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Spanish; Castilian Pages 352 [348] Year 2022
Sandra Olivero Guidobono Juan Jesús Bravo Caro Rosalva Loreto López (coords.)
FAMILIAS Y REDES SOCIALES Cotidianidad y realidad del mundo iberoamericano y mediterráneo
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FAMILIAS Y REDES SOCIALES Cotidianidad y realidad del mundo iberoamericano y mediterráneo
Sandra Olivero Guidobono Juan Jesús Bravo Caro Rosalva Loreto López (coords.)
Iberoamericana - Vervuert - 2021
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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47). Derechos reservados © Iberoamericana, 2021 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 © Vervuert, 2021 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-9192-217-9 (Iberoamericana) ISBN 978-3-96869-200-5 (Vervuert) ISBN 978-3-96869-201-2 (e-Book) Depósito Legal: M-25211-2021 Cubierta: Rubén Salgueiros Interiores: Erai Producción Gráfica Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.
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ÍNDICE
Prólogo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 Francisco Chacón Jiménez ¿De nuevo la familia? No, es la sociedad. Reflexiones y nuevas orientaciones sobre las familias en perspectiva comparada. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Ann Twinam Sexualidad, ilegitimidad y género en España y América, siglo xviii: una comparación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 Sandra Olivero Guidobono Identidades difusas, realidades complejas. La controversia de las calidades en las sociedades hispano-coloniales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 Carlos A. P. Bacellar Os laços do matrimônio entre cativos: um olhar através dos registros paroquiais da vila de Itu, capitania de São Paulo, 1728-1877. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 Fernando Cejudo Lozano La población de la Guajira a partir de los censos de 1760-1825. . . . . . . . . . . . . 97 Asunción Lavrin La familia en un contexto religioso: el caso de la Nueva España . . . . . . . . . . . . . 125 Rosalva Loreto López Dinámicas familiares y redes sociales. La fundación del convento de religiosas de San Bernardo de la Ciudad de México en el siglo xvii. . . . . . . . . . . . . . . . . . 161 Julián B. Ruiz Rivera El juez Juan de Villabona, superintendente del desagüe de Huehuetoca, 1631. . . 187
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Cecilia del Socorro Landa Fonseca y Francisco Iván Hipólito Estrada Indisciplina y deslealtad. Dificultades para la formación de milicias cívicas en Querétaro durante la reforma liberal de 1833. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229 Margarita Espinosa Blas y Ezequiel Fabricio Barolín Diplomáticos porfiristas en Madrid. Entre lo público y lo privado. . . . . . . . . . . . 259 Juan Jesús Bravo Caro y Pilar Ybáñez Worboys Población morisca deportada y familias repobladoras en la serranía de Ronda (1568-1574). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281 José Villena Jurado El papel de Málaga en la defensa del flanco sur mediterráneo durante el primer cuarto del seiscientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 323 Sobre los autores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345
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PRÓLOGO
Familias y redes sociales. Cotidianidad y realidad del mundo iberoamericano y mediterráneo nace como el resultado de investigaciones vinculadas al análisis y comprensión de las sociedades iberoamericanas a ambos lados del Atlántico. Los capítulos compilados en este libro develan la cotidianidad colonial de los siglos xvii y xviii, y al mismo tiempo, nos permiten transitar hacia la conformación de los estados nacionales, en el controvertido siglo xix, pero también centran su mirada en la península ibérica, pues los espacios atlántico y mediterráneo se unen a través de estos estudios como partes integradas de una historia conectada o interrelacional. Parte de estos escritos son el resultado del I Congreso Internacional sobre Familias y Redes Sociales, celebrado en Sevilla en el año 2014. En aquella ocasión se debatieron, junto a los mayores especialistas en estos dos grandes ejes temáticos: la familia y las redes relacionales, el estado de la cuestión de las investigaciones, los alcances de los estudios realizados y los retos metodológicos y conceptuales que se debían abordar. El “Seminario Permanente de Familias y Redes Sociales: etnicidad y movilidad en el mundo atlántico” fue el punto de encuentro y debate. Con el transcurso de los años los trabajos se fueron enriqueciendo y las redes de investigación se ampliaron, posibilitando la concreción de nuevos proyectos y la incorporación de especialistas y estudiosos de estas problemáticas. Cabe destacar las Redes Temáticas “MYGLO (Migraciones y globalizaciones)” y “EMECARCONT (El Mediterráneo en conflicto durante el Antiguo Régimen y la época Contemporánea)”, dirigidas por el Dr. Juan Jesús Bravo Caro y financiadas por la Universidad de Málaga. Por su parte, el Instituto Panamericano de Geografía y Comisión de Historia, financió el proyecto “Construcciones identitarias y segregación racial en Iberoamérica: desde la colonización a las independencias de
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los países latinoamericanos. Hacia la deconstrucción de una problemática global”. Una mención especial merece la Universidad Autónoma de Querétaro, que a través de la querida y recordada Dra. Cecilia del Socorro Landa Fonseca y de la Dra. Margarita Espinosa Blas, participó en la financiación de este monográfico. Este libro atesora un estudio realizado por la Dra. Cecilia Landa, como obra póstuma, razón por la cual queremos dedicar a nuestra colega y amiga, brillante académica, inigualable docente y por sobre todas las cosas un ser humano excepcional, esta edición desde el cariño y el respeto que como investigadores y colegas sentimos por ella. Reconocidos investigadores a nivel internacional ofrecen sus miradas sobre una realidad dinámica, heterogénea, permeable, profusa en sus categorías y con el sesgo determinante de la resignificación de sus componentes sociales a lo largo de escenarios diversos —públicos y privados; civiles y religiosos; iberoamericanos y mediterráneos— pero que confluyen en la importancia de la familia y las redes relacionales como punto de partida para la comprensión de las sociedades pretéritas. Es precisamente el estudio de los procesos sociales, políticos y económicos en la larga duración lo que posibilita observar los imaginarios colectivos, las estrategias de asimilación de determinados grupos y los elementos de continuidad y ruptura en las trayectorias vitales de individuos, familias e instituciones. El complejo mundo social se muestra en su dimensión más elemental y necesaria: la cotidianidad. El Dr. Francisco Chacón Jiménez parte de un análisis teórico-conceptual y sumamente imprescindible sobre el individuo, la familia y la comunidad como entornos claves para comprender los comportamientos sociales. Es indudable que la familia implica en este análisis una unidad de pertenencia, producción y reproducción amplia, que conecta al individuo con múltiples escenarios dando lugar a una biografía rica en relaciones y vínculos que tejerán redes de contención, solidaridad y reciprocidad. El estudio sobre las estructuras familias es inagotable, sólo se trata de indagar las fuentes, repensar las problemáticas y formular las preguntas adecuadas, cada más amplias para enlazar procesos históricos conectados, lo que ha dado en llamarse una historia global. Pero esta conexión no implica simplemente, o exclusivamente, hallar puntos de coincidencia en los procesos, sino más bien comprenderlos
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como partes de un todo articulado. Es por ello, que la indagación sobre las familias y las redes relacionales que las vinculan en el contexto iberoamericano debe ser encausado desde ambas orillas del Atlántico. El dialogo pluridisciplinar, las miradas cruzadas sobre problemáticas afines y fuentes se impone como una realidad tangible. La historiadora Ann Twinam nos propone un estudio comparado sobre una problemática estudiada en el mundo hispanoamericano a partir de realidades sociales concretas. Su observación global conecta los diversos escenarios coloniales y los compara con los comportamientos peninsulares. Se adentra en el imaginario colectivo de la ilegitimidad y el mestizaje —la cotidianidad—, y al mismo las normas y respuestas institucionales. Lo íntimo y lo público se conjugan y dan lugar a un entramado complejo de situaciones y realidades. Resulta por su parte necesario plantear el estudio de las sociedades iberoamericanas desde una nueva perspectiva que, sin olvidar los esquemas de jerarquización del Antiguo Régimen, nos permita repensar en las identidades como constructos sociales y culturales, más que biológicos. La propuesta de Sandra Olivero Guidobono es acercarse al mestizaje como una realidad dinámica y permeable, que lejos de categorizar individuos y familias, genera múltiples identidades que pueden variar y resignificarse a lo largo de las trayectorias de vida. Las fuentes develan nuevas estructuras familiares: las familias múltiples o pluriétnicas, cuya complejidad de relaciones hacia el interior del grupo y en términos de compadrazgo y padrinazgo debe ser revisado. El Brasil colonial no podía estar ausente en este análisis. El Dr. Carlos Bacellar nos propone, desde una perspectiva socio-demográfica, contemplar las opciones matrimoniales de los cautivos en un período de ciento cincuenta años. La realidad social iberoamericana colonial se complejiza más aún con la presencia de los esclavos negros procedentes de África. Al criterio de calidad se une el de condición servil e ilegitimidad, y al mismo tiempo una serie de estrategias de movilidad para modificar la situación de individuos y descendientes. Esa movilidad no siempre implicó un ascenso lineal y progresivo, de allí la importancia de revisitar las fuentes y extender la indagación histórica en períodos de larga duración que posibiliten identificar rupturas y continuidades de comportamientos sociales y normativos.
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La población autóctona del territorio americano fue homogeneizada por el conquistador bajo la categoría de indio, sin embargo, detrás de esa etiqueta se amparan una multiplicidad de etnias con características distintivas y peculiares. El historiador Fernando Cejudo Lozano realiza un análisis a través de los padrones de población de la región neogranadina de la Guajira, centrando su atención en la resistencia de los grupos originarios y en las estrategias de poblamiento como elemento pacificador español. La fundación de ciudades, los pactos comerciales, las concesiones y alianzas entre pueblos indígenas y conquistadores constituyeron herramientas tendientes de pacificar la región, pero como también ocurrió en otras áreas hispanoamericanas esa convivencia generó espacios de encuentro y diálogo, a la vez que escenarios de violencia y conflicto. Nuevamente las identidades alcanzan fronteras difusas y acomodaticias, y la norma se adapta a una realidad en constante cambio. El análisis familiar abre nuevos horizontes al centrar su interés en la vida conventual. La familia religiosa que estudia la Dra. Asunción Lavrin nos acerca a la dimensión política y moral de las monjas en la conformación y reflejo de las estructuras sociales. Las familias no sólo se construyen a través de lazos biológicos, la vida conventual y religiosa plantea redes de convivencia y solidaridad, también de poder y sororidad donde se establecen relaciones familiares entre lo íntimo y lo institucional. La autora nos propone repensar los conceptos de maternidad, paternidad, fraternidad, filiación, e incluso desposorio y matrimonio espiritual; estableciendo una comparación de las estrategias de perdurabilidad y reproducción entre las familias seglares y religiosas. La Dra. Rosalva Loreto López ofrece un análisis pormenorizado de las familias de monjas del convento de San Bernardo en México. Centra su atención en el origen geográfico y socio-étnicos de las mismas para enfatizar en dos aspectos: la movilidad migratoria de ida y vuelta a ambos lados del Atlántico, y el fortalecimiento del sector criollo en el ámbito religioso a partir del empoderamiento de las monjas como representación de familias principales. Se enfatiza la cotidianidad, la sororidad y el poder político del convento como institución y de las monjas como mujeres representantes de sus familias, piezas claves en el entramado social hispanoamericano. La obra de Juan de Villabona adquiere relevancia a través del trabajo del Dr. Julián Ruiz Rivera, quien en esta ocasión nos muestra al personaje en el
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ámbito mexicano como superintendente de Huehuetoca. Su controvertida misión le ocasionó serios problemas y enemistades, sus redes políticas no lograron contener su decadencia en la esfera política. Los ámbitos de poder institucional pueden en ocasiones proporcionar protección y favores, pero en otras, tejer intrigas y ser causantes del declive de un individuo y su linaje. Atravesando la frontera temporal del mundo colonial, el trabajo de la recordada Dra. Cecilia Landa Fonseca y del Dr. Francisco Iván Hipólito Estrada, nos plantea las dificultades políticas y económicas de los recientes estados iberoamericanos independientes para organizar sus milicias. El quiebre colonial supuso un cambio en las estructuras sociales, políticas y económicas respecto de las relaciones entre metrópoli y colonias, sin embargo, las nuevas identidades creadas al amparo de la ciudadanía no ignoraron la marginalidad y exclusión de determinados sectores sociales, tales como indígenas, mestizos o afrodescendientes. Los estados nacionales latinoamericanos se enfrentaron al reto de la organización nacional a partir de las guerras de independencia, es decir, desde el derrumbe económico, demográfico y social de sus estructuras. El siglo xix latinoamericano se completa con el estudio de la Dra. Margarita Espinosa Blas y Ezequiel Fabricio Barolín a través del análisis de la diplomacia mexicana durante el porfiriato. Esta investigación permite relacionar las esferas de actuación pública de los diplomáticos mexicanos en Madrid y su gestión en procesos tan determinantes como el impulso de las migraciones, las celebraciones de los centenarios de las independencias entre otras. Sin lugar a duda, las redes personales y políticas de estos diplomáticos fueron determinantes para marcar su postura personal, la del gobierno que representaban y la de toda una época de transición. El linde entre las relaciones públicas y de poder, por un lado, y los vínculos personales, por el otro, se entrelazan para alcanzar objetivos institucionales que establecen puentes de unión y diálogo a ambas orillas del Atlántico. Como se dijo al comienzo, no podemos entender los procesos historiográficos del mundo iberoamericano de forma aislada, sino como integrados e interconectados con otros procesos que formaban parte del mundo peninsular moderno. A partir del análisis de la serranía de Ronda en el último tercio del siglo xvi, los Dres. Juan Jesús Bravo Caro y Pilar Ybáñez Worboys, vuelven a plantearnos, aunque en espacios geográficos y sociales diferentes, las problemáticas del repoblamiento y de la construcción de identidades a
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partir de un ideario institucional de unidad religiosa y social. Con otros nombres y protagonistas —no son los indios, negros o mestizos hispanoamericanos— el complejo tejido social se presenta ante nosotros y pone de relieve la marginalidad y exclusión de otras minorías. El examen exhaustivo de padrones de población ha permitido conocer la conformación de las familias que repoblaron la región tras la expulsión de los moriscos. Una vez más familias y redes relacionales juegan un rol fundamental para hondar en los mecanismos de poblamiento y consolidación de poder. Finalmente, el Dr. José Villena Jurado nos propone hacer un recorrido por la ciudad de Málaga a través de sus murallas. Su trabajo no sólo exalta el valor militar y estratégico de la ciudad como baluarte del Mediterráneo y puente de unión con los dominios españoles en el norte de África, sino que enfatiza en la figura de los soldados y milicianos de la guarnición de infantería como vecinos de la urbe. Familias y redes subyacen en el fondo de esta problemática de defensa de las ciudades modernas, donde el compromiso y el valor de la pertenencia desempeñan un papel privilegiado a la hora de proteger intereses personales, familiares y comunitarios.
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¿DE NUEVO LA FAMILIA? NO, ES LA SOCIEDAD. REFLEXIONES Y NUEVAS ORIENTACIONES SOBRE LAS FAMILIAS EN PERSPECTIVA COMPARADA* Francisco Chacón Jiménez (Universidad de Murcia)
A Juan Andreo García, quien me abrió la ventana y despertó en mí la pasión por América Latina.1
¿Se puede decir algo nuevo sobre la familia? ¿No nos encontramos ante un tema agotado teórica y metodológicamente y solo recurrente en función
Este trabajo ha sido posible y se inserta en el proyecto de investigación “Entornos Sociales de Cambio. Nuevas Solidaridades y Ruptura de Jerarquías (Siglos xvi-xx)”, HAR201784226-C6-1-P, de la Agencia Estatal de Investigación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades. El presente texto fue redactado como conferencia de apertura del “Primer Congreso Internacional de Familias y Redes Sociales: Etnicidad y Movilidad en el Mundo Atlántico”, celebrado en la Universidad de Sevilla (noviembre 2014) bajo la dirección y coordinación de la profesora Sandra Olivero y escrito para su publicación tras la conclusión de la misma. Ha sido revisado pero no puesto al día bibliográficamente, por lo que responde a la fecha de su redacción. 1 Lamento, profundamente, no haber podido sumar mis palabras (no fui invitado) al libro homenaje Palabras para el Intendente. Un libro-homenaje al historiador Juan Andreo García, 2014, Sevilla, que un grupo de amigos, sobre todo, e historiadores —no solo de historia de América— le rindieron. Dediqué las primeras palabras de esta conferencia de apertura (12 noviembre 2014) —no tenía conocimiento de la publicación de dicho libro— al amigo y al historiador. Ahora, sumo mi reflexión y mi homenaje a algunas pasiones compartidas: Cuba, México, la familia, el Máster en Historia Social Comparada… y tantas y tantas pequeñas cosas, que uno a las de nuestros amigos que ya lo hicieron desde la Universidad de Sevilla. *
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de los cambios en las formas familiares como consecuencia de los adelantos científicos y sus aplicaciones desde el punto de vista de la reproducción biológica que, naturalmente, lleva implícito un cambio en las relaciones de parentesco? ¿No se convierte en un problema de políticas públicas actuales en donde la historia apenas si tiene algo que explicar? En un mundo globalizado, ¿qué interés puede tener la comparación entre los países del mundo atlántico, dadas sus enormes diferencias? ¿No caminamos hacia una homogeneización en los comportamientos como si se tratase de una línea recta y tautológica en la que, igual que un día se fue extendiendo la Revolución Industrial y el control de la natalidad, también conoceremos en países de América Latina la interrupción legal de la gestación, la maternidad subrogada o los matrimonios del mismo sexo? Tras la excelente obra de J. Elliott Imperios del mundo atlántico2 o las obras más concretas de F. Chacón, A. Irigoyen, E. de Mesquita y Teresa Lozano,3 Sin distancias. Familia y tendencias historiográficas en el siglo xx, o Pablo Rodríguez, La familia en Iberoamérica 1550-1980,4 la perspectiva comparativa suele quedar en una declaración de intenciones o en estudios superpuestos de países, pero sin análisis que reflejen las diferencias. Afirmaba J. Elliott que “detrás de los valores culturales y los imperativos económicos y sociales que configuraron los imperios español y británico del mundo atlántico se halla una multitud de elecciones personales y las consecuencias imprevisibles de acontecimientos inesperados”.5 Creo que la elección personal y el acontecimiento inesperado del que habla J. Elliott lo podríamos entender y enfocar como la necesaria puesta en común de los tres factores claves de toda organización social: individuo, familia y comunidad. ¿Quiere decir esta reflexión que vamos a tratar de la familia, de nuevo? Evidentemente, pero desde el punto de vista de la sociedad. Es este el verdadero elemento integrador de los tres factores citados. Ya que la palabra sociedad lo que implica es, siguiendo un texto clásico de Karl Marx al que hace referencia Robert Rowland, que “el hombre es por esencia un
Elliott, 2006. Chacón Jiménez, Irigoyen López, Mesquita Samara y Lozano Armendares, 2003. 4 Rodríguez, 2004. 5 Elliott, 2006: 596. 2 3
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animal que sólo se puede individualizar en sociedad”,6 por ello la historia del individualismo solo puede ser la historia de las estructuras sociales que consideran al individuo como espacio socialmente reconocido de relaciones. Por su parte, J. Casey, en su artículo “La invención de la comunidad y la historia social”,7 ponía de manifiesto la preocupación de Marx y Engels en 1848, expresada en El Manifiesto del Partido Comunista, donde lanzaban un grito de alarma frente a la desintegración de la familia, los gremios y la comunidad, en todos sus sentidos, gracias al avance del individualismo salvaje del laissez faire. Pero el problema no es buscar una nueva definición, ni tampoco trazar una agenda de nuevos temas a debatir (aunque es necesario, y lo haré sintéticamente), ni establecer las diferencias comparativas entre la evolución y comprensión de las familias en Europa o América Latina, a lo que también me referiré, sino más bien comprender las transformaciones de las ciencias humanas y sociales en las escalas en las que se produce en el momento presente (2014) para, así, indicar dónde se encuentra el verdadero problema actual y, sobre todo, qué nueva agenda proponer. Para ello indicaremos que, mientras en los años ochenta y noventa del siglo xx las ciencias sociales se preguntaban por el origen de la familia, hoy nos interrogamos por su futuro, ya que la evolución es un interrogante con una elevada carga de incertidumbre. Familias e individuos son conceptos epistemológicos para entender y explicar las estructuras políticas y económicas de la sociedad. Son ciudadanos y familias quienes constituyen una forma de ordenar y comprender la vida social y política de cualquier comunidad y en cualquier período histórico. Así, se publicaba en el Diario de Madrid el 18 de julio de 1792 lo siguiente: “Reducidas sociedades particulares, porque las familias no son otra cosa”.8 Más de doscientos años antes (1575), Juan Costa, en Gobierno del ciudadano, indicaba: “República es un justo gobierno de muchas familias”.9 James Casey recoge, también, palabras de Costa: “El ciudadano ha de saber regirse a sí, su casa y familia para que sepa bien regir su república”. Por su parte, Schumpeter mantenía que la verdadera unidad
Rowland, 1985. Casey, 2003. 8 Irigoyen López, 2014: 23-39. 9 Costa, 1998: 13. 6 7
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de clase era la familia, ya que la sociedad se componía de la suma de familias. En este mismo o similar sentido se pronunciaba el premio nobel Gary Becker en 1981 en su Tratado sobre la familia.10 En este contexto, y respecto a la agenda a proponer, quiero hacer referencia a la reciente reflexión de Pierre-Cyrille Hautcoeur, presidente de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), y de Michel Wieviorka, administrador de la Fondation Maison des Sciences de l’Homme (FMSH), respecto a la transformación de las ciencias humanas y sociales en el momento presente, que lejos de haber concluido continúa ofreciendo nuevas posibilidades a partir de tres puntos de referencia: 1) abrir las fronteras disciplinares y plantear iniciativas y programas de investigación y enseñanza que reposan sobre concepciones abiertas que dan lugar a innovación y cooperaciones múltiples y diversas. Sin embargo, los sistemas universitarios están estructurados alrededor de disciplinas académicas en el seno de las cuales se realizan las carreras profesionales, lo que parece que dificulta lo interdisciplinar. Pero no se trata de descalificar las disciplinas, somos muy reivindicativos de sentirnos economista, sociólogo, historiador, jurista; aunque, más allá de ello, lo importante es definir problemas, plantear preguntas y precisar objetos. Esta perspectiva pluridisciplinar debe inscribirse en la cultura de las nuevas tecnologías, para así producir una transformación radical en los paradigmas, en los métodos y en las formas de cooperación. No se trata de abandonarse al determinismo tecnológico y a un nuevo neopositivismo de las técnicas, sino estudiar los cambios que aportan las nuevas tecnologías de la comunicación como las redes sociales. Este primer punto se relaciona con 2) pensar a escala global, mediante la internacionalización de los debates científicos empleando el método comparativo, a la vez que deben guardar, como punto inexcusable, un anclaje y apoyo local, nacional o regional. Lo que nos traslada a la complejidad de los fenómenos, la multiplicidad de actores y la renovación de las categorías de análisis. Esta transformación teórica y metodológica tiene como factor clave lo relacional. Este campo relacional es el que ha permitido que sean los valores educativos y culturales los que expliquen realidades económicas y políticas. Seguir las reflexiones y lecturas de James Casey es una de las mejores sugeren10
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Becker, 1987.
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cias que se pueden plantear. Precisamente, otro importante autor, Juan Pro, planteaba la necesidad de un cambio de enfoque que superase las deficiencias de la historia social tradicional, para lo cual proponía partir “del análisis de personas y relaciones, considerando que grupos, profesiones o clases deben ser más bien un punto de llegada que un dato a priori”.11 A partir de estas consideraciones, las realidades familiares, los parientes, las amistades, las vecindades y, en definitiva, las relaciones personales permiten plantear sobre las fuentes nuevos interrogantes y nuevas proyecciones. Siguiendo a James Casey, podríamos indicar que la estrecha relación existente entre la monarquía absoluta y la estructura de la familia nobiliaria tiene a las peticiones de gracias y mercedes para empleos y prebendas al servicio de la monarquía como principal reflejo de unas relaciones personales que se estructuran en forma de redes de relación a partir de lazos familiares, parentesco artificial, compadrazgo y redes clientelares. Lo que pone de manifiesto la fuerte vinculación entre la historia política, entendida como sistema de relaciones sociales, y la historia de la familia a partir de los individuos y sus biografías personales y ciclos de vida. Nuestro objeto de investigación, el paso de las familias de linajes a las familias de los individuos, tiene como objetivo fundamental el cambio social. Un cambio social que se centraría, a lo largo de los siglos circa mitad xviii-inicios del siglo xx, en el estudio y análisis del desmoronamiento de las jerarquías sociales y políticas y el surgimiento de la esfera pública y de las bases del individualismo. A estas dos propuestas, relacional y cambio social de las familias a los individuos, se debe unir una tercera: la textura de las relaciones sociales.12 Se trata de explicar el tipo y la intensidad de las fidelidades, lealtades y el significado de la amistad. Cuando asistimos al fortalecimiento del Estado con legislación y normas que rompen las jerarquías sociales se produce, simultáneamente, un debilitamiento de los lazos y vínculos familiares. Este es, precisamente, uno de los elementos de diferenciación más notables entre el Viejo y el Nuevo Mun-
Pro, 1995: 62. Hemos hecho referencia a esta problemática en la ponencia “Reflexiones sobre relaciones sociales y conflictividad: de las familias a los individuos. siglos xvi-xix”, presentada al “VIII Congreso de Historia Social Sociabilidades en la Historia”, 16-18 de abril de 2015. Universidad Rovira y Virgili, Tarragona. Castillo y Duc, 2015: 157-167. 11 12
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do. No se trata de aceptar la propuesta de familias fuertes en el sur de Europa y débiles en el Norte, ya que entraríamos en una dialéctica de contraposición que simplifica las realidades sociales y desvirtúa, desde nuestro punto de vista, la complejidad de los sistemas familiares y socioculturales que soportan y explican las relaciones sociales, verdadero objetivo de nuestro análisis. Explicar la textura de las relaciones sociales es uno de los desafíos más apasionantes de la historiografía. Aquí se encuentra la explicación a comportamientos y actitudes que se basan en las vinculaciones y relaciones entre las personas, en las que el lazo natural de la consanguinidad y la afinidad se constituyen en lazo social. Un ejemplo sería las formas de la amistad que caracterizaban las compañías mercantiles; otro ejemplo, el significado de la amistad y la relación política en las facciones políticas o cómo se relacionan el mayorazgo y la endogamia que caracterizan a las aristocracias europeas con los intereses del nuevo Estado burocrático-militar que surge a partir del siglo xvi. 3) El tercer punto de referencia considera a las familias como frontera del conocimiento. Se trata de construir un nuevo relato explicativo del proceso social al situar a las familias, desde una perspectiva metodológica, entre el individuo y lo generacional. Para ello hay que tener en cuenta tres orientaciones conceptuales, epistemológicas y teóricas: Conceptos epistemológicos: Protoindustrialización (Medick, Kriedte, Schlumbolhm) Ciclo de vida (T. Hareven) Intergeneracional (K. Manheim) Individualización (Ulrich Beck-Elisabeth Beck) Cognitivo (G. Levi) Procesos de civilización (N. Elias) Categorías analíticas: Reproducción social Movilidad social Desigualdad Jerarquías Reciprocidad Redes sociales Relaciones y redes sociales
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Si queremos conjugar simultáneamente estas tres grandes líneas es necesario incluir el factor tempus, tal y como ha señalado Tamara Hareven; es decir, debemos de poner en relación el tempus personal e individual con el tempus familiar y el tempus histórico,13 pero no de manera aislada, sino en relación con el objeto concreto que estemos estudiando. De esta manera podremos explicar los procesos de cambio o permanencia a través de prácticas que tienen reflejo en multitud de facetas, miradas y realidades que hasta ahora solo se habían analizado sectorial o cronológicamente. El ejemplo más evidente lo ofrece la mirada de género, lo cual no es una novedad, pero sí lo es el enfoque y la forma de integrar dicha realidad a partir de dotes, matrimonios, nacimientos y el papel fundamental que juega la mujer en las estrategias matrimoniales y de perpetuación y reproducción social. Un segundo ejemplo lo ofrece la necesidad de recuperar las desigualdades y las estrategias, bien sea respecto a destinar los hijos mayores al matrimonio y los menores a la Iglesia, determinando si existe prioridad según sean hombres o mujeres, o bien desgranando y desmenuzando los enlaces y la circulación de los recursos económicos de las familias mediante estrategias que se ven condicionadas por las edades de los protagonistas, el número y sexo de los hijos o el lugar que ocupan entre los hermanos, cuyo último fin es el mantenimiento, la conservación o el incremento de los recursos económicos. En segundo lugar, es necesario tener en cuenta los factores culturales de hegemonía y continuidad jerárquica en el orden social que se va reproduciendo a lo largo de las generaciones. Por ello es preciso evaluar los cambios de valores sociales que se observan al conocer los comportamientos de cada generación y compararlos con otras generaciones. En tercer lugar, se trata de considerar la fuerza de la reciprocidad y de la solidaridad familiar; una reciprocidad que procura neutralizar la marcha de la hija con la llegada de la nuera. Cada familia intentaba —estrategia y azar demográfico determinan y juegan un importante papel— entregar una dote, pero recibir otra a cambio. Son las figuras del cuñado, la cuñada, la nuera o el yerno; es decir, la afinidad y el parentesco ficticio que deben ser objeto de notable atención, pues en función del ego y de la orientación estos parientes y sus apellidos desaparecen de los árboles genealógicos, mientras otros se integran. El seguimiento 13
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genealógico-temporal se convierte en el método nominativo más fecundo. Y es a partir de estos presupuestos y desde esta maqueta o modelo como quiero trasladar a la comunidad científica mis preocupaciones sobre las familias y la explicación de su proceso evolutivo y comparativo. Tras estas tres propuestas teórico-metodológicas, epistemológicas y heurísticas, las diferencias entre un mundo indígena y el colonial nos daría para preparar no solo una conferencia, sino un libro entero, pero solo puedo esquematizar algunos rasgos.14 La colonización cristiana se puso en marcha tras el contacto y descubrimiento de nuevas tierras. La intervención de la Iglesia puso de manifiesto su intransigencia. Se cerró sobre sus propios principios con toda una serie de prohibiciones: divorcio, concubinato, poligamia, matrimonios consanguíneos y claras muestras de intolerancia que significaban la imposición de un modelo patriarcal en el que la violencia doméstica hacia los más débiles, mujeres y niños, se instaló plenamente hasta momentos actuales. Entre los rasgos que diferencian radicalmente la institución familiar iberoamericana de la europea, se distingue la práctica del mestizaje con las poblaciones autóctonas en un primer momento y, posteriormente, con el desarrollo de la trata de esclavos, concretamente con los esclavos negros, lo que dará lugar a elevadas tasas de concubinato e ilegitimidad. Al comienzo del siglo xix, la Iglesia sustituye el poder colonial e impone su influencia sobre la sociedad, particularmente, sobre las clases dirigentes. Podemos decir que el rigor eclesiástico prolongó el rigor colonial; así leyes sobre el matrimonio civil, instauración del divorcio y protección de menores fueron promulgadas casi un siglo después de haberlo hecho en Francia o en otros países de Europa, por ejemplo. En Perú, el registro del estado civil estuvo en poder de la Iglesia hasta 1936. Las mujeres han ejercido un papel central; un grupo muy importante de hogares ha estado encabezado por una mujer, soltera o viuda. Como muestra el libro dirigido por Pablo Rodríguez La familia en Iberoamérica 1550-1980, la vida de las madres no ha estado encerrada en el mundo privado y doméstico.15 Por último, apuntaremos a la escasa y pobre influencia de la legislación y del derecho en la organización y comportamientos familiares que se 14 15
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Deducidos de la lectura del excelente prólogo de Segalen (2004: 9-14). Rodríguez, 2004.
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han trasladado, también, a los propiamente políticos. El liberalismo del siglo xix intentó formular leyes que favorecieran la libertad y el individualismo. Códigos de familia que precisaran los papeles entre los esposos y entre estos y sus hijos son un hecho reciente. Y todos ellos han chocado con las duras y resistentes tradiciones. La causa y la razón es que las redes de parentesco de origen familiar, en cualquier época y contexto, han impuesto un control social, ya que eran, en momentos de crisis y graves dificultades económicas y en ausencia de un estado del bienestar, el único recurso posible. La conquista de la libertad individual que caracteriza a las sociedades europeas, norteamericanas, canadienses y, en general, a la sociedad occidental es un producto del estado del bienestar que se encuentra fuera del alcance, desgraciadamente, de la mayoría de las poblaciones de América Latina. La violencia contra las mujeres, por ejemplo, está revestida de una gran carga cultural e inscrita en una larga historia, ya que las indígenas, las esclavas, las mestizas y todas las mujeres de rango inferior constituyeron durante siglos, en palabras de Martine Segalen, “un coto de caza disponible para relaciones extramatrimoniales”.16 Así, la historia de América Latina se desenvuelve, en gran medida, a través de la historia de la familia. Y la tensión en Europa y Norteamérica entre la sociedad de los linajes y familias y la de los individuos, resuelta con la implantación de las revoluciones burguesa e industrial, procedentes del mismo tronco, no se vive igual en América Latina como consecuencia del poder colonial, religioso y el proceso de mestizaje. Además, cuando en Europa del Norte e Inglaterra la familia había entrado en un proceso de reducción, en Iberoamérica se producía su ampliación. Sin embargo, siempre las familias, y en ambos espacios, pero con procesos muy distintos, serán básicas y fundamentales para entender la organización social.17 La diferencia se encuentra, sobre todo, en las distintas situaciones a las que hay que hacer frente; así, mientras en Europa el fuerte descenso de la natalidad produce un envejecimiento que genera graves problemas para el mantenimiento del sistema de bienestar social, en Latinoamérica, las desigualdades se explican, en parte, por las relaciones familiares; es decir, frente 16 17
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Segalen, 2004: 13. Chacón Jiménez y Bestard-Camps, 2011.
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a la fuerza del Estado y de la ley, la fuerza de la familia y los lazos y vínculos familiares. En definitiva, se trata de procesos de civilización y cultura que siguen ritmos diferentes. Lo apasionante es que se partió, en el siglo xvi, de un proyecto cultural, impuesto y forzado, eso sí, pero que fue común; y es lo que le otorga el gran interés a lo comparativo entre el Viejo y el Nuevo Mundo, aunque hay que reconocer que, si bien tiene una potencia y fuerza en América Latina, en el caso de Europa y Norteamérica surgen otras prioridades temáticas; pero siempre con la necesaria recurrencia al sistema de relaciones sociales. De aquí la importancia y trascendencia del estudio de redes, tal y como lleva por título este congreso, y la organización social, auténtico objetivo fundamental. Conclusión La conclusión a la que la historiografía va llegando al inicio del siglo xxi es que la entidad que estamos estudiando es, en cierto modo, demasiado compleja para ser reducida a un único concepto universal y a una sola categoría analítica: ya sea la lucha de clases o la solidaridad de las pequeñas comunidades. Sin duda la historia de las familias y la de las clases sociales pueden compartir la posibilidad de ser consideradas como explicación de la organización social y de sus cambios o permanencias. Para captar este ambiente y tomar el pulso y la mayor o menor vitalidad, es necesario volver a la documentación y, siguiendo los consejos de James Casey, captar y recuperar la voz tenue del pasado y, entonces, integrar el paradigma de la historia de la familia en la evolución general de la sociedad española o de cualquier otro país. Porque, precisamente, integrar la historia de la familia en la evolución general de la sociedad es nuestro objetivo fundamental y el que debe de movernos a todos, independientemente del espacio que nos sirva como campo empírico y de las temáticas que abordemos, siempre que lo social sea nuestra finalidad y prioridad. Sin embargo, creo que, pese a los avances y el desarrollo científico en el campo historiográfico, sociológico, etnográfico y antropológico de la familia, es preciso pasar a un estadio superior en el que sean la sociedad y los procesos que en ella se desarrollan los verdaderos protagonistas. Lo que significa tener
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en cuenta la necesaria e imprescindible relación entre individuo, familia y comunidad. En cuyo caso es necesario un planteamiento de preguntas transversales sobre familia, convivencia, cambio intergeneracional, identidad, autoridad, jerarquía y desigualdad. Y a partir de aquí abordaremos los procesos de cambio, transformación y conflictividad social desde la óptica de las relaciones intergeneracionales para mirar en el interior de las mismas a través del ciclo de vida de los individuos y la coexistencia en cada momento y coyuntura de varias generaciones. Que la ciencia histórica haya llegado tan tarde a este objeto, cuando para la antropología significó su consagración como disciplina científica, deja claramente de manifiesto el resultado a que dio lugar hacia finales del siglo xix y principios del xx: el predominio del materialismo histórico y el positivismo en unas circunstancias históricas en las que la fuerza del imperialismo colonialista asistía al comienzo de su caída como sistema hegemónico dentro de la potenciación del nacionalismo. Sin embargo, la contradicción era latente y se vivía en la realidad cotidiana. La fuerza del concepto familia señalaba que, por encima de la jurisprudencia y las normas legales establecidas a partir de la creación del Estado liberal, eran las relaciones que se establecían desde la misma las que permitían la promoción social y garantizaban, en parte, las condiciones de vida. Es por ello que la búsqueda de los orígenes de quienes iniciaron el estudio de la familia se encuentra en contemporáneos que se preocuparon y analizaron las grandes transformaciones que experimentaban sus sociedades a partir de los procesos de migración, urbanización e industrialización y sus consecuencias sociales y político-culturales: Le Play en Francia, Costa en España, Bejarano en Colombia, Eyzaguirre, Errázuriz y Alliende en Chile, el brasileño Gilberto Freyre o los discípulos de Le Play que visitaron Portugal (Poinsard y Descamps) y algún seguidor portugués como Medeiros. Que en los principales laboratorios de investigación europeos y de Latinoamérica, así como en numerosos medios de difusión científica e, incluso, de divulgación, aparte de coloquios y reuniones científicas, la familia sea la protagonista demuestra las enormes posibilidades que tiene como explicación de la organización y el sistema social. Por otra parte, la división del objeto histórico la ha favorecido notablemente, ya que los análisis sobre herencia y transmisión de la propiedad, matrimonio, infancia abandonada, movimientos migratorios, historia de la mujer, análisis de grupos sociales,
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especialmente élites y oligarquías dominantes, miembros de las administraciones públicas, burguesía y mercaderes, campesinos, marginados religiosa y socialmente han puesto de relieve la necesidad de partir de y contar con el proceso familiar como pilar básico en la comprensión del análisis social, político y cultural. Esta profundización ha puesto de manifiesto, con notable énfasis, el interés y la importancia en conocer los procesos de reproducción social a través del levantamiento de genealogías sociales que expliquen la movilidad social y las redes que constituyen y en las que se integran los individuos a partir de las familias. Se trata de continuar profundizando en una materia que, iniciada a partir de los años ochenta, en líneas generales, ha recorrido, hasta ahora, un camino de doble vía: por una parte, el de la necesaria profundización en las numerosas vertientes y perspectivas que encierra la historia de la familia; y, por otra, la potenciación de la interdisciplinariedad para que los métodos y teorías de otras disciplinas puedan ser aplicados desde el campo histórico e interrogar a las fuentes con nuevas preguntas. Es decir, se trata de volver a la sociedad y, por tanto, a las familias, pero con nuevas miradas. Bibliografía Becker. Gary (1987). Tratado sobre la familia. Madrid: Alianza. Casey, Jim (2003). “La invención de la comunidad y la historia social”, en: Pedralbes, Revista d’Historia Moderna, 23, 2, pp. 779-796. Castillo, Santiago, Duc, Montserrat (coords.) (2015). Sociabilidades en la historia. Madrid: Los Libros de la Catarata, pp. 157-167. Costa, Juan (1998). Gobierno del ciudadano. Madrid: Instituto Fernando el Católico. Chacón Jiménez, Francisco (2015). “Relaciones sociales y conflictividad: de las familias a los individuos. Siglos xvi-xix”, en: Santiago Castillo, Montserrat Duc (coords.), Sociabilidades en la historia. Madrid: Los Libros de la Catarata, pp. 157-167. Chacón Jiménez, Francisco, Bestard-Camps, Joan (dirs.) (2011). Familias. Historia de la sociedad española. (Del final de la Edad Media a nuestros días). Madrid: Cátedra.
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SEXUALIDAD, ILEGITIMIDAD Y GÉNERO EN ESPAÑA Y AMÉRICA, SIGLO XVIII: UNA COMPARACIÓN Ann Twinam (University of Texas at Austin)
Introducción A lo largo de los siglos, un privilegio tradicional de los monarcas españoles fue el de anular los efectos discriminatorios de la ley e intervenir para borrar los defectos de herencia o nacimiento. En el siglo xviii, la Corona había institucionalizado este proceso —conocido como las gracias al sacar— en el Imperio español. Los peticionarios podían apelar a la Cámara de Indias o a la Cámara de Castilla, grupos cuyos miembros pertenecían a las instituciones de gobierno para sus regiones —el Consejo de Indias y el Consejo de Castilla— y pagar por la concesión de una gran variedad de gracias. Los extranjeros podrían eliminar su accidente de nacimiento mediante la compra de la ciudadanía española, los plebeyos podrían superar su nacimiento humilde y adquirir nobleza y los ilegítimos podrían ser transformados en legítimos. Una ocurrencia singular en las Américas: los pardos y mulatos también podrían comprar la blancura. Los documentos de gracias al sacar llegan a ser una fuente particularmente rica porque incrustada en el proceso hay una dinámica que promueve conversaciones únicas sobre las normas y las excepciones a estas. Los peticionarios de gracias al sacar están en una cúspide, al borde de limites sociales permeables. El proceso exige que ellos articulen su condición actual, expliquen por qué la querían cambiar y por qué merecen que se deba modificar. Tenían que proporcionar detalles sobre sus vidas y el testimonio de testigos para corroborar sus relatos. El resultado es una documentación de riqueza
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excepcional en la que los testigos explican sus situaciones particulares y recuerdan detalles íntimos acerca de sus vidas. Otra conversación se produce cuando los oficiales reales juzgan si las peticiones cumplen o no con las normas para el cambio de estado. Es en ese proceso que forjaban normas políticas que regían la ciudadanía, la nobleza, la blancura y la legitimación. Siempre me han fascinado estos procesos dinámicos de inclusión y exclusión que influyen la estructura de jerarquías sociales, raciales y de género. En Vidas públicas, secretos privados utilicé doscientas cuarenta y cuatro peticiones del siglo xviii en las Américas para explorar cómo el género, el honor, la sexualidad y la ilegitimad influyeron las vidas de los ilegítimos y sus familias y también trazaron cambios en la política borbónica hacia la ilegitimidad. Mi obra Purchasing Whiteness: Pardos Mulattos and the Quest for Social Mobility in the Spanish Indies [La compra del blanqueamiento: pardos, mulatos y la búsqueda de la movilidad social en las Indias Españolas] (2015), analiza las peticiones de las gracias al sacar para el emblanquecimiento. El tema de este artículo está también basado en las gracias al sacar y se refiere a los temas de sexualidad, género e ilegitimidad en el mundo hispánico-transatlántico. Hace muchos años, me preguntaba si existirían documentos para la península similares a los de las Indias. Un viaje al Archivo Histórico Nacional confirmó que hubo doscientos ochenta y dos casos de peticiones para legitimaciones en España en el siglo xviii, comparados con los doscientos cuarenta y cuatro para las Américas.1 Hoy me gustaría compartir con ustedes algunos temas que ofrecen la posibilidad de estudiar las similitudes y diferencias entre España y las Indias. Una primera y no sorprendente conclusión es que el mundo hispanoatlántico comparte mucho en común. Las parejas, ya en la Ciudad de México o en Salamanca, veían el matrimonio como un proceso que culminaba en la ceremonia.2 Después que se intercambiaban la palabra de casamiento, no era raro empezar relaciones sexuales —si había una prueba de la virginidad femenina, que era por lo general demostrada antes de la fecha de la boda—. Si el sexo premarital resultaba en embarazo, los novios tradicionalmente ponían ambos nombres a la partida de bautismo del recién nacido. Así, cuando 1 2
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Twinan, 1999: 347-49 contiene detalles de la base de datos de las Américas. Twinam, 1999: 36-41.
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el matrimonio se efectuaba, los niños serían automática y completamente legitimados. La distinción entre los mundos públicos y privados también era común a ambos lados del Atlántico. Tanto en las Indias como en la península se hacían distinciones entre el conocimiento íntimo compartido por un círculo selecto de familiares y amigos de la familia y la información que se daba a todo el mundo y que era pública y notoria.3 En la península y en las Américas, las familias habitualmente manipulaban esta división entre lo público y lo privado para preservar su honor y reputación. Una construcción común que he descrito en Vidas publicas fue el embarazo privado.4 Aquí el conocimiento de la actividad sexual de las mujeres, el embarazo y el nacimiento podrían ser confinados dentro del círculo privado para preservar la reputación pública si el matrimonio no iba a ocurrir. En estos casos, el padre se hacía cargo inmediatamente del recién nacido, asegurando que no estaría asociado con la madre. El mundo hispánico también reconoció categorías distintas de ilegitimidades con diferentes estados y consecuencias jurídicas.5 Hijos naturales —nacidos de madres y padres no relacionadas por grados prohibidos de parentesco— eran la categoría menos onerosa de ilegítimos automáticamente convertidos en legítimos si su madre y su padre se casaron. En contraste, los bastardos —ilegítimos nacido del adulterio, del sacrilegio o del incesto— nunca podrían ser legitimados automáticamente, incluso si sus padres finalmente se casaran. Para los bastardos o los hijos naturales cuyos padres nunca se casaron, la legitimación por medio de gracias al sacar era el único remedio para borrar las consecuencias negativas de su nacimiento. También hubo acuerdo en ambos lados del Atlántico hispánico de que el defecto de ilegitimidad merecía la discriminación en dos escenarios —en cuestiones de honor y en la herencia—. En las Américas y en España la ausencia de honor podría dar lugar a una muerte civil, ya que los ilegítimos no podían ocupar cargos políticos, practicar ciertas profesiones, avanzar en el ejército, entrar a congregaciones religiosas, colegios o universidades o disfruIbidem: 26-30. Ibidem: 66-73. 5 Ibidem: 130-139. 3 4
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tar de la condición social de élite, incluyendo la posibilidad de casarse con ellos.6 Los ilegítimos sin honor transmitían su condición a sus descendientes, condenando así a sus herederos a discriminaciones similares de generación en generación. Por esta razón, tanto en las Indias como en España hay casos en que las familias compraban legitimaciones para sus antepasados muertos.7 Su objetivo era restaurar el honor a los muertos para que ellos, a su vez, pudieran transmitirlo a sus descendientes. La discriminación en relación con la herencia de los ilegítimos fue similar en la península y las Américas, dado que las leyes de Toro regulaban el paso de la propiedad en ambos escenarios.8 Ahora que hemos considerado lo que el mundo hispano-atlántico comparte en común, vamos a explorar algunas diferencias. He decidido introducir un poquito de buen humor para definirlas —todas categorizadas como infernales—. Vamos a explorar los mayorazgos del infierno, las familias del infierno, los españoles mentirosos del infierno y la Cámara del infierno. Voy a contextualizar estas partes con un mínimo de estadísticas y después dar un ejemplo típico en cada caso. Los mayorazgos del infierno Consideremos una primera diferencia entre las consecuencias de la ilegitimidad en América y en España. En las Indias, ninguna persona en las doscientas cuarenta y cuatro peticiones de las gracias al sacar explicó cómo la posesión de un mayorazgo le complicó la vida.9 En contraste, en España hay cuarenta y siete peticiones o el 17 % de doscientos ochenta y dos así involucrados. En lugar de tener la propiedad dividida más o menos igualmente entre los herederos legítimos —en mayorazgo, la mayor parte— por lo menos hasta dos tercios, fue dada a un solo heredero y a los futuros en una Ibidem: 41-50. Para España, ver Archivo Histórico Nacional (de ahora en adelante, AHN), Legajo (de ahora en adelante, L) 4479, n. 37, 1716; L 4480, n. 10, 1717; L 4493, n. 28, 1732; L 4515, n. 66, 1746; L 4611, n. 100, 1789; L 4615, n. 54, 1791 (Twinam, 1999: 241). 8 Twinam, 1999: 218-225. 9 Hay uno que legitimado posiblemente podía heredar un mayorazgo en Sevilla. 6 7
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sucesión designada como el llamamiento, o sea, la llamada de nombrar una línea precisa de herederos. Aunque había mayorazgos en las Américas, estos eran bastante raros y no bienvenidos por la Corona. En contraste, en España, durante más de tres siglos una parte sustancial de la propiedad había sido gravada por los mayorazgos, unos grandes y otros pequeños o mayorazguitos. Sin embargo, como los mayorazgos podrían complicar la transmisión de la propiedad de una generación a otra, eran fuentes usuales de conflictos familiares. Las consecuencias para los hijos ilegítimos podían ser particularmente graves, como se ilustra en una petición española que incluía un mayorazgo del infierno. Veamos el caso de don Francisco Garzón y doña Ana Guerrero de Andújar, que presentaron una solicitud al rey pidiendo permiso para establecer “a dicha vinculación las dichas dos terceras partes más preciosas de su caudal”.10 Aunque esta pareja se había casado con pocos bienes, habían acumulado una fortuna considerable de casi seiscientos mil reales en viñedos, campos de trigo y numerosas casas. Dado que dos de sus tres hijos habían muerto, la pareja había nombrado heredero al último, don Manuel. Aunque don Francisco deseaba establecer el mayorazgo, murió en 1769 antes de hacerlo; su esposa doña Ana finalmente lo estableció en 1771; en 1774 don Manuel, el heredero, se casó con doña Luisa Ayerbe, con la plena aprobación de su madre.11 Doce años más tarde, a las seis y media de la mañana del 13 de septiembre de 1789, alguien coloca un recién nacido en la cuna pública de Andújar. Una nota declaraba que iba a ser llamado Francisco León María José del Corazón de Jesús y de San Eufrasio. Era probable que con este nombre no se fuera a perder fácilmente. Seis años más tarde, en 1795, don Manuel —el rico heredero del nuevo mayorazgo— trató de legitimar su hijo adulterino concebido con una viuda de una distinguida familia de Córdoba. El bebé había sido abandonado técnicamente para proporcionar un embarazo privado para la madre y para ocultar el estado de casado de su padre. Sin embargo, don Manuel había amparado rápidamente a su hijo y lo había 10 11
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AHN, L. 4629, n. 14, 1795. Dejó sus joyas a su nuera, probablemente una señal del favor.
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educado “a su costa por personas de autoridad” en la villa de Marmolejo. En su petición, explicaba que había estado casado durante veintiún años, pero que su esposa había tenido “varios achaques” desde el comienzo de su matrimonio y “que no tenía hijo alguno ni esperanza de tenerle”. Apeló a la Cámara de Castilla para legitimar a su único hijo y que este heredara el mayorazgo de su familia. A los funcionarios reales les preocupaban los términos de ese llamamiento que denominaba los sucesores al mayorazgo. Las esperanzas de don Manuel se desvanecieron porque, aunque la voluntad de su padre era que el mayorazgo pasara a manos de “nuestro hijo y las de todos sus hijos y descendientes”, cuando su madre finalmente fundó el mayorazgo, estableció un llamamiento más estricto que estipulaba que los herederos tenían que ser “los hijos legítimos y de legítimo matrimonio excluyendo a todos los que no lo fuesen como concebidos en culpa y ofensa de dios”. En ausencia de un hijo legítimo, el mayorazgo de don Manuel pasaría primero a primos distantes y, sin herederos legítimos, iría a fundar una escuela para niños y niñas pobres. Para don Manuel, este tenía que ser el mayorazgo del infierno. Escribió a la Cámara que él “no puede [podía] mirar con indiferencia” a su hijo excluido “de la sucesión del mayorazgo” y verlo pasar a “unos parientes transversales”. La Cámara de Castilla rechazó firmemente la petición de don Manuel. Su caso fue extremo; otras peticiones revelaron situaciones en que el llamamiento no fue tan estricto y los ilegítimos o aquellos legitimados por la Corona fueron capaces de heredar. Las peticiones de legitimación nos revelan también los efectos del mayorazgo en las esferas íntimas de la sexualidad y las relaciones familiares. Un mayorazgo hacía imperativo que las parejas tuvieran descendencia legítima. Aunque la voz de la esposa de don Manuel no aparece en las fuentes, hay mujeres y también hombres en situaciones similares que expresaron su angustia dadas las ramificaciones de su infertilidad. Los mayorazgos también crearon innumerables oportunidades para peleas familiares, ya que dieron lugar a que una serie de parientes inmediatos y colaterales disfrutaran de los beneficios de una inesperada herencia cuando los que tenían mayorazgos no estaban casados o no eran fértiles. Veamos ahora el resultado de la sexualidad y la ilegitimidad en las familias del infierno.
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Las familias del infierno Otra diferencia transatlántica gira en torno a las diferentes consecuencias que el género imponía en las vidas de las madres y los padres solteros. En las Indias los padres de hijos ilegítimos parecían tener el control: cuando no se llevaba a cabo el matrimonio era debido a su negativa a casarse. Por el contrario, en España hubo numerosos casos en que los padres de hijos ilegítimos parecían ansiosos por casarse, pero finalmente capitulaban bajo la presión familiar. Respecto a las madres de hijos ilegítimos, las americanas raramente se podían casar con hombres que no habían sido sus amantes, mientras que las peninsulares parecían más capaces de escapar del estigma de ser madre soltera y de convertirse en esposas y madres de los hijos legítimos. En las familias peninsulares la costumbre era a veces presionar a los padres solteros a no casarse y optar por el sacerdocio o negarse al matrimonio porque la relación sexual había sido con un inferior en la escala social. En las Américas solo uno de los padres de los doscientos cuarenta y cuatro casos rechazó la boda debido a un deseo inmediato de optar por el sacerdocio.12 Por el contrario, en la península, los detalles de algunos casos de los trece padres solteros que finalmente se ordenaron revelan presiones familiares para hacerlo. Un conmovedor ejemplo de cómo esta presión de la familia podía afectar a la esfera íntima surgió en 1795, cuando el clérigo don Bartolomé Ramón de Cea, de Ronda, recordó eventos de treinta y tres años antes, cuando tenía una “estrecha amistad” con “ánimo de contraer matrimonio con Doña María Josefa Savorido”.13 La pareja hizo un “firme y deliberado contrato” y así, “llevados de la fragilidad humana”, se embarcaron en la relación sexual de la que resultó su bebé. Don Bartolomé también recordó el “rigor de [su] padre… porque era de un genio intrépido e inexorable y lo tenía dedicado a la iglesia” El padre amenazó con dejar a su hijo en “total abandono” si se casaba. Don Bartolomé “consultó con la dicha Doña María” y ambos “convinieron en separarse de la amistad y trato para siempre”. La pareja decidió ocultar el embarazo y el niño para la preservación de la reputación de doña María, un embarazo privado. Don Bartolomé recordó 12 13
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que “se ocultaría la criatura que nació con un sumo sigilo sin que el hecho se trasluciese por el padre de la Doña María ni de sus hermanos”. El bebé fue dado a uno de los parientes de don Bartolomé y doña María se casó con alguien de igual rango y se fue a vivir a otra ciudad. Don Bartolomé se hizo sacerdote, se desempeñó como capellán de la Real Armada y finalmente solicitó y recibió una legitimación para dejar una herencia a su hijo, de treinta y tres años de edad. También, en América, las familias rara vez aparecen presionando a sus miembros masculinos para que no se casaran cuando tenían relaciones con mujeres de un nivel social inferior. Hay solamente un caso americano en que se menciona la presión de la familia. Un pretendiente amoroso de Caracas escribió a su amante: “Estoy muerto [por] ti… ni como, ni duermo, solo de pensar en ti”, pero también confesó: “Si me caso como tú quieres, no sigo con la amistad de mi hermano ni otros que yo sé”.14 En contraste, en la península, hay múltiples ejemplos de las familias interviniendo cuando sus hombres están involucrados en relaciones sexuales con las mujeres de un nivel social inferior. Por ejemplo, en Bilbao, una familia intervino drásticamente para prohibir que un pariente se casara con una criada —y aquí un mayorazgo también estaba incluido—. Doña María Antonia de Veascoecha testificó que cuatro años atrás “entró a servir a Don Enrique Fano y Uría en la villa de Bilbao”.15 Pocos días después de asumir el cargo, “la solicitó de amores” y después de “muchas instancias y persuasiones” él “triunfó de su honor y virginidad”. Después de varios meses de “accesos carnales”, quedó embarazada y el bebé fue dado a la esposa de un zapatero para amamantar, aunque la pareja más tarde se lo llevó a la casa. Doña María continuó sirviendo a don Enrique no solo en casa, sino en la cama, y cinco meses más tarde estaba embarazada de nuevo. La pareja se fue a Madrid, donde doña María tendría su hijo en el anonimato de la capital y donde tal vez los dos podrían casarse. Dramáticamente, la familia de don Enrique había decidido intervenir. Un primo que era funcionario real y su sucesor al mayorazgo tomó un coche rápido a Madrid y arregló para que doña María fuera encarcelada, de14 15
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nunciándola como mujer de mala vida que ya tenía un juicio pendiente en Bilbao, donde había presentado cargos criminales de violación contra un cadete de marina. La familia en Bilbao la había acusado de haber incurrido en “tropiezos feos” no solo con su hijo, sino también con otros hombres. Al fin, don Enrique cedió y gestionó la liberación de su muy embarazada amante de la cárcel. También arregló su matrimonio inmediato con otro, y, cuando doña María dio a luz un par de semanas más tarde, don Enrique recogió sus hijos. El siguiente año, “estimulado de su conciencia”, presentó una petición para sus legitimaciones pidiendo que “puedan heredar todos y cualesquiera bienes con particularidad el vínculo y mayorazgo que posee”. Dejó en claro que entendía que sus hijos solo heredarían si él no tuviera descendencia legítima. Para los hombres, el amor a sus hijos ilegítimos resultaba en una falta de estímulo para el matrimonio. ¿Cómo se pueden contextualizar estas presiones familiares sobre los hombres peninsulares para no casarse, mientras que en las Indias hay poca evidencia de intervención similar? La limitación de recursos puede haber promovido estrategias familiares para beneficiar los miembros legítimos de las generaciones venideras y animar a los hombres a entrar en el sacerdocio o permanecer solteros. La propincuidad geográfica puede haber sido otro factor —las familias en España estaban por lo general a solo unos días a caballo o en coche y tal vez fueron más capaces de controlar a los hombres huidos—. Sin embargo, ¿podría ser que los americanos estuvieran también involucrados en asuntos amorosos con desiguales y sirvientes? ¿Podría ser que en la colonia estas mujeres eran generalmente mestizas o mulatas? En esos casos sus hijos ilegítimos estaban tan lejos de sus padres en la escala social que no había ningún incentivo para casarse con los amantes o legitimarlos. Teniendo en cuenta esta perspectiva, las tendencias peninsulares plantean nuevas preguntas acerca de las relaciones sexuales de sus contrapartes al otro lado del Atlántico. Mientras que los casos españoles revelan las familias del infierno presionando a los hombres para que no se casaran, las opciones para las madres de hijos ilegítimos son un poco más positivas en España que en las Américas. En las colonias solo siete (3 %) de las madres en los casos de legitimación lograron casarse con otro hombre que no fuera su amante.16 En compara16
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ción, dieciocho (6 %) mujeres, el doble, en casos peninsulares, encontraron marido. Más reveladores tal vez que los números son los contextos cualitativos que sugieren que las mujeres peninsulares que tuvieron hijos ilegítimos lograron finalmente casarse. La situación de doña Paula de Casas nos ofrece un ejemplo transatlántico. El padre de su hija natural fue el limeño don Mariano Esteban Aranguren. Don Mariano cuenta que “hallándose soltero residiendo en la ciudad de Sevilla por el año de 1784” tuvo “amistad, conocimiento y trato” con doña Paula de Casas.17 Ambos “se aficionaron tan extremadamente que se propusieron casar como mutuamente se prometieron recíprocos esponsales de futura”. Fue entonces que sus “inclinaciones naturales” los llevaron a “romper el velo al pudor entrándose en carnales accesos”. Su hija fue bautizada en junio de 1785 en la parroquia de Santa Ana, en el barrio de Triana. La pareja puso su nombre en su partida de bautismo, dado que tenían “la idea y concepto de legitimarla por el subsiguiente matrimonio que se tenían prometido y se hallaban en ánimo de contraer”. La promesa de matrimonio, la relación sexual y el hijo ilegítimo replican el proceso americano, pero hay variantes peninsulares. En este caso no fue el padre, sino la madre, quien rompió el compromiso y se casó con otro. Al parecer, don Mariano había viajado a Madrid en busca de una mejor posición, pero “no [había] podido conseguirla prontamente como lo apetecía”. Mientras tanto, en Triana, doña Paula, tras un año de espera, no estaba contenta con la demora “temiendo perder la ocasión de su colocación”. Su reputación de madre soltera no impedía un matrimonio con otro. Don Rodrigo Ordona le propuso un “casamiento de honor y estimación” y ella “resolvió efectuarlo”. Hubo testigos que describieron a su amante limeño como “pesaroso y lleno de sentimiento” por “no haber conseguido casarse con la Doña Paula como él deseaba”. Cuando su hija tenía dos años, doña Paula la llevó a vivir con don Mariano, que para entonces había alcanzado un oficio real. Él nunca se casó, pero amaba y legitimó a esta hija, que recibía visitas ocasionales de su madre. Puede ser que una de las razones por las que las madres peninsulares fueron capaces de seguir adelante con sus vidas, mientras que sus contrapartes 17
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en las Indias no, era porque tuvieron menos relación con sus hijos ilegítimos. Era una costumbre casi universal en la península dejar a los recién nacidos con una nodriza durante sus dos o tres primeros años. Después, y de acuerdo con las normas tradicionales establecidas por las Siete Partidas, los padres debían asumir la responsabilidad de sus hijos ilegítimos —más a menudo que en las Américas— en sus propios hogares, una práctica que parece muy común en las peticiones peninsulares de legitimación.18 Esto podría llevar a situaciones a veces escalofriantes, como una que se describe en una legitimación de 1797.19 A las nueve de la mañana del 23 de mayo de ese año, un notario público fue a la casa de Josefa Salinas en Madrid. Más tarde se informó: “Me encargué del niño Manuel Santiago que conduje a la iglesia parroquial de Santiago, donde me entregó el ama otro niño”. Luego describió cómo fue a la casa de don Francisco Plácido López, donde “se los entregué y pasaron a su parte y poder”. Lo que estaba pasando aquí era una situación poco común de una madre enviando a sus hijos de cinco y seis años a su padre. La transferencia entró en los registros oficiales porque Josefa Salas había ganado una demanda contra don Francisco, ya que este había renegado de su promesa de matrimonio. El castigo había sido grave: don Francisco había sido condenado a una pena de seis años en el presidio de Ceuta, a pagarle una dote de cuatros mil ducados por daños y a reconocer y criar a sus hijos. En su apelación, el tribunal eliminó la pena de cárcel, pero en aquella mañana de mayo el traslado de los niños se llevó a cabo. ¿Cómo interpretar los efectos de dicha custodia paternal? ¿Es posible argumentar que, cuando los amantes masculinos han traicionado a las mujeres peninsulares por incumplimiento de sus promesas de matrimonio, el sistema daba poder a las mujeres, dado que los hombres tenían que pagar indemnizaciones y asumir la responsabilidad y muchas veces la custodia de sus hijos ilegítimos? ¿Es posible, pues, que las madres solteras pudieran proseguir con sus vidas y casarse con otros? Hay una interpretación alternativa: es posible que el sistema diera poder a los hombres para tener relaciones sexuales con mujeres y rechazarlas, pero al mismo tiempo tomar posesión de sus hijos, estableciendo cuasifamilias, ya que no se llegaba al 18 19
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matrimonio. Estas interpretaciones sugieren la necesidad de investigaciones más profundas para descubrir las variantes procesuales que podrían explicar las diferencias en las consecuencias para las madres y los padres a ambos lados del Atlántico. Los mentirosos españoles del infierno No solo el género, la sexualidad y la ilegitimidad en el mundo Atlántico produjeron los mayorazgos del infierno y las familias del infierno. Hay una tercera diferencia entre la península y el continente americano: la presencia de los españoles mentirosos del infierno. La conclusión es un poco sorprendente: los peninsulares constantemente mintieron en documentos oficiales como las partidas de bautismo, por lo menos, comparados con los de las Américas. En ambos territorios, era costumbre que si la madre y el padre deseaban casarse ponían ambos nombres en el documento bautismal de su hijo natural. En otra variante, solamente uno de los padres revelaba su identidad, jurando que ambos eran solteros. En los casos de niños adulterinos, sacrílegos o incestuosos era tradicional ocultar la identidad de los padres, dando a los niños las denominaciones ambiguas de padres desconocidos, abandonados o expósitos. Dado que las peticiones para legitimación usualmente ocurrían décadas después del parto, es posible comparar lo que los padres pusieron en la partida de bautismo y lo que, años después, declararon sobre el nacimiento. Ante estas posibilidades, encontré que solo dos de las doscientas cuarenta y cuatro peticiones de las Américas (menos del 1 % de los padres) falsificaron los certificados de bautismo. Esto, en comparación con las treinta y tres (12 %) de las manipulaciones en la península.20 Los dos casos de las Indias incluían un padre cubano con deseos de ocultar la condición de mulato de su hijo ilegítimo, borrándolo de su registro bautismal y categorizándolo como blanco. En Caracas, una pareja bautizó a su primera hija como natural, a pesar de que era adulterina. Tales tácticas podían ser peligrosas, ya que el
Un tercer caso mencionado en 398n82 es el del padre que falsificó un certificado de bautismo en España, pero luego se aplicó desde México (Twinam, 1999: 124). 20
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Consejo de Indias podía mostrarse vengativo y rechazar las peticiones si sus miembros se enteraban de que alguien había cometido fraude. Por el contrario, los españoles mentían todo el tiempo y era raro que el Consejo de Castilla los sancionara. En los registros bautismales hubo padres que dieron sus nombres, pero ocultaron que estaban casados (siete) o eran sacerdotes (cuatro), falsificaron los nombres de los padres (cuatro), identificaron un niño como hijo natural cuando era sacrílego (uno) o adulterino (dos) o dijeron que un ilegítimo era legítimo (dos). ¡Una pareja incluso mintió al papa! Había una cultura peninsular de mentir en documentos bautismales que no existía en las Américas. Un ejemplo ocurrido en Madrid muestra cómo los padres de hijos ilegítimos estaban acostumbrados a visitar pilas bautismales en parroquias diferentes para evitar ser detectados. A pesar de que doña María José Sánchez se había casado a los quince años en Málaga, había abandonado a su marido y finalmente había creado un hogar con don Mathias Escalero, un teniente coronel retirado del ejército español.21 Aunque la pareja vivía al lado de la iglesia parroquial de San Cayetano, don Mathias envió a su primer hijo adulterino a ser bautizado en la iglesia de Santa Cruz, la segunda a la parroquia de San Justo y la tercera a San Sebastián. En todos los casos se dio a la persona que llevaba el bebé una nota escrita de su puño que informaba de que los niños eran legítimos, nombrándose a sí mismo como el padre, pero dando un nombre falso a la madre. Sin embargo, cuando la Cámara de Castilla revisó su petición, observó que el solicitante era adulterino y la aprobó. La Cámara del infierno ¿Cómo respondieron los funcionarios reales a las peticiones que detallan los casos de sexualidad e ilegitimidad en ambos lados del Atlántico? ¿Había mucha diferencia en la manera en que la Cámara de Indias y la Cámara de Castilla decidieron peticiones de legitimación? La respuesta simple es un sí y la respuesta de seguimiento es: “Si usted es ilegítimo, mi consejo es que
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peticione a la Cámara de Castilla”, porque la Cámara de Indias fue la Cámara del infierno. ¿Por qué? En primer lugar, no se puede subestimar que las documentaciones sobre legitimaciones enviadas a las Cámaras de Castilla y de las Indias ofrecen posibilidades de comparación muy provocativas. Debe haber habido momentos en que cada Cámara estaba literalmente en el mismo edificio, respondiendo y decidiendo sobre las peticiones que estaban llegando de ambos lugares. No hay indicios de que ni una vez se consultaran entre sí o coordinaran una política imperial sobre la sexualidad, la ilegitimidad o la formación de la familia. No hay duda de que la Cámara de Castilla fue mucho más indulgente que la Cámara de Indias. Contando las peticiones en las que tenemos la petición inicial y la decisión final, parece que la Cámara de Castilla rechazó el 6 % de las mismas y la Cámara de las Indias denegó casi cinco veces más, un 29 %. Las estadísticas nos muestran que a partir de la década de 1770 la Cámara de las Indias adoptó una política de rechazar las “categorías más onerosas de la ilegitimidad”, primero discriminando contra los sacrílegos, después contra los adulterinos y, por último, contra los hijos de padres no conocidos. Un ministro resumió esta política antibastarda señalando que el Estado debería desalentar esas legitimaciones a “mantener a los hombres a su deber por lo que podrían dejar de cometer tales excesos tan perjudiciales para la religión y para la sociedad”.22 Con la excepción de legitimar a los hijos naturales, la Cámara de las Indias se convirtió en la Cámara del infierno. Por el contrario, la principal preocupación de la Cámara de Castilla parecía ser cobrar sus aranceles. Aunque es verdad que esta, al igual que la Cámara de Indias, también discriminó a bastardos (siete rechazados), en contraste con la americana, siguió legitimándolos (diez adulterinos, ocho sacrílegos, tres incestuosos y tres padres no conocidos). Las decisiones negativas de la Cámara peninsular también surgieron cuando se encontraron algunas peticiones mentirosas (cuatro) o de involucrados en pleitos complicados sobre mayorazgos (dos). En general, la Cámara de Castilla fue tolerante en situaciones en las que la Cámara de Indias habría ordenado un rechazo inmediato. Por ejemplo, la Cámara de Castilla no solo legitimaba regularmente a los descendientes de los 22
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sacerdotes, sino que lo hizo en algunas circunstancias provocativas. Al menos eso parecen mostrar las manipulaciones de don Juan Antonio de Soria, un clérigo residente en la villa del Puente de Don Gonzalo.23 La testigo Isabel Quirós recordó cómo habrá tiempo de once de años [el sacerdote] tubo ciertas confianzas con una señora de la misma villa de estado moza soltera y cayeron en fragilidad de que resultó que la citada señora dio a luz en los brazos de la testigo una niña la cual inmediatamente que nació se la arrimó a su pecho la testigo por que dio la casualidad de estar criando.
Isabel luego recordó cómo su marido y el clérigo don Juan “convinieron despechar su hijo y criar a la citada niña como también que se le diera el santo baptismo suponiendo que era legítima hija de la testigo y del referido Sebastián su marido”. La pareja bautizó a la niña como suya, aunque cuando Isabel quedó embarazada de nuevo se la dejaron a otra nodriza. Después de dos años, el clérigo don Juan llevó su hija a su casa, “siempre diciendo que la niña era hija de la testigo y su marido”. Es notable que, a pesar de que este evento incluía la manipulación del registro oficial y a un sacerdote con una hija sacrílega, la Cámara de Castilla la tratara como una legitimación de rutina y fácilmente la aprobó. Conclusión ¿Qué nos muestran estas primeras comparaciones de la vida familiar, la sexualidad y el género en la península y las Indias? Aunque es posible que haya más revelaciones en el futuro, es innegable que una comparación entre la metrópoli y la colonia nos revela sorpresas en lugares inesperados, ya sea en las complicaciones asociadas con los mayorazgos, las presiones familiares, los cursos de vida de las madres y los padres de hijos ilegítimos, los españoles mentirosos o las diferentes políticas de las Cámaras de las Indias y de Castilla. Es evidente que estos temas y los muchos otros sobre los que hemos 23
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dialogado y discutido durante esta conferencia van a exigir un análisis más contextualizado y profundo que nos ayudará a comprender las diferencias y similitudes de los mundos hispano y atlántico y abrirán nuevas fronteras a nuestra investigación. Bibliografía Twinam, Ann (1999). Public Lives, Private Secrets: Gender, Honor, Sexuality and Illegitimacy in Colonial Spanish America. Palo Alto: Stanford University Press. — (2015). Purchasing Whiteness: Pardos Mulattos and the Quest for Social Mobility in the Spanish Indies. Palo Alto: Stanford University Press.
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IDENTIDADES DIFUSAS, REALIDADES COMPLEJAS. LA CONTROVERSIA DE LAS CALIDADES EN LAS SOCIEDADES HISPANO-COLONIALES1 Sandra Olivero Guidobono (Universidad de Sevilla)
El planteo de este trabajo es el análisis de la construcción de las identidades, de la etnicidad, más concretamente de la plurietnicidad iberoamericana, con especial interés por los sectores considerados marginales o excluidos históricamente de la jerarquía socioeconómica —tales como indios, mestizos, población de color o castas—. La propuesta de investigación tiene por objetivo primordial visualizar las aparentes y rígidas estructuras sociales coloniales y el grado de movilidad ascendente o descendente en la jerarquía social y económica, lo que implica una resignificación de asignación de calidades entre individuos y familias. Esta investigación forma parte de un proyecto más amplio perteneciente al Instituto Panamericano de Geografía e Historia cuyo propósito es generar una investigación basada en el estudio y la observación de la comunidad iberoamericana pretérita y presente para visualizar los modelos y estereotipos de identificación y reconocimiento de sus actores sociales y revertir los resultados en una mayor participación y concientización ciudadana. Generar la idea y el propósito de crear sociedades inclusivas y seguras social y culturalmente basadas en la diversidad y en la integración como problema catalizador de las sociedades pasadas, presentes y futuras. Este trabajo forma parte del Proyecto PAT 2020 “Construcciones identitarias y segregación racial en Iberoamérica: desde la colonización a las independencias de los países latinoamericanos. Hacia la deconstrucción de una problemática global”, financiado por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia. 1
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El concepto de racismo o xenofobia parece ser una invención dialéctica e ideológica reciente, propia del siglo xx y fruto de los conflictos bélicos mundiales. Todos los trabajos relacionados al proyecto, y en particular este, pretenden indagar en las manifestaciones tempranas de comportamientos discriminatorios y excluyentes que generaron sectores marginales y segregados en las sociedades coloniales iberoamericanas como resultado lógico, o aparentemente aceptable, de una dinámica de retroalimentación de la política estatal europea del Antiguo Régimen, en especial española y portuguesa, amparada en las doctrinas de la Iglesia católica. Para comprender el proceso de construcción de un modelo social fragmentado con grupos socioétnicos excluidos del orden social, político y económico preestablecido, es necesario tomar como punto de partida los imperios de ultramar y sus dominios americanos durante los siglos xvii y xviii, prolongándose durante el siglo xix en determinados territorios caribeños. Si bien ideas como racismo y xenofobia tienen su origen en las corrientes ideológicas que sustentan el determinismo biológico y el darwinismo social del siglo xix, se podría pensar que estaban latentes tempranamente en el ideario social de la América colonial. La heterogeneidad étnica, cultural y social iberoamericana, una de sus riquezas más destacadas, se convierte también en una de sus cargas más pesadas a lo largo de sus siglos de historia. Partimos de la hipótesis de que las identidades se construyen a partir de estructuras sociales, culturales, políticas, económicas, jurídicas e institucionales rígidas heredadas de modelos del Antiguo Régimen en el mundo iberoamericano. Pero las relaciones pluriétnicas dan lugar a un mestizaje biológico, social y cultural que desafía dichas estructuras jerarquizadas, generando mecanismos y estrategias de movilidad en todos los sectores de la sociedad que involucran a individuos, familias y redes. Las excepciones a la norma se convierten en constantes sociales, configurando un paisaje humano variopinto, heterogéneo, dinámico y permeable. Estos cambios sociales, paulatinos y a la vez dinamizadores, generan solidaridades —círculos concéntricos de colaboración y relación—, pero también rechazo de los sectores privilegiados, dando origen a la exclusión y a la marginalidad de las que comienzan a ser consideradas minorías étnicas —como indios, afrodescendientes, mestizos— y otros colectivos sociales tales como mujeres, niños, ancianos e inmigrantes. Se construyen identidades múltiples, variables, con límites
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difusos, que dan origen a un mosaico fenotípico y cultural como elemento distintivo en Iberoamérica. El proceso de emancipación y las guerras de independencia, con la consabida formación de estados nacionales, dieron paso a una sociedad de clases que, en apariencia, rompe viejas estructuras coloniales. Pero dichos cambios, sobre todo en el terreno de lo social, con la incorporación del concepto de ciudadanía y en sustitución del de castas, no solucionaron el problema de la marginalidad, por el contrario, lo enfatizaron, dándole nueva forma. Los cambios fueron coyunturales y no estructurales. El racismo y la xenofobia se habían instalado en Iberoamérica y han utilizado hasta hoy manifestaciones verbales y simbólicas que tuvieron su origen en la etapa colonial. La concientización de este tema es una manera de visualizarlo para deconstruir el racismo y aceptar la diversidad como modelo de integración y confraternidad de los pueblos. El estudio del mestizaje colonial fue abordado por un gran número de estudiosos, especialmente tomando como modelo de análisis las élites y la preservación de sus patrimonios, tanto materiales y económicos como simbólicos —linaje, blancura—. Este proyecto, y los trabajos que forman parte de él, como este, pretende dar un paso más allá al analizar estrategias de supervivencia de los diversos sectores socioétnicos para lograr una cierta movilidad en la escala social, generando identidades que se van resignificando constantemente. El estudio de las relaciones interétnicas, del amancebamiento, de los nacimientos ilegítimos, de las familias de color, de las familias pluriétnicas, del lenguaje y de las manifestaciones xenófobas y excluyentes durante la etapa colonial permitirá rastrear el origen temprano del racismo en Iberoamérica y contextualizarlo como parte de una problemática global y conectada con otras espacios y momentos históricos. Abordar la identidad, la etnicidad, el género, la niñez, la ancianidad y los procesos migratorios desde una perspectiva histórica y a la vez con un enfoque interdisciplinar posibilitará concientizar a la población de sus problemas y generar políticas de difusión y cambio. Es indiscutible la heterogeneidad geográfica, física y cultural del continente americano, aun antes de la expansión europea. Esa misma heterogeneidad se visualiza en su composición social, económica y étnica, esta última resultado de un intenso y dinámico proceso de mestizaje biológico, social y cultural que tuvo lugar a partir del descubrimiento, la conquista y la coloni-
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zación de América. El estudio y la comprensión de la etnicidad o etnicidades iberoamericanas conllevan a la reformulación de un problema que parece reciente: la exclusión, la marginalidad, la xenofobia o el racismo. Estos son temas principales en los planteamientos de la Unión Europea, no solo en el contexto iberoamericano, sino a nivel mundial: en el África negra, en el Extremo Oriente y en Europa del Este respecto al resto del continente y más recientemente como resultado de los flujos de población de migrantes y refugiados desde Oriente Próximo. Como sostiene Michel Bertrand, todo forma parte de una historia conectada más allá de las fronteras tempoespaciales.2 Sin lugar a dudas, las identidades se construyen y resignifican constantemente como resultado de procesos políticos, económicos e históricos. Esta no es una excepción y debemos centrar nuestra búsqueda en los inicios de la expansión europea a las Indias occidentales, concretamente en los siglos de colonización y conformación de sociedades coloniales que desafiaron los modelos de una Europa preindustrial dominante, claro está, pero que debió readaptar sus idearios de vida social y cotidiana a la diversidad del Nuevo Mundo. Etnicidad, raza, calidad y condición: historizando conceptos El objeto de análisis de este estudio son las consideradas minorías étnicas o raciales en las comunidades iberoamericanas, entendiendo esta problemática desde el punto de vista de las sociedades inclusivas. Se trata de plantear un problema complejo que responde a una multiplicidad de causas y de soluciones posibles, que necesita por tanto de la interconexión entre mundo académico y comunidad para abordarlo, comprenderlo y establecer canales de decodificación. El primer interrogante que debemos plantear es la existencia de la raza como categoría o concepto aplicable a la designación de los grupos poblacionales en las sociedades coloniales iberoamericanas. Dicho término fue muy discutido por biólogos, antropólogos, sociólogos e historiadores. Hoy en día casi todos los especialistas, aun de campos de investigación diversos,
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coinciden en afirmar que la raza, entendida como el componente genético o fenotípico que divide a la población en grandes grupos según sus rasgos físicos, es prácticamente inexistente y constituye apenas un 0,2 % de nuestro ADN. Es decir, lo que la ciencia moderna de finales del siglo xix y principios del siglo xx identificó como racial, asociándolo casi exclusivamente al color de la piel, la forma de los ojos, el pelo y otros rasgos físicos, actualmente se vincula a otros indicadores de carácter cultural. Por un lado, el determinismo biológico de fines del siglo xix condujo a un proceso de biologización del término y su empleo y, al mismo tiempo, invadió otros terrenos, incorporando como discurso de jerarquización y segregación el darwinismo social. De todas formas, por otro lado, ese mismo determinismo traspasó los lindes de la biología e incorporó lo cultural como indicador de comportamientos que clasificaban a la población en determinados grupos o razas. Sin embargo, este no es el debate que nos interesa en este trabajo, sino más bien la visualización de un discurso de lo racial como indicador de exclusión y marginación de ciertos grupos o sectores dentro de las sociedades coloniales. Para ello entendemos que, a pesar de que en los siglos xvii o xviii el término raza no aparece en las fuentes, se observa en ellas un discurso racializado a partir de la conceptualización de lo diferente. A partir de la expansión europea en América y de la colonialidad del poder, se establece un sistema racializado de relaciones que divide a la población en dos grandes grupos: los que dominan, por ende, superiores —españoles o europeos— y los dominados, en consecuencia, inferiores —no europeos—. En este último grupo se ubican todos los demás, la otredad, lo diferente, lo que debe ser excluido y marginado del poder político, económico y social. Sin utilizar el término raza, existe una conceptualización racial para crear categorías excluyentes tales como indio, negro o mestizo. Considerados inferiores por ser no españoles, diferentes, lo otro. Dichas categorías o taxonomías son genéricas y homogeneizadoras, ya que tanto el indio como el negro agrupan a una multiplicidad de etnias diversas desde lo lingüístico y lo cultural. Constituyen conceptos que definen, desde la visión europeizante, dominante, por un lado, a la población nativa de las Indias y, por otro, a la mano de obra africana forzada a migrar masivamente.
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Esta conceptualización excluyente ya existía en otros contextos históricos. En la Europa moderna y en la misma península ibérica, la población estaba fragmentada en sectores tales como cristianos viejos, judíos, moros y conversos. Una muestra más para reafirmar la idea de que, a pesar de no existir el término raza, la población estaba dividida en sectores según criterios de base racializados, en este caso, religiosos. La conquista y colonización europea enfatizó los mecanismos de dominación, explotación de territorios y mano de obra, jerarquización y, consecuentemente, la legitimación de exclusiones.3 La población se fragmentó social, económica y políticamente. Dicha clasificación o categorización racializada dependió de criterios biológicos o fenotípicos que tuvieron en cuenta las diferencias físicas entre españoles o blancos, naturales o indios y negros africanos y afrodescendientes, pero también criterios culturales tales como el linaje, el parentesco, la herencia, el prestigio y el estatus. Los criterios sobre los que se sustentaban las sociedades jerarquizadas del Antiguo Régimen eran precisamente el prestigio, la pureza de sangre y el honor. En la Europa moderna, en particular en la península ibérica, el orden social tenía una base racializada en criterios religiosos. La mala raza se asociaba a los judíos y a los musulmanes. En las Indias, la aplicación de la pureza de sangre dio origen a un sistema social que segregaba a los individuos de sangre mezclada, descendientes de negros y mulatos, es decir, aquellos considerados con mácula. De este modo, la condición de esclavitud estigmatizaba a los negros y mulatos, considerando a sus descendientes como viles e infames por su origen o por los oficios serviles que llevaban a cabo.4 Indiscutiblemente, el nuevo orden social que se gesta en las Indias constituye un proceso dinámico, mutable y flexible, dentro de las estructuras de una sociedad dominante jerarquizada, notabiliar, y precario en cuanto a la constante resignificación de sus actores sociales en función de criterios de recomposición social y discriminación inestables y variables. Esa variabilidad dependía de diversos factores, donde el ciclo vital en términos económicos y sociopolíticos de las familias, redes de relaciones e individuos, desempeñaba un papel trascendental. Es por ese motivo, entre otros, que sostenemos la 3 4
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alteridad en la construcción de identidades, en la definición de calidades y asignación de categorías socioétnicas, pues estas se veían influenciadas y modificadas por los vaivenes —progresos, pero también retrocesos— en las trayectorias vitales de grupos y personas, estableciendo entre ellos una interdependencia mutua. No cuestionamos la jerarquización de las sociedades coloniales, pero incidimos en su carácter fragmentado, complejo y heterogéneo como muestra de una riqueza analítica en el entramado social. El mestizaje, como característica distintiva del modelo social indiano en el mundo iberoamericano en relación con otros espacios coloniales, es por un lado reflejo de una mestización, de una mezcla biológica, cultural y social, pero al mismo tiempo la manifestación del fracaso de las medidas de segregación y fragmentación social que pretendía la Corona para conservar un orden preestablecido. El resultado a mediano y largo plazo en el proceso colonial fue el establecimiento de categorías sociales difusas, confusas y alterables. En otras palabras, la existencia de una sociedad en constante movimiento, resignificación, formación y definición. El mestizo se define como categoría teórica más que real en la documentación; indicio de la existencia de un contacto desigual, interétnico, dinámico y más flexible de lo que imaginamos. En el proceso de gestación y resignificación de un nuevo orden social que supusieron las sociedades coloniales iberoamericanas, e incidimos en la pluralización del concepto sociedades, como señala la historiadora Pilar Gonzalbo,5 pues las peculiaridades regionales definen modelos diversos, tradicionalmente se ha hablado de un esquema sociopolítico y jurídico dual: la república de los españoles y la república de los indios. En efecto, esta dualidad que pretendieron institucionalizar la Corona y la Iglesia en América, no solo en el modelo social, político y jurídico, sino también en el discursivo, en términos reales se correspondió desde el primer momento de la conquista con tres grupos o calidades básicas: españoles, indios y negros. Cada uno de ellos representaba un origen geográfico, pero también un estatus jurídico claramente definido. Por ende, es innegable que las sociedades coloniales iberoamericanas se basaron en criterios de jerarquización y discriminación. Pero no es menos cierto que dichos criterios se 5
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volvieron inestables y difusos a medida que la sangre se mezclaba, el esquema tripartito original se complejizaba y la sociedad indiana requería cambios de significación y procesos de recomposición constantes: “Le métissage a agi comme un facteur qui a dilué les frontières des groupes ethniques qui furent les protagonistes de la douloureuse gestation de la société coloniale en Amérique”.6 Por un lado, los españoles, con su interés por preservar sus privilegios; por otro, los indígenas, que a partir de la conquista y colonización quedaron relegados a los pueblos de indios o a determinadas áreas urbanas, pero en contacto constante con los españoles. En tercer lugar, los negros, mano de obra esclava que cohabitó en los hogares y en las haciendas con españoles e indígenas. El resultado de esa convivencia fueron las mezclas continuas entre los diversos grupos y sus descendientes, dando lugar a sociedades más complejas e individuos cada vez más inclasificables en categorías taxonómicas. El orden social pretendido por la Corona se sustentaba en una base legal de diferenciación y en un estatus social y jurídico específico para cada grupo, en especial para españoles e indígenas. De esta manera, las normas civiles y eclesiásticas pretendían reproducir el orden social del Antiguo Régimen, con el objeto de mantener la élite española y su dominio en las Indias, excluyendo a los grupos de sangre mezclada o maculada.7 Desde finales del siglo xv y en las primeras décadas del siglo xvi, los mestizos, entendidos estrictamente como el resultante de la mezcla biológica entre españoles e indias, eran asimilados al sector español mayoritariamente y conformaron las bases de las nuevas sociedades indianas, constituyendo las élites hispanoamericanas letradas y punta de lanza de las nuevas conquistas territoriales y políticas. Aquellos que habían permanecido junto a sus madres indias en ocasiones eran asimilados al sector indígena, en otras, comenzaban a formar parte del sector segregado identificado como mestizo. Con la llegada de población negra de origen africano, el entramado social se complejizó, la mezcla se intensificó. Por un lado, el término mestizo proviene del latín mixticius, progenie de una unión de naciones diferentes.8 Por Castillo Palma, 2015: 3. Ibidem: 5-6. 8 Castillo Palma, 2001: 110-138. 6 7
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su parte, mulato, término ya utilizado en la Europa moderna con anterioridad a la conquista de América para denominar a la mezcla entre blancos y negros, deriva del latín mulus, que hace referencia a los descendientes de dos especies diferentes. Por tanto, en algunos espacios coloniales hispanoamericanos mestizo y mulato fueron utilizados al comienzo como sinónimos, para definir las mezclas, lo que se mantenía al margen de ambas repúblicas —de españoles y de indios—.9 Avanzado el siglo xvi, durante el xvii y buena parte del xviii, los contactos interétnicos fueron la constante, la sangre mezclada o el color quebrado se generalizó en las sociedades hispanoamericanas, mostrando la fragilidad del modelo dual de repúblicas. Como sostienen varios autores,10 no se puede hablar de un sistema de castas basado exclusivamente en los rasgos fenotípicos o cromáticos, pues no se trata de un sistema cerrado como el de la India, del cual tomó su nombre. Se refiere más bien a calidades, cuya finalidad era mostrar a los letrados europeos la diversidad de la población hispanoamericana, en plena Ilustración, período en el que todas las especies —animales y vegetales— eran clasificadas.11 La multiplicidad de calidades que se vieron reflejadas en los cuadros de casta de finales del siglo xviii no fue hallada en los archivos parroquiales ni judiciales para identificar a la población. Eran el deseo de clasificar a los individuos para preservar un orden social que ya se estaba complejizando como producto del mestizaje intenso. Las categorías que mencionan las fuentes son mucho más simples y escuetas, difusas en su ambigüedad. Las personas de sangre mezclada negociaban, en términos de Castillo Palma, su identidad según sus intereses y los de su entorno —familias y redes relacionales, en el caso de Nueva España, vinculadas a indios o mestizos—.12 La calidad en la época colonial tiene un componente biológico pero no excluyente, es decir, no implica únicamente los rasgos físicos como el color de piel, sino otros determinantes como la existencia o no de linaje, el estatus, el parentesco y la limpieza de sangre, asociada no solo al origen racial. Es
Israel, 1980. Dumont, 1971; Mörner, 1974. 11 Castro Morales, 1983; Cramaussel Vallet, 2016: 159-160. 12 Castillo Palma, 2015: 16-17. 9
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por esta razón que el concepto más adecuado para identificar los diversos sectores que interactuaban en las sociedades coloniales es el de calidad y no el de grupos socioétnicos o sociorracial, pues lo étnico implica la pertenencia a un grupo específico con el que se comparte una unidad cultural —historia, lengua, tradiciones—. De ahí que se insiste en que la categorización de indio, o incluso negro, es un concepto europeizante y homogeneizador de realidades étnicas diversas y coexistentes. Como sostienen algunos autores,13 además de la calidad era la condición lo que clasificaba a la población hispanoamericana. Esa condición legal los dividía en libres o esclavos. Por linaje y derecho, los españoles, indios y mestizos no podían ser esclavos, aunque sabemos que en caso de la esclavitud indígena se suscitaron controversias que no corresponde analizar en este trabajo. Sin embargo, los negros y su descendencia mezclada eran sujetos al estado de esclavitud. Esa mácula de calidad o color quebrado se vio reforzada por una condición legal de esclavos que ubicó a los negros, mulatos y otras categorías (pardo, coyote, lobo, cuarterón, tercerón, zambo, etc.) muy lejos de los españoles, mestizos e indios. Esta segregación iba aumentando a medida que la mezcla se generalizaba y cada vez era más difícil distinguir las calidades básicas originarias (españoles, indios, negros). Al mismo tiempo que esa mestización se aceleraba lo hacían los mecanismos de supervivencia y las estrategias para escapar de un origen maculado; es decir, se activaban procesos de movilidad, de resignificación de identidades. Existían diferentes criterios a la hora de atribuir una categoría o identidad al momento de nacer, uno de ellos eran los rasgos fenotípicos. Pero muchas veces la concesión de una calidad dependía de varios factores: la ascendencia, la declaración de los progenitores en el momento del registro y la percepción del otro, en este caso del párroco. Todo ello formaba parte de un mecanismo de negociación entre las familias y la comunidad. Por este motivo, en numerosas ocasiones la identidad era ambigua, se modificaba o simplemente se designaba con calidades difusas con el objeto de evitar un pasado ligado a los grupos de origen negro. En el caso de Nueva España, Castillo Palma señala la estrategia desplegada por los sectores negros y mulatos, cuyas identidades se diluían para 13
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Cramaussel Vallet, 2016: 161; Castillo Palma, 2001: 109.
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identificarse con los indígenas y mestizos y de ese modo borrar la mácula de la mala sangre de su origen.14 Desde finales del siglo xvii, y en especial a lo largo de la centuria siguiente, la población de sangre mezclada predominaba en las sociedades coloniales; la inicial laxitud poco a poco fue desapareciendo. Los sectores españoles e indios se tornaron cada vez más cerrados y endógenos con el propósito de preservar sus privilegios —linaje, estatus, tradiciones, origen—. La endogamia, como comportamiento social, fue característica de estos sectores de población que pretendían preservar sus privilegios como consecuencia de un sistema fundado sobre una sociedad ideal de jerarquías.15 Mestizos, mulatos y los descendientes de las muy variadas mezclas biológicas y culturales fueron segregados, rechazados por su creciente número, por su origen ilegítimo, que aumentaba la mácula de su nacimiento, y, a la vez, por su marginalidad social, asociada a la pobreza y al ejercicio de oficios mecánicos y viles.16 La clasificación de la población por calidades comenzó a descansar sobre criterios más económicos que raciales o fenotípicos: los que tributaban y los que no. Por esta razón algunos autores señalan, sobre todo para el septentrión novohispano, que la masa poblacional de mestizos y mulatos comenzó a confundirse y su identificación en la documentación se alternó invariablemente, predominando según los períodos unos sobre otros.17 Desde los estudios de Mörner18 en adelante se acepta y comparte que el mestizaje no es puramente biológico, sino también social y cultural, y que el supuesto sistema de castas fue fragmentado y las sociedades y sectores establecieron mecanismos y estrategias de movilidad tendientes al blanqueamiento, aunque el camino, claro está, no era sencillo ni lineal ni todos alcanzaban la meta. Ello explica la razón por la cual algunos individuos modificaban la asignación de su calidad en la documentación a lo largo de su vida. En ocasiones, estos cambios pueden percibirse en las trayectorias vitales de una familia, es decir a través de dos o más generaciones.
Castillo Palma, 2015: 16. Ibidem: 3-4. 16 Cramaussel Vallet, 2016: 162-163. 17 Becerra Jiménez, 2014: 87, 111-112; Torres Franco, 2014: 67, 69. 18 Mörner, 1974. 14 15
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Construyendo identidades. Familias de calidades diversas Como hemos mencionado en otros estudios,19 fue el investigador mexicano David Carbajal quien advirtió de la existencia de familias que bautizaban a sus hijos con calidades diferentes. Él las denominó “familias pluriétnicas” y atribuyó ese comportamiento al criterio fenotípico del cura párroco encargado de registrar el bautizo o de los progenitores que daban datos sobre el neonato.20 En un libro coordinado en 2014 se recogieron trabajos para varias parroquias de Nueva España, donde, a partir de la reconstrucción de miles de bautizos, se concluyó que la existencia de familias pluriétnicas oscilaba entre el 25 % y el 70 % de las estructuras familiares del virreinato.21 En apariencia, el color de piel y los rasgos fenotípicos eran los determinantes a la hora de atribuir identidad a los individuos. El mestizaje biológico se veía facilitado por la convivencia en un mismo hogar de personas de calidades diferentes. El crecimiento demográfico experimentado en el siglo xviii y la mestización acelerada aumentaba la cantidad de familias pluriétnicas, pero ¿cuál era el criterio o los criterios aplicados para su designación? La percepción fenotípica resultaba insuficiente como respuesta excluyente. Norma del Castillo Palma trató de hallar nuevas respuestas. Junto al análisis de registros parroquiales incorporó el estudio de fuentes judiciales, concluyendo que los comportamientos colectivos de sectores sociales condujeron a negociaciones entre los grupos y las instituciones con el fin de saltar la barrera de color, blanquearse y mejorar su estatus y el de su descendencia.22 Es decir, lo fenotípico dejaba de ser el factor determinante, entraba en juego el poder de las negociaciones entre los grupos y las influencias de poder político, económico y social para reasignar identidades. Un año más tarde, Gustavo González Flores advertía en su estudio de Taximaroa, Michoacán, que la calidad de las personas se modificaban en bloque, no se trataba de cambios individuales o puntuales. El autor denominó este comportamiento como “familias de calidad múltiple”, con el objeto de
Olivero Guidobono y Bravo Caro, 2019: 46; Olivero Guidobono, 2020. Carbajal López, 2008: 221-226, 2009: 20-21. 21 Carbajal López, 2014. 22 Castillo Palma, 2015: 18-20. 19 20
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reemplazar el concepto pluriétnico que, como ya hemos mencionado, creaba controversias, puesto que lo étnico es mucho más abarcador.23 Los trabajos de González Flores se centraron en analizar la relación entre la asignación de la calidad de los indios y su lugar de residencia. Así, los indios residentes en pueblos indígenas, como tributarios, eran asignados como indios, pero los que eran trasladados a las haciendas como mano de obra dejaban de tributar, ocasión ideal para resignificar su calidad a la de mestizo o mulato. Los hacendados que querían retener a los trabajadores en sus propiedades y los curas que deseaban percibir las obvenciones al dispensarles los sacramentos se beneficiaban de estos cambios de identidad. Este proceso de reasignación de grupos en función de criterios económicos y residenciales fue denominado “mestizaje de papel”. El color de piel se adaptaba a los nuevos condicionantes. Muchos indios se reasignaban como mulatos, pues su color se asemejaba. En otras ocasiones, si eran más blancos, pasaban por mestizos.24 La autora señala para el septentrión novohispano la creciente presencia de mulatos a partir de la segunda mitad del siglo xviii como parte de las levas que reemplazaron los presidios de la región y que, en Chihuahua, entre 1820 y 1822, antes de la independencia y como efecto directo de la Constitución de Cádiz de 1812, todos los habitantes del imperio debían ser considerados españoles, medida reforzada por los curas para poder cobrar los aranceles correspondientes a este sector de la población. Es decir, en términos políticos y económicos, era conveniente blanquear u homogeneizar a la población, reduciendo el sector mestizo e invisibilizando a los mulatos, afrodescendientes y otras mezclas. Para Cramaussel, la modificación de asignación de calidades “se trata de procesos masivos de manipulación que iba mucho más allá del salto de la barrera de color, fruto de luchas individuales”.25 Es indudable que a medida que transcurría el siglo xviii la sociedad y las autoridades eran incapaces de diferenciar a los individuos según sus calidades. La mezcla llegó a ser tan preponderante que los miembros de castas se confundían fácilmente y lograban pasar de una calidad a otra de acuerdo con sus intereses personales, familiares o grupales. Se ha comprobado que en algunas González Flores, 2016. Cramaussel Vallet, 2012: 38-40. 25 Cramaussel Vallet, 2016: 168. 23 24
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regiones la sangre mezclada era identificada como mestiza o mulata de acuerdo con determinados períodos o conveniencias. En otras zonas, mestizos y mulatos eran calidades equivalentes, los individuos eran asignados a una de esas categorías de forma indistinta, pues expresaba la mezcla de naciones diferentes. En ocasiones, para diferenciarse de indios y españoles como grupos endógamos en sí mismos, y en otras, con la intención de mezclarse con los segundos. Las fuentes demográficas como registros parroquiales y padrones de población resultan insuficientes a la hora de analizar la existencia del mestizaje en toda su dimensión. El análisis de las familias pluriétnicas o familias múltiples pone de manifiesto la cohabitación y convivencia de individuos de diversas calidades y condiciones en espacios privados e íntimos como hogares y en espacios públicos como mercados, plazas, talleres, etc. Esta convivencia, generadora, como se ha dicho anteriormente, de ámbitos de relaciones de creatividad pacífica e interculturalidad, despertó al mismo tiempo sentimientos de temor, rechazo, segregación y discriminación, provocando violencia, conflicto y xenofobias. La existencia de estas familias pluriétnicas pone en entredicho la división estamental de las sociedades coloniales basadas a priori en un orden jerarquizado y fragmentado con estructuras económicas y sociales muy rígidas. Sin negar la base estamental del Antiguo Régimen, para una parte importante de las sociedades coloniales, la barrera de color no era excluyente, pues en el seno de cada familia convivían fenotipos diversos a los cuales se les asignaban calidades diversas, que a su vez no eran definitivas, es decir, podían ser modificadas a lo largo de su trayectoria vital. Por consiguiente, los rasgos fenotípicos no eran tan determinantes a la hora de asignar la identidad, sino más bien la biografía, en otras palabras, la nutrida red relacional que familias e individuos lograban tejer a lo largo de su vida o incluso de varias generaciones. Por ello, para comprender en toda su dimensión el mestizaje hay que apartarse cada vez más de las categorías étnicas o socioprofesionales y revisar los lazos interpersonales y analizar la dinámica de los espacios sociales heterogéneos, comenzando por la vivienda, espacio físico y sociocultural donde cohabitaban familias y personas de calidades diversas.26 Esa convivencia creaba espacios de sociabilidad fluidos, donde en ocasiones las calidades debían mantenerse segregadas por intereses socioeconómicos, pero, en otras, las rela26
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ciones interpersonales diluían esas fronteras hasta convertirlas en complejas, tanto que los individuos gozaban de estrategias para reasignarse identidades. Otros espacios de sociabilidad heterogénea fueron las redes relacionales que generaron parentesco —a través del matrimonio, padrinazgo y compadrazgo—, las redes de solidaridad o ayuda —como puede comprobarse con muchos ejemplos en el ámbito rural o incluso en el urbano a través de la convivencia de mujeres en hogares casi femeninos—.27 Por supuesto el clientelismo funcionó con un medio de cohesión que vinculó a individuos y familias de calidades diferentes. Las relaciones mercantiles y las dependencias laborales en el campo o en los talleres urbanos entre maestros y aprendices son claros ejemplos. Sin lugar a dudas, la agregación constituye una muestra destacada de este tipo de relaciones entre calidades distintas. Su importancia, trascendencia y representatividad en las sociedades coloniales, y en particular en la porteña, ya han sido analizadas en otros trabajos.28 Indudablemente, los espacios de sociabilidad, tanto pública como privada, de individuos y familias generaban mecanismos de resignificación de identidades en medio de estrategias de movilidad social, económica y política en todos los sectores. Estos procesos de geopolítica conceptual que fueron establecidos al principio por las élites con el objeto de preservar y acrecentar su patrimonio material e inmaterial pronto se vieron reflejados en los diversos sectores de la sociedad. No se trata de sistemas independientes, sino de dinámicas que van interactuando; no son simples proyecciones de las élites al resto de la sociedad o viceversa, sino, más bien, mecanismos que surgen del diálogo y de las influencias mutuas. No son simples ni estáticos, requieren, por el contrario, permanentes reelaboraciones y apropiaciones en contextos concretos y significantes específicos. Las identidades se van construyendo de forma constante y continua entre los que clasifican y los que son clasificados, de forma intuitiva muchas veces o de forma consciente cuando se pretende un objetivo concreto, a través del diálogo y las relaciones que se establecen. Todo ello genera coexistencias, ensamblajes, pero también tensiones y conflictos. El entramado social es complejo y las relaciones entre los diversos actores y su contexto complejizan aún más esta dinámica, al mismo tiempo que la enriquecen. 27 28
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Olivero Guidobono, 2009: 38-39, 49. Olivero Guidobono, 2004: 276-281, 2010: 205-209.
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Dinámicas del mestizaje: del ordenamiento jerarquizado a la diversidad social. Buenos Aires en la segunda mitad del siglo xviii A través del análisis de los registros parroquiales, en especial las partidas bautismales de la parroquia de Nuestra Señora de La Concepción, en Buenos Aires, en el área de mayor concentración de población de color en la urbe porteña, entre 1753 y 1779, comparando los libros de bautismos de españoles y los libros de bautismos de gente de servicio y color, se obtienen los siguientes resultados: Gráfico 1: Bautizos de españoles y castas (1753-1779)
Elaboración propia. Fuente: Libro de Bautismos de Gente de Servicio. Mestizos, mulatos y negros de la viceparroquia de la Concepción, 1753-1802.
La media de bautizos entre españoles es de 215,66 individuos al año, mientras que entre la población de color ronda las 75,92 personas. Entre la población española se observa un crecimiento constante y continuo de bautizados, alcanzando el punto más álgido en 1767, con 290 bautizos. El abrupto descenso de 1779 se debe a que se han registrado los bautismos de enero a junio, es decir, solo seis meses de ese año. Entre la población de color, el crecimiento en el ritmo de bautismos va también en aumento, especialmente entre 1764 y 1769; registra un descenso considerable en 1774 para
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recuperarse ligeramente y mantenerse constante en torno a los 60 bautizos anuales hasta el final del período analizado. Sin lugar a dudas, la proporción de población de color bautizada es la cuarta parte de la población española. Estos indicadores demográficos pueden responder a diversas causas. Por un lado, el registro de población de color en la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, en el centro de la ciudad, área de residencia de la élite española y criolla, pero, como es de considerar, negros, mulatos y pardos asistían en los hogares como mano de obra y criados, razón por la que fueron asentados en aquella parroquia. Por otro lado, el creciente porcentaje de población española o tenida por tal responde a un interés o estrategia de reasignar como identidad la española a un grupo importante de la población que habitaba en los barrios más alejados del centro urbano, compartiendo espacios y oficios con la población de sangre mezclada. No eran familias de élite ni españoles adinerados, sino, por el contrario, maestros de oficios, trabajadores y pobres que esgrimían su estatus jurídico y social de blancura para preservar ciertos privilegios, aunque sus condiciones de vida eran compartidas con negros, mulatos y pardos. Gráfica 2: Bautizos por calidades (1753-1779)
Elaboración propia. Fuente: Libro de Bautismos de Gente de Servicio. Mestizos, mulatos y negros de la viceparroquia de la Concepción, 1753-1802.
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Desagregando a la población de color según las calidades declaradas en las partidas de bautismo, se observa que los mulatos apenas están representados, con una media de uno o dos bautismos anuales. La mácula de la sangre africana mezclada con la europea o la indígena se registraba bajo la calidad de pardo, cuyo número se mantiene constante en todo el período, con una media de 10 bautizos anuales, el 85 % de ellos de condición libre. La esclavitud negra, en el 93 % de los casos, quedó registrada en el bautismo de párvulos y adultos jóvenes bajo la calidad de negros, cuyo número osciló durante el período en estudio. Entre 1763 y 1764 se observa un crecimiento en su registro, seguido de una abrupta caída hasta 1767 y una acentuada recuperación hasta 1770, con sostenido equilibrio en el trienio siguiente. Es importante destacar la existencia de un número nada despreciable de personas cuyas calidades no son registradas y que fueron asentadas en los libros reservados a la población de castas. Puede tratarse de omisiones ocasionales o de silencios intencionados que responden a intereses o estrategias de movilidad o alteridad identitarias. El objetivo podría ser modificar o reasignar la calidad de los bautizados en un futuro buscando mejorar su posición en la jerarquía social. Su representatividad es muy fluctuante, como puede observarse en la gráfica 2. Entre 1761 y 1767 sus valores reflejan los 60 bautizos al año para ascender considerablemente los dos años siguientes y luego descender abruptamente en 1771. A pesar de estos vaivenes, este grupo es el más elevado dentro del sector de color y probablemente incorpore a varios mestizos, grupo que no se halla registrado como tal en las actas parroquiales. Por su parte, los indios no aparecen mencionados hasta 1767, año de la expulsión de los jesuitas. Numerosos estudios demuestran que dicha expulsión ocasionó una emigración en cadena de indígenas de las misiones guaraníticas hacia la campaña rioplatense y la ciudad porteña en los años sucesivos. La gráfica parece reflejar este hecho, pues el número de indios se va elevando de forma paulatina a partir de 1769, aunque con valores escasos, resultado de procesos migratorios más que de crecimiento natural de una población de asentamiento temprano en la región. Estos indios ya estaban mezclados con negros, mulatos y españoles, dando lugar a una población híbrida y mestiza cuya identidad resultaba difusa y ambigua, parte de un juego de estrategias y negociaciones familiares.
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Gráfica 3: Bautizos de españoles, indios y afrodescendientes (1753-1779)
Elaboración propia. Fuente: Libro de Bautismos de Gente de Servicio. Mestizos, mulatos y negros de la viceparroquia de la Concepción, 1753-1802.
Parece interesante observar las fluctuaciones en el ritmo de bautizos de la población teniendo en cuenta los tres grupos raciales originarios: españoles o blancos, indios y negros —donde se incluyen mulatos y pardos—. Como ya se ha mencionado en este trabajo y en otros,29 existe un subregistro de la población mestiza, al menos declarada y asentada como tal en los documentos civiles y eclesiásticos. Uno de los motivos parece indicar que entre el sector que omite su calidad podría haber mestizos, como así también mulatos; en otras palabras, individuos de sangre mezclada que pretendieron ocultar su origen para alcanzar algún tipo de movilidad y reasignación de calidad. Con los datos proporcionados por las fuentes analizadas, se visualiza un crecimiento constante de la población española o tenida por tal en la segunda mitad del siglo xviii, triplicando en número a la población de color, aún en un área de la ciudad alejada del centro de poder político y económico. Por su parte, el registro de población india es testimonial y aparece registrada a partir de 1767. La población negra, parda y mulata obtiene una media de 50 bautizos anuales. La esclavitud se registra entre los negros, que cohabitaban en los hogares de españoles residentes en la zona: recordemos que, aunque
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no se tratara de familias de élite, la presencia de esclavos, por más mínima que fuese, otorgaba prestigio social. La mayor parte de pardos y mulatos eran de condición libre y ocupaban modestas viviendas, dedicándose a oficios considerados viles. Se debe resaltar la existencia del sector poblacional que omite la declaración de su calidad, como se observa en la gráfica 3; su número es más destacado que el del resto de la población de color y sus vaivenes demográficos también. Estos ascensos y descensos en su registro no pueden explicarse por la disminución de la población en general, por la afección con mayor intensidad de alguna epidemia, por el resultado de movimientos migratorios, por tasas de mortalidad superiores a otros segmentos de la población ni por responder a comportamientos sociodemográficos diferenciales. Por consiguiente, si estas variantes no están relacionadas con aspectos únicamente demográficos, el ascenso y la disminución por períodos de esta población se debieron a que, por diversos motivos, cambió la manera de asignar la calidad de los habitantes de la urbe porteña. No solamente eran determinantes los rasgos fenotípicos, sino que factores económicos, culturales, sociales e incluso políticos vinculaban y determinaban los intereses de quienes asignaban las calidades y de quienes las portaban (Torres Franco, 2019: 97-98). Varios autores coinciden en este análisis para diversas regiones y sociedades del mundo hispanoamericano, en especial los trabajos realizados para Nueva España en relación con mulatos, indios o mestizos.30 La reasignación de calidades, ¿estrategias de negociación o fluctuaciones de ciclos vitales familiares? La existencia de familias multiétnicas es consecuencia del mestizaje. Un individuo podía modificar su identidad, elegir la calidad, modificarla, seleccionar la más ventajosa en cada momento de su vida, teniendo en cuenta la calidad de su padre, de su madre o de sus antepasados. Así lo muestran los registros parroquiales.
Castillo Palma, 2001; Cramaussel Vallet, 2012; González Flores, 2016; Becerra Jiménez, 2015; Carbajal López, 2008. 30
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La variabilidad en la designación de los miembros de una misma familia a lo largo de su vida, en diferentes fuentes, es el resultado de una negociación constante de aquellas personas que buscaban desprenderse de un origen africano y en ocasiones también indígena. Esa misma variabilidad en la identidad de individuos y familias contradecía la idea de una sociedad colonial jerarquizada e inmóvil. El mestizaje dio lugar a procesos de movilidad, a individuos difícilmente clasificables, que contribuyeron con sus estrategias a diluir las fronteras de los grupos que la Corona pretendía establecer y segregar.31 Los individuos cambiaban de calidad, de suerte que la pertenencia a un grupo determinado se adaptaba a sus intereses, ventajas y acuerdos de negociación en cada momento. La existencia de familias cuyos miembros fueran asentados con diversas calidades o que modificaron su identidad a lo largo de su vida puede deberse, en parte, a la desidia o desinterés de los párrocos, más interesados por el cuidado espiritual de su feligresía y por el número de almas a las que socorrer que al celo de anotar su origen y procedencia. Por otra parte, el consenso y la consideración social, su aceptación o exclusión como parte del entorno relacional, determinaban en buena medida la trayectoria vital no solo de individuos, sino también de familias, preocupadas por forjar un futuro mejor en la escala socioeconómica de su descendencia. La familia constituía el espacio de contención, crecimiento y desarrollo de los individuos; era el primer núcleo de relaciones desde donde se tejían nuevos vínculos que posicionaban a sus miembros en lugares estratégicos de acuerdo con sus intereses personales, pero fundamentalmente como respuesta a los mecanismos de supervivencia y adaptación de núcleos familiares extensos y redes clientelares. Del mismo modo que la consideración social y la mirada del entorno sobre el individuo se veían modificadas por múltiples factores —sus éxitos o fracasos económicos, el acierto en sus relaciones personales, la escalada en el ámbito político, etc.—, la familia, como núcleo primario de contención y desarrollo de vínculos, también era susceptible de atravesar etapas diversas. Algunas podían resultar más ventajosas o favorables económica 31
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y socialmente, dependiendo de las estrategias desplegadas por sus miembros, de sus niveles de adaptación a los cambios, de las negociaciones con las autoridades, etc. Otras, en cambio, sumían a las familias en procesos de deterioro y descenso, y sus miembros eran arrastrados por dichos vaivenes. Existe una larga tradición de estudios que han señalado, a través del análisis de la trayectoria de vida de individuos, cómo la calidad se puede ver modificada a lo largo de su existencia, y en consecuencia la consideración social, su aceptación o rechazo, se altera de forma sustancial, beneficiándolos cuando logran un ascenso de categoría o estatus. La calidad se empleaba entonces como un recurso estratégico, las personas podían omitirla o modificarla según su conveniencia en determinadas circunstancias. Sus acciones influían en el ámbito familiar y relacional, por lo que esa alteridad en la asignación de calidades entre los miembros de un grupo familiar, como se ha dicho, dependía de varios factores y, a la vez, influenciaba en la familia en su conjunto y en sus miembros de forma particular. La sociedad rioplatense, ubicada en la periferia de los núcleos de poder político del Imperio español en América, con una ciudad portuaria, puerta de acceso al Atlántico Sur, posibilitó aún más, si cabe, la flexibilidad y laxitud en la asignación de calidades de sus habitantes y transeúntes. Sostenemos que la alteridad identitaria que les confería a sus pobladores la itinerancia entre el ámbito rural y urbano permitía ocultar u omitir, cuando lo consideraban oportuno, la calidad y el origen social y geográfico de sus habitantes, con la esperanza de forjarse un destino más prometedor en un ámbito distante, periférico pero a la vez pujante, en crecimiento y dinámico. Es por ello que, a partir del análisis de registros parroquiales, en especial actas de bautizo de población española y de color, se ha pretendido visualizar la presencia de familias con identidades modificadas, cuyas calidades se alteraban o intercambiaban como respuesta a estrategias de negociación y etapas de los ciclos familiares. Nuestro objetivo es sumar casuísticas a los modelos presentados en otros espacios hispanoamericanos coloniales, observar elementos semejantes o divergentes y presentar propuestas de análisis o respuestas posibles a dichos
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comportamientos, partiendo del postulado de que las identidades se construyen de forma constante y las calidades se alteran y reasignan de acuerdo con intereses personales, familiares y clientelares. A partir del estudio de familias múltiples o pluriétnicas, observando el bautizo de sus hijos en los registros parroquiales, se visualiza la existencia de calidades diversas. El caso de la familia Benítez-Cabral fue estudiado en otro trabajo.32 A continuación, se presenta otro caso: Cuadro 1: Familia pluriétnica Quiñones-Arias Fecha del bautizo
Bautizado/a
María Manuela Cayetano 10/08/1773 Domingo 12/07/1767
26/02/1776 Petrona Josefa 25/07/1778
María Magdalena
Sexo
Calidad étnica
M
Parda
H
Negro
M
Negra
M
Mestiza
Apellidos y nombres de los progenitores Quiñones, Lorenzo y Arias, Bernarda Quiñones, Lorenzo y Arias, Bernarda Quiñones, Lorenzo y Arias, Bernarda Quiñones, Lorenzo y Arias, Bernarda
Parroquia Inmaculada Concepción Inmaculada Concepción Inmaculada Concepción Inmaculada Concepción
Fuente: Libro de Bautismos de Gente de Servicio. Mestizos, mulatos y negros de la viceparroquia de la Concepción, 1753-1802.
La pareja constituida por Lorenzo Quiñones y Bernarda Arias bautizaron cuatro hijos en la viceparroquia de la Concepción entre 1767 y 1778. La primogénita fue María Manuela, bautizada a los cuatro días de vida. Tanto la recién nacida como sus padres fueron registrados como pardos libres. Sus padrinos fueron Lucas Nadal y María Josefa González.33 Seis años después nacía su segundo hijo, Cayetano Domingo, que fue bautizado a los dos días de nacer en la misma parroquia. En esa ocasión los padres y el pequeño fueron registrados como negros libres. Fue su padrino
Olivero Guidobono, 2020. Libro de Bautismos de Gente de Servicio. Mestizos, mulatos y negros de la viceparroquia de la Concepción, 1753-1802, fol. 101 vta. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 18 de mayo de 2017]. 32 33
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Domingo Barbo, un residente de la ciudad.34 En 1776 bautizaron a Petrona Josefa, de cuatro días de vida. Una vez más toda la familia fue registrada como negros libres. Sus padrinos fueron Juan de Perciano y María Lucía Mancilla.35 Es probable que la calidad de pardo a negro que osciló en esta familia entre el primer y los otros dos bautizos se debiera a los rasgos fenotípicos y a una generalización en la nominación de la población de color con ascendencia africana. En cualquier caso, parece tener más peso en los registros la condición de libres, es decir, el estatus jurídico y social. Dos años y medio más tarde se puso óleo y crisma a María Magdalena, de tres días de edad. Los padres y la párvula fueron registrados en la partida como mestizos. Sus padrinos fueron Domingo Barbo y Josefa González.36 Se aprecia en esta ocasión que en la calidad de los padres y de la recién nacida se ha borrado la huella de la sangre negra, la calidad que se asienta es la de mestizos. La mácula de la sangre manchada desaparece en algo más de dos años, en un año clave, 1778, el año de la creación del virreinato del Río de la Plata, el momento de mayor crecimiento y consolidación política e institucional del territorio porteño. La familia Quiñones-Arias dejaba atrás su pasado negro o pardo para aparecer en los registros como mestizos. La madrina, María Josefa González, de quien desconocemos su calidad, amadrina al primer y último hijo del matrimonio, con calidades diferentes. Por su parte, Domingo Barbo ofició de padrino en el segundo y cuarto bautizo, también con hermanos de calidades diferentes. Parece ser que el ciclo vital de la familia Quiñones-Arias se había modificado, tal vez ascendido, y contaba con el consenso social de la red relacional de su entorno, que respaldaba con su aprobación tácita la resignificación de identidades y calidades, el padrinazgo constituye un buen ejemplo de ello. Por su parte, Juan Antonio Mendoza y María Avellaneda bautizaron seis hijos entre 1752 y 1767. La madre siempre fue registrada como parda libre, pero Juan Antonio vio modificada su calidad entre pardo, indio, mestizo y español. Resulta interesante observar la variabilidad en la calidad del padre. Ibidem, fols. 43 vta.-44. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 18 de mayo de 2017]. Ibidem, fol. 66 vta. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 19 de mayo de 2017]. 36 Ibidem, fol. 88. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 19 de mayo de 2017]. 34
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Al contraer matrimonio con una parda libre, fue registrado también como pardo libre y así consta en tres de los seis bautizos. Sin embargo, pasados los diez años de matrimonio, deja atrás la mácula de sangre negra y se le asigna la calidad de mestizo, enfatizando la vertiente india de su ascendencia. Quince años después del primer nacimiento de su prole, bautiza un hijo español y él mismo es registrado como español; ha desaparecido la sangre mezclada de su genealogía, precisamente cuando otro español oficia de padrino de su hijo. Probablemente las estrategias y negociaciones resultaron eficaces para posicionar a la familia Mendoza-Avellaneda en una situación social más aventajada, contando para ello con el consenso social y el respaldo de una red relacional que facilitó la movilidad y resignificación identitaria de algunos de sus miembros. Cuadro 2: Familia Mendoza-Avellaneda Fecha del bautizo
Bautizado
Calidad del padre
Calidad de la madre
4/05/1752
Felipe Santiago
Pardo libre
Parda libre
26/09/1754
María Mercedes Tecla
Pardo libre
Parda libre
21/12/1756
Nicolás Mariano
Indio
Parda libre
14/10/1761
Juan Francisco
Pardo libre
Parda libre
9/11/1763
Leonarda
Mestizo
Parda libre
24/09/1767
José Lino
Español
Parda libre
Datos Datos de del padrino la madrina Anselmo Paula Castillo Avellaneda (pardo libre) (parda libre) Domingo José González (N/C) Juana María Segismundo Guzmán Mircha (N/C) (parda libre) Agustina Sartores (parda libre) Anselmo Paula Santo Avellaneda Domingo (N/C) (N/C) Francisco Nacimiento (español)
Elaboración propia. Fuente: APNSLM, Libros de Bautismos de Gente de Servicio, de hijos de mestizas, mulatas y negras.
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En el primer bautizo, el de su primogénito Felipe Santiago, de cinco días, realizado en la parroquia de Nuestra Señora de La Merced de la ciudad de Buenos Aires, que funcionaba como sede de la catedral portuaria, llevado a cabo el 4 de mayo de 1752, padres y padrinos fueron asentados como pardos libres.37 Cabe destacar que la madrina, Paula Avellaneda, era hermana de la madre. El 26 de septiembre de 1754, Juan Antonio y María Potenciana Avellaneda bautizan a su segunda hija, María Mercedes Tecla, de cuatro días de vida. Nuevamente todos son registrados como pardos libres. El padrino fue Domingo José González, portugués.38 En dos años la situación personal y familiar no se había modificado demasiado, se puede percibir que la red relacional se amplía escogiendo como padrino a un portugués, comerciante, cuya calidad no se registra, pero por su ascendencia europea se supone blanco, aunque por su origen puede dudarse de su limpieza de sangre en relación a la religiosidad, es decir, a si era o no cristiano viejo. Dos años más tarde, el 22 de diciembre de 1756, fue bautizado Nicolás Mariano, de seis días. En esta ocasión, su padre, Juan Antonio Mendoza, se identifica como indio y su madre conserva la calidad de parda libre. El párvulo fue bautizado en su hogar de necesidad, siendo sus padrinos Segismundo Mircha, cuya calidad no fue registrada, y Juana María Guzmán, parda libre.39 El 14 de octubre de 1761, el matrimonio Mendoza-Avellaneda bautiza un cuarto hijo, Juan Francisco, de seis días. Todos vuelven a ser registrados como pardos libres, incluida la madrina, Agustina Sartores.40 En estos nueve años que mediaron entre el primer y el cuarto bautizo, la calidad del padre se alteró en una oportunidad, de parda a india, es decir, se priorizó en 1756 la ascenArchivo Parroquial Nuestra Señora de la Merced (en adelante, APNSLM), Libro 9, Libros de Bautismos de Gente de Servicio, de hijos de mestizas, mulatas y negras, fol. 53 https:// www.familysearch.org/es/ [consulta: 22 de abril de 2018]. 38 APNSLM, Libro 9, Ibidem, fol. 207 vta. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 25 de abril de 2018]. 39 APNSLM, Ibidem, fol. 275 vta. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 27 de abril de 2018]. 40 APNSLM, Ibidem, fol. 411 vta. https://www.familysearch.org/es/ [consulta 28 de abril de 2018]. 37
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dencia indígena materna, desconocemos si formó parte de una negociación, estrategia o simplemente de una apreciación del párroco que llevó a cabo el registro, que, por tratarse de un bautizo de necesidad, fue llevado a cabo por un dominico y asentado una semana más tarde en la parroquia. Probablemente el misionero acentuase la ascendencia indígena del padre por el conocimiento de sus progenitores o simplemente por una apreciación fenotípica. En cualquier caso, la oscilación en la asignación de una identidad parda libre a indígena no modificaba sustancialmente el estatus social de la familia y mucho menos del párvulo. Pasados dos años, el 9 de noviembre de 1763, recibió óleos y crisma la segunda hija mujer, Leonarda, de tres días. La madre continúa registrándose como parda libre, pero su padre aparece ahora como mestizo. La madrina es la hermana de la madre, Paula Avellaneda, madrina también del primogénito, y su marido, Anselmo Santo Domingo. En esta ocasión se omite la calidad de Paula Avellaneda y la de su esposo.41 La familia parece deprenderse de una identidad parda, de la mácula de sangre negra, que solo conserva la madre. José Antonio ha iniciado un proceso de movilidad o blanqueamiento, ya que no se asienta como pardo ni indio, sino como mestizo. Dicho proceso finalizará en el siguiente y último bautizo, donde se identificará definitivamente como español. Por su parte, la madrina, hermana de María Avellaneda, transcurridos once años del primer bautizo, ya no es identificada como parda. El matrimonio con Anselmo Santo Domingo facilitó ese proceso de alteridad identitaria y movilidad que no solo benefició a Paula, sino también a su red familiar. Finalmente, el 22 de septiembre de 1767 nacía José Lino, el último de los seis hijos del matrimonio, que fue bautizado dos días más tarde. Como ya se mencionó, el padre se identifica como español, de igual modo que el padrino, Francisco Nacimiento, aunque la madre, María Avellaneda, continúa registrada como parda libre.42 José Antonio Mendoza ha logrado dejar atrás la huella de sangre mezclada en su genealogía, fruto de una
APNSLM, Libro 10, Libros de Bautismos y de Óleos de Gente de Servicio. Mestizos, negros y mulatos, fol. 42 vta. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 2 de mayo de 2018]. 42 APNSLM, Ibidem, fol. 456 vta. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 2 de mayo de 2018]. 41
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estrategia de vínculos y redes de relaciones, de una negociación social y de un ciclo vital familiar más aventajado y favorable a esa movilidad identitaria. Cuadro 3: Familia Santo Domingo-Rodríguez Fecha del bautizo
Bautizado
Calidad del padre
Calidad de la madre
23/01/1759
José Sebastián Pardo libre Canuto
Parda libre
12/12/1760
Nicolás Ambrosio
Parda libre
18/12/1763
María Josefa de la Expectación
Español
Parda libre
20/06/1766
Juliana
Español
Parda libre
Pardo libre
Datos del padrino
Pedro José Recalde (N/C) Francisco González de la Cotera (español) Don Vicente Pereira (español)
Datos de la madrina Doña Lorenza Vieira (española) Doña Antonia de Echauri (española) María Nicolasa de la Rosa (parda libre)
Elaboración propia. Fuente: APNSLM, Libro 10, Libros de Bautismos y de Óleos de Gente de Servicio. Mestizos, negros y mulatos.
Francisco Santo Domingo y Petrona Rodríguez contrajeron matrimonio privadamente el 3 de enero de 1756.43 Dicha unión fue asentada en el Libro de Casamientos y Relaciones de Españoles de la parroquia de Nuestra Señora de la Merced. Francisco fue registrado como español, natural de la ciudad de Buenos Aires, hijo legítimo de Miguel de Santo Domingo y de doña María de Castilla. Su mujer, Josefa Petrona Rodríguez, también nativa en la urbe portuaria, era hija legítima de Juan Francisco Rodríguez y de Tomasa Fernández Chiró, todos pardos libres. Por tanto, se trata de un matrimonio interétnico o mixto, motivo por el cual se celebró privaAPNSLM, Libro 5, Casamientos y Relaciones de Españoles, fol. 45. https://www. familysearch.org/es/ [consulta: 5 de mayo de 2018]. 43
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damente, dadas las prohibiciones que suponían este tipo de uniones. Sin embargo, para legitimar esta unión oficiaron como testigos el regidor de la ciudad, don Francisco Pereira Lucena, y su esposa, doña Lorenza de Vieyra y Bernardo Duarte, sin lugar a dudas, dos familias principales. A pesar de tratarse de un matrimonio mixto, fue asentado en el Libro de Casamientos de Españoles, lo que puede parecer extraño, pues la contrayente era parda y, sin embargo, el marido era español y sus relaciones alcanzaban al regidor de la urbe. El matrimonio de los padres de Francisco, Miguel Santo Domingo y María de Castilla, se celebró en la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, sede de la catedral, el 20 de julio de 1718. El acta matrimonial no deja asentada la calidad de los contrayentes, sin embargo, el enlace se registra en el Libro de Casamientos de Españoles.44 No se especifica su origen ni su ascendencia, linaje ni estatus, no obstante, la comunidad asiente que se trata de una unión matrimonial de españoles y así la inscribe; por tanto, su hijo Francisco es bautizado como español y contrae enlace como tal. Por su lado, el matrimonio de los padres de Petrona Rodríguez fue consignado en el “libro en que se asientan los casamientos de morenos y gente de servicio”,45 también correspondiente a la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, en la ciudad de Buenos Aires. Contrajeron enlace el 13 de noviembre de 1736. Juan Francisco Rodríguez fue asentado como pardo libre, de origen portugués, y su esposa, Tomasa Fernández, se identificó como natural de la urbe portuaria y española. Fueron testigos otros dos españoles, don Juan de Pando y doña Juana de Sosa.46 A pesar de la calidad española de la contrayente, el matrimonio mixto fue registrado en el Libro de Gente de Servicios y la calidad de su hija Petrona, quien fuera esposa de Francisco Santo Domingo, se asimilaría hasta el final de sus días como parda libre. APNSLM, Ibidem, fol. 256. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 22 de mayo de 2018]. 45 APNSLM, Libro de Casamientos de Morenos y Gente de Servicio, fol. 1. https://www. familysearch.org/es/ [consulta 25 de mayo de 2018]. 46 APNSLM, Ibidem, fol. 194. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 25 de mayo de 2018]. 44
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Imagen 1: Matrimonio de Juan Francisco Rodríguez y Tomasa Fernández, 1736
Fuente: APNSLM, Libro de Casamientos de Morenos y Gente de Servicio, fol. 194. https://www.familysearch.org/es/
Transcurridos tres años desde su enlace, el matrimonio Santo DomingoRodríguez bautizaba a su primogénito, José Sebastián Canuto, el 23 de enero de 1759. Padres y párvulo fueron registrados como pardos libres, siendo la madrina doña Lorenza Vieyra.47 La calidad del progenitor se había modificado: de ser identificado como español tres años antes, en su boda, era asimilado a la categoría de pardo. A pesar de ello, el matrimonio eligió como madrina de su hijo a la esposa del regidor porteño, la misma que fuera testigo de su enlace. El matrimonio fue asentado en el Libro de Españoles, sin embargo, el bautizo de su primogénito fue registrado en el Libro de Gente de Servicio. Indudablemente las estrategias de negociación de la familia no habían dado resultado, y es posible que el matrimonio no tuviera una situación aventajada en la comunidad, a pesar de ello, mantenía a la familia del regidor Pereira Lucena como parte de su red relacional. Once meses después, el 11 de diciembre de 1760, fue bautizado con seis días de edad, tras recibir el bautismo de necesidad en su hogar, Nicolás Ambrosio, segundo hijo del matrimonio.48 Este acto vital fue registrado en APNSLM, Libro 10, Libros de Bautismos y de Óleos de Gente de Servicio. Mestizos, negros y mulatos, fol. 157. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 22 de mayo de 2018]. 48 APNSLM, Libro 9, Libros de Bautismos y Óleos de mestizos, negros y mulatos, fol. 326. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 22 de mayo de 2018]. 47
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el Libro de Bautismos y Óleos de Mestizos, Negros y Mulatos de la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, en el centro de la urbe porteña. Dicho libro señala en su segundo folio que se trata de “gente servil”.49 Una vez más, padres y niño son identificados como pardos libres. Fueron los padrinos Pedro José Recalde, cuya calidad no es registrada, y doña Antonia de Echauri. Es evidente que la situación familiar poco o nada pudo haberse modificado en solo unos meses. Francisco Santo Domingo no pudo modificar su calidad, pero procuró, una vez más, a través del padrinazgo, fortalecer las redes relacionales con el sector español. El 18 de diciembre de 1763 recibió óleo y crisma con un día de vida la primera hija del matrimonio, María Josefa de la Expectación. Su padre vuelve a identificarse en un registro vital como español; por el contrario, su madre fue inscripta como mulata libre.50 En numerosas ocasiones las calidades de pardo y mulato se consideraban equivalentes, en cualquier caso, eran Imagen 2: Bautizo de María Josefa de la Expectación Santo Domingo, 1763
APNSLM, Libro 10, Libros de Bautismos y de Óleos de Gente de Servicio. Mestizos, negros y mulatos, fol. 48. https://www.familysearch.org/es/ APNSLM, Ibidem, fol. 318. https://www.familysearch.org/es/ [consulta: 22 de mayo de 2018]. 50 APNSLM, Libro 10, Libros de Bautismos y de Óleos de Gente de Servicio. Mestizos, negros y mulatos, fol. 48. https://www.familysearch.org/es/ [consulta 22 de mayo de 2018]. 49
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indicadores de la mácula negra en la ascendencia. Fueron padrinos Francisco González de la Cotera, español y maestro armero de la fragata del rey, y María Nicolasa de la Rosa, quien fue asentada como española, para seguidamente modificar su calidad en el acta bautismal por la de parda libre, como claramente lo refleja el párroco al final de la partida. Finalmente, el 20 de junio de 1766 fue bautizada Juliana, recién nacida. Su padre fue anotado en el registro como español y su madre con la calidad de parda libre. Juliana fue apadrinada por el español don Vicente Pereira.51 Estrategias, negociación y ciclo vital familiar favorable gracias a las alianzas y redes relacionales establecidas permitieron la reasignación de la calidad de Francisco Santo Domingo, que vuelve a ser considerado y visto como español. Su esposa, en cambio, no logra desprenderse de la mácula de sangre mezclada, que en cierta forma transfiere a su prole, asentada en los Libros de Bautismos de mestizos, negros y mulatos a pesar de tener una madre española. Podemos advertir que estamos en presencia de dos matrimonios mixtos o interétnicos: el de Juan Francisco Rodríguez y Tomasa Fernández, padres de Petrona Rodríguez, y el de la propia Petrona con Francisco Santo Domingo. En ambos casos la calidad del contrayente masculino es determinante a la hora de registrar el enlace en el Libro de Españoles o en el Libro de Gente de Servicio. En el primer casamiento, la calidad española de Tomasa no fue suficiente como para blanquear a su esposo, pardo y además portugués, es decir, de dudosa limpieza de sangre. El matrimonio fue asentado en el Libro de Gente de Servicio y la propia Tomasa pierde su designación de española en el acta matrimonial de su hija Petrona, veinte años más tarde, donde consta como parda libre, transfiriendo esa misma calidad a su hija. En la unión sacramental de Petrona y Francisco Santo Domingo, nuevamente la calidad del novio es decisiva en el momento de registrar el enlace, en este caso en el Libro de Casamientos de Españoles, pues se le había atribuido a Francisco dicha calidad. Petrona, por el contrario, había sido anotada como parda libre en su boda, al igual que sus padres. APNSLM, Ibidem, fol. 253. https://www.familysearch.org/es/ [Consulta: 22 de mayo de 2018]. 51
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La asignación de calidad de los hombres era importante para el mercado matrimonial, pues posibilitaba el acceso a alianzas fuertes y aseguraba el patrimonio material e inmaterial, en este caso de españoles. El casamiento de Francisco Santo Domingo pone en evidencia la intención de reforzar su identidad española, blanca, a través de vínculos y redes relacionales como el compadrazgo y el padrinazgo. Su esposa, Petrona Rodríguez, carga con la mácula de la sangre mezclada y es registrada y percibida por sus contemporáneos como parda libre, aunque su padre era español. Algunas palabras finales Las comunidades hispanoamericanas coloniales fueron el resultado de un modelo social, económico y político jerarquizado del Antiguo Régimen que procuró mantener la segregación entre los sectores españoles, indios y negros. Pero la realidad cotidiana, la convivencia y la cercanía entre los diversos sectores dieron paso a un proceso de mestizaje biológico, cultural y social que desde un período muy temprano puso en evidencia la porosidad del sistema de castas, es decir, las estrategias y los mecanismos de movilidad. Las calidades, entendiendo a los diferentes grupos definidos por sus componentes fenotípicos, pureza de sangre, linaje, estatus social y jurídico, apariencia, etc., dieron origen a sociedades mestizas en el sentido más amplio del término. La hibridación se generalizó a tal extremo que fue imposible determinar la calidad de los individuos. Dichas categorías se tornaron confusas, difusas, laxas, flexibles. Fueron el reflejo de sociedades dinámicas, heterogéneas y cambiantes, donde las identidades se construían y resignificaban de acuerdo con los intereses personales, las negociaciones familiares y los ciclos vitales de individuos y redes relacionales de pertenencia y contención. La calidad se define entonces como concepto sociocultural, como categoría socioeconómica, como clasificación clasista, como sistema complejo de representación social pero también fenotípica y como concepto integral donde confluyen los rasgos biológicos, el prestigio social y el estatus jurídico.52 Se trata de una realidad compleja donde individuos, familias y redes relaciona-
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les despliegan estrategias y mecanismos de negociación para ocultar o declarar determinadas calidades, e incluso alterarlas a lo largo de su existencia, de acuerdo con las circunstancias más convenientes y ventajosas a sus intereses. Los individuos eran asentados en los registros parroquiales de forma cada vez más laxa; el mestizaje había diluido las diferencias fenotípicas y culturales originales y cada vez era más difícil distinguir la mezcla. El fenotipo nunca dejó de ser un factor importante para la definición de la calidad, pero está claro que también intervenían otras consideraciones relacionadas con el lugar de residencia, el prestigio social y sus manifestaciones públicas y privadas, el reconocimiento social que podía modificarse de acuerdo con los vaivenes de bonanza o desventuras económicas y políticas, tanto a nivel personal como familiar o clientelar. La existencia de familias múltiples o pluriétnicas —concepto aún controvertido por los investigadores— señala la fragilidad de la segmentación social y el efecto del mestizaje en las fronteras difusas de las identidades que se resignifican constantemente. No se trata de hallar una única respuesta a estos comportamientos detectados a partir de los bautismos de hermanos con calidades diversas, sino de comprender la complejidad de las relaciones y las estrategias puestas en marcha —individual o colectivamente— para alcanzar una supervivencia más favorable, aunque no siempre se lograba. Bibliografía Becerra Jiménez, Celina (2014). “¿Familias pluriétnicas o procesos de mestizaje? Calidad étnica y familia en Santa María de los Lagos en el siglo xviii”, en: David Carbajal López (ed.), Familias pluriétnicas y mestizaje en la Nueva España y el Río de la Plata. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, pp. 83-114. — (2015). Indios, españoles y africanos en los Altos de Jalisco. Jalostotitlán, 1650-1780. Guadalajara: Universidad de Guadalajara. Benito Hierro, Carmen (2015). “Esclavos y afrodescendientes en el Buenos Aires del siglo xviii (1753-1779)”, en: Naveg@mérica. Revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas 15. Disponible en: . — (2016). “Natalidad y características familiares en el Buenos Aires colonial (17531779)”, en: Transmigraçao: Confrontos e Identidades I(1)(julho-dezembro), pp. 45-60.
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OS LAÇOS DO MATRIMÔNIO ENTRE CATIVOS: UM OLHAR ATRAVÉS DOS REGISTROS PAROQUIAIS DA VILA DE ITU, CAPITANIA DE SÃO PAULO, 1728-18771 Carlos A. P. Bacellar (Universidade de São Paulo)
Ao longo das últimas décadas, o casamento de escravos e a formação de famílias foi objeto de inúmeras investigações. Hoje sabemos que a união conjugal entre cativos era prática recorrente nas mais variadas conjunturas econômicas do passado brasileiro. Em pequenas ou grandes propriedades escravistas, os registros documentais comprovam que as famílias eram constituídas, seja através do matrimônio formal, sacramentado na Igreja, seja através do puro e simples concubinato, mantendo a união informal, mas estável ao longo de muitos anos consecutivos.2 Os limites para a formação de casais eram ditados pelo desequilíbrio da razão de sexo: havia muito mais homens do que mulheres escravos. Era, portanto, inevitável que muitos homens submetidos ao cativeiro jamais tivessem oportunidade de conseguir uma parceira e constituir família. Seja como for, famílias escravas eram bastante comuns, e assim a presença de crianças nos plantéis escravistas era inevitável. Embora seja muito difícil mensurar o peso dos nascimentos no processo de reprodução vegetativa dos escravos, resta claro que a presença de jovens nascidos no cativeiro era uma realidade conhecida de toda a população colonial. Se esforços houve no sentido de comprovar uma possível política de incentivo à reprodução vegetativa por parte dos senhores, ora em áreas mais alijadas dos ventos do tráfico
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Projeto financiado por Bolsa de Produtividade CNPq. Vidal Luna e Klein, 2010: 229-270.
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atlântico, ora em conjunturas de falta de recursos para adquirir africanos, o fato é que africanos e crioulos conviviam nas senzalas, num equilíbrio dinâmico e instável. É preciso considerar, antes de mais nada, que os práticas e costumes verificados no interior de casa senzala podem ser observados em escala microscópica, e aí veremos, inevitavelmente, realidades distintas mesmo entre uma propriedade escravista e sua vizinha. Já tivemos oportunidade, por exemplo, de apontar a ocorrência de políticas de seleção de compadres de cativos distintas entre propriedades de uma mesma região, apontando para o fato de que os números, tomados em grande escala, podem mascarar projetos pessoais de certos senhores, ou mesmo acertos distintos alcançados entre estes senhores e a comunidade da senzala.3 Em um ambiente de forte opressão e de limitadas possibilidades de se formar uma união conjugal, os embates políticos e as alianças entre escravos e entre estes e seu senhor eram inevitáveis e necessárias. A ocorrência de uniões conjugais de cativos pode ser avaliada, numa primeira aproximação, através da observação dos registros paroquiais de casamento. As séries documentais assim constituídas pela Igreja, bastante recorrentes por todo o território brasileiro principalmente a partir das primeiras décadas do século xviii, são bastante ricas, embora também problemáticas, para melhor conhecimento das práticas do matrimônio entre os cativos. A série de registros matrimoniais que se trabalha aqui provém da Paróquia de Nossa Senhora da Candelária, da vila de Itu, situada no chamado “Velho Oeste Paulista”. Localizada aproximadamente a 100 km a oeste da cidade de São Paulo, o pequeno burgo, fundado na segunda metade do século xvii, teve sua origem atrelada ao movimento de penetração do território efetuado pelos bandeirantes paulistas. A vila de Itu surgiu, fundamentalmente, como ponto de apoio para as expedições que se armava rumo ao sertão, em busca de indígenas para apresar e minérios para enriquecer. Ao redor da minúscula vila, territórios foram sendo progressivamente ocupados por sesmarias e posses, todas voltadas para a produção de gêneros voltados para o abastecimento interno. Estes mantimentos, e especialmente a farinha de milho e a mandioca, serviam de base alimentar para as expedições que regularmente saíam 3
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Bacellar, 2010: 253-271.
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das terras paulistas e penetravam os territórios distantes do Sul e do Centro -Oeste brasileiro. A mão-de-obra dessas lavouras era, fundamentalmente, os próprios indígenas descidos do sertão, por vezes ladeados com alguns poucos africanos, então denominados “tapanhunos” na língua geral. A capitania de São Paulo manteve-se, ao longo do século xvii e até meados do xviii, como uma zona onde a escravidão indígena se preservou, ao contrário do Nordeste açucareiro, onde já em finais do século xvi a escravidão africana tomou lugar dos nativos. Em São Paulo, pelo contrário, um contexto econômico periférico, alijado do mercado atlântico por sua maior distância em relação à Europa e pelas dificuldades em acessar as terras do planalto, obstaculizadas pela escarpada Serra do Mar fronteira ao litoral, criou um habitat onde o uso do gentio da terra teve sobrevida, não obstante os esforços da Igreja e, por vezes, da própria Coroa, no sentido de coibi-lo.4 Os ataques contra o uso de força de trabalho indígena se refletem nos documentos, principalmente ao longo da primeira metade do século xviii. Se não podiam ser descritos enquanto escravos que eram, pois a lei o vetava, os paulistas desenvolveram todo um elaborado vocabulário para justificar a presença dessa população trabalhando de maneira forçada nas suas terras. Não eram cativos, nem escravos. Mas podiam ser servos e serviços, e nos derradeiros momentos, administrados. Também podiam ser descritos como indivíduos “da casa” de dado senhor, maneira engenhosa, mas pouco sutil, de indicar a posse dessa mão-de-obra.5 Os testamentos e inventários de princípios do século xviii demonstram essa realidade conflituosa, de negar o óbvio, de maneira visível. Se não eram mais escravos, não eram propriedade de seus senhores, não mais podiam ser avaliados nos inventários, ou mesmo destinados aos herdeiros, nas derradeiras manifestações do falecido em seu testamento. As avaliações, de fato, somem/desaparecem, mas a listagem desses gentios, ou negros da terra, persistem. Não tinham valor declarado, mas eram impunemente repartidos entre os herdeiros, certamente avaliados por baixo dos panos. O mundo das propriedades rurais de Itu se insere nesse contexto. Infelizmente, os assentos matrimoniais anteriores a 1728 se perderem com o tem4 5
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po, mas a série que se inicia a partir desta data já permite que investiguemos a prática do casamento. Nessas primeiras décadas do século xviii, além de estarmos tratando de casamentos de cativos índios, tema totalmente ignorado pela nossa historiografia, podemos também observar os casos, não muito frequentes, mas verificados, de uniões entre africanos e indígenas. Os principais problemas deste tipo de investigação residem, obviamente, na qualidade das fontes. Os vigários da paróquia não eram exatamente um primor na observação dos preceitos do Concílio de Trento e das Constituições Primeiras do Arcebispado da Bahia,6 no momento de redigir os assentos paroquiais. A aparente negligência, ou desinformação, parece ter sido regra. Vez ou outra, um visitador percorria as paragens do sertão paulista, e registrava advertências a respeito do descumprimento na formatação dos atos. Por vezes, exigiam que a data não fosse registrada em algarismos, mas sim por extenso. Exigiam, também, a assinatura das testemunhas, ou outro qualquer dado faltante. Mais interessante, contudo, é a não observância, pelos vigários, de várias dessas advertências. Partindo o visitador, rapidamente se retornava à mesma prática, como se não temessem as ameaças de multa a que estariam sujeitos, provavelmente por serem ameaças vãs ou de difícil fiscalização.7 Curiosamente, a deficiência dos assentos em fornecer alguns dados tidos como obrigatórios pelas Constituições era contradita pelo registro de informações inusitadas, não previstas pela Igreja, ou até mesmo vetadas pelas normas eclesiásticas em vigor. É o caso, por exemplo, dos assentos de batismo de crianças expostas, em que alguns vigários, em momentos bastante específicos ao longo da série de registros, resolviam, por conta própria, apontar a provável filiação desses inocentes, a despeito das recomendações das Constituições para não se adentrar no detalhamento de práticas tidas como “públicas e escandalosas”. Em análise que desenvolvemos em outra oportunidade, mostramos a ocorrência de afirmações em que o batismo destas crianças abando-
Sebastiao, 2010. Aos 13 de novembro de 1798, o visitador declarava que “daqui em diante [se] declare as naturalidades dos pais”, mas o vigário simplesmente continuou a informá-la somente para alguns casos, como era o costume na paróquia (Livro 62 de assento de batismos da Paróquia de Nossa Senhora da Candelária de Itu. Bacellar, 2012b. 6 7
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nadas, ditas filhas de pais incógnitos, era marcado pela observação “dizem ser filho de fulano e beltrana”.8 Portanto, podemos dizer com segurança, no atual estágio de nossa exploração das longas séries de registros paroquiais ituanos, que a menor ou maior riqueza das informações era muito mais fruto de práticas particulares a certos vigários, do que de políticas instauradas por um dado bispo ou mesmo pela Igreja enquanto instituição. Esta realidade surge ao acompanharmos as mudanças de vigários, que muitas vezes resultava na alteração —para melhor ou pior— da qualidade das informações inseridas no registro. Isto se tornou bastante evidente para os anos iniciais da série de registros paroquiais, quando não somente o vigário, mas todo e qualquer religioso presente em Itu, regular ou secular, tinha liberdade para celebrar cerimônias de batismo e casamentos —coisa admissível, desde que sob autorização do vigário— e também para fazer de próprio punho o registro escrito, o que era interditado. Após anos a fio nessa prática irregular, um visitador proíbe fortemente sua continuidade, no que é atendido. Havia um incessante esforço para alcançar uma uniformidade mínima dos assentos, que passaram a ser controlados somente pelo vigário.9 Não obstante os problemas com as fontes, e também as inevitáveis lacunas nas séries de registros preservadas, o que nos restou, hoje, é um conjunto documental de excelente qualidade. Com ele, torna-se possível adentrarmonos no universo do matrimônio escravo, e consequentemente no melhor entendimento das práticas de constituição de famílias, do estabelecimento de laços de parentesco e sociabilidade e, em última instância, da melhor compreensão das relações entre senhores e cativos nos espaços de enfrentamento cotidiano. Por seu turno, os assentos de casamento dos escravos apresentam alguns problemas incontornáveis. Há importantes lacunas de informações. Alguns vigários eram bastante econômicos no anotar dos dados sobre os nubentes, seus pais e seus senhores. De uma maneira que parece ser fruto da pura
Bacellar, 1997: 5-32. “E advertimos ao Reverendo Vigário que faça por sua letra os assentos ainda que dê Licença a outro sacerdote para ser administrado o sacramento” (Livro 51 de assento de batismos da Paróquia de Nossa Senhora da Candelária de Itu, 27 de fevereiro de 1728). 8 9
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negligência, não informavam sobre a naturalidade, o local de residência, o horário do matrimônio; e o grande número de casos nessa condição é a prova concreta dessa prática. Comum, também, era dar uma informação mais genérica, denominando o noivo como sendo de naturalidade “Gentio da Guiné” ou “Gentio da Terra”, ao invés de discriminar mais detidamente, anotando como Angolas, Moçambiques, Benguelas, Bororos, Parecis,10 e assim por diante. Ou, então, descrever o indivíduo apenas como crioulo, nascido na América, mas sem precisar a localidade, ou paróquia, onde viera ao mundo. Ao historiador, resta a possibilidade de cotejar estas lacunas com outras fontes documentais, tal como listas nominativas de habitantes ou inventários, mas isso sempre requer um grande investimento de tempo. Feitas estas considerações, passemos à análise dos registros. Transcritos para banco de dados informatizado, podem ser apreciados sob os mais variados recortes. O Gráfico 1 ilustra o movimento anual de casamentos da população escrava ao longo de um período de um século e meio, entre 1723 e 1877. A curva se inicia com uma alta expressiva, que na verdade representa os estertores finais do grande modelo paulista de captura e exploração da mão-de-obra indígena. Ao longo de todo o século xvii o apresamento de populações nativas foi inicialmente focado nos territórios sulinos e, posteriormente, após o massacre da expedição paulista em Mbororé, em 1642, direcionado para o Centro-Oeste, o planalto central brasileiro. A descoberta dos primeiros veios auríferos nas Gerais, na década de 1690, interferiu profundamente na lógica do apresamento de indígenas, uma vez que esta força de trabalho foi preterida pela africana já nos princípios da explosão mineradora. A atração que o fausto do ouro provocou nas populações coloniais atingiu muito fortemente o território paulista, cujos habitantes estiveram diretamente envolvidos na descoberta dos garimpos. Embora já se tenha apontado para a falácia da tese de despovoamento de São Paulo em função do ouro (Marcílio, 2000), é certo que muitos paulistas se deslocaram para aquelas paragens, e lá não vingou o uso de gentios da terra na lavra de pepitas. Daí por diante, o apresamento indígena, já duramente combatido pela Coroa e pela Igreja, entrou em contínuo declínio. Bororos e parecis são algumas das denominações usuais de nações indígenas nas fontes documentais do xviii. 10
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Fonte: Registros paroquiais de casamento de escravos, vila de Itu, 1723-1877.
Mesmo assim, a presença de índios nos casamentos da paróquia de Itu permanece, embora em patamares menores, até meados do século xviii. A curva dos matrimônios somente retoma a tendência de crescimento do número de cerimônias realizadas apenas em finais do xviii por conta da expansão da lavoura açucareira, contaminada pela conjuntura atlântica alterada após a Revolução em Saint Domingue. Esta alta dos matrimônios não se mantém ao longo das duas primeiras décadas do xix, embora a chegada da Família Real ao porto do Rio de Janeiro, em 1808, pareça ter reavivado momentaneamente o interesse no casamento de escravos. A seguir, e embora a curva apresente uma lacuna de registros, podemos perceber muito claramente a influência da tentativa de extinção do tráfico. Os registros sofrem uma alta, situação que se repetiria logo após a interrupção definitiva do tráfico em 1850, quando parece ter havido um movimento pontual de incentivo ao casamento e, quem sabe, a uma expectativa de garantir uma maior reprodução vegetativa. Tais esforços, no entanto, rapidamente se mostraram comprometidos pela realidade de progressiva abolição da escravatura, com uma tendência de diminuição do recurso ao casamento entre cativos. O comportamento da curva dos matrimônios merece ser cotejada com os dados referentes aos batismos para o mesmo período, estampados no Gráfico 2.
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Fonte: Registros paroquiais de batismo de escravos, vila de Itu, 1704-1873.
Os assentos de batismo de cativos em Itu, observados ao longo de 150 anos, apresentam similitudes frente aos atos de casamento. As primeiras quatro décadas do século xviii sugerem, mais uma vez, que o processo de apresamento de populações indígenas estava, de fato, em declínio. É bastante visível que o batismo de adultos responde por parte minoritária dos assentos, evidenciando que o batismo de crianças, ou seja, a reprodução vegetativa, tornara-se mais representativa. Não que os nascimentos se tenham avolumado, mas sim são ressaltados pelo ímpeto reduzido do apresamento de adultos, marcado pelo derradeiro pico de 91 registros no ano de 1731. A partir daí os batismos entram em curva descendente até 1770, com o quase desaparecimento da presença de adultos e a escravidão africana ainda se fazendo pouco presente na vila de Itu. A retomada dos batismos se dá a partir da década de 1770, com um crescimento contínuo até as vésperas da Independência do Brasil, em 1822. O vigor da economia açucareira em crescimento nas terras de Itu impulsionou a aquisição de contingentes cada vez maiores de escravos. A saída do açúcar de Saint Domingue do mercado internacional a partir da década de
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1790, criando uma depressão na oferta do produto, permitiu que o açúcar produzido na capitania de São Paulo ganhasse espaço no mercado europeu. Curiosamente, é somente a partir da década de 1810 que começam a surgir adultos africanos sendo batizados na paróquia em números percetíveis. Aqui, constatamos uma realidade interessante: se as listas nominativas de habitantes, confecionadas a partir de 1765, já indicavam a presença de africanos nas senzalas ituanas, estes não estavam sendo batizados na paróquia. Assim, por alguma razão —talvez de mercado— não bem esclarecida, africanos já chegavam batizados às propriedades ituanas, seja por virem comprados de outro proprietário, seja por terem sido batizados no porto de desembarque ou mesmo na África.11 A tendência ascendente da curva sofre um grande impacto à época da Independência, em 1822: a partir de então, os esforços da Inglaterra para encerrar o tráfico atlântico de escravos concomitante ao reconhecimento da independência brasileira parece ter derrubado o movimento de batismos em geral e de importação de africanos em particular. A insegurança a respeito do porvir manifestava-se na retração dos negócios. Rapidamente, no entanto, o compromisso firmado com os ingleses em março de 1827, que agendava para março de 1830 o encerramento do tráfico, certamente despertou os escravistas de seus temores. Justamente a partir de 1827, ambas as curvas de batismos saltam abruptamente, num sintoma nítido do esforço para adquirir cativos enquanto ainda era legalmente admitido. Com o fracasso da proibição do tráfico negreiro, a compra de africanos retorna para níveis menores, muito próximos daqueles verificados para a década de 1810. Situação relativamente distinta da que se observa para os batismos em seu todo que, embora também entrem em uma curva descendente, descolam-se dos assentos de adultos vindos da África. Por fim, temos um novo pico na entrada de africanos às vésperas do encerramento definitivo do tráfico, em 1850. Esta última correria em busca dos escravos importados é de curta duração, e após essa data resta somente alguns registros residuais de adultos. O ocaso da escravidão se aproxima, e a ocorrência de uma lenta, Esta ausência dos africanos dos registros de batismo até princípios do século xix também foi verificada para a pequena vila de São Luiz do Paraitinga, no vale do Paraíba paulista, cuja economia era voltada quase que exclusivamente para o mercado interno. Bacellar, 2010. 11
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porém gradual queda nos registros traduz a diminuição dos escravarias pela alforria e pela mortalidade. A semelhança no traçado das curvas dos matrimônios e batismos mostra, de maneira bastante clara, como a conjuntura política da escravidão se refletiu nas decisões dos escravistas de Itu. As sucessivas etapas de arrocho contra a política do tráfico encontraram a economia da vila de Itu em uma fase de decadência da lavoura canavieira e de tentativa de implantação da cafeicultura. A pujança econômica do município começava a se esvair, pois suas terras se mostraram pouco aptas para suportar o café. A vizinha vila de Campinas viria a tomar o posto de principal centro cafeicultor no Velho Oeste. Mesmo assim, os batismos e matrimônios registrados em Itu pela Igreja nos mostram que uma economia escravista de porte permaneceu ativa até princípios da década de 1870, mantendo uma média de 152 batismos anuais.
Fonte: Registros paroquiais de casamento de escravos, vila de Itu, 1723-1877.
Uma mirada na naturalidade dos cativos revela perfis não surpreendentes. Para os noivos, uma preponderância de africanos a contrair matrimônio,
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mais do que o dobro em relação aos crioulos. Para as noivas, a situação é de certo equilíbrio, mas com ligeira predominância das crioulas sobre as africanas. Este perfil é ditado pelo peso do tráfico atlântico, e seu conhecido desequilíbrio na razão de sexo; as mulheres que não vieram na chamada Grande Passagem foram encontradas localmente, suprindo a demanda por noivas. Estes percentuais parecem indicar que homens africanos eram privilegiados no momento de estabelecer uma união conjugal formal. No entanto, semelhante conclusão pode resultar inteiramente falsa se não considerarmos a proporção entre africanos e crioulos encontrada nas senzalas ituanas. Se considerarmos os números por trás das percentagens, descobrimos que para cada noivo crioulo que se casava, 2.3 de origem africana também se casavam. Para as noivas, a proporção é distinta: 0.9 de africanas para cada crioula. Como verificamos a representatividade dessas proporções? Uma avaliação rápida de dois plantéis de engenhos de açúcar ituanos resulta em dados bastante interessantes. Dentre os cativos de Dona Josefa Maria de Góes Pacheco registrados através da lista nominativa de Itu para 1801, encontramos, para homens em idade adulta, 15 africanos e 9 crioulos. Daí, tiramos uma proporção de um crioulo para cada 1.7 africanos. Em outra propriedade, agora do tenente Luciano Francisco Pacheco, para o mesmo ano de 1801, encontramos 19 africanos para tão somente 2 crioulos, estabelecendo uma proporção de 9.5 para um. Ora, estes dois pequenos exemplos apontam para duas realidades distintas. Se considerarmos a escravaria Dona Josefa Maria, podemos dizer que a proporção global que detetamos traduz uma preferência pelo casamento de jovens africanos. No entanto, os escravos do tenente Luciano sugerem posição diametralmente oposta: uma elevada desproporção de 9.5, que nos permitiria dizer que, considerando-se a proporção global, os africanos tinham menos oportunidades que os crioulos. Para as noivas, a proporção no escravaria de Dona Josefa Maria coincide com a geral, da ordem de 0.9 africanas por crioula; mas no caso dos cativos do tenente Luciano, a desproporção é mais marcante, de 0.4 africana por crioula. Se considerássemos somente este segundo caso, estaríamos sujeitos a dizer que as africanas eram noivas preferenciais. Claro é, contudo, que os números envolvidos na análise dos dois plantéis são ínfimos, e podem levar a desvios nos resultados. Mas servem à perfeição para indicar o perigo de se avaliar as naturalidades nos matrimônios sem se
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considerar os contingentes humanos dos quais saíam os noivos e noivas para as uniões. A desproporção no seio dessa população é crucial, e deve ser levada em conta para buscar retratar de maneira fidedigna o funcionamento de mercado nupcial no interior das senzalas. De qualquer maneira, a presença de nubentes das diversas proveniências variou ao longo das décadas. Para efeito analítico, reunimos as diversas denominações em três categorias genéricas, africanos, crioulos e indígenas.12 Os Gráficos 4 e 5 traçam as tendências separadamente para noivos e noivas, na intenção de detetar padrões distintos de presença dos mesmos nas uniões celebradas na paróquia de Nossa Senhora da Candelária de Itu.
Fonte: Registros paroquiais de casamento de escravos, vila de Itu, 1723-1877.
Uma primeira constatação, para os noivos, é a baixa presença de indígenas frente a seu volume predominante na sociedade das primeiras décadas do 12
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Os nubentes sem naturalidade declarada ficaram de fora da análise.
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século xviii. Os africanos, que chegavam em número reduzido no período, casavam-se em números próximos aos de gentios da terra. Com o passar das décadas, os noivos africanos se sobressaem dos crioulos, e justamente a partir da década de 1790 surgem em grande contingente. Neste caso, o boom açucareiro parece ser a grande força motriz para o crescimento da presença de nativos da África, que passaram a chegar em grandes levas e se casam, aparentemente, de maneira rápida. A chegada da Família Real em 1808 parece coincidir com um movimento mais brando de uniões com participação de africanos, mas tal tendência é bruscamente revertida pela tentativa de abolição do tráfico de 1830. Os senhores de escravos parecem ter se decidido pela multiplicação das uniões envolvendo africanos e, diante da pouca variação da curva dos crioulos, diríamos que africanos foram casados preferencialmente com africanas, provavelmente movidos pelo súbito interesse em formalizar uniões e pela baixa disponibilidade de noivas crioulas. Finalmente, o ano da abolição do tráfico, 1850, representa um ponto de viragem do perfil dos nubentes do sexo masculino: os crioulos tornam-se predominantes, diante de progressiva diminuição dos contingentes de africanos.
Fonte: Registros paroquiais de casamento de escravos, vila de Itu, 1723-1877.
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Já no que diz respeito às noivas, temos um panorama distinto em certos momentos da curva. O mais marcante, sem dúvida, é abrangido pelas décadas de 1720 e 1730, em que as mulheres indígenas são predominantes nos casamentos. Tudo indica que haveria uma preferência pelas mulheres da terra, talvez por terem, por hipótese, um estatuto mais próximo de liberdade (pois, em tese, legalmente o eram) e, portanto, transmitirem esta condição para seus rebentos. Nas décadas seguintes, de 1740 a 1780, uma certa estabilidade no número de uniões promovidas, destaca, todavia, uma preponderância das crioulas sobre as africanas, em situação relativamente inversa à de seus parceiros, onde os africanos eram mais presentes. A dominância das crioulas é derrubada também por conta do crescimento provocado pela economia açucareira na década de 1790, e com a consequente chegada de grandes contingentes de africanas. Este pico de presença de africanas se repete, mais uma vez, por conta do ano de 1830, após o que voltam a se submergir sob uma forte tendência de crioulas contraindo matrimônio. Até o ano de 1877, o predomínio de crioulas é bastante consistente, com as africanas tendendo a desaparecer. Nas curvas destes dois gráficos, percebemos, assim, tendências não exatamente coincidentes de presença de cativos de naturalidade distintas. Uma população escrava submetida a uma razão de sexo desequilibrada levou a um predomínio da presença de africanos nas uniões. Mas, repito, esta análise precisaria ser equacionada levando-se em conta as dimensões da população apta a fornecer nubentes. O que sabemos, de fato, é que em dadas conjunturas havia um maior número de casamentos envolvendo africanos, e em outras, crioulos. Este movimento cíclico, fortemente influenciando pelo comportamento das fontes de abastecimento de mão-de-obra cativa, nem sempre é sincronizado para homens e mulheres. Por fim, resta avaliar os casais constituídos. Uma grande parcela dos nubentes —cerca de um terço— não teve sua naturalidade registrada pelos vigários. Assim, uma parte considerável das uniões tem ambos os cônjuges de origem desconhecida ou ao menos um deles. Mesmo assim, os dados disponíveis permitem conclusões interessantes. O predomínio de uniões onde ambos os cônjuges têm origem africana é notável, seguido, com números bastante distantes, pelos casamentos entre crioulos e entre noivos africanos e noivas crioulas. Para princípios do século xviii, as uniões envolvendo indíge-
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Fonte: Registros paroquiais de casamento de escravos, vila de Itu, 1723-1877.
nas entre si eram em maior número que aqueles que miscigenavam africanos e crioulos com indígenas. Raras eram as situações em que homens oriundos do gentio da terra se uniam a cativas negras, expondo, talvez, a melhor condição jurídica do indígena frente ao escravo. As uniões matrimoniais constituem uma porta de entrada fundamental para entendermos o processo de formação da família cativa. Fica-se com a impressão, contudo, que no período de grande presença de indígenas, até meados do século xviii, a formalização dos matrimônios era menos comum. Ao se trabalhar com os batismos, percebemos que muitas mulheres, indígenas ou não, tinham filhos à margem do casamento formal, embora possamos suspeitar que vivessem uma vida conjugal rotineira. No domicílio de Alberto Ruiz Monteiro, por exemplo, a carijó Catarina teve sete filhos entre 1732 e 1748, enquanto outra carijó, Francisca, teve oito rebentos entre 1725 e 1742, ambas na condição aparente de solteiras. Esta longa estabilidade da presença das duas índias no mesmo domicílio é notável, demonstrando, antes de mais nada, que esta população podia permanecer firmemente instalada
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com um mesmo senhor. Chama a atenção, também, o fato de que a maioria dos padrinhos ser composta de homens e mulheres livres, embora ainda não saibamos de qual condição social. Para concluir, podemos afirmar que a formalização das uniões conjugais merece análises mais pormenorizadas. Se seus números e características variam ao longo das décadas, ainda temos dificuldades para melhor caracterizá-los por conta da qualidade variável das fontes. Não obstante, a possibilidade de se cruzar os registros de casamento com os de batismo, e também com os inventários e listas nominativas constitui a chave para melhor explorarmos este universo. Bibliografía Bacellar, Carlos A. P. (1997). “Abandonados nas soleiras das portas: a exposição de crianças nos domicílios de Sorocaba, séculos xviii e xix”, em: Cativeiro & Liberdade, ano III (Rio de Janeiro). — (2010). “Tierras de solidaridad: familia y compadrazgo entre los esclavos de una economía de abastecimiento, São Luis do Paraitinga, Brasil, 1773-1840”, em: Margarita Estrada Iguíniz y America Molina del Villar (eds.), Estampas familiares en Iberoamérica: un acercamiento desde la antropología y la historia. México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social. — (2012a). “Famílias cativas em São Paulo colonial: a escravidão de indígenas e africanos através dos registros paroquiais (vila de Itu, capitania de São Paulo, primeira metade do século xviii)” [on-line]. Anais eletrônicos do XVIII Encontro Nacional de Estudos Populacionais. Disponible en: http://www.abep.nepo. unicamp.br/xviii/anais/files/ST19[325]ABEP2012.pdf. — (2012b). “Famílias apagadas da história: as uniões conjugais de indígenas e africanos através dos registros paroquiais”. Comunicação apresentada no 54º Congresso Internacional de Americanistas, Viena, Áustria. Marcílio, Maria Luiza (2000). Crescimento demográfico e evolução agrária paulista, 1700-1836. São Paulo: Hucitec/Edusp. Monteiro, John Manuel (1994). Negros da terra: índios e bandeirantes nas origens de São Paulo. São Paulo: Companhia das Letras. Sebastião, M. (2010). Constituições Primeiras do Arcebispado da Bahia (1707). São Paulo: EDUSP. Vidal Luna, Francisco e Klein, Herbert S. (2010). Escravismos no Brasil. São Paulo: Edusp/Imprensa Oficial.
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LA POBLACIÓN DE LA GUAJIRA A PARTIR DE LOS CENSOS DE 1760-1825 Fernando Cejudo Lozano (Universidad de Granada)
Introducción Una de las consecuencias que llevó implícita la dominación hispana en el Nuevo Mundo fue la necesidad de someter a su población, sufriendo los primeros asentamientos peninsulares en la Guajira una feroz y sangrienta resistencia indígena para evitar caer bajo su autoridad dentro de un territorio inexplorado, el cual abarcaba una superficie de 20 848 km2, cuya capitalidad la ostentaba Riohacha, que acabará formando parte de la Gobernación de Nueva Andalucía dentro de las primeras administraciones creadas por la Corona. Desde esos primeros momentos se hará necesario regular no solo la vida social, sino la política y la económica entre los primeros pobladores llegados desde el continente europeo y los indígenas autóctonos, necesitándose para ello articular una serie de ordenanzas y leyes que preservasen la legalidad de dichos nativos, tal y como sucedió en el año 1542 con las Leyes de Indias, las cuales garantizarían la igualdad de derechos entre ambas culturas, instándose un año después a las autoridades americanas a que limitasen sus actuaciones en la reducción de los aborígenes, tal y como venía reflejado en la real cédula fechada el 27 de noviembre. A pesar de esas novedosas leyes, las mismas irán avanzando en el transcurso de los años, viéndose cómo se desarrollaba en el año 1573 el trato que se debía dispensar a los indígenas, recogido en las Ordenanzas de Descubrimientos y Poblaciones aprobadas por el monarca Felipe II, las cuales
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fueron extraídas en su totalidad “del libro II del Código de Indias de Juan de Ovando, se trasplantan al libro IV, títulos I al VII de la Recopilación de Leyes de Indias de 1680”.1 Sin embargo, y a pesar del amparo otorgado por la Corona, no todas las tribus iberoamericanas serán fácilmente dominadas, tal fue el caso de los guajiros en el virreinato de Nueva Granada, ocasionando dicha tribu durante todo el periodo colonial periódicos levantamientos por los que arrastrarán a las autoridades españolas, ante el evidente fracaso de esas leyes, a impulsar un nuevo cambio político a finales del siglo xvii, tal y como se demuestra con el envío de frailes a la región con el propósito de proceder a la educación de esas tribus, siendo sus resultados poco menos que decepcionantes ante la negativa de los mismos, continuándose con la elaboración de una serie de planes de pacificación, que tampoco obtendrán los resultados apetecidos, llegándose por ello, a pesar de todas las medidas puestas en práctica, a la etapa final de la dominación hispana sin poder someter a los guajiros. Pero ¿cuántos guajiros llegaron a poner en jaque a las autoridades españolas durante los tres siglos que duró la dominación? No muchos, tal y como tendremos la ocasión de comprobar a través del estudio de los diferentes censos desde el año 1760 hasta el año 1825 a los que hemos tenido acceso. El descubrimiento de la Guajira El 18 de mayo del lejano año de 1499 zarpará desde el Puerto de Santa María Alonso de Ojeda en compañía de Américo Vespucio y del cartógrafo Juan de la Cosa hacia el continente americano, los cuales en su travesía costearán parte del litoral africano hasta llegar a las islas Canarias y, desde allí, siguiendo un rumbo parecido al realizado por Cristóbal Colón en su tercer viaje, aunque algo más escorado hacia al Sur, y después de veinticuatro días de travesía, llegarán a la desembocadura del río Esequibo, al cual nombrarán río Dulce, luego arribarán al Orinoco, en la isla Trinidad, y a la boca de Serpiente, se adentrarán en el golfo de Paria, en Araya, explorarán la isla Margarita, recorrerán el litoral venezolano hasta Chichiriviche, lugar al que
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nombrarán Puerto Flechado, descubrirán Coro y Curazao, doblarán el cabo San Román hasta entrar en el golfo de Venezuela, lugar llamado Coquivacoa, para por fin penetrar en el cabo de La Vela, la actual península de la Guajira,2 que se encontraba poblada en los albores de la conquista por diferentes tribus indígenas, entre las que destacaban: – Kaketíos: ubicados en toda la costa del actual estado de Falcón, en Venezuela, además de las islas de Aruba, Curazao y Bonaira. – Wuanebukanes o gaunebukanes: ocupaban la parte occidental de la península, en las inmediaciones del río Ranchería, las faldas de la Sierra Nevada en Santa Marta y la costa del mar Caribe. – Paraujanos o añú: habitaban la zona oriental de la península, entre los poblados de Sinamaica y Paraguaipoa (Venezuela). – Wayúus. – Cocinas.3 – Taironas: asentados desde la costa y laderas al este de Santa Marta hasta el río Don Diego, con posibilidad de que abarcasen una zona más al este, hasta el Dibuya, y hacia el sur, hasta el río Frío. – Guanebucanes: en la provincia de Ramada, situada en el litoral del cabo de San Agustín hasta el río Ranchería y las estribaciones de Sierra Nevada. – Araucos: asentados en las faldas surorientales de Sierra Nevada de Santa Marta y cuya lengua era el chibcha. – Tupé: vivían en el valle de Upar, en la margen izquierda del río Cesar, y pertenecían a esa tribu los dubeyes y los orejones. – Chimilas: en el sur y oeste de Santa Marta, al sur del río Frío, hasta la confluencia del Cesar con el Magdalena.4 Muchas de esas tribus resistirán tanto militar como culturalmente al dominio hispano en la zona, llegando a establecer diferentes estrategias de supervivencia, tal y como hicieron los wayúus, los cuales se irán desplazando hasta casi hacer desaparecer a sus vecinos los cocinas, al aprovechar Estévez Fernández, 1957. Polo Acuña, 1999: 5-6. 4 Miranda Vázquez, 1976: 19-39. 2 3
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las diferentes expediciones de castigos proyectadas contra esa tribu, tanto por los españoles como por ellos mismos, así como por el desarrollo de una nueva actividad, la ganadería, puesta en marcha en la zona a finales del siglo xvi, la cual derivará en un conflicto entre ambos pueblos al ser asimilada por los wayuús en contra de la idea de los cocinas, profusos defensores de los productos naturales de la tierra. Sin embargo, estos últimos poco tendrán que hacer ante el empuje de la actividad durante todo el siglo xviii, la cual traerá consigo el abandono de sus atávicas tierras al ver reducidas drásticamente sus zonas de acción, desplazándose a las partes más altas de las serranías de la Guajira, donde quedarán libres del proceso de mestizaje debido tanto a su fuerte rebeldía como al hecho de quedar marginados en un territorio de fronteras, muy en contra de lo sucedido con sus rivales, los cuales sí se verán favorecidos en ese proceso al mezclarse con los alijunas.5 El conocimiento que sobre los cocinas se tenía se fijará en los albores del descubrimiento del Nuevo Mundo, cuando Juan de Castellanos, protagonista de muchos episodios a su paso por el cabo de la Vela, deje plasmado, en su afamada obra Elegías de varones ilustres de Indias, el desparpajo de dicho clan.6 Sin embargo, para ver documentado el nombre de los guajiros nos remontaremos al año 1607, cuando una carta diga literalmente: “[…] de los indios guajiros de aquella costa que se juntan con los cosinas macuiras”.7 Pero ¿quiénes eran los guajiros? El término Cocina es aplicado por los Guajiro-Wayú a un segmento étnico Wayú que ha sido despreciado por una buena parte de los grupos matrilíneos. El vocablo Kusi’na significa cualquier indígena que no sea de la Guajira. Un grupo de indígenas que se dedicaban al robo y al saqueo. El término cocina sólo puede aplicarse de existir otro grupo Wayú, de habla wayunaiki, que implicaba necesariamente la coexistencia de los Guajiros-wayú. Son, por llamarlo de alguna forma, el reverso y la cara de la misma moneda etnolingüística.8 Polo, 1999: 9-10. Restrepo Hernández, 2008: 9. 7 AGI, Santa Fe, 49, R.16, N.11: Carta de gobernadores, fol. 1r. 8 Polo Acuña, 2009: 59. 5 6
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El primer asentamiento en la Guajira y el comienzo de la pacificación del territorio El primer asentamiento hispano en la zona y en toda Sudamérica se producirá en la antigua Nueva Cádiz de Cubagua en el año 1500 a cargo del marino italiano Giacomo Castiglione, corriendo a cargo del indigenista dominico Bartolomé de las Casas las siguientes líneas: Es, pues, la vida de los indios que se traen para pescar perlas, no vida, sino muerte infernal, y es ésta: llevándolos en canoas, que son sus barquillos, y va con ellos un verdugo español que los manda; llegados en la mar alta, tres y cuatro estados de hondo, mandan que se echen al agua; zambúllense y van hasta el suelo y allí cogen las ostias que tienen las perlas, y hinchen dellas unas redecillas que llevan al pescuezo o asidas a un cordel que llevan ceñido, y con ellas o sin ellas deben salir arriba a resollar, […] y si se tarda en mucho resollar, dales prisa el verdugo que se tornen a zambullir, e a las veces les dan de varazos que se zambullan, […] están en esto todo el día, desde que sale hasta que se pone el sol, y así todo el año si llegan allá; […] Algunas veces se zambullen y no tornan jamás a salir, o porque se ahogan de cansados y sin fuerzas y por no poder resollar, o porque algunas bestias marinas los matan o tragan […] [los indios] mueren comúnmente de echar sangre por la boca y de cámaras de sangre por el apretamiento del pecho, por causa de estar casi la mitad de la vida sin resuello.9
Ese primer establecimiento tendrá como única finalidad la explotación de las pesquerías de perlas allí descubiertas, quedando unido al grupo insular Margariteño la península de la Guajira y el istmo de Panamá.10 Sin embargo, una posterior insurrección de la isla llevará al abandono prematuro de la misma hasta el año 1526, fecha en la cual será nuevamente habitada y renombrada como Villa Santiago de Cubagua; en 1528 el emperador Carlos V le otorgará mediante real cédula al asentamiento el nombre de ciudad Nueva Cádiz, dotándola de escudo y de armas. Unas posteriores calamidades naturales a partir del año 1541, unidas a la destrucción de los ostrales, contribuirán a dar el salto a la península de la Guajira de numerosas familias para bus9
Otte, 1977: 25. Abello Vives y Giaimo Chávez, 2000: 318.
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car nuevos caladeros, asentándose en un primer momento en las orillas de la Boca o Laguna de San Juan y en Musichi, actual Manaure, estando ubicado su primer poblado en el cabo, lugar que recibirá el nombre de Ranchería de las Perlas de Nuestra Señora de los Remedios del Cabo de la Vela, denominación que perdurará hasta el año 1580. Sin embargo, la falta de agua potable será el detonante que obligará a buscar nuevas tierras más proclives, encontrándola y fundando una ciudad a la cual nombrarán Nuestra Señora Santa María de los Remedios del Río de la Hacha y su Granjería de Perlas.11 Una vez asentados allí, los primeros colonos utilizarán como mano de obra para la recolección de perlas tanto a esclavos africanos como a indios: los primeros, al estar poco cualificados para el buceo, debieron de ser reutilizados para trabajos complementarios como el carreo del agua o la realización de obras hidráulicas; en cambio, los segundos sí demostrarán tener grandes aptitudes, llegando a sumergirse bajo el nivel de las aguas a una profundidad de entre cinco y seis brazas,12 y serán traídos de zonas tan distantes como las Lucayas, La Margarita, La Trinidad, Santo Domingo, Brasil, Santa Marta, Mompox o Valledupar,13 además de otros lugares como Onotos, Caracas, Caquetíos, Piritas, Cumanagotos, Chuaos, Guaricos o Maracapanes. Sin embargo, esa plausible simbiosis entre colonos y nativos tendrá sus primeras voces discordantes a causa del trato que se les dispensaba en Riohacha en el año 1550, al formular una denuncia su entonces oidor, Alonso de Zorita: “Las crueldades que con ellos oygo que sean hecho y parzen son muy grandes”,14 por lo que dictará una serie de disposiciones para combatir esos atropellos y, de paso, reconducir las relaciones entre los españoles y los indígenas asentados en la zona: […] hize pregonar que ninguno sacase yndios de su naturaleza ni desus rrepartimientos so pena de incurrir en las penas conferidas […] […] y que ninguno se pueda servir dellos contra su boluntad por que la yntincion de vuestra magestad es que sean tratados como sus basallos como lo son los naturales de Castilla […].15 Navarrete, 2003: 36. Una braza es una unidad de longitud náutica que equivale a 1,82 m en la unidad española. 13 Polo Acuña, 1999: 7. 14 AGI, Santa Fe, 16, R.3, N.10: Cartas de audiencia, fol. 1v. 15 Ibidem, fol. 2v. 11 12
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Todo ello como antesala de la promulgación de las ordenanzas de los Descubrimientos y Poblaciones de fecha 13 de julio de 1573, en sus artículos 137-148, encargados de regular la pacificación de los naturales,16 siendo una cuestión irrenunciable para la Corona el conseguir la reducción de esos indígenas mediante la utilización de medios pacíficos para trabar su vasallaje y evangelización, en contra de la opinión que al respecto tenía el entonces gobernador Luis de Rojas, el cual llegará a informar sobre el carácter aguerrido e indómito de dicha tribu: “Son yndios y gente de poca rrazon belicosos e yndomitos”.17 Muy a pesar de la obligatoriedad del cumplimiento de esas leyes y ordenanzas, los cíclicos levantamientos, como el producido en Riohacha el 22 de mayo de 1607, causarán la muerte a muchos españoles e indios auxiliares, junto al muy numeroso ganado que allí pastaba.18 Se reproducirá unos pocos años después, en 1614, otro incidente, necesitándose según misiva del cabildo secular de Santa Marta los servicios del entonces gobernador Diego de Argote para garantizar la pacificación tanto de los indios tupes como de los guajiros: “A estado ocupado personalmente y en particular en la rreduccion de los indios tupes ey totos sosiego de los guajiros y en los de esta frontera”,19 y solicitando al rey licencia para acometer la reducción de los mismos, materializar las paces con los tupes e informar sobre los nuevos descubrimientos de ostrales en Riohacha: “Tengo auisado a vuestra magestad de la paçificacion de los yndios que halle reuelados en la çiudad de los rreyes del valle deupar y agora a cauado los dos descubrimientos de los ostiales de perlas del rrio de la haçha”.20 Levantamientos y pacificaciones Todas las calamidades que padecerán los colonos en la Guajira durante el siglo xvi se verán aumentadas durante la centuria siguiente debido en parte a Vas Mingo, 1985: 2. AGI, Santa Fe, 49, R. 8, N.22: Cartas de gobernadores, fol. 1r. 18 AGI, Santa Fe, 49, R. 16, N. 119: Cartas de gobernadores, fol. 2v. 19 AGI, Santa Fe, 66, N. 34: Cabildos seculares: Audiencia de Santa Fe, fol. 1r. 20 AGI, Santa Fe, 49, R. 15, N.112: Cartas de gobernadores, fol. 1r. 16 17
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la violencia desatada como consecuencia de las frágiles paces que se irán consiguiendo con los guajiros en el transcurso de los años, necesitando por parte de sus gobernadores dar la respuesta precisa para pacificar dicho territorio, tal y como se recoge en el siguiente gráfico: Cuadro 1 Península de la Guajira, gobernadores, siglo xvii Juan Giral Belón (1598-1606) Andrés de Salcedo (1606-1610)
Pacificación de tierras
Levantamientos y pacificación de indios
Tierras del Valle de Upar, Riohacha Riohacha
Tenerife, Valle Diego de Argote (1610-1618) de Upar, y Ocaña Luis Coronado (1618-1619) Francisco Martínez de Rivamontan Valle de Upar (1619-1622) Marcos Gedler Calatayud (1635-1640) Vicente de los Reyes Villalobos (1643-1648) Jerónimo Ortega y Arellano (1648-1649) Pedro Jerónimo Royo de Arce Tenerife, Rojas (1680-1692) Tamalameque
Levantamientos y pacificación de negros Riohacha
Zapatas, aliles, toas, guajiros, cocinas, tupes y macuyras Tupes, palenques, pacupanos Guajiros, tupes Guajiros, tupes Guajiros, tupes Guajiros
Cimarrones Cimarrones
Pintados, orejones
Elaboración propia. Fuente: Miranda Vázquez, 1976: 150-161.
Los años finales de la centuria demostrarán la imposibilidad de someter no solo a los guajiros, sino a diferentes tribus asentadas en el territorio, por lo que se necesitará desarrollar un nuevo cambio político para hacer frente a la dramática situación, como el concurso de algunos frailes capuchinos destinados en la Guajira, los cuales intentarán atraerse
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a algunos de sus principales caciques a una nueva paz sin fisuras en el año 1691: […] y reduccion de los Yndios Guajiros que consiguio con su ardiente zelo, y espiritu allando las volundades de los caziques D. Juan y D.ª Luisa de Amuscotegui, á quienes en compañía de diez indios, y treze hijos, y a sobrinos suyos baptizó por su mano, con toda solemnidad, exercitando en ellos, este, y otros muchos actos atractibos de en semana, y piedad Christina, y los dejé en pueblo formado, y por Cura Doctrinero al licenciado D. Pedro de Peralta.21
Los frailes continúan la fundación de las primeras casas misionales en el año 1697, entre las que se encontraban San Nicolás de los Menores y La Cruz, cercanas a la localidad de Riohacha, las cuales se verán abocadas al abandono pocos años después, en 1702, según real cédula,22 aunque nuevamente fueron habitadas trece años más tarde, con el encargo de que se dedicasen a la evangelización y pacificación de los guajiros.23 Para el desarrollo de las casas misionales se procederá entre los años 17011707 a la expulsión de los blancos, mestizos y mulatos de los pueblos de los indios,24 regulándose en el año 1720, según real cédula, los establecimientos y las fundaciones misionales en Riohacha,25 para lo cual será necesario el concurso de personas con cierto grado de autoridad y graduación con el encargo de atraer y mantener las diferentes treguas, así como proporcionar la seguridad de esos nuevos poblados, tal y como destacó el entonces monarca español Felipe V en la ciudad de Aranjuez el 8 de abril del año 1723: […] me ha ocasionado mui especial gozo y consuelo; y se quedan tomando las prouidecias que han parecido mas conducentes al adelantamiento, conseruacion, y permanencia de fines tan importantes, auiendo sido muy de mi Real gratitud,
AGI, Indiferente, 214, N. 46: Méritos, Fray Victores de Velasco, fol. 2v. AGN, Historia Eclesiástica, 15, fols. 250v a 259r. 23 AGN, Indios y Caciques, 33, fols. 590-592 24 AGN, Caciques indios, 63, D. 30: Pueblos de indios: expulsión de blancos, mulatos, mestizos, fols. 1035-1048. 25 AGN, Curas y Obispos: SC, 21, 2, D. 6: Reales Cédulas: establecimiento, fundación misiones Riohacha. 21 22
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y aprouacion quanto aueis executado para conseguirlos; y assi lo tendreis entendido. De Aranjuez a 8 de abril de 1723. Yo el Rey.26
A pesar de toda esta batería de acciones gubernamentales, los cíclicos levantamientos seguirán produciéndose hasta llegar al año 1769, fecha en la cual se producirá un alzamiento generalizado de toda la nación guajira que llevó a la destrucción de algunos poblados hispanos, arrastrando a sus autoridades a diseñar otras actuaciones para conseguir apaciguar la situación, entre las cuales destacarán una nueva campaña de castigo con la ocupación de toda la zona, según orden emanada del entonces virrey de Nueva Granada, Pedro Messía de la Cerda,27 implícito al poblamiento del norte peninsular de la Guajira a cargo de Antonio Arévalo, cuyos resultados llevarán a la fundación de Bahía Honda en el año 1773, San Carlos de Pedraza y San Carlos de Sinamaica en el año 1774 o Santa Ana de Sabana del Valle en el año 1776 y a la orden dos años más tarde a través de otra real cédula fechada el 28 de enero de 1778 de la enseñanza del castellano en los pueblos de indios.28 Sin embargo, y a pesar de toda esa encomiable labor desarrollada por esos primeros evangelizadores capuchinos junto a la fundación de numerosos pueblos de indios, tal fue el caso de La Cruz, Rincón, Laguna de Fuentes, Rincón del Carpintero o Garubulla durante los años 1735-1776, la conciencia, como bien dejó explicada en su trabajo Abelardo Levaggi, de no poder someter bajo las armas españolas a esos nativos, unida a la continua amenaza que sufría la Monarquía hispánica por parte de las potencias extranjeras rivales, siempre al acecho ante cualquier ocasión que se les brindase para levantar en armas a esas tribus, unida a su negativa a ser trasladados a reducciones, a recibir a los misioneros o a permitir que se construyesen iglesias católicas en sus territorios al comprobar que las leyes eran más justas para los españoles que para ellos,29 no hizo sino impedir que muchas de esas AHN, Diversos-Colecciones, 37, N. 17: Real Cédula sobre la reducción de los indios guajiros, fol. 2v. 27 Rodríguez, 2014: 209. 28 AGN, Colegios: SC. 12, 5, D. 30: Real Cédula sobre enseñanza del castellano a indios, fol. 655. 29 Levaggi, 2002: 313. 26
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tribus que habitaban el territorio neogranadino fuesen imposibles de pacificar desde el primer momento del descubrimiento, llegando a desestabilizar a los respectivos Gobiernos que fueron ocupando el poder hasta el final del dominio hispano. Cuadro 2: Principales levantamientos y pacificaciones en la península de la Guajira durante el siglo xviii Península de la Guajira
Levantamientos
1701
Guajiros
1719
Guajiro
Planes de pacificación
Fracaso misión capuchina Juan Beltrán Caycedo, nombrado gobernador Abandono capuchinos poblados
1726 1727
Ataque de 2000 guajiros contra españoles 93
1736
32
91
35
Regreso capuchinos y poblamiento de Menores
Gobernador de Cartagena de Indias asume responsabilidad de pacificación región El gobernador Martínez Escobar adopta estrategias de como pacificar la región Proyecto de pacificación de Bernardo Ruiz de Noriega
1741
1757
1760
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Frailes
1761
Sublevación del indio Majusare
1764
Cocinas
1765
Chimilas y cocinas
Expedición pacificación contra los cocinas Expedición pacificación contra los chimilas y cocinas
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1768 1769 1771 1771 1772
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1777 1778-1779 1780 1781 1782 1783 1784 1786
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Medidas pacificadoras adoptadas por Jerónimo de Mendoza Levantamiento de toda la Guajiro nación guajira Sublevación del indio Proyecto pacificación de Juan Jacinto Juan Ladrón Pacificación emprendida Guajiro por José Benito Encío Pacificación emprendida Guajiro por Antonio Arévalo Informe del éxito de la pacificación realizada por Antonio Arévalo, quedando al mando José Galluzo Incursiones militares Guajiro emprendidas por José Galluzo Expedición contra los Sublevación de los apiesi apiesi. Proyecto de en Savana del Valle pacificación de Antonio Arévalo Sublevación en Bahía Honda y Sanamaica Pacificación de guajiros emprendida por Antonio Narváez Proyecto de pacificación de Anastasio Cejudo Medidas adoptadas para que no transcendieran los hechos de Socorro Sequía en la península de la Guajira Sublevación en Bahía Asesinato del militar Honda y Savana del español Miguel de la Valle Cueva Pacificación emprendida por Antonio Narváez Proyecto de pacificación de Anastasio Cejudo
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1789
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Plan de pacificación contra los guajiros de José Astigarraga Independencia del gobierno de Riohacha de Sublevación del zambo Santa Marta. José Antonio Pérez. Instrucciones de José de Sublevación de indios de Astigarraga a Juan Álvarez Pedraza de Veriñas, gobernador de la provincia, y expedición militar del mismo Pacificación emprendida por Antonio Narváez Periodo de paz entre guajiros y españoles Estrategias de pacificación emprendidas por José Paraujanos Medina Galindo. Expedición contra paraujanos
Elaboración propia. Fuente: Barrera, 1988: 129.
Los planes de pacificación presentados por Anastasio Cejudo, 1780-1786 A raíz del primer plan de pacificación presentado por Anastasio Cejudo en el año 1780, y después de una nueva acometida contra los guajiros en el año 1784 a través de la figura de Antonio Narváez y Latorre, obteniendo los mismos escasos resultados, se producirá un nuevo levantamiento generalizado en toda la zona con el pretexto del fallecimiento de un nativo llamado Juan Baptista en la Villa de Pedraza a consecuencia de un desgraciado incidente,30 necesitándose para sofocar dicha revuelta el concurso de ciento cincuenta dragones de caballería, a cuyo frente se encontraba Anastasio Cejudo, el cual buscará tanto el escarmiento de los culpables como poner punto final a las matanzas que los guajiros estaban ocasionando entre la población AGNC, Miscelánea: SC. 39, 54, D. 1: Muerte soldados españoles, pleitos, deudas y hurto, fol. 2r. 30
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civil de Riohacha, de la Villa de Pedraza y de Bahía Honda, al no entender dicha tribu que, a pesar de que sus leyes les otorgaban la libertad para vengar cualquier muerte, las mismas no podían ser aceptadas por las autoridades españolas, pues dejaban sin efecto el poder del rey en toda la zona: […] dejar establecida la reputacion de las armas y poder del Rey entre estos barbaros que no saben formar otras ideas que lo que ven, antes que se retiren las tropas de esta provincia, en cuyo caso, si quedasen sin escarmiento, quedarian tambien muchos mas insolentados y orgullosos, y seria un exemplo perniciorisimo para los demas.31
Dicho plan será aprobado por la corona en el año 1786 como solución a nuevos levantamientos producidos tanto en la Guajira como en el Darién, siendo su responsable, una vez más, Antonio Narváez, el cual optará por dos fórmulas: por un lado, distensión y, por otro, incursiones militares de castigo para controlar el territorio y acabar con el intenso contrabando que en él se desarrollaba. Sin embargo, para su ejecución se hacía totalmente necesario disponer de la financiación precisa, tal y como ocurrió en el Darién, promoviendo por ello Anastasio la creación de las Milicias Urbanas y la compra de productos a los naturales. Sin embargo, al no obtener los resultados apetecibles como consecuencia de la crisis que padecían las Cajas Reales,32 se verá arrastrado a la elaboración de un nuevo proyecto de pacificación, especificándose en él esta vez las distintas fórmulas de financiación, las cuales serán conseguidas gracias a la venta de palo a Brasil al permitirse como medio de pago la venta de esclavos en toda la zona, sin cargo alguno a la Hacienda Pública, siendo nuevamente dicho plan aprobado por la Corona. Ese nuevo plan contenía una serie de objetivos para erradicar la actividad de los contrabandistas, los cuales, como es sabido, desembarcaban habitualmente sus mercancías en las playas con total libertad al aprovechar sus aguas abiertas y navegables, tanto a sotavento como a barlovento, siendo transportados los fletes hasta Maracaibo, por tierra y por mar, fuera de la vigilancia y control de los fuertes y en connivencia con los guajiros, los cuales
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Ibidem, fol. 3v. Colmenares, 1989a: 476-477.
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llegaron a controlar todos los puertos utilizando como medio de transporte sus canoas.33 Dicho plan estipulaba: 1.º hacer pasar goletas por las zonas donde transitaban los enemigos; 2.º atacar a los guajiros con el fin de enemistarlos con los contrabandistas que merodeaban la zona, 3.º y pagar a indios para que atacasen a otros y conseguir así la enemistad entre ambos.34 La imposibilidad de reconducir la situación en los años finales A pesar de todos los intentos por reconducir la situación, la misma se volverá aún más espinosa al informar en el año 1798 el entonces gobernador de Cartagena de Indias, Anastasio Cejudo, al virrey Mendinueta sobre la posibilidad de que una escuadra inglesa se pudiese adentrar por las costas de Riohacha con ayuda indígena, siendo avalada dicha tesis por un extenso dosier llegado desde Jamaica en el cual se detallaban los planes ingleses, los cuales no eran otros que armar a los nativos con seis mil nuevos fusiles para asegurarse la entrada por Valledupar hasta el interior del virreinato de Nueva Granada, sirviéndose del río Magdalena.35 A raíz de este detallado informe, se ordenará la elaboración de una exhaustiva nota donde se recogiese el tiempo mínimo que necesitarían las tropas enemigas en recorrer la distancia que separaba las costas de la Guajira a Valledupar, unos tres o cuatro días, y desde dicha localidad hasta la Villa del Socorro (departamento de Santander), otros veinte días y medio más, para una marcha diaria estimada desde las siete de la mañana hasta la una o las dos de la tarde ininterrumpidamente.36 Un nuevo comunicado arrojará un poco de luz al impacto que tendría una posible sublevación guajira, con unos diez u once mil hombres armados, AGS, SGU, LEG, 7072, 10: Insurrección de indios goagiros, fol. 29v. Barrera Monroy, 1988: 138. 35 Suárez Araméndiz, 2009: 6. 36 AGS, SGU, 7082,7: Nueva Granada. Provisiones, fols. 31-82.
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así como el coste necesario para su reducción, incidiendo en las limitaciones de la Monarquía hispana ante la falta de tropas y de dinero y del siempre eterno desafío inglés, procediéndose por ende a “mantener el atrevimiento de los Paraulanos, y excesos que pudieran cometer sin perder de vista los de conciliación y tolerancia prudente, hasta que la paz proporcione el reducirlos quitándoles la comunicación con los extranjeros que trafican en aquella costa”.37 Una vez sopesado el peligro de un posible desembarco inglés en sus costas, comunicará el virrey a las gobernaciones de Santafé y Riohacha que los indios guajiros, gracias a la ayuda recibida desde el exterior, consistente en armamento, munición, ganado y algodón, habían comenzado a hostigar a la población, sugiriendo a los respectivos gobernadores de dichas localidades el 21 de agosto del año 1799 que adoptasen las medidas oportunas para evitar que los nativos descubriesen los planes de castigo que contra ellos pensaban llevar a cabo el entonces gobernador de Cartagena, Anastasio Cejudo, el coronel del regimiento de Saboya, José Benito Encio, y el ingeniero Antonio Arévalo a través de nuevas operaciones militares en las zonas más ásperas con el fin de evitar la dispersión y posterior fuga de los indígenas.38 A pesar de todo ello, la imposibilidad de reducir a los guajiros en la etapa final de la dominación española quedará una vez más de manifiesto a consecuencia de un nuevo fracaso, esta vez por parte de Juan Álvarez Veriña, tras el intento desesperado de las autoridades por conseguir una nueva paz, aunque la misma fuese a cualquier precio, cuando la realidad dibujaba un panorama totalmente opuesto en el año 1799 como consecuencia del contrabando que realizaban las potencias enemigas en sus costas con la ayuda de los guajiros, sumadas a las continuas sublevaciones llevadas a cabo en la zona. […] persuadido de que no se puede esperar prudentemente la obediencia de pacto alguno que se haga con ellos, y de que es infructuoso sufrir cada día las irrupciones, las violencias, las muertes, los robos, los incendios y otras atrocidades de aquellos hombres que abusando frecuentemente de la suavidad
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AGI, SGU, LEG, 7247, 22: Conflictos con los indios guajiros, fol. 7r. Ibidem, fols. 7r-15v.
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paciencia y buen trato de nuestro gobierno, presumen que la tolerancia es un tema y multiplican sus atrevimientos sobre su presunción.39
Una orden desde San Ildefonso el 15 de septiembre del año 1800 del entonces monarca Carlos IV al capitán general de Caracas le informaba de las diligencias necesarias para evitar dicho tráfico, sin perder de vista “los medios de conciliacion y prudente tolerancia hasta la paz, proporcione el reducirlos, quitandoles la comunicacion con los extranjeros que trafican en aquellas costas”.40 Se recurrió una vez más a Antonio Narváez para que intentase un nuevo acercamiento con los nativos, no llegando a culminarse el mismo al ser cesado prematuramente de su cargo por el entonces virrey Ezpeleta, nombrándose como su sustituto a Manuel Álvarez de Veriña, el cual correrá la misma suerte que su predecesor a causa de un nuevo viraje político aún más firme;41 sin embargo, la falta de dirección gubernamental llevará a la rehabilitación de Narváez para la aplicación de las viejas fórmulas del pasado, ocasionando una nueva ola de desolación al no poder evitar ni sofocar un nuevo levantamiento de las tribus más cercanas a Maracaibo, los paraulanos, los cuales provocarán una rebelión en dicha ciudad al seguir las incitaciones francesas, necesitándose para poder controlar finalmente la situación el auxilio de las autoridades de Santa Marta y de Riohacha. ¿Cuántos indios guajiros se encontraban sin pacificar en el virreinato de Nueva Granada después de la restauración del mismo? Dar una cifra exacta sobre la cantidad de guajiros que se encontraban sin pacificar es prácticamente imposible, sin embargo, podemos obtener una idea orientativa si tomamos en consideración una serie de censos elaborados durante el periodo de estudio comprendido durante los años 1760-1825 dentro de un censo general procesado por el que fuera virrey de Nueva GraIbidem, fol. 11r. Ibidem, fol. 24v. 41 Ibidem, fols. 2v-19v. 39 40
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nada Antonio Góngora y Caballero, el cual, una vez corregido, refleja unas cifras totales en el año 1789 de 1 412 050 personas, de las cuales 430 910 eran indios. Cuadro 3: Censo de población del virreinato de Nueva Granada en el año 1789 Virreinato de Nueva Granada Hombres Mujeres Total de población (corregido) Número de poblaciones Blancos Indios Libres Esclavos Frailes de misa y legos Clérigos Monjas
Total
783 373 628 677 1 412 050 776 319 909 157 534 47 7443 213 498 217 412 430 910 206 040 213 685 419 725 43 926 40 046 83 972
Estado Ecco. 223 244 4132
Matrimonios
56 014 100 677 67 725 9828
4132
1798 1669 665
Elaboración propia. Fuente: Colmenares, 1989a: 414-415.
Si acotamos dicho censo, los resultados que arrojan en las dos principales localidades de la península de la Guajira, Riohacha y Santa Marta son de un total de 633 indios para la primera localidad en el año 1778 y de 8506 para la segunda en el año 1789. Cuadro 4 Riohacha (gobierno) Total de población año 1778 Número de poblaciones Blancos Indios Libres Esclavos Eclesiásticos seculares Eclesiásticos regulares
Estado Ecco. 517 18
Hombres
Mujeres
Total
Matrimonios
2002
2046
188 304 1176 334
145 329 1337 235
4048 10 333 633 2513 569
– – – –
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Elaboración propia. Datos finales sobre la población de Riohacha en el año 1778.
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Cuadro 5 Santa Marta (gobierno) Total de población (exacto) Número de poblaciones Blancos Indios Libres Esclavos Clérigos
Hombres
Mujeres
19 641
20 301
2337 4120 11 289 1895
2229 4386 11 593 2093
Matrimonios
Estado Ecco.
39 942
6075
128
59 4566 8506 22 882 3988
742 1581 3449 303
128
Total
91
Elaboración propia. Datos finales de la población de Santa Marta en el año 1789.
Sin embargo, para tener una idea aproximada del número de indígenas sin pacificar recurriremos a otra serie de censos, algunos con una datación anterior al general del año 1789, tal fue el caso del realizado por Bernardo Ruiz de Noriega el 31 de mayo del año 1760,42 en el cual otorga una cifra de 19 950 nativos. Cuadro 6 Capitanes de Parcialidades Pablo Majusare Thoribio Caporinche
Localidades que ocupan Chimarre Macuira
Bahía Honda
La india Basilia La india María Antonio Casapuse
42
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700 600
En Bahía Honda al de Fr. Félix de Masa Magrel
Bernardo Moscote
Número de Indios 2300 2000
Ypapa al cargo de RPF Domingo de Castalla
Juan Jacinto Santiago Maparaure
Pueblos nuevos
Bahía Honda Sierras de Macuyra Sabana del Valle
550 200 300 600
Tovar Pinzón, Tovar Mora y Tovar Mora, 1994: 531-532.
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Fernando Cejudo Lozano En el Carrizal al de Fr. Manuel de Monteza
Balthazar Joseph Bermudez Gobernadorecito y Nicolás Francisco Garuach, Moyranay Ambrosio Bartholico
1000
Rincón del Carpitero
500
Manaure
300
Parauge, camino de Maracaibo Salado, camino de Maracaibo Salado, sujeto a Parauge Boronboro Manantiales Tocó Calabozo
Joseph Boronboro Maiordomito Kepé Parajure Reverendo fray Pedro de Orinó Alcanizas Reverendo fray Basilio de Alcalá Menores sin religiosos Reverendo fray Diego Boronata Museros Reverendo fray Basilio de Calich Total
4500 600 550 250 300 100 300 1000 600 200 1000 1500 19 950
Elaboración propia. Fuente: Tovar Pinzón, Tovar Mora, Tovar Mora, 1994: 531-532.
O el realizado en el año 1763 por mandato del que fuera obispo de Santa Marta, Gil Martínez Malo, el cual contabilizará la cifra de 8660 hombres.43 El tercer censo al que recurriremos data del año 1779, destacando en el mismo tres fuentes, la primera a cargo de Anastasio Cejudo, la cual arroja una cifra de 14 970 indios, la segunda realizada por Hilario Suárez y por Juan Rosa Amaya, con 9600 almas, y la tercera recoge los datos de Luis Herrero, con 5460 guajiros.44
43 44
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Barrera Monroy, 2000: 233-234; Restrepo Olano, 2013: 187. Tovar Pinzón, Tovar Mora y Tovar Mora, 1994: 538-539.
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Cuadro 7
Localidades donde habitan
Agujero (antes La Cruz) Apiesi y Maciusa Calabozo Carizal Chimares Copro e inmediaciones El Rincón El Toco Laguna de Fuentes La Teta, Azarua, Turipiche e inmediaciones Orino Paruje y sus contornos Rincón de Carpinteros Sabana del Valle Sinamayca y sus inmediaciones Tocuraca Totumo Ypapa Total
Capitanes de las parcialidades
Salvador, alias Arimana Arguasi Mayaunare – Mainare y CaytunaHermanos
Indios en armas según recuento efectuado por Anastasio Cejudo 100
100
60
3000 650
2500 200
1400 200
–
Pareime, Poro Sebastián, o Uparer Pacheco Gámez Pedro Josef Caramare
– 1300
400
3800
3500
2000
300 500 70
250 300 50
200 300 50
1000 450
Gurumache
1000 –
Chape y Pedro de Luque Tiergua Galanito Juyamare Luis Heredia
–
1500
Antonio de Heredia
Bermúdez
Indios en armas Indios según en armas recuento según recuento efectuado efectuado por Hilario por Luis Suárez y Juan Herrero Rosa Amaya
–
– 300
–
300 –
150
50
200
200
100
2000
300
400 14 970
100 150 200 9600
– –
– 100 150 150 5460
Elaboración propia. Fuente: Tovar Pinzón, Tovar Mora y Tovar Mora, 1994: 538-539.
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El cuarto censo al que recurriremos es del año 1789, elaborado durante el Gobierno del que fuera virrey Francisco Gil y Lemos, recogiéndose en las tablas los territorios que ocupaban y los párrocos que se encargaron de su reducción.45 Cuadro 8
Tribus indias
Andaquíes
Carautas
Localidades que ocupaban
Neiva y Popayán, Marañón, Pasto, río Putumayo, río Negro, Caquetá y Canelos, parte sur de Santafé Antioquía, Paramillo, puerto del Espíritu Santo
Chimilas
Santa Marta
Chocó Cocinas
Chocó Maracaibo
Gentiles
Darién, Veraguas
Guaimíes
Veragua y Alange
Guajiros
Santa Marta
Guajiros
Río de la Hacha
Mosquitos
San Juan de Nicaragua, Mar del Norte
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Extensión del territorio Párrocos y número encargados aproximado de su reducción de poblaciones fundadas
8 pueblos
34 leguas
20 leguas aproximadas, 10 pueblos 20 leguas aproximadas
Número aproximado de indios
11 franciscanos de Propaganda Fide de Popayán
1050
Capuchinos valencianos y catalanes
6000
Franciscanos del colegio de Panamá Franciscanos Capuchinos valencianos
1500
20 000 20 000
2 sacerdotes seculares
Colmenares, 1989b: 19-21, 102-108.
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Motilones Yariquíes ¿?
Maracaibo, Mérida, Ocaña, Salazar de Palmas y camino de Pamplona y Cúcuta Girón y márgenes del Magdalena
Capuchinos de Navarra 2-3 pueblos Misioneros de propaganda del Colegio de Cali
Raposo Llanos de San Martín, Alto Orinoco, Llanos de San Juan, Apure Mainas, Canelos, Quijos, Jaen de Bracamoros, Marañón, Gran Pará
¿?
¿?
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Candelarios, franciscanos y dominicos
Llanos de Casanare
5 pueblos
Meta
6 pueblos
Cuiloto Orinoco Llanos de San Juan Barinas
4 pueblos 29 pueblos 10 pueblos
Agustinos descalzos Agustinos descalzos 14 capuchinos 29 religiosos Franciscanos 14 religiosos
4860 3900 830 14 012 1729 2785
Elaboración propia. Fuente: Colmenares, 1989b: 19-21, 102-108.
En último lugar tenemos el censo realizado desde el año 1825, comprendiendo en el mismo los territorios que ocupaban las distintas tribus y el número de indígenas.46 Cuadro 9: Censo poblacional del año 1825 Tribus indias Andaquíes Arquides
46
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Guayana Maracaibo Neiva Riohacha 27 684 1489
Santa Cartagena Marta
Total 27 684 1489
AGN, SGM, 412, fol. 48r y en Tovar Pinzón, Tovar Mora y Tovar Mora (1994: 98).
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120 Arutures Chaques Chimilas Chiricoas Cobarías Cupeinas Guajaribes Guajiros Guaraunos Indígenas orillas ríos grandes (Casanare) Indígenas (Ecuador y Asuay) Indígenas orillas Meta (Casanare) Indígenas (Chocó) Indígenas (Panamá) Lunas Muquiritares Pañares Piaroas Poinabes Sabriles San Ciprián Tabares Taparita Tunebos Yacopana Yaruros Zaima Total
Fernando Cejudo Lozano 1875 819 147 479 548 1582 634 1962 1473
5372
2937
1875 819 147 479 548 1582 634 10 271 1473 7695
32 481 81 353 9846 12 764 863 987 698 879 1697 696 2153 764 213 1792 385 1347 19 332
6887
2488
33 109
863 987 698 879 1697 696 187 187 2153 764 213 1792 385 1347 334 203 801
Elaboración propia. Fuente: AGN, SGM, 412, fol. 48r y en Tovar Pinzón, Tovar Mora y Tovar Mora (1994: 98).
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Como conclusión al estudio de los distintos censos a los cuales hemos tenido acceso, y una vez analizados los mismos, estaremos en condiciones de afirmar que la cantidad aproximada de indios guajiros que habitaban el virreinato de Nueva Granada en el periodo 1760-1825 difieren todos ellos, arrojando el censo más optimista, el realizado en el 1789 bajo el Gobierno de Gil y Lemos, una cifra de 40 000 almas, mientras que el más pesimista, el elaborado en 1779 por Luis Herrero, arroja unos números totales de 5460, observándose un descenso significativo de los indios guajiros entre los años 1760-1825 de 9679 personas en total.
Elaboración propia. Censo de indios guajiros realizado en el periodo 1760-1825.
Conclusiones Las alianzas entre las diferentes tribus que habitaban la península de la Guajira y las autoridades españolas nunca fueron cláusulas inquebrantables, pues el reconocimiento de la soberanía hispana en el territorio llevó implícita tanto la fundación de reducciones como la libertad comercial o la admisión del cristianismo como dogma de fe de la santa Iglesia católica, sin que nada de ello pudiera ser conseguido sino después de alguna victoria militar, y estas,
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como en otras tantas ocasiones, en cuanto la presión militar fue apaciguándose tendrán como inmediata respuesta nuevos levantamientos y rebeliones, apoyadas en ocasiones por las potencias antagónicas del momento, Inglaterra y Francia, siempre al acecho para conseguir el debilitamiento hispano en la zona. A pesar de todo ello, las autoridades justificarán la necesidad de preservar algunos de esos asentamientos, caso de Riohacha o de Santa Marta, a pesar de que los tributos indígenas que se cobraban fuesen a todas luces insuficientes como para preservar su viabilidad;47 aun así, y a pesar de la violencia desatada durante los tres siglos que duró el dominio en la zona, la población guajira permaneció prácticamente estable en cuanto a las cifras totales de su población dentro de un estudio general realizado entre los años 1760-1825, siendo extensos los vínculos que se desarrollaron en ambos lados, los cuales supondrán en ocasiones un freno a la furia, permitiéndose construir el germen del ordenamiento jurídico internacional actual, aunque fuese con las imperfecciones de la época y de las circunstancias que les tocaron vivir. Siglas Archivo General de Indias, Sevilla (España), AGI Archivo General de la Nación, Bogotá (Colombia), AGN Archivo General de Simancas, Valladolid (España), AGS
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Abello Vives y Giaimo Chávez, 2000: 321-322.
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LA FAMILIA EN UN CONTEXTO RELIGIOSO: EL CASO DE LA NUEVA ESPAÑA Asunción Lavrin (Arizona State University)
La definición de familia como una unidad biológica, jurídica y secular excluye a un sector importante de la sociedad virreinal y aun de la Europa moderna: los miembros de familias de órdenes religiosas. Los postulantes a la profesión en una orden religiosa se desgajaban de su familia biológica, jurídica y secular para reconfigurarse como miembros de otro tipo de familia: la familia religiosa de su convento y de su orden. La familia religiosa se concebía como un ente formado por personas del mismo sexo unidas por lazos ficticios de naturaleza sacramental y que, aunque careciendo de conectividad biológica entre sí, compartían objetivos espirituales y materiales. La reproducción y continuidad en el tiempo de las familias religiosas no dependía de matrimonios o herederos, se aseguraba con la incorporación de nuevos individuos que se obligaban a su membresía a través de los votos de profesión compartiendo la configuración delineada arriba. Ya que el número de ingresos no tenía, en general, ningún coto, las familias religiosas crecieron como árboles frondosos a través del tiempo, nutriéndose espiritual y jurídicamente por los votos de profesión. El nudo espiritual que reafirmaba la pertenencia de cada miembro a la orden, y por ende a su nueva familia, era el de la fe y su corolario, la creencia en el beneficio de la salvación del alma y la vida eterna prometida para sus miembros. Todas las órdenes religiosas tenían que identificarse y autorrepresentarse utilizando metáforas tanto escritas como visuales tomadas de la familia biológica.1
Las metáforas familiares se han usado para otros propósitos sociopolíticos, como las revoluciones o las guerras de independencia. Lowenthal Felstiner, 1983: 154-181. 1
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Por ejemplo, las órdenes se representaban en la pintura con el uso de árboles genealógicos que pormenorizaban sus ancestros —fundadores y santos—, tal y como lo hacían las familias biológicas-jurídicas. En esos troncos y ramas creados por el imaginario artístico hay gran variedad visual que se ajusta a los estilos en uso en los momentos o espacios donde se concibieron. Esas representaciones visuales —frescos en las iglesias, impresos en las historias de las órdenes— tenían el propósito de mostrar una realidad observable y verificable para un público usualmente devoto que compartía con la familia religiosa no solo algunos de sus miembros, sino también sus objetivos espirituales. Los árboles genealógicos exhiben y preservan una noción orgánica de las órdenes como un ente viviente y siempre en evolución. Desde sus inicios en el siglo xvi, la representación plástica de las familias religiosas novohispanas siguió precedentes europeos, tanto medievales como contemporáneos, en un esfuerzo por incorporarse a los troncos europeos de los cuales descendían. Sin embargo, hay innovaciones surgidas de la nueva experiencia histórica. En Nueva España, los franciscanos incluían a sus mártires del Japón y los maestros de la orden en el virreinato. En el convento de San Francisco de Puebla los religiosos se apiñan en las ramas, donde se destacan algunos que evangelizaron en México y otros santos y miembros notables originarios en Europa. Las monjas y santas de la orden guardan los linderos de la representación en los extremos de las ramas. El tronco del árbol es san Francisco, y de su cuerpo crecen ramas laterales con todos aquellos que deseaban ser recordados en la nueva tierra. Los dominicos, en su templo de Oaxaca, representan el árbol no en las paredes, sino en el techo de la nave central en un enramado exuberante y policromático, una innovación estética que cubría y amparaba todos lo que entraban en la iglesia y le recordaban los méritos espirituales de la orden.2 Es importante recordar que el cristianismo se fundamenta sobre un concepto de familia. Un padre creador y todo poderoso, Dios, envía a su hijo en una misión redentora del género humano. Ese hijo encarna en una madre ejemplarmente pura, María, y es criado por un padre putativo, José, que ama y protege al hijo y asume el rol protector que le tocaría a todo hombre dentro de su paternidad biológica. El hijo cumple su propósito redentor y retorna Ver árbol genealógico dominico en Oaxaca en https://c1.staticflickr.com/9/8139/1026 4127835_98bbf438b1_b.jpg. La familia franciscana en Zinatepec también se expresa en un árbol genealógico, ver en http://www.flickriver.com/photos/eltb/4236698375/. 2
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a su padre espiritual y creador absoluto, del cual es parte consustancial. Tras su muerte física, la madre es elevada al cielo, donde es premiada por su respetuoso hijo como emperadora de los cielos, y desde ese lugar preeminente ampara a toda la humanidad, mientras que el padre terrenal, ya santificado, también extiende su paternidad sobre sus devotos. El catolicismo postridentino enfatizó más que nunca el ambiente familiar no solo entre los miembros de la Iglesia, sino en sus prácticas devocionales y era lógico que también subrayara los conceptos de feminidad y maternidad, así como de paternidad y masculinidad. La Iglesia militante dependía del fortalecimiento de esos vínculos familiares para asumir su rol en un mundo secular plagado por desafíos espirituales y materiales que demandaba, en teoría, una fuerte unidad interior entre los creyentes. La sagrada familia sería la más sólida base de esa unidad y las órdenes religiosas también mantendrían su cohesión interior reforzando el concepto de familia entre sus miembros y a través de sus reglas. En México, la inclusión de los abuelos de Jesucristo, Ana y Joaquín, completó el linaje familiar, cuya devoción, llamada de los Cinco Señores, fue muy popular en el barroco regional. El culto josefino recibió especial atención en ese siglo, al parecer necesitado de la reafirmación del rol paternal del hombre dentro de la familia. José, Joaquín y otros santos varones se representan en sus papeles de padres espirituales fuertemente ligados al culto del niño Jesús. El culto josefino fue fundamental en el devocionario tanto hispano como novohispano. Los primeros evangelizadores pusieron el continente americano bajo la protección de san José y la primera escuela para indígenas de México se llamó San José, testimonio de que antes de Trento y de santa Teresa ya ese padre de familia comenzaba a enraizar en el imaginario popular. Más tarde, el primer convento teresiano en Puebla también adoptó el muy reverenciado nombre del santo. En su erudito estudio sobre el culto josefino en el Imperio español, Charlene Villaseñor Black subraya la mediación de santa Teresa en la popularización de san José y su amplia difusión en el Imperio español y especialmente en México como padre amoroso, protector y sostenedor de la familia y ejemplo de humildad, todos atributos de una masculinidad virtuosa y santa.3 No es exVillaseñor Black, 2006. Ver también el contenido de la revista Estudios Josefinos, editada en Valladolid desde 1947, para una actualización de la extensa bibliografía josefina de los siglos xvi a xviii. 3
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traño, pues, que un franciscano historiador, Juan Domingo Arricivita, dedicara su obra a san José como padre, apóstol de la fe, patrón de las Américas y del colegio de Propaganda Fide de Querétaro en sus actividades misioneras. Arricivita se declara “el más humilde de vuestros esclavos” antes de besar los pies de José.4 En cuanto a la sublimación de María, recordemos cuán importante fue el anclaje de la purísima concepción dentro del ámbito hispano en este siglo, dado el apoyo que tuvo en la orden franciscana. Un tema que unía a muchos teólogos desde la edad patrística hasta el siglo xviii fue el de la conceptualización de la mujer como fuente de pecado, lascivia y perdición. Solo la Virgen María era perfectísima, purísima y digna de las más barrocas hipérboles caballerescas de ese siglo. Esa mistificación de la pureza femenina encauzaba la afectividad masculina a una madre cuyo papel comenzaba a desaparecer en la vida real a partir de la pubertad, cuando la influencia maternal sobre los hijos varones empezaba a ser suplantada por el escogimiento de una ocupación y la toma de estado que todo hombre esperaba decidir hacia finales de la segunda década de su vida. María, madre ejemplar, modesta esposa, reina de los cielos y protectora de la humanidad, era el modelo más perfecto de mujer a quien se podían dedicar todos los afectos más sublimes en hombres dedicados a Dios que habían dejado su madre y su familia biológica. Se podían seguir a través de ella todos los ciclos de la vida humana, desde su concepción, su nacimiento, sus bodas, su preñez, la lactación de Jesús y su muerte terrenal, en etapas espiritualizadas a través de las más extremadas expresiones barrocas de veneración y sumisión: “Quisiera Virgen María / Madre mía muy amada /Tener mi Alma Abrasada /En vuestro Amor noche y día / Oh dulce Señora mía / Quién tuviera tal fervor / Que asemejara en Amor/ A los serafines todos / Y os amara de cuantos modos / Inventó el más puro ardor”.5 La devoción mariana también fue parte del mundo femenino. Para las religiosas, María también fue una madre pura y perfecta, pero además de Arricivita, 1792: s/p. Por su parte, fray Agustín de Vetancurt exalta ambas figuras, María y José, la primera como tabernáculo en quien se depositó el verbo divino y José, como su custodio, “dueño y esposo de la que solo Dios es mayor que ella” (Vetancurt, 1982: 12). Véase su expresivo y largo título y su dedicatoria. 5 Fray Antonio Garrigos, Vida admirable del V. P. F. Joseph Marques, hijo de la Santa Provincia de Santiago de Jalisco. Manuscrito, s/f, Biblioteca Nacional, Madrid. MSS 5695, fols. 88, 88v. 4
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ser modelo y objeto de afectividad espiritual compartían con ella el sexo biológico y, por ello, era fuente de consuelo y revalidación de su propio género ante el constante diminutio que sufrían las mujeres frente a la autoridad masculina.6 Mucho antes de la publicación de la vida de María por la madre María de Jesús de Ágreda, la figura de Ana, madre y educadora de la Virgen, se había hecho popular en España, añadiendo a la abuela de Jesús y maestra al devocionario popular, y también reforzando la intelectualidad de la niña, tema que suscitó la discusión de la necesidad de la educación para las mujeres.7 La existencia en Puebla de una pintura de Ana enseñando a leer a María reafirma la transmisión de la idea al virreinato.8 La vida de María de la madre Ágreda se volvió lectura obligada en los conventos novohispanos de ambos sexos. La metáfora de la familia en las crónicas religiosas En la vida conventual tienen lugar eventos claves tales como el nacimiento, la hermandad, los esponsales y el matrimonio, con mucha más complejidad metafórica que dentro de la familia biológica debido a su carga espiritual. Por otra parte, cabe distinguir que, si bien tanto las órdenes religiosas masculinas como las femeninas usaron elementos metafóricos comunes, hay una fluidez en la caracterización de esos roles que sugieren que la línea de demarcación entre lo masculino y lo femenino dentro de la metáfora espiritual era flexible, ya que se observa entre ellas una apropiación de atributos que en teoría parecerían pertenecer al otro sexo. Veamos cómo se desenvuelven algunas metáforas de la familia en el mundo religioso novohispano, que caben aplicarse a todo el mundo hispano católico. Asociar el nacimiento de una provincia religiosa a un parto nos lleva Rubin, 2009; Pelikan, 1996; Warner, 1983. Peña Díaz, 2014: 3-21. Ver la bibliografía sobre el tema en las notas del autor: https://www.academia.edu/12031870/Mar%C3%ADa_catedr%C3%A1tica_eminente_ representaci%C3%B3n_y_pol%C3%A9mica_en_torno_a_la_Virgen_y_el_libro_siglos_ XVI-XVII_. 8 La educación de la Virgen. Anónimo, siglo xvii. Óleo sobre tela, templo de Nuestra Señora de la Soledad de Puebla. 6 7
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a una interpretación somática y fisiológica que era manejada con mucha frecuencia de modo metafórico. El cronista franciscano fray Alonso de la Rea se refiere a la fundación de una nueva provincia, la de Michoacán, como el primer parto de la del Santo Evangelio de la Ciudad de México.9 Los comienzos de las órdenes se asocian a la niñez. La Rea se refiere a la custodia de Michoacán como “niña” cuando la misma comenzaba a tomar forma y permanecía aún dependiente de la del Santo Evangelio de México.10 La provincia hija se describe como un ser pequeño, un infante envuelto “en los pañales de la pobreza evangélica”. Las provincias de las órdenes mendicantes se visualizan como femeninas, con la capacidad de ser madres y de reproducir física y espiritualmente otros conventos en el paisaje evangelizador y físico. El lenguaje histórico utiliza un vocabulario de funciones femeninas que de modo natural maneja el historiador sin ambages o prurito alguno. Algunos cronistas recurren a la metáfora del parto no solo con respecto a la expansión de las provincias, sino a su propio papel creativo como historiadores. Por ejemplo fray Baltasar de Medina, cronista de la provincia franciscana de San Diego de México, se refiere a sí mismo y a su obra en los siguientes riquísimos términos biológicos y familiares: “Hoy sale a luz el parto deseado desta [sic] historia, Benjamín de mi estudio, hijo de mi diestra, heredero de mi amor […] pareciera tardío el parto, si no hubiera sido misterioso el preñado”. El misterio se refiere a la tardanza en la colección de datos y publicación de la historia, período de gestación que le recuerda a otro caso bíblico: la provincia había sido como una Sara, estéril hasta su novena década, momento en que Dios lo señaló a él como comadre o partera a cargo del alumbramiento: “Puso Dios su mano en mis dedos para que con estilo de Rea, 1882: 309. Rea, 1882: 81. El autor se recrea en el uso de metáforas relativas a la maternidad. La custodia de Michoacán podría gozar de ser la primogénita de la del Santo Evangelio, “madre que lo es de todo este reino... Pues los primeros pasos que dio esta Provincia de Michoacán del amoroso vientre de la del Santo Evangelio…”. Ver también Basalenque (1886: 196). El convento de Valladolid fue madre de la provincia. Por su parte, Francisco de Burgoa se refiere a la provincia dominica de Oaxaca como rica tanto en hijos propios de la región, “hijos […] envueltos desde los primeros pañales en la cuna de este convento y seminario de Guajaca” como en aquellos venidos de España, unidos por la fraternidad, para crear tesoros de virtud que beneficiaban a su madre (Burgoa, 1989: 24). 9
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hombre fiado de la poderosa voz, que partea las ciervas, aplicase el hombro y brazo a romper telas que ocultaban tanto hijo”. En otras palabras, Medina, con sus propias manos, ha ayudado en el “alegre parto” de la historia de su provincia y, además, se adscribe una paternidad que ha necesitado de fuerza física para sacar al hijo de ese vientre entorpecido por telas que obstruccionaban el nacimiento. El historiador ha hecho fructífera su provincia religiosa, acabando con la esterilidad que la misma sufría hasta su llegada como escritor. También el dictaminador de la obra, fray Francisco de Fuentes, teólogo de prima en el convento de San Diego, se refiere a la obra como “parto” tras una larga esterilidad, repitiendo la metáfora empleada por Medina.11 Medina parece apoyarse en el papel generatriz del hombre, interpretación tomista y aristotélica de la fisiología humana, aunque al mismo tiempo se visualiza asumiendo el rol de partera, que en el mundo físico era llevado a cabo mayormente por mujeres. A fin de cuentas, aunque la provincia es femenina y sufre partos, son los hombres lo que llevan a cabo la labor de hacerla fértil con sus acciones y con sus escritos. También aprovecha la ocasión para dedicar su obra a san Diego de Alcalá, su padre dentro de la religión, pero, haciendo el nudo barroco aún más complicado, lo señala como padrino que lo adiestra y conforma en la religión. Como tal, el autor prosigue presentándose como niño que apenas puede balbucir la grandeza de la esposa del santo, que es su madre, la provincia dieguina, “en cuyos brazos nace [quien escribe], en cuya educación se doctrina, vive, y crece” hasta que algún día se encuentre en el convite grande de la gloria. En este complicado juego de conceptos Medina recurre a metáforas que combinan matrimonio (de san Diego con la provincia), maternidad (de la provincia con respecto al autor) y apadrinamiento del santo con el autor en una niñez balbuciente que aún depende de la protección de su santo padrino. A pesar del atentado de modestia y diminutio de Medina, se trasluce su conciencia de autor que comprende la utilidad pedagógica de la historia y que se hace cargo del proceso médico de sacarla a la luz. En este proceso aprovecha la oportunidad para reafirmar la superioridad del hombre respecto a la mujer en el asunto del alumbramiento intelectual.12 Medina, 1682. Dedicatoria “Al humilde seráfico maestro”, sin paginación. Medina subraya la superioridad de las letras en manos de hombres a las palabras de las mujeres: “Como dijo un político, oficio de varones los hechos, las palabras de mujeres. 11 12
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Fundamentos de la familia religiosa Es irónico que la familia religiosa se formara destruyendo los lazos de la familia biológica. Al tomar los votos religiosos, tanto frailes como monjas se separaban de su familia para siempre. La renuncia a los lazos que unían al individuo con padres y hermanos era el primer sacrificio que se ofrecía a Dios, siguiendo el llamado de Jesucristo de dejarlo todo para unirse a Él. La vida monástica, desde sus primicias, se basaba en el abandono de una identidad para la construcción de otra sobre una tabula rasa. La renuncia perseguía un fin encomiable. El estado religioso era estimado como superior al estado secular, y ese premio justificaba el alejamiento y la pérdida de las relaciones con los familiares. Dios, por su parte, concedía privilegios especiales a quienes se le entregaban incondicionalmente a pesar del sufrimiento de la separación familiar, y eso era algo que los parientes debían comprender y aceptar. Los padres que lamentaban la pérdida de un hijo o una hija por la religión, escribía fray Valeriano de Espinosa en su Guía de religiosos, debían considerar que sus hijos se convertían en los hijos del Padre y señor Creador y ascendían a un estado más noble, ilustre y privilegiado que el de los meros seculares y muy apreciado por Dios mismo.13 Pero de cualquiera manera sacar el Señor a uno de su tierra, y de entre sus deudos para mejorarle, sacarle de la casa de sus padres, para traerle a la suya, justo es sea tenido por singular merced, y por un muy grande bien, y misericordia.14 Una vez que la Iglesia comprobaba el aprendizaje y la madurez espiritual del profeso y lo confirmaba como sacerdote, el fraile se convertía en padre, capaz de administrar los sacramentos y predicar el mensaje de Dios entre los Es más ilustre y generosa varonía la de las manos que la de las lenguas” (Medina, 1682). Dedicatoria “Al humilde seráfico maestro”, sin paginación. Al dedicarle su obra a Joseph de Retes, mayordomo y síndico de la orden en Nueva España, que había costeado la impresión del libro, lo llama “padre de nuestra familia”, haciendo extensiva la paternidad a los patrones de la familia religiosa. 13 Espinosa, 1623. Lo que Espinosa escribía para la orden de san Bernardo era válido para otras órdenes mendicantes. No se podía seguir el camino de perfección que se intentaba dentro del estado religioso con ataduras personales y especialmente familiares. 14 Espinosa, 1623: 109-118. Ver también Pimentel Pontes Filho (2006: 9-24).
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fieles, quienes lo debían ver como representante de Dios y con poderes mucho más amplios que los de un padre biológico, pues se extendían de manera universal a todos los miembros de la sociedad. Además de adquirir rango y autoridad social, el sacerdote tenía ganancias intelectuales y económicas. Adquiría una educación superior y resolvía su futuro bienestar en términos bien entendidos por muchos jóvenes pobres.15 Estas ganancias fueron obvias para algunas familias, que de muy buena voluntad colocaban a los hijos varones en las órdenes religiosas. Tomemos por ejemplo el caso del bien conocido franciscano fray Junípero Serra, recientemente canonizado, hijo de una familia pobre mallorquina y cuya profesión en la orden franciscana, si bien lo alejó de su familia y su tierra, le permitió desarrollar sus capacidades como evangelizador y organizador y dejar su nombre de modo permanente en la historia de su provincia y la de la Nueva España.16 El acceso a una educación superior y a una autoridad social y espiritual que pocos tenían dentro del estado secular era obvio. Otro caso relevante fue el de fray Alonso de la Veracruz, que desechó una promisoria carrera como intelectual secular en España, tomó el hábito agustino y tras pasar a Nueva España fundó la vida académica dentro de su orden como maestro en Tiripitío y después como profesor en la recién fundada universidad en México (1537). Estos ejemplos de ascensión social y de reinvención de la identidad personal solo serían posibles dentro de la familia religiosa17. Por otra parte, la renuncia a los bienes materiales que se demandaba con la entrada a una orden religiosa mendicante podía poner al postulante en una situación financiera dependiente y frágil. La renuncia a los bienes propios y a aquellos que le pudieran pertenecer por herencia era requerida por el voto de pobreza y se veía como el mayor acto de humildad en las órdenes mendicantes. Esta situación obligaba a la orden En el primer cuarto del siglo xvii, el franciscano peninsular fray Luis de Miranda se reocupaba por la admisión de gente pobre y sin educación que buscaba seguridad económica ingresando en su orden. Ver Miranda (1622: 167-176). 16 Palou, 1787. La profesión y la vida religiosa abrió la posibilidad de la beatificación y canonización de fray Junípero Serra, que esperaba este último reconocimiento en 2015. 17 Escobar, 1890: 154-56. Escobar narra cómo cuando Alonso dejó a su familia biológica sus parientes y amigos desesperaron por su decisión. Sobre la universalidad de este sentimiento de pérdida de la familia biológica, ver un caso en España en Madre de Dios (1684: 35, 44-46). 15
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a garantizar su manutención con los fondos comunes de la familia y de los haberes reales destinados a ese efecto. Las mujeres estaban protegidas por la dote que ofrecían a su esposo espiritual al acceder a su nuevo estado, que era otra metáfora secular incorporada a la familia religiosa. Además, las familias podían añadir otras donaciones para asegurar el bienestar de esas mujeres, que ya no serían beneficiarias de otras herencias familiares.18 Si bien la profesión en una orden hacía al fraile hijo de la misma, la filiación se desdoblaba en otros significados. Se extendía a la provincia de la orden y al claustro al que pertenecía. En Nueva España, las tres órdenes mendicantes clásicas (franciscana, agustina y dominica) se subdividieron en varias provincias, siendo la franciscana la que tuvo el mayor número de provincias. Los hijos de cada convento y provincia podían pasar a otros con autorización del prelado, prior o provincial, si este determinaba la necesidad de la transferencia, pero ese movimiento no era asequible al fraile por su propia voluntad. Este tránsito de un convento a otro de la misma orden fue frecuente entre los religiosos provenientes de la península para hacer una labor misional, tránsito que duró hasta bien entrado el siglo xviii. El movimiento de un convento a otro daba como resultado la prohijación del migrante al claustro que lo acogía, aunque se sobreentendía que también seguirían siendo hijos de aquella donde profesaron y de donde salieron.19 La tercera categoría en la filiación fueron los hijos de provincia, originarios de España pero profesos en Nueva España, cuya madre siempre fue la provincia novohispana. El tránsito de un convento a otro de diferente provincia fue un asunto de importancia espiritual y legal. El misionero que transitaba de ese modo se incorporaba a otro convento con la venia de los superiores de ambas. Por ejemplo, un provincial daba a un súbdito licencia para “que se incorpore y sea recibido por hijo de dicha Provincia en la forma que debe y puede según nuestra sagrada constitución es y sin perjuicio alguno de esta nuestra ProSobre renuncia de bienes, ver los ejemplos del beato Aparicio de Jesús, profeso en la orden franciscana, y del hermano fray Antonio de los Ángeles, profeso en el Colegio de Propagada Fide en Querétaro (Rodríguez, 1769; San Miguel, 1695; Espinosa, 1731). Sobre las dotes de las religiosas, ver Lavrin, (2016: 72-74); Torres Sánchez (1991) y Marchant Rivera (2010). 19 Torquemada, 1723: 12. 18
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vincia ni del convento donde es hijo según su profesión”.20 La posibilidad de regresar al convento donde profesaron en España fue muy importante para los misioneros, ya que, en teoría, ese derecho los protegía de cualquier problema experimentado en la misión, dándoles la oportunidad de regresar a su provincia materna y garantizar su viabilidad económica. El agustino peninsular fray Joseph Sicardo experimentó el repudio de la provincia agustina de México por razones políticas del muy abusado proceso de alternativa. En un memorial al rey en 1688, Sicardo explicaba haber conservado su filiación en la provincia de Castilla por haber profesado en Salamanca, pero, tras su regreso a la península, fue también rechazado por el procurador de la misma, que intentó obligarlo a regresar a México. En su vigorosa respuesta Sicardo recordaba leyes reales de 1617 y la bula papal de 1609, que para promover el paso de misioneros a América y Filipinas no permitían la desprohijación, o repudio familiar, de los mismos.21 La filiación, pues, no fue asunto baladí para los miembros de las órdenes religiosas, sino una forma de protección de su identidad y de los derechos que les correspondían en cuanto a su sustento económico y espiritual. El repudio de un hijo podía ser de raíz política, pero posiblemente más común fue el originado por conductas indeseables para su claustro, provincia u orden. Los casos de desafiliación, por su gravedad, no fueron problemas frecuentes en las familias religiosas. Uno que merece ser recordado fue el del franciscano fray Manuel Cadaval, de origen gallego, que profesó en el Colegio de Propaganda Fide de Zacatecas el 17 de junio de 1764.22 Cadaval resultó ser un religioso falto de vocación y disciplina personal. Fue descrito como “caviloso y de genio intrépido”, “amigo de conversaciones con todo género de personas” y predispuesto a argüir. Tras su servicio misionero en la región de los tarahumaras, volvió al Colegio. No pudiendo tolerar la disciplina, fue desafiliado en el año 1771. Esto simplemente significaba que el Colegio no lo deseaba, pero el comisario general de Indias de la provincia franciscana no estaba dispuesto a abandonarlo y Cadaval se quedó en el convento franciscano de Zacatecas, de
Licencia dada por el provincial de la Orden de San Agustín de la provincia de Andalucía, 5 de julio de 1678, AGI, México 708, f. 103v. 21 AGI, México, 316. Memorial al rey, 1688. 22 AGN, México, Inquisición, Vol. 1344, 1792. 20
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donde pasó a uno de los presidios de la frontera como capellán. En ese remoto paraje, probó ser un solicitante empedernido de favores sexuales y, de hecho, entabló relaciones con algunas mujeres, razón por la cual su nombre quedó registrado en un meticuloso proceso de la Inquisición. Ya en manos de esta, su provincia declaró que era inquieto, inclinado a discordias, perturbador de la paz e inobediente de sus prelados. Esas fueron las cualidades que originaron su desafiliación y eventualmente su castigo por la Inquisición.23 La expulsión de la orden o el despojo del hábito eran penas posibles pero no muy frecuentes. Daniel Ulloa ha dejado constancia de esos castigos para la orden dominica en el siglo xvi, que apenas llegaron a ser uno al año, anotando que solamente en casos de incorregibilidad renuente se tomaban esas decisiones.24 Respecto a las mujeres, la pertenencia a una familia religiosa era similar en teoría a la de los hombres, pero la inclaustración hacía menos posible o frecuente el traspaso de una provincia o de un convento a otro, y aún menos una desafiliación. El movimiento de un convento a otro ocurría durante una nueva fundación. En México la mayoría de los conventos femeninos, con pocas excepciones, se fundaron con religiosas novohispanas por la dificultad del traslado desde la península, proceso que no se creía bueno para el sexo femenino por sus riesgos. De ahí resultaba que las religiosas eran en su mayoría hijas del convento donde profesaban, aunque hay que precisar que las fundadoras podían ser peninsulares ya establecidas en Nueva España. Sin embargo, el tránsito y los viajes de algunas monjas fueron esenciales en la fundación de algunos conventos. Las fundadoras del convento de capuchinas de San Felipe de Jesús en la Ciudad de México en 1665 fueron monjas salidas del convento de capuchinas de Toledo. Igualmente las fundadoras de las brígidas, que llegaron de Suecia en el siglo xviii y fueron once de las doce fundadoras de la Orden de la Compañía de María Nuestra Señora, dedicada a la Enseñanza.25 Los frailes castigados por la Inquisición usualmente permanecían dentro de la orden, que aplicaba una disciplina espiritual para lograr su reforma. 24 Ulloa, 1977: 206-213. 25 Lavrin, 1996: 139-160. Las capuchinas también estuvieron dispuestas a enviar a sus profesas a fundar conventos en Suramérica. Ver Owens (2009, 2014: 379-392); Sifvert (1992). La Orden de la Compañía de María o La Enseñanza se debió al esfuerzo de una criolla adinerada que fue a España a tomar los votos y regresó a Nueva España con las monjas de fundación (Foz y Foz, 1981). 23
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El orden familiar dentro del convento Una vez establecida la filiación a la familia religiosa, se pasa a otro nivel de paternidad y maternidad. Dentro del claustro, la relación entre padres e hijos o madres e hijas se regía por una escala de rangos a través de un sistema de antigüedad y mérito que, si bien compartía características con los establecidos entre los seculares, se intensificaba dado los estrechos límites que suponía el universo de cada convento, o aun de cada provincia. La disciplina que regía la familia religiosa era mucho más estricta que la que imperaba dentro de la familia secular, donde, si bien los padres tenían obligaciones y los hijos deberes, los lazos que los unían se desataban con el paso a la mayoría de edad o el matrimonio. No existía modo oficial alguno para el fraile de desacatar oficialmente la autoridad de su padre prelado o prior, quien, por otra parte, contaba con bastantes recursos de punición. Esta situación se replicaba en los conventos femeninos, donde la priora o madre superiora era investida con una autoridad suprema con respecto a sus hijas. Esa autoridad era más importante que la de una madre o esposa dentro de la familia secular, excepción hecha de viudas con medios económicos suficientes y nombradas legalmente tutoras de sus propios hijos. Debemos recordar, sin embargo, que las prioras o abadesas estaban sometidas a las autoridades masculinas a cuya jurisdicción pertenecía el convento. La relación padre e hijo o madre e hija dentro de los claustros no se describe como tiránica en las crónicas, sino como una de ajuste entre la autoridad del padre y las necesidades de los hijos. Los cronistas debían destacar lo positivo y no lo negativo de su familia a pesar de que la vida conventual no era en ningún modo completamente armónica —como tampoco lo era en la familia secular—. Por ejemplo, Torquemada nos cuenta que, en la elección de fray Martín de Valencia como primer custodio de la provincia del Santo Evangelio, los frailes le dieron su voto, a pesar de que este tenía cierta renuencia a aceptar. Para explicar la razón por la que aceptó esa responsabilidad, Torquemada discurre que los ruegos de los hijos para sus padres deben ser atendidos “porque en caso, que al hijo le esté bien una cosa, no rehúsa el padre de concedérsela, aunque sea a costa de su quietud y contento, porque el ruego del hijo querido, es fuego que abrasa el corazón del padre y llave con que le abre las entrañas y corazón, para obedecerle y
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no enojarle”.26 El tono moralizante del escritor lleva un mensaje aplicable a las relaciones familiares tanto seculares como religiosas, y, si bien la realidad fue bien distinta en muchas ocasiones, podemos considerar la definición como apropiada al periodo apostólico y evangelizador de Nueva España en el siglo xvi y como doctrina moral-familiar deseable de mantener dentro de la Iglesia y de la sociedad.27 Entre las religiosas, no cabe duda de que muchas prioras o abadesas estaban muy imbuidas de un sentimiento maternal hacia sus hijas de convento. Es notable el testimonio de sor Bernarda Lorenza, priora de las capuchinas de México durante más de treinta años, hasta su muerte en 1695. En su epistolario con la poblana Ana Francisca de Zúñiga y Córdoba, se traslucen sus sentimientos maternales respecto a las jóvenes novicias que ingresaban al convento. La priora era bien consciente de estar criando niñas como madre espiritual, tarea que creía recompensaba su traslado a las Indias. Aun conociéndolas bien, no deseaba tomar ninguna decisión con respecto a algunas postulantes, apegándose a la obediencia de la jerarquía eclesiástica. Las capuchinas se preciaban de su firme observancia del voto de obediencia. Así, sor Bernarda Lorenza se sometía al permiso o la opinión de un canónigo para la selección final de algunas novicias. En teoría, todas las religiosas debían seguir las convenciones sociales y aceptar la paternidad y obediencia que debían a sus prelados mientras practicaban su maternidad en el interior del claustro. La práctica señala situaciones de desafío, que señalaremos más adelante.28 Paralelo a los conceptos de paternidad o maternidad, en el claustro se desarrollaba el concepto de hermandad. La hermandad ficticia fue un elemento esencial para lubricar las relaciones personales dentro de la vida religiosa, aunque, paradójicamente, tenía numerosos obstáculos. El más importante era la prohibición de amistades o de expresiones de afecto personal. El objetivo religioso de ganar la gracia de Dios y la salvación eterna era, esencialmenTorquemada, 1723: 27. Otro ejemplo de paternidad preocupada por el bienestar físico de sus hermanos de orden y de la comunidad fue el dominico fray Pedro de Acevedo, provincial de la provincia de Oaxaca en 1616, encomiado por su generosidad por el cronista Francisco de Burgoa (Burgoa, 1989: 407-09). 28 Carta de septiembre de 1690 (Lavrin, 1996). 26 27
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te, una tarea individual. Cada uno trabajaba para sí mismo para procurar ese objetivo. Los afectos se dirigirían a Dios, el esposo divino de todos. Y, sin embargo, al mismo tiempo existía el imperativo de ser hermanos espirituales de los otros conventuales y aun de la humanidad fuera del claustro, precepto que derivaba de la caridad cristiana. El individualismo del objetivo salvífico como persona y el deber de mantener la comunidad fraternal de hermandad dentro del claustro y de la orden fueron fuerzas en oposición que crearían tensiones tanto personales como comunitarias. ¿Cómo ser buen hermano y al mismo tiempo abstenerse de afectos personales? Hay una imbricación de fraternidad y autoridad dentro de las familias religiosas que no es fácil de delimitar nítidamente. Se sobreponía este obstáculo con el empleo del concepto de caridad, una virtud teologal que era fundamental dentro del carisma cristiano. Se debía amar al prójimo como a sí mismo; se debía orar por su alma tras su muerte. En manos de un prior o una priora conscientes de su deber, esa virtud era una herramienta para tratar de mantener la armonía dentro del convento, pero los prioratos no eran perfectos, y la humanidad de quienes convivían dentro de un claustro nos lleva a la realidad de un conglomerado social dentro del cual se debatían todas las pasiones humanas en constante antagonismo pero reguladas mayormente por la disciplina impuesta por la observancia de la liturgia diaria La hermandad implícita en la pertenencia a la orden, la provincia y el convento tenía otro obstáculo en la jerarquía rígida que era esencial para el funcionamiento de la familia religiosa. Los prelados o priores y sus contrapuntos femeninos ejercían control completo como cabezas de sus comunidades. El resto de la comunidad era súbdita y se sometería a la obediencia, que era el voto más esencial de la vida comunitaria. El concepto de obediencia era fundamental para ejercer el poder y común entre las familias seculares y las religiosas. El mecanismo de elecciones dentro de los conventos, con el subsiguiente reemplazo y transferencia del poder cada tres años, limitaba, en teoría, la potestad completa de un religioso sobre su familia. La paternidad o maternidad de los superiores no era permanente como en la familia biológica. La renovación a través de elecciones añadía flexibilidad y permitía, en teoría, una renovación que era deseable para mantener vida, movimiento y longevidad en la familia religiosa. Aunque algunas prioras ejercieron su cargo durante largo tiempo y el poder se corrompió y abusó en algunas órdenes
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masculinas, se puede argüir la teoría de la mayor flexibilidad en el gobierno de la familia religiosa comparada con la supremacía del padre dentro de la biológica. La longevidad de la familia religiosa estaba asegurada por sus reglas y por la autoridad que ejercía cada padre o cada madre dentro de su orden y su convento. Es posible trazar la trayectoria de una orden durante cientos de años, mientras que en la de la familia secular, que, si bien en muchas ocasiones, podía durar múltiples generaciones, usualmente sufrían numerosos altibajos para mantener la autoridad de sus cabezas. Relaciones humanas dentro de la familia claustral Queda por revisar la dinámica de las relaciones humanas en los claustros, que nos plantea situaciones más cercanas a la vida diaria y la problemática de cómo negociar los postulados espirituales y aun legales de la filiación familiar dentro del claustro y el ejercicio de la autoridad paternal y la obediencia filial. El tránsito de la familia biológica a la religiosa se hacía en el noviciado, periodo de iniciación en el cual se aprendía a ser miembro de la nueva comunidad. El novicio o la novicia eran considerados como niños, que bajo la dirección de un maestro o maestra no solo aprendían los rituales de la vida religiosa, sino una nueva forma de comportamiento. La importancia de ese proceso se aprecia en los tratados dedicados al entrenamiento de maestros y pupilos.29 Era durante ese período que se trataba de borrar de la mente del aspirante a la profesión formal la memoria de sus familiares y se aprendía la disciplina requerida por la familia religiosa, en la cual se demandaba la observancia de un ritmo de vida muy diferente al de la familia biológica. El orden de la cotidianidad era la piedra de toque del claustro y la familia religiosa. Castro, 1737; Veedor, 1685; Navarrete, 1737; Estatutos y ordenanzas… para el Colegio de Propaganda Fide de Nuestro Seráfico Padre san Francisco de Pachuca en la Nueva España, 1791; Regla y Constituciones para las Religiosas Recoletas Dominicanas del Sagrado Monasterio de la Gloriosa y esclarecida Virgen Santa Rosa de Santa María, 1789. Para las monjas, ver Archivo Histórico del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Colección Gómez Orozco, Directorio para las novicias de este convento de S. Phelipe de Jesús Pobres Capuchinas de México Ms. México, sin fecha. Firmado por Cayetano Antonio de Torres (Núñez, 1712; Lavrin, 2016: 73-99, 2014: 77-94). 29
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Cada espacio físico dentro del convento tenía un propósito propio, que se definía con las actividades que se desarrollaban dentro del mismo. Quienes entraban en los recintos del convento tenían que asumir una rutina inflexible en cuanto a la liturgia y a la vida doméstica. Teóricamente, no había mucha libertad personal para moverse dentro del espacio claustral. En la familia secular, sus miembros ocupaban varios espacios y se movían dentro de ellos con cierta libertad, especialmente llegada la pubertad. Los novicios de cualquier edad debían permanecer en sus celdas o con sus maestros separados del resto de la comunidad, practicando la introspección y el aprendizaje de la regla de su orden. Podían moverse dentro del claustro, ya que no estaban exentos del trabajo manual, pero solo con permiso de sus maestros y observando cierta sumisión a la autoridad de los superiores. Siempre estaban bajo el escrutinio constante del resto de la comunidad, que en el futuro debería votar para su aceptación. Teniendo en cuenta que los novicios usualmente tenían un mínimo de quince años a su entrada al convento, para ellos la niñez y la subordinación se volvían a repetir dentro de la familia religiosa. La reversión a una niñez virtual quizás no fue tan difícil para las novicias, ya que, a fin de cuentas, las mujeres no adquirían personalidad jurídica hasta los veinticinco años y usualmente vivían supeditadas a la voluntad de sus mayores dentro de sus familias. Para el novicio, la extensión de la supeditación a un padre espiritual significaba olvidarse de las prerrogativas sociales inherentes a su sexo. Esta experiencia sería más dura tratándose de hombres maduros que entraban a la vida religiosa tras una conversión espiritual y que renunciaban a los derechos sociales adquiridos en su mayoría de edad. El retorno a la condición de niño se extendía al jovenado, el periodo después de la profesión. Los recién profesos eran aún pinos verdes en entrenamiento. El maestro que tenía a su cargo moldear a los recién profesos podía equipararse a la de un ayo para los varones. El rol maternal sería natural para las maestras de novicias. La imitación de un modelo familiar laico parecería más fácil en los conventos de monjas, ya que las mujeres se criaban para ser madres y expresarse afectivamente. Sin embargo, hay que destacar cómo también a veces se describe el papel del maestro de novicios como tierna madre a cargo de pequeñuelos hijos. Esta apropiación del papel femenino se hacía con mucha naturalidad y nos habla de la flexibilidad de los roles de género dentro del lenguaje que describe el estado religioso. El claustro tenía formas
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de sublimar los lazos personales que derivaban directamente de las relaciones dentro de la familia secular. Se podía hablar de Jesucristo como madre amorosa y protector de sus hijos.30 La masculinidad del maestro padre, o aun de Cristo, no se dañaba por esta asociación con lo femenino. Recordemos, sin embargo, que una gran diferencia entre la familia biológica y la espiritual era el poder custodial de los padres, que, si bien existía metafóricamente en la familia religiosa, no era jurídica como en la familia secular. Sin embargo, la responsabilidad espiritual del maestro le confiaba una autoridad equiparable a la del paterfamilias. Era la obligación de todo padre religioso sustentar a sus hijos con el alimento de la religión. Una forma de enjuiciar el calibre religioso de los postulantes era probarlos con contrariedades y disciplinas, por ende se comprende que la niñez religiosa (el noviciado) de muchos fue una experiencia de rigor y mortificación, pues así se entendía la prueba y la educación de los hijos en los siglos anteriores al siglo xix.31 Un elemento en la conformación de la familia religiosa que no puede escapar a esta revisión es la admisión de miembros de la misma familia biológica en los conventos. La presencia física de parientes dentro de un mismo claustro podía inclinar a la extensión de relaciones afectivas dentro de los mismos. La presencia de varios miembros familiares en los conventos novohispanos fue frecuente en los femeninos, pero no en los masculinos, donde la opción más frecuente fue la de la profesión de hermanos. Francisco Morales pudo ratificar la presencia de hermanos dentro de la provincia del Santo Evangelio, que usualmente no pasaba de dos hermanos.32 Por su parte, Antonio Rubial ha demostrado cómo algunos de los casos de abuso de poder personal dentro de los agustinos de México, fue cometido por hermanos González de la Puente, 1624: 13; Walker Bynum, 1984. Gómez de la Parra, 1992: 217. De una postulanta que había sido viuda en el convento teresiano de Puebla recordaba otra religiosa “que la maestra y la prelada tomaron muy a su cargo el labrarla y amoldarla a la religión, juzgando prudentemente que las de este estado como están hechas a mandar, se rinden poco a la obediencia”. La suposición de que las mujeres casadas estaban acostumbradas a mandar puede basarse en que tenían autoridad sobre los hijos pequeños y los sirvientes domésticos. Aunque no es posible adentrarnos en el asunto, hay que recordar que los conventos de calzadas novohispanos tuvieron numerosas criadas y aun esclavas, situación que remedaba el ambiente familiar de los elementos acomodados de la sociedad. 32 Morales, 1973: 76-128, passim. 30 31
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biológicos.33 En los conventos de mujeres había una situación más flexible. Se permitía profesar a hermanas, sobrinas, primas y hasta a madres e hijas. Niñas educandas, familiares o no, también permitían recrear roles maternales dentro de los claustros. Incluso la reclusión de miembros familiares discapacitados era permitida. Sor María Inés de los Dolores, ciega a causa de una enfermedad infantil, entró en el convento de San Lorenzo de la Ciudad de México, donde tenía una hermana profesa, y allí recibió la ayuda y el apoyo que su familia biológica no creía poder darle.34 Un ejemplo de cómo una familia secular podía convertirse en una familia religiosa es el de la marquesa de Selvanevada, Antonia Josefa Gómez Rodríguez de Pedroso, fundadora del convento de carmelitas del Dulce Nombre de Jesús en Querétaro. La marquesa tenía dos hijas profesas en el convento de San Jerónimo en México y, tras la muerte de su único hijo, se retiró al mismo con su hija menor. Cuando la niña murió de viruelas, la marquesa donó cien mil pesos para la fundación del convento en Querétaro, donde llegó a profesar.35 Rosalva Loreto no solamente testimonia el elevado número de relaciones familiares en los conventos poblanos, sino que afirma que la familia secular propiciaba la entrada en los mismos como resultado de una cultura religiosa compartida por los miembros de la familia de la profesa. Tíos, sobrinos, primos y otros parientes de la misma familia que las profesas pertenecían al clero, y, así, una tradición de religiosidad dentro del ámbito familiar ampliaba el concepto de familia del mundo secular al claustral.36 Sin embargo, no hay que imaginar que los conventos mexicanos estaban poblados de mujeres unidas por lazos
Rubial, 1989: 84-86. Mora, 1729: 98. Ver edición facsímil publicada por la Sociedad Mexicana de Bibliófilos en 2008. En su testamento, su madre biológica estipuló que fuera admitida como donada en el convento “porque allí tendría el recogimiento necesario para su espíritu… y la asistencia en su buena hermana en sus continuas enfermedades”. Las monjas dieron la profesión a María Ynes antes de su muerte. 35 Ramos Medina, 1997: 91-94. En España, los conventos poblados de familiares femeninos parecen haber sido más numerosos que en el México virreinal (Atienza, 2008: 327-348). 36 Loreto López, 2000: 167-223; Chowning, 2006: 22-51. Aun en el caso de las carmelitas descalzas, Manuel Ramos ha corroborado el caso de hermanas profesas, aunque en esta orden no fue lo común (Ramos Medina, 1997: 276-311; Gómez de la Parra, 1992: 217; Torres, 1721). Tras enviudar, esta religiosa profesó junto con su hija. 33 34
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familiares. La realidad muestra comunidades superpobladas donde algunas familias tenían varias religiosas emparentadas y que podían comprar, vender o construir celdas especiales para ellas, pero esta situación es menos común de lo que se puede inferir, especialmente cuando se constata el número y origen familiar de las profesas en un largo periodo de tiempo. En cuanto a la recreación de un ambiente parecido al de la familia secular en los conventos de religiosas, hay que recordar la adopción de niñas internadas para su crianza, que añadían con su presencia un toque humano y casi familiar al lugar. La presencia de esas jóvenes, o aun mujeres maduras, afiliadas a algunas monjas iba en contra de la disciplina conventual, según establecían las reglas, y recibió constantes y duras críticas de los prelados, ya que, si bien era aceptable el concepto de maternidad espiritual, la presencia de niñas, adolescentes o arrimadas de cualquier edad iba contra la observancia prescrita en todas las órdenes femeninas. En la práctica, los conventos desafiaron las reglas por mucho tiempo. Fue notable el papel que jugaron las monjas mayores que se convertían en madres de monjas más jóvenes ejerciendo considerable influencia en la vida personal de las segundas. Los lazos entre estas madres putativas y sus pupilas podían llegar a ser de completa dependencia de la hija, como se puede concluir de la lectura de los diarios de la franciscana María de Jesús Felipa, del convento de San Juan de la Penitencia en México. Durante su vida conventual, registrada en sus escritos de muchos años, estuvo bajo el ala de una madre que la sometía a duras prácticas penitenciales.37 La extensión e intensidad de estas relaciones es difícil de medir, dados los pocos ejemplos que se han logrado encontrar. Las carmelitas descalzas se impusieron reglas muy estrictas al respecto, vividas intensamente por quienes creían imitar a pie juntillas a santa Teresa de Jesús. De las hermanas Teresa de Jesús y Melchora de la Asunción, del convento de carmelitas de San José de Puebla, escribió el cronista Gómez de la Parra que en dieciocho años que fue religiosa, Teresa no le habló a su hermana Melchora sino pidiendo licencia a la prelada “y muy raras veces”.38 En este caso, la regla y la voluntad de las hermanas anularon sus lazos familiares biológicos Diarios de Sor María de Jesús Felipa, Archivo Histórico Franciscano, Celaya, Michoacán, Fondo Provincia, Sección Manuscritos (Lavrin, 2000: 49-75, 2002: 111-160). 38 Gómez de la Parra, 1992: 190. 37
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para permanecer fieles al concepto de familia espiritual. La diferencia entre conventos masculinos y femeninos en cuanto a afectos personales fue tajante. Los hombres no recibían ni familiares ni niños para educar. El suyo fue un mundo completamente adulto, en el que la paternidad no tenía otros medios de canalizarse sino a través de la instrucción de novicios o el ejercicio de la dirección del convento. Desposorio y matrimonio Además de los conceptos de maternidad, paternidad y fraternidad, los de desposorio y matrimonio espiritual fueron cruciales dentro de la familia religiosa. La unión mística del alma con Cristo se hacía mucho más real a través de las prácticas devocionales captadas en la escritura espiritual tanto masculina como femenina, y fue fundamental dentro del catolicismo desde el bajo periodo medieval en adelante. El desposorio espiritual del alma con el Esposo divino fue desarrollado por plumas masculinas, entre las que se distinguió la de Bernardo de Claraval, y fue común dentro de la Orden del Císter. San Bernardo dedicó veintitrés sermones a la explicación del Cantar de los Cantares, que usualmente se toma como ejemplo de la unión entre el alma y Dios. Esta tradición se desarrolló más plenamente en la mística de san Juan de la Cruz, quien también comentó sobre la misma fuente, además de expresar el concepto de matrimonio místico en sintética y expresiva forma poética. La unión mística del alma y Dios no es lo mismo que la realidad devocional del desposorio del alma con Jesús-Dios, que fue muy popular después de Trento y se hizo realidad plástica a través de representaciones pictóricas muy frecuentes en los templos peninsulares y americanos. El desposorio, siguiendo la tradición legal, es la promesa de la unión matrimonial, que se hace por las llamadas “palabras de presente”, o sea, entre los dos desposados y preferiblemente con testigos. El desposorio sella la unión, aunque no carnalmente, y es válida en cuanto a su finalidad de unir dos personas. Es en ese sentido de promesa que fue adoptado entre los escritores religiosos. Santa Teresa de Jesús explicó la diferencia entre ambos términos en sus Moradas y, siendo la escritora más leída dentro y fuera de los conventos, es la mejor autoridad sobre el tema. En su quinta morada indica cómo el alma llega a conocer “al
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esposo que ha de tomar” en un desposorio que aún no es unión sino “como por acá cuando se han de desposar dos, se tratan si son conformes, y que el uno, y el otro quieran”. En ese desposorio, el alma está dispuesta y ambas partes, el alma y Dios, están contentos del arreglo. Tanto el alma como el esposo se dan las manos y queda el alma enamorada, haciendo de su parte lo que puede para que “no se desconcierte este divino desposorio”.39 El desposorio es un encuentro con Dios, una unión entrañable, pero que tiene un carácter temporal, en cuanto a que los participantes se pueden separar, y así dice: “El desposorio espiritual es diferente, que muchas veces se apartan; y la unión también lo es, porque aunque unión es juntarse dos cosas en una, en fin se pueden apartar y quedar cada cosa por si, como vemos ordinariamente”. El Señor se ausenta y “queda el alma sin aquella compañía”.40 Para acabar su explicación. añade la metáfora de dos velas que se juntan y su luz se hace una, “mas después se pueden apartar la una vela de la otra”.41 Por otra parte, cuando Dios decide hacerla merced del divino matrimonio, mete al alma en su morada. Es una experiencia diferente de cualquier otra previa que, en palabras de Teresa de Jesús, “que no sea como otras veces que le ha metido en estos arrobamientos: sino una unión más íntima que requiere que el alma quede ciega y muda y pierde sus potencias” y tiene algunas señales especiales como la visión de la Trinidad.42 O sea, es una unión mística. Allí, “aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria […] porque de tal manera ha querido juntarse con la criatura, que así como los que ya no se pueden apartar, no se quiere apartar de ella”. Teresa se refiere a una posesión completa, que en términos más humanos sería la consumación física y plena posesión de ambos contrayentes. Ese matrimonio es una unión inefable, tan clara y cierta que no deja dudas interiores y para la cual el esposo prepara a la esposa: “Y ansi veréis lo que hace su Magestad para concluir este desposorio que entiendo yo debe ser cuando da arrobamientos…”.43 Durante esos arrobos Dios trata al alma “como a cosa suya propia y a esposa Teresa de Jesús, 1793, t. II: 89. Ibidem: 180-181. 41 Ibidem, 182. 42 Ibidem: 176-177. 43 Ibidem: 116-117. Ver también Ferreira (1978). http://institucional.us.es/revistas/rasbl/10/art_2.pdf; (Cos, 2013: 119-124). 39 40
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suya”. La posesión de la esposa remeda, hasta cierto punto, la autoridad del esposo secular, pero Teresa limpia el matrimonio místico de cualquier corporalidad y lo lleva a su más alto grado espiritual. Asumiendo que ninguna otra pluma puede describir tan bien la diferencia entre desposorio y matrimonio, solo resta ver algunos ejemplos de cómo estos conceptos llegaron a expresarse dentro de la experiencia novohispana. Salta a la vista la escasez de testimonios personales masculinos respecto al desposorio o el matrimonio espiritual. Las fuentes son en su mayoría de carácter pedagógico, pero algunas indican la comprensión de la unión del fraile con su Cristo. En una obra escrita para los pretendientes al hábito franciscano, se les aconsejaba que “toda su consideración ha de ser en su devoto y celestial esposo Jesu-Christo… que ha de ser el dueño de su alma, y el que viva en ella, y la rija, y gobierne”. El cronista dominico Agustín Dávila Padilla pone en boca de fray Alonso Garcés, en trance de muerte, su llamado a Cristo, el esposo a cuyos brazos amorosos esperaba regresar.44 En un poema de carácter festivo y pedagógico sobre el significado del ordenamiento como sacerdote de un franciscano llamado Luis, el carmelita fray Juan de la Anunciación, del convento de Toluca, explica el significado de desposorio y matrimonio. La Iglesia asume el papel femenino cuando se ordena un nuevo sacerdote. El efecto de la ordenación es, como en el casamiento, hacer uno de dos cuerpos: “Pues mira aquí, el propio efecto / al que se ordena la Iglesia / dan por esposa, queriendo / que se haga con ella uno / el ordenado”.45 Si bien la profesión hace al fraile heredero de los bienes de la Iglesia, el papel de esposo que adquiere con la ordenación le da el derecho de gobernar y disfrutar esos bienes, “como a quien de la esposa es propio dueño”. La iglesia da al sacerdote la gracia por dote “suponiendo que es la señal con que el novio es digno de ser su dueño” y, en retorno, le pide “la pureza de su cuerpo”.46 Es obvia la utilidad de estas metáforas para explicar a los creyentes el significado más profundo de la teología moral y la doctrina cristiana. Por otra parte, es en la escritura femenina donde se encuentran las expresiones más personales sobre el significado del desposorio con Cristo. La Castro, 1737: 6; Dávila Padilla, 1625: 553-555. Anunciación, 1985: 145. 46 Ibidem, 146-47. 44 45
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mujer, su esposa, era, según los tratadistas, superior a las seculares y la niña de los ojos del Señor.47 Cabe indicar que esta libertad de hablar del amado y del amor fue predio particular de las mujeres en religión. Las comunidades femeninas albergaban docenas de esposas espirituales, y cada una de ellas, según se puede comprobar en sus escritos, se consideraba la favorita de su esposo Jesucristo. La religiosa invertía un capital emocional en estas relaciones que aún hoy en día no deja de sorprender. Por carecer de otro medio de expresión, la relación de la monja con Jesucristo tomaba carices afectivos expresados con las mismas palabras que eran de uso entre los enamorados. De hecho, fueron contadas las enamoradas seculares —excepción hecha de poetas— que estuvieron preparadas para describir tan plenamente sus estados afectivos y con la libertad que encontramos en los escritos de monjas. La escritura puso en manos de estas mujeres una herramienta de expresión amorosa de la cual carecían sus menos instruidas contrapartes en las familias seculares. En estos textos la monja no solo expresa sus emociones, sino que le adjudica galanteos y notas de amor personal a Jesucristo que ella corresponde con su propia iniciativa.48 La franciscana mexicana Sebastiana Josefa de la Santísima Trinidad escribe: “Es tal la dulce violencia /que abrasa el corazón / con un dolor amoroso /que toda la vida me da / Son encendidas las llamas / que abrazan mi corazón / que sólo el que me lo da / puede aliviar el dolor”. O en otro pasaje: “Este corazón amante /se abrasa con tal ardor / se queja de lo que siente y no dice que es amor / la causa de su dolor”.49 En la literatura religiosa femenina, el esposo angelical fue el centro de la afectividad de las monjas, una relación que llenaba sus aspiraciones emocionales sin peligro de concupiscencia o carnalidad y se ajustaba a la castidad que les era requerida. En el siglo xviii, la capuchina queretana María Marcela Soria escribe sobre el matrimonio místico: “Al estado que queda referido se siguió una unión tan íntima de Dios con el alma que se sentía estar Pinilla, 1668; Ávila, 1668. Lavrin, 2012: 241-274, 259-261, 2014a: 6-21. También ha aparecido en Burrieza Sánchez (2015: 161-189). 49 Sebastiana Josefa de la Santísima Trinidad, Cartas espirituales, fols. 238, 240. En otro pasaje dice: “No tardes en venir /que te estoy deseando / porque tu presencia / me hace mucha falta / Como yo te vea / Estoy consolada / Hermosura mía / Esposo de mi Alma”. 47 48
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con apretadísimo abrazo e indisoluble lazo éste, firme, permanente y que es cierto me persuado no ser capaces ningunas potestades de apartar el alma de Dios ni desatar este nudo”.50 En otros pasajes, el amor conyugal se filtra dentro de la descripción de la unión mística: “Habiendo visto y gustado de la suavidad del Señor, su amable trato y cuan buena es la negociación de tenerle en sí el mismo divino Verbo y estarse con él, amando mutuamente con un mismo y recíproco amor particular del mismo amante dueño el cual ni un solo instante suelta a el alma de sus amorosos abrazos en los cuales ella descansa y goza de suma paz”.51 En las cartas de otra queretana profesa en el convento de Santa Clara, María Ignacia del Niño Jesús, hay explícitas descripciones de amor divino vestido con el ropaje del amor cortesano. Besos, abrazos, caricias y demás se intercambian entre ella y su esposo, pero, además, se incluye en este ménage à trois a su confesor, Manuel Sancho Valls, con quien la religiosa mantenía una relación muy emocional. Usualmente en estas visiones hay descripciones explícitas a la unión o contacto íntimo de los cuerpos de Jesucristo y su esposa, siendo él quien instiga a la esposa a los descansos de su abrazo.52 Me parece importante subrayar estos estados afectivos porque nos permiten adentrarnos en la conceptualización de afectos personales, que pocas veces recogieron documentos relativos a la familia secular. Vida de la Madre María Marcela, religiosa capuchina del convento de Querétaro, Biblioteca Nacional de México, comenzado en 1757. fols. 124-125. En otro pasaje que recuerda a Santa Teresa, dice: “El cual Señor he conocido es el centro del alma y mientras más el alma se une con Dios más en su centro esta y tan de asiento y tan conforme que me atrevo a decir y no con temor si con gran libertad que es imposible que esta unión se deshaga” (fol. 223). 51 Vida la Madre María Marcela, fols. 223-24. 52 Lavrin, 2013: 345-75. A modo de ejemplo, ver la siguiente cita en la cual Jesucristo la invita a celebrar el desposorio de María y José: “Besa mis pies que tantos pasos dieron por tu remedio; besa mis manos que clavadas en la cruz padecieron dolores inexplicables para tu salud eterna y besa mi costado que es la puerta de la vida. Entra en mi corazón y abrázate en el divino amor en que arde […]. Abraza mi cuello, duerme en mi pecho y descansa en tu Dios, que soy yo. Ven esposa amada y amante; ven que es dia hoy de regocijo”. En carta 34, del 24 de enero de 1802, fol. 3. Las cartas se encuentran en el Archivo Histórico de la Provincia Franciscana de Michoacán, Celaya, Fondo Convento de Santa Clara de Querétaro. 50
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Metáforas y realidades en los claustros ¿Hasta qué punto funcionaron las metáforas familiares como medios de estrechar los lazos personales y familiares dentro de los claustros? La respuesta no es categórica ni puede serlo, ya que las relaciones humanas tienen matices infinitos y, a pesar de la dirección rígida de las reglas, cada individuo conservaba su propia personalidad, que le podía conducir a comportamientos que en modo alguno ejemplificaban la bondad del amor y la caridad con los otros. Conocemos esas modalidades individuales como varias formas de pecados que se confesaban en el confesionario o en los diarios y las cartas. La soberbia, la ira, la gula, la lascivia, el deseo de poder y otras flaquezas humanas eran el pan de cada día en cada casa conventual, tal como lo eran dentro de la familia. La regulación de la familia humana y la religiosa que pretendían establecer los tratadistas morales como Antonio Arbiol fue solo un discurso prescriptivo. La paternidad, la maternidad y la fraternidad tenían sus limitaciones. Quedan huellas de las mismas en todos los archivos. Quizás la evidencia más concluyente de las luchas devastadoras dentro de las familias religiosas de órdenes mendicantes fue la lucha por el poder que se expresó en las elecciones conventuales entre facciones de criollos y de peninsulares, de hijos de convento y de forasteros de provincia. Los términos ternativa y alternativa, esfuerzos para resolver esas tensiones humanas, hablan por sí mismos. Es importante, sin embargo, subrayar que la filiación conventual y a la identidad étnica fueron los detonantes de los disturbios dentro de las familias mendicantes masculinas. La raíz política de los mecanismos de elección dentro de los claustros miraba por establecer una equidad de poder basada en esos dos elementos, a pesar de que, en teoría, el concepto de hermandad debería haber reinado dentro de los mismos. Estas luchas intestinas por el poder que llegaron a la disrupción de elecciones en los conventos de hombres fueron una experiencia genéricamente masculina. Se usó incluso la fuerza bruta o los ataques físicos, como ocurrió con la elección de los dominicos en Puebla en 1710. Las elecciones habían degenerado en luchas abiertas, en las que algunos padres pedían votos para sus facciones, como declaró un testigo: “Que le consta de cierta ciencia que Juan de Gorozpe había pedido votos y pretendido captarlos con agasajos y amenazas y que sabe haber ofrecido a cierto religioso quinientos pesos por votarle a su favor
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en una elección”.53 En los conventos de monjas también hubo facciones, pero la expresión femenina de esas tensiones se concretó en conversaciones, chismes, notas en los diarios personales y presiones solapadas, nunca en agresión física.54 Las intervenciones de obispos y arzobispos, un ejercicio excesivo del poder paternal del superior, en las comunidades de monjas merecen recordarse por ser un elemento extraño que afectó a la unidad de la familia conventual femenina. En cuanto a esas intervenciones de sus superiores hombres, las religiosas podían ser humildes en espíritu y palabra, pero conocían los derechos que les otorgaba la religión misma. Ni siquiera el confesor podía obligar a un religioso a traicionar o desobedecer la regla o su trato directo con Dios. Este punto era más delicado respecto a las mujeres por la presunción de su minoría de edad con relación al hombre. Sin embargo, hay varios ejemplos que indican que cuando las directivas del padre iban en contra de principios fundamentales de su instituto religioso o de modalidades de observancia muy arraigados en la comunidad, las monjas no dudaron en asumir su mayoría de edad frente al padre. A lo largo del siglo xvii, las carmelitas buscaron su desafiliación de la autoridad episcopal. La misma nunca rindió frutos y las situó en una posición incómoda respecto a las autoridades episcopales. También las franciscanas fueron renuentes en obedecer las órdenes del comisario general respecto a elecciones, criadas y niñas en los conventos en varias ocasiones durante el siglo xvii.55 El obispo Juan de Palafox (1600-1659) influyó en la elección de la poblana Mariana de Jesús Nazareno y luego la desposeyó de su oficio “por parecerle conveniente”.56 Otra sonada causa fue la del arzobispo José Lanciego y Eguilaz (1713-1728) contra Juana María de San Esteban, prelada electa del convento de Santa Teresa la Nueva en la capital, quien en 1723 fue despoAGI, Audiencia de México, Leg. 1033; Henry A. Monday Collection, Library of Congress. En la colección de microfilmes de la Universidad Estatal de Arizona, Película 9366, Rollo 14, Provincia Dominicana de San Miguel y los Santos Ángeles. Ver también Rubial (1990). 54 Ver referencias de María de Jesús Felipa dentro del convento de San Juan de la Penitencia en México en Lavrin (2002: 111-160). 55 Lavrin, 2016 :165-177. 56 Gómez de la Parra, 1992: 227, 234. 53
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seída de su oficio y eventualmente enviada a Caracas a fundar un convento, negocio que no prosperó. Durante una buena parte del siglo xvii, las monjas carmelitas arguyeron a favor de su desafiliación del poder arzobispal, asunto que no logró llevarse a cabo precisamente por el obstruccionismo episcopal.57 Tampoco hay que olvidar la imposición del régimen de vida común en la séptima década del siglo xviii, que provocó disensiones y graves rupturas dentro del interior de los claustros en casi todos los obispados de la Nueva España y significó la rebelión contra la autoridad masculina del padre como arzobispo, obispo o prelado regular.58 Estos incidentes hacen a la familia religiosa más humana y menos acartonada de lo que querían pintar los cronistas y biógrafos de miembros notables. Finalmente, deseo subrayar que la escritura de la historia es otra vía documental para explorar el concepto de familia en el imaginario religioso. Era a través de las crónicas y las vidas de los miembros ejemplares que se establecía la genealogía de la familia religiosa y la memoria común, que sería para cada uno de sus miembros su patrimonio familiar. El cultivo de la memoria comunal era fundamental para construir y reforzar el lustre de la familia religiosa dentro de la Iglesia y la sociedad secular. La honra y el patrimonio de las familias seculares era también privativa a las familias religiosas. Para las órdenes también les era muy importante mantener su honra dentro de la sociedad secular, cuyos miembros las sostenían de modo material con su patronazgo. La ejemplaridad y aun santidad de sus miembros alimentaban la tradición teológico-religiosa de cada orden y hacían explícito su linaje espiritual. Las virtudes de los miembros eran propiedad común de todos, cuyo deber era honrar y tratar de emular a sus fundadores y miembros ejemplares. Fray Francisco Cantillana, dictaminador de la historia de los agustinos en Michoacán escrita por fray Diego de Basalenque, se refería a la historia de la orden como un “vehículo hereditario”, propiedad de otras generaciones.59 El valor de las crónicas y vidas religiosas como medio para reafirmar el lazo familiar de sus miembros comenzó a difundirse en el siglo xvi y tuvo su edad
Ramos Medina, 1997: 169-180. Para otros problemas de gobierno entre las religiosas novohispanas de varias órdenes, ver Sampson Vera Tudela (2000: 122-132, 275-309). 58 Lavrin, 2016: 351-391. Ver otros trabajos sobre este periodo dentro de ese capítulo. 59 Basalenque, 1886: 18. 57
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dorada entre el xvii y mediados del xviii. Las primeras crónicas inéditas de órdenes novohispanas datan de los inicios del último cuarto del siglo xvi y tuvieron su expresión en las magistrales producciones de fray Jerónimo de Mendieta, fray Juan de Torquemada, Agustín Dávila Padilla, Agustín de Basalenque y otros. Cabe apuntar que, aunque menos conocida, la reafirmación de la memoria religiosa de los conventos femeninos comenzó a desarrollarse en Nueva España en el siglo xvii. La publicación de la misma quedó en manos masculinas hasta el siglo xviii, cuando salieron a la luz memorias y crónicas ya bajo nombres femeninos. Como las masculinas, esas historias cumplían los mismos objetivos de reafirmar la genealogía familiar y ostentar su estirpe.60 Lo hereditario tenía la fuerza de la ley civil, pero era también un concepto de ley natural, y así fray Joseph Torrubia podía referirse a las provincias del norte de México, donde los franciscanos de Propaganda Fide de Querétaro habían hecho tarea apostólica como “las fincas del mayorazgo de los Franciscanos de la Santa Cruz”.61 La metáfora jurídico-familiar establecía la validez de la labor misionera como propiedad de una rama de la orden franciscana en un mundo dentro del cual el gobierno secular había despojado a las religiones mendicantes de su control y las había dejado simplemente como guardianas de las almas cristianas del virreinato. El único consuelo para los franciscanos era su sentimiento de posesión de una tradición familiar de valor tan estimable como un mayorazgo secular. Las flaquezas humanas que se detectan dentro de las familias religiosas pueden compararse con aquellas que existían dentro de las familias seculares. Sin embargo, hay una diferencia entre ambas que, a mi entender, merece ser señalada y que favorece la perdurabilidad y coherencia interna de la familia religiosa. Pocas familias seculares pudieron compararse en magnitud numérica a las religiosas y pocas tuvieron la capacidad de reproducirse físicamente como las religiosas. Es precisamente la magnitud y la perdurabilidad de la familia religiosa la que abre una diferencia tajante entre la institución secular y la religiosa. La carencia de lazos de sangre entre los miembros de la familia religiosa hizo posible su perdurabilidad a través del tiempo. Su Sobre crónicas religiosas y su historia, ver Lavrin (1989: 11-54); Rabasa (1996: 321350); Rubial (2002: 325-371); Rubial y Escandón (2011: 269-307); García y Rubial (2014). 61 Torrubia, 1746: s/p. 60
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reproducción era espiritual, en cuanto a que podían entrenar a sus miembros en una ideología permanente que mantenía la cohesión interna. En el plano institucional, la admisión de miembros de diversas capas sociales permitió el constate reemplazo de individuos dentro de cada generación, lo que permitía la diversidad necesaria para detectar las capacidades de liderazgo dentro de su cuerpo y mantener su unión a través del tiempo. Aunque carecían de leyes hereditarias que determinaran o limitaran la dirección social y económica, las órdenes religiosas se multiplicaban y reproducían precisamente porque el elemento que unía a sus miembros era espiritual y simbólico, a pesar de que existían prohibiciones específicas de dejar la orden. Las mismas solo se ejercieron en contados casos, dado el número de sus miembros. Las familias religiosas sobrevivieron, y aún sobreviven, a pesar de disensiones internas, de desgajes ocasionados por diferencias de prácticas en la observancia, de escasez material ocasionada por altibajos económicos, de presiones políticas del mundo secular y una evolución social general que vio el decaimiento de vocaciones en el siglo xix y más aún en el siglo xx. Esa fuerza interna que permitió la sobrevivencia es la fe, que en nuestro mundo secular tiene poco peso, pero que dentro de la familia religiosa era y sigue siendo la base que nutre a cada individuo y le mantiene dentro de su convento y de su orden. Lo fascinante de esta situación es que la obediencia y humildad dictadas por los votos y la inherente jerarquía que se establece dentro de la familia religiosa para su gobierno tienen sus límites, porque, si bien son indispensables para mantener el orden interior de la unidad familiar, la vida espiritual de cada miembro —su relación con Dios a través de su fe— es permanente e inalterable y cementa la fidelidad del individuo a su familia. Quien renunciaba a los lazos familiares y se asociaba a otros individuos por los más presuntamente frágiles lazos de la religión encontraba en esa otra familia artificial una base más permanente y meritoria para su fidelidad a la misma que aquella que les ofrecía a sus miembros la familia biológica. La familia religiosa ofrecía a sus miembros de ambos géneros no solo un objetivo final de gran importancia para sí, la salvación de su alma, sino un vehículo social que les permitía sobrevivir en un mundo caracterizado por un cambio constante de lealtades e inseguridad social. El propósito de este trabajo ha sido establecer la validez de la exploración conceptual de términos usualmente aplicados a la familia secular y biológica
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a las familias religiosas. Es deseable seguir explorando las familias religiosas con herramientas hasta ahora utilizadas más frecuentemente en la historia social o económica de la familia secular, ya que las familias religiosas tuvieron intereses económicos, estratégicos y políticos muy parecidos a los de las familias seculares, pero desplegados en medios construidos especialmente para sus fines. El diálogo entre familias religiosas y familias seculares va más allá de los conceptos esbozados en este trabajo. De hecho, es amplísimo cuando se establecen las conexiones entre ambas a través del proceso de la investigación histórica y merece más atención por parte de los historiadores. Bibliografía Anunciación, fray Juan de la (1985). Poemas religiosos y profanos. Toluca: Ediciones del Gobierno de México. Arricivita, Juan Domingo (1792). Crónica seráfica y apostólica del colegio de Propaganda Fide de la Santa Cruz de Querétaro. Ciudad de México: Felipe Zúñiga y Ontiveros. Atienza, Ángela (2008). Tiempos de convento. Una historia social de las fundaciones en la España moderna. Logroño: Universidad de La Rioja/Marcial Pons Historia. Ávila, fray Juan de (1668). Pureza emblemática. Ciudad de México: María de Benavides. Basalenque, Diego de (1886). Historia de la provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán, del orden de N. P. S. Agustín [1673]. Ciudad de México: Edición de La Voz de México. Burgoa, fray Francisco de (1989). Palestra Historial […] de la sagrada orden de predicadores en este nuevo mundo de la América en las Indias Occidentales. Ciudad de México: Editorial Porrúa. Burrieza Sánchez, Javier (ed.) (2015). El alma de las mujeres. Ámbitos de espiritualidad femenina en la modernidad (siglos xvi-xviii). Valladolid: Universidad de Valladolid. Castro, fray Joseph de (1737). Directorio para Informaciones de los Pretendientes del Santo Hábito de N. Sarapico P. S. Francisco. Ciudad de México: Imprenta Real del Superior Gobierno/Doña María de Ribera. Cos, Julián de (2013). “La espiritualidad de Santa Teresa de Jesús. Desposorios y matrimonios espirituales”, en: Vida Sobrenatural: revista de teología mística 93, 686, pp. 119-124.
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DINÁMICAS FAMILIARES Y REDES SOCIALES. LA FUNDACIÓN DEL CONVENTO DE RELIGIOSAS DE SAN BERNARDO DE LA CIUDAD DE MÉXICO EN EL SIGLO XVII Rosalva Loreto López1 (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla)
El convento de religiosas de San Bernardo de la Ciudad de México surgió en un complejo momento de conformación y establecimiento de poderes en el territorio novohispano. Como ha demostrado la historiografía más reciente, las fundaciones conventuales femeninas respondían a las necesidades sociales, políticas y económicas de las familias en el contexto de una sociedad necesariamente religiosa.2 En América una de sus funciones más estudiadas fue la urgencia de proteger a las mujeres pudientes de origen hispano.3 Esto estuvo asociado indisolublemente con el papel de los monasterios en el mercado crediticio e inmobiliario colonial, instituciones que contribuyeron al otorgamiento de capitales dotales y garantizaron parte de la necesaria liquidez financiera en la Nueva España.4 En este capítulo mostraremos, a través de la fundación del convento de San Bernardo, cómo la emergencia de estas instituciones cubrió las expectativas de grupos familiares ligados aún dinámica y activamente a su patria de origen. A la vez, su creación permitió empoderar a sus mujeres y descendientes al consolidar un espacio de poder en donde los linajes hispanos aún prevalecían como signo de una naciente identidad criolla. Este capítulo se ha escrito en colaboración de Óscar Fernando Gutiérrez López, becario del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. CVU: 1022082, con numero de ayudantía 19035. 2 Loreto López, 2016: 89-118. 3 Lavrin, 1986: 193-222. 4 Von Wobeser, 1998: 176-202. 1
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La fundación de conventos femeninos en el territorio novohispano, y en específico el de San Bernardo, se relaciona, en su primera etapa, con la expansión de la orden concepcionista y los grupos poderosos ligados a ella. Su éxito estuvo en gran medida determinado por la necesidad de afianzar y estabilizar las relaciones políticas y sociales de diversos personajes de la Nueva España.5 Es en este contexto en el que se desarrolla la fundación de este cenobio. Este proceso estuvo precedido por ocho años de gestión entre diversos personajes e instancias del Gobierno virreinal y del Gobierno eclesiástico. En el mandato real fechado el 22 de marzo de 1633, emitido desde el despacho del secretario Fernando Ruiz de Contreras, se relata que, desde el año 1625, en el arzobispado de la iglesia metropolitana de la Ciudad de México, a cargo de Juan de la Serna,6 se hizo relación de la disposición testamentaria de Juan Márquez Orozco, vecino y mercader de dicha ciudad. Esta se leyó el 12 de abril de 16217 y en ella se establecía que sus albaceas, Diego de Barrientos Ribera8 y Pedro de Toledo,9 tenían la libertad de disponer del capital resultante del remanente de su caudal hereditario. Este estuvo conformado, entre otros El desarrollo de las órdenes de religiosas en el territorio novohispano estuvo determinado por etapas; la del convento de San Bernardo de México responde a un momento de implementación de un modelo de vida religioso femenino en Puebla y México como las ciudades cabeceras del virreinato, lo que cohesionó y fortaleció las relaciones entre individuos de origen peninsular, conformado a la par del grupo criollo; esta etapa terminó a mediados del siglo xvii, en el momento en que el obispo Palafox y Mendoza secularizó las parroquias y dispuso a los regulares bajo el orden y control de los seculares (Loreto López, 2016: 96). 6 Juan de la Serna, arzobispo de la Ciudad de México: durante su periodo se desarrolló el tumulto de 1624, que se define como un movimiento de descontento social ocasionado por el encarecimiento de los alimentos, por un lado, y, por otro, por la inexactitud de los límites entre la esfera eclesiástica y la virreinal. El conflicto entre este arzobispo y el virrey, el marqués de Gelves ocasionó acusaciones y muestras de poder del uno sobre el otro, y el encarcelamiento del arzobispo detonó un motín que duro varios días, llegando incluso al incendio del palacio virreinal (Feijóo, 1964: 42-70). 7 Relación de autos y diligencias para el testimonio de la fundación del convento de San Bernardo, 1 de abril de 1639. Juan Nepomuceno, notario del gobierno eclesiástico del Arzobispado de México. Libro de profesiones del Convento de religiosas de San Bernardo de México (LPCSBM), colección particular. 8 Diego Barrientos: doctor, asesor del virrey, el marqués de Cadereyta, y abogado de la Real Audiencia (Pineda Mendoza y Zárate Sánchez, 2005: s/p). 9 Probable maestro orillero y pasamanero (Pineda Mendoza y Zárate Sánchez, 2005: s/p). 5
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bienes, por sesenta mil pesos de oro común. Originalmente se destinaría para repartirlo a los pobres y para la fundación de una obra pía, pero, siendo estas “muchas y no obras de ellas muy calificadas”, se dispuso de dicho capital para la fundación de un monasterio bajo la advocación de san Bernardo.10 En el mismo documento, el rey solicitaba de forma explícita el encargo al virrey para cumplir tal empresa y rogaba al encargado del Arzobispado de México que no impidiera dicha fundación, dado que se trataba de una voluntad real. Ante estas disposiciones, se asentó en escritura pública el acuerdo entre Juan de la Serna y dichos albaceas. Se estableció la obligación de cantar misa y todo el oficio completo por el alma del fundador el día de la Purísima Concepción en el de la Natividad, en el de San Bernardo, el día de Difuntos y en los sábados de cada semana, junto con la Salve de Nuestra Señora.11 Al parecer, los conflictos del mundo secular repercutían también en los espacios de clausura de la vida monástica femenina. Las tensiones entre los grupos que apoyaban al marqués de Cadereyta y los correspondientes al del virrey Luis de Velasco se reflejaron en la elección de una nueva abadesa en el convento de Regina Coeli. Aquí se enfrentaron dos grupos de monjas profesas que tenían derecho a voto. De acuerdo con José María Marroquí, las religiosas conformaron bandos opuestos: uno, integrado por las nietas del marqués de Salinas,12 que resultó vencedor, y, por el otro lado, un grupo de las que eran parientes del marqués de Cadereyta.13 Dicho grupo perdedor, inconforme con los resultados de la elección, buscó la forma de integrarse como una nueva congregación. Para esto contaban como compañeras de claustro y de disidencia con la presencia de las hijas del capitán Juan del
Mandato real del 22 de marzo de 1633, emitido por el Despacho Universal del secretario Fernando Ruiz de Contreras. LPCSBM, colección particular. 11 LPCSBM, colección particular. 12 Luis Velasco, marqués de Salinas, fue virrey de la Nueva España (Marroquí, 1900: 621). 13 Al parecer, la tensión entre Lope Díez de Aux y Armendáriz, marqués de Cadereyta y virrey de Nueva España, fue constante y repercutió en el interior del convento de Regina Coeli. La salida de monjas, la fundación de un nuevo monasterio, la asistencia del mencionado noble el día de la ocupación del convento de San Bernardo en el año de 1636 y la profesión en 1686 de una de sus nietas, llamada Francisca Solano de Santa Rosa, cuyo nombre del siglo fue Francisca Díez Aux de Armendáriz y Monsalve Aríndez, puede interpretarse como una de las posibles respuestas políticas ante los desaguisados entre las dos casas. 10
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Pino y de Beatriz Ordóñez Villaseñor, Bernardina de la Santísima Trinidad, María de Jesús y Juana de la Encarnación, que tenían a su favor ser familiares de Juan Márquez Orozco.14 Dichas religiosas formalizaron la solicitud de la fundación de un nuevo convento concepcionista. Disponían para esto de una casa ubicada en la calle de la Celada y de un capital de sesenta mil pesos, señalados en la sucesión testamentaria.15 En conformidad con las disposiciones efectuadas por los albaceas y los fideicomisarios de Juan Márquez Orozco y mediante la intervención del doctor Pedro de Barrientos,16 se les informó a las religiosas, el día 24 de marzo de 1636, que la fundación del convento de San Bernardo se realizaría el domingo 14 de abril de ese año.17 Llegado el día, se presentó el arzobispo de México, Francisco de Manso y Zúñiga, a la puerta del convento de Regina Coeli acompañado por el cabildo de la iglesia catedral de México. Organizadas proToussaint y Marroquí señalan a las monjas del grupo opositor como parientes del marqués de Cadereyta y a una de las monjas del grupo como pariente del fundador del convento, que de acuerdo a las actas de profesión del convento debe tratarse de Sabina de San Juan, cuyo nombre del siglo era Sabina de Velasco Basante, hija de Juan de Velasco Orozco y María Basante Corral. En otros textos e investigaciones referentes al convento de San Bernardo se señala que estas monjas eran hermanas del fundador, Juan Márquez Orozco; sin embargo, este dato que tendría que ser puesto en consideración. De acuerdo con las actas de profesión, las religiosas que pasaron del convento de Regina Coeli y fundaron el convento de San Bernardo, Bernardina de la Trinidad, María de Jesús y Juana de la Encarnación, eran hijas del capitán Juan del Pino Ropero y de Beatriz Ordóñez Villaseñor. Este matrimonio tuvo otros siete hijos, entre ellos uno llamado Juan; sin embargo, a este correspondería el apellido del Pino Ordóñez y no Márquez Orozco; de igual forma, los hijos de este matrimonio fueron bautizados entre 1622 y 1644 y el referido Juan Márquez de Orozco falleció en 1621, por lo cual sería adecuado, en todo caso, considerar a estas monjas como parientes en algún grado del fundador y no como sus hermanas. 15 Se menciona que originalmente la disposición hereditaria señalaba que la fundación debía ser de un convento de la Orden del Císter; sin embargo, sin poder trasladarse miembros de esa orden a la Nueva España, se hizo el cambio a la fundación de un convento concepcionista (Marroquí, 1900: 621). 16 Pedro de Barrientos: doctor, tesorero de catedral, juez de Testamentos y Capellanías del Arzobispado de México y vicario del convento de Balvanera y del de San Bernardo. LPCSBM, colección particular. 17 Se señala que la fecha fue el 14 de abril, aunque este día fue lunes, por lo que probablemente la fundación fuera el 13 de abril de 1636. 14
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cesionalmente, se hizo salir de la clausura a las religiosas Bernardina de la Trinidad, María de Jesús y Juana de la Encarnación, seguidas por Isabel de San Juan y Leonor de la Encarnación; todas ellas como monjas profesas ataviadas con sus hábitos de concepcionistas. Una vez fuera de la clausura, entraron en carrozas y partieron, acompañadas por las autoridades arzobispales, hasta las puertas de la nueva iglesia del convento de San Bernardo. En la crónica de la fundación no se menciona en estos actos a una sexta religiosa que salió también del convento de Regina Coeli, Sabina de Velasco Basante, posiblemente porque aún era novicia. Esta joven profesaría el 14 de agosto de 1639, ya como monja del convento de San Bernardo, con el nombre de Sabina de San Juan.18 El siguiente cuadro da cuenta del grupo de religiosas fundadoras de este nuevo monasterio concepcionista. Con este acto se solucionaba una problemática política interna y la orden se expandiría en la capital del virreinato. Cuadro 1: Monjas del convento de Regina Coeli que pasaron al de San Bernardo
FUNDADORAS
Monja
Nombre del siglo
Día
Profesión Mes Año
Isabel de San Juan Bernardina de la Trinidad Leonor de la Encarnación Sabina de San Juan* María de Jesús* Juana de la Encarnación*
Bernardina del Pino Ordóñez Villaseñor Sabina de Velasco Basante María del Pino Ordóñez Villaseñor Juana del Pino Ordóñez Villaseñor
14 24 2
8 1 4
1639 1644 1646
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Libro de profesiones del Convento de religiosas de San Bernardo de México, colección particular. *Las tres últimas monjas profesaron ya en el nuevo monasterio, por lo que es probable que fueran novicias en el momento de salir de Regina Coeli.
Marroquí apunta que en una relación se señalaba que la fundación se había realizado “sin iglesia, sin edificio y sin casa”,19 suponiendo que dicha observación provenía de la comparación entre los edificios conventuales que
Descripción de la fundación del convento de San Bernardo. LPCSBM, colección particular. Relación enviada por Juan de Palafox y Mendoza a Felipe IV el 25 de julio de 1642 (Marroquí, 1900: 622). 18
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existían en la ciudad y las carencias resultantes de la adaptación de la casa particular del benefactor Juan Márquez Orozco. De esta manera, sencilla pero contundente, habían comenzado las religiosas de San Bernardo su vida en comunidad.20 A la fundación de aquel primer convento asistió el virrey, el marqués de Cadereyta, acompañado de su esposa; se cantó él Te Deum Laudamus por primera vez en la modesta iglesia del convento de San Bernardo.21 El arzobispo ofició la misa y las religiosas recibieron de su mano la comunión; una vez colocado el sacramento en el altar mayor, salieron en procesión por la puerta de la iglesia para entrar por la puerta reglar del convento. La madre Bernardina de la Trinidad entró como presidenta o priora; María de Jesús, como Vicaria; Leonor de la Encarnación, como secretaria; Isabel de San Juan fue la maestra de novicias, y a Juana de la Encarnación le correspondió ser la portera mayor.22 Dentro de las cláusulas que se habían establecido para la fundación del convento, se determinó como número fijo de religiosas treinta y tres, sin poder, en teoría, alterarlo.23 En otra disposición se impusieron a perpetuidad doce capellanas, cuyo nombramiento quedaría a cargo del ordinario del Arzobispado de México, de sus sucesores y de los albaceas en caso de estar vacantes. El arzobispo Manso Zúñiga cedió el derecho de elegir a las primeras doce capellanas a los albaceas, y de entre estas primeras monjas solo se tiene registro de Isabel de Jesús24 y de la mencionada Sabina de San Juan.25
Marroquí, 1900: 622. Se refiere a la primera iglesia de 1636 que fue adaptada en las casas de la calle de la Celada para comenzar la vida en comunidad de las religiosas del convento de San Bernardo. 22 Descripción de la fundación del convento. LPCSBM, colección particular. 23 Este fue un factor que, adaptado a las necesidades de expansión del convento, se alteró, siempre con previo permiso del obispo. Con el paso de los años se admitieron monjas supernumerarias, que, además de pagar la dote establecida, debían tener celda particular y recibir un peculio para su manutención, el cual era proporcionado por sus parientes y administrado por las monjas contadoras. Ver Loreto López (2000). 24 Se señala que Isabel de Jesús profesó el 14 de noviembre de 1638. 25 Descripción de la fundación del convento. LPCSBM, colección particular. 20
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La existencia de capellanías incentivó un rápido poblamiento, pues se las eximía del pago total o parcial de la dote. De esta manera, en la década siguiente a su fundación, se incrementaría la nómina de monjas de velo negro y coro. Entre los ocho años ocurridos entre 1636 y 1643, las monjas que habitaban el convento de San Bernardo no superaban el número de doce.26 Esto puede sugerir una incertidumbre sobre el éxito de la fundación, pero no debemos olvidar que en América el surgimiento de los monasterios fue un acto de fortaleza y convicción femeninas. La continuidad del proyecto fundacional fructificaría a los pocos años. De acuerdo con las actas de profesión, el número de religiosas se incrementó casi al doble entre 1644 y 1646, conformándose para tal año una comunidad de veinticinco monjas.27 A partir de entonces el número de profesiones fue constante y el crecimiento de la congregación fue constante, como se muestra en el cuadro siguiente. Cuadro 2: Relación de la profesión de religiosas del convento de San Bernardo de México entre 1636 y 1692 1636-1643 6* fundadoras 8 profesas
1644-1646*
1652-1666
1667-1675
1676-1692
11 profesiones
30 profesiones
18 profesiones
18 profesiones
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Libro de profesiones del convento de San Bernardo de México, colección particular. *En la narración fundacional del convento se mencionan seis religiosas fundadoras; sin embargo, su profesión se registra entre 1644 y 1646, por lo que este número tendría que ser de 4 religiosas profesas entre 1636 y 1643. **Entre 1647 y 1651 no se registra ninguna profesión.
Marroquí, 1900: 622. Dicho número debe ponerse en consideración, ya que, con relación a los registros de las actas de profesiones, para 1643 el número de monjas que habitaban el convento debió de ser catorce. Dicho número se conformaba por la suma de las seis monjas fundadoras y de ocho monjas que profesaron en los seis años posteriores a la fundación del convento, entre los años 1637 y 1642. 27 Tres monjas fundadoras, Sabina de San Juan, María de Jesús y Juana de la Encarnación, probablemente pasaron del convento de Regina Coeli como novicias y profesaron en San Bernardo entre 1639 y 1646; por ello, se deben contabilizar veinticinco religiosas para 1646, componiéndose la comunidad por las tres monjas fundadoras profesas en Regina Coeli, las tres monjas fundadoras referidas que profesaron en el convento de San Bernardo y diecinueve monjas profesas después de su fundación. 26
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La comunidad alcanzó el número de treinta y tres monjas señaladas en el acta del patronato hacia año 1666 y a partir de entonces se efectuaría el proceso de relevo generacional de monjas numerarias por la muerte de las monjas más ancianas.28 Esta aseveración puede explicar que en el conteo de la visita de fray Payo de Ribera en 1673 se refiera a una congregación de cuarenta y seis madres, tres jóvenes y tres legas, lo que indica la existencia de trece monjas supernumerarias.29 De igual forma, en los libros de cuentas se señala una comunidad de cincuenta y siete religiosas en 1734, ochenta y tres en 1757, sesenta y cinco en 1762 y cuarenta y siete en 1788.30 Esto sin duda era sinónimo del éxito alcanzado entre las familias de criollas de la Ciudad de México. Como parte del mismo, en el interior de la comunidad, comenzarían a diferenciarse entre sí las fundadoras, las capellanas y las supernumerarias. En 1642 una de las fundadoras mencionadas, Bernardina de la Trinidad, comenzó a promover en el interior del monasterio la fundación de la cofradía de Nuestra Señora del Buen Suceso.31 Para esto, las religiosas aludieron a la confirmación del mandamiento concedido por el arzobispo Palafox y Mendoza para que se les permitiera pedir limosna.32 No obstante, la consolidación del monasterio estuvo caracterizada por tramitaciones legales para garantizar su legitimidad. Marroquí señala que en 1643 se emitió una cédula a consulta del Consejo de Indias, dirigida al virrey de Nueva España, para ordenar que, si la fundación del convento no se había hecho por causa justa y con licencia, las monjas volvieran al convento de Regina Coeli.33 Fue la exhibición de la licencia y del mandato real, fechado
Actas de profesión de 1636 a 1666. LPCSBM, colección particular. “Supernumerario: lo que está o se pone sobre el número establecido” (Ibarra, 1780: 859). 30 Pérez Puente, Oropeza Tena y Saldaña Solís, 2005: 166-180. 31 Informes y autos para la fundación y constitución de la cofradía de Nuestra Señora del Buen Suceso, 1642. AGN, Cofradías y Archicofradías, 6401, exp. 122, f. 2. Disponible en: http://documentsnapoleoniens.ulagos.cl/reseau-de-recherche/ [Consulta: 28 de noviembre de 2020]. 32 Petición del representante de la cofradía de Nuestra Señora del Buen Suceso de las religiosas del convento de San Bernardo para confirmar el mandamiento concedido por el arzobispo Palafox para pedir limosna, 1642. AGN, Cofradías y Archicofradías, 6401, exp. 122. 33 Marroquí, 1900: 622. 28 29
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el 22 de marzo de 1633, la que otorgó la legitimidad necesaria al convento para seguir con sus actividades y les permitió a las monjas de San Bernardo continuar con la vida en comunidad. Tipología de las familias de las monjas profesas en los primeros diez años del convento (1636-1646) Como se señaló anteriormente, entre 1636 y 1643 estaba en duda la consolidación de una congregación que pudiera cumplir con los requisitos para conservar el monasterio y sobre todo para que su comunidad pudiera sobrevivir de sus rentas. Esta inquietud quedó rápidamente descartada. Un análisis pormenorizado de las acciones de las fundadoras entre 1636 y 1646 y del apoyo de sus familias de procedencia fueron el soporte de este exitoso proyecto. En este apartado se propone caracterizar a las familias de las religiosas que profesaron en el convento durante aquellos primeros diez años con el objeto de mostrar que, tras los proyectos conventuales, los intereses familiares desempeñaron un importante papel. Este no se limitó a la conservación y solidez del patrimonio familiar, sino que tener parientes monjas incrementó el capital simbólico y contribuyó a conservar el espíritu peninsular en el Viejo y en el Nuevo Mundo. Definir ciertos aspectos particulares de las mujeres y sus familias en la primera etapa fundacional nos permitirá aproximarnos a esta propuesta. El siguiente cuadro muestra a las religiosas profesas entre 1636 y 1646 en el convento de San Bernardo. Cuadro 3: Relación de las profesiones de religiosas del convento de San Bernardo de México entre los años 1636 a 1646 Nombre de monja [F] Isabel de San Juan [F] Bernardina de la Trinidad [F] Leonor de la Encarnación
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Bautismo Nombre del siglo Primera etapa (1636-1643) – Bernardina del Pino Ordoñez Villaseñor
Fecha de profesión
–
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Juana de San José
México
Juana Canalejo Morales
Isabel de Jesús
México
Isabel Pastrana Valenzuela
Lucia de Jesús
México
Eugenia de San Juan
México
Juana del Espíritu Santo [F] Sabina de San Juan
[México]
Teresa de Jesús
[México]
Ana de San Nicolás
México
Sebastiana de San Nicolás
México
[F] María de Jesús Bárbara de San José Manuela [Lugdovina] de San Antonio Clara del Sacramento Beatriz de la Encarnación Gertrudis de San José Josefa de San Diego Úrsula de San José María de San Bernardo Ana de Jesús [F] Juana de la Encarnación
28 de junio de 1637 14 de noviembre de 1638 27 de diciembre de 1638
Lucia González del Corral Espinosa Eugenia Sánchez de Cuenca 10 de enero de 1639 Arias – Sabina de Velasco Basante Teresa Serrano de Rosales Gutiérrez Ana Nieto Ceballos
Sebastiana Sánchez de Cuenca Arias Segunda etapa (1644-1646) María del Pino Ordoñez México Villaseñor Bárbara Sánchez de Cuenca [México] Arias Manuela López de Solís de México Haro Clara Serrano de Rosales México Gutiérrez
14 de agosto de 1639 15 de octubre de 1641 8 de diciembre de 1641 9 de febrero de 1642
24 de enero de 1644 30 de abril de 1644 1 de mayo de 1644 3 de mayo de 1644
[México]
Beatriz del Villar Muñoz
23 de mayo de 1644
México
Gertrudis del Villar Muñoz Josefa García Rodríguez Úrsula de la Cruz Contreras María de Alcívar Alarcón Ana de Alcívar Alarcón Juana del Pino Ordoñez Villaseñor
23 de mayo de 1644 6 de abril de 1645 24 de agosto de 1645 4 de febrero de 1646 4 de febrero de 1646
[México] [México] México
2 de abril de 1646
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: LPCSBM, colección particular. Con [F] se señala a las monjas que pasaron como fundadoras del convento de Regina Coeli a San Bernardo.
Como se ha mencionado, el periodo fundacional tuvo dos etapas: la primera estuvo determinada por la profesión de once religiosas entre los años
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1636 Y 1643 y la segunda abarcó de 1644 a 1646. En este apartado nos centraremos en el primer grupo de monjas profesas. De acuerdo con los registros familiares de las primeras actas de profesión del convento, se puede señalar que en la etapa fundacional las mujeres que profesaron en el convento fueron en su mayoría mujeres criollas.34 La primera monja en profesar fue Juana de San José, cuyo nombre de siglo era Juana Canalejo Morales, hija de un español originario de Ávila llamado Francisco Canalejo de la Cruz y de Luisa Morales Contreras, originaria de la Ciudad de México; su abuelo paterno fue Francisco Alonso Sánchez Canalejo, quien sirvió como militar y murió en la guerra de Flandes tras catorce años en ese servicio. El matrimonio tuvo siete hijos y pasó a Nueva España antes de 1607, debido a que para dicho año se registra el bautizo de su hijo Alonso Canalejo Morales Contreras en la catedral de la Ciudad de México.35 De entre los hijos de este matrimonio, Juan de Canalejo Morales Contreras y su hermana Juana de San José fueron quienes tuvieron un espacio de representación dentro del ámbito político y eclesiástico respectivamente. Juan fue bautizado el 21 de mayo de 1608 y, al igual que sus otros hermanos, la ceremonia de dicho sacramento se realizó en la catedral de México.36 En su relación de méritos se menciona que viajó a España para estudiar en la Universidad de Salamanca, donde se graduó como bachiller de Cánones y Leyes entre 1630 y 1639. Es probable que se trasladara constantemente entre territorios de ultramar: su relación de méritos fue ajustada en 1644, primero en Perú y, posteriormente, en Nueva España, por lo que es posible determinar el traslado entre ambos territorios. Dos
En líneas generales se puede observar que, entre las veinticinco monjas que conformaban la comunidad de religiosas durante los primeros diez años del convento, existe el registro del bautismo de once de ellas en la Ciudad de México; de igual manera, se puede deducir que otras seis de estas monjas nacieron en la misma ciudad, debido a que los registros señalan que sus padres pasaron a Nueva España antes de contraer matrimonio o tuvieron a sus hijos en ella, por lo que se contabiliza que al menos el 68 % de las monjas de dicho periodo fueron mujeres criollas. 35 Acta de bautismo de Alonso Canalejo, 28 de julio de 1607. AHSM, México, Bautismos. Disponible en: https://www.familysearch.org [Consulta: 2 de enero de 2021]. 36 Acta de bautismo de Juan Canalejo, 21 de mayo de 1608. AHSM, México, Bautismos. Disponible en: https://www.familysearch.org [Consulta: 2 de enero de 2021]. 34
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años después se encontraba nuevamente en España, donde fue nombrado regidor perpetuo y auditor general de caballería del ejército de Ciudad Rodrigo,37 en Salamanca. Para 1667 nuevamente se encontraba en Nueva España, donde ocupaba el cargo de alcalde ordinario de la Ciudad de México.38 Paralelamente, su hermana Juana de San José ingresó al convento de San Bernardo, probablemente como novicia, en 1636, a los pocos meses de haberse fundado. En junio de 1637 hizo profesión y ocupó desde ese momento uno de los doce nombramientos de capellana que se habían instituido por el fundador del convento; se tiene registro de que por lo menos perteneció a la comunidad veintidós años, ocupando el cargo de priora entre 1653 y 1660. Línea genealógica 1: Familia Canalejo Morales Contreras
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Actas de profesión del convento de San Bernardo de la Ciudad de México. Registros parroquiales publicados en FamilySearch; Relaciones de Méritos, Licencia de Pasajero y Nombramientos del Archivo General de Indias (en adelante, AGI), publicados en el Portal de Archivos Españoles (en adelante, PARES). Relación de méritos de Juan Canalejo de Contreras, 30 de septiembre de 1655. AGI, Indiferente, 113, n. 160. Disponible en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/ 238343?nm [Consulta: 2 de enero de 2021]. 38 AGN, Alcalde del Crimen, Civil, 68, exp. 31, vol. 11, 1667. 37
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El siguiente plano esquematiza los movimientos del principal miembro de la familia Canalejo a principios del siglo xvii. Mapa 1: Traslados de los miembros de la familia Canalejo Morales Contreras
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Relaciones de Méritos, Licencia de Pasajero y Nombramientos del AGI, publicados en PARES.
La segunda monja profesa se llamaba Isabel de Jesús, su nombre del siglo era Isabel Pastrana Valenzuela y fue bautizada el 30 de abril de 1608 en la catedral de México.39 Isabel de Jesús era hija de Juan Pastrana, criollo que fue bautizado en la mencionada catedral el 16 de junio de 1586;40 su padre fue el primero de su familia que nació y se estableció como comerciante mesillero41 en la Ciudad Acta de bautismo de Isabel Pastrana Grifo, 30 de abril de 1608. AHSM, México, Bautismos. Disponible en: https://www.familysearch.org [Consulta: 30 de abril de 1608]. 40 Acta de bautismo de Juan Pastrana de Melgar, 16 de junio de 1586. AHSM, México, Bautismos. Disponible en: https://www.familysearch.org [Consulta: 2 de enero de 2021]. 41 Existen dos acepciones para mesillero: una se refiere a la persona que tiene un local o puesto en un espacio comercial, como la plaza o mercado y la otra a mesilla, que era el pago diario que el rey otorgaba a sus criados (Anónimo, 1734: 555). 39
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de México, donde vivía con su esposa, Águeda Valenzuela Grifo, en la calle Que va al Arco”.42 Este matrimonio tuvo otros siete hijos, llamados María, Juana,43 Blacia, Juan, Matías, Constanza y Gregorio Pastrana Valenzuela. La familia del padre de Isabel de Jesús era originaria de Valladolid; sin embargo, es probable que desde su tatarabuelo entablaran relaciones comerciales ultramarinas, trasladándose a Nueva España para la administración de sus comercios desde la Ciudad de México. Como ejemplo, el abuelo de Isabel, llamado también Juan Pastrana, fue un español que nació en Valladolid en 155644 fue comerciante y viajó a América. En México estableció su casa y probablemente también su comercio, junto al Colegio de los Santos.45 Como vecino de México entabló relaciones comerciales con la flota general de Juan Guzmán para el traslado de pipas de vino desde Sevilla.46 Entre los personajes con quienes comerciaba se encuentra Enrique Ruiz de Avilés, con quien, según una obligación de pago del año 1586, había enviado dos pipas de vino en dicha flota, las cuales costaban en conjunto ciento cuarenta pesos.47 Aunque el segundo apellido de Enrique Ruiz es Avilés,48 es probable que fuera familiar de Juan Pastrana, dado que, por
Acta de bautismo de Isabel Pastrana Grifo, 30 de abril de 1608. AHSM, México, Bautismos. Disponible en: https://www.familysearch.org [Consulta: 2 de enero de 2021]. 43 Los registros de bautizo de María y Juana Pastrana Valenzuela son en ambos casos del 11 de julio de 1611, por lo que podrían haber sido hermanas gemelas o que el registro se refiera a la misma persona y su nombre sea en realidad María Juana Pastrana Valenzuela. Acta de bautismo de María Pastrana Valenzuela, 11 de julio de 1611; y Acta de bautismo de Juana Pastrana Valenzuela, 11 de julio de 1611. AHSM, México, Bautismos. Disponible en: https:// www.familysearch.org [Consulta: 2 de enero de 2021]. 44 Acta de bautismo de Juan Pastrana, 12 de enero de 1556. España, bautismos. Disponible en: https://www.familysearch.org [Consulta: 2 de enero de 2021]. 45 Obligación de pago, 28 de mayo de 1586. ANCM, México, 38, 176. Disponible en: http://cpagncmxvi.historicas.unam.mx/catalogo.jsp [Consulta: 2 de enero de 2021]. 46 Obligación de pago, 22 de febrero de 1586. ANCM, México, 38, 271. Disponible en: http://cpagncmxvi.historicas.unam.mx/catalogo.jsp [Consulta: 2 de enero de 2021]. 47 Ibidem, 38, 271. 48 De acuerdo con lo que se puede observar en los distintos registros familiares de la época, es común que algunas letras en los apellidos sean omitidas o se unan en una sola palabra. En este caso puede suponerse que los “de Ávila”, “de Avilés” y “Dávila” puedan pertenecer al mismo grupo familiar. 42
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su línea de ascendencia materna, su abuelo era el capitán Juan de Ávila, vecino de Almodóvar y capitán a cargo de la provincia de Santa María; el padre de este fue un mercader llamado también Juan de Ávila, que, de igual forma, se había trasladado desde España a México. Ahí se estableció como mercader y vecino de la misma entre 1536 y 1563, obteniendo por merced del cabildo un solar en la ciudad, en la calle que iba de Donceles al barrio de la Trinidad. Este le fue concedido por Bernardino de Albornoz, regidor del ayuntamiento y bisabuelo de otra monja del convento, Francisca Rosa Solano de Santa Rosa, que arrendaba una tienda en la plaza principal de la ciudad de México49 y ocupaba en 1544 el cargo de gobernador de Cuautitlán.50 Las actividades relacionadas con el comercio continuaron con una de las hijas de Juan Pastrana y Águeda Valenzuela, Juana, quien se casó con el tratante Francisco Quintero, vecino de Michoacán en 1598 y quien, según el registro bautismal de sus hijos, se estableció en la Ciudad de México entre 1636 y 1645. Ante estos antecedentes se puede señalar que, en el caso de Isabel de Jesús, el espacio de representación estuvo asociado con lo comercial. Varios miembros de este clan desarrollaron a partir de la regiduría funciones mercantiles redituables. Al igual que Juana de San José, Isabel de Jesús entró al convento como capellana, probablemente de la misma capellanía establecida por el mencionado fundador, sin que exista el registro de que haya tenido algún cargo dentro del convento. De entre las primeras monjas profesas en el convento de San Bernardo, es posible identificar a Ana de San Nicolás, llamada en el siglo Ana Nieto Cohollos/Cogollos, quien fue hija de Alonso Nieto Dorantes y de Mariana Cohollos/ Cogollos. Su padre fue un español originario de Sevilla51 que viajó entre territorios de ultramar constantemente. En 1598 Alonso Nieto Dorantes se trasladó desde Yucatán a Madrid, donde pasó dos años. En 1600 solicitó licencia para pasar nuevamente a Yucatán. En su petición se incluía una merced para poder
Venta, 23 de marzo de 1563. ANCM, México, 8, 107. Disponible en: http://cpagncmxvi.historicas.unam.mx/catalogo.jsp [Consulta: 20 de enero de 2020]. 50 Obligación de pago, 4 de abril de 1544. ANCM, México, 21, 64. Disponible en: http://cpagncmxvi.historicas.unam.mx/catalogo.jsp [Consulta: 20 de enero de 2020]. 51 Serrano Hernández, 2008: 45 49
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Línea genealógica 2: Familia Pastrana Valenzuela
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Actas de profesión del convento de San Bernardo de la Ciudad de México. Registros parroquiales publicados en Family Search y Relaciones de Méritos, Licencia de Pasajero y Nombramientos del AGI, publicados en PARES.
Mapa 2: Traslados de los miembros de la familia Pastrana Valenzuela
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Relaciones de Méritos, Licencia de Pasajero y Nombramientos del AGI, publicados en PARES.
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llevar armamento consigo.52 Entre estos viajes uno fue realizado en la flota del capitán Lope de Armendáriz,53 pudiéndose tratar de la flota del hijo o del propio virrey, el marqués de Cadereyta, por lo que es posible comenzar a delimitar algunas relaciones existentes entre los familiares de las monjas de San Bernardo y los personajes que estuvieron involucrados en diferentes épocas, directa o indirectamente, con una persona tan relevante como el virrey de Nueva España. Por medio de un memorial y una carta de cabildo se puede deducir que, a partir del inicio del siglo xvii laboró principalmente como agente de negocios en la provincia de Guatemala. Dentro de esta región obtuvo diferentes cargos y se trasladó constantemente entre diferentes puntos geográficos de la misma. En 1619 se encontraba en Trujillo, Honduras, donde solicitaba en nombre del cabildo la compra de material de artillería para la defensa de dicho puerto contra los ataques de los holandeses, argumentando que su “plataforma de artillería” era muy pequeña, por lo que pedía que los cañones que se encontraban en el castillo de La Habana fueran trasladados a su puesto de defensa y proponía la mejora de la defensa de la isla con otros cañones de mayor alcance.54 Es probable que las observaciones sobre las condiciones de la plataforma de La Habana las realizara al hacer los viajes entre Nueva España y España antes mencionados. El trayecto del mencionado Alonso Nieto Dorantes pasó por Veracruz y Cuba, como lo menciona alguno de sus testigos en el expediente para que se le otorgara la licencia de pasajero: “Haberlo visto en Nueva España, en barcas en San Juan de Ulúa y de la Habana”.55 En 1621 había sido nombrado procurador del cabildo secular en el Cabildo de Justicia y Regimiento de San Salvador. Mientras ocupaba dicho cargo,
Licencia para pasar a Yucatán de Alonso Nieto Dorantes, 1600. AGI, Indiferente, 2070, n. 3. Disponible en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/440567?nm [Consulta: 3 de febrero de 2020]. 53 Serrano Hernández, 2008: 45. 54 Memorial de Alonso Nieto Dorantes, agente de negocios en nombre del Cabildo de Trujillo, Honduras; sobre la compra de material de artillería para la defensa del puerto, 3 de agosto de 1619. AGI, Guatemala, 44a, n. 36. Disponible en: http://pares.mcu.es/ ParesBusquedas20/catalogo/ description/349357?nm [Consulta: 3 de febrero de 2020]. 55 Licencia para pasar a Yucatán de Alonso Nieto Dorantes, 1600. AGI, Indiferente, 2070, n. 3. Disponible en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/440567?nm [Consulta: 3 de febrero de 2020]. 52
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solicitó merced para que no se enviaran más jueces de comisión por los altos costos que este acto representaba para dicha ciudad; de igual forma, pedía que no se nombraran tenientes en el distrito, sugiriendo que fueran los alcaldes ordinarios los encargados de cobrar el real haber y entregarlo a los oficiales reales. En dicha solicitud también pidió recursos para la reparación de diferentes edificios de la ciudad, como las casas reales, la cárcel y la iglesia mayor.56 Línea genealógica 3: Familia Nieto Cohollos/Cogollos
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Actas de profesión del convento de San Bernardo de la Ciudad de México. Registros parroquiales publicados en Family Search y Relaciones de Méritos, Licencia de Pasajero y Nombramientos del AGI, publicados en PARES.
Un caso relevante entre estas monjas es el de Sabina de San Juan, cuyo nombre del siglo fue Sabina de Velasco Basante; hija de los españoles Juan Fernández de Velasco Orozco y de María Basante del Corral. Su padre se graduó como licenciado y también como doctor y pasó a Nueva España en el año 1595, donde fue nombrado alcalde del crimen de la Real Audiencia de México en 1610.57 Petición presentada ante el Consejo de Indias por Alonso Nieto Dorantes, procurador del Cabildo Secular de San Salvador, 1 de diciembre de 1621. AGI, Guatemala, 43, n. 71. Disponible en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/349282?nm [Consulta: 3 de febrero de 2020]. 57 Real provisión al licenciado don Juan de Velasco y Orozco, dándole el título de alcalde del crimen de la audiencia de México en lugar y por muerte del doctor Diego López de Azoca, 1 de noviembre de 1610. AGI, Indiferente, 449, l.a.2, f.132-132v.Disponible en: http://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/290180?nm [Consulta: 3 de febrero de 2020]. 56
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Mapa 3: Traslado de los miembros de la familia Nieto Cohollos/Cogollos
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Relaciones de Méritos, Licencia de Pasajero y Nombramientos del AGI, publicados en PARES.
Entre ese año y junio de 1612, su padre solicitó la licencia de pasajero para que su esposa, ocho58 criados, sus cuatro hijos varones, llamados Juan, Antonio, Francisco y Jusepe [José] Velasco Basante, un hermano clérigo y su criado se trasladaran desde Cádiz a Nueva España.59 Es posible determinar que Sabina nació en México a finales de 1612. A finales de 1617 falleció su padre y a su madre se le otorgó por cédula real la mitad del salario de su marido.60 Al parecer, los criados de Juan Fernández de Velasco Orozco que pasaron a Nueva España fueron más de ocho, dado que existe registro del traslado de al menos once de estos entre los años 1611 y 1612. 59 Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Juan de Velasco y Orozco, 14 de junio de 1612. AGI, Contratación, 5326, n. 23. Disponible en: http://pares.mcu.es/ ParesBusquedas 20/catalogo/description/144429?nm [Consulta: 3 de febrero de 2020]. 60 Real cédula a los oficiales reales de México para que paguen a doña María Basante del Corral, viuda del Dr. D. Juan de Velasco, 16 de septiembre de 1617. AGI, Indiferente, 450, l.a.5, 58
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Como ya se ha dicho, Sabina de San Juan es mencionada en la descripción de la fundación del convento del libro de profesiones como una de las monjas que pasaron del convento de Regina Coeli en 1636, por lo que es posible que entonces no rebasara de los veintitrés años de edad; seguramente pasó a San Bernardo como novicia, ya que en su traslado no se menciona que ocupara cargo alguno y su profesión se firmó como religiosa de este convento en 1639. En este caso es necesario retomar la teoría que supone que Sabina de Velasco Basante fue en realidad la monja que tenía por línea paterna algún tipo de relación familiar con el fundador y benefactor del mismo, Juan Márquez Orozco. Si esta suposición es acertada, a la par de “la reducción de la deuda espiritual y la salvación del alma como dependientes de la acumulación de actos de piedad, oraciones, o asistencia a misa”,61 señalada en el acta del patronato, la fundación del convento representaba para el patrocinador y fundador su interés por sus descendientes. Por otro lado, este acto permitió proyectar a mujeres criollas, que pudieron tener representación desde la ocupación de un cargo de poder como lo era el priorato del convento. De igual forma que Juana de San José e Isabel de Jesús, Sabina de San Juan profesó como capellana y, después de trece años de haber formalizado su profesión en el convento, fue la primera en ser electa por votos en el año 1652. Fue la última de las seis monjas fundadoras en ocupar el puesto de priora; sin embargo, los registros no permitieron datar la cantidad de años que pudo haberlo ocupado. Es necesario puntualizar que, entre los pasajeros que acompañaron a la madre de Sabina de San Juan desde España a México, se encontraba Isabel Gutiérrez,62 quien fue madre de la siguiente monja en profesar en el convento, Teresa de Jesús. Teresa de Jesús se llamaba en el siglo Teresa Serrano de Rosales Gutiérrez, fue hija de Diego Serrano de Rosales y de la mencionada Isabel Gutiérrez. Profesó en el año 1641 y, probablemente, ocupó el puesto de priora después de Sabina de San Juan. El caso de esta monja es relevante debido a que, a raíz de f.54-54v. Disponible en://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/description/291171?nm [Consulta: 3 de febrero de 2020]. 61 Lavrin, 1998: 64 62 Expediente de información y licencia de pasajero a Indias de Isabel Gutiérrez de Frías, 8 de junio de 1612. AGI, Contratación, 5326, n. 18. Disponible en: http://pares.mcu.es/ ParesBusquedas20/catalogo/description/144424?nm [Consulta: 3 de febrero de 2020].
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Línea genealógica 4: Familia Velasco Basante
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Actas de profesión del convento de San Bernardo de la Ciudad de México. Registros parroquiales publicados en Family Search; y Relaciones de Méritos, Licencia de Pasajero y Nombramientos del AGI, publicados en PARES.
lo descrito anteriormente, podemos interpretar las conexiones intrafamiliares como una organización entre un grupo de personas determinado, con relaciones e intereses particulares63 que incentivaron y consolidaron dicho grupo de monjas concepcionistas profesas en un nuevo convento. No solo por medio de la integración de sus hijas a la vida religiosa, sino con la aportación y consolidación de un considerable capital, unos tres o cuatro mil pesos
Algunas de las hijas de estas familias habían profesado años antes de 1644, por lo que puede suponerse que incluso podría existir el interés de evitar la extinción del espacio eclesiástico que estas habitaban. 63
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Mapa 4: Traslados de los miembros de la familia Velasco Basante
Elaboración propia, RLL/OFGL. Fuente: Relaciones de Méritos, Licencia de Pasajero y Nombramientos del AGI, publicados en PARES.
de dote por cada profesa de velo negro y coro,64 sin contar con las monjas que ingresaban por becas otorgadas a las capellanas, que ingresaban sin dote. A manera de reflexión final En este capítulo hemos tratado de mostrar la importancia de una fundación conventual que cubría un doble propósito: en primer lugar, garantizó la expan-
En las actas de profesión no se señala la dote de las primeras monjas profesas en el convento de San Bernardo; sin embargo, para 1689 la dote era en general de tres mil pesos, por lo que podría calcularse que solo entre estas seis familias aportaron en conjunto un capital de treinta y seis mil pesos. Con relación a esta acumulación de capitales en instituciones eclesiásticas femeninas, Sedano Ruiz señala que el convento de San Bernardo de México participó activamente en el sistema de créditos local, por medio de censos y depósitos, a partir de mediados del siglo xvii, incrementando dichas participaciones con relación a “una lista considerable [de este tipo de movimientos] en los últimos años de ese siglo”. Ver Sedano Ruiz (2006: 124-158). 64
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sión de la orden concepcionista y, por otro lado, se constituyó en un espacio de expresión política y de poder donde determinados grupos familiares entablaron relaciones y fortalecieron la identidad indiana a través de sus desplazamientos entre ambos mundos. Hacia mediados del siglo xvii, la movilidad y los flujos migratorios eran un componente de la dinámica del naciente grupo criollo. Archivos Consulta de documentos digitales recuperados de los siguientes archivos: AGN: Archivo General de la Nación de México. — Guía General del Fondo en Línea: https://archivos.gob.mx/guiageneral/ AGI: Archivo General de Indias — Portal de Archivos Españoles-PARES: https://pares.mcu.es AHSM: Archivo Histórico del Sagrario Metropolitano, México. — Base de datos de la Genealogical Society Uta, publicado en FamilySearch: https:// familysearch.org ANCM: Archivo de Notarías de la Ciudad de México — Ivonne Mijares (Coord.). Seminario de Documentación e Historia Novohispana: http://cpagncmxvi.historicas.unam.mx/catalogo.jsp AAM: Archivo del Arzobispado de México LPCSBM: Libro de profesiones del Convento de San Bernardo de México, Colección Particular
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EL JUEZ JUAN DE VILLABONA, SUPERINTENDENTE DEL DESAGÜE DE HUEHUETOCA, 1631 Julián B. Ruiz Rivera (Universidad de Sevilla)
Destino, México Antes de llegar a México en 1628, Juan de Villabona Zubiaurre, de familia guipuzcoana, nacido en Cuenca y educado en Sevilla, había sido catedrático de todos los Derechos y rector de la Universidad de Sevilla en 1607, así como juez oidor en la Audiencia de Santa Fe de Bogotá desde 1608 hasta su traslado a la Nueva España, todo un intelectual. No pudo sospechar que se vería inmerso en un problema de envergadura secular como era el del agua en el valle de México, porque una cuenca hidrográfica como aquella carecía de salida natural y la única forma de evacuar el agua era por evaporación durante los meses de sequía. En 1629, el día de San Mateo, 21 de septiembre, se abrieron los cielos para descargar tan ingente cantidad de lluvia que inundó la ciudad durante más de un lustro. Generalmente el oidor más reciente en una audiencia recibía los encargos más complejos, como pudo ser este. ¿Fue de novato o recién llegado como recibió el encargo de superintendente del desagüe de Huehuetoca? Está claro que no se tomaba las cosas a la ligera ni asumía ninguna responsabilidad sin estudiarla a fondo, no solo por medio de informes y testimonios orales, sino mediante inspecciones directas con vista ocular en el caso de las obras del desagüe, en las que las diferencias con el maestro mayor y con el virrey fueron frontales. En principio, la permanencia en el encargo del desagüe fue temporal, constituyendo solo una responsabilidad añadida y no la fundamental de juez oidor, pero seguramente agudizó las diferencias entre él y el virrey.
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Antes de producirse la inundación, el 8 de septiembre de 1629, Villabona escribió una carta al rey en la que denunciaba algunas corrupciones que se estaban produciendo.1 En el contexto de la obra permanente del desagüe y de la situación catastrófica de la inundación más prolongada desde 1629, ¿cómo se ha juzgado por parte de los estudiosos la actuación de los responsables del momento y en concreto del juez Villabona? Villabona en la bibliografía Todos los autores coinciden en que en 1629 se registró la más catastrófica de las inundaciones, que mantuvo a la Ciudad de México sumergida bajo un metro, metro y medio y dos metros de agua, según las zonas de la ciudad, durante cinco largos años, experimentando apenas algún ligero alivio en los meses de sequía. El virrey, don Rodrigo Pacheco Osorio, marqués de Cerralbo, y todas las autoridades, entre las que se encontraba el oidor Juan de Villabona, se esforzaron para resolver un problema de tal envergadura. Pese a que Villabona ejerció de responsable del desagüe, la bibliografía no ha tenido para nada en cuenta su labor, que ha sido ignorada y en ocasiones criticada acerbamente. No sorprende que Charles Gibson no mencione a Villabona, cuya misión en este suceso cayó en el olvido, seguramente olvido deliberado, pero que sí pondere que “fue la inundación más devastadora de la historia colonial”, destacando los méritos de la obra de Enrico Martínez, que aparentemente se había completado en 1608, y desaprobando la decisión del mismo de taponar el túnel en 1629, cuando más se hubiera necesitado mantenerlo expedito para liberar agua de las lagunas.2 El político y pensador liberal mexicano José Fernando Ramírez escribió en la segunda mitad del siglo xix y no menciona a Villabona sino para informar que el virrey Cerralbo lo comisionó junto con el también oidor Francisco Herrera Campuzano para que negociaran con el arzobispo, don Francisco Manso y Zúñiga, un empréstito de la Caja de Obras Pías por sesenta y dos
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AGI, México, 75, r. 3, n. 12, imag. 5. Juez Villabona a S. M., México, 4 ab. 1633. Gibson, 1977: 243-244.
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mil quinientos pesos al 5 % de interés para utilizarlo en las obras del desagüe, pues no podía haber en ese momento obra más piadosa que esa de socorrer a todos los habitantes de la ciudad.3 Incluso en la primera mitad del siglo xx, sin duda porque no había habido una verdadera revisión de los sucesos relativos al desagüe, Francisco de la Maza llegó a titular un capítulo como “insultos de muerte”, en referencia a las críticas del fraile carmelita fray Andrés de San Miguel y del oidor Juan de Villabona, atribuyéndoles directamente la causa de la muerte de Enrico: “Cuando el maestro mayor Enrico Martínez esperaba el premio de sus trabajos, fue con aspereza reprendido del oidor Villalobos [léase Villabona], reprensión que le causó la muerte”.4 Se admira de lo tremendos que debieron ser los insultos que profirió contra un hombre que estaba ya enfermo, palabras prestadas de Cepeda y Carrillo, a su vez transcritas de un informe de Villabona al virrey marqués de Cerralbo. El informe de Villabona se expresaba en estos términos: El desacierto de origen de este desagüe es notorio y conocido y V. Exa. y todos lo sabemos y la disculpa la carga Enrico Martínez a la mala, frágil y movediza tierra, que le culpa y desacredita más, pues la vio y reconoció y midió y debió ver y reconocer antes que se fiara de ella y no acogerse a defenderse con engaños, que propone tan tardíos y que prohíbe la ley de los artífices y estos envejecidos empeños envueltos en tantas granjerías y salarios suyos y ribetes de otros, quiere llevar adelante Enrico Martínez y paladearnos y sustentarnos con juguetes y divertirnos con dijes de su capricho, que cuanto más los dore y los acabe, como asegura, hallará más por remediar que remediado.5
Son palabras duras, a no dudarlo, y otras más que contiene el informe completo del oidor superintendente. Este aducía razones concretas y comprobadas, como era la naturaleza de la tierra frágil y movediza, que no se podía sujetar sino con obra de mampostería, totalmente inasumible por su ingente precio. Todo lo demás propuesto por Enrico Martínez eran ganas de Ramírez, 1976: 147-148. Maza, 1991: 141. Esta es una edición facsimilar de la original editada en 1943. 5 Ibidem, 143. Son párrafos tomados del informe de Villabona al virrey marqués de Cerralbo en AGI, México, 75, n. 1 Gueguetoca, 13 feb. 1631, imágs. 11 y 14. 3 4
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engañar, juguetes, quimeras y astucias. De forma que, antes que seguir gastando en este proyecto, antes que vestirse de los remiendos de Huehuetoca, mejor gastar los tesoros en otros proyectos más útiles. ¿Qué le movía a Villabona en este asunto? ¿Solo razones técnicas? Si no entendía de asuntos arquitectónicos, ¿cómo arremetió tan duramente contra un experto? También es cierto que la decisión no era puramente técnica, sino también política, de prioridades y de presupuesto limitado. De la Maza aduce la acusación formulada por Villabona de que Enrico era extranjero, que algún trasfondo debía tener que se nos escapa hoy, porque llevaba viviendo en México más de cuatro décadas desde su llegada con el virrey Luis de Velasco el Joven: “Y el reino queda con sus quimeras y astucias, hijas del desamor de extranjero de la Corona de Nuestro Rey”.6 Lo que al fin de cuentas recomendaba Villabona era no seguir malgastando el dinero en una obra que no podía tener éxito, y en ese punto se dividían las opiniones, pues unos creían que estaban en riesgo muchos recursos y vidas humanas si se seguía adelante con el desagüe, mientras otros buscaban una solución urgente, antes que pensar en una alternativa viable de desagüe universal por medio de una zanja a cielo abierto. De la Maza había tomado partido por Enrico Martínez, a quien por lo visto no se podía contradecir, de tal forma que Villabona, que desempeñó la superintendencia de la obra, aunque por un tiempo breve, fue “grosero y furibundo”.7 Jorge Gurría Lacroix no solo cita a Villabona, sino que en la línea del anterior autor le hace responsable de la muerte de Enrico Martínez. Habla Gurría de dos enemigos de Enrico: uno, el fraile carmelita Andrés de San Miguel, y otro, el oidor Villabona. El fraile destilaba veneno y maledicencia, que descargó sobre el maestro del desagüe de México, y debieron ambos lastimarlo cuando se encontraba ya viejo y enfermo, con ochenta y tres años, en 1630. Pero, mucho más en concreto, “la actitud hostil e infame del oidor Villabona lo llevaron [sic] a la muerte”. Una imputación de tan grueso calibre resulta bastante gratuita a siglos de distancia por atrevida e injustificada, si bien lo más paradójico es que se sirva de un texto del propio Villabona, caracterizándolo de libelo: “Y han pasado años que no entra en el socavón, 6 7
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AGI, México, 75, n. 1. Maza, 1991: 143.
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ni ha querido entrar conmigo, aunque se lo apercibí por auto”.8 Y Gurría concluye con una nueva acusación: “Esta y otras muchas cosas ofensivas vertió Villabona sobre el viejo Enrico, llamándole también engañador “por el desamor que como extranjero” tenía a la corona de España”.9 El tratamiento que le dispensa Richard E. Boyer no revela ecuanimidad, posiblemente por su partidismo hacia Enrico Martínez, con quien se había enfrentado Villabona. Veamos las palabras textuales de Boyer al respecto: La antipatía de Villabona por Martínez sobrepasó los límites de la antipatía profesional. Aunque el desagüe era una cuestión emocional que había conmovido a toda una generación, los arranques de Villalobos [sic, en lugar de Villabona] eran irracionales y estaban cargados de odio. En 1632, ya muerto su rival, Villabona escribió un libelo en que acusaba a Martínez de demorar el trabajo, encerrado en su cuarto, fingiéndose enfermo: ‘Rodeado de libros de matemáticas, esferas, globos, astrolabios y ballestinas [sic] sin llegar a entender ni a comprender la base de la razón de sus ofrecimientos y promesas […] pretendía construir en la arena, pintar el aire y coger el viento en sus manos.’ Su concepto estaba equivocado desde el principio y al trabajar, Martínez debió comprenderlo y descubrir sus fallas en lugar de disimularlas con promesas que sólo a él beneficiaban […] ‘el Reino tiene el legado de sus quimeras y de su astucia, hijas del odio del extranjero hacia nuestro rey y su soberanía’ terminaba con grandilocuencia Villabona.10
La pintura que Villabona hizo de Enrico Martínez, según la opinión de Boyer, como logrero, astuto, sofista, hipocondríaco, obstruccionista y apasionado investigador de los misterios esotéricos sencillamente no concuerda con lo que de él sabemos y, si el público hubiera compartido esa descripción, hubiera debido estar al borde de la histeria. Más bien parece que el oidor superintendente, apunta Boyer, no estaba a la altura de sus responsabilidades y se escudaba en la difamación. Da la impresión de que este autor, como otros más, desconocieron la trayectoria del juez. Para Boyer, Villabona desacreditaba el proyecto del desagüe cuando justamente no existía otra alternativa de la que echar mano. Enrico Martínez contaba con un mérito enorme, pues Cepeda y Carrillo, 1637: fols. 14 y ss. Gurría Lacroix, 1978: 118. 10 Boyer, 1975: 124. Informe de Villabona a Cerralbo, AGI, México, 75, n. 1. 8 9
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había concebido una obra faraónica, única posiblemente en el mundo de su siglo. Las relaciones entre Villabona y Martínez se tratarán más adelante, pero valga por el momento matizar que las palabras del primero, que son textuales, no pertenecen a ningún libelo, sino a un informe del oidor superintendente Villabona al virrey marqués de Cerralbo, a quien estaba obligado a informar.11 En cualquier caso, los calificativos de Boyer sobre Villabona, que de ninguna forma van argumentados, se salen de lo estrictamente académico. Villabona, a su edad y con su experiencia, no se andaba con rodeos y planteó al virrey con crudeza los riesgos de continuar con una actividad poco menos que inútil. También Louisa Hoberman ha tratado el tema de la inundación de 1629, realizando una soberbia síntesis de todas las fuerzas en conflicto, las medidas paliativas adoptadas, las soluciones imposibles, los comportamientos de los distintos actores, los aspectos institucionales del virrey, cabildo, arzobispo, diversos tribunales y las iniciativas particulares tanto de personas pudientes como de los que poco podían aportar, en ninguna de las cuales aparece el nombre de Villabona.12 Posiblemente se deba a que ninguno de estos autores ha consultado los expedientes que se conservan en el Archivo de Indias, fiados seguramente de la abundancia de fuentes en el Archivo General de la Nación de México sobre el tema. En la muy sintética y magníficamente ilustrada versión de la gran inundación de 1629 de Bernardo García Martínez, donde en breves párrafos aporta la visión certera del fenómeno, no aparece el nombre de Villabona, pero es que ni siquiera tiene ocasión de mencionar el de Enrico Martínez.13 En el trabajo más general de Ernesto Aréchiga Córdoba no es lógico que mencione el nombre del oidor, aunque sí lo hace de Enrico Martínez, con todo derecho.14 La obra más reciente y mejor ilustrada sobre obra pública en América, que naturalmente tiene un capítulo sobre el desagüe de Huehuetoca, obra
AGI, México, 75, r. 1, n. 1, imag. 10. Informe de Villabona al virrey Cerralbo, Gueguetoca, 13 de febrero de 1931. 12 Hoberman, 1974: 211-230. 13 García Martínez, 2004: 50-57. 14 Aréchiga Córdoba, 2004: 60-65. 11
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debida a Ignacio González Tascón, no menciona a Villabona ni para bien ni para mal. Es excesivamente sintética como para tener cabida el detalle de la corta participación de un superintendente, para colmo enfrentado al maestro mayor.15 Lo mismo sucede en la obra más general de Francisco R. Calderón, que incluye un capítulo dedicado al desagüe del valle de México, en cuyas veintidós páginas no aparece mencionado el oidor y superintendente de la obra, Villabona.16 Grueso calibre, sin duda, el utilizado contra un juez, que habrá ocasión de comentar. Hubo diferencias de criterio entre el superintendente Villabona y el maestro mayor del desagüe, Enrico Martínez, que no eran las primeras registradas entre el gran artífice de la obra y los defensores de otras alternativas, sobre todo el holandés Adrián Boot, que defendió un sistema de diques y calzadas y la expulsión del agua sobrante por medio de máquinas, es decir, bombas de achique, como en Holanda.17 Por cierto, el proyecto de breve duración de Boot fue un completo fracaso, porque el agua que se expulsaba por una parte no se sacaba fuera del valle, sino que acababa entrando por otro sitio. Los contradictores de Enrico no fueron pocos y hasta estuvo preso en 1629 a consecuencia de haber taponado la entrada al socavón y contribuido con ello a agudizar la inundación. Raro que no surgiera el tema político, que al fin saltó de manera impropia al acusar Villabona a Enrico de extranjero, pues, aunque había nacido en Alemania, llevaba cuatro décadas viviendo en México. La llegada de Villabona a Huehuetoca como superintendente Nadie se ha ocupado de estudiar la labor realizada por el oidor Villabona durante su permanencia en la superintendencia, ni de profundizar en el método por el que intentó cumplir con su misión ni de desmenuzar cuáles fueron sus argumentos en contra del túnel para desaguar las lagunas y qué movió al virrey a designarlo superintendente. Villabona, como todas las autoridades de la Audiencia y del cabildo, había sido testigo de la inundación de 1629 y había padecido sus catasGonzález Tascón, 1992. Calderón, 1988: 475-497. 17 Gurría Lacroix, 1978: 99 y ss. 15 16
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tróficas consecuencias.18 Desde aquellas fechas hasta su nombramiento de superintendente habían transcurrido algo más de quince meses sin que se hubieran adoptado medidas eficaces para evacuar el agua, cuyo nivel no se había reducido durante el período de sequía. Pero ¿se había hecho algo para prevenir las situaciones de emergencia? Menos de un año había pasado cuando el arzobispo Francisco Manso y Zúñiga informaba al rey, culpando directamente al virrey de no haber dedicado el dinero asignado a la limpieza de las acequias. Pero no se quedó ahí simplemente, sino que lo pintó de este modo: Es finalmente, Sr. Marqués de Cerralbo (hablemos claro con Dios y con el Rey) su papel de V. E. una culebra escondida en el heno, un áspid ponzoñoso encubierto, un dulce e ingenioso canto de sirena, una representación de Jacob con vestiduras y manos supuestas de Esaú y si conocida la verdad por la voz se dejare engañar el Rey Ntro. Sr. por ellas y le echare a V. E. su bendición, ella le alcance, Amén, y la de Dios a quien pongo por testigo.19
Hoberman recoge todas las medidas paliativas adoptadas por el virrey Cerralbo, en concreto el suministro de pan, comprándolo los responsables directamente de la alhóndiga a los panaderos para controlar el precio, el funcionamiento del mayor número de barcas y canoas para la comunicación dentro de la ciudad inundada y con las poblaciones de la periferia de los lagos, la construcción de calzadillas para sustituir las calles inundadas y la solicitud de nuevos impuestos con que financiar todas estas medidas.20 En aquellos meses tan duros había experimentado las muertes de muchos indios, el relativo y temporal despoblamiento de barrios, el deterioro y colapso de no pocas casas a causa de la humedad, la pérdida de negocios y en general las difíciles condiciones de vida auténticamente lacustre. Las consecuencias en cuanto a pérdida de población y a migraciones de españoles a otras ciudades han sido discutidas. Israel, 1980: 183-184. El autor detalla algunas de las consecuencias para la ciudad y las acusaciones del arzobispo Manso y Zúñiga contra el virrey Cerralbo. 19 AGI, México, 3, n. 140. Copia de un papel del arzobispo al rey con copia para el virrey, México, 31 ag. 1630. 20 Hoberman, 1974: 215-218. 18
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No abundan las descripciones que suministren muchos detalles concretos. Un fraile que escribe a alguien de la corte madrileña a los cuatro meses de producirse la inundación describe las consecuencias sanitarias, económicas, sociales: Sabrá V. S. que México está acabado, si Dios milagrosamente no le remedia, porque está tan totalmente inundado, de suerte que ese año por todas partes y con las muchas aguas se ha hecho una laguna continuada y a un pesso [paso] desde Texcuco hasta San Cosme de los frailes franciscos y hay partes de dos y tres varas de agua en alto sin perdonar zaguanes ni patios, ni corrales de las casas y mucho menos calles, plazas y iglesias; solo se ha escapado la calle de Santa Teresa y la de la cárcel arzobispal y la que está a espaldas de la iglesia mayor nueva. Todo se trajina con canoas, balsas, barcos, que debe de haber más de tres mil embarcaciones y con ellas se entran hasta las escaleras de las casas, donde llega el agua a cuatro, a seis y a ocho escalones y allí se embarcan los que han de salir fuera y la ganancia de canoeros es mucha, porque ganan a veces y a días cuatro y más pesos de llevar gentes de una calle a otra y de una casa a otra y a mí me sucedió que de llevarme de aquí, de nuestro colegio, a las Recogidas, no me pude concertar por cuatro reales.21
Otra de las relaciones no conocidas se debe al alcalde del crimen Francisco Moreno: Está toda anegada, calles, plazas, chinampas y arrabales, sin tener descubierto más que el sitio que toma la iglesia mayor y una pequeña calle de hasta cien varas, que va desde dicha iglesia hasta las monjas de Santa Teresa y un pequeño sitio de cuatro calles cortas, que se dice la alcaicería; en partes de este sitio poblado de la ciudad hay dos varas de agua y vara y vara y media más y menos, y en las más altas tres cuartas y media vara; con este daño se han caído muchos edificios de piedra y tierra y adobes de tres partes de la ciudad; las dos están ya deshabitadas y la gente se ha ido y dividido por la provincia con sus alhajas, acomodándose mucha en las laderas de las sierras y partes altas en ranchos y casas pajizas y de palos y madera que van haciendo.22 Biblioteca Nacional de España en Madrid, Mss. 2362, Sucesos del año 1630, Fr. Gerónimo de Mercado al Sr. Illmo., México, 30 enero de 1630. 22 AGI, México 74, r. 10, n. 117, imag. 4. Ldo. Francisco Moreno a S. M., México, 20 de noviembre de 1629. 21
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Villabona no vivió los acontecimientos del primer lustro de la década de 1620, pero sí le tocó conocer la ciudad que describe Francisco Moreno y las consecuencias de la inundación: Por nuestros grandes pecados está perdida la mayor y mejor ciudad, de mayores y más bellos edificios, más lustrosa en las personas y arreos, de casa más rica de comercio y contrataciones y oficios que V. Mgd. tiene en todas sus monarquías y como metrópoli de este Reino con su caída y acabamiento se le ha llevado tras de sí sin haber persona que la vio en los últimos del mes de agosto de este año de 1629 que pueda decir que es ella.23
Seguro que Villabona compartía con Moreno los juicios sobre la magnificencia de la Ciudad de México y sobre la negligencia e incuria del sistema para prevenir las periódicas inundaciones, imputable, como lo manifestará, al virrey Cerralbo: Asiéntase a V. Mgd., asimismo, por verdad llana que cinco años y más de este presente Gobierno no se han limpiado ni apretilado las acequias grandes ni chicas, que rodean y atraviesan esta ciudad, por donde se comunican las aguas de las lagunas a ellas y por donde de ellas desaguan las aguas que en este sitio se recogen del cielo y otras partes y así están hechas con modo y traza que todas dichas aguas de las calles tengan corrientes a las acequias y usillos por donde entren. Tal ha sido el descuido en cosa tan necesaria y que en todos tiempos se ha tenido por tal, que en la seca de este año de 29 y la del fin de 28 estaban y han estado estas acequias tan llenas de basura que no se les descubría agua ninguna y en ellas escarbaban gallinas igualmente con las calles y pacían bestias, lo que retoñaban.24
Haciendo, pues, uso de su libertad expuso a Su Majestad la visión del estado de las lagunas y acequias, que se hallaban descuidadas por falta de limpieza. Por el desagüe de Huehuetoca, que desaguaba al río Cuautitlán y parte de la laguna de Zumpango, no había corrido una gota de agua en el año 1629 y las peticiones de Enrico Martínez de dineros e indios para 23 24
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Ibidem, imágs. 3-4. Ibidem, imágs. 5-6.
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mantenerlo se habían desatendido. De nada le sirvió alegar esas peticiones cuando las aguas anegaron la ciudad, porque a pesar de todo se le puso preso, ya que alguien tenía que pagar. Corrieron versiones de que Enrico Martínez había cegado la entrada al socavón para demostrar contra sus opositores la utilidad del túnel, lo cual agravó el problema y por tal motivo se le encarceló. Otra posibilidad, apunta De la Maza, es que, de haber metido en el túnel la gran crecida del río, lo hubiera arruinado del todo, produciendo desprendimientos y taponándolo.25 Se habían gastado no menos de seiscientos mil pesos en el plan del holandés Adrián Boot, que fue un completo fracaso. Otro de los capítulos que se había llevado más dinero había sido el de sueldos de soldados, que han sido “criados y gentileshombres de cámara de llave dorada de vuestro Virrey y otras muchas plazas muertas de pajes y criados menores”. Claro que, para gestionar las obras que solucionaran la evacuación de las aguas sobrantes de las lagunas, se necesitaba una autoridad fuerte, que no tenía por su cargo el maestro mayor Enrico Martínez, ya que era precisa una vara de justicia para encarrilar con brevedad la ejecución del desagüe y ordenar el reclutamiento de indios para la obra de distritos algo distantes, dado que los del valle habían disminuido a causa de las enfermedades y muertes producidas por la propia inundación y por los trabajos realizados en décadas pasadas en el socavón. Como no podía ser menos, el virrey encarecía al nombrado superintendente “que sean bien tratados y pagados [los indios] y se dé todo el avío que fuere menester dando para esto las órdenes necesarias, así para que se lleven los géneros, pertrechos y herramientas que se pudiere”. Se necesitaba la autoridad de un juez ante “los alcaldes mayores, corregidores y justicias de los distritos y jurisdicciones de donde los dichos indios se hubieren de traer”, lo mismo que ante “los ministros de doctrina de los dichos partidos”, para que la operación pudiera resultar exitosa, dadas las difíciles circunstancias de escasez de mano de obra y de resistencia a trabajo tan exigente y tan arriesgado en el que había perecido un número importante.26
Maza, 1991: 123-124. AGI, México, 30, n. 39, imágs. 19-20. Auto del virrey Cerralbo para nombrar al oidor Juan de Villabona superintendente del desagüe de Huehuetoca, México, 2 de enero de 1631. (Todas las citas entrecomilladas anteriores pertenecen a este mismo documento). 25 26
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Con fecha del 7 de enero de 1631, es decir, cinco días después de su nombramiento, Villabona enviaba un informe al rey acerca de los asuntos de la inundación con unas ideas bien definidas, incluso antes de entrar a inspeccionar el socavón en persona, muy acordes con las del alcalde del crimen, pues desde el inicio del mismo se posiciona frente al virrey Cerralbo, acusándole de que había adoptado medidas tardías e ineficaces,27 porque todas eran paliativas sin contemplar un plan global como el desagüe general, que era lo importante para México. No hace falta ser muy agudo, reflexiona el oidor, para darse cuenta de que el virrey, cuando estaba a punto de acabar su gobierno, en el que llevaba ya siete años, buscaba dilatar su mandato y, si eso no lo podía conseguir, al menos sí salvar su reputación mediante estas justificaciones de las obras realizadas, vinieran a cuento o no para conseguir la inmunidad de la Iglesia y la gracia de su majestad.28 Esta situación no era nueva ni había llegado de improviso, pues “los clamores de la ciudad, sus lágrimas, sus quejas, sus murmuraciones justas despertaron hartas veces al Marqués de Cerralbo para que remediase los daños que amenazaban tan de lleno, pero menospreciolo, faltando a todas las leyes de buen gobierno y descuidolas tarde para total ruina de la tierra”.29 Para intentar dar un golpe de efecto, decidió el virrey trasladarse a Huehuetoca, acompañado de la Audiencia, tribunales y ministros, viaje que fue de más ruido que provecho, porque solo se sacó en limpio que no habría desagüe general. ¿En qué fundaba su seguridad el virrey para mantener el desagüe por Huehuetoca? A juicio de Villabona, únicamente en la opinión de Enrico Martínez, como si sus opiniones fueran artículo de fe. El desagüe de Enrico Martínez consistía en sacar por él el río Cuautitlán y, además, cuatro varas de cuerpo de agua del lago de Zumpango —equivalente a poco más de 3,5 m—, lo que sí podía ser de suma utilidad, caso de conseguirse. Según Villabona, el resultado de las juntas y los debates había sido que no habría “desagüe general para perpetua seguridad de México”, que a su juicio era la única solución efectiva y duradera, pero, para conseguir solucionar el problema apremiante, Israel, 1980: 184. AGI, México, 75, r. 1, n. 1, imag. 1. Villabona a S. M., México, 7 de enero de 1631. 29 Ibidem, imágs. 1-2. 27 28
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se habían acordado gastos, prevenciones, pertrechos y mitas excesivas de indios de partes remotas, de temples contrarios, porque los que había en la comarca y demarcación vecina los acabó la pestilente enfermedad que les sobrevino con esta inundación, trabajando en repararla sin el sustento forzoso y sin la paga justa.30
Solo un hombre de mucha experiencia y autoridad podía hablar con esa claridad al rey de uno de sus dos virreyes en las Indias. Da la impresión de que no era el primer tema sobre el que habían mantenido diferencias el virrey y el oidor. ¿Qué pretendía el virrey al nombrar a Villabona superintendente de la obra del desagüe? Esa misma pregunta se la hizo el propio oidor sin encontrar la respuesta, porque el Marqués de Cerralbo me manda vaya a asistir a estas obras por superintendente de ellas y para los efectos que contiene la comisión de Architecto, que remito, y no de letrado, que es lo que profeso […] en negocio que juzgo por desesperado, consumidero de vidas y dineros y del tiempo que es tan precioso, sin quedar asentado el permanente y perpetuo remedio de que México necesita.31
En otra nueva misiva remitida desde la capital del reino, antes, por tanto, de trasladarse a Huehuetoca, Villabona seguía insistiendo en su perplejidad sobre el nombramiento para un asunto en el que no era experto, retirándolo de lo que era su profesión, la sala de acuerdos y los asuntos de justicia: “Tampoco sé para qué me envía el Marqués al desagüe no siendo menester allí y haciendo falta en México (tal cual soy) ni para qué me saca de las salas vistas de los acuerdos y juntas, adonde V. M. ha tenido siempre en mí un fiel criado y ministro descubriendo el cuello y haciendo rostro a mil desórdenes”.32 Claro que tenía su explicación, que no era otra que quitarle de la sala de acuerdos para poder así manejar los temas de gobierno y de justicia a su medida. Esta explicación resulta bastante verosímil, dado el clima de enfrentamiento en la Audiencia y particularmente entre el virrey y el juez Villabona. Ibidem, imag. 3. Ibidem, imag. 3. 32 AGI, México 75, r. 1, n. 3., imag. 4. Villabona a Cerralbo, México, 17 de febrero de 1631. 30 31
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Como parecía haber agotado todos los argumentos de razón, no le quedó otro que poner a un peón propio: No alcanzo qué personas ha topado el Marqués de Cerralbo en México de más satisfacción de letras y limpio corazón en sus procedimientos, como V. M. lo ha entendido y su Consejo con experiencias largas y cuando se dispute quién ha sustentado razón, se verá quién ha estado más acertado, si no le disculpan al Marqués las estrechas y bien pegadas obligaciones que tiene a don Francisco de Rojas, que unos sospechan y otros conocen de raíz.33
Sin saber, por tanto, a qué iba ni a quién le importaba su promoción para el encargo del desagüe, no dudó en obedecer “con ciega obediencia por mandármelo un virrey lugarteniente de V. M.”, pese a que también servían doce sobrestantes, “langosta de la república”, todos de elección de Enrico Martínez, que no hacían otra cosa que asistir y mirar y, eso sí, cobrar, algunos de los cuales se podrían ahorrar estando él al frente de la obra. Que Villabona no era una persona corriente lo prueba que renunció a la ayuda de costa de doscientos pesos al mes que conllevaba el cargo de superintendente. Aquí ya llegamos al meollo de su enfrentamiento, o a uno de los motivos fuertes de sus diferencias. Quiere decirse que el enfrentamiento con el oidor Villabona era total antes del nombramiento para la superintendencia o que dicho nombramiento buscaba alejar al incómodo oidor de la capital mexicana, al menos mientras durara esa comisión. Para Villabona, Francisco de Rojas no solo era un intruso, sino “su estrecho amigo [del virrey Cerralbo] y de su comunicación y agrado” cuando más lo necesitaba, “en un año que se considera por último y fatal del Gobierno del marqués de Cerralbo”.34 Erró Villabona y con él sus aspiraciones de justicia en el caso de que esta estuviera de su parte, porque no consiguió dar testimonio en el juicio de residencia del virrey, que necesitaba sacarse “de la clase de la Audiencia a la escuela de mínimos, porque no quiere hoy pegados tan viejos y experimentados por escuchas y censura de sus acciones públicas ni secretas y quita un juez legítimo del ministerio y pone al licenciado don Francisco de Rojas, intruso”.35 Ibidem, imágs. 5-6. Ibidem, imag. 4. 35 México, 75, r. 1, n. 1, imag. 4. 33 34
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Si las acusaciones contra Villabona de algunos de los autores comentados parecían fuertes, veamos el juicio que al superintendente le merecía Enrico Martínez, aun antes de entrar a revisar el socavón. Nadie había pedido cuentas a los virreyes que durante veinticuatro años no habían mantenido el desagüe en condiciones de funcionamiento, aunque el principal responsable era, a su juicio, Enrico Martínez: “Enrico Martín [sic] extranjero de estos Reinos, que con celo y codicia de su Magisterio vino a destruir la Nueva España, que no pone mano en cosa que acierte ni que acabe, comiéndose de balde los gajes de V. M., a que forzosamente le ha de inclinar el desamor natural de la extranjería”.36 Juicio verdaderamente intransigente, no producto de un momento, sino resultado del casi año y medio de sufrimiento por la inundación y, sin duda, de largas discusiones sobre todo lo relacionado con el desagüe entre las dos posiciones posibles, bien el túnel o el tajo abierto. Frente al extranjero, Villabona pedía al rey que enviara “ingenieros y vasallos, confidentes de su Corona para que argumenten y repliquen a este Henrico Martín [sic], que no hay uno que sepa para contradecirle”. La conclusión que obtenía no podía ser más negativa, a saber: “La ciudad está tan arruinada como antes y mucho más se arruina cada día con edificios que van cayendo, que es gran lástima y con el agua a la boca con ser tiempo de seca”. Más grave le resultaba el servilismo de los subalternos y la adulación al poder, hasta el extremo de mentir descaradamente, cometiendo un nuevo delito: Y un Domingo de Texeda, criado del Marqués, que llevó los despachos en que reparó la expectación de la corte, se escribe que ha dicho a los pasajeros de la flota y a todos los que le preguntan el suceso de la inundación, que cuando llegasen acá hallarían el lugar remediado y con polvo en las calles, rodando carrozas, como solía en los tiempos floridos, informando siniestramente para dar pistas al crédito de su amo contra el servicio de V. M., porque no guardar la fe y lealtad que debe un vasallo a su Rey es atrocísimo delito, digno de severo y ejemplar castigo y, si fuera su juez y cierto lo que refieren, le partiera vivo y pusiera en cuatro palos para pena suya y escarmiento de mentirosos y lisonjeros y pensara que hacía al cielo y a V. M. un relevante servicio para gloria de su corona.37 36 37
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Ibidem, imag. 5. Ibidem, imag. 6. La cursiva es mía.
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Resulta muy duro leer hoy estos juicios tan severos, pero están cargados de razón, pues la obligación de un vasallo no es la alabanza fácil a su señor, sino mantener la lealtad informando la verdad para ayudarle a tomar las decisiones acertadas. Si todos los criados y servidores hubieran procedido con esta leal conducta, lejos de la mentira y la lisonja, hubieran sido las cosas algo diferentes en América. ¿Quién se ocupó de la obra del desagüe durante esos meses cruciales, máxime cuando el propio maestro mayor se hallaba en prisión? Puede que no hubiera una persona específica. Durante el virreinato del marqués de Gelves fue el jesuita P. Juan Sánchez Vaquero el que intervino en los proyectos y su mantenimiento, bien entendido que no era partidario del canal subterráneo, sino a tajo abierto.38 Siguen siendo un enigma los motivos por los que Cerralbo lo nombró superintendente, porque no se le debía ocultar lo que Villabona pensaba, según lo había manifestado al rey y al propio virrey. Entonces, pensando de forma tan diferente, ¿cómo y por qué lo nombró? El auto de nombramiento no da pistas reales a causa de las formalidades del lenguaje. Lo que más ponderó el virrey es que se necesitaba una persona de mucha autoridad “para que asistiendo en el dicho pueblo, disponga, ordene y procure que la dicha obra se acabe con la mayor brevedad que ser pueda en conformidad del ofrecimiento que tiene hecho Enrico Martínez”.39 Para ello tenía que utilizar mano de obra —los indios eran escasos porque la propia obra los había consumido a lo largo de tres décadas y, últimamente, las enfermedades y la inundación—, los materiales y avíos necesarios —géneros, pertrechos y herramientas—, los salarios adecuados y el buen trato. ¿De verdad que esperaba mucho del oidor Villabona o quiso marginarlo de la Audiencia al menos por un tiempo? Para mayor desconcierto, el 15 de enero de 1631 el oidor Villabona había reiterado al rey la petición de poder recibir del arzobispo, D. Francisco Manso y Zúñiga, las tres órdenes mayores en días sucesivos, petición que no había tenido respuesta, bien por haberse perdido o por haberse extraviado,
Rubio Mañé, 1983: 39. AGI, México, 30, n. 39, imágs. 19-20. Auto del virrey Cerralbo para nombrar al oidor Juan de Villabona Zubiaurre como superintendente del desagüe de Huehuetoca, México, 2 de enero de 1631. 38 39
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se entiende que deliberadamente, con intervención de la censura gubernamental.40 Así las cosas, Villabona había decidido cambiar de estado por convicción, para librarse de las persecuciones del virrey, dado que su viudedad con los hijos independientes le liberaba de obligaciones familiares.41 En este contexto, asumiendo con responsabilidad sus obligaciones como superintendente, bajó a inspeccionar el túnel de desagüe con evidente riesgo: Y he visto con personas que se han aventurado en mi compañía a descubrir este deseado desengaño y que por doce horas escasas de tiempo no quedamos enterrados todos por unas ademas y puntales que cayeron en una gran plaza del socavón, que antes habíamos andado y reconocido, a que también asistió y en todas las diligencias Diego Pérez sobrestante mayor, hijo de Henrico Martínez.42
Estado del desagüe de Huehuetoca Desde la primera construcción con el virrey don Luis de Velasco el Joven, habían transcurrido más de veintidós años, en los que se había probado y experimentado la utilidad y los problemas de un proyecto tan atrevido y ambicioso. A juicio de Villabona, “el desacierto de origen de este desagüe es notorio y conocido y V. E. y todos lo sabemos y la disculpa la carga Enrico Martínez a la mala, frágil y movediza tierra, que le culpa y desacredita más todavía”.43 Eso era un hecho que nadie podía negar, porque se trataba de tierra, no de roca. Pero esa condición había existido desde el primer momento en que se analizó el proyecto y se tomaron muestras del suelo. No era nada nuevo. ¿No se previó que surgirían problemas de inestabilidad y falta de firmeza para aguantar la bóveda y las paredes? No se podía alegar a posteriori esa realidad como un impedimento, porque la ley de los artesanos o artífices obligaba a poner dicho hecho de manifiesto, con lo cual, AGI, México, 75, r. 1, n. 2. Villabona a S. M. México, 15 de enero de 1631. AGI, México, 75, r. 1, n. 6. Copia de papel del oidor Dr. Villabona al Marqués, 11 de junio de 1631. Las tres hijas se hallaban en el convento de San Lorenzo. 42 AGI, México, 75, r. 1, n. 1, imag. 11. 43 AGI, México, 75, r. 1, n. 1, imag. 11. 40 41
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hallará más por remediar que remediado, porque no pueden tener seguridad permanente ni temporal en un socavón tan lastimado y enflaquecido de dentro y fuera en la superficie de la arquería, con derrumbaderos de tierra y piedra, que le van arrojando al suelo, como he visto tan azolvado […] que se atascan y detienen lamas y pozos de agua de dos y más varas […] Si el terruño es tan débil, malo y peligroso para lo fabricado antes y la experiencia lo ha enseñado, ¿cómo será bueno para profundarle más cuatro varas siendo imposible estribarse, porque se está cayendo todo? […].44
Aun sirviéndose de maderas, como se había hecho hasta entonces, ¿cuánto podían durar desde el momento que se humedecieran y comenzaran a pudrirse? Había una solución absolutamente inalcanzable, como era una galería de mampostería con firmes cimientos y bóveda continua, pero no había riqueza en el reino para sufragarla. Si se decidía, como era previsible, continuar con el socavón al no encontrar otra solución viable, habría que tener en cuenta que “todos los años se han de ir desgajando y derribando los altos y respaldos para darnos más que limpiar y gastar”, sin poder dejarlo ningún año. Una de las condiciones de la oferta de Enrico Martínez para sacar el agua consistía en la fuerza laboral de que debía disponer, que tampoco iba a estar disponible a causa de “los muchos indios que faltan por venir o por llegar tarde, otros que enferman, otros que mueren y que los más se huyen; y mi discurso no alcanza ni todo mi desvelo cómo repararlo, aunque se atraviese el superior poder de V. E., porque el castigo no basta para que se recupere el daño y tiempo perdido”.45 A su entender, y de acuerdo a la copia del concierto de Enrico Martínez. “en estos primeros seis meses de la seca son menester mil y quinientos indios ordinarios cada día y veinte hombres españoles entre oficiales carpinteros y sobrestantes”.46 Y, si por Huehuetoca no servía el desagüe, ¿había alguna solución diferente? Villabona había puesto en guardia sobre la trampa que el socavón podía suponer, que era que, ya que se había gastado tanto en el socavón, no se podía abandonar y tirar tanta inversión. Pero eso suponía seguir metiendo Ibidem, imag. 11. Ibidem, imag. 13. 46 AGI, México, 30, n. 33, imag. 11. Copia de concierto de Enrico Martínez, maestro mayor de la obra del desagüe. Gueguetoca, 25 de octubre de 1630. 44 45
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todo el dinero que Enrico siguiera pidiendo, “desperdiciándose sin provecho doscientos mil pesos”, en lugar de buscar otra solución más definitiva, “pues vale y monta más hoy un desengaño cristiano para gobernarnos con una bella retirada, que cuanto se ha perdido y solicita perder Enrico Martínez para acabar de perdernos”.47 Si nada de lo realizado hasta entonces valía, ¿había alguna alternativa que ofreciera el superintendente? Pues sí. No es que fuera original, pues se habían hecho multitud de intentos de desaguar por diversos sitios sin ningún éxito, ya que el más sencillo y viable tenía que hacerse hacia Nochistongo, de forma que se sacara el agua hacia el río Pachuca, que la llevaría al golfo de México. Villabona no podía quedarse en la negación y propuso también sus salidas: Vuélvanse a reconocer con espacio los desagües de Naranjo, de Simón Méndez y de Alonso Pérez, que me ha propuesto el maestro Juan Serrano, que desempeñado de Gueguetoca, haciendo cuenta que se murió, nos parecerán mejor y se elegirá el más seguro y menos costoso y México quedará reparado para conservarse.48
No debería sorprender que los dos bandos enfrentados estuvieran de acuerdo en la solución del desagüe general, pero aun así la urgencia seguía presionando para sacar el agua de la ciudad con una solución a corto plazo, aunque fuera por el “antiguo desagüe de Huehuetoca”. ¿Es que Villabona y sus maestros no calibraban el peso de esa urgencia como para defender el abandono del desagüe existente? Cualquier nueva obra se planteaba a largo plazo, un plazo que no se podían permitir ni las autoridades ni el público. El virrey, por mucho que comprendiera la posición de Villabona, debía aportar una solución y, de momento, solo podía llegar del acondicionamiento del desagüe ya construido y que había funcionado algún tiempo. Hay que reconocer, según se ha analizado por diversos autores, que la obra de Enrico Martínez había sido pionera y sin igual en su época, casi titánica. E igualmente digna de valorar la decisión del virrey Velasco el Joven de admitir con gran visión un proyecto tan original y único. Según la síntesis nítida de Ignacio González Tascón, el proyecto se realizó en tiempo
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AGI, México, 75, r. 1, n. 1, imag. 14. Ibidem, imágs. 14-15.
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récord, algo menos de diez meses, entre el 29 de noviembre de 1607 y el 17 de septiembre de 1608.49 Siempre siguiendo a este autor, los dos tramos a cielo abierto medían 6,5 km cada uno y el túnel, 6,8 km, que en conjunto hacen casi 20 km. La anchura y altura del túnel no se pudieron mantener uniformes, pues, si se proyectó con 1,7 m de anchura y por lo menos el doble de altura, en algunos tramos fue difícil conseguirlo y en muchos otros se produjeron derrumbes, con lo que sus medidas se habían modificado. Excavarlo en tan breve tiempo se debió a la fragilidad del terreno, que no ofrecía mucha resistencia. La obra, no obstante, perdió eficacia con rapidez por las dificultades del socavón, que se atascaba con derrumbes y pozos de agua. Habían caído en un fallo de cálculo de la pendiente, seguramente por una idea errónea supuestamente tomada de Vitrubio y relativa a la inclinación para que el agua pudiera fluir. Si lo recomendable es 0,14 por mil, equivalente a una pulgada por cada 600 pies, en lugar del 5 por mil que calcularon ellos grosso modo, inclinación que equivalía en el primero de los cálculos a unos 18,18 m a lo largo de los casi 20 km, mientras en el segundo, a 300 m, algo imposible de conseguir. Así que el túnel se deterioró cuando no fue conscientemente abandonado. El maestro mayor Enrico Martínez había construido sesenta lumbreras o pozos verticales de ventilación y de evacuación de personas y materiales, todos los cuales no permanecieron practicables, unas veces por hundimientos y otras por abandonos. En el diseño original esas lumbreras quedaban entre sí a una distancia media de poco más de 110 m. Como el socavón no contó con bóvedas de cantería salvo en muy escasos tramos, bien pronto surgieron las dificultades por azolvamiento de los pasadizos. Justamente este fue el punto crucial en 1631, a saber, si el socavón era salvable, si se podía consolidar mediante refuerzos, porque, a consecuencia del abandono, incluso premeditado, según el arzobispo Manso, del marqués de Cerralbo, se habían inundado y obstruido tramos,50 pues los ingresos de González Tascón, 1992: 277. García Martínez, 2004: 53; Rubio Mañé, 1983: 46-47. Israel afirma que fue Cerralbo quien permitió el deterioro y azolvamiento (Israel, 1980: 184). 49 50
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la sisa de la carne y del vino los dedicó a pagar las milicias.51 Como consecuencia, el desagüe cayó en la incuria, las maderas y los puntales que sujetaban paredes y techos se habían podrido, amenazaban con caerse o se habían caído, lo que, junto con la tierra y lamas, obstaculizaba el paso del agua. De ahí que fuera tan vital mediante una inspección ocular decidir si estaba el túnel en condiciones de admitir el agua y hacerla correr hasta su salida al río Tula por el salto de San Gregorio. Las partes de mampostería eran las menos numerosas, en los tramos de mayor cuidado, como la entrada o salida o en aquellas más endebles. En general, las bóvedas eran de tierra, allí denominada tepetate, que podía ser dura o blanda. A esas condiciones naturales del terreno se unía el descuido que el socavón había sufrido durante años de no repararlo. En tales condiciones, la única forma de averiguar las posibilidades de funcionamiento del túnel era mediante un reconocimiento del lugar, operación que comportaba riesgos serios no solo de accidentes, sino incluso de pérdida de la vida, dada la inestabilidad del terreno. No sorprende que Enrico Martínez, artífice de la obra y conocedor de los detalles, a sus años y achacoso como estaba, no se atreviera a descender. El nuevo superintendente Villabona no entendía una palabra de ingeniería ni de arquitectura como para poder opinar, pero tuvo muy claro desde el principio que, puesto que le habían colocado en ese puesto, tenía que averiguar en qué condiciones se encontraba no por informes, sino viéndolo y recorriéndolo directamente. Así pues, se realizaron dos inspecciones oculares sucesivas a comienzos del mes de febrero y a finales del mes de marzo de 1631, la primera encabezada por él mismo y la segunda, también bajo su autoridad, dirigida desde el subterráneo por el Dr. Juan de Cebicos, racionero de la catedral de Tlaxcala. A diferencia de Villabona, el clérigo Cebicos sí era experto en arquitectura. No obstante, tanto uno como otro se hicieron acompañar de maestros, unos con conocimientos teóricos y otros con experiencia de trabajos en la tierra o en la minería, es decir, con nociones de materiales y de utilización de cierto instrumental y herramientas. AGI, México, 3, n. 166, fols. 5v-6r. Arzobispo Manso a S. M., México, 7 de noviembre de 1629. Dice: “Desde el año de 1623, en que el Marqués de Gelves mandó cesar la obra del desagüe, pareciéndole no necesaria”. 51
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Villabona dirigió las entradas al socavón los días 3, 4, 5 y 6 de febrero, llevando consigo a un técnico designado por el marqués de Cerralbo, el franciscano Fr. Sebastián de Garibay, experto en construcciones, y como sobrestante mayor por elección de Villabona a Diego Pérez, al que todos reconocían como hijo de Enrico Martínez. Como maestros llevaba a varios españoles: Diego de la Vega, de cuarenta y dos años, labrador y vecino del pueblo de Zumpango; Juan de Aguirre, de treinta y tres años, minero y vecino del pueblo de Huehuetoca; Pablo López de Montilla, de más de cincuenta años, labrador y residente en esa jurisdicción, es decir, en el campo; José de Urosa, de cincuenta años, arriero dueño de una recua y residente en el pueblo de Zumpango; Bernardo de León, de veintiocho años, vecino de la Ciudad de México y estante en el pueblo de Huehuetoca; Pedro Álvarez Otallo, de cincuenta años, propietario de minas52 y residente en Huehuetoca, y, finalmente, Juan Serrano, maestro de arquitectura y residente en México, que llegó solo para la última jornada por haber estado comprometido en otras tareas los días anteriores. Le acompañó en todo momento el escribano público Juan de la Serna para dejar constancia de todo por escrito. Estos fueron de elección del oidor-superintendente. Cebicos, por su parte, dirigió la vista ocular durante los días 20, 21 y 23 de marzo, para la que se habían instalado pasarelas para sortear obstáculos por encima del agua. Cebicos llevó sus técnicos puestos por el virrey y Villabona volvió a incluir a los mismos de la primera vista. Se trataba de observar los adelantos que se hubieran producido durante esas seis semanas. El primer aspecto a destacar es el valor del oidor superintendente, Villabona, al bajar al túnel en persona, no delegando en ningún otro, “pues su merced, que no está obligado a ello, quiere entrar en la compañía por mayor servicio de Dios nuestro Señor, de Su Majestad y de la Nueva España”.53 Esta decisión implicaba no solamente incomodidades, fatigas y suciedad, sino riesgo directo de accidentes, caídas, lesiones e incluso pérdida de la vida. El
Tiene minas, las cuales sabe ahondar, labrar, ademar, apuntalar y encajonar y hacer y disponer socavones para desaguar las que dan en agua. 53 AGI, México, 30, n. 39, imag. 24. Auto del oidor superintendente del desagüe, Huehuetoca, 2 de febrero de 1630. 52
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juez superintendente descendió acompañado de los maestros mencionados, de fray Sebastián de Garibay y del escribano. El acceso al túnel se realizaba por distintas lumbreras, ya que así se había concebido con diferentes accesos desde la superficie para también poder perforarlo simultáneamente, iniciándolo desde distintos puntos, lo que explica la brevedad de su realización y sus irregularidades, pues no siempre se acertó con precisión entre los diferentes tramos para mantener la línea recta, por lo que se formaron recodos y ángulos que también dificultaban el fluir del agua. Por las lumbreras se tenían los sistemas de ventilación y por ellas se instalaban los malacates para poder extraer la tierra excavada. El acceso por las lumbreras variaba de unas a otras según la profundidad a que quedara el socavón. Así, por ejemplo, en la del Tajuelo “bajó con muy gran trabajo por unos malos formados escalones de la propia tierra, que se están desmoronando”.54 Mucho más complicado resultaba salvar por una escotilla de estas la altura de un cerro, como en la de Guzmán, donde “tiene esta dicha lumbrera para bajarse al plan tres escalas de madera con cincuenta y un escalones de hierro, que por todos son sesenta y uno y desde la cumbre del dicho socavón hasta la cumbre del agua de él se hallaron dieciséis brazas de cordel medidas por un hombre de buena estatura”,55 equivalentes a unos 27 m. No siempre las escalas eran de hierro, sino más frecuentemente de madera, con mayor peligro de resbalones, mucho más si los escalones estaban excavados en la propia tierra. Así, en la lumbrera de Godínez, “donde su merced bajó con el dicho Padre y el presente escribano por unas escalas de madera con mucho riesgo por la amenaza de caerse la tierra y que estaban comidos los cimientos”.56 La lumbrera de Valenzuela tenía ocho escalas y sesenta y seis varas, lo que da una profundidad de 57 m que salvar. Y, si eran complicadas de bajar, ¿cómo serían para subir? Estas operaciones las realizaron varias veces en un mismo día, cuando estaba obstruido el paso subterráneo. El avance por dentro del túnel estaba lleno de obstáculos. Primero, tenían que llevar velas encendidas en las manos para alumbrarse, caminando descalzos porque había agua, lodo, lamas y tierra y con calzón blanco para Ibidem, imag. 57. Ibidem, imag. 28. 56 Ibidem, imag. 57. 54 55
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distinguirse claramente. En ocasiones los testigos ponderan que fray Sebastián de Garibay se descalzó para poder pasar algunas balsas de agua, donde les podía llegar el agua a la rodilla, pero otras veces a la cintura e incluso al pecho, por lo que tenían que desnudarse o utilizar una barquilla para atravesar algún pozo más hondo. Al superintendente Villabona tuvieron que trasladarlo a hombros en algunas ocasiones para sortear estos obstáculos y no tener que descalzarse. Todo esto mientras al mismo tiempo se alumbraban con las velas. En ocasiones alguien se quedaba a un lado de las balsas de agua con las velas encendidas para iluminar mientras el grupo vadeaba y avanzaba. Los obstáculos mayores, aparte del agua, eran los desprendimientos que se producían del techo y de las paredes, que se amontonaban en el suelo o en los laterales e impedían que corriera el agua. Cuando las tijeras de madera que se ponían de sujeción en el techo o en las paredes se pudrían y desplomaban, formaban una barrera infranqueable con la acumulación de tierra, que el agua no hacía más que apelmazar en lugar de arrastrarla. Entre la primera y segunda visita hubo una diferencia considerable en cuanto a las dificultades encontradas y, por el lado técnico, en la medición de todo el socavón, con medidas precisas en la segunda y enumeración de las dificultades existentes. Los casi dos meses que mediaron entre una y otra debieron permitir a las órdenes de Villabona mejorar toda la infraestructura, de forma que el racionero Cebicos lo encontró de una manera muy distinta: se consignan setenta y una mediciones diferentes a lo largo de la dimensión del túnel de 8384 varas, equivalentes a 7008,18 m. La vista ocular del superintendente Villabona Con no disimulada inquietud, el superintendente Villabona, que no era experto en nada de lo que se le había encargado sobre el desagüe y quizás sospechando que aquel encargo era más una trampa que un premio a sus méritos, quiso asegurar en lo posible su buen hacer y, aparte de rodearse de personas expertas en aquellos trabajos, bien de arquitectura o de minería, quiso personalmente por vista ocular presenciar los reconocimientos del túnel. Los tajos a cielo abierto los había visitado varias veces, quizás porque su convicción era que debía hacerse todo en la superficie. Sin duda le constaba
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que Enrico no había bajado al socavón durante años y, si el maestro mayor a su juicio lo necesitaba, mucho más imprescindible lo juzgaba para sí mismo. Con todo dispuesto, el lunes 3 de febrero de 1631 salieron del pueblo de Huehuetoca sobre las nueve de la mañana hacia el socavón, se supone que en caballerías, en compañía del séquito mencionado y entraron por la lumbrera del Tajuelo. Pablo López manifestó que el señor oidor, junto con el fraile y los demás, “bajó con muy gran trabajo por unos malos formados escalones de la propia tierra, que se estaban desmoronando, para llegar a una escala de madera que llega al plan del dicho Tajuelo y dicho señor oidor anduvo por debajo del dicho socavón muy grande espacio de tierra hasta que el lodo, lama, agua y tierra les estorbó pasar adelante y los dejó a más de 200 varas […]”.57 Los españoles, expertos del superintendente, anduvieron muy largo trecho, entre 500 y 600 varas, con velas encendidas en las manos y descalzos hasta el tercer cañón cerca de la segunda lumbrera de Godínez y, eso sí, tropezaron con gran cantidad de agua, que les llegaba a la cintura, y mucha lama, lodo y tierra derrumbada, que medía entre una y dos varas de altura. Todos testimoniaron lo mismo sobre el mal estado de la galería, la tierra caída y las balsas de agua, de forma que tuvieron que desnudarse y quedarse en calzón y con los pies descalzos, con luces en las manos y un bordón para vadear el agua, que les llegaba a la cintura y en algunas partes a los hombros. Tanto es así que uno de los maestros, Pablo López, que se encontraba enfermo, tuvo que volverse antes que los demás para no entrar en el agua. El oidor, que volvió a subir, les mandó seguir adelante, cosa que hicieron, aunque tuvieron que volverse, según el sobrestante Diego Pérez, al no haber podido pasar por causa de un banco derrumbado de mucha tierra y “[…] agua que les daba a los hombros”. Cuando volvieron los españoles, le oyó decir al oidor que lo que habían andado era muy peligroso por muchas ruinas, tierra derrumbada y mucha agua. Desde allí, en superficie llegaron a la lumbrera de Guzmán, por donde bajaron por las escalas de madera “con mucho riesgo” y anduvieron por debajo hasta la lumbrera de Aguirre. Allí esperaba el superintendente y acompañantes, que bajaron y hallaron dos varas de agua, lama, lodo y mucha tierra derrumbada y amontonada por los lados, con huecos y socavoncillos 57
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en las paredes tapados con piedras, donde el agua no corría, y salieron todos mojados y llenos de lodo. El oidor ordenó seguir adelante al equipo, que llegó hasta el cañón de Valenzuela en la loma de Andrés Fuentes, y le comunicaron que estaba con muchas ruinas y con los cimientos comidos y que a 50 varas ya no se podía pasar porque el agua alcanzaba dos varas de profundidad. Por la tarde, a eso de las dos y media, el superintendente, el padre Garibay y los españoles bajaron por la segunda lumbrera con el fin de analizar el estado del socavón, tomar mediciones y hacer las recomendaciones pertinentes. El señor oidor hizo medir la hondura del pozo y se halló tener en la corriente del agua una vara larga de la dicha lama sin otras dos varas de tierra que hay por los lados del dicho socavón y cerca de la boca del mismo en el suelo muy grandes pedazos de tierra que parecen caídos y están amontonados a un lado, y adelante adentro del dicho socavón hacia la parte del pueblo en medio de él está un banco de tierra derrumbada, que ataja y rebalsa el agua de dos varas de alto y desde la dicha agua al plan de ella hallaron una vara de hondura.58
Al día siguiente, martes 4 de febrero, bajaron el oidor, el fraile, el sobrestante mayor Diego Pérez y los demás españoles por la lumbrera del Tajuelo para de nuevo inspeccionar y salir por la segunda lumbrera de Godínez, donde Villabona bajó por unas escalas de madera con mucho riesgo y anduvo un gran trecho por mucho rato a un lado y otro de la lumbrera con el fraile. Como había tanta agua, no pudieron reconocer los cimientos; cuando llegó el sobrestante mayor diciendo que el socavón estaba con muchas ruinas, él volvió a subir a la superficie a esperarlos. Los que habían seguido reconociendo no pudieron pasar al haber encontrado un gran banco de tierra y agua detenida que les llegaba a los hombros, como quedó marcado en la camisa del sobrestante. Salieron y anduvieron por encima hasta la lumbrera de Guzmán, por la que descendieron usando las escalas de madera, y entraron por el socavón hasta llegar a la lumbrera de Aguirre, adonde bajaron el señor oidor, el fraile y el escribano, hallaron agua y tierra, algunas ruinas y comidos los
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cimientos de las paredes. Los demás siguieron reconociendo, pero, como era ya tarde, salieron por el cañón de Valenzuela. El miércoles entraron por el cañón de Ontobar y hallaron muy grandes ruinas y estorbos de cantidad de tierra derribada, lamas, lodo y agua que llegaba a la cintura. Anduvieron hasta el repartidor de Xeren y en 800 varas bien trabajadas se incluían 200 varas, en que se estrechaba con solamente dos varas de anchura y ademado de tijera hasta llegar al cañón de los Carpinteros, cuyas partes enmaderadas y ademadas de tijera hallaron muy peligrosas, porque las vigas y morillos del ademado se hallaban torcidos y amenazando quebrarse por no poder sustentar la gran carga que soportaban. Esto era conocido como mal país a causa de la fragilidad del terreno, como demostró que en dicho cañón hallaron un gran desprendimiento de la bóveda donde el día antes el dicho señor oidor había estado de pies con las demás personas, que pareció haberse caído anoche después que su merced estuvo dentro del dicho socavón, que les estorbó el salir por haber tapado la boca del dicho cañón, de manera que no pudieron salir por él y les obligó a volver atrás muy aprisa por el riesgo que corrían y el maestro Juan Serrano, por huir y salir con brevedad de este puesto, que por ser tan peligroso llaman el mal país, se hizo en las espaldas un gran rasguño con un morillo quebrado del ademado en presencia del dicho Diego Pérez y después salieron por el dicho cañón de Ontobar”.59
Lo mismo opinó Diego de la Vega: “Hallaron que se había caído muy grandísimo pedazo de tierra, donde el día antes había estado dicho señor oidor y el dicho Padre y el presente escribano y otras muchas personas paradas de pies viendo el dicho socavón, que si en aquella ocasión cayera, los dejara enterrados allí sin ningún remedio y se puede atribuir a muy gran milagro que nuestro Señor obró con todos”.60 Juan Serrano y el sobrestante mayor Diego Pérez entraron por el socavón en camisa y calzón blanco con dirección a la salida a lo largo de 600 varas de longitud, 3,25 varas de anchura y 4,5 varas de altura con el agua a la cintura y a los pechos, como se lo había ordenado el oidor. Esas medidas no se mantenían a lo largo de todo
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este tramo del socavón, donde caminaron 200 varas en dirección al pueblo en tramos estrechos de dos varas y de altura variable de cuatro, siete y hasta ocho varas hasta llegar a una guiñada enmaderada, “muy trabajosa” y con gran riesgo de hundirse por el gran peso que las maderas soportaban y poca fijeza de la tierra a lo largo de cien varas con dos varas de anchura y de altura, “que remata en forma de tijera en media vara en lo alto”. En un espacio grande caído a pedazos, apuntalado y acodalado y ademado según el uso de mineros con cierto peligro, aunque menor que el enmaderado de tijera, los que trabajaban exponían su vida porque la tierra era frágil. Oyó Serrano decir a los que estaban en su compañía, y en especial a Diego Pérez, que el día anterior habían estado allí el oidor, el fraile, el escribano y otras personas en un puesto que entonces se había hundido y al pasar “sintió un gran resquebrajo y bronco golpe de cosa grande que se hundía y por no amedrentar a los que venían en su compañía ni atemorizarlos, se arrojó por lo derrumbado abajo, porque lo que venía no le cogiera y le matara”.61
En cuanto al tajo abierto, donde embocaba el agua había pedazos de bóveda y cañones superficialmente bien hechos y muchos pedazos por hacer, que estaban en gran riesgo de hundirse y taponar el socavón y el paso del agua. Por todo lo cual opinaba que Enrico Martínez no sería capaz de terminar lo prometido y sacar las cuatro varas de cuerpo de agua de la laguna de Zumpango y que, aun lográndolo, no tendría permanencia, porque tiene de enemigo al río Cuautitlán, al que ha visto durante quince días seguidos venir en once varas de ancho y no mermar una sola cuarta en todo ese tiempo. Esta es la verdad de Juan Serrano. Los maestros acompañantes en la vista ocular eran los testigos que el superintendente utilizaría para elevar el informe más exacto sobre el estado del socavón y las posibilidades de ponerlo en funcionamiento con el fin de conseguir el descenso de las aguas y aliviar la ciudad. Aparte del sobrestante mayor, Diego Pérez, uno de los más autorizados era Juan Serrano, como se ha visto. De igual manera que este, todos los presentes en la vista ocular emitieron su dictamen, en el que el tema crucial era si el compromiso de Enrico Martínez de evacuar las cuatro varas de cuerpo de agua de la laguna de Zumpango —nada menos que 3,14 m— más el río Cuautitlán era realizable en el tiempo comprometido o no tenía visos de poder hacerse. 61
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Así que Diego de la Vega, como todos los demás, opinaba que lo que tiene prometido Enrico Martínez no sería posible en el tiempo prometido ni en muchos años. Lo mismo creía Juan de Aguirre, ponderando el gran milagro que había obrado Dios Nuestro Señor de no haber sepultado al superintendente.62 Sin duda, la opinión más autorizada, analizada y motivada fue la del franciscano Fr. Sebastián de Garibay, que realizó una síntesis de lo que había sido la visita con precisión: Entró por todas las lumbreras desde el principio del dicho socavón hasta donde las había, bajando a ellas con escalas de madera con harto riesgo con el dicho señor oidor y otras personas y llegando a los planes y profundidad, cuando a lo primero reconoció el terruño y naturaleza de la tierra; halló ser de poca fortaleza y toda desboronadica, lo cual manifestó la mucha ruina que el dicho socavón tiene, porque entrando por él este testigo y el dicho señor oidor por una y otra parte del dicho socavón lo halló desproporcionado así por buena arquitectura como por haberse derrumbado así de la techumbre como de los lados y estar en partes de más de ocho a diez varas de alto y en otras dos y media a tres y lo mismo en lo ancho y que en muchas partes vio desproporcionado anchor y altor, todo lo cual causado por la poca fortaleza del terruño.63
El episodio más peligroso, que varios de ellos atribuyen a un milagro, tuvo lugar en el cañón de los Carpinteros el día que Juan Serrano se hallaba en la vista ocular: Como no habían salido por aquella parte donde los estaban esperando, respondieron que se habían hundido y cerrado la boca del cañón donde habían estado de pies este testigo y el dicho señor oidor el día antecedente, saliendo muy atemorizados y le oyó decir este testigo al dicho Juan Serrano que llegando que llegaron a un puesto, oyó caer muy gran golpe de tierra que les obligó a dejarse caer por un lado, de que se lastimó las espaldas y salió huyendo, no queriendo decir a los demás compañeros nada por no atemorizarlos más.64
Ibidem, imágs. 54-55. Ibidem, imágs. 93-94. 64 Ibidem, imag. 98. 62 63
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Para el fraile era un problema de conciencia no decir la verdad de lo que pensaba, como para cualquiera de los demás, es de suponer: Por descargo de la conciencia de este testigo, halla y conoce no ser de ningún efecto este reparo desde dicho desagüe y que no hay fuerzas humanas que lo puedan vencer porque, dado caso que el dicho Enrico Martínez pudiera sacar la tierra y lamas y profundar para sacar las cuatro varas de agua de la laguna de Zumpango de aquí a las aguas, que lo tiene por imposible; la seca venidera había de tener el mismo inconveniente de tornar a limpiar las lamas y tierra que en el tiempo de las aguas se causarían y mucho más por los derrumbaderos de tierra que con continuación y sin cesar están llenando el dicho socavón.65
¿Había alguna forma de desviar el río Cuautitlán sin que vertiera sus aguas a la laguna de Zumpango o de sacarlo por otro conducto que no fuera el socavón de Huehuetoca? Con todos estos informes, testimonios y probanzas, el superintendente Villabona elaboró sus conclusiones para el virrey y para el Consejo de Indias, sin apartarse un ápice de la idea que tenía previa a la vista ocular, que le había llevado cuatro jornadas, una serie de medidas fatigosas de bajar por las lumbreras, recorrer partes del socavón, escalar los peldaños de aquellas escalas peligrosas y arriesgarse a algún accidente mortal, como pudo ser el del derrumbe del cañón de los Carpinteros. Estas fueron sus conclusiones: 1) Villabona habla de desengaño, aunque propiamente debería tratarse de engaño. Desengaño por la gestión de Enrico Martínez, que llevaba años sin bajar al socavón a reconocerlo ocularmente y se fiaba solo de informes. Las teorías, viene a decir el superintendente, están muy bien, pero no contribuyen a resolver desde fuera los daños que no se quieren ver. 2) Para descubrir ese engaño, no dudaron él y sus acompañantes en arriesgar sus vidas, como había ocurrido en el cañón de los Carpinteros. 3) El desacierto de origen del desagüe es de todos notorio y conocido, que no vale achacarlo, como hace Enrico Martínez, a la fragilidad de la tierra, ya que esa fragilidad la conocía desde el comienzo.
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4) Sobre las propuestas de Enrico Martínez no puede estar de acuerdo, pues en dos años, es decir, en dos períodos de sequía, no lo lograría ni con toda la ciencia ingenieril. 5) En este conflicto, del que no eran ajenos los más altos valores de la exaltación de la fe, la defensa de la religión católica y la fidelidad de sus vasallos al rey, a fin de cuentas hay un enfrentamiento entre un entendido, el maestro Martínez, que también es hombre y sujeto a error, y todo un pueblo, que no está de acuerdo porque ve inconvenientes, y la diferencia radica en que Enrico Martínez busca las razones, mientras los inconvenientes se encuentran sin buscarlos, es decir, sin necesidad de inventarlos. 6) El mayor enemigo de una solución, según el oidor Villabona, era el propio proyecto Huehuetoca, pues se había invertido tanto en el desagüe que no se podía perder ese dinero abandonando el proyecto. 7) Para Villabona, la solución era el desagüe general, que no era una obra a conseguir a corto plazo, por lo que recomendaba que se limpiara el socavón y que se diera una solución provisional a la inundación de la ciudad elevando las calzadas y terraplenando las calles con mayor altura mientras se promovía el desagüe general, en lugar de gastar en todo lo que pedía Enrico Martínez, que el agua la irían consumiendo los aires y las “secas” con ayuda “de la divina providencia de nuestro Señor, que se apiadará de tantos trabajos”. 8) Tampoco se puede seguir haciendo caso a las excusas de Enrico Martínez, que no ha conseguido sanear el desagüe en veinticuatro años, de su mala salud o de la falta de indios para el trabajo porque no aparecen, se enferman, mueren o, más generalmente, huyen. 9) Llegando ya al final, Villabona se aventura muy temerariamente al acusar a Enrico de traición por el mero hecho de haber nacido fuera del territorio nacional, “el reino quedase engañado con sus quimeras y astucias, hijas del desamor de extranjero de la corona de nuestro rey”.66 Todo eso lo escribe libre de sospechas y ambiciones, por descargar su conciencia y dar explicaciones al mundo. En cualquier caso, y por encima de su 66
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Ibidem, imag. 106.
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propio criterio, estaba dispuesto a obedecer lo que la autoridad le ordenase, es decir, lo que el virrey dispusiera.67 Villabona no descuidaba la información a la Corte, pues su defensa, que era casi imposible en el virreinato, por lo menos tenía que hacerse oír en los círculos de Madrid. Ya había prevenido “cuán sin fundamento se había dispuesto todo, cuán sin fruto sería intentar cosa tan desesperada, gastando el tiempo que es tan precioso y tanta hacienda de los situados y pura sangre de la república en remedios sin seguro ni permanente efecto”.68 La vista ocular del Dr. Juan de Cebicos y los maestros constructores La segunda vista ocular, todavía bajo la autoridad del superintendente Villabona, estuvo dirigida por el Dr. Juan de Cebicos, racionero de la catedral de Tlaxcala, y por el maestro mayor Juan Gómez de Trasmonte en sustitución de Enrico Martínez, que debía estar ya muy enfermo. A ellos se unieron por orden del virrey los maestros en albañilería o arquitectura Bartolomé Bernal, Lázaro de Torres, Luis Gómez y Andrés de Vandelvira y el escribano Luis de Tovar Godínez. En esta ocasión no quiso Villabona descender al socavón, aunque sí ordenó a los mismos peritos que lo habían acompañado en su vista ocular unirse al equipo de Cebicos para comparar con la primera visita y dar un nuevo informe. Entre una y otra inspección mediaron de seis a siete semanas, en las que algunas obras de limpieza se habían realizado y, sobre todo, el montaje de pasarelas por encima del agua para poder caminar con menores impedimentos. Algunas otras mejoras debieron ejecutarse, como el apuntalamiento de algunos tramos más endebles y peligrosos. En total, el reconocimiento del socavón bajo la vigilancia del Dr. Cebicos registró setenta y una mediciones en varas de todo el trayecto subterráneo por un total de 8384, equivalentes a 7008,18 m, lo que da una media de 100 m por cada medición. Estas mediciones fueron muy diferentes en lonIbidem, imágs. 102-108. AGI, México, 75, r. 1, n. 1, imag. 8. Villabona a S. M., Gueguetoca, 14 de febrero de 1631. 67
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gitud, lo mismo que en las condiciones descritas del estado de las bóvedas, paredes y suelo —cumbres, respaldos y plan—, que permiten especificar con mayor precisión y exactitud el estado de cada tramo, sus condiciones y los materiales con que estaban fabricados. De las 8384 varas había que fabricar 2600 de nuevo, prácticamente un tercio de todo el recorrido, cuyo coste se tasó con ayuda de Enrico Martínez en ciento treinta mil pesos. Casi con toda seguridad, el presupuesto se quedaba muy corto para las necesidades de la obra, pues, por ejemplo, no contaba con sacar la tierra y las lamas acumuladas a lo largo del túnel, sino que confiaba en que la corriente del agua las arrastraría hacia la salida, presunción sumamente incierta, ya que esos materiales estaban tan compactados y apelmazados que el agua, lejos de arrastrarlos, iba a formar grandes balsas al ser detenida por la falta de pendiente. Enrico Martínez había calculado en doscientos mil pesos el costo total de la obra, porque los setenta mil que van además de los 130 000 para las 2600 varas de bóveda se considera ser menester para profundar y ensanchar el tajo abierto y profundar, rozar, ensanchar y limpiar el socavón, donde fuere necesario hasta dejar en disposición de que se pueda hacer la obra de albañilería.69
¿Qué aportó de novedoso esta segunda vista ocular? ¿Hubo cambios de consideración con respecto a la primera? Ya se ha mencionado el aspecto de las mediciones, mucho más precisas. Ahora bien, ¿cómo encontraron el estado de las galerías y los pasos más problemáticos? En este punto las opiniones se dividen claramente en dos bandos, que se pueden agrupar entre partidarios del virrey y del superintendente Villabona. Por lo que toca al partido del virrey, los maestros albañiles dieron una opinión salomónica, ya que, por un lado, manifestaron que “somos de parecer que no se suspenda, sino que se vayan limpiando las lamas y se vayan enderezando en las partes donde tuviese algunos encuentros […]”, pero también, por otra, que “[…] el río ni está en disposición para preservar a México de su anegación y así este desagüe no lo demos por permanente, si no es haciéndolo 69
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AGI, México, 30, n. 39, imag. 142.
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a tajo abierto donde más convenga”.70 Así graduaron sus razonamientos para justificar que no se interrumpiera el trabajo del desagüe por Huehuetoca: Primero, que se limpiasen las lamas, que se apuntalasen las techumbres allí donde fuera necesario y que se rebajasen los planes, es decir, se recuperase el suelo original para que volviera a haber corriente. Segundo, que se enderezase el socavón, porque las revueltas le hacían perder corriente. Tercero, en la posibilidad de evacuación del agua existía confusión, pues no era lo mismo el desagüe con una corriente normal del río que en una avenida de mucha agua. Pero ¿era factible adoptar una solución para situaciones de emergencia como solución ordinaria? Cuarto, en cuanto a decir que aquel desagüe no podía librar de anegaciones a la Ciudad de México, era proposición confusa, pues, si en aquel momento no era la solución, sí podía aliviar la laguna de Zumpango. Quinto, sobre decir que no había otra solución que hacer este desagüe a tajo abierto, todo dependería del costo. Después de este pormenorizado razonamiento, concluyeron “don Juan Cebicos y Juan Gómez Trasmonte, no haber hallado causa ni razón bastante para que se mande cesar ni dificultad invencible que lo impida, doctor Juan de Villabona se excusa de asistir en ella, por ser contra lo que siente, su continuación y haber a la presente falta de jueces en esta real Audiencia, se sirva Su Exa. de nombrar en su lugar otra persona por juez superintendente y así lo resolvieron y rubricaron, ante mí Luis de Tovar Godínez”.71 Era la conclusión final y definitiva de los responsables, a los que apoyó con sus respectivos dictámenes todo el equipo de expertos que les puso el virrey. Cebicos y Gómez de Trasmonte se atrevieron a pronosticar incluso el final de la obra: Se prosiga y acabe en esta seca para que corra el agua que pudiese salir por él las aguas próximas de este presente año y pasadas, se ponga en perfección y perpetuidad de obra de albañilería donde fuese necesario en conformidad del ofrecimiento de Enrico Martínez para lo cual no hallamos en la obra cosa imposible ni difícil de vencer habiendo gente y avío bastante.72 Ibidem, imágs. 145-146. La cursiva es mía. Ibidem, imágs. 154-155. La cursiva es mía. 72 Ibidem, imag. 145. 70 71
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Los testigos señalados por el superintendente Villabona dieron también sus informes mucho más pormenorizados que los expertos de Cebicos, todos en el mismo sentido que los anteriores, en contradicción con la propuesta de Enrico. Reacción del virrey e informes al rey El virrey no se pudo tomar a la ligera el juicio del superintendente, porque, afirmaba, “deseo que no se falte a ningún remedio útil ni se gaste el dinero en lo que no lo fuere […]”. Aunque, por otra parte, no podía dejar de considerar la solución urgente del problema del agua y “[…] desamparar lo que con tanto acuerdo se resolvió y con parecer de tantos[…]” para cambiar decisiones tan costosas. De momento, el virrey le recomendaba, hasta que se resolviera otra cosa, lo siguiente: “[…] V. md. no pierda punto en la prosecución de esa obra ni en que los indios acudan con puntualidad a ella, que menos inconveniente será lo mal gastado que perder el tiempo, si pudiere ser de algún provecho”.73 Había que ir a lo práctico, aunque en ello se desperdiciaran algunos recursos. Las discrepancias entre el superintendente Villabona y el virrey Cerralbo eran tan fundamentales que hubo que llamar a consejo a otras personas para intentar armarse de razones. Tenía esta reunión como objeto examinar las cartas y los autos del superintendente en los que concluía los inconvenientes de continuar con el socavón en carta del 13 de febrero de 1631: En razón de la vista de ojos que hizo de los socavones de ella representando el mal estado en que halló la dicha obra y las dificultades que se le ofrecen y a las personas que por su orden la vieron en su continuación, dando por parecer que conviene que se mande cesar desde luego y ahorrar el gasto que se va acrecido, porque juzga por imposible que se pueda acabar ni poner en perfección ni cumplir Enrico Martínez, maestro mayor de ella el ofrecimiento que tiene hecho y otras cartas que asimismo escribió el dicho Enrico Martínez a Su Exa. en que dice que las diligencias e información que el dicho doctor Juan de Villabona ha AGI, México, 75, r. 1, n. 1, imag. 20. Copia de carta de Cerralbo a Villabona, Coyoacán, 19 de febrero de 1631. 73
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hecho ha sido con personas apasionadas y émulos de la dicha obra y que desean estorbarla afirmándose en que cumplirá lo que tiene ofrecido.74
Y no se puede decir que unos y otros carecieran de razón. Cada uno alimentaba su razonamiento con argumentos verídicos, pues, como suele suceder, mantenía una parte de verdad, lo mismo que el contrario hacía lo propio. Villabona y sus expertos analizaban una realidad deficiente y peligrosa, cargada de riesgos de fracaso y de gastos inútiles. El virrey, Enrico Martínez, Juan de Cebicos y los demás defendían la bondad del proyecto, al menos como única salida a corto plazo para librar a la ciudad de las aguas. Cada cual tenía sus razones válidas, aunque lo peor es que se hallaban presionados por la urgencia. Hasta tal punto había llegado el enfrentamiento que le planteó al virrey muy crudamente que decidiera si le creía a él o a Enrico Martínez, pues, si era lo segundo, él sobraba allí y no era más que un estorbo. Si le creía a él, entonces tenía que despedirlos para que no pretendieran engañar con astucias e invenciones, que a él no le engañaban, ya que él no era “pasmado, lerdo ni sordo ni puedo sobrellevar hurtos declarados y solapados[…]”. Al contrario, por supervisar el trabajo ni dormía bien ni comía en condiciones, siempre pendiente del trabajo de los indios, animándolos “[…] con suavidad, amor y ruegos[…]” y solicitando con delicadeza el envío de más. Sin poderse contener, acusó a Enrico Martínez de servirse de todo tipo de tretas, estratagemas y hasta de una reyerta a cuchilladas para defender lo que no podía cumplir, sin excluir de sus ataques al propio virrey: V. E. se asegure que todo cuanto este Enrico Martínez, siniestro y falso, y que son sus trazas, que funda en estas bachillerías y menudencias arqueadas de la muerte para diligenciar asirse si puede a alguna tabla para la tormenta, porque unas veces culpa a voces a V. E., otras alega falta de indios y siempre al oidor superintendente, porque no se va con las denuestas del zancarrón de Mahoma y el mismo hecho de lo que pasa, que V. E. sabe mejor que los que estamos acá, declara la verdad que escribo y la que Enrico Martínez impugna porque no puede cumplir lo prometido y lo hace pendencia de cuchilladas conmigo y es Ibidem, AGI, México, 30, N. 39, imágs. 109-110. Villabona a Cerralbo, Huehuetoca, 25 feb. 1631. 74
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sin duda que cuando él y su hijo y yernos perecieran como Cowe y los suyos, no se perdiera nada ni pereciera México, mayormente que no la remedian sus preservativos en que se va obrando con la astucia y estratagemas que avisaré en el despacho que cito multiplicando varas de profundidad y de cuerpo de agua, como jugador de manos que mostrando a la vista una presa hace con su artificio que parezcan muchas y yo enviaré a V. E. la glosa de este enigma porque el trato de la obra me ha hecho media cuchara de albañil.75
No habían transcurrido dos semanas, el 4 de abril de 1631, cuando el oidor informó al rey de las conclusiones de la segunda vista, dirigida por el racionero Cebicos, que se estudió en el Consejo el 22 de octubre de ese mismo año. En la carta de remisión hace mención de las anteriores, que informaban de los temas del desagüe, del 7 de enero, 14 y 22 de febrero del mismo año. En la carta reitera que toda la obra es un “injusto engaño” de cuya querencia no era posible apartar al virrey, a causa de “sus gastos, empeños y aprovechamientos”. Por lo visto, a juicio de Villabona, aun en la desgracia había quien sacaba provecho, a juzgar por los “aprovechamientos”. Como las discrepancias venían de lejos con Cerralbo, este le ordenó que, mientras no hubiese una resolución nueva, apoyase la obra, como si fuera muy conforme a su opinión, y por Dios, por su majestad y por el bien común de la Nueva España la apoyara y terminara con su talento, trabajo y hasta con su propia sangre, que todo estaba dispuesto a hacer en tan relevante servicio. Villabona no estaba nada conforme con la segunda inspección ordenada para el socavón, ya que suponía una desautorización de su trabajo, del que no se habían fiado de “lo que vi y reconocí en este socavón”, que le lleva a decir acerca del racionero Cebicos que “le apretaron y dieron tormento hasta que dijo lo que el virrey gustaba”, mientras que su testimonio y el de sus testigos era de “labradores” o ”apasionados”, cuando los informes van firmados y no puede haber pasión ni falta de verdad cuando se informa al rey y cuando para ello no se ha evitado ni siquiera el riesgo de la vida, el futuro de su carrera ni caer en desgracia ante el monarca. Para el virrey no había obstáculo a su poder absoluto, a juicio de Villabona, pues nunca asumiría ser responsable de las decisiones teniendo a Cebicos para cargarle la responsabilidad. Villa-
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Ibidem, imágs. 114-115.
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bona, seguramente porque consideraba su partida perdida, trató de hacer ver al rey que para asunto tan trascendente habría que haber llamado no a los amigos del virrey, sino a expertos de toda la Nueva España y aun de fuera, cosa que no le había sabido explicar nadie y cuando se lo preguntó al Cebicos le respondió con evasivas. Sin duda que nunca antes habría escrito al rey en estos términos sobre un superior, el virrey, el único que se hallaba por encima. No podía admitir que este no se fiara de sus informes, que no admitiera sin discusión la palabra de un juez. En ello Villabona mantenía un punto de suficiencia como persona muy segura de sí misma, muy creído de sus capacidades y de su juicio y análisis. Sus años de servicio y su trayectoria exitosa en su destino anterior posiblemente le volvieron tan pagado de sí mismo que no le permitieron contemplar otras opciones, aferrándose a su criterio. Dentro de las posibles soluciones había que ver el arte de lo posible. Un final inmerecido El rector y catedrático de la Universidad de Sevilla, durante tantos años oidor de dos audiencias americanas, no hubiera imaginado nunca terminar sus días como acabó, es decir, removido de su plaza, ciertamente no por corrupto, sino precisamente por justo y exigente. Que tenía un genio pronto seguramente es verdad, a lo que añadía una larga experiencia en resolver problemas siempre con miras a ser equitativo. Precisamente por este motivo debió sucumbir frente al poder del virrey Cerralbo. Podría decirse que la inundación de México también se lo llevó por delante, como a tantas otras personas, una víctima más después de toda una vida dedicada a promover la justicia. A la vista de estos acontecimientos, ¿cómo se puede interpretar el nombramiento de Villabona como superintendente del desagüe de Huehuetoca sino como una trampa de la que no podía salir con bien, sobre todo, conociendo las diferencias de criterio que mantenían? Los informes que se han analizado de los peritos de uno y otro lado al final no resolvían nada con claridad, sino que tenía que ser la máxima autoridad política y administrativa quien resolviera con todos los condicionamientos, que también hacían imposible una solución al menos a corto plazo. Para no poner las cosas más
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difíciles, Villabona renunció a la superintendencia, como había hecho con la ayuda de costa. La renuncia le fue aceptada, como si el propio virrey ya la esperase. Ante la situación creada, solo cabía una solución: el traslado del oidor a otra sede, que no podía ser más que Lima, como así ocurrió por real cédula del 16 de marzo de 1631,76 comunicada el día 12 de julio de 1631 a las once de la noche por Pedro de Armendáriz al oidor Villabona con su nombramiento de oidor para la Audiencia de Lima.77 Era enero de 1633 y Villabona no se había embarcado a su destino peruano. La tolerancia del virrey no duró mucho, pues tres meses más tarde la situación de Villabona parecía haber cambiado de forma radical, ya que, entre otras muchas acusaciones contra el virrey, decía: “Mandó aderezar y prevenir el Virrey un aposento en un jacal de Palacio, como mazmorra, para prenderme y embarcarme a más no poder en las naos que agora se despachan para Philipinas sin más razón ni justicia que su gusto y que no asista a su residencia”.78 Que llegara o no a estar preso no consta, pero con seguridad fue apartado de las salas de la Audiencia, cuando al mismo tiempo se había sumado incondicionalmente al bando del arzobispo Manso y Zúñiga, con quien el virrey mantenía fuertes diferencias.79 Algo que debió disgustarle del arzobispo y que no pudo disimular tuvo que ver con el Dr. Villabona, a quien ordenó de subdiácono en Querétaro: En Querétaro hizo órdenes estas témporas pasadas de Santa Lucía y de ellas salió de Epístola el Dr. Villabona; no lo supe a tiempo porque pudiese contradecírselo, que lo hiciera sin duda porque se hallase a la sazón de mi residencia; […] bien entendido que tampoco bastara mi contradicción para que el Arzobispo dejase de admitir a la sombra de la Iglesia al que en virtud de la suya se atrevió a necesitarse de ella y por causas justas me excuso de hablar más en uno y otro
AGI, México, 31, n. 23, imag. 3. Virrey Cerralbo a S. M., México, 31 de mayo de 1634. 77 AGI, México, 30, n. 38, imag. 37. Traslado del papel escrito del virrey al Dr. Villabona, México, 12 de julio de 1631. 78 AGI, México, 75, r. 3, n. 12, imag. 2. Villabona a S. M., México, 4 de abril de 1633. 79 AGI, México, 75, r. 1, n. 6. Copia de papel del Dr. Villalbona al marqués, 11 de junio de 1631. 76
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sujeto; por muy aventajado tiene Villabona el suyo, pero no juzgo que hará falta al servicio de V. Mgd. en ninguna parte.80
Hay en este párrafo algunas cargas de profundidad, sobre todo, al final, cuando dice que Villabona no hace falta para nada, cuando se cree —segunda carga— muy aventajado y, en tercer lugar, cuando expresa que él podía haber impedido la ordenación del oidor, dejando bien clara su enemistad con el arzobispo, que sin embargo protegía a Villabona. El desengaño o los desengaños de Villabona le estaban inclinando a optar por el estado eclesiástico, buscando un refugio en la fe y la práctica religiosa más intensa. Estando las relaciones entre ambos completamente rotas, Villabona, en su mejor versión profesoral, escribió al rey una carta, que puede calificarse de testamento político, sobre su relación con el virrey. Entre otras muchas cosas le acusa de haberle privado cuatro veces de su plaza: cuando le envió de superintendente a Huehuetoca, cuando le detuvo en Tula porque no le daba cincuenta mil pesos del asiento de las salinas de Peñol Blanco para su patrimonio personal, cuando le prohibió entrar en palacio, y, por tanto, a las Salas y Acuerdos, y, finalmente, cuando llegó su sucesor y se sometió al juicio de residencia.81 Estaba muy seguro de poder probar todas sus afirmaciones en el juicio de residencia porque confiaba en la justicia, ámbito en el que él siempre había trabajado. Pero, de cualquier manera, ya nada esperaba de los hombres, habiendo puesto su confianza en Dios y en su rey, abrazando el sacerdocio gracias al favor del arzobispo: Y a todo esto me queda el consuelo de que cuando todo me falte, no podrá faltarme ya el título de humilde capellán de V. M. para encomendar a Ntro. Señor su Real persona y aciertos, felicidades y aumentos de Su Real Monarquía, valiéndome para mi sustento y en mi extrema necesidad de la pitanza de una misa y de pedir limosna de puerta en puerta, que será la riqueza que he sacado de 26 años que he servido a V. M., a la vista de muchos que abona el Marqués de Cerralbo por beatificados, que en menos hora se ven ricos y poderosos porque le sirven a él y yo sirvo a V. M., por lo cual soy de peor condición.82 AGI, México, 31, n. 14, imágs. 3-4. Virrey Cerralbo a S. M., México, 25 de enero de 1633. AGI, México, 75, r. 3, n. 12, imag. 8. Villabona a S. M., México, 4 de abril de 1633. 82 Ibidem, imag. 10. 80
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¡Qué contraste tan grande con la comunicación del virrey sobre la muerte de Villabona! Dice así: “El Dr. Villabona, ya clérigo de misa, murió pobre, que a la verdad sobre no haber gobernado su hacienda, que para morir rico había días que estaba sin plaza […]”. Seguramente, más que hacerse rico, el juez Villabona se había planteado otros objetivos, como había demostrado a lo largo de su vida —no era el caso del virrey Cerralbo—, que para su superior habían resultado ofensivos o, en propias palabras, “[…] disimulando en vida al Dr. Villabona muchas cosas, en que se hizo harto”.83 El virrey estuvo enviando informes sobre la inundación que cuando menos resultaban parciales e interesados porque la ciudad no se libró de las aguas ni en 1632 ni en 1633, como él escribía. A la vista de los acontecimientos posteriores, que pueden llegar hasta hoy día, ¿quién tenía razón? Estaban frente a un problema insoluble para los medios de entonces, pues los análisis de Villabona y su equipo eran acertados y precisos, mientras que el virrey y los suyos se veían forzados a adoptar cualquier medida urgente para intentar aliviar una situación desesperada. ¿Había otra alternativa al problemático desagüe de Huehuetoca? Parece que no, aun siendo tan deficiente. Bibliografía Aréchiga Córdoba, Ernesto (2004). “El desagüe del Valle de México: siglos xvixix; una historia paradójica”, en: Arqueología Mexicana 12, 68 (julio-agosto); pp. 60-65. Boyer, Richard E. (1975). La gran inundación, vida y sociedad en la Ciudad de México (1629-1638). Ciudad de México: Sepsetentas. Calderón, Francisco R. (1988). Historia económica de la Nueva España en tiempo de los Austrias. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica. Cepeda, Fernando de, Carrillo, Fernando Alfonso (1637). Relación universal legítima y verdadera del sitio en que está fundada la muy noble, insigne y muy leal Ciudad de México. Ciudad de México: Salbago. García Martínez, Bernardo (2004). “La gran inundación de 1629”, en: Arqueología Mexicana 12, 68 (julio-agosto), pp. 50-57.
AGI, México, 31, n. 23, imágs. 2-3. Marqués de Cerralbo a S. M., México, 31 de mayo de 1634. 83
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INDISCIPLINA Y DESLEALTAD. DIFICULTADES PARA LA FORMACIÓN DE MILICIAS CÍVICAS EN QUERÉTARO DURANTE LA REFORMA LIBERAL DE 1833 Cecilia del Socorro Landa Fonseca Francisco Iván Hipólito Estrada (Facultad de Filosofía, Universidad Autónoma de Querétaro)
Introducción El presente estudio tiene como objetivos explicar cuáles fueron las dificultades que enfrentó el Gobierno queretano para conformar milicias cívicas durante el año 1833, cuál fue la actitud de los miembros de aquel cuerpo frente a las autoridades, cómo actuó el Gobierno local para lograr su fortalecimiento y los métodos de reclutamiento. Los cuerpos de defensa surgieron en la Nueva España como independientes del ejército formal durante la segunda mitad del siglo xviii, de ahí la importancia de conocer sus orígenes y seguirles la pista hasta la historia posterior a la Independencia, ya que continuaron vigentes gran parte del siglo xix, pasando de ser milicias cívicas a Guardia Nacional.1 Su estudio es complejo debido a que los autores que han abordado el tema tienen puntos de vista diversos sobre su conformación, su denominación y sus funciones. De hecho, han recibido distintos nombres que no coinciden con el tipo de miembros que participaron ni con las labores que realizaron en las regiones donde funcionaron, cuestiones estas que determinaron sus especificidades y que las distinguieron de otras formaciones que también cumplieron acciones defensivas. 1
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Se las conoce como milicias provinciales, milicias cívicas, locales o ciudadanas, cuerpos de milicianos, cuerpos de patriotas, etc., dado que la jurisdicción y el ámbito de competencia de las autoridades para normarlas y controlarlas nunca fueron muy claros, pues hubo traslapes y conflictos constantes entre dichos grupos, autoridades políticas y el ejército de carrera. Su origen se encuentra en los procesos políticos y militares que se vivieron en el mundo hispánico durante los últimos años del siglo xviii, cuando se pusieron en práctica las reformas borbónicas a partir de la llegada del visitador José de Gálvez en 1765. Entre otras, una de las encomiendas principales que tuvo a su cargo fue instaurar un ejército profesional de carrera, cuya función fue la defensa de los territorios caribeños que pertenecían a la Monarquía hispánica, las costas de la Nueva España y puntos neurálgicos de la actividad económica, dada la amenaza que representaba, sobre todo, el Reino Unido, potencia que atacó La Habana en 1762 e intentó apoderarse de los mercados coloniales a través del contrabando.2 La creación de una fuerza militar formal representó una innovación en la defensa de las posesiones americanas pertenecientes a España, pues tradicionalmente esa labor estuvo a cargo de los súbditos que, en las ciudades, los pueblos, las villas y las haciendas, se dedicaban al comercio y a la producción agrícola y ganadera; costeaban el pago de hombres, armas, caballos, carretas y alimentos para formar convoyes que brindaran protección en caminos, propiedades agrícolas y ganaderas y custodiaran los diferentes productos que se extraían de las minas y que satisfacían tanto la demanda en el exterior como el mercado interno. Tal fue la función del Tribunal de La Acordada, creado en 1710 y cuyo mando le correspondió a un militar con experiencia.3 Si bien el ejército formal representó un sistema innovador, igual se organizaron las milicias provinciales y las milicias cívicas, que, frente a la contingencia económica, permitieron a la Corona contar con el apoyo de estos grupos y con el financiamiento de los súbditos novohispanos. El sistema que se organizó fue más institucional, pero, debido a que el ejército formal tenía a su cargo la defensa de las costas, territorios sitiados y otros puntos estratégicos, hubo duplicación o dualidad de funciones: 2 3
Ibidem: 11-12. Ibidem: 13-14.
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La oficialidad veterana, con tropa y refuerzos americanos —conocidas como las milicias provinciales—, se destinaron al área del Caribe, a las costas veracruzanas, Campeche, Yucatán, y en el Pacífico al puerto de Acapulco. La nueva estrategia defensiva de los territorios y reinos de ultramar consistió en reforzar el sistema global americano, cuyo nudo estratégico fue el Mar Caribe y el puerto de La Habana.4
En esta descripción pareciera que Alicia Hernández Chávez se refiere a los mismos cuerpos. No queda clara la diferencia entre las milicias provinciales y el ejército de carrera. Y más adelante señala que las costas y el norte eran defendidos por este, mientras que el orden y la protección interna de las intendencias estaba a cargo de aquellas,5 gracias al financiamiento de las corporaciones de mineros, comerciantes y hacendados. Se entiende que eran diferentes de los militares veteranos que conformaban el ejército formal y también de las que Hernández denomina “milicias locales” (que aquí referimos como “cívicas”), financiadas por los habitantes de ciudades, pueblos y villas.6 Convertirse en miembro de las milicias cívicas tenía grandes ventajas, ya que se adquiría fuero por participar en ellas mientras se estaba enlistado, lo que significó un mecanismo de ascenso social que, seguramente, fue atractivo para grupos de pobladores tradicionalmente excluidos de los beneficios de gozar de alguna distinción. Ibidem: 15. Consideramos que en la presentación de la Antología. Las fuerzas armadas mexicanas, ya citado, Hernández Chávez (2012: 25-52) no explica con claridad la clasificación que se estilaba en la época para las milicias conformadas por ciudadanos. Posiblemente debido a que en los documentos de primera mano así las mencionan, pues denomina de la misma manera —“milicias provinciales”— tanto a las que formaron parte del ejército formal como a las que se dedicaron a cuidar el orden interno —que en este trabajo se nombran como “milicias cívicas”—, y que la autora denomina “milicias locales”. Más adelante, en el artículo “La guardia nacional en la construcción del orden republicano”, de la obra ya citada, comenta que las milicias cívicas, ciudadanas o locales a partir de 1824 se convirtieron en Guardia Nacional. No obstante dichas confusiones, puntualizamos que nos referimos específicamente a las milicias conformadas por ciudadanos en el estado de Querétaro, que eran reclutadas, controladas y pagadas por los cabildos de la entidad y, por tanto, tenían eran independientes del ejército formal. 6 Ibidem: 16. 4
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El proceso de formación de estos cuerpos armados se aceleró a partir de 1808, cuando se inició la desintegración de la Monarquía hispánica, debido a la invasión napoleónica y a la abdicación de Fernando VII. Coyuntura esta sin precedente, porque provocó la mutación política de las élites españolas y americanas reunidas en las Juntas Representativas, y posteriormente en las Cortes de Cádiz, donde se discutió, por ejemplo, el problema de cómo gobernarse ante la ausencia del rey.7 El resultado fue la proclamación de la soberanía nacional, que implicó la organización de los súbditos para hacer frente a los invasores y esperar el regreso de Fernando VII el Deseado. Ante la ausencia del rey, la posibilidad de autodeterminación y concientización política abrió el camino para la destrucción del Antiguo Régimen y la fragmentación de la Monarquía por medio de “las revoluciones de independencia” en los reinos americanos.8 Fue a partir de 1811 cuando, frente a la rebelión insurgente en la Nueva España, se aceleró el reclutamiento para fortalecer a las milicias cívicas, conservando el propósito por el que se crearon años atrás: “Sirven al Rey, a la Corona, a Dios y a la Patria, con una diferencia esencial: en ausencia del Rey [adquieren] la responsabilidad de defensa de la soberanía del reino y de la monarquía española”.9 Dado este importante papel que desempeñaron, aumentó el número de miembros, quienes se percataron de su capacidad autonómica. Más aún cuando se promulgó la Constitución de 1812, donde se estableció que las poblaciones con más de mil habitantes podían constituir su propio ayuntamiento o cabildo, instancia que tenía el derecho de organizar, reclutar y manejar cuerpos de socorro, de manera que estos se multiplicaron y “se afianza[ron], primero, como elementos estratégicos de las autonomías territoriales americanas”.10 Por disposición de la Constitución de 1812, los ciudadanos —proclamados como tales— dejaron de tener el carácter de súbditos y formalmente gozaron de derechos de ciudadanía.
Rodríguez Ordóñez, 1996: 179-183. Guerra, 2003: 117-118. 9 Hernández Chávez, 2012: 19. 10 Ibidem: 20. 7 8
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En cuanto a los cuerpos de protección, se estableció que podían participar aquellos que gozaran de reconocimiento social, fueran honorables y tuvieran prestigio y riqueza, pero, dadas las dificultades para reclutar el número necesario de milicianos, se permitió la participación de varones con dieciocho años de edad cumplidos y que poseyeran arma, cobija y caballo. Una vez que cumplían su misión, el ayuntamiento les otorgaba tierras que debían trabajar, siempre y cuando pagaran impuestos.11 A la vez, fue una oportunidad extraordinaria que permitió el fortalecimiento de las oligarquías locales, que, ante el desmantelamiento paulatino del orden colonial, establecieron cotos de poder que los impulsaron a definir políticas económicas y militares en beneficio propio y, en buena medida, a romper de manera definitiva con la metrópoli cuando en 1821 Agustín de Iturbide proclamó la independencia. Además de este factor, de enorme importancia, también influyó el hartazgo provocado por la serie de continuas exacciones que padecieron los habitantes de la Nueva España: La economía […] se deterioró seriamente a causa del movimiento insurgente que asoló el territorio entre 1810-1820. A la par de este quebranto, hubo una crisis fiscal profunda, porque la recaudación empeoró de manera progresiva, debido a la fragmentación del viejo sistema de la Real Hacienda colonial, resultado de la conjugación de varios factores: el primero, más grave y permanente, fue el aumento excesivo de los gastos militares internos.12
Una vez consumada la separación de España, en México se inició el complejo proceso de construcción de la nación en un ambiente de incertidumbre, inestabilidad y enfrentamientos políticos protagonizados por los grupos representativos de la estructura tradicional que, con denuedo, se resistieron a ceder sus posiciones de privilegio, pues además se “heredaba […] una estructura sociopolítica de antiguo régimen que la guerra de insurgencia, la revolución liberal española y el movimiento de Iguala, habían dejado casi intacta, aunque materialmente empobrecida”.13 Esos grupos se enfrentaron a nuevos actores políticos, conformados, por ejemIbidem: 27. Landa Fonseca, 2013: 91-113. 13 Lempérière, 2003: 317. 11 12
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plo, por los diputados americanos que habían asistido a las Cortes de Cádiz, por dirigentes e ideólogos del movimiento insurgente y por algunos sectores sociales que se hicieron presentes para convertirse en los portavoces de las ideas de modernidad, que adquirieron tras un largo proceso de maduración política, e influyeron —de manera determinante— en el intento de acabar con los privilegios y fueros de la Iglesia, el Ejército y otras instituciones. A la par, la debilidad financiera fue patente, puesto que las tesorerías locales habían conseguido autonomía fiscal durante el conflicto, por lo que se redujo la transferencia de recursos hacia la Ciudad de México y la metrópoli, ya que debían hacer frente a sus propios problemas financieros. Los vasallos, convertidos en ciudadanos, rehuyeron los compromisos que antaño habían contraído con la Corona, por lo que, ante la inminente bancarrota de sus negocios, prefirieron inyectarles recursos para que resurgieran.14 Panorama poco halagador que sirvió de contexto para la construcción paulatina de dos proyectos de nación, no monolíticos sino versátiles, en cuanto a que compartieron puntos de vista importantes sobre cómo rescatar al país del atraso. Los menos deseaban establecer una forma de gobierno que sustituyera a las estructuras tradicionales tan arraigadas en un mundo corporativo, estamental, de privilegios y prebendas para unos cuantos, cuestión esta que determinó, en gran medida, el que hubiera enfrentamientos y conflictos constantes entre la capital de la recién desaparecida Nueva España (la Ciudad de México) y los estados o departamentos que funcionaron como tales, según el grupo que estuviera en el poder. En este marco, los nuevos ideólogos propusieron la construcción de una nación republicana y soberana, conformada por una ciudadanía laica y responsable que gozara de libertades individuales en todos los ámbitos y ejerciera sus propios derechos. Como motor del progreso y la productividad, impulsaron la libertad económica y la propiedad privada, lo que implicó romper con las ataduras del pasado, de modo que, en los primeros treinta años de vida independiente, “[…] predominó una lucha entre dos proyectos distintos de república. Uno expresado por los ideales del liberalismo más avanzado [que] fue durante más de 10 años victoriosamente suplantado por 14
Landa Fonseca, 2013: 112.
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el otro, que se apoyaba en la estructura corporativa propia de la sociedad novohispana”.15 El enfrentamiento entre ambas posturas fue complejo, mas, para comprender a cabalidad la historia política del periodo, no basta circunscribirlo a las diferencias entre el federalismo y el centralismo, sino que hay que contemplar los muchos matices y la evolución de ambos proyectos, que en la década de los cincuenta del siglo xix cristalizaron en liberales y conservadores. Dicho esto, es importante señalar que la causa de la permanente inestabilidad del periodo se debió a que unos y otros hicieron uso cotidiano de los levantamientos armados como mecanismo para resolver las contiendas políticas y sociales. Además, y no obstante las enormes dificultades económicas para el erario, se decidió mantener en pie de guerra al ejército federal —instituido desde sus orígenes por José de Gálvez— y a otros cuerpos armados que habían funcionado desde el siglo xviii. Un tercer actor social lo conformó el grueso de la población de habitantes de comunidades y pueblos que, de un modo u otro, se alistaron en los distintos bandos, sea para obtener un medio de subsistencia o para luchar por sus propias demandas, que se sumaron a las causas nacionales. De ahí la dificultad para identificar, con claridad, los motivos que los llevaron a levantarse en armas, aunque por lo general respondieron a la tradición y a la costumbre, pues la mayoría de la población era fiel a las estructuras sociopolíticas del régimen virreinal bajo el que había vivido durante generaciones. Es preciso puntualizar que, entre los miembros de las élites políticas, estaban presentes las ideas del liberalismo hispánico, revitalizadas ante la invasión francesa de 1808 y que en algunos puntos evolucionaron a la par de los pensamientos políticos modernos de los países protestantes y Francia.16 Ideólogos como Francisco de Vitoria, Diego Covarrubias, Domingo de Soto, Luis de Molina, Juan de Mariana, Francisco Suárez y Fernando Vázquez de Menchaca17 discutían desde los siglos xvi y xvii ideas como contrato social, republicanismo y libertades sociales, de modo que podemos considerarlos precursores de los conceptos liberales e impulsores de esta ideología, que invadió Ibidem: 320. Rodríguez Ordóñez, 2004: 196-197. 17 Ibidem. 15 16
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ambos lados del Atlántico durante la segunda mitad del siglo xviii y que fue determinante para que los políticos novohispanos —y mexicanos después— pensaran en una mejor opción de gobierno para el país, distinta a la Monarquía. En este ambiente tan convulso, nos preguntamos si los sectores populares que formaron una parte importante de las milicias cívicas entendían las ideas de las clases dirigentes o simplemente actuaban de manera espontánea, aprovechando las oportunidades que se presentaban en cada revuelta para resolver sus intereses particulares. Probablemente algunos de sus líderes sí tuvieron conocimiento de las propuestas centralistas y federalistas, debido a que pudieron acceder a espacios donde se difundían gacetas, periódicos, pasquines o a lecturas públicas en tabernas, pulquerías y tertulias.18 También es muy probable que, al no tener un impacto real sobre la forma de vida tradicional del grueso de la población rural, se levantaran en armas para defender sus ideales locales y conservar el statu quo, de modo que, en vez de contribuir al proceso de construcción de la nación mexicana bajo nuevos parámetros, se manifestaron mediante la fuerza en contra de las ideas liberales. De ahí los constantes desacatos, infidelidades y rebeliones en las que participaron de manera activa para evitar los cambios que se propusieron. Reorganizar los cuerpos armados tras la independencia El 27 de septiembre de 1821 México obtuvo su independencia de España, luego de once largos años de lucha. Se logró solo después de la conciliación entre los grupos insurgentes —muchos de ellos, exmiembros de las milicias provinciales— y una parte del ejército realista —compuesto principalmente por criollos encabezados por Agustín de Iturbide—, que primero dieron vida al ejército trigarante y, en 1822, con la supresión de las milicias de la Monarquía, al ejército nacional, bajo el mando del emperador. Las disputas y la desconfianza del Congreso hacia Iturbide generaron la necesidad de establecer nuevamente una fuerza civil fiel al poder legis-
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Rodríguez Ordóñez, 2004: 204-205.
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lativo que sirviera de contrapeso a las aspiraciones absolutistas del emperador —quien todavía contaba con el apoyo del ejército permanente— y no generara más gastos al erario público.19 De este modo, se establecieron las fuerzas civiles en marzo de 1822, con dos propósitos principales: salvaguardar el orden local, a cargo de la milicia cívica, y conservar la integridad nacional, tarea encargada a la milicia activa, heredera directa de las milicias provinciales del régimen anterior y dependiente del ejército como reserva.20 No obstante, una vez que cayó el Gobierno de Iturbide, comenzó la disputa sobre el destino de estos cuerpos. Durante el periodo de definición sobre el establecimiento de un republicanismo adecuado para la nación —en 1823—, las milicias cívicas fungieron como fuerzas estatales que se convirtieron en el baluarte que garantizaba la autonomía de cada entidad frente a los intentos de sometimiento que ensayó el Gobierno. En este marco, surgieron dos propuestas distintas que pretendían reorganizar estos cuerpos armados. Quienes optaban por el federalismo proponían la reducción del ejército permanente y el fortalecimiento de las milicias cívicas, a fin de garantizar y mantener las soberanías locales. Quienes, por el contrario, apostaban por un gobierno más centralizado, sugirieron que las fuerzas civiles se redujeran al mínimo, que el ejército de carrera se incrementara y que se disciplinara de manera más óptima.21 La primera opción resultó vencedora, una vez establecido el federalismo como sistema de gobierno en 1824. El ejército permanente y las milicias fueron los cuerpos armados que subsistieron y debían garantizar la paz, según se estableció en cada una de las constituciones locales, siendo el respectivo gobernador su comandante supremo.22 De tal suerte, sobre las instituciones existentes se montaron las nuevas, repitiéndose el esquema de traslapes de jurisdicciones y ámbitos de acción; esto es, que frente a la soberanía de la federación y de los estados de la República continuaron funcionando estructuras militares dobles —ejérMosquera, 2005: 106-107. Ibidem: 110-111. 21 Ortiz Escamilla, 2016: 266-267. 22 Hernández Chávez, 2012: 21-22. Artículo 19, sección 5: De las facultades del Congreso General. Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824. Disponible en: http://www.ordenjuridico.gob.mx/Constitucion/1824B.pdf. 19 20
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cito permanente y milicia activa y milicias estatales, locales o cívicas— para salvaguardar las entidades.23 En el estado de Querétaro, a diferencia de en otro, las milicias cívicas se mantuvieron casi inactivas tras la independencia debido a su relativa estabilidad política, que, en el año de 1833, se vio interrumpida por la inconformidad de una gran parte de la sociedad local con la llegada a la presidencia de la República de la facción liberal, encabezada por Valentín Gómez Farías, cuyo objetivo era poner en práctica una serie de reformas tendientes a terminar con los privilegios de las corporaciones, sobre todo de la Iglesia católica —única religión que se practicaba en el país desde hacía trescientos años—, institución que, a pesar de la revolución de independencia, logró mantenerse firme y conservar su estructura casi intacta, además de sus bienes materiales, y a disminuir la fuerza del ejército, al que se tuvo que recurrir para combatir las rebeliones internas y las amenazas y guerras del exterior. Las reformas consistían en dejar la educación en manos del Estado, desaforar a militares y eclesiásticos, suspender la coerción civil para el pago de diezmos a la Iglesia y un intento de desamortización de los bienes eclesiásticos para sanear el erario nacional, pero —como se ha mencionado— estas medidas causaron inconformidad en la sociedad, en general, y en miembros de las instituciones afectadas, en particular, de tal suerte que no tardaron en manifestarse los primeros movimientos en su contra. Otra postura fue la del gobernador queretano Rafael Canalizo (18291833, 1833-1837), quien en junio de 1833 secundó el llamado Plan de Morelia, emitido meses antes por el general Ignacio Escalada y por Mariano Arista con el objetivo de desconocer el Gobierno de Valentín Gómez Farías y sus políticas liberales. En esa coyuntura, el poder legislativo estatal consideró necesario fortalecer las milicias cívicas y contrarrestar el movimiento opositor, al que calificaron de primordialmente militar, pero se presentaron varios obstáculos que
Ibidem: 26-28. La “milicia nacional”, como se le llamó en la Constitución del estado de Querétaro de 1825, estipuló que era un órgano a disposición del gobernador con el fin de salvaguardar la tranquilidad y orden público; sin embargo, no se especificó cómo se debía conformar ni con cuántos cuerpos debía contar (Instituto de Estudios Constitucionales, 1992: 37). 23
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dificultaron aquel propósito —como la falta de armamento, parque, voluntarios y adiestramiento—, destacando la inexistencia de una normatividad clara para fortalecer las milicias cívicas o locales, pues —como se comentó—, si bien se intentó sustituir la organización heredada del periodo novohispano, en la práctica continuaron funcionando las mismas estructuras. Las primeras dificultades En el año de 1827 quedaron constituidas formalmente las milicias cívicas del estado de Querétaro, que pasaron a sustituir a las milicias provinciales vigentes desde el régimen monárquico. Sin embargo, su primer ejercicio de formación enfrentó obstáculos que generaron descontento entre la población, debido a que el reclutamiento debía llevarse a cabo por medio de sorteos indiscriminados y aplicando la leva. Este hecho obligó al gobernador Rafael Canalizo a reformar el modo de alistamiento, modificándolo a partir de 1829 con la incorporación de voluntarios que quisieran servir a la causa.24 A pesar de la falta de voluntad entre la población en general, en la ciudad de Querétaro la milicia cívica quedó integrada por dos escuadrones de caballería, un batallón de infantería y una compañía de artillería. De manera similar se establecieron cuerpos cívicos en San Juan del Río, Tolimán y Tolimanejo. Donde se presentaron más dificultades fue en la zona más alejada de la localidad, la Sierra Gorda, debido a que la población se mostró renuente a ser reclutada e incluso prefirió emigrar antes que alistarse.25 Pero la falta de voluntarios no fue el único problema que enfrentó la integración de cuerpos cívicos en el estado, también la ausencia de recursos en las tesorerías, la indisciplina de sus integrantes y los conflictos entre autoridades se convirtieron en el pan nuestro de cada día. El primer obstáculo que el comandante militar Julián Juvera tuvo que resolver en el estado para impulsar el buen funcionamiento de la milicia cívica al iniciarse el año 1833 fue la falta de armamento, que no permitía el buen desempeño de sus labores como guardias del orden. Esa carencia pro-
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Jiménez Gómez, 2001: 244. Ibidem: 248.
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vocó que la seguridad pública quedara a cargo de los cuerpos permanentes o de los ejércitos que transitaban por la localidad para desempeñar alguna campaña fuera de sus respectivas regiones o que regresaban de la Ciudad de México luego del fin de la revolución que derribó al Gobierno de Anastasio Bustamante, ocurrida un año antes. En enero de 1833, y a título personal, Julián Juvera donó a la Comandancia de Milicias Cívicas una serie de fusiles para que sus tropas desempeñaran su labor como veladores del orden. Aunque afirmaba que el armamento era “de los mejores”, la realidad era que no estaba en buenas condiciones; de hecho, estaba en reparación, y para poder utilizarlo el Gobierno estatal tuvo que saldar una deuda que ascendía a cuarenta pesos.26 Además del armamento, Juvera gestionó ante don Pedro María Martínez Anaya, un acaudalado vecino de la ciudad, la donación de un cajón de municiones para fusil. De este modo, la situación de las tropas mejoraría y podrían operar de manera independiente.27 Pero su preocupación no solo era el armamento de los cuerpos cívicos, también se esmeró en su correcto adiestramiento militar y uso de armas, con el propósito de cambiar la imagen que la sociedad tenía de la institución, pues era una constante que los milicianos abusaran de su posición y cometieran atropellos en contra de la población.28 En ese año en cuestión, hubo varios casos de ese tipo. Dos de ellos fueron incluso juzgados ante los tribunales. El primero estuvo relacionado con la actuación del capitán Lino Sánchez en la Hacienda de Ajuchitlán, ubicada en Tolimanejo, cuyo capataz denunció ante las autoridades correspondientes que en el mes de octubre Sánchez entró al inmueble, aparentemente sin razón alguna, golpeó a quienes se encontró a su paso y sin autorización se llevó una yegua y algunos granos.29 Al comparecer, el capitán se justificó diciendo que entró a la propiedad para buscar desertores y que en ningún momento agredió a nadie, aunque jamás mencionó el porqué de llevarse el animal y los granos. El comandante de
AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 4, año de 1833. Ibidem. 28 Ibidem. 29 Ibidem. 26 27
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milicias aseguró no haberle ordenado ir hacia aquel punto y, por tanto, fue obligado a reintegrar lo robado.30 En el mismo mes se reportó que el teniente José Olvera Cabrera había ingresado a la tienda de doña Trinidad Méndez, una viuda del poblado de Cadereyta, causando varios desmanes, como el agredir a algunos clientes. La afectada puso una denuncia y pronto recibió apoyo del prefecto de la localidad, indignado por la actitud del miliciano ante una indefensa anciana. Como en el caso anterior, el inculpado argumentó que actuó en cumplimiento de su deber, pues tenía informes de que allí se reunían algunos vagos y desertores; entre ellos, los hermanos Hernández, que hacía poco habían abandonado la milicia.31 A diferencia del caso anterior, no encontramos el dictamen final, pero nos gusta pensar que las constantes cartas que se hallaron del prefecto de Cadereyta, dirigidas al gobernador para solicitar su intervención, arrojaron una sentencia mayor. No obstante, la buena disposición que Juvera mostró para incentivar la disciplina de las fuerzas milicianas en el estado no evitó el mal comportamiento de los reclutas, quienes parecían responder más a sus propios intereses que a una verdadera necesidad de salvaguardar el orden público. En consecuencia, surgieron enfrentamientos entre los jefes milicianos y los prefectos políticos por considerar que, por ser estos civiles, no tenían facultad para intervenir ante sus acciones. En febrero de 1833 tuvo lugar un conflicto entre el comandante de las milicias cívicas, Mariano Pimentel, y el prefecto de la ciudad debido a la actitud desobligada que mostró un miliciano. En ese mismo mes, el comerciante don Joaquín Haller solicitó ayuda a la Comandancia de Milicias Cívicas para que le brindaran una tropa que lo escoltase hacia la Ciudad de México, pues estaba temeroso de encontrarse en su camino con alguna de las gavillas de mala fama que operaban entre las zonas de Huehuetoca y Calpulalpa.32 Para su travesía, Haller contaba con un grupo de voluntarios armados de El Pueblito, pero esperaba que, por ser parte de su deber, la milicia cívica le brindaría mayores garantías.
Ibidem. AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 5. Sumaria en contra de D. José Olvera Cabrera por haber cateado la casa de Dña. Trinidad Méndez, año de 1833. 32 AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 1, año de 1833. 30 31
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Para escoltar al comerciante se designó a don José María Osornio al mando de una tropa que partió de la ciudad de Querétaro para encontrase con la caravana. A mitad de camino, los milicianos bajo sus órdenes se separaron del grupo para ingresar en una hacienda, dejando botado al mercante. Al enterarse de lo sucedido, el prefecto de la ciudad ordenó el arresto de los cívicos, reordenándose su pronta liberación bajo el argumento de que solo la Comandancia de Milicias Cívicas tenía facultades para dictaminar una sentencia.33 Un caso similar se dio en marzo de 1833, cuando fue detenido el cívico Miguel Granados por los celadores de la seguridad y remitido a la cárcel, según orden del prefecto político.34 Ante este hecho, el comandante de la milicia escribió al gobernador de Querétaro, José Rafael Canalizo (19 diciembre de 1832-27 de junio de 1833), para que interviniera y ordenara su traslado al cuartel correspondiente, donde, en todo caso, debía purgar su condena si se demostraba que había quebrantado la ley. Incluso le pidió a Canalizo poner freno a los “ultrajes” que cometía la prefectura sobre las “gracias que estos individuos disfrutan [fueros] en los pasaportes de su cuartel, o de lo contrario no habrá quien haga servicio”.35 Sin duda, aquel comandante era consciente de que sus reclutas no eran los hombres mejor portados, pero también sabía que la falta de voluntarios hacía necesario pasar por alto alguno de sus desmanes. (Recordemos que muchos se alistaban no solo por el prestigio que les otorgaba, sino también por los fueros de los que gozaban). Lo cierto es que, sea por los constantes enfrentamientos con el prefecto o por la falta de disciplina de las tropas, el comandante Mariano Pimentel decidió pedir su baja de las milicias para cambiar su residencia a la Ciudad de México.36 No fue solo en la ciudad de Querétaro donde las acciones de los prefectos entorpecieron el buen funcionamiento de los cívicos. El adiestramiento que brindaba Julián Juvera a los cuerpos civiles no fue suficiente Ibidem. El prefecto político era la figura administrativa de cada distrito, encargado de mantener el orden y vigilar que se cumplieran los preceptos constitucionales. Era nombrado por los gobernadores y su periodo de gestión se limitaba a cinco años. 35 AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 6, año de 1833. 36 Ibidem. 33 34
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para mantener a raya a los alistados y se invitó a colaborar al comandante militar de la huasteca potosina, el general Esteban Moctezuma, considerado ideal para el establecimiento de cuerpos cívicos al otro lado del territorio, pues gozaba de simpatías entre los pobladores de la Sierra Gorda, región donde se presentaban las mayores dificultades dada su lejanía con respecto de la capital. Por supuesto, el potosino aceptó pronto y gustoso.37 Moctezuma se dio a la tarea de reclutar hombres con experiencia en batalla y que ejercieran cierta influencia entre los pueblos de la Sierra Gorda para que fungieran como su mano derecha. El personaje elegido fue Cristóbal Mejía, un líder local que había participado como insurgente en la región durante la revolución de independencia y que gozaba de gran simpatía entre los indios. Mejía ingresó al ejército en 1833 como teniente coronel y miembro del primer regimiento de San Luis Potosí, con sede en la Sierra Gorda, bajo el mando del general Esteban Moctezuma. Desde el inicio estuvo a cargo de la formación y el adiestramiento de las milicias en Arroyo Seco, Jalpan, Ahuacatlán y Bucareli (en la Sierra), Tolimán y Peñamiller (en el semidesierto).38 En la serranía no tuvo problema alguno, pero en las zonas semidesérticas hubo de enfrentar obstáculos que los prefectos políticos le ponían para realizar su labor, quienes en repetidas ocasiones hasta se negaron a colaborar con él. Como resultado, el general Moctezuma, el gobernador de San Luis Potosí y el presidente Antonio López de Santa Anna tuvieron que intervenir para que dejaran a Mejía desempeñar su labor.39 A pesar de los impedimentos y la indisciplina, las tropas cívicas continuaron con su tarea de guardar el orden. En ese marco, las políticas del Gobierno liberal, provocaron la oposición a nivel nacional, que pronto impactó en el estado de Querétaro, situación que brindó a los milicianos la oportunidad de mostrase como un auténtico brazo armado, que se mantuvo fiel al gobernador Rafael Canalizo cuando este se rebeló en contra del Gobierno liberal. Ibidem. AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 4, año de 1833. 39 Ibidem. 37 38
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La revolución antiliberal de Querétaro en 1833 Un vez que Valentín Gómez Farías y su grupo llegaron al poder en 1832, tras la caída del régimen procentralista de Anastasio Bustamante y Lucas Alamán, se procuró impulsar un proyecto de gobierno enfocado en la necesidad de llevar hasta sus últimas consecuencias la desamortización de los bienes del clero, incluyendo los de las misiones de la Alta y Baja California; la eliminación de los fueros y privilegios de las corporaciones, en especial de la Iglesia y el Ejército; el establecimiento de la educación laica; la abolición del uso de la fuerza para el cobro del diezmo, y la extinción de los tribunales especiales, que otorgaban privilegios en delitos del fuero común a eclesiásticos y militares.40 Estas medidas, por razones obvias, causaron gran descontento cuando se pretendió ponerlas en marcha en todo el país, y pronto tuvieron respuesta. En mayo de 1833 se pronunció en Morelia, Michoacán, el general Escalada, quien defendía los fueros de las dos instituciones principalmente afectadas. El movimiento fue secundado por el general Gabriel Durán en Chalco bajo las mismas demandas, y a ambos se unió el general Mariano Arista un mes más tarde. Este personaje, además de la defensa de los fueros, expuso el descontento del grupo militar por la insistencia del Gobierno en arruinar a las fuerzas armadas y criticó el sistema federal que regía el Estado mexicano y proclamaba a Santa Anna como supremo dictador.41 Los pronunciamientos tuvieron eco en varias zonas de la República, y Querétaro no quedó al margen. Por supuesto, hubo opiniones divididas entre quienes simpatizaban con el movimiento y quienes preferían mantener la calma. El 4 de junio de 1833 el congreso local emitió un manifiesto pidiendo a la ciudadanía no dejarse llevar por la euforia del levantamiento, pues los males que aquejaban al país solo servirían para dividirlo y romper con la precaria paz que, hasta ese momento, se había logrado. A cambio, garantizaba El liberalismo de Gómez Farías y su grupo se inspiró en los principios plasmados en la obra de José María Luis Mora, que tuvo dos etapas: la primera apareció en sus escritos entre 1821 y 1830 y la segunda, cuando se publicó la Disertación sobre los bienes eclesiásticos, premiada en Zacatecas, en 1831. Se complementó con la serie de escritos que aparecieron entre 1833-1834 (Hale, 2010: 67). 41 Sordo Sedeño, 1993: 30-31. 40
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que en Querétaro se haría todo lo posible por defender, por otros medios, la “santa religión”.42 No todos compartían la opinión de los congresistas. Desde mayo, el gobernador Rafael Canalizo ya mostraba deseos de subirse al tren de la insurrección. De hecho, contaba con el apoyo de algunos cuerpos armados del estado, incluyendo las milicias cívicas. Por ello, su comandante, Ysidro Pérez, se puso a disposición del sedicioso: Deseoso de poner en su superior conocimiento de V. E. la fuerza efectiva del Batallón de mi mando, en esta fecha he dado pasar revista del presente al día 2 de junio a las tres de la tarde, lo que tengo el honor de participar a V. E. con la protesta de sucumbir a las perversidades de los traidores de la patria que intentan trastornar el orden de color de nuestra Sacro Santa Religión.43
La rebeldía de Ysidro y de las milicias se confirmó el 11 de junio, cuando se negó a poner a disposición del comandante general del estado a doscientos milicianos, según una orden del Gobierno de la federación. Se excusó diciendo que aquella obligación debía ser exclusiva del ejército permanente, no de los civiles.44 Finalmente, el 14 de junio de 1833 Rafael Canalizo se pronunció en favor del Plan de Morelia. En su proclama, el gobernador hizo ver que la Iglesia sufría la persecución de un grupo de “hombres ignorantes, poseídos por un dialecto afectado y un espíritu bufón” y emitió una crítica al Gobierno en turno por sostener un sistema a su conveniencia —el federalismo—, decisión esta que debía recaer solo en el pueblo.45 Junto con el gobernador y las milicias cívicas se dieron varios pronunciamientos en la entidad enarbolando la defensa de la religión. En Santa Rosa, tomaron las armas Marcos Licea y Cosme Martínez. En Tolimán y Tolimanejo, se sumaron al pronunciamiento Mariano Caballero, Manuel Ballardi y Jorge Martínez. En San Juan de Río también hubo un intento de sublevación, pero la pronta llegada del general Antonio Mejía, enviado del Suárez Muñoz, 2009: 104. AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 6, año de 1833. 44 Ibidem. 45 Suárez Muñoz, 2009: 107. 42 43
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Gobierno federal para sofocar la “revolución de Querétaro”, hizo recapacitar a los implicados y estos declararon nula su adhesión.46 El levantamiento en Querétaro fue casi esporádico, tan solo le llevó trece días al Gobierno federal su total aniquilación, aunque la aventura del gobernador Canalizo —además de costarle el cargo— le generó al estado nuevas dificultades para restablecer el orden. El vicegobernador Lino Ramírez (27 de junio-23 de agosto de 1833) sustituyó en el cargo a Canalizo y tuvo que enfrentar las dificultades que su antecesor generó. Por un lado, el golpe había representado un gasto para el erario estatal y llevaría tiempo recuperarse de él. Por el otro, algunos cuerpos permanentes se habían sumado al exmandatario en su rebelión contra el grupo liberal y, por tanto, quedó en duda su fidelidad frente al nuevo Gobierno estatal. Además, los encargados del orden —es decir, las milicias cívicas— también habían participado en el alzamiento y fueron dadas de baja, así que la entidad se quedó sin una fuerza de resguardo. La situación era tal que incluso no existía una guardia que pudiera escoltar a los rebeldes hacia la Ciudad de México para ser juzgados por sus actos. Asimismo, se temió por la seguridad en el estado, pues el ejército federal, comandado por Antonio Mejía, estaba pronto a marcharse y las pocas fuerzas con que se contaba no eran suficientes para brindar garantías a la población.47 La formación de un nuevo cuerpo de milicias cívicas pareció ser la solución más adecuada; sin embargo, la empresa no fue tan fácil. El cuerpo anterior se había llevado el poco armamento con el que se contaba, e incluso las monturas. Además, algunos exmilicianos —entre ellos, los señores Detiga y Bernal— corrieron el rumor entre los aspirantes de que, en realidad, el Gobierno de Ramírez quería nuevos cívicos para que se sumaran al ejército permanente y hacer campañas fuera del estado con la finalidad de sofocar los levantamientos antiliberales que aún tenían lugar en la República.48 Como resultado, los voluntarios escasearon nuevamente. A consecuencia de lo anterior, las autoridades del estado tuvieron que tomar medidas drásticas que les permitieran reforzar la seguridad pública. Jiménez Gómez, 2001: 171. AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 3, año de 1833. 48 AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 5, año de 1833. 46 47
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Una de ellas, por ejemplo, fue la violación de la ley de 1829 que dictaba que la formación de milicias debía realizarse por medio de voluntarios; por tanto, se recurrió al viejo sistema de levas en la ciudad. Por supuesto, la medida tuvo consecuencias que no solo afectaron a la población de a pie. En agosto de 1833, el administrador de la fábrica de tabacos escribió al gobernador para comunicarle las consecuencias negativas en la producción de esta medida: Siendo de absoluta necesidad que en esta fábrica se ocupan en sus labores y demás quehaceres hasta el momento treinta y cinco hombres, he tenido al momento a ver la falta de muchos en estos días, temerosos de que sean cogidos, ya para completar la milicia cívica, o ya para los cuerpos permanentes. Como de ser falta resulta necesariamente el poco cumplimiento de los trabajos de esta oficina, suplico á V. se digne elevarlo al conocimiento del Supremo Gobierno para que en atención a que otras veces se han exentado a los operadores del servicio cívico se les tenga ahora en consideración pues de los contrario no podré dar el lleno debido a las órdenes de V. por la escasez de brazos para las labores diarias.49
Además de la leva, se giró una orden al hospital militar para que los internos que no se encontraran heridos de gravedad por los enfrentamientos en la revolución recién concluida se dieran de alta para volver a prestar sus servicios a la nación y así poder completar las fuerzas que guardaban la ciudad.50 Finalmente, y para armar nuevamente los cuerpos cívicos, el congreso local decretó que los recursos de las alcabalas y otros impuestos debían pasar al fondo de las milicias, hecho que obviamente afectaba a terceros.51 Milicias queretanas para la Coalición de Occidente El nuevo gobernador, Lino Ramírez, era un hombre que comulgaba completamente con la ideología liberal, que más tarde heredó su hijo Ignacio Ramírez, el Nigromante. Como tal, actuó conforme a lo que sucedía en otras entidades que se identificaban con las políticas de Gómez Farías. AdeAHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 4, año de 1833. AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 5, año de 1833. 51 AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 3, año de 1833. 49 50
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más, fue uno de los más importantes impulsores de la formación de milicias cívicas en el estado, por lo que estaba convencido de que el restablecimiento de esos cuerpos de defensa era la única solución que podía garantizar la autonomía de cada entidad, según los preceptos de la Constitución de 1824.52 Como liberal, una vez en el Ejecutivo local (agosto de 1833-8 de junio de 1834) se dispuso a realizar reformas a la Constitución estatal conforme a las del Gobierno de Gómez Farías. En octubre de 1833 inició un plan de administración que buscó limitar el poder económico y político de la Iglesia mediante la reducción de sus bienes y la supresión del uso de la fuerza para el cobro de diezmos.53 También fue uno de los impulsores, a nivel nacional, de que la milicia cívica fungiera como una fuerza que enfrentara los levantamientos que tenían lugar en la República y a la vez garantizara la estabilidad del sistema federal.54 En ese contexto, frente al peligro que representaban los pronunciamientos de Escalada, Durán y Arista, un grupo de entidades gobernadas por férreos federalistas —entre ellos, Ramírez— tomaron la decisión de formar la Coalición de los Estados de Occidente, cuyo principal objetivo era defender la libertad y el régimen federal.55 Los territorios que la conformaron fueron Jalisco, Morelia, Querétaro, Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas y Durango, y entre todas buscaban establecer una fuerza de diez mil cívicos al servicio de la causa que resultara más confiable que el ejército. Los estados de Querétaro, Guanajuato, Morelia, Jalisco, San Luis Potosí y Durango identificados en el interés y favorecidos de su vecindad y cercanía, se determinan a formar la coalición de los Estados de Occidente con los objetos: Primero. De sostener y afianzar el sistema republicano, representativo popular. Segundo. De acallar siempre el grito de muerte al sistema de libertad y federación, lanzado por los fautores [sic] de la actual revolución que ha sido promovida por los antiguos enemigos de la independencia nacional, apoyada por los restos de las clases aristocráticas, y sostenida por principales generales y oficiales, y mayor número de tropas del ejército permanente activo. García Ugarte, 1999: 132. Ibidem. 54 Sordo Sedeño, 1993: 53. 55 Ibidem. 52 53
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Tercero. Contrariar y concluir definitivamente las pretensiones de los verdaderos enemigos de la independencia nacional, de las libertades públicas y de la existencia de los estados soberanos.56
Además de sus objetivos, algunos de sus artículos declaraban: Art. 1. Los estados coligados con proporción a su población, dispondrán el contingente de fuerza armada que les corresponde para formar el ejército de los Estados de Occidente. Art. 2. Este ejército será compuesto exclusivamente de tropas cívicas, con el número de diez mil quinientas plazas en todas armas: ocho mil infantes, dos mil caballos, y quinientos artilleros. Art. 3. El contingente que corresponda a cada estado de esta fuerza, lo tendrá en servicio activo, pondrá en campaña la tercera parte de él y el resto dará guarnición en el estado, quedando destinado a formar la reserva del ejército en campaña.57
Sin duda, estas premisas reflejan que entre los estados hubo una mayor confianza hacia la corporación miliciana y un repudio hacia los cuerpos permanentes, que también dieron muestras de insubordinación —como ya vimos— en Querétaro. Es probable que las autoridades de esas entidades confiaran en que los cívicos —como miembros de la sociedad— comprendieran mejor la importancia de las autonomías locales, pues los cuerpos permanentes habían demostrado que tenían intereses personales y solo pretendían beneficiarse, al igual que las clases aristocráticas. La Coalición fue adoptada por el Congreso del estado de Querétaro el 13 de octubre de 1833, y rápidamente se publicaron las bases a seguir: El Congreso &c. 1. El congreso del estado de Querétaro adopta en todas sus partes, el plan de coalición de los estados de Occidente, propuesto a los mismos por el supremo gobierno del estado de Jalisco, con las observaciones hechas por el de Zacatecas, para sostener las instituciones federales.
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AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 4, año de 1833. Ibidem.
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2. Este decreto, conforme al artículo 14 del referido plan, lo comunicará el gobierno a cada uno de los estados que forman dicha coalición. 3. Para las operaciones que son consiguientes a la adopción del plan referido, el gobierno empleará oportunamente los recursos, según las circunstancias de éste, y de la manera que estime más conveniente la mayoría de los confederados dando aviso al congreso, o a la diputación permanente de todo lo que ocurre. Lo tendrá entendido &c.58
Resulta interesante observar que en ningún momento se estableció con cuántos contingentes debían contar las milicias queretanas que se unirían a las fuerzas occidentales ni cuántos debían permanecer como reservas, según estipulaba el plan general. La realidad era que el gobierno estatal no podía congregar un cuerpo demasiado grande de cívicos, pues de hecho llevaba un par de meses intentando reunir a los necesarios para el resguardo de la ciudad. Uno de los principales obstáculos para la formación de aquellas fuerzas fue que, entre la población en general, se temía que una vez dentro se les enviara fuera del estado como parte del ejército permanente, una posibilidad muy alta, dado el nuevo compromiso del gobernador con la Coalición de los Estados de Occidente. Finalmente, el temor de los milicianos se hizo realidad: muchos fueron reclutados mediante levas y otros, de modo voluntario. En el mes de octubre tuvieron que partir para participar en una campaña en el vecino estado de Guanajuato, junto con el ejército federal, comandado por el general Antonio López de Santa Anna. Al respecto no se halló ningún documento que refiriera si se ofreció alguna resistencia, pero una carta enviada por Santa Anna al gobernador Lino Ramírez hace gala del buen actuar de la tropa: Las compañías de milicia local que ese estado se sirvió en poner a mis órdenes han llevado completamente en la presente compañía los deberes que le imponen sus institutos de defender la Constitución y las leyes. Yo me complazco en elogiar sus virtudes cívicas y militares que le han hecho acreedores al reconocimiento de sus conciudadanos y al premio que la patria concede siempre a sus buenos servidores. 58
Jiménez Gómez, 1993: 14.
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Mas como en mi concepto no pueden obtener sus individuos grados militares sin separase de la milicia cívica y sin oponerse a la ley de su creación, he creído conveniente no hacer otra cosa en obsequio de tan buenos ciudadanos que reconocerlos a V. E.59
Empero, una milicia conformada principalmente por levantados, que probablemente fue obligada a dejar la ciudad para marchar hacia el estado vecino y que, no obstante, mostró un buen desempeño, no obtuvo más recompensa que unas palabras de elogio y un diploma por su valentía. Solo algunos fueron “recomendados” para hacerse cargo de los puestos vacantes en el gobierno queretano.60 Las fuerzas del Gobierno coludidas con las milicias de occidente obtuvieron buenos resultados frente a los alzados y pronto dieron fin a la revolución. Una vez liquidado el movimiento, ya no fue necesaria la coalición; por tanto, quedó suprimida el 29 de noviembre de 1833, “en razón de haberse restablecido el orden público y hallarse la nación en su marcha constitucional, sin que le sea preciso el auxilio de otras providencias”.61 Por su parte, las milicias que sirvieron al Plan de la Coalición de Occidente también fueron dadas de baja, incluyendo las de Querétaro. Con ello, nuevamente la seguridad pública quedó en manos de los cuerpos permanentes, encabezados por el coronel Julián Juvera.62 Lino Ramírez renunció a la gubernatura y regresó Rafael Canalizo al frente de la entidad, del 13 de junio de 1834 al 12 de abril de 1837. Se cancelaron las reformas liberales que Valentín Gómez Farías quiso impulsar, con excepción del uso de la fuerza para el pago del diezmo y el resto de obvenciones parroquiales. Sobre filiaciones y deserciones Hasta ahora se ha hablado de los obstáculos que enfrentaron las autoridades del estado de Querétaro para la formación de milicias cívicas en el año AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 6, año de 1833. Ibidem: 27. 61 AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 1, año de 1833. 62 AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, caja 4, año de 1833. 59 60
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1833. Poco énfasis se ha puesto en mostrar quiénes conformaron estos cuerpos de defensa, de qué estratos sociales provenían y qué actos de resistencia realizaron para evitar su alistamiento. A fin de profundizar en este tema, las fuentes principales que se consultaron en el Archivo Histórico del Estado de Querétaro (AHEQ) corresponden a hojas de filiación que, aunque pocas, permiten realizar un análisis comparativo con las de los cuerpos activos dependientes del ejército y, aunque confusas, nos pueden revelar si ambas fuerzas compartían similitudes o se diferenciaban en su posición social y su estructura. Las hojas de filiación resultan muy reveladoras, pues informan sobre el nombre, la estatura, descripción gráfica, edad, procedencia, el oficio, si tenía familia y el tiempo que brindó su servicio el cívico. Se revela que cada uno debía prestar sus servicios por un periodo de diez años, aunque —como apuntamos anteriormente— su actividad no duró el tiempo estipulado, ya que fueron dados de baja en noviembre de 1833 y, por ende, solo laboraron durante unos meses. Las edades de los reclutas variaron entre los 19 y los 40 años, aunque no se encontró ningún patrón al respecto. Por otra parte, y a diferencia de lo que se pensaba, en su mayoría provenían de otros territorios, principalmente de San Miguel de Allende, en Guanajuato. Solo uno resultó ser queretano. Este dato no parece tan raro, pues, a decir verdad, la cercanía entre ambos lugares, los intereses hacendarios de la región y, sobre todo, la relativa paz que se vivía en Querétaro —en comparación con la zona vecina, por los movimientos durante la revolución de independencia— pudieron ayudar a que se originara una inmigración en busca de un mejor y más tranquilo estilo de vida. Entre las ocupaciones que desempeñaban los cívicos se identificó, principalmente, a obrajeros y trapicheros, lo que no deja claro si su posición social era modesta; aunque eso tampoco parece raro, pues muchas veces la necesidad de una rápida formación de estos cuerpos de defensa llevó a integrar a sus filas, de manera indiscriminada, a quien estuviera disponible. De modo que resulta inútil definir su composición considerando solo a un sector social, tal como ha escrito Antonio Serrano para el caso de Guanajuato.63 En cuanto a los cuerpos activos dependientes del ejército, parecen diferenciarse de los cívicos porque sus miembros practicaban una gran variedad 63
Serrano Ortega, 2001: 259-264.
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de oficios —zapateros, artesanos, panaderos, labradores y tejedores—, lo que muestra que su conformación social fue muy heterogénea, aunque no significa que hayan formado parte de los sectores menos favorecidos. En las hojas de filiación del batallón activo de Querétaro se observa que las edades de los reclutas no rebasaban los veintiocho años y que su procedencia era Jalisco, Guanajuato, San Luís Potosí y, los más, de Querétaro, hecho que indica que entre los queretanos hubo mayor simpatía por pertenecer al ejército que a las milicias cívicas. En cuanto a las deserciones, la falta de una organización adecuada en el Fondo Poder Ejecutivo del AHEQ dificultó la obtención de datos más precisos al respecto. No obstante, las hojas de presentación ante la comisaría general de Querétaro relativas al delito de deserción permiten hacernos una idea al respecto en ambos cuerpos armados. Tal información se presenta a continuación: Cuadro 1
Mes Enero Febrero Marzo Abril Julio Agosto Noviembre Diciembre
Desertores presentados del batallón activo de Querétaro 9 13 15 26 5 10 4 0
Desertores presentados de la milicia cívica del estado 1 0 0 0 0 2 20 0
Cuadro realizado por el autor a partir de las hojas de presentación ante la comisaría general de Querétaro. Fuente: AHEQ, Fondo Poder Ejecutivo, año de 1833.
La ausencia de información en algunos meses del año 1833 —como se muestra en el cuadro anterior— parece corresponder a los momentos más críticos de inestabilidad y desorden público: mayo y junio, durante la revolución de Rafael Canalizo, y septiembre y octubre, cuando se adoptó el Plan de Coalición de los Estados de Occidente, por ello, suponemos que se descuidó la persecución de desertores.
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También se observa que se trató de una práctica más extendida entre los cuerpos activos que entre las milicias cívicas, seguramente porque los constantes compromisos de los primeros los obligaban a dejar el estado y porque no recibían sus salarios íntegros, dada la situación económica del país. Otro hecho que llama la atención es que, después de la escasa deserción entre los cívicos durante el resto del año, el número de casos por este delito se disparó en noviembre, mes que coincide con la baja de las milicias en el estado de Querétaro. Reflexiones finales Las milicias cívicas fueron los cuerpos que se utilizaron en el país para guardar el orden y combatir diferentes insurrecciones, una vez que concluyó el movimiento de independencia. Se conformaron por voluntarios, generalmente, de pocos recursos que habían sido tradicionalmente expulsados de las capas sociales privilegiadas. Se incorporaron porque vieron la oportunidad de contar con ciertas ventajas mientras estaban en activo: fuero, ascenso social, empleo, manutención de sus familias —aunque en muchas ocasiones no se les pagaba a tiempo—, reconocimiento y distinción en su entorno. Dada su forma precaria de vida, no sopesaron los riesgos inevitables que debían enfrentar —la muerte, por ejemplo—. Asimismo, de manera constante incumplieron el compromiso de servir a las autoridades estatales, entidades que impulsaron y utilizaron a estas milicias para defender alguno de los proyectos de nación por los que se estaba luchando. Entre las razones que se identifican para cometer esos actos de deslealtad, podemos destacar, entre otras, que aprovecharon la posesión de armamento para cobrarse afrentas particulares, pero además se percataron de su situación autónoma, lo que les dio la fuerza para desvincularse y formar grupos independientes, contrarios a las estructuras gubernamentales nacientes que las propiciaron. No se descarta la posibilidad de que algunos de sus líderes sí estuvieran enterados de las propuestas políticas, ya que tenían acceso a espacios de difusión, como gacetas, periódicos, pasquines, y a lecturas públicas en tabernas, pulquerías y tertulias.64 No obstante, buena parte de sus miembros ni
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Rodríguez Ordóñez, 2004: 204-205.
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comprendieron ni se interesaron por esos ideales, sencillamente porque no impactaron significativamente en el modo de vida tradicional del grueso de la población rural, puesto que no ofrecían resolución a sus viejas problemáticas. En la ciudad de Querétaro esta situación se reflejó en el año 1829, cuando escasearon los voluntarios para fortalecer las milicias cívicas y el gobernador Rafael Canalizo recurrió a la leva forzada. Después de grandes esfuerzos, logró reunir dos escuadrones de caballería, un batallón de infantería y una compañía de artillería. De manera similar sucedió en San Juan del Río, Tolimán y Tolimanejo. También influyó la falta de recursos en las tesorerías y de armamento o fusiles —que se encontraban en pésimas condiciones—, la escasez de municiones, la indisciplina de sus integrantes y los conflictos con las autoridades civiles, cuestiones que al iniciarse el año 1833 provocaron que la seguridad pública quedara a cargo de los cuerpos permanentes o de los ejércitos de paso por la localidad, desvinculándose de las milicias cívicas, cuyo prestigio se había venido abajo porque constantemente abusaban de su posición y cometían atropellos en contra de la población. Puede decirse que sus desacatos, infidelidades, rebeliones y constante indisciplina reflejaron no solo una falta de conciencia cívica y la prevalencia de sus intereses personales, sino también el temor que existía entre las autoridades locales a su posible insubordinación, dada la autonomía que habían adquirido. Tan es así que se unieron a la facción política que les otorgó mejores garantías de supervivencia y respeto a su statu quo. Fue por ello que en junio de 1833 los milicianos se sumaron a la revolución antiliberal y antifederalista de Rafael Canalizo, puesto que hubo un punto de encuentro entre aquel movimiento y sus tradiciones y costumbres, lo que los llevó a identificarse e integrarse a sus filas como defensores de la religión —y, de hecho, así lo manifestó el jefe miliciano Ysidro Pérez en su adhesión a Canalizo—. Al fracasar el movimiento de Canalizo y arribar el gobernador liberal Lino Ramírez, se abrió la posibilidad de una nueva etapa en el proceso de fortalecimiento de las milicias cívicas (así llamadas en este trabajo), que resultó infructuoso porque nuevamente no se dieron en el estado de Querétaro las condiciones óptimas para su correcta formación, situación que se repetiría de manera constante por lo menos hasta la segunda mitad del siglo xix, cuando fueron renombradas como “guardias rurales” o “nacionales”.
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DIPLOMÁTICOS PORFIRISTAS EN MADRID. ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO Margarita Espinosa Blas Ezequiel Fabricio Barolín (Universidad Autónoma de Querétaro)
El México porfirista y el mundo de entre siglos Las tres décadas de gobierno de Porfirio Díaz se han considerado —si tomamos en cuenta al interregno Manuel González (1880-1884)— como el periodo de la consolidación del Estado mexicano por las estrategias desplegadas en el ámbito económico, por el fortalecimiento de la administración estatal y por la búsqueda de una mayor proyección internacional mediante el establecimiento de mayores vínculos con Europa, a fin de hacer contrapeso a la hegemonía creciente de los Estados Unidos. El fortalecimiento de la figura presidencial —que representó al caudillo por excelencia— fue el eje en torno al cual cerraron filas los diferentes sectores productivos mexicanos y extranjeros, pues su permanencia en el poder era la vía más conveniente para asegurar sus intereses. El contexto global del capitalismo entraba en una nueva fase, donde las grandes potencias buscaban territorios donde invertir, ampliar sus mercados y extraer materias primas. Era, además, la apuesta hacia la modernización y la innovación, una realidad que contribuyó a formar y consolidar nuevos sectores, una clase media consumidora, una clase obrera que alimentaba a la industria, o renovados circuitos de comunicación que extendieron el radio de acción de la prensa vía la producción en serie, la reproducción de fotografías, la rapidez de transmisión las noticias a través del telégrafo, así como la especialización del trabajo periodístico, representado por la actividad del
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reportero y del corresponsal. Todo ello redundó en una experiencia mundial novedosa, con la que se tuvo la sensación de velocidad y la certeza de estar al día en lo que ocurría en el mundo. Al ingresar el México de Porfirio Díaz en esa carrera modernizadora, emprendió una estrategia para fortalecer sus nexos políticos y comerciales con Europa y así jugar un mejor papel en la escena regional, lo que solo era posible mediante una fuerte estructura diplomática conformada por un equipo de representantes —diplomáticos, cónsules, funcionarios comerciales— con un perfil idóneo, formación profesional y capacidad suficiente para defender los intereses del Gobierno porfirista y mejorar su imagen en el exterior. Los principales asuntos que ocuparon la agenda de la política exterior mexicana durante el periodo que se estudia giraron en torno a las preocupaciones que surgieron a raíz de la creciente hegemonía de los Estados Unidos, país que a finales del siglo xix se convirtió en una potencia regional y en competencia real para los poderes europeos. Fue por ello que México tuvo una agenda de política exterior muy precisa. La primera tarea fue buscar el reconocimiento del régimen y restablecer relaciones diplomáticas. Después, una vez consolidado el Gobierno y haber obtenido logros importantes con sus políticas económicas, en la década de 1890 la política exterior se concentró en lograr posicionar al país como una potencia regional. Luego, el Gobierno se concentró en mantener la estabilidad y contener la crisis interna, que daría paso al conflicto revolucionario.1 Desde los años setenta y ochenta del siglo xix, México negoció con Inglaterra, restableció relaciones con Francia y las comenzó con Italia, Alemania, Rusia, Japón y China. También intensificó su presencia en diversos foros internacionales —conferencias americanas, Primera Conferencia de la Paz en La Haya— y suscribió tratados comerciales y culturales con países latinoamericanos y europeos. En suma, al finalizar el siglo xix contaba con representantes diplomáticos en Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, España, Portugal, Francia, Italia, Suecia, Noruega, Países Bajos, Rusia, Japón, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa 1
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Rica y el Salvador.2 En suma, abrió ciento treinta y seis oficinas consulares.3 Para lograrlo, el Gobierno mexicano modernizó la administración pública, profesionalizó diversos cargos relacionados con la vida exterior y confió la dirección de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) a Ignacio Mariscal, experimentado hombre de la diplomacia con probada lealtad al régimen, quien estuvo en el cargo desde 1885 hasta su muerte, en 1910.4 Este personaje organizó un equipo eficaz para ejecutar los planes tanto de política exterior como interna. Profesionales avezados en el mundo de la política y las letras fueron nombrados para los cargos diplomáticos y culturales. Nombres como Matías Romero, Federico Gamboa, Juan de Dios Peza, Manuel Payno, Manuel de Azpiroz y Gutiérrez Nájera desfilaron por el mundo como voceros del México nuevo, aunque no rindieron los frutos esperados. La diplomacia mexicana en Europa se ha tipificado como marginal, de segundo orden, debido a varios factores: las turbulentas relaciones entre México y los poderes europeos, las intervenciones en el país, las reclamaciones por deudas y la configuración de un escenario internacional que orilló cada vez más a México a entrar en la órbita estadounidense.5 Si bien el trato con las potencias internacionales fue normalizándose en aquel periodo (18761910), estas fueron selectivas, pues “el espacio geopolítico de América del Norte restringió los puntos de contacto con los intereses y las influencias europeas. Así que las relaciones en este ámbito fueron de baja intensidad y esporádicas”.6 Las líneas generales de este contacto se dieron en rubros como el de las inversiones —empresas, capital y empréstitos—, que se promovieron en Europa y se intensificaron particularmente con España gracias a los vínculos con la influyente colonia española residente en México.7 Cuerpo diplomático acreditado en el extranjero. México, 28 de julio de 1896 (Archivo Histórico Genaro Estrada, Secretaría de Relaciones Exteriores, en adelante AHGE-SRE). Con Austria-Hungría, rotas las relaciones a raíz de la ejecución de Maximiliano de Habsburgo, se reanudaron en 1901. 3 Guía diplomática y consular, 1902: 144-155. 4 Espinosa Blas, 2004: 47. 5 Pi-Suñer, Riguzzi y Ruano, 2011: 193. 6 Ibidem. 7 Ibidem. 2
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Otro aspecto prioritario se dio en la esfera de la cultura con la firma de tratados y la participación constante en organismos y redes que patentizaron el interés mexicano por consolidar su filiación hispanoamericanista. Tal diplomacia marginal se evidencia en varios aspectos: en el poco peso de las agencias diplomáticas, en el escaso presupuesto asignado para desempeñar las funciones correspondientes o en los representantes mexicanos en Europa que no contaban con el perfil idóneo que se había buscado. Los funcionarios mexicanos se mantuvieron en su carácter de ministros plenipotenciarios, también en América Latina, mientras que en los Estados Unidos, a partir de 1899, se elevó el rango a embajada. Además de esta condición, en la visión de la diplomacia europea, México era un second class power, una nación periférica y pobre, que recién intentaba elevar su rango y respetabilidad internacionales, […] de escaso significado para las relaciones exteriores, tanto políticas como económicas, de las principales potencias. Así, la presencia de los diplomáticos mexicanos en Europa era del todo marginal; los asuntos de la relación se ventilaban en México entre el gobierno y los ministros europeos. Al mismo tiempo, la legación mexicana representaba una sede de escasa importancia para las diplomacias del viejo continente.8
En atención a esta condición, la política exterior mexicana en el Viejo Continente tuvo alcances limitados, como la firma de tratados de amistad y comercio con diez países europeos, que no tuvieron un alcance sustancioso, o pactos en materia civil o penal, como extradiciones, protección de la propiedad industrial y de marcas. La ubicación geográfica de las oficinas también reflejaba el papel secundario de México. A finales del siglo xix solo había seis legaciones: cuatro con ministros plenipotenciarios y dos con ministros residentes que atendían los asuntos de los países europeos; en el caso peninsular había solo un representante para España y Portugal, en parte, por una razón presupuestaria, pero, sobre todo, por “la escasa labor diplomática realizada en aquellas sedes”.9 En cuanto a representaciones consulares, México tenía siete consulados generales: solo dos de ellos —Barcelona y París— a cargo de intelectuales, 8 9
Ibidem: 197. Ibidem: 198.
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como Manuel Payno e Ignacio Manuel Altamirano, los demás, a cargo de cónsules menores que atendían asuntos comerciales y migratorios.10 Los perfiles de los representantes también muestran esta condición de la diplomacia mexicana: una parte de la élite política, interesada en promover sus intereses personales y en representar a México en actos protocolarios e intencionalmente alejada de su país debido a sus posicionamientos críticos hacia el régimen porfiriano. La diplomacia mexicana en España España fue un país estratégico en la persecución de objetivos de política exterior mexicana durante el porfiriato. Los lazos iban afianzándose en busca de conformar una alianza entre países hispanoamericanos, de ahí que los Gobiernos español y mexicano se interesaron en fomentar la historia, la cultura y la lengua para contrarrestar el avasallamiento de la presencia norteamericana. De esta manera ambos países conjuntaron objetivos precisos e intereses comunes en defensa de sus intereses regionales e internacionales. Una base primordial de los lazos que establecieron fue la de no inmiscuirse en sus asuntos internos, línea que mantuvieron los representantes mexicanos en España, concentrándose en una diplomacia de bajo perfil. Aquellos representantes activaron los lazos culturales con la firma de tratados de protección literaria, exenciones fiscales a la circulación de obras culturales y una red de instituciones en ambos lados del Atlántico encargada de fortalecer los vínculos. En este marco, los funcionarios mexicanos aprovecharon su paso por la península para acrecentar su labor editorial y la publicación o promoción de sus obras.11 Ramón Corona ocupó el cargo de enviado extraordinario y ministro plenipotenciario (EEMP) de México en España y Portugal de 1874 a 1886. Durante su gestión, el primer secretario de la legación fue Juan Bautista Híjar y Haro. De 1886 a 1896 (año de su muerte), Vicente Riva Palacio fue EEMP de México en España y Portugal. De 1896 a 1899, Francisco de
10 11
Ibidem: 199. Rosenzweig, 1994: 167-169.
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Asís de Icaza y Beña fue secretario de la legación y encargado de negocios ad interim hasta 1904. De 1878 hasta 1900, Juan de Dios Peza fue el segundo secretario. De 1899 a 1904, Manuel Iturbe Villar fue EEMP. Finalmente, Juan Antonio Béistegui Benítez (descendiente de inmigrantes vascos que hicieron fortuna en México) ocupó el cargo de EEMP de 1904 a 1912. En Santander (1886) y posteriormente en Barcelona, fue cónsul Manuel Payno.12 La gestión de los representantes mexicanos Si bien los objetivos de España y México coincidían en cuanto al acercamiento con el hispanoamericanismo como punto central de la agenda —mediante la promoción y el fortalecimiento de los lazos culturales como contrapeso a la influencia económica de los Estados Unidos—, hubo otros conflictos, sobre todo en el Caribe y Centroamérica, donde se involucraban los intereses mexicanos, estadounidenses e hispanos y en los cuales los representantes mexicanos en España se alinearon a las instrucciones establecidas desde la Secretaría de Relaciones de México, la cual cuidó en todo momento su posicionamiento de neutralidad y no injerencia en asuntos considerados internos; por tanto, los representantes fueron en lo general cautos, manteniendo un bajo perfil y concentrándose en el afianzamiento de los lazos culturales y en la promoción de sus intereses. Para los Estados Unidos, el área del Caribe y Centroamérica se concibió como estratégica para su proyecto expansionista y como zona de seguridad nacional. La región abarcaba también un interés hacia México. Por su condición de frontera sur, Centroamérica había representado, a lo largo del siglo xix, un área de constante tensión para el Estado mexicano, debido a los problemas limítrofes con Guatemala, que tensaron las relaciones con el Gobierno de Díaz. Pretendieron resolverse con la firma del Tratado de Límites de 1882, pero no se arreglaron del todo. No obstante, México —en su afán de ganarse un papel de interlocutor en la región,
Acervo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Disponible en: https:// acervo.sre.gob.mx/index.php/embajadores-de-mexico?id=151 [Consulta: 1 de abril de 2019]. 12
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vital para la seguridad nacional debido a su inestabilidad— continuó desarrollando una política protagónica y puso en crisis la relación bilateral, al punto de una posible conflagración armada entre México y Guatemala en 1895. Para contrarrestarla, México nombró a Federico Gamboa, quien, con su gran experiencia, desplegó una hábil diplomacia y atendió cuestiones nodales del conflicto, además de llevar a cabo negociaciones con el Gobierno norteamericano.13 Empero, el asunto más importante en la agenda mexicana fue la guerra de independencia cubana de 1895, que desencadenó la llamada guerra hispanoamericana en 1898. Una mirada global del despliegue de México en torno a este diferendo regional muestra que la mayor parte de las acciones de política exterior se realizaron en territorio americano, particularmente en los Estados Unidos y en la isla caribeña. La cuestión cubana —como era conocida desde los inicios del siglo xix— estaba definida por la importancia estratégica de la isla, que la convirtió en un espacio que las potencias ansiaban controlar. México se involucró muy de cerca en esa disputa, al grado que fue punto central en su agenda diplomática y en el diseño de su política exterior hacia España y los Estados Unidos. Durante el porfiriato, y frente al ascenso de los conflictos por el control de Cuba, en su agenda a México le interesaba convertirse en interlocutor destacado y mediador latinoamericano frente a los estadounidenses. Fue así que ideó la llamada doctrina Díaz —adaptación de la doctrina Monroe—14. Ofreció a España la compra de la isla y desarrolló un activo González Arriaga, 2000. A raíz de las tensiones entre Inglaterra y Venezuela, Porfirio Díaz, en su mensaje al Congreso de abril de 1896, brindó una interpretación mexicana de la doctrina Monroe para decir que la tutela continental no competía solo a los norteamericanos, sino que cada país debería hacer una declaración similar para atajar toda intervención extranjera. A esa declaración se la conoció en la opinión pública como doctrina Díaz, aunque nunca fue tal (Un siglo de relaciones internacionales de México (a través de los mensajes presidenciales), 1970: 25). El tema volvió a discutirse en el caso de la guerra de independencia cubana, en las sesiones del Congreso Panamericano de agosto de 1896, donde solo acudieron Ecuador y los países centroamericanos, menos Nicaragua. Tampoco asistió Estados Unidos (Espinosa Blas, 2004: 94-95). 13 14
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cabildeo en ella y en México a favor de una Cuba mexicana. Ese proyecto se cocinó desde la SRE y, si bien nunca contravino la estricta neutralidad que el Gobierno de Porfirio Díaz asumió al restablecer relaciones diplomáticas en los años setenta del siglo xix, al negar a los cubanos insurrectos su carácter de beligerantes, el despliegue de una diplomacia informal a través de la propaganda en la prensa mexicana e internacional, así como la realización de sondeos de los representantes mexicanos en la isla, en los Estados Unidos y en España dan cuenta de un cambio en la visión de México respecto a Cuba y el papel de la presencia regional que el Gobierno porfirista deseaba tener.15 En primer lugar, México, a través de Matías Romero, desplegó una serie de actividades encaminadas a seguir los objetivos planteados, sin poner en riesgo la relación con los Estados Unidos. En segundo lugar, los cónsules en Cuba, Andrés Clemente Vázquez y Gilberto Crespo, buscaron consensos para no tensionar las relaciones con el Gobierno estadounidense. Las acciones de los representantes mexicanos en España fueron de menor impacto: si bien aprovecharon las redes con las élites, grupos políticos y culturales que durante años se fomentaron en favor del interés de México, fueron en extremo cautelosos al abordar el tema de la Cuba mexicana, el cual confrontaba directamente el dominio español sobre la isla. Con el triunfo contundente de los Estados Unidos en la guerra hispanoamericana, la diplomacia mexicana se repliega dentro del escenario europeo, se concentra en su delicada relación con la Casa Blanca y, sobre todo, se enfoca en las cuestiones internas que amenazaban la estabilidad del régimen y que finalmente desembocaron en la Revolución de 1910. Los representantes mexicanos en España El militar Ramón Corona Madrigal (1837-1889) ocupó el cargo de EEMP tras la reanudación de las relaciones entre México y la España de la
Los representantes españoles en México durante el porfiriato fueron Emilio de Muruaga, hasta 1883, y José Brunneti y Gayoso, EEMP en 1895. 15
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Restauración.16 Fue nombrado por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada en 1847 y ocupó el puesto hasta 1885, año en que regresó a México para participar en las elecciones para la gubernatura de Jalisco. Se considera que su nombramiento se basó en consideraciones políticas, pues se trataba de un militar de renombre, con mucha influencia por su participación en la Guerra de Reforma. Según las escasas referencias sobre su “exilio disfrazado” en Madrid, tuvo una estrecha relación con Ignacio Manuel Altamirano, cónsul mexicano en Barcelona, con quien compartió las penurias de la guerra en contra del Segundo Imperio de Maximiliano de Habsburgo. De hecho, Altamirano tenía contemplado escribir la biografía de Corona —y así lo anunció en su colaboración del periódico La Tribuna—, pero no la concretó.17 Ramón Corona escribió varias obras derivadas de su estancia en Madrid. Por ejemplo, Breves consideraciones sobre el comercio entre España y México (Madrid, Estereotipia y Galvanoplastia de Aribau, 1880); Apuntes geográficos y etnológicos sobre Portugal (México, Imprenta del Gobierno, 1885); y dos póstumas: La investigación de la paternidad. Tesis presentada en el examen profesional del abogado Ramón Corona (México, Secretaría de Fomento, 1890), y; Todo por Cuba. Recopilación de artículos periodísticos (Nueva York, 1972). Más allá de lo anterior, pocos datos hay sobre sus actividades como ministro mexicano en la península. Por su parte, Vicente Riva Palacio es de quien más se ha ocupado la historiografía por su legado intelectual como uno de los escritores, literatos, La reanudación de relaciones entre España y México coincidió con un cambio de visión en la diplomacia de ambos países. Por un lado, España dejó de lado su interés por intervenir en cuestiones domésticas mexicanas y, por otro, se vio presionada por la guerra de independencia cubana, desatada en 1868, en la que era prioritario asegurar la neutralidad mexicana. Además, en aquel año se inició el Sexenio Revolucionario, que terminó en 1874 con el regreso de los Borbones al poder. En 1871, con los oficios del representante español Feliciano Herreros de Tejada y el secretario de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, se firmó un acuerdo para restablecer relaciones y asegurar la neutralidad mexicana en el conflicto cubano. Sin embargo, la deuda española se mantuvo como un tema delicado que causó tensiones importantes en 1877 y 1883, amenazando con romper relaciones. Finalmente, en 1894 ambos países resolvieron negociarla directamente con los tenedores de títulos y convertirla en deuda nacional (Sánchez Andrés, 1999: 734-735, 761). 17 Casasús, 2016. 16
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políticos, periodistas y militares más importantes del México de la segunda mitad del siglo xix, y como uno de los hombres más ilustrados que representó a México en España.18 Además de sus dotes diplomáticas, desplegó una intensa promoción de la cultura mexicana entre la élite española, participando en diversas asociaciones literarias y publicando prolíficamente en distintos medios impresos. También se ha considerado su nombramiento diplomático una suerte de exilio debido a sus posicionamientos políticos frente al régimen porfirista. Pero, además, corría el rumor de que Riva Palacio tenía aspiraciones presidenciales, aunque sólo regresó a México en dos ocasiones: entre 1889 y 1890 y luego entre 1893 y 1894, año en que murió su esposa María Josefa Bros,19 con quien tuvo a su hijo Federico. Para estar a la altura de la vida diplomática madrileña, Riva Palacio mudó la sede de la legación a la calle Serrano, donde alquiló un lujoso piso que amuebló suntuosamente. Las exigencias eran demasiadas y en más de una ocasión solicitó un aumento de presupuesto, que el presidente Porfirio Díaz negó bajo el argumento de la austeridad.20 Como ministro mexicano encauzó el objetivo nacional de la reconciliación con Europa para modificar la imagen negativa a raíz de los aconteci-
Vicente Florencio Carlos Riva Palacio Guerrero (1832-1896). Literato, jurista y militar mexicano que participó de manera activa en la construcción del México moderno. Defendió la causa liberal y participó como militar en las guerras de intervención europea. Fue defensor acérrimo de la República juarista en contra del II Imperio de Maximiliano de Habsburgo, conflicto en el cual ocupó el cargo de general en jefe del Ejército Republicano del Centro. Ocupó puestos importantes, como la gubernatura del Estado de México y de Michoacán, magistrado de la Suprema Corte de Justicia y ministro de Fomento, Colonización e Industria. A través de su trabajo como escritor y periodista, ejerció la crítica feroz contra el Gobierno de Lerdo de Tejada. Durante el gobierno de Porfirio Díaz se convirtió en un político incómodo por sus críticas al régimen, de ahí que —según la versión de muchos autores— fuera enviado a España, en un destierro honorable. Desarrolló una prolífica obra literaria y periodística, en la que cultivó diversos géneros. Entre sus principales obras destaca su papel de coordinador y escritor de México a través de los siglos; Los ceros: galería de contemporáneos, Martín Garatuza; Monja, casada, virgen y mártir; Flores del alma; Cuentos de un loco, y Cuentos del General (póstuma y editada en Madrid). Además, fundó el periódico satírico El Ahuizote. Estuvo en España por primera vez entre 1870 y 1872. Véase Ortiz Monasterio (1999). 19 Sánchez Andrés, 2018: 84. 20 La legación recibía una partida presupuestal de doce mil pesos anuales (ibidem: 87). 18
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mientos del Segundo Imperio de Maximiliano de Habsburgo.21 Al reconocer el ambiente político y cultural español, buscó acercarse a las figuras clave tanto del mundo de la política como de la cultura —letras, artes, prensa, etc.—, como Práxedes Mateo Sagasta, presidente del Consejo de Ministros, Emilio Castelar, Ramón de Campoamor, Octavio Picón, Armando Palacios Valdés, Pérez Galdós y Menéndez Pelayo, además de intelectuales latinoamericanos que en España representaban a sus países, como el caso del nicaragüense Rubén Darío.22 En su gestión oficial, Vicente Riva Palacio, al igual que los demás representantes mexicanos —diplomáticos y cónsules—, se alineó a las instrucciones que emanaron de la SRE en lo relativo a los objetivos que se buscaban en Europa. Si bien en algunos temas se mostró contrario a las opiniones y posturas del Gobierno mexicano (por ejemplo, fomentar la inmigración española hacia México, que poco impacto tenía en la economía nacional, o incidir en los asuntos centroamericanos y favorecer a Guatemala),23 se mantuvo respetuoso de los lineamientos generales. De manera particular, en lo que se refiere a la postura frente al diferendo caribeño, Riva Palacio se alineó a las instrucciones de la SRE, desde donde se triangulaba la diplomacia entre los Estados Unidos, España y Cuba. Entre 1895 y 1897 México, amparándose en la neutralidad, realizó varias acciones oficiosas para incidir en el conflicto caribeño. No reconoció el estado de beligerancia; apoyó a España, impidiendo el apoyo a los cubanos; favoreció un discurso filohispano en la prensa y activó una línea de opinión pública tendiente a mostrar a México como un actor de peso, e interpuso sus oficios como mediador en el diferendo, el cual no tuvo eco ni en España ni en los Estados Unidos.24 Riva Palacio, en sintonía con las acciones que llevaba a Clementina Díaz de Ovando es considerada una de las que mejor han estudiado la figura de Vicente Riva Palacio (Díaz de Ovando, 1976). 22 Perea, 1996: 88-90. 23 Sánchez Andrés, 2018: 91-94. 24 A mediados de 1896, Richard Olney, secretario de Estado norteamericano, le comunicaba a Matías Romero, representante mexicano en Washington, que los Estados Unidos deseaban unirse a México para una mediación conjunta. Ante ello, el secretario de Relaciones Exteriores de México, Ignacio Mariscal, instruyó a Romero para que aceptara la propuesta. Sin embargo, no hubo seguimiento por parte de los Estados Unidos (“Matías Romero a 21
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cabo desde La Habana el cónsul Clemente Vázquez, sondeó con autoridades españolas la posibilidad de que México mediara en el conflicto y de que se diera la autonomía a Cuba bajo el cobijo del Gobierno porfirista, todo lo cual fue ofrecido de modo confidencial al ministro de Estado Carlos M. O’Donnell en marzo de 1896. España rechazó la mediación, al considerar que la propuesta atentaba contra el principio de no injerencia en los asuntos internos de la nación.25 Por ello, no es fortuito que buscara acercamientos en las reuniones y los foros que frecuentaba, para percibir el ánimo que privaba en los círculos españoles. En mayo de 1896 los cubanos —a través de Gonzalo de Quesada, representante del Partido Revolucionario Cubano— solicitaban los oficios de México para pedir la independencia de la isla a cambio de una indemnización. Si bien Porfirio Díaz expresó su buena voluntad e instruyó a Riva Palacio para que comunicara a los españoles que si vendían la isla a los Estados Unidos México consideraría ese acto como inamistoso, no se adelantó más en el asunto.26 Entre 1895 y 1896, y a pesar de la intensa actividad diplomática mexicana, en realidad el Gobierno español no consideró importante tales mediaciones, salvo para asegurar que en el territorio no se apoyara ni militar ni económicamente a los rebeldes y se permitiera cierta libertad a la colonia española para recaudar fondos. En noviembre de 1896 murió Riva Palacio,27 Ignacio Mariscal, Washington, 21 de mayo de 1896”; “Ignacio Mariscal a Matías Romero, México, 1 de junio de 1896”. AHGE-SRE, L-E-1335, fols. 19-24). Todavía en enero de 1897, México, a través de Mariscal, ofreció a España la mediación, que no fue aceptada bajo el mismo argumento de ser un asunto interno de la política española (Rojas, 2000: 403). Después de ello y ante las acciones beligerantes de los Estados Unidos, México vio cerrada la puerta de la mediación. Durante la guerra hispanoamericana de 1898, México asumió oficialmente la neutralidad, aunque en el terreno oficioso apoyó a España. 25 AHGE-SRE, Leg. L-E-1335, fols. 6-8. “Andrés Clemente Vázquez a Ignacio Mariscal, La Habana, marzo de 1896”, AHGE-SRE, LE-519, fol. 42. 26 Morales Pérez y Sánchez Andrés, 1998: 345-348. 27 La Voz de México. Diario religioso, político, científico y literario, Ciudad de México, núm. 141, 24 de noviembre de 1896. Fue enterrado en Madrid con honores de teniente general y en 1936 sus restos fueron repatriados y colocados en la Rotonda de los Hombres Ilustres. En México se desató un debate en La Voz de México alrededor de su muerte y si debía ser considerado un hombre ilustre (La Voz de México. Diario religioso, político, científico y literario, Ciudad de México, núm. 30, 23 de diciembre de 1896).
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dejando tras de sí una intensa relación intelectual y cultural que favoreció la proyección mexicana en la península. Como diplomático sus alcances fueron limitados, confirmando el papel periférico que revestían las relaciones entre México y España: “La presencia en Madrid, entre 1886 y 1896, de Vicente Riva Palacio, […] no fue empleada, en lo fundamental, más que para la participación en academias literarias, círculos artísticos y festejos de la corte”.28 Si bien Riva Palacio —considerado el representante mexicano de mayor talla en España— tuvo poca incidencia en los asuntos prioritarios de la política exterior mexicana, no fue así en el fomento cultural entre ambos países, en un contexto en el que era importante poner un dique al avance y la influencia estadounidenses. Destaca que en 1895 contribuyó a la firma del tratado de propiedad científica, literaria y artística que, aunque beneficiaba más a España, también favorecía a los escritores mexicanos, quienes tuvieron un foro para difundir su obra.29 Otro de los grandes proyectos de aquella política cultural fue la Unión Iberoamericana, creada en 1884 en la Universidad Central de Madrid, la cual reunía a un significativo grupo de intelectuales y políticos españoles interesados en fomentar los lazos entre España y sus antiguas colonias hispanoamericanas. Con el arribo de Segismundo Moret al Ministerio de Estado, se fortaleció la Unión. Parte de su programa consistió en hacer de México un lugar estratégico para contener la política norteamericana. Bajo la presidencia de Manuel Romero Rubio, en 1886 se fundó, en la Ciudad de México, la sección mexicana de la Unión Iberoamericana, que se convirtió en un espacio importante para la política de reconciliación de España, pues todos los representantes latinoamericanos mostraron su beneplácito. Tuvo su propio órgano de difusión (La Unión) mensual —y luego bimensual— entre 1886 y 1926, que circulaba en las embajadas.30 Destacó como promotor cultural Vicente Riva Palacio, quien en lo privado dejó un testimonio sobre los tímidos alcances de ese proyecto porque mostró un mayor interés en la retórica que en una auténtica alianza. Opinión merecida en 1888, frente a la mediación española en un diferendo Pi-Suñer, Riguzzi y Ruano, 2011: 198-199. Sánchez Andrés, 2018: 96-97. 30 Pi-Suñer, 2000: 117-118. 28 29
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entre Colombia e Italia, con un sesgo claramente a favor de los italianos, lo que “venía a desmentir con hechos toda esa cacareada Unión Iberoamericana que era, a mi juicio, la verdadera tabla de salvación para España, pero que no saben manejar ni comprender la importancia que tiene para ellos”.31 En 1892 se celebró el IV Centenario del Descubrimiento de América. Con cuatro años de anticipación, el Gobierno español oficializó la iniciativa a través de los diplomáticos que invitaron a participar a las repúblicas hispanoamericanas. México nombró a Vicente Riva Palacio como delegado en la comisión organizadora.32 Pero no fue hasta el cambio de Gobierno, con Cánovas del Castillo, que finalmente se conformó la junta directiva donde todos los diplomáticos —entre ellos Vicente Riva Palacio— fueron vocales. Para el mexicano, aquella conmemoración era ideal para continuar con el programa de promoción del México porfirista. La delegación mexicana fue la más numerosa. Riva Palacio fungió como organizador y participó como conferencista en un ciclo del Círculo de Bellas Artes y el Ateneo de Madrid con el trabajo Establecimiento y propagación del cristianismo en la Nueva España. Fue comisario de la colección arqueológica José D’Arenberg, adquirida por el Gobierno para exhibirla con otros objetos en la Sala Mexicana de la Exposición Histórico-Americana de Madrid. Fue además vicepresidente honorario del IX Congreso de Americanistas y formó parte del grupo que organizó el congreso Pedagógico Hispano-PortuguésAmericano, el Jurídico Americano, el Mercantil Hispano-Americano-Portugués y el Literario Hispano-Americano, todos celebrados en Madrid en el marco del mencionado IV Centenario.33 Si bien todas las actividades buscaban proyectar a México como una nación moderna y progresista, no todos los representantes diplomáticos compartían el entusiasmo de Riva Palacio. Según testimonio de Payno —cónsul mexicano en Barcelona—, el programa fue deslucido. Los reyes no le dieron la importancia debida y ni siquiera asistieron a la inauguración de la Exposición Hispanoamericana, pensada para ensalzar los lazos culturales. De heSánchez Andrés, 2018: 94. Ibidem: 97. 33 Ibidem: 98-100. 31 32
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cho, Manuel Payno se opuso a tales festejos y aconsejó al Gobierno mexicano no enviar delegados.34 Francisco Asís de Icaza y Beña35 asumió el cargo tras la muerte de Riva Palacio. Desde 1886 fue secretario de la legación y en 1896 el Gobierno mexicano lo nombró encargado de negocios ad interim. En 1904 viajó a Alemania como ministro plenipotenciario y en 1912 el Gobierno mexicano lo designó con ese mismo cargo para España. Los datos disponibles sobre su larga estancia en España lo muestran como un hombre de letras interesado más en la vida cultural que en la política y más apegado al modernismo peninsular que al mexicano. Participó en varias asociaciones y agrupaciones literarias. Fue socio del Ateneo de Madrid y secretario de su sección de literatura. Sus contribuciones a la poesía y la crítica literaria españolas36 y sus aportes a los estudios sobre Cervantes, Lope de Vega y Góngora le merecieron el reconocimiento de la élite intelectual y artística de la península (Unamuno, Ortega y Gasset, Baroja, Pereda, Valle Inclán y Antonio Machado) y latinoamericana (Julián del Casal, Rubén Darío, Amado Nervo, Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, entre otros). También se dio licencia para cuestionar a grandes figuras de la cultura española, como la escritora Emilia de Pardo Bazán, a quien acusó de plagio.37 Su imagen fue la de “un político europeo más que la de un artista hispanoamericano” y, según el escritor mexicano José Emilio Pacheco, fue “el mexicano de España y el español de México, a quien no se le recuerda en nin-
Pi-Suñer, 2011: 123-124. Francisco Asís de Icaza nació en la Ciudad de México en 1865 y murió en Madrid en 1925. Diplomático, poeta, crítico literario, historiador y traductor. Académico de número de la Real Academia de Madrid, miembro de la Academia Mexicana de la Historia, correspondiente de la de Madrid, y doctor honoris causa por la Universidad Nacional de México. Entre sus obras más reconocidas citamos los poemarios Efímeras (1892), Lejanías (1899), La canción del camino (1905), Cancionero de la vida honda y de la emoción fugitiva (1922) y sus ensayos Lope de Vega, sus amores y sus odios (1925), El Quijote durante tres siglos (1918) y Conquistadores y pobladores de Nueva España: diccionario autobiográfico sacado de los textos originales (1923) (Ortiz Domínguez, 2014: 13-14). 36 Domínguez Michael, 2017. 37 Ortiz Domínguez, 2014: 22-23. 34 35
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guna de sus dos patrias” (aunque una calle de Madrid lleva su nombre). En España contrajo matrimonio con la granadina Beatriz de León y Loynaz.38 Después de la guerra de 1898, De Icaza fue removido de su cargo en noviembre de 1899 y reemplazado por Manuel Iturbe Villar como EEMP de 1899 a 1904,39 año en que murió. Iturbe fue uno de los últimos representantes mexicanos en Madrid. Se casó en París, en 1888, con Trinidad Von Scholtz-Hermensdorff, rica española de ascendencia sueca e hija del cónsul de Dinamarca en Málaga.40 Según nota de prensa, el enlace se distinguió por su elegancia, al ser Iturbe uno de los apellidos más importantes de la colonia mexicana y “cuya fortuna se estima en varios millones”.41 Manuel Iturbe Villar descendía de una familia vasca avecindada en México desde mediados del siglo xix. A finales de este siglo radicó en Europa como diplomático en Viena, París, Berlín y Londres. Sus relaciones familiares lo integraron a la vida aristócrata de Europa. Fue reconocido por su apoyo al arte y por la adquisición de inmuebles de alto valor cultural e histórico. Ya instalado en su función diplomática en Madrid, en el palacio de Parcent (palacio Guadalcázar) —conocido como hotel Iturbe—, se reunía con célebres personajes de la vida política y cultural (Marcelino Menéndez y Pelayo, el conde de Casal y Moreno Carbonero, entre otros) e incluso con miembros de la Monarquía española.42 La prensa mexicana definió a Iturbe del Villar como un “rico propietario” sin experiencia diplomática, evidenciando la poca relevancia que tenía la representación de México en España: “Nuestras relaciones con la ex madre patria van teniendo escasísima importancia. No necesitamos en Madrid hombres de la talla del licenciado de Aspíroz…”. Al resaltar la talla de Aspíroz, embajador mexicano en Washington, la nota resaltaba la Ibidem: 24. “Manuel Iturbe del Villar a Ignacio Mariscal”, Madrid, 18 de noviembre de 1899, AHGE-SRE, Exp. 22-20-2. 40 Manuel Pánfilo Isaac Iturbe Villar. Nació en México en 1837 y murió en Madrid en 1904. Disponible en: https://gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es&n=yturbe+villar&oc=0&p=manuel [Consulta: 12 de junio de 2021] 41 La Voz de México. Periódico religioso, político, científico y literario Ciudad de México, núm. 292, 22 de diciembre de 1888, p. 3. 42 Tovar Martín y Marín Tovar, 2009. 38 39
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centralidad y prioridad que tenía Estados Unidos en la política exterior mexicana.43 El último representante porfirista en Madrid fue Juan Antonio Béistegui Benítez, también descendiente de españoles y de una de las familias más ricas e influyentes del México decimonónico, donde nació el 9 de mayo de 1861. Su padre fue Genaro Béistegui García. Contrajo nupcias en 1888 con Dolores Iturbe Atristain, sobrina del ya citado Manuel Iturbe Villar.44 Asumió el cargo de EEMP de 1904 a 1912. Su abuelo, Juan Antonio Béistegui Arróspedi, fue un rico hacendado avecindado en Guanajuato. Se calcula que al morir poseía una fortuna de 9 295 603 pesos: “[…] para darnos una idea de lo que significaba esta suma en 1865 […] el total de los ingresos nacionales calculados para ese año económico fue de 6 375 000 pesos”.45 Béistegui Benítez heredó parte de esa fortuna, que hizo prosperar sobre todo en Madrid, donde murió en 1925. De la familia Béistegui —reconocida como una de las más influyentes de la colonia de mexicanos avecindada en Europa— la prensa dio a conocer la vida de lujo que llevaban en París, contrastándola con la realidad en México.46 En datos aislados se consigna la presencia del representante en actos diplomáticos o culturales. La prensa española publicó su participación en un evento de 1910 organizado por la Unión Iberoamericana con motivo de la presentación del libro Juana de Asbaje, del reconocido literato mexicano El Continente Americano, Ciudad de México, 3 de mayo de 1899. Juan Antonio Pascual José Guadalupe Dolores Concepción Antonino de la Santísima Trinidad Béistegui Benítez. Disponible en: https://gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es&n=beiste gui+benitez&oc=0&p=juan+antonio [Consulta: 1 de abril de 2019]. La noticia de la boda se publicó en la prensa mexicana (La Voz de México. Diario religioso, político, científico y literario, núm. 164, Ciudad de México, 19 de julio de 1888). 45 Meyer Cosío, 2018. 46 Concepción Benítez, tía de Juan Antonio de Béistegui, fue la protagonista de una reseña de la prensa donde se destacaron los detalles de la vida de opulencia que tenía en París, en contraste con lo que mostraba México: “Como se ve, la plata de nuestras minas, que a tantos de los actuales residentes en París enriqueció, hace buen papel, convertida en palacios, vajillas, muebles, cenas y joyas, en la capital del lujo, del arte y de la civilización” (La Voz de México. Diario religioso, político, científico y literario, núm. 129, Ciudad de México, 8 de junio de 1890). 43 44
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Amado Nervo; sin embargo, no hay registro de una mayor participación del diplomático.47 De igual manera, existen pocas referencias documentales sobre su participación durante 1910 en las fiestas del centenario de las independencias americanas, como actos importantes que representaban la reconciliación definitiva entre España y sus antiguos reinos americanos. En España, el rey Alfonso XIII tuvo mucho interés por hacerse presente en las fiestas, designando para ello a figuras importantes de la realeza y de la política para representarle y dar con ello el mensaje de una absoluta reconciliación con los países americanos. A la par, en la península se intensificaron los acercamientos entre españoles y latinoamericanos, dándole otro impulso a los tradicionales centros y organizaciones que fomentaban los vínculos hispanoamericanos, como la Unión Ibero-Americana, y creando otros —la Casa de América, la Real Academia Hispano-Americana de Ciencias y Artes, el Centro de Cultura HispanoAmericana, entre otros— con el fin de afianzar dichos lazos.48 Sin embargo, en la serie de eventos conmemorativos organizados en España no hemos encontrado referencias de Juan Antonio Béistegui, por tanto, desconocemos su actuación en este periodo de auge de las relaciones hispano-mexicanas. Consideraciones finales Como hemos apreciado a lo largo de estas páginas, revisar las actividades de los representantes mexicanos en España nos da una pauta para confirmar el papel que jugaban las relaciones hispano-mexicanas en el escenario internacional de entre siglos. Como lo apuntamos al inicio de este trabajo, para el México porfiriano, las relaciones con la Monarquía hispana se concentraron en lograr afianzar los lazos culturales y en cuidar en todo momento las relaciones con Estados Unidos, mientras que, para España, al igual que para el resto de Europa, las relaciones con México no eran un factor prioritario de la política internacional. México no era un sector estratégico para los intereses económicos o políticos de España. Quizá el mejor momento en
47 48
El Mundo, 29 de abril de 1910, citado en Nervo (1910: 227). Moreno Luzón, 2010: 568, 569.
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que México pudo tener una mayor presencia en la política española fue en el proceso independentista de Cuba (1895-1898), uno de los últimos bastiones de la Monarquía española en América; sin embargo, los resultados tuvieron escasa resonancia en la diplomacia española, en tanto que los representantes mexicanos se alinearon con las instrucciones emanadas desde la Secretaría de Relaciones de México. Después de 1898, tras la apabullante derrota de los españoles en la guerra hispano-americana, la cual generó en España todo un proceso de reflexión conocido como el Desastre, las relaciones hispanoamericanas llegaron a un impasse hasta 1910, año en que, al calor del centenario de las independencias americanas, la exmetrópoli reconoció la importancia de sus antiguos reinos en la búsqueda de una identidad y una alianza hispanoamericanas, al menos en su sentido cultural, pues los intereses prioritarios se concentraban en Europa; así España, después del 1898 y hasta 1914, se propuso terminar con el aislamiento y afianzar un proyecto específico: “Integrar a España, como un socio menor, en la entente establecida a comienzos de siglo entre gran Bretaña y Francia, para garantizar la integridad territorial de la península y sus archipiélagos y asegurarse una voz, subordinada pero importante, en el Mediterráneo occidental.”49 De acuerdo con esta consideración, la práctica diplomática de los mexicanos representantes del Gobierno porfirista fue de más a menos. Así, en las primeras décadas del porfiriato, Ramón Corona y Vicente Riva Palacio tuvieron un perfil que respondía a los perfiles tradicionales de la diplomacia mexicana: reconocidas personalidades muy activas en la vida política de las que era necesario distanciarse en pro de los objetivos del Gobierno mexicano, interesado en legitimar y articular el proyecto nacional. Ambos políticos ejercieron su papel a la altura de las circunstancias y, sobre todo, Riva Palacio fue un activo promotor de la política de acercamiento con la antigua metrópoli, mientras que los siguientes representantes tuvieron un perfil más bajo. No eran políticos ni eran reconocidos en México, sino empresarios con una red de amistades nacidas al calor de los negocios y de la vida social que actuaron acorde con lo que demandaban los intereses mexicanos; quizá por ello sus actividades en el mundo de la diplomacia son poco conocidas, no así su participación en la esfera de los negocios y sus múltiples relaciones familiares y sociales con 49
Ibidem: 616-617.
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lo más granado de la sociedad europea. Conocer esta veta de la diplomacia mexicana durante el porfiriato nos brinda mayores elementos para matizar y comprender el complejo mundo de las relaciones internacionales de México. Archivos Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores. México. (AHGE-SRE).
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POBLACIÓN MORISCA DEPORTADA Y FAMILIAS REPOBLADORAS EN LA SERRANÍA DE RONDA (1568-1574)1 Juan Jesús Bravo Caro Pilar Ibáñez Worboys (Universidad de Málaga)
Introducción Uno de los temas de actualidad continúa siendo, por desgracia, el enfrentamiento entre culturas o civilizaciones. Más allá de proclamas bienintencionadas, aunque ajenas a un análisis serio y riguroso de los orígenes o desarrollo, junto a las posibles soluciones cuyas consecuencias y decisiones requerirían plantearse el verdadero sentido de los bloques en conflicto, en una amalgama de religión, laicidad, estados aconfesionales u otros abiertamente inclinados hacia la negativa de desvincular gobierno y religión, estamos ante los rebrotes de vectores sociales donde afloran la intolerancia o la alteridad más negativa. Todo ello demuestra el escaso interés de muchos dirigentes por desterrar de la memoria colectiva fases de la existencia de comunidades que dirimieron sus diferencias, y buscaron la supremacía sobre las otras, mediante la implantación de formas de pensamiento unívoco. La situación de la península ibérica a fines del siglo xv responde a los episodios postreros de una guerra secular entre confesiones, cuyos planteamientos estaban dejando a un lado la propia unidad de la cristiandad frente al islam, para empezar a vislumbrarse la aparición de los futuros estados na-
Este trabajo ha sido elaborado en el marco del Proyecto de Investigación HAR201678759-P, financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, Gobierno de España, y de la Red Temática MYGLO, financiada por la Universidad de Málaga. 1
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cionales en Europa, cada vez más autónomos de Roma en materia políticoconfesional. El mismo proceso de desintegración de los restos del otrora floreciente califato cordobés ayudó en el rápido viraje de los acontecimientos acaecidos durante la primera década de gobierno de los todavía jóvenes monarcas, los Reyes Católicos. Cuando se lleva a cabo la incorporación paulatina de los territorios nazaríes a la Corona castellana, los soberanos comienzan a implementar una serie de medidas de carácter político de alcance muy diverso. Las cuestiones demográficas estarán mediatizadas por las mutaciones de población experimentadas a raíz del impulso final de las operaciones militares. Los desplazamientos humanos, junto a la pérdida de un número nada desdeñable de personas en el campo de batalla o fruto de las escaramuzas entre los contendientes, a la vez del cautiverio de otros tantos, modificarán sin duda el panorama de ocupación del espacio del sureste peninsular. La repercusión en el plano social no será menor, pues la llegada de cristianos ávidos de obtener un aumento patrimonial en detrimento de los vencidos, al margen del propio botín, planteará una nueva configuración de la sociedad resultante que desembocará en lógicas tensiones según transcurra el tiempo.2 En relación con esto último, la vecindad conquistada estará sometida a una gran presión fiscal, muy decisiva a la hora de comprender determinadas actuaciones de la minoría mudéjar durante el decenio final del cuatrocientos. El sistema de repartimientos, y la consecuente transformación de la estructura de la propiedad, favorecería irregularidades que ahondarían la ya de por sí frágil coexistencia de ambas comunidades. La misma introducción de cultivos o los aprovechamientos pecuarios distintos a los autóctonos, alejados de hábitos religioso-culturales impositivos (caso de la prohibición de comer cerdo), tuvieron resultados divergentes, agudizados cuando desde el poder cristiano inicien las campañas de aculturación, tan necesarias en los parámetros ideológicos de un incipiente Estado como el de Isabel y Fernando. La propia reorganización administrativa llevada a cabo a partir de 1482, al pasar paulatinamente a dominio cristiano los núcleos bajo soberanía musulmana, perseguirá un control más efectivo del territorio y de sus vecinos, 2
Ladero Quesada, 1992.
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con los inherentes conatos a la resistencia de unos y la coacción de otros. Todo ello con el epílogo de la deportación de la comunidad morisca granadina desde noviembre de 1570. En este contexto, apenas bosquejado, transcurrirá el decurso de este capítulo. Más allá del relato de los hechos de armas, nos interesa dilucidar las características fundamentales del colectivo repoblador llegado a la serranía de Ronda entre 1571-1574. La información procede de variados fondos archivísticos,3 algunos de ellos esbozados levemente en trabajos anteriores. Expondremos ciertos paralelismos y las circunstancias particulares de los principales momentos experimentados en la evolución de la presencia de grupos humanos sometidos a decisiones políticas, cuyo alcance llevaría a la sustitución legal de comunidades enteras en beneficio de una especial concepción de la unidad religioso-social dentro del marco diseñado por los Austrias hispanos. Estas premisas, válidas y estudiadas para determinadas áreas del sureste peninsular, serán aplicadas también cuando el fragor de la batalla vaya dejando paso a la rendición o capitulación de los núcleos rurales enclavados en la serranía rondeña. La serranía de Ronda antes de 1568 La historia de Ronda y su jurisdicción es de indudable importancia para el conocimiento del sector más oriental de la actual provincia de Málaga y de honda significación a la hora de comprender el control de un espacio bastante difícil de organizar, dada la orografía circundante y los inevitables conatos entre la población mudéjar, primero, morisca después, y la cristiana vieja una vez concluido el proceso bélico de las últimas décadas del siglo xv. No obstante, aunque contamos con una producción historiográfica paulatinamente creciente,4 las lagunas son todavía muy notorias, máxime para el periodo del conflicto derivado del alzamiento alpujarreño y la etapa repobladora abierta AGS (Archivo General de Simancas), CC (Cámara de Castilla), CG (Contadurías Generales), AHN (Archivo Histórico Nacional, Madrid), AHAG (Archivo Histórico de la Alhambra de Granada) y AHRMCR (Archivo Histórico de la Real Maestranza de Caballería de Ronda). 4 Bravo Caro y Soto Garrido, 2021. 3
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a partir de 1571. Algunas obras recogieron el devenir de la urbe y de su alfoz, resaltando sus autores aquello más relevante para la visión a transmitir de épocas concretas,5 sin olvidar los rasgos distintivos en materia geográfica.6 Destaca en esta vertiente el análisis del término Havaral, o más específicamente Havaral de Ronda,7 al nominar la zona del Alto Genal, que constituía parte del alfoz de la ciudad. Actualmente esta comarca, de unos 258 km2, está compuesta por nueve municipios: Parauta, Cartajima, Igualeja, Pujerra, Júzcar, Faraján, Alpandeire, Jimera de Líbar y Atajate. Una cuestión sugestiva, examinada por grandes especialistas de la temática rondeña y de la etapa musulmana de la provincia malagueña, es la toponimia. En lo concerniente al caso abordado en estas páginas, la bibliografía publicada revela el indudable pasado islámico de buena parte de los nombres de las localidades tratadas y de muchos parajes geográficos colindantes o dependientes de ellas durante el quinientos.8 Para el periodo y la región contemplados aquí existen algunos trabajos que amplían la información ya evaluada previamente.9 Ejemplo de ellos sería un reciente estudio para los años inmediatos a la guerra10 y otro con atención a determinados hechos acaecidos justo en el desarrollo de la contienda.11 En cuanto al conjunto de villas y lugares incluidos en el partido12 rondeño, contamos con una bibliografía reducida pero bien documentada. Recoge las principales investigaciones realizadas en torno a los años de la conquista y la posterior transformación de una sociedad musulmana a mudéjar, con la presencia de repobladores cristianos, hasta llegar a la rebelión focalizada en
Lozano Gutiérrez, 1905. Rodríguez Martínez, 1977. 7 Sobre el significado y la etimología del término, Martínez Enamorado (2003: 466) y Martínez Enamorado y Chavarría Vargas (2010: 98). El periodo de transición de la Antigüedad a la Edad Media, en Castaño Aguilar (2016). 8 Abellán Pérez, 1991; Martínez Enamorado, 2009; Martínez Enamorado y Chavarría Vargas, 2010. 9 Bravo Caro, 1991. 10 López García, 2014-2015. 11 Soto Garrido, 2019. 12 El término partido se emplea en este capítulo con idéntico sentido al otorgado por la documentación de la época. 5 6
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puntos concretos de la serranía durante 1500,13 sin descuidar aspectos precisos del sector agrario.14 La política de ocupación del espacio ganado a los musulmanes auspició en el área rondeña, como en todo el reino de Granada, la cesión de propiedades a determinados señores por los servicios prestados a la Corona.15 Un marco, el del tercio final del siglo xv, que aprovecharon los particulares para acrecentar los patrimonios familiares, en una clara apuesta de futuro donde el control de los vencidos fue muy estrecho, sin olvidar la extensión de derechos a núcleos de habitantes reservados a los cristianos viejos y, en menor medida, a los de población mixta.16 Unas asignaciones que, según expuso el profesor Acién Almansa en su día, mostraban “un reparto del botín como forma de pago a los combatientes”, a la vez de garantizar una adjudicación nada igualitaria de la propiedad.17 Jerarquía y distribución de tierras configurarían un solo argumento en la primera repoblación, donde quedaban recogidos escuderos, caballeros, peones y miembros de la nobleza, beneficiados de las suculentas mercedes regias convertidas en superficies a explotar. Internamente, fueron establecidas variables en función de la capacidad militar (caballeros-peones), productiva (peones labradores-peones trabajadores), calidad nobiliaria (caballeros principales), cercanía a los soberanos (continos, criados reales) y especialización productiva (artesanos, mercaderes). A todo ello debería sumarse la propia discrecionalidad de algunos repartidores que satisfacían favores personales, según denuncia el bachiller Serrano cuando se encarga de comprobar las irregularidades cometidas, testimonio recogido por el profesor M. Acién en su trabajo de ineludible consulta para Ronda: “Que los otros repartidores fueron como Niculás, que tomaron para sy lo mejor e lo más, e dexaron muchos vecinos syn nada”, “que dava a quien quería buenas tierras e a quien quería que la dava mala, e que oya desir que llevava dineros de los vecinos porque le diese tierras e vinnas”.18 Acién Almansa, 1979; Salas Organvídez, 2004. López García y Retamero Serralvo, 2019. 15 Sierra de Cózar, 1987; Soria Mesa, 1995 y 1997; Pérez Boyero, 1997. 16 Bravo Caro, 2001. 17 Acién Almansa, 1979: 200-201; Peinado Santaella, 2000: 514. 18 Acién Almansa, 1979: 209. 13 14
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Sin entrar en más detalles en el tema de la primera repoblación de la jurisdicción rondeña, analizada en su día de manera magistral por el profesor Acién Almansa, sí destacaríamos el despliegue del modelo castellano en la sustitución e implementación de las instituciones y los órganos de gobierno municipal en cada una de las localidades conquistadas, incluidas las del régimen señorial.19 La Corona dotó de los bienes pertinentes para que las poblaciones pudieran empezar la nueva andadura bajo dominio cristiano, conforme a los parámetros de administración local castellanos. En este sentido, las propiedades destinadas a los propios de cada núcleo de habitantes venían a satisfacer tal necesidad, caso de Cortes y Ronda: “A Luis Vanegas, corregidor de Ronda y Marbella (Málaga), a Gonzalo de Cortinas, contino, repartidores de las villas y lugares de las sierras de Bermeja y Daidín que repartan las tierras que los moros tenían en el término de Cortes (Málaga) solamente para los propios de las villas de Cortes y Ronda”.20 El documento anterior evidencia el interés regio en propiciar unos ingresos a los nuevos concejos cristianos que iban formándose en la jurisdicción rondeña, aunque marcaba claramente la dimensión de las concesiones realizadas, tanto en el plano territorial como de competencias locales. Los encargados de llevar a cabo la distribución de las propiedades incautadas a los musulmanes vencidos también debían contemplar la adjudicación de solares o inmuebles para el futuro ayuntamiento rondeño o de otros lugares.21 Sin embargo, la ocupación no fue total, y el fenómeno de despoblaciones puntuales, a veces con la aquiescencia o las directrices de las autoridades, vertebró parte del territorio. Así constatamos diversos despoblados a lo largo del siglo xvi, desde la fase final de la incorporación de la serranía a Castilla hasta la deportación de los moriscos tras el conflicto de 1569-1571.22 Pérez Boyero, 1995. AGS, CC, Cédulas, 8, 50-2. Toledo, 7 de julio de 1502. “A Luis Vanegas, corregidor de Ronda y Marbella (Málaga), a Gonzalo de Cortinas, contino, repartidores de las villas y lugares de las sierras de Bermeja y Daidín que repartan las tierras que los moros tenían en el término de Cortes (Málaga) solamente para los propios de las villas de Cortes y Ronda”. 21 AGS, RGS, I-1488, 236. Zaragoza, 10 de enero de 1488. 22 Cabrillana Ciézar, 1989; Siles Guerrero, 2011. 19
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Pese a los esfuerzos de la Monarquía castellana por minimizar las pérdidas humanas y económicas, al objeto de potenciar las regiones conquistadas, la realidad de un territorio inestable socialmente, pese a la victoria militar, condicionaría la evolución demográfica de un buen número de villas y lugares en la zona examinada.23 De hecho, las densidades de habitantes diferían dentro del partido rondeño, con una proporción netamente superior de los mudéjares respecto a los repobladores instalados al final de la contienda del siglo xv, lo cual contribuyó a una sangría humana del orden del 45,37 % para el periodo 1497-1504 en la vicaría de Ronda.24 La circunscripción rondeña mantendría relaciones de todo tipo con las áreas limítrofes, en una clara apuesta por la continuidad de los lazos de épocas anteriores, si bien con una clara vocación de estrechar vínculos en materia económica.25 Región dinámica, la estudiada aquí, según desvelan ciertas informaciones de mercaderes desplazados a Ronda, para negociar compraventas de telas y paños en las ferias de la primera mitad del siglo xvi.26 Igualmente, las conexiones con territorios perimetrales propiciaron desencuentros o contactos fluidos, frecuentemente en el marco de los conflictos experimentados tras la reconquista de ámbitos cercanos.27 La cuestión de la recaudación de diferentes rentas a cobrar en los nuevos espacios sometidos se acomete desde un principio.28 Así, en julio de 1486 las ciudades de Marbella y Ronda, además de diversas villas del entorno, son advertidas de la inminente llegada de Juan Gutiérrez Tello, enviado regio para entender en dichos menesteres.29 Problemática latente desde el origen de la incorporación a Castilla,30 las misivas reales ordenaban a los titulares de localidades rondeñas que castigaGalán Sánchez, 1982. Galán Sánchez y Peinado Santaella, 1997: 204-210, 223-224 y 226. 25 Salas Organvídez, 2014. 26 AHAG, L-187-288. Sobre la petición e información, en 1540, del pago al mercader avecindado en Toledo Gonzalo de Frías, relativa a la adquisición de unas varas de paño pardillo por parte de Gonzalo Francés en la feria de Ronda de 1539. 27 Abellán Pérez, 2000: 19-35. 28 Suberbiola Martínez, 1979; Galán Sánchez, 2012. 29 AGS, RGS, VII-1486, 67. Córdoba, 16 de julio de 1486. 30 Suberbiola Martínez, 2007. 23 24
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ran a mudéjares delincuentes, si estaban bajo su jurisdicción, o les remitieran a las autoridades pertinentes.31 Las presiones derivadas de la política de aculturación, los abusos consentidos, en muchos casos, por parte de los repobladores y la pérdida paulatina de derechos motivaron la revuelta mudéjar de inicios del siglo xvi, con la correspondiente conversión de aquellos decididos a continuar en su territorio de hábitat secular durante generaciones.32 Dentro de este panorama de conflictividad observamos determinadas actuaciones de control sobre el armamento de insurgentes o vecinos en general, como cuando ciertas ballestas tomadas a moros de la serranía de Ronda fueron entregadas a distintas personas del reino de Granada.33 Una participación en este conato de rebelión que, al igual que lo sucedido poco más de un decenio antes, serviría para recibir donaciones o cesiones a quienes lucharon de parte de los monarcas. Una muestra queda constatada en la persona del bachiller Fernand Gómez de Herrera, al beneficiarse de veinte mil maravedíes en concepto de ayuda de costa por los servicios prestados en el conflicto de Sierra Bermeja.34 Las revueltas mudéjares en la circunscripción rondeña, previas a los bautismos forzados de esa comunidad, pueden calificarse de episodios tardíos integrados en un movimiento mayor de respuesta violenta al clima de presión sufrido en todo el reino granadino. Tal y como ocurriría casi setenta años después, la sublevación adquirió un menor protagonismo en las comarcas orientales de las jurisdicciones malagueñas, con focos localizados y repercusión desigual. A partir de 1568 vuelve a producirse una situación similar. El no apoyar de forma generalizada ni en una ni otra fecha las acciones armadas presentaría una complejidad de fundamentaciones donde figurarían una cierta aceptación del statu quo imperante, la lejanía de los centros de insurrección alpujarreña, pero sin aceptar sin más la razón del aislamiento serrano, la
AGS, RGS, X-1495, 234. Burgos, 10 de octubre de 1495. Al conde de Feria, sobre Benadalid y “Benalanbra”. 32 López de Coca Castañer, 1993-1994 y 1996. 33 AGS, Cámara de Castilla, Cédulas, 5, 189,2. Granada, 16 de julio de 1501. 34 AGS, CC, Cédulas 5, 329-3. Écija, 8 de diciembre de 1501. 31
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proximidad a núcleos urbanos en los que establecer intercambios comerciales continuados de carácter supracomarcal y la ausencia de linajes consolidados capaces de aglutinar descontentos de la población, mudéjar primero y luego morisca. Para los acontecimientos devenidos bajo el gobierno de Felipe II, el desencadenante vuelve a ser multicausal. Derivado de un estado muchas veces insostenible en buena parte del reino granadino, aunque no siempre llegaría hasta el extremo de planear la rebelión, en conjunto, si consideramos las distintas posturas adoptadas por los vecinos de diversas localidades pobladas por neoconversos, manteniéndose al margen del levantamiento, cuando no colaborando con las tropas regias en un intento de sofocar la insurrección y verse libres de las previsibles consecuencias nefastas para su integridad física, legal y patrimonial. Sin embargo, pese a la veracidad de esta última postura antibeligerante, no podemos obviar el alcance de la presión fiscal, padecida, sobre todo, por los neoconversos a lo largo del siglo xvi. De hecho, un punto destacado por la historiografía es el relativo a la farda, impuesto exclusivo del colectivo morisco en algunas de sus dimensiones. En especial a partir de la década de los cincuenta de esa centuria, constatamos quejas por abusos en el cobro del gravamen. Tales reclamaciones abarcaban desde los repartidores hasta miembros de las instituciones locales. Un ejemplo de lo primero lo hallamos en la petición formulada por Hernando de Zafra Alazeraque, alguacil repartidor de la farda al por mayor de Ronda y Marbella, en 1559, al solicitar el desembolso del salario de su padre.35 En cuanto a los segundos, señalamos la problemática generada a raíz del aumento de las cantidades a satisfacer por Ronda y ciertos núcleos de población bajo su jurisdicción.36 El eje Ronda-Marbella, instaurado como centro de poder en la nueva configuración político-administrativa de fines del siglo xv, explica el propio desarrollo de las medidas adoptadas en materia militar cuando surjan los brotes insurreccionales de 1500 o 1569-1571. La teórica peligrosidad de los moriscos, al propagarse la idea de la posesión de un elevado armamento susceptible de ser utilizado en un hipotético alzamiento, constituyó una constante imagen de propaganda negativa hacia 35 36
AHAG, L-46-12. Documentos fechados los días 10 y 13 de marzo de 1559. AHAG, L-188-53 y L-46-24.
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ese colectivo en los decenios previos al verdadero brote insurreccional de las Alpujarras.37 La regularización de las armas fue emprendida desde 1550 y pondría en evidencia la enorme distancia entre la realidad y el imaginario propagado, aunque los recelos y miedos eran palpables en unas comarcas definidas como frontera interior,38 de potencial inestabilidad. Además, entró en juego un elemento grupal de especial peligrosidad: el fenómeno monfí. La presión soportada por la comunidad morisca en el conjunto del antiguo emirato nazarí, y en el área rondeña en particular, motivó una serie de acciones individuales durante las primeras siete décadas del quinientos, donde podemos observar la decidida actuación de los monfíes.39 Junto a ellos, los desencuentros fueron canalizados por distintos sujetos en el transcurso de los años inmediatamente anteriores a 1568, en los cuales la actividad inquisitorial también contribuyó decididamente a la coacción sufrida,40 concretándose en el alzamiento de 1570 para la circunscripción rondeña, cuando la virulencia llegó a ser extrema. Los sucesos acaecidos en el reino de Granada desde 1568 a 1571 fueron recogidos en varias obras, cuyos autores tuvieron noticia directa del desarrollo bélico y dedicaron diferentes capítulos a relatar los hechos de armas y las vicisitudes experimentadas en el partido de Ronda.41 El análisis historiográfico posterior ha completado la rica información contenida en las obras de Hurtado de Mendoza y Mármol Carvajal, en una nítida ampliación del conocimiento sobre la materia, en donde las implicaciones de localidades limítrofes a la serranía fueron determinantes en el discurrir de esa etapa.42 Unos breves apuntes tocantes a época tan convulsa ilustran el panorama de los últimos meses del enfrentamiento en la serranía y las vicisitudes del peAHAG, L-58-5. Marbella, 29 de enero de 1550. El escribano de la ciudad marbellí daba cuenta de una cédula del monarca en este sentido, y del requerimiento del conde de Tendilla al corregidor de Ronda para ejecutase las directrices marcadas. 38 Vincent, 1992. 39 Vincent, 1981; Torremocha Silva, 2005-2006. 40 Gil Sanjuán, 1979 y 1991; Pérez de Colosía Rodríguez, 1986. 41 Hurtado de Mendoza, 1970; Mármol Carvajal, 2015: 670-751; Gil Sanjuán, 1997. 42 Benítez Sánchez-Blanco, 1982; Cabrillana Ciézar, 1989; Urbaneja Ortiz, 2008: 421584, y 2013; Soto Garrido, 2019. 37
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riodo inmediato a las operaciones de distribución del patrimonio incautado a la comunidad morisca antes del extrañamiento. El corregidor de Málaga, Arévalo de Zuazo, refería, el 24 de enero de 1571, la llegada ese día a la capital de un vecino de Coín con una carta, donde comunicaban que se habían entregado dos de los cabecillas de la sublevación de la serranía de Ronda, Lorenzo Abenali y Lorenzo Alfaqui, acompañados de “cuarenta moros”. Tal hecho repercutiría favorablemente, según explicitaba la misiva, en la conclusión de las operaciones militares de aquella zona, “porque dados estos no hay que hazer caso de los que quedan y a lo que entiendo esta semana se a de limpiar toda la sierra”.43 Cinco días más tarde se registraba en Granada la aseveración del alcalde mayor de la ciudad del Guadalmedina, el licenciado Cabezas: “Tiene por acabados los moros de la sierra de Ronda”.44 Pese a esas noticias y el indudable interés porque fueran ajustadas a la realidad, los conatos de enfrentamiento continuaron algún tiempo más. Así, todavía dos años después los rebeldes persistían en sembrar la inquietud en la jurisdicción rondeña, en el inicio de la acción repobladora: Tratando la redençion del Xorayque y de los demás de su conpanía que con él se quieren reduzir que andavan a la parte del lebante por que se acabasen a un mismo tienpo, otros veinte o veinte y tres que andavan a la del poniente escriví a Pedro Bermúdez, corregidor de Ronda, que diese orden como se persiguiesen y apretasen más que astas entonces se avía hecho pues abía tantos días que las dos quadrillas que allí tenía ningún hefecto avían hecho pareciole convendría que la pasqua de espíritu santo se hiciese una correría general…, que aviendo salido con más de dos mil onbres de aquella tierra bien repartidos no vieron moro ni rastro del aunque el día antes avían çercado…45
En el proceso para apaciguar el territorio, la estrategia puramente militar, derivada de los hechos de armas, estuvo complementada por la influencia de moriscos expulsos en las deportaciones parciales acometidas en el transcurso del conflicto46 y su regreso a la serranía para influir en los todavía insurrecAGS, CC, leg. 2157, fol. 127. Málaga, 24 de enero de 1571. AGS, Ibidem, fol. 131. Granada, 29 de enero de 1571. 45 AGS, CC, leg. 2174. Granada, 30 de mayo de 1573. 46 Bravo Caro, 1998a; García Benítez, 2020. 43 44
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tos y tranquilizar a quienes debían emprender el camino del destierro hacia Castilla. De este modo debemos entender la vuelta de neoconversos llegados de Écija y Extremadura, “que les an dicho la clemencia con vuestra magestad manda que sean tratados”, porque, además, todo ello contribuiría a la pacificación de la circunscripción rondeña y a una correcta actuación repobladora, al ser “necesario linpiar estas tierras de moros”.47 Sin embargo, de manera idéntica a lo operado en el resto del reino de Granada, algunas familias moriscas lograron seguir habitando sus lugares de residencia,48 muchos para colaborar en las tareas de apeo y repartimiento posteriores al extrañamiento de sus correligionarios y la distribución de propiedades a los repobladores. Con licencia del rey permanecían en 1577, entre otros neoconversos, Juan Romero Çayat (Algatocín, con unos bienes valorados en cien ducados), Alonso de Escalante (Jubrique, tasadas sus propiedades en ciento cincuenta ducados), Alonso Palomo (Montejaque, sesenta ducados), Alonso de Rojas, el guardi (Benaoján, ochenta ducados), y Morales (Atajate, sesenta ducados).49 Determinadas familias llegaron a estar hasta 1584 en Setenil y Ronda, cuando otra saca los llevó a Valencia de la Torre, jurisdicción de Llerena.50 No obstante, el desarraigo fue enorme, a menudo en calidad de personas sometidas a la privación total de libertad, al haber sido esclavizadas en el bienio de la contienda.51 El proceso de repoblación tras la rebelión morisca La deportación abría una nueva etapa en el reino de Granada y, por supuesto, en el partido de Ronda. La expulsión de la minoría posibilitó la confiscación de sus bienes, a la vez de un intento por reordenar territorial y jurisdiccionalmente las comarcas del sureste peninsular. Para ello, a difeAGS, CC, leg. 2157, fol. 130. Granada, 29 de enero de 1571. Vincent, 1985; Soria Mesa, 2014. 49 AGS, CC, leg. 2181. Carta de 9 de junio de 1577. 50 AGS, CC, leg. 2163. Información datada el 18 de febrero de 1584. 51 Bravo Caro, 1998b; Fernández Chaves y Pérez García, 2011; Pérez García y Fernández Chaves, 2019. 47 48
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rencia de la acción repobladora emprendida a finales del siglo xv, fueron creadas instituciones específicas para ponerla en ejecución y controlar su evolución, caso de la Junta de Población y el Consejo de Población. Todo el aparato desplegado perseguía, también, despejar cierta posibilidad de emprender de forma independiente el procedimiento por parte de los señores, para lo cual la Corona dictó una normativa precisa, con explicitación de las comarcas encuadradas en “alpujarras, sierras y marinas” o “vegas, valles y llanos”, y cederlas mediante la figura del arrendamiento o a través de censos enfitéuticos. Según hemos expuesto, esto evidencia una marcada divergencia respecto a la del siglo xv y principios del xvi tras la revuelta mudéjar, con una aplicación a la baja de la cantidad de localidades a repoblar y de un menor número de personas para ocupar el vacío demográfico experimentado tras 1570. En este punto, la producción historiográfica es más reducida e insuficiente para el partido de Ronda. Por ello nos detendremos en los núcleos habitados por moriscos, ya fuera en su totalidad o en una cifra significativa respecto a los cristianos viejos. Como es lógico, el resto de localidades serranas hizo frente a las repercusiones del enfrentamiento bélico, aunque las dimensiones de la tragedia fueron desiguales y nunca alcanzaron el grado de despoblación o devastación de los términos municipales afectados directamente. El estado de los inmuebles varió en función del área donde fueron desarrolladas las operaciones militares, aunque el nivel de devastación de aquellos más emblemáticos, como las iglesias, adquirió una categoría notoria en circunscripciones concretas del reino granadino. En este sentido, las comarcas malagueñas contaron con el inestimable apoyo del prelado al frente de la diócesis, pues una década después de concluir la contienda estaban casi todos los templos reconstruidos, salvo contados ejemplos, caso de Alpandeire, donde la iglesia todavía estaba “maltratada”.52 En el partido rondeño la población era mayoritariamente morisca hacia 1560,53 según se desprende de una tipología documental diversa, siempre sujeta a las cautelas propias de la naturaleza de dichos recuentos, pero con 52 53
AGS, CC, leg. 2182. Vincent, 1992: 114-115.
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el denominador común de fijar los colectivos en cada momento. Por tanto, el primer paso es conocer el peso de moriscos y cristianos viejos en aquellos lugares sometidos al extrañamiento neoconverso de 1570. Gráfico 1: Distribución de población (localidades de presencia morisca) 15%
85%
MORISCOS
CRISTIANOS VIEJOS
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
La representación gráfica precedente nos muestra una abrumadora presencia de neoconversos en el conjunto de localidades estudiadas. Las características de ocupación del territorio, puestas en ejecución durante el gobierno de los Reyes Católicos, continuaban plenamente vigentes cuando el estallido de la rebelión impregnó las estribaciones de la serranía rondeña a partir de 1569. Si atendemos a una distribución interna en cada uno de los núcleos, observamos la preponderancia del grupo morisco, que incluso llega a monopolizar la ocupación del espacio. Si consideramos los lugares comprendidos en la zona, podemos apreciar cómo el predominio de neoconversos puede constatarse plenamente al individualizar las referencias. Hasta alcanzan el total de vecinos en determinados emplazamientos, fruto de la política de redistribución de población y los asentamientos cristianos durante los decenios finales del cuatrocientos.
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Gráfico 2: Localidades del partido de Ronda con población morisca (año 1568)
Fuente: AGS, CC, leg. 2158, fols. 67 y 176; leg. 2201.
Estas afirmaciones, constatadas documentalmente en una diversa información oficial que, con mayor o menor exactitud, confirma las narraciones de la época, demuestran la importancia de una comunidad sometida a presiones, pero adaptada a las realidades cambiantes en el plano político hasta la orden de deportación y su dispersión por el resto de Castilla. En líneas generales, la proporción de la comunidad morisca respecto a la de cristianos viejos, en aquellos lugares habitados exclusivamente por los primeros o de población mixta, es prácticamente idéntica si establecemos una comparación entre las comarcas orientales y occidentales de los corregimientos malagueños, en torno al 88 %.54 Según apuntamos en páginas precedentes, las directrices emanadas del Consejo de Población, encargado de dirigir el proceso de reconstrucción del reino granadino, perseguían una reorganización interior del territorio, aprovechando las eventualidades surgidas a raíz del conflicto. Además, incidiría en aspectos tendentes a recortar en lo posible otros poderes intermedios, como determinadas oligarquías emergentes a la vez de la nobleza con intereses económicos y espaciales. En materia demográfica persistía la idea extendida en la época de una menor necesidad de superficie cultivada para mantener una familia morisca respecto a una de cristianos viejos. Por esta razón, la pér-
Bravo Caro, 1991: 224. En la zona oriental los moriscos representaban el 88,3 % de la vecindad donde estaban asentados, mientras en el área occidental constaba la presencia neoconversa en un porcentaje del 88,5 %. 54
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dida de población estaba justificada si consideraban tal premisa, aunque las cifras fueron atemperadas algo con la presencia de los denominados vecinos antiguos u originarios. El siguiente cuadro recoge la distribución de los habitantes por localidades, en aquellos núcleos donde existió vecindad morisca, y la asignación de repobladores, con expresión también de los mencionados vecinos antiguos. Estos últimos correspondían a un grupo asentado en los meses previos al levantamiento o en su transcurso, pero sin posibilidad de optar a suertes repartidas a partir de 1571. Cuadro 1: Población de localidades moriscas del partido de Ronda: descenso demográfico tras las deportaciones de 1570 Localidad Algatocín Alpandeire Atajate Benadalid Benalauría Benamaya Benameda Benaoján Benarrabá Benestepar Cartajima Faraján/Balastar Genalguacil Igualeja Jubrique Júzcar Moclón Montejaque Parauta Totales
Moriscos 97 55 5 82 78 13 12 120 34 45 70 95 45 18 57 60 13 150 27 1076
Cristianos Vecinos % Total Repobladores Total viejos antiguos Pérdida 0 97 50 13 63 35,5 3 58 20 6 26 55,1 32 37 2 3 5 86,4 30 112 35 25 60 46,4 0 78 32 0 32 58,9 0 13 0 0 0 100,0 0 12 5 0 5 58,3 0 120 50 0 50 58,3 36 70 19 23 42 40,0 0 45 18 5 23 48,8 15 85 35 18 53 37,6 7 102 32 7 39 61,7 0 45 22 0 22 51,1 30 48 10 29 39 18,7 0 57 29 0 29 49,1 5 65 21 10 31 52,3 5 18 6 9 15 16,6 0 150 40 1 41 72,6 30 57 11 35 46 19,2 193 1269 437 184 621 51,1
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
En conjunto, la disminución sería del 51,1 %, aunque si atendemos solo a la vecindad morisca respecto a los repobladores estipulados por las au-
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toridades del proceso, el porcentaje de pérdida sería mayor, alrededor del 60,4 %. Pero los guarismos difieren bastante de unos núcleos a otros. Entre las villas y lugares de mayores mermas de habitantes, sobre el año 1574, encontramos Benamaya (100 %), Atajate (86,4 %) y, especialmente Montejaque (72,6 %). En el extremo opuesto figurarían algunas sin alcanzar el 20 % de pérdida, caso de Parauta (19,2 %), Igualeja (18,7 %) y Moclón (16,6 %). Aunque estaríamos hablando del momento inmediato al asentamiento de repobladores, lo cierto es que, salvo localidades concretas, el proceso fue muy ágil y, a nivel local, también existió un efecto llamada para intentar lograr, lo más rápidamente posible, la reactivación económica del agro. A veces lo consiguieron y, en otras ocasiones, debieron esperar a una segunda ola migrante o a desplazamientos de grupos reducidos de familias con destino a la serranía rondeña. La representación gráfica de los datos anteriores es muy ilustrativa del peso del colectivo morisco y de la asignación de repobladores. Imagen evidente de la materialización de las directrices marcadas por las instituciones implicadas en la de recuperación del territorio, en este caso al tratar la cuestión demográfica. Gráfico 3: Población morisca y repobladores establecidos en el partido de Ronda
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ei re
160 140 120 100 80 60 40 20 0
MORISCOS
REPOBLADORES
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
La información sustanciada en el cuadro y gráfico anteriores podemos desglosarla según el régimen jurisdiccional de los núcleos de población, en realengo y señorío.
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Cuadro 2: Vecindad morisca y cristiano vieja y repobladores en núcleos jurisdiccionales de realengo del partido de Ronda Localidad
Moriscos
Alpandeire Atajate Cartajima Farajánn/Balastar Igualeja Júzcar Moclón Parauta Totales
55 5 70 95 18 60 13 27 343
Cristianos Vecinos % Total Repobladores Total viejos antiguos Pérdida 3 58 20 6 26 55,1 32 37 2 3 5 86,1 15 85 35 18 53 37,6 7 102 32 7 39 61,7 30 48 10 29 39 18,7 5 65 21 10 31 52,3 5 18 6 9 15 16,6 30 57 11 35 46 19,2 127 470 137 117 254 45,9
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
Cuadro 3: Vecindad morisca y cristiano vieja y repobladores en núcleos jurisdiccionales bajo régimen señorial del partido de Ronda Localidad
Moriscos
Algatocín Benadalid Benalauría Benamaya Benameda Benaoján Benarrabá Benestepar Genalguacil Jubrique Montejaque Totales
97 82 78 13 12 120 34 45 45 57 150 733
Cristianos Vecinos % Total Repobladores Total viejos antiguos Pérdida 0 97 50 13 63 35,5 30 112 35 25 60 46,4 0 78 32 0 32 58,9 0 13 0 0 0 100,0 0 12 5 0 5 58,3 0 120 50 0 50 58,3 36 70 19 23 42 40 0 45 18 5 23 48,8 0 45 22 0 22 51,1 0 57 29 0 29 49,1 0 150 40 1 41 72,6 66 799 300 67 367 54,1
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
Al analizar detenidamente los cuadros 2 y 3, observamos una pérdida inicial global superior en las localidades bajo régimen señorial respecto a las de realengo. Tales porcentajes son más llamativos si solo consideramos la
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relación vecindad morisca-vecindad repobladora, sin contabilizar la presencia de cristianos viejos anterior a los repartos, aunque estuvieran en calidad de vecinos antiguos. Así, en las jurisdicciones señoriales el porcentaje de caída poblacional registraría una menor proporción en comparación con las recogidas en el realengo. En el primer grupo, el 54,1 % de pérdida total subiría cinco puntos si hallamos la relación entre moriscos y repobladores oficiales. Por su parte, en el segundo conjunto del 45,9 % de merma integral de habitantes pasaría a una cifra del 60,6 %, al anotar los neoconversos o los colonos inmigrados. Las causas pueden ser diversas en este comienzo del proceso, pero la instalación de los denominados vecinos antiguos compensaría las desproporciones, cuando optaron por encaminarse con sus familias hacia espacios ajenos a la tutela de señores. Estos últimos, pese a los esfuerzos en repoblar con la mayor celeridad posible sus posesiones, no siempre obtuvieron la respuesta esperada. Vigilantes estuvieron las autoridades competentes en materia de repoblación, dependientes de Granada, a la hora de aplicar la normativa, en especial cuando explicitaban “que con los pobladores que fueren a poblar los lugares de señorío que estuvieren en las dichas alpuxarras, sierras y marina se han de guardar las misma exemptiones e inmunidades e previllegios y todo lo demás que con los que fueren a los realengos, sin que les puedan concederlas en respeto de las dichas franquezas e privillegios”.55 Un asunto de suma importancia, atendido por prácticamente toda la historiografía sobre la repoblación en época de Felipe II, sería el concerniente al origen de los inmigrados. En este sentido la información recogida en la visita de 1574 es más completa que la reflejada en los libros de apeo y repartimiento, donde quedaban inscritas las adjudicaciones de las propiedades confiscadas a los moriscos expulsos. La inspección aludida está en plena ejecución durante el proceso acometido en la serranía de Ronda, en consonancia con los corregimientos de este sector occidental del antiguo emirato nazarí y con resultados diametralmente opuestos a los registrados en las zonas almerienses. Aunque existió un manifiesto y evidente interés por la Corona a la hora de evitar un excesivo intervencionismo de los señores, estos jugaron un papel 55
AGS, CC, leg. 2172. Madrid, 10 de abril de 1571.
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Gráfico 4: Origen de los repobladores en la serranía de Ronda (grandes circunscripciones)
1%
9% 13%
reino de Granada baja Andalucía extranjero resto de origen
77%
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
significativo en la organización de sus territorios en el reino de Granada, una vez materializadas las deportaciones de las familias moriscas. En este sentido contemplamos la llegada a la serranía de Ronda, en concreto a Benadalid, bajo la jurisdicción del duque de Alcalá,56 de pobladores de otras localidades también supeditadas a este, como El Coronil, de donde procedía el porcentaje mayor del conjunto inmigrante en la citada villa rondeña. Al estar encargado dicho aristócrata de gestionar el contingente que debería desplazarse a sus posesiones de la serranía de Ronda, delegaba en determinados individuos la capacidad de conducir a quienes se asentarían en lugar de los moriscos expulsos. Algunos de los elegidos para las labores de articular el proceso obtuvieron lotes de propiedades en varios núcleos habitados del espacio tratado aquí.57 Sin embargo, no siempre la respuesta logró incidir en los ánimos de las personas necesarias para trasladarse a esos lugares de titularidad señorial. Lo registrado en Benamaya, del duque de Medina Sidonia, es bastante sintomático, pues, dado en arrendamiento, nadie había querido habitar ese término rondeño en 1574, cuando ya comenzaban a cultivar los campos los recién asentados en otras circunscripciones limítrofes.58
AGS, CC, leg. 2201. Muñoz Morales, 1999: 76. 58 AGS, CC, leg. 2201. 56 57
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Por otro lado, la implicación de las autoridades de los distintos estados y dominios señoriales en el proceso de repoblación tendría sus compensaciones cuando llegó la hora de distribuir el patrimonio confiscado. El ejemplo de Benaoján resulta muy ilustrativo. Procedentes de Teba, el gobernador del estado, el contador y el alcaide recibieron cada uno una suerte más una ventaja.59 En esta villa se dio la circunstancia de que, dada en arrendamiento por un trienio, fue repoblada por una veintena de habitantes de la ciudad de Ronda,60 lo cual ponía en tela de juicio el planteamiento inicial de la Corona, en el sentido de evitar conceder lotes de propiedad a avecindados del reino de Granada. La nómina de localidades de los inmigrados es abundante, al consignar el origen de las familias llegadas al partido de Ronda. Para el examen de esta cuestión contamos con una doble fuente documental. Por un lado, los mencionados libros de apeo y repartimiento, donde quedaba registrada la procedencia de quienes obtuvieron suertes en diferentes momentos de la adjudicación. De otra parte, la información contenida en la visita de 1574, llevada a cabo para estas jurisdicciones por Arévalo de Zuazo durante el mes de abril de ese año. Esta última aporta unos datos complementarios pero, sobre todo, más cercanos a la realidad, al corresponder al bienio posterior a la entrega de las propiedades y, por consiguiente, ya con un cierto grado de asentamiento de los recién instalados. Observamos la diversidad de origen, tanto bajo jurisdicción de realengo como de señorío, y una gran variedad de tipología poblacional cuando nos detenemos a precisar la dimensión de la circunscripción local. De este modo, vemos lugares, villas y ciudades, en una clara apuesta de mejora de las distintas familias desplazadas, al dejar atrás un hábitat que no respondía a los esfuerzos cotidianos diarios para llevar a cabo una vida desahogada, incluso con los restringidos márgenes de las unidades domésticas de la época.
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Cuadro 4: Procedencia de los repobladores en la serranía de Ronda Localidad/ país Aguilar Alcalá de Henares Alcalá de los Gazules Antequera Arcos Ardales Ávila Badajoz Baeza Bornos Cabra Cáceres Cantillana Cañete
N.º
Localidad/ país
Localidad/ N.º país Santo 1 Domingo de la 1 Calzada
N.º
9 Madridejos
1 El Almarjen
9 Málaga
2 Sevilla
1
2 Marbella
1 Soria
1
1 Marchena
7
1 Medina Sidonia
5 Tarifa
1
El Bonillo (Alcaraz)
20 El Burgo El Campanario 11 El Coronil 1 Estepa 2
1 Francia
Castilla Cazalla
1 La Higuera
Cazorla Ceuta Ciudad Rodrigo Córdoba
2 1 2 2
Coria
1 Lucena
Castellar
Localidad/ país
1 Écija
Fregenal Fuentes Gibraltar Granada Grazalema Jarandilla Jerez 1 (Badajoz) Jerez de la 7 Frontera 1 Jimena
Cartagima
N.º
1 1 2 1 1 13
La Mancha La Oliva Las Algamitas Los Palacios
30 Molina 1 Morón Ojos Negros 1 (Oviedo) 3 Olvera 1 Osuna 27 Pedrosa 1 Plasencia 6 Ponte de Lima 1 Porcuna 1 Portugal 3 Priego 52 Pruna Puebla de 1 Cazalla 1 Ronda 4 Rute 1 Salvaléon 2 Salvatierra Santarén 1 (Galicia)
Talavera de la Reina
1 45
1 Teba 5 Toledo Torre de 1 Llerena 8 Úbeda 11 Ubrique 1 Utrera 2 Véjer 1 Villamartín 2 Villamiel
3 1
2 Villanueva
1
Villanueva de Alcaudete 11 Villapedroche 6
1 1 6 9 4 3 1
1 1
1 Villarrabía
1
24 Villaverde 1 Yeste 1 Zahara 1
1 1 6
1
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
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Cuadro 5: Principales localidades de origen Localidades Antequera Cañete El Coronil Gibraltar Jimena Osuna Pruna Ronda Tarifa
N.º 20 13 30 27 52 11 11 24 45
% 4,7 3,1 7,1 6,4 12,4 2,5 2,5 5,6 10,7
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
El cuadro precedente recoge aquellos núcleos de población con mayor aporte repoblador en la zona estudiada, durante el primer bienio del proceso, basándonos en diversas noticias archivísticas que difieren en algunos casos entre sí. Jimena, Tarifa, El Coronil y Gibraltar destacan en este aspecto y responden al parámetro de cercanía geográfica al lugar de destino para explicar un fenómeno de desplazamiento humano, en el cual había implicación, con mucha frecuencia, de vecinos de una misma procedencia. Los lazos de solidaridad internos y la necesidad de sentir cierto grado de coherencia grupal en un medio nuevo o poco conocido constituyeron premisas nada desdeñables a la hora de emprender la marcha.61 Igualmente, el propio interés de los señores por recuperar con la mayor celeridad posible sus jurisdicciones rondeñas fue determinante en el trasvase de población. Asunto de interés a abordar sería el concerniente a la dimensión de la unidad repobladora en materia demográfica; en definitiva, la composición numérica y la tipología familiar, allegados, sirvientes o dependientes del beneficiario de la suerte concedida. A su vez, contribuiría a arrojar algo más de discernimiento en cuanto a la familia en sí, unidad básica social y de producción en el periodo tratado. En nuestro caso, los resultados del análisis de las fuentes consultadas reproducen un patrón similar al de otros espacios jurisdiccionales malagueños, pero algo superior al de comarcas o localidades 61
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concretas de las Alpujarras granadinas. Si comparamos la relación habitantes/vecindad en la taha de Comares, para el año 1574, obtendríamos un 4,5 de coeficiente a aplicar, mientras en el partido rondeño hablaríamos de una cifra ligeramente inferior, del orden de 4,2.62 Cuadro 6: Dimensión de las familias asentadas en las localidades de repoblación de la serranía de Ronda (1574) Localidad
Repobladores Familia
Algatocín Alpandeire Atajate Benadalid Benalauría Benameda Benaoján Benarrabá Benestepar Cartajima Faraján Genalguacil Igualeja Jubrique Júzcar Moclón Montejaque Parauta Totales
46 22 2 35 32 5 50 21 18 35 32 22 10 30 21 7 41 11 440
146 73 0 133 110 21 176 59 23 97 129 85 29 70 51 30 153 27 1412
Unidad Vecinos Unidad Total Familia familiar antiguos familiar personas 192 13 46 59 251 95 6 15 21 116 2 3 0 3 5 168 25 92 117 285 142 0 0 0 142 26 0 0 0 26 226 0 0 0 226 80 23 96 119 199 41 5 21 26 67 132 18 67 85 217 161 6 35 41 202 107 0 0 0 107 39 29 113 142 181 100 0 0 0 100 72 10 36 46 118 37 9 31 40 77 194 1 3 4 198 38 35 97 132 170 1852 183 652 835 2687
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
Sin embargo, la uniformidad no es la nota predominante en todos y cada uno de los núcleos, pues las oscilaciones son evidentes si observamos los guarismos de Atajate, con 1, los 2,27 de Benestepar y los 3,33 de Jubrique, frente a los más elevados de Genalguacil, con 4,86, los 5,20 de Benameda o los 5,28 de Moclón.
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Si atendemos al colectivo de vecinos antiguos u originarios, las cifras son aún mayores. En conjunto, este grupo alcanzaría el 4,56, en la relación habitantes/vecindad. En una ligera visualización de la muestra de los mismos, advertiríamos el 5,17 de Benarrabá, el 5,20 de Benestepar o el máximo de 6,83 en Faraján. Al aglutinar la información de repobladores y vecinos antiguos, por cuanto conforman la vecindad global de las localidades, además de rebajar las pérdidas de población, comprobamos una proporción de 4,31 habitantes/ vecindad. Esto último es significativo de destacar por cuanto, tradicionalmente, aceptamos unas diferencias a la baja de población respecto a 1568, pero que pudo compensarse, en parte, con grupos familiares a la expectativa de recibir lotes de repobladores no asentados definitivamente, o también a la espera de trueques, cambios o ventas posteriores. Por añadidura, esta vecindad originaria participaría del sistema productivo agrícola en calidad de trabajadores del campo, colaboradores de algunos de estos nuevos colonos, o de superficies cultivadas no siempre objeto de distribución inicial. El hecho de que en ciertas localidades no hubiera vecinos antiguos propicia unos números divergentes, con posibilidad de modificar algunas de las conclusiones anteriores. No obstante, apreciamos cómo Faraján vuelve a erigirse en la localidad donde la unidad doméstica aglutina una mayor cantidad de personas (5,31), seguida de Benameda (5,2), Genalguacil (4,86), Moclón (4,81) y Benadalid (4,75). En el extremo opuesto tendríamos a Atajate (1) y núcleos de composición interna inferior a 3, como Benestepar (2,91), Jubrique (3,33), Parauta (3,69) o Júzcar (3,8). En cuanto a los miembros de las unidades domésticas, la inmensa mayoría de los repobladores llegaría junto a su mujer, hijos o parientes cercanos (en primer o, excepcionalmente, en segundo o tercero grado de consanguinidad). Declararon en la visita de 1574, en algunos casos, la presencia de ciertas personas ligadas al servicio del hogar, lo cual muestra las posibilidades económicas de determinados individuos, sin olvidar las esperanzas depositadas en una nueva realidad socioeconómica, lejos de su lugar de origen.63 En contadas ocasiones la capacidad dineraria particular había posibilitado la existencia de personal ajeno a la familia, como en Atajate, donde Luis de Val63
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derrama, procedente de Cañete, aparecía en 1574 junto a su mujer, cuatro hijos y cinco esclavos.64 Respecto a la cualificación de los individuos recogidos en la documentación analizada, ya sean los libros de apeo y repartimiento o las visitas, no queda prácticamente explicitada. Sin embargo, es razonable pensar en una inmensa mayoría de agricultores, que compaginarían el laboreo con actividades pecuarias o trabajos concretos de carácter artesanal, sin pretensiones elevadas. Algún herrero constatamos en Benarrabá,65 en Alpandeire calificado de “herrero y herrador”,66 mientras en Benalauría el también herrero reseñado ostentaba el grado de maestro de ese oficio, además de un platero.67 Un zapatero y un “carpintero de lo prieto” figuraban en Benestepar.68 Cartajima contaría con un tejedor69 y Jubrique con un hilador de seda.70 En Parauta es donde hay algunas referencias más: un tundidor, un hortelano y un herrador.71 La exclusión inicial de personas avecindadas en el reino de Granada en el momento del levantamiento de 1568 no fue óbice para la solicitud de algunas de ellas a la hora de querer ser beneficiarias de algún lote de propiedad a repartir. Generalmente esgrimían la participación en la contienda como mérito a valorar y salvar el impedimento indicado. Entre estos encontramos a Alonso Ruiz de Cobaleda, cuadrillero en la zona de operaciones rondeña y marbellí, con pretensión de residir en el Havaral de Ronda, o a Bartolomé Gutiérrez, vecino de Pujerra, con idéntica idea y justificación.72 Algunos de ellos lo lograron y ponían en explotación las superficies confiscadas y traspasadas.73 En ocasiones, habitantes de la ciudad de Ronda demandaban una suerte de población al conocer la existencia de ciertas vacantes de localidades
AGS, CC, leg. 2201. AHPG, libro 6443. 66 AHPG, libro 6408, fol. 20r. 67 AHPG, libro 6430, fol. 26v. 68 AHPG, libro 6444, fol. 6r. 69 AHPG, libro 6466, fol. 15r. 70 AHPG, libro 6729, fol. 31r. 71 AHPG, libro 6777, fol. 9r. 72 AGS, CC, leg. 2171. 73 AGS, CC, leg. 2201. Esto fue patente en Faraján, donde el alcalde de Marbella tuvo algún beneficio en forma de lote de hacienda. 64 65
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cercanas. Esta circunstancia la presentó, al poco tiempo de comenzar la repoblación, Gaspar Gómez, vecino rondeño, que pedía una vecindad en Atajate, según exponía, “baca” desde hacía un año y medio, y detallaba una dilatada trayectoria en el servicio regio en compañías diversas, el cual incluso le había llevado a sufrir el apresamiento por parte de los franceses cuando luchaba en el tercio comandado por don Alonso Pimentel: Y estuvimos al remo en las dichas galeras çinco años, asta que se hizieron las paces con España, y de allí fuimos a Lombardía a servir a vuestra magestad y servir en la compañía del capitán don Alonso de Vargas muchos años, y después serví de sargento en la compañía del capitán don Jorge Morejón en el levantamiento de los moriscos […], y después, estando en la çierra de Ronda, en una hera solo que allí tenía, vinieron dos moros con dos cristianos cautibos y atados, y me fui para ellos y se los quité y puse en libertad y maté los moros…74
El capítulo de las suertes asignadas reviste indudable importancia. El reparto empezó relativamente pronto, máxime si tenemos en cuenta la fase final del conflicto, donde adquieren mayor virulencia los hechos de armas en la serranía rondeña. Por ejemplo, en Júzcar, estaba iniciada la distribución el 8 de enero de 1572.75 Los lotes confeccionados, en línea con las directrices maestras dictadas para el proceso a llevar a cabo en todo el reino, siempre atendiendo a la consideración de la mayor parte de este territorio como “alpujarras, sierras y marinas”, donde se contemplaba la necesidad de organizar cada parte con inclusión de una vivienda y diversas superficies de terrazgo de las calidades existentes y tipos de cultivo diferentes, fundamentaron una nueva estructura de la propiedad. Debía prevalecer el espíritu materializado en la normativa emanada de las instituciones repobladoras de no favorecer el acaparamiento de patrimonio enajenado a los neoconversos deportados y la asignación equitativa del terrazgo, en una proporción suficiente para mantener una familia cristiana desplazada a los lugares de repoblación. Esto último, por cuanto había una creencia generalizada atinente a la menor necesidad de patrimonio por parte de los moriscos a la hora de subsistir una unidad doméstica de este colectivo. 74 75
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Lo cierto es el cumplimiento de lo estipulado en este sentido, si observamos el partido rondeño. Cuadro 7: Distribución de suertes en repoblación de la serranía de Ronda (1572-1574) Localidad/suertes Algatocín Alpandeire Benalauría Benameda Benaoján Benarrabá Benestepar Cartajima Faraján Igualeja Jubrique Júzcar Moclón Montejaque Parauta
0,5 1 2 8 0 9 6 0 0 0 0 2 0 0 0 0
1 1,5 15 13 18 0 26 0 6 0 41 5 10 2 16 0 24 0 15 0 7 0 23 0 17 0 4 0 26 0 10 0
2 3 4 Total suertes repartidas 12 0 3 71 1 1 1 28 0 0 0 30 0 0 0 6 6 0 0 65 4 0 0 24 2 0 0 20 4 0 1 36 + 10 0 1 1 22 + 15 1 0 0 9 4 0 0 32 1 0 0 19 1 0 0 6 4 0 0 34 1 0 0 12
Fuente: AHPG, libros 6402, 6408, 6430, 6438, 6441, 6443, 6444, 6446, 6687, 6703, 6729, 6730, 6744, 6712, 6777, 9375.
En cuanto a las suertes o vecindades distribuidas y a la posibilidad de acaparar en unas pocas manos el patrimonio confiscado a los moriscos deportados, la normativa fue bastante explícita en los límites respecto a este problema. La sociedad resultante debía ser beneficiaria de lotes con un mínimo grado de diferencia entre los colonos asentados en cada una de las localidades. Pese a las ventajas contempladas en determinados casos, tendentes a incentivar la llegada de grupos concretos o recompensar servicios de diversa índole (especialmente los relacionados con el escenario bélico desarrollado entre 1569-1571), la regla general de un predominio del reparto más o menos igualitario predominó también en la serranía de Ronda. Al menos en cuanto al número de suertes recibidas. Juan de Lagos, en Alpandeire, obtuvo cuatro suertes, al propiciar la llegada en dos fases a ese núcleo de, como mí-
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nimo, siete personas del mismo origen que él, Écija, o localidades cercanas, caso de la Puebla de Cazalla o la Higuera de Vargas.76 En Benarrabá, “el señor Joan del Campo Vaca de Mendoza”, procedente de Gibraltar, una suerte y una ventaja,77 quien también consiguió cuatro suertes más (dos de ellas en calidad de ventaja) en Algatocín.78 Este último caso es muy ilustrativo de los ejemplos no deseados por las autoridades repobladoras, al sobrepasar con creces las pautas del comienzo del proceso y posibilitar, muy a su pesar, el acaparamiento de lotes en pocas manos. Junto al mencionado, encontramos a Antonio Díaz de Robles, quien dijo venir de Antequera. Esta persona fue el encargado de encaminar hacia Igualeja a los primeros pobladores en 1572.79 Inicialmente no recibió propiedades allí, pero con posterioridad añadiría a su patrimonio ciertos bienes inmuebles de esa localidad, además de las cuatro suertes obtenidas en Cartajima.80 Estudios más profundos sobre esta materia deberán arrojar mayor información respecto a este punto y las posibles concentraciones de propiedad en virtud de la superficie obtenida, muchas veces en el ámbito de las localidades de señorío, pese a la preocupación regia por evitar tales situaciones. Este proceder podía efectuarse mediante la concesión del total de las suertes o de lotes adicionales en calidad de ventaja. De una u otra forma, condicionaba y venía a establecer nítidas diferencias entre unos y otros. En ocasiones, determinadas personas compartían algunos lotes, como en Benaoján, donde padre e hijo (el primero, natural de Ardales y el segundo, de Pruna) tendrían media suerte cada uno. También en la mencionada villa un núcleo familiar recibió varios lotes, por asignación directa, como beneficiario de lo distribuido inicialmente al progenitor o a través de la cesión de propiedad a cierto hijo: “Alonso Ruiz, e su madre, Catalina Pérez, porque su padre murió estando haziendo la población de este lugar”, y una suerte a “Francisco Ruiz, hijo de Alonso Ruiz”.81 AHPG, libro 6408, fols. 19v-20r. AHPG, libro 6443, fol. 25v. 78 AHPG, libro 6402, fol. 31v. 79 Rodríguez Becerra, 2005: 56-57. 80 AHPG, libro 6466, fol. 14r. 81 AHPG, libro 6441, fol. 59v. 76 77
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De los repobladores que recibieron suertes en las jurisdicciones analizadas, el 72,67 %, obtuvo un lote, mientras el 7,88 % consiguió 0,5 suertes. El 11,54 % de los mismos logró dos, y el 5,63 % 1,5 lotes. Una exigua cantidad de inmigrantes quedaron beneficiados con cuatro (1,69 %) o tres suertes (0,56 %). A primera vista, el acatamiento de las reglas estaba resuelto. Sin embargo, debe llevarse a cabo un examen más preciso, donde podamos dilucidar el verdadero alcance de lo expuesto. Sin entrar en las calidades de los respectivos terrenos, al realizar la transformación de suertes en manos concretas, adquirimos un conocimiento más exacto, pues visualizamos los porcentajes de suertes recibidas por quienes ostentarían la titularidad del dominio útil, parte transferida legalmente. En este sentido, cuando queremos comprobar la efectiva dimensión de lo ejecutado, advertimos que las cifras de concentración de superficie difieren algo de lo atendido en la cuestión aludida sobre las personas que recibieron suertes, aunque sin poder hablarse de unos patrimonios excesivos derivados de la repoblación. De este modo, el grupo de personas que obtuvo cuatro suertes tuvo una representación del 1,69 % de los colonos; sin embargo, el acumulado de propiedades bajo su titularidad alcanzaba el 5,79 % del total de suertes distribuidas. Así ocurriría con los de tres suertes (0,56 % y 1,44 %, respectivamente), dos lotes (11,54 y 19,80 %, respectivamente) o 1,5 suertes (5,63 % y 7,24 %, respectivamente). Mientras, en los de 0,5 y una suertes, los porcentajes de propiedad acumulada en conjunto habían bajado ligeramente.82 Respondían a los parámetros estudiados en otros puntos de las comarcas malagueñas,83 a la espera de futuras ampliaciones respecto a distintas circunscripciones del reino granadino. Todas las consideraciones anteriores, en las cuales hemos tratado aspectos poblacionales y de propiedad repartida, han sido realizadas desde una perspectiva globalizadora, entendida esta como el intento de presentar una información del conjunto de localidades encuadradas en el partido de Ronda. No obstante, podemos destacar algunas particularidades de ciertas jurisdicciones de menor entidad administrativa, en donde observamos las diferencias in-
En el caso de los repobladores con 0,5 suertes (7,88 % de quienes las recibieron), solo controlaban el 3,37 % de las repartidas, mientras los de un lote (72,67 % de los inmigrados) ostentarían la titularidad del 62,40 % de las suertes distribuidas. 83 Bravo Caro, 1995. 82
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trínsecas de cada pequeño término municipal, dentro de un marco común abierto por la normativa repobladora. Esto muestra la complejidad de la aplicación de directrices para un territorio como el granadino, donde las dificultades a la hora de materializar lo ordenado fueron muy evidentes. Una de las cuestiones recogidas en algunas localidades, aunque de mayor incidencia en el oeste del reino granadino, sería la deserción, la no llegada o el abandono de las suertes adjudicadas. Esto sucedió en Benestepar, donde el regentar establecimientos como la mancebía en otro núcleo era más rentable que trasladarse a esta villa para explotar los bienes conseguidos. Así lo debió entender Antón Hidalgo, padre de la mancebía en Gibraltar, quien no se había desplazado todavía en 1574 hasta la localidad de la serranía, pese a ser beneficiario de un lote de hacienda.84 Extremo interesante a estudiar sería el de las mujeres al frente de las suertes repartidas. Aunque fueron una minoría, determinados hechos propiciaron la titularidad de lotes en manos de féminas. En la mayoría de los casos viudas de soldados muertos en el combate recién finalizado o al fallecer el marido al poco tiempo de obtener la suerte de población. Un curioso ejemplo lo descubrimos en Cartajima. Allí, dos suertes concedidas en algunos de los repartos a Francisco de Robledillo85 las dejaron en administración del adalid y cabo de cuadrilla Bartolomé Gutiérrez, porque el primero estaba de galeote forzado. Pero este segundo halló la muerte en uno de los postreros conatos del conflicto contra los moriscos, y en 1574, la esposa, Isabel Téllez, quedó con muchos hijos, según expone la documentación, y por encontrarse el titular en galeras y el marido fallecido recibió en propiedad los lotes mencionados “con el cargo de pagar a su magestad la deçima quinta y terçia parte del que en cada un año cogiere”.86 La doncella Leonor Gutiérrez, hija del fallecido Bartolomé Gutiérrez y de la referenciada Isabel Téllez, obtuvo también en 1574, en la misma localidad, la suerte de Diego Ruiz en forma de dote, como podemos inferir de este texto: “Para su casamiento, y en el ynter que no se casare, la dicha su madre la haga labrar y beneficiar y goze del esquilmo della”.87
AGS, CC, leg. 2201. AHPG, libro 6466. 86 AGS, CC, leg. 2201. 87 Ibidem. 84 85
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En cuanto a la producción alcanzada en el agro de las localidades reseñadas en este trabajo, la documentación oficial resultante de las visitas de población llevadas a cabo durante el primer quinquenio de la repoblación arroja una evolución desigual, aunque con un alza inicial debido a la puesta en explotación de terrenos abandonados o confiscados a los moriscos, para luego descender en el bienio siguiente. Las razones explicativas de la tendencia responden a una variada complejidad, en donde factores diversos, caso de las condiciones edáficas y orográficas, son decisivas en las explotaciones agrarias de la zona, sin olvidar las tradiciones de los campesinos llegados a la serranía, que no siempre coincidían con unas prácticas donde el regadío, aunque no demasiado extensivo, sí formaba parte del paisaje agrario serrano, de indudable raigambre musulmana. Gráfico 5: Valor de los frutos en el partido de Ronda (1573-1576)
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
Básicamente, la información relativa a la producción procede de los datos recogidos en las visitas de 1574 y 1576, donde se explicita con mayor precisión lo concerniente al capítulo cerealístico, dada la trascendencia en la dieta de la población y en la evidente presión fiscal a soportar mediante
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los diezmos, tercias u otros gravámenes a imponer en el transcurso de los años, pero sin obviar las franquezas insertas en la normativa repobladora. En consonancia con el gráfico 5, las noticias de la obtención de grano en el bienio 1574-1576 muestran un porcentaje de recolección ligeramente superior en el primer año de los mencionados, respecto al segundo, sobre un 10 % más. En cuanto a lo cultivado por el colectivo de vecinos antiguos, el trigo es el preponderante, un 82 % aproximadamente, y un 18 % de la producción cerealista lo comprendía la cebada. Esta última, básica también para el consumo humano, estaba sobre todo destinada a determinada cabaña pecuaria de la comarca. A la hora de calibrar la evolución del proceso podemos hacerlo a partir de informaciones recogidas en 1577-1578, una vez regularizado y adaptada la nueva fórmula de reducir “los frutos a dinero”; es decir, fijar unas cantidades con base en la producción, pero garantizando unos ingresos para la Corona, sin depender de las fluctuaciones de la época. A título de noticias aisladas, porque esta cuestión la abordaremos en siguientes estudios, sí constatamos una tendencia al alza del numerario fijado a percibir. De los más destacados serían Benadalid, con un valor estimado para 1574 de 26 292 maravedís hasta los 48 750 de 1577; en Genalguacil ocurre algo similar entre 1574 y 1576, de 13 248 pasaron a 30 123, y en Igualeja los guarismos, pese a ser más modestos, también recogen un aumento notable (7277 maravedíes en 1574 y 10 000 tres años después.88 Por su parte, otros cedidos en arriendo a principios del establecimiento de las directrices repobladoras, de titularidad señorial algunos de ellos en el caso rondeño, verían un incremento significativo, parecido o superior a lo apuntado. Así, Benaoján, con una tasación de frutos en 1574 de 22 2554 maravedíes, crecía a 31 000 maravedíes en 1575, cuando fue dado en propiedad, para llegar a los 82 500 en 1578.89 Las actividades pecuarias tenían una tradición secular mantenida a lo largo del quinientos, incrementada y diversificada desde la incorporación a Castilla de los territorios musulmanes. Las nuevas prácticas alimenticias y la 88 89
AGS, CC, leg. 2180. AGS, CC, leg. 2181.
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necesidad de satisfacer la demanda comarcal resultante repercutieron en la explotación ganadera, potenciando la cría de especies concretas. La información suministrada por los pliegos resultantes de la pesquisa de Zuazo, en abril de 1574, apenas dos años después del extrañamiento de los neoconversos, mostraba cómo había un predominio del cabrío, seguido del porcino y en un menor número de vacuno. Esa realidad continuó un bienio más tarde, aunque con unas cantidades a la baja, salvo en el caso de la cabaña vacuna, porque la introducción de ganado en la zona posibilitó un leve aumento de animales. También las condiciones edáficas propiciaban o restringían las explotaciones pecuarias. Gráfico 6: Distribución de cabaña ganadera en las localidades de repoblación de la serranía de Ronda (1574 y 1576) 3500 3000 2500 2000 1500 1000 500 0
Ganado vacuno
Ganado cabrío 1574
Ganado porcino
Bagajes
1576
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
Las proporciones anteriores son nítidamente constatadas entre los dos grupos asentados en el partido de Ronda, tanto repobladores como vecinos antiguos. Entre estos últimos, la cabaña ganadera bajo su titularidad tenía un 51 % de cabrío, un 27 % porcino y un 22 % de vacuno. Aspecto de no menor relevancia sería el del armamento en poder de los avecindados. Generalmente, la tipología iba destinada al uso en la caza de las diferentes especies tradicionales de la comarca, pero si las circunstancias lo obligaban podía utilizarse en la defensa frente a ataques de los monfíes
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referenciados tras la deportación. De idéntica manera, eventuales incursiones de piratas o corsarios internados en la serranía y desplazados desde sus desembarcos en el litoral deberían ser repelidas mediante el uso de dichas armas y evitar, así, las capturas, cuya consecuencia era el traslado al norte de África en calidad de cautivos. Gráfico 7: Tipología de armas de los repobladores en la serranía de Ronda (1574 y 1576) 1200 1000 800 600 400 200 0
Arcabuces
Ballestas 1574
Lanzas
Espadas
1576
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
En el gráfico 7 visualizamos la tendencia al alza de la cantidad de armas, en las diversas tipologías, especialmente en el caso de las espadas. El aumento de la población, la segura mayor disponibilidad de mercancía, un paulatino conocimiento del medio y, en cierto modo, momentos de inestabilidad en los caminos por la acción de bandas de monfíes o ataques aislados fundamentaron el acopio de las mismas y su utilización en los distintos fines mencionados. En los gráficos anteriores podemos comprobar la similitud existente entre repobladores y vecinos antiguos a la hora de comparar la tipología del armamento. Las posibilidades de manejo de las espadas las hacían idóneas para tener un buen acopio en determinadas localidades de la comarca. La
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Gráfico 8: Tipología de armas de los vecinos antiguos en la serranía de Ronda (1574)
Vecinos antiguos
1%
19%
28%
ESPADAS
BALLESTAS
52%
LANZAS
ARCABUCES
Fuente: AGS, CC, leg. 2201.
motivación defensiva las revestía de importancia en coyunturas de necesidad. Ballestas y arcabuces las seguían en número, aunque a una distancia considerable. Sus evidentes usos a la hora de la caza los vieron muchos de los inmigrados como una solución eficaz si querían complementar la dieta de las familias con esta actividad cinegética. Como es lógico, las lanzas contabilizadas fueron casi testimoniales, tanto por la propia tradición de la utilización como por las menores prestaciones en el ámbito agrario. Conclusiones El vacío historiográfico sobre el periodo inmediatamente posterior a la deportación de los moriscos del partido rondeño, aludido en las páginas iniciales, hacía necesaria la incursión investigadora más exhaustiva en determinados fondos documentales conservados hasta el momento. La importancia intrínseca de ese territorio para el estudio de la zona oriental malagueña, además del inexcusable acercamiento a las realidades del último tercio del siglo
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xvi, junto al conocimiento de la verdadera dimensión del proceso repoblador en el área de Ronda, como punto de comparación posterior a realizar en el conjunto del reino granadino, ha quedado patente a lo largo de este capítulo. Interesante es seguir investigando en la composición interna de la unidad doméstica, por cuanto contribuirá a acercarse a las posibilidades de explotación de las suertes entregadas a los repobladores, y la puesta en marcha de mecanismos de concentración o acaparamiento futuro, en función del número de hijos, familiares o miembros encuadrados en el colectivo de servicio (esclavos, conocidos originarios de la misma localidad de partida…). En líneas generales, la ocupación del espacio por la nueva vecindad mantendrá los niveles iniciales, con ligeras oscilaciones en la cifra de pobladores en localidades concretas. No obstante, pese a las pérdidas demográficas asumidas desde la Corona y las autoridades encargadas de gestionar el proceso abierto en 1571, a finales del siglo xvi podemos constatar un ligero incremento de población, algo superior al 7 %. Este dato es más interesante si consideramos la fuente documental donde queda recogido en 1591 el recuento de vecinos para aplicar la carga fiscal del denominado “impuesto de millones”90 y las distintas vicisitudes experimentadas en las dos décadas anteriores a esta fecha. El proceso repoblador continuó a lo largo de la centuria siguiente. La documentación conservada, aunque fragmentada y escasamente factible de ser sometida a seriación cronológica por las lagunas evidentes, muestra un trasiego de personas e intercambio de propiedades acorde con la inestabilidad generalizada del siglo xvii en el orden demográfico, económico y social.91 Bibliografía Abellán Pérez, Juan (1991). “La toponimia hispano-musulmana de la Serranía de Ronda según los deslindes entre Ronda, Montejaque y Benaoján (1491-1515)”, en: Homenaje al prof. Jacinto Bosch Vilá, vol. 2, pp. 837-846. — (2000). “La presencia y aportación de Jerez de la Frontera en la rebelión mudéjar de las serranías de Villaluenga y Ronda (1501)”, en: Anaquel de Estudios Árabes 11, pp. 19-35. 90 91
AGS, CG, leg. 1836 (Castillo Pintado, 1961: 90-91). Igualeja es un buen ejemplo de ello (Rodríguez Becerra, 2005: 103-111).
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EL PAPEL DE MÁLAGA EN LA DEFENSA DEL FLANCO SUR MEDITERRÁNEO DURANTE EL PRIMER CUARTO DEL SEISCIENTOS José Villena Jurado (Universidad de Málaga)
Introducción Ningún periodo histórico es un compartimento estanco, sino que se sustenta y se proyecta, respectivamente, en un pasado reciente y hacia un futuro inmediato. Como había dejado escrito en los últimos años del quinientos Michel de Montaigne, “no existe el presente; lo que así llamamos no es otra cosa que el punto de unión del futuro con el pasado”. Para establecer un estado de la cuestión y definir una situación concreta hemos de establecer previamente un presente más dilatado que un instante de transición inexistente, crear un fragmento en la inexorable sucesión del tiempo. Es lo que hacemos en estas líneas con el periodo que trascurre entre los años 1598 y 1625, que enmarcan el reinado de Felipe III y los primeros años de Felipe IV, para estudiar las murallas, fortalezas y puerto de la ciudad de Málaga en cuanto que plaza fuerte de singular importancia en la defensa del flanco sur peninsular y en el sostenimiento de la presencia castellana en los presidios norteafricanos. Acabada la Reconquista, en su afán de extender el cristianismo a la otra orilla mediterránea o, cuando menos, de tener controlado al enemigo musulmán desde la misma puerta de su casa, los Reyes Católicos establecieron una serie de presidios o fortalezas en el norte de África que dieron lugar a que la costa del recién conquistado reino de Granada continuase siendo una frontera viva desde el punto de vista militar durante toda la Edad Moderna,
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principalmente en los siglos xvi1 y xvii, ya que en la centuria del setecientos esa actividad en el Mediterráneo, aun permaneciendo, se orientó hacia otros intereses de la Monarquía. ¿Qué circunstancias otorgan a Málaga la importancia que se dice? El puerto En primer lugar, la situación estratégica de Málaga en el centro geográfico de la costa sur del Mediterráneo andaluz, a setenta y cuatro millas náuticas de Tarifa, en el estrecho de Gibraltar, un auténtico cuello de botella que protege a su puerto, como el Guadalquivir a Sevilla, de los ataques de las potentes flotas anglo-holandesas que hostigaron o saquearon otros de la ribera atlántica de la Monarquía hispánica con la posibilidad de un repliegue inmediato hacia mar abierto. Ejemplo de esto fueron los ataques de Drake a Cádiz, La Coruña y Lisboa; el saqueo de Cádiz en 1596 por la flota del almirante Howard y las tropas del conde de Essex; andando unos años, el segundo intento sobre esta última ciudad en 1625, y el ataque a Santa Cruz de Tenerife en 1657, durante la república de Cromwell. Esa seguridad y la situación estratégica para acudir a la otra orilla al sur o al este (no olvidemos que Málaga, Orán y Argel están en torno a los 36o Norte de latitud), hicieron que el puerto de Málaga fuera punto de concentración y de hibernación para las galeras del Mediterráneo, lugar de paso de tropas hacia y desde África, y punto para abastecer de bastimentos de boca o de guerra a las armadas y fronteras, cuyo papel ha sido reconocido y glosado en trabajos de mayor enjundia que este que modestamente presentamos: La estación reguladora de Málaga, con sus proveedores, y ayudada por los servicios de Cartagena, aseguraba el abastecimiento del sector oeste: Mers el Kebir y Melilla […] El tráfico de Málaga era considerable, y por esta vía llegaban a África municiones, víveres, materiales de construcción, soldados, forzados, peones y mujeres de mala nota…2 […] 1 2
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El papel de Málaga en la defensa del flanco sur mediterráneo
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…pero una cosa era poseer unos presidios bien cercados y guarnecidos, en gran parte abastecidos desde Málaga…3
El último asedio en sentido estricto sufrido por el puerto de Málaga hasta principios del siglo xvii fue el de los Reyes Católicos durante la guerra de Granada. Hasta entonces la adaptación de los espigones naturales que delimitaban la playa había bastado desde la Antigüedad para las embarcaciones mediterráneas tanto militares como comerciales. La conquista cristiana y la apertura del comercio al norte de Europa, y con ello a las vías atlánticas, y la posibilidad de comerciar con las Indias liberalizadas por Carlos I en 1529 en favor de algunos puertos del Cantábrico y los de Cartagena y Málaga en el sur, pese a la vuelta al monopolio sevillano con Felipe II en 1573,4 debieron crear en Málaga la conciencia de necesitar un puerto capaz para barcos de mayor calado y plantear su ampliación a la Corona. El cabildo municipal hizo el correspondiente planteamiento al rey, desplazando a la Corte en 1584 al regidor Juan Bautista Herrera con un discurso que raramente fallaba ante el monarca cuando se le sometía cualquier pretensión como algo que beneficiaba a la conservación de sus reinos, tal era una mayor seguridad para las embarcaciones de su armada o al incremento de sus arcas, gracias en este caso a los impuestos derivados de una mayor y mejor actividad comercial.5 Para terminar de ganarse la voluntad regia, la carta sugería utilizar como mano de obra para la construcción a doscientos moriscos o presos forzados que servían en las galeras, las cuales hibernarían en el puerto malagueño.6 Consecuencia de la gestión fue una instrucción dada por Felipe II en 1586 por la que otorgaba el plácet para la ampliación del puerto y se echaba la primera piedra al mar en enero de 1588. El proyecto, bajo la dirección técnica del ingeniero italiano Fabio Bursoto, debía concluirse en diez años, durante los cuales serían necesarios veinte mil ducados anuales que debían aportar al cincuenta por ciento las arcas de la Corona y las arcas municipales; ayudadas estas por imposiciones señaladas a otros municipios, ni mucho menos
Domínguez Ortiz, 1980: 38. Serrera y Sánchez Mantero, 2005: 116. 5 Villena Jurado, 2016: 11-12. 6 Barrionuevo Serrano, 2016: 172. 3 4
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próximos geográficamente como se pretendió justificar, so color de que se beneficiarían del puerto malagueño para sus abastecimientos y en la comercialización de sus productos. Tal como estaba proyectado, el nuevo puerto debió heredarlo terminado Felipe III, que comenzó a reinar en 1598, o a lo sumo a falta de los últimos flecos. Pero las dispersiones de los dineros regios y las últimas bancarrotas de la Real Hacienda de su padre no le permitieron a este cumplir con su parte de la financiación, que quedó a cargo solamente de la ciudad de Málaga, la cual había señalado unos arbitrios sobre determinados productos básicos de consumo y arrendado dehesas y predios de bellota para reunir lo que le correspondía. A esto se añade que los municipios encabezados con contribuciones también fallaron por no poder o no querer acudir a ellas, planteando pleitos y dilaciones, todo lo cual redundó en la ralentización de las obras, por no hablar de momento de otros problemas de orden técnico. El resultado final fue su eternización mediante solicitudes y el otorgamiento de prórrogas. Esta que describimos era la situación y fue la tónica que permaneció en el periodo de que se ocupa este trabajo. Durante todo el reinado de Felipe III, la Corona no aportó un solo maravedí a la construcción del puerto. Ya en 1617, con la perspectiva de la guerra de los Treinta Años por delante ahogando cualquier posibilidad de que la hacienda regia se planteara participar en los gastos de la obra, el regidor Juan Pacheco Acosta lo decía sin ambages en el cabildo: Y este asiento [para construir el muelle], se tomó con Su Magestad porque ofresçió dar diez mill ducados en cada bn año de su rreal hazienda; y a tienpo de bente años, poco más o menos, que Su Magestad no da cosa ninguna, y con lo que esta çiudad sirbe y los lugares sircunbezinos es poco y sólo sirbe para salarios de ofiçiales que no trabaxan ni asisten en el dicho muelle…7
La intervención del regidor ante el concejo deja apuntado otro problema: de lo que se conseguía recaudar podía faltar para cualquier otro gasto, incluido el avance de las obras, pero jamás para los salarios de los oficiales que las
Archivo Histórico Municipal de Málaga (AHMM), Actas Capitulares (AC), Vol. 38, fol. 401v. Cabildo de 16 de febrero de 1617. 7
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dirigían o integraban la estructura administrativa para llevarlas a cabo, entre los que destacaban quienes conformaban la llamada Junta del Muelle, en la que, aunque había dos regidores del cabildo, tenían un papel destacado y preeminente los oficiales reales, como los veedores y proveedores de sus armadas y fronteras, además del propio corregidor (o en su lugar el alcalde mayor), que no ha de olvidarse que es el “capitán a guerra por Su Majestad” y el máximo representante del rey en la ciudad; lo que confirma la preponderancia del carácter militar del puerto sobre el carácter comercial y cuál de los dos intereses prevalecía para la Corona. Estas carencias derivadas de las coyunturas económicas se vieron incrementadas por las corruptelas y la rapiña de quienes tenían a su cargo la recepción y el depósito del dinero de las consignaciones para el muelle, que se derivaban a otros fines o directamente a bolsas particulares, con el silencio cómplice y no precisamente desinteresado de algunos capitulares del cabildo: El rregidor Pedro de Lepe dize que a ssu notiçya es benido que en la visita que ha hecho el señor Yñigo Briceño en rrazón de la fábrica del muelle, an sido condenados los caballeros rregidores diputados que an sido de la junta del dicho muelle en algunas cantidades de marauedís, e porque en ello no an tenido culpa ni sse les hizo cargos para poderles condenar, es en que se pague las dichas condenaçyones de los propios desta zbdad, de manera que no paguen cossa alguna // los dichos caballeros rregidores diputados.8
Resulta evidente la razón de que cierren filas en torno a los regidores condenados. La designación para formar parte de la Junta del Muelle era rotatoria entre los capitulares del concejo, por lo que los hoy indulgentes mañana podrían ser los indultados. A lo largo de estos años fueron varios los comisionados regios que vinieron a la ciudad a revisar las cuentas del dinero destinado al muelle, pero no por ello se atajó la sangría ni la precariedad de su arca de tres llaves. La dificultad no era menor por el totum revolutum que se hacía con los fondos públicos cuando se presentaban prioridades de fuerza mayor, como la socorrida epidemia de peste que asoló la población en los primeros años del reinado
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AHMM, AC, Vol. 38, fols. 226-226v. Cabildo de 28 de septiembre de 1616.
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de Felipe III, durante la cual se produjeron trasvases entre diferentes partidas económicas para atajar la epidemia, que no hicieron más que incrementar el número de agujeros imposibles de tapar. Entre los años 1599 y 1602 tenemos registrados numerosos acuerdos de toma de dinero “de donde lo haya” para afrontar el contagio, uno de los cuales, se dice de forma expresa, afectó en setecientos ducados a las arcas del muelle.9 No vamos a pormenorizar más, en cuanto este trabajo debe estar enfocado a la capacidad operativa del puerto como elemento defensivo del sur peninsular, en episodios de tipo económico; solamente decir, porque se ha hecho inevitable referirse a ellos, que el último juez que, acabando el reinado de Felipe III, vino a repasar todas las cuentas de la ciudad, entre ellas las de la fábrica del muelle, halló un alcance en ellas de 2 100 842 maravedíes.10 Volviendo, pues, al plano operativo, cabe decir que todas estas corruptelas e irregularidades en la financiación de la obra repercutieron negativamente en la propia construcción, pues después de cada periodo de paro, y peor cuanto más prolongado había sido, abandonada también la acción de drenado, las aportaciones de arena por los vientos de poniente y de materiales de aluvión procedentes de los ríos próximos, el Guadalmedina con sus frecuentes avenidas como más inmediato y el Guadalhorce, entonces llamado “Guadalquivirejo”, algo más al oeste, acababan cegando el puerto o, en el mejor de los casos, mermando su profundidad, lo que impedía el atraque de los navíos de mayor calado, con el consiguiente perjuicio tanto para el comercio como para las armadas. Este problema ya se puso de manifiesto con un muelle anterior que se mandó construir en época carolina en la zona occidental de la playa, junto a la desembocadura del Guadalmedina, el cual acabó cegado por los materiales de arrastre del río;11 de ahí que este nuevo del que aquí tratamos se estuviera levantando algo más hacia levante, aunque se viera afectado por los mismos fenómenos y por las mismas causas, lo que se puso de manifiesto en el cabildo celebrado el 31 de julio de 1603. El libro de actas recoge el traslado de un memorial que la ciudad elevó al Consejo de Guerra en abril del año anterior, llevado en AHMM, AC, Vol. 28, fol. 474. Cabildo de 4 de septiembre de 1600. AHMM, AC, Vol. 41, fol. 53. Cabildo de 3 de agosto de 1620. 11 Rodríguez Alemán, 1984: 119. 9
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mano a la Corte por el regidor Pedro de Arriola, donde se exponían todos los inconvenientes, tanto de orden técnico como económico, que impedían el avance de las obras, y acababa pidiendo lo que hoy llamaríamos una “auditoría externa” y, si se estimaba oportuno, el cambio en la dirección técnica de las mismas, ya que se entiende y es cosa aueriguada quel día que se dejare de linpiar se hinchirá de arena e no podrá ser puerto ni entrar nauío, e para podello linpiar berná a ser la costa perpetua y de más daño que probecho, y con toda la diligençia que los ynteresados an hecho y haçen en linpiarlo, oy día ay más de çien baras siegas sin auer agua y otras tantas baras que no ay a bara de hondo, donde solía aber estado y medio de agua…12
Aplicando a estos datos el sistema métrico decimal para hacernos una mejor idea de la situación, teniendo en cuenta que un estado equivale a 1,89 m y que la vara viene a ser poco más de 80 cm, resulta que, de los 162 m que se habían ganado al mar, la mitad de ellos, es decir, 81, se habían cegado completamente por la arena, y la profundidad de la otra mitad había quedado reducida a unos 80 cm, cuando anteriormente llegó a haber casi 3 m de calado. La única consecuencia del memorial fue el envío a Málaga del también ingeniero italiano Tiburzio Spannocchi, que inspeccionó las obras junto al director técnico de las mismas, Fabio Bursoto, Es de suponer que emitiría el preceptivo informe, pero las consecuencias prácticas, al faltar una financiación regular y sistemática, fueron prácticamente inexistentes y los trabajos se mantuvieron en la misma dinámica bajo el mismo responsable y, más adelante, bajo su hijo Francisco Bursoto. A tenor de lo que recoge en su obra Rodríguez Alemán, fue la tónica mantenida durante el resto del siglo xvii con los dos últimos reyes de la Casa de Austria, con los lógicos matices y su particular casuística, sin perjuicio de que el puerto diera sus prestaciones operativas para el comercio y para la guerra, organizándose en él el armado y la salida de las galeras para las diferentes ocasiones bélicas que se ofrecían, es de entender que, sin haberse construido el parapeto frontal adelantado, valiéndose de gabarras u otras embarcaciones auxiliares más pequeñas que
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AHMM, AC, Vol. 30, fol. 374. Cabildo de 31 de julio de 1603.
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transportaban entre la orilla y el barco de mayor calado a las personas y los bastimentos. Pero el comercio y la guerra por mar se convertían con frecuencia en actividades complementarias en la medida que muchos comerciantes, bien navegantes o bien factores establecidos en los diferentes puertos, los primeros en cuanto que en su navegar y en sus escalas adquirían información de los movimientos y de las intenciones de las armadas y los segundos en cuanto receptores de esa información que, como se decía en la época, “hacían lengua” de ella de forma inadvertida en las conversaciones de taberna a todo el que prestara oído, y de forma intencionada y a buen seguro pagada a los agentes de la Corona. Aunque la redacción del documento deja bastante que desear, a colación de lo que decimos, hemos encontrado en el Archivo de Simancas la carta al rey de uno de estos espías, en demanda de una ayuda económica o de un oficio público que le permita subsistir: Señor: Juan Titón de Çeruantes dice que por los seruisios que hizo a Vuestra Magestad en Yngalaterra, Arjel y Marsella y en estos rreinos despaña, arriesgando su vida veinte años, y el estar estropeado, como todo consta por sus papeles que se uieron en el Consejo destado, por ellos el año de seissientos y sinco últimamente le hizo Vuestra Magestad merced de catorce escudos cada mes de entretenimiento en Málaga, donde asiste y coinsigue, sirviendo a Vuestra Magestad de secreto, como lo a hecho en los rreinos rreferidos, no se le enbía su sédula, padese nesesidad. Suplica a Vuestra Magestad le haga merced de mandar se le enbíe, y si no una ayuda de costa, y mandar se le dé una uara de alguazil maior de tres que el Corregidor prouee, que al seruisio de Vuestra Magestad conuiene. De quien espera rresiuilla: Juan Titón de Ceruantes.13
En sentido contrario hay constancia documental de cómo, además de la labor de rapiña y apresamiento de esclavos cristianos en las costas, las incursiones que durante el verano de 1602 llevó a cabo Moratarraz, corsario berberisco, en el sur y sureste peninsular y en las Baleares más meridionales se enmarcan en una campaña de información, bastante menos sutil en cuanto a método, acerca de los movimientos de la armada cristiana, ya que en la Regencia de Argel se temía que se estaba organizando una expedición contra 13
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Archivo General de Simancas (AGS), Estado (EST), Leg. 246, s/fol.
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dicha ciudad y su territorio de influencia. El Archivo General de Simancas guarda una carta del gobernador de Ibiza al rey, fechada el 4 de julio de 1602, en la que da cuenta del abordaje en alta mar y su posterior suelta de una embarcación comercial francesa a fin de sacar información a su patrón sobre movimientos de las armadas españolas. Dice así: Veynte millas a la mar de esta isla descubrió ayer al anochezer los dichos dos bajeles, que son dos galeras de 25 bancos cada una de Morato Arráez, y que él y su hermano vienen en ellas, y la siguieron toda la noche, y al amanezer abordaron con ella, hauiéndole tirado una pieza y varios mosquetasos, y hizieron luego passar al dicho patrón a la capitana de Morato y le hizieron muchas preguntas, queriendo saber a dónde estaua la armada de Vuestra Magestad y qué galeras auían passado, de manera que conoció y supo cierto que vienen a tomar lengua della. El dicho patrón reffiere que les dixo que no sabía ninguna cosa más de que algunas bandas de galeras hauían passado la vuelta de poniente, y assí le dieron libertad, hauíendole tomado solamente tres balas de lienso. y assimismo reffiere que van muy bien armadas de genízaros y turcos…14
Pese a que se ha dicho que la batalla de Lepanto vino a suponer un confinamiento del poderío turco al Mediterráneo oriental, la existencia de la Regencia de Argel, sufragánea de la Sublime Puerta, no deja de mantener viva la presencia de ese poder otomano en los dominios de la Monarquía hispánica.15 Aunque las referencias documentales utilizan para aludir a ella términos con un ligero matiz peyorativo como corsarios o berberiscos, el documento que se acaba de transcribir pone de manifiesto de forma palmaria la presencia en la armada de Morratarraz16 de jenízaros, tropa de élite del Imperio otomano, y de propiamente turcos. Con independencia de su acción en el verano de 1602, que se dice más arriba, durante la cual nuestro perAGS, Guerra Antigua (GA), Leg. 603, n. º 139. Bunes Ibarra, 2015: 275-289. 16 Encontramos el nombre de este corsario escrito como “Morato Arráez”, “Morata Arráez”, “Morratarraz” y otras formas parecidas. Esto resulta frecuente con los nombres en otras lenguas, máxime del árabe, que se escriben de oído. En la redacción propia no transcrita, preferimos el término Morratarraz, que es la forma que más se repite en los documentos del Archivo Histórico Municipal de Málaga en el periodo del que nos ocupamos. 14 15
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sonaje desembarcó más de seiscientos hombres que saquearon Benagalbón y Benalmádena, es decir, a levante y a poniente de la ciudad de Málaga,17 campando a sus anchas sin oposición adecuada por parte de ninguna fuerza naval, debió hacer otras visitas similares durante 1605 con el mismo rango de respuesta, es decir, la propia gente de armas de la ciudad al mando del corregidor.18 Por último, consignar en este apartado un registro de las actas capitulares del concejo que nos muestra el recelo existente entre la población y las autoridades malagueñas respecto de las flotas del norte de Europa, en función de antecedentes de saqueo en otros puertos próximos que estaban en la memoria colectiva. Aunque cuando se produce este discurso del cabildo estaba recién firmada la paz con Inglaterra, se plantea la adopción de severas, a la vez que ostensibles, medidas de alerta y vigilancia. También se infiere de la lectura del documento que, pese a todas las carencias de orden técnico que han sido referidas, el puerto (el documento habla de “playa”), fue capaz de asumir la llegada de una flota de más de ochenta navíos. Dice así: Cosa sauida es que el Rei nuestro señor […] asentó paçes con Yngalaterra […] e porque podría algún día sesar esta comunicaçión y amistad e benir en lo que antes solía, e porque sería bien que en esta çiudad ubiese gran recato en dejarles ber las murallas e castillo de Gibralfaro y el alcazaua y el artillería e los demás peltrechos de guerra. Demás que a él le pareçe que se hiçiese una gran demostraçión con ellos // dándoles a entender quan en armas está en las ocasiones la gente, […] demás de que al presente ay en la playa desta zivdad sobre más de ochenta nauíos yngleses […] y si ubiese alguno entre ellos que no quisiese guardar la palabra de su rrey, podía conbocar los demás y haçer en esta zvdad algún mal trato, […] se ordene que de noche estén rrecogidos en sus nauíos, y que asimismo se notifique a los tenientes de alcaides de las fortalezas no dejen entrar ningún estranjero dentro ni a otra persona que no sea de la tierra e conoçida…19
Velasco Hernández, 2011: 91-92. AHMM, AC, Vol. 31, fols. 342-342v, Cabildo de 25 de abril de 1605. Ibidem, Vol. 32, fols. 52v-53. Cabildo de 29 de noviembre de 1605. 19 AHMM, AC, Vol. 32, fols. 31v-32. Cabildo de 31 de octubre de 1605. 17 18
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La precedente cita viene a ofrecer un compendio de la fuerza de la ciudad en cuanto plaza fuerte militar que se trata de desarrollar, más bien esbozar, en este trabajo. No se dice en ella que los llegados a la playa fueran navíos de guerra, y, aunque por la fecha del debate ya se estaba al final de periodo de la vendeja, es seguro que se trataba de barcos comerciales y que la ciudad, además de hacer una ostentación preventiva de su fuerza, pretendiese protegerse de actividades de espionaje de los marineros como las que más arriba hemos referido. Las murallas y las fortalezas A finales del siglo xvi, a poco más de un siglo de la conquista cristiana, el recinto amurallado de la ciudad de Málaga venía a coincidir con la herencia musulmana y respondía a lo que, en cuanto a su perímetro se refiere, nos ofrece la recreación de Emilio de la Cerda a finales del siglo xix que se reproduce en la figura 1. Mapa 1. Cinturón amurallado de Málaga, de herencia musulmana
Fuente: Biblioteca Municipal de Málaga.
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Mapa 2: Flanco defensivo sur de la ciudad de Málaga
Fuente: Biblioteca Municipal de Málaga.
Mapa 3: Detalle del flanco defensivo sur de la ciudad de Málaga
Fuente: Biblioteca Municipal de Málaga.
Aunque el anillo defensivo abrazaba a toda la ciudad, era el flanco marítimo, propio por otra parte de una ciudad eminentemente marinera, el que ofrecía los baluartes más fortificados. Hacía un conjunto con el castillo de Gibralfaro, unido con la alcazaba mediante una comunicación protegida por el este y las atarazanas y la llamada Torre Gorda por el oeste, así como el que se llamó Torreón del Obispo, añadido en la zona central de este flanco sur durante el reinado de Felipe IV. Todo ello, convenientemente artillado y
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Mapa 4: Detalle del flanco defensivo sur de la ciudad de Málaga
Fuente: Biblioteca Municipal de Málaga.
pertrechado, confirió a la Málaga de entonces el carácter de plaza fuerte en el periodo a que aquí nos referimos. La muralla de Málaga era de origen musulmán. Comenzada a levantar en la primera mitad del siglo xi, en tiempos de Idris I, segundo rey de la taifa de Málaga, y su hermano y sucesor Hasan al-Mustansir. Ya en el año 1068 se describía a Málaga como circundada por una muralla con cinco puertas, y es en la segunda mitad de este mismo siglo cuando se levanta la alcazaba. No será hasta el siglo xiv cuando se refuerce y consolide la fortaleza de Gibralfaro y se construya la coracha que la unía a la alcazaba.20 Posiblemente el primer asalto en toda regla con artillería de por medio que sufrieron esas fortificaciones tuvo lugar con ocasión de la conquista cristiana, como consecuencia de lo cual debieron quedar bastante maltrechas, y de ahí el afán de los Reyes Católicos por volverlas a poner en servicio para la defensa, a cuyo efecto, entre otras consignaciones,21 señalaron en su favor en las ordenanzas de que dotaron a la ciudad recién conquistada el importe de numerosas penas por sus transgresiones.22 Pese a estas previsiones económicas, la necesidad de solucionar otros episodios más urgentes que coyunturalmente se presentaban en forma de catásÍñiguez Sánchez, 1995: 131. AHMM, AC, Vol. 28, fol. 76. Cabildo de 7 de diciembre de 1598. 22 Véase: “Ordenaças de la MVY noble y MVY leal Ciudad de Málaga…”, 1611. 20 21
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trofes naturales y epidemias, principalmente, así como la presión fiscal de la Corona que obligó a acudir de forma simultánea a diferentes conceptos impositivos, la dejadez e irresponsabilidad de los malagueños convirtiendo su foso en muladar y horadando el muro para no tener que rodear hasta la puerta más cercana para salir a tirar la basura, cuando no la tiraban directamente a la calle, la no menor irresponsabilidad y dejadez de las autoridades municipales permitiendo que se adosaran edificaciones efímeras y no tanto a los lienzos de la muralla, de lo que el Ayuntamiento sacaba un rédito económico mediante su alquiler; así como la baja calidad de los materiales con que originariamente se construyó y los utilizados en las reparaciones o el mal hacer de los alarifes, si no ambas circunstancias de consuno, salpican las actas capitulares del cabildo de acuerdos para aderezos puntuales que con frecuencia incidían sobre un mismo lugar de la muralla en cortos espacios de tiempo. Como justificación de nuestras afirmaciones, sirvan estas referencias documentales de los primeros años del periodo que estudiamos: – 23 de febrero de 1598: que se quite la tierra de la muralla junto al Postigo de los Abades como operación previa a la reparación que necesita en dicho lugar.23 – 14 de diciembre de 1598: que se limpie la cava de la puerta de Granada.24 – 12 de febrero de 1599: que se aderece la muralla desde la puerta de la Espartería hasta el Castillo de Genoveses por estar “muy maltratada”.25 – 19 de enero de 1601: que se arregle la muralla, deteriorada por la avenida del río Guadalmedina.26 – 12 de abril de 1601: que se adoben y limpien las puertas de Buenaventura y de Antequera “y las demás que tubieren neçesidad”.27 – 20 de septiembre de 1602: que se reparen varias puertas de la ciudad: las de Granada y Santo Domingo, que “están caydas en tierra y no se pueden
AHMM, AC, Vol. 27, fol. 691v. Ibidem, fol. 81v. 25 Ibidem, fol. 120. 26 AHMM, AC, Vol. 29, fol. 97v. 27 Ibidem, fol. 185. 23 24
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çerrar”, y la Puerta Nueva y la de Buenaventura, que “están con munchos agujeros, que pueden entrar un honbre por ellos”.28 3 de septiembre de 1603: que el corregidor y dos regidores vean la puerta de la Mar, “por estar muy maltratada y cayéndose; y con parecer de alarifes la hagan rreparar”.29 7 de mayo de 1604: que se arreglen el muro de la puerta de Granada, “el qual se está cayendo”, así como la propia puerta, y la muralla de la puerta de la Mar, que está caída “y toda ella se viene abajo”.30 24 de septiembre de 1604: que se derribe y adobe la puerta de Antequera, que se estaba cayendo y era imposible apuntalarla.31 28 de marzo de 1605: que se debata, a petición de las autoridades eclesiásticas, acerca de reparar la muralla junto a la iglesia de Santiago, que amenaza caerse sobre la torre de dicho templo.32
Nótese que hemos referido debates o acuerdos tomados hasta el año 1605, en el que Felipe III cerró el último capítulo de las guerras heredadas de su padre, firmando la paz con Inglaterra. A partir de entonces, en que se abre un periodo oficial de paz con las potencias europeas y permanece en suspenso el conflicto con Flandes, podemos hacernos una idea del devenir de las murallas malagueñas. Sin embargo, puede decirse que la guerra seguía latente y los firmantes de los tratados continuaban siendo enemigos, recelando unos de otros, como vimos más arriba, y los enfrentamientos con los turcos y berberiscos se mantenían en el mar de influencia malagueña. En este sentido hemos registrado una carta al rey de don Pedro Álvarez de Toledo y Colonna, V marqués de Villafranca y a la sazón capitán general de las galeras de España, en la que le da cuenta del enfrentamiento y la presa de dos navíos turcos de alto bordo que hostigaban el comercio en el estrecho de Gibraltar y mar aledaño y de cómo la ciudad de Málaga atendió a los heridos de la batalla y al reparo de las galeras dañadas:
AHMM, AC, Vol. 30, fols. 209-209v. Ibidem, fols. 389-389v. 30 AHMM, AC, Vol. 31, fols. 44v-45. 31 Ibidem, fol. 166v. 32 Ibidem, fols. 320-321v. 28 29
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Serán 145 turcos los que se han tomado biuos de 209 que entranbos los dos nauíos trayan, y de 100 ingleses serán 30 los que tomaron, y de todas las galeras muertos y heridos passaron de 250, y entre ellos capitanes y gente de mucho seruycio; y quedo cuidando de los heridos y reparando las galeras que han recibido daño, a que acude la çiudad de Málaga como lo hauía menester nuestra nezessidad… En Málaga, 16 de agosto, 1611 [Pedro de Toledo].33
En el verano de 1614 se dio una real provisión, cuya exposición de motivos traslada el informe que mandó al rey el regidor Juan de Nájera Villoslada acerca de cómo se habían adosado edificaciones a los paños de la muralla en la cara que daba al mar, tanto por la parte exterior al muro como en la interior. Estas no solo eran consentidas por el gobierno municipal, sino que las arrendaba o las daba a censo a particulares, normalmente comerciantes o mercaderes que las usaban como almacenes por su proximidad al puerto. Habían llegado a cegar el camino de ronda, debilitado los cimientos de la muralla y llegado a horadar en ella agujeros que daban acceso directo a estas casas y almacenes, con el consiguiente descontrol de personas y de transacciones comerciales y la pertinente merma de impuestos y de la capacidad de defensa militar de la ciudad. Con el informe, el regidor hace la siguiente petición: Pidió y suplicó mandásemos dar a su parte [la petición se hizo mediante procurador] nuestra carta y prouisión con graues penas, para que bos, el nuestro corregidor, derriuásedes e domoliésedes todos los edificios y casas que se auían ffabricado pegadas a los muros desa dicha ciudad, así los que estauan de parte de adentro como de afuera, y que los dichos muros, puertas y murallas se rreparasen del daño que con estos edificios nuevos auían reciuido y ansimismo se suspendiese la obra que se yba haciendo en los dichos edificios y la calle donde se haçía la rronda junto a la Puerta de la Mar se rrestituyese a su antiguo estado para el exerçiçio de la milicia, o como la nuestra merced ffuesse…34
La única consecuencia fue que el rey pidió al corregidor que le informase en el término de tres días acerca de ello, pero en la práctica todo siguió igual. 33 34
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AGS, EST. Leg. 232, s/f. AHMM, Colección de Originales (CO), Vol. 40 —Rezagos—, fols. 642-644.
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Solamente a partir de finales del año 1617, con la entrada de la Monarquía hispánica en la guerra de los Treinta Años a unos meses vista, parece notarse un verdadero interés por parte de la Corona en poner a punto las defensas malagueñas y artillarlas convenientemente, a cuyo efecto el rey envía a la ciudad al marqués de la Hinojosa, capitán general de la artillería, y ordena al concejo que acuda al reparo de murallas y fortalezas, además de promover el ejercicio de la gente de guerra como se había venido haciendo en otros tiempos recientes.35 Por otra real cédula de mayo de 1618, autoriza que, junto al dinero de las consignaciones aplicadas de ordinario al reparo de las murallas, la ciudad pueda tomar para ello el dinero de las sobras del servicio de millones y de los arbitrios señalados para su recaudación.36 Pese a estas urgencias y autorizaciones, sobre el terreno se mantiene la misma dinámica de siempre, en tanto que, ya inmersos en la guerra de los Treinta Años y acabada la tregua de Amberes, también creció el número y la calidad de las operaciones de rapiña de turcos y berberiscos, al tener las armadas reales más frentes que guardar. A principios de 1621 se toma conciencia del peligro real y una intervención del alférez mayor perpetuo de la ciudad, en su calidad de teniente de corregidor para los asuntos de la guerra, en el cabildo de 15 de enero, pone de manifiesto cómo es notorio que las costas malagueñas estaban infestadas de enemigos corsarios, moros y moriscos y de otras naciones. Igualmente relaciona que las murallas que daban al mar estaban tan caídas y aportilladas “que se puede entrar y salir por ellas a pie llano”, a los ojos de los enemigos y de las armadas de Holanda, Zelanda e Inglaterra. Urgía al corregidor para que, auxiliado de dos regidores del cabildo, se ocuparan de aderezarlas y reedificarlas, usando para ello dinero de las sobras de encabezamiento de rentas reales, pidiendo testimonio de su intervención para acudir al rey si no se tenía en cuenta su voto ante el concejo.37 Esta intervención del alférez mayor y el subsiguiente debate parece que sí supusieron un punto de inflexión en el afianzamiento de las defensas de la ciudad. Dos meses después moría Felipe III y en los primeros años del AHMM, CO, Vol. 11, fol. 289. Ibidem, fol. 318. 37 AHMM, AC, Vol. 41, fols. 242v-243v. Cabildo de 15 de enero de 1621. 35 36
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reinado de Felipe IV, manejando la información acerca de una armada que en los puertos ingleses se aprestaba contra España, la Corona envió a Málaga en junio de 1625 a don Pedro Pacheco, del Consejo de Guerra, a fin de que estudiara las disponibilidades y carencias y, junto con el corregidor y el teniente de capitán de la artillería en la ciudad, don Sebastián de Arriola, dispusieran su defensa ante un posible ataque.38 Después de unos días de reconocimiento, se convino reforzar la plaza ante la eventualidad de que fuera atacada, no solo por mar, sino desde tierra, por tropas desembarcadas fuera del alcance de sus cañones. Se dispuso el establecimiento de defensas con artillería y guarnición en los tres puntos que se estimaron débiles y propicios para ese hipotético ataque: las playas de la Caleta, la playa de San Andrés y la zona del convento de la Trinidad. Se ordenó la construcción de tres fuertes en la playa de La Caleta, entre lo que hoy se conoce como la Malagueta y los Baños del Carmen, dos de ellos de fajina y tierra (materiales pobres en aras de economizar dinero y tiempo), uno al que se dio el nombre de San Pedro en la propia playa, otro a poniente de este sobre unas huertas, al que se llamó Santa Cruz, desde el que se controlaba el Camino de Vélez, y un tercero innominado pero más sólido, construido de piedra y cal, con capacidad de ser artillado, sobre un otero que guardaba el interior por si el desembarco enemigo se producía más al este y se aproximaba a Málaga por tierra. En la playa de San Andrés, a poniente del Guadalmedina y a la altura más o menos de lo que hoy es la calle Cuarteles, cerca de la entonces conocida como Torre de Fonseca, ya se venían construyendo por iniciativa del corregidor dos fuertes con capacidad para artillería. Prácticamente acabados cuando llegó a la ciudad Pedro Pacheco, se finalizaron a los pocos días. Compartieron indistintamente, según Pérez de Colosía y Gil Sanjuán, los nombres de San Simón, con que fue nominado uno, y de San Andrés, en razón del nombre de la playa donde se ubicaron, que lo tomó a su vez de su proximidad al convento así llamado que se levantaba en la zona. Como complemento de estas fortificaciones, a un tiempo artilladas y guarnecidas, se mandó construir una empalizada desde el referido monasterio hasta el mar, para cerrar el paso a una posible infantería enemiga, y tres trincheras, para resguardo de las milicias que debían 38
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frenar el hipotético ataque. En este complejo fortificado quedó integrado un llamado Torreón del Obispo, mandado edificar por el prelado don Francisco Mendoza y Ribera en 1623, que no debe confundirse con otro torreón de igual nombre que se mandó erigir a su costa en la mitra malagueña su antecesor, don Luís Fernández de Córdoba, un año antes, delante y como avanzada del Castillo de Genoveses, en el centro de la propia playa y puerto de la ciudad. En este mismo contexto se reforzó la torre del río en el puente de piedra sobre el Guadalmedina, en la que se construyó un rastrillo, y se aderezaron o se reconstruyeron los paños de la muralla próximos, en especial el lienzo desde las atarazanas hasta la Torre Gorda. Las industrias militares y la guarnición Al menos unas líneas, por cuanto que este trabajo ha de tener una extensión predeterminada, para citar que, en la ciudad de Málaga, durante el tiempo a que nos referimos, había una fábrica de cañones y de sus municiones, la cual se ubicaba en las atarazanas reales y que, además de facilitar su propia defensa, permitía artillar los navíos y galeras de las armadas reales. La fundición de cañones se instaló en Málaga en 1597, por traslado a nuestra ciudad de la que fundaron los Reyes Católicos en Baza durante la guerra de Granada. Su primer cañón salió de la factoría malagueña en 1599 y, a tenor de cuándo se pierden las referencias documentales, parece ser que dejó de funcionar a mediados del siglo xvii.39 Por nuestra parte hemos podido establecer en el curso de las prospecciones archivísticas que seguía funcionando en el año 1605.40 Otra de las industrias militares que hubo en Málaga durante este periodo, tan importante y en parte complementaria de la anterior, fueron los molinos de pólvora, instalados junto a las atarazanas y cerca de la Torre Gorda, aproximadamente en lo que hoy es la plaza de Arriola. Estos molinos sufrieron sendas explosiones accidentales que originaron cuantiosas víctimas mortales y no menos elevados daños materiales en los años 1595 y 1618. A partir de estas desgracias se procuró hacerlos de nuevo lejos de la población, y después
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Vidal Delgado, 2017: 84-85. AHMM, AC, Vol. 31, fol. 299v. Cabildo de 19 de febrero de 1605.
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de muchos avatares y contradicciones se decidió construirlos cerca del lecho del Guadalmedina río arriba, en un lugar llamado Pozo Verde, “que está detrás del Cortijo de La Palma, a su ribera”,41 lo que devino en una merma de su producción por los inconvenientes derivados de su lejanía. Finalmente consignar como industria bélica, más en el orden logístico que en el operativo, la fabricación de bizcocho, esencial para el abastecimiento de las armadas reales y de los presidios norteafricanos, cuya producción y control de la materia prima, es decir, los cereales, se hallaba a cargo de los proveedores y veedores de armadas y fronteras establecidos en la ciudad. Los pocos soldados que había en Málaga pagados por la Corona eran meros custodios de las instalaciones de las industrias militares y de los forzados o galeotes que trabajaban en la obra del muelle. La guarnición defensiva de la ciudad estaba a cargo de ocho (que en este periodo aumentó su número a nueve) compañías de milicia urbana, integradas por vecinos y cuyos capitanes se designaban entre regidores del concejo municipal. A modo de conclusiones En el primer cuarto del siglo xvii, la ciudad de Málaga era considerada una plaza militar de primer orden para la defensa de la costa sur mediterránea de la península ibérica y para el abastecimiento y socorro de los presidios norteafricanos españoles. Su puerto, cuya obra se mantuvo prácticamente estancada durante dicho periodo por problemas de orden técnico, corruptelas y por falta de financiación o destino a otras prioridades de los fondos para su construcción, mantuvo mal que bien su papel militar y comercial y fue punto de hibernación para las escuadras de galeras que la Monarquía hispánica tenía desplegadas en el Mediterráneo. Málaga era una ciudad amurallada mediante un cinturón defensivo heredado de los musulmanes que, tal vez por estar construido con materiales poco consistentes y sin duda por la actitud bastante irresponsable de sus vecinos y la desidia de las autoridades, necesitó constantemente de obras de reparación de puertas y paños que se caían. Debieron taparse numerosos
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huecos horadados intencionadamente, que permitían entrar y salir a cualquiera sin hacerlo por las puertas, así como eliminarse edificaciones ilegales adosadas a la muralla, las cuales, paradójicamente, habían sido autorizadas por el Ayuntamiento, que las alquilaba y daba a censo a vecinos y comerciantes. Cuando la Corona se vio abocada a la guerra a partir de 1618, se tomó en serio la regeneración de sus defensas y su reforzamiento, poniendo en marcha un proceso que culminó en 1625 con la creación de un cinturón defensivo exterior, mediante fuertes artillados y guarnecidos en las playas aledañas a levante y poniente de la ciudad y junto al convento de la Trinidad. El carácter de plaza fuerte militar se reforzó con la presencia en Málaga de industrias bélicas tales como la fundición de cañones, que hacía piezas de artillería y su munición, y los molinos de pólvora. Una y otra fueron languideciendo conforme avanzaba el siglo xvii. No debe olvidarse una industria auxiliar de carácter logístico o de intendencia como fue la fabricación de bizcocho en la ciudad, bajo la supervisión de los proveedores de las armadas y fronteras, para la provisión de navíos y galeras y de los ejércitos. La guarnición de infantería para la propia defensa de Málaga no estaba integrada por soldados del ejército regular pagados por la Corona, sino por nueve compañías de milicia integradas por vecinos, cuyos capitanes eran regidores del concejo municipal. Bibliografía Barrionuevo Serrano, M.ª Rosario (2016). “El puerto de Málaga en el siglo xvi. Los inicios de un gran proyecto”, en: Un siglo en doce meses II. El siglo xvi. Málaga: Ayuntamiento de Málaga, Área de Cultura, pp. 169-189. Braudel, Ferdinand (1980). El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, vol. II. Madrid: Fondo de Cultura Económica. Bunes Ibarra, Miguel Ángel de (2015). El Imperio Otomano (1451-1807). Madrid: Síntesis. Domínguez Ortiz, Antonio (1980). “La Andalucía del Renacimiento”, en: Historia de Andalucía. Madrid/Barcelona: Cupsa/Planeta. Gil Sanjuán, Joaquín (1980). “Industrias bélicas malagueñas: la fundición de cañones y los molinos de pólvora en los siglos xvi y xvii”, en: Jábega 31, pp. 21-36.
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Íñiguez Sánchez, M.ª Carmen (1995). “La muralla islámica de Málaga: Referencias textuales y constatación arqueológica”, en: Arqueología y Territorio Medieval, vol. 2. Jaén: Universidad de Jaén, pp. 129-138. Laborda Barceló, Juan (2018). En guerra con los berberiscos. Una historia de los conflictos en la costa mediterránea. Madrid: Turner. Pérez de Colosía, M.ª Isabel, Gil Sanjuán, Joaquín (1981). “Fortificaciones malagueñas de 1625”, en: Jábega 33, páginas 47-62. René, Juan (impr.) ([1611] 1996). ORDENANÇAS DE LA MVY NOBLE Y MVY leal Ciudad de Málaga, mandadas imprimir por la Justicia y Regimiento della… Edición facsímil. Málaga: Ayuntamiento de Málaga / Real Academia de Bellas Artes de San Telmo. Rodríguez Alemán, Isabel (1984). El puerto de Málaga bajo los Austrias. Málaga: Diputación Provincial de Málaga. Serrera, Ramón María, Sánchez Mantero, Rafael (coords.) (2005). V Centenario, La Universidad de Sevilla. 1505-2005. Sevilla: Universidad de Sevilla/Fundación El Monte. Velasco Hernández, Francisco (2011). “La razzia del corsario Morato Arráez en la costa murciana en agosto de 1602”, en: MVRGETANA, 125, pp. 83-102. Vidal Delgado, Rafael (2017). “La industria de armamento en la Málaga de Cervantes”, en: Málaga y Cervantes: La espada y la pluma, tomo IV. Málaga: Foro para la Paz en el Mediterráneo, pp. 51-105. Villena Jurado, José (2016). “La ciudad de Málaga que vio Miguel de Cervantes”, en: La España del Quijote. XVII Jornadas de Historia en Llerena. Llerena: Sociedad Extremeña de Historia, pp. 93-107.
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SOBRE LOS AUTORES
Carlos Bacellar es profesor de Historia del Brasil Colonial en el Departamento de Historia de la Universidade de São Paulo, Brasil. Investigador en el campo de la historia de la familia y la demografía histórica. Autor de varias obras, entre ellas Os Senhores da Terra (1997) y Viver e Sobreviver em uma Vila Colonial (2001). Actualmente desarrolla el proyecto “População e Família em uma Economia Açucareira: Itu, 1684-1890”, financiado por Bolsa de Produtividade em Pesquisa 1D do CNPq. Juan Jesús Bravo Caro es catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Málaga. Investigador responsable, o miembro del equipo de investigación, en más de quince proyectos de I+D+i, y coordinador de varias redes temáticas, nacionales e internacionales. Ha realizado estancias de investigación en centros e instituciones como el EHESS de París o el Istituto di Storia del Mediterraneo (CNR. Roma-Cagliari, Italia). Ponente invitado en numerosos coloquios, congresos y seminarios. Sus líneas de estudio principales están centradas en el análisis de los grupos sociales durante el Antiguo Régimen, con especial atención a las minorías. Fernando Cejudo Lozano es licenciado en Historia por la UNED, y su interés investigador está centrado en el Nuevo Reino de Granada durante la época colonial. Su tesis doctoral, sobre la figura de D. Anastasio Cejudo Núñez y Aldana, gobernador de Cartagena de Indias (1796-1808), es un ejemplo de esta temática, además de otros trabajos presentados en congresos, revistas científicas o capítulos de libros. Francisco Chacón Jiménez es catedrático emérito de Historia Moderna. Crea en 1982 y codirige el seminario “Familia y elite de poder. Siglos xv-xix”
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y la colección de libros “Familia, elite de poder, historia social”. Ha realizado estudios y ampliado su formación en distintas universidades y centros de investigación superiores de Europa y América Latina. Ha dirigido proyectos de investigación como investigador responsable sobre temáticas relacionadas con los estudios de historia de la familia, desde 1990; y dentro del programa europeo Alfa, el proyecto: “Mestizo, familia y cambio social” (1997-98), en el que participaron doce instituciones de enseñanza superior de Europa e Iberoamérica. Coordinó el Programa de Posgrado (mención de calidad): “Historia social comparada. Relaciones políticas, familiares y de género. Europa-América Latina siglos xv-xx” (2004-2009). Constituye en 2011 y dirige la Red de Estudios Familia Murcia R.E.F.M.U.R. Actualmente es responsable del proyecto coordinado por cinco universidades españolas: “Entornos sociales de cambio. Nuevas solidaridades y ruptura de jerarquías (siglos xvi-xx)” HAR2017-84226-C6-1-P. Sus líneas de investigación se centran en la historia social y de la familia; familia, sociedad y parentesco; movilidad y organización social; historia local y regional. Margarita Espinosa Blas es licenciada en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México. En 2020 obtuvo el premio Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores, por su estudio de las relaciones entre México y Cuba durante el porfiriato. Sus líneas de investigación son: historia de América Latina, relaciones México-Cuba, historia de la prensa mexicana e historia de la nación. Pertenece a varias asociaciones de estudios sobre el Caribe e historia de la prensa y el periodismo. Ezequiel Fabricio Barolín es licenciado en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), con especialidades en Historia y Ciencia Política por la misma casa de estudios. Maestro en Estudios Históricos por la Facultad de Filosofía de Universidad Autónoma de Querétaro (México). Comprometido con la difusión del conocimiento social, ha fundado, dirigido y editado las revistas Perspectivas de Ciencias Sociales (Argentina) y Ecúmene de Ciencias Sociales (México). Ha escrito en diversas revistas inter-
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nacionales sobre cuestiones referidas a América Latina, su campo de especialización. Francisco Iván Hipólito Estrada es licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Querétaro y maestro en Estudios Históricos por la misma institución. Sus investigaciones se centran en la región de Sierra Gorda mexicana, espacio que se ha caracterizado por su constante participación en diferentes movimientos armados que tuvieron lugar a lo largo de los siglos xix y xx, para lo cual cuenta con diversas publicaciones científicas y de divulgación. Cecilia Landa Fonseca (†). Licenciada en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Maestra en Historia por la Facultad de Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro. Doctora en Ciencias Sociales por El Colegio de Michoacán, A.C. Reconocida internacionalmente por sus aportes a la historiografía regional y nacional, publicados en revistas y libros de prestigio y merecedores de importantes premios a la investigación. Sus líneas de investigación son historia de las instituciones, historia de la reforma agraria e historia de los movimientos sociales en perspectiva histórica. Asunción Lavrin es historiadora y autora de más de un centenar de publicaciones sobre temas de género y estudios de la mujer en la América Latina colonial y contemporánea y espiritualidad en el México colonial. Es profesora emérita en Arizona State University. Su libro Mujeres, feminismo y cambio social: Argentina, Chile y Uruguay, 1890-1940 (1995) la destacan como una de las pioneras en la problemática de historia de las mujeres latinoamericanas. Entre sus publicaciones cabe mencionar Latin American Women: Historical Perspectives (1978); Diálogos espirituales: letras femeninas hispanoamericanas, siglos xvi-xix, coeditado en 2006 junto a Rosalva Loreto López y Novias de Cristo. Vida conventual en el México Colonial (2008). Trabajó como editora senior de los cuatro volúmenes de Historia de las mujeres en España y América Latina (2006), en los que contribuyó con dos capítulos. Ha recibido numerosos premios por sus contribuciones a los campos de la historia, los estudios de la mujer y los de género, incluido el de “miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Historia” en 2011. En 2008 recibió el más
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alto honor de la Conferencia de Historia Latinoamericana (CLAH), como ganadora del Premio al Servicio Distinguido CLAH. En su honor y al de Adolph Bandelier, el Rocky Mountain Council for Latin American Studies (RMCLAS) otorga anualmente el premio Bandelier / Lavrin al mejor libro de historia colonial latinoamericana. Rosalva Loreto López es profesora investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel III del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Miembro regular de la Academia Mexicana de Ciencias y del Comité Científico de la Sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental. Ha escrito más de diez libros y artículos en revistas internacionales en torno a dos temáticas que son su centro de interés: el monacato hispanoamericano durante el periodo colonial y la historia ambiental latinoamericana. Actualmente es titular de la Dirección de Patrimonio Histórico Universitario donde desarrolla y coordina estudios sobre paisajes históricos. Sandra Olivero Guidobono es profesora e investigadora en el Departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla. Fue becaria de la ANH en Argentina e investigadora invitada a la EEHA. Es directora del Seminario Permanente Familias y Redes Sociales: etnicidad y movilidad en el Mundo Atlántico. Coordinadora de proyectos en el IPGH y miembro de otros equipos de investigación internacionales. Realizó estancias de investigación en México, Italia, Alemania, participando, organizando y dirigiendo numerosos congresos, seminarios y coloquios. Sus principales líneas de investigación se enmarcan en el campo de la historia social y demográfica, comprendiendo los estudios de población colonial, familia, redes clientelares y género, con especial interés en los procesos interétnicos y de construcción de identidades. Julián B. Ruiz Rivera es catedrático emérito de la Universidad de Sevilla. Ha pronunciado numerosas conferencias en universidades españolas y extranjeras, especialmente colombianas, como la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, la Universidad Nacional de Colombia en Medellín,
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la Universidad de los Andes en Bogotá, la Universidad del Externado en Bogotá, la Universidad Tecnológica de Bolívar en Cartagena de Indias, la Universidad del Norte en Barranquilla y la Cátedra del Caribe de la Biblioteca Nacional de Colombia. Ha publicado varios libros sobre la historia colonial del actual territorio de Colombia, como Fuentes para la demografía histórica de Nueva Granada (1972), Encomienda y mita en Nueva Granada en el siglo xvii (1975), Los indios de Cartagena bajo la administración española en el siglo xvii (1996) y Cartagena de Indias y su provincia, una mirada a los siglos xvii y xviii. También el comercio entre España y América ha sido objeto de su estudio, habiendo publicado un buen número de artículos y el libro titulado El Consulado de Cádiz. Matrícula de comerciantes, 1730-1823 (1983), así como, en colaboración con María Cristina García Bernal, Cargadores a Indias (1992). La historia de EE. UU. ha sido otra de sus dedicaciones, fruto de la cual ha sacado once capítulos que cubren toda la historia estadounidense en la Historia de las Américas, coordinado por Luis Navarro García (1991) y una biografía de Abraham Lincoln (1991). Es miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia por la Provincia de Sevilla y miembro correspondiente extranjero de la Academia Colombiana de Historia. Ann Twinam es catedrática de Historia y ocupa la Cátedra Walter Prescott Webb en la Universidad de Texas en Austin. Es autora de numerosos artículos y de los siguientes libros: Miners, Merchants, and Farmers in Colonial Colombia (1982), Mineros, comerciantes y labradores: las raíces del espíritu empresarial en Antioquia: 1763-1810 (1985 versión español]; Public Lives, Private Secrets: Gender, Honor, Sexuality, and Illegitimacy in Colonial Spanish America (1999), libro ganador del premio Thomas F. McGann Rocky Mountain Council Latin American Studies y finalista del premio Bolton-Johnson Conference on Latin American History, versión en español: Vidas públicas, secretos privados: género, honor, sexualidad e ilegitimidad en la Hispanoamérica colonial (2009); Purchasing Whiteness: Pardos, Mulattos and the Quest for Social Mobility in the Spanish Indies (2015) que ganó el Bryce Wood Book Award, (Latin American Studies Association), el Bolton-Johnson Award (Conference on Latin American History), el Albert J. Beveridge Award (American Historical Association), y el Bandelier / Lavrin Colonial Book Prize (Rocky Mountain Council
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Latin American Studies). De este último título se prepara una edición en español. Su investigación actual se centra en el género, sexualidad, ilegitimidad y familia en el mundo atlántico-hispano en 1476-1800. En 2018 ingresó en la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias. José Villena Jurado es licenciado en Filosofía y Letras (Geografía e Historia) y doctor por la Universidad de Málaga (Historia Moderna). Ha publicado artículos en revistas especializadas y participado en distintos congresos nacionales e internacionales. En los últimos años destacarían dos libros: Málaga por el rey don Felipe, nuestro señor, tercero de este nombre (1598-1621), y la novela histórica La sombra de un jinete planeó en Málaga. Pilar Ybáñez Worboys es doctora en Historia Moderna por la Universidad de Málaga y profesora del Área de Historia Moderna en dicha Universidad. Sus líneas de investigación se centran en la Málaga del siglo xvi, la administración municipal en su vertiente más institucional, con particular dedicación a las oligarquías locales y redes clientelares, así como las mentalidades, la religiosidad y el ámbito festivo. Estas temáticas se han ampliado tanto al reino de Granada como a la corona de Castilla. Recientemente también con intereses en otros campos y centurias vinculados a las minorías: moriscos, cautivos en los siglos xvii y xviii. Tales estudios se han sustanciado en un buen número de publicaciones de carácter internacional y nacional.
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