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Spanish Pages [216] Year 1851
V
EXAMEN HISTORICO'CRITICO DEL REINADO
DE DON PEDRO DE CASTILLA. OBRA PREMIADA POR VOTO UNÁNIME
DE LA
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA en
el
certamen que abrió
la
misma en 2 de Marzo de 1850,
su AUTOB
DON ANTONIO FERRER DEL
RIO.
MADRID. EN LA IMPRENTA NAQONAL. 1851.
Postremo
in scelera
remoto pudore
simul ac dedecora prorupit
et ractu,
,
postquam
suo tantüm ingenio utebatur.
Tac, Annal
lib.
W.
^
Antes de proceder
al
examen
histór ico-crítico del
reinado de D. Pedro de Castilla, necesitamos decir
muy
breves palabras sobre
Europa
del siglo
XIV y
el
aspecto general de
la
sobre los sucesos algo ante-
riores de la península española.
Profundamente considerado los confines
del pueblo
:
de dos mundos
,
el
el siglo
XIV ocupa ,
del feudalismo
y
el
en todas partes se advierten síntomas de
unidad levantamientos contra ,
pensiones á centralizar
el
la aristocracia
poder en un solo
,
pro-
jefe.
La
6 extinción de los templarios atestigua que ha muerto el
espíritu aventurero
de
ción de la |)ólvora recibe ría
cuando
:
noble
,
y
las
cruzadas: con
un golpe mortal
pagar sus huestes, y
á los mercaderes para
donde antes
la
el
ocupan
los jurisconsultos
solo
tomaban asiento
ceres armados de punta en blanco
vanecerse
la caballe-
bala del villano atraviesa la coraza del
la
los príncipes recurren
tribunales
comienza á des-
,
en
,
los
Guillermo Tell tremola
darte de
en
de
,
la libertad
las
las
los Césares
ó bajo
mundo,
señoríos de Italia en
que es todavía rosas.
Con
el
la
poder moral de
un
y
el
yugo
Papas
los
mejor esperanza de
Aviñon
un monarca
los
la
la
pequeños
pcnsamienta
solo estado;
las
almas gene-
santa sede
,
por
el
francés, se suscitan entre
los católicos discordias funestas
,
que
al
fin
un gran cisma. El encumbramiento de al
estan-
el
se esfuerza Nicolás Rienzi por
trasladarse á
ascendiente de
Austria
ten-
montañas de Suiza. En Ro-
convertir las turbulentas repúblicas
cii
,
providencialmente destinada á ser bajo
señora del
y
reyes ó de los tribunos por consolidar
las nacionalidades.
ma
,
la historia.
Son frecuentes aunque de éxito vario de
los
los pro-
caos de todos los elementos sociales
influencia popular se abre paso
tativas
inven-
la
trono imperial, prepara
el
la
rompen casa de
triunfo de
un
7 sistema
en cuya virtud
,
'
la
elección para tan alta dig-
nidad llega á ser pura fórmula haciéndose realmente ,
hereditaria.
rato
y con
Por aquel tiempo
con hostil apa-
estalla
apariencias de larga vida,
tre Francia é Inglaterra;
y
el
estandarte de San Jorge
ondea victorioso en muchas poblaciones sobre
San
en-
rivalidad
la
de
el
Dionisio.
A
vueltas de agitaciones no interrumpidas y de
sangrientas luchas
,
gentes de los comunes forman citos
de
milicia
,
los reyes
:
suceden
avanza camino
la civilización
las
;
núcleo de los ejér-
el
á las expediciones marítimas de
las del
comercio
,
y
naves geno-
las
vesas y venecianas surcan los mares orientales
fundiendo majestuosamente
la luz
y
la
la
,
di-
riqueza, y
creando ciertos intereses comunes entre dos razas enemigas. Detrás de los trovadores
,
que cantan á
las
puertas de los castillos las hazañas de los cruzados,
vienen
los poetas
,
que hacen resonar
la
trompa épica
ó pulsan el laúd con acentos de patriotismo, y con ellos los historiadores _^
verdad de
los
fecundamente sepulcros
mulo de
,
,
que dándoles ayuda arrancan ,
,
la
senos del olvido, y ensalzan ó vituperan la
memoria de
los
que yacen en
los
para escarmiento de los malvados y estí-
los virtuosos
;
y mientras
acción procuran reconcentrar
el
los
hombres de
predominio en bien
8 de
las
naciones
,
hombres de estudio
los
enseñan
las
á regocijarse con sus venturas ó á llorar sus vicisitu-
misma
des en una
lengua.
Aunque por su
situación geográfica
y por
la difi-
cultad accidental de las comunicaciones con los de-
más
países
,
se halla la península española bastante
apartada del movimiento general de Europa su civi,
lización
no se rezaga antes bien va delante ó
de
las
la
,
de
demás
naciones. Muerta á orillas del Gua-
dalete la monarquía goda turias.
de
,
nace
la
de España en As-
Al principio tiene por estados algunas leguas
montañas por subditos
silvestres
tores; por capital
par
al
;
ejército,
un puñado de
una cueva. Sin embargo
,
allí
,
pas-
infelices
fugitivos,
vence á
y por
los
mu-
sulmanes; y estos bárbaros del mediodía, dispuestos instintivamente á recorrer
el
no en sentido inverso que
los
estremecen
al oir la
antiguo
mundo roma-
bárbaros del norte
voz de Pela yo
,
,
se
que resuena con
eco vigoroso en Cataluña y Navarra, y les anuncia
una
resistencia tenaz
ligiosa
y por
el
Después de
la
la fe
re-
patriotismo. la
primera victoria bajan
nos de Covadonga mites de
como alimentada por
,
ensanchan con
la
los cristia-
espada
los lí-
naciente monarquía; dan origen á otros
estados; pacientes en los trabajos, avanzan vence-
9 dores
y
;
si
alguna vez retroceden es como para co,
brar mayor empuje. Tras cinco siglos de encarniza-
da lucha
,
se aprestan á pisar las fértiles
andaluzas. Alfonso ejército
lla el
VIH príncipe ,
campiñas
castellano
numeroso. Pasándole muestra
ramos señalar puntualmente
acaudi-
,
,
pudié-
en que se di-
los reinos
vide España y la organización social de Castilla. Allí ,
viéramos á los aragoneses y catalanes á ,
á los de Portugal
,
y á
los
de Navarra capitaneados ,
por sus respectivos monarcas
ma
de León,
los
,
unidos bajo una mis-
bandera y animados de un mismo sentimiento.
Detrás de Alfonso VIH presa
,
,
descubriéramos á todos sus vasallos
bispo de Toledo con
maestres de
las
em-
alma de aquella insigne
prelados y
arzo-
al
;
sacerdotes; á los
órdenes militares de Santiago
cántara y Calatrava con sus bizarros
freiles;
,
á los
nobles con sus mesnadas; á las ciudades con sus licias.
Cada una de estas
ascendiente de
los
Al-
mi-
clases tiene vida propia. El
prelados
como poder temporal
data en Castilla desde que Gregorio VII ciñe á las sie-
nes de un monje de Cluny
la
mitra de Toledo y hace
prevalecer sobre el rito mozárabe el romano. Los no-
han conquistado
bles
batallas,
tierras
y
privilegios
y figuran como pequeños reyes. Los plebe-
yos lanzándose siempre á vanguardia en ,
en cien
la
heroica
^
10 demanda de
la
el territorio
que devastan
reconquista; poblando intrépidamente
musulmanes antes de
los
cederlo á las armas cristianas
ganan mayores
,
tades á medida que se aventuran á gros. Así prelados
mino en
la cristiandad la
la
zozobra con que
santa y larga cruzada de
contra los mahometanos. Estos quedan
los españoles allí
recios peli-
magnates y plebeyos, ponen tér-
Navas de Tolosa á
las
contempla
,
mas
liber-
irrevocablemente vencidos
,
bien que prolonguen
su dominación en las extremidades de España.
La necesidad de pendencia patria
,
fluencia saludable
la
unión
,
para sostener
ejerce sobre los castellanos
y
civilizadora
:
ya es
la
cortes,
inde-
una
in-
monarquía
han trasfor-
hereditaria; los concilios de Toledo se
mado en
la
donde tienen voz todas
las clases
del estado. Después del famoso triunfo de las Navas,
sobreviene un suceso no menos venturoso.
ma mano,
de Fernando
la
III,
á quien llamaríamos
El Grande á no habernos autorizado denominarle El Castilla.
Sa7ito
,
Una mis-
empuña
el
la Iglesia
cetro de
para
León y
Bajo su sabia autoridad cobran nuevo aliento
los vasallos
y arden en sed de gloria y dentro de ,
Córdoba y de de gratitud
Sevilla,
al
entonan himnos de alabanza y
Salvador del mundo. Los monarcas
vecinos emulan en ardor bélico á Fernando; D. Jaime
11 El Conquistador incorpora
de Mallorca,
el
reino de Valencia y
de Aragón y Cataluña;
al
el
rey de Por-
tugal expulsa á los sarracenos del Algarbe el litoral
mas
de
península española
la
que
territorio
el
;
y en todo
no queda á estos
,
de Granada, y eso rindiendo
y pagando no escaso tributo á
vasallaje
el
los cris-
tianos.
Aun quedan prueba. Fernando
vencedores largos dias de
á
los
III
comprende
urgencia de orga-
la
nizar vigorosamente sus estados para afianzar el po,
der público, y echa
el
cimiento del orden social con
la
creación de los adelantados mayores para gobernar
en su nombre solo.
los antiguos reinos
,
reducidos á uno
Se afana por adelantar su grande obra, mas so-
lamente
le
alcanza
la
vida para encomendar á su hijo
tan grave cuidado.
Alfonso
de
la
,
,
no es
Además
el
rey que á
la
la práctica
la
le
ne-
mitad de su vida en pretender
vasallos á la voz de su hijo D.
años
los
sazón conviene á Casti-
imperio de Alemania, hasta que se
los
de
desperdicia los medios de acción en que
abunda, pasando el
á su sabor en las especulaciones
y nada versado en
ciencia
gocios lla.
X muy
matan
ra, rodeándose
los pesares.
le
sublevan los
Sancho y mas que ,
Cultivando
la literatu-
de hombres doctos, privilegiando á
12 las
universidades, y sobre todo formando
Fuero
el
Real y
el
Código de
mente
el
sobrenombre de Sabio; valiórale mas haber
merecido
las
Partidas
,
conquista legítima-
de Fuerte. Es laudable su anhelo de es-
el
un derecho común entre
tablecer
doloroso que
,
los castellanos;
anticipándose á su siglo
vigor á un cuerpo de leyes
,
,
y
procure dar
ineficaces por estar
en
absoluta disonancia con las costumbres de su reino.
A á
unidad propende
la
unidad cimentada sobre
la
altar
Código de
el
y
bleza y
la
Partidas:
las
íntima alianza del
repugnan enérgicamente
el
trono
el
pueblo y esterilizan los desvelos
lo
:
,
no-
la
legislati-
vos del monarca.
Después del corto reinado de D. Sancho El Bravo
,
trabajado por las rebeliones en favor de los del
linaje
de
la
Cerda, viene
Fernando El Emplazado tal
puede llamarse
do de revueltas
como un
,
,
la
don
larga minoridad de
y luego su gobernación
la ejercida
desde un trono
,
,
si
cerca-
por un príncipe débil é inexperto
niño.
Una nueva minoridad trema horriblemente Facinerosos
,
las
,
la
de D. Alfonso Xi
calamidades de
extraña hallar
los
tal
suerte
,
ex-
Castilla.
procedentes de todas las clases
ban en robos y asesinatos de
,
,
se ce-
que nadie
hombres muertos en medio de
los
15 caminos. Mas no bien cumple D. Alfonso catorce años,
empuña
mano
cetro con
el
firme, restablece el sosie-
animoso contra
go, sujeta á los nobles, batalla legisla
prudente en beneficio de sus vasallos.
fieles,
y
Como
ilustre militar
entendido
,
no menos que como legislador
es digno de loa.
,
A orillas del Salado logra como
triunfo tan importante
un
los in-
Alfonso VIII, juntamente con
el
de
el
Navas:
las
si
arzobispo D. Rodri-
go, resuelve en las Navas de Tolosa la irremisible
ruina de
dominación musulmana; Alfonso XI, en
la
unión del arzobispo D. Gil García de Albornoz, corta con ras el
la victoria ,
la
y con
del Salado
comunicación entre
reino de Marruecos
el
y
emirato de Granada. Resumiendo además aquel
soberano sus tareas legislativas en calá
de Henares de
1
miento que encierra castellana. bio
toma de Aljeci-
la
,
No dado
348
,
las cortes
de Al-
publica el célebre ordena-
la semilla
á teorías
de
como
transige hábilmente con todos
la
grande unidad
D. Alfonso El ,
les
y
Sa-
hace ad-
mitir sin repugnancia una legislación encaminada á
robustecer
el
poder del trono
brarse todos los litigios; y en
,
por lo
la cual
que
tenga, por los fueros particulares; y tasen estos
,
por las leyes de Partida.
visión no se oculta
que
la
allí
si
deben
li-
no se con-
tampoco bas-
A
su alta pre-
grande obra de
la
organi-
14 zacion social necesita tiempo y comienza por ,
cipio,
ra á hacerlo todo de
vida
al
vencedor en
el
un
Mas no alcanza
golpe.
pié de los
calarlos
,
muros de
critores del
,
matando
tiempo á ,
,
al
gloriosa carrera
y ya próximo á es-
Gibraltar,
víctima de la peste negra
espanta á Europa
,
que á
la
la tercera
de aquel gran soberano
memente zo de
1
alza
:
sazón
decir de algunos es-
parte de sus mora-
dores. Hasta los sarracenos se lamentan de la te
la
Salado para seguir perfeccio-
nando su pensamiento, y acaba su al
prin-
que aspi-
diferencia de D. Alfonso El Sabio,
íi
el
llórala Castilla
,
muer-
y unáni-
pendones por su hijo D. Pedro en Mar-
350. Gibraltar debe ser
el
punto de partida de
sus empresas militares, y el Ordenamiento de Alcalá el
de sus tareas legislativas para seguir
de su padre, y para satisfacer
las
las huellas
dos necesidades
permanentes de sus vasallos avanzando en ,
la
re-
conquista y en la organización del reino.
Según nuestro plan
,
estos breves apuntes son
bastantes para proceder con conocimiento de causa al
Examen
Castilla.
histórico-critico del
remado de D. Pedro de
Privanza de Don Juan Alfonso de Alburquerque.
Wasto asunto de censura ofrecen de Don Alfonso XI la
,
las debilidades
y nos apartaríamos de
imparcialidad exige,
si
lo
que
únicamente tributáramos
alabanzas á su memoria. Vencedor de los moros en la frontera
y de
los nobles
en
lo interior
de sus Es-
tados, no supo triunfar de su propia incontinencia
desde que
,
por
el
ansia de lograr sucesión
,
ó por
inconstancia conyugal, puso los ojos en una
hembra de
la estirpe
de
los
rica
Guzmanes joven aun,
,
que ya enlutada por muerte de su esposo, y en quien andaban en competencia
hermosura. Una y otra vez
la
discreción
la requirió
el
y
la
monarca
16 de amores; oyóle
ella
en
principio altiva, des-
el
pués amansada, y por último cariñosa;
y es
lo
cierto
que entrando quizá Don Alfonso en aquel
ilícito
trato solamente con
una pasión pasajera
,
muy
el
alma inflamada por
luego dejó en los brazos
de Doña Leonor de Guzman la voluntad cautiva. Los caprichos de la dama tuvieron fuerza de ley bien ;
que detuvo su ambición contra
amante,
al pié del trono,
la
voluntad de su
por no suscitar desave-
nencias que embarazaran su privanza
echaba de menos mente.
Año
al torpe
mas
tras
el título
año hubo de acostumbrarse
escándalo que duró veinte
des con ayuda y de
muy
el
la
mano de
,
el
y
Castilla
los proceres
de adquirir mercemanceba. Por
la feliz
bastardo enlace del rey y
fecundo, y para que
que no
de reina siéndolo virtual-
calificados se envanecieron
desdicha
en
,
la
Guzman
mal no tuviera
tasa,
fué
en
varones, á quienes heredaba espléndidamente su padre, creando así grandes vasallos y deshaciendo la
obra de su política central con nuevas
desmem-
braciones de territorio.
Dejada de parciales y sumida en la reina los
Doña María
el
baldón á que
la
condenaban
devaneos de su esposo. Ni dándole un* legítimo
heredero; ni acudiendo
de su padre la
tristezas, lloraba
el
solícita á
ablandar
las iras
monarca de Portugal, ultrajado por
conducta doméstica del castellano
;
ni volviendo
airosa de aquel vecino reino con naves y huestes
17 que engrosaran
las
acampadas en
y ciñeran nuevos lauros á arrugaba ventura le
el
,
mantenía alejado
Lo que
la re^ia frente
ceño ante las miradas de
pudo atraerle
calla
el
al
por
la
la.
historia
gradual
pasión de los celos. Lágrimas abundantes arel
criminal extravío de
Alfonso, hasta que, fatigada de llorar infructuo-
gua de
la
se adivi-
,
la alteración
samente y amortiguado su amor de esposa
se,
de donde
,
alma de una mujer ulcerada
rancó sin duda á Doña jMaría
Don
esposa sin
seductor donaire de su dama.
na y comprende observando el
que solo
,
la
tálamo nupcial
ó solo insinúa
que experimenta
de moros,
tierra
la
,
men-
sin
honestidad que cumplía á su estado y cla-
tuvo sobre
el
corazón
usurpaba; y, respirando odios,
satisfacerlos
que su
la felicidad
rival
esperanza de
la
con sangre trajo consuelo á sus tribu-
laciones.
Al lado de una princesa tan ofendida y ensañada crecia
y
se
educaba Don Pedro
trono y huérfano de padre
,
,
legítimo sucesor del
teniéndolo vivo, en una
soledad, que desdecía igualmente de su nacimiento
y de su grandeza futura. Gustando leite
de
las caricias
el
maternales, se infiltraba
neno del rencor en su pecho
infantil
impetuoso: v€ia los padecimientos de
dado
el
ser,
y
le
expansivo de-
dedicaba
adolescente comprendía
el
la
el llanto
el
ve-
y de natural
que
le
habia
de niño: de
origen de tales sinsabores
y anheló ser poderoso en su desagravio. Así alboreó
2
18 en su mente
la lozanía
de
la
juventud
,
comunicando
á su vehemencia nativa rigor y fiereza la sed de ven-
ganza. Testigo constante de las amarguras de la madre,
con quien tenía deudo, y de las impetuosidades del hijo, á quien servia
de Alburquerque
de ayo, era Don Juan Alfonso
portugués
,
muy
ilustre,
en edad y buen seso, ausente de adhesión á
la reina
,
el ocio
de su grande am-
y de su capacidad no pequeña.
debe serlo
el
por su
y determinado á no desmentirla
aun á riesgo de perpetuar bición
maduro
la corte
que padece desaires de
Sufrido, la
como
fortuna
,
y
dotado de singular perseverancia primera virtud del ,
que busca y merece en que su
alto
medro, vivia esperanzado
fidelidad alcanzarla
recompensa cuando
su discípulo subiera al trono. Quizá le parecían de
buen agüero los frecuentes raptos de cólera del joven infante, adusto
ademas y voluntarioso, no ocultán-
dose á su sagacidad
la
inminente contingencia de
que se tornaran en hábitos
tales instintos, si bien
fiando en que nunca se le acabarla el ascendiente de
maestro
,
y podria por
lo tanto hacerlos
parar á su
en severidad
justificada
sabor en bravura pujante
,
y en activa entereza. Todavía estaba insepulto fonso XI al decir
,
el
cadávór de Don Al-
y grande principe de ¡os del mimdo^ mismos moros de Gibraltar, que te-
noble rey
de
los
nian razón sobrada para congratularse de su muerte,
19 y ya se notaron señales de ingratitud hacia la antigua dispensadora de la munificencia soberana. Me-
Guzman
drosa Doña Leonor de
de Medinasidonia
villa
por
,
la
que
de mejor estado en Andalucía
en
hecho
le tenía
homenaje Don Alfonso Fernandez Coronel los
en su
se guareció
,
noble de
y mas probado
,
valor de su pecho que en la fijeza de sus opi-
el
niones.
Apenas comenzó á nublarse
el
astro de luz
benéfica para este magnate, vino á ser el resplan-
dor de otro planeta imán de su ambición y foco de su esperanza. Ante todo quiso desatar
que
unia á Doña Leonor con título de vasallo
le
importándole vulnerar
,
no
las prerogativas del infortu-
nio, doblemente respetables
voca
vínculo
el
si
una mujer
las
in-
á trueque de ser acepto á los ojos del nuevo
,
príncipe y de la soberana á quien no habia acorri-
— «En verdad, compadre ami-
do en su desamparo. go á fuerte hora ,
me
sé ahora quién por
bulada
la
Guzman
emplazastes la mi villa
mí
al
la
,
ca no
querrá tener," dijo atri^
antiguo servidor que la aban-
donaba con apariencias de enemigo y frases de no menos amargura hubieron de saltársele muchas ve;
ces del corazón al labio lidad de los
que
la
,
porque
la
quebradiza fide-
prodigaron lisonjas mientras
podia galardonarlas con liberalidades, les indujo á
dar
el
propio sesgo á sus designios ulteriores.
Únicamente hijos
la
acompañaron en su miedo sus
gemelos Don Enrique y Don Fadrique,
los
cua-
20 les
aventajaban en un año
la
edad del soberano, que
á la sazón contaba diez y seis no cumplidos
Guzmanes,
deudos
los
uno de
ellos
Enriquez y
los
maestre de Alcántara
demás en
la
castillos.
No
,
y sus
;
los Ponces,
y señores
los
comarca de fuertes lugares y almenados era de presumir que la que en los
tiempos de bonanza para su fortuna habia insistido
en rehusar
el
cetro castellano
abrigase ahora pro-
,
yectos hostiles sin derechos, ni recursos, ni parciales.
Antes bien
se
comprende que codiciara pasar
el resto
de sus dias en calma con su larga prole y sin con-
que
sentir á su ambición otro pasto
el
de
los anti-
guos recuerdos. Claustros habia y ejemplares de ser ,
paradero de las favoritas de los reyes
ellos el
advenimiento de sus sucesores
:
al
al
hijo le estaba
bien correr un velo sobre las flaquezas de su padre: sin ser llar
modelo de generosidad, podia
la
viuda humi-
á Doña Leonor encerrándola en una celda
.sobre todo
,
;
y
con ser caballeros y no rebeldes, debian
interceder en librarla de daño los que de su privanza hablan sacado provechos no mezquinos.
Tanto era su abandono que tuvo á dicha ,
guro con que sidonia
,
los
la
el
se-
brindaron, á su tránsito por Medina-
que llevaban
los restos
mortales de
Don
Alfonso XI desde Gibraltar á Sevilla. Gran trecho de la
ciudad salieron á recibir Don Pedro y su madre
el
cuerpo del soberano; y
con
la (ine lo
tuvo presa
al
el
encontrarse de repente
alma, desperdiciaron tan
21 propicia coyuntura de hacer sobro aquellas veneran-
das cenizas
de sus rencores.
el sacrificio
Tímidos y desconcertados se refugiaron drique entre los comendadores de
Don Enrique y
tiago,
Don Fa-
Orden de San-
la
demás en
los
,
Aljeciras; y
mientras en ninguna parte se consideraban á salvo,
y Doña Leonor de Guzman vivia encarcelada en la corte se encumbraba al poder Don Juan Alfonso de ,
Alburquerque; y con pié tan seguro, que plácito
A
ninguna fortuna duraba
ni fenecia
miedo de
el reino.
los
que
el
iban apoderándose de Aljeciras de
hora en hora y mansamente
en aquellas
se presentó
,
aguas Gutierre Fernandez de Toledo ,
en
bene-
de que no parase en abierta rebeldía
fin
del rey
sin su
montando con buena gente
,
guarda mayor
las galeras pre-
venidas contra los moros. Al punto les franquearon vecinos todas las puertas
los el
conde Don Enrique
Como
parciales. ellos
,
se le iban
como por discípulo
lejos
salió
,
salvo una por donde
de prisa en unión de sus
de aumentársele
muchos á
otra parte
y favorecedor
la
número de
el
merced del soberano y ;
Don Juan Alfonso el
diera á su
saludable consejo de evitar
y sus amigos anduvieran apartados de la corte y sueltos por Castilla unos y otros entraron en negociaciones y vinieron en breve á una
que
los bastardos
,
feliz
concordia.
De
resultas
Don Enrique
se fué sose-
gado á Sevilla; Don Fadrique obtuvo autorización para seguir en las tierras de su maestrazgo
,
y do
las
^2 pasadas desavenencias solo quedaron vestigios en
mandato que
se
impuso á
los caballeros
de
la
el
Orden
de Alcántara de guardar en nombre del rey sus castillos.
Esta providencia trascendental por lo que
contribuia á centralizar el poder en el trono, era
algo peligrosa por lo que afrentaba á los deudos de la
Guzman
el
que se dudase de
sumisión reciente,
si
duda con escoger á
mandar en
sinceridad de su
la
bien se paliaba en la
mucho
par á varios de
las fronteras del
ellos
esta
para
emirato de Granada y
habérselas con los musulmanes*
Desgraciadamente antes de que se efectuara este designio
,
tornaron á encaminarse á escándalo desas-
troso las voluntades.
Una
hija
de Don Juan Manuel,
famoso rebelde del anterior reinado, fué causa de
que
la
mal cimentada armonía perdiese
terreno.
hermano Don Fernando de Villena queria
casarla
madre y el valido prestaban su ayuda presa como estaba Doña Leo-
con le
Su
el
rey
Don Pedro, y
la reina
:
nor de Guzman y anhelosa de
la felicidad
de Don
Enrique, ó por buscar algún alivio á su propia suerte
con nuevos entronques de familia
con aquella dama. Descubierta
,
casóle en secreto
la intriga,
mostra-
y Alburquerque pesadumbre y enojo; Doña Leonor fué conducida á Carmona y encerrada
ron
la
reina
mas estrechamente; y junto con dos parciales atravesó Don Enrique todo el reino salvándose al
allí
,
fin
en sus condados de Asturias.
25
A
verdad ningún riesgo amenazaba á
la
entonces por
Castilla
lado de la parcialidad de los bastar-
el
puede decirse que se hallaban solos y que si su madre no infundía lástima á los mas de los cordos
;
,
,
tesanos
,
tampoco era blanco de su saña. De otro
lado vino el accidente que puso alas á la discordia.
Una enfermedad
joven soberano;
terrible postró al
y como su vida estuvo en
último peligro
el
quién habia de sucederle se dividió
Alburquerque
parcialidades. ellas
D.
,
patrocinaba
Fernando
,
el
,
sobre
,
en dos
la corte
de una de
caudillo
derecho del infante aragonés
marqués de Tortosa
hijo
,
de doña
Leonor que era segunda muger de D. Alfonso IV ,
de Aragón y hermana del onceno de
Castilla
,
:
don
Alfonso Fernandez Coronel capitaneaba la otra
Nuñez de
sostenia la legitimidad de D. Juan
como vastago
propicio al rey de Portugal estos dos bandos
diese la
A
del linaje de la Cerda.
mano de
,
al
llaban presentes en el lugar ;
el
,
la reina
le trajo
á
,
las
porque en
la corte castellana la
aversión con
miraba su entenado D. Pedro conocido en
la
,
nombres de El Cruel
historia por los varios
Puñal
nom-
se ha-
donde se agitaban
su madre, fugitiva y recelosa de
que
viuda,
Ambos
marqués de Tortosa
unión de otro hermano
de tener
personaje con cuyo
bre autorizaban sus opuestas divisas.
disensiones
Lara,
intentaba cada uno de
que doña María esposa
fin
y
,
,
El Ceremonioso
,
,
El
la
del
cuarto de Aragón y tercero
24 Nuñez do Lara, porque después de
Cataluña:
(le
perdonarle D. Alfonso XI su rebelión en Lerma
mantuvo sumiso á su lado y
al
se
,
de su heredero en
el
trono. Ellos avivaban la enemistad de sus parciales;
marqués de Tortosa eran mas en número
los del
tenian mejor razón que los de Lara
que
Castilla habia
,
,
y
puesto caso
jurado á doña Leonor en cortes
antes de contar sucesor legítimo su hermano
y que
,
D. Alfonso de la Cerda, padre del otro pretendiente,
habia renunciado sus derechos á la corona
siendo
,
D. Dionís de Portugal y D. Jaime de Aragón jueces
de su demanda. Mejorada
mente nes
la salud del
desaparecieron los motivos de estas divisio-
,
mas prolongaron sus
;
de D. Juan Alfonso
ban sus contrarios
,
,
el
efectos el creciente favor
la ojeriza
y
los cuales le
calidad de extrangero
ruina
rey hasta sanar completa-
,
con que
mira-
le
echaban en cara su
como para
interesar en su
empe-
patriotismo de los castellanos. Estos
zaron á declararse por D. Juan Nuñez de Lara y por Garcilaso de la
con
el
te
y
;
,
desabrimiento de verse postergados en la
faltado el
Vega que se fueron hacia Burgos
rebelión cundiera velozmente
en su cuna, por
soplo que
Garcilaso
,
mas
la
á no haberla
muerte de Nuñez de Lara,
atizaba su fuego. Vivo lo sostuvo
mas no devorante que ;
funto D. Juan Nuñez en vado, seguíale
,
la cor-
muy de
el
lejos
si
no cedia
encono contra en
la influencia
al
el
di-
pri-
y en
el
25 arte de hacer fecundos los ímpetus de su voluntad,
aun reteniendo tilla.
la
investidura de adelantado de Cas-
Por entonces perdieron también
tos otro
los
desconten-
apoyo en D. Fernando, cuñado de
fuerte
D. Enrique y sobrino de Lara
,
quien pasó de esta
vida en su señorío de Villena, ya avenido con
matrimonio secreto de su hermana y mal pagado
el
del
valimiento de Alburquerque. Tal era
el
semblante de
las cosas
cuando
costumbre de inaugurar sus reinados
la
los
cas de Castilla con la celebración de cortes
,
fiel
,
á
monarlas
vocó para Valladolid D. Pedro, y bajo tan
con-
felices
auspicios de veneración á los fueros de sus vasallos,
movió de
se
Sevilla á principios
gado á Carmena
manos de
la
1
351
.
Apenas
lle-
puso á doña Leonor de Guzman en
,
y con escarnio de la mepaseó á manera de trofeo de
reina viuda
moria de su padre
,
lugar en lugar hasta
en que diera
de
la el
,
de Llerena donde consintió ,
maestre D. Fadrique
al
el
último
abrazo.
madre y el hijo no se cruzaron palabras sino sollozos. ¿Qué hablan de decir las lenguas, Entre
si
los
mas
la
horribles presentimientos taladraban agu-
damente sus corazones y las
les
ahogaban
la
voz en
gargantas? Por mas de una hora presenciaron
carceleros de entrañas empedernidas la angustia de
aquellos infelices
,
y
al
cabo usaron de una miseri-
cordia involuntaria poniendo
fin
á su
entrevista.
26 Tras
ella se
sado de
quedó en Llerena D. Fadrique dispen,
asistir
á las Cortes
en ningún
trar
castillo
Doña Leonor de Guzman
y
,
de
sin facultad para
Orden de Santiago.
la
fue llevada bajo la custodia
de Fernandez de Toledo á Talayera esperar poco
un escudero de
za
,
,
madre
,
allá
,
puñal aleve. Así
el
bárbaro deleite de
el
desentendiéndose de que
sangre
donde se hizo
,
la reina
enviado para clavar en su seno saboreó doña María
en-
la
vengan-
regada con aquella
habia de extender sus raíces la discordia
profusamente sembrada en
el reino.
Para absolver á D. Pedro de tan feroz asesinato, fuerza sería sostener que
ensalce á
mueve prueba
,
un monarca no ,
que se
la justicia el
razón que se
solo por el bien
le
que pro-
censure por
los
soberanos de Castilla
plaza el respeto
filial
,
edad de
,
condena im-
menos dan por
plícitamente las leyes que con tres
mayores á
re-
daño que
la corta
que tenía entonces
,
el
,
que no impide. El que espada en
abrace su defensa é invoque
diez y siete años
le
la
sino por el que fructifica á su sombra
causa como por
mano
exigiendo
,
:
el
que saque á
que obedece mudo
lo
que se
impone por mucho que repugne á sus sentimien-
tos
,
hace concebir
las insinuaciones
la
idea de
maternales
,
un príncipe sumiso á
y suspenso de su voz
para guiarse por sus advertencias ó seguir
de sus mandatos. Quizá tengan solidez
tales
sos; acaso descansen en débilísimo apoyo.
el
tenor
discur-
Mas
si
27 D. Pedro aparece cruel en asesinatos
muy
layera por ser
joven
edad se mostrará benigno
madre mata ,
los
no querrá desagradarla cuando
,
hechos
no hay sino
;
paso á paso
y
,
de Ta-
por complacer á su
si
que perdone. Todavía nos
cline á
el
cuando entre mas en
,
;
como
persistir
falta
le in-
profundizar
en su indagación
nos saldrán naturalmente
ellos
al
camino.
De
tránsito
en Falencia conoció
otro de los bastardos
,
rey á D. Tello,
cuya educación estaba enco-
mendada á Pedro Ruiz de de Palenzuela
el
Villegas.
A
la fuerte villa
residencia del discípulo
,
y
del ayo,
habia ido á prevención poco antes D. Juan García
Manrique por sospechas de que siego la
,
al
rumor de haber
se turbara el so-
sido víctima la
última desdicha. Lejos de disimular
hermano, sabéis
A
allí
lo
en
díjole
el
el
Guzman de rey con su
primer saludo: «D.
Tello,
como vuestra madre doña Leonores muerta.»
que expuso
el
bastardo
:
«
Señor, yo no hé otro
padre ni otra madre sino á vuestra merced.» esta contestación de hielo
en
estar herido
mano,
el afecto
se descubre
,
al
En
darse por noticioso de
mas puro
del corazón
hu-
que D. Tello no se hallaba en
edad de hablar por inspiración propia. Burgos
,
dro su viaje
hacia donde enderezó en seguida D. Pe,
mientras se congregaban en Valladolid
los individuos el
llamados á las cortes
,
se agitaba en
desconcierto que suele preceder á los alborotos.
218
Dentro de
ciudad preponderaban los parciales de
la
Garcilaso de la Vega, y tenian sin voz á sus adver-
loqué aquellos miraban con zozobra y con júbilo, la aproximación del monarca. Gar-
sarios, por
estos cilaso
adalid de la revuelta
,
se adelantó al lugar
,
de
Celada con sus deudos y muchos caballeros y escu-
deros de su bando
para desaconsejar
,
rey en Burgos con
hueste como
tal
entrada del
la
la
que
en
traia
torno. Sobre ello se trabaron de palabras con Ruiz
de Villegas y García Manrique y á no mediar el rey, vinieran de seguro á las manos. A otro dia de ,
mañana
se renovó el escándalo en la villa de
dajos, por mostrarse
que pretendía con
de nuevo
gente y de peor talante. Don
llias
Juan Alfonso, contra quien iba en realidad
de los burgaleses
,
dijo
cumplia poner tasa á situar
,
y no
sin acierto
las fuerzas
que
el
,
el. tiro
que no
les
rey quisiera
en una ciudad suya. Este dictamen sonó bien dispuso en su consecuen-
en
los oidos
cia
que Villegas y Manrique se apoderasen de
de D. Pedro
dería prestamente, este
Tar-
Garcilaso á esforzar lo
y
el
,
la
Ju-
dia en que le cumplieron
mandato fue víspera de su entrada en Burgos.
No
es dudoso que Garcilaso hizo ostentación de
rebelde, ni que en justicia la espada de la ley debia cortar el vuelo á sus esperanzas. Mientras ventilaba este caso el rey en unión de su consejo,
no estuvo
ociosa doña María, su madre; antes bien hizo de
modo que en
la
decisión definitiva se trasluciera
el
29 crédito de que gozaba con su hijo. Dulce en palabras
quiso predisponerle á
la
clemencia
haciendo enten-
,
der sobradamente que no descendian á donde sus pasiones de mujer sus sentimientos de soberana
que su alma viciada por ,
el
derramamiento de sangre.
por
el
texto de
instancias
Aun
después de saber
de
,
no
según
la ira del
y
reo
el
uno y de de
se abstuvo le
la
,
para evi-
soberbia del el
previno en tono de súplica un reina viuda
la
ánimo para
tremendo choque entre
asistir al
un monarca
;
y
de
flaca esta
fu-
el
un
ultrajado y la temeridad de
rebelde no arrepentido otro aposento
cas-
dia siguiente
ir el
escudero de parte de
ror de
,
sentencia la esterilidad de sus
la
Pedro se obstinó en llevar adelante
tigo: Garcilaso
á palacio
y no se esparcia en
se puso entre su hijo
,
tar el contacto
otro: D.
,
los celos
,
se pasó
de
la
cámara
real á
donde no viese ni oyese nada.
Acababa D. Pedro de despedir á doña María cuando se
le
presentó Garcilaso
,
muy
ajeno ó poco
aprensivo de que sus pies le llevaran á Presos
allí
de pronto
D. Juan Alfonso á
tres
la
muerte.
hombres de Burgos, dijo
Domingo Juan de Salamanca:
«Alcalde, vos sabéis lo que habéis de hacer.» alcalde al
no
Y
el
monarca: «Señor, mandad esto, que yo
lo diria.»
Y
el
monarca á algunos de
los
que
estaban á su lado: «Ballesteros, prended á Garcilaso
de
la
Yoga.»
Y
este á D. Pedro:
merced de me mandar dar un
«Sea
la
vuestra
clérigo con quien
me
30 confiese.»
Cumplida que
le fue esta
pequeño portal que daba sobre Alburquerque
que deparaba puesta,
al
rey y
le
la calle,
acercóse
preguntó sobre
la suerte
preso; y de
al
demanda en un
género fue
tal
la res-
que trasmitida á tres ballesteros por dos
servidores del privado vacilantes
se les vio
,
como hombres
mudar de
color
dar asenso á sus oidos. Entonces fuese derecho soberano uno de
de Oña, y
los ballesteros
le dijo:
lo
«Señor, ¿qué mandáis hacer de
matedes.» Diligente
el
«Mando vos
Oña, volvió adonde se
encontraban sus compañeros, y atinando cuente un golpe de maza en
de que placia con
lo
al
que á
rey
porfía
la
la
cabeza
,
al
les
delin-
aseguró
muerte de aquel hombre,
hundieron en su cuerpo
puñales una vez y otra
gre
,
los
hasta que no manaron san-
las heridas.
Este procedimiento sumario, ya que no en legislación
era
al
llamado Juan Ruiz
Garcilaso?» D. Pedro contestó á secas:
que
y
sobresaltados que no osan
,
estaba en las costumbres del siglo
común que
nativamente
;
la
y
los ballesteros del rey hicieran alter-
los oficios
y de verdugos.
Así
la
de guardias de su persona
muerte de Garcilaso no hu-
biera excedido los límites de la justicia, adminis-
trada con rudeza, á no ser porque
el
cadáver fue
arrojado á la plaza y pisoteado por los toros, que
se lidiaron aquel dia para celebrar
Pedro á Burgos
,
la llegada
de don
hasta que se dispuso colocarlo en-
31 cima de un escaño, y después en un atahud sobre la
muralla
donde se
,
le vio insepulto largo
tiempo.
Horror causa tan pertinaz encono sin embargo :
lo
creemos
el
colmo de
la barbarie,
acaso por referir atrocidades de
mas
hijo
Doña María
cuando impulsa
el
no
quedándonos
bulto.
Aquí merece atención una circunstancia que ta á los ojos.
,
sal-
logra ascendiente con su
brazo que hiere á doña Leo-
nor en Talayera sus instancias son ineficaces cuando :
procura detener
el
Burgos
trascurren dias entre
cesos.
y Mas
solo
;
si la
brazo que hiere á Garcilaso en
ambos su-
reina viuda pierde influjo, lo con-
serva Alburquerque: es notoria su enemistad con
y quizá le perjudica doble que la nota de sedicioso: aunque los ballesteros no le prenden ni le matan sin que D. Pedro les manifieste que así Garcilaso
,
,
cumple á su
servicio
,
casi es indudable
cretarlo, confirma lo
que su valido
davía nos impide
buen
el
que
al
de-
le aconseja.
To-
criterio calificarle
mente; pero D. Juan Alfonso no ha de ser
de
los privados,
,
plena-
el fénix
por mas que se afane en sujetar
con mano vigorosa
la
rueda de
la
fortuna
:
le llegará
su hora menguada; y entonces D. Pedro campeará
exento de instigaciones ajenas, y nos será dado pintar al vivo sus
buenas ó malas pasiones. Entretanto
nos sometemos gustosos á
la
esclavitud del método,
á trueque de que gane en solidez juicio.
la
libertad del
52 Extinguida quedó sin morir
también Pedro Fernandez de Medina, Al-
fonso Fernandez Escribano
margo
el
de Burgos, no
así la revuelta
que
Izquierdo,
tres burgaleses presos al
y Alfonso García de Catal
era
el
nombre de
empeñó á algunos
lidad
Castilla
Mu-
tiempo que Garcilaso.
chos fugitivos abandonaron sus hogares:
los
fide-
la
criados del adelantado de
y de D. Juan Nuñez de Lara en salvar á dos
de sus respectivos señores en Vizcaya y en
hijos
Asturias: una enfermedad sepultó en breve á don
Ñuño, sucesor del Lara, á quien D. Pedro perseguía vanamente
,
resguardándole los vizcaínos
se apoderó de sus bel
y de sus
,
;
hermanas doña Juana y doña
tierras
en
las
pero Isa-
Encartaciones y en Viz-
caya, con lo que victorioso marchó á Valladolíd á celebrar cortes.
Imposible que se nos presente ocasión mas favorable de estudiar la sociedad castellana de aquel siglo con su índole y organización especiales tajas
y sus vicios,
clases
,
sus enemistades
vicisitudes. Juntos
y
los
las
,
sus ven-
tendencias de sus distintas
y conexiones
,
sus triunfos y
en cortes los prelados, los nobles
diputados de las ciudades abogan por sus in,
tereses y suplican la reparación de sus agravios. Allí
se
descubre una sociedad, que va pasando lenta-
mente de
la
barbarie á
la civilización
por entre
las
escabrosidades del feudalismo. Este sistema se funda
en
el
juramento de
fidelidad
que
liga
con
los seño-
55 res á los vasallos, directamente ó eslabonándolos
por grados desde
el
primer magnate hasta
colono; vínculo inconsistente
si
el
último
se reflexiona
en que
es fuero del noble apartarse del soberano,
y aun esgrimir
reino,
considera ofendido
,
las
y
salir del
armas cada vez que se
y en que
plebeyo puede
el
mu-
dar de señor solo con andar algunas leguas y trasladar su domicilio de un pueblo á otro. Semejante movilidad de
la
servidumbre feudal
antiguo puesto de
que ocupa
,
el
esclavitud romana, despoja de
la
dia en dia al vasallaje de dureza y de oprobio. Fre-
cuentemente necesita
el
señor lidiar en servicio del
rey ó contra sus enemigos personales; y los siervos suelten la reja ó la
pica ó la ballesta.
Además
esencialmente populares la
de
capucha y
el
,
los
azada y
En
coraza.
acogen en su seno
escapulario arrancan á los
torno de
la
nación
las lo
ciudades; y
que
el
como
el
,
magnate
la libertad
y dad en su concejo lucha entre
el
,
el ,
procer en su castillo
el
se propaga viva
poder público y
las
y
,
,
la
colec-
monarca es en
prelado en su diócesis y ,
su monasterio
y
yelmo y la libertad monárquica del rey
libertad individual del sacerdote
de
,
hombres
el
se levantan la libertad aristocrática del
tiva
la
órdenes religiosas,
las
servidumbre mas pronto que
la
hace que
empuñen
la
abad en
y
la ciu-
pertinaz
la
voluntades par-
ticulares.
A
la
soberanía se enlaza estrechamente la propie-
3
54 dad del
territorio: es clerical la
liaria la solariega;
en
de abadengo
apacibilidad propia del sistema hereditario
de behetrías
tema
nobi-
,
de realengo se disfrutado
la
y en
;
Todas
las
poblaciones
,
que
rey no
el
enajena ó dona en premio de servicios ó para
son de realengo
,
hallan mejor administradas vilegios
,
la
so padece la turbación inherente al sis-
electivo.
de apuros
la
,
salir
y bajo su autoridad se
,
gozan de mas latos pri-
y están dispuestas á prestar ayuda
siempre que los magnates se
le
al
trono
insolentan con tu-
multos. Todas las poblaciones reconquistadas por esfuerzo aislado de
el
hombres animosos, á quienes
arrastraron después sus ímpetus á
la batalla
,
y
la
batalla á la
muerte
muchos que
se disputasen la posesión de los seño-
sin tener sucesores
donde aun estaba mal asentado
ríos,
forman
las behetrías
el vasallaje,
de mar á mar y de entre pa-
primeras con derecho de elegir señor
rientes; las
en cualquiera parte; y
miembros de una la
las
familia.
segundas solo entre
la
guerra
,
la
los
Algunas franquicias como ,
de no pagar fonsadera ó tributo para
de
ó dejando
,
el servicio
de estar encabezadas por
el
que á ,
causa de ser pagadero de San Martin en San Martin
,
recibe el
pecial
les cuestan
bios
nombre de martiniega y ,
la
de no ser vasallos sino de quien
que
sumamente
allí
y no logran
muy
es-
les place,
caras en razón de los distur-
provocan y sustentan
los
que apetecen
señorío. Así las ciudades
y
villas
de
55 realengo son cuna del estado llano y esperanza del trono
paso que en las de behetrías fermenta
al
;
levadura de
la discordia
,
que pone en
la
conflicto á la
sociedad entera.
A
vueltas de la confusión que produce la índole
peculiar del feudalismo, se conoce que el espíritu de localidad es el preponderante
Sobre
llana.
en
términos de
los
las
sociedad caste-
la
heredades ó por
odios de familia, pleitean y aun batallan ciudad contra ciudad tillo.
,
iglesia contra iglesia
Todos
castillo
,
se juntan en
los concejos
contra cas-
uno
,
si
los
proceres olvidan sus mutuas disensiones para alterar el sosiego
y los prelados no se dan mano á fulminar excomuniones si alguno atenta á sus numero;
,
sas inmunidades.
En
violencia, la paz desata lo
sado
el peligro
sus amistades
,
y sus
Entre todas
alguna
la
intereses
:
pa-
allá del horizonte
la vista.
mas
,
peligro
entroncada con
por los bastardos de
los
reyes
,
gioso por las órdenes militares tica
guerra anuda
mas
las clases ofrece
nobleza
la
que
tornan los individuos á no extender
que descubren con •
permanente de
esta situación
y con ,
la el
que otra
real
familia
estado reli-
institución
monás-
y feudal á un mismo tiempo. Sin mantener á raya
á los nobles, son estériles los esfuerzos que se dedi-
quen á
la
organización del país reconquistado de
montaña en montaña: para conseguirlo busca berano
la
el
so-
autoridad moral del sacerdocio cuando le-
56 y
gisla,
la
fuerza material de las ciudades cuando se
pone en armas. Instintivamente comprende que su aliado natural es el estado llano, y le protege
pera sin tasa
y en
,
y pros-
ocasión sellan los que lo
la
com-
ponen su gratitud con sangre.
No hay manera de
ramos del gobierno en aquel
sos
senos en confuso
con de
deslindar fijamente los diver-
importancia. Dediquémonos
permitan
la
complicación y
tirizan la razón
presentándo-
pero tampoco es posible escudarse
;
y apuntemos aclaraciones tan lo
,
para guardar silencio sobre asunto
la dificultad
tal
siglo
prensan
,
el
,
pues
,
á la tarea,
satisfactorias la
como nos
oscuridad, que
juicio
mar-
y son enemigas
capitales de la historia.
Todos militar
que paz
,
y
los vasallos el
rey los llama y los acaudilla siempre
se lanza ó le ,
los
están obligados al servicio
mueven á
la
guerra: asentada
galardona y los despide. Tal es
facultad del soberano,
y
la
que menos
la
mas
la
alta
se le disputa,
y en la que La justicia y la hacienda también radican en el trono, por mas que los prelados y los nobles ejerzan mejor se le obedece.
la
una y administren
la política
la otra
en sus posesiones. De
exterior y del gobierno interior, cuida el
privado; un canciller mayor ó guardasellos, figura frente de la justicia;
hacienda. Por lo
un
común
ción de los reyes
,
al
tesorero tiene á su cargo la el
que ha dirigido
la
educa-
es su primer valido ; el canciller
57 pertenece á
menudo
sacerdocio
al
quien se anteponga á un judío en
rara vez hay
;
cargo de teso-
el
Lejos de ser esta regularidad obra del acaso,
rero.
proviene en nuestro sentir de causas naturales:
monarca
se fia
mas que de
otro alguno de aquel á
quien mira como su segundo padre
hombres que deben amar ,
cada
la
balanza de
paz
la
la justicia
:
,
fes se
hacienda.
la
en manos de
:
se halla bien colo-
solamente
sostienen la actividad del comercio
y saben manejar
De
los judíos
y de
la
industria
estos tres altos je-
derivan gradualmente los demás oficiales de
corona; del privado los adelantados y merinos
yores y menores
del canciller los alcaldes
;
el
,
la
ma-
jueces,
escribanos y alguaciles; del tesorero los contadores
y
recogedores de los tributos.
los
Es innumerable
la
variedad de las rentas reales:
entre otras pagan los pueblos yantares alcabalas,
por
por
que son
las
zarse
,
moneda
acémilas,
servicios extraordinarios:
y
acostumbran muchos á encabe-
fijas
y todos concurren á votar las que se
las
mudan
necesidades de los tiempos. Tanto las con-
como
tribuciones al
forera
,
penas de cámara se arriendan
las
,
que mas puja; método que
quisición de su importe
menes á
los pueblos
:
díos los arrendadores
En suma en cimocuarto
,
la
,
por ,
si
facilita al
bien produce
lo
rey la ad-
mas vejá-
común siempre son
den ó no
la
cara
como
ju-
tales.
sociedad castellana del siglo de-
solo se halla robustamente asantado el
58 feudalismo
,
también se cio le
,
que merma
la
disputa
el
autoridad del monarca:
la
poder temporal del sacerdo-
desvirtuando así bastante
Con
presta su ascendiente.
apoyo moral que
el
acrecentamiento
el
del poder real se armoniza la idea de la organización
de
mo
monarquía idea quimérica ínterin
la
;
el
feudalis-
dure. Dentro de las ciudades nace, crece
viriliza la clase
,
y se que ha de sobreponerse á todas el ,
estado llano, á quien
Providencia destina para
la
mundo. En
dictar leyes al
el principio lo
forman so-
lamente pobres menestrales mercaderes no acauda,
lados
,
labradores de escasa fortuna
sitan parapetarse en las
encaramado en
comarca
mente
;
el
nece-
que se descuelga del
,
las rocas
,
para estragar
la
después aumenta su número considerablederecho de asilo
dos y los criminales en las iglesias;
y
le
,
que logran
el recinto
por último,
gioso camino legistas
los cuales
sus mismas viviendas contra
agresiones del magnate
castillo
,
los
persegui-
y á la sombra de
hacen adelantar prodi-
le
cubren con su eficaz amparo
los
que salen de su seno y se ramifican diver-
samente en
,
la
sociedad hasta tocar en las gradas del
trono.
Trazada esta rápida pintura cabe que nos fami,
liaricemos algún tanto con el lenguaje que usan las
necesidades que revelan
citan en las cortes
,
y
las gracias
de Valladolid
los
que
prelados
nobles y, los diputados de las ciudades
,
,
y
soli,
y con
los la
39 manera de
De
lo
y de responderlos
oírlos
se les otorga
los prelados
que pretenden
monarca.
el
cuando se echen servicios y monedas y fonsaderas y otros tributos cobren la mitad de lo que que
,
,
paguen sus vasallos que ni :
los eclesiásticos ni sus
dependientes, comparezcan en tribunales seglares;
que
en
si
man
de abadengo ó de
tierras
los ricos
hombres yantares
,
las órdenes,
se les descuenten
vecindad de
de sus bienes: que se anule
la
pasan del vasallaje de
iglesias al
las
to-
los
que
de hombres
poderosos ó á residir en lugares privilegiados por no
pagar contribuciones: que no puedan los nobles exi-
mir de pechar á oficios
los vasallos
en sus casas
que
:
de abadengo dándoles ,
los
les restituyan
señores
todo lo usurpado durante las tutorías de D. Fernan-
do y D. Alfonso
:
en
les proteja
que se
ción de los portazgos. Se les niega por
la el
recaudarey la de-
volución de las salinas que les quitara su padre el
indulto en favor de los
y riesgo de
las iglesias
,
que
,
sin
y duda de cuenta ,
quebrantaran las leyes que
prohiben sacar pan á tierras extrañas.
Es doloroso que tiana
nios
,
,
les
de
la religión cris-
que atesora bálsamo para todos se desentiendan
salir
de
los infinitos
los infortu-
que á
la
sazón
y que solo muevan medrados en poder y en riqueza. Ni aun
postran á Castilla
para
los m'inistros
sus labios
,
ocurre denunciar
fronterizas
de
los
el
abuso que en las poblaciones
moros cometen
los
almojarifes,
40 obligando á los cautivos á pagarles diezmo y medio
de
la totalidad
de su rescate
,
radores ceden corte de raíz
la gloria
A
nada pague
lo sucesivo
de obtener que
tamaña iniquidad el
,
mu-
impide á
lo cual
chos volver á su hogar y á su templo.
los
procu-
soloerano
el
disponiendo que en
que salga de cautiverio
por redención ó por canje de cristiano con moro.
En
contra de la relajación de costumbres
baja al reino
,
tampoco levantan su voz
,
que tra-
los prelados;
bien es que los de su clase, lejos de ponerla dique, la
ensanchan
punible los
de
cauce con su mal ejemplo ó con su
el
No
tolerancia.
los diputados, se
por sus informes
muy
dades en público y en privado barraganas de los clérigos plata
,
sino por
sabe que andan por las ciu-
,
sueltamente las
vestidas de seda
,
y de
y de oro soberbias y ufanas y como hacien,
,
do befa de esposas;
,
las castas doncellas
y no por sus
diputados
,
ordena
y de
las
recatadas
instancias, sino por las de los
rey que aquellas mujeres de
el
mala vida lleven sobre su cabeza un padrón de infamia los
,
un
prendiéndose encima de todas las tocas y velazo rojo de tres dedos de anchura
que nadie allí
las
confunda con
las
su alto ministerio
,
Si
que no tenga
mundano y que no desdiga de
es
,
simplemente para que se im-
pongan diez maravedís de multa á que trabajen
á íin de
damas de honra.
se acuerdan los prelados de algo
absoluto carácter de
,
las fiestas
los judíos
con escándalo de
y moros
los cristianos.
41
A
no mediar
dudarse de
puedan
En
han incurrido las
les
,
podria
manda que
dispensa de las penas en que
apoderarse de las rentas reales y
al
narca en Sevilla
grave enfermedad del
la
aunque no de
,
Además
armada en
concesión
su ordenamiento se
monedas durante
importe.
la
hijosdalgo adquirir propiedades en
los
las behetrías; se
de
y
superioridad legal del trono sobre los
la
señores feudales. solo
súplica
la
la
devolución de su
se les autorizapara entrar á
heredades de sus dominios
las
mo-
mano
enajena-
,
das por muchos labradores á personas eclesiásticas
de resultas de cotos,
última epidemia; y en las de sus
la
compradas por algunos hombres de
des y villas
,
trascurrido ya
el
plazo
,
las ciuda-
en que debie-
ran venderse á labradores solariegos ó de behetrías,
según los
por D. Alfonso XI á disgusto de
lo proscripto
magnates
demande
:
finalmente
,
alcanzan que nadie les
sino ante los alcaldes de los hijosdalgo
,
y
que se piense en repartir
las behetrías entre los se-
ñores naturales de ellas
previa información del de-
,
recho que á cada uno corresponde. Esta solicitud,
fundada en
el
laudable designio de evitar disputas
y
efusión de sangre
el
rey
vuelve
la justicia
da
y mas habiéndose de reservar
á despecho de los peticionarios, en-
la abolición
la subsistencia
,
de
de
las
D. Juan Alfonso
las behetrías
de mar á mar, y
de entre parientes. ,
cuidando
tal
A
ello
ayu-
vez que ha de
desigualar en provecho suyo la distribución de tales
42 señoríos con poner á trastable
y
una en juego su crédito incon-
naturaleza que
la
allí
tiene su esposa
doña Isabel de Meneses. Sospechándolo Rodríguez de Sandoval
en aquel
,
así D.
Juan
mas heredado
caballero el
opone á que se distribuya y vence. No obstante se termina la información practerritorio
ticada por igual
se
,
,
número de prelados de nobles y de ,
hombres buenos
,
mar
Becerro de las Behetrías
el libro del
se conserven
en
,
historia
la
señorío
,
sin otro resultado
primero en ,
la
cámara
que
real
noticias exactas de este
de for-
el ,
para que
y después de
linaje
peculiar solamente de algunas ciudades
y
villas castellanas.
les
Donde
los prelados
atañe
y donde
,
no agencian mas que
los proceres se
ditar interés por lo ajeno tancia,
desnudándolo de impor-
,
sin
,
dir su vasallaje al trono.
que
desdeñan de acre-
no es maravilla que también
se inclinen á aislarse
lo
los
diputados
que por eso traten de elu-
Le reconocen
la facultad
de
designar los jueces de las poblaciones, los alcaides
de
los
pero
le
castillos,
los
arrendadores de los tributos;
ruegan que cuando ,
les
envié jueces atienda ,
á elegirlos castellanos para Castilla, leoneses para
León
,
extremeños para Extremadura
,
y toledanos
para Toledo; que busque los alcaides entre los moradores de los pueblos
y que admita á
las
mas cercanos á
las fortalezas;
ciudades y villas una suma igual
á aquella en que se arrienden los tributos, en
el
45 caso de que les convenga este partido. Después vie-
nen sus reclamaciones contra
los adelantados,
que
suelen llevar acusadores, y prenden con malicia á
hombres y no
los
los sueltan sin
gruesas cantidades
meros que exigen á ,
lo
que han hacer cual
y
las
el
contra los dez-
oficio;
mercaderes de paños
los
entrada y
la
el
salida por el
mismo
des
,
en
las
prelados los
que no se
les
los
conoce señorío
la
contra los
;
aun á
ni
vecinos de las poblaciones donde se cobra este
impuesto; contra los que resisten que
y
la juris-
términos de ciuda-
que no exceptúan del portazgo
,
nobles
y usan de
dicción real derraman contribuciones
en algunas aldeas de
puerto,
los
órdenes militares, que en desdoro de
justicia
lo
pretexto especioso de no
no fueran del rey todos; contra
si
el tri-
que sacan del reino en equivalencia de
traido, bajo
la
faciliten
les
contra los escribanos que no
;
sean pertenecientes para
buto de
que
gocen desembargadamente
villas
las
ciudades
las aldeas
casas
,
y heredades solariegas ó de las órdenes adquiridas por compra ó donación ó cambio; contra los que ,
siembran en
muestra nos en
el
lo
los
egidos del concejo.
En
todo se
rey benévolo con los procuradores
de privarse de escoger para
oficios á los
,
me-
los diferentes
que fueren de su agrado.
Hasta aquí vemos tre los prelados,
al
trono contemporizador en-
que solo como poder temporal ha-
cen gala de estar en
las cortes;
y
los
magnates,
que en puridad no buscan sino sanción á sus violencias;
por
la
y
los
diputados
,
que abogan explícitamente
supremacía del derecho; y á pesar de hallarse
en situación tan embarazosa liberaciones
debemos rales
que
,
un grande
espíritu
en sus de-
justicia.
Ahora
las leyes
gene-
de
una breve ojeada á
dirigir
dictadas en aquel
mismo tiempo
,
seguros de
de justicia ha de resplandecer mas
el espíritu
puro en vez de Leyes
se advierte
,
muy
sufrir
menoscabo.
sabias de orden público y de buena
administración ilustran este período del reinado de
mu-
D. Pedro. Sabedor de que en sus estados vagan
chos por costumbre ó por
el
excesivo precio que fijan
á sus jornales ó á la labor de sus
vivan en
el ocio
manos veda que ,
y que mendiguen
los
que no estén
enfermos ó tullidos ó sean viejos ó menores. Bajo ,
la
denominación genérica de menestrales, comprende en un ordenamiento mismo á artesanos. Al
romper
el
los jornaleros
las
res del
solo
:
,
de
:
para
los jornales
campo según
diarios es lo
los
los alquile
horas de trabajo
dúan por años
los
alba deben salir los prime-
ros á las plazas con sus herramientas
busca de quien
y á
sol
á sol se cuentan
el servicio ,
y viandas en casero se gra-
y por dias para las labotres maravedís
las estaciones
que ganan por
lo
;
común unos y
otros,
en dinero ó también en especie. Se previene á
segundos
lo
que han de
llevar por cada pieza,
con una minuciosidad útilísima sobre todo para es-
45 tudiar los trajes y armaduras de aquel tiempo.
vemos
citadas
como prendas propias de
de ambos sexos lamente en
gabán
las calzas
hechura
la
saya
la
y
tabardo y capa ó zurame
,
que varían so-
,
además usan
:
,
y
Así
los vestidos
hombres
los
las
mujeres re-
dondel ó manto con su caperote. Por las telas se calcula lo
cionan
;
peculiar de cada clase
la escarlata
Malinas tos
mas
y como
,
para forros
la
el
el fino
cendal y
mas
los
,
una á
,
de buen cordobán
Como
tres cintas.
llamos la loriga patos de acero
,
piezas de las armaduras ha-
los quijotes
,
y zuecos ó zapatas de
,
con sus canilleras
gorgnera y capellina
escudo común ó de almacén y
de mas
coste.
Todo
el
:
si el
;
la
adarga
el caballeril
lo
,
el
que es
,
señalado en
menestral exigiere
mas
el
or-
incurre en
penas graves. Estas son infamatorias contra naleros
za-
,
que ocupe á un menestral,
puede ajustarle por menos de denamiento
los jor-
y pecuniarias contra los artesanos. Admirablemente dice con este ordenamiento ,
que prohibe
el
monopolio de
castigos á los menestrales
,
la
que son de sus
linajes
,
el
industria y señala
mercaderes y tenderos,
que hacen juras de no admitir en sus los
la
de mediana fortuna y y menesterosos porque hay zapatos dorados y em-
platados
el
,
,
calzado se nota aun
diferencia entre los ricos los
Gante y de Montolí y Fanja-
basta blanqueta
En
pues se men-
paños de Bruselas
los
inferiores los
armiño.
el lujoso
,
,
oficios sino
á
ó á mozos pequeños que
46 los sirven por
determinado número de años. «No
haya corporaciones gremiales
y enseñe
el
que sepa;»
tal
:
el
que guste
máxima
sustancial
aprenda
es la
de este ordenamiento.
No merece menos alabanza
la ley
un apellido ó somaten general contra res.
Tanto
el
ayudar á que en
los
como
concejo
que organiza
los
malhecho-
los particulares
los oficiales del rey
cumplan
,
deben
justicia
que dentro de una población cometan robo ó
muerte. Si hurtan ó asesinan por los caminos ó en otro lugar yermo, es obligación del querelloso acudir al
pueblo mas inmediato
,
y
juez hacer que se repique la
de
los delincuentes
de que se avise á
del alcalde
campana
,
merino ó
salir
,
en pos
con peones y jinetes, y cuidar
los lugares del
contorno para que
imiten su conducta. Se dispone que los hombres
lle-
ven sus picas y sus demás armas cuando vayan á labrar los
campos á ,
como oigan
el
fin
de que se muevan tan luego
tañido de
pago de subidas multas á
en lance
tal
la
campana y
los concejos
no acudan con sus
perseguir á los malhechores en
guas y dar
;
el rastro á los
y
se sujeta al
oficiales
socorros. Les toca
el
radio de ocho le-
pueblos de
la
comarca
antes no los encierran en lugar ó fortaleza el
señor
,
el
concejo ó
el
,
,
si
donde
alcaide debe entregarlos ó
permitir que hagan pesquisa los que van en llido,
que
cuando niegan haberles
el
ape-
facilitado albergue,
bajo pena de pagar por los autores del robo ó del
47
Como
asesinato.
la ley
supone que
son del monarca no ha de rehusar hacer
la
entrega de los facinerosos
pesquisa; y
manda que
ces hagan
que deben contra
dales
,
lo
si
los alcaldes,
guarde la
merinos ó jue-
los castillos
nada aventuramos en ver
los
ayudar á
ni
,
los castillos
que
el
,
allí la
,
si
son feu-
ma-
principal
driguera de los forajidos. Semejante especie halla
mas
fundamento en
sólido
Pedro rehusa á
los nobles
la
severidad con que don
la
autorización que le pi-
den para labrar nuevamente
las fortalezas
que
les
arruinara su padre.
Considerando que tener tahurerías y dar á tablaje es manera de usura mantiene lo dispuesto por ,
D. Alfonso contra los jugadores
rienden el
las
que pone
uno de
los
y decide que
se ar-
penas de cien maravedís en que incurre el
juego y de treinta que se
que
,
le
efectivo el cobro,
dan
las penas,
A
pasto.
fin
en esta clase de
alcalde, ante quien entáblala
caudar
,
fijan
á cada
de que sea mas
pleitos entiende el
demanda el que debe
sumariamente sin figura de
re-
juicio;
y de su sentencia no se admite apelación ó alzada. Contra la abominable costumbre de expedirse por
la chancillería
cartas desaforadas escritas ó
en
blanco, para que se prenda, se
lisie y aun se mate á algunos sin oir sus descargos confiscándoseles ade,
más
sus bienes, decreta en obsequio de la seguridad
individual,
que solo se obedezcan
las
que
se expidie-
ren para hacer prisiones. Interesado en que la fe
48 pública no se viole
,
manda que de
recogedores de los tributos, den testimonio los
los
escribanos de las ciudades y villas aquellos llevan consigo
de
tales, escriben lo
común de
que obraren
lo
,
la
al
,
y no
,
les antoja,
revés de lo que sucede.
,
lucía lo
es por lo
y
Como
mortandad han venido á menos
ciones
que
pues sin acreditar sus títulos
que se
las fincas, rebaja los
los
por efecto
los valores
encabezamientos de
de
las pobla-
y resuelve que solo se entienda para Andael
que pose-
de caudal.
Trata de
de que mantenga caballo todo
yere quince mil maravedís
fomentar
el
comercio interior alzando
sacar sueltamente el pan y el vino de otra; al par
veda de
la
una
villa
á
que organiza una especie de resguardo
para que no se extraigan del reino las cosas que pro-
hiben
que
,
las leyes
,
y muy especialmente
escaseando por este motivo
,
maderas,
las
encarecen
la
cons-
trucción de las naves. Por igual razón se aplica á
impedir
la tala
de
los
montes duélese de que haya :
quienes derriben cinco ó seis pinos para sacar cuatro rayos
de tea que no valen
nes den por
el pié
á una encina
tres dineros ,
si
y quienecesitan un palo ;
por delgado que sea; y quienes las corten y quemen
en gran número para hacer sembradas y condena á ;
pagar cien maravedís ó á sufrir cincuenta azotes
al
que eche abajo una encina ó un pino y á muerte y á pérdida de hacienda al que los arranque de cuajo ;
para sembrar aquella parte del monte.
49 Es pone
muy
curioso el ordenamiento en que
de mil doscientos maravedís á
tasa
que hayan de darle
ciudades
las
el
rey
los convites
y de ochocientos á
,
aquellos con que le agasajen los prelados y ricos
hombres. Por su texto averiguamos principales comestibles
:
ocho maravedís cuesta cada
carnero; setenta una vaca:
cántara de vino
Y
cada gallina. pescado
un cerdo,
como fuera de
,
y
dieciseis
esto solo se cita
nos ocurre que con tener
,
veinte; tres la
cada pan un dinero
:
valor de los
el
para su despensa y su repostería
el
el
rey oficiales
y su escudilla y su cuchillo y su copa y costumbre de comer en pú,
,
,
,
blico diariamente
,
liabia
en su mesa mucha abun-
dancia y poco regalo.
Ejemplo se halla en aquel
siglo
de que
,
por
causa de utilidad pública, se despoje de una finca propietario
,
indemnizándole como es justo y ;
duce un accidente de queza agrícola y
la
se quejan de encontrar de cultivo
en
las
lo pro-
constante pugna entre
la riqueza pecuaria.
un año á
la ri-
Los ganaderos
otro, población
y cañadas, por donde acostumbran á
pasar sus rebaños
:
los labradores se resisten á
que
se desplanten y despueblen aquellos lugares; y
rey
,
al
el
deseoso de conciliar en lo posible tan opuestos
intereses
,
nombra
caballeros
y hombres buenos que
restablezcan las antiguas cañadas, ó cuiden de abrirlas
por otros puntos, en
dificultades;
y
si
el
caso de ofrecerse
muchas
para ello es forzoso tomar tierra 4
50 de alguno las
deben pagársela por mitad
,
dueños de
los
heredades puestas en cultivo y las cabanas de
los pastores.
En
algo se atreve el soberano á la
autoridad
abusiva del sacerdocio, pues ordena que en las cartas
que expidan
los lugares
,
apremien á
los prelados para la cuestación
no se contenga que las gentes á ir
los
de uno á otro
char las predicaciones con que se
mosna, encerrándolos en
y declinan cuando se
las iglesias;
Con sumo á la
suerte de
estas
no
y tienen
fa-
y que ,
y moran con algunos paniaguados,
la jurisdicción real,
les
ni á escu-
,
les fuerza á la li-
patrocinen á los que se fingen clérigos miliares bigamos,
en
demandadores
demanda ante
y lanzan anatemas
las justicias seglares.
tacto delibera el rey en lo los judíos,
el
pueblo los aborrece
el
trono los necesita.
siempre en
que atañe
el aire,
siempre escudados
;
No
,
porque porque
que tomen
les consiente
apariencias de cristianos solo en el traje; ni que
pongan maldición sobre res de las casas en
;
que pujaren
que habitan
que mujeres cristianas los hijos
los
los
les sirvan
pero les sostiene en
el
los alquile-
de su secta
ni
amamanten
ni les
,
;
derecho de comprar
heredades con ciertas limitaciones en cambio de ha,
bérseles vedado rios apartados
que den á usuras: de vivir en bar-
de
las
ciudades y villas
:
de que en
cada una de ellas puedan tomar alcalde ordinario que les libre
sus pleitos en justicia,
y personas interme-
51 que se encarguen de cobrarles
(lias
los cristianos. Estas
y
que prestan á
lo
otras mercedes se les otorgan
porque son gente fldca y han menester defendimiento. Para hacer
mas segura
estas disposiciones
,
y
nes de los poderosos
la
observancia de todas
;
los
desma-
acuerda D. Pedro dar audien,
anualmente á
y escribanos
la
disminución de
y viernes y determina que
cia los lunes cie
,
la
los adelantados,
de suerte que busca
se residen-
merinos, alcaldes
medios de que
los
verdad no se esconda á sus ojos, y de que
la
ar-
bitrariedad de sus oficiales no quede impune. Resalta
todo
lo
,
pues .un grande espíritu de justicia en ,
sancionado en aquellas cortes
,
según se de-
duce del examen imparcial que acabamos de reducir á compendio, imitando por
las calles
de un
al
fértil
que holgadamente vaga
huerto y no escoge entre
saludables y copiosos frutos sino los
mas
sazonados.
Si el poder del trono hubiera conseguido llegar hasta
donde
lo
exigian su voluntad del bien y las nece-
sidades del tiempo;
si
hubiera podido comunicar vi-
gor y consistencia á leyes tan justas, dejaran de antes de mucho,
fácil la
ser,
revuelta y la represión difi-
cultosa.
Es lástima que, ciegos y desatentados
los
defienden á todo trance á D. Pedro de Castilla
usurpen
la gloria
de
lo
que en
las cortes
lid se hizo.
A
merced de sus validos y
pación que
la
de
la caza, le
que ,
le
de Vallado-
sin
mas ocu-
pintan durante los cuatro
primeros años de su reinado
y pues
;
al
segundo cor-
reunión de los prelados, de los nobles y de los diputados de las ciudades, claro está que le
responde
la
hacen representar un papel indiferente en época de tanta actividad legislativa. Nosotros que procuramos inquirir la verdad y
sión guie nuestra tajosa
tenemos á mengua que
pluma
,
pa-
firmes en la situación ven-
en que nos ha colocado
la
Academia
mos acusadores ni abogados de D. Pedro de su reinado. Gomo
tales
que estampó su firma
al pié
importantes. ¿Lo hizo sin
la
,
,
aplaudimos
no so-
,
sino jueces al
soberano
de aquellas resoluciones
mas norte que sus
instin-
de gobierno? Buenos y grandes los tenía. ¿Se lo aconsejaron sus privados? No es pequeño mérito en
tos
un monarca
la
acertada elección de personas. D. Juan
Alfonso de Alburquerque era
de su confianza cillería; el
;
el
el
obispo D. Vasco
judío D. Simuel Leví
entendían justo
le
principal depositario
,
de su can-
jefe
,
su tesorero
:
lo
que
aconsejaban á la sombra de su pri-
vanza: prestando asenso á los envidiosos, ó deján-
dose llevar de su carácter precipitado sela D.
Pedro en un instante
contra
:
,
el
pudo retirárclamor de las
quejas y el desasosiego de las ambiciones
tuvo en sin
ella
,
les
man-
mientras duraron las cortes: alabanza
límites merece su cordura.
Guando intentaba sacar á D. Ñuño de Lara de manos de sitarle el
los vizcaínos el
de Navarra
,
rey de Gastilla
y en
la villa
,
vino á vi-
de Santa Gadea
55 asentaron sus amistades. Ahora dejando á Valladolid,
tuvo una entrevista en Ciudad Rodrigo con
el
rey de Portugal, su abuelo: este intercedió por don
Enrique
el
su madre y
en
bastardo
quien
,
al
saber
catástrofe de Garcilaso se habia metido
la
el territorio
portugués
no creyéndose á salvo en
,
Asturias. D. Pedro tuvo por bien perdonarle;
abuelo y
el
de
el trágico fin
y
el
nieto se partieron tan estrechamente
unidos en amistad como lo estaban en parentesco.
Poco después ü. Tello, otro de
los bastardos,
mal
aconsejado por los que abusaban de su inexperiencia al
,
se
huyó á Aragón
paso una recua
sin causa ostensible
que iba de Burgos á
,
Alcalá de Henares. Calla la historia
campanas de los pueblos cercanos hizo el robo, y
si
si
,
robando
al sitio
en que se
sus vecinos se lanzaron á la per-
secución del infante
,
según se prevenía en
el
namiento de malhechores pero asegura que ;
de Aragón agenció
el
,
el
ordeel
rey
indulto de D. Tello, y que ha-
biéndoselo otorgado el de Castilla se tuvieron
soberanos en
de
la feria
se tañeron las
concepto público por
muy
ambos
amigos.
Gracias á esta política sana de los allegados á D. Pedro, no le quedaron en toda la península trarios
que
Aun
los
moros de Granada.
procuraron los validos y en particular don ,
Juan Alfonso dar mayor ensanche ,
relaciones. tar á
mas con-
Augurando males á
tiempo con
el
al círculo
Castilla
de sus
do no suje-
blando yugo del matrimonio
la
54 excesiva pasión de D. Pedro
á las mujeres, que
ya rayando en desenfreno,
iba
propuso Albur-
le
tfuerque enviar mensajeros que ajustasen sus bodas
con doña Blanca de Borbon, sobrina del rey de Francia,
Muy
gustoso D. Pedro asintió
antiguo ayo
,
En
mino de aquel mensaje tuvo
el
,
fin
'
vez de aguardar en calma
acelerar su
parecer de su
y en breve se entablaron con este
negociaciones convenientes.
las
al
venturoso tér-
el
rey necesidad de
marcha hacia Andalucía
,
porque
á
,
me-
dida que adelantaba camino de pueblo en pueblo,
vibraban mas sonoros en sus oidos los ecos de
la
voz rebelde de un magnate. D. Alfonso Fernandez Coronel
que habia vuelto
,
la
espalda á doña Leonor
de Guzman su valedora y acaudillado contra dere,
cho
la parcialidad
de D. Juan Nuñez de Lara
cuan-
,
do su rey estuvo en peligro de muerte enarbolaba á ,
la
sazón
,
dentro de los muros de Aguilar
del tumulto.
do
En
,
enseña
la
vida de D. Alfonso XI, habia
de aquella
solare la posesión
villa
con
litiga-
perso-
el
naje aragonés D. Bernardo de Cabrera: contentóles
hábilmente aquel soberano haciéndola suya y do,
nándoles en equivalencia otros lugares y
Al advenimiento de D. Pedro
solicitó
castillos.
Fernandez Co-
ronel la posesión de Aguilar, interesando en el asunto á D.
dón y
Juan Alfonso la
hombres.
,
quien se
la
obtuvo con
caldera, atributos propios de
En premio de
su buen apoyo
el
pen-
los
ricos
le
habia
55 de Burguillos; luego que alcan-
brindado con
la villa
zó la gracia
se negó al premio
cortes
y
,
ros
en
;
no quiso
el
rey cerca de Aguilar, envió con su
los jefes
de su cámara y de sus balleste-
á requerir á Fernandez Coronel que
,
á las
ir
se puso á abastecer sus fortalezas.
Llegado
pendón á
,
la villa.
Alegando que
soberano se
el
le
la
acogiese
habia ce-
dido con mero mixto imperio y con toda clase de libertades,
de
la
expuso que no estaba obligado á acogerle
manera que
iba
acompañado
,
y menos por
ser
su valido D. Juan Alfonso, de quien se recelaba
mucho. Entonces
los
que
hablan intimado
le
la
or-
den de D. Pedro soltaron algunos de sus hombres ,
de armas para embestir
las barreras
escaramuza se volvieron con
,
y
pendón
el
tras breve real aguje-
reado por las piedras y saetas disparadas desde adarve. Al saberlo el monarca
,
el
fulminó sentencia
contra la persona y bienes del procer asonado; y este,
hostigado por sus mejores amigos, para que no
empeorase su causa de
ellos
,
hizo inútiles los buenos oficios
con manifestarles
,
que llevaba
en su poder D. Juan Alfonso
,
y que
le
al
soberano
tenía
gran
miedo.
Algún respiro proporcionaron lar la el
al
señor do Agui-
nueva sedición de D. Enrique en Asturias
designio de D. Pedro de
ir
,
y
á sofocarla en persona.
Púsolo por obra dejando delante de Aguilar fronteros á las órdenes de D. Juan
Nuñez de Prado, maes-
56 de Galatrava. Al paso tomó
tre
nandez Coronel Burguillos
jón
;
siéndole forzoso
,
de Fer-
las fortalezas
conil^alir
donde guardaban bastantes caballeros á
,
posa de D. Enrique. Este se habia recogido á taña
:
sus recursos eran tan exiguos
que seguían su bando con
los
dre
la
le
de
y por sus jornadas naturales llegó á Ji-
habia dado en Sevilla
las
:
poder acrecentar á su sabor
la es-
mon-
la
que pagaba á
,
joyas que su
ma-
quizá se felicitaba de la revuelta
mientras
,
Fernandez Coronel distraía en Aguilar á D. Pedro;
mas viéndole aparecer de improviso cayó de áni,
mo y ,
se avino á
que sus parciales depusieran las
armas con homenaje que hicieron de vivir tranquilos
,
no sin lograr antes
el
perdón de
Libre ya de esta zozobra
,
D..
Enrique.
tornóse D. Pedro con-
tra el rebelde de Andalucía, cuyos afanes por atraerse
amigos fueron sin fruto aunque su yerno don ,
Juan de
la
Cerda habia atendido á buscárselos has,
ta entre los
A
moros de Granada.
los
últimos de
Octubre de 1352 se presentó por segunda vez
el
soberano delante de Aguilar con poderosa hueste;
puso freno á su ardiente valor
de apo-
la dificultad
derarse pronto de aquella villa bien murada ciente
pasó bajo las tiendas
principios de Febrero
,
y hasta
no pudo entrarla
,
para lo
un pedazo
minas y cavas
y dándolas fuego.
el
,
impa-
invierno
el
cual hizo volar
En
:
del
muro, construyendo
instante crítico de ordenar Fernandez de
57 Toledo
ataque, y Fernandez Coronel
el
se hablaron por
el
defensa,
la
muro tratándose de compadres:
aquel se mostró pesaroso de verle metido en fía
,
y ya imposibilitado de lograr por
sumisión su indulto
terminado á morir ra
como
:
lo
este arrepentido
si
la
bien de-
mas apuestamente que pudie-
Armado á
caballero.
de
la via ,
por-
tal
ligera fuese á oir
la
misa; antes de terminar sus devociones, le avisó un
escudero de estar entrada
la villa
donde á poco
le
guardia del palacio
le
espacio para ponerse en una torre
tomaron preso. El cumplió vida,
el
«
:
de
la
Qué
hablarle. Viéndole Alburquerque,
porfía tomastes tan sin pro
Y
tan bien andante en este reino.» ronel repuso
:
«D. Juan Alfonso
hace los hombres y rió
manos de
á
,
deseo de llegar á presencia del rey con
mas no pudo
le dijo
jefe
y apenas tuvo
,
los gasta
los
,
,
siendo
Fernandez Co-
esta es Castilla
,
tras
»
de
lo cual
que
mu-
rey y á pre-
alguaciles del
sencia suya. «
gasta
Esta es Castilla que hace á los hombres y los ,
»
frase elocuente
,
y más pronunciada por un
poderoso ahogado de soberbia y vencido de
ventura
,
y dirigida á un valido
,
sobre
ciencia pesaba un gravísimo pecado
plantas se iba pulverizando
en que coloca á
los
el
ambiciosos
,
la
mala
cuya con-
y bajo cuyas
deleznable pedestal el afecto
voluble de
los reyes.
Aun cuando sonaban
incesantes
y numerosas
58 voces contra
la
privanza de D. Juan Alfonso
,
era
la
verdad que su administración distaba mucho de ser
ominosa
al reino.
buenas leyes butos
;
Habia influido en que se
en que no se
le
en que no
le
los países vecinos;
vejaran oficiales codiciosos
ni para sí
:
ni para los suyos habia solicitado heredades
gido de las rentas
mas de
lo
dieran
echaran nuevos tri-
en que viviera en paz con
;
le
que
,
ni co-
correspondia
le
legalmente. Su flaco no consistía en la sed de san-
gre
en
ni
,
mando
;
el
afán de oro
á conservar
el
que
se enderezaban sus planes
de
la
boda del rey de
Francia.
Como
,
,
sino en el
ejercia
y muy
Castilla
con
omnímodamente especialmente
esta negociación se dilataba
Á
D. Juan Alfonso que
una de
la
damas que
las
,
avasallase por ,
la privanza.
,
y D. Pe-
hubo de te-
aiTÍmándose sus émulos
voluntad de su antiguo pupilo se
en
el
sobrina del de
la
dro se distraía en continuos galanteos
mer
de
frenesí
mas de un
le
día
antepusieran
Desvelos trajo á Alburquerque este
cuidado, y enojos al rey que el valido anhelara por interés propio
,
mantenerle como en tutela atajando ,
corriente de sus voluptuosos caprichos. Al fin
pudiéndoselos quitar de
la
,
la
no
mente, porque no bas-
taban persuasiones contra las genialidades de un
soberano
,
que iba mostrándose indómito á todo
fi-e-
no tuvo D. Juan Alfonso por mejor industriarse de ,
manera que ni
D. Pedro
aun durante
las
no lograse eludir su
vigilancia,
horas de sus extravíos
,
no me-
59 nos violentos y peligrosos que frecuentes. Así,
al
pasar contra D. Enrique de Andalucía á Asturias,
le
hizo ver en Sahagun á una doncella ilustre
hermo-
cida por la naturaleza con las gracias de la
sura y con las dotes del entendimiento.
quedó
el
favore-
,
Prendado
monarca desde luego de sus hechizos doña :
María de Padilla
,
que
llamaba
así se
la
doncella
,
le
puso buen semblante; y Alburquerque se estremeció
,
gozoso y envanecido de haber apuntalado sóli-
damente su privanza. Este magnate de pensamientos levantados
,
los apetitos del
honesta
,
descendía á
la
ruindad de estimular
soberano abandonándole una joven ,
criada en su casa y para la virtud bajo los
auspicios de su esposa: tanto desnaturaliza y amengua
una ambición desapoderada
De
este torpe
manejo
sabores. Contra el uso
fomentó
el
la
posesión del objeto
cariño; las mercedes reales
llover sobre los
do esta crédito el
,
los mas nobles caracteres.
solo podían resultarle sin-
deudos de
muy
alto
apoyo de un valido
;
la
con
la
dichosa el rey,
amado
empezaron á
dama logran;
tuvo por inútil
confiscación de los bienes
de Fernandez Coronel sobrevino oportunamente para dotar con ellos á
la
bastarda doña Beatriz
fruto de aquellos prósperos
sazón supo D. Pedro lladolid por
amores y ;
la llegada
Febrero de
1
353
,
muy
,
primer
fuera de
de doña Blanca á Vamientras en tierra de
Toledo vacaba de sus pláticas dulces con para entretenerse en simulacros belicosos.
la
Padilla
60 Conociendo D. Juan Alfonso que
como eslabón de su valimiento
cogido ha en
filo
que iba gastándoselo dia
que habia
la ,
es-
se Irasforma-
tras dia
,
no qui-
so desaprovechar la ocasión de destruir su propia
hechura; y en fuerza de recordar
soberano sus
al
desposorios con doña Blanca por palabras de presente, y la grande aventura en que por causas de
su dolencia y de no tener sucesores estuvo toda Castilla, le
indujo á trasladarse á Valladolid mal su
grado.
Mas aun
Alburquerqué trastornar
faltaba á
planes de los bastardos
mente su unión con
,
los
que cimentaban secretaPara alcanzarlo
los Padillas.
hizo que el monarca saliera á prender ó á matar á aquellos en Cigales
de que se tes.
ü.
Un
les
,
desde donde aguzaban
admitiera en Valladolid con sus hues-
escudero vino á expresarle en nombre de
Enrique y D. Tello que no ,
su servicio
,
can en vos.
,
pues
si
amaban
todo se lo temian de su privado. Vuelto
rey hacia este
razones que
en culpa
los pusiera
viéndolos llegar con gente de armas
el
la porfía
el »
,
le dijo
conde
me
Vanamente
en tono grave
:
«
Ved
estas
envia á decir pues que tolas calificó
de malas y se propuso acriminar ,
la
Alburquerqué osadía de don
Enrique en traer jinetes y peones armados de fuste y de liierro. Tan luego como un soberano se cansa
de escudar contra
los
embates de
la
envidia de los
poderosos á aquel á quien ha encumbrado y soste-
Gl nido con pertinacia, y
le
abandona frente á frente
de sus acusadores, es irremisible su ruina. D. Juan Alfonso no era
fénix de los privados
aproximaba
la
y á su pers-
hora en que habia de tocarle ser eco
voz de Fernandez Coronel
la
;
no pudo esconderse que á mas andar se
picacia
de
el
dalucía
,
el
sedicioso de
An-
exclamando entre dolorido y enconado:
,
«¡Esta es Castilla que hace los hombres y los gasta!»
Ganoso de que D. Enrique
los
pos; las
rey blandiera las armas contra
Tello, é impaciente de
y D.
no conse-
Alburquerque suspenso largas horas
guirlo, estuvo
de
el
mensajes que se cruzaron entre los dos cam-
y mustio vio en
fin
á los bastardos quitarse
armaduras dejar sus haces dar rehenes por ,
,
fortalezas de Asturias
,
venirse á
la
las
merced del mo-
narca, y reconciliarse los tres dentro de una ermita.
Encaminándose juntos á Valladolid, publicaron
el
desaire del que intentaba enemistarlos con poner
entre sus voluntades los horrores de una batalla.
Sin embargo
,
no es condición esencial de
veses de la fortuna que al
neamente que á
amago suceda instantá-
Aquella noche sentó Alburquer-
los bastardos á su
les dijo les
el golpe.
mesa hábil como era acaso :
halagüeñas palabras
oyó promesas que
le
,
,
en cambio de
bodas.
el
las
cua-
inclinaran á esperar que
hablan de unírsele para destruir á
verdad que
los re-
la Padilla.
Es
la
3 de Junio se celebraron las reales
Con espléndida comitiva
se trasladaron los
m esposos vestidos de seda l)lanca y oro y en arrogantes caballos
desde
el palacio al
llevaba de la rienda
el
templo D. Enrique :
palafrén de doña Blanca;
el
iníimtc D. Fernando el de la reina viuda; el infante
D. Juan el de doña Leonor su madre; á pié iban
además con D. Tello otros muchos señores: en aquesolemne ceremonia figuraba como padrino don
lla
Juan Alfonso de Alburquerque
:
la
bendición sacer-
dotal cayó sobré los reyes de Castilla; del público alborozo regocijos. Allí
hubo
y en
justas, torneos
señal
y grandes,
anduvieron confundidos y hermanados
con los hijos de doña Leonor de
Guzman
sus verdu-
gos, con los parciales del infante D. Fernando los
de D. Juan Nuñez de Lara con ,
rey
el
hijo
de Garcilaso de
la
los ballesteros del
Vega. Ante aquel
fausto suceso aparecian decadentes los odios
dadas
las amistades,
colmados todos
,
los deseos,
anucon-
cordes todas las esperanzas.
Deleitémonos en escena de tan soltemos
la
pluma bajo
el
feliz
imperio de
la
armonía; sensación
agradable que nos produce: refrigerémonos á imitación del viajero
de
la
,
que descansa á
la apacible
sombra
última palmera lindante con los abrasados y
extendidos arenales, donde solamente
rudas fatigas y acerbas congojas.
le
aguardan
II
Liga contra Don Pedro.
Ldando
muy
tán to
hombres
los
,
el
aproximan unos á otros es-
cerca de entenderse
fomenta
túa
se
que
las
enemistades
,
,
porque
la distancia las
negocia lo allana todo.
en Valladolid durante dillos
de
A
de
perpe-
,
y
el
que por
cada paso se tropezaban
los públicos festejos
las tres parcialidades
,
los
cau-
en que iban divi-
diéndose visiblemente los castellanos
;
la
de D. Juan
Alfonso de Alburquerque, la de los bastardos y
la
de
la
capacidad de su
y por ser hechuras suyas todos
los oficiales rea-
la Padilla.
jefe
tra-
de sus inten-
elige á otro por intérprete
ciones siempre deja algún cabo suelto sí
la falta
Fuerte
la
primera por
G4 les;
temible
segunda por
la
de
la calidad
daban nombre y porque á medida que ,
que
los
la
salian de la
adolescencia se incorporaban á los gemelos con su
y servidumbre; poderosa
clientela
de contar en su apoyo mediación de
la
que
le
la tercera
á causa
voluntad del monarca por
la
embriagaba de placeres; te-
nian las tres equilibradas sus fuerzas de
tal
que aisladamente ninguna podia aspirar
al triunfo.
Así para derribar á Alburquerque bast-ardos dillas
,
tardos.
y
los Padillas ; así
,
manera
se aliaron los
para destruir á los Pa-
intentaba Alburquerque unirse con los bas-
Antes de que llegara D. Pedro
doña Blanca,
se felicitaban
de su propicia
lado de
al
estrella los
enemigos de D. Juan Alfonso: después de lograr este hacer alto en al
la
pendiente de su ruina hasta servir
rey de padrino en su fausta boda
guna mudanza en
la
se advertía al-
,
dirección del viento de la for-
tuna. Con todo, Alburquerque no estaba en aptitud
de restaurar su valimiento sin aniquilar primera-
mente
al ídolo
de
los
amores del monarca obra ex,
clusivamente suya. Para sostenerse
la Padilla
,
nece-
sitaba mirar de reojo al que habia intentado especular
con su belleza. Ni
el
antiguo privado
,
ni la di-
chosa favorita se consideraban robustamente asegurados
,
ínterin
Tal les parecía la
no la
se atrajesen otra vigorosa alianza.
de
sazón y arbitra de
porfía de
los bastardos; fuerza flotante á la victoria.
Alburquerque y
Ellos
la Padilla
,
ganaban en porque
el
la
uno
65 y la otra les captaban la voluntad de su hermano y en mantenerse indecisos entre las opuestas insinua-ciones con que se les halagaba porque como no ;
,
abrigaban mas pensamiento que tos
en
la corte,
de ser bien quispara alcanzar mayores medros, peel
caran de indiscreción anticipándose
al
rey en elegir
á uno de los dos bandos. Si D.
Pedro atendía
y á su buena fama poder de la
y
la Padilla;
vehemencia
encendía
le
,
se
al
cumplimiento de su deber
derrumbaba virtualmente
mas
si
la
turbaba
pasión el
le
el
arrebataba,
entendimiento y
le
el apetito,
desmoronábase de seguro el valimiento de Alburquerque. En estas vacilaciones, que traian sobresaltados á los magnates, y que no se propagaban al pueblo engolfado en regocijos, ,
trascurrieron tan solo dos dias. Al cabo de ellos la
rema madre y doña Leonor, su cuñada pasaron de ,
su posada á
la del
rey de Castilla con tristeza en los semblantes, lágrimas en los ojos quejas en los labios.
y Tomándole aparte se dieron por
noticiosas de que su intención era abandonar á doña Blanca, su esposa, y correr en busca de la Padilla, su manceba,
á
la cual
habia dejado en
el castillo
de I\rontalvan ,
á buen recaudo contra
las
y
asechanzas que pudiera
imaginar D. Juan Alfonso para robarla á sus caricias. Maravillado se mostró el rey de que su madre y su tia
prestaran asenso á tales rumores
y de que le juzgaran capaz de hacer, con escándalo del reino, eos;la ,
66 Una hora después de
mengua de su honra
tan en
esta entrevista
,
cabalgaba D. Pedro en una muía fue-
de Yalladolid y camino de Montalvan junto con
ra
,
algunos de
los
mas
allegados á su confianza.
Suceso tan imprevisto dio un corte á
los tratos
entre las opuestas parcialidades, pues los bastardos se declararon abiertamente por la Padilla, yéndose
detrás de D. Pedro, y les imitaron D. Fernando y
En
D. Juan, los infantes aragoneses. tieron
amargamente doña
funesto caso,
y doña Leonor
IMaría
el
y comisionaron á D. Juan Alfonso á
de que probase á persuadir
fin
Yalladolid sin-
al
rey á volver por
su honra y por la tranquilidad del reino. Fuese el
antiguo privado hacia Toledo bien acompañado
de gente
,
porque recelaba de
la
seguridad de su per-
sona, y con una actividad, que, refrenada poco á
poco por
el
miedo
,
según se aproximaba
al
término
del viaje, paró al fin en inercia absoluta. Sus
temo-
res subieron de punto desde que, para disipárselos, le
envió
el
soberano, ya en Toledo con
un
la favorita,
mensaje invitándole á acelerar su llegada para atenerse
como hasta entonces á
sus consejos. El pro-
fundo conocimiento del carácter del príncipe quien habia visto
salir
de
la
ba que acababa de dar en su madre y su
tia
y
el
la
paterna de
con que disimulaba su labio lia,
cuna;
lo
la ostensible
,
á
prue-
última entrevista con la
imperturbabilidad
que su corazón sen-
oportuno aviso de haber quitado
los oficios
G7 á los principales de Toledo, cerrando al
po todas gra
de
las puertas
mismo tiem-
ciudad menos la de Yisa-
la
dieron suficiente luz á Alburquerque para pe-
,
netrar lo taimado de aquel mensaje. D. Simuel Leví,
su hechura se ,
bras, harto
le trajo
le dijo
y
bien que no en las pala-
,
con
manera embarazosa de
la
que en Toledo tenía
trasmitírselas
muerte, y
la
salvación en la fuga. Volviéndose atrás
el
caido
la
mag-
nate y buscando resguardo en la raya de Portugal,
donde tenía
fortalezas, puso
ambición no
le hacía
de manifiesto que
perder completamente
la
el juicio.
• ¡Extraña situación la de D. Juan Alfonso! Limpia
estaba su conciencia y exenta de remordimientos en lo tocante á la
teraba
el
durar en
gobernación de Castilla: solo se
el
valimiento; y después de hallar expedito
no encontraba donde asentar
el
sendero de
la
culpa
la
planta en
el
camino de
la
mejor
aprendía que
,
enmienda
la
política es la
!
rios
Educado en
triste
dre, esposa abandonada,
pronta rehabilitación que
la
la
de D. Pe-
,
y
al
lado de su
ma-
sin otras esperanzas de el
buen suceso de
las ten-
vengador de su saña contra
doña Leonor de Guzman que ,
no
y tardo
soledad á causa de los desva-
de su padre D. Alfonso XI
tativas de sediciones;
;
que reconoce
moral por base. ¡Lamentable conducta dro
la al-
criminal artificio que habia empleado para
solo habia pecado
ser esquiva ó desleal á la tenaz constancia
en
de su
coronado amante; ahora que con su ejemplo po-
68 en cierto modo su
tlia
justificar
la
memoria de su padre,
se
de respeto á
falta
apartaba de
doña
Blanca sin dar á Castilla un heredero, facilitando
una divisa legítima y decorosa á los ambiciosos; y se unia impudentemente á una manceba haciénasí
,
dola forzoso blanco del odio de los descontentos.
¡Noble tarea
de
la
la reina
viuda! Habiendo pasado
su edad mas floreciente entre
la
amor per-
y el calenturiento afán
dido, la cólera de los celos,
de
el llanto del
venganza se desvivía por sustentar con su es,
merado apoyo á otra dama, también en verdes años, *• y todavía muy candida para que albergara el rencor sañudo. Rara pe-
y afligida y celosa ,
en su pecho se
,
¡
netración la de los Padillas! Ellos, que debían su crédito naciente á
una pasión bastarda del soberano,
á la que señalaba límite natural una legítima boda, olvidaban sus ventajas particulares y atendían
al
interés público, amonestando á D. Pedro su vuelta á
Valladolid incesantemente y con sincera eficacia.
Hubo un momento en que perseguido y acosado de continuo por
tales
D. Pedro
amonestaciones,
robustos ecos de la opinión general de sus vasallos, hizo
un grande esfuerzo y enderezó sus pasos hacia
donde estaba su esposa corta distancia, ya
,
acompañándole hasta
que no
clientela,
como para
designio.
Con
la favorita,
fortalecerle
los brazos abiertos
en
el
y sin
muy
parte de su
magnánimo estériles re-
convenciones, le acogieron doña Blanca, y doña Blaría:
69 en
ciudad siguieron las fiestas su interrumpido
la
curso: por todo el reino se divulgó la fausta nueva;
mas acaso no tan velozmente como á abandonar pre,
el
el
monarca á
los
la
de haber vuelto
dos dias y para siem-
tálamo y las delicias conyugales.
Es llegada
hora de que no haya vacilaciones
la
en nuestro juicio
:
hasta aquí dominados por la obli-
gación de ser imparciales
,
en perfecta armonía con
nuestro deseo de no desmerecer un título tan insig-
ne no hemos podido ahuyentar de nuestra mente ,
idea de
que D. Pedro de
la
aun siendo impe-
Castilla,
tuoso hasta rayar en arrebatado, gobernaba quizá
bajo la influencia de su
madre y por mano de don
Juan Alfonso, y de consiguiente con reminiscencias de pupilo. zobra
,
En
adelante no ha de asaltarnos esta zo-
puesto que D. Pedro ejerce
el
primer acto in-
dudable de su voluntad libre y soberana tar
descaradamente
al
quebran-
los lazos indisolubles del
matri-
monio. Alejándose hacia Toledo se emancipa del as,
cendiente de su madre
:
halagando á D. Juan Alfonso
con intención de ponerle bajo
la cuchilla del
verdu-
go, demuestra que rompe del todo con lo pasado:
huyendo por segunda vez de Valladolid solo consiente á sus flujo.
,
acredita
que
nuevos validos un limitado in-
Ahora D. Pedro
es absoluto
dueño y único res-
ponsable de sus obras: buenas ó malas, se ligan es-
trechamente con
producen y
los
los sucesos del reino
encaminan
á
,
como que
los
un desenlace mas ó me-
70 nos inmediato, de mas ó menos bulto, mas ó menos triste.
Sin que haya lugar á la duda, con apartarse
rey de doña Blanca suelta atropella las leyes divinas
el
el
freno á sus antojos,
y humanas y abre ancha
puerta á los tumultos. ¿Existe causa que justifique
proceder tan inconsiderado ó pretexto que
lo
excu-
se? Hallarlo procuraba entre otros un autor extranjero, testigo
muy
tardío y del todo incompetente,
cuando en una miserable copla suponia mancillado el
pudor de doña Blanca por liviandades del maestre^
D. Fadrique; hablilla vulgar que, á ser algo fundada,
debiera disimular con galante vena la
musa de
los
amores, y que, á enorme distancia de la verdad, necesita calificar la historia de vil calumnia. El obispo D. Juan de las Ruelas y D. Alvaro García de Albor-
noz trataron
casamiento en Francia; de
el
jeron á la joven esposa za
y otros caballeros
muy
el
vizconde de Narbona
principales.
maestre D. Fadrique con los de
con
los asistentes
tantos de escaso
de
,
puede
el
á
la
,
nombre y D. Fadrique
le recibió
por Llerena.
,
,
lo tenía gran-
no anduvo
ni
y mas constando
en Cuéllar poco después ob-
no habiéndole
Murmura
figura el
comitiva, ni aun
historiador asegurar que
sequiosamente
No
boda y como se enumera á
la
entre los unos ni entre los otros
que D. Pedro
tra-
tesoro de virtud y de belle-
,
acompañándola también
,
allí
la
visto desde su paso
malicia
que
el viaje
de doña
71 Blanca fué lento hasta durar un año; y comete
ve yerro de no señalar la
principio
al
,
el
gra-
curso y fin de
negociación tiempo alguno; y olvida á sabiendas
la
muerte del soberano francés Felipe de Valois, acae-
demorar con
y quebrantos un suceso en que solo se vislumbraban alecida entonces
suficiente á
de rostro y esbelta de
redes á D. Pedro si
,
lutos
inverosímil que doña Blanca,
Además juzga
grías.
linda
y
talle
de
idólatra
,
la
no apresara en sus hermosura,
una pasión vehemente admirara fuera de
jer
que
¡Como
inspira,
la
si
ningún
linaje
i
la
Como
mu-
de perfecciones!
D. Pedro no se hubiera acercado al lecho
nupcial con el alma esclava de otra beldad venturosa! ¡
Como
permitiera largo solaz ni aun quietud pa-
si le
sajera su forzada ausencia de la Padilla
notar
el
rey en su esposa indigno de
ginal de lejos
la
!
Nada pudo
limpieza vir-
una doncella de haberlo advertido una vez ,
:
de aquellos brazos su decoro repugnara inven,
ciblemente que de nuevo
estrecharan impuros, y
le
con fundamento legal para repudiar á doña Blanca,
no siguiera llamándola en privilegios posteriores reina y mujer suya, y evitara que pesasen sobre su cabeza
las
la historia:
excomuniones de D. Pedro
ce le defiende
:
la
mismo
la crítica le
Santa Sede. Lo dice
se acusa:
juzga
:
la
un roman-
sana razón
le
condena.
Sobre este hecho insistimos mucho y recaeremos frecuentemente, porque es
el
receptáculo donde vie-
7-2
nen á juntarse nantial de
desavenencias pasadas, y
las
donde
Alburquerqiie se
el
ma-*
se derivan los sucesivos alborotos. liallaba
para volver á privar con
en situación de provocarlos
monarca: sobrábale para
el
ayuda de
sostenerlos con la
suyos perdian en tropel sus
los
que por ser amigos
oficios,
y con
recur-
los
de su pingüe hacienda; mas no quiso manchar
sos
su lealtad reconocida empeñándose en asonadas. Su-
miso aseguró
de sus
soberano que no se
al
fortalezas,
no molestarle en
y D. Pedro la
las
hizo
le
moverla des-
la
promesa de
posesión de ellas ni en
de sus
la
bienes, ora le cumpliese gozarla desde Portugal, ora
en
Como
Castilla.
equivalente de
la
palabra real y en
prenda de que no habia falsedad en
la
suya, envió
D. Juan Alfonso cerca de su señor, entonces en Ol-
medo dos trás
uno legítimo y otro bastardo y de-
,
hijos
de
ellos otros
,
;
de sus parciales que
le
hicieran
entender como su intención fué siempre y era ahora
guardar su servicio. Varios de estos enviados se tor-
naron desde Tordesillas, donde estaban
doña María y doña Blanca allí
encontraron de
por
,
la corte
:
las
las
reinas
malas nuevas que
solo dos se aventuraron
á seguir camino de Olmedo por cuyas puertas vieron ,
que
salió
D. Simuel Leví para avivar su llegada.
Oportunamente escudero de si
les
indujo á variar de propósito un
la Padilla
entraban en
la
con
el
benévolo aviso de que
población serían muertos; y no sin
grave dificultad esquivaron
las
persecuciones que les
75 de que diese en vago
suscitó D. Pedro, enfurecido
aquel golpe de su saña.
Pocas esperanzas de sosiego podia infundir un so-
berano cuya palabra no tenía valor alguno quien
las
en que
:
si
habia
prohijara en la mente, cifrábalas sin duda
cabo lograria acotar sus furores
al
dama que alcanzaba
la
piadosa
crédito bastante para desviarle
de sus deberes. D. Juan Alfonso no se alucinó con tales ilusiones
,
de
el
satisfacer
supo que zas,
y
sino
que
se metió
en Portugal á
fin
anhelo de vivir tranquilo. Cuando
rey intentaba quitarle todas las fortale-
el
el alcaide
que
le
guardaba
la
emplazó viéndose cercado,
je
que no
le
le
la
de Medellin se
contestó por mensa-
podia enviar socorro y que la entregase
Cuando D. Alfonso de Portugal hacía bo-
sin excusa.
das á una nieta suya con
el infante
de Aragón don
presentaron en Évora embajadores
Fernando y se
le
de D. Pedro de
Castilla pidiéndole fuera
,
en ademan de acusadores
,
la
de sazón y persona de Alburquer-
que; revestido este de dignidad expuso razones de
buena
en su defensa, ofreciéndose á responder
ley
con sus bienes hasta de
los actos
quienes habia distribuido
de
la corte
,
y á poner
las
de aquellos entre
mercedes del reino y manos uno por uno hasta las
ciento en los que le tacharan de haber ejecutado nada
en deservicio de su señor los recien
cerles
el
rey de Castilla. Cuando
desposados salieron de Portugal y por ha-
mesura D. Juan Alfonso
les
acompañó hasta
la
74 frontera, tuvo motivo para envanecerse
de que un
franciscano llegara á significarle verazmente
fraile
(jue al fin los bastardos preferían su alianza á la
de
los Padillas.
Y
todos los castellanos miraban con igual sobre-
salto las iras del
monarca siempre ,
que osaban lamentarse de que se del abismo bácia
donde
le
deleitara al borde
arrastraban sus desenfre-
nadas pasiones. Sin mas causa que el
alerta contra los
la
de agraciar con
maestrazgo de Calatrava á D. Diego García de Pa-
dilla
lar
,
hermano de su manceba acababa de encarce-
en
,
el castillo
de Maqueda á D. Juan Nuñez de
Prado, autorizado con aquella investidura; y como alegasen los freiles de
la
orden que
la prisión del
maestre no suponía vacante, dispuso á sangre
que
les
fría
desvaneciera este escrúpulo uno de los eje-
cutores de sus venganzas.
Con befa de
la
hidalguía
proverbial de sus vasallos habia arrebatado de los
brazos de tro
de
interés
la
reina viuda á doña Blanca
la fortaleza
:
púsola den-
de Arévalo como en castigo del
que inspiraba su desventura y
de que
lejos
,
se amortiguara, extendia sus raíces hasta en los pe-
chos de sus guardadores.
Acumulando desmán sobre desmán D. Pedro de ,
Castilla se sia
enajenaba todas las voluntades; y
el
an-
burlada por
el
mo-
de poderío de
los bastardos,
nopolio que hacian los Padillas de los favores reales, fué la primera señal del público disgusto.
Soldada
75 tomaron
los
dos gemelos de D. Juan Alfonso,
el
cual
vencido de sus ruegos vino á Extremadura á esforzar su demanda; y no proclamaron
de Portugal rey de
Castilla
,
al
infante D. "Pedro
porque su padre D. Al-
fonso le vedó severamente ser parte en el naciente disturbio. Por
y
el
de
donde estaban
arruinado valido
las
,
de Zamora
,
el
maestre
el
doña María
infante D. Fernando;
el
camino de Badajoz hacia
torció del
con
conde y la reina
tornaba
bodas de su sobrino
mas de pronto
el
recelo de que su hijo
iniciada en los tratos urdidos en contra de sus
vos privados.
A
fin
de llevar por
negocio á buen desenlace
,
el
fácil
conde y
el
creyera
la
nue-
rumbo aquel
el
maestre ha-
blan empezado por prender á D. Juan García de Villajera
,
hermano bastardo de
con ambos
,
la Padilla
,
que junio
trabajaba en la rendición de las fortale-
zas de D. Juan Alfonso.
Dado
lancia de sus carceleros;
le
y ya
fué engañar la vigi-
libre, vínose para el
soberano y le impuso en los adelantos de
la liga
,
á
la sazón en que se hallaba dentro de Cuéllar fomen-
tándola con sus violencias.
Una señora de
la
primera nobleza
,
llamada doña
Juana de Castro, prodigio de hermosura y modelo de recato en su viudez temprana
,
habia tenido
dicha de inflamar los apetitos de D. Pedro.
la
des-
En vano
se manifestó adusta á los amorosos halagos y altiva
celadora del lustre de su estirpe; y neciamente ima-
ginó haber salido tiiunfanle en las batallas de su
76 honra
negándose con tesón á ser dama del sol)era-
,
Este, no contenido por ningún respeto, y nada
no.
escrupuloso en aventurar palabras
pronto
la
de casamiento y como doña Juana
que
viese á
menos
unia á doña Blanca y don Pedro tu-
le
,
cejar de sus antojos, buscó
y halló en
de Avila y Salamanca hombres sobrado
los obispos
muy
Como en su
desalmados
,
que
lo declarasen nulo.
sinceridad no fiaba nadie, entregó en re-
henes á un deudo de
y los
castillos
la
doña Juana
de Castrojeriz y de Dueñas. Con
la
con
la
tales se-
boda
bastó á helar la vehemencia del rey
la siguiente
car
de Jaén
el alcázar
guridades se hizo solemne y públicamente
Una noche
opu-
le
;
siese el
tímidos ó
empeñóla de
,
aurora se
le
de este nombre dejó á
en memoria de
y á
vio salir de Cuéllar
fianza de los castillos, salvo el
la villa
;
la afrenta
en que
y revode Dueñas, que
la
la
Castro
como
,
hablan sumido
su infeliz belleza y su simplicidad extremada.
Eco amenazador tuvo
el
resentimiento de este
doble escándalo en todas partes
mente donde Portugal linda con ble de cuenta
,
pasando
el
,
muy
y
particular-
Galicia. Allí
Miño todos
un no-
los dias
hasta
cumplirse nueve, vino de Monzón á Salvatierra, y dijo ante
de
Castilla.
fuero con (juc
un notario que Difícilmente
mas
justicia
se desnaturalizaba del rey
pudo nunca usar de
ningún magnate; llamábase
ahora ocupa nuestra atención
Castro
,
y era hijo de
este
los
,
el
D. Fernando de
mismos padres que
la
señora
77 escarnecida por
la
conducta infame de un soberano,
que á trueque de hacer su voluntad atrepellaba por todo.
Reforzada
la liga
con las gentes que
le trajo
don
Fernando de Castro, movióse D. Fadrique hacia tierras de su maestrazgo con ánimo de señorear fortalezas,
que
los
y
comendadores de Santiago freiles
guardasen
le
de
el
como Pedro Ruiz de Sando-
val que, dejando el castillo de Montiel á persona
entregase
las
D. Pedro acudió prestamente á exigir
homenaje. Hid)o
lo
las
que
rey D. Pedro, pues hizo suyos todos
al
orden á su tránsito por Llerena, se unió á D. Fadrique de quien era vasallo; y húbolo como los
la
,
Lope Ruiz de Avendaño que se excusó de acoger ,
monarca dentro del
castillo
al
adarve con una cadena
le
habia echado
A
el
,
de Segura
,
al
asomándose
que en señal de sumisión
maestre á
la
garganta.
codicia de ganar valimiento ó á saña de haber-
perdido, se pueden atribuir estos principios de
lo
revuelta. Bastardos traidores le
dan vida
:
y proceres insolentes ayudada por sus vasallos toma cuerpo:
y quizá no anuncia borrasca peligrosa sino fugaz nublado. 0])ispos hay que sancionen el libertinaje del ,
rey; hechuras de los Padillas que
yo;
si
las
le
presten apo-
ciudades reconocen á D. Pedro como dueño
absoluto de la hacienda y de la vida y del honor de sus vasallos; si la religión de ellas no se ofende viéndole convertir
el
santo matrimonio en juego que
78 brinda ganancias á su incontinencia;
si
pacientes y
resignadas toleran que los Padillas las vejen y
empo-
brezcan y aniquilen distribuyéndose sus tesoros se ,
hundirá grito
ni
de
,
de
la altanería
los bastardos,
grandes, enmudecerá
los
el
y no habrá quien se atreva
aun á dolerse en secreto de ver allanado su hogar
y arruinada su fortuna y vilipendiada su familia. Es voz de las que suenan vagas y se repiten á bulto, que D. Pedro de Castilla opuso la adhesión de las
ciudades á
lo tanto la
la deslealtad
de
y que por
los señores,
conviene juzgarle como enemigo capital de
nobleza y protector resuelto del estado llano. Para
sostener opinión semejante, se necesita no cerrar los ojos á la luz de lo
que nos trasmite
de
las
la
cejos
verdad y suprimir todo
la historia.
ciudades castellanas que
donos en estado de conocer
de
la licenciosa
menos que
lo
Toledo es
lo
la
desmiente
,
que pensaban
primera poniéncon-
los
vida y del arbitrario proceder
del soberano. Por disposición de este y á fin de reti-
rar á
doña Blanca de
rañaba
el bullicio
,
fortalecida ciudad
los lugares
en donde se enma-
fué llevada de Arévalo á la bien
que baña
el
caudaloso Tajo.
sus calles y camino del alcázar, suplicó
la triste
Ya en reina
á Juan Fernandez de Hinestrosa, encargado de su traslación y tio de la Padilla,
cer oración dentro
ele la
que
la
consintiera
ha-
santa iglesia toledana. Blan-
do de corazón y de carácter muy honrado aquel buen caballero, vino en accederá loque doña Blanca
79 le
pedia, y no osó violentarla luego que prosternada
al pié
asilo,
A
de
los altares
invocó inocente
valedero para los facinerosos
así Tello
Gómez Gudiel
mas contumaces.
y todos se temian su González Palomeque y D. Pedro
todos pesaba de su prisión
muerte:
,
obispo de Segovia
,
derecho de
el
,
que
la
hablan
custodiado en Arévalo, fueron los que la aconsejaron al
templo y no abandonara su sagra-
así las
toledanas hablaron con sus mari-
que se acogiese do recinto
:
dos y á sus parientes, diciéndoles que serian los mas
menguados hombres
del
mundo
si
tal
reina
como
aquella finase malamente en la ciudad donde ellos
tenian su morada, siendo una criatura tan sin pe-
cado y de linaje tan
ilustre.
Y
apiadados del infor-
tunio de doña Blanca, enternecidos
al
contemplar
el
hidalgo porte de sus guardadores, y sensibles á las
hermanas y esposas, todos común de Toledo se movieron á dar-
súplicas de sus madres, los
hombres
}a auxilio
del
y á poner por
haciendas y
ella las
las
vidas
\ cualquier aventura. Igual roz echaron Córdoba,
Cuenca, Talavera, Jaén, Ubeda y Baeza, ciudades todas de realengo, adversarias firmes de la nobleza,
y aliadas naturales del trono que tocal)a en
el
,
mirando como asunto
bien público la justa rehabilitación
de doña Blanca. También
los infantes
doña Leonor su madre, y apresuraron á unirse á
el
aragoneses y
bastardo D. Tello, se
la liga.
A
componer
las
vo-
lunlades desavenidas, ya que no enconadas, vino un
80 Santa Sede. Sin mas fuer-
mensajero y legado de
la
zas D. Pedro de Castilla
que una hueste de
seiscientos
hombres seguro de que una palabra suya bastaba á ;
aplacar turbulencias amenazadoras y males sin cuento;
pero animoso hasta ser temerario y deleitarse en
indomable hasta tener en menos someter-
el peligro;
se á los avisos de la razón y plegarse á las circunstancias
siempre que sus ímpetus
,
otro sendero;
enamorado de
su pasión con
la
locura
res de las ciudades
decer
,
,
empujaban hacia
la Padilla hasta frisar
no quiso atender
amansar á
ni
le
los
los
nobles
,
clamoni obe-
papa, sino hacer cara á todos, y mantener
al
virgen su voluntad de hierro, y luchar á brazo
par-^
tido con la adversa fortuna.
En los
aquellos disturbios jugaban,
como en todos
de esta clase, ambiciones legítimas y bastardas,
intereses privados, agravios desatendidos, venganzas
no satisfechas
,
el
afán de poner término
al
daño pro-
pio, la ruin tristeza por el bien ajeno; pero también los
alimentaban quejas
muy
justas, intenciones
muy
sanas, deseos en extremo laudables; y sobre tocb
era popular y decorosísimo y en servicio del rey grito
de
los
Unánimes
que alentaban y favorecían
solicitaban
que D. Pedro
manceba
la Padilla,
y que
la
el
hiciese vida con
doña Blanca su esposa; que desterrase á á su
,
la revuelta.
país extraño
gobernación del
reino cesase de correr á cargo de sus parientes. Esto,
que para
el
monarca distaba mucho de ser un sccrc-
81 to, se lo dijo
Tordesillas á
públicamente su
nombre de
por ofendido de que
mas adelante
saron
lia
doña Leonor en
y teniéndose
los coligados;
pidiesen tales cosas, no pa-
le
las negociaciones.
Bien que D. Juan Alfonso no fuese hijo de rey
como
los bastardos, figuraba al frente
de
cias á su capacidad notoria. Por hablas quiso
sus haces en Yalladolid y en Salamanca
gra-
la liga,
meter
y saliéndole
,
aposentó á viva fuerza en
fallido el intento, las
Me-
dina del Campo. Allí murió Alburquerque y aun susurróse que de veneno y por
vendido á
las iras del
maña de su
físico,
soberano; falsedad probada y
nacida sin duda de que á los ojos del vulgo ninguna
persona de viso fallece de muerte natural mientras reinan
príncipes sañudos.
magnate su pecho de para
el
la
Lejos de aliviar
ponderosa carga de
tremendo viaje de
la
eternidad
,
aquel
los odios
legóselos á
sus parciales; y con ánimo de que no los amorteciera el
olvido
,
dispuso que llevara su voz en los consejos
su mayordomo mayor Rui Diaz Cabeza de Vaca, y
que su cadáver fuera siempre en
la
hueste dentro de
un atahud hasta que se acabase aquella demanda. i
Espectáculo peregrino y
rencorosa barbarie,
el
testimonio auténtico de
de una confederación capita-
neada por un muerto! Sobre ser contados
los
que acompañaron
de Tordesillas á Toro, donde
le
al
rey
habia j)recedido su
madre, andaban tan desacordes que G
,
como desea-
sen á porfía hospedar bajo sus techos á tres caballeros
,
enviados desde Medina del Campo á
allá
todo motivo de alboroto
disipar
fin
de
moviéronlo tan
,
grande con tan pequeña causa que hubo cuchilladas ,
y heridas y muertes. Hasta D. Pedro se hizo bandero
en aquel
bullicio, auxiliando á los
contra los Tenorios; por
vengativos, fuéronse á engrosar
compuesto de
Alvarez de Toledo
que estos medrosos ó
lo
siete mil caballos
el ejército
de
la liga,
y gran número de
peones, y bien provisto de vituallas, merced á las
que
ó se tomaban en los pueblos, y
les ofrecian
oro que de
la
D. Fadrique
,
casa de D. Simuel Leví en Toledo trajo recien incorporado á sus hermanos.
Sin embargo del impensado accidente
ron la
al
los caballeros
su embajada
,
,
expusie-
reproducción de
fiel
que dias antes habia llevado doña Leonor á Tor-
desillas.
A dar largas al negocio tiró
rey, insinuan-
el
do su deseo de tener unas vistas con
los
cabos de
la
revuelta y entendiendo que todo se baria bien desde ,
que hablasen juntos unos con
otros.
Admitida
idea por los embajadores, se concertaron en la ocasión
y
la
manera de
los
de
mano
,
los del
y
y
rey des-
la liga, todos á
ballo vestidos de lorigas, quijotes
espada en
el lugar,
ejecutarla. Cincuenta
cincuenta se adelantaron á Tejadillo
de Toro, y desde Morales
tal
canilleras,
ca-
con
y almófares en las cabezas. Solas
dos lanzas se vieron en aquella especie de negociación armada; llevábanselas sus respectivos donceles
85 al
soberano de Castilla y
al
de Aragón don
infante
Fernando.
Apenas
se saludaron cortesmente
,
habló Gutierre
Fernandez de Toledo por mandado del rey y en su nombre. Quejoso de que tan grandes caballeros anduvieran arredrados de su persona y de que tuvieran á maravilla que
,
modo de
al
cogiera privados de su gusto
,
los
En
á enviar por
lo
muchos
que no siguieran
concerniente á doña Blanca se avino
ella
De parte de
sa.
reyes, es-
brindóles con
bienes, gracias y honras, siempre
asonados.
demás
,
llevarla á su lado
y á
los coligados
como espo-
respondió gravemente
D. Fernán Pérez de Ayala. Dijo ante todo
que reco,
nociéndole aquellos señores por rey y señor natural,
necesitaban su perdón aquellas vistas
,
si
pués expuso que sistía
,
bien con autorización suya. Desdesignio principal de ellos con-
el
en suplicarle por merced que honrase á su
mujer doña Blanca de ,
res
á causa de acudir armados á
honraron á
servirle
la
otras
manera que sus antecesoreinas de Castilla,
y en de buena voluntad tan luego como se creyelas
ran seguros en su reino y en su casa. Para legitimar la
desconfianza con que vivian y
desasosegaba, hizo memoria de
la
el
temor que
les
mala suerte que
cupo á Alburquerque y á Nuñez de Prado, sin mas culpa que la de ser los primeros en celar su servicio,
amonestándole que consolase
el
pesar que afligía á
sus vasallos por verle huido de una princesa, á
la
84 cual habia apartado del país nativo con voluntad o})l¡gacion
y
Y como sus palabras
de labrar su ventura.
eran eco de aquellas amonestaciones, recelaban fun-
dadamente
salir
mal librados de
demanda en
la
el
,
caso de que al ajuste en que andaban entonces, so-
breviviera
el fatal
valimiento de los Padillas.
Al frente de cincuenta caballos estaba delante de otros cincuenta
el
no quiso hablar
:
rey
el
fausto de
el
estos
uno y guardó silenun caballero de los
mas razonados de su hueste para que
alegara sus
mutuas intenciones y dio su aprobación á ,
los dis-
cursos en que fueron desenvueltas sesudamente. el
por armas
al
,
un combate:
pero sin atrevimiento para vencer
príncipe, á quien rendia vasallaje: el
rey debilitando su autoridad reconocida la
De
trono y la liga: aquel sin
fuerzas para dictar la ley después de esta con recursos
y
,
cio el otro: cada cual facultó á
iguala igual pactaban
,
infante D. Fernando:
ninguna distinción habia entre personajes
el
,
con hacer-
servir solo á su conveniencia: los confederados
robusteciendo hábiles sus ocultas ambiciones, con
pregonar
las
necesidades del bien de toda
Los derechos del rey eran legítimos
;
Castilla.
su conducta y
su gobernación, bastardas: de subditos leales eran propias las solicitudes de
la liga; el
modo
marcial
con que las formulaba, se resentia de sedicioso. Cierto es
que en
la
terquedad de D. Pedro se liabian es-
trellado súplicas
y consejos de
los nobles
,
obispos y
85 ciudades, amenazas y anatemas del Papa; pero aun así los
que
se
armaban en su contra merecían
la ca-
de rebeldes, y como podian ser vencidos,
lificación
No
se hallaban en el resbaladero de traidores.
sor-
prende que un soberano considere ajada su dignidad, cuando se encuentra descarriado de
hay quienes
le
millación hasta para
la
hu-
corregir sus errores; lo
que
un príncipe rechace
choca y exige censura es que
le
XI
se obstinara en
,
y
hostiguen imponiéndoselo á viva
fuerza: es laudable que
so
lo justo,
no
el hijo
salir del
de D. Alfon-
mal paso en que
hablan puesto sus vicios echando de
la
,
corte á la
Padilla y á sus parientes; volviendo á llamar á su
lecho á
doña Blanca y á ,
los oficios del reino á sus
desinteresados defensores; y cerrando las puertas del favor á los bastardos y á sus secuaces. Así su poder saliera ileso del conflicto, y la rebelión
desnudo rible;
,
quedara
que disimulase su fealdad hor-
sin barniz
y hoy nombráramos á D. Pedro de
justiciero
y protector del estado llano,
fueros de la razón
,
ai
sin declararnos
y
Castilla
sin violar los
en pugna con
la historia.
Es de notar que,
lejos
de excederse
los
de
la liga
del comedimiento de suplicantes, acelerando la cisión
de su demanda tuvieron
fiarla al
,
tiempo y
caballeros de cada el
al
el
de-
buen sentido de
debate; de suerte que cuatro
uno de
negocio, y consultaran
los lo
bandos platicaran en
que mejor estuviese
ai
86 servicio del rey
y á
estaban,
ciertos
avenimiento
,
la felicidad
de que en
lo
aparente de sus peticio-
espalda toda Castilla; y harto
la
descubría D. Pedro con eludir los tratos le
Muy
vasallos.
buscar tan apacible manera de
al
nes les guardaba
de sus
que
,
no
si
,
era dado triunfar por armas, le sobresaltaba
el
peligro inevitable de ser vencido con persuasiones.
Sus esperanzas vino á
cifrar solo
amaño vulgar de
la liga;
fuertes; endeble
los
apoyo de
en desunir á
de
que mandan y no son
los
que reinan y no son
Mas pararon en infecundas
justos.
los
las intrigas
de sus
emisarios secretos, pues aunque poseyeran sagaci-
dad de
de algunos
suficiente para socavar la constancia
los
confederados
no habia prestigio que bastase
,
á dar por buenas y de crédito las palabras de un soberano
que se esmeraba en burlarse de
,
mas
las
solemnes.
Cuerdos cientes,
,
contra
como no
lo
el
uso de los tumultuarios
son jamás
los
;
pa-
que cuentan de su
parte la razón y la fuerza; con capa de humildes,
como
si
no fueran soberbios y en ademan de desin,
teresados
,
como
no fueran ambiciosos se mantu-
si
,
vieron los bastardos y sus amigos en las vias de conciliación algún tiempo
,
mientras
la
monarca re-
el
huía anudar los tratos. Por fm después de consumir ,
los víveres
en
la
comarca de Morales se movieron ,
ordenadamente hacia vista á
Toro desde
el
camino de Zamora para dar
las feraces riberas del
,
Duero. Sin
87 experimentar
menos
rallas,
mas
el
leve susto y
fuertes
pié de las
al
mu-
que su tesón y valentía, vio
D. Pedro desfilar aquel ejército numeroso, en
que
iban veinte hombres por cada uno de los que se
conservaban fanos de
fieles
,
y con
ellos los
bastardos
,
le
huér-
madre ya que no por su mandato con su ,
,
asentimiento
D. Juan de la Cerda
;
yerno del Fer-
,
nandez Coronel castigado á su vista en Aguilar por ,
Fernando de Castro, hermano de
sedicioso; D.
la
beldad deshonrada en Guéllar por su lascivia; y co-
mo
alma de
revuelta
la
el
,
cadáver de D. Juan Al-
fonso de Alburquerque, dentro de to
un atahud cubier-
con paño de oro, y sobre unas andas sostenidas en
hombros de sus Para
vasallos
no amilanarse en rostro sereno taja,
y
,
que eran muchos y buenos.
temeridad de D. Pedro significaba poco
la
el
mayor apuro y aguardar con
una lucha muy desigual en su desven-
con altivez desdeñosa
oir
las insinuaciones
mas cumplideras á su buen nombre valor el arrojo
,
y
la
provocación á
,
no anadia
si
la repulsa.
se afanaban los confederados por asentar su
campo y ya cabalgaba ,
ra de Toro
,
el
la
Aun
nuevo
rey con cien hombres fue-
no para arbitrar auxilios
nerse en salvo con
al
,
ni para
po-
fuga, ni para buscar mejor
defensa detrás de otros macizos baluartes
,
sino para
posar en Ureña y adormecerse fascinado de ilusiones
y exento de zozobras en
los brazos de la Padilla y hacer imposible todo término de acomodo. Esto puso ,
88 en claro
viuda de D. Alfonso XI
la
siblemente á los de
duda de
muy
la liga,
llamando osten-
,
con los cuales estaba sin
atrás en conexiones secretas.
una y mas veces, cedieron á sus asiduas y muy
A
Rogados
instancias,
satisfechos se hospedaron en Toro.
escándalo incita lo monstruoso de confedera-
ción semejante: en verdad se ostenta floreciente y
vencedora; pero es ras
ficticio
su vigor y son perecede-
sus conquistas, fundándose
en pactos que
honradez privada reprueba y con ,
los
que
pública no transige. ¿Tan hinchado está
de
los bastardos
la
el
moral
corazón
de malas pasiones, que, para darlas
vado, no duden estrechar sangre de
la
la
las
manos teñidas en
mujer sin ventura que
los llevó
la
en sus
entrañas? ¿Dónde hay palabras que no sean pobres
de colorido y débiles de significado para pintar
la
desnaturalización de una madre, que vende su propio hijo á los de la
dama que robándola ,
de su esposo, acibaró sus años juveniles, y triste
el
cariño
mudó en
soledad su grandeza? No, las ambiciones, por
desapoderadas que sean
,
y
])or
inquietas que se agi-
ten, y por furibundas que revienten, no conducen á
tan
enorme extravío de
lo
razonable y de
roso, ¡Gentes propensas á la iniquidad
lo
deco-
y ajenas de
todo sentimiento bueno y justo las que se unian con tales lazos
,
y manchaban para sienq)re su memoria!
¡Rey indigno del cetro cía verosímiles tan
el
que con sus desmanes ha-
absurdas alianzas!
89
Y
entretanto casi todos los validos de
Pedro,
I).
turba mercenaria, voraz en su codicia y pusilánime
para mayor desdoro aciertos
y
comprometian con sus des-
le
,
abandonaban en
le
los peligros.
A
Ureña
En-
fueron uno de sus parciales y otro de los de D. rique
,
y de buena
pintaron
fe le
lo
conveniente de
común de
la
corona
y de los vasallos estribaba en que resucitase
la
calma.
su vuelta á Toro
pues
,
el
interés
Gutierre Fernandez de Toledo
,
á quien
el
rey fiaba
arduas empresas para consumar crueldades y don ,
Diego García de Padilla en cuyo exclusivo provecbo .
había finado á manos de asesinos se pararon á indagar
trava,
no
que
monarca transigiese con
el
si
el
maestre de Cala-
era ó no oportuno
la liga
:
careciendo de
tranquilidad sus conciencias y sobrando miedo en
sus corazones, dijeron de plano que
gresaba á Toro
,
ellos
D. Pedro re-
si
no tenian intención de acom-
pañarle. Por el contrario Juan Fernandez de Hinestrosa
,
tio
de
la Padilla
,
se hizo
merecedor de
alta
fortuna, con mostrar agradecimiento y fortaleza en la
hora de
las adversidades.
Su dictamen fué que
el
soberano se encaminase luego adonde estaban su
madre y su
tia, las
des con quienes
de acreditar
el
le
reinas viudas, y
muchos gran-
cumplía vivir avenido. Ademas
desprendimiento mas laudable
pulsándole enérgicamente á que ni por
él ni
,
sobrino D. Diego pusiera en condición á Castilla
aventurara
el cetro,
que podria usurparle
el
im-
por su ,
ni
infante
90 Fernando
D.
desvariados los ne-
continuasen
si
gocios; decliado el Hinestrosa de varones insignes,
aseguró que por mal que
le
quisiesen los del otro
bando y aunque peligrase de muerte no dejada á ,
,
su rey solo en tan crítico instante. El tesorero D. Si-
mucl Leví emuló la
esta hidalga conducta, desmintiendo
preocupación de aquel siglo, que denostaba á
la
raza hebrea con injurias, la oprimia con tormentos,
y
despreciaba
la
como incapaz de concebir una
idea
sublime de tener un sentimiento honrado y de eje,
,
cutar una acción noble.
Arrojo exigia
con todo su poder
la
vuelta á Toro, donde estaban
los rebeldes , sin tener
gura de cuáles fuesen sus designios para que D. Pedro no
la
demorase
,
prenda se-
tanto bastaba
:
puesto que en
materias de valor podia aleccionar á los adalides
mas
bizarros de su tiempo. Determinado quizá á olvidarla, se despidió súbito via de Toro.
A
de
la Padilla
y echó por
distancia de la población
al encuentro los bastardos y sus parciales al
parecer
como
como
la
saliéronle
,
,
vasallos, encubiertamente
humildes
armados
rebeldes; y al saludarle respetuosos, le tomaron
enmedio, pudiéndose dudar
si
como á señor ó por
cautivo. Bajo las bóvedas del convento de Santo
mingo
le
recibieron su
colmaron de
madre y su
felicitaciones,
tia
Do-
paterna y
le
porque condescendía en
rodearse de todos los buenos y grandes de sus rei-
nos
,
en vez de andar apartado por
los castillos.
Es
91 inútil disfrazar los
hechos: quitarles su significación
genuina es tarea de detractores ó panegiristas ,
,
no
de historiadores. Por mucha reverencia que hiciesen los
bastardos á D. Pedro
,
y por aderezadas que fue-
sen sus palabras, habiéndole atraido á Toro,
despoblada de gentes que se
le
conservaran adictas,
quedaban perfectamente deslindadas
las opuestas si-
tuaciones. Vencido se hallaba el trono
,
la liga triun-
fante, el postrer anhelo de D. Juan Alfonso de
burquerque satisfecho ria
,
descansaron
magnate bajo
el
;
y en celebridad de
al fin las
villa
Al-
la victo-
traqueadas cenizas de este
polvo de la sepultura.
ill.
Guerras entre Castilla, Aragón
Al
escalar el poder los
modo de
hiciéronlo á la
presa
,
bastardos y
tigres
y luchan entre
y
sí
Granada.
sus adeptos,
que se lanzan á devorar
rabiosos
,
codiciando cada
cual llevarse, la mejor porción en las garras. Desde
luego encarcelaron á D. Simuel Leví y á Juan Fer-
nandez de Hinestrosa D. Fernando, gefe de
Juan
,
alférez
yordomo de
mayor la
y se nombraron la
,
el
infante
cancillería, el infante
D. Fernando de Castro
,
misma
maestre D. Fadrique
,
,
clase,
,
don
ma-
y camarero mayor
el
desempeñado habitual-
oficio
y que conferido á un significaba un puesto debono gran señor ahora,
mente por
caballeros llanos
,
,
94 ñor, sino de responsabilidad y vigilancia. Sin cargo especial D.
Enrique
bia en la corte
,
,
tenía
mano
y sojuzgaba á
derecho de primogenitura
,
sobre cuantos ha-
los bastardos
por
el
á los infantes aragoneses
por valer mas que ellos en Castilla, á los demás personajes por la alteza de su nacimiento
y á
,
to-
dos en común por ser su carácter mas flexible mas ,
mas regulada su
paciente su cautela y
Anheloso aguardaba sesgo las cosas con
en Toro
el
entrada de los confederados
la
mas en breve
;
astucia.
reino que tomasen mejor
dejó de ser
un arcano que
todas sus miras se estancaban en derrocar Padillas
,
para encumbrarse ellos á
teniendo preso
al
la
los disturbios
,
,
la
la
reha-
feliz-
caminaron con velocidad á mas
querían consolidar
de predominio
la victoria, sin
los
ayudar-
demás elementos que hablan concurrido á
formación de
amar á
memoria
en vez de desenlazarse
,
terribles complicaciones. Sedientos
la
,
,
voz en grito. Por tanto
se de los
privanza man-
de doña Blanca después de proclamarla á
bilitación
bastardos
los
rey, á fin de no perderla; y que
se les habia ido completamente de la
mente
á
la liga:
el
soberano perseveraba en
manceba y en querer que
le
rodeasen sus
parientes: el interés del reino seguía cifrándose en
que hiciera vida con su esposa; de suerte que triunfante la parcialidad de los bastardos, estaba en pug-
na con
Castilla
:
Castilla contristada
nacidad del monarca:
el
por
la
aviesa te-
monarca ansioso de verse
95 libre para soltar el freno á sus caprichos
no
gores. Al principio
hablar con
muchos de
ri-
consentían sus hermanos
le
los
y á sus
que
solicitaban esta honra:
poco á poco hubo descuidos en sus guardadores; justas contemplaciones en el jefe de los
que
mian como á un prisionero de guerra; y
le
conce-
le
dieron tener cerca á D. Simuel Leví suelto de ,
muy
sión mediante fianzas
te
que
de
los agitadores
que
nes de
que
el
la
interés propio
fama
,
no sin gen-
,
,
estados ponen en
los
juego sus recursos y aventuran jula
á caza
salir
de continuo su persona.
vigilase
Cuando
la pri-
subidas en dinero; pla-
á solas con algunos, y
ticar
opri-
vida sin otra brú-
la
no se elevan á
antes descienden á ser
se adjudican
al
las
regio-
como géneros
mejor postor en público mercado.
Así doña Leonor y sus hijos los infantes aragoneses,
y algún individuo de tros
la ultrajada familia
de
los
Cas-
y otros señores mal contentos del conde y del ,
maestre, abrieron bastardos
muel
del rey
los oidos
,
tesorero
el ,
,
y
corazón á
á
las
manos á
las
la
saña contra los
sagaces palabras de D. Si-
no dándoles aprensión
zos, con tal luciese D.
el
de salir aventajados.
las
pingües dádivas
la
nota de tornadi-
Aunque
algo tras-
Enrique de aquellas concertadas desercio-
nes, no era poderoso para cortarlas á viva fuerza,
mermándosele de dia en dia contemporizar atendia
,
los
mas que su
parciales; y
si
acción volaba
á el
tiempo, y sus facultades no rayaban con mucho
donde
de
solicitaciones
las
sus versátiles amigos.
Imposibilidad habia de que tan embarazosa situación durase
tornaban á
pues viendo que
;
merced
la
del rey
,
que eran más se
los
jurándole fidelidad y
recibiendo señoríos; los que eran menos, y le tenian, airado
,
echaban por
pagados con bullir
la
misma senda y
de afrentosos amaños, de interesados ajustes
y de recíprocas traiciones bia
daban por
meses pasaron en aquel
indulto. Tres
el
se
manera de formar
cabo de
al
y
,
de costumbre
tenía
lo
135Í cabalgó un dia fuera de jando
los
una
de su bando.
por noviembre de
,
la villa
de Toro;
rienda á su cabalgadura, aceleró
la
no ha-
á D. Pedro de Castilla
guardia en que no preponderasen
Como
ellos
aflo-
paso:
el
sus parciales esterilizaron la resistencia opuesta á la
huida por sus enemigos la
natural sorpresa
,
,
los cuales al
intentaron en balde rasgar con
sus ojos, centellantes de ira,
entoldaba
la
palada
noticia
los
la
doña
IMaría
la
espesa niebla que
atmósfera y favorecia
engañados y
y
los
en Toro los
reponerse de
,
al fugitivo.
quedaron
al
descubierto
engañadores, porque
bastardos
la
Pro-
la reina
oyeron como infausta
novedad y sobresaltados; y doña Leonor y sus jos, los infantes aragoneses
estaban en
el
Sin
azar
.se
le
el
,
como que
secreto.
mas
leve llegó
juntaron los infantes:
seminaban
impasibles
,
hi-
los jefes
de
la
el
allí
rey á Segovia
:
allí
supo cómo se di-
desmembrada
liga
,
á bus-
97 car seguridad ó socorros; el maestre D, Fadriqíieen
Talayera
en
tro
,
D. Tello en Vizcaya
desde
Galicia:
vista por el reino
de ca
bullicio: ;
fué dado extender la
le
y contemplar tres grandes centros
en Toledo, donde permanecía doña Blan-
en Cuenca
ban
allí
Fernando de Cas-
D.
,
donde
,
los Garcías
de D. Sancho
al servicio
de D. Alfonso XI
de Albornoz esta-
otro de los bastardos
,
y en Toro donde quedaban doña ,
;
María y D. Enrique. ¡Hora suprema,
ponente, aquella en que á con sus manos cordia oir ó
!
de
la oliva
los
la
al
par que im-
reyes toca levantar
paz ó
de
la tea
la dis-
Hallábase el de Castilla en plena libertad de
de menospreciar
de
las súplicas
los
que se la-
mentaban de sus extravíos; de quitar á nobles y á ciudades todo pretexto de alboroto
de grado
lo
que antes se
le
haciendo ahora
,
exigia violentamente;
Papa, bur-
de perseverar en su rebeldía contra
el
lándose de sus anatemas; contra
candidez y
infortunio,
mudando para su
regio dosel en la oscuridad de la
sociedad toda
,
la
esposa
un
queriendo para
sombra del
la
calabozo; contra
sí
todas las muje-
siempre que
res casadas ó
por casar
ellas acaloraba
su fantasía y revolvía sus
turbulentas pasiones.
entre
el
bien y
el
sus vasallos, entre
Pudo escoger
mal el
,
,
entre
el
aplauso y
generaciones no venidas entonces
el
la vista
al
ple intención de procurar lenitivo á
7
y
á su albedrío
amor y el
fáciles
de
el
odio de
oprobio de
las
mundo. La simlos
daños que
98 fatigaban al reino, fuera gloria; y (íonsiguiéralo sin
procurara,
duda; que solo sus desórdenes do-
mésticos y gubernativos la
si lo
podian enviar prosélitos á
,
opinión de los bastardos; y de no encenagarse
hombres de bue-
nuevamente en
los vicios, todos los
na voluntad
formaran con su pecho recio muro.
le
Perpleja Castilla
deseaba conocer
de su monarca pues era
político la
,
pensamiento
lo cierto
,
que desde
caida de D. Juan Alfonso de Alburquerque no ha,
bía acreditado tenerlo
por
tal el
que
el
fijo
la
ni vago, á
no contarse
de cumplir su gusto. Harto se comprendía
magnate portugués habia llevado atinadamen-
y que fiados á los deudos que por su intercesión malhadada ascendió á la
peso de los negocios
te el
de
el
cumbre de
la fortuna,
,
,
degeneraba
habilidad en
la
y no mas se pensaba que en salir del dia. Aquellos sabios decretos encaminados á robustecer torpeza
,
poder del trono, y que vedaban á los comendadores de las órdenes de Alcántara y de Santiago el
admitir en las fortalezas á sus respectivos maessin especial aviso
tres
,
dro
al
premiar
,
fueron anulados por D. Pe-
la lealtad del
uno y
al
imponer pena
á la traición del otro. D. Fernando Pérez Ponce riente de doña Leonor de rirse á la liga
,
Guzman no ,
y en recompensa se
le
le
pa-
quiso adhe-
devolvieron
todas las atribuciones anejas á su maestrazgo.
Fadrique se
,
A don
destituyó del suyo por sedicioso; ob-
túvolo O. Juan Garría de Villajera,
hermano bas-
99 tardo de lujo
la Padilla
sin trabas
,
de violar leyes se
lo
,
de Santiago
,
bien que
de ninguna
impuso
rey á
el
matrimonio
el
para aquella investidura
al
:
clase.
inhabilitaba
le
falleci-
,
la
orden
la
modo que por
miento de Pérez Ponce, forzó á
Por
orden de Alcán-
tara á llamar maestre á Diego Gutiérrez de Geballos,
que
aun
ni
Un
se contaba entre el
freiles.
brevísimo cotejo de las cortes de Valladolid
de 1351 con
minar
número de sus
las
de Burgos de
1
355 basta á deter-
absoluta desemejanza de la gobernación de
la
Alburquerque y de
la
de
logrado que se respetase
monarca y
:
le
las
presentó
desautorizaron con
de su valimiento, y
á Burgos, vencido; en
le
,
en Valladolid victorioso estos la ilegitimidad
Aquel habia
los Padillas. al
acompañaron
le
primeras cortes estuvo
holgadamente y con abundancia de recursos; á
las
en
las
segundas
asistió
de prisa y necesitado
unas hizo leyes, y á Sin descontentar
las otras
al clero ni
así
:
demandó
á la nobleza
,
cundamente en Valladolid por estrechar entre
el
trono y
el
á las circunstancias
,
subsidios.
trabajó fealianza
la
estado llano: cediendo en Burgos ,
se
empleó en recopilar
Fuero
el
Viejo, verdadero código de la nobleza de Castilla,
altanera
dro de
,
desobediente y tirana. Al apartarse D. Pe-
los
valisoletanos
ciación de su enlace con
de
los
,
tenía pendiente la
doña Blanca
;
al
nego-
despedirse
burgaleses, solo algún iluso abrigaba
la
espe-
ranza de quo pusiera término á su virtual divorcio.
100 Antes se liallaban por todo ta;
reino aparatos de
el
fies-
ahora no se veian mas que preparativos de
batalla.
Pero los
el
rey D. Pedro habia demandado ayuda á
obispos
á los nobles y á
,
aquietar á su D.
diputados para
los
madre doña María, á sus hermanos
Enrique D. Fadrique y D. Tello y ,
,
al
procer de
lo
de Cuéllar estaba mala-
mente emparentado. Mucho
hal)ian cejado los rebel-
Galicia
con quien desde ,
,
des de su altivez primitiva
,
,
y no
ofrecía obstáculos
invencibles el designio de traerlos
de Segovia
les pidió el
con
cillería
el
soberano los
anuncio de que
hierro para labrar otros
y se
,
los
Des-
al vasallaje.
sellos
de su can-
sobraba plata y enviaron al punto.
le
Para que vinieran á bien todas aquellas alteraciones, soltó
reina
la
madre á Juan Fernandez de H¡-
nestrosa cogiéndole cuatro caballeros en rehenes.
Según era su índole (le
afable
y contemporizadora hubo ,
desvivirse por quedar airoso en el papel de
me-
dianero; mas, no recabando de su valedor ni aún
suavidad en
las palabras
,
descuidó volver á Toro
no dio señales de acordarse de
los
rehenes que
,
y
allí
habia dejado; y doña María los puso en libertad con el
pensamiento de mas obligar á su
el
conde D. Enrique en ayuda de su hermano
maestre puertos
,
Yendo
tomáronle algunos de tierra de Avila le
el
los
batieron después de hacerle caer en
y una emboscada, de ,
hijo.
lo
cual
se
vengó atrozmente,
101 pues redujo algún lugar á cenizas, y sepultó en
muchos de
ellas á
Los mas de
los
vencedores y de sus
los toledanos,
linajes.
comprometidos en
le-
el
vantamiento á favor de doña Blanca, pidieron rey que se presentara en su ciudad dían ser acogidos los bastardos cían
,
donde preten-
cuyas obras pare-
,
mas adecuadas para enajenarse
del reino
guiente
trosa
estaba casi disuelta
liga
camino de
el
procurándola en
la
la
,
la
voluntad
reina doña
reconciliación
corte
,
Toledo
de haber unido su causa á
tida
la
que para hacérselo devoto. Por consi-
la
María en
al
la
de
Hines-
,
arrepenlos
que
eran bastardos de nacimiento y de conducta. Visiblemente se allanaban delante de D. Pedro las dificultades cía
muy
gor
,
y
blandura
la
término de
el
En
lejano.
ó
,
su
los alborotos
mano estuvo
severidad á
la
alabanzas se hiciera merecedor
y derramando perdones: recta agobiando bajo
el
peso de
la
no apare-
preferir
al ri-
clemencia.
De
reprimiendo su saña
,
justicia administrara,
la ley
á los promovedores
del trastorno.
Aunque
el
reino se quejaba fundadamente de
que su señor natural
lo
desordenara todo con
los es-
cándalos de su conducta y las tropelías de su gobierno te el
,
los
bastardos habían abdicado completamen-
derecho de acriminar por
su hermano
común con
,
desde
el
las
mismas causas á
instante en que hicieron causa
los Padillas.
A
sus compromisos faltaron
102 sin rebozo, llaraantlo á D. Juan Alfonso
querque á
la
que
jestad del trono, prendiendo al la
de Albui'-
ma-
revuelta, y ajaron ruinmente la
ocupaba en
lo
hora en que parecia mas propicio á dejarse ablan-
dar con persuasiones. Grande habia sido
el
justo era
el castigo;
que
la
el
resentimiento; indispensable
piedad inconsiderada suele alentar á los re-
beldes, para quienes la gratitud es la
larga obliga
cadalsos
,
á
al
D. Enrique el el
mas
un oprobio; y á
que gobierna á ensangrentar
de que
fin
nidad no pongan en
que
agravio;
tela
mas
los
por su benig-
los agraciados
de juicio su fortaleza.
revolvedor, y D. Fadrique aun-
inofensivo de los bastardos
que hizo sus primeras armas salteando
y D.
,
los
Tello,
caminos y
despojando de su hacienda á pacíficos trajinantes,
no tenian disculpa de su á
la
delito
,
ni
derecho alguno
misericordia de su hermano: sus cabezas de-
bieron rodar bajo los pies del verdugo
miento de traidores. Pero jos de
la
,
para escar-
perversidad de los hi-
doña Leonor de Guzman que jamás conme-
moraron
,
desastroso de aquella
el fin
dama
para cohonestar su perdurable rebeldía
,
ni
aun
no autori-
zaba á D. Pedro para seguir reinando sin otra guia
que su voluntad persticiosa
en
,
ni
mas apoyo que
las felicidades
el
de su
fe
su-
que interesadamente
le
vaticinaban gentes de baja estofa por hechizos y cara de estrellas.
Mas en vez de
sacar enseñanza de los peligros,
105 y de atemperarse á y de acreditar á y en sus obras
lo
inspiraciones de la cordura,
las
menos buena
no tardó
,
el
en sus palabras
fe
rey en descubrir que no
mas pensamiento que
se le alcanzaba
cer sus caprichos; ni otro sistema que
para llevar dignamente
perdonar que
pérfidamente
la
,
los arrepentidos
corona
la
ni
;
de satisfa-
el
del terror
el
mas manera de
artificiosa
de atraerse
con dulces promesas para matarlos ,
después á mansalva. D. Pedro
comenzó
lante de Toro;
ron
las
mera
y
puertas
,
los
campaña presentándose de-
la
que guardaban
la villa le cerra-
no por valor, sino de miedo.
vista sorprende
que
en traer á composición
las
caz influjo de Hinestrosa abiertos á su hijo
la
reina
madre empeñada ,
desavenencias por
no acogiera con
,
A pri-
en población donde
el efi-
los brazos ella lo
era
todo; y no obstante es forzoso concluir por justificar
su resistencia. Al pasar
el
rey por Medina del Cam-
po habia mandado asesinar súbito dentro de su mis,
ma
posada á Pedro Ruiz de Villegas y á Sancho ,
Ruiz de Rojas, dos de
los
caballeros
que hablan
vuelto á su servicio en unión de los infantes arago-
neses el
,
y que por
uno con
el
ello
acababan de ser galardonados
adelantamiento mayor de
otro con la merindad de Burgos. clara
De
Castilla,
esta suerte
que no admite transacción ninguna,
que se ponga
el
y
el
de-
ni tolera
menor dique á sus desmanes. Desde
entonces conculca todas
las leyes; se
hace enemigo
de
la
humanidad, representada por sus
de indistintamente sobre chillo
de
las
los
venganzas:
tanta y hecha de
tal
que bien
vasallos; tienle place el
cu-
á veces hace justicia, es
si
modo que degenera en ,
cruel-
dad; por pequeñas culpas impone grandes castigos;
pena y da el
muertes á muchos sin causa; y que se empeña en seguir el itinerario de sus jorterribles
nadas por toda
Castilla
resbala á cada paso en
,
el
ancho reguero de sangre que deja en pos de su planta exterminadora.
A
Toledo va
rey llevado de sus rencores,
el
mientras los vecinos de
la
ciudad
le
creen amansado
y dispuesto á unirse con doña Blanca facilitar la
y procuran
concordia, negándose á hospedar á los
bastardos. Estos
apoderan de
ayudados de algunos
,
alcana y
la
la superstición del
parciales, se
roban y asesinan á
doscientos judíos. Ni con estimular
le hallan
,
mil
inhumanamente
pueblo se captan su ayuda; antes
enemigo en
la
defensa de
la
Judería mavor,
á que ponen cerco; y sus pobladores auxilian á las
huestes del monarca
sen
las
,
echándoles sogas para que pa-
azudes y no se detengan en señorear
puentes. Por suya queda salen fugitivos (jue
,
y
los
no logran dárselo
Lejos de atender
el
la
ciudad y los bastardos ,
vencedores en su alcance ,
los
porque
les
pone
,
aun-
alas el miedo.
rey las súplicas de los toledanos,
inutiliza sus sanas intenciones
,
y defrauda sus
legí-
timas esperanzas: empieza por ordenar que se tras-
105 que
lade á doña Blanca al alcázar de Sigüenza;
el
obispo de aquella diócesis sea encarcelado en Aguí-
de Campó juntamente con otros caballeros, y
lar
que González Palomeque y algunos mas prisión en el castillo de Mora. Después
Fernán Sánchez de Rojas
tar á
á Diego Martínez y á
,
tengan su
,
manda ma-
Gómez y
á Alfonso
Gómez Manrique por
ser ami-
gos de los bastardos; y luego á veinte y dos vecinos
de
la
ciudad por ser defensores de doña Blanca.
Entre estos se cuenta un platero octogenario, padre de un piadoso hijo que
,
por salvarle
de D. Pedro de
cuello juvenil á las iras
D. Pedro de Castilla admite el sacrificio
en
el
,
,
ofrece su
Castilla;
y
y
se deleita
derramamiento de aquella sangre generosa que
impulsaba los latidos de un corazón tan inocente.
De Toledo pasa á Cuenca le
hostilicen
donde pacta que no
,
que guardan á D. Sancho
los
Cuenca á Toro, donde acuden
mamiento de
la
pone máquinas y bastidas contra serva
con
cómo
los
que
escaramuzas
Enrique
se le disminuye el
,
hermano.
se le pasan ,
y
los
,
y
bastardos
los
Reina doña María.
;
y de al lla-
Allí sienta el real, el
puente
,
y ob-
número de enemigos
los
que mueren en
que acompañan á
Galicia á
las
don
teme vivir en lugar que asedie su
el
cual
Un
legado del
sumo
Pontífice llega á pedir
á D. Pedro que se una á doña Blanca, y ataje discordia,
y restituya
la
güenza. Solo esto último
la
libertad al obispo de Sile
concede, y después os-
106 fuerza todavía
mas
conibale de
el
Por entonces acaece
de Toro.
la villa
derrota y muerte de García
la
de Yillajera, maestre de Santiago; y Fernandez de Hinestrosa trata con D. Fadrique su retorno vicio del rey
y á
posesión legítima de aquella
la
y tan sinceramente afectuosas maneras le obliga que investidura;
le
miedo logra seguro para la vista
de
ellos
cruza
y para
sí
,
y á
habla y con tan bastardo depone
el
,
el
al ser-
se incorpora al
y
el rio
los rebeldes,
soberano. Varios vecinos entregan á D. Pedro
puerta de Santa Catalina ses de formal asedio
Se dirige
al alcázar,
,
y
,
al
la
cabo de algunos me-
hospeda en
la villa
sus haces.
en cuyo recinto tiemblan de
espanto los mas comprometidos y los menos espe,
ranzados en que
les
valgan
de
la
viuda
promesas del hijo legítimo de D. Alfonso XI.
y
las
Y
no se engañan
taleza se
,
pues
al
acercarse
asoma por encima
llamado Martin Abarca y ,
do en
las súplicas
los brazos á D.
solicita
Juan
el
del adarve
rey á
un
la for-
caballero
su perdón tenien,
otro de los bastardos,
,
y oye una implacable negativa no obstante se aban;
dona á
la
voluntad del monarca
,
por muerto. Contra su costumbre
mansamente ria la
,
pues
al
,
si
bien su
y todos le
acoge D. Pedro
mansedumbre
poco tiempo suena
el
le lloran
es transito-
Abarca huido de
corte de Castilla.
Por mas que intercede su hijo otra respuesta que
la la
madre no alcanza de ,
de instarla á que des-
i07 y deje á su arbitrio
aloje el alcázar
caballeros
la
suerte de los
que están en su compañía. Dos de
ellos,
Pedro Estébanez Carpintero y Rui González de Castañeda salen dándola
el
brazo
y otros dos Alfonso ,
,
y Martin Alfonso Tello les siguen muy de cerca; y no bien pisan el puente, tendido soTellez Jirón
])re el
foso
,
del príncipe
acometen embravecidos
les ,
que están en acecho
,
y
los los
sayones derriban
á golpes de maza ó los degüellan con puñales
sangre de las víctimas salpica
doña María. Así recoge esta ber educado á su hijo en ganzas
el
la
escuela de las
la
las caricias
de
la
reina
dañado fruto de ha-
y de complacerse en que
,
pansivo deleite de el
el rostro
y
,
al
ven-
gustar el ex-
maternales, se infiltrara
veneno del rencor en su pecho
infantil
y de na-
tural impetuoso; así bajo el peso del tremendo y providencial castigo cae desmayada; y desencajada
abrir los ojos para horrorizarse
y convulsa vuelve á
del sangriento espectáculo
palabras,
su hijo
,
que
para menospreciar
la
la
rodea; y á articular
vida y maldecir á
y dolerse de que aquel brazo exterminador
quede suspendido sobre su cabeza. Lastimada en
la
honra doña María, se apresura
á alejarse del monstruo que ha llevado en su seno,
y pide amparo en Portugal á su padre, quien la recibe amoroso y después la mata con yerbas mal ,
,
pagado de su recato.
¡
Mujer de
doña María! nacida para
la
infausta estrella la
virtud, y depravada por
108 haber reconcentrado sus mejores esperanzas en
de sus odios; magnánima en
satisfacción
peridad y flaca de ánimo en
y vengativa
,
,
infortunio; ultrajada
el
hijo
,
la
saña de su co-
la
sangre de su rival indefensa y insensatez del furor entiende que su
vertiendo
poseída de
pros-
espera un año y otro año hasta que
su esposo muere: y desahoga
razón
la
la
;
,
cruel desde la infancia por sus lecciones
de mostrarse benigno en zonarla.
Su desengaño
la
,
de
es grande: solicita perdones
dama, despedida como
Castilla
,
y
ella del
ser mediadora entre los hijos bastardos ,
;
y
procura el legí-
y únicamente consigue añadir
incentivo á las revueltas. ¡Mujer sin ventura!
esposo la
la
asesina
abandona: su hijo ;
y
al
la
tálamo regio
se la arrancan de los brazos
timo de D. Alfonso
ha
mocedad por no desa-
y nada pueden sus ruegos: anhela consolar á triste
la
censurarla
la el
Su
desacata; y su padre
historiador
,
no puede
excusarse de compadecerla.
Pocos meses sobrevive dición de Toro;
y
sin
reina
madre á
embargo no
ver á su hijo multiplicar súplicas de
la
la
ren-
fallece antes
de
las ejecuciones, eludir las
Fernandez de Hinestrosa cansar ,
la
pa-
ciencia de sus vasallos y correr desalado á su ruina.
Acósale de continuo
la
sed de sangre, y en ver-
terla sin tasa consisten las alegrías
de su victoria.
Los Garcías de Albornoz evacúan á Cuenca, y se meten en Aragón con D. Sancho el conde D. En:
109 rique solicita seguro para partirse á Francia
que se
otorga
le
y aun-
,
necesita torcer camino por no ser
,
víctima de las asechanzas de su hermano. D. Tello sigue en Vizcaya,
con que
y
en rehusar
acierta
brinda repetidamente
le
solo espera su venida para segar
cabeza y ,
las
de
los infantes
drique, y de D. Juan de
el
monarca quien ,
de un solo
aragoneses
la
,
entonces se limita á asesinar ,
á dos hombres de
la
tajo
,
su
y de D. Fa-
Cerda, caudillos de
sedición de Toro. Se le frustra el designio
neo
perdón
el
la
y por después de un tor,
servidumbre del maestre
de Santiago. D. Pedro ni olvida ni perdona; es
contumaz é
inexorable: astrólogos de raza hebrea pueblan palacio fos
y
,
su
y pronostican á coro los maravillosos triun-
las
espléndidas grandezas que le depara su
destino. D. Simuel Leví acaudilla aquella turba de
advenedizos, que labra su propia ventura vatici-
nando
la
ajena
:
además adula hábilmente
de atesorar riquezas que consume nándole de oro tres
castillos,
y
limiento. Cada vez se estrecha
enlaza
al
rey y á
la Padilla:
mas
ansia
soberano
al
así
el
dura en el
,
lle-
el
va-
vínculo que
dos hembras, doña
Constanza y doña Isabel, aumentan su prole. Al
amor de
desús
la
manceba
sacrifica D.
Pedro
el
bienestar
vasallos, su propia reputación
y su ventura. y hasta su concupiscencia y su codicia; menos su sistemálicíi
ira.
todo
lo
rinde á las plantas de aque-
lio hermosura seductora. Muertos yacen
lia
vagan
,
ó zozobrosos se esconden
sin augurar
reposo: queda
ó huidos
los rebeldes
nace
subsiste la causa del disturbio:
,
la
;
pero
paz; pero
rey vencedor; pero
el
reincide en los desórdenes que le precipitaran á ser vencido. Nadie
dan
fia
del
que jura solemnemente; de nadie, porque
mas
tener á los
menta de
que
y
fortifica los
el
soberano
y acrecientan
,
miedo de
los
su alma á
versos
y
,
y á
la
la-
el
desgobierno
clamores, y las malas artes de los
mente ó por armas salla
el
á
perseguidos alimenta
la
revuelta.
la
rey se subleva contra
el
acostumbran
que producen
,
ambiciosos no cesan de incitar á
su parte
fiar
por traidores. Castilla se
leales
la agita
postra;
monarca puede
ni el
los bastardos le
los vicios del
sobresalto la
porque abun-
,
ejemplos de que viola sin escrúpulo aquello
los
que
monarca
el
Por
que blanda-
opone á sus gustos; y ava-
se
suspicacia con
crueldad con que
que viven
los per-
mandan y gozan
se vengan los tiranos.
Aun quedaba manera de visiones no
menos encarnizadas
en reinados anteriores y ,
ciguarlas allá
de
páginas
,
la liabian
destrozado
supieron apa-
los príncipes
llevando á sus promovedores á pelear
las fronteras. la
salvación á Castilla: di-
mas
Abrase por cualquiera de sus
historia de la
reconquista
,
y se verá á
grandes, medianos y pequeños olvidar sus enemistades en frente de las huestes contrarias, y
compe-
111 tir
en valor y en patriotismo y morir sobre un mis,
mo campo
,
ó vencer á
sombra de igual bandera.
la
Es cosa fuera de duda que en ,
los siglos
medios
la
guerra exterior sosegaba mas eficazmente que nin-
gún recurso de
mejor entendida
la política
cordias intestinas de las naciones. lo tenía la castellana
religión
En
,
las dis-
su propio sue-
enemigos irreconciliables de su
y de su independencia; y en
la fértil vega de Granada crecían laureles para acabar de entrete-
jer la triunfal corona con la
que
el cielo
galardonaba
constancia heroica de los descendientes de Pelayo,
del Cid y del vencedor en la las
memorable llanura de
Navas de Tolosa.
Un
accidente impensado hizo que
guerra contra
la patriótica
los musulmanes se tornara en lucha menos popular contra los aragoneses. Estos se halla,
ban en pugna con
república de
la
con vínculos de aliados
uno de
los almirantes
Genova y unidos
rey de Francia. Llevábale
al
de Aragón oportunos socorros
en diez galeras y un leño y navegando á vista de ,
las costas
tinas,
y
andaluzas
las
,
dio caza á dos naves placen-
apresó en Sanlúcar de Barrameda, so-
color de pertenecer á genoveses las mercancías con
que iban cargadas. Esto sucedia á tiempo de holgarse por las aguas del Guadalquivir D. Pedro de Castilla.
Ofendido de
la
irreverencia á su persona,
requirió al almirante Perellós á soltar la presa con la
amenaza de
confiscar los bienes de los mercade-
112 residentes en
catalanes
res
Nada pudieron sus
justas intimaciones, pues
rino aragonés zarpó de Sanlúcar
naves y de arrojar
las
que para
sí
ciudad de Sevilla.
la
mar
al
la
,
el
ma-
después de vender
parte del cargamento
no quiso.
Reparación necesitaba aquel agravio evidente. consecuencia del tratado de paz ajustado en
i
A
352
por diez años entre los monarcas aragonés y castella-
no este se habia obligado á observar ,
lidad respecto de las naves de
estricta neutra-
Aragón y de Genova
que, persiguiéndose unas á otras, buscaran abrigo
en sus puertos
,
donde naturalmente no debian hos-
de modo que
tilizarse;
contravenido á
lo
el
almirante aragonés habia
pactado por los dos reyes. Sobre
no hubo diversidad de opiniones en
esto
del de Castilla
pero variaron en
;
ventilar el caso con ciaciones. Al
armas ó por
lo la
el
concerniente á
via de las nego-
primer dictamen se arrimaban
dos no tan amados á ,
lian serlo antes
,
la
sazón por
consejo
el
rey
los vali-
como
so-
y creidos de que volverian á cap-
tarse su predilección de lleno
si
se
movian
hostili-
dades; los proceres, militares natos, que veian en la
guerra su ocupación
prelados
,
,
su solaz y su fortuna
que á trueque de que no se
les
;
y
los
antepusie-
ran los grandes en poder material, ni en ituportancia
política ni
en riqueza, se encontraban siempre
dispuestos á empeñar ó vender sus mitras. Del se-
gundo parecer eran
los
letrados, precursores legí-
115 timos de los hombres les
liá])iles
en diplomacia
los cua-
,
cntendian que aquel asunto se podia conducir
á buen término por maneras apacibles con honra de
y sin deslustre de su monarca
Castilla,
y los con-
;
cejos de las ciudades y villas desjiobladas por los
horrores de
la
última peste, empolirccidas por las
violencias de la sedición y del mal gobierno
nazadas ahora con nuevas exacciones
vengar un ultraje de
fácil
raba sinceramente. Pero
tratándose de
,
composición
el
rey
y ame-
,
,
si
se procu-
que escuchaba tan
,
opuestos discursos, era joven de veinte y tres años,
de ánimo belicoso y de gran
que inflamase su pecho
el
bullicio
y anhelaba
,
imponente son de clarines
y alambores, y romper lanzas, y hundir yelmos, y derribar jinetes, y abrirse calle por entre apiñado
dó peones con
tropel
pomo de
,
las
y empañada batallas.
los
los
,
espada enrojecida hasta
armadura por
rica
la
Remontándose
elevadas regiones de
entusiasmo
la
lo
,
pues
maravilloso
el
,
á
el
polvo
el
las
mas
vuelo de su
quiso probar armas y sobresalir entre
mas hazañosos y ascender á la inmortalidad de mas experimentados en las lides.
Un
alcalde de corte, Gil
Fernandez de Segovia,
fué á desafiar á D. Pedro IV de
D. Podro
I
de
Castilla.
damente, dado que
si
A en
Aragón de parte de
desafiar decimos deliberael
proposiciones aceptables en
inensaje la
se contenian
esencia para
el
narca aragonés, tornábanse en irritantes por 8
la
mofor-
114 ma. Pretendía
rey de Castilla que
el
í^ado el almirante Perellós el
y
,
le
fuese entre-
responsable del insulto;
rey de Aragón se manifestaba pronto á oir
al
acusado, y á juzgarle de manera que se diese por
contento
soberano quejoso de su audacia. Para
el
mas enredar
disputa traia á cuento D. Pedro de
la
Castilla otros agravios
que se rozaban con algunas
órdenes militares de Santiago y Calatrava, y D. Pedro de Aragón se avenía á satisfacer
encomiendas de
en este punto
las
al
que á todo trance se empeñaba en
ser su enemigo.
De
Aragón
belicoso gozaba también el rey de
justo renombre;
mas
soldados en Cerdeña,
hueste alguna en
tenía empleada la flor de sus
y no
cuadraba distraer
le
las fronteras
de
Mal de
Castilla.
su grado se encendió una guerra de cuatro años;
guerra sostenida por mar con ventaja de los ara-
goneses el
,
y por tierra con gloría de Castilla
monarca invasor contaba por aliados á
tugueses y á los moros, y territorio, á los bastardos
todos los
castellanos,
el
del jefe
de
por-
que veía invadido su
que por huir de
la cristiandad,
los
de D. Alfonso XI, y á
abandonaban sus hogares; rumpida varias veces por
en que
;
guerra la
en
muerte,
la
fin
inter-
influencia civilizadora
que,
allí
donde
se sus-
citaban querellas entre sus coronados hijos, envia])a
mensajeros celosos á establecer treguas, cuan-
do no podían asentar definitivamente
las
paces.
H5 Durante aquel período sustenta
el
combate
Pedro de Aragón
en
fatigable el cardenal
al
da y que le sujeta á el monarca aragonés
la
y don
,
sus dominios. corre inle
man-
muy
rudo trabajo porque ,
la facilita,
cede
el
si
príncipe caste-
de continuo: este la
última que se le
súbito destruye lo adelantado lentamente;
:
cardenal
dumbre
Castilla
negociación de que cui-
añade siempre alguna demanda á
y
ajeno
ejército del otro
llano la embaraza: aquel
el
de
de Bolonia. La caridad
perseverante en
otorga
Pedro de
territorio
pierde parte
Del ejército del uno
tiene
D.
,
,
,
manse-
revestido de paciencia y de
se dedica á comenzar de
nuevo su santa
obra de amistar á
los
ninguno de
y siéndole imposible extirpar
ellos;
dos príncipes sin desdoro de los
rencores, logra repetidamente con su fervorosa elo-
cuencia que los capitanes se retiren de los campos
de
batalla
y platiquen juntos, para buscar
los
medios
de vivir en adelante concordes. Por desgracia,
la
guerra
exterior no
ahora avenencia ni tranquilidad entre
produjo
los castella-
nos. Al principio trajeron sus fuerzas
al
servicio
del rey D. Pedro, juntándolas con las del infante
D. Juan, y las de D. Fadrique y las de D. Juan
de
la
Cerda, otros
dos
señores, que
animados
de patriotismo, deponian su recelo ó su saña. Don Tollo con
sus vizcainos, y D. Fernando de Cas-
tro con sus gallegos, engrosaron la hueste invaso-
ra
par que
al
,
conde D. Enrique venía de Fran-
el
á recil)¡r sueldo de D, Pedro de Aragón, á cuya
cia
merced se iba
fin
al
infante D.
el
hermano. Era de esperar que lla
dara mas de
dados
las ofensas
trucción de las naves;
templado valor
y
,
para estragarle
el
le
de su
,
activi-
llevaba á
para acelerar
cons-
la
á las aguas de Barcelona,
para combatir á su enemigo; y cia
no se acor-
y que, pren-
de Aragón
las fronteras
atarazanas de Sevilla,
las
,
su
,
Casti-
campaña, y de su prodigiosa
la
dad, que de
las lides
anteriores;
los vasallos de' su bien
destreza en
monarca de
el
desfogando sus ímpetus en
,
Fernando
de Mur-
al territorio
de Valencia, acabaran
fe-
lizmente por olvidar las antiguas quejas, y por obligarle en fuerza de lealtad
á variar
de costumbres
,
de amor y de respeto,
y á reinar sobre
los co-
razones.
Pero D. Pedro de
Castilla dio
margen á que
malograse aquella ocasión brillante de dar lo
pasado y de ilustrar para
moria.
Muy
luego se
y D. Juan de
le
magnates fuerte
el
,
el
le
esposa del
condenó
me-
honor de doña Al-
primero de estos dos
cual se pasó Á los aragoneses. Hízosc
segundo en su
vencido por
venidero su
Cerda, agraviados de su persis-
la
,
olvido
desertaron D. Alvaro Pérez
tencia en querer atrepellar el
donza Coronel
lo
al
se
el
el
castillo
concejo de Se\iila.
rey
,
de Gibraleon. y fué
A
pena de muerte
despachando á uno de sus
ba-»
H7 llesteros
desde Aragón
ejecutase
la
'c
á Andalucía, para
que
sentencia sin demora. Poco después se
presentó doña María Coronel A solicitar
don de su marido
y
,
monarca tuvo
el
de requerirla de amores, y
la perfidia
dad en que
de que no
estal)a
el
per-
insensatez
la
de engañarla,
entregándole una cédula de indulto, por
tiempo.
so
liahia
la seguri-
de
llegar á
Es fama que mas adelante quiso insultar
de nuevo
el
dolor
y
honestidad de doña María,
la
y que esta, para conservar su viudez pura y vencer la
sensualidad del rey, supo inmortalizarse, con-
virtiendo su agraciado rostro en una horrible llaga.
doña Aldonza
Frágil
,
la
roina, consintió en salir de
hermana de aquella heun claustro de monjas,
donde habia recibido cariñosa hospitalidad su y se
abandonó en
Sevilla
de D. Pedro, que
á
á
las
sazón acababa de celebrar
la
tregua de un año con los aragoneses. auspicios
recato,
volcánicas pasiones
comenzó aquella dama
Bajo tales
á ganar tanto favor
con sus liviandades que puso en inminente riesgo ,
fortuna de el
del
la
Pa(hlla.
monarca, sino
((ue
No
.solamente
lle^ó
la
dejó de verla
á su rival
á
la
torre
Oro con guardia de caballeros de su bando y la corle. Sus órdenes debia
con dominio absoluto en
obedecer sumiso
1).
yor de Sevilla; y conducto, fue
la
Enrique Enriquez, alguacil ma-
la
primera que expidió
j)or
aquel
de prender á Juan Fernandez
tle
Hinestrosa, vuelto de Portugal de tratar negocios,
118 para cuando finalizase
en
visitar
el
tregua, y en ocasión de
la
alcázar á su acongojada sobrina.
como supo aquel encarcelamiento,
luego
fuga D. Diego García de Padilla
la
,
se dio á
único personaje
de aquel reinado á quien se puede aplicar
de cobarde. Dos dias no mas duró
ficación
Tan
la
cali-
la pri-
vanza de doña Aldonza desde que se aventuró á
osadamente: D. Pedro se arrepintió
ejercerla tan
de haberla llamado á Carmena, donde se divertia cazando; y
punto envió cartas afectuosas á
la
antigua manceba, soltó á Hinestrosa, detuvo en
la
huida al
al
maestre de Calatrava
al
y volvieron
,
las cosas
pésimo estado que tenian" antes. Sin embargo, comenzaba á renacer
para
nación castellana
la
rebeldes contumaces:
:
el
sosiego
fuera de ella estaban los
los arrepentidos
se
habían
acreditado de leales asaltando los muros de Tara-
zona
:
sangre vertida en Medina del
la
Toledo y en Toro testificaba que ,
de
,
una
ni
soberano.
el
sola fortaleza hacían
De que
,
sin ofrecer
sola
armas contra
este era el único sedicioso
se mantenía en el reino
,
levantamiento
no habia quedado impune: ni una
la liga
ciudad
el
Campo en
que
ningún holo-
causto en las aras de la concordia, protestaba en
muy
voz
muda
ca
privada de su libertad en
,
Ahora la
la
,
pero
elocuente
necesidad no
conveniencia
le
le
el
,
la
reina doña Blan-
alcázar de Sigüenza.
impulsaba á ser rigoroso;
aconsejaba atraerse amistades; y
H9 la justicia
le
imponia á
mesurado en
ser
lo
menos
obligación de
la
coyuntura mas favorable para
la
desenvolver su pensamiento de gobernación
,
si
bue-
no ó malo cabia alguno en su mente.
Con sano propósito y prolijo estudio, nos dedicamos á investigar los designios políticos de D. Pedro de
Castilla
las horas.
á quien
,
y nos duele haber consumido vanamente
Señor de vidas y haciendas se ,
de sus
las
quitaba
Máxima con
la
que
se educaba á los caballeros de aquel siglo era,
que
le placia
vasallos.
se guardasen del rey al
mismo tiempo de
servirle,
por semejarse al león que jugando mata é burlando
y que no entrasen en su casa cuando estuviese airado. El hijo legítimo de D. Alfonso XI
destruye;
lo
los
estaba siempre
campos de
;
y
batalla
resplandecía
si
,
como héroe en
y se agrupaban todos en der-
redor de sus pendones, no disminuía su ingénita saña cuando se sosegaba algo vallan
le
la
contienda, y los que
dejaban solo; y
si
alguno olvidaba
la
docta lección que habia aprendido en su infancia y llegaba cerca del trono tal vez á rendirle los tro,
feos la
de una victoria, pagaba su indiscreción con
vida.
Ajeno
él
rey de Castilla á
las
expansiones ge-
nerosas, habitual alimento de los corazones juveniles,
le
punzaba
el
recuerdo de su
prisión
en
Toro, y no podía tolerar que alentase ninguno de los
que en
ella
fueron parte. El maestre D. Fadrí-
120 que
,
vencedor en
frontera de Murcia
la
Sevilla á invitación
de su hermano, sin
sospecha de que
aguardasen peligros.
le
le
recibió con afabilidad
que en
la
acudió á
mas
solícito al
le
leve
Pedro
I).
y hasta con ternura
disimulo
las artes del
Oyéndole preguntar
,
,
,
por-
aventajaban pocos.
maestre pormenores
de su última jornada, y prometerle buen hospedaje, donde se repusiese de la fatiga, nadie hubiera imaginado
que
furor en su pecho y
el
destinaba para víctima con
le
la risa
en sus
labios.
habia descubierto esta intención malvada D. Juan
después
con
el
su primo
,
al
como también
,
bastardo D. Tello, á
la
fin
al
de agraciarle
señorío de Vizcaya. El infante aragonés, in-
por su propia
mano
al
que aplaudió y admitió se le trocó en pesar inftmte,
el
,
sumasen aquella obra. salir el
le
demostró
la
su semblante,
monarca y
cámara
el
soberano con gozo, que
por haJjer desistido de cum-
faltarían ballesteros
Y
,
la Padilla,
piedad de su alma en le
que con-
no faltaron en efecto; que
maestre de saludar á
al
matar
maestre D. Fadrique; oferta
advertido oportunamente por
un hidalgo de que no
del
infante
de asesinar
flamado de gratitud, se habia brindado á
plírsela
Antes
la
cual
la tristeza
de
llamaron dos cal)alleros de parte
siguiéndolos obediente
real pusieron
Icj^
,
en
la
misma
manos en su persona
los
López de Padilla, Juan Diente y Ñuño Fernandez de Roa; y enarbolaron sobre su
ballesteros Pedro
121
En
cabeza las pesadas mazas.
balde corrió
y ágil de miembros, se defendió
al patio del alcázar,
largo tiempo á saltos de los golpes
que
sus verdugos, y pugnó por sacar
espada
en por
la
gabán y trabada de una correa
el
hubo de sucumbir en
fin
Luego que
lucha.
duvo por
el
vio su
le
solia
le
al
asestaban ,
revuelta
talabarte:
tan desigual 6 iníjime
hermano en
tierra,
en busca de alguno de
palacio
vidumbre que
maestre
el
acompañarle:
al
an-
la ser-
cabo de inútiles
pesquisas descubrió á su hija doña Beatriz en los
brazos de Sancho Ruiz de Villegas del maestre
,
que
raba librarse de
amparo de
al
la
la
camarero mayor inocencia procu-
injusticia. El rey hizo
rancaran de los brazos
maba
,
protector escudo
la ,
tierna niña,
que
que
le
le
ar-
for-
para asesinarle por su pro-
mano; y vuelto adonde yacía el maestre, sin haber exhalado aun el postrer aliento, alargó su
pia
puñal á un camarero para que
le
dose en seguida á comer
mismo con
allí
rematase, poniéninfernal
deleite.
Erízase bla la
mano
el cabello al
,
se revuelve la sangre y tiem-
estampar
la
relación de tamañas atro-
cidades, que no son sino preludios de otras ribles;
pero á vueltas de
en toda alma noble
gonando de
la
la
,
se
la
envanece
heroica lealtad y
mas
ter-
indignación que excitan
el
el
historiador pre-
pasmoso sufrimiento
nación castellana, oprimida por un príncipe
sanguinario, que cruzaba su extenso territorio de
12^2
frontera á frontera, sin hijos desenvainara
que uno
de sus valientes
solo
un acero libertador contra
el
coronado homicida. Diligente
marchó
el
monarca desde
Sevilla ha-
de Gamp(') á deshacerse del bastardo
cia Aguilar
D. Tello: salvó á este el hallarse de caza en ser avisado por
un escudero suyo de
monte;
el
llegada de
la
me-
D. Pedro y de la muerte de D. Fadrique; y
en un batel antes de que su feroz hermano
terse
diese vista
al
mar de
D. Juan pedia y esperaba el
como
le
fué prometido
tificaba la oferta,
Cuando
Vizcaya.
,
infante
el
señorío de aquella
tierra,
y mientras su primo
juntábanse los electores só
le
ra-
el árbol
de Guernica, y decidian no reconocer otro señor
que
rey D. Pedro. Instigados
el
por
sus ocultos
manejos formulaban este voto contrario ,
diente
,
al
preten-
á cuyas reclamaciones pusieron término
mazas de Juan Diente y Gonzalo Recio, y radora voz del rey de Castilla que
,
la
las
ater-
asomándose en
su posada de Bilbao á un balcón por donde acababa
de ser arrojado de orden suya fante, dijo á los vizcaínos:
el
cadáver del in-
«Catad ahí
al
vuestro
señor que os demandaba.» Después hizo que
varan á Burgos, y lo
arrojaran
que hasta
al rio
le
lo
depositaran en
Arlanzon
al
lo lle-
el castillo,
y
cabo de algún tiempo;
repugnaba á veces mostrarse piadoso
en conceder á sus víctimas sepultura. Juan Fernandez de Hinestrosa llevó
la noticia
125 madre doña Leonor
del asesinato del infante á su
remanecer en
Isabel de Lara al
y á su esposa doña
Roa, para conducirlas á Castrojeriz en calidad de
De
presas.
de
cerca le siguió el rey para apoderarse
donde
pasó á Burgos,
de ambas; y luego
los bienes
agasajaron sus sayones, activos en
le
ven-
garle del ya antiguo levantamiento á favor de doña
Blanca, presentándole seis cabezas segadas por sus
en Salamanca
cuchillas
en Córdoba
Villarejo
de Sálvanos y en
,
Hay hechos que con gados;
en
quedan juz-
ser referidos,
satánico artificio de interesar á los unos
el
sito
de nivelar bajo
y
inocente
al
;
la
;
el
dementado propó-
segur vengadora
la
ción de toda su familia
no haber honra
;
la
de Campó
se fatigaba
,
la
sorprendente
nuncio de
rito
el
un
príncipe,
por herir á otro en Aguilar
y derramaba en Bilbao á
,
sangre de su primo
;
proscrip-
semana de matar á uno de sus hermanos
en Sevilla
vina
el
desesperante fatalidad de
vida seguras;
ni
sí la
presteza de las continuas correrías de la
culpable
al
horrenda máxima de arrastrar
asesinato de un individuo detrás de
que á
en
,
de Mora.
el Castillo
homicidio de los otros
el
en Toro
,
la
,
muerte
en deleite
,
la
la
y era entre sus vasallos funeral ;
el
escarnio de la religión di-
humana
vilipendio de la dignidad
de convertir
ocho dias
los
liviandad en ley
los pronósticos
de
,
;
el
pru-
la avaricia
viles aduladores
carta blanca para intentarlo lodo
,
en
y la ferocidad en
124 sistema tas
en
,
calamidades son que no se han visto jun-
(¡¡astilla
antes ni después del soberano
á
,
quien
llaman unos cruel y otros justiciero.
¿Cómo hablan de conceder y
el
el
Fernando tregua
infiínte D.
conde D. Enrique su coraje hasta
ú
asentada entre Aragón y Castilla
(|ue espirase la
á un mismo tiempo
enconaba
les
la infausta
,
si
nueva
de haber sucuml)ido trágicamente sus respectivos
hermanos? ¿Qué fruto podian producir
los esfuerzos
conciliadores del cardenal de Bolonia
cuando ave-
,
nido D. Pedro de Aragón á expulsar de sus dominios á los bastardos, y á poner al almirante Perellós,
dado que se
le
enemigo
Pedro de
D.
condenase á muerte en manos de su ,
Castilla,
complicaba este
querella reclamando tierras de Murcia
,
la
formalmente
trasmitidas dos reinados antes á otro dominio? ¿Era
que se apaciguasen
posible augurar
los
ánimos po-
seídos de encarnizamiento, después de acibararlo
rey de Castilla asesinando á su
tia
doña Leonor
par que se la confiscaba en Aragón su hacienda á la viuda del infante D. Juan
y á doña Juana Tello?
,
hermana de
,
doña
Isabel
esta y esposa
¿De dónde aguardaba prosperidades
rano que, ensañado por
dez de Hinestrosa y por los campos le Araviana
río,
el
reino fué en su obediencia
Fernando de Castro, que estaba en
«Galicia, y la villa de
»y
el castillo
y seño-
Agreda y
el castillo
de Soria,
de Arnedo y Logroño y San Sebastian ,
»dc Guetaria.» Por consecuencia los sucesos, magistralmente referidos por
el
mos
,
estas últimas líneas
uno de al
los
muy
cronista de quien copia-
cronista de aquel tiempo y
pocos castellanos que acompañaron
monarca legítimo hasta su expulsión absoluta del
reino
mes
,
vinieron á confirmar
la
corteza de los infor-
recibidos y la exactitud de los cálculos formados
por ü. Enrique en Calahorra. De Burgos se movió
el
bastardo, y los habitantes de los lugares por donde transitaba con sus huestes
,
le recibían frenéticos
de
gozo, y los caminos se poblaban de gentes campesinas y montañesas que le
colmaban de bendicio-
161 nes.
En
la
ciudad do Toledo entró como en triun-
fo;
en
la
de Córdoba concejo
procera to y
el
presentó un
dia
dumbre acudió que hasta
muy á
umbrales de su
En
¿
de
á porfía
de
y
,
tarde no
la
muche^-
tal
aldeas y villas,
las
pudo
pisar los
palacio.
virtud de qué títulos cenia una corona
empuñaba un
el
cerca de la de Sevilla se
:
de mañana
festejarle
tres
las
agasajaron
le
y ascendia á un trono
cetro,
el
y conde ,
D. Enrique? ¿Debia la dignidad de rey á su nacimien-
to? ¿Se la habian conquistado sus virtudes?
hazañas?
cibia en galardón de sus
¿La re-
responder
Si al
nosotros al llamamiento de la Real Academia Española
,
haciendo
de D, Pedro de
ecoámen
el
Castilla,
hislórico-critico del reinado
no tuviéramos necesidad de
dar cierta extensión á nuestro trabajo; járbitros
si
de reducirlo á compendio después de cote,
jar detenidamente historias con historias sificar fijar
fuéramos
,
y de cla-
documentos, y de descifrar manuscritos, y de
bien los hechos
y de dilucidar con pulso
,
las
opiniones, hubiéramos emitido la nuestra en una cuartilla lo
de papel
que exige
A
el
,
muy
ciertos de
no
callar
nada de
buen desempeño del asunto.
mediados del
siglo
decimocuarto
,
hubiéramos
grandes y pequeños eran monárquicos en Castilla ninguna de las clases del esta-
dicho sencillamente
,
:
do disputaba á
los
reyes
la
posesión del trono;
si
al
heredarlo eran menores, los proceres acostumbraban
1G2 Á formar bandos para destruir á los regentes y
nom-
brar otros á su gusto; pero una débil mujer, llamada
doña María de Molina, á quien no reconocia Roma por reina, ni por esposa ni por madre, habia conservado á su hijo D. Fernando IV y á su nieto don Alfonso XI los estados, cuya posesión les cupo siendo
niños
:
solo con apelar á la alianza
aquella
de
las ciudades,
renombrada heroina sofocó en dos
distintas
ocasiones las revueltas, é hizo prevalecer su causa.
Por legítima herencia subió posteriormente
al
trono
un príncipe llamado D. Pedro á
la
años: era biznieto de
gobernadora que ha-
bia
amparado
la ilustre
la justicia
seis
de sus antecesores D. Fer-
nando y D. Alfonso. Todos sus fidelidad
edad de diez y
vasallos le juraron
espontáneamente y solemnizaron su adve,
nación castellana
la afrenta
adhesión á sus reyes:
ban ambiciosos;
si
si
No
mancillaba á
la
de ser inconstante en
la
nimiento con grandes regocijos.
los
magnates se insolenta-
los sacerdotes
hacian valer sus
franquicias terrenales, el trono y el estado llano po-
dían
mas que
la
aristocracia
y
unos hombres de Oriente, enemigos de del Crucificado
,
y de
la
la religión
independencia del país
cuyos anales resplandecian con letras de oro bres de
mancia en
la ,
los
,
en
nom-
heroica Sagunto y de la celebérrima
Nu-
después de haber evacuado mal su grado
seis siglos
torio
Además
el clero.
de encarnizada contienda todo
que se extiende desde
,
la falda
el terri-
de Govadonga
165 hasta las márgenes del Guadalete
ban á
los castellanos
todavía insulta-
,
haciendo ondear sus banderas
,
sobre los muros de Granada. Contra ellos y detrás
de sus reyes patriotismo
,
,
marchaban
hombres buenos de
,
la
pos
exaltados de
,
las
los
de
,
ciudades junto á :
;
y á
los trajinantes
y
,
cedía
y
al
el
allí
dejaba so-
no tropezaban en los
mortífero estruendo de los combates
ruido vivificador de los talleres. Pues
el
cam,
su-
prín-
cipe llamado D. Pedro, que reinaba legítimamente
podia oponer á
denuedo de
la
bendecido
,
,
y
soberbia de los grande señores el
las fieles
de aquellos contra
y vencer glorioso
y
fron-
la
par que
la
caminos con salteadores; y reverdecían ;
poblado-
los castillos
nobleza inmarcesibles lauros
segar á Castilla los
fe
los rebeldes
tera olvidaban sus disensiones
adquiría
de
y compitiendo en bravura
res de los monasterios los
llenos
ciudades
los ,
,
y
utilizar las fuerzas
hombres venidos de Oriente,
y morir llorado
,
y sobrevivir
fué destronado en su edad viril por
un
conde á quien decian D. Enrique. Este conde era ,
hermano de aquel monarca, y primer
fruto
de
la
in-
constancia conyugal de D. Alfonso XI; para que alegara algún derecho controvertible á la corona bía preceder el exterminio de todas las
ramas
,
de-
legí-
timas y bastardas de los príncipes reinantes en Ara-
gón, y en Portugal, y en Castilla: hombre sin cora-
zón y de índole traidora, habíase unido íntimamente en rebeldía contra su hermano á una mujer renco-
164 rosa
la
,
madre de su
cual le acababa de dejar sin
:
barbarie daba terrible testimonio algún pueblo re-
ducido á cenizas por ser enemigo de sus rebeliones:
mas de una vez habia esquivado manifiestamente peligros, ausentándose de las plazas fuertes iba á ser cercado
,
y encomendando
la
los
donde
defensa á dé-
biles mujeres: desleal con su rey y señor, hizo des-
pués armas contra su patria: mañero y ambicioso tuvo gran parte en que
el
soberano aragonés asesi-
nara á un infante y á un gran valido; para que no
tomase
le
das pretensiones:
mora de das
:
valido, para que no fuese re-
al
patricio
,
armaba revueltas mal
ventajas personales: ciones con
el
delantera en sus infunda-
la
Carecia de virtudes públicas y priva-
ellas.
mal
al infante,
hijo, ni
solo por lograr
aun paliaba sus
trai-
anhelo natural ó fingido de vengar
la
muerte de su madre mal hermano jamás tenía con:
,
tentos ni á los que le daban este título cariñoso, por
de
traer su origen
poso
,
se distraia
la
en
misma bastarda cuna; mal
festejar á
mujeres de baja estofa, que prole. ni
No
le
morales que fascinan y exaltan ,
principales
las la
prendas
la
físicas
imaginación fo-
pues hasta su valor distaba de
meridad, no menos que
y á
plagaban de ilegítima
adornaba ninguna de
gosa del vulgo
la
le
damas
es-
la te-
pequenez de su cuerpo de
estatura con que suele engalanar á los héroes una
preocupación tan admitida como disculpable. Evi-
dentemente
el
conde D. Enrique no estaba llamado
1G5 por sus derechos hazañas,
ni por sus virtudes
,
ni por sus
,
trono de un puelDlo, defensor vigoroso de
al
legitimidad de sus reyes y de la independencia de
la
Para usurpar
sus ciudades.
la
corona,
ayuda una banda de extranjeros
mayor
parte;
y sin embargo
por excelencia
,
la
,
facinerosos en su
nación castellana
historia
lante del conde usurpador
,
doblaba
leal
y
,
le
de-
la rodilla
saludaba con loco
entusiasmo en Burgos, mientras maldecía le
,
é independiente desde los tiempos
mas oscuros de su
no legítimo y
en su
trajo
al
sobera-
arrojaba oprobiosamente de Sevilla.
Nunca hubiera triunfado un
traidor
como
D. Enri-
que, á no ser D. Pedro universalmente aborrecido:
nunca fuera execrado D. Pedro, á no haber fatigado con feroces desmanes y horrendos crímenes, ciencia de
La
una nación tan sufrida como
victoria facilísima
,
la
pa-
la castellana.
instantánea y explendente de
D. Enrique da la cabal medida de lo que fué el rei,
nado de D. Pedro.
A .
estas consideraciones
buena voluntad
el
hubiéramos limitado de
trabajo á que nos convida la docta
y venerable asamblea* guardadora de lengua patria
de
la
mente
,
sin
:
que disminuyéramos
,
la
de
la
ocupación
nos ahorráramos casi por completo
déla pluma; y cuando no por je
los tesoros
lo castizo del
la
lengua-
quizá disputaríamos dignamente por la elocuen-
cia del discurso
sed de gloria.
,
el
lauro que ansia nuestra insaciable
V.
Montíel.
¡Solo vulnerando los fueros de
muchos
explica que
por espacio de cinco
ma que nada
escritores
sana razón
la
,
se
hayan ido dilatando
siglos, la solución
tiene de intrincado.
Y
de un proble-
es bochornoso
que después de haber esclarecido afamados varones con diligente
crítica
y argumentación severa
chos referidos por testigos oculares
,
los
he-
y embrollados
por sujetos de tiempos posteriores y de escasa nota, se persevere todavía
ma
en limitar una cuestión de su-
trascendencia á raquíticas proporciones. Delante
de nuestros ojos se extiende llano y expedito
mino de
la
verdad
,
el
ca-
y fuera insensatez que buscara-
168 mos ¡
el
siempre torcido y escarpado de
la sutileza.
Dios nos libre de la tentación de pasar á nado un
rio
de hinchadas y revueltas ondas, dependiendo de
nuestra voluntad salir por un sólido y anchuroso
puente á
orilla
Pueril y hasta ajeno del
I
nos parece discutir
perdurablemente
D. Pedro fué cruel porque D, Enrique fué
si
traidor, ó
fué cruel cioso.
opuesta
común
sentido
sobre
la
si
D. Enrique fué traidor porque D. Pedro
y circunscribirse á este
,
círculo vi-
fatal
¡Pues qué! ¿Acaso eran D. Pedro y D. Enri-
que dos
atletas
,
y
un
Castilla
anfiteatro
bitantes espectadores indiferentes de
la
,
y sus ha-
lucha? ¿Por
ventura no trascendian mas que á D. Enrique crueldades de D. Pedro las
traiciones de D.
ni
,
mas que
á D. Pedro
Enrique? ¡Bien ruin
sería la
condición del que juzga los sucesos pasados
,
si
tomar partido por una de dos
se le violentara á
ó
las
mas personas que
se disputaron
un cetro
Re-
!
yes ó prelados, grandes ó humildes, los hombres
deben ser aplaudidos ó censurados según sus obras,
y con presencia de dadero ellas D.
de
,
las eternas
bueno y de
lo
máximas de
lo justo.
En
lo
ver-
virtud de
Pedro se nos presenta como un pérfido
tira-
no; D. Enrique como un usurpador astuto; Castilla
como un
jxieblo
pisa su suelo
que despierta de su letargo apenas
un pretendiente. Por
biera aclamado sin
ora D. Sancho
,
duda
,
libertador le
hu-
ora se llamase D. Tello,
en vez de D. Enrique; pues
el
espí-
169 ritü
de
la
pronta y voluntaria adhesión de todas las
poblaciones
en
el
mayor de
los bastardos
consistía
,
amor que infundiesen sus prendas
sino en
,
no
,
personales,
odio universal que se liabia granjeado
el
en justo pago de sus bárbaras
A
el
monarca la
al
manera que ninguna legitimidad
traer su origen de la fuerza
,
tropelías.
política
pretende
no puede ser
la fuerza
su único apoyo. Cualesquiera que sean sus nombres
y sus formas todos ,
taciones; ya
hemos determinado
quico en Castilla
1
sallos
,
las del
poder monár-
D. Pedro se atribuye la sobera-
si
nía en toda su latitud
vedado
poderes públicos tienen limi-
los
y supone que nada
,
puesto que trae su origen de reyes
,
le está
los va-
;
dejándole solo, no hacen sino hollar con
vigorosa planta la ilegitimidad radical de un poder absoluto.
Tan descontentos como
á sus subditos tenía
Pedro á sus aliados éranlo ya de D. Enrique
los so-
:
beranos aragonés y navarro:
punto
vasallaje,
Asegurada
la
y
el
el
granadino
portugués se
paz exterior
,
atendió
el
le
le
don
juró
al
hizo amigo.
bastardo á
la
de sus nuevos dominios y aun á riesgo de su segu,
ridad futura, licenció á casi todos los soldados de tierra extraña,
pagándolos espléndidamente, á
poner coto á sus rapiñas. En puridad, tan cara los castellanos la codicia
ralidad de D. Enrique; y
de D. Pedro como
la
fin
salía
la
á
libe-
no menor desconcierto
introducía en la gobernación del país por
de
se
Icnací-
170 dad de D. Pedro en no
que
poi' la
industria de D. Enrique en contentar á todos.
Domi-
satisíacer á nadie,
nado aquel por sus pasiones y este por sus necesidades, los dos hicieron descender sucesivamente
dignidad real de
la
altura
adonde
la
la
habia levantado
su augusto padre. Con todo, motivo fundado tenía
no arrepentirse de haber tributado va-
Castilla para sallaje á otro
soberano pues á
restañaba
sangre y enjugaba
la
,
lo
menos las
prendidas en abundante raudal de
D. Enrique
lágrimas, deslos
ojos
y del
corazón de innumerables familias que, enlutadas y
sumidas en
dad y
la
pobreza y en
la injusticia
mentos vivos de
Luego que trono
el
de D. Pedro
,
:
el
deshonra por ,
la cruel-
venian á ser monu-
ignominia de su reinado.
usurpador D. Enrique ascendió
quedaron sin ocupación
verdugos ó placia
la
la
los carceleros
y
al
los
bastardo no tenía enemigos ó se com-
en perdonarlos su clemencia y su popularidad :
en aquel tiempo son hcclios fuera de duda. Todo
el
reino le acataba: solo en Galicia sustentaba desobedientes algunas poblaciones su cuñado D. Fernando
de Castro
:
allá fué el
nuevo monarca y aquel magnate
se obligó á
no moverle guerra y aun á rendirle ho-
menaje
si
antes de la próxima Pascua de Resurrec-
le
socorria el príncipe destronado.
,
ción no
Para
el
cumplimiento de este plazo faltaban cinco meses; y
aunque
el
Castro sabía que sus compatriotas conme-
moraban cada vez con mas abominación
la tiranía
de
171 D. Pedro, tampoco ignoraba que en
Bayona de In-
glaterra se le había hospedado amorosamente.
De
Inglaterra se llamaba aquella población si-
tuada en Francia y cabe
porque de
la
las vertientes del Pirineo,
mitad del país estaba debajo del dominio
los ingleses,
acostumbrados á
primogénito del Eduardo
,
por
la victoria
el
á quien plugo inmortali-
zar sus amores con la condesa de Salisbury, institu-
yendo una insignia de
las
mas
ilustres
de Europa.
Casi desde los principios de la guerra capitaneaba ejército
de Eduardo
sobrenombrado ra.
su hijo
III
Negro por
el
Habia llegado á
el
príncipe de Gales,
el color
de su armadu-
edad privilegiada en
la
la
sin entibiarse el ardor juvenil se desarrolla
mente
la
madurez
el
que
en
la
del juicio: dechado de caballeros
templaba sus pasiones medía sus discursos y acri,
,
solaba su renombre, haciéndose esclavo de sus pala-
no quebrantando nunca
bras;
los preceptos
de
la
mas
exquisita delicadeza en sus obras; siendo rayo de
guerra contra
el fuerte;
lágrimas de gratitud
á
la petición del
reles
de
al
extremándose en arrancar
vencido é inclinando ,
,
la oreja
menesteroso. Orlado con los lau-
de Poitiers, y sin buscar descanso á
la batalla
la
dispuso que dentro de su
las fatigas
misma
tienda
fueran agasajados en un convite los principales franceses
,
cuya prisión era
triunfo.
el trofeo
mas señalado de su
Por su propia mano quiso servir á Juan
soberano de Francia; y como este
le
I,
impeliese á gus-
172 tar los regalados (lijo
manjares con que
aquel modesto y afable, que
buena razón de presuntuoso
si
hacía plato,
le
tildarían con
le
osara sentarse á
la
mesa de tan gran monarca y de adalid tan distinguido. Al amparo de un hombre que de tal generosidad hacía alarde hasta con los vencidos por su espada se ,
acogió
I>.
Pedro de
Castilla luego
que puso
de Francia avasallado á
el territorio
,
pié en
el
los ingleses.
Dos caracteres tan contrapuestos como príncipe de Gales y
el
de D. Pedro de
el
Castilla
no
hubieran armonizado un solo instante en otras cunstancias
mas
;
el hijo
de Eduardo
III
del se
cir-
correspondía
á su crianza, se ejercitaba en su profesión honrosa
y
su noble gusto
satisfacía
,
patrocinando á un so-
berano desvalido. Ocupado en vencer batallas y en los
desmanes de don
ellos sabía algo, los
consideraba fin-
aumentar conquistas, ignoraba Pedro, ó,
de
si
gidos por la enemistad ó abultados por la calumnia;
y de cualquiera modo
le
parecía la
mayor de
las sin-
razones que el cetro del rey legítimo de Castilla,
que imploraba su ayuda
,
estuviese á
la
sazón en
manos de un
bastardo. Así, previo el beneplácito de
Eduardo
se ajustaron bodas entre los
III
,
duques de
Lancáster y de York, sus hijos, y doña Constanza y
doña
Isabel
,
bastardas de D. Pedro
señorío de Vizcaya, al capitán
príncipe de Gales
el
Juan Chandes
ciudad de Soria
la
este prometió al
:
,
y á
los
demás,
pagas muy subidas; que jamás anduvo mezquino
175 en promesas y
el
;
príncipe de Gales se previno á
peñar todo su poder para restaurarle en
el
em-
trono.
Sabedor D. Enrique de aquellas estipulaciones y alentado por el buen espíritu de los castellanos que ,
,
le
acababan de prodigar recursos y de jurarle por
sucesor á su hijo D. Juan en las cortes de Burgos
,
y
acudían resueltos á sostenerle á costa de sus vidas,
no
se detuvo
en importunas perplejidades, ni se
abandonó á una imprudente confianza. Por de Roncesvalles amagaba proponian tiranizar á detestado
,
el
lado
invasión de los que se
la
imponiéndole un rey
Castilla,
cuya legitimidad accidental dañaba á
la
legitimidad permanente del sistema monárquico, ve-
nerado en nificado
y que de haber sido persopor muchos príncipes como D. Pedro, hulas
naciones
,
,
biera caducado siglos há
mundo no sometido asombro vio por
las
el
al
en toda
usurpador D. Enrique desembocar
el
las
huestes del príncipe
rey de Navarra se hubiese
comprometido á estorbarlas
el
paso de los desfilade-
donde en tiempos antiguos hallaron sepultura
célebres adalides
cadenada por
extensión del
vilipendio de la barbarie. Sin
montañas alavesas
de Gales, bien que
ros,
la
que en cien campañas tuvieron en-
la victoria.
la hostia
Carlos el Malo juró á D. Enrique
consagrada
,
pelear bajo su bandera
á D. Pedro ser á su lado en
podia hacer con su persona
la el
batalla
;
,
y
y como no
doble tráfico que con
sus juramentos, apeló al rastrero expediente de fin-
174 girso aprisionado por elin
en
el castillo
un deudo de Beltran du Gues-
de Borja.
Por aquellos dias Hugo de Cavreley
,
de
jefe
los
bandoleros que du Guesclin trajo á campaña, incor-
porándose llo
,
al
príncipe de Gales
,
de quien era vasa-
habia dejado un gran hueco en las
Enrique: á
la
hombres de armas y de multitud de ciudades.
En
lilas
de don
sazón estaban compuestas de cuatro mil milicias
socorro de D. Pedro acaudillaba
cipe inglés la flor de la caballería del
de
el
las
prín-
mundo:
sus
haces entre lanzas, flecheros y demás jinetes y peo-
nes ascendían á veinte mil soldados
dos y familiarizados con obrara
el
el
bastardo siguiendo
,
todos aguerri-
Cuerdamente
triunfo.
dictamen del rey de
el
Francia Carlos V, reducido á esquivar
la batalla
,
á
cortar los víveres al enemigo y á entretenerle con
emboscadas y escaramuzas, mientras
los franceses
se aprestaban á arrebatarle sus conquistas de allende el Pirineo. IMas
ñida con
la
á las veces la conveniencia está
cordura y no consiente
la
re-
menor espera
á la resolución de negocios de gran monta
,
que
lle-
vados por su natural camino no pueden tener mal paradero, y que, atropellados, suelen desenlazarse funestamente. Peleando los de Francia por sacudir el
yugo extrangoro
,
y
los
de
Castilla
garse de nuevo al de un tirano
gido como en una red
el
,
por no doble-
se viera al fin
co-
príncipe de Gales dentro de
Navarra. Esto deseaba Carlos V: no se hallaba don
Enrique en aptitud de satisfacer su buen deseo. Hábastardo
político el
bil
estaba en
el aire
,
comprendía que su corona
por odio á D. Pedro se
:
ceñido los castellanos
:
hablan
la
para asegurarla en sus sienes
debia mantenerlos libres de las ferocidades del príncipe destituido:
si
los castellanos advertían irreso-
lución en aquel de quien fiaban su defensa
mas
cogidos de miedo, y para no irritar
la
,
sobresed de
venganza de un monarca sañudo, se resignarían á abrirle sus ciudades
quedando
,
usurpador sin
el
corona.
Estas razones inclinaron á D. Enrique á jugar reino de Castilla en una batalla;
y con
A
este fin hizo ,
donde años
la
vanguardia
sus aprestos en las cercanías de Nájera atrás le fué contraria la fortuna.
el
puso á Beltran du Guesclin con mil hombres de ar-
mas desmontados en ,
la
derecha
tro
con
izquierda á D. Tello
el ala
marqués de Villena y
al
,
En
las milicias castellanas.
avanzaron
los
enemigos:
el
el
centro
,
el
,
en
cen-
mismo orden
duque de Lancáster ve-
nía á vanguardia, D. Pedro
ocupaban
él llenó el
el
príncipe de Gales
y mandaban
las alas otros capi-
y
tanes de nombradía. Por un excesivo punto de honra
no quiso D. Enrique pelear con ventaja; y despreciando
la
Najerilla,
que y
le
daba
salió
el
terreno
,
bajó á cruzar
el rio
á una extensa llanura junto á Na-
varrete. Allí los de Beltran
du Guesclin y
los del
duque de Lancáster chocaron tan reciamente, que
se
176 les
cayeron
y echaron
las lanzas
De
y á las espadas.
mano
intento se retrajo
guardia del príncipe de Gales; y
imaginando contrarios
,
llevarla vencida, se
y dejó
al
gana de menear acometieron
le
las
el
armas
,
van-
la
de D. Enrique,
la
metió mas entre los
descubierto
cuyo frente se encontraba D.
á las hachas
un poco
el ala
izquierda
,
á
con poca
Tello. Este,
se dio á la fuga apenas
conde de Armagnac y
el
señor de
Lebrech con tres mil hombres, quienes, no pudiéndole dar alcance
,
revolvieron á la carrera sobre la
vanguardia del bastardo, acosada también por
el ala
izquierda de los ingleses. Valeroso D. Enrique,
puso
la
ex-
vida por alentar á los combatientes y por
detener á los fugitivos
,
y agruparlos en rededor del
baluarte que hablan levantado deprisa algunos gas-
cones, matando los caballos y poniendo encima y á la
redonda maderos y
del
fardaje. Poi«no caer
en manos
enemigo como su hermano D. Sancho y ,
du Guesclin y
otros
muchos
caballeros,
escapar á uña de caballo D. Enrique
ya en
el
campo quien respondiese
y Sa7i Jorge con
el
de
Castilla
,
el
bravo
tuvo que
no habiendo
al grito
de Guiena
y Santiago.
Como no
hallase el príncipe de Gales al bastardo entre los ren-
didos ni entre los muertos, dijo que en nada tenía su victoria. Harto demostró D. Pedro ria
asir
de
ella,
el
uso que ba-
atrepellando á un caballero inglés, para
de Iñigo López de Orozco, y asesinarle por su
propia mano; y condenando á
la
misma
suerte á
177 otros
cuatro prisioneros,
aliado sometia á
mientras su caballeroso
un tribunal de honra
la
queja con-
tra un picardo, á quien encontraba de enemigo en
Nájera, después de haberle cogido en Poitiers puéstole en libertad mediante
un
no había satisfecho
mas
;
siendo lo
rescate
,
y
que aun
singular que el
príncipe de Gales escuchaba las razones del acusado
No
y hasta le absolvia de la nota de fementido.
excusen pues con
menes
la
se
rudeza de los tiempos los crí-
que delante de
del príncipe castellano;
los
de misericordia, y en
ojos tuvo siempre ejemplos
sus oidos resonaron de continuo voces amigas é in-
teresadas en aplacar su furia.
De muy pocos años databa ingleses
y franceses, cuando
lidiaban
les
i
30*7
arbitraje de sus
armas
que ninguno de ,
los
el
monarca legítimo y otro usur-
habian enseñado
para siempre
3 de Abril de
entre
primera vez unos con otros en
por
suelo castellano: -un
pador
el
la rivalidad
el
camino, poniendo
al
de un gran reino,
la suerte
dos merecía
,
y trasformándolo
de campo neutral en ancho palenque ,
donde aquellos pudieran dirimir sus
ulteriores é in-
terminables querellas.
Al par que D. Enrique cruzaba gonés para refugiarse en dro escribia
que tó
al
el
el territorio
de Francia
,
ufano D. Pe-
moro Benahatin nuevas de
le restablecía
en
el trono.
ara-
Sabiamente
la victoria le
contes-
aquel filósofo, no con viles y vanas lisonjas, sino
178 con saludables y profundos consejos. Pintura mas fiel
del reinado de
I).
Pedro de
tenida en aquella carta
na
lo sustancial
roboración de nuestras opiniones
boca del moro Benahatin atenerse
wque
la
,
de
con-
la
ella
conducta á que debia
la
el
en cor-
y señalemos por
legítimo de D. Alfonso XI
el hijo
no levantase mas cabeza
«No
que
no se encuentra en ningu-
,
Compilemos
historia.
Castilla
para que
,
bastardo.
tengáis en poco á las gentes, le dice, por-
humildad de
los
hombres no
es durable,
si
«no es voluntaria: cuando no temáis que se os suble-
»ven ))sus
los vasallos
,
temed que sean oidas en
los cielos
maldiciones; ó temed á lo menos por vuestra fa-
»ma; que
buen renombre
es
segunda vida. No pe-
wqueis de codicioso, porque
el
rey que intenta ade-
»
rezar sus reinos con la hacienda de sus naturales, se
«parece »
el
al
que quiere labrar sus cámaras con
los ci-
mientes de sus palacios. No persistáis en hacer vues-
»tro gusto, porque
el
que no sabe comprimir su vo-
domar á su enemigo; y si se emfornicio, que es la peor de las volun-
«luntad, no puede ))
»
bebeco en tades
,
el
pierde
el
entendimiento y
los sentidos
,
y co-
»bra mala nombradla, y daña sus generaciones, y es
«semejado á »de
la ley,
las bestias.
porque
la ley
No
despreciéis á los
es cosa general y verdadera,
» y el rey es su siervo y su guarda
«homenaje á «con desden
la ley, la
hombres
;
y como salvo su ,
no tiene juez que
mira, leciil{)an
las
lo
juzgue,
gentes de
si
men-
»
179 ))guado, no fian de sus palabras, y
«para gobernar
el estado.
«dades, porque »
el
»
inhabilitan
os deleitéis en cruel-
rey que usa de ellas,
grande escándalo entre
«delante de su paso
No
le
los
como á
mueve
suyos, y los hace huir
las
ovejas
el
lobo, y los
que excusen su provecho y logren su ruina. Además de reprender generalmente el moro al
incita á
príncipe castellano sus vicios con frases dictadas por la
amistad y llenas de energía
los límites del
respeto
,
le
,
que traspasasen
sin
individualizaba tres máxi-
aplicación inmediata para inaugurar el
mas de sistema
,
nuevo
cuyo espíritu se comprende en estas pala-
bras: «Sosegad los corazones espantados de vos
«dad á gustar á
,
de
la
la
ayuda de
«que adeudáis á trono
,
los extranjeros
par-
propiedad de las ponzoñas, que se be-
«ben por evitar peor daño;
»
así levantaréis
un muro entre vos y vuestros enemigos.
«Reparad en que «ticipa
y
gentes pan de paz y sosiego.
las
«Avenios con vuestros comarcanos y «sin costa
,
los
y, si para
satisfacer lo
que os han rehabilitado en
el
queréis sacarlo por fuerza de los comunes, os
«enajenareis el cariño de ellos; enflaqueceréis á los
«propios y
esforzareis á los extraños; y
mientras
«algo que daros quede, no contentareis su avaricia.
«Mostradles que os halláis en gran menester; que no «podéis apremiar á vuestras gentes tanto níais
«
poblado
el
te-
y que están frescas las llagas y país de enemigos. Guardaos de desahuciar
de costumbre
»
como
;
180 «sus pretensiones; pero dad largas
negocio, y
al
«sucederá una de dos cosas: ó se tornarán á sus "tierras, y esto es lo
«poder
De
permanecen mucho en
si
se debilitará su
Castilla.»
todos los avisos de Benahatin, solamente se
atuvo D. Pedro faltar
mas seguro, ó
al
que
le
ponia en proporción de
á sus compromisos por no desprenderse de su
amado
Todo habia
tesoro.
recompensas
cuando
al
demandaba
les
tar los pactos
Tocando
los
sido prometer dádivas y
príncipe de Gales y á
los
quebran-
auxilios: todo era
después
de conseguido
suyos
triunfo.
el
Santos Evangelios habia jurado D. Pedro
no matar á ningún hombre de cuenta en tanto que el
príncipe inglés estuviese á su lado
anteriormente se ensangrentó (le
batalla
,
,
á no ser que
hubiese pasado por sentencia
le
en algunos rendidos sobre
y propuso que se
le
el
,
y
campo
vendiesen todos
los
prisioneros castellanos; propuesta que rechazó digna-
mente que
el aliado,
los soldados
dinero del
que
contestándole, para
le
los
cederian
afrenta,
por ningún
mundo, convencidos como estaban de
los queria
florines
no se
mayor
para darlos dura muerte. Cinco mil
habia prestado
el
príncipe de Gales á
condición de que se los devolviera antes de la próxima
Pascua; y, á pesar de cumplirse la
el
plazo,
no
satisfizo
deuda. Aparentemente no puso dificultad en en-
tregarle el señorío
de Vizcaya; pero en secreto avisó
á los naturales que en ninguna manera consintiesen
181 en aquel
Chandos
la
Fernandez de
sello
el
la
pagados con
A
tales
demandara diez mil doblas
mas
Gran soldada debia á
que
dijo
se tuvieran por
muy
venir á Castilla.
amaños oponia
príncipe inglés
el
el
espí-
y letra de las escrituras otorgadas por D. Pe-
ritu
dro; y, recelándolo todo de su doblado porte
determino á entrar en Burgos para que
en
can-
el
joyas que hablan recibido en
las al
le
escritura.
todos los auxiliares;
bajo precio
negó á donar á Juan
se
ciudad de Soria; pero hizo que
ciller 3Iateo
por
Tampoco
trato.
iglesia
la
de Santa María
,
,
no se
las ratificase
que estuviesen
sin
sus soldados en guarda de una de las puertas. Delante del altar
mayor
se obligó el rey á pagar á su
aliado quinientos cincuenta mil florines
que
le
adeu-
daba por mitad y en dos plazos de cuatro meses ,
,
el
primero y de un año
el
2 de
Mayo de
Muy
1
el
segundo. Esto acontecia
367.
á satisfacción del príncipe de Gales
,
y so-
color de avivar en persona la cobranza de los tributos para
desempeñarse de sus obligaciones
,
se partió
D. Pedro de la ciudad de Burgos. Aquel varón do
levantados pensamientos no tardó brir
que habia tomado
la
mucho en descu-
demanda en pro
aforado y en contra del menesteroso. taba
,
no
el
monarca sino ,
el
reino
,
Ayuda
necesi-
desangrado por
su ferocidad y su avaricia. Apesarado inglés
del des-
el
príncip(í
de su yerro, trató de corregirlo, venerando
182 la
legitimidad y redimiendo á ios castellanos de
Su plan estribaba en casar
tiranía.
principal señora
,
que no fueran bastardos
rey con alguna
al
para que legase
la
trono á hijos
el
en hacerse regente en su
:
nombre; y en confiar á cuatro adversarios de don Enrique los gobiernos de Andalucía y Murcia, do Galicia
A
de
,
Castilla
,
y de Toledo con Extremadura.
vueltas de la buena intención
mejante proyecto cipe de Gales
;
el espíritu
el
monarca
triste figura.
apuntaba en
se
En
de un extranjero
acomodase
les pidieron los recojedores la
torre del
;
los caste-
ni
posible
representar tan
á
esto se pasaron los cuatro meses:
medrosos aprontaron muchos pueblos
en
se-
de predominio del prín-
pero ni era popular entre
llanos la gobernación
que
,
Oro
y
,
el
:
las
guardólas
sumas que el
príncipe inglés
tornarse á Francia. Bíaldíjole Castilla
soberano
hubo de
saqueada por
,
sus gentes en desquite de habérseles
negado
los
y avasallada por su esfuerzo á la coyunda de un déspota aborrecido y, renegando el primogénito
gajes,
;
de Eduardo
III
de haber andado en tratos con un
hombre avezado á donde
le
la felonía,
reconquistara
la
dejó atrás los campos,
corona
,
después de ar-
marle inútilmente caballero en vísperas de talla,
y traspuso
firme de borrar
el
el
Pirineo con
la
la
bata-
determinación
oprobio de tan negro desengaño,
no acordándose mas de su
falso
amigo.
Hasta entonces habia deinosti-ado
el
rev D. Pe-
185 (tro
que no
ducia
el
le
consejo
intimidaba ,
ni le
amenaza
la
ablandaba
la
ni
,
súplica
se-
le
ni le con-
,
tenia la ley, ni le amilanaba el peligro: restábale acre-
ditar
que no escarmentaba en
Hízolo de
el infortunio.
manera que nadie puso mas en duda que necesitaba y ser tirano para ejercer la soberaAl entrar en Toledo se empaparon sus pies en
matar para nía.
vivir,
,
De
sangre recien vertida por su mandato.
los
;
de
la
noche se quitó
y forzando
las
la
muchas
Martin Yañez
,
mansedumbre,
Dentro de Sevilla fueron
de su saña: entre
hermano de leche de
Bocanegra, que
Gil
la
puertas de diez y seis casas, dejó en
las víctimas
taron un
le
D. Tello
que no pudo
conducia á lugar seguro.
sangre; y cada vez se hacía
ánimos con acrecentar
,
almirante
el
tesoro, y
el
,
habiendo
en que
inmensísimo
que todavía manaban
mas
los
odioso, enconando
suplicios.
muchas gentes
como sobre todo
el
lo
soberano
Por haber
parcialidad de D. Enrique, ordenaba
espirasen en ellos clases; y,
con-
el
la galera
No poniendo
trabajo cicatrizar las llagas,
la
,
defenderlo
tasa á la clemencia, le hubiera costado
seguido
ellas se
habia robado
acometido gran muchedumbre
los
se metió
dos dias y á deshora
máscara de
ellas otros tantos cadáveres.
pa
,
que ocasionó gran revuelta. En Córdoba
con apacible traza mas á
se
suya con
llevó rehenes para contar la ciudad por lo
allí
que
sin distinción
de
reino pesaba igual cul-
no sería exagerado suponer á D. Pedro émulo
184 en
rónsiil á su caballo
mara
un
,
hizo
y ansioso por tanto de que to-
figura corpórea toda Castilla
para derribar de
,
solo tajo su cabeza.
A
causa de haber repugnado Martin López de
Córdoba asesinar á este la
Roma que
barbarie del emperador de
la
de
tres individuos
nombre mandó
el
,
fortaleza de Martes
rey que se
le
la
encarcelase en
y hubiera pagado
,
su piadosa desotediencia
,
soberano granadino. Rindiendo
llano á la
memoria de
mas que
Calatrava
,
tes;
que no fué de le
za, no merece
el
,
el
los últimos
li-
caste-
no
maestre de
en dejar su
dan por finado tiempos anal
facilísimo
duda que un sugeto de su ;
escándalo de fortuna
,
cara
idólatra culto,
mas renunciamos de buen grado
trabajo de solventar la
laya
la Padilla
aprisionar á D. Diego
bando: otros indicios
muy
á no interceder por su
Jjertad el
liizo
ciudad de
,
de
ingi-atitud
y de
vile-
que se malgaste un momento en in-
dagar cuándo murió ni de qué muerte. Hasta obras de caridad que hacía
el
reyD. Pedro,
las
testifi-
caban sus desmanes; entre varias donaciones de aquel tiempo, consta jas de
S.
la
de unas casas cedidas á
Leandro
y
las
mon-
confiscadas á Teresa Jufre,
mujer de Alvaro Diaz de Mendoza culpable de ba,
bor taba
murmurado de el
las
atrocidades en que se delei-
soberano. Aterrorizada y escandecida de
ellas,
gimió Sevilla por entonces en rededor de una hoguera,
donde exhaló
el
postrer
suspiío doña Urraca
185 Osorio, sin la
mas culpa que
voz de D. Enrique en
de tener un hijo suyo
la
el castillo
de Alburquerque;
y es fama que habiéndosela descompuesto con daño de la honestidad las ropas, mientras prorurapia mo,
ribunda en lastimeros ayes, una
fiel
Davales de nombre, se abalanzó á dió serenamente señora. el
vida por salvar
la
La sangre de
pedestal de la
almas débiles es
los mártires
y
injusticia;
la
A
las
llamas y per-
el
recato de su
carcome á
heroísmo en
fin
sus crueldades
,
de que
sentaba del reino
,
el
lo
príncipe de Gales se
los
au-
y de que D. Enrique se aprestaba
miedo que infundía
sosegaban
los
que D, Pedro reincidía en
en Francia para venir á ocupar otra vez el
las
una situación tan
un mismo tiempo se cruzaban entre
castellanos las nuevas de
Así
la larga
desesperación de los tiranos.
Visiblemente tocaba á su violenta.
el
criada, Leonor
el
el trono.
soberano vengativo,
prisioneros castellanos de Nájera,
puestos en libertad por los ingleses antes de su partida
y
,
y apoderados de muchas y buenas enconado valor de
el
los
fortalezas;
que de esta suerte se ar-
rojaban á una sedición poderosa y legitimada por los
bárbaros atropellos
muy con
,
que ensangrentaban á
especialmente á Sevilla
la
,
se exaltaba
esperanza de ser evidente
le
sazón
mas y mas
la victoria.
Al moverse D. Enrique del Langüedoc
comarca
la
habia socorrido largamente
el
Anjou con beneplácito y hasta por orden
,
en cuya
duque de
del rey de
186 Francia su hermano
,
ya estaban en abierta rebelión
contra D. Pedro de Castilla gran parte de Vizcaya y
de Guipúzcoa
muy im-
y además de otros puntos
,
portantes, Falencia, Valladolid, Avila y Segovia. sin vencer dificultades
,
No
porque D. Pedro de Aragón
estaba ofendido de que después de llamarse rey no le
hubiera cedido los estados de Murcia
bastardo,
el
vino este por Barbastro y Huesca á meterse en
Na-
varra y á desembocar en Castilla. Apenas supo que pisaba su territorio, se apeó del caballo; hizo con
espada una cruz en
la
besóla de rodillas y
el suelo;
juró que por grandes que fueran sus menesteres y
aunque
le costara la
patria. Este
vida
,
no se
juramento con ,
sabores á que
el
alejaría
mas de su
que revelaba
habia sujetado su precipitada cuanto
le
indiscreta fuga á país extraño, pudiendo
brevemente
la
los sin-
reparar
derrota de Nájera en lo interior de
dominios que habia usurpado por voluntad de
los
sus naturales, servia también para alentar á los indecisos
,
por
el
temor de quedar otra vez
al
descu-
bierto de las iras del soberano.
Solamente traia D. Enrique seiscientas lanzas,
como quien
ma
llegaba no á la conquista
de posesión de un reino.
En
ron con alborozo: de Burgos
,
sino á la to-
Calahorra
le
salieron á recibir
procesionalmente á dos leguas de distancia
do
,
el
clero y
le acogie-
el
prela-
muchedumbre de ambos sexos y de
todas las condiciones sociales. Para que su dicha fue-
187 ra colmada
,
en contra
se le declararon
los judíos,
quienes, hubieron de rescatar las vidas no sin gran
merma de
su tesoro. Esto
le
permitió ahorrar sacri-
pueblo y ser pródigo en mercedes. Su libe-
ficios al
mansedumbre
ralidad acreditada y su
aparente
que recaian sobre
,
la ingénita
voraz codicia de su hermano
prendas de mas valer que
la
,
rique
,
guardaban
blaciones.
pios de
y
otras
i
No
obstante
368 se
le
,
combate.
al
rindieron León
,
1
361 y á princi-
Buitrago
villas;
la
,
Madrid
y hasta Córdoba
mes de Abril
ciudad contaba
no pocos amigos; pero podian menos que
le
de D. En-
de D. Pedro varias po-
puso cerco á Toledo: dentro de
,
la
ayuda de
alzó pendones en su defensa. Por el
hermano
saña y
eficacísima
á fines de
muchas ciudades y
ó
el triunfo
los adversarios
el servicio
natural
eran para
,
huestes numerosas y acostumbradas
Ahora dominadas por
,
de su
los
fortalecidos por las familias de los
que
se
entregaron forzadamente en clase de rehenes. Casi
tenía D. Enrique á su favor todas las tierras de la
orden de Santiago y por consiguiente libre el paso hasta Andalucía adonde era bien que enderezase la ,
,
marcha. Sin embargo, como carecía de dinero y
abundaban
las
viandas á orillas del Tajo, anduvo
diestro en ocultar sus escaseces los soldados la fuerza
Porque
lejos
manteniendo entre
moral que da
descuidando un solo punto decisiva.
,
el
la victoria
modo de
,
y no
procurársela
de limitarse á señorear á To-
188 ledo, soltó desde
allí
gentes de armas, que
ron los castillos de Consuegra
y
las poblaciones
layera
;
de Cuenca
,
gana-
Garci-Muñoz y JMora
,
Villarreal
y á mayor abundamiento salió
Burgos, donde posaban su esposa y su
Vélez y Ta-
,
al
moneda de
sus necesidades, labrando
le
camino de
baja ley en bijo.
Entretanto D. Pedro, despreciado por
el
nuevo
rey de Portugal D. Fernando, aborrecido por
Aragón odiado por ,
el
el
de Navarra
,
de
el
escarnecido por
príncipe de Gales, acosado por los castellanos, re-
suelto á oponerse á D. Enrique
tualmente
,
y rehabilitando
vir-
nefanda memoria del conde D. Julián,
la
se echó en brazos de los musulmanes. Trájolos á vista
de
los
los
muros;
alminares de Córdoba: los guió los
al asalto
puso dentro del alcázar viejo, y á no
lidiar los
cordobeses con pasmosa bravura
tada por
el
,
mas
irri-
desesperado llanto de sus madres, de
sus esposas y de sus hijas,
movido por
de
el
estandarte de
el
de D. Pedro de
Mahoma en
las
brazo de Mohamad, Castilla, clavara el
almenas donde tremo,
laba desde los tiempos de San Fernando el lábaro victorioso, cuyos resplandores habian cegado á los
ommíades en Calatañazor y las
á
los
almohades
en
Navas.
Malograda por fortuna
mosa ciudad de
hamad
los
á Granada
,
la tentativa
Abderramenes
,
contra
la fa-
tornáronse
y D. Pedro á Sevilla
;
Mo-
mas como
entre los que lidiaron á favor de este se habian vis-
189 doce moros por cada cristiano
to
en
se creyó
,
aquel tomó alas y
caso de maniobrar con un ejército por
el
su cuenta. Hizo pues grandes aprestos militares:
derramóse por lió
de
las tierras
los castellanos
:
en Jaén sin grande esfuerzo: muchos de
se
me-
los
ha-
bitantes se refugiaron dentro del alcázar, y prefi-
riendo morir en la indigencia á vivir cautivos, le
entregaron gruesas sumas á trueque de que los descercase;
mas cuando jMoharaad levantó
de Jaén salieron de
los
templos y los muros de
la
la
fortaleza
el
campo, y
hallaron los
,
ciudad igualados con
suelo por la cimitarra y la tea musulmanas.
Tam-
bién Übeda fué entrada á saco y devorada por incendio: Andújar, combatida; y de vuelta
moro de una expedición tan desastrosa para
el
el
el
rey
la cris-
tiandad, solo de Utrera condujo once mil cautivos á las
mazmorras de Granada. Por aquel tiempo los de Logroño y Vitoria, á
quienes estrechaban
las
gentes de D. Enrique, en-
viaron sigilosos mensajes á D. Pedro
que,
no pudiendo
sería bien
de
que
ellos
defenderse ni
se entregasen al rey
Castilla les contestó
,
manifestando él
ayudarlos,
de Navarra;
que, cuando no
les
el
quedase
ningún recurso, se humillasen preferentemente á D. Enrique. Este es el único rasgo de patriotismo
que se advierte en lodo su reinado. ¿Mas qué significación tiene junto á la
mados por
los
moros
de
los atrevimientos
á su vista
,
consu-
y con su aprol)acion,
190 y aparentemente en su ventaja? Por lo demás,
el
tardío sentimiento patriótico del soberano fué infe-
cundo
,
pues
ciudades mencionadas se dieron
las
príncipe navarro
,
manejando
la
al
negociación el bas-
tardo D. Tello.
Desesperado ya trar
en
soberano de Castilla de encon-
magos especies que
profecías de los
las
asegurasen ventura sus hechos
el
,
,
según
mal que se
lo
,
con
se las interpretasen los sabios, y de
mas
leve con
deseo de que
el
que no guarda-
su destino venidero.
sen
la relación
Una
de las de Merlin consultó entonces
dro á su amigo
el
el filósofo
al supersticioso
,
los bienes
«y tú
lo
los vasallos á
«ellos
,
se con-
fama que co-
En tiempos de
gran placer de
tu
la vida,
acabaste por las amarguras y desafueros en
y pones cada dia haciendo en muchas crudezas de sangres y muertes. Tanta
))que los has puesto
))es
descifrado por
de propios y extraños, don-
quiera que puedes haberlos.
«padre gozaban
rey D. Pe-
monarca
tiene en las siguientes frases: «Es tu
»mes y robas
el
Benahatin de Granada. Lo
esencial del enigmático vaticinio
moro y remitido
))de
ponian
descendía á rebuscar las que se anun-
ciaban preñadas de infortunio
mas
le
le
,
tu codicia que, por no separarte de tu tesoro
,
te
«estás asentado en las postrimerías de tu señorío en
«esta frontera
,
mientras apellidan todos rey á tu ene-
«migo. Todos los grandes han puesto en olvido
el
«amorío que solian tenerle. Siempre quisiste ser mas
101 "temido que amado y loado de «quieren acogerte por ))de
ira
,
ni por ruego. Dios te libre
que hagan algún movimiento contra tu persona.
»De próximo
fin
«cumplan mis
me
«sabiduría
amenazado; y temo que se
estás
vaticinios,
interesa
Año y medio aparición de D.
porque mi reputación de
menos que
tu
buena fortuna.»
estaba para cumplirse de la última
Enrique entre
los castellanos,
fin D. Pedro se propuso verle la cara en
aun habiendo
demandó en
«que
« Si
:
al
tan crítico instante
soberano de Granada; pero este
ramente
y
combate,
el
leido la escritura de Benahatin con
sobresalto. Auxilios al
y hoy no
los tuyos,
Castilla se os levanta
seáis su rey
previso-
le dijo
iracunda
,
bien
y os llaméis cristiano, ¿qué hará
«contra mis moros?»
No cabe
aducir
mas
calificada
prueba de que D. Pedro pudo borrar durante su reinado,
el
último vestigio de
musulmanes en España
,
la
dominación de
los
puesto caso que hablaban
como escarmentados inmediatamente después de
sa-
y que ni á
la
sombra de un monarca
legítimo, valeroso, airado
y
sin hueste, se atrevían
lir
victoriosos,
á acometer
una empresa de auxiliares para acabarla
de señores. Solo mil quinientas lanzas moras se juntaron á las fuerzas
de
los concejos
Garmona movidas por ,
de Jerez
,
Sevilla
,
Écija y
D. Pedro hacia Extremadura.
Todavía conservaba este cerca de su persona á Abra-
hen Ben Zarsal, médico judío, y uno de
los
que
le
!
192 fascinado
liabian
«Bien sabéis,
con anuncios de
de mi reino
«nacimiento fue en »ser el
por entonces, que vos y todos
le dijo
»los astrólogos
prosperidades,
tal
me
que mi
asegurasteis
constelación que yo liabia de
mayor rey que nunca hubo en
Castilla
de mi
y que habia de vencer á los moros hasta «ganar el santo sepulcro y ahora paréceme que todo
«linaje
,
;
«es el contrario, porque cada dia veo que mis cosas
«van en gran destruicion sin ninguna enmienda
«que vosotros
los astrólogos fingisteis
«lisonja tales consejas.»
A
lo
,
y
por manera de
que repuso
hebreo,
el
asegurado de que no recibirla mal por su dicho:
«Señor
,
si
acaesce que un dia que haga
«frió entrare
gran
esté
muy
un hombre en un baño que duda y contra
«caliente, sudará sin
«del tiempo; pues del «estrella
muy
la
constelación
mismo modo, augurando
la
en que nacisteis grandes venturas, vues-
«tras obras
han sido
tales,
que
la tornasteis
«nesta.» ¡Solemne confesión hecha por
un
en fu-
infiel, al
sincerar su conducta y al volver por su soñada ciencia
,
de que
fatalmente,
mundo no se encadenan y de que entra por mucho en su origen,
los sucesos del
curso y desenlace
Internándose
la libertad del
monarca por
el
que temblaba debajo de sus pies cía pisar
hombre el la
reino parecía tierra
que ha-
á los soldados moros camino de Toledo,
como removida por bles mártires
de
las
la
osamentas de
los
innumera-
independencia castellana que
195 ansiaran quebrantar las cadenas de
la
muerte para
no ser ludibrio de tamaño oprobio. Caidos de cia
de D. Pedro
que
le
le
la gra-
los astros,
dijeron siempre «cumplid vuestra voluntad y
hasta conquistareis la casa santa
que
de
los falsos intérpretes
mas «co
hicieran
las
,
»
voces de los que
dos de su obcecación y de su furia instinto
ora de
,
la lectura
de
la
debia esperarse doli-
,
ora guiados del
,
experiencia que se adquiere en ,
ó en
la historia
el
manejo de
los
cios, le repitieron estas fatídicas palabras:
daos de D. Enrique, ó perderéis
la vida.w
nego-
«Guar-
En
situa-
ción menos apurada le habían instado los burgaleses á oponerse
bastardo
al
ahora su temeridad la pelea
te
,
,
,
y
soltó los pies á la fuga:
empujaba irresistiblemente á
le
desdeñando pararse á contar
la escasa
hues-
fuera de la cual apenas le quedaba en sus anti-
guos dominios un solo
campos de Montiel
vasallo.
sin tener lenguas de su enemigo.
Tomándolas nosotros,
le
hallamos en marcha contra
P, Pedro en unión de Beltran libre
,
Así llegó hasta los
du Guesclin, otra vez
merced á su arrogante astucia á ,
la activa
ge-
nerosidad del príncipe de Gales y á la honrosa gratitud del
rey de Francia.
Para ver
el
camino por
medio de un terreno escabroso y cercado de montes, encendian los del bastardo grandes fogatas; y des-cubriéndolas
el
soberano
la
misma noche de su
gada á Montiel pensaba que fuesen de ,
los
Hel-
que habian
partido de Córdoba para incorporarse á su contrario 13
194 en
de Toledo. Días antes
el real
habían efectuado,
lo
y ya formaban parte del ejército de D. Enrique el
y entre otras personas de calidad
,
nán Pérez de Ayala, habia llevado
que en
el
con
la Padilla
el
,
el
la
vencido
noche del el
1
3 al
muy
rey
1
que en
el
,
y
el
las cortes
matrimonio, pos-
monarca.
Ningún descanso consintió en
de Tejadi-
las vistas
de Sevilla habia dado por bueno
tumo de
D. Fer-
,
voz por los confederados
la
Gómez Manrique
arzobispo D.
tes
en
cual iban asimismo los maestres de las Órdenes
militares
llo
,
4
el
bastardo á sus gen-
de Marzo de
1
369. Con-
tarde de que los sitiadores de
Toledo eran los que encendian tándose á combatirle,
las fogatas
mandó que
á
la
,
adelan-
hora del alba
se le juntasen las compañías, desparramadas por los
lugares del contorno. Antes de que diesen vista al
campo muchas de talla
y obtuvo
ron caras
hombre
,
presentó D. Enrique la ba-
Al primer choque volvie-
la victoria.
mil quinientos moros y algunos cris-
los
tianos: los
ellas
demás,
sin otra pérdida
que
la
de un
se refugiaron en el castillo de Montiel con
,
D. Pedro.
Acercábase á
de
Castilla. El
tiene en sus
piación
,
la catástrofe el
manto
real
hombros de
no
sangriento drama
liberta al
que
la inflexible ley
que nunca deja de cumplirse en
Aquel rey tenía á Dios Iiabia vivido:
la
muy
lo
de el
la
sos-
ex-
mundo.
airado de la mala vida que
muclia sangre de inocentes que habia
195 derramado tres
daga
daba voces sobre
le
la
Matando á
tierra.
de sus hermanos en Sevilla y Carmena puso ,
fratricida
la
en manos de D. Enrique designando :
por sucesores del cetro á los hijos de su manceba, dio osadía al bastardo para aspirar á la corona
:
des-
entendiéndose de palabras empeñadas solemnemente,
no debia creerse tan privilegiado que cumpliesen
las
ble con todos
nadie.
De
,
los
suyas
,
que
agua dulce. Oh
le
acompañaban en
,
le
,
la
fortaleza,
otros hablaron de
dañaron con trigo un pozo de
qué desconsuelo
ser descreído
tener á quien invocar en tan terrible trance
dro habia despreciado á
noche sin que
le
mal podia aguardar conmiseración de
algunos ¡
demás
habiéndose mostrado inexora-
:
unos se fueron con D. Enrique rendirse
los
los
las gentes
que velaban en
:
el
!
y no
D. Pe-
ahora no pasaba
campo enemigo,
llegaran á denostarle ruin mente y á hacer vilipendio
de su infortunio: en vano
rey ardia en coraje, y como buen puntero de ballesta disparaba al tino de el
,
la
palabra y heria á muchos de aquellos cobardes:
amarrado
el
león
,
seguían poniéndose
al
alpance de
su antes temida garra.
Ocho dias trascurrieron rey brillase
la
antorcha de
la
plandor ni vago destello. Al
sin
que á
los ojos del
esperanza con vivo resfin
Men Rodríguez de
Sanabria, uno de los dos que á los principios de aquel reinado huyeron con D. Enrique de Sevilla á Asturias
,
y de
los
muy
contados que en Montiel sus-
196 tentaban
despedazada bandera de D. Pedro, habló
la
en secreto con Beltran da Guesclin para que diante mercedes de cuantía, diese escape
De
ca.
llegar al
porque
las
compañías que tardaron en
combate, se corrieron á Carmona y no ha-
ademán de volver en su ayuda y ;
enemigos que
sin
monar-
al
no podia moverse á no auxiliarle algún
allí
contrario,
cían
le
c\ bastardo,
molestasen en rededor ni á dis-
campamento,
tancia del
se habia puesto tranquila-
mente á cercar con una pared de piedra seca to
de comunicación entre
nifestóse
el
el
pueblo y
que
lo
dicha
,
Ma-
capitán bretón afrentado de lo que le
le viniese
vergüenza
y aquel
,
puesta hasta tomar consejo. El que rientes
pun-
el
el castillo.
proponía Sanabria; éste porfió que no
de que
me-
,
le
decía cosa
le
dilató la res-
dieron sus pa-
y camaradas fué que comunicase á D. Enriacontecido. Oyéndolo el bastardo lo tuvo á ,
hizo ver á Beltran que
él
se hallaba
mas en
proporción de colmarle de dádivas que D. Pedro, y ordenóle pérfidamente que fingiese asentir
y
le avisara tan
luego
como
yes, clin
hemos
los
trato,
lograse atraer al rey á
su tienda. Bajo las majestuosas naves de
de San Dionisio y junto á
al
la
abadía
mausoleos de cien re-
visto el del condestable Beltran
du Gues-
há pocos años: conocemos sus proezas: aplaudi-
mos que
los franceses ensalcen
su memoria:
al
po-
deroso brazo de aquel soldado insigne, debieron sus
mayores
la
inapreciable ventaja de sacudir
el
yugo
197 extranjero: por instinto nos infunde
y respeto
que muere defendiendo
el
padres, que
el
que atruena
do de sus conquistas
el
mas admiración
estruen-
el
mas contemplando
;
de sus
el solar
mundo con
la
estatua
sepulcral de aquel personaje, y teniendo á su bió-
grafo Froissart en la
mano y aun procurando com,
primir instantáneamente
vimos
allí al
el
sentimiento patrio, no
adalid ilustre, terror de la Inglaterra,
que se hizo llevar á su lecho de muerte las llaves del castillo
nuevo de Rendon en Auvernia por
pitán que lo guardaba
que consintió en
el
ca-
sino al mercenario fementido
,
instrumento del inveterado
ser
rencor de un bastardo. Después de acomodarse á ta-
maña
ignominia, para
Con tan el
lo
demás
le
sobraba astucia.
fuertes juramentos encubrió la maldad,
rey ü. Pedro
,
suspicaz por naturaleza
y por cos-
tumbre, llegó á creerle, y se aventuró en del
22
en su
al
23 de Marzo á
tienda.
Algunos
le
salir del castillo
noche
la
y á meterse
acompañaban en aquel mo-
mento de horrorosa incertidumbre. Apeándose caballo la
que montaba,
palabra
,
y no
le
que
dijo á Beltran
que
respondió ninguno
le :
del
cumpliese
quiso salir
y hubo francés que trabó de su persona obligándole á que esperase. No se concibe que el rey y solo
,
sus pocos parciales
,
,
víctimas de tan negra asechanza,
se mantuviesen quietos
;
ni
que
los soldados
Enrique dejaran de agolparse en twno de
pugnando por penetrar en su
recinto;
de don
la tienda,
aunque
lo ca-
198 ó solamente
lien
hubo
allí
lo
indiquen las crónicas del tiempo,
En-
conatos de lucha. Púsolos término D.
rique, avisado por
du Guesclin, apareciendo de re-
pente y preguntando iracundo por su enemigo. soy, yo soy, dijo Castilla,
en una
con sublime entereza D. Pedro de
y abalanzándose uno á otro se empeñaron
lid
espantosa
,
que para alguno de
Puede que digan verdad
ser la postrera.
mas parece
tas;
Yo
inverosímil que
ellos
debia
los cronis-
las gentes del
bas-
tardo presenciaran impasibles aquel combate cuerpo á cuerpo, en que se jugaba no
corona
menos que
la
doble
ceñida por doña Berenguela á las sienes de
,
San Fernando y que pusieran en aventura una victoria positiva abandonando á D. Enrique á la im;
,
petuosa y colérica bravura de su enemigo.
A
nuestro
verj la del usurpador no fué la única daga que tras-
pasó tiel
el
corazón del monarca los vencedores en Mon:
no aguardaron de
cierto á
que debajo de D. En-
rique se revolcara en su propia sangre D. Pedro,
para ponef las iüanos en su persona, sino que
ayudaron á
la
le
caida y se hicieron cómplices de su
providencial y cruelísima muerte. Estremece decirlo;
pero es fuerza que demos la última pincelada
examen
histórico crítico
de aquel funesto reinado.
El hijo legítimo de D. Alfonso XI es Castilla
Pues bien
darlo nuestra pluma;
único rey de
el
muerto á manos de sus vasallos
la historia.
al
,
si
no miente
y aun se resiste á trasla-
mas somos jueces
inflexibles y
199 la
sujetamos entre los dedos, para que promulgue
una verdad aterradora: Con redó que
la patria
gran peso; y
y
la
muerte de D. Pedro, pa-
¡a
humanidad
se libertaban de
mas
Castilla, la nación
á sus
leal
tm
reyes, la
alborotarse, aplaudió su trágico fin
menos propensa á
con aclamaciones sinceras.
Durante
reinado de D. Pedro hemos visto á
el
por
Castilla apartada,
de
la
senda de
de
la barbarie.
quista
y
la
las arbitrariedades del
la civilización
Procurar
,
y sumida en
término de
el
monarca,
la
el
caos
recon-
organización del reino, constituian los dos
grandes deberes del soberano. Denuedo sobraba rey para atacar y vencer á los moros
:
al
anhelo de
dominación tenía y estaba interesado en que adqui,
mas nervio
riese
el
poder del trono. Por consiguien-
adornaban prendas adecuadas á
te le
dades de su
siglo.
necesi-
Sin embargo, los moros, estre-
chados en Gibraltar cuando heredó
daban
las
vista á Toledo
en
los
la
corona, casi
últimos dias de su rei-
nado; del sabio ordenamiento formado por su antecesor en las cortes de Alcalá de Henares el
papel quedaba memoria
prosperidad á
la
,
y
la
,
solo
en
transición de la
decadencia, de lo legal á lo injusto,
no habia sido repentina. Un privado de superior entendimiento guas con legislar
mas
,
el
le
indujo en ISoO á celebrar tre-
emir de Granada
,
y un año después á
en Valladolid con asistencia de
emancipado
el
las
cortes;
príncipe de todo ascendiente,
200 convirtió
manes
firmé alianza la tregua con los musuí-
eii
y leí reunión de loa brazos del Estado en un níedio de estrujar las fortunas privadas para ,
;
,
atender á cosas opuestas
al interés de Castilla, ó
legitimar sus caprichos trascendentales no
á trastornar
orden de sucesión á
el
sario natural
de
la aristocracia
,
la
de
menos que
corona. Adver-
pudo captarse
vo-
la
luntad afectuosa del pueblo, que siempi^e está por
peto
los valientes ;
moradores de
Pudo
el
rey despreciaba por igual á los
y á
los castillos
bnstíar el
los
de
las ciudades.
apoyo del clero en algunos prelados
virtuosos y morailizár á los sacerdotes corrompidos;
y únicamente para que sancionasen sus apetitos desordenados, apeló débiles ancianos tidura. Si el
al influjo
de
ellos,
abusando
así
de
y desautorizando su sagrada inves-
hambre y sed de
hubieran
justicia le
inquietado, rodeárase de jurisconsultos, emanación legítima del estado llano
,
y con su autoridad gober-
nara fecundamente y en bien del reino lerando la menor sujeción ni al frenesí
al
,
de sus antojos, Compuso su corte
como
to^
torrente de sus furores,
individuos de ningún valer ni estado á su voz
mas no
;
,
deí
obedientes
lebreles, los cuales ascendian á los
primeros cargos después de acreditar su capacidad
en
el
ejercicio
de verdugos. Ciertamente
los Roas,
los Dientes, los Albarracines, los Recios, los
zas
,
y otros muchos ballesteros de maza
,
Atien-
con quie-
nes D. Pedro vivia y mandaba y tenía consejo
,
no
201 emanaban de de
los
hombres buenos de
los labradores
letrados
,
las
ciudades
ni de los menestrales
,
sino de la canalla de vagos
,
ni
ni de los
,
y de malhe-
chores contra los que se dictaron en 1351 sabias leyes.
No
fueron pensión exclusiva de aquel reinado
húbolas en todos y quizá mas enconadas desde el principio lo no visto hasta la época ^as revueltas
;
:
de D. Pedro, era un soberano que á sabiendas. Trece años reinó sin
putase
las
provocase mas
que nadie
le
dis-
trono: dos veces logró expulsar á los bas-
el
tardos á tierra extraña
;
dos veces tuvo paz con to-
monarcas peninsulares y otras tantas hizo el territorio aragonés blanco de sus belicosas agre-
dos
los
siones,
;
y teatro de sus
dose de esta suerte
do pésimo empleo
el al
estériles victorias, concitán-
encono de sus
y dan-
rivales
patriotismo de sus
aspecto de
vasallos.
época
Radicalmente distinto fuera
el
de aquel soberano sin mas
que haber acaudillado
,
la
hacia la vega de Granada las huestes con que estragó el país
de
los aragoneses.
Háse hablado mucho de otros reyes
inconti-
nentes, pérfidos, vengativos: falta que, exceptuado
don Pedro
,
se cite
uno
solo entre los
que haya convertido en máximas de
de
Castilla
política
horrendas pasiones. Para encontrar quien se
meje es necesario retroceder á ,
tilismo
y
de
la
l)aibarie.
los
le
tan
ase-
tiempos del gen-
Entre sus coetáneos se
202 contaron sin duda príncipes violadores de juramentos
pródigos en derramar sangre
,
,
y nunca satisfe-
chos de venganzas. D. Pedro de Aragón tuvo en su contra á todos los magnates de su reino
y también
,
cayó en sus manos, y logró asimismo salvarse por
medio de
la
fuga
y vencer á
,
los rebeldes
roz se mostró en los castigos que
valencianos
los
mas
echase derretido en
cuyos tañidos á
salir
les
culpables,
la
boca
el
,
metal de
en
los accidentes
advierte grande afinidad con tilla
,
la
en
lo esencial
yes es inmensa
la
se les
campana,
convocaban á reunirse en juntas ó
del fratricidio, y de la ingratitud hacia si
fe-
para imponerlos á
mandó que
en hueste. Manchóse igualmente con
privado; mas
y tan
;
de
la
el
un
el
baldón
fidelísimo
de su carácter se
de D. Pedro de Cas-
conducta de estos dos re-
desemejanza. El príncipe aragonés
sabe de dónde parte y adonde camina; sujeta á cálculo hasta sus crueldades; se dobla á las circunstancias; usa alternativamente del rigor
y de
la
blan-
dura; y con lentitud ó velozmente, siempre adelanta
en su pensamiento de abolir
que autoriza á
los
querellas en
campo de
al
el
el privilegio
la
proceres á pedir razón
tribunal del justicia
,
batalla
malamente
,
Union,
de sus
y de sujetarlos
para que este magistrado
prepotente dirima en calma sus castellano,
de
fiado
litigios.
El príncipe
en que su
estrella es
venturosa, se abandona á su influjo: esgrime á ciegas
la
espada de sus rigores; su impetuosidad es su
205 guia
;
en su acerada obstinación
se propone
mas
fin
que
su fuerza
cifra
tificar la
:
autoridad de su persona:
trabajo
camino de
el
uno siempre es
jamás deja de ser hombre. El progreso
la civilización
mismo
,
exige que ambos se dediquen á un
de interceptar á
el
tumultos
los
:
grandes
los
Aragón nece-
D. Pedro de ,
ascendiente de las ciudades: D. Pedro
nio es nulo
el
de
puede reinar con aplauso de
Castilla
que
fantes siempre
busca
el
nobleza
;
la
corona
aquel
mofa de
y
,
índole de su despotismo. El rey de
cibe designios de utilidad pública
en
la
manera de
y que
lleva el
realizarlos
mal en
el
manera
;
al
ellos,
Los dos son déspotas; no obstante es la
auxilios
cercado de dificultades
,
mejor modo de sortearlas
este se crea peligros, se
y triun-
demanda
las
de sus
las
estados, opulentas de vida y de recursos,
la
el
con una nobleza bajo cuyo predomi-
sita habérselas
contra
poder
el
D. Pedro de Castilla no atiende sino á for-
rey, el otro
de
y no
de hacer su gusto. Don
el
Pedro de Aragón se afana por robustecer del trono
,
,
vence;
fin
y sucumbe.
muy
diversa
Aragón con-
y no se
atolla
viciosa sin
duda
seno del mismo bien que
produce; pero que acelera
la
marcha
del bien,
aun
adulterándolo con liga tan impura. El rey de Cas-
no forma ningún pensamiento general y provechoso; únicamente busca el triunfo de su efímera tilla
personalidad y el
la
satisfacción
poder de que dispone:
el
de sus caprichos, en
despotismo de aquel es
204 fecundo, y
imperio de
al
legitimidad del trono. D. Pedro de
es grande;
Pedro de
ra; D.
con
ror
la
sus
las revueltas sustituye el
de este es perjudicialísimo,
las leyes; el
y destierra á
Aragón
desorden de
no se
ama, pero
le
Castilla es temerario;
crueldades,
se le
admi-
infunde ter-
y menosprecio con
su
egoísmo.
Fijándonos finalmente en
ron
los
estado en que deja-
el
dos Pedros sus respectivas naciones hallamos ,
á Aragón pujante, y á Castilla decadente. D. Enrique se muestra digno de la corona
de
los
usurpadores:
si,
como
la
mayor parte
quebrantando su palabra, se
ensangrienta con los valerosos defensores de Carmena, única ciudad
que
niega vasallaje, no sistema-
le
tiza la saña, sino la clemencia.
Como
su antecesor ha
en
ultrajado á todas las clases, el bastardo se ocupa
reparar las ofensas; y de resultas quedan los proceres ricos, fuertes los prelados, influyentes los
nes,
el
poder público limitado,
ticulares
vencedoras
comprometida;
i^ero
y
,
al
la
las
comu-
voluntades par-
tranquilidad del reino
cabo, del trono de donde
acaban de provenir reguladas y no interrumpidas crueldades, vuelven á emanar mercedes, y
veneranda institución tilla
sigue
aciagos temporales,
corriendo
en
tan
si
Cas-
deja de amenazar nau-
fragio.
En Aragón
afianza
la
modo, que no declina un
paz D. Pedro IV de solo
punto á pesar de
tal
la
205 deplorable indolencia de su sucesor D. Juan
dispendiosos placeres y de
los
la relajación
Mas tarde mientras
I,
y de
de cosnobleza
tumbres de su
corte.
de
conjura para despojar del cetro á un
Castilla se
rey niño
á quien
,
la
,
la
peregrina rectitud de su tutor
saca triunfante; la nobleza de
Aragón
fructuosamente en torno de
bandera del conde de
la
se agrupa in-
Urgel, para oponerse á cinco sacerdotes y á cuatro letrados,
que deliberan en Caspe y dan
al
un
país
soberano. Al par que las barras de Aragón se os-
tentan en Gerdeña
en
Sicilia
pendón morado de
gullo, el
en un
,
solo baluarte
de
Castilla
:
sol
A
lo
la
grandeza de
último asoma en
majestuoso
,
y extienden su domi-
disturbios sin término pos-
tran el valor y aniquilan llanos.
apenas tremola
los sarracenos. Bajo la in-
fluencia de la ley, prosperan
nación los aragoneses
y en Ñapóles con or-
que alumbra
el
los caste-
de España
cielo
enlace de
el feliz
el
am-
bos pueblos; pero á este enlace llega tranquilamente
Aragón después de perder á Juan combate y hasta en Castilla
,
el
devorada por
11
,
émulo en
gabinete de un Luis XI la
guerra
civil
,
y después de y
compadecer á Enrique IV, justiciado en la nobleza.
aragoneses,
La preponderancia de el
sin el
explica
el
la ley
;
efigie
por
entre
los
extraordinario y benéfico ascendien-
te de los Cerdancs, sus justicias,
den
el
no se compren-
reinado de D. Pedro IV.
anonadamiento de
la
Tampoco
se
monarquía gloriosa
206 y cercana á
la
Alfonso XI, sin
organización social bajo el
el
poder de
reinado de su hijo D. Pedro, que,
entre otras preeminencias tristes, gozará perdura-
blemente
nombre.
la
de ser en
Castilla
el
único de este
— —
—
NOTA.
D