El Tiempo De La Politica

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EL TIEMPO DE LA POLÍTICA El siglo xix reconsiderado

por

Elias J. Palti

m siglo veintiuno editores

)*a Siglo veintiuno editores Argentina s.a. TUCUMAN 1021 7*N (C10DQAAG), 3U EN O S A IR E S , R EP Ú B LIC A ARGENTINA

Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. C E R R O D E L A GU A 246, DELEG A CIÓ N COYOACAN. 0-1310. M ÉXICO . 0 . F.

Siglo veintiuno de España editores, s.a. C/M EN ÉN O EZ P ÍP A L . 3 B IS (26036) MADRID_________

Palti, Elias José E! tiem po de la política. El siglo XIX reconsiderado 1a ed. - B uenos Aires: Siglo XXI E ditores A rg e n tin a , 2007. 328 ¡j . ; 21x14 cm. (M etam orfosis / dirig id a p o r C arlos A ltam irano)

ISBN 978-987-1220-87-8 1. Ensayo en E spañol. I. T ítu lo

CCD 864

P o rtad a : P e te r T jeb b cs

© 2007, Siglo X X í E d ito res A rg e n tin a S. A.

ISBN: 978-987-1220-87-8

Im preso en Artes Gráficas Dclsur Alte. Soler 2450, Avellaneda, en el mes de abril de 2007 H echo el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en A rgentina - Madc in A rgentina

A quien sigo soñando, y bregando por que no lo alcance la pesadilla.

índice

Agradecim ientos Prólogo

11 13

Introducción: Ideas, teleologism o y revisionismo en la historia político-intelectual latinoam ericana

21

1.

H istoricism o/O rganicism o/P oder constituyente

57

2.

P u e b lo /N ac ió n /S o b e ra n ía

103

3.

O pinión pública/R azón/V oluntad general

161;

4.

R epresentación/S ociedad civil/D em ocracia

203

5.

6.

7.

Conclusión

La historia político-intelectual com o historia de problem as

245,

Apéndice Lugares y no lugares de las ideas en América Latina

259

Bibliografía citada

309;

Agradecimientos

En la elaboración y publicación de este trabajo p a rticip a ro n gran ca n tid ad de personas; m uchas veces sin saberlo ellas, y en u n g ra d o q u e yo m ism o n o p o d ría co m p le ta m en te m e n s u ra r y del q u e no p o d ría h a c er justicia. Sus n om bres, adem ás, se m ez­ clan y s u p e rp o n e n casi p u n tu a lm e n te con la lista in c lu id a en o tro libro de recien te aparició n so b re el p en sam ien to m exica­ no d e l siglo XIX, con el q u e éste fo rm a, de h ech o , u n a ú n ic a obra. De esta vasta lista, sólo q u ie ro d ejar co n stan cia a q u í de q u ien es h a n estado m ás d ire c ta m en te involucrados en su ela­ b oración. P ido disculpas, pues, de m a n e ra anticipada, p o r no m e n c io n a r a todos los q u e m ere cía n ser m encionados. Mi re ­ co n o cim ien to los c o m p re n d e p o r igual. En p rim e r lugar, q u iero a g ra d e c er a q u ien es fo rm a ro n p a r­ te del proyecto original frustrado del cual surgió la idea d e es­ ta obra: E rika Pañi, AJfredo Avila y M arcela Ternavasio. C onfío en q u e el fu tu ro volum en en colab o ració n q u e p rep a ra m o s, y cuyo título tentativo es Ilusiones y realidad de la cultura política la­ tinoamericana, co m p en sará con creces la o p o rtu n id a d e sta vez p e rd id a de trabajar m ás estrech am en te. A H ilda Sabato, q u ien , com o siem pre, se tom ó tan e n serio su tarea de critica q u e sus solos com entarios bien po d rían d ar lugar a otro volum en. A A n­ tonio A n n in o yjavier F ernández Sebastián, p o r sus sugerencias y aportes. A Liliana W einberg y Elisa Pastoriza, p o r invitarm e a d icta r sem inarios que m e perm itieron avanzar en la confección de este

trabajo. El Sem inario de H istoria A tlántica, q u e dirige B e rn a rd Bailyn e n la U niversidad de H arvard, el S em in ario de H istoria de las ideas y los intelectuales, que co o rd in a A d rián G orelik en el In stitu to Ravignani, el Sem inario de H istoria Intelectual de El Colegio de M éxico, que dirigen Carlos M arichal y G uillerm o Palacios y c o o rd in a A lex an d ra Pita, y el fo ro virtual Iberoldeas fu ero n todos ám bitos en los q u e p u d e in te rc a m b ia r ideas y dis­ cu tir algunos de los tem as q u e aq u í se desarro llan . A gradezco a sus m iem bros respectivos p o r sus señalam ientos y sugerencias, los q u e m e h a n sido su m am en te productivos. A Carlos Altamiran o , p o r su apoyo p a ra incluir el libro en la colección q u e di­ rige, y a Carlos Díaz, p o r el inicio de un vínculo editorial que sé q u e será p erd u rab le y se p ro lo n g ará en nuevos proyectos. A mis co m p añ ero s del P rogram a d e H istoria Intelectual, con quienes c o m p a rtí in n u m e rab le s conversaciones siem p re e n riq u e ce d o ras, y a su director, O scar T erán, en particular, p o r perm itirm e, adem ás, disfru tar d e sus charlas en los largos viajes de regreso d e Q uilm es.

Prólogo Es una linda astucia que me hayan pegado un lenguaje que ellos imaginan que no podré utilizar nunca sin confesar que soy miembro de su tribu. Voy a maltratarles su jerigonza. S a m u e l B e c k e tt,

El innombrable

En M any Mexicos, Lesley B ird Sim pson relata las ho n ro sas exequias fú n eb re s q u e recibió la p iern a de Santa Arm a a m p u ­ tada p o r u n a bala d e cañón. Años m ás tarde, iba a ser desente­ rrada d u ra n te u n a p ro te sta p o p u la r y arrastrada p o r toda la ciu­ dad. “Es difícil seguir el hilo de la razón a través de la generación que siguió a la in d e p e n d e n c ia ”, concluye Sim pson.1 El siglo X IX ha parecido siem pre, en efecto, u n perío d o ex­ traño, poblado de hechos anóm alos y personajes grotescos, de caudillism o y anarquía. En este cuadro caótico e irregular resul­ ta, sin duda, difícil “seguir el hilo d e la razón”, e n c o n trar claves que perm itan d a r sentido a las controversias que entonces agi­ taron la escena local. P o r q u é h om bres y m ujeres se aferraron a conductas e ideas tan obviam ente reñidas con los ideales m oder­ nos de dem ocracia representativa que ellos mismos habían con­ sagrado, para Sim pson sólo p o d ría explicarse p o r factores psico­ lógicos o culturales (la am bición e ignorancia de los caudillos, la im p ru d en cia y frivolidad de las clases acom odadas, etcétera). Tras esa explicación asom a, sin em bargo, u n supuesto.im ­ plícito, n o articulado: el de la p erfecta transparencia y raciona­ lidad de esos ideales. Así, lo q u e ella pierde de vista es, precisa­ m en te, aquello en q u e radica el verdadero interés histórico de este p erio d o . El siglo xix va a ser un m om ento de refundación e in c e rtid u m b re , en q u e to d o estaba p o r hacerse y n a d a era cierto y estable. Q u eb rad as las ideas e instituciones tradiciona­

les, se a b riría un horizonte vasto e incierto. Cuál era el sentido de esos nuevos valores y prácticas a seguir e ra algo que sólo po­ d ría dirim irse en u n terren o estrictam en te político. Esto q ue, visto retro sp ectiv am en te — desde la perspectiva de n u e stra política estatizada— , n o s resulta insondable n o es sino ese m o m e n to en que la vida co m u n a l se va a replegar so­ bre la instancia de su institución, e n q u e la política, ¿n el se n ­ tido fu erte del térm ino, em erge tiñ e n d o todos los aspectos de la existencia social. Ése será, en fin, el tiempo de la política. Para d e scu b rir las claves particu lares que lo an im an es n e ­ cesario, sin em bargo, d e sp re n d e rn o s d e nuestras certidum bres presentes, p o n e r e n tre paréntesis nuestras ideas y valores y p e­ n e tra r el universo conceptual en q u e la crisis de in d e p e n d e n ­ cia y el p o ste rio r proceso de co n stru c ció n de nuevos Estados nacionales tuvo lugar. El análisis de los m odos en q u e h a b rá de definirse y redefinirse a lo largo d e éste el sentido de las cate­ gorías políticas fu n d am e n ta les — co m o rep re sen ta ció n , sobe­ ranía, etc.— , la serie de debates q u e e n to rn o de ellas se p ro ­ d u je ro n e n esos años, nos in tro d u c irá en ese rico y com plejo e n tra m a d o de problem áticas q u e subyace a su caos m anifiesto.

Lenguajes políticos e historia La im p o rta n c ia que h a c o b ra d o e n los últim os años la his­ toria in telectu al hace innecesario ju stifica r u n estudio enfocad ° en el lenguaje__político. De m a n e ra le n ta p e ro firm e se h a ido d ifu n d ien d o la necesidad de pro b lem atizar los usos del le n ­ guaje, en u n a profesión tra d icio n a lm e n te reacia a hacerlo. U n p rim e r im pulso p ro v ien e d e las p ro p ia s exigencias de rig o r arraigadas en ella: resulta paradójico observar q u e investigado­ res celosos de la precisión de sus datos, p e ro poco inclinados a 1 Leslcy B ird S im p so n , M any Mexicos, Bcrkeley, U niversity o f C alifo rn ia Press, 1966, ‘¿SO.

cuestionarse los co n c ep to s, cuyo se n tid o im a g in a n p e rfe c ta ­ m ente expresable en la lengua natu ral y tra n sp aren te para cual­ quier hablante nativo, utilicen los conceptos laxam ente, a trib u ­ yendo con frecu en cia a los actores ideas q u e no c o rre s p o n d e n a su tiem po. Esto ú ltim o se p o d ría evitar, en g ran m edida, con ■ sólo ap elar a un diccionario histórico. Sin em b arg o , existe u n a seg u n d a cu estió n , ín tim a m e n te re la c io n a d a co n el re su rg i­ m iento recien te de la h istoria intelectual, m u ch o m ás co m p li­ cada de resolver. De a cu erd o c o n lo q u e se su p o n e , el estudio d e los usos del lenguaje n o sólo resu lta necesario a los fines de lo g ra r u n m a­ yor rigor conceptual, sino tam b ién p o r su relevancia in trín se ­ ca. A nalizar cóm o se fu e ro n rc fo rm u la n d o los lenguajes políticos a lo largo de u n d e te rm in a d o p e río d o a rro ja ría claves p a ra c o m p re n d er aspectos históricos m ás generales, cuya im p o rta n ­ cia ex ced ería incluso el m arco específico d e la disciplina p a rti­ cular. C om o a p u n ta b a ya R aym ond W illiams en el p ró lo g o a su libro Keywords (1976): Por supuesto, no todos los temas pueden com prenderse median­ te el análisis de las palabras. Por el contrario, la mayor parte de las cuestiones sociales e intelectuales, incluyendo los desarro­ llos graduales de las controversias y-conflictos más explícitos, persisten dentro y más allá del análisis lingüístico. No obstan­ te, m uchas de ellas, descubrí, no podían realm ente a p reh en ­ derse, y algunas de ellas, creo, siquiera abordarse a m enos que seamos conscientes de las palabras como elem entos.2 Según señalaba W illiams, u n diccionario resulta, sin e m b a r­ go, co m p le ta m en te insuficiente p a ra d escu b rir el sentido his­ tórico de u n cam bio sem ántico. El análisis d e n in g ú n térm in o o n in g u n a c a te g o ría particu lar, p o r m ás p ro fu n d o y sutil que ( ^ R a y m o n d W illiam s, Keywords. A Vocalmtary o f Culture and Socieiy, N ueva York, O x fo rd U niversity Press, 1983, p p . 15-6.

sea, alcanzaría a d escu b rir la significación h istó rica d e las re­ configuraciones conceptuales observadas. Para ello, d e c ía Wi­ lliams, no es necesario tra sc en d e r la instancia lingüística, pero sí rec o n stru ir u n cam po co m p leto de significaciones. Afirm a­ b a que su texto Keywords no se d e b e tom ar com o u n dicciona­ rio o glosario, sino com o “el registro d e la in te rro g a c ió n en un vocabulario ”.3 “El objetivo in trínseco de su lib ro ”, aseguraba, “es enfatizar las in te rco n e x io n es”. N o obstante, tal proyecto sufrirá, en el curso de su realiza­ ción, u n a inflexión fundam ental. Según decía, su p ro ced im ien ­ to original tom aba com o u n id a d de análisis “gru p o s [ clusters], c o n ju n to s p a rticu la re s d e p a la b ras q u e e n d e te rm in a d o m o ­ m e n to aparecen com o a rticu la n d o referencias interrelacionadas”.4 Si b ien no ab a n d o n ó este proyecto inicial, obstáculos m e­ to dológicos insalvables lo o b lig aro n a alterarlo , y a re c a e r en u n fo rm a to m ás tra d ic io n a l.5 En definitiva, W illiam s carecía a ú n del instrum ental conceptual p a ra ab o rd ar los lenguajes po­ líticos com o tales. En los años in m e d ia ta m e n te p o ste rio re s a la p u b licació n d e Keywords, d istintos autores, e n tre los cuales se d estacan las figuras d e J. G. A. Pocock, Q u e n tin S k in n er y Reinh a r t Koselleck, a u n q u e p a rtie n d o de perspectivas y en fo q u es m uy distintos, e n c ara ría n sistem áticam ente la ta re a d e proveer las h e rra m ie n ta s necesarias p a ra ello, vehiculizando el tránsito de la an tig u a h istoria de ideas a la llam ada “nueva h isto ria in­ te le c tu a l”.

3 Ibid., p. 15. 4 Ibid., p. 22. 5 Q u e n tin S k in n e r lu e g o c u e stio n a ría d u ra m e n te esto. D ecía: “M a n te n ­ g o m i c re e n c ia e n q u e n o p u e d e h a b e r historias d e c o n c e p to s c o m o ta le s”. Q u e n tin S kinner, “A Reply to my C ritics", e n ja m e s T u lly (e d .), M ea n in g and Context. Quentin Skinner a n d H is Critics, O x fo rd , Polity Press, 1988, p . 283. Pa­ ra u n a c rític a específica d e Keywords, d e R aym ond W illiam s, véase Q u e n tin S k in n er, Visions o f Pnlitics. Volume ¡: RegardingMethod, C a m b rid g e , C am b rid g e U niversity Press, 2002.

A poyándose en estos nuevos m arcos teóricos, el p resen te estudio in te n ta re to m a r el proyecto original de W illiams, apli­ cado, e n este caso, al siglo XIX latin o am erican o . Éste es, pues, m ucho m en o s q u e u n diccionario, d a d o q u e n o resulta de n in ­ gún m o d o su ficien tem en te com prehensivo n i sistem ático, p e­ ro es, al m ism o tiem po, algo m ás q u e u n diccionario: se trata de u n trabajo de historia intelectual). Esto se in te rp re ta aquí en el sentido d e q u e n o in te n ta trazar todos los cam bios sem ánticos que su friero n los térm in o s políticos a b o rd a d o s a lo largo del p eríodo e n cu estió n , sino qu e b u sca re c o n stru ir lenguajespolíticos. Las diversas categorías q u e ja lo n a n su desarrollo n o se de­ ben to m a r co m o si rem itiera cada u n a a u n objeto diverso, si­ no com o distintas en trad as e n u n a m ism a realid ad , instancias a través de las cuales ro d e a r aquel n ú cleo co m ú n q u e les subyace, p e ro q u e n o p u e d e p e n e trarse d ire c ta m en te sin transitar antes p o r los in fin ito s m e a n d ro s p o r los q u e se despliega, in­ cluidos los eventuales extravíos a los que to d o uso público de los lenguajes se e n c u e n tra inevitablem ente som etido. Sólo to­ m adas e n su co n ju n to , en el ju e g o d e sus in terrelacio n es y desfasajes recíprocos, h ab rán , en fin, de revelársenos la naturaleza y el sentido d e las p ro fu n d as m u tacio n es co n cep tu ales ocurri­ das a lo largo del siglo analizado. . E n c o n tra m o s aquí la p rim e ra de las m arcas que distingue la llam ada “nueva historia in te le c tu a l” de la vieja tradición de historia de “id ea s”. Esta su p o n e u n a red efm ició n fu n d am en tal de su objeto. U n lenguaje político n o es u n c o n ju n to de id ea s’: o conceptos, sino un_m odo característico d e producirlos. Para reconstruir el lenguaje político de u n p e río d o n o basta, pues, con analizar los cam bios de sentido q u e sufren las distintas ca­ tegorías, sino q u e es necesario p e n e tra r la lógica que las articu­ la, cóm o se re c o m p o n e el sistem a de sus relaciones recíprocas. Por cierto, ésta n o es la ú n ica diferen cia e n tre la historia inte­ lectual y la histo ria de ideas. De ella derivan u n a serie de refor­ m ulaciones teóricas y m etodológicas fundam entales, las cuales, idealm ente, a b riría n u n h o riz o n te a u n a perspectiva muy dis-

tinta y m ás com pleja de tos procesos histórico-conceptuales. Ta­ les diferencias, espero, se irán d e scu b rien d o progresivam ente a lo largo del p resen te estudio.

El revisionismo histórico reconsiderado En todo caso, cabe señalar, n o se trata ésta de u n a em p resa in au d ita en la región. O bras hoy m uy difundidas h an avanzado en m uchas de las direccio n es q u e aquí se ex p lo ran . El p u n to de refe re n c ia obligado son los trabajos d el rec ien te m e n te falle­ cido F ra n f ois-Xavier G uerra. Él dio un im pulso fu n d a m e n ta l a la histo rio g rafía p o lítico -in telectu al latin o a m e ric an a , dem ostran d o ia im portancia del análisis de la d im ensión sim bólica en la com prensión de los procesos históricos. De este m o d o afir­ m ó sobre u n a nueva base lo q ue, especialm ente e n M éxico, se conoce desde hace unos años com o u n a nueva co rrien te de “es­ tudios revisionistas” (la cual e n c o n tra ría su p u n to de p a rtid a en la o b ra d e otro gran a u to r recien te, C harles H ale). Lo que sigue, com o verem os, co n tin ú a y discute, a la vez, los enfoques y perspectivas de G uerra. Según in ten ta dem ostrarse, no es v erd ad eram en te en su “tesis revisionista” d o n d e radica lo fu n d am e n ta l de su aporte a la historiografía latinoam ericana. P or el contrario, su alegado “revisionism o” tiende m ás bien a os­ cu re c e r la p e n e trac ió n de sus análisis históricos, b lo q u e a n d o m uchas de las líneas posibles de investigación a la q u e aquéllos se abren, conspirando incluso co n tra su mismo objeto: desm an­ telar las perspectivas d o m in an tes de la historia político-intelec­ tual latinoam ericana de carácter fu ertem en te teleológico. En realid ad , p a rtie n d o n u e v a m e n te del caso m ex ican o —q u e es, d e hecho, e! que se h a convertido en u n a especie de caso testigo p ara el resto de la reg ió n —, cabe d e c ir q u e se ha vuelto hoy muy difícil saber a ciencia cierta qué d eb e e n te n d e r­ se p o r “revisionism o”. Casi todos los trabajos históricos actua­ les en ese país —definitivam ente, dem asiado disím iles e n tre sí

com o p a ra p o d e r ceñ irlo s a u n a ú n ic a c a te g o ría —, in clu id o s los escritos an terio res de q u ien escribe, suelen definirse d e es­ te m odo. El térm in o se h a visto d e g ra d a d o así a u n a suerLc de c o n traseñ a p o r la cual se co n stataría sim p lem en te la su p u esta actualidad y validez académ ica del texto e n cuestión, lib re ya del tipo de teleologism o y nacionalism o q u e im p re g n ó a la a n ­ tigua historiografía liberal. De todos m odos, si bien resu lta im ­ posible d e fin ir d e u n m o d o preciso este “revisionism o h istó ri­ c o ”,5 p o d e m o s sí d e sc u b rir ciertas te n d e n c ia s m ás g e n e ra le s que lo distancian respecto d e aquellas perspectivas tra d icio n a ­ les q u e vino a cuestionar. Según señala Rafael Rojas en L a escri­ tura de la Independencia'.

Si la im agen es sólo de “caos”, “inestabilidad”, “caudillism o”, “an arquía” [...], el enfoque se acerca al m odelo liberal clási­ co, concebido en la República R estaurada y el F orlinato y r e ­ novado en la etapa posrevolucionaria. En cambio, si reconoce el valor de las formas jurídicas del antiguo régim en y su acti­ vación poscolonial, el enfoque ya se inscribe en la corriente revisionista que h a predom inado en el cam po académ ico du­ rante las últimas décadas.7 Así e n te n d id o , el p resen te estudio d e n in g ú n m odo p o d ría considerarse "revisionista”, a u n q u e tam poco es p o r ello necesa­ riam ente “antirrevisionista” o “lib eral”. D esde la perspectiva de que aquí se parte, la p reg u n ta sobre las continuidades y los cam ­ bios en la historia se e n c o n tra ría allí sim plem ente mal plan tea-

til fel uso d e ese té rm in o dista del q u e d e éste se h ace e n o tro s países, co­ m o la A rg e n tin a . S o b re el rev isio n ism o h istó ric o a rg e n tin o , véanse D ia n a Q uatrocchi-W oisson, Los males de la meritoria. Historia y política en la Argentina, B uenos A ires, E m ecé, 1995, y T ulio H a lp erin D o n g h i, Ensayos de historiogra­ fía, B uenos Aires, El C ielo p o r A salto, 1996. 7 Rafael Rojas, La escritura de ia Independencia. El surgimiento de la opinión pública en México, M éxico, T a u ru s/C ID E , 2003, p. 269.

da. De h ech o , tam poco se p o d ría siquiera decir que e n tre am ­ bas perspectivas aleg ad am en te opuestas (la “liberal" y la “revi­ sionista”) haya en realidad contradicción alguna: la im agen de “caos”, “in estabilidad”, “caudillism o”, “a n a rq u ía ”, que definiría al en fo q u e liberal, n o sólo n o es incom patible sino q u e se des­ p re n d e , ju sta m e n te , d e la creen cia su p u estam en te “revisionis­ ta ”, p e ro igualm ente com partida p o r la historiografía liberal, en la persistencia de form as institucionales e ideas provenientes del antiguo régim en . Sea com o fu ere , según verem os, n o es p o r allí p o r d o n d e pasa la renovación q u e está desde hace algunos años reconfíg u ra n d o p ro fu n d a m e n te el cam po de la histo ria político-inte­ lectual latin o a m e ric an a (de hech o , la tesis “revisionista" es tan o m ás an tig u a aú n q u e el p ro p io en fo q u e lib e ral). Esta com ien­ za a revelarnos u n a im agen m uy distinta del siglo XIX latin o a­ m erican o en u n sen tid o m u ch o m ás p ro fu n d o y com plejo que lo q u e la id ea d e la pervivencia de p a tro n e s sociales e im agina­ rios tradicionales alcanza a expresar. En definitiva, el análisis de los lenguajes políticos nos revelará p o r q u é los postulados revisionistas necesitan hoy, al igual que los liberales clásicos, ser ellos m ism os tam b ién revisados.

Introducción Ideas, teleologismo y revisionismo en la historia político-intelectual latinoamericana

La ambición de reducir el conjunto de procesos naturales a un pequeño número de leyes ha sido totalmente abandonada. Actualmente, las ciencias de la naturaleza describen un universo fragmentado, rico en diferencias cualitativas y en potenciales sorpresas. Hemos descubierto que el diálogo racional con !a naturaleza no significa ya una decepcionante observación de un mundo lunar, sino la exploración, siempre electiva y local, de una naturaleza cambiante y múltiple. I l y a P r ig o g in e

e

Is a b e l l e S t e n g e r s ,

La nueva alianza

Según señala Fran^ois-Xavier G uerra, la escritura de la his­ toria en A m érica L atina h a sido co n ceb id a “más que com o u n a • actividad universitaria, com o u n acto político en el sentido eti­ m ológico de la palabra: el del ciudadano defen d ien d o su polis, n arrando la epopeya de los h éroes q u e la fu n d a ro n ”.1 Esto sería particularm ente cierto para el caso de la historia de las ideas po­ líticas. Sólo en los últim os veinte años ésta lograría librarse de la presión de dem andas externas y extrañas a su ám bito particular. La creciente profesionalización del m edio historiográííco, com ­ binada con el m alestar g eneralizado respecto de la vieja tradi­ ción de historia de “ideas”, dará lugar así a la proliferación de lo que, especialm ente en México, se llam an “estudios revisionistas”, que buscan su p erar los relatos m aniqueístas propios de aquella

1 F ranfois-X avier G u erra, “El o lv id ad o siglo x i x ”, en V. Vázquez de Prada e Ignacio O la b a rri (c o m p s.j, Balance de la historiografía sobre Iberoamérica (1945-1988). Actas de las TV Conversaciones Internacionales de Historia, P am plo­ na, Ediciones U niversid ad de N avarra, 1989, p. 595.

tradición. P or debajo de esta con tien d a m anifiesta referida a los c o n ten id o s ideológicos subyace, sin em bargo, u n desplazam ien­ to aú n m ás fundam ental de o rd e n epistem ológico. E n efecto, la historia político-intelectual com enzará e n to n ­ ces a apartarse de los añejos y fu e rte m e n te arraigados m oldes teóricos cim entados en esa tradición, p a ra en fo carle en_eljmálisis d e cóm o se co n fo rm aro n y_tran sfo rm aro n históricam ente los “lenguajes políticos”. Com o verem os, ¡esto su p o n d rá u n a ver­ d a d e ra revolución teórica en la disciplina q u e h a b rá de reconfig u rar co m p letam en te su objeto y sus m odos de aproxim ación a él, ab rie n d o el terren o a la definición de u n nuevo cam po de p ro b le m átic a s, m uy distintas ya de las que d o m in a ro n hasta a h o ra en ella. En M odernidad e independencias (1992), G u erra se­ ñala, e n este sentido, el h ito fu n d a m e n ta l en la historiografía latin o a m e ric an a reciente, el cual servirá aquí com o p u n to de p a rtid a p a ra d e b a tir respecto de estas nuevas perspectivas, el sentido de las redefiniciones que con ellas se o p eran , sus alcan­ ces, y tam bién los problem as y desafíos que p lan tean .

La emergencia de la historia de ideas latinoamericanas

Veam os prim ero brevem ente cóm o se instituyó la historia de “ideas" com o disciplina académ ica. El p u n to de referencia melu dible aquí es el m exicano L eopoldo Zea. Si bien sería exagerade afirm ar que éP 'in v en tó ” la historia de ideas en América Latina,

2 A quí d eja re m o s d e lad o otras o b ras d e d ich o a u to r y los desplaza tos c o n c e p tu a le s q u e en ellas se o b serv an p a ra c o n c e n tra rn o s en este qu. c o n sid e ra m o s su texto fu n d a m e n ta l. S o b re las alteracio n es q u e fu e sufrier ''d o su e n fo q u e historiogváfico, véase Elias J . Palti, “G u e rra y H ab erm as: III siones y realid a d de la esfera p ú b lica latin o a m e ric an a ", e n Erika P añi y Alici S a lm eró n (co o rd s.), Conceptuar lo que se ve. Franfois-Xavier Guerra, histoiiado

Homenaje, M éxico, In stitu to M ora, 2004, p p . 461-483. f í £ b b r a s co m o A filosofía no Brasil (1876), de Silvio R o m ero , o L a evolucié ¡de tas ideas argentinas (1918), d e jó s e In g e n ie ro s, así lo atestiguan.

fue, sí, quiep_ fijó sus p a u ta s m etodológicas fu n d am e n ta les, las que, apenas m odificadas, subsisten.hasta hoy, tiñ e n d o incluso las perspectivas de sus p ro p io s críticos. En su o b ra clásica, E l po­ sitivismo en México (1943), a b o rd ó p o r p rim e ra vez, de m a n e ra sistemática, la p ro blem ática p articular que la escritura d e la his­ toria de ideas p lan te a e n la “periferia" d e O c c id en te (esto es, en regiones cuyas cu ltu ras tie n e n u n |c a rá c te r “derivativo”, se­ gún se las d e n o m in a desde entonces); m ás c o n c re ta m e n te , cuál es el sentido y el o b jeto d e analizar la o b ra de p e n sad o re s q u e , según se adm ite, n o realizaro n n in g u n a c o n trib u c ió n a la his­ toria de ideas en g en eral; q u é tipos de e n fo q u e s se re q u ie re n para to rn a r relevante su e stu d io .4 Esta perspectiva a b re las puertas a u n a reco n fig u ració n fu n ­ dam ental del cam po. D esengañados ya d e la posibilidad de q u e el p ensam iento latin o a m e ric an o ocupase un lu g ar e n la histo­ ria universal d e las ideas, q u e la m arginalidad cu ltu ral de la re ­ gión fuera algo m era m e n te circunstancial,5 Zea y su g en eració n se verían ob lig ad o s a p ro b le m a tiz a r y r e d e ñ n ir los e n fo q u e s precedentes que veían a ésta com o “la lu ch a d e u n co n ju n to de ideas c o n tra o tro c o n ju n to d e ideas”. “En u n a in te rp re ta c ió n de este tipo", decía Zea, “salen so b ran d o M éxico y todos los p o ­ sitivistas m exicanos, los cuales no vendrían a ser sino po b res in-

4 Esta p ro b lem ática, sin em b a rg o , se vería d e sp lazad a e n su p e n sa m ie n ­ to en el m ism o m o m e n to en q u e , ju s ta m e n te , ab raza las d o c trin a s llam ad as “dependentistas". En efecto, en los añ o s sesen ta se p ro d u c e u n g iro en el p e n ­ sa m ie n to d e Z ea d el cual sólo el títu lo d e su o b ra escrita e n 1969 es ya ilus­ trativo: La filosofía am aicana como filosofía sin más. P a ra u n e x c e le n te e stu d io fde las diversas fases q u e atrav iesa su c o n c e p to h istó ric o , véase TV.vi Me d in , 1Leopoldo Zea: Ideología y filosofía de América Latina, M éxico, CCyDEL-UNAM , !1992. 1 r’ H asta en to n ce s, la d e b ilid a d in te le c tu a l d e A m érica L a tin a solía a tri­ buirse m e ra m e n te a u n a “falta d e m a d u re z ”, a la ‘ju v e n tu d ” d e las n acio n e s latino am ericanas, que, p o r lo ta n to , h a b ría —o p o d ría , al m e n o s— d e resol­ verse con el tiem p o .

térp rete s d e u n a d o c trin a a la cual no h an h e c h o aportaciones dignas de la atención u niversal”/ ’ Pero, p o r otro lado, según se­ ñala, si las hu b iera, descu b rirlas tam poco sería relevante para c o m p re n d e r la cu ltu ra local. “El h ech o de ser positivistas me­ xicanos los que hiciesen a lg u n a ap o rtació n n o p asaría de ser u n m ero incidente. Estas a p o rtacio n es b ien p u d ie ro n haberlas h e c h o h o m b res de otros p aíses”.7 En definitiva, n o es d e su vín-j culo con el “reino d e lo e te rn a m e n te válido” sino “de su rela­ ción con u n a circunstancia llam ada M éxico”8 q u e la h istoria di ideas local tom a su sen tid o . Lo v e rd a d e ram e n te relevante nq son ya las posibles “a p o rta c io n e s” m exicanas (y latinoam erica ñas) al p en sam ien to en g en eral, sino, p o r el c o n tra rio , sus “yej rro s ”; en fin, el tipo d e refracciones que sufrieron las-ideas eu­ ro p eas c u an d o fu ero n tran sp lan tad as a esta reg ió n . j Zea especificaba tam b ién la u n id ad d e análisis p a ra esta em­ p resa com parativa: los “filosofem as” (un eq uivalente a lo que en esos m ism os años A rth u r Lovejoy co m en zab a a d e fin ir co m o “ideas-unidad”, definición que le perm ite establecer á la his toria de ideas com o disciplina p a rticu la r en el m ed io académ i co anglosajón).9 Según señala, es en los conceptos p a r t i c u l a r : d o n d e se registran las “desviaciones" de sentido q u e producen los traslados contextúales. “Si se co m p aran los filosofem as uti lizados p o r dos o m ás culturas diversas”, dice, “se e n c u e n tra qu< estos filosofem as, a u n q u e se p re se n ta n v erb alm en te com o lo m ism os, tien en co n ten id o s q u e c a m b ian ”.10 E ncontrarnos aquí fin alm en te definido el diseño básico d< la anroxim ación fu n d ad a en el esquem a de “m o d elo s” y “desvia

r' L eo p o ld o Zea, El positivismo en México, M éxico, El C olegio d e Méxicc

1943, I, p. 35. 7 Ibid., p. 17. 8 Ibid., p . 17. 9 Véase A r t h u r Lovejoy, “R eflectio ns o n ih e history o f id e a s”, Journal i the History o f ideas 1.1, 1940, p p . 3-23. 10 L eo p o ld o Zea, El positivismo en México, I, p. 24.

ciones” que aú n hoy do m in a a la disciplina. Ésta resulta, pues, déT úT intento de historización de las ideas, del afán d e arran­ car de su abstracción las categorías genéricas en q u e la discipli­ na se funda, p a ra situarlas en su contexto particular de en uncia­ ción. Así co n sid erad o , esto es, en sus prem isas fundam entales el proyecto d e Zea n o resulta tan sencillo de refutar. U no de los problem as en él es que no siem pre sería posible distinguir los “aspectos m etodológicos” de su m odelo interpretativo de sus “as­ pectos substantivos” (para d e c irlo e n las palabras de H a le ),11 m ucho p e o r resguardados a n te la crítica.12 La articulación de la historia de ideas co m o disciplina p a rticu la r estuvo en M éxico íntim am ente asociada al surgim iento del m ovim iento lo mexica­ no,13 y su em presa q u edaría atada desde entonces a la búsque­ da del “ser n a c io n a l” (que su b secu en tem en te se ex p an d e para com prender a la del “ser latinoam ericano” en su c o n ju n to ). Exis­ te, sin em b arg o , u n a se g u n d a razón q u e llevó a o sc u re c e r los aportes de Zea; u n a m enos obvia p e ro m u ch o m ás im portante. El esquem a de “m odelos” y “desviaciones” p ro n to pasó a form ar parte del sentido com ún de los h istoriadores de ideas latinoa-

1J C h arles H a le , “T h e H istory o f Ideas: S ubstantive a n d M ethodological A spects o f th e T h o u g h t o f L e o p o ld o Z ea", Jo u rn a l o f L a tin A m n ican Studies 3.1,1971, pp. 59-70. D esde este p u n to d e vista re su lta n p e rfe c ta m e n te ju stificad as afirm a­ ciones com o las de A lex an d e r B e tan co u rt M en d ieta cuan d o señala q u e la pers­ pectiva d e Zea “te rm in a p o r im p o n e r a la realid a d histórica u n esq u em a que ha sido e la b o ra d o aprioriy q u e fuerza la re a lid ad h istó rica ”. A lex an d er Retanc o u rt M en d ieta, Historia, ciudades e ideas. La obra de José L u is Romero, M éxico, UNAM, 2001, p. 42. Silvestre Villegas, sin em b arg o , p refiere destacar las orien ­ taciones p lu ricu ltu ralistas q u e cree d e sc u b rir en la obra de ese autor; véase Vi­ llegas, “L e o p o ld o Zea y el siglo x x i”, Metapolítica 12, 1999, p p , 727-32. 13 S o b re la tray ecto ria de este m o v im ien to , véanse G. W. Hewes, “Mexi­ can in S earch o f th e ‘M ex ican ’ (Review)", The American Journal o f Economics and Sociology 13.2, 1954, p p . 209-222, y H e n ry S clm iidt, TheRoots o f Lo Mexica­ no Self and Society in Mexican Thought, 1900-1934, C ollege S tation, Texas A&M University Press, 1978.

m ericanas, y ello ocluiría el h ech o de que la búsqueda de las re­ fracciones locales" no es u n objeto natural, sino el resultado de u n esfuerzo teó rico que re sp o n d ió a co n d icio n es históricas y ’ epistem ológicas precisas. C onvertido e n u n a su erte d e presu■puesto im pensado, cuya validez resultaría in m e d ia ta m e n te ob vía, aquello que constituye su fu n d am e n to m etodológico esca­ paría a toda tem atización.

Los orígenes del revisionismo histórico El p u n to de p a rtid a de las nuevas corrientes revisionistas de la historia político-intelectual m exicana, en particular, y latinoa­ m ericana, en g e n e ra l, suele situarse en la o b ra de C harles Ha­ le. S egún señala u n o de sus cu lto res m ás n o to rio s, Fernando Escalante G onzalbo: Antes de que [Hale] se entrom etiera, podíam os contarnos un cuento delicioso, conm ovedor: aquí habíam os tenido desde siem pre— una herm osa y heroica tradición de liberales: que eran dem ócratas, que eran nacionalistas, que eran republica­ nos, que eran revolucionarios y hasta zapatistas (y eran bue­ nos) ; una tradición opuesta, con patriótico em peño, a la de una m inoría de conservadores: m onárquicos, autoritarios, ex­ tranjerizantes, positivistas (que eran muy m alos).14 El p ropio H ale h a señalado reitera d am e n te com o su prin­ cipal c o n trib u c ió n el h a b e r a rra n c a d o a la h isto rio g ra fía de ideas local del p lan o ideológico subjetivo (del que, según afir-

1-1 F e rn a n d o E scalan te G on zalb o , "La im p o sib ilid ad d e l lib eralism o en M éxico", en Jo se fin a Z. V ázquez (c o o r d .), Recejición y transformación del libera lismo en México. Homenaje al profesor Charles A. Hale, M éxico, El C olegio de Mé­ xico, 1991, p. 14.

maba, él, co m o ex tra n je ro , no particip ab a) p a ra resituarla e n el suelo fu m e de la histo ria objetiva.ir> Com o surge de la afirm ación de Escalante, H ale e n d e re z a ­ rá su crítica, en realidad, hacia aq u el costado q ue, com o vimos, fue el m ás e rrático en el e n fo q u e d e Zea, su "aspecto sustanti­ vo”: u n a visión ideológica y m a n iq u e a articu lad a sobre la base de la a n tin o m ia esencial (un “su b te rrá n e o fo rcejeo ontológico”, lo lla m a b a E d m u n d o O ’G o rm a n ),16 e n tre lib eralism o y conservadurism o; el p rim e ro , id en tifica d o co n los p rin c ip io s de la in d ep en d en cia; el segundo, asociado a los in te n to s de res­ tauración de la situación colonial. De este m o d o , dice H ale, Zea ignora que, e n su in te n to de “em an cip ació n m e n ta l” d e la co­ lonia, los liberales m exicanos sólo c o n tin u a b an la tradición re ­ form ista b o rb ó n ic a .17 H ale ex trae de allí sus otras dos tesis c e n ­ trales. La p rim e ra es q u e e n tre liberales y conservadores h u b o

A nte la afirm a ció n d e u n a n tro p ó lo g o m e x ica n o a m ig o suyo d e q u e é!, com o e x tra n je ro , n o p o d ría a lca n zar a c o m p re n d e r el p e n sa m ie n to m e ­ xicano, H ale señ ala q u e "llegué a la co n clu sió n , sin em b a rg o , d e q u e u n e x ­ tranjero n o c o m p ro m e tid o p u e d e esta r m e jo r cap acita d o p a ra a p o rta r u n a com prensión n o v ed o sa d e u n tó p ico h istó rico tan sensible c o m o el lib eralis­ mo m exicano”. C harles H ale, Mexican Uberalism in the Age o f Mora, 1821-1853, New H aven y L o n d re s, Yale U niversity Press, 1968, p. 6. E n u n a rtíc u lo so b re la obra d e Z ea insiste e n q u e “u n h is to ria d o r e x tra n je ro tien e u n a o p o rtu n i­ dad única. A jen o a las c o n sid e ra c io n e s p atrió tic as, se e n c u e n tra lib re p a ra identificar las ideas d e n tr o d e su c o n te x to h istó rico p a rticu lar". C h arles H a­ le, “T h e H isto ry o f Ideas: S ub stan tiv e a n d M e th o d o lo g ical A spects o f th e T h o u g h t o f L e o p o ld o Z ea”, Journal o f ¡Míin American Studies III. 1, 1971, p. 69. 16 E d m u n d o O ’G o rm a n , La supervivencia política novohispana. Reflexiones sobre el monarquismo mexicano, M éxico, F u n d a c ió n C u ltu ral C o n d u m e x , 1969, p. 13. 17 E sp ecíficam en te e n re la c ió n co n M ora, afirm a H a le q u e “a u n q u e el program a d e re fo rm a de 1833 fue u n a ta q u e al ré g im e n d e privilegio c o rp o ­ rativo h e re d a d o d e la C o lo n ia , d ifícilm en te p u e d a co n sid erarse ‘u n a n e g a ­ ción de la h e re n c ia e s p a ñ o la ’. D e h e c h o , los m o d e lo s m ás relevantes p a ra Mora eran esp añoles: C arlos III y las C o rtes d e Cádiz". C harles H ale, Mexican Liberalism in the Age o f Mora, p. 147.

m enos d iferencias q u e lo q u e solían c re e r los historiadores de ideas m exicanos. “Por debajo del liberalism o y el conservaduris­ m o políticos”, asegura, “hay en el pen sam ien to y la acción me­ xicanos p u n to s de com unicación m ás p ro fu n d o s”18 q u e están dados p o r sus com unes tendencias centralistas. La segunda es q u e esta m ezcla contradictoria e n tre liberalism o y centralismo q u e caracterizó al liberalism o m exicano y latin o am erican o no es, sin em bargo, ajena a la tradición liberal europea. Siguiendo a G uido de R u g g iero ,19 H ale descubre en ella dos “tipos idea les” en p e rm a n e n te conflicto, a los q u e define, respectivamen­ te, com o “liberalism o inglés” (en c a m a d o en Locke) y “liberalis­ m o francés” (rep resen tad o p o r Rousseau); el prim ero, defensor de los d e re c h o s individuales y la descentralización política; el segundo, p o r el contrario, fu ertem e n te organicista y centralis­ ta. H ale afirm a q u e “El conflicto in te rn o e n tre estos dos tipos, ideales p u e d e discernirse en todas las naciones occidentales”.20j E nco n tram o s aquí la contribución m ás im p o rtan te q u e rea-¡ liza H ale ^al estudio d e la historia intelectual m exicana del siglo' X IX . Ésta n o reside tanto, com o él afirm a, en h a b e rla arranca­ do del te rre n o ideológico p ara convertirla en u n a e m presa aca^ d é m ic a objetiva com o en h a b e rla desp ro v in cian izad o . Fami­ liarizado, co m o estaba, con los debates q u e se p ro d u je ro n en F rancia sobre la Revolución de 1789 al im pulso de las corrien­ tes neotocquevillianas q u e surgen en los años en q u e H ale estaba c o m p le ta n d o sus estu d io s do cto rales, p u d o com probar q u e la m ayoría de los dilem as en to rn o de los cuales se deba­ tían los ladno am ericanistas e ra n m enos idiosincrásicos q u e lo que éstos q u e ría n creer. Ello le perm ite, en Mexican Liberalisn in the Age ofM ora, d e sp re n d e r de su m arco local los deb ates re lativos a las supuestas tensiones observadas en el pensam iento

18 C h a rle s H ale, Mexican Liberalism in the Age o f Mora, p. 8. 19 G u id o d e R u g g iero , The History o f European Liberalism, G lou cester Mass., P e te r S m ith , 1981. w H ale, Mexican Liberalism in the Age ofM ora, pp. 54-5.

liberal m exicano p a ra situarlas e n u n escenario m ás vasto, de proyecciones atlánticas. Sin em bargo, es tam bién en to n ces que las lim itaciones in h e re n te s a la histo ria de ideas se vuelven más claram ente m anifiestas. C om o vimos, p o r d eb ajo de los antagonism os políticos, H a­ le descubre la acción d e p a tro n e s culturales q u e atraviesan las divexsas.corrjentes ideológicas y épocas, y que él iden tifica con Qethos hispano ('“es in negable", dice, “que el liberalism o en Mé­ xico ~há sido co n d ic io n ad o p o r el tradicional ethos hispano ”).21 Este sustrato cu ltu ral u n ita rio c o n tie n e, p ara él, la clave últim a que explica las co n trad iccio n es que ten sio n aro n y tensionan la historia m ex ican a (y latin o am erican a, en g e n e ra l), y les d a sen­ tido. Según afirm a: [...] siguiendo con la cuestión de la continuidad, podem os en­ contrar en la era de M ora u n m odelo que nos ayuda a com ­ p ren d e r la deriva reciente de la política socioeconómica en el México que em erge de la revolución [...] Es nuevam ente la inspiración de la España del siglo XVlii tardío que prevalece.22 Si b ien la id ea d e la c u ltu ra latinoam ericana com o “tradicio- • nalista”, “organicista”, “cen tralista”, etc., es u n a rep resen tació n de larga data en el im aginario colectivo tanto latinoam ericano com o n o rteam erican o , e n la versión de Hale se p u e d e n detec­ tar huellas m ás precisas q u e p ro v ien en de la “escuela culturalista” iniciada p o r q u ien fu e ra u n o de sus m aestros en Colum bia University, R ichard M orse. Las perspectivas de am bos rem iten a u n a fu en te co m ú n , a la q u e al m ism o tiem po discuten: Louis H artz. En The Liberal Tradition in America (1955), H artz fijó la que sería la visión están d ar de la historia intelectual n o rteam e­ ricana. Según asegura, u n a vez trasladado a Estados Unidos, el

21 Ibid., M Ibid.

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liberalism o, a Falta de u n a aristocracia tradicional que p u d iera o p o n erse a su expansión, p erd ió la d inám ica conflictiva que lo caracterizaba en su contexto de o rig en p a ra convertirse en u n a suerte de m ito unificante, u n a especie de “seg u n d a n atu ra le z a ” para los n o rte a m e ric a n o s, c u m p lie n d o así fin a lm e n te en ese país su vocación universalista.23 En u n texto posterior, H artz am ­ plía su m o d elo interpretativo al co n ju n to de las sociedades sur­ gidas con la expansión europea. En cada u n a de ellas, sostiene, term in a ría im poniéndose la cu ltu ra y la tradición políticas do­ m inantes e n la nación o cu p an te en el m o m e n to de la conquis­ ta. Así, m ien tras q u e e n Estados U nidos se im puso u n a cultura burguesa y liberal, A m érica Latina q u e d ó fijada a u n a h e ren cia feudal.24 Morse retom a este enfoque, pero introduce u n a precisión. Se­ gún afirm a, com o Sánchez A lbornoz y otros h abían ya dem ostra­ do,25 en E spaña nu n ca se afirmó el feudalism o. La R econquista había dado lugar a un im pulso centralista, e n c am a d o en Castilla, que, p a ra el siglo xvi, tras la derro ta de las cortes y la nobleza (re­ presentantes de tradiciones dem ocráticas m ás antiguas), se im po­ ne al conjunto de la península y se traslada, uniform e, a las colo­ nias. Los habsburgos eran la m ejo r ex p resió n d e absolutism o tem prano. España y, p o r extensión, la Am érica hispana, serían así víctimas de u n a m odernización precoz. Según dice Morse: [...] precisam ente porque España y Portugal habían m oder­ nizado prem aturam ente sus instituciones políticas y renovado

23 Louis H artz, The Liberal Tradition in America. A n Interjm tation o f Ameri­ can Political Thought sincc the Reoolution, N ueva York, HBJ, 1955. ‘ML ouis H artz, “T h e F rag m cn tatio n o f E u ro p e a n C u ltu re a n d Id eo lo g y ”, en L ouis H a rtz (co m p .), The Founding o f Neto Societies. Studies in the History o f the United States, L atin America, South Africa, Cañada, and Australia, N ueva York, H arv est/H B J, 1964, p p . 3-23. aB C lau d io S án ch ez A lbornoz, España, un. enigma histórico, B u en o s Aires, S u d am erica n a , 1956, i, pp. 186-7.:M arc B loch ta m b ié n sostuvo u n a p o stu ra an álo g a en La sociedad feudal, M éxico, U n ió n T ip o g rá fic a E d ito rial, 1979.

su ideología escolástica en el período tem prano de construc­ ción nacional y expansión ultram arina de Europa, rehuyeron a las implicancias de las grandes revoluciones y fracasaron en internalizar su fuerza generativa.2B Las sociedades de h e re n c ia h isp a n a te n d e rá n así sie m p re a perseverar en su ser, d a d o q u e carecen de u n p rin c ip io d e d e ­ sarrollo in m an en te. “U n a civilización p ro te sta n te ”, dice M orse, “p u e d e d esarro llar sus e n erg ías in fin itam en te e n aislam iento, com o o c u rre con Estados U nidos. U na civilización católica se estanca c u a n d o n o está en co n ta c to vital con las diversas c u ltu ­ ras y tribus h u m a n a s”.27 Esto ex p licaría el h e c h o de q u e el leg ad o p a trim o n ia iista haya p e rm a n ec id o inm oclificado e n la región hasta el p re s e n ­ te, d e te rm in a n d o to d a evolución subsiguiente a la co n q u ista. Com o dice u n o d e los m iem b ro s de la escuela c u ltu ralista de M orse, H ow ard J. W iarcla, el resultado fue q u e “e n vez d e insti­ tu ir reg ím en es dem ocráticos, los p adres fu n d ad o re s d e A m éri­ ca L atina se p re o c u p a ro n p o r preserv ar las je ra rq u ía s sociales y las in stitu cio n es trad icio n ales an tid em o cráticas";28 “e n c o n ­ traste con las colonias norteam erican as, las colonias latin o a m e ­ ricanas se m antuvieron esencialm ente autoritarias, absolutistas, feudales (en el se n tid o ibérico del térm in o ) p atrim onialistas, elitistas y orgánico-corporativas”.29

R ich ard M orse, New World Soundings. Culture and Ideology in the Amencas, B altim ore, T h e Joh ns H o p k in s U niversity Press, 1989, p. 106. M o rse ex­ p o n e o rig in a lm e n te este p u n to d e vista en 1964 en su c o n trib u c ió n ai iibro de L ouis H arte, The Founding o f Nerti Societies. 21 R ic h a rd M orse, “T h e H e rita g e o f L atín A m erica", e n L ouis H artz (co m p .), The Founding of Neru Societies, p. 177. 23 H o w ard W iarda, " I n tro d u c tio n ”, en H o w ard W iarda (co m p .), Poülics and Social Change. The Distinct Tradition, M assachusclts, U niversity o f Massachtisetts Press, 1982, p. 17. w ibid., p. 10.

E n Mexican Liberalism in the Age o f Mora, H ale re to m a y dis­ cute, a su vez, la re in te rp re ta c ió n q u e M orse realiza de la p ers­ pectiva de H artz. Si bien coincide en afirm ar q u e en la A m éri­ ca h isp an a n u n c a h u b o u n a tradición política feu d a l (au n q u e sí u n a sociedad fe u d a l), asegura q u e las raíces d e las te n d e n ­ cias centralistas p resen tes en el liberalism o local no re m ite n a la h e re n c ia de los h a b sb u rg o s, sino a la tra d ic ió n refo rm ista b o rb ó n ic a . H ale desafía así las in te rp re ta c io n e s cultu ralistas (in d u d a b lem e n te , los b o rb o n es eran m u ch o m ejores c a n d id a ­ tos com o an teced en tes del reform ism o liberal del siglo XIX que los h ab sb u rg o s), sin salirse, sin em bargo, de sus m arcos. Sim ­ p le m e n te traslada el m o m e n to del origen del siglo xvi al siglo XVIII, m a n te n ie n d o su p re su p u e sto fu n d a m e n ta l: d a d o q u e sie m p re o p e ra u n p ro ceso d e selección de ideas ex tran jeras, n in g ú n “p résta m o e x te r n o ” p u e d e explicar, p o r sí m ism o, el fracaso en instituir gob iern o s dem ocráticos en la reg ió n (com o señ ala C laudio Véliz, “en F rancia e In g la te rra existía u n a com ­ p lejid a d [de ideas] lo su ficien tem en te rica com o p a ra satisfa­ cer desde los m ás radicales a los m ás conservadores e n Améri-. ca L a tin a ”).30 Su causa ú ltim a hay que buscarla, pues, e n la p ro p ia cultura, en las tradiciones centralistas locales.31 P ero el traslado que H ale realiza del m o m e n to orig in ario del liberalis­ m o m ex ican o d esd e los h a b sb u rg o s a los b o rb o n e s lleva, sin em bargo, a desestabilizar este m o d o característico de p ro c e d e r in telectu al desde el m o m e n to que tiende, de h e c h o , a expan-

30 C lau d io Véliz, The Centralist Tradition o f Latin America, P rin c e to n , P rin ­ ce to n U niversity Press, 1980, p. 170. 31 “Ni ta falta d e ex p e rie n c ia p revia ni las ideologías políticas im p o rta d a s —afirm a C ien D ealy— p u e d e n ex p licar el fracaso d e los h isp a n o a m e ric a n o s en estab lec er u n a d em o cra cia viable, tal co m o n o so tro s la c o n o c e m o s. Más b ien , p a re c e ría q u e éstos elig iero n c o n sc ie n te m e n te im p le m e n ta r u n sistem a d e g o b ie rn o en el cual ta n to su te o ría corno su p rác tic a tuviera m u c h o en co­ m ú n co n sus tradiciones." Dealy, “P ro le g o m e n a oti th e S p an ish A m erican P o ­ litical T ra d itio n ”, en H ow aid W iarda (c o in p .), Politks and Social Change, p. 170.

dir el proceso d e selectividad a la propia, tradición: parafrasean­ do a Véliz, p o d ría m o s d ecir q u e tam b ién en las tradiciones lo­ cales h a b ría u n a com p lejid ad d e ideas lo suficientem ente rica com o satisfacer d esd e los m ás radicales a los m ás conservado­ res. La p re g u n ta q u e su afirm ación p la n te a es p o r q ué, en tre las diversas trad icio n es disponibles, M ora “elig e” a la b o rb ó n i­ ca, y n o a la h ab sb u rg a, p o r ejem plo. La in tro d u c c ió n d e tal cuestión inevitablem ente e n c ie rra a las ap ro x im acio n es culturalistas en u n círculo argum ental: así com o, según asegura H ale, si M ora llegó a Constant, y n o a Locke, fue p o r in flu e n cia de C arlos III, cab ría tam bién d ecir que, inversam ente, sí M ora m iró a C arlos III com o m odelo, y n o a Felipe II, fue p o r influencia de las ideas de C onstant. La expan- • sión d e Ja id ea d e selectividad a las p ro p ias tradiciones d esnu­ da, en ú ltim a instancia, el h e c h o de q u e éstas no son algo sim­ plem ente d a d o , sino algo c o n sta n te m e n te renovado, en el que sólo algunas de ellas p e rd u ra n , refuncionalizadas, m ientras que otras son olvidadas o redefm idas. Y ello h a ría im posible distin­ guir h asta q u é p u n to éstas son causa o, m ás bien, consecuencia de la historia política. La relació n e n tre pasado y p resen te (en­ tre “tra d icio n e s” e “ideas”) se volvería ella m ism a un problem a; ya no se sab ría cuál es el explanans y cuál el explanandum. L uego de la publicación de Mexican Liberalism in the Age of Mora, M orse a b o rd a el p ro b le m a y m odifica su p u n to de vista anterior, tal co m o h a b ía sido expuesto en su contribución al li­ bro d e H artz, T heF oundingof Neto Societies (1964). E ntonces, en realidad, red e sc u b re algo q u e ya h a b ía señalado antes: la p re ­ sencia en A m érica L a u n a d e dos tradiciones en conflicto en su m ism o o rig en , u n a m edieval y tom ista, rep resen tad a p o r Casti­ lla, y o tra ren a c e n tista y m aquiavélica, e n carn ad a en A ragón. Si bien, señala a h o ra , en u n com ienzo se im pone el legado tom is­ ta, a fines del siglo xvin y, sobre to d o , luego de la in d e p e n d e n ­ cia, renace el sustrato renacentista, trabándose un conflicto e n ­ tre am bas tradiciones. De este m o d o , los hispanoam ericanos, según dice M orse, “son re in tro d u c id o s al conflicto histórico en

la E spaña del siglo xvi e n tre la ley n atu ral n eo to m ista y el re a ­ lism o m aquiavélico”.32 A un así, insiste en que las ideas neotom istas seguirían p re d o m in a n d o e n la región. De h e c h o , este a u to r afirm a que la d o c trin a m aquiavélica sólo p u d o ser asim i­ lada en el m u n d o ibérico en la m ed id a en que “fue reelab o rada e n térm inos acep tab les” p a ra la tradición neoescolástica de pen sam ien to h e re d a d a .33 Las ideologías reform istas e ilum inistas se caracterizarían así p o r su radical eclecticism o, co n fo rm a ­ ría n "un m osaico ideológico, antes q u e u n sistem a”.34 En definitiva, M orse aplica aquí a la p ro p ia “hipótesis borb o n ista ” el método genético q u e busca siem pre “identificar la m a­ triz histórica subyacente de actitud y acción social”.35 Siguien­ do dicho m étodo, dado que, com o H ale mism o señala, n in g u n a po lítica p u e d e explicarse p o r u n a p u ra in flu en cia e x te rn a , el p ro p io proyecto reform ista b o rb ó n ico d ebería, a su vez, expli­ carse a p artir d e tradiciones p reex isten tes.36 Así, la lógica del m éto d o g e n é tico rem ite siem p re a un m o m e n to p rim ig e n io ,

32 R ich a rd M orse, “C laim s o f Political T ra d itio n ”, Nexv World Soundíngs, p. 112. 33 Ibid. 34 Ibid., p. 107. 35 R ich ard M orse, ‘T h e H e rita g e o f L atín A m e rica ”, en L o u is H a rtz (c o m p .), TheFoundingafNcwSocieties, p. 171. “La cuestió n c rític a —dice— n o es ta n to la p re g u n ta vacía d e si fu e el n e o to m ista Suárez o el ja c o b in o R ous­ seau la (igura im eleclu a! tu te la r d e las ju n ta s so b eran as h isp a n o a m e ric a n a s d e 1809 y 1810, en los alb o res d e la e ra in d e p e n d ie n te . Si to m am o s se ria m e n ­ te la n o ció n de q u e la A m érica h isp an a h a b ía establecido ya co n a n te rio rid a d sus bases políticas e in stitucionales, d e b e re m o s id en tificar la m atriz d e p e n ­ sam ien to s y actitu d es sub y acen te, n o la retó ric a co n la cual ésta p u e d e v etar­ se e n a lg ú n m o m e n to d a d o ” (ibid., p. 153). ■ 1(’ In d u d a b le m e n te , en su in te rp re ta c ió n d e las raíces del lib eralism o d e M ora, H ale co n fie re u n a d im e n sió n d e sp ro p o rc io n a d a a u n c o n ju n to d e p o ­ líticas C |u e se ap lic aro n en ¡as co lo n ias sólo ta rd ía m e n te y d e m o d o inconsis­ te n te . C om o señ ala Tulio H a lp e rin D o n g h i en su crítica a The Centralist Tradilion o f Latín America, d e C la u d io Véliz: “El a b so lu tism o fu e, m ás q u e u n rég im e n de c o n to rn o s d e fin id o s e n qiie to d a a u to rid a d e m a n a b a d e la de u n

a u e fu n cio n a com o u n arhh_ o fu n d a m e n to ú ltim o in fu ndado. M referir la oposición e n tre habsburgos y b o rb o n e s a o tra an« n o r y m ás prim itiva enere c á l l a n o s y aragoneses, la re.nterpretació n d e M orse rescata al m éto d o Tre tradiciones e influencias al que la p re p u e s ta d e H ale paree, c o n d u cirlo p e ro refuerza en él su caracter esenciahsta. En últim a instancia, las explicaciones culturalistas p resu p o ­ n e n la idea d e “totalidad cu ltu ral”, de u n sustrato orgánico de tradiciones y valores. T odo c u e sd o n a m ie n to a la existencia d e dicho trasfondo orgánico las convierte en n ecesariam en te ines­ tables y precarias. Sin em bargo, la afirm ación de la existencia d entidades tales, d e algo sem ejante a u n ethos hispano no p u e d e pasar n u n c a d e u n m ero postulado indem ostrable. C om o seña­ ló E d m u n d o O ’G orm an, q u e haya países m as n e o s y países mas pobres, g o b iern o s m ás dem ocráticos y g o b ie rn o m enos d e m o ­ cráticos, etc., son cuestiones que p u e d e n discutirse y analizarse sobre bases em píricas. A hora bien, la afirm ación de q u e esto se: deba a alguna su erte d e d eterm inación cultural resulta incom probable, nos co n d u ce más allá de la historia, a u n te rre n o o n ­ cológico d e esencias eternas e ideas apiiori, d e “en teleq u ias”. Poca es la distancia entre caracterizar com o “espíritu” lo que se concibe com o “esencia”. Y así, pese a su ubicación en el de­ venir histórico, Iberoam érica resulta ser u n ente en sí o por naturaleza “idealista”, y Angloamérica, u n ente en sí o por na­ turaleza “pragm ático”. Dos entes, pues, que si bien actualizan su m odo de ser en la historia, es [sic] en cuanto entelequias

so berano legislador, tin a m eta h acia la cual o rie n ta b a n to d o s sus esfuerzos de reorgan ización m o n á rq u ic a cuya e stru c tu ra o rig in a ria estab a m uy alejad a de esc ideal, y cuya m a rch a , siem p re co n tra sta d a , estab a d e stin a d a a n o co m p le­ tarse n u n ca". T ulio H alp e rin D o nghi, “En el tra sfo n d o d e la novela de d icta­ dores: la d ic ta d u ra h isp a n o a m e ric a n a com o p ro b le m a h istó ric o ”, El espejo de la historia. Problemas argentinos y perspectivas latinoamericanas, B uenos Aires, Su­ dam ericana, 1987, p. 2.

de la potencia de "sus respectivas esencias; dos entes, digamos, que como un centauro y un unicornio son históricos sin real­ m ente serlo.37 N ad a im p id e a ú n p o stu lar la ex isten cia de en teleq u ias ta­ les: p ero la histo ria ya no tie n e n a d a q u e d e c ir al respecto —y, com o decía W ittgenstein ( Tractatus, pro p o sició n 7), “de lo que n o se p u e d e hablar, m ejo r callar”.

"Ideas" y "tipos ideales" en América Latina La p re g u n ta q u e la historia de “id ea s” p lantea, sin e m b a r­ go, es, m ás b ien , cóm o no h ab lar de la “c u ltu ra local”, cóm o no re fe rir las ideas en A m érica L a tin a a a lg ú n su p u esto sustrato cultural que ex p lique el sistem a de sus “desviaciones” y “d istor­ siones locales”. La “escuela cultu ralista”, com o tal, h a sido, en verdad, lateral en los estudios latinoam ericanos. Se trata, bási­ cam ente, de u n in te n to de su p e ra r los prejuicios existentes en el m edio académ ico n o rte a m e ric a n o y c o m p re n d e r la cu ltu ra latinoam ericana “en sus propios térm in o s”38 que, en últim a ins-

(íZ-fedm undo O ’G o rm an , México. E l trauma de su historia, M éxico, UNAM, 1977, p . 6 9 .0 'G o m v a n , cabe señalar, m a n tie n e la discusión en u n te rre n o q u e d e n o m in a “o n to ló g ic o ”. El afirm a co n c e b ir las te n d e n c ia s cu lturales n o co m o “en te le q u ia s” o esencias dadas de u n a vez y p a ra siem p re , sino com o “proyec­ tos vitales” q u e se constituyen co m o tales sólo h istó ric a m en te. En ¡m . invención de América h ab la d e “in v en cio n es”, en opo sició n a las “creacio n es”, q u e su p o ­ n e n , según dice, u n co m ien zo ex nihilo. Al resp ecto , véase C harles H ale, “Ed­ m u n d o O ’G o rm a n y la h isto ria n a c io n a l”, Signos Históricos 3, 2000, p p . 11-28. 1 ^D eb em o s ver a A m érica L atin a e n sus p ro p io s térm in o s, e n su p ro p io co n te x to h istó rico — d e m a n d a W iarda—, d e b e m o s d e ja r d e lad o los p re ju i­ cios y el e tn o c e n trism o , las actitu d es d e su p e rio rid a d q u e tan a m e n u d o d e ­ te rm in a n la p erc e p c io n e s, esp e c ialm e n te en la so cied ad p olítica n o rte a m e ­ rican a , d e o tro s países cuyas tra d ic io n e s son p e c u lia re s .” H o w ard W iarda, “C o n clu sió n ”, en H ow ard W iarda (c o m p .), Polilics and Social Change, p. 353.

tan d a, sólo conduce a re p ro d u c ir aó rtica m en te todos los este­ reotipos circulantes.39 A hora bien, aun cuándo la “escuela culturalista” es m arginal e n tre los especialistas, la referencia en la his­ toria de ideas latin o am erican a a las peculiaridades de la “cultura lo c a r (que la h a ría n c o n trad icto ria con los principios liberales) constituye u n a práctica universal. Más allá de sus orígenes “culturalistas”, la afirm ación de H ale d e que “la experiencia distinti­ va del liberalism o latin o am erican o derivó del h ech o d e que las ideas liberales se aplicaron [...] en u n ám bito que le era refrac­ tario y hostil”40 p arece u n a verdad indisputable, trasciendo a di­ cha escuela fo rm a n d o p a rte del sentido com ún en la profesión. ■ No se trata ésta, sin em bargo, de u n a m era verdad de hecho, sino de u n a afirm ación q u e tiene fundam entos históricos y epis­ tem ológicos precisos. N uevam ente, com o dice G uerra, la inte­ rrogación sobre los desajustes e n tre la cultura local y los princi­ pios liberales d e b e ría ella m ism a volverse objeto de escrutinio.41 Más allá de su co n te n id o p a rtic u la r (que siem pre varía con las

30 A p esar d e sus d e n u n c ia s d e los “p reju icio s de los académ icos n o rte a ­ m ericanos” (o quizá, p re c isa m e n te p o r ello), los cultores del e n fo q u e “culturalista” se e n c u e n tra n a tal p u n to tan m al p ro teg id o s ante los estereotipos que, en su in te n to p o r c o m p r e n d e r la “p ecu lia rid a d latin o am erican a”, M orse llega a d ar c réd ito incluso a los dislates d e L o rd Keysserling, com o, p o r ejem plo, su definición de la gana com o el “p rin c ip io o rig in a l” que in fo rm a la c u ltu ra lati­ noam ericana. V éase R ich ard M orse, “Tow ard a T h e o iy o f Spanish A m erican G o v ern m en t”, en H ow ard W iard a (c o m p .), Politics and Soáal Ckange, p. 120. 40 C harles H ale, “Political a n d Social Id eas in L atin A m erica, 1870-1930”, en Leslie B ethell (c o m p .), The Cambridge History o f Latin America. Fmm c. 1870 to 1930, C am b rid g e, C a m b rid g e U niversity Press, 1989, rv, p. 368. 41 E d m u n d o O ’G o rm a n ra s tre a su o rig e n en la crisis q u e se p ro d u jo a m ediados del siglo XIX. “L a e v id en c ia d e i fracaso d eb ió p ro v o car el con v en ­ cim iento de qu e el p ro y ecto lib eral p re te n d ía edificar u n castillo e n la a ren a, m ovediza d e u n gig an tesco equív o co : q u e el p rin cip io ilu strad o y m o d e rn o de la ig u ald ad n a tu ra l e ra u n a a b stra c ció n sin fu n d a m e n to real, el p ro d u c to de u n a trad ició n filosófica d e la q u e , p re c isa m e n te , h abían q u e d a d o al m ar­ gen los p u eb lo s ib e ro a m e ric a n o s." E d m u n d o O ’G orm an, México, E l trauma de su historia, p. 43.

circunstancias históricas), lo cierto es q u e tal referencia a la cul­ tu ra local viene a llenar u n a exigencia conceptual en la discipli­ na, ocu p a un casillero en u n a d e te rm in a d a grilla teórica. Las “particularidades latinoam ericanas” funcionan com o ese sustra­ to m aterial objetivo e n el que las form as abstractas de los “tipos ideales” vienen a inscribirse y e n c a rn a r históricam ente, aquello que concretiza las categorías genéricas d e la historia de ideas, y vuelve relevante su estudio en el co n texto local. En efecto, d e n tro d e los m arcos d e la h istoria de “ideas”, sin “peculiaridades locales”, sin “desviaciones”, el análisis de la evo­ lución de las ideas en A m érica L atina p ierd e todo sentido (co­ m o decía Zea, M éxico y todos los autores m exicanos “salen so­ b ra n d o ”) . Sin em bargo, parafraseando a u n o de los fundadores de la llam ada “Escuela de C am b rid g e”, J. G. A. Pocock, dicho pro ced im ien to no alcanza a rescatar al histo riad o r de ideas “de la circunstancia ele que las construcciones intelectuales que tra­ ta de c o n tro lar n o son en absoluto fen ó m e n o s históricos, en la m ed id a e n q u e fu e ro n co n stru id as m ed ia n te m odos ahistóricos de in te rro g a c ió n ”.112 M ientras q u e los “m o d elo s” d e pensa­ m ie n to (los “tipos ideales”), considerados en sí m ism os, a p a re ­ cen com o p e rfe c ta m e n te consistentes, lógicam ente integrados y, por lo tanto, definibles a jn io ri —de allí q u e to d a “desviación” de éstos (el logos) sólo p u e d a concebirse com o sintom ática de alguna suerte de pathos oculto (u n a cu ltu ra tradicionalista y un a sociedad je rá rq u ic a ) que el h isto ria d o r d e b e des-cubrir—, las culturas locales, en tanto sustratos p e rm a n en te s (el eíhos hispa­ no), son, p o r definición, esencias estáticas. El resultado es una narrativa pseudohistórica que conecta dos abstracciones. Los “tipos culturales", en definitiva, n o son sino la co n tra­ p a rte necesaria d e los “tipos id eales” de la histo rio g rafía de ideas políticas. Esto explica p o r qué n o basta con cuestionar las

12 J. G. A. Pocock, 1‘olitics, Language, and Tune. Essays on Political Thought aiid History, C hicago, T h e U niversity o f C h icag o Press, 1989, p. 11.

ap roxim aciones culturalistas p a ra d e sp re n d e rse efectiv am en te de las ap elacio n es esencialistas a la tradición y a las cu ltu ras lo­ cales com o p rin c ip io explicativo últim o. Para ello es n e c esa rio p e n e tra r y m in a r los su p u e sto s ep istem o ló g ico s e n q u e tales apelaciones se fu n d an , esto es, escrutar d e m an e ra crítica a q u e ­ llos “m o d elo s” q u e e n la histo ria de ideas local fu n c io n a n sim ­ plem en te co m o u n a prem isa, algo dado. Ello n o s c o n d u c e así más allá d e los lím ites d e la histo ria in telectual latin o a m e ric a ­ na, nos obliga a c o n fro n ta r aquello que constituye u n lím ite in­ h e re n te a la histo ria de “id ea s”: los “tipos id ea les”. Y a q u í tam ­ bién en co n tram o s la lim itación de la renovación historiográfica de H ale. Si bien, com o vimos, su e n fo q u e ro m p e co n el provin­ cianism o de la h istoriografía de ideas local p ara situ ar las c o n ­ tradicciones q u e observa e n el p e n sam ien to liberal m ex ican o en u n co n tex to m ás am plio, m an tie n e , sin em bargo, las a n tin o ­ mias p ro p ia s de la h isto ria d e “id e a s”, a h o ra in scrip tas en el seno de la m ism a tradición liberal. T odo aquello q u e hasta e n ­ tonces se vio co m o d e c id id am e n te antiliberal, u n a “p ecu liari­ dad latin o a m e ric an a ” (el centralism o, el autoritarism o, el organicismo, etc.) pasa ahora a integrar la definición de u n liberalismo que no es verdaderamente liberal (el “liberalism o fra n c é s”) e n fre n ­ tado a o tro liberalismo que es auténticamente liberal (el "liberalis­ m o inglés”). Esta perspectiva, n o obstante, p ro n to co m en zaría tam bién a p e rd e r su su sten to conceptual.

Formas, contenidos y usos del lenguaje En los años en que H ale publicaba Mexican Liberalism in the Age ofM ora com enzaba ju sta m e n te e n Estados U nidos, con The Ideological Origins o f the American Revolution (1967), de Bernarcl Bailyn,43 la dem o lició n del m odelo p ro p u esto p o r H artz. Co-

4Í' B crn ard Bailyn, The Ideological Origins o f the American Revolution, C am ­ bridge, H arv ard U niversity Press, 1992.

m o vimos, p a ra esté, los principios liberales y dem ocráticos que p re s id ie ro n la R evolución d e I n d e p e n d e n c ia e n c a rn a b a n la esen cia de la c u ltu ra p o lític a n o rte a m e ric a n a . A n alizan d o la p a n fle te ría del p e río d o , Bailyn, p o r el c o n trario , descu b rió en el discurso revolucionario de ese país la presencia d e te rm in a n ­ te de u n universo c o n c e p tu a l q u e rem itía a u n a tra d ició n de p en sam ien to m uy distin ta de la liberal, d e m ás a n tig u a d ata, a la q u e d efinió g e n é ric a m e n te c o m o “h u m an ista cívica”. E sta perspectiva se volvió tan p o p u la r q u e el hum anism o cívico, lu e­ go red e fin id o p o r o b ra d e G o rd o n W ood44 y J. G. A. P ocock45 com o “rep u b lica n ism o ”, te rm in a ría p rác tic a m e n te d esp lazan ­ do al liberalism o com o la supuesta m atriz de p en sam ien to fu n ­ d a m e n tal que identifica el universo de ideas políticas n o rte a ­ m ericano. Esto llevaría ya a p ro b le m atiz a r las narrativas tradicionales de la historia de ideas latinoam ericanas. El d ebate en to rn o del “republicanism o” term in aría m in a n d o las distintas d efiniciones e n boga respecto del liberalism o (y su delim itación del re p u ­ blicanism o), obligando a sucesivas reform ulaciones,46 n in g u n a de las cuales se e n c o n tra ría libre d e objeciones fundam entales. Tales com plicaciones resu lta n , sin em bargo, inasim ilables p a ra la historia de ideas local. El_esquem a clásico de los “m o d elo s” ^ y las “desviaciones” s u p o n e sistem as de p e n sa m ie n to ( “tipos ideales”) claram en te d elim itados y definidos. Se d a así la p a ra ­ doja de que los ú n ico s q u e p a re c e n te n e r hoy cierta clarid ad

G o rd o n W ood, The Creation o f the American Republic, C hape! [lili, U n i­ versity o f N o rth C aro lin a Press, 1969. 45 J. G. A. P ocock, The M ackiavellian M om m i. Florentine Political Thought a n d the Atlantic Republican Tradition, P rin c e to n , P rin c e to n U niversity Press, 1975. 46 En Liberty befoi-eLiberalism, S k in n e r tra ta d e ac larar la confu sió n re in a n ­ te al re sp ecto y d iscute la id en tificació n d e la o p o sició n e n tre rep u b lic a n is­ m o y liberalism o con a q u ella o tra p la n te a d a a n tes p o r Isaiah B erün e n tre li­ b e rta d positiva y lib ertad negativa.

respecto d e q u é es, p o r ejem plo, el “liberalism o lo ck ia n o ” (y, en consecuencia, e n qué se n tid o el liberalism o nativo se habría “desviado” de éste) son los h isto ria d o res de ideas latinoam eri­ canos {m ientras q u e e n tre los especialistas n o hay n in g ú n con­ senso al re s p e c to ).47 De todos m odos, n o es allí d o n d e reside el aspecto crucial del p roceso d e renovación c o n c e p tu a l que sufre la disciplina. El d e b a te suscitado en to rn o del rep u b lican ism o (y del libera­ lism o) ocultó, e n realidad, su v e rd a d e ro nú cleo , q u e e ra de índote'teórico-m etodológica. De lo q u e se trataba, en palabras de (Pocock,Aio e ra de ag reg ar u n casillero nuevo en la grilla de la historia d e “id ea s” (el “re p u b lica n ism o clásico”), sino de tras­ c e n d e r ésta en u n a “historia de los discursos” o de los “len g u a­ jes po lítico s”. S egún afirm aba: El cam bio producido en esta ram a de la historiografía en las dos décadas pasadas puede caracterizarse como un movimien­ to que lleva de enfatizar la historia del pensam iento (o, más crudam ente, “de ideas”) a enfatizar algo diferente, para lo cual “historia del h a b la ” o “historia del discurso", aunque ninguno de ellos carece de problem as a re s u lta irreprochable, pueden ser los m ejores térm inos hasta ahora hallados.48 Ello sup o n e u n a red efin ició n del objeto m ismo de e s tu d io ,. la n o c i ó n texto) p o r la cual se busca in co rp o rar a ésta aq u e­ llas otras dim ensiones, adem ás d e la p u ra m e n te referencia], in­ h ere n tes a los usos públicos del lenguaje. Com o señala nueva­ m ente Pocock,

47 V é a s e jo h n D u n n , The Political Thought o fjo h n Loche. A n Hútorical Ac­ count o f the Argument o f the “Two Treatises o f Goventrnent", C am b rid g e, C am b rid ­ ge U niversity Press, 1995. 48 J. G. A. P ocock, Virtue, Commerce and History, C am bridge, C am bridge U niversity Press, 1991.

[...] el p u n to aquí más bien es que, bajo la presión d e la di­ co to m ía idealism o /m aterialism o , c o n cen tram o s to d a n u es­ tra aten ció n en el p en sam ien to com o con d icio n ad o p o r los hech o s sociales fuera d e el, y n in g u n a e n el p en sam ien to com o d e n o ta n d o , refirien d o , asum iendo, aludiendo^im plican d o , y realizando u n a variedad de funciones d e las cua­ les la de c o n te n e r y p ro v eer in form ación es la m ás sim ple d e todas.'19 Esta perspectiva lleva im plícita u n a d efinición del tipo de dilem as plan tead o s p o r el m o d elo de Zea, ya muy distin ta d e la señalada p o r H ale y los revisionistas. Ella nos ayuda a desprovíncianizar a h o ra a la p ro p ia crítica de ese m o d elo p a ra ligar los problem as hallados en él a lim itaciones in h ere n te s a la his­ toria d e ideas. Según m u estra Pocock, el proyecto m ism o de “historizar" las “ideas” g e n e ra co n tradicciones insalvables. Las ideas, de hech o , son ahistóricas, p o r definición (su significado —qué es lo que dijo un a u to r— p u e d e p erfe c ta m e n te estable­ cerse aprim r, no así su sentido, q u e es relativo a q u ién lo dijo, a q u ién lo hizo, en q u é circunstancias, etc.). Estas a p a re c en o no en u n m ed io d a d o , p e ro ello es sólo u n a circunstancia e x te rn a a ellas; no hace a su definición. E n fin, la historia, la tem p o ra ­ lidad es algo que le viene a las ideas “desde fu e ra ” (del “co n tex ­ to e x te rn o ” de su aplicación); no es u n a dim ensión constituti­ va suya. Tal apriorism o m etodológico tiene consecuencias historiográficas sustantivas. La ah istoricidad de las ideas tien d e inevi­ tab le m e n te a g e n e ra r u n a im ag en de estabilidad transhistórica en la historia intelectual. Esto resulta, e n ú ltim a instancia, de la p ro p ia viscosidad relativa de las ideas. In d u d a b le m e n te , hacia 1825 los latin oam ericanos pen sab an no m uy distinto de com o lo h acían an tes d e 1810, lo q u e suele llevar a concluir,

'Í9J. G. A. Pocock, Politics, Language, and Time, p. 37.

sin em bargo, q u e , d esd e el p u n to de vista de la histo ria intelec­ tual, e n tre am bas fechas n o cam bió n a d a e n A m érica Latina. Com o sabem os, esto no es así. La ru p tu ra del vínculo colonial supuso u n q u ie b re irreversible tam b ién en el nivel d e la histo­ ria intelectu al. Las m ism as viejas ideas c o b ra rá n e n to n c e s un sentido nuevo. El p ro b le m a rad ica en q u e las “id ea s” no aleanzan a registrar los cam bios pro d u cid o s, p u e sto q u e éstos no re­ m iten a los c o n te n id o s p ro p osicionales d e los discursos, ni re ­ sultan, p o r lo ta n to , p e rc e p tib le s en ellos. Así, si enfocam os n u estro análisis exclusivam ente en la d im e n sió n referencial de los discursos (las “id e a s”), n o hay m o d o de h a lla r las m arcas lingüísticas d e las transform aciones en su co n te x to de e n u n c ia ­ ción.50 Para d escubrirlas es necesario traspasar el p lan o sem án-

& D e allí q u e , e n los m arco s d e este tip o d e a p ro x im a c io n e s, el tra/.ado de las co n ex io n es e n tr e “te x to s” y “c o n te x to s” g e n e re d e m o d o inevitable u n a circu larid ad lógica; los p u n to s d e vista relativos a sus re la c io n e s n o son re a l­ m e n te (y n u n c a p u e d e n ser, d a d a la n atu ra le z a d e los o b je to s co n q u e trata) los resu ltad o s d e la investigación em p íric a , sin o q u e co n stitu y e n sus p re m i­ sas (las qu e son s u b s e c u e n te m e n te p ro y ectad as c o m o c o n c lu sio n e s d e ella). “Ei eslogan —dice P ocock— d e q u e las ideas d e b e ría n e stu d ia rse e n su c o n ­ tex to social y p o lític o c o rre , p a ra m í, el riesgo d e c o n v ertirse en p u ra p a la ­ b rería. La m ayoría d e los q u e lo p ro n u n c ia n su p o n e n , a m e n u d o in co n sc ie n ­ te m e n te , q u e ellos ya sab en cuál es la re la c ió n e n tr e las id eas y la re a lid a d social. C o m ú n m e n te to m a la fo rm a d e u n a teo ría c ru d a d e la c o rre s p o n d e n ­ cia: se su p o n e q u e las id eas en e stu d io son c aracterísticas d e a q u ella facción, clase o g ru p o al q u e su a u to r p e rte n e c ía , y se e x p lica c ó m o tales id eas e x p re ­ san los intereses, esp eran zas, m ied o s o racio n alizacio n es típ icas de ese g ru ­ po, El p elig ro a q u í es el d e a rg u m e n ta r en círculos. D e h e c h o , es su m am en ­ te difícil id en tificar sin a m b ig ü e d a d la ad scrip ció n social d e u n individuo, y aú n m u c h o m ás la d e u n a idea, sie n d o la c o n c ie n c ia algo sie m p re tan co n ­ trad icto rio . N o rm a lm e n te , u n o tie n d e a so s te n e r las su p o sic io n es q u e u n o hace resp ecto d e la p o sició n social d e ese p e n sa d o r co n las suposiciones que u n o h ace d e la significancia social d e sus id eas, y lu e g o se re p ite el m isino p ro c e d im ie n to e n la d ire c c ió n inversa p ro d u c ie n d o u n a d efin itiv am en te d e ­ p lo rab le p erv ersió n m e to d o ló g ic a .” j . C. A. P ocock, Politics, Langiiagt, and Time, p. 105.

tico d e los discursos (el nivel de sus c o n te n id o s ideológicos ex­ plícito s), e in te n ta r c o m p re n d e r cóm o, m ás allá d e la p ersis­ tencia de las ideas, se rec o n fig u ra ro n los lenguajes políticos sub­ yacentes.

Fran^ois-Xavier Guerra: Lenguajes, modernidad y ruptura en el mundo hispánico El im pulso h acia u n a renovación a ú n m ás radical e n la dis­ ciplina p ro v en d ría d e la o b ra de Franfois-X avier G uerra, quien p o n d ría en el c e n tro de su análisis los cam bios o p e ra d o s en el discurso político. “El len g u a je ”, aseguraba, “no es u n a realid ad sep arab le d e las realid ad es sociales, un e le n c o d e in stru m e n ­ tos n e u tro s y a te m p o ra les del q u e se p u e d e d isp o n e r a volun­ tad, sino u n a p a rte esencial de la rea lid a d h u m a n a ”.51 De este m o d o in te g ra b a la h isto rio g ra fía p o lític o -in te le c tu a l latin o a ­ m e ric a n a al p ro c e so d e ren o v a c ió n c o n c e p tu a l q u e e n esos años estaba tra n sfo rm an d o p ro fu n d a m e n te la disciplina. Este e n fo q u e le a b rirá las p u e rta s a u n a nueva visión del fe n ó m e n o revolucionario. S in téticam en te, su perspectiva derivará e n cin­ co d e sp la z am ien to s fu n d a m e n ta le s q u e c o lo c a rá n a la h isto ­ riografía sobre la crisis de la in d e p e n d e n c ia en u n nuevo te­ rre n o . En p rim e r lugar, G u erra ro m p e con el esquem a tradicional e n la historia de “ideas” de las “influencias ideológicas”. Lo que desencadena la m utación cultural que analiza n o es tanto la lec­ tu ra de libros im p o rta d o s com o la serie d e tran sfo rm acio n es q ue altera objetivam ente las condiciones de en unciación de los

61 “La a te n c ió n p re sta d a a las p a lab ras y a los v alo res p ro p io s d e los acto­ res co n creto s d e la h istoria es u n a co n d ició n n ecesaria p a ra la intelig ib ilid ad.” F rancois-X avter G u e rra y A n n ick L e m p é rié re , “In tro d u c c ió n ", en G u erra y L em p é riére (co o rd s.), Los espacios públicos e?i Iberoamérica. Ambigüedades y pro­ blemas. Siglos xvhi-xjx, M éxico, FCE, 1998, p. 8.

discursos. C om o señala, ]a convergencia con Francia en el nivel de los lenguajes políticos “n o se trata d e fen ó m en o s de m odas o influencias —a u n q u e éstos tam bién existan— sino, fundam en­ talm ente, de u n a m ism a lógica surgida de un com ún nacim iento a la política m o d e rn a [la 'm o d e rn id a d de ru p tu ra ’] ”.52 G uerra descubre así u n vínculo interno e n tre am bos niveles (el discur­ sivo y el extradiscursivo). El “c o n te x to ” deja de ser u n escena­ rio e x te rn o p a ra el desen v o lv im ien to de las “id ea s” y pasa a co n stitu ir u n aspecto in h e re n te a los discursos, d eterm in an d o desde d e n tro la lógica de su articulación. En se g u n d o lugar, G u e rra c o n e c ta estas transform aciones conceptuales con alteraciones ocurridas en el plano d e las prác­ ticas políticas com o resu ltad o de la em ergencia d e nuevos ám ­ bitos de sociabilidad y sujetos políticos. Los desplazam ientos se­ m ánticos observados cobran su sentido en función de sus nuevos m edios y lugares de articulación, esto es, de sus nuevos espacios de enunciación (las sociabilidades m o d e rn a s), m odos de socia­ lización o publicidad (la pren sa) y sistemas de autorización (la o p in ió n ), los cuales no preex isten a la p ro p ia crisis política, si­ n o que su rg en sólo co m o resu lta d o d e ésta, d a n d o lu g ar a la conform ación de u n a in cip ie n te “esfera pública” in d ep e n d ien ­ te, en principio, del p o d e r del Estado. En te rc e r lugar, lo a n te d ic h o le p erm ite a G uerra superar el dualism o e n tre tradicionalism o español y liberalism o am eri­ cano. C om o él m u estra claram en te, se trató de un proceso re­ volucionario único, q u e ab arcó de co n ju n to al Im perio, y tuvo su ep icen tro , p recisam en te, en la península, la cual se vio, de h e c h o , m ás d ire c ta m e n te im p a c ta d a p o r la crisis del sistema m o n árq u ico y la subsiguiente em ergencia de u n a “voluntad nacio n al”, q u e en to n c e s irru m p ió m ed ian te las movilización ar­ m ad a en defensa de su m o n a rc a cautivo.

52 Fran^ois-X avie r G u e rra , Modernidad e indepmdenáas. Ensayos sobre las re­ voluciones hispánicas, M éxico, M APl’R E /F C E , 1993, p, 370.

En cuarto lugar, esta perspectiva re p la n te a las visiones res­ pecto d e los m odos de inscripción de las g u erras d e in d e p e n ­ d e n c ia en A m érica L a tin a e n el m arco d e la llam ad a “era d e las revoluciones d e m o c rática s”, y las pecu liarid ad es de la mo, dern izació n h ispánica. Su rasgo característico será, de fo rm a m ás no tab le en las provincias ultram arinas, u n a c o n ju n ció n de ; m o d ern id ad política y arcaísm o social q u e se expresa en la hibridez del lenguaje político que su p e rp o n e referencias c u ltu ­ rales m o d ern as con categorías y valores q u e rem iten c laram en ­ te a im aginarios tradicionales. Por últim o, las c o n tra d ic c io n e s g e n e ra d a s p o r esta vía n o evolutiva a la m o d e rn id a d p e rm itiría n c o m p re n d e r y explica­ ría n las dificultades p ara co n c eb ir y co n stitu ir ios nuevos esta­ dos nacionales com o e n tid a d es abstractas, unificadas y g e n é ri­ cas, d esp ren d id as d e to d a e stru c tu ra corporativa co n c re ta y d e los lazos de su b o rd in a c ió n personal p ro p ias del A ntiguo Régi­ m en. Los vínculos d e p e rte n e n c ia prim ario s seg u irán sien d o aquí esos “p u eb lo s” b ien concretos, cada u n o con los d erech o s y obligaciones p articu lares que le c o rre sp o n d e ría trad icio n al­ m en te com o cu erp o . Estos dos últim os puntos, sin em bargo, no p arecen fácilm en­ te com patibles con los tres anteriores. C om o verem os m ás a d e ­ lante, allí se e n c u e n tra la base de u n a serie de p roblem as c o n ­ ceptuales q u e m a rra n el e n fo q u e d e G uerra. Éstos se asocian al rígido dualism o e n tre “m o d e rn id a d ” y “tra d ició n ” q u e term i­ n a rein sc rib ie n d o su perspectiva d e n tro d e los m ism os m arcos teleológicos q u e se p ro p o n e y, en g ran m edida, logra en sus es­ critos desm ontar, lo 'q u e g e n e ra tensiones inevitables e n el in­ terio r de su m odelo interpretativo. En fin, m ientras que los tres prim eros postulados antes señalados se fundan en u n a clara de­ lim itación en tre “lenguajes políticos” e “ideas políticas”, los dos segundos llevan d e nuevo a c o n fu n d ir am bos.

Las antinomias de Guerra y la crítica del teleologismo Lo visto a n te rio rm e n te gira, en realidad, en to rn o de u n ob­ jetivo fu n d am en tal. Lo q u e G u e rra se p ro p o n e es r e c u p e ra r la histo ricid ad d e los p ro ce so s políticos y culturales, d islo c a n d o las visiones m a rc a d a m e n te teleológicas d o m in a n te s en el área. “A m enos de im ag in ar u n m isterioso determ in isrn o h istórico, la acción de u n a ‘m a n o invisible’ o la in terven ción d e la Provi­ d en cia, no hay p a ra u n h isto ria d o r, e n estos pro ceso s h istó ri­ cos”, dice, “ni director, ni guió n , ni papeles defin id o s d e a n te ­ m a n o ”.53 Según afirm a, [...] puesto que nuestras m aneras de concebir el hom bre, la sociedad o el poder político no son universales ni cu e! espa­ cio ni en el tiem po, la com prensión de los regím enes políticos m odernos es ante todo u n a tarea histórica: estudiar un largo y complejo proceso de invención en el que los elem entos in­ telectuales, culturales, sociales y económicos están im bricados íntim am ente con la política.54 Sin em bargo, G u e rra aseg u ra q u e no h a sido ésta la tesitu­ ra q u e inform ó la m ayoría d e los estudios en el área. Consciente o inconscientem ente, muchos de estos análisis es­ tán im pregnados de supuestos morales o teleológicos po r su referencia a m odelos ideales. Se ha estim ado de m anera im­ plícita que, en todo lugar y siem pre —o por lo m enos en los tiempos m odernos—, la sociedad y la política deberían respon­ d er a u n a serie de principios com o la igualdad, la participa­ ra fra n fo is-X a v ier G u e rra , “D e lo u n o a lo m últiple: D im en sio n es y lógi­ cas de la In d e p e n d e n c ia ", en A n th o n y M cFarlane y E d u a rd o Posarla C arb ó (c o m p .), Independence and llevolulion in Spanish America: Pcrspsctives a n d Pro­ blema, L ondres, Insticute o f L atin A m erican Studies, 1999, p. 5G. 54 Fran^ois-X avicr G u e rra , “El so b e ra n o y su reino . R ellcxiones so b re la génesis del ciu d a d a n o e n A m érica L a tin a ”, e n H ild a S a b a to (co o rd .), Ciuda­ danía política y formación de las naciones. Perspectivas históricas de América Latina, M éxico, FCE, 1999, p. 35.

ción de todos en la'política, la existencia de autoridades sur­ gidas del pueblo, controladas por él y movidas sólo po r el bien general de la sociedad... No se sabe si este “d e b e rían ” corres­ ponde a una exigencia ética, basada ella misma en la natura­ leza del hom bre o la sociedad, o si la evolución de las socieda­ des m odernas conduce inexorablem ente a esta situación.55 G u e rra distingue así dos tipos d e teleologism o: el ético) que im agina que la im posición final del m o d elo liberal m o d e rn o e s u n a suerte de im perativo m oral, y el historicistá, que cree, a d e ­ m ás, que se trata de u n a ten d e n c ia histórica efectiva. Sin em b ar­ gó, según afirm a G uerra, ello lleva a p e rd e r d e vista el h e c h o de q u e la concepción individualista y d em ocrática de la sociedad es u n fen ó m en o histórico recien te, y que no se aplica tam poco hoy a todos los países. Ambas posturas absolutizan el m odelo ideal de la m odernidad occidental: la prim era, al considerar al hom bre com o natural­ m ente individualista y dem ocrático; la segunda, po r su univer­ salización de los procesos históricos que han conducido a al­ gunos países a regím enes políticos en los que hasta cierto punto se dan estas notas. Cada vez conocem os m ejor hasta qué p u n ­ to la m odernidad occidental —po r sus ideas e imaginarios, sus valores, sus prácticas sociales y com portam ientos— es diferen­ te no sólo de las sociedades no occidentales, sino tam bién de las sociedades occidentales del Antiguo Régimen.56 E n definitiva, según alega, esta perspectiva resu lta in a p ro ­ p iad a para c o m p re n d e r el desenvolvim iento histórico efectivo de A m érica Latina, en d o n d e los im aginarios m o d ern o s escon­ d en siem pre y sirven de alb erg u e a prácticas e im aginarios in ­ com patibles con ellos. A hora b ien , está claro q u e el a rg u m e n ­ 55 Ibid., 55 IbuL

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to de q u e el id ea l de sociedad m o d e rn a (“hom bre-individuoc iu d a d a n o ”) n o se ap liq u e a A m érica L atina n o lo invalida aun com o tal; p o r el co n tra rio , lo p re su p o n e com o u n a su erte de “p rin cip io reg u lativ o ” kantiano. Tal a rg u m e n to sitú a c la ra m e n te su m o d elo d e n tro de los m arcos d e la p rim e ra de las form as d e teleologism o q u e él mis­ m o d en u n cia, el teleologism o ético. Incluso p o d ría n e n c o n trar­ se tam bién en sus escritos vesdgios del segundo tipo d e teleo­ logism o señalado, el historicista. La m odernización de Am érica Latina, a u n q u e fru stra d a e n la práctica, u n a vez desatada seña­ lará, p a ra él, u n h o riz o n te q u e ten d e ría , de algún m o d o u otro, a desplegarse h istó ricam en te. De todas m aneras, ni en México ni en ninguna parte resulta­ ba posible d eten er la lógica del pueblo soberano [...] Tarde o tem prano, y a m edida que nuevos m iem bros de la sociedad tradicional van accediendo al m undo de la cultura m oderna, gracias a la prensa, a la educación y sobre todo a las nuevas for­ mas de sociabilidad, la ecuación de base de la m odernidad po­ lítica (pueblo = individuo¡ + individuo2 + ... + individuo ) recu­ pera toda su capacidad de movilización.57 La id ea del carácter irreversible de la ru p tu ra p ro d u cid a en ­ tre 1808 y 1812, q u e u b ica su e n fo q u e en u n a perspectiva pro ­ p iam en te histórica, d e s p re n d id a de to d o esencialism o y todo teleologism o, se term in a revelando aq u í com o su contrario: lo que hace irreversible el proceso de m o dernización política es, no tanto el tipo d e q u ieb re resp ecto del pasado que éste seña­ ló, y su consiguiente a p e rtu ra a un ho rizo n te de desarrollo con­ tingente y a b ie rto , sino el d eterm in ism o , al m enos, en princi­ pio (esto es, a u n cu a n d o esto en la región n o se verifique nunca efectiv am en te), de su lógica prospectiva presupuesta de evolu­ ción. Tras los fen ó m e n o s se e n c o n tra ría o p eran d o así un p rin­

57 F ran fois-X av ier G u e rra , Modernidad, e independencias, p. 375.

cipio generativo q u e los articu la en u n a u n id a d de sentido. El in te n to de rescatar la historicidad d e los fen ó m en o s se revuelve así en u n a form a de idealismo historicistá. A un c u a n d o éste no a p a re z ca ya co m o p u n to de p a rtid a efectivo, sino sólo co m o u n a m eta, n u n c a alcanzada p e ro siem p re p resu p u esta, la pie­ d ra de to q u e p a ra este m o d elo sigue d a d a p o r el su p u esto de la d e te rm in a b ilid a d a priori del ideal hacia cuya realización to­ do el proceso tien de, o d e b e ría ten d e r.58 Esta perspectiva teleológica se e n c u e n tra , d e hech o , ya im ­ p líc ita en la dico to m ía, p ro p ia de la h isto ria d e ideas, e n tr e “m o d e rn id a d = individualism o = d e m o c rac ia ” y “tradición = organicism o = a u to rita rism o ”, sobre la cual pivotan aú n tam b ién las diversas vertientes revisionistas, in c lu id a la de G u e rra . De allí q u e la crítica a las perspectivas teleológicas sólo se p u e d a form ular, en estos .marcos, m e ra m e n te en los térm inos del vie­ jo “a rg u m e n to e m p írista” (la idea d e im posibilidad de u n a rea­ lidad d a d a de elevarse al id ea l).59 La “h isto ric id a d ”, la contin-

38 C ab e aq u í u n a p recisió n c o n c e p tu a l. U n m o d e lo teieo ló g ico ele evo­ lu ció n es, silicio se?isu, aq u e l q u e h a c e a n c la r to d o d esen v o lv im ie n to e n su p u n to d e llegada. Lo q u e G u e rra llam a teleo io g ism o histo ricistá es só lo u n a d e las Formas posibles q u e éste a d o p ta , q u e es el biologista. Este in c o rp o ra , al p rin cip io Ideológico, lo q u e p o d e m o s llam ar u n p rin c ip io arqueológico o ge­ nético. S egún el p a rad ig m a p refo rm ista -ev o lu cio n ista d e d esa rro llo o rg á n ic o , u n o rg a n ism o d a d o (sea este n a tu ra l o social) p u e d e ev o lu cio n ar h a c ia su estad o Final sólo si este se e n c u e n tra ya c o n te n id o v irtu a lm c n tc e n su estad o . inicia!, en su g e rm e n prim itivo, co m o u n p rin c ip io in m a n e n te d e d esa rro llo . E n este seg u n d o caso, tan to el esta d io inicial c o m o el final se e n c o n tra ría n ya p re d e te rm in a d o s de form a in m a n e n te . Lo ú n ico c o n tin g e n te es el cu rso q u e m ed ia e n tre u n o y o tro , el m o d o c o n c re to del paso de la potencia al acto. r,y C om o d ecía M o n tesq u ic» resp e c to de su m o d elo : "No m e re fiero a los casos particu lares: e n m ecán ica hay cierto s ro za m ie n to s q u e p u e d e n c a m b ia r o im p e d ir Sos efectos de la teoría; en p o lítica o c u rre lo m ism o". M o n tesq u ieu , El espíritu, rfe las leyes, B uenos Aires, H ysp am érica, 1984, xvil, p á rra fo v i i i , p. 235. Los p ro b lem as latin o am eric a n o s p a ra a p licar los p rin cip io s lib erales d e g o b ie r n o re m itiría n a esos "ro z a m ie n to s" q u e o b stacu lizan o im p id e n "los efectos d e la te o ría ”, p e ro q u e d e n in g ú n m o d o la cu estio n an ,

gencia de los fen ó m e n o s y procesos históricos, a p a re c e recluída d e n tro de u n ám bito estre ch o d e d e te rm in a c io n e s a primi. El p u n to es q u e tal e sq u em a b ip o la r lleva a velar, m ás q u e a re­ velar, el v e rd a d e ro sentido d e la renovación historiográfica que p ro d u ce G u e rra , y q u e consiste, ju sta m e n te , e n h a b e r desesta­ bilizado las estrech eces d e los m arcos d icotóm icos trad icio n a­ les p ro p io s d e la h isto ria d e “ideas”. E n lo q u e sigue, in te n ta re ­ m os p recisar e n térm in o s estrictam en te lógicos cuál es la serie de o p e ra c io n e s c o n cep tu ales q u e im plica la dislocación d e los esquem as teleológicos p ro p io s d e la histo ria d e ideas.

La disolución de ios teleologismos: su estructura lógica^ A fin d e disolver los m arcos teleológicos p ro p io s d e la his­ toria d e ideas, el p rim e r paso consistiría en d esaco p lar los dos p rim e ro s té rm in o s de am bas ecu ac io n es a n tin ó m ic a s an tes m encio nadas. Es decir, h abría q u e p e n sar q u e no existe u n vín­ culo lógico y n ecesario e n tre m o d e rn id a d y atom ism o, p o r un lado, y tra d icio n a lism o y organicism o, p o r o tro . La m odernidaH, en tal caso, p o d ría tam b ién d a r lu g ar esquem as m entales e im aginarios de tipo organicista, com o de h e c h o h a ocu rrid o . Estos no se tra ta ría n d e m eras recaídas e n visiones trad icio n a­ les, sino q u e serían tan in h e re n te s a la m o d e rn id a d com o las perspectivas individualistas de lo social. Así, si b ien el tradicio­ nalism o seguiría sien d o siem pre organicista, la inversa, al m e­ nos, ya no sería cierta: el organicism o n o n e cesariam en te rem i­ tiría a h o ra a u n c o n c e p to tradicionalista. Esto in tro d u c e un nuevo e le m e n to de in ce rd d u m b re e n el esq u em a de la “tradi­ ció n ” a la “m o d e rn id a d ”, q u e no rem ite sólo al transcurso que m edia e n tre am bos térm inos. A hora tam poco el p u n to de lle­ gada se p o d ría establecer apriori; la m o d e rn id a d ya no se iden­ tificaría con u n único m o d elo social o tipo ideal, sino que com ­ p ren d e ría diversas alternativas posibles (al m enos, dos; aunque, de hecho, co m o verem os, serán m uchos inás los m odelos de so-

ciedad que h a b rá n de elaborarse h istóricam ente en eJ curso del siglo X IX). El d e sa c o p la m ie n to de los dos p rim e ro s térm in o s d e las ecuaciones an tin ó m icas lleva, com o vem os, a d esarticu lar la se­ g u n d a fo rm a d e teleologism o, el historicista. No así a ú n , sin em bargo, la p rim e ra form a de teleologism o que G uerra d e n u n ­ cia, el ético. U n o p o d ría todavía arg ü ir q ue, si la m o d e rn id a d p u e d e d a r lu g a r a un co n cep to o bien atom ista, o b ien o rg an i­ cista de lo social, sólo el p rim e ro de ellos resulta m o ra lm e n te legítim o, sólo éste inscribe la m o d e rn id a d en u n h o riz o n te d e ­ m ocrático. P ara d e sm o n ta r esta se g u n d a fo rm a d e teleologis­ m o h abría, pues, q u e desacoplar a h o ra los dos últim os térm i­ nos d e la do b le ecuación. Es decir, h a b ría q u e p e n sar q u e n o existe u n a relación lógica y necesaria e n tre atom ism o y d e m o ­ cracia, p o r u n lado, y organicism o y autoritarism o, p o r otro. En­ contram os a q u í la diferen cia crucial e n tre lenguajes e ideas o ideologías. Los lenguajes, en realid ad , son siem pre in d e te rm i­ nados sem án ticam en te; u n o p u e d e afirm ar algo, y tam bién to­ do lo co n trario , en p e rfe c to español. A nálogam ente, desde u n len g u aje ato m ista u n o p o d ría p la n te a r in d istin ta m e n te u n a perspectiva d em o crática o autoritaria; e, inversam ente, lo m is­ m o cabría p ara el organicism o. Las “ideas” (ios c ontenidos ideo­ lógicos) n o están, en fin, prefijadas p o r el lenguaje de base. E n ­ tre lenguajes p o líticos y sus posibles derivaciones ideológicas m ed ia siem pre u n proceso de trad u cció n abierto, e n diversas instancias, a cursos alternativos posibles. En sum a, el individua­ lismo atom ista ya n o sólo n o sería el único m o d elo p ro p ia m e n ­ te m o d ern o de sociedad, sino que tampoco su contenido ético resul­ taría inequívoco.

P ro d u c id o s estos dos d e saco p lam ien to s co n c ep tu a le s se q u iebra, pues, el m ecanicism o de las relaciones e n tre los té r­ m inos involucrados, lo que desarticula, en principio, am bas for­ m as d e teleologism o señaladas p o r G u e rra . Sin em b arg o , las prem isas teleológicas del esquem a se m an tie n e n aún en pie. El m odelo se vuelve m ás com plejo, sin superarse todavía su aprio-

rism o. N o p o d e m o s ya d e te rm in a r de a n te m a n o n i el resulta­ do del p ro ceso de m o d ern iza c ió n n i el curso h acia él, p ero sí p odem os todavía estab lecer a priori el ran g o d e sus alternativas posibles. La co n tin g en cia d e los procesos históricos sigue rem i­ tie n d o a u n p la n o e stric tam e n te em pírico. P ara q u e b ra r tam ­ bién esta fo rm a de ap rio rism o es n ecesario p e n e tra r la pro b le ­ m ática m ás fu n d a m e n ta l q u e p lan te a la histo ria de “id eas”. Tras am bas form as de desaco p lam ien to , atom ism o y orga­ nicism o dejan ya d e a p a re c e r de m a n e ra ineludible com o m o­ d e rn o s y tradicionales, d em o crático s y autoritarios, respectiva­ m e n te , p e ro siguen sie n d o todavía c o n c eb id o s com o dos principios opuestos, p e rfe c ta m e n te consistentes en sus propios térm in o s, es decir, ló g ic a m e n te in te g rad o s y au to co n ten id o s. La histo ricid ad se u b ica así todavía en la arista q u e u n e ideas con realidades, sin alcanzar a p e n e tra r el plano conceptual mis­ m o; la te m p o ra lid a d (la “invención" d e que h ab la G uerra) 110 le es aún u n a d im en sió n in h e re n te y constitutiva suya. En defi­ nitiva, el e sq u em a “de la trad ició n a la m o d e rn id a d ” es sólo el resultado del despliegue secuencia] de principios concebidos, ellos m ism os, p o r p ro ce d im ie n to s ahistóricos (lo que contradi­ ce, d efin itiv am en te, los tres p rim e ro s p u n to s a n te s señalados e n relació n co n los desp lazam ien to s fu n d am e n ta les que p ro ­ d u jo G u e rra en la histo rio g rafía del p e río d o ). Si de lo que se tra ta es de dislocar efectivam ente las aproxim aciones id e o ló ­ gicas a la histo ria político-intelectual, restan todavía dos pasos fu n d am en tales. El p rim e ro de ellos consiste en re c o b ra r u n .p n n c ip io jie irreversibilidad tem p o ral in m a n e n te a la h isto ria in telectual. U n a de las claves p a ra ello nos la a p o rta otro de los fundado­ res de la E scuela de C am bridge, Q u e n tin Skinner. Este autor señaló lo q u e llam aba la “m itología de la prolepsis” en que to­ d a perspectiva teleológica se funda, esto es, la búsqueda retros­ pectiva de an u n c ia c io n e s o an ticipaciones de nuestras creen­ cias presen tes.. H a b ría , sin em b arg o , que añ ad ir a ésta u n a segunda form a, inversa, de “m ito lo g ía”, que llam arem os “mito-

logia d e la retro lep sis”: la creencia en que se p u e d e n reactivar y traer sin más al p resen te lenguajes pasados, u n a vez q u e la se­ rie de supuestos en q u e éstos se fu n d ab an (y q u e incluyen ideas d e la tem p o ralid ad , hipótesis científicas, etc.) ya se qu eb ró . És­ tas no p u ed en d e sp re n d e rse de sus prem isas discursivas sin re­ ducirlas a u n a serie de postulados (“id eas”) m ás o m en o s trivia­ les q ue, efectivam ente, se p o d ría n d e scu b rir en los contextos conceptuales m ás diversos. En definitiva, p a ra reconstruir la his¡ to ria de los len g u ajes políticos no sólo d e b e m o s tra sp a sa r la superficie de los co n ten id o s ideológicos de los textos; debem os tam b ién d escu b rir estos umbrales de historicidad, u n a vez su p e­ rados los cuales resu lta ría im posible ya u n a llan a reg resió n a situaciones histérico-conceptuales precedentes. Sólo así se p u e­ de evitar el tipo de anacronism os al que c o n d u c e n inevitable­ m e n te las visiones dicotóm icas, y q u e lleva a ver los sistem as conceptuales com o suertes de principios e tern o s (com o el bien y el m al en las antiguas escatologías) o cuasieternos (com o d e­ m ocracia y au to ritarism o e n las m o d ern as filosofías políticas) en p e rp e tu o antagonism o. j La co m p ren sió n de éstos com o form aciones históricas c o n ­ tingentes supone todavía, sin em bargo, u n a operación más. Co­ m o vimos, a fin de m in a r los teleologism os p ro p io s de la histo­ ria de “id eas” n o basta con c u estio n ar las co n d icio n es locales iide aplicabilidad del tip o ideal, sino q u e hay q u e a b rir el tipo jideal m ism o a su in terro g ació n , escru tar de m a n e ra crítica sus Ipremisas y fundam entos. De lo que se trata, ju sta m e n te, e n u n a historia de los lenguajes políticos, es de re tro tra e r los postula­ dos ideológicos de u n m odelo a sus prem isas discursivas, para descubrir allí sit-s punios ciegos inherentes, aquellos presupuestos im ­ plícitos en él p e ro cuya exposición, sin em bargo, sería d estru c­ tiva p ara éste. Sólo este p rincip io perm ite a b rir la perspectiva a la existencia d e co n tradiccion es que no se red u zcan a la m e­ ra oposición e n tre m odelos opuestos, p e rfe c ta m e n te c o h e re n ­ tes e n sí m ism os, y co rre sp o n d ie n te s, cada u n o , a dos épocas diversas superpuestas de m an era accidental. El antagonism o en

el nivel de los im aginarios se revela así ya no co m o e x p re sa n d o sólo alg u n a suerte de a sin c ro n ía ocasional, sino co m o u n a di­ m en sió n intrín seca a to d a fo rm a ció n discursiva. P odem os d e n o m in a r lo se ñ ala d o com o el p rin c ip io de inc o m p le titu d constitutiva d e los sistem as c o n c e p tu a le s. É ste es la prem isa fu n d am en tal p a ra p e n s a r la historicidad de los fen ó ­ m e n o s conceptuales. En definitiva, n in g u n a nueva d e fin ició n , n in g ú n desplazam iento sem án tico p o n e en crisis a u n le n g u a ­ j e d a d o , sino sólo en la m e d id a e n q u e d e sn u d a sus in co n sis­ tencias in h ere n te s. De lo co n tra rio , sólo cabría a trib u ir las m u ­ tacio n es c o n c ep tu a le s a m e ra s circ u n sta n c ia s o a c c id e n te s históricos: de no ser p o rq u e a alg u ien —q u e n u n c a falta— se le o c u rrie ra cuestionarlos, o p o rq u e cam bios en “el clim a g e n e ­ ral d e id ea s” ( l ’air du temps, al q u e G u e rra suele a p e la r c o m o m arco explicativo ú ltim o de los cam bios c o n c e p tu a le s )60 los volvieran e v en tu alm en te obsoletos, los lenguajes p o d ría n sos­ ten erse de m an era indefinida, n o h a b ría n a d a in trín seco a ellos q u e los historice, que im p id a e v en tu alm en te su p e rp e tu a c ió n . C on este p rincipio se q u ie b ra fin alm en te la p rem isa fu n d a ­ m e n ta l en la q u e se sostiene to d o el esquem a de los “m o d elo s" y las “desviaciones”: el su p u esto de la p erfecta c onsistencia y ra­ c io n a lid a d d e los “tipos id e a le s”. L legam os así al s e g u n d o as­ p e c to fu n d a m e n ta l q u e distin g u e la historia de los lenguajes, resp ecto de la historia de “id ea s”. Los lenguajes, a d ife ren c ia d e los “sistem as de p e n sa m ie n to ”, n o son e n tid ad es a u to c o n te n idas y lógicam ente integradas, sino sólo histórica y p re c a ria m e n ­ te articuladas. Se fu n d an en p rem isas co n tin g en tes; no sólo en el sen tido de q u e no se so stien en en la p u ra razón sino e n p re ­ supuestos eventualm ente contestables, sino tam b ién en el sen­ tido de q u e n in g u n a fo rm ació n discursiva es consistente e n sus '

ti0 “M ás q ue in te n ta r u n a p o n d e ra c ió n im posible d e las in flu en cias te ó ­ ricas de u n a u o tra escuela en u n a e n u n c ia c ió n de p rin cip io s —d ice— , hay q u e in te n ta r m ás b ie n a p re n d e r el 'e sp íritu d e u n a ép o ca ' — l ’a ir du temps," Franfois-X avier G u e rra , Modernidad e indepertdenáas, pp. 170-1.

p ro p io s térm inos, se e n c u e n tra siem pre dislocada resp e c to de sí m ism a; en fin, q u e la tem p o ralid a d (historicidad) n o es u n a d im en sió n e x te rn a a éstas, algo q u e les viene a e lla sjie sd e fue­ ra (de su “co n te x to e x te rio r”), sino in h e re n te , q u e las h a b ita e n su interior. Sólo e n to n c e s c o m e n z a rá n a a b rírse n o s verda­ d e ra m e n te las p u ertas a u n a perspectiva libre de to d o teleolo­ gism o, com o ped ía G uerra. La reco n stru cció n de la h isto ria de los desplazam ientos significativos en ciertos conceptos clave nos revelará así un transcurso m u c h o m ás com plejo y difícil d e a n a ­ lizar, q u e desafía u n a y o tra vez aquellas categorías co n las que in ten tam o s asir su sentido, oblig an d o a revisar n u estro s supues­ tos y creencias m ás firm e m en te arraigadas, d e sn u d a n d o su apa­ re n te evidencia y n a tu ra lid a d com o ilusorias. E n definitiva, só­ lo c u a n d o log ram o s p o n e r e n tre p a ré n tesis n u e stra s p ro p ia s c e rtid u m b res p resen tes, c u e stio n ar la su p u esta tra n sp a re n c ia y racionalidad de n u estras convicciones actuales, p u e d e la h isto ­ ria a p a re c e r com o problema; n o com o u n a m e ra m arc h a, la se­ rie d e avances y retrocesos, h acia u n a m e ta d efin ib le a priori, sino com o “creació n ”, “in v en c ió n ”, com o p e d ía G uerra, un tan ­ te o incierto y abierto, te ñ id o d e co n trad iccio n es cuyo sentido n o es descubrible ni d efinible según fórm ulas genéricas, ni d e­ j a red u c irse al ju e g o d e a n tin o m ia s e te rn a s o c u a sie te rn a s al q u e la historia d e “ideas" tra tó d e ceñirla.

1 Historicismo / Organicismo / Poder constituyente Se trata, por lo tanto, de una historia que tiene como función restituir problemas más que describir modelos. F ie r r e R o s a n v a l l o n ,

Por una historia conceptual de lo político

U n aspecto po co advertido e n el en fo q u e de G uerra es el d esp lazam ien to q u e p ro d u c e en su in te rp re ta c ió n del propio p ro ceso revolucio nario español. El eje de su análisis se co ncen­ tra n o ta n to e n los debates e n las C ortes gaditanas com o en el p e río d o previo a éstas. Los “dos años cruciales”, p ara él, no son los q u e van de 1810 a 1812, com o n o rm a lm e n te se in te rp re ta ,1 sino d e 1808 a 1810.2 Dos hitos delim itan y en m arcan su inte­ rro g ació n . S egún señala, e n tre las convocatorias a las Cortes de Bayona y de Cádiz, escritas, respectivam ente, en am bas fechas m encionadas, se observa u n a transform ación asom brosa. Mien­ tras q u e la p rim e ra señala e n su títu lo IX, artículo 61, que “ha­ b rá C ortes o Ju n ta s de la N ación com puestas de 172 individuos, divididos e n tres E stam en to s”, la constitución g aditana va a de­ 1 “P o cas fech as hay tan tra sc e n d e n te s en la h isto ria p o lítica e sp a ñ o la”, afirm a, p o r e je m p lo , S án ch ez A gesta, “c o m o esos d iecio ch o meses, e n tre el 24 d e se p tie m b re d e ] 8 1 0 y e l l 9 d e m arzo d e 3812, e n q u e se fraguó la Cons­ titu ció n de C ádiz". L uis S án ch ez A gesta, Historia del constitucionalismo español, M adrid, In stitu to de E stu d io s P olíticos, 1955, p. 45. 2 “Et p e río d o q u e va d e los le v a n ta m ien to s p e n in su lare s de la prim avera d e 1808 a la d iso lu ció n d e l a j u n t a C en tral e n e n e ro de 1810 es sin duda la é p o c a clave d e las re v o lu cio n es h isp án icas, tam o e n el trán sito hacia la Mo­ d e rn id a d , c o m o en la g estació n d e la In d e p e n d e n c ia .” Fran^ois-Xavier G ue­ rra, Modernidades e independencia, p. 115.

finir ya taxativam ente en su título m, capítulo 1: “Las Cortes son la re u n ió n de todos los dip u tad o s q u e rep re sen ta n la N ación, n o m b ra d o s p o r los c iu d a d a n o s”.3 Éstos ya n o serán los procura­ dores del A ntiguo Régim en, sino q u e constituirán colectivam en­ te u n p rin cip io inédito: la representación unificada de la voluntad nacional.4 ¿C óm o se p ro d u jo este desplazam iento de los “esta­ m e n to s” a los “c iu d a d a n o s” com o sujetos de la im putación so­ berana?, ¿qué o cu rrió e n tre u n a y o tra constitución que d e ri­ varía en sem ejan te inflexión con cep tu al?, ¿cuáles fu ero n las prem isas y co n d icio n es que la hiciero n posible?, ¿cuál su sen ti­ do y cuáles sus consccucncias tanto co nceptuales com o prácti­ cas? Estos son los in te rro g a n te s q u e o rd e n a n la elaboración de Modernidad e independencias.

A h o ra bien, hay que decir q u e el proceso de convocatoria a las Cortes de Cádiz fue u n a de las cuestiones más oscuras, con­ flictivas y accidentadas del p e río d o .5 El d ecreto de la ju n ta C en­ tral, im pulsado p o r G aspar M elchor de Jovellanos, establecía de m a n e ra taxativa u n a rep re sen ta ció n estam ental. Esa convo­ catoria a p a re n te m e n te se extravió (otro d e los m iem bros de la J u n ta , M anuel Q u in tan a , sería luego acusado de ocultarlo de fo rm a d e lib e ra d a ).5 Por d etrás d e este “a c c id e n te ” se o cu lta­ b an, sin em bargo, razones m ás poderosas. Com o señalaría luc-

s Vcase Constituciones de España, M adrid, S eg u ra, 1988. * "U n o d e los p u n to s clave d e la m u iac ió n c u ltu ra l y p olítica d e la Mo­ d e rn id a d ”, seg ú n aseg u ra G u erra “se e n c u e n tra e sen cialm en te allí; en el trá n ­ sito d e u n a co n c ep c ió n an tig u a de n ació n n la d e n a ció n m o d e rn a ", F ranfoisX avier G u e rra , Modernidad e independencias, p. 319. ,J P ara u n análisis d eta lla d o de éste, véanse F ed erico S uárez, Et proceso de convocatoria a Cortes, P am p lo n a, U niversidad d e N avarra, 1982, y M anuel M o­ ran O rtin , “La fo rm ació n de las C ortes (1808-1810)”, en M iguel A rtola (ed .), Ayer: Las Cortes de Cádiz, M adrid, M arcial Pons, 1991, p p . 13-36. 6 De h e c h o , lu ego d e restau rad o F e rn a n d o VII en el poder, Q u in ta n a ría juzgado y c o n d e n a d o p o r tal h ech o . S egún señaia el fiscal q u e lo acusa: “Su v oluntad d e c id id a hacia tas novedades q u e tan to h a n p erju d ic a d o a la nació n se d escu b re co n ia Fuerte p resu n ció n q u e resulta c o n tra Q u in ta n a en la ocul-

go Q u in ta n a e n su d efen sa, la c o n v o cato ria orig in al ya n o se com padecía con el estado d e la “o p in ió n p ú b lic a ”.7 Ello se h a ­ ría evidente e n la consulta q u e e n to n ces se realizó. El “extravío” de la o rd e n a n z a llevó a q u e el d e c re to oficial del 22 de mayo de 1809 n o incluyera precisión alg u n a en c u a n to a la com posi­ ción d e las C ortes. U n m es m ás tarde se p ro m u lg ó u n a circu lar llam ando a las instituciones especializadas y a “los sabios y p e r­ sonas ilu strad as” del rein o a h a c er llegar a la ju n ta sus p a re c e ­ res al resp ecto . Las respuestas que d e in m ed iato c o m en zaro n a a rrib a r (cuya im p o rta n c ia se ría re c ie n te m e n te c o m p a ra d a con la de los cahiers de doléanccs) ,8 apoyaban p o r cierto la afir­ m ación d e Q u in ta n a .9

tación del d e c re to d a d o p o r la j u n t a C entral p a ra la convocación a C o rte s ¡ j o i ' estam entos; p re s u n c ió n q u e , fu n d á n d o se sobre la in terv e n c ió n q u e tuvo en el c o n o cim ien to y e n tre g a d e p ap ele s de la S ecretaría de la j u n t a C en tra l, co­ m o oficial m ayor d e ella, n o p u e d e desv an ecerse con decir, co rn o dice, q u e si h u b ie ra tra ta d o d e h a c e rlo d esap arecer, lo h u b ie ra verificado d e su e rte q u e n u n c a h u b ie ra ap a re c id o y q u e el h acerlo co m o se hizo, y n o d e o tra m a n e ra , p re se n ta m ás b ie n la id ea d e tin a in o c e n te casualidad". "S eg u n d a resp u esta fiscal e n ia causa d e Q u in ta n a y d el Semanario", en M an u el Q u in ta n a , Memo­ rias del Cádiz de las Corles, Cádiz, U niversidad d e Cádiz, 1990, p. 198. 7 C om o d iría lu eg o A gustín A rguelles, el d e c re to d e la J u n ta sería venci­ do p o r “u n in flu jo su p e rio r" , “la fu e rz a irre sistib le d e la o p in ió n p ú b lica". A gustín A rguelles, Examen histórico de la reforma constitucional que hicieron las Cortes Generales y extraordinarias desde que se instalaron en la Isla de León el día 24 de setiembre de 1S19, hasta que cerraron en Cádiz sus sesiones en 14 de. propio mes de 1813, L o n d re s, Iinpr. d e C arlos W ood e hijo, 1835, p p . 190 y 210. 8 Les cahiers des plaintes et doléances (cu ad ern o s d e quejas y reclam os) e ra n escritos re u n id o s e n to d o el rein o francés, con m otivo d e la convocatoria a Es­ tados gen erales, p o r los cuales la població n h acía c o n o c e r sus reclam os y de­ seos al m onarca. A lre d e d o r de éstos se articu lab a to d o el sistem a re p resen tati­ vo tradicional (los q u e se enviaban al P arlam ento eran cahiers, n o dip u tad o s, los cuales eran sólo sus p o rta d o re s eventuales, y estab an obligados a re sp e ta r el mandato imperativo en ellos d epositados). El ca/iier ffénéral resultante de su reu ­ nión era, junto con el m o n arca, la e n cam ació n d el cu erp o místico de la tuición. HEstas fu e ro n p a rc ia lm e n te co m p ilad as p o r F ed erico Suáre/. y p u b lic a ­ das en tres v o lú m en es d e Informes oficiales sobre Cortes. P ara un estu d io d eta lla ­

Los hechos q u e siguieron, m arcados p o r el rápido deterio ro de la situación de la J u n ta Central, a co m p añ an d o los fracasos de la c am paña co n tra las fuerzas d e ocupación francesas,10 resulta­ ro n , no obstante, confusos. La Instrucción del I a de e n e ro de 1810 insistía aún en la convocatoria p o r estam entos, fijando, sin em bargo, solam ente los m odos de elección de u n a de las Cám a­ ras (la co rresp o n d ien te al Estado lla n o ). N o h u b o acuerdo, p o r el contrario, en cu an to a cóm o se debía c o n fo rm ar la segunda de ellas. Calvo de Rozas, quien p rete n d ía su p ed itar la participa­ ción de los nobles y el clero a u n exam en previo de su actuación d u ra n te la crisis, aprovechó estas desavenencias p a ra reenviar el dictam en a la C om isión d e C ortes, la q u e ya n o te n d ría oca­ sión de decidir. La R egencia d e c re ta ría fin alm en te, sólo cuatro días antes d e la in au g u ració n oficial de las sesiones, la re u n ió n sin estam entos. E n ú ltim a instancia, tras estas vicisitudes se hi­ cieron m anifiestas las com plejidades del p rim e r liberalism o es­ pañol. D istintos au to res señalan q u e éste n o p u e d e in te rp re ta rse aú n com o u n p e n sa m ie n to p ro p ia m e n te m o d e rn o . Lo que

do, véase M iguel A rtola, Los orígenes de la España contemporánea, M adrid, Ins­ titu to d e E studios P o líticos, 1959, p p , 257-369. “La p riv anza d e G odoy", c o n ­ cluye A rtola, “p o r razo n es d e m uy diversa ín d o le , es causa e ficien te de u n estad o d e o p in ió n m uy g en era liz ad o , q u e h a b re m o s d e carac teriz ar c o m o un can san cio d el ré g im e n m o n á rq u ic o absolutista, se n tim ie n to u n á n im e q u e re ­ flejan los textos d e to d as las p ro c e d e n c ia s [...] En 1809 y 1810 la o p in ió n n a ­ cional co in cid e en c o n d e n a r n o sólo las p erso n as sino tam b ién el sistem a mis­ m o ” (ibid., p. 288). 10 La d e rro ta d e O c a ñ a d el 19 d e n o v iem b re d e 1809 será decisiva al res­ pecto. Esta d e se n c a d e n a u n lev a n tam ien to en Sevilla. Se fo rm a en to n ce s u n a J u n ta Provincial q u e re asu m e el p o d e r so b e ra n o y conv oca a las d em ás p ro ­ vincias a h acerlo y a e n v iar sus d ele g a d o s a esa ciu d ad p ara co n stitu ir u n a Re­ gencia. El d esc ré d ito d e la J u n ta C e n tra l se ag ud iza cu a n d o d ec id e el 13 de e n e ro d e 1810 traslad a rse a la isla d e L eó n . P o r d e c re to del 29 de e n e ro , és­ ta fin alm en te se disuelve y ,transfiere su p o d e r a un C o nsejo d e R egencia q u e en to n c e s se crea.

em erge e n to n c e s es u n tejido co n cep tu al a n u d a d o p o r motivos p ro v en ien tes de u n a trad ició n pactista hisp an a q u e se rem o n ­ ta al siglo xvi. Su ex p resió n es el constitucionalism o histórico, el cual bu scaría re sta u ra r la “an tig u a y venerable C onstitución de E sp a ñ a ”.11 Sin em b arg o , la filiación de las ideas d el libera­ lism o g a d ita n o resu lta p ro b le m átic a de establecer. El pactism o de los constitucionalistas históricos rem itía, en p rin cip io , a la trad ició n neoscolástica de Suárez, p e ro tam b ién a la iusnaturalista de G rocio y P u ffen d o rf. Esta sola c o m p ro b ació n com plica ya la cuestión, p uesto q u e obliga a e n tra r e n el d e b a te (proba­ b lem e n te , inso lu b le) acerca d e c u án d o com ienza la “m o d ern i­ d a d ” (¿es el iu sn atu ralism o alem án ya “m o d e rn o ”, o todavía se sitúa del o tro lado d e la línea?, ¿dónde, ex actam en te, d eb e tra­ zarse ésta?). De to d o s m odos, el p u n to crítico rad ic a en que, a u n c u a n d o se p u d ie ra estab lecer el origen preciso d e las dis­ tintas ideas e n to n c e s circulantes, éstas todavía nos dirían poco respecto del se n tid o c o n c re to q u e en to n c e s a d q u iriero n . El constitucionalism o histórico, cuya acta de fu n d ació n sue­ le rem itirse al discurso de adm isión en la Real A cadem ia de His­ toria q u e dicta Jovellanos e n 1780, y que ráp id a m e n te se difun­ d e, d a ría e x p re sió n a la p e rc e p c ió n g en eralizad a, que se acen tu ará d u ra n te el re in a d o d e Carlos IV, respecto d e la deca­ dencia del im p erio h isp a n o .12 N o se trataba, asegurabajovellanos, de co n stitu ir a la n a c ió n , sino de restablecer aquella que el despotism o, en su afán centralizador, había desvirtuado:

11 G asp ar M e lc h o r d e Jo v ellan o s, “M em o ria e n q u e se re b a te n las calum ­ nias divulgadas c o n tra los in d iv id u o s d e la J u n ta C en tral d el R ein o , y se d a ra­ zón de !a c o n d u c ta y o p in io n e s d el a u to r d esd e q u e re c o b ró la lib e rta d ”, Es­ critos políticos y filosóficos, B arcelo n a, Folio, 1999, p. 183. 12 P ara un c u a d ro m in u c io so d e c ó m o se fu e co rro y en d o el A ntiguo Ré­ g im en en E sp añ a en los a ñ o s p rev io s a la revolución liberal, véase Jo sé M aría P ortillo V aldés, Revolución de nación. Orígenes de la cultura constitucional en Es­ paña, ] 780-1812, M ad rid , C e n tro d e E studios Políticos y C o n stitu cio n ales, 2000 .

¿Por ventura no tiene España su Constitución? Tiénela, sin du­ da; porque ¿qué otra cosa es una C onstitución que el conjun­ to de leyes Fundamentales que fijan los derechos del soberano y de los súbditos, y los m edios saludables p ara preservar unos y otros? ¿Y quién duda que España tiene estas leyes y las cono­ ce? ¿Hay algunas que el despotism o haya atacado y destruido? Restablézcanse.13 Las opiniones confluían esp o n tán eam en te hacia este punto. El historicism o constitucionalista m arcaría, así, el tono de los debates que entonces se p ro d u jero n . Sin em bargo, tal consenso es­ condía profundas divergencias. Si todos estaban de acuerdo en cuanto a que había que restaurar la constitución tradicional del re in o ,14 p ro n to descubrirían que cada u n o la veía a su m odo. Para u n o de los líderes d e la facción liberal, A gustín A rgue­ lles, la constitución tradicional (estam ental) d e q u e hablaba j o ­ vellanos era, en realid ad , u n a invención suya, calcada del m o­ delo británico. En definitiva, éste, p ara A rgüelles, se p ro p o n ía c rear u n espíritu aristocrático q u e en E spaña n u n c a existió. Ni p o d ía tam poco existir. “¿Cabía traslad ar con la fo rm a y ap ara­ to ex terio r de la C ám ara alta d e In g laterra su esp íritu aristocrá­ tico, fruto de seiscientos años a lo m enos de ejercicio parlam en­ tario, d e usos, costum bres, hábitos y prácticas legales con que consiguió a te n u a r el orgullo y altivez de tan p o d ero so cu erp o de nobleza?”,15 se p re g u n ta b a , d a n d o tres razones fu n d am e n ­ tales respecto de p o r q u é esto era im posible. La p rim era rem itía a aquella causa m ás inm ed iata que h a ­ bía frustrado el proyecto de Jovellanos: las divergencias que exis­

13 G aspar M elch o r d e jo v e ila n o s , “M em oria", op. ci¿., p. 187. 14 In clu so el Manifiesto de los persas, q u e serviría d e base p a ra el restab le­ cim ien to d el ab so lu tism o e n 1814 p o r p a rte d e F e m a n d o VII y la ab o lició n d e la C on stitu ció n , invocaría ta m b ién m otivos historicistas. 15 A gustín A rg ü elles, La reforma constitucional de Cádiz, M adrid , ITER, 1970, p, 121.

tían e n el seno d e las m ism as clases aristocráticas (al igual q u e en el in te rio r del c le ro ),16 q u e h a c ía n im posible to d o a c u e rd o respecto de su p ro p ia d efinición sin suscitar rivalidades, q u e el clima de agitación política n o p o d ía m en o s q u e prom over: No era posible adoptar n in g u n a regla en este p u n to sin pro ­ m over un cisma entre las categorías nobiliarias de León y Cas­ tilla. Unas presum ían tener preferencia sobre las que sólo eran conocidas por privanza y favor, m ientras ellas alegaban siglos de distinción y ren o m b re, reclam ando otras co n tra las que fundasen su derecho gracias a m ercedes concedidas por asien­ tos y em presas de ganancia y lucro en épocas de apuro del e ra­ rio. Si antes de la insurrección habían dorm ido sus deseos y sus pretensiones, a la par con los del resto de la nación, n o se podía prever, después de conm ovidos los ánimos, adonde lle­ garían sus rivalidades, sus quejas y sus resentim ientos, o fen d i­ das con clasificaciones aristocráticas, hechas arbitrariam ente ahora, no para arreglar el cerem onial y etiqueta de palacio, si­ no con el fin de negar o conceder derechos políticos exclusi­ vos, de restablecer una institución extinguida de tres siglos [las C ortes], que si había de resucitar era preciso que renaciese ba­ jo otra form a y con diversos atributos de los que tenía al expi­ rar en el siglo XVI para que se asimilase al espíritu y carácter de la era coetánea.17 E n co n tram o s aquí la seg u n d a d e las razones que co n sp ira­ ban c o n tra la institución de u n a rep resen tació n estam ental: la

16 “R especto al b razo eclesiástico", se ñ a la b a A rguelles, “se c o m e tía e n el m ism o p ro y e c to [d e Jov ellan o s] o tro e r r o r m u c h o m ás grave y p erju d ic ia l. Este b razo en A rag ó n se fo rm ab a d iverso m o d o q u e el d e Castilla, E n a q u e l rein o , ad em ás d e los obispos, e n tra b a n e n él p o r m ero e sp íritu feu d al varios abades, p rio re s y co m e n d a d o re s, y los a p o d e ra d o s d e los cabildos eclesiásti­ cos". A gustín A rgüelles, L a reforma constitucional de Cádiz, p. 113. 17 A gustín A rgüelles, ibid., p. 101.

conciencia de la n atu raleza histórica y cam biante d e las nacio­ nes, e n cuanto a su com posición social, incluida la de sus clases privilegiadas.18 D ada esta situación, la p re g u n ta ya n o era si res­ ta u ra r o no Ja vieja constitución del reino, en lo que todos acor­ d a b a n , sino cuál de ellas, cóm o fijar el m o m e n to su p u esto en q u e ésta e n c o n tró su expresión auténtica. C u alq u ier definición al respecto no p o d ría ya o cu ltar su inevitable arbitraried ad . ¿Acaso la opinión contem poránea, la opinión ilustrada y pa­ triótica de aquel tiem po de exaltación, de entusiasm o, de pa­ siones nobles, generosas e independientes podía dejar de ana­ lizar cuidadosam ente los elem entos de que la ju n ta C entral form aba la Cám ara privilegiada? Y cuanta más calma, cuanto más detenim iento se em please, ¿no sería para descubrir me­ jo r que el estado real y verdadero de aquellos estam entos no era el que teórica y especulativam ente se suponía? Verdad es que el ilustre autor [Jovellanos] deseaba que la C ám ara que­ dase abierta en lo sucesivo al pueblo com o recom pensa de grandes y señalados servicios. ¿Y no era entonces u n a contra­ dicción de sus mismos deseos darle al nacer un origen tan ex­ clusivo, señalar com o única calidad para escoger los fundado­ res de su patriciado no sólo la nobleza, sino una nobleza cual la concebía tres siglos ha el condestable de Castilla?19 Llegam os fin alm en te a la tercera y m ás fu n d a m e n ta l d e las razones que d e te rm in a ro n la qu ieb ra del A ntiguo R égim en: en

¡8 El p ro p io Jo v ellan o s re c o n o c ía q u e “si, p o r o tra p a rte , re s p e ta n d o en d em asía las antiguas fo rm as y an tig u o s privilegios, convocase u n as C o rtes cua­ les las últim as co n g re g a d as en 1789 [p o r C arlos IV], o bien cuales las d e ios siglos X V ] y X V I I , o c o m o las q u e p re c e d ie ro n al a ñ o de 1538, o, en fin, com o las q u e se c e le b ra ro n b a jo la d o m in a c ió n g o d a y las d in astías a stu ria n a y leo­ n esa, co n m ayor razó n se le d iría q u e e m p le a b a su a u to rid a d p a ra resu cita r u n cu e rp o m o n stru o so , in cap az d e re p re se n ta r su voluntad". G aspar M elch o r d e Jovellanos, "M em o ria”, op. a i,, p. 191. 19 A gustín A rgüelles, reforma constitucional de Cádiz, pp. 1 ] 6-7,

un m o m e n to que todas las au to rid ad es tradicionales habían colapsado j u n to con el p o d e r m o n á rq u ic o ,20 cuál era aquella constitución a la que se d e b ía re sta u ra r —en lo que, repetim os, todos d e c ía n ac o rd a r— era algo q u e sólo p o d ía establecerlo la p ro p ia “o p in ió n p ú b lic a ”. Ésta h a b ía así ex p a n d id o sus dom i­ nios p a ra c o m p re n d e r tam b ién el pasado. P o d em o s d escu b rir aquí aquel rasgo que d eterm in a la natu­ raleza revolucion aria d e la situación ab ierta p o r la vacancia del trono. É sta resulta, n o d e la vo lu n tad d e los sujetos d e trastocar la histo ria (todos buscaban, en realid ad , preservar el o rd en tra­ d icio n al), sino del h e c h o d e q u e aq u é lla se h a b ía vuelto tam ­ bién o bjeto de debate. Toda p o stu ra al respecto n o podría ya su­ p e ra r el estatus de u n a m e ra o p in ió n . N o se trató, pues, tan to de u n a “revolución e n las ideas”; no es e n el p la n o de las creencias subjetivas en que se p u ed e des- , c u b rir la p ro fu n d a a lteración o c u rrid a, sino en las condiciones objetivas d e su e n u n c ia c ió n . M artín ez M arina expresa esto, a su m o d o , c u a n d o afirm a q u e las p asadas C ortes “n o tuvieron p o r o b je to v ariar la C o n stitu c ió n , ni a lte ra r las leyes patrias, a u n q u e p u d ie r a n h a c e rlo e x ig ié n d o lo así la im p e rio sa y su­ p re m a ley de la salud p ú b lic a ”.21 El p u n to clave n o es que no hayan te n id o p o r objeto alte ra r la C onstitu ción, sino el descu­ b rim ie n to de q u e “p u d iera n h a c e rlo ”. El p rim er liberalism o es­ p a ñ o l c o m e n z a ría así a p e la n d o a la H isto ria p ara term in a r en­ c o n tra n d o e n ella su o p uesto: el poder constituyente, es decir, la 20 “N o se olvide ta m p o c o ”, a p u n ta b a el p ro p io Jovellanos, “q u e [la re p re ­ sen tació n n a c io n a l] n o la c o n g re g a u n a a u to rid a d co n stitu cio n al n i d e antig u o estab lecid a, sino u n a a u to rid a d d e l to d o nuev a, y au n q u e alta y legítim a, p u e s q u e la h a n a d o p ta d o y e rig id o los p u e b lo s, tal, q u e sus fu n c io n e s y lím i­ tes n o e stá n su fic ie n te m e n te d e m a rc a d o s ni p o r d esgracia u n ifo rm e m e n te rec o n o cid o s". G asp a r M elch o r d e jo v e ila n o s , “M em oria", op. cit., p. 191. 21 F ran cisco M artínez M arina, Teoría de las Cortesa grandes Ju n ta s Naciona­ les de lo Reinos de León y Castilla. M onmnentos de su Constitución política y de la so­ beranía del pueblo por el ciudadano Francisco M artínez Marina, M adrid, Im p r de F erm ín V illalp an d o , 1813, ti, p. 472.

facultad y la h e rra m ie n ta p ara cancelarla. En la p ro p ia búsque­ d a de re sta u ra r el pasado o rd e n h a b ría n así de trastocarlo. El constitucionalism o histórico sería, en fin, la negaáón historicista de la Historia.

Lo d ich o nos lleva a] seg u n d o p u n to en el que, m ás allá de sus divergencias respecto del pasado, todos (salvo la facción aí> solutista) acordaban: sea q u e d e b ie ra respetarse o b ien refo r­ m arse la co nstitución tradicional y, e n cu alq u iera de am bos ca­ sos, cuál e ra ésta e ra n todas cu estiones q u e sólo a las p ro p ias C ortes —o, m ejor dicho, a la n a c ió n toda re p re se n ta d a e n Cor­ tes— les tocaba resolver.22 C om o señalaba Argüelles: Cualesquiera que fuesen las intenciones o miras de las Cortes, a ella tocaba po r su parte señalar la senda que ella misma se­ guía y llamar su atención hacia donde le pareciese que era más urgente dirigirla [...]. Las Cortes podían alterar la form a del gobierno si les parecía conveniente, variar las personas que hasta entonces le habían adm inistrado, hacer las declaracio­ nes abstractas que juzgasen inás a propósito en aquellas cir­ cunstancias.23

** P ara T ie rn o G alván, esto m a rca lo q u e llam a la d iso lu ció n d e la “c o n ­ cien c ia g e n é tic a ”: “A m i ju ic io " , dice, “la co n clu sió n es la sig u ien te: Q u e la m en talid a d g en ética tien d e a d e sap a re c er y, p o r co n sig u ien te, tam b ién el co n ­ serv ad u rism o trad icio n al. La d e sa p a ric ió n d e la m en ta lid a d g e n é tic a n o su ­ p o n e la d esa p a ric ió n d e la H isto ria, sin o la asim ilación d e la H isto ria convirtic n d o la e n u n e le m e n to m ás del p a n o ra m a analítico -co n tem p lativ o . D icho e n o tras palabras: el p asad o n o g e n e ra y c o n d ic io n a el p re s e n te , sino al c o n ­ trario , el p re se n te d e te rm in a el se n tid o c u ltu ra l d el p a sa d o ”. E n riq u e T ie rn o G alván, Tradición y modernismo, M adrid, T ecnos, 1962, p. 167. 23 A gustín A rgüelles, /jz reforma constitucional de Cádiz, pp. 130-1. Jovella nos, p o r su p arte, a d m itía: “baste d e c ir q u e el g o b ie rn o , tem ero so d e u su r­ p a r a la n ació n u n d e re c h o q u e ella sola tien e, d eja a su m ism a sa b id u ría y p ru d e n c ia a c o rd a r la fo rm a en q u e su v o lu n tad se rá m ás c o m p le ta m e n te re­ p re se n ta d a ". G asp ar M elch o r d e Jovellanos, “M e m o ria ”, op. cit., p. 193.

En la sesión inau g u ral d e las Cortes, M uñoz T o rre ro sienta aquel principio que m arca verdaderam ente el p u n to de inflexión en este proceso. Su p rim er decreto, fech ad o el 24 de septiem bre de 1810, afirm aba: “Los diputados q u e c o m p o n e n ésta y q u e re­ presentan la nación española se declaran legítim am ente consti­ tuidos en C ortes generales y extraordinarias y q u e reside en ellas la soberanía n acion al”.24 Ese día h ab ía sido form alm ente estable­ cido el poder constituyente, cuyo fu n d am en to q u e d a ría asentado en el artículo 3a de la C onstitución d e 1812: “la so b e ra n ía ”, afirm a­ ba, “reside esencialm ente en la N ación y, p o r lo m ism o, p e rte n e ­ ce a ésta exclusivam ente el d erech o de establecer sus leyes fun­ d a m e n tale s”. E ra ya clara, d ecía B enito R am ón H erm ida, “la esencialísim a diferencia de las Cortes pasadas y presentes: aqué­ llas, lim itadas a la esfera d e u n C ongreso N acional del Soberano, y éstas, elevadas a las de u n Soberano C ongreso, cuyo n o m b re co­ rresponde m ás bien que el equívoco de C ortes”.25 La irru p c ió n del p o d e r constituyente trastocaba, objetiva e irreversiblem ente, las c o o rd e n a d a s en fu n c ió n de las cuales se desenvolvían los discursos públicos. La persistencia de las vie­ jas ideas o cu ltaría así cam bios fu n d am en tales e n el sentido que éstas en to n ces cobran. Lo cierto es que las dificultades halladas para designar los nuevos problem as y fen ó m en o s (com o vemos, n a d a sencillos de c o m p re n d e r y definir) no pasarían inadverti­ das a los p ro p io s d ip u ta d o s re u n id o s e n C ádiz.26 E! lenguaje e m erg ería así com o pro b lem a.

^ Esto d a rá o rig en a u n co n flic to con el e n to n c e s p re s id e n te de! C o n se­ jo d e R egencia, el o b isp o d e O re n se , q u e lu eg o se p ro lo n g a rá e n u n a n ta g o ­ n ism o q ue d u ra hasta la diso lu ció n d e las C ortes el 20 d e se p tie m b re d e 1813. Al resp ecto , véase Rafael F la q u e r M o n teq u i, “El ejecu tiv o e n la revolución li­ b eral", e n A rtola (e d .), Ayer: Las Corles de Cádiz, p p . 36-65. 25 Diario de Sesiones de las Cortes', citado p o r M anuel F e rn án d e z M artín, De­ recho parlamentario español, M adrid, Im pr. de Hijos d e j. A. G arcía, 1885,1, p. 703. 26 En 1813 se tra d u c e d el italian o y publica en Sevilla e) Nuevo vocabula­ rio filosófico-democrático, indispensable para los que deseen entender la nueva leng ua

El lenguaje como problema: ideas, modernidad e hibridismo discursivo Resulta interesante observar el h ech o d e q u e el lenguaje y sus usos hayan sido preocupaciones centrales e n las C ortes gadita­ nas.27 Para el d iputado D ueñas era preciso “rectificar las palabras, p ara q u e d e este m o d o se rectifiquen las ideas".28 C om o señala Javier F ern án d ez Sebastián en u n in teresan te estudio reciente:

revolucionaria, d e L o re n z o Ig n acio T h iu le n . S e g ú n se e x p lic a e n el p ró lo g o (vol. n, p . 96 ): “La co n fu sió n q u e la D em o cracia h a in tro d u c id o e n el le n g u a ­ j e es tal, q u e c o n v e n d ría p e n sa r se ria m e n te e n h a c e r m u c h a s m u ta c io n e s en la le n g u a an tig u a : p u e s m ie n tra s p e rm a n e z c a n c o m o están , n o p u e d e n m e ­ n o s d e resu ltar, o u n a co n fu sió n de id eas q u e n o n o s e n te n d a m o s, o a n d a r co n ro d e o s y c irc u n lo q u io s p a ra e x p lic a rn o s b ie n ”. C ita d o p o r Ma. T eresa G arcía G odoy, E l léxico del primer constitucionalismo español y mejicano (18101815), C artu ja, U n iv ersid ad d e G ra n a d a, 1999, p p . 45-6. ¿' 1 Los cam b io s e n to n c e s o p e ra d o s en el le n g u a je d ie ro n lu g a r a u n a lar­ ga serie d e e stu d io s históricos. L ° s tra b a jo s sem in ales al re sp ec to son los de J u a n M an c h a l so b re el té rm in o “lib eral" (El secreto de España. Ensayos de histo­ ria intelectual y política, M adrid , T au ru s, 1995, p p , 31-45) y V ic e n te L lo re n s (“N otas so b re la ap a ric ió n d e liberar, N R F H \% 1958, p p . 53-8). Más re c ie n ­ te m e n te a p a re c ie ro n trabajo s m ás c o m p ren siv o s y sistem áticos; a lg u n o s de ellos d e c a rá c te r com p arativ o . AI re sp e c to , véanse R afael L apesa, “Id ea s y p a­ labras. D el v o cab u la rio d e la Ilu stració n al d e los p rim e ro s lib e ra les”, E l espa­ ñol moderno y contemporáneo. Estudios lingüísticos, B arc e lo n a , G red o s, 1996, p p . 9-42; M aría C ruz S eo an e, El primer lenguaje constitucional español (Las Cortes de Cádiz), M adrid, M o n ed a y C réd ito , 1968; Ma. T e resa G arcía G odoy, E l léxico del primer constitucionalismo español y mejicano, y P e d ro AJvarez d e M iran d a, Pa­ labras eideas: E l léxico de la Ilustración temprana en España (1680-1760), M ad rid , Real A cad e m ia E sp a ñ o la , 1992. El d ic c io n a rio r e c ie n te m e n te a p a re c id o y co o rd in a d o p o r Jav ie r F e rn á n d e z Sebastián y ju a n F ran cisco F u e n tes (Diccio­ nario político y social del siglo X IX español, M adrid, A lianza, 2002), u n a o b ra d e en v erg a d u ra in u sitad a, re p re se n ta u n a su erte d e síntesis y cu lm in a c ió n d e los estudios a n te s m en cio n ad o s. 28 C itad o p o r Jav ier F e rn án d ez S eb astián , “C o n stru ir ‘el id io m a d e la li­ b e rta d '. El d e b a te p o lítico-lingüístico en los u m b ra le s d e la E sp añ a c o n te m ­ p o rá n e a ”, m an u scrito .

La aguda conciencia de que el “idiom a político”, a diferencia del "natural”, requiere un cuidado exquisito en cada detalle, se puso de m anifiesto hasta el p u n to de sopesar de un modo casi obsesivo la inclusión de este o aquel adverbio en el texto de un artículo, e incluso de revisar la sintaxis, el orden y la co­ locación de determ inados térm inos. Se diría que m uchos di­ putados e ntendieron que la trascendenciajurídico-polídca de las reform as resultaba inseparable de su dim ensión lingüísti­ ca: la obra de Cádiz debía tomarse, pues, com o un acto cons­ tituyente en la esfera de la lengua.29 U n a constitución es, en efecto, indisociable de lo lingüísti­ co, no sólo p o r el h e c h o obvio d e q u e se expresa p o r m edio de palabras, sino p o rq u e su p o n e , al m ism o tiem po, u n a in terv en ­ ción sobre el lenguaje. La C onstitución de Cádiz, en particular, se p u e d e ver “com o u n catálogo d e definiciones en d o n d e se explica d e m a n e ra breve, casi aforística, en q u é consiste la na­ ción, el a m o r a la p a tria, la c iu d a d a n ía o las C o rtes”.30 D ado, p o r o tro lado, q u e se trata de u n texto revestido de au toridad, c o n tin ú a F ern án d ez Sebastián, “el to n o im perioso d e su articu­ lado b ien d eja ver q u e n o se tra ta de ilustrar o d e opinar, sino d e e n u n c ia r in eq u ív o cam en te u n m an d a to a los esp añ o les”.31 La p re g u n ta es ¿de d ó n d e n ace esta exigencia im periosa de “le­ gislar so b re el le n g u a je ”, “g o b e rn a r el d iccio n ario ”? Sin duda, se m anifiesta allí u n h e c h o p ro fu n d a m e n te significativo: la im ­ p resió n g e n e ra liz a d a e n tre los actores del p e río d o d e que el lenguaje se h a b ía vuelto u n p ro b lem a, que los viejos no m b res no alcanzaban ya a d esig n ar las nuevas realidades, q u e había, en fin, q u e refu n d ar, ju n to con la nación, el idiom a q u e la d e­ bía rep resen tar. “U n a n a c ió n q u e se m ejo ra ”, decía L a Abeja Es­ pañola, “es in dispensable q u e señale su nuevo sistem a con nue29 Javier F e rn á n d e z S eb astián , “C o n stru ir 'el idiom a d e la lib e rta d ”’, p. 6. 30 Ibid., p. 14.

S1 Ibid.

vas voces, y que a c ad a u n a d e las novedades q u e in tro d u c e le p o n g a tam bién un n o m b re n u ev o ”.32 J u n to con esta voluntad legislativa sobre el lenguaje va a apa­ recer tam bién, sin em bargo, la conciencia de sus lim itaciones, del desfasaje inevitable e n tre las ideas e instituciones, p o r un la­ do, y las voces que las expresan, p o r otro. Los textos d e la épo­ ca subrayan tres fu en te s de desajustes o form as características de “anfibología del len g u a je ” (hay, en realidad, u n a cuarta, que es, de hecho, la m ás fu n d am e n ta l y explica a estas otras tres, pe­ ro para llegar a ella h a b rá que esperar al final del p resen te ca­ pítulo) . La p rim era es la práctica “escolástica” d e c re a r voces va­ cías, caren tes de re fe re n te ; es decir, de in te n ta r realizar ú n a revolución p u ra m e n te n o m in al q u e no co rre sp o n d e a ningún objeto o fen ó m en o real.33 La segunda es u n a variante de la an­ terio r: el “riesgo del e n g a ñ o ”, que consiste en p o n e r nuevos no m b res a viejas realidades. El significado p olítico de estas dos prim eras críticas era, en realidad, am biguo. M ientras que en los círculos liberales expresaban el tem o r de q u e la tare a de rege­ neración a la que estaban abocados se term inase resolviendo en u n a m era revolución lingüística, los afiliados al p artid o absolu­ tista veían allí im plícito, en cam bio, el p eligro de q u e el abus de mots, la confusión de las voces, tornase borrosos los contenidos valorativos adherido s tradicionalm ente a las palabras.34 P o r úl-

“R evolución de n o m b re s y n o de cosas”, L a Abeja Española, 2 7 /6 /1 8 1 3 , citado p o r C ruz S eo an e, El primer lenguaje constitucional español, p. 42. 33 “Los escolásticos —d ice La Abeja Española— h a n sido siem p re m uy fe­ lices en esta especie d e ‘a n d a m ia d a s’ d e voces q u e , p o r falta de cosas q u e ex­ presar, se h a n re p u ta d o castillos en el ayre y c o n sig n a d o en el país d e las q u i­ m eras o e n tes d e razó n , c o m o ellos dicen." “R evolución d e n o m b re s y n o de cosas”, L a Abeja Española, 2 7 /6 /1 8 1 3 , citado p o r C ruz S eo a n e , El primer len­ guaje constitucional español, p, 42. 34 “A n tig u am en te —d e cía El Procurador General—, el ro b o se llam ab a ro ­ bo, el ad u lte rio a du lterio , la im p ie d a d im p ie d a d y p o r el m ism o o rd e n los de­ m ás vicios q u e co n serv aro n sie m p re u n o s n o m b re s m uy feos d e q u e los hom -

tim o, la terc era de las fu en tes de desajustes, q u e resultaba esp e­ cialm ente fastidiosa al p a rtid o m o n árq u ico , y que es la q u e n o s interesa aquí e n particular, consistía e n la o p e ra c ió n inversa de in te n ta r legitim ar las novedades políticas a p e la n d o a viejos tér­ m inos. El ejem plo paradigm ático de ello e ra n las p ro p ias C o r­ tes: u n n o m b re que invocaba u n a trad ició n añ eja p a ra d esig n ar u n h e c h o q u e rep resen tab a, e n v e rd a d , su co m p leta n eg ació n . E n efe c to , “casi to d o s los p r e c e p to s c o n s titu c io n a le s , ri­ g u ro sa m e n te subversivos d e los o rd e n a m ie n to s ju ríd ic o s p r e ­ c e d e n te s , in te n ta r ía n d e f e n d e r s e ”, a p u n ta J o a q u ín V arela, “m e d ia n te el recu rso a u n a s u p u e sta tra d ició n esp añ o la, q u e p e rm itiese v in cu lar to d as las m e d id a s in n o v ad o ra s a u n p r e ­ c e d e n te h istó ric o ”.35 Para los absolutistas, se tratab a de u n a a r­ gucia retó rica. C om o señala F e rn á n d e z Sebastián, p a ra los clé­ rigos anticonstitucionalistas, co m o L o re n zo T h iu le n o M agín F errer, “esta m a n e ra insidiosa d e a trib u ir nuevos sen tid o s a la a n tig u a te rm in o lo g ía re s u lta n o sólo m u c h o m ás p e lig ro sa y s e d u c to ra , sin o tam b ié n e s p e c ia lm e n te p e rv e rsa y re c h a z a ­ b le ”.36 M uchos liberales, sin e m b a rg o , c re ían e n c o n tra r e n la h isto ria e sp a ñ o la fu n d a m e n to s reales p a ra sus p ro p u e s ta s.37 A rgüelles a rg u m e n ta b a esto así:

bres se a fre n ta b a n y p o r lo m ism o h u ía n . H oy ya te n em o s n o m b re s b rillan te s co m o el d e ‘d e s p re o c u p a c ió n ’, ‘lu c e s ’, ‘filo so fía’, ‘fra n q u e z a ’, ‘lib e ra lid a d ’, e tc .” C itad o p o r C ruz S eo an e, El jrrimer lenguaje constitucional español, p. 211. 36 J o a q u ín V arela S u an ces-C arp eg n a, L a teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico (Las Cortes de Cádiz), M adrid, C e n tro d e E stu d io s C o nstitu cion ales, 1983, pp. 46-7. 3r>Jav ier F e rn á n d e z Sebastián, “C o n stru ir ‘el id io m a d e la lib e rta d ”', p. 10. 37 A este m ism o p ro c e d im ie n to a p e la ro n tam b ié n los d ip u ta d o s a m e ri­ canos. A nte el rech azo p e n in s u la r a o to rg a r el d e re c h o d e ciu d a d a n ía a las castas, p u esto q ue, seg ú n se aleg ab a, tal d e re c h o “e ra d e sc o n o c id o en n u e s­ tros códigos, sin q u e en todos ellos, d e sd e el F u e ro ju z g o hasta la R eco p ila­ ción se e n c u e n tre u n a sola ley q u e h a b le d e é l”, p o r lo q u e se tratab a d e "u n a d e n o m in a c ió n nueva, q u e se h a to m a d o d e las n acio n e s e x tra n je ra s”, el m e-

[...] sólo personas que ignoren la historia del pueblo español, de la nación misma de que son individuos, p u e d e n llam ar ideas m odernas, innovaciones de los pretendidos filósofos de estos tiempos, teorías de los publicistas, máximas perniciosas de los libros franceses y que sé yo quantas inepcias [...']. Yo procuraré tranquilizar a qualquiera que rezele de esta qüestión con razones y autoridades sacadas, no de m onitores fran­ ceses, no de escritores extrangeros, ni de filósofos novadores, sino de las fuentes puras de la historia de España, de los vene­ rables y santos m onum entos de nuestra antigua libertad e in­ dependencia.38 Am bas hipótesis opuestas h a n e n c o n trad o defensores e n tre los h isto ria d o res.39 Es p ro b a b le q u e esta a p e la c ió n a la tra d i­ ción escondiera u n uso in stru m e n ta l de la historia. A un así, sin em bargo, no c o n trad eciría la creen cia de A rgüelles. Este, “que n o es historiador, in te rp re ta las referencias q u e tiene del pasa­ do en el sentido de las m o d e rn a s ideas, alte ra n d o aquéllas ra­ d ic a lm e n te ”.40 Hay q u e te n e r e n c u e n ta , subraya F e rn á n d e z Carvajal, que e n tre los p e n sad o re s de la ép o ca existía “u n sen­

x ic a n o jo s é M iguel G uridi y A lcocer insistía en q u e, sin em b arg o , a u n q u e n o existiera la d e n o m in ac ió n a p ro p ia d a , “ten íam o s la re a lid a d q u e le c o rre sp o n ­ d e ”. “Lo q u e e n tre ellas significa ciudadano explica la voz natural p a ra n o so ­ tros, y lo q u e se c o n ced e a u n e x tra n je ro co n el d e re c h o de c iu d a d a n ía d á b a ­ m os n o so tro s co n la caria de naturaleza” (G uridi y A lcocer, Diario de Sesiones de Cortes, 1 0 /9 /1 8 1 1 ). Se trataría, en definitiva, de u n p ro b le m a d e tra d u cc ió n . 38 A gustín A rgítelles, Diario de Sesiones de Cortes, 6 /6 /1 8 1 1 . 39 M ientras q u e am o re s c o m o T ie rn o Galván o R aym ond C a rr d e fie n d e n la p rim e ra de las hipótesis, o tro s, c o m o R ich ard H err, so stien en la seg u n d a. V éanse T ie rn o G alván, Tradición y modernismo, p. 138; R aym ond C arr, España (1808-1935), B arcelona, A riel, 1968, p. 105, y R ich ard H e rr, Ensayo histórico de la España contemporánea, M adrid, EDERSA, 1971, pp, 108-9. 40Jo sé A n to n io M aravall, "E stu d io p re lim in a r" , en F ran cisco M artín ez M arina, Discurso sobre el origen de la monarquía y sobre la naturaleza del gobierno español, M adrid, C e n tro d e E studios C o n stitu cio n ales, 1988, p. 78.

tido histó rico deficiente, p o co p e n e tra d o de la individualidad de los fen ó m e n o s h istóricos”.41 E n definitiva, si b ien la ap elació n a nociones e instituciones m uy tra d icio n a le s, com o las C o rtes, serviría, de h e c h o , p ara tra n sfo rm ar d e m o d o radical d ich a tradición, ello se h a ría de u n a fo rm a n o necesariam en te co n scien te.42 E nco n tram o s aquí o tro de los aspectos cruciales q u e separa la historia de los “len­ guajes políticos” de u n a historia de “ideas políticas”. U n lengua­ je , a d ife ren c ia de las ideas, n o sólo es in d ete rm in a d o sem ánti­ cam en te, sino q ue tampoco es u n atributo subjetivo. Los lenguajes p o lítico s son e n tid a d e s objetivas, q u e se e n c u e n tra n p ú b lica' m en te disponibles p a ra diversos usos posibles p o r distintos in­ terlo cu to res, y existe de m an e ra in d e p e n d ie n te de su voluntad. En definitiva, los vocabularios de base no cam bian con las pos­ tu ras de sus p o rta d o re s, p u e sto q u e defin en las c o o rd en ad as d e n tro de las cuáles éstas p u e d e n e v en tu alm en te desplazarse (al m enos, sin h a c er e n tra r e n crisis ese tipo dado de discurso). De allí q u e los giros en la trayectoria ideológica —siem pre in e­ v itab lem en te errática y c a m b ian te — de los actores políticos no siem pre sirvan de guía p a ra re c o n o c e r cam bios operados en el nivel d e los lenguajes subyacentes (e, inversam ente, la persis­ tencia d e ciertas ten d en cias ideológicas dom inantes bien p u e­ d e o c u lta r u n a recom posición p ro fu n d a de las condiciones de e n u n c ia c ió n d e los discursos). La referen cia q u e hace G uerra a T ocqueville es p a rticu la rm e n te significativa al respecto.

41 F ran cisco F e rn á n d e z C arvajal, “El p e n sa m ie n to polÍLico esp añ o l e n el siglo XIX", e n G u ille rm o D íaz-Plaja y R a m ó n M e n én d ez Pida! (ed s.), Historia general de las literaturas hispánicas, B arcelona, S ociedad d e A rtes Gráficas, 1957, rv, p. 349, c ita d o p o r V árela, La teoría del Estado en los orígenes del constituciona­ lismo hispánico, p. 47. 42 E n c o n tra m o s a q u í ese p ro b le m a q u e llevó a S k in n e r a m o d ific a r s l i p la n te o p rim itiv o : la llam ad a “falacia in te n d o n a lis ta ’’. Al resp ecto , véase la serie d e tex to s re u n id o s e n Ja m e s Tully (c o m p .), Mcaning and Context. Quentin Skinner and his Crítics, P rin c e to n , P rin c e to n University Press, 1988.

R eto m an d o u n a com paración p la n te a d a p o r Federico Suárez, G u e rra afirm a que, “com o lo hizo n o ta r Tocqueville, a p ro ­ pósito de la id én tica consulta q u e en F rancia hizo L om enie de B rien n e en 1788, al h a c e r d e la co n stitu ció n un tem a de d e b a ­ te se pasa, ya, de la restauración d e las leyes fu n d am en tales a la política m o d e rn a , al rein o de la o p in ió n ”.43 En efecto, la e m e r­ gencia de la “política m o d e rn a ” refiere, c o n c re ta m e n te , a qué se va entonces a debatir. Son los cam bios e n las preguntas q u e se p la n te a n los que señalan desplazam ientos en las coo rd en ad as conceptuales, trastocando los vocabularios de base. Esta es tam ­ bién, de h ech o , la prem isa sobre la cual se fu n d a la persp ecti­ va de G u e rra ,44 el n ú cleo fu n d am e n ta l de su e m p resa d e ren o ­ vación historiográfica (que no radica, com o vimos, en su “tesis revisionista”, com o suele afirm arse). Sin em bargo, se m u estran aq u í tam bién las vacilaciones d e su m éto d o . La in te rp re ta c ió n que ofrece in m ed iatam en te a co n tin u ació n co n trad ice, en rea­ lidad, este postulado. Los acontecim ientos posteriores confirm an esta intuición. Los resultados de la consulta —conocidos en bu en a parte de Espa­ ña y e n una débilísim a parte de Am érica— m uestran cómo,

43 Franfois-X avier G u erra , “La p o lítica m o d e rn a e n el m u n d o hispánico: ap u n te s p a ra u n o s años cruciales (ISOS'l.HO't) ”, e n R icard o Ávila Palafox, C ar­ los M artín ez Assacl y j e a n M eyer (c o o rd s.), Las formas y las políticas del dominio agrario. Homenaje, a Franfois Ckevaher, C .uadalajara, U n iv ersid ad d e G uadalaja ra , 1992, p. 178. 44 "A u n q u e, p o r el m o m e n to ”, afirm a , “ta n to las C o rtes y la re p re s e n ta ­ ció n a m e ric a n a e n la J u n ta C e n tra l se c o n c ib e aú n e n el m a rc o d e la re p r e ­ sen tac ió n trad ic io n al —re p re se n ta c ió n d e los ‘p u e b lo s’, q u e se ex p re sa n p o r sus c u e rp o s m u n ic ip a le s— , los tóp ico s d e los q u e se va a d isc u tir e n a d e la n ­ te son los tem as clave q u e a b re n la p u e rta a la rev o lu c ió n p o lític a y a la In ­ d e p e n d e n c ia a m e ric a n a . De lo q u e se va a d e b a tir re a lm e n te d u ra n te los añ o s sig u ien tes, a través d e las m o d a lid a d e s p rácticas d e la re p re se n ta c ió n , es: ¿qué es la n ació n ?" F ran fo is-X av ier G u e rra , Modernidad e independencia, p. 133.

aunque el constitucionalism o histórico es aún fuerte, los libe­ rales van ganando terreno.45 G uerra extrae, pues, de la afirm ación de Tocqueville, la con­ clusión de q u e “la victoria de los revolucionarios es c o n se c u e n ­ cia de la v ictoria ideológica, la q u e es u n sig n o in eq u ív o c o e irreversible d e la m utación del lenguaje”.46 Id en tifica así tal m u­ tación “irre v e rsib le ” del len g u a je c o n u n g iro id eo ló g ic o : el avance del id ea rio liberal y el retro ceso del con stitu cio n alism o histórico. Sin em b argo, está claro que n o e ra eso lo q u e p lan ­ teaba Tocqueville. Lo q u e señalaba éste era, p rec isam e n te , que el sólo llam ado a las C ortes h a b ía m arc ad o u n a ru p tu ra fu n d a ­ m ental, independientemente de quién ganase luego la elección o qué ideas se impusiesen. De hech o , no h ab ría sido im p en sab le que los constitucionalistas históricos, o incluso los absolutistas, triu n fa­ sen e n éstas, p e ro ello no h a b ría a lte ra d o el h e c h o d e fo n d o p ara Tocqueville: q u e la constitución se había vuelto objeto de deba­ te público. E ra este h ech o , no el p o ste rio r triu n fo del p a rtid o li­ beral, lo q u e tran sfo rm aría de un m odo irreversible los len g u a­ je s políticos. Y ello p o rq u e éste re c o n fig u ra ría d e m a n e ra radical el terreno de debate. Los p u n to s álgidos en el análisis d e G u e rra se e n c u e n tra n , precisam ente, com o vimos, en esos m o m en to s e n q u e trascien­ de el p lan o estricto de los enunciados, c u a n d o su p e ra la visión del lenguaje co m o m era sum a de elem en to s h e te ro g é n e o s, p a­ ra analizar cóm o se va re c o m p o n ie n d o la lógica q u e los articu ­ la, cóm o se rec o n fig u ra el suelo de problem áticas subyacentes; cóm o, e n Fin, la em erg en cia de la cuestión d e la soberanía alte­ ró los discursos d e u n a fo rm a objetiva e irreversible al transfor­

45 F ran^ois-X avier G u e rra , "La p o lítica m o d e rn a e n el m u n d o h isp án i­ co”, en Ávila Palafox, M artín ez Assad y M eyer (c o o rd s.), Las formas y las polí­ ticas del dominio agrario, p. 178. 4G Ibid., p. 179.

m ar d rásticam en te sus co n d icio n es d e e n u n ciació n . C om o se­ ñala, a u n q u e los im ag in ario s trad icio n ales seguían siendo los ^o m in an tes (com o la p ree m in e n c ia del constitucionalism o his­ tórico lo a te stig u a ), “p o r las p re o c u p a c io n e s y los o b jetos de reflexión de m u ch as d e las elites se estab a e n tra n d o ya en p ro ­ b lem áticas m o d e rn a s ”47 (re ten g a m o s d e esta cita el térm in o “p ro b le m átic a s”, co m o d istinto, y en este caso, de sen tid o in­ cluso o p u esto al de las “id ea s” de los acto res). “N o hay, pues, que to m ar al p ie d e la letra estos a rg u m e n to s arcaizantes”, con­ cluye, “p u es b astantes d e quienes los e m p le a n se a m p a ran d e ­ trás de térm in o s antiguos p a ra ex p re sa r nuevas ideas, difíciles de fo rm u la r antes de 1808”.48 Esto nos c o n d u c e a la “cu estió n a m e ric a n a ”. En la m ed id a en q u e se tra tó d e u n a a lteració n objetiva del len g u aje p o líti­ co (relativa a las “p ro b le m átic a s” e n c u e stió n ), in d e p e n d ie n ­ te de la v o lu n ta d d e los ag e n te s (sus “id eas"), q u e reconfigura ría las c o o rd e n a d a s e n fu n ció n d e las cuales se o rd e n a b a el d e b a te p o lítico, tam p o c o el discurso d e la d ip u ta c ió n a m e ri­ c an a escaparía a ella. C om o verem os, si la im ag en é p ic a lati­ n o am erican a q u e o p o n e al tradicionalism o español el liberalis­ m o criollo h isp an o am erican o resulta, co m o dem o stró G uerra, d e c id id a m e n te sim plista, su o p u e sta , sin e m b a rg o , n o lo es m enos.

Los diputados americanos y los fundamentos corporativos de la nación U no de los tem as clásicos de la h istoriografía española acer­ ca del p e río d o g ad itan o destaca la im p ro n ta escolástica q u e ti­ ñ ó el discurso de los dip u tad p s am ericanos, m u ch o m ás m a r­

47 Frangois-X avier G u e rra , Modernidad e iridejiendericias, p. 171. 48 Ibid., p. 173.

cad am en te que el de los p e n in su la re s.49 Ya e n 1947 M anuel Gi­ m énez F e rn án d e z afirm aba q u e “la base do ctrin al y com ún de la in su rg en cia am erican a, salvo ciertos ad itam en to s d e influen­ cia localizada, la sum inistró n o el co n cep to ro u sseau n ian o de Pacto social p e re n n e m e n te constituyente, sino la d o ctrin a suareziana de la so b e ra n ía p o p u la r”.50 R e to m a n d o esta tesis, G ue­ rra señala q u e el tradicionalism o h isp a n o a m eric a n o se tradujo en u n a c o n c e p c ió n p lu ra lista d e la n ació n co m o co n stitu id a p o r diversidad de “p u e b lo s”, a los q u e se invocará de form a per­ m a n e n te , im p id ie n d o así el d e sa rro llo de estad o s m o d ern o s centralizados. A h o ra b ien , ¿se p u e d e to m ar el uso del térm ino “p u e b lo ”, en plural, c o m o ín d ice inequívoco de tradicionalis­ m o cu ltu ral y social?51 Es posible q u e haya sido de h e c h o así en este caso particular, p e ro n o d e m a n e ra necesaria. Esto sólo se p u e d e estab lecer an a liza n d o có m o surgió, c o n c re ta m e n te , la apelació n a m erican a al c o n c e p to pactista trad icio n al.52 S egún surge de las fu en tes, la visión plural deJ rein o com o articu lad a a p a rtir de sistem as de su b o rd in acio n es tradicíona-

49 Cfr. J o s é C arlo s C h ia ra m o n te , “F u n d a m e n to s iu s n a tu ra lis ta s d e los m o v im ien to s d e in d e p e n d e n c ia ”, en M a rta T e rá n y jo s é A n to n io S erran o O r­ teg a (e d s .), La guerra de independencia en la América española, Z am o ra , M ichoacán , El C o leg io d e M ic h o a c á n /I n s titu to N a cio n a l d e A n tro p o lo g ía e H isto ­ ria /U n iv e rs id a d M ich o acn n a d e San N icolás d e H id alg o , 2002, p p . 99-123. 50 M an u el G im én ez F e rn á n d e z , Las doctrinas populistas en la independencia de Hispano-América, Sevilla, CSIC, 1947, p . 29. 51 C o m o vim os, u n a larga tra d ic ió n d e a u to re s esp a ñ o le s hizo extensiva esta afirm a c ió n ta m b ié n a los lib e ra le s p e n in s u la re s, se ñ a la n d o sus raíces n eoescolásticas, p e ro ello les sirve n o p a ra a firm a r su trad icio n alism o , sino, m ás b ie n , las raíces nativas d el “p rim e r lib eralism o ” esp añ o l. V éase S ánchez A gesta, Historia del constitucionalismo español, p p . 65-73. 52 P a ra estu d io s re c ie n te s so b re los d e b a te s g ad itan o s, y la partic ip a c ió n d e los a m e ric a n o s e n ellos, véan se M a n u e l C h u st, La cuestión nacional ame­ ricana en las Cortes de C ádií (J810-J814), V alen cia, U N E D /H is to ria S o c ia l/ U NAM , 1999; M arie R ieu-M illan, Los diputados americanos en la Cortes de Cá­ diz, M ad rid , CSIC, 1998, y J o a q u ín V arela, L a teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico.

les se im pone en la diputación am ericana en el curso de la dispu­ ta suscitada p o r la designación de u n a gran can tid ad d e dip u ta­ dos suplentes residentes en España, debido a las dificultades de las colonias p ara enviar a sus propios rep resen tan tes,53 algo que aquéllos cu estio n arían dad o q u e las poblaciones involucradas no habían p articipado en su elección ( “dip u tad o s p o r voluntad a je n a ”, los llam aba la Gaceta de Buenos Aires, elegidos “p o r u n p u ñ a d o de av en tu rero s sin carácter ni re p re s e n ta c ió n ”).54 La idea de u n a m o n a rq u ía plural, co n fo rm ad a p o r diversidad de “p u e b lo s” o “re in o s”, les p e rm itiría e n to n c e s im p u g n a r la ca­ pacidad de u n “re in o ” de re p re se n ta r a otro (de ac u erd o con el prin cip io ju ríd ic o d el negotiorum gestor) .55 F re n te a este argu­ m en to , los p en in su lares p o stularon el co n cep to de u n a nación y u n a rep resen tació n unificadas, d e u n único p u e b lo español,36 lo cual volvía relativam ente in d iferen te el lugar c o n creto d e re ­ sidencia.57

r’3 Tor d e c re to d el 8 d e se p tie m b re de 1810 a las pro v in cias d e u ltra m a r se les asig n aro n tre in ta re p re se n ta n te s, so b re u n total d e cien. E n el m o m e n ­ to de reu n irse las C ortes, v ein tin u ev e de ellos e ra n su p le n te s eleg id o s en Cá­ diz p o r c ie n to se te n ta y siete a m eric a n o s re sid e n te s allí, y sólo u n o , el re p re ­ se n ta n te d e PuerLo Rico, e ra titular. A m ed id a q u e lle g a ra n los titu lares, los su p le n te s d e b e ría n re sig n a r su cargo, p e ro esto m u ch as veces se rá m otivo d e conflicto. 51 “D iscurso so b re la n u lid a d d e las C ortes q u e se c e le b ra n en E spañ Caceta de Buenos Aires, 25 / 2 / 1 8 1 1, citad o p o r R ieu-M illan, Los diputados ame­ ricanos mi tas Cortes de Cádiz, p. 6. 55 C om o afirm ab a el p e ru a n o R am ó n Feliú, la so b e ra n ía “se co m p o n e d e partes real y físicam ente distintas, sin las cuales todas, o sin m u ch as d e las cua­ les n o se p u e d e e n te n d e r la so b e ra n ía ” (citad o p o r R ieu-M illan, Los diputados americanos en tas Cortes de Cádiz, p. 15). 56 “'Vo q u ie ro q u e nos a c o rd e m o s”, insistía ei d ip u ta d o D iego M uñoz To­ rre ro , “d e q u e fo rm am o s u n a sola N ación, y n o u n ag re g ad o d e varias n acio ­ n e s”. Diario de Sesiones déla s Cortes, 2 /9 /1 8 1 1 ) . 57 En palab ras d e Jo v ellan o s, " re u n ie n d o e n sí la re p re se n ta c ió n n acio ­ nal p u e d e , sin d u d a, re fu n d ir u n a p a rte de ella en alg u n o s d e sus m ie m b ro s”. G aspar M elch o r de Jo v ellan o s, “M em oria", Escalos políticos y filosóficos, p. 187.

A m ed id a q u e se avanzara e n los debates, la p o stu ra d e los d ip u ta d o s a m erican o s se volvería, sin em bargo, am bigua al res­ pecto. El eje d e la con tro v ersia p ro n to se desplazaría h a c ia la p ro p o rc io n alid a d de la re p re se n ta c ió n (arts. 22 y 29). A las p r o ­ vincias de u ltra m a r se les o to rg ó u n a rep re sen ta ció n m uy mi n o rita ria , a p esar d e q ue, seg ú n las estim aciones de la ép o ca, las dos secciones del im perio (E spaña y A m érica) c o n ta b a n con u n a población eq u iv alen te.58 A esto se llegó m ed ia n te el e x p e ­ d ie n te d e excluir del censo a los m iem b ro s de las castas. Esta vez, los d ip u ta d o s am erican o s a p e la ría n a u n c o n c ep to m o d e r­ n o d e la c iu d a d a n ía p a ra p ro te s ta r c o n tra las d e sig u a ld a d e s establecidas p o r el rég im en e le c to ra l.59 En definitiva, hay q u e adm itir q u e la “tesis é p ic a ” n o carece p o r co m p leto d e fu n d a ­ m entos. Al m enos en este p u n to específico, que e ra el c e n tra l para los am ericanos, éstos a p a re c ía n com o m ás c o h e re n te m e n ­ te liberales q u e los liberales p e n in su la re s.60 Es cierto q u e todavía e n to n c e s su lenguaje c o m b in a ría es­ tos c o n cep to s m o d ern o s co n o tro s de m atriz cla ram e n te pac

58 Al resp ecto , véase R ieu-M illan, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz. P a ra u n a d escrip ció n d e ta lla d a d e las d eleg a c io n e s am erica n as, véase M aría T eresa B crru e zo , L a diputación americana en tas Cortes de Cádiz, M a d rid , C en tro d e E slud ios C o n stitu cio n ales, 1986. 59 "Ser p a rte d e la so b e ra n ía n a c io n a l”, d e c ía el m ex ican o [osé S im eó n U ría, “y n o ser c iu d a d a n o d e la n a c ió n sin d e m é rito p erso n al, son a la v er­ d ad, S eñor, d o s cosas q u e n o p u e d e n c o n c e b irse , y q u e u n a a la o tra se des­ tru y en ” (José S im eó n U ría, Diario de Sesiones de las Corles, 4 /9 /1 8 1 1 ) . El m e­ xicano R am os A rizpe insistía al resp ecto : “V.N. tien e san cio n ad o , co n ap lau so g en eral, q u e la so b e ra n ía resid e e se n c ia lm e n te en la n ació n Las castas com o p arte de la nació n tie n e n n ec e sa ria m e n te u n a p a rte p ro p o rc io n al y res­ pectiva d e la s o b e r a n ía ” (R am o s A rizp e, Diario de Sesiones de /as Cortes, 1 4 /9 /1 8 1 1 ). 60 Es sugestivo, al resp e cto , q u e los d ip u ta d o s a m erican o s fueran asocia­ dos a los secto res m ás radicales d el lib eralism o , e n c o n trá n d o se e n tre los q u e e n fre n ta ro n m ás d e n u n c ia s y p e rse c u c io n e s lu e g o de la restauración d e F e r n a n d o VII.

tista escolástica. In clu so se p u e d e a c e p ta r q u e estos ú ltim o s constituyeron su n ú cleo d o ctrin al. A un así, está claro q u e sus c a m b ian te s p o stu ras o b e d e c ie ro n a u n a lógica e stric ta m e n te política, y sus rea lin e a m ie n to s ideológicos d e p e n d ie ro n de có­ m o se p lan te ó en cada caso el deb ate. D ada la posición en que se e n c o n tra b a n , la teo ría pactista clásica ap arecía sen cillam en ­ te com o la que m ejo r se ajustaba a sus objetivos estratégicos. Es­ ta, d e hech o , les p e rm itiría tam b ién abogar p o r la ig u ald a d de la rep re sen ta ció n , al igual q u e la d o ctrin a liberal,61 p e ro ten ía sobre esta ú ltim a u n a ventaja adicional fun d am en tal: la invoca­ ción a los “p u e b lo s”, en plu ral, c o n te n ía en sí la a m en aza ap e­ nas velada d e u n a posible secesión p o r p arte de las co lo n ias62 (reco rd em o s q u e los d ip u ta d o s am ericanos veían vicios de ori­ g en e n las Cortes, y re ite ra d a m e n te p la n te a ro n d u d as sobre la

.61 C om o m u e stra V arela: “N o re s u lta difícil re c o n o c e r q u e la id e a d e N a­ ción d e M artínez M arin a se p re s e n ta b a , sin fo rzarla e n exceso, fá cilm e n te reco n d u cib le al e sq u e m a p ro v in cialista d el q u e p a rtía n los d ip u ta d o s d e U ltra ­ m ar. E ste e sq u e m a , c o h e re n te c o n sus fin e s p o lític o s ‘p a rtic u la ris ta s' o ‘a u to n o m ista s', ajen o s a M arina, re su lta b a d e sd e lu e g o in c o m p a tib le co n la id e a d e N ació n d e fe n d id a p o r los d ip u ta d o s lib e ra le s d e la m e tró p o li. P o r o tra p a rte , al estar e x e n to el c o n c e p to d e N ació n d e M artínez M arin a d e cual­ q u ie r vestigio e stam en tal —cosa q u e en m o d o alg u n o p u e d e decirse d e las te­ sis ex p u estas p o r los d ip u ta d o s realistas— p o d ía satisfacer tam b ié n las ansias igu alitarias q u e an im a b a n a la m ayoría de los d ip u ta d o s am erican o s". Varela, La teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico, p. 230. “Es m uy d e te m e r" , ad v e rtía el m ex ic a n o R am os A rizpe, “q u e la a p ro ­ b a c ió n d el a rtíc u lo e n c u e stió n va a in flu ir d ire c ta m e n te e n la d e s m e m b ra ­ c ió n d e las A m éric a s” (Acias de las Sesiones de Cortes, 5 /9 / 1 8 1 1 ) . C o m o re c o ­ n o c e ría lu eg o A rg u elles: “E ra a d e m á s u n a fa ta lid a d in s e p a ra b le d e las circ u n sta n c ia s q u e a c o m p a ñ a ro n a la in su rre c c ió n d e la p e n ín s u la el q u e la in d e p e n d e n c ia d e A m érica se p re s e n ta se a la im a g in a c ió n d e sus d ip u ta ­ d o s n o c o m o u n su ceso e v e n tu a l y re m o to , sin o c o m o p ró x im o e in e v itab le [...] Los d ip u ta d o s p e n in s u la re s n o d e sc o n o c ía n las causas q u e p o d ía n c o n ­ su m a r alg ú n d ía la se p a ra c ió n ab so lu ta d e la A m érica y las q u e c o n sp ira b a n a h o ra a a c e le ra rla''. A gustín A rg u elles, La reforma constitucional de Cádit, pp. 246-7.

leg itim id ad de sus disposiciones sin previa consulta de las po­ blaciones a m e ric a n a s).63 N a d a p a re c e , e n fin, a u to riz a r ir m ás allá y p re te n d e r ex­ tra e r d e allí co n c lu sio n es re sp e c to d e la n a tu ra le z a social o id e n tid a d cu ltu ral d e los sujetos involucrados. D ebe reco rd ar­ se, p o r o tra p a rte , q u e su co h esió n com o g ru p o fue tal sólo en lo relativ o a la d e fe n sa de reclam o s específicos p a ra las colo­ nias, p e ro q u e se tra tab a de u n a delegación de ideología h e te ­ ro g én ea, q u e, en los dem ás p u n to s, se dividió in te rn a m e n te si­ g u ie n d o las m ism as líneas d e escisión que dividieron ál resto d e los congresistas.64 Lo d icho, de to d o s m odos, n o es sólo un

63 El p ro p io M a rtín ez M arin a re c o n o c e r ía luego esta d eficien cia d e o ri­ g e n , p r o p o n ie n d o u n a n u ev a co n v o cato ria . D e h e ch o , n o sólo Jas provincias u ltra m a rin a s h a b ía n te n id o p ro b le m a s p a r a p a rtic ip a r d e las C o rtes, sino ta m b ié n las p ro v in c ia s o c u p a d a s d e E sp añ a. “M uchas pro v in cias d e E sp añ a y las p rin c ip a le s d e Ja c o ro n a d e C astilla”, d e c ía , “n o in flu y ero n d ire c ta ni in d ire c ta m e n te e n la c o n stitu c ió n , p o rq u e n o p u d ie ro n eleg ir d ip u ta d o s ni o tro g a rle s su fic ie n te s p o d e re s p a ra llevar su voz en las co rtes, y se r en ellas los in té rp re te s d e la v o lu n ta d d e sus cau san te s. De q u e se sigue, h a b la n d o le g a lm e n te y c o n fo rm e á reglas d e d e re c h o , q u e la a u to rid a d del c o n g reso e x tr a o rd in a rio n o es g e n e ra l, p o rq u e su voz n o es el ó rg a n o ni la ex p resió n d e la v o lu n ta d d e to d o s los c iu d a d a n o s, y p o r co n sig u ien te a n tes de c o m u ­ n ic a r la c o n stitu c ió n á los q u e tu v ie ro n p a rte e n ella y d e exigirles el j u r a ­ m e n to de g u a rd a rla , re q u e r ía la ju s tic ia y el d e re c h o q u e p re sta sen su c o n ­ s e n tim ie n to y a p ro b a c ió n lisa y lla n a m e n te , ó p ro p o n ie n d o m o d ificacio n es y re fo rm a s q u e les p a re cie se p o r m e d io d e d ip u ta d o s lib re m e n te eleg id o s y a u to riz a d o s c o n su ficien tes p o d e re s p a ra e n te n d e r e n este p u n to y en io d o lo a c tu a d o e n las cortes". M artín ez M arin a, Discurso sobre el origen de la monar­ quía, p p . 165-6. 64 C o m o afirm a R ieu-M illan, “n o se observ a u n a relació n a p a re n te e n tre el ‘a m e ric a n ism o ’ d e estos d ip u ta d o s y su id eo lo g ía política: liberales m ás o m e n o s m o d e ra d o s, c o n se rv ad o res ilu strad o s, absolutistas" (Rieu-M illan, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz, p. 3 7 4 ). M uchos de sus m iem bros, ad em á s, m a n tu v ie ro n p o stu ras oscilan tes e n c u a n to a sus ad h esio n es p artid a­ rias. Fray S erv an d o T eresa d e M ier, p o r e jem p lo , adm itía, en m o m en to s en q u e se d e c la ra b a co nserv ad o r, h a b e r te n id o u n p e río d o ja c o b in o en tiem pos

recaudo m etodológico; u n a operación intelectual com o ésta (ex­ traer co n clu sio n es relativas a la n a tu ra le z a social o iden tid ad cultural de los actores a p a rtir de sus definiciones ideológicas) conlleva u n a serie de supuestos relativos a los m odos d e conce­ bir la historia intelectual que, com o verem os, se han vuelto hoy difíciles d e so ste n e r (y, en definitiva, n o s devuelven a la vieja h isto ria d e “id eas”). Esto se observa m ás c la ra m e n te cu a n d o analizam os el o tro polo de la a n tin o m ia q u e establece G uerra. C om o vimos, el m o to r de la m u tació n cu ltu ral que se pro­ dujo en el lapso de esos “dos años cru ciales” fue, según afirm a ese autor, el g ru p o liberal encab ezad o p o r Q u in tan a. Esta evo­ lución, sin em bargo, tuvo efectos co n trad icto rio s p a ra España, puesto q u e selló su divorcio resp ecto d e A m érica. “Las Cortes de C ádiz”, asegura G uerra, “al h a c e r d e la nación española un E stado u n ita rio c e rra b a n d e fin itiv am e n te la p o sibilidad de m a n te n e r a los reinos de Indias en el seno de la M o n arq u ía”.65 Así com o el particularism o a m erican o revelaba, p a ra G uerra, un im aginario tradicionalista, inversam ente, el ideal liberal de u n a nación unificada im puso u n a po lítica c e rra d am e n te “colo­ nialista” (e n te n d id o esto en el sentido d e q u e llevaría a recha­ zar de plano los reclam os de m ayor a u to n o m ía de las colonias). “Para establecer u n a verd ad era igualdad política e n tre las dos partes de la M o n a rq u ía ”, asegura, “h u b ie ra sido preciso trans­ form ar el im aginario de las elites p e n in su la re s”.66 Sin em b a r­ go, si analizam os esta afirm ación, se observa en ella u n a inver­

en q u e escribió sus "Cartas a E l E spañol’, De h e c h o , es difícil hablar, p ara este p e río d o te m p ra n o , d e '‘p a rtid o s’' o a u n d e c o rrie n te s ideológicas c laram en ­ te d efinidas. Al resp ecto , véase el in te resa n te a rtíc u lo d e R o b erto B reña, “U n m o m e n to clave en la histo ria p o lítica m o d e rn a d e la A m érica hispana: Cádiz, 1812", m an u scrito . r,:j F ranfois-X avicr G u erra, Modernidad e independencias, p. 341. 66 F ranfois-X avier G u e rra , "La d esin te g ra c ió n d e la m o n a rq u ía hisp áni c a ”, A n to n io A n u in o , Luis C astro Leiva y Francois-X avier G u erra (co m ps.), De ios imperios a las ilaciones. Iberoamérica, Z aragoza, Ibercaja, 1994, p. 225.

sión de las relacio n es d e causalidad. De n in g ú n m o d o se p u e­ de a trib u ir el c a rá c te r colonialista de la p o stu ra d e la m ayoría peninsular a sus ideas liberales; en to d o caso, sería m u ch o más c o n é c ta la afirm ación inversa d e q u e, si a b razaro n en este p u n ­ to u n a visión m o d e rn a de N ación, fue p o rq u e ésta arm onizaba con sus posturas colonialistas. Lo cierto, sin e m b a rg o , es que no existe u n a c o rre la c ió n necesaria e n tre am bos térm in o s (li­ beralism o y colonialism o). Lo d e m u e stra el h e c h o d e q u e co­ lonialistas fu e ro n p o r igual ta n to los liberales co m o los absoIutistas.fi7 D e m a n e ra inversa, sí b ien el lib eralism o servía de sustento ideológico al colonialism o, era, n o obstante, igualm en­ te com patible con u n a p o stu ra opuesta. De hech o , com o vimos, tam bién los d ip u ta d o s am erican o s ap e la ro n a prem isas libera­ les a Fin de afirm ar su d e m a n d a de re p re se n ta c ió n igualitaria. El p ro p io G u erra se c o n tra d ic e e n este p u n to al a d m itir q u e el h ech o de abogar p o r la igualdad d e rep re sen ta ció n obligaba a los am ericanos a a d h e rir a ese m ism o ideal liberal q ue, según afirm a, llevaba a los p en in su lares a rech azar todo reclam o e n este sentido. Su objetivo fundam ental fue, en este caso, batallar por la igual­ dad de representación entre España y América. Era éste su ob­ jetivo prioritario, lo que en parte explica que, a pesar de su concepción plural de la M onarquía, aceptasen los plantea­ m ientos de los liberales peninsulares. La petición de igualdad con la Península y la obtención del elevado núm ero de dipu­

67 G u erra está aq u í, en realid ad , p o lem izan d o , al m ism o tiem p o , con una larga trad ició n h isto rio g ráfica q u e ve el o rig en de la d iso lu ció n del im p erio en la visión co n serv ad o ra d e E spaña, lo cual, según señ ala Álvargz Ju n c o , co n ­ cebía la m ism a co m o “u n a n a ció n ú n ica, an tig u a, castellan izad a y h o m o g é­ nea", consustancial p o r ello “co n la m o n a rq u ía , con la relig ió n católica y con un estad o fu e rte m e n te c e n tra liz ad o y co n vocación uniForinista”. Jo sé A.lvarez Junco, Mater Dolarosa. La idea deEsparia en el siglo XIX, M adrid, Taurns, 2 0 0 J, P .27.

tados que esto llevaba consigo, les hacía aceptar entonces una concepción unitaria de ia M onarquía que cuadraba mal con su muy enraizada visión de ésta com o un conjunto de com u­ nidades políticas diferentes.68 En realidad, tam poco esto e ra exactam en te así. Com o afir­ m a Rieu-M illan en relación con el p rin cip io de soberanía p o p u ­ lar, “esta d efensa p o d ía fu n d am en tarse, e n o tro contexto, sobre bases teóricas tradicionales (estado p atrim o n ial com puesto p o r diferentes reinos) ”.69 Esto m uestra las com plejidades del deba­ te, y la im posible reducción m u tu a e n tre im aginarios sociales e ideologías políticas determ inadas. En fin, si la an tin o m ia “libe­ rales peninsulares = atom icism o = colonialism o” co n tra “tradi­ cionalism o am ericano = organicism o = in d e p e n d e n tism o ” p u e­ d e aceptarse com o u n a descripción c o rre c ta del m o d o en que se alin earo n las fuerzas en Cádiz, está claro q u e tal contraposi­ ción no se fu n d a en ningún nexo conceptual (ni la defensa am e­ rican a de u n a concepción plural d e la m o n arq u ía era, en sí mis­ m a, “trad icio n al”, ni la idea m o d e rn a de u n a nación unificada e ra necesariam ente colonialista), sino u n o p u ram e n te co n tin ­ gente, derivado de las circunstancias y las form as en que se fijó el d ebate y se establecieron ev en tu alm en te líneas de alianza y ru p tu ra en las C ortes mism as.70

63 G u erra , Modernidad e independencias, p . 345. 69 Rieu-M illan, Los diputados americanos en las Corles de Cádiz, p. 17. 70 En verdad, si b ie n el colonialism o d e los d ip u ta d o s p en in su la re s n o n e ­ cesariam en te c o n trad ecía su liberalism o, les p la n te a ría sf co n trad iccio n es p o ­ líticas reales serias, d esd e el m o m en to en q u e los o b lig ab a a aliarse a los secto­ res ultrarrealistas e n A m érica. Los d ip u ta d o s am erican o s en Cádiz em p u jarían a los p en in su lares a en fren tarse u n a y o tra vez a esta co n trad icció n , llevando pro p u estas d e re m o ció n de los virreyes Abascal, d e P erú , y V enegas, d e Méxi­ co, p o r d e sco n o cer las sanciones constitucionales. Estos ap arecerían com o ba­ luartes del absolutism o, al q u e los liberales d esp reciab an , p ero , p o r o tro lado, constituían los pilares fu n d am en tales, e n sus respectivas reg io n es, de! o rd e n colonial q u e ellos tam bién d e fen d ían , o n o estaban dispuestos a alterar.

Volvam os, p u e s, a n u e s tra p re g u n ta o rig in al: ¿hasta qué p u n to la a p e la c ió n a las d o c trin a s n eo esco lásticas re p re se n ­ taba v e rd a d e ra m e n te u n reg reso a u n tipo de im aginario tra­ dicional? C o m o señalam os, d e te rm in a r esto d e u n m odo p re ­ ciso re s u lta im p o sib le . E n re a lid a d , d istin g u ir los m otivos “tra d ic io n a le s ” y “m o d e rn o s ” n i siq u iera es sie m p re factible. Estos se m ezclan de m o d o s cam b ian tes y com plejos en el dis­ curso p o lític o del p e río d o , al p u n to de volverse m uchas veces in d isc e rn ib le s. Lo c ie rto es q ue, com o señ ala A n to n io A nnino, el co rp o rativ ism o va a ser “re in v e n ta d o ” en to n ces. Según asegura, “los fu n d a m e n to s m unicipalistas de los fu tu ro s esta­ dos re p u b lic a n o s se c re a ro n d u ra n te la crisis d e l Im p e rio y no a n te s ”.7-1 A n n in o in tro d u c e así u n a precisión fu n d am en tal en el con­ cep to d e G uerra: el corporativism o territorialista o m unicipalista, m ás q u e u n a pervivencia del o rd e n colonial, fue, p o r el con­ trario, resu lta d o de su dislocación ( “el desliz d e la ciudadanía hacia las c o m u n id ad es territo riales”, dice, “n o fue u n a ‘h e re n ­ cia c o lo n ial’ directa sino q u e se gestó en el corto p erío d o de su crisis”).72 E n el nivel d e las instituciones sociales ocurriría así lo m ism o q u e co n los im aginarios sociales. El corporativism o, al igual q u e el escolasticism o, com o el p ro p io G u e rra señala, era u n a trad ició n , si b ien n o olvidada, ya en claro retro ceso en el m u n d o hispánico. Su reactivación en el siglo x v iii n o significa­ ría, pues, u n m e ro reg reso a éste: “el p u n to m ás im p o rta n te ”, asegura A n in n o , “es q u e los nuevos ayuntam ientos electivos re­ p rese n taro n u n fen ó m e n o de neocorporadvism o e n el interior

71 A n to n io A n n in o , “S o b e ra n ía s e n lu c h a ", en A n n in o , C astro Leiva y G u erra (co m p s.), De los impeños a las naciones, p. 251. 72 A n to n io A n n in o , “El J a n o b ifro n te: L os p u eb lo s y los orígenes de! li­ b eralism o e n M éx ico ”, e n L eticia R eina y Elisa Servín (coords.), Crisis, refor­ ma y revolución, México: Historias de f i n de siglo, M éxico, T a u ru s/C o n a c u k a IN H A , 2002, p. 209.

de un cuadro co nstitucional”.73 Recolocadas objetivam ente en u n nuevo horizonte discursivo, las m ism as viejas ideas e institu­ ciones adquirirían un sentido y u n a dinám ica ya m uy distinta ele la que tenían en el A ntiguo R égim en. En u n in te resa n te estu­ dio de caso, José A ntonio S errano m uestra, en efecto, cóm o se alteraron entonces los m odos de articulación del poder. La multiplicación de los cabildos constitucionales al cobijo del liberalism o gaditano puso en m archa un proceso de iguala­ ción jurisdiccional entre las villas y las ciudades, lo que anuló la subordinación de las poblaciones “sujetas” a sus capitales.74

73 A n tonio Arm iño, “Soberanías en lu ch a ”, en A rm iño, C astro Leivay G ue­ r r a (com ps.), De tos imperios a las naciones, p. 251. P ara a lg u n o s au to res, com o R ich ard M orsc, se trataría llan a m en te d e u n a invención, u n a ficción, q u e no te n ía n in g ú n asidero histórico. El co iporativism o m edieval n o se h a b ría d ad o n u n c a e n España. El texto d e referen cia clásico aq u í es C lau d io S ánchez Al­ b o rn o z, España, un enigma histórico, B uenos Aires, S u d am eric a n a , 1956. "'Jo sé A n to n io S erra n o Orlo.^ 1., Jerarquía terrilarialy transición política, Za­ m o ra, M ichoacán, El C o leg io d e M ic h o a c á n /In s titu to M o ra, 2001, p. 137. L u eg o d e la in d e p e n d e n c ia , se refo rzará esta te n d e n c ia h a c ia u n a “d e m o c ra­ cia'’ corporativa. “La C o n stitu c ió n d e 1826”, señ ala S e rra n o O rteg a , "m odifi­ có su stan cialm en te la je r a rq u ía te rrito rial y la o rg an izació n p o lítica d e Guan aju ato . E n 1809 fu n c io n a b a u n a je r a rq u ía p ira m id a l e n el c u e rp o p o lítico provincial: los ay u n tam iento s de G u an aju ato , L eó n , C elayay San M iguel eran los q u e re p re se n ta b a n la 'voz' d e la provincia. E n 1820 y 1823 se m o d ificó es­ te c u e rp o p o lítico al in c o rp o ra rse los elec to res d e p a rtid o s d e los cabildos de las villas y d e los p u eb lo s, a u n q u e a q u ello s c u a tro cab ild o s se g u ían co n se r­ v ando u n m ayor peso en té rm in o d e votos electorales, al d e sig n a r el 16 d e los 36 elec to rres d e p artid o . En cam b io , a p a rtir de 1826, c ad a p a rtid o te n d ría ei d e re c h o a igual n ú m e ro de votos p a ra d e sig n a r d ip u ta d o s" {ibid., p. 185). Esta te n d e n c ia se h ab ría in iciad o , en realid ad , con la reo rg a n iz ac ió n te rrito ­ rial p u esta en m arc h a p o r los b o rb o n es. V éanse H ira d e G o rta ri R abieta, “La o rg an izació n política territo rial. De la N ueva E sp añ a a la P rim e ra R epública F ed eral, 1786-1827”, en Jo se fin a Z. V ázquez (c o o rd .), E l establecimiento del fe ­ deralismo en México (1821-1827), M éxico, El C olegio d e M éxico, 2003, pp. 3976, y H o rst P ietsch m an n , Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nueva España. Un estudio político administrativo, M éxico, FCE, 1996.

Así, la instau ració n de u n sistem a rep re sen ta tiv o fu n d a d o e n el p rin c ip io corporativo te rrito ria l, a u n q u e basado e n p a u ­ tas c la ram e n te tradicionales, te rm in a ría dislo can d o la p rem isa fu n d am en tal en q u e se asentaba el o rd e n social del A ntig u o Ré­ gim en: su e stru c tu ra piram idal. T odo el sistem a de s u b o rd in a ­ ciones y je ra rq u ía s, q u e hasta e n to n c e s o rd e n a b a la so cied ad , en pocos años sería c o m p le ta m en te desarticulado. D esde u n p u n to de vista teó rico , esta to rsió n categorial tie­ ne d o s co n secu en cias fu n d a m e n ta le s. E n p rim e r lugar, ésta cuestiona la id en tid a d de la op o sició n e n tre tradición y m o d e r­ n id a d c o n aq uella o tra e n tre p e rm a n e n c ia y cam bio, y, e n últi­ m a instancia, e n tre n atu raleza y artificio: m u ch o s de los arcaís­ m os sociales o atavism os id eo ló g ic o s observ ad o s p o d ría n n o deberse sim p lem en te a la persisten cia d e arraigados p a tro n e s co m u n ales o im aginarios trad icio n ales. Éstos serán , ele a lg ú n m odo, rein v en tad o s entonces. En definitiva, el corpoxativisnio m unicipalista no expresa m e ra m e n te u n a fo rm a n atu ral trad i­ cional de sociabilidad política, sino, al igual q u e la n ació n m o ­ d e rn a p a ra G uerra, sería u n fe n ó m e n o de o rigen “e strictam en ­ te p o lític o ” (esto es, “artificial”) .75

75

La p o stu ra de A n n in o , sin e m b a rg o , re su lta o scilan te e n este p u n to ,

q u e d a n d o p o r m o m e n to s a ú n p risio n e ro d e la ec u a c ió n d e la d ic o to m ía e n ­ tre trad ició n y m o d e rn id a d c o n a q u e lla o tr a e n tr e naUirale7.a y artificio. Se* g ún señala: “Esta n o ta b le sin g u larid ad de( m u n d o hisp án ico , m ás aú n en Mé­ xico, h izo q u e tras la In d e p e n d e n c ia , la re p ú b lic a liberal tuviera p o r m u c h o tiem po dos fu en tes de legitim idad: los p u e b lo s y los co n g reso s constituyentes, o sea, los dos acto res q u e en c a rn a b a n u n o lo ‘n a tu r a l’ y o tro lo 'c o n stitu id o A ntonio A n n in o , "Pueblos, liberalism o y n a c ió n e n M éxico", cu A n to n io A n­ n in o y Franfois-X avier G u erra, coords., Inventando la nación, Iberoamérica, üigb XIX, M éxico, FCE, 2003, pp . 427-8. En u n te x to re c ie n te , en cam bio, señala ya la in g e n u id a d d e iden tificar sin m ás las in stitu cio n es del A ntiguo R égim en co­ m o ex p resió n de u n orden natural, e n o p o sició n a la artificialidad del sistem a m o d ern o . ‘T o d as las sociedades fu ero n y serán siem p re im aginarias p o r !a sen­ cilla razón de q u e fu ero n y serán im aginadas. T am b ién el A ntiguo R égim en lo fue. El m ism o casu ism o ju ríd ico , q u e p a re c e tan co n creto y pragm ático, no

La segunda consecuencia, a ú n m ás fu n d am e n ta l, deriva de la anterior. La co m p ro b a ció n de A n in n o q u ieb ra ya el “teleologism o del p u n to de p a rtid a ”, inverso al del discurso n a c io n a ­ lista latin o am erican o , q u e im p re g n a la perspectiva de G uerra. Lo q ue, p ara éste, estaba en el o rig en , esa “e stru c tu ra p ro fu n ­ d a ” q u e la in d e p e n d e n c ia hace sim plem ente em erger, n o era la n acio n alid ad , sino los g é rm e n e s de disgregación p o lítica y social.76 En la perspectiva d e A nnino, p o r el co n trario , la desar­ ticulación de las u n id ad es político-adm inistrativas coloniales n o h a b ría sido un h e c h o fatal resu lta n te de las co n d icio n es p re e ­ xistentes (las tradiciones c o rp o rativ as), sino, al m en o s e n p a r­ te, del p ro p io m o d o y las circunstancias específicas en q u e se p ro d u jo la ru p tu ra del vínculo colonial, e n tre las cuales, las lar­ gas guerras, con la serie d e dislocaciones sociales, políticas, eco­ nóm icas, etc. que trajo aparejadas, o el contexto in te rn ac io n al, d o m in ad o , a la sazón, p o r el clim a de la R estauración, n o fu e­ ro n en absoluto ajenas a este resultado. Las vacilaciones de G u e rra tie n e n todas, en ú ltim a in stan ­ cia, u n a fuente com ún. C om o vimos, el h e c h o de no d istinguir

fu e o tra cosa q u e u n esfuerzo e n o rm e p a ra im ag in ar y c o n tro la r la m ultiplici­ d a d so cial.” A n to n io A n n in o , “El v o to y el XIX d esco n o c id o ", Foro Jberoldeas w w w .fo ro ib e ro id e a s.c o m .a r/fo ro /d a ta /4 8 6 4 .p d f. 76 En definitiva, se trata del viejo ju e g o de h allar el “huevo d e la se rp ie n te ”, aquel pecad o original q u e explica todos los p roblem as subsiguientes. Las pala­ bras con q u e cierra Modernidad e independencias son elo cu en tes al respecto: vis-' tos retrospectivam ente, los eventos q u e agitaron la historia latin o am erican a re­ cien te aparecen todos com o “avatares de este p ro b lem a esencial, q u e co nocen todos los países latinos e n el siglo x j x y q u e explica la co n co rd an cia d e sus co­ yunturas políticas: la b m sca instauración, en un as sociedades tradicionales, del im aginario, las instituciones y las prácticas de la política m o d e rn a " (ibid., p. 381). G u erra reto m a aq u í acríticam en te la visión, n o m en o s m ítica, u n a y otra vez re­ fu tad a p o r la historiografía recien te, d e la preexistencia d e la nació n y las liber­ tades m odernas norteam erican as, en oposición a la n o preexistencia de éstas en A m érica Latina, com o explicación ú ltim a d e sus destinos divergentes (d an d o lu g ar a su oposición e n tre las vías evolutivas y n o evolutivas a la m o d ern id a d ).

claram en te lenguajes e ideas lo lleva a c o n fu n d ir e identificar éstos com o atributos subjetivos, es decir, a proyectar los lengua­ jes al p lan o d e la co n cien cia d e los actores p a ra ex tra er luego de allí conclusiones relativas a su n a tu ra le z a social o identidad cultural. Y ello term in a ría m a rra n d o su proyecto historiográfico.77 L uego de d e sm o n ta r la a n tin o m ia e n tre liberalism o am e­ rican o y atavismo p e n in su la r sobre la cual descansa la tesis épi­ ca de la rev o lu ció n d e in d e p e n d e n c ia , en vez de desplegar todas las c o n sec u e n c ia s d e ese hallazgo, en m u ch o s aspectos crucial, se lim itará, sin em bargo, sim plem ente a in v ertirlo s tér­ m inos, lo q u e lo obliga a fo rz a r e n exceso su arg u m en to . Así, la d ico to m ía e n tre m o d e rn id a d y tradición, lejos de debilitarse, se reforzará d e sd o b lá n d o se e n u n a se g u n d a antinom ia, inver­ sa a la an terio r, e n tre liberalism o español (m odernista) y orga77 En efecto , esta co n fu sió n , c o m o señ alam o s, deriva in ev itab lem en te en u n a re c a íd a e n aq u ella visión id ealista y, en ú ltim a instancia, teleológica de la revo lución d e in d e p e n d e n c ia q u e él se p ro p o n e cuestionar. C o m p ro b a d a la c a re n c ia d e fu n d a m e n to s e n d ó g e n o s, d e raíces sociales y cu ltu rales n ati­ vas, n o p o d ría evitar co n c lu irse q u e fa m o d e rn iz a c ió n de las e stru ctu ras po­ líticas locales, sin las cuates, se g ú n afirm a , la re vo lu ció n d e in d e p e n d e n c ia h a b ría sido in co n ce b ib le, sólo p o d ría a trib u irse a la “in flu encia id eo ló g ica” e x te rn a. La “m u ta c ió n c o n c e p tu a l” q u e e n to n c e s se p ro d u jo en las colonias te n d ría su b a sa m e n to e stric ta m e n te e n el p la n o d e las ideas. “A hí se e n c u e n ­ tra, sin d u d a — dice—, u n a d e las claves p a ra ex p lica r las p artic u la rid ad e s d e la vida p o lítica m o d e rn a e n to d o s los n u ev o s países: la existencia d e actores, d e im ag in ario s y de c o m p o rta m ie n to s trad icio n ales, en c o n trad icció n con los nuevos principios que se recogen en los textos" (Franfois-X avier G u erra, Moderni­ dad e indefiendencias, p. 205, el d e sta c a d o es m ío ) . N o es o tra cosa, d e h e c h o ,' lo q u e afirm a la vieja tra d ic ió n d e h isto ria d e “ideas" latin o am erican a. En di­ c h o caso, su a p o rte se lim itaría sim p le m e n te a p recisar q u e tal influencia ideo­ lógica q u e im p re g n ó a la n u e v a élite g o b e rn a n te criolla ("los nuevos prin ci­ p ios q u e se rec o g e n en los textos") n o p ro v in o d ire c ta m en te d e Francia, sino a través d e E spaña. Si bien esto re su lta ría in te re sa n te com o señalam iento, hay q u e co n v e n ir q u e d e n in g ú n m o d o p o d ría co n sid erarse u n a revolución histo rio g ráfica. E n definitiva, m u e s tra s im p le m e n te q u e el m arco teó rico del q u e p a rte C u e rra n o le p e rm ite h a c e r ju stic ia y calib rar el sentid o y la verda­ d e ra d im en sió n de su c o n trib u c ió n , q u e n o ra d ic a ciertam en te allí.

nicism o a m erican o (tradiciónalista) —lo q u e volverá a la “tesis revisionista” u n a suerte de reflejo invertido de la vieja “tesis épi­ ca". En definitiva, a u n q u e opuestas en sus contenidos, tras am ­ bas perspectivas, la revisionista y la épica, subyace u n a m ism a visión idealista y teleológica de la historia. Sólo su locus cam bia, sin m odificarse en lo esencial. Y esto nos devuelve a la histo rio ­ grafía e sp añ o la d e ideas.

Las raíces del constitucionalismo histórico P ara g ran p arte de la histo rio g rafía española de ideas, las C ortes de Cádiz son m u ch o m ás q u e u n h e c h o histórico, m ás incluso q u e u n a a u té n tic a revolución política y cultural: re p re ­ sentan u n a suerte de epifanía de la lib e rta d .78 Com o afirm a Varela, tras esa co rta p ero convulsiva m archa, “la soberanía se p re ­ se n ta b a a h o ra como lo que realmente es\ u n a facu ltad u n ita ria e indivisible, in alienable y p e rp e tu a, orig in aria y ju ríd ic a m e n te ilim itada”. Según concluye, “estos presupuestos sí e ra n capaces de servir de cim iento a la idea y a la vertebración práctica, his­ tórica, del E stado".79 No es o tra cosa, en realidad, lo que señalaban, desde u n a perspectiva o p u esta (la “tesis é p ica”) , tam bién los actores y o b ­ servadores latin o am erican o s del p e río d o , com o el m exicano Carlos M aría de B ustam ante. “Que la soberanía reside esencialm ente en la Nación y por lo mismo pertenece a éste exclusivamente el derecho de estable-

78 La C o n stitu ció n de 1812, dice S ánchez Agesta, "se iba a elevar a u n m i­ to d el co n stitu c io n alism o e sp a ñ o l' (S án ch ez A gesta, Historia del constituciona­ lismo español, p. 84). Su estu d io , p o r lo ta n to , te n d ría u n in terés q u e trascen ­ d ería el p la n o e stric tam e n te histórico. '9 V areia, L a teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico, p. 430 (el d e stacad o es m ío).

cer sus leyes fundam entales.” ¡Qué dolor! Ha sido necesario el decurso de m uchos siglos, el d erram am iento de m ucha san­ gre en la cam paña y el choque más derecho contra el fanatis­ mo y la ignorancia más servil, para deslindar esta verdad im­ portante y p resentar a la faz del universo una proposición tan sencilla com o verdadera.80 Am bas tesis opuestas (la épica hispanista y la épica am erica­ nista) pivotan, d e hech o , sobre la base de un con ju n to de prem i­ sas com unes. La m ás im p o rtan te de ellas es la de la racionalidad, en principio {es decir, m ás allá d e su aplicabilidad o n o al m edio específico), de ios ideales liberales. A hora bien, tal percepción, lejos de expresar u n m ero h ech o de la realidad, es sintom ática del proceso de naturalización de u n a serie de presupuestos que, hacia los años q u e nos ocupan, n o parecían aú n en absoluto autoevidentes p ara los contem poráneos. Y ello p o r motivos m ucho más atendibles qu e la supuesta ofuscación de los sentidos p ro d u ­ cida p o r la persistencia de prejuicios y p reo cu p acio n es añejas. Esto nos conduce fin aim en te a Ja cuarta de las fuentes d e anfi­ bología del lenguaje que preocupabán tanto a liberales com o ab­ solutistas (y que explica a las otras tres antes señ alad as). El p ro b le m a crítico q u e se les planteó no era tan to la m ani­ pulación ilegítim a d e lenguaje, ya sea in v en tan d o n o m b re s sin referen te, o c re a n d o neologism os p ara d esignar antiguos obje­ tos, o bien, fin alm en te, a p e la n d o a térm inos fam iliares p a ra le­ gitim ar fen ó m en o s in au d ito s (los tres tipos d e anfib o lo g ía de los q u e hablábam os antes). El p u n to crucial es la co n cien cia o sensación g e n e ra liz a d a de esta r e n fre n tá n d o se a n te u n fe n ó ­ m eno anóm alo, para el que no cabrían categorías que pudieran de­ signarlo apropiadamente. C om o señala el dip u tad o am ericano Lisp e g u c r en la sesión del 25 de e n e ro de 1811:

80 C arlos M aría d e B u sta m a n te , L a Constitución de Cádiz, o Motivos de mi afecto a ia Constitución, M éxico, FEM, 1971, p. 28.

Téngase en ten d id o que este Congreso es muy diferente de laí dem ás Cortes; su objeto ha sido otro. N inguna de las anterio­ res había tenido la soberanía absoluta; jam ás en ellas había el pueblo exercido tanta autoridad. Este C ongreso no es Cortes, es cosa nueva, ni sé qué nom bre se le pueda dar.81 A quello q u e n o se deja nom brar, que aparece sim plem ente com o im posible de definir, no es sino la id ea d e u n poder constitu yente. Esta laguna conceptual, sin em bargo, n o se debería ya sim­ plem ente a la persistencia de imaginarios tradicionales, de un len­ guaje que no co n ten ía nom bres p ara expresarlo. La p ro p ia idea de un acto instituyente que no reconoce n in g u n a legalidad p ree­ xistente, de u n Congreso que habla en n o m b re de u n a voluntad nacional a la q ue dice representar, p ero a la cual, sin em bargo, a él mism o le toca constituir com o tal, q u e n o acepta, p o r lo tanto, n in g u n a au to rid ad p o r fuera de sí m ism o, p e ro cuya legitim idad dep en d e del postulado de la preexistencia d e u n a soberanía de la que em anen sus prerrogadvas y que le haya conferido su auto­ ridad y dignidad, en suma, u n a entidad a la vez heteró n o m a y au tocontenida, q u e debe afirm ar y neg ar al m ism o tiem po sus p ro pias premisas, parecía conducir a paradojas irrem ediables. Con el p o d e r constituyente irru m p e , p u es, algo q u e n o s< dejaría d esig n ar co n viejos pero tampoco con nuevos nombres. L; afirm ación de Varela a n te rio rm e n te citada n o s revela ya algu ñas de las fisuras q u e em piezan e n to n c e s a m anifestarse (y, He gado el m o m e n to , em pujarían a a b rir los p ro p io s “tipos idea les” a su in te rro g a c ió n ). La id ea d e la so b e ra n ía “co m o un; facultad un itaria, indivisible, inalienable y p e rp e tu a ” es, com< señala Varela, la ú n ica capaz “d e servir de cim iento a la idea ’ a la vertebración práctica, histórica, del E stado”,82 y, sin em bar

81 Diario de Sesiones de las Corles, 2 5 / 1 / 1 8 ] ! , c ita d o p o r C ruz S eo an e, i primer lenguaje constitucional español, p. 92. 8í! V arela, La teoría del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánia p. 430.

go, resulta, al m ism o tiem po, destructiva de éste. P o r un lado, p re su p o n e su alienación p o r p a rte del pu eb lo en sus rep resen ­ tantes, p u e sto q ue, al ser u n a facultad “u n ita ria e indivisible”, n o se p u e d e c o n serv a r lu eg o de h a b e rse tra n sfe rid o , que es, p o r o tro lad o , p re c isa m e n te a q u e llo q u e esa m ism a n o ció n vuelve in co n c e b ib le , e n la m e d id a en q u e , p o r tra tarse justa­ m en te d e u n a facultad “u n ita ria e indivisible”, resulta tam bién “in alien ab le y p e rp e tu a ”. En fin, aq u ella que, com o señala Varela, constituye la p rem isa del E stado al m ism o tiem po choca­ ría siem pre c o n tra éste. Esta a p o ría e m e rg ería e n las C ortes e n los debates suscita­ dos respecto de cóm o lo g rar la "rigidez constitucional La pre­ g u n ta q u e e n to n c e s se p lan te ó e ra ésta: u n a vez consagrado el dogm a d e la so b eran ía popular, ¿cóm o p o d ían fijarse lím ites a su ejercicio, cóm o evitar q u e aquellos q u e le d iero n origen a la constitución se creyeran con d e re c h o a alterarla en el m o m e n ­ to que lo d esearan , sin m ás regla q u e su p ro p ia voluntad sobe­ rana? De lo c o n tra rio , d e n o p o d e r fijarse u n lím ite a su ejerci­ cio, la co nstitución sólo h a b ría d e establecer el p rincipio de su p ro p ia d estrucció n. Lo ú n ico q u e q u e d a ría en Firme de ella se­ ría el p o d e r y la facultad de d e rro c a rla.83 Evitar esto, se p en sab a, su p o n ía la creación d e u n órgano especial de revisión; es decir, la in m e d ia ta red u cció n del p o d e r constituyente a p o d e r constituido, q u e es el ám bito en q u e n e­ c esariam en te se circu n scrib e la a c tu a c ió n de to d o C ongreso. Com o afirm a Varela:

83 “H ay leyes —d ecía el d ip u ta d o a stu ria n o In g u an zo — qu e son p o r esen­ cia in a lterab les y otras, al c o n tra rio , q u e p u e d e n y d e b en variarse según los tiem pos y circu n sta n cias. A la p rim e ra clase p e rte n e c e n aquellas q u e se lla­ m an, y son re a lm e n te , fundamentales, p o rq u e constituyen los fu n d am en to s del estado, y d e stru id as ellas se d e stru iría el ed ificio social." Diario de Sesiones de Uis Cortes, c itad o p o r V arela, La teoría del Estado en los orígenes del constituciona­ lismo hispánico, p. 363.

Los diputados liberales, al instituir el órgano de reform a consti­ tucional bien diferente de u na Asamblea Constituyente, venían a reconocer objetivamente un hecho que debiera ser obvio, a saber: que en el Estado sólo puede haber órganos consdtuidos, lo que ante todo quiere decir que es en su norm a constitucional, como norm a suprem a del ordenam iento jurídico, en donde re­ side realm ente la soberanía y no en la “N ación” o en cualquier otro sujeto prejurídico [... ] El problem a del pouvoir conüiluanl se reduce a un m ero problem a de competencias orgánicas: in­ dagar qué órgano y con qué procedim iento le corresponde a la m áxima parcela de la soberanía en el Estado, la m áxima cuota de su ejercicio: reform ar su Constitución.84 Para q u e b ra r esta suerte de mise en abíme h abía, pues, que re d u c ir aquello que definía, ju sta m e n te , el carácter revolucio­ nario del proceso abierto en 1808 (la irru p ció n del p o d e r cons­ tituyente) a u n a cu estió n m e ra m e n te p ro ce d im e n tal: definir bajo q u é circunstancias, e n qué plazos y siguiendo q u é norm as se p o d ría eventualm ente alterar la carta constitucional. Se lle­ gaba así la p aradoja de p re te n d e r crear u n “p o d e r constituyen­ te c o n stitu id o ”, según la ex presión de Sánchez A gesta.85 Tras esta p arad o ja, sin e m b a rg o , asom a u n a cuestión m u c h o más fu n d am en tal; ella nos d escu b re las lim itaciones in h e re n te s al p rim e r liberalism o esp añ o l. E n efecto, la im p o rta n c ia de la irrupción del p o d e r constituyente oscureció, en realidad, aquel aspecto clave para c o m p re n d e r la natu raleza d e este p rim e r li­ beralism o: en toda esta primera etapa la cuestión de la nación no ha­ bría aún de emerger como problema. Allí se nos revela, en fin, el sen­ tido p ro fu n d o del historicism o gaditano.

84 V arela, La leona del Estado en los orígenes del constitucionalismo hispánico, p. 346.

85 Luís S án ch ez Agesta, I3rinápios de teoría política, M adrid, E d ito ra N acio­ nal, 1979, p. 329.

Al d ecir d e M en én d ez y Pelayo, éste se trataba d e un “e x tra ­ ño espejism o”, q u e Sánchez. A gesta explica p o r el g e n e ra liz a d o rech azo al absolutism o, que h a c ía ver al pasado rem o to co m o u n a su e rte de e d a d d o rad a e n q u e las libertades trad icio n ales resistían todavía con éxito al im pulso centralista avasallador d el p o d e r m o n á rq u ic o .86 N o ob stan te, tras esta invocación m ítica del pasado —q u e, com o vimos, es efectivam ente tal, lo q u e n o s llevó a relativizar su supuesto “tra d icio n a lism o ”— se e sco n d e , sin em b arg o , u n fu n d a m e n to m u c h o m enos ilusorio. Esto n o s devuelve a la cuestión de la “h ib rid e z ” del lenguaje p olítico d el p e río d o . Este se relaciona, n o c o n las ideas de los actores, co­ m o n o rm a lm e n te se in te rp re ta , sin o c o n la n a tu ra le z a d e las p ro b le m átic a s q u e se e n c o n tra b a n e n to n c e s e n d e b a te .87 L a o b ra d e o tro d e los voceros, ju n to co n Jovellanos, del “co n sti­ tucionalism o h istó ric o ”, Francisco M artínez M arina, a p o rta al­ gunas claves p a ra c o m p re n d er el sentido de este hibridism o dis­ cursivo del p erío d o .

86 L uis S ánchez A gesta, Historia del constitucionalismo español, p. 63. Este rech azo al absolutism o, se ñ a la J o a q u ín V arela, se va a trad u cir, a su vez, e n una d esco n fian za e n el p o d e r ejecutivo. V arela, “Rey, c o ro n a y m o n a rq u ía e n los o ríg e n e s del co n stitu cio n alism o e sp a ñ o l, 1808-14”, Revista de Estudios Po­ líticos bb, 1987, p p . 123-195. 87 D ich a d istin ció n re su lta fu n d a m e n ta l p a ra c o m p re n d e r la n a tu ra le z a del d e b a te político del p erío d o . La p e rc e p c ió n d e la p resen cia de motivos c o n ­ tradictorios, o p ro v e n ie n te s d e u niversos c o n c e p tu a le s diversos, n o es e n sí m ism a u n a p ru e b a d e la in co n sisten cia d e los len g u ajes políticos d e u n p e río ­ do d a d o , sino q u e suele revelar, sim p le m e n te , u n a in ad ec u ació n del p ro p io in stru m en to de análisis. Si c o n c e n tra m o s n u e stro e n fo q u e exclusivam ente en el nivel d e la superficie d e los c o n te n id o s id eo ló g ico s d e los discursos, es m uy n atural e n c o n tr a r m ixturas d e to d o g é n e ro , m ezclas in c o h e re n te s de m otivos contradictorios, p e rd ié n d o se d e vista cuál es la lógica q u e los dispone (o, eventualm ente, cóm o d ich a lógica se fisura). En definitiva, lo q u e vuelve plausible la p o stu ra d e G u e rra es el h e c h o d e q u e , e n u n p rim e r m o m e n to , h ab ría n , efectivam ente, d e su p e rp o n e rse , n o ta n to “id ea s”, sino problem áticas c o n tra ­ dictorias. La "hibridez" refiere a la n a tu ra lez a equívoca del cam po de refe re n ­ cias discursivo.

Para M artínez M arina, e n tre la n ació n y el p o d e r político hay u n a diferen cia esencial. La p rim e ra , dice, es u n a e n tid ad n a tu ra l, q u e existe en sí in d e p e n d ie n te m e n te de la v o lu n tad d e los sujetos. Ésta a rticu la un sistem a esp o n tá n e o d e su b o rd i­ naciones sociales q u e e n c u e n tra n su raíz p rim e ra e n la a u to ri­ d a d p a te rn a . Para d e c irlo en térm in o s de A lthusio, la n ació n con stitu ía u n a consociatio symbiotica.s& Sin em b arg o , p a ra M artí­ nez M arina, al c o n tra rio q u e p a ra A lthusio, e n tre estos víncu­ los naturales de su b o rd in a c ió n que constituyen a la n a c ió n y el p o d e r político hab ía u n a d isco n tin u id ad radical. Las form as de g o bierno, a d iferen cia de las n aciones, tie n e n u n o rig e n estric­ ta m e n te convencional; cam bian, p o r lo tan to , con el tiem po, p u d ie n d o alterarse p o r la sola v o lu n tad d e sus m iem bros. “Ni Dios ni la n a tu ra le z a ”, asegura, “obligan á los h o m b re s á seguir precisam en te este ó el o tro sistem a de g o b iern o ".89 El “s u e ñ o ” absolutista de u n a c o rre la c ió n estricta e n tre a u to rid a d p a te r­ n a (que es u n h e c h o n a tu ra l) y p o d e r m o n á rq u ic o (que es un resu ltad o convencio nal), seg ú n dice, n o resiste el m e n o r an á­ lisis.90

88 La cien cia q u e la estu d ia te n d ría así u n alcan ce m ay o r q u e la política, la cien cia d e la c iu d ad , la cual se su p e rp o n e e n to n c e s a u n a económica o cien­ cia d el hogar, p a ra c o n stitu ir la symbiótica. Esta e stu d ia rá a to d o s los g rupos q u e viven e n c o m u n id a d o rg á n ic a , y las leyes d e su aso ciació n n a tu ra l. Althusio la d efin e c o m o el a rte de estab lecer, cultivar y c o n serv ar e n tre los h o m ­ b res el lazo o rg án ico d e la vida social. 89 M a rtín ez M arin a, F ra n c isc o , Discurso sobre el origen de la monarquía, p. 87. 90 C abe a c la ra r q u e n o e ra ésta la id e a d e A lth u sio d e u n a c o n tin u id a d esencial e n tre o rd e n social y o rd e n p o lítico (lo q u e d em u e stra , u n a vez más, la im posib ilid ad de e sta b le c er c o rre la c io n e s inequívocas e n tre d o c trin a s so­ ciales e id eo lo g ías). El c a rá c te r n a tu ra l d e los lazos d e su b o rd in a c ió n funda e n A lthusio, p o r el c o n tra rio , u n a perspectiva “dem o crática", o p o n ie n d o , de h ech o , a la m o n a rq u ía la id ea d e p o lia rq u ía com o la e x p re sió n m ás a u tén ti­ ca d e v ín cu lo po lítico o rg án ico .

La autoridad p atern a y el gobierno patriarcal, el prim ero sin duda y único que p o r espacio de m uchos siglos existió entre los hom bres, no tiene semejanza ni conexión con la autoridad política, ni con la m o n arq u ía absoluta, ni con alguna de las form as legítim as de gobierno adoptadas por las naciones en diferentes edades y tiem pos. [...] La autoridad paterna bajo la prim era consideración proviene de la naturaleza, precede á toda convención, es in d ep en d ien te de todo pacto, invaria­ ble, incom unicable, im prescriptible: circunstancias que de n in g u n a m an era convienen ni son aplicables á la autoridad política, y m enos la m o n arq u ía absoluta. Este género de go­ bierno le introdujo el tiem po, la necesidad y el libre consen­ tim iento de los hom bres: es variable en sus formas y sujeto á mil vicisitudes.91 En esta distinción c o n c ep tu a l q u e establece M artínez M ari­ n a se trasluce algo m ás q u e u n a m ezcla ideológica d e m o d er­ nism o y tradicionalism o: e n ella se co n d en sa u n rasgo objetivo del discurso político d el p e río d o (que nos perm ite h a b la r de “hibridez de las p ro b lem áticas”) . El proceso revolucionario que estalla e n la p e n ín su la se fu n d a to d o , en últim a instancia, en u n supuesto: el d e la p ree x iste n c ia d e la nación. De allí la afir­ m ación de que, d esap arecid o el m o n arca, la so b eran ía reverti­ ría n u evam ente en ésta. El poder constituyente que em erge en Cá­ diz e n c u e n tra aq u í su lím ite. S eg ú n señalara A rto la e n Los orígenes de la España contempo­ ránea, “carecien d o p o r e n te ro de instrucciones o reglas de con­ d u c ta n o es ra ro q u e [los d ip u ta d o s] se sintiesen com o los cre a d o res d e u n nu ev o p a c to social”.92 Esto, sin em bargo, da­

91 M artínez M arina, F ran cisco , Discurso sobre el origen de la monarquía, pp. 92-3. 92 M iguel A rtola, L oí orígenes de la España contemporánea, M adrid, Institu­ to de E studios Políticos, 1959, p. 395.

ría lu g a r a u n m a le n te n d id o (el cual se o b serva e n la e x p re ­ sión de G u e rra de qu e “se trata de fu n d a r u n a nación y de p ro ­ clam ar su so b eran ía y ele c o n stru ir a p a rtir de ella, p o r la p ro ­ m ulgación de u n a constitución, u n g o b iern o lib re ”) ,93 La id ea de un p o d e r constituyente refe ría e stric tam e n te a la facultad de estab lecer o a lte ra r el sistema de gobierno. El artícu lo 3 de la C onstitución antes citado, en su red acció n original, hacía es­ to explícito: La soberanía reside esencialm ente en la Nación, y por lo mis­ mo le pertenece exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundam entales, y de adoptar la form a de gobierno que más le convenga.0,1 El nuevo pacto social refu n d a ría el E stado, pero ello presu­ po n ía ya la Nación que pudiera hacer esto. La idea de la necesi­ d a d d e constituir a ia nación era a ú n inconcebible. A un cuando, com o vimos, no había acu erd o respecto de cómo estaba consti­ tuida, y si su estru ctu ra era inm utable o cam biante con el tiem ­ po, algo q u e puede eventualm ente reform arse, n ad ie dudaba de su existencia com o tal.9r’ Incluso para aquellos que concebían

93 Frangois-X avier G u erra , Modernidad e independencias, p. 175.

94 Diario de Sesiones de las Corles, 2 5 /8 /1 8 1 1 (esta ú ltim a e x p re sió n luego se su p rim ió puesto q ue p o n ía en cuestión la p e rm a n e n c ia del sistem a m o n ár­ q uico, algo q u e u n sector im p o rta n te d e d ip u ta d o s n o estab a disp u esto a ha­ c er). N o e ra o tro el c o n c e p to orig in al d e soberanía. C o m o verem os en el ca­ p ítu lo c o rre sp o n d ie n te , éste su rg e a Fines d e siglo xvi co n J e a n B odin com o asociado a la facu ltad del m o n a rc a de d a r y rev o car leyes. N o te n ía todavía relació n a lg u n a co n la id ea de soberanía nacional, y, p o r su p u esto , m en o s aún con la d e la facu ltad de constituir ésui. 96 "Hay, sin e m b a rg o , u n a p rim e ra acep ció n q u e , p o r en c im a de sus feren cias, to d o s c o m p a rte n : ia n ación d esig n a al c o n ju n to de la M onarquía. C om o lo h a m an ifestad o d e m an e ra p a te n te la re a c ció n u n á n im e d e sus ha­ b ita n te s d e los dos c o n tin e n te s , la n a c ió n e sp a ñ o la es u n a c o m u n id a d de h o m b re s q u e se sie n te n u n id o s p o r u n o s m ism os sen tim ien to s, valores, reli-

su o rig e n com o co n v en cio n alm en te establecido, d ich o conve­ nio prim itivo se e n c o n trab a , p a ra ellos, siem p re ya presupues­ to en el c o n c e p to de u n p o d e r co n stitu y en te.90 Las declaracio­ nes de J u a n N icasio G allego, q u e A l tóla cita c o m o ejem plo de la e m erg en cia de u n a visión pactista de lo social d e corle “rousse au n ia n o ”, m u estran a las claras esta d o b le d im en sió n del con­ cep to (lo q u e revela q u e la cuestión de la p ree x iste n c ia d e la nación no se relacio n a estrictam ente con el c a rá c te r —tradicio­ nal o m o d e rn o — de las referencias c o n c e p tu a le s ): U na nación —dice Gallego—, antes de establecer sus leyes consti­ tucionales y adoptar una forma de gobierno es ya una nación, es de­ cir, una asociación de hom bres libres que han convenido vo­ luntariam ente en com poner un cuerpo m oral, el cual ha de regirse po r leyes que sean el resultado de la voluntad de los in­ dividuos que lo form an y cuyo único objeto es el bien y la uti­ lidad de toda la sociedad.97 E n definitiva, la cuestión relativa a la existencia d e la nación escapaba al universo práctico d e problem as de este p rim e r li­ beralism o (era u n a cuestión p u ra m e n te “téc n ica ”, para Argüe-

gión, co stu m b res y, so b re to d o , p o r u n a c o m ú n lealtad al rey. En este sen ti­ do, la u n id a d d e la nación es u n d a to ex p erim en tal q u e n o a d m ite o p o sició n .” Fran^ois-X avier G u e rra , Modernidad e independencias, p p , 324-5. Esto s u p o n ía q u e el acto p rim itivo de a rtic u lac ió n d e l o rd e n po lítico d eb ía acep tarse d e a h o ra en m ás co m o u n h e c h o sie m p re ya verificado. Si es­ tas C o rtes Fueron co nstitu y en tes, ex p licab a G u rid i y A lcocer, fue p o rq u e “e n ­ c o n tra n d o a la m o n a rq u ía sin C o n stitu ció n , p o r n o esta r e n uso d e sus leyes F undam entales, las re sta b le c ie ro n , lo cual n o h a rá n las C o rte s Futuras, p o r­ que ya n o h a b rá n e c esid ad d e e llo ” (Diario de Sesiones de Cortes, 1 8 /1 /1 8 1 i). Q ue se tra ta b a d e un c u e rp o constituyente, aseg u rab a A rguelles, "era d e cir tá­ citam en te q u e n o p o d ía se r p e rp e tu o ". A rguelles, El Semanario Patriótico 38, 7 /1 2 /1 8 1 0 , p. 129. 97 C itad o p o r A rtola, Los orígenes de la España contemporánea, p. 409 (el des­ tacado es m ío ).

lies, que n o ten ía sentido d e b a tir).9u C om o G u erra m ism o se­ ñala, el p ro p io alzam iento revolucionario q u e h ab ía dado ori­ g en al p o d e r c o n stitu y e n te ( “u n a in su rre c c ió n p o p u la r ”, en palab ras de A rguelles, “en q u e la n ació n d e h e c h o se h a b ía rein teg ra d o a sí m ism a en todos sus d e re c h o s ”) h a b í a tam ­ bién d a d o p ru e b a de la e n tid a d d e a q u é lla .100 La id ea de la preex isten cia d e la n ació n era, en ú ltim a instancia, el d ato a p a rtir del cual se levantaba el edificio constitucional gaditano y la prem isa de la que los nuevos p o d eres representativos tom a­ b an su legitim idad.101 Puesta ésta en en tre d ic h o , todo el discur­ so del p rim e r liberalism o hispano se d e rru m b aría . P ero n o es en la p en ín su la q u e ello hab ría de ocurrir. Llegam os así al p u n ­ to fu n d am en tal q u e m arca la dinám ica diferencial e n tre la pe­ nínsula y las colonias: sólo en las colonias h a b rá , efectivam en­ te, de p lan te arse la n ecesid ad d e crear, en el m ism o acto de

98 "No se tra ta a q u í”, se excusaba, “de id eas técn icas o filosóficas sobre el estad o prim itivo d e la so c ie d a d ”. Diario de Sesiones de Cortes, 2 5 /8 /1 8 1 1 . 59 A rguelles, La reforma constitucional de Cádiz, p. 215. 100 “La u n a n im id a d y la in te n sid a d d e la re a c ció n p atrió tica, el re ch azo p o r la p o b lació n d e u n as ab d ica cio n es a las cu ales n o h a d a d o su c o n se n ti­ m ien to , re m ite a alg o m u c h o m ás m o d e rn o : a la n a c ió n y al se n tim ie n to n a ­ cional" (Fran^ois-X avier G u e rra , Modernidad e. independencias, p. 121). “L a co­ m u n id a d d e se n tim ie n to s y d e valores es tan g ra n d e y el re ch a zo a! en e m ig o ta n g e n e ra l, q u e esta u n id a d va a serv ir d e b a se a la c o n stru c c ió n d e u n a id e n tid a d n ac io n a l m o d e rn a [...] Esas g lo rias so n las d e u n a E sp añ a —en sin g u lar— ú n ica, q u e se su p o n e e x is te n te d e sd e los m ás le jan o s tiem p o s" (ibid.. p. 162). 101 P ara M artínez M arina, su o rig en d a ta det siglo xir, c u a n d o el p u e b lo es convocado p o r p rim e ra vez a C ortes. “El p u e b lo , q u e rea lm e n te es la n a­ ció n m ism a y en q u ien reside la a u to rid a d so b e ra n a , fu e llam ado a u n augus­ to co n g reso , a d q u irió el d e re c h o d e voz y voto e n las co rtes de q u e h ab ía es­ tad o privado, tuvo p a rte e n las d e lib e ra c io n e s, y sólo él fo rm ab a la rep resen ta ció n n acional: revolución política q u e p ro d u x o los m ás felices re­ sultados y p rep aró la reg en eració n d e la m o n arq u ía . Castilla com enzó en cier­ ta m an e ra á ser u n a n ació n ." M artínez M arina, Francisco, Discurso sobre el ori­ gen de la monarquía, p. 133.

co nstitución del o rd e n político, tam b ié n aq uella e n tid a d a la que éste d eb ía re p re se n ta r (la n ación). La p reg u n ta fun d am en ­ tal allí ya n o será v erd a d e ram e n te cómo estaba constituida la na­ ción sino cu á le ra ésta. Más allá del m ayor tradicionalism o o no de las ideas de los actores, la revolución am erican a pro d u cirá así u n a segunda ru p tu ra en el nivel de las problem áticas subya­ centes. El p rim e r liberalism o hab ía com en zado a p e la n d o a la historia y las tradiciones p a ra term in a r e n c o n tra n d o en ellas su negación: el p o d e r constituyente. Lo q u e e m erg erá ah o ra será la p re g u n ta resp ecto d e cóm o se constituye, a su vez, el propio p o d e r co n stituyente, lo q u e resultará, com o verem os, en u n a nueva inflexión con cep tu al.

Pueblo / Nación / Soberanía S¡, tal corno se ha visto, la originalidad de un pensamiento político reside sólo excepcionalmente en cada una de las ideas que en él se coordinan, buscar la fuente de cada una de ellas parece el camino menos fructífero (a la vez que menos seguro) para reconstruir la historia de ese pensamiento.

Tuno Halperin Donghí, Tradición política española e

ideología revolucionaria de Mayo

Las sin u o sid a d es q u e se o b se rv a n e n el p rim e r lib e ra lis ­ m o esp añ o l, d e te rm in a d a s p o r las tensiones p ro p ias al d isc u r­ so co n stitu cio n alista h istó rico , resu lta n ilustrativas, en ú ltim a instancia, d e u n a c u e stió n m ás g e n e ra l d e o rd e n e p iste m o ló ­ gico. Según señalan distintos autores, e n tre ellos Pocock y Skinner, si b ien la dinám ica de los cam bios en los lenguajes políti­ cos conlleva rearticulaciones drásticas de sentido, las novedades lingüísticas siem pre d e b e n a ú n legitim arse según los lenguajes preexistentes. Y esto nos e n fre n ta ante la paradoja de cóm o con­ ceptos inasim ilables d e n tro de su universo sem ántico p u e d e n , no obstante, resultar com prensibles y articulables d e n tro del vo­ cabulario disponible (p u esto q u e de lo co n trario n o p o d ría n circular socialm ente); cóm o éstos se despliegan en el in te rio r de su lógica, socavándola. En este m arco, ciertos térm in o s cobran relevancia en tan ­ to q u e a c tú a n e v e n tu a lm e n te co m o conceptos bisagra, esto es, categorías q ue, en d e te rm in a d as circunstancias, sirven de pi­ vote e n tre dos tipos discursos in conm ensurables c a tre sí, c o n ­ virtiéndose así e n núcleos d e co n d ensación de problem áticas

h istórico-conceptuales m ás vastas.3 En L a génesis del mundo copem icano, H ans B lu m en b e rg n o s ofrece alg u n o s ejem p lo s de ello.2 S egún m uestra dicho autor, la astronom ía c o p e rn ica n a n e­ cesariam ente se levanta a p a rtir d e las prem isas del p en sam ien ­ to escolástico-m edieval y e n tro n c a con él. Este a p o rta el bagaje categorial que, p o r u n lado, C o p érn ico e n c u e n tra d isponible a fin d e im aginar u n universo en el que nu estro p lan e ta aparez­ ca desplazado a u n lu g a r ex c én tric o al m ism o, así co m o , p o r o tro lado, regula los criterios de aceptabilidad de esa nueva doc­ trin a.3 De hecho, señala B lum enberg, la cosm ología co p ern ica­ n a surge m ás bien de u n in te n to de salvar la física aristotélica q u e d e alguna vocación p o r destruirla. Sin em bargo, y a pesar de ello, term in a utilizando los m ism os principios aristotélicos p a ra subvertir su concepción física en su p ropia base.4 P ara que ello resultara posible fue necesario antes, sin em bargo, u n p ro ­ ceso d e aflojamiento d e su sistem a q u e a b rie ra a q u e lla latitud

1 E n c o n tra m o s a q u í la d istin ció n q u e estabtece K oselleck e n tre histo ria d e “id e a s” e h isto ria d e “co n cep to s". “U n a p alab ra —d ice— se c o n v ie rte en u n c o n c ep to si la to talid ad de u n c o n te x to de ex p e rien cia y significado sociop o lítico , en el q u e se usa y p ara el q u e se usa esa p alab ra, pasa a fo rm a r p a r­ te g lo b a lm en te d e esa ú n ica p alab ra." R e in h a rt K oselleck, Futuro pasado. Pa­ ra u n a semántica de los tiempos históricos, B arcelona, Paidós, 1993, p . 117. ‘¿ V éase H an s B lu m en b erg , Die Genesis der kopemikanischen Welt, F ra n c fo rt d el M ein, S u h rk am p , 1996, Allí B lu m en b e rg estu d ia el caso d e d o s c o n c e p ­ tos bisagra, esto es, dos p rin c ip io s d e la astro n o m ía an tig u a q u e c u m p liría n fu n c io n e s análogas a dos d e las c ate g o rías clave q u e h ic ie ro n p o sib le la re ­ v o lu ció n a stro n ó m ic a m o d e rn a : las n o c io n e s d e appetentia p artium (la te n ­ d e n c ia d e las p artes a u n irs e ), p a ra la ley d e g ravedad, y la d e Ímpetus, p a ra la inercia. Al respecto, véase Paki, “H an s B lu m en b erg (1922-1996): so b re la his­ to ria, la m o d e rn id a d y los lím ites d e la razón", Aportas, p p . 83-312. 3 H an s B lu m en b erg , op. cit., p. 155. 4 D e este m o d o , B lu m en b e rg se d istan ciaría tan to d e las v ersio n es “vulcan istas” (q u e im ag in an las ru p tu ra s co n ce p tu a les c o m o a b ru p ta s reco n fig u ­ racio n es d e sen tid o ) co m o d e las “n e p tu n ia n a s” (q u e ven éstas c o m o el re­ su ltad o de u n larg o p ro ceso d e tran sfo rm acio n es g rad u ales).

( Spielraum ) en la cual la revolución co p em ican a se volviera con­ cebible; a u n q u e n o p o r ello la a n tic ip a b a .5 La trayectoria de la inflexión d e la que nace la física m o d e rn a ilustraría así lo que llam a la historia de efectos ( Wirkungsgeschichte) p o r la cual u n nue­ vo im aginario cobra form a. La ru p tu ra conceptual que venim os analizando cabría igual­ m en te e n te n d e rla com o u n a historia de efectos. Esta perspectiva expresa m e jo r la serie de desplazam ientos p o r los cuales se fue­ ro n e n to n c e s to rsio n a n d o los lenguajes, cóm o form as de dis­ curso rad icalm en te incom patibles con los im aginarios tradicio­ nales n a c e ría n , sin em b arg o , d e reco m p o sicio n es operadas a p a rtir de sus propias categorías. La id ea de la yuxtaposición de ideas tradicionales y m o d ern a s b rin d a u n a im agen, si n o desa­ certada, sí algo p o b re y d eficiente d e los fenóm enos de trastoc am iento de los vocabularios políticos, puesto que n o alcanza a ú n a c o m p re n d e r esa p a ra d o ja de có m o nuevos horizontes co n cep tu ales irru m p e n en el seno d e los viejos, se despliegan y e n c a d e n a n d esd e el in te rio r d e su m ism a lógica, al tiem po que la desarticulan. En este p u n to , es necesaria u n a distinción. Las razones de por qué la vacancia del p o d e r puso en crisis el im perio parecen obvias. La p reg u n ta que aquí subyace, e n cambio, no es tan fácil de responder: p o r qué tal h ech o m inó a la monarquía com o tal. La p rim era cuestión responde a razones de índole estrictam en­ te fáctica; la segunda, p o r el contrario, involucra algo más, que no se lim ita al o rd en de lo sim bólico, p ero que lo com prende. Esta precisión se e n c u en tra en la base de la revolución historiográfica producida p o r G uerra. Sin em bargo, a esta prim era p re­ cisión es necesario adicionar u n a segunda. El socavam iento de los fu n d am en to s conceptuales en que se sostenía la institución m o n árq u ica n o p o d ría explicarse sim plem ente p o r la em ergen­ cia, a su vera, de o tro p rincipio de legitim idad antagónico, lo

5 H a n s B lu m en b erg , op. á t., p. 158.

cual, com o señala el propio G uerra, va a ser, en realidad, el p u n ­ to de llegada de la crisis y no su punco de partida. P o r esa misma razón, au n q u e no fueron extrañas a tal hecho, tam poco se po­ dría atribuir sólo a la influencia de las ideas extranjeras, la cual debería todavía ser ella misma explicada (cóm o éstas pudieron cobrar tal influencia, cuáles fueron sus condiciones de recepción local). En definitiva, se trata de c o m p re n d e r cóm o la vacancia del p o d e r m inó los principios tradicionales d e legitim idad des­ de dentro, perm itiendo así el tipo de torsiones conceptuales que term in arían p o r dislocarlos, volviendo m anifiestas, e n fin, las contradicciones que éstos contenían. E ncontram os aquí nuestro prim er eslabón en la cadena de efectos que dará com o resulta­ do la m utación conceptual de la que habla G uerra: si la crisis del sistema político llevó al discurso político hispano a reen co n trar­ se con sus tradiciones pactistas neoescolásticas, lo que resurgiría con ella, com o verem os, no serían tanto sus postulados fundamenta­ les como sus dilemas nunca resueltos.

El pactismo neoescolástico y sus aporías El neoescolasticism o esp añ o l va a fijar e n el p en sam ien to político occidental, m ás q u e u n a teo ría política o un c o n ju n to de conceptos y categorías, u n a p roblem ática, esto es, u n a fo r­ m a característica d e in te rro g a rse so b re los o ríg en es y fu n d a ­ m entos del o rd en político.6 C oncebida orig in ariam en te com o

6 “Existe e n to n ce s —señala H alperin D onghi— u n a p ro b lem ática com ún, qu e d a c ie rta u n id a d el p e n sa m ie n to p o lítico e sp a ñ o l del seiscientos. Esta u n id ad está h ech a, m ás q u e de coherencia, de m o n o to n ía: n o se advierte m uy bien q u é n e x o racio n al p u e d e h allarse e n tre los d istin to s tem as p refe rid o s p o r la ate n c ió n de los tratadistas d e la política en esta c en tu ria; p e ro es ya u n hech o n otab le q u e casi todos ellos hagan, en el m uy am p lio haz d e ternas q u e la trad ició n les o frecía, u n a elección casi idén tica. A fuerza de h allarlos se ad­ vierte q u e lo q u e los u n e es u n a c o h e re n c ia h istórica, si n o lógica; el p en sa­

u n m o d o d e p e n sar los lím ites del p o d e r regio, la idea pactista neoescolástica c o n te n ía, sin em bargo, u n a a m b ig ü e d ad fu n d a­ m ental.7 De a c u e rd o con ese co n cep to , la v o lu n tad p o p u la r se e n c o n trab a e n el o rig en d e la institución m o n árq u ica, p e ro no era su fu n d am e n to . Si el postulado de la existencia de u n co n ­ trato prim itivo e n tre el m o n arc a y su p u e b lo c o n stitu ía la base para fu n d ar su legitim idad, no e ra en fu n ció n d e su o rigen consensual sino de los fines que le ven d rían , e n consecuencia, ado­ sados a su posición de cabeza del rein o y c e n tro a rticu la d o r de la c o m u n id a d política. E n el im aginario del A ntiguo R égim en,

m ien to político p arec e a h o ra u n a reacció n —in te re sa n te co m o sín to m a— an ­ te situacio nes históricas cuyo c o n te n id o p ro b lem á tic o alca n zab an los escrito ­ res políticos a adivinar, p e ro n o a carac te riza r seg ú n sus rasgos m ás p ro fu n ­ dos y esenciales, y m u c h o m e n o s a resolver.” V éase T u lio H alp erin D o n g h i, Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo, B uenos Aires, C e n ­ tro E d ito r d e A m érica L atin a, 1988, p. 50. 7 La id ea d e u n p ac to p rim itiv o e n tre el p u e b lo y el m o n a rc a c o b ró su fo rm a m ás e la b o ra d a p re c isa m e n te e n E sp añ a en tiem p o s d e la C o n tra rre ­ form a. Esto co incide c o n el re n a c im ien to del tom ism o, cuyo c e n tro se e n c o n ­ trab a e n la U niversidad d e París. Allí e stu d ió F rancisco d e V itoria, q u ie n , co­ m o titu lar d e la c áte d ra de teología en Salam anca d esd e 1526 hasta su m u erte en 1546, fo rm a ría el n ú c le o d e u n a p rim e ra g e n e ra c ió n d e p e n sa d o res, m iem b ro s e n su m ayoría d e la o rd e n d e d o m in ico s a la q u e p e rte n e c ía V ito­ ria, q u e es la q u e sien ta las bases d e las d o ctrin a s q u e, e n la se g u n d a m itad del siglo xvi y la p rim e ra m ita d dei siglo sig u ien te, d e sa rro lla ría n los jesuítas, cuyos re p re se n ta n te s m ás salientes son Francisco Suárcz y Luis d e M olina. Pa­ ra u n a visión g e n e ra l del p e n sa m ie n to español d el p e río d o , véanse F rederick C oplesto n, A History ofPhilosophy, vol. III: Ochham to Suúrez, W cstm inster, Newm an B ookshop, 1953; Luis A lonso G etino, El maestro fr. Francisco de Vitoria, Ma­ d rid , s / n ., 1930; B em ice H a tn ik o n , Political Thought in Sixkenth-Century Spain, O xford, C la re n d o n Press, 1963; Jo sé A n to n io M aravall, Teoría española del es­ tado en el siglo xvn, M adrid, In stitu to de Estudios Políticos, 1944; Pierrc Mcsn a rd , L' essorde la philosophie poUtique au XV/e siécle, París, Boivin & Cié,, 19‘J6; Q u e n tin Skin ner, The Foundalions o f M odem Political Thought, C am b rid g e, C a m b rid g e U niversity Press, 1988, y Reijo W ilenus, The Social and Political Theory o f Francisco Suárez, H elsinski, Socieias P h ilo so p h ica F cnnica, 1963.

n in g u n a voluntad h u m a n a p o día, p o r sí m ism a, to m a r legítim o u n o rd e n a m ie n to político, sino sólo e n la m ed id a en que ésta coincidiera con el designio divino, es decir, q u e se conci­ llara con los prin cip io s etern o s de ju sticia (u n a sociedad de ca­ níbales, form ad a con el ú n ico fin de com erse u n o s a otros, no p o día, obviam ente, ser legítim a p o r m ás q u e ello coincidiera con la voluntad de sus m iem b ro s).8 En este p u n to , sin em b ar­ go, es necesaria u n a distinción conceptual. La voluntad fo rm a p arte fu n d an te de la legislación h u m a­ n a ( ius ), a diferencia d e la divina y la natu ral (fas), que son con­ n aturales al h o m b re y, p o r lo tanto, in d e p e n d ie n te s de su vo­ lu n tad . Sin la m ediación de la voluntad n o h a b ría legislación civil ni, p o r lo tanto, o rd e n político alguno. P e ro la voluntad que allí se m en ta n o es la d e los súbditos, sino la del legislador. Ésta constituye la co n d ició n necesaria y suficiente p ara la vali­ dez de la n orm a; en la m ed id a en q u e la facu ltad d e legislar se e n c u e n tra a d h e rid a a su función, le es coesencial (“dam os p o r supuesta la existencia en el legislador”, aseg u rab a Suárez, “de p o testad p a ra obligar; luego si se d a ta m b ié n la v o lu n ta d de obligar, n a d a m ás p u e d e necesitarse p o r p a rte de la volun­ ta d ”).9 Esto aclara la naturaleza del co n cep to pactista neoscolástico. En co n tra de lo q u e h a b ría de in te rp re ta rse , éste era, fun­ dam en talm en te, u n a teo ría de la obediencia; buscaba señalar p o r qué, si bien en la base de to d a c o m u n id a d política se e n ­ c u en tra siem pre u n acto de voluntad, ésta n o es la voluntad po­ pular. P ero es aquí tam bién que aparece aquella am bigüedad antes m encionada. En últim a instancia, la ap elación a la idea de justicia buscaba al m ism o tiem po sostener la trascendencia

8 “N o p u e d e h a b e r R epública sin ju sticia”, d ecía S an ta M aría, “ni Rey q u e m erezca serlo si n o la m a n tie n e y la conserva", Fr. J u a n d e S anta M aría, Tra­ tado de República y Policía cristiana. Para Reyes y Principes y para los que en el go­ bierno tienen ju j veces. V alencia, P e d ro P atricio Mey, 1619, p . 96. 9 Francisco S uárez, De legibus, M adrid, CSIC, 1971, lib. i, cap. IV , p. 71.

del p o d e r del soberano respecto de sus súbditos y m arcar los lí­ m ites puestos a su voluntad. La figura del pacto originario in­ dicaba, ju sta m e n te , el h e c h o de que la facultad q u e le había si­ do con ferid a al legislador p o r Dios m ism o, le h a b ía sido dada n o p a ra pro v ech o p erso n a l, sino p a ra p e rse g u ir el b ien de la c o m u n id a d .10 Y, de este m o d o , en el m ism o acto de sostener su legitim idad, en la m ed id a en q u e la idea pactista p erm itía dis­ tinguir un a u tén tico m o n arc a de un déspota, a b ría tam bién las p u ertas a su eventual deposición, es decir, consagraba el d ere­ cho legítim o d e sed ició n .11 Si p a ra los neotom istas españoles no era v e rd a d e ram e n te al p u e b lo a quien le tocaba ju zg a r so­ b re la legid m id ad o n o d e l m onarca, sino a Dios m ism o, la re­ volución regicida inglesa m ostraría, sin em bargo, los intrinca­ dos y co n tro v e rtid o s m ed io s p o r los q u e A qúél p o d ría h acer efectivos sus fallos.12 El p en sam ien to absolutista in te n ta rá entonces apartarse de sus fu n d a m e n to s pactistas, id e n tific a n d o a! s o b e ra n o com o em anación in m e d ia ta d e Dios, sin poder, sin em bargo, nu n ca lograrlo p o r com pleto, p u e sto q ue, ju n to con la id ea de límites

10 “P o rq u e los p re la d o s se llam an p asto re s en razón a q u e h an d e d a r la vida p o r sus ovejas; y ad m in istra d o re s, n o d u eñ o s; y m inistros de Dios, n o cau­ sas prim eras. L u eg o e n el e jercicio d el p o d e r, están o bligados a acom odarse a los p ro p ó sito s d ivinos.” S uárez, De legibus, lib. l, cap. VII, p. 133. 11 Q u ien d esarro lla este tó p ic o es J u a n de M ariana en De Rege ei Regis Insíitutione. Este asp ecto d e l p e n sa m ie n to d el siglo xvn fu e en fatizad o p o r Figgis a fin de traz ar u n a lín e a in te rru m p id a q u e lleva del escolasticism o espa­ ñ o l al p e n s a m ie n to re v o lu c io n a rio b ritá n ic o del siglo xvn (véase J o h n N. Figgis, Political Thought from Cerson to Crotius, 1414-1615, N ueva York, I-Jarper T orchbooks, 1960). P o r el c o n tra rio , p a ra L abrousse, tal ex acerb ació n de la política c o n te n ía la sim ien te d el to talitarism o c o n te m p o rá n e o (véase R oger L abrousse, L a doble herencia política de España, B arcelona, Bosch, 1942). 12 AJlí conv erg e u n a larg a trad ició n rad ical in icialm en te e la b o ra d a en el m arco d e la lu c h a d e las c iu d ad e s italian as c o n tra las am b icio n es im periales, cuyo prin cip al vocero fu e B artolo d e S ax o ferrato , y que, a p e la n d o al an tig u o d e re c h o ro m a n o , d e fe n d e ría el d e re c h o d e in su rrecció n po p u lar.

a su poder, caían tam bién n ecesariam ente los fu n d am e n to s de su legitim idad. En últim a instancia, el refo rzam ien to absolutis­ ta del o rig en tra sc e n d e n te d e la so b eran ía, q u e h ace d e ésta u n a facultad indivisible e inalienable, lejos d e resolver el p ro ­ blem a de su legitim idad, sólo h a ría aun m ás m anifiesta la do­ ble naturaleza del m o n arc a,13 distinguiría todavía de m odo más tajante su corpus mysticum (su investidura, q u e n o m u ere ) de su corpus verum, en tan to ser m ortal (“cuanto m ás e ra exaltada la s o b e ra n ía ”, señ alab a O tto G ierke, “m ás fu rio sa se to rn a b a la d isputa acerca de su ‘S u jeto ’ o p o rta d o r”) ,14 distancia que, lle­ gado el m om ento, term in a rá a p arecien d o com o señalando un abism o insalvable. Más allá de sus eventuales consecuencias prácticas conflic­ tivas, las co n cep cio n es pactistas tradicionales c o n te n ía n p ro ­ blem as conceptuales fundam entales. En prim er lugar, hacían sur­ gir la cuestión de cóm o el m o n arc a po d ía ser al m ism o tiem po parte del pacto y su resu lta d o .15 La idea de u n c o n tra to origi­ n ario en tre el m o n arca y sus súbditos p resu p o n ía ya su existencia, lo que de m odo inevitable volvía a p la n te a r la cuestión de su origen. Algo m ás grave aú n, sea que el so b e ra n o existiera previam ente o q u e surg iera con el p ropio p acto, en cualquie­ ra d e am bos casos la id ea d e u n c o n tra to prim itivo su p o n ía siem pre la preexistencia del pueblo. Esto d aría n acim ien to , a su vez, a las teorías del doble pacto. El pactum subjectionis e n tre el pueblo y su soberano h a b ría sido p reced id o p o r el pactum sodetatis p o r el que se constituyó el p rim ero . La id ea de u n se­

13 Véase E rn st H . K antorow icz, The K ing’s Tiuo Bodies. A Study in MediaevalPolitical Theology, P rin c e to n , P rin c eto n U niversity Press, 1981. 14 O tto G ierke, Natural Law and the Theory ofSodely, 1500 lo 1800, Boston, Beacon Press, 1957, p. 41. El o b jeto fu n d a m e n ta l q u e o rg an izab a el p en sa ­ m ie n to co n trarre fo rm ista era, ju s ta m e n te , el de re fu ta r ia tesis lu te ra n a d e la g racia co m o el rasgo d istintivo de u n m o n a rc a leg ítim o , p u e sto q u e, co m o o cu rriría co n el calvinism o, llevaba fácilm en te a ju stific a r el tiran icid io . 15 Véase Tulio H a lp e rin D o n g h i, Tmdición política española, p p . 23 y ss.

g u n d o p a c to p e rm a n e c e rá siem p re, sin e m b a rg o , co m o p ro ­ blem ática. M ientras q u e el p rim e r pacto (el pactum subjedionis) te n ía un sen tid o claro, q u e e ra im p o n e r lím ites m etapositivos a la v o lu n ta d del so b eran o , n o o c u rría así c o n el seg u n d o , el cual no te n d ría o tro objeto q u e volver co m p re n sib le aquél. De este m o d o , sólo trasladaría a o tro te rre n o la m ism a serie d e in­ terro g an te s q u e p lan teab a el p rim e ro (¿podía d ich o p acto re­ vocarse?, ¿en q u é circunstancias?; de ser esto posible, ¿cuál se­ ría el estado resultante?, etc.), e n el cual, sin e m b a rg o , ya no e n c o n tra ría n solución p o sib le .16 En definitiva, la id ea d e un pactum societatis e ra n e c e sa ria p a ra p o d e r c o n c eb ir, a su vez, el pactum subjeclionis, sin resu lta r ella m ism a c o m p le ta m e n te concebible. El p u n to crítico es q u e este se g u n d o p a c to p a re c ía te n e r im plícita la id ea de u n estado presocial o rig in ario , d a d o que sólo esto ju stificaría la realización de u n p acto constitutivo, lo q u e era sim plem ente im p en sab le en los im aginarios tradicio­ nales, p u esto q u e p arecía c o n d u c ir al p rin cip io “h e ré tic o ” ele la génesis artificial —convencionalista— del o rd e n social.’7 Por cierto, no e ra así p ara el p en sam ien to p o lítico ncotom ista. La idea tradicional de u n estado de naturaleza n o co n tra d ec ía , sino que p resu p o n ía, la de la naturaleza social del h o m b re .18 Ese es­ tado previo a la existencia d e toda legislación positiva no era, p a ra éste, ex tra ñ o a to d a n o rm a, sino aq u el e n q u e sólo regía

16 "El pactum soáetatis—afirm a H a lp e rin D o n g h i— o fre c e así un;i ju stifi­ cación m e n o s fácil, u n a u tilid ad m e n o s ev id en te e n el p la n o ju ríd ico -p o lítico q u e el pactum subjedionis-, n o tie n e n a d a d e e x tra ñ o q u e se lo m en c io n e m en o s fre c u e n te m e n te , q u e a u n los a u to re s q u e lo in tro d u c e n en sus espe­ c u lac io n es lo in te rp re te n d e m o d o q u e a te n ú a sin d u d a su h e te ro g e n e id a d radical con la trad ició n cristian a m edieval, p e ro a la vez le q u ita relev an cia.” T ulio H a lp e rin D o n g h i, Tradición política española, p. 24. 17 Véase T ulio H alp erin D onghi, Tradición política española, p. 24. 18 Al resp ecto , véase B. Rom eyer, “La T h é o rie S u arézien n e d 'u n état d e n a tu re p u r é ”, Archives de Philosophie 18, 1949, p p . 37-63.

la ley natural ,19 in n ata en los hom bres, y q u e em anaba de Dios y los co m u n icab a de in m ed iato con Él.20 La p re g u n ta que esto p lanteaba (y que term inaría c o n d u c ie n d o a Locke y, más allá, a Rousseau) e ra qué p o d ía entonces llevar a éstos a a b a n d o n ar tal estado idílico de libertad primitiva, gobernados sólo p o r los idea­ les de ju sticia natural, re n u n c ia r a ésta p a ra som eterse a la vo­ luntad de u n o de ellos. En todo caso, qué po d ía obligarlos a h a­ cerlo, puesto que, de lo conü-ario, la génesis de la soberanía sería algo accidental, pro d u cto de circunstancias fortuitas (y, p o r lo tanto, eventualm ente disp utables). La id ea de un pactum socielatis, im pensable ella m ism a p ero necesaria, d e todos m odos, p a­ ra p o d e r p e n sar el pactum subjectionis, term inaría así volviendo a éste incom prensible (o, p e o r aún, algo perverso: “si el h o m b re nace natu ralm en te libre, súbdito ún icam en te del C re a d o r”, se­ ñalaba Suárez, “la autorid ad h u m an a aparece com o contraria a la naturaleza e im plica la tira n ía ”) ,21 19 El to m ism o establecía u n a estricta je ra rq u ía e n tre los distintos tipos d e leyes, e n tre las cuales d istin g u ía c u a tro fu n d a m e n ta le s: la lex eterna q u e es la q u e g uía la c o n d u c ta divina, la lex divina q u e D ios reveló in m e d ia ta m e n te a los h o m b re s en las escrituras, la lex naturalis, q u e El im p lan tó e n los co razo ­ n es de sus siervos a fin d e q u e p u d ie ra n se g u ir sus designios, y la lex civiles, q u e es la q u e el h o m b re crea. 20 “Esta ley es u n a especie de p ro p ie d a d d e la n atu raleza y p o rq u e el m is­ m o Dios la in cu lcó en e lla ” (Suárez, Be legtbus, lib. I, cap. III, p. 4 5 ) . “P u ed e ser calificada d e co n n a tu ral al h o m b re , en el se n tid o en q u e to d o lo cread o con la natu raleza y q u e siem pre h a p e rm a n e c id o en ella, d e algún m o d o es llam a­ do n a tu ra l” (ibid., p. 48). 21 Suárez, De legibus, lib. ni, cap. I, p. 1. S ig u ien d o este m ism o co n ce p to , en su Segundo tratado sobre el gobierno civil, J o h n L ocke afirm aría q u e “si el h o m ­ bre en el esLado d e n atu raleza e ra tan lib re, c o m o se dice; si e ra am o ab so lu ­ to de sí m ism o y d e sus posesiones, igual a los m ás g ran d es, y lib re d e to d a su­ je c ió n , ¿ p o r q u é se a p a rta ría d e esa lib e rta d ? ¿P o r q u é re n u n c ia ría a su im p erio y se su jetaría al d o m in io y co n tro l d e algún o tro p o d e r? ”J o h n Locke, Two Treatises o f Government, C am b rid g e, C am b rid g e U niversity Press, 1967, p. 368. E n c o n tra m o s, e n fin, el orig en d el fam o so d ile m a co n q u e R ousseau ab riría luego su Contrato social, esto es, el h e c h o d e q u e el h o m b re haya n aci­ d o libre p e ro se e n c u e n tre , sin em b arg o , so m e tid o en todos lados.

Es aquí que el p e n sam ien to neoscolástico in co rp o ra aque­ lla tesis, so b re la q u e se fu n d a rá la tradición iusnaturalista del siglo xvii, de la posibilidad de q u e esa sociedad natu ral se vie­ ra e v en tu alm en te afligida p o r la injusticia y la in certidum bre, obligan do a sus m iem bros a instituir, en su p ro p io interés, u n a au to rid ad política.22 Este p o stu lad o , sin em bargo, contradecía el c o n c ep to m ism o de lex n a tu ra lisP Lo cierto es que, lejos de resolver el p ro b le m a , lo agudizaría. C aren tes ya de u n fu n d a ­ m e n to n a tu ra l d e sociabilidad, de u n cierto instinto gregario inscripto p o r D ios en el co razó n de los hom bres; privados, p o r lo tanto , de la id ea de u n corpus mysticum, n o hab ría form a de ex p licar cóm o individuos o rig in a riam e n te autónom os p u e d e n co m p o rtarse de u n m o d o un ificad o , com o si p o rta ran ya u n a voluntad c o m ú n , según su p o n e la idea d e un pacto. En fin, el m ism o p rin c ip io q u e p e rm itía c o m p re n d e r la necesidad de la institución d e u n o rd e n político (la q u ieb ra del o rd en natural) lo volvía, a la.vez, im posible. C onsciente d e la inviabilidad d e esta alternativa, el pensa­ m ie n to c o n tra rre fo rm ista seguirá a ferrad o al co ncepto de un o rd e n n a tu ra l o rg án ico prim itivo co m o fu n d am e n to últim o a la sociedad p o lítica,24 el cual se h a b ía to rn ad o ya, sin em bargo, 22 V éase B. R om eyer, “L a T h é o rie S u a ré z ie n n e d ’u n é ta t d e n a tu re pu- . re", op. cit., pp. 43-45. La tra d ic ió n n e o to m jsta católica, cab e aclarar, estaba m u ch o p e o r p re p a ra d a p a ra c o n fro n ta r este d ilem a q u e sus enem igas, las te n ­ d encias n e o a g u stin ia n a s d el lu te ra n ism o , p u esto q u e parecía co n d u cirla in e­ v itab lem en te a la id e a d e la n a tu ra le z a h u m a n a ra d icalm en te perv ersa, p ro ­ d u cto de la C aída, e n q u e estas ú ltim as te n d e n c ia s se fu n d ab an . í3 U n e stad o social fu e ra d e la ley natural, e n el sen tid o trad icio n al d e és­ ta, e ra sim p le m e n te in co n c e b ib le , im p lica ría la d e u n a su erte de sociedad de m o n stru o s o, m e jo r d ic h o , u n a fo rm a m o n stru o sa d e sociabilidad. El posible alejam iento d e ésta p u e d e e n te n d e rs e c ie rta m e n te p a ra casos individuales, p e ro n u n c a p a ra las so cied ad es, c o n c e b id a s c o m o tales. 24 “E n p rim e r lu g a r —afirm a b a S uárez—, el ho m b re es un anim al social cuya n atu raleza tie n d e a la vida en c o m ú n ” (Francisco Suárez, De legibits, lib. ni, cap. i, p. 3). “La co n stitu ció n d e los h o m b re s en Estado —insistía— es na­ tural a! h o m b re en cu a lq u ie r co n d ició n q u e se e n c u e n tre ” (ibid., cap. [II, p. 6).

insostenible, desde ei m o m e n to que, llevado éste hasta sus úl­ tim as co n secu en cias lógicas, h a b ía revelado sus in co n siste n ­ cias.25 El co n ju n to de dilem as que éste gen erab a p erd e rá n ac­ tu alid ad a m ed id a que se afirm e la m o n a rq u ía barroca, p e ro nunca en c o n trará n verdadera solución. La crisis que se abre tras la caída de la m on arq u ía en 1808 no h a rá m ás que hacerlos reaflorar, en u n co n tex to histórico y conceptual, sin em bargo, ya muy distinto. El problem a para pensar la idea de un pueblo u n i­ ficado y soberano derivará ya n o del carácter trascendente del poder, sino, precisam ente, d e su radical in m an en cia (su carác­ te r político , co n v en cio n al). Las n o c io n e s de pueblo y nación se c o n v ertirán e n to n c e s en núcleos de c o n d en sació n p ro b le m á ­ tica en que estas tensiones v e n d rán a inscribirse, ab rie n d o u n a latitud a h o riz o n tes c o n c ep tu a le s ya ex trañ o s a su lógica p ri­ mitiva.

Soberanía y nación: una combinación imposible P ro d u cid a la acefalía, auto res com o Jovellanos o M artínez M arina a p e la rá n a la idea neoescolástica d e ley n a tu ra l p a ra postular el principio de la preexistencia de la nación, en la que re c a e ría e n to n c e s la so b eran ía. De este m odo, n o o b sta n te , p ro d u c irá n u n a torsión fu n d a m e n ta l e n el co n cep to pactista clásico.26 C u an d o M artínez M arina identifica la nación con el e stado de n atu raleza de los neoescolásticos está, e n realidad,

25 AJ resp ecto , véanse P ic rre M esnard, L ’essorde ta philosophie politique au xvie siécle, p p . 627-8, y Q u e n tin S k in n er, The Foundations o f M odem Polilical Thought, p. 158. 26 “P a tria y n ació n —señ ala H a lp erin D o n g h i— son n o cio n es q u e in n o ­ van ra d ic a lm e n te so b re el p e n sa m ie n to p o lítico tradicional, en la m e d id a en q u e se ven de m o d o cad a vez más d ecid id o co m o e n tid a d e s capaces d e sub­ sistir al m a rg en de las o rg an izacio n es políticas estatales en d o n d e se e x p re ­ san p o lític am e n te ." T ulio H alp erin D o n g h i, Tradición política española, p. 100.

a p a rtán d o se d e esa trad ició n . L a ru p tu ra del pacto del p u e b lo c o n el m o n a rc a n o devolverá a h o ra a esc re in o de ig u aldad y lib ertad ilim itadas en la q u e los térm in o s soberanía o derecho no eran aún conocidos. La nación n o es el estado p o sted én ico h u ­ m an o o rig in a rio , sino q u e su p o n e fo rm a cio n e s sociales c o n ­ cretas, con u n a h isto ria y u n a c u ltu ra particu lares, y ó rg an o s d e expresión definidos, u n a representación nadonaL E n este sen tid o , a u n q u e p rec e d e a la institu ció n d e u n a a u ­ toridad, se acerca m ás a lo q u e Suárez designaba con el n o m ­ b re de potestate iwisdictionis, que surge, justam ente, con el pactum subjetionis, y se distin g u ía, p o r lo tan to , d e fa potestate dominativa, p ro p ia a los sistem as d e relaciones natu rales d e o b ed ien cia y s u b o rd in a c ió n (co m o la q u e se establece e n tr e p a d re s e hi­ jo s), que re m ite n a u n á m b ito estric tam e n te privado, p u esto q u e son a n te rio re s a la in sta u ra c ió n d e to d o p o d e r p ú b lico , a to d a legislación positiva y, p o r lo tan to , a la división d e los hom bres en naciones; es decir, son com unes e in h eren tes al gé­ n e ro h u m an o . E n definitiva, la representación nacional, la pos­ tulada nueva sede de la soberanía, n o co rresp o n d e ya a n in g u ­ n a d e am bas p o testa d es (la potestate iurisdictionis y la potestate dom inativa). Esta su erte de so b eran ía sin so b eran o (una sobe­ ran ía vaga, e té rea , q u e está en todos lados y en n in g ú n lugar particular) n o es u n poder político alternativo al m onárquico, si­ n o que indica u n a instancia anterior, que n o es tam poco aq u e ­ lla regida exclusivam ente p o r la ley natural; in tro d u ce, en fin, u n tercer prin cip io , h íb rid o , que se distingue tan to del estado de naturaleza c om o del de sociedad civil, e in co rp o ra al m ism o tiem po elem en to s de am bos.27 Ésta se sitúa así d e m an era am ­ bigua e n tre el pactum societatisy el pactum subjectionis. D enota,

‘¿1 C om o .señ ala M esnard, p a ra aquellos au to res, "el p u e b lo si se q u iere es la m atriz del E stado, p e ro e n m o d o alg u n o es 1111 o rg an ism o defin id o ni un Factor político a u tó n o m o q u e p o sea existencia p ro p ia ”. Picrre M esnard, op. cit-, p. 593.

básicam ente, u n a paradoja: la de unn jurisdicción sin u n poder de jurisdicción’2-^

En efecto, d e n tro d e los m arcos del p e n sam ien to pactista tradicional, la idea d e soberanía nacional re presen taba u n a suer­ te de o x ím oron; in cru stab a u n p rincipio convencionalista en el seno d e la ley natural, e inversam ente, in te g rab a u n elem en ­ to natu ral (los llam ados derechos naturales inalienables) al plano convencional com o el elem ento fu ndante de to d o o rd en a m ie n ­ to político.29 Su com binación en u n ú n ico c o n c ep to su p o n d ría

28 P a ra S uárez, to d a ju risd ic c ió n p re s u p o n ía u n p o d e r d e ju risd ic c ió n . E sto surge n e c e sa riam e n te d e la id ea d e q u e sólo d e la v o lu n ta d d el legisla­ d o r e m a n a Ja legislación civil, esto es, p re su p o n e ya el p o d e r s o b e ra n o del Es­ tad o . C om o señalaba Suárez: “H e m o s d e afirm ar, e n efecto, q u e p a ra el o to r­ g a m ie n to de las leyes, se p re c isa p o d e r d e ju ris d ic c ió n , y q u e n o basta re a lm e n te el p o d e r d e d o m in io . [...] B artolo d e S asso ferrato señ ala q u e el p o d e r legislativo c o rre sp o n d e a la ju risd ic c ió n in h e r e n te a la so b era n ía " (Francisco S uárez, op. dt., lib. i, cap. V I I I , p. 151). “E sta tesis p u e d e tam b ién p ro b arse fácilm en te c o n a rg u m e n to s de razó n . E n p rim e r lugar, la fu n ció n legislativa es el m e d io m ás ad e c u a d o p a ra el g o b ie rn o d e la c o m u n id a d . .J P o r tan to , dicha facu ltad c o rre sp o n d e de suyo al p o d e r d e g o b ie rn o del Es­ tad o , al q u e co m p e te p ro c u ra r el b ien co m ú n . A h o ra b ie n , tal p o d e r, según se h a d ich o , es p re c isa m e n te el de ju risd icc ió n . A dem ás, el p o d e r de d o m i­ n io tien e esen c ia lm e n te u n c a rá c te r p rivado y p u e d e d a rse en u n a p erso n a resp ecto d e o tra. El p o d e r d e ju risd ic c ió n , p o r el c o n tra rio , es p o r n a tu ra le ­ za el p o d e r p ú b lico y está e n fu n ció n d e la c o m u n id a d . L u eg o ú n ic am e n te ese p o der, rep etim o s, constituye la base p a ra el o to rg a m ie n to d e las leyes que esen cialm en te tam b ién h a c e n referen cia a la c o m u n id a d ” (ibid., p p . 154-55). S egún afirm aba M arínez M arina: “La ley n atu ral, llam ad a así p o rq u e se en cam in a á p ro teg e r y conservar las prerrogativas n atu rales del h o m b re , y p or­ q u e p rec e d e á todas las convenciones y al establecim iento d e las sociedades y de las leyes positivas é instituciones políticas, n o em pece á la lib ertad é indepen­ d encia de las criaturas racionales, antes p o r el c o n trario la g u arece y la defien­ de. Ley etern a, in m utable, fu en te de to d a justicia, m o d elo d e todas las leyes, ba­ se sobre la q u e estriban los d erech o s del ho m b re, y sin la cual n o sería posible q u e hubiese enlace, o rd e n ni con cierto e n tre los seres in telig en tes”. Francisco M artínez M arina, Discuno sobre el origen {le la monarquía y sóbrela naturaleza del go­ bierno español, M adrid, C en tro de Estudios C onstitucionales, 1988, p. 85.

la red efín ició n previa de am bas categorías. H asta a h o ra nos re­ ferim os exclusivam ente al segundo de los térm inos involucra­ dos (el de nación)-, los desplazam ientos ocurridos en el prim e­ ro d e ellos (el de soberanía) son aú n m ás ilustrativos de hasta qué p u n to la id ea d e u n a sob eran ía nacional era com pletam en­ te e x tra ñ a al p e n sam ien to neoescolástico. En el siglo x v i i , el apelativo “so b e ra n ía ” era, en realidad, un neologism o. Éste n o se e n c u e n tra en latín. Los atributos del po­ d e r e ra n hasta entonces descritos, alternativam ente, c o m o potestas, majestas o imperium.30 En todos los casos rem itían a un dpo de dom inación de aspiraciones universalistas, que com prendía, idealm ente, a la cristiandad toda. El surgim iento del concepto de sob eran ía se asociará estrech am en te al proceso de seculari­ zación y de descom posición d e la u n id ad de la cristiandad. Po­ dem os decir que se trata, pues, d e un concepto “m o d e rn o ” (con lo q u e n o hacem os, sin em bargo, más que confundir m ás las co­ sas, d ad a la p lurivocidad d e este apelativo: esta “m o d e rn id a d ” a la q u e aquí se refiere n o te n d ría n a d a que ver con aquella de la que h ab la G uerra, a la q u e p rec e d e en varios siglos, y que esta últim a vendría, ju sta m e n te, a desalojar) .31 Lo cierto es que éste aparece p o r p rim e ra vez en las lenguas vernáculas. La prim era m ención se e n c u e n tra en los Six livres de laRépublique (1576), de Je an Bodin, y, sugestivam ente, dicho térm ino desaparece en su p rim era traducción al español realizada en 1590 p o r G aspar de

30 AJ resp ecto , véanse J o h n N . Figgis, El derecho d i v in o d e los reyes y tres en­ sayos adicionales, M éxico, FCE, 1942, y Jo sé A n to n io M aravall, L a teoría del Eslado e n España e n el siglo XVII, M ad rid , In stitu to d e Estudios Políticos, 1944. 31 S egún señ ala N icola M atteucci: “Éste es el co n cep to político-jurídico q ue p e rm ite al estad o m o d e rn o , co n su lógica absolutista in te rn a , afirm arse sobre la o rg an izació n m edieval d el p o d e r, basada, p o r u n lado, sobre los es­ trato s y sobre los estados, y, p o r el o tro , sobre las dos g ran d e s co o rd en ad as universales del p a p a d o y d el im p erio ". N icola M atteucci, “Soberanía", en Norb e rto B obbio y N icola M atteu cci, Diccionario de política, M éxico, Siglo XXI, 1988, p. 1.535.

Añastro. Por bastante tiem po más, la term inología usada p ara designar la a u to rid ad m o nárquica será todavía oscilante (alter­ n an d o con térm inos com o “so b e ra n id ad ”, “su p rem acía”, etcé­ tera) . Ese cam bio term in o ló g ico expresa, a la vez, el desplaza­ m ie n to político q u e e n to n c e s se estaba p ro d u c ie n d o , p o r el que las nuevas dinastías se apropiarían de los atributos antes re­ servados al e m p e ra d o r (al rey en su reino se lo llam aría imperato rin regno suo) . No será ésta, sin em bargo, u n a m era transfe­ rencia de atributos. En su transcurso, éstos serán redefm idos. La soberanía p ierd e , de hech o , aquel rasgo característico del imperium. su ilim itación espacial (las nuevas m o n arq u ías fu n ­ cionarán ya en el in te rio r de u n sistem a p o lítico que alberga p lu ra lid a d d e Estados con los cuales lin d a n ). Tal a trib u to se trasladaría a h o ra del p lan o ex terio r al plano interior, pasaría a indicar la ausencia de lím ites in te rn o s al p o d e r real (cu an d o H obbes afirm aba que “tiran ía significa ni más ni m enos q ue so­ b e ra n ía ”32 n o estab a sino señ alan d o aq u ello im plícito en su m ism a definición). Sin em bargo, com o vimos, aú n en to n ces el pen sam ien to regalista no p o d ría p rescin d ir p o r com pleto de tales lím ites (incluso H o b b es no p o d ría evitar d e te rm in a r al­ gún um bral —en su caso, Ja preservación d e la p ro p ia vida— que la au to rid ad m o n árq u ica n o p o d ría traspasar sin volverse ilegítim a). En definitiva, la soberanía, com o concepto, será la m arca de su m ism a im posibilidad últim a. Q ueda claro, de todos m odos, que p o r esta vía de n in g u n a fo rm a llegam os a la idea de u n a soberanía nacional Para ver có­ m o ésta, llegado el m om ento, habría de d esp ren d erse de aquélia, es necesario observar u n a seg u n d a inflexión que sufre el térm ino, la cual se liga al proceso de secularización de los fines asociados a la com unidad. Para autores com o Rivadeneyra, la

32 T h o m as H o b b es, LevialAan, c la materia, form a y ppcler de una Rejmblic eclesiástica y civil, M éxico, FCE, 1984, p. 392.

causa final d e la sociedad ya n o era la justicia, sino la felicidad ge­ n e r a d Más p recisam en te, ésta e ra la trad u cció n en clave secu­ lar de aq u élla. Esta n o c a re c ía aú n , p u es, d e u n a d im e n sió n trascen d en te; rio se tra tab a de u n a felicidad m e ra m e n te e m p í­ rica. De todos m odos, o fre c e rá luego a au to re s com o M artínez M arina las bases p a ra co n c eb ir la idea de u n a c o m u n id a d q u e c o n tie n e en sí su p ro p io fu n d a m e n to y p rin c ip io de legitim i­ d ad (la nación soberana ) .34 Los atrib u to s o rig in a ria m e n te aso­ ciados a la id ea de imperium, y luego a p ro p iad o s p o r el m o n a r­ ca, se van a h o ra a tra n sfe rir a esta nueva e n tid a d , la naáón. La violencia c o n cep tu al im plícita en este traslado n o p o d ría, sin em bargo, p asar inadvertida incluso a los propios constitucionalistas históricos. Jovellanos m ism o se verá en to n ces obligado a e stab lecer u n deslinde term inológico. C om o m u estra d ich o autor, hab lar de soberanía nacional es sim plem ente absurdo. T oda so b eran ía su p o n e súbditos. D ecir que alguien (u n individuo o u n a co m u n id ad ) es so b eran o de sí m ism o n o tiene sentido. Es m enester confesar —asegura— que el nom bre de soberanía no conviene sino im propiam ente a este poder absoluto; por­ que la soberanía es relativa, y así com o supone de una parte autoridad e im perio, supone de otra sumisión y obediencia; po r lo cual, nunca se puede decir con rigurosa propiedad que un hom bre o un pueblo es soberano de sí.35

33 P ed ro d e R ivadeneyra, Tratado de religión y virtudes que debe tener el Prin­ cipe cristiano para gobernar y conservar sus Estados. Contra lo que Nicolás de Aíucpiiaveloy los políticos de esle tiempo enseñan, M ad rid , P. M adrigal, 1595, p. 45'), citado p o r Jo s é A n to n io M aravall, op. dt., p. 149. 1,4 Vcase F rancisco M artín ez M arina, Principios naturales de la moral, de la política y de la legislaáón, A dolfo P osada (e d .), M adrid, R. A, de C iencias M o­ rales y Políticas, 1933, cap. vi. !,r>G asp ar M elch o r de Jovellan o s, “Ñ o la a los A péndices a la M em oria en defensa de la Junta C en tral" ( 2 2 /7 /1 8 1 0 ), Escritos políticos y filosóficos, p, 210.

M enos sentido a u n tiene la id ea de q u e éste p u e d a conser­ varla luego de hab erla transferido a la a u to rid ad (que era, co­ m o vimos, el p ro b lem a suscitado en las C ortes gaditanas a p ar­ tir del debate en tornó de cóm o lograr la rigidez constitucional). Para resolver esta doble am bigüedad conceptual, Jovellanos pro ­ po n e volver a la fuente original del térm ino y reservar a esta nue­ va acepción la voz supremacía ( im pm um ), a la cual la distingue así de la soberanía. Siendo tan distintos entre sí el p o d e r que se reserva una na­ ción al constituirse en m onarquía del que confiere al m onar­ ca para que presida y gobierne, es claro que estos dos poderes debían enunciarse po r dos distintas palabras, y que adoptada la palabra soberanía para enunciar el poder del m onarca, fal­ ta otra diferente para enunciar el de la nación. [...] Por lo cual me parece que se puede enunciar m ejor p o r el dictado de su­ premacía, pues aunque este dictado pueda recibir tam bién va­ rias acepciones, es indudable que la supremacía nacional es en su caso más alta y superior a todo cuanto en política se quiera apellidar soberano o supremo.B6

S ig u ien d o esta lín e a d e p e n sa m ie n to , Leslie afirm aba: “Sin u n a ú ltim a ins­ tancia n o p u e d e h a b e r g o b ie rn o . Y si ésta está en el p u e b lo , tam p o co hay go­ b ie rn o ”. Leslie, The Best Ansiaer that Ever mas Alacie, p. 15, c ita d o p o r J o h n N. Figgis, El derecho divino de los reyes, p . 298. 36 G asp ar M elch o r d e Jovellanos, “N o ta a los A p én d ices a la M em oria en d efen sa d e la J u n ta C e n tra l" ( 2 2 /7 /1 8 1 0 ) , op. cit., p. 215. R e e n c o n tra m o s aq u í la p re o c u p a c ió n relativa a las an fib o lo g ías d el len g u aje. Este sería, para jo v ellan o s, u n b u e n ejem p lo d e c ó m o los p ro b lem as político s tie n e n sus raí­ ces en u n uso deficien te del len g u aje. “¡Q ué d isp u tas n o se ag ita ro n e n tre los an tig u o s do g m ático s y acad ém ico s —a seg u rab a— q u e se h u b ie se n disipado sólo con q u e se ac o rd asen sobre la significación de la p a la b ra verdad1. Y, ¿es o tro , p o r v en tu ra, el o rig en d e esLa in te rm in a b le y e te rn a lu c h a d e cuestio­ nes y disputas, q u e se agitan a to d as h o ra s e n las ciencias o facu ltad es m eta­ físicas, e n q u e, d iscu tién d o se siem p re u n a s m ism as dudas, n u n c a se descubre

R esulta ev id en te, sin em b arg o , q u e era esto, de hech o , lo que la n o c ió n de soberanía excluía, p o r definición. Al colocar o tra so b e ra n ía {la “su p rem acía n a c io n a l”) p o r encim a de ella, sim p lem en te vaciaba de se n tid o el térm in o , p ara luego retra­ ducirlo p o r o tro q u e recoge todos los atributos que le h an sido despojados. De este m odo, n o ob stan te, no solucionaba aún las p arad o jas q u e resu lta b a n d e ese desp lazam ien to conceptual. Estas, en v erdad, n o ten d rían ya solución posible; sim plem en­ te se natu ralizarían en el discurso político, es decir, dejarían de a p a re c e r co m o pro b lem as (pasando a fo rm ar parte de lo que Polanyi llam ó la “d im en sió n tá c ita ” d e un discurso), síntom a inequívoco de q u e la inflexión c o n c ep tu a l p o r la que em erge­ ría u n nuevo vocabulario político se h a b ía ya com pletado. En­ tonces, será la id ea de u n a soberanía real\z. que aparecerá com o ab su rd a.37 La definición q u e o frecería el líder liberal Flórez Es­ trad a en u n a n o ta dirigida a F e rn a n d o VII, poco después de su restau ració n , es ya ilustrativa al respecto: La palabra Soberano quiere decir super omnia, y como no pue­ de haber en la sociedad un poder superior al de facultar ó apo­ d erar para hacer leyes, del cual depende el mismo legislador, el que tenga aquel poder es el Soberano de derecho [al cual dis­ tingue del Soberano de hecho, que identifica con el detentor del poder, aun cuando se trate de u n a autoridad legalmente esta­ blecida] . Confesar como se confiesa por vuestros mismos con­ sejeros que la Nación tiene el derech o de elegir apoderados para hacer leyes, y afirm ar al m ism o tiem po que la Soberanía

ni fija la verdad? P u es o tro tal su ced e c o n la p a la b ra soberanía, la cual, com o voy a explicar, se p u e d e to m a r e n dos p rin c ip a le s y m uy d iferen tes sen tid o s” (ibid., p. 210). 37 E n la m e d id a en q u e la so b e ra n ía a p a re c ía ya com o u n a “facultad u n i­ taria e indivisible, in alienab le y p e rp e tu a ” ( “lo q u e realm en te es", en palabras de V arela), h a b la r al m ism o tie m p o d e so b e ra n ía n acional y so b eran ía real re p re se n ta ría u n a lla n a co n tra d ic ció n .

no reside en ella y sí en el Monarca, es un absurdo, m ientras á la vos Soberano no se le dé el valor de otra idea diferente de la dicha; ó m ientras no se haga ver que en el Rey reside un po­ d er superior á aquel, lo que es inconcebible.38 En definitiva, la noción moderna de soberanía nacional se des­ p re n d e rá d e la com binación paradójica de dos principios tra­ d icionales in co m p atib les e n tre sí: la n o ció n escolástica de la p reexistencia del pueblo a la instauración de toda a u to rid ad p o ­ lítica con el postulado regalista de la soberanía com o unificada y au to co n ten id a, n o derivable m ás que de sí m ism a, e in alien a­ ble, p o r definición. Y esto nos conduce a u n segundo aspecto fu n d am e n ta l relativo al tipo de fen ó m en o s que nos ocupa. C om o señalam os en p rim e r lugar, la m utación co n cep tu al que se p ro d u jo a com ienzos del siglo xix no p u ed e c o m p re n ­ derse com o el m ero desplazam iento de u n co n ju n to de ideas que desaparece, o tien d e a desaparecer, p o r o tro c o n ju n to de ideas nuevas que entonces em erge, o tiende a em erger. Anali­ zar ésta obliga a seguir aquel proceso, m u ch o m ás com plejo, p o r el cual se fu ero n to rsionando los sentidos en el in te rio r del vocabulario preexistente. En segundo lugar, vemos a h o ra có­ m o estas torsiones, e n contraposición a lo que constituye el pro­ ced im iento habitual de la h istoria de ideas, n o p u e d e n n u n c a descubrirse a p a rtir del análisis de cada u n a de las ideas d e m a­ n e ra aislada, tra tan d o eventualm ente de d e te rm in a r su origen tradicional o m oderno. Para ello es necesario estudiar cóm o se reco n fig u ra el sistem a de sus relaciones con aquellas otras ca­ tegorías con las cuales linda; en fin, debem os reco n stru ir cam­ pos semánticos.39 En este caso particular se trata de trazar el cam ­

38 Alvaro Flórcz Estrada, "R ep resen tació n a S.M.C. el S.D. F e m a n d o VII en d efen sa de las C o rtes (1 8 1 8 )”, p. 28. 3US o b re este c o n c e p to , véase R cin h a rt Koselleck, “H isto ria c o n c e p tu a l e histo ria social", Futuro pasado, pp. 105-126.

po d e lim ita d o p o r las n ociones de pueblo, nación y soberanía , y cuya vinculación su p o n d ría, al m ism o tiem po, su m utua re d e ­ finición. Y ello nos devuelve a la n o c ió n de pueblo.

Pueblovpueblos e imaginarios tradicionales C om o vimos antes, si bien los d ip u ta d o s am ericanos en Cá­ diz a d h irie ro n al co n cep to p lural de la m o n arq u ía, com o in te­ grad a p o r diversidad de pueblos o reinos, ello no era un ín d ice inequívoco d e tradicionalism o cultura] o social. El p o stu la d o de la existencia d e diversidad de reinos re u n id o s bajo la c o ro n a española n o prejuzgaba a ú n sobre cóm o se concebían, a su vez, éstos, es decir, si fu n d ad o s en lazos co n tractu ales corporativos o en vínculos voluntarios e n tre individuos. De hech o , n o siem ­ pre será posible siquiera distinguirlo. Y ello n o tanto d eb id o a am bigüedades pro p ias al discurso político latinoam ericano del perío d o , al uso incierto u oscilante de que fu ero n objeto dichos conceptos, a su alegada “h ib rid ez”, com o a aquéllas, m ás fu n ­ d am en tales, in h e re n te s a esos m ism os conceptos. Esto se o b ­ serva a ú n m ás claram en te cu ando analizam os el discurso in d e ­ p e n d e n tista latin o am erican o . Lo tradicional y lo m o d e rn o se im b ricarían e n él d e m odos com plejos y cam biantes, volvién­ dose incluso m uchas veces indiscernibles e n tre sí. Según señala A ntonio A nnino, el p o rte ñ o M ariano M ore­ no es el m e jo r ejem p lo de la em ergencia tem p ran a de un co n ­ cepto de n acio n alid ad unificada, esto es, del virreinato com o “u n a u n id a d in d estru c tib le ”, e n co ntraposición a la id ea de és­ ta com o u n a m e ra agregación de pueblos.40 C om o afirm a en u n d o c u m e n to ap arecid o orig in alm en te e n 1810 en form a señali­ zada en L a Gaceta de Buenos Aires, “Sobre la m isión del Congrc-

A n to n io A n n in o , “S o b eran ías en lu c h a ”, e n A. A n n in o H al., De los im ­ perios a las naciones, p. 249.

so ”,41 “la verd ad era so b eran ía de u n pueblo n u n c a ha consisti­ d o sino en la voluntad g en eral del m ism o”, la cual, asegura, es “indivisible e in alie n a b le ”.'12 Incluso p u e d e allí descubrirse en su base un co n cep to individualista de lo social. “En esta disper­ sió n ”, insiste M oreno, “n o sólo cada p u eb lo asum ió la au to ri­ d ad que de co n su n o h a b ía n conferido al m onarca, sino q u e ca­ d a h o m b re d e b ió c o n sid erarse e n el estado a n te rio r al pacto social”. 43 C on esta d efinición, sin em bargo, M oreno se a p arta­ ría del consenso d o m in a n te . A n n in o cree hallar allí, e n fin, el origen de la lu ch a q u e signaría toda la historia a rg e n tin a sub­ secuente: “las soberanías de los pueblos”, dice, “se c o n tra p o n d rá n d u ra n te largo tie m p o a la soberanía del pueblo o de la N a c ió n ” proclam ada p o r M o ren o .44 De a c u e rd o c o n el m o d elo d e G u e rra , h a b ría , pues, que co n sid erar a M oren o com o u n claro vocero de la id ea m o d e r­ n a de n ación, fre n te a u n a sociedad a ferrad a aú n a u n a c o n ­ cepción trad icio n al d e ésta. Sin em bargo, esto n o e ra necesa­ ria m en te así. La idea de M o ren o d e pueblo p o d ía en m arcarse a la p erfección en los cu ad ro s d e u n a visión todavía c o rp o ra ­ tiva, esto es, asociarse a la p re e m in e n c ia q u e gozaba B uenos Aires, com o capital virreinal, d e n tro de la p irá m id e d e je r a r ­ quías tradicionales e n tre ciudades. De h e c h o , los im aginarios tradicionales n o carecían de u n prin cip io que p e rm itiera a rti­ cular en tid ad es políticas suprarregionales, es decir, q u e p u d ie ­ ra fu n cio n ar com o fu n d a m e n to d e u n cierto c o n c ep to de n a­

41 Su títu lo c o m p le to es “S o b re la m isión d el C o n g reso convocado en vir­ tu d d e la reso lu ció n plebiscitaria d el 25 d e M ayo”, y se e n c u e n tra e n M aria­ n o M oreno, Escritos políticos y económicos, B u en o s A ires, La C u ltu ra A rg en tin a, .3915, pp. 269-300. 4i M arian o M o re n o , “S o b re la m isión d el C o n g reso c o n v o c a d o ...", op. cit., p. 284. 43 Ibid. M A n to n io A n n in o , “S o beran ías e n lu c h a ”, en A. A n n in o et a i, De los im­ perios a las naáones, p. 251.

ción u n ific ad a sirviendo así de concepto bisagra e n tre dos len­ guajes políticos c o n tra p u esto s: el p rin cip io ju ríd ic o de negotiarum gestor (la facu ltad de u n a p a rte del reino de rep re sen ta r la to ta lid a d ). Éste fue, de h e c h o , el p rin c ip io que invocó el C abildo p o r­ teñ o p a ra arrogarse la rep re sen ta ció n del c o n ju n to del virrei­ n ato , y justificar así su d esco n o cim ien to de las au to rid ad es pe­ nin su lares. Sin e m b a rg o , M o re n o lo rech azaría de m an e ra explícita. Según d escubre, b u sc a n d o justificar su causa, con tal invocación el C abildo h a b ía in c u rrid o en u n a obvia contradic­ ció n , d a d o q u e éste era, p rec isam e n te , el p rincipio en que la J u n ta gaditan a fu n d ab a tam b ién su legitim idad. Tal com proba­ ción lo devuelve, pues, a u n co n cep to m ás “trad icio n al”: la le­ g itim idad de las nuevas a u to rid a d e s sólo p o d ría fundarse en el asentim iento de los “p u e b lo s”. El Congreso convocado, del que h a b la el artículo q u e analizam os, debía, ju stam en te, servir de ejem plo al c o n ju n to del im p e rio (“ha sido este un acto d e ju s­ tic ia ”, decía, “d e q u e las cap itales de E spaña n o n o s d iero n ejem plo, y q u e los p ueblos de aquéllas provincias m irarán con envidia”) .45 La p o stu ra de M o ren o , cabe aclarar, resulta a ú n en to n ces oscilante en este p u n to , lo cual la p ro p ia am bigüedad del tér­ m in o hace posible. La frase con que concluye ese d o c u m en to es ilustrativa al respecto. L u eg o d e c o m p ro b ar q u e “es u n a qui­ m era que todas las A m éricas españolas form en un solo Estado”, asegura: Puede, pues, hab er confederación de naciones, com o la de Alemania, y pu ed e hab er federación de una nación, compues­ ta de varios estados soberanos, como la de Estados Unidos. Es­ te sistema es el mejor, quizá, pero difícilmente podrá aplicar­

45 M arian o M o re n o , “S o b re la m isió n de! C ongreso co n v o cad o ...", op. cit., p. 283.

se a tocia la América. [ . Yo desearía que las provincias, redu­ ciéndose a los límites que hasta ahora han tenido, formasen separadam ente la constitución conveniente a la felicidad de cada una.415 Los “pueblos" a los que se refiere, pues, son siem pre aq u e­ llos de las “provincias”. Pero la idea de “provincia” no ten ía un significado fijo. Esta designaba sim plem ente u n a parte de u n a u n id ad política mayor. C u ando se refería al virreinato, indica­ ba de m an era vaga lo que hoy en te n d e m o s p o r provincias, p e­ ro cuando se refería al im perio o a A m érica en su conjunto, co­ m o es el caso de la cita anterior, las provincias aludidas eran, en cam bio, los virreinatos (es decir, algo m u ch o m ás cercano a lo que hoy solem os designar com o “n a c io n e s”) . Es cierto, de todos m odos, que, desde el m o m en to en que rechaza el p rincipio de negotiorum gestor, d eberá, a la vez, tras­ ladar este m ism o co ncepto federativo al in te rio r d e cada uno de los virreinatos, provocando la frag m en tació n d e la sobera­ nía en sus c o m p o n en tes elem entales (esto es, las provincias, es­ ta vez en ten d id as com o las secciones d e las cuales está consti­ tuido cada virreinato). El p u n to es que, al igual que en el caso de la diputación am ericana en Cádiz, esa po stu ra resp o n d ió a consideraciones políticas precisas. En el in te rio r del universo de ideas tradicional n o h ab ía n in g u n a razón de o rd e n concep­ tual que im pidiera la postulación de e n tid ad es políticas suprarregionales, p o r ejem plo los virreinatos, com o sujetos legítim os de la im putación soberana. P odem os ver que, así com o la noción d e “p u e b lo s”, en plu­ ral, n o era n ecesariam ente tradicional, inversam ente, tam poco la só la aparición del térm in o “p u e b lo ”, en singular, prejuzgaba respecto de su co n ten id o , es decir, no rem itía de m odo inelu­ dible a un ho rizo n te m o d ern o de pensam iento. De hecho, sus

40 Jbid., p.

300.

oríg en es rem otos p u e d e n rastrearse en la refe re n c ia bíblica al pueblo israelí, la cual servirá d e m o d elo p a ra to d a concepción

d e c o m u n id a d u n ita ria . P o r cierto , estam os m uy lejos aún de u n a idea m o d e rn a d e éste, asociada al de nación (tam b ién en el sentido m o d ern o del té rm in o ). Ese térm in o se c o n e cta b a to­ davía con el de ecclesia cristiana y, m ás tarde, c o n el del r.orfms mysticum e n c a rn a d o e n el so b e ra n o (o, e v e n tu a lm e n te , en el P arlam ento, idea q ue, a su vez, reto m aría la tradición conciliar elab o rad a en tiem pos del G ran Cism a y en la cual se basó el co­ legio cardenalicio p a ra d isp u ta r con el Papa el p a p e l de re p re ­ se n ta n te de Dios en la T ie rra ).47 No viene al caso a q u í seguir los d etalles de su tray ecto ria; baste señ alar el h e c h o de que id en tificar los h o riz o n tes co n cep tu ales en q u e se inscribe un discurso político d a d o n o re su lta tan sencillo co m o a q u e lla oposición sugiere; definitivam ente, n o alcanza con reg istrar el uso en singular o en p lu ra l de u n térm ino particular. Para com ­ p re n d e r su sentido, es necesario seguir la serie de torsiones a que éste se verá som etido, el ju e g o de sus cam biantes relacio­ nes sem ánticas con aquellas otras categorías a las q u e h a b rá de vincularse. El d o c u m e n to d e M oreno q u e venim os an alizando sirve tam bién de p u n to d e p a rtid a p ara observar el com plica­ do proceso de recom posición sem ántica que supuso la afirm a­ ción de un concepto “m o d e r n o ” d e nación.

La nación como problema La apelación de M oreno a los “p u eblos” com o sede origina­ ria de la soberanía tie n e im plícita u n a im pugnación de la a u ­

47 La tradició n co n c ilia r b u scab a d e este m o d o u n in stru m e n to q u e p ro ­ tegiera a la Iglesia an te la p o sib ilid ad d e u n p a p a hereje. S k in n e r e n c u e n tra aq u í el o rig en rem o to d e las id eas pactistas m o d ern as. Véase Q u e n tin Sktnner, TheFoundalions of M odem Political Thoughl, C am bridge, C am b rid g e University Press, 1988, pp. 114-123.

to rid ad real m u ch o m ás radical q u e la d e Flórez Estrada. Para él, n o se tra ta sim p lem en te d e q u e la au sencia del rey haya hec h o d e sa p a re c e r el p acto de sujeción q u e ligaba a las colonias con el m o n arca. Según afirm a, d ic h o p acto en rea lid a d n u n c a h a b ía te n id o lugar. El dom inio real sobre A m érica asegura que n o estuvo n u n c a fu n d ad o en el co n sen tim ien to de los pueblos, sino en u n acto de violencia.48 Era, p o r lo tan to , a b so lu tam en ­ te ilegítim o. De allí deriva una- co n sec u e n c ia m ás fu n d a m e n ­ tal: en esta p a rte del rein o , “el q u e su b ro g u e p o r elección del C ongreso la p e rso n a del Rey, q u e está im p e d id a d e reg irn o s, n o tie n e reglas p o r d o n d e co n d u cirse, y es preciso p refijárse­ las”.49 “Esta o b ra ”, asegura, “es la q u e se llam a constitución del E stado”.50 La vacaiio regis en A m érica d e sn u d ab a así o tra vacan­ cia m ás fu n d am e n ta l, la vacatio legis. A quí, pues, n o se tra taría tan sólo d e establecer u n a n u ev a a u to rid a d q u e lle n a ra el lu­ g a r vacante del soberano, sino q u e h a b ría q u e crear u n a legi­ tim id a d in ex isten te, constituir el o rd e n po lítico . T odo su dis­ curso se e n c u e n tra im p re g n ad o d e u n sentido de refu n d a c ió n rad ical.51 El radicalism o de M oreno, in d isp u tab le desde el p u n to de vista p o lítico , es m enos ev id en te, sin e m b a rg o , c u a n d o se lo considera desde u n a perspectiva histórico-conceptual. Sin em ­

48 “La A m érica e n n in g ú n caso p u e d e co n sid e ra rse sujeta a aq u e lla obli­ gació n ; ella n o h a c o n c u rrid o a la ce le b ra c ió n d el p ac to social d e q u e d e ri­ van los m o n a rca s españoles, los ú n ico s títu lo s d e leg itim id ad d e su im perio; la fu erza y la violencia son la única base d e la co n q u ista." M arian o M o ren o , “S o b re la m isión del C o n g reso c o n v o c a d o ...”, op. di., p. 290. 49 M arian o M o ren o , “S o b re la m isió n de! C o n g re so co n v o c a d o ...", op. di., p . 287, 50 Ibid., p. 286. 51 “Pocas veces ha p re s e n ta d o el m u n d o u n teatro igual al n u e stro , p ara fo rm a r u n a co n stitu ció n q u e haga felices a los pueblos"; “la A m érica p re se n ­ ta u n te rre n o lim pio y b ien p re p ara d o ", insistía, “d o n d e p ro d u c irá frutos p ro ­ digiosos la san a d o ctrin a q u e sie m b re n d ie stra m e n te los legisladores" (ibid., p . 270).

bargo, no es en su c o n c ep to plural del im perio d o n d e radica su m ayor lim itación. P arad ó jicam en te, la m ism a prem isa que, com o señala A n n in o , m arca la m o d e rn id a d de su concepto (la idea de u n a s o b e ra n ía n a c io n a l que preex iste a la a u to rid ad política) es la q u e le im p id e avanzar h acia aquel p u n to en que la ru p tu ra con los im aginarios tradicionales se volvería ya irre­ versible. En efecto, p a ra M oreno, q u e h u b ie ra que constituir a la na­ ción significaba q u e el C ongreso convocado n o sólo d eb ía de­ signar quién h a b ría de g o bernar, sino tam bién cómo h ab ría de hacerlo, fijar el m arco legal d e n tro del cual h a b ría de ejercer su poder. Pero ello p re su p o n ía ya la existencia d e aquella e nti­ d ad a la cual se invocaba, de hech o , p a ra h a c er tal convocato­ ria. Según aclaraba in m e d ia ta m e n te a con tin u ació n de la cita antes transcripta, en la q u e afirm aba q u e aquella reversión so­ b e ra n a se aplicaba n o sólo al pueblo, e n su co n ju n to , sino tam­ b ién a cada individuo: No pretendo con esto reducir los individuos de la M onarquía a la vida erran te que precedió a la form ación de las socieda­ des. Los vínculos que unen el pueblo al rey son distintos de los que unen a los hom bre entre sí mismos: un pueblo es un pue­ blo antes de darse un rey.52 M oreno situaba así su c o n c ep to pactista d e n tro d e los m ar­ cos estrictos del pactum subjectionis. Aunque las relaciones sociales entre los pueblos y el Rey que­ dasen disueltas o suspensas po r el cautiverio de nuestro monar­ ca, los vínculos que unen a un hom bre con otro en sociedad quedaron subsistentes, porque no dependen de los primeros; y los pueblos no debieron form arse pueblos, pues ya lo eran,

52 Ibid., p. 279.

sino de elegir una cabeza que los rigiese, o regirse a sí mismos, según las diversas formas con que puede constituirse íntegra­ m ente el cuerpo m oral.53 P o r entonces, sin em bargo, los prim eros síntom as de disen­ so in te rn o com enzarían a p la n te a r aquella cuestión m ás funda­ m ental in terd icta en su discurso, puesto q u e constituía su p re ­ misa. Es digno de observarse —señalaba— que entre los innum era­ bles jefes que de com ún acuerdo han levantado el estandarte de la guerra civil para dar en tierra la justa causa de la Améri­ ca, no hay uno solo que limite su oposición al m odo o a los vi­ cios que pudiera descubrir en nuestro sistema; todos lo atacan en la sustancia, no quieren reconocer derechos algunos a la América.5'* La perspectiva de u n a g u e rra civil revelaría q u e lo q u e se en c o n trab a entonces en d isputa no era quién y cómo h a b ría de gobernar, sino, fun d am en talm en te, a quién hab ría de g o b ern ar (al co n ju n to de los súbditos del m o n a rc a o a alguna sección p articular d e ellos) y, en definitiva, q u ién p o d ría determ inarlo. La idea de la preexistencia d e la n a c ió n se to rn a ría entonces insostenible. U na vez fijada ésta, h abría, a su vez, q u e m inarla, a fin de que surgiera verd ad eram en te u n a id ea m o d ern a de na­ ción. E ncontram os aquí, e n fin, u n a nueva cuestión, fundam en­ tal, de o rd e n m etodológico p a ra c o m p re n d e r la com plejidad de los procesos de m utación conceptual, evitando su simplifi­ cación. El do cu m en to de M oreno nos revela por qué el carácter no lineal de estos procesos no se d eb e sim plem ente a los obstácu-

53 Ibid. 54 Ibid., p. 295.

los in te rp u esto s p o r el m ed io social o cu ltu ral a la e m erg en cia d e u n nuevo lenguaje. Más im p o rta n te a ú n es el h ech o de q u e to d a m u ta c ió n c o n c e p tu a l conlleva, in ev itab lem en te, la c o n ­ fro n ta ció n de dilem as cuya reso lu ció n su p o n e silenciam icntos y p e rm a n e n te s rev ersio n es so b re sí p a ra socavar sus m ism as prem isas y p u n to s de p a rtid a originales. En definitiva, la h isto ­ ria de la conform ación de u n nuevo vocabulario político es m e­ nos la h isto ria del hallazgo pro g resiv o d e nuevos c o n te n id o s sem ánticos que la del desarrollo, mucho más trauviáticoy conjlicli- , vo, de aquellos puntos ciegos inherentes a él O tro d o c u m e n to fu n ­ dacio n al del discurso in d e p e n d e n tis ta latin o am erican o , el ela­ b o rad o e n 1808 p o r Fray M elchor d e T alam antes, d e stin a d o a los m iem b ro s del cabildo d e M éxico, ilustra la serie de p ro b le ­ m as a q u e d aría lugar la a p e rtu ra a la in te rro g a c ió n de a q u e ­ llo q u e co n stitu ía la prem isa del discurso in d e p e n d e n tista (es­ to es, la id ea de la preex isten cia d e la n ació n ) ,55 y que M o re n o n o p o d ía ya tem atizar sin q u e se d e sm o ro n a ra todo su a rg u ­ m en to , p e ro tam poco po d ía en to n ces, com o vimos, evitar c o n ­ frontar. El p u n to d e p a rtid a de T alam antes es el m ism o que el d e M oreno: la desaparición del m o n arca ( vacatio regis) había ab ier­ to un vacío n o sólo político sino, fu n d am e n ta lm e n te, in stitu ­ cional ( vacatio legis). C om o m u estra, n in g u n a de las instancias e n to n ces subsistentes se e n c o n tra b a autorizada p o r real c é d u ­ la a e je rc e r fu n cio n es legislativas. Estas d e b e ría n en carg arse, pues, a u n a rep resentación convocada a tales efectos. La p rim era cuestión que p la n te a b a la convocatoria e ra có­ m o h a b ría de constituirse el congreso, lo cual su p o n ía u n a dc-

55 G u erra h a advertido ya sobre la im p o rtan cia d e este d o cu m en to , la cual radica, seg ú n afirm a, en el h e c h o d e q u e afirm e "que las C ortes que hay q u e re u n ir en la N ueva E spaña llevaran la re p re se n ta c ió n del co n ju n to d e la na­ ción española y, p o r lo tanto, tam b ién d e la m etró p o lis”. Fran