El rio de Dios

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Stamateas, Bernardo El río de Dios : entendiendo el plan de intimidad con Él / Bernardo Stamateas. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Presencia de Dios, 2020. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-1338-94-8 1. Crecimiento Espiritual. I. Título. CDD 204.46

EL RÍO DE DIOS Entendiendo el plan de intimidad con Él Bernardo Stamateas - 1ª edición 2020 Presencia de Dios José Bonifacio 332, Caballito, Buenos Aires, Argentina Tél.: (54011) 4924-1690 www.presenciadedios.com Edición: Silvana Freddi Diseño de tapa y diagramación: Creativos Presencia

No se permite la reproducción parcial o total de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

ÍNDICE

Introducción 15 Agradecimientos 17 Libros utilizados 19 1. A más Palabra, más experiencia; y a más experiencia, más Palabra 21 2. Activar las primicias

22

3. Adorar al Señor 22 4. Alcanzar la altura de la plenitud de Cristo

23

5. Algo nuevo de Él cada día

24

6. Andar en la visión 24 7. Andar en la visión. Que Cristo crezca

25

8. Andar en la visión. Que el cuerpo crezca

25

9. Argumento 26 10. Arrianismo matrimonial 27 11. Atesorar 28 12. Atracciones brillantes 28 13. Autoridad delegada 29 14. Autoridad representativa 29 15. Cinco creencias nucleares que son troncales

30

El río de Dios | 3

16. Coincidencias divinas 31 17. Coincidencias divinas: Los tres sentidos

32

18. Comer La Palabra 32 19. Cómo adquirir sabiduría 33 20. Cómo experimentar conocimiento

34

21. Compartir a Cristo con éxito

36

22. Compartir cada situación, a cada instante, con Él

36

23. Comunicación trinitaria: Los SÍ

36

24. Comunicación trinitaria : Los NO

37

25. Comunión diaria 37 26. Contemplar Su hermosura

38

27. Cristo tiene tres niveles

40

28. Cristo: Unigénito o Primogénito

40

29. Cuando el Espíritu habla, una de Sus manifestaciones es decirnos “no”

41

30. Cuando somos guiados, experimentamos profundidad 41 31. Cuando quiero hacer el bien, automáticamente se activa en mí la ley de querer hacer el mal

42

32. Cuatro hiper de Dios

42

33. Cuatro tipos de creyentes sin comunión

44

34. Dar testimonio 45

4 | El río de Dios

35. Declaraciones de amor 45 36. Diseño del Piso 1 46 37. Diseño del Piso 2 47 38. Diseño del Piso 3 48 39. Dios armó un diseño perfecto

48

40. ¿Dios se arrepiente?

49

41. Dios omnipresente 50 42. Dios quiere compartir el día con nosotros

51

43. Dios quiere hacernos universales

51

44. Dios tiene dos nombres

52

45. Dios triuno 53 46. Dios triuno : Ideas erradas

53

47. Diseño viejo vs. Diseño nuevo

54

48. Disfrutar de Cristo 55 49. Dolor mezclado con amor

55

50. Efectos del crecimiento de Cristo

56

51. El amor de Dios

57

52. El amor de Dios : El amor humano se mueve en grados 57 53. El amor de Dios : El misterio del amor

58

54. El amor de Dios : Es invisible-visible

59

55. El amor de Dios: la deuda del amor

59

El río de Dios | 5

56. El amor de Dios me ensancha

60

57. El amor de Él es una experiencia que siempre debo tener 60 58. El automático de Dios

61

59. El carácter que Dios usa no es el mío, es el de Cristo

61

60. El Dios misterio 62 61. El Espíritu se expresa

63

62. El libro Cantar de los Cantares

63

63. El perdón es la llave de la paz

64

64. El plan de Dios es el aumento de Cristo en mí

65

65. El poder de Su resurrección

65

66. El silencio 68 67. El tercer envío 68 68. El único destino 69 69. El vuelo del amor 70 70. En el monte y en el valle

71

71. Entregar a mi familia como una ofrenda a Cristo

72

72. Escolástica y mística 73 73. Estado “flow”

73

74. Estar enfermo de amor

74

75. Estoy “en” Cristo 75 76. Estilo de enseñanza de Jesús

6 | El río de Dios

75

77. Evidencia de que alguien vive en comunión con Dios 76 78. Experiencia genuina vs. experiencia emocional

76

79. Experimentar a Cristo 77 80. Experimentar la paz 78 81. Familias bendecidas 79 82. Firme, sólido y sin cambios

79

83. Fuimos creados para vivir en Trinidad

80

84. Invocar a Cristo 81 85. Hacer las cosas para el ojo humano nos llevará al dolor 82 86. Hecho con su material: marca Cristo

82

87. Hecho con todos los recursos

83

88. Hecho por Dios (made in God)

83

89. Homeostasis en la familia

84

90. Homeostasis en la pareja: 20 puntos

84

91. Homeostasis trinitaria 85 92. Impartir a alguien lo que hemos recibido en el silencio eterno 86 93. Impartir lo que Dios me da

87

94. Impartir vida Zoé a mi familia

89

95. Interrupciones divinas 90 96. Invocar 91

El río de Dios | 7

97. La belleza 91 98. La danza trinitaria 92 99. La danza trinitaria: pasos de baile

93

100. La escalera del conocimiento divino

94

101. La herencia de Cristo para nosotros

94

102. La intercesión 95 103. La ley del bien 96 104. La ley del Espíritu de vida

97

105. La ley del mal o ley del pecado

98

106. La llave de la herencia de Cristo

99

107. La llave para abrir el corazón de Él

99

108. La mente de Cristo

100

109. La mirada de Dios sobre nosotros

102

110. La paz es la pista de aterrizaje donde aterrizan las ideas sabias de Dios

104

111. La Trinidad: uno no es el otro

105

112. La victoria se activa muriendo

106

113. La visión para cada cristiano

106

114. La voz de Dios en la eternidad

107

115. La voz que oigo indica a quién le pertenezco

107

116. La voz que oigo indica quién me cubre

108

117. La voz que oigo me transforma

108

8 | El río de Dios

118. Las banderas 109 119. Las cuatro vidas 109 120. Las cosas creadas se hacen fuente del hombre

110

121. Las opiniones y el alma

111

122. Las “voces extrañas” 112 123. Leer hasta recibir “el tirón”

112

124. Llegar a ser uno en Su amor

113

125. Llenarse y vaciarse 113 126. Llevar todo a la cruz

114

127. Lo entrego en la cruz para su muerte

115

128. Llevar todo a la cruz: cinco radiografías del alma

116

129. Llevar todo a la cruz: a lo largo del día, llevo todo a la cruz 117 130. Llevar todo a la cruz: descubrir la raíz

117

131. Llevar todo a la cruz: entregar a la cruz sin resultados 118 132. Llevar todo a la cruz: funcionamiento de la cruz

118

133. Llevar todo a la cruz: lo malo y también lo bueno

119

134. Llevar todo a la cruz: los tres días de muerte

120

135.Llevar todo a la cruz: todo lo que no es “niño”

120

136. Los actos sorpresivos de bondad

121

137. Los sentidos del espíritu

122

El río de Dios | 9

138. Los sentidos del espíritu: la visión

122

139. Los sentidos del espíritu: el gusto

123

140. Los sentidos del espíritu: el oído

124

141. Los sentidos del espíritu: el olfato

124

142. Los sentidos del espíritu: el tacto

125

143. Madurez 126 144. Maestro 127 145. Meterse en el plan

128

146. Mi carácter no tiene arreglo

129

147. Mi meta es ser como Él, no tener un milagro

129

148. Mi espíritu 130 149. Milagros cotidianos y extraordinarios

131

150. Modo paz 131 151. Momentos de plenitud 132 152. Momentos de plenitud que dejan huella

133

153. Momentos cumbre 133 154. Momentos de claridad 134 155. Moralina 135 156. Muerte y resurrección 135 157. Muertos o sepultados 135 158. Necesidades satisfechas 136 159. Niveles de comunión 137

10 | El río de Dios

160. Niveles de comunión: la profundidad de Dios

138

161. No despertar al amor, hasta que quiera

138

162. No se trata de mí, se trata de Él

139

163. No “somos” el problema

140

164. Orar las 24 horas 141 165. Orar sin cesar 142 166. Orar las 24 horas: la oración mental

143

167. Orar las 24 horas: meditar La Palabra que oro

143

168. Orar las 24 horas: orar en Su oración

143

169. Orar las 24 horas: orar La Palabra

144

170. Orar las 24 horas: que Dios me dé el país

144

171. Permanecer en Él 145 172. Pertenecer 145 173. Plenitud: en Él lo tengo todo

146

174. Plenitud: medidas 147 175. Poner la mente en el espíritu y ver a Cristo activan la ley del Espíritu de vida

148

176. Qué produce la ley de la vida

149

177. Qué sucede cuando pecamos

151

178. “Quién soy”: el ser, la vida

152

179. Quietismo 153 180. Reacciones negativas ante el error

153

El río de Dios | 11

181. Recibimos las bendiciones para que el cuerpo crezca 154 182. Respirar La Palabra: El ejercicio de respirar La Palabra 155 183. Sabiduría 156 184. Seguir las huellas 157 185. Sentidos del alma y sentidos del espíritu

159

186. Señor, me vuelvo uno con Vos

159

187. Ser uno con Cristo

160

188. Ser uno en el Uno

161

189. Ser uno entre nosotros o uno en Cristo

162

190. Si él me besara con besos de Su boca

162

191. Si lo ves, lo ves. Si no lo ves, no lo ves

163

192. Silencio eterno 163 193. Silencio eterno: escribir lo vivido en el silencio

164

194. Silencio eterno: la voz eterna de Dios es Su silencio 165 195. Si tengo Sus genes, expreso Su imagen

165

196. Subirse a los hombros de otro

166

197. Tengo la genética de Cristo

166

198. Tibieza espiritual 167 199. Toda La Biblia apunta a Cristo

167

200. Tres cosas que suceden cuando nacemos de nuevo 167

12 | El río de Dios

201. Tres pisos. Primer piso: Cristo en el A.T.

169

202. Tres pisos. Segundo piso: Cristo encarnado

170

203. Tres pisos. Tercer piso: Cristo glorificado

170

204. Tres pisos. Resumen de los tres pisos

171

205. Trinidad: cuestiones de género

172

206. Trinidad: énfasis de cada uno

172

207. Usar la fe de Él

173

208. Vencer es una Persona, es que Cristo se exprese

174

209. Ver a Cristo en los momentos difíciles

174

210. Vida Zoé 175 211. “Ya no vivo yo” significa que mi alma ya no me gobierna 175 212. Yo “en” Cristo 176 213. Yo soy subjetivo, Dios es objetivo

176

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INTRODUCCIÓN

Vivir una mentalidad Cristocéntrica es una inmensa y poderosa fuente de experiencias espirituales. Toda La Biblia se trata de Cristo y de las miles de formas diferentes en las que Él se expresa. El Dr. Bernardo Stamateas ha transmitido, por medio de sus libros, diferentes conceptos fundamentales para vivir una vida “en el espíritu”. En esta obra se han extractado conceptos de trece libros que fueron escritos en forma consecutiva entre los años 2019 y 2020. Los temas están ordenados en forma alfabética para que puedas encontrarlos fácilmente. Cada título contiene experiencias profundas que han sido caminadas, vividas. Te animo a que uses este manual como una herramienta eficaz en el crecimiento de tu comunión personal con Cristo.

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AG RAD ECI M I ENTOS

A Daniela de Girolamo y Andrés Verstraeten

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LIBROS UTILIZADOS

1. La Voz de mi Amado 2. Ahí estás 3. Sigue las huellas 4. Uno en Él 5. Vivir en la Trinidad 6. Comunión Diaria 7. Siete días en el lugar secreto 8. Aguas muy profundas 9. Cartas de Amor 10. Modo Espíritu 11. La ley del Espíritu de Vida 12. Efesios 13. El Tercer Piso

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1. A más Palabra, más experiencia; y a más experiencia, más Palabra “Saber La Biblia sin experimentarla” vs. “Experimentar al Señor sin saber La Palabra”. No sirve “saber” qué Jehová es mi Pastor, si nunca lo viví a Él como tal. “Saber” sin experimentar no es haber tocado el amor. Ese conocimiento te llevará a “llenar tu alma” de datos, de conocimiento, de saberes; pero no tendrás vida, luz, aumento de Cristo. Hay personas que “saben mucho”, pero no disfrutan de Él (solo disfrutan de conocer). Usamos la expresión “Leer La Biblia” (¡hay que leerla!). Ahora digo: “Viví a Cristo, experimentá Su Palabra”. “Leer la Biblia” es un encuentro con Él, si no, no es nada. “Experimentar al Señor sin saber La Palabra”. Es lo que sucede a aquellas personas que tienen muchas experiencias sin haber conocido La Palabra. Gente que ama realmente al Señor, que ha rendido su vida a Él, pero no a Su Palabra. La Palabra no tuvo un aumento en ellos. Ya sea porque “no la entiendo” o porque “me da pereza” o por “no tener mentores”. No podemos suplantar el conocer La Palabra por el “Dios me dijo”. En base a esto, se han dicho falacias y se ha lastimado a mucha gente. Todos los hombres de Dios sabían La Palabra y la vivían. Ella era su experiencia. Porque cuanto más lo amo a Él, más quiero conocerlo. Más lo conozco, más lo amo.

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2 . Activar las primicias La prioridad en nuestras vidas es que Cristo crezca. El apóstol Pablo nos enseña que, para activar las primicias, necesitamos incorporar y declarar este principio con autoridad: “Cada vez que una primicia venga a mis manos, invocaré a Cristo”. En Romanos 8:22 Pablo declara que el mundo gime dolor: Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora. Cada vez que Dios nos da algo, tenemos que clamar a Cristo; esto es, volvernos a Él y decirle: “Señor, gracias por esto que me diste, pero yo te amo a Vos. ¡Quiero que Cristo crezca en mí!”. No nos quedamos agradeciendo lo que recibimos. Lo que llegó a nuestras manos es la primicia, pero nosotros necesitamos proclamar a Cristo.

3. Adorar al Señor “Cuando le hablamos a Él de lo que Él es, Él crece en nosotros”. Adorar no es cantar; adorar es hablar lo que Él es. No es hablar de mí. Adoración es mirarlo a Él y hablar de quién es Él. La adoración empieza en Él y termina en Él. Durante mucho tiempo le pregunté al Señor por qué en mi vida de adoración individual no veía grandes manifestaciones del fluir de Su poder. Y el Señor me dio la respuesta: “La alabanza no es lo que yo experimento ni entrego, sino que es hablar de los atributos de Él, conocerlo a Él; y cuando yo lo alabo a Él, Él añade algo de Él en mí”. 22 | El río de Dios

Antes de hacer algo… Antes de hacer una tarea, expresá una alabanza. Después de hacer una gran tarea, soltá una alabanza. Antes, durante y después, soltemos alabanzas a Dios. Cuando lo alabamos, se mezclan la admiración y el asombro, junto con el gozo y la alegría. Hablar adoración… El apóstol Pablo dice que hablemos entre nosotros con salmos. Te propongo que, cuando saludes a alguien y te pregunte cómo estás, le respondas: “Cristo reina con poder”. Nosotros no debemos hablar a partir de lo que sentimos, lo que tenemos o lo que nos sucede; tenemos que hablar entre nosotros con salmos. Cuanto más adoramos, más Él se nos revela. Nuestras experiencias serán una canción, una poesía, una alabanza. Adorar no es un servicio, ni oír un mensaje, ni arrodillarse en silencio, ni cantar fuerte soltando una lágrima. Adoración es algo mucho más profundo que eso. Una de las maneras de las que disponemos para que la vida fluya y tengamos contacto con Él es cantándole a Él. Adorar es presentar a Cristo al Padre.

4. Alcanzar la altura de la plenitud de Cristo Colosenses 1:28 dice: “A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en Él”. Este versículo de Colosenses no está dirigido solamente a los pastores y a los

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líderes que tienen que dar el ejemplo; es para todos. Vos y yo podemos alcanzar la altura de la plenitud de Cristo, lo cual quiere decir que todo lo que Él es saldrá de nosotros. El poder que actúa en vos te llevará a vencer todas las limitaciones naturales porque todo lo podés en Cristo que te fortalece, conforme al diseño que Él preparó para tu vida. ¡Vos podés romper los límites!

5. Algo nuevo de Él cada día A veces, la revelación es como “sacar agua de pozo”; otras veces es como “abrir la canilla”; y en ocasiones es “una lluvia torrencial” sin el menor esfuerzo. Movete en las tres. Nunca descuides la primera. No todo lo que uno aprende en “teoría” debe tener una aplicación práctica. Cuidate de los dos extremos: “estudiar y estudiar para tener datos” y “no estudiar, no buscar, no investigar; o solamente muy poco y lo básico”. Invertí en algunos libros. Buscá en Internet.

6. Andar en la visión “Andar en el Espíritu” significa “andar en Cristo”. Andar en la visión es andar en el Espíritu, y andar en el Espíritu es andar en la visión. El término “andar” habla de movimiento. Vos y yo tenemos que “andar, o caminar, en la visión”. La Biblia completa, con todos sus libros desde el Génesis hasta el Apocalipsis, conforma la visión de Dios. En Las Escrituras

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solo hay una visión: la visión de Dios. Y Él tiene una única visión. No existen dos visiones. La Biblia fue escrita para que anduviéramos en la visión. La Escritura es como un árbol: tiene un tronco y raíces. Eso es la visión. También tiene hojas (el ayuno, la oración, la guerra espiritual, etc.), pero no son la visión central. ¡No te pierdas en las hojas! Cuando leas La Biblia, buscá primero la visión para no extraviarte en los temas secundarios.

7. Andar en la visión Que Cristo crezca Seguir la visión, que Cristo viva en nosotros, significa que Él crezca en nuestra vida. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, en todo lo que hagamos, que Cristo crezca en nosotros. La única visión de Dios es que Cristo crezca en nosotros. Todo lo que hagas conectalo con que Cristo crezca, y estarás caminando en la visión única de Dios.

8. Andar en la visión Que el cuerpo crezca El único plan, visión, dispensación o voluntad de Dios es que Cristo crezca en nosotros, que Él viva en nosotros, para que así el cuerpo crezca. El cuerpo de Cristo es la Iglesia. Cuando nos reunimos, Dios ve a uno. Cuando Cristo crece en vos, cuando comés del Señor, el alimento va al cuerpo. Cristo aumenta en vos para que entonces el cuerpo crezca. Necesitamos conectar

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todo con el cuerpo, porque somos “uno” en el cuerpo de Cristo. Necesitamos volver siempre al centro: Cristo en mí para que el cuerpo crezca, para que ganemos gente para el Señor y Su cuerpo aumente.

9. Argumento Si yo digo A y vos decís B, eso es un argumento. Argumento es: dos palabras distintas. Es decir, una voz contraria. Yo peleo con una voz contraria. El apóstol Pablo dice en 2 Corintios 10 que la espada tiene poder para derribar argumentos. Si yo digo A y Dios dice B, tengo un argumento. Por ejemplo, yo digo que es difícil y Dios dice: “Yo te doy la victoria”. O, si alguien dice: “Va a haber pobreza”, Su Palabra dice: “Mi Dios suplirá toda carencia”. Nuestra batalla es una batalla de argumentos: una voz contra otra voz. ¿Qué les sucedió a Adán y Eva? ¿Qué oían? La voz de Dios. Pero Satanás vino con otra voz, y ahora Adán y Eva tenían argumentos (A y B). ¿Sabés cómo nos vence el enemigo? Con un argumento. Dios me dijo algo y él me dice otra cosa: “Habéis oído que Dios dijo; pero yo os digo que si coméis del..., seréis...”. Nuestra alma es una fábrica de argumentos. Yo digo una cosa y el Padre dice otra. Jesús tuvo victoria porque llevaba su alma a morir cada día. Él dijo: “Yo lo único que hablo es la voz del Padre”. En las áreas en las que nos va bien, nos hicimos “uno” con la voz de Cristo; y en las áreas en las que todavía tenemos la

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imagen terrenal, no lo hemos alcanzado. La voz que oís entrega tu imagen. Si oís la voz terrenal, te harás uno para hablar y cumplir los mandatos, los pecados. ¿Qué voz vas a escuchar? ¿Lo que Dios dice, lo que otros dicen o lo que vos te decís a vos mismo?

10. Arrianismo matrimonial 1. Hay un superior y un inferior El varón está “sobre la mujer” y ella se somete. El varón decide. El varón tiene autoridad sobre la mujer. 2. Hay roles para el varón y roles para la mujer El varón para el trabajo y la mujer para la casa. El varón pastor; la mujer, no. El varón proveedor; la mujer en la casa. El varón racional; la mujer emocional. El varón autoridad; la mujer influencia. En la pareja debe haber sumisión mutua y se debe compartir la autoridad. Los roles son móviles. Ambos deciden qué hacer cada uno y ambos “quieren su rol”. Nadie le impone nada al otro. Dios no le dijo a Adán que sometiera a la mujer. Ambos tenemos todo. Es someterse mutuamente para elevarse mutuamente. Dice Gálatas 3:28: Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.

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11. Atesorar María atesoró la palabra que recibió. Lucas 2:19 dice que la palabra que ella recibió “la atesoró y la meditó”. Atesorar es valorar, amar, abrazar. Muchos oyen y olvidan. Otros estudian y saben. Y otros ni siquiera eso. Algo valioso es abrazado con tu atención, tu mente, tus fuerzas y tu corazón. Cuando leés La Biblia, cuando oís un mensaje, cuando estudiás un texto... no sirve de nada. Sí. ¡Leíste bien! De NADA, si no: • Atesorás cuando leés. • Atesorás cuando oís. • Atesorás cuando estudiás.

12. Atracciones brillantes El Señor utiliza ciertos hechos o situaciones para llamarnos la atención. Pueden ser aquellas cosas ante las que Él nos exprese: “Prestá atención a esto, porque quiero decirte algo”. Jesús utilizó cosas pequeñas para llamar la atención y enseñar algo. Puede ser un objeto, una voz, una situación, un sonido, un animal, una flor, un atardecer, etc., mediante lo cual Dios nos enseña algo. Se calcula que, durante el 47% de las horas en las que nos mantenemos despiertos, la mente piensa en algo diferente de lo que estamos haciendo. Así Dios nos llama la atención y construye en nosotros mayor sensibilidad para verlo a Él cada día. 28 | El río de Dios

13. Autoridad delegada Autoridad delegada es aquella que utilizamos o hacia la cual nos referimos cuando vamos a hacer algo en nombre de alguien. Por ejemplo, al realizar un trámite, nos presentamos en ventanilla y decimos: “Me envía tal persona”. Y nos responden: “Pase, por favor, lo envía alguien importante”. Todos hemos hecho un trámite de ese modo. Uno busca un contacto y le pregunta: “¿Puedo ir de parte tuya?”. “Sí, andá de parte mía”. Eso nos ahorra tiempo. Cada vez que vos usás el nombre de Jesús como el Señor, le estás diciendo a la enfermedad, al problema, o a lo que fuere: “Yo vengo de parte de Jesucristo. A mí me envía el Señor de todas las cosas”. Jesús declaró: “Todo lo que pidan y hagan, pídanlo y háganlo en mi nombre”. En el nombre de Jesús no es una fórmula mágica ni de memoria. Tenemos que usarlo a conciencia y de corazón, sabiendo que lo que confesamos es que nosotros servimos a un Señor que tiene gloria, que ha vencido, que es Rey, que tiene una espada en la mano, que tiene poder.

14. Autoridad representativa Autoridad representativa consiste en que una persona firme un poder o un mandato. Por ejemplo, yo le firmo un poder a mi esposa y ella puede ir a hacer el trámite como si yo estuviera presente. Es decir, ella tiene el mismo poder que yo. Eso se llama mandato. Cuando vos te movés, vos sos Cristo mismo. Por eso, podés llegar a un lugar y declarar: “Vengo de parte del El río de Dios | 29

nombre del Señor Jesús”. En algunos lugares hay que entrar y declarar: “Acá llegó Cristo mismo porque Él murió y me ha dado toda autoridad”. La Biblia dice que Él le dio todo poder y autoridad a la Iglesia, es decir, al cuerpo de Cristo. Donde vos vas, va Cristo. Lo que vos hablás, habla Cristo. Todo lo que hacés, Cristo lo respalda porque Él te ha firmado un poder, para que vayas en su nombre como si fueras Él. ¡Estás empoderado! El Cristo de la gloria te ha autorizado a que, donde vayas, seas Cristo mismo.

15. Cinco creencias nucleares que son troncales 1. “Hay algo malo en mí” Esta creencia está dentro de vos. La mayoría de las personas celosas tienen esta creencia nuclear. Por esa razón, piensan: “Me vas a abandonar, me vas a dejar”. Sienten miedo al rechazo y el abandono. 2. “Soy especial y mejor que los demás” En tu interior yace esta creencia inconsciente y profunda. Por lo tanto, vienen a tu mente pequeños pensamientos de narcisismo. 3. “Me van a lastimar” Esta creencia nos hace pensar que “el mundo es peligroso”. Las personas peleadoras que entran en conflicto con todo el

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mundo y tienen el “espíritu de sospecha” suelen tener este tipo de creencias. 4. “Hacé lo que sientas” La cultura nos dice: “Vos hacé lo que está en tu corazón”. ¿Qué tipos de pensamientos genera esta manera de pensar? Que no tengamos proyectos. Que no invirtamos en nada. Que hagamos lo que sentimos. “Ahora siento estar con esta persona… Ahora siento cambiar de pareja”. 5. “Seré feliz cuando…” Seré feliz cuando tenga pareja. Seré feliz cuando me separe de mi pareja. Seré feliz cuando tenga hijos. Seré feliz cuando consiga trabajo. La felicidad siempre está en el futuro, supeditada a lo que sucede afuera. Todas estas creencias tienen que ser llevadas a la cruz, tanto los pensamientos como las creencias troncales. No te enamores de lo que pensás, no vivas con esas creencias troncales. Necesitás soltarlas para que Cristo crezca más que tu tormenta.

16. Coincidencias divinas Son eventos planificados por Dios. “Casualidades” para nosotros; “plan” para Él. Dios no solo planifica los grandes eventos, sino también los pequeños detalles para sus hijos. Para las personas que no conocen a Jesús, eso se lee como “azar”; para nosotros, como “plan”.

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Debemos dejar que sea Dios el que nos muestre esos “guiños” divinos; y no unir nosotros cualquier evento que suceda como “una señal”. Las coincidencias divinas son siempre un mimo, una sonrisa, para recordarme Su presencia y bendecirme; o un plan de Dios para construir algo. Las enfermedades, las desgracias, la violencia no son coincidencias divinas. Tampoco son para “probar que Dios existe”. Las coincidencias divinas solo tienen valor para quienes las han experimentado, para los que han intervenido en ellas.

17. Coincidencias divinas Los tres sentidos El “guiño de Dios” es como si Él, con un poco de complicidad, me sorprendiera y me dijera: “¿Viste? Lo hice otra vez”. El “mimo de Dios” es como cuando el papá le dice a su hijo: “Te amo” o el hijo, al papá. Así, Él me recuerda que me ama y está cerca. El “hola de Dios” es solo escucho que Él me saluda diciéndome: “Hola”.

18. Comer La Palabra Comer La Palabra es “metabolizarla”. Cuando como La Palabra, ella entra en mí y ahora es parte de mí. Así recibimos impartición de vida. Orar La Escritura es una forma única de leerla. Sé cuidadoso a medida que leas, tomando suavemente y 32 | El río de Dios

con cuidado lo que estás leyendo. Probalo y digerilo mientras leés. Soy tan fuerte como tanta Palabra tenga en mi corazón. Una palabra que suelto nunca tendrá poder, si primero no “ha entrado en mí”. Es decir, si no ha sido metabolizada. Ante cada pasaje que leo, debo decir: “Señor, dame una experiencia con esta faceta de Cristo”. Cada palabra que metabolizo “entra”, separa el alma del espíritu y produce sanidad al recorrer mi cuerpo. La experiencia con esa palabra hace que, cuando salga de mí, sea “viento”, no árbol de conocimiento o un mensaje atractivo. Cada vez que abro La Palabra, debo encontrarme con Él; no con versículos, ni con conocimiento, sino con una Persona. La Palabra y Cristo son lo mismo.

19. Cómo adquirir sabiduría “Transformá todo problema en un tema de estudio, en aprendizaje”. Investigá esa crisis, ese dolor, ¡y obtené enseñanzas de eso! La sabiduría es el mejor regalo que te hace tu problema, porque contiene la solución. Cada vez que recibas una enseñanza, se producirá un aumento de Cristo. Ese “aprovechar” el problema se transforma en experiencia y extraemos una enseñanza de este. El problema no tiene una solución, sino muchas. No luches contra tus problemas, dáselos al Señor y procurá siempre tener paz. Dios te enviará sabiduría en medio de tu paz. Y cuando la halles, solo será cuestión de tiempo para que la solución llegue.

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Los primeros problemas duelen y traen angustia; pero, cuando entrás en la sabiduría divina, todos caen delante de Él y la fuente del fluir se suelta en tu vida. Recordá que cuando hayas resuelto un problema, seguramente, habrá otro esperándote.

20. Cómo experimentar conocimiento 1. “Buscá agresivamente aprender más de Él” Cuando buscamos conocer más del Señor, los momentos de claridad llegarán. Procurá sumergirte en la profundidad de Su presencia y los momentos de claridad llegarán. No corras en búsqueda de un conocimiento superficial, sino de la profundidad en Él. La revelación divina nunca se terminará, pues se trata de verdades eternas sin fin. Es como subir una montaña sin fin o un océano eterno.   2. “Entrá por la humildad” El secreto del aprendizaje o de la sabiduría es el crecer y, para eso, tenemos que entrar en el círculo del crecimiento: • No sé • Soy torpe • Sé. Lo primero es decir “no sé”, es decir, reconocer la ignorancia, que no sabemos algo. Por ejemplo, quiero hacer un curso de cocino; lo primero que debo hacer, si quiero crecer y aprender, es expresar “no sé”. Lo segundo es que me voy a sentir torpe al cortar las verduras y preparar la comida, voy a sentir que no

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manejo todavía la herramienta; hasta que, con la teoría más la práctica, sabré cómo hacerlo. • No sé • Sé algo • Sé mucho  • Sé mucho y demasiado • No sé. Cuando uno empieza a estudiar un poco, dice “sé algo”; luego sigue estudiando y dice “sé mucho”. Pero cuando uno estudia muchísimo, sabe mucho y demasiado, es ahí que se da cuenta de que “no sabe” nada. 3. “Relajate y viví suelto mientras aprendés” No fuerces ni presiones nada. Solo confiá. Una vez que esos momentos se repitan una y otra vez, se volverán continuos. Ya hay una fuente de revelación. Esa revelación viene mientras estás caminado, yendo al trabajo, mirando el mar, adorando o sentado. No podemos tener claridad si estamos bajo la emoción del miedo o la ansiedad. No son las actividades las que te dan revelación, es Dios en medio de ese contexto.

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21. Compartir a Cristo con éxito La mejor manera de compartir a Cristo con otros es entregarlos en sacrificio al Señor; y luego hablarles de manera natural, transmitiéndoles vida (no una doctrina). Si hablo de la gente, estoy en el alma; pero si hablo de Cristo, estoy en el Reino de Dios. Si en la iglesia me distraigo mirando la ropa de la gente o viendo quién entra y quién sale, estoy en el reino de lo humano; pero si me olvido de las personas y miro a Cristo, habré entrado en el Reino de Dios. Y cuando busco primero Su Reino, todas las demás cosas me seguirán.

22. Compartir cada situación, a cada instante, con Él La vida cristiana no es: “Señor, ayudame a mí”. Tampoco es: “Algo de Él y algo de mí”; sino: “No yo, sino Cristo en mí; Él vive a través de mí”. Esto se consigue involucrando a “Cristo en mí”, compartiendo lo que estamos haciendo con Él. Es decir: “Señor, ¿qué te parece? ¿Cómo lo hacemos?”. Es involucrarlo a Él, es buscar su parecer.

23. Comunicación trinitaria Los SÍ • No es transmisión de “datos”, sino de Su ser íntimo, de Su amor. • Es un intercambio: todos hablan y oyen. 36 | El río de Dios

• Es continua, inagotable y llena de amor y gloria. • Los tres hablan la verdad a manera de clamor y gloria. De allí, sale todo lo demás: consolar, inspirar, iluminar, traer claridad, paz, alegría, firmeza, etc. Es un hablar con amor y gloria, lo cual es la señal de la Trinidad en tu vida.

24. Comunicación trinitaria Los NO • Descalificación, ironías, burlas, agresión • Adivinar • Chismes • Silencios castigadores • Gritos, enojos y discusiones • Mentiras • Sermonear o insistir • Ambigüedad • Opinar • Críticas.

25. Comunión diaria Lo más importante de la vida es la comunión con Dios. Es aprender a cocinar, es alimentarnos de Cristo por nosotros mismos. Si somos débiles en nuestra comunión diaria, seremos débiles en todas las otras áreas. No es enfocarme en mí, en lo que yo

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puedo hacer para Él, sino todo lo contrario. Es enfocarme en Él, mirarlo a Él y dejar que Él haga su obra en mí. Comunión es un mutuo disfrute Yo disfruto del Señor y el Señor disfruta de mí. El Señor anhela estar con nosotros. Comunión es el fluir de la vida Zoé en mí Si Cristo no se mueve en mí, no circula a través de todo mi ser. Entonces, mi vida espiritual está muerta. Tiene que haber un mover de vida. El fluir de la vida Zoé es una experiencia. La vida con Cristo está basada en experimentarlo a Él cada día de la existencia. El problema más grande de la vida cristiana es la falta de comunión diaria con el Señor. ¿La solución? Tener “comunión diaria” con Él. ¿Cómo sé que tengo comunión? Romanos 8:6 declara: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz”. Cuando experimento vida y paz.

26. Contemplar Su hermosura Leemos en 2 Corintios 3:18: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

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Pablo nos enseña una nueva manera de tener intimidad con el Señor que consiste en mirarlo a Él a cara descubierta. Es decir, contemplar Su gloria. Esta experiencia de verlo a Él es tan poderosa que lo que vemos nos transforma. En cada encuentro en el que le decimos: “Señor, quiero ver tu hermosura”, un velo es quitado y una experiencia mayor que la anterior, más maravillosa, tiene lugar en nosotros. Este mirar no es el acto físico. Es un ver del espíritu. Tampoco es emocional, pues no es una emoción del alma. Tampoco es algo razonado por nuestro intelecto. Es el momento en el que la belleza se hace luz en nuestro espíritu. Por ello Dios levanta gente que “ve” para mostrarles algo a los que no ven. Cada vez que hablamos de lo que vemos, los ojos deben ver lo que estamos diciendo. Nosotros somos buscadores de Su belleza. Queremos ver en nuestro espíritu algo de la gloria del Señor. Al respirar La Palabra, hagámoslo con los ojos. Cuando leemos una palabra y la oramos o la repetimos lentamente, la respiramos y debemos pedirle al Señor verlo a Él, dado que Su Palabra no es una frase de conocimiento, sino que es Cristo mismo. La gloria de Él y su hermosura no están solamente en la adoración y en Su Palabra, sino también en cada una de nuestras circunstancias. Todo lo que vemos de Él se nos añade. Contemplar es una mirada cuidadosa, detenida, atenta. Es decir, no es un ver “así nomás”, sino que uno queda atrapado por aquello que observa. Como le sucedió a María cuando se sentó a los pies del Señor, para contemplarlo en lo que decía y luego ir a derramar su perfume. ¡Una contemplación que nos mueve

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nos transforma! Es un mirar que nos detiene en el momento de la contemplación para después movernos a amarlo y servirlo. Contemplar es conocer por comunión algo de Su belleza. Cuando “lo vemos”, hay pocas palabras, poco pensamiento y poco análisis de nuestra parte; pero hay mucha admiración, mucho asombro y mucho placer.

27. Cristo tiene tres niveles El primer nivel es el Antiguo Testamento, que está a oscuras y es una sombra de Cristo. Luego viene el segundo nivel que es Jesús hecho hombre y limitando su gloria. Cristo brilló allí, pero no con toda su luz. De las sombras, pasamos a solo un poco de luz. Y el tercer nivel es Cristo ascendido y glorificado: el León de la tribu de Judá que venció el pecado, la muerte y el infierno, y fue exaltado hasta lo sumo por el Padre.

28. Cristo: Unigénito o Primogénito ¿Por qué se lo llama a Jesús el Hijo unigénito? Porque es el único, no hay otra persona en el mundo, ni en el cielo ni en la Tierra, que tenga la misma genética que Él. Por eso, se lo llama el Unigénito. No hay otro como Dios. Hay dos semillas en el mundo: la de Adán y la de Cristo. Cuando Cristo resucitó, se fue al cielo y el Padre lo coronó de gloria. Ahora Cristo no es más unigénito, ahora es primogé-

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nito. ¿Qué significa primogénito? El primero de muchos hijos. Los otros hijos somos nosotros que participamos de la genética de Él. Aunque declaren cosas negativas sobre tu vida, tenés la genética de Cristo que crece en tu vida. No necesitamos esforzarnos, solo tenemos que permanecer en Cristo.

29. Cuando el Espíritu habla, una de Sus manifestaciones es decirnos “no” Hay veces que el Espíritu Santo nos dice NO a algo que nos muestra que está mal. Romanos 8:26 declara: “Y, asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades; porque no sabemos cómo debiéramos orar pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles”. Cuando hagas algo equivocado, el Espíritu Santo te dirá gimiendo: “Estuviste mal”. A muchos nos sucedió que fuimos a un lugar donde había chisme y, de pronto, nos tuvimos que ir. Fue el Espíritu Santo que nos dijo: “Ahí no prestes tus oídos”.

30. Cuando somos guiados, experimentamos profundidad Cada vez que activamos los interruptores y permitimos que el Señor se manifieste, se produce en nosotros profundidad. Romanos 8:15 menciona lo que sucede cuando invocamos, cuando nombramos al Señor, cuando tenemos comunión y

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nos conectamos con Él: “Pues no recibieron el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor sino que recibieron el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: “¡Abba, Padre!”. La palabra abba quiere decir “papito”. Llamarlo “Papito” implica tener intimidad, una relación profunda con el Señor. ¡Tendremos experiencias profundas con el Señor!

31. Cuando quiero hacer el bien, automáticamente se activa en mí la ley de querer hacer el mal Así es como se produce una lucha entre el botón A y el botón B. Tu mente quiere prosperar, quiere avanzar, quiere actuar correctamente; pero tu cuerpo, no. Al cuerpo y a la biología no les gusta el bien, son puro instinto. La biología humana, como citamos anteriormente, es como un caballo salvaje. Si, por ejemplo, vemos que a alguien se le cayó dinero en la calle, nuestra mente dirá: “Devolvelo, no es tuyo”, pero nuestro cuerpo gritará: “Levantá los billetes y guardátelos”. En este caso, habrá ganado la ley del mal: quisimos hacer el bien, pero se activó el mal.

32. Cuatro hiper de Dios El prefijo hiper quiere decir “grande”. Literalmente es “por arriba”. ¿Qué es algo hiper? Algo que está por arriba de otra cosa.

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Primer hiper: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37). En el griego es hipervencedor. ¡Sos hipervencedor! Todo lo negativo que te suceda lo vas a vencer, a traspasar, porque sos un hipervencedor. ¡Al final siempre ganamos! Segundo hiper: “Hermanos, siempre debemos dar gracias a Dios por ustedes, como es justo, porque su fe se acrecienta cada vez más, y en cada uno de ustedes sigue abundando el amor hacia los otros” (2 Tesalonicenses 1:3). Lo segundo que Dios hace en nosotros es darnos una hiperfe. Vas a tener una fe por arriba del nivel de fe que tenías hasta ahora. No es fe, sino hiperfe. Una fe que sirve para construir y para soltar cosas grandes y extraordinarias. Él te va a dar una fe que vuela por arriba de las cosas mediocres y lograrás construir cosas grandes en tu vida. Tercer hiper: “… para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús” (Efesios 2:7). Dios va a desatar en tu vida hipergracia. ¿Sabés qué quiere decir eso? Que no hay pecado ni error que la hipergracia del Señor no pueda perdonar, sanar y restaurar. No hay hecho malo que Su hipergracia no cubra. Hay una solución para aquel que tiene deudas económicas. Cuando Cristo murió, nosotros nos morimos y ya no debemos nada. Pero, cuando Él resucitó, nos dejó la herencia. Nosotros tenemos todas las deudas canceladas en Cristo y, además,

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una herencia incorruptible para cobrar porque Él ganó todo a nuestro favor. Y eso lo activa la hipergracia de Dios. Cuarto hiper: “Para evitar que me volviera presumido por estas sublimes revelaciones, una espina me fue clavada en el cuerpo, es decir, un mensajero de Satanás, para que me atormentara” (2 Corintios 12:7). Dios te va a dar hiperrevelaciones. ¿Qué es una hiperrevelación? Es una idea sabia para tener un éxito extraordinario. Pablo dijo: “Cristo me dio unas revelaciones por arriba de las ideas que yo tenía”. Lo que Cristo nos da a nosotros, los hijos de Dios, es el poder de la sabiduría y con su hipersabiduría tenemos victoria donde vamos.

33. Cuatro tipos de creyentes sin comunión • Los cristianos secos. “Buena gente” pero sin aumento de Cristo, inconstantes y agotados. • Los activistas. Son los que sirven, pero no imparten vida; y, muchas veces, son los que menos vida espiritual tienen. Sirven basados en el alma y en sus fuerzas humanas. • Los teóricos o los que “actúan”. Solo expresan emociones superficiales. Saben, pero no transmiten la vida Zoé. • Los carnales. Tienen doble vida: carnal y espiritual. Son los que critican, hablan mal de otros, reaccionan con sus emociones, etc.

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34. Dar testimonio Apocalipsis 12:11 declara: “Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio”. El testimonio te hace vencedor. La palabra o el mensaje de tu testimonio te hace vencedor. ¿Qué quiere decir dar testimonio? Es decirles a los demás: “Yo era adicto, estafador, etc., pero Cristo me cambió. Yo estaba mal y tenía muchos problemas, pero Cristo me amó y se metió dentro de mí. Él tiene todo el poder y toda la gloria”. Así das testimonio de lo que te pasó a vos, sin necesidad de atacar la verdad del otro. No fuimos llamados a marcarle la conducta a nadie, sino a compartir lo que el Señor ha hecho en nosotros. Eso nos convierte en vencedores.

35. Declaraciones de amor Descubrí, luego de orar Cantares, que la Amada hace “declaraciones de amor”. Y las hace de dos clases. Una es la que le declara a su Amado: quién es Él para ella. ¡Le dice a Él lo que Él es! Y después ella mira sus circunstancias y ¡también les dice a estas lo que Él es! Hay momentos difíciles en los que pareciera que Dios no nos dice qué declarar; como si hubiera un silencio de parte de Él. Esto es porque nos está invitando a declarar Su belleza. Como si nos dijese a nosotros: “Elegí y expresá lo que está en tu corazón. Elegí vos tus “declaraciones de amor”. Las llamé “declaraciones de amor” y es en los momentos duros, tristes o difíciles cuando podemos: El río de Dios | 45

a. Decirle a Él, en lenguaje “romántico, amoroso e íntimo”, cuán bello y hermoso es para nosotros y cuánto lo amamos. b. Declararles palabras a nuestras circunstancias. Parate delante de tu situación y hablale a tu “montaña”. Las declaraciones amorosas te unen a Él y llenan toda circunstancia del amor que nunca deja de ser, que todo lo puede y que todo lo vence.

36. Diseño del Piso 1 A las personas que Dios llamaba, les indicaba “los pasos” de Su voluntad y les enviaba profetas que eran los encargados de “decir” cómo era el diseño por el que debían ir. Leemos en Hebreos 8:5: “Estos sacerdotes sirven en un santuario que es copia y sombra del que está en el cielo, tal como se le advirtió a Moisés cuando estaba a punto de construir el tabernáculo: ‘Asegúrate de hacerlo todo según el modelo (el diseño) que se te ha mostrado en la montaña’”. Observemos lo que le sucedió a David cuando trajo el arca a Jerusalén. La colocaron sobre bueyes y, cuando Uza la tocó, murió. ¿Por qué? Se habían salido del diseño. Entonces dejaron el arca en la casa de Obed-Edom durante tres meses, mientras que David comenzó a “estudiar” cómo era el diseño. Y así supo que debían transportar el arca sobre levitas, no sobre bueyes. Dice 1 Crónicas 15:13: “La primera vez ustedes no la transportaron, ni nosotros consultamos al Señor nuestro Dios, como

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está establecido; por eso él se enfureció contra nosotros”. De allí, la oración de David en el Salmo 86:11: “Instrúyeme, Señor, en tu camino para conducirme con fidelidad”. Es decir: “Señor, revélame, dime, aclárame”.

37. Diseño del Piso 2 El diseño del Piso 1 era para llegar al Piso 2: el Cristo encarnado quien moriría por todos nosotros. Cuando Jesús vino, siguió también el diseño del Padre al pie de la letra. Él declaró en Juan 4:34: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra”. Es decir, mi labor es saber el diseño y sumergirme en él. Jesús explicó que todo estaba en el diseño. Por ejemplo, un día dijo en Juan 7:38: “De aquel que cree en mí, como dice la Escritura (no como a mí me parece, sino como está en el diseño), brotarán ríos de agua viva”. Él siguió el diseño que el Padre estableció en la eternidad: “Yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió me ordenó qué decir y cómo decirlo” (Juan 12:49). En la cruz, después de estar allí seis horas, Él exclamó: “Tengo sed”. ¿Por qué no manifestó tener sed durante 40 días de tentaciones en el desierto? ¿O a la samaritana para que le diera agua en el pozo (a ella le dijo: “Dame de beber”)? Porque, como vimos en Lucas 24, Él estudiaba lo que decían de Él en Las Escrituras y sabía cómo era el diseño. El profeta no da una palabra nueva, sino que activa lo dicho: “Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera

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la Escritura, dijo: ‘Tengo sed’” (Juan 19:28). El Salmo 22 dice que el Mesías en la cruz iba a exclamar: “Tengo sed”, pero el diseño no decía que iba a decir lo mismo con la samaritana o en el desierto.

38. Diseño del Piso 3 Todavía no había nada creado cuando Dios y Cristo armaron un plan. Este era el plan: “Vamos a crear al ser humano y este va a pecar”. Entonces Cristo anunció: “Yo voy a tomar forma humana y voy a mostrar algo de mi gloria. Voy a ir a la cruz, voy a morir, voy a resucitar y luego voy a ser glorificado. Y después me voy a meter en la vida de la gente”. Es decir, que ambos armaron un diseño o un modelo, antes de que todo estuviera cerrado. El plan ya está armado, pero yo tengo que enterarme cómo es ese plan. Si no conozco Su diseño, Su voluntad, Su propósito, estaré caminando por fuera de lo que Dios trazó. Si yo veo el plan, me sumerjo en él.

39. Dios armó un diseño perfecto Antes de crear todas las cosas, en primer lugar, Dios determinó soberanamente un plan, un diseño. Leemos en Efesios 1:4-6: “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propósito

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de su voluntad, para alabanza de su gloriosa gracia, que nos concedió en su Amado”. Este plan o “Su voluntad”, como lo llama también La Escritura, fue establecido antes de que existieran todas las cosas. Y, aunque yo ore o ayune para cambiar su voluntad, esto no sucederá. Este plan es el que nosotros necesitamos conocer para lograr ser eficaces en nuestra vida cristiana. Nosotros no tenemos que “inventar un plan” porque este ya fue diseñado. Lo que tenemos que hacer es conocerlo para introducirnos en él. “Dios cumplirá tus sueños”. Esta es una de las grandes mentiras que hace que la fe no funcione. No se trata de Dios metiéndose en mis sueños, mi voluntad o mi diseño; sino de “yo mismo” metiéndome en Su diseño para que, al cumplirlo, Él cumpla los deseos de mi corazón. Jesús declaró en Mateo 6:33: “… busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”. Es decir, que mientras yo cumplo el sueño o el propósito del Señor, Él cumple mis sueños.

40. ¿Dios se arrepiente? Dios tiene una “voluntad decretada” (Búlima-βούλημα en griego). Es lo que Él está determinado a hacer. Y otra “voluntad deseo” (Zelima-Θέλ ημα en griego), la cual sí cambia y consiste en generar circunstancias en nosotros para cumplir Su plan. ¿Cómo explicamos entonces los pasajes que dicen que Dios se

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“arrepintió” o “cambió de opinión”? Imaginemos que vamos en bicicleta hacia el sur y tenemos el viento a favor; ahora cambiamos y giramos para ir al norte; tenemos el viento en contra. ¿El viento cambió? Bueno… en realidad, cambiamos nosotros de dirección. Si lo leo desde el “nivel viento” diría que cambió; si lo leo desde el “nivel bicicleta” diría que el que cambió fui yo.

41. Dios omnipresente David experimentó la presencia de Dios. ¡Dios está con Su gloria en todo lugar! Vamos por partes. Grafiquémoslo así: • Yo estoy en un lugar, a partir de ahora, A. Yo estoy ahora en un lugar; observá dónde estás: todo ese lugar está lleno de Él. No solo está allí, sino que Él es más grande aun que el lugar donde estás ahora. • Yo voy de A hacia B. Todos nosotros podemos estar aquí en A, pero no allí en B. Vamos de un lugar a otro. Nuestro cuerpo no nos permite más que eso. Dios está aquí y allí a la vez. Meditá en eso... Cuando llegues a B, ¡Él está ahí, tanto como estuvo en A! • Yo voy de A hacia B: ¡Dios estaba llenando A, B y el camino cuando fuiste! Todo está lleno de Él. Mirá tu habitación... allí está...También en la cocina... en el living. Cuando te movés de un lugar a otro, Él ya está allí sin dejar de estar de donde venías. Cuando del punto A te dirigías al punto

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B, allí estaba Él: en el A, en el camino hacia B y en el B. Meditá en eso. Dios no está omnipresente como un rey en un lugar específico, dando órdenes a la distancia, sobre todo el territorio. ¡Dios está presente en todo el territorio! Y aunque está en todos los lugares, Él es superior a todos los lugares. Dios está totalmente presente en todo lugar y con toda persona. Él está en todos lados, pero también va con vos.

42. Dios quiere compartir el día con nosotros Mientras te esforzás por estar atento a Dios, ¡tené la seguridad de que Él te está buscando! Observá qué te llama la atención: objeto, persona, circunstancia, música, ropa, clima, negocio, etc.; y, cuando lo mires, decile: “Señor, estás ahí. ¿Qué me querés decir o enseñar”? Y permití que Él te hable. Cada vez que leas o escuches La Biblia, detenete donde Dios llame tu atención, ya sea una palabra, una frase o una idea.

43. Dios quiere hacernos universales Un alfajor artesanal no se compra en el kiosco de la esquina, sino en el lugar donde lo fabrican. ¿Por qué? Porque está hecho a mano. Todo lo que es artesanal es local. Pero si yo hago un alfajor y quiero llevarlo al mundo, necesito una fábrica con la

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maquinaria y la tecnología adecuada para producir en cantidad. Cuando Dios nos creó, no lo hizo para que seamos locales solamente. Dios nos creó para funcionar a toda hora y en todo terreno. Con nuestra fe, tenemos que funcionar no solo en casa, sino en todo lugar, a toda hora y en todo terreno. Para eso, necesitamos tecnología. Satanás trabaja con tecnología. Si observamos a una persona de la capital y a una del sur de nuestro país, veremos que tienen los mismos problemas. Un adolescente de Argentina y otro de cualquier otro país tienen los mismos vicios y las mismas dificultades. Satanás trabaja con tecnología, no es artesanal. Él trabaja automáticamente: siempre de la misma forma. Por eso, una persona legalista de nuestro país y una legalista de Alemania son iguales. El enemigo reúne a miles de jóvenes para matar a algunos, drogar a otros y destruirles la vida a otros. Porque todo lo que él hace lo hace masivamente. Pero todo lo que Dios hace también es masivo. Dios nos quiere hacer aptos “para todo terreno” y universales. Eso significa, que yo tengo que funcionar en todo lugar y a toda hora. Mi fe tiene que funcionar tecnológicamente, es decir, siempre allí donde esté.

44. Dios tiene dos nombres Los nombres identifican aquel atributo con el que el Señor se nos reveló: Eterno, Sabio, Bandera, Pastor, etc. Estos son nombres de comunión.

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Pero cuando Moisés le preguntó a Dios cuál es Su nombre, Él respondió: “Yo Soy”. Él es, Él es vida.

45. Dios triuno Dios es uno y son tres. Podríamos definirlo así: “Dios es uno, en tres personas distintas. Estas tres son un solo Dios”. a. Hay un solo Dios. b. Hay tres Personas distintas. Se hablan y trabajan juntas. c. Cada uno es Dios. Tienen los mismos atributos divinos: los tres son eternos, santos, sabios, etc. No podemos entender a la Trinidad porque es el ser de Dios. ¡El hecho de no poder comprenderla es una prueba de la existencia de Dios! La mente no puede acceder al misterio de Él. La Trinidad es el misterio total. A la Trinidad no hay que explicarla, sino contemplarla, a fin de experimentarla. Se revela como “uno” y “tres”.

46. Dios triuno Ideas erradas Triteísmo: No hay tres dioses Modalismo: Dios se hizo Padre; luego se hizo Hijo; y después, Espíritu. Como si cada uno hubiera sido una máscara que Dios se iba colocando. En esta teoría, se cree que Dios es en tres etapas sucesivas.

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47. Diseño viejo vs. Diseño nuevo Muchos expresan: “Yo amo al Señor y leo La Biblia” pero no tienen revelación acerca del diseño y viven sobreviviendo. En estos tiempos, nosotros estamos en el diseño del Tercer Piso: un Cristo lleno de gloria. Pero, a veces, en lugar de vivir en el diseño del Cristo de la gloria, ¡elegimos vivir en el diseño viejo! a. Diseño viejo en la adoración Cuando cantamos: “Yo quiero ser un adorador”, estamos en el diseño viejo porque ya somos adoradores. Estamos cantando algo que ya somos. Cuando cantamos: “Te coronamos, Señor”, estamos en el diseño viejo y Él responde: “Ya fui coronado” (porque el Señor ya está coronado). Si cantamos: “Dame tu vida, resucítame en ti”, Dios contesta: “Ya les di mi vida”. Estamos en el diseño viejo porque Él ya nos dio vida y estamos resucitados. Estamos cantando algo viejo. Estamos viajando en carreta, ¡cuando tenemos una Ferrari a nuestra disposición! b. Diseño viejo en la guerra espiritual Algunos se quejan: “El diablo ataca a mis hijos”; no tengo trabajo; “me maldijeron”. Estas declaraciones corresponden al diseño viejo porque, en la cruz, Cristo despojó al enemigo de su poder. Por eso, es que debemos meternos en el diseño nuevo de la gloria del Señor. c. Diseño viejo en la oración y la vida cristiana Tu vida cristiana debe abandonar la vieja manera de orar: “Señor, desciende y permanece a mi lado, acompáñame”. Pablo 54 | El río de Dios

dijo en 1 Corintios 13:11: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño”. Todo eso te sirvió para crecer, pero ahora sos adulto y estás en el diseño nuevo.

48. Disfrutar de Cristo Debemos tener en claro que siempre nos vamos a encontrar con un TÚ. Es decir, con ÉL, con otra persona. No estamos haciendo una catarsis ni un ejercicio de relajación, y mucho menos de autohipnosis. Lo que estamos haciendo es disfrutando en una unión profunda y mística de la presencia del Señor. Cada vez que te sientes y le digas: “Señor, aquí estoy”, pueden venir pensamientos de ansiedad, de miedo, de preocupación. ¿Qué podés hacer? Ignorarlos, observar cómo aparecen en tu mente y solamente esperar que, así como vinieron, se vayan. Casi sería como mirar un cuadro, para descubrir que, cuando ignorás esos pensamientos o los observás sin luchar contra ellos, se deshacen y se van así como vinieron.

49. Dolor mezclado con amor Dice el Salmo 23: “Cuando pases por el valle de muerte”. No podemos quedarnos en el dolor, en la pregunta; debemos “pasar por ese valle” para ver la luz. Muchas veces la pregunta del “¿por qué?” ese enojo que uno tiene que lo hace no enfrentar el dolor. Pero, cuando uno suelta esa frase, conecta con el dolor y es capaz de elaborarlo.

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a. El “¿por qué?” es una cita privada con Él. El dolor es una cita a solas con Dios donde Él le da a cada uno una respuesta especial y específica. b. Estoy acá contigo. Jesús preguntó: “¿Por qué me has desamparado?”. Él sabía que debía morir. Dios sabía la respuesta. Sin embargo, el Hijo clamó de lo profundo del dolor. El Padre no le dio “una explicación”, sino que le dijo a través de Su silencio: “Estoy aquí. Sigo contigo. No me fui. Estoy a tu lado sufriendo contigo. Yo nunca te lastimaría. Permite que te abrace”. c. Dios no manda el sufrimiento, Él sufre con nosotros. Dios no da “palabras” sino “La Palabra”: Su presencia. Él se dio y entró en nuestro sufrimiento. En el dolor, no corras hacia una respuesta; corre a Sus brazos de amor y déjate envolver por Su presencia. d. Permite que Su amor se mezcle con tu dolor. Él vino y sufrió por nosotros en la cruz. Y transformó la Cruz en la obra de gracia y vida eterna. La cruz echada en el dolor produce transformación. El amor mezclado con el dolor trae fortaleza.

50. Efectos del crecimiento de Cristo Pablo nos da un termómetro en Romanos 8 donde dice que hay vida y paz en nuestro espíritu. La vida, la energía, el movimiento, la fuerza, la alegría son la expresión de que Cristo creció en nosotros. Ahora tenemos más ganas de compartir, de servirlo, de buscarlo. Más deseo.

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Por otro lado, también sentimos paz. Las preocupaciones que antes teníamos siguen con nosotros, pero disfrutamos de paz.

51. El amor de Dios Dios “es” amor, no “tiene” amor. Dios tiene justicia, sabiduría, poder, etc. Pero la esencia de Él es el amor. Muchas veces confundimos el amor humano con el amor divino. El amor humano es terapéutico, sanador, restaurador. El amor divino transciende. Son distintos, como veremos más adelante. Todas las explicaciones acerca de cómo es el amor de Dios son limitadas. Su amor es indescriptible, trasciende las explicaciones humanas, y es también inimitable. Es vivir la experiencia de decirle: “Señor, me dejo amar por vos”.

52. El amor de Dios El amor humano se mueve en grados Nosotros decimos: “Me quiere mucho, poquito, nada”. Hay personas que me han amado, pero ahora no me aman; hay otros que no me amaron antes, pero ahora sí me aman. Este amor se mueve en grados. Pero el amor de Dios no se mueve porque Su amor vive “en” mí. Cristo vive en mí. Entonces, donde yo voy, va el amor de Dios. Su amor no varía, siempre está activo dentro de mí. ¡Gloria al nombre del Señor!

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53. El amor de Dios El misterio del amor Dios es luz, lo cual simboliza lo que conocemos y entendemos de Él; la revelación que Él nos ha permitido recibir de sí mismo. Pero hay cosas de Él que no entendemos. A eso, lo llamaremos “noche” como metáfora. La noche es lo que nosotros no podemos comprender de Él, lo que escapa de nosotros por nuestra limitación, lo incomprensible, lo incognoscible. La luz es lo que conozco de Él; mientras que la oscuridad es lo que escapa de mí, lo que no puedo acceder, lo que no entiendo por mis propias limitaciones. Cuando toco lo incomprensible de Dios, no debo tomar decisiones, ni moverme. Sencillamente, como en la noche, debo quedarme quieto, descansar y estar con Él. A eso lo denominamos el “reposo del amor”. La noche nos recuerda Su grandeza y nadie puede abarcar toda la esencia del Creador. Dios se reserva esta parte de Él, no revelada al ser humano, porque, si viéramos a Dios en toda Su magnitud y santidad, nos daríamos cuenta de la profundidad de nuestro pecado. El misterio nos mantiene en asombro.

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54. El amor de Dios es invisible-visible 1 Juan 4:20 nos enseña que, si no amamos a nuestro hermano que vemos, ¿cómo podemos amar a Dios a quien no vemos? El amor siempre nace en Dios y es expresado en el otro. Yo no puedo amar a mi prójimo si primero no amo a Dios. Es el amor de Él el que primero debe llenarme a mí. ¿Qué significa esto? Que yo amo a Dios a pesar de no verlo. El amor de Dios es invisible. Pero yo me dejo amar por Él; y ese amor invisible, que me llena, siempre sale de mí. ¿A dónde? A lo visible, a quien es lo visible, al otro.

55. El amor de Dios: la deuda del amor Cuando el hombre pecó, contrajo una deuda impagable. El pecado lo separó de la santidad de Dios. ¿Qué hay en el mundo? Deuda. ¿Qué hay en Dios? Amor. Cuando el Hijo se hizo hombre, el Amor inundó la Tierra y es la presencia de Él lo que saldó la deuda impagable e infinita que el ser humano tenía. Ahora, la Tierra recibió el amor de Cristo infinito y saldó la deuda. Y no solo saldó la deuda, sino que ese amor infinito desbordó la deuda contraída por el hombre. Es decir que, ahora, en el mundo, hay un exceso de amor: el exceso infinito del amor del Hijo. Cuando nosotros recibimos ese amor, entramos en deuda con Dios. Una deuda que nunca podremos saldar. Aquí podemos El río de Dios | 59

entender por qué el apóstol Pablo escribió: “No debáis a nadie nada, sino el amarse los unos a los otros”.

56. El amor de Dios me ensancha

Cuando nosotros tenemos distintas heridas en la vida: “mi mamá no me quiso”, “mi papá me rechazó”, “no tuve amigos en la infancia”, etc., todas esas situaciones duelen. Pero cuando se nos revela que no hemos ganado diez millones de dólares, sino que ganamos la fuente ilimitada de todo (DIOS) y que en Él está todo (la riqueza, la honra, el poder, la gloria), todo lo demás se borra, todo lo que hemos perdido desaparece. Lo ganado llena lo perdido y lo supera de manera ilimitada.

57. El amor de Él es una experiencia que siempre debo tener La Amada habla de besos, vino, perfumes, etc. Alude a varios sentidos humanos: el tacto, el olfato, la vista, el gusto. Ella cuenta que ha tenido una experiencia con Él: lo ha “gustado, “olido”, “visto”, etc., a Él. Las Escrituras presentan a Cristo para experimentarlo en cada uno de los cinco sentidos. Es Luz para la vista, Palabra para el oído, Pan para el gusto, Nardo para el olfato y Verbo hecho carne para el tacto. Ella no vio ángeles ni terremotos. Nada de eso. Ella lo ha experimentado a Él. Nada más que a Él en Su amor.

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San Agustín dijo: “Lo que hayas amado quedará; el resto serán cenizas”.

58. El automático de Dios Marcos 4:28 dice que el sembrador salió a sembrar y la tierra dio fruto por sí sola. Primero, tallo. Luego, espiga. Y después, grano lleno de espiga. El sembrador sale a sembrar y la semilla empieza a crecer. La Palabra crece por sí sola. En el griego el término es automatic. Es decir, que la semilla (La Palabra) tiene un mecanismo automático. Todo lo que Dios nos prometió va a crecer automáticamente. ¿Qué quiere decir automáticamente? Que nos vamos a ir a dormir, nos vamos a levantar a la mañana y las promesas que Dios nos soltó van a estar creciendo y funcionando en todos lados. La semilla crece porque en su interior contiene el mecanismo de multiplicación automática. Todas las palabas que Dios nos da funcionarán automáticamente. Su Palabra funciona en todo lugar en tu vida.

59. El carácter que Dios usa no es el mío, es el de Cristo Yo puedo desarrollar carácter desde mi comportamiento, desde mi conducta, desde mi alma. Pero el carácter que Dios usa no es el mío, sino el de Cristo. Tener un buen carácter es

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importante, pero nunca hay vida divina en el buen carácter humano. Aunque el carácter humano sea bueno, sigue siendo vida humana. En cambio, cuando permitís que el carácter del Cristo que vive en vos exprese su empatía, su puntualidad, su fuerza, su valentía, etc., la gente no solo verá una conducta, sino que además percibirá algo distinto que sale de vos. Es la vida divina. Te comentarán: “Vos tenés algo distinto… un aura, un chacra, buena energía”; entonces, responderás: “Es la vida de Cristo que sale de mí”. El carácter de Cristo y la vida de Cristo son lo mismo.

60. El Dios misterio El Dios misterio se hace presente cuando nos preguntamos “¿por qué?”, cuando caminamos sobre el dolor, cuando atravesamos situaciones extrañas, cuando las cosas no salen como queríamos. David experimentó esta faceta de Dios muchas veces. Cuando leemos los salmos, observamos que la gran mayoría encierra las preguntas “¿dónde estás?”, “¿por qué?, “¿hasta cuándo?”, etc. Cuando aparecen las preguntas, el silencio, lo inexplicable, estamos frente al Dios del misterio. Ver al Dios del misterio es no ver aún cómo Él actúa; no entenderlo. Esta es una experiencia total de fe. Solo cuando tenemos la perspectiva temporal, entendemos que Dios guió y actuó con misterio, con ese aspecto que nosotros no vimos en el camino.

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Cuando no entendés, no lo ves; pero el Dios del misterio está trabajando. El secreto frente al misterio de Dios, a Su trabajo anónimo, a “escondidas”, es descansar observando lo que sí vemos y entendemos de Él. Es como armar un rompecabezas: cuando una pieza no encaje, dejala al costado y seguí con otras… ¡ya encajará!

61. El Espíritu se expresa El Espíritu Santo se expresa cada vez que ponés tu mente en la carne y te muestra lo que está mal. Cada vez que ponemos nuestra mente en la carne, cada vez que no morimos, cada vez que sentimos vergüenza, Su Espíritu gime. Por eso, debemos morir todos los días. No se trata de un suicidio, sino de una muerte voluntaria para resurrección.

62. El libro Cantar de los Cantares El libro de Cantar de los Cantares es el libro más sencillo y, a la vez, el más profundo de La Biblia. Es un “mapa o anatomía del amor” y el plan de Dios para cada uno. Es una experiencia. Comparo Cantares con un banquete donde cada plato tiene un sabor nuevo que nunca hemos probado y cada “manjar” es delicioso para comer. Cantares no es un libro para “estudiar” sino para “experimentar”.

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El libro es un amor en aumento. Cada capítulo nos muestra cómo debe aumentar el amor y el ser uno con Él. La vida cristiana es una relación amorosa en desarrollo. Es ir al Lugar Santísimo. Es nadar en lo profundo de Su amor.

63. El perdón es la llave de la paz El perdón siempre son dos regalos de paz: uno para vos y otro para quien te lastimó. Sabemos que perdonar no es olvidar, ni minimizar lo que sucedió, ni negar, ni dar perdón barato, ni darse por vencido, ni resignarse, ni tolerar nuevas injusticias. Lo malo que nos han hecho siempre será malo. Nos lastimaron y no minimizamos eso jamás. Pero el perdón nos ayuda a soltar la ira y el odio que nos lleva a “lastimar” o “matar” en nuestra mente a quien nos lastimó. Ese resentimiento nos daña a nosotros y eso no lo merecemos. La palabra en griego significa “hacer partir”. Alguien empezó algo primero, pero tu segundo movimiento es dejarlo ir. Entonces, quien te lastimó ya no tiene poder sobre tu vida. Eso no significa que necesariamente vuelvas a tener una relación con esa persona, sino que la sueltes de tu vida para que no siga lastimándote. El perdón depende de uno; la reconciliación de dos. De ambos, para reconstruir el vínculo. El secreto de la llave es que es “Su” llave, no es nuestra. Dios no nos pide nuestro perdón, sino que usemos “Su llave”. Esta

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llave es el perdón que Él nos dio primero a nosotros. Cuando el Señor nos perdonó, nos dio su llave para que podamos usar esa llave (Su perdón) con quienes nos lastiman. No es un acto de mi alma o de mis fuerzas, sino como todo en el Reino lo que el Señor nos da de Él es para ser usado. Esta llave no es algo liviano, costó una vida: la del Hijo de Dios.

64. El plan de Dios es el aumento de Cristo en mí Cuando tocás la vida de Dios, te volvés como un niño. Si todavía no te volviste como un niño, no tocaste la vida divina. La conocés, pero no la experimentaste. Ahora bien, si se enciende la pasión, si notás que empezaste a hablar de Cristo a otras personas, entonces tocaste la vida divina y ella está creciendo. Cuando tocás la vida de Dios, el Señor te vuelve fuerte, te reviste con piel de sacerdote y, entonces, cuando invites a alguien a la iglesia y esa persona te responda: “No, gracias. No voy a ir”, esas palabras no te dolerán. Porque no es por esfuerzo, ni con ejército ni con espada, sino con el Espíritu de vida.

65. El poder de Su resurrección Ejemplifiquemos este punto con el análisis de una virtud: el orgullo. Sabemos que “Dios exalta a los humildes y quebranta a los soberbios”.

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Podríamos comparar esto con una escalera: cuando desciendo (llevo a la cruz todo orgullo), asciendo para ser exaltado por la humildad. Algo mío baja (orgullo) y algo de Él nace. Todas las virtudes pertenecen a dos ámbitos: el natural y el celestial. a. El ámbito natural: el que mi alma produce Yo puedo cultivar la humildad con mi alma y no hacerme notar ni presumir. Es decir, ser sencillo. Pero esta virtud, como todas las demás construidas por mí, no posee poder divino. Todos los seres humanos pueden desarrollar humildad, control, inteligencia, etc., lo cual es producido por nuestras fuerzas, capacidades, conocimientos. Sin embargo, todas las virtudes que La Biblia menciona (inteligencia, humildad, dominio, etc.) no deben ser producidas por mí sino por Él. Por eso, pasemos a ver cómo es el ámbito celestial. b. El ámbito divino: las virtudes que produce Él Humildad, paciencia, dominio, etc., son virtudes producidas por Él. Son Su expresión en mí. Jesús declaró en Juan 15:5: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Es Jesús quien lo quiere hacer en mí. Para ello, necesita que mi alma deje de producir y gobernar. Es entonces que Dios produce en nosotros, por el poder de Su resurrección, ¡Sus virtudes! El pasaje de 2 Corintios 3:5 nos enseña que la competencia (capacidad) que Pablo tenía no era producida por su alma sino por Él: … no que seamos competentes por nosotros mismos para

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pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios… De igual manera con lo que tenemos. Dice 1 Crónicas 29:14: (…) Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos. Si tenemos en claro esta verdad en nuestra vida, nunca habrá orgullo en nosotros. ¡Tener orgullo es creer que lo que produjo Dios en nosotros lo hicimos crecer nosotros mismos! Eso es tan necio como creer que, porque respiramos, nosotros inventamos el aire. Ahora, ¿cuál es la diferencia entre la humildad producida por mí y la producida por Él? En la producida por el Señor, Él se expresa a sí mismo en esas conductas. Él “sale”, Su luz se da a conocer sobrenaturalmente y siempre produce algo hermoso. Partimos de aquí cuando Dios dice que da gracia al humilde o lo exalta. Lo que el Señor produce se llama “resurrección” y, para que esta opere, debe primero estar la cruz (morir). Si hay cruz, automáticamente hay resurrección. El gran error de muchos creyentes es tratar de producir por sus propias fuerzas virtudes que Él quiere producir en nosotros. Esto es el fruto del Espíritu que produce en nosotros amor, gozo, paz, etc. De allí que 1 Corintios 4:7 diga: Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?

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66. El silencio Podemos acercarnos hoy y decirle: “Señor, aquí estoy, quiero disfrutarte”. Y guardar silencio, quedarnos callados, solo disfrutando y permitiendo que Su vida fluya en nosotros. No es un silencio pasivo, sino un silencio activo donde disfruto de Él, lo veo a Él, olvidándome de lo que Él me puede dar o de lo que yo necesito. Ni escuchar ni hablar, sencillamente estar juntos disfrutando. Como dos novios que se miran sin hablar, solo se observan y disfrutan mutuamente. Es un silencio que descansa, que se recuesta en Él. El silencio es una voz que se encuentra con el silencio de Dios, que es otra voz. Cuando mi vida hace silencio, Él me habla con el silencio de Su presencia.

67. El tercer envío Somos enviados y nuestro modelo es el trinitario. La misión no nace en Adán ni en Abraham, sino en Dios. • La primera procesión o envío es que el Padre envía al Hijo El Padre “engendra” al Hijo (no lo crea, dado que es eterno), Jn. 8:42. Juan 3:17: “Dios ha enviado a su Hijo”. Juan 5:23: “… al Padre que le ha enviado”. 68 | El río de Dios

Juan 6:57: “... me ha enviado el Padre”. • La segunda procesión o envío es que el Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo Juan 14:16, 26: “El Padre os dará otro...”. Juan 15:26: “El Espíritu que procede del Padre. Y os enviaré junto a mi Padre”. • La tercera procesión o envío es el de la Iglesia al mundo Juan 17:18 dice: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.” Y Juan 20:21: “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío”. • La misión trinitaria es nuestro modelo. El Padre envía al Hijo y se encarna. El Padre y el Hijo envían al Espíritu Santo para dar testimonio de Jesús.

68. El único destino El destino no son los sueños que tenemos, sino el que Dios nos dio. Es el que declara Romanos 8:29. El único destino que Dios puso en nosotros es “que seamos iguales a Cristo, que seamos uno con Él, que Cristo crezca en nosotros”. Entonces, mi destino no es alcanzar mis sueños. Mi destino es que Cristo crezca en mí.

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¿Cómo hago para que Cristo crezca en mí? Me vacío de mí y voy soltando: “Señor, te entrego esto… te entrego aquello…”. Hasta que llego a Cristo que vive en mi espíritu y, entonces, Él crece en mí. Ese destino es un acelerador para alcanzar todos los sueños. Tu destino no son tus sueños, sino ser hecho a la imagen de Cristo. Que seas uno con Él, que lo disfrutes, que lo experimentes. Y ese aumento de Cristo traerá un aumento de gloria en cada sueño que tengas.

69. El vuelo del amor Leemos en Cantares 1:13-14: Mi amado es para mí un manojito de mirra, que reposa entre mis pechos. Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi es para mí mi amado. La abeja va de flor en flor en primavera. No va a “pasear”, sino que revolotea con un objetivo específico: buscar miel en las flores. Cuando la halla, la toma, la lleva a la colmena y allí separa la cera y construye el panal. Sale a buscar miel... ¿Qué hace la Amada para mantener su fuego? ¡Lo mismo! Ella va y busca “la miel” en su Amado. Pone toda su atención en Él, lo busca a Él, lo desea a Él. Ahora, podés tener luz acerca de este pasaje de Cantares citado anteriormente. Ella lo busca y, con cada revelación que ha encontrado de Él, ha construido “un manojo”.

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Sí, mi amigo. De igual manera nosotros, cada día, a cada momento, al buscar algo nuevo de Él, podremos armar nuestro “manojo” de vivencias y colocarlas en nuestro corazón.

70. En el monte y en el valle Cantares 2:8 declara: ¡La voz de mi amado! He aquí él viene saltando sobre los montes, brincando sobre los collados. Este lugar geográfico, “el monte”, representa el tiempo en el que estamos en victoria, cuando todo nos va bien y nos sentimos contentos. ¿Qué hacemos en el monte? Alabamos, adoramos, ofrendamos, servimos, ¡estamos felices! Pero Dios, que nos habla en el monte, ahora nos va a llevar hasta “el valle”. ¿Y qué sucede en el valle? Son los momentos difíciles, duros, de crisis, cuando no tenemos respuestas y nos preguntamos: “¿Por qué?”. ¿Qué sentimos? Que estamos desganados, que tenemos miedo. En la “cima” nos dominan las emociones positivas y en el “valle”, las negativas. Cuando estábamos en la “cima”, creíamos que lo que nos movía o motivaba era la fe. Pero, ¿era la fe? No. Era la alegría y el entusiasmo porque estábamos en victoria. Y confundimos la emoción de la alegría con el hecho de que Cristo creció en mí. Así es que Dios nos lleva ahora al “valle” donde sentimos cosas negativas: miedo, tristeza, bronca, etc. Entonces nos preguntamos: “¿Dónde está la fe que tenía?”. Así descubrimos que, en

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realidad, cuando estábamos en la cima, no era que Cristo había crecido sino solo nuestra emoción. Mi amigo, Dios quiere que aprendamos que no nos debe gobernar la emoción, ni positiva ni negativa. Cuando yo estoy en la cima, creo y expreso: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”; y, cuando estoy en el valle, digo lo mismo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. De esta manera, la emoción no tiene gobierno sobre mí, sino Él, tanto en las buenas como en las malas circunstancias.

71. Entregar a mi familia como una ofrenda a Cristo Necesitamos pararnos delante de Dios como el representante de toda nuestra casa y hacer una oración sacerdotal. Pablo, antes de predicarle a alguien, decía: “Señor, te entrego a esta persona en sacrificio en tu altar”. Sacerdote no es el varón, sino aquel que tiene a Cristo. Declará, como lo hizo Rahab: “Toda mi casa va a ser cuidada, protegida y bendecida. Todos van a comer a Cristo, lo van a servir, y vamos a prosperar. Y yo, como representante de mi casa, los entrego en el nombre de Jesucristo”. Entreguemos a cada miembro de nuestra familia en sacrificio al Señor, de corazón y en autoridad, para que toda nuestra casa sea bendecida.

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72. Escolástica y mística Estos dos grupos se enfrentaron durante muchos años. Unos decían que el verdadero conocimiento era la razón; mientras que los otros decían que era la vivencia o la experiencia. En realidad, son ambas cosas. Debemos buscar los dos caminos. Así es como el apóstol Pablo vivía la fe. Las experiencias del espíritu siempre traen un cambio profundo: algo de Cristo se nos añade y algo se nos quita. No podemos llevarlas como un “Dios me dijo”, sino tomarlas y dejar que Él organice aquello que nos mostró.

73. Estado flow En lo natural, Dios nos dejó una expresión que se asemeja a “eternidad”. Se llama estado flow o del fluir. Es cuando, por ejemplo, hacemos algo que nos gusta mucho, como mirar fútbol, practicar un hobby, disfrutar de una charla agradable, etc. Entonces nos ocurre que “perdemos la noción del tiempo y del espacio” y estamos absortos en esa actividad disfrutándola. Y luego, cuando salimos de ese momento, nos damos cuenta de que tal vez pasaron horas o que no percibimos nada de lo que sucedía a nuestro alrededor.

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74. Estar enfermo de amor La Amada habla del “dolor del amor”, de estar “enferma de amor”. Lo dice literalmente en Cantares 2:5: Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; porque estoy enferma de amor. Y en Cantares 5:8 declara: Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le hagáis saber que estoy enferma de amor. Este dolor que ella siente no es porque el amor de Dios la haya lastimado, sino porque ella, al ver toda la grandeza infinita del amor de su Amado y contemplar lo inabarcable y la bondad perfecta de ese amor, experimenta “dolor” en su alma. Es el dolor de la limitación, de su finitud, de saber que es barro. Ella quiere poder amarlo en toda su magnitud, pero ve que no puede. No es un dolor masoquista ni de víctima. Todo lo contrario, ella sale a tratar de “capturar “ese amor sabiendo cuán infinito es y cuán finita es su propia comprensión de este. Ella pide “pasas” pues quiere seguir creciendo en La Palabra y tener más luz; pero no se guarda eso en su interior, sino que lo comparte con otros. Cuanto más ella lo ama a Él, más sabe de ese amor eterno sin fin. También les hace saber a los demás de ese océano perfecto y soberano de Su bondad. Salda esa falta de comprensión compartiendo con otros lo ilimitado del amor del Rey.

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75. Estoy “en” Cristo La frase “en Cristo” aparece muchísimas veces en La Biblia. Yo estoy en Cristo y Cristo está en mí. Como yo recibí al Cristo de la gloria, Él ahora está en mí. Y Cristo es vida, poder, victoria, gloria y tiene toda la autoridad. Entonces todo eso está en mí. Porque Cristo está en mí. ¿Cuál es el misterio? He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí (Gálatas 2:20). Cristo está dentro de mí y, si yo lo tengo a Él en mi interior, entiendo todo el diseño de Dios y camino en toda la victoria y la bendición del Señor. Pablo escribió que este es el misterio que muchos no entendieron. Nadie lo entendió, pero nosotros lo podemos entender porque Cristo está en nosotros. Yo estoy en Cristo y soy una nueva criatura.

76. Estilo de enseñanza de Jesús El Señor siempre traía más preguntas que afirmaciones. ¿Por qué? Porque cuando uno hace una pregunta, esta lo conduce a pensar. Los cristianos estamos muy acostumbrados a hacer sin pensar. Nos gusta ir con un “speech” de memoria, pero nos hace falta pensar más. Jesús no habló más claro, habló en paradojas y dijo, por ejemplo: “No compitas con nadie, superate a vos mismo y vas a ser el primero”, para que pensemos. Lo que El río de Dios | 75

Cristo y el Evangelio quieren es que aprendamos a pensar. Si yo aprendo a pensar, puedo resolver cualquier cuestión. A los cristianos, en determinadas situaciones, nos hace falta aprender a pensar.

77. Evidencia de que alguien vive en comunión con Dios Los sabios han llamado a Cantar de los Cantares el “Lugar Santísimo”, es decir, lo santo de lo santo. Leemos en Cantares 1:6: No reparéis en que soy morena, porque el sol me miró. La Amada está trabajando bajo el sol; podemos decir que lo hace de “sol a sol”. Funciona en modo alma. En Cantares 2:3 ella experimenta un cambio y expresa: Bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar. Aquí se mueve en modo espíritu. Se sienta “debajo de Él” y ahora tiene sombra. ¿Cuándo uno tiene comunión? Cuando tiene paz en el espíritu y no trabaja en sus propias fuerzas. ¡Claro que trabaja, y más que antes! Pero lo hace en el reposo del espíritu y con placer.

78. Experiencia genuina vs. experiencia emocional La experiencia máxima que podemos vivir es ser uno con Él. La experiencia no es un saber, ni un sentir, ni un conocimien-

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to aprendido o hablado. Una de las características de que tu experiencia es genuina es que te resulta difícil expresarla. De allí que, cuando la cuentes o compartas, sentirás que tus palabras son pobres, que tu explicación es limitada y que sentís una sensación de “vacío” por no poder encontrar las palabras adecuadas para transmitir lo vivido. Hay una división entre lo vivido internamente y lo expresado externamente; entre lo que me sucedió y lo que digo que me sucedió. La experiencia con Él es un nadar en Su amor. Algunas palabras para expresar la experiencia con Él son: absorción, rebozar, vivir, plenitud, ser abrazado en el corazón, luz, paz, etc.

79. Experimentar a Cristo Leemos en 1 Corintios 1:6: … así como el testimonio acerca de Cristo ha sido confirmado en vosotros…. En la prédica hablo de Cristo; en el testimonio, de lo que Cristo hizo en mí. a. Señor, ¿podés darme una experiencia con esto? Una cosa, por ejemplo, es saber que el Señor es luz; y otra cosa, pedir una experiencia sobre eso y contarlo como testimonio: “Perdí el trabajo, pensé que todo se derrumbaba; pero, de pronto, me llamaron de otro lugar y me ofrecieron el doble de sueldo. Ahora sé que Cristo es mi luz”. No debemos “actuar” sino “vivir” a Cristo.

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b. Conocimiento vs. conocimiento de vida Saber “de Jesús” no implica conocerlo a Él, tener una experiencia con Él. ¡La experiencia y La Palabra van juntas! Una potencia a la otra. No es lo mismo saber de oración que orar experimentando Su presencia. Ahora “orar” es un conocimiento que nació de la vida.

80. Experimentar la paz En una oportunidad, durante la guerra mundial, mientras las bombas eran arrojadas a las ciudades y todos gritaban y corrían desesperados, en un tren viajaba un creyente. El hombre parecía estar tranquilo, a pesar de todo lo que pasaba en el exterior. Un joven que estaba a su lado le preguntó inquieto: “¿Por qué usted está tan tranquilo cuando nos pueden matar?”. Él le respondió: “Cristo es mi paz”. El muchacho exclamó: “Yo también soy cristiano y sé que Cristo es mi paz”. “Ese es su problema”, respondió el hombre, “usted lo sabe, pero yo lo vivo”. Una cosa es saber que Dios es tu paz y otra cosa es experimentar la paz de Cristo; una cosa es saber que Dios es bueno y otra cosa es experimentar la bondad del Señor. Cuando tu mente dice: “Eso ya lo sé”, tenés un problema. Porque no se trata de que lo sepas, sino de que lo vivas. Dios te creó para vivir a Cristo, para experimentar Su vida, no para saber de Él.

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81. Familias bendecidas ¿Querés que toda tu casa sirva al Señor, que todos prosperen y sean bendecidos? Entonces, mientras Dios cumple Su promesa, bendecí a otra familia. Abraham quería tener un hijo y, ¿sabés qué hizo? Oró por un rey enemigo llamado Abimelec. “Señor, dale un hijo a este hombre”, dijo. Dios le dio el hijo a Abimelec y después le dio el hijo a Abraham. Bendecí una casa y no hables mal de nadie. Tal vez tu casa todavía no está prosperada, bendecida y sirviendo al Señor porque Dios está esperando que vayas a tu Abimelec y le sueltes una palabra, que le hables de Cristo. Cuando le hables de Cristo a una persona, reclamá a toda su familia para el Señor. Cuando Jesús fue a la casa de Zaqueo, entró y declaró: “Zaqueo, hoy ha venido la salvación a tu casa”. Porque, cuando Dios toca a uno, quiere a toda la familia.

82. Firme, sólido y sin cambios Una de las características humanas es el cambio. Cambiamos de edad, de ideas, de objetos, de sitios. Cambia tanto el mundo externo como nuestro mundo interno. Cambiamos física y mentalmente. Cambia el día, la hora, el clima, etc. Todo lo que tiene vida está sujeto a cambio. El cambio es inevitable. Pero Dios es inmutable. ¡Él no cambia! Él es estable, firme, sólido, sin cambios. No cambia en tres aspectos: en Su ser, en Sus El río de Dios | 79

promesas y en Su plan. Inmutable no significa que es inmóvil o estático, porque todo cambio es actividad; pero no toda actividad es cambio. Inmutable no significa que sea insensible o frío como una piedra. Tampoco significa rígido o aburrido y monótono, puesto que, al ser insondable y misterioso, ¡siempre hay maravillas para descubrir! -Su carácter de amor siempre es el mismo. Dios me ama como siempre me amó y me amará. Dios no cambia en Su esencia. -Su Palabra siempre es la misma. -Su plan es eterno y no se agota.

83. Fuimos creados para vivir en Trinidad El modelo humano para construir una pareja y una familia plenas es la Trinidad. Dios creó el modelo de familia como una “copia” de la familia trinitaria. Cuando la Trinidad se hace uno en una pareja o una familia, todo funciona bien. Es victoria plena. Salirse de ese modelo trae caos. El Padre habla, La Palabra es el Hijo y el Espíritu revolotea en lo creado (Génesis 1:1-3). -En la creación del hombre, también está la Trinidad. Dios dice: “Hagamos al hombre”. El verbo es en plural. -Cuando Dios creó al hombre, expresó que no era bueno que estuviera solo. Adán y Eva serían una sola carne. Dos son uno. Allí hay una “copia” humana de la Trinidad. -Todo el ministerio de Jesús fue trino. Cuando se bautizó, el Padre habló y el Espíritu Santo descendió.

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-La última oración de Jesús al Padre fue: “Donde yo voy, que los que me diste estén con nosotros”. -Ya resucitado, Jesús les dijo a los discípulos que bautizaran en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cuando recibimos la salvación, recibimos al Dios triuno. En Juan 17:21, Jesús pide que, así como ellos son uno, nosotros seamos uno. Eso es entrar en la Trinidad. Son dos, pero son uno. Dios es tres, pero es uno. Dios viviría en ellos dos que son uno, para ser tres en uno. Un cordón de tres dobleces.

84. Invocar a Cristo Cada vez que te vuelvas a Cristo y lo invoques, que tengas comunión con Él, Dios te dará una primicia. Cuando la recibas, decile: “Gracias, Señor, pero yo te quiero más a Vos, te disfruto más a Vos, y quiero que Cristo crezca más en mí”. Cada vez que le digas: “Señor, quiero que en esta primicia Cristo aumente en mi vida, que Cristo crezca en mí”, Dios te mirará y dirá: “Entendiste que no tenés que enamorarte de la herencia”. ¡No te enamores de las primicias! Enamorate del Padre que te regala la herencia porque, cada vez que clames: “Abba Papá, te amo Señor”, Dios te soltará aún más. El versículo de Romanos dice literalmente que, cada vez que Dios nos da una primicia, gemimos la adopción: “Señor, te amo, quiero que crezcas en mí”.

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85. Hacer las cosas para el ojo humano nos llevará al dolor Un viernes, la multitud le gritó a Jesús: “¡Hosanna!” y a la otra semana, la misma multitud vociferaba: “¡Crucifícale!”. Pero Jesús siguió adelante, con su rostro firme, porque todo lo que Él hacía, lo hacía para el Padre. En una ocasión, al hacer un milagro el apóstol Pablo, las personas de esa ciudad dijeron que era un dios. Cuando de inmediato, él lo desmintió, la misma multitud empezó a apedrearlo. Sin embargo, Pablo siguió adelante porque todo lo hacía para el Padre.

86. Hecho con su material: marca Cristo Se te va a revelar no solo quién te hizo, sino de qué estás hecho. Porque Dios no hace desechos. Él hace cosas a Su imagen. Si esta verdad es revelada desde el espíritu, comprobarás que es un conocimiento experiencial o vivencial. ¡A mí me hizo el Señor a Su imagen! Vas a tener victoria. Leemos en Efesios 2:10: Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras. El material con el que vos y yo estamos hechos es material de Cristo Jesús. Vos y yo fuimos hechos de material Cristo y somos “marca Cristo”. Jesús es el hombre que murió. Pero Cristo no muere porque Dios no puede morir. Y cuando Él nos creó, nos hizo del material indestructible. ¡Vos tenés material indestructible! 82 | El río de Dios

Pero esto no es un conocimiento ni un pensamiento; es una vivencia de conocimiento del espíritu: yo sé quién me hizo y del material del que estoy hecho en Cristo Jesús.

87. Hecho con todos los recursos ¿Sabés cuáles son los recursos de Dios? Deuteronomio dice: “Jehová peleará tu guerra. Por un camino vendrán, por siete huirán”. Los recursos que Dios te da son Él mismo. ¡Él es el recurso! Jehová peleará por vos. Quizás le estás pidiendo cosas a Dios. No le pidas más cosas. Expresale: “Señor, no quiero cosas, te quiero a Vos. Quiero que Cristo crezca en mí porque Él es el recurso y, dentro de Él, están escondidas todas las cosas”.

88. Hecho por Dios (made by God) Cada automóvil tiene un fabricante. Hay autos caros y excelentes y autos baratos y regulares. A vos y a mí nos hizo el Señor. Nosotros tenemos la marca del Creador. Dios me hizo. Cuando David miró a Goliat, le anunció: “Tú vienes con espada, lanza y jabalina (con la marca de los hombres porque esas cosas son hechas por ellos); pero yo vengo de parte de Jehová (a mí me hizo el Señor, yo soy ‘made by God’, yo fui hecho por Dios)”. Se te tiene que revelar esto: a mí no me hicieron mis padres, yo no soy lo que pienso, a mí me hizo el Señor. Cuando todo fue creado, La Biblia cuenta que “Dios dijo” varias veces. Pero cuando creó al hombre, Dios declaró: “HagaEl río de Dios | 83

mos al hombre”, y lo formó, lo tocó. Él introdujo su mano en el barro y dejó su ADN en el ser humano. Sus huellas están en tu vida. Vos fuiste hecho por el Creador. A vos no te hizo la gente ni la cultura ni tus pensamientos. ¡A vos te hizo el Señor!

89. Homeostasis en familia No fuimos creados para cargar absolutamente nada. Dios te llamó a dar tus 10 puntos. Pero si yo doy mis 10 y el otro da 5 (= 15), estarían faltando 5. Esos 5 los va a dar Dios. Él es el equilibrio que equilibra lo desequilibrado.

90. Homeostasis en la pareja: 20 puntos La Trinidad funciona de esta manera, debido a que en ella hay un dinamismo, una homeostasis trinitaria. Cuando formamos una pareja, allí también hay homeostasis. Para calificar el equilibrio de una pareja, supongamos que debe haber una homeostasis de 20 puntos. Es decir, una pareja que funciona sanamente tendría un equilibrio, una homeostasis, si cada miembro aporta 10. Ese sería el equilibrio perfecto. Por ejemplo, si en mi matrimonio yo doy 10 y ella también da 10, conformamos el equilibrio justo. Así como el cuerpo busca biológica, emocional y socialmente su homeostasis, la pareja también lo busca. Ese vínculo de pareja tiene que alcanzar 20: yo doy 10 y mi pareja da 10.

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Balance de energía: comunión perfecta La estructura familiar consiste en cómo interactuamos los miembros de una familia. Dicha estructura debe ser trinitaria. Dios creó este sistema perfecto: la Trinidad trabaja en armonía perfecta, como una familia perfecta. Toda familia tiende a su equilibrio; pero puede ser un equilibro donde “todos hacen todo por igual”, o un equilibrio enfermo o disfuncional. ¿Qué sucede, entonces, cuando en una pareja cada miembro no da 10? Uno compensará al otro para lograr la homeostasis del vínculo. Como consecuencia, después de algún tiempo, probablemente el que da más se enfermará.

91. Homeostasis trinitaria Dios nos creó a Su imagen y semejanza, en lo cual hay una homeostasis biológica. Por ejemplo, si a mí me extraen una cantidad determinada de sangre, en un cierto tiempo, mi médula ósea generará nuevamente esa sangre, dado que el cuerpo tiende a la homeostasis. Todo nuestro cuerpo trabaja con el principio de la homeostasis biológica. Cuando una persona siente frío, comienza a temblar. Esto significa que el cerebro está enviando un mensaje avisando que la temperatura bajó y el movimiento de temblor se produce para calentar el cuerpo. La homeostasis es un mecanismo biológico por el cual tendemos al equilibrio. No se trata de un equilibrio fijo, sino dinámico.

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Dios quiere que yo mire cómo funcionan el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo para que pueda vivir ese modelo en mi pareja, en mi familia, con mis amigos y en todas las áreas de mi vida. Dios creó al ser humano para que funcione con este modelo trinitario. ¿Cómo funciona la Trinidad? Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo funcionan en equilibrio perfecto. Hay una homeostasis: homos (igual) + stasis (estado); hay un estado de equilibrio perfecto, una dinámica hermosa de armonía y perfección en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Todos trabajan por igual.

92. Impartir a alguien lo que hemos recibido en el silencio eterno Te propongo que abras tu boca para que lo que Dios puso en tu espíritu salga en palabras. Solo hablar y dejar que sea Él quien se exprese. Quiero decirte algo más antes de hacer el ejercicio: este hablar, o “abre tu boca que Yo la llenaré”, no es algo improvisado ni irresponsable, sino palabras, consejos, una sabiduría que Dios encapsuló en nosotros. Todo eso debe salir sin que medie la razón.

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93. Impartir lo que Dios me da Todo lo que no circula muere; todo lo que no fluye se estanca. Muchos creyentes solo quieren recibir y disfrutar, pero no así cuando se trata de dar. Una de las palabras más importantes del Nuevo Testamento es “ministrar”. Esa es la tarea de todo cristiano. Ministrar es dar a Cristo a otros. Es transmitir la vida Zoé, es impartir la vida de Cristo a otras personas. Esa es la tarea que tenemos todos los creyentes. ¿Cuál es el objetivo, además de ser transformados a la imagen del Hijo? Que todo este aumento de Cristo se lo transmitamos e impartamos a otras personas. El apóstol Pedro en 1 Pedro 4:10 dice que somos “administradores de su gracia”. El administrador era el que repartía, cuidaba o administraba los recursos del dueño. Nuestra tarea es impartir experiencias de Cristo y así transmitir vida a los demás. a. La meta de todo lo que hago es ministrar a Cristo a otros El Cristo que sale de mí crece a nivel exponencial cuando yo soy de bendición a otros. Podemos servir y no ser transformados. Porque el único que transforma es Cristo. b. Cuando Cristo es expresado, todo se transforma Nuestra tarea es lavarnos los pies los unos a los otros.

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El agua es Cristo, La Palabra. Cuando yo doy una oración, un abrazo, una palabra, con vida Zoé y lavo y refresco el andar de mis hermanos. La segunda imagen cuando impartimos vida Zoé es “regar”. Es impartir vida Zoé a través de la enseñanza, el conocimiento, la oración, el hablar y el hacer. c. Cuando damos impartición de Cristo, algo se le añade al otro ¿Cómo yo sé que impartí vida a otros? Porque en mi espíritu percibo vida y paz. Cuando alguien ora por mí, o escucho una palabra y recibo una revelación que viene con vida Zoé, algo se me añade y una marca queda en mí. Esas “marcas” que tenemos a través de los recuerdos son la manera en la que Dios nos trae a la memoria que vida de Él se añadió a nosotros. d. Relacionarme con otros bajo la impartición de Cristo No busques ser simpático con otros porque eso pertenece al alma, y Cristo no interviene en todo lo que soltamos en el alma. Mi tarea no es agradar ni impactar ni mostrarme, ¡sino dar vida! Porque si mi objetivo de que Cristo salga de mí se cumple, habré logrado todo.

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94. Impartirle vida Zoé a mi familia Hábitos para vivir una vida Zoé en la familia: a. Uno o ambos padres con una vida espiritual profunda Cuando uno estudia la vida de grandes hombres de Dios, observa que todos manifiestan el impacto de uno o ambos padres que disfrutan una vida con el Señor hermosa y maravillosa. Este impacto de ver no una actuación, sino profundidad espiritual, generó un impacto en los hijos que, a su vez, se transmitió generacionalmente. Es recibir un impacto producido por el vivir una vida profunda con el Señor. Sabemos que nuestros hijos amarán lo que amamos y odiarán lo que odiamos. De allí que la comunión, la vida profunda con el Señor, sea nuestra mejor herencia. b. Construir ambientes proféticos: hablar de Cristo Profetizar no es predecir. Eso es el ministerio profético. Profetizar es hablar de Cristo de manera natural, espontánea, alegre y viva. Cuanto más aumento de Cristo hay, más Cristo ocupa nuestro hablar. Hablamos de Él de manera constante, no monótona, no sermoneando, sino fluyendo en la alegría del Cristo que vive en nosotros. Los grandes hombres de Dios y sus generaciones se criaron en un ambiente profético.

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c. Conocer las biografías de los héroes de la fe Las biografías tienen la transmisión de esa Palabra en experiencia. Compartamos con nuestros hijos las biografías de Charles Spurgeon, Corrie Ten Boom, George Müller, Billy Graham, John Paton, etc. Es una fuente extraordinaria que debemos transmitirles a nuestros hijos desde pequeños. No solo leerles La Palabra, sino también regalarles las biografías de quienes serán sus héroes el día de mañana. d. Invitar a hombres de Dios a nuestra casa Algo que me llamó poderosamente la atención es que todos, o casi todos, los grandes hombres de fe fueron impactados por otros misioneros, por gente que amaba al Señor y estuvo en la casa de sus padres.

95. Interrupciones divinas Muchas veces, una tarea comienza por las “interrupciones divinas”. Una cosa son las interrupciones de Dios y otra, las distracciones humanas. ¿Cómo las diferenciamos? Solo la comunión diaria te mostrará la diferencia; si disfrutás de Él, te guiará con paz siempre. Ser interrumpido significa que se planificó. Dios siempre planifica. Y luego, yo también me permito ser interrumpido. La interrupción te llevará a algo grande.

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96. Invocar Pablo nos enseña en Romanos que invocar es poner la mente en el espíritu. En tu espíritu vive Cristo, y necesitás poner tu mente en Él. Cada vez que lo invocamos, Cristo se activa. Romanos 10 declara que Dios es rico para con todos los que lo invocan. Entonces, si invocamos, hay riquezas. La palabra “riqueza” hace referencia a todo tipo de abundancia. La invocación es poderosa porque consiste en tener comunión con Dios. Tener comunión no es llorar o levantar la mano en las reuniones, sino invocar. Invocar quiere decir “llamar en voz alta”. Si invocamos al Señor, algo de Cristo aumentará en nosotros.

97. La belleza Nuestro Señor es todo bello. Y esta es otra expresión de Su amor. Cuando contemplamos algo bello, experimentamos una unión, una fusión, con aquello que vemos. Es como si las distancias se acortaran y observo cómo ese paisaje “entra en mí y yo en este”; me mezclo en aquello que veo. Y allí sucede algo más: quedamos en silencio, no hablamos, no pensamos, no nos movemos, quedamos absortos, quietos, conmovidos. Nuestras expresiones son muy cortas, tales como “¡wow!”, “¡qué El río de Dios | 91

hermosura!”. Su belleza es luz. Cuando Cristo se transfiguró en el monte, relata el Evangelio, Su luz era resplandeciente y algo de ella fue puesta en vos.

98. La danza trinitaria El baile relacional es una comunidad donde son uno y son tres. El término que usaban los padres de la Iglesia era perijoresis (peri significa “alrededor” y jora, “espacio”). Es decir, “hacer espacio alrededor”. Es la interrelación. Era el término griego para un baile griego, una danza circular en la que se podían sumar mujeres, varones y niños. A Dios se lo veía como “una danza trinitaria”. Es el “uno en el otro”. Tres Personas no significan tres estatuas quietas sino Personas que se aman y disfrutan; el Padre del Hijo, el Hijo del Espíritu. Es un círculo de amor. a. Son tres los que bailan. No son dos ni uno. El principio de uno es la bondad. El principio de dos es el amor: para amar hacen falta dos (yo y tú). El principio de tres es yo-tú-él; ¡esto está abierto para todos! b. Ese baile es un flujo de amor, gozo y vida; no de enojo. Cada uno baila sin perder la distinción personal. Dios está en Cristo y en mí. Un baile de uno con otro, mientras cada uno mantiene su espacio individual. Es permanecer sin confusión. Cada per-

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sona comparte la vida de las otras dos. El Padre no domina al Hijo, el Hijo no domina al Espíritu Santo y el Espíritu Santo no domina al Padre ni al Hijo. Entonces, no hay ninguna dominación en Dios. Todo el poder divino es poder compartido. Las personas que pueden manejar el poder son quienes no lo necesitan; son aquellos que pueden soltarlo y compartirlo. En el baile griego, se danza en círculos y a ritmo lento o rápido. Todos sincronizados y sin esfuerzo. Se invita a otros a sumarse. Y más y más. Un baile con tres en uno. El Hijo nos invita a Su baile. Dios es comunión y a eso nos llamó. Yo sigo su ritmo, me introduzco en Su baile. Y al hacer Su movimiento, me hago uno con ellos. Ellos no bailan, ellos “son” el baile; y ese baile es Su amor. Es un círculo de expansión constante. Un baile es principio y fin. En el baile, aun los silencios tienen sentido.

99. La danza trinitaria: pasos de baile Cada revelación es un “paso de baile”. Él guía los pasos. Son los movimientos de gracia. No bailamos con los pies, sino con el corazón. No analices ni pienses, aprendé Su Palabra y bailá. Donde estés, bailá. El bailarín no corre a un lugar, sino que disfruta de cada paso. No es estudiar la llave sino mirarlo a Él pasivamente; es decir, suspender todo lo que sabemos y dejar que su luz se refleje.

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David decía que él quería “contemplar”: mirar atentamente. ¡Allí está el secreto! Es un mirar del espíritu más que un estudio del alma. Es un saber relacional. No debemos tratar de entender la Trinidad, sino de “contemplarla”. Dios tiene pasos nuevos. ¡Su mover no es solo en el cielo, sino que cuando Él se mueve nos mueve a nosotros también! Dejate llevar por Su “improvisación” y aprendé también los pasos de Su Palabra.

100. La escalera del conocimiento divino El conocimiento divino es una escalera. Subo, cuando más aprendo de Él. Y bajo simultáneamente, cuando aprendo de mis debilidades. Es decir que, si Él crece, yo disminuyo simultáneamente. Si aprendo algo de Él y me “la creo”, fallo en el descenso. ¡Cuanto más descubro de Dios, más veo qué hay para descubrir de Él! Es una escalera de ascenso y descenso sin límites.

101. La herencia de Cristo para nosotros La herencia que tenemos en Cristo es todo lo que Él ganó en la cruz por nosotros. La ley de Cristo es una, pero tiene muchos ingredientes.

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En primer lugar, Dios nos guía. Donde vas, Dios te dice qué decir, cómo y cuándo decirlo. Te olvidás de preguntar: “¿Qué hago? ¿Cómo lo hago? ¿Cuándo lo hago?”, porque el Espíritu de Dios te guía. En segundo lugar, el Espíritu de Dios nos da la victoria. Por eso, ya no hay que luchar para mejorar. Lo que hay que hacer es entregarle el conflicto y decirle: “Señor, sos mi victoria y te pido que te expreses”. Lo tercero que hace el Espíritu del Señor es que nos empuja a decirle: “Abba, Papá”, lo cual habla de una relación profunda con Él. Y lo cuarto que hace la ley del Espíritu de vida es que nos da la herencia que tenemos en Cristo. Vos y yo somos herederos de Dios, y como Él es dueño de todo, la herencia que nos corresponde a cada uno de nosotros es todo. Tenés que declarar: “Yo soy hijo de mi Papá y mi Papá es dueño de todo”. De esta manera, sellás en tu espíritu que sos hijo del Dueño de todas las cosas.

102. La intercesión Una de las maneras de aumentar a Cristo en nosotros es intercediendo por otros. ¿Qué significa interceder? Una imagen que arroja luz es la de “ponerse de pie en la brecha”. Es decir que un intercesor tiene una actitud de guerra, de soldado. La brecha era un hueco que se abría en un muro; allí algo estaba destruido y había una abertura. Muchos ladrones

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hacían un hueco en el muro para dejarlo debilitado. El rey enviaba a alguien de su entorno para ver el muro y, si veían una brecha, colocaban a un soldado a cuidarla. ¡Era un intercesor! Debemos pedirle al Rey, a nuestro Señor, que nos revele en nuestro corazón por qué personas orar. Dios también me tiene que decir por qué temas orar. Es decir, no voy yo con una lista de nombres y peticiones, sino que le pregunto a Él. Nuestras oraciones no deben ser iniciadas por nosotros, sino por Dios. Dios debe poner la carga en nosotros de por quién interceder y por qué asunto interceder. Es decir, que Dios inicia nuestra propia oración para nosotros. Entonces, oramos a Él y recibimos la respuesta. Interceder por otros que no conocen al Señor es entregarlos en sacrificio a Él. Dice Romanos 15:16: … para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo.

103. La ley del bien La ley del bien existe en la mente de las personas desde el nacimiento. Como resultado, todos anhelamos el bien. Dicha ley, por el hecho de ser una ley, funciona automáticamente. Consecuentemente, todos queremos mejorar, progresar, avanzar. A partir de ella surgen todas las religiones basadas en la bondad que nos enseñan a amar a Dios.

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Es por la ley del bien que buscamos amar, cuidar y tratar bien a nuestros hijos.

104. La ley del Espíritu de vida El Señor colocó un árbol en el medio del huerto del Edén y lo llamó el árbol de la vida. La vida, que es el Señor, representa a Cristo. Cuando el Señor creó al hombre, lo puso delante del árbol de la vida (Cristo) y le dijo: “Te formé para que introduzcas mi vida dentro de vos y disfrutes de ella”. Es decir, fuimos creados para vivir la vida de Dios. La vida humana es una vida creada, la vida de Dios es eterna. La vida humana es limitada, la vida de Dios es ilimitada. El Señor creó, en primer lugar, la vida vegetal. Después la vida animal y, por último, la vida humana. Luego aparece el árbol de la vida o la vida divina. Ahora bien, cada reino tiene sus leyes. Nuestra tarea es buscar primeramente que la vida de Dios aumente en nosotros. Si buscamos primero el Reino de Dios, no el reino animal ni el vegetal ni el humano, todos los demás reinos van a sumarse por añadidura. La ley del Espíritu de vida es un principio que funciona como una ley y es la vida de Cristo viviendo en mí. El Cristo que tenemos dentro de nosotros nos da el poder que necesitamos para vencer todas las demás leyes. La vida de

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Cristo con Su poder vive en nuestro espíritu. En el Antiguo Testamento, Dios puso las leyes afuera y dijo: “Trabajen para lograrlo”. Esta es la razón por la que Dios le dijo a Josué: “Esfuérzate y sé valiente”, porque había que esforzarse y luchar. Pero luego el Señor dijo: “Ahora Cristo vivirá en su interior y les dará la vida de Él para que se active en ustedes la ley del Espíritu de vida”.

105. La ley del mal o ley del pecado Pablo afirmaba: “Con la ley que Dios me regaló en mi mente, quiero hacer el bien, quiero cumplir la ley divina; pero, cuando quiero hacer el bien que Dios me propone, descubro otra ley que está en mi cuerpo: la ley del pecado”. Cuando queremos hacer el bien se activa automáticamente en nosotros la ley del mal. Entonces, se plantea una lucha entre ambas leyes. Nuestra mente quiere hacer las cosas bien, pero a nuestro cuerpo no le gusta el bien, pues este es puro instinto. Todos los defectos de carácter que tenemos los seres humanos se deben a la ley del pecado. Desde tener mal humor o que nos cueste llegar temprano, hasta robar, violar y matar, todo es a causa de la ley del pecado que se encuentra en nuestra biología. Indefectiblemente, al cuerpo le gusta lo malo, pero esto no significa que sea malo, sino que en él funciona esta ley. Y la ley del pecado, tal como explica el apóstol, nos energiza para lo malo.

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106. La llave de la herencia de Cristo Nuestra fidelidad al Señor es la llave que abre la compuerta de la herencia que tenemos en Cristo. Cuando Dios ve que somos fieles a Él, que las primicias no nos marean, que nuestro foco es que Cristo aumente en nuestra vida, Él nos suelta mucho.

107. La llave para abrir el corazón de Él La llave para abrir el corazón de Él es buscar Su amor y no un saber. Es vivir un romance. Una carta de amor, eso es La Biblia. Allí está Su voz: una voz dulce, de vida, de amistad. Amarle a Él es la “llave” a Su corazón. La Amada en Cantares no le pidió al Amado “estudiarlo”, sino amarlo. Él no es un objeto de “estudio de conocimiento”. Él es el Amado. El gran error es comenzar por el estudio. No se trata de saber mucho, sino de amar mucho.

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108. La mente de Cristo La mente de Cristo tiene tres características para incorporar en nuestra vida diaria. Analicemos de qué se trata cada una de ellas: a. Mente de heredero Todo lo que veo lo ganó Cristo a mi favor. Al morir, Él me dejó como herencia todo lo que ganó. Soy heredero de las riquezas que Cristo ganó a mi favor. Una herencia es un conjunto de bienes, de derechos y de obligaciones también, que la persona que muere le deja a otra. Llámese hijo, esposo, hermano o la persona que quede en la Tierra. El heredero se pone exactamente en el mismo lugar que la persona que se fue. Es decir, que la persona que sobrevive a la que falleció empieza a ocupar el mismo lugar. Vos y yo ocupamos el mismo lugar de Cristo. Somos herederos, no somos esclavos. El esclavo roba, compite y siente envidia de lo que otro logra. Pero los hijos de Dios no necesitamos competir, envidiar ni robar porque todo lo que Cristo ganó nos pertenece. b. Mente profesional El profesional sabe pensar. Ignorancia no es no saber, sino no saber pensar. Yo puedo descubrir dónde encontrar lo que no sé, si sé pensar.

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Saber no es tener datos, sino saber pensar. “Nuestro culto es racional”, escribió Pablo. Es decir, que los cristianos tenemos que saber pensar porque nuestra principal herramienta es el cocimiento. Vos podés no tener dinero, pero tenés que saber dónde buscar los recursos para tenerlo. Jesús hizo más preguntas que afirmaciones porque uno de sus objetivos en los discípulos era hacerlos pensar. La mente profesional hace todo con excelencia. ¿Qué es la excelencia? Es mejorar lo que hice. Pero no mejorarlo porque me salió mal, sino tener el deseo de hacerlo cada vez mejor. Si algo no te sale bien, no lo abandones; buscá hacerlo mejor. La mente profesional mejora cada día. Cada día vamos a mejorar. En 1 Reyes 6:7 dice: Y cuando se edificó la casa, la fabricaron de piedras que traían ya acabadas. c. Mente glorificada Cuando Dios creó a Adán y a Eva, puso su gloria en ellos. ¿Qué es la gloria? La belleza. Cuando decís: “Qué hermosa es esta rosa”, quiere decir que tiene gloria. La gloria es la belleza manifestada o visible. La Escritura declara que toda la Tierra fue llena de la gloria. Por eso, uno mira la naturaleza y queda maravillado.

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109. La mirada de Dios sobre nosotros En el libro de Cantar de los Cantares, el Amado no le habla a su Amada de autoestima; le habla de algo mucho más trascendente: la belleza que posee por la transformación de Su amor, el amor del Amado. Cuando empezamos a experimentar la belleza que produjo en nosotros, estamos en aguas muy profundas, estamos escuchando el Cantar de los Cantares. Miremos ahora las siete descripciones: a. Tus ojos entre tus guedejas. Este último término significa “cabellos” que son como un velo de la Amada y nos habla de docilidad, de sensibilidad. Su mirada, su visión, se refiere a calma, a paz. El Amado visualiza detrás del velo que le cubre toda la cara. El velo también representa la humildad, la modestia. Los ojos simbolizan el discernimiento espiritual; ella tiene un enfoque perfecto. b. Tus cabellos como manada de cabras. La descripción que hace aquí es que el cabello de ella es largo, está suelto, en movimiento, así como las cabras tenían el pelo negro ondulado. El cabello representa la consagración. Ella está entregada. De allí que la compare a las cabras que eran utilizadas como ofrenda. Ella tiene una consagración que está bien alimentada y lista para ser ofrendada. Una disposición a la consagración permanente.

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c. Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas, que suben del lavadero, todas con crías gemelas, y ninguna entre ellas estéril. La característica que describe aquí es que son iguales, están limpios, su boca está completa y todo es parejo. Los dientes representan el masticar, la capacidad de comer La Palabra. La Amada tiene un comer perfecto. Ovejas trasquiladas significa que los dientes son iguales; que suben del lavadero quiere decir que están limpios. Todas con crías gemelas implica que son parejas y remarca que “ninguna entre ellas es estéril”, lo cual nos muestra que está completa. d. Tus labios como hilo de grana, y tu habla hermosa; tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu velo. Tus labios representan aquí su hablar, su expresión, y los compara a “hilo de grana”, símbolo de la redención. La grana era un color rojo. Su hablar está bajo el gobierno de la redención. Así como sus dientes son perfectos, su comer y su hablar también son perfectos. Tus mejillas es la expresión de nuestro rostro. El Rey ve que lo que expresa también está marcado por la redención. e. Tu cuello como la torre de David, edificada para armería; mil escudos están colgados en ella, todos escudos de valientes. Tu cuello simboliza el carácter. De allí, que el cuello erguido o el cuello doblado sean símbolo del orgullo o de la humildad. Es decir, de la voluntad del hombre. Cuando lo compara con una torre, está hablando de la libertad, de la fuerza. Tiene una voluntad firme. “Los mil escudos de valientes que están colgados” ha-

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cen referencia al valor, a la fuerza; tiene una voluntad que se anima, que acciona. f. Tus dos pechos, como gemelos de gacela, que se apacientan entre lirios. Tus dos pechos representan, explica W. Nee, la fe y el amor. Ambos crecen juntos, de allí que sean gemelos. “Que ambos se apacienten entre los lirios” simboliza el descanso. Necesitamos fe y amor.

110. La paz es la pista de aterrizaje donde aterrizan las ideas sabias de Dios Dios los aterriza en la pista de la paz. Si tengo falta de perdón, esto hace que no vengan la visión, los sueños. La paz es la pista de aterrizaje donde Dios aterriza sus ideas. ¡Y la paz viene del perdón! Las mejores ideas no vendrán por esfuerzo, presión o ansiedad. En general, Dios soltará ideas que resolverán situaciones o conflictos en momentos inesperados. No te enfoques en nada particular, solo dejá fluir tu ser en Su presencia, estate abierto a Él, descansa en Su belleza y comunión. Nunca digas o hagas nada hasta no experimentar la paz. ¡Esperá! Muchas veces Su sabiduría es algo inusual, distinto de lo habitual, algo que no estábamos viendo (igual que el pensamiento creativo, con la diferencia de que la idea es de Él). Solo la paz nos permitirá recibir las ideas menos pensadas y más inusuales.

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No es “hacer lo primero que viene a nuestra mente”, porque recordá que Dios nunca empuja ni presiona. Cuanto más te sientas impulsado a responder, menos de Dios habrá en tus decisiones. Sus ideas vienen en paz y, si te mantenés en paz tomándote todo el tiempo necesario, esa sabiduría divina llegará. Y cuando avances y resuelvas esa situación, pensá que fue Él, no vos. Ser humilde es decir: “No fui yo que soy inteligente, sino que fue el Señor expresado en mí”.

111. La Trinidad: uno no es el otro En la Trinidad hay un orden: el Padre - el Hijo - el Espíritu Santo. Hay distinción de roles. Pero no es un orden de “superior-inferior” ni una distinción de personas que nos traiga confusión o aglutinamiento: el Padre no es el Hijo y el Hijo no es el Espíritu Santo. Clemente de Alejandría dijo: “El Padre es bueno. El Hijo es bello. El Espíritu Santo es sabio. Y siempre van juntos; donde hay bondad, hay belleza y donde hay belleza, hay sabiduría”. Otra manera de verlos es: El Padre planea, es el arquitecto. El Hijo paga los materiales. Y el Espíritu Santo construye el edificio. Siempre vemos que estas tres actividades van juntas.

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112. La victoria se activa muriendo Pablo decía que somos como ovejas, porque todos los días vamos al matadero a morir. Cuando vos y yo morimos, Cristo, que es la victoria, sale automáticamente y nos trae Su victoria. Pablo nos enseña esto a través de Romanos 8:13, al expresar: … porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

113. La visión para cada cristiano La visión para cada cristiano es ser lleno de Cristo para que el cuerpo crezca. Esa es la única visión que Él tiene. Dios tiene un objetivo: que el cuerpo de Cristo, que somos todos nosotros, crezca. Cuando estamos congregados y el Padre nos mira, Él no ve a Margarita, a Diego, etc. Dios ve a uno solo. ¿Cuántos cuerpos tengo? Uno. Pero, ¿cuántos miembros hay en mi cuerpo? Muchos. De la misma manera, para el Señor somos un cuerpo con muchos miembros. Todo lo que Dios hace en vos y en mí es para que el cuerpo crezca. La Iglesia no es una organización ni un club ni una fábrica ni una empresa. Somos un cuerpo con la vida divina que fluye entre todos nosotros como lo hace la sangre en el organismo.

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114. La voz de Dios en la eternidad Cuando Dios creó todo, ¿cuántas voces había? Una. La voz de Dios en la eternidad. Cuando Dios creó a Adán y a Eva, había una voz. Nosotros, al ser uno, estamos volviendo a antes de la caída del plan original, cuando todo era uno. Cuando Dios creó el mundo y a Adán y Eva, todo era uno en Él porque había una sola voz. Pero, después del pecado, vinieron miles de voces. Entonces sacando el yo, eliminamos las voces que dicen: “soy inteligente”, “soy un tonto”, etc. Y volvemos a la única voz principal: la voz de Él en mí. 

115. La voz que oigo indica a quién le pertenezco Adán oía la voz de Dios, ya que le pertenecía al Señor. Vino la serpiente al huerto y Adán y Eva ahora oyeron... ¿qué voz? La del enemigo. Y... ¿a quién le pertenecieron? Al enemigo. La voz que oís indica a quién pertenecés. ¿Estás escuchando la voz de la pobreza? Pertenecés a la pobreza, te hiciste uno con ella. ¿Estás oyendo la voz de la enfermedad? ¿Estás oyendo la voz de la crítica? ¿Estás oyendo la voz del desánimo? ¿Estás oyendo la voz de la angustia? Te hiciste uno con esa voz. Vos y yo le pertenecemos a la voz que escuchamos. Me hago igual a lo que oigo. Si oigo desánimo, me desanimo. Si oigo

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broncas, siento bronca. Pero, si oigo la voz de la victoria, la voz de la fe, la voz de Cristo, me hago uno con Él.

116. La voz que oigo indica quién me cubre Si oís la voz del miedo, la voz del miedo te cubre. Si oís la voz de la ansiedad, la voz de la ansiedad te cubre. Si oís la voz de la depresión, la depresión te cubre. Si oís la voz de la pelea, la pelea te cubre. Si oís la voz de Dios, Dios te cubre. Porque la voz que oís es la voz que te envuelve. Cuando Jesús se fue a bautizar, una voz del cielo dijo: “Este es mi Hijo amado”. ¿Y quién bajó? En símbolo de paloma, bajó el Espíritu Santo; porque la voz que oís es la voz que te cubre. ¿Estás con miedo? Tenés que quitar de tu vida esa voz, tenés que soltar tu yo. Necesitamos renunciar a las voces que están en nuestro yo, entregarlas en la cruz.

117. La voz que oigo me transforma Leemos en 1 Corintios 15:47-49: El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial. Hay dos imágenes: la imagen terrenal y la imagen celestial. Cuando yo oigo la voz terrenal, me

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vuelvo a la imagen terrenal; y cuando oigo la voz celestial, me vuelvo a la imagen celestial. Uno pertenece a la voz que está escuchando. Es decir, que toda nuestra batalla, la guerra espiritual, es una batalla de voces.

118. Las banderas Aprendí desde hace tiempo a ver las banderas de Él sobre mí en cada circunstancia. ¡Estamos rodeados de banderas! Ellas señalan esa circunstancia o territorio plantado por una señal de Su amor que otros también pueden ver; una decoración de Él que es visible para todos. Estas banderas de Su amor pueden ser salud, prosperidad, ayuda, compañía, etc.

119. Las cuatro vidas El Libro de Génesis comienza con la creación. Dios creó la vida de menos a más. En primer lugar, la vida más básica, que es la vida vegetal; después la vida animal, que es algo más compleja; luego venimos nosotros: los seres humanos. Cuando avanzamos en el capítulo 2, vemos que Dios colocó un árbol en medio del huerto, el cual habla de la vida divina. Lo puso allí como un símbolo y le dio un nombre: el árbol de la vida. Aquí tenemos las cuatro vidas: la vida vegetal, la vida animal,

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la vida humana y la vida divina representada en el árbol de la vida, que es Cristo. Dios creó la vida humana y le puso adelante la vida divina. La vida humana es creada por Dios y la vida divina está representada por el árbol de la vida, que es Cristo, la vida eterna y maravillosa del Señor. Él les dijo a Adán y Eva: “Si ustedes comen de este árbol, la vida mía divina se va a mezclar con la vida de ustedes”. Porque el plan del Señor era crear al ser humano para que este comiera la vida divina y la disfrutara. Dios me creó para disfrutar de Su vida.

120. Las cosas creadas se hacen fuente del hombre Sabemos que nuestra fuente es Dios. Sin embargo, muchas veces cambiamos el origen de nuestra fuente y lo depositamos en las cosas por tres motivos: a. Porque les otorgamos una “extensión de nuestra identidad”. La casa, el auto y demás bienes materiales portan una esencia nuestra; por eso, al perderlos, sufrimos. Ya no poseo las cosas, sino que ellas me poseen a mí. b. Las cosas ahora me brindan “estima” o “clase social” porque volqué en ellas afecto. Se transformaron en Mamón, en mi fuente. c. Me dan seguridad, me cuidan.

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Perder cosas significa perder identidad o estima, afecto o seguridad. Cuando las cosas son mi fuente, cuando creo que serán permanentes y coloco en ellas mi estima o seguridad, me salí del lugar de imagen de Dios.

121. Las opiniones y el alma El alma es el gobierno de la vida humana y se expresa a través de las opiniones. Pablo manifestó: “Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”. ¿Qué es el “yo”? Es el alma, es quien dirige nuestra vida. Es nuestra personalidad y debemos llevarla a la cruz cada día. ¿Cómo se expresa ese yo? Opinando. Si querés saber cómo es el yo de alguien, solo necesitás escucharlo hablar. Nuestro yo se expresa a través de las opiniones. Cada vez que hablamos, opinamos. No hay manera de hablar y no expresar una opinión. Por eso, Pablo dijo: “Ya no me interesa opinar, porque hacerlo pertenece al ámbito de la vida humana, y ya no vivo yo; mi “yo” se lo entregué al Señor, ahora Cristo vive en mi espíritu”. En Filipenses 1:21, Pablo enunció este mismo concepto de otra manera: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Lo que el apóstol estaba diciendo era: “Quiero vivir a Cristo, porque Él vive dentro de mí. Mis opiniones, que son de mi vida humana, ya las llevé a la cruz. Ahora quiero vivir, porque para mí el vivir es Cristo”.

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122. Las “voces extrañas” Las “voces extrañas” son todas las otras voces que no son Su voz. La única voz para la que fuimos creados vos y yo es la Voz del Señor. Llevá a la cruz las voces equivocadas y sé uno con la única voz, la voz eterna que tuve en la eternidad pasada y que tendré en la eternidad futura. Yo hablo Su Palabra y experimento Su amor. Me lleno. Y este problema no es un problema, sino una gran oportunidad, porque yo no hablo lo que el hombre puede hacer ni lo que veo, pienso o siento; yo hablo lo que Dios me dijo que hable.

123. Leé hasta recibir “el tirón” Antes de leer, orá diciéndole: “Señor, te amo y me dejo amar por vos; dame besos de tu boca”. Leé La Biblia despacio. Cuando leas, no te preocupes por lo que no entiendas o te resulte extraño; seguí leyendo hasta que “experimentes un impacto”, hasta que algo llame tu atención, hasta que algo te conmueva en el espíritu. Detenete allí y orá eso. No importa que sea solo una palabra. Ese tirón que percibiste es el amor de Él diciendo: “¡Detenete aquí que hay luz para tu vida!”. Orá esa palabra que te impactó, disfrutala y dale gracias por ello; permití que la luz de Su amor crezca en vos. No importa 112 | El río de Dios

si eso sucede en el primer versículo o en el tercer capítulo. Olvidate de leer tres capítulos por día y comenzá a permitir ¡que sea Él el que te bese!

124. Llegar a ser uno en Su amor Si pudiese decirlo en palabras, dejaría de ser unión para ser una experiencia del alma... Unión es quedarse sin palabras para expresar qué es. Nunca podremos poner en palabras el nadar en el océano infinito de Su bondad, el disfrutar de Su resplandor sin límites. Unión es “ver y no ver”. Ver Su hermosura que me conmueve y ver la inmensidad de Él, la cual, en realidad, ¡no alcanzo a ver de tan grande que es! Ver algo del misterio, de lo que no logro captar de Él, de Su majestuosidad, de Su abismo incomprensible, de Su eterna perfección.

125. Llenarse y vaciarse Cuando nosotros experimentamos el AMOR de DIOS, cuando lo disfrutamos, ¿sabés qué hace Él? Nos vuelve a vaciar. Lo que el Señor hace es llenarnos de Su amor para que lo experimentemos. Luego nos vacía y, cuando lo hace, ¿sabés lo que sucede con el vaso? Imaginá que es un vaso de goma… este se va a expandir, se va a dilatar, se va a agrandar. Y ahora, en la

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próxima búsqueda de Dios, tendremos una experiencia más grande de Su amor. Vamos de gloria en gloria. Cada vez que yo me lleno más de Él y lo disfruto, Dios me vacía. ¿Qué significa esto? Que Dios se vuelve a esconder. Y cuando yo lo vuelvo a buscar, descubro y veo que mi vaso ahora se ensanchó. Mi experiencia nueva es más grande.

126. Llevar todo a la cruz Bienvenido a tu propia crucifixión. Has venido aquí a darle al Señor el gobierno de tu alma y entregarlo en la cruz de Cristo para su muerte. Nada sucede si no voy a la cruz. La cruz es lo primero que nos da Dios que es quien hará todas las cosas. Y, para eso, Él necesita garantizarse nuestra muerte en la cruz. Dios no emparcha, Dios mata. Tu carácter y el mío no tienen arreglo, así que lo mejor es que mueran para que Cristo los resucite con Su carácter. Hay cosas que se mueren enseguida y otras que el Señor las deja en nosotros por un tiempo. Pero lo cierto es que, cada vez que morimos, Cristo resucita en nuestra vida. “Jesús estuvo seis horas en la cruz y después murió. Ya se va a morir, seguí en la cruz”.

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127. Lo entrego en la cruz para su muerte Cuando nosotros recibimos a Jesús, Él quitó nuestro espíritu muerto y creó uno nuevo. Dice 2 Corintios 5:17: “Si alguno está en Cristo, nueva creación es”. Es decir, que tenemos un nuevo ser, un nuevo espíritu, y ese espíritu es la casa del Señor. Cristo nos gobierna y el alma ya no ejerce más control. ¿Qué es lo que nosotros debemos entregarle al Señor para que Él lo transforme? Nuestra parte carnal o carnalidad (que está en nuestra alma). A medida que yo entrego este aspecto en oración en la cruz para su muerte, Cristo lo transforma y Él crece en esa área. Entonces, ¿qué significa entregar en la cruz para su muerte? Esta experiencia de entregar a la muerte puede sonar fuerte. En realidad, lo es. La Biblia declara que, si la semilla no cae y muere, no puede dar fruto. La cáscara de la semilla es el alma y el fruto; la planta, es la vida de Cristo. Solo cuando el alma muere, Cristo es liberado. La experiencia de entregar en la cruz puede ser dolorosa. Dios nos muestra algún pecado, algo que amamos y que debemos llevar a la cruz, pero en el tiempo resulta ser una de las experiencias más maravillosas que podamos vivir. Cada vez que identificamos algo, que algo nos sucede, lo entregamos en la cruz. Automáticamente experimentaremos la transformación, la vida Zoé, y al Cristo resucitado que crece en nosotros.

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128. Llevar todo a la cruz: cinco radiografías del alma • “Ya sé” (el conocimiento sin amor) En esta radiografía observamos a las personas que se paran en sus conocimientos, en todo lo que aprendieron, en lo que saben. • “Los logros” Aquí gobierna la capacidad de la persona. Los logros son los que la gobiernan y le otorgan satisfacción, en cualquier ámbito en que se desarrolle, tanto en lo privado como en su servicio en la iglesia. • “El gobierno de la acción” En muchos casos, el deseo de servir convertido en “activismo” nos conduce a perder totalmente la vida espiritual. El servicio es quien gobierna el alma y, aun cuando servir sea bueno, su control hace que el alma esté viva. • “El cansado o vencido” Son las personas gobernadas por la molestia, el hastío. Para ellas, todo es esfuerzo y una gran lucha. Todo eso es síntoma de haber perdido la comunión y la frescura con el Señor. • “Vivir en el pecado” Son las personas gobernadas por sus propias decisiones que tienen una división entre su alma y su espíritu. “Entregar a la cruz” es identificar qué área nos está gobernando y dejarlo en la cruz para su muerte.

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129. Llevar todo a la cruz: a lo largo del día, llevo todo a la cruz Ya la cruz funciona de manera automática. Es decir, el Espíritu nos recuerda, a lo largo del día, que permanentemente debemos llevar a la cruz las acciones y emociones más profundas de nuestro ser. De esta manera, nos irá llevando a “la nada”. Dios utiliza el “polvo” para crear al hombre como símbolo del cadáver, de la muerte del yo. Como hemos enseñado, no es la aniquilación ni el vaciamiento de la personalidad, sino la declaración de la nada de nosotros para el todo de Él. Mi alma no me gobierna. Reconozco, entonces, que no tiene “nada” y, al no tener nada, Dios puede darme Su todo, Su gobierno. No es un estado de castigo, de flagelación, de autoinsulto, de sentirnos nada. Sencillamente es el anhelo sincero de unirnos a Él porque entendemos que Él es la fuente del amor, que Él es el principio de todo y el fin de todas las cosas.

130. Llevar todo a la cruz: descubrir la raíz Cuando buscamos la raíz, es el Espíritu Santo el que nos debe mostrar cuál es. No es por autoanálisis ni por investigar en nuestro inconsciente; sino por estar abiertos y disponibles para que el Señor pueda mostrarnos cuál es esa raíz. Muchas veces no es un pecado sino una idea o un pensamiento, que trae consecuencias de pecado. El río de Dios | 117

Cuando le entregamos al Señor esas ideas, podemos cancelar muchos de esos síntomas. Eso es lo que hace el Espíritu Santo: nos va mostrando a través de la revelación, o de una palabra profética, o de la misma experiencia por la que Dios nos va guiando al ir llevando ideas a la cruz.

131. Llevar todo a la cruz: entregar a la cruz sin resultados David decía en el Salmo 19:12: “Líbrame de los pecados y errores que me son ocultos”. Hay raíces que están escondidas. Imaginate una casa donde hay una rajadura en el segundo piso. Le colocás enduido, pintás la pared y ya está… Pero vuelve a aparecer la rajadura porque esta viene del primer piso. Entonces vas al primer piso, enduís y pintás… ¡y a los tres días aparece otra vez! ¿Por qué? Porque la raíz de la rajadura está en el sótano. Entonces, ¿dónde hay que ir? Al sótano. Porque, si yo no curo la raíz, todo lo demás va a seguir creciendo David pedía: “Señor, mostrame la raíz”.

132. Llevar todo a la cruz: el funcionamiento de la cruz Hay un aspecto negativo y un aspecto positivo de la obra en la cruz del Calvario:

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a. El aspecto negativo es lo que yo llevo a la cruz. b. El aspecto positivo es lo que se añade a mi vida: el poder de la resurrección. Siempre, luego de que entregamos algo en la cruz, inmediatamente declaramos la vida de Cristo en nosotros. La cruz no es un momento solemne de un campamento o retiro, o de una reunión de consagración; sino una actitud diaria donde voy a la cruz con alegría para seguir al Señor.

133. Llevar todo a la cruz: lo malo y también lo bueno Lo bueno y lo malo siguen siendo algo humano, siguen siendo carne. En Romanos 8, leemos que tenemos dos leyes: la ley del bien y la ley del mal. Es decir, el conocimiento del bien y del mal. Cuando yo toco una, se activa la otra. Siempre que quiero hacer algo bueno, surge una lucha en mí porque también se activa lo malo. Es muy claro que debemos llevar a la cruz los pecados, los problemas de carácter, las cuestiones que nos atormentan. Sin embargo, también debemos llevar lo que es bueno en lo natural: es decir que opiniones, sueños, fuerzas y alegrías también deben morir.

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134. Llevar todo a la cruz: los tres días de muerte Jesús tardó tres días en resucitar. Los tres días de su muerte están simbolizados en estas tres oraciones. Al comienzo, puede ocurrir que te cueste hacerlas, pero luego se hará algo habitual en tu vida. 1. Entregar un área específica de las radiografías del alma. 2. Que el Espíritu Santo nos muestre más. 3. Volver a morir. Otra vez más. Entregar áreas de nuestra alma en la Cruz para su muerte es un proceso.

135. Llevar todo a la cruz: todo lo que no es niño Mateo 18:3: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. En este pasaje, Jesús nos dice algo interesante: si querés entrar en el Reino, el océano, para nadar en él, tenés que hacerlo como un niño. Cuando yo me vuelvo como un niño, estoy unido a Él, me hago uno con el Señor. Un niño es sencillo, no da vueltas. Cree. Cuando por las noches llora porque no puede dormir, sus padres van a la habitación con la luz apagada, para que no

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se desvele, y lo toman de la mano, le hablan o le cantan. La presencia de la mamá o el papá calma a ese niño. Es dócil, sencillo. En segundo lugar, el nene juega. No está preocupado por las crisis económicas, sean cuales fueren estas. Una criatura confía, juega, vive el presente y siempre está contenta. Tenemos que podar de nuestras vidas todo lo que no es niño. Dios tiene que esculpir y sacar todo lo que no es niño de nosotros para que así entremos y juguemos, seamos dóciles, nos dejemos asombrar y podamos entonces confiar en nuestro gran Papá. Hay que podar tres cosas: a. Nuestra vejez. La vejez representa la sabiduría. Todo lo que sabemos, lo que estudiamos. b. Nuestra adultez. El adulto tiene sueños, proyectos. c. Nuestra juventud. ¿Qué es la juventud? Es símbolo de la fuerza: “yo todo lo puedo”; “yo lo voy a hacer”.

136. Los actos sorpresivos de bondad Verlo a Él en los pequeños actos de bondad. ¡Allí está Él! No solo en los grandes actos que nos asombran, sino también en “los detalles” a través de los cuales la bondad de Dios se expresa. Dios expresa Su bondad en actos y esos actos son compasivos, dulces y agradables. Y cuando en la vida nos ocurren cosas malas, Él es bueno porque está presente a nuestro lado. Que Dios es bondad o bueno significa que Él solo da por amor, no

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porque lo merezcamos o lo ganemos. Muchas veces los actos de bondad son como “golpes” que vienen sin aviso previo; allí se percibe la vida Zoé, en el acto de bondad. Un acto de bondad instantáneo y magnífico que toca nuestro espíritu.

137. Los sentidos del espíritu Este es un conocimiento que va más allá de lo sensible o de lo sensorial; tiene que ver con otro tipo de conocimiento: el de la experiencia. Este no anula el conocimiento del “saber”, sino que es otro conocimiento distinto: el de la “experiencia”. No necesitamos pasar las experiencias por la razón, ni entenderlas, ni explicarlas. Son de otra lógica. La experiencia no se busca, sino que sucede. Aparece y nos invade para “burlar” el razonamiento o las defensas. Viene sin buscarla o provocarla, es sorpresiva. Cada experiencia es personal. La experiencia no es para ser contada o expresar lo que “Dios me dijo”, sino que es algo que se me añade. Las experiencias se dan con los cinco sentidos del espíritu.

138. Los sentidos del espíritu: la visión Mediante la vista natural, podemos ver colores, luces, etc. Por la visión espiritual, podemos “ver” a Dios (Mateo 5:8). Pablo recibió la visión “cara a cara” (1 Corintios 13:12). El apóstol Pa-

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blo tuvo que quedar ciego en lo natural para activar la visión espiritual; y es en este sentido que el enemigo tapa “los ojos” para que no veamos Su presencia (Hechos 26:18). Recordemos que las visiones “surgen” y añaden un conocimiento experiencial. Existen dos tipos de “ver”: a. Un “ver” que es, por ejemplo, una visión “dibujada”, como una foto o un video. Esteban, en su peor momento, vio los cielos abiertos (Hechos 7:56). b. Un ver porque “comprendí” algo, es decir, “lo vi”. Es un alumbramiento en nuestro espíritu (Efesios 1:18). Es un entendimiento. No te enfoques solo en la visión de cosas materiales, como “un auto nuevo”. Enfocate en que tu visión de Él sea más grande.

139. Los sentidos del espíritu: el gusto Percibimos los sabores: dulce (golosina), salado (galleta de sal), agrio (limón) y amargo y esto tiene que ver con el disfrute. Se percibe también la temperatura y la textura de los alimentos. Tenemos en la lengua diez mil papilas gustativas. Nada sucede hasta que no aprendemos a “degustar” Su Palabra. Yo puedo darte el plato, pero “gustar” es tu experiencia si comés a Cristo. Hay que comer La Palabra. Dice el Salmo 119:103: ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca.

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140. Los sentidos del espíritu: el oído Podemos oír por medio del oído y distinguir los sonidos: la música, la risa, el grito, el timbre, el llanto, etc. La audición afecta la estabilidad. Es el órgano que controla el equilibrio. Es uno de los primeros sentidos que desarrolla el bebé en el útero. Apocalipsis 3:13 dice: “Si alguno tiene oídos, oiga”. Toda La Biblia habla de este sentido. Eva oyó a la serpiente y Adán, la voz de ella (Génesis 3:17). Ezequiel oyó la voz (43:6) que salía del templo. El apóstol Juan oyó la voz (Apocalipsis 1:10). Bajemos el volumen de nuestra voz, y el de otras voces, y dispongámonos a decir: “Hablá que tu siervo oye”. De esta manera, podemos comprender. Hay que oír para entender, no para responder. Es esa voz que escuchamos al leer La Biblia, o a alguien que nos dice algo, y genera un “impacto”. Allí sabemos que hay una revelación personal para nosotros.

141. Los sentidos del espíritu: el olfato En la nariz tenemos millones de neuronas sensoriales olfativas que detectan olores químicos. En el aire se perciben los olores: vinagre, atún, canela, pan, café, etc. Por la nariz se huele lo que hay alrededor y si está Dios, se huele Su perfume: un aroma agradable. El olor trae recuerdos. Por ejemplo, las hojas de un libro, una comida de nuestro hogar de la niñez, el pasto mojado, etc. 124 | El río de Dios

La palabra espíritu en hebreo viene de alabar y significa “oler”. En Génesis 2:7 dice que Dios sopló su aliento “en la nariz” del hombre. Podemos oler la alabanza, las oraciones, las ofrendas. Los magos llevaron oro e “incienso y mirra” para generar olor grato. Pero la prioridad es siempre “respirar Su perfume”. Él tiene siempre olor agradable (Cantares 1:3) y, al olerlo, nos volvemos como Él. Dice en 2 Corintios 2:14-16 que somos olor fragante de Cristo para Dios, en todo lugar. Jesús huele bien. Su sacrificio en la cruz es grato (Efesios 5:2).

142. Los sentidos del espíritu: el tacto El tacto nos permite tocar algo blando como el algodón, o algo duro como la madera, o algo áspero como una lija, o algo liso como un vidrio, o algo puntiagudo como un clavo. Nuestra piel es el órgano más grande que tenemos. Posee cinco mil terminaciones nerviosas y, por los dedos de la mano fundamentalmente, tocamos el mundo. En la caricia, en el abrazo, en el apretón de manos, nos sentimos vivos y amados y expresamos compasión. Cuando tocamos, tenemos una doble sensación. Por un lado, lo que estamos tocando y, por el otro, que nos tocan. Si tocamos dos dedos sentiremos los dos. Jesús sanó a un leproso, símbolo de restaurar nuestro tacto espiritual. Y lo hizo tocándolo (Mateo 8:3). Tocó la oreja del siervo Malco y lo sanó (Lucas 22:49-51). Su caricia puede cambiarnos. Tocó la boca de Daniel y él habló (Daniel 10:16). Tocó a Jeremías en la boca y le puso palabras para hablar. Le tocó los

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ojos al ciego y se le añadió un milagro. Tomás tocó su costado y salió incredulidad. El Señor tomó la mano de la suegra de Pedro y fue sana para poder servir. Cuando experimentamos Su abrazo, algo de Él se nos añade.

143. Madurez

Madurar es nadar en aguas más profundas. -Primer consejo: Si quieren madurar, dejen de mirar el estado de otros. Les dice en Cantares 1:6: No reparéis en que soy morena, porque el sol me miró. Es decir: “No estén mirando que trabajo bajo el sol, mi piel, lo externo. ¡Dejen de mirarme!”. Cuando los demás no existan en tu vida, en tus conversaciones o comentarios, y dejes de mirar lo que hacen o dejan de hacer, habrás pasado a más profundidad espiritual. -Segundo consejo: Si quieren madurar, dejen de presionar e insistir. Dice Cantares 2:7: Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera. Cuando uno presiona para que el otro entienda a Cristo, está presionando al mismo Señor para actuar. ¡Dejá que el Amor se despierte solo! ¡No presiones más a nadie! -Tercer consejo: Si quieren madurar, observen cómo lo estoy buscando al Amado, cómo lo anhelo en mí; pero luego de observar eso en mi vida, háblenlo con el Señor.

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Cantares 5:8: Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le hagáis saber que estoy enferma de amor. A ella la habían golpeado y dejado tirada en medio del camino y, aun así, les dijo: “¿Pueden ver? ¡Mi amor por Él no disminuyó! ¡Lo busco y lo amo! Ustedes deben seguir este mismo ejemplo”. Sigamos los buenos ejemplos que nos inspiran a buscarlo. -Cuarto consejo: Si quieren madurar, obsérvenlo solo a Él que es enteramente hermoso. Búsquenlo. Luego de que la Amada es golpeada, y aun así sigue buscando a su Amado, las “hijas de Jerusalén” le solicitan: “¡Dinos cómo es y dónde está! Así lo buscaremos”. Ellas todavía no conocen la hermosura de Él. La Amada les responde en Cantares 5:10: Mi amado es blanco y rubio, señalado entre diez mil. El término blanco literalmente es “resplandeciente”. ¡Él es todo luz! ¡Él brilla! ¡Él está transfigurado! La palabra rubio es “sonrosado” (rojo). Su belleza y su sangre derramada van juntas. Por eso, Él es “distinguido”, sobresale entre todos. Él es único. Por favor, si quieren madurar, búsquenlo.

144. Maestro Maestro no es el que enseña con un micrófono, sino el que tiene una palabra de sabiduría y, donde va, la suelta. Y con esa palabra, el problema se resuelve, el enfermo se sana y, si hay una crisis, se termina. Porque el maestro funciona en todos lados. La palabra de sabiduría te hace funcionar en la iglesia, en la esquina, en el colectivo, en el taxi y donde vayas, a la mañana,

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a la tarde y a la noche. La palabra de sabiduría te hace ser todo terreno. Lo que necesitamos es tener sabiduría.

145. Meterse en el plan Pablo nos enseña que para meternos en el plan debemos: a. Dejarnos corregir El que empezó la obra en vos, cuando te sumergiste en Cristo, te irá mejorando. ¿Cómo podemos mejorar rápido? Permitiendo que nos corrijan. b. Reconocer nuestras debilidades Para que Aquel que comenzó la buena obra en nosotros la mejore, la mejore y la mejore, Pablo nos revela el secreto en 2 Corintios 12:9: Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Cuando reconozco mis debilidades, puedo mejorar. “Acá te equivocaste”, les dicen a algunos y responden: “No, yo no me equivoqué. ¡Fue él!”. “Tu hijo no te quiere ver, ¿por qué no te acercás de otra manera?”. “No, yo no cambio mi forma de ser”. Cuando reconocemos nuestras debilidades y nos dejamos corregir, podemos avanzar rápido. c. Buscarlo a Él Pablo escribió: “Puestos los ojos en Jesús”. Si nosotros miramos la gloria de Cristo, todos los golpes que nos den nos van a dolor menos. ¿Por qué nos duelen tanto los golpes de la vida? Porque dejamos de mirar Su gloria.

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Necesitamos orar así: “Señor, quiero ver tu gloria, que transformes mi mente con tus pensamientos y que transformes mi espíritu. Sé que la única manera de cambiar de estructura es viendo tu gloria y creciendo un poco más”.

146. Mi carácter no tiene arreglo Cuando entrego algo en la cruz y no se muere, tengo que seguir en la cruz, entregando, entregando y entregando hasta que muera. Practicá todos los días (porque Romanos 8 es pura práctica) hacer morir las obras de la carne. Si te encontrás con ansiedad, decile: “Señor, llevo la ansiedad a la cruz para su muerte”. No le digas: “Señor, ayudame a tener un poco más de paz, a cambiar mi carácter”, sino: “Señor, que mi carácter se muera en la cruz para tu gloria”. Dios no emparcha, Dios mata. ¡Y el carácter tuyo y el mío ya no tienen arreglo! Es mejor que mueran para que Cristo los resucite con Su carácter.

147. Mi meta es ser como Él, no tener un milagro Cristo se sumergió en tu interior, no para resolver tus problemas, sino para que tu objetivo sea ser como Él. Si recibís la genética de la semilla, que es Cristo, vas a ser como Él, como la semilla.

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Cuando tu objetivo es ser como Cristo, tenés fruto y con este vas a recuperar a tu familia, prosperar, avanzar, tener buena salud y caminar en victoria. Pero recordá: tu objetivo no tiene que ser resolver tu problema, sino recibir a Cristo y reflejar Su carácter.

148. Mi espíritu Mi espíritu es el nuevo ser creado en mí, la nueva criatura donde Cristo gobierna. Y, desde allí, toma mi alma y mi cuerpo para llenarlos de Él. • Nadie tiene acceso a mi espíritu; lo que sucede en mi cuerpo, como perder un miembro, o ser lastimado en el alma no afectan mi espíritu porque nadie tiene acceso a él. • El espíritu es mi ser donde la Trinidad vive y gobierna. • Desde mi espíritu, sirvo, oro, trabajo y transformo mi cuerpo y mi alma. • Mi espíritu puede y debe crecer, ser ensanchado como un vaso que se expande y recibe más de Él. El cielo no es un lugar hermoso porque jugaremos, trabajaremos, etc., sino porque lo veremos a Él cara a cara. • El espíritu de lo único que se alimenta es de Cristo (experiencia); mientras que el alma se alimenta del conocimiento del bien y del mal. Pero cuando Cristo crece en mí, todo mi ser se alimenta de Él. Ahora soy gobernado por el hombre interior, es decir, por la Trinidad. La Trinidad en mi espíritu llena mi ser.

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149. Milagros cotidianos y extraordinarios La presencia de Dios es la fuente de todos los milagros, prodigios y maravillas. Los milagros no son “hechos aislados”, sino la expresión de Dios en medio de la comunión diaria con Él. No busques un milagro, buscá comunión diaria con Su presencia. Cuando el Señor dice que vayamos a las naciones porque “Él estará con nosotros”, no es solamente para que no te sientas solo. Es para que recuerdes que Él es la fuente de todo. Dejemos de buscar un milagro, para buscarlo a Él. No es la “fórmula” lo que trae el milagro, sino nadar en comunión con Él. La bendición es mejor que el milagro. Bendición es tener salud, milagro es recuperarla porque la perdiste. Bendición es tener dinero, milagro es que aparezca alguna circunstancia para cancelar las deudas. El plan es caminar en bendición. El milagro es una nueva oportunidad, un nuevo comienzo.

150. Modo paz La paz no es una emoción sino una “pista de aterrizaje” donde Dios envía Su Palabra, Su sabiduría y Sus bendiciones. Siempre antes de resolver un problema, de orar por algo, buscá la paz. Ella hace que Dios aterrice con todas Sus fuerzas (Salmo 29:11).

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La paz afecta el cuerpo (Proverbios 14:30). Antes de recibir algo en el cuerpo, buscá la paz. Analicemos cómo lograr estar en modo paz… ¡La paz ya la tenemos! Solo debemos identificar qué cosas nos la quitan o la tapan: ansiedad, enojo, impulsividad, etc. Remover lo que aleja la paz hace que Dios pueda aterrizar con Su sabiduría. No ores: “Dame paz”, sino preguntale al Señor: “¿Qué fue aquello que me quitó la paz? ¿Acaso el deseo de cambiar a otros, el foco en los detalles, la ira o la preocupación?”. Experimentar paz no implica no atravesar tormentas, sino experimentarla en medio de las tormentas. Tener paz no es ausencia de conflictos, sino la presencia de Él en medio de todo.

151. Momentos de plenitud Hay momentos en los que, cuando uno hace algo que lo apasiona, pierde la noción del tiempo y el lugar. Es cuando uno practica su pasatiempo favorito o un deporte, cuando escucha buena música, etc. Parece como si se hubiera detenido el tiempo. Entonces exclamamos: “Cuánto tiempo pasó y no me di cuenta!”. En esos estados de “eternidad”, está Dios. Son momentos del fluir del gozo. Estar con los hijos, caminar, etc. no son experiencias solo de “descansar sin hacer nada”, sino además de pasión, intensidad y, muchas veces, de desafío y dificultad.

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152. Momentos de plenitud que dejan huella Es lo mismo que los momentos anteriormente descriptos, pero estos dejan recuerdos a través de los años. Son muchos los momentos que recordamos por ser impactantes, memorables. En realidad, recordamos el “clímax” de eso que sucedió. Por ejemplo, yo me fui de vacaciones y no recuerdo todo lo que viví, sino solo esos momentos bellos donde Él estuvo.

153. Momentos cumbre Estamos sujetos a crecimiento evolutivo en el tiempo: desde la niñez hasta la vejez. Dios no crece. Dios ES. Él es el “Yo soy”, es un eterno presente. Mil años son un eterno presente en Él. Los seres humanos estamos sujetos a tiempo, materia y espacio. Dios, no. Él creó todo eso. A Él no lo afectan situaciones como llegar tarde, tener prisa, no tener tiempo, ser puntual o no querer perder tiempo. La eternidad no es mucho tiempo extendido. Es una existencia por afuera del tiempo que no se agota ni se gasta ni se modifica. Imaginá un punto… eso es eternidad. Imaginá una recta sin fin, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda… eso es eternidad: un continuo presente.

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154. Momentos de claridad Dios lo sabe todo. Su conocimiento no aumenta ni disminuye y abarca todas las disciplinas, todos los saberes de cada día, cada año y cada siglo de todos los tiempos. ¡Experimentá eso! “Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; tan alto que no es comprensible”. Nosotros aprendemos el conocimiento, pero Dios lo sabe, le es innato. Él no descubre ni olvida. Nosotros acumulamos saber, pero Dios sabe todo de todos simultáneamente. Los momentos de claridad son: -Cuando aparece “la luz” y algo confuso se aclara. Es una epifanía (ver algo que no veíamos). -Cuando hay una comprensión repentina de algo. -Cuando hay una revelación que nos cambia la vida. Es ver dónde va la pieza del rompecabezas, o encontrar la última pieza del armado. -Un “eureka”, un “wow”, un “ajá”.  -Cuando hay una revelación instantánea, un deslumbramiento, un destello de relámpagos. Comprendemos aquello que no teníamos en claro sobre nuestra vida, ya sea una pregunta, un problema o algo del carácter que es resuelto en un instante.

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155. Moralina Dios no nos llamó a decirle a la gente lo que está bien y lo que está mal. Eso se llama “moralina”. Él nos llamó a llevar Su semilla y decirle a los demás: “Permití que Cristo entre en tu vida. Él tiene toda la gloria, es el Señor, es todo”.

156. Muerte y resurrección La carne no se mata esforzándonos por lograrlo ni tampoco orando: “Señor, te pido que cambies mi carácter, te entrego mi carácter”; sino diciendo de corazón: “Señor, entrego esto en la cruz para su muerte”. No tenés que hacer ningún esfuerzo.

157. Muertos o sepultados En Romanos Pablo dice que “somos sepultados”. No habla de “muertos”. Entregarles tus cosas al Señor es morir. Pero aquí el apóstol explica que no alcanza con morir, ¡hay que estar sepultado! ¿Y cuál es la diferencia entre morir y ser sepultado? Que, si morís, todavía se te ve; pero, cuando estás sepultado, ya nadie te ve. Ni siquiera te ves vos mismo. Si querés acelerar la gloria de Dios en tus sueños, no es suficiente con morir; tenés que desaparecer totalmente y estar bajo El río de Dios | 135

tierra. “Y cuando estás sepultado”, continúa diciendo Pablo inspirado por el Señor, “Él te va a resucitar y te va a sentar en lugares celestiales con Cristo”. Tenemos que desaparecer. Mientras estemos criticando a alguien, se nos verá. Mientras hablemos mal de alguien, se nos escuchará. Pero, cuando ya no se nos vea ni se nos escuche, será porque estamos sepultados. Entonces Dios nos levantará y nos llenará de gloria.

158. Necesidades satisfechas David experimentó al Dios creador de los cielos y de la Tierra. Ese Dios inmenso puso autoridad en el hombre sobre todo lo creado, para que la creación esté debajo de sus pies: animales, vegetales, lo que pasa por senderos del mar… ¡todo! Cuando el hombre ve a Dios como su fuente, todo lo creado debe obedecerlo. La cadena de mando es: Dios – Hombre – Creación Cuando las cosas se convierten en mi fuente, ya no me obedecen, sino que ahora soy esclavo de ellas: Creación – Hombre – Dios. Las cosas son herramientas a usar y nada más. Dios es mi fuente de todo. Las cosas se usan, se disfrutan. Así el hombre puede prosperar y usar todo lo creado solo como instrumentos o herramientas.

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Cuando un objeto se interpone entre Él y mi vida, ese objeto ahora es mi fuente. Eso se denomina “apego”. David vio que Dios es la fuente y, como fuente, nos dio autoridad sobre lo creado. Las cosas creadas son herramientas para usar, disfrutar y compartir.

159. Niveles de comunión Moisés fue a encontrarse con Dios en el Monte Sinaí y, de ese relato, extractamos tres niveles de comunión con Dios: • El pueblo estaba a cierta distancia del monte. Gente lejana. • Aarón y los setenta ancianos quedaron al pie, pero no llegaron a la cumbre. Representan a aquellos que han entrado un poco más profundo en la búsqueda del Señor • Moisés subió a la cima del monte y habló cara a cara con Dios. Este es el nivel de la “intimidad profunda”. En el libro de Ezequiel encontramos el relato de una persona que iba introduciéndose, cada 50 metros, en aguas cada vez más profundas. Esto nos enseña que: •Cuando nos convertimos y aceptamos a Cristo, lo hacemos en lo superficial. Debemos ir más profundo. •Debemos ir de menos a más. Nadie puede zambullirse directamente en lo profundo. A través de los ejercicios como respirar La Palabra, invocar, adorar, etc. •A más profundidad, menos fuerza del alma.

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160. Niveles de comunión: la profundidad de Dios Superficie es lo que está ahí, lo que se ve. Profundidad es lo que no se ve. Allí habita Él. Esa es Su “recámara”, Su “lugar secreto”. No confundamos sencillez con superficialidad. Dios es sencillo, pero nunca superficial.

161. No despertar al amor, hasta que quiera En Cantares hay un principio poderoso que se repite. Lo aclararé en instantes. Veamos… En el capítulo 2, v.7 leemos: Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera. El 3:5 lo repite: Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera. Y el 8:4 lo vuelve a repetir, pero con una variante: Os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que quiera. En primer lugar, me gustaría que observes que repite el principio tres veces a lo largo del libro. Es más, en las tres fases de la vida cristiana, que son salvación, transformación y unión, debés tener en cuenta este principio. ¡Vale para siempre!

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Lo segundo que quiero que observes es que las dos primeras veces lo hace con un “juramento” o “conjuro”. Ella muestra la extrema importancia de esto al expresar: “Les pido que me juren que no harán esto”. Y en el último versículo ya no necesita pedir juramento (ya está en la unión, en aguas muy profundas), solo recordar el principio. Entonces, ¿cuál es este principio tan importante? Que el amor (Él) no debe ser: -molestado -forzado -despertado -provocado -insistido. Si fuerzo, insisto, discuto o presiono a los demás a aceptar algo del amor de Dios, estoy presionando al mismo Amor, a Cristo. ¡No presiones al Señor! Cuando discutimos o presionamos, el amor es “despertado antes del tiempo divino”. Así como los corzos y los ciervos son bellos, delicados y sensibles y pueden ser ahuyentados, así también el amor de Él.

162. No se trata de mí, se trata de Él Solo cuando dejamos de hablar de otros, de ver qué hacen y qué no hacen, y fijamos nuestra atención en buscarlo a Él en nuestro día, ¡toda nuestra vida cambia!

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Cuando nacemos, vamos descubriendo a mamá, a papá, a nosotros mismos, al mundo, a los objetos. Cuando nacemos del Espíritu, también debemos dedicarnos a descubrirlo a Él. Él anhela que lo descubramos en nuestro día y lo hagamos como niños, con el asombro y la alegría de encontrarlo a Él en todas las cosas. Podemos vivir mirando al otro para ver qué dijo, qué hizo, etc. O podemos empezar a verlo a Él cada día y a decir: “¡Allí estás”!

163. No “somos” el problema Una maldición es una palabra negativa que usás para armar tu historia: “No servís, sos un fracasado; sos el último orejón del tarro”. Esa historia es falsa porque nosotros fuimos bendecidos por Dios. ¡Y nadie puede maldecir a quien Dios bendijo! Buscá tus valores, tus esperanzas, tus compromisos. Nosotros no somos “nuestra historia”. Dice M. White: La persona no es el problema; el problema es el problema. De allí que no debamos decir “soy depresivo”, o “soy ansioso”. Ninguna historia puede definir quiénes somos. No “soy depresivo” sino que “tengo depresión”. La depresión está fuera de mi ser. Nada es inherente a mí. Nosotros somos uno en Él. Cuando alguien te cuente una historia triste, buscá las fortalezas, las buenas actitudes, dentro de la historia. Ese es Cristo en ese relato.

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Vos no sos depresivo, sino que tenés depresión; vos no sos adicto, sino que tenés una adicción. Dios le dijo a Abraham: “Cuenta las estrellas”. El cielo está lleno de estrellas y cada una es un acontecimiento. Nosotros las unimos para armar una constelación. Sin embargo, hay miles de otras estrellas. ¡Hay muchas historias más! Y nuevas maneras de leer todo. Solo contamos algunas constelaciones que armamos, olvidando otras miles que podríamos armar.

164. Orar las 24 horas El apóstol Pablo nos dice que debemos orar sin cesar, experimentar su vivir todo el día. No es un devocional de mañana, ni 10 minutos leyendo La Biblia, ni muchas horas orando. Pablo habla de 24 horas. Y lo podemos hacer de estas maneras: a. Invocando Su Nombre Invocar es nombrarlo a Él y a una característica que Él tiene. Cada vez que invocamos su Nombre, hay poder. b. Compartiendo todo con Él Hacé de cada tarea cotidiana el involucramiento espontáneo del Señor. Permití que Él participe de aquello que estás haciendo, sea algo importante o algo menor. Recordá que la intimidad es compartir las cosas trascendentes, y también lo pequeño, dado que el Señor se deleita cuando nos ve gozarnos en Él e involucrarlo a Él en cada tarea.

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c. Diciéndole: “Acá estoy, Señor, solo para disfrutarte y quedarnos en silencio”. No importa el tiempo que dura ese silencio. No le pedimos nada, no adoramos, no leemos La Biblia. Solamente le decimos: “Aquí estoy” y disfrutamos de Él. No nos importa nada más que contemplarlo a Él en ese instante. d. Compartiendo con el Señor y pidiéndole los anhelos y deseos de nuestro corazón. Es pedirle al Señor todos los deseos que hay en tu corazón. Al hacerlo, pedí de manera específica, grande y sincera. e. Pidiéndole al Señor que Él ponga en nuestro corazón por quiénes debemos orar y por qué motivos. Sin pensar ni analizar, solo decirle: “Señor, abro mi espíritu, poné ahora en mí por quiénes debo orar” (y comenzá a orar por todos y todo aquello que venga de manera natural y espontánea a tu boca).

165. Orar sin cesar Orar las 24 horas no es pedir, sino “invocar”. Se invoca con una frase corta. Por ejemplo: “Señor, te adoro”. Cuando vas caminando hacia tu casa, le decís: “Señor, gracias por caminar conmigo”. Cuando estás comiendo, le preguntás: “Señor, ¿te gusta esta comida?”. Romanos 8 asegura que, cuando empezamos a decir “Abba Papá”, a lo largo del día, estamos orando las 24 horas. Orar no es otra cosa que invocar todo el día.

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166. Orar las 24 horas: la oración mental Siempre nosotros debemos hablar, soltar La Palabra. Y eso debe hacerse en voz alta. Dios nos entregó nuestra capacidad de comunicación, pero no para que hablemos entre nosotros y nos comuniquemos. Ese fue un objetivo secundario. El principal objetivo fue para que pongamos Sus palabras en nuestro hablar. No hay nada en La Biblia que apoye la oración mental.

167. Orar las 24 horas: meditar La Palabra que oro Cuando uno ora, hay dos personas: “yo y tú”; pero cuando uno medita en Su Palabra, solo hay un “tú”. En la oración hay un “yo” y un “tú” (así se empieza); pero en la meditación hay solo un “tú” y allí La Palabra me inunda. Por eso, La Palabra es poderosa porque es meditación. Es solo el “tú” de Dios.

168. Orar las 24 horas: orar en Su oración Un pasaje del libro de Santiago dice que Elías “oraba fervientemente”. Literalmente en el griego significa que “oraba en su oración”. ¿En qué oración? En la de Dios. Él ponía su oración en Su oración. El río de Dios | 143

169. Orar las 24 horas: orar La Palabra Es leer tres o cuatro versículos despacio. No más de tres o cuatro, lentamente. Leerlos como si estuvieses masticando. Entonces me dejo llevar y recibo un fluir de vida y paz. Una vez que los leímos dos o tres veces despacio, repetimos las palabras sin tratar de entender su significado ni haciendo un estudio bíblico. Ahora los versículos los vamos a orar, los vamos a repetir.

170. Orar las 24 horas: que Dios me dé el país Cuando uno estudia la vida de los grandes hombres de Dios, descubre que ellos le pidieron al Señor que les entregara el país basados en el Salmo 2 que dice: Pídeme, y te daré por herencia las naciones. Vemos que es el mismo Dios el que nos está enseñando a pedir cosas grandes. No se trata de que Él nos dé el país sino de que, donde vayamos y caminemos, seamos sal y luz; de que, donde pisemos, nuestro único y suficiente anhelo sea ganar gente para el Señor.

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171. Permanecer en Él Juan 15:7 dice: “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan todo lo que quieran y mi Padre se los dará”. Si yo permanezco en Él, lo que pida Dios me lo da. Entonces, ¿primero hay que orar o permanecer en Él? Permanecer en Él. Orar viene después porque, si yo no permanezco en Él y no busco ser como Él, difícilmente mi oración sea respondida. El diseño consiste en que primero quieras ser como Cristo, que lo busques y Él vea tu amor en querer ser como Él. Recién entonces podés orar porque lo que vas a decir será lo que Cristo te diga que tenés que orar para que el Padre responda. Es decir, que vas a orar conforme al diseño. En otras palabras, de acuerdo a Su voluntad.

172. Pertenecer En el pasaje de Juan 15, que habla de “permanecer en Cristo y Sus palabras, en nosotros”, se nos enseña que: 1. Vos y yo somos las ramas. 2. Él es la vid. 3. Mi tarea como rama es estar unido al tronco y recibir la savia. 4. Eso producirá fruto en mí. Cristo va a producir su naturaleza en nosotros. ¿Cuál es la tarea de la rama? ¿Esforzarse? No. ¿Trabajar? No. Simplemente permanecer unido para recibir la El río de Dios | 145

vida de Cristo. Esta es nuestra única tarea: estar unidos a Él las 24 horas. Mi tarea es estar disfrutando de Él las 24 horas. El fruto es un resultado natural. La rama no debe esforzarse, ni hacer una gran peregrinación, ni hacer una gran carrera en la universidad, para producir fruto. Sencillamente debe disfrutar de la unión.

173. Plenitud: en Él lo tengo todo El apóstol Pablo escribió en Efesios 3:17-18: “… para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo”. La palabra plenitud significa “completo”. Completo quiere decir “que no falta absolutamente nada”. Pablo hablaba de cuatro dimensiones y oraba para que conozcamos la plenitud de Cristo que es alta, profunda, ancha y larga. Es decir, que tiene dimensiones. La palabra plenitud, que implica estar completo, significa también “satisfacción”. No buscamos la felicidad, buscamos la satisfacción, que es más que la felicidad. Cuando uno logra algo, se siente bien. Cuando tenemos un logro, nos sentimos satisfechos. Cuando uno logra algo, tiene satisfacción. Es decir, que un logro nos hace sentir bien.

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Pero, además, esa satisfacción que sentimos nos empuja a ir por más. Cuando yo estoy satisfecho, siempre voy por más. La plenitud de Cristo quiere decir que Él tiene todo. Él es todo. Y ese todo, esa plenitud, está dentro de vos y de mí.

174. Plenitud: medidas Efesios 3:18 nombra cuatro medidas que conforman la plenitud del AMOR de CRISTO: a. Anchura La anchura de la plenitud implica que todas las áreas de nuestra vida serán bendecidas. La plenitud de Cristo en lo ancho quiere decir que Él es todo, que está completo, que tiene todo lo que necesitamos. ¡Todas las áreas de mi vida van a ser bendecidas! b. Longitud Pablo también mencionó que Cristo se va a manifestar en la longitud, lo cual significa “ir hacia adelante”. Todo lo que Cristo es nos va a empujar hacia adelante, a nuevas victorias, a un futuro bendecido. La longitud es para adelante. Soy como la luz de la aurora que va en aumento. c. Altura La plenitud de Cristo tiene altura y esta es sinónimo de “madurez”. Recibir la plenitud de Cristo significa que yo puedo

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volar alto y tomar nuevas decisiones. Cuando uno camina en Cristo, toma buenas decisiones y esas decisiones son las que lo llevan a un destino de gloria. Voy a dejar las pequeñeces de la Tierra y voy a soñar. d. Profundidad La profundidad de la plenitud tiene que ver con la imagen. En 2 Corintios 3:18 dice: Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. Todos nos miramos en un espejo y vemos una imagen. El que dice: “A mí no me importa mi imagen” está dando la impresión de que no le importa la imagen. Pero nadie puede escapar de ella. La imagen es lo que todos mostramos. Cuando yo digo: “No me importa mi imagen”, estoy demostrando que no me importa la imagen. ¡Pero esa es una imagen también! Los chicos solo quieren jugar. Pero, a medida que van creciendo, cuando les marcan algo, les da vergüenza porque empiezan a ver la imagen. Cuando entran en la adolescencia, todo es imagen. Cuidan la imagen delante de los otros jóvenes.

175. Poner la mente en el espíritu y ver a Cristo activa la ley del Espíritu de Vida Necesitamos poner la mente en el espíritu. Cada vez que ponés tu atención y tu mente en tu espíritu, en Cristo, activás la ley de

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la vida de Dios. Por el contrario, cada vez que ponés tu mente en tu cuerpo, activás la ley del pecado. En otras palabras, la mente está en el medio, entre la carne (o la ley de lo malo que activa lo bueno) y el espíritu (en minúscula porque es tu espíritu) que es el lugar donde vive Cristo y es uno con nosotros. Pablo dijo: “Si pongo la mente en la carne, me va a ir mal; pero si pongo la atención en mi espíritu, en Cristo que vive en mí, voy a tener victoria”. Romanos 8:6 explica: Porque la intención de la carne es muerte, pero la intención del espíritu es vida y paz.

176. Qué produce la ley de la vida Cuando nos dejamos guiar por la ley del Espíritu de vida nos ocurren cuatro cosas: a. Somos guiados Romanos 8:14 afirma que todos los que somos hijos de Dios somos guiados por Él. b. Experimentamos victoria En segundo lugar, la ley de la vida nos da la victoria. La victoria es Cristo creciendo en nosotros. Ya no tenemos que luchar para tratar de mejorar. Lo que debemos hacer es entregarle el conflicto a Dios y decirle: “Señor, vos sos mi victoria y te pido que te expreses”.

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c. Tenemos familias bendecidas Cuando Dios nos mira a cada uno de nosotros, nunca ve a una persona, sino a toda una familia, a toda nuestra casa. “Yo y mi casa serviremos al Señor”. Cada uno de nosotros necesita entregar a toda su familia como una ofrenda a Cristo. d. Recibimos herencia El cuarto hecho que produce en nosotros Cristo, la ley del Espíritu de vida, es darnos herencia. La Palabra afirma que somos herederos de Dios y coherederos con Cristo. Vos y yo somos herederos de Dios y, como Él es dueño de todo, la herencia que nos corresponde a cada uno de nosotros es todo. Estamos capacitados por el Señor para recibir todo. ¡Todo lo que vemos es nuestro! Tal vez te preguntes: “Los autos en la calle, los edificios, los aviones en el aeropuerto... ¿todo eso me pertenece?”. Para tomar la herencia que te corresponde lo primero que necesitás es declarar: “Soy hijo de mi Papá y Él es dueño de todo”. Todas las cosas nos pertenecen y tenemos autoridad para usarlas. Necesitamos declarar y creer que somos herederos y dueños de todo, herederos de Dios y coherederos con Cristo. Cada vez que Dios te entrega algo, aunque sea pequeño, recordá que es solo un anticipo. ¡Detrás de eso viene algo mucho más grande!

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177. Qué sucede cuando pecamos Nuestra naturaleza es caída. No deberíamos castigarnos cuando pecamos, dado que no es por sufrimiento que se repara el error. La belleza es armonía, lo cual implica cada cosa en su proporción exacta. El pecado rompe ese equilibrio porque es exceso o defecto. Siempre es “desequilibrio”. Mentir, engañar, criticar, robar, etc., son “comida en mal estado”. Así, frente a cada pecado, no es el castigo lo que nos debe preocupar sino la pérdida de disfrutar de Su amor. Dios tiene una medicina divina para el pecado, para el desequilibrio. Recordá que siempre comenzamos por Él. Cuando nuestro espíritu es descuidado, cuando pecamos, Él envía una “dosis extra de Su amor” para que se mezcle con nuestro error. Donde hay pecado, hay sobreabundancia de gracia. Su amor nos cautiva, nos desarma, nos humilla, nos hace dóciles y nos conduce a dejar esa conducta en la cruz para su muerte. Pero eso lo llevamos a cabo sin castigarnos ni enojarnos con nosotros mismos ni justificar lo que hicimos. Solo hay que entregárselo a Él. Cuando se produce el cambio, sabemos que fue gracias a “Su amor” y no a “nuestro esfuerzo” para mejorar nuestra conducta. Dios mezcla no solo Su amor con el pecado para producir limpieza, sino que además lo mezcla con nuestro dolor para producir Su gozo; lo mezcla con nuestra soledad para producir Su presencia; lo mezcla con nuestros miedos para producir Su El río de Dios | 151

valor. Entonces descubrimos que “Su amor nos venció”. ¡La mezcla es su método!

178. “Quién soy”: el ser, la vida La pregunta más importante a responder es: “¿Quién soy?”. Diríamos que soy Bernardo, soy trabajador, soy papá, etc. Sin embargo, no soy nada de todo eso. Si nos quitamos las posesiones, los vínculos, el nombre y así sucesivamente hasta que no podamos sacarnos nada más, llegamos al “ser”. Eso es la vida, el vivir. Allí no pienso ni siento nada, sino que solo “soy”. Tenemos: -el yo y el ser (la vida). El yo expresa mi ser y lo hace, como veremos, a través de las tareas, los vínculos, los pensamientos. Eso es nuestra personalidad, nuestro yo, no nuestro “ser” que es nuestra verdadera identidad. Cuando me despojo, llego a mi ser que es la vida. Allí no pienso ni siento, solo “soy”. Dios me dio vida, es decir, el ser y, cuando recibí a Cristo, Su vida Zoé vino a mi vida, a mi ser. De la unión de ambas vidas, surgió mi espíritu o mi nuevo ser. Dos vidas unidas en una. Al renunciar a todo mi yo, llego a mi vida que es una con Su vida Zoé. Mi “nuevo ser”. Yo no debo hacer nada para ser alguien, porque ya soy. No hay que hacer nada para ser lo que somos, y es por una razón muy simple: porque ya lo somos. Es mi ser (mi vida) unida con Su vida. Esas dos vidas se denominan “espíritu”.

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179. Quietismo En el siglo XVII en Francia se desarrolló una teoría que se llamó el “quietismo”, la cual decía que uno no debía hacer absolutamente nada, solamente morir, y que era Dios quien hacía absolutamente todas las cosas. Un estado parecido al de la aniquilación del yo, para que Dios lo hiciera. No se trata de si lo hace Él o lo hago yo, sino de que mi única tarea como rama es estar en comunión con el Tronco y recibir la vida de Dios. Mi tarea, antes de hacer algo, mientras hago algo y después de hacer algo, es mantenerme dependiente del Señor. Tengo comunión con Él antes, durante y después de hacer las cosas.

180. Reacciones negativas ante el error •Echarles la culpa a los demás. “Fue el cable… fue mi abuela que no me lo dijo… a mí no me avisaron… a mí nadie me informó… yo no sé…”. Siempre les echamos la culpa a otros. Dejemos de explicar y de echarles la culpa a los demás. •Mentir. “¿Vos te equivocaste?”. “No, yo no fui”, se excusan algunos. Son como los chicos que comen el alfajor, tienen la boca toda sucia y dicen: “No, yo no comí el alfajor”. Dejemos de mentir. •Llorar. A veces les marcan un error a ciertas personas, les dicen que se equivocaron y lloran. Por eso, no avanzan rápido. El río de Dios | 153

•Enojarse. Hay personas a las que les marcan un error, les dicen: “Te equivocaste” y responden: “Bueno, está bien”. Pero, por dentro, están llenas de bronca. “Lo voy a corregir”, dicen, pero con enojo. •Decir “sí, ya lo corrijo” y no corregirlo. En realidad, la persona espera que lo corrija otro. •Burlarse, reírse. Hay gente a la que le marcan un error y se ríe. •Irse. A muchos les marcan un error y responden: “Esto no es para mí”. Por ejemplo, les dicen: “Estás liderando mal” y se van de la iglesia. No tenemos que abandonar, aunque nos equivoquemos. •Victimizarse. Algunas mujeres les gritan a los hijos y a la noche dicen: “¡Ay! ¡Qué mal estuve!” y comen por demás para tapar la culpa que sienten. A los errores hay que corregirlos y seguir adelante.

181. Recibimos las bendiciones para que el cuerpo crezca Todo lo que Dios hace en mí y en vos es para que Su casa, Su Iglesia, crezca. Cuando comemos, ¿adónde se dirige la comida? Al cuerpo. Todo lo que ingerimos es para que nuestro cuerpo crezca. Cuando dormimos, es para que el cuerpo crezca. Cuando respiramos, es para que el cuerpo crezca. Dios no hace nada en el vacío, porque Cristo y el cuerpo son lo mismo. No hay Cristo

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sin cuerpo ni cuerpo sin Cristo. El cuerpo no es una institución ni una organización; es un organismo, es Cristo en nosotros.

182. Respirar La Palabra: el ejercicio de respirar La Palabra Leemos en 2 Timoteo 3:16 que toda La Escritura es soplada por Dios. Aquí hay una revelación importante. Si La Palabra está soplada, mi tarea es respirar la vida que está en ella. Esta es la diferencia entre leer La Palabra y leer el diario. Cuando yo leo el diario, lo hago con mis ojos obviamente y con mi entendimiento; pero cuando yo voy a La Palabra, debo leerla con mi espíritu. Mi espíritu es el órgano que realiza la conexión con Cristo. La carga de vida es la carga que menciona el versículo. Por ejemplo, si Hechos 1:8 dice: “Recibirán poder cuando venga el Espíritu Santo”, la carga que voy a respirar es “el poder del Espíritu Santo”. Respirar la carga de La Palabra se logra orando La Palabra. Efesios 6:17-18 declara: “Tomen La Palabra que es la espada del Espíritu orando en todo tiempo”. Es decir que nosotros tenemos que respirar La Palabra. Hechos 6:4 dice: “Permanezcan perseverando en la oración y en el ministerio de La Palabra”. Así que La Palabra y la oración

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van juntas. En realidad, tendríamos que cambiar la expresión “leer La Biblia” por “orar La Biblia”.

183. Sabiduría Sabiduría es “saber cómo”. Es saber usar el conocimiento para resolver y avanzar. En el plano natural se descubrió que hay varios tipos de inteligencia: una “intelectual” y otra “práctica” que es la inteligencia de la calle. Esta inteligencia práctica trata de asimilar lo que te rodea, averiguar lo que está sucediendo y luego tomar la mejor decisión. Pero la sabiduría de Dios es mucho más grande. Tiene dos aspectos: a. Producir un avance La primera revelación de Dios es Génesis 1. Es el Dios que crea y que es creativo. La creatividad es producir algo que sirva. Siempre que pensamos en algo creativo, pensamos en una idea, una poesía, una pintura, una pieza musical o algo insólito. Pero Dios, cuando crea, crea belleza, gloria, esplendor, ternura. Dios nos llama a crear bondad, algo bello, vida. Si nos enfocamos en ello, se producirá algo glorioso, porque Dios me da algo de Su saber para producir un resultado: belleza, bondad, paz, etc. Cuando Dios creaba en Génesis, decía que era “bueno”. Él creó la bondad. La creatividad de Dios no es como la humana (para

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expresarnos), sino que tiene una intención: producir algo de Él. Su carácter en nosotros siempre nos permite avanzar. Avanzar también significa tener una visión grande: saber “cómo” prosperar, tener una pareja sana, disfrutar de buena salud, etc. No se trata de mantener lo que tengo, sino de ir por más de lo que tengo. b. Resolver problemas Son ideas prácticas para aplicar y usar, y así poder resolver diferentes circunstancias. No es ser inteligente, sino cómo serlo en la vida. El foco es la solución, no el problema. Es la aplicación práctica que se conoce como “sabiduría práctica”. En otras palabras, es saber resolver las cosas. Uno puede tener mucho conocimiento, pero carecer de sabiduría. No saber aplicarlo al diario vivir.

184. Seguir las huellas Cuando el camino del amor y la intimidad con Él ya está recorrido, ahora se puede “saber”. Santo Tomás veía dos lecturas al leer La Palabra: 1. Leer lo literal, lo histórico del pasaje, el significado de las palabras, la geografía, lo textual. 2. Leer lo espiritual. Es la experiencia, el disfrute, la aplicación, la revelación. Es todo lo que vimos hasta ahora. Comencemos

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por este paso para luego pasar al primero y, a partir de allí, nuevamente al segundo paso. Este saber me ayudará a “vivir” en Su amor y a no alejarme de Él. Cada vez que nadás en Su amor, este amor (Él) te guiará a “investigar” algo del pasaje. Permití que el amor te guíe. Tal vez sea saber qué significa “el perfume de nardo”, o qué eran “las recámaras del palacio”, o qué significa “ojos de paloma”. Luego de hacer toda la experiencia, marcá todos los elementos del pasaje que no sepas, o que te llamaron la atención, y que necesites investigar. A esto también te guiará el Espíritu. Podés hacerlo al final. ¿Por qué? Si lo hacés en medio de la lectura, podrías distraerte y caer en el error de leer La Biblia junto con un comentario bíblico. Algo así como tener intimidad y, mientras practicás, ¡estar leyendo un libro sobre cómo besar! Dejá que Él te guíe acerca de qué investigar: una costumbre, un pasaje, una palabra, etc. En todo lo que Él te guíe, investigá y profundizá. A mí me ha servido tener un diccionario y un par de comentarios bíblicos. Las dos mejores páginas gratuitas con comentarios, datos e ilustraciones que utilizo son: www.preceptaustin.org www.studylight.org Las “huellas” simbolizan que la Novia debe dejarse guiar por otros. Debe seguir las pisadas de quienes están delante de ella. Mientras que estos, a su vez, siguen otras pisadas.

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185. Sentidos del alma y sentidos del espíritu Cuando nacemos, recibimos cuerpo y alma. El proceso para recibir información son los cinco sentidos. Cuando nacemos en Cristo, recibimos el espíritu nuevo y con este, los sentidos del espíritu. Mi cuerpo puede ser mutilado y perder la audición o la visión, pero los cinco sentidos del espíritu jamás se pierden. Solo pueden ser asfixiados por un alma que gobierna. Por eso, solo la cruz en el alma los libera.

186. Señor, me vuelvo uno con Vos El objetivo de Dios es hacernos uno con Él. En estos encuentros no pretendemos “sentir” nada de una manera en particular, sino solo que Cristo crezca en nosotros. Cuando nos hacemos uno con Él, allí nos encontramos. Esa es la verdadera unidad. No es “entre nosotros” sino “en Él” y, como resultado del aumento de Cristo, somos uno con Él. El hombre busca ganarle al tiempo, vencer lo temporal. Hay varios modelos para entender el tema del tiempo: a. El modelo más antiguo es el circular. Este quedó ligado a la naturaleza. El hombre vio que la naturaleza funciona en ciclos, en repeticiones. Por ejemplo, día y noche.

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b. Lineal. Además de ciclos, ahora observamos el tiempo lineal que quedó asociado al ser humano. Por eso, lo dividimos en mañana, mediodía, tarde y noche. Dios no tiene tiempo, ni circular ni lineal; para Él no hay “ahora o nunca”. Para el Señor un año es un segundo y un segundo es un año. Nuestra mente y nuestro cuerpo están atados a eso. ¡Pero nuestro espíritu, no! El hombre es un “devenir”. Todo cambia. Dios “es”, permanece por siempre. El hombre, dijimos, es inquietud; Dios es quietud. Entonces, cuando yo me uno en Su amor, una de sus expresiones es darme Su estabilidad, firmeza, estabilidad y seguridad. Él coloca en mí Su Palabra que no cambia y, ahora, lo que antes me movía (pasado o futuro, “se me fue el tiempo”, etc.) ya no existe en mí, sino una firmeza como el Monte de Sión que no se mueve. La eternidad no respeta el tiempo. Obviamente, Dios es el creador del tiempo.

187. Ser uno con Cristo ¿Qué pasa cuando nos hacemos parecidos a Cristo? Estamos reflejando Su gloria, Su carácter. Y cuando nosotros reflejamos Su gloria, Su carácter, los cielos y la Tierra dicen: “¡Ahí está la gloria de Dios!”. Entonces el problema tiene que irse, la enfermedad tiene que caer. No porque te ven a vos o me ven a mí

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(ya no nos ven más a nosotros), sino porque ven la genética del fruto de Cristo.

188. Ser uno en el Uno Lo más profundo de la comunión es “volver” a estar en Él tal como estábamos en la eternidad. ¿Y cómo es esa experiencia? Dios tiene atributos. Es majestuoso, poderoso, grande, maravilloso, etc. Sin embargo, Dios es más que un atributo. Él es. Él es el “Yo Soy” inefable, sin palabras, sin descripciones humanas limitantes, donde Él es amor puro, sin límites, sin análisis. Sin nada humano. Cuando tengo esa experiencia de “ser uno en el Uno” ocurre que: • No hay sentidos espirituales. No veo, no siento, no huelo nada. Solo hay unidad perfecta e inefable, rodeado de Su amor. Mi ser con su Ser. El hijo en el Hijo, el uno en el Uno. Allí no hay atributos de Dios, sino el “Yo Soy”, el todo, el Ser. ¿Qué sucede en ese ser uno? No pido, no espero, no escucho nada. No hay imágenes, no hay sensaciones, no hay deseo ni nada activo. Somos uno en el Uno: amor puro.

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189. Ser uno entre nosotros o uno en Cristo Juan 17:21 dice: … para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros. No dice “uno entre ustedes”, sino “así como el Padre y el Hijo son uno, que ellos sean uno en nosotros”. ¿Quién sos vos? Yo soy Bernardo. No. No somos nuestro nombre; no somos nuestros pensamientos; no somos los roles sociales que ejercemos; no somos las capacidades que tenemos; no somos el trabajo que realizamos. Entonces, ¿quiénes somos? Somos ser, somos vida. Esta es la pregunta más importante cuya respuesta tenemos que descubrir: “¿Quiénes somos?”. Nosotros tenemos un yo. ¿Y qué tiene el yo? Un nombre, pensamientos, etc. ¿Qué más hay en nuestro yo? Roles sociales y capacidades.  Yo no soy lo que pienso; yo no soy lo que creo; yo no soy lo que hago; yo no soy mi nombre; yo no soy mis capacidades. Yo soy vida. Yo soy.

190. Si Él me besara con besos de Su boca El beso es la expresión de unión amorosa, de ser “uno”. Ella no pide milagros ni dinero ni ayuda; solo quiere ser una en el amor. Sabe que, si tiene esa unión de amor, lo tiene todo. Ella le dice a Él que esos besos son “de su boca”. No dice: “Si él me besara con su boca” sino “con los besos de su boca”. Aquí

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vemos el lenguaje poético y amoroso de una expresión de amor. Ella expresa su enorme pasión por Él. Él es todo boca, es todo Palabra. Por donde nos acerquemos a Él, todo es una Palabra, una Palabra amorosa. Cristo es La Palabra. Jesús dijo: “Si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, todo lo que pidan se los daré”. Cada palabra que Él nos da debemos besarla, unirnos a ella, porque esa palabra es Él. Es Su boca que habla dulcemente. Ella quiere ser besada por una palabra. Dios me da Su Palabra para que me una a ella. Ser uno… intimidad. La voz de Él y la de ella se hicieron una. La voz de Él es dulce y Su rostro es bello. La voz de ella es dulce y su rostro es bello. Una voz y un rostro. Cantares es el libro de la Voz, de la presencia del Amor.

191. Si lo ves, lo ves. Si no lo ves, no lo ves Muchas veces vemos al Señor en medio de un conflicto, una circunstancia, un familiar, etc. Y otras veces, no lo vemos. Pareciera que no está, que se “escondió”.

192. Silencio eterno En Génesis 1 leemos reiteradas veces la palabra “dijo”. Luego aparece la palabra “produjo” o “creó”. Como sabemos, las pala-

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bras tienen el poder de crear. Si Dios dijo, antes de decir, estaba en silencio. El silencio eterno. Es decir que Dios es el “Silencio eterno”. Luego, Él abrió Su boca y dijo y creó todas las cosas. Este silencio eterno es la voz de Dios. Dios es Silencio eterno que comunica y habla. ¡Este Silencio es Su voz! Muchas veces hablamos acerca de declarar La Palabra, de confesar, y eso es poderoso. Pero hay algo antes que todo eso: ¡Su Silencio! Cada vez que estamos en silencio, nuestra alma se apaga y nuestro espíritu se conecta con el Silencio de Dios. El Silencio de Dios, que es Su voz, pone en mi espíritu cosas de Él sin que mi mente lo sepa. Hay un aumento de Cristo en mí a través de esta unión profunda con el Señor.

193. Silencio eterno: escribir lo vivido en el silencio Después de practicar “el silencio unido a Su Silencio y disfrutar de Él”, nos detenemos a escribir lo que el Señor puso en nuestro espíritu. Este escribir es como hablar, pero volcando en un papel lo que Él nos diga. Esto no es escritura automática, ni trance poseído por algo, ni una experiencia mística; es sencillamente expresar aquello que nos fue impartido en el Silencio eterno. Dejemos salir todo aquello que Dios puso en nuestro espíritu. De esta manera han nacido ideas, pensamientos, poesías y bellas canciones que expresan Su amor.

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194. Silencio eterno: la voz eterna de Dios es Su Silencio El ejercicio del silencio consiste en decirle al Señor: “Aquí estoy”, para luego permanecer en silencio frente a Él. ¿Cuánto tiempo debe durar esta actividad? No hay tiempo. Pueden ser unos minutos, una hora, media hora. Como el Espíritu nos guíe. Solamente le decimos: “Señor, aquí estoy”. Y nos quedamos en silencio. Si en nuestra mente aparecen pensamientos diferentes, solo dejemos que, así como llegaron, se vayan. Los ignoramos hasta quedar en silencio absoluto. Al comienzo, este ejercicio podrá costarte, pero al hacer la experiencia, descubrirás que cada vez que lo practiques será más fácil.

195. Si tengo Sus genes, expreso Su imagen. Cuando el Señor creó a Adán y Eva, los creó a imagen de Dios. Él creó al ser humano a Su imagen y semejanza. ¿Qué significa “a imagen”? La imagen es el reflejo o el parecido de Dios. Es decir, que el Señor creó al hombre y le dijo: “Yo voy a crear un espíritu dentro de vos. Voy a vivir en tu espíritu y, de tu interior, vas a ser mi imagen, vas a reflejar toda mi hermosura, mi gloria, mi victoria, mi naturaleza y mi bendición”. Dios es bueno eternamente. Por eso, todo lo que salga hacia afuera será gloria, victoria y poder.

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196. Subirse a los hombros de otro Es cuando alguien con una unción determinada inspira a otro a alcanzar algo grande para Cristo y, a su vez, también lo genera en otros. Así se genera una línea de inspiración en la que uno se “sube a los hombros de otro” para ver más lejos.

197. Tengo la genética de Cristo Como es la semilla, es el fruto. Cuando yo me metí en Cristo, tomé la genética del Espíritu. Ahora tengo el carácter de Cristo, la bendición de Cristo, la visión de Cristo, el poder de Cristo. Y tengo que permanecer en Él. Jesús aparece como el Hijo de Dios. Un hijo siempre es menor que su padre, pero Jesús no es menor que Dios. Jesús es igual al Padre. Entonces, ¿por qué se llama Hijo de Dios? Porque es una imagen para explicar que el Hijo tiene la misma genética, la misma naturaleza, la misma esencia, que el Padre. Así como yo tengo la genética de mis padres, Jesús tiene la genética del Padre.

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198. Tibieza espiritual La tibieza o aburrimiento espiritual es la pérdida de Él, de la comunión diaria con Él. Cuando nos dejamos amar por Él, lo que sucede es que ese amor perfumado nos llena.

199. Toda La Biblia apunta a Cristo ¿De quién habla toda La Biblia? De Cristo. Toda La Biblia es Cristo. Los 66 libros (39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento) fueron escritos en un período de 1.500 años por más de 40 autores que no se conocieron entre sí. Todos los libros fueron escritos para que la gente conozca a Cristo. Donde tus ojos lean La Palabra de Dios, tenés que ver a Cristo.

200. Tres cosas que suceden cuando nacemos de nuevo a. Somos una nueva creación Las cosas viejas pasaron y todas se van haciendo nuevas cada día en el Señor. Cuando recibimos a Cristo, murió la vieja vida, la genética de los hábitos pecaminosos, la herencia de maldición. Y el Señor nos dio una vida nueva como la de Él porque, como Cristo se nos metió dentro, como Él es seremos nosotros.

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Por fuera, somos los mismos de siempre pero, por dentro, somos una nueva persona. El apóstol Pablo dice: “Si vos recibiste a Cristo y lo único que anhelás es que Él te provea y te ayude a resolver tu problema, solo estarás buscando el milagro. Pero si vos querés ser como Cristo, volarás alto”. b. Somos bautizados (sumergidos) en un cuerpo ¿Sabías que fuiste introducido en un cuerpo? ¿Qué es el cuerpo? El cuerpo de Cristo es la Iglesia. El apóstol Pablo escribió: “Está bien la Iglesia, pero yo les voy a revelar lo que el Señor me mostró: somos un cuerpo”. Fuiste puesto en un cuerpo, cuya cabeza es Cristo (no el pastor). ¿Qué quiere decir que Cristo es la cabeza del cuerpo? Que Él es el cerebro. Vos y yo tenemos un cerebro que nos dirige. Y como es el cerebro, es el cuerpo. Todos los órganos o miembros del cuerpo están bien concentrados, trabajan juntos y hacen que el cuerpo se mueva y tenga vida. Cuando yo recibí a Cristo, no solamente fue para que yo sea como Él es, sino además para que funcione con mente de cuerpo. c. Somos trasladados del reino de las tinieblas al Reino de Cristo Ahora no solamente soy una nueva persona y puedo alcanzar todo lo que Cristo alcanzó. No solamente tengo un cuerpo en el cual puedo ser sanado. No solamente tengo poder y autoridad. Sino que además tengo un gobierno nuevo. Estoy en un Reino con un Rey distinto de los reyes que me gobernaban cuando no tenía al Señor en mi corazón. Antes mi rey era la

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adicción, la violencia (las tinieblas). La Biblia declara que el mundo entero está bajo el maligno pero, cuando yo recibí a Cristo, fui trasladado del reino de la oscuridad, de la ignorancia, del vacío, de hacer cosas tontas, a un Reino de victoria, de gloria, de autoridad.

201. Tres pisos. Primer piso: Cristo en el A.T. En el Antiguo Testamento, Cristo aparece escondido en símbolos, en sombras. Por ejemplo: •Abel trajo una ofrenda a Dios y dio lo mejor. Esa ofrenda es símbolo de Cristo porque Él se dio a sí mismo. •Noé hizo un barco y se salvó él con toda su familia y los animales. Ese barco es un símbolo de Cristo porque, cuando uno entra en Él, tiene salvación. •Cuando Moisés libertó al pueblo de Israel de Egipto, él también es aquí un tipo de Cristo dado que Él liberta a su pueblo de la esclavitud. •David, siendo rey, peleó por la victoria. David también es un tipo de Cristo porque Él es el que pelea por nuestra victoria. El Cristo escondido en La Biblia no aparece directamente, sino con el nombre de el “ángel de Jehová”. Todas estas personas y todos estos símbolos están allí para mostrarnos a Cristo escondido o en sombras.

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202. Tres pisos. Segundo piso: Cristo encarnado La Palabra relata que, cuando llegó el momento y el cumplimiento de los tiempos del Señor se acercó, Dios dijo: “Ya está, Cristo no estará más escondido. Ahora tomará forma humana y caminará entre los hombres”. Cuando Dios-Hijo se hizo hombre en Cristo, Él caminó con nosotros y esto se conoce como la encarnación. Cuando apareció Cristo, que nació de la virgen María, Dios se hizo hombre en Él y vino a ser Emanuel (Dios con nosotros), el Salvador del mundo. Ahora Él también era 100% humano. El Señor era 100% Dios y 100% Hombre, pero no liberó toda la gloria como Dios, sino que limitó su gloria. Porque Él tenía que vencer como hombre: ir a la cruz y morir por nosotros. En este segundo piso, vemos “algo” de luz porque vemos la gloria de Jesucristo en su enseñanza, en sus milagros. Por ejemplo, cuando Jesús resucitó a Lázaro, los apóstoles dijeron: “Vimos Su gloria y Su amor”.

203. Tres pisos. Tercer piso: Cristo glorificado La Biblia declara que ahora Cristo está en toda su magnitud. Él es el Rey y el Señor y tiene todo poder y toda autoridad. Ya no es más un cordero que fue a la cruz al que mataron; ahora es un Rey. Pero no es cualquier rey.

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Él es Rey sobre todo el universo: sobre todo lo que está dentro de la Tierra, sobre todos los demonios y los muertos (lo que está debajo de la Tierra), y también sobre todo lo que está arriba en los cielos. Todos le rinden honor y majestad. Cristo ahora es el Rey de todos los reyes y tiene autoridad gubernamental y política sobre todos los presidentes, los dictadores, etc. Él es Rey sobre todos ellos. Pero no solamente tiene autoridad política, también tiene autoridad como Señor. La palabra Señor quiere decir “dueño” sobre todo nombre. Jesús es el Señor, el dueño, el soberano, sobre todo y tiene un nombre que es sobre todo nombre que es el Señor. Toda la bendición de ese Cristo de gloria y autoridad, que es todo y en todos, se nos ha entrometido a los que le abrimos el corazón. Es decir, que hay un Cristo de gloria que tiene todo poder, toda autoridad y todo señorío. Entonces Cristo murió, se fue al cielo y fue glorificado. Ese Cristo es luz, poder y autoridad.

204. Tres pisos. Resumen de los tres pisos El piso 1 es el Antiguo Testamento que está oscuro porque Cristo está en las sombras. El piso 2 es el Cristo encarnado caminando con nosotros. Vimos su gloria pero no toda su gloria, no toda su majestad. Cristo murió y ascendió.

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En el piso 3 es donde estamos ahora. Cristo es el Señor, el Rey, y tiene poder y autoridad. Él es el dueño de todo y puso debajo de sus pies a todos los demonios y a todos los ángeles, la Tierra y todo lo que existe. Todo está debajo de sus pies y Él tiene toda la autoridad. Ese Cristo está dentro de nosotros.

205. Trinidad: cuestiones de género No es género. Jesús asumió cuerpo de hombre para derribar las ideas patriarcales desde adentro. Dios le dijo a Moisés: “Soy el que soy”. Eso nos hace corrernos de la imagen de género. Y permitime decirte claramente: no desperdicies demasiado tiempo intentando argumentar sobre el género de los Tres. Los nombres masculinos atribuidos a dos de ellos y la común atribución femenina al Espíritu Santo son, en gran parte, arbitrarios. En La Escritura, se hace referencia al Creador como una roca, como la madre de un niño de pecho, como sabiduría, como una gallina. Dios no tiene género.

206. Trinidad: énfasis de cada uno Cada integrante de la Trinidad tiene una función en particular. a. El Padre: es la fuente creativa de sueños. Es la fuente de todo. Todo salió de Él: el plan, las ideas y la visión. La paternidad y

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el cuidado. Nos escogió desde siempre. Nos predestinó, nos llamó y nos glorificó. b. El Hijo: tiene los materiales que necesitamos para los sueños. Paga todo. Redime. Tiene paz, gozo, prosperidad… Todo está escondido en Él. c. El Espíritu Santo: tiene la sabiduría para poder construir los sueños. Tiene el poder y realiza milagros y maravillas. Abre y cierra. Explica, enseña, ilumina, recuerda, convence, guía. Tiene sabiduría.

207. Usar la fe de Él El versículo de Gálatas dice que estoy juntamente crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que ahora Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne (humanamente), lo vivo en la fe. ¿De quién es la fe? No es más mi fe, ahora es la fe que tiene Cristo. Yo tengo fe, pero pido: “Dame más fe” y mi fe crece. Primero solté mi fe para creer. Esa fue mi primera fe. Pero una vez que Cristo se entrometió en mí, ya no uso mi fe porque ya no sirve más. Ahora voy a usar la fe de Él, que tiene toda la fe, para que se cumpla todo lo que Él ha dicho que se va a cumplir. Ya no vivo en la fe que tenía al principio, ahora vivo en la fe de Jesús. Cuando Pedro se hundió en el agua, el Señor le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?”. Le preguntó al apóstol por qué dudó. “Poca fe soltaste”, le dijo y él le pidió: “Señor, aumenta mi fe, quiero tener más fe”.

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208. Vencer es una Persona, es que Cristo se exprese Solemos decir que vencer es “ganar”, pero este no es su verdadero significado. Vencer implica una Persona. No es algo que hago, sino alguien, ya que vencer es Cristo. Vencer no es corregir algo y lograr tu objetivo. Vencer no es aprender la lección de un error. Vencer no es progresar. Vencer no es tener autocontrol emocional. Vencer no es tener una experiencia. Vencer no tiene nada que ver con nosotros, porque vencer es una Persona: Cristo. Vencer es Cristo.

209. Ver a Cristo en los momentos difíciles ¿Por qué no me hundí más? ¿Qué me sostuvo para no estar peor? Cristo. ¿Cómo hice para superar o soportar mi divorcio? ¿O el conflicto con mis hijos? Cristo en vos. Empezá a ver al Señor y ya no veas los árboles: “soy muy débil”, “soy muy miedoso”, “soy muy insegura”. Pensá en dos o tres circunstancias en las que no hayas sido débil o miedoso o insegura. “Soy inútil”. No. No sos inútil, tenés inutilidad. Pensá en dos o tres situaciones en las que no hayas sido inútil. Ahí está Cristo.

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210. Vida Zoé La vida Zoé es la vida de Dios. Es vivirlo a Él. Es eterna, es Él mismo. No debemos ir a Moisés, Josué, David, Pablo, Juan, etc., pues la vida Zoé es eterna y trasciende a toda persona, todo lugar, todo espacio y todo tiempo. Así que, si deseamos conocer más esa “vida divina”, debemos ir a la eternidad pasada y ver allí al Padre. La vida Zoé no pertenece a la dimensión humana, a lo natural, a la vida bios (biología) o psique (alma); sino que pertenece a otro ámbito, al ámbito de lo eterno, del Espíritu, de Dios mismo.

211. “Ya no vivo yo” significa que mi alma ya no me gobierna Cuando “ya no vivo yo”, mi alma no me gobierna. Eso quiere decir que Cristo, que está en mi espíritu, comenzó a salir. ¿Por dónde sale Cristo? A través de mi alma. Él toma mi alma y la mezcla con Su mente. Es allí cuando mi alma comienza a sanarse, se ordena y se vuelve la mente de Cristo. El apóstol Pablo también se refiere a que comienza a ser parte de nuestro cuerpo, y es en ese momento cuando nuestro cuerpo comienza a ser vivificado. Nuestra alma ya perdió el control. Cristo gobierna y es Él quien llena nuestra alma y nuestro cuerpo.

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212. Yo “en” Cristo Pablo escribió en Gálatas: “… ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”. Yo estoy en Cristo y Cristo está en mí. Ya no vivo yo, ahora vive Cristo en mí. Pablo aquí usó otra imagen: “Yo estoy en Cristo” quiere decir que Él me amó y me escogió, que soy su molde, que soy una nueva persona, que tengo una posición y que ya no vivo en el viejo Adán. Por eso, ahora puedo tener una vida completamente nueva porque estoy en un nuevo molde. Pablo estaba diciendo: “No termino ahí. No solo yo estoy en Cristo, sino que ahora Cristo está en mí”. Esto significa que el Cristo de la gloria me llenó de Su gloria. Entonces, ahora de mi interior pueden salir victoria, fuerzas, poder. No necesito nada de afuera, todo lo que necesito ya está dentro de mí porque Cristo vive en mí.

213. Yo soy subjetivo, Dios es objetivo ¿Cómo soy yo? Soy subjetivo. Es decir que tengo mis opiniones, mis deseos, mis necesidades, mi manera de ver las cosas. En resumen, mis verdades. ¿Cómo es Dios? Él es objetivo. Él no tiene verdades, sino que Él ES la Verdad perfecta. ¿Qué es la oración? Cuando oramos, hay un “yo” y un “tú” (Dios). Así pues, cuando yo oro, le pido cosas a Dios desde mis necesidades y mis deseos. Es decir, desde mi subjetividad. La 176 | El río de Dios

oración es entregarle mi subjetividad a Él, a Su presencia, a Su objetividad. Dios las toma, las ve y las analiza porque todo lo que Él da es conforme a Su verdad buena, agradable y perfecta. Todos tenemos deseos. Apegarnos a las cosas es parte de la vida humana. No es malo tener deseos. Esa es nuestra subjetividad. Entonces, cuando yo presento mis deseos, debo hacerlo soltándolos. ¿Qué quiero decir con esto? Cada pedido que le hagamos a Él, sea cual sea, hagámoslo como si enviáramos un mail. Una vez que lo escribimos y lo enviamos, lo soltamos y nos olvidamos. Lo dejamos en sus manos y no quedamos atado a ese pedido. Si estamos permanentemente preocupados, reiterando lo mismo, volviendo una y otra vez, es que no lo soltamos. Y ahora, al haberlos soltado, como una carta o como un mail, puedo entrar en Su reposo, en Su paz. Dios es paz eterna. Así yo he trascendido mi oración, he soltado de mis manos mis pedidos, y ahora Dios los va a tomar y los va a purificar, a resucitar, a transformar. De modo que mi objetivo primario no es alcanzar mi lista de pedidos, sino salir de mí para estar en Él, someter mis deseos a Su deseo, mi vida a Su vida. Para eso, Dios utiliza la oración.

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