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Spanish Pages [83] Year 2015
Contenido Regeneración, Intransigencia y Régimen de Cristiandad José David Cortés Guerrero Un Clásico de la Historiografía Nacional: Economía y Cultura de Luis E. Nieto Arteta Gonzalo Cataño América Latina Vista por los Académicos Soviéticos: Preámbulo de Las Relaciones Ruso Latinoamericanas Hugo Fazio Vengoa Neoliberalismo, Reformas y Apertura en Irán: ¿Un Nuevo País? Luis E. Bosemberg
Sección Estudiantil El Proceso de Profesionalización de la Antropología en Colombia. Un Estudio en Torno a la Difusión de las Ciencias y su Institucionalización. Marcela Echeverri Muñoz
Reseñas Los Colombianistas de Victoria Peralta y Michael LaRosa
Eduardo Sáenz El Choque de Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial de Samuel P. Hungtington Hugo Fazio
Regeneración, Intransigencia y Régimen de Cristiandad José David Cortés Guerrero*
Tradicionalmente la historiografía liberal colombiana muestra el período de la Regeneración y la posterior hegemonía conservadora como el dominio del mundo espiritual sobre el mundo temporal, esto es, el control del Estado por parte de la Institución eclesiástica 1. Sin embargo, esta visión deja de lado el verdadero papel de los laicos regeneradores y de la misma Iglesia en el período mencionado. Este artículo pretende mostrar la interrelación existente, y el mutuo beneficio, entre la élite política regeneradora -tanto conservadora como liberal- y la jerarquía eclesiástica, así como la posición de los excluidos del poder con respecto a esa connivencia que los afectó, por lo menos desde el discurso. Así, a diferencia de lo propuesto comúnmente donde se ve a la Regeneración como la construcción por parte de la Institución eclesiástica de un régimen teocrático 2, nosotros planteamos que aquélla -la Regeneración- se construyó paralelamente a la llamada Romanización, donde se reforzó el poder del Vaticano, especialmente el papal, cuestionado por las ideas liberales europeas. Esta confluencia de dos fenómenos: la Regeneración y la Romanización, hizo que la Institución eclesiástica colombiana tomara características especiales y jugara papel importante en un período de conservadurización social. Igualmente, la Regeneración permitió, desde los políticos laicos, que la
* Profesor e investigador del Programa de Formación en Educación de la Universidad de Los Andes. Miembro del ICER y de la Linea de Investigación en Historia de las Religiones de la Universidad Nacional. Deseo agradecer la colaboración y valiosos aportes de Ana María Bidegain, así como la de los miembros de la Línea de Investigación en Historia de las Religiones de la Universidad Nacional y de los integrantes del Programa de Formación de Investigadores Jóvenes de la Universidad de los Andes. 1 Para Alvaro Tirado Mejía la Regeneración, la hegemonía conservadora y la relación Iglesia-Estado «dieron como resultado la sujeción del Estado al poder eclesiástico». Cfr. Alvaro Tirado Mejía, Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López Pumarejo, 1934-1938, Bogotá: Procultura, 1981. p.385. En contraposición muestra a los liberales del siglo XIX como progresistas que implantaron la educación no confesional, el matrimonio y divorcio civiles, el control por el Estado del estado civil de las personas, entre otros logros. Sin embargo, en su sesgo, Tirado no ve el fracaso de estos avances liberales, ni el por qué del mismo. Sobre todo por la inconsistencia de los mismos ideólogos liberales que no pusieron en práctica por sí mismos lo que habían propuesto para toda la sociedad -en su mayoría rural, tradicional y alejada de la noción moderna de sociedad que se quería implantar;. 2 Esta posición es recogida por Miguel Ángel Urrego en su tesis de Maestría en Historia. Retomando la historiografía tradicional y liberal él plantea que la Regeneración se construyó por la imposición de las ideas y voluntad de la jerarquía de la Iglesia católica sobre el gobierno civil. Ver: Miguel Ángel Urrego, La creación de un orden teocrático durante la Regeneración (Tesis de Maestría en Historia). Bogotá: Universidad Nacional, 1990.
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Iglesia católica retomara su poder en la sociedad cuestionado por el Radicalismo-, poniendo a su disposición el Estado para el afianzamiento del Régimen de Cristiandad 3.
Los Antecedentes Las reformas de mediados del siglo XIX en Colombia y la posición de los liberales radicales, deseosos de construir un Estado liberal y laico, pusieron en serios aprietos el poder de la Iglesia tanto en materia económica como a nivel ideológico. Son célebres las medidas de Tomás Cipriano de Mosquera en su segundo mandato presidencial (1860-1863), quien volvió a expulsar a los jesuítas, exclaustró comunidades religiosas, propuso la tuición y policía de cultos y desamortizó los bienes de manos muertas, la mayoría de los cuales pertenecía a la Institución eclesiástica. Sin embargo, las medidas tomadas para construir el Estado laico y la imperiosa necesidad de insertar al país en la economía mundial, fracasaron. Resultado de ello fue el reordenamiento que produjo la Regeneración en la Constitución de 1886 y en posteriores medidas, entre ellas, la regulación de las relaciones con la Iglesia católica y El Vaticano, por medio del Concordato de 1887.
La Regeneración y El Régimen de Cristiandad Los gestores de la Regeneración fueron conscientes de que la Institución eclesiástica y la
religión católica constituían elementos ideológicos fundamentales que no podían desestimar, máxime cuando se buscaba justificar el orden social existente por medio de las explicaciones respaldadas por leyes naturales y divinas, que la Iglesia argumentaba en defensa de sus privilegios y los de sus pares. Rafael Núñez expresó lo anterior en sus mensajes al consejo de delegatarios, encargado de redactar la Constitución de 1886: La tolerancia religiosa no excluye el reconocimiento del hecho evidente del predominio de las creencias católicas en el pueblo colombiano. Toda acción del gobierno que pretenda contradecir ese hecho elemental encallará necesariamente como ha encallado en efecto entre nosotros y en todos los países de condiciones semejantes...4 No obstante, se plantea en la historiografía colombiana, sobre todo la liberal, que fue la Institución eclesiástica católica la que construyó la Regeneración. Cabe anotar, para comenzar a desmontar este presupuesto, que en aquel período confluyó a la par de la Regeneración, un proceso propio de la Iglesia católica a nivel mundial, la Romanización-ultramontanismo 5, que le dio a la Iglesia católica colombiana características propias muy importantes para el centro del catolicismo, El Vaticano 6. Ambos procesos tuvieron características similares: vieron un enemigo que debían combatir; lucharon por reconquistar privilegios perdidos o en peligro; buscaron reafirmación a nivel de la sociedad; y en Colombia, específicamente, la Institución eclesiástica recuperó su poder y prestigio, bajo el manto
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En los últimos anos han aparecido nuevos trabajos que buscan salirse de las interpretaciones tradicionales. Desde las obras de Jorge Villegas, Fernán González y Christopher Abel, despuntan obras innovativas como la de Gloria Mercedes Arango, La mentalidad religiosa en Antioquia. Prácticas y discurso. 1828-1885. Medelltn: Universidad Nacional, 1993. Y monografías o tesis de jóvenes investigadores como es el caso de William Plata, Corrientes político-religiosas en el catolicismo colombiano. Siglo XIX. 1820-1860, (Monografía de pregrado en Historia), Bogotá: Universidad Nacional, 1997.
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Discurso de Rafael Núnez al Consejo de 18 delegados de ambos partidos, Bogotá, 11 de noviembre de 1885, en: Iván Cadavid, Pbro., Los fueros de la Iglesia ante el liberalismo y el conservatismo en Colombia, Medellln: Bedout, 1955. p. 131.
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«El ultramontanismo tiene como eje principal de su pensamiento la Iglesia institucional, establecida en los moldes tridentinos y fortalecida en su posición antiliberal durante el siglo XIX. En la perspectiva ultramontana prevalece el concepto de Iglesia Universal, cuya unidad está centralizada en la Sede Romana: se trata, por tanto, de un universalismo comandado por Roma, a partir del cual tienden a ser diluidas las características propias de las Iglesias locales». Cfr. Riolando Azzi, O Estado leigo e o projeto ultramontano. Historia do pensamiento católico no Brasil IV, Sao Paulo: Paulus, 1994. p.72. Era darle todo el poder a la Iglesia Romana bajo la figura del Papa, lo que se consolidó en el Concilio Vaticano I (18691870).
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Cfr. Antón Pazos, La Iglesia en la América del IV Centenario, Madrid: MAPFRE. 1992.
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internacional de defensa y combate, característico de la Iglesia católica desde mediados del siglo XIX. Equivocadamente se ha dejado de lado el estudio de la confluencia de ambos procesos, máxime cuando para entender la historia de una Institución de corte mundial, como la Iglesia católica, en el período de finales del siglo XIX, es necesario entender lo sucedido desde su centro: El Vaticano 7. Pero más allá del interés de Roma por América Latina, manifestado en nuevos procesos de misión evangelizados, la llegada de comunidades religiosas, sobre todo dedicadas a la educación, y la realización del Primer Concilio Plenario Latinoamericano, en Roma 1899, la Iglesia católica colombiana recibió el privilegio de estar amparada por las relaciones existentes entre Colombia y El Vaticano, mediadas por el Concordato de 1887. Este Concordato permitió implantar en Colombia el Régimen de Cristiandad, donde el Estado facilitó la labor de la Institución eclesiástica, e incluso, le legó funciones que directamente le competían a él, como por ejemplo, la supervisión de la educación pública, el control poblacional, el control del estado civil de los individuos, mediado por las partidas bautismales -que cumplían la función de registro civil-, y los libros parroquiales, indicando la relación directa entre nacionalidad y religión, etc8. En esencia, según Pablo Richard, el Régimen de Cristiandad es una «forma determinada de relación
entre la Iglesia y la sociedad civil, relación cuya mediación fundamental es el Estado», agregando que «en un Régimen de Cristiandad la Iglesia procura asegurar su presencia y expandir su poder en la sociedad utilizando antes de todo la mediación del Estado»9. La sociedad puede ser tomada en dos sentidos: el lato, que la cobija en su conjunto, y, el restricto, que se refiere únicamente a las estructuras que cumplen una función de consenso, o aquéllas a través de las cuales las clases dominantes ejercen su hegemonía en una determinada nación. Ana María Bidegain indica que la cristiandad, como modelo específico de inserción de la Iglesia en la totalidad social, utiliza como mediación el poder social y político dominante 10. Como muestra de lo anterior -y también como ejemplo fehaciente que veremos rápidamente-, el Régimen de Cristiandad permitió a la Institución eclesiástica, por medio del Concordato de 1887, controlar la educación pública. Rafael Núñez se lamentaba, en 1890, de los errores cometidos en el pasado, sobre todo relacionados con la educación: «En otros tiempos nosotros pensábamos que la escuela laica, el ferrocarril, el telégrafo, la prensa irresponsable, etc., eran los agentes principales de la moralidad pública; pero hoy, después de larga y desastrosa experiencia, hemos perdido toda fe en las combinaciones en que no prevalece la educación netamente religiosa»11.
7 Según José Osear Beozzo, para entender el catolicismo latinoamericano entre 1880-1930, «más que en cualquier momento anterior, Roma ofrece la clave de comprensión para las transformaciones y la expansión del aparato eclesiástico». José Osear Beozzo, "La Iglesia frente a los Estados liberales (1880-1930/' en; Resistencia y esperanza. Historia del pueblo cristiano en América latina, Enrique Dussel, ed., San José: DEI, 1995. p.187. 8 En los artículos 15, 21 y 22 de la Convención Adicional al Concordato, del 20 de julio de 1892, se estableció que: todos los cementerios de la República, excepto los pertenecientes a los individuos debían ser entregados a la autoridad eclesiástica. Por lo anterior, los obispos, de acuerdo a las leyes canónicas podían negar la sepultura. Y, los párrocos y demás eclesiásticos, encargados de llevar los libros en que se registraban los nacimientos, matrimonios y defunciones -los ritos de iniciación y paso y de control social-, reportarían a la autoridad civil estos acontecimientos cada seis meses, por medio de copias de las partidas correspondientes. 9 Pablo Richard, Morte das cristiandades e nascimento da Igreja. Análise histórica e interpretagao teológica da Igreja na América Latina, 2ed., Sao Paulo: Paulinas, 1984. p.10. 10 Ana María Bidegain, «El debate religioso en torno al establecimiento de la Constitución de 1886», en: Texto y Contexto, No. 10, enero-abril, 1987. p.168. 11 Rafael Núñez, La Reforma Política, T.lll, citado por: Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia, TI, 12ed., Bogotá: Tercer Mundo, 1988. p.144. Marco Fidel Suárez afirmó que la Regeneración y la Constitución de 1886 tuvieron «como principal resultado, y desde entonces lo han considerado así las dos autoridades -civil y eclesiástica-, el Concordato en lo relativo particularmente a la educación oficial». «El sueño de la escuela», en: Sueños de Luciano Pulgar, citado por: Fernando Guillen, La Regeneración: primer Frente Nacional, Bogotá: Carlos Valencia, 1986. p.45. Jorge Orlando Melo, en el prólogo del libro del viajero de aquella época, Ernst Rothlisberger, apunta en la misma dirección. Según aquél, el presidente Núñez se preocupó desde antes de 1882 por educar a la élite en función de la realidad, desechando cualquier aventura revolucionaria que no tuviera sustento en la misma realidad colombiana. Ver: Ernst Rothlisberger, El Dorado, Bogotá: Biblioteca V Centenario-Colcultura, 1993. pp. 9-15. Rothlisberger vino a Colombia como profesor de Historia Universal en 1882.
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En el anterior orden de ideas, en el artículo 41 de las Constitución de 1886 quedó plasmado que «la educación pública será organizada y dirigida en concordia con la religión católica». Al igual que las disposiciones del Concordato de 1887, donde sus artículos 11 a 14 contribuyeron a reglamentar el control del aparato educativo público por parte de la Institución eclesiástica 12.
Diez años después el discurso continuaba por la misma senda, aunque con el respaldo de tener ya el control de la educación. «La instrucción no basada en el principio religioso se fija únicamente en desarrollar y abastecer la inteligencia con todo género de conocimientos», siendo que son «los dogmas de la Religión Católica la única base de una verdadera y sólida educación»14.
Pero más allá de la legislación, la misma Institución exigió el derecho que tenía de educar: «Al frente de todos los derechos de la Iglesia -advirtió Juan Pablo Restrepo- está el derecho de la enseñanza y de la educación. Jamás podrá olvidar ni renunciar la misión que se le ha conferido: Id y enseñad á todos los pueblos»13.
Esa educación católica, única y verdadera, debía dar a los niños elementos importantes para su vida: respeto, obediencia y sumisión a las autoridades eclesiástica y civil. Por ello era importante promoverla y preservarla, procurando que los encargados de la misma -los institutores- hicieran lo mismo, máxime cuando sobre ellos existía posibilidad de vigilarlos y censurarlos.
El espacio que ganó la Institución eclesiástica al controlar la educación pública se constituyó en fundamento para reforzar la difusión de la doctrina católica, asegurándose dejar en claro que la educación sin fundamento católico no era tal, y por lo tanto, la única educación válida era la católica. Esto, favorecido por el Régimen de Cristiandad. Este discurso no esperó hasta 1887. En una de las divisiones eclesiásticas del país, de reciente fundación, la diócesis de Tunja (erigida en 1881), cuando la Regeneración ya era un hecho, la jerarquía comenzó a hablar de la necesidad de vincular catolicismo y educación. «La educación que prescinda del elemento religioso no puede llamarse tal, porque prescinde de la parte moral».
Porque la educación católica era la que enseñaba a los niños, «en nombre y parte de Dios, á creer lo que es verdad; á amar lo que es bueno; á admirar lo que es puro; á respetar y amar la autoridad de sus padres; á ser buenos y castos; á amarse mutuamente y á perdonarse; á conservar buenas costumbres; á ser laboriosos, fieles, concienzudos; á posponer el placer al deber», concluyendo con que todos los infantes debían «evitar lo que puede corromper el espíritu ó el corazón»15. En educación, los binarios opuestos y la visión de dos mundos, de bondad y maldad, fueron fuertes. Permearon el sistema educativo e influyeron los imaginarios sociales desde la infancia. Recordemos que en esa época las nociones de realidad se presentaban en dos polos opuestos: bien-mal, verdad-error, cielo-
12 «Articulo 11. La Santa Sede prestará su apoyo y cooperación al Gobierno para que se establezcan en Colombia institutos religiosos que se dediquen con preferencia al ejercicio de la caridad, á las misiones, á la educación de la juventud, á la enseñanza en general y á otras obras de pública utilidad y beneficencia. Articulo 12. En las universidades y en los colegios, en las escuelas y en los demás centros de enseñanza, la educación é instrucción pública se organizará y dirigirá en conformidad con los dogmas y la moral de la Religión Católica. La enseñanza religiosa será obligatoria en tales centros, y se observarán en ellos las prácticas piadosas de la Religión Católica. Articulo 13. Por consiguiente, en dichos centros de enseñanza los respectivos Ordinarios diocesanos, ya por si, ya por medio de delegados especiales, ejercerán el derecho, en lo que se refiere á la Religión y la moral, de inspección y de revisión de textos. El Arzobispo de Bogotá designará los libros que han de servir de textos para la religión y la moral en las universidades; y con el fin de asegurar la uniformidad de la enseñanza en las materias indicadas, este Prelado, de acuerdo con los otros ordinarios diocesanos, elegirá los textos para los demás planteles de enseñanza oficial. El Gobierno impedirá que en el desempeño de asignaturas literarias, científicas y, en general, en todos los ramos de instrucción, se propaguen ¡deas contrarias al dogma católico y al respeto y veneración debidos á la Iglesia. Articulo 14. En el caso de la enseñanza de la religión y la moral, á pesar de las órdenes y prevenciones del Gobierno, no sea conforme á la doctrina católica, el respectivo Ordinario diocesano podrá retirar á los Profesores ó Maestros la facultad de ensenar tales materias». Concordato de 1887 citado por: Conferencias episcopales de Colombia, 1908-1953, T.l, Bogotá: El Catolicismo, 1956. pp.522-523. 13 Juan Pablo Restrepo, La Iglesia y el Estado en Colombia, V.1, Bogotá: Banco Popular, 1987. p.497. Cursiva mía. 14 El Revisor católico, Tunja, Ano II, No. 11,1 de diciembre de 1882. p.172; El Revisor católico, Tunja, Arto III, No. 15, 15 de enero de 1893, p. 193; El Revisor católico, Tunja, Ano III, No. 16-17, 1 de febrero de 1893. p.206. El Revisor católico era el órgano oficial de la diócesis de Tunja. 15 El Institutor, Tunja, Ano V, No.80,10 de noviembre de 1894. p.451. Este era el órgano oficial de la Secretarla de Instrucción Pública del departamento de Boyacá.
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infierno, luz-tinieblas, desechando los múltiples matices sociales.
La Intransigencia 16 Esta debe ser entendida en el contexto de finales del siglo XIX y no como patrimonio exclusivo de la Institución eclesiástica ni de un país. Según Osear Beozzo, el siglo decimonónico debe ser tomado como «el tiempo de la intransigencia»17. Sin embargo, la mencionada intransigencia no estaba cargada con el valor peyorativo y negativo que contiene hoy. En un mundo bipolar, donde la verdad constituye la propiedad a defender, el baluarte que da autoridad para proteger los principios propios y para catalogar a los del oponente como falsos, la intransigencia constituyó un «valor positivo», estandarte de modernos cruzados. Mientras tanto, los autodenominados progresistas y tolerantes veían la posición de la Institución eclesiástica como retrógrada, sin observar que su propia posición también era intransigente y excluyeme, construyendo la intransigencia de doble vía. Así lo planteó el diplomático Carlos Arturo Torres: Hay el fanatismo de la religión y el fanatismo de la irreligión; la superstición de la fe y la superstición de la razón; la idolatría de la tradición y la idolatría de la ciencia; la intransigencia de lo antiguo y la intransigencia
de lo nuevo; el despotismo teológico y el despotismo racionalista; la incomprensión conservadora y la incomprensión liberal 18. Por otro lado, el liberalismo, como fundamento ideológico del capitalismo, y como herramienta utilizada por los constructores del Estado italiano, en detrimento del poder temporal del Papa, fue atacado y condenado por la Iglesia católica, a nivel mundial, desde su centro, hasta periferias como Colombia. En nuestro país, la reciente aplicación de medidas liberales en perjuicio del poder ideológico y económico de la Institución eclesiástica, frenadas por la Regeneración, hizo que la misma Institución viera en el liberalismo la concreción criolla de todos los males que la atacaban en Europa. En esencia, asimiló y encajonó los debates presentados en el Viejo Continente a los sucesos particulares de Colombia. Así, el liberalismo colombiano, entendido como partido político, pasó a ser condenado, siendo tildado como error, herejía y pecado 19. En el anterior sentido, miembros de la Institución eclesiástica veían la intransigencia -entendida como no transigir con el error-, como una virtud y un honor. Por ello mismo, aquélla se mostró como la portadora de la verdad revelada «intolerante en el terreno dogmático, y por lo mismo no admite ni religiones ni sistemas que en lo mínimo se opongan a la enseñanza que recibió de Cristo...La verdad en toda ciencia es intransigente e intolerante por su misma naturaleza, y si fuera tolerante, ya no sería verdad sino duda o mentira»20.
16 Para mayor información y detalles sobre el tópico de la intransigencia en la relación entre la situación internacional y una diócesis especifica, pasando por la situación colombiana, puede consultarse mi trabajo "Curas y políticos: mentalidad religiosa e intransigencia en la diócesis de Tunja. 1881-1918", galardonado con el Premio Nacional de Historia "Biblioteca Nacional de Colombia", del Ministerio de Cultura, en 1997. Este trabajo aborda, aparte de lo político, aspectos como la educación, la prensa y la familia. 17 «Llegado el tiempo de la intransigencia de parte y parte, ya no quedó espacio para los que querían ser al mismo tiempo católicos y liberales, o liberales y católicos. A partir de la década de 1860 se consumó la ruptura...». Cfr. José Osear Beozzo, Op. cit., p.188. 18 Carlos Arturo Torres, Idola Fori, 3ed., Bogotá: Minerva, 1935. Torres, diplomático boyacense muerto en Caracas en 1911. 19 El libro de Rafael Uribe Uribe, -De cómo el liberalismo político colombiano no es pecado» quiso responder a los ataques, asi como al opúsculo del sacerdote español Félix Sarda y Salvany, «El liberalismo es pecado. Cuestiones candentes», aparecido en España en 1884 y fuertemente empleado por los contradictores del liberalismo en Colombia. El libro de Uribe fue incluido en el «Index Librorum Prohibitorum», el de Sarda, traducido a múltiples idiomas. Ver: Rafael Uribe, El liberalismo no es pecado, Bogotá: Planeta, 1994. Y, Félix Sarda, El liberalismo es pecado, Bogotá: Imprenta de F. Torres Amaya, 1886. Para este último el liberalismo -es pecado, ya se le considere en el orden de las doctrinas, ya en el orden de los hechos. En el orden de las doctrinas es pecado grave contra la fe, porque el conjunto de las doctrinas suyas es herejía...En el orden de los hechos es pecado contra los diversos mandamientos contra la ley de Dios y de su Iglesia..Más claro. En el orden de las doctrinas el liberalismo es la herejía universal y radical, porque todas las autoriza y sanciona», pp.13-14. Cursiva mía. 20 Cayo Leónidas Peñuela, Tratado de religión superior o apologética, Jun'ia: Imprenta del Departamento, 1916. p.79. Del mismo autor cfr. Libertad y liberalismo, Bogotá: La Luz, 1912. pp.41, 91, 93. Peñuela fue sacerdote boyacense. Soatá (1864-1946). Sus obras y papel protagónico en la Iglesia católica colombiana, caldearon los debates políticos entre 1895 y 1946. Defensor acérrimo del Partido Conservador, condenó furiosamente al liberalismo.
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La jerarquía de la Iglesia ideó un tipo de sociedad excluyente, donde rechazó -no transigió, no toleróel error, siendo intransigente con su mayor enemigo, el liberalismo 21. Aunque este término invitase a la ambigüedad, sí queda claro que la exclusión recaía sobre todo aquello que ofendiese en lo más mínimo el orden social creado y defendido por la Institución eclesiástica bajo el Régimen de Cristiandad. ...la Iglesia es intolerante y debe serlo contra las herejías y los errores, pero es tolerante y benigna madre para con los errantes y extraviados, en lo que aventaja á los herejes, y más á los mismos protestantes cuya tolerancia es proverbial. En ocasiones, sin embargo, la intolerancia contra el error puede y debe extenderse contra los que yerran, es á saber, cuando porfían por extender sus errores y por contaminar á los mismos miembros de la Iglesia22. Por lo tanto, la Institución eclesiástica se sentía orgullosa de su intransigencia, la cual tenía fundamentos históricos 23. Porque pactar, o transigir con el error, sería una traición. Entonces, concluimos que «la intransigencia con el error es uno de los distintivos de la Iglesia católica»24. Más concreto fue el agustino recoleto Nicolás Casas -quien remplazó como Vicario apostólico de Casanare al célebre agustino español Ezequiel Moreno Díaz 25, hoy santo de la Iglesia católicaen manifestar los problemas de la tolerancia y la
transigencia, dando a entender con el juego de opuestos las bondades de los antónimos, la intransigencia y la intolerancia. Incluso fue más didáctico para abarcar mayor población. El sacerdote se preguntaba por la tolerancia: ¿Puede tenerla un padre de familia con el ladrón que va á robarle su casa?. ¿Con el asesino que quiere acabar con su vida ó la de sus hijos?. Pues mucho menos la puede tener la Iglesia con el error y la maldad, que son la corrupción y muerte de las almas, ser negramente traidora á su Divino Fundador, á no entregarse pérfidamente en manos del infierno... Y más adelante agrega poniendo como contraposición al liberalismo: La tolerancia del liberalismo consiste en dar amplia libertad al error y á las licencias de perdición para que se propaguen sin tropiezo é inficionen la sociedad con su pestilencia, no dando más importancia á lo bueno que a lómalo. á la verdad que al error, á lo justo que á lo inicuo, antes bien favoreciendo á lo segundo sobre lo primero...en medio de tanto alardear tolerancia, se la niegan a la Iglesia, la acusan y acriminan, la tratan con todo el rigor y aprieto que pueden y le rehusan el goce de su propia libertad 26. Más claro no podía ser un párrafo sobre la visión de la sociedad que tenía esta corriente dentro de la Iglesia. Pero también sobre el recuerdo de las
21 'En el orden de las ideas [el liberalismo] es un conjunto de ideas falsas; en el orden de los hechos es un conjunto de hechos criminales, consecuencia práctica de aquéllas ideas. En el orden de las ideas el Liberalismo es el conjunto de lo que se llaman principios liberales, con las consecuencias lógicas que de ellos se derivan. Principios liberales son: la absoluta soberanía del individuo con entera independencia de Dios...libertad de pensamiento sin limitación alguna en política, en moral ó en Religión; libertad de imprenta...libertad de asociación con iguales anchuras'. Cfr. Félix Sarda, Op.cit.pp.11-12. 22 Cayo Leónidas Pefiuela. Libertad y liberalismo, Op. cit., p.93. Cursiva en el texto. 23 Para el cura Peñuela 'una de las causas de la intransigencia clerical es la intransigencia fanática con que, gratuitamente, nos atacaron desde el principio los liberales colombianos. Si la Historia no miente, fueron ellos los agresores, y según la intransigencia del ataque, ha tenido que ser la intransigencia de la defensa'. Cfr. Ibid., p.23. 24 ibid., pp.11-12. 25 Este recibió, tras su muerte, la alabanza de Miguel Antonio Caro: -Fue el padre Moreno un varón apostólico, un hombre espiritual, un carácter entero, intransigente en doctrinas, caritativo en obras, manso y humilde de corazón, predicador del Evangelio, no de si mismo, sin artificio ni afectación, fácil, abundante de afectos, cautivador...». Discurso de Caro en «El Nuevo Tiempo», Año V, No. 1395, 28 de agosto de 1906. Citado por: Carlos Valderrama (Comp.), Epistolario del beato Ezequiel Moreno y otros agustinos recoletos con Miguel Antonio Caro y su familia, Bogotá: Caro y Cuervo, 1983. p.22. Fue este mismo santo el que pidió que junto a su ataúd se colocara un cartel grande que dijera: «El liberalismo es pecado». 26 Nicolás Casas, Enseñanzas de la Iglesia sobre el liberalismo, Bogotá: Escuela tipográfica salesiana, 1901. pp. 160 y ss. Cursiva en el texto. Subrayados míos.
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persecuciones sufridas. Comencemos por lo segundo. El principio y el final del escrito indican que el liberalismo, desde la posición de observación de la Institución eclesiástica, fue intolerante con ella. Por lo tanto parece lógica su respuesta de defensa. El ladrón y el asesino asemejan a los expropiadores radicales, así como a los persecutores de las revoluciones burguesas europeas. En la segunda parte del texto es notoria la presencia de los opuestos. La dicotomía que caracteriza a una sociedad maniquea y excluyeme. Así, para Casas el liberalismo representó al error, la maldad, la iniquidad, la sociedad pestilente. Mientras la Iglesia católica era abanderada de la verdad, la bondad, la justicia. Lo interesante, es que hay un término que ambos bandos comparten, cada uno desde su posición: la intransigencia 27. Los liberales eran excluidos, como portadores del error, del mundo del bien y la verdad. Eran expulsados de la familia de los hijos de Dios. Se les empujaba a las tinieblas, donde no brillaba la luz de la verdad. La corriente intransigente del catolicismo aseguraba que muchos se creían católicos, pero «están incurriendo en un error», pues no pueden ser liberales «y á la vez católicos que es el [título] que distingue a los hijos de la Iglesia, aberración que no puede venir sino de que se ignora lo que es la Religión católica y los propósitos que entrañan las ideas del liberalismo»28. En oposición encontramos a los autoproclamados hijos de Dios: los conservadores. Esto bajo una visión más centrada en la actitud de esa colectividad en defensa de la Iglesia en el período radical. Aquí sí vemos clara la unión -y a la vez confusión- que se hizo entre religión e Iglesia como
una sola. Así, el conservador está para conservar lo que Dios manda conservar, sostener y defender, por consiguiente, se llama conservador al que conserva, apoya, sostiene y defiende la Religión, la fe, el culto, la paz, la bien entendida libertad, la igualdad legal, la justicia, el orden constitucional, el progreso, la verdad, la moral, la ley, la virtud, la civilización, la patria y todo lo bueno 29. Sin embargo, paradójicamente los liberales no se sentían excluidos. Por el contrario, se autocalificaban también como católicos, cuestionando, eso sí, la participación del clero en las contiendas partidistas, esencialmente electorales. Incluso, connotados dirigentes liberales como Rafael Uribe Uribe, durante la Regeneración, blandieron el discurso del acercamiento a la Institución eclesiástica. Debe anotarse, no obstante, que en este período de hegemonía -entendida bajo el parámetro gramsciano- el partido liberal estaba excluido del poder y veía en aquélla Institución una manera de acercarse nuevamente al control del Estado. Los dirigentes liberales partían de la base que la jerarquía confundía la cuestión religiosa y una posición anticatólica, con los momentos en que fue perseguida. Rafael Uribe advirtió que el período de anticlericalismo militante está definitivamente cerrado para el Partido Liberal, y exhiben corta visión, quienes para apoyar este régimen político -la Regeneración- ó abstenerse de combatirlo, aducen como razón el temor á que renazca la llamada «era de las persecuciones», que acaso no fue en realidad sino «el período de la lucha». El libre pensamiento de algunos liberales, nada tiene hoy de agresivo contra la Iglesia y sus Ministros30.
27 Para mayor profundidad sobre estos dos agustinos recoletos, Moreno y Casas, puede verse mi trabajo: El discurso intransigente de Ezequiel Moreno Díaz y Nicolás Casas, primeros vicarips apostólicos del Casanare, presentado al V Simposio Internacional de los Llanos Colombo venezolanos, realizado en Tame, Arauca, en julio de 1997, y que está publicado en las memorias de ese evento. 28 El Revisor Católico, Tunja, Año V, No.19,15 de febrero de 1897, p.230. Es clara la confusión, tal vez intencional, entre los términos religión católica e Iglesia. En la nota aparecen como una sola, y es la característica del período. 29 El Conservador, Tunja, Año I, No.6,15 de octubre de 1903. p.21. 30 Carta de Rafael Uribe al arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera, aparecida en «El Autonomista-, No.38,4 de noviembre de 1898, en: Rafael Uribe Uribe, La Regeneración conservadora de Núñez y Caro, Bogotá: Instituto para el desarrollo de la democracia Luís Carlos Galán, 1995. p.366. Cursiva mía.
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Las visiones sobre el asunto religioso están planteadas aquí. Mientras que en el imaginario de la Iglesia institucional el período radical fue la era de las persecuciones, en el de los liberales sólo fue el período de la lucha. En la interpretación de ambas ¡deas se encerró el conflicto, que trascendió del enfrentamiento entre algunos liberales y sectores de la Iglesia, al campo de lucha entre catolicismo y los considerados como enemigos de la religión -los liberales-. La primera, defendida por los liberales. La segunda, extremada por la jerarquía. Pero muchos liberales no aceptaron haber sido persecutores del clero. Incluso, defendieron los postulados de la Constitución de 1886, estando conformes con que la Religión católica era la de la Nación y rechazando toda manifestación contraria a ello. «No hemos sido perseguidores del clero católico. Hemos sido, sí, partidarios de la tolerancia religiosa, siempre que no haya prácticas contrarias á la moral cristiana y á las costumbres», para terminar afirmando como el común de los liberales que «radicales caracterizados como los Pérez Felipe y Santiago-, Nicolás Esguerra y Miguel Samper son católicos»31. Manifestaciones como la anterior dejan entrever que el liberal, tanto el líder político como el raso, vio con preocupación la exclusión de que fue objeto. Tanto, que acomodó su discurso mostrando a la Institución eclesiástica como un agente progresista en la sociedad, contrario a lo que históricamente se demuestra. Lo anterior indica, supuestamente, que mientras la jerarquía enarbolaba la bandera de la intransigencia, el rechazo y la exclusión del catolicismo hacia el liberalismo, algunos liberales preocupados por la efectividad de ese discurso en el plano material de la sociedad quisieron acercarse a aquélla, dándole a entender que era una Institución progresista y moderna.
Paradójicamente, la esencia de la intransigencia católica defendió lo opuesto: Iglesia tradicional y antimoderna. Ejemplo de ello fue la posición, coyuntural, de Rafael Uribe Uribe, para quien los dos grandes fenómenos sociales del presente siglo han sido la aparición del liberalismo como fuerza nueva, y la maravillosa actitud exhibida por la Iglesia Católica para transformarse sin dejar de ser idéntica á sí misma. En efecto: si hay en el mundo una Institución que tenga poder de adaptación, es la Iglesia, que dejando intacto el depósito de sus dogmas sabe acomodarse con singular ductilidad, á las circunstancias de tiempo y medio. Pero si hay un hecho adquirido, es que los partidos conservadores se van y que las ideas liberales cobran cada día empuje más incontrastable. Dentro de poco no quedarán sino dos grandes fuerzas, la Iglesia y el liberalismo. ¿Por qué considerarse como rivales?. ¿Por qué no sentar las bases de una armonía que será el asombro del porvenir por su inmenso poder civilizador?32. Asombrosa la actitud de Uribe, en mostrar a la Iglesia así. Era la posición de un excluido del poder, que vio que la Institución eclesiástica debía ser utilizada como elemento ideológico para acceder a aquél, tal como lo habían hecho los regeneradores, los cuales se vieron favorecidos con el discurso de la jerarquía, excluyendo a los liberales de la catolicidad. La posición de Uribe muestra también el clericalismo característico de la sociedad colombiana, donde se dan excesivos poder e importancia a la figura del sacerdote al interior de la sociedad. Sin embargo, ese clericalismo liberal tenía su trasfondo político partidista, disfraz a la vez, de la intransigencia. Los líderes liberales veían al sacerdote
31 El Liberal. Tunja, No.3, 14 de mayo de 1897. pp.9-10. 32 Carta de Rafael Uribe al arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera, aparecida en: «El Autonomista», No.38, 4 de noviembre de 1898, en: Rafael Uribe, La Regeneración conservadora de Núñez y Caro, Op. cit., pp.366-367. Cursiva mía.
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como un hombre religioso en un espacio sagrado33, espacio reducido y exclusivo de las actividades del culto34, separándolo del mundo profano -asemejado a las contiendas eleccionarias-, para así evitar su injerencia a favor del conservatismo. De esta forma reducían la labor sacerdotal al mundo parroquial, quitándole incluso el derecho de opinar sobre lo público, lo que cuestionaba igualmente sus derechos ciudadanos. Esta era la respuesta intransigente de la élite liberal excluida del poder a la intransigencia de la jerarquía eclesiástica. Un ejemplo de lo anterior fue Enrique Santos, periodista conocido por su seudónimo de «Calibán» y por su columna en el diario «El Tiempo», a mediados del siglo XX, «La Danza de las Horas». Aquél tuvo en la segunda década del presente siglo un semanario en la ciudad de Tunja, llamado «La Linterna». Tanto Santos como su periódico fueron excomulgados por el obispo de aquella ciudad, Eduardo Maldonado Calvo, en 1911. Todo por las continuas denuncias y recriminaciones que hacta el periodista por la participación del clero en las contiendas electorales. Antes de la excomunión, Santos tenía una visión idílica del sacerdote, obviamente alejado de la política y de los conservadores: Siempre fue para nosotros una noción ideal la noción del sacerdocio. Antes de que las realidades de la vida nos hicieran saber muchas cosas, el sacerdote tenía en nuestro espíritu todo el prestigio de lo inmaculado. Pensábamos,
en nuestra ingenuidad, que el sacerdote católico era un ser superior, y que, á la manera del Divino Maestro, renunciaba á todo para entregarse sin reserva á predicar la paz de los espíritus y á obtener la purificación de las conciencias... Candorosamente imaginábamos (sic) que para el sacerdote el odio debía ser la más vedada de las pasiones y el oro el más vil de los metales. Desgraciadamente fuimos, poco a poco adquiriendo el convencimiento de que ese ideal del sacerdote, felizmente realizado por muchos pastores dignísimos, no era aplicable a gran parte del clero. El mismo Santos advertía el papel clave del clero en la sociedad -clara muestra del clericalismo-, pidiendo «un clero que asegure para siempre el predominio de la Iglesia católica en Colombia»35. Es decir, clero base de la moral y costumbres pero alejado del mundo de la política. Sin embargo, el deseo de que el clero no participara en política no era baluarte del liberalismo. A diferencia de lo que se cree comúnmente, en una investigación reciente 36 se muestra cómo conservadores de derecha, tal vez los más que ha tenido el país, los llamados "Leopardos" -en los años treinta de este siglotambién propugnaban por esa separación del clero y la política. Silvio Villegas, su más connotado representante, escribió: " El clero especialmente está obligado a mantenerse en las esferas superiores del espíritu, sin mezclarse en las engañosas contiendas de los hombres"37. Este es el mismo Villegas que abogó por "la intransigencia que impone por medio de la palabra y de la acción, y si necesario fuera por la violencia, las ideas que
33 «El hombre religioso no puede vivir sino en un mundo sagrado, porque sólo en un mundo así participa del ser, existe realmente». Cfr. Mircea Eliade, Lo sagrado y lo profano, Barcelona: Labor, 1967. p.61. 34 «Lo sagrado pertenece como una propiedad estable o efímera a ciertas cosas (los instrumentos del culto), a ciertos seres (el rey, el sacerdote), aciertos lugares (el templo, la Iglesia, el sagrario), a determinados tiempos (el domingo, el día de pascua, el de navidad, etc)». Cfr. Roger Caillois, El hombre y lo sagrado, México: FCE, 1984. p.12. 35 La Linterna, Tunja, No.67, 21 de marzo de 1911. p.2. Cursiva mía. 36 José David Cortés Guerrero, Intransigencia y tolerancia: elementos históricos en el proceso de democratización religiosa en Colombia. Realizada en el Programa de Formación de Investigadores Jóvenes y Fortalecimiento Institucional de la Universidad de los Andes y Colciencias. Un informe de esa investigación aparecerá publicado en 1998. 37 Silvio Villegas, No hay enemigos a la derecha, Manizales: Arturo Zapata, 1937. pp.165-166. "La Iglesia católica, que ha perdido entre nosotros su eficacia como instrumento de dominación política, debe ser hoy más que nunca una Institución nacional, porque a ella está ligada nuestra supervivencia como entidad soberana*, p.182. Subrayados míos.
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realicen dentro de las normas de orden y autoridad del bienestar colectivo"38. Así, no hay mayores diferencias entre Villegas, Santos y Uribe Uribe en su posición con respecto al clero: clericales pero a la vez intransigentes, queriendo reducir la labor del clero. Cuando el clero descendía de lo sagrado a lo profano, las fuerzas que en éste se enfrentaban no tendrían ningún miramiento con aquél, pues quedaba despojado del manto protector. Así, el sacerdote podía ser mal librado. Así, cuando alguien violaba los límites no podía responderse por su suerte: Si en la lucha -política- han tocado algunos golpes al clero, qué culpa tenemos de haberlo hallado en el fragor de un combate en el cual no era posible hacer distingos?...Si el sacerdote desciende al terreno de la polftica y no viste túnica de amianto, qué de raro tiene que Siva lo devore? 39. Las posiciones anteriores refuerzan nuestro planteamiento de que el individuo pertenecía primero a la colectividad política que a la sociedad católica. Era constante la confusión de roles: no se tenía claro si se escuchaba al sacerdote o al líder político.
En conclusión, la Regeneración permitió la implantación en el país del Régimen de Cristiandad, que favoreció a la Iglesia católica y su Institución eclesiástica en su relación con la sociedad, pero que relegó funciones del Estado a aquélla, haciéndolo «católico dependiente» en labores que directamente le competían. Fue igualmente la Regeneración, período de exclusión de los liberales del poder, pero también de intransigencia tanto del sector mayoritario de la Iglesia católica como de los mismos liberales, que anhelaban reducir el papel de la Institución eclesiástica en la sociedad, sobre todo, en su participación política. Igualmente, no encontramos los tintes de anticlericalismo que tanto asustaban a la jerarquía, aunque ésta en su discurso sí los denunciaba. Tampoco hallamos que el discurso intransigente de bando y bando haya calado profundamente, en ese período. Sin embargo, la élite que dirimía sus conflictos botando fuego por sus fauces y plasmando odio en la prensa, sembró la semilla de la violencia y de los violentos, que se dejaron guiar por los discursos intransigentes de aquélla y llevaron a Colombia al caos a mediados del siglo XX.
38 Ibid. p.77. "La violencia iluminada por el mito de una patria bella y heroica, es lo único que puede crearnos una alternativa favorable en las grandes luchas del futuro", p.224. Subrayado mío. 39 La Linterna, Tunja, No.93. 13 de octubre de 1911. s.p. Cursiva y subrayado míos.
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Un clásico de la historiografía nacional: Economía y cultura de Luís E. Nieto Arteta* Gonzalo Cataño**
La redacción de Economía y cultura en la historia de Colombia tomó cuatro años. Durante este tiempo los capítulos progresaron sin mayores tropiezos. A medida que Nieto terminaba una sección la enviaba a los periódicos o a las revistas de la capital a fin de palpar el concepto de los colegas y el ánimo de los lectores. Ello le servía, además, de control y medida del avance del texto. En 1938 publicó siete secciones, en 1939 seis y en 1940 dos más. Así, cuando el volumen salió a la calle los lectores estaban seguros de que su contenido les era familiar. No fue extraño entonces que a comienzos de 1942, un diario de Bogotá informara a su audiencia, que "acababa de salir un extenso libro del doctor Nieto Arteta en el que se recopilan algunos de los interesantes estudios que ha realizado sobre el desarrollo de la economía en el siglo XIX" 1. Nieto trabajaba sin descanso. Al lado de su libro encontraba tiempo para atender las obligaciones en la Cancillería, dictar clases, redactar informes económicos, difundir trabajos filosóficos y sostener una voluminosa correspondencia. Todo ello exigía un severo control personal de su tiempo. Nieto no conocía la vida social, las diversiones, el cigarrillo y menos todavía el alcohol. Su vida transcurría en la oficina, la universidad, el dormitorio y las tertulias cada vez más esporádicas de los cafés bogotanos. "Actualmente —le escribió a Arciniegas—no descanso un instante. Soy un intelectual puro. Estudio hasta las doce de la noche" 2. Entre 1938 y 1941 publicó dos libros y ¡84 artículos! Su método de trabajo era simple y efectivo. Cuando se daba a la tarea de redactar un ensayo trazaba un esquema, un índice, de los temas a tratar. A
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El presente ensayo hace parte de una investigación en curso sobre la vida y obra de L. E. Nieto Arteta (1913-1956). En esta entrega se ofrece un balance crítico de Economía y cultura en la historia de Colombia, el texto más representativo de Nieto en el campo de los estudios históricos.
** Sociólogo. Profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional. Autor de La sociología en Colombia (1986, tercera edición 1997), Educación y estructura social (1989) y La artesanía intelectual (1995). 1 Diario Popular, Bogotá, enero 8 de 1942. 2 Cartas a Germán Arciniegas, Bogotá, octubre 15 y noviembre 12 de 1939.
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continuación tomaba las obras relacionadas con el asunto y señalaba los textos que le servirían de guía y las citas que habría de incluir, comentar o resumir. En seguida se aferraba a su máquina de escribir y se entregaba con frenesí al empalme de frases y párrafos. Esta labor se veía facilitada por una escrupulosa lectura: libro utilizado por Nieto es de difícil uso por parte de un segundo lector. Era muy generoso con los subrayados y tendía a hacinar los márgenes con notas, exclamaciones, preguntas y comentarios, muchos de los cuales eran verdaderos esbozos de futuros escritos. Esta artesanía intelectual se veía enriquecida con sus cartas y sus múltiples apuntes y resúmenes de clase. En la correspondencia, otra de sus paciones, Nieto comentaba las lecturas, criticaba y aplaudía los autores que tenía sobre la mesa, enjuiciaba hipótesis y celebraba las afinidades de un pensador con sus propios puntos de vista. Muchas de estas cartas eran auténticos borradores que después nutrían párrafos enteros de sus escritos; Nieto concebía la correspondencia como una extensión del trabajo intelectual. Los fines de semana, los días festivos y los períodos de vacaciones eran los momentos privilegiados de la escritura. Una vez en actividad nada podía detenerlo; de la máquina de escribir salían las cuartillas trenzadas por su probado método de trabajo. Redactaba a medida que pensaba, y las ¡deas se deslizaban de su mente con la celeridad que le permitía el teclado. Una muestra de los frutos de esta febril actividad, se encuentra en una misiva de 1940 a su hermano Tomás: Durante la Semana [Santa] que terminó hice lo siguiente: escribí un largo ensayo denominado 'Homologías colombo-argentinas', que quedó con treinta páginas... Además, escribí otro estudio para la Revista de las Indias, titulado "Biblioteca Revista de las Indias", en el cual hago algunos comentarios en torno a dos obras
publicadas por la revista: una de Alberto Miramón —Los septembrinos— y otra de Germán Arciniegas, Jiménez de Quesada. Además, leí una obra sobre filosofía alemana escrita por Georges Gurvitch y una obra de Gustavo Cassel, economista sueco. Escribí muchas cartas y terminé la lectura de las memorias de un eminente pintor flamenco que después de una tremenda crisis espiritual se hizo benedictino. El pintor se llama Wilibrordo Verkade y la obra se titula Por la inquietud de Dios 3. Como era de esperar, esta vehemencia portaba su precio, dejando una marca indeleble en los textos. La escritura de Nieto es descuidada, repetitiva y a menudo grandilocuente. Era muy amigo de la frase enfática y solemne, de la reiteración chocante y de la vuelta a los temas e ideas ya expuestos con suficiente claridad. A esto se suma el abuso de la cita in extenso. Nieto era muy dado a colmar sus páginas con párrafos enteros entre comillas. Su afán de llenar la hoja de un solo envión, no parecía darle tiempo para abreviar el contenido de un documento o resumir las ideas de un pensador. En su lugar le arrojaba al fatigado lector extensas y dilatadas citas, con lo cual se ahorraba el trabajo de condensación y síntesis que como autor le correspondía hacer. El peso de esta modalidad expositiva, hace que no pocos de sus escritos se asemejen más a una antología de textos que a una presentación y crítica de las teorías objeto de estudio. Muchas veces su papel se limita a la simple glosa o al mero empleo de frases introductorias dirigidas a enlazar las citas de un párrafo. Esta práctica le resta fuerza a sus escritos y hace que el contenido pierda atractivo y el estilo se haga opaco, pesado y aburrido. Además, Nieto no parecía corregir los originales. Tenía demasiada confianza en su método de trabajo, y cuando terminaba un escrito, pasaba velozmente sobre sus frases para enmendar alguna expresión, reforzar la puntuación o
3 Carta a su hermano Tomás, Bogotá, marzo 24 de 1940. El libro aludido de Gurvitch era Las tendencias actuales de la filosofía alemana (Buenos Aires, 1939) y el de Cassel, Pensamientos fundamentales en la economía (México, 1939). De este último publicó una reseña en la revista Universidad Católica Bolivariana (No. 15, abril-mayo de 1940). Por aquellos artos a Nieto le gustaba compararse con su homónimo el periodista Luis Eduardo Nieto Caballero (1888 -1957), de quien se decía que era tal su fecundidad que no tenfa tiempo de leer lo que escribía.
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introducir un vocablo. Esto explica las repeticiones y las no pocas contradicciones que a menudo aparecen en los puntos de vista sostenidos dentro de un mismo ensayo. Muchas de estas particularidades de contenido y forma se encuentran en acción en Economía y cultura, su libro más extenso y de mayor influencia en la investigación social colombiana. ***
Nieto finalizó la redacción de Economía y cultura en agosto de 1941, y al momento emprendió los contactos para su publicación. Deseaba sacar el libro lo más pronto posible. Su contenido había sido difundido en la cátedra de "Introducción a la ciencia del derecho y métodos de interpretación del derecho positivo" y ahora los estudiantes lo usaban con liberalidad en las tesis de grado y en ensayos difundidos en periódicos y revistas de la capital. "Quiero publicar la obra —escribió a su padre— porque algunos discípulos míos a quienes les expliqué su contenido durante mis cursos universitarios, ya están utilizando mis teorías interpretativas de la historia colombiana. Si la obra no fuera editada, yo aparecería como discípulo de mis discípulos"4. En septiembre llegó a un acuerdo con la Editorial Siglo XX de su amigo Rafael Naranjo Villegas, hermano mayor del filósofo antioqueño Abel Naranjo, para hacer una edición de mil ejemplares. La impresión costaría 1.400 pesos, de los cuales el autor debería sufragar una tercera parte. Si no colaboraba con este monto, "la obra se quedaría sin publicar" 5. Economía y cultura era un volumen de 457 páginas dividido en 22 capítulos con un prólogo, un apéndice y una sección bibliográfica. Esta última sólo registraba los textos de autores colombianos y latinoamericanos. Dejaba por fuera las obras de Hegel, Marx, Proudhon, Rosa Luxemburgo, Alfred
Marshall, Edwin Seligman, Werner Sombart, Rene Gonnard, Frangois Gény y Cari Schmitt citadas a lo largo del libro. Siguiendo el ejemplo de su amigo Germán Arciniegas, quería subrayar el esfuerzo nativo de la investigación. "Incluyendo en la bibliografía tan sólo las obras americanas, se acentúa aún más el sentido americanista de este ensayo. [Por esta razón] se ha prescindido de hacer figurar en ella las obras europeas, en las cuales se encuentren aquellas teorías generales que se han utilizado para la redacción de la obra"6. Formalmente, Economía y cultura cubre una extensión considerable de la historia nacional: el desarrollo de la vida económica colombiana desde la conquista hasta la Regeneración. Estudia la Colonia, la Independencia, los primeros años de la organización del Estado, las transformaciones de 1850, el radicalismo y la Regeneración. Estos períodos no tienen empero el mismo tratamiento. Las transformaciones de medio siglo, sus antecedentes y sus consecuencias —unos quince años, 1845-1860— se toman casi la mitad del volumen. Los tres siglos de la Colonia, no superan, por el contrario, las veinte páginas. La Regeneración tiene 35 páginas, y de éstas, 17 están dedicadas a exponer las dificultades de la Constitución de Rionegro, la Carta política del radicalismo. Ello hace que el libro sea ante todo una historia de la economía del siglo XIX con especial énfasis en el impacto de las reformas de 1850. Estos altibajos, no explicados por el autor, dejan en la mente del lector una impresión de caos, que se multiplica cuando se encuentra que algunos períodos, el radical especialmente, no están bien delimitados y su ubicación no es clara en el cuerpo del trabajo. Entre las reformas de 1850 y la Regeneración, el autor vacila en la fijación de fechas, eventos y procesos claves y al final cabalga sin rumbo por senderos encontrados. Todo esto se vuelve más notorio cuando los lectores tropiezan a la altura de la página 311 con el extraño capítulo
4 Carta a sus padres, Bogotá, septiembre 28 de 1941. 5 Ibid. 6 L. E. Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia (Bogotá, 1941), p. 457.
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XIX, el "Desarrollo histórico de la economía nacional". Este extenso apartado de 37 páginas, publicado por Nieto en una revista bogotana en 1939 7, es un ensayo autónomo, independiente, completo en sí mismo, que como lo sugiere el título, es un esquema del desenvolvimiento de la economía colombiana desde los tiempos coloniales hasta 1925. Su inclusión en el libro es forzada y si algún lugar hubiera podido alcanzar, sería como apéndice, pues —cabe recordarlo una vez más— Economía y cultura finaliza en 1886, el año de la afirmación institucional de la Regeneración de Núñez y Caro. Al anterior ordenamiento de la historia de Colombia, Nieto le sumó una segunda clasificación de mayor fuerza analítica que había usado con anterioridad en su conferencia "De la legislación de Indias al Nuevo Código Civil". Nieto distinguió allí seis momentos decisivos en la evolución nacional: la Colonia, la Independencia, la Reacción (o Restauración), la Revolución Económica (las reformas de 1850), la Organización Nacional (la Regeneración) y la Industrialización (el desarrollo del capitalismo moderno). Nieto tomó estos períodos de La evolución de las ideas argentinas de José Ingenieros, obra que cayó en sus manos en octubre de 1938 y que al momento causó un gran impacto en su pensamiento 8. "Magistral y maravillosa obra", le escribió por aquellos días con emoción a su amigo Gerardo Molina. "Sin saberlo el extinto profesor argentino hace en cada página materialismo histórico. Las directivas que lo guían son una pauta admirable para desentrañar el sentido de nuestras luchas políticas, desde la Independencia hasta la Regeneración"9. Este libro —manifestó a otro corresponsal—, "me servirá de guía y de orientación en un estudio similar sobre el desarrollo histórico de nuestra cultura, desarrollo ignorado y desconocido por nuestros historiadores
oficiales. Yo titularía mi obra Evolución de la cultura colombiana"10. Economía y cultura debe mucho a La evolución de Ingenieros. No sólo fue su fuente organizativa sino también la mentora analítica de buena parte de su contenido. El primer capítulo, por ejemplo, "Dos economías y dos sociedades", que ha sido muy popular entre los analistas colombianos de filiación marxista, se originó en una diferenciación del argentino. En su obra Ingenieros mostró cómo en la antigua nación austral coexistieron desde la Colonia dos sociedades antagónicas y profundamente diferenciadas: la del alto Perú y la del Río de la Plata. La primera, en las montañas andinas, con una fuerte población indígena, tuvo desde un comienzo un acento conservador, servil y "feudal". Allí se asentó la dominación española con toda su fuerza. La segunda, unida al mar e integrada por criollos con predominio de sangre europea, era una sociedad móvil, comercial, contrabandista e independiente. En ella tomaron aliento las ideas revolucionarias y los acentos democráticos que finalizaron en el movimiento de emancipación. Siguiendo este esquema, Nieto subrayó un proceso similar para el caso de Colombia, En el antiguo territorio de la Nueva Granada distinguió dos sociedades con sus respectivas bases económicas: la del Oriente colombiano y la de la región Central. El Oriente, integrado por el actual territorio de los Departamentos de Santander, fue desde los tiempos coloniales un mundo urbano, comercial y manufacturero. En sus áreas rurales no hubo encomiendas ni esclavitud. La población indígena desapareció rápidamente y los colonizadores se vieron en la obligación de explotar la tierra en pequeñas extensiones. A diferencia de esta zona, la región Central, formada por los actuales Departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Tolima
7 El Mes Económico y Financiero, No. 24, abril de 1939, pp. 45-63. 8 Publicada en tos volúmenes 13-16 de las Obras completas de José Ingenieros revisadas y anotadas por Aníbal Ponce (Buenos Aires: Ediciones L. J. Rosso, 1937). 9 Carta a Gerardo Molina, [Bogotá], Navidad de 1938. 10 Cartas a sus hermanos Tomás y Carlos, Bogotá, octubre 30 de 1938. Poco después hablarla de un segundo titulo,"Cultura y economía en la historia nacional", que al final evolucionó en el definitivo y más elegante: Economía y cultura en la historia de Colombia.
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y Huila, contó desde un comienzo con la población del imperio Chibcha. Allí se desarrolló una economía típicamente colonial fundada en encomiendas, latifundios y mercedes reales. En esta zona, escribe Nieto haciendo historia conjetural, "la vida es apacible y cordial, tranquila y suave"; en su entorno se afirma una sociedad ajena a la insurrección y a la violencia política. "Los sumisos indios, ya cristianizados, toleran en silencio la aguda explotación a que se los somete"11. En el Oriente colombiano, por el contrario, todo es inestable y movedizo; la economía no se acomoda a las trabas coloniales y su moradores son proclives a la conspiración y al tumulto. El levantamiento de los Comuneros de 1781 fue el mejor retrato de las tensiones que asistían a sus habitantes 12. Pero la lectura de Ingenieros fue mucho más allá de estos préstamos. En marzo de 1940, Nieto redactó para una revista de Buenos Aires, un sugestivo estudio comparativo sobre la experiencia colombiana y argentina que después incluyó como apéndice de Economía y cultura13. "En este ensayo —escribió a su padre—, intento demostrar que en el siglo pasado la cultura y la política nacionales de Colombia y la Argentina tienen el mismo contenido y reconocen las mismas condiciones históricas"14. Siguiendo de cerca los cuatro volúmenes de La evolución de Ingenieros, volvió a insistir en las "dos economías" y en las "dos sociedades", y comparó el desenvolvimiento de Colombia y de la nación austral a lo largo del siglo XIX. Allí estudió los desarrollos paralelos de la "Revolución", la "Restauración" y la "Organización
Nacional". La Revolución argentina, el período de Mariano Moreno y de Bernardino Rivadavia, halla su contraparte colombiana en Antonio Nariño y en Castillo y Rada. La Restauración, la vuelta a los intereses coloniales, los largos años de la actividad política del general Juan Manuel Rosas (1829-52), encuentra su realización en el gobierno de Santander y en los años de la administración del general Herrán. A continuación vino el interregno liberal que renovó los ideales de la Revolución y destronó la economía colonial. En la Argentina fueron impulsados por la generación de los proscritos —por Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi y Faustino Sarmiento—, y en Colombia por la generación del romanticismo social de 1850 cuya figura más notable fue el osado Manuel Murillo Toro. Este período fue superado por el de la Organización Nacional, que en la Argentina surgió con la caída de Rosas en los años cincuenta, pero que en Colombia se aplazaría hasta la década del ochenta con la llegada de Rafael Núñez al poder. Los colombianos debieron afrontar entre tanto el impetuoso federalismo de la Constitución de Rionegro, durante el cual se desmembró el territorio en regiones autónomas y políticamente autosuficientes, que Nieto —siguiendo a Miguel Samper— llamó "verdaderas satrapías feudales". Sólo en 1886 vino el país a encontrar el camino de la integración. "Tal es, concluye, la misión histórica del movimiento político denominado la 'Regeneración': descubrir las bases de la organización nacional de Colombia. La organización jurídico-política que ella crea en Colombia, guarda muchas analogías con la organización definida en la Constitución argentina de 1853"15.
11 L. E. Nieto Arteta, Economía y cultura, p. 14. 12 Esta diferenciación, persuasiva a primera vista, dejaba sin embargo muchos cabos sueltos. Era demasiado simple y esquemática. Nieto no se daba cuenta que ella excluía la mitad del territorio de Colombia. Nada se decía allí del gran Cauca, de la región Antioqueña y de la Costa Atlántica; estas zonas no parecían existir en su mente. Al borrarlas suprimía, por lo demás, una de las instituciones económicas más significativas del período colonial y de la primera mitad del siglo XIX: la esclavitud. Sólo se la mencionaba como ausencia en el caso de la zona Oriental, pero al tratar la región Central no surgía por parte alguna. Nieto parece haber tenido conciencia de las dificultades de esta clasificación. En el problemático capítulo XIX, ya mencionado, introdujo el Occidente colombiano, la región cafetera especialmente, como el heredero del espíritu industrial y comercial del Oriente. Allí habló del "Occidente espléndido y maravilloso", portador de un "capitalismo joven y audaz, emprendedor y dinámico". Pero este Occidente sólo entraba en escena en la segunda mitad del siglo XIX; antes de 1850 no parecía ocupar lugar alguno en la geografía nacional. 13 L. E. Nieto Arteta, "Homologías colombo-argentinas", Nosotros, Nos. 52-53, Buenos Aires, julio-agosto de 1940, pp. 50-73. El concepto de "homología." como instrumento del análisis comparativo, también había sido usado por Ingenieros en La evolución de las ideas argentinas. Allí abordó las "restauraciones" argentina y española en una sección denominada "Homología histórica hispano-rioplatense". 14 Carta a su padre, Bogotá, febrero 24 de 1940. 15 "Homologías colombo-argentinas", p. 73. La última frase de esta cita fue eliminada por Nieto del apéndice de Economía y cultura.
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Con las "Homologías colombo-argentinas" Nieto afinaba una vez más el esquema de Economía y cultura. El ensayo fue muy leído y alcanzó algunos elogios. Arciniegas lo exaltó y lo calificó de "estupendo"; en él "usted aprovecha las coincidencias para poner en claro momentos de excepcional interés en nuestra evolución política y económica"16. Un concepto más mesurado y analítico fue, sin embargo, el del filósofo argentino Carlos Cossio, quien le escribió desde Buenos Aires: "noto en usted una excesiva influencia de la interpretación ingenierista, tan unilateral, de la historia argentina". Nieto asintió; "realmente — contestó— hay una influencia excesiva de la interpretación ingenierista de la historia argentina, patente y muy patente en las 'Homologías'... Allí interpreté las tendencias culturales y políticas del siglo pasado dentro de las tendencias que informan la obra de Ingenieros"17. La bibliografía sobre la Argentina era escasa en Colombia y la prontitud de su pluma no daba respiro para mayores búsquedas en las bibliotecas de la capital.
La perspectiva analítica de Economía y cultura es un desarrollo de los enfoques empleados por Nieto y sus amigos en los años del Grupo Marxista. El empleo de la hipótesis del materialismo histórico —el fundamento económico como determinante en última instancia de los fenómenos políticos y culturales— es corriente a lo largo del libro. Postulados como "los partidos políticos son una expresión de la defensa de determinados intereses económicos"; "la anarquía económica produce y ocasiona, condiciona y suscita la anarquía política"; "1850 es una revolución social, es decir, una substitución de un modo colonial de producción por un modo comercial y manufacturero"; "las
luchas de gólgotas y draconianos eran una manifestación política de los intereses económicos de los comerciantes y de los intereses económicos de los manufactureros y artesanos", son frecuentes a lo largo de la obra y expresaban la grandeza y miseria de los esfuerzos analíticos de Nieto 18. Grandeza por aventurar una novedosa síntesis de la evolución económica y social del país y miseria por desconocer las complejidades de los procesos culturales, ahogándolos en apretadas manifestaciones de la vida económica. El núcleo de Economía y cultura es el estudio de la transición de la Colombia colonial a la Colombia "moderna", esto es, la evolución de una sociedad aldeana y campesina a una urbana, industrial y comercial. Aunque Nieto sabía bien que América Latina y Colombia no eran Europa, el marco de referencia que orienta su análisis es el tránsito del mundo feudal al mundo capitalista tal como fue estudiado por el marxismo19. Para Nieto la Colonia es una sociedad cerrada, incomunicada, "quieta", autosuficiente, cercada por monopolios y estancos, con relaciones de dependencia personal trenzadas por Encomiendas, establecimiento que "puede afirmarse sin temor a errar que es una Institución feudal"20. Este tipo de organizaciones unían el poder político con la propiedad territorial; allí el encomendero, como el señor feudal, tenía a su cargo la educación, la defensa y amparo de los indígenas, sus "siervos". Lo mismo ocurría con los resguardos que sellaban a perpetuidad el indio a la tierra e impedían su movilización a lo largo del territorio. En la economía agrícola colonial hay dos instituciones que expresan con gran nitidez y con mucha fortuna sociológica, el sentido feudal de la organización colonial: las Encomiendas y los
16 Carta de Germán Arciniegas, Buenos Aires, abril 2 de 1940. Las "Homologías" hablan sido redactadas a solicitud de Arciniegas —ahora en la secretarla de la Embajada de Colombia en la Argentina— quien deseaba organizar una exposición del libro colombiano en Buenos Aires. 17 Carta de Carlos Cossio, Buenos Aires, mayo 18 de 1942 y respuesta de Nieto, Bogotá, mayo 27 de 1942. 18 L. E. Nielo Arteta, Economía y cultura, pp. 46-47,124, 206 y 241. 19 Como se sabe, este proceso fue anunciado en su temprano ensayo de 1935 "Significado histórico de la Independencia". La transición colonialcapitalista como punto focal de Economía y cultura ya habla sido advertido por Jorge Orlando Meló en su trabajo pionero de 1969 sobre los estudios históricos en Colombia. Ver J. O. Meló, Sobre Historia y política (Medellín, 1979), p. 41. 20 Economía y cultura, p. 28.
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Resguardos de indígenas. Estos representan la economía colectiva aldeana y aquéllas el feudalismo 21. "El sentido feudal de la organización colonial", no desaparece con la Independencia. Se extiende por el contrario hasta 1850, cuando Colombia abre las puertas al comercio internacional y liquida los estancos, los monopolios, la esclavitud y los resguardos que impedían la libre circulación de la propiedad rural y de la mano de obra indígena. Con las reformas de medio siglo el país despierta de su largo sueño colonial —"de esa eglógica y descansada vida aldeana"—, y entra de lleno en la dinámica del desarrollo económico 22 . La población "libre" se mueve de un lugar a otro, el comercio se multiplica, se abren caminos y las comunicaciones por el río Magdalena se intensifican hasta niveles no conocidos en el pasado. El gran propietario de la tierra cede terreno ante nuevos grupos sociales con crecientes aspiraciones políticas: los manufactureros, los comerciantes y los artesanos. El comercio exterior con el tabaco a la cabeza, barre con las economías de archipiélago de la Colonia y crea las condiciones para la formación de una economía nacional expresada en un conjunto de relaciones estables y permanentes entre los sectores productivos del territorio de Colombia. Se amplía el consumo y el mercado interno, y el campesino que ahora cultiva cincuenta arrobas de tabaco en lugar de diez, no comprará mañana diez metros de mantas anuales sino quince o veinte. Estos cambios impulsan una delicada red de sutiles y recíprocas influencias entre la población, que terminan por afirmar los fundamentos materiales —las condiciones objetivas— de la reconstrucción jurídico-política de la unidad nacional. En síntesis, para Nieto las reformas de 1850 son la revolución burguesa en acción, y al final la expresión más acabada de "la
gran ley de la historia [representada en] la ampliación constante de las fuerzas productivas" 23. A partir de Nieto, 1850 se convirtió en un turning point historiográfico, y su descripción y análisis de aquellas transformaciones han pasado a ser una de las contribuciones más celebradas de Economía y cultura. Se han criticado sin duda muchas de sus apreciaciones y los posteriores analistas han advertido hechos que Nieto apenas tuvo en cuenta. Los nuevos investigadores han arrojado luz sobre el papel de los artesanos, sobre las luchas políticas, las ideologías y los orígenes sociales de la élite liberal y conservadora. Se ha ampliado, igualmente, el conocimiento sobre el impacto del comercio exterior y se han registrado no pocas contradicciones y flaquezas en sus explicaciones. Pero la postura básica de Nieto ha permanecido en pie. Los historiadores nacionales y extranjeros han estado en general de acuerdo acerca de la importancia de las reformas de medio siglo, e implícitamente han aceptado como justa la tesis de caracterizar aquellos años como una revolución económica y social. Para unos y otros es claro que hubo cambios en la dirección del Estado, que los "liberales" impulsaron políticas novedosas, que los medios urbanos conocieron las movilizaciones y el entusiasmo revolucionario, y que los cambios institucionales —la liberación del comercio exterior, la abolición de la esclavitud y la liquidación de los resguardos— alcanzaron enormes consecuencias en el conjunto de la sociedad. En pocas palabras, después de Nieto nadie ha puesto en cuestión el "significado histórico de 1850" 24 . Si esto ocurría con la economía, ¿qué sucedía con la noción de cultura que acompaña el título de la obra? A lo largo del libro no se encuentra una delimitación precisa de su contenido y alcance, a pesar de que lo "cultural" aparece con frecuencia
21 Ibid., p. 27. 22 lbid.,pp. 182y 189. 23 Ibid., pp. 117 y 281. 24 Una evaluación de la tesis de Nieto y de su influencia en la posterior historiografía, se encuentra en Frank Safford, "Acerca de las interpretaciones socioeconómicas de la política en la Colombia del siglo XIX: variaciones sobre un tema", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nos. 13-14 de 1985-86, pp. 97-100 y 111-17.
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asociado a la explicación de eventos y coyunturas históricas. Pero de su empleo se desprenden dos significados no siempre fáciles de integrar en una exposición metódica. Unas veces se la identifica con valores intelectuales y otras con creencias, hábitos y modos de vida dominantes en una sociedad. La primera acepción provenía de La decadencia de Occidente de Spengler y de las huidizas "superestructuras" de la tradición marxista. Abarcaba las artes, la literatura, la ciencia, la filosofía, el derecho, los idearios políticos y en general toda manifestación del pensamiento. La segunda, más vinculada con las ciencias sociales y la filosofía alemana, aludía al espíritu de los pueblos que cristalizan en estilos de vida propios y específicos. Así, cuando Nieto hablaba de la Colonia, una especie de anden régime que como sabemos sobrevivió al movimiento de Independencia, tendía a subrayar la fuerza de los hábitos y del espíritu colectivo heredados del dominio español 25. Pero de hecho, en el libro el peso de lo cultural estaba puesto en el derecho, en las ideologías, en las concepciones que impulsaban las políticas económicas de los secretarios de Hacienda y en los análisis y puntos de vista de los sociólogos y pensadores del siglo XIX. Aquí era donde las ideas se unían a los procesos económicos para impulsar aspiraciones de grupos y clases con poder e influencia en la sociedad. En las páginas de Economía y cultura hay mucho Derecho. No debe olvidarse que la redacción de la obra corría pareja al desarrollo del curso de "Introducción al Derecho" ofrecido en la Universidad Nacional. En las secciones dedicadas a la Colonia se estudia, por ejemplo, la legislación como privación de toda libertad y como freno al libre desenvolvimiento de las fuerzas productivas. Para el caso de la Independencia el lector encuentra abundantes reflexiones sobre la teoría
del pacto social de Rousseau y la noción de pueblo como titular del poder constituyente. Y cuando se llega al agitado 1850, aparecen detalladas descripciones sobre la caída de la reglamentación colonial y el correlativo ascenso de la legislación liberal en materia económica, social y política. Lo mismo ocurre con el Federalismo y la Regeneración, dos momentos de la historia nacional estudiados por Nieto a partir de las Constituciones de 1863 y 1886. No faltan por lo demás, las discusiones sobre la tensión fundamental que asiste al orden jurídico de las naciones latinoamericanas: el intento de afirmar un "derecho político liberal" en medio de una "realidad histórica antiliberal". Las ideologías políticas, las orientaciones de los secretarios de Hacienda y los puntos de vista de los pensadores del siglo XIX, ocupan igualmente un espacio considerable en Economía y cultura. Aquí el énfasis se encuentra en los lazos que unen las ideas con los procesos económicos, esfuerzo analítico que le confiere al libro un marcado acento sociológico. Al estudiar, por ejemplo, las políticas económicas entre 1830 y 1848 —el período de la "Reacción"—, vincula la defensa del sistema fiscal heredado de la Colonia con una actitud conservadora y profundamente "reaccionaria". De manera similar a lo ocurrido con la derrota de Napoleón, cuando las casas gobernantes de Europa se dieron a la tarea de restablecer el estado anterior a la Revolución Francesa, la élite neogranadina vuelve, según Nieto, al pasado en busca de una "restauración" del orden y equilibrios sociales perdidos durante los turbulentos años de la Independencia 26. Algo parecido ocurre con el tratamiento que Nieto dio a los "románticos sociales" de 1850, una categoría que había encontrado en La evolución de las ideas argentinas de Ingenieros, quien a su
25 Economía y cultura, p. 408. 26 Este es uno de los capítulos más débiles de Economía y cultura. Nieto asume que la defensa de los impuestos coloniales está estrechamente asociada a una mentalidad "reaccionaria* de los dirigentes de la época. Sin mediación alguna, identifica impuestos coloniales con visiones "restauradoras"; si aparecen los primeros, supone que surgirán automáticamente las segundas. Pero lo que en realidad ocurrió durante los anos de Santander, y de su secretario de hacienda Francisco Soto, es algo bien distinto. Ellos echaron mano de algunos impuestos coloniales, no para "restaurar" la autoridad, el ideario y los modos de vida del dominio español, sino para responder a las urgentes demandas económicas de la administración de un incipiente Estado independiente.
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vez la había tomado de la experiencia francesa de los años que antecedieron a la Revolución de 1848. A juicio de Nieto, el romanticismo social estuvo representado en la Nueva Granada por los gólgotas, un grupo integrado por la nueva generación de escritores y analistas sociales portadores de una exuberante fe en la justicia, el progreso y las bondades de la industria. Eran altruistas, sentimentales y humanitaristas, la representación misma del ímpetu y la emoción. Los empujaba un sentimiento que no quiere ni acepta someterse a normas que limiten la libre y autónoma realización del ser humano. Enarbolaron las banderas contra la Colonia y en su lugar promovieron una sociedad basada en el individuo, la libre iniciativa, el liberalismo y la democracia. "Con ellos aparece en la realidad histórica de la economía nacional y en la cultura colombiana, la noción y el espíritu de la revolución industrial". Detrás de esta juvenil fogosidad venían los comerciantes, los exportadores de productos agrícolas y los manufactureros, los agentes llamados a eliminar "la hegemonía social del latifundio y el monasterio", las dos fuerzas sobre las cuales descansaba la Colonia 27. Las fuentes constituyen la mejor muestra de las ideas que circulan por la obra de Nieto. El libro no es fruto de una investigación de archivo. Su base empírica parte de unos pocos materiales impresos y de fácil consulta: las relaciones de mando de los virreyes, las constituciones y las memorias de hacienda. Son documentos institucionales que registran las políticas, las disposiciones, los programas y los logros de los diferentes gobiernos. A ello se suman, por supuesto, los autores que alimentan las explicaciones y en no pocos casos las descripciones mismas de los procesos estudiados. En sus capítulos se citan una y otra vez los escritos de Salvador Camacho Roldan, Rafael Núñez, Aníbal Galindo y de los hermanos José María y Miguel Samper. Todos ellos eran liberales y habían participado en las reformas de
mitad de siglo, y en su juventud habían militado en las filas gólgotas o habían estado muy cerca de su particular impulso romántico. "A ellos les debo las tendencias centrales en las cuales se inspira este ensayo", escribió Nieto 2 8 . Su acercamiento al período español y al siglo XIX partió de estos escritores y a ellos debe la imagen de la Colonia y la visión de los cambios de mitad de siglo y de la Regeneración que desarrolló en Economía y cultura. "La Colonia era un verdadero feudo", había escrito, por ejemplo, Aníbal Galindo en sus Apuntamientos para la historia económica y fiscal del país en 1874 29. De este trabajo tomó, además, su fuente primaria más preciada: las memorias de hacienda. En los Apuntamientos Galindo había trazado una primera reconstrucción de la evolución económica del país a partir de extensas glosas de los informes presentados por los secretarios de Hacienda al Congreso. Y este fue el método seguido por Nieto 67 años después. La organización interna de estos materiales es uno de los rasgos formales más precarios del libro y descubren al momento las deficiencia formativas del autor. Como los representantes de "las languidecientes academias nacionales de historia" que tanto criticó, Nieto abusó allí del tosco empirismo de la cita in extenso. Transcribe las fuentes espaciosamente y a veces sin criterio. No selecciona los pasajes relevantes de un documento; tiende por el contrario a duplicarlo en forma completa. Siguiendo indiscriminadamente esta práctica, llena páginas enteras con agobiantes citas de difícil seguimiento, que al final terminan por gobernar el contenido de los capítulos. Y más que la aclaración de los problemas objeto de estudio, el lector sospecha que el objetivo no manifiesto de aquellas reiteradas transcripciones es robustecer el lomo del libro. Ello hace que no pocas secciones tengan el sabor de una antología de las memorias de hacienda o de los juicios de los sociólogos del siglo XIX sobre un asunto determinado. Cuando Nieto leía un texto y lo
27 Economía y cultura, pp. 106y 180-81 (el subrayado es nuestro). 28 lbid., p.7. 29 Aníbal Galindo, Escritos económicos y fiscales (Bogotá, 1978), p. 120.
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encontraba de interés, lo "cortaba" y a continuación lo "pegaba" al cuerpo del libro anteponiéndole una locución o frase introductoria que insinuara continuidad y enlace. Era un empleo pasivo y meramente receptivo de las fuentes en el trabajo histórico; un uso multiplicado del tradicional método de "tijera y engrudo" 30. Muchas veces la explicación de todo un proceso descansaba en una cita tomada de una fuente secundaria. En lugar de condensar la presentación de sus elementos mediante un esfuerzo personal, Nieto optaba por el cómodo procedimiento de abrir comillas y cerrarlas una o dos páginas más adelante. Es el caso del largo extracto de Rene Gonnard que aparece al comienzo del segundo capítulo. Allí descargó en los hombros del conocido historiador de las ideas económicas, la descripción y análisis de las consecuencias negativas que tuvo la afluencia de metales preciosos en la economía española 31. Una mirada más detenida del libro muestra el peso y cuantía de este método de exposición. Como lo sugiere el cuadro "Análisis de contenido de Economía y cultura", Nieto apenas escribió la mitad de la obra; la otra mitad la ocupan las extensas y agotadoras citas. Hay inclusive capítulos en los cuales no redactó más del 30% de las páginas y en ellos su prosa tiende a esfumarse ante la exuberancia de las comillas. Nieto le trasladó así al lector la tarea de asimilar un material indigesto cuya obligación era procesarlo antes de llevarlo a la casa editora. Allí el desamparado lector se encuentra abrumado, si no francamente perdido, en medio de una anegada red de extractos que no parece moverse en dirección alguna y que termina por restarle dinamismo a la obra, haciendo de Economía y cultura un volumen extenuante y de lectura lenta y monótona que pocos estudiosos mantienen hasta el final.
Esta modalidad tuvo consecuencias más allá de las estrictamente formales y organizativas. Como se indicó, el tratamiento del mundo colonial, de los cambios de medio siglo y de la Regeneración proviene esencialmente de los sociólogos liberales del siglo XIX. Pero un caso extremo es el capítulo XXII, el último, uno de los más olvidados por los analistas de 1a obra de Nieto. A diferencia de los anteriores, no se ocupa en él de historia económica ni de conflictos de clase. Es un capítulo eminentemente jurídico donde el profesor del curso de "Introducción al Derecho" hace gala de sus conocimientos constitucionales. Allí no aparecen las memorias de hacienda ni los variados nombres de los pensadores decimonónicos. Sólo dos libros y dos autores: el Derecho público interno de José María Samper y La reforma política de Núñez, cuyos extractos ocupan casi las dos terceras partes del capítulo. Del libro de Samper —un pertinaz crítico de la Constitución de 1863— tomó la imagen del radicalismo, y de los ensayos de Núñez extrajo su juicio sobre la Regeneración. En todo el capítulo no se cita el punto de vista de un paladín de la época radical ni los juicios críticos sobre la Regeneración. Nieto sólo atiende a la mirada de Samper y a los programas y retórica de Núñez. De todo esto surgió un cuadro muy particular que después hizo carrera hasta convertirse en lugar común. A partir de sus fuentes, los años de la Carta de Rionegro fueron calificados por Nieto como inestables, antinacionales, confusos y caóticos; tiempos "deplorables", la institucionalización misma de la anarquía política. Contra esta alteración de la vida del país, surgió el equilibrio y la paz políticas de la Regeneración, movimiento que emprendió el proceso de racionalización del Estado y del fortalecimiento de la organización
30 Ver R. G. Collingwood, Idea de la historia (México, 1980), pp. 259-60. A este rasgo que aproxima el libro al método de exposición seguido por los "académicos", Nieto unió otro que lo acercó aún más al instrumental de los historiadores tradicionales: la ausencia de un registro cuidadoso, profesional, de las fuentes. Como la mayoría de los analistas que deseaba superar, abre comillas y al cerrarlas se olvida señalar textos citados. En relación con estas prácticas, Economía y cultura no es propiamente una obra de ruptura sino de transición. Sin sospecharlo el autor se hallaba todavía muy cerca del estilo de trabajo de la "historia oficial". 31 El extracto de Gonnard fue tomado de su popular Historia de las doctrinas económicas (Madrid, 1931), pp. 59-60.
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Análisis de contenido de Economía y cultura (Porcentaje de citas y texto original) Citas Capítulos
Texto
Mem.de
Soc. del
Otros
Total
de Nieto
Hacienda
siglo XIX
textos
citas
TOTAL
(2) 26
(3) 8
34
100
18
Cap. 1
(i) 66
Cap. II
28
Cap. III
54
Cap IV
-
54
72
100
-
46
46
100
71
-
16
13
29
100
Cap. V Cap. VI
67 25
3 67
8 8
22 -
33 75
100 100
Cap Vil
33
49
10
8
67
100
Cap VIII
38
41
21
-
62
100
Cap. IX
64
25
11
-
36
100
Cap X
25
54
12
9
75
100
Cap XI
66
3
15
16
34
100
Cap XII
56
23
13
8
44
100
Cap. XIII
48
37
11
4
52
100
Cap. XIV
21
79
-
-
79
100
Cap. XV
72
-
21
7
28
100
Cap. XVI
77
-
14
9
23
100
Cap. XVI
39
49
6
6
61
100
Cap. XVHI
31
8
25
36
69
100
Cap XIX
54
5
33
8
46
100
Cap. XX
30
57
13
-
70
100
Cap. XXI
63
23
9
5
37
100
Cap. XXII
38
-
59
3
62
100
Apéndice
60
5
5
30
40
100
51
100
% TOTAL
49
~
(1) Para lograr una mayor exactitud en la medición del contenido, se contabilizó el número de renglones ocupados por la pluma de Nieto versus el número de renglones integrados por las citas. En los cálculos no se tuvo en cuenta el espacio ocupado por los cuadros estadísticos. (2) Sociólogos del siglo XIX: extractos de Salvador Camacho Roldan, Rafael Núñez, Aníbal Galindo y los hermanos José María y Miguel Samper. (3) Extractos de otros autores nacionales, de escritores extranjeros, de las Relaciones de Mando, de los cronistas coloniales y de los textos legislativos (leyes, decretos, mandatos constitucionales, etc.).
nacional demandada por la anterior expansión de los nexos económicos entre las regiones. Su aparición fue por lo tanto un hecho inevitable; respondía a fuerzas sociales y a condiciones económicas que buscaban una necesaria transformación del país. "El movimiento histórico
de mayor objetividad sociológica", escribió Nieto con entusiasmo. Por eso, concluye, "la Regeneración fue una revolución", y éstas, según el canon marxista, sólo surgen cuando "corresponden a imprescindibles necesidades históricas" 32.
32 Economía y cultura, pp. 409, 413 y 415. Este tratamiento de la era radical y la correspondiente exaltación de la Regeneración, prepararon el terreno para el Rafael Núñez del joven Indalecio Liévano Aguirre, publicado tres años después. Allí Liévano llevó al extremo la condena del radicalismo y el salvamento y justificación de la Regeneración.
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Difícilmente se podía encontrar una mayor defensa y consagración de un período por parte de un historiador moderno. Pero aquí no terminaba el examen de aquellos años. Al abordar la Constitución de 1886, la expresión jurídica del proyecto regenerador, Nieto llegó a generalizaciones que hoy en día sorprenden a los estudiosos del Derecho público. La calificó de "liberal" y "democrática". Queriendo aplicar las ideas del constitucionalista alemán Cari Schmitt, emprendió un rodeo teórico para introducir un nuevo actor en la vida política: la nación. Señaló que cuando Núñez declaró que "la Constitución de Rionegro había caducado", se estaba afirmando implícitamente una teoría del poder constituyente que se apoya en la decisión política de la nación como ente compacto y organizado. Aquella novísima entidad, no era más que el pueblo con capacidad, conciencia y voluntad de obrar, que Nieto encarnó en las acciones del Partido Nacional, la agrupación de conservadores y liberales independientes que sirvió a Núñez para emprender sus reformas. A su juicio, este partido representó la unidad del pueblo y destruyó la "obstinada y terca fracción radical". Ahora bien, como la democracia —según Schmitt— expresa la existencia del pueblo como entidad políticamente consciente, y, en cuanto tal, inspirador del poder constituyente que se da a sí mismo una Constitución, la "Regeneración fue un movimiento democrático" 33. Todo esto era por supuesto muy forzado, especialmente cuando agregaba que Núñez era un hombre de "ideología liberal, enternecedoramente liberal" . En su libro Nieto nunca tornó
la mirada sobre las ejecutorias de la Regeneración. Su discusión no superó el formalismo jurídico y la exposición doctrinaria que había tomado de los textos de Samper y de Núñez. No hizo mención alguna de las tensiones políticas y de los frecuentes alzamientos y guerras civiles, consideradas una endemia del radicalismo, que acompañaron las administraciones "regeneradoras". Tampoco aparece en sus páginas un examen del espíritu confesional y autoritario que informaba la Carta del 86, rasgos que ponían en cuestión sus efusivas declaraciones acerca de la "Constitución liberal" y del "Estado liberal de Derecho" de la Regeneración 35. Nada se decía de la centralización del poder público, del fortalecimiento de la autoridad presidencial, de las limitaciones a la libertad de prensa, de la afirmación de la Iglesia como elemento básico del orden social o de la organización de la educación a partir del dogma católico. Todos estos aspectos fueron oscurecidos por una imagen algo idílica de armonía social y de estabilidad política. Tiempo después, sin embargo, el mismo Nieto habló de las flaquezas de su apasionado capítulo XXII. Era consciente de que había llegado a conclusiones apresuradas a la luz de teorías no suficientemente trabajadas, y que de ello había resultado un cuadro harto pobre sobre un período de gran significado en la historia del país. En una ocasión escribió al jurista Carlos Lozano y Lozano: Le ruego me diga qué impresión la causó Economía y cultura. Sus comentarios me serán muy valiosos para una posible segunda edición. Me inclino a pensar que el capítulo final sobre la Regeneración habrá sido considerado
33 Economía y cultura, pp. 426-27. Nieto volvió a discutir estos temas en su ensayo "Cari Schmitt y la teoría democrática" [Derecho, vol. Vil, Nos. 6465 y 66-67 de 1943 y 1944]. Su familiaridad con Schmitt provenía de la Teoría de la Constitución (Madrid, 1934) y de la Defensa de la Constitución (Barcelona, 1931), dos obras que habla adquirido en España. Anos después, en carta a un amigo, Nieto resumió los intereses académico-interpretativos del último capitulo de su libro: "En ese capitulo sugiero que inicialmente la Regeneración fue obra de un gran partido nacional y sostengo además que, dentro de la teoría schmittiana sobre la democracia, la Regeneración fue un movimiento democrático que, afirmando la unidad del pueblo consigo mismo, reconstruyó la unidad de la nación colombiana, eliminando-el federalismo contractualista de Rionegro, efecto de ese desdibujamiento de las diferencias entre liberalismo y anarquismo que se da en el seno de la pura concepción liberal del Estado". Carta a Carlos Holguín y Holguln, Bogotá, marzo 27 de 1945. 34 Economía y cultura, p. 417. 35 Ibid., p. 423.
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inexacto. En realidad he debido explicar más ampliamente mi pensamiento. Quedó un poco trunco 36.
Pero si Economía y cultura arrastraba consigo todas aquellas lagunas, omisiones y descuidos, ¿donde reside su fuerza que la ha convertido en un texto clásico de la historiografía nacional? En primer lugar, en el intento de superar el estado de los estudios históricos en el país. Es la primera manifestación de un movimiento de renovación que en pocos años se vio robustecido con esfuerzos de mayor criterio, como los de Indalecio Liévano Aguirre, Guillermo Hernández Rodríguez, Juan Friede, Luís Ospina Vásquez y Jaime Jaramillo Uribe. Todos ellos deben mucho a Nieto, no obstante que hayan cuestionado no pocas de sus interpretaciones. No es necesario estar de acuerdo con los puntos de partida de Economía y cultura para aprender de sus páginas; un error proveniente de un libro clarividente es mucho más instructivo que la apreciación correcta de un texto carente de imaginación. En segundo lugar, la fuerza de la obra proviene de su entramado teórico, del esquema inicial que organiza por primera vez y de manera comprensiva el desenvolvimiento de la economía nacional. A diferencia de la historiografía académica, abandona el relato fácil e impresionista y ofrece una historia analítica centrada en los procesos que comprometen el conjunto de la sociedad. Mediante un esquema sencillo, demasiado pobre quizá para los historiadores profesionales, asimila el caso colombiano al desenvolvimiento general de las sociedades modernas. En sus páginas se describe la experiencia de un país que con un pesado marco tradicional —"colonial"—, se asoma tímidamente
a la civilización capitalista que por aquellos años comenzaba a unificar las más alejadas y marginales economías del planeta. Y en tercer lugar, al intento de examinar algunas dimensiones de la cultura a la luz de las tensiones sociales y de los cambios surgidos en la esfera económica. Con todas sus dificultades —esquematismos, generalizaciones ex nihilo, ausencia de datos adecuados, fragilidad en la investigación de archivo, debilidades teóricas provenientes de una aplicación mecánica de marcos de referencia extraídos de otras experiencias históricas, etc.—, sus capítulos brindaron en su momento sugestivos atisbos, intuiciones e hipótesis para orientar trabajos con metodologías más rigurosas. Y en lo que respecta al marxismo, el libro presenta uno de los primeros intentos de aplicación —tosco y elemental en muchos casos— del materialismo histórico al caso de Colombia. Los futuros historiadores de las ideas encontrarán en sus explicaciones la huella de una recepción no pasiva del legado de Marx, hecho que une a Economía y cultura con similares intentos emprendidos en otros países de América Latina como los de Rodolfo Puiggrós en la Argentina, Caio Prado Jr. en Brasil, Volodia Teitelboim en Chile, Federico Brito Figueroa en Venezuela y Luis Chávez Orozco en México. Todos ellos, y Nieto no fue una excepción, habían aprendido las lecciones básicas en los influyentes Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui aparecidos en Lima en 1928 37. ■ Nieto estaba seguro de la originalidad de su obra. Es una de mis "creaciones intelectuales máximas" le escribió a su padre; con ella "he querido contribuir a la creación de una nueva ciencia histórica nacional" le confió a un amigo. Y con sentido autocrítico recordó que sus anteriores
36 Carta a Carlos Lozano y Lozano, Rio de Janeiro, septiembre 19 de 1948. En vida, Nieto no logró sacar una segunda edición de su libro. Esta sólo aparecería 20 años después bajo el sello de Ediciones Tercer Mundo (1962). Los mil ejemplares de la primera edición parecen haber sido suficientes para cubrir la demanda de los escasos lectores de temas históricos de la época. Pero con la apertura de los departamentos de historia durante los años sesenta y setenta, sumada a la irrupción del marxismo en el escenario académico y al creciente interés por la historia económica y social, Economía y cultura se convirtió en el "Henao y Arrubla" de las primeras generaciones de historiadores profesionales. En la sola década de los setenta aparecieron cuatro ediciones y en el decenio siguiente dos más. En el transcurso de aquellos años hubo, por supuesto, una lectura muy devota de sus explicaciones y puntos de partida, pero a medida que la erudición creció, su impacto comenzó a declinar. Hoy en día ha perdido ímpetu ante la irrupción de los numerosos manuales y textos generales sobre la Colonia y el siglo XIX. 37 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos de historia social (Bogotá, 1989), vol. II, p. 157.
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escritos se resentían de "cierta ausencia de originalidad" por falta de pensamiento propio e independiente. Esta sensación de triunfo se vio corroborada rápidamente por los aplausos de sus colegas, quienes al momento le manifestaron que era lo más logrado de sus frutos. "Va a ser la obra decisiva en su carrera de escritor e intérprete de la realidad histórica colombiana", le reiteró Arciniegas desde la Argentina 38/. Con el fin de alcanzar una mayor recepción, Nieto pidió a su amigo Arciniegas, de gran éxito editorial por aquellos días, un prólogo en el cual registrara las innovaciones de la obra. "Me gustaría —le insistió— que no fuera totalmente elogioso", sino más bien "una dura y rígida recensión crítica" de los problemas abordados en el libro39. Arciniegas aceptó el requerimiento y a los pocos días envió el manuscrito, pero Nieto lo rechazó de inmediato. Era un texto impresionista y ligero, contrario al espíritu de la obra y nada apropiado para presidir las innovadoras páginas de Economía y cultura. Germán Arciniegas —le escribió a su padre— remitió por avión el prólogo de Economía y cultura. Pero desgraciadamente... es muy doméstico y familiar. Se titula "el autor de este libro". Es un intento de suministrar algunas explicaciones en torno a mi modo de ser y a mi carácter. Está escrito en el estilo impecable de Germán. En vista de su contenido, he decidido no publicarlo, rechazarlo, y en cambio escribir yo mismo una presentación en la cual relievaré la oposición que existe entre la historia tal como se explica en la obra y la historia oficial de la Academia Nacional de Historia 40. El prólogo de Nieto, de no más de tres páginas, redactado en un lenguaje apretado, casi aforístico, hacía hincapié en la nueva interpretación de los hechos. Apuntaba que en el país había una crisis en la investigación manifiesta en la reproducción
de unas pocas afirmaciones triviales que ocultaban el verdadero desarrollo de la historia. Por ello "el autor del presente ensayo se atreve a asegurar que considera que ha escrito, más o menos desacertadamente, una obra original". No es fácil saber con exactitud lo que quería indicar con la expresión "desacertadamente", pero el contexto sugiere que Nieto aludía a la forma ensayística, suelta y asistemática del libro. Siempre consideró a Economía y cultura "un ensayo", un texto abierto con ideas en formación y resultados susceptibles de adelanto y mejora. No ofrecía todas las pruebas exigidas por la investigación acabada, pero indicaba nuevas interpretaciones sobre hechos y períodos supuestamente conocidos. ¿Cuáles eran las orientaciones intelectuales que guiaban su trabajo historiográfico? Sin mayores explicaciones, apuntó que todo hecho histórico es una individualidad propia y específica, distinta e irrepetible, que sólo puede aprehenderse mediante una comprensión intuitiva de su significación intencional. Con esta estrategia cognoscitiva quería superar las limitaciones de la interpretación positivista de la historia, muy dada a concebir los fenómenos culturales como meras realidades materiales. Esta apretada exposición de motivos era desconcertante, si no francamente insólita. Los lectores sabían que el libro era algo bien distinto, pues una y otra vez se habían encontrado en sus capítulos con el "objetivismo" de las explicaciones marxistas y el "causalismo naturalista" de los positivistas colombianos del siglo XIX. Ahora Nieto parecía abjurar de unos y de otros para adherirse a corrientes de pensamiento no usadas en la obra. Estas ambiciosas declaraciones de método — tomadas en escorzo del neokantismo alemán— no eran propiamente un resumen de los resultados de Economía y cultura, sino más bien el anuncio de un programa para futuras investigaciones. Nada había en el volumen que legitimara "comprensiones intuitivas" ni mayor cuidado por las "indivi-
38 Cartas a su padre, Bogotá, octubre 22 de 1941, y a Jaime Tobórt Obregón, Bogotá febrero 22 de 1942; y cartas de Germán Arciniegas, Buenos Aires, enero 9 de 1941, y de Jaime Tobón Obregón, Medellín, febrero 4 de 1942. 39 Carta a Germán Arciniegas, Bogotá, septiembre 28 de 1941. 40 Carta a su padre, Bogotá, noviembre 15 de 1941. Desgraciadamente, el prólogo de Arciniegas no aparece en los papeles de Nieto y hoy se lo da por perdido.
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dualidades" de los hechos. Por el contrario, los lectores estaban suficientemente familiarizados con su afán generalizador y su permanente y reiterativo esfuerzo por equiparar los procesos nacionales a la experiencia europea. Pero en el prólogo había mucho más. Se insinuaba una agenda para posteriores trabajos y se sugerían nuevos enfoques para el estudio de la cultura. Nieto sabía que el libro acentuaba la descripción de la realidad económica y social, quedando para posteriores investigaciones un examen más detallado de las realidades políticas y culturales. Esto no debería llevar, sin embargo, a creer que los fenómenos culturales sólo podían ser abordados a partir de las relaciones externas con los supuestos históricos que los habían producido. También podían ser explorados internamente, en sus aspectos meramente formales. Era de esperar que futuras obras presentaran la cultura "como un cuerpo inhistórico" a partir de una exhaustiva indagación de la fisonomía y rasgos de su contenido. En el prólogo había empero una notable ausencia. No aparecía por parte alguna el examen de la historiografía de la Academia Nacional de Historia que Economía y cultura deseaba superar. En los condensados párrafos del prefacio sólo se aludía a la "grave crisis" de la ciencia histórica y a la "triste penuria intelectual" de las investigaciones sobre los hechos del pasado. Pero nada se decía de los énfasis y del método de trabajo de los "académicos". Sin embargo, de otros textos se pueden reconstruir los puntos esenciales de su querella con la "historia oficial". Para Nieto la historia de la Academia se caracterizaba por un contenido y un enfoque muy especiales: nombres ilustres, fechas célebres, hechos gloriosos, descripciones y énfasis en los fenómenos políticos. Era una historia de pompa y esplendor, muy dada al relato y a la crónica animada y placentera. Sus inclinaciones heroicas resaltaban la descripción
como tarea básica del historiador. A ello se unía un desmesurado interés por la política, asociado generalmente a las motivaciones de los dirigentes y a las acciones de los partidos, que impedían la evaluación objetiva del pasado. "Conocido el partido al cual pertenece el historiador —escribió en una ocasión— se sabrá a ciencia cierta la actitud que optará ante ciertos hechos históricos"41. Años después, Nieto volvió sobre su singular prólogo y halló que en verdad había mucha distancia entre su ambicioso programa metodológico y lo que en realidad ofrecía el contenido del libro. Encontró que las imputaciones causales de tipo "naturalista" y las interpretaciones del curso de los hechos a partir de condicionamientos económicamente orientados, regían las explicaciones de Economía y cultura. Pocas cosas podían corregirse. La obra tenía una orientación muy clara y un intento de hacer cambios resultaría en un texto diferente. Actualmente—escribió a un amigo argentino—, no habría escrito en la misma forma y dentro del mismo contenido, algunos capítulos de Economía y cultura. Se trata de lo siguiente: hay en la mencionada obra una orientación naturalista, es decir, siempre se busca el descubrimiento de las "causas" que han producido los hechos históricos que allí se analizan. Yo incurrí en la errónea identificación positiva o naturalista de lo histórico con lo físico o natural, a pesar de que en el prólogo afirmo que he "superado" el positivismo. Ello ocurrió porque los autores colombianos y argentinos en que me inspiré eran de orientación positiva. Actualmente estimo que en mi obra faltó un capítulo, el más importante: la descripción del hombre determinado, del peculiar tipo de hombre histórico que hizo la revolución anticolonial de 1850, así como también el análisis o descripción del hombre colonial.
41 Ver Luís E. Nieto Arteta, Ensayos históricos y sociológicos, pp. 218-20. En dos misivas de 1938, apuntó que "los Jesús María Henao, Gerardo Arrubla y Alejandro Bermúdez —mi profesor en las aulas de Santa Clara— se habían dedicado tontamente a hacer una historia de oropel: 20 de julio, 7 de agosto, Junín, Ayacucho, conspiración septembrina, etc. Sólo nos han presentado en su pobres manuales unos hechos que no son los que nos pueden dar la comprensión exacta de los sucesos históricos de nuestro país. La historia colombiana está por hacer. Continúo creyendo que esos historiadores cumplieron a satisfacciónla tarea de allegar (rigentes datos, pero no tos supieron utilizar debidamente. Su Interpretación será función de los nuevos historiadores. Yo mismo considero, sin petulancia y sin algarabías, a mis ensayos, un esfuerzo por crear la historia nacional". Condensación de dos cartas a su hermano Tomás incluida en una correspondencia colectiva a su familia. Bogotá, julio 12 y julio 29 de 1938.
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Mientras ese hombre no se formó, no hubo revolución anticolonial, ni la podía haber. Ahora bien, ¿por qué se formó ese tipo de hombre? La pregunta estaría mal formulada, aún cuando para un secuaz del materialismo histórico la respuesta sea muy sencilla: porque se había transformado la economía de la Nueva Granada. Justamente el materialismo histórico (expresión de suyo contradictoria) naturaliza la realidad histórica. Los diversos tipos de hombre (el hombre es un ente histórico) surgen y se forman espontáneamente, aún cuando dentro del mundo en el cual se constituyen o formen sea menester considerar siempre los hechos de carácter económico. Para eliminar estas limitaciones de Economía y cultura he pensado escribir algún día otra obra titulada "El hombre colombiano del siglo XIX". No sé cuando podré escribirla o si la vida me depare la posibilidad de hacerla 42.
Los primeros ejemplares de Economía y cultura salieron a la calle en diciembre de 1941, y dado que el año llegaba a su término, la casa editorial optó por registrar en el colofón la finalización de la impresión "el día dos de enero de mil novecientos cuarenta y dos". El volumen se difundió con rapidez y alcanzó una recepción muy temprana en los periódicos y revistas de la capital. A comienzos de enero, Alberto Lleras Camargo informó a los lectores de El Liberal que un libro del señor Nieto Arteta, "indispensable para los profesores y alumnos de la universidad", se encontraba en las librerías. Lo consideraba la mejor contribución que se había hecho en los últimos años a la historia de Colombia y felicitaba el original manejo de las fuentes para ofrecer una exposición de conjunto
de la formación económica del país. Aseguraba que el autor se vería recompensado en poco tiempo con el éxito de su texto, "digno de prolongar la tradición interrumpida de los grandes tratadistas del liberalismo económico del siglo XIX"43. Al mes siguiente la Revista Javeñana, el órgano de la Universidad Pontificia de los jesuítas, saludaba la salida de la obra como un gran acontecimiento intelectual. Con ella "el edificio de la sociología colombiana gana en amplitud, verdad y realismo". La reseña aplaudía la objetividad, la independencia de criterio y el acopio documental de los capítulos. "Nieto Arteta investiga como un germano". Y a continuación venían los acentos críticos. Con agudeza el redactor anónimo de la nota apuntaba que los análisis de Economía y cultura se resentían "de cierta influencia de la concepción económica marxista" y de no pocas afirmaciones ligeras como aquella de que "el Estado no debe justificarse ni legitimarse" o aquella otra que aludía al "estudio totalmente inútil, entonces como ahora, del derecho romano"44. La recensión de mayor sabor analítico provenía del joven Jaime Jaramillo Uribe, redactor por aquella época de la revista Educación, la publicación periódica de la Escuela Normal Superior 45. Para Jaramillo el libro constituía el primer intento coherente de aplicar el marxismo a la interpretación de la vida social colombiana. Encontraba, sin embargo, muy estrecha la visión de la historia nacional como resultado de un antagonismo entre dos formas de producción: el Oriente urbano y manufacturero y el altiplano agrario y latifundista. A su juicio, el esquema era demasiado simple, pues no daba lugar a la economía mercantil y a la economía minera y esclavista afincadas en el Occidente colombiano. Le parecía igualmente extraño "el arrebato autoctonista" de Nieto, al
42 Carta a Roberto Torres Suárez, Bogotá, diciembre 27 de 1953. 43 El Liberal, enero 5 de 1942. 44 Revista Javeriana, tomo XVII: 81, febrero de 1942, p. 59. Las afirmaciones de Nieto se encuentran en las páginas 56 y 232 de Economía y cultura. En una nota manuscrita que acompaña el recorte de este comentario, Nieto escribió que lo consideraba "el más objetivo y exacto" de los publicados por aquellos días. 45 Educación, No. 4, marzo-abril de 1942, p. 450 (reproducida en J. Jaramillo Uribe, De la sociología a la historia, Bogotá, 1994, pp. 263-64).
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querer subrayar los escritores latinoamericanos en detrimento de los europeos, posición paradójica en un libro que partía de un marco de referencia y de un método de la más pura estirpe europea: el marxismo. Además, el autor parecía olvidar que los sociólogos del siglo XIX a los que tanto recurría, se habían formado en el positivismo y en las derivaciones filosóficas que aquella tradición de pensamiento había alcanzado en el Viejo Mundo. Pero ante cualquiera otra reserva que pudiera hacerse, Jaramillo juzgaba que era preciso considerar "el libro del señor Nieto Arteta como uno de nuestros mejores ensayos de interpretación histórica". También hubo aplausos de la izquierda. El Diario Popular, un periódico comunista, saludó la obra como indicio de "que el país comienza a vivir un nuevo clima político y que nuestros estudiosos de la historia tienen una posición nueva, crítica y beligerante, y distanciada de la tradicionalmente asumida por los ratones de biblioteca que viven en los podrideros de las academias. Nieto Arteta no tiene escrúpulo alguno en situarse ante la realidad colombiana con un amplio criterio revolucionario, revisando sin prejuicios ni compromisos las corrientes, los hombres y las doctrinas" 46. El comentario del Diario Popular era quizá sensible a un velado mensaje de cambio radical estampado por Nieto en los últimos renglones de Economía y cultura. Allí dejaba abierta la posibilidad de una transformación
socialista de Colombia. Si la Regeneración había afirmado un Estado liberal de Derecho —el Estado burgués—, las inevitables contradicciones internas que asisten a este tipo de estructuras políticas lo llevarán irremediablemente a su destrucción una vez que hayan madurado las condiciones sociales de su necesaria superación. El Estado creado por la Regeneración, escribe Nieto, es por lo tanto "un Estado perecedero que podrá ser eliminado o deberá ser eliminado por la revolución"47. Este era el impulso postrero que acompañaba el libro de un joven de 28 años que se había dado a la tarea de "crear una nueva ciencia histórica nacional". No estaban, por lo tanto, muy equivocados los editores de Economía y cultura cuando en la solapa de la cubierta estamparon la siguiente exhortación comercial: [Esta obra] puede estimarse como uno de los más valiosos aportes para la historia de la economía y de la cultura nacionales y está llamada a tener una vasta acogida en el público lector, no sólo por publicarse bajo la égida de Librería Siglo XX, que por sí sola es un sello de garantía y de valor, sino porque el autor realiza en [ella] el ideal que Will Durant en "El significado de la historia" señaló como síntesis del criterio histórico contemporáneo: "la historia es el campo donde la filosofía ha de afirmarse a coordinar el conocimiento para ilustración y mejoramiento de la vida humana".
46 Diario Popular, Bogotá, enero 8 de 1942. 47 Economía y cultura, pp. 425 y 430 (los subrayados son nuestros).
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América Latina Vista por los Académicos Soviéticos: Preámbulo de Las Relaciones Ruso Latinoamericanas
Hugo Fazio Vengoa*
Un lustro después de que el mundo asistiese atónito a la desintegración de la Unión Soviética, las relaciones entre la Federación Rusa - principal heredera de la difunta potencia - y América Latina han ingresado en una nueva fase que se caracteriza por el interés de la partes en reconstituir y readaptar sus vínculos en este cambiante escenario internacional. La reciente gira del Canciller Ruso, Evgueni Primakov, por Brasil, Argentina, Colombia y Costa Rica, a lo que se suman las visitas efectuadas por el mismo Canciller en 1996 por Cuba, México y Venezuela y por el viceministro Boris Nemtsov por México, Venezuela y Chile, y la suscripción durante estas visitas de numerosos acuerdos, constituyen un buen ejemplo de la voluntad política rusa en afianzar los vínculos con los países de nuestro continente. Del lado latinoamericano, si bien los gestos diplomáticos en dirección a Moscú han sido menores, poco a poco se han ido abriendo intersticios que convierten a Rusia en un interlocutor con el cual se debe contar. Así, por ejemplo, la aceptación en la reciente cumbre del APEC (Asia Pacific Economic Cooperation) de tres nuevos países, la Federación Rusa, Perú y Vietnam, crea posibilidades para una intensificación de las relaciones entre los países latinoamericanos y Rusia a través de los contactos transpacíficos. El presente trabajo no tiene como propósito evaluar el estado de estas relaciones y prever sus perspectivas a mediano plazo 1, sino que se propone realizar un balance de la manera como la academia soviética
* Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones internacionales de la universidad Nacional y del departamento de Historia de la Universidad de los Andes. 1
Un balance de los propósitos de la diplomacia soviética en relación a América Latina puede encontrarse en V. Sudariev, "Russian Diplomacy in Latín America", en International Affairs. A Russian Journal of World Politics, Diplomacy and International Relations, vol. 43 N. 2, Moscú, 1997.
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entendía el lugar de América Latina en las relaciones internacionales. El objetivo, por lo tanto, es doble: de una parte, tenemos la intención de concluir un capítulo poco explorado de la historia de estas relaciones y, de la otra, este procedimiento nos deberá permitir aventurar hipótesis sobre la manera como los diseñadores y ejecutores de la actual política exterior rusa planean las relaciones con América Latina. Este proceder se basa en el convencimiento de que la política exterior rusa es más una continuación de la orientación que hacia la región trazaron las autoridades soviéticas en la época de Gorbachov que el inicio de un tipo de vinculación totalmente nueva. En este sentido, un claro discernimiento de la manera como la academia soviética visualizaba nuestro continente es un buen punto de partida para comprender la lógica que subyace en el interés ruso en relación a nuestros países. Un primer nivel de aproximación indirecta entre la URSS y los países de América Latina se produjo con base en las concepciones y valoraciones políticas que, en los diversos momentos históricos, elaboraron los dentistas sociales y políticos de la Unión Soviética con respecto a los países latinoamericanos. La manera como los académicos soviéticos interpretaban la evolución de América Latina, así como también la concepción que subyace en las relaciones que se formalizaron entre estos países, nos facilitan un marco interpretativo de los objetivos y procedimientos empleados por la Unión Soviética en sus relaciones con los países del hemisferio occidental. La importancia que los académicos tuvieron en la orientación y en el diseño de la política exterior se basaba en el hecho de que como este era un sistema "racional", en el cual la planificación sustituía a las espontáneas y anárquicas fuerzas del mercado y él materialismo histórico era un conocimiento científico de la sociedad, el intelectual era una persona que tenía la preparación suficiente para interpretar adecuadamente la realidad. En este sentido, y a
diferencia de lo que ocurre en la mayor parte del mundo, los insumos para la toma de decisión en materia internacional en la Unión Soviética no provenían del aparato diplomático como de la academia. Este análisis de las valoraciones de la academia nos nutre de información y análisis sobre la importancia que los países latinoamericanos revistieron para la URSS en la dinámica mundial, las fuerzas inmanentes del cambio social que transformaron el escenario político de la región y que posibilitaron adecuar las estrategias internacionales de la Unión Soviética con las de los países latinoamericanos y, nos precisa el lugar y la especificidad de nuestro continente en la relación triangular: Estados Unidos, Unión Soviética y América Latina. La percepción soviética del continente vinculaba en el ámbito del discurso la concepción de la realidad latinoamericana con la enunciación de la política internacional, entendida ésta como un lenguaje que cristalizaba los derroteros hacia la consecución de los objetivos de la URSS en América Latina. El análisis de la percepción soviética del continente nos permite esclarecer los objetivos, las ventajas y dificultades a que debió hacer frente la política soviética en el hemisferio occidental. O sea, dicho en otras palabras, este proceder nos confiere una información valiosa sobre el lugar que se le asignaba a América Latina en la política internacional de la URSS. Para verter luz sobre este problema circunscribiremos el análisis a los siguientes grandes interrogantes: para los soviéticos, ¿qué representaba América Latina en las relaciones internacionales? ¿en qué medida las políticas de la Unión Soviética hacia los países en desarrollo se adecuaban a las promovidas en relación al hemisferio occidental y viceversa? ¿cuál era la significación y cuales eran las particularidades de las relaciones entre la URSS y América Latina?
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La latinoamericanística soviética y la política de la URSS hacia América Latina La latinoamericanística soviética ha sido, dentro del marco de los estudios soviéticos y de las relaciones internacionales soviético latinoame ricanas, uno de los campos menos explorados por los investigadores. Hasta la fecha no se ha realizado un adecuado balance de esta producción y se dispone escasamente de algunos artículos consagrados a este tema, la mayoría de los cuales se limitan a hacer un esbozo descriptivo general de los estudios soviéticos concernientes a América Latina. Son aún pocos los analistas extranjeros que han realizado estudios en este sentido 2. Los investigadores soviéticos, por su parte, fueron más prolíficos a la hora de realizar balances de su propia producción, pero, por lo general, recurrieron más a la descripción del estado del conocimiento de América Latina que a un análisis que mostrara las perspectivas con que abordan los problemas del subcontinente. Como cuerpo y orientación investigativa los estudios soviéticos sobre América Latina surgieron a finales de la década de los años cincuenta. La orientación tercermundista de Nikita Jruschov y el calor de la Revolución Cubana despertaron el interés y generaron la inquietud por los problemas de la región. El lento proceso de normalización de las relaciones que alcanzó cierta notoriedad a partir de la década de los años sesenta sirvió también de impulso para los estudios de la región. La latinoamericanística soviética contaba con un centro principal para la elaboración de la concepción soviética sobre el continente, el Instituto de América Latina, creado en 1961. En sus cortos años de existencia el Instituto pudo granjearse una notoriedad indlscutida en la materia dentro del ámbito académico soviético. Dicho centro llegó a contar con programas de estudio a nivel de doctorado, de donde surgió una nueva
generación joven especializada en diferentes temáticas latinoamericanas que abarcaron casi todos los campos del saber. Disponía igualmente de una amplia biblioteca, fundamentalmente especializada en los temas relativos al movimiento popular y a los partidos comunistas, y sirvió de escenario para la preparación de núcleos de investigación en múltiples aspectos de la realidad latinoamericana. Para la difusión de sus investigaciones, los latinoamericanistas soviéticos contaban con una publicación especializada, la revista América Latina, que apareció regularmente desde 1969 hasta 1992 en ruso y en español. Desde el primer número hasta finales del año de 1979, la regularidad fue de 6 números al año. Desde 1980 hasta 1992, como producto del creciente número de trabajos de los latinoamericanistas, la revista pasó a ser mensual. A partir de 1995, el Instituto nuevamente ha puesto en circulación esta publicación en español con una regularidad trimestral. Además, de esta revista destinada a las temáticas latinoamericanas, los investigadores soviéticos especializados en problemas de nuestra región contaban también con otros órganos impresos, desde los cuales con cierta regularidad veían la luz artículos concernientes a la realidad del hemisferio Occidental, tales como Mirovaya Ekonómika i Mezdunarodnie Otnosheniya, Voprosi Istoriiy Mezhdunarodnaya Zhizn, para no citar más que algunos. La existencia del Instituto América Latina no monopolizaba el saber sobre el subcontinente. En otros centros académicos (La Universidad Lomonósov, la Universidad de la Amistad de los Pueblos, El Instituto de Economía Mundial, etc.) existían también núcleos para el estudio de América Latina. El Instituto solamente representaba el principal contingente de investigadores. ¿Cuál era la razón de ser de estos centros de investigación? ¿cuáles eran sus orientaciones? y
2 Véase V. Davidov, "La latinoamericanística rusa en la encrucijada: logros pasados y búsquedas actuales", en América Latina N. 2, 1996, Moscú, J. F. Hough, "The evolving soviet debate on Latin America", en Latín American Research Review v. XVI N. 1, 1981, C. Blasier, "The Soviet latinoamericanist", en Latin American Research Review v. XVI N. 1, 1981, E. Domínguez, "La visión académica soviética sobre el Caribe y Centroamérica", en A. Varas, América Latina y la Unión Soviética: una nueva relación, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1967.
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¿cuál era la vinculación con la toma de decisiones soviética en materia de política internacional? Responder a estas interrogantes no es simplemente verter luz sobre problemas ajenos a nuestra realidad. Es introducirse en el corazón mismo de la concepción y de la orientación de la política soviética hacia nuestra región.
En segundo lugar, tenía como objetivo explicar el acontecer del continente en los términos en que se formulaba la ideología y la política oficial soviética. Es decir, los latinoamericanistas debieron adaptar su conocimiento de la realidad a las orientaciones ideológicas fundamentales del Estado soviético.
No nos interesa mayormente si la academia soviética tenía o carecía de una interpretación válida sobre la problemática latinoamericana. Tampoco nos preocupa en demasía si la calidad de dichos trabajos lograba reproducir una visión "objetiva" del acontecer continental. Una valoración en esos términos, aislada de la realidad soviética en la que se encontraba inserta, sería completamente estéril, aun cuando no lo fuera para conocer el estado y los derroteros de la ciencia en la Unión Soviética. Pero eso sí, de la respuesta que demos a dichos interrogantes podemos extraer las ideas fundamentales y las funciones sociales y políticas que asumía la academia soviética. A nuestro entender la principal función consistía en constituir la matriz de la visión que los soviéticos poseían de nuestra realidad, de nuestros problemas y de sus posibles soluciones. Es por esta razón básica que consideramos que la latinoamericanística soviética representaba un componente de las relaciones soviético latinoamericanas. El análisis de este tema nos debe permitir extraer las ideas y valoraciones sobre lo que representábamos para ellos y de los mecanismos que creaban para alcanzar los objetivos deseados en relación a nuestros países.
En tercer lugar, y este es el aspecto más interesante, los estudios soviéticos sobre América Latina contribuyeron a formalizar, orientar y, en determinadas circunstancias, a modificar y justificar, las orientaciones generales y particulares de la política soviética hacia la región. Es decir, adecuaron la percepción que se tenía sobre América Latina a los derroteros fundamentales de la teoría y de la enunciación de la política internacional de la Unión Soviética. De otra parte, la latinoamericanística soviética nutrió también al Estado y al Partido de la información necesaria para actuar en relación a los países del hemisferio. O sea, constituyó la instancia a partir de la cual se formularon los principios y las orientaciones de lo que debía ser la política soviética frente a América Latina en su conjunto y en relación a países específicos.
Los latinoamericanistas soviéticos cumplían una función social y política de gran importancia. En primer lugar, difundían una noción sobre el continente. Sobre todo a raíz del hecho de que entre los soviéticos y los pueblos latinoamericanos no existían vínculos históricos o culturales que hicieran saber del prójimo, la latinoamericanística tenía que nutrir con información al ciudadano soviético sobre lo que ocurría en nuestro continente. Cabe reconocer que en este sentido la labor desplegada fue ardua.
Uno de los directores del Instituto explicaba en muy buenos términos el problema de la interrelación entre la ciencia y la política exterior del Estado soviético, cuando escribía: En el mundo contemporáneo no se puede estructurar ninguna relación sobre la base de valoraciones subjetivas y de las emociones. Sólo el análisis objetivo de todos los aspectos de la vida social de uno u otro país y de sus relaciones con todo el resto del mundo puede sugerir la decisión correcta de estos u otros problemas de nuestras relaciones bilaterales con los países de América Latina... Lo principal consiste en aumentar la efectividad de nuestras investigaciones, su significación teórica y la utilidad práctica para el desarrollo de los vínculos soviéticos con los países del continente 3.
3 V. Volski, "El Instituto América Latina: un cuarto de siglo de trabajo", en Soviétskaya Latinoamerikanística, 1961-1986, Moscú, 1986.
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En este sentido, como bien lo demuestra Víctor Volski, la latinoamericanística soviética no puede entenderse como un ejercicio intelectual para producir un simple conocimiento del extranjero, sino que era, en un alto grado, un esfuerzo académico para mejorar las relaciones entre las partes, lo cual podía lograrse a través del conocimiento de la realidad social, política y económica de los países de América Latina. Por otra parte, existen múltiples evidencias de que muchas veces los trabajos soviéticos sobre diversos acontecimientos o problemas latinoamericanos respondían a necesidades y demandas de los órganos soviéticos encargados de elaborar las estrategias internacionales hacia la región. Así por ejemplo, entre los años 1969 y 1974 fueron publicados varios libros sobre los recursos, la economía y las relaciones económicas de los países del Pacto Andino, los cuales respondían a demandas de las organizaciones económicas y de comercio exterior de la Unión Soviética 4. En el mismo sentido, en diciembre de 1988 el Instituto América Latina con la colaboración del Ministerio de Comercio Exterior y la Cámara de Comercio e Industria organizó un seminario para los jefes de las empresas y las organizaciones de comercio exterior en aras de ampliar el conocimiento sobre las condiciones y las especificidades de trabajo en el mercado latinoamericano 5. En la época gorbachoviana, con los radicales cambios operados en la Unión Soviética, la introducción de elementos de descentralización política y económica y la búsqueda de nuevas formas de inserción en el mercado mundial, la responsabilidad y las tareas de los latinoamericanistas soviéticos crecieron enormemente. L. L. Klochkovskii e I.K. Scheremetiev, dos destacados economistas
soviéticos, señalaron lo que para ellos representaba el desafío que enfrentaba la academia soviética, en las nuevas coordenadas políticas y económicas, cuando escribieron Los científicos latinoamericanistas soviéticos no permanecen ajenos a las decisiones de las grandes tareas económicas, presentadas por nuestro partido y gobierno. La conclusión práctica en este sentido se refleja en la elaboración científica de los problemas de los vínculos económicos y comerciales de la Unión Soviética y de otros países de la comunidad socialista con los países latinoamericanos. Ahora, cuando a primer plano se presenta la tarea de aumentar por todos los medios la efectividad de la producción social, la aproximación de la ciencia y la práctica, los científicos latinoamericanistas conceden mayor atención al estudio de las posibilidades de la ampliación ulterior de la cooperación científico técnica y económica y comercial mutuamente provechosa con los Estados de América Latina, a la búsqueda de tales formas que le concedan un carácter estable a las relaciones mutuas y que permitan en condiciones de socios en igualdad de derechos alcanzar el máximo efecto económico 6. Además del trabajo desempeñado por el Instituto en la elaboración de estrategias a seguir por los organismos competentes encargados de diseñar la política internacional de la Unión Soviética, los investigadores del Instituto colaboraban con la sección latinoamericana del departamento internacional del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética, PCUS. Así, por ejemplo, M. F. Gornov, que publicó varios trabajos con Y. N. Koroliov 7, colaborador científico del Instituto, se llamaba en realidad M. F. Kudachkin, encargado de la sección latinoamericana del
4 Ibídem, p. 10. 5
E. Bieli, "Es tiempo dé asuntos prácticos" en Latínskaya Amérika N. 4 1989, p. 42.
6
"Las investigaciones económicas délos latinoamericanistas soviéticos" en Soviétskaya Latinoamerikanistica, op. cit., p. 42.
7
Véase por ejemplo, "El torbellino centroamericano" en América Latina N. 6 de 1978, "Metamorfosis de la interdependencia: el aspecto regional" en América Latina N. 4 de 1998 y Latínskaya Amérika: revolutsii XX vieka (América Latina: las revoluciones del siglo XX), Moscú, Politizdat, 1986.
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Comité Central del PCUS. Era así como se establecían otro tipo de vínculos entre la academia y las instancias de toma de decisión.
relaciones entre Estados Unidos y América Latina y los vínculos de la comunidad socialista con los países del hemisferio. Estas preferencias eran bastante obvias. Es bien sabido que los soviéticos concebían las relaciones con los países latinoamericanos dentro de una óptica triangular, en la cual intervenía el factor Estados Unidos. Sabían, además, que del estado de las relaciones con la potencia del Norte dependían las posibilidades soviéticas en la región, tanto en lo que se refería a la política norteamericana hacia estos países, como a la capacidad de estas naciones para abrirse espacios que aumentaran su autonomía con respecto a Washington.
La vida internacional de los países de América Latina fue un fenómeno bien estudiado por los analistas soviéticos. Como se observa en el cuadro adjunto, en un lapso de cuarenta años, se publicaron 450 trabajos sobre las relaciones internacionales de los países latinoamericanos. De la información ahí contenida, saltan a la vista las áreas principales de interés de los científicos soviéticos. Más de trescientos de dichos trabajos se concentraron en tres áreas principales: la política latinoamericana de los EE.UU., las
Investigaciones soviéticas sobre las relaciones internacionales de América Latina (1945-1985) Temas
Política de EE.UU. en
Trabajos Total
Colectivos del Instituto
Tesis
Artículos
52
23
33
132
27
10
35
64
7
4
13
56
10
2
4
14
21
17
5
127
29
20
16
21
12
6
20
36
158
82
26
450
relación a América Latina Relaciones de EE.UU. con América Latina Otras potencias con América Latina Relaciones Rusia con América Latina Relaciones URSS y países socialistas con América Latina Papel de América Latina en el mundo Política exterior de países de América Latina Total
Fuente: Soviétiskaya Latinoamerikanístika, op. cit.
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Más o menos la mitad de todas las investigaciones estaban consagradas al análisis de la política latinoamericana de los EE.UU. (aspectos regionales y por países). La gran atención prestada a este tipo de problemas se explicaba por el hecho de que para los analistas soviéticos América Latina era una de las más importante esferas de influencia del imperialismo norteamericano. Alcanzar una verdadera independencia económica, fortalecer la soberanía política de los países de la región estaban íntimamente vinculados con la lucha contra el imperialismo norteamericano 8. El otro campo que congregaba a buena parte de los trabajos y publicaciones soviéticas sobre la vida internacional de América Latina se focalizaba en las relaciones de los países socialistas centroeuropeos con los Estados del hemisferio occidental. Este interés era tributario del hecho de que los otros países socialistas habían alcanzado en la década de los años ochenta niveles de efectividad mayores que los registrados por la propia Unión Soviética. El principal propósito de la academia soviética en este tipo de estudios consistía en comprender las posibilidades reales para aumentar la presencia y los niveles de interacción de la Unión Soviética con los países de la región a través de la comprensión de estas experiencias cercanas. En otra perspectiva, la importancia asignada a los países latinoamericanos en el diseño y en la escala de preferencias de la política exterior soviética podemos medirla a partir del número de publicaciones concernientes a los más representativos de estos países. Además de las consideraciones propiamente coyunturales que explicaban el que la atención se centrara en una u otra experiencia nacional, la cantidad de trabajos (libros, artículos, crónicas, etc.) editados en la Unión Soviética que se referían a la realidad de los países latinoamericanos nos muestra los Estados que gozaban de una atención privilegiada.
Por otra parte, nos sugiere algunos indicios de las naciones del subcontinente que tenían un mayor número de especialistas que escudriñaban las múltiples facetas de la vida nacional. A título de ejemplo, podemos tomar las publicaciones aparecidas en los años 1985 y 1986. Durante estos dos años a Cuba se le dedicaron 325 trabajos, a Argentina 82, a Nicaragua 80, a México 62, a Perú 59, a Brasil 50, a Chile 44, a Colombia 37 y a Venezuela 21 9. El número de publicaciones dedicadas a cada país nos da una aproximación interesante de la ubicación jerárquica que la URSS le otorga a cada uno de estos países en su escala de objetivos. Cuba, por supuesto, acaparaba gran parte de la atención. El carácter socialista del gobierno caribeño explica en buena parte esta situación. El segundo lugar le correspondía a Argentina. Era el principal socio comercial de la URSS en América Latina, uno de los partenaires preferenciales en el Tercer Mundo, con el cual llegaron a existir transacciones comerciales que superaron el monto registrado entre la URSS y algunos países capitalistas desarrollados. En tercer lugar se ubicaba Nicaragua, país que luego del triunfo de la revolución despertó nuevas esperanzas de transformación en el continente. Era un país que seguía una vía de desarrollo, que, de acuerdo al aparato conceptual soviético, podríamos designar como vía socialista, con el cual existían afinidades y que, por último se encontraba en el corazón de una de las más profundas crisis que azotó al continente latinoamericano en la década de los años ochenta. En cuarto lugar, México, país que tempranamente -en 1924- inauguró las relaciones con la Unión Soviética. México fue, además, uno de los países modelos en las relaciones con los países socialistas (llegó a poseer el status de observador en el CAME) y era una de las naciones que más defendió la idea de estrechar los vínculos con los países socialistas. En quinto lugar, Perú:
8
A. N. Glinkin, "El estudio de la política imperialista de Estados Unidos en América Latina y el papel de los países latinoamericanos en las relaciones internacionales" en Soviétiskaya Latinoamerikanfstika, op. cit. p. 69.
9
Latlnskaya Amérika v sovietskoi pechati 1985-1986 (América Latina en la prensa soviética 1985-1986), Moscú, Instituto América Latina, 1987.
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importante socio comercial de la URSS y único Estado no socialista del continente que realizó significativas compras de material bélico. A esto cabe agregar que el gobierno militar de Velazco Alvarado cautivó durante largos años la atención de los analistas soviéticos porque ahí se podían comprender las capacidades transformadoras de algunos regímenes militares en América Latina. En sexto lugar, Brasil que llegó a ser uno de los socios predilectos de los soviéticos en América Latina. En séptimo lugar, Chile, nación con la cual no existían relaciones diplomáticas ni económicas, pero que disponía de una izquierda representativa y de un Partido Comunista de amplias dimensiones, incondicional a Moscú. La atención sobre este país se expresó principalmente en la solidaridad hacia las fuerzas de izquierda y en la crítica irrestricta a la dictadura militar. Por último, Colombia y Venezuela eran países que despertaban interés entre los soviéticos, pero con los cuales nunca pudieron construirse sólidas relaciones. En términos generales, la importancia que se le asignaba a cada país en los trabajos publicados por los soviéticos correspondía con la significación que dicho país poseía en la escala de objetivos internacionales de la Unión Soviética. De esta manera, si partimos del hecho de que la latinoamericanística soviética desempeñaba un papel destacado en la formalización de políticas y estrategias hacia la región, un estudio más o menos detallado de la concepción soviética acerca del lugar y las particularidades de la política internacional de América Latina, así como también de las propuestas académicas para mejorar el lugar del continente en la dinámica mundial, nos vierte información sobre qué representaba y cuáles eran los objetivos de la Unión Soviética en su política hacia los países de la región.
La visión soviética acerca del lugar de América Latina en las relaciones internacionales De acuerdo con la interpretación que los investigadores latinoamericanistas soviéticos hacían de nuestra realidad en comparación con la dinámica mundial, América Latina poseía una cualidad intrínseca que la diferenciaba de las otras zonas geográficas del Tercer Mundo y de los países industrializados: constituía una región donde el capitalismo se había instaurado plenamente, circunstancia que distanciaba al subcontinente de las otras regiones integrantes del mundo en desarrollo, pero que, al mismo tiempo, reproducía elementos de dependencia que la diferenciaban del capitalismo desarrollado y la hacían parte ¡ndisociable de los países en vías de desarrollo. En términos generales, la idea prevaleciente era que América Latina constituía la transición entre el Tercer Mundo y los países capitalistas desarrollados. Dos vertientes analíticas se desprendían de esta consideración global y general 10. La primera, encabezada por el entonces director del Instituto América Latina, Víctor Volski, partía de la premisa de que el capitalismo latinoamericano no había alcanzado su nivel medio de desarrollo e insistía en que en la región crecían vertiginosamente los lazos de dependencia con respecto a los centros rectores del capitalismo mundial y se afianzaban las posiciones del imperialismo norteamericano 11. La segunda posición la desarrollaron personas vinculadas a los escritos de B. Koval, quien consideraba que la región ya había alcanzado un nivel medio de desarrollo del capitalismo y que estaba entrando en una nueva fase, la que definían como capitalismo monopolista de Estado. En esta línea interpretativa se matizaba la importancia y la
10 Véase "¿Cómo evaluar las particularidades y el nivel de desarrollo del capitalismo?", en América Latina N. 3 y 4 de 1979. 11 V. Volski, "El marxismo y las particularidades de desarrollo del capitalismo en América Latina", en Latlnskaya Amérika N. 9, 1983. En estos mismos términos se expresaba L. Klochkovski, en "¿Se modifica el sistema de explotación imperialista?", América Latina N. 1 de 1987, cuando escribía: "En la primera mitad de la década de los ochenta, el proceso de formación del sistema neocolonial de la dependencia entró en una nueva fase, que se caracteriza por una fuerte tendencia de las potencias imperialistas a poner en movimiento los mecanismos de presión económica para lograr cambios radicales en la política económica de los países del continente, afianzar las relaciones de dependencia y extender la explotación".
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influencia del factor externo en la definición del tipo y nivel de capitalismo. Se le concedía una mayor relevancia a los componentes internos en la conceptualización del nivel de desarrollo alcanzado por los países latinoamericanos 12. t Diferentes implicaciones políticas pueden inferirse de estas líneas de análisis. Para unos el elemento exógeno era determinante y para los otros primaba el tipo de estructuración del modo de producción capitalista. Pero lo principal residía en que los analistas soviéticos, aun cuando mantenían diferencias sobre algunos problemas sustanciales, concordaban en la visión de que los países latinoamericanos se ubicaban en un estadio capitalista de desarrollo, tipo de sociedad que ocupaba una posición subordinada con respecto a los centros rectores. En una publicación colectiva sobre América Latina en las relaciones internacionales, un investigador soviético describía la situación de la siguiente manera {Los países latinoamericanos} permanecen en la periferia del sistema capitalista, ocupan una posición subordinada en la división internacional del trabajo, sus economías dependen de las corporaciones transnacionales, de los ingresos de capital y tecnología del exterior y también de las condiciones del comercio exterior... Las actitudes en política exterior de la mayoría de los países de la región se articulan con base en el capitalismo dependiente 13. Es decir, en términos generales, la posición global de los países latinoamericanos estaba determinada por los férreos lazos de dependencia que los unían al capitalismo desarrollado, básicamente norteamericano. Esto nos conduce a sacar una primera conclusión: el lugar del continente en las relaciones internacionales se visualizaba a partir de relaciones de poder, es decir, en su análisis, los teóricos soviéticos pensaban en términos de
categorías políticas, fenómeno que se inscribía perfectamente dentro de los postulados de la teoría oficial. A juicio de los analistas soviéticos, América Latina se ubicaba en una posición de sometimiento y dependencia frente a los Estados Unidos. Así, cualquier intento de revertir la situación, fuera a través de una revolución social de tipo socialista o con la colaboración de la comunidad de Estados socialistas, obligaba a actuar a los Estados Unidos porque sus intereses se verían seriamente amenazados. El análisis de la situación económica de América Latina en términos de poder (relación en la que Estados Unidos desempeña el papel de hegemón), esto es, el tomar en consideración la activa presencia de las transnacionales y de la banca internacional de origen estadounidense, que además de servirles para explicar tanto los problemas derivados del atraso y de la mala formación del capitalismo en la región, los inhibía al momento de realizar una valoración más positiva de las pretensiones y posibilidades revolucionarias de estos países y determinaba la cautela de la Unión Soviética con respecto a la región. En esta perspectiva, como contrapeso al poder ejercido por el capital norteamericano, los analistas soviéticos concebían la necesidad de que las naciones latinoamericanas fortalecieran sus vínculos con la Unión Soviética: "La cooperación con la Unión Soviética, con los otros países del socialismo, crea una situación cualitativamente nueva para el desarrollo de los jóvenes Estados soberanos... se fortalecen seriamente las posiciones de los países en desarrollo en la lucha por la independencia económica y, al mismo tiempo, se reducen las posibilidades del imperialismo de ejercer una influencia económica (y no sólo económica) sobre estos países"14.
12 Y. Grigorlan,-"La revolución industrial en Argentina y Brasil" en América Latina N. 4 de 1987. 13 Latisnkaya Amérika v mezhdunarodnij otnosheniaj (América Latina en las relaciones internacionales), 2 volúmenes, tomo 2, Moscú, Naúka, 1988, p. 10. 14 V. V. Volski, editor, Strani SEV i Latlnskaya Amóríka. Problemi ekonomícheskogo sotrudnichestva (Los países del CAME y América Latina. Problemas de la cooperación económica), Moscú, Naúka, 1976, p. 299.
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Esta circunstancia, más que cualquier otra, explica la equidistancia y el conservadurismo de los académicos soviéticos en relación a las perspectivas de transformación de las relaciones sociales y de las orientaciones internacionales de los países de la región, aun cuando se valorara el que dichas naciones encerraban potencialidades transformadoras muy grandes. Si los países latinoamericanos eran fundamentalmente capitalistas y dependientes esto significaba que la identificación de los objetivos estratégicos superiores del Estado soviético con la ubicación de dichas naciones dentro de las relaciones internacionales -económicas, políticas y militares-, podía llegar a producirse sólo en el caso en que los vínculos de dependencia de estos Estados pudieran ser rotos. Esto requeriría, por una parte, que la Unión Soviética fuese efectivamente un polo de atracción, razón por la cual intentaba construirse una imagen de aliado y una posición sólida en el subcontinente, y, de otra parte, que se debilitara el centro económico y político que establecía la relación de subordinación de dichos países. Con base en esta coordenada general veamos, de manera más detallada, cuales eran los componentes internos y externos que influían, frenaban o podían ayudar a realizar un mejora en la posición internacional de estos países que abriera perspectivas mayores para estrechar los vínculos con la Unión Soviética. Por razones de exposición, estableceremos tres niveles de influencia en la política extranjera de los países latinoamericanos, tal como la concebían los analistas soviéticos: la influencia de los factores económicos, el bloque en el poder y finalmente la incidencia de la opinión pública en el diseño de la política exterior latinoamericana.
Economía y Política Exterior El lugar de América Latina en la economía mundial capitalista estaba determinado por el carácter
contradictorio del desarrollo dependiente dentro de los marcos del sistema. La base material de la inserción en la división internacional del trabajo se fundamentaba básicamente en la exportación agrícola y de recursos naturales. No obstante, como tendencia se observaba una participación mayor de la gran producción industrial, dentro de la cual había alcanzado ribetes superiores la industria transformadora. ' La profundización de la industrialización en los países más prósperos de la región (Argentina, Brasil y México) fue un impulso al desarrollo de las industrias de base y conllevó a la formación de ramas productoras de medios de producción, lo cual a su vez redundó en un reforzamiento de la modernización de la producción y en la introducción de nueva tecnología. Al mismo tiempo, el desarrollo capitalista latinoamericano multiplicó, en las nuevas condiciones, las características inherentes a su posición de sometimiento respecto al centro rector del capitalismo monopolista contemporáneo, fenómeno que se reprodujo a través de la activa presencia de las transnacionales, del capital financiero internacional y del interés de los países capitalistas centrales en mantener a estos Estados dentro del circuito capitalista con una función intermedia en la división internacional del trabajo. En los años setenta y ochenta se hizo más fuerte la participación de los países latinoamericanos en el sistema internacional capitalista de división del trabajo. Junto a las antiguas formas de interrelación económica y comercial que vinculaba a estos países mediante la exportación de materias primas, productos agrícolas y ganaderos y la importación de bienes industriales, fueron apareciendo otras ramas de la producción orientadas hacia el mercado mundial. Se afianzó, por ejemplo, la posición de dichos países a través del aumento de la exportación de la industria transformadora. Estas nuevas coordenadas participativas dieron origen a un mayor afianzamiento de los países latinoamericanos en la economía mundial capitalista.
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Estos cambios operados en estos países, así como el nuevo lugar detentado en la economía capitalista mundial, incidían de manera especial en la política exterior de América Latina. La industrialización se convirtió en la base material que activaba la política exterior. Por una parte, los Estados se encontraban ante la imperiosa necesidad de fortalecer y encauzar el desarrollo material de la nación y, por la otra, debían velar por acrecentar el número de socios comerciales con los cuales pudieran estructurarse relaciones mutuamente provechosas que estimularan el fortalecimiento de la economía nacional y limitaran la actividad y ejercieran control sobre las empresas transnacionales. Los analistas soviéticos resumían el problema en los siguientes términos: Aunque en las condiciones de la cambiante división internacional del trabajo la política exterior de los Estados de la región alcanzó un nuevo estadio económico que objetivamente determina un nivel más alto de autonomía en la arena mundial y una relativa libertad de maniobra en política exterior, los países de América Latina, incluidos los más desarrollados, permanecen como parte dependiente y sometida del sistema capitalista mundial. Incluso con la existencia entre la periferia y el centro del mundo capitalista de una cierta interrelación, la cual no puede desconocerse y que asegura una relativa independencia de los países de la región en la arena internacional, el carácter asimétrico de esta interrelación impide la transformación de los países periféricos en socios en igualdad de condiciones con los centros capitalistas principales 15. Un desarrollo económico elevado era una condición importante para crear bases autónomas para la actuación en materia internacional. De este principio analítico se desprende la voluntad soviética de contribuir por todos los medios a elevar las capacidades económicas de la región. Cuando la Unión Soviética ofrecía colaboración y
asistencia técnica en las obras de infraestructura no era simplemente el resultado de que constituían las ramas de la economía soviética más competitivas a nivel internacional o las lecciones que se derivan del modelo soviético de desarrollo, sino que representa una conclusión, de ya vieja data en la academia soviética, de que la asistencia económica debía orientarse a la construcción de los pilares de las economías latinoamericanas, pues esa era una de las condiciones para un mayor margen de autonomía en política exterior que debilitara la presencia norteamericana, fortaleciera los términos de negociación de los países y abriera perspectivas para una mayor interrelación con la parte soviética. Sin embargo, la Unión Soviética era consciente de sus limitaciones y pretendía sólo contribuir a una mayor autonomía, sabiendo de antemano que era imposible disociar los países latinoamericanos de los circuitos de la economía capitalista mundial. El análisis del problema en términos de relaciones de poder explicaba la cautela soviética. Esto no impedía, sin embargo, que la Unión Soviética tratara de contribuir a la "autonomización" de estos países, pues esta era una condición para una mejor interrelación. Un análisis tal simplemente ubicaba a la Unión Soviética como un poder exógeno que debía primariamente establecer condiciones nuevas de negociación en los países latinoamericanos. Lo que sí resultaba plenamente evidente era que los países latinoamericanos eran percibidos como naciones que se desarrollaban dentro de un esquema capitalista, que ocupaban un lugar especial en la división internacional del trabajo, situación que no se deseaba fuera revertida en el corto plazo. Los elementos que aún hacía no mucho eran considerados como las causas disruptivas que impedían el desarrollo, en el período postrer de la URSS eran vistos bajo otra óptica. La presencia de empresas y del capital internacional en las economías latinoamericanas se analizaba bajo una doble dimensión: de
15 Latínskaya Amárika v mezhdunarodnij otnosheniaj, op. cit, tomo 2, pS28
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explotador y de portador de tecnología y formas de organización empresarial modernas 16. Con base en esta nueva interpretación de los componentes se visualizaba la presencia de empresas extranjeras como un factor importante, progresista, que contribuía al desarrollo de las economías latinoamericanas. La participación cada vez mayor de los países latinoamericanos en la división internacional del trabajo y su entronización con el mercado mundial eran percibidos no como frenos, sino que, al contrario, como estímulos económicos importantes para un desarrollo dentro de los marcos del sistema imperante. En las perspectivas a corto y mediano plazo, los soviéticos no planteaban para dichos países la orientación hacia la fundación de un nuevo sistema social, sino que consideraban que se debían aprovechar al máximo las posiciones ya adquiridas en la economía y política mundial. Esto constituía la fuente misma de la modernización de los países latinoamericanos y, de otra parte, representaba el potencial para entronizar complementariamente las economías latinoamericanas y soviética. A esto cabe agregar que algunos investigadores propusieron incluso la pertinencia de nuevos enfoques metodológicos para analizar la interrelación entre la Unión Soviética y los países de América Latina a la luz de los cambios que se estaban operando en la dinámica mundial. Ésta ya no resulta de una oposición entre los sistemas mundiales, sino que de tendencias en el interior de un mismo sistema mundial. La pertenencia de la gran mayoría de los capitalista mundial -escribe V. Davidov-, evidentemente, permanecerá. Sin embargo, en los aspectos económicos de desarrollo la interdependencia, la integridad del nuevo
mundo introduce correctivos sustanciales. En el transcurso de la internacionalización de la vida económica la región latinoamericana de una u otra forma se integra en un sistema económico planetario, precisamente en un sistema y no en un conjunto de economías nacionales. Esto significa que la realización de las tendencias inherentes a las relaciones económicas entre el centro y la periferia de la economía capitalista mundial no puede producirse en su "aspecto puro". De una u otra forma, inevitablemente es corregido por las tendencias generales. En uno u otro grado, bajo vínculos directos o indirectos en el desarrollo económico de la región se siente y se sentirá la influencia de todos los componentes del sistema económico planetario, incluido el socialista. Esto también genera impulsos alternativos de desarrollo. Correspondientemente, en un plano mayor la dependencia económica de los países latinoamericanos sólo puede ser concebida dialécticamente, integrando los factores que la fortalecen, con los que la neutralizan 17. Este nuevo discurso, a tono con los principios básicos que sostenían los diseñadores de la política soviética en la época de Gorbachov, nos ayuda a repensar la posición soviética frente a la región, tal cual emanaba de la academia. Si anteriormente, el dominio ejercido por el capital internacional en la región conllevaba a una concepción que se articulaba en torno a relaciones de poder, de lo cual a su vez se desprendía que la política soviética debía comportar elementos que poco a poco debilitaran esa relación de dominio para proyectar a estos países hacia una alternativa socialista de desarrollo, en ese momento los investigadores soviéticos renunciaron a esa estrategia. El socialismo no se había convertido en una cristalización de relaciones nuevas que actuaban como elementos atrayentes para los países latinoamericanos. Se concluye que la
16 A. Vernikov, "El desarrollo industrial en la región: hoy y mariana" en Latlnskaya Amérika N. 8 de 1998. 17 V. M. Davídov, "Acerca de los imperativos del nuevo pensamiento en el estudio de la periferia latinoamericana del capitalismo mundial", en Velikii Oktiabr i Latlnskaya Amérika (El Gran octubre y América Latina), Moscú, Instituto de América Latina, 1988, p. 74-75.
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relación hacia América Latina debía comportar elementos nuevos, diferentes a los anteriores. Tanto más cuando la URSS por sus propias dificultades internas no podía actuar como elemento disruptivo de estas relaciones de dependencia. Por este motivo, los analistas soviéticos se hicieron voceros de la idea que presuponía la necesidad de diversificar las relaciones a través de la cooperación regional 18. Pero fue a nivel político que se avizoraron más diáfanamente estas nuevas tendencias.
El bloque en el poder y la política exterior Los analistas soviéticos analizaban la estructura política de los países latinoamericanos con base en la alianza de tres elementos: el aparato estatal, las clases dominantes locales y el capital extranjero 19. Como resultado de la debilidad intrínseca del capitalismo y de las burguesías nacionales, el Estado en América Latina alcanzó grandes proporciones. Tanto en los pequeños como en los países más desarrollados del hemisferio, el Estado constituía el núcleo de la modernización económica y era el principal agente de las relaciones con el mundo exterior. La sociedad civil era relativamente nueva y débil en comparación con el Estado. De ahí que ejercer control sobre el Estado fuera también establecer formas de dominación sobre el conjunto de la sociedad. A través del aparato estatal, las clases dominantes actuaban en representación de la nación y pretendían encarnar la voluntad general ante el mundo exterior. La actividad exterior del Estado no es neutra. Era la expresión de las alianzas y hegemonías en el bloque que se ubicaba en el poder. De ahí que fuera menester estudiar la composición de las fuerzas actuantes sobre el Estado para entender las orientaciones que se trazaban en materia internacional. El segundo componente que formalizaba
las relaciones de poder lo constituían las clases dominantes. Estas clases poseían una Constitución frágil, lo que las hacía depender del Estado y del capital extranjero para afirmarse como núcleo rector de la sociedad. No obstante su debilidad, el capital nacional poseía intereses propios que muchas veces no coincidían con las de sus aliados. Su dificultad para realizarlos dependía de la capacidad e influencia que lograra construir en alianza con las otras fuerzas en el poder y por el grado de aceptación consensual de dichas posiciones por el conjunto de las fuerzas de la sociedad 20 . Sin embargo, aun cuando en determinadas ocasiones las clases dominantes vehiculizaban intereses diferentes en consonancia con los respectivos niveles de desarrollo de los países, su orientación básica se encaminaba en dirección de identificarse con las posiciones que sostenían las potencias rectoras del mundo capitalista. Valga hacer la aclaración de que la clase capitalista latinoamericana era percibida en toda su fragmentación por la academia soviética. La interrelación entre sus diversas fracciones le imprimían una tónica particular a las orientaciones en materia de política interna e internacional. En determinadas coyunturas algunos gobiernos de orientación progresista realizaron transformaciones que fortalecían a grupos capitalistas locales, sellándose un compromiso de neutralidad. Este fue el caso de la burguesía peruana durante los primeros años del gobierno de Velasco Alvarado. La premisa fundamental para una política exterior en la que prevalecen los intereses de las clases dominantes nacionales se erige con base en la creación de un pilar material propio que le permita
18 L Klochkovski, "La crisis de las relaciones económicas exteriores y las perspectivas de desarrollo de América Latina" en América Latina N. 6 de 1989, p. 16. 19 A. F. Shulgovski, redactor responsable, Politlcheskaya sistema obshastva v Latinskoi Amériki (El sistema político en la sociedad latinoamericana), Moscú, Nauka, 1982. 20 Gospodstvuiushie klassi Latinskoi Amériki (Las clases dominantes de América Latina), Moscú, Nauka, 1978.
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hegemonizar sus intereses y prerrogativas. En tal sentido, el desarrollo del capitalismo nacional abría perspectivas para una política internacional más. autónoma e independiente. El tercer componente lo constituía el gran capital internacional, encarnado en las empresas y bancos transnacionales. Este tercer aliado desempeñaba un papel importante por las siguientes razones: en primer lugar, detentaba posiciones claves de la economía nacional, las cuales, la mayoría de las veces, comprendían aquellos circuitos a través de los cuales los países latinoamericanos se incorporaban en la división internacional del trabajo. En segundo lugar, sobre ellos recaía la tarea de facilitar las necesarias financiaciones externas, aportar la moderna tecnología y abrir las puertas para penetrar en los mercados extranjeros, para lo cual contaba con su poderío económico, financiero y tecnológico. En tercer lugar, el gran capital internacional establecía las proporciones y orientaciones del desarrollo económico de los países latinoamericanos en tanto que constituía las más de las veces el sector más dinámico de la economía. Por último, aun cuando no eran titulares de los gobiernos de la región, a través de las transnacionales se ejercía gran parte de la influencia y presiones de los sectores dominantes norteamericanos sobre los procesos políticos internos e internacionales de los países de la región. Un caso ilustrativo de esto -numerosas veces repetido por los académicos soviéticos- fue la actividad desestabilizadora de la ITT durante el gobierno de Allende en Chile. Por estas razones, para los investigadores soviéticos, el capital extranjero era indisociable de las estrategias económicas y políticas de los países latinoamericanos hacia el exterior21. La política exterior de un país en cuestión dependía del tipo de estructuración del bloque de poder entre los tres componentes arriba mencionados. Si el tercero, el capital extranjero, era el dominante,
21 Kapilalisrn v stranaj Latinskoi Amóríki: ocherki genzisa, evoliutsii i krizisa génesis, evolución y crisis), Moscú, Nauka, 1983, p. 22.
la política exterior se adecuaba a los imperativos de las potencias rectoras, principalmente los Estados Unidos. Si el bloque en el poder estaba hegemonizado por las clases dominantes nacionales, la alternativa era: una alianza que se formalizaba con el capital extranjero reproducía el caso anterior, pero si la burguesía se apoyaba en el Estado, entonces podía llevar a cabo una política internacional más autónoma de los centros hegemónicos. Por último, los analistas soviéticos consideraban que si "se refuerzan las posiciones del Estado en la estructura socioeconómica se crea una base firme para las actividades independientes en política exterior en una perspectiva a largo plazo"22. El modelo ideal en un desarrollo de este tipo lo constituía el caso mexicano que mantenía relaciones con países de otras latitudes, la política internacional era diversificada y, por lo tanto, era menor la dependencia con el centro rector. La interrelación entre los agentes antes mencionados constituía el trasfondo del poder político en los países de la región. Como podemos inferir de este breve análisis, existían opciones que, a consideración de la academia soviética, reforzaban las posibilidades de interacción entre la URSS y los países latinoamericanos y otras que limitaban fuertemente estas posibilidades. Pero, ninguna de ellas concretizaba una convergencia de intereses, opciones y alianzas entre la URSS y los Estados latinoamericanos. Simplemente, podía existir un marco para sobrellevar un tipo de relación entre países económica, social y políticamente diferentes. Existían, además, otras fuerzas políticas que incidían en la adopción de estrategias en política internacional que en la realidad latinoamericana tenían una gran fuerza gravitacional. Entre estos se encuentran los partidos políticos y las fuerzas armadas.
(El capitalismo en los países de América Latina: ensayos sobre la
22 B. M. Merin, "La dinámica de los cambios sociales y las fuerzas de izquierda" en Latlnskaya Amárika N. 11 de 1987.
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Este segundo componente, a juicio de los observadores soviéticos, daba lugar a gobiernos militares los cuales podían ser enmarcados en dos categorías: unos eran resueltamente de derecha y otros de carácter progresista. La tendencia dominante entre ambos era sin duda la primera. Las dictaduras militares de derecha, como lo testimonió la experiencia continental en la década de los años setenta, tendían a realizar una modernización acelerada de la economía nacional, que integraban a los respectivos países aun más estrechamente con la economía capitalista mundial. Diversificaban los mercados, pero su orientación básica seguía siendo pronorteamericana. A nivel específicamente político seguían las orientaciones del hegemón del Norte. En el plano ideológico, dichos regímenes eran percibidos como elementos destabilizadores, principalmente como resultado de la doctrina de la seguridad nacional 23. Los progresistas, por el contrario fueron seriamente cortejados por los investigadores soviéticos. Esto dio lugar al surgimiento de una abultada literatura sobre el tema. Para el año de 1979 se habían publicado 77 trabajos de investigadores soviéticos sobre el papel político de las fuerzas armadas del continente 24. Sin embargo, transcurrido cierto tiempo y superadas las fuertes emociones otrora despertadas, la predisposición de la academia soviética fue mucho más escéptica con relación a estos regímenes. Entre las motivaciones de esta actitud podemos destacar las siguientes: En primer lugar, por regla general eran regímenes de corta duración. La incapacidad y la falta de voluntad para movilizar a vastos sectores de la población, incorporándolos a los procesos de reformas permitió que las fuerzas opositoras nacionales e internacionales neutralizaran sus acciones. Además, eran aliados inseguros, pues no lograban establecer una base de apoyo durable
y respondían más que nada a consideraciones de tipo coyuntural. Por último, no resolvían de manera decidida y enfática los problemas que afectaban a los respectivos países. Tantos los unos como los otros, los militares en el poder eran la expresión de una crisis social profunda que afectaba las altas instancias del poder. Su gestión de mando operaba mientras se reorganizaba el bloque en el poder y transfería las riendas a los civiles. El otro componente que, según los analistas soviéticos, incidía en las estrategias internacionales de los países latinoamericanos, los partidos políticos, se dividían en dos grandes grupos: los partidos de corte tradicional y de derecha y las organizaciones centristas de izquierda o derecha, vinculados a los centros del "reformismo mundial". En cuanto a los primeros, los analistas soviéticos las consideraban como organizaciones que en su política exterior las más de las veces se adherían a los postulados internacionales de las potencias centrales del mundo capitalista. Constituían los principales apoyos de las empresas transnacionales y se alineaban con los Estados Unidos dentro de la visión bipolar Este-Oeste. Los partidos de centro, por el contrario, eran más activos en materia internacional. Pretendían distanciarse de la potencia del Norte y se comprometían en políticas de desarrollo que abrían mayores márgenes de maniobra en la arena internacional 25. Aun cuando, en términos generales, eran organizaciones que se oponían a los movimientos y a los cambios revolucionarios en el continente, los analistas soviéticos les asignaban una gran importancia debido a que, en reiteradas oportunidades, bajo sus acciones se agudizaban las contradicciones del capitalismo. Además, fueron recurrentes las ocasiones en que los partidos reformistas en el poder (México, Costa Rica, Venezuela, etc.) estimularon la aplicación de
23 A. F. Shulgovski, redactor responsable, Problemi sovremiernogo rabóchego dvizhenia Latinskoi Amériki (Problemas del movimiento obrero contemporáneo de América Latina), Moscú, Instituto de América Latina, 1980. 24 El ejército y la sociedad. América Latina: estudio de científicos soviéticos, Moscú, Ciencias Sociales Contemporáneas, 1982. 25 N. Y. Smirnova, "La Internacional socialista y la social democracia latinoamericana" en Latlnskaya Amérika N. 3 de 1985.
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medidas democráticas en sus acciones internacionales. Para los soviéticos revestía una gran importancia, por ejemplo, la posición asumida por algunos de estos gobiernos en el apoyo brindado a los sandinistas nicaragüenses en su lucha contra la dictadura de Somoza, en la creación del grupo de Contadora y en la lucha por un Nuevo Orden Económico Internacional 26. Los analistas soviéticos eran también conscientes de las limitaciones de este tipo de reformismo y de los peligros que entrañaba para las transformaciones radicales en el continente. Al mismo tiempo que frenaban el intervencionismo norteamericano, el reformismo latinoamericano poseía un alto componente de anticomunismo, el cual aunque no se manifestaba en una mala disposición genérica hacia los países socialistas en las relaciones internacionales, sí disminuían las posibilidades de transformación en el continente. A finales del régimen soviético, la situación comenzó a cambiar y las susceptibilidades despertadas por el reformismo paulatinamente desaparecieron. La preferencia hacia estos partidos y organizaciones pasó a ser pública. Es más, fueron reiterados los llamados de los dirigentes soviéticos a estrechar vínculos partidarios con dichas organizaciones de tipo reformista. Se amplió el número de organizaciones y entidades no comunistas con los cuales la URSS buscaba establecer contactos y convenios. En un viaje al Perú, invitado por el partido comunista, el segundo secretario del PC de Bielorrusia, Igrunov, que fue además recibido por autoridades gubernamentales peruanas, indicó el gran interés que tenía la URSS en establecer vínculos de colaboración con el APRA 27. De otro lado, gran parte de las alternativas de cambios, de las nuevas formas de dirección social
y de hacer política recaían, a juicio de los investigadores soviéticos, en estas fuerzas de tipo reformistas. Un estudioso soviético de América Latina al respecto escribía: Los partidos de la modernización económica y la socialdemocracia adicta al estatismo siguen siendo las fuerzas más influyentes en América Latina. Pero se están abriendo paso perseverantemente los brotes de la socialdemocracia transnacional (en primer lugar en México, Venezuela y Costa Rica, países que han recorrido la etapa de modernización en condiciones de la democracia) y de la socialdemocracia asociada (en los países donde las economías nacionales están especialmente marginadas: Perú, Ecuador, Brasil, Colombia, Chile, Panamá, etc.). Con la ultima están vinculados precisamente los nuevos movimientos urbanos, ecológicos, indigenistas, muchas formas nuevas de movilización de masas 28. En una mesa redonda sobre el tema de la izquierda: unidad y diversidad, organizada por la Revista América Latina, el mismo autor fue aún más enfático cuando señaló: En los años sesenta y setenta, cuando se planteaba el tema de la revolución socialista en América Latina, veíamos que, en efecto, la base material de la sociedad de mediano desarrollo reunía las condiciones necesarias para acometer la construcción socialista... En ello se reflejaba una realidad objetiva: las condiciones estaban maduras para la revolución socialista. Hoy las cosas están muy cambiadas: es difícil promover lemas socialistas. En los últimos siete u ocho años, diez países han emprendido la transición de la dictadura a la democracia y apenas hemos oído consignas auténticamente
26 V. V. Volski, redactor responsable, Méksika: tendentsii ekonomícheskogo i sotsiainogo politlcheskogo razvitia (México: las tendencias del desarrollo económico y social político), Moscú, Nauka, 1983. P. 378. 27 Pravda, 5 de octubre de 1988. 28 Y. Koroliov, "¿En la antesala de una sociedad autorregulada?", en América Latina N. 6 de 1989, p. 28.
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socialistas. En general, no existe ninguna alternativa democrática revolucionaria real, sino únicamente opciones democráticas de acusado signo nacionalista. Se ha creado una situación en la que la socialdemocracia aparece como fuerza predestinada a ser la vanguardia de los nuevos procesos sociales... Pienso que la solución en este sentido, hay que buscarla en la vías de "socialdemocratización" del movimiento popular... como recuperación del potencial revolucionario y creador de la socialdemocracia...29. Con base en esta misma lógica se propugnaba que los partidos revolucionarios debían orientarse hacia los movimientos democráticos que defendían los métodos no violentos de lucha por las transformaciones sociales 30. De los diferentes partidos que estaban en condiciones de acceder al poder en América Latina, se expresaba una marcada preferencia por los partidos de corte reformistas. Con ellos precisamente se había llegado a mejores niveles de interacción política. Serían, además, los probables gobernantes en los decenios a venir. Finalmente, con ellos se compartían muchos principios nuevos en mo mentos de grandes cambios y transformaciones. En términos generales, en las nuevas corrientes de interpretación de la realidad latinoamericana que poco a poco maduraron y se adaptaron a los principios rectores de la política internacional soviética, se empezó a llegar al convencimiento de que la perspectiva de interacción entre la URSS y los países latinoamericanos se debía producir en el encuentro de puntos de convergencia, que, sin alterar la naturaleza misma del sistema imperante en América Latina, lograra hacer coincidir las demandas de una nueva posición de negociación de estos países en las relaciones internacionales con los nuevos términos políticos que asumía la Unión Soviética en su política exterior
Como podemos observar si a nivel económico las perspectivas de transformación y de acrecentamiento de la influencia soviética chocaban con condiciones objetivas que le eran adversas en la esfera política la situación no era en ningún caso mejor. El bloque en el poder estaba constituido básicamente por fuerzas capitalistas y los derroteros de desarrollo plausibles proseguían la misma senda. De estas consideraciones globales se desprendía que una ola de revoluciones sociales que modificara las relaciones mismas de poder a nivel político, que conllevara a transformaciones económicas y sociales radicales y que abriera posibilidades para que la URSS acrecentara su influencia en un país o en el conjunto de la región eran muy reducidas. Esto explicaba la conducta de los líderes y académicos soviéticos, que se caracterizaban por ser muy pragmáticos. Se trataba de buscar interlocutores nuevos que proyectaran mayores niveles de interacción en las relaciones internacionales, relegándose a un segundo plano tanto los anhelos revolucionarios como los deseos de cortar los vínculos que unían a estos países con las naciones capitalistas desarrolladas. Fue precisamente esta actitud nueva la que delimitó una política soviética específica hacia América Latina, a diferencia de las estrategias anteriores que transcurrían bajo el prisma de los Estados Unidos.
La Opinión Pública y la Política Exterior Los analistas soviéticos en sus investigaciones sobre la realidad política y social de los países del hemisferio tomaban como punto de partida de sus trabajos el hecho de que en América Latina el tejido social, la sociedad civil, era débil, no había alcanzado altos grados de madurez, fenómeno que condicionaba tanto las características del Estado,
29 "La izquierda: unidad y diversidad", en América Latina N- 6 de 1989, p. 43 y 46. 30 "América Central: fórmula de arreglo", en América Latina N. 10 de 1988, p. 42.
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como el predominio irrestricto de éste en la vida social. Hace un momento señalábamos que la clase capitalista con gran dificultad había logrado estructurar su posición hegemónica en la alianza en el poder. Si esta conformación frágil se situaba a nivel de la clase rectora de la sociedad, con mayor razón los restantes grupos sociales sufrían una mala formación que les impedía incidir en los procesos de toma de decisión. Es decir, a juicio de estos autores, a diferencia de lo que ocurría en otros países del mundo capitalista, en América Latina la opinión pública no constituía un factor dominante capaz de determinar o incidir en el diseño de la política exterior de dichos países. Los únicos casos en que este fenómeno se produjo fue cuando las fuerzas populares lograron conquistar parcial o totalmente el poder político, como fue el caso en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular, en Granada de Bishop, en la Nicaragua sandinista y en la Cuba socialista. Las particularidades de dichos gobiernos en política exterior se resumen en las siguientes orientaciones: fortalecimiento de la soberanía, consolidación del prestigio internacional del Estado, practicabilidad del derecho de los pueblos a definir su propio destino, coexistencia pacífica, orientación hacia el Tercer Mundo y hacia los países socialistas, etc.31. Demás está decir que de todos los gobiernos posibles estos eran los preferidos por los soviéticos. Sin embargo, en la mayoría de los países la influencia de la opinión pública se canalizaba indirecta y fragmentariamente. Podía darse a través de determinadas fracciones de la burguesía que entraban en contradicción con las fuerzas tradicionales en el poder y de las clases medias que en determinadas coyunturas se convertían en fuerzas políticas y sociales autónomas (muchos de los gobiernos militares de orientación progresista), o por medio de las organizaciones políticas
populares, en primer lugar los partidos comunistas, que buscaban medios reales que aseguraran un margen de maniobra más autónomo en política internacional. A juicio de los analistas soviéticos, la incidencia de la opinión pública en materia internacional era exigua. Sin embargo, la transnacionalización de las economías latinoamericanas, los impactos que se generaban a partir de la posición subordinada con respecto al mercado externo y a las fuentes de financiación, y la interrelación creciente a nivel político entre lo nacional y lo internacional afectaban de manera más directa a amplias capas de la población. Esto podría llegar a traducirse en un interés mayor de la opinión pública por los problemas relativos a las políticas exteriores de sus respectivos gobiernos lo que obligaría a las clases dominantes a tenerla en consideración a la hora de definir los intereses nacionales. Pero, el afianzamiento del capitalismo ha gestado elementos de legitimación del sistema actual que hacen difícil cualquier intento de modificar el sistema político y económico imperante. Por lo tanto, el papel de la opinión pública se restringe a ser una fuerza que vehiculiza políticas y orientaciones democratizantes, sin llegar a trastocar los fundamentos sobre los cuales descansan dichas sociedades. De estos elementos que esquemática y rápidamente hemos señalado podemos inferir que, para la academia soviética, América Latina en general fue visualizada baja una doble óptica: la que emana de la concepción de América Latina como campo en el cual se desenvuelve o debe desplegarse la lucha entre los dos sistemas relaciones de poder- y la otra, que privilegia los puntos de contacto posibles con los países de la región. La segunda fue la que imperó en la época de Gorbachov y se encuentra en el trasfondo de las actividades que actualmente despliega la diplomacia rusa en América Latina.
31 Mezhdunarodnie otnoshenia v Tsentralnoi Amerike i Karabiskom Basseine v 80-j godaj (Las relaciones internacionales en América Central y en la Cuenca del Caribe), Moscú, Naúka, 1988.
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A pesar de estas diferencias, también observamos grandes similitudes: todos los analistas concordaban en que el capitalismo en América Latina era una realidad difícilmente cambiable porque se ubicaba dentro de relaciones de poder que emanaban de la naturaleza misma del sistema capitalista. Además, existía un consenso de que el radio de acción de la Unión Soviética era muy limitado en la región. En varios países de la región se operaron cambios económicos, sociales y políticos, se acumuló un crítico potencial político y social que pudiera caracterizarse en general como culminación de las tareas fundamentales de la revolución burguesa; se crearon estructuras sociales bastante estables que constituyen la base de la democracia burguesa y significan el paso de tales países del grupo de los subdesarrollados, donde estallan fácilmente revoluciones, al grupo donde las revoluciones se preparan larga y minuciosamente, o sea, un viraje hacia un camino similar al de la evolución histórica experimentada por los países de la Europa Central, después de la Primera Guerra Mundial 32. Este tipo de consideraciones que ganaron terreno en la URSS en los años finales del sistema, introdujeron elementos nuevos en las relaciones con América Latina. La coexistencia pacífica como divisa y marco de las relaciones ganó paulatinamente terreno. Los países latinoamericanos se inscribían dentro de un tipo de relación más o menos similar a la que existía entre los países socialistas y los países capitalistas
desarrollados. Se proponía, en última instancia, la convivencia con la democracia burguesa latinoamericana, como mejor vía para el mejoramiento de las relaciones mutuas. Por último, en lo que se refiere en concreto a la posición ocupada por estos países en la dinámica mundial, los investigadores soviéticos la visualizaban como cualitativamente diferente a las anteriores, lo que abre mayores posibilidades de acción internacional de estos países. Esto fue precisamente lo que centró el interés de los soviéticos por la región. Como se deduce de este breve bosquejo de las ideas que subyacen en las discusiones e interpretaciones que los investigadores latinoamericanistas realizaban podemos concluir que en la esfera de creación de la representación soviética de América Latina, aun cuando subsistieran enunciados propagandísticos acerca de la necesidad y posibilidad del cambio revolucionario en la región, se constituyeron marcos analíticos de interrelación entre la Unión Soviética y el subcontinente que evidenciaban que existían situaciones objetivas que dificultaban la presencia soviética en la zona. De ahí que se plantearan nuevos derroteros para una interacción mayor a nivel internacional entre ambos. Estas orientaciones arrancaron de la premisa de que era menester establecer nuevas pautas de conducta que generen puntos de contacto más fructíferos como único mecanismo de intensificación de las relaciones.
32 Y. Koroliov, "En la antesala de una sociedad regulada", op. cit.
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Neoliberalismo, Reformas y Apertura en Irán: ¿Un Nuevo País?* Luis E. Bosemberg** El presente artículo se propone indagar si los procesos neoliberales (que para muchos adquieren cada vez más un carácter universal) tales como, reducción del Estado, apertura económica y política, globalización de capitales e integración regional son una realidad en Irán. Veremos en que consisten dichos procesos y el éxito o el fracaso que han tenido en Irán. Queremos analizar la larga duración comparando las tres fases de la historia del Irán que abarcan prácticamente todo el siglo XX: el antiguo régimen monárquico, la revolución islámica en la época jomeinista y la revolución de tendencia neoliberal. Así, la historia nos mostrará una serie de procesos y estructuras de larga duración que dificultan la implementación del reformismo neoliberal. Es decir, la historicidad del país no hace fácil el reformismo. Al mismo tiempo, problemas creados por la revolución inciden también en retardar los procesos neoliberales. En este orden de ideas abordaremos cortamente el antiguo régimen especificando sus características básicas para después continuar con la revolución islámica en la época radical jomeinista. Aquí intentaremos constatar si produjo innovaciones profundas y originales -es decir, islámicas. Esto con el ánimo de descubrir las continuidades del Irán ya que contrariamente a lo que muchos creen la revolución produjo una serie de transformaciones, que si bien a veces coincidieron con el programa islámico fueron más bien el producto de una dramática coyuntura, de la necesidad de supervivencia de la revolución y, sobre todo, hacen parte de unos procesos fundamentales que venían del antiguo régimen monárquico. Dos ejemplos: el gigantesco Estado interventor era un típico proceso de la época monárquica que creció aún más durante el régimen islámico debido a una serie de necesidades de los primeros años de la revolución; el proyecto de influencia regional también procede de la época monárquica si bien durante la islámica se llevó a cabo con otro discurso -el religioso. * Este artículo es parte del resultado de una investigación que fue financiada por Colciencias y se llevó a cabo junto con profesores de las Universidades Nacional y de los Andes. El tema central de la investigación era la inserción de América Latina, África y el Medio Oriente en el nuevo sistema mundial. ** Profesor asociado del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.
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El antiguo régimen: el régimen monárquico La dinastía Pajlevi (1925-1979) llevó a cabo una serie de transformaciones en Irán. Tenía planes muy ambiciosos para hacer del país una potencia. El modelo constaba de la industrialización, la independencia -enmarcada en un discurso nacionalista persa-, el Estado social e interventor, y la superioridad militar e influencia regional. El petróleo debería ser la base de la riqueza y se proveyeron las bases para el desarrollo de un capitalismo de Estado. Era la única forma de prosperar ante una burguesía débil. Se necesitaba de un agente industrializador acelerado y ese fue el Estado. Irán amplió su burocracia. Sobre todo en la década de los sesenta el Estado creció de una manera impresionante al mismo tiempo apoyando un capitalismo intensivo. El segundo plan quinquenal (1956-1962) había previsto una inversión del sector privado pero este no cumplió con las expectativas. Al invertir en la industria de consumo, construcción, comercio y bienes raíces, es decir, tan sólo en unos pocos y muy rentables sectores, no se convirtió en una burguesía industrial dedicada a la producción en masa y el sector público se transformó en un inversionista mucho más activo. El Estado como gran inversionista prevaleció y convirtió a la burguesía en dependiente. Para finales de la década de los setenta el Estado proveía el 70% de la inversión 1. El control de la economía petrolera por parte del Estado lo hizo poderoso, dependiente de fuerza externa e independiente hacia adentro de fuerzas sociales. En la década de los setenta las rentas petroleras sobrepasaron todas las expectativas: de US 2.000 millones en 1972 a US 20.000 millones en 1977. Dos problemas surgieron: la dependencia cada vez más fuerte de fuerzas externas. Se
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dependía así cada vez más del petróleo, de los Estados Unidos y del mercado internacional. En el plano político la dependencia se manifestó de manera muy clara cuando el presidente Cárter, en su campaña por los derechos humanos, presionó al sha a liberalizar políticamente el régimen. Este no tuvo otra opción. Para algunos autores este fue el gran disparador de la caída de la monarquía 2. Al mismo tiempo, esa dependencia externa lo hacía sentir fuerte hacia adentro. Por eso el Estado se manejaba de forma autoritaria. El país experimentó una serie de transformaciones en el ámbito socioeconómico: expansión del mercado y el surgimiento de nuevas fuerzas sociales prósperas - nueva burguesía y clases medias. El crecimiento era impresionante: inversiones, ahorros, consumo. Entre 1966 y 1977 el crecimiento anual era de 9.6% el doble del promedio de los países del tercer mundo. La inflación se controló hasta 1974, año del boom petrolero; se redujo la mortalidad infantil, la malnutrición y el analfabetismo 3. El patriotismo debía contribuir a construir el orgullo nacional. Sin abandonar la religión shiíta, común a la mayoría de persas, se exaltaba la idea de identidad arraigada en el país gracias a la restauración de viejos monumentos y al descubrimiento de antiguos textos que habían permanecido olvidados por largo tiempo. Es decir, la lengua, la cultura, la larga historia nacional desarrollaron una identidad. El Estado central cumplió aquí un papel importarte. Pero el sistema polarizó la sociedad iraní y la brecha entre pobres y ricos crecía. El fracaso de la industrialización consistió en que las desmedidas ambiciones del sha, de hacer del Irán una potencia, produjeron un desarrollo desigual y mal planificado que condujo a que tan sólo ciertos sectores y ciertas regiones se desarrollaran. Los grandes
Anoushiravan Ehteshami; Iran, en Tim Niblock y Emma Murphy, Economic and Political Liberalization in the Middle East. Londres, British Academic Press, 1993, pp. 214-236.
2
Véase entre otros Henry Munson, Jr., Islam and Revolutiort ki the Middle East, New Haven, Yale University Press, 198B, pp. 125-137.
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Jahangir Amuzegar, "The Iranian Economy before and after the Revolution", en Middle East Journal, v. 46, N. 3, 1992, pp. 414-425.
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damnificados fueron la agricultura tradicional, la pequeña industria, las artesanías y el pequeño comercio 4. En política exterior el país era el gendarme de Occidente. Armado hasta los dientes por los Estados Unidos, debería salvaguardar el Golfo para sus aliados occidentales. En síntesis, Irán era un Estado fuerte y dependiente, socio clave en la geopolítica occidental e inserto en la economía mundial a través de los hidrocarburos. Se apoyó en la burocracia, burguesía, clases medias nuevas y terratenientes.
La revolución islámica y la época jomeinista (1979-89) El Estado jomeinista se gesta a partir de las imperiosas necesidades de la posrevolución, los nuevos liderazgos y el programa islámico. Las gravísima situación crea las condiciones para que el sector islámico triunfante tome una serie de medidas que coincidían con su programa. Así, una parte de estas medidas son la respuesta coyuntural y lógica para lograr que el nuevo régimen sobreviva. Son medidas justificadas en un discurso islámico basadas en la razón de Estado que en el fondo las hubiera tenido que tomar cualquier otro régimen. La otra parte de las medidas hacen parte de la islamización propiamente dicha proveniente de un tal programa. Había triunfado una revolución social. Se derribó el poder de la antigua clase dominante y de aquellos que el sistema privilegiaba. El parlamento elegido en 1980 estaba compuesto por el clero islámico, los campesinos y comerciantes a diferencia del último parlamento de la época monárquica que estaba compuesto por terratenientes, nuevas clases medias y altas
seculares, sectores adinerados tradicionales y nuevos empresarios enriquecidos por el boom petrolero. Los nuevos diputados tenían en común haber sido educados tradicionalmente, se orientaban hacia la religión y representaban a los sectores marginados económica y culturalmente en la época anterior5 Los nuevos líderes abogaban por un discurso producto de la ideología, el diseño consciente y la presión popular. El intento de establecer una sociedad islámica igualitaria era ruptural comparado con el antiguo régimen Según el programa el Estado perseguía la distribución de la riqueza, la justicia social y la defensa de la causa de los marginados. Mejor dicho, el islam era un vehículo de transformación6 . Debería ser interventor, promover la autosuficiencia, impedir la infiltración extranjera y reducir la dependencia del capitalismo internacional. Se basaba en lo que llamaban la superioridad del islam, es decir, una vía mejor que el capitalismo y el socialismo. Sin embargo, la revolución y sus primeros años vivieron la ausencia de una economía organizada y se hizo necesario una economía centralizada. Huelgas, ausentismo y anarquía precedieron la toma de poder; la situación financiera era desastrosa; en la inmediata posrevolución el éxodo masivo de empresarios, técnicos y administradores y capitales, la invasión iraquí y la necesidad de una economía de guerra y la tensión con Occidente (toma de rehenes de la embajada americana) completaban el cuadro desastroso. Había que actuar inmediatamente. Hubo una gran ola de nacionalización y fundaciones islámicas se hicieron cargo de las empresas confiscadas. El sector bancario y las compañías de seguros fueron nacionalizadas. El Estado ocupó el vacío dejado por las élites anteriores y creció como nunca mientras que el sector privado disminuyó. Llegó a poseer el 85%
4
Mir A. Ferdowsi, Iran, en Dieter Nohlen y Franz Nuscheler (eds.), Handbuch der Dritten Welt: Nordafrika und Naher Osten. Vol. 6, Bonn, J.H.W. Dietz. 1993, pp. 310-339.
5
Cyrus Vakili-Zad, "Conflict among the Ruling Revolutionary Elite in Iran", en Middle Eastern Studies, vol. 30, julio 1994, pp. 618-631.
6
Shaul Bakhash, The Reign of the Ayatollahs: Iran and the Islamic Revolution. Basic Books, Nueva York, 1986, pp. 166-194.
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de las firmas importantes. Era la única manera de evitar el colapso. La Fundación Pajlevi que comprendía 600 empresas fue reemplazada por la Fundación de los Desheredados. Se fundaron muchas otras empresas financieras para administrar bienes abandonados o canalizar recursos de seguidores del régimen. Como necesidad económica se llevó a cabo una política austera de racionamientos de productos básicos, control de precios y salarios, restricción de créditos bancarios, subsidios alimentarios, control de importaciones y gestión centralizada de divisas que a su vez coincidían con el programa revolucionario social. El Estado benefactor hacía parte de esta coyuntura. En el plano externo la guerra contra Irak (198088) y la proclamación de la revolución internacional complicaba la situación: las fluctuaciones de los precios del crudo, el congelamiento de los bienes en el exterior, sanciones en créditos y comercio, aislamiento y millones de refugiados de Afganistán y de Irak. Era necesaria una economía centralizada ante la descomunal guerra y la situación interna que se vivía. También en el plano externo, se proclamó una doctrina transnacional -el panislamismo. La revolución islámica debería ser universal. Pero, si bien en la región en un inicio dicha propuesta era respaldada por amplios sectores populares con el correr de los años la revolución iraní era cada vez interpretada como una causa nacional de los persas shiítas. El shiísmo, religión mayoritaria tan sólo en Irán ."fortalecía este argumento. Los litigios fronterizos alrededor de las islas Tumb y Amu Musa recordaban la expansión en la época del sha.: La guerra contra Irak se tornó en la defensa de la soberanía nacional. Históricamente persas y árabes, aunque musulmanes, han luchado por el control regional. La islamización propiamente dicha la podemos constatar internamente en la revolución jurídica,
cultural e institucional tal como está refrendado en la Constitución. La Institución más importante fue la del Velayat-e faqij, codificada en el artículo 5 de la Constitución y definida como el guardián y líder que debe vigilar para que los designios de dios sean puestos en marcha y proteger al pueblo de la maldad. Se fundó el Consejo de los guardianes -compuesto por seis clérigos islámicos y seis abogados- que debía supervisar la legislación proveniente del parlamento 7. En las instituciones judiciales se fundó el Consejo judicial supremo que debería velar por la legislación islámica y eliminar la legislación considerada no islámica. Se instituyó la lapidación por adulterio, azotainas por fornicación y amputación de dedos o manos por robo. A todo esto hay que agregar que para ser elegido en el parlamento había que pasar por un minuciosos escrutinio islámico. La educación también sintió el impacto islamizador tanto en términos ideológicos como estructurales. Se promovió una verdadera revolución cultural revisando programas para así enseñar teología islámica, valores considerados fundamentales como hermandad islámica, la familia, panislamismo y justicia; se glorificaba el pasado islámico, (en oposición al pasado preislámico exaltado por el antiguo régimen), había que reemplazar los valores occidentales por los islámicos en contra del imperialismo cultural y su hedonismo; había que salvaguardar la revolución contra las intenciones impías de las potencias extranjeras. Además, se introdujo la instrucción militar en las universidades y se impulsó la investigación en campos culturales islámicos y culturales, además del científico. Se purgaron las universidades de elementos no islámicos: el primer criterio para admisión de profesores y de estudiantes eran su compromiso con la revolución y el islam 8. El proceso de islamización se sintió también en los medios de comunicación. En julio de 1979 se
7
Véase Mehrdad Haghayegui, "Politics and Ideology in the Islamic Republic of Irán", en Middle Eastern Studies, vol. 29, No. 1, 1993, pp. 36-52.
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Mehrdad Haghayeghi, 'Politics and Ideology in the Islamic Republic of Irán", en Middle Eastern Studies, No. 1, vol. 29, enero 1993, pp. 36-52.
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prohibió la música en la televisión y radio. Se aprobó la censura. Se cerraron 22 periódicos de oposición9. Se controlaba las nuevas vinculaciones en los medios. Se decretó sobre los deberes políticos e ideológicos de los mismos. Se multiplicaron las publicaciones islámicas.
sólo funcionaba el 60% de su capacidad, muchas industrias estatales produciendo pérdidas, una burocracia ineficiente y grande. Las cifras hablaban por si mismas: durante 1979-87 el PIB creció -0.7% o sea 15.7% menos que el promedio entre 1976-78.
Durante una década el Estado jomenista se mantuvo. A esto contribuyeron los ingresos por petróleo, las inversiones y recursos desarrollados en la época del sha (la amplia infraestructura, una gran capacidad industrial, reservas de divisas y funcionarios bien entrenados en ciertos sectores) y el Estado centralizado. La causa nacional legitimada en términos religiosos- era fortalecida por la guerra contra Irak.
Un nuevo pensamiento económico se infiltraba poco a poco en ciertas élites dominantes. La caída de la URSS debilitaba la posición de los estatistas. En el plano político, para algunos autores, el gobierno de Mussavi (primer ministro, 1982-1988, reelegido 1988 por corto tiempo) manifestaba las mismas tensiones sociales que se sentían dentro de la élite. Era un gobierno indeciso, no se comprometió ni con fa planificación estatal ni con el sector privado; este último se sentía confundido con las políticas contradictorias del gobierno. Las fracciones dentro de la élite dominante reflejaron por un lado, una falta de compromiso total con la economía planificada y por el otro, una falta de compromiso con el sector privado. Según estos autores esta ambigüedad sacó a la luz lo peor de ambos sectores.
Crisis y transición: la revolución islámica, la crisis de finales de la década de los ochenta y el ascenso de los reformistas moderados La crisis sobrevino a finales de la década de los ochenta y condujo al reformismo de corte neoliberal. En el fondo de la situación los problemas económicos eran gravísimos: la guerra había agotado al país y la caída de los precios del crudo empeoraba la situación. Había pocas reservas y poca capacidad de inversión. Los costos de producción se habían cuadruplicado. Se importaban bienes de primera necesidad. Los ingresos del petróleo se gastaban en el gigantesco Estado. Los daños por la guerra equivalían a 20 veces más que PIB/año de 1989. El ingreso per capita por petróleo cayó de US 650 (1978) a 120 (1986). La inflación aumento en un 800% en 10 años. El 75% de la población era pobre. Según el FMI Irán retrocedió a los años cincuenta. Había una mala administración, 1 una crisis financiera sin precedentes, la falta de conocimiento y la consecuente improvisación, la ineficiencia, una creciente importación de alimentos producto de un campo estancado, una industria de la que tan
Había una crisis institucional que consistía en que con la muerte de Jomeinl (1989) la figura del velayat-e-faqij no tenía reemplazo. Nadie daba la talla. Para salir del impasse fue necesario reformar la Constitución, disminuyendo los requisitos para el nombramiento! De esta manera, se nombró a Jamenei quien ño tenía la estatura histórica de Jomeini. Además, este no había designado un sucesor de tal manera que deprivó a aquel de una legitimidad derivada de Jomeini. Así, la Institución de Velayat-e-faqij no. había logrado continuar con la fuerza con que se había iniciado. El Consejo de Guardianes (que debía supervisar la legislación proveniente del parlamento) desde principios de 1988 disminuía su presencia: por un lado, Jomeini le dio al gobierno la facultad de anular leyes islámicas y por el otro, se fundó el Consejo para el discernimiento de los intereses del régimen que debía decidir sobre el destino de la legislación
9 Bakhash, op. c¡t., p. 156.
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proveniente del parlamento y rechazada por el Consejo de Guardianes. Para las elecciones legislativas de 1992 se notó un descenso en el número de diputados del clero islámico: se eligieron 49 clérigos islámicos (18% del parlamento) mientras que en el parlamento anterior había 71 y en el de 1984, 122 (45,6%). El declive se debió a que se les criticaba su falta de experiencia en su actuación como diputados. Algunos comenzaban a pensar que no era necesario su presencia. La islamización de la educación bajó la calidad de la misma ya que los criterios para ser admitido como profesor o estudiante eran sobretodo un compromiso con la religión más que experiencia o mérito. La islamización de la televisión perdía fuerza ya que el público comenzó a ver menos televisión y a quejarse de la excesiva programación religiosa y de la falta de programas de entretenimiento 10. Las onerosa situación de la década jomeinista condujo al reino del corto plazo, a la corrupción dentro del Estado, inclusive dentro de organizaciones religiosas y revolucionarias. Había surgido una nueva generación de especuladores basada en redes de comerciantes y clero. En el campo de las relaciones internacionales la crisis consistía en el gran aislamiento y la desconfianza que se le tenía en muchos países. La guerra contra Irak y el discurso revolucionario panislamista habían hecho esto posible 11. A la crítica coyuntura se le adicionaron tres importantes disparadores. En 1988 se aceptó una tregua con Irak, como necesidad imperiosa, finalizando así el gran final de la ofensiva revolucionaria; la ofensiva se quebró en las trincheras y el panislamismo sufría un gran revés. En 1989 murió Jomeini. En el mismo año ascendió a la presidencia Rafsanyani, líder de los
reformistas pragmáticos. Había que atender problemas internos. La movilización de masas había perdido fuerza. El Estado no podía permitirse excesos revolucionarios y el discurso islámico parecía desgastado. La tregua y el ascenso de los pragmáticos era la gran oportunidad para el reformismo. Por medio de una reforma constitucional se fortaleció al presidente quien tendrá un gran espacio de actuación ante su fortalecimiento debido a la debilidad de la Institución del líder sabio. Se trataba de una concentración del poder para solucionar la crisis. Se suprimió el primer ministro cuyos poderes le fueron otorgados al presidente. El presidente nombra gabinete, preside el Consejo de Seguridad Nacional y es responsable de la Organización de Presupuesto y Planes, Institución clave en economía y planificación. Los reformistas laicalizaron el lenguaje económico; pocos hablaban de economía islámica. De ahora en adelante la economía y el Estado tendrían primacía con relación a lo religioso y la Institución clerical. Es decir, las propuestas fueron ahora más pragmáticas. Una cierta secularización se sentía. Se desideologizaba la revolución. Un sector del clero supo adaptarse a la nueva situación. Tengamos en cuenta que para finales de la década de los ochenta todavía el clero es fuerte. Había eliminado la oposición, controlaba el Estado y las fuerzas armadas y las organizaciones de seguridad. Es decir, no se trata de la pérdida de poder del clero. La línea revolucionaria se cambió por un pragmatismo defensor del status quo. Para 1990 los pragmáticos están en los puestos claves. En el gabinete había pocos políticos y muchos técnicos; el consenso radicaba en la recuperación inmediata. A través del derecho a nombrar ministros, otorgado por la reforma
10 Haghayeghi, op. cit. 11 Ahmad Salamatian, "Atfaibli, le régime iranien choisit la prudence", en Le Monde Diplomatique, septiembre 1990; Alberto B. Marianton, "En la cuerda floja', en Cuadernos del tercer mundo, N. 128, mayo 1990, pp. 32-37.
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constitucional de 1989, se colocó a los pragmáticos en los ministerios, en el Banco Central y los medios estatales de comunicación.
En resumidas cuentas, se continuó con la política exterior moderada iniciada desde el ascenso de Rafsanyani.
En política exterior se inicia un proceso de moderación con el objetivo de romper el aislamiento internacional y regional y adquirir recursos externos. Se trataba de una política nacional persa (y no transnacional y panislámica como se expresaba en el discurso revolucionario) basada en la razón de Estado.
La segunda guerra del Golfo consolida a Rafsanyani con nuevas situaciones pues se aprobaron enmiendas constitucionales que otorgaron más poder a la presidencia. La no participación en el conflicto posibilitó el triunfo en las elecciones parlamentarias en 1992.
Apenas se había iniciado el proceso reformista estalló la segunda guerra del Golfo (1990-1) que fue aprovechada para continuar con el proceso.
Reformas y resultados
Irán proclamó la neutralidad. (Valga la pena señalar que los jomenistas apelaban a entrar en el conflicto). Por un lado, se rechazó la invasión, el uso de la fuerza y se apoyó la retirada de Kuwait. Por el otro, mantuvo una ventana abierta para negociar la paz de la anterior guerra contra Irak y apaciguó el anti-americanismo en el interior. La proclamación de la neutralidad era necesaria pues le dio prestigio en el Golfo. Detrás de esa posición había un imperativo económico, -la necesidad de continuar con el reformismo. Así, se intenta negociar con Estados Unidos y se fortalecen las relaciones con Kuwait, Inglaterra y Francia. Con Turquía se manifiestan claros intereses comunes con una convergencia estratégica: vigilar el Kurdistán y el Cáucaso. Además, los vínculos iraníes con Europa se fortalecen a través de Turquía. Irán importa productos terminados de aquel país. Con Irak establece relaciones diplomáticas además de conseguir el retiro de sus tropas de territorios ocupados durante la primera guerra del Golfo 12. Irán da un nuevo impulso a la búsqueda de alianzas y créditos. Restablece relaciones con Egipto, Jordania y Arabia. Reconoce la presencia siria en Líbano a quien brindaba apoyo desde los ochenta.
Tres eran los ejes del reformismo económico: se debía pasar de la economía rentista (dependencia del crudo) a una pospetrolera, de una economía estatista a una de mercado y de una introvertida a una abierta. En otras palabras, se trataba de liberalización económica, privatización y desregulación, osea un reformismo de corte neoliberal. Los objetivos de la privatización eran estabilización (aligerar la carga del presupuesto nacional) y crecimiento (efectividad de la empresa privada). El Estado no podía seguir subvencionando empresas pues había crisis financiera y falta de competitividad ya que en los primeros años de la revolución se había nacionalizado el 80% de las empresas y los bancos. El plan quinquenal de 1989-93 preveía la inversión del sector privado nacional y extranjero. A este se debería darle condiciones para que invirtiese. La participación del sector privado en la economía debería aumentar de 25-30% a finales de los ochenta a 75-80% en los noventa. Se anunció el levantamiento de restricciones para importaciones, una política de privatización de las compañías no estratégicas, no esenciales y de las que producían pérdidas. La ley de 1991 sobre la privatización fue el gran comienzo. En junio de 1992 se aprobó otra ley que
12 Yann Richard, "Teherán entre tant d'écueils", en Le Monde Diplomatique, marzo 1990; Jerrold D. Green,” Iran's Foreign Policy: Between Enmity and Conciliation", en Current History, enero 1993, pp. 12-16.
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permitía que el capital extranjero podía comprar el 100% de una empresa, mientras que durante el antiguo régimen Pajlevi tan sólo se podía adquirir como máximo el 45%. Se venderían 391 empresas estatales; se calcula que el 90% de las empresas públicas pasarán a manos privadas; algunas serán restituidas a sus antiguos dueños. Habrá empresas mixtas. La Fundación de los Desheredados que tiene 800 empresas en el sector industrial, agrícola y minero, está profundamente involucrada en la venta de sus propiedades al mejor postor. La condición para privatizar es que la empresa privatizada deberá ceder el 33% del capital al personal y a la dirección de la empresa; así se quiere aumentar y popularizar los accionarios; hace 5 años había 3 millones de accionarios y hoy hay 11 millones. Muchas instituciones públicas se ha convertido en empresas de capital mixto, como la Fundación de los Desheredados, alcaldías locales, una mezquita y un organismo local de pesca 13. Se revivió la bolsa de valores para percibir capital privado; se vendían gran cantidad de acciones de empresas estatales. Para 1991 las transacciones alcanzaron el nivel más alto desde que la bolsa inició actividades en 1967. Pero, la bolsa de valores tiene fallas, es rígida y su rentabilidad insuficiente comparada con otras posibilidades de inversión. Más importante aún, el estatismo se estrelló contra la economía de mercado propuesta. La privatización proyectada en el plan quinquenal ha sido muy lenta. El Estado todavía controla el 84% de la economía. En la actualidad existen 3000 empresas estatales o semiestatales bajo el control de 53 pulpos estatales tales como la Fundación para los Desheredados o la Organización de Industrias Nacionalizadas que cuenta con 371 firmas.
La sobredimensión del sector público es un impedimento para el desarrollo efectivo de la economía. El sector público que emplea 5 millones de personas y representa, el 70% del PNB no puede vender tan fácilmente. No existe tanto capital privado para comprar empresas públicas. El impacto de la deuda externa lo siente el sector privado. Irán había podido obviar la crisis de la deuda de la década de los ochenta y no tenía deudas de largo plazo. Pero hoy en día la deuda externa ha aumentado considerablemente de US 6.5 mil millones en 1989 a 36 mil millones en 1995 lo que a su vez ha obligado al país a que restrinja las importaciones. El impacto lo siente la empresa privada. Algunos vaticinan que dentro de pocos años el pago de la deuda absorberá el 40% de las divisas 14. La privatización es lenta. Se proyectó eliminar subsidios a productos básicos y el control de precios. Pero ha sido muy difícil acabar con subsidios ya que se afectaría una base importante de la revolución: los pobres. Ya hubo motines de abastecimientos en 1992. El segundo plan quinquenal (1995-2000) no tiene planeado suprimirlos. La liberalización de precios en 1989 condujo a una inflación de tal manera que hubo que regularlos de nuevo en 1994 15. Es decir, el Estado social, que ya había iniciado el sha y continuado la revolución, no puede ser desmantelado de un día para otro. El otro gran eje del reformismo, la apertura económica y diplomática, también ha tenido problemas. El gobierno buscó mejorar su capacidad competitiva internacional e impulsar el comercio exterior brindando sostén al sector privado. Se disminuyeron restricciones en ciertas importaciones para desarrollar la competencia interna y abastecerse de materias primas y
13 "Quandriran joue aux privatisations", en Arabies, enero 1995, pp. 30-31. 14 Fereydoun Ali Khavand, "L'économie de la République ¡slamique d'lran: de l'étatisme á 1'impasse", en Le trimestre du monde, 1 trimestre, No. 33, 1996, pp. 43-52. 15 Ali Khavand: op. cit.
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productos intermedios. Se incentivó a los exportadores, a las empresas mixtas con capital extranjero y se promocionó la inversión directa extranjera. Se proyectaron tres zonas de libre comercio en el Golfo para atraer tanto la inversión iraní como la extranjera. Se aumentó la cuota de Irán en el FMI para así tener más capacidad de negociación en esta entidad. Cabe indicar que hasta ese momento el FMI era anatemizado como "el bastión de las fuerzas satánicas". Otro de los grandes proyectos consistía en la diversificación de las exportaciones. La producción de tapetes fue la principal fuente de divisas hasta el descubrimiento del petróleo. En el siglo XX se invirtió la situación y es la segunda fuente de divisas. Es fuente de empleo para 8 millones de personas, da empleo suplementario y contribuye a que no haya migración a la ciudad. Sus exportaciones en 1993 equivalen a US 1,44 mil millones, siendo el 39% de los ingresos contra un 36% en 1990 ya que las exportaciones se han liberalizado y se han tomado medidas para impulsarlas. El 50% de los pistachos del mundo vienen de Irán. Rafsanjani es propietario de plantaciones importantes. Los excedentes de este sector han permitido financiar agroalimentos e industrias. Se exporta la mayoría del caviar de esturión, desde 1953 en manos de la Compañía iraniana de pesca en el Mar Caspio. En 1993 se exportaron US 25 millones. Del safrán de Jorasán se exportaron en 1993 US 23 millones16. Así pues, los ingresos provenientes de exportaciones no petroleras aumentaron de US 1.000 millones en 1989 a 4.500 millones en 1995. Pero, tres cuartas partes de las ganancias no petroleras han quedado en el exterior y cuando el gobierno decretó en mayo de 1995 que la totalidad debería regresar al país las exportaciones de tapices cayeron en 33%. Además, la competencia internacional es grande.
Los problemas no cesan. Todavía el 90% de las divisas provienen del petróleo. La dependencia del crudo, también un producto de la época del sha, continúa. La caída de sus precios tienen consecuencias graves para Irán puesto que hoy, tal vez más que nunca, se necesitan divisas para la agobiada economía iraní y pagar la deuda externa. La producción petrolera tiene problemas: antes de la revolución se producían 6,200 mb/d y hoy, 3,800. Se requiere de cuantiosas inversiones para mejorar la producción y adquirir nuevas tecnologías. El aislamiento y la falta de grandes capitales son aquí un gran impasse. Todavía existen instalaciones destruidas o desmejoradas por la guerra contra Irak que no han podido ser reparadas. Además, Irán consume internamente 1,400 mb/d. Si no se invierte y no se frena el consumo interno Irán se convertirá en el sexto productor de petróleo a finales del siglo 17. Después de 1989 se manifestó una apertura hacia los países industrializados. Una gran variedad de empresas europeas y asiáticas han iniciado diversos proyectos en Irán, aprovechando el vacío de la retirada norteamericana. Las compañías norteamericanas mercadeaban 600.000 barriles diarios del Irán. Los japoneses, por ejemplo, han aumentado sus compras del crudo iraní convirtiéndose en el principal comprador seguidos por Francia que importa el 90% del Irán. Los europeos son los socios comerciales más importantes -Alemania como abastecedor e Italia como recipiente. Pero diversos problemas no han hecho exitosa esta política aperturista: la potencia imperial norteamericana incide de nuevo. Así como fue un gran apoyo para el sha ahora es enemigo de la revolución. La actitud desafiante de los norteamericanos amedrenta a los inversionistas y el embargo ha hecho sufrir sectores como el de la
16 Marjane Saidi, "Tapis, caviar, pistache, safran... L'autre Irán", en Arabies, octubre 1994, pp. 31-36. ' ' 17 Ali Khavand, op. cit., p. 46.
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aviación, mantenimiento de campos petroleros y de aprovisionamientos industriales 18. La apertura económica y diplomática de Irán está siendo bloqueada por los Estados Unidos. La rivalidad con la superpotencia y sus aliados regionales en la región ha conducido a que los norteamericanos en 1995 hayan iniciado una serie de medidas para desestabilizar el régimen, entre otras, prohibiendo a las empresas a invertir en el país y decretando un embargo económico. Los norteamericanos no pueden tolerar el «favor» que le hicieron a Irán al derrotarle a Irak. La contención norteamericana tiene sus fallas: los europeos y japoneses no se doblegan tan fácilmente ante los intereses de los norteamericanos. Aquellos argumentan que para moderar a Irán hay que desarrollarla económicamente. Pero la inversión extranjera masiva de Europa y Japón no ha llegado. El fraccionamiento de la URSS permitió relaciones con Rusia y las repúblicas exsoviéticas y la segunda guerra del Golfo, que eliminó a Irak, permitió una diplomacia hacia el sur. En efecto, se inició una ofensiva diplomática y económica con un cierto éxito. A nivel regional el país se orienta hacia a la Organización de Cooperación Económica. Las nuevas repúblicas musulmanas de la ex-URSS se presentan como potenciales mercados. Se han establecido relaciones diplomáticas con todas las repúblicas del Asia central. Existen ya planes concretos de explotación del petróleo en el Mar Caspio con Azerbaizhán, Kazajstán y Turkmenistán. La Organización de Cooperación Económica -con sede en Teherán- plantea una zona de intercambios preferenciales que agrupa a Pakistán, Turquía y las repúblicas del Asia central de la ex Unión Soviética junto con Azerbaizhán y Afganistán. Pero
tan sólo el 3% de los intercambios internacionales de los países se hacen en dicha zona 19. Es decir, la integración regional no ha tenido precedentes. El Medio Oriente está comercialmente más vinculado a los países industrializados que a la región. Se ha iniciado una política asiática hacia la India, China, Indonesia y otros, aunque por ahora sus objetivos se sienten tan sólo en el plano militar y estratégico. También se está pensando en una ofensiva de exportación de petróleo hacia esta región que se ha convertido en una de las principales consumidores. Japón y Corea del Sur, como también Alemania, han refinanciado sus deudas con Irán 20. En 1997 el nuevo presidente iraní, Jatami, inició una ofensiva diplomática hacia la región mucho más amplia que su predecesor. Los comienzos han sido tímidos Los conflictos internos producto de la revolución también dificultan el reformismo. En política internacional los días radicales parecían que iban a estar cada vez más lejanos con el ascenso al poder de los moderados 21. Sin embargo, hoy en día continúan los temores de aislamiento y un dualismo en política internacional - agresividad y conciliación. Esta política dual es el reflejo de las dos grandes tendencias a las que está abocado el país: jomeinistas y reformistas. Se continuó una política radical como la de la época jomeinista, pues se da apoyo a radicales fundamentalistas. Según Argel el Frente Islámico de Salvación ha sido entrenado y financiado por Teherán. La oposición en el Sudán denunció la presencia de 18000 militares en este país y la presencia de la armada iraní en el Mar Rojo. Se especuló sobre una posible intervención en el conflicto armenio-azerí para evitar posibles conflictos étnicos al interior del Irán. El proyecto islámico se nota en que se convocó una contra
18 Marjane SaJdi, "Elles sont venues, elles sont toutes lá"... en Arables, febrero 1996, pp. 40-45. 19 Fereydoun Ali Khavand, 'Les nouvelles orientations de la politique économique regional de Tiran', en Cahiers d'etudes sur la Méditerranée oriental et le monde turco-iranien, N. 15, pp. 253-263. 20 Thierry Lalevée, "L'Asie de tous projects', en Arabies, febrero 1996, pp. 35-37. 21 Ahmad Faroughy, 'L'lran á la récherche d'une politique regional', en Le Monde Diplomatique, mayo 1992.
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conferencia sobre la paz en el Medio Oriente y guerrillas antiisraelíes son apoyadas en el sur del Líbano. Algunos en Irán no ha olvidado que ha tenido presencia en la región y continúa en pos de ella. Históricamente el Cáucaso y Asia central fueron satrapías. En el Cáucaso a raíz del imperialismo ruso se perdieron territorios, Armenia, Georgia y Azerbaizhán. Lazos culturales unen a Irán con el Cáucaso y Asia Central. Algunos hacen ya un balance negro de la situación de la apertura. Las grandes intenciones comerciales y diplomáticas de los reformistas no se cumplen. La propuesta de un seguridad colectiva regional fracasó. Las monarquías prefirieron aliarse a Estados Unidos de una manera tan abierta como nunca lo habían hecho. Irán pierde posibilidad de un liderazgo regional. Las relaciones EEUU-Irán tuvieron una ligera mejoría pero han empeorado. Tampoco se logró un tratado de paz con Irak; como Irán apoyó el embargo, Hussein abandonó las negociaciones. Jatami a comienzos de 1998 inicia un giro hacia los Estados Unidos. ¿Logrará romper el aislamiento? Para terminar citaremos dos factores internos que tiene implicaciones sobre el reformismo. Se trata por un lado, de las implicaciones sociales que crean sectores que apoyan las transformaciones pero causan también desequilibrios. Por el otro, de los conflictos internos producto de la revolución. Respecto al primer punto, el régimen parece que girara con su reformismo hacia las clases medias modernas y adineradas, dejando atrás políticas populistas tal como se vio con el recorte de productos subsidiados o en las desregulación de precios de alimentos. Se planeó atraer al capital privado iraní en el exilio como a la clase tecnocrática que huyó en la época de la revolución. Si el regreso de esta élite es masivo tendrá consecuencias que aún están por verse. Podría decirse que Irán está comenzando a apoyar a aquellas clases que fueron privilegiadas durante la monarquía. En los últimos años se han tomado medidas para contrarrestar los efectos de la
educación excesivamente islamizada, como, por ejemplo, incrementando el número de estudiantes en los Estados Unidos o aumentando el personal técnico calificado. Hay una clase media de profesionales que el sistema beneficia pues teme una fuga de cerebros. Esto podría conducir a formar una clase de tecnócratas que reforzaría las reformas. Pero, por el otro lado, el dinero polariza a la sociedad. El mercado libre ha agudizado las desigualdades sociales. Se quiere reducir una parte de la burocracia que es baluarte y producto de la revolución. Irán sufre problemas típicos del Tercer Mundo que la revolución no pudo solucionar. Entre sectores medios y sectores urbanos reina una cierta apatía. La brecha entre ricos y pobres crece. Las promesas del régimen sobre la defensa de los «desheredados» parecen no cumplirse. Los salarios de empleados y funcionarios se han estancado mientras ciertos sectores se han enriquecido: importadores, empresarios y contratistas cercanos al Estado. El gobierno tiene que hacerle frente a la pauperización causada por la introducción de la economía de mercado, más aún cuando muchos subsidios se han suprimido. La unificación de la tasa de cambio, impuesta por el FMI, ha posibilitado la pérdida del rial en un 95%: la inflación disminuye la capacidad de compra de sectores populares. Se dice que la producción industrial decaerá por que se está empezando a reducir la importación de materias primas con el objetivo de disminuir la deuda externa y preservar las divisas. Desde marzo de 1994 el rial ha perdido 3/4 de su valor lo que condujo a inflación acelerada. Los servicios y los alimentos básicos han doblado su precio mientras que los salarios de la clase media se estancaron. Todavía el pan, el azúcar y la gasolina están siendo subvencionados, pero, ¿por cuánto tiempo? El gobierno optó de nuevo por un control de precios en contra de la inflación. La devaluación y la
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inflación pesan sobre la deuda externa. Así, el gobierno vuelve a una política de mercado controlado: control de precios, compresión de importaciones, limitación de salida de divisas y al mismo tiempo privatizando y buscando inversión extranjera 22. El segundo punto concierne el conflicto interno que ha debilitado el reformismo. De una u otra manera la tensión entre jomeinistas conservadores y reformistas pragmáticos o moderados ha acompañado a la joven república islámica. La dirección del país y el rumbo a seguir han estado constantemente en juego. Los jomeinistas quienes defienden la línea revolucionaria, controlan fundaciones financieras con millones en juego, son una nueva élite económica, presionan por una revolución más xenofóbica. Temen que la apertura los debilite 23. El país se debate entre el imperativo ideológico y la necesidad de desarrollo aunque la clase dirigente islámica todavía es fuerte y unida en lo clave en la supervivencia del régimen. Pero las tensiones se notan en los choques entre reformistas y jomeinistas.
Seguridad a otro de los suyos; con esto Rafsanyani perdía el control sobre las fuerzas armadas. La dirección de la radio y televisión estatal y el ministerio de Cultura y Educación también ha pasado a manos de conservadores así como los ministerios del Interior, Economía, Finanzas, Petróleo, Asuntos Extranjeros y Defensa. Jamenei ha dicho que hay que erradicar toda huella de la cultura occidental del país defendiendo, así, un purismo ideológico en la tradición del extinto Jomeini. Los jomeinistas están echando marcha atrás con la apertura económica. Las importaciones deben ser autorizadas por el Estado. Se están protegiendo productos locales mediante la restricción en las importaciones. El segundo plan quinquenal (19941999) planeado por el parlamento potencia un Estado intervencionista. Jamenei ha dicho que "la jus ti c i a social va primero que el desarrollo económico". Se congelarán precios de productos básicos y de servicios 24. Rafsanyani no pudo llevar a cabo todo su programa liberal por la oposición de los conservadores. Las fuerzas encontradas han sido bastante iguales. Así, perdió fuerza y la mayoría de los constructores de la apertura abandonaron sus puestos.
Irán ocsila entre el modelo liberal (como en Arabia Saudita donde la economía y las relaciones internacionales se orientan al liberalismo y la estricta moral islámica se aplican al individuo) que se nota en las reformas citadas y los que desean continuar con el proyecto islámico.
El parlamento elegido en mayo de 1992 mostró la fortaleza de los reformistas pero el absentismo era del orden del 75%. Los diputados que apoyaban a Rafsanyani eran militantes islámicos jóvenes, diplomados, profesionales y tan sólo 39 ulemas.
Desde finales de 1994 los jomeinistas estaban ganando terreno. Liderados por el líder sabio Jamenei, y apoyado por comerciantes han logrado imponer ministros de sus filas, como el de economía, quien ha detenido, por ejemplo, parte del proceso de privatización. Jamenei logró nombrar como director del Consejo Nacional de
Las elecciones presidenciales de 1993 mostraron a un Rafsanyani triunfante con un 63% de los votos pero con una participación popular del 57,6%. En los comicios de 1989 había obtenido el 94,5% con un ausentismo mínimo.25 Su popularidad y la del régimen han descendido, si bien los que votaron lo hicieron por Rafsanyani el reformista. Pero el
22 23 24 25
L'lran sur fonde de crise economique, en Arabies, abril 1995. Chris Hedges: Revolution in Iran Hits the Crossroads. New York Times, julio 15 de 1994. Adieu a l'ouverture, en Arabies, septiembre 1994, pp. 27. Nohlen. op. cit., p. 363; Don Peretz: The Middle East. Nueva York, 1994, p. 534.
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ausentismo significa que muchos le están dando la espalda al sistema.
entre fracciones reformadoras y las conservadoras en el marco de una crisis económica.
El triunfo en 1997 del nuevo presidente Jatami apoyado por 60% del electorado (20 millones de votos) y apoyado por jóvenes, mujeres, la izquierda islámica, el centro, los reformistas cercanos al antiguo presidente y minorías religiosas y étnicas muestra un giro más decidido al reformismo. Jatami tiene fama de ser tolerante y abierto 26. En política exterior las visitas de altos funcionarios iraníes a Egipto y Arabia Saudita muestran una apertura diplomática decidida.
La inflación a principios de 1996 era del orden del 70% y el crecimiento revelaba cifras negativas.
Sin embargo sus opositores, los conservadores liderados por Jamenei, se encuentran en el parlamento y en muchos puestos claves de la política y la economía. La existencia de sectores antioccidentales, los conflictos internos y externos y la crisis económica atemorizan a inversionistas. La legislación no es muy clara, la policracia iraní con sus múltiples polos de toma de decisiones bloquea al ejecutivo. Esto mismo acentúa la fuga de capitales hacia Occidente o hacia las petromonarquías. El balance de Irán es complicado. Existen intereses arraigados en el sector nacionalizado, es decir, una burocracia gigantesca y difícil de manejar. Se ha planteado el regreso de grandes empresarios y la devolución de sus compañías pero el proceso es voluminoso y la oposición de las fundaciones, como la de los Desheredados, que poseen muchas empresas es mayor. El inversionista extranjero tiene muchos trámites. La corrupción somete programas económicos a intereses especiales. Se nota cada vez más una incapacidad en movilizar a clases medias bajas y trabajadoras 27. La coyuntura es grave: un programa de ajuste estructural a medias y una marcada lucha política
El crecimiento demográfico cuenta con una tasa anual entre el 3,1% y 3,3% o de 1,5 millones /año a pesar de las campañas de control de la natalidad. Teherán crece inconteniblemente y cuenta hoy con 12 millones de habitantes. Hay sobrepoblamiento urbano. Irán es el país que más refugiados tiene en el mundo. La especulación y la economía informal son parte de la cotidianidad. Existen entidades públicas que venden tarjetas de racionamiento o especulan con bienes importados con la tasa de cambio oficial y vendido en el mercado libre. Se ha restringido el mercado de divisas. Numerosas son las personas que cuentan con varios empleos 28. Los bajos precios del petróleo no fortalecen la economía. Occidente no confía en el país pues cree que lo islámico prima demasiado. Ankara le aventaja en ambiciones regionales. Así pues, los clérigos islámicos se encontraron con una serie de problemas del tercer mundo que no han podido solucionar. Sus detractores dicen que el problema radica en que el hacer demasiado hincapié en la virtud y la ética no soluciona problemas prácticos. Es decir, el islamismo fracasó en el test del poder. Reina la corrupción y el clientelismo. Para Olivier Roy el islam en términos políticos conduce al fracaso: hay una contradicción entre islam y política 29. La situación regional es candente. Hay más o menos un consenso regional de escepticismo hacia Irán. Irán apoya a fundamentalistas en Argelia, Egipto, Jordania, Líbano y Cisjordania. Las monarquías critican el fanatismo religioso.
26 'L'effet Khatami: fronde, reforme ou status quo", en Arabies, juillet-aout, 1997. 27 Shaul Bakhash,' Iranian Politics since the Gulf War", en Robert B. Satloff (ed)' The Politics of Change in the Middle East Washington, Westview, 1993, pp. 63-84. 28 Marjane Saldi, "Teherán au grand jour", en Arabies, N. 88, abril 1994, pp. 34-38 29 Le Monde, 20 de octubre de 1994.
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Los iraníes podrían pensar que si sus enemigos están dispuestos a hacer lo que hicieron con Irak, la única manera de rechazar un ataque es con armas atómicas. Los emiratos han celebrado pactos con los Estados Unidos que hacen posible la continuación de su permanencia. Irán es mantenido como el gran ausente de cualquier tipo de consenso regional. Las campañas de prensa contra Irán, son el preludio de una invasión como le ocurrió a Irak? Se intenta justificar la presencia Estados Unidos en la medida en que se señala a Irán como el «peligro» regional. ¿Se desea provocar deliberadamente el Irán? Irán gasta en armamento US 2.000 millones al año pues se siente asediada. Todo parece indicar que los americanos presionan a que su enemigo gaste tanto en armamento para que, por un lado, descuide otras inversiones y, por el otro, sus enemigos puedan calificarla de amenaza. De esta manera, los americanos venden millones en armamento a los países del Golfo y a su vez justifican su presencia allí. Al triunfo de Jatami los norteamericanos respondieron que mientras los iraníes no colaboren en el proceso de paz árabe-israelí, apoyen al terrorismo y construyan armas de destrucción masiva no habrá mejora de relaciones. Ante los problemas internos y las presiones externas, ¿el nacionalismo, que muchos líderes ya pregonan, podría de nuevo dispararse? ¿Intentaría Irán una aventura exterior para distraer la opinión interna? La apertura de Jatami podría interpretarse, por un lado como la acuciante necesidad de inversión extranjera y por el otro, como la también acuciante necesidad de lograr un apoyo internacional y firme a los reformistas.
Conclusión Mucho más allá de un régimen y su discurso -que en la historia del Irán del siglo XX han variadoexisten unas continuidades profundas que, por lado nos permiten ver la historia del Irán con una serie de características comunes y por el otro, la dificultades que tiene el país para llevar a cabo reformas neoliberales.
La historia del Irán en el siglo XX presenta una serie de pautas comunes a pesar de las propuestas de la revolución islámica jomeinista y la de tendencia neoliberal. Una continuidad en la inserción y dependencia externa (con un ligero intento de desligarse de esta situación en la época de Jomeini), un fuerte estatismo, los deseos de la clase dominante de hacer del Irán una potencia regional, un proyecto nacionalista de defensa de la soberanía nacional, un régimen autoritario que, por ejemplo, controla la educación y los medios de comunicación y una vida austera de vastos sectores populares a pesar de las grandes consignas del proyecto de Estado benefactor. Esas pautas comunes nos ayudan, en parte, a comprender porqué el reformismo (una economía de mercado, diversificada y abierta) no parece realizarse. Es decir, el neoliberalismo choca contra una larga tradición de estatismo y debilidad del sector privado, contra el temor a desmontar un Estado social so pena de perder base social, contra una economía petrolizada y dependiente que con la caída de los precios disminuye el capital, contra la hegemonía de la potencia occidental en la medida en que bloquea al país por razones políticas y contra la tradicional falta de integración regional. Pero también la revolución creó bloqueos contra el reformismo: las pugnas internas creadas por la revolución y el apoyo de Irán a grupos de resistencia islámica en la región, crea inseguridad en los inversionistas y preocupación en la región. De todas maneras apuntala el reformismo el sostén a clases desfavorecidas en la época jomenista. Del apoyo a clases modernas en la época del sha se pasó al de sectores tradicionales y populares, para volver, hoy en día, a apoyar a las clases modernas. Socialmente hablando, en el Irán actual se fortalece a aquellos que el antiguo régimen fortalecía. Hay interesados en invertir aún enfrentándose a los designios de los americanos. Esto podía significar que los flujos externos tiene posibilidades. Por ahora, la globalización se presenta aquí asimétrica ya que la tan esperada llegada de capitales no ha sido como se esperaba.
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Todavía no ha habido una gran inserción en la economía internacional pero para 1993 5,3 millones de toneladas de productos se exportaron asegurando al país ingresos por US 3.870 millones. En comparación con los ingresos del año anterior el aumento fue del 35%. Algunos piensan que es buen comienzo 30. Sobre la revolución vale la pena sintetizar que heredó una serie de características (Estado fuerte e interventor, infraestructura e industria, etc.) que inclusive la apuntalaron en sus primeros años. En ese sentido lo verdaderamente islámico se vivió más bien en una especie de revolución cultural y jurídica. Así, contrario a lo que muchos creen, los grandes problemas de la revolución islámica no son solamente el producto del régimen religioso sino de estructuras y procesos continuos del país. |A pesar de las grandes promesas de una novedosa economía islámica la revolución adoptó primero una dirigista y populista para después pasar a otra más liberal y orientada hacia a las clases medias y altas. Hasta el momento no ha habido una alternativa al Estado interventor. La era Rafsanjani intentó insertar al Irán en las nuevas relaciones internacionales y hacer del país una potencia regional, -lo que también persiguió el antiguo régimen Pajlevi. ¿Se está volviendo al antiguo régimen? Para terminar, daremos algunas perspectivas. El pragmatismo condujo a buscar liberar las fuerzas del capital privado que en realidad nunca estuvo eliminado del todo. Pero el reforzamiento de este sector seguramente traerá nuevas expectativas que se manifestarán, tarde o temprano, en el Estado y las relaciones de poder. El Estado iraní está decidido a generar procesos productivos determinados que se vinculen al mercado mundial mediante políticas garantizadas por el mismo. Las diversificación de las
exportaciones podría ser un ejemplo del intento de construcción de polos de desarrollo, así como las zonas de libre comercio. Sin embargo, todavía no sabemos que tanto desarrollo podrán producir estos proyectos. La búsqueda de divisas y capital es la gran prioridad actual del país. Según algunos teóricos del neolibrealismo reformas económicas y apertura política van de la mano. En Irán esto no parece constatarse. El bloqueo y aislamiento con el que se mantiene a Irán puede ser peligroso. Irán no es ningún parvenú y ha sido históricamente muy importante. Intentar disminuirlo es cometer el mismo error de los aliados con Alemania después de la primera guerra mundial. • Cyrus Vakili-Zad plantea que el Irán, contrario a lo que'muchos creen, no es ya un Estado teocrático sino tiende cada vez más a uno secular, capitalista y donde el clero se apartará cada vez más del Estado. La religión es cada vez menos la base de la economía y la política31. Varios ayatollahs han propuesto que el clero no participe en el ejecutivo. Se apoyan en un clero conservador, el bazaar y el periódico Rissalat.. Ya para 1992 muchos clérigos se habían retirado de puestos oficiales para volver a las escuelas y mezquitas. La función de líder sabio ha disminuido. Tal vez en un futuro no muy lejano el clero islámico se conviertan en la que tradicionalmente han sido: una fuerza de oposición en momentos de crisis. Las posibilidades de desarrollo para la República Islámica del Irán no son muy halagüeñas. El país se debate en una crisis y unas reformas que no han dado resultados positivos. Los precios del petróleo continúan bajos y la dependencia de este es alarmante, las pérdidas por la guerra no han sido del todo recuperadas y el crecimiento demográfico es alto. Tal vez esto explica los deseos de Jatami de conectarse con Occidente de una vez por todas y sin ambigüedades.
30 Saidi, op. cit., p. 36. 31 Vakili-Zad, op. cit,
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Sección Estudiantil
El Proceso de Profesionalización de la Antropología en Colombia. Un Estudio en torno a la Difusión de las Ciencias y su Institucionalización. * Marcela Echeverri Muñoz** I. Antropología, Estado y Nación La profesionalización de la Antropología en Colombia tuvo lugar durante los años cuarenta, en el contexto de la República Liberal. Bajo este nombre se reúnen los gobiernos que por dieciséis años consecutivos tuvieron un enfoque ideológico liberal, y que promovieron un proyecto de modernización nacional con énfasis en la consolidación del Estado, y así mismo en la creación de herramientas que dieran lugar a tal meta 1. Una de estas herramientas que tuvo especial promoción durante el período presidencial de Olaya Herrera (1930-1934) y el primer gobierno de López Pumarejo (1934-1938), y que me interesa resaltar aquí, fue la educación 2. Durante aquellos años tuvieron lugar proyectos que buscaban erradicar el analfabetismo, así como difundir a nivel nacional un tipo de pensamiento que estuviera fundado sobre la razón 3. Detrás de estas ideas subyace el interés por consolidar, como un primer paso, el aspecto social de la nación, para así, dar lugar a los procesos de solidificación del Estado, débil en un país poscolonial como Colombia 4. * Este artículo resume parte de una investigación realizada como tesis de grado, y fue presentado como ponencia en el Coloquio Culturas científicas y saberes locales, organizado por el PUI y el CINDEC, Universidad Nacional de Colombia, noviembre de 1997. ** Antropóloga. Universidad de Los Andes. 1 Bushnell, 1993; Jaramillo, 1989. 2 Bonilla, 1979: Herrera, 1995. 3 Herrera y Low, 1987. 4 Ashcroftet. al., 1995; Fanón, 1995; Konig,1994; Morin,1995.
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Por ello, los gobiernos liberales tuvieron una enorme carga nacionalista, y con esos fines dieron por primera vez en Colombia apoyo institucional a proyectos de investigación que buscaban recuperar y reconstruir el pasado prehlspánico para legitimar una ideología nacionalista que consolidara la identidad común del país 5. Particularmente cabe resaltar la gestión de Gregorio Hernández de Alba, quien vinculado a movimientos artísticos y literarios como el Bachué, realizó investigaciones que se autodenominaban etnográficas y arqueológicas, aunque por fuera de los marcos de una escuela o Institución científica6. La práctica de la antropología en el país en ese entonces tuvo como eje el Servicio de Arqueología, fundado dentro del Ministerio de Educación en el año 1935 por el mismo Hernández de Alba 7. A través del Museo Arqueológico y Etnográfico, nombre que se le dio al Museo Nacional desde 1939 8, se daba a conocer el adelanto en tales investigaciones; todo esto expresa el auge que tuvo la idea de poner la mirada sobre el pasado prehispánico, para revalorar nuestra ascendencia indígena, tanto en el aspecto cultural como en el racial. Esto último representó un fenómeno revolucionario, pues en la época eran comunes las teorías científicas que promovían una discriminación del elemento indígena y mestizo en Latinoamérica, encontrándolo como la causa de la falta de desarrollo en el país 9. Por el contrario, las ideas liberales promulgaban un interés por recuperar la totalidad de la población en un proceso de integración nacional, y a través de medios modernos como la ciencia, apropiarse 5
Jimeno, 1985.
6
Friedemann, 1984; Perry, 1994.
7
Arocha y Friedemann, 1984; Botero y Perry, 1994.
8
Botero, 1994.
9
Gómez, 1981; Graham, 1990.
intelectualmente del potencial nacional para solucionar eficazmente los problemas sociales que se vivían en ese entonces. Esto se contrapone al determinismo racial conservador en cuanto valora positivamente el componente humano de la nación 10. Así, la revolución educativa buscaba también formar maestros que estuvieran capacitados para a su vez educar a los maestros rurales, quienes debían difundir el pensamiento racional y el conocimiento científico a lo largo y ancho del país 11 . Con este fin se fundó durante el gobierno de Olaya Herrera la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Colombia, la cual en 1937 adquirió el nombre de Escuela Normal Superior que dirigió todos sus esfuerzos a impartir la mejor educación en cuatro ramas del conocimiento básico: Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Lingüística y Matemáticas 12. Coincidió en estos años la llegada de un grupo de emigrantes europeos que se reunieron en la Normal, y que dieron un carácter científico a sus enseñanzas, por pertenecer todos ellos a una tradición científica mundialmente aceptada. Allí mismo, dentro del programa de Ciencias Sociales se fundó en 1941 el Instituto Etnológico Nacional. Su objetivo era el de crear una escuela formal para la promoción de la práctica antropológica que hasta entonces se había realizado institucionalmente, aunque por fuera de los marcos de la ciencia. Un recuento sobre la forma en que ello sucedió, me permitirá dar cuenta de las características del proceso de profesionalización de la Antropología en el país, teniendo en cuenta dos puntos: uno es el carácter
10 Hernández de Alba, 1934a, 1934b; Pineda Camacho, 1984. 11 Chaves, 1986. 12 Herrera, 1995; Herrera y Low, 1987; Morales, 1990; Socarrás,1987.
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local que tenía ya desde los años treinta tal tipo de conocimiento en relación con los intereses de la élite política liberal, y otro es la relación de neocolonialidad que se generó en pro de estos mismos intereses con la escuela etnológica francesa 13. Por lo demás, es importante considerar que lo que he denominado un proceso de profesionalización, implica precisamente la afiliación entre un tipo de conocimiento y los intereses -del Estado; la profesionalización de un conocimiento es la legitimación por vías institucionales de su práctica, dándole un lugar privilegiado en el mercado de las ocupaciones 14.
II. La demarcación de la Antropología a través de su disposición como práctica científica Durante 1938 Hernández de Alba, quien hasta entonces había guiado con éxito su labor en el Servicio Arqueológico, organizó una exhibición de artefactos y demás objetos indígenas del territorio nacional, con motivo de la celebración del IV Centenario de la fundación de Bogotá15. Para este evento invitó a varios especialistas sobre temas de antropología, entre los que se encontraba Paul Rivet, etnólogo francés quien estaba promocionando sus teorías sobre el origen del hombre americano 16. En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, dos años después, siendo la situación política de Francia muy tensa, la vida de Rivet corría peligro debido a sus convicciones políticas explícitamente socialistas y al enfoque antirracista que ello implicaba en su trabajo como fundador del Museo
del Hombre en París. Inmediatamente éste salió exiliado del país hacia Colombia, donde su amigo personal, el entonces presidente Eduardo Santos, estuvo dispuesto a recibirlo e inclusive a darle la posibilidad de fundar un Instituto donde pusiera en práctica sus conocimientos y, a la vez, se formalizara la práctica etnológica en el país a través de su profesionalización 17. Es importante anotar sobre este hecho, que fue la presencia de Rivet una de las principales condiciones para profesionalizar la antropología científica en Colombia. Ello implicó hacer oficial un tipo de actividad investigativa que se definía a partir de tres condiciones específicas. En primer lugar, esta actividad buscaba dar respuesta a un tipo de preguntas concretas influenciadas por el interés de Rivet en torno al origen del hombre americano, enfocadas desde el paradigma vigente en la antropología por entonces, el difusionismo. Segundo, siendo la etnología una escuela meticulosa y sistemática, el método comparativo que utilizaba condujo a la antropología colombiana a preocuparse por dar cuenta de la riqueza cultural que hacía parte del legado prehispánico, tanto a nivel arqueológico como etnográfico. Todo esto se sumaba en Rivet con su interés americanista, que consiste en el realzamiento de las características aborígenes de América en función de su valor histórico, lo que en Colombia representó una razón más para el orgullo nacionalista 18. Así pues, se comenzó en el año de 1941 a formar a los estudiantes de Ciencias Sociales que lo eligieran, en el posgrado de Etnología. Tan pronto como empezaron las prácticas en cada una de las materias, aquéllos que hacían parte de este grupo se reconocieron como los primeros antropólogos colombianos, es decir, los primeros en tener una
13 Echeverri, 1997. 14 Witz, 1992. 15 Botero y Perry, 1994. 16 Entrevista personal con Luis Duque Gómez. 17 Dussán, 1984. 18 Echeverri, 1997.
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mirada científica sobre los grupos indígenas del país, así como de los restos arqueológicos que yacían en estos suelos. Paralelamente es importante anotar que ante los ojos de este grupo Hernández de Alba se diferenciaba notablemente de ellos por su condición de autodidacta, de lego respecto al saber científico antropológico recién institucionalizado. Ello determinó que se considerara que él en ninguna medida representaba la tradición científica en los dos campos en que éste venía desempeñándose, es decir la arqueología y la etnología. Ello se sustentó sobre la idea de que su interés sobre el elemento indígena del país tenía más una perspectiva nacionalista que científica. Cabe señalar aquí que esto expresa la necesidad de demarcación del conocimiento científico frente a otras tradiciones, en especial al momento de su definición y consolidación profesional19. En el caso de Hernández de Alba esta demarcación se da al ser catalogado por los egresados y estudiantes del IEN como perteneciente a una tradición literaria, y no a la de la ciencia antropológica; de esta manera fue deslegitimada su labor. Acerca de cómo en que se veía entonces a Hernández de Alba se pronunció así en una entrevista personal, uno de los integrantes del Instituto Etnológico Nacional, Roberto Pineda Giraldo: Yo creo que lo que hay es lo siguiente: que Rivet era un hombre de tradición, un científico (...) estaba metido dentro de la ciencia europea, era un hombre de formación profesional, etc. Mi impresión es que el profesor Hernández de Alba no tenía esa formación; él es uno de los pioneros de la antropología, hay que reconocérselo, y tiene un valor grande desde ese punto de vista, pero no era un hombre de formación académica seria, formalizada. Entonces eso puede
establecer ciertas diferencias: o sentimentales o de expresión mental. Se enamoró de la etnografía, se enamoró de la parte india de Colombia que es una cosa que juega un papel muy importante en muchos antropólogos, y por lo mismo pues improvisó (...) Entonces lo que uno veía era enfrentarse al profesor Rivet con su formación francesa (...) y Gregorio que tenía una actitud un poco más de apreciación, de -;; coger las cosas sin que fueran sistematizadas, Í+; y una cosa-con un profundo sentimiento nacional, y un profundo amor por lo indígena. Cosa que está muy bien porque se despertó en el país, (...) pero que no tenía desde el punto de vista científico la calidad, la tradición y la experiencia de los europeos 2°. Cabe preguntarse, además, por qué si Hernández de Alba hasta ese momento estuvo en una posición tan importante en ese campo en el país, es decir como pionero de tales investigaciones, fue despreciado luego, o simplemente desvinculado de la tradición explícitamente de la Antropología científica colombiana. A mi modo de ver, este hecho ¡lustra la combinación de dos elementos centrales de la Institución científica, en este caso tanto de la francesa como de la colombiana: en la primera, la afirmación del carácter neutral y universal del conocimiento científico, lo que le da legitimidad y prevalencia sobre cualquier otro conocimiento. En el caso de la colombiana, que como he señalado surge de los intereses modernizadores de la élite con el fin de consolidar una unión nacional, la afiliación con la empresa científica francesa le daba un soporte para llevar a cabo su labor, en pro de los mismos fines. Así, la demarcación frente a otro tipo de práctica de la labor antropológica, es decir en cuanto a convicciones ideológicas, da sentido a la consolidación de una empresa única que represente la Antropología legítima dentro de los marcos de la ciencia universal.
19 WitZ, 1992 20 Entrevista personal, noviembre 5 de 1996.
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De lo que he dicho hasta aquí quisiera subrayar la posición activa de la ciencia colombiana, pues he encontrado que es común que se interprete este fenómeno de afiliación a la ciencia mundial de dos maneras que implican algo distinto. Desde los estudios sociales sobre ciencia, la teoría que ha prevalecido es la difusionista, que describe la expansión de este pensamiento en un movimiento del centro hacia la periferia, incluyéndose aJIÍ por lo general los países poscoloniales21. Ello niega la posición activa de estos últimos, que evidentemente dan lugar a la institucionalización de tal actividad, en función y a través de sus problemáticas internas. Es decir que no se puede negar el aspecto de localidad de la producción científica, ni en los países del centro ni en la periferia misma 22. En el primer caso ello conlleva una aceptación del carácter social del conocimiento científico, y en el segundo a la comprensión y legitimación de la actividad científica en la localidad, en función de los intereses que la promueven y no en virtud de un proceso de asimilación o de copia de ideas extranjeras 23. Encuentro en este sentido problemática la expresión periferia, tomándola en su imagen tradicional, es decir aquel sentido que a partir de este tipo de interpretación le da un lugar pasivo en el proceso de difusión e institucionalización de las ciencias. Sin embargo, al tener en cuenta la condición de poscolonialidad que mantienen estas naciones frente a otros países, los que configuran el centro en función de condiciones macro económicas establecidas, es visible una jerarquización vigente internacionalmente, la cual define también la posición de éstos en la producción científica 24. Precisamente en este sentido encuentro que están dadas las relaciones que se establecen entre las
ciencias nacionales, en razón de la posibilidad de legitimación de cada una de las empresas. En el caso de mi estudio, la francesa al encontrar un espejo en algún lugar, se fortalece mundialmente, y a su vez la colombiana asegura su legitimidad al afiliarse a la primera. Por mi parte entiendo este proceso de profesionalización de la Antropología en el país resaltando su carácter histórico y social, es decir considerándola como una Institución cuya existencia tiene sentido en función de la dimensión local de su carácter. La segunda perspectiva que se opone a mi interpretación tiene una gran relación con esto último. Se trata de la Historiografía sobre la Antropología en Colombia, que ha representado la fundación del Instituto Etnológico Nacional varias veces, a través de sus múltiples voces. Es común, por lo demás, que se tome este hecho como el origen de la Antropología en el país, debido a su coalición con la empresa científica mundial25. Así, lo que sucede es que esta misma historiografía cumple a su vez la función de legitimar la Antropología colombiana, reiterando los principios que he expuesto 26. A su vez, con respecto al uso de la historia para de la legitimación de la actividad científica por parte de los antropólogos, es importante considerar que la práctica histórica, la investigación que se realiza, no se plantea problemas históricos concretos de estudio. Por el contrario ella se desarrolla en torno al interés de recrear situaciones a través de su descripción y de la exaltación de momentos, hechos o circunstancias que permiten dar sentido a lo que los mismos científicos hacen en el presente, al reclamar para ellos y su actividad una tradición.
21 Basada. 1967; 1993. '[ 22 Chambers, 1993. 23 Ibid. 24 Polanco, 1992. 25 Arocha y Frledemann, 1979, 1984, 1985; Bernal, 1983; Duque, 1965, 1970; Dussán, 1984; Pineda Camacho, s.f., 1979, 1984, 1985, m.L; Uribe, 1960,1996. 26 Obregón, 1992.
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Además, con el fin de dar cuenta del origen, del nacimiento de horizontes inagotables, la Historia se plantea como una continuidad histórica, como la pervivencia de una unidad que no tiene fin 27. Por esto, es muy importante señalar que para la presente investigación he querido tomar una posición que deje de lado el interés legitimador recurrente en las versiones de la historia convencional de la Antropología. Así, he buscado dar una mirada crítica tanto al quehacer histórico como al antropológico al vincular de forma explícita lo social de esta ciencia. Ello me lleva a plantear en primer plano y no como un transfondo histórico, las condiciones políticas que hicieron posible su institucionalización. En relación con los dos puntos expuestos arriba, continuaré delineando las características de esta Antropología institucionalizada, con el propósito de ilustrar la especificidad de su contenido como respuesta a las necesidades locales, además de tomar en cuenta el proceso de apropiación e hibridación de los elementos de la etnología francesa a partir de los legados de Rivet. Finalmente también, respecto a la delimitación del período de estudio que estoy analizando, quiero ¡lustrar la discontinuidad que se establece frente a lo que he denominado la conformación o profesionalización de la Antropología científica en el país. Hasta aquí son claros los medios de demarcación que se plantean frente a las tradiciones no científicas que se venían practicando en el país hasta los años cuarenta; a continuación ¡lustraré la forma en que la antropología institucionalizada bajo los presupuestos de la etnología da un giro en el conocimiento y en la práctica, lo que conlleva a la finalización de un período en la antropología científica colombiana. El nuevo período que se consolida tiene comienzo en la década del cincuenta con la llegada al poder de los
conservadores, y la fundación del Instituto Colombiano de Antropología 28.
III. Antropología Colombiana Dentro de la práctica científica ya he expuesto los intereses integracionistas que movían la antropología. Estos, al estar representados por el discurso de la neutralidad y universalidad de la ciencia daban legitimidad a una actitud aparentemente apolítica frente a los procesos que allí se llevaban a cabo. Esto se expresa en el artículo escrito por Luis Duque Gómez, director del Instituto Etnológico Nacional desde 1943, año en que Rivet dejó el cargo, titulado La importancia de las investigaciones etnológicas en Colombia, que busca hacer públicos los presupuestos del Instituto en función de los legados del etnólogo francés: Una población de más de cuatrocientos mil indígenas, asentados en los llamados Territorios Nacionales y en las zonas de mayor densidad de población, (...) ha estado, a través de centurias, marginada de la vida nacional. La mayoría de los grupos que la integran son depositarios todavía de la herencia cultural de sus antepasados y su estudio se hace cada vez más necesario, toda vez que este patrimonio viene en mengua a medida que se acerca el contacto con otros grupos étnicos. Por otra parte, una incorporación metódica de estos pueblos al progreso y adelanto de la Nación es cosa que aún ni siquiera se ha intentado, salvo en contadas campañas emprendidas para lograr su conquista espiritual29. Esta cita evidencia dos aspectos de la labor etnológica del Instituto: por un lado su interés en estudiar sistemáticamente el legado cultural indígena como parte del patrimonio histórico de la identidad nacional, apelando al infrenable proceso de extinción cultural de los grupos marginales.
27 Foucault, 1991. 28 Echeverri, 1997. 29 Duque. 1945.
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Como complemento de esta mirada, la Antropología se plantea el reto de una incorporación metódica de los indígenas al progreso de la Nación; ello resume perfectamente el fin de la República Liberal en torno a su relación con el presente de aquellos grupos indígenas. Es así como la tarea emprendida por el Instituto Etnológico Nacional, desde el momento que se enfrenta a la realidad social del país, evidentemente desborda los marcos del proyecto de la ciencia etnológica en la medida en que reconoce su carácter de agente social en el enfrentamiento de un problema político. A pesar de que ello es evidente en el artículo de Duque, se pretende encubrirlo a través de la forma en que se establecen los objetivos del Instituto. Ello fue así en la investigación que como expresión práctica de la labor antropológica estaba dirigida únicamente al estudio de aquellas comunidades y del pasado arqueológico, más no hacia una denuncia o una práctica política explícita 30. Así, el desenvolvimiento de la práctica antropológica en Colombia produjo la necesidad de desarrollar estrategias dinámicas de proyección de tal conocimiento hacia los problemas sociales implícitos en la cuestión indígena en el país. Para comprender la forma en que esto sucedió me aproximaré primero al debate que se generó al entrar bajo la influencia de la Antropología Cultural norteamericana, y segundo, al aspecto social y a la vez local que por fuera del campo académico influenció la antropología desde el Indigenismo. Dentro de la academia este problema se proyectó hacia la necesidad de apropiarse de nuevas ideas en el medio de la ciencia antropológica como fueron las de la escuela norteamericana de Estados Unidos conocida con el nombre de Antropología Cultural, que involucraba, en oposición a la etnología, una serie de nuevas variables en el estudio de lo otro.
Primero es importante considerar que mientras Rivet monopolizó, durante los primeros años, la enseñanza en el Instituto Etnológico Nacional, sus alumnos estuvieron sesgados teóricamente hacia sus presupuestos. Ello determinó que durante sus años de estudio, éstos no tuvieran un diálogo con otros tipos de pensamiento, como la escuela norteamericana. Así lo recuerda Pineda Giraldo: Cuando nosotros terminamos, en el Instituto Etnológico desconocíamos totalmente las doctrinas norteamericanas. Nosotros estábamos metidos en el difusionismo que era la escuela que Rivet practicaba; en la biblioteca no había libros para conocer la Antropología Cultural y norteamericana...De manera que nosotros empezamos a sentir esa influencia cuando comenzamos a tener contacto con profesores norteamericanos. Aquí vinieron varios de ellos; para mi lo importante fue que nos sacó de la parte indígena, que parecía muy castrador, un país con problemas culturales tan estupendos para analizar como Colombia, y les dábamos la espalda 31 Como señala Pineda Giraldo, el enfoque americanista se vio cuestionado a través de los presupuestos de la escuela norteamericana, desde la que se abrió un campo a los estudios de folklore que tenían como objeto no solamente el elemento indígena privilegiado por la etnología, sino también el mestizo y los problemas de estudio que se derivaban de allí. Esto le dio mayor amplitud y cobertura a la disciplina sobre la realidad cultural del país, y a través de ello a las necesidades de la investigación misma. Por último, por estos mismos motivos, al partir Rivet hubo desencuentros dentro del Instituto no solamente en cuanto al aspecto ético de la etnología, sino además por su enfoque fuertemente cuantitativo, lo que hacía de esta disciplina casi
30 Arocha, 1984. 31 Entrevista personal, 1996.
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una ciencia natural 32. El problema básico que se enfrentaba era que desde la etnología el hombre no era una entidad, es decir, que las herramientas conceptuales con que contaba el grupo de investigadores egresados del Etnológico no les permitía acercarse al hecho mismo de la cultura, sino únicamente a sus formas: a una materialidad que no podía ser en sí misma expresión de la cultura. En este sentido, dentro del mismo Instituto surgió a mediados de los cuarenta la necesidad de variar los medios de análisis sobre la cultura aborigen, lo que conllevó la aproximación del equipo del Instituto -algunos con más fuerza que otros- a la Antropología Cultural norteamericana. En cuanto a la parte social de la actividad antropológica, se hizo necesario replantear el enfoque neutral de la disciplina, aún dentro de la academia. Bajo la influencia de la antropología norteamericana estas ideas se proyectaron en el sentido de la Antropología Aplicada, en lo que debe reconocerse la figura de Gregorio Hernández de Alba, quien por estar siempre en oposición a la etnología francesa, tuvo un mayor acercamiento a la escuela norteamericana, y se convirtió en un medio de transmisión de las ideas culturalistas a Colombia 33. Ello confluyó además, con las ideas indigenistas de Hernández de Alba, quien pensó siempre que el objetivo de la Antropología debía ser distinto al que planteaba Rivet de rigidez y neutralidad frente al problema indígena. Para Hernández de Alba, la antropología debía tener una función explícita dentro del aparato estatal en el proceso de asimilación de los grupos indígenas en el país, es decir, de su civilización 34. A través de esto se planteaba la posibilidad de estudiar los grupos indígenas con el fin de formular
soluciones viables en el proceso de su asimilación cultural a la nación -manteniéndose dentro de los marcos de la Academia. Esto implica un planteamiento explícito de la relación entre antropología y Estado, en tanto ésta se convierte en la aplicación del saber antropológico para fines estatales, por ejemplo, a través del estudio de las instituciones indígenas para utilizarlas como órganos del gobierno local. Entrando ya en el campo de la función social de la antropología, cabe recordar que paralelamente a la fundación del Instituto Etnológico Nacional, un grupo de intelectuales colombianos se unieron bajo una iniciativa indigenista, inspirados en el pensamiento indigenista mejicano y peruano, muy sólido para entonces frente a la discusión de la identidad latinoamericana basada en el elemento indígena35. El grupo estuvo liderado por Hernández de Alba y Antonio García, y en el año de 1941 se fundó el Instituto Indigenista Colombiano, que dio luz a la problemática indígena en el país desde una perspectiva política con un enfoque socialista36. Este evento es de gran importancia, pues ya he señalado la distancia entre, por un lado, la posición política de Hernández de Alba frente al problema indígena en el país, y, por el otro, aquélla que se plantea desde el Instituto Etnológico, que es la científica y como tal supone un acercamiento neutral frente a lo indígena, a través de la etnología. Por ello resulta paradójico que al viajar Rivet definitivamente fuera de Colombia, la mayoría de los integrantes del Etnológico se afiliaron al proyecto indigenista, y le dieron un enfoque explícitamente político a la práctica de la etnología en sus investigaciones, y sobre todo a las publicaciones, que por entonces adquirieron un carácter de denuncia frente a la situación de las
32 Entrevista personal de Jaime Arocha a José de Recasens, 1979. 33 Perry, 1994. 34 Hernández de Alba, 1949; Perry, 1994. 35 Marzal, 1993. 36 Friedemann, 1981; García, 1945; Pineda Camacho, 1984.
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comunidades indígenas en el país, así como de la importancia de volcar los programas estatales sobre éstas 37. Ello evidentemente plantea una contradicción entre los legados de Rivet y la antropología colombiana, a la vez que expresa el carácter eminentemente político de la antropología, dado el campo de acción que le corresponde. Teniendo en cuenta un balance de los elementos señalados hasta aquí, la antropología colombiana se encuentra en una posición ambigua frente a su objeto de estudio, dado que tiene una clara misión colonialista que permanece tanto dentro, como fuera de los marcos del indigenismo 38.
IV. Conclusión Es pertinente una breve reflexión en torno al carácter colonialista de la antropología, dado que tradicionalmente se ha concebido a los antropólogos como opuestos a los procesos de colonialismo estatal. Esto se debe a que éstos han desempeñado históricamente un papel cuya imagen se reviste con las concepciones liberales de la sociedad, y concretamente en los años cuarenta se relaciona con las ideas emancipadoras sobre la ciencia y la razón, y también a su vinculación con el movimiento indigenista latinoamericano 39. Sin embargo, retomando las características del proceso de profesionalización de la antropología, que se pueden resumir en el hecho de asegurar la prevalencia de un tipo de conocimiento y de práctica por su complicidad con el Estado, se hace clara su posición de dependencia del sistema dado 40 . Concretamente, la ambigüedad de la práctica antropológica estuvo mediada por los intereses nacionalistas del Estado de los cuales surgió en un principio - es decir, por la búsqueda del pasado
indígena con esos fines- y por los intereses modernizadores de la élite, que durante los años treinta y cuarenta buscaban específicamente apropiarse de los territorios indígenas e integrar a los grupos humanos que los habitaran a la economía nacional 41. Esto se hace visible en el grupo del Etnológico al optar por la defensa de los derechos sobre la tierra de los indígenas, dirigiendo estos actos a partir de presupuestos morales puestos en términos de crítica social, lo que precisamente se llevó a cabo bajo la influencia de, y dentro del Instituto Indigenista, lo que permitió liberar aquellas tensiones más fácilmente que a través de la ciencia antropológica. Por ello mismo, con la integración de los investigadores del Instituto Etnológico Nacional al Instituto Indigenista Colombiano, la legitimación de la práctica antropológica entró en peligro. Dado que ello generó fuertes tensiones entre la élite intelectual y la élite política, fue el interés de mantenerse en una posición privilegiada como profesión, es decir, el verse obligada a perpetuar la relación con el Estado nacional, lo que hizo prevalecer la imagen de neutralidad de la Antropología. Al tener en cuenta el objeto de la ciencia antropológica en el contexto colombiano se hace visible su carácter histórico y social, y por lo tanto circunscrito a unos intereses particulares que no pueden de ninguna manera ser neutrales ni universales. Así, su diferenciación de los legados de la etnología, su vinculación a la escuela norteamericana y la prevalencia de intereses sociales a través de su enfoque hacia el indigenismo, evidencia la imposibilidad de una ciencia en términos ideales en una localidad concreta que experimente la problemática antropológica de una manera histórica y política particular.
37 Echeverri, 1997. 38 Henao, 1980. 39 Arocha y Friedemann, 1984; Pineda Camacho, 1984. 40 James, 1975. 41 Muratorio, 1994.
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Reseñas
Los Colombianistas Victoria Peralta y Michael LaRosa
Planeta, Bogotá. 1997, 334 pp* Los historiadores Victoria Peralta, colombiana y Michael LaRosa, norteamericano, presentan 31 entrevistas a académicos provenientes de Norteamérica y Europa que trabajan sobre Colombia. Más de la mitad de los entrevistados son historiadores; los demás provienen de la antropología, la ciencia política, los estudios literarios y la sociología. Peralta y LaRosa se interesan en averiguar los orígenes personales de cada académico, por qué escogieron Colombia como su objeto de estudio, y como tema central le preguntan a sus entrevistados qué explicaciones le dan a la afirmación de David Bushnell de que "Colombia es hoy el menos estudiado de los países grandes latinoamericanos y quizás el menos entendido". A la inquietud de Bushnell, los entrevistados presentan diversas explicaciones. Mencionaré algunas. Para Charles Bergquist, la respuesta está en el relativo aislamiento de Colombia de la economía mundial en el siglo XIX y a la poca inversión extranjera en el siglo XX. Dice Bergquist: "Los académicos extranjeros han seguido el camino de la inversión extranjera en Latinoamérica". Catherine Legrand señala que en los Estados Unidos se estudian los países donde ha habido
revoluciones e intervenciones norteamericanas. Además, para Legrand los historiadores colombianos no han planteado debates académicos interesantes como sí lo han hecho, según ella, los mexicanos y los argentinos. Otros historiadores como León Helguera, Maurice Brungardt y Helen Delpar mencionan que se necesita una sólida base de estudios monográficos que ellos consideran no existe para Colombia. Dentro de esta línea, Michael Jiménez, manifiesta su preocupación por el hecho de que se estén haciendo estudios posmodernos en Colombia sin tener una base consolidada de trabajos monográficos con datos empíricos serios. Recuerda como se ha abonado el estudio de la historia económica en aras de estudios posmodernistas y de moda. En el caso de la literatura, Jacques Gilard afirma que hay más interés que aquellos países que han sido capaces de desarrollar una literatura nacional, mientras que, a pesar de la obra de García Márquez, no hay una literatura colombiana propiamente dicha. Otro crítico literario, Raymond Williams, señala que mientras otros países latinoamericanos produjeron académicos de renombre quienes trabajaron en los Estados Unidos en el pasado y contribuyeron
* Este texto se presentó en el lanzamiento del libro que tuvo lugar en Bogotá el 27 de noviembre de 1997.
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a programas de estudios sobre sus países, este no fue el caso de los académicos colombianos. Para Daniel Pécaut, "entender a Colombia era algo difícil... escapaba de todos los modelos". Sin embargo, no estaría de acuerdo con esta versión del "excepcionalismo" colombiano. No sobra anotar que dos trabajos recientes, uno compilado por Leslie Bethell e lan Roxborough, el otro compilado por David Rock, discuten tendencias generales tanto en lo político como en lo socioeconómico en los países latinoamericanos en la década de los años cuarenta 2. Aunque no presentan ningún capítulo sobre Colombia (lo cual tendría que alarmar aún más a los colombianistas y a los colombianos), fenómenos como el populismo, las reformas sociales que se dieron durante la Segundo Guerra Mundial, para después pasar a la derechización de la vida política en la guerra fría de la posguerra bajo la hegemonía norteamericana, la persecución a los comunistas y a los sindicalistas independientes, y el surgimiento de dictaduras de derecha en el continente, fueron fenómenos que se dieron en forma casi paralela en todo el continente, incluida Colombia, a pesar de las peculiaridades de la vida de cada país. De hecho, varios historiadores entrevistados, por ejemplo, aunque reconocen el avance de la historiografía colombiana piden estudios comparativos y señalan el provincialismo de un buen número de historiadores nacionales quienes sólo conocen y estudian a Colombia. No quiero entrar a discutir cual de los colombianistas entrevistados tiene la razón al responder la pregunta relacionada con las inquietudes de Bushnell. Pero hay dos puntos que se derivan de las entrevistas y que me gustaría comentar. El primero tiene que ver con el carácter
provincial de buena parte de la producción académica hecha en Colombia, y el segundo trata sobre las relaciones entre los académicos y el poder en nuestro país. El provincialismo se puede relacionar con varios factores, entre otros: (1) carencia de bibliotecas apropiadas; tener buenas bibliotecas es el último punto en la agenda de nuestras universidades tanto públicas como privadas (y los profesores, en general, no parecen estar muy preocupados); (2) formación estrecha y parroquial de buena parte del profesorado; (3) creencia en el "excepcionalismo" colombiano, fenómeno que obviamente no se limita a nuestro medio; (4) una comunidad académica muy pequeña, generalmente temerosa de la crítica, todo esto dentro del contexto del subdesarrollo de las disciplinas en Colombia 3. Llama la atención la independencia política de la mayoría de los colombianistas extranjeros en relación al Estado (con una que otra excepción, por supuesto) mientras que este no ha sido el caso del mundo universitario. Por supuesto habría que tener en cuenta que dadas la profesionalización tanto de la carrera académica como del servicio civil en el mundo desarrollado, los académicos allí no tendrían tantas oportunidades o tentaciones como en Colombia. De todas formas, la cooptación de los intelectuales colombianos no es un fenómeno nuevo. Por ejemplo, uno de los miembros pertenecientes a lo que se llamó Nueva Historia señaló hace unos veinte años como el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo tuvo como "medios de captación ... para los intelectuales inconformes la posibilidad de perorar en los sillones burocráticos"4. Vale la pena recordar que tanto el académico que acabo de citar, lo mismo que buena parte de sus
2
Véanse Leslie Bethell e lan Roxborough, compiladores, Latín America between the Second World War and the Cold War, 1994-1948, Cambridge University Press, Cambridge, 1992; David Rock, compilador, Latín America in the 1940's. War and Postwar Transitions, Universty of California Press, Berkeley," 1994.
3
Incluso, en muchos casos, se carece totalmente de una formación académica en los campos que se trabajan. Así tenemos trabajos de "historia”, por ejemplo escritos por periodistas, abogados, militares retirados y hasta administradores de empresas.
4
Véase Tirado Mejía, Alvaro. "Colombia: Siglo y medio de bipartidismo", en Mario Arrubla et. al. Colombia Hoy, Siglo XXI. Bogotá, 1979. p. 144
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compañeros de generación se han "conformado" desde que lograron esa "posibilidad de perorar en los sillones burocráticos". Si a la cooptación cada vez mayor por parte del poder estatal, agregamos cómo, en años recientes, gran parte de los esfuerzos de los académicos se han dedicado a proyectos cortoplacistas contratados y para satisfacer los deseos del cliente de turno 5, esto no alejaría aún más de las discusiones académicas internacionales, y los comentarios de algunos colombianistas a la inquietud de Bushnell podrían eventualmente adquirir más fuerza. Esto nos trae de nuevo al libro de Peralta y LaRosa, donde en el último capítulo nos presentan un índice de unos 170 colombianistas extranjeros. A pesar de que no hay precisiones en algunos datos biográficos y bibliográficos, éste es un esfuerzo interesante y útil por sistematizar la producción foránea sobre Colombia. Hubiera sido interesante algún análisis adicional sobre las varias generaciones de colombianistas tal y como se les clasifica a lo largo del trabajo, incluso sopesando la contribución de cada grupo.
Es cierto que si bien el libro no estudia la obra de los colombianistas, éste no era el objeto del trabajo y bien podría dar para un segundo volumen. De hecho, teniendo en cuenta la muy positiva respuesta del público a Los Colombianistas sería muy interesante que los autores preparasen un segundo tomo con las entrevistas que ellos tienen sin publicar, agregando nuevas entrevistas comenzando por los economistas extranjeros que han escrito sobre Colombia. En cuanto a los economistas, podrían empezar con una entrevista con Albert Hirschman, por ejemplo, e incluir en el apéndice autores tan importantes como Carlos Díaz-Alejandro, Lauchlin Currie y Everett Hagen, entre otros. Para finalizar, este es un libro interesante, ágil y muy Informativo, que además contribuye a realzar las importantes contribuciones de los académicos extranjeros en el desarrollo de diferentes disciplinas intelectuales relacionadas con Colombia. Fue un placer leer este libro y es aún más grato recomendar su lectura.
Eduardo Sáenz Rovner Profesor, Universidad Nacional de Colombia. Profesor Visitante, University of California, Los Ángeles (UCLA).
5 Sobre esta discusión, véanse Bejarano, Jesús Antonio. "Sobre la investigación y la consultoría económica: Fragmentos de un proyecto", y Sáenz Rovner, Eduardo. "A propósito de la 'nueva' historia empresarial en Colombia. Invitación al debate"; ambos en INNOVAR, revista de ciencias administrativas y sociales. Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia, No. 8, julio-diciembre de 1996.
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El Choque de Civilizaciones y la Reconfiguración del Orden Mundial Samuel P. Hungtington. Buenos Aires, Paidós, 1996
El trabajo del profesor Samuel Huntington constituye una interesante aproximación a los principales problemas políticos del mundo contemporáneo. Es una sugestiva lectura de la manera como se están configurando las relaciones internacionales contemporáneas, los rasgos principales de la configuración política mundial y los factores que actúan como detonadores de las situaciones conflictivas. En este trabajo el profesor Huntington tiene el mérito de haber sabido tomar distancias de las lecturas predominantes de las relaciones internacionales a inicios de la década de los años noventa, las cuales nos sugerían que estábamos ingresando en un mundo casi idílico, que lo definían como el triunfo definitivo de Occidente, un nuevo orden mundial o el fin de la historia. A diferencia de esas lecturas, altamente ideologizadas, el trabajo del profesor Huntington nos advierte que el mundo de la postguerra fría será una configuración propensa al conflicto, pero estos no se basarán en distinciones ideológicas, políticas o económicas, sino culturales. Es decir, tiene el atractivo de ser un trabajo que reintroduce la cultura en el análisis político, pero no a la manera de moda, de que nos estaríamos acercando a la aldea global, donde las diferencias se desvanecerían en aras de una mayor homogeneidad planetaria, sino que asistimos a un mayor fortalecimiento de la identificación de los individuos con las particularidades nacionales. "En este nuevo mundo, los conflictos más
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generalizados, importantes y peligrosos no serán los que se produzcan entre clases sociales, ricos y pobres u otros grupos definidos por criterios económicos, sino los que afecten a pueblos pertenecientes a diferentes entidades culturales". En definitiva, como lo precisa el título del libro, la característica del mundo de postguerra fría son los choques entre las civilizaciones. Las principales civilizaciones contemporáneas, a juicio del autor, son: la china, la japonesa, la hindú, la islámica, la occidental (en sus tres componentes: europea, norteamericana y latinoamericana) y, posiblemente, la africana. De la interrelación que se produce entre estas civilizaciones, se desprende una fractura mayor: "la oposición entre Occidente y el resto del mundo". Como lo sugiere el profesor norteamericano, los conflictos culturales más peligrosos son los que se producen a lo largo de las líneas divisorias existentes entre las civilizaciones y particularmente entre Occidente y las otras culturas. Difícil es reseñar un libro que pasa revista a la historia de todas estas civilizaciones y a la dinámica actual que se presenta entre ellas y más embarazoso aún es cuestionar los postulados generales de su paradigma, pues se requeriría someter a la dura prueba de la historia cada una de las construcciones que nos propone el autor. Por eso limitaré los comentarios a una idea general propuesta por Huntington. Sostener que los
conflictos entre civilizaciones más latentes son los que se producen a nivel de las líneas divisorias, parecería, a primera vista, encontrarse plenamente respaldado por la historia reciente. Para la muestra dos ejemplos: la guerra entre Rusia (Occidente) y Chechenia (Islam) y el conflicto en Yugoslavia que enfrentó a serbios, croatas y bosnios musulmanes. En la guerra del país balcánico, los primeros son eslavos ortodoxos, los segundos son eslavos católicos y los últimos son eslavos musulmanes. A primera vista, estos conflictos parecerían corroborar la tesis de Huntington. Ambos son enfrentamientos entre pueblos en los puntos de intersección entre la civilización occidental y la islámica. Pero, un análisis más minucioso nos demuestra que el conflicto en Yugoslavia, de ninguna manera puede inscribirse dentro de esta óptica, porque en este caso no se asistió al choque de grupos pertenecientes a diferentes civilizaciones. Los musulmanes son, en su gran mayoría, serbios o croatas de origen, que hablan el serbo-croata y se distinguen porque fueron "islamizados" por el imperio otomano, cuando esta región hizo parte de esa entidad. A comienzos de la década de los años sesenta, el entonces líder indiscutido de Yugoslavia, Joseph Bros Tito, deseoso de mostrar el perfil tercer mundista de su país, en momentos en que se convocaba la creación del Movimiento de los No Alineados, los elevó al rango de grupo "cultural", diferenciándolos del resto de la población. Es más, de acuerdo con el último censo realizado en 1989, antes de la desintegración del país, el 66% de los bosnios musulmanes se declaraba ateo y partidario de un Estado laico. Los otros dos grupos, los serbios y los croatas, son eslavos y pertenecen a la cultura occidental. La guerra en Yugoslavia no fue un conflicto entre civilizaciones sino que fue el resultado lógico de las actividades de las élites políticas regionales que avivaron las banderas nacionalistas en momentos en que se desvaneció el síndrome de la amenaza externa y cuando el descrédito y la posterior pérdida de los ideales comunistas crearon un vacío de representación política en la conciencia colectiva.
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El surgimiento de este conflicto no fue el producto de un fatalismo al cual Yugoslavia tuviera que estar condenada por la diversidad étnica y cultural de los pueblos que la habitaban. En realidad, más bien fue el resultado de la miopía e irresponsabilidad de los líderes, quienes optaron por la cultura política nacionalista. Los dirigentes no supieron redefinir de modo radical el Estado yugoslavo para mantenerlo como factor de sobrevivencia en los momentos en que se alteraron los patrones sobre los cuales se había creado una unidad de tipo federal. Fue también el producto de que, para conservar sus posiciones dirigentes en momentos en que el ideario socialista estaba completamente desprestigiado, estimularon la emergencia de la ideología del nacionalismo, como mecanismo de conservación de sus intereses. Para croatas y eslovenos, el problema principal radicaba en que no querían seguir transfiriendo sus recursos a las regiones más pobres y deseaban canalizarlos para acrecentar e incentivar su participación en los circuitos económicos europeos (nacionalismo económico). Para la autoridades serbias, el problema se planteaba a través de la Constitución de una Gran Serbia, que debía reunir a todos los serbios, incluidos aquellos que vivían en territorios de las otras repúblicas (nacionalismo político). Los bosnios, por último, una vez que croatas y eslovenos se separaron de Yugoslavia, insistieron en desligarse del Estado federado, por cuanto estaban condenados a quedar irremediablemente insertos en un Estado de indiscutido predominio serbio (nacionalismo por oposición). En la agitación de estas tensiones, además de las élites políticas, participaron otros actores. Las Iglesias, en su vertiente ortodoxa y católica, contribuyeron con su parte. No sólo El Vaticano estimuló y apoyó la independencia de los croatas, sino que la Iglesia ortodoxa contribuyó a atizar el fuego de la guerra promoviendo la intolerancia y rescatando mitos como el de la batalla de Kosovo (1389) que testimoniaba de la misión histórica de los serbios mientras la Iglesia católica croata justificaba los reclamos de la Herzegovina Occidental por parte de estos últimos.
Por último, los medios de comunicación comenzaron a agitar propagandas que difundían una mala imagen del otro y destacaban los aspectos negativos de las otras repúblicas. Con esta explotación de los viejos temores, todo el mundo se contaminó de las consignas nacionalistas, se provocaron los odios y se difundieron imágenes que distaban mucho de la realidad, porque se trataba de negar, extirpar y destrozar toda huella de la presencia del otro. Así la guerra y el odio ganaron el corazón de los pueblos. Este ejemplo, en particular, nos demuestra que la guerra en Yugoslavia fue un conflicto espacialmente ubicado en las líneas divisorias de dos grandes civilizaciones, pero no fue una guerra entre civilizaciones. Más bien debe interpretarse como una empresa promovida y realizada por las élites políticas que recurrieron al arsenal nacionalista y religioso para conservar sus privilegios y mantener, en las nuevas coordenadas, un vector que los uniera a su respectiva población. El otro ejemplo que corrientemente se cita es el del Cáucaso, región donde se han producido numerosos conflictos en la postguerra fría, siendo el más importante el que enfrentó a la ortodoxa Rusia contra la musulmana Chechenia. En principio, aquí nuevamente tendríamos el caso de un conflicto en la línea fronteriza entre dos civilizaciones: la occidental y la musulmana. Pero la cruenta guerra que devastó la minúscula república caucásica rusa no fue un choque de civilización, ni de religiones, aun cuando durante el conflicto numerosos sectores pretendieron darle ese carácter. El meollo del asunto radicó en la nueva geopolítica del petróleo. Chechenia tiene una importante refinería de crudo y por su territorio cruza un oleoducto que transporta el petróleo del Mar Caspio hacia el Mar Negro y Rusia. Los líderes chechenos, conscientes de la importancia
estratégica de su república, propusieron la independencia de la república pues estaban convencidos que la riqueza que les depararía el petróleo, les garantizaría la necesaria solvencia económica. Motivos similares impulsaron al gobierno ruso a ejercer su control sobre la díscola república. El descubrimiento de grandes yacimientos de petróleo en Azerbaizhán, en el mar Caspio y en varias repúblicas del Asia Central plantearon con urgencia el tema del transporte del combustible en dirección al mercado mundial. Dada la posición geográfica de estos yacimientos las posibilidades eran: crear oleoductos a través de Irán, eventualidad que fue inmediatamente rechazada por el embargo que EE.UU. tiene a ese país; utilizar el territorio de Turquía para sacar el producto hacia el Mediterráneo, o canalizarlo a través de Rusia. Moscú quería a toda costa ser la zona de tránsito porque eso le daría dividendos económicos y además mantendría la hegemonía rusa en ese inmenso territorio. La rebelde república de Chechenia era el obstáculo que enfrentaba Moscú para hacer realidad sus sueflos. En síntesis, la guerra de Chechenia en ningún caso fue un conflicto entre civilizaciones, sino un ingrediente de una tensión secular derivada de la geopolítica del petróleo. Estos dos ejemplos que acabamos de citar demuestran claramente las dificultades que enfrenta un analista al momento de pretender validar los presupuestos teóricos del profesor Huntington. En síntesis, la información histórica parece contradecir la principal tesis del profesor norteamericano. Esto, sin embargo, no le resta importancia al libro, el cual seguramente es un buen y sólido inicio para repensar el tema de la cultura en la historia y en las relaciones internacionales contemporáneas.
Hugo Fazio Vengoa Profesor de la Universidad Nacional y de los Andes
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