl.1 a/-¡i, vol. 4, págs. 146 y sigs.

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Son indios por su gran afición, amor y conservación de las ciencias, son bagda­ díes en virtud de su limpieza, galanura. modales refinados. nobleza, inteligencia. buena apariencia, la excelencia de su carácter. el refinamiento de su intelecto, la agudeza de pensamiento. y la eficacia de sus ideas. Son griegos en el descubrimiento de líquidos, en los cultivos. selección de las dife­ rentes variedades de frutos. administración de arboledas. embelJecimiento de jar­ dines con toda clase de hortalizas y ílores 4 7.

Y según lbo I:lazm: Los andaluces son chinos en el dominio de artes y representaciones pictóricas, tur­ cos en la búsqueda de la guerra y manejo de sus resortes ... Además, viajaron al norte de África y se convirtieron en introductores de agricultura. industria. administra­ ción, construcción y jardineria 48.

Un beréber puso una vez en duela que al-Andalus tuviese hombres de talento, y si así era, por qué no existía una relación de ellos, y el hábil teólogo lbn }:iazm se encargó de darle respuesta en un famoso tralado 49 • En primer lugar, decía Ibn l:{azm, Al;lmad Ibn Mul)ammad al-Rañ so escribió una voluminosa historia de al-AndaJus señalando sus carreteras, ciudades principales y asentamientos mili­ tares. Además. el Profeta ya se había referido a nuestros pendencieros antepasados. y esto es en sí suficiente honor. Nuestro clima suave y posición geográfica hacen tender a la sagacidad y la inteligencia. La experiencia muestra que las gentes de al-Andalus han sido capaces de comprender las múlliples ciencias -lecturas co­ ránicas. jurisprudencia. gramática. poesía. lexicografia. historia. medicina. mate­ máticas y astronomía- de manera no igualada en otros lugares, incluyendo la ciudad de Qayrawán. Los andaluces no son los únicos que no perpetúan la memoria de sus grandes hombres, y esto lo confirma el dicho: «La gente no valora a sus propios eruditos». o las palabras de Jesús: «Sólo en su patria y en su casa es menos­ preciado el profeta. >> A pesar de todo. hemos tenido, dice Ibn l:{azm, una gran cantidad de obras excelentes que pueden compararse con las mejores que ha­ yan sido escritas en cualquier sitio. Continúa con la enumeración de los prin­ cipales autores y de sus obras acerca de los temas más importa'!_tes. Hay muchas obras sobre la escuela de ley malik.í, incluyendo a/-Hidiiyah de 'Isa lbn Dinar 51 , comentarios coránicos como el de Abü 'Abd aJ-RaJ:unán Baqi lbn Majlad 52, que aventaja incluso aJ de al-Tabari En el mejor de los casos, el tratado de lbn I:Iazm es una compacta antología que comprende lo que él creyó ser una buena selección de hombres de letras que podían compararse con las grandes lumbreras de Oriente. Resumiendo: ¡Este país nuestro!. a pesar de estar distantes de la fuente del saber. y a pesar de estar separados del ingenio de los eruditos, hemos podido mencionar algunas de las obras de sus gentes, lo cual hubiese sido difícil de conseguir si uno las hubiese buscado en Persia. al-Abwaz. Muc;!ar. Rabi'ah. Yemen o Siria, a pesar de su proxinúdad al Iraq 1 " Thíd.. págs. 146-147. 48 Jbid.• págs. 148-149. 9 Véase más arriba la nota 8. � so AI-Rliii {m. 995) fue uno de los pnmeros cromsias de al-Andalus. Véase F. Pons BoTgues. Ensayo bio-bibliográju:o, Madrid. 1897, núm. 23. si 'Isa Ibn Dinar. jurista andaluz. 52 lbn Majlad (m. 893), en Nafb al-(ib. vol. 2. pág. 253, al-Maqqañ le considera como autor de mu­ chas obras sin par en la literatura islámic-.i. Véase también al-Murrakushi. Mu'chib, págs. 49 y sigs.. que dice que no tenia igual entre sus contemporáneos. Cfr. lbn Bashkuwal. a/-�ilah, Cairo. 1966. vol. l. págma 116.

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que es la morada de la emigración (hichrah) del saber y el hogar de las ciencias y sus promotores. Y si hablamos de Abü al-Achrab cha'unah Ibn al-Simah al-Kilabi 53 en poesía pensamos en sus contemporáneos Chañr 54 y aJ-Farazdaq 55 . Si uno fuera impar­ cial, su poesía serviría de evidencia, pues sigu ió la escuela de los clásicos (atrá'i/) y no la de los modernistas (al-mubdarhün). Y si mencionamos a Baqi Ibn Majlad, lo equiparamos a MI.U)ammad lbn lsma·iJ al-Bujari 56 , Muslim lbn al-Hachchach al-Naysiibuñ 57. Sulayman Ibn al-Ash'aU1 al-Sichistani 5 8, y AJ:imad lbn Shu'ayb al-Nisa'I 59 . Y si mencionamos a Qasim lbn Mul)ammad 6º . pensamos en al-Qaffiil61, y Mul_¡.ammad Ibn 'AqTI al-Fary ábi 62 • Es, como los anteriores, el compañero y dis­ cípulo de al-Miizá.nI Abü Ibriilüm 61. Y si señalamos a 'Abdallah lbn Qasim Jbo Hilál 6 .. y a Mundhir Jbn Sa'id65 • los consideramos como a Abü-1-}:Iasan Ibn al-Muflis 66 , al-Jaül 67 , al-Oaybacru 68 , y Ruwaym lbn A):imad 69••• Y si hacemos referencia a Mul)ammad Ibn 'Umar Lubiibah 10 y a su tío Mu­ l)ammad Ibn ·Isa 71 • y a Fac;ll lbn Salamah 7 2, los tenemos como competidores de MI.U)ammad lbn 'Abdallah lbn "Abd al-1:lakam 'J. Mul;lammad Ibn Sahnün 1-1. y MI.U)ammad lbn 'Abdüs 15 • Y si sacamos a colación los nombres de MI.U)ammad Ibn Yal)yii al-Riyal)I 76 y 53 Abü-1-Achrab (m. siglo v111). Cfr. al-Oabbi, Bugyah. núm. 626; Péres, La poésic andalous�, página 44: Pcllat, ((Jbn !Jazrn: b1bliographe», al-Andalus, 10 (1954). pág. 91 s� Charir (m. c . 729). destacado poeta satírico y panegirista de Damasco durante el periodo omeya. 55 Fara1daq (m. f. 728). también poeta satírico y panegirista conocido. 50 Al-Bujañ (m. 870), autor de un corpus de tradiciones titulado al-!ia!Ji�,. que se convmió en uno de los seis libros canónicos sobre el tema de la tradición profética (�111di1h). Lo� otros cinco son de Mus­ lim (m. 875). Abü Diiwüd (m. 888), aJ-Tirmidhi (m. c. 892). lbo Machah (m. 886) y aJ-Nisa'i (m. 915). 57 Muslim es también autor de un corpus de tradiciones. nl-Sabil1. libro canónico 58 Al-Sich1stani lm. 889). 59 AI-Nísa'I es autor de un corpus de trad1c1ones titulado S1111a11. bO Qas1m lbn Mul)ammad (278/890). Véa.� al- !Jumaycfi. Judhu:at al-M u tabis, cd. M. T. aJ-Tanch, q Cairo, 1952. pág. 310; aJ-Qabbi, /Jugyah, núm. 1293. cfr. Pellat, al-Andalus, 19 (1954), 8 1 . 01 Al-Qaffal (m. 976). Muhammad Ibn 'Ali. destacado erudito religioso y filólogo. Cfr lbn Jallikan. • Wafayiit . vol. l. 458; GAL, supl. 1, pág. 307. 02 Mul)ammad lbn 'Aqil al-Faryabi (m. 928), especialista en la Tradición, venido de Balj o. quizás. un jurista shafí'i de Egipto que murió �o 850; cfr. Pellat, al-Andalus, 19 (1954), 92. 63 Al-Mazani Abü Ibrahlm (m. 878). Es Isma'íl lbn Yal)yii. shafí'i de Egipto y autor de varias obras. Véase al-Zirikli, Kiráh a/-a·fam, Cairo. 1954-1959. vol. l. pág. 327; GAL. supl. l. pág. 305. 64 'Abdallah Jbn Qasim lbn Hila!. Pellat. al-Andalus. 19 (1954). 92. sugiere que era 'Abdallah b. MuiJ b. Qiisim (m. 886), jurista maliki que estudió con Dawüd (m. 884) en Oriente. 65 Mundhir lbn Sa'id (m. 966). llamado el Ballü¡I; jue.z supremo de al-Andalus y autor de estudios �obre el Corán y la Tradición. Véase íbn-al-Farac;[i. Tiirij. vol. 2. pág. 17: al-Oabbí. Biigya/1. núm. l :157 . •• Abü-1-f:iasan lbn Muflís (?). Pellat dice Mugallis. Jurista �hin de Iraq. •· AI-Jalil Cm. 923), AIJmad lbn Mubammad b. Harün. comentansta y tradic1orusta bagdadi; GAL. suplemento 1, pág. J 1 1. �8 Al-Daybachl -imposible de identificar. •• Ruwaym lbn Af:¡mad (m. 942). famoso $Üfi de Bagdad. Cfr. Pellat. al-Andalus. 19 11954). 92. 'º Muf:¡ammad lbn ·umar Lubabah (m. 926), tradicionista y jurista cordobés: véase Ibn al-Farac;li, vol. 2. núm. l 187. º' Muf:¡ammad lbn 'Isa lbn Rifa'ah (m. 948). tradicionista; cfr. Tbn al-Farac;li, Tárij. vol. 2, núm. 1243. n Fac;ll lbn Salamah (m. c. 931),jurista maliki; véase al-Oabbi, Bugya/r, núm. 1283. Pellat, al-A11da­ lus. 19 (1954). 93. 73 MulJammad Ibn 'Abdallah lbn 'Abd aJ-f:iakam (m. 882), junsla malikí, y autor de libros de de­ recho: cfr. GAL, supl. l. pág. 228. 7 J Mul1ammad lbn Sal;nün (m. 256/870), jurista miilikí de Kairuan y autor de un comentario a la famosa obra jurídica al-M11dawwa11ah. 5 ' MulJammad lbn 'Abdüs (260/874), deslacado jurista de Kairuan y au1or de un libro de derecho titulado al-Machma'ah. 7" MulJammad lbn Yal;iya al-Riyaf:¡} (m. 968). gramático cordobés. Véase al-Zubaydi. {abii iir, q pág. 335; lbn al-FaraQi. Tiirij. vol. 2, núm. 1290; al-Dabbi, 811¡:yah. núm. 312.

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de Abü 'Abdallab Mul:lammad lbn ·A$im 7'. no se quedan cortos ante los principales seguidores de Mul_1ammad Jbn Yazid al-Mubarrad78• E incluso si nuestro principal poeta solamente fuese AI:unad lbn Mul;lam.mad lbn Darrach al-Qas¡.allI79, el cual no desmerece de Bashshar (Jbn Burd)8º, }:labib81 • y al-Mutanabbi82 . Entonces qué? Y además de él tenemos a Cha'far Ibn 'Uthmiin 4 al-�Iach.ib 83 , AIJ_mad Ibn 'Abd al-Malik Ibn Marwan 8 , Aglab Jbn Shu'ayb85 • Mul;lammad lbn Shujays8". Ahmad Ibn Farach8'. y 'Abd al-Malik Ibn Sa'id aJ. MuradT88, cada uno de los cuales es un garañón (Ja/.1/) y un caballo con un lucero en su frente!89 •

Esta entusiasta alabanz.a de los hombres de letras andaluces es corroborada por lbn Sa'id (m. 1287) 90 y al-Shaqundi (m. 1231) 91, que no solamente reiteraron las alabanzas de lbn f.Iazm. sino que añadieron sus propias largas listas de litera­ tos. lbn Sa'id trató de completar las relaciones de autores de Jbn f.Iazm en varias disciplinas. mientras que al-Shaqundi se concentra en los poetas más sobresalientes de al-Andalus y hace numerosas citas de sus poemas. Este método ya había sido adoptado por Ibn Bassam (m. 1148) en al-Dhafirah y por íbn Jaqan (m. 1137) en Qalii'id. refiriéndose ambos principalmente a contemporáneos y predecesores inmediatos. En añadidura a la lista de poetas prominentes, al-ShaqundI dedica una gran parte del tratado a las principales ciudades de al-Andalus. y es interesante señalar que dicho tratado fue el resultado de un debate entre él y un beréber que reivin­ dicaba la superioridad del norte de África respecto a al-Andalus. En un arraque apologético. al-Shaqundi exclama que el situar Berbería sobre al-Andalus es como dar preferencia a la mano izquierda sobre la derecha o como pretender que la noche es más clara que el día 92• Pregunta luego si existía algún hombre como tal y cual que sobresalieron en esta o aquella disciplina. y procede a enumerar un gran nú7 Abü ·.\bdallah Mul.iammad lbn 'A� (m. 993). destacado gramático. Cfr. Jbn BashkuwiiJ. af­ Silah, vol. 2, 478, núm. 1034; al-Oabbi, 811gyah, núm. 243; lbn al-Fara(fi. Tarij, núm. 1653. 78 Muhammad lbn Yaiid al-Mubarrad (m. 899), destacado filólogo de al-Ba�rah y autor del fa. maso al-Kñmil. 79 AJ:¡mad lbn Mul:iammad lbn Darriich al-Qasiam (m. 1030), activo bajo los ·amiries; se le con­ sidera generalmente como uno de los grandes nombres de la lileratura árabe. Cfr. Nykl, flispa110-Arabic Poetry, págs. 56 y sigs.; R. Blachére, «La vie el roeuvre du poete-épistolier andalou lbn Darriíg al-Qas­ talli», llespéris, 16 ( 1933 ), 99-121. 80 Bashshiír Jbn Burd (m. 783). fue uno de los más brillantes exponentes de la escuela poética mo­ derna bajo los ·abblisies. 81 l;labib se refiere a Abü Tamman (m. c. 845). conocido por su Diu'iín y por su compilación del D1wi111 al-hamiisah. 82 AI-Mutanabbi (m. 965}. fue uno de los más destacados poetas. SI no el meJor; su fama se ha man1enido a través de los siglos. 83 Cha'far lbn 'Ulhmiin al-f:Jiichíb (m. 978), fue visir y chambelán Ozáchih) de los califas ·Abd-al­ Rabmiin 11T y al-1::fakam. y fue un buen poeta del amor y el vino. Véase Nykl. Hiipano-Arahic Pnetr_1 . págma 49. 8� AJ:¡mad lbn ·Abd al-Malik lbn Marwan (m siglo x), poeta de la corte de 'Abd al-Ra}:iman 111; cfr. al-1:lumaydi, Chudlucah. pág. 123. al-Qabbi BugyaJ,. núm. 438. �s Aglab lbn Sbu'ayb (m. siglo x). también uno de los poetas de la corte de 'Abd al-Ral).man 111; cfr. al-1:lumaydi, Cl111dhu·ah, pág. 165; al-Qabbi, B11gya/1, núm. 579. 86 Muhammad lbn ShuJayi, (m. 1009). poeta de la corte de al-lJakarn 11. Cfr. al-1:lumaydi. Cl111rl/11rnh. página 84. 87 A�mad lbn Farach (m. 970). activo durante el mandato de al-l.lalcam ll. a quien dedicó su Kiliib al-badñ"iq (Libro de los jardines). Véase NykJ, lfü¡>a110-Aral>ic Poe1ry. pág. 43; al-l)abbí. B11g,rah. núm. 3� 1 88 "Abd al-Malik Jbn Sa·id al-Muriidi. poeta cortesano. Cfr. al-f:Jumaydí, Chud/11cah. pág. '.!66; aJ. Qabbi. Bu¡.:ya/1. núm. 1067. Ks lbn f;lazm. Risálah, págs. 169-170. 90 Véase más árriba la nota 13. 91 Véase más arriba la nota l 2. 02 Al-Shaqundi. RisálaJ,, pág. 178.

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mero de individuos de talento que, a su parecer. serían la honra de cualquier corte del mundo musulmán. Los caballeros andaluces (_(ursiin) son modelos de valentía y fuente de orgullo en virtud de sus grandes hazañas heroicas 93• Y además. las ciudades andaluzas son el paraíso terrenal. y cada una de ellas posee cualidades que no se conocen fuera de al-Andalus. Está Sevilla. limpia y alegre. superior al Cairo o a Damasco. Las orillas de su río están adornadas por fincas, jardines y árboles de un modo que no se encuentra a orillas del Nilo. Es famosa por sus fru­ tales. instrumentos musicales. mujeres y vino 94• Córdoba -anteriormente la sede del gobierno, el centro de las ciencias, antorcha de la religión y morada de la no­ bleza- es recordada por sus palacios de al-Záhirah y al-Zahrá'. y por su mezquita principal. Jaén es la fortaleza y hogar de héroes. y se la conoce por sus gusanos de seda. Granada es el Damasco de al-Andalus y posee altas murallas y espléndidos edificios. MáJaga tiene la virtud de haber sido favorecida por el mar y la tierra. y de poseer una gran extensión de viñedos y hermosas mansiones que parecen estrellas en el cielo. Es famosa por una rara especie de higos y un vino delicioso. Y cuenta que cuando a un libertino agonizante le dijeron que pidiese perdón a Dios. replicó: «Oh Señor. de todas las cosas del Paraíso sólo deseo el vino de Málaga y la uva de Sevilla» 95. AI-Andalus fue un crisol de gentes y de ideas que atravesó varias etapas de desarrollo cultural. Al principio dependió del Este para su guía e inspiración reli­ giosa. lingüística y cultural. para después adquirir consciencia de sí misma y de sus méritos cara al resto del mundo musulmán. Esto. sin embargo. no provocó una ruptura con el corazón del Islam. aun cuando al-Andalus se convirtió en con­ tribuyente a la cultura islámica en general. Aproximadamente a partir_ del siglo XI se encuentran los ingenios andaluces en cualquier lugar del norte de Africa y aún más al Este. donde competfan fácilmente con las mentes más ilustres de la época. Una de Las principales razones de esta estrecha interacción es que la arabización e islamización echaron raices profundas en el país sobre todo en las áreas al sur de Toledo. y concluyeron haciendo de al-Andalus una extensión del mundo is­ lámico, parte y porción de la cultura arábiga 96. Esto puede demostrarse amplia­ mente no sólo en lo concerniente a los abundantes viajes a y desde al-Andalus. sino en cuanto a los préstamos conscientes en gramática, lexicografia, textos reli­ giosos y legales. poesía y otras materias. En general. al-Andalus desarrolló los temas y formas del Este, en vez de crear los suyos propios. pero a pesar de todo, la cultura andaluza. tal como se manifiesta en las artes y la literatura. revela una personalidad propia, que se descubre en las formas populares de la poesía. en la simplicidad y claridad de su prosa y en la lucidez de los comentarios a menudo empleados en la enseñanza. En conjunto, al-Andalus debe ser estudiado en el contexto del Islam. el imperio árabe, la lengua y la cultura arábigas, y no en el del estrecho provincialismo de la península Ibérica. Esto se ve claramente en la gran cantidad de literatura producida en al-Andalus. árabe de forma y contenido. y que será el tema de los capítulos siguientes. qJ Jbid., pág. 198. q, !bid., págs. 198 y sigs. 95 [bid., pág. 206. 9b Conviene destacar los siguientes estudios: R. Blacbére, «Un pionnicr de la culture arabe orien­ tale en Espagne au x• siéclc: $ii'id de Bagdad», Hespéris, 10 (1930), 15-36; E. García Gómez, «Bagdad y los reinos de Taifas». RO, 127 (1934), 1-22; E. Terés, «Préstamos poéticos en al-Andalus», al-A11da­ l11s. 21 (1956), 415-419. Sobre la influencia de la cultura árabe en la Marca Superior, véase J. Vemct, 111, y. cuando el gobernante de Sevilla ordenó quemar sus obras, replicó en unos versos famosos «Aunque queméis el papel. nunca quemaréis su contenido. ya que éste permanecerá en mi pecho» 1 1 • Enlre los principales sabios del siglo x1 se encuentran el lexicógrafo ciego lbn S"idah (m. 1066) 12, el historiador Abü Mar­ wan lbn l;Iayyan (m. 1075) 13 y el tradicionista Yüsuf Ibn 'Abd al-Barr (m. 1071) 14 . A pesar de la importancia de los éxitos literarios. la situación política llegó a ser caótica a finales de siglo, repercutiendo en todos los aspectos de la vida, y la venida de los almorávides y los almohades del norte de África produjo una es­ tabilidad temporal. Ambas dinastías subieron al poder desde una fuerte base re­ ligiosa, y las dos impusieron pesadas restricciones a la libertad de pensamiento, aunque. a pesar de todo. hubo grandes intelectuales durante su dominación en los siglos xn y xm. Sojuzgados por los incultos beréberes, los autores andaluces mostraron su orgullo nacional dando importancia a los valores autóctonos 15 en antologías como las de Ibn Bassam (m. 1148). lbn Jaqan (m. 1137) e lbn Basbku­ wal (m. 1183) 16 , que trataban principalmente de sus contemporáneos. Entre otros nombres importantes se rueden citar los de los geógrafos al-ldñs"i (m. 1115) 1 7 e lbn Chubayr (m. 1217) 1 . el fisico lbn Zuhr (m. 1162) 19 • el botánico Ibn Bay­ tar (m. 1248) 2º . y los dos grandes místicos lbn 'Arab"i (m. 1240) 21 e Ibn Sab'in (m. 1269) 22• Es importante señalar que la filosofía empezó entonces a flo­ recer en suelo andaluz por vez primer� raradójicamente en medio de la intole­ rancia religiosa. Los principales filósofos 3 fueron Ibn Bachchah (m. 1138), Jbn Tufayl (m. 1185), lbn Rushd, generalmente conocido como Averroes (m. 1198) y Maimónides (m. 1204), y su influencia se hizo sentir fuera de al-Andalus. espe­ cialmente en la aparición y desarrollo del escolasticismo cristiano en el siglo xm. A partir de mediados de este siglo, la hegemonía musulmana en al-Andalus empezó a ser quebrantada en sus propios cimientos. El dominio musulmán con­ taba solamente con un pequeño enclave en el borde sur de la península. gobernado Sobre Ibn Zaydün y Walladah, vcase el Capitulo XII Al-l;lachchiicb fue un capaz virrey bajo el califa 'Abd al-Malik y famoso para los historiadores como el sangriento tirano que hizo pasar por las armas a miles de hombres durante su mandato como gobernador de lrak. 1 ' És¡_e es uno de los múltiples versos que pronunció lbn l.lazm cuando el rey de Sevilla al-Mu·taqid, hiLO quemar su obra. Véase Nyk: L llispa110-Arabic Poc1ry, pág. 102. 12 Sobre Jbn Sidah, véase el Capítulo X. ll Sobre Ibn f:Iayyiin, véase el Capitulo XV. 14 Sobre lbn 'Abd al-Barr. véase más adelante. 15 Véase el Capítulo Vlll. 16 Sobre Ibn Bashkuwal, véase el Capítulo XV. 17 Sobre al-Idñsí, vfase el Capítulo XV. 8 ' Sobre lbn Chubayr. véase el Capítulo XV. 19 Sobre lbn Zuhr, véase el Capítulo XVJll. 20 Sobre lbn Bay¡iir, véase el Capítulo XVlll. 21 Sobre Ibn 'Arabi, véase el Capítulo XVU. 22 Sobre Jbn Sabín. véase el Capítulo XVIl. 23 Sobre aquellos filósofos. véase el Capítulo XVtr. 9

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por la dinastía Na�rí (1232-1492), y en constante peligro. En Granada, la cultura árabe encontró una prolongación de su ex.istencia. pero no con su antiguo vigor. La sola excepción fue Ibn al-Jat"íb, competente estadista y pensador. Sin embargo, la dinastía se distinguió por la construcción de importantes edificios y monumen­ tos. entre los que se encuentra la Alhambra. que es aún uno de los más magníficos del mundo. En 1492. la reconquista logró su objetivo al suprimir el último enclave musul­ mán de la península. y la pérdida del poder político abocó a1 declive de la cul­ tura expresada en lengua árabe. En efecto, se hizo un esfuerzo común por borrar la influencia de la cultura arábiga, y por prohibir el empleo del árabe como medio de expresión oral o escrita. En esas circunstancias. los perseguidos musulmanes acataron los deseos de los inquisidores y se expresaron en un dialecto local español. pero usando caracteres árabes. Esta literatura, conocida con el nombre de aljamiado, representó el último vestigio cultural, y se compuso en poemas, historias y relatos religiosos y jurídicos. Tal fue el destino de un fascinante, aunque no brillante capítulo de aventura in­ telectual. Los andaluces habían desarroUado una fuerte tradición cultural y, prueba de que fueron aplicados discípulos de la cultura musulmana es su gran legado lite­ rario en todas las ramas del saber. Como ya hemos dicho. buscaron el saber donde pudieron encontrarlo, y viajaron extensamente en su busca. a menudo arriesgando sus vidas. Además, fueron buenos y abnegados maestros. y fundaron numerosas bibliotecas que se convirtieron no sólo en símbolo del saber, sino también en signo de prestigio entre los no eruditos que pusieron de moda tener bibliotecas privadas. Como consecuencia. la búsqueda y la expansión del saber se convirtieron en uno de los objetivos principales de los andaluces y se pusieron en práctica muchas tradiciones proféticas que acentuaban su importancia. La sentencia clásica. >. en Disertaciones y opúsculos. Madrid, 1928. 1 02 lbn Bashkuwal. al-fiilalt, vol. 7, pág. 37. 'º 3 lbn 'Abd al-Darr (Abü 'Umar Yüsul) dejó su Bahcltat a/-machiilis rrn-um al-machiilis, donde habla de los salones literarios, de sus reglas de cortesía y de la conducta del participante (cha/is}, y des­ cribe el contenido de las sesiones literarias. Está en manuscmo. Zaytünah 4676. acaban de aparecer dos tomos en el Cairo; cfr. Brockclmann, GAL, supl. 1, pág. 629; microfilm en !EJM. C-16; BRAH, 16 [1980). núm. 14, pág. 384. En su Mi'_var a/-ijtiyar, Escorial, 554, Ibn al-Ja¡i da dos sesiones literari� en forma de diálogo. 164 Sobre bibliotecas. véase S. M. Jmamuddin, Memoir of Hispan-0 Arab Libraries, Karachi, 1961 y J. Ribera. Disertacio11es y opúsculos, Madrid, 1928, vol. 1, págs. 203 y sigs. ios Vé ase el Capllulo Vlll. Los escritos en alabanza de libros no son difíciles de encontrar, por ejem­ plo, al-C� (m. 869), Risa/ah F madl1 al-kutub (ms., Zaytünah 5682)). Abü 'Abdallah Mu(:¡. lbn Na­ bal.ah (m. 1367) escribió un interesante tratado en forma de diálogo entre la pluma y la espada, al-Mufoja­ rah bayn al-qa/am u.'a-1-sayf (BRAH. 16 [1890), núm. 29, pág. 389) en que ambas partes presumen de sus cualidades. Véase F. de la Granja, lv!aqamas y risa/as a11daf11zas, Madrid, 1976.

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CAPÍTULO

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ESTUDIOS ARÁBIGOS Y LINGÜÍSTICOS La estrecha relación entre la lengua arábiga y el «claramente árabe Corán» ha sido patente a lo largo de los siglos, y, de hecho. el Libro revelado (Corán), no puede comprenderse sin el estudío y dominio de la primera. Esto los hace in­ separables e igualmente sacrosantos dentro de la tradición musulmana. y a causa de este fenómeno es dificil separar el proceso de arabización de el de islamización. Los dos avanzaron a la par. y, con el paso del tiempo, adoptaron una actitud uni­ versal. El árabe fue adoptado por los no musulmanes solamente tras la aparición de una gran tradición literaria. y fue empleado como lengua de expresión intelec­ tual principalmente por cristianos y judíos. y. como tal, se convirtió en signo de cultura entre musulmanes y no musulmanes durante la Edad Media. De este modo fue el principal factor de la unidad de al-Andalus. y el vínculo más duradero entre éste y el Oriente. Por supuesto que el lenguaje literario fue el mismo en Oriente y en Occidente. y abarcó una literatura amplia y universal, parte de la cual fue traducida al latín o al romance a partir del siglo x11. De este modo, la lengua arábiga ayudó a producir y a acelerar el Renacimiento europeo. La evolución y la conversión del árabe en lengua oficial de la religión. el estado y la cultura, constituye el capítulo más fascinante de la bjstoria árabe 1• Durante el surgir del Islam en el siglo vu. el árabe era básicamente una lengua tribal sin una gramática escrita. léxicos, o los términos de las ciencias tal y como se las conocia en los grandes centros urbanos del próximo Oriente. Sin embargo, a raíz de la expansión del Islam a través del vasto territorio comprendido desde el río Indo hasta el océano Atlántico. se tomó un cuidado especial en el estudio del lenguaje en que había sido revelado el Corán. y en conservar su pureza conforme al Libro Sagrado. la poesía preislámica y la lengua beduina tal y como se empleaba en la ciudad de La Meca y sus alrededores. Este interés por el lenguaje condujo final­ mente a intensos estudios lingüísticos, que comprendieron no sólo la gramática (nabw) y la lexicografia (lugah), sino también todos los aspectos del lenguaje 2• El comienzo de estos estudios parece haber tenido lugar simultáneamente en las ciudades de Küfah y B3$rab. que fueron campamentos militares al principio 1 Sobre el lugar y d papel del árabe en la sociedad musulmana, véase Cbejne, The Arabic language. Minneapolis. 1969. 2 Obras generales sobre filología árabe son fbn Fáris, al-Sü�Jibí fl fiqh al-lugah, Cairo 1910: al-Suyüp. al-Muzltir. Cairo, 1958; A. González Palencia. fl istoria dl' la liwratura arábigo-t-spañola. Barcelona. 1928. capítulo 4; A. Darw'ish. al-Ma'achím a/.'arabiyyah. Cairo. 1956; H. N��ar. a/-\f1tcham aJ-·arabi, Cai­ ro, 1956; J. Haywood. Arabic Lexicograplty. Leiden. 1960. Sobre estudios lingüisúcos en al-Andalus. véase A. Mu¡Jaq. al-lfarakah al-lugau•iyya/1 fl-1-Anda/us. Sidon y Beirut, 1967; Chejne. The Arabic laní(uage. págs. 46 y s1gs.

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de la expansíón del Islam, aunque poco después se convirtieron en centros cos­ mopolitas. Estas dos ciudades fueron rivales en lo político y en lo intelectual, y cada una de ellas desarrolló su propio punto de vista en cuanto a determinados problemas lingüísticos. que se centró en un debate entre analogistas y anomalistas. Aunque las diferencias no parecen ser importantes, fueron exageradas por los eruditos rivales en ambas cortes. y el distinto enfoque que le dieron las dos ciuda­ des impregnó el pensamiento filológico en Oriente y Occidente, incluido al-Anda­ lus. Dejando a un lado la controversia. ambas ciudades parecen haber sido punto de partida del enunciado de importantes criterios lingüísticos en cuanto a la codificación del lenguaje y el desarrollo de la filología arábiga, y, en consecuencia, lo que se acordaba o establecía en Ba�rah o Küfah era considerado como dogma lingüístico que era escrupulosamente seguido en los demás centros intelectuales importantes del imperio musulmán. Esto es lo que realmente ocurrió con la gramática y la lexicografía asociadas con las escuelas de Ba�rab o Küfah, y es importante señalar que el andaluz ChüdI al-Nabwi fue el primero en introducir en al-Andalus la obra de al-K.isa'i de Küfah, estableciendo así la superioridad de la tradición de esta ciudad, basta que al-Qafi de Bagdad logró al fin dar preferencia a la escuela de Ba�rah. Por regla general. los filólogos árabes eran a la ve7 gra­ máticos y lexicógrafos, y todo árabe educado se supone era experto en estas dos materias, y podía participar en cualquier discusión lingüística. Además, la posición social requería un amplio conocimiento de las disciplinas religiosas, la poesía y las letras (adab) -todo lo cual estaba íntimamente relacionado con el len­ guaje. Estos requisitos orientales y tradicionales eran también corrientes entre los eruditos hispano-árabes, y, en suma. los estudios lingüísticos de la España musulmana no pueden separarse de los del Oriente, por la senciUa razón que eran emulación e imitación de éstos. Por lo tanto, ya fuese en gramática, lexicografía u otros estudios lingüísticos, los andaluces no se apartaron nunca demasiado del Este y, a menudo se bacían eco de las diferencias de enfoque que separaban a los filólogos orientales en las escuelas de Küfah y Ba$rah. Por lo que podemos juzgar, la lengua arábiga estaba en un cambio continuo en la época de la conquista de al-Andalus, y es seguro que, aunque en vías de co­ dificación y desarrollo, el lenguaje del Corán era entonces. probablemente. el modo de expresión más corriente entre los musulmanes. Pero este lenguaje tenía numerosos problemas de origen. que se agudizaron en los lugares más distantes, donde las dificultades eran enormes e incluso abrumadoras. Especialmente en al-Andalus, una arabización a gran escala parecía improbable debido a la abun­ dancia de factores divisivos. En primer lugar. la mezcla lingüística del pais incluía el latin. que era el lenguaje de la Iglesia, el Estado y la literatura; los dialectos ro­ mances derivados del latin, que eran los que hablaba la mayoría de la población, y el hebreo, empleado por Ja población judía. principalmente con fines religiosos. En segundo lugar. es dudoso que los conquistadores árabes y beréberes tuviesen una uniformidad lingüística, aunque no existe razón para dudar que todos ellos eran musulmanes y hablaban algún fipo de árabe. Incluso los propios árabes tenían diferentes dialectos y se establecieron en diversas regiones de acuerdo con sus relaciones tribales, perpetuando así algunas peculiaridades de su habla. Ocuparon aproximadamente la región sur de la Península, hasta Toledo, más allá de la cual se estableció la «tierra de nadie». o territorios escasamente poblados por colonos beréberes, los cuales, además de árabe, hablaban varios dialectos propios. Por otro lado, existieron factores positivos que dieron ímpetu a la arabización. Aunque los recién llegados eran una minoría, su número aumentó con las nuevas oleadas de inmigrantes y los contingentes militares. Estos inmigrantes, hombres en su mayoría, tomaron numerosos esclavos, esposas y concubinas, y sus hijos 166

fueron ya musulmanes que aprendieron las lenguas del padre y de la madre. AJ mis­ mo tiempo que crecía el número de conversos aJ Islam. la lengua árabe pasó a tener una mayor importancia, y sirvió de medio de unidad entre los musulmanes primero y después entre los no musulmanes. Igualmente importante al principio fue la presencia de los Omeya, bajo cuyo gobierno en el Este, el árabe fue decla­ rado lengua oficial del imperio al comienzo del siglo vm. Los Omeya estaban or­ gullosos de su ascendencia árabe y de su lengua. y lo mismo en Oriente que en al-Andalus, contribuyeron enormemente a la arabización del imperio a través del Islam. la lengua y las costumbres árabes. Con la ascendencia Omeya en al­ Andalus. se hizo corriente entre la población no musulmana el adoptar y aprender la lengua arábiga como medio de comunicación diaria y de expresión literaria. A partir del siglo 1x,, el árabe fue, cada vez más. la lengua común y literaria. y no es de extrañar que Alvaro de Córdoba expresase su inquietud por la arrolladora arabización y el consiguiente abandono del latín por los cristianos. Se quejaba en una de sus epístolas: «Muchos de mis correligionarios leen poesías y cuentos árabes. y estudian las obras de los filósofos y teólogos mahometanos, no para rebatirlas, sino para aprender a expresarse en el lenguaje árabe más correcta y elegantemente. ¿ Quién de entre ellos estudia los Evangelios. y los profetas. y los apóstoles? ¡Ay! Todos los jóvenes con talento sólo conocen la lengua y literatura arábigas y leen y estudian asiduamente los libros árabes. Y si alguien habla de libros cristianos replican desdeñosamente que no merecen ninguna atención. ¡Ay! Los cristianos han olvidado su propia lengua y casi no queda uno entre mil que pueda escribir a un amigo una salutación decente en latín ... » 3 • Muchos de estos mozárabes adoptaron nombres árabes que añadieron a sus nombres de familia latinos y sirvieron como funcionarios civiles en la adminis­ tración. a menudo de intérpretes y traductores. Como hemos dicho anteriormen­ te. el obispo de Córdoba. Recemundo (conocido como Rabí' lbn Zayd), sabía árabe y latín y fue enviado por 'Abd al-Ral;lman UI en misión diplomática a AJe­ mania. Los judíos españoles se arabizaron completamente y escribieron sus obras más importantes en árabe, además de participar activamente en la vida económi­ ca. comercial y política del país. Sin embargo, la supremacía del árabe no acabó con los dialectos romances. La situación política de al-Andalus era tal que era obligado para los musulmanes y no musulmanes el aprender sus lenguas mutuas, lo cual condujo a un extenso bilingüismo consistente en el conocimiento del árabe literario y/o un dialecto por un lado, y de un dialecto romance por el otro. AI-Jusani en su Historia de los jueces de Córdoba'\ da pruebas de que los dialectos romances eran general­ mente usados en Córdoba. incluso en los tribunales. Sin embargo. a juzgar por la gran cantidad de literatura en árabe. parece que esta lengua gozaba de supremacía en aquella sociedad políglota y se estudiaba tan intensamente que se convirtió en la lengua de la cultura por excelencia. Los estudios lingüísticos inspirados en modelos orientales ocuparon la vanguardia del plan de estudios andaluz. Sin embargo. al estar lejos de la fuente de origen. los andaluces ponían especial cuidado en la elocuencia, o corrección (Ja$á�zah), del len3 Alrari Cord11he11sis opera. J11dic11lus lwninosus, en España Sagrada, ed. H. Flórez, Madrid, 1753, volumen 11, pág. 273. cítado por A. A. Vasiliev. Historyof the Byzantine Empire. Madison. Wis., 1964, vo­ lumen l, pág. 216. Cfr. CbeJne, Tlu? Arahic Languaj:e, págs. 15 y 181. Tamb1eo H. Pére s, «La langue arabc et les hab1tants de l'Andalousie au Mayen Age», Wac/1ma·. 19 (1944). 393-408. "' Ed. y trad. cast. de J. Ribera, Madrid. 1914, págs. 97-118; cfr. J. B. Trend. en Amold y GuWau­ me. eds., Legacy of Islam, págs. 7 y sigs. A. Abelen G. E. von Grunebaum, ed., Unity and Variety in Muslim Civilizatiofl, Chicago, 1955, pág. 207; y J. B. Treod, The Language and History of Spain, Lon­ dres, 1953, págs. 54 y sigs.

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guaje. En relación con esto, Ibn Jaldün compara la habilidad de los andaluces con los norteafricanos: «Los filólogos y profesores de árabe en España se hallan más cerca de adquirir y enseñar las costumbres [lingüísticasJ que otros. Emplean versos y proverbios evidentemente árabes con este fin, e investigan en sus clases una gran cantidad de combinaciones de nombres [árabes J. Así, una importante cantidad de hábitos lJin­ güísticos] se hace accesible a los principiantes al comienzo de [su] instrucción. [Sus J almas quedan impresionadas por ello y preparadas a obtenerlo y aceptarlo» 5•

Es más, el estudio ctel lenguaje era parte integral del estudio de las ciencias religiosas y, a consecuencia de esto. los profesores (mu'addibiín) gozaban de gran demanda y de la estima y admiración de las gentes. Al principio, los andaluces dependían enteramente de los eruditos orientales para su educación -algunos profesores provenían del Este y otros eran andalu­ ces que habían sido educados allí 6• Entre estos últírnos podemos mencionar: Chüd1 (m. 814) 7 , que se hizo acreedor al título de gramático (11ahawi); al-Ga7j Ibn Qays (rn. 815) 8, 'Abd aJ-Malik lbn }::l.abTh (rn. 845) 9, Qasim lbn Toa­ bit (rn. 915) 1 º y Qasirn lbn A�bagh (m. 951) 11 . Todos eUos estudiaron con las principales autoridades de Oriente y volvieron a a1-Andalus donde fueron famo­ sos profesores. Algunos de sus discípulos llegaron a ser filólogos excepcionales 12. Aunque se escribieron pocas obras de filología y léxico en el siglo tx, a partir del siglo x los filólogos escribieron libros que podían compararse favorablemente con los de los eruditos del Este. Corno estos últimos, los eruditos andaluces fueron primera y principalmente tilólogos. y se preocuparon de todos los aspectos del lenguaje: estructura. mor­ fología, modismos, gramática, origen, pureza y demás 1 3• Escribieron grarnáticas. léxicos e incluso hicieron trabajos acerca del lenguaje incorrecto de las gentes y escritores vulgares. Celebraron animadas sesiones lingüísticas y llamaron la aten­ ción sobre las incursiones del lenguaje coloquial y los barbarismos en el idioma escrito, pero sus mayores logros fueron, quizás, sus comentarios y resúmenes de las grandes obras orientales, haciendo de sus maestros figuras familiares en al-Andalus. Las obras del Este no solamente fueron estudiadas y memorizadas cuidadosamente, sino que también fueron explicadas a los estudiantes. Entre las principales se encontraban El Libro de Slbawayhi (m. aprox. 800) de Ba�rah 14, 5 AI-M11qaddimah. vol. 3, pág. 357; cfr. también pág. 364. 6 Además de al-Maqqañ, Nafl.1 al-/ih (véase el Capitulo YIT!) que da amplia infon11ac1ón sobre la emigración de y hacia al-Andalus, están los siguientes autores que aportan valiosos detalles sobre los principales gramáticos y lexicógrafos y sus contactos coa Oriente: al-Zubaycfi, Tahaqát a/-11al,1u,iyyi11 1m-l-lug111t'iyyin (Tabaqiit), ed. Mul:iammad Abü-1-Fac,II lbriihim, Cairo, 1954; Iba al-Faragi. 1a'rij; [bn Bashkuwal. a/-,':iilah: al-[)abbi. B11gyah; lbn Jayr. Fahrasah. 1 Sobre CbudT, véase al-Zubaydi, Tabaqiit. pág. 278: Mu!,laq, al-Ffarakal, al-lugau-iyrah, pági­ nas 69 y sigs. 8 Sobre al-Gaii, véase al-Zubaydi. Tahaqiit, pág. 277: al-Maqqari. Nafa. al-{ib, pág. 11. 9 Al-Maqqañ. Na/�1 al-¡ib. vol. 2, pág. 214; al-Zubaydi, Tabaqiil, pág. 282. 10 AI-Maqqad. Nafb al-¡ib. vol. 2. págs. 255-256; 'al-Zubaydi, Tabaq[u. pág. 309. 11 AJ-Maqqañ. Na.fl.1 al-{ib, vol. 2, págs. 253-255; al-l)abbi, Bugyah, pág. 433. 12 Para más detalles, Mutlaq, al-Ffarakah al-lugawiyyah. págs. 73 y sigs. 13 lbn l;lazm Lrata sus diversos aspectos en su Lratado jurídico Kitüb al-i�1kám ji 11,rül al-abkam, Cai­ ro, a.H. J 345-1348, vol. l. págs. 29 y sigs.; vol. 3, págs. 129 y sigs.; vol. 4, págs. U y sigs.; vol. 5, pág. 126: volumen 8, págs. 76 y sigs. Véase también R. Arnaldez. Grammaire el 1héologie chez lbn l:fazm dC' Cor­ doue. París. 1956. Véase Asín, «El origen del lenguaje y problemas anexos». 14 Véase lbn Jayr, Fahrasah. pág. 305.

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el Amrhál de al-A�ma'1 (m. 830) 15• el Adab al-kuttab de Ibn Qutaybah (m. 885) 1", el Kamil de al-Mubarrad (m. 897) 17, el A/fá? de lbn Sikkit (m. 857) 18• el Machális de Tha'lab (m. 904) 19, el Chumal de al-Zachchacbi (m. 949) 2º, el Garib al-mu�annaf de Abü 'Ubayd 21 y más obras de otros muchos escritores 22 . Sin duda. los primeros escritores andaluces fueron simples imitadores de las obras orientales en cuanto a método y contenido. y al principio eran estudiantes y profesores �ue compilaban léxicos y gramáticas. A Chüd1 se le atribuye un libro de gramática 3. y otros trabajos se atribuyeron a Ibn }:labTh 24 • Mul)ammad Ibn 'Abd al-Salam al-Jusharu (m. 899) y Qasim lbn Thabit. Estos hombres. junto a otros como Qasim lbn A�bagb y al-Gaii lbn Qays. dejaron un importante legado, al cual contribuyeron sus alumnos en los siglos ex y x. A partir de este úl­ timo. sin embargo. los andaluces empezaron a escribir obras verdaderamente originales, algu nas de las cuales, según la opinión andaluza, no tenfan rival 25. Sea como fuese, las figuras más importantes del siglo x son al-Qan (m. 967), Ibn al-Qut1yah (m. 978) y al-Zubaydi (m. 989), las enseñanzas de los cuales fueron mantenidas vivas por el conjunto de sus discípulos en lodo al-Andalus. El nombre de al-Qafi ha sido mencionado en relación con su papel de difusor de la cultura oriental en al-Andalus 26 y, aunque era un inmigrante de Bagdad. los andaluces lo consideraban como uno de los suyos. Entre sus profesores se en­ contraban Ibn Durayd (m. 933) e Ibn al-Anbañ (m. 940). ambos autores de impor­ tantes obras de filología 27 y. además. estaba familiarizado con las obras de al­ A�ma'i lbn Qutaybab. SThawayhi y otros. Fue un fiel segu idor de la escuela de filología de Ba�rah. representada por sus principales líderes al-Jalil y Sibawayhi, y se le atribuyen varias monogralias sobre poesía preislámica. proverbios, gra­ mática y lexicografia. Su conocido y valioso trabajo de adab, al-Amiiff wa-/-nawa­ dir 28 . contiene muchos temas de léxico y gramática. información histórica. poe­ mas y proverbios. y ha sido comparado con el al-Kamil de al-Mubarrad. aunque el primero contiene más lexicografia y ¡ oesía, mienlras que el segundo contiene más gramática e información histórica 2 De gran importancia para el desarrollo de la lexicografia árabe es al-Kitáb al­ bar, ji-1-/ugah (El excelente libro de lexicografia) de al-QaJi. en cuya elaboración se dice que empleó unos quince años. No vivió para verlo publicado y lo hicieron dos de sus discípulos tras su muerte. Parece ser el léxico más completo escrito hasta entonces y se dice que constaba de unos cinco mil folios. de los cuales sólo han sobrevivido una pequeña parte 30. Era muy estimado en los círculos culturalbíd.. pág. 31 o. lhíd., pág. 333. Jbíd., pág. 320. /bid., pág. 329. !bid.. pág. 327. /bid.. pág. 308. 11 lbíd.• pág. 327. 22 Para más detalles, véase Mu¡laq. a/-(Jarakal, al-/11ga1l'iyyah, págs. 313 y sigs. 23 AI-Zubayd"í, Tabaqiit. pág. 278. 2� /bid.• pág. 282. 25 Véase lo sigmcnte en al-Maqqar"í. Nafl.1 al-¡ib. vol. 4: lbn f:lazm, Risiilah, pág. 165: lbn Sa'id, Risiilah, pág. 178; al-Shaqundi, Risiilah, pág. 182. ló Véase más arriba. Sobre al-Qafi, al-Zubaycfi, Tabaqát. págs. 204-205: al-MarrakushI, Mu'chih, páginas 59 y �igs.: Mu¡ laq, al-ljarakaJ, al-lugawiyyah. págs. 192 y sigs.; al-Maqqañ. Naf/J al-¡ib. volu­ men 4, págs. 70 y sigs.: Haywood, A rabie Lexicography. págs. 53 y s1gs. 21 Ibn Durayd es el autor del ramoso léxico Chamharat al-lugah, Hyderabad. 1925. 28 Cairo, a.H. 1324. 29 Al-Marrakush"í, M11'chib, pág. 61; véase más adelante. 30 Editado por A. S. Vloten, Londres. 1933. Sobre el Blm' véase N:t$sir. 15 1

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les, en los que se Je consideraba incomparable. La obra está concebida de acuerdo con el Kitáb a/-'ayn de al-JaJi1 Tbn Al:unad -es decir. basada en las reglas fonéti­ cas. y cada ejemplo está ilustrado con poemas y otros tipos de literatura y expli­ cado aJ modo de las autoridades del Este. La fama de al-QaJi se debe también a su enorme influencia en los filólogos del siglo x. entre los que destacan el historiador lbn al-QutTyah y el gramático al-Zubaydi Sus obras fueron estudiadas y comentadas durante generaciones. lbn al-Quµyah (el hijo de la goda) 31 nació en Sevilla, pero vivió en Córdoba. donde fue educado y sirvió en la corle omeya. brillantemente. bajo al-I:Iakam II; y. además de sus conocimientos de la Tradición Profética, historia, anécdotas y poesía, se le consideró el hombre más culto de su época en árabe y lexicografia. Dos de sus obras tienen un gran interés lingüístico: una de ellas consiste en una explicación del Adab al-kátib de lbn Qutaybah y la otra es una monografía sobre el verbo 32 -sus clasificaciones, derivados verbales y sus relaciones. tratando la mayor parte del trabajo de la relación entre la forma primera (Ja'ala) y la cuarta (aj'ala), donde Jbn al-Quµyah intenta mostrar cuándo ambas formas coinciden o no en sus significados. Pero el filólogo andaluz más destacado del siglo x fue quizás al-ZubaydT 33• al que el biógrafo Ibn Jallikan llama «el gramático más competente y el filólogo más sabio de su época» 34 . AI-Zubaydi nació en Sevilla en 928 y se trasladó a Cór­ doba, donde se educó y más tarde vivió bajo el generoso mecenazgo de al-I:Iakam ll. Tuvo mucho contacto con aJ-Qali, a través de cuyas obras se familiarizó con los principales eruditos del Este, y fue muy estimado en la corte, siendo nombrado tutor del futuro califa Hisham II, juez de Córdoba y jefe de la Policía. Se dice que reunió una gran fortuna, y sintió un gran entusiasmo y fascinación por la lengua árabe, a la que consideraba «la más agradable de hablar. la más exacta en su es­ tructura, la más clara de sentido y expresión y la más rica en las diversas ramas del saber» 35 . Además de ser un excelente gramático y lexicógrafo, fue un poeta y jurista competente y autor de varias obras. la mayoría de las cuales parecen haber sido escritas por orden de su mecenas al-I:Iakam 11. Las más importantes son: un Compendio del Kitab al-'Ayn de aJ-JaJil 3 , La�m al-'ai¿•wám (El habla defec­ tuosa de las gentes vuJgares) 37 • una gramática LituJada a/-Wa>, es decir, aspirar a una recompensa a cambio de alabanzas y lisonjas, y otros lo asocian con una variante de q0,$ada, que quiere decir «romper», ya que la qasTdah está compuesta por versos divididos a su vez en hemistiquios 3• La qas1dal1 tiene un metro complicado y mantiene la misma rima desde el prin­ cipio hasta el fin. Por regla general el poeta se encuentra con un compañero en un campamento desierto, recordando tiempos pasados. la intensidad de sus senti­ mientos hacia la amada y el dolor de la separación, así como los pormenores de las asperezas de un viaje a caballo o a lomos de un camello; y concluye el poema in­ crepando al enemigo o alabando al oyente en espera de una recompensa. QasTdas de A11da/11cia. Madrid. 1940, y Cinco poeras m11s11/manes, Madrid. 1944. A. R. Nykl, Hispa110Arabic Poe1ry and /ts Relarions tl'irlt 1he O/d Prore11,al Tro11hado11rs. Balt1morc. 1946: A. B. Kulcdrn. Poesía clásica arábigo-española. Moscú. 1973. Entre otras, las siguientes obras árabes son indispensables como fuenle de infonnación: Abu-1Walid al-J:fimyañ, al-Bad1 fi-u.wf al-rabi". ed. H. Péres, Rabat. 1940; al-H�1 al-Qayrawarii. Zahr al-ádáb, Caico, 1953-1954; lbn ºAlxl Rabbihi. Kicáh a/-'iqd alfaríd. ed. AJ:¡mad Anii el al.. Cairo. 1.9481953; Ibn Bassam, al-Dhajírah. Cairo, 1939; Ibn Jiiqán, Qalii'1d (Büláq, a.H. 1277); Ibn Jaldün, The Muqaddimalt, trad. inglesa, F. Rosenthal, Nueva York, 1958, vol. J: Ibn al-Kattáni. Kitüb rüyüt al­ tashhJ/1át, cd. l. 'Abbas. Beirut, 1966; lbn Jallikan. Wafayii1; Tbn Sa'íd al-Magribí. Kitiib rál'ál al­ m11barrizín wa-gáyá1 al-m11ma.1'_)'izin -ed. y trad. casiellana, E. Garc1a Gómu, Libro ,k lar banderas y campeones, Madrid, 1942, e inglesa, A. J. Arberry, A111ho/ogy of Moorish Poe1r_1•, Cambridge, lngla­ lerra. 1953; al-Maqqar1. Nafl.1 al-{íb; Yaqüt, Jrshád, ed. D. S. Margoliouth Londres, 1907-1927. También son importan les para la poesía hispano-árabe los siguientes estudios modernos: l. 'Abbás, Tüñj al-adab al-andalusf· 'a.y, siyádat Qurfubal,, Bcirut, 1969, y Tiirij al-adab al-anda/11s1: 'a.rr al-Tawii'[f u,a-l-M11rábi¡i11. Bcirut. l962; 'A. Kanün, al-Nubügh al-Magribí fi-1-adab al-'arabí, Beirut. 1961; Mul;lam­ mad Jafachah. Qi$${1/ a/-ada/J al-·arabi fi-l-Anda/us. Bcirut. 1962: l. Abü-1-Jashab, Tiiríj a/-adab a/-·aral•i fi -l-A11da/11s. Ca1ro, 1966; K. Kilarii, Na;arát ji rá'ríj a/-adab a/-anda/usí, Caico. 1924; J. Rtkábi, Fí-l­ atlab a/-andalusí (2.ª cd.), Cairo, 1966; Mul;lammad R. al-Shabibí, Adah al-magiiribah wa-l-a11dalusiyy111, Cairo, 1961. 2 Estos metros se llaman mwaqárib, rachaz. hachaz, ramal, wáfir, kámil. fawíl. sarf'. basf¡. mul1Ca1l11h, mu11Sarih. j afif matlid, mu{lári', muradarik. muquujab. Para la explicación de estos términos y un pano­ rama general de la poesía preislámica, véase Charles Lyall, Ancie111 Arabia11 Poetry. Edimburgo, 1885, página xlv. Tambiéo Nicholson, Literary History of the Arabs. págs. 71 y sigs.; A. J. Arbcrry. The Seeen Odes. Londres, 1950. Tambien. W. Ahlwardt. The Dirdm of the Six A11cie111 Arahic Poets. Londres. 1970: y F. Corrienie, Las Mu'(laqár (trad. cast.). Madrid, 1974. 3 Cfr. Nicholson. Literary History of rhe Arabs. pág. 73, nota 3.

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La qa$idah clásica del período preislámico está representada por los famosos siete Mu'al/aqiit 4 (los colgados), término que, al parecer, tuvo su origen cuando los bardos preislámicos compitieron en 'Ukáz, y el mejor poema fue colgado en la Ka'bah para que todos pudiesen verlo. También se sugiere que dichos poemas fueron escritos con letras de oro en un lienzo -de ahí su apelación de mudhah­ habiit-, aunque es poco probable que sea cierta alguna de estas dos versiones. ya que la escritura, por regla general, fue escasa en la Arabia del siglo VI, y mucho más con letras de oro. Por otro lado, mu'allaqah también significa «collar», y se empleó quizás en sentido figurativo, dando a entender que el poema tenia una unidad artística y se trataba de un todo indivisible. Aunque Mahoma atacó la poesía de su época, su forma y contenido siguieron siendo populares, no sólo al comienzo del período islámico, sino también en los siglos posteriores y pese a los grandes cambios en las condiciones ambientales, sociales y religiosas. Los poetas omeyas y 'abbasíes habían tenido desde antiguo al poeta preislámico como modelo de inspiración, y lo mismo hicieron los poetas hispano-árabes. Sin embargo, lo mismo en la península Ibérica que en otros lu­ gares, las antiguas fonnas poéticas sufrieron la influencia de los cambios de am­ biente y las nuevas ideas. Los pueblos de lengua árabe sienten una gran fascinación por el amor y la poesía, que ha sido considerada como su mayor logro artístico y signo de su cultura, ocu­ pando como tal un importante lugar en su plan de estudios. Gobernantes, príncipes, eruditos y mujeres versificaron y recitaron, y, en las fiestas y reuniones públicas, fueron corrientes las composiciones improvisadas o el recital de las obras de los principales poetas. La poesia árabe tiene una gran riqueza de vocabulario, símiles y metáforas, y, aunque su significado a veces sólo se adivina vagamente, o no se comprende en absoluto, produce un efecto en su auditorio tan importante como el de la música. Esencialmente, resulta más atractiva para el oído y el sentimiento que para la razón y muy a menudo tiene como objeto adular a un protector o emo­ cionar al oyente. Sería precipitado sugerir que la poesía árabe en general adolece de falta de sinceridad y solidez, ya que tiene un gran valor artístico, y, con frecuencia, refleja sentimientos intensos y nobles. Esto es más cierto, quizás, en al-Andalus que en el resto del mundo de lengua árabe, y es posible que se deba al hecho de que el andaluz disfrutaba intensamente de la vida, expresando lo que sentía acerca de sus temas favoritos -el amor y la naturaleza- en hermosos y conmovedores poemas. También nos da la poesía árabe una valiosa idea de la historia de la so­ ciedad arábigo-musulmana; y, además, la de la primera época sirvió para codi­ ficar el lenguaje, siendo considerada inferior solamente al Corán como instrumento para expresarse elocuentemente. Por eso, la poesía fue cuidadosamente conservada a lo largo de los siglos, tanto a través de la tradición oral como a través de escritos. La ingente cantidad de antologías poéticas (singular d'íwan) que nos han llegado de las épocas preislámica e islámica son testigo del orgullo que el árabe sentía por sus poetas y su poesía. Por otra parte, la poesía árabe permaneció, en cierto modo, disociada de la vida misma, y, por eso, su forma se mantuvo rígida y austera y su contenido ar­ tificial y estereotipado, siendo la causa principal de esto el papel del poeta en la sociedad. A menudo simple instrumento de su mecenas o cautivo de su auditorio. su cometido fue impresionar y agradar, viéndose obligado a llevar a cabo imita­ ciones, faltas de sinceridad, sobre todo cuando se le pedía que compusiera panegí4 Ed. C. Lyall, A Commentary on 1he Ancient Arabic Poems, Calcuta, 1894. Cfr. Nicholsoo, Literary History of the Arabs, págs. 101 y sigs.

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ricos, sátiras o elegías. En estas circunstancias, la suerte del poeta profesional no era fácil, y su éxito dependía tanto de su intención de complacer al auditorio como de su arte. Necesitaba un protector para subsistir y, a no ser que tuviese fortuna propia, debía alcanzar el éxito entre las gentes de dinero, a base de pasar muchas tribulaciones y penalidades. Comenzaba su carrera errando de un lado a otro y recitando sus poemas a todo aquel que se dignaba escucharlos, con la esperanza de alcanzar alguna recompensa, o de ser admitido en la corte de algún gobernante, donde, una vez instalado, recibía generosos estipendios e incluso tierras en feudo y generalmente se le proveía de ropas especiales, de acuerdo con su rango, pudien­ do incluso, según su preparación y educación, obtener algún cargo importante 5• La forma y el contenido de la poesía árabe fueron uniformes hasta la rigidez, y los poetas hispano-árabes observaron las reglas adecuadamente, aunque intro­ dujeron nuevas imágenes y metáforas surgidas en el suelo español. Si 'Abd al-Ra):i­ man I cantó con nostalgia a una palmera a la manera de los antiguos bardos, sus sucesores en al-Andalus compusieron en honor de los jardines, arroyos, ríos y mo­ numentos; y, mientras el poeta preislámico había cantado las sagas de las luchas tribales, el poeta andaluz celebró las victorias del Islam sobre los gobernantes cristianos. No obstante, el lenguaje siguió siendo esencialmente análogo al árabe clásico o «puro», pero nuevas formas populares con el nombre de zéje/ y muwashsha/J hicieron su aparición en el siglo x, diferenciándose grandemente de las clásicas en su forma, lenguaje e incluso contenido. De ellas hablaremos en el capítulo XIII. La poesía árabe en general y la hispano-árabe en particular tratan de los temas siguientes: El amor (nas1b, o gaza/), en el que el poeta canta el deleite de un senti­ miento recíproco, la emoción de una cita, o la belleza del ser amado. El poeta lamenta los sufrimientos de un amor desdichado y la separa­ ción del ser amado. La alabanza (madh), en la que el poeta da rienda suelta a sus alabanzas de las magníficas cualidades del protector, que, a menudo, son ima­ ginarias. La sátira (hichii'}, en la que el poeta describe, a menudo exageradamente, las faltas y malas cualidades de un enemigo. Las elegías (marathí}, en las que el poeta destaca cualidades del difunto como generosidad, valor, nobleza y sabiduría. Los poemas bélicos (bamasah). en los que el poeta lamenta las derrotas sufridas a manos del enemigo, o celebra la victoria de su benefactor. La poesía ascética {zuhd) y mística, en la que el poeta medita sobre el carácter transitorio de este mundo; sobre el destino, la virtud o el mérito de la sabiduría; o sobre la unión con Dios. La poesía descriptiva (w�f), en la que el tema del amor halló su más elocuente expresión entre los poetas hispanoárabes. En ella, el poeta mostraba la intensidad de sus sentimientos y amor por la naturaleza, y eran sus temas favoritos las ciudades, ríos, montañas, valles, pala­ cios, monumentos, jardines, paseos, frutos y flores. También eran objeto de su atención la noche, el alba, el ocaso, el viento, la nieve, el planeta, los animales y las plantas, así como las ruinas, que eran re­ cuerdo de pasadas grandezas. 5 Sobre la posición del poeta árabe, véase H. Pércs, La poésie andalouse, págs. 55 y sigs.; al-Rikab1, Fi-1-adab al-andalusT, págs. 63 y sigs.

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La poesía báquica (jamriyat), en la que el poeta ensalza el vmo y sus efectos 6. La poesía hispano-árabe dependió largo tiempo de la del Este; y los poetas orientales, desde el período preislámico hasta el siglo x, fueron modelo y fuente de inspiración del amante de la poesía o poeta hispano-árabe, el cual tenía éxito si imitaba fielmente a los principales poeta� del Este. Entre estos últimos se halla­ ron Shanfara, Samaw'al, }:-latim al-Tayy" e lmru'-1-Qays en el periodo preislámico; Ibn Ab1 Rabt'ab (m. 719), Cha11r (m. 7lbJ, Jl-l-arazdaq (m. 728) y al-Ajtal (m. apro­ ximadamente 710) en el período omeya, y Bashsbar lbn Burd (m. 783), Abü Nu­ was (m. 810), Abü al-'Atabiyah (m. 828), al-Bul)tur1 (m. 897), al-Mutanab­ bt (m. 965) y al-Ma'arr1, por mencionar sólo unos pocos del período 'abbasí. Todos elJos eran muy conocidos en al-Andalus, se les consideraba poetas consumados y su poesía era ampliamente estudiada, comentada y recitada. A pesar de su dependencia del Este, la poesía hispano-árabe alcanzó su máxi­ mo desarrollo en el siglo XI, cuando los andaluces se dieron cuenta de sus dotes poéticas y no se conformaron con compararse a los orientales, momento en que aspiraron a ser iguales e incluso superiores a aquéllos, como lo prueban los diversos tratados de Jbn }:la,,m 1 • lbn Bassam 8 • lbn Jaqan 9 y al-Shaqund, i "_ rn lu� que alaban el talento poético de sus compatriotas. La evolución de la poesía hispano-árabe puede dividirse en tres períodos: el de formación, que abarca desde 711 a 1031, durante el gobierno de los Omeya; el del ílorecer poético o edad de oro, principalmente bajo los reyes de tai­ fas (1031-1090) e inmediatamente después. y el de la decadencia y, finalmente. la desaparición de la poesía del territorio español, que fue total en el siglo XVI. Es prácticamente imposible hacer justicia a la enorme cantidad de poemas escritos por el asombroso número de gentes de todo tipo. Los ejemplos de com­ posiciones poélicas que aquí se incluyen no pueden ser exponente adecuado del contenido real y de la forma de los originales árabes. Los gobernantes Omeya, y eso sin mencionar a los poetas que viníeron a Espa­ ña durante y tras la conquista, tuvieron un considerable conocimiento de la poesía, e incluso compusieron ellos mismos, siguiendo la más pura tradición clásica de la qa$idah. Se dice que 'Abd al-Ra}:tman I (756-788) 11 fue autor de algunos poe­ mas, entre los que destaca el dedicado a una palmera, a la que atribuye sentimientos humanos similares a los suyos, manifestando una gran nostalgia por su Siria natal: Contemplé una palma en Ar-Ru�iifa, en el Occidente lejano, de su patria apartada. Díjele: ambos estamos lejos. en una tierra extraña. ¡Cuánto hace ya que vivo separado de mi gente! Creciste en un país donde eres extranjera y, como yo, en el más alejado rincón del mundo habitas. ¡que las nubes del alba te concedan frescor en esta lejanía y siempre te consuelen las abundantes lluvias! 12. 6 Nykl. Hispano-Arahic: Poerr_v. págs. xix-xx: cfr Pérés. Lo µoé.,ie amlalouse. págs. 115 y s1gs.: Rikabí. FT-1-adah a/-a11dalus1. págs. 1 14 y s1gs. 7 lbn J:{azm. Risa/oh. en al-Maqqañ. Nofl.1 a/-¡ib. vol. 4, págs. 154-170. Ibn Bassám, ol-Dhajirah. lbn Jaqan. Qa/a'id y Ma1mnl1 al-011fm 'º Al-Shaqundi, Risiilah. 11 Sobre 'Abd al-Ral_unan y otros gobernantes en su faceta de poetas. véase Ibn al-Abbar. al-ffullah. volumen I, págs. 35 y sigs., 42 y sigs.• 113 y sigs .. 197 y sigs. 12 Versión de la traductora basada en Nykl llnpanu-Arahi< Poe1ry, pág. 18. 8

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Apasionado de la caza, sus compañeros trataron de convencerle, al ver unas gar­ zas, de que se fuese a cazar en vez de proseguir una campaña contra el enemigo, pero 'Abd al-Rabman, que expulsado de su tierra natal había probado la dureza y amarguras del exilio, no cayó en la tentación, y recordó a sus compañeros que su deber era cazar malhechores, y que la gloria se alcanza solamente a base de privaciones y esfuerzo. A continuación damos los dos últimos versos del poema: ¡Di a los que de dormir en blando lecho gustan Que con esfuerzo se forja la gloria solamente! ¡Cabalgad hacia ella por el sendero estrecho de las dificultades, O las mas despreciables sereis de las criatUTas ! 13•

También se atribuyen un cierto número de poemas al emir aJ-J:iakam I -uno celebrando el sofocamiento de una rebelión en Toledo, y otro la pacificación de cinco miembros rebeldes de su harén! 14• También 'Abd al-Rabman II, que «orien­ tal.izó» su corte a la moda de Bagdad. compuso algunos versos, aJ igual que varios de sus descendientes inmediatos. Durante su reinado llegó a España, proveniente de Bagdad, el famoso cantor y músico Ziryab, el cual. al parecer, provocó la en­ vidia de muchos, entre ellos los poetas fbn .f:labib y al-Gaza! 15. El primero buscó recompensa de 'Abd al-Ral)man ll sirviéndose de alabanzas: y la vena satírica de su poesía recordó al gobernante que él, como erudito, era más merecedor de munificencia que el músico Ziryab: Pobre soy. pero son mis deseos de fácil concesión para el poder del Misericordioso. Aceptaría mil rojos, o menos, inclusive. un erudito, cuya ambición puede haber sido demasiado grande: Ni mas, ni menos que esta suma, le fue dado a Ziryab Y soy de profesión que aventaja a la suya en la nobleza 16•

También el escritor satírico Ya}:tya lbn al-1:iakam, conocido como al-Ga7al. debido a su gran belleza, compuso sátiras envenenadas contra Ziryab, las cuales le valieron el exilio y marchó al Iraq, donde conoció poetas muy importantes. Él mismo tuvo gran habilidad para seducir a las damas con sus adulaciones -espe­ cialmente a aquellas que conoció durante sus embajadas diplomáticas a Normandos y bizantinos. Su poesía báquica tiene un gran parecido con la del famoso poeta bagdadí y cantor del vino, Abü Nüwas (m. 810). Sa''íd Ibn Chud1 17 es un ejemplo de caballero poeta. Hizo su aparición durante la rebelión de 'Umar Jbn .f:laf�ün. y compuso versos a la guerra 1 8, y otros expresando sus tiernos sentimientos por una tal Chayban, un nombre ficticio de una cantante del príncipe Omeya de la que estaba profundamente enamorado. He aquí algunos de sus versos:

Mis oídos negáronse a dejar mi espíritu en mi cuerpo: Y por su causa tengo mi corazón repleto de tristeza; Mi alma di a Chayhan. solamente porque recordé su cantar, y sin habernos visto: Parezco ante su nombre -mientras brotan las lágrimas de mis ojos- un monje que a su ídolo rezara 19.

La fama de Ibn Haní al-Andalusí (n. aprox. 932-937/m. 973) 20 se basa en su obra de «adab». Llevó una vida licenciosa en Sevilla, de donde fue expulsado, trasladándose al norte de África, donde recibió la protección del gobernante fa­ t.imí, y al decidir volver con su familia, murió en el camino en circunstancias ex­ trañas. Compuso una famosa qa�idah en honor del fatimi Mu'izz (952-975), que. según la opinión del biógrafo Ibn Jallikao, por su calidad puede compararse con la mejor poesía oriental y occidental y que, sin embargo, es un ejemplo de panegi­ rico falto de sinceridad y sentido de la proporción. A continuación sigue un trozo del poema en alabanza del gobernante fatimí: Dios, si las equinocciales lluvias como él fuesen, nunca el horror del hambre vendría al mundo: A la luz de su ser hizo el tiempo surgir todo un imperio libre de las debilidades y bajezas! Un imárn justo y honesto en todos los aspectos. como debe de ser un justo imám y se espera que sea: En gloria aventajó a los tiempos pasados y presentes, como un collar cuyo centro aventaja en valor a sus exlremos: No encuentra la alegria en el acumular de la riqueza, Ni recibe placer de deleites mundanos: Tiemblan de miedo en sus cuevas los leones ante su espada, que, una vez desnuda, ha de vencer: Cuando todos los reyes contigo se comparan, tu grandeza es un mar, ellos son simples gotas! 21

A partir del siglo x los poetas hispano-árabes fueron muy numerosos, y en el siglo XI aumentaron de una manera asombrosa. Dice García Gómez que desde el más humilde campesino hasta el rey, todos eran poetas, y todo servía para ser puesto en forma poética 22. Pueden destacarse varios poetas principales, como al-Rama1, BH. 49 (1939) y su Hi.v­ pano-Arabic Poerry. Cfr. E. García Gómez, «La lírica hispano-árabe y la aparición de la lfrica romá­ nica>>, Al-Andalus, 21 (1956), 303-333. 63 /bid. 64 Sobre todo en su traducción del Tawq al-�amiima/1 de Ibn l:lazm, en su transliteración del Can· cionero de Ibn Quzman, y en su inapreciable Hispano-Arabic Poetry. 65 Véase su Hispano-Arabic Poetry, págs. 371 y sigs. 66 Véase la introducción de Nyld a1 Cancionero de lbn Quzmiin, pág. xvü: también su Hispano­ Arabic Poetry, págs. 271 y sigs.

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aa Omildades con pobreza quer a Virgen Coroada mas de orgullo con requeza e ela muy despegada e desta razon vos direi un cruragle muy fremoso bbb que mostrou Santa Madre do Rey grorioso a un crerigo que era de servir deseioso a e por en gra u maravilla le foe per ela mostrada 61.

Igualmente, El libro de buen amor de Juan Ruiz -el Arcipreste de Hita- con­ tiene fábulas, divagaciones y fragmentos alegóricos, además de numerosos poemas Líricos esparcidos a lo largo de su voluminosa obra. El autor parece conocer algo el árabe, y el contenido del libro, sin contar con el empleo del zéjel, recuerda modelos árabes. A este respecto, GonzáJeL Palencia manifiesta que la iníluencia árabe en el Arcipreste de Hita está fuera de duda y que éste supo árabe, corno lo demuestran el frecuente empleo de términos árabes y las referencias a instrumentos musicales árabes y bailarines moros 68. La siguiente composición del Arcipreste de Hita per­ tenece al tipo del zéjel: aa Sancta María, luz del día. tu me guía todavía Gáname gracia e bendición bbb el de Jesús consolación que pueda con devoción a cantar de tu alegría 1>'1.

Contando con Jos datos existentes. podemos asegurar que el zéjel y la muwash­ shiih se originaron y florecieron en al-Andalus y que los andaluces de lengua árabe fueron los creadores de ambas formas poéticas. Queda la cuestión de hasta qué punto tuvieron un inílujo árabe o romance y el factor decisivo para determinarla se halla en el lenguaje y el medio cultural, que fueron predominantemente árabes, pero con elementos romances. El hecho de que la jarc/1ah contenga vocablos ro­ mances y de que el 1éjel sea una mezcla de árabe vulgar y romance no parece su­ ficiente argumento para favorecer la teoría del origen romance. No queda rastro de las obras que precedieron a las composiciones árabes. Poetas orientales de la escuela llamada modernista como Abü Nuwas y Abü-1-'Atahiyah emplearon len­ guaje vulgar y vocablos persas en sus poemas, pero no por eso podemos inferir que su poesía tuvo su origen en el antiguo Irán. Del mismo modo seria ir dema­ siado lejos el adjudicar al zéjel y la muirnshsha�1ah un origen romance en virtud de la mera aparición de vocablos romances en poemas generalmente compuestos por autores que conocían este dialecto además del árabe. Al-Andalus contribuyó con el zéjel y la muu·ashshabiih a la poesía árabe, del mismo modo que Arabia lo hizo con su poesía clásica. Con estas dos formas poéticas populares pudo liberarse al-Andalus del formalismo de aquélla, creando otro tipo de composición que fue espontánea y sencilla, y al mismo tiempo concorde con la personalidad y el temperamento andaluz. 6 ' Citado por González Palencia.. H1stor1a de la hteraiura arábigo-espa,iola. pág. 333. "" /bid., pág. 69. A pesar de que se ven vano, elementos arabes en el Lihro tic Buen Amor, hispanis­ tas y launistas co general oo han dado la debida atención al ámbilo cultural árabe en que J. Ruiz vivió ni al género árabe de b,•l/as /erras (adah) con que el /il,ra tiene muchos paralelo,. Sólo recientemente el elemeDlo árabe empezó a reconocerse como conoc1m1en10 de la lengua y la cultura árabe de autor por no mencionar las historias y motivos derivados de fuentes árabes; cfr. O. A. Machado, «Acerca de la cultura arábiga del Arcipreste de Hita». CHE (1967). 364-373. y los vanos artículos publicados en las A,·ws del l Congreso /ntemacional Iohre el A rtipresre de Hiw. Barcelona, 1973. 69 lhid.• pág. 335

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CAPÍTULO XIV

EL AMOR 'UDHRl El amor y el deseo son tan antiguos como el ser humano y comunes a todas las sociedades. Son expresiones biológicas y psicológicas naturales que se rnani­ fieslan en cualquier estación, y que, cuando se desenfrenan pueden conducir no sólo a la promiscuidad, sino a la demolición de toda la estructura social: el hogar, la tribu. o cualquier sociedad organizada. Por eso, cuando hablamos de la prác­ tica y la concepción del amor, y en particular del amor platónico, nos estamos refiriendo a un amor institucionalizado, con sus propias normas, reglas, y forma de expresión. Y siempre de acuerdo con los valores y la moral de una sociedad en particular. En el caso de la sociedad árabe-musulmana, la mujer, el amor, y el matrimonio han sido objeto de gran atención a lo largo de los siglos. Los méritos y los defectos del bello sexo se han descrito profusamente en todo tipo de literatura. En algunos casos la mujer es descrita como astuta. indigna de confianza, engañosa, chismosa, causa de enfado entre hermanos y amigos, infiel, y fuente de todo tipo de calami­ dades. No nos interesa aquí este aspecto, y nos bastará con mencionar dos tradi­ ciones transmitidas por Ibn 'Abd Rabbihi que revelan algunas de las cualidades negativas y positivas de las compañeras. A Salomón se atribuye la observación: «La mujer discrela construye su hogar, mientras que la malhablada lo destruye. » Otra tradición dice: «Tras la confesión de fe, nada produce más felicidad que un buen matrimonio, y tras la incredulidad, nada es más detestable que uno malo » 1. El bello sexo ocupa el lugar principal en las composiciones lírícas, y el tema amoroso, llamado ga:::.al o 11asíb, fue común en la poesía preislámica e islámica. A partir del siglo vr, los poetas árabes compusieron delicados versos alabando las cualidades y expresando la profundidad de sus sentimientos por la amada. La poe­ sía árabe es de una gran sensualidad. Se dice que el gran poeta 'Umar lbn Ab1 Rabí'ah (m. 719) 2 embelesaba a las damas de La Meca y Medina con una poesía tan sensual y erótica que hacía enrojecer a los alfaquíes, aunque no podían dejar de recitarla y admirarla por su belleza. Sin embargo, aunque una parte de este amplio género poético puede ser califi­ cado de sensual, erótico y mundano, otra buena porción expresa tiernos sentimientos e idealiza el bello sexo. Este aspecto del tema amoroso, el amor espiritual (al-�wbh al-'udhri), es el que aquí nos concierne. La mujer es su objeto principal; es la amada. no en sentido subordinado, sino al contrario, es el amante quien se subordina, 1 lbn 'Abd Rabbihi. al-'Jqd al-faríd, l. 6, pág. 28. Dedica el l. 21 al tema de la mujer y sus cualida­ des. Cfr. Capítulo Xl. 1 Sobre Ibn Abi Rabi'ah, véase Chabbür, 'Umar lbn Abi Ra.b,ah, Beirut, 1935-1939. Para los pos­ teriores, véase J. al-Rikiibi. La poésie profane sous les Ayyubides er ses principaux représentants, Pa­ ás. 1949.

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se somete, y obedece, siempre dispuesto a afrontar toda suerte de vicisitudes por ella. En el siglo vr antes de la Hégira, 'Antarah, un liberto que fue famoso guerrero, llevó a cabo hazañas extraordinarias con el fm de ganar la mano· de su amada 'Ablah. Los poemas líricos expresando su profundo amor por ella, y su leyenda se recitan aún en el mundo árabe. Un tal Qays Ibn al-Mulawwal;i (m. hacia 699) se enamoró locamente de su Layla, y de ahí su apodo de mac/mün (el loco), ex­ presando en su poesía la ternura e intensidad de sus sentimientos, que eran com­ partidos por ella, aunque acabó por casarse con otro ante la insistencia de su padre. Esto condujo a Qays a la locura, y, durante el resto de su vida erró, medio desnudo, por los valles y colinas del noroeste de Arabia, cantando la belleza de su amada. anhelando verla, y doliéndose de su desgracia. Esta conmovedora bistoria se con­ virtió en modelo de los romances persas y turcos que exaltan el poder del amor eterno. Cham'il al-'Udhr"i (m. 701 ), a quien se atribuye corrientemente el origen de la tradición del amor espiritual ('udhri), inmortalizó el amor puro e inocente. Compuso gran cantidad de tiernos versos en honor de su amada Buthaynah, que aún gozan de gran popularidad 3• En la España musulmana especialmente, las composiciones líricas hallaron un campo fértil y alcanzaron un alto grado de desarrollo, expresándose bien a través de la poesía clásica, o bien con los populares zéjeles y muu:ashshaf.¡ah. En rea­ lidad, los andaluces fueron grandes poetas y amantes, y al-Andalus contó con un gran número de parejas de enamorados famosos: el gobernante-poeta 'Abd al­ Ral;iman Il y Tarüb; el erudito-califa al-I:lakarn IJ y SubJ:i; el personalís1mo poeta­ gobernante al-Mu'tamid de Sevilla e J'timad, y el poeta lbn Zaydün y la princesa Walladah -todos los cuales contribuyeron enormemente a la perpetuación de una tradición poética preocupada por el amor profundo, noble y eterno. Quizás en Andalucía más que en otro lugar del mundo musulmán resaltó el bello sexo en todo su esplendor. Las damas gozaban de relativa libertad, eran alegres, y más accesibles que en otras partes del ámbito musulmán. La amada era parte importante de la naturaleza, igual o superior a cualquier otra cosa creada; y era considerada como una hermosa criatura, tierna, delicada y bella. Su brillo podía eclipsar al sol naciente, era una luna, una brillante estrella que iluminaba las tinieblas tornándolas en claridad. Era una flor delicada y aromática, o todo un jardín florido que debía ser contemplado y admirado, pero nunca tocado o probado, ya que eso haría de él pasto para las bestias. Era elegante y ágil como la gacela, una joya a la que se debía admirar y apreciar, etc. 4• Y no era eso todo: literatos 5, filósofos 6 y místicos 7, entre otros, trataron del 3 Dr. Perron, Femmes arabes avant et depuis l'i.vlamisme, París, 1958; Hilli, History of the Arabs, página 251. 4 Sobre este punto y otros detalles, véase Péres, La po¿sie andalouse, págs. 397 y sigs. 5 Sobre lodo, al-Cha�i�, Risiilah }7-1-'ishq wa-l-nisii', en Machmü'ár rasii'fl, Caíro, a.H. 1324. pá­ ginas 161-169; Ibn Qutaybah, 'Uyün al-ajbiir, Cairo, 1925-1930, vol. 4, págs. 128 y sig�.; Ibn 'Abd Rab­ bihi, al-'Jqd al-farid. l. 21, y al-lbslu7ü, al-Musta(rafj7 k11/l faw, mus/�raf (Bülaq. a.H. 1330), vol. 2, pá­ ginas 134 y sigs. U11s al-'ásltiq, anónimo, 1rata del amor y los amantes y las opiniones sobre el tema. Parte en prosa y parte en verso. aún inédito ( IEIM-C-15). AI-Sarrach lbrahlm lbn 'U mar lbn l:fassan al-Buq1i"i (m. 1480) deJó su ljti,$iir ma.yiiri' al-'ushshiiq (ms., Zaytünah 4736), compendio de una obra más exten­ sa, cuya segunda parte se conserva (Escorial. 468). Podemos afiadir Kitiib m,zhat al-mushtiiq wa-rawdat al-'ushshiiq (Escorial 471) de Mul;l. b. 'AIT b. 'Ab­ da!Jah b. A�mad al-J:lilfi (m. J 116). Y los anónimos Nuzhat al-'iíshiq wa-1ms al-muyauam al-uliimiq (Es­ corial 391); Nuzltat al-m11�1ibb wa-l-a!Jbiib (Escorial 539); Rushd al-labib ilii mu'iis/zarat al-{wbib (Esco­ rial 563). 6 Por ejemplo, lbn Sina (Avicena). Véase E. L. Fackenheím, «A Treatise on Love by lbn Sinii>>. Medieval S111d1es. 7 (1945). 208-228. También ljwan al-Sara, Rasii'il, Bombay, a.H. 1305-1306), volu­ men 3, págs. 63-75. 1 Véase lbn 'Arabí, Tarcltumii11 al-asltwiiq, Beirnt, 1961, págs. 10 y sigs.; trad. ingl. R. A. Nichol­ son, Londres, 1911. Cfr. M. Asín Palacios, El Islam cristianizado, Madrid. 1931.

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tema amoroso (bubb, ma�wbbah, e 'ishq). Este último vocablo (pasión) se refiere al amor genuino y verdadero, que sobrepasa al amor corriente (ma�iabbah) del mísmo modo que la prodigalidad excede a la liberalidad 11• Comienza con una mirada, del mismo modo que el fuego comienza por una chispa 9• Se manifiesta de muchas maneras y afecta a toda la personalidad y el carácter de los que la sufren. Cambia el semblante del amante y la amada: muda su color -rojo como signo del pudor de la amada, y amarillo para el desasosiego del amante. Ambos adelgazan, e incluso su modo de caminar se ve afectado considerablemente. El amante se apega a cualquier objeto perteneciente a la amada, y perdona a sus familiares, incluso a los que le han humilJado. Se cuenta que encontrándose el famoso enamorado Chamil en compañía de su amada Buthaynah, fue humillado por el hermano de ésta, Shubayb; y estando en la Meca le dijeron que iba a llegar su ofensor y podría vengarse, a lo que Chanül respondió en verso: Dijeron: Oh ChamII, su hermano ha llegado, Y yo respondí: el amado ha llegado que es el hermano de la amada 10. Hay sumisión en el amor -una sumisión del amante a la amada que no debe ser considerada como humillación. En muchos relatos el amante se somete a los deseos e incluso los caprichos de su amada. AJ-Mu'tamid, el orgulloso gobernante de Sevilla, se humilló ante su amada J'timad. Mirando una vez por la ventana de palacio vio ésta a unas ancianas mezclando barro en la calle, y djjo a al-Mu'ta­ mid: «Si ellas pueden hacer eso, ¿por qué no yo?», y éste se apresuró a man­ dar que mezclasen arcilla con perfumes para que su amada pudiese jugar con barro 11. Enamorarse podía significar la muerte o estar dispuesto a morir. A la pregunta «¿ Quién eres?» respondió un beduino, «pertenezco a un pueblo que muere cuando ama»; ante Jo que los oyentes exclamaron que aquél debía pertenecer a la tribu 'Udhrah 12• Ibn Qutaybah 13 relata la dramática historia de un joven que se suicidó al darse cuenta de que. equivocadamente, había dado muerte a su amada: El joven se hallaba con sus compañeros en un monte. cuando vio a la muchacha y se enamoró de ella. y decidió quedarse aJli a pesar de los ruegos de sus compañeros para que volviese con ellos. Finalmente conoció a la muchacha y. una noche. entró en su casa y la despertó. Ella le exhortó a que se fuese antes de que despertaran sus hermanos y le matasen, a lo cual él contestó desafiante que prefería la muerte a la condición en que se hallaba, y le prometió marcharse irunedíatamentc si antes ella ponía la mano en su pecho. Así lo hizo y él salió. Volvíó a verla en las mismas cir­ cunstancias, e insistió en que se iría solamente si ella le daba sus labios. La besó. y ella se sintió presa de un fuego. La tribu acabó por saberlo y decidió expulsar aJ joven. La muchacha le advírtió que Je atacarían ese mismo día. pero llovió torren­ cialmente y no pudieron ejecutar sus planes. A la noche ella se dirigió a su encuentro acompañada de una sirvienta, y, al verlas, creyendo que eran sus enemigos, el amante arrojó una flecha e hirió a su amada. que cayó muerta mientras su compañera se lamentaba. El joven se precipitó hacia la terrible escena y se suicidó, siendo enterra­ do junto a su amada 14• 8 4

IO

Al-Ibshlhl. a/-Musta¡raf, vol. 2, pág. 134.

lbí d. Jbíd.

'' De hecho, la historia aparece en El Conde Lucano, de Don Juan Manuel, ed. lbn Qutaybah, 'Uyü11 al-ajbár, vol. 4, pág. 131. 13 Jbúi., págs. 133 y sigs. 14 Más casos de muertes de amor en al-Ibshihi, al-Mus1a/raf, vol. 2, págs. 138 y sigs.

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En su forma más pura y mística, el amor es sinónimo de castidad. Tbn f:lazm considera la uníón de las almas mil veces más hermosa que la de los cuerpos ts_ Ejemplo de castidad es el amor de ChaTllll por su Buthaynah. Una temprana his­ toria oriental habla de un hombre que pasó por delante de una casa donde cantaba una muchacha. Se paró, y el dueño de la casa le invitó a entrar. Al principio no se mostró muy deseoso de conocer a la muchacha. pero cuando finalmente lo hizo, se sintieron atraídos el uno al otro. Un día le dijo la cantora: «Te amo)) . y él respondió: «Yo también». «Deseo locar tus labios con los míos», dijo ella, a lo que él replicó: «Yo también». Entonces ella dijo: «Deseo sentir mi pecho contra el tuyo». a lo que él contestó: «Y también yo>>, pero, preso de la duda, no hizo mo­ vimiento alguno lo que impulsó a decir a la muchacha: «¿ Qué te pasa? Estamos solos.» Él esperó un momento, mientras recitaba versículos del Corán, y dijo: «Detestaría que la amistad que hay entre nosotros se convirtiese en enemistad el día del Juicio.» Y partió 16. Se pueden citar muchos más ejemplos de amor, su naturaleza. y sus manifes­ taciones, basándose en la literatura clásica, pero difícilmente puede superarse el tratado sobre el amor de lbn I:Iazm. quién en sus últimos años aseveró que la poe­ sía debía ser excluida de la educación de los jóvenes 1 7• Esta aparente paradoja, al venir de un hombre que escribió la obra árabe más completa sobre el amor y los amantes, puede entenderse teniendo en cuenta el contexto de su vida y de su tiempo �s decir, el joven Ibn l:{azm en oposición al viejo, teólogo austero que vivió en un período de desorden y decadencia moral. lbn f:lazm de Córdoba (944-1064) 18 fue el prosista más destacado del siglo XJ. Hombre de gran erudición, dominó muchas materias y supo como exponerlas. AJ igual que Ibn Shuhayd. Ibn 1::lazm pertenecía a la poderosa aristocracia, y fue consciente de la dureza del «fitnah» y de la desintegración política de al-Andalus tras 1009. Su padre fue un hombre muy culto. y tenido en gran estima por los 'Arniríes, a los que sirvió ocupando varios puestos oficiales. No sabemos a ciencia cierta si los Banü I:Iazm eran de ascendencia persa o española. La afirmación de Dozy 19 de que lbn I:{azm fue el más cristiano de los poetas islámicos, y que tenía por eso algo de delicado y espiritual que no puede ser llamado árabe. es una fal­ sedad. El propio Jbn 1::Iazm, capaz genealogista, se consideraba de origen persa. encajó bien en el ambiente cultural reinante en al-Andalus. y defendió con gran ardor las creencias, valores, y modo de vida del Islam. [bn l:{azm tuvo una educación islámica. tomando parte en las sesiones lite­ ranas de su padre, y pasando una gran parte de su tiempo en el harem, donde las concubinas le enseñaron el Corán. poesía, y algo de escrilura. Creció silencioso y tímido, sobre todo con los hombres; y en su juventud se enamoró perdidamente de una muchacha rubia. Sin embargo se casó con otra joven que murió poco des­ pués, y por la que guardó luto siete meses, con tal desconsuelo que oo cambió sus ropas. Fue ardiente partidario de la causa omeya, y todo parece indicar que aspiró a una carrera política, siguiendo el ejemplo de su padre. N dar por per15 Tawq al-!Jamlímah, ed. Bercher, pág. 253. Cfr. Pérés. La poésie andalouse, pág. 424. 1 sig;,. 1' Título árabe, Tarij iftitiib al-Andalu.v, ed. P. de Gayangos, Madrid, 1868: trad. cast. .J Ribera. Madrid. 1926, y lrancesa. O. lloudas. París. 1889. Más reciente es la ed1c1ón de 'Abdallah A nis al-Tabbii.'. Beirut.. 1957.

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refiriéndose a Julián y otros relatos heroicos. Describe asimismo a los conquis­ tadores Tariq y Müsa, su quereUa y vuelta a Damasco, sus sucesores en al-Andalus y lo inestable de la situación, la aparición y éxito de 'Abd al-Ral;unan 1 y su po­ lítica, la introducción del al-Muira((a' de Malik Ibn Anas, el sucesor de 'Abd al-Ra}:unan y sus jueces, la política y principales acontecimientos del reinado de al-1:lakam l, 'Abd al-Ral_unan II y su organización de la administración, su pro­ tección a la cultura, la ampliación de la mezquita de Córdoba, el eclipse de sol, la aparición de los normandos, las revueltas, la llegada de Ziryab a al-Andalus, el reinado del emir Mul_lammad con detalles acerca de la cuestión sucesoria y otras informaciones sobre funcionarios, la epidemia de hambre, la revuelta de Ibn ljaf�ün. y la época de los emires al-Mundhir y 'Abd Allah. En el siglo xi son dignos de mención varios historiadores. I:Iusayn Ibn 'A�im escribió una biografia de lbn AbT 'Amir titulada al-Ma'a1hir al-'amiriyyah 18, pero el principal historiador de este siglo fue Abü Marwan lbn ij.ayyan. Nació en Cór­ doba en 987, sirvió como secretario bajo los 'amiries. y fue testigo de su caída. las revueltas de Córdoba, y el comien7o de los reinos de taifas. Fue un erudito prol!fico en varias materias. pero debe su fama principalmente a sus obras de historia. escritas con discernimiento y cuidando los pormenores. Escribió una mo­ nografía sobre los 'amiríes, y otra sobre jueces, pero se le conoce por sus dos vo­ luminosas historias: a/-Maün compuesta ongmanamente por sesenta tomos, y al-Muqtabis. originariamente en diez volúmenes. Desgraciadamente, de la pri­ mera sólo nos han llegado algunos fragmentos dispersos, y de la segunda el tercer volumen y algunos pasajes del reinado de 'Abd al-Ra}:unan ll, y parte del de al­ Hakam TJ 1 �. Ambas obras trataron de la historia de al-Andalus desde la época de la conquista, estaban basadas en su mayor parte en trabajos de sus predece­ sores, y se convirtieron en fuente de referencia para los historiadores posteriores. El pasaje existente que trata sobre el reinado de al-I:Iaka.m II desde 970 has­ ta 974, proporciona muchos detalles acerca de la vida en la corte. fbn l:{ayyan presta especial atención al protocolo, ceremonias. embajadas a Córdoba, y gue­ rras norteafricanas con aJ-Andalus, según un orden analítico, y narrando los prin­ cipales acontecimientos coa gran riqueza de detalles. Por ejemplo, del año 360 d. H. hace constar: la orden de captura de un ladrón, la llegada de una embajada con una elaborada descripción de las ceremonias, la distribución de limosnas en el mes del Ramadán, la invasión nonnanda, la muerte de Ziñ en el norte de África, el banquete al acabar el ayuno del Ramadán con una descripc ión minuciosa del ce­ remonial de la corte, la fiesta del sacrificio (',d al-a4ba). descrita también deta­ lladamente, y la recepción ofrecida a los jefes norteafricanos que vinieron a re­ conocer la soberanía de al-J:lakam sobre sus territorios. También intercala largos poemas recitados en esas rece pciones de la corte, y. a menudo, hace constar su agradecimiento a sus fuentes de información. El prolífico escritor Ibn ljazm es el autor de unas cuatrocientas obras (ochenta mil folios) sobre casi todos los temas concebibles: filosofra. teología, moral, juris­ prudencia. poesía, obras literarias, e historia. Entre sus escritos de historia están: los nombres de califas y gobernadores y la duración de sus reinados, los nombres '8 Véase lbn J:Jazm, Risálal,, en al-Maqqar1, Nafl.1 al-tib, vol. 4, pág. 167. Relacionado con esto hay una biografia anónima de 'Abd al-Ral;lmiin al-Nii�Ir, ed. Lévi-Provenc;:al y E. García Gómez. Ma­ drid. 1950. 19 La parte que queda la tradujo Melcbor ALuña con el título Chroniqui· du rtigne du calife umaiyade 'Abdal/a/1 a Cardoue, París, 1937. La parte dedicada a al-f:laJcam lll ha sido editada por 'Abd al-RaJ:uniin 'Ali al-Hachchi. Beirut. 1965: trad. cast. E. García Gómez, Madrid. 1967. Véase también García Gó01ez «A propósno de lbn l:{ayyan», al-Andalus, 11 (1946}, 395-424. Más rec1cntcmcntc. G. P. Chalmcta editó parte del MlllJtabis, Madrid, 1978.

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de los comJ'añeros del Profeta y recitadores del Corán, el imanato y la política, y el Fi$al 2 , una historia critica y comparativa de Las diversas religiones, con la que pretende demostrar la superioridad del lslam sobre las demás. El Fi$tll ha llegado hasta nosotros junto con su Tárij al-julafa ' 21, Chamharah 22• y otros cuantos tratados. El Charnharah es la obra más detallada que queda sobre la genealogía de los úrabes, y no fue Ibn J:lazm el primer andaluz que trató este asunto, ya que, en realidad. el C/wmharah se basa en obras anteriores. Sin embargo. es notable por su clara y coherente presentación, y abarca la genealogía de hombres importan­ tes, incluyendo los familiares del Profeta, sus compañeros, los califas y sus hijos, y otros. Los coloca en un contexto histórico y hace mención de acontecimientos importantes e información religiosa y literaria, además de intentar establecer una relación entre las tribus que vinieron aJ Magrib y a al-AodaJus, y entre sus jefes y los lugares donde se establecieron. Justifica su obra afirmando que la ciencia de la genealogía ('ilrn al-nasab) es indispensable para saber que Mahoma era un qurayshí. que el califato debería pertenecer a los Quraysh siguiendo la descenden­ cia de Fihr íbn Malik Jbn al-Nadr lbn Kinanab. y que todos deben saber quién es su padre, madre, y parientes cercanos, en caso de casamiento o herencia, y tam­ bién deben saber quiénes fueron las madres de los creyentes y los fieles 2J, etc. Por lo tanto. «Es una falsedad decir que el conocimiento de la genealogía no tiene objeto, y que no perjudica su ign orancia» 24. Sa'id 25 es el autor de una extensa historia de varias naciones titulada Chiimi' ajha·r al-umam. y del Tabaqiit al-umam (Categorías de las naciones) 26 . Como ya se dijo en el capítulo 9, este último trata de los indios. griegos, romanos, egipcios, persas, árabes, e israelíes, mencionando especialmente las ciencias en las que se distinguieron, y contiene también información sobre sus costumbres, caracteres y religiones. La obra es concisa y se ciñe al tema, siendo raro que se escribiese en la época de los reinos de taifas, cuando eolre los historiadores imperaba la ten­ dencia a Limitarse a las historias de las dinastías de sus mecenas. Muy valiosas y de grao interés son las Memorias 21 del emir 'Abd Allah, el úl­ timo de los gobernantes ziríes de Granada. obra que nos proporciona información directa sobre los juegos de la política, los compromisos militares, y la inestabilidad de la situación durante los últimos tiempos de los reinos de taifas. 'Abd Allah nació en 1056, y subió al trono con ocho años. Nos descubre los problemas de su patria -la existencia de un visir ambicioso en un momento en el que los gober­ nantes cristianos hacían grandes incursiones en los territorios musulmanes y otros gobernantes deseaban su reino. Describe en términos conmovedores como todo parecía irremediable en 1090: su reino presa de los almorávides, y él y su madre objeto de incontables buroillaciones. Permaneció cautivo en Agamat, Marruecos, donde escribió sus memorias y pasó el final de su vida. zu Cairo, a.H. 1347-1348, lrad. cast. M. Asín Palacios, Abe11/11íwm de Córtloha. 21 Título completo. Kitáb al-naq( al-'an,s Ji tau·árij al-ju/ajá' fi-l-A11daf11s, ed. C. F. Seybold en RCEH, 3 (1911 ), 160-180, y 4, 237-248. También su Uidwhat af-1¡,adii', ed. Mamdü):l f:{aqq1, Beirut, 1966, sobre la percgnnbc1ón de Mahoma y sus seguidores. y su Chau•iimi' al-siral,. cd. l. Abbas. Cairo. 1970, una b1ografia de Mahoma. 22 Chamharat 011sáb af-'Arab. Y véase J. Rosch Vilá, «Jbn l:lazm, genealogista», IX Ce11u•11ario de Aben Hazam, Córdoba, 1963. 23 Chamharah. pág. 2. l .t Jbíd., pág. J. 25 Véase más arriba, Capítulo TX. 26 Publicado en El Cairo (s. a.) y Beirut ( 1912). 27 Ed. E. Lévi-Proven�al. Cairo, 1955.

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Además de los documentos oficiales, son importantes para los períodos almo­ rávide y almohade los escritos contemporáneos de políticos y testigos. El fun­ dador de la dinastía almohade, lbn Tümart, escribió algunos tratados exponiendo sus ideas religiosas. Sus obras conocidas bajo e1 título de Libro de Jbn Tümart 28, fueron reunidas por orden de su sucesor 'Abd al-Mu'min, y son una valiosa fuente de información acerca de la dinastía. Las obras de lbn Tümart están mejoradas por las Memorias de al-Baydhaq, que fue compañero de sus viajes y testigo de muchos acontecimientos de la época. Estos escritos, junto con los documentos oficiales 29, las obras de Ibn al-Qattan 30, Ibn SaJ:úb al-Salah 3 ', Ibn Ab1 Zar' 32, al-Zarkash1 33, y el Jfula/ al-mawshiyyah 34 de autor desconocido, son algunas de las principales fuentes de información sobre los almorávides y los almohades. De más amplio alcance son las obras de 'Abd al-Walµd al-Marraku­ shi (1185-1224), 'Ali Jbn Sa'1d al-Magribí (aprox. 1201-1274), e Ibn 'Idhari (m. apro­ ximadamente 1295). El primero de ellos nació en Marrakush, recibió su prepara­ ción en Fas, y marchó a al-AndaJus, donde conoció aJ gobernador almohade de Sevilla. También residió en Córdoba, donde asistió a las clases (balaqah) del eru­ dito al-I:limyañ 35 , y de allí a su ciudad natal, y de vuelta en 610/1213. De al-Andalus decidió viajar al Este, parando en Egipto, aJ-}:f ichaz, Siria, y finalmente Bagdad, donde escribió su al-Mu'chib ft tal.fif ajbar al-Magrib 36 a instancias de un visir que deseaba saber más sobre la geograJia, la política, y los hombres destacados del Magrib. AI-Marrakushi empieza su obra con la conquista de al-Andalus, y des­ cribe el país, sus primeros gobernadores, emires y califas. Interrumpe a menudo su relato para hablar de destacados literatos, a los que con frecuencia dedica más espacio que a los gobernantes. Por ejemplo, describe el reinado de 'Abd al-Ral:t­ man lll en una página, mientras dedica casi cuatro al erudito Mundhir Ibn Sa'id al-Ballü�i, y del mismo modo trata del reinado de aJ-I:lakam TI, mientras dedica amplio espacio al literato al-QaIT, al chambelán poeta al-Mu�l;lafi, al gramático al-Zubaydi. y aJ poeta al-Rarnadi. La obra contiene información valiosa acerca de la dinastía almohade, con la que al-Marraküshl estaba muy familiarizado. Sus fuentes de información, a las que se refiere a menudo, consisten en datos pro­ porcionados por testigos o de origen anterior, principalmente las obras de lbn J:layyan e lbn J:lazm. Ibn Sa"id aJ-Magrib1 fue historiador, poeta y literato. Nació cerca de Granada, donde se educó, y viajó extensivamente por oriente, visitando el norte de África, Siria e Iraq. Escribió algunas obras de historia, la mayoría de las cuales se con­ servan en manuscritos y tienen especial interés sus trabajos acerca de la genealogía de su familia y sus libros de viajes. Fue citado con frecuencia por sus contempo­ ráneos y autores posteriores, y su obra más famosa fueron los quince volúmenes de al-Mugrib ft /Ju/a a!-Magrib 37 , de los cuales nos han llegado dos. Es una his­ toria contemporánea del período de 1135 a 1243. Ibn 'ldhañ nació en Marrakush de una familia que había emigrado de al­ Andalus, y poco sabemos de su vida, pero su fama se basa en su obra de historia n La colección de obras de lbn Tümart se titula Kitiíb a'azzu mii yu¡lab, ed. J. D. Luciani. Argel. J 903. 29 Lévi-Provenc;al. Documcmts inédits y Trente-sept fctlres officielles almohades. Ju 31 32 33 34 35 36

lbn Qa¡¡án. Chuz' mi(1 kitab na?m al-c/111miin. lbn $ál)ib al-$aláh. al-Mann bi-l-imiimah. lbn Abi Zar', Rawtf al-qir¡ñs. AI-Zarkashi, Tiirij af-dawfatayn. Ed. l. S. Allouche, Rabal, 1936; trad. casL A. Huici Miranda, Tetuán, 1952. Véase más adelante. Ed. R. Dozy, Leiden, 1848; ed. Mu. Sa'id al-'lryiin, Cairo, 1963; trad. francesa E. Fagnan. His­ toire des Almohades, Argel, 1893. 37 Dos volúmenes los editó Sh. [)ayf, Cairo, 1953.

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al-Bayiin al-mugrih 38 , qu� es una de las principales fuentes de información para

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la historia del norte de Africa y de al-Andalus. Se trata de una extensa historia de la conquista basta la época del autor (667/1270), ordenada cronológicamente según la importancia de los temas. Nos dice en la introducción que la escribió a instancias de amigos que conocían su interés por la historia de los califas, países y emires de oriente y occidente. De los tres volúmenes que nos quedan, el primero está enteramente dedicado al norte de Africa, incluidas sus principales dinastías; el segundo, trata específicamente de al-Andalus, dedicando especial atención a sus gobernantes. revueltas y dinastías hasta 478/1086; y el tercero nos documenta sobre los almorávides y los almohades hasta la aparición de los mariníes en el norte de África. Jbn 'ldharí reconoce su deuda con historiadores anteriores como al-Tabañ, al-BakrI, al-Raq1q, lbn l:labTh e Ibn }:layyan. El siglo x1v produjo dos grandes estadistas y pensadores: Lisan al-Din lbn al-Jaµb, e Jbn Jaldün (m. 1406), ambos funcionarios y participes activos de los acontecimientos de una época llena de intrigas políticas y confusión. Ibn al-Jaµb 39 nació en Loja en 1313, de una familia originaria de Córdoba. Recibió su temprana educación de su padre y otros eruditos de su época, e hizo el aprendizaje tradicional y variado de las ciencias religiosas, gramática, poesía y ciencias naturales. Su padre, que sirvió a los nasríes en varias capacidades, fue muerto por invasores cristianos en 1340, y el gobernante na(>rí invitó a Iba al-Ja�ib. que tenia entonces veintisiete años, a ocupar el puesto de secretario en el depar­ tamento de correspondencia (diu·iln al-inshá '). Pronto se distinguió en el arte epistolar y fue ascendido a visir, convirtiéndose entonces en confidente y con­ sejero del gobernante, y leal emisario a potentados extranjeros. Ganó el titulo de «doble visir» ( Dluí al-wizaratayn), que tradicionalmente se concedía a per­ sonas con poderes ejecutivos. Su influencia en la corte y su riqueza provocaron la envidia de los cortesanos y de su discípulo, el poeta Jbn Zamrak, que conspiró para acusarle de herejía. Ibn aJ-}atíb fue exiliado a Fas. volvió a su puesto, y fue exiliado de nuevo al norte de Africa, donde murió estrangulado en la prisión a consecuencia de las continuas intrigas de sus enemigos en su patria. A pesar de estas intrigas cortesanas, y de otras preocupaciones políticas. lbn al-Ja�íl, se distinguió como fisico. filósofo, poeta e historiador, al mismo tiempo que tuvo una carrera distinguida como estadista. Se Je atribuyen más de cincuenta obras sobre música. medicina, poesía, sufismo, política, viajes e historia, y, aun­ que perdidas en su mayoría, han sobrevivido las suficientes para que pueda ser considerado uno de los principales eruditos musulmanes de todos los tiempos. Fue el historiador por excelencia de su Granada contemporánea, cuya topogra­ fía. monumentos, sabios y gobernantes, fueron tema principal de sus escritos. En realidad. casi todos sus escritos en prosa tratan de temas de historia que él con­ sidera muy valiosos en el contexto del significado y propósito de la historia. Señala la nobleza de la historia (sharaf al-tilrij) 4º, incluso cuando ésta se limita a es­ cribir la biografía de Mahoma, sus circunstancias, su llamamiento a creer en un solo Dios, su relación con los árabes, sus aventuras, y las biografias de sus pa­ rientes y compafieros. Aparte de su importancia religiosa como medio de con­ servar las tradiciones proféticas y como fuente de comentarios al Libro Sagrado, considera benéfica la historia para ganar experiencia y dar buen ejemplo, además 9 El título completo es K11ab al-boyan a/-mugrib .fi ajbür mubik al-A11dalus u:u-1-Magrib. 30 Abundantes datos sobre lbn al-Ja1Tb. en los últimos 4 vols. de al-Maqqar1, Nafl.1 a/-¡ib y Mu. 'Ab­ dallah ·roan./ iva11 al-Din llm al-.la/ih, Cairo. 1968. Véase también Pons Bo'igues, Ensam. pí1gs. J:14--117 "" Sus rcílexiones sobre la historia en ta introducción a su l�1á¡ah y al final de su A'/{im. 'lnán. Usan al-Dín. págs. 374-375, reproduce pasajCl> del A'lám. ·'

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de ser el origen del amor propio de las gentes. Finaliza diciendo que si no fuese por la historia, la virtud se extinguiría con sus poseedores. Ibn al-Jaµb dejó varias obras que son una fuente de información muy valiosa para la historia de al-Andalus en general, y de Granada en particular, y parte de los manuscritos se encuentran en el Escorial y otras bibliotecas. Entre los que son accesibles está su correspondencia diplomática bajo los gobernantes Na�ríes 4 t . También escribió varias historias de diversa extensión sobre el reino de Granada; una obra con resúmenes biográficos de poetas, oradores, juristas y secretarios 42, y una autobiografta 43. Pero sus principales obras editadas son el A'mal al-A'liim** y el lbii{al, 45, editada en parte. Escribió el A'lám durante los últimos tiempos de su exilio en el norte de Áfri­ ca, con motivo de la muerte del gobernante mañni 'Abd aJ-·Aziz y la ascensión al trono de su hijo menor de edad. El objeto de la obra es encontrar precedentes a la práctica del nombramiento y entronización de menores de edad, pero el re­ sultado fue una historia general del mundo musulmán en tres partes: la primera trata de la historia del Oriente; la segunda de al-Andalus con referencias a los omeya, reyes de taifas. almorávides, almohades, revueltas, el establecimiento del reino na�ri y sus gobernantes hasta la época del autor, un relato de la ocupación de su cargo de visir, y una lista de los diversos gobernantes cristianos del norte de España; y la tercera está dedicada al norte de África desde la época de los agla­ bíes de Túnez hasta la del autor. Ibn al-Jatib comienza el lbá(h justificándose por escribirlo, diciendo que un gran número de historias locales habían sido escritas en Onente y Occidente y dando una relación de muchas de ellas. En eso encuentra amplía justificación para escribir sobre Granada, refiriéndose en particular a sus hombres principales, y a todos los que pasaron por ella, aunque sólo fuese por un día. Aclara las dos prin­ cipales categorias {[abaqát} que separan a las gentes en residentes o visitantes de Granada; y. tras una descripción del país. continúa con resúmenes biográficos de hombres importantes por orden alfabético, a su vez clasificados como go­ bernantes, principales, hombres virtuosos, jueces, lectores del Corán, eruditos religiosos, tradicionistas. juristas. secretarios. poetas, gobernadores provinciales. ascetas. gentes píadosas. sufies y hombres pobres. Cada uno de los resúmenes incluye el nombre completo de la persona. su genealogía, familiares, fecha de nacimiento, escuela o confesíón, especialidad, maestros, escritos y fecha de su muerte. Si se trata de un gobernante. hace referencia a sus hijos, visires, secretarios. 41 Véase al-MaqqarT. Nafl.1 al-(ib. vol. 8. págs. 270 y sigs.; A=l1iir al-rfriicf, vol. l. págs. 276 y sigs. Cfr. 'lnan. lisiin al-Din. págs. 353-373. que editó parte de la correspondencia. Véase M. Gaspar Remi­ ro. «Correspondencia diplomática entre Granada y Fez en el siglo XJV», RCEH (1912). Otra obra de lbn al-Ja¡Tb conteniendo correspondencia d1plomatica es su Ki11á.w1 al-d11kkú11 ha"d intiqál al-s11kká11 (Escorial 1712). Otrru, obras sign11icativas de lbn al-fa¡Ib son: al-Lam(tah al-ha,lriyyah: at-ra1h al-m11(1allii fi musiirltalat al-qadl1 al-mu'allñ (E.scorial 554): y otra historia general de Granada, Tarfar ul-' cw ji tiirí¡

bunü Nu:¡r. -11 AI-Katiba/1 ul-kiiminali Ji al,/ a/-mi"at al-thaminah. ed. l. "Abbas. BeiruL 1961 Se trata de un dic­

cionario biográfico de I OJ poetas. v1SLres. oradores. lectores del Corán y secretarios del siglo vru d.I l. •3 NtJJ(l(lar al-d1iráh Ji 'ulálat al-igluiriil, (Escorial 1755}. También habla de�¡ mismo i:n otras obras. "" La parle dedicada a al-Andalus la editó E. Lévi-Provem;al. BeiruL 1956; olra parle ha sido edi­ tada por Al:unad M. al-'Abbacfi er al.. Damasco, 1964. Véase 'lniin. Lisán al-Din. págs. 249 y sigs. Una historia general de los estados musulmanes parecida a ésta es su Raqm al-(111/a/ F na.111 al-duu:al. ms. (Es­ corial 1776, Kairwan 55449): Bibl. Kattiniyyah (Rabal 3146), Zaytünah 4507. publicado en Tú­ nez, a.H. 1316. "'' Aún no ha aparecido ninguna edición completa de al-lhá/ah ji aibiir Gama/a. Salieron dos vo­ lúmenes ea El Cairo (a.H. l319); Mu. 'Abdallah 'loan. comenzó la edición de la que salió el primer 1·olumen, Cairo J955. Fragmentos manuscritos de esta obra se encuentran en la Academia de la His­ toria de Madrid. IEIM C-13.

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jueces. otros gobernantes contemporáneos. principales acontecimientos de su rei­ nado. y las fechas de su nacimiento y muerte. Acaba la obra con w,a autobiografía. La figura que se ha ganado la admiración de los eruditos en oriente y occi­ dente es Ibn Jald� el filósofo de la historia e inventor de una ciencia a la que dio el nombre71e 'umriin al-bashar'i, civilización de la humanidad o sociología. Puede que no haya sido la fi gura más brillante de la cultura islámica. pero si cierta­ mente el último de sus grandes intelectuales. Las lecciones y reflexiones que con­ tiene su obra sólo fueron tenidas en cuenta largo tiempo tras su muerte, y llegaron a cambiar el curso de los acontecimientos en la decadente sociedad musulmana. Nació en Túnez en 1332. de una familia emigrada de Sevilla, donde habían gozado de una importante posición en los asuntos políticos y sociales de la ciudad, im­ portancia que conservaron en su tierra adoptiva. En Túnez se educó Ibn Jaldün --en casa, en la mezquita, y con los refugiados andaluces-. y parece ser que tuvo un amplio conocimiento de la lógica, la metafísica, y las ciencias religiosas. En 1345 murieron sus padres víctimas de la peste, y poco después fue empleado como «portador del sello» en la corte de los l;lafsíes, comenzando así una carrera política marcada por intrigas y cambios de partido enlre las dinastías enemigas f:{afsí y Mañní -las dos grandes potencias del Magrib del siglo XIV. Siempre es­ tuvo al lado del vencedor, pero este peligroso juego hizo que su vida fuese insegura. y acabó en prisión. En 1362, Tbn Jaldün decidió marchar a Granada, donde fue cordialmente recibido por el gobernante na�rí y su amigo, el visir lbn al-Ja!}b. quien le proporcionó empleo en la corte e incluso le encargó de una misión diplo­ mática a Pedro el Cruel en Sevilla. Sin embargo. insatisfecho, volvió a Túnez don­ de de nuevo gozó del favor del gobernante y llegó a ser �1áchib (chambelán), para encontrarse pronto inmerso en la misma inseguridad e intrigas. Para evitar más encarcelamientos y situaciones desagradables. decidió exiliarse voluntariamente al oasis de Baskarah, en lo que hoy es Argelia, pero las circunstancias le obligaron a volver a la política. aunque previó y sufrió las graves consecuencias de tal empleo. En 1375 aceptó el ofrecimiento de retirarse a un castillo de Orán, donde se dedicó al estudio y la erudición, y en los cinco años siguientes escribió una obra que lo inmortalizaría para siempre. Después, atraído de nuevo a la política, de nuevo fue víctima de las intrigas; en vista de lo cual rogó al gobernante que le dejase hacer una peregrinación, y abandonó su país natal en 1382 para nunca más volver. Durante los veinte años siguientes, lbn Jaldün encontró un hogar y un empleo más Lranquilos en Egipto, donde llegó a ser juez málikí varias veces, profesor de la universidad de al-Azhar y otras instituciones, y, en 1401, emisario ante Tamerlán, el violento y destructivo conquistador de Siria. que también amenazaba a Egipto. La fama de Ibn Jaldün no se basa en su accidentada carrera. ni en las amplias obras literarias típicas de la gran mayoría de los eruditos musulmanes. sino más bien en la introducción (al-Muqaddimah) a la historia universal que tituló El libro de los ejemplos y recopilacitmes de información temprana y posterior, concerniente a los tiempos de los árabes, no-árabes y beréberes 4'. La obra nos ha llegado en siete grandes tomos y son tres libros, cada uno de los cuales es una unidad inde­ pendiente. El primero es al-Muqaddimah y los otros dos son la historia universal. A esta obra va unida su autobiografía, titulada Ta'rif. AI-Muqaddimah proporcionó a Ibn Jaldün un puesto de honor entre los prin­ cipales pensadores del mundo, y está dividido en seis secciones: 46 Como bibliografia completa de Jbn Jaldün, véase W. Fiscbel en al-Muqaddimah, 1rad. Rosen­ thal, vol. 3, págs. 485-512. 4 ° Kitiíb al-'Tbar.

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1. 2. 3. 4. 5. 6.

Sobre las civilizaciones en general, sus diferentes lipos, y .la parte de la tierra que está civilizada. Sobre la civilización del desierto, incluyendo un informe acerca de las tribus y naciones salvajes. Sobre las dinastías, el califato y la autoridad real, incluido un debate sobre gobiernos y rangos. Sobre la civilización sedentaria, países y ciudades. Sobre los oficios. maneras de ganarse la vida, ocupaciones provechosas y sus diferentes aspectos. Sobre las ciencias, su adquisición y su estudio 48 .

En las observaciones preliminares a al-Muqaddimah, Ibn Jaldün expone su concepto de la sociedad, con sus ciclos de crecimiento desde los modelos pri­ mitivos hasta los sedentarios, y finalmente hasta una sumamente sofisticada es­ tructura urbana caracterizada por un cierto nivel de lujo que acaba por condu­ cirla a su propia decadencia y ruina. En este proceso de crecimiento y declive, acentúa el medio ambiente, la política, la economía y la religión, como factores que influyen en las fases de desarrollo de la sociedad. Son también importantes sus ideas y punto de vista sobre lo que constituye la historia, el método de la investigación histórica, y la crítica histórica. Haciéndose eco de lbn I:Iazm, dice lbn Jaldün que todas las naciones y razas cultivan la his­ toria. y la estudian Jo mismo los reyes que las gentes vulgares, ya que es suma­ mente instructiva y útil. No se trata de una mera información acerca de aconte­ cimientos políticos y dinastías «conservada elegantemente y sazonada de prover­ bios». o un medio de divertir y poder entender los asuntos humanos y los cambios de circunslancias, sino que tiene un sentido más profundo: El sentido íntimo de la historia ... incluye la especulación y el intento de descubrir la verdad. explicaciones sutiles de las causas y orígenes de las cosas existentes. y un profundo conocimiento del cómo y porqué de los acontecimientos. (La historia] está. por tanto, firmemente basada en la filosofia. Merece que se la considere como una rama (de la fílosof1aJ 49 • Según Ibn Jaldün. el historiador debe tener un claro conocimiento de las cos­ tumbres, hechos de la política, la naturaleza de la civilización, y las condiciones que rigen la organización social, y, además, debe emplear su juicio crítico al tratar del pasado, teniendo debidamente en cuenta los cambios que se operan con el transcurso del tiempo; y debe ser consciente de los relatos que no han sido veri­ ficados apropiadamente, partidistas, o desconocedores de la verdadera natura­ leza de las diversas circunstancias que surgen en una civilización 50• En al-Muqaddimah merecen mención muchas otras cosas, y se recomienda al lector la fidedigna traducción al inglés de Rosentbal. La historia universal constituye la mayor parte de la obra, casi seis tomos: El Libro Segundo trata de la historia, riuas y dinastías de los árabes. desde el principio de la creación hasta nuestros dias. Esto incluye referencias a naciones y dinastías famosas contemporáneas de ellos, tales como los nabateos, los sirios, los persas. los israelíes, los coptos, los griegos, los biz.antinos y los turcos ... El Libro Tercero trata de la historia de los beréberes y de los zanata, que son sus parientes. 48 Trad. Roscnthal, al-M11qaddimah, vol. l. pág. 85. 49 lbíd., pág. 6. 50 lbíd., págs. 15 y sigs.

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de sus orígenes y razas y, en particular, de la autoridad reaJ y las dmastías en el Ma­ grib.

Esta extensa historia ha sido eclipsada por la importancia de al-Muqaddi­ mah. y olvidada por la moderna erudición, a excepción de la parte que trata del

norte de África que ha sido traducida aJ francés s 1• La obra es en su mayor parte una historia política. y está planeada en tomo a las personas dinastías, gober­ nantes y acontecimientos importantes. Por ejemplo, el Tomo 2 contiene asuntos como la historia de los árabes desde los tiempos de la creación; una introducción a las diversas naciones del mundo; los períodos o generaciones árabes (achyq/); Abraham, Isma'TJ, y otros profetas; los árabes arabizados: los israelíes, y los per­ sas con sus cuatro eras; griegos, romanos y godos; la tercera generación de los árabes y sus sucesores (los reinos de al-1:firah. Kinda. etc.); la llegada del Islam; el profeta Mahoma, sus aceifas; y la apostasía del primer califato hasta la muerte de 'Ali. El Tomo 3 trata de la dinastía Omeya: sus gobernantes, guerras civiles, nombramientos y ceses de gobernadores, conquistas, y la llegada de los 'Abbasíes, a los cuales presta la misma atención; con referencias a sus confesiones religiosas, califas, y otros jefes militares y civiles hasta la aparición de los Salchuqíes, Gaz­ navíes y Tártaros. El Tomo 4 está dedicado a las diversas dinastías del Magrib, al-Andalus. y pequeños estados del Este. como las dinastías de los J::{amdaníes, Tulüníes (de Egipto), Saffaríes, Samaníes, Buwayhíes, y otras. El Tomo 5 con­ tinúa con los Salchüqíes. Gaznavies, Tártaros, Cruzados, Ayyubíes, Mamelucos, Mongoles, y otros. Los Tomos 6 y 7 dedicados por entero al Norte de Africa: sus conquistas, los Beréberes. las diversas tribus y dinastías. Los Almorávides, Almohades, J::{afsíes, Zanatah, Mar,níes. y otras sobre las que proporciona in­ formación original. no existente en ninguna otra parte. f Su Ttlri cubre toda la extensión de su carrera, comenzando por su genealogía que _se remonta aJ Yemen, su educación y profesores, su puesto político en el Norte de Africa, sus dos viajes a al-Andalus, y su estancia en Egipto. Un estudio general de la literatura histórica no estaría completo si no se men­ cionan las principales antologías. obras biográficas, o bibliográficas que son va­ liosísimas para la historia intelectual y social de al-Andalus. Por ejemplo, el 'Jqd a/-farfr/ 52 de lbn 'Abd Rabbihi es una mina de infonnación sobre el gobierno, historia social e intelectual, y la historia de los gobernantes orientales y anda­ luces. Obras orientales similares aparecieron en el siglo x y parecen haber gozado de gran popularidad. lo cual explica la continuación a gran escala de historias literarias bajo la forma de diccionarios biográficos a lo largo de los siglos si­ guientes. Entre los primeros antologistas se halló lbn Mug'ith (898-963) 53 • que gozó del favor de al-I:Iakam II. Fue famoso por su ascetismo. aunque parece que ofició de juez en Córdoba y accedió a la petición de su protector de un libro sobre la poesía de los califas del Este y de aJ-Andalus, similar a la obra del literato oriental al-$üll s 4 . Igualmente. su contemporáneo Ibn Farach al-Chayyaru (m. 970) 55 de­ dicó a al-1:Jakam II su Kitáb al-bada 'iq (El libro de los jardines). que estaba ins­ pirado y desarrollado como el Kitlib al-zalirah (El libro de la flor) del oriental �1 Trad. W. McGuckin de Slaae. Hi.noire de bcrbrres l'f des dy11asties m11sulma11es de /'Afrique sep1en1rio11a/c. Argel, 1852-1856. si Véase el Capitulo XI. �' Sobre lbn Mug11h. véase Nykl. llüpa110-Arah1c PCle. Paris. 1968.

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(Mesopotamia). No debe menospreciarse la influencia de tales centros en el desarro­ Uo de la cultura helenística, que comenzó mucho antes de que empezaran a tradu­ cirse al árabe las obras extranjeras. Los pueblos de lengua siriaca del Oriente Próximo conocían bien las ciencias y el lenguaje griegos y fueron los intermediarios entre el helenismo y la naciente cultura arábiga. La transmisión se hizo por medio de traducciones. que comenzaron en el si­ glo vm y continuaron sin disminución a lo largo del x. Se buscaron los manus­ critos griegos incluso en territorio bizantino para ser traducidos al árabe, y sa­ bemos que el califa 'Abbasí al-Man�ür (754-775) fomentó aquellas actividades, que culminaron bajo al-Ma 'mün (813-833 ), el cual mostró un gran interés por la filosofía, sobre todo por las obras de Aristóteles. al cual vio en sueños. Sólo po­ dremos hacer una breve mención de algunos de los principales traductores. Yabya lbn Batñq (m. 800) parece ser que tradujo para al-Man�ür las obras de Galeno, Hipócrates, Tolomeo y Euclides. Las primeras traducciones fueron defectuosas y pesadas, mejorando sensiblemente con f.lunayn Ibn Isl_iaq (m. 873), Toa.bit Ibn Qurrah (hacia 836-901) y sus sucesores. f:lunayn fue el decano de los traductores y no sólo tradujo numerosas obras, sino que se encargó de la preparación de nue­ vos traductores que, bajo su vigilancia vertieron nuevas obras del griego al árabe y mejoraron las traducciones ya existentes. Lo mismo hizo Thabit, que conti­ nuó dando a conocer a los árabes las obras de los sabios griegos, que eran muy apreciadas. Aristóteles era considerado como el principal maestro ( al-mu'allim a/-awu_,a/) que abrió un camino válido para alcanzar la verdad 2• El término árabe al-fa/safah (filosofia) 3 viene del griego philosophia. «amor a la sabiduría», connotación que fue familiar a los árabes, aunque nunca se ha es­ pecificado claramente lo que abarca tal conocimiento. La filosofía griega, dentro de un contexto musulmán, comprendía tanto las ciencias especulativas como las naturales y, en este nuevo marco, estuvo subordinada a la religión al principio. Por eso, es dificil con frecuencia distinguir entre teología y filosofía, a no ser por­ que los filósofos trataron de racionalizar o probar las cuestiones religiosas con­ forme o independientemente de la revelación. Al parecer, la finalidad de las dos fue la misma aunque sus procedimientos fuesen diferentes. El interés de los primeros eruditos musulmanes por la filosofia surgió, sin duda, de su deseo de formar un sistema religioso coherente o una teología que satisfa­ ciese al corazón y a la mente, a la fe y a la razón. Les preocuparon muchas cues­ tiones: Dios, Su naturaleza y atributos; el mundo (y si fue o no creado); el hombre, el libre albedrío y las acciones humanas; la virtud, la perfección, la felicidad, etc. Ya nos hemos referido a algunas de las sectas teológicac; como las Mu'tazilah, Jawaricb, Murchi'ah y Shi'ah 4 y bastará ahora con presentar algunas de las teorías de los principales filósofos orientales que ejercieron una gran influencia y mol­ dearon el curso de la filosofia andaluza. AI-Kind1 (hacia 800-865) 5 , conocido como «el filósofo de los árabes», nació 2 R. Walzer, Greek into Arabic, Oxford. 1962. Obsérvese que la mayoría de los traduciores eran cnstianos de lengua siriaca que a menudo tradujeron obras del griego al siriaco y luego del siriaco aJ arabe. 3 Obras generales sobre la filosofia islámica son T. DcBoer. Thc His1ory uf Plzilosophy in Islam. Londres, 1903. trad. árabe Mul;tammad 'Abd al-Ha.di, Cairo, 1957: S. Munk, Mélanges de plzilosoplzie juive et arabe. París, 1857; R. Walzer, History of Philosoplzy. Eastem and Wes1em. Londres, 1953; W. M. Watt, lslamic Plzilosoplzy and Tlzeo/ogy, Edimburgo. 1962; M. M. Sbarif, ed., Hisrory of Muslim Philosophy, Wiesbaden, 1963-1966: R. Lemer y M. Mahdi, Med/e¡,a/ Political Philosophy, Glencoe. lllinois, 1963; M. Cruz Hemández, His1oria de fa filoso_(,a española, Madrid, 1957. lA filosof"ra árabe, Madrid, 1963. 4 Véase el Capítulo XVI. 5 Sobre al-Kindi, véase G. N. Aliyeh. af-Kintfi: Tlze Phi/osopher o( the Arahs, Rawalpindi, 1966.

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en Ba�rah donde comenzó su educación, y de allí pasó a Bagdad, donde sirvió en la corte de los califas 'abbasícs como preceptor de los príncipes. Siguió la doc­ trina oficial del Mu'tazilismo, siendo condenado al ostracismo y castigos físicos por al-Mutawakkil en 856, cuando el califa cambió de opinión y abolió dicba doctrina en favor de una ortodoxia mal definida. Pero la fama de al-Kindi se basa en que fue el primer filósofo musulmán de importancia, y se le atribuyen doscien­ tas setenta obras y tratados sobre una gran variedad de temas: filosofía, lógica, psicología, astronomía, astrología, matemáticas, fenómenos atmosféricos, geogra­ fía, música, política, elaboración de perfumes, cocina y cría de caballos 6. Esta amplia perspectiva se reflejó en sus discípulos, de los cuales el más aventajado fue al-Sarajs1 7 , que siguió las huellas de su maestro y escribió profusamente sobre la mayoría de estos temas. Según al-Kindt, la filosofla es el arte humano más noble y sublime y «se define como el conocimiento de las realidades de las cosas basta donde alcanza la ca­ pacidad humana. El propósito del conocimiento del filósofo es el llegar a la verdad y el objeto de sus acciones es el actuar de acuerdo con ella» 8 • También en otros lugares da más definiciones 9 de la filosofía, una de las cuales dice: «La lilosofia es la ciencia de las ciencias y la sabiduría de las sabidurías. » Esta elevada posición de la filosofía era natural que chocase antes o después con la preeminencia de la religión revelada, conflicto que ya era aparente en la época de al-Kindí, el cual se dio cuenta de su ex.istencia y de sus graves consecuencias y trató de «islamizar» la lilosofia a fin de demostrar su armonía con la revelación o la de la fe y la razón. A este respecto fue el precursor de los filósofos posteriores, tanto en Oriente como en Occidente, e intentó, con algún éxito, explicar en términos científicos o filosó­ ficos lo que es Dios, el hombre y el universo -siempre de un modo que concordase, dentro de lo posible, con la religión revelada. Por sus sistemas, vemos claramente que los intentos de los filósofos fueron a menudo sinceros, llegando algunos a extremos cercanos a la herejía e incluso al cinismo. Para al-Kindt, Dios es único, eterno, omnjpresente y sabio; causa primera ('il/ah üla) del mundo, el movimiento y la ley; y, por lo tanto, creador y gober­ nante (mudabbir) de todo lo que ha sido creado en el tiempo y tendrá un fin. El alma (nafs) es eterna y sabia en su estado puro. incorpórea, y descendiente del ám­ bito de la inteligencia, y posee las facultades de la cólera, el deseo y la razón, pu­ diendo alcanzar la comprensión a través de los sentidos, las imágenes y la razón. La virtud consiste en evitar los extremos; y comprende la abstinencia, el eludir los apetitos y el buscar la sabiduría y la justicia. La filosofia y la religión tienen el mismo fin, la primera buscando la verdad a través de la investigación y la se­ gunda a través de la luz divina, es decir, ambas aspiran a conocer a Dios y poseer la virtud. En realidad, al-K.ind'í considera a la teología como parte de la filosofía 10, a la que equipara con la religión, aunque, tras pensarlo mejor, concluye que la pro­ fecía es un camino más seguro que la ftlosofia para Uegar a Ja verdad. La postura filosófica de al-Kind'i es muy conciliatoria con la religión en cuanto a la cuestión de la creación del mundo y los atributos divinos. Sin embargo, esta armonía tuvo problemas en el transcurso de más de dos siglos, cuando al-Fárabt,

b {búl.. págs. 148 y sigs. La mayor parte de la obra de al-Kincfi se ba perdido, pero se conoce en su versión latina gracias a la traducción de Gerardo de Cremona y otros. 7 F. Rosenlhal, A�1mad b. at-Tayyib as-Saral_zsí, Nueva Haven, 1943. 8 Al-Kindi, Rasá'i/ a/-Kindf cd-falsafiyyah, ed. M. A. Abü Ri�ii. Cairo, 1950-1953, vol. 1, pág. 97; citado por Atiyeh, a/-Kindí, pág. 17. 9 Atiyeh. a/-Kindi, pág. 19. 10 Al-Kind'i. Rasii'i/, vol. l, pág. 104; ALiyeh, al-Ki11d1, pág. 23.

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lbn Sfoa y los filósofos andaluces pusieron aparentemente la revelación y la filo­ solfa en el mismo plano, pero disimuladamente dieron precedencia a la razón sobre la fe. El sistema filosófico de al-Kind1 fue objeto de gran atención, y, en cuanto a al-Raii (865-925), considerado más como médico que como filósofo, escribió unas doscientas obras de filosofía. astronomía. alquimia, medicina, etc.• y destacó el lugar preeminente de la razón para conocer a Dios y para distinguir entre el bien y el mal. Al parecer, relegó la religión a un segundo plano y esta tendencia fue seguida por al-Farabt (870-950), que nació en Transoxiana, se educó en Bag­ dad y sirvió a los I:Iamdaníes shl'íes de Alepo, y al igual que al-Kindt y al-Raz1, fue versado en todas las ramas conocidas de las ciencias, a las que clasificó 11. Intentó conciliar el aristotelismo y el platonismo, y su sistema filosófico alcanzó tal fama que se le consideró inferior tan sólo a Aristóteles, siendo conocido como el segundo maestro (al-mu'a/lim al-thanz). Su influencia fue tan grande que se le llamó por su apellido Abü Na�r, incluso en al-Andalus u. Al-Fa.rabí escribió una gran cantidad de obras filosóficas, las más importan­ tes de las cuales son la Ciudad Ideal (al-Madinah al-flu/ilah) 13 y Gobierno de la Ciudad (al-Siyásah al-madaniyyah) 14, denotando ambas una gran influencia neo­ platónica, y en las que trata, al igual que en muchas otras, del gobierno ideal y de la manera de llegar a él. Según él, esto es factible cuando el alma alcanza tal perfección que no necesita de la materia para su sustento, poseyendo entonces la máxima virtud y felicidad, que son las aspiraciones de una ciudad ideal. Bajo este concepto, al-Fa.rabi concibe el estado como basado en la estricta cooperación de sus miembros, todos los cuales tienen cometidos y funciones definidos, similares a los de los órganos del cuerpo humano. Para gobernarlo, el estado necesita un jefe (ra7s) que tiene el mismo papel que el corazón en el cuerpo; y en él se inspira y guía el resto de la población. Un hombre tal debe poseer la inspiración divina, y ser sabio, virtuoso, valeroso, audaz y saludable. Sólo bajo el liderazgo de un rey­ filósofo se podrán alcanzar la perfección y felicidad definitivas, teniendo aquí un papel decisivo la inteligencia y la sabiduría; pero al-Farabi prefirió no decir si un profeta podría ejercer las funciones del raís. Por otra parte, define a Dios como el primer ser existente (al-mawchüd al-awu.•al), único. existente por sí mismo, conocedor de JÍ mismo, eterno, sabio y poderoso. Todas las cosas (mawchüdal) se derivan de El en diez grados, disminuyendo en perfección a partir del segundo; siendo esta doctrina de la emanación (fay, en Obras escogi­ das, págs. 243-336; también en al-Amlalus, l (1933), 7-79. 1-'6 Véase G. Maqdisi. Kitab al-tawwabin. Damasco, 1961, pág. xxv. 147 'Aíifi. al-T�au.'wuf. págs. 11 l y sigs.

�ºº

CAPÍTULO XVlll

LAS CIENCIAS NATURALES La concepción musulmana de las ciencias naturales 1 las encuadra como pro­ propias del hombre y no limitadas a ningún grupo religioso en particular 2• Estas ciencias intelectuales (al-'ulüm al-'aqliyyah) abarcan las de la (ilosofia y la sabiduría, incluidas la lógica, la fisica y la metafísica (al-'ilm al-'ilohi); y las ciencias matemáticas (ta'alim). incluidas la geometría, la aritmética, la música y la astronomía. Según Ibn Jaldüo 3, esas son las siete ciencias filosóficas básicas, cada una de las cuales cuenta con subdivisiones. Por ejemplo, la fisica incluye la medicina; la aritmética incluye el cálculo. las leyes sobre la herencia y los negocios; y la astronomía incluye las tablas astronómicas (zidz) y la astrología. Filósofos musulmanes como al-KindT, al-Raii e Ibn Sina, trataron, incluso en la práctica, acerca de la mayoría o la to­ talidad de estas ciencias -lo cual hace dificil deslindar dónde comienza la filosofía y dónde terminan las ciencias naturales. Muy a menudo, estos hombres fueron astrónomos, matemáticos, teóricos de la música, alquimistas, médicos, metafisi­ cos y botánicos. además de su familiaridad general con las ciencias religiosas y la filología arábiga. Todos los escritores musulmanes reconocen el origen extranjero de estas cien­ cias, en oposición a las llamadas ciencias árabes. Sa'id de Toledo 4 divide a las naciones por sus contribuciones a las diversas ciencias; lbn }:Jazm � admite la universalidad de la astronomía, las matemáticas, la medicina y la filosofia; e lbo Jaldün 6 acredita a persas, griegos. caldeos y otros pueblos preislámicos con contribuc10nes a las diversas ciencias seculares. Además, los escritores mu1 Sobre el significado y concepción de las ciencias. véase al-Juwarizmi, Mafoti� a/-·u/üm. ed. G. van Vloten. Leiden, 1895: lbn al-Naóim. Fihrisl, ed. G. Flügel, Leipzig, 1871-1872; al-Fiirabí, /{1�a· al­ 'uliim. ed. ·u. M. Amin, Cairo. 1948: Tbn Sina, F7 aqsam al-'11r11m en ms.: lbn l:fazm, Maratib a/-·111tim, ea Raso'// Ilm �1azm, cd. Il;lsan 'Abbas. Cairo. 1952: lbn Jaldün, al-M11qaddimal1, trad. Rosenthal, Nueva York. 1958. particularmente vol. 3. A. Chejnc. //,11 Uazm o( Cordora and /lis Co11c:C'p1ion of' 1he Scie11ces (para publicarse). Además, al-Qif¡_i. Ta'rij al-{1ukamli. ed. A. Müller y J. Lippert, Leipzig, 1903, e Ibn Abi U$8ybi'ah, Tyiin a/-nnba' ji ¡abaqii1 al-a¡ihba'. ed. A. M ü ller, Cairo, 1882-1884. que da valiosa información sobre l, l'1�n11licos y su obra. Veasc también las T'al>aqa, de lbn Chulchul y Sa'id. J lbn l,lazm, Marii1ib a/-'11/ii111. pág. 78. l Ibn Jaldün. a/-Muqaddimah, vol. J, pág. J 12. • Sli'id, Tabaqát; cfr. Capítulo IX. ' Cfr más arriba la nota 2 . • lbn Jaldün, a/-Muqaddima/1. p{1g�. 113 y s1gs. El tema de las ciencias y s u d1vis1ón ocupó l a aten­ ción de los eruditos musulmanes por muchos siglos. Entre los oue se interesaron en su división cslán los filósofos aJ-Kindi. aJ-Flirii.bi,; Ibn Sínii.. el cieniífíco al-JuwariJ'mi, d bibliógrafo :bn al-Nadim y el grJn poligrafo lbn l:fazm de Córdoba. Cfr. A. Chejne, lhn lfa:!m and His Co11cep11011 o/ 1he Sc:ie11cej,

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sulmanes reconocen su deuda con esos pueblos preislámicos y los amplios prés­ tamos que tomaron a través de las traducciones, que comenzaron en el imperio islámico oriental, principalmente en Bagdad. AI-AndaJus dependió fuertemente del Este para la incorporación y cultivo de las «ciencias intelectuales», y puede que los andaluces tuviesen en esto un co­ mienzo tardío; pero, una vez despierto su interés, fueron capaces de perpetuar una tradición científica y de producir un gran número de científicos en medicina, astronomía, matemáticas y demás materias relacionadas con ellas. Y aún más importante, fueron los responsables de la transmisión de estas ciencias al Occi­ dente al traducirlas del árabe al latín 7 • Debido a las circunstancias. las ciencias naturales o intelectuales, al contrario que las religiosas o arábigas, tuvieron una entrada tardía en al-Andalus. La razón fue que se pusieron de moda en Oriente solamente tras la traducción de obras extranjeras al árabe, y no hay indicios de que los andaluces tomaran la iniciativa en este proceso, sino que esperaron cautelosamente a ver los resultados de la ex­ perimentación científica en el Este. Una vez probado su éxito bajo la protección de los gobernantes 'Abbasíes de Bagdad, la ola científica fue dificil de contener, incluso en regiones tan ultraconservadoras como al-Andalus. Aunque los eruditos religiosos andaluces observaron cuidadosamente esta evolución, y a menudo mos­ traron intolerancia ante las innovaciones, finalmente fueron arrollados por la corriente de ideas que se extendía por todo el mundo musulmán. En el Este surgió un culto en torno a la personalidad de Aristóteles, el «primer maestro», que Luvo gran aceptación entre intelectuales y gobernantes. Al-Kindí, al-Farabí, Ibn Sina y otros filósofos musulmanes siguieron con entusiasmo la amplia perspectiva in­ telectual del sabio griego, y no es de extrañar que los andaluces, a quienes deslum­ braba la sabiduría oriental, participaran activamente en el experimento intelectual tarde o temprano, lo cual se llevó a cabo a través del viajar entre Oriente y Occi­ dente y gracias a un proceso de educación y préstamos culturales. Cierlo que las ciencias que tenían una aplicación práctica en los asuntos cotidianos, o de importancia relig10sa fueron las primeras en abrirse camino en al-Andalus, pudiéndose decir que entre ellas estaban las matemáticas, la astrono­ mía y la medicina. La primera era de utilidad para fijar precios, herencias y dis­ tancias, además de ser requisito necesario para otras ciencias. La astronomía servía para determinar la posición de la Ka'bab desde cualquier lugar geográfico, la hora exacta de las plegarias, las estaciones del año y el calendario. Y la medicina tenía una gran influencia inmediata en la salud del cuerpo, del mismo modo que se concebía a la religión como teniendo la función de preservar la salud y pureza del alma. Se hacía a menudo una distinción racionalista entre las ciencias legítimas y las pseudociencias, según su utilidad. La astrología se confundía frecuentemente con la astronomía, y era corriente ver que los astrónomos y astrólogos eran igualmente considerados en las cortes. De hecho, el astrólogo a menudo era superior a otros 7 Los principales estudios occidentales sobre las creencias árabes y su transmisión son F. Wüsten­ feld, Geschichte der arabischen Arzte und Na111�forscher, Golinga, 1840; B. Carra de Vaux, Les penseurs de f'lslam, París, L92J-1926; G. Sarton, /ntrod11c1io11 to the msrory o/ Scier,ce. Baltimore, 1927-1948; M. Plessner, Die Geschichte der Wisser,schaften in Islam, Tubinga, 1931; C. H. Haskins, Studies in the Hislary a/ Medie11al Science, Cambridge, Mas .. , 1927; T. Arnold y A. Guillaume. eds. The Legacy o/ Islam, Oxford, 1931; A. Mieli, La scie11ce arabe et son róle dans /'évo/111io11 scient/fique mondiale, Lei­ den, 1966: H. Schippergs, Die Assimilarion der arabischen Medizi11 d11rcl1 das Lateinische Mittelalter, Wiesbaden, 1964; M. Levey, /11jl11e11ce oj Arabít' pharmacology on Medíeual Europe, Roma, 1969; L. Ber­ u-and. E11gla11d and Arabic Leaming: 171e History of Spaí11, Londres. l956: D. Mellitzki, The Maller o.f Araby IÍ1 Medh,11al E11g/a11d, New Haven, 1977; E. A. Myers. Arabic Thoug/11 a11d 1/Je Westem World, Nueva York, 1964; y W. M. Wau, Tire lnjl11e11ce qf Islam 011 Mediera/ Europe. Edimburgo. 1972.

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cortesanos, ya que se pensaba podía predecir los acontecimientos futuros basán­ dose en su conocimiento de los astros y al influjo de éstos en los nacimientos, el desarrollo, la muerte, el resultado de las guerras, el fin de las dinastías y otros acon­ tecimientos. De modo similar, la quirnica, que trata de los elementos y sus compo­ nentes. era confundida con la alquimia. cuyos practicantes tenían la obsesión de convertir los metales viles en plata y oro. Esta confusión popular del científico con el pseudocientífico hizo que los autores señalaran sus diferencias desde el punto de vista de lo razonable de la astronomía y la química por un lado, y lo des­ preciable de la astrología y la alquimia por el otro. Las opiniones de Ibn f:lazm y de fbn Jaldün a este respecto son dignas de ser tenidas en cuenta, ya que conciernen a la astronomfa, la astrología y la alquimia. Ibn J:Jazm 8 afirma que el influjo de los astros en las personas y los acontecimientos es un absurdo que desafía la naturaleza de las cosas; y la talísmáníca, la magia, la música y la alquimia tienen para él la misma categoría. ya que los que las prac­ tican son embusteros y desvergonzados. A estas abdominables cualidades pueden sumarse las del alquimista, sobre todo el quitar el dinero a la gente para falsificar­ lo 9. Estos argumentos fueron utilizados por Ibn Jaldiin 10 de Túnez tres siglos y medio más tarde, diciendo que la pretensión de los astrólogos de predecir el fu­ turo gracias a su conocimiento del poder e influjo de los astros es absurdo y es insostenible que sus conocimientos sean el resultado de la experiencia y la reve­ lación, ya que la totalidad de la disciplina está basada en conjeturas y suposiciones. De hecho, tanto la razón como la profecía niegan el influjo de los astros. y «por añadidura. la astrologí.a daña a la civilización humana» 11• ya que engaña a la gente. y por esta razón debería estar totalmente prohibida. También critica la alquimia y los alquimistas y, aunque la considera una ciencia y le dedica toda una sección 12, la rechaza 13 como desprovista de valor científico, indicando que el fabricar oro y plata con metales no nobles es imposible y dañino, y empresa que llevan a cabo gentes codiciosas que son incapaces de ganarse la vida y creen que el acumular riquezas de forma dudosa es un oficio. Algunos alquimistas inventaron técnicas con la esperanza de convertir la plata en oro, y el cobre en plata, lo cual fracasó rotundamente. Otros simplemente se dedicaron al fraude cubriendo la plata con oro, el cobre con plata, o mezclando los dos metales a razón de uno a dos: e incluso falsificaron monedas. siendo as.í culpables de robo. «Son ladrones, o peor que ladrones» 14• Aunque piensa que estos son casos extremos, considera a todos los alquimistas como gentes «apasionadas ciegamente por algo y engañadas por historias fantásticas acerca del objeto de su apasionamiento» 15. A la astronomía, por el contrario, se la respeta como a una ciencia legítima, y tanto Ibn l::lazm 16 como Ton Jaldiin 17 la consideran un noble arte. El segundo • Iba l:fazm, Maratib ol-'ulüm, pág. 68; cfr. Capitulo IX. • fbíd., págs. 60 y sigs. 'º lbn Jaldün, a/-M11qoddimah. vol. 3, pags. 258-267. Es importante notar que la astrología y la alquimia fueron cultivadas por los mejores cieotlficos musulmanes y su desarrollo estuvo a menudo intimamente ligado con la astronomía y la química o farmacopea. Debido a que ambas disciplinas po· dian presentar peligro para los fundamentos religiosos. fueron debatidas entre los eruditos religiosos por un lado. y los eruditos científicos, por otro. Ese debate continuó en Occidente a raíz de las traduc­ ciones de obras árabes a1 latin con dos bandos. uno defenc:liéndolas y el otro rechazándolas. 11 lbíd., pág. 262. 1.1 /bid., págs. 227 y sigs. 1 3 fbíd.. págs. 267-280. 14 Jbíd.. pág. 270. 1 s /bid.. pág. 271. 10 lbn 1:[azm, Moratib a/-'u/üm, pág. 67. 17 Iba Jaldün, al-Muqaddimal1, vol. 3, pág. 134.

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Astrolabio.

/nstlt1110

Valencia de Don Juan

dice que trata de los movimientos de estrellas y planetas; se deduce por métodos geométricos la existencia de ciertas formas y posiciones de las esferas; determina los movimientos y el momento de su ocurrencia por medio del astrolabio 18, y cuenta con una subdivisión conocida como tablas astronómicas {zích), que trata del curso de los movimientos propios de cada estrella y vale para mostrar la po­ sición de los astros en cualquier momento. 18 /bid.. págs. 133 y tiigs.

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Debido a su t emprano corruenzo en el siglo vm, las matemáticas y la astro­ nomía 19 se convirtteron en l:1enc1as autentJcas, que µareceo haber avanzado a la par. Por regla general, el matemático era asimismo astrónomo, y viceversa, es­ cnb1endo a menudo sobre los dos temas. El Libro de los Principios Básicos ( Kitiib al-u#j/ wa-1-arkiin) de Euclides fue traducido al árabe y se convirtió en base de la geometría. Subsiguientemente, los eruditos musulmanes hicieron grandes avan­ ces en el campo de las matemáticas, bien con sus transmisiones o con sus contri­ buciones propias. Los números arábigos fueron transmitidos a Occidente por los mismos árabes. «Los árabes han alcanzado importantes resultados científicos; enseñaron el empleo de las cifras, aunque no las inventaran, convirtiéndose así en los fundadores de la aritmética corriente; hicieron del álgebra una ciencia exacta, desarrollándola considerablemente y sentando los cimientos de la geometría ana­ lítica, y fueron incontestablemente los fundadores de la trigonometría plana y esférica, que, en el sentido estricto de la palabra, no había existido entre los griegos» 20. Entre los matemáticos más destacados del Islam está al-Juwari1m'i, que no sólo recopiló tablas astronómicas, sino al que se atribuye haber escrito la obra más antigua de aritmética y álgebra, titulada f:f isiih al-chabr u•a-l-m11qiihnla/1 (Cálculo de la integración y la ccuación) 21 , y que trata de ecuaciones, multiplicación y división algebraica. medidas de superficies, cuestiones legales acerca de la división de las propiedades y asuntos similares. Las obras de al-Juwarizmi se convirtieron en la base de las matemáticas y la astronomía árabes, fueron estudiadas y comen­ tadas en Oriente y Occidente (sobre todo en al-Andalus). e imitadas extensamente. La astronomía estuvo inspirada por obras indias y griegas. El Si11d/Jind, obra india sobre astronomía, fue traducida al árabe por íbrahün al-Fazarj (m. hacia 777), al que se le atribuye la construcción del primer arlrolabio a partir de un modelo griego. A ésta siguió la traducción del Quadripartitum de Tolomeo, que llegó a conocerse en varias versiones. Ambas obras se convirtieron en la base de la astro­ nomía y fueron objeto de intenso estudio que condujo a nuevas observaciones (ra.rd) y descubrimientos, a la construcción y amplio empleo del astrolabio, y a la fundación de observatorios en las principales ciudades del Oriente y Occidente del imperio musulmán. Un gran número de astrónomos dejaron obras que se convirtieron en libros de consulta clásicos. la mayoría de las cuales fueron tradu­ cidas al latín por Gerardo de Cremona y otros, vía al-Andalus, el cual también produjo sus propios astrónomos. Entre los primeros astrónomos importantes se hallan Masha'aUah {m. 815), que escribió sobre el astrolabio y la meteorología, y al-Farganl (m. siglo rx), que lo hizo sobre las formas de las estrellas. Los Banü Shakir, padre e hijos, fueron destacados astrónomos y maestros que dejaron un brillanLe legado consistente en obras que trataban de las medidas de las superficies planas y esféricas. Fueron seguidos por Abü Ma'shar de Balj (m. 886) y por aJ-Bat� (m. 929), que hizo enmiendas a la obra de Tolomeo y determinó con precisión los eclipses del Sol y el cambio de Luna. También escribió una obra sobre las tablas astronómicas 22. Las tradiciones astronómicas y matemáticas creadas en el Este fueron intro19 Véase H. Suter. Die Matlumuztiker ,oul Astro11omen der Araber und ihre 11'. .r/,;�. Leipz:íg, 1900, E. S. Kennedy, «A Survey of lslamíc AsLronomical Tables», Tra11sac1io11s o/ the American Philosophi­ cal Society, 46 (1956), 123-177. 20 B. Carra de Vaux. en Arnold y Guillaumc. L,..gacy o( Islam. pág. 376. H Ed. y trad. F. Rosen. Londres. 1831. Es probable que el andaluz: lbn Badr de Valencia ba­ �ara su compendio titulado Kitab fihí 1}1íJiir ol-chabr 1m-l-m11qiibolah (Escorial 936) sobre la obra de al-Juwariz:nit. Véase el lcxto árabe con trad. cast. de Sánchez-Pérez. Madrid. 1916. 22 Kitáh ol-üch, ed. y Lrad. latina C. A. Nallino. Roma. 1903

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ducidas en al-Andalus 2 3 por los estudiantes que se educaron en Oriente, entre los que se hallan Ibn Ab1 'Ubaydah (295/908) de Valencia, experto en los movi­ mientos e influjo de los astros 2 4, Ya.l;iya Ibn Ya]:iya. conocido como lbn Taymiy­ yah (m. 346/928), que emigró de Córdoba al Este y fue versado en astronomía y medicina 2 5 . Les siguieron otros, entre ellos Abü Bakr al-Anµñ, que enseñó aritmética, geometría y astronomía bajo al-1:lakam II 26 • Pero el principal expositor de las ciencias naturales en al-Andalus fue Maslamah al-Machñti (m. 398/1008) 27 , llamado justamente «el Euclides de España>>, y que destacó en la matemática, la astronomía y ciencias afines, pudiendo comparársele favorablemente con los eru­ ditos orientales: Muchos [ científicosl se limitaron a cultivar las disciplinas matemáticas, y las ciencias afines de astrología, brujería y talismánica 28• Los practicantes más famosos de estas ciencias fueron Chiibir Ibn J:layyiin en oriente. y el español Maslamah b. A�mad al-Machñti y sus discípulos 29• [...] Él fue el principal matemático de su época en al-Andalus y con más conocimientos de astronomía que nadie antes de él 30.

Escribió gran cantidad de obras sobre matemáticas y astronomía, matemáti­ cas mercantiles. un comentario a la obra del matemático oriental al-Juwarizrn1, el astrolabio, y otros temas. Asimiló perfectamente el Almagesto de Tolomeo, y su libro sobre las tablas astronómicas, según Ibn l:lazm, no tiene rival 31• No sólo tomó en consideración la obra de al-Juwarizrrü sobre este tema, sino que la corri­ gió, enmendó y amplió. Entre sus cambios se hallan la adición de nuevas tablas y la conversión del calendario persa a las fechas árabes empleando la Hégira 32 como punto de partida para el cálculo 33. Además de ser un importante matemáti­ co y astrónomo, se le atribuye el haber resumido una gran cantidad de libros sobre magia, brujería y alquimia, el principal de los cuales es su Rutbat al-bakim. acerca de la alquimia, y que se puede comparar con los Setenta Tratados de Chabir lbn I:Iayyan sobre esta materia 34. Su Kitab al-gaya/,, mencionado con frecuencia por Ibn Jaldün 35 , trata de brujería y talismánica. Se dice que consideró la alquimia y la brujería como resultado de la filosofía y la ciencia y que arguyó que los que no las conociesen no alcanzarían los frutos de la erudición y la filosofia 3 6. AI-Machñfi dejó una serie de discípulos que se interesaron por las matemáticas, la astronomía y temas relacionados con ellas. Entre sus sucesores están Abü Bakr lbn Basbrün (siglo XI), que escribió un tratado de alquimia 3 7, Abü Muslim Tbn 23 J. Millás Vallicrosa. Estudios sobre la historia de la ciencia española, Barcelona. 1949. L. A. Maycr. /slamic Asrrolobists and 1/zeir Works, Génova, 1956. i, $i'id. fabaqlit, pág. 86: al-Maqqañ. NafJ.1 a/-¡ib. vol. 4, pág. 346. H Sa'id. pág. 87: al-Maqqari, vol. 4, pág. 346. 26 Sli'id. pág. 91. P Sobre al-Machriti. véase ihid.. pág. 92: al-Qif!i. f"a'ríj al-(wkamii'. pág. 336; lbn Abi U�ybi'ah, "Uyün al-anbá', vol. 2. pág. 39. 28 La talism.ánica, o magia talismánica, es una pseudociencia intermedia entre la astrología y la ma!!!ª· en las cuales se basaba el talismanista simultáneamente. [N. del T.] 9 [bn Jaldün, al-M11qaddimah, vol. 3, pág. 116. 30 $'id, Tabaqlil, pág. 92. " lbn Hum, Risiilah. en aJ-Maqqañ. Nafl, al-(íb, vol. 4, pág. 168. H Hégira (del árabe hichra, «huida»), era de los mahometanos que empie1.a el 15 de julio del año 622. d,a de la huida de Mahoma de La Meca a Medina. [N. del T.] 33 Sii'id, Tabcu¡át. pág. 92. 14 lbn Jaldün, al·M11qaddimalz, vol. 3, pág. 269. JS fbíd., pág. 288. 36 lbíd., pág. 229. 37 Citado en ibíd., págs. 230-245.

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Jaldün (m. 1057) 38, lbn al-S� (m.1035) 311 , lbn al-Saffiir 40 , aJ-Kirmaru (m. 1066) 41 y 'AJi Ibn Sulayman al-Zahrawi (m. 1036) 42 . Abü Muslim Ibn Jaldüo escribió obras que trataron de aritmética comercial para la venta de mercancías, mediciones de tierras, cálculo de impuestos de bene­ ficencia y demás transacciones comerciales 43, siendo su discípulo más aventajado Ibn al-Samb, que destacó en casi todas las ciencias naturales: matemáticas, geo­ metría, forma y movimientos de los astros y medicina. Sus tablas astronómicas igualaron en calidad a las de su maestro 44 y, además, escribió un comentario a las obras de EucUdes y dos obras sobre el astrolabio, una acerca de su construc­ ción y otra sobre su funcionamiento y empleo 45 . Le igualó, quizás, lbn al-Saffir, el cual dejó un gran número de obras de ciencias naturales, sobre todo un resumen de tablas astronómicas y otro sobre el empleo del astrolabio. Estos hombres, no sólo mantuvieron viva Ja escuela de su maestro Maslamah, sino que la perpetua­ ron a través de numerosos discípulos propios, como lbn Burgüth (m. 1053), al­ Wa�ifi (siglo x1), lbn Shahr (m. 1043) e Ibn 'AHar (siglo XI) 4«> . Por otra parte, las ciencias de la matemática y la astronomía fueron bien reci­ bidas en las principales ciudades de al-Andalus y se dislinguieron en su estudio dos príncipes de los Banü Hüd de Zaragoza. AI-Zarqaü (Arzache1) 47 de Toledo, natural de ésta, fue un destacado astrónomo y matemático que, a raíz de la con­ quista de la ciudad por Alfonso VI en l 085, se trasladó a Córdoba, donde murió en 1100. Construyó excelentes instrumentos astronómicos y fue muy admirado por su amplio conocimiento de esta ciencia. Sa'id de Toledo, que escribió una obra de astronomía 48 , le describe como el mejor conocedor de los movimientos de los astros, la observación astronómica, preparación de tablas y construcción de instrumentos 49. Hizo un reloj de agua capaz de determinar la hora del día y de la noche, y los días de los meses lunares 50• Su nombre se asocia a las tablas tole­ danas. que se basaban en las enseñanzas del Sindlzind y en las obras de sus prede­ cesores, principalmente de al-Juwarizm1, aunque también añadió sus propias ob­ servaciones y estudios 51. Su legado de astronomía fue enorme, como atestiguan sus numerosas obras, entre las que se halla el Libro de las Tablas 52 (chadwal}, en forma de almanaque, que contenia diversas tablas: algunas determinando qué 38 Sii'id, fabaqal, pág. 95. 39 !bid., pág. 93; al-Maqqañ, Naft.1 al-fib, vol. 4. pág�. 346-347. 40 Sa'id, pág. 93; al-Maqqari, vol. 4. pág. 347. 1 • Sa'id, pág. 94; al-Maqqañ, vol. 4. pág. 347. •

2

lbíd.

43 lbn Jaldün, al-Muqaddimah, vol. 3, págs. 126 y sigs. •• Ibn J:lazm, Risa/ah, en al-Maqqar1, Nafh al-¡ib, vol. 4, pág. 160. •5 Sii'id, fabaqiu, pág. 93; al-Maqqari, Naft.1 al-¡ib, vol. 4, págs. 346-347. 46 Sa'id, págs. 97-96. Cfr. J. Millás Vallicrosa. Estudios sobn• Azarquiel, Madrid, 1943-1950, páginas 30 y sigs. 7 .i. Sobre al-Zarklili:, véase Millás Vallicrosa. Estudios sobre Azarquiel: M. Steinscbncider, «Eludes sw- Zarakli, astronome arabe du xi• siecle, et ses ouvrages», B11/fe1ino di Bíbliografia e di Storia del/e Scie11ze Matematt'che e Fisiche. 14 (1881), 16 (1883), 17 (1884).

* 8 La obra de Sa'id corrige las observaciones sobre el movimiento de las estrellas y los errores de los astrónomos. 49 Millás Vallicrosa. Estudios sobre Azarq11iel, págs. 3 y sigs. so lbíd., págs. 7 y sigs. Se debe añadir que los árabes contribuyeron con varios tipos de relojes tan­ to en Oriente como en Occidente, lo cual podía haber influido tales construcciones más tarde entre los europeos. Véanse K. Scboy, G11omonik der Araber, l3erlin-Lcipzig, 1923; D. Cabanelas Rodriguez, «Relojes de sol hispanoárabes», al-A11da/11s, 23 (J 958), 391-406. J. A. Sánchez-Pérez. La perwnalidad cie111ífica y los relojes de Alfonso X el Sabio, Murcia, 1955; J. M. Millás Vallicrosa,