Examen historico-critico del reinado de Don Pedro de Castilla

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V

EXAMEN HISTORICO'CRITICO DEL REINADO

DE DON PEDRO DE CASTILLA. OBRA PREMIADA POR VOTO UNÁNIME

DE LA

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA en

el

certamen que abrió

la

misma en 2 de Marzo de 1850,

su AUTOB

DON ANTONIO FERRER DEL

RIO.

MADRID. EN LA IMPRENTA NAQONAL. 1851.

Postremo

in scelera

remoto pudore

simul ac dedecora prorupit

et ractu,

,

postquam

suo tantüm ingenio utebatur.

Tac, Annal

lib.

W.

^

Antes de proceder

al

examen

histór ico-crítico del

reinado de D. Pedro de Castilla, necesitamos decir

muy

breves palabras sobre

Europa

del siglo

XIV y

el

aspecto general de

la

sobre los sucesos algo ante-

riores de la península española.

Profundamente considerado los confines

del pueblo

:

de dos mundos

,

el

el siglo

XIV ocupa ,

del feudalismo

y

el

en todas partes se advierten síntomas de

unidad levantamientos contra ,

pensiones á centralizar

el

la aristocracia

poder en un solo

,

pro-

jefe.

La

6 extinción de los templarios atestigua que ha muerto el

espíritu aventurero

de

ción de la |)ólvora recibe ría

cuando

:

noble

,

y

las

cruzadas: con

un golpe mortal

pagar sus huestes, y

á los mercaderes para

donde antes

la

el

ocupan

los jurisconsultos

solo

tomaban asiento

ceres armados de punta en blanco

vanecerse

la caballe-

bala del villano atraviesa la coraza del

la

los príncipes recurren

tribunales

comienza á des-

,

en

,

los

Guillermo Tell tremola

darte de

en

de

,

la libertad

las

las

los Césares

ó bajo

mundo,

señoríos de Italia en

que es todavía rosas.

Con

el

la

poder moral de

un

y

el

yugo

Papas

los

mejor esperanza de

Aviñon

un monarca

los

la

la

pequeños

pcnsamienta

solo estado;

las

almas gene-

santa sede

,

por

el

francés, se suscitan entre

los católicos discordias funestas

,

que

al

fin

un gran cisma. El encumbramiento de al

estan-

el

se esfuerza Nicolás Rienzi por

trasladarse á

ascendiente de

Austria

ten-

montañas de Suiza. En Ro-

convertir las turbulentas repúblicas

cii

,

providencialmente destinada á ser bajo

señora del

y

reyes ó de los tribunos por consolidar

las nacionalidades.

ma

,

la historia.

Son frecuentes aunque de éxito vario de

los

los pro-

caos de todos los elementos sociales

influencia popular se abre paso

tativas

inven-

la

trono imperial, prepara

el

la

rompen casa de

triunfo de

un

7 sistema

en cuya virtud

,

'

la

elección para tan alta dig-

nidad llega á ser pura fórmula haciéndose realmente ,

hereditaria.

rato

y con

Por aquel tiempo

con hostil apa-

estalla

apariencias de larga vida,

tre Francia é Inglaterra;

y

el

estandarte de San Jorge

ondea victorioso en muchas poblaciones sobre

San

en-

rivalidad

la

de

el

Dionisio.

A

vueltas de agitaciones no interrumpidas y de

sangrientas luchas

,

gentes de los comunes forman citos

de

milicia

,

los reyes

:

suceden

avanza camino

la civilización

las

;

núcleo de los ejér-

el

á las expediciones marítimas de

las del

comercio

,

y

naves geno-

las

vesas y venecianas surcan los mares orientales

fundiendo majestuosamente

la luz

y

la

la

,

di-

riqueza, y

creando ciertos intereses comunes entre dos razas enemigas. Detrás de los trovadores

,

que cantan á

las

puertas de los castillos las hazañas de los cruzados,

vienen

los poetas

,

que hacen resonar

la

trompa épica

ó pulsan el laúd con acentos de patriotismo, y con ellos los historiadores _^

verdad de

los

fecundamente sepulcros

mulo de

,

,

que dándoles ayuda arrancan ,

,

la

senos del olvido, y ensalzan ó vituperan la

memoria de

los

que yacen en

los

para escarmiento de los malvados y estí-

los virtuosos

;

y mientras

acción procuran reconcentrar

el

los

hombres de

predominio en bien

8 de

las

naciones

,

hombres de estudio

los

enseñan

las

á regocijarse con sus venturas ó á llorar sus vicisitu-

misma

des en una

lengua.

Aunque por su

situación geográfica

y por

la difi-

cultad accidental de las comunicaciones con los de-

más

países

,

se halla la península española bastante

apartada del movimiento general de Europa su civi,

lización

no se rezaga antes bien va delante ó

de

las

la

,

de

demás

naciones. Muerta á orillas del Gua-

dalete la monarquía goda turias.

de

,

nace

la

de España en As-

Al principio tiene por estados algunas leguas

montañas por subditos

silvestres

tores; por capital

par

al

;

ejército,

un puñado de

una cueva. Sin embargo

,

allí

,

pas-

infelices

fugitivos,

vence á

y por

los

mu-

sulmanes; y estos bárbaros del mediodía, dispuestos instintivamente á recorrer

el

no en sentido inverso que

los

estremecen

al oir la

antiguo

mundo roma-

bárbaros del norte

voz de Pela yo

,

,

se

que resuena con

eco vigoroso en Cataluña y Navarra, y les anuncia

una

resistencia tenaz

ligiosa

y por

el

Después de

la

la fe

re-

patriotismo. la

primera victoria bajan

nos de Covadonga mites de

como alimentada por

,

ensanchan con

la

los cristia-

espada

los lí-

naciente monarquía; dan origen á otros

estados; pacientes en los trabajos, avanzan vence-

9 dores

y

;

si

alguna vez retroceden es como para co,

brar mayor empuje. Tras cinco siglos de encarniza-

da lucha

,

se aprestan á pisar las fértiles

andaluzas. Alfonso ejército

lla el

VIH príncipe ,

campiñas

castellano

numeroso. Pasándole muestra

ramos señalar puntualmente

acaudi-

,

,

pudié-

en que se di-

los reinos

vide España y la organización social de Castilla. Allí ,

viéramos á los aragoneses y catalanes á ,

á los de Portugal

,

y á

los

de Navarra capitaneados ,

por sus respectivos monarcas

ma

de León,

los

,

unidos bajo una mis-

bandera y animados de un mismo sentimiento.

Detrás de Alfonso VIH presa

,

,

descubriéramos á todos sus vasallos

bispo de Toledo con

maestres de

las

em-

alma de aquella insigne

prelados y

arzo-

al

;

sacerdotes; á los

órdenes militares de Santiago

cántara y Calatrava con sus bizarros

freiles;

,

á los

nobles con sus mesnadas; á las ciudades con sus licias.

Cada una de estas

ascendiente de

los

Al-

mi-

clases tiene vida propia. El

prelados

como poder temporal

data en Castilla desde que Gregorio VII ciñe á las sie-

nes de un monje de Cluny

la

mitra de Toledo y hace

prevalecer sobre el rito mozárabe el romano. Los no-

han conquistado

bles

batallas,

tierras

y

privilegios

y figuran como pequeños reyes. Los plebe-

yos lanzándose siempre á vanguardia en ,

en cien

la

heroica

^

10 demanda de

la

el territorio

que devastan

reconquista; poblando intrépidamente

musulmanes antes de

los

cederlo á las armas cristianas

ganan mayores

,

tades á medida que se aventuran á gros. Así prelados

mino en

la cristiandad la

la

zozobra con que

santa y larga cruzada de

contra los mahometanos. Estos quedan

los españoles allí

recios peli-

magnates y plebeyos, ponen tér-

Navas de Tolosa á

las

contempla

,

mas

liber-

irrevocablemente vencidos

,

bien que prolonguen

su dominación en las extremidades de España.

La necesidad de pendencia patria

,

fluencia saludable

la

unión

,

para sostener

ejerce sobre los castellanos

y

civilizadora

:

ya es

la

cortes,

inde-

una

in-

monarquía

han trasfor-

hereditaria; los concilios de Toledo se

mado en

la

donde tienen voz todas

las clases

del estado. Después del famoso triunfo de las Navas,

sobreviene un suceso no menos venturoso.

ma mano,

de Fernando

la

III,

á quien llamaríamos

El Grande á no habernos autorizado denominarle El Castilla.

Sa7ito

,

Una mis-

empuña

el

la Iglesia

cetro de

para

León y

Bajo su sabia autoridad cobran nuevo aliento

los vasallos

y arden en sed de gloria y dentro de ,

Córdoba y de de gratitud

Sevilla,

al

entonan himnos de alabanza y

Salvador del mundo. Los monarcas

vecinos emulan en ardor bélico á Fernando; D. Jaime

11 El Conquistador incorpora

de Mallorca,

el

reino de Valencia y

de Aragón y Cataluña;

al

el

rey de Por-

tugal expulsa á los sarracenos del Algarbe el litoral

mas

de

península española

la

que

territorio

el

;

y en todo

no queda á estos

,

de Granada, y eso rindiendo

y pagando no escaso tributo á

vasallaje

el

los cris-

tianos.

Aun quedan prueba. Fernando

vencedores largos dias de

á

los

III

comprende

urgencia de orga-

la

nizar vigorosamente sus estados para afianzar el po,

der público, y echa

el

cimiento del orden social con

la

creación de los adelantados mayores para gobernar

en su nombre solo.

los antiguos reinos

,

reducidos á uno

Se afana por adelantar su grande obra, mas so-

lamente

le

alcanza

la

vida para encomendar á su hijo

tan grave cuidado.

Alfonso

de

la

,

,

no es

Además

el

rey que á

la

la práctica

la

le

ne-

mitad de su vida en pretender

vasallos á la voz de su hijo D.

años

los

sazón conviene á Casti-

imperio de Alemania, hasta que se

los

de

desperdicia los medios de acción en que

abunda, pasando el

á su sabor en las especulaciones

y nada versado en

ciencia

gocios lla.

X muy

matan

ra, rodeándose

los pesares.

le

sublevan los

Sancho y mas que ,

Cultivando

la literatu-

de hombres doctos, privilegiando á

12 las

universidades, y sobre todo formando

Fuero

el

Real y

el

Código de

mente

el

sobrenombre de Sabio; valiórale mas haber

merecido

las

Partidas

,

conquista legítima-

de Fuerte. Es laudable su anhelo de es-

el

un derecho común entre

tablecer

doloroso que

,

los castellanos;

anticipándose á su siglo

vigor á un cuerpo de leyes

,

,

y

procure dar

ineficaces por estar

en

absoluta disonancia con las costumbres de su reino.

A á

unidad propende

la

unidad cimentada sobre

la

altar

Código de

el

y

bleza y

la

Partidas:

las

íntima alianza del

repugnan enérgicamente

el

trono

el

pueblo y esterilizan los desvelos

lo

:

,

no-

la

legislati-

vos del monarca.

Después del corto reinado de D. Sancho El Bravo

,

trabajado por las rebeliones en favor de los del

linaje

de

la

Cerda, viene

Fernando El Emplazado tal

puede llamarse

do de revueltas

como un

,

,

la

don

larga minoridad de

y luego su gobernación

la ejercida

desde un trono

,

,

si

cerca-

por un príncipe débil é inexperto

niño.

Una nueva minoridad trema horriblemente Facinerosos

,

las

,

la

de D. Alfonso Xi

calamidades de

extraña hallar

los

tal

suerte

,

ex-

Castilla.

procedentes de todas las clases

ban en robos y asesinatos de

,

,

se ce-

que nadie

hombres muertos en medio de

los

15 caminos. Mas no bien cumple D. Alfonso catorce años,

empuña

mano

cetro con

el

firme, restablece el sosie-

animoso contra

go, sujeta á los nobles, batalla legisla

prudente en beneficio de sus vasallos.

fieles,

y

Como

ilustre militar

entendido

,

no menos que como legislador

es digno de loa.

,

A orillas del Salado logra como

triunfo tan importante

un

los in-

Alfonso VIII, juntamente con

el

de

el

Navas:

las

si

arzobispo D. Rodri-

go, resuelve en las Navas de Tolosa la irremisible

ruina de

dominación musulmana; Alfonso XI, en

la

unión del arzobispo D. Gil García de Albornoz, corta con ras el

la victoria ,

la

y con

del Salado

comunicación entre

reino de Marruecos

el

y

emirato de Granada. Resumiendo además aquel

soberano sus tareas legislativas en calá

de Henares de

1

miento que encierra castellana. bio

toma de Aljeci-

la

,

No dado

348

,

las cortes

de Al-

publica el célebre ordena-

la semilla

á teorías

de

como

transige hábilmente con todos

la

grande unidad

D. Alfonso El ,

les

y

Sa-

hace ad-

mitir sin repugnancia una legislación encaminada á

robustecer

el

poder del trono

brarse todos los litigios; y en

,

por lo

la cual

que

tenga, por los fueros particulares; y tasen estos

,

por las leyes de Partida.

visión no se oculta

que

la

allí

si

deben

li-

no se con-

tampoco bas-

A

su alta pre-

grande obra de

la

organi-

14 zacion social necesita tiempo y comienza por ,

cipio,

ra á hacerlo todo de

vida

al

vencedor en

el

un

Mas no alcanza

golpe.

pié de los

calarlos

,

muros de

critores del

,

matando

tiempo á ,

,

al

gloriosa carrera

y ya próximo á es-

Gibraltar,

víctima de la peste negra

espanta á Europa

,

que á

la

la tercera

de aquel gran soberano

memente zo de

1

alza

:

sazón

decir de algunos es-

parte de sus mora-

dores. Hasta los sarracenos se lamentan de la te

la

Salado para seguir perfeccio-

nando su pensamiento, y acaba su al

prin-

que aspi-

diferencia de D. Alfonso El Sabio,

íi

el

llórala Castilla

,

muer-

y unáni-

pendones por su hijo D. Pedro en Mar-

350. Gibraltar debe ser

el

punto de partida de

sus empresas militares, y el Ordenamiento de Alcalá el

de sus tareas legislativas para seguir

de su padre, y para satisfacer

las

las huellas

dos necesidades

permanentes de sus vasallos avanzando en ,

la

re-

conquista y en la organización del reino.

Según nuestro plan

,

estos breves apuntes son

bastantes para proceder con conocimiento de causa al

Examen

Castilla.

histórico-critico del

remado de D. Pedro de

Privanza de Don Juan Alfonso de Alburquerque.

Wasto asunto de censura ofrecen de Don Alfonso XI la

,

las debilidades

y nos apartaríamos de

imparcialidad exige,

si

lo

que

únicamente tributáramos

alabanzas á su memoria. Vencedor de los moros en la frontera

y de

los nobles

en

lo interior

de sus Es-

tados, no supo triunfar de su propia incontinencia

desde que

,

por

el

ansia de lograr sucesión

,

ó por

inconstancia conyugal, puso los ojos en una

hembra de

la estirpe

de

los

rica

Guzmanes joven aun,

,

que ya enlutada por muerte de su esposo, y en quien andaban en competencia

hermosura. Una y otra vez

la

discreción

la requirió

el

y

la

monarca

16 de amores; oyóle

ella

en

principio altiva, des-

el

pués amansada, y por último cariñosa;

y es

lo

cierto

que entrando quizá Don Alfonso en aquel

ilícito

trato solamente con

una pasión pasajera

,

muy

el

alma inflamada por

luego dejó en los brazos

de Doña Leonor de Guzman la voluntad cautiva. Los caprichos de la dama tuvieron fuerza de ley bien ;

que detuvo su ambición contra

amante,

al pié del trono,

la

voluntad de su

por no suscitar desave-

nencias que embarazaran su privanza

echaba de menos mente.

Año

al torpe

mas

tras

el título

año hubo de acostumbrarse

escándalo que duró veinte

des con ayuda y de

muy

el

la

mano de

,

el

y

Castilla

los proceres

de adquirir mercemanceba. Por

la feliz

bastardo enlace del rey y

fecundo, y para que

que no

de reina siéndolo virtual-

calificados se envanecieron

desdicha

en

,

la

Guzman

mal no tuviera

tasa,

fué

en

varones, á quienes heredaba espléndidamente su padre, creando así grandes vasallos y deshaciendo la

obra de su política central con nuevas

desmem-

braciones de territorio.

Dejada de parciales y sumida en la reina los

Doña María

el

baldón á que

la

condenaban

devaneos de su esposo. Ni dándole un* legítimo

heredero; ni acudiendo

de su padre la

tristezas, lloraba

el

solícita á

ablandar

las iras

monarca de Portugal, ultrajado por

conducta doméstica del castellano

;

ni volviendo

airosa de aquel vecino reino con naves y huestes

17 que engrosaran

las

acampadas en

y ciñeran nuevos lauros á arrugaba ventura le

el

,

mantenía alejado

Lo que

la re^ia frente

ceño ante las miradas de

pudo atraerle

calla

el

al

por

la

la.

historia

gradual

pasión de los celos. Lágrimas abundantes arel

criminal extravío de

Alfonso, hasta que, fatigada de llorar infructuo-

gua de

la

se adivi-

,

la alteración

samente y amortiguado su amor de esposa

se,

de donde

,

alma de una mujer ulcerada

rancó sin duda á Doña jMaría

Don

esposa sin

seductor donaire de su dama.

na y comprende observando el

que solo

,

la

tálamo nupcial

ó solo insinúa

que experimenta

de moros,

tierra

la

,

men-

sin

honestidad que cumplía á su estado y cla-

tuvo sobre

el

corazón

usurpaba; y, respirando odios,

satisfacerlos

que su

la felicidad

rival

esperanza de

la

con sangre trajo consuelo á sus tribu-

laciones.

Al lado de una princesa tan ofendida y ensañada crecia

y

se

educaba Don Pedro

trono y huérfano de padre

,

,

legítimo sucesor del

teniéndolo vivo, en una

soledad, que desdecía igualmente de su nacimiento

y de su grandeza futura. Gustando leite

de

las caricias

el

maternales, se infiltraba

neno del rencor en su pecho

infantil

impetuoso: v€ia los padecimientos de

dado

el

ser,

y

le

expansivo de-

dedicaba

adolescente comprendía

el

la

el llanto

el

ve-

y de natural

que

le

habia

de niño: de

origen de tales sinsabores

y anheló ser poderoso en su desagravio. Así alboreó

2

18 en su mente

la lozanía

de

la

juventud

,

comunicando

á su vehemencia nativa rigor y fiereza la sed de ven-

ganza. Testigo constante de las amarguras de la madre,

con quien tenía deudo, y de las impetuosidades del hijo, á quien servia

de Alburquerque

de ayo, era Don Juan Alfonso

portugués

,

muy

ilustre,

en edad y buen seso, ausente de adhesión á

la reina

,

el ocio

de su grande am-

y de su capacidad no pequeña.

debe serlo

el

por su

y determinado á no desmentirla

aun á riesgo de perpetuar bición

maduro

la corte

que padece desaires de

Sufrido, la

como

fortuna

,

y

dotado de singular perseverancia primera virtud del ,

que busca y merece en que su

alto

medro, vivia esperanzado

fidelidad alcanzarla

recompensa cuando

su discípulo subiera al trono. Quizá le parecían de

buen agüero los frecuentes raptos de cólera del joven infante, adusto

ademas y voluntarioso, no ocultán-

dose á su sagacidad

la

inminente contingencia de

que se tornaran en hábitos

tales instintos, si bien

fiando en que nunca se le acabarla el ascendiente de

maestro

,

y podria por

lo tanto hacerlos

parar á su

en severidad

justificada

sabor en bravura pujante

,

y en activa entereza. Todavía estaba insepulto fonso XI al decir

,

el

cadávór de Don Al-

y grande principe de ¡os del mimdo^ mismos moros de Gibraltar, que te-

noble rey

de

los

nian razón sobrada para congratularse de su muerte,

19 y ya se notaron señales de ingratitud hacia la antigua dispensadora de la munificencia soberana. Me-

Guzman

drosa Doña Leonor de

de Medinasidonia

villa

por

,

la

que

de mejor estado en Andalucía

en

hecho

le tenía

homenaje Don Alfonso Fernandez Coronel los

en su

se guareció

,

noble de

y mas probado

,

valor de su pecho que en la fijeza de sus opi-

el

niones.

Apenas comenzó á nublarse

el

astro de luz

benéfica para este magnate, vino á ser el resplan-

dor de otro planeta imán de su ambición y foco de su esperanza. Ante todo quiso desatar

que

unia á Doña Leonor con título de vasallo

le

importándole vulnerar

,

no

las prerogativas del infortu-

nio, doblemente respetables

voca

vínculo

el

si

una mujer

las

in-

á trueque de ser acepto á los ojos del nuevo

,

príncipe y de la soberana á quien no habia acorri-

— «En verdad, compadre ami-

do en su desamparo. go á fuerte hora ,

me

sé ahora quién por

bulada

la

Guzman

emplazastes la mi villa



al

la

,

ca no

querrá tener," dijo atri^

antiguo servidor que la aban-

donaba con apariencias de enemigo y frases de no menos amargura hubieron de saltársele muchas ve;

ces del corazón al labio lidad de los

que

la

,

porque

la

quebradiza fide-

prodigaron lisonjas mientras

podia galardonarlas con liberalidades, les indujo á

dar

el

propio sesgo á sus designios ulteriores.

Únicamente hijos

la

acompañaron en su miedo sus

gemelos Don Enrique y Don Fadrique,

los

cua-

20 les

aventajaban en un año

la

edad del soberano, que

á la sazón contaba diez y seis no cumplidos

Guzmanes,

deudos

los

uno de

ellos

Enriquez y

los

maestre de Alcántara

demás en

la

castillos.

No

,

y sus

;

los Ponces,

y señores

los

comarca de fuertes lugares y almenados era de presumir que la que en los

tiempos de bonanza para su fortuna habia insistido

en rehusar

el

cetro castellano

abrigase ahora pro-

,

yectos hostiles sin derechos, ni recursos, ni parciales.

Antes bien

se

comprende que codiciara pasar

el resto

de sus dias en calma con su larga prole y sin con-

que

sentir á su ambición otro pasto

el

de

los anti-

guos recuerdos. Claustros habia y ejemplares de ser ,

paradero de las favoritas de los reyes

ellos el

advenimiento de sus sucesores

:

al

al

hijo le estaba

bien correr un velo sobre las flaquezas de su padre: sin ser llar

modelo de generosidad, podia

la

viuda humi-

á Doña Leonor encerrándola en una celda

.sobre todo

,

;

y

con ser caballeros y no rebeldes, debian

interceder en librarla de daño los que de su privanza hablan sacado provechos no mezquinos.

Tanto era su abandono que tuvo á dicha ,

guro con que sidonia

,

los

la

el

se-

brindaron, á su tránsito por Medina-

que llevaban

los restos

mortales de

Don

Alfonso XI desde Gibraltar á Sevilla. Gran trecho de la

ciudad salieron á recibir Don Pedro y su madre

el

cuerpo del soberano; y

con

la (ine lo

tuvo presa

al

el

encontrarse de repente

alma, desperdiciaron tan

21 propicia coyuntura de hacer sobro aquellas veneran-

das cenizas

de sus rencores.

el sacrificio

Tímidos y desconcertados se refugiaron drique entre los comendadores de

Don Enrique y

tiago,

Don Fa-

Orden de San-

la

demás en

los

,

Aljeciras; y

mientras en ninguna parte se consideraban á salvo,

y Doña Leonor de Guzman vivia encarcelada en la corte se encumbraba al poder Don Juan Alfonso de ,

Alburquerque; y con pié tan seguro, que plácito

A

ninguna fortuna duraba

ni fenecia

miedo de

el reino.

los

que

el

iban apoderándose de Aljeciras de

hora en hora y mansamente

en aquellas

se presentó

,

aguas Gutierre Fernandez de Toledo ,

en

bene-

de que no parase en abierta rebeldía

fin

del rey

sin su

montando con buena gente

,

guarda mayor

las galeras pre-

venidas contra los moros. Al punto les franquearon vecinos todas las puertas

los el

conde Don Enrique

Como

parciales. ellos

,

se le iban

como por discípulo

lejos

salió

,

salvo una por donde

de prisa en unión de sus

de aumentársele

muchos á

otra parte

y favorecedor

la

número de

el

merced del soberano y ;

Don Juan Alfonso el

diera á su

saludable consejo de evitar

y sus amigos anduvieran apartados de la corte y sueltos por Castilla unos y otros entraron en negociaciones y vinieron en breve á una

que

los bastardos

,

feliz

concordia.

De

resultas

Don Enrique

se fué sose-

gado á Sevilla; Don Fadrique obtuvo autorización para seguir en las tierras de su maestrazgo

,

y do

las

^2 pasadas desavenencias solo quedaron vestigios en

mandato que

se

impuso á

los caballeros

de

la

el

Orden

de Alcántara de guardar en nombre del rey sus castillos.

Esta providencia trascendental por lo que

contribuia á centralizar el poder en el trono, era

algo peligrosa por lo que afrentaba á los deudos de la

Guzman

el

que se dudase de

sumisión reciente,

si

duda con escoger á

mandar en

sinceridad de su

la

bien se paliaba en la

mucho

par á varios de

las fronteras del

ellos

esta

para

emirato de Granada y

habérselas con los musulmanes*

Desgraciadamente antes de que se efectuara este designio

,

tornaron á encaminarse á escándalo desas-

troso las voluntades.

Una

hija

de Don Juan Manuel,

famoso rebelde del anterior reinado, fué causa de

que

la

mal cimentada armonía perdiese

terreno.

hermano Don Fernando de Villena queria

casarla

madre y el valido prestaban su ayuda presa como estaba Doña Leo-

con le

Su

el

rey

Don Pedro, y

la reina

:

nor de Guzman y anhelosa de

la felicidad

de Don

Enrique, ó por buscar algún alivio á su propia suerte

con nuevos entronques de familia

con aquella dama. Descubierta

,

casóle en secreto

la intriga,

mostra-

y Alburquerque pesadumbre y enojo; Doña Leonor fué conducida á Carmona y encerrada

ron

la

reina

mas estrechamente; y junto con dos parciales atravesó Don Enrique todo el reino salvándose al

allí

,

fin

en sus condados de Asturias.

25

A

verdad ningún riesgo amenazaba á

la

entonces por

Castilla

lado de la parcialidad de los bastar-

el

puede decirse que se hallaban solos y que si su madre no infundía lástima á los mas de los cordos

;

,

,

tesanos

,

tampoco era blanco de su saña. De otro

lado vino el accidente que puso alas á la discordia.

Una enfermedad

joven soberano;

terrible postró al

y como su vida estuvo en

último peligro

el

quién habia de sucederle se dividió

Alburquerque

parcialidades. ellas

D.

,

patrocinaba

Fernando

,

el

,

sobre

,

en dos

la corte

de una de

caudillo

derecho del infante aragonés

marqués de Tortosa

hijo

,

de doña

Leonor que era segunda muger de D. Alfonso IV ,

de Aragón y hermana del onceno de

Castilla

,

:

don

Alfonso Fernandez Coronel capitaneaba la otra

Nuñez de

sostenia la legitimidad de D. Juan

como vastago

propicio al rey de Portugal estos dos bandos

diese la

A

del linaje de la Cerda.

mano de

,

al

llaban presentes en el lugar ;

el

,

la reina

le trajo

á

,

las

porque en

la corte castellana la

aversión con

miraba su entenado D. Pedro conocido en

la

,

nombres de El Cruel

historia por los varios

Puñal

nom-

se ha-

donde se agitaban

su madre, fugitiva y recelosa de

que

viuda,

Ambos

marqués de Tortosa

unión de otro hermano

de tener

personaje con cuyo

bre autorizaban sus opuestas divisas.

disensiones

Lara,

intentaba cada uno de

que doña María esposa

fin

y

,

,

El Ceremonioso

,

,

El

la

del

cuarto de Aragón y tercero

24 Nuñez do Lara, porque después de

Cataluña:

(le

perdonarle D. Alfonso XI su rebelión en Lerma

mantuvo sumiso á su lado y

al

se

,

de su heredero en

el

trono. Ellos avivaban la enemistad de sus parciales;

marqués de Tortosa eran mas en número

los del

tenian mejor razón que los de Lara

que

Castilla habia

,

,

y

puesto caso

jurado á doña Leonor en cortes

antes de contar sucesor legítimo su hermano

y que

,

D. Alfonso de la Cerda, padre del otro pretendiente,

habia renunciado sus derechos á la corona

siendo

,

D. Dionís de Portugal y D. Jaime de Aragón jueces

de su demanda. Mejorada

mente nes

la salud del

desaparecieron los motivos de estas divisio-

,

mas prolongaron sus

;

de D. Juan Alfonso

ban sus contrarios

,

,

el

efectos el creciente favor

la ojeriza

y

los cuales le

calidad de extrangero

ruina

rey hasta sanar completa-

,

con que

mira-

le

echaban en cara su

como para

interesar en su

empe-

patriotismo de los castellanos. Estos

zaron á declararse por D. Juan Nuñez de Lara y por Garcilaso de la

con

el

te

y

;

,

desabrimiento de verse postergados en la

faltado el

Vega que se fueron hacia Burgos

rebelión cundiera velozmente

en su cuna, por

soplo que

Garcilaso

,

mas

la

á no haberla

muerte de Nuñez de Lara,

atizaba su fuego. Vivo lo sostuvo

mas no devorante que ;

funto D. Juan Nuñez en vado, seguíale

,

la cor-

muy de

el

lejos

si

no cedia

encono contra en

la influencia

al

el

di-

pri-

y en

el

25 arte de hacer fecundos los ímpetus de su voluntad,

aun reteniendo tilla.

la

investidura de adelantado de Cas-

Por entonces perdieron también

tos otro

los

desconten-

apoyo en D. Fernando, cuñado de

fuerte

D. Enrique y sobrino de Lara

,

quien pasó de esta

vida en su señorío de Villena, ya avenido con

matrimonio secreto de su hermana y mal pagado

el

del

valimiento de Alburquerque. Tal era

el

semblante de

las cosas

cuando

costumbre de inaugurar sus reinados

la

los

cas de Castilla con la celebración de cortes

,

fiel

,

á

monarlas

vocó para Valladolid D. Pedro, y bajo tan

con-

felices

auspicios de veneración á los fueros de sus vasallos,

movió de

se

Sevilla á principios

gado á Carmena

manos de

la

1

351

.

Apenas

lle-

puso á doña Leonor de Guzman en

,

y con escarnio de la mepaseó á manera de trofeo de

reina viuda

moria de su padre

,

lugar en lugar hasta

en que diera

de

la el

,

de Llerena donde consintió ,

maestre D. Fadrique

al

el

último

abrazo.

madre y el hijo no se cruzaron palabras sino sollozos. ¿Qué hablan de decir las lenguas, Entre

si

los

mas

la

horribles presentimientos taladraban agu-

damente sus corazones y las

les

ahogaban

la

voz en

gargantas? Por mas de una hora presenciaron

carceleros de entrañas empedernidas la angustia de

aquellos infelices

,

y

al

cabo usaron de una miseri-

cordia involuntaria poniendo

fin

á su

entrevista.

26 Tras

ella se

sado de

quedó en Llerena D. Fadrique dispen,

asistir

á las Cortes

en ningún

trar

castillo

Doña Leonor de Guzman

y

,

de

sin facultad para

Orden de Santiago.

la

fue llevada bajo la custodia

de Fernandez de Toledo á Talayera esperar poco

un escudero de

za

,

,

madre

,

allá

,

puñal aleve. Así

el

bárbaro deleite de

el

desentendiéndose de que

sangre

donde se hizo

,

la reina

enviado para clavar en su seno saboreó doña María

en-

la

vengan-

regada con aquella

habia de extender sus raíces la discordia

profusamente sembrada en

el reino.

Para absolver á D. Pedro de tan feroz asesinato, fuerza sería sostener que

ensalce á

mueve prueba

,

un monarca no ,

que se

la justicia el

razón que se

solo por el bien

le

que pro-

censure por

los

soberanos de Castilla

plaza el respeto

filial

,

edad de

,

condena im-

menos dan por

plícitamente las leyes que con tres

mayores á

re-

daño que

la corta

que tenía entonces

,

el

,

que no impide. El que espada en

abrace su defensa é invoque

diez y siete años

le

la

sino por el que fructifica á su sombra

causa como por

mano

exigiendo

,

:

el

que saque á

que obedece mudo

lo

que se

impone por mucho que repugne á sus sentimien-

tos

,

hace concebir

las insinuaciones

la

idea de

maternales

,

un príncipe sumiso á

y suspenso de su voz

para guiarse por sus advertencias ó seguir

de sus mandatos. Quizá tengan solidez

tales

sos; acaso descansen en débilísimo apoyo.

el

tenor

discur-

Mas

si

27 D. Pedro aparece cruel en asesinatos

muy

layera por ser

joven

edad se mostrará benigno

madre mata ,

los

no querrá desagradarla cuando

,

hechos

no hay sino

;

paso á paso

y

,

de Ta-

por complacer á su

si

que perdone. Todavía nos

cline á

el

cuando entre mas en

,

;

como

persistir

falta

le in-

profundizar

en su indagación

nos saldrán naturalmente

ellos

al

camino.

De

tránsito

en Falencia conoció

otro de los bastardos

,

rey á D. Tello,

cuya educación estaba enco-

mendada á Pedro Ruiz de de Palenzuela

el

Villegas.

A

la fuerte villa

residencia del discípulo

,

y

del ayo,

habia ido á prevención poco antes D. Juan García

Manrique por sospechas de que siego la

,

al

rumor de haber

se turbara el so-

sido víctima la

última desdicha. Lejos de disimular

hermano, sabéis

A

allí

lo

en

díjole

el

el

Guzman de rey con su

primer saludo: «D.

Tello,

como vuestra madre doña Leonores muerta.»

que expuso

el

bastardo

:

«

Señor, yo no hé otro

padre ni otra madre sino á vuestra merced.» esta contestación de hielo

en

estar herido

mano,

el afecto

se descubre

,

al

En

darse por noticioso de

mas puro

del corazón

hu-

que D. Tello no se hallaba en

edad de hablar por inspiración propia. Burgos

,

dro su viaje

hacia donde enderezó en seguida D. Pe,

mientras se congregaban en Valladolid

los individuos el

llamados á las cortes

,

se agitaba en

desconcierto que suele preceder á los alborotos.

218

Dentro de

ciudad preponderaban los parciales de

la

Garcilaso de la Vega, y tenian sin voz á sus adver-

loqué aquellos miraban con zozobra y con júbilo, la aproximación del monarca. Gar-

sarios, por

estos cilaso

adalid de la revuelta

,

se adelantó al lugar

,

de

Celada con sus deudos y muchos caballeros y escu-

deros de su bando

para desaconsejar

,

rey en Burgos con

hueste como

tal

entrada del

la

la

que

en

traia

torno. Sobre ello se trabaron de palabras con Ruiz

de Villegas y García Manrique y á no mediar el rey, vinieran de seguro á las manos. A otro dia de ,

mañana

se renovó el escándalo en la villa de

dajos, por mostrarse

que pretendía con

de nuevo

gente y de peor talante. Don

llias

Juan Alfonso, contra quien iba en realidad

de los burgaleses

,

dijo

cumplia poner tasa á situar

,

y no

sin acierto

las fuerzas

que

el

,

el. tiro

que no

les

rey quisiera

en una ciudad suya. Este dictamen sonó bien dispuso en su consecuen-

en

los oidos

cia

que Villegas y Manrique se apoderasen de

de D. Pedro

dería prestamente, este

Tar-

Garcilaso á esforzar lo

y

el

,

la

Ju-

dia en que le cumplieron

mandato fue víspera de su entrada en Burgos.

No

es dudoso que Garcilaso hizo ostentación de

rebelde, ni que en justicia la espada de la ley debia cortar el vuelo á sus esperanzas. Mientras ventilaba este caso el rey en unión de su consejo,

no estuvo

ociosa doña María, su madre; antes bien hizo de

modo que en

la

decisión definitiva se trasluciera

el

29 crédito de que gozaba con su hijo. Dulce en palabras

quiso predisponerle á

la

clemencia

haciendo enten-

,

der sobradamente que no descendian á donde sus pasiones de mujer sus sentimientos de soberana

que su alma viciada por ,

el

derramamiento de sangre.

por

el

texto de

instancias

Aun

después de saber

de

,

no

según

la ira del

y

reo

el

uno y de de

se abstuvo le

la

,

para evi-

soberbia del el

previno en tono de súplica un reina viuda

la

ánimo para

tremendo choque entre

asistir al

un monarca

;

y

de

flaca esta

fu-

el

un

ultrajado y la temeridad de

rebelde no arrepentido otro aposento

cas-

dia siguiente

ir el

escudero de parte de

ror de

,

sentencia la esterilidad de sus

la

Pedro se obstinó en llevar adelante

tigo: Garcilaso

á palacio

y no se esparcia en

se puso entre su hijo

,

tar el contacto

otro: D.

,

los celos

,

se pasó

de

la

cámara

real á

donde no viese ni oyese nada.

Acababa D. Pedro de despedir á doña María cuando se

le

presentó Garcilaso

,

muy

ajeno ó poco

aprensivo de que sus pies le llevaran á Presos

allí

de pronto

D. Juan Alfonso á

tres

la

muerte.

hombres de Burgos, dijo

Domingo Juan de Salamanca:

«Alcalde, vos sabéis lo que habéis de hacer.» alcalde al

no

Y

el

monarca: «Señor, mandad esto, que yo

lo diria.»

Y

el

monarca á algunos de

los

que

estaban á su lado: «Ballesteros, prended á Garcilaso

de

la

Yoga.»

Y

este á D. Pedro:

merced de me mandar dar un

«Sea

la

vuestra

clérigo con quien

me

30 confiese.»

Cumplida que

le fue esta

pequeño portal que daba sobre Alburquerque

que deparaba puesta,

al

rey y

le

la calle,

acercóse

preguntó sobre

la suerte

preso; y de

al

demanda en un

género fue

tal

la res-

que trasmitida á tres ballesteros por dos

servidores del privado vacilantes

se les vio

,

como hombres

mudar de

color

dar asenso á sus oidos. Entonces fuese derecho soberano uno de

de Oña, y

los ballesteros

le dijo:

lo

«Señor, ¿qué mandáis hacer de

matedes.» Diligente

el

«Mando vos

Oña, volvió adonde se

encontraban sus compañeros, y atinando cuente un golpe de maza en

de que placia con

lo

al

que á

rey

porfía

la

la

cabeza

,

al

les

delin-

aseguró

muerte de aquel hombre,

hundieron en su cuerpo

puñales una vez y otra

gre

,

los

hasta que no manaron san-

las heridas.

Este procedimiento sumario, ya que no en legislación

era

al

llamado Juan Ruiz

Garcilaso?» D. Pedro contestó á secas:

que

y

sobresaltados que no osan

,

estaba en las costumbres del siglo

común que

nativamente

;

la

y

los ballesteros del rey hicieran alter-

los oficios

y de verdugos.

Así

la

de guardias de su persona

muerte de Garcilaso no hu-

biera excedido los límites de la justicia, adminis-

trada con rudeza, á no ser porque

el

cadáver fue

arrojado á la plaza y pisoteado por los toros, que

se lidiaron aquel dia para celebrar

Pedro á Burgos

,

la llegada

de don

hasta que se dispuso colocarlo en-

31 cima de un escaño, y después en un atahud sobre la

muralla

donde se

,

le vio insepulto largo

tiempo.

Horror causa tan pertinaz encono sin embargo :

lo

creemos

el

colmo de

la barbarie,

acaso por referir atrocidades de

mas

hijo

Doña María

cuando impulsa

el

no

quedándonos

bulto.

Aquí merece atención una circunstancia que ta á los ojos.

,

sal-

logra ascendiente con su

brazo que hiere á doña Leo-

nor en Talayera sus instancias son ineficaces cuando :

procura detener

el

Burgos

trascurren dias entre

cesos.

y Mas

solo

;

si la

brazo que hiere á Garcilaso en

ambos su-

reina viuda pierde influjo, lo con-

serva Alburquerque: es notoria su enemistad con

y quizá le perjudica doble que la nota de sedicioso: aunque los ballesteros no le prenden ni le matan sin que D. Pedro les manifieste que así Garcilaso

,

,

cumple á su

servicio

,

casi es indudable

cretarlo, confirma lo

que su valido

davía nos impide

buen

el

que

al

de-

le aconseja.

To-

criterio calificarle

mente; pero D. Juan Alfonso no ha de ser

de

los privados,

,

plena-

el fénix

por mas que se afane en sujetar

con mano vigorosa

la

rueda de

la

fortuna

:

le llegará

su hora menguada; y entonces D. Pedro campeará

exento de instigaciones ajenas, y nos será dado pintar al vivo sus

buenas ó malas pasiones. Entretanto

nos sometemos gustosos á

la

esclavitud del método,

á trueque de que gane en solidez juicio.

la

libertad del

52 Extinguida quedó sin morir

también Pedro Fernandez de Medina, Al-

fonso Fernandez Escribano

margo

el

de Burgos, no

así la revuelta

que

Izquierdo,

tres burgaleses presos al

y Alfonso García de Catal

era

el

nombre de

empeñó á algunos

lidad

Castilla

Mu-

tiempo que Garcilaso.

chos fugitivos abandonaron sus hogares:

los

fide-

la

criados del adelantado de

y de D. Juan Nuñez de Lara en salvar á dos

de sus respectivos señores en Vizcaya y en

hijos

Asturias: una enfermedad sepultó en breve á don

Ñuño, sucesor del Lara, á quien D. Pedro perseguía vanamente

,

resguardándole los vizcaínos

se apoderó de sus bel

y de sus

,

;

hermanas doña Juana y doña

tierras

en

las

pero Isa-

Encartaciones y en Viz-

caya, con lo que victorioso marchó á Valladolíd á celebrar cortes.

Imposible que se nos presente ocasión mas favorable de estudiar la sociedad castellana de aquel siglo con su índole y organización especiales tajas

y sus vicios,

clases

,

sus enemistades

vicisitudes. Juntos

y

los

las

,

sus ven-

tendencias de sus distintas

y conexiones

,

sus triunfos y

en cortes los prelados, los nobles

diputados de las ciudades abogan por sus in,

tereses y suplican la reparación de sus agravios. Allí

se

descubre una sociedad, que va pasando lenta-

mente de

la

barbarie á

la civilización

por entre

las

escabrosidades del feudalismo. Este sistema se funda

en

el

juramento de

fidelidad

que

liga

con

los seño-

55 res á los vasallos, directamente ó eslabonándolos

por grados desde

el

primer magnate hasta

colono; vínculo inconsistente

si

el

último

se reflexiona

en que

es fuero del noble apartarse del soberano,

y aun esgrimir

reino,

considera ofendido

,

las

y

salir del

armas cada vez que se

y en que

plebeyo puede

el

mu-

dar de señor solo con andar algunas leguas y trasladar su domicilio de un pueblo á otro. Semejante movilidad de

la

servidumbre feudal

antiguo puesto de

que ocupa

,

el

esclavitud romana, despoja de

la

dia en dia al vasallaje de dureza y de oprobio. Fre-

cuentemente necesita

el

señor lidiar en servicio del

rey ó contra sus enemigos personales; y los siervos suelten la reja ó la

pica ó la ballesta.

Además

esencialmente populares la

de

capucha y

el

,

los

azada y

En

coraza.

acogen en su seno

escapulario arrancan á los

torno de

la

nación

las lo

ciudades; y

que

el

como

el

,

magnate

la libertad

y dad en su concejo lucha entre

el

,

el ,

procer en su castillo

el

se propaga viva

poder público y

las

y

,

,

la

colec-

monarca es en

prelado en su diócesis y ,

su monasterio

y

yelmo y la libertad monárquica del rey

libertad individual del sacerdote

de

,

hombres

el

se levantan la libertad aristocrática del

tiva

la

órdenes religiosas,

las

servidumbre mas pronto que

la

hace que

empuñen

la

abad en

y

la ciu-

pertinaz

la

voluntades par-

ticulares.

A

la

soberanía se enlaza estrechamente la propie-

3

54 dad del

territorio: es clerical la

liaria la solariega;

en

de abadengo

apacibilidad propia del sistema hereditario

de behetrías

tema

nobi-

,

de realengo se disfrutado

la

y en

;

Todas

las

poblaciones

,

que

rey no

el

enajena ó dona en premio de servicios ó para

son de realengo

,

hallan mejor administradas vilegios

,

la

so padece la turbación inherente al sis-

electivo.

de apuros

la

,

salir

y bajo su autoridad se

,

gozan de mas latos pri-

y están dispuestas á prestar ayuda

siempre que los magnates se

le

al

trono

insolentan con tu-

multos. Todas las poblaciones reconquistadas por esfuerzo aislado de

el

hombres animosos, á quienes

arrastraron después sus ímpetus á

la batalla

,

y

la

batalla á la

muerte

muchos que

se disputasen la posesión de los seño-

sin tener sucesores

donde aun estaba mal asentado

ríos,

forman

las behetrías

el vasallaje,

de mar á mar y de entre pa-

primeras con derecho de elegir señor

rientes; las

en cualquiera parte; y

miembros de una la

las

familia.

segundas solo entre

la

guerra

,

la

los

Algunas franquicias como ,

de no pagar fonsadera ó tributo para

de

ó dejando

,

el servicio

de estar encabezadas por

el

que á ,

causa de ser pagadero de San Martin en San Martin

,

recibe el

pecial

les cuestan

bios

nombre de martiniega y ,

la

de no ser vasallos sino de quien

que

sumamente

allí

y no logran

muy

es-

les place,

caras en razón de los distur-

provocan y sustentan

los

que apetecen

señorío. Así las ciudades

y

villas

de

55 realengo son cuna del estado llano y esperanza del trono

paso que en las de behetrías fermenta

al

;

levadura de

la discordia

,

que pone en

la

conflicto á la

sociedad entera.

A

vueltas de la confusión que produce la índole

peculiar del feudalismo, se conoce que el espíritu de localidad es el preponderante

Sobre

llana.

en

términos de

los

las

sociedad caste-

la

heredades ó por

odios de familia, pleitean y aun batallan ciudad contra ciudad tillo.

,

iglesia contra iglesia

Todos

castillo

,

se juntan en

los concejos

contra cas-

uno

,

si

los

proceres olvidan sus mutuas disensiones para alterar el sosiego

y los prelados no se dan mano á fulminar excomuniones si alguno atenta á sus numero;

,

sas inmunidades.

En

violencia, la paz desata lo

sado

el peligro

sus amistades

,

y sus

Entre todas

alguna

la

intereses

:

pa-

allá del horizonte

la vista.

mas

,

peligro

entroncada con

por los bastardos de

los

reyes

,

gioso por las órdenes militares tica

guerra anuda

mas

las clases ofrece

nobleza

la

que

tornan los individuos á no extender

que descubren con •

permanente de

esta situación

y con ,

la el

que otra

real

familia

estado reli-

institución

monás-

y feudal á un mismo tiempo. Sin mantener á raya

á los nobles, son estériles los esfuerzos que se dedi-

quen á

la

organización del país reconquistado de

montaña en montaña: para conseguirlo busca berano

la

el

so-

autoridad moral del sacerdocio cuando le-

56 y

gisla,

la

fuerza material de las ciudades cuando se

pone en armas. Instintivamente comprende que su aliado natural es el estado llano, y le protege

pera sin tasa

y en

,

y pros-

ocasión sellan los que lo

la

com-

ponen su gratitud con sangre.

No hay manera de

ramos del gobierno en aquel

sos

senos en confuso

con de

deslindar fijamente los diver-

importancia. Dediquémonos

permitan

la

complicación y

tirizan la razón

presentándo-

pero tampoco es posible escudarse

;

y apuntemos aclaraciones tan lo

,

para guardar silencio sobre asunto

la dificultad

tal

siglo

prensan

,

el

,

pues

,

á la tarea,

satisfactorias la

como nos

oscuridad, que

juicio

mar-

y son enemigas

capitales de la historia.

Todos militar

que paz

,

y

los vasallos el

rey los llama y los acaudilla siempre

se lanza ó le ,

los

están obligados al servicio

mueven á

la

guerra: asentada

galardona y los despide. Tal es

facultad del soberano,

y

la

que menos

la

mas

la

alta

se le disputa,

y en la que La justicia y la hacienda también radican en el trono, por mas que los prelados y los nobles ejerzan mejor se le obedece.

la

una y administren

la política

la otra

en sus posesiones. De

exterior y del gobierno interior, cuida el

privado; un canciller mayor ó guardasellos, figura frente de la justicia;

hacienda. Por lo

un

común

ción de los reyes

,

al

tesorero tiene á su cargo la el

que ha dirigido

la

educa-

es su primer valido ; el canciller

57 pertenece á

menudo

sacerdocio

al

quien se anteponga á un judío en

rara vez hay

;

cargo de teso-

el

Lejos de ser esta regularidad obra del acaso,

rero.

proviene en nuestro sentir de causas naturales:

monarca

se fia

mas que de

otro alguno de aquel á

quien mira como su segundo padre

hombres que deben amar ,

cada

la

balanza de

paz

la

la justicia

:

,

fes se

hacienda.

la

en manos de

:

se halla bien colo-

solamente

sostienen la actividad del comercio

y saben manejar

De

los judíos

y de

la

industria

estos tres altos je-

derivan gradualmente los demás oficiales de

corona; del privado los adelantados y merinos

yores y menores

del canciller los alcaldes

;

el

,

la

ma-

jueces,

escribanos y alguaciles; del tesorero los contadores

y

recogedores de los tributos.

los

Es innumerable

la

variedad de las rentas reales:

entre otras pagan los pueblos yantares alcabalas,

por

por

que son

las

zarse

,

moneda

acémilas,

servicios extraordinarios:

y

acostumbran muchos á encabe-

fijas

y todos concurren á votar las que se

las

mudan

necesidades de los tiempos. Tanto las con-

como

tribuciones al

forera

,

penas de cámara se arriendan

las

,

que mas puja; método que

quisición de su importe

menes á

los pueblos

:

díos los arrendadores

En suma en cimocuarto

,

la

,

por ,

si

facilita al

bien produce

lo

rey la ad-

mas vejá-

común siempre son

den ó no

la

cara

como

ju-

tales.

sociedad castellana del siglo de-

solo se halla robustamente asantado el

58 feudalismo

,

también se cio le

,

que merma

la

disputa

el

autoridad del monarca:

la

poder temporal del sacerdo-

desvirtuando así bastante

Con

presta su ascendiente.

apoyo moral que

el

acrecentamiento

el

del poder real se armoniza la idea de la organización

de

mo

monarquía idea quimérica ínterin

la

;

el

feudalis-

dure. Dentro de las ciudades nace, crece

viriliza la clase

,

y se que ha de sobreponerse á todas el ,

estado llano, á quien

Providencia destina para

la

mundo. En

dictar leyes al

el principio lo

forman so-

lamente pobres menestrales mercaderes no acauda,

lados

,

labradores de escasa fortuna

sitan parapetarse en las

encaramado en

comarca

mente

;

el

nece-

que se descuelga del

,

las rocas

,

para estragar

la

después aumenta su número considerablederecho de asilo

dos y los criminales en las iglesias;

y

le

,

que logran

el recinto

por último,

gioso camino legistas

los cuales

sus mismas viviendas contra

agresiones del magnate

castillo

,

los

persegui-

y á la sombra de

hacen adelantar prodi-

le

cubren con su eficaz amparo

los

que salen de su seno y se ramifican diver-

samente en

,

la

sociedad hasta tocar en las gradas del

trono.

Trazada esta rápida pintura cabe que nos fami,

liaricemos algún tanto con el lenguaje que usan las

necesidades que revelan

citan en las cortes

,

y

las gracias

de Valladolid

los

que

prelados

nobles y, los diputados de las ciudades

,

,

y

soli,

y con

los la

39 manera de

De

lo

y de responderlos

oírlos

se les otorga

los prelados

que pretenden

monarca.

el

cuando se echen servicios y monedas y fonsaderas y otros tributos cobren la mitad de lo que que

,

,

paguen sus vasallos que ni :

los eclesiásticos ni sus

dependientes, comparezcan en tribunales seglares;

que

en

si

man

de abadengo ó de

tierras

los ricos

hombres yantares

,

las órdenes,

se les descuenten

vecindad de

de sus bienes: que se anule

la

pasan del vasallaje de

iglesias al

las

to-

los

que

de hombres

poderosos ó á residir en lugares privilegiados por no

pagar contribuciones: que no puedan los nobles exi-

mir de pechar á oficios

los vasallos

en sus casas

que

:

de abadengo dándoles ,

los

les restituyan

señores

todo lo usurpado durante las tutorías de D. Fernan-

do y D. Alfonso

:

en

les proteja

que se

ción de los portazgos. Se les niega por

la el

recaudarey la de-

volución de las salinas que les quitara su padre el

indulto en favor de los

y riesgo de

las iglesias

,

que

,

sin

y duda de cuenta ,

quebrantaran las leyes que

prohiben sacar pan á tierras extrañas.

Es doloroso que tiana

nios

,

,

les

de

la religión cris-

que atesora bálsamo para todos se desentiendan

salir

de

los infinitos

los infortu-

que á

la

sazón

y que solo muevan medrados en poder y en riqueza. Ni aun

postran á Castilla

para

los m'inistros

sus labios

,

ocurre denunciar

fronterizas

de

los

el

abuso que en las poblaciones

moros cometen

los

almojarifes,

40 obligando á los cautivos á pagarles diezmo y medio

de

la totalidad

de su rescate

,

radores ceden corte de raíz

la gloria

A

nada pague

lo sucesivo

de obtener que

tamaña iniquidad el

,

mu-

impide á

lo cual

chos volver á su hogar y á su templo.

los

procu-

soloerano

el

disponiendo que en

que salga de cautiverio

por redención ó por canje de cristiano con moro.

En

contra de la relajación de costumbres

baja al reino

,

tampoco levantan su voz

,

que tra-

los prelados;

bien es que los de su clase, lejos de ponerla dique, la

ensanchan

punible los

de

cauce con su mal ejemplo ó con su

el

No

tolerancia.

los diputados, se

por sus informes

muy

dades en público y en privado barraganas de los clérigos plata

,

sino por

sabe que andan por las ciu-

,

sueltamente las

vestidas de seda

,

y de

y de oro soberbias y ufanas y como hacien,

,

do befa de esposas;

,

las castas doncellas

y no por sus

diputados

,

ordena

y de

las

recatadas

instancias, sino por las de los

rey que aquellas mujeres de

el

mala vida lleven sobre su cabeza un padrón de infamia los

,

un

prendiéndose encima de todas las tocas y velazo rojo de tres dedos de anchura

que nadie allí

las

confunda con

las

su alto ministerio

,

Si

que no tenga

mundano y que no desdiga de

es

,

simplemente para que se im-

pongan diez maravedís de multa á que trabajen

á íin de

damas de honra.

se acuerdan los prelados de algo

absoluto carácter de

,

las fiestas

los judíos

con escándalo de

y moros

los cristianos.

41

A

no mediar

dudarse de

puedan

En

han incurrido las

les

,

podria

manda que

dispensa de las penas en que

apoderarse de las rentas reales y

al

narca en Sevilla

grave enfermedad del

la

aunque no de

,

Además

armada en

concesión

su ordenamiento se

monedas durante

importe.

la

hijosdalgo adquirir propiedades en

los

las behetrías; se

de

y

superioridad legal del trono sobre los

la

señores feudales. solo

súplica

la

la

devolución de su

se les autorizapara entrar á

heredades de sus dominios

las

mo-

mano

enajena-

,

das por muchos labradores á personas eclesiásticas

de resultas de cotos,

última epidemia; y en las de sus

la

compradas por algunos hombres de

des y villas

,

trascurrido ya

el

plazo

,

las ciuda-

en que debie-

ran venderse á labradores solariegos ó de behetrías,

según los

por D. Alfonso XI á disgusto de

lo proscripto

magnates

demande

:

finalmente

,

alcanzan que nadie les

sino ante los alcaldes de los hijosdalgo

,

y

que se piense en repartir

las behetrías entre los se-

ñores naturales de ellas

previa información del de-

,

recho que á cada uno corresponde. Esta solicitud,

fundada en

el

laudable designio de evitar disputas

y

efusión de sangre

el

rey

vuelve

la justicia

da

y mas habiéndose de reservar

á despecho de los peticionarios, en-

la abolición

la subsistencia

,

de

de

las

D. Juan Alfonso

las behetrías

de mar á mar, y

de entre parientes. ,

cuidando

tal

A

ello

ayu-

vez que ha de

desigualar en provecho suyo la distribución de tales

42 señoríos con poner á trastable

y

una en juego su crédito incon-

naturaleza que

la

allí

tiene su esposa

doña Isabel de Meneses. Sospechándolo Rodríguez de Sandoval

en aquel

,

así D.

Juan

mas heredado

caballero el

opone á que se distribuya y vence. No obstante se termina la información practerritorio

ticada por igual

se

,

,

número de prelados de nobles y de ,

hombres buenos

,

mar

Becerro de las Behetrías

el libro del

se conserven

en

,

historia

la

señorío

,

sin otro resultado

primero en ,

la

cámara

que

real

noticias exactas de este

de for-

el ,

para que

y después de

linaje

peculiar solamente de algunas ciudades

y

villas castellanas.

les

Donde

los prelados

atañe

y donde

,

no agencian mas que

los proceres se

ditar interés por lo ajeno tancia,

desnudándolo de impor-

,

sin

,

dir su vasallaje al trono.

que

desdeñan de acre-

no es maravilla que también

se inclinen á aislarse

lo

los

diputados

que por eso traten de elu-

Le reconocen

la facultad

de

designar los jueces de las poblaciones, los alcaides

de

los

pero

le

castillos,

los

arrendadores de los tributos;

ruegan que cuando ,

les

envié jueces atienda ,

á elegirlos castellanos para Castilla, leoneses para

León

,

extremeños para Extremadura

,

y toledanos

para Toledo; que busque los alcaides entre los moradores de los pueblos

y que admita á

las

mas cercanos á

las fortalezas;

ciudades y villas una suma igual

á aquella en que se arrienden los tributos, en

el

45 caso de que les convenga este partido. Después vie-

nen sus reclamaciones contra

los adelantados,

que

suelen llevar acusadores, y prenden con malicia á

hombres y no

los

los sueltan sin

gruesas cantidades

meros que exigen á ,

lo

que han hacer cual

y

las

el

contra los dez-

oficio;

mercaderes de paños

los

entrada y

la

el

salida por el

mismo

des

,

en

las

prelados los

que no se

les

los

conoce señorío

la

contra los

;

aun á

ni

vecinos de las poblaciones donde se cobra este

impuesto; contra los que resisten que

y

la juris-

términos de ciuda-

que no exceptúan del portazgo

,

nobles

y usan de

dicción real derraman contribuciones

en algunas aldeas de

puerto,

los

órdenes militares, que en desdoro de

justicia

lo

pretexto especioso de no

no fueran del rey todos; contra

si

el tri-

que sacan del reino en equivalencia de

traido, bajo

la

faciliten

les

contra los escribanos que no

;

sean pertenecientes para

buto de

que

gocen desembargadamente

villas

las

ciudades

las aldeas

casas

,

y heredades solariegas ó de las órdenes adquiridas por compra ó donación ó cambio; contra los que ,

siembran en

muestra nos en

el

lo

los

egidos del concejo.

En

todo se

rey benévolo con los procuradores

de privarse de escoger para

oficios á los

,

me-

los diferentes

que fueren de su agrado.

Hasta aquí vemos tre los prelados,

al

trono contemporizador en-

que solo como poder temporal ha-

cen gala de estar en

las cortes;

y

los

magnates,

que en puridad no buscan sino sanción á sus violencias;

por

la

y

los

diputados

,

que abogan explícitamente

supremacía del derecho; y á pesar de hallarse

en situación tan embarazosa liberaciones

debemos rales

que

,

un grande

espíritu

en sus de-

justicia.

Ahora

las leyes

gene-

de

una breve ojeada á

dirigir

dictadas en aquel

mismo tiempo

,

seguros de

de justicia ha de resplandecer mas

el espíritu

puro en vez de Leyes

se advierte

,

muy

sufrir

menoscabo.

sabias de orden público y de buena

administración ilustran este período del reinado de

mu-

D. Pedro. Sabedor de que en sus estados vagan

chos por costumbre ó por

el

excesivo precio que fijan

á sus jornales ó á la labor de sus

vivan en

el ocio

manos veda que ,

y que mendiguen

los

que no estén

enfermos ó tullidos ó sean viejos ó menores. Bajo ,

la

denominación genérica de menestrales, comprende en un ordenamiento mismo á artesanos. Al

romper

el

los jornaleros

las

res del

solo

:

,

de

:

para

los jornales

campo según

diarios es lo

los

los alquile

horas de trabajo

dúan por años

los

alba deben salir los prime-

ros á las plazas con sus herramientas

busca de quien

y á

sol

á sol se cuentan

el servicio ,

y viandas en casero se gra-

y por dias para las labotres maravedís

las estaciones

que ganan por

lo

;

común unos y

otros,

en dinero ó también en especie. Se previene á

segundos

lo

que han de

llevar por cada pieza,

con una minuciosidad útilísima sobre todo para es-

45 tudiar los trajes y armaduras de aquel tiempo.

vemos

citadas

como prendas propias de

de ambos sexos lamente en

gabán

las calzas

hechura

la

saya

la

y

tabardo y capa ó zurame

,

que varían so-

,

además usan

:

,

y

Así

los vestidos

hombres

los

las

mujeres re-

dondel ó manto con su caperote. Por las telas se calcula lo

cionan

;

peculiar de cada clase

la escarlata

Malinas tos

mas

y como

,

para forros

la

el

el fino

cendal y

mas

los

,

una á

,

de buen cordobán

Como

tres cintas.

llamos la loriga patos de acero

,

piezas de las armaduras ha-

los quijotes

,

y zuecos ó zapatas de

,

con sus canilleras

gorgnera y capellina

escudo común ó de almacén y

de mas

coste.

Todo

el

:

si el

;

la

adarga

el caballeril

lo

,

el

que es

,

señalado en

menestral exigiere

mas

el

or-

incurre en

penas graves. Estas son infamatorias contra naleros

za-

,

que ocupe á un menestral,

puede ajustarle por menos de denamiento

los jor-

y pecuniarias contra los artesanos. Admirablemente dice con este ordenamiento ,

que prohibe

el

monopolio de

castigos á los menestrales

,

la

que son de sus

linajes

,

el

industria y señala

mercaderes y tenderos,

que hacen juras de no admitir en sus los

la

de mediana fortuna y y menesterosos porque hay zapatos dorados y em-

platados

el

,

,

calzado se nota aun

diferencia entre los ricos los

Gante y de Montolí y Fanja-

basta blanqueta

En

pues se men-

paños de Bruselas

los

inferiores los

armiño.

el lujoso

,

,

oficios sino

á

ó á mozos pequeños que

46 los sirven por

determinado número de años. «No

haya corporaciones gremiales

y enseñe

el

que sepa;»

tal

:

el

que guste

máxima

sustancial

aprenda

es la

de este ordenamiento.

No merece menos alabanza

la ley

un apellido ó somaten general contra res.

Tanto

el

ayudar á que en

los

como

concejo

que organiza

los

malhecho-

los particulares

los oficiales del rey

cumplan

,

deben

justicia

que dentro de una población cometan robo ó

muerte. Si hurtan ó asesinan por los caminos ó en otro lugar yermo, es obligación del querelloso acudir al

pueblo mas inmediato

,

y

juez hacer que se repique la

de

los delincuentes

de que se avise á

del alcalde

campana

,

merino ó

salir

,

en pos

con peones y jinetes, y cuidar

los lugares del

contorno para que

imiten su conducta. Se dispone que los hombres

lle-

ven sus picas y sus demás armas cuando vayan á labrar los

campos á ,

como oigan

el

fin

de que se muevan tan luego

tañido de

pago de subidas multas á

en lance

tal

la

campana y

los concejos

no acudan con sus

perseguir á los malhechores en

guas y dar

;

el rastro á los

y

se sujeta al

oficiales

socorros. Les toca

el

radio de ocho le-

pueblos de

la

comarca

antes no los encierran en lugar ó fortaleza el

señor

,

el

concejo ó

el

,

,

si

donde

alcaide debe entregarlos ó

permitir que hagan pesquisa los que van en llido,

que

cuando niegan haberles

el

ape-

facilitado albergue,

bajo pena de pagar por los autores del robo ó del

47

Como

asesinato.

la ley

supone que

son del monarca no ha de rehusar hacer

la

entrega de los facinerosos

pesquisa; y

manda que

ces hagan

que deben contra

dales

,

lo

si

los alcaldes,

guarde la

merinos ó jue-

los castillos

nada aventuramos en ver

los

ayudar á

ni

,

los castillos

que

el

,

allí la

,

si

son feu-

ma-

principal

driguera de los forajidos. Semejante especie halla

mas

fundamento en

sólido

Pedro rehusa á

los nobles

la

severidad con que don

la

autorización que le pi-

den para labrar nuevamente

las fortalezas

que

les

arruinara su padre.

Considerando que tener tahurerías y dar á tablaje es manera de usura mantiene lo dispuesto por ,

D. Alfonso contra los jugadores

rienden el

las

que pone

uno de

los

y decide que

se ar-

penas de cien maravedís en que incurre el

juego y de treinta que se

que

,

le

efectivo el cobro,

dan

las penas,

A

pasto.

fin

en esta clase de

alcalde, ante quien entáblala

caudar

,

fijan

á cada

de que sea mas

pleitos entiende el

demanda el que debe

sumariamente sin figura de

re-

juicio;

y de su sentencia no se admite apelación ó alzada. Contra la abominable costumbre de expedirse por

la chancillería

cartas desaforadas escritas ó

en

blanco, para que se prenda, se

lisie y aun se mate á algunos sin oir sus descargos confiscándoseles ade,

más

sus bienes, decreta en obsequio de la seguridad

individual,

que solo se obedezcan

las

que

se expidie-

ren para hacer prisiones. Interesado en que la fe

48 pública no se viole

,

manda que de

recogedores de los tributos, den testimonio los

los

escribanos de las ciudades y villas aquellos llevan consigo

de

tales, escriben lo

común de

que obraren

lo

,

la

al

,

y no

,

les antoja,

revés de lo que sucede.

,

lucía lo

es por lo

y

Como

mortandad han venido á menos

ciones

que

pues sin acreditar sus títulos

que se

las fincas, rebaja los

los

por efecto

los valores

encabezamientos de

de

las pobla-

y resuelve que solo se entienda para Andael

que pose-

de caudal.

Trata de

de que mantenga caballo todo

yere quince mil maravedís

fomentar

el

comercio interior alzando

sacar sueltamente el pan y el vino de otra; al par

veda de

la

una

villa

á

que organiza una especie de resguardo

para que no se extraigan del reino las cosas que pro-

hiben

que

,

las leyes

,

y muy especialmente

escaseando por este motivo

,

maderas,

las

encarecen

la

cons-

trucción de las naves. Por igual razón se aplica á

impedir

la tala

de

los

montes duélese de que haya :

quienes derriben cinco ó seis pinos para sacar cuatro rayos

de tea que no valen

nes den por

el pié

á una encina

tres dineros ,

si

y quienecesitan un palo ;

por delgado que sea; y quienes las corten y quemen

en gran número para hacer sembradas y condena á ;

pagar cien maravedís ó á sufrir cincuenta azotes

al

que eche abajo una encina ó un pino y á muerte y á pérdida de hacienda al que los arranque de cuajo ;

para sembrar aquella parte del monte.

49 Es pone

muy

curioso el ordenamiento en que

de mil doscientos maravedís á

tasa

que hayan de darle

ciudades

las

el

rey

los convites

y de ochocientos á

,

aquellos con que le agasajen los prelados y ricos

hombres. Por su texto averiguamos principales comestibles

:

ocho maravedís cuesta cada

carnero; setenta una vaca:

cántara de vino

Y

cada gallina. pescado

un cerdo,

como fuera de

,

y

dieciseis

esto solo se cita

nos ocurre que con tener

,

veinte; tres la

cada pan un dinero

:

valor de los

el

para su despensa y su repostería

el

el

rey oficiales

y su escudilla y su cuchillo y su copa y costumbre de comer en pú,

,

,

,

blico diariamente

,

liabia

en su mesa mucha abun-

dancia y poco regalo.

Ejemplo se halla en aquel

siglo

de que

,

por

causa de utilidad pública, se despoje de una finca propietario

,

indemnizándole como es justo y ;

duce un accidente de queza agrícola y

la

se quejan de encontrar de cultivo

en

las

lo pro-

constante pugna entre

la riqueza pecuaria.

un año á

la ri-

Los ganaderos

otro, población

y cañadas, por donde acostumbran á

pasar sus rebaños

:

los labradores se resisten á

que

se desplanten y despueblen aquellos lugares; y

rey

,

al

el

deseoso de conciliar en lo posible tan opuestos

intereses

,

nombra

caballeros

y hombres buenos que

restablezcan las antiguas cañadas, ó cuiden de abrirlas

por otros puntos, en

dificultades;

y

si

el

caso de ofrecerse

muchas

para ello es forzoso tomar tierra 4

50 de alguno las

deben pagársela por mitad

,

dueños de

los

heredades puestas en cultivo y las cabanas de

los pastores.

En

algo se atreve el soberano á la

autoridad

abusiva del sacerdocio, pues ordena que en las cartas

que expidan

los lugares

,

apremien á

los prelados para la cuestación

no se contenga que las gentes á ir

los

de uno á otro

char las predicaciones con que se

mosna, encerrándolos en

y declinan cuando se

las iglesias;

Con sumo á la

suerte de

estas

no

y tienen

fa-

y que ,

y moran con algunos paniaguados,

la jurisdicción real,

les

ni á escu-

,

les fuerza á la li-

patrocinen á los que se fingen clérigos miliares bigamos,

en

demandadores

demanda ante

y lanzan anatemas

las justicias seglares.

tacto delibera el rey en lo los judíos,

el

pueblo los aborrece

el

trono los necesita.

siempre en

que atañe

el aire,

siempre escudados

;

No

,

porque porque

que tomen

les consiente

apariencias de cristianos solo en el traje; ni que

pongan maldición sobre res de las casas en

;

que pujaren

que habitan

que mujeres cristianas los hijos

los

los

les sirvan

pero les sostiene en

el

los alquile-

de su secta

ni

amamanten

ni les

,

;

derecho de comprar

heredades con ciertas limitaciones en cambio de ha,

bérseles vedado rios apartados

que den á usuras: de vivir en bar-

de

las

ciudades y villas

:

de que en

cada una de ellas puedan tomar alcalde ordinario que les libre

sus pleitos en justicia,

y personas interme-

51 que se encarguen de cobrarles

(lias

los cristianos. Estas

y

que prestan á

lo

otras mercedes se les otorgan

porque son gente fldca y han menester defendimiento. Para hacer

mas segura

estas disposiciones

,

y

nes de los poderosos

la

observancia de todas

;

los

desma-

acuerda D. Pedro dar audien,

anualmente á

y escribanos

la

disminución de

y viernes y determina que

cia los lunes cie

,

la

los adelantados,

de suerte que busca

se residen-

merinos, alcaldes

medios de que

los

verdad no se esconda á sus ojos, y de que

la

ar-

bitrariedad de sus oficiales no quede impune. Resalta

todo

lo

,

pues .un grande espíritu de justicia en ,

sancionado en aquellas cortes

,

según se de-

duce del examen imparcial que acabamos de reducir á compendio, imitando por

las calles

de un

al

fértil

que holgadamente vaga

huerto y no escoge entre

saludables y copiosos frutos sino los

mas

sazonados.

Si el poder del trono hubiera conseguido llegar hasta

donde

lo

exigian su voluntad del bien y las nece-

sidades del tiempo;

si

hubiera podido comunicar vi-

gor y consistencia á leyes tan justas, dejaran de antes de mucho,

fácil la

ser,

revuelta y la represión difi-

cultosa.

Es lástima que, ciegos y desatentados

los

defienden á todo trance á D. Pedro de Castilla

usurpen

la gloria

de

lo

que en

las cortes

lid se hizo.

A

merced de sus validos y

pación que

la

de

la caza, le

que ,

le

de Vallado-

sin

mas ocu-

pintan durante los cuatro

primeros años de su reinado

y pues

;

al

segundo cor-

reunión de los prelados, de los nobles y de los diputados de las ciudades, claro está que le

responde

la

hacen representar un papel indiferente en época de tanta actividad legislativa. Nosotros que procuramos inquirir la verdad y

sión guie nuestra tajosa

tenemos á mengua que

pluma

,

pa-

firmes en la situación ven-

en que nos ha colocado

la

Academia

mos acusadores ni abogados de D. Pedro de su reinado. Gomo

tales

que estampó su firma

al pié

importantes. ¿Lo hizo sin

la

,

,

aplaudimos

no so-

,

sino jueces al

soberano

de aquellas resoluciones

mas norte que sus

instin-

de gobierno? Buenos y grandes los tenía. ¿Se lo aconsejaron sus privados? No es pequeño mérito en

tos

un monarca

la

acertada elección de personas. D. Juan

Alfonso de Alburquerque era

de su confianza cillería; el

;

el

el

obispo D. Vasco

judío D. Simuel Leví

entendían justo

le

principal depositario

,

de su can-

jefe

,

su tesorero

:

lo

que

aconsejaban á la sombra de su pri-

vanza: prestando asenso á los envidiosos, ó deján-

dose llevar de su carácter precipitado sela D.

Pedro en un instante

contra

:

,

el

pudo retirárclamor de las

quejas y el desasosiego de las ambiciones

tuvo en sin

ella

,

les

man-

mientras duraron las cortes: alabanza

límites merece su cordura.

Guando intentaba sacar á D. Ñuño de Lara de manos de sitarle el

los vizcaínos el

de Navarra

,

rey de Gastilla

y en

la villa

,

vino á vi-

de Santa Gadea

55 asentaron sus amistades. Ahora dejando á Valladolid,

tuvo una entrevista en Ciudad Rodrigo con

el

rey de Portugal, su abuelo: este intercedió por don

Enrique

el

su madre y

en

bastardo

quien

,

al

saber

catástrofe de Garcilaso se habia metido

la

el territorio

portugués

no creyéndose á salvo en

,

Asturias. D. Pedro tuvo por bien perdonarle;

abuelo y

el

de

el trágico fin

y

el

nieto se partieron tan estrechamente

unidos en amistad como lo estaban en parentesco.

Poco después ü. Tello, otro de

los bastardos,

mal

aconsejado por los que abusaban de su inexperiencia al

,

se

huyó á Aragón

paso una recua

sin causa ostensible

que iba de Burgos á

,

Alcalá de Henares. Calla la historia

campanas de los pueblos cercanos hizo el robo, y

si

si

,

robando

al sitio

en que se

sus vecinos se lanzaron á la per-

secución del infante

,

según se prevenía en

el

namiento de malhechores pero asegura que ;

de Aragón agenció

el

,

el

ordeel

rey

indulto de D. Tello, y que ha-

biéndoselo otorgado el de Castilla se tuvieron

soberanos en

de

la feria

se tañeron las

concepto público por

muy

ambos

amigos.

Gracias á esta política sana de los allegados á D. Pedro, no le quedaron en toda la península trarios

que

Aun

los

moros de Granada.

procuraron los validos y en particular don ,

Juan Alfonso dar mayor ensanche ,

relaciones. tar á

mas con-

Augurando males á

tiempo con

el

al círculo

Castilla

de sus

do no suje-

blando yugo del matrimonio

la

54 excesiva pasión de D. Pedro

á las mujeres, que

ya rayando en desenfreno,

iba

propuso Albur-

le

tfuerque enviar mensajeros que ajustasen sus bodas

con doña Blanca de Borbon, sobrina del rey de Francia,

Muy

gustoso D. Pedro asintió

antiguo ayo

,

En

mino de aquel mensaje tuvo

el

,

fin

'

vez de aguardar en calma

acelerar su

parecer de su

y en breve se entablaron con este

negociaciones convenientes.

las

al

venturoso tér-

el

rey necesidad de

marcha hacia Andalucía

,

porque

á

,

me-

dida que adelantaba camino de pueblo en pueblo,

vibraban mas sonoros en sus oidos los ecos de

la

voz rebelde de un magnate. D. Alfonso Fernandez Coronel

que habia vuelto

,

la

espalda á doña Leonor

de Guzman su valedora y acaudillado contra dere,

cho

la parcialidad

de D. Juan Nuñez de Lara

cuan-

,

do su rey estuvo en peligro de muerte enarbolaba á ,

la

sazón

,

dentro de los muros de Aguilar

del tumulto.

do

En

,

enseña

la

vida de D. Alfonso XI, habia

de aquella

solare la posesión

villa

con

litiga-

perso-

el

naje aragonés D. Bernardo de Cabrera: contentóles

hábilmente aquel soberano haciéndola suya y do,

nándoles en equivalencia otros lugares y

Al advenimiento de D. Pedro

solicitó

castillos.

Fernandez Co-

ronel la posesión de Aguilar, interesando en el asunto á D.

dón y

Juan Alfonso la

hombres.

,

quien se

la

obtuvo con

caldera, atributos propios de

En premio de

su buen apoyo

el

pen-

los

ricos

le

habia

55 de Burguillos; luego que alcan-

brindado con

la villa

zó la gracia

se negó al premio

cortes

y

,

ros

en

;

no quiso

el

rey cerca de Aguilar, envió con su

los jefes

de su cámara y de sus balleste-

á requerir á Fernandez Coronel que

,

á las

ir

se puso á abastecer sus fortalezas.

Llegado

pendón á

,

la villa.

Alegando que

soberano se

el

le

la

acogiese

habia ce-

dido con mero mixto imperio y con toda clase de libertades,

de

la

expuso que no estaba obligado á acogerle

manera que

iba

acompañado

,

y menos por

ser

su valido D. Juan Alfonso, de quien se recelaba

mucho. Entonces

los

que

hablan intimado

le

la

or-

den de D. Pedro soltaron algunos de sus hombres ,

de armas para embestir

las barreras

escaramuza se volvieron con

,

y

pendón

el

tras breve real aguje-

reado por las piedras y saetas disparadas desde adarve. Al saberlo el monarca

,

el

fulminó sentencia

contra la persona y bienes del procer asonado; y este,

hostigado por sus mejores amigos, para que no

empeorase su causa de

ellos

,

hizo inútiles los buenos oficios

con manifestarles

,

que llevaba

en su poder D. Juan Alfonso

,

y que

le

al

soberano

tenía

gran

miedo.

Algún respiro proporcionaron lar la el

al

señor do Agui-

nueva sedición de D. Enrique en Asturias

designio de D. Pedro de

ir

,

y

á sofocarla en persona.

Púsolo por obra dejando delante de Aguilar fronteros á las órdenes de D. Juan

Nuñez de Prado, maes-

56 de Galatrava. Al paso tomó

tre

nandez Coronel Burguillos

jón

;

siéndole forzoso

,

de Fer-

las fortalezas

conil^alir

donde guardaban bastantes caballeros á

,

posa de D. Enrique. Este se habia recogido á taña

:

sus recursos eran tan exiguos

que seguían su bando con

los

dre

la

le

de

y por sus jornadas naturales llegó á Ji-

habia dado en Sevilla

las

:

poder acrecentar á su sabor

la es-

mon-

la

que pagaba á

,

joyas que su

ma-

quizá se felicitaba de la revuelta

mientras

,

Fernandez Coronel distraía en Aguilar á D. Pedro;

mas viéndole aparecer de improviso cayó de áni,

mo y ,

se avino á

que sus parciales depusieran las

armas con homenaje que hicieron de vivir tranquilos

,

no sin lograr antes

el

perdón de

Libre ya de esta zozobra

,

D..

Enrique.

tornóse D. Pedro con-

tra el rebelde de Andalucía, cuyos afanes por atraerse

amigos fueron sin fruto aunque su yerno don ,

Juan de

la

Cerda habia atendido á buscárselos has,

ta entre los

A

moros de Granada.

los

últimos de

Octubre de 1352 se presentó por segunda vez

el

soberano delante de Aguilar con poderosa hueste;

puso freno á su ardiente valor

de apo-

la dificultad

derarse pronto de aquella villa bien murada ciente

pasó bajo las tiendas

principios de Febrero

,

y hasta

no pudo entrarla

,

para lo

un pedazo

minas y cavas

y dándolas fuego.

el

,

impa-

invierno

el

cual hizo volar

En

:

del

muro, construyendo

instante crítico de ordenar Fernandez de

57 Toledo

ataque, y Fernandez Coronel

el

se hablaron por

el

defensa,

la

muro tratándose de compadres:

aquel se mostró pesaroso de verle metido en fía

,

y ya imposibilitado de lograr por

sumisión su indulto

terminado á morir ra

como

:

lo

este arrepentido

si

la

bien de-

mas apuestamente que pudie-

Armado á

caballero.

de

la via ,

por-

tal

ligera fuese á oir

la

misa; antes de terminar sus devociones, le avisó un

escudero de estar entrada

la villa

donde á poco

le

guardia del palacio

le

espacio para ponerse en una torre

tomaron preso. El cumplió vida,

el

«

:

de

la

Qué

hablarle. Viéndole Alburquerque,

porfía tomastes tan sin pro

Y

tan bien andante en este reino.» ronel repuso

:

«D. Juan Alfonso

hace los hombres y rió

manos de

á

,

deseo de llegar á presencia del rey con

mas no pudo

le dijo

jefe

y apenas tuvo

,

los gasta

los

,

,

siendo

Fernandez Co-

esta es Castilla

,

tras

»

de

lo cual

que

mu-

rey y á pre-

alguaciles del

sencia suya. «

gasta

Esta es Castilla que hace á los hombres y los ,

»

frase elocuente

,

y más pronunciada por un

poderoso ahogado de soberbia y vencido de

ventura

,

y dirigida á un valido

,

sobre

ciencia pesaba un gravísimo pecado

plantas se iba pulverizando

en que coloca á

los

el

ambiciosos

,

la

mala

cuya con-

y bajo cuyas

deleznable pedestal el afecto

voluble de

los reyes.

Aun cuando sonaban

incesantes

y numerosas

58 voces contra

la

privanza de D. Juan Alfonso

,

era

la

verdad que su administración distaba mucho de ser

ominosa

al reino.

buenas leyes butos

;

Habia influido en que se

en que no se

le

en que no

le

los países vecinos;

vejaran oficiales codiciosos

ni para sí

:

ni para los suyos habia solicitado heredades

gido de las rentas

mas de

lo

dieran

echaran nuevos tri-

en que viviera en paz con

;

le

que

,

ni co-

correspondia

le

legalmente. Su flaco no consistía en la sed de san-

gre

en

ni

,

mando

;

el

afán de oro

á conservar

el

que

se enderezaban sus planes

de

la

boda del rey de

Francia.

Como

,

,

sino en el

ejercia

y muy

Castilla

con

omnímodamente especialmente

esta negociación se dilataba

Á

D. Juan Alfonso que

una de

la

damas que

las

,

avasallase por ,

la privanza.

,

y D. Pe-

hubo de te-

aiTÍmándose sus émulos

voluntad de su antiguo pupilo se

en

el

sobrina del de

la

dro se distraía en continuos galanteos

mer

de

frenesí

mas de un

le

día

antepusieran

Desvelos trajo á Alburquerque este

cuidado, y enojos al rey que el valido anhelara por interés propio

,

mantenerle como en tutela atajando ,

corriente de sus voluptuosos caprichos. Al fin

pudiéndoselos quitar de

la

,

la

no

mente, porque no bas-

taban persuasiones contra las genialidades de un

soberano

,

que iba mostrándose indómito á todo

fi-e-

no tuvo D. Juan Alfonso por mejor industriarse de ,

manera que ni

D. Pedro

aun durante

las

no lograse eludir su

vigilancia,

horas de sus extravíos

,

no me-

59 nos violentos y peligrosos que frecuentes. Así,

al

pasar contra D. Enrique de Andalucía á Asturias,

le

hizo ver en Sahagun á una doncella ilustre

hermo-

cida por la naturaleza con las gracias de la

sura y con las dotes del entendimiento.

quedó

el

favore-

,

Prendado

monarca desde luego de sus hechizos doña :

María de Padilla

,

que

llamaba

así se

la

doncella

,

le

puso buen semblante; y Alburquerque se estremeció

,

gozoso y envanecido de haber apuntalado sóli-

damente su privanza. Este magnate de pensamientos levantados

,

los apetitos del

honesta

,

descendía á

la

ruindad de estimular

soberano abandonándole una joven ,

criada en su casa y para la virtud bajo los

auspicios de su esposa: tanto desnaturaliza y amengua

una ambición desapoderada

De

este torpe

manejo

sabores. Contra el uso

fomentó

el

la

posesión del objeto

cariño; las mercedes reales

llover sobre los

do esta crédito el

,

los mas nobles caracteres.

solo podían resultarle sin-

deudos de

muy

alto

apoyo de un valido

;

la

con

la

dichosa el rey,

amado

empezaron á

dama logran;

tuvo por inútil

confiscación de los bienes

de Fernandez Coronel sobrevino oportunamente para dotar con ellos á

la

bastarda doña Beatriz

fruto de aquellos prósperos

sazón supo D. Pedro lladolid por

amores y ;

la llegada

Febrero de

1

353

,

muy

,

primer

fuera de

de doña Blanca á Vamientras en tierra de

Toledo vacaba de sus pláticas dulces con para entretenerse en simulacros belicosos.

la

Padilla

60 Conociendo D. Juan Alfonso que

como eslabón de su valimiento

cogido ha en

filo

que iba gastándoselo dia

que habia

la ,

es-

se Irasforma-

tras dia

,

no qui-

so desaprovechar la ocasión de destruir su propia

hechura; y en fuerza de recordar

soberano sus

al

desposorios con doña Blanca por palabras de presente, y la grande aventura en que por causas de

su dolencia y de no tener sucesores estuvo toda Castilla, le

indujo á trasladarse á Valladolid mal su

grado.

Mas aun

Alburquerqué trastornar

faltaba á

planes de los bastardos

mente su unión con

,

los

que cimentaban secretaPara alcanzarlo

los Padillas.

hizo que el monarca saliera á prender ó á matar á aquellos en Cigales

de que se tes.

ü.

Un

les

,

desde donde aguzaban

admitiera en Valladolid con sus hues-

escudero vino á expresarle en nombre de

Enrique y D. Tello que no ,

su servicio

,

can en vos.

,

pues

si

amaban

todo se lo temian de su privado. Vuelto

rey hacia este

razones que

en culpa

los pusiera

viéndolos llegar con gente de armas

el

la porfía

el »

,

le dijo

conde

me

Vanamente

en tono grave

:

«

Ved

estas

envia á decir pues que tolas calificó

de malas y se propuso acriminar ,

la

Alburquerqué osadía de don

Enrique en traer jinetes y peones armados de fuste y de liierro. Tan luego como un soberano se cansa

de escudar contra

los

embates de

la

envidia de los

poderosos á aquel á quien ha encumbrado y soste-

Gl nido con pertinacia, y

le

abandona frente á frente

de sus acusadores, es irremisible su ruina. D. Juan Alfonso no era

fénix de los privados

aproximaba

la

y á su pers-

hora en que habia de tocarle ser eco

voz de Fernandez Coronel

la

;

no pudo esconderse que á mas andar se

picacia

de

el

dalucía

,

el

sedicioso de

An-

exclamando entre dolorido y enconado:

,

«¡Esta es Castilla que hace los hombres y los gasta!»

Ganoso de que D. Enrique

los

pos; las

rey blandiera las armas contra

Tello, é impaciente de

y D.

no conse-

Alburquerque suspenso largas horas

guirlo, estuvo

de

el

mensajes que se cruzaron entre los dos cam-

y mustio vio en

fin

á los bastardos quitarse

armaduras dejar sus haces dar rehenes por ,

,

fortalezas de Asturias

,

venirse á

la

las

merced del mo-

narca, y reconciliarse los tres dentro de una ermita.

Encaminándose juntos á Valladolid, publicaron

el

desaire del que intentaba enemistarlos con poner

entre sus voluntades los horrores de una batalla.

Sin embargo

,

no es condición esencial de

veses de la fortuna que al

neamente que á

amago suceda instantá-

Aquella noche sentó Alburquer-

los bastardos á su

les dijo les

el golpe.

mesa hábil como era acaso :

halagüeñas palabras

oyó promesas que

le

,

,

en cambio de

bodas.

el

las

cua-

inclinaran á esperar que

hablan de unírsele para destruir á

verdad que

los re-

la Padilla.

Es

la

3 de Junio se celebraron las reales

Con espléndida comitiva

se trasladaron los

m esposos vestidos de seda l)lanca y oro y en arrogantes caballos

desde

el palacio al

llevaba de la rienda

el

templo D. Enrique :

palafrén de doña Blanca;

el

iníimtc D. Fernando el de la reina viuda; el infante

D. Juan el de doña Leonor su madre; á pié iban

además con D. Tello otros muchos señores: en aquesolemne ceremonia figuraba como padrino don

lla

Juan Alfonso de Alburquerque

:

la

bendición sacer-

dotal cayó sobré los reyes de Castilla; del público alborozo regocijos. Allí

hubo

y en

justas, torneos

señal

y grandes,

anduvieron confundidos y hermanados

con los hijos de doña Leonor de

Guzman

sus verdu-

gos, con los parciales del infante D. Fernando los

de D. Juan Nuñez de Lara con ,

rey

el

hijo

de Garcilaso de

la

los ballesteros del

Vega. Ante aquel

fausto suceso aparecian decadentes los odios

dadas

las amistades,

colmados todos

,

los deseos,

anucon-

cordes todas las esperanzas.

Deleitémonos en escena de tan soltemos

la

pluma bajo

el

feliz

imperio de

la

armonía; sensación

agradable que nos produce: refrigerémonos á imitación del viajero

de

la

,

que descansa á

la apacible

sombra

última palmera lindante con los abrasados y

extendidos arenales, donde solamente

rudas fatigas y acerbas congojas.

le

aguardan

II

Liga contra Don Pedro.

Ldando

muy

tán to

hombres

los

,

el

aproximan unos á otros es-

cerca de entenderse

fomenta

túa

se

que

las

enemistades

,

,

porque

la distancia las

negocia lo allana todo.

en Valladolid durante dillos

de

A

de

perpe-

,

y

el

que por

cada paso se tropezaban

los públicos festejos

las tres parcialidades

,

los

cau-

en que iban divi-

diéndose visiblemente los castellanos

;

la

de D. Juan

Alfonso de Alburquerque, la de los bastardos y

la

de

la

capacidad de su

y por ser hechuras suyas todos

los oficiales rea-

la Padilla.

jefe

tra-

de sus inten-

elige á otro por intérprete

ciones siempre deja algún cabo suelto sí

la falta

Fuerte

la

primera por

G4 les;

temible

segunda por

la

de

la calidad

daban nombre y porque á medida que ,

que

los

la

salian de la

adolescencia se incorporaban á los gemelos con su

y servidumbre; poderosa

clientela

de contar en su apoyo mediación de

la

que

le

la tercera

á causa

voluntad del monarca por

la

embriagaba de placeres; te-

nian las tres equilibradas sus fuerzas de

tal

que aisladamente ninguna podia aspirar

al triunfo.

Así para derribar á Alburquerque bast-ardos dillas

,

tardos.

y

los Padillas ; así

,

manera

se aliaron los

para destruir á los Pa-

intentaba Alburquerque unirse con los bas-

Antes de que llegara D. Pedro

doña Blanca,

se felicitaban

de su propicia

lado de

al

estrella los

enemigos de D. Juan Alfonso: después de lograr este hacer alto en al

la

pendiente de su ruina hasta servir

rey de padrino en su fausta boda

guna mudanza en

la

se advertía al-

,

dirección del viento de la for-

tuna. Con todo, Alburquerque no estaba en aptitud

de restaurar su valimiento sin aniquilar primera-

mente

al ídolo

de

los

amores del monarca obra ex,

clusivamente suya. Para sostenerse

la Padilla

,

nece-

sitaba mirar de reojo al que habia intentado especular

con su belleza. Ni

el

antiguo privado

,

ni la di-

chosa favorita se consideraban robustamente asegurados

,

ínterin

Tal les parecía la

no la

se atrajesen otra vigorosa alianza.

de

sazón y arbitra de

porfía de

los bastardos; fuerza flotante á la victoria.

Alburquerque y

Ellos

la Padilla

,

ganaban en porque

el

la

uno

65 y la otra les captaban la voluntad de su hermano y en mantenerse indecisos entre las opuestas insinua-ciones con que se les halagaba porque como no ;

,

abrigaban mas pensamiento que tos

en

la corte,

de ser bien quispara alcanzar mayores medros, peel

caran de indiscreción anticipándose

al

rey en elegir

á uno de los dos bandos. Si D.

Pedro atendía

y á su buena fama poder de la

y

la Padilla;

vehemencia

encendía

le

,

se

al

cumplimiento de su deber

derrumbaba virtualmente

mas

si

la

turbaba

pasión el

le

el

arrebataba,

entendimiento y

le

el apetito,

desmoronábase de seguro el valimiento de Alburquerque. En estas vacilaciones, que traian sobresaltados á los magnates, y que no se propagaban al pueblo engolfado en regocijos, ,

trascurrieron tan solo dos dias. Al cabo de ellos la

rema madre y doña Leonor, su cuñada pasaron de ,

su posada á

la del

rey de Castilla con tristeza en los semblantes, lágrimas en los ojos quejas en los labios.

y Tomándole aparte se dieron por

noticiosas de que su intención era abandonar á doña Blanca, su esposa, y correr en busca de la Padilla, su manceba,

á

la cual

habia dejado en

el castillo

de I\rontalvan ,

á buen recaudo contra

las

y

asechanzas que pudiera

imaginar D. Juan Alfonso para robarla á sus caricias. Maravillado se mostró el rey de que su madre y su tia

prestaran asenso á tales rumores

y de que le juzgaran capaz de hacer, con escándalo del reino, eos;la ,

66 Una hora después de

mengua de su honra

tan en

esta entrevista

,

cabalgaba D. Pedro en una muía fue-

de Yalladolid y camino de Montalvan junto con

ra

,

algunos de

los

mas

allegados á su confianza.

Suceso tan imprevisto dio un corte á

los tratos

entre las opuestas parcialidades, pues los bastardos se declararon abiertamente por la Padilla, yéndose

detrás de D. Pedro, y les imitaron D. Fernando y

En

D. Juan, los infantes aragoneses. tieron

amargamente doña

funesto caso,

y doña Leonor

IMaría

el

y comisionaron á D. Juan Alfonso á

de que probase á persuadir

fin

Yalladolid sin-

al

rey á volver por

su honra y por la tranquilidad del reino. Fuese el

antiguo privado hacia Toledo bien acompañado

de gente

,

porque recelaba de

la

seguridad de su per-

sona, y con una actividad, que, refrenada poco á

poco por

el

miedo

,

según se aproximaba

al

término

del viaje, paró al fin en inercia absoluta. Sus

temo-

res subieron de punto desde que, para disipárselos, le

envió

el

soberano, ya en Toledo con

un

la favorita,

mensaje invitándole á acelerar su llegada para atenerse

como hasta entonces á

sus consejos. El pro-

fundo conocimiento del carácter del príncipe quien habia visto

salir

de

la

ba que acababa de dar en su madre y su

tia

y

el

la

paterna de

con que disimulaba su labio lia,

cuna;

lo

la ostensible

,

á

prue-

última entrevista con la

imperturbabilidad

que su corazón sen-

oportuno aviso de haber quitado

los oficios

G7 á los principales de Toledo, cerrando al

po todas gra

de

las puertas

mismo tiem-

ciudad menos la de Yisa-

la

dieron suficiente luz á Alburquerque para pe-

,

netrar lo taimado de aquel mensaje. D. Simuel Leví,

su hechura se ,

bras, harto

le trajo

le dijo

y

bien que no en las pala-

,

con

manera embarazosa de

la

que en Toledo tenía

trasmitírselas

muerte, y

la

salvación en la fuga. Volviéndose atrás

el

caido

la

mag-

nate y buscando resguardo en la raya de Portugal,

donde tenía

fortalezas, puso

ambición no

le hacía

de manifiesto que

perder completamente

la

el juicio.

• ¡Extraña situación la de D. Juan Alfonso! Limpia

estaba su conciencia y exenta de remordimientos en lo tocante á la

teraba

el

durar en

gobernación de Castilla: solo se

el

valimiento; y después de hallar expedito

no encontraba donde asentar

el

sendero de

la

culpa

la

planta en

el

camino de

la

mejor

aprendía que

,

enmienda

la

política es la

!

rios

Educado en

triste

dre, esposa abandonada,

pronta rehabilitación que

la

la

de D. Pe-

,

y

al

lado de su

ma-

sin otras esperanzas de el

buen suceso de

las ten-

vengador de su saña contra

doña Leonor de Guzman que ,

no

y tardo

soledad á causa de los desva-

de su padre D. Alfonso XI

tativas de sediciones;

;

que reconoce

moral por base. ¡Lamentable conducta dro

la al-

criminal artificio que habia empleado para

solo habia pecado

ser esquiva ó desleal á la tenaz constancia

en

de su

coronado amante; ahora que con su ejemplo po-

68 en cierto modo su

tlia

justificar

la

memoria de su padre,

se

de respeto á

falta

apartaba de

doña

Blanca sin dar á Castilla un heredero, facilitando

una divisa legítima y decorosa á los ambiciosos; y se unia impudentemente á una manceba haciénasí

,

dola forzoso blanco del odio de los descontentos.

¡Noble tarea

de

la

la reina

viuda! Habiendo pasado

su edad mas floreciente entre

la

amor per-

y el calenturiento afán

dido, la cólera de los celos,

de

el llanto del

venganza se desvivía por sustentar con su es,

merado apoyo á otra dama, también en verdes años, *• y todavía muy candida para que albergara el rencor sañudo. Rara pe-

y afligida y celosa ,

en su pecho se

,

¡

netración la de los Padillas! Ellos, que debían su crédito naciente á

una pasión bastarda del soberano,

á la que señalaba límite natural una legítima boda, olvidaban sus ventajas particulares y atendían

al

interés público, amonestando á D. Pedro su vuelta á

Valladolid incesantemente y con sincera eficacia.

Hubo un momento en que perseguido y acosado de continuo por

tales

D. Pedro

amonestaciones,

robustos ecos de la opinión general de sus vasallos, hizo

un grande esfuerzo y enderezó sus pasos hacia

donde estaba su esposa corta distancia, ya

,

acompañándole hasta

que no

clientela,

como para

designio.

Con

la favorita,

fortalecerle

los brazos abiertos

en

el

y sin

muy

parte de su

magnánimo estériles re-

convenciones, le acogieron doña Blanca, y doña Blaría:

69 en

ciudad siguieron las fiestas su interrumpido

la

curso: por todo el reino se divulgó la fausta nueva;

mas acaso no tan velozmente como á abandonar pre,

el

el

monarca á

los

la

de haber vuelto

dos dias y para siem-

tálamo y las delicias conyugales.

Es llegada

hora de que no haya vacilaciones

la

en nuestro juicio

:

hasta aquí dominados por la obli-

gación de ser imparciales

,

en perfecta armonía con

nuestro deseo de no desmerecer un título tan insig-

ne no hemos podido ahuyentar de nuestra mente ,

idea de

que D. Pedro de

la

aun siendo impe-

Castilla,

tuoso hasta rayar en arrebatado, gobernaba quizá

bajo la influencia de su

madre y por mano de don

Juan Alfonso, y de consiguiente con reminiscencias de pupilo. zobra

,

En

adelante no ha de asaltarnos esta zo-

puesto que D. Pedro ejerce

el

primer acto in-

dudable de su voluntad libre y soberana tar

descaradamente

al

quebran-

los lazos indisolubles del

matri-

monio. Alejándose hacia Toledo se emancipa del as,

cendiente de su madre

:

halagando á D. Juan Alfonso

con intención de ponerle bajo

la cuchilla del

verdu-

go, demuestra que rompe del todo con lo pasado:

huyendo por segunda vez de Valladolid solo consiente á sus flujo.

,

acredita

que

nuevos validos un limitado in-

Ahora D. Pedro

es absoluto

dueño y único res-

ponsable de sus obras: buenas ó malas, se ligan es-

trechamente con

producen y

los

los sucesos del reino

encaminan

á

,

como que

los

un desenlace mas ó me-

70 nos inmediato, de mas ó menos bulto, mas ó menos triste.

Sin que haya lugar á la duda, con apartarse

rey de doña Blanca suelta atropella las leyes divinas

el

el

freno á sus antojos,

y humanas y abre ancha

puerta á los tumultos. ¿Existe causa que justifique

proceder tan inconsiderado ó pretexto que

lo

excu-

se? Hallarlo procuraba entre otros un autor extranjero, testigo

muy

tardío y del todo incompetente,

cuando en una miserable copla suponia mancillado el

pudor de doña Blanca por liviandades del maestre^

D. Fadrique; hablilla vulgar que, á ser algo fundada,

debiera disimular con galante vena la

musa de

los

amores, y que, á enorme distancia de la verdad, necesita calificar la historia de vil calumnia. El obispo D. Juan de las Ruelas y D. Alvaro García de Albor-

noz trataron

casamiento en Francia; de

el

jeron á la joven esposa za

y otros caballeros

muy

el

vizconde de Narbona

principales.

maestre D. Fadrique con los de

con

los asistentes

tantos de escaso

de

,

puede

el

á

la

,

nombre y D. Fadrique

le recibió

por Llerena.

,

,

lo tenía gran-

no anduvo

ni

y mas constando

en Cuéllar poco después ob-

no habiéndole

Murmura

figura el

comitiva, ni aun

historiador asegurar que

sequiosamente

No

boda y como se enumera á

la

entre los unos ni entre los otros

que D. Pedro

tra-

tesoro de virtud y de belle-

,

acompañándola también

,

allí

la

visto desde su paso

malicia

que

el viaje

de doña

71 Blanca fué lento hasta durar un año; y comete

ve yerro de no señalar la

principio

al

,

el

gra-

curso y fin de

negociación tiempo alguno; y olvida á sabiendas

la

muerte del soberano francés Felipe de Valois, acae-

demorar con

y quebrantos un suceso en que solo se vislumbraban alecida entonces

suficiente á

de rostro y esbelta de

redes á D. Pedro si

,

lutos

inverosímil que doña Blanca,

Además juzga

grías.

linda

y

talle

de

idólatra

,

la

no apresara en sus hermosura,

una pasión vehemente admirara fuera de

jer

que

¡Como

inspira,

la

si

ningún

linaje

i

la

Como

mu-

de perfecciones!

D. Pedro no se hubiera acercado al lecho

nupcial con el alma esclava de otra beldad venturosa! ¡

Como

permitiera largo solaz ni aun quietud pa-

si le

sajera su forzada ausencia de la Padilla

notar

el

rey en su esposa indigno de

ginal de lejos

la

!

Nada pudo

limpieza vir-

una doncella de haberlo advertido una vez ,

:

de aquellos brazos su decoro repugnara inven,

ciblemente que de nuevo

estrecharan impuros, y

le

con fundamento legal para repudiar á doña Blanca,

no siguiera llamándola en privilegios posteriores reina y mujer suya, y evitara que pesasen sobre su cabeza

las

la historia:

excomuniones de D. Pedro

ce le defiende

:

la

mismo

la crítica le

Santa Sede. Lo dice

se acusa:

juzga

:

la

un roman-

sana razón

le

condena.

Sobre este hecho insistimos mucho y recaeremos frecuentemente, porque es

el

receptáculo donde vie-

7-2

nen á juntarse nantial de

desavenencias pasadas, y

las

donde

Alburquerqiie se

el

ma-*

se derivan los sucesivos alborotos. liallaba

para volver á privar con

en situación de provocarlos

monarca: sobrábale para

el

ayuda de

sostenerlos con la

suyos perdian en tropel sus

los

que por ser amigos

oficios,

y con

recur-

los

de su pingüe hacienda; mas no quiso manchar

sos

su lealtad reconocida empeñándose en asonadas. Su-

miso aseguró

de sus

soberano que no se

al

fortalezas,

no molestarle en

y D. Pedro la

las

hizo

le

moverla des-

la

promesa de

posesión de ellas ni en

de sus

la

bienes, ora le cumpliese gozarla desde Portugal, ora

en

Como

Castilla.

equivalente de

la

palabra real y en

prenda de que no habia falsedad en

la

suya, envió

D. Juan Alfonso cerca de su señor, entonces en Ol-

medo dos trás

uno legítimo y otro bastardo y de-

,

hijos

de

ellos otros

,

;

de sus parciales que

le

hicieran

entender como su intención fué siempre y era ahora

guardar su servicio. Varios de estos enviados se tor-

naron desde Tordesillas, donde estaban

doña María y doña Blanca allí

encontraron de

por

,

la corte

:

las

las

reinas

malas nuevas que

solo dos se aventuraron

á seguir camino de Olmedo por cuyas puertas vieron ,

que

salió

D. Simuel Leví para avivar su llegada.

Oportunamente escudero de si

les

indujo á variar de propósito un

la Padilla

entraban en

la

con

el

benévolo aviso de que

población serían muertos; y no sin

grave dificultad esquivaron

las

persecuciones que les

75 de que diese en vago

suscitó D. Pedro, enfurecido

aquel golpe de su saña.

Pocas esperanzas de sosiego podia infundir un so-

berano cuya palabra no tenía valor alguno quien

las

en que

:

si

habia

prohijara en la mente, cifrábalas sin duda

cabo lograria acotar sus furores

al

dama que alcanzaba

la

piadosa

crédito bastante para desviarle

de sus deberes. D. Juan Alfonso no se alucinó con tales ilusiones

,

de

el

satisfacer

supo que zas,

y

sino

que

se metió

en Portugal á

fin

anhelo de vivir tranquilo. Cuando

rey intentaba quitarle todas las fortale-

el

el alcaide

que

le

guardaba

la

emplazó viéndose cercado,

je

que no

le

le

la

de Medellin se

contestó por mensa-

podia enviar socorro y que la entregase

Cuando D. Alfonso de Portugal hacía bo-

sin excusa.

das á una nieta suya con

el infante

de Aragón don

presentaron en Évora embajadores

Fernando y se

le

de D. Pedro de

Castilla pidiéndole fuera

,

en ademan de acusadores

,

la

de sazón y persona de Alburquer-

que; revestido este de dignidad expuso razones de

buena

en su defensa, ofreciéndose á responder

ley

con sus bienes hasta de

los actos

quienes habia distribuido

de

la corte

,

y á poner

las

de aquellos entre

mercedes del reino y manos uno por uno hasta las

ciento en los que le tacharan de haber ejecutado nada

en deservicio de su señor los recien

cerles

el

rey de Castilla. Cuando

desposados salieron de Portugal y por ha-

mesura D. Juan Alfonso

les

acompañó hasta

la

74 frontera, tuvo motivo para envanecerse

de que un

franciscano llegara á significarle verazmente

fraile

(jue al fin los bastardos preferían su alianza á la

de

los Padillas.

Y

todos los castellanos miraban con igual sobre-

salto las iras del

monarca siempre ,

que osaban lamentarse de que se del abismo bácia

donde

le

deleitara al borde

arrastraban sus desenfre-

nadas pasiones. Sin mas causa que el

alerta contra los

la

de agraciar con

maestrazgo de Calatrava á D. Diego García de Pa-

dilla

lar

,

hermano de su manceba acababa de encarce-

en

,

el castillo

de Maqueda á D. Juan Nuñez de

Prado, autorizado con aquella investidura; y como alegasen los freiles de

la

orden que

la prisión del

maestre no suponía vacante, dispuso á sangre

que

les

fría

desvaneciera este escrúpulo uno de los eje-

cutores de sus venganzas.

Con befa de

la

hidalguía

proverbial de sus vasallos habia arrebatado de los

brazos de tro

de

interés

la

reina viuda á doña Blanca

la fortaleza

:

púsola den-

de Arévalo como en castigo del

que inspiraba su desventura y

de que

lejos

,

se amortiguara, extendia sus raíces hasta en los pe-

chos de sus guardadores.

Acumulando desmán sobre desmán D. Pedro de ,

Castilla se sia

enajenaba todas las voluntades; y

el

an-

burlada por

el

mo-

de poderío de

los bastardos,

nopolio que hacian los Padillas de los favores reales, fué la primera señal del público disgusto.

Soldada

75 tomaron

los

dos gemelos de D. Juan Alfonso,

el

cual

vencido de sus ruegos vino á Extremadura á esforzar su demanda; y no proclamaron

de Portugal rey de

Castilla

,

al

infante D. "Pedro

porque su padre D. Al-

fonso le vedó severamente ser parte en el naciente disturbio. Por

y

el

de

donde estaban

arruinado valido

las

,

de Zamora

,

el

maestre

el

doña María

infante D. Fernando;

el

camino de Badajoz hacia

torció del

con

conde y la reina

tornaba

bodas de su sobrino

mas de pronto

el

recelo de que su hijo

iniciada en los tratos urdidos en contra de sus

vos privados.

A

fin

de llevar por

negocio á buen desenlace

,

el

fácil

conde y

el

creyera

la

nue-

rumbo aquel

el

maestre ha-

blan empezado por prender á D. Juan García de Villajera

,

hermano bastardo de

con ambos

,

la Padilla

,

que junio

trabajaba en la rendición de las fortale-

zas de D. Juan Alfonso.

Dado

lancia de sus carceleros;

le

y ya

fué engañar la vigi-

libre, vínose para el

soberano y le impuso en los adelantos de

la liga

,

á

la sazón en que se hallaba dentro de Cuéllar fomen-

tándola con sus violencias.

Una señora de

la

primera nobleza

,

llamada doña

Juana de Castro, prodigio de hermosura y modelo de recato en su viudez temprana

,

habia tenido

dicha de inflamar los apetitos de D. Pedro.

la

des-

En vano

se manifestó adusta á los amorosos halagos y altiva

celadora del lustre de su estirpe; y neciamente ima-

ginó haber salido tiiunfanle en las batallas de su

76 honra

negándose con tesón á ser dama del sol)era-

,

Este, no contenido por ningún respeto, y nada

no.

escrupuloso en aventurar palabras

pronto

la

de casamiento y como doña Juana

que

viese á

menos

unia á doña Blanca y don Pedro tu-

le

,

cejar de sus antojos, buscó

y halló en

de Avila y Salamanca hombres sobrado

los obispos

muy

Como en su

desalmados

,

que

lo declarasen nulo.

sinceridad no fiaba nadie, entregó en re-

henes á un deudo de

y los

castillos

la

doña Juana

de Castrojeriz y de Dueñas. Con

la

con

la

tales se-

boda

bastó á helar la vehemencia del rey

la siguiente

car

de Jaén

el alcázar

guridades se hizo solemne y públicamente

Una noche

opu-

le

;

siese el

tímidos ó

empeñóla de

,

aurora se

le

de este nombre dejó á

en memoria de

y á

vio salir de Cuéllar

fianza de los castillos, salvo el

la villa

;

la afrenta

en que

y revode Dueñas, que

la

la

Castro

como

,

hablan sumido

su infeliz belleza y su simplicidad extremada.

Eco amenazador tuvo

el

resentimiento de este

doble escándalo en todas partes

mente donde Portugal linda con ble de cuenta

,

pasando

el

,

muy

y

particular-

Galicia. Allí

Miño todos

un no-

los dias

hasta

cumplirse nueve, vino de Monzón á Salvatierra, y dijo ante

de

Castilla.

fuero con (juc

un notario que Difícilmente

mas

justicia

se desnaturalizaba del rey

pudo nunca usar de

ningún magnate; llamábase

ahora ocupa nuestra atención

Castro

,

y era hijo de

este

los

,

el

D. Fernando de

mismos padres que

la

señora

77 escarnecida por

la

conducta infame de un soberano,

que á trueque de hacer su voluntad atrepellaba por todo.

Reforzada

la liga

con las gentes que

le trajo

don

Fernando de Castro, movióse D. Fadrique hacia tierras de su maestrazgo con ánimo de señorear fortalezas,

que

los

y

comendadores de Santiago freiles

guardasen

le

de

el

como Pedro Ruiz de Sando-

val que, dejando el castillo de Montiel á persona

entregase

las

D. Pedro acudió prestamente á exigir

homenaje. Hid)o

lo

las

que

rey D. Pedro, pues hizo suyos todos

al

orden á su tránsito por Llerena, se unió á D. Fadrique de quien era vasallo; y húbolo como los

la

,

Lope Ruiz de Avendaño que se excusó de acoger ,

monarca dentro del

castillo

al

adarve con una cadena

le

habia echado

A

el

,

de Segura

,

al

asomándose

que en señal de sumisión

maestre á

la

garganta.

codicia de ganar valimiento ó á saña de haber-

perdido, se pueden atribuir estos principios de

lo

revuelta. Bastardos traidores le

dan vida

:

y proceres insolentes ayudada por sus vasallos toma cuerpo:

y quizá no anuncia borrasca peligrosa sino fugaz nublado. 0])ispos hay que sancionen el libertinaje del ,

rey; hechuras de los Padillas que

yo;

si

las

le

presten apo-

ciudades reconocen á D. Pedro como dueño

absoluto de la hacienda y de la vida y del honor de sus vasallos; si la religión de ellas no se ofende viéndole convertir

el

santo matrimonio en juego que

78 brinda ganancias á su incontinencia;

si

pacientes y

resignadas toleran que los Padillas las vejen y

empo-

brezcan y aniquilen distribuyéndose sus tesoros se ,

hundirá grito

ni

de

,

de

la altanería

los bastardos,

grandes, enmudecerá

los

el

y no habrá quien se atreva

aun á dolerse en secreto de ver allanado su hogar

y arruinada su fortuna y vilipendiada su familia. Es voz de las que suenan vagas y se repiten á bulto, que D. Pedro de Castilla opuso la adhesión de las

ciudades á

lo tanto la

la deslealtad

de

y que por

los señores,

conviene juzgarle como enemigo capital de

nobleza y protector resuelto del estado llano. Para

sostener opinión semejante, se necesita no cerrar los ojos á la luz de lo

que nos trasmite

de

las

la

cejos

verdad y suprimir todo

la historia.

ciudades castellanas que

donos en estado de conocer

de

la licenciosa

menos que

lo

Toledo es

lo

la

desmiente

,

que pensaban

primera poniéncon-

los

vida y del arbitrario proceder

del soberano. Por disposición de este y á fin de reti-

rar á

doña Blanca de

rañaba

el bullicio

,

fortalecida ciudad

los lugares

en donde se enma-

fué llevada de Arévalo á la bien

que baña

el

caudaloso Tajo.

sus calles y camino del alcázar, suplicó

la triste

Ya en reina

á Juan Fernandez de Hinestrosa, encargado de su traslación y tio de la Padilla,

cer oración dentro

ele la

que

la

consintiera

ha-

santa iglesia toledana. Blan-

do de corazón y de carácter muy honrado aquel buen caballero, vino en accederá loque doña Blanca

79 le

pedia, y no osó violentarla luego que prosternada

al pié

asilo,

A

de

los altares

invocó inocente

valedero para los facinerosos

así Tello

Gómez Gudiel

mas contumaces.

y todos se temian su González Palomeque y D. Pedro

todos pesaba de su prisión

muerte:

,

obispo de Segovia

,

derecho de

el

,

que

la

hablan

custodiado en Arévalo, fueron los que la aconsejaron al

templo y no abandonara su sagra-

así las

toledanas hablaron con sus mari-

que se acogiese do recinto

:

dos y á sus parientes, diciéndoles que serian los mas

menguados hombres

del

mundo

si

tal

reina

como

aquella finase malamente en la ciudad donde ellos

tenian su morada, siendo una criatura tan sin pe-

cado y de linaje tan

ilustre.

Y

apiadados del infor-

tunio de doña Blanca, enternecidos

al

contemplar

el

hidalgo porte de sus guardadores, y sensibles á las

hermanas y esposas, todos común de Toledo se movieron á dar-

súplicas de sus madres, los

hombres

}a auxilio

del

y á poner por

haciendas y

ella las

las

vidas

\ cualquier aventura. Igual roz echaron Córdoba,

Cuenca, Talavera, Jaén, Ubeda y Baeza, ciudades todas de realengo, adversarias firmes de la nobleza,

y aliadas naturales del trono que tocal)a en

el

,

mirando como asunto

bien público la justa rehabilitación

de doña Blanca. También

los infantes

doña Leonor su madre, y apresuraron á unirse á

el

aragoneses y

bastardo D. Tello, se

la liga.

A

componer

las

vo-

lunlades desavenidas, ya que no enconadas, vino un

80 Santa Sede. Sin mas fuer-

mensajero y legado de

la

zas D. Pedro de Castilla

que una hueste de

seiscientos

hombres seguro de que una palabra suya bastaba á ;

aplacar turbulencias amenazadoras y males sin cuento;

pero animoso hasta ser temerario y deleitarse en

indomable hasta tener en menos someter-

el peligro;

se á los avisos de la razón y plegarse á las circunstancias

siempre que sus ímpetus

,

otro sendero;

enamorado de

su pasión con

la

locura

res de las ciudades

decer

,

,

empujaban hacia

la Padilla hasta frisar

no quiso atender

amansar á

ni

le

los

los

nobles

,

clamoni obe-

papa, sino hacer cara á todos, y mantener

al

virgen su voluntad de hierro, y luchar á brazo

par-^

tido con la adversa fortuna.

En los

aquellos disturbios jugaban,

como en todos

de esta clase, ambiciones legítimas y bastardas,

intereses privados, agravios desatendidos, venganzas

no satisfechas

,

el

afán de poner término

al

daño pro-

pio, la ruin tristeza por el bien ajeno; pero también los

alimentaban quejas

muy

justas, intenciones

muy

sanas, deseos en extremo laudables; y sobre tocb

era popular y decorosísimo y en servicio del rey grito

de

los

Unánimes

que alentaban y favorecían

solicitaban

que D. Pedro

manceba

la Padilla,

y que

la

el

hiciese vida con

doña Blanca su esposa; que desterrase á á su

,

la revuelta.

país extraño

gobernación del

reino cesase de correr á cargo de sus parientes. Esto,

que para

el

monarca distaba mucho de ser un sccrc-

81 to, se lo dijo

Tordesillas á

públicamente su

nombre de

por ofendido de que

mas adelante

saron

lia

doña Leonor en

y teniéndose

los coligados;

pidiesen tales cosas, no pa-

le

las negociaciones.

Bien que D. Juan Alfonso no fuese hijo de rey

como

los bastardos, figuraba al frente

de

cias á su capacidad notoria. Por hablas quiso

sus haces en Yalladolid y en Salamanca

gra-

la liga,

meter

y saliéndole

,

aposentó á viva fuerza en

fallido el intento, las

Me-

dina del Campo. Allí murió Alburquerque y aun susurróse que de veneno y por

vendido á

las iras del

maña de su

físico,

soberano; falsedad probada y

nacida sin duda de que á los ojos del vulgo ninguna

persona de viso fallece de muerte natural mientras reinan

príncipes sañudos.

magnate su pecho de para

el

la

Lejos de aliviar

ponderosa carga de

tremendo viaje de

la

eternidad

,

aquel

los odios

legóselos á

sus parciales; y con ánimo de que no los amorteciera el

olvido

,

dispuso que llevara su voz en los consejos

su mayordomo mayor Rui Diaz Cabeza de Vaca, y

que su cadáver fuera siempre en

la

hueste dentro de

un atahud hasta que se acabase aquella demanda. i

Espectáculo peregrino y

rencorosa barbarie,

el

testimonio auténtico de

de una confederación capita-

neada por un muerto! Sobre ser contados

los

que acompañaron

de Tordesillas á Toro, donde

le

al

rey

habia j)recedido su

madre, andaban tan desacordes que G

,

como desea-

sen á porfía hospedar bajo sus techos á tres caballeros

,

enviados desde Medina del Campo á

allá

todo motivo de alboroto

disipar

fin

de

moviéronlo tan

,

grande con tan pequeña causa que hubo cuchilladas ,

y heridas y muertes. Hasta D. Pedro se hizo bandero

en aquel

bullicio, auxiliando á los

contra los Tenorios; por

vengativos, fuéronse á engrosar

compuesto de

Alvarez de Toledo

que estos medrosos ó

lo

siete mil caballos

el ejército

de

la liga,

y gran número de

peones, y bien provisto de vituallas, merced á las

que

ó se tomaban en los pueblos, y

les ofrecian

oro que de

la

D. Fadrique

,

casa de D. Simuel Leví en Toledo trajo recien incorporado á sus hermanos.

Sin embargo del impensado accidente

ron la

al

los caballeros

su embajada

,

,

expusie-

reproducción de

fiel

que dias antes habia llevado doña Leonor á Tor-

desillas.

A dar largas al negocio tiró

rey, insinuan-

el

do su deseo de tener unas vistas con

los

cabos de

la

revuelta y entendiendo que todo se baria bien desde ,

que hablasen juntos unos con

otros.

Admitida

idea por los embajadores, se concertaron en la ocasión

y

la

manera de

los

de

mano

,

los del

y

y

rey des-

la liga, todos á

ballo vestidos de lorigas, quijotes

espada en

el lugar,

ejecutarla. Cincuenta

cincuenta se adelantaron á Tejadillo

de Toro, y desde Morales

tal

canilleras,

ca-

con

y almófares en las cabezas. Solas

dos lanzas se vieron en aquella especie de negociación armada; llevábanselas sus respectivos donceles

85 al

soberano de Castilla y

al

de Aragón don

infante

Fernando.

Apenas

se saludaron cortesmente

,

habló Gutierre

Fernandez de Toledo por mandado del rey y en su nombre. Quejoso de que tan grandes caballeros anduvieran arredrados de su persona y de que tuvieran á maravilla que

,

modo de

al

cogiera privados de su gusto

,

los

En

á enviar por

lo

muchos

que no siguieran

concerniente á doña Blanca se avino

ella

De parte de

sa.

reyes, es-

brindóles con

bienes, gracias y honras, siempre

asonados.

demás

,

llevarla á su lado

y á

los coligados

como espo-

respondió gravemente

D. Fernán Pérez de Ayala. Dijo ante todo

que reco,

nociéndole aquellos señores por rey y señor natural,

necesitaban su perdón aquellas vistas

,

si

pués expuso que sistía

,

bien con autorización suya. Desdesignio principal de ellos con-

el

en suplicarle por merced que honrase á su

mujer doña Blanca de ,

res

á causa de acudir armados á

honraron á

servirle

la

otras

manera que sus antecesoreinas de Castilla,

y en de buena voluntad tan luego como se creyelas

ran seguros en su reino y en su casa. Para legitimar la

desconfianza con que vivian y

desasosegaba, hizo memoria de

la

el

temor que

les

mala suerte que

cupo á Alburquerque y á Nuñez de Prado, sin mas culpa que la de ser los primeros en celar su servicio,

amonestándole que consolase

el

pesar que afligía á

sus vasallos por verle huido de una princesa, á

la

84 cual habia apartado del país nativo con voluntad o})l¡gacion

y

Y como sus palabras

de labrar su ventura.

eran eco de aquellas amonestaciones, recelaban fun-

dadamente

salir

mal librados de

demanda en

la

el

,

caso de que al ajuste en que andaban entonces, so-

breviviera

el fatal

valimiento de los Padillas.

Al frente de cincuenta caballos estaba delante de otros cincuenta

el

no quiso hablar

:

rey

el

fausto de

el

estos

uno y guardó silenun caballero de los

mas razonados de su hueste para que

alegara sus

mutuas intenciones y dio su aprobación á ,

los dis-

cursos en que fueron desenvueltas sesudamente. el

por armas

al

,

un combate:

pero sin atrevimiento para vencer

príncipe, á quien rendia vasallaje: el

rey debilitando su autoridad reconocida la

De

trono y la liga: aquel sin

fuerzas para dictar la ley después de esta con recursos

y

,

cio el otro: cada cual facultó á

iguala igual pactaban

,

infante D. Fernando:

ninguna distinción habia entre personajes

el

,

con hacer-

servir solo á su conveniencia: los confederados

robusteciendo hábiles sus ocultas ambiciones, con

pregonar

las

necesidades del bien de toda

Los derechos del rey eran legítimos

;

Castilla.

su conducta y

su gobernación, bastardas: de subditos leales eran propias las solicitudes de

la liga; el

modo

marcial

con que las formulaba, se resentia de sedicioso. Cierto es

que en

la

terquedad de D. Pedro se liabian es-

trellado súplicas

y consejos de

los nobles

,

obispos y

85 ciudades, amenazas y anatemas del Papa; pero aun así los

que

se

armaban en su contra merecían

la ca-

de rebeldes, y como podian ser vencidos,

lificación

No

se hallaban en el resbaladero de traidores.

sor-

prende que un soberano considere ajada su dignidad, cuando se encuentra descarriado de

hay quienes

le

millación hasta para

la

hu-

corregir sus errores; lo

que

un príncipe rechace

choca y exige censura es que

le

XI

se obstinara en

,

y

hostiguen imponiéndoselo á viva

fuerza: es laudable que

so

lo justo,

no

el hijo

salir del

de D. Alfon-

mal paso en que

hablan puesto sus vicios echando de

la

,

corte á la

Padilla y á sus parientes; volviendo á llamar á su

lecho á

doña Blanca y á ,

los oficios del reino á sus

desinteresados defensores; y cerrando las puertas del favor á los bastardos y á sus secuaces. Así su poder saliera ileso del conflicto, y la rebelión

desnudo rible;

,

quedara

que disimulase su fealdad hor-

sin barniz

y hoy nombráramos á D. Pedro de

justiciero

y protector del estado llano,

fueros de la razón

,

ai

sin declararnos

y

Castilla

sin violar los

en pugna con

la historia.

Es de notar que,

lejos

de excederse

los

de

la liga

del comedimiento de suplicantes, acelerando la cisión

de su demanda tuvieron

fiarla al

,

tiempo y

caballeros de cada el

al

el

de-

buen sentido de

debate; de suerte que cuatro

uno de

negocio, y consultaran

los lo

bandos platicaran en

que mejor estuviese

ai

86 servicio del rey

y á

estaban,

ciertos

avenimiento

,

la felicidad

de que en

lo

aparente de sus peticio-

espalda toda Castilla; y harto

la

descubría D. Pedro con eludir los tratos le

Muy

vasallos.

buscar tan apacible manera de

al

nes les guardaba

de sus

que

,

no

si

,

era dado triunfar por armas, le sobresaltaba

el

peligro inevitable de ser vencido con persuasiones.

Sus esperanzas vino á

cifrar solo

amaño vulgar de

la liga;

fuertes; endeble

los

apoyo de

en desunir á

de

que mandan y no son

los

que reinan y no son

Mas pararon en infecundas

justos.

los

las intrigas

de sus

emisarios secretos, pues aunque poseyeran sagaci-

dad de

de algunos

suficiente para socavar la constancia

los

confederados

no habia prestigio que bastase

,

á dar por buenas y de crédito las palabras de un soberano

que se esmeraba en burlarse de

,

mas

las

solemnes.

Cuerdos cientes,

,

contra

como no

lo

el

uso de los tumultuarios

son jamás

los

;

pa-

que cuentan de su

parte la razón y la fuerza; con capa de humildes,

como

si

no fueran soberbios y en ademan de desin,

teresados

,

como

no fueran ambiciosos se mantu-

si

,

vieron los bastardos y sus amigos en las vias de conciliación algún tiempo

,

mientras

la

monarca re-

el

huía anudar los tratos. Por fm después de consumir ,

los víveres

en

la

comarca de Morales se movieron ,

ordenadamente hacia vista á

Toro desde

el

camino de Zamora para dar

las feraces riberas del

,

Duero. Sin

87 experimentar

menos

rallas,

mas

el

leve susto y

fuertes

pié de las

al

mu-

que su tesón y valentía, vio

D. Pedro desfilar aquel ejército numeroso, en

que

iban veinte hombres por cada uno de los que se

conservaban fanos de

fieles

,

y con

ellos los

bastardos

,

le

huér-

madre ya que no por su mandato con su ,

,

asentimiento

D. Juan de la Cerda

;

yerno del Fer-

,

nandez Coronel castigado á su vista en Aguilar por ,

Fernando de Castro, hermano de

sedicioso; D.

la

beldad deshonrada en Guéllar por su lascivia; y co-

mo

alma de

revuelta

la

el

,

cadáver de D. Juan Al-

fonso de Alburquerque, dentro de to

un atahud cubier-

con paño de oro, y sobre unas andas sostenidas en

hombros de sus Para

vasallos

no amilanarse en rostro sereno taja,

y

,

que eran muchos y buenos.

temeridad de D. Pedro significaba poco

la

el

mayor apuro y aguardar con

una lucha muy desigual en su desven-

con altivez desdeñosa

oir

las insinuaciones

mas cumplideras á su buen nombre valor el arrojo

,

y

la

provocación á

,

no anadia

si

la repulsa.

se afanaban los confederados por asentar su

campo y ya cabalgaba ,

ra de Toro

,

el

la

Aun

nuevo

rey con cien hombres fue-

no para arbitrar auxilios

nerse en salvo con

al

,

ni para

po-

fuga, ni para buscar mejor

defensa detrás de otros macizos baluartes

,

sino para

posar en Ureña y adormecerse fascinado de ilusiones

y exento de zozobras en

los brazos de la Padilla y hacer imposible todo término de acomodo. Esto puso ,

88 en claro

viuda de D. Alfonso XI

la

siblemente á los de

duda de

muy

la liga,

llamando osten-

,

con los cuales estaba sin

atrás en conexiones secretas.

una y mas veces, cedieron á sus asiduas y muy

A

Rogados

instancias,

satisfechos se hospedaron en Toro.

escándalo incita lo monstruoso de confedera-

ción semejante: en verdad se ostenta floreciente y

vencedora; pero es ras

ficticio

su vigor y son perecede-

sus conquistas, fundándose

en pactos que

honradez privada reprueba y con ,

los

que

pública no transige. ¿Tan hinchado está

de

los bastardos

la

el

moral

corazón

de malas pasiones, que, para darlas

vado, no duden estrechar sangre de

la

la

las

manos teñidas en

mujer sin ventura que

los llevó

la

en sus

entrañas? ¿Dónde hay palabras que no sean pobres

de colorido y débiles de significado para pintar

la

desnaturalización de una madre, que vende su propio hijo á los de la

dama que robándola ,

de su esposo, acibaró sus años juveniles, y triste

el

cariño

mudó en

soledad su grandeza? No, las ambiciones, por

desapoderadas que sean

,

y

])or

inquietas que se agi-

ten, y por furibundas que revienten, no conducen á

tan

enorme extravío de

lo

razonable y de

roso, ¡Gentes propensas á la iniquidad

lo

deco-

y ajenas de

todo sentimiento bueno y justo las que se unian con tales lazos

,

y manchaban para sienq)re su memoria!

¡Rey indigno del cetro cía verosímiles tan

el

que con sus desmanes ha-

absurdas alianzas!

89

Y

entretanto casi todos los validos de

Pedro,

I).

turba mercenaria, voraz en su codicia y pusilánime

para mayor desdoro aciertos

y

comprometian con sus des-

le

,

abandonaban en

le

los peligros.

A

Ureña

En-

fueron uno de sus parciales y otro de los de D. rique

,

y de buena

pintaron

fe le

lo

conveniente de

común de

la

corona

y de los vasallos estribaba en que resucitase

la

calma.

su vuelta á Toro

pues

,

el

interés

Gutierre Fernandez de Toledo

,

á quien

el

rey fiaba

arduas empresas para consumar crueldades y don ,

Diego García de Padilla en cuyo exclusivo provecbo .

había finado á manos de asesinos se pararon á indagar

trava,

no

que

monarca transigiese con

el

si

el

maestre de Cala-

era ó no oportuno

la liga

:

careciendo de

tranquilidad sus conciencias y sobrando miedo en

sus corazones, dijeron de plano que

gresaba á Toro

,

ellos

D. Pedro re-

si

no tenian intención de acom-

pañarle. Por el contrario Juan Fernandez de Hinestrosa

,

tio

de

la Padilla

,

se hizo

merecedor de

alta

fortuna, con mostrar agradecimiento y fortaleza en la

hora de

las adversidades.

Su dictamen fué que

el

soberano se encaminase luego adonde estaban su

madre y su

tia, las

des con quienes

de acreditar

el

le

reinas viudas, y

muchos gran-

cumplía vivir avenido. Ademas

desprendimiento mas laudable

pulsándole enérgicamente á que ni por

él ni

,

sobrino D. Diego pusiera en condición á Castilla

aventurara

el cetro,

que podria usurparle

el

im-

por su ,

ni

infante

90 Fernando

D.

desvariados los ne-

continuasen

si

gocios; decliado el Hinestrosa de varones insignes,

aseguró que por mal que

le

quisiesen los del otro

bando y aunque peligrase de muerte no dejada á ,

,

su rey solo en tan crítico instante. El tesorero D. Si-

mucl Leví emuló la

esta hidalga conducta, desmintiendo

preocupación de aquel siglo, que denostaba á

la

raza hebrea con injurias, la oprimia con tormentos,

y

despreciaba

la

como incapaz de concebir una

idea

sublime de tener un sentimiento honrado y de eje,

,

cutar una acción noble.

Arrojo exigia

con todo su poder

la

vuelta á Toro, donde estaban

los rebeldes , sin tener

gura de cuáles fuesen sus designios para que D. Pedro no

la

demorase

,

prenda se-

tanto bastaba

:

puesto que en

materias de valor podia aleccionar á los adalides

mas

bizarros de su tiempo. Determinado quizá á olvidarla, se despidió súbito via de Toro.

A

de

la Padilla

y echó por

distancia de la población

al encuentro los bastardos y sus parciales al

parecer

como

como

la

saliéronle

,

,

vasallos, encubiertamente

humildes

armados

rebeldes; y al saludarle respetuosos, le tomaron

enmedio, pudiéndose dudar

si

como á señor ó por

cautivo. Bajo las bóvedas del convento de Santo

mingo

le

recibieron su

colmaron de

madre y su

felicitaciones,

tia

Do-

paterna y

le

porque condescendía en

rodearse de todos los buenos y grandes de sus rei-

nos

,

en vez de andar apartado por

los castillos.

Es

91 inútil disfrazar los

hechos: quitarles su significación

genuina es tarea de detractores ó panegiristas ,

,

no

de historiadores. Por mucha reverencia que hiciesen los

bastardos á D. Pedro

,

y por aderezadas que fue-

sen sus palabras, habiéndole atraido á Toro,

despoblada de gentes que se

le

conservaran adictas,

quedaban perfectamente deslindadas

las opuestas si-

tuaciones. Vencido se hallaba el trono

,

la liga triun-

fante, el postrer anhelo de D. Juan Alfonso de

burquerque satisfecho ria

,

descansaron

magnate bajo

el

;

y en celebridad de

al fin las

villa

Al-

la victo-

traqueadas cenizas de este

polvo de la sepultura.

ill.

Guerras entre Castilla, Aragón

Al

escalar el poder los

modo de

hiciéronlo á la

presa

,

bastardos y

tigres

y luchan entre

y



Granada.

sus adeptos,

que se lanzan á devorar

rabiosos

,

codiciando cada

cual llevarse, la mejor porción en las garras. Desde

luego encarcelaron á D. Simuel Leví y á Juan Fer-

nandez de Hinestrosa D. Fernando, gefe de

Juan

,

alférez

yordomo de

mayor la

y se nombraron la

,

el

infante

cancillería, el infante

D. Fernando de Castro

,

misma

maestre D. Fadrique

,

,

clase,

,

don

ma-

y camarero mayor

el

desempeñado habitual-

oficio

y que conferido á un significaba un puesto debono gran señor ahora,

mente por

caballeros llanos

,

,

94 ñor, sino de responsabilidad y vigilancia. Sin cargo especial D.

Enrique

bia en la corte

,

,

tenía

mano

y sojuzgaba á

derecho de primogenitura

,

sobre cuantos ha-

los bastardos

por

el

á los infantes aragoneses

por valer mas que ellos en Castilla, á los demás personajes por la alteza de su nacimiento

y á

,

to-

dos en común por ser su carácter mas flexible mas ,

mas regulada su

paciente su cautela y

Anheloso aguardaba sesgo las cosas con

en Toro

el

entrada de los confederados

la

mas en breve

;

astucia.

reino que tomasen mejor

dejó de ser

un arcano que

todas sus miras se estancaban en derrocar Padillas

,

para encumbrarse ellos á

teniendo preso

al

la

los disturbios

,

,

la

la

reha-

feliz-

caminaron con velocidad á mas

querían consolidar

de predominio

la victoria, sin

los

ayudar-

demás elementos que hablan concurrido á

formación de

amar á

memoria

en vez de desenlazarse

,

terribles complicaciones. Sedientos

la

,

,

voz en grito. Por tanto

se de los

privanza man-

de doña Blanca después de proclamarla á

bilitación

bastardos

los

rey, á fin de no perderla; y que

se les habia ido completamente de la

mente

á

la liga:

el

soberano perseveraba en

manceba y en querer que

le

rodeasen sus

parientes: el interés del reino seguía cifrándose en

que hiciera vida con su esposa; de suerte que triunfante la parcialidad de los bastardos, estaba en pug-

na con

Castilla

:

Castilla contristada

nacidad del monarca:

el

por

la

aviesa te-

monarca ansioso de verse

95 libre para soltar el freno á sus caprichos

no

gores. Al principio

hablar con

muchos de

ri-

consentían sus hermanos

le

los

y á sus

que

solicitaban esta honra:

poco á poco hubo descuidos en sus guardadores; justas contemplaciones en el jefe de los

que

mian como á un prisionero de guerra; y

le

conce-

le

dieron tener cerca á D. Simuel Leví suelto de ,

muy

sión mediante fianzas

te

que

de

los agitadores

que

nes de

que

el

la

interés propio

fama

,

no sin gen-

,

,

estados ponen en

los

juego sus recursos y aventuran jula

á caza

salir

de continuo su persona.

vigilase

Cuando

la pri-

subidas en dinero; pla-

á solas con algunos, y

ticar

opri-

vida sin otra brú-

la

no se elevan á

antes descienden á ser

se adjudican

al

las

regio-

como géneros

mejor postor en público mercado.

Así doña Leonor y sus hijos los infantes aragoneses,

y algún individuo de tros

la ultrajada familia

de

los

Cas-

y otros señores mal contentos del conde y del ,

maestre, abrieron bastardos

muel

del rey

los oidos

,

tesorero

el ,

,

y

corazón á

á

las

manos á

las

la

saña contra los

sagaces palabras de D. Si-

no dándoles aprensión

zos, con tal luciese D.

el

de salir aventajados.

las

pingües dádivas

la

nota de tornadi-

Aunque

algo tras-

Enrique de aquellas concertadas desercio-

nes, no era poderoso para cortarlas á viva fuerza,

mermándosele de dia en dia contemporizar atendia

,

los

mas que su

parciales; y

si

acción volaba

á el

tiempo, y sus facultades no rayaban con mucho

donde

de

solicitaciones

las

sus versátiles amigos.

Imposibilidad habia de que tan embarazosa situación durase

tornaban á

pues viendo que

;

merced

la

del rey

,

que eran más se

los

jurándole fidelidad y

recibiendo señoríos; los que eran menos, y le tenian, airado

,

echaban por

pagados con bullir

la

misma senda y

de afrentosos amaños, de interesados ajustes

y de recíprocas traiciones bia

daban por

meses pasaron en aquel

indulto. Tres

el

se

manera de formar

cabo de

al

y

,

de costumbre

tenía

lo

135Í cabalgó un dia fuera de jando

los

una

de su bando.

por noviembre de

,

la villa

de Toro;

rienda á su cabalgadura, aceleró

la

no ha-

á D. Pedro de Castilla

guardia en que no preponderasen

Como

ellos

aflo-

paso:

el

sus parciales esterilizaron la resistencia opuesta á la

huida por sus enemigos la

natural sorpresa

,

,

los cuales al

intentaron en balde rasgar con

sus ojos, centellantes de ira,

entoldaba

la

palada

noticia

los

la

doña

IMaría

la

espesa niebla que

atmósfera y favorecia

engañados y

y

los

en Toro los

reponerse de

,

al fugitivo.

quedaron

al

descubierto

engañadores, porque

bastardos

la

Pro-

la reina

oyeron como infausta

novedad y sobresaltados; y doña Leonor y sus jos, los infantes aragoneses

estaban en

el

Sin

azar

.se

le

el

,

como que

secreto.

mas

leve llegó

juntaron los infantes:

seminaban

impasibles

,

hi-

los jefes

de

la

el

allí

rey á Segovia

:

allí

supo cómo se di-

desmembrada

liga

,

á bus-

97 car seguridad ó socorros; el maestre D, Fadriqíieen

Talayera

en

tro

,

D. Tello en Vizcaya

desde

Galicia:

vista por el reino

de ca

bullicio: ;

fué dado extender la

le

y contemplar tres grandes centros

en Toledo, donde permanecía doña Blan-

en Cuenca

ban

allí

Fernando de Cas-

D.

,

donde

,

los Garcías

de D. Sancho

al servicio

de D. Alfonso XI

de Albornoz esta-

otro de los bastardos

,

y en Toro donde quedaban doña ,

;

María y D. Enrique. ¡Hora suprema,

ponente, aquella en que á con sus manos cordia oir ó

!

de

la oliva

los

la

al

par que im-

reyes toca levantar

paz ó

de

la tea

la dis-

Hallábase el de Castilla en plena libertad de

de menospreciar

de

las súplicas

los

que se la-

mentaban de sus extravíos; de quitar á nobles y á ciudades todo pretexto de alboroto

de grado

lo

que antes se

le

haciendo ahora

,

exigia violentamente;

Papa, bur-

de perseverar en su rebeldía contra

el

lándose de sus anatemas; contra

candidez y

infortunio,

mudando para su

regio dosel en la oscuridad de la

sociedad toda

,

la

esposa

un

queriendo para

sombra del

la

calabozo; contra



todas las muje-

siempre que

res casadas ó

por casar

ellas acaloraba

su fantasía y revolvía sus

turbulentas pasiones.

entre

el

bien y

el

sus vasallos, entre

Pudo escoger

mal el

,

,

entre

el

aplauso y

generaciones no venidas entonces

el

la vista

al

ple intención de procurar lenitivo á

7

y

á su albedrío

amor y el

fáciles

de

el

odio de

oprobio de

las

mundo. La simlos

daños que

98 fatigaban al reino, fuera gloria; y (íonsiguiéralo sin

procurara,

duda; que solo sus desórdenes do-

mésticos y gubernativos la

si lo

podian enviar prosélitos á

,

opinión de los bastardos; y de no encenagarse

hombres de bue-

nuevamente en

los vicios, todos los

na voluntad

formaran con su pecho recio muro.

le

Perpleja Castilla

deseaba conocer

de su monarca pues era

político la

,

pensamiento

lo cierto

,

que desde

caida de D. Juan Alfonso de Alburquerque no ha,

bía acreditado tenerlo

por

tal el

que

el

fijo

la

ni vago, á

no contarse

de cumplir su gusto. Harto se comprendía

magnate portugués habia llevado atinadamen-

y que fiados á los deudos que por su intercesión malhadada ascendió á la

peso de los negocios

te el

de

el

cumbre de

la fortuna,

,

,

degeneraba

habilidad en

la

y no mas se pensaba que en salir del dia. Aquellos sabios decretos encaminados á robustecer torpeza

,

poder del trono, y que vedaban á los comendadores de las órdenes de Alcántara y de Santiago el

admitir en las fortalezas á sus respectivos maessin especial aviso

tres

,

dro

al

premiar

,

fueron anulados por D. Pe-

la lealtad del

uno y

al

imponer pena

á la traición del otro. D. Fernando Pérez Ponce riente de doña Leonor de rirse á la liga

,

Guzman no ,

y en recompensa se

le

le

pa-

quiso adhe-

devolvieron

todas las atribuciones anejas á su maestrazgo.

Fadrique se

,

A don

destituyó del suyo por sedicioso; ob-

túvolo O. Juan Garría de Villajera,

hermano bas-

99 tardo de lujo

la Padilla

sin trabas

,

de violar leyes se

lo

,

de Santiago

,

bien que

de ninguna

impuso

rey á

el

matrimonio

el

para aquella investidura

al

:

clase.

inhabilitaba

le

falleci-

,

la

orden

la

modo que por

miento de Pérez Ponce, forzó á

Por

orden de Alcán-

tara á llamar maestre á Diego Gutiérrez de Geballos,

que

aun

ni

Un

se contaba entre el

freiles.

brevísimo cotejo de las cortes de Valladolid

de 1351 con

minar

número de sus

las

de Burgos de

1

355 basta á deter-

absoluta desemejanza de la gobernación de

la

Alburquerque y de

la

de

logrado que se respetase

monarca y

:

le

las

presentó

desautorizaron con

de su valimiento, y

á Burgos, vencido; en

le

,

en Valladolid victorioso estos la ilegitimidad

Aquel habia

los Padillas. al

acompañaron

le

primeras cortes estuvo

holgadamente y con abundancia de recursos; á

las

en

las

segundas

asistió

de prisa y necesitado

unas hizo leyes, y á Sin descontentar

las otras

al clero ni

así

:

demandó

á la nobleza

,

cundamente en Valladolid por estrechar entre

el

trono y

el

á las circunstancias

,

subsidios.

trabajó fealianza

la

estado llano: cediendo en Burgos ,

se

empleó en recopilar

Fuero

el

Viejo, verdadero código de la nobleza de Castilla,

altanera

dro de

,

desobediente y tirana. Al apartarse D. Pe-

los

valisoletanos

ciación de su enlace con

de

los

,

tenía pendiente la

doña Blanca

;

al

nego-

despedirse

burgaleses, solo algún iluso abrigaba

la

espe-

ranza de quo pusiera término á su virtual divorcio.

100 Antes se liallaban por todo ta;

reino aparatos de

el

fies-

ahora no se veian mas que preparativos de

batalla.

Pero los

el

rey D. Pedro habia demandado ayuda á

obispos

á los nobles y á

,

aquietar á su D.

diputados para

los

madre doña María, á sus hermanos

Enrique D. Fadrique y D. Tello y ,

,

al

procer de

lo

de Cuéllar estaba mala-

mente emparentado. Mucho

hal)ian cejado los rebel-

Galicia

con quien desde ,

,

des de su altivez primitiva

,

,

y no

ofrecía obstáculos

invencibles el designio de traerlos

de Segovia

les pidió el

con

cillería

el

soberano los

anuncio de que

hierro para labrar otros

y se

,

los

Des-

al vasallaje.

sellos

de su can-

sobraba plata y enviaron al punto.

le

Para que vinieran á bien todas aquellas alteraciones, soltó

reina

la

madre á Juan Fernandez de H¡-

nestrosa cogiéndole cuatro caballeros en rehenes.

Según era su índole (le

afable

y contemporizadora hubo ,

desvivirse por quedar airoso en el papel de

me-

dianero; mas, no recabando de su valedor ni aún

suavidad en

las palabras

,

descuidó volver á Toro

no dio señales de acordarse de

los

rehenes que

,

y

allí

habia dejado; y doña María los puso en libertad con el

pensamiento de mas obligar á su

el

conde D. Enrique en ayuda de su hermano

maestre puertos

,

Yendo

tomáronle algunos de tierra de Avila le

el

los

batieron después de hacerle caer en

y una emboscada, de ,

hijo.

lo

cual

se

vengó atrozmente,

101 pues redujo algún lugar á cenizas, y sepultó en

muchos de

ellas á

Los mas de

los

vencedores y de sus

los toledanos,

linajes.

comprometidos en

le-

el

vantamiento á favor de doña Blanca, pidieron rey que se presentara en su ciudad dían ser acogidos los bastardos cían

,

donde preten-

cuyas obras pare-

,

mas adecuadas para enajenarse

del reino

guiente

trosa

estaba casi disuelta

liga

camino de

el

procurándola en

la

la

,

la

voluntad

reina doña

reconciliación

corte

,

Toledo

de haber unido su causa á

tida

la

que para hacérselo devoto. Por consi-

la

María en

al

la

de

Hines-

,

arrepenlos

que

eran bastardos de nacimiento y de conducta. Visiblemente se allanaban delante de D. Pedro las dificultades cía

muy

gor

,

y

blandura

la

término de

el

En

lejano.

ó

,

su

los alborotos

mano estuvo

severidad á

la

alabanzas se hiciera merecedor

y derramando perdones: recta agobiando bajo

el

peso de

la

no apare-

preferir

al ri-

clemencia.

De

reprimiendo su saña

,

justicia administrara,

la ley

á los promovedores

del trastorno.

Aunque

el

reino se quejaba fundadamente de

que su señor natural

lo

desordenara todo con

los es-

cándalos de su conducta y las tropelías de su gobierno te el

,

los

bastardos habían abdicado completamen-

derecho de acriminar por

su hermano

común con

,

desde

el

las

mismas causas á

instante en que hicieron causa

los Padillas.

A

sus compromisos faltaron

102 sin rebozo, llaraantlo á D. Juan Alfonso

querque á

la

que

jestad del trono, prendiendo al la

de Albui'-

ma-

revuelta, y ajaron ruinmente la

ocupaba en

lo

hora en que parecia mas propicio á dejarse ablan-

dar con persuasiones. Grande habia sido

el

justo era

el castigo;

que

la

el

resentimiento; indispensable

piedad inconsiderada suele alentar á los re-

beldes, para quienes la gratitud es la

larga obliga

cadalsos

,

á

al

D. Enrique el el

mas

un oprobio; y á

que gobierna á ensangrentar

de que

fin

nidad no pongan en

que

agravio;

tela

mas

los

por su benig-

los agraciados

de juicio su fortaleza.

revolvedor, y D. Fadrique aun-

inofensivo de los bastardos

que hizo sus primeras armas salteando

y D.

,

los

Tello,

caminos y

despojando de su hacienda á pacíficos trajinantes,

no tenian disculpa de su á

la

delito

,

ni

derecho alguno

misericordia de su hermano: sus cabezas de-

bieron rodar bajo los pies del verdugo

miento de traidores. Pero jos de

la

,

para escar-

perversidad de los hi-

doña Leonor de Guzman que jamás conme-

moraron

,

desastroso de aquella

el fin

dama

para cohonestar su perdurable rebeldía

,

ni

aun

no autori-

zaba á D. Pedro para seguir reinando sin otra guia

que su voluntad persticiosa

en

,

ni

mas apoyo que

las felicidades

el

de su

fe

su-

que interesadamente

le

vaticinaban gentes de baja estofa por hechizos y cara de estrellas.

Mas en vez de

sacar enseñanza de los peligros,

105 y de atemperarse á y de acreditar á y en sus obras

lo

inspiraciones de la cordura,

las

menos buena

no tardó

,

el

en sus palabras

fe

rey en descubrir que no

mas pensamiento que

se le alcanzaba

cer sus caprichos; ni otro sistema que

para llevar dignamente

perdonar que

pérfidamente

la

,

los arrepentidos

corona

la

ni

;

de satisfa-

el

del terror

el

mas manera de

artificiosa

de atraerse

con dulces promesas para matarlos ,

después á mansalva. D. Pedro

comenzó

lante de Toro;

ron

las

mera

y

puertas

,

los

campaña presentándose de-

la

que guardaban

la villa le cerra-

no por valor, sino de miedo.

vista sorprende

que

en traer á composición

las

caz influjo de Hinestrosa abiertos á su hijo

la

reina

madre empeñada ,

desavenencias por

no acogiera con

,

A pri-

en población donde

el efi-

los brazos ella lo

era

todo; y no obstante es forzoso concluir por justificar

su resistencia. Al pasar

el

rey por Medina del Cam-

po habia mandado asesinar súbito dentro de su mis,

ma

posada á Pedro Ruiz de Villegas y á Sancho ,

Ruiz de Rojas, dos de

los

caballeros

que hablan

vuelto á su servicio en unión de los infantes arago-

neses el

,

y que por

uno con

el

ello

acababan de ser galardonados

adelantamiento mayor de

otro con la merindad de Burgos. clara

De

Castilla,

esta suerte

que no admite transacción ninguna,

que se ponga

el

y

el

de-

ni tolera

menor dique á sus desmanes. Desde

entonces conculca todas

las leyes; se

hace enemigo

de

la

humanidad, representada por sus

de indistintamente sobre chillo

de

las

los

venganzas:

tanta y hecha de

tal

que bien

vasallos; tienle place el

cu-

á veces hace justicia, es

si

modo que degenera en ,

cruel-

dad; por pequeñas culpas impone grandes castigos;

pena y da el

muertes á muchos sin causa; y que se empeña en seguir el itinerario de sus jorterribles

nadas por toda

Castilla

resbala á cada paso en

,

el

ancho reguero de sangre que deja en pos de su planta exterminadora.

A

Toledo va

rey llevado de sus rencores,

el

mientras los vecinos de

la

ciudad

le

creen amansado

y dispuesto á unirse con doña Blanca facilitar la

y procuran

concordia, negándose á hospedar á los

bastardos. Estos

apoderan de

ayudados de algunos

,

alcana y

la

la superstición del

parciales, se

roban y asesinan á

doscientos judíos. Ni con estimular

le hallan

,

mil

inhumanamente

pueblo se captan su ayuda; antes

enemigo en

la

defensa de

la

Judería mavor,

á que ponen cerco; y sus pobladores auxilian á las

huestes del monarca

sen

las

,

echándoles sogas para que pa-

azudes y no se detengan en señorear

puentes. Por suya queda salen fugitivos (jue

,

y

los

no logran dárselo

Lejos de atender

el

la

ciudad y los bastardos ,

vencedores en su alcance ,

los

porque

les

pone

,

aun-

alas el miedo.

rey las súplicas de los toledanos,

inutiliza sus sanas intenciones

,

y defrauda sus

legí-

timas esperanzas: empieza por ordenar que se tras-

105 que

lade á doña Blanca al alcázar de Sigüenza;

el

obispo de aquella diócesis sea encarcelado en Aguí-

de Campó juntamente con otros caballeros, y

lar

que González Palomeque y algunos mas prisión en el castillo de Mora. Después

Fernán Sánchez de Rojas

tar á

á Diego Martínez y á

,

tengan su

,

manda ma-

Gómez y

á Alfonso

Gómez Manrique por

ser ami-

gos de los bastardos; y luego á veinte y dos vecinos

de

la

ciudad por ser defensores de doña Blanca.

Entre estos se cuenta un platero octogenario, padre de un piadoso hijo que

,

por salvarle

de D. Pedro de

cuello juvenil á las iras

D. Pedro de Castilla admite el sacrificio

en

el

,

,

ofrece su

Castilla;

y

y

se deleita

derramamiento de aquella sangre generosa que

impulsaba los latidos de un corazón tan inocente.

De Toledo pasa á Cuenca le

hostilicen

donde pacta que no

,

que guardan á D. Sancho

los

Cuenca á Toro, donde acuden

mamiento de

la

pone máquinas y bastidas contra serva

con

cómo

los

que

escaramuzas

Enrique

se le disminuye el

,

hermano.

se le pasan ,

y

los

,

y

bastardos

los

Reina doña María.

;

y de al lla-

Allí sienta el real, el

puente

,

y ob-

número de enemigos

los

que mueren en

que acompañan á

Galicia á

las

don

teme vivir en lugar que asedie su

el

cual

Un

legado del

sumo

Pontífice llega á pedir

á D. Pedro que se una á doña Blanca, y ataje discordia,

y restituya

la

güenza. Solo esto último

la

libertad al obispo de Sile

concede, y después os-

106 fuerza todavía

mas

conibale de

el

Por entonces acaece

de Toro.

la villa

derrota y muerte de García

la

de Yillajera, maestre de Santiago; y Fernandez de Hinestrosa trata con D. Fadrique su retorno vicio del rey

y á

posesión legítima de aquella

la

y tan sinceramente afectuosas maneras le obliga que investidura;

le

miedo logra seguro para la vista

de

ellos

cruza

y para



,

y á

habla y con tan bastardo depone

el

,

el

al ser-

se incorpora al

y

el rio

los rebeldes,

soberano. Varios vecinos entregan á D. Pedro

puerta de Santa Catalina ses de formal asedio

Se dirige

al alcázar,

,

y

,

al

la

cabo de algunos me-

hospeda en

la villa

sus haces.

en cuyo recinto tiemblan de

espanto los mas comprometidos y los menos espe,

ranzados en que

les

valgan

de

la

viuda

promesas del hijo legítimo de D. Alfonso XI.

y

las

Y

no se engañan

taleza se

,

pues

al

acercarse

asoma por encima

llamado Martin Abarca y ,

do en

las súplicas

los brazos á D.

solicita

Juan

el

del adarve

rey á

un

la for-

caballero

su perdón tenien,

otro de los bastardos,

,

y oye una implacable negativa no obstante se aban;

dona á

la

voluntad del monarca

,

por muerto. Contra su costumbre

mansamente ria la

,

pues

al

,

si

bien su

y todos le

acoge D. Pedro

mansedumbre

poco tiempo suena

el

le lloran

es transito-

Abarca huido de

corte de Castilla.

Por mas que intercede su hijo otra respuesta que

la la

madre no alcanza de ,

de instarla á que des-

i07 y deje á su arbitrio

aloje el alcázar

caballeros

la

suerte de los

que están en su compañía. Dos de

ellos,

Pedro Estébanez Carpintero y Rui González de Castañeda salen dándola

el

brazo

y otros dos Alfonso ,

,

y Martin Alfonso Tello les siguen muy de cerca; y no bien pisan el puente, tendido soTellez Jirón

])re el

foso

,

del príncipe

acometen embravecidos

les ,

que están en acecho

,

y

los los

sayones derriban

á golpes de maza ó los degüellan con puñales

sangre de las víctimas salpica

doña María. Así recoge esta ber educado á su hijo en ganzas

el

la

escuela de las

la

las caricias

de

la

reina

dañado fruto de ha-

y de complacerse en que

,

pansivo deleite de el

el rostro

y

,

al

ven-

gustar el ex-

maternales, se infiltrara

veneno del rencor en su pecho

infantil

y de na-

tural impetuoso; así bajo el peso del tremendo y providencial castigo cae desmayada; y desencajada

abrir los ojos para horrorizarse

y convulsa vuelve á

del sangriento espectáculo

palabras,

su hijo

,

que

para menospreciar

la

la

rodea; y á articular

vida y maldecir á

y dolerse de que aquel brazo exterminador

quede suspendido sobre su cabeza. Lastimada en

la

honra doña María, se apresura

á alejarse del monstruo que ha llevado en su seno,

y pide amparo en Portugal á su padre, quien la recibe amoroso y después la mata con yerbas mal ,

,

pagado de su recato.

¡

Mujer de

doña María! nacida para

la

infausta estrella la

virtud, y depravada por

108 haber reconcentrado sus mejores esperanzas en

de sus odios; magnánima en

satisfacción

peridad y flaca de ánimo en

y vengativa

,

,

infortunio; ultrajada

el

hijo

,

la

saña de su co-

la

sangre de su rival indefensa y insensatez del furor entiende que su

vertiendo

poseída de

pros-

espera un año y otro año hasta que

su esposo muere: y desahoga

razón

la

la

;

,

cruel desde la infancia por sus lecciones

de mostrarse benigno en zonarla.

Su desengaño

la

,

de

es grande: solicita perdones

dama, despedida como

Castilla

,

y

ella del

ser mediadora entre los hijos bastardos ,

;

y

procura el legí-

y únicamente consigue añadir

incentivo á las revueltas. ¡Mujer sin ventura!

esposo la

la

asesina

abandona: su hijo ;

y

al

la

tálamo regio

se la arrancan de los brazos

timo de D. Alfonso

ha

mocedad por no desa-

y nada pueden sus ruegos: anhela consolar á triste

la

censurarla

la el

Su

desacata; y su padre

historiador

,

no puede

excusarse de compadecerla.

Pocos meses sobrevive dición de Toro;

y

sin

reina

madre á

embargo no

ver á su hijo multiplicar súplicas de

la

la

ren-

fallece antes

de

las ejecuciones, eludir las

Fernandez de Hinestrosa cansar ,

la

pa-

ciencia de sus vasallos y correr desalado á su ruina.

Acósale de continuo

la

sed de sangre, y en ver-

terla sin tasa consisten las alegrías

de su victoria.

Los Garcías de Albornoz evacúan á Cuenca, y se meten en Aragón con D. Sancho el conde D. En:

109 rique solicita seguro para partirse á Francia

que se

otorga

le

y aun-

,

necesita torcer camino por no ser

,

víctima de las asechanzas de su hermano. D. Tello sigue en Vizcaya,

con que

y

en rehusar

acierta

brinda repetidamente

le

solo espera su venida para segar

cabeza y ,

las

de

los infantes

drique, y de D. Juan de

el

monarca quien ,

de un solo

aragoneses

la

,

entonces se limita á asesinar ,

á dos hombres de

la

tajo

,

su

y de D. Fa-

Cerda, caudillos de

sedición de Toro. Se le frustra el designio

neo

perdón

el

la

y por después de un tor,

servidumbre del maestre

de Santiago. D. Pedro ni olvida ni perdona; es

contumaz é

inexorable: astrólogos de raza hebrea pueblan palacio fos

y

,

su

y pronostican á coro los maravillosos triun-

las

espléndidas grandezas que le depara su

destino. D. Simuel Leví acaudilla aquella turba de

advenedizos, que labra su propia ventura vatici-

nando

la

ajena

:

además adula hábilmente

de atesorar riquezas que consume nándole de oro tres

castillos,

y

limiento. Cada vez se estrecha

enlaza

al

rey y á

la Padilla:

mas

ansia

soberano

al

así

el

dura en el

,

lle-

el

va-

vínculo que

dos hembras, doña

Constanza y doña Isabel, aumentan su prole. Al

amor de

desús

la

manceba

sacrifica D.

Pedro

el

bienestar

vasallos, su propia reputación

y su ventura. y hasta su concupiscencia y su codicia; menos su sistemálicíi

ira.

todo

lo

rinde á las plantas de aque-

lio hermosura seductora. Muertos yacen

lia

vagan

,

ó zozobrosos se esconden

sin augurar

reposo: queda

ó huidos

los rebeldes

nace

subsiste la causa del disturbio:

,

la

;

pero

paz; pero

rey vencedor; pero

el

reincide en los desórdenes que le precipitaran á ser vencido. Nadie

dan

fia

del

que jura solemnemente; de nadie, porque

mas

tener á los

menta de

que

y

fortifica los

el

soberano

y acrecientan

,

miedo de

los

su alma á

versos

y

,

y á

la

la-

el

desgobierno

clamores, y las malas artes de los

mente ó por armas salla

el

á

perseguidos alimenta

la

revuelta.

la

rey se subleva contra

el

acostumbran

que producen

,

ambiciosos no cesan de incitar á

su parte

fiar

por traidores. Castilla se

leales

la agita

postra;

monarca puede

ni el

los bastardos le

los vicios del

sobresalto la

porque abun-

,

ejemplos de que viola sin escrúpulo aquello

los

que

monarca

el

Por

que blanda-

opone á sus gustos; y ava-

se

suspicacia con

crueldad con que

que viven

los per-

mandan y gozan

se vengan los tiranos.

Aun quedaba manera de visiones no

menos encarnizadas

en reinados anteriores y ,

ciguarlas allá

de

páginas

,

la liabian

destrozado

supieron apa-

los príncipes

llevando á sus promovedores á pelear

las fronteras. la

salvación á Castilla: di-

mas

Abrase por cualquiera de sus

historia de la

reconquista

,

y se verá á

grandes, medianos y pequeños olvidar sus enemistades en frente de las huestes contrarias, y

compe-

111 tir

en valor y en patriotismo y morir sobre un mis,

mo campo

,

ó vencer á

sombra de igual bandera.

la

Es cosa fuera de duda que en ,

los siglos

medios

la

guerra exterior sosegaba mas eficazmente que nin-

gún recurso de

mejor entendida

la política

cordias intestinas de las naciones. lo tenía la castellana

religión

En

,

las dis-

su propio sue-

enemigos irreconciliables de su

y de su independencia; y en

la fértil vega de Granada crecían laureles para acabar de entrete-

jer la triunfal corona con la

que

el cielo

galardonaba

constancia heroica de los descendientes de Pelayo,

del Cid y del vencedor en la las

memorable llanura de

Navas de Tolosa.

Un

accidente impensado hizo que

guerra contra

la patriótica

los musulmanes se tornara en lucha menos popular contra los aragoneses. Estos se halla,

ban en pugna con

república de

la

con vínculos de aliados

uno de

los almirantes

Genova y unidos

rey de Francia. Llevábale

al

de Aragón oportunos socorros

en diez galeras y un leño y navegando á vista de ,

las costas

tinas,

y

andaluzas

las

,

dio caza á dos naves placen-

apresó en Sanlúcar de Barrameda, so-

color de pertenecer á genoveses las mercancías con

que iban cargadas. Esto sucedia á tiempo de holgarse por las aguas del Guadalquivir D. Pedro de Castilla.

Ofendido de

la

irreverencia á su persona,

requirió al almirante Perellós á soltar la presa con la

amenaza de

confiscar los bienes de los mercade-

112 residentes en

catalanes

res

Nada pudieron sus

justas intimaciones, pues

rino aragonés zarpó de Sanlúcar

naves y de arrojar

las

que para



ciudad de Sevilla.

la

mar

al

la

,

el

ma-

después de vender

parte del cargamento

no quiso.

Reparación necesitaba aquel agravio evidente. consecuencia del tratado de paz ajustado en

i

A

352

por diez años entre los monarcas aragonés y castella-

no este se habia obligado á observar ,

lidad respecto de las naves de

estricta neutra-

Aragón y de Genova

que, persiguiéndose unas á otras, buscaran abrigo

en sus puertos

,

donde naturalmente no debian hos-

de modo que

tilizarse;

contravenido á

lo

el

almirante aragonés habia

pactado por los dos reyes. Sobre

no hubo diversidad de opiniones en

esto

del de Castilla

pero variaron en

;

ventilar el caso con ciaciones. Al

armas ó por

lo la

el

concerniente á

via de las nego-

primer dictamen se arrimaban

dos no tan amados á ,

lian serlo antes

,

la

sazón por

consejo

el

rey

los vali-

como

so-

y creidos de que volverian á cap-

tarse su predilección de lleno

si

se

movian

hostili-

dades; los proceres, militares natos, que veian en la

guerra su ocupación

prelados

,

,

su solaz y su fortuna

que á trueque de que no se

les

;

y

los

antepusie-

ran los grandes en poder material, ni en ituportancia

política ni

en riqueza, se encontraban siempre

dispuestos á empeñar ó vender sus mitras. Del se-

gundo parecer eran

los

letrados, precursores legí-

115 timos de los hombres les

liá])iles

en diplomacia

los cua-

,

cntendian que aquel asunto se podia conducir

á buen término por maneras apacibles con honra de

y sin deslustre de su monarca

Castilla,

y los con-

;

cejos de las ciudades y villas desjiobladas por los

horrores de

la

última peste, empolirccidas por las

violencias de la sedición y del mal gobierno

nazadas ahora con nuevas exacciones

vengar un ultraje de

fácil

raba sinceramente. Pero

tratándose de

,

composición

el

rey

y ame-

,

,

si

se procu-

que escuchaba tan

,

opuestos discursos, era joven de veinte y tres años,

de ánimo belicoso y de gran

que inflamase su pecho

el

bullicio

y anhelaba

,

imponente son de clarines

y alambores, y romper lanzas, y hundir yelmos, y derribar jinetes, y abrirse calle por entre apiñado

dó peones con

tropel

pomo de

,

las

y empañada batallas.

los

los

,

espada enrojecida hasta

armadura por

rica

la

Remontándose

elevadas regiones de

entusiasmo

la

lo

,

pues

maravilloso

el

,

á

el

polvo

el

las

mas

vuelo de su

quiso probar armas y sobresalir entre

mas hazañosos y ascender á la inmortalidad de mas experimentados en las lides.

Un

alcalde de corte, Gil

Fernandez de Segovia,

fué á desafiar á D. Pedro IV de

D. Podro

I

de

Castilla.

damente, dado que

si

A en

Aragón de parte de

desafiar decimos deliberael

proposiciones aceptables en

inensaje la

se contenian

esencia para

el

narca aragonés, tornábanse en irritantes por 8

la

mofor-

114 ma. Pretendía

rey de Castilla que

el

í^ado el almirante Perellós el

y

,

le

fuese entre-

responsable del insulto;

rey de Aragón se manifestaba pronto á oir

al

acusado, y á juzgarle de manera que se diese por

contento

soberano quejoso de su audacia. Para

el

mas enredar

disputa traia á cuento D. Pedro de

la

Castilla otros agravios

que se rozaban con algunas

órdenes militares de Santiago y Calatrava, y D. Pedro de Aragón se avenía á satisfacer

encomiendas de

en este punto

las

al

que á todo trance se empeñaba en

ser su enemigo.

De

Aragón

belicoso gozaba también el rey de

justo renombre;

mas

soldados en Cerdeña,

hueste alguna en

tenía empleada la flor de sus

y no

cuadraba distraer

le

las fronteras

de

Mal de

Castilla.

su grado se encendió una guerra de cuatro años;

guerra sostenida por mar con ventaja de los ara-

goneses el

,

y por tierra con gloría de Castilla

monarca invasor contaba por aliados á

tugueses y á los moros, y territorio, á los bastardos

todos los

castellanos,

el

del jefe

de

por-

que veía invadido su

que por huir de

la cristiandad,

los

de D. Alfonso XI, y á

abandonaban sus hogares; rumpida varias veces por

en que

;

guerra la

en

muerte,

la

fin

inter-

influencia civilizadora

que,

allí

donde

se sus-

citaban querellas entre sus coronados hijos, envia])a

mensajeros celosos á establecer treguas, cuan-

do no podían asentar definitivamente

las

paces.

H5 Durante aquel período sustenta

el

combate

Pedro de Aragón

en

fatigable el cardenal

al

da y que le sujeta á el monarca aragonés

la

y don

,

sus dominios. corre inle

man-

muy

rudo trabajo porque ,

la facilita,

cede

el

si

príncipe caste-

de continuo: este la

última que se le

súbito destruye lo adelantado lentamente;

:

cardenal

dumbre

Castilla

negociación de que cui-

añade siempre alguna demanda á

y

ajeno

ejército del otro

llano la embaraza: aquel

el

de

de Bolonia. La caridad

perseverante en

otorga

Pedro de

territorio

pierde parte

Del ejército del uno

tiene

D.

,

,

,

manse-

revestido de paciencia y de

se dedica á comenzar de

nuevo su santa

obra de amistar á

los

ninguno de

y siéndole imposible extirpar

ellos;

dos príncipes sin desdoro de los

rencores, logra repetidamente con su fervorosa elo-

cuencia que los capitanes se retiren de los campos

de

batalla

y platiquen juntos, para buscar

los

medios

de vivir en adelante concordes. Por desgracia,

la

guerra

exterior no

ahora avenencia ni tranquilidad entre

produjo

los castella-

nos. Al principio trajeron sus fuerzas

al

servicio

del rey D. Pedro, juntándolas con las del infante

D. Juan, y las de D. Fadrique y las de D. Juan

de

la

Cerda, otros

dos

señores, que

animados

de patriotismo, deponian su recelo ó su saña. Don Tollo con

sus vizcainos, y D. Fernando de Cas-

tro con sus gallegos, engrosaron la hueste invaso-

ra

par que

al

,

conde D. Enrique venía de Fran-

el

á recil)¡r sueldo de D, Pedro de Aragón, á cuya

cia

merced se iba

fin

al

infante D.

el

hermano. Era de esperar que lla

dara mas de

dados

las ofensas

trucción de las naves;

templado valor

y

,

para estragarle

el

le

de su

,

activi-

llevaba á

para acelerar

cons-

la

á las aguas de Barcelona,

para combatir á su enemigo; y cia

no se acor-

y que, pren-

de Aragón

las fronteras

atarazanas de Sevilla,

las

,

su

,

Casti-

campaña, y de su prodigiosa

la

dad, que de

las lides

anteriores;

los vasallos de' su bien

destreza en

monarca de

el

desfogando sus ímpetus en

,

Fernando

de Mur-

al territorio

de Valencia, acabaran

fe-

lizmente por olvidar las antiguas quejas, y por obligarle en fuerza de lealtad

á variar

de costumbres

,

de amor y de respeto,

y á reinar sobre

los co-

razones.

Pero D. Pedro de

Castilla dio

margen á que

malograse aquella ocasión brillante de dar lo

pasado y de ilustrar para

moria.

Muy

luego se

y D. Juan de

le

magnates fuerte

el

,

el

le

esposa del

condenó

me-

honor de doña Al-

primero de estos dos

cual se pasó Á los aragoneses. Hízosc

segundo en su

vencido por

venidero su

Cerda, agraviados de su persis-

la

,

olvido

desertaron D. Alvaro Pérez

tencia en querer atrepellar el

donza Coronel

lo

al

se

el

el

castillo

concejo de Se\iila.

rey

,

de Gibraleon. y fué

A

pena de muerte

despachando á uno de sus

ba-»

H7 llesteros

desde Aragón

ejecutase

la

'c

á Andalucía, para

que

sentencia sin demora. Poco después se

presentó doña María Coronel A solicitar

don de su marido

y

,

monarca tuvo

el

de requerirla de amores, y

la perfidia

dad en que

de que no

estal)a

el

per-

insensatez

la

de engañarla,

entregándole una cédula de indulto, por

tiempo.

so

liahia

la seguri-

de

llegar á

Es fama que mas adelante quiso insultar

de nuevo

el

dolor

y

honestidad de doña María,

la

y que esta, para conservar su viudez pura y vencer la

sensualidad del rey, supo inmortalizarse, con-

virtiendo su agraciado rostro en una horrible llaga.

doña Aldonza

Frágil

,

la

roina, consintió en salir de

hermana de aquella heun claustro de monjas,

donde habia recibido cariñosa hospitalidad su y se

abandonó en

Sevilla

de D. Pedro, que

á

á

las

sazón acababa de celebrar

la

tregua de un año con los aragoneses. auspicios

recato,

volcánicas pasiones

comenzó aquella dama

Bajo tales

á ganar tanto favor

con sus liviandades que puso en inminente riesgo ,

fortuna de el

del

la

Pa(hlla.

monarca, sino

((ue

No

.solamente

lle^ó

la

dejó de verla

á su rival

á

la

torre

Oro con guardia de caballeros de su bando y la corle. Sus órdenes debia

con dominio absoluto en

obedecer sumiso

1).

yor de Sevilla; y conducto, fue

la

Enrique Enriquez, alguacil ma-

la

primera que expidió

j)or

aquel

de prender á Juan Fernandez

tle

Hinestrosa, vuelto de Portugal de tratar negocios,

118 para cuando finalizase

en

visitar

el

tregua, y en ocasión de

la

alcázar á su acongojada sobrina.

como supo aquel encarcelamiento,

luego

fuga D. Diego García de Padilla

la

,

se dio á

único personaje

de aquel reinado á quien se puede aplicar

de cobarde. Dos dias no mas duró

ficación

Tan

la

cali-

la pri-

vanza de doña Aldonza desde que se aventuró á

osadamente: D. Pedro se arrepintió

ejercerla tan

de haberla llamado á Carmena, donde se divertia cazando; y

punto envió cartas afectuosas á

la

antigua manceba, soltó á Hinestrosa, detuvo en

la

huida al

al

maestre de Calatrava

al

y volvieron

,

las cosas

pésimo estado que tenian" antes. Sin embargo, comenzaba á renacer

para

nación castellana

la

rebeldes contumaces:

:

el

sosiego

fuera de ella estaban los

los arrepentidos

se

habían

acreditado de leales asaltando los muros de Tara-

zona

:

sangre vertida en Medina del

la

Toledo y en Toro testificaba que ,

de

,

una

ni

soberano.

el

sola fortaleza hacían

De que

,

sin ofrecer

sola

armas contra

este era el único sedicioso

se mantenía en el reino

,

levantamiento

no habia quedado impune: ni una

la liga

ciudad

el

Campo en

que

ningún holo-

causto en las aras de la concordia, protestaba en

muy

voz

muda

ca

privada de su libertad en

,

Ahora la

la

,

pero

elocuente

necesidad no

conveniencia

le

le

el

,

la

reina doña Blan-

alcázar de Sigüenza.

impulsaba á ser rigoroso;

aconsejaba atraerse amistades; y

H9 la justicia

le

imponia á

mesurado en

ser

lo

menos

obligación de

la

coyuntura mas favorable para

la

desenvolver su pensamiento de gobernación

,

si

bue-

no ó malo cabia alguno en su mente.

Con sano propósito y prolijo estudio, nos dedicamos á investigar los designios políticos de D. Pedro de

Castilla

las horas.

á quien

,

y nos duele haber consumido vanamente

Señor de vidas y haciendas se ,

de sus

las

quitaba

Máxima con

la

que

se educaba á los caballeros de aquel siglo era,

que

le placia

vasallos.

se guardasen del rey al

mismo tiempo de

servirle,

por semejarse al león que jugando mata é burlando

y que no entrasen en su casa cuando estuviese airado. El hijo legítimo de D. Alfonso XI

destruye;

lo

los

estaba siempre

campos de

;

y

batalla

resplandecía

si

,

como héroe en

y se agrupaban todos en der-

redor de sus pendones, no disminuía su ingénita saña cuando se sosegaba algo vallan

le

la

contienda, y los que

dejaban solo; y

si

alguno olvidaba

la

docta lección que habia aprendido en su infancia y llegaba cerca del trono tal vez á rendirle los tro,

feos la

de una victoria, pagaba su indiscreción con

vida.

Ajeno

él

rey de Castilla á

las

expansiones ge-

nerosas, habitual alimento de los corazones juveniles,

le

punzaba

el

recuerdo de su

prisión

en

Toro, y no podía tolerar que alentase ninguno de los

que en

ella

fueron parte. El maestre D. Fadrí-

120 que

,

vencedor en

frontera de Murcia

la

Sevilla á invitación

de su hermano, sin

sospecha de que

aguardasen peligros.

le

le

recibió con afabilidad

que en

la

acudió á

mas

solícito al

le

leve

Pedro

I).

y hasta con ternura

disimulo

las artes del

Oyéndole preguntar

,

,

,

por-

aventajaban pocos.

maestre pormenores

de su última jornada, y prometerle buen hospedaje, donde se repusiese de la fatiga, nadie hubiera imaginado

que

furor en su pecho y

el

destinaba para víctima con

le

la risa

en sus

labios.

habia descubierto esta intención malvada D. Juan

después

con

el

su primo

,

al

como también

,

bastardo D. Tello, á

la

fin

al

de agraciarle

señorío de Vizcaya. El infante aragonés, in-

por su propia

mano

al

que aplaudió y admitió se le trocó en pesar inftmte,

el

,

sumasen aquella obra. salir el

le

demostró

la

su semblante,

monarca y

cámara

el

soberano con gozo, que

por haJjer desistido de cum-

faltarían ballesteros

Y

,

la Padilla,

piedad de su alma en le

que con-

no faltaron en efecto; que

maestre de saludar á

al

matar

maestre D. Fadrique; oferta

advertido oportunamente por

un hidalgo de que no

del

infante

de asesinar

flamado de gratitud, se habia brindado á

plírsela

Antes

la

cual

la tristeza

de

llamaron dos cal)alleros de parte

siguiéndolos obediente

real pusieron

Icj^

,

en

la

misma

manos en su persona

los

López de Padilla, Juan Diente y Ñuño Fernandez de Roa; y enarbolaron sobre su

ballesteros Pedro

121

En

cabeza las pesadas mazas.

balde corrió

y ágil de miembros, se defendió

al patio del alcázar,

largo tiempo á saltos de los golpes

que

sus verdugos, y pugnó por sacar

espada

en por

la

gabán y trabada de una correa

el

hubo de sucumbir en

fin

Luego que

lucha.

duvo por

el

vio su

le

solia

le

al

asestaban ,

revuelta

talabarte:

tan desigual 6 iníjime

hermano en

tierra,

en busca de alguno de

palacio

vidumbre que

maestre

el

acompañarle:

al

an-

la ser-

cabo de inútiles

pesquisas descubrió á su hija doña Beatriz en los

brazos de Sancho Ruiz de Villegas del maestre

,

que

raba librarse de

amparo de

al

la

la

camarero mayor inocencia procu-

injusticia. El rey hizo

rancaran de los brazos

maba

,

protector escudo

la ,

tierna niña,

que

que

le

le

ar-

for-

para asesinarle por su pro-

mano; y vuelto adonde yacía el maestre, sin haber exhalado aun el postrer aliento, alargó su

pia

puñal á un camarero para que

le

dose en seguida á comer

mismo con

allí

rematase, poniéninfernal

deleite.

Erízase bla la

mano

el cabello al

,

se revuelve la sangre y tiem-

estampar

la

relación de tamañas atro-

cidades, que no son sino preludios de otras ribles;

pero á vueltas de

en toda alma noble

gonando de

la

la

,

se

la

envanece

heroica lealtad y

mas

ter-

indignación que excitan

el

el

historiador pre-

pasmoso sufrimiento

nación castellana, oprimida por un príncipe

sanguinario, que cruzaba su extenso territorio de

12^2

frontera á frontera, sin hijos desenvainara

que uno

de sus valientes

solo

un acero libertador contra

el

coronado homicida. Diligente

marchó

el

monarca desde

Sevilla ha-

de Gamp(') á deshacerse del bastardo

cia Aguilar

D. Tello: salvó á este el hallarse de caza en ser avisado por

un escudero suyo de

monte;

el

llegada de

la

me-

D. Pedro y de la muerte de D. Fadrique; y

en un batel antes de que su feroz hermano

terse

diese vista

al

mar de

D. Juan pedia y esperaba el

como

le

fué prometido

tificaba la oferta,

Cuando

Vizcaya.

,

infante

el

señorío de aquella

tierra,

y mientras su primo

juntábanse los electores só

le

ra-

el árbol

de Guernica, y decidian no reconocer otro señor

que

rey D. Pedro. Instigados

el

por

sus ocultos

manejos formulaban este voto contrario ,

diente

,

al

preten-

á cuyas reclamaciones pusieron término

mazas de Juan Diente y Gonzalo Recio, y radora voz del rey de Castilla que

,

la

las

ater-

asomándose en

su posada de Bilbao á un balcón por donde acababa

de ser arrojado de orden suya fante, dijo á los vizcaínos:

el

cadáver del in-

«Catad ahí

al

vuestro

señor que os demandaba.» Después hizo que

varan á Burgos, y lo

arrojaran

que hasta

al rio

le

lo

depositaran en

Arlanzon

al

lo lle-

el castillo,

y

cabo de algún tiempo;

repugnaba á veces mostrarse piadoso

en conceder á sus víctimas sepultura. Juan Fernandez de Hinestrosa llevó

la noticia

125 madre doña Leonor

del asesinato del infante á su

remanecer en

Isabel de Lara al

y á su esposa doña

Roa, para conducirlas á Castrojeriz en calidad de

De

presas.

de

cerca le siguió el rey para apoderarse

donde

pasó á Burgos,

de ambas; y luego

los bienes

agasajaron sus sayones, activos en

le

ven-

garle del ya antiguo levantamiento á favor de doña

Blanca, presentándole seis cabezas segadas por sus

en Salamanca

cuchillas

en Córdoba

Villarejo

de Sálvanos y en

,

Hay hechos que con gados;

en

quedan juz-

ser referidos,

satánico artificio de interesar á los unos

el

sito

de nivelar bajo

y

inocente

al

;

la

;

el

dementado propó-

segur vengadora

la

ción de toda su familia

no haber honra

;

la

de Campó

se fatigaba

,

la

sorprendente

nuncio de

rito

el

un

príncipe,

por herir á otro en Aguilar

y derramaba en Bilbao á

,

sangre de su primo

;

proscrip-

semana de matar á uno de sus hermanos

en Sevilla

vina

el

desesperante fatalidad de

vida seguras;

ni

sí la

presteza de las continuas correrías de la

culpable

al

horrenda máxima de arrastrar

asesinato de un individuo detrás de

que á

en

,

de Mora.

el Castillo

homicidio de los otros

el

en Toro

,

la

,

muerte

en deleite

,

la

la

y era entre sus vasallos funeral ;

el

escarnio de la religión di-

humana

vilipendio de la dignidad

de convertir

ocho dias

los

liviandad en ley

los pronósticos

de

,

;

el

pru-

la avaricia

viles aduladores

carta blanca para intentarlo lodo

,

en

y la ferocidad en

124 sistema tas

en

,

calamidades son que no se han visto jun-

(¡¡astilla

antes ni después del soberano

á

,

quien

llaman unos cruel y otros justiciero.

¿Cómo hablan de conceder y

el

el

Fernando tregua

infiínte D.

conde D. Enrique su coraje hasta

ú

asentada entre Aragón y Castilla

(|ue espirase la

á un mismo tiempo

enconaba

les

la infausta

,

si

nueva

de haber sucuml)ido trágicamente sus respectivos

hermanos? ¿Qué fruto podian producir

los esfuerzos

conciliadores del cardenal de Bolonia

cuando ave-

,

nido D. Pedro de Aragón á expulsar de sus dominios á los bastardos, y á poner al almirante Perellós,

dado que se

le

enemigo

Pedro de

D.

condenase á muerte en manos de su ,

Castilla,

complicaba este

querella reclamando tierras de Murcia

,

la

formalmente

trasmitidas dos reinados antes á otro dominio? ¿Era

que se apaciguasen

posible augurar

los

ánimos po-

seídos de encarnizamiento, después de acibararlo

rey de Castilla asesinando á su

tia

doña Leonor

par que se la confiscaba en Aragón su hacienda á la viuda del infante D. Juan

y á doña Juana Tello?

,

hermana de

,

doña

Isabel

esta y esposa

¿De dónde aguardaba prosperidades

rano que, ensañado por

dez de Hinestrosa y por los campos le Araviana
río,

el

reino fué en su obediencia

Fernando de Castro, que estaba en

«Galicia, y la villa de

»y

el castillo

y seño-

Agreda y

el castillo

de Soria,

de Arnedo y Logroño y San Sebastian ,

»dc Guetaria.» Por consecuencia los sucesos, magistralmente referidos por

el

mos

,

estas últimas líneas

uno de al

los

muy

cronista de quien copia-

cronista de aquel tiempo y

pocos castellanos que acompañaron

monarca legítimo hasta su expulsión absoluta del

reino

mes

,

vinieron á confirmar

la

corteza de los infor-

recibidos y la exactitud de los cálculos formados

por ü. Enrique en Calahorra. De Burgos se movió

el

bastardo, y los habitantes de los lugares por donde transitaba con sus huestes

,

le recibían frenéticos

de

gozo, y los caminos se poblaban de gentes campesinas y montañesas que le

colmaban de bendicio-

161 nes.

En

la

ciudad do Toledo entró como en triun-

fo;

en

la

de Córdoba concejo

procera to y

el

presentó un

dia

dumbre acudió que hasta

muy á

umbrales de su

En

¿

de

á porfía

de

y

,

tarde no

la

muche^-

tal

aldeas y villas,

las

pudo

pisar los

palacio.

virtud de qué títulos cenia una corona

empuñaba un

el

cerca de la de Sevilla se

:

de mañana

festejarle

tres

las

agasajaron

le

y ascendia á un trono

cetro,

el

y conde ,

D. Enrique? ¿Debia la dignidad de rey á su nacimien-

to? ¿Se la habian conquistado sus virtudes?

hazañas?

cibia en galardón de sus

¿La re-

responder

Si al

nosotros al llamamiento de la Real Academia Española

,

haciendo

de D, Pedro de

ecoámen

el

Castilla,

hislórico-critico del reinado

no tuviéramos necesidad de

dar cierta extensión á nuestro trabajo; járbitros

si

de reducirlo á compendio después de cote,

jar detenidamente historias con historias sificar fijar

fuéramos

,

y de cla-

documentos, y de descifrar manuscritos, y de

bien los hechos

y de dilucidar con pulso

,

las

opiniones, hubiéramos emitido la nuestra en una cuartilla lo

de papel

que exige

A

el

,

muy

ciertos de

no

callar

nada de

buen desempeño del asunto.

mediados del

siglo

decimocuarto

,

hubiéramos

grandes y pequeños eran monárquicos en Castilla ninguna de las clases del esta-

dicho sencillamente

,

:

do disputaba á

los

reyes

la

posesión del trono;

si

al

heredarlo eran menores, los proceres acostumbraban

1G2 Á formar bandos para destruir á los regentes y

nom-

brar otros á su gusto; pero una débil mujer, llamada

doña María de Molina, á quien no reconocia Roma por reina, ni por esposa ni por madre, habia conservado á su hijo D. Fernando IV y á su nieto don Alfonso XI los estados, cuya posesión les cupo siendo

niños

:

solo con apelar á la alianza

aquella

de

las ciudades,

renombrada heroina sofocó en dos

distintas

ocasiones las revueltas, é hizo prevalecer su causa.

Por legítima herencia subió posteriormente

al

trono

un príncipe llamado D. Pedro á

la

años: era biznieto de

gobernadora que ha-

bia

amparado

la ilustre

la justicia

seis

de sus antecesores D. Fer-

nando y D. Alfonso. Todos sus fidelidad

edad de diez y

vasallos le juraron

espontáneamente y solemnizaron su adve,

nación castellana

la afrenta

adhesión á sus reyes:

ban ambiciosos;

si

si

No

mancillaba á

la

de ser inconstante en

la

nimiento con grandes regocijos.

los

magnates se insolenta-

los sacerdotes

hacian valer sus

franquicias terrenales, el trono y el estado llano po-

dían

mas que

la

aristocracia

y

unos hombres de Oriente, enemigos de del Crucificado

,

y de

la

la religión

independencia del país

cuyos anales resplandecian con letras de oro bres de

mancia en

la ,

los

,

en

nom-

heroica Sagunto y de la celebérrima

Nu-

después de haber evacuado mal su grado

seis siglos

torio

Además

el clero.

de encarnizada contienda todo

que se extiende desde

,

la falda

el terri-

de Govadonga

165 hasta las márgenes del Guadalete

ban á

los castellanos

todavía insulta-

,

haciendo ondear sus banderas

,

sobre los muros de Granada. Contra ellos y detrás

de sus reyes patriotismo

,

,

marchaban

hombres buenos de

,

la

pos

exaltados de

,

las

los

de

,

ciudades junto á :

;

y á

los trajinantes

y

,

cedía

y

al

el

allí

dejaba so-

no tropezaban en los

mortífero estruendo de los combates

ruido vivificador de los talleres. Pues

el

cam,

su-

prín-

cipe llamado D. Pedro, que reinaba legítimamente

podia oponer á

denuedo de

la

bendecido

,

,

y

soberbia de los grande señores el

las fieles

de aquellos contra

y vencer glorioso

y

fron-

la

par que

la

caminos con salteadores; y reverdecían ;

poblado-

los castillos

nobleza inmarcesibles lauros

segar á Castilla los

fe

los rebeldes

tera olvidaban sus disensiones

adquiría

de

y compitiendo en bravura

res de los monasterios los

llenos

ciudades

los ,

,

y

utilizar las fuerzas

hombres venidos de Oriente,

y morir llorado

,

y sobrevivir

fué destronado en su edad viril por

un

conde á quien decian D. Enrique. Este conde era ,

hermano de aquel monarca, y primer

fruto

de

la

in-

constancia conyugal de D. Alfonso XI; para que alegara algún derecho controvertible á la corona bía preceder el exterminio de todas las

ramas

,

de-

legí-

timas y bastardas de los príncipes reinantes en Ara-

gón, y en Portugal, y en Castilla: hombre sin cora-

zón y de índole traidora, habíase unido íntimamente en rebeldía contra su hermano á una mujer renco-

164 rosa

la

,

madre de su

cual le acababa de dejar sin

:

barbarie daba terrible testimonio algún pueblo re-

ducido á cenizas por ser enemigo de sus rebeliones:

mas de una vez habia esquivado manifiestamente peligros, ausentándose de las plazas fuertes iba á ser cercado

,

y encomendando

la

los

donde

defensa á dé-

biles mujeres: desleal con su rey y señor, hizo des-

pués armas contra su patria: mañero y ambicioso tuvo gran parte en que

el

soberano aragonés asesi-

nara á un infante y á un gran valido; para que no

tomase

le

das pretensiones:

mora de das

:

valido, para que no fuese re-

al

patricio

,

armaba revueltas mal

ventajas personales: ciones con

el

delantera en sus infunda-

la

Carecia de virtudes públicas y priva-

ellas.

mal

al infante,

hijo, ni

solo por lograr

aun paliaba sus

trai-

anhelo natural ó fingido de vengar

la

muerte de su madre mal hermano jamás tenía con:

,

tentos ni á los que le daban este título cariñoso, por

de

traer su origen

poso

,

se distraia

la

en

misma bastarda cuna; mal

festejar á

mujeres de baja estofa, que prole. ni

No

le

morales que fascinan y exaltan ,

principales

las la

prendas

la

físicas

imaginación fo-

pues hasta su valor distaba de

meridad, no menos que

y á

plagaban de ilegítima

adornaba ninguna de

gosa del vulgo

la

le

damas

es-

la te-

pequenez de su cuerpo de

estatura con que suele engalanar á los héroes una

preocupación tan admitida como disculpable. Evi-

dentemente

el

conde D. Enrique no estaba llamado

1G5 por sus derechos hazañas,

ni por sus virtudes

,

ni por sus

,

trono de un puelDlo, defensor vigoroso de

al

legitimidad de sus reyes y de la independencia de

la

Para usurpar

sus ciudades.

la

corona,

ayuda una banda de extranjeros

mayor

parte;

y sin embargo

por excelencia

,

la

,

facinerosos en su

nación castellana

historia

lante del conde usurpador

,

doblaba

leal

y

,

le

de-

la rodilla

saludaba con loco

entusiasmo en Burgos, mientras maldecía le

,

é independiente desde los tiempos

mas oscuros de su

no legítimo y

en su

trajo

al

sobera-

arrojaba oprobiosamente de Sevilla.

Nunca hubiera triunfado un

traidor

como

D. Enri-

que, á no ser D. Pedro universalmente aborrecido:

nunca fuera execrado D. Pedro, á no haber fatigado con feroces desmanes y horrendos crímenes, ciencia de

La

una nación tan sufrida como

victoria facilísima

,

la

pa-

la castellana.

instantánea y explendente de

D. Enrique da la cabal medida de lo que fué el rei,

nado de D. Pedro.

A .

estas consideraciones

buena voluntad

el

hubiéramos limitado de

trabajo á que nos convida la docta

y venerable asamblea* guardadora de lengua patria

de

la

mente

,

sin

:

que disminuyéramos

,

la

de

la

ocupación

nos ahorráramos casi por completo

déla pluma; y cuando no por je

los tesoros

lo castizo del

la

lengua-

quizá disputaríamos dignamente por la elocuen-

cia del discurso

sed de gloria.

,

el

lauro que ansia nuestra insaciable

V.

Montíel.

¡Solo vulnerando los fueros de

muchos

explica que

por espacio de cinco

ma que nada

escritores

sana razón

la

,

se

hayan ido dilatando

siglos, la solución

tiene de intrincado.

Y

de un proble-

es bochornoso

que después de haber esclarecido afamados varones con diligente

crítica

y argumentación severa

chos referidos por testigos oculares

,

los

he-

y embrollados

por sujetos de tiempos posteriores y de escasa nota, se persevere todavía

ma

en limitar una cuestión de su-

trascendencia á raquíticas proporciones. Delante

de nuestros ojos se extiende llano y expedito

mino de

la

verdad

,

el

ca-

y fuera insensatez que buscara-

168 mos ¡

el

siempre torcido y escarpado de

la sutileza.

Dios nos libre de la tentación de pasar á nado un

rio

de hinchadas y revueltas ondas, dependiendo de

nuestra voluntad salir por un sólido y anchuroso

puente á

orilla

Pueril y hasta ajeno del

I

nos parece discutir

perdurablemente

D. Pedro fué cruel porque D, Enrique fué

si

traidor, ó

fué cruel cioso.

opuesta

común

sentido

sobre

la

si

D. Enrique fué traidor porque D. Pedro

y circunscribirse á este

,

círculo vi-

fatal

¡Pues qué! ¿Acaso eran D. Pedro y D. Enri-

que dos

atletas

,

y

un

Castilla

anfiteatro

bitantes espectadores indiferentes de

la

,

y sus ha-

lucha? ¿Por

ventura no trascendian mas que á D. Enrique crueldades de D. Pedro las

traiciones de D.

ni

,

mas que

á D. Pedro

Enrique? ¡Bien ruin

sería la

condición del que juzga los sucesos pasados

,

si

tomar partido por una de dos

se le violentara á

ó

las

mas personas que

se disputaron

un cetro

Re-

!

yes ó prelados, grandes ó humildes, los hombres

deben ser aplaudidos ó censurados según sus obras,

y con presencia de dadero ellas D.

de

,

las eternas

bueno y de

lo

máximas de

lo justo.

En

lo

ver-

virtud de

Pedro se nos presenta como un pérfido

tira-

no; D. Enrique como un usurpador astuto; Castilla

como un

jxieblo

pisa su suelo

que despierta de su letargo apenas

un pretendiente. Por

biera aclamado sin

ora D. Sancho

,

duda

,

libertador le

hu-

ora se llamase D. Tello,

en vez de D. Enrique; pues

el

espí-

169 ritü

de

la

pronta y voluntaria adhesión de todas las

poblaciones

en

el

mayor de

los bastardos

consistía

,

amor que infundiesen sus prendas

sino en

,

no

,

personales,

odio universal que se liabia granjeado

el

en justo pago de sus bárbaras

A

el

monarca la

al

manera que ninguna legitimidad

traer su origen de la fuerza

,

tropelías.

política

pretende

no puede ser

la fuerza

su único apoyo. Cualesquiera que sean sus nombres

y sus formas todos ,

taciones; ya

hemos determinado

quico en Castilla

1

sallos

,

las del

poder monár-

D. Pedro se atribuye la sobera-

si

nía en toda su latitud

vedado

poderes públicos tienen limi-

los

y supone que nada

,

puesto que trae su origen de reyes

,

le está

los va-

;

dejándole solo, no hacen sino hollar con

vigorosa planta la ilegitimidad radical de un poder absoluto.

Tan descontentos como

á sus subditos tenía

Pedro á sus aliados éranlo ya de D. Enrique

los so-

:

beranos aragonés y navarro:

punto

vasallaje,

Asegurada

la

y

el

el

granadino

portugués se

paz exterior

,

atendió

el

le

le

don

juró

al

hizo amigo.

bastardo á

la

de sus nuevos dominios y aun á riesgo de su segu,

ridad futura, licenció á casi todos los soldados de tierra extraña,

pagándolos espléndidamente, á

poner coto á sus rapiñas. En puridad, tan cara los castellanos la codicia

ralidad de D. Enrique; y

de D. Pedro como

la

fin

salía

la

á

libe-

no menor desconcierto

introducía en la gobernación del país por

de

se

Icnací-

170 dad de D. Pedro en no

que

poi' la

industria de D. Enrique en contentar á todos.

Domi-

satisíacer á nadie,

nado aquel por sus pasiones y este por sus necesidades, los dos hicieron descender sucesivamente

dignidad real de

la

altura

adonde

la

la

habia levantado

su augusto padre. Con todo, motivo fundado tenía

no arrepentirse de haber tributado va-

Castilla para sallaje á otro

soberano pues á

restañaba

sangre y enjugaba

la

,

lo

menos las

prendidas en abundante raudal de

D. Enrique

lágrimas, deslos

ojos

y del

corazón de innumerables familias que, enlutadas y

sumidas en

dad y

la

pobreza y en

la injusticia

mentos vivos de

Luego que trono

el

de D. Pedro

,

:

el

deshonra por ,

la cruel-

venian á ser monu-

ignominia de su reinado.

usurpador D. Enrique ascendió

quedaron sin ocupación

verdugos ó placia

la

la

los carceleros

y

al

los

bastardo no tenía enemigos ó se com-

en perdonarlos su clemencia y su popularidad :

en aquel tiempo son hcclios fuera de duda. Todo

el

reino le acataba: solo en Galicia sustentaba desobedientes algunas poblaciones su cuñado D. Fernando

de Castro

:

allá fué el

nuevo monarca y aquel magnate

se obligó á

no moverle guerra y aun á rendirle ho-

menaje

si

antes de la próxima Pascua de Resurrec-

le

socorria el príncipe destronado.

,

ción no

Para

el

cumplimiento de este plazo faltaban cinco meses; y

aunque

el

Castro sabía que sus compatriotas conme-

moraban cada vez con mas abominación

la tiranía

de

171 D. Pedro, tampoco ignoraba que en

Bayona de In-

glaterra se le había hospedado amorosamente.

De

Inglaterra se llamaba aquella población si-

tuada en Francia y cabe

porque de

la

las vertientes del Pirineo,

mitad del país estaba debajo del dominio

los ingleses,

acostumbrados á

primogénito del Eduardo

,

por

la victoria

el

á quien plugo inmortali-

zar sus amores con la condesa de Salisbury, institu-

yendo una insignia de

las

mas

ilustres

de Europa.

Casi desde los principios de la guerra capitaneaba ejército

de Eduardo

sobrenombrado ra.

su hijo

III

Negro por

el

Habia llegado á

el

príncipe de Gales,

el color

de su armadu-

edad privilegiada en

la

la

sin entibiarse el ardor juvenil se desarrolla

mente

la

madurez

el

que

en

la

del juicio: dechado de caballeros

templaba sus pasiones medía sus discursos y acri,

,

solaba su renombre, haciéndose esclavo de sus pala-

no quebrantando nunca

bras;

los preceptos

de

la

mas

exquisita delicadeza en sus obras; siendo rayo de

guerra contra

el fuerte;

lágrimas de gratitud

á

la petición del

reles

de

al

extremándose en arrancar

vencido é inclinando ,

,

la oreja

menesteroso. Orlado con los lau-

de Poitiers, y sin buscar descanso á

la batalla

la

dispuso que dentro de su

las fatigas

misma

tienda

fueran agasajados en un convite los principales franceses

,

cuya prisión era

triunfo.

el trofeo

mas señalado de su

Por su propia mano quiso servir á Juan

soberano de Francia; y como este

le

I,

impeliese á gus-

172 tar los regalados (lijo

manjares con que

aquel modesto y afable, que

buena razón de presuntuoso

si

hacía plato,

le

tildarían con

le

osara sentarse á

la

mesa de tan gran monarca y de adalid tan distinguido. Al amparo de un hombre que de tal generosidad hacía alarde hasta con los vencidos por su espada se ,

acogió

I>.

Pedro de

Castilla luego

que puso

de Francia avasallado á

el territorio

,

pié en

el

los ingleses.

Dos caracteres tan contrapuestos como príncipe de Gales y

el

de D. Pedro de

el

Castilla

no

hubieran armonizado un solo instante en otras cunstancias

mas

;

el hijo

de Eduardo

III

del se

cir-

correspondía

á su crianza, se ejercitaba en su profesión honrosa

y

su noble gusto

satisfacía

,

patrocinando á un so-

berano desvalido. Ocupado en vencer batallas y en los

desmanes de don

ellos sabía algo, los

consideraba fin-

aumentar conquistas, ignoraba Pedro, ó,

de

si

gidos por la enemistad ó abultados por la calumnia;

y de cualquiera modo

le

parecía la

mayor de

las sin-

razones que el cetro del rey legítimo de Castilla,

que imploraba su ayuda

,

estuviese á

la

sazón en

manos de un

bastardo. Así, previo el beneplácito de

Eduardo

se ajustaron bodas entre los

III

,

duques de

Lancáster y de York, sus hijos, y doña Constanza y

doña

Isabel

,

bastardas de D. Pedro

señorío de Vizcaya, al capitán

príncipe de Gales

el

Juan Chandes

ciudad de Soria

la

este prometió al

:

,

y á

los

demás,

pagas muy subidas; que jamás anduvo mezquino

175 en promesas y

el

;

príncipe de Gales se previno á

peñar todo su poder para restaurarle en

el

em-

trono.

Sabedor D. Enrique de aquellas estipulaciones y alentado por el buen espíritu de los castellanos que ,

,

le

acababan de prodigar recursos y de jurarle por

sucesor á su hijo D. Juan en las cortes de Burgos

,

y

acudían resueltos á sostenerle á costa de sus vidas,

no

se detuvo

en importunas perplejidades, ni se

abandonó á una imprudente confianza. Por de Roncesvalles amagaba proponian tiranizar á detestado

,

el

lado

invasión de los que se

la

imponiéndole un rey

Castilla,

cuya legitimidad accidental dañaba á

la

legitimidad permanente del sistema monárquico, ve-

nerado en nificado

y que de haber sido persopor muchos príncipes como D. Pedro, hulas

naciones

,

,

biera caducado siglos há

mundo no sometido asombro vio por

las

el

al

en toda

usurpador D. Enrique desembocar

el

las

huestes del príncipe

rey de Navarra se hubiese

comprometido á estorbarlas

el

paso de los desfilade-

donde en tiempos antiguos hallaron sepultura

célebres adalides

cadenada por

extensión del

vilipendio de la barbarie. Sin

montañas alavesas

de Gales, bien que

ros,

la

que en cien campañas tuvieron en-

la victoria.

la hostia

Carlos el Malo juró á D. Enrique

consagrada

,

pelear bajo su bandera

á D. Pedro ser á su lado en

podia hacer con su persona

la el

batalla

;

,

y

y como no

doble tráfico que con

sus juramentos, apeló al rastrero expediente de fin-

174 girso aprisionado por elin

en

el castillo

un deudo de Beltran du Gues-

de Borja.

Por aquellos dias Hugo de Cavreley

,

de

jefe

los

bandoleros que du Guesclin trajo á campaña, incor-

porándose llo

,

al

príncipe de Gales

,

de quien era vasa-

habia dejado un gran hueco en las

Enrique: á

la

hombres de armas y de multitud de ciudades.

En

lilas

de don

sazón estaban compuestas de cuatro mil milicias

socorro de D. Pedro acaudillaba

cipe inglés la flor de la caballería del

de

el

las

prín-

mundo:

sus

haces entre lanzas, flecheros y demás jinetes y peo-

nes ascendían á veinte mil soldados

dos y familiarizados con obrara

el

el

bastardo siguiendo

,

todos aguerri-

Cuerdamente

triunfo.

dictamen del rey de

el

Francia Carlos V, reducido á esquivar

la batalla

,

á

cortar los víveres al enemigo y á entretenerle con

emboscadas y escaramuzas, mientras

los franceses

se aprestaban á arrebatarle sus conquistas de allende el Pirineo. IMas

ñida con

la

á las veces la conveniencia está

cordura y no consiente

la

re-

menor espera

á la resolución de negocios de gran monta

,

que

lle-

vados por su natural camino no pueden tener mal paradero, y que, atropellados, suelen desenlazarse funestamente. Peleando los de Francia por sacudir el

yugo extrangoro

,

y

los

de

Castilla

garse de nuevo al de un tirano

gido como en una red

el

,

por no doble-

se viera al fin

co-

príncipe de Gales dentro de

Navarra. Esto deseaba Carlos V: no se hallaba don

Enrique en aptitud de satisfacer su buen deseo. Hábastardo

político el

bil

estaba en

el aire

,

comprendía que su corona

por odio á D. Pedro se

:

ceñido los castellanos

:

hablan

la

para asegurarla en sus sienes

debia mantenerlos libres de las ferocidades del príncipe destituido:

si

los castellanos advertían irreso-

lución en aquel de quien fiaban su defensa

mas

cogidos de miedo, y para no irritar

la

,

sobresed de

venganza de un monarca sañudo, se resignarían á abrirle sus ciudades

quedando

,

usurpador sin

el

corona.

Estas razones inclinaron á D. Enrique á jugar reino de Castilla en una batalla;

y con

A

este fin hizo ,

donde años

la

vanguardia

sus aprestos en las cercanías de Nájera atrás le fué contraria la fortuna.

el

puso á Beltran du Guesclin con mil hombres de ar-

mas desmontados en ,

la

derecha

tro

con

izquierda á D. Tello

el ala

marqués de Villena y

al

,

En

las milicias castellanas.

avanzaron

los

enemigos:

el

el

centro

,

el

,

en

cen-

mismo orden

duque de Lancáster ve-

nía á vanguardia, D. Pedro

ocupaban

él llenó el

el

príncipe de Gales

y mandaban

las alas otros capi-

y

tanes de nombradía. Por un excesivo punto de honra

no quiso D. Enrique pelear con ventaja; y despreciando

la

Najerilla,

que y

le

daba

salió

el

terreno

,

bajó á cruzar

el rio

á una extensa llanura junto á Na-

varrete. Allí los de Beltran

du Guesclin y

los del

duque de Lancáster chocaron tan reciamente, que

se

176 les

cayeron

y echaron

las lanzas

De

y á las espadas.

mano

intento se retrajo

guardia del príncipe de Gales; y

imaginando contrarios

,

llevarla vencida, se

y dejó

al

gana de menear acometieron

le

las

el

armas

,

van-

la

de D. Enrique,

la

metió mas entre los

descubierto

cuyo frente se encontraba D.

á las hachas

un poco

el ala

izquierda

,

á

con poca

Tello. Este,

se dio á la fuga apenas

conde de Armagnac y

el

señor de

Lebrech con tres mil hombres, quienes, no pudiéndole dar alcance

,

revolvieron á la carrera sobre la

vanguardia del bastardo, acosada también por

el ala

izquierda de los ingleses. Valeroso D. Enrique,

puso

la

ex-

vida por alentar á los combatientes y por

detener á los fugitivos

,

y agruparlos en rededor del

baluarte que hablan levantado deprisa algunos gas-

cones, matando los caballos y poniendo encima y á la

redonda maderos y

del

fardaje. Poi«no caer

en manos

enemigo como su hermano D. Sancho y ,

du Guesclin y

otros

muchos

caballeros,

escapar á uña de caballo D. Enrique

ya en

el

campo quien respondiese

y Sa7i Jorge con

el

de

Castilla

,

el

bravo

tuvo que

no habiendo

al grito

de Guiena

y Santiago.

Como no

hallase el príncipe de Gales al bastardo entre los ren-

didos ni entre los muertos, dijo que en nada tenía su victoria. Harto demostró D. Pedro ria

asir

de

ella,

el

uso que ba-

atrepellando á un caballero inglés, para

de Iñigo López de Orozco, y asesinarle por su

propia mano; y condenando á

la

misma

suerte á

177 otros

cuatro prisioneros,

aliado sometia á

mientras su caballeroso

un tribunal de honra

la

queja con-

tra un picardo, á quien encontraba de enemigo en

Nájera, después de haberle cogido en Poitiers puéstole en libertad mediante

un

no había satisfecho

mas

;

siendo lo

rescate

,

y

que aun

singular que el

príncipe de Gales escuchaba las razones del acusado

No

y hasta le absolvia de la nota de fementido.

excusen pues con

menes

la

se

rudeza de los tiempos los crí-

que delante de

del príncipe castellano;

los

de misericordia, y en

ojos tuvo siempre ejemplos

sus oidos resonaron de continuo voces amigas é in-

teresadas en aplacar su furia.

De muy pocos años databa ingleses

y franceses, cuando

lidiaban

les

i

30*7

arbitraje de sus

armas

que ninguno de ,

los

el

monarca legítimo y otro usur-

habian enseñado

para siempre

3 de Abril de

entre

primera vez unos con otros en

por

suelo castellano: -un

pador

el

la rivalidad

el

camino, poniendo

al

de un gran reino,

la suerte

dos merecía

,

y trasformándolo

de campo neutral en ancho palenque ,

donde aquellos pudieran dirimir sus

ulteriores é in-

terminables querellas.

Al par que D. Enrique cruzaba gonés para refugiarse en dro escribia

que tó

al

el

el territorio

de Francia

,

ufano D. Pe-

moro Benahatin nuevas de

le restablecía

en

el trono.

ara-

Sabiamente

la victoria le

contes-

aquel filósofo, no con viles y vanas lisonjas, sino

178 con saludables y profundos consejos. Pintura mas fiel

del reinado de

I).

Pedro de

tenida en aquella carta

na

lo sustancial

roboración de nuestras opiniones

boca del moro Benahatin atenerse

wque

la

,

de

con-

la

ella

conducta á que debia

la

el

en cor-

y señalemos por

legítimo de D. Alfonso XI

el hijo

no levantase mas cabeza

«No

que

no se encuentra en ningu-

,

Compilemos

historia.

Castilla

para que

,

bastardo.

tengáis en poco á las gentes, le dice, por-

humildad de

los

hombres no

es durable,

si

«no es voluntaria: cuando no temáis que se os suble-

»ven ))sus

los vasallos

,

temed que sean oidas en

los cielos

maldiciones; ó temed á lo menos por vuestra fa-

»ma; que

buen renombre

es

segunda vida. No pe-

wqueis de codicioso, porque

el

rey que intenta ade-

»

rezar sus reinos con la hacienda de sus naturales, se

«parece »

el

al

que quiere labrar sus cámaras con

los ci-

mientes de sus palacios. No persistáis en hacer vues-

»tro gusto, porque

el

que no sabe comprimir su vo-

domar á su enemigo; y si se emfornicio, que es la peor de las volun-

«luntad, no puede ))

»

bebeco en tades

,

el

pierde

el

entendimiento y

los sentidos

,

y co-

»bra mala nombradla, y daña sus generaciones, y es

«semejado á »de

la ley,

las bestias.

porque

la ley

No

despreciéis á los

es cosa general y verdadera,

» y el rey es su siervo y su guarda

«homenaje á «con desden

la ley, la

hombres

;

y como salvo su ,

no tiene juez que

mira, leciil{)an

las

lo

juzgue,

gentes de

si

men-

»

179 ))guado, no fian de sus palabras, y

«para gobernar

el estado.

«dades, porque »

el

»

inhabilitan

os deleitéis en cruel-

rey que usa de ellas,

grande escándalo entre

«delante de su paso

No

le

los

como á

mueve

suyos, y los hace huir

las

ovejas

el

lobo, y los

que excusen su provecho y logren su ruina. Además de reprender generalmente el moro al

incita á

príncipe castellano sus vicios con frases dictadas por la

amistad y llenas de energía

los límites del

respeto

,

le

,

que traspasasen

sin

individualizaba tres máxi-

aplicación inmediata para inaugurar el

mas de sistema

,

nuevo

cuyo espíritu se comprende en estas pala-

bras: «Sosegad los corazones espantados de vos

«dad á gustar á

,

de

la

la

ayuda de

«que adeudáis á trono

,

los extranjeros

par-

propiedad de las ponzoñas, que se be-

«ben por evitar peor daño;

»

así levantaréis

un muro entre vos y vuestros enemigos.

«Reparad en que «ticipa

y

gentes pan de paz y sosiego.

las

«Avenios con vuestros comarcanos y «sin costa

,

los

y, si para

satisfacer lo

que os han rehabilitado en

el

queréis sacarlo por fuerza de los comunes, os

«enajenareis el cariño de ellos; enflaqueceréis á los

«propios y

esforzareis á los extraños; y

mientras

«algo que daros quede, no contentareis su avaricia.

«Mostradles que os halláis en gran menester; que no «podéis apremiar á vuestras gentes tanto níais

«

poblado

el

te-

y que están frescas las llagas y país de enemigos. Guardaos de desahuciar

de costumbre

»

como

;

180 «sus pretensiones; pero dad largas

negocio, y

al

«sucederá una de dos cosas: ó se tornarán á sus "tierras, y esto es lo

«poder

De

permanecen mucho en

si

se debilitará su

Castilla.»

todos los avisos de Benahatin, solamente se

atuvo D. Pedro faltar

mas seguro, ó

al

que

le

ponia en proporción de

á sus compromisos por no desprenderse de su

amado

Todo habia

tesoro.

recompensas

cuando

al

demandaba

les

tar los pactos

Tocando

los

sido prometer dádivas y

príncipe de Gales y á

los

quebran-

auxilios: todo era

después

de conseguido

suyos

triunfo.

el

Santos Evangelios habia jurado D. Pedro

no matar á ningún hombre de cuenta en tanto que el

príncipe inglés estuviese á su lado

anteriormente se ensangrentó (le

batalla

,

,

á no ser que

hubiese pasado por sentencia

le

en algunos rendidos sobre

y propuso que se

le

el

,

y

campo

vendiesen todos

los

prisioneros castellanos; propuesta que rechazó digna-

mente que

el aliado,

los soldados

dinero del

que

contestándole, para

le

los

cederian

afrenta,

por ningún

mundo, convencidos como estaban de

los queria

florines

no se

mayor

para darlos dura muerte. Cinco mil

habia prestado

el

príncipe de Gales á

condición de que se los devolviera antes de la próxima

Pascua; y, á pesar de cumplirse la

el

plazo,

no

satisfizo

deuda. Aparentemente no puso dificultad en en-

tregarle el señorío

de Vizcaya; pero en secreto avisó

á los naturales que en ninguna manera consintiesen

181 en aquel

Chandos

la

Fernandez de

sello

el

la

pagados con

A

tales

demandara diez mil doblas

mas

Gran soldada debia á

que

dijo

se tuvieran por

muy

venir á Castilla.

amaños oponia

príncipe inglés

el

el

espí-

y letra de las escrituras otorgadas por D. Pe-

ritu

dro; y, recelándolo todo de su doblado porte

determino á entrar en Burgos para que

en

can-

el

joyas que hablan recibido en

las al

le

escritura.

todos los auxiliares;

bajo precio

negó á donar á Juan

se

ciudad de Soria; pero hizo que

ciller 3Iateo

por

Tampoco

trato.

iglesia

la

de Santa María

,

,

no se

las ratificase

que estuviesen

sin

sus soldados en guarda de una de las puertas. Delante del altar

mayor

se obligó el rey á pagar á su

aliado quinientos cincuenta mil florines

que

le

adeu-

daba por mitad y en dos plazos de cuatro meses ,

,

el

primero y de un año

el

2 de

Mayo de

Muy

1

el

segundo. Esto acontecia

367.

á satisfacción del príncipe de Gales

,

y so-

color de avivar en persona la cobranza de los tributos para

desempeñarse de sus obligaciones

,

se partió

D. Pedro de la ciudad de Burgos. Aquel varón do

levantados pensamientos no tardó brir

que habia tomado

la

mucho en descu-

demanda en pro

aforado y en contra del menesteroso. taba

,

no

el

monarca sino ,

el

reino

,

Ayuda

necesi-

desangrado por

su ferocidad y su avaricia. Apesarado inglés

del des-

el

príncip(í

de su yerro, trató de corregirlo, venerando

182 la

legitimidad y redimiendo á ios castellanos de

Su plan estribaba en casar

tiranía.

principal señora

,

que no fueran bastardos

rey con alguna

al

para que legase

la

trono á hijos

el

en hacerse regente en su

:

nombre; y en confiar á cuatro adversarios de don Enrique los gobiernos de Andalucía y Murcia, do Galicia

A

de

,

Castilla

,

y de Toledo con Extremadura.

vueltas de la buena intención

mejante proyecto cipe de Gales

;

el espíritu

el

monarca

triste figura.

apuntaba en

se

En

de un extranjero

acomodase

les pidieron los recojedores la

torre del

;

los caste-

ni

posible

representar tan

á

esto se pasaron los cuatro meses:

medrosos aprontaron muchos pueblos

en

se-

de predominio del prín-

pero ni era popular entre

llanos la gobernación

que

,

Oro

y

,

el

:

las

guardólas

sumas que el

príncipe inglés

tornarse á Francia. Bíaldíjole Castilla

soberano

hubo de

saqueada por

,

sus gentes en desquite de habérseles

negado

los

y avasallada por su esfuerzo á la coyunda de un déspota aborrecido y, renegando el primogénito

gajes,

;

de Eduardo

III

de haber andado en tratos con un

hombre avezado á donde

le

la felonía,

reconquistara

la

dejó atrás los campos,

corona

,

después de ar-

marle inútilmente caballero en vísperas de talla,

y traspuso

firme de borrar

el

el

Pirineo con

la

la

bata-

determinación

oprobio de tan negro desengaño,

no acordándose mas de su

falso

amigo.

Hasta entonces habia deinosti-ado

el

rev D. Pe-

185 (tro

que no

ducia

el

le

consejo

intimidaba ,

ni le

amenaza

la

ablandaba

la

ni

,

súplica

se-

le

ni le con-

,

tenia la ley, ni le amilanaba el peligro: restábale acre-

ditar

que no escarmentaba en

Hízolo de

el infortunio.

manera que nadie puso mas en duda que necesitaba y ser tirano para ejercer la soberaAl entrar en Toledo se empaparon sus pies en

matar para nía.

vivir,

,

De

sangre recien vertida por su mandato.

los

;

de

la

noche se quitó

y forzando

las

la

muchas

Martin Yañez

,

mansedumbre,

Dentro de Sevilla fueron

de su saña: entre

hermano de leche de

Bocanegra, que

Gil

la

puertas de diez y seis casas, dejó en

las víctimas

taron un

le

D. Tello

que no pudo

conducia á lugar seguro.

sangre; y cada vez se hacía

ánimos con acrecentar

,

almirante

el

tesoro, y

el

,

habiendo

en que

inmensísimo

que todavía manaban

mas

los

odioso, enconando

suplicios.

muchas gentes

como sobre todo

el

lo

soberano

Por haber

parcialidad de D. Enrique, ordenaba

espirasen en ellos clases; y,

con-

el

la galera

No poniendo

trabajo cicatrizar las llagas,

la

,

defenderlo

tasa á la clemencia, le hubiera costado

seguido

ellas se

habia robado

acometido gran muchedumbre

los

se metió

dos dias y á deshora

máscara de

ellas otros tantos cadáveres.

pa

,

que ocasionó gran revuelta. En Córdoba

con apacible traza mas á

se

suya con

llevó rehenes para contar la ciudad por lo

allí

que

sin distinción

de

reino pesaba igual cul-

no sería exagerado suponer á D. Pedro émulo

184 en

rónsiil á su caballo

mara

un

,

hizo

y ansioso por tanto de que to-

figura corpórea toda Castilla

para derribar de

,

solo tajo su cabeza.

A

causa de haber repugnado Martin López de

Córdoba asesinar á este la

Roma que

barbarie del emperador de

la

de

tres individuos

nombre mandó

el

,

fortaleza de Martes

rey que se

le

la

encarcelase en

y hubiera pagado

,

su piadosa desotediencia

,

soberano granadino. Rindiendo

llano á la

memoria de

mas que

Calatrava

,

tes;

que no fué de le

za, no merece

el

,

el

los últimos

li-

caste-

no

maestre de

en dejar su

dan por finado tiempos anal

facilísimo

duda que un sugeto de su ;

escándalo de fortuna

,

cara

idólatra culto,

mas renunciamos de buen grado

trabajo de solventar la

laya

la Padilla

aprisionar á D. Diego

bando: otros indicios

muy

á no interceder por su

Jjertad el

liizo

ciudad de

,

de

ingi-atitud

y de

vile-

que se malgaste un momento en in-

dagar cuándo murió ni de qué muerte. Hasta obras de caridad que hacía

el

reyD. Pedro,

las

testifi-

caban sus desmanes; entre varias donaciones de aquel tiempo, consta jas de

S.

la

de unas casas cedidas á

Leandro

y

las

mon-

confiscadas á Teresa Jufre,

mujer de Alvaro Diaz de Mendoza culpable de ba,

bor taba

murmurado de el

las

atrocidades en que se delei-

soberano. Aterrorizada y escandecida de

ellas,

gimió Sevilla por entonces en rededor de una hoguera,

donde exhaló

el

postrer

suspiío doña Urraca

185 Osorio, sin la

mas culpa que

voz de D. Enrique en

de tener un hijo suyo

la

el castillo

de Alburquerque;

y es fama que habiéndosela descompuesto con daño de la honestidad las ropas, mientras prorurapia mo,

ribunda en lastimeros ayes, una

fiel

Davales de nombre, se abalanzó á dió serenamente señora. el

vida por salvar

la

La sangre de

pedestal de la

almas débiles es

los mártires

y

injusticia;

la

A

las

llamas y per-

el

recato de su

carcome á

heroísmo en

fin

sus crueldades

,

de que

sentaba del reino

,

el

lo

príncipe de Gales se

los

au-

y de que D. Enrique se aprestaba

miedo que infundía

sosegaban

los

que D, Pedro reincidía en

en Francia para venir á ocupar otra vez el

las

una situación tan

un mismo tiempo se cruzaban entre

castellanos las nuevas de

Así

la larga

desesperación de los tiranos.

Visiblemente tocaba á su violenta.

el

criada, Leonor

el

el trono.

soberano vengativo,

prisioneros castellanos de Nájera,

puestos en libertad por los ingleses antes de su partida

y

,

y apoderados de muchas y buenas enconado valor de

el

los

fortalezas;

que de esta suerte se ar-

rojaban á una sedición poderosa y legitimada por los

bárbaros atropellos

muy con

,

que ensangrentaban á

especialmente á Sevilla

la

,

se exaltaba

esperanza de ser evidente

le

sazón

mas y mas

la victoria.

Al moverse D. Enrique del Langüedoc

comarca

la

habia socorrido largamente

el

Anjou con beneplácito y hasta por orden

,

en cuya

duque de

del rey de

186 Francia su hermano

,

ya estaban en abierta rebelión

contra D. Pedro de Castilla gran parte de Vizcaya y

de Guipúzcoa

muy im-

y además de otros puntos

,

portantes, Falencia, Valladolid, Avila y Segovia. sin vencer dificultades

,

No

porque D. Pedro de Aragón

estaba ofendido de que después de llamarse rey no le

hubiera cedido los estados de Murcia

bastardo,

el

vino este por Barbastro y Huesca á meterse en

Na-

varra y á desembocar en Castilla. Apenas supo que pisaba su territorio, se apeó del caballo; hizo con

espada una cruz en

la

besóla de rodillas y

el suelo;

juró que por grandes que fueran sus menesteres y

aunque

le costara la

patria. Este

vida

,

no se

juramento con ,

sabores á que

el

alejaría

mas de su

que revelaba

habia sujetado su precipitada cuanto

le

indiscreta fuga á país extraño, pudiendo

brevemente

la

los sin-

reparar

derrota de Nájera en lo interior de

dominios que habia usurpado por voluntad de

los

sus naturales, servia también para alentar á los indecisos

,

por

el

temor de quedar otra vez

al

descu-

bierto de las iras del soberano.

Solamente traia D. Enrique seiscientas lanzas,

como quien

ma

llegaba no á la conquista

de posesión de un reino.

En

ron con alborozo: de Burgos

,

sino á la to-

Calahorra

le

salieron á recibir

procesionalmente á dos leguas de distancia

do

,

el

clero y

le acogie-

el

prela-

muchedumbre de ambos sexos y de

todas las condiciones sociales. Para que su dicha fue-

187 ra colmada

,

en contra

se le declararon

los judíos,

quienes, hubieron de rescatar las vidas no sin gran

merma de

su tesoro. Esto

le

permitió ahorrar sacri-

pueblo y ser pródigo en mercedes. Su libe-

ficios al

mansedumbre

ralidad acreditada y su

aparente

que recaian sobre

,

la ingénita

voraz codicia de su hermano

prendas de mas valer que

la

,

rique

,

guardaban

blaciones.

pios de

y

otras

i

No

obstante

368 se

le

,

combate.

al

rindieron León

,

1

361 y á princi-

Buitrago

villas;

la

,

Madrid

y hasta Córdoba

mes de Abril

ciudad contaba

no pocos amigos; pero podian menos que

le

de D. En-

de D. Pedro varias po-

puso cerco á Toledo: dentro de

,

la

ayuda de

alzó pendones en su defensa. Por el

hermano

saña y

eficacísima

á fines de

muchas ciudades y

ó

el triunfo

los adversarios

el servicio

natural

eran para

,

huestes numerosas y acostumbradas

Ahora dominadas por

,

de su

los

fortalecidos por las familias de los

que

se

entregaron forzadamente en clase de rehenes. Casi

tenía D. Enrique á su favor todas las tierras de la

orden de Santiago y por consiguiente libre el paso hasta Andalucía adonde era bien que enderezase la ,

,

marcha. Sin embargo, como carecía de dinero y

abundaban

las

viandas á orillas del Tajo, anduvo

diestro en ocultar sus escaseces los soldados la fuerza

Porque

lejos

manteniendo entre

moral que da

descuidando un solo punto decisiva.

,

el

la victoria

modo de

,

y no

procurársela

de limitarse á señorear á To-

188 ledo, soltó desde

allí

gentes de armas, que

ron los castillos de Consuegra

y

las poblaciones

layera

;

de Cuenca

,

gana-

Garci-Muñoz y JMora

,

Villarreal

y á mayor abundamiento salió

Burgos, donde posaban su esposa y su

Vélez y Ta-

,

al

moneda de

sus necesidades, labrando

le

camino de

baja ley en bijo.

Entretanto D. Pedro, despreciado por

el

nuevo

rey de Portugal D. Fernando, aborrecido por

Aragón odiado por ,

el

el

de Navarra

,

de

el

escarnecido por

príncipe de Gales, acosado por los castellanos, re-

suelto á oponerse á D. Enrique

tualmente

,

y rehabilitando

vir-

nefanda memoria del conde D. Julián,

la

se echó en brazos de los musulmanes. Trájolos á vista

de

los

los

muros;

alminares de Córdoba: los guió los

al asalto

puso dentro del alcázar viejo, y á no

lidiar los

cordobeses con pasmosa bravura

tada por

el

,

mas

irri-

desesperado llanto de sus madres, de

sus esposas y de sus hijas,

movido por

de

el

estandarte de

el

de D. Pedro de

Mahoma en

las

brazo de Mohamad, Castilla, clavara el

almenas donde tremo,

laba desde los tiempos de San Fernando el lábaro victorioso, cuyos resplandores habian cegado á los

ommíades en Calatañazor y las

á

los

almohades

en

Navas.

Malograda por fortuna

mosa ciudad de

hamad

los

á Granada

,

la tentativa

Abderramenes

,

contra

la fa-

tornáronse

y D. Pedro á Sevilla

;

Mo-

mas como

entre los que lidiaron á favor de este se habian vis-

189 doce moros por cada cristiano

to

en

se creyó

,

aquel tomó alas y

caso de maniobrar con un ejército por

el

su cuenta. Hizo pues grandes aprestos militares:

derramóse por lió

de

las tierras

los castellanos

:

en Jaén sin grande esfuerzo: muchos de

se

me-

los

ha-

bitantes se refugiaron dentro del alcázar, y prefi-

riendo morir en la indigencia á vivir cautivos, le

entregaron gruesas sumas á trueque de que los descercase;

mas cuando jMoharaad levantó

de Jaén salieron de

los

templos y los muros de

la

la

fortaleza

el

campo, y

hallaron los

,

ciudad igualados con

suelo por la cimitarra y la tea musulmanas.

Tam-

bién Übeda fué entrada á saco y devorada por incendio: Andújar, combatida; y de vuelta

moro de una expedición tan desastrosa para

el

el

el

rey

la cris-

tiandad, solo de Utrera condujo once mil cautivos á las

mazmorras de Granada. Por aquel tiempo los de Logroño y Vitoria, á

quienes estrechaban

las

gentes de D. Enrique, en-

viaron sigilosos mensajes á D. Pedro

que,

no pudiendo

sería bien

de

que

ellos

defenderse ni

se entregasen al rey

Castilla les contestó

,

manifestando él

ayudarlos,

de Navarra;

que, cuando no

les

el

quedase

ningún recurso, se humillasen preferentemente á D. Enrique. Este es el único rasgo de patriotismo

que se advierte en lodo su reinado. ¿Mas qué significación tiene junto á la

mados por

los

moros

de

los atrevimientos

á su vista

,

consu-

y con su aprol)acion,

190 y aparentemente en su ventaja? Por lo demás,

el

tardío sentimiento patriótico del soberano fué infe-

cundo

,

pues

ciudades mencionadas se dieron

las

príncipe navarro

,

manejando

la

al

negociación el bas-

tardo D. Tello.

Desesperado ya trar

en

soberano de Castilla de encon-

magos especies que

profecías de los

las

asegurasen ventura sus hechos

el

,

,

según

mal que se

lo

,

con

se las interpretasen los sabios, y de

mas

leve con

deseo de que

el

que no guarda-

su destino venidero.

sen

la relación

Una

de las de Merlin consultó entonces

dro á su amigo

el

el filósofo

al supersticioso

,

los bienes

«y tú

lo

los vasallos á

«ellos

,

se con-

fama que co-

En tiempos de

gran placer de

tu

la vida,

acabaste por las amarguras y desafueros en

y pones cada dia haciendo en muchas crudezas de sangres y muertes. Tanta

))que los has puesto

))es

descifrado por

de propios y extraños, don-

quiera que puedes haberlos.

«padre gozaban

rey D. Pe-

monarca

tiene en las siguientes frases: «Es tu

»mes y robas

el

Benahatin de Granada. Lo

esencial del enigmático vaticinio

moro y remitido

))de

ponian

descendía á rebuscar las que se anun-

ciaban preñadas de infortunio

mas

le

le

,

tu codicia que, por no separarte de tu tesoro

,

te

«estás asentado en las postrimerías de tu señorío en

«esta frontera

,

mientras apellidan todos rey á tu ene-

«migo. Todos los grandes han puesto en olvido

el

«amorío que solian tenerle. Siempre quisiste ser mas

101 "temido que amado y loado de «quieren acogerte por ))de

ira

,

ni por ruego. Dios te libre

que hagan algún movimiento contra tu persona.

»De próximo

fin

«cumplan mis

me

«sabiduría

amenazado; y temo que se

estás

vaticinios,

interesa

Año y medio aparición de D.

porque mi reputación de

menos que

tu

buena fortuna.»

estaba para cumplirse de la última

Enrique entre

los castellanos,

fin D. Pedro se propuso verle la cara en

aun habiendo

demandó en

«que

« Si

:

al

tan crítico instante

soberano de Granada; pero este

ramente

y

combate,

el

leido la escritura de Benahatin con

sobresalto. Auxilios al

y hoy no

los tuyos,

Castilla se os levanta

seáis su rey

previso-

le dijo

iracunda

,

bien

y os llaméis cristiano, ¿qué hará

«contra mis moros?»

No cabe

aducir

mas

calificada

prueba de que D. Pedro pudo borrar durante su reinado,

el

último vestigio de

musulmanes en España

,

la

dominación de

los

puesto caso que hablaban

como escarmentados inmediatamente después de

sa-

y que ni á

la

sombra de un monarca

legítimo, valeroso, airado

y

sin hueste, se atrevían

lir

victoriosos,

á acometer

una empresa de auxiliares para acabarla

de señores. Solo mil quinientas lanzas moras se juntaron á las fuerzas

de

los concejos

Garmona movidas por ,

de Jerez

,

Sevilla

,

Écija y

D. Pedro hacia Extremadura.

Todavía conservaba este cerca de su persona á Abra-

hen Ben Zarsal, médico judío, y uno de

los

que

le

!

192 fascinado

liabian

«Bien sabéis,

con anuncios de

de mi reino

«nacimiento fue en »ser el

por entonces, que vos y todos

le dijo

»los astrólogos

prosperidades,

tal

me

que mi

asegurasteis

constelación que yo liabia de

mayor rey que nunca hubo en

Castilla

de mi

y que habia de vencer á los moros hasta «ganar el santo sepulcro y ahora paréceme que todo

«linaje

,

;

«es el contrario, porque cada dia veo que mis cosas

«van en gran destruicion sin ninguna enmienda

«que vosotros

los astrólogos fingisteis

«lisonja tales consejas.»

A

lo

,

y

por manera de

que repuso

hebreo,

el

asegurado de que no recibirla mal por su dicho:

«Señor

,

si

acaesce que un dia que haga

«frió entrare

gran

esté

muy

un hombre en un baño que duda y contra

«caliente, sudará sin

«del tiempo; pues del «estrella

muy

la

constelación

mismo modo, augurando

la

en que nacisteis grandes venturas, vues-

«tras obras

han sido

tales,

que

la tornasteis

«nesta.» ¡Solemne confesión hecha por

un

en fu-

infiel, al

sincerar su conducta y al volver por su soñada ciencia

,

de que

fatalmente,

mundo no se encadenan y de que entra por mucho en su origen,

los sucesos del

curso y desenlace

Internándose

la libertad del

monarca por

el

que temblaba debajo de sus pies cía pisar

hombre el la

reino parecía tierra

que ha-

á los soldados moros camino de Toledo,

como removida por bles mártires

de

las

la

osamentas de

los

innumera-

independencia castellana que

195 ansiaran quebrantar las cadenas de

la

muerte para

no ser ludibrio de tamaño oprobio. Caidos de cia

de D. Pedro

que

le

le

la gra-

los astros,

dijeron siempre «cumplid vuestra voluntad y

hasta conquistareis la casa santa

que

de

los falsos intérpretes

mas «co

hicieran

las

,

»

voces de los que

dos de su obcecación y de su furia instinto

ora de

,

la lectura

de

la

debia esperarse doli-

,

ora guiados del

,

experiencia que se adquiere en ,

ó en

la historia

el

manejo de

los

cios, le repitieron estas fatídicas palabras:

daos de D. Enrique, ó perderéis

la vida.w

nego-

«Guar-

En

situa-

ción menos apurada le habían instado los burgaleses á oponerse

bastardo

al

ahora su temeridad la pelea

te

,

,

,

y

soltó los pies á la fuga:

empujaba irresistiblemente á

le

desdeñando pararse á contar

la escasa

hues-

fuera de la cual apenas le quedaba en sus anti-

guos dominios un solo

campos de Montiel

vasallo.

sin tener lenguas de su enemigo.

Tomándolas nosotros,

le

hallamos en marcha contra

P, Pedro en unión de Beltran libre

,

Así llegó hasta los

du Guesclin, otra vez

merced á su arrogante astucia á ,

la activa

ge-

nerosidad del príncipe de Gales y á la honrosa gratitud del

rey de Francia.

Para ver

el

camino por

medio de un terreno escabroso y cercado de montes, encendian los del bastardo grandes fogatas; y des-cubriéndolas

el

soberano

la

misma noche de su

gada á Montiel pensaba que fuesen de ,

los

Hel-

que habian

partido de Córdoba para incorporarse á su contrario 13

194 en

de Toledo. Días antes

el real

habían efectuado,

lo

y ya formaban parte del ejército de D. Enrique el

y entre otras personas de calidad

,

nán Pérez de Ayala, habia llevado

que en

el

con

la Padilla

el

,

el

la

vencido

noche del el

1

3 al

muy

rey

1

que en

el

,

y

el

las cortes

matrimonio, pos-

monarca.

Ningún descanso consintió en

de Tejadi-

las vistas

de Sevilla habia dado por bueno

tumo de

D. Fer-

,

voz por los confederados

la

Gómez Manrique

arzobispo D.

tes

en

cual iban asimismo los maestres de las Órdenes

militares

llo

,

4

el

bastardo á sus gen-

de Marzo de

1

369. Con-

tarde de que los sitiadores de

Toledo eran los que encendian tándose á combatirle,

las fogatas

mandó que

á

la

,

adelan-

hora del alba

se le juntasen las compañías, desparramadas por los

lugares del contorno. Antes de que diesen vista al

campo muchas de talla

y obtuvo

ron caras

hombre

,

presentó D. Enrique la ba-

Al primer choque volvie-

la victoria.

mil quinientos moros y algunos cris-

los

tianos: los

ellas

demás,

sin otra pérdida

que

la

de un

se refugiaron en el castillo de Montiel con

,

D. Pedro.

Acercábase á

de

Castilla. El

tiene en sus

piación

,

la catástrofe el

manto

real

hombros de

no

sangriento drama

liberta al

que

la inflexible ley

que nunca deja de cumplirse en

Aquel rey tenía á Dios Iiabia vivido:

la

muy

lo

de el

la

sos-

ex-

mundo.

airado de la mala vida que

muclia sangre de inocentes que habia

195 derramado tres

daga

daba voces sobre

le

la

Matando á

tierra.

de sus hermanos en Sevilla y Carmena puso ,

fratricida

la

en manos de D. Enrique designando :

por sucesores del cetro á los hijos de su manceba, dio osadía al bastardo para aspirar á la corona

:

des-

entendiéndose de palabras empeñadas solemnemente,

no debia creerse tan privilegiado que cumpliesen

las

ble con todos

nadie.

De

,

los

suyas

,

que

agua dulce. Oh

le

acompañaban en

,

le

,

la

fortaleza,

otros hablaron de

dañaron con trigo un pozo de

qué desconsuelo

ser descreído

tener á quien invocar en tan terrible trance

dro habia despreciado á

noche sin que

le

mal podia aguardar conmiseración de

algunos ¡

demás

habiéndose mostrado inexora-

:

unos se fueron con D. Enrique rendirse

los

los

las gentes

que velaban en

:

el

!

y no

D. Pe-

ahora no pasaba

campo enemigo,

llegaran á denostarle ruin mente y á hacer vilipendio

de su infortunio: en vano

rey ardia en coraje, y como buen puntero de ballesta disparaba al tino de el

,

la

palabra y heria á muchos de aquellos cobardes:

amarrado

el

león

,

seguían poniéndose

al

alpance de

su antes temida garra.

Ocho dias trascurrieron rey brillase

la

antorcha de

la

plandor ni vago destello. Al

sin

que á

los ojos del

esperanza con vivo resfin

Men Rodríguez de

Sanabria, uno de los dos que á los principios de aquel reinado huyeron con D. Enrique de Sevilla á Asturias

,

y de

los

muy

contados que en Montiel sus-

196 tentaban

despedazada bandera de D. Pedro, habló

la

en secreto con Beltran da Guesclin para que diante mercedes de cuantía, diese escape

De

ca.

llegar al

porque

las

compañías que tardaron en

combate, se corrieron á Carmona y no ha-

ademán de volver en su ayuda y ;

enemigos que

sin

monar-

al

no podia moverse á no auxiliarle algún

allí

contrario,

cían

le

c\ bastardo,

molestasen en rededor ni á dis-

campamento,

tancia del

se habia puesto tranquila-

mente á cercar con una pared de piedra seca to

de comunicación entre

nifestóse

el

el

pueblo y

que

lo

dicha

,

Ma-

capitán bretón afrentado de lo que le

le viniese

vergüenza

y aquel

,

puesta hasta tomar consejo. El que rientes

pun-

el

el castillo.

proponía Sanabria; éste porfió que no

de que

me-

,

le

decía cosa

le

dilató la res-

dieron sus pa-

y camaradas fué que comunicase á D. Enriacontecido. Oyéndolo el bastardo lo tuvo á ,

hizo ver á Beltran que

él

se hallaba

mas en

proporción de colmarle de dádivas que D. Pedro, y ordenóle pérfidamente que fingiese asentir

y

le avisara tan

luego

como

yes, clin

hemos

los

trato,

lograse atraer al rey á

su tienda. Bajo las majestuosas naves de

de San Dionisio y junto á

al

la

abadía

mausoleos de cien re-

visto el del condestable Beltran

du Gues-

há pocos años: conocemos sus proezas: aplaudi-

mos que

los franceses ensalcen

su memoria:

al

po-

deroso brazo de aquel soldado insigne, debieron sus

mayores

la

inapreciable ventaja de sacudir

el

yugo

197 extranjero: por instinto nos infunde

y respeto

que muere defendiendo

el

padres, que

el

que atruena

do de sus conquistas

el

mas admiración

estruen-

el

mas contemplando

;

de sus

el solar

mundo con

la

estatua

sepulcral de aquel personaje, y teniendo á su bió-

grafo Froissart en la

mano y aun procurando com,

primir instantáneamente

vimos

allí al

el

sentimiento patrio, no

adalid ilustre, terror de la Inglaterra,

que se hizo llevar á su lecho de muerte las llaves del castillo

nuevo de Rendon en Auvernia por

pitán que lo guardaba

que consintió en

el

ca-

sino al mercenario fementido

,

instrumento del inveterado

ser

rencor de un bastardo. Después de acomodarse á ta-

maña

ignominia, para

Con tan el

lo

demás

le

sobraba astucia.

fuertes juramentos encubrió la maldad,

rey ü. Pedro

,

suspicaz por naturaleza

y por cos-

tumbre, llegó á creerle, y se aventuró en del

22

en su

al

23 de Marzo á

tienda.

Algunos

le

salir del castillo

noche

la

y á meterse

acompañaban en aquel mo-

mento de horrorosa incertidumbre. Apeándose caballo la

que montaba,

palabra

,

y no

le

que

dijo á Beltran

que

respondió ninguno

le :

del

cumpliese

quiso salir

y hubo francés que trabó de su persona obligándole á que esperase. No se concibe que el rey y solo

,

sus pocos parciales

,

,

víctimas de tan negra asechanza,

se mantuviesen quietos

;

ni

que

los soldados

Enrique dejaran de agolparse en twno de

pugnando por penetrar en su

recinto;

de don

la tienda,

aunque

lo ca-

198 ó solamente

lien

hubo

allí

lo

indiquen las crónicas del tiempo,

En-

conatos de lucha. Púsolos término D.

rique, avisado por

du Guesclin, apareciendo de re-

pente y preguntando iracundo por su enemigo. soy, yo soy, dijo Castilla,

en una

con sublime entereza D. Pedro de

y abalanzándose uno á otro se empeñaron

lid

espantosa

,

que para alguno de

Puede que digan verdad

ser la postrera.

mas parece

tas;

Yo

inverosímil que

ellos

debia

los cronis-

las gentes del

bas-

tardo presenciaran impasibles aquel combate cuerpo á cuerpo, en que se jugaba no

corona

menos que

la

doble

ceñida por doña Berenguela á las sienes de

,

San Fernando y que pusieran en aventura una victoria positiva abandonando á D. Enrique á la im;

,

petuosa y colérica bravura de su enemigo.

A

nuestro

verj la del usurpador no fué la única daga que tras-

pasó tiel

el

corazón del monarca los vencedores en Mon:

no aguardaron de

cierto á

que debajo de D. En-

rique se revolcara en su propia sangre D. Pedro,

para ponef las iüanos en su persona, sino que

ayudaron á

la

le

caida y se hicieron cómplices de su

providencial y cruelísima muerte. Estremece decirlo;

pero es fuerza que demos la última pincelada

examen

histórico crítico

de aquel funesto reinado.

El hijo legítimo de D. Alfonso XI es Castilla

Pues bien

darlo nuestra pluma;

único rey de

el

muerto á manos de sus vasallos

la historia.

al

,

si

no miente

y aun se resiste á trasla-

mas somos jueces

inflexibles y

199 la

sujetamos entre los dedos, para que promulgue

una verdad aterradora: Con redó que

la patria

gran peso; y

y

la

muerte de D. Pedro, pa-

¡a

humanidad

se libertaban de

mas

Castilla, la nación

á sus

leal

tm

reyes, la

alborotarse, aplaudió su trágico fin

menos propensa á

con aclamaciones sinceras.

Durante

reinado de D. Pedro hemos visto á

el

por

Castilla apartada,

de

la

senda de

de

la barbarie.

quista

y

la

las arbitrariedades del

la civilización

Procurar

,

y sumida en

término de

el

monarca,

la

el

caos

recon-

organización del reino, constituian los dos

grandes deberes del soberano. Denuedo sobraba rey para atacar y vencer á los moros

:

al

anhelo de

dominación tenía y estaba interesado en que adqui,

mas nervio

riese

el

poder del trono. Por consiguien-

adornaban prendas adecuadas á

te le

dades de su

siglo.

necesi-

Sin embargo, los moros, estre-

chados en Gibraltar cuando heredó

daban

las

vista á Toledo

en

los

la

corona, casi

últimos dias de su rei-

nado; del sabio ordenamiento formado por su antecesor en las cortes de Alcalá de Henares el

papel quedaba memoria

prosperidad á

la

,

y

la

,

solo

en

transición de la

decadencia, de lo legal á lo injusto,

no habia sido repentina. Un privado de superior entendimiento guas con legislar

mas

,

el

le

indujo en ISoO á celebrar tre-

emir de Granada

,

y un año después á

en Valladolid con asistencia de

emancipado

el

las

cortes;

príncipe de todo ascendiente,

200 convirtió

manes

firmé alianza la tregua con los musuí-

eii

y leí reunión de loa brazos del Estado en un níedio de estrujar las fortunas privadas para ,

;

,

atender á cosas opuestas

al interés de Castilla, ó

legitimar sus caprichos trascendentales no

á trastornar

orden de sucesión á

el

sario natural

de

la aristocracia

,

la

de

menos que

corona. Adver-

pudo captarse

vo-

la

luntad afectuosa del pueblo, que siempi^e está por

peto

los valientes ;

moradores de

Pudo

el

rey despreciaba por igual á los

y á

los castillos

bnstíar el

los

de

las ciudades.

apoyo del clero en algunos prelados

virtuosos y morailizár á los sacerdotes corrompidos;

y únicamente para que sancionasen sus apetitos desordenados, apeló débiles ancianos tidura. Si el

al influjo

de

ellos,

abusando

así

de

y desautorizando su sagrada inves-

hambre y sed de

hubieran

justicia le

inquietado, rodeárase de jurisconsultos, emanación legítima del estado llano

,

y con su autoridad gober-

nara fecundamente y en bien del reino lerando la menor sujeción ni al frenesí

al

,

de sus antojos, Compuso su corte

como

to^

torrente de sus furores,

individuos de ningún valer ni estado á su voz

mas no

;

,

deí

obedientes

lebreles, los cuales ascendian á los

primeros cargos después de acreditar su capacidad

en

el

ejercicio

de verdugos. Ciertamente

los Roas,

los Dientes, los Albarracines, los Recios, los

zas

,

y otros muchos ballesteros de maza

,

Atien-

con quie-

nes D. Pedro vivia y mandaba y tenía consejo

,

no

201 emanaban de de

los

hombres buenos de

los labradores

letrados

,

las

ciudades

ni de los menestrales

,

sino de la canalla de vagos

,

ni

ni de los

,

y de malhe-

chores contra los que se dictaron en 1351 sabias leyes.

No

fueron pensión exclusiva de aquel reinado

húbolas en todos y quizá mas enconadas desde el principio lo no visto hasta la época ^as revueltas

;

:

de D. Pedro, era un soberano que á sabiendas. Trece años reinó sin

putase

las

provocase mas

que nadie

le

dis-

trono: dos veces logró expulsar á los bas-

el

tardos á tierra extraña

;

dos veces tuvo paz con to-

monarcas peninsulares y otras tantas hizo el territorio aragonés blanco de sus belicosas agre-

dos

los

siones,

;

y teatro de sus

dose de esta suerte

do pésimo empleo

el al

estériles victorias, concitán-

encono de sus

y dan-

rivales

patriotismo de sus

aspecto de

vasallos.

época

Radicalmente distinto fuera

el

de aquel soberano sin mas

que haber acaudillado

,

la

hacia la vega de Granada las huestes con que estragó el país

de

los aragoneses.

Háse hablado mucho de otros reyes

inconti-

nentes, pérfidos, vengativos: falta que, exceptuado

don Pedro

,

se cite

uno

solo entre los

que haya convertido en máximas de

de

Castilla

política

horrendas pasiones. Para encontrar quien se

meje es necesario retroceder á ,

tilismo

y

de

la

l)aibarie.

los

le

tan

ase-

tiempos del gen-

Entre sus coetáneos se

202 contaron sin duda príncipes violadores de juramentos

pródigos en derramar sangre

,

,

y nunca satisfe-

chos de venganzas. D. Pedro de Aragón tuvo en su contra á todos los magnates de su reino

y también

,

cayó en sus manos, y logró asimismo salvarse por

medio de

la

fuga

y vencer á

,

los rebeldes

roz se mostró en los castigos que

valencianos

los

mas

echase derretido en

cuyos tañidos á

salir

les

culpables,

la

boca

el

,

metal de

en

los accidentes

advierte grande afinidad con tilla

,

la

en

lo esencial

yes es inmensa

la

se les

campana,

convocaban á reunirse en juntas ó

del fratricidio, y de la ingratitud hacia si

fe-

para imponerlos á

mandó que

en hueste. Manchóse igualmente con

privado; mas

y tan

;

de

la

el

un

el

baldón

fidelísimo

de su carácter se

de D. Pedro de Cas-

conducta de estos dos re-

desemejanza. El príncipe aragonés

sabe de dónde parte y adonde camina; sujeta á cálculo hasta sus crueldades; se dobla á las circunstancias; usa alternativamente del rigor

y de

la

blan-

dura; y con lentitud ó velozmente, siempre adelanta

en su pensamiento de abolir

que autoriza á

los

querellas en

campo de

al

el

el privilegio

la

proceres á pedir razón

tribunal del justicia

,

batalla

malamente

,

Union,

de sus

y de sujetarlos

para que este magistrado

prepotente dirima en calma sus castellano,

de

fiado

litigios.

El príncipe

en que su

estrella es

venturosa, se abandona á su influjo: esgrime á ciegas

la

espada de sus rigores; su impetuosidad es su

205 guia

;

en su acerada obstinación

se propone

mas

fin

que

su fuerza

cifra

tificar la

:

autoridad de su persona:

trabajo

camino de

el

uno siempre es

jamás deja de ser hombre. El progreso

la civilización

mismo

,

exige que ambos se dediquen á un

de interceptar á

el

tumultos

los

:

grandes

los

Aragón nece-

D. Pedro de ,

ascendiente de las ciudades: D. Pedro

nio es nulo

el

de

puede reinar con aplauso de

Castilla

que

fantes siempre

busca

el

nobleza

;

la

corona

aquel

mofa de

y

,

índole de su despotismo. El rey de

cibe designios de utilidad pública

en

la

manera de

y que

lleva el

realizarlos

mal en

el

manera

;

al

ellos,

Los dos son déspotas; no obstante es la

auxilios

cercado de dificultades

,

mejor modo de sortearlas

este se crea peligros, se

y triun-

demanda

las

de sus

las

estados, opulentas de vida y de recursos,

la

el

con una nobleza bajo cuyo predomi-

sita habérselas

contra

poder

el

D. Pedro de Castilla no atiende sino á for-

rey, el otro

de

y no

de hacer su gusto. Don

el

Pedro de Aragón se afana por robustecer del trono

,

,

vence;

fin

y sucumbe.

muy

diversa

Aragón con-

y no se

atolla

viciosa sin

duda

seno del mismo bien que

produce; pero que acelera

la

marcha

del bien,

aun

adulterándolo con liga tan impura. El rey de Cas-

no forma ningún pensamiento general y provechoso; únicamente busca el triunfo de su efímera tilla

personalidad y el

la

satisfacción

poder de que dispone:

el

de sus caprichos, en

despotismo de aquel es

204 fecundo, y

imperio de

al

legitimidad del trono. D. Pedro de

es grande;

Pedro de

ra; D.

con

ror

la

sus

las revueltas sustituye el

de este es perjudicialísimo,

las leyes; el

y destierra á

Aragón

desorden de

no se

ama, pero

le

Castilla es temerario;

crueldades,

se le

admi-

infunde ter-

y menosprecio con

su

egoísmo.

Fijándonos finalmente en

ron

los

estado en que deja-

el

dos Pedros sus respectivas naciones hallamos ,

á Aragón pujante, y á Castilla decadente. D. Enrique se muestra digno de la corona

de

los

usurpadores:

si,

como

la

mayor parte

quebrantando su palabra, se

ensangrienta con los valerosos defensores de Carmena, única ciudad

que

niega vasallaje, no sistema-

le

tiza la saña, sino la clemencia.

Como

su antecesor ha

en

ultrajado á todas las clases, el bastardo se ocupa

reparar las ofensas; y de resultas quedan los proceres ricos, fuertes los prelados, influyentes los

nes,

el

poder público limitado,

ticulares

vencedoras

comprometida;

i^ero

y

,

al

la

las

comu-

voluntades par-

tranquilidad del reino

cabo, del trono de donde

acaban de provenir reguladas y no interrumpidas crueldades, vuelven á emanar mercedes, y

veneranda institución tilla

sigue

aciagos temporales,

corriendo

en

tan

si

Cas-

deja de amenazar nau-

fragio.

En Aragón

afianza

la

modo, que no declina un

paz D. Pedro IV de solo

punto á pesar de

tal

la

205 deplorable indolencia de su sucesor D. Juan

dispendiosos placeres y de

los

la relajación

Mas tarde mientras

I,

y de

de cosnobleza

tumbres de su

corte.

de

conjura para despojar del cetro á un

Castilla se

rey niño

á quien

,

la

,

la

peregrina rectitud de su tutor

saca triunfante; la nobleza de

Aragón

fructuosamente en torno de

bandera del conde de

la

se agrupa in-

Urgel, para oponerse á cinco sacerdotes y á cuatro letrados,

que deliberan en Caspe y dan

al

un

país

soberano. Al par que las barras de Aragón se os-

tentan en Gerdeña

en

Sicilia

pendón morado de

gullo, el

en un

,

solo baluarte

de

Castilla

:

sol

A

lo

la

grandeza de

último asoma en

majestuoso

,

y extienden su domi-

disturbios sin término pos-

tran el valor y aniquilan llanos.

apenas tremola

los sarracenos. Bajo la in-

fluencia de la ley, prosperan

nación los aragoneses

y en Ñapóles con or-

que alumbra

el

los caste-

de España

cielo

enlace de

el feliz

el

am-

bos pueblos; pero á este enlace llega tranquilamente

Aragón después de perder á Juan combate y hasta en Castilla

,

el

devorada por

11

,

émulo en

gabinete de un Luis XI la

guerra

civil

,

y después de y

compadecer á Enrique IV, justiciado en la nobleza.

aragoneses,

La preponderancia de el

sin el

explica

el

la ley

;

efigie

por

entre

los

extraordinario y benéfico ascendien-

te de los Cerdancs, sus justicias,

den

el

no se compren-

reinado de D. Pedro IV.

anonadamiento de

la

Tampoco

se

monarquía gloriosa

206 y cercana á

la

Alfonso XI, sin

organización social bajo el

el

poder de

reinado de su hijo D. Pedro, que,

entre otras preeminencias tristes, gozará perdura-

blemente

nombre.

la

de ser en

Castilla

el

único de este

— —



NOTA.

D