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Spanish Pages [174] Year 2014
Política, tecnología nuclear y desarrollo nacional (1945-2006) Diego Hurtado
EL SUEÑO DE
ARGENTINA
DIEGO HURTADO
EL SUEÑO DE LA ARGENTINA A ÓMICA Política, tecnología nuclear y desarrollo nacional
(1945-2006)
Hurtado, Diego El sueño de la Argentina atómica: política, tecnología nuclear y desarollo nacional. 19452006. - la ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Edhasa, 2014. 352 p.; 22,5xl 5,5 cm. ISBN 978-987-628-291-8
1. Políticas Públicas. 2. Recursos Energéticos. 3. Energía Nuclear. CDD 320.6
Diseño de tapa: Juan Balaguer y Cristina Cermeño Primera edición: abril de 2014
© Diego Hurtado, 2014 © Edhasa, 2014 Córdoba 744 2° C, Buenos Aires [email protected] http://www.edhasa.com.ar Avda. Diagonal, 519-521. 08029 Barcelona E-mail: [email protected] http://www.edhasa.com
ISBN: 978-987-628-291-8
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A mis padres
Índice
Abreviaturas ....... ... .. .. .. ....... .... .. .. .... ... .. ......... .. .... .. .. .. ... ... .... .. ... .. .. ... .. Introducción .. .... . .. . .. .. ... ..... ... .... .......... .... ... ..... .. . .. . ... .. .. .. .... .. ..... .. .. ... Semiperiferia y tecnología............................................................. Cultura, ideología y régimen tecnopolítico .. ... .... .. ... .... ...... .... ....... Fronteras tecnológicas universales versus fronteras locales.............
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Capítulo l. La energía atómica como encrucijada histórica.............. Militares, industria y recursos naturales........................................ Perón, los científicos argentinos y EE.UU. .................................. Los físicos entre la academia y la industria.................................... La ilusión del camino corto y las primeras instituciones................ Excursus: los inicios de la energía atómica en la periferia .. .. ... .. .. .. .. Nuevo comienzo y diversificación de área atómica........................ Los primeros aceleradores de partículas......................................... Discurso hegemónico y polisemia................................................. Consecuencias de la "desperonización" del Estado........................ El primer reactor de investigación................................................. Elementos para una tecnopolítica .............. ..... .. .. ...... ..... .... ... ........ Capítulo 2. "Desarrollismo" y proliferación nuclear.......................... Reactores de investigación e industria nacional ............................. La producción de electricidad en el horizonte............................... El "hecho atómico" y la seguridad interna ..................................... El negocio de las explosiones nucleares pacíficas .. .. .. .. .. .. .. .. .... .. .. .. . Relaciones internacionales y feudalismo nuclear .. .. .. .. .. .. ... .. .. .. .... . Física nuclear y ejercicios de supervivencia .................................... Ezeiza y Bariloche en los años sesenta ...........................................
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Capítulo 3. Sobre electricidad y bombas periféricas .......................... La primera central de potencia ...................................................... Uranio natural versus uranio enriquecido ..................................... La Argentina, país proliferador ..................................................... Vuelve Perón, vuelve Iraolagoitía .. ..... ... .. .. .. ... .. .. .. .. .. ... .. .. .. .. .. .. .. .. .. La segunda central de potencia ..................................................... Balance a comienzos de los años setenta........................................ La consolidación del grupo de física nuclear . .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. La "explosión pacífica'' de la India................................................. Capítulo 4. Dictadura, desindustrialización y aceleración del plan nuclear . .... .. ................ ........... ........ ........ ..... La CNEA y el terrorismo de Estado .............................................. Los senderos del plutonio que se bifurcan..................................... Presiones internacionales y reacciones locales................................ Diplomacia de salón o juego de tahúres........................................ Exportación de tecnología nuclear a Perú...................................... Ingreso a la big science ................................................................... La tercera central de potencia ....................................................... El proyecto secreto de Pilcaniyeu .................................................. Las islas Malvinas y la bomba imaginaria ... ... . .. ....... .. ........ ............ Final senza misura .... ... ... .. . ... .. .... .. . .. . .. .. .. .. .. ... .. ... ... .. . .. .. .. .. ... .. .. .. .. .. Capítulo 5. Democracia, deuda externa y desarticulación del plan nuclear ................................................. Cultura nuclear y esfera pública .................................................... Atrasos, presiones y paralización de obras ..................................... Inauguración del acelerador TANDAR ......................................... Repositorio o basurero nuclear. ..................................................... La colaboración nuclear con Brasil.. .............................................. "País periférico, empobrecido, endeudado y poco relevante" ......... Desguace del sector nuclear .......................................................... Relanzamiento y final abierto .......................................................
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Epílogo ............................................................................................. 299 Bibliografía 194 5-19 5 8 .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ... .. .. .. .. .. .. .. .. .. . 30 3 Agradecimientos ............................................................................... 343
Abreviaturas
AAScW: American Association of Scientific Workers ABACC: Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares AECL: Atomic Energy of Canada Limited AFA: Asociación Física Argentina AFNE: Astilleros y Fabricaciones Navales del Estado AGR: Advanced Gas-Cooled Reactor ANL: Argonne National Laboratory ANSTO: Australian Nuclear Science and Technology Organization APCNEA: Asociación de Profesionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica CAB: Centro Atómico Bariloche CAC: Centro Atómico Constituyentes CAE: Centro Atómico Ezeiza CAl~DU: CANadian Deuterium Uranium CAREM: Central Argentina de Elementos Modulares CBPF: Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas (de Brasil) CD HPCNEA: Comisión de Derechos Humanos del Personal de CNEA CEA: Commissariat a l'Energie Atomique CEPAL: Comisión Económica para América Latina CITEFA: Centro de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas CNEA: Comisión Nacional de Energía Atómica CNEN: Comissáo Nacional de Energia Nuclear (de Brasil) CNIE: Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales CNPq: Conselho Nacional de Pesquisas (de Brasil) CONACYT: Consejo Nacional de Ciencia y Técnica CONADE: Consejo Nacional de Desarrollo CONASE: Consejo Nacional de Seguridad
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CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas CONUAR: Combustibles Nucleares Argentinos COPREDAL: Comité Preparatorio para la Desnuclearización de América Latina DDG: Unidad de Demostración de Difusión Gaseosa de 20 etapas construida en las instalaciones de los Laboratorios de Villa Golf de INVAP DGFM: Dirección General de Fabricaciones Militares DINFIA: Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas DINICET: Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas DNEA: Dirección Nacional de la Energía Atómica DNIT: Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas EDC: Export Development Canada ENACE: Empresa Nuclear Argentina de Centrales Eléctricas ENREN: Ente Nacional Regulador Nuclear EPEC: Empresa Provincial de Energía de Córdoba ERE: Ensamble de Reprocesamiento EURATOM: European Atomic Energy Community FAE: Fábrica de Aleaciones Especiales FCEN: Facultad de Ciencias Exactas y Naturales FECN: Fábrica de Elementos Combustibles Nucleares FECN: Fábrica de Elementos Combustibles Nucleares HVEC: High Voltage Electrostatics Corporation IADE: Instituto Argentino de Desarrollo Económico
IAF.AB: International Atomic Energy Agenry Bulletin IALE: Isótopos Alejados de la Línea de Estabilidad IAME: Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado IAPI: Instituto Argentino de Promoción del Intercambio IIAE: Instituto de Investigación Aeronáutica y Espacial INTA: Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria INTI: Instituto Nacional de Tecnología Industrial INVAP: Investigaciones Aplicadas IPEN: Instituto Peruano de Energía Nuclear LPR: Laboratorio de Procesos Radioquímicos MIT: Massachusetts Institute ofTechnology NEC: National Electrostatics Corporation NUCLEBRAS: Empresas Nucleares Brasileñas S. A. OIEA: Organismo Internacional de Energía Atómica OEA: Organización de Estados Americanos ONU: Organización de las Naciones Unidas
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OPEP: Organización de los Países Exportadores de Petróleo PATN: Programa Autónomo de Tecnología Nuclear (de Brasil) PEAP: Planta Experimental de Agua Pesada (originalmente PMEAP) PHWR: Pressurized Heavy Water Reactor PIA: Programa de Investigaciones Aplicadas PMEAP: Planta Modelo Experimental de Agua Pesada RAEP: Reactor Argentino de Experimentación y Producción RPI: Planta de Reprocesamiento 1 SATI: Servicio de Asistencia Técnica a la Industria SECyT: Secretaría de Ciencia y Tecnología SEGBA: Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires SIDE: Servicio de Inteligencia del Estado SIPRI: Stockholm lnternational Peace Research lnstitute TNP: Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares UBA: Universidad de Buenos Aires UIA: Unión Industrial Argentina UNLP: Universidad Nacional de La Plata UNT: Universidad Nacional de Tucumán US AEC: United States Atomic Energy Commission YPF: Yacimientos Petrolíferos Fiscales
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Introducción
La historia de la energía nuclear en la Argentina es un caso paradigmático de desarrollo de una tecnología capital-intensiva en contexto de país periférico con cierta capacidad industrial. Se trata de un proceso que comenzó en la mitad del siglo veinte y que no naufragó en los remolinos de algún golpe militar o crisis económica, como fue el caso de otros emprendimientos tecnológicos locales. Por el contrario, a pesar de las tenaces presiones internacionales y los períodos de proverbial inestabilidad social y política, el desarrollo de tecnología nuclear presenta una trayectoria lo suficientemente nítida como para merecer la categoría de excepción. Muchas de las incertidumbres que plantea para los países de la región la construcción de capacidades políticas, institucionales y organizacionales para impulsar desarrollos tecnológicos con cierto grado de autonomía, capaces de articular con otros ámbitos de la vida social y de hacer aportes irreversibles a la transformación -desprimarización y destransnacionalización- de la matriz económica, tienen un lugar protagónico en esta historia de más de medio siglo: (i) El papel central del Estado -desde 1955 fragmentado por varias décadas- en el impulso de una estrategia de institucionalización que contempló la formación de recursos humanos, el desarrollo de tecnologías -algunas "sensibles"- y la construcción de encadenamientos tecnológicos y de vínculos con otros ámbitos del sector público -como energía, salud, agro o educación superior-, la conformación de una "industria nuclear nacional" y la exportación de tecnología a países de la periferia. 1 (ii) La presencia de componentes geopolíticos y geoeconómicos que justificaron las ambiciones de "autonomía tecnológica'', la búsqueda del liderazgo nuclear en América Latina, al igual que
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Brasil -su "rival" regional hasta la década de 1980-, y como respuesta proporcional a la magnitud de estas "pretensiones", las crecientes presiones políticas y comerciales -formales e informalesde los países proveedores de tecnología nuclear. (iii) La relativa consolidación sistémica de una tecnología capital-intensiva, relevante para los países centrales, en condiciones de debilidad económico-financiera y en un campo de las fuerzas sociopolíticas de insólita inestabilidad, proceso que amplificó debilidades estructurales -como la inevitable funcionalidad del desarrollo nuclear a la llamada "patria contratista'' a partir de los años setenta-, pero que también hizo posible la materialización de objetivos que iban a contracorriente de las potencialidades tecnológicas asignadas a la periferia por las economías centrales. La "pretensión" de algunos países periféricos de desarrollar capacidades autónomas en el área nuclear es un tema de intensa, ambigua y permanente conflictividad. En el imaginario político de algunos países relegados por el orden mundial al rol de productores de bienes primarios, la energía nuclear a fines de la década de 1940 fue interpretada como una segunda oportunidad. Países como India, Brasil, Pakistán, Sudáfrica o la Argentina, entre otros, con la mirada puesta en los programas nucleares de los países avanzados, apostaron a construir las condiciones de posibilidad políticas e institucionales que· les permitieran abrirse paso hacia la nueva y promisoria fuente de energía. En el caso de la Argentina, la trayectoria del desarrollo nuclear presenta algunas características específicas: (i) Las actividades de investigación y desarrollo, así como los procesos de evaluación y compra de tecnología, tuvieron como epicentro una única institución, la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA); la diversificación, expansión y enraizamiento del área nuclear, si bien fue incorporando muchos otros actores relevantes -públicos y privados, nacionales y extranjeros-, hasta la década de 1990 no modificó sustancialmente este rasgo inicial. (ii) En contra de lo que argumentó una caudalosa pléyade de "expertos" de países centrales -especialmente norteamerica-
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nos- desde la diplomacia, la academia y la prensa, el desarrollo nuclear argentino a lo largo de su trayectoria mantuvo una orientación pacífica; en todo caso, cuando esta posición parecía contradecir los objetivos declarados -como cuando se discutía en la arena internacional los usos potenciales de las llamadas "explosiones nucleares pacíficas" durante la década de 1960-, la diplomacia argentina defendió la igualdad de derecho de los estados en el acceso a los beneficios económicos de la energía nuclear. (iii) No existieron presiones de un sector industrial en expansión que reclamara energía eléctrica al sector nuclear, como podría observarse en los casos de Brasil o España; por el contrario, desde los años sesenta uno de los objetivos del sector nuclear argentino fue promover la conformación de una industria nuclear nacional con hábitos que tendieran al ideal schumpeteriano, capaz de modificar una cultura empresarial dominante reactiva a las inversiones de riesgo, con hábitos rentísticos y, en el caso de las grandes empresas, predatorios hacia el sector público. (iv) Durante la última dictadura (1976-1983), en un contexto de cambio de régimen de acumulación -de un patrón de industrialización sustitutiva a uno de apertura, desregulación y valorización financiera-, el desarrollo nuclear pasó a ser funcional a los intereses de grupos económicos concentrados a través de, básicamente, contrataciones para grandes proyectos de obras públicas; como correlato, el personal de la CNEA padeció las prácticas de disciplinamiento y terrorismo de estado. (v) A pesar de las predicciones ominosas acerca de posibles escaladas nucleares en la región que, desde los países centrales, repitieron muchos "expertos" en tecnología nuclear y relaciones internacionales, desde la década de 1980 la Argentina y Brasil iniciaron un proceso de construcción de ámbitos de colaboración en el área nuclear con características inéditas. (vi) Desde la segunda mitad de la década de 1980, en pleno proceso de recuperación democrática de las instituciones, en un contexto de crisis de la deuda externa, creciente inflación, paralización de obras y a contracorriente de las presiones de los países
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exportadores de tecnología nuclear, el sector nuclear fue capaz de iniciar una serie de exportaciones de tecnología a otros países de la periferia.
no no parece tener el propósito de describirlo, explicarlo o comprenderlo, sino que se inserta en un contexto "cognitivo" donde aparece naturalizado que el buen análisis del desarrollo nuclear de un país de la periferia significa comprender de qué manera este país puede llegar a desestabilizar el sistema global, esto es, comprender si es capaz de alterar una estructura de mercado oligopólica estrictamente regulada por organismos internacionales para que lo continúe siendo y de qué manera esta alteración puede ser neutralizada. Después de todo, este es un rasgo primario del capitalismo. Aquello que es peligroso por su poder de control transformador -constructivo o destructivo- es exactamente lo que la lógica de mercado define como costoso y codiciado, justamente por su capacidad de control transformador. Esto es la tecnología. Producir energía, industrializarse, incorporar valor agregado significa también volverse peligroso en el mercado y en la política, que son los territorios donde se juegan las reláciones de poder. Este es el sentido de la naturaleza "dual" de la tecnología. En contraste con el enfoque de "las malas intenciones ocultas", este libro propone analizar la historia de la energía nuclear en la Argentina desde la perspectiva de una historia política y tecnológica "descentrada" de los valores e intereses de los países exportadores de tecnología nuclear. Con este objetivo, los capítulos siguientes intentan mostrar:
Gran parte de la literatura que circula sobre los programas nucleares de países en desarrollo se vincula a sus proyectos de bombas atómicas reales, potenciales, fallidas o imaginarias. En este sentido, el "miedo" a la proliferación de bombas nucleares periféricas que obsesionó a los países exportadores de tecnología nuclear -los verdaderos dueños de los arsenales nucleares- fue una de las construcciones políticas más eficaces para proteger sus intereses comerciales. Acompañada y potenciada por la prensa y por sectores prestigiosos de las ciencias sociales anglosajonas, casi un género en sí mismo, esta producción ingente sobre las bombas atómicas periféricas se dedicó durante décadas a la extraña ciencia del "cálculo" de las intenciones ocultas de los países pobres que, con magros presupuestos, osaban aspirar al dominio de algunas líneas de tecnología nuclear. La prepotencia política y discursiva que los países exportadores de tecnología nuclear dedicaron al objetivo de elaborar y difundir una representación de la Argentina como país proliferador interviene en esta historia como influencia relevante, tanto en la construcción ideológica y discursiva -en algún punto contraideológica y contradiscursiva- elaborada por los actores locales más visibles -tecnólogos, científicos, funcionarios, diplomáticos argentinos- como en los procesos de toma de decisiones, ya sea para mostrar evidencias (o dar señales) de la orientación pacífica del desarrollo nuclear argentino, para confrontar con marcos regulatorios discriminatorios, evaluaciones incorrectas (a veces malintencionadas) o decisiones unilaterales perjudiciales para los objetivos locales. A comienzos de los años setenta, el programa nuclear argentino aparece, detrás de la India, como el segundo más avanzado de la periferia. Ahora bien, si en algún momento se hubiera aceptado que la Argentina no estaba detrás de un artefacto atómico, ¿a quién podría entonces interesarle el desarrollo nuclear de este país, cuya escala era varios órdenes de magnitud menor que los programas nucleares de los países avanzados? La pregunta es imprecisa porque supone un legítimo interés por conocer. El interés que la diplomacia, la academia y la prensa norteamericana -y en menor medida el de algunas potencias europeas- dedicaron al desarrollo nuclear argenti-
(i) La forma en que interaccionaron la dinámica política e institucional, la elaboración de objetivos y los procesos de toma de decisiones locales con las iniciativas de coerción explicitadas parcialmente en un tipo de discurso dominante -en la diplomacia, la academia y la prensa- que se propuso naturalizar la opacidad y la sospecha alrededor de las supuestas intenciones ocultas de la Argentina. (ii) Como corolario de (i), la especificidad de los procesos. que derivaron en la relativa consolidación sistémica de una política nuclear, un entorno institucional y una cultura nuclear que hicieron posible la conformación de lo que vamos a llamar una frontera tecnológica local capaz de legitimar objetivos cognitivos, políticos y comerciales.
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20 - - - - - - - - - - - - E L SUEÑO DE LA ARGENTINA ATÓMICA Por lo dicho, asumiremos en esta historia el papel primario que desempeñan las instituciones, entendidas como organizaciones gobernadas por reglas y prácticas -formales e informales- y por el modo en que se vinculan con otras organizaciones y con la sociedad, como espacios de construcción cultural y como portadoras de ideas, ideologías y modos de acción. Especialmente pertinente -aunque, como veremos, problemática- para un país no central es la afirmación que está en la base de la concepción de las instituciones que presenta North: "La función principal de las instituciones en la sociedad es reducir la incertidumbre estableciendo una estructura estable (pero no necesariamente eficiente) de la interacción humana''. 2 Compatible con este enfoque, una buena síntesis de la perspectiva que asumimos es la que presenta Katz al referirse al papel de las instituciones en el crecimiento económico: Las instituciones son "portadoras de historia'' [... ] y van dando forma y contenido a una vasta "cultura'' organizacional y productiva que permea a la sociedad. Tal cultura, que incluye saberes tecnológicos, capacidades de gestión empresarial, hábitos de comportamiento laboral, normas éticas, constituye un "capital social" de gran importancia que condiciona y es, a su vez, condicionado por la "capacidad social de absorción de nuevos conocimientos tecnológicos" .3
Semiperiferia y tecnología Impulsado inicialmente por un proyecto político de industrialización, vinculado a símbolos de modernización y progreso, el desarrollo de tecnología nuclear en la Argentina presenta rasgos que hacen posible evaluarlo como la evolución -crecimiento, diversificación y enraizamiento- de una trayectoria sectorial en un contexto de país semiperiférico que fue capaz de configurar lo que podríamos llamar un entorno sistémico, entendido como una trama organizaciona.! e institucional con capacidad de desarrollar tecnologías capital-intensivas que, luego de varias décadas, demostraron ser "competitivas" en los mercados oligopólicos conformados tempranamente por un grupo de países avanzados. Entre las consecuencias de esta trayectoria
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figura también la capacidad de extender algunos de sus componentes ideológicos, su orientación programática y las competencias adquiridas hacia otros sectores. Las nuevas industrias, sostienen Chase-Dunn y Reifer, "son importantes como plataforma para el ascenso hegemónico porque producen enormes beneficios indirectos para las economías nacionales en las cuales emergen [... ]y porque generan 'rentas tecnológicas"', 4 es decir, grandes beneficios por disponer del monopolio sobre las tecnologías que están en la base de estas nuevas industrias.Desde esta perspectiva, las tecnologías pueden entenderse como causas primarias del surgimiento y prolongación de los ciclos de hegemonía económica y militar en el sistema mundial moderno. Como nueva industria que ~urge al final de la Segunda Guerra Mundial, la energía nuclear acompaña la redistribución de poder en el sistema mundial que hizo posible la consolidación del primer ciclo de hegemonía de los Estados Unidos. Por otra parte, la Argentina pertenece a la categoría de países que Wallerstein define como semiperiferia: "Es la condición normal del sistema mundial tener una estructura de tres capas", de lo contrario el sistema se desintegraría, dado que sería "mucho menos estable políticamente, pues esto significaría un sistema mundial polarizado". Y agrega: "La existencia de una tercera categoría significa precisamente que el estrato superior no se enfrenta con la oposición unificada de todos los demás, dado que el estrato medio es explotado y explotador". 5 Mientras que para la mayoría de los países de la periferia el c~pital extranjero se involucra en los sectores primarios con capacidad de exportación, explica Evans, por el contrario, en los países semiperiféricos la inversión extranjera se concentra en áreas dinámicas de la industria. Siguiendo a Wallerstein, Evans asoció la noción de semiperiferia a países de la periferia con capacidad industrial impulsada por -e integrada a- procesos de desarrollo dependiente, caracterizados por la presencia dominante decapitales transnacionales en los sectores más dinámicos de la industria y por una demanda de bienes de consumo durables que coevoluciona con el aumento de la desigualdad. 6 Como consecuencia, sostiene Evans: "La posición distintiva de la semiperiferia en la economía internacional hace que el curso del desarrollo dependiente en estos países sea crítico para el futuro del imperialismo". 7
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Por un lado, un corolario de esta afirmación es que son justamente los países de la semiperiferia los que se presentan como mercados de tecnología codiciados por los países avanzados, ya sea a través de ventas "llave en mano", pago de regalías o asistencia técnica. Como señala a fines de los años sesenta Furtado refiriéndose a las inversiones extranjeras directas en el sector industrial, que en su mayor parte se volcaron sobre la Argentina, Brasil y México: "Entre 1955 y 1968, las ganancias de las subsidiarias de empresas norteamericanas en América Latina por derechos de patentes y asistencia técnica representaron el 56% de las ganancias remitidas a sus casas matrices".ª Por otro lado, son los países semiperiféricos los que aspiran a desarrollar y exportar tecnología a otros países de la periferia como modo, no solo de evitar el deslizamiento hacia la periferia, sino también de mejorar su influencia y su estatus en el subsistema regional. Para Hall y Chase-Dunn, esta actitud busca transformar la lógica de desarrollo, es decir, desafiar las reglas de juego que intentan imponer los países centrales. 9 Por esta razón, en su intento de avanzar sobre el desarrollo de tecnologías que le posibiliten el acceso a mercados que están en el foco de interés de los países centrales, los países semiperiféricos suelen ser objeto de las estrategias de obstaculización o bloqueo. Poner en riesgo los intereses de los países centrales suele ser conceptualizado por la "lógica" hegemónica como una alteración del "equilibrio", de la "estabilidad", es decir, del balance de poder -militar y/ o comercial- del sistema mundial. Los desarrollos nucleares de países como la Argentina, Brasil, India, Pakistán o Sudáfrica parecen adecuarse a esta caracterización. Otro corolario evidente es que los procesos de desarrollo tecnológico en contextos semiperiféricos deben entenderse desde perspectivas diferentes a aquellas que propone el enfoque de los "sistemas nacionales de innovación", caracterización que requiere de entornos institucionales robustos que favorecen, protegen, subsidian o regulan tanto los "sectores estratégicos" como los procesos de competencia schumpeteriana, en los cuales los factores disruptivos exógenos -filiales de empresas transnacionales que responden a los intereses de sus casas matrices, coerción diplomática, etc.- no son decisivos en la evolución de la trayectoria del sistema. El propio Lundvall, uno de los forjadores del concepto de sistema nacional de innovación, reconoce: "Otra debilidad del enfoque de los sistemas de innovación radica en que hasta el momento no se ha ocupado de las cuestiones de
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poder en relación con el desarrollo [... ] Los privilegios de clase y la situación poscolonial pueden bloquear las posibilidades de aprendizaje; asimismo, competencias ya existentes podrían ser destruidas por motivos políticos vinculados con la distribución mundial de poder". 10
Cultura, ideología y régimen tecnopolítico En este libro nos interesa presentar la historia del desarrollo nuclear en la Argentina como un proceso de conformación de lo que vamos a caracterizar como una cultura nuclear -cultura organizacional, material, discursiva y simbólica- para aludir a la conformación de una comunidad de investigación y desarrollo que creció y se diversificó alrededor del proyecto de construcción de un sistema tecnológico -entendido como red de artefactos, organizaciones, conocimientos, recursos naturales y regulaciones que operan de manera coordinada para alcanzar una serie de objetivos materiales-, 11 alrededor del cual se configuraron códigos de identidad, valores, creencias y modos de acción que hicieron posible la conformación de un entorno institucional que alcanzó rasgos sistémicos y que, desde sus inicios, buscó impulsar mecanismos de enraizamiento en otros sectores del Estado y de la sociedad. Inicialmente concentrada en una institución, la expansión del sistema tecnológico nuclear también significó la diversificación de la cultura nuclear hacia otros sectores de la actividad social, como la academia, la industria o la diplomacia. Si bien parece obvio, aclaremos que la comprehensiva noción de cultura nuclear alude estrictamente a una subcultura, que también supone que a los anteriores atributos demarcatorios deben agregarse la capacidad de resolución de conflictos "internos" y prácticas propias de reproducción y legitimación. Incluso, dado que el núcleo articulador de esta subcultura es un sistema tecnológico -alrededor del cual crecerá un sector de la economía-, para dar cuenta de su cohesión y expansión no es uno de los rasgos menores su capacidad de producir actores que teorizaron, con influencia a escala nacional y regional, sobre el problema de las políticas tecnológicas para América Latina. Ahora bien, el proceso de conformación y diversificación de esta cultura nuclear no es comprensible si no se considera el sentido político asignado a
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los objetivos tecnológicos. Hecht habla de tecnopolítica para caracterizar "la práctica estratégica de diseñar o usar la tecnología para constituir, encarnar 12 0 impulsar objetivos políticos" . ¿Por qué hablar de tecnopolítica en lugar de referirnos lisa y llanamente a política tecnológica? Digamos que el concepto de tecnopolítica intenta enfatizar: (i) la realidad material de las tecnologías como componentes de procesos políticos o como vehículos de objetivos políticos; 13 (ii) las competencias del tecnólogo, su compromiso en procesos de diseño y desarrollo, o de compra y adaptación de artefactos, como forma de participación política. Podría decirse que la evolución de los procesos políticos de toma de decisiones y la efectividad de los resultados tecnológicos involucrados son la manifestación más visible de una tecnopolítica, como entidad no cristalizada, sino maleable y dinámica, fuertemente dependiente del sendero y, por lo tanto, desde su caracterización metodológica, historizable. Por ejemplo, la decisión de adquirir, a fines de los años sesenta, un reactor de potencia de uranio natural con el propósito de utilizar el uranio argentino y minimizar la dependencia de Estados Unidos -entonces el único proveedor de uranio enriquecido- no es comprensible sin la puesta a prueba de la competencia de ingenieros, tecnólogos y científicos que transformaron esta decisión en económica y técnicamente viable y que, en este proceso, a su vez orientaron las subsiguientes decisiones políticas, como el lugar de la energía nuclear en el sistema eléctrico nacional o la elección de la tecnología para la segunda central de potencia, estadio que al enfrentar nuevos obstáculos desencadenó debates internos, reorientó prioridades y, en definitiva, condujo a una reformulación de la tecnopolítica. El concepto de tecnopolítica remite no solo a las relaciones de poder que se constituyen y ponen en juego en las instancias de negociación y en el proceso de persecución de los objetivos tecnológicos en un contexto interno de alta inestabilidad política, sino también -y centralmente- a las que son producto del carácter semiperiférico de la Argentina en su relación determinante con el centro y también en su relación con la periferia. Es decir, el concepto de tecnopolítica se refiere no solo a las competencias para impulsar procesos de negociación, gestión y desarrollo tecnológico endógenos, sino que juegan un papel protagónico, por un lado, las capacidades para conceptualizar y negociar las importaciones de tecnología y las estrategias para asimilarlas a los objetivos locales -procesos problemáticos
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característicos de la semiperiferia- y, por otro lado, si se alcanzara el umbral, también para impulsar procesos de exportación de tecnología, en principio, a países de la periferia. De esta forma, integrando la trama densa de sentidos de la cultura nuclear, también hablaremos de componentes ideológicos, si bien se pondrá el énfasis en los aspectos que, siguiendo a Therborn, podríamos caracterizar como componentes "alter ideológicos", entendidos como aquellos que remiten a la dimensión ideológica que enfoca las relaciones de poder y dominación. Así, la alter ideología del agente dominante es traducida como el intento de moldear a los sujetos dominados de acuerdo con la imagen que tiene de ellos, mientras que la alter ideología del sujeto dominado también involucra la percepción y la evaluación de las diferencias con el Otro, pero tiende a resistirlo más que a buscar moldearlo. "La diferencia se inscribe en la asimetría de la dominación", explica Therborn. 14 Por ejemplo, hay un componente ideológico reactivo crucial que se integra a la cultura nuclear desde la década de 1960 como respuesta a la operación ideológica promovida por los países exportadores de tecnología nuclear -principalmente por Estados Unidos- que intentaban mostrar a la Argentina como país proliferador. En definitiva, nos interesa hablar de cultura nuclear para delimitar un campo de prácticas portadoras de representaciones, componentes ideológicos y objetivos en el que intervienen múltiples sectores y tipologías de actores -científicos, ingenieros, técnicos, políticos, militares, administrativos, diplomáticos, empresarios- que asociaron el proyecto de construcción de un sistema tecnológico a componentes de política nacional, como la búsqueda de la autonomía tecnológica -entendida como la capacidad del país para alcanzar objetivos tecnológicos sin interferencias o restricciones externas-, el impulso del proceso de industrialización y el liderazgo científico-tecnológico regional, por momentos conceptualizado como parte del proyecto de integración regional, por momentos conceptualizado desde los intereses comerciales proyectados sobre la potencialidad de un mercado nuclear regional. 1s Estos objetivos, ya presentes de forma nítida en el discurso de algunos actores influyentes de la cultura nuclear durante la década de 1960, pueden inscribirse en lo que Hecht caracterizó como régimen tecnopolítico. Dice esta historiadora: "Estos regímenes, basados en instituciones, consisten
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tado de 1976 y, desde entonces hasta 2001, apertura y desregulación de la economía- hayan dejado sus marcas, tanto sobre la cultura nuclear como sobre la evolución del régimen tecnopolítico nuclear.
Fronteras tecnológicas universales versus fronteras locales Tratando de ubicarse en el marco amplio de la teoría del sistema mundial, tomando elementos de un conjunto heterogéneo de orientaciones "dependentistas", con sorda desconfianza hacia el esteticismo rutilante y lejano de los estudios poscoloniales -aunque impregnado y deudor, seguramente, de algunos de sus giros y matices-, podríamos decir que este libro intenta articular una historia del desarrollo nuclear en la Argentina como un proceso de construcción de lo que podría pensarse como una frontera tecnológica local. Motiva esta noción el intento de capturar una idea sencilla aunque invisible en el área de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología: los países no centrales también tienen un devenir -de estructura tan compleja y tan rico en novedades y desafíos como el de los países avanzados- y la noción de frontera local se propone desinvisibilizar la zona de contacto con el propio devenir de país no central. Definida para el caso estudiado en este libro por los componentes ideológicos que integran la cultura nuclear -especialmente, aunque no únicamente, por los componentes de alter ideología propios de una posición semiperiférica- y por los objetivos que surgen de su adopción como principios orientadores tácitos del régimen tecnopolítico, la noción de frontera tecnológica local funciona como horizonte de posibilidades a partir del cual una tecnopolítica es considerada verosímil, esto es, políticamente significativa y materialmente viable. Por ejemplo, si se asume que la Argentina puede comenzar a exportar reactores de investigación y una regulación surgida en Estados Unidos, proveedor del uranio enriquecido para los eleméntos combustibles de sus reactores, transforma a la Argentina en proveedor poco confiable, un acceso alternativo a la tecnología de enriquecimiento de uranio se vuelve necesario, sea a través de la compra de tecnología -de forma abierta o en el mercado negro-, del desarrollo endógeno, o de una combinación de ambos. En este punto se redefinen algunos componentes de la frontera
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tecnológica local como horizonte, como un evento previo a la decisión del camino concreto a elegir. Si se evalúa como factible el desarrollo endógeno de esta tecnología y, además, se acuerda que es conveniente que debe hacerse en secreto, entonces se redefinen objetivos y se reorientan capacidades e inversiones, es decir, se resignifican aquellos aspectos del régimen tecnopolítico que deben hacer viable el desarrollo endógeno de la tecnología de enriquecimiento de uranio. Si la frontera tecnológica construida por los países centrales se presenta como universal -empresa de descubrimiento, invención, innovación, que se ubicaría en la interfase sociedad-naturaleza y que avanzaría sobre el develamiento de los secretos últimos de la realidad material y sobre la solución de los "grandes problemas de la humanidad"-, en los hechos su "valor" social y su grado de prioridad se mide principalmente en capacidades de eficacia técnica con potencialidades económicas y militares -control de los mercados, hegemonía política y acceso a los recursos naturales-, o bien, dicho con un eufemismo tomado de Pérez, por "el papel que desempeñan en el rejuvenecimiento de la economía en su conjunto". '9 Es claro que, en este caso, universalismo y hegemonía-proyectados en la expresión "la economía en su conjunto" - actúan como conceptos simbióticos con sentidos parcialmente superpuestos. 20 Como contraste, entre las fronteras tecnológicas que puede construir un país no central a partir de las determinaciones materiales que explican su lugar en el sistema mundial, están aquellas fronteras que se definen principalmente por la capacidad de la tecnología que se busca desarrollar para vehiculizar objetivos políticos capaces de incidir en el balance de las relaciones de poder -que no son, en principio, solamente económicas-, es decir, por la capacidad de dar sentido a una tecnopolítica y materializar un régimen tecnopolítico. La configuración de motivaciones y objetivos que dan sentido a un régimen tecnopolítico de un país no central -muy diferente en sus componentes y estructura a los regímenes tecnopolíticos de los países centrales- define la zona de contacto con el propio devenir y, por lo tanto, define el sentido que tiene la tecnología para un país no central, en contraposición a la noción de brecha y al objetivo de acortar la brecha, que presuponen una única frontera fijada por las agendas de los países centrales y como única opción para los países no centrales -siempre alejados de esta frontera, es decir, sin acceso a la zona de contacto con el devenir- la nece-
sidad de seguir la huella copiando, comprando, pagando regalías y asistencia técnica. En general, el núcleo de sentido de operaciones de trasplante, recepción, copia, adaptación, asimilación o desarrollo de artefactos y procesos ya realizados en otro lugar -operaciones características de los desarrollos tecnológicos en contexto periférico- no está motivado por el logro tecnológico "universal", por la innovación "que rejuvenece la economía en su conjunto", por la novedad que disminuye costos, amplía mercados u hace posible armamentos más eficaces. Si continuamos con el ejemplo del acceso a una tecnología "sensible" como el enriquecimiento de uranio, su sentido no se agota en la ampliación de las competencias científico-tecnológicas que aumentarán las capacidades autónomas para la exportación de reactores de investigación, lo que no es poco. Para un país semiperiférico, desarrollar una tecnología sensible, mientras los países centrales utilizan todos los recursos de la arena internacional -regulaciones, organismos transnacionales, diplomacia formal e informal, academia, prensa- para evitar la competencia de los países de menor estatus, requiere también de la creación de condiciones de posibilidad para el fortalecimiento de las competencias técnico-burocráticas del Estado capaces de, por ejemplo, neutralizar presiones y coerciones, o de incentivar y disciplinar a las firmas locales involucradas. Mientras que, en general, en un país central la estabilidad institucional es una condición a priori para el impulso de tecnopolíticas, un corolario crucial de nuestro enfoque es que, dependiendo del grado de enraizamiento en la trama política y económica más amplia, para un país semiperiférico como la Argentina, el impulso de un régimen tecnopolítico orientado por una frontera tecnológica local puede ser vehículo de estabilidad institucional. Finalmente, si bien el acceso a una tecnología hace tiempo dominada por los países centrales es evidente que no incide sobre la frontera tecnológica universal (o hegemónica), en la medida en que un país no central alcanza sus objetivos -en nuestro ejemplo, ganar capacidad autónoma para exportar reactores de investigación- también re.significa su estatus, no importa si de manera sustancial o infinitesimal, en la configuración jerárquica del sistema mundial y del subsistema regional. Haber logrado la primera reacción en cadena en 1958 con un reactor nuclear de investigación construido en el país, aunque utilizando los
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planos de un modelo norteamericano, significó primariamente una autodemostración de capacidades y el primer paso para la elaboración de una estrategia; alcanzar la capacidad de enriquecer uranio a cuatro décadas del Proyecto Manhattan fue interpretado en su momento como un importante paso hacia la autonomía tecnológica, un mensaje a las presiones internacionales y el primer logro importante de una empresa de tecnología local rraccionada por contratos con el sector público; la exportación de los primeros reactores de investigación en los años setenta y ochenta demostraba que un país latinoamericano podía ser un país exportador de tecnología nuclear y abría un horizonte a la potencial conformación de un mercado nuclear periférico. En los tres casos, la estabilidad relativa del entorno institucional y las capacidades de organización también son logros -probablemente los más importantes- en un contexto político-económico de alta inestabilidad. Mantener el equilibrio y aprender a caminar cuando a uno le mueven el piso es bastante más que aprender a caminar. En ninguno de estos tres ejemplos, como veremos, jugó un papel relevante el objetivo de acortar la brecha. El sentido es primero político, más que tecnológico o económico. Lo importante no es la brecha -noción que extirpa el contenido tecnológico de su trama cultural, política e institucional-, sino la configuración sistémica de capacidades con modalidades específicas de la cultura que impulsa el régimen tecnopolítico y de su enraizamiento en el propio contexto de país no central. En síntesis, mejorar el estatus de país semiperiférico en el sistema mundial y en el subsistema regional y configurar entornos institucionales estables con características sistémicas son resultados muy diferentes a acortar la brecha, que en los hechos muy probablemente se haya ensanchado. En este punto, podría argumentarse que el concepto de frontera tecnológica local es redundante. ¿Por qué no simplificar y hablar sencillamente de régimen tecnopolítico y de la agenda o los objetivos que lo orientan? Es cierto que la noción de frontera tecnológica local está definida, en parte, por los objetivos del régimen tecnopolítico que, en sus inicios, puede inspirarse en la copia o el trasplante de modelos. Sin embargo, parece claro por lo dicho que, a medida que el sistema tecnológico gana impulso -metáfora que alude a la "masa de componentes técnicos y organizacionales [... ] tasa de crecimiento que sugiere velocidad", dice Hughes-, 21 el horizonte de posibilidades se resignifica a partir de la incorporación de compo-
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nentes ideológicos, simbólicos y, también, épicos. Así, creemos que esta noción de frontera local, como horizonte orientador y motivador, es crucial para lo que podríamos caracterizar como el proceso de endogeneización de las instancias de legitimación del régimen tecnopolítico, componente no menor en la medida en que también significa el desacople -por supuesto que parcial- de los objetivos tecnológicos y políticos que el mainstream -a través de, por ejemplo, la ONU, el OIEA, la OMC, el Banco Mundial, el BID, la Fundación Nobel, etc.- define como universales, prestigiosos y perentorios. Así, las fronteras tecnológicas locales legitiman objetivos tecnológicos y políticos "anatómicamente" diferentes, vinculados a procesos de industrialización tardía o a la construcción de entornos institucionales estables -por mencionar dos problemas "marco", cruciales para la consolidación de democracias con seguridad jurídica y equidad en contextos periféricos-, procesos concebidos como problemas menos o nada perentorios, de menor rango ontológico, más vagos en su condición de cuestiones que requieren de competencias científico-tecnológicas. Un componente ideológico implícito en estas valoraciones es aceptar que "por ahí ya pasaron" los países centrales. Así, en la epopeya neoschumpeteriana de los sectores industriales líderes que guían la economía mundial, la periferia y la semiperiferia quedan relegadas a una especie de "pasado en el presente", lugar donde no hay devenir, transformación o cambio posible. 22 Desde esta perspectiva, la construcción de una frontera tecnológica local que acompañe el despliegue de un régimen tecnopolítico aparece como la condición de posibilidad para desacoplarse de esta temporalidad subsidiaria y abrir el horizonte tecnológico a las necesidades y potencialidades culturales, organizacionales, institucionales y políticas propias. 23 En síntesis, este libro se propone trazar una historia política y tecnológica de la conformación y evolución de una cultura nuclear y de su entorno institucional, proceso que incluye la historización de una tecnopolítica y de una frontera tecnológica a escala de país semiperiférico, que guiaron a la vez que fueron iterativamente reconfigurados por el proceso de construcción de un régimen tecnopolítico. Este proceso presenta un período de crecimiento, diversificación y enraizamiento (1950-1982), un período de debilitamiento y desarticulación (1983-2002) y un tercer período, en curso, de recuperación (2003 en adelante), que será mencionado solamente a
32 - - - - - - - - - - - - E L SUEÑO DE LA ARGENTINA ATÓMICA modo de epílogo. El libro se inicia al final de la Segunda Guerra Mundial, con la conformación en la arena internacional de un mercado nuclear y las primeras iniciativas de institucionalización del sector nuclear en la Argentina impulsadas por el gobierno de Perón. Finaliza con el intento de desguace del régimen tecnopolítico nuclear durante la década de 1990 y con la resistencia de la cultura nuclear, que hará posible la reestructuración del sector luego de la crisis de 2001 y de su relanzamiento cinco años más tarde por un gobierno que recupera los valores del primer peronismo.
Notas 1
Las nociones de centro y periferia están definidas a partir de la antinomia que genera la división del trabajo en los papeles que desempeñan los países en la economía mundial capitalista, diferenciando según Wallerstein (1976: 463) "aquellas zonas en las cuales se concentra la producción diversificada de alta rentabilidad, tecnología avanzada y altos salarios (los países centrales) de aquellas en las cuales se concentra la producción menos diversificada de baja rentabilidad, baja tecnología y bajos salarios (los países periféricos)". Sin embargo, veremos enseguida que para este mismo autor hay una tercera categoría de países que se sitúa entre los países centrales y los periféricos, aquellos que componen la "semiperiferia'', y que son necesarios para comprender la estabilidad del sistema mundial. 2 North (2006 [1990]: 16). 3 Katz (2000: 262). Las comillas dentro de la cita remiten a: David (1994). 4 Chase-Dunn y Reifer (2002). 5 Wallerstein (1974a: 404-405); itálicas en el original. Sobre la noción de semiperiferia, puede verse también: Wallerstein (1974b; 1976). 6 Evans (19Y9: 294-295). 7 Idem (1979: 33-34). 8 Furtado (1970: 204 n. 4). 9 Hall y Chase-Dunn (2006: 49). 10 Lundvall (2009: 380-381). 11 Hughes (1989: 51-52). 12 Hecht (1998: 15). 13 Idem (2001: 257). Con referencia a "la realidad material" de las tecnologías, dice Hecht (2001: 257): "La efectividad de una tecnología como objeto diseñado para cumplir propósitos materiales importa -entre muchas otras razones-, porque la efectividad material de la tecnología puede afectar su efectividad política''. Itálicas en el original. 14 Therborn (1980: 28). 15 Una discusión iluminadora sobre la noción de autonomía en América Latina desde la perspectiva de las relaciones internacionales puede verse en: Russell y Tokatlian (2003). 16 Hecht (1998: 16-17). Puede verse también: Hecht (2001: 257-259).
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Sabato (1973a). The New York Times (1984). 19 Pérez (2009). 20 Se asume una noción gramsciana de hegemonía que alude al poder de un estado en el ejercicio de funciones de liderazgo y gobernanza sobre un sistema de estados formalmente soberanos, donde el poder se presenta como una combinación de coerción y consentimiento. Ver, por ejemplo: Arrighi (2010 [1994]: 28-29). 21 Hughes (1989: 76). Ver también: Hughes (1983: 140). Traducimos momentum como impulso. 22 Un enfoque evolucionista sobre el papel de las tecnologías en el surgimiento de nuevos sectores industriales líderes, puede verse en: Modelski yThompson (1996); Rennstich (2008). 23 En el límite ideal y utópico -expresado por pensadores como Osear Varsavsky en la primera mitad de la década de los setenta a través de conceptos como "estilos tecnológicos" o "estilos de desarrollo"-, en la medida en que un "éxito" tecnológico sectorial en contexto semiperiférico pudiera reproducirse en una tecnopolítica -política tecnológica diría Varsavsky- de escala nacional (o regional) capaz de definir objetivos de largo plazo -un "proyecto nacional"-, estaríamos frente a un caso de impulso de un modelo alternativo de sociedad y al desacople del sistema mundial y del modo capitalista de producción, objetivos que se proponía Varsavsky cuando se preguntaba cómo deben ser la ciencia y la tecnología en una sociedad socialista. Sobre las nociones de "estilos tecnológicos" y "estilos de desarrollo'', puede verse: Varsavsky (1982: 137-174; 233-263). 18
Capítulo 1 La energía atómica como encrucijada histórica
A las pocas horas de que EE.UU. arrojara la segunda bomba atómica sobre la ciudad de Nagasaki -el 9 de agosto de 1945-, la primera ráfaga de proyecciones lúgubres sobre el futuro de la humanidad ya había comenzado a dejar algún espacio en los periódicos norteamericanos a un componente especulativo optimista: si se la utilizaba con sabiduría, la energía atómica también podía ser, según un periódico norteamericano de la época, "una bendición que hará posible que la raza humana pueda crear una aproximación cercana a un paraíso terrestre". 1 Esta frágil hebra de luz que se filtraba en un horizonte incierto no era una manifestación ingenua de un reflejo social de autopreservación. Por el contrario, eran los primeros indicios de una construcción ideológica que se iba a transformar en las próximas décadas en una pieza central de las proyecciones geopolíticas del gobierno norteamericano. Esta tensión dialéctica que combinaba el miedo de las sociedades industrializadas a la destrucción atómica con una incipiente esperanza en la nueva y prodigiosa fuente de energía, marcaba el comienzo simultáneo de la era atómica y la guerra fría. Al lado de la potencia destructiva de la radiación, en tensa convivencia, comenzaba a hablarse de los usos pacíficos de la energía atómica, identificándola con una nueva panacea que haría posible todo tipo de maravillas tecnológicas, como autos atómicos, soles artificiales o la cura del cáncer. Para comprender aquellos aspectos de la política nuclear de EE.UU. que impactarán sobre el desarrollo nuclear argentino -desde las presiones por afuera del espacio de las regulaciones diplomáticas formales hasta las futuras políticas de no proliferación- debe considerarse la tradición
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ideológica de los funcionarios norteamericanos vinculados a la política exterior de su país desde los inicios de la guerra fría. Concebida inicialmente en el contexto de la rivalidad con la Unión Soviética y de los procesos de descolonización que marcan la disolución de los imperios coloniales europeos, los contornos ideológicos de la política nuclear norteamericana están diseñados a partir de la fe en el excepcionalismo del destino nacional de EE. UU. y una concepción mítica de su pasado nacional. Estos componentes justificaron la creencia de sus elites políticas en que su país debía ser la única potencia nuclear legítima. Un efecto visible de largo plazo será la persistencia de políticas discriminatorias contra aquellos países que no eran percibidos como portadores de las virtudes norteamericanas tradicionales y, como corolario, de un comportamiento "civilizado" y, sobre todo, predecible. 2 La historia de la energía nuclear en la Argentina fue tenazmente modulada por esta variable. Estados Unidos era el único país que al final de la Segunda Guerra Mundial disponía de la capacidad organizacional y tecnológica para fabricar bombas atómicas. En su empeño por asegurarse este monopolio y desalentar por todos los medios que otras naciones desarrollaran artefactos atómicos, la primera reacción de su gobierno fue prohibir cualquier forma de transferencia de conocimiento vinculado al átomo. A través de la Ley de Energía Atómica -difundida como "Ley McMahon"-, aprobada por el Congreso norteamericano en julio de 1946, la administración del presidente Harry Truman transformó en información clasificada todo el conocimiento codificado o tácito vinculado a la tecnología atómica. Esta misma legislación autorizaba la pena de muerte para aquellos que revelaran secretos atómicos a otros gobiernos. Incluso países como Gran Bretaña y Canadá, que habían colaborado activamente en el desarrollo de las primeras bombas atómicas "antinazis" durante la guerra, fueron excluidos del acceso a la información. Truman y sus consejeros pensaban que el secreto haría posible, con una alta probabilidad, la preservación del monopolio atómico por los próximos veinte años. Maddock sintetiza: "La retórica y la política de la administración Truman evocaban imágenes de pistoleros del salvaje oeste con armas en sus caderas, sosteniendo la bomba como una amenaza implícita hacia cualquier nación que osara oponerse a Estados Unidos" .3 La ley aprobada por el Congreso norteamericano clasificaba toda información relacionada con el área atómica y creaba la United States Atomic Energy ·
Commission (US AEC) como agencia civil, aunque daba una capacidad de influencia significativa al sector militar. Los miembros del comit-é directivo de la US AEC serían designados por el propio presidente. 4 En paralelo a este proceso, en octubre de 1945 había sido creada la ONU. En enero del año siguiente, bajo la dirección del Consejo de Seguridad de la ONU, se creó una Comisión de Energía Atómica a la que fue convocado Brasil, que había firmado hacía poco tiempo un acuerdo secreto con EE.UU. para proveer a este de uranio y torio. 5 El jefe de la delegación norteamericana, Bernard Baruch, intentó promover en esta comisión un proyecto -conocido como "Plan Baruch"- que era una versión que modificaba una propuesta anterior de EE. UU. conocida como "Plan Acheson-Lilienthal". Este plan proponía crear un organismo internacional que tuviera "el control de la gestión o propiedad de todas las actividades potencialmente peligrosas a la seguridad mundial" y que una de sus principales tareas fuera "obtener y mantener información completa y cuidadosa sobre las fuentes mundiales de uranio y todo". En la lista de "actividades peligrosas" se encontraba la prospección y procesamiento de uranio y torio, el enriquecimiento de uranio y las tecnologías vinculadas al plutonio. En la pr()puesta que Baruch presentó a la ONU en junio de 1946 había un importante agregado. Como garantía de la aplicación efectiva de sus decisiones, el organismo de control debería ser capaz de imponer rigurosos castigos. Puesta en vigencia esta propuesta, EE. UU. se comprometía a eliminar su arsenal atómico. Ahora bien, mientras en la ONU se debatía el Plan Baruch, el Congreso de EE. UU. sancionaba la Ley de Energía Atómica. Diseñada para prolongar en el tiempo el monopolio atómico norteamericano, esta ley hacía virtualmente imposible cualquier forma de control internacional de armas atómicas. Así, las dos iniciativas que promovía EE. UU. eran contradictorias y excluyentes. La Unión Soviética sostuvo que el objetivo de EE.UU. era montar un dispositivo para monopolizar la industria atómica y su representante Andrei Gromyko propuso a la ONU la secuencia inversa: la primera medida debía ser la eliminación de todas las armas atómicas existentes. Después de alrededor de 200 sesiones y más de dos años de debates estériles, la Comisión de Energía Atómica de la ONU permaneció inactiva desde mediados de 1949. 6 Además de estos intentos iniciales de legislar sobre esta nueva tecnología, otro aspecto significativo que acompañó, en EE. UU., el nacimiento
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de la era atómica fue la consolidación de la alianza entre científicos, militares y la administración federal. En paralelo a la escala de inversión de las actividades de investigación -inimaginable al comienzo de la guerra-, algunos resultados contundentes como la penicilina, el radar o la bomba atómica también sirvieron para legitimar las expectativas en la capacidad de los "expertos" para resolver problemas en momentos de crisis. Los científicos -especialmente los físicos- fueron objeto de la atención pública. Además, los gastos federales masivos durante la guerra habían hecho descender el desempleo, corroborando las predicciones de los economistas keynesianos. Los fondos públicos que EE.UU. concentró en investigación y desarrollo, que en 1940 habían sido de 97 millones de dólares, treparon a 1.600 millones en 1945 y alcanzaron los 2.100 millones en 1952. El 1º de febrero de ese mismo año, James Conant, presidente de la Universidad de Harvard y, detrás de Robert Oppenheimer, el segundo civil responsable del Proyecto Manhattan, señalaba en un discurso en el National War College que los militares norteamericanos de alto rango, "demasiado lentos en algunos casos en comprometerse con nuevas ideas desarrolladas por científicos civiles", luego de la bomba habían encarnado algo semejante a un "fenómeno de conversión religiosa'' .7
Militares, industria y recursos naturales Algunos milit_ares y científicos argentinos vieron en esta encrucijada una oportunidad histórica. La primera reacción oficial ante las dos bombas atómicas de agosto de 1945 tuvo como protagonista al general Manuel Savio. Integrante de una generación de oficiales que consideraban que la existencia de una industria nacional integrada era necesaria para garantizar la seguridad del país, Savio sostenía a comienzos de la década de 1930 que el sector militar debía participar activamente del impulso de la industria local.ª A su vez, la consolidación de la industria estaba asociada al problema del acceso a la tecnología. Durante la década de 1940, Savio ocupó un lugar clave al frente de la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM), que había sido creada en octubre de 1941 a partir de la integración de fábricas militares pequeñas y medianas organizadas durante los años treinta. Entre sus objetivos ini-
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dales, este organismo se propuso coordinar las iniciativas industriales y mineras de áreas de interés militar y planificar la instalación de nuevas industrias para la producción de insumos básicos y armamentos. 9 Savio participó activamente en los debates desencadenados al inicio de la Segunda Guerra Mundial acerca de cuál debía ser la estrategia económica del país y el lugar de la industria local en la posguerra. "El peor aspecto de la posguerra es el caos económico", sostenía Savio en 1942, en el auditorio de la Unión Industrial Argentina (UIA), y ponía el énfasis en la necesidad de diversificar la explotación de materias primas e intensificar la producción metalúrgica. 10 El gobierno militar que llegó al poder en junio de 1943, de matriz nacionalista y antiliberal, produjo un marcado giro industrialista a partir del establecimiento de una nueva posición del Estado frente al sector industrial y de una serie de instrumentos que serían los antecedentes de las políticas industriales del peronismo. También impulsó la creación de una burocracia especializada para hacer frente a los problemas que planteaba el desarrollo industrial, como la necesidad de estudiar la cuestión de los combustibles y la energía, así como la programación de su producción y distribución. También se concretó en junio de 1944 el primer régimen de promoción de las "industrias de interés nacional", que protegía a las actividades industriales que empleaban materias primas nacionales o eran de interés para la defensa, y se incrementó, con resultados dispares, la participación directa del Estado en sectores que servían de base para la defensa, como la producción de acero, aeroplanos, automóviles y la industria química.¡¡ En este contexto, luego de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, un sector de las Fuerzas Armadas vio en el desarrollo del área atómica una posible solución a la dependencia de carbón y petróleo extranjero, factor percibido como rasgo central de la vulnerabilidad económica del país.12 Así, a los pocos días de las explosiones atómicas, Savia presentó, a través del Ministerio de Guerra, un decreto por el cual se proponía preservar los depósitos de minerales estratégicos para el área atómica, prohibiendo su exportación. Desde su sanción a fines de septiembre, 13 la DGFM y la Universidad Nacional de Cuyo se hicieron cargo de la prospección de uranio y torio. Ahora bien, para ingresar en la era atómica hacía falta una masa crítica de científicos, ingenieros y técnicos, además de laboratorios, instru-
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mentos y capacidad de organización, administración y financiamiento, conjunto de capacidades que no existían en la Argentina a comienzos de los años cuarenta. El Proyecto Manhattan significó un punto de inflexión que marcó la presencia irreversible de un nuevo "estilo" de investigación y desarrollo tecnológico, más tarde bautizado como "big science". Organizar y financiar la expansión inédita de la investigación fue el principal desafío que EE.UU. enfrentó en la inmediata posguerra. "No tenemos una política nacional para la ciencia'', sostenía un informe dirigido al presidente de EE.UU. un mes antes de finalizar la guerra. I4 La preocupación de Vannevar Bush, ingeniero del Massachusetts Institute ofTechnology (MIT) y encargado de este informe, era capitalizar el impulso inédito que la guerra había dado a las actividades de investigación y desarrollo. Bush proponía una intervención decisiva del gobierno federal, que debería centralizar el establecimiento de prioridades y crear un organismo de financiamiento a escala nacional. La amenaza comunista y la guerra fría definían un contexto de crisis adecuado para que la movilización masiva de los recursos científicos perdurara aun después de finalizada la guerra. Durante los años de posguerra, el reconocimiento de las responsabilidades mutuas entre los gobiernos y las comunidades científicas, la creación de burocracias especializadas y la interacción creciente entre ciencia e industria abrían un horizonte de interrogantes inéditos. Este nuevo escenario ponía en discusión cuál era el significado de la autonomía reclamada por los científicos, qué vínculos debían mantener con la industria y la defensa, qué tipo de compromisos exigir a científicos e ingenieros que trabajaban con fondos públicos, en qué medida el Estado debía intervenir y con qué criterios seleccionar prioridades, cuál era el mejor camino para alcanzar desarrollos tecnológicos útiles para la economía, la sociedad y la seguridad de la nación, entre muchas otras cuestiones. I5 En la Argentina, dos circunstancias contribuyeron a establecer un contexto político poco favorable para hacer confluir en el desarrollo del área atómica los recursos materiales y las capacidades científicas disponibles. Por un lado, la divergencia de intereses y objetivos de científicos, industriales y militares y, por otro, un panorama internacional complejo que incluyó presiones al gobierno argentino ayudan a explicar las primeras iniciativas fallidas en el área atómica. La primera circunstancia se vincula al golpe de Estado del 4 de junio de 1943. La intervención de algunas universidades y la posición
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neutral sostenida por la Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial desencadenaron una respuesta de un grupo importante de intelectuales y profesores universitarios. El 15 de octubre, algunos diarios argentinos publicaron un manifiesto firmado por un grupo de 150 intelectuales y profesores universitarios. "Democracia efectiva por medio de la fiel aplicación de todas las prescripciones de la Constitución Nacional y solidaridad americana por el leal cumplimiento de los compromisos internacionales", reclamaba el manifiesto a las autoridades militares. Todos los firmantes fueron declarados cesantes.I 6 Esta reacción del gobierno de facto puso en marcha un proceso de enfrentamientos que tuvo repercusiones internacionales. I7 Estos episodios, sumados a la movilización popular del 17 de octubre de 1945 y a la polarización previa a las elecciones de febrero del año siguiente -con activa participación del embajador norteamericano en contra de la candidatura de Juan Perón-, pusieron de manifiesto las contradicciones entre, por una parte, los inicios de un proceso político de reivindicaciones sociales acompañado de un proyecto económico industrialista y, por otra, el componente elitista y universalista que desvinculaba los intereses de un grupo importante de científicos de la realidad social y económica locales.
Perón, los dentíficos argentinos y EE. UU. Durante los primeros años del gobierno de Perón se consolida una orientación planificadora de la economía. Como observa Berrotarán, las experiencias de planificación en la posguerra fueron seguidas con atención por el gobierno. La virtual planificación centralizada y la efectividad de las prescripciones keynesianas que EE. UU. heredó de la guerra indicaban cómo el Estado podía desempeñar un papel protagónico en la estabilización y el direccionamiento de una economía capitalista. Is En el caso de la Argentina, estas iniciativas fueron acompañadas por una percepción ambivalente del futuro próximo. En primer lugar, la posguerra despertaba el temor a la repetición de eventos producidos al final de la Primera Guerra Mundial, con la consecuente quiebra de las pequeñas industrias locales que habían prosperado durante la guerra. Y en segundo lugar, el optimismo que infundía una economía en crecimiento. I9
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Esta configuración de factores instalaba en un primer plano el problema de la previsión de las fuentes de energía. A mediados de la década de 1940, el carbón mineral era la fuente de mayores reservas probadas (poco más del 45% en 1946). Le seguía en importancia la energía hidráulica, mientras que los hidrocarburos -petróleo y gas natural- estaban en un nivel equivalente al de los combustibles vegetales (no alcanzaban el 14%). Entre 1946 y 1955, la política energética del gobierno de Perón promovió exploraciones que modificaron la composición de las reservas a favor del gas y el petróleo. Se avanzó en numerosos proyectos energéticos aprobados en el Primer Plan Quinquenal y la Constitución de 1949 declaró a los yacimientos de hidrocarburos bienes nacionales. En este momento se incorporaron las primeras reservas de uranio. 20 Desde los inicios de la primera presidencia de Perón, en junio de 1946, el discurso oficial ponía un énfasis creciente en las áreas de la ciencia y la técnica que pudieran incidir sobre los sectores estratégicos de la economía. A su vez, la orientación planificadora y centralizadora del gobierno de Perón se oponía frontalmente a los reclamos de libertad de investigación y autonomía de un sector de la comunidad científica representado por la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (AAPC), que presidía el fisiólogo Bernardo Houssay. 21 Por su parte, los físicos reunidos en la Asociación Física Argentina (AFA), liderada por Enrique Gaviola, encontraban algunos puntos de interés en la orientación del gobierno. Por esos años, además del propio Gaviola, algunos físicos e ingenieros como Teófilo Isnardi, Ernesto Galloni o Augusto Durelli interaccionaron con empresarios y militares argumentando a favor de la necesidad de crear laboratorios industriales. 22 Así, a diferencia de la orientación hacia la "investigación pura y desinteresada'' del grupo que lideraba Houssay, los físicos y los ingenieros, desde una posición más bien híbrida, si bien compartieron los "valores académicos" de los científicos reunidos en la AAPC, también intentaron fundamentar y promover los vínculos entre ciencia e industria. En 1943, por ejemplo, el físico Teófilo Isnardi -profesor en la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la Escuela Naval Militar y la Escuela Superior Técnica del Ejército- sostenía que la investigación científica en nuestro país "debe vincularse a la actividad técnico-económica''. Para Isnardi, los científicos en las universidades debían
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preocuparse por problemas como los "del petróleo, de los caminos, de las construcciones con un mínimo de material y por lo tanto de costo, de las obras hidráulicas, de la fabricación de aviones, aceros, etc., etc.". 23 Dos años más tarde, el ingeniero Ernesto Galloni -especializado en rayos X y cristalografía, también profesor en la UBA, la Escuela Superior Técnica del Ejército y la Escuela Naval Militar-, secretario de la AFA e integrante del comité de redacción de la revista Ciencia e Investigación que editaba la AAPC, sostenía que "nuestra industria, salvo excepciones, no crea ni sostiene laboratorios, porque no confía en ellos". Para Gallo ni, "nuestras universidades no progresan porque viven alejadas de la industria y carecen de su apoyo económico" .24 Si bien las tensiones políticas iban a jugar un papel en el bloqueo de los vínculos entre física e industria, la institución que se iba a crear para el área nuclear, y no las universidades, iba a ser el lugar en donde se iba a desarrollar la física experimental en la Argentina. También interfirió en la integración del desar~ollo científico a los planes del gobierno la conflictiva relación entre la Argentina y EE. UU. Los inicios de la era atómica encontraron a la Argentina en una posición de tenso aislamiento en el concierto interamericano, al punto de que estuvo cerca de perder su membrecía en la recién creada ONU. La política de coacción frontal que desplegó EE.UU. hasta 1947 puede ser ilustrada con el llamado Blue Book on Argentina, publicado por el Departamento de Estado de EE. UU. poco antes de la elección presidencial que tuvo lugar en la Argentina en febrero de 1946. 25 Concebido como un intento de represalia a la oveja negra del panamericanismo, el propósito de El Libro Azul era presentar supuestas evidencias de que, durante la guerra, el grupo de oficiales encabezados por Perón había trabajado activamente a favor del Eje. 26 Esta iniciativa formaba parte de una operación más amplia y persistente de descrédito que fue acompañada por algunos diarios norteamericanos y por entidades como la American Association of Scientific Workers (AAScW), que acusaban a los profesores universitarios del peronismo de "simpatizantes nacionalistas, nazis, fascistas y falangistas" .27 Cuando la crisis económica argentina alcanzó su punto de mayor gravedad en los años 1951 y 1952, el gobierno de Perón buscó mejorar las relaciones con EE. UU. Sin embargo, aun aquellos sectores del gobierno norteamericano que veían en la industrialización argentina una oportunidad para desplazar los intereses británicos, explica Rapoport, encontraban
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un serio obstáculo en el estatismo, el bilateralismo, el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), la no incorporación al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, las restricciones para la movilización de capitales norteamericanos, la Tercera Posición en las relaciones diplomáticas, todas iniciativas del gobierno de Perón que "contradecían la política de 'puertas abiertas' impulsada mundialmente por los Estados Unidos". 23 Este contexto explica el interés y la inquietud que despertaban en sectores del gobierno norteamericano los intentos incipientes de la Argentina por embarcarse en el desarrollo de la energía atómica. "Preliminary Investigation Concerning Potentiality of the Development of Atomic Energy in Argentina'' es el título de un documento que formaba parte de una investigación secreta promovida por la embajada de EE. UU. en la Argentina. En el marco de estas investigaciones, el químico argentino Venancio Deulofeu -que sería nombrado presidente de la AAPC en 1949- respondió un cuestionario que le fue presentado "a través de un contacto externo de la Embajada''. 29 Ante la pregunta de si algún científico importante estaba en posición de servir al gobierno en el campo de la energía atómica, Deulofeu mencionó a Félix Cernuschi, Enrique Gaviola y Guido Beck. Cernuschi era un científico uruguayo, que había estudiado ingeniería en la UBA, se había doctorado en astrofísica en la Universidad de Cambridge y había abandonado el país al haber quedado cesante en la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), luego del golpe de junio de 1943. Deulofeu aclaraba que Cernuschi en ese momento estaba en EE.UU. y se encontraba en un gran lío con el gobierno. Ahora bien, mientras que Deulofeu afirmaba que Gaviola no había publicado gran cosa en los últimos años, agregaba: "También debo mencionar al doctor Guido Beck (refugiado alemán), quien tiene experiencia en la manipulación de materiales radiactivos y en el estudio de sus radiaciones y transformaciones". Beck era austríaco -no alemán- y su perfil científico era el de un físico teórico. Antes de la guerra se había desempeñado como asistente de Werner Heisenberg y había llegado a la Argentina en mayo de 1943. 30 Los comentarios de Deulofeu, como veremos, iban a perjudicar a Beck y a ser utilizados contra el gobierno de Perón.
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Los físicos entre la academia y la industria La reacción de la pequeña comunidad argentina de físicos a la irrupción de la cuestión atómica fue canalizada a través de la AFA. La AFA había sido formalmente creada en agosto de 1944 y Gaviola -doctorado en Güttingen, desde 1940 director del Observatorio Astronómico de Córdoba- era su primer presidente. Cuenta Gaviola: "De los 26 concurrentes a la Asamblea no menos de 14 eran estudiantes". 31 Desde comienzos de la década de 1930, con poco sentido de la diplomacia, Gaviola promovía en notas periodísticas y folletos el mejoramiento de las condiciones para la práctica de la investigación en las universidades. Durante la década siguiente, preocupado por el escaso número de físicos que había en el país, Gaviola buscó interlocutores -especialmente entre militares y empresarios- que pudieran interesarse en el impulso de la física experimental. También consideró que había que atraer científicos extranjeros de primera línea.32 Uno de sus principales logros en esta dirección había sido la obtención de la residencia permanente de Beck. Ante la noticia de las primeras explosiones atómicas y la creciente difusión de una retórica que promovía la energía atómica como una nueva panacea, Gaviola y Beck vieron en el desarrollo nuclear una oportunidad para impulsar la creación de una institución dedicada a la física experimental. En una reunión de la AFA, en abril de 1946, Gaviola presentó una comunicación donde especulaba sobre los aspectos científicos y tecnológicos de las reacciones en cadena, la física de reactores, la producción de plutonio. También propuso un hipotético diseño experimental de bomba atómica. Gaviola sostenía que se había terminado la era de "la ciencia libre internacional" y que había comenzado otra, "la de la ciencia nacional al servicio de la guerra''. Y agregaba: "Todo lo que se haga por mitigar este mal será beneficioso para la ciencia" .33 El agradecimiento final de Gaviola a Beck sugiere la colaboración del físico austríaco en la comunicación. En junio, Gaviola envió un memorándum a los ministros de Guerra y de la Armada, que también hizo público. 34 Allí Gaviola sostenía que la Argentina atravesaba una encrucijada inmejorable para atraer científicos europeos de primera línea. Muchos de ellos estaban experimentando la opresión de la inseguridad económica y la censura que atravesaba la Europa de posguerra. Gaviola urgía a los militares a tomar partido en esta oportunidad
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única para el país: "Una coyuntura tan favorable como la presente, para convertir a la Argentina en un país civilizado y culto, puede no volver a presentarse en los próximos cien años". Como contraste Gaviola evaluaba el magro escenario científico local: "El número de físicos y químicos capaces de investigar con provecho es actualmente en el país seguramente inferior a veinte. Ninguno de ellos ha revelado ser -hasta ahora- de primera línea''. Y agregaba: "Si tuviéramos mil-y entre ellos tres o cuatro de primera línea- la industria podría abrir laboratorios industriales, las universidades podrían tener profesores que supiesen enseñar a investigar investigando [... ] y podríamos construir institutos tecnológicos. Pero tenemos veinte". La propuesta concreta de Gaviola era crear una "Comisión Nacional de Investigaciones", independiente de la esfera militar. Su propuesta, sostenía, también sería útil para atraer a algunos de los científicos argentinos que habían sido separados de sus cargos en las universidades y minimizar de esta forma el impacto de la conflictiva relación de la comunidad científica con el gobierno. 35 Aquel mismo año, Gaviola se enteró de que estaba por ser creado un "Instituto Radiotécnico" a través de un acuerdo entre el Ministerio de Marina y la UBA. Junto con el matemático Alberto González Domínguez, Gaviola fue convocado por el jefe de Comunicaciones Navales, quien le hizo saber que buscaban un premio Nobel para integrar el plantel de profesores del nuevo instituto. Beck y Gaviola escribieron a Heisenberg. Cuenta Gaviola que Beck recibió respuesta en noviembre. Heisenberg viajaría a Buenos Aires por un corto período si podía obtener de las fuerzas de ocupación británicas el permiso para dejar Alemania. Las negociaciones no prosperaron. A fines de febrero de 1947 circuló que las autoridades británicas habían negado a Heisenberg el permiso. La solicitud, sostenía The New York Times, "no podría ser otorgada 'por obvias razones"' .36 Desde el Ministerio de Marina argentino se le comunicó a Gaviola que había habido un cambio de planes, que el nuevo instituto sería un laboratorio de técnica aplicada y no un centro de investigación científica. 37 En una carta al jefe del Estado Mayor General de la Armada, con fecha del 11 de marzo, Gaviola reconocía que el fracaso de las negociaciones se debía a la interferencia de las autoridades de ocupación británicas. Sin embargo, Gaviola increpaba a la Armada por no haber mostrado interés y no hacer honor a los compromisos asumidos: "¿Es que la Argentina sigue siendo
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'Dominio Honorario' inglés como en los tiempos de la Conferencia de Otawa?". Gaviola describía con sarcasmo la formación técnica recibida por los oficiales argentinos: "La base científica de un joven oficial ni es ancha ni es sólida: es elemental [... ] el resultado es un curandero técnico". Gaviola terminaba su carta aludiendo a "los compromisos materiales y morales" contraídos con Heisenberg. Si estos no se cumplían, "el prestigio internacional del país en el mundo científico y técnico sufriría grandemente" .38 Comprender el lugar de Heisenberg en Alemania puede ayudar a evaluar el enojo de Gaviola. Un informe de 1947 realizado por dos matemáticos que habían migrado a Estados Unidos luego del ascenso del nazismo explicaba que la Universidad de Güttingen era el lugar más destacado de Alemania y que, si la ciencia europea iba a ser reconstruida, entonces esta universidad tenía "una buena chance de transformarse nuevamente en uno de los grandes centros científicos internacionales". El informe también sostenía que Gottingen, después de la guerra, "era un refugio favorito para los científicos", y aclaraba que allí, además de Otto Hahn, Max von Laue y Carl von Weizsacker, también se encontraba Heisenberg, que era "por lejos el centro más importante y vital de actividad". Desde la perspectiva norteamericana, lo que era "más específicamente interesante" eran los trabajos de Heisenberg sobre turbulencia. 39 Este informe sugiere dos debilidades en la posición de Gaviola. La primera, que Heisenberg aparecía muy comprometido con la reconstrucción de las actividades de física en su país y que, por lo tanto, la aceptación de Heisenberg no significaba una aceptación para viajar a la Argentina por un período prolongado. La segunda debilidad de la posición de Gaviola que se infiere del informe viene dada por el marcado interés de Gran Bretaña y EE. UU. en la figura de Heisenberg. Este interés, fundado tanto en motivos científicos como políticos, hace pensar que las gestiones diplomáticas desde la Argentina habrían tenido escasos resultados. En paralelo con el "ajfair Heisenberg", en agosto de 1946, Gaviola había logrado captar la atención del general Savia, con quien había mantenido dos extensas reuniones en Fabricaciones Militares. El físico argumentó a favor de crear una Comisión Nacional de Investigaciones. Este proyecto, entre sus requisitos, ponía énfasis en la naturaleza civil de la institución y en la necesidad de garantizar "libertad científica''. Para su sorpresa, encontró que Savia "tenía un proyecto en sus manos de 'Instituto Nacional
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de Investigaciones Físicas', dependiente del Ministerio de Guerra, proyecredactado por Teófilo Isnardi". Cuenta Gaviola que, ante sus objeciones, Savio estuvo de acuerdo en redactar un nuevo proyecto centrado en "la creación en la Presidencia de la Nación de una Secretaría de Investigaciones Científicas y dependiendo de ésta, de una Dirección General de Investigaciones Científicas, con autarquía y un amplio presupuesto". Sin embargo, para consternación del físico, un mes más tarde se podía leer en los diarios que el Poder Ejecutivo había presentado al Congreso un proyecto de ley donde se proponía la creación de un Instituto Nacional de Investigaciones dependiente del Ministerio de Guerra. "Para la Asociación Física Argentina este proyecto era inaceptable, había que pararlo", concluía Gaviola. 40 Efectivamente, con la firma del propio Perón y de sus ministros de Guerra y de Justicia e Instrucción Pública, se había presentado al Parlamento, a comienzos de septiembre de 1946, la propuesta de creación de un Instituto Nacional de Investigaciones Físicoquímicas, que daba un lugar central al desarrollo de la energía atómica. 41 Por carta, Savio intentó explicarle a Gaviola, desde una perspectiva más bien pragmática, las razones por las cuales el gobierno había decidido avanzar con aquel proyecto. La respuesta de Gaviola a Savio volvía a la carga con la inconveniencia del secreto, fundando el argumento en que el secreto en ciencia sirve a menudo "para escudar la ineptitud y la charlatanería'' y que "el fantasma de la dependencia de militares" asustaría a los hombres de ciencia y técnicos extranjeros de primera línea, que estarían dispuestos en otras condiciones a radicarse en el país. Una breve evaluación retrospectiva de ambas posiciones parece inclinar la balanza a favor de la posición de Savio. En primer término, si se considera, por ejemplo, el impulso que la física en EE. UU. o la Unión Soviética recibía a partir de sus vínculos con sus sectores militares, supone cierto grado de idealización y anacronismo la defensa de Gaviola del científico como un rebelde intelectual que rechaza la autoridad jerárquica. En segundo término, muchos científicos extranjeros migraron a la Argentina durante este período, si bien las migraciones más importantes en caudal y en calidad se enfocaron en EE. UU. y la Unión Soviética, justamente aquellos países donde el secreto tuvo sus manifestaciones más extremas. Ahora bien, Gaviola difundió su respuesta a Savio entre científicos y políticos. Cuenta Mariscotti que el senador de San Luis, Luis Sosa Loyola, to
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le escribió a Gaviola: "Después de su carta el proyecto está muerto". Y agrega Mariscotti: "Con todo, el proyecto de Savio no era malo. En realidad, visto ahora con la perspectiva de casi cuatro décadas [1985], el texto presentado a la Cámara de Senadores era excelente y mueve a imaginar los resultados de haber sido aprobado". 42 En este punto parece justo comenzar a pensar en la capacidad de obstrucción del proceso de institucionalización de las actividades de ciencia y tecnología que por esos años ostentaban algunos de los más destacados científicos argentinos en nombre de posiciones que las décadas siguientes mostrarían que, como mínimo, adolecían de buena dosis de ingenuidad. Sin embargo, Gaviola no era el único que pensaba en la conveniencia de que las investigaciones en física y química quedaran bajo la órbita civil. El 28 de septiembre, dos senadores de la provincia de Mendoza también propusieron la creación de un Instituto Superior de Investigaciones Científicas como ente autárquico dependiente directamente del Poder Ejecutivo y con un presupuesto de 200 millones de pesos (alrededor de 50 millones de dólares). Finalmente, dos senadores de San Luis -uno de ellos, el ya mencionado Sosa Loyola- presentaron el 13 de diciembre un proyecto de "Instituto Nacional de Investigaciones Físicas y Químicas" con dependencia del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública y un presupuesto inicial de 20 millones de pesos (alrededor de 5 millones de dólares). 43 Este último proyecto, que decidió apoyar la AFA, fue el aprobado en septiembre de 1948 por el Parlamento, aunque con el pedido expreso del Poder Ejecutivo de transferir su dependencia al Ministerio de Guerra. Sin embargo, la sanción necesaria del Poder Ejecutivo para convertir el proyecto en ley nunca llegó. 44 A modo de síntesis parcial, digamos que un claro indicio de la relevancia política que cobró la energía atómica es el despliegue de iniciativas de organización de las actividades de investigación en física y química que, entre 1946 y 1948, fueron impulsadas desde el Congreso, el Poder Ejecutivo, las Fuerzas Armadas o la propia comunidad científica con la colaboración vacilante de un grupo de industriales. Es una novedad de este período la apertura del debate político hacia problemáticas como los vínculos entre ciencia e industria, "ciencia civil" versus dependencia militar de la investigación, libertad de investigación y ciencia desinteresada versus "investigación estratégica''.
50 - - - - - - - - - - - - - E L SUEÑO DE LA ARGENTINA ATÓMICA Una encrucijada de acontecimientos fue desplazando la estrategia del gobierno para impulsar el ingreso del país en la era atómica. Además del fallecimiento del general Savia en julio de 1948, tres eventos -dos de ellos ocurridos en el complejo mes de febrero de 1947 y el tercero en agosto de 1948, un mes antes de que la Cámara de Senadores sancionara el proyecto de creación del Instituto Nacional de Investigaciones Físicas y Químicasaparecen entre las razones que hacen posible entender la decisión del gobierno de pasar finalmente por alto las tres propuestas debatidas en el Congreso, las cuales "habían provocado comentarios antiargentinos en el extranjero", según Gaviola. 45 Esta alusión a los "comentarios antiargentinos" se vincula con el primer evento, desencadenado por un artículo publicado en el semanario norteamericano The New Republic, cuyo director, Henry Wallace, había sido secretario de Agricultura de Roosevelt y luego su vicepresidente. Mientras ocupó este último cargo, encabezó varias misiones diplomáticas a América Latina para promover que la región tomara posición en contra del Eje. En la edición del 24 de febrero de 1947 -el mismo día en que algunos diarios norteamericanos comentaban la prohibición a Heisenberg de viajar a la Argentina-, The New Republic anunciaba en tapa: "Exclusive - Perón's Atomic Plans". Su autor, William R. Mizelle, corresponsal de The New Republic en Buenos Aires, comenzaba su nota afirmando que \Y/erner Heisenberg había 'sido invitado por el gobierno de Perón y que "con una gran fuente de uranio descubierta en la Argentina, esta nación está lanzando un programa militar de investigación nuclear para romper la caja de Pandora de la energía atómica". Y agregaba que los "propósitos francamente militares no pueden ser despreciados como sueños poco prácticos de una pequeña nación". La Argentina "tiene los materiales y el dinero, y ha hecho previsiones para disponer de hombres con el know-how científico y técnico necesario". El artículo hablaba del uranio que había en el país, de la frustrada invitación a Heisenberg, de los proyectos discutidos en el Congreso argentino y presentaba a Beck como "oficialmente el astrofísico", pero en los hechos un experto en física atómica que "ha trabajado con la mayoría de los gigantes de la física nuclear". El artículo citaba la "entrevista exclusiva'' a Beck, donde el físico austríaco, según Mizelle, sostenía "que el presente nivel de competencia científica y técnica de la Argentina puede duplicar el progreso ya hecho en el campo de la física nuclear vía el ahora muy
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transitado camino que conduce a la bomba atómica''. El corresponsal de The New Republic también había entrevistado a Teófilo Tabanera, ingeniero de la UNLP que se desempeñaba como funcionario de Gas del Estado. Mizelle contaba que Tabanera había comparado la región de La Pampa con el desierto de Los Álamos, lugar emblemático donde se había desarrollado la bomba atómica norteamericana. 46 La repercusión del artículo de Mizelle motivó a Gaviola y a Beck a dar respuestas públicas. En una entrevista publicada el 27 de marzo en el diario porteño Crítica, Gaviola argumentó que, además de Heisenberg, otros cuatro científicos habían sido invitados por el Instituto Radiotécnico, ninguno de ellos en el área de la energía atómica, sino más bien seleccionados pensando en el posible mejoramiento técnico de las comunicaciones radiotelefónicas dentro del país y, especialmente, en aplicaciones de radar.47 Por su parte, Beck envió una carta aclaratoria a Wallace. Allí sostenía que en la entrevista con Mizelle no recordaba haber dicho "nada que pudiera hacerle creer que mi actividad en este país, como astrofísico del Observatorio de Córdoba, tenía alguna relación con el plan del gobierno o con investigación sobre energía atómica". También explicaba que nada vinculaba a la AFA con los planes del gobierno, y que Heisenberg había sido invitado para formar físicos.'¡ª The New York Times también citaba a Beck: "Es completamente falso que mi trabajo esté conectado con problemas de energía atómica o con proyectos del gobierno". 49 La carta de Beck fue reproducida en The New Republic, pero junto a una carta de réplica de Wallace y, además, ambas cartas a continuación de un segundo artículo de página y media de Mizelle titulado "More About Peron's Atom Plans". En este segundo artículo, Mizelle se centraba en las versiones que intentaban explicar por qué no se le había permitido a Heisenberg viajar a la Argentina y aludía a las repercusiones que había tenido en Brasil su primer artículo. También Mizelle comentaba con ironía la dura respuesta del diario argentino Democracia, que asociaba a "Mizella'' (así lo llamaba el diario oficialista) con la actividad de Arnaldo Cortesi, corresponsal en Buenos Aires de The New York Times, que había recibido el premio Pulitzer en 1946 "por reportar las opresiones del régimen de Farrell-Perón". 50 Por su parte, Wallace en su respuesta desautorizaba los argumentos de Beck. De paso, se presentaba a sí mismo como un esforzado luchador por el control civil de la energía atómica "en interés de la paz y de
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la elevación de los niveles de vida en cualquier lugar del mundo". Con un desconocimiento ofensivo, finalizaba: "Me disgusta profundamente, Dr. Beck, que científicos como usted mismo, tal vez inocentemente, estén siendo empujados o forzados a realizar acciones que pueden fácilmente derivar en una catástrofe mundial en un tiempo futuro". 51 Este juego de falacias de la revista The New Republic debe entenderse en el marco de una estrategia más amplia, en la que participaban otros medios de la prensa norteamericana, con el objetivo de desprestigiar y fustigar al gobierno de Perón. Por un lado, el historiador brasileño Cabral incluye a Mizelle en una lista de periodistas norteamericanos y argentinos que fueron empleados por agencias de inteligencia de EE. UU. 52 Por otro lado, cuenta Rapoport que, durante la guerra, Wallace era partidario de la "línea dura" hacia la Argentina y uno de los que alimentaba cierto rencor como consecuencia de las discriminaciones comerciales mutuas entre ambos países durante los años treinta. 53 Barsky y Gelman, al tratar el boicot que EE. UU. aplicó, entre 1942 y 1949, a las exportaciones agrícolas argentinas y a la importación de insumos y bienes de capital, señalan que Wallace -como representante del Estado de Iowa- había sido parte del populismo agrario más radical y autor de una de las medidas más drásticas del boicot económico a la Argentina: el congelamiento de los activos financieros argentinos en EE. UU. 54 Desde antes del artículo de Mizelle, The New Republic venía participando activamente de la campaña de prensa que hostigaba al gobierno de Perón. 55 Un segundo evento que podría haber influido en la decisión del gobierno argentino de avanzar con cautela por un camino menos ortodoxo que la creación del instituto aprobado por el Congreso ocurrió también en febrero y se vincula al "gesto" ampuloso de apoyo de EE. UU. a Tomás Beretta, el nuevo presidente de Uruguay, antiperonista declarado a voces. Fuerzas navales norteamericanas -un crucero y cuatro destructores- desfilaron por las costas uruguayas y ocho bombarderos B-29 realizaron "Un vuelo de buen vecino" -en referencia a la "política de buena vecindad" promovida por Roosevelt- y aterrizaron en Montevideo el día que Beretta asumió la presidencia de su país. Graham Hovey, el corresponsal de The New Republic enviado a Uruguay a cubrir el evento, se refería a esta prueba de que Uruguay podría contar con EE. UU. en su tensa relación con la Argentina como "una sutil aplicación de la diplomacia del gran garrote". Si
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bien el nuevo presidente uruguayo rápidamente iba a componer las relaciones con la Argentina, Hovey forzaba otra lectura: "No es que los uruguayos consideren ahora al régimen de Perón favorablemente. La mayoría siente un gran desprecio por este dictador amateur [... ] Pero junto a este desprecio, la mayoría de los líderes políticos uruguayos le temen a Perón''. Finalmente, Hovey mencionaba que los uruguayos estaban preocupados por las investigaciones atómicas promovidas por el gobierno argentino. 56 En este punto, es importante recordar que durante aquellos mismos días EE. UU. trataba de impulsar en la ONU el Plan Baruch, que preveía la aplicación de sanciones severas contra aquellas naciones que desarrollaran programas atómicos "ilegales", como sería el caso de la Argentina, según intentaba demostrar The New Republic.57 La frustrada invitación a Heisenberg, los desacuerdos con Savio y las tensiones ocasionadas por sus reiterados reclamos para mejorar las condiciones de trabajo en el Observatorio de Córdoba impulsaron a Gaviola a renunciar a su cargo de director de esta institución en julio de 1947 y a abandonar la escena pública. Hasta 1951, Gaviola trabajó en la empresa de León F. Rigolleau como asesor científico, continuó vinculado a la AFA y, cada tanto, apareció en algún foro para señalar lo que a su juicio eran debilidades o desaciertos políticos. 5ª Antes de su renuncia, Gaviola había obtenido de la Dirección General de Inmigraciones la residencia permanente de su antiguo maestro, el físico alemán Richard Gans. 59 Luego de algunas penurias padecidas durante la guerra -en 1943, a los 63 años, había sido obligado a realizar trabajos forzados-, Gans arribó a la Argentina en mayo de 1947 y, con cierto desgano, aceptó su elección en 1950 al cargo de presidente de la AFA, aunque renunció poco tiempo después y, desde 1951, se dedicó a las telecomunicaciones en el Instituto Radiotécnico. 6° Como se verá, en 1952, en circunstancias excepcionales, será convocado por el gobierno como Consejero Científico. 61 Lo cierto es que, al margen de los aportes que hicieron a la formación de físicos argentinos o de acercamientos ocasionales al gobierno, ni Beck, ni Gans, ni Gaviola estuvieron implicados en los primeros estadios del desarrollo de la energía atómica en la Argentina. De esta forma, a las presiones norteamericanas, que tuvieron como manifestaciones más visibles la campaña de The New Republic y el despliegue de fuerzas militares en territorio uruguayo, y al complejo panorama
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universitario que afrontaba el gobierno con la promulgación de la nueva ley universitaria que entró en vigencia el 1º de enero de 1948, se sumaba u~ tercer evento que motivó la decisión de postergar el proyecto de creación de un instituto para el desarrollo de la física y la química. 62 A fines de agosto de 1948 Perón conoció al físico austríaco Ronald Richter. Este encuentro terminó de decidir el rumbo de las primeras iniciativas importantes en el desarrollo del área nuclear en la Argentina.
La ilusión del camino corto y las primeras instituciones Richter se había graduado en la Universidad Alemana de Praga y había trabajado en Berlín, en el laboratorio de Manfred von Ardenne, que había participado en el proyecto nuclear del Tercer Reich y que, terminada la guerra, había emigrado a la Unión Soviética. 63 Richter llegó en secreto a la Argentina a mediados de agosto de 1948, como parte de un grupo de ingenieros, técnicos y pilotos de prueba alemanes liderados por el experto en diseño y desarrollo aeronáutico Kurt Tank. 64 El 24 de agosto, por recomendación de Tank, Perón conoció a Richter, quien logró persuadir a aquel sobre la posibilidad de obtener energía por el proceso de fusión controlada. Según Richter, el costo del proyecto -alrededor de seis millones de dólares- era mil veces menor que lo invertido por EE. UU. en el Proyecto Manhattan. Sin el asesoramiento de los pocos físicos que podrían haber ayudado a Perón a evaluar la propuesta, avalado por la recomendación -y el prestigio- de Tank, Perón comenzó a dar apoyo irrestricto a los planes de Richter. En junio de 1949 se decidió impulsar la construcción de un conjunto impresionante de instalaciones en Bariloche (provincia de Río Negro), con sus principales laboratorios e instrumentos en la isla Huemul. 65 Un hecho que contrarió desde el principio los planes del gobierno fue la negativa de Richter de incorporar investigadores argentinos. El físico austríaco solo aceptó incorporar a dos colaboradores venidos de Alemania por pedido del propio Richter. 66 Más tarde, el coronel Enrique González, amigo personal de Perón y administrador pragmático, a quien Perón había encargado la gestión de los trabajos en Huemul, explicaba que el problema de satisfacer el deseo de Richter de trabajar con la más absoluta independencia "radicaba en la falta de una partida especial de presupuesto".
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Dado que González era entonces también el titular de la Dirección Nacional de Migraciones, inicialmente se había autorizado la inversión de parte de los fondos reservados a su ~i:posición -apr~ximada~e~te dos millones de pesos- hasta que la creac1on de un orgamsmo ofic1al1zara y regularizara la situación. 67 Finalmente, el 31 de mayo de 1950 se firmó el decreto de creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) para administrar e impulsar las iniciativas de Richter, y se nombró a González, autor del decreto, secretario general de la CNEA. El decreto aclaraba que este nuevo organismo dependería directamente de la Presidencia de la Nación a través del Ministerio de Asuntos Técnicos, a cargo del médico Raúl Mendé, y que su finalidad sería coordinar, estimular y controlar las investigaciones atómicas que se realizaran en el país. El texto del decreto aludía explícitamente a la orientación pacífica de la nueva institución: "Que la República Argentina, despreocupada de toda intención ofensiva, puede trabajar en este orden de cosas también con elevado sentido de paz en beneficio de la humanidad". Sin embargo, el decreto no desconocía el carácter dual de la tecnología atómica al explicitar también "la adopción de las previsiones necesarias a los fines de la defensa del país y de las personas contra los efectos de la radioactividad atómica". 6 ~ La creación de la CNEA también significaba el primer reconocimiento explícito de la existencia de actividades en el área atómica. González además quedó a cargo de la Dirección Nacional de Investigaciones Técnicas (DNIT) -creada en julio de 1950 también bajo dependencia del Ministerio de Asuntos Técnicos-, 69 iniciativa que mostraba la intención del gobierno de contar con un organismo de coordinación y planificación de las actividades técnicas y científicas a nivel nacional. Ante la noticia de la creación de la CNEA, Gaviola envió a González copia de sus artículos de 1946. González le agradeció y le envió copia autenticada de los decretos de creación de la CNEA y la DNIT, además de expresarle "los vivos deseos de estos organismos de poder contar con su valiosa colaboración científica''. Gaviola respondió a los pocos días que estaba dispuesto a prestar su "modesta colaboración en todo momento" Y proponía: "Ella podría ser formalizada, salvo su mejor opinión, mediante una designación de asesor científico de dichas comisiones o del señor Secretario General" .70 En los meses siguientes se avanzó en el contrato que
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incorporaría a Gaviola como asesor de la CNEA y la DNIT. Sin embargo, cuenta Mariscotti, si bien Gaviola llegó a firmar el contrato, una charla entre Gaviola y Mendé disuadió a este último y a González de no concretar la incorporación. 71 Estas iniciativas del gobierno fueron complementadas por actividades de difusión dirigidas a la opinión pública. En septiembre, la publicación del primer número de la revista trimestral Mundo Atómico puso en circulación las expectativas que el gobierno enfocaba sobre las potencialidades de la energía atómica. Concebida como revista de divulgación científica, a través de esta publicación fue posible difundir la representación oficial acerca del lugar que debían ocupar las actividades de ciencia y técnica en el proceso de construcción de la "Nueva Argentina'' .72 Un hito equívoco de estos primeros pasos tuvo lugar en la mañana del sábado 24 de marzo de 1951. Ese día Perón organizó una conferencia de prensa en la Casa Rosada, que fue transmitida por radio a todo el país. Con la presencia de Mendé, González, el presidente de la Cámara de Diputados, entre otros funcionarios, y Richter a su lado, Perón anunció que a mediados de febrero de 1951, "en la Planta Piloto de energía atómica, en San Carlos de Bariloche, se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica''. Los títulos festivos que utilizó la prensa local para saludar el anuncio contrastaban con el escepticismo de la prensa internacional. Heisenberg, interrogado por The New York Times y el Neue Zeitung de Múnich, pensaba que el logro anunciado tenía pocas probabilidades de ser correcto. 73 Otto Hahn sostuvo en el diario norteamericano The Wáshington Post que nunca había oído hablar de Richter. 74 The London Times y la agencia France Press citaban a científicos británicos y franceses que expresaban su incredulidad. Con el título ''Atomic Claim 'Crazy', U.S. Astronomer Says", The Wáshington Post presentaba la opinión de un astrónomo del Observatorio Naval de EE.UU., que sostenía que era absurdo pensar que una explosión producida en la Tierra pudiera alcanzar una temperatura comparable a las registradas en las estrellas, 75 afirmación que sería desmentida por la explosión de la primera bomba de hidrógeno a fines del año siguiente. El episodio fue cubierto con detalle por Mundo Atómico. En sus páginas el propio Perón explicaba que la Argentina se había dedicado a evaluar si debía seguir el mismo camino que EE.UU., Gran Bretaña y Rusia -la
fisión nuclear del uranio-, con "la consiguiente inversión de enormes capitales, o si era preferible correr el riesgo de crear un camino nuevo que condujera a superiores resultados, pero que también podía conducir a un fracaso". La segunda opción fue la elegida: "La Nueva Argentina decidió afrontar el riesgo". Y aclaraba el presidente argentino que "la Argentina necesita energía atómica y está firmemente decidida a producirla y emplearla únicamente en usinas, hornos de fundición y demás aplicaciones industriales" .76 A continuación de las palabras de Perón se reproducía la conferencia de Richter y su posterior charla con los periodistas en la quinta presidencial de Olivos. Richter también aludía allí a la cuestión de la bomba -"conocemos los procesos que conducen a la obtención de la bomba de hidrógeno"-, aunque aclaraba que "sabemos que son enormemente costosos", que "sólo tendría desventajas para nosotros" y que "el señor Presidente se opone a eso" .77 La portada del número siguiente de Mundo Atómico presentaba un retrato de Ronald Richter. Esta edición se iniciaba con un editorial que reproducía partes del discurso pronunciado por Perón el 1º de mayo, que hacían mención a "las realizaciones energéticas" y a la preocupación por enfatizar las intenciones pacíficas del gobierno. La Argentina, sostenía el editorial, "no está poseída por el nervioso afán de fabricar armas de destrucción ni de aniquilamiento". Por el contrario, "quiere paz y progreso, quiere emplear el descubrimiento, entre otras cosas, en usinas atómicas que lleven luz, alegría y bienestar a todos los habitantes de su inmenso territorio" .78 Al margen de las repercusiones internacionales y de las evaluaciones escépticas, el anuncio de Perón motivó el inicio de las investigaciones formales para la construcción de un reactor de fusión en EE.UU. A fines de julio la US AEC otorgó cincuenta mil dólares a Lyman Spitzer, un físico joven que estaba al frente del Departamento de Astronomía de la Universidad de Princeton. Cuenta Mariscotti que en las actas de la reunión en que se aprobó el subsidio se puede leer que la investigación que se promovía se "encuadraba en el área en la cual Ronald Richt~r, trabajando en la Argentina, sostenía haber tenido éxito". 79 A fines de mayo, en un "informe semanal" dirigido al Departamento de Estado de EE.UU. por funcionarios norteamericanos en Buenos Aires, se informaba con detalle sobre la creación, por decreto presidencial, de la
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Planta Nacional de la Energía Atómica en Bariloche y de "una serie de organismos dependientes del Poder Ejecutivo que serán responsables del desarrollo de la energía atómica''. El mismo documento aclaraba:
viembre de C. e I. [Ciencia e Investigación] con su crónica de la AFA y la renuncia de Beck ha provocado gran enojo en las altas esferas". 83 Sin embargo, la principal preocupación por esos días se enfocaba en los laboratorios de Huemul. Además de las críticas de la AFA, González había recibido opiniones escépticas de los físicos Isnardi y José Collo y había intentado fiscalizar sin éxito los "avances" de Richter. El malhumor generalizado, la creciente tensión que ocasionaba la falta de resultados y las permanentes disputas motivadas por las exigencias de Richter provocaron la renuncia de González en febrero de 1952. Su lugar fue ocupado por el capitán de Fragata Pedro Iraolagoitía, antiguo edecán de Perón. Este recambio de individuos significaba, de hecho, el paso del sector de energía atómica, hasta entonces dependiente del Ejército, a manos de la Armada. Durante las siguientes tres décadas, oficiales navales estarían al frente del área nuclear. Perón fue persuadido por Iraolagoitía de iniciar una investigación sobre la confiabilidad de los supuestos resultados obtenidos en Huemul, aunque rechazó el nombre de Isnardi para presidir la comisión. 84 Con este objetivo fueron organizadas dos "pericias científicas" a cargo de dos comisiones evaluadoras que concluyeron que los experimentos y las afirmaciones de Richter no tenían fundamento. En la visita a la isla Huemul realizada por la segunda comisión, a comienzos de septiembre, había participado José Balseiro, el físico argentino que contaba con la mayor confianza del gobierno. Si bien el informe de Balseiro fue el más concluyente y categórico en cuanto al carácter fraudulento de los trabajos del físico austríaco, Mendé solicitó a Gans y a su colaborador Antonio Rodríguez un tercer dictamen. Entregado el 20 de octubre, este informe también descalificaba los trabajos de Richter. 85 Finalmente, el 22 de noviembre de 1952 el proyecto Huemul fue clausurado. Mientras Richter se encontraba en Buenos Aires, una operación militar conducida por Iraolagoitía ocupó las instalaciones de Bariloche. 86 Desde la clausura del proyecto Huemul, la historia de Richter ha ejercido una atracción poco común y, desde hace un tiempo, en ámbitos donde la tensión peronismo-antiperonismo no nubla el pensamiento, el nombre del físico austríaco parece estar disputando un lugar como exótico pionero en la temprana historia de la fusión controlada. En 2003, un físico teórico de la Universidad de Nevada publicaba en la revista Physics Today
La definición de las políticas y el control son responsabilidad de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Esta es presidida por el presidente de la nación y está integrada por el ministro de Asuntos Técnicos, por el director de la Planta de Energía Atómica y por el secretario general de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Por decreto se transfiere al Ministerio de Asuntos T écnicos una unidad del ejército cita en Bariloche. 80 Este informe se refería al complejo decreto 9.697, del 17 de mayo de 1951, aunque pasaba por alto una iniciativa que tendría consecuencias cruciales: en su artículo séptimo se decretaba la creación de la Dirección Nacional de la Energía Atómica (DNEA), como organismo dependiente del Ministerio de Asuntos Técnicos. Además de heredar algunas de las funciones originales asignadas a la CNEA, que pasaba a ser órgano de consulta y asesoramiento del Poder Ejecutivo, la DNEA debía formar el personal técnico y adquirir los equipos necesarios para la investigación y aplicación de la energía atómica. González, secretario general de la CNEA, también quedó a cargo de la dirección de la D NEA. Con la creación de la DNEA en Buenos Aires el gobierno se proponía abrir el juego.· Por un lado, Richter se negaba a incorporar científicos argentinos a su proyecto. Por otro lado, el gobierno también era sensible a la crítica de los físicos. A fines de septiembre, en una reunión de la AFA en Córdoba, tanto Gaviola como Beck hicieron sus descargos. Gaviola apuntó al deterioro de las universidades nacionales. 81 Beck comunicó su renuncia a la AFA y su partida a Río de Janeiro, decisiones que justificó "por la falta de garantías mínimas que considero indispensables para poder efectuar mi trabajo con éxito". Beck se había referido también al "aparato administrativo considerable" a través del cual se impulsaban algunos proyectos de física mantenidos al margen de las universidades. 82 Luego de la publicación de estos dichos en la revista Ciencia e Investigación, Galloni, que integraba su comité de redacción y era uno de los primeros investigadores de la DNEA, le contaba en una carta a Gaviola: "El número de no-
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un análisis acerca de cuáles habían sido las intenciones de Richter. Familiarizado con la física de descargas eléctricas, aparentemente el físico austríaco conocía poco de física nuclear. Ahora bien, según este análisis, si hubiera publicado sus investigaciones, seguramente EE. UU. habría desclasificado mucho antes sus investigaciones sobre fusión controlada. Incluso, algunas de las ideas de Richter -como el calentamiento iónico acústico de plasmaeran realmente novedosas para la época: "Inserto en un anillo cerrado, el dispositivo de Richter se convierte en una configuración de tipo tokamak". 87 Esta evaluación concluye: "La pretensión de Richter de haber alcanzado la fusión por supuesto que estaba equivocada, pero también lo estuvo, más tarde, la pretensión británica ampliamente publicitada de que habían alcanzado la fusión con un dispositivo Zeta [reactor de fusión]". 88 Por su parte, en 2011, la introducción de un libro dedicado a la fusión por láser, luego de comentar por qué los resultados de Richter fueron desestimados por sus contemporáneos, explicaba:
Esta dialéctica que combina la clausura de la información científica con una carrera acelerada hacia el perfeccionamiento de artefactos atómicos para expandir arsenales nucleares estuvo en "el código genético" del proceso de consolidación de EE.UU. como potencia económica y militar dominante y en el inicio de la guerra fría. e.orno señala Gilpin, desde 1947 la política nuclear norteamericana desplegó una "peligrosa contradicción". Al mismo tiempo·que sus propuestas de desarme abogaban por la eliminación de los arsenales atómicos, su política militar fue en exceso dependiente de las armas atómicas para la defensa de los compromisos de su política exterior. 91 Es interesante capturar este rasgo en toda su profundidad para desnaturalizar -podría decirse desficcionalizar- el absurdo estructural en el que iba a comenzar a desarrollarse, desde los años sesenta, la estigmatización de aquellos países en desarrollo que impulsaron programas nucleares como países "proliferado res", notable categoría que hasta el presente no se reconoce que pueda aplicarse a los verdaderos dueños de los arsenales nucleares.
Pero las afirmaciones de Richter hicieron considerar a otros científicos cómo contener una reacción de fusión controlada. Ellos comprendieron que los campos magnéticos afectan fuertemente a los iones de un plasma y varios diseños fueron desarrollados usando este concepto [... ] Esto condujo al físico indio Homi Bhabha a establecer en 195 5 que "un método será encontrado para liberar energía de fusión de una manera controlada dentro de las próximas dos décadas. Cuando esto ocurra, los problemas de energía del mundo habrán sido verdaderamente resueltos". 89 En paralelo a la saga de Richter, en la arena internacional, contrariamente a las previsiones que auguraban a EE.UU. el monopolio de la bomba atómica por veinte años, en 1949 la Unión Soviética hizo explotar su primer artefacto atómico, mientras que Gran Bretaña lo hizo a comienzos de octubre de 1952 en suelo australiano. Ahora bien, EE.UU. había avanzado en el desarrollo de la "superbomba" -como se llamó a la bomba de hidrógeno- que hizo explotar en el Atolón Eniwetok el 1ºde noviembre, tres semanas antes de la clausura del proyecto Huemul. Esta vez la Unión Soviética solo necesitó un año para desarrollar un artefacto semejante.90
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Excursus: los inicios de la energía atómica en la periferia La comparación del caso argentino con los inicios de la energía atómica en Brasil puede ayudar a poner en contexto y atenuar la percepción de anomalía inaudita del proyecto Huemul. En el mismo momento en que Richter trabajaba en Bariloche, el almirante Álvaro Alberto da Mota e Silva, presidente del recién creado Conselho Nacional de Pesquisas (CNPq) de Brasil -iniciativa que había sido posible por la alianza entre militares y científicos-, visitó el Institute ofNuclear Studies de la Universidad de Chicago. Había viajado allí para conocer el nuevo sincrociclotrón de 450 MeV (megaelectronvoltios) y 170 pulgadas. Isidor Rabi, miembro de la US AEC y premio Nobel de física en 1944, vio en la visita de Alberto la oportunidad de conservar el equipo de Chicago unido para el desarrollo de futuros proyectos. Por su parte, la impresión que le causó el instrumento a Alberto motivó su decisión de cambiar los planes concebidos por el Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas (CBPF). Dejando de lado el sincrociclotrón de 72 pulgadas que le había ofrecido la empresa holandesa Philips, Alberto optó por el siguiente plan: adquirir un modelo en escala -de 21 pulgadas- del
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acelerador de Chicago de 170 pulgadas para entrenar técnicos y científicos brasileños, mientras Brasil adquiría los planos y emprendía, con la ayuda de ingenieros norteamericanos, la construcción del instrumento original de 170 pulgadas. Cuentan Ribeiro de Andrade y Muniz que en ese momento los militares brasileños "tenían la esperanza de realizar proyectos grandiosos" y la adquisición de estos dos sincrociclotrones iba en esa dirección. En la imaginación de Alberto, avalada y potenciada por las promesas de Rabi, esta iniciativa colocaría a los físicos brasileños en la punta de la física de altas energías en América Latina y entre los más adelantados del mundo en desarrollo. 92 Así fue que se puso en marcha en Brasil lo que sería el proyecto científico de 1!1-ªYºr envergadura durante la administración del presidente Getulio Vargas. Luego de un acuerdo con la US AEC, el instituto de Chicago cedió los planos del acelerador de 170 pulgadas y el CNPq pagó por el modelo de 21 pulgadas para que sea construido en EE. UU. Cesar Lattes, el físico más importante con que contaba Brasil, estaba en desacuerdo con la iniciativa de Alberto. Sostienen Ribeiro de Andrade y Muniz que, "bajo el disfraz de transferencia de tecnología e instalación de laboratorios de investigación, fue implementada una política de hegemonía". Y agregan, con sugerentes resonancias con el caso argentino: ''Aquellos que tomaron las decisiones del lado de Brasil parecen haber sido crédulos e ingenuos al no ser capaces de realizar una evaluación realista de otras opciones disponibles". 93 El ehcandilamiento que producían las expectativas de rápida consolidación que podría obtenerse a través del proyecto combinado con la inexperiencia en temas de gestión de adquisición (o transferencia) de tecnologías capital-intensivas de punta llevaron a la Armada y al Ejército brasileños a estimar que la máquina de 170 pulgadas podría construirse en tres años. Sin embargo, ya en los primeros pasos, el proyecto se encontró con ingenieros, técnicos e industriales brasileños sin la experiencia requerida. La integración de la infraestructura necesaria, incluido el entrenamiento del personal y las medidas de estímulo de la industria electrónica, estaban lejos de lo que se necesitaba. Mientras que la industria brasileña solo podría encargarse de unos pocos componentes eléctricos, maquinarias y herramientas, por otro lado, un simple pedido de presupuesto de componentes electrónicos condujo a la filial brasileña de la
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empresa norteamericana General Electric a informar al CNPq que estaba siendo presionada por US AEC y tenía dificultades para negociar. En enero de 1954 llegó la noticia de que el acelerador de 21 pulgadas estaba listo para embarcar en el puerto de Nueva Orleáns. En Brasil comenzaron los preparativos para la recepción del aparato. En este momento, Lattes, director científico y técnico del proyecto, encontró numerosas irregularidades administrativas y financieras, que incluían malversación. Los conflictos internos en el CBPF entre la facción de Alberto y aquellos que apoyaban a Lattes se tornaron intolerables. La crisis política que ocasionó el suicidio de Getulio Vargas agravó la situación. Como consecuencia, Alberto renunció y los ingenieros norteamericanos y Lattes abandonaron el proyecto, que fue continuado por el CNPq. Recién en 1960, la máquina de 21 pulgadas se puso en funcionamiento por primera y última vez. "El acelerador de 21 pulgadas disfrutó del envidiable estatus de un objeto extraño y costoso que nadie deseaba, pues no había proyectos científicos ni técnicos para él", concluyen Ribeiro de Andrade y Muniz. 94 El ejemplo de los aceleradores brasileños presenta algunos rasgos de semejanza sugerente con el proyecto Huemul: el bajo nivel de influencia y el papel secundario de los físicos locales, el lugar protagónico de algunos militares en el proceso de toma de decisiones, la búsqueda de atajos que colocarían el área en el estado del arte y la presencia de científicos extranjeros con propuestas seductoras. En la Argentina, el prestigio del ingeniero aeronáutico alemán Kurt Tank avaló la figura de un físico sin trayectoria verificable como Richter. En el caso de Brasil, el prestigio de Isidor Rabi avaló una e.qipresa condenada al fracaso antes de comenzar. Tanto en el caso de Huemul como en el del acceso de Brasil a la tecnología de los sincrociclotrones de Chicago se trató de incorporar tecnologías complejas y costosas que excedían las competencias de evaluación, así como las capacidades financieras e industriales locales. Los dos casos considerados se vinculan a la física nuclear, área que en los países avanzados derivó en lo que más tarde se llamó big science: enormes inversiones, patrones complejos de organización y presencia de un ethos tecnológico centrado en grandes y costosos instrumentos. Como veremos más adelante cuando profundicemos la relación entre big science y contextos periféricos, en las próximas décadas todos estos componentes van a integrar el núcleo de las debilidades crónicas de la ciencia latinoamericana. 95
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Nuevo comienzo y diversificación del área atómica Con la clausura del proyecto Huemul, se inicia un período de crecimiento sostenido de las actividades nucleares en la DNEA. El gobierno promovió la integración al desarrollo atómico de los mejores físicos y químicos disponibles en el país. La iniciativa tuvo éxito y la DNEA se transformó rápidamente en un polo de atracción de científicos jóvenes. Buenos salarios, condiciones favorables para la investigación y la posibilidad de perfeccionarse en el exterior hicieron de la DNEA una institución privilegiada. 96 Uno de los primeros grupos que se consolidaron fue el de radioquímica, a cargo de Walter Seelmann-Eggebert, un químico alemán que había trabajado con Otto Hahn y había llegado a la Argentina en 1949 para trabajar en la UNT. Un ambicioso proyecto de esta universidad para acompañar el Primer Plan Quinquenal para el período 1947-1951, que tenía como principal objetivo la creación de numerosos institutos de investigación y una política de contratación intensiva de profesores extranjeros, hizo posible que Seelmann-Eggebert integrara el plantel de profesores alemanes que, en 1950, rondaba el 25% del cuerpo docente total de poco más de cien profesores. 97 Seelmann-Eggebert fue convocado a colaborar con la DNEA en septiembre de 1951 y al año siguiente se trasladó a Buenos Aires. Al poco tiempo, invitó a Renato Radicella, uno de sus discípulos en la UNT, para que integrara el grupo de radioquímica de la DNEA. Cuando retornó a Alemania en 1955, había logrado conformar un equipo de veinticinco científicos y técnicos bien entrenados, que rápidamente producirían resultados relevantes en el área de los radioisótopos. 98 Otro grupo inicial estuvo enfocado en reactores y quedó a cargo de Otto Gamba, un joven ingeniero químico de la Universidad Nacional de Cuyo, que al poco tiempo de su ingreso a la DNEA fue nombrado subdirector nacional del área nuclear. En cuanto al equipamiento, en mayo de 1951, la DNEA había adquirido de la empresa holandesa Philips un sincrociclotrón para deuterones y un acelerador Cockroft-Walton. Veremos más adelante que estos aceleradores, cuya compra había sido recomendada por Richter, iban a jugar un papel crucial en el desarrollo de la física experimental en el país. Después de la cancelación del proyecto Huemul, quedaban en Bariloche, cuenta Gaviola, personal técnico y administrativo, instalaciones, una
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colección importante de instrumentos "y la mala fama dejada por el charlatán de Huemul". Gaviola pensaba "que se podía aprovechar lo que había de positivo [... ] creando allí una Escuela de Física de nivel internacional". En mayo de 1953, en la reunión de la AFA en La Plata, Gaviola habló de su idea con Galloni y Balseiro y les pidió que gestionaran una reunión con el capitán Pedro Iraolagoitía, desde el año anterior a cargo del área nuclear. El 26 de mayo, junto a Galloni y González Domínguez, Gaviola fue recibido por Iraolagoitía y por el secretario científico de la CNEA. En esta reunión, Gaviola propuso el traslado del equipamiento fuera de la isla Huemul y la organización de un centro de enseñanza e investigación dedicado a la física experimental en las costas del lago Nahuel Huapi. "Iraolagoitía nos pidió que volviéramos el 28 de mayo a las 18, para darle tiempo para consultar con Perón". En esa segunda reunión repitió el planteo con algo más de detalle. "La idea fue favorablemente acogida'', cuenta Gaviola. Sin embargo, la intolerancia de Gaviola a las modificaciones de sus propuestas volvió a escena. 99 El 16 de julio tuvo lugar una nueva reunión con Iraolagoitía, donde estuvieron presentes Gamba, Galloni y Gaviola. Dos días más tarde, Gaviola presentó un anteproyecto de decreto de creación del "Instituto Físico Bariloche". En esa ocasión se le pidió un plan detallado. El 1O de agosto, luego de una estadía en Bariloche, Gaviola presentó un plan detallado de adaptación de las instalaciones y equipos. Mientras tanto, cuenta Gaviola, "el capitán de navío Iraolagoitía había sido informado de mi condena por desacato al fiscal federal de Córdoba, años antes, por negarme a aceptar (como director del Observatorio) máquinas de calcular usadas en lugar de las nuevas que había licitado, negociado en el que estaba complicado dicho fiscal federal". Gaviola propuso al ingeniero italiano Manlio Abele, al químico Rodolfo Busch y a Balseiro que aceptaran ser profesores del futuro instituto. El 15 de septiembre Balseiro informó a Gaviola que el secretario científico de la CNEA había presentado un informe desfavorable. Gaviola decidió en ese momento renunciar al proyecto: ¿Cómo se explica este abandono? En La Plata, con Gans y [el matemático italiano] Broggi, y en Alemania, con Einstein, Nernst, Planck, Franck, Born y otros adquirí una noción muy clara de jerarquía. Iraolagoitía no era más que un capitán de Navío, su
66 - - - - - - - - - - - - E L SUEÑO DE LA .ARGENTINA ATÓMICA secretario científico era apenas un teniente de fragata; al lado de ellos yo, como ex presidente de la Asociación Física Argentina durante tres períodos era, por lo menos, un Almirante. 100 A pesar de todo, dos días más tarde, Gaviola fue instado a concurrir a una reunión, donde también estuvieron presentes Balseiro, González Domínguez, Abele, Busch, Iraolagoitía y su secretario científico. Allí, Gaviola se enteró de que se planeaba suprimir los dos primeros años en los cursos de la carrera de Licenciatura en Física y tomar a los alumnos del tercer año de las universidades. Consternado porque su proyecto fuera sometido a la decisión del secretario científico de Iraolagoitía, "un teniente secretario sin jerarquía científica'', Gaviola consideró que era una "desconsideración" a su persona. "Para colmo, durante la reunión, el teniente secretario llegó a decir que el charlatán de Huemul merecía un monumento por haber obtenido fuertes partidas presupuestarias. Recordando que yo había rechazado 50 millones que ofreció el general Savio en 1946, me levanté y abandoné la reunión." 101 Es cierto que la intransigencia de Gaviola no era improvisada. Más de dos décadas de escritos explicaban sus razones. En un trabajo publicado veinte años atrás sostenía que la universidad argentina "es tan absurda, su funcionamiento tan irracional, su medio ambiente tan chato, que dudar de la urgente necesidad de cambiar todo esto es imposible" . 102 En 1946, Gaviola había pronunciado una conferencia en el Ateneo del Club Universitario de Buenos Aires, donde sostuvo que los problemas que aquejaban a la ciencia argenti~a eran una mera manifestación de un mal general de "decadencia ética" y "deshonestidad social" en el uso de los bienes públicos. rn3 Por esta razón, Gaviola creía que un punto crucial de su proyecto era evitar que los jóvenes pasaran por la universidad pública. De esta forma, después de poco más de dos décadas de liderar las principales iniciativas vinculadas a la consolidación de la institucionalización de la física, esta deserción de Gaviola marca el momento en que comienza a desdibujarse su papel de líder unívoco de la física argentina. Entre 1952 y 1955, Gaviola iba a trabajar como consultor para la empresa General Electric Argentina y a permanecer al margen de los inicios del área nuclear. Balseiro, entonces con 32 años, tomó el relevo. 104 Balseiro se había doctorado en la UNLP en 1944 y, a instancias de Gaviola, había trabajado con Beck en el Observatorio de Córdoba. En 1952 se
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encontraba en Manchester, cuando tuvo que regresar al país por pedido del gobierno, para integrar una de las comisiones evaluadoras de los trabajos. de Richter. En 1953, mientras algunos científicos habían abandonado la UBA a causa de conflictos políticos, Balseiro y Gans ingresaron a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) para hacerse cargo de los cursos avanzados de la carrera de Física. Ese mismo año, la DNEA organizó el primer curso sobre reactores. Por iniciativa de Balseiro y los matemáticos González Domínguez y Luis Santaló -dos discípulos de Julio Rey Pastor-, esta actividad continuó el año siguiente en Bariloche como escuela de verano. En 1954, se organizó una segunda escuela de verano en las instalaciones ubicadas en un espacio de 30 hectáreas, frente a la isla Huemul, que habían sido cedidas por el Ejército a la CNEA. Allí se dictaron cursos sobre temas de física nuclear, física del sólido y física de reactores, además de cursos para profesores de física. 105 Finalmente, el grupo liderado por Balseiro hizo posible que el 22 de abril de 1955, Iraolagoitía por la CNEA y el rector de la Universidad Nacional de Cuyo -la universidad más próxima, a 1.000 kilómetros de distancia- firmaran el convenio por el cual se creaba el Instituto de Física de Bariloche. Las actividades comenzaron el 1º de agosto con Balseiro como director, 15 alumnos con becas completas, 6 profesores y 6 auxiliares, todos con dedicación exclusiva. 106 Durante esos meses se produjeron otros eventos vinculados al crecimiento y diversificación del área nuclear. El 15 de diciembre de 1954, Jorge Sabato, profesor de física e integrante de una pequeña empresa enfocada en dar respuesta a problemas de mecánica y metalurgia de la industria local, ingresó a la CNEA "como asesor personal y representante de I.M.E.T. (Investigaciones Metalúrgicas) [... ] en carácter de 'a prueba' por el término de 6 (seis) meses a partir de la fecha''. 107 Desde 1947 Sabato también se había dedicado al periodismo como medio para ganarse la vida y, en 1952, había montado un pequeño laboratorio de investigación para una empresa de metalurgia. Había renunciado a este cargo en 1954 para tomar parte en la creación de IMET. La compañía de Sabato fue contratada por la CNEA para asesorar sobre metalurgia y elementos combustibles para reactores de investigación. 108 A comienzos de 1955, Sabato quedó al frente de un Servicio de Metalurgia, que en 1957 se transformaría en la División de Metalurgia de la CNEA y en 1960 en el Departamento de Metalurgia. 109 A cargo del ingeniero Gamba, también se formalizó el grupo de reactores,
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que dos años más tarde conformaría la División de Reactores. El 1ºde julio de 1955, a dos semanas de los bombardeos a Plaza de Mayo y del intento fallido de golpe de Estado, se comenzó a dictar en Buenos Aires el primer curso de metalurgia de transformación para los primeros profesionales del plantel. El metalurgista Robert Cahn, de la Universidad de Birmingham (Inglaterra), participó de algunas clases. 110 Las páginas de Mundo Atómico reflejaron el notable crecimiento y la diversificación del área atómica. A lo largo de los casi seis años, esta revista de divulgación dejó testimonio de las instalaciones, los instrumentos y los temas, así como de los conflictos políticos y las aplicaciones económicas y sociales que rodeaban el desarrollo del área nuclear. En Mundo Atómico pueden verse títulos como "Separación de isótopos por métodos espectrográficos", "Incidencia de la energía atómica en el campo del derecho", "El cobalto radiactivo en la lucha contra el cáncer", "Mesones", "Yacimientos minerales de uranio en la Argentina", "La energía atómica al servicio de la agricultura" o "La energía atómica como fuente de energía industrial". 111
Los primeros aceleradores de partículas El anuncio de Perón del 21 de marzo de 1951, al sugerir que en la Argentina se estaban invirtiendo recursos ingentes en investigaciones atómicas, iba a tener consecuencias cruciales para la física experimental. El príncipe Bernhard de Holanda, que a comienzos de marzo de aquel año ya tenía planeado visitar América Latina, prestó atención al evento. Durante su encuentro con Perón, Bernhard acordó el envío de un emisario para abrir un canal comercial para la venta de equipamiento nuclear holandés a la Argentina. El enviado fue el prestigioso físico nuclear Cornelis J. Bakker, director del Instituto Holandés de Investigación Nuclear, donde se operaba entonces el sincrociclotrón más potente de Europa, diseñado por el propio Bakker y F. A. Heyn. Bakker visitó la Argentina trayendo consigo el plano de esta máquina. 112 Como resultado de la visita, el 18 de febrero de 1952 se firmó el contrato con la empresa Philips Works de Eindhoven, Holanda, para la compra de un sincrociclotrón y de un acelerador Cockroft-Walton, máquina no tan moderna, aunque bastante más sencilla de utilizar. 113 Mariscotti
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cuenta que Perón decidió la compra de ambas máquinas siguiendo la recomendación de Richter. 114 De esta forma, la aventura de Richter también iba a dejar como herencia las únicas dos grandes máquinas -con excepción de aceleradores de menor porte construidos en el país- con las que contarían los físicos argentinos hasta mediados de la década de 1980. En paralelo con la visita de Bakker, Galloni se quejaba en una reunión de la AFA-y sus quejas eran reproducidas en la revista Ciencia e Investigación- de que en el país no existían laboratorios, que en todo caso "existe alguno que otro equipo costoso, pero un equipo costoso no es un laboratorio". Y fundamentaba su crítica: "Esto se debe a que los recursos económicos no fluyen con regularidad hacia los laboratorios; después de muchos años de faltar en forma absoluta todo recurso, cuando ya no queda nadie con deseos de trabajar y con problemas a resolver, llega una suma fabulosa para invertir en pocos días". 115 Igual que en el caso de Gaviola, si bien las ambiguas quejas de Galloni aluden obviamente al gobierno de Perón, también parecen señalar debilidades que venían de más atrás en el tiempo. Ahora bien, a pesar de estos dichos, Galloni ingresó a la DNEA al año siguiente, convocado por Iraolagoitía, y quedó a cargo de la instalación del sincrociclotrón. El acelerador Cockroft-Walton se puso en funcionamiento en 1953 y, un año más tarde, un equipo de tres técnicos y un ingeniero electrónico bajo la dirección de Galloni, con la asistencia de un grupo de técnicos holandeses, logró poner en funcionamiento el sincrociclotrón. Santos Mayo, integrante del laboratorio del sincrociclotrón, que en 1955 sucedió a Galloni, comentaba años más tarde: [... ] saltamos del clásico laboratorio universitario, en donde un osciloscopio era un lujo, al recinto blindado, construido de acero y cemento, con doble-paredes tanque conteniendo toneladas de agua y albergando grandes bloques de hierro, aluminio, acero, equipos generadores e instrumental de control como jamás habíamos visto en una instalación dedicada exclusivamente a la investigación científica en la Argentina. 116 El propio Galloni interpretaba retrospectivamente que en aquellos años "el desarrollo de la física adquiere una nueva característica, es decir, cuando
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empezamos a manejar máquinas grandes y se empieza a formar a investigadores que hasta ese momento muy esporádicamente se formaban". 117 La revista Mundo Atómico dedicó un número especial a estos aceleradores en ocasión de "la inauguración del primer sincrociclotrón del hemisferio sur" en la CNEA, el 2 de diciembre de 1954, tal vez el evento tecnológico más importante en el área nuclear que tuvo lugar durante esos años, al que asistieron el presidente y el vicepresidente de la república, el gobernador de la provincia de Buenos Aires y un senador norteamericano. La ocasión fue aprovechada por Iraolagoitía para abordar un conflicto político provocado por la intervención del diputado radical Santiago Nudelman, al afirmar en una sesión del Congreso que el proyecto Huemul había costado al Estado argentino 1.000 millones de pesos, cifra que al no ser ratificada por la bancada oficial fue tomada como aceptable y tuvo amplia circulación. 118 Como respuesta a quienes sostenían que el gobierno estaba dilapidando el dinero, Iraolagoitía presentó su evaluación, que fue reproducida en Mundo Atómico. Allí sostuvo que se habían instalado hasta esa fecha "más de 100 laboratorios de física, química, radioquímica, reactores, detectores, electrónica, radiación cósmica, biología''; también "talleres generales de precisión en los que obreros especializados argentinos están construyendo aparatos y mecanismos que nos independizan de la industria extranjera''; mencionó "una de las bibliotecas científicas especializadas más importantes del país". En cuanto a las provisiones de uranio, se refirió a la fábrica de Córdoba, a la construcción en curso de otra fábrica similar en Villa Marlagüe, en la provincia de Mendoza, y de "una planta de purificación nuclear y de metalurgia del uranio" en Buenos Aires. También mencionó a 30 geólogos en "operaciones permanentes en las más recónditas regiones del país" en busca de los yacimientos uraníferos y trabajando en las investigaciones para la producción de "agua pesada, grafito, berilio, etc.". En ese momento, sostenía Iraolagoitía, la CNEA empleaba a 170 científicos y 230 técnicos. 119 Iraolagoitía estimó que la US AEC "ha gastado en el transcurso del año fiscal próximo pasado por todo concepto la fabulosa suma de 4.208 millones de dólares". Esa cantidad, explicó, traducida al cambio libre significa ('un gasto de 157 millones de pesos moneda nacional diario". Y completaba el argumento:
Voy a revelar, expresamente autorizado por el Excelentísimo señor Presidente de la Nación, la siguiente información: la Comisión Nacional de la Energía Atómica, desde su creación, el 31 de mayo de 1950, hasta el 31 de octubre de 1954, en el desarrollo de todas sus actividades, incluidos absolutamente todos los gastos realizados y documentados, ha gastado exactamente esa misma cantidad: 157 millones de pesos.
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Es decir, la CNEA había gastado en los últimos casi cinco años de existencia la misma cantidad que el programa nuclear norteamericano gasta, en promedio, en un día. 12º En el mismo número de Mundo Atómico también se publicó un artículo de Mario Báncora, ingeniero civil de la Universidad Nacional del Litoral que había realizado una estadía en el Radiation Laboratory de Ernst Lawrence en California. Báncora contaba en su artículo cómo se había construido un ciclotrón de 3 5 centímetros en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Litoral, en Rosario, que había sido inaugurado el mismo día que el sincrociclotrón de la CNEA. 121
Discurso hegemónico y polisemia Mientras esto ocurría en la Argentina, el 8 de diciembre de 1953, el presidente de EE.UU. Dwight Eisenhower presentaba ante la Asamblea General de la ONU el programa Átomos para la Paz. Su discurso era la temprana manifestación de una estructura argumentativa preparada para confrontar al comunismo soviético en el marco de la guerra fría. Stalin había muerto. La guerra de Corea había terminado. Eisenhower ponía en un primer plano los peligros de la proliferación nuclear, la urgencia del desarme y la enorme potencialidad de los usos no militares de la energía atómica. Mientras asociaba los adelantos tecnológicos de su país al avance del conocimiento y a la decisión de transitar un sendero pacífico, en su discurso los adelantos tecnológicos soviéticos remitían al miedo y la amenaza de una guerra nuclear. A través de un contrapunto retórico en torno de una noción ambivalente de paz, Eisenhower retrataba a EE. UU. como una superpotencia nuclear benévola, aunque no dejaba de aludir al poderío abrumador de su
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país y a la firme decisión de acrecentar su arsenal nuclear y de aplicar represalias nucleares a los potenciales agresores. 122 Quedaba claro que la paz era un elemento de propaganda crucial, que EE.UU. se esforzaba por monopolizar. Los argumentos implícitos en el discurso de Eisenhower ante la ONU fueron retomados, reproducidos y amplificados por numerosas organizaciones oficiales a través de una campaña intensa y costosa. En conjunto, sostiene Medhurst, este programa fue "un componente cuidadosamente diseñado -y enormemente exitoso- de la posición básica en política externa y defensa de la administración Eisenhower". 123 Entre otras iniciativas, más de 500.000 folletos titulados The Atoms far Peace and Progress fueron distribuidos dentro de EE. UU. También se implementaron traducciones y transmisiones radiales del discurso para audiencias internacionales, y films como Blessing ofAtomic Energy, donde se explicaban las aplicaciones del átomo a la agricultura, la industria y la medicina. En todas estas iniciativas la ciencia y la paz aparecían asociadas a EE. UU., mientras que las actividades soviéticas aparecían impregnadas de intenciones ocultas y asociadas al peligro del avance del comunismo. 124 Existen numerosos estudios sobre los significados políticos, sociales y económicos de Átomos para la Paz y de sus consecuencias. A nivel de política interna, para Brand, este programa fue un paso crucial para la creación del "estado de inseguridad nacional" . 125 Chernus asume que en el imaginario nuclear no hay manera de separar el bien del mal, dado que ambos están dialécticamente relacionados, y que es precisamente esta dialéctica la que es intencionalmente utilizada en Átomos para la Paz. Para Chernus, Eisenhower inaugura el "discurso del gerenciamiento del apocalipsis", el cual debe buena parte de su poder persuasivo a "su habilidad de dar sentido positivo a la bomba por medio de la arJ.i:onización de los lados destructivo y constructivo del imaginario nuclear". Es claro que esta elaboración se sostiene en una contradicción que está en el corazón del argumento: ¿cómo compatibilizar una paz que depende de la mutua cooperación con el bloque comunista con la total victoria norteamericana? Chernus responde asignando un componente de "ritual religioso" al programa Átomos para la Paz. En todo caso, es claro que esta ambigüedad retórica selectiva estará en la base del futuro discurso sobre proliferación nuclear, que persistirá a lo largo de la guerra fría. Durante las décadas siguientes, EE.UU. iba a inver-
tir una enorme cantidad de recursos en la construcción de arsenales nucleares y en investigación para el desarrollo de su programa nuclear, mientras que simultáneamente sus diplomáticos trabajaban en la consolidación de tratados de prohibición de pruebas nucleares con la Unión Soviética, iniciativas que en la práctica sirvieron para actualizar la "matriz apocalíptica' que intentó dar sentido, como veremos, a las iniciativas de no proliferación y bloqueo del desarrollo nuclear de países en desarrollo. 126 Finalmente, en Átomos para la Paz también está presente la variable económica. A comienzos de los años cincuenta, los intereses militares en EE.UU., centrados en la construcción de un arsenal atómico, comenzaron a colisionar con las expectativas de la industria de ese país. Las empresas que habían participado del proyecto Manhattan reclamaban que el gobierno federal asumiera un papel decidido en la construcción de un "mercado" nuclear. El desarrollo de reactores para la producción de energía eléctrica era percibido como un horizonte de negocios promisorio para las próximas décadas. En síntesis, mientras que Átomos para la Paz presentaba a EE. UU. ante el mundo como adalid de la paz, hacía posible dar el primer paso hacia la futura comercialización de tecnología nuclear y asegurarse el liderazgo inicial frente a posibles competidores. Asumiendo implícitamente que los intereses estratégicos y comerciales son inescindibles, sostiene Medhurst:
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Brevemente, si la industria norteamericana pudiera ser la primera en establecer una presencia nuclear en varios países, éstos serían casi inevitablemente dependientes de Estados Unidos en el diseño, construcción, operación inicial, materiales educativos y en cada aspecto de esta industria incipiente. Por supuesto que, una vez establecida, la tecnología norteamericana sería difícil, smo imposible, de sustituir. 127 Átomos para la Paz fue un programa polivalente, concebido como instrumento de propaganda, como arma para lo que Eisenhower llamó "guerra psicológica'', para limitar las aplicaciones civiles y ganar influencia comercial sobre los programas nucleares de los países en desarrollo. Finalmente, también sirvió para desviar la atención del programa de construcción masiva de armas atómicas. En 1952, antes de que Eisenhower asumiera la
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presidencia, EE. UU. contaba con 841 armas nucleares en su arsenal. En 1960, cerca del final de su presidencia, el número había ascendido a 18.638. 128 El programa Átomos para la Paz incorporó entre sus formas de promoción la distribución de radio isótopos a las naciones "amigas". Mientras la ONU avanzaba sobre el control de las actividades atómicas, la distribución de radioisótopos ya era un tema de interés en los diarios norteamericanos a mediados de 1947. En junio, la US AEC rechazaba el pedido de radioisótopos de veinte países por problemas legales. La Argentina, además de Bolivia, Brasil, Chile y México, figuraba en la lista de solicitantes. 129 Tres meses más tarde, el presidente Truman anunciaba que EE, UU. iniciaría un programa de distribución de radioisótopos especialmente seleccionados para usos terapéuticos. A fines de ese año, además de Australia, Dinamarca y Gran Bretaña, la Argentina estuvo entre los cuatro países que más partidas de radioisótopos recibió de EE. UU. 130 Entre septiembre de 1947 y junio de 1949, la Argentina recibió 35 envíos de radioisótopos, mientras que en ese mismo período, en el resto de América Latina, recibieron siete envíos Perú, uno Brasil y uno Colombia. 131 Este temprano uso de radioisótopos en la Argentina, casi en su totalidad para usos médicos y estudios en fisiología animal, fue un importante incentivo para los inicios del desarrollo nuclear en el país. Entre 1949 y 1950, en la Universidad Nacional de Cuyo se realizaron los primeros estudios médicos con radioisótopos para determinar las causas del bocio endémico en Mendoza. 132 En 1954, un editorial de Mundo Atómico titulado "Empleo de radioisótopos en medicina y biología" alertaba sobre la "propaganda irresponsable administrada por publicaciones de quiosco". El editorial explicaba: "Estamos frente a una nueva psicosis [... ] Con el advenimiento de la energía nuclear y su empleo pacífico mucho se escribe en estos días sobre el poder cu~ativo de los radioisótopos. Se los pide incluso como si se tratara de analgésicos". El editorial era un llamado a la "mesura, prudencia y cordura" de los médicos. En el mismo texto se mencionaba también que la CNEA había entregado a la prensa información sobre el uso de radioisótopos en medicina. 133 Como veremos, el uso de radioisótopos, junto con la promoción de los reactores de investigación, iban a ser la columna vertebral de la colaboración internacional en los usos pacíficos de la energía atómica, por lo menos hasta comienzos de los años sesenta, cuando co-
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menzaron a comercializarse los primeros reactores para la producción de electricidad. El 1ºde marzo de 1954, las primeras pruebas de EE.UU. en el atolón de Bikini, en las islas Marshall, mostraron tres veces el poder de destrucción estimado y niveles de radiación alarmantes con daño físico a habitantes de islas vecinas. 134 A modo de compensación de esta faceta sombría, el programa Átomos par~ la Paz debí~ ayu~ar a crea~ Un c~ima de distensión en cuestiones de segundad. Desclasificar mformac10n util para los aspectos civiles de la energía nuclear aparecía como una condición cada vez más apremiante para el éxito del programa. Con este objetivo, se organizó la Primera Conferencia Internacional sobre Usos Pacíficos de la Energía Atómica. El evento tuvo lugar en el Palacio de las Naciones, en Ginebra, se inició el 8 de agosto de 1955, fue presidido por el físico indio Homi Bhabha y duró doce días. Participaron más de 1.400 delegados de 73 países, otro tanto de observadores y más de 900 periodistas. Allí se levantó el velo de los programas de reactores de los países industrializados. 135 Especial impacto causó la Unión Soviética al revelar que el año anterior había construido y puesto en operación el primer reactor experimental de 5 MW (megavatios) para producir energía eléctrica. Para países como la Argentina, el encuentro fue una oportunidad para acceder al estado del arte sobre reactores nucleares. 136 Aludiendo a los intereses estratégicos y a los componentes de inteligencia que se pusieron en juego en este encuentro, Krige llama la atención sobre los usos de la "ideología de la transparencia'' que atraviesa el intercambio científico internacional. El incentivo de suponer la libre circulación de la información permitió a EE. UU. utilizar este tipo de eventos como ventana de observación, vigilancia y control: "La Conferencia de Átomos para la Paz de Ginebra fue un tal panóptico". 137 Desde la perspectiva de las ambiciones comerciales, el centro de esta reunión fueron los reactores. Como sostiene Medhurst, "el programa de reactores funcionó como una forma de imperialismo industrial a través del cual una tecnología avanzada podría ser subsumida en una cultura todavía no preparada para explotar todo su potencial como un medio de obtener un punto de apoyo tecnológico y económico". 138 Simultáneamente a la realización de esta conferencia internacional, EE. UU. comenzó a preparar el terreno para construir un mercado de 1
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reactores de investigación. Entre 1955 y 1961, US AEC promovió la firma de veintiocho acuerdos de cooperación en "usos civiles de la energía atómica''. Como fue el caso de otros países en desarrollo, la Argentina firmó en Washington un acuerdo bilateral el 29 de julio de 1955. 139 Este acuerdo anticipaba que EE. UU. se comprometía a proveer el uranio enriquecido necesario para los futuros reactores de investigación argentinos. Acuerdos idénticos al de la Argentina fueron firmados en 1955 por Washington con Turquía (10 de junio), Israel (12 de julio), China (18 de julio), Líbano (18 de julio), Colombia (19 de julio), España (19 de julio), Portugal (21 de julio), Dinamarca (25 de julio), Filipinas (27 de julio), Brasil (3 de agosto), Grecia (4 de agosto), Chile (8 de agosto) y Pakistán (11 de agosto). 140 La Argentina envió a la reunión de Ginebra una delegación presidida por Iraolagoitía, e integrada por Gamba y tres doctores, entre ellos el físico Fidel Alsina Fuertes. En calidad de asesores fueron otras once personas, entre los que se contaban Seelmann-Eggebert, Kurt Franz-experto alemán en electrónica que trabajó en la DNEA y fue profesor en la UBA entre 1949 y 1956- y un "Agregado Obrero". El último número de Mundo Atómico, editado sobre el filo del golpe de Estado que expulsó a Perón del gobierno, estaba dedicado a la presencia argentina en Ginebra. Allí se explicaba que para los directivos de la CNEA esta reunión había representado un "bautismo de fuego". La delegación argentina había presentado 37 trabajos, donde se incluía el reporte de los trece nuevos radioisótopos que el grupo de Seelmann-Eggebert había descubierto con el sincrociclotrón. 141 El químico .Radicella cuenta que esto había sido posible por el trabajo del grupo de Franz, que desarrollaba equipos de detección y medición de radiaciones que todavía no eran comerciales y que "estaban en la vanguardia de la electrónica nuclear del momento" .142 Iraolagoitía presentó en Ginebra una evaluación del lugar que podría tener la energía atómica en la Argentina en relación con sus necesidades y sus recursos energéticos. Existía una concentración industrial ubicada en el centro geográfico del país, explicaba Iraolagoitía, "cuya necesidad de energía va rápidamente en ascenso y que, prácticamente, no dispone de recursos zonales importantes". La energía debía ser transportada a través de grandes distancias. Esta situación había llevado a "la adopción de medidas sustitutivas para satisfacer los requerimientos de energía de la Zona Este", como la importación de combustibles. Así, "el papel que jugará la energía
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electronuclear en el desarrollo del país" debía orientarse a corregir este déficit. Luego de un análisis panorámico de los recursos energéticos, la conclusión era "que la zona central, con sus recursos hidroeléctricos colmados y sin ninguna otra fuente energética cercana, tendrá prioridad sobre el uso de energía nuclear". Por otra parte, si bien no se habían "encontrado grandes depósitos de uranio, la existencia de siete yacimientos en explotación" permitían abrigar "grandes esperanzas de que nuestro país haya sido dotado suficientemente por la naturaleza en lo que a minerales radiactivos se refiere". En "los planes inmediatos y mediatos", la Argentina "no puede, desde luego, planificar su desarrollo electronuclear sobre la base de combustibles enriquecidos" o sobre el desarrollo de "reactores exclusivamente convertidores". Es decir, se descartaba la producción de uranio enriquecido y plutonio, dado que significaría "un esfuerzo demasiado agotador". Iraolagoitía concluía: "Por estas razones el programa primario de generación de energía nuclear se ha confeccionado sobre la base del uranio natural, obtenido de minerales argentinos e íntegramente elaborado, tratado y envasado dentro del país" . 143 Durante este período, la DNEA se centró en programas intensivos de formación de técnicos e investigadores y de investigación en radioquímica, metalurgia y física de reactores, además de la exploración y prospección de minerales útiles para el área nuclear, que había comenzado en 1950. En 1955, el equipo de geólogos de la CNEA realizaba una prospección sistemática para detectar la presencia de minerales de uranio en todo el país. Igual que para el resto de los países en desarrollo, el principal propósito por esos días comenzó a enfocarse en la compra del primer reactor de investigación.144
Consecuencias de la "desperonizadón'' del Estado Al mes siguiente de la reunión en Ginebra se produjo el golpe de Estado que puso un final dramático al gobierno de Perón e inició más de un cuarto de siglo de dictaduras y breves períodos de democracias condicionadas por la proscripción del peronismo. Luego de la disolución del Congreso y .:'ante la ausencia de entendimientos prerrevolucionarios", el gobierno de facto debió definir su propia orientación en un contexto de disputas entre
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grupos rivales. El apoyo casi unánime de la Armada al golpe de septiembre impulsó a sus representantes a disputar un lugar privilegiado en las designaciones y en las decisiones políticas. Las tensiones internas que llevaron a que el primer presidente de facto fuera reemplazado a comienzos de noviembre por el general Pedro Aramburu derivaron en un acuerdo de la cúpula militar: la Armada debía elegir vicepresidente y se crearía un Consejo Militar Revolucionario. Este arreglo aseguraba a la Armada la mitad de los integrantes de este cuerpo. 145 Sin embargo, la fragmentación interna de la cúpula gobernante y las intenciones de "reorganización" de las instituciones heredadas del peronismo -que en algunos casos, como el de la Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, significó la clausura- iban a dejar al gobierno de facto con escasa capacidad para la implementación de políticas públicas. 146 Por otro lado, fue con la caída de Perón, señala Rouquié, y "la 'desperonización' de las instituciones militares [... J que el esfuerzo industrial dejó de ser una de las preocupaciones obligadas del Ejército argentino". El panorama de confrontación entre facciones militares y puja entre sectores económicos dominantes obstaculizó la posibilidad de formular una política industrial de mediano plazo, que a su vez se articulara con una política de desarrollo científico-tecnológico, y facilitó la compartimentalización y consolidación de formas centralizadas de autoridad de las tres armas sobre sectores estratégicos de la industria. El Ejército controló la Dirección General de Fabricaciones Militares. La reorganización de Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), bajo la órbita de la Fuerza Aérea, llevó en 1957 a la creación de la Dirección Nacional de Fabricaciones e Investigaciones Aeronáuticas (DINFIA). La Armada, por su parte, mantuvo bajo su jurisdicción Astilleros y Fabricaciones Navales del Estado (AFNE) y la CNEA. 147 Con referencia a este tipo de escenarios, sostiene Oszlalc "En condiciones de fraccionamiento burocrático resultante de la descentralización y autonomización de funciones, la coordinación de actividades entre unidades se hace, o bien innecesaria, o bien imposible". La tendencia a la conformación de "comportamientos estancos", la relativa estabilidad de la Armada sobre sus ámbitos de influencia y un sector industrial local ajeno a los problemas de la renovación tecnológica y la política energética fueron las condiciones de posibilidad para el alto grado de autonomía institucional con que la CNEA iba a contar en los años siguientes. 148
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En 1954, la CNEA había pasado a depender de la Presidencia de la Nación. 149 Luego del golpe militar, por decreto de octubre de 1956 se produjo una reestructuración de los organismos del área nuclear. Tanto la DNEA como la Planta Nacional de Energía Atómica de Bariloche dejaron de existir en términos formales y su patrimonio pasó a la CNEA, a la que se le dio autonomía en la determinación de sus objetivos y regulaciones. 150 Mientras que desde 1953, la CNEA tenía control exclusivo sobre la propíedad de mineral radioactivo, la nueva legislación agregaba ahora también control exclusivo sobre la producción. 151 Entre las primeras reacciones que siguieron al golpe militar de septiembre y a la consolidación de la "línea dura'' en la cúpula de la dictadura, que alentó· el ataque a cualquier vestigio visible de peronismo, deben incluirse algunos embates contra la CNEA. Algunas discusiones dentro de la comunidad académica alcanzaron la esfera pública y pusieron de manifiesto las tensiones entre los físicos que trabajaban en la CNEA y aquellos que habían permanecido en las universidades. 152 En diciembre de 1955, mientras una Comisión Investigadora, que integraban los físicos Isnardi, Collo y Gallo ni, se proponía realizar un informe sobre el "caso Richter", en las páginas de la revista Mundo Argentino, dirigida por el escritor y físico retirado Ernesto Sabato, Gaviola aconsejaba: Dejar sin efecto la creación de la Comisión Nacional de la Energía Atómica, disponiendo que sus instalaciones y personal en Buenos Aires pasen a la Universidad, junto con los fondos para su mantenimiento; que el contralor de la extracción, elaboración y destino de los minerales de uranio y torio pasen a la Dirección Nacional de la Energía; que los instrumentos depositados en Bariloche sean distribuidos entre los laboratorios de física y de electrotécnica de universidades y escuelas industriales. Gaviola atacaba la propia existencia de la CNEA por haber "absorbido el jugo vital y la poca carne científica de las universidades, hasta dejarlas inermes". Entre otros argumentos, sostenía que en "un país pobre en investigadores, laboratorios y fondos para gastos, es un despilfarro tener laboratorios de investigación donde no se enseña''. En su argumentación, Gaviola volvía sobre el argumento erróneo que atribuía
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gastos del orden de los 1.000 millones de pesos al proyecto Huemul. Finalmente, señalaba la baja productividad de la CNEA: "El doctor Beck afirmaba que un científico dedicado a la investigación debía producir no menos de tres trabajos originales cada dos años". A partir de este estándar, Gaviola contaba los artículos producidos por la CNEA y concluía: "Ello revela una espantosa ineficiencia en el manejo del escaso caudal humano y económico del país" . 153 En este punto, el físico no parece comprender que el número anual de artículos publicados no era un parámetro de productividad adecuado para mensurar los objetivos que guiaban a la CNEA. Al año siguiente, el diario cordobés Los Principios publicó una nota de Gaviola motivada por una carta previa de Balseiro publicada en ese diario. Contradiciendo los redamos y actitudes anteriores, Gaviola repasaba los orígenes del Instituto de Física de Bariloche: "[ ... ] reivindico al Instituto de Bariloche como hijo espiritual mío". Y también sugería una reorganización: "La dependencia ficticia de la Universidad de Cuyo hace daño a ésta, pues le impide tener su propio laboratorio de física y sus propios profesores que enseñen a sus alumnos propios". Para superar esta anomalía proponía "darle al Instituto de Bariloche la personería de núcleo de una Universidad de los Lagos del Sur". 154 Por esos días también fue criticado el sistema de admisión del Instituto de Física de Bariloche -solamente quince estudiantes eran admitidos anualmente- en contraste con el ingreso irrestricto tradicional de las universidades argentinas. Un alumno del Instituto de Física de aquellos primeros años, Leo Falicov, explicaba que, luego de la caída de Perón, el instituto fue acusado de elitismo. Cuenta Falicov que también se argumentaba que, como "el instituto había funcionado medio año bajo el gobierno de Perón, entonces no podía ser confiable, su integridad política era cuestionable y podría no funcionar en democracia'' .155 Además de afrontar estas críticas, Balseiro debió hacer frente a otra serie de problemas. El más acuciante fue el sostenimiento del plantel de profesores. Entre 1955 y comienzos de la década del sesenta, el instituto dependió en gran medida de los profesores invitados y de la ayuda recibida del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), creado en 1956, la Unión Panamericana y, más tarde, de la OEA. También hubo acuerdos de cooperación con universidades extranjeras, como las de Vancouver (Ca-
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nadá) y Stanford (EE.UU.). Jorge Sabato, director de la División de Metalurgia de la CNEA, solía visitar el instituto acompañado por profesores visitantes. El golpe militar trajo consigo el cambio de autoridades en la CNEA. El nuevo presidente, el capitán (más tarde contraalmirante) Osear Quihillalt, había sido convocado tres años atrás por Iraolagoitía para hacerse cargo de las instalaciones de Bariloche. Luego del golpe de Estado, González Domínguez y Galloni se habían reunido con el presidente y el vicepresidente de facto para pedir el nombramiento de Quihillalt. 156 Graduado en 1944 de Ingeniero Especialista en Radiocomunicaciones de la UBA, Quihillalt había pasado por los establecimientos Bofors en Karlskoga, Suecia, donde realizó estudios en balística y armamentos. A fines de la década de 1940 había sido el autor de los primeros trabajos escritos en la Argentina sobre computadoras. 157 Quihillalt continuó las principales líneas de acción iniciadas por Iraolagoitía y, salvo una breve interrupción durante la presidencia de Arturo Frondizi, iba a estar a cargo de la presidencia de la CNEA desde 1955 hasta el retorno de Perón en 1973, momento en que el propio Quihillalt promovería el nombramiento de Iraolagoitía. Cuando Quihillalt quedó al frente de la CNEA ya existía una incipiente masa crítica -alrededor de 250 científicos y 300 técnicos- y un entorno institucional con cierta densidad y estructura. 158 Lo acompañaron inicialmente en el directorio los físicos Isnardi y Callo, los ingenieros Galloni y Carlos A. Volpi -director de grandes obras, como el dique Nihuil, en la provincia de Mendoza-, el matemático González Domínguez y el capitán de Fragata José María Rubio, primer egresado de la carrera de Ingeniería en Radiocomunicaciones e, igual que Iraolagoitía y Quihillalt, egresado de la promoción 60 de la Escuela Naval. En este punto era claro que los estereotipos de la ciencia académica que se difundían en la región -universalismo, libertad de investigación y ciencia pura o básica- no encontraron un terreno fértil en la CNEA. Guiada por una agenda de desarrollo tecnológico, una decisión que iba a marcar el futuro de la gestión de Quihillalt está relacionada con el camino seleccionado para disponer del primer reactor de investigación. El entendimiento entre Quihillalt y Sabato fue una pieza clave en la orientación de este proceso. Como director de la División de Metalurgia, Sabato adoptó una posición original que iba a ganar dimensión de rasgo de identidad
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institucional. Si bien en 1955 había buenos metalurgistas en la industria privada, la metalurgia no era enseñada en ninguna universidad argentina. Sabato y Tanis explicaban años más tarde que, al margen de algunos laboratorios de control de calidad pertenecientes a organismos públicos o empresas estatales y privadas, no había laboratorios de investigación y desarrollo y que la actividad de formación se reducía "a cursillos de extensión en un par de facultades de Ingeniería". 159 Sabato contaba en una entrevista a comienzos de los años setenta: "De hecho, la metalurgia era una suerte de paria en el mundo académico, a pesar del hecho de que la industria electromecánico-metalúrgica ya comprendía un 25% de toda la industria argentina''. De esta forma, la decisión de organizar un laboratorio típico de metalurgia nuclear "habría sido el 'camino fácil'; pero CNEA eligió el 'camino difícil"', explicaba Sabato. En lugar de un laboratorio de metalurgia nuclear, Sabato y su grupo decidieron establecer un laboratorio de investigación en metalurgia capaz de resolver problemas más generales. 16º Así se inició uno de los emprendimientos que en los siguientes años iba a ganar mayor dimensión simbólica dentro de la CNEA. Percibido como una empresa quijotesca, el "establishment científico'', cuenta Sabato, apodó "la murga'' al grupo que se propuso crear un laboratorio de metalurgia sin expertos en metalurgia. En sus comienzos, esta nueva área estuvo integrada por un profesor secundario de física -el propio Sabato-, dos ingenieros electromecánicos, un ingeniero aeronáutico, cuatro ingenieros químicos, un ingeniero civil, tres licenciados en química y un estudiante de química. Refiriéndose al ingeniero químico Jorge Mazza, quien en 1957 condujo el grupo que desarrolló los elementos combustibles del primer reactor de investigación, Sabato cuenta que, a pesar de haber sido entrenado en Birmingham sobre fatiga de metales, Mazza "ni siquiera había visto un elemento combustible en su vida". Las condiciones impuestas por Sabato ante las autoridades de la CNEA fueron claras: [... ] nosotros asumimos el compromiso de satisfacer todas las necesidades en metalurgia nuclear que nos planteara la CNEA; contra ese firme compromiso, solicitamos la más completa libertad para elegir el camino que nosotros creyéramos más conveniente para cumplirlo, por heterodoxo que ese camino pareciese a los observadores externos. 161
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Primero Iraolagoitía y luego Quihillalt dieron pleno apoyo a las demandas de Sabato. Los primeros cursos de capacitación fueron continuados con un programa intensivo de perfeccionamiento de posgrados en física y química de metales en el exterior. 162 Si bien el perfil industrialista y el énfasis puesto en la necesidad del acceso autónomo a la tecnología -componentes propios de la orientación del peronismo- habían motivado muchas de las decisiones iniciales de Iraolagoitía y habían marcado los pasos iniciales del área nuclear, luego del eclipse de la figura de Gaviola como líder de la física argentina, el creciente protagonismo de Sabato puede interpretarse como el surgimiento dentro de la CNEA de la primera figura civil con capacidad de traducir aquellos componentes ideológicos en formas de organización del trabajo y en senderos concretos de desarrollo tecnológico. Este proceso fue favorecido por el prestigio internacional de la energía nuclear durante aquellos años, lo que explica parcialmente la convergencia de valoraciones positivas provenientes de sectores políticos divergentes -tanto civiles como militares-, y por la incapacidad del gobierno de facto de articular políticas de desarrollo industrial y tecnológico. En este escenario, la CNEA atravesó el gobierno de facto sin alterar la orientación dada por el gobierno que ahora se prohibía nombrar. Incluso, durante la dictadura del general Aramburu y el almirante Rojas, como veremos, se consolidaron los componentes ideológicos que el peronismo había impreso al sector.
El primer reactor de investigación Entre los objetivos del programa Átomos para la Paz se encontraba la creación de un organismo internacional que promoviera el uso y se encargara del control de la circulación de materiales y tecnologías nucleares. Con este objetivo, a fines de octubre de 1956 se abrió a la firma en la ONU el Estatuto del Organismo Internacional de Energía Atómica, concebido como organización intergubernamental y autónoma. La Argentina formó parte del grupo de países que firmaron el acta que impulsó la resolución presentada por EE. UU. y Gran Bretaña ante la Asamblea General de la ONU, donde se proponía la creación de una agencia de Átomos para la Paz. 163
84 - - - - - - - - - - - - E L SUEÑO DE LA ARGENTINA ATÓMICA . El mes siguiente, Quihillalt anunció que la Argentina compraría el pnmer reactor nuclear de investigación a EE. UU. Seleccionado a partir de u~ proceso de licitación entre siete empresas norteamericanas y una britámca, el reactor sería construido por la empresa General Electric a un costo ~e entre 1 y 2 millones de dólares. 164 El grado de compromiso de la Argentma con EE. UU. puede ilustrarse con una anécdota: en diciembre, el representante argentino en la ONU tuvo que abandonar su cargo después de afin:nar q~e' e.l gobierno argentino mostraba alguna preferencia por el eqmpo bnramco. 165 En este punto, considerando que entre 1956 y 1959 EE. UU. iba a exportar alrededor de cuarenta reactores de investigación, parece claro que la Argentina era un país más dentro de la esfera de influencia de la agresiva política exterior norteamericana para avanzar sobre el incipiente mercado de reactores de investigación. Como parte del "Atomsfor-Peace Program Grants for Research Reactors", EE. UU. concedía al país comprador un subsidio de 350.000 dólares.166 Para concretar la compra, Quihillalt viajó a Nueva York a comienzos de 1957. Allí encontró que la venta se había postergado a causa de problemas .legales. Por esos días, entre el personal de la CNEA circulaba que Brasil ~staba tam~i~n detrás de la compra de un reactor de investigación. A comienzos de diciembre de 1955, el general Bernardino Correa de Matos, presidente de la Comissao de Energía Atómica del CNPq, había hecho p~b!ica la voluntad de Brasil de adquirir un reactor de investigación.167 Tacuamente, ambos países comenzaban a competir para ver cuál iba a poner en marcha el primer reactor de América Latina. Mientras esperaba que se destrabara el trámite, Quihillalt viajó a Filadelfia para asistir a un ciclo de conferencias. Allí encontró a Carlos Büc~ler, un ex miembro de CNEA que estaba trabajando en el Argonne Nat10nal Laboratory (ANL), en Chicago. 168 Por recomendación de Büchler, Quihillalt viajó al ANL para ver un pequeño reactor llamado Argonaut, puesto a func10nar unas pocas semanas atrás. La idea de construir un reactor tipo Argonaur en la Argentina, en lugar de comprar un reactor a una empresa norteamericana, habría sido sugerida por Büchler. El Argonaut era un reactor de investigación de baja potencia, bajo costo y moderado con agua. Había sido diseñado para ser suficientemente seguro para el uso de es~~diantes. El costo de todos los componentes del reactor y su construccion no podría exceder los 100.000 dólares.169
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De Chicago, Quihillalt fue a Washington para encontrarse con John
Hall, funcionario de la US AEC a cargo de las relaciones con otros países. Fue a través de Hall que Quihillalt consiguió los planos del pequeño reactor y el permiso para enviar tres personas para entrenarse en el ANL. 170 Ya en Buenos Aires, a comienzos de abril de 1957, Quihillalt comunicó la decisión de que el reactor no se compraría, sino que se construiría en CNEA.171 Las acciones se aceleraron. El reactor sería instalado en un terreno cedido por la DGFM. En abril, doce toneladas de grafito de calidad nuclear fueron compradas a Francia. A comienzos de mayo fue contratado el trabajo para las obras civiles. También, a través de una serie de reuniones con industriales, algunos funcionarios de la CNEA comenzaron a explorar cómo maximizar la participación de este sector. En junio, se inició el montaje del sistema de control electrónico. A mediados de agosto, las primeras partes del reactor fueron ensambladas. Al mes siguiente llegaron las 12 toneladas de grafito y se iniciaron las tareas de su corte a medida y maquinado. En septiembre, comenzó el trabajo sobre el blindaje de concreto del reactor. 172 Mientras esto ocurría, tres científicos de la CNEA -Carlos Domingo, Fidel Al~ina Fuertes, Miguel Geiger- viajaron al ANL. Si bien el objetivo era que se familiarizaran con el funcionamiento del reactor Argonaut, sobre todo para preparar la puesta a crítico del reactor argentino, Alsina Fuertes y Geiger dedicaron las dos primeras semanas de su estadía en EE. UU. a la gestión de trámites sobre la contratación de la empresa que se iba a encargar "del arriendo del material fisionable" (uranio enriquecido), que era la misma que proveía al reactor Argonaut norteamericano, así como a la búsqueda en la US AEC de informes relacionados con la producción del óxido de uranio para los elementos combustibles. 173 Sin embargo, los primeros ensayos realizados en agosto con uranio natural hicieron que se considerara seriamente la posibilidad de fabricar los elementos combustibles en la CNEA. 174 Durante su estadía, los tres argentinos recibieron un prototipo de elemento combustible enviado por Mazza desde Buenos Aires. Se lo mostraron a Harry Bryant, director del reactor, y luego de someterlo a examen se concluyó que era un trabajo de alta calidad. Si bien ahora no se justificaba comprar los elementos combustibles a la empresa norteamericana, por razones contractuales era necesario hacerlo. A Bryant se
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le ocurrió argumentar ante las autoridades del ANL que, dada la baja calidad de los elementos combustibles que recibían, se cancelara el contrato con la empresa y se le encargara la producción de los elementos combustibles a la CNEA. Sabiendo que esto último no era posible, la argucia. alcanzó para suspender la cláusula de compra de los elementos combustibles y permitir que su fabricación quedara a cargo del grupo de metalurgia de Sabato. 17s En simultáneo, a fines de septiembre, el físico brasileño Marcelo Damy de Souza Santos, director del Instituto de Energía Atómica de la Universidad de Sao Paulo, anunció que Brasil había logrado la primera reacción en cadena en América Latina. 176 Esta noticia podría haber puesto fin a la carrera tácita entre Brasil y la Argentina. Sin embargo, es probable que el grupo de la CNEA no haya sabido de esta novedad, aunque también es cierto que no se trataba de la inauguración pública y oficial, sino de lo que habría sido una prueba del reactor que Brasil había comprado a la empresa norteamericana Babcock & Wilcox. El 31 de octubre la CNEA firmó el contrato en Washington con la US AEC para adquirir los seis kilogramos de uranio 238 enriquecido al 20% en uranio 235, cantidad estipulada por el acuerdo de cooperación firmado en 1955, que aseguraba la provisión de combustible necesaria para el reactor de investigación argentino. La llegada del óxido de uranio se esperaba para la primera quincena de noviembre, pero el mal tiempo reinante en la zona del aeropuerto internacional neoyorkino obligó a suspender el embarque, que recién llegó en la segunda semana de diciembre. De acuerdo con Quihillalt, era la primera vez que EE.UU. exportaba materia prima para que otro país elaborara sus propios elementos combustibles. 177 Luego de algunas semanas en las que se volvieron rutinarias las jornadas de trabajo de 12 a 18 horas, a mediados de enero de 1958 los elementos combustibles ya estaban listos y el reactor ensamblado. "Cuando llegó la preparación del experimento crítico bajo la dirección de Alsina, estábamos algo asustados", cuenta Domingo. La fuente de neutrones era muy pequeña para el arranque. Al ir agregando uranio, existía el peligro de que el reactor se volviera supercrítico a un nivel indetectable de flujo neutrónico y, en décimas de segundo, se tuviera un nivel incontrolable de potencia. El uranio se fue agregando de a poco. Todo se hizo con gran lentitud. Se sabía que Brasil haría la inauguración oficial de su reactor de Saó
Paulo pocos días después y las autoridades de la CNEA estaban empecinadas en llegar primero. 178 La presión era grande. Las pruebas para la puesta a crítico se habían comenzado al mediodía del 16 de enero. Ese mismo día había salido una columna en el diario La Prensa donde aparecía como un hecho consumado que el lunes 20 de enero se realizaría la inauguración oficial. Incluso, la columna citaba palabras de Quihillalt, que afirmaba que el costo del reactor argentino había sido menor que el costo del reactor original hecho en el ANL. 179 Ya en la madrugada del día siguiente, luego de varios intentos en los que se fue incrementando el número de elementos combustibles, parecía que no iba a ser suficiente el uranio. A alguien se le ocurrió que cambiando la configuración de los elementos combustibles que ya estaban en el interior del reactor se podría mejorar la eficiencia. Finalmente, a las 6:25 horas del 17 de enero de 1958 -a 36 días de haber recibido el óxido de uranio enriquecido de EE. UU .-, el reactor de investigación, bautizado RA-1 (Reactor Argentino 1), alcanzó estado crítico. 1ªº Tres días más tarde, el 20 de enero, tuvo lugar la inauguración oficial. La importancia política otorgada al evento se manifiesta en la lista de asistentes. Estuvieron presentes en la inauguración el presidente y vicepresidente de facto, los ministros del Interior, de Educación y Justicia, de Comunicaciones, de Transporte, de Economía, de Obras Públicas, de Aeronáutica, de la Armada, de Relaciones Exteriores, de Trabajo y Previsión Social y de Comercio e Industria, un delegado del ministro de Guerra, el embajador norteamericano, el delegado para América Latina de US AEC e, incluso, miembros de la Iglesia Católica. En el discurso de inauguración, Quihillalt sostuvo que a través del RA-1 el país iba a "disponer de ciertos radioisótopos que, por su corta vida media, hacen su importación imposible" y se podría "estudiar el uranio ,metálico que produce nuestra fábrica, proveniente del mineral argentino". En cuanto al significado tecnológico del RA-1, Quihillalt interpretó que "este modesto reactor" era un primer paso hacia los reactores de potencia "como uno de los modos que pueden concurrir a conjugar el déficit energético en el porvenir" .1ª1 También enfatizó que habían participado 32 empresas argentinas en su construcción. 1ª2 El día posterior a la inauguración del RA-1, una noticia de apenas nueve líneas en The New York Times anunciaba: "El presidente Pedro Eugenio Aramburu encendió el primer reactor atómico en América Latina'',
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contradiciendo lo que el mismo diario había publicado en septiembre de 1957 acerca de la primera reacción en cadena en Brasil. 183 El 24 de enero, convencido de que la Argentina tenía la prioridad en la región, y probablemente en el hemisferio sur, Quihillalt viajó a Brasil para asistir a la inauguración oficial del primer reactor de investigación brasileño que tuvo lugar al día siguiente. 184 Sin embargo, un diario de Buenos Aires aclaró que el presidente de Brasil, Juscelino Kubitschek, en realidad había encendido el reactor por segunda vez, dado que el año anterior, "en septiembre, había sido probado por algunos días y declarado en perfecto estado de funcionamiento". 185 Esta carrera por la prioridad puede ser interpretada como una temprana expresión de los anhelos de liderazgo nuclear regional, ya estaban presentes de forma embrionaria en el imaginario de políticos y militares de ambos países. A modo de manifestación mediática didáctica, Ribeiro de Andrade cuenta que cuando la Argentina compró, en 1951, el sincrociclotrón a la empresa Philips, la revista más popular de Brasil en aquellos días, O Cruzeiro, sugirió que este hecho "podría ser el comienzo de una guerra fría en América Latina'' .186 Otro ejemplo de rivalidad temprana se observa en el episodio desencadenado con motivo de la aprobación del Estatuto del OIEA en octubre de 1956. El artículo 6 de este documento explicaba cómo se conformaba la Junta de Gobernadores del OIEA. La junta saliente "designará para integrar la Junta a los cinco miembros más avanzados en la tecnología de la energía atómica [... ] y el miembro más avanzado en· la tecnología de la energía atómica, incluyendo la producción de fuentes materiales, en cada una de las siguientes áreas no representadas por los cinco previamente considerados" .187 Una de estas áreas era América Latina. Este párrafo desencadenó una prolongada disputa entre Brasil y la Argentina para determinar cuál de los dos países era el más avanzado. A mediados de 1962, se llegó a conformar un panel con tres expertos internacionales que no llegó a un fallo que tomara partido por uno de los dos países. Así, la decisión fue que ambos países se alternaran cada año "como el miembro más adelantado" de la región, mientras que el otro también integraría la junta como "miembro electo". Carasales interpreta este episodio como "una buena muestra de la competitividad que caracterizó en esa época la relación argentino-brasileña en materia nuclear". 188
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Elementos para una tecnopolítica En la Argentina de mediados de los años cuarenta una comunidad científica incipiente comenzaba a organizarse y el complejo institucional estaba en pleno proceso de formación. La pequeña comunidad de físicos vio la energía atómica como una oportunidad para promover la creación de instituciones de enseñanza e investigación en física experimental y, también, para ganar visibilidad e interlocución frente al poder político. El gobierno y un grupo de militares de orientación industrialista vieron en la energía atómica un camino para diversificar las fuentes de energía y avanzar en la construcción de capacidades autónomas en un nuevo sector estratégico. A pesar de los intereses aparentemente complem~ntarios, lo.s pocos físi~o~ de relevancia que había en la Argentina mantuvieron relaciones conflictivas con el gobierno, a diferencia de otros países donde la alianza entre gobierno, militares y científicos -con diferentes modalidades de consenso- pudo funcionar como catalizador e impulsor del área atómica. Mientras que los físicos propugnaban por un entorno institucional vinculado a valores académicos -interpelados por la experiencia de la guerra-, el gobierno, con la mirada puesta en algunos países avanzados, aunque sin experiencia en política tecnológica, concibió que la energía atómica era una pieza importante para industrializar al país. Por su parte, el sector industrial argentino, sin mucha expectativa o interés, no jugó un papel dinámico relevante. Las presiones externas que recibió el gobierno de Perón, propias de un país semiperiférico que pretende modificar su estatus en el sistema económico mundial, completan el complejo escenario político e institucional en el que se comenzó a diseñar un entorno institucional para la energía atómica. La creación de la CNEA y la DNEA, la clausura del proyecto Huemul, la transferencia dd área atómica del Ejército a la Armada y el relevo de Gaviola por Balseiro en el diálogo entre científicos y oficiales de la Armada fueron factores que contribuyeron a la confluencia de objetivos. La entrada en escena de Jorge Sabato, un tecnólogo civil capaz de comprender los dos extremos del problema, consolidó este proceso de convergencia. Las condiciones de trabajo creadas en la DNEA-incluida la compra de dos aceleradores y la presencia del radioquímico alemán Seelmann-Eggebert-, los inicios de la prospección del territorio nacional en busca de uranio, la
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creación del Instituto de Física de Bariloche con Balseiro como director y de un área de metalurgia a cargo de Sabato son ejemplos de las iniciativas que hicieron posible iniciar un proceso progresivo de consolidación del área nuclear. Es un hecho políticamente significativo para evaluar el lugar que el gobierno peronista otorgó a la consolidación institucional de la ciencia y la técnica que, en momentos de debilidad económica y escasez de divisas, esta gestión haya concretado inversiones importantes en equipamiento, infraestructura y formación de recursos humanos. El gobierno de facto revirtió la orientación planificadora. En 1956 creó el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), al año siguiente el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y, a pocos días de la puesta a crítico del RA-1, en febrero de 1958, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Mientras que el I~TA y ~l INTI se concebían como institutos tecnológicos para el agro y la mdustna, el CONICET tenía el objetivo de fortalecer la investigación en las universidades y se inspiraba en los principios del "universalismo científico". Ahora bien, el desmantelamiento de los organismos de planificación heredados del peronismo, la compartimentalización del Estado y la ausencia de políticas públicas para la ciencia y la tecnología derivaron en un panorama institucional fragmentado que tendría consecuencias de largo plazo. 189 Sin embargo, a pesar de la ruptura política traumática que significó el golpe de Estado de 1955, la afinidad de las gestiones de Iraolagoitía y Quihillalt dio continuidad a una dirección de crecimiento v diversificación institucional que condujo a la construcción y puesta en "funcionamiento del RA-1. Evaluado por Quihillalt como una adquisición modesta desde la perspectiva del mainstream nuclear, en este artefacto se comenzó a esbozar ~n ~n;aginario. tecno.lógico-industrial como rasgo institucional y se matenahzo una onentac1ón tecnopolítica que mostraba sus potencialidades como p~radigma alternativo a la ciencia académica, tanto por su capacidad de defimr una agenda de metas tecnológicas que buscaban dar solución a problemática~ ~~cales, co~o por las formas complejas de organización que eran su cond1c10n de posibilidad. A diferencia del universalismo de la ciencia académica -de su reclamo de libertad de investigación y autorregulación, de su valoración de la investigación básica y de una agenda definida por "la comunidad científica in-
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ternacional"-, la posibilidad de contar con lineamientos de política tecnológica de mediano plazo también creaba las condiciones para el trabajo multidisciplinario y para el surgimiento de nuevos perfiles socioprofesionales en el país vinculados a la elaboración y gestión de proyectos tecnológicos. Estos elementos comienzan a configurar un régimen tecnopolítico como factor dinámico en la definición de un horizonte de objetivos políticos, institucionales y tecnológicos. El sentido simbólico del RA-1 se completaba con la venta del knowhow desarrollado en el proceso de fabricación de sus elementos combustibles a la empresa alemana Degussa. Este desarrollo había sido presentado, en agosto de 1958, en la Segunda Conferencia Internacional sobre Usos Pacíficos de la Energía Atómica. La venta se concretó en noviembre en Frankfurt, donde la CNEA entregó un informe completo del proceso de fabricación a cambio de la suma de 14.000 dólares. Esta transferencia era la primera exportación de tecnología nuclear de la Argentina. 19°
Notas Expresión del New lórk Herald Tribune citada por Boyer (1985: 109). Maddock (2009: 121-122). 3 ídem (2009: 125). 4 La tecnología que había permitido obtener el uranio enriquecido y el plutonio para el Proyecto Manhattan había sido provista por empresas como Du Pont y Union Carbide. Al final de la guerra se sumaron a los beneficios -a través de la transferencia de forma directa de tecnología y de know-how- otras empresas, como Westinghouse o Dow Chemical, mientras el gobierno construía un complejo de instalaciones para el programa atómico militar. Sobre este tema, puede verse: Hertsgaard (1983: 10-34). 5 Ribeiro de Andrade (2006: 18). 6 Fischer (1997: 19-21). 7 Balogh (1991: 24-25). 8 El folleto Movilización industrial iba a influir en un sector de las Fuerzas Armadas (Savio, 1933). Puede verse: Ortiz (1996: 167-170). 9 Potash (1971 [1969]: 181); Belini y Rougier (2008: 49-82). 10 Savio (1942: 33-34). 11 Barbero (1997: 381); Belini (2004: 74-77). 12 Gimbel (1990: 452). 13 Decreto 22.855 de septiembre de 1945. 14 Bush (1960 [1945]: 12). 15 Guston (2000: 42-62). 16 Firmantes del Manifiesto (1945). Puede verse: Zanatta (2009: 44-45). 1
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17 Pueden verse: Science (1943); Shellenberger (1944; 1945); Panamerican [seudónimo] (1944); Cortesi (1943a; b; 1945). 18 Berrotarán (2003: 85). 1 9 A esto se agregaba la firme creencia del gobierno en la inminencia de una nueva guerra mundial que podría fortalecer la posición económica de la Argentina. Todavía a mediados de 1952, el propio Perón -bajo el seudónimo de Descartes- escribía en el periódico Democracia, sobre la "función de Latinoamérica en la tercera guerra" (Descartes, 1953: 396). 20 Guzmán y Altomonte (1982: 25); Rock (1999 [1985]: 333). 21 Hurtado (2010: 54-55). 22 Mariscotti (1985); Hurtado y Busala (2002). 23 Isnardi (1943). 24 Galloni (1945). 25 US State Department (1946). 26 MacDonald (1980: 388-391). 27 Hurvich y Dowker (1947). 28 Rapoport (1980: 277-278; 1994: 40). 29 Tewksbury (1946). 30 Passos Videira (2001: 160-167). 31 Gaviola (s/fa: 2). 32 Mariscotti (1985: 35-90); Bernaola (2001: 161-181, 373-458). 33 Gaviola ( 1946b: 221). 34 Idem (1946a). 35 Idem (1946b: 216-219). 36 The New York Times (1947a: 7). 37 Gaviola (1947a). 38 Jdem (1947a: 11-12, 17). 39 Artin y Courant (1947: 1-3). 40 Gaviola (s/fa). 41 Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores (1946a). 42 Mariscotti (1985: 64). 43 Diario .de Sesiones de la Cámara de Senadores (1946b; c). 44 Un análisis de estos proyectos puede verse en: Feld (2007). 45 Gaviola (s/fa). 46 Mizelle (1947a). 47 Crítica (1947). 48 Beck (1947). 49 The New York Times (1947b). 50 Mizelle (1947b). 51 Wallace (1947). 52 Cabral (1990: 12). 53 Rapoport (1995). 54 Barsky y Gelman (2001: 299-300). Sobre el boicot norteamericano, puede verse: Escudé (1988). 55 Ver, por ejemplo: The New Repub!ic (1946a; b). 56 Hovey (1947: 29-30). 57 Cabral (1988: 657).
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Ver, por ejemplo, Gaviola (1948). Puede verse también: Bernaola (2001: 406-407). Gans había estado en la Argentina entre 1912 y 1925 como director del Instituto de Física de la UNLP (Gaviola, 1954). También puede verse: Pyenson (1985: 179-185); Cabral (1994: 52-53). 60 Gaviola (1954). 61 Gans moriría en la Argentina en 1954 (Gaviola, 1954). 62 Sobre la ley universitaria de 1948, puede verse: Mangone y Warley (1984: 27-28) y Pronko (2000). 63 Meding (1999: 278). 64 La lista del grupo de Tank puede verse en: Meding ( 1999: 317). 65 Un relato exhaustivo del "affair Richter" puede verse en: Mariscotti (1985). También puede verse: Gaviola (1955a); Isnardi et al. (1958); Primera Plana (1967); Westerkamp (1975: 44-46); Mariscotti (1990); Meding (1999: 273-288). 66 Isnardi et al. (1958: 47). 67 Falicov (1970: 9); Isnardi et al. (1958: 86). 6 8 Decreto 10.936 del 31 de mayo de 1950. 69 En 1953 pasaría a llamarse Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. 7o González (1950); Gaviola (1950). 7 1 Mariscotti (1985: 120). 72 Sobre Mundo Atómico puede verse: Hurtado y Feld (2010). 73 Mariscotti (1985: 138). 74 The Washington Post (19 51 a). 75 !dem (195lb). 76 Mundo Atómico (195 la: 4). 77 Jdem (1951b: 71). 78 Jdem (1951c: 5). 79 Mariscotti (1985: 143). Un relato detallado sobre el desarrollo de reactores de fusión puede verse en: Herman (1990: 16-53). 80 Los documentos se reproducen en Van Der Karr (1990: 221, 223). 81 Gaviola (1951). 82 Beck (1951). Beck se marchó ese mismo año a Río de Janeiro contratado por el recién creado Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas. Ver: Passos Videira (2001). 83 Galloni (1951a). 84 Isnardi et al. (1958: 49). 85 Balseiro (1952); Isnardi eta!. (1958: 50-51); Puglisi (2011: 35). 86 Mariscotti (1985: 247-252). 87 El tokamak es un dispositivo toroidal, desarrollado desde mediados de los años cincuenta por físicos soviéticos, que utiliza campos magnéticos para confinar el plasma. 88 Winterberg (2003; 2004). 89 Hand (2011: 19). 9°Cochran eta!. (1987: 16, 152-154). 91 Gilpin (1962: 37). 92 Ribeiro de Aridrade y Muniz (2006: 319). 93 Jdem (2006: 320). 94 Jdem (2006: 322-325). 95 Cabral (1996). 58 59
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Westerkarnp (1975: 47); Vessuri (1995: 198-199). Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación (1947); Tagashira (2012: 104). 98 González (1988); Radicella (1993). 99 Gaviola (s/fa). 100 !dem (s/fa). 101 !d